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TENDENCIAS

“Dos soledades”, el origen del


“boom” según García Márquez y
Vargas Llosa
Cuando se encontraron en Lima, García Márquez
había vendido ya miles de ejemplares de “Cien años de
soledad” y Vargas Llosa acababa de ganar el Premio
Rómulo Gallegos por “La casa verde”. En “Dos
soledades” ambos autores se sientan a hablar de
literatura latinoamericana cuando todavía no se había
acuñado el nombre de lo que hoy se conoce como
“realismo mágico”.

Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez. (Foto: Difusión)


Agencia EFE
Lima, 21/04/2021 04:09 p. m.
En 1967 unos jóvenes Gabriel García Márquez y Mario
Vargas Llosa se reunieron para hablar de literatura
latinoamericana, una conversación “perdida” entre
dos premios Nobel publicada ahora en un libro que,
dice el prologuista Juan Gabriel Vásquez, contiene más
lecciones que cualquier universidad.
“Dos soledades. Un diálogo sobre la novela en América Latina”
(Alfaguara) recoge esta conversación que tuvo lugar en la
Universidad Nacional de Ingeniería de Lima durante dos
jornadas, el 5 y el 7 de setiembre de 1967, y que se ha
recuperado tras estar muchos años “fuera del mundo” y solo
encontrada en ediciones piratas, asegura el colombiano Juan
Gabriel Vásquez.
Y destaca que una de las “maravillas” de este diálogo es
“capturar” a sus actores en el momento en el que el fenómeno
del “boom” comienza a tomar forma.
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Cuando se encontraron en Lima, García Márquez había vendido


ya miles de ejemplares de “Cien años de soledad” y Vargas Llosa
acababa de ganar el Premio Rómulo Gallegos por “La casa
verde”. En “Dos soledades” ambos autores se sientan a hablar
de literatura latinoamericana cuando todavía no se había
acuñado el nombre de lo que hoy se conoce como “realismo
mágico”.
“¿Para qué crees que sirves tú como escritor?”, fue la primera
pregunta que hizo Vargas Llosa a García Márquez, a lo que el
colombiano respondió: “Yo tengo la impresión de que empecé a
ser escritor cuando me di cuenta de que no servía para nada”,
relató para agregar que, en ese momento, el hecho de escribir
obedecía “a una vocación apremiante”.
Y le pregunta asimismo por el incipiente “boom” de la literatura
latinoamericana: “¿a qué se debe este fenómeno? ¿qué es lo que
ha ocurrido?”.
“No sé si el fenómeno del ‘boom’ es en realidad un ‘boom’ de
escritores o un ‘boom’ de lectores”, considera el autor de “Cien
años de soledad” que agrega: “hemos decidido que lo más
importante es seguir nuestra vocación de escritores y que los
lectores se han dado cuenta de ello. En el momento que los
libros eran realmente buenos, aparecieron los lectores. Eso es
formidable. Yo creo, por eso, que es un ‘boom’ de lectores”.
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Vargas Llosa explica que antes el lector latinoamericano tenía


un prejuicio respecto de cualquier escritor latinoamericano y
pensaba que por el hecho de serlo era malo, si no demostraba lo
contrario, a la inversa de lo que ocurría con autores europeos.
Pero ahora -decía- “ocurre exactamente lo contrario. El público
del autor latinoamericano ha crecido enormemente, hay una
audiencia realmente asombrosa para los novelistas
latinoamericanos, no solo en América Latina sino en Europa y
Estados Unidos”.
La conversación muestra las dos formas de entender la
literatura, dos formas diferentes de narrar.
“Aquí está ese Vargas Llosa: el novelista-crítico, dueño de una
conciencia exacerbada de su oficio, siempre con el bisturí en la
mano. Al lado, García Márquez hace grandes esfuerzos por
defender su imagen de narrador instintivo, casi salvaje, alérgico
a la teoría y mal explicador de sí mismo o de sus libros”, dice
Vásquez.
Aunque no es así, agrega: “García Márquez sabía muy bien para
qué servía cada uno de los destornilladores de su caja de
herramientas. Y conocía muy bien, como todo gran novelista, el
arte de leer”.
Pero el diálogo es también una puesta en escena de dos maneras
opuestas de entender el oficio de novelista, indica Vásquez, y
pone un ejemplo: “Cuando García Márquez asegura, por
ejemplo, que en la adolescencia ya tenía el primer párrafo de
‘Cien años de soledad’ idéntico al que aparece en el libro,
sabemos que está mintiendo. Pero esa mentira es una extensión
de su propia voracidad narrativa, que quiere construir desde ya
-y meticulosamente-la leyenda de sí mismo”.
La recuperación de esta conversación, que fue editada en su día
por la universidad que les albergó, incluye además textos de
varios testigos de aquel encuentro, como Luis Rodríguez Pastor,
José Miguel Oviedo, Abelardo Oquendo, Abelardo Sánchez
León y Ricardo González Vigil, que recuerdan en calidad de
testigos el diálogo.
Así, el fallecido editor y crítico literario peruano Abelardo
Oquendo, a quien Mario Vargas Llosa dedicó su libro
“Conversación en la Catedral”, rememoraba que éste tomó el
papel de entrevistador, situando a García Márquez en el centro
de atención.
Y explicaba cómo el diálogo, que fusionaba vida y literatura,
teoría y práctica, imaginación y realidad, se impregnó “de la
magia narrativa” de ambos: “nadie advertía el paso del tiempo”.
Datos del autor
Mario Vargas Llosa. Arequipa, (1936). académico de la lengua, crítico literario,
periodista, político y escritor, comenzó su carrera literaria y periodística con tan
solo dieciséis años de edad. Sus primeras novelas cosecharon un gran éxito en la
década de los sesenta, época en la que aprovechando su prestigio, marchó
a Europa y Estados Unidos para fijar su residencia durante varios años. Sus obras
son una verdadera exhibición de virtuosismo literario y su prosa integra
abundantes elementos experimentales, tales como la mezcla de diálogo y
descripción y la combinación de acciones y tiempos diversos. Ganador de
múltiples galardones, en su haber cuenta con los
premios Planeta, Cervantes, Príncipe de Asturias y el Premio Nobel de
Literatura 2010.

Véase también

Vargas Llosa y García Márquez,


de amigos a enemigos
DOS GENIOS Y UNA RUPTURA
La reedición, pasados 50 años, del ensayo que Vargas Llosa dedicó a la
obra más célebre del colombiano ha devuelto a primer plano la
discordia entre ambos escritores

Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa.


Otras Fuentes

FRANCISCO MARTÍNEZ HOYOS


04/06/2021 07:00 Actualizado a 04/06/2021 13:42
Todas las obras de Mario Vargas Llosa se han reeditado en múltiples
ocasiones... Menos una, García Márquez: historia de un deicidio. Desde
su aparición en 1971, este monumental estudio sobre el escritor
colombiano no se volvió a publicar, excepción hecha de las obras
completas del peruano. El motivo era evidente: la espectacular ruptura
personal entre los dos novelistas, que pasaron de una estrecha amistad a
no dirigirse la palabra. Todos los intentos por lograr su reconciliación
fracasaron estrepitosamente.

Por este cúmulo de circunstancias, la reciente aparición del libro en


Alfaguara supone un acontecimiento editorial. A partir de ahora, todo
aquel que quiera hacerse con un ejemplar de la primera edición ya no
tendrá que pagar un mínimo de 120 euros en alguna librería de viejo.

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Vargas Llosa es conocido, sobre todo, por sus ficciones, de La ciudad y


los perros (1962) a Conversación en la catedral (1969) o La tía Julia y el
escribidor (1977), entre tantas otras. Pero también ha dedicado continuos
esfuerzos a la crítica literaria, siempre atento a los aspectos teóricos del
oficio de escribir.

De esta inquietud han surgido los libros sobre algunos de los autores a los
que admira, como Gustave Flaubert, Víctor Hugo o Juan Carlos
Onetti. Historia de un deicidio, la tesis con la que se doctoró por la
Universidad de Complutense de Madrid, fue el primer título que consagró
a la disección de la obra de otro novelista, en este caso Cien años de
soledad, un clásico que había arrasado en las listas de ventas pocos años
antes.

Ficción para hallar la verdad

Su contacto con García Márquez se había iniciado por carta. Cuando por
fin lo conoció en persona, ambos simpatizaron y de inmediato se hicieron
amigos íntimos. Estrellas mediáticas además de maestros de la palabra,
representaban la cara más visible del boom, es decir, del auge mundial de
la narrativa hispanoamericana a partir de los años sesenta. Tanto el uno
como el otro exhibían una ilimitada ambición literaria, que les empujaba a
construir universos de gran alcance a través de la “novela total”.
Coincidían, además, por un mismo compromiso con la izquierda y una
común simpatía hacia la Revolución cubana.

Tal vez al público actual le choque la terminología empleada por Vargas


Llosa. ¿Por qué dice que García Márquez comete un “deicidio”? ¿Qué
tiene que ver la narrativa con el asesinato de Dios? En la línea de autores
precedentes, como Albert Camus, el peruano concibe el hecho de escribir
como un acto de insurrección. El novelista, disconforme con la vida
diaria, inventa un mundo propio en el que suplanta a Dios como fuerza
creadora.

De izquierda a derecha, García Márquez, Vargas Llosa, Carlos Barral, Julio Cortázar y
Josep Maria Castellet, en la comida del premio Barral de novela de 1972, en el restaurante
La Font dels Ocellets
Otros

Para conseguir su objetivo, antes tiene que trabajar artísticamente los


materiales que le ofrece la realidad, que puede deformar a su antojo
añadiendo fantasía a los acontecimientos. Vargas Llosa expone aquí su
conocida teoría de los “demonios”, motivos recurrentes en la obra de un
novelista que constituyen sus obsesiones. Son las personas, hechos, sueño
o mitos que contribuyeron a enemistarle con el mundo.

Historia de un deicidio ofrece muchos ejemplos de cómo García Márquez


reelaboró sus propios conocimientos y experiencias. Así, su lugar de
nacimiento, Aracataca, se transformó en Macondo, el mítico pueblo que
ya había aparecido en obras anteriores del autor, como La hojarasca. Su
fundador, José Arcadio Buendía, mata a un hombre, igual que el abuelo
del escritor en la vida real. Más tarde, cuando lo encontremos aislado del
mundo para concentrarse en sus inventos descabellados, como un método
para extraer oro, nos recordará inevitablemente la terquedad o constancia
de su propio creador.

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comunistas”

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Durante meses interminables, García Márquez se sumergió en la


redacción de Cien años de soledad desentendiéndose de los graves
problemas económicos de su familia, cada vez más endeudada. Hasta que
su resonante éxito le permitió, por fin, vivir de la literatura.

Un hijo de José Arcadio, el coronel Aureliano Buendía, responsable de


treinta y dos levantamientos armados, todos fallidos, se inspira a su vez en
el militar Rafael Uribe Uribe (1859-1914), uno de los protagonistas de los
enfrentamientos civiles colombianos, vencido en las guerras de 1885,
1895 y 1899. Así, en este tipo de ficción, la estricta fidelidad al detalle
histórico no importa. El escritor, a través de sus mentiras, lo que busca es
una verdad esencial. En este caso, la de un país desgarrado por luchas
absurdas o la del peso de la soledad en la naturaleza humana.

Del vínculo a la ruptura

En cierto sentido, Historia de un deicidio no es más que un brillante


desarrollo de las ideas que su autor había planteado en Lima algo antes, en
1967, en el encuentro que protagonizó junto al propio García Márquez.
Los asistentes que abarrotaron la Facultad de Arquitectura presenciaron
una histórica reflexión sobre la novela en América Latina. Publicada en
forma de libro al año siguiente, ese volumen se convirtió también en una
pieza muy difícil de encontrar. De ahí que su actual reedición en
Alfaguara, bajo el título de Dos soledades, redondee la fiesta para los
seguidores de los dos gigantes literarios.

A lo largo de la conversación encontremos a dos hombres muy distintos.


El carácter metódico del peruano, un as de las cuestiones teóricas,
contrasta con la espontaneidad del colombiano, poco dado a sumergirse
en problemas abstractos. Las palabras de este último, en cualquier caso,
deben tomarse con precaución. Su inventiva no se limitaba a sus obras,
también salía a relucir en las declaraciones sobre su vida. Como cuando
afirma, de manera muy poco convincente, que escribió durante su
adolescencia el primer párrafo de Cien años de soledad tal como
aparecería en el libro.
Gabriel García Márquez, en 1976, con el ojo morado que le causó el puñetazo de Mario
Vargas Llosa.
Propias

En su diálogo, los dos escritores derrochan química y complicidad. ¿Qué


sucedió para que tanta compenetración se desvaneciera para siempre? El
12 de febrero de 1976 tuvo lugar el famoso incidente de México D. F.:
tras mucho tiempo sin verse, García Márquez fue a saludar a su amigo y
este le propinó un gran puñetazo. Al parecer, exclamó que aquello era por
lo que el colombiano le había hecho a su esposa, Patricia Llosa, en
Barcelona. Otra versión apunta que estaba molesto por lo que su colega
dijo a su mujer.

Nadie sabe a ciencia cierta el motivo del desencuentro. Tal vez Patricia se
desahogó con García Márquez acerca de las infidelidades de su marido y
este le aconsejó que se divorciara. Otros rumores van más lejos. Hay
quien dice que el autor de Cien años de soledad se insinuó y no falta
quien piensa que fue ella la que intentó algo, en venganza por las
ocasiones en que Vargas Llosa la había engañado. Lo único seguro es que
la figura clave de la polémica es Patricia, la única persona que conoce de
primera mano todos los detalles de la historia.
Los amigos de los implicados se dividieron en

dos bandos irreductibles, en función de por

quién tomaron partido


Sea como sea, la raíz del desencuentro se halla en una cuestión de
naturaleza íntima, no en una diferencia política. El hecho de que García
Márquez apoyara a Fidel Castro y Vargas Llosa se convirtiera en uno de
sus más duros opositores no desencadenó la ruptura, aunque, desde luego,
tampoco ayudó a que se cerrara el abismo entre los dos genios.

Desde entonces, los amigos de los implicados se dividieron en dos bandos


irreductibles, en función de por quién tomaron partido. Los protagonistas
guardaron un silencio absoluto. Vargas Llosa, en cierta ocasión, comentó
que el esclarecimiento del hecho corresponde a los biógrafos, como si
estos pudieran hacer gran cosa sin la versión de los implicados. En 2010,
con motivo de la concesión del Nobel, un periodista quiso saber si temía
que alguien le preguntara por García Márquez. Su respuesta estuvo teñida
de humor irónico: “Siempre hay algún imprudente”.

De izquierda a derecha Gabriel García Márquez, Jorge Edwards, Mario Vargas Llosa,
José Donoso y Ricardo Muñoz Suay en 1974
Otras Fuentes

Circuló entonces la noticia de que su antiguo amigo, desde Twitter, le


había felicitado con apenas dos palabras: “cuentas iguales”, en referencia
a que él había ganado el Nobel en 1982. Al parecer, todo fue una broma
que gastó no se sabe quién. El colombiano ni siquiera formaba parte de la
mencionada red social. Su muerte, pocos años después, hizo del todo
imposible la firma de la paz y privó a periodistas e historiadores de un
testigo clave.

Es muy posible, por desgracia, que nunca lleguemos a saber qué ocurrió el
día de la fatídica pelea. Puestos a especular, tal vez todo fue porque los
dos admiraban las novelas de caballerías, pero García Márquez prefería
el Amadís de Gaula y Vargas Llosa el Tirante el Blanco.

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