Está en la página 1de 6

La conexión mexicana

LA REDACCIÓN11 julio, 1987

La conexión mexicana
José Emilio Pacheco
En recuerdo de afecto a Manuel Michel y a José Luis González de León
We all become living archives, witnesses to what can no longer be witnessed John
Updike

EL SINDROME DE NAZARET

¿Quién es el escritor más admirado en Colombia? Octavio Paz ¿En México? Gabriel
García Márquez ¿Quién es el escritor más atacado en Colombia? García Márquez ¿En
México? Paz ¿Cuál es el principal reproche contra García Márquez? Ser castrista
¿Contra Paz? Ser anticastrista ¿A quién propusieron los mexicanos para el premio
Cervantes en 1981? A Juan Carlos Onetti ¿Y los uruguayos? A Octavio Paz
No acabarían nunca los ejemplos del síndrome de Nazaret (“Cómo va a ser el Mesías si
es el hijo del carpintero y yo jugaba con él en la calle”) Ya que en Colombia recordarán
los 30 años de Piedra de Sol, los 25 de La muerte de Artemio Cruz y Aura, terminemos
aquí el breve recuento de la primera etapa de García Márquez en México (1961-1967)

NADIE ES POETA EN SU TIERRA

¿Por dónde empezar? Por el final que fue también el principio Una semana antes de
que Cien años de soledad apareciera en las librerías de su país hubo una gran encuesta
literaria en que se llegó a una conclusión desesperanzada; la incapacidad congénita de
los colombianos para la novela Jamás se escribirá entre nosotros una novela
importante, dijeron entre ellos mismos
No resultó fácil para los enterradores tragarse sus ruedas de molino Como Artemio
Cruz, Cien años de soledad fue inicialmente recibida a pedradas por sus compatriotas:
“un monumento de ladrillo pesado” (Fernando Garavito), “carencia de lógica interna
y de rigor estético” (Eduardo Gómez), etcétera En cambio los mexicanos desde un
principio elogiaron “la prosa de García Márquez, auténticamente creadora, un manjar
deleitoso y nutritivo La adjetivación poderosísima, el ritmo precioso y grandioso, la
construcción magistral Es la gran novela histórica, tardía, ya inesperada, todavía
oportuna” (Huberto Batis) “Cien años de soledad es una novela perfecta, hasta donde
este adjetivo puede usarse sin sonar a falso La estructura, la historia, los personajes, el
estilo, cumplen su cometido En ella fondo es forma y viceversa, y todo en su más alta
expresión: vida, dolor, muerte y esperanza de un futuro en que la imaginación, el
absurdo y todos los excesos posibles por ahora se convierten en realidad, lógica y una
serie de virtudes comunes y corrientes” (Emmanuel Carballo)

LAS CIUDADES DE LA NOVELA

Nadie hubiera podido imaginarse en 1967 lo que seguiría: los treinta millones de
ejemplares, el premio Nobel y aun datos menos divulgados como que la publicación en
Beirut de Cien años de soledad partió en un antes y un después todas las literaturas de
lengua árabe, o bien, que es el libro más admirado y estudiado en el Tibet Por entonces
algún redactor de las revistas argentinas Confirmado o Primera Plana usó por vez
primera el término boom
Otro que escribía para La Cultura en México, suplemento de Siempre!, la sección
“Calendario” afirmó a comienzos de 1968 que en efecto existía un auge de la novele
hispano-americana: “1967 fue el año que marcó la consolidación de un movimiento que
significa para la prosa narrativa lo que el modernismo del novecientos fue para la poesía
En 1967 Asturias recibió el premio Nobel, Vargas Llosa el Rómulo Gallegos, Fuentes
de Biblioteca Breve En Caracas se reunieron escritores y críticos para estudiar “La
novela hispanoamericana contemporánea” y las ponencias de ese congreso justificaron
la noción de que existe un movimiento en el sentido que tiene la palabra para los
historiadores literarios”
“Sobre todo, García Márquez publicó Cien años de soledad, Fuentes Cambio de piel y
Zona sagrada, Cortázar La vuelta al día en ochenta mundos, Vargas Llosa Los
cachorros, Cabrera Infante Tres tristes tigres, Sarduy De dónde son los cantantes
Comenzó a difundirse Paradiso de Lezama Lima, se tradujo Gran Sertón: Veredas de
Guimaraes Rosa, y Señas de identidad de Juan Goytisolo mostró la extensión del
movimiento a las letras de España Por último, aparecieron dos libros en que las obras
aisladas e independientes se juzgan como tales y como partes de una unidad: Los
nuestros de Luis Harss —ensayos y entrevistas con Carpentier, Asturias, Borges,
Guimaraes Rosa, Onetti, Cortázar, Rulfo, Fuentes, García Márquez y Vargas Llosa—
y el Coloquio sobre la novela hispanoamericana con textos de Ivan A Schulman, Manuel
Pedro González, Juan Loveluck y Fernando Alegría”
En aquellos momentos una perspectiva tal sólo podía tenerse desde fuera La nota de
“Calendario” no tiene ningún mérito porque fue escrita en Londres y en casa de
Fuentes, mientras en la habitación contigua el propio autor de La región más
transparente, Vargas Llosa y Cabrera Infante planeaban el libro colectivo de los
novelistas hispanoamericanos En él cada uno iba a escribir un relato sobre un dictador
de su país El volumen nunca apareció pero de la idea original de Fuentes brotaron
muchas novelas
Lo que importa retener es el nombre de La Cultura en México Fue una de las
publicaciones claves del movimiento como Casa de las Américas y Marcha A diferencia
del modernismo, no se puede decir que Buenos Aires y México hayan sido las capitales
de la nueva novela, porque también lo fueron La Habana, Barcelona, París, Lima,
Montevideo, Londres, Caracas pero tampoco es desdeñable la significación del DF en
el movimiento
SOMBRAS DE LOS SESENTA

En julio de 1961 García Márquez se encontró con un México literario en que daban su
fruto muchos esfuerzos acumulados y por vez primera desde Vasconcelos se abría hacia
Hispanoamérica El gran acontecimiento internacional fue, claro está, la Revolución
cubana, pero en el interior quedan por analizar todavía el papel desempeñado por los
suplementos de Benítez, los ensayos de Paz, la actividad de Fuentes, las nuevas
editoriales Era (1960) y Joaquín Mortiz (1962), la presencia de Fuentes y Jaime García
Terrés, entonces director de la Revista de la Universidad, en los encuentros literarios
de Concepción, en Chile, las diversas publicaciones que se convirtieron en terreno de
aclimatación para una literatura que resultó hispanoamericana, es decir continental y
no sólo nacional, como sólo el modernismo lo había sido
Por un tiempo García Márquez fue uno más de esa generación mexicana —ella sí la
única y verdadera “generación perdida” de este siglo— que iluminó la época breve
(1962-1968) enmarcada entre dos crímenes: el asesinato de Rubén Jaramillo y la
matanza de Tlatelolco Para México, no para García Márquez ni para Colombia, Cien
años de soledad sería la justificación de aquellos años de talento y frivolidad con todos
sus excesos y errores, si no hubiera en todas las artes tantas obras que siguen en pie y
brotaron de aquel sueño común

LA TRADICION DE LA RIQUEZA

Estas acotaciones marginales no pretenden la anexión ni la expropiación de García


Márquez, Juan Gustavo Cobo Borda y seguramente muchos otros jóvenes colombianos
ven la literatura de su país como “la tradición de la pobreza” A esta distancia podemos
asegurarles que no debe ser tan pobre una tradición que produjo Cien años de soledad
¿Cómo hubiera sido este libro sin la poesía de Alvaro Mutis, la narrativa de Alvaro
Cepeda Zamudio, los cuentos y ensayos de Hernando Téllez, las traducciones de Jorge
Zalamea, la obra toda del grupo de la revista Mito, los ensayos de Marta Traba,
Fernando Charry Lara, Hernando Valencia Goelkel y Pedro Gómez Valderrama e
incluso libros que hoy ya nadie lee como la notable Biografía del Caribe de Germán
Arciniegas?
Gracias a Mito y gracias a Mutis unos cuantos mexicanos privilegiados conocían al
escritor que llegó a México el 2 de julio de 1961, pero de todos modos se encontró en
una situación extraña: en su país era un joven novelista de gran promesa y admirable
trayectoria periodística (la que ha reunido Jacques Gillard en los volúmenes de Textos
costeños y Entre cachacos y ha dado para Relato de un náufrago, Crónicas y reportajes,
De viaje por los países socialistas); en México era uno de entre los muchos que aspiraban
a dos fines en apariencia inconciliables: hacer su obra y ganarse la vida

LA MALA HORA

Así, escribió un cuento, “El mar del tiempo perdido”, que publicó la Revista Mexicana
de Literatura, y durante cuatro años tuvo que dejar para otra ocasión el desarrollo de
su tarea narrativa Mientras en Bogotá obtenía el premio Esso, por La mala hora y en
septiembre se publicaba en Medellín El coronel no tiene quien le escriba (Aguirre
Editor, 90 pp), en México editaba a base de recortes dos antiguas revistas, Sucesos y La
Familia, e intentaba abrirse camino en el cine
Primero hizo un argumento “El charro”, que iba a filmar José Luis González de León
“El charro” se convirtió en Tiempo de morir, dirigida a los 21 años por Arturo Ripstein,
y escrita por García Márquez en colaboración con Fuentes Juntos hicieron también
para Roberto Gavaldón El gallo de oro, el argumento de Juan Rulfo que 20 años más
tarde retomaría el propio Ripstein en El imperio de la fortuna, con un nuevo script de
Paz Alicia García Diego
Al parecer García Márquez colaboró en alguno de los tratamientos de Pedro Páramo,
dirigida por Carlos Velo En cambio no intervino en el guión de Alberto Isaac y Emilio
García Riera para la película basada en su cuento En este pueblo no hay ladrones Con
Miguel Barbachano Ponce y Juan de la Cabada hizo para el mismo concurso de cine
experimental (1965) Lola de mi vida Asimismo escribió Presagio que Luis Alcoriza sólo
pudo rodar muchos años después Mientras tanto colaboró en una película de Alcoriza
y Ripstein, Juego peligroso, con el cuento HO (iniciales de su protagonista, Homero
Olmos) al que añadieron chistes Jorge Ibargüengoitia y ¡Pancho Córdova! Con dos
profesionales del destajismo, Fernando Galeana y Alfredo Ruanova, hizo para Sergio
Véjar Cuatro contra el crimen; y como fin de esta primera etapa cinematográfica,
Patsy, mi amor, de Manuel Michel, que fue la presentación de Ofelia Medina

LOS ENEMIGOS DE LA PROMESA

Por si el martirio del guionista fuera insuficiente, García Márquez también tuvo que
redactar textos publicitarios en Walter Thompson y en Stanton En diciembre de 1964
estaba ya en la edad fatídica en que se acaban las carreras de los escritores
hispanoamericanos Un comienzo maravilloso, un resplandor, y luego la nada, la
oscuridad, la frustración, el rencor, la amargura, el alcoholismo, la enfermedad, la
muerte, 36 años, cuatro excelentes libros, una década de trabajo a partir de la
publicación de La hojarasca en 1955; es decir, lo que dura en promedio una típica
trayectoria literaria en esta parte del mundo
En 1962 Sergio Galindo le editó en su serie Ficción Los funerales de la Mamá Grande
(dos mil ejemplares) Al año siguiente El coronel no tiene quien le escriba (mil
ejemplares) Hizo de Era la editorial que iba a publicarle sus demás libros, La mala hora
apareció en España a cuenta de Esso, después de que el padre Félix Restrepo, presidente
de la Academia Colombiana y miembro del jurado, le rogó eliminar del texto dos
términos impublicable: “masturbarse” y “preservativo” Dicen que el autor contestó:
“Acepto suprimir uno Elijan ustedes”
Los talleres gráficos Luis Pérez de Madrid terminaron de imprimir La mala hora en la
navidad de 1962 Sus correctores le enmendaron la plana al bárbaro de las Indias que
no tardaría mucho en verse exaltado al rango de clásico del idioma En la edición de
1966 de Era, García Márquez puso una nota para decir que restituía “las incorrecciones
idiomáticas y las barbaridades estilísticas, en nombre de su soberana y arbitraria
voluntad”

EL LUGAR DE CARLOS FUENTES

En el verano de 1864 Carlos Fuentes dio una conferencia en la Casa del Lago sobre “La
nueva novela latinoamericana” Apareció en el número 128 de La Cultura en México
(julio 29) y es el núcleo a partir del cual creció la idea del boom En el texto original, no
en el libro del mismo título (1969), se exalta a Carpentier, Cortázar y Vargas Llosa,
aunque “no puedo dejar de mencionar a otros autores verdaderamente significativos
García Márquez es a la literatura colombiana lo que Rulfo a la mexicana; el escritor
que adelgaza hasta su esencia y convierte en literatura mítica los temas tradicionales
del campo”
La importancia de Fuentes como aglutinador de sus compañeros aún no recibe el
crédito que merece Algo han dicho ya José Donoso y María Pilar Serrano en su Historia
personal del boom (1983) sobre lo que fue en los sesenta la casa de la segunda cerrada
de Galeana, San Angel En aquella época resultó más visible el aspecto provocador,
egocéntrico y exhibicionista, que testimonia el escalofriante número 189 de La Cultura
en México (septiembre 29, 1965) El suplemento recoge el show de Fuentes en Bellas
Artes, con fotos en color y unos fiumetti donde aparecen lo mismo “Tongolele que John
Gavin, García Márquez baila twist con Elena Garro y hace payasadas ante la cámara,
y todo lo demás se desvanece ante la imagen de los muertos, los desaparecidos, los
amigos que ya no lo son, o están en el poder que es otra forma de ya no serlo
Ciertamente hubo esa frivolidad que hoy es tristísima, pero también un trabajo literario
colectivo como nunca se había visto en México En enero de 1965, rumbo a Acapulco, se
dio la revelación ya tan legendaria como Macondo García Márquez lo dejó todo y se
encerró a escribir seis horas diarias durante un año y medio
Más allá de las noticias privadas que recibían los amigos de Mutis, María Luisa Elío y
Jomí García Ascot, la primera información pública la dio Fuentes en el mismo
suplemento de Siempre! (228, junio 29 de 1966): “Acabo de leer ochenta cuartillas
magistrales: las primeras de Cien años de soledad”
García Márquez correspondió (Sábado, suplemento de Unomásuno, 385, diciembre 22
de 1984): “Quiero celebrar la virtud que más admiro en Carlos Fuentes y es que tal vez
la que menos se le conoce: su espíritu de cuerpo No creo que haya un escritor más
pendiente de los que vienen detrás de él, ni ninguno que sea tan generoso con ellos Al
contrario de tantos escritores que quisieran ser únicos en el mundo, él quisiera celebrar
todos los días la fiesta de que cada día seamos más y más decisivos los escritores en el
mundo Un escritor así, siendo tan buen escritor, es dos veces bueno”
Los amigos volvieron a unirse cuando los entrevistó The Paris Review en el mismo
número 82 (Winter 1981) Los diálogos se incluyeron en el tomo séptimo de Writers at
Work (1986), donde Fuentes y García Márquez aparecen al lado de Koestler, Ionesco,
Kundera, Philip Roth Ya no hay libro de literatura mundial en donde no estén ellos,
Borges, Paz y los otros hispanoamericanos Si el boom no tuviera otras virtudes (en
primer término, los libros que produjo) habría que agradecerle el habernos curado
para siempre del mito imperial de que todo en el nuevo mundo es inferior por
naturaleza y por destino
Pero tan imbécil como declarar la inexistencia de estos grandes novelistas para abrirle
a nuestros libritos el camino que no pueden abrirse por sí solos, es la admiración boba
de todo lo que hacen, escriben y declaran Ya decía González Martínez que la
admiración si es sincera es limitada Uno de los horrores del poder (literario y del otro)
es que ya no se tienen amigos, sólo aduladores y detractores Los piropos y requiebros a
los últimos libros de García Márquez pasan por alto errores y apresuramientos que no
se hubiera permitido el autor de Cien años de soledad ni el joven periodista de los Textos
costeños Por ejemplo, las tres rimas en AR que enturbian el comienzo de la Crónica de
una muerte anunciada: “El día en que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las
5:30 de la mañana para esperar el buque en que llegaba el obispo”
Para México Cien años de soledad fue la culminación y el fin de aquella breve edad de
oro El libro que iba a consagrar el triunfo del grupo La mafia de Luis Guillermo Piazza,
fue por razones ignoradas el principio de la disolución Las amistades se acabaron y
terminó también el sentido de una empresa común Lo que aún no ha concluido es el
impulso literario que empezó aquel domingo de 1961 en que se suicidó Hemingway y
llegó a México Gabriel García Márquez.

También podría gustarte