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De esta inquietud han surgido los libros sobre algunos de los autores a los
que admira, como Gustave Flaubert, Víctor Hugo o Juan Carlos
Onetti. Historia de un deicidio, la tesis con la que se doctoró por la
Universidad de Complutense de Madrid, fue el primer título que consagró
a la disección de la obra de otro novelista, en este caso Cien años de
soledad, un clásico que había arrasado en las listas de ventas pocos años
antes.
Su contacto con García Márquez se había iniciado por carta. Cuando por
fin lo conoció en persona, ambos simpatizaron y de inmediato se hicieron
amigos íntimos. Estrellas mediáticas además de maestros de la palabra,
representaban la cara más visible del boom, es decir, del auge mundial de
la narrativa hispanoamericana a partir de los años sesenta. Tanto el uno
como el otro exhibían una ilimitada ambición literaria, que les empujaba a
construir universos de gran alcance a través de la “novela total”.
Coincidían, además, por un mismo compromiso con la izquierda y una
común simpatía hacia la Revolución cubana.
De izquierda a derecha, García Márquez, Vargas Llosa, Carlos Barral, Julio Cortázar y
Josep Maria Castellet, en la comida del premio Barral de novela de 1972, en el restaurante
La Font dels Ocellets
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comunistas”
Nadie sabe a ciencia cierta el motivo del desencuentro. Tal vez Patricia se
desahogó con García Márquez acerca de las infidelidades de su marido y
este le aconsejó que se divorciara. Otros rumores van más lejos. Hay
quien dice que el autor de Cien años de soledad se insinuó y no falta
quien piensa que fue ella la que intentó algo, en venganza por las
ocasiones en que Vargas Llosa la había engañado. Lo único seguro es que
la figura clave de la polémica es Patricia, la única persona que conoce de
primera mano todos los detalles de la historia.
Los amigos de los implicados se dividieron en
De izquierda a derecha Gabriel García Márquez, Jorge Edwards, Mario Vargas Llosa,
José Donoso y Ricardo Muñoz Suay en 1974
Otras Fuentes
Es muy posible, por desgracia, que nunca lleguemos a saber qué ocurrió el
día de la fatídica pelea. Puestos a especular, tal vez todo fue porque los
dos admiraban las novelas de caballerías, pero García Márquez prefería
el Amadís de Gaula y Vargas Llosa el Tirante el Blanco.
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