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1. Introducción
Dentro de las religiones abrahámicas, la postura que se sostiene con respecto a la
omnisciencia divina es clara: Dios, como ser supremo y perfectísimo, posee un
conocimiento total y completo sobre todo en cuanto existe. Él conoce el pasado, el
presente y el futuro de absolutamente todas las cosas del universo. Por otro lado,
tanto el cristianismo, así como el islam y el judaísmo -las tres principales
religiones de origen abrahámico- sostienen la existencia de libre albedrío en las
acciones humanas. Es decir, que los hombres eligen por sí mismos qué rumbos de
acción tomar en cada momento determinado. Esto significa, por ejemplo, que
cuando yo me levanto de la silla y me voy a preparar un café, lo estoy haciendo
por motu proprio, y que tal decisión ha surgido desde mi interior, que yo he
elegido actuar de ese modo y que tal acción no es algo que estuviera determinado
por alguna necesidad absoluta, dado que pude elegir hacer otra cosa y aún así no
lo hice. Entonces, se dice que tal elección es contingente.
Sin embargo, aquí es posible plantear una cierta objeción basada en lo paradójico
que podría resultar el intentar compatibilizar la omnisciencia divina con el libre
albedrío. Muchos ateos se basan en esta aparente contradicción para intentar
refutar la veracidad de cualquier culto religioso que sostenga la creencia en un
Dios omnisciente y que, a su vez, propugne la existencia de libre albedrío en los
actos humanos. El argumento, que data de hace siglos y hoy en día goza de una
gran popularidad, puede estructurarse como sigue:
1. Si, en un tiempo T1, es posible conocer con absoluta certeza que en un tiempo T2
un suceso X ocurrirá, entonces tal suceso está determinado.
2. Si un suceso está determinado, entonces no es contingente.
3. Tener libre albedrío significa gozar de la capacidad de elección entre varios
rumbos de acción contingentes.
4. Dios puede, en un tiempo T1, conocer con absoluta certeza que en un tiempo T2
una cierta persona va a tomar un rumbo de acción X.
5. Dios, dada su absoluta omnisciencia, puede hacer lo mencionado en la premisa 4
con cualquier rumbo de acción tomado en cualquier momento por cualquier
persona.
6. Entonces, todos los rumbos de acción tomados en cualquier momento por
cualquier persona están determinados.
7. Esto significa que no son contingentes.
8. Por tanto, de existir un Dios omnisciente, el libre albedrío no se daría en en las
acciones humanas.
3. Respuestas a la paradoja
De esta manera, del mismo modo en que al decir que Dios es omnipotente no
estamos diciendo que pueda hacer literalmente cualquier cosa, sino solo aquello
que sea concebible por la lógica y que vaya acorde con la naturaleza divina -sería
incapaz, por ejemplo, hacer un circulo cuadrado, o un soltero casado, así como
tampoco podría pecar o mentir-, podemos plantear que Dios puede conocer solo lo
que puede ser conocido. En tal caso, Dios no podría conocer la respuesta a una
pregunta imposible de responder, con lo que formular la pregunta “¿qué acciones
contingentes elegirán los hombres mañana?”, sería similar a preguntar “¿cuánto
es un voltio de agua?” o “¿quién destruyó la Tierra en el año 1600?”.
No obstante, por más que pueda resultar válida a efectos de solucionar la paradoja
para algunas creencias específicas, esta objeción no es eficaz para quienes
pretendan mantener su fe cristiana o musulmana, dado que tanto en la Biblia
como en el Corán se explicita en diversas ocasiones que, efectivamente, Dios sí
que tiene la capacidad de conocer el futuro, y en estos libros las profecías divinas
son comunes.
“So by your actions you have the ability, by what you do, in a sense to determine what
God will have believed in the past. His knowledge is sort of like an infallible barometer
of the weather. The barometer never fails; it's always right, but clearly the barometer
doesn't determine the weather. If the weather were different, the barometer would have
been different, so the foreknowledge of God is like an infallible barometer, and you're
free to do whatever you want, but you're just not free to fool the barometer; God knows
whatever it is you do. So your action is logically prior to what God foreknows, but his
foreknowledge is chronologically prior to what you do.”
En resumidas cuentas, nos viene a decir que yo, como sujeto A, al realizar la
acción X en T3, estoy modificando el conocimiento de Dios en cualquier instancia
temporal anterior a T3 -es decir, en T1 y T2-. Esto involucraría una especie de
causalidad regresiva, en cuyo caso las acciones humanas presentes estarían
modificando o determinando el conocimiento pasado de Dios.
Esta respuesta, aunque sin duda ingeniosa, y aun obviando los errores teológicos
que conlleva -a saber, la negación de la inmutabilidad divina, y la afirmación de
Dios como un ente sujeto a la temporalidad-, parece un tanto descabellada en
cualquier escenario que no involucre una teoría B del tiempo. Es decir, si
aceptamos la existencia de un tiempo no tenso -tenseless time, en inglés-, en cuyo
caso pasado, presente y futuro serían igualmente reales de manera simultánea, y el
devenir temporal sería una mera ilusión, entonces sí que parece factible -o, al
menos, no parece descabellado- que este tipo de causalidad pueda suceder. De no
ser así, el asunto se complica bastante para quienes quieran defender este
argumento como una objeción válida frente al problema del libre albedrío y la
omnisciencia divina.
Es probable que esta sea la más sencilla de las respuestas que se pueden plantear
al argumento en cuestión. En resumidas cuentas, nos dice que el hecho de que
conozcamos, aunque sea de antemano, que una persona actuará de determinado
modo, no le quita la condición de libre al acto de la persona en cuestión. Es decir,
yo puedo tener una pre-ciencia o preconocimiento sobre las acciones libres de un
cierto sujeto, pero aún así preconocerlas como lo que son: acciones libres.
“Pero aquí alguno podrá objetar: ‘Oh, bueno, pero con el caso de Dios es diferente
porque él conoce todas las cosas desde antes que sucedan’. Aquí la clave del problema
está en la palabra ‘desde antes’. Sucede que con tal tipo de cláusula se está diciendo
como que el conocimiento de Dios es algo que se desarrolla en el tiempo conforme a un
esquema de pasado-presente-futuro respecto de distintas cosas. Pero no es así pues Dios
y su conocimiento, que se identifica con su ser, no está ni existe en el tiempo sino de
modo trascendente al tiempo. A diferencia de lo que sucede con nuestros procesos
cognitivos, Dios ‘ve las cosas simultánea y no sucesivamente’. Así que Dios no conoce en
un ‘antes’ en el sentido temporal sino que desde su conocimiento eterno abarca en un
solo acto todos los sucesos temporales”.
Esto debe ser aclarado: Agustín Echevarría acepta que es problemático el que
puedan coexistir el conocimiento divino sobre las acciones contingentes futuras y
el libre albedrío, y es por eso que yo estoy tomando tal premisa como válida, para
intentar demostrar cómo, de mantenerse en tal postura, uno acaba teniéndose que
enfrentar a ciertos problemas filosóficos que resultan, cuanto menos, complicados
de resolver.
Ahora bien, supóngase el caso de un verdulero que trabaja todos los días en su
verdulería. Entonces, comienza la semana del verdulero, y el lunes vende dieciséis
tomates, mientras que el martes vende solo nueve. En este caso, podemos afirmar
sin lugar a dudas que tanto el acto del verdulero de vender los tomates como el de
sus clientes de comprarlos son igualmente libres, dado que podrían haber elegido
no hacerlo. Entonces, sus decisiones fueron contingentes, y nos hallamos frente a
un escenario en el que sí que hay libre albedrío. Dios, mientras tanto, estaría en
todo momento conociendo cuántos tomates iban a venderse cada día. Sin
embargo, la condición de libre de estas acciones no se ve afectada por esto último,
ya que Dios conoce las cantidades que se venden dentro de su eterno presente,
donde él ve todas las acciones -pasado, presente y futuro- de manera simultánea
como ya finalizadas. Y, si le concedemos validez a la premisa sobre la que se
sustenta la respuesta que se basa en el distinto marco temporal de Dios, entonces
solo hay una carencia de libre albedrío en una acción cuando tal acción se pre-
conoce. Es decir, si Dios existiese temporalmente el lunes, y supiera cuánto va a
vender el verdulero el martes, las acciones de los compradores y la cantidad de
tomates que se vendería estaría determinada, y ahí no habría libe albedrío -de
nuevo, aceptando la premisa antes mencionada-. Sin embargo, esto no se da y, por
tanto, podemos excluir la posibilidad de que exista algún tipo de pre-ciencia en
este caso.
Ahora, pensemos en este mismo escenario, pero con un pequeño añadido. Por la
noche del lunes, el vecino del verdulero -llamémosle Tomás- tiene una
experiencia sobrenatural que involucra a Dios hablándole. Dios, por razones
misteriosas, le revela a Tomás la cantidad de tomates que serán vendidos el
martes. Este caso es absolutamente posible, en tanto que a) sabemos que Dios
tiene un conocimiento claro sobre la cantidad de tomates que se venderán cada
día, dada su omnisciencia, b) tanto en la Biblia como en el Corán Dios se ha
comunicado con los seres humanos en muchas ocasiones, y c) en su
omnipotencia, sería capaz de hacerlo si así lo desea. Siguiendo con el ejemplo:
supongamos que Tomás se va a dormir, y se levanta el martes por la mañana. Sin
embargo, no está seguro de si realmente habló con Dios la noche anterior o si solo
fue un sueño. Entonces, ni bien la verdulería abre sus puertas, Tomás se acerca y
se queda observándola toda la tarde. Ve a la gente entrar y salir, llevando distintos
productos. Al final del día, cuenta la cantidad de tomates que se vendieron y,
efectivamente, se vendieron nueve tomates, como Dios le había dicho la noche
anterior.
5. Conclusiones finales