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Gorelik, A.

- Ciudad, modernidad y Modernización

“La promesa alquímica del Modernismo de transformar cantidad en calidad a través de la


abstracción y la repetición ha sido un fracaso, un engaño: magia que no funcionó. (...) Una
vergüenza colectiva tras ese fiasco ha dejado una importante laguna en nuestro
entendimiento de la modernidad y la modernización” (Rem Koolhass, Arquis)

La relación entre ciudad y modernidad es para Gorelik un núcleo central para


pensar la historia de la modernidad occidental. En el caso de América Latina la ciudad es
una máquina para inventar e insertar la modernidad, allí donde “naturalmente” esta no
había tenido lugar. La ciudad debía producir al hombre social, político y culturalmente
moderno.

En Sarmiento se asocia la ciudad a la civilización. La obra “Facundo” expone la


funcionalidad ficcional del artefacto ciudad. En este sentido, importa menos la ciudad
realmente existente. Aquello que interesa es el imaginario que despierta y su capacidad de
arrastre hacia lo nuevo y lo civilizatorio. La ventaja que tiene la ciudad como ideal y como
idea: no puede ser desafiada por la ciudad realmente existente. El problema entre mito y
realidad.

Una de las hipótesis fuertes de Gorelik es que en América Latina el proceso fue de
la Modernidad (imaginario y valores) a la modernización (material y real). En ese camino
trazado para América Latina, el artefacto privilegiado fue la ciudad.
Hoy la ciudad aparece más como escenario que como una máquina. En este sentido,
la distancia permite justamente introducir las siguientes preguntas: ¿terminó lo moderno?;
¿o estamos viviendo el momento de su máxima realización?; ¿o apenas una etapa más de su
proyecto inconcluso?
Ahora bien, el desarrollo de la posmodernidad, su atravesamiento lleva a retornar
sobre la lógica de la ciudad, pero alejados del binomio ciudad-modernidad ciudad-
modernización. Por el contrario, se busca destacar lo rizomático, lo autónomo, donde lo que
prima es la Modernidad como ruina.
“Al menos desde el conocido libro de Marshall Berman, All That Is Solid Melts
Into Air, se ha generalizado una definición en que la Modernidad aparece como la
dialéctica entre la modernización (los procesos duros de transformación, económicos,
sociales, institucionales) y el modernismo (las visiones y valores por medio de los cuales
la cultura intenta comprender y conducir esos procesos); para Berman, esa dialéctica fue
muy rica e intensa en el siglo XIX y decayó en el XX por causa de la fragmentación de las
esferas”
Para Gorelik el modernismo es una instancia y respuesta dentro de la propia
Modernidad a ciertos problemas particulares que son identificables en el tiempo. “El
modernismo, en todo caso, debe ser analizado como una de las canteras de respuestas
explotadas en la modernidad para entender la modernización.”
La ciudad es un objeto privilegiado de estudio donde se cruzan ambas perspectivas:
modernización como proceso material y modernismo como ethos cultural. De ahí la
relevancia de su estudio para la comprensión de la historia durante el siglo XIX y el XX.
“En ese sentido, cuando digo que en la ciudad latinoamericana la modernidad fue un
camino para la modernización, intento presentar la voluntad ideológica de una cultura para
producir un determinado tipo de transformación estructural.” En este sentido, Gorelik
sostiene que a veces las ideas y los lenguajes suelen viajar más rápido que los procesos
reales y materiales, lo cual se puede observar muy bien en el caso del análisis que se
propone sobre la ciudad en América Latina.

Para comprender la clave de recuperación cultural de la ciudad en el universo post


expansivo Gorelik propone retomar tres momentos: a) modernización conservadora de fines
del XIX, b) vanguardia de los treinta; y c) desarrollismo de los 50.

Modernización liberal-conservadora
El Estado coloca y deposita en la ciudad el elemento transformador y renovador: la
ciudad debe ser el encauce del ideal de civilización. Su desarrollo sin límites ni
planificación llevaría al caos y la destrucción de los lazos sociales. Se establece la paradoja
que reivindica la modernidad civilizatoria en detrimento de la modernización real derivaba
de la expansión y desarrollo material. Aquello que entra en tensión son los valores
tradicionales de las sociedades antiguas y la racionalización propia del avance de la ciudad
en su carácter expansivo.
“En pleno ciclo expansivo, el estado liberal en formación reacciona oponiéndose a
la expansión, pero descubre azorado, en ese mismo gesto, que no dispone de los recursos
técnicos, jurídicos o ideológicos para hacerlo, porque lo que está en juego es el laissez faire
como interés y como doctrina, es decir, su propia identidad.”
El rol del espacio público en la modernidad de fines del siglo XIX:
“El espacio público de la ciudad decimonónica, inventado “desde arriba” por el estado con
el fin de integrar y sujetar una sociedad que percibe al borde de la disolución y la anarquía,
es el producto de esas tensiones, el medio moderno, productor de modernidad, con que se
busca alcanzar una modernización armónica y sin conflictos, aunque el conflicto se muestra
rápidamente como la contracara necesaria de la ampliación de la arena política que abre la
nueva ciudad.”

Vanguardia de los ‘30

La vanguardia europea vs la vanguardia latinoamericana:


“En principio, debe advertirse que colocar a la vanguardia en esta saga constructiva,
de producción de imaginarios urbanos modernos que figuren efectos modernizadores, pone
fuertemente en cuestión la acepción tradicional de vanguardia, de acuerdo con lo que se
identificó como el rasgo central en la vanguardia clásica: su negatividad, su carácter
destructivo, el combate a la institución. En América Latina, por el contrario, la principal
tarea que se propuso la vanguardia fue la construcción simultánea de un futuro y su
tradición. Tarea que comienza en los años veinte y que, a su manera, prefigura la del actor
social que rápidamente se va a mostrar en condiciones de ponerla en práctica: el estado
nacionalista benefactor que surge de la reorganización capitalista post-crisis”

La dialéctica de la vanguardia:
“Pero no porque haya ocurrido el típico malentendido transculturador, en el que se
“importa” desplazando en tiempo y significado los contenidos “reales” de las vanguardias,
sino porque América ocupa un lugar activo en su desarrollo: si la arquitectura y la ciudad
fueron el polo positivo de la dialéctica productiva de la vanguardia, si fueron su polo
modernizador frente a una modernidad que podía al mismo tiempo regodearse en aquello
que esa modernización hacía desvanecer, Latinoamérica, el Sur, fue el polo positivo en su
dialéctica espacial: fue el
lugar donde la construcción más que posible era inevitable.”

En el caso de la vanguardia latinoamericana el Estado fue un gran participe de las


mismas, pues era el elemento central que financiaba y determinaba las políticas urbanas.

El momento desarrollista

Síntesis de los tres momentos:


“Si a fines del siglo XIX encontramos un estado que entronca en el ciclo expansivo a pesar
suyo (la modernidad aparecía allí como figura de orden que debía controlar la
modernización); y si en los años treinta la entente vanguardia/estado se produce en los
hechos (la modernidad vanguardista como constructora de identidad para conducir a una
modernización nacional emprendida por el estado); en el desarrollismo, el estado va a
reunir toda la tradición constructiva, incorporando en su seno la pulsión vanguardista: el
estado se vuelve institucionalmente vanguardia moderna y la ciudad, su pica
modernizadora.”

Hacia el ’60, la cultura urbana formalizó la pregunta central que no había podido ser
formulada, pues fue impuesta por los hechos hacia fines del siglo XIX: “¿Cómo acelerar
la urbanización sin exacerbar los problemas que vienen asociados al crecimiento?” Una
planificación inteligente y previsora debería poder evitar en estas tierras los problemas que
la modernización de mercado de los países centrales había engendrado décadas atrás. El
hecho de que en Latinoamerica no hubiese habido una planificación, sino por el contrario
había sido puro vacío, ahora se transformaba en pura potencia.
Mientras en Europa se considera la modernidad hacia los ’60 como un espacio de
dinámicas de la autonomía. En América Latina se consolida la idea de poder controlar la
modernización. Esto se aspira a lograr a través de la planificación. En este contexto, se
destacaba a los técnicos como aquellos sujetos capaces de ser vanguardia, y que lograrían el
objetivo deseado de controlar la modernización. El Estado aparecía como el actor imposible
de escapar. La ciudad era concebida en la matriz organicista anglosajona
“Sin embargo, es posible afirmar que en América Latina las teorías del desarrollo buscaron
restaurar, a través de una preceptiva profundamente cultural y política sobre la modernidad,
la posibilidad del control de la modernización, la búsqueda de recuperar el comando que el
mundo desarrollado había perdido sobre los procesos que engendraba: la ciudad fue
pensada nuevamente como una partera de cultura moderna, es decir, como la inventora de
una sociedad moderna.”

Posmodernismo:
Luego del ciclo de expansión que se desarrolla en el binomio modernidad /
modernización, se encuentra la relectura por parte de las corrientes posmodernas de la
ciudad realmente existente o la ciudad real.

El posmodernismo pone sobre la mesa una cierta cantidad de interrogantes en


relación a la ciudad:
“¿Qué hacer con la ciudad moderna y con las ideas sobre ella una vez terminado ese ciclo?
Indudablemente, las respuestas modernistas estaban asociadas muy directamente a la
expansión, para celebrarla o refutarla. ¿Se puede pensar la modernidad y la modernización
sin expansión? En ese caso, ¿qué significaría? ¿Cómo repensar la ciudad por fuera de los
modelos de pensamiento que ese ciclo había generado, en el nuevo marco de
deslocalización industrial, desmembramiento de los centros terciarios, flujos inversos entre
la ciudad y el campo con el resultado de una nueva urbanización difusa y la proliferación de
periferias internas, vacíos en tejidos compactos, viejas áreas industriales abandonadas como
monumentos desoladores de una modernidad fracasada?
El problema desde a la mirada del posmodernismo respecto a la ciudad concebida
por el modernismo es que esta era concebida en términos del “deseo de una ciudad”, y no
de considerar las ciudades realmente existentes. Había una proyección abstracta sobre la
realidad, en la forma de un discurso que se forzaba. El posmodernismo propone volver a la
ciudad en sus términos históricos, existentes y contemporáneos. La planificación
desarrollista fue leída en clave de imposición autoritaria.

Desde América Latina también se estableció una crítica al desarrollismo. Por un


lado, se criticó por el autoritarismo planificador que consideraba que solo a través del
estado se podía llegar a una planificación social. Por el otro, se criticó la visión organicista
que sostenía el desarrollismo. Esto llevó a que en el continente se considerase a la ciudad
como la enemiga de la revolución y la transformación; lo cual tenía su corolario en las
experiencias revolucionarias latinoamericanas de la década del ’60. Además, el ejemplo de
Cuba venía a sintetizar todos los problemas, mostrando que el problema con la
planificación no era tanto técnico como político. Si el error había sido confiar en el Estado
burgués, ahora se debía hacer la revolución, para luego establecer la planificación. Se
reemplaza la figura del Estado Burgués por la del Pueblo.

El posmodernismo también acarreó un movimiento de tintes antiurbanos como el


Mayo del 68 francés: “sous le pavé, la plage”

“Como vimos, el regreso a la ciudad se produjo en occidente a través de la reivindicación


de la historia, el espacio público o lo popular. Pero si en Europa la historia es la ciudad,
como
reservorio de cultura, la historia aparecía entonces por aquí –al menos en la región del Río
de la Plata– en su versión revisionista, como la reivindicación de la barbarie que
nuevamente nos coloca fuera de la ciudad”

Balance de recorridos pos-modernos

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