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El Colectivo Teatral y su Dialéctica

Por: L.F. Nikho

“El fin de la revolución es el libre desarrollo del individuo como condición imprescindible
para el desarrollo de todos”.
Carlos Marx.

El objetivo del teatro colectivo debe basarse en argumentos de creación grupal en todos los
sentidos posibles, es su esencia. Pero para llegar a un punto de colectividad real, no solamente
hay que contar con el deseo de serlo, y simplificar -a modo de taller “introitos”- sobre un tema
determinado, todo un trabajo que se cimienta en el proceso que requiere tiempo, disciplina y
constancia.
De la noche a la mañana el niño no se despierta siendo hombre, el proceso existe en él como en
todas las cosas; es acaso inocente o si se quiere, irresponsable, pretender ser un colectivo teatral
simplemente porque la palabra suene bonita para acuñarle un nombre a X o Y grupo teatral. Un
verdadero colectivo teatral tiene como ciencia el aspecto del materialismo dialéctico, el objetivo de
la revolución, y esto nos dice que cada uno de sus integrantes tiene el mismo objetivo porque se
ha preparado consecuentemente para ello.
Vemos la autoridad como un significado de capacidad, o bien, de ser docto en el tema específico
del teatro: se habla de semiótica, con propiedad, porque ya manejamos en la práctica lo que
aprendimos en la teoría; tenemos la capacidad de poner y anteponer argumentaciones sobre una
puesta en escena dialécticamente posible, porque ya, dialécticamente, entendemos el objetivo
colectivo de la representación teatral. Sabemos qué o cuáles son las mejores posibilidades para
un público en construcción, porque nuestras bases filosóficas van en concordancia con las
ciencias. Es decir, el colectivo teatral debe esperanzarse en la propuesta de un conjunto de
autoridades (“una suma de autoridades”).
Mientras la terquedad individualista exista en un grupo teatral, el colectivo seguirá siéndolo de
palabra; tampoco basta con la idea de simplificar el conocimiento (como ya se dijo más arriba), a
través de ejercicios de talleres sobre un tema determinado, a modo de introducción. La idea es
enfocarse en fases de trabajo que vayan nutriendo el escaso repertorio de uno o dos talleres que
se quedan en eso: en uno o dos talleres.
Un actor dialéctico (o aquel que quiere serlo), no se basta con los ensayos de algunas horas a la
semana, es, a su vez, un creador pertinente y audaz, recursivo y consecuente que hace de la
constancia su mejor aliada.
También podriamos hablar de los “colectivos” teatrales que no tienen ningún interés en el cambio
social, pero para qué desgastarnos en la terquedad simplista de quienes sólo tienen un afán de
figurar para la farándula. Sólo digamos que en ese sentido, pululan los miles de conceptos que
ya muy bien sabemos, son el recetario sinequanom pueden llamarse colectivo.
Los colectivos teatrales suprimen el juego dialéctico entre el director y los actores y crean uno
nuevo: la dialéctica intrínseca del conjunto como búsqueda de colectividad científica. Y, mientras
haya necesidad de recurrir a otras personas para que guíen al conjunto, se seguirá dependiendo
de ese juego dialéctico que en ningún caso puede llamarse colectivo sino: formación de
colectivo. De cualquier modo, esa “trasmutación”, suele ser bonita por que siembra semillas que
luego tendrán fuertes raíces. Exterminar el concepto de dirección de un solo tajo, es inadecuado,
ya que un salto cualitativo, depende de la suma de muchos aspectos cuantitativos y la dirección
teatral, siempre será necesaria en el choque dialéctico de la contradicción grupal cuando se quiere
una buena obra de “grupo” que a su vez, quiere ser un buen colectivo.
Y es que el director ha de ser un contradictor del creador (el artista), y luego ser un creador de
conjunto que en ningún caso promueva la creatividad a partir de sí mismo sino, a partir de la
capacidad del actor-individuo. Es decir, debe estimular a la creación crítica, no imponer
unilateralmente lo que se quiere hacer. Y el artista a su vez, debe ser un inconforme capaz de
asumir una actitud crítica de creación que está en construcción.
Así pues, el colectivo teatral no ha de ser un concepto dado desde el esnobismo experimental que
se pretende tal, (colectivo), sin haberse quemado primero las pestañas, sin pasar por el proceso y
sin haberse untado de barro dialéctico.

L. F. Nikho

13-08-2014

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