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Las emociones cumplen un rol fundamental en los seres humanos. Al ser información
importante sobre pensamientos y acciones, entre otras cosas, nos permiten tomar
decisiones. Les voy a contar una historia. En una oportunidad, una persona que
trabajaba en una fábrica de hierros tuvo un accidente. Un día, caminando por la fábrica,
se le cayó un hierro sobre la cabeza que perforó su cráneo y también su cerebro. Las
maniobras de los médicos pudieron salvarle la vida, sin embargo, el cerebro, en la parte
que regula las emociones, se vio gravemente afectado. Cuando la persona se repuso y
recobró su autonomía, comenzaron a estudiar cómo el accidente había afectado a su
cerebro y cuáles eran las consecuencias que esto tendría. Y empezaron a advertir que
una de las mayores consecuencias de la alteración del centro de las emociones es que
si no tenemos emociones no podemos tomar decisiones. Este señor salía a la calle y no
podía decidir si cruzar o no, porque no sentía miedo. Y el miedo, que sirve para
protegernos y prestar atención, es fundamental para decidir si cruzar o no la calle. No
podía entablar relaciones sociales, porque no había nada que lo despertara
emocionalmente en ninguna de las personas con las que él interactuaba. Como ven, la
emoción es un estado basal, porque es la que nos permite convertirnos en seres
sociales plenos, tomando decisiones cotidianamente. Entonces, ¿para qué sirven las
emociones? Sirven para movernos, para tomar decisiones, para no quedarnos quietos.
Son un movimiento que proviene de nosotros mismos, un mensaje interno; a veces,
muy desconocidas para nosotros. Decimos "Me siento muy bien" o "muy mal" o "No
tengo ganas de" o "No tengo ganas de quedarme quieto", pero no siempre conocemos
el mensaje que las emociones nos quieren dar y por eso tenemos que prestarles
atención.