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ESCUELA DE PSICOLOGÍA
PROCESOS DE ASESORAMIENTO
PSICO-EDUCATIVO:
EL RETO DE AYUDAR A LOS QUE AYUDAN
CAPITULO 1: PRESENTACIÓN...................................................................................................2
CAPITULO 2: ASESORAMIENTO...............................................................................................4
I. DEFINIENDO EL ASESORAMIENTO
IV CONCLUSIONES....................................................................................................................58
IV. CONCLUSIONES.................................................................................................................. 87
PRESENTACION
Este texto surge del interés por estudiar las dificultades o obstáculos para el cambio que se dan
en los procesos de asesoramiento a los sistemas educativos, en los que muchas veces nos
vemos involucrados psicólogos educativos. En general estos procesos de asesoría esperan
llevar un conocimiento teórico, propio de los modelos de la psicología y la educación, al
quehacer concreto de los profesores, para desde allí generar cambios en sus actitudes y
conducta que permitan un mejor aprendizaje en sus alumnos. Sin embargo, muchas veces, este
proceso no lleva a los resultados esperados, a pesar de los esfuerzos de ambas partes por
generar cambios y a pesar de compartir una visión conjunta de los problemas por solucionar.
Ante esto, surge la pregunta acerca de cuáles son los elementos individuales, propios de la
interacción asesor – profesores y organizacionales que obstaculizan este proceso.
Esto es coherente con la necesidad de generar investigación que ayude a los que “ayudan”, tal
como dice Sánchez (2001) en relación a la investigación educativa, es decir asumir la idea de
que las propuestas que formulen los psicólogos no sólo tienen que estar justificadas teórica y
empíricamente, sino que deben incluir una cierta conciencia del costo que puede suponer para
quienes aplican estas propuestas, pues sino se corre el peligro de seguir manteniendo la
brecha entre teoría y práctica.
Es decir, a pesar de que pueda existir una disposición de ayuda del asesor y un interés de
cambio en el receptor de la ayuda, muchas veces se tienen representaciones distintas sobre el
proceso de ayuda o asesoría.
Para entender esta dificultad puede resultar útil considerar el concepto de “Habitus” de
Bourdieu, (1998), definido como aquel constructo que da cuenta de la dialéctica que se produce
entre las disposiciones expresivas y los medios institucionales de expresión.
Por esto, aparece como importante investigar y describir este proceso de transición, para desde
allí generar mejores mecanismos de acompañamiento en el proceso de cambio, que posibiliten
realmente la aplicación de los modelos conceptuales que se entregan en el proceso de
asesoramiento. Solo conociendo este terreno intermedio se podrán determinar las mejores
ayudas para hacer de este proceso un camino más fructífero y enriquecedor para ambas
partes y más efectivo para el desarrollo de la reforma educativa en Chile.
ASESORAMIENTO
Empezamos este marco conceptual intentando entender qué es el asesoramiento, cuáles son
sus características, quiénes participan en sus ejecución, cuáles son los roles que desempeñan
y por qué etapas se pasan durante el proceso de ayuda. Para esto se ha revisado una gran
cantidad de artículos y libros en los cuales distintos autores, ya sea de formación en psicología,
psicopedagogía, orientación educativa o pedagogía, intentan explicarnos en que consiste esta
labor. Sin embargo, no podemos dejar de decir que se extraña una mayor cantidad de
investigaciones empíricas sobre el tema, que nos permitieran caracterizar realmente qué es lo
que hacen, cómo se configura su rol, qué resultados logran y con qué dificultades se
encuentran. Por esto, seguramente se encontrarán aquí más teorías sobre el asesoramiento
que resultados empíricos de investigaciones en el tema.
Pasamos entonces a desarrollar este primer capítulo. En primer lugar se presentan algunas
definiciones de asesoramiento y modelos explicativos, profundizándose especialmente en las
perspectivas colaborativas, de resolución de problemas e interaccionales. Luego se muestran
algunas reflexiones sobre su quehacer concreto en los sistemas educativos y finalmente un
análisis del proceso de asesorar, con sus etapas y dificultades.
I. DEFINIENDO EL ASESORAMIENTO
Como planteamos anteriormente tenemos que partir entendiendo qué es esto que llamamos
asesoramiento, de dónde viene y qué explicaciones se han dado, resaltando sobre todo las
dificultades que han existido para definir esta labor, debido a la diversidad de disciplinas que se
han relacionado con ella. Vamos entonces a revisarlo.
Para responder a esta pregunta nos fuimos encontrando con que el asesoramiento adquiere
matices muy diferentes según qué disciplina hable de él, es así como se habla de
asesoramiento en áreas como la orientación, la psicopedagogía, la supervisión educativa, el
desarrollo organizacional, y cada una resalta una aspecto particular de lo que implica asesorar.
Es por esto que resulta tan difícil considerar claramente que decimos cuando hablamos de
asesoramiento. Así que considerando los aportes de todas estas disciplinas vamos a intentar ir
construyendo una definición que sirva a los propósitos de este estudio.
Los primeros indicios del asesoramiento se encuentran en las políticas de reforma que las
Administraciones educativas pusieron en marcha en Europa y Estados Unidos a lo largo del
siglo XX, en que prospera la idea del cambio planificado y con ésta las esperanza de dirigir y
controlar el cambio educativo. El cambio pasa a ser un mandato de expertos con competencia
técnica para dirigir y controlar las transformaciones de las organizaciones educativas. Es así
que surge la figura del asesor, como alguien que pueda ejercer funciones de enlace, mediación
y apoyo (Rodríguez, 1996).
Además, esta necesidad creciente de tener asesores en los sistemas educativos viene del
rápido cambio de los conocimientos, la demanda social cada vez más exigente en relación a la
educación, la ampliación preogresiva de la escolaridad obligatoria y la definición de una escuela
para todos, con el consiguiente incremento de la diversidad de motivaciones, intereses y
capacidades de los alumnos que acuden a ella. Sin embargo, paralelamente ha estas
demandas que se hacen a profesores y al sistema educativo, los mismos asesores se ven
abrumados, sin contar siempre con las suficientes competencias o formación para hacer frente
a todo esto (Solé, 1994).
Como decíamos, el asesoramiento ha sido tan difícil de definir porque se ha ligado a otras
relaciones de apoyo a los centros educativos, como por ejemplo, la orientación educativa, ya
que se dedica a prevenir y tratar situaciones deficitarias de los estudiantes, relacionadas con
asuntos académicos y vocacionales. También a la innovación educativa, como agente que
puede contribuir a que el cambio se produzca en las organización educativa. Por otra parte,
también se ha relacionado con las labores de desarrollo organizacional de las escuelas
(Rodríguez, 1996). Como se ve la caracterización de su labor es complicada porque resulta
difícil separarlo de otros campos de influencias y de hecho desde allí hemos extraído muchos
de los conceptos y planteamientos de este marco conceptual. Es por esto, tal como plantea
Rodríguez, (1996) se la podría considerar como una práctica sui generis, que se va
construyendo a partir de modelos, imágenes y prácticas tomadas de otras formas de actividad.
West y Idol (1987), autores que antes mencionabamos y que son centrales en el estudio de
este rol, ven el asesoramiento como un proceso de ayuda para la resolución de problemas que
ocurre entre un profesional que ofrece la ayuda y uno que la busca, debiendo ser
preferentemente una relación voluntaria, en que compartan una visión del problema. Esto
conlleva los siguientes elementos:
Un mutuo consentimiento en los objetivos, problema y métodos de resolución
Un desarrollo conjunto de un plan de intervención
Una responsabilidad mutua para implementar y evaluar este plan
Para esto se requiere establecer una relación colaborativa caracterizada por una confianza
mutua y una comunicación abierta, en un proceso que involucra la formación de un equipo de
trabajo para generar creativamente soluciones a los problemas definidos
Vemos aquí entonces una primera propuesta conceptual en que aparecen elementos como:
Relación de ayuda, resolución de problemas y relación voluntaria. Veamos otras definiciones
que también nos hablan de estos elementos. Algunas definiciones son:
"Un servicio indirecto que tiene lugar entre profesionales de estatus coordinado. Se inicia
por el cliente quien tiene total libertad para aceptar o rechazar los servicios en cualquiere
momento,. Involucra al asesor y al cliente en una relación confidencial y colaborativa que
se configura por las siguientes metas que tiene el asesor: ofrecer un punto de vista
objetivo, ayudar a incrementar destrezas de resolución de problemas, ayudar a
incrementar la libertad de elección de acción del cliente, apoyar al cliente en las
elecciones hechas y incrementar la conciencia del cliente con respecto a los recursos
válidos para tratar con los problemas persistentes (Aubrey, 1990, en Rodríguez, 1992,
pp.11)".
"Un proceso interactivo de ayuda, una serie de pasos secuenciados dados para
alcanzar algun objetivo a través de las relaciones interpersonales. Un participante en la
transacción tiene un extenso conocimiento en una función específica, el asesor, y el otro,
generalmente un profesional, el asesorado, se enfrenta con un problema relativo a su
trabajo que requiere el conocimiento y pericia del asesor para su solución o mejora
(Kadushin, 1977, pp. 25, en Rodríguez, 1992, pp.11 )"
"El asesoramiento implica una interacción entre profesionales, puesto que no hay
diferencias de posición y de poder entre las personas que interactúan, el objeto de las
misma lo constituyen asuntos y problemas circunscritos a la práctica y en el inicio,
mantenimiento y clausura de la interacción entre ambas partes, asesor y asesorados,
deciden sobre la base de acuerdos negociados (Rodríguez, 1992, pp. 11)"
Vemos que en general estos autores visualizan el asesoramiento como un proceso de ayuda
en la cual un sujeto tiene una necesidad o problema y otro tiene posibilidades de contribuir a
paliarla o resolverla, por lo tanto la ayuda se justifica en la medida que responde al problema
que se siente o tiene el ayudado y su prestación exige el desarollo de procesos de interacción
interpersonal. Tambien plantean que esta ayuda esta ligada a la idea de cambio o mejora, tanto
en relación al objetivo inmediato que se relaciona con el motivo concreto que desencadena la
interacción, asi como con el objetivo mediato que tiene que ver con el desarrollo profesional
Asimismo, para Rodríguez (1992) la responsabilidad de las decisiones claves que se tomen
debería estar en el asesorado, es decir se les reconoce poder para establecer los límites de la
relación (iniciarla, mantenerla y clausurarla) y para implementar la solución. Una manera de
salvaguardar este poder es el contrato, puesto que supone negociar las condiciones de la
intervención y los derechos y los deberes mutuos. Esto exige responder en la práctica quién es
el cliente y cuál es su papel y examinar los limites de libertad de pensamiento y acción que
tienen los asesorados. Para ser responsable , hay que saber por qué se hace algo, poder
evaluar de antemano las consecuencias de lo que se va a hacer y después hacer un
seguimiento en el tiempo. Por lo tanto no es responsable quien no tiene poder sobre sus actos y
esto debiera tomarlo en cuenta el asesoramiento. Por esto resulta importante en la
investigación verificar quién hace cada uno de los pasos propios de la tarea en la que se está
asesorando, analizando la participación de cada uno en el proceso,
También vemos en estas definiciones la idea de ayudar para alcanzar un objetivo o resolver un
problema, como también dice Miles y Ekhomlm (1985, pp.48, en Tejada, 1998: "Un esfuerzo
En esta misma dirección hay que situar a Kadushin (1977, pp. 25, en Tejada, 1998) cuando
indica que el asesoramiento es "un proceso interactivo de ayuda, una serie de pasos
secuenciados dados para alcanzar algún objetivo a través de las relaciones interpersonales. Un
participante en la transacción tiene un extenso conocimiento en una función específica, el
asesor, y el otro, generalmente un problema profesional, el asesorado, se enfrenta con un
problema relativo a su trabajo que requiere conocimiento y pericia del asesor para su solución o
mejora". Este autor destaca la necesidad del conocimiento para resolver el problema
profesional por parte del asesorado, apuntando a la finalidad de capacitación y desarrollo
profesional de este último para poder afrontar la resolución de problemas similares en futuras
situaciones.
Marcelo (1996, pp. 28, en Tejada, 1998), por su parte, desde la óptica del cambio educativo,
dice que el asesoramiento es "un recurso de cambio y mejora escolar en un sentido amplio,
mediante el cual se proporciona a los centros el apoyo que guíe y oriente el conocimiento y las
estrategias necesarias para que la escuela pueda elaborar sus propios proyectos de cambio,
ponerlos en marcha y evaluarlos" .
En estos casos, además de destacar la relación entre asesor y asesorado y las metas que
conlleva, cabe subrayarse la iniciativa y autonomía del asesorado en relación con la demanda y
la toma de decisiones, de manera que el asesor es dependiente del asesorado en dicha
relación.
Escudero y Moreno (1992, pp54, en Tejada, 1998) ven el asesoramiento como "un proceso de
prestación de ciertos servicios a las escuelas y a los profesores por parte de determinados
especialistas o expertos en diversos ámbitos disciplinaras o programas especificos". Estos
autores lo definen desde la organización y la utilización del conocimiento, desde la teoría del
cambio educativo y lo entienden como una relación social comprometida. Es precisamente este
último aspecto el más significativo por cuanto se subraya el contexto relacional que ha de ser
visto desde la participación, negociación y construcción cornpartida, resistiéndose a
planteamientos que lleven a la burocratización.
A partir de todas estas definiciones Tejada (1998) caracteriza el asesoramiento como proceso
de apoyo o ayuda que implica los siguientes elementos:
Interacción y comunicación bidireccional.
Relación de cordialidad, compromiso compartido, colegialidad.
No limita la capacidad de elección, decisión o autonomía del asesorado.
Afecta a problemas o necesidades prácticas.
El proceso debe estar orientado hacia el cambio o la mejora de la situación actual.
El trabajo pasa por acuerdos previamente negociados.
La resolución de problemas va acompañada de la capacitación para enfrentarse con éxito a
problemas similares en situaciones futuras.
El desarrollo profesional y al desarrollo organizacional están implícitos en el proceso.
De haber dependencia, ésta será del asesor respecto del asesorado.
Otras definiciones apuntan a que el asesoramiento ha aparecido como un medio para salvar la
distancia entre las propuestas de cambio y reformas generadas externamente y sus
realizaciones en la práctica. Los asesores han pasado a ser una especie de intermediarios
que trabajando con los profesores desde la problemáticas de sus clases y centros, contribuyen
al traslado a la práctica de las propuestas generadas por expertos y decisiones de los políticos
(Santana, 1998).
El terreno donde más explicitamente se ha abordado el tema del asesoramiento desde esta
perspectiva es en el ámbito de la innovación y el cambio educativo, pues propuestas de reforma
curricular y esfuerzo de cambio planificado tienen la intención de ejercer influencia sobre la
práctica de los profesores, para lo cual se requiere plantear un tipo de estrategias de influencia
distinta a la formación. Aquí el aseosramiento aparece como la acción más apropiada debido a
que se orienta hacia la donación de una ayuda focalizada que contribuye a mejorar la situación
de las personas implicadas, así se habla por ejemplo:
Asesores que ejercen una labor de ayuda a las escuelas con objeto de comprenderse a si
mismas y darles asistencia para hacer elecciones juiciosas sobre suss vidas profesionales
y ambientes de trabajo
Auxilares especiales de programas de mejora ecsolar que actuan como facilitadores y
asesores
Facilitadores cuyo función es facilitar medios para asistir a otros de manera relevante, con el
fin de que sean más eficaces y diestros usando nuevos programas y procedimientos .
El asesoramiento también puede ser visto como un proceso de mediación semiótica entre
teoría y práctica, como una actividad que contribuye a hacer reflexiva e indagadora la práctica
educativa, muy en la línea del rol de intermediario del que también hemos hablado. Es así
como esta labor no puede sustraerse del carácter social de las escuelas y de las tareas y
relaciones que lleva a cabo con los profesores. Ahí surgen como importante conceptos como
poder cultural, dominación e influencia, intereses, grupos y relaciones conflictivas (Escudero,
1992)
Escudero (1992, en Rodriguez, 1992) plantea que esta categorización no puede ser
considerada dicotomica, sino que hay que intergar aportaciones de una y otra estrategia, sin
embargo hay tendencia creciente hacia un modelo de procesos en consonancia con el interés
por promover prácticas colaborativas, tal como vimos en las definiciones iniciales.
West y Idol (1987) plantean que hay al menos tres significados para el asesoramiento. A nivel
médico se refiere al proceso por el cual un médico demanda consejo experto de otro colega, a
nivel del desarrollo organizacional es el cambio social planificado en un sistema y desde la
salud mental es el proceso por el cual un asesor ayuda a otro profesional, el asesorado,
respecto a un cliente del que el asesorado es responsable. En general es una triada entre
asesor, asesorado y cliente formado en general por un asesor que interactúa con un profesor
en temas relacionados con sus alumnos de los que es responsable
Como dice Solé (1997) el asesoramiento resulta realmente útil cuando su presencia contribuye
a que se produzcan ciertos cambios en los centros educativos, sin que sea el asesor el que
ejecute los cambios, cuando se genera un espacio en el que gracias a la acción conjunta y
complementaria de profesores y asesor se produce un cambio cualitativo en la representación
que los implicados se hacer de cierta situación y en la práctica que puede llevar asociada.
Son labores en las que participan profesionales de igual estatus con el propósito de resolver
problemas encontrados en la práctica profesional. Uno demanda ayuda para resolver el
problema que tiene y el otro ofrece recursos variados para contribuir a encontrar la situación. Es
un servicio indirecto, porque no actúa directamente en el cliente, osea alumnos, sino en el
profesional que trabaja con ellos (Rodríguez, 1996).
Rodríguez (1996) realiza una síntesis de diferentes definiciones y plantea que tienen en común
los siguientes elementos:
Es un servicio indirecto que recae sobre el profesional que trabaja con el cliente y no
directamente sobre éste
Es una interacción o comunicación bidireccional dedicada a la ayuda
No limita la capacidad de elección y decisión del asesorado
Se produce entre profesionales
Se tratan asuntos y problemas prácticas
Se trabaja sobre la base de acuerdos negociados
La resolución del problema va acompañada de la capacitación para enfrentarse con éxito a
problemas similares
A lo largo del tiempo se han ido configurando diferentes modelos para explicar las funciones y
características del asesoramiento educativo.
Veamos primero la interesante síntesis que nos entrega García (2000) sobre estos modelos de
asesoramiento, su procedencia y aportaciones (pp. 69, 70, 71)
Veamos ahora la clasificación de West y Idol (1987), quienes fueron de los primeros autores
que intentaron caracterizar los diferentes modelos:
Salud Mental: asume que el consultantes tiene la capacidad para solucionar problemas y
que los consultores pueden ayudarles a hacerlo mejor. El consultor es responsable de
entregar información y entregar ideas de solución, pero la relación con los consultantes es
igualitaria
Como vemos estos modelos son coherentes con los de García (2000). Porras (1998), por su
parte, nos dice al respecto que los modelos de intervención evolucionan desde el counselling o
asesoramiento de corte terepeútico, al modelo de consulta, pasando por modelos de servicios y
de programas. Es decir desde planteamientos centrados en el déficit y en la intervención del
experto, en el cual el asesor diagnostica y establece pautas, hasta modelos de mayor
comunicación y colaboración menos jerárquica entre las partes, más funcionales y
contextualizadas, en las que el apoyo va tomando una dimensión más preventiva y una
estrategia de intervención más global, centrada en procesos y con medidas concretas de
retroalimentación de las intervenciones (Porras, 1998).
Coherente con esta postura, Solé y Colomina (1999) plantean que el asesoramiento puede
asumir dos posturas centrales, uno es el enfoque asistencial o clínico, en que el objeto de
intervención es el sujeto con problemas y el asesor se sitúa como experto en un ámbito que
difícilmente puede ser compartido con los otros profesionales del centro educativo. Y la otra es
el enfoque educacional, en que el objeto de intervención son los procesos de enseñanza -
aprendizaje que la escuela diseña y pone en marcha y la institución en su conjunto.
Una visión distinta tiene Alvarez Rojo (1994), quien plantea la existencia de tres modelos
implícitos en las intervenciones de asesoramiento en cuanto a las relaciones con el entorno, el
aprendizaje y el desarrollo socio-afectivo. En primer lugar esta el modelo informativo, el cual se
basa en el suministro de de información y la ejecución de intervenciones puntuales de corta
duración. Luego esta el modelo de consejo, el cual ya requiere más tiempo. Aquí se sigue el
esquema diagnóstico- pronóstico-consejo. Este modelo esta fuertemente influido por el
cunselling. En último término están los modelos educativos, entendiénolo como aquellos
modelos que pretenden desencadenar acciones sistemáticas e intencionales dirigidas al
aprendizaje y puesta en práctica de habilidades y destrezas. En este modelo se ve el
Como vemos los modelos más importantes que aparecen van desde las posturas psicológicas
tradicionales que ven el asesoramiento como un proceso de consulta, hasta las posturas más
organizacionales y sistémicas que abordan a la escuela en su conjunto y las propuestas
educacionales que ponene el acento en el proceso de enseñanza-aprendizaje, desde un
enfoque más bien constructivista.
A continuación vamos a intentar explicar un poco más algunos modelos de cada una de estas
tres perspectivas.
A. Modelo de consulta
West e Idol (1987) presentan una definición de la consulta en la escuela, a partir de las
aportaciones de la consulta en salud mental, la psicología escolar y el desarrollo organizativo,
según la cual, este tipo de consulta tiene las siguientes características:
Es un proceso dirigido a la resolución de problemas.
Se desarrolla entre un profesional que presta ayuda y otro que la solicita, el cual tiene la
responsabilidad de ofrecer ayuda a otra persona.
Es una relación voluntaria.
La consulta implica, por lo tanto, un proceso de interacción entre dos especialistas frente a un
problema de trabajo que incluye la gestión o tratamiento de uno o más clientes del consultante
o la planificación o implementación de un programa para atender a esos clientes. El primer paso
de gran importancia es la definición de la meta, la cual debe ser relevante considerando no sólo
la necesidad de los implicados, sino también por su efecto en la implicancia de un programa.
También es importante construir una relación, para lo cual es importante alienar sus acciones
con la política de la institución y explorar la organización y el sistema social de ésta para
dilucidar las redes de poder y comunicación (Caplan y Caplan, 1997)
B. Modelo Constructivista
García (2000) nos resume algunos de los principales planteamientos constructivistas aplicados
al asesoramiento:
Se requiere negociar con los profesores cuál será el contexto de trabajo. Construir un
contexto de colaboración y trabajo compartido.
Se busca conocer el momento evolutivo de la escuela, sus canales de comunicación y sus
subsistemas.
Hay que cuidar no provocar desequilibrios si no hay garantías de lograr un estado de
equilibrio posterior más eficaz.
Se debiera partir de aquello que los profesores piensan y hacen y proporcionar las
condiciones necesarias para que sus teorías implícitas sobre el aprendizaje y la enseñanza
se hagan explícitas, condición necesaria para poder revisarlas y sustituirlas.
Se necesita proporcionar un sentido al proceso de asesoramiento
Se busca intervenir en la Zona de Desarrollo Institucional, que es el espacio entre lo que la
escuela y los profesores pueden hacer solos y lo que pueden hacer con la ayuda del asesor.
Se deben proporcionar las ayudas necesarias para que la escuela avance y retirarlas una
vez que ésta las haya interiorizado para impulsar su autonomía.
Resulta necesario intervenir en cuestiones nucleares, en aquellos aspectos relacionados
directamente con los procesos de enseñanza-aprendizaje.
Se requiere evaluar el desarrollo del proceso de asesoramiento, para comprobar si se
cumplen los objetivos establecidos e introducir las rectificaciones que fueran necesarias.
Esta evaluación a de hacerse conjuntamente con los profesores.
Solé (1997), desde este planteamiento constructivista como un marco global para el
asesoramiento y un instrumento para establecer un contexto de colaboración para que el
asesoramiento se pueda construir, plantea la necesidad de considerar la actividad mental
constructiva a través e la cual se da la apropiación significativa de saberes construidos, como el
motor del desarrollo de ciertas capacidades en los individuos. El asesoramiento sería un
proceso de construcción conjunta que implica a asesores y profesores de un centro educativo
en una construcción de significados compartidos entre los participantes. Aquí cobran
importancia los procesos de negociación en relación a los roles y responsabilidades y los
contenidos del asesoramiento. No se postula la imposición de una visión sobre otra, sino que el
asesoramiento sólo puede pretender ayudar a disponer las condiciones que pueden contribuir a
cuestionar ciertas respresentaciones y formas de actuar y encontrar otras más satisfactorias.
Estos mismos planteamientos nos dicen que hay que desconfiar de la eficacia de discursos
acríticamente aceptados o recetas aplicadas sin más, que si bien pueden cambiar ciertas
prácticas, no modifican esquemas de conocimiento. Estos esquemas reflejan representaciones
que un colectivo de profesores pueden tener acerca de la parcela de realidad sobre la que están
trabajando, el asesoramiento puede contribuir a que se manifiesten diferentes opiniones y a la
vez a encontrar objetivos comunes, a negociar puntos de partida en los que los distintos
participantes puedan encontrarse, aunque sea parcialmente, representados. Es decir ayudar a
construir, revisar y /o modificar esquemas de conocimiento, con el fin de que la representación
que luego se disponga sea más adecuada, enriquecida, completa y compartida. para esto es
necesario crear un primer desequilibrio que al intentar compensarse de cómo resultado una
requelibración posterior.
C. Modelo Sistémico
Esta teoría genera una visión interactiva de lo que sucede en las instituciones escolares, de
modo que cualquier disfunción dependerá del conjunto de interacciones entre las personas
implicadas, esto implica poner acento en la coresponsabilidad ante las tareas cotidianas.
Lopez (1997), plantea que la la teoría de sistemas es un buen marco de partida para visualizar
a las organizaciones educativas funcionan como un todo, y el rol de los asesores dentro de
esto.
El plantea que ningún análisis o esfuerzo de comprensión de estos sistemas puede proceder de
manera exclusivamente analítica, esto es, examinando sus elementos por separado o las
relaciones que unen a grupos de ellos. Es necesario superar la visión estrecha y parcial de los
fenómenos organizativos, como sí éstos ocurrieran independientemente unos de otros.
Algunas características que provienen desde esta teoría sistémica son:
La de que el cambio, es un valor absoluto, algo positivo por sí mismo. Sin embargo, el.
cambio es sólo positivo para un sistema si lo hace más capaz de promover su desarrollo, es
decir, si lo impulsa a estados congruentes con su historia pasada y en los que el sistema -la
gente que pertenece a él- pueda reconocerse.
Sólo se, produce un cambio si éste es introducido o puesto en marcha por alguien. Según
esta premisa, sólo constituirían auténticos procesos de cambio aquellos que responden. a
una intencionalidad expresa. o, más aún, los sistemas permanecen estáticos, aletargados o
dormidos hasta que alguien los despierta.
Lo verdaderamente característico de los sistemas son los procesos que en ellos se dan, la
forma en que allí ocurren las cosas, y no las condiciones iniciales o la configuración inicial
de¡ sistema, que puede ser igual a la de otro y, sin embargo, dar lugar a resultados diferentes.
Esto significa que no se pueden trasplantar los procedimientos seguidos dentro de un sistema a
otro para alcanzar los mismos resultados, aunque tales procedimientos hayan tenido éxito en el
otro sistema. Más aún, dos sistemas pueden llegar a los mismos resultados por vías diferentes.
3. Lógica circular veruis lógica causa. En el pensamiento racionalista las causas están
separadas de los efectos, y los analistas, desde esa perspectiva, deben aclarar si cada hecho
que toman en consideración interviene en el problema como lo uno o como lo otro. En definitiva,
desde esta lógica se espera identificar las causas de un fenómeno asumiendo que éstas serán
más o menos independientes entre sí. Por el contrario, en el pensamiento sistémico todo hecho
es a la vez causa y efecto.
Ya hemos dicho que la retroalimentación es el mecanismo básico por el cual los sistemas se
regulan a sí mismos. Pues bien, existen dos tipos de retroalimentación: una reforzadora o
amplificadora y otra compensadora o estabilizadora.
La retroalimentación reforzadora representa aquellos cambios que una vez iniciados, aportan
mejoras y satisfacción a los individuos, y eso los motiva y los impulsa a obtener nuevas mejoras
en la misma dirección.
Por otra parte, la retroalimentación compensadora es una respuesta del sistema que tiende a
compensar los cambios o modificaciones introducidos por los ciclos de realimentación
reforzadora. Así, ambos ciclos están en mutua relación: cuanto más se presiona sobre el
sistema, más presiona éste para mitigar los efectos de la presión original. A esta reacción
adaptativa o tensión hacia el equilibrio se le llama homoestasis.
Al respecto, algunas recomendaciones de Selvini (1988, 1993) para poder adherirse a estos
principios son:
La escuela es un sistema con tendencia a la rigidez y establecer cambios de tipo uno. Para
lograr un cambio auténtico es importante fijarse metas bien definidas.
Para ser un promotor de cambio se debe definir una relación complementaria y flexible (no
rígida, ni asimétrica)
Se debe establecer un contexto adecuado en la comunicación con los diferentes miembros
de la comunidad escolar para que asuman una conducta adecuada a ese contexto
En cuanto a las ventajas de este modelo, García (2000) nos presenta las siguientes:
Aumenta las posibilidades de intervención ya que, en lugar de centrar la atención en la
demanda concreta que los profesores hacen o en aquello que éstos creen que debe
cambiar, lo que se analizan son las interacciones entre unos elementos y otros
Facilita el desarrollo de un proceso de asesoramiento complementario, es decir el desarrollo
de un trabajo contextualizado que se esfuerza por conocer a la institución y respeta su ritmo
de aprendizaje
Aporta instrumentos para analizar las relaciones personales y de comunicación que se
establecen entre el asesor y el maestro (Bassedas, 1988)
Area y Yanes (1990) nos dicen que el mejor modelo de asesoramiento es aquel que permite
dotar a las escuelas con las condiciones propicias para que puedan elaborar sus propios
proyectos de cambio, ponerlos en marcha y evaluarlos, todo desde un enfoque de cambio
denominado Desarrollo Basado en la Escuela.
Para caracterizar al DBE los autores siguen la propuesta de Peter Holly (1989, en Area y
Yanes, 1990) que resume los atributos del DBE en torno a cinco supuestos o principios
básicos. Estos son los siguientes:
Para Area y Yanes (1990) cualquier conceptualización sobre el apoyo externo o asesoramiento
se apoya sobre una teoría del cambio. Las funciones, roles, habilidades y objetivos debe ser
coherente con los presupuestos de DBE como perspectiva para la innovación curricular.
Más allá de las diferencias entre estos cuatro modelos, vemos que ellos comparten ciertos
elementos, uno es ver el asesoramiento como un proceso de colaboración, otra es que en
general su objetivo es la solución de un problema y en tercer lugar que se da en un contexto de
interacción entre un asesor y un o unos asesorados. Por esto, estos temas serán desarrollados
con mayor profundidad en los próximos puntos.
Se entiende la labor asesora (Bassedas y Huguet, 1989) como una labor que contribuye a
poner soluciones a determinados problemas y evitar que aparezcan otros, lo que se pretende
es aportar al cambio en situaciones disfuncionales procurando aportar una ayuda a las
demandas que se le hacen, desde su perspectiva y formación profesional. Para esto se
requiere establecer una relación claborativa entre ambos. también se necesita contextualizar la
labor en cada escuela, analizando a la escuela como organización única, intentando conocer y
comprender sus proyectos, problemas o recelos y respetar sus jerarquías y valores. Es trabajar
dentro de ella y al mismo tiempo poder distanciarse para reflexionar. Para lograr este contexto
inicial de colaboración se requiere compartir una serie de ideas y principios, como son:
Partir de los conocimientos previos de los profesores respecto al tema que se trata, sin
intentar aportar modificaciones de la situación presente desde el exterior, sin que la escuela
no sienta esa necesidad
Explicitar las dificultades y problemas que van apareciendo en la relación profesional con el
fin de intentar un lenguaje común que permita avanzar
Adaptar las expectativas de intervención a las características y posibilidades de la institución
en que se sitúa
Establecer canales de comunicación claros y fluidos, respetando lo establecido por la
escuela
Definir de un modo claro la relación y acordar el papel que cada uno de los profesionales
debe jugar en la mutua colaboración.
Gutkin (1999) realiza un interesante análisis de lo que significa la colaboración versus los
directivo, para esto el se refiere a una serie de investigaciones sobre asesoramiento, en las
cuales se han planteado estas variables. Este autor plantea que estas no tienen que ser polos
opuestos, sino que más bien pueden ir juntas para construir uan relación de asesoramiento y
que los polos se construirían más bien entre lo colaborativo y lo coercitivo y lo directivo y lo no-
directivo. Lo colaborativo significa un proceso de compartir la toma de decisiones en la cual
ambas partes tienen la oportunidad de ejercer el lierazgo y entregar imput si lo ven necesario.
Coerción en cambio, implica una toma de decisiones unilateral. Lo directivo, por su partem
implica que el consultor utiliza su experticia profesional para influir en el porceso de resolución
de problemas durante el asesoramiento, mientras lo no-directivo es la antitesis e indica que el
consultor restringe la expresión abierta de su conocimiento profesional durante el proceso. Esto
se puede ver en el esquema a continuación:
Directivo
Coercitivo Colaborativo
No-directivo
Para llegar a estas ideas Gutkin (1999) utiliza los resultados de otros estudios, como el de
Erchul (1987) que realizó un estudio con ocho experiencias de asesoramiento, respecto a las
cuales analizó las verbalizaciones viendo si enfatizaban el control o la interacción. en el cual se
vio que era el asesor quien controlaba la relación diádica a lo largo del proceso de
asesoramiento, pero sin embargo los asesorandos se sentían a gusto con el asesoramiento,
dándose una buena relación entre ambos. Otro estudio fue el de Erchul y Chewning (1990)
quienes estudiaron los intercambios verbales de 10 relacioens de consultoría. Ellos vieron que
los asesores daban seis veces más ordenes que consultas y que esto era más necesario al
principio del proceso de asesoramiento. Para Gutkin, esto no implica necesariamente que sea
un relación no-colaborativa, debiendo analizarse con más cuidado a que se refiere con ordenes,
más que decir que esta relación es directiva y no-colaborativa.
El construir las soluciones, por otra parte requiere estas submetas según estos mismos
autores:
Conseguir que el profesor defina las metas que quiere lograr, es decir establecer
conjuntamente el cambio mínimo
Identificar las estrtegias eficaces que posee para solucionar el problema
Planificar y ampliar las soluciones
Sánchez y Ochoa trataron de lograr estas metas en la formación de asesores y vieron que la
fase más difícil de lograr fue la creación de la relación, esto podía deberse al temor de los
profesores y psicopedagogos a que se les considerara incompetentes, lo que los llevaba a ir
directamente al análisis de problema.
ASESORAMIENTO
Resolución conjunta de
problemas
Cambio
Dejar claro que el asesor necesita de la participación del profesor y que las soluciones las
van a buscar conjuntamente (definición del contexto).
Conocer los problemas que los profesores encuentran en su práctica docente, y definirlos de
manera que resulten abordables (construcción del problema).
Establecer un orden de prioridades: no se puede abordar todo a la vez (elección del
problema).
Pensar en cuál va a ser el objetivo, la meta que se quiere alanzar o, si ésta es muy
ambiciosa, las submetas que nos conducirán a ella (construcción de la meta).
Buscar los medios o estrategias que permitan acercarse a la meta definida; es decir, las
soluciones (búsqueda de soluciones).
Repasar los logros que se van dando y comprobar si los medios elegidos fueron los
adecuados o es preciso buscar otros (evaluación).
Mayer (1985, en Orrantia et al, 1997), por otra parte, nos plantea que en una tarea de
resolución de problemas se pueden considerar dos grandes procesos. En primer lugar la
representación de un problema la cual implica un proceso de traslación, donde cada frase de
un problema se traslada a una representación interna y un proceso de integración, donde la
información del problema se integra dentro de una representación coherente. Por otro lado está
la resolución, la cual implica procesos de planificación y supervisión, tal como dividir el
problema en pasos y aplicar las operaciones apropiadas. Por último, en este proceso de
resolución se da un subproceso de ejecución, en el cual se aplican las estrategias de solución.
.
Baird (1983, en Leithwood, 1990) definen la solución de problemas como operaciones que
transforman el estado actual en un objetivo o estado deseado y un problema es la distancia
entre dos puntos, la cual debemos resolver mediante una estrategia de solución, reduciendo el
espacio entre el punto de partida y el que queremos alcanzar.
Para Leithwood (1990) uno de los puntos son aquellos objetivos que esperamos que los
beneficiarios del sistema educativo, es decir los alumnos alcancen, es decir siempre se partiría
de un estado ideal, que esperamos para los alumnos, lo cual se relaciona con las propias
visiones e imágenes sobre lo que significa un niño o jóven educado.
La otra parte lo constituyen los resultados que realmente han alcanzado los alumnos, que junto
con nuestras imágenes, definen el espacio que un cambio planificado desde este enfoque
intenta reducir. En general este espacio es ocupado por las políticas píblicas y las
intervenciones específicas que éstas impulsan, son los recursos disponibles para reducir el
espacio definido. En general estos recursos lo constituyen el factor humano que es quién
desempeña los diferentes roles en un contexto educativo, entre los que aparece la figura del
asesor. Un proceso de cambio planificado incluye alteraciones en la acción y los resultados
alcanzados en un momento determinado son el producto final de lo que hizo ese colectivo
humano.
El marco en el que se desarrollan las normas para el cambio planificado consta de tres
elementos importantes. En primer lugar, el desarrollo, es decir las etapas de cambio que
evolucionan en una dirección deseada, pues el cambio no es un proceso radical, sino una serie
de fases que van llevando al objetivo deseado.
En segundo término, tenemos el concepto de sistema, es decir los roles y relaciones entre las
distintas personas implicadas en el cambio.
El éxito para alcanzar los objetivos de cambio depende de la calidad del proceso de solución,
des decir de las acciones que se adopten para abordar los problemas. El tipo de conocimiento
necesario se origina a partir de un objetivo apreciado y la motivación para su realización, a
Este asesoramiento se relaciona en general con el ayudar, con el mediar, para que otro logre
establecer una meta, es decir una representación mental de un estado deseado, para lo cual
requiere de un entorno, de un contexto que ofrezca las oportunidades para establecer esta
meta
Esto se observa, por ejemplo, en una investigación realizada con psicopedagogos (Sánchez, en
prensa) en la cual se observaron problemas en las creencias y recursos necesarios para
establecer una relación de asesoramiento, en la disponibilidad de recursos técnicos para definir
los problemas y en el establecimiento de un consenso sobre el tratamiento de la diversidad.
Esta investigación visualizaba el asesoramiento como un proceso de resolución conjunta de
problemas entre un asesor y sus asesorados. Un proceso que implica la resolución conjunta de
problemas y la creación de una relación de colaboración.
En cuanto a la creación de una relación de colaboración, por su parte, esto significaba propiciar
las condiciones interpersonales necesarias para llevar a cabo el proceso de resolución de
problemas.
Otras cosas importante de este enfoque es se cree que no hay una única forma correcta o
válida de resolver un problema, por lo tanto tienen que ser los asesorados quienes definan los
objetivos a conseguir, es una co-creación entre el asesorado y el asesor. Lo importante es
centrarse en los aspectos cambiantes y cambiables de la situación. En general las personas
traen ya una definición del problema y se busca lo más abordable.
Por lo tanto son tres las cosas que en este enfoque intenta hacer en una relación de ayuda:
Cambiar la forma de actuar en la situación percibida como problemática, es decir cambiar
las acciones e interacciones que intervienen en la situación, dando a los asesorados libertad
para usar otras acciones, atípicas, que tengan más probabilidad de resolver el problema
que la repetición de pautas sin éxito
Cambiar la forma de ver la situación percibida como problemática, es decir cambir los
marcos de referencia. lo que puede llevar a cambio en las acciones y la estimulación de
potencialidades y recursos no utilizados
Evocar recursos, soluciones y capacidades que se pueden aplicar a la situación que se
percibe como problemática
Desde las perspectivas interaccionales se entenderá todo proceso de asesoramiento como una
interacción entre personas en un contexto social y cultural determinado, como una construcción
guiada de conocimiento, como plantea Mercer (1997). Una situación de aprendizaje en la cual
el conocimiento no lo acumulan y descubren los profesores, sino que se forma en una acción
comunicativa, que ofrece posibilidades de llegar al conocimiento y desarrollar la comprensión.
Una situación de andamiaje, en la que se reducen los grados de libertad cuando se lleva a cabo
una tarea, de manera de que el aprendiz pueda concentrase en la habilidad que esta
aprendiendo, tal como plantea Brunner, (1978, en Mercer, 1997). Una conversación como
proceso histórico y social que genera un contexto y continuidad propios, en la que se crean
conflictos e ideas, se persiguen propósitos e intereses. Es esta situación de asesoramiento la
que interesa estudiar a partir de esta investigación.
Estas perspectivas nos han permitido integrar conceptos tan importantes en el discurso
educativo actual como mediación y zona de desarrollo próximo, de los cuales hablaremos a
continuación.
A. Mediación
Vygotski ( 1979, 1995) es sin duda el gran gestor del concepto de mediación, quién lo define
como la actividad humana mediatizada en una doble dirección, por instrumentos y signos. Los
primeros están externamente orientados, los segundos permiten al hombre el control de su
propia actividad. De esta forma la persona aprende un sistema de conceptos no vacíos, sino
determinados culturalmente, que mediatizan la realidad, y la habilidad de coordinar estos
instrumentos, es un proceso de apropiación de instrumentos culturales. Por lo tanto el
A esto mismo se refieren Río y Alvarez (1997) cuando plantean que toda persona actúa, piensa,
desea, decide, recuerda empleando dos dispositivos básicos, mutuamente integrados: la mente
clásica de los psicólogos (cerebro) más la mente distribuida, que consiste en los préstamos,
estímulos auxiliares, fondos, bancos o instrumentos de mediación que le ofrece su espacio
cultural. Estos son:
Mediación Social: por ejemplo el maestro que recuerda al niño una actitud social o la
madre que recuerda hacer los deberes
Mediación Instrumental: por ejemplo el despertador por la mañana, la agenda.
Para que estas experiencias de aprendizaje mediatizado se produzcan, tal como plantea
Feverstein (1980), debe existir una intención consciente en la persona que controla el estímulo,
de producir una orientación hacia la meta perseguida por el mediador, creando un estado de
vigilancia hacia los estímulos, lo que aumenta la agudeza y localización de la percepción.
Además, debe permitir la trascendencia, es decir la expansión de las necesidades más allá de
los requerimientos básicos de sustento y confort. Además deben mediatizar sentimientos e
competencia, autorregulación y control del comportamiento e instalar la necesidad de desafíos,
novedad y complejidad, junto a la necesidad psicológica de ponerse metas por uno mismo y
alcanzarlas y una percepción de cambio y avance (Arancibia, et al, 1997).
De estos mismos temas habla Brunner, (1997) cuando plantea que toda actividad mental está
situada y es apoyada por un contexto cultural, lo que dominemos, las habilidades y el
conocimiento que tengamos dependerá de cuán favorable o facilitadora sea la “caja de
herramientas” culturales ofrecidas por los mediadores. la caja de herramientas simbólica de la
cultura actualiza las propias capacidades y suponen intercambios interpersonales simbólicos
que permite acceder a recursos, sistemas de símbolos y a la tecnología de la cultura.
Para entender más este concepto de mediación nos sirven también los planteamientos de
Wertch (1985) y Wood (1976, 1978, 1980) que desarrollaremos a continuación.
Esto ha sido investigado ampliamente por Wertsh (1985) a partir de la relación adulto – niño,
pero en este caso también podriamos considerar algunos de sus conceptos para analizar la
relación asesor – organización educativa. Para este autor, el objetivo de una actuación conjunta
es lograr que ambos lleguen a una definición compartida, intersubjetiva de la situación de
aprendizaje que podría llevar a los cambios esperados en la organización.
Ambos actores de este proceso, es decir asesor y miembros de la organización, tienen sus
propias representaciones de esta situación de aprendizaje, tienen diferentes metas y
conocimientos previos y representan de forma diferentes las acciones a seguir. En este
encuentro entre ambos, estas representaciones se irán negociando, permitiendo lograr una
definición compartida que logre aproximar las definiciones subjetivas de partida de cada uno y
ayudar a la comunicación entre ambas partes. Este marco común es provisional y es sólo un
punto de partida para ir progresando en una construcción conjunta de nuevos significados
compartidos.
Es decir, Wertsh (1985) plantea que cuando un aprendiz y un educador abordan conjuntamente
la resolución de una tarea tienen cada uno de ellos una representación de esta tarea y de lo
que implica su ejecución o resolución, es decir cada uno tiene una definición intersubjetiva de la
situación. Sin embargo, para que cada uno pueda conseguir sus propósitos, para poder operar
conjuntamente es necesario que ambos logren compartir y sepan además que comparten, total
o parcialmente, la misma definición de la situación. Para construir esta definición compartida se
requiere entonces una negociación en la cual cada participante renuncia en parte a su propia
representación. El éxito de esta negociación dependerá de que se utilicen formas adecuadas de
mediación semiótica, es decir que se den instrumentos apropiados para que cada uno de ellos
pueda hacer accesible al otro su representación.
Para este autor es el lenguaje el que permite representarse esta realidad y comunicarla, hacerla
explícita e ir matizándolas. Sin embargo, otros autores que también han centrado sus estudios
en estos temas, como Edward y Mercer (1988) han destacado también la importancia de tomar
en cuenta las actividades y marcos no linguísticos que también constituyen el contexto como
elemento básico del significado.
En esta misma línea, Solé (1997) integra los planteamientos constructivistas con los histórico -
culturales en su planteamiento sobre el asesoramiento. Primero la idea de que asesor y
profesores deben compartir una definición de la situación (Wertsh, 1989), es decir establecer
unos objetivos mínimos y unos puntos de partida compartidos que lleven a una visión
intersubjetiva de la situación. Esto requiere de un proceso de negociación en el que los
También se ha hecho trabajos de este tipo en el estudio de la relación madre -hijo, como los
realizados por Wertsh, (1979), que intenta analizar como la interacción social en el nivel de
función interpsicológico puede conducir a la resolución independiente de problemas en un nivel
intrapsicológico. Esto observando estudiando cómo las relaciones interpersonales que
establecen un grupo de madres con sus hijos mientras realizan un puzzle inciden en su zona
de desarrollo próximo. Las acciones y verbalizaciones se graban en video para ver el progreso
desde la resolución de la tarea con una regulación interpsicológica (con ayuda de las madres)
hasta la regulación intrapsicológica (sin ayuda de las madres). las conclusiones de Werth es
que el progreso del niño a través de la zona de desarrollo próximo se consigue haciéndole
entender como si entendiera la significación y alcance de lo que esta haciendo, aunque no sea
realmente así, en segundo lugar la madre estructura y organiza la situación en que se insertan
estos comportamientos del niño, en tercer lugar para que el niño progrese debía construir por si
mismo una interpretación coherente entre las directrices de la madre, su propio comportamiento
y las características de la tarea. .
Los trabajos de Wood, 1976, 1978, 1980, en Coll 1990), también dan elementos para
comprender cómo la asistencia del adulto en situación de resolución de problemas ayuda al
aprendizaje de los niños. El trabaja sobre una situación de construcción de bloques, su
hipótesis es que el adulto andamia los esfuerzos y logros del niño en función inversa de la
competencia del niño, es decir cuanto sea mayor la dificultad del niño para resolver por si sólo
la tarea mayor será el grado de directividad y ayuda de las madres. El grabó las
verbalizaciones y conductas en la interacción, clasificando las en cinco categorías atendiendo al
nivel creciente de directividad, intervención o ayuda, en el nivel uno la ayuda era mínima
(palabras de estímulo o aliento), hasta el nivel cinco que representa el mayor grado de ayuda
(demostración de cómo se resuelve la tarea) pasando por niveles intermedios (llamar la
atención sobre aspectos importantes de la tarea, ayudar a seleccionar el material, proponer el
material a utilizar en cada momento). Los resultados mostraron que sólo algunas madres se
comportaron como su hipótesis, pero fueron también aquellas cuyos hijos obtienen mejores
resultados en el post-test, es decir había correlación entre la tendencia de la madre a ajustar el
nivel de ayuda a las dificultades del los niños durante la realización conjunta de la tarea y la
competencia posterior del niño para resolver un problema similar de forma independiente. .
En síntesis, los adultos que mejor desempeñaban la función de andamiaje son los que
realizaban intervenciones contingentes a las dificultades que éstos encuentran en la realización
de la tarea (Coll, 1990). Este mismo autor se pregunta si estos resultados pueden generalizarse
a otros tipos de interacción, y él responde que sin duda que si, es decir que el núcleo de
hipótesis interpretativas que caracterizan esta concepción son heurísticamente útiles para el
análisis de otras interacciones, debiendo considerarse hechos como la necesidad de crear un
contexto significativo para la ejecución de una tarea en el que el aprendiza pueda insertar sus
actuaciones y construir interpretaciones coherentes, la necesidad de adecuar el tipo de ayuda
o de directividad dependiendo del nivel de competencia de los aprendices y la importancia de
evaluar continuamente las actividades de los aprendices e interpretarlas para conseguir un
ajuste óptimo en la intervención realizada. Sin duda todos estos aspectos podríamos llevarlo a
una situación de asesoramiento para mejorarla.
Siguiendo con nuestro interés en visualizar la importancia del lenguaje en una situación de
interacción, no podemos dejar de considerar, tal como plantea Riviére (1991), que el uso
lingüístico entre humanos parte de de la presuposición de una identidad entre mentes. Es decir
el uso y aprendizaje del lenguaje presupone la idea de que los demás son seres con mente
intencional, cuya estructura esencial, es decir sus capacidades de crear, pensar, averiguar,
engañar, son iguales a las de nuestra propia mente.
El lenguaje es la forma que tenemos para explicitar y noegociar nuestros estados mentales, es
el sistema que permite la comunicación entre las mentes y su función es la explicitación y
negociación de estados mentales intencionales. Es decir el lenguaje nos permite hacer salir a la
mente de su reducto intrasubjetivo, llevándola a un plano intersubjetivo (Riviére, 1991).
C. Interactividad
Por interactividad se entiende la articulación de las actuaciones del profesor y los alumnos en
torno a una tarea o contenido de aprendizaje determinado (Coll, et al, 1992). Esto permite
disponer de un soporte individualizado para la ejecución de una tarea.
En los estudios de la relación profesor alumno en el contexto de un aula se plantea que el aula
en sí es un contexto comunicativo, en que profesores y alumnos, además de unos referentes
materiales (espacios, mesas, etc) y otros referentes que se construyen mediante el discurso
(conocimientos, roles, reglas) configuran el alcance de la ayuda que es posible prestar a los
alumnos. Sin embargo, la utilización de estos recursos como ayuda por parte de los profesores
depende de la capacidad de éste para analizar críticamente la propia práctica , así como
elaborar planes de cambio del formato clase pertinentes. en relación a los objetivos que se
propongan.
Además, el profesor necesita conocer qué pasa por la mente de su alumno, para lo cual debe
crear espacios y tiempos para la reflexión, para la explicitación de las propias ideas, la
contrastación y el debate, la síntesis o el esquema por escrito. Para esto es importante
potenciar la evaluación inicial y formativa. Las actitudes que ayudan a estos son:
Crear el clima necesario para la concentración y la reflexión
Estimular la búsqueda de soluciones
Estimular la explicitación de los procesos y construcciones
Regular la participación colectiva para favorecer la participación de todos
Clarificar las funciones de las actividades para orientar sobre cuándo y cómo se puede
obtener ayuda.
Sin embargo el profesor no puede dar siempre el mismo tipo de ayudas, lo cual exige actuar de
modo flexible, definiendo el grado en que se comparten los objetivos y estableciendo núcleos
de coordinación adecuados.
Podemos entender el asesoramiento como una situación de interacción, lo cual implica siempre
como mínimo a dos actores: uno que desempeña el rol de asesorar y otro el de aprender, uno
que se encuentra en un proceso de adquisición de saberes (conocimientos, normas, valores,
actitudes, destrezas) y otro que intenta dirigir, guiar o influir con unos fines determinados (Coll y
Miras, 1991)
Quizás estos aspectos no son los que específicamente se van a estudiar en este estudio, pero
resulta importante tenerlos en cuenta, pues pueden mediar en algunos de los aspectos
observados y se relacionan estrechamente con las mediaciones emocionales.
Bruner y sus colaboradores se refieren muy bien a estos puntos (Wood, Bruner y Ross, 1976,
en Coll y Solé, 1991) con el concepto de andamiaje, lo cual señala el carácter necesario de las
ayudas, de los andamios, que los agentes educativos prestan al aprendiz y su carácter
transitorio, ya que a medida que se van asumiendo mayores niveles de autonomía y control en
el aprendizaje los andamios van disminuyendo. Es así como estos autores plantean que los
ambientes educativos que cumplen con las exigencias del andamiaje son aquellos que integran
desde el principio al aprendiz en la realización de la tarea, le proporcionan un nivel de duda que
se ajusta a las dificultades que encuentra y a los progresos que realiza, ejercen una ayuda
temporal que se retira progresivamente a medida que el alumno asume responsabilidad y sitúan
la influencia educativa en la zona de desarrollo próximo, tomando como punto de partida lo que
el aprendiza aporta a la situación – en términos vygotskianos – y respetando la dinámica de
construcción o reconstrucción del conocimiento que exige el verdadero aprendizaje.
Debe considerarse la interacción sistemática y planificada de los actores del proceso educativo
en torno a la realización de una tarea que requiere aprendizaje. Sin embargo una situación de
asesoramiento no requiere sólo del aprendizaje de los profesores, sino que requiere de una
voluntad explícita de incidir o intervenir en este proceso de aprendizaje, estos e traduce en una
serie de decisiones sobre lo que debe aprender y sobre las condiciones óptimas para que lo
logre. Sin esto no se puede hablar de un acto educativo. Hablamos de un proceso interactivo,
en el cual hay un asesor, profesores y objetivos de conocimiento, que en este caso son los
propios de una tara de resolución de problemas. . Es así como el asesor aparece como un
mediador. Todo estos puntos son tratados por Coll (1990)al analizar la interacción profesor -
alumno. y la importancia del profesor para que el alumno pueda construir sus conocimientos,
Brunner (1985, en Edward y Mercer, 1988) plantea que si se permite a un niño avanzar bajo la
tutela de una persona más competente, esta persona sirve al alumno como una forma vicaria
de conciencia hasta que éste es capaz de dominar su propia acción mediante su conciencia y
control propios, hasta ese momento el tutor realiza la función básica de ofrecer un andamiaje a
la tarea de aprendizaje para que ésta le sea posible al niño, para interiorizar el conocimiento
exterior y convertirlo en una herramienta para el control consciente. Andamiaje son los pasos
que se dan para reducir los grados de libertad cuando se lleva a cabo una tarea, para que el
niño pueda concentrarse en la difícil habilidad que está adquiriendo (Wood, Bruner y Ross,
1976, en Mercer, 1997). Este concepto ofrece una metáfora clara de la implicación activa y
sensible de un profesor en el aprendizaje, presentando al profesor y alumno como participantes
activos de la construcción del conocimiento. Es andamiaje cuando la guía y el apoyo que se
ofrece aumenta o disminuye en respuesta a la competencia que se está desarrollando en un
alumno.
Estos autores resaltan (Edwards y Mercer, 1988) que el saber y el pensamiento no tienen que
ver sólo con cómo piensan los individuos, sino que son intrínsecamente sociales y culturales y
es mediante el discurso y la acción conjunta cómo dos o más personas construyen un cuerpo
de conocimiento común que se convierte en la base contextual para la comunicación posterior,
los mensajes abiertos, las cosas que realmente se dicen son sólo una pequeña parte del
conjunto de la comunicación. Por eso el contexto y continuidad son esenciales para analizar el
discurso. El contexto no son sólo aquellas cosas que están alrededor de la conversación, sino
que son aquellos aspectos que están más allá del habla y que contribuyen a la comprensión de
la conversación. La conversación en si ya crea su propio contexto, lo que decimos en un
momento dado crea los fundamentos de los significados de la conversación que sigue. la
continuidad se relaciona con que la creación de conocimiento en el aula es un proceso en el
cual, para conseguir el éxito, los temas han de surgir y continuar, las explicaciones se han de
llevar a cabo, aceptar y repasar y la comprensión se ha de consolidar (Mercer, 1997).
En un estudio (Lacasa, etal, 1995) que pretendía evaluar la construcción conjunta del
conocimiento en situaciones de resolución de problemas en niños preescolares y de 2º de
E.,G.,B. , se vio que las situaciones de conocimiento compartido, en las cuales hay simetría y
ajuste fueron las más frecuentes, se vio que para que los niños progresaran no sólo
necesitaban alguien que actuara como experto, sino que también que existiera entre ambos un
cierto grado de intersubjetividad, durante la resolución de problemas el niño va reestructurando
la representación e éste, poro esto no siempre coincide con la del adulto, lo cual dificulta el
diálogo.
Por lo tanto, Bruner (1997), nos sigue llamando la atención sobre la importancia de crear
comunidades de aprendices, utilizando lo que hemos aprendido sobre la importancia de un
aprendizaje participativo, proactivo, comunal, colaborativo y entregado a construir significados.
Para esto se necesita de alguien, que en general en el sistema educativo es el profesor,
La conciencia como un proceso de control y de reflexión puede ayudar a los aprendices a dirigir
mejor su propio aprendizaje, pero para acceder a esta conciencia se requiere de un ejercicio
sistemático de procesos como la planificación, regular la propia practica y corregir los errores,
evaluar los resultados, reflexionar sobre los propios procesos de aprendizaje, pero todo esto se
facilita con el apoyo o "andamiaje" externo de otros, por ejemplo los profesores. Como sigue
diciendo muy bien Pozo (1996) "ya que de construir se trata, los maestros deben proporcionar a
los aprendices una estructura de andamios que apoyen la construcción de ese conocimiento
desde fuera, siempre el andamio un poco por encima de la casa, anticipándose, creando
nuevas zonas para la construcción de conocimientos, para luego ir retirando poco a poco esos
apoyos cuando la construcción sea ya lo bastante sólida para mantenerse en pie por sí misma y
funcionar de modo autónomo sin necesidad de muletas ni prótesis cognitivas" (pp. 207-208).
Otro concepto que surge como relevante y que se relaciona con todos estos que hemos
revisado es el de zona de desarrollo próximo, del que tratamos a continuación.
Para Vygotzky (1979, 1986) el área de desarrollo real es lo que la persona puede realizar sin la
ayuda de otro, mientras que el área de desarrollo potencial es la diferencia que existe entre las
tareas que puede realizar por si sólo y las que puede hacer con la ayuda de otra persona más
evolucionada. Es así como resalta el papel de guía de los otros, lo que genera que el proceso
de desarrollo no se deba al esfuerzo individual de redescubrimiento, sino el resultado de un
proceso de interacción social, de un desarrollo guiado, gracias al cual primariamente el niño se
apropia de la cultura de su entorno. Lo que el niño es capaz de hacer con la colaboración de
otro, luego podrá hacerlo por si mismo. Sin duda, esta es una concepción que ha sido más
estudiada en la relación entre un niño y un adulto, pero podríamos pensar en utilizar conceptos
como andamiaje y desarrollo potencial también en la relación entre adultos que colaboran, en la
que hay un experto y un aprendiz, como por ejemplo la relación propia del asesoramiento.
Al respecto, tal como ya vimos, Coll (1995) habla de influencia educativa como la ayuda
prestada a la actividad constructiva de un aprendiz en términos de ajuste constante y sostenido
de esta ayuda a las vicisitudes del proceso de construcción que lleva a cabo el aprendiz. Esta
influencia promueve el desarrollo cuando consigue arrastrar al niño a través de la zona de
desarrollo próximo convirtiendo en desarrollo real - reconstrucción en el plano intrapersonal- lo
que en principio es sólo un desarrollo potencial - aparicición en el plano interpersonal. . para
estos e requiere cierto nivel de intersubjetividad, es decir los dos deben compartir, aunque sea
parcialmente, una definición de la situación y saber que la comparten. Para esto según Wertsh
(1984) necesitamos establecer una negociación mediante la mediación semiótica.
Onrubia (1993) analiza la interacción profesor -alumno llevando los principios vygotzkyanos de
zona de desarrollo próximo a este tipo especial de interacción, sin embargo podriamos pensar
tambien que algunos de los aspectos que él analiza tambien podrían aplicarse a la situación de
asesoramiento, El plantea que la ayuda que da el profesor debe ayudar al alumno en el proceso
de construcción de significados y sentidos del alumno, debe estar vinculada y sincronizada a su
propio proceso de construcción. Para esto deben considerarse los esquemas de conocimiento
del alumno y tomarlo como punto de partida para lo nuevo, pero al mismo tiempo debe provocar
desafíos y retos que hagan cuestionar estos significados y sentidos y fuercen su modificación.
Deben ser retos que puede afrontar gracias a sus propias posibilidades y los apoyos e
instrumentos que le preste el profesor.
Toda ayuda ajustada como ésta debe contribuir tambien a la comprensión y actuacion
autónoma por parte del alumno, osea que las ayudas deben permitir que resuelva algo que en
un momento no puede sólo, pero luego deben retirarse progresivamente para que pueda
afrontar por si sólo tareas de ese tipo.
Todo esto se relaciona con la noción de ZDP, como el espacio en que gracias a la ayuda de
otros, la persona puede trabajar y resolver un problema en un nivel que no sería capaz
individualmente (Newman et al, 1991). por lo tanto entregar una ayuda ajustada al aprendizaje
supone crear ZDP y dar apoyos en ellas para que el alumno pueda modificar en la actividad
conjunta sus esquemas de conocimientos y significados para ir adquiriendo posibilidades de
acción autónoma e independientes.
A partir de todo esto, vemos que las personas construyen su significado en contextos y
situaciones específicas, cultural y socialmente significativas para ellas, por lo cual la
transferencia de lo aprendido en unas situaciones a otras no es fácil, ni inmediato (Gómez,
1992).
Una condición para esto es que el asesorado debe sentirse motivado para abordar los nuevos
aprendizajes para llegar a establecer relaciones y vínculos entre lo que ya sabe y lo que va a
aprender. Para esto debe atribuirle sentido a lo que se espera que haga y esto depende de una
multiplicidad de factores que se relacionan con sus propias características, como autoconcepto,
creencias y actitudes, pero también de cómo se le presenta la situación de aprendizaje, del
grado en que le resulta atractiva, del interés que puede despertarle y esto es lo que le lleva a
implicarse activamente en un proceso de construcción conjunta de significados.
Ademas de ver este como un proceso de resolución de problemas que pasa por distintas
etapas hay que analizar el proceso interpersonal que esta involucrado, se requiere formar una
relación colaborativa, en que variables como la empatía, apertura, apoyo, flexibilidad y
comprensión son importantes (Davidson, 1990).
Davidson (1990) resalta la importancia de una escucha activa durante el asesoramiento, para
evaluar esto crea una escala que tiene los siguientes niveles:
Nivel 1: El consultor comprende mal, distorciona o generaliza los significados y sentimientos de
los asesorados
Nivel 2: El consultor ignora los sentimientos expesados
Nivel 3. El consultor refleja el significado exacto de los sentimientos
Nivel 4: El consultor capta el lenguaje no verbal de sentimientos y es capaz de clarificarlos,
intrepretarlos, ver patrones, dar insight y encontrar nuevos caminos.
Para entender el proceso de aseoramiento el autor (Davidson, 1990) plantea un círculo que
refleja la actividad asesora con los polos actitud activa -pasiva y rechazo-aceptación.
Existen dos tipos de mediación, las cognitivas y las emocionales, que aparecen en las
relaciones interpersonales en las prácticas colaborativas, como la que será objeto de este
estudio. Son ayudas prestadas por otro que luego permiten obtener conquistas educativas que
luego son operadas intrapsicológicamente por el receptor. Vamos a entender mejor esta
propuesta revisando en profundidad estos dos tipos de mediaciones, para lo cual necesitamos
tener en mente todos los conceptos que ya hemos revisado.
F. Mediaciones Cognitivas
Las mediaciones cognitivas son aquellas ayudas que facilitan la transformación de una
preocupación en una meta concreta y la búsqueda, aplicación y valoración de los medios para
alcanzarla. Se relacionan, por tanto, con los siguientes momentos claves (Sánchez, 1999):
Construir el problema: En esta etapa aparece como importante la identificación de los
problemas, respecto a lo cual se requieren mediaciones a través de la escucha activa de las
definiciones iniciales, categorización de los problemas, recapitulación de éstos y
jerarquización.
Estas son las mediaciones cognitivas que se plantean como relevantes para lograr en una
relación colaborativa el lograr desarrollar una tarea concreta. Sin embargo, se requieren
también de mediaciones emocionales, que ayuden que las emociones favorezcan la percepción
de la meta y el proceso global que se pretende alcanzar, pues en muchas ocasiones nuestras
propias emociones dificultan el logro de las metas, las desvían, encubren o niegan.
G. Mediaciones Emocionales
Respecto a estas mediaciones emocionales, por ejemplo Ericsson mostraba como los padres
prestaban asistencia en los momentos iniciales en los que niños o adolescentes se implicaban
en prácticas deliberadas. Ellos ofrecían recursos para reinterpretar las señales emocionales de
un modo favorable para la consecución de la tarea, ayudaban a reconocer emociones y a
valorar los beneficios logrados a través de la práctica (Sánchez, 1999)
Otros autores han planteado la importancia de (Golstein y Michaels, 1985, en Sánchez, 1999)
operar con las emociones a través de mecanismos como verificar, reflejar, aceptar, validar,
ampliar y prescribir.
Al igual que en las mediaciones cognitivas se han identificado algunos momentos claves en
este proceso de mediación. Estos son (Sánchez, 1999):
Etapa Predesional: Este momento se relaciona con la etapa de construcción del problema
y meta, en el cual aparecen motivaciones diversas que determinan la construcción de la
meta. En este punto aparece como relevante la diferenciación por ejemplo entre
motivaciones de ejecución, ya sea de aproximación o egodefensivas, que buscan
salvaguardar la propia imagen de uno mismo y las de aprendizaje que buscan un
incremento de competencia en las situaciones de logro.
En esta etapa también adquieren importancia aspectos como la relevancia de la meta para
el individuo (contexto), la jerarquía de metas, la plausibilidad de lograr alcanzarla
(percepción de competencia) y el atractivo emocional. Es así como resulta importante para
el mediador el utilizar recursos como la aceptación, comprensión y control emocional y
estimulación de la percepción de competencia para lograr el establecimiento de la meta.
Khul (en Sánchez, 1999) plantea que la amenaza a una meta inicialmente creada puede
ocurrir cuando:
La actividad humana es una actividad propositiva, como dice Ford (1992, en Sánchez, 1999) la
actividad humanan esta anclada en sos pilares, las metas perrsonales que construimos
(representaciones mentales de un estado deseado) y el entorno (oportunidades del contexto),
entendido con el contexto que permite el desarrollo de la acción, por lo tanto toda actividad
esta situada en un contexto y guiada por las metas que se dan en ese contexto
Todo esto entendiendo metas como aquellas representaciones mentales de estados que se
desean alcanzar o rechazar. Tienen así un carácter valorativo relacionado con lo que se desea
(positivo) y lo que se rechaza (lo negativo) y anticipatorio (aluden a lo que aún no es presente y
real). El contexto es asi interpretado en relación a las oportunidades y limitaciones que se le
presentan a una persona en un momento dado, siendo las metas las que dan dirección y
determinan que orienta nuestra acción en cada situación.
Existen distintos tipos de metas que nos movilizan en los diferentes momentos de la vida, es ási
como, por ejemplo, en un principio lo que se desea es salvaguardar las necesidades básicas
(sexuales, autodeterminación, competencia, relación, seguridad emocional), también podemos
ser queridos por otros o sentirnos competentes, o a veces asumimos metas para lograr ciertos
refuezos o evitar sanciones. En este caso hablamos de metas extrínsecas, en el otro caso de
metas intrínsecas.
Si recurrimos a las taxonomías sobre las metas nos encontramos con la visión clásica que
diferencia las metas de aprendizaje, que buscan mejorar nuestra competencia en situaciones
de logro y las metas de ejecución que buscan salvaguardar nuestra imagen. En el primer caso
En general las metas de aprendizaje se han visto más favorecedoras en los procesos
educativos, pues llevan a elegir retos más complejos, se ven menos afectadas por errores,
muestran mejores estrategias de resolución de problemas, muestran mayor implicancia
emocional, muestran un desempeño más profundo y evidencian un interés intrínseco por la
tarea.
Sin embargo algunos trabajos de Harackiewicz, Midgley y elliot (1997), han mostrado que no
resulta positivo visualizar ambos tipos de metas como incompatibles, sosteniendo que la clave
del éxito esta en combinar ambas orientaciones, pues las metas de aprendizaje alimentan la
pasión por la comprensión y las de ejecución ayudan a centrar la atención en los momentos
preparatorios de la evaluación., focalizando en lo que debe ser aprendido. Ellos observaron
esto en un estudio con sujetos iuniversitarios (N:311) que cursaban el primer semestre en
diversos momentos del tiempo. En los primeros días de clase ellos llenaron una prueba que
medía la orientación como razgos de personalidad y un test de ansiedad. dos semanas
después se valoró el tipo de meta que los estudiantes se planteaban respecto de la materia y al
final del semestre se valoró el interés que había generado la materia y se recogieron las
calificaciones obtenidas en la materia.
Los resultados mostraron que los estudiantes orientados al aprendizaje mostraron más interés
por las materias, en cambio los orientados a la ejecusión mostraron más rendimiento, pero no
interés. Los que tuvieron metas de evitación del trabajo obtuvieron peores calificaciones. Lo
que llamó la atención es que los más interesados no son los que más rendImiento obtienen.
También es importante considerar que no todos los estados anticipatorios y valorativos que nos
representamos metalmente generan una meta, a veces no alcanzan la importancia adecuada.
Es así como que para establecer una meta llevamos a cabo un proceso de evaluación a partir
de la relevancia de la situación en las que nos encontramos (contexto), la importancia de la
meta para mi (jerarquia de metas), la plausibilidad de alcanzarla (percepción de competencia) y
el atractivo emocional de ellas (Sánchez, 1999).
Estas mediaciones cognitivas y emocionales, por tanto, facilitarían el logro de la tarea que es
objeto del asesoramiento y a su vez impactan el propio autoconcepto de los involucrados en el
proceso, como fruto de la interpretación de los resultados de su acción y los esquemas
culturales que estos traen y además ayudan a interpretar la situación en la que se encuentran.
No resulta sencillo definir el rol del asesor, pues este se realiza en un escenario complicado, un
escenario de fronteras móviles en el que se entrecruzan intereses contrapuestos de colectivos
profesionales con culturas y propósitos divergentes.
Con respecto a sus funciones se combinan acciones comprometidas en los centros educativos,
con otras de carácter burocrático y el equilibrio entre ambas tareas no es fácil.
El agente de apoyo externo en el rol de especialista ha sido descrito como una fuente de
conocimiento, habilidad y experiencia que puede ser utilizada por individuos, grupos, escuelas
que trabajan sobre problemas curriculares e instructivos (Regan y Winter, 1982, en Lopez,
1997) o que requieren una compleja información técnica, para lo cual el agente externo espera
recurrir a aquella investigación que le proporciona evidencia empírica sobre la naturaleza de
tales problemas y las posibilidades de solución eficaz, de forma que pueda verificar, interpretar
y realizar recomendaciones específicas en base a datos concretos (Largulies y Raia, 1972; Bell,
1979, en Lopez, 1997).
Los estudios parecen apuntar a que este rol juega un papel más significativo a la hora de
influiren el grado en que los profesores dan cuenta de su perfeccionamiento personal, es decir,
son más eficaces en el logro de las metas de programas determinados, y asumen las
repercusiones positivas que ello puede tener en el aprendizaje de los alumnos (Louis, 1981,
Favaro, 1984, en Lopez, 1997).
El agente de apoyo externo en el rol de generalista suele describirse como un profesional que
pone el énfasis en ayudar al cliente a percibir, comprender y actuar sobre los acontecimientos
que tienen lugar en su ambiente en orden a mejorar la situación tal y como él la define (Schein,
1988, en Lopez, 1997).
La diferencia esencial respecto del rol anteriormente descrito radica en que el generalista no
asume como exclusivo su diagnóstico e interpretación de los hechos y proporciona una solución
acabada y puntual al problema del cliente, sino que se implica con éste para que diagnostique
la situación, identifique sus propias necesidades, seleccione las soluciones más pertinentes
para satisfacerlas y las ponga en práctica; y lo que es más importante, desarrolle las
Normalmente se trata de un tipo de apoyo que atiende más a la escuela como organización y
sistema social, con la finalidad de integrar los fenómenos grupales y habilidades interpersonales
(procesos y relaciones organizativas) con aquellas actividades más propiamente orientadas
hacia las tareas y contenidos educativos (procesos cuniculares o pedagógicos). Para ello, el
agente externo que desempeña el rol de generalista debe ser un experto en procesos de
cambio educativo, dinámicas grupales y organizativas estrategias de diagnóstico, toma de
decisiones y solución de problemas, aprendizaje adulto ydesarrollo profesional cooperativo
(Louis, 1981;Fullan, 1982,Kennedy,Saba y Shafriri, 1985, en Lopez, 1997).
Los estudios parecen apuntar a que este rol tiene una influencia más relevante para, estimular a
los profesores a lograr mayor auto-reconocimiento y aprendizaje activo a partir de su
experiencia y práctica situacional, para propiciar que las escuelas aborde sus problemas con
amplitud y claridad y que seleccionen innovaciones cuniculares que irnplican cambios en los
valores organizativos de] centro (Bell, 1979; Louis, 198 1, Regan 1 Winter, 1982; Kennedy,
Sabar y Shafriri, 1985, en Lopez, 1997).
Más allá de estas dos posturas este mismo autor plantea que el asesor debe enfrentarse a
diferentes conflictos que determinan su acción en el contexto educativo.
Un primer conflicto esta unido con la noción de marginalidad del rol, pues existe en la frontera
de dos grupos que difieren en metas y actitudes. En este contexto aparece como importante el
sostener un equilibrio entre ambas audiencias, en una posición de mediación entre dos culturas.
Esto puede llevar a problemas de entendimiento, sin embargo da lugar también a procesos
explícitos de negociación del rol, tanto en relación con las estructuras administrativas, como con
los profesores. Esto puede llevarlo a lograr autonomía y libertad, porque no está ligado a las
expectativas de un grupo particular, siendo su tarea fundamental el atravesar las fronteras de
los sistemas para construir colaboración. Para esto es importante que este asesor pueda
clarificar las fuentes de conflicto intra e interrol, identificar las audiencias y sus intereses, definir
los puntos de encuentro potencial y de fricción entre las culturas de las audiencias implicadas y
negociar explícitamente los roles (Murillo, 1997). Todo esto se puede visualizar mas fácilmente
si se considera la labor de asesor como un proceso de interacción entre personas, tal como se
planteo anteriormente.
Otros posibles problemas de rol son en relación a las características de la demanda que se
hace al orientador en lo inmediato y eficaz. Esto genera dilemas en el orientador porque sabe
que debe promover cambios, pero no sabe si hacerlo inmediatamente o buscar circunstancias
propicias. Si se decide lo primero corre el peligro de que con los pocos medios de
infraestructura y tiempo que se tiene, no existan las garantías para que la innovación se
desarrolle y esto puede comprometer actuaciones futuras.
Por otra parte, los asesores pueden asumir roles de agente de enlace entre el conocimiento
práctico y el científico. Esto lo puede hacer desde un postura de adopción , en el cual los
profesores, como usiuarios, son meros receptores pasivos, en un perspectiva más tecnológica,
en la cual el proceso de difusión es una secuencia lineal, oredenada y racional que parte de la
investigación básica, para llegar a la investigación aplicada. La otra posibilidad es hacerlo
desde la perspectiva de la aceptación mutua o de desarrollo, los asesores no obligan a que
los profesores adopten los conocimientos empríricos, sino que facilitan una adaptción mutua
Havelock (1969, en Murillo, 1997), por su parte, señala una serie de características que pueden
caracterizar el papel del asesor, distinguiendo lo que puede o no ser considerado como
asesoramiento:
La necesidad de asesoramiento, la demanda, debe ser realizada por el profesor, profesores
o centro a asesorar.
La relación entre asesor y asesorado debe ser temporal y específica para la necesidad o
demanda que se plantea.
Los asesores pueden proceder de distintas disciplinas profesionales.
El asesor no debe solucionar problemas, sino ayudar a encontrar y contrastar posibles
soluciones.
No debe existir relación jerárquica entre el asesor y el profesorado que se asesora.
El punto de partida debe ser el compromiso compartido a partir del contraste de las
expectativas respectivas.
Se debe favorecer la actitud de generar conocimiento compartido.
Se debe favorecer la reflexión crítica sobre la práctica del profesorado o centro, así como
del propio asesor, con vistas a conseguir rnejoras.
Este mismo autor (1969, en Murillo, 1997) identifica tres roles que puede asumir el asesor: ya
sea dador de soluciones, mediador de información y facilitador y colaborador en la identificación
y resolución de problemas. Al respecto Schein (1988, en Murillo, 1997) menciona el de
adquisición de servicios por parte de una institución, el modelo doctor-paciente o el de consulta
como asesoramiento de proceso. Little (1985, en Murillo, 1997), por su parte plantea al asesor
como una egnte de ayuda que modela relaciones profesionales productivas cuando se le pide,
asesor como profesional especialista del currículum que ofrece formación y asesor como colega
con conocimiento y destrezas.
Respecto al rol de este agente de apoyo, Lippit y Lippit (1986, en Rodriguez, 1992)) identifican
ocho funciones en función del criterio de directividad no directividad, desde el más persuasivo,
el abogado o agente comprometido, hasta el menos implicado, el observador implicado. Entre
ambos se sitúan el especialista en información, el educador formador, el solucionador de
problemas, el identificador de alternativas y enlace con recursos y el asesor de procesos.
Litle (1985, en Rodriguez, 1992) plantea que según el estatus que posee el asesor puede ser
un igual que modela las relaciones profesionales cuando se le pide, un profesional que
contribuye al desarrollo del profesorado o un colega cuyo conocimiento, destreza y energias le
da derecho para iniciar el trabajo como asesor.
En general se plantea que más alla de estos roles, estos no tienen límites precisos, no son
inamovibles, sino que dependen de la naturaleza del contrato, las metas, las normas y patrones
del sistema y acontecimientos que rodean el proceso de asesoramiento.
Según Rodríguez (1994) el asesoramiento es una práctica que cada vez adquiere un status
más definido, sin embargo su andadura recién comienza, por lo cual es una práctica emergente.
Su aparición requiere de nuevas posiciones profesionales, pues el asesoramiento persigue el
establecimiento de lazos entre sujetos y grupos, siendo ésta creación de redes de interacción y
colaboración una de sus principales metas. Para esto se trabaja con acuerdos negociados, en
que se dan relaciones de influencia basadas en la credibilidad adquirida por el agente de apoyo.
Hernández (1991), recoge una serie de características que configuran la actividad del asesor
(desde Havelock, 1969):
Es el cliente el que inicia la consulta, osea el centro educativo el que plantea la demanda y
necesidad de una asesoría
La relación entre el asesor y el cliente es temporal y específica para el problema o la
necesidad para la que se le requiere
Ls asesores pueden provenir desde diferentes disciplinas profesionales, pues la demanda
asesora no sólo tiene que ver con una sóla y única temática
El asesor no prescribe soluciones sino que ayuda a que los profesores se encuentren y
cotrasten
No existe una relación administrativa de superior y subordinado entre el asesor y los
profesores
El punto de partida para una asesoría es el compromiso que adquieren los profesores y el
posible asesor a partir de la puesta en común de sus expectativas
Es importante favorecer como actitud predominante la de generar un conocimiento
compartido en torno a la innovación que se lleva a cabo o la práctica que se quiere revisar
Se debe favorecer la reflexión crítica sobre la práctica como un medio de generar mejoras
en las calidad educativa
Una expectativa generalizada por parte de los profesores y a la que el asesor debe
responder es la de ofrecer información que favorezcan la reflexión sobre la práctica y la
fundamentación de la innovación.
Si tenemos en cuenta ambos criterios, en relación con el agente asesor, se pueden igualmente
advertir dos tipos de profesionales:
Agente asesor interno: personas que facilitan el cambio desde dentro, sea desde un cargo
formalmente establecido (director, jefe de estudios, coordinador de área, especialista, etc.) o
surgidos de manera informal en el proceso de mejora. Su experiencia y formación le
permitirían asumir este rol.
En este sentido, se considera que el agente de apoyo externo tiene a priori más posibilidades
de ser independiente, de mantenerse al margen de la estructura de poder e influencia de la
escuela, de poder analizar imparcialmente el funcionamiento de ésta como organización. Tal
perspectiva le coloca en una situación ventajosa para introducir o brindar nuevos puntos de
vista, así como para funcionar como un elemento catalizador y negociador de diferentes
percepciones de la realidad por parte de los profesores. Por otro lado, no tiene que enfrentarse
con la difícil tarea de redefínir sus relaciones con los otros miembros de la escuela al
desempeñar un rol distinto, o de borrar, incluso, la posible hostilidad derivada de anteriores
fracasos o éxitos (Havelock, 1973, en Lopez, 1997).
Martín (1999) ve tres ventajas al asesoramiento externo, una es la mayor neutralidad que es
posible mantener en los conflictos. Permite también una perspectiva más amplia de los
problemas al ver cómo estos se plantean y resuelven en diferentes contextos escolares. El
trabajar en distintos centros ayuda a comprender mejor los problemas, relativizarlos y aprender
soluciones que pueden luego generalizarse a otras realidades con las necesarias adaptaciones.
Además en un modelo de equipo permite el enriquecimiento que da el trabajo en común y la
confluencia interdiciplinaria.
En cambio, el agente de apoyo interno tiene a priori más posibilidades de ser aceptado por los
membros de su escuela; es una figura familiar. Tiene un conocimiento profundo" del centro, de
su cultura, de su red de comunicación y relaciones imterpersonales, y habla el mismo lenguaje,
(Havelock, 1973, en Lopez, 1997).
Tejada (1998) plantea también, que nos podemos encontrar con estas otras dos modalidades
de asesoramiento. Por un lado, la consulta y por otro, la colaboración.
Por último está el asesoramiento autónomo - independiente, el cual se origina por una
demanda interna, provocado por problemas y necesidades específicas, y dirigido a
profesionales competentes en campos específicos, independientes o autónomos desde el
funcionamiento de¡ sistema educativo y sistema centro educativo, que responden a tales
demandas. La clave está en el asesorado, convirtiéndose el asesor en un mero facilitador o
vehiculador de una solución o proyecto de mejora institucional.. Su actuación, pues, siempre
estará en función de las necesidades del asesorado y todo ello con independencia de los estilos
de asesoramiento o concepción de la misma y referente teórico de la intervención, en la medida
que su actuación queda enmarcada en un contexto particular, al que no sólo ha de responder
sino también acomodarse.
Más allá de estos modelos el asesor puede tener distintos estilos a la hora de ejercer su trabajo,
tal como se ha investigado por ejemplo en la relacion entre los asesores y los padres. Es así
como Marchesi y Martin (1998) plantean por ejemplo los siguientes estilos:
- El profesional como experto: es el profesional quien conoce los problemas y sus
soluciones y el que adopta las decisiones
- La relación de trasplante: en este caso los profesionales consideran que son ellos quienes
mejor conocen los problemas, pero sin embargo aceptan el papel de los propios actores y
reconocen la necesidad de contar con su cooperación
- El modelo de usuario: este modelo ya se sitúa en un marco de cooperación, se reconoce
la capacidad de las organizaciones educativas para elegir los servicios y as estrategias que
necesitan, porque son ellos quienes mejor conocen su realidad. La función del asesor es
ayudar a adoptar la decisión más correcta
- El modelo de fortalecimiento: aquí se parte también de una perspectiva de colaboración,
pero más realista, en la cual se visualiza que no todas las personas tienen las mismas
capacidades para valorar las necesidades cuando tienen un abanico abierto de
posibilidades. Se considera entonces la situación inicial desde la cual se requiere ayuda o
colaboración
- El modelo de negociación: en este modelo lo central es la búsqueda de acuerdos a través
de la negociación
Cada uno de estos estilos en la práctica no son sólo reflejo de un modelo teórico, sino que
también expresión de un estilo personal, de una manera de entender las relaciones humanas y
una actitud frente al aprendizaje, las personas y el cambio educativo (Marchesi, 1998).
En cuanto a las funciones propias de la labor asesora, Louis (1985, en Murillo, 19979).
refiriéndose a las tareas propias del asesor externo, llega a definir hasta once posibles
actividades a desarrollar:
Investigación y análisis, realizando y/o sintetizando investigaciones y diseminando
directrices de política educativa.
Evaluación de prácticas escolares, ayudando a los centros a conocerlas y sistematizarlas.
Desarrollo de materiales, métodos o procedimientos.
Demostrar y modelar nuevas prácticas y métodos educativos.
Información sobre resultados de investigación y sobre nuevos métodos pedagógicos.
Planificación a nivel de centros.
Establecimiento de relaciones entre centros o grupos implicados en proyectos similares.
Formación de profesores en nuevas prácticas educativas.
Consultor para seleccionar y desarrollar nuevos programas.
Apoyo a los centros para el desarrollo de sus propias dinámicas de cambio.
Creador de capacidades, ayudando a los centros a desarrollar sus potencialidades para
dirigir su propia mejora.
Nieto y Portela (1992, en Murillo, 1997), en cuanto a las tareas a desempeñar por asesores
externos, señalan las siguientes:
Planificación. Diseñar nuevos currículum, programas instructivos, materiales, instrumentos,
métodos de enseñanza.
Implementación. Ayudar a las escuelas a implementar directrices curriculares establecidas
desde instancias administrativas (sistemas centralizados); seleccionar, adaptar e
implementar programas disponibles que responden a sus necesidades; o desarrollar su
propio currículum
Demostración. Hacer demostraciones de nuevos programas o prácticas de enseñanza de
modo que las escuelas tengan la oportunidad de observar y examinar dichas innovaciones
en acción.
Diseminación. Recopilar, sintetizar, transformar, diseminar información para los profesores.
Establecimiento de redes: ayudar a los profesores o escuelas a diseminar sus propios
materiales o prácticas, a relacionarse con colegas y a crear redes de intercambio y
colaboración en base a intereses comunes.
Valoración de necesidades. Ayudar a profesores o escuelas a valorar sus necesidades de
manera formal o informal, bien como paso previo para facilitar la re- solución de un
problema o bien para ir determinando conjuntamente sobre qué trabajar y cómo a lo largo
de su relación.
Investigación y análisis. Su objetivo puede ir desde mejorar la práctica es- colar hasta
satisfacer necesidades de nueva información por parte de distintas audiencias implicadas.
Evaluación. Conducir o tomar parte en evaluaciones de distinta naturaleza y propósito.
Formación. Promover, planificar, conducir y supervisar actividades de perfeccionamiento en
la escuela orientadas al aprendizaje de nuevos conocimientos, habilidades, actitudes y
valores a nivel tanto pedagógico como organizativo.
Prescripción. En algunas ocasiones, cuando se habla de apoyo externo se excluyen tareas
puramente reguladores que van ligadas a una función de control en otras se opta por
incluirlas bajo el calificativo de apoyo.
Según este mismo autor el asesor no puede actuar desde la omnipotencia profesional y ha de
asumir que las decisiones que van ligadas al cambio no siempre son compartidas de la misma
forma por todos . Por lo general la intervención asesora se hace en un contexto en que la
necesidad parte de un grupo de profesores, pero no de todos y puede ser fruto de múltiples
causas, desde el reflejo de una moda en una ambiente de reforma educativa a una necesidad
real de cambio por parte de los profesores
Luego de ver estas diferentes perspectivas sobre el rol y funciones de los asesores, veamos
que nos dicen algunas investigaciones concretas que se realizaron en el tema.
Lavoritano y Segal (1992) evaluaron algunas escuelas primarias en las cuales habían habido
programas de asesoramiento para ver si los niños participantes del programa habían mejorado
en su auto-percepción de sus competencias académicas . Hay se vieron diferencias
estadísticamente significativas entre el grupo que recibió asesoramiento y el que no. Otro
estudio (Fairchild y Seeley, 1996), que evaluó el asesoramiento a partir de los reportes de
profesores, padres, estudiantes y la administración, mostró que en general los alumnos verian
como positiva la interacción con el asesor, siendo accesibles a ellos. Lo mismo vieron los
profesores y padres.
Un estudio en Iowa y Tenesse (Roberts y Rust, 1994) que intento indagar en la percepción de
los asesores sobre su rol mostro que existían diferencias entre las dos ciudades, pues en
Tenesse los asesores ocupaban la mayoría de tiempo en actividades de evaluación, en cambio
en Iowa también se realizaban otras actividades, como intervención, consultoría y evaluación
curricular, lo cual le daba mayor diversidad y amplitud a su rol y lo alejaba de la mirada
tradicional centrada sólo en la evaluación individual.
Tingstrom y otros (1990) realizan una revisión de cómo algunos conceptos de la psicología
social se pueden aplicar al contexto del asesoramiento. En esta revisión resaltan el tema de la
Ringer y Short (1991) realizaron un estudio sobre las diferencias en las atribuciones causales
entre asesores de más o menos experiencia en la enseñanza con la hipótesis de que los
asesores de más experiencia tendrían menos tendencia a atribuir resposabilidad por fallos a
factores externos y a los profesores y a resposabilizarse a si mismos de los éxitos. El estudio
mostró que lo primero se cumplió, pero lo segundo no resultó significativo, es decir no tendián a
atribuirse los éxitos a si mismos. Estos temas son importantes porque estos factores críticos en
la efectividad de una asesoría, porque por ejemplo si veo sólo la responsabilidad de los
resultados de la consultoría en los profesores puedo tender a a no evaluar, ni monitorear mi
propio comportamiento porque todo depende de ellos, además puedo dejar de lado otros
factores ambientales como los recursos con los que cuento y puedo creer que el cambio sólo
depende de ellos lo que puede generar frustración cuando esto no sucede.
Wesley y otros (1989) realizó otra investigación en la cual aplicó un cuestionario a 155 asesores
para intentar detectar la percepción que ellos tenían sobre su función. Los resultados mostraron
que percibían como más importante ejercer funciones de asesoramiento, luego consulta, guías
de desarrollo y cuidado, luego evaluación y medición, luego desarrollo y administración de
programas y por último apoyo a la adminstración. En general las funciones más directamente
relacionadas con el trabajo individual con alumnos fueron las más nombradas.
Finalmente, consideremos estas cosas que nos dice Jiménez (1996) sobre las funciones que
debiera tener un asesor del siglo XXI: el asesor como líder del cambio educativo, formación e
investigación. Lo primero se refiere a hacer suyo el paradigma de reestructuración de las
escuelas (Hargreaves, 1996) que plantea que las escuelas requieren de un cambio profundo y
auténtico, acordes con las nuevas necesidades de aprendizaje de la era postindustrial y
postmoderna. El asesor deja de ser un curador o sanador y se adentra en las prácticas
complejas y los conflictos de las escuelas. Como formador, se refiere a verlo como un especie
de formación en servicio, la cual debe ser relevante, partir de problemas prácticos y realizarse
en el propio contexto escolar a partir de la reflexión sistemática, estructurada y explícita sobre
su propia práctica. Por último, debe ser un investigador orientado a los resultados que
enfatiza soluciones a los problemas y está preocupado de aplicaciones para mejorar la realidad.
A partir de los diferentes roles y funciones antes descritas, el asesor puede asumir diferentes
estrategias para ejercer su rol. En primer lugar Murillo (1997), nos dice que los estilos y
estrategias de asesoramiento, específicamente el externo, se pueden ubicar entre dos polos.
El polo de la intervención, donde los equipos trabajan en los centros para diagnosticar y
definir sus problemas, estableciendo desde fuera qué es lo relevante y significativo y
ofreciendo soluciones específicas y puntuales a los problemas concretos. Se pone el énfasis
en el valor del conocimiento científico para influir en la dinámica de cambio, fomentándose
la aplicación de prescripciones. Este estilo se asocia a profesionales que desempeñan el rol
de expertos en contenidos, cuya prestación de apoyo suele ser unidireccional y directiva.
Escudero (1992) manifiesta que ambos polos serían los extremos de un continuo en el que, de
un lado, cabe situar una pluralidad de posibles funciones de asesoramiento y, de otro, permite
preguntar qué tipo de modelo o enfoque es preferible para articular aquellas actuaciones que un
determinado servicio externo de apoyo puede estar ofreciendo en un momento dado a los
centros y a los profesores.
Este mismo autor considera que el asesoramiento escolar no puede ser neutral, pues depende
siempre de cómo lo defina y organice, así como del tipo de relaciones y prácticas en que se
desarrolle, pues estan implicados valores como: jerarquización y diferenciación, influencia
desigual, imposición y dominación, o por otros de signo contrario, como los de colaboración,
participación, solidaridad, capacitación para la autonomía y liberación social y cultural.
Por eso este autor, piensa que las actuaciones de asesoramiento deberían encaminarse cada
vez más hacia modelos cercanos al polo de proceso no directividad, que deben perseguir una
serie de metas, como por ejemplo:
Expandir la capacidad del profesorado para diagnosticar y abordar sus problemas.
Posibilitar el cambio planificado centrándose en las actitudes, valores y procesos grupales
de la organización.
Potenciar la productividad organizativa,
Desarrollar habilidades y actitudes de comunicación.
Desarrollar habilidades de resolución de problemas.
Desarrollar formación desde situaciones de simulación a situaciones reales de resolución de
problemas.
Facilitar procesos de trabajo grupal conjunto.
Desarrollar relaciones de colaboración con sujetos relacionados con la organización
Desarrollar relaciones de paridad entre expertos y profesores de cara a la resolución de
problemas
Veamos un modelo resumen de estos dos polos de estrategias que puede asumir el asesor,
específicamente el asesor externo del que habla este autor.
Los propósitos y objetivos del apoyo Los propósitos y objetivos del apoyo externo
externo se elaboran fuera de las se.elaboran siguiendo los principios del trabajo
escuelas y los profesores conjunto y colaborativo.
La transferencia de teorías y métodos, La facilitación de procesos intemos en los
la aplicación de programas o destinatarios que puedan capacitarlos en la
procedimientos es la razón de ser del resolución de sus problemas y necesidades es
apoyo externo. la razón de ser del apoyo externo.
Miles y otros (1988) hicieron un estudio con 17 agentes de cambio en Nueva York cuyo objetivo
era estudiar las habilidades que ellos necesitan para funcionar efectivamente. A partir de esto
llegaron a 18 habilidades incluidas en 6 grandes grupos:
Habilidades interpersonales: habilidades para relacionarse y dirigir a otros
Trabajo en grupo: comprender las dinámicas de los grupos y facilitar el trabajo en equipo
Contenidos educativos: conocimiento de las materias escolares
Habilidades organizativas -administrativas: Saber definir y estructurar el trabajo, las
actividades y el tiempo
Saber dirigir instrucciones, enseñando a los adultos de una manera sistemática
Nieto (1994) plantea una serie de variables que debieran considerarse a la hora de analizar
servicios de apoyo externos a los centros escolares. Entre ellas estan variables estructurales
(o organizacionales), que son definidas como factores de macronivel que influyen en los
aspectos estrategicos y operativos de estas experiencias . Con respecto a esta dimensión se
mencionan aspectos como: Fuente de autoridad: institución y legislación que autoriza y regula
estos servicios, misión general o metas que definene estos ervisios, ambito territorial de
actuación, clientes y contenidos de trabajo, organización interna, diseño de la prestación del
servicio y financiación.
La segunda dimensión a evaluar que este autor define es la estratégica (metodológica) que
tiene que ver con su estrategia o metodologia de actuación, la cual puede ser de distintos tipos.
Por ejemplo, puede corresponder a un medio de adaptación al desarrollo escolar que fomenta
que cada centro educativo diseñe sus propios programas y prácticas en bases a sus
necesidades específicas, se promueven procesos de resoluciónde problemas y trasferencia de
conocimiento.
Otro enfoque es la que el llama selección por precondiciones y necesidades que consiste en
que el asesoramiento sólo se da en aquellas organizaciones que cumplen ciertos
requerimientos de apertura al cambio que les permitiría lograr altos niveles de desarrollo e
institucionalización de la mejora.
Luego de entender qué es el asesoramiento, cuáles son sus características y qué roles y
funciones puede desempeñar el asesor, pasamos a revisar algunos aspectos del proceso de
asesoramiento, como son los obstáculos o facilitadores con los que puede encontrarse el
asesor en el proceso de ayuda o colaboración con el centro educativo y cuáles son las etapas
por las cuales, generalmente, pasa un asesor en este proceso.
Como ya hemos visto asesorar no es una empresa fácil y es posible ir encontrándonos con
dificultades a lo largo del proceso. En general la función de asesoramiento conlleva
incertidumbre al ser una actividad contingente y fuertemente marcada por los contextos
escolares donde se realiza la intervención. Esto obliga a los asesores a ejercitar su juicio crítico
para responder a las prácticas o dilemas que se les presentan. En general el dilema se
presenta entre aquello que describe la realidad de la actuación y lo que se debe hacer, es decir
desde el deseo en la actuación (Campo, 1999).
También hay factores que facilitan el proceso de asesoramiento como son la existencia de un
director democrático, la apertura de los profesores y la organización de equipos de trabajo.
Asimismo, una definición congruente de problemas, una actitud positiva hacia el asesoramiento
y un tiempo suficiente para el asesoramiento (Teeya Scholten, 1990).
Sin embargo, es necesario tener en cuenta que también hay voces y argumentos que
cuestionan la presencia y la función del asesor. Voces que, por lo general, se sitúan en un
contexto crítico del sistema educativo y del carácter reproductivo que tales formas de actuación
ejercen en los profesores. En síntesis, los argumentos que pueden plantearse al papel del
asesor serían:
La presencia de los asesores merma la autonomía profesional de los docentes. Si los
profesores dispusieran de tiempo para la formación, el intercambio, la planificación y la
investigación, ellos mismos serían capaces de asumir la tarea que han de desempeñar los
asesores. Su presencia. por tanto, favorece una separación entre los que saben y los que
no, con lo que el profesorado continuará dependiendo de los poseedores del saber y no
llegará nunca a su autonomía profesional.
Las asesorías contribuyen a alejar de los centros a algunos de los profesores más
innovadores y críticos y los transforma en burócratas administrativos. Por lo general, los
asesores han sido profesores innovadores que, por su condición de tales, son rescatados
por la Administración para que contribuyan a la formación de sus compañeros. Pero al
separarlos de la institución escolar e integrarlos en la burocracia administrativa sustituyen su
actitud innovadora por otra reproductiva de sus propias concepciones y prácticas o de las
concepciones que la Administración, que les contrata y premia alejándolos de la escuela,
trata de impulsar entre el profesorado. Cuando la función asesora la llevan a cabo
profesores universitarios, lo que intentan plasmar en los centros son los conocimientos que
han adquirido en sus lecturas, normalmente de experiencias e investigaciones realizadas en
Los asesores pueden tender a perpetuarse y generar necesidades en los docentes que
contribuyan a mantener su estatus y posición (Lopez, 1997).
Por otra parte, se pueden presentar dificultades en los propios profesores durante el proceso de
asesoramiento, las cuales el asesor debe enfrentar. Es evidente que la aceptación de un
proyecto de cambio en un centro no será igualmente asumida por todos los profesores. Algunos
de los mismos manifestarán un claro rechazo o resistencia a implicarse en el mismo. Algunas
de las causas de ello pueden ser: dudas sobre el plan, exigencias y esfuerzo, tiempos que
requiere, temores al fracaso, historia previa de la escuela en otros intentos de cambio, etc.
Para trabajar con estas resistencias Area y Yanes (1990) plantean que el primer paso es
identificar a los individuos y el tipo de resistencia que manifiestan, como por ejemplo los
siguientes tipos:
Bloqueo: "no quiero participar"
Pasividad: "qué tengo qué hacer".
Dilación: "ahora no, acaso después"
Tradición com coraza: "ya lo hacemos".
No informado: "la información no era fácil de encontrar"
Dudoso: "quiero esperar para comprobar su eficacia antes de probarlo"
Ecléctico: "otros métodos son igualmente buenos"
Defensivo: "las nornas de la escuela no lo permiten"
Ahorrador: "se necesitará demasiado"
Ansioso: "no se si podré manejar el equipo"
Culpable: "sé que debería emplearlos pero no tengo tiempo"
Alienado: "si usamos esos medios, pueden terminar por desplazamos"
Convencido: "lntenté una vez y no dieron tan buen resultado"
La combinación de todos estos tipos de resistencias puede constituir una auténtica trama, un
"tejido resistente" al cambio. Sin embargo puede suceder a veces que ciertas resistencias en
un centro puedan ser provocadas no por una actitud negativa del profesorado, sino por un
problema de incomunicación asesor/profesores, donde el primero no ha sabido comunicar ni su
rol, ni el proyecto, ni las ventajas que pueda reportar. 0 puede que no haya sabido transmitir el
sentimiento de confianza en su rol bien por ser excesivamente técnico-directivo, bien porque no
ofrece suficiente credibilidad profesional.
Frente a las resistencias Saxi y otros (1988, en Area y Yanes, 1990), aconsejan que el asesor
debe intentar comprender las razones de las misma y ser flexible cuando negocie con los
profesores. Pero, a la vez, debe mantenerse firme en la defensa de la estructura y principios del
El proceso de asesoramiento pasa por fases claramente diferenciadas. Primero creación de una
relación inicial de aceptación mutua, establecimiento de la orientación del proceso, clarificación
de relaciones contractuales, reconocimiento mutuo, clarificación de metas y objetivos. Luego
búsqueda de información y diagnóstico. Posteriormente la oferta de alternativas para la solución
de problemas, formulación de planes de acción y organización de subsistemas adecuados para
llevarlos a cabo. Luego puesta en práctica y evaluación. (Escudero, 1992). Todas estas fases
reciben distintos nombres según cuál sea el autor que habla de ellas, pero haciendo una
síntesis de ellos podriamos referirnos a las siguientes etapas:
A. Contacto Inicial
Esta etapa aconsiste en la toma de contacto entre asesor y asesorado situando el origen de la
demanda y especificando la misma, intercambiando la información necesaria entre uno y otros,
calibrando posibilidad y disponibilidad por ambas partes. Su finalidad básica, más allá de la
asunción de compromisos, es la formalización del acuerdo (tiempo, aplicaciones, tareas de las
partes comprometidas, condiciones, recursos, etc.) (Tejada, 1998)
Area y Yanes (1990), dentro de las etapas resaltan especialmente la importancia de etapa de
contacto inicial entre el asesor y la organización. Este primer período de contacto
asesor/colegio tiene la finalidad de negociar y llegar al acuerdo de que la escuela se
comprometa a llevar adelante un proceso de revisión y mejora internos. Así, en esta etapa se
persigue que el profesorado de un centro escolar:
Se ímplique y se comprometa a desarrollar un proyecto de innovación interna. Esto significa
que deben conocer y adoptar las características (filosofía y procesos) del modelo de
asesoramiento, existan expectativas y confianza en el éxito del mismo y se establezca un
compromiso colectivo y personal con el proyecto, es decir, asumir las tareas que se
marquen de trabajo, y asumir la necesidad de cambio a nivel individual.
A partir de todo esto se plantea que objetivos básicos que se esperan en esta etapa del
asesoramiento son:
Presentar, intercambiar y discutir toda la información necesaria para que profesores y
asesor se conozcan mutuamente. El profesorado debe enterarse de quién es el asesor y por
qué y para que va a trabajar al centro educativo, asimismo el asesor conocer quiénes son
las personas que trabajan allí.
Organizar una infraestructura básica para el desarrollo del proyecto. Los acuerdos
alcanzados pueden fracasar de inmediato si paralelamente no se ponen en marcha
mecanismos que posibiliten la operativización de cualquier decisión o tarea.
El asesor no genera el cambio ofreciendo las soluciones, sino que el cambio se produce a partir
de la creación de las condiciones necesarias para que puedan hallarse las soluciones
adecuadas a los problemas concretos y poner las mismas en práctica.
Para estos autores las fases que componen esta etapa son (aunque debe considerarse que
estas fases no son estándares ni tampoco tiene la misma acotación y duración temporal en
todos los centros a los que se quiera asesorar):
Fase 1: Pre-Contacto:
Esta fase se caracteriza por el contacto, no propiamente formal con el centro, sino entre el
asesor y algunos de sus representantes y/o miembros. Es un contacto de tanteo previo, que
persigue sondear la posibilidades de que en determinada escuela pueda iniciarse el
asesoramiento. En esta fase pueden darse dos situaciones que pueden afectar al modo de
comenzar el contacto inicial:
Que sea el centro quien solicita el asesoramiento, lo cual presupone que dicho centro ya
dispone de un clima predispuesto al cambio, bien porque ya conocen alguna experiencia
similar desarrollada con éxito en otro centro, bien porque confían en que el asesor pueda
ayudarles. Lógicamente, en esta situación el precontacto se facilita, pues existe la demanda,
por lo que sólo se persigue saber si la oferta es la adecuada.
Es el asesor quien se ofrece a algunos representantes de la escuela. Esto significa que en
principio el centro no ha explotado la necesidad y demanda de cambio ni que confía en las
posibilidades de ayuda externa. El precontacto es crucial, ya que en primer lugar habrá que
convencer a quienes los reciben.
Ambos casos, a pesar de ser diferenciados, presentan algunos aspectos en común en cuanto a
las tareas que debe desarrollarr el asesor
Informar, explicar y convencer a los representantes de los profesores de las características
generales del modelo.
Obtener el apoyo de los mismos.
Informarse de las características del centro (historia, problemática, grupos,...).
Preparar la primera reunión con el claustro de la escuela.
Area y Yanes (1990) plantean una serie de habilidades que debiera tener el asesor para
desarrollar el contacto inicial, entre ellas están el tener una comunicación abierta, el lograr una
influencia mutua, una clarificación de expectativas, legitimidad y credibilidad. Todo esto
acompañado de la capacidad de considerar las resistencias que pueden aparecer en esta etapa
del asesoramiento.
Davidson (1990) plantea la identificación de problemas como la etapa más importante, es aquí
donde comienza la relación entre el consultor y la organziación, donde se aume el rol de
experto y es importante que los profesores se hagan responsables del problema. para hacer
este proceso efectivo el consultor debe escuchar, clarificar, fortalecer y ayudar a los profesores
a comprender el problema juntos .
Durante la recolección de datos las observaciones de los profesores son importantes, los
consultores deben considerar las ideas preconcebidas y mostrarlas a los profesores. Ambos, el
profesor y consultor deben escuchar y asumir las ideas del otro.
Luego del contacto inicial vendría una etpa de identificación y formulación del problema. para
esto algunas de las tareas a desarrollar son (Nieto, 1996):
Identificar aspectos a revisar
Categorizarlos
Priorización de los temas que requieren atención preferente
Clarificación del problema mediante el contraste con la información sobre el mismo que
tengan otros profesionales
Descripción y formulación detallada del problema
Validación del problema
C. Planíficación
A partir de los objetivos hay que elaborar el plan de actuación. Conlleva el diseño de
estrategias, la concreción de los recursos necesarios (humanos, materiales y funcionales), la
temporalización en relación a las actividades a desarrollar y la fijación del sistema de evaluación
(Tejada, 1998)
Luego viene la planificación de la acción que debe contemplar las secuencias y pasos a seguir
(Jiménez, 1996).
E. Evaluación
Al final del proceso es imprescindible verificar los logros. tanto previstos como no previstos. En
función de estos se articularán nuevas decisiones sobre el mantenimiento del asesoramiento,
iniciando un nuevo proceso o concluyendo el iniciado (Tejada, 1998).
IV. CONCLUSIONES
Recogiendo los diferentes aspectos vistos en este capítulo resulta importante resaltar algunas
ideas centrales para el desarrollo de esta investigación.
1. No existe una definición única de asesoramiento, sino que depende del modelo que intenta
explicarlo, pero a pesar de esto pueden rescatarse algunos elementos comunes como:
- Es una relación de ayuda
- Se debe dar en un marco de colaboración
- Se debe dar autonomía y propiciar la toma de decisiones en el asesorado
- Se establece para dar solución a una dificultad concensuada en la organización educativa
- Se busca el cambio educativo, siendo el asesor una especie de intermediario entre la teoría
y la práctica del cambio
- Se establece en una relación interpersonal entre asesor-asesorado
3. Tal como resulta difícil concensuar un definición única de asesoramiento, tampoco resulta
sencillo describir su rol en los sistemas educativos, porque ha asumido funciones muy
diversas a lo largo de su historia. Sin embargo, actualmente, se tiende a un rol más ligado al
manejo de los procesos educativos, que contribuya al cambio y mejoramiento en las
instituciones educativas.
PROCESOS DE CAMBIO
INVOLUCRADOS EN EL ASESORAMIENTO
Podemos preguntarnos porque decidimos insertar el tema del cambio en un marco conceptual
que habla sobre el asesoramiento. La respuesta pasa por considerar, tal como ya vimos en el
capítulo anterior, que el asesor es visto como un agente de cambio en los sistemas educativos,
el cual a través de una relación colaborativa puede impulsar y apoyar a la organización y sus
miembros ya sea a poner en marcha algún proceso innovativo o cambiar alguna actitud,
habilidad o estrategia instruccional. En cualquiera de estos sentidos se requiere entender un
poco más en qué consiste y cuáles son las características y dificultades del cambio para
entender aún más la complejidad que envuelve la labor del asesor.
“Si el esfuerzo por comprender y dar sentido a los conocimientos que se encuentran
larvados dentro de nosotros genera cambios más amplios y duraderos y por tanto más
aprendizaje, que el simple repaso de la información recibida, aún existe una forma más
costosa de aprender, pero cuyos efectos son aún más intensos y extensos, ya que
implica una reestructuración total de ese árbol de conocimientos, una verdadera
revolución conceptual” (Thagard, 1992, en Pozo, 1996, pp 278)
Si analizamos esta cita vemos que los procesos de cambio implican algo más que recibir una
información nueva, implican procesos de revolución conceptual, de redescripciones
representacionales, tal como plantea Karmiloff-Smith (1994), lo cual exige entender los
mecanismos que propician este cambio.
Esta misma autora plantea la complejidad del fenómeno del cambio planteando que requiere al
menos de tres tipos de procesos para lograr este enriquecimiento
Antes de entrar al tema, consideremos estas lecciones básicas que plantea Fullan (1993, en
Marchesi y Martín, 1998) acerca del cambio :
No se puede mandar lo que se tiene que hacer, sólo se produce alguna innovación cuando
los profesores utilizan lo que se ha establecido para modificar su práctica
El cambio es un viaje, no un anteproyecto, supone un avance hacia aquello que es
parcialmente desconocido e implica incertidumbre, ansiedad y necesidad de aprender
continuamente
Los problemas son inevitables, el conflicto es necesario en cualquier proceso de cambio
La visión y planificación estratégica aparecen más tarde, la previsión detallada de todo lo que
va a implicar el cambio tiene el riesgo de no acertar en la previsión, el cambio es más bien
un proceso de movilización de recursos que conduce, a través de la acción, a determinar el
plan más adecuado
El individualismo y colectivismo deben tener igual poder, la colegiabilidad y aportación
individual deben caminar juntos
Ni la centralización ni la descentralización funcionan de forma independiente, el centro y las
unidades se necesitan unas a otros y deben mantener una continua negociación
La conexión con el entorno más amplio es crítica, las escuelas debe aprender de su entorno
y utilizar todos los recursos disponibles
Toda persona es un agente de cambio, los responsables de la innovación educativa no son
sólo los equipos directivos, sino que todos los profesores deben incorporarse en el proceso
de cambio.
En pirmer lugar, qué entendemos por innovación y cómo se diferencia ésta del cambio. Una
innovación es para Hord (1987, en Sancho, 1998) cualquier aspecto nuevo para un individuo
dentro de un sistema, esto implica que lo que es innovación para alguien puede no serlo para
otro individuo, así, no es lo mismo, la innovación para quien la promueve, que para quien la
facilita, la lleva a la práctica o para quien recibe sus efectos. Podriamos pensar que algo similar
pasa con el asesoramiento, que no significa lo mismo para los distintos profesores.
Angulo (1994) plantea que la innovación supone una idea percibida como novedosa por
alguien y a la vez la intención de que esa novedad sea aceptada. A la vez cambio supone la
necesidad de transformar la realidad, pero sin embargo todo cambio supone resistencias y
dificultades. Reforma, por otra parte, es un concepto más ideológico que representa los ideales
políticos que en algún momento simbolizan los intereses estatales, sociales y económicos de un
país.
Tejada (1998) realiza una distinción entre conceptos como innovación y reforma, reforma sería
una forma planificada de cambio que implica una estrategia para la modificación de ciertos
aspectos del sistema educativo, con arreglo a un conjunto de necesidades, resultados
específicos, medios y métodos. Innovación implica una acción que introduce algo nuevo
modificando su estructura y operaciones de modo que mejoren los productos educativos, en
general se ve la reforma como algo más macro y la innovación más micro.
Parece que la mayoría de los autores prefieren utilizar el término innovación educativa,
posiblemente porque no restringe los cambios educativos a las dimensiones instruccionales.
Así, González y Escudero (1987, en Pozo, 1996) entienden que la innovación viene constituida
por un conjunto de ideas y concepciones, estrategias y prácticas, contenidos y
direccionalidades del cambio, redefiniciones de funciones de los individuos y recomposiciones
organizativas de la escuela.
Romerg y Price (1983, en Pozo, 1996) diferencian entre innovaciones menores y radicales. Las
primeras se diseñan para mejorar la enseñanza, y no suponen cambios a nivel de valores y
tradiciones asociadas con la cultura escolar. Las innovaciones radicales son aquellas que se
diseñan para cambiar las tradiciones culturales de las escuelas y se perciben por el profesorado
como tales, por ejemplo la elaboración por parte del equipo docente de los contenidos
curriculares, la introducción de la enseñanza de compañeros, etc. En la misma línea, Rudduck
(1991, en Pozo, 1996) diferencia entre el cambio que afecta a las estructuras profundas de la
escuela y desarrollos que alteran la práctica diaria, pero que no siempre alteran la forma en que
los profesores y los alumnos piensan sobre la escuela. Cuban (1992, en Pozo, 1996) nos
muestra su opinión respecto a que los cambios en la escuela pueden diferenciarse en función
del grado de impacto que busque o que consigan. Así, este autor habla de cambios de primer y
de segundo orden. Los cambios de primer orden corresponden a cambios menores dirigidos a
mejorar algunas deficiencias detectadas en la escuela pero que no afectan a la estructura
básica de la organización: seleccionar libros de texto, incluir cursos. Los cambios de segundo
orden o cambios fundamentales, buscan alterar la forma esencial de la organización.
Por lo tanto, podemos ver que el cambio implica aprendizaje, enriquecimiento y modificación
estructural y que puede diferenciarse una innovación de una reforma en que la primera es más
micro y la segunda macro. Tratemos de profundizar ahora en algunas de sus características.
Al hablar de cambio, es importante considerar que éste puede ser muy distinto, según su
origen, amplitud. forma de realizarse y efectos que puede producir.
Respecto al origen, como plantea Marchesi y Martín (1998) los cambios pueden producirse de
arriba- bajo o abajo- arriba, es decir desde la administración educativa a los profesores y desde
la misma iniciativa de los profesores.
En cuanto a su entrada, el cambio puede focalizarse en ciertos asuntos que sirven de palancas
para generar mejoras Por ejemplo, suele usarse el cambio de currículum, cambios en la
estructura, cambio en la formación de profesores o cambios que surjen a partir de la generación
de algunos proyectos de mejoramiento.
En relación con los efectos, las cosecuencias de los cambios pueden ser directos, es decir en
relación a los objetivos que explícitamente se pretenden o indirectos, es decir aquellos no
previstos inicialmente.
Existen también distintas perspectivas respecto al rol que pueden asumir los profesores en el
proceso de innovación. Es así como su rol puede ser de ejecutor, es decir no influye en la
innovación, siendo su rol exclusivo el desarrolar en la práctica las pautas dadas por los
expertos. En este caso la relación jerárquica es clara, al igual que su dependencia y
subordinación al experto.
También puede asumir un rol de implementador, en el cual el profesor tiene un mayor rol en el
proceso de innovación, pues se le ve como un implementador activo del proceso de cambio y
no un ejecutor pasivo, como en la propuesta anterior. Sin embargo, su papel aún es secundario,
ya que queda excluido del diseño.
Por último, el profesor puede ser visto como un agente curricular, es decir es considerado no
sólo como un técnico capaz de innovar, sino como un sujeto que filtra y redefine la innovación,
adquiriendo así todo el protagonismo. Tiene así un papel primario en su relación con el experto,
participando en el diseño, tomando decisiones y trabajando en equipo (Tejada, 1995).
Son diferentes los componentes que quedan afectados por una innovación. Por un lado, está el
propio centro educativo, pues durante el proceso cambia su cultura y crece. De otro lado la
dirección, como organismo responsable de la gestión del cambio educativo. Estas actúan
como introductores de proyectos de cambio, como fuerza moral, como gestores de recursos
humanos, materiales y funcionales, como mediadores entre la adminstración y los subordinados
y como soporte técnico y medio para alcanzar los objetivos de la innovación. Está también el
apoyo externo, ya sea desde la admistración, mediante el intercambio institucional o ya sea
como asesor pedagógico de la innovación. El profesor, como agente de innovación y el
alumno como destinatario del proceso innovador (Tejada, 1995).
Todos estos actores interactuan e influyen en el proceso de cambio y por tanto son importantes
de considerar a la hora de estudiar estos procesos. Específicamente en este estudio
tomaremos el rol de este asesor externo y su relación con los otros actores significativos.
Es así como estas perspectivas propulsan más bien los cambios arriba – abajo (Marchesi,
1998) y la innovación se percibe como un proceso lineal en el que se incluyen un conjunto de
funciones basadas en el análisis racional y la investigación científica, donde el diseño y
elaboración de la innovación es realizada por expertos (Tejada, 1995). Esta perspectiva surge
en los años 60 en un ambiente de confianza en el progreso y la modernización, en donde se da
por supuesta la bondad del cambio, sin cuestionarse no los para qué, no los por qué. En ella se
tiende a ver la enseñanza como un fenómeno racional-científico, en el que se parte de modelos
prescriptivos, donde se da la linealidad con fases secuenciadas, bien definidas y delimitadas
(Tejada, 1998).
Esta perspectiva estimula el estudio de los intereses de los distintos colectivos, la negociación
de problemas y la búsqueda de soluciones compartidas. Contexto, conflicto, negociación,
consenso y compromiso son claves para la innovación bajo esta perspectiva (Marchesi, 1998,
Tejada, 1998, Sancho, 1998). También su comienzo puede situarse en los años 70, en una
época de insatisfacción social generador de conflictos sociales. No interesan tanto el cómo se
realizan los cambios, quiénes toman las decisiones, ni dónde se realizan, sino el porqué y para
Desde otra perspectiva, Santos Guerra (1990) plantea que existen tres modelos principales
para explicar las innovaciones en educación. uno es el de investigación y desarrollo en el
cual el proceso de cambio se compara con una progresión lineal que se inicia con el
descubrimiento de la novedad científica y termina con la utilización de la innovación por el
sistema en que se introduce. Este modelo supone que el cambio es racional y uniforme,
subestimádose el papel de variables individuales y grupales.
Otro modelo es el de solución de problemas, en el que cambiar parte desde las motivaciones
del usuario, que además queda implicado en el descubrimiento de sus necesidades educativas
y en la búsqueda de soluciones, permite por tanto diseños diferenciales y tácticas centradas en
el cliente. El problema es que las instancias superiores no sean sencibles al cambio y la rigidez
de la organización se imponga al cambio deseado y planificado (Santos Gerra, 1990). Este
enfatiza la innovación como una clarificación progresiva de problemas y búsqueda de
soluciones, en un modelo interactivo y racional del cambio (Leithwood, 1990).
Luego de presentar algunas definiciones de cambio educativo y los modelos que intentan
explicarlo, resulta importante profundizar en las etapas y dificultades con las que nos podemos
ir encontrando a la hora de generar cambios en los sistemas educativos como fruto del
asesoramiento.
Cambiar es difícil y pueden presentarse múltiples resistencias, la cual puede darse en los
individuos, grupos o organizaciones. En los individuos pueden darse resistencias como (De la
Torre, 1998, Tejada, 1998):
El hábito: en general se prefiere lo que es familiar a lo extraño o nuevo
Primacía: la forma en que se aprende por primera vez a resolver un problema genera una
patrón de comportamiento que suele persisistir, esto dificulta el cambio
Percepción o retención selectiva: percibimos selectivamente las cosas con el fin de
mantener intacto el mundo seguro que conocemos y nos sentimos cómodos
Falta de seguridad en si mismo: muchas veces tenemos conciencia de algo mal hecho,
sin embargo dudamos en cambiarlo, porque nos sentimos inseguros respecto a nuestra
capacidad para abordar esta nueva situación
Ignorancia: a veces no se conoce la innovación y hay oposición
Dogmatismo-autoritarismo: como rasgos de personalidad conllevan rigidez, inflexibilidad
que dificultan afrontar el cambio
Por otra parte, pueden haber dificultades en el propio proceso de enseñanza, cuando hay
descordinanción entre la teoría y la práctica o existe una sobresaturación de tareas rutinarias y
cotidianas.
En forma más amplia y considerando los planteamientos de las teorías sistémicas, puede haber
obstáculos en el sistema educativo, como tendencia del sistema a la uniformidad,
centralización-descentralización d el sistema. o aislamiento de la tarea docente.
Todo esto nos muestra que para cambiar necesitamos formación, instrumentos y recursos, un
orden formal e interés, en una mezcla de preparación y acompañamiento, conocimiento y
motivación (Tejada, 1998).
Todos estos son obstáculos, ahora cabe preguntarse qué variables pueden favorecer o facilitar
que se lleve a cabo el proceso de cambio.
Al respecto, Marchesi y Martín (1998) a partir de las lecciones que han ido dejando experiencias
anteriores, plantean aspectos como:
- Tiempo: calcular y controlar el tiempo necesario para una innovación es importante para su
desarrollo
- Coordinación, integración e interconexión: los cambios deben tener en cuenta el
funcionamiento de las organizaciones educativas, las relaciones allí existentes de acuerdo
de un modelo global e integrador
- Descentralización, pluralismos y contextualización, los cambios deben desarrollarse en
forma descentralizada, permitiendo soluciones plurales a los problemas que aparescan
- Transformación de la cultura de los centros: el cambio educativo debe ser una cambio
en la cultura de las escuelas
- Apoyo sostenido: los cambios necesitan del refuerzo de las administraciones educativas y
del papel de los asesores externos como posible mediadores entre la administración y los
centros educativos
- Compromiso y acuerdo: un compromiso que debe incluir los objetivos, el tiempo, los
recursos y las características del proceso de cambio
- Organización y gestión: las innovaciones que perduran son las que se orientan a impulsar
y profundizar el desarrollo organizativo de los centros educativos
- Desarrollo profesional de los docentes: esto implica lograr una satisfacción de los
profesores que implique condiciones laborales, valoración social e incentivos profesionales
Ante el cambio educativo es importante que el asesor defina cuál es el foco de transformación,
qué consideración merece el proceso de cambio y al servicio de quién está la mejora. Debe ser
un cambio consensuado y con participación de los asesorados. Algunas amenazas a su
participación son (Rodríguez, 1996):
La preponderancia de un discurso dominante que puede inhibir la consideración de
alternativas
El control burocratizado de los procesos de mejora escolar
La presión para encorsetar los procesos de cambio a un esquema previamente formalizado.
La participación implica un aprendizaje por las dos partes, por lo cual es importante elaborar
algún mecanismo que regule el modo de proceder de ambos de una manera consciente y
negociada. Una forma puede ser la elaboración de contratos. Así, desde el punto de vista de los
asesorados, se puede salvaguardar su poder y hacerlos responsables del proceso de mejora y
el asesor puede encauzar su influencia y asegurar la autonomía de los asesorados (Rodríguez,
1996).
Todo esto, sin embargo, se puede ver dificultado debido a que las esperanzas puestas en la
educación son inmensas, se pretende que el sistema educativo logre objetivos innumerables y
que sea capaz de preparar a los alumnos a enfrentarse con éxito a cualquiera demanda social
que se le pueda presentar. La tarea es tan grande que se puede generar desasosiego por la
dificultad de alcanzar un objetivo tan grande (Marchesi y Martín, 1998)
Cuando hablamos de proyectos que propulsen el cambio muchas veces éstos se generan
exclusivamente por presiones externas, en estos casos estos proyectos quedan reducidos a
documentos sin voluntad de modificar nada. En cambio, cuando este proyecto supone una
opción por el avance y el cambio, comienza un largo camino, con avances y retrocesos, con
seguridades e incertidumbres que llevan a nuevas prácticas y a un mejoramiento del fin último
que es el aprendizaje de los alumnos.
Como dicen Hargreaves y Hopkins (1994), cuando las escuelas se comprometen a un plan de
progreso pasan por un serie de fases. En la primera se preguntan: ¿Hay algún modelo ya
elaborado que se parezca a éste?, ¿qué características tienen un plan de este tipo?. En un
segundo momento, la escuela decubre que más importante que el documento o proyecto es el
proceso de planificación en si mismo. Finalmente, esto lleva a modificar la estructura
organizativa y la cultura de las escuelas como una forma de generar el proyecto en cuestión.
En un estudio de casos (Sancho, 1998) sobre procesos de innovación se vio que la presencia
de asesores no es un elemento imprescindible para llevar a cabo una innovación, pero si se
constató que los centros necesitan de alguien que, desde fuera de su propia experiencia, les
sirva de interlocutor para valorar el proceso que están siguiendo.
Los tres aspectos centrales para la innovación en este estudio eran la cultura pedagógica en
cada centro materilizada en un proyecto claro, pero dinámico, flexible y operativo; el grado de
estabilidad del equipo docente; y los recursos y apoyos necesarios para llevarla a cabo.
Fullan (1982, 1990) plantea algunas sugerencias para enfrentar de mejor forma este proceso de
cambio:
Actuar es mejor que planificar, un análisis de necesidades muy largo puede resultar peor
que no hacerlo
El director no es la clave de la innovación, aunque su papel es importante, existen también
otras personas
Pensar en crear un sentimiento de pertenencia al proyecto inmediatamente es ridículo,
porque éste se construye y se desarrolla con el tiempo en el trabajo diario de una escuela
La ayuda y apoyo después de la planificación es esencial
Al analizar proyectos de cambio exitosos (Fullan, 1990) se ha visto que estos tienen en común
los siguientes elementos:
El proyecto estuvo fundamentado en un proceso transaccional, es decir se concebió el
cambio como un proceso que requiere atención al sujeto como alguien que ha de lograr el
sentido del cambio
Estuvo basado en un acoplamiento fuerte y débil al miemo tiempo
El proyecto contó con tiempo suficiente
El proyecto enfatizó la reflexión
Se dieron negociaciones para ir readpatando el proyecto en vez de seguir una estragia pre-
empaquetada
Se mantuvo un énfasis claro hacia los datos de modo que se producía y usaba la
información recogida.
De la Torre (1998) realizó una investigación a partir de estudios de caso sobre el proceso de
innovación en algunos centros educacionales españoles. En esta vio que el acceso a los
centros educativos es una primera dificultad con la que tuvo que enfrentarse el investigador, por
esto debió asumir un rol de asesor-investigador estableciendo un compromiso de colaboración
con los centros. A nivel institucional se vio que las innovaciones no cambiaban de gran forma
las creencias, valores y actuaciones que constituyen la cultura de las escuelas, pues este es un
proceso lento y fruto de decisiones de todo el colectivo y en las innovaciones sólo participaba
parte de éste. Si se vieron mejoras en el clima de convivencia, el valor dado a la colaboración,
cohesión y comunicación de los profesores. También se observó que la innovación generó un
aumento de la cantidad de reuniones entre los profesores, generando mayor debate entre ellos.
A nivel personal se vio que el profesorado cambió en nuevos conocimientos y dominio de
Todo esto nos muestra una vez más la difícil tarea que es cambiar para los sistemas educativos
y que el asesor tiene un gran desafío en colaborar que estos procesos de cambios logren
materializarse en la organización educativa.
Uno de los principios que hemos mencionado anteriormente respecto a los procesos de cambio
es su carácter progresivo, procesual. De la Torre (1994) destaca la necesidad de entender los
cambios desde un enfoque transaccional. Es éste un factor de importancia cuando se analizan
los procesos de cambio: las innovaciones pasan por diferentes etapas que es preciso reconocer
si queremos ofrecer un modelo amplio que permita enfrentarse a su evaluación. Las tres etapas
fundamentales que se mencionan son: iniciación implantación e institucionalización.
A. Iniciación
La iniciación configura una de las fases primeras de toda innovación y ésta consiste en el
proceso por el cual se diseña la innovación, se planifica, se da a conocer, se decide, en
definitiva iniciar un cambio al nivel que se considere (Estebaranz, 1994). En esta fase hay que
diferenciar con claridad las innovaciones que se originan por iniciativa de la Administración, que
pueden tener un valor más o menos normativo (integración, contenidos curriculares), de las que
se adoptan por iniciativa de los propios profesores (bien sea mediante la convocatoria oficial de
proyectos de innovación educativa, bien de forma particular). Ambos tipos de iniciación
contribuyen a una configuración de los procesos innovadores claramente diferentes.
La iniciación se ve también influida por una serie de variables que es necesario atender porque
influyen y determinan las fases siguientes del proceso de innovación. Así, se requiere que los
profesores perciban que la innovación que se les propone o que han escogido es de calidad,
mejora de forma significativa la práctica cotidiana, es cornpatible y consistente con los valores,
experiencias pasadas y necesidades potenciales de los usuarios, su complejidad es baja, se
permite el ensayo y la experimentación antes de la implantación, y es observable, visible y
demostrable (Rogers, 1983, en Pozo, 1996).
Otras variables que influyen en el proceso de iniciación y adopción de innovaciones tienen que
ver con la normatividad u obligatoriedad con que se presente, la implicación de los profesores,
la existencia de recursos económicos y materiales, así corno las posibilidades de
asesoramiento externo y especializado. La iniciación no es un momento concreto, sino un
proceso en el que en función de los resultados que se van obteniendo como consecuencia de la
evolución de la propia innovación, se van observando repercusiones tanto en la incorporación
B. Implantación
En esta fase, por su parte, lo importante es enfrentarse con las dificultades y conflictos que
surjen al implementar el cambio educativo, para lo cual resulta relevante el contar con objetivos
claros, un liderazgo eficiente, un desarrollo organizativo acorde con el cambio, una buena
implicación de profesores, apoyo y asesoramiento, así como trabajo en equipo e interacción
informal. Todo esto acompañado, de cambios en la organización interna de los centros
educativos, que genere cambios en su cultura organizacional.
Estos cambios se facilitan cuando se tiene apoyo y asesoramiento externo. Esto, debido a que
se puede dar una diálogo y reflexión conjunta entre los profesionales que implementan la
innovación, con otros que puede tener menor implicancia personal en el proceso de cambio, lo
cual genera efectos más estables y facilita la solución de problemas que pueden aparecer en la
aplicación del cambio (Marchesi y Martín, 1998).
C. Institucionalización
Esto, es fruto final de un largo y difícil proceso de negociación y superación de conflictos entre
grupos y personas que generan un nuevo marco de relaciones y normas que permite consolidar
El considerar estas caraterísticas y fases del cambio es importante para entender que cambiar
es un proceso complejo y poder analizar el proceso a investigar en este estudio teniendo en
cuenta en qué momento del proceso de cambio se encuentra.
Tal como ya hemos visto el cambio involucra una serie de variables y éste tiene características
distintas según el modelo preponderante y sus propias cualidades en cuanto a origen, amplitud,
etc. Sin embargo también tenemos que considerar de qué estamos hablando cuando decimos
cambio, porque no es lo mismo hablar de cambios individuales o grupales o organizacionales o
más bien deberíamos pensar que en un proceso de asesoramiento debieran darse cambios en
todos estos niveles y que sería la confluencia de estos cambios el que generaría el
mejoramiento educativo que se espera. Para entenderlo un poco más profundizaremos en tres
tipos de cambio, el conceptual, el actitudinal y el organizacional.
Las innovaciones, todas las innovaciones, las piensan personas y las implantan personas.
Personas que poseen su formación, su conocimiento práctico, su biografía, su estilo de
aprendizaje. Como afirmaba Hargreaves: "los profesores dan sentido al cambio
fundamentándolo en su propio conocimiento práctico, personal, y en su propia experiencias"
(1996, pp.15, en Garcia, 1997). Parece que hay coincidencia entre los diferentes autores
respecto a que los procesos de cambio han de atender a la dimensión personal del cambio, es
decir, la atención al impacto que la propuesta de innovación tiene o puede tener en la persona
del profesor: sus creencias, valores y sentimientos (Sikes, 1992, en García, 1997).
Cambiar para los profesores implica aprender un nuevo conocimiento o habilidad o actitud y
para esto tenemos que entender las etapas propias del aprendizaje por las cuales va pasando y
dentro de esto entender el cambio conceptual que puede ir produciéndose en los profesores
fruto del asesoramiento.
Una idea que vemos en general en las teorías del aprendizaje humano, es que aprender
implica cambiar los conocimientos y las conductas anteriores. Aunque el asociacionismo partía
de la metáfora de la tabula rasa, la propia concepción empirista supone que la experiencia
genera conductas sobre las que se asentarán los nuevos aprendizajes. Para las teorías
constructivistas esta idea de partir de los aprendizajes anteriores es aún más central, ya que el
aprendizaje se concibe precisamente como una reestructuración de los conocimientos y
conductas presentes en el educando.
Buena parte de las dificultades del cambio o del aprendizaje provienen precisamente de esta
necesidad de cambiar lo que ya se sabe o se hace. Aprender implica siempre de alguna forma
desaprender. Todo esto lo plantea Pozo (1996), diciéndonos que muchas veces lo difícil no es
adquirir una conducta o una habilidad sino dejar de hacerlo. El problema no es tanto aprender
las leyes de Newton como reestructurar conocimientos para poder asimilarlos, lo cual requiere
diseñar la instrucción para conseguir un cambio conceptual. Es así como frecuentemente los
esfuerzos deliberados por adquirir o enseñar conocimientos explícitos tropiezan con los
Vemos entonces que lograr despaprender lo aprendido y lograr por tanto cambios conceptuales
es un proceso bastante difícil y que implica analizar las teorías implícitas que tenemos. Para
entender de mejor forma estos conceptos vamos a revisar que nos dice Karmiloff-Smith y otros
autores que han trabajado el tema.
Como decíamos, muchas de las cosas que hacemos están influidas por las llamadas teorías
implícitas, las cuales pudiendo ser eficaces en las rutinas diarias, pueden interferir otros
aprendizajes explícitos. La propia naturaleza asociativa de estas teorías implícitas y su función
de capturar la estructura del mundo hace que muchas veces estas teorías tengan una forma
incompatible con otras teorías que se están intentando aprender. El cambio conceptual
requiere, por tanto, de un proceso de transformación sobre el propio conocimiento, para lo cual
se necesita explicitar las propias teorías implícitas mediante un proceso de toma de conciencia
sobre ese conocimiento implícito, que sirva para compararlas con el conocimiento nuevo,
percibiendo sus diferencias estructurales (Pozo, 1996).
A partir de Karmiloff-Smith (1994) se observa que este proceso pasa por varias fases. Una
primera etapa en la cual se forman teorías implícitas que generan representaciones
contextuales, formando paquetes de información que se aplican de forma rutinaria en dominios
específicos y que no están accesibles a la reflexión consciente.
Cuando se utilizan estas teorías en nuevos contextos, se abre la posibilidad de una reflexión
consciente, se produce una redescripción representacional que permite hacer de las nuevas
representaciones objeto de conocimiento. Esta reflexión consciente tiene formato de
verbalización, mediante representaciones conceptuales explícitas.
A partir de esto vemos que las teorías implícitas mantienen un fino equilibrio entre el cambio y la
estabilidad del conocimiento. Las personas no cambian constantemente ni se mantienen
totalmente cerradas a los datos. El ajuste entre teoría y evidencia requieren de un conjunto de
habilidades como por ejemplo (Kuhn, et al, 1988, en Rodrigo, 1994):
Pensar sobre la teoría en lugar de pensar con la teoría, esto implica ser consiente de su
teoría, pues la utilizar como medio de organizar e interpretar su experiencia, sólo si es
consciente de esto es capaz de pensar en teorías alternativas.
Codificar y representar la evidencia como una entidad distinta de la teoría. Si no diferencia
entre una y otra, la evidencia es sólo un ejemplo de la teoría y forma parte de ésta.
Mantener la valoración de la teoría al margen, para poder evaluar objetivamente la
evidencia.
Las teorías implícitas regulan los procesos de cambio - estabilidad en el conocimiento cotidiano.
Con esto se logra que este conocimiento cambien para guardar alguna correspondencia con la
evidencia externa y mantener cierto grado de continuidad, necesario para la producción de
inferencias, toma de decisiones y la propia acción.
A la vez, la función de estas teorías en distintos ámbitos de nuestra vida cotidiana es simplificar
las situaciones a las que nos enfrentamos, reduciendo su demanda cognitiva, centrándonos en
los rasgos más relevantes, condensando las secuencias que ocurren de forma regular y
aumentando nuestra capacidad predictiva en contextos cotidianos. Esta función simplificadora
se opone a la complejidad de los teorías científicas o conocimiento formal o disciplinar. Estas
teorías no han sido construidas a partir de procesos de reflexión, sino son producto de asociar
aquellos acontecimientos que tienden a suceder juntos. Cuando estos acontecimientos se
repiten acaban de condensarse formando paquetes de información o esquemas (Pozo, 1996) .
En relación a esto, Norman (1990) habla de reestructuración, cuando se logra el mayor grado
de significabilidad del aprendizaje, es decir cuando se generan cambios en los cuales se
reorganizan drásticamente las relaciones entre los esquemas de conocimiento y los propios
esquemas. Esto puede suponer un cambio teórico, al cambiar las explicaciones de los
fenómenos o una reorganización en la jerarquía de conocimientos sin cambiar una teoría. En
ambos casos, se habla de cambio conceptual, es decir una transformación cualitativa de las
teorías implícitas, al confrontarse con nuevos contenidos.
Esto implica plantear contradicciones entre las teorías implícitas y la realidad o las explicaciones
teóricas sobre la realidad. Es una toma de conciencia que haga explícitos los conocimientos
previos y permita constatar conflictos empíricos y conceptuales (Pozo, 1996).
Huertas (1999) habla de diferentes niveles de interiorización que nos llevaría al cambio
cognitivo. Se partiría de un nivel de regulación externa en el cual la persona adquiere una parte
del sistema de reglas y actuar de un discurso, pero sin que se admitan la mayoría de las
condiciones normativas, la persona sólo sabe que existe un cierto modelo sobre cómo actuar,
pero no existe una interiorización de éste, sino que se ejecuta sólo si esta la regulación
externa. El segundo nivel es superficial o espurio, en que la persona admite cierto poder
normativo a ese discurso aunque no se siente obligado a su total observancia. Ya en el tercer
nivel, de interiorización más profunda, se consigue que los modelos externos comiencen a
confundirse con patrones básicos de acción del individuo, la persona ve que la doctrina
expuesta en el discurso es válida y útil y por lo tanto debe guiar el comportamiento. Aunque ya
en el nivel cuatro (de interiorización genuina) la persona siente sus acciones como auténticas,
integradas y coherentes con el resto de sus valores o esquemas motivacionales.
El cambio conceptual, por lo tanto, sería el último paso de un proceso constructivo, que implica
la explicitación de lo implícito y que no se da sólo sino que necesita de una mediación educativa
o cultural (Pozo, 1994, en Pozo ,1996).
Todo esto puede traer como resultado que se produzcan conflictos superficiales ante la
nueva información, en la cual solo se enriquecerá el conocimiento con la idea de que existen
ciertos desajustes. También se pueden producir modificaciones parciales, en que de verdad
se da un conflicto conceptual y una restructuración progresiva de los conocimientos previos,
que va precedida de ajustes que llevan a modificaciones concretas, sin embargo aún se utilizan
los conocimientos en un número restringido de casos. Por otra parte, cuando los ajustes
Es importante considerar los conocimientos previos que tengan, los cuales son
representaciones que poseemos sobre los aspectos concretos de la realidad. Son unidades de
información que incluyen gran cantidad de información internamente estructurada. Al estar
relacionada entre si esta información, se activa y utiliza a la vez, como un paquete, exigiendo
por esto menos capacidad de procesamiento del necesario si cada elemento tuviera que
almacenarse o recuperarse por separado.
Todo esto está muy bien desarrollado por Thagard (1992) al analizar las revoluciones
científicas, el plantea que el menor de los cambios en la estructura y significado de los
conceptos es la revisión de creencias. Más compleja es la reorganización conceptual, que
implica modificar la estructura conceptual del dominio, mediante la descomposición de un
fenómeno antes considerado unitario, o la diferenciación entre casos antes vistos como
similares, o la integración de fenómenos hasta entonces visto como dispares. Todo esto altera
el significado de un concepto, pero no la organización del árbol de conocimientos de la
disciplina. Sin embargo, la suma e integración de estos cambios podría traducirse en una
reestructuración del árbol de conocimientos en un dominio.
Todos estos cambios menores son centrales para el cambio conceptual y los procesos de
construcción sólo serán eficaces cuando integren estas formas de aprendizaje elementales,
pero relevantes (Pozo, 1996b).
Además, tenemos que considerar que las teorías implícitas se construyen a partir del
conocimiento cotidiano en escenarios socioculturales, compartidos con otras personas. Son
estos escenarios entornos espacio-temporales que contienene un rico entramado de
intenciones, motivos y metas, que realizan actividades y tareas significativas para la cultura y
que siguen ciertos formatos interactivos y tipo de discurso, osea negocan unas representación
compartida del contenido de la interacción. Todo eso como lo pantea Rodrigo (1998) cuando se
refiere a contextos de aprendizaje. Ella plantea que las teorías implícitas también se construyen
en comunidades de prácticas constituidas por personas que realizan actividades y tareas en
base a ciertas motivaciones y metas, en estos contextos las personas desarrollan habilidades
específicas mientras realizan ciertas actividades culturales y como resultado de esta práctica las
personas van recolectando sus experiencias que servirán de base para la construcción de su
conocimiento. Lo importante de todo estos conceptos es que nos muestra que cuando
estudiamos un contexto debemos considerar que no existe un contexto de aprendizaje aséptico,
sino que siempre esta lleno de relaciones interpersonales, significados culturales, motivaciones
y propósitos, queda todo un espacio para las teorías implícitas de los distintos actores que
forman el contexto y un conjunto de regulaciones tácitas que todos los actores contribuyen a
definir y que a su vez deben ser objeto de aprendizaje por parte de todos.
Para integrar el conocimiento cotidiano, hay que considerar los dominios de aprendizaje de los
que se esta hablando, por ejemplo existen dominios sobre los que no hay conocimiento
cotidiano (por ejemplo la atmósfera de los planetas no habitados), por lo cual es la situación
más fácil en la que comenzar a integrar conocimiento escolar con otro conocimiento escolar
Por lo tanto, Rodrigo (1993) nos dice que el mundo de experiencias cotidianas en las que
actuamos es producto de nuestras propias acciones, percepciones y cogniciones, en lo que son
centrales las teorías implícitas las cuales son construidas en contextos sociales y consensuados
y negociados en nuestros encuentros con otros.
Esto es coherente con lo que plantea Freire (1990), cuando dice que debemos impulsar un
conocimiento transformador, que permita trascender el carácter alienante de lo cotidiano,
entendiendo esto como la forma espontánea de movernos en la realidad. Necesitamos lograr un
conocimiento irreductible de los hechos. De así la necesidad de ir más allá de una simple
percepción de hechos y acontecimientos, en búsqueda no sólo de la interdependencia entre
estos conocimientos, sino también de los elementos constitutivos de la totalidad de cada uno,
así como la necesidad de generar un control sobre nuestros propios procesos de pensamiento.
Para entender este cambio de actitudes hay que considerar que éstas no sólo implican una
forma de comportarse en ciertas situaciones o ante esas personas, sino también una valoración
y un conocimiento social. Es decir, además de un componente conductual, tienen rasgos
efectivos (nuestras preferencias y rechazos cognitivos hacia algo) así como una dimensión
cognitiva (conocimientos y creencias sobre algo). La consistencia de una actitud depende en
buena medida de la congruencia entre estos distintos componentes. Una actitud será más firme
y consistente, y con ello más estable y transferible cuando lo que hacemos es congruente con
Un primer conflicto puede ser entre las propias actitudes del grupo de referencia. Una forma
de modificar las actitudes puede ser intentar cambiar su afiliación grupal (asignándoles a otro
grupo con actitudes en parte divergentes de las suyas).
Otro conflicto puede ser entre las actitudes y la propia conducta, es decir cuando se produce
una disonancia cognitiva, cuando percibo que mi conducta no se ajusta a mis creencias
(Festinger, 1957, en Pozo, 1996). Cuando percibo que mi conducta (fumar como un adicto, por
ejemplo) no se ajusta a mis creencias y preferencias (el tabaco es dañino para la salud mía y de
los que me rodean), posiblemente reestructuraré mis actitudes para ajustarlas a mi conducta. El
fenómeno de la disonancia permite explicar algunos hechos sociales Si se fuerza al aprendiz a
comportarse en contra de sus actitudes, acabará por modificarlas. Por ejemplo, un aprendiz que
adopta una actitud pasiva o reproductiva con respecto a su aprendizaje puede acabar por
modificarla si le implicamos, de modo sutil, en tareas que le obligan a un mayor compromiso
(Pozo, 1996)
Un último tipo de conflicto que se puede plantear es entre actitud y conocimiento social, ósea
puedo recibir una nueva información que influya en mi actitud (Pozo, 1996).
Sin embargo, resulta importante considerar que los conflictos son una condición necesaria, pero
no suficiente para la reestructuración cognitiva, se requiere también de una toma de conciencia
y reflexión individual, propias del cambio conceptual antes descrito. Asimismo, este cambio de
actitudes se va facilitado por cambios organizacionales relacionados con los cambios en la
cultura organizacional que se explicarán a continuación.
Así se ha visto, por ejemplo, que a pesar de las presiones para cambiar el sistema educativo, la
fuerza de la ortodoxia tradicional es inmensa, pues innovación educativa significa una batalla a
la realidad tal cual es, significa una apuesta a lo colectivamente construido como deseable, por
una transformación de lo existente ( Escudero, 1992).
El individuo es incapaz de cumplir todas sus deseos y necesidades por sí mismo, por lo cual se
hace necesario conformar entidades que los reúnan y que puedan responder a objetivos
comunes, de esta forma surge la necesidad de formar organizaciones que permitan satisfacer
estas necesidades y deseos.
Una organización puede ser entendida entonces como un "sistema abierto y complejo en
interacción dinámica con múltiples medios, que trata de alcanzar metas y realizar tareas a
muchos niveles y en grados diversos de complejidad, evolucionando y desarrollándose a
medida que la interacción con un medio cambiante determina nuevas adaptaciones internas"
(Schein, 1982, pp. 210).
La escuela es un tipo de organización que se caracteriza por constituir un sistema abierto, que
se relaciona con un medio ambiente cambiante compuesto por otros sistemas tales como: la
familia, la comunidad y el sistema social, político y económico reinante. Esta misma
organización, como sistema, se va transformando en relación con estos sistemas, debiendo
adecuarse a la modernización, respondiendo a los desafíos sociales, y otros. Al mismo tiempo,
la escuela es una entidad transformadora, que a través de sus procesos de enseñanza, del
traspaso de valores y a través del cumplimiento de sus objetivos, educa y genera personas que
se insertan en la sociedad y que utilizan lo adquirido en una re-transformación del sistema total
del que son parte.
Dada esta estructura que enmarca y/o delimita a la organización, se dan determinados
procesos, los cuales se caracterizan por darle dinamismo a esta estructura, y en definitiva,
Estos procesos guardan relación con la interacción psicológica entre la organización y sus
miembros, dentro de lo cual son importantes la naturaleza de la autoridad (poder), la posibilidad
de influir en el sistema (liderazgo), la motivación y los tipos de dirección. Otro aspecto relevante
en las organizaciones es la integración de sus partes para lograr un rendimiento eficaz total. Al
trabajar unos con otros van surgiendo procesos que nacen de procedimientos formales, y a la
vez se originan acuerdos informales, pues muchas veces los aspectos formales no logran
satisfacer todas las necesidades de sus miembros (Schein, 1982). Estos acuerdos informales
surgen de relaciones espontáneas que se dan entre los miembros de la organización; el
proceso que enlaza estas relaciones es la conformación de una cultura que le es propia. Al
mismo tiempo, los miembros perciben de una forma determinada lo que ocurre al interior de su
organización, creando un clima organizacional.
Cuando hablamos de cultura nos referimos a una dimensión rpofunda que subyace a la vida
organizativa, sin embargo no hay una definición única ni un modo unívoco de comprender este
concepto. Algunas perspectivas la ven como algo que posee la organización, osea como una
variable como la estructura o el liderazgo, que puede en cierta forma ser aislada para ser
estudiada y analizada para ver su relación con otras variables organizacionales,. Otra
posibilidad es ver a la organización como cultura, es decir la organización como una realidad
construida por sus propios miembros (un artefacto cultural) que es necesario analizar y
comprender en términos de sus aspectos ideacionales, expresivos y simbólicos, más que en
sus aspectos estructurales, objetivos y medibles (Gonzáles, 1994).
Las funciones de esta cultura organizacional son: definir sus límites como organización,
transmitir un sentido de identidad a sus miembros, facilitar la creación de un compromiso
personal, aumentar la estabilidad del sistema social, y controlar, dar sentido, guiar y modelar las
actitudes y el comportamiento de sus miembros. Algunas características que revelan la esencia
de una cultura son el grado de autonomía e independencia de quienes la conforman, grado de
apoyo de la gerencia a su subordinados, grado de identidad de la organización, grado de
conflicto y su tolerancia, valores y creencias (Robbins, 1987).
A estos conceptos de cultura organizacional López (1995) resalta la importancia del lenguaje,
pues los seres humanos construimos y aplicamos significados distintos a los hechos sociales, a
los que vivimos cotidianamente. Pero los significados no se improvisan, sino que perduran
aquellos que generan cierto consensos a lo largo del tiempo y estos conforman culturas
organizacionales. Tomando conceptos de la teoría sistémica (Palazzoli, 1990), la cultura sería
una agrupación de sujetos con historia. Toda esta perspectiva cultural trata de comprender las
organizaciones, más que interpretar los fenómenos organizativos, se ocupa de la reconstrución
de significados de los hechos (López, 1995).
Asimismo, Skrtic (1991) plantea que una de las bases de una escuela efectiva, es que dentro
de su cultura como organización se acepte el principio de la innovación más que el de la
estandarización; y que se oriente hacia la resolución de problemas y la creación de nuevos
programas que apunten hacia este fin. Bajo un ajuste mutuo, la coordinación se logra mediante
una comunicación informal entre los miembros del equipo, al inventar y reinventar soluciones a
problemas con una base "ad-hoc". Este es un proceso que requiere tiempo de adaptación, de
ajuste y de revisión de las teorías y prácticas convencionales.
Mitchell (1990), a su vez, dice que para lograr una reestructuración de las escuelas se requiere
de un cambio cultural en las organizaciones, en la que el líder sea capaz de estar atento a la
naturaleza cambiante de esta cultura, a sus rituales, símbolos, roles, reglas y relaciones
interpersonales. Este autor también sugiere que un cambio a nivel de la cultura de la escuela
no es una tarea sencilla, porque tienden a ser estructuras bastante rígidas y resistentes al
cambio.
Otra idea importante propia de estas concepciones es que las resistencias al cambio no son
una cuestión de actitud o capacidad individual, sino que de inercia organizacional, esto está en
las dimensiones más estables y profundas propias e las culturas escolares. De la misma forma
que existen culturas innovadoras, existen culturas inmovilistas, especialmente preparadas para
no cambiar (Casanova, 1997).
Rudduck (1994) plantea que los esfuerzos a introducir cambios han tendido a subestimar la
importancia de la cultura de las escuelas y aulas para aceptar y rechazar innovaciones que
entren en conflicto con las estructuras y valores dominantes de una cultura escolar. Cambiar
siempre implicará entrar en conflicto con esta cultura.
Para esto se requiere analizar las ideas previas ante el cambio respecto al sentido del cambio,
imágenes del cambio y las prácticas que llevan al cambio (Domínguez, 1997)
Todo cambio es un proceso de aprendizaje de nuevos modos de pensar y actuar, por eso
concebimos el asesoramiento como un proceso de aprendizaje cuyo objetivo es el cambio para
enfrentar una problemática específica planteada por los centros educativos. Por lo tanto el
estudio de las condiciones que facilitan el aprendizaje también sirven para intentar entender los
procesos de cambio. Es así como Campo plantea (1997) que las organizaciones educativas son
lugares de aprendizaje para los profesores, partiendo de su propia experiencia cotidiana, a
través de las actividades y tareas que ejecutan, tal como ya vimos al hablar de cambio
conceptual y actitudinal.
Los cambios por lo tanto, no son sólo un fenómeno organizacional, sino también está
relacionado con el desarrollo personal y profesional de los docentes y se facilitan con una
mezcla equilibrada de presión y apoyo continuado (Campo, 1997).
Curtis y Stollar (1996) describen un modelo para lograrlo en el cual consideran los siguientes
pasos:
Describir el problema lo más concertamente que se pueda, describiendo claramente los
resultados esperados por los cuales vale la pena esforzarse
Analizar el problema eligiendo los factores que pueden ayudar a solucionarlo, en cuanto a
recursos requeridos y los factores que pueden transformarse en obstáculos
Elegir un obstáculo que es significativo en téminos de resolver el problema
Focalizarse en el problema seleccionando las estrategias para eliminar este obstáculo
Designar un plan concreto de acción
Establecer un procedimiento a seguir y evaluar
Por lo tanto, muchos autores concuerdan en la gran importancia que tiene el manejar el cambio,
como base para abrir a la organización a los desafíos del medio y generar un ambiente
dinámico y actualizado (Fullan, 1986, Simon, 1984, en Hutchinson, 1993).
Se plantea que en general las organizaciones buscan la estabilidad, pero que, a pesar de ello,
para que ésta se configure, es necesario que la organización pase por períodos de
inestabilidad, confusión y conflicto, pues su ambiente externo e interno tiene sus propias
La cultura propiciadora de cambios de calidad es aquella que emerge del esfuerzo compartido
de los participantes de una organización, en un equilibrio entre la prudencia en la acción y los
retos que se deben asumir para estimular la transformación de una institución educativa
(Medina, 1997).
El lograr esta cultura de cambio requiere de las personas del centro educativo una cierta
sensibilidad y compromiso. Para esto se requiere estimular la capacidad creadora de los
miembros del centro, para lo cual hay que basarse en las actitudes personales y en la creación
de situaciones de disonancia que incentive, por ejemplo, a los profesores a implicarse en el
proceso de cambio. En relación a esto Domínguez (1997) plantea la necesidad de analizar los
esquemas conceptuales ante el cambio que tienen los distintos miembros de la organización,
específicamente los relacionados con las actitudes ante la colaboración, la práctica y
experiencias en otros procesos de cambio, el clima relacional del centro educativio y los
posibles problemas que superar para realizar el cambio. Esto se puede observar en el esquema
que se adjunta a continuación:
Cultura en colaboración
para el cambio
Se han buscado alternativas en el manejo de este cambio, las cuales buscan el ejercicio de
la discreción, sensibilidad y contingencias que venzan la adherencia dogmática y rigidez
estandarizada. Estas alternativas pasan por un considerar la cultura organizacional de la
escuela, se busca el reconstruir los valores personales y compartidos de la organización, con el
fin de que sean entendidos, respetados y manejados. Se plantea que es importante aceptar la
responsabilidad en el proceso del cambio acerca de sus propias creencias y acciones, lo cual
requiere un espacio organizacional y una cultura de colaboración que lo permita. Es importante
que el staff sea preparado para aceptar su rol en el proceso de cambio, que se sientan parte de
él, para lo cual deben crearse espacios de reflexión, discusión y participación (Hutchinson,
1993).
Es así como resulta central en el desafío de abrir la organización para el cambio el presentar
algunos de sus facilitadores, que requieren considerar los aspectos de su cultura. Por lo tanto,
en términos generales, algunas variables que facilitan el cambio son:
El soporte externo, es decir, el apoyo de estructuras centrales, como el estado, ministerios,
municipios, etc., a la necesidad de cambio de la escuela y sus estrategias
transformacionales (Wheeler, 1989). Este aspecto es central, ya que el medio externo
constituye el contexto que rodea a la escuela y que por tanto, influye en sus estrategias,
funcionamiento y modo de ser. Este medio, a la vez, demanda una adaptación a él y a sus
propósitos; por lo tanto, si este medio se orienta hacia el cambio y lo estimula, la
organización verá facilitado el cambio al interior de ella.
La habilidad de manejo del director, es decir, es él quién da el imput para el cambio, siendo
vital el nivel de compromiso de él al respecto. Es importante su status y credibilidad en la
organización, el que envíe mensajes claros acerca de la importancia del cambio planeado y
el que propicie la participación (Wheeler, 1989). Para que este imput sea efectivo, es
necesario que el líder de la organización se base en los valores y creencias de la cultura de
su escuela, la respete e integre.
Es también un facilitador la presencia de una cultura escolar que asuma los conflictos que
implica el cambio, conflictos entre las fuerzas de la estabilidad y del cambio, entre idealismo
y enfrentamiento a la realidad, entre el miedo y la esperanza, entre hacer cosas o dejarlas
como están. Es el líder quien debe crear instancias de participación de todo el personal, y,
a la vez, debe utilizar este mismo conflicto como una energía para el cambio, debe ser un
líder transformacional (Tichy y De Vanna, 1992).
La actitud del staff y su participación, siendo un estilo más democrático propiciador de una
mayor participación y concertación de toda la escuela. La búsqueda del consenso,
permitiendo, sin embargo, que todos en la organización, tomando sus propias habilidades y
competencias individuales, adquieran un rol innovador en cada tarea que realizan
cotidianamente.
La presencia de una cultura organizacional que se refleje en el clima, en el que las buenas
relaciones y una percepción positiva de los miembros de la organización es central para que
se comprometan en el proceso de cambio.
Se necesita también un constante feedback de la realidad tanto interna como externa, que
permita ir evaluando el impacto de las innovaciones a distintos niveles y posibles vías de
resolución (De Mello, 1994).
Por lo tanto, se ha visto que es importante involucrar al staff en el cambio, generando una
"cultura colaborativa", en la que todos los implicados estén comprometidos en las decisiones
que se tomen. Al mismo tiempo, es central el que esté presente un director que ejerza un
liderazgo participativo, con objetivos claros y que propicie la cohesión de la organización.
Más allá de estas estrategias organizacionales cabe destacar algunas de las proposiciones
realizadas por Rodrigo (1997) en este tema, resaltando ella la importancia de considerar el
conocimiento cotidiano de la escuela como base para el camino educacional, para lo cual
realiza tres propuestas:
Sustituir el conocimiento cotidiano por el escolar
Permitir la coexistencia o activación diferenciada entre los diferentes actores del sistema
Fomentar el enriquecimiento del conocimiento cotidiano con una visión más integrada del
mundo, conformado a partir de la integración de diferentes saberes.
En síntesis, es importante resaltar el valor de la cultura propia de la escuela, una cultura que si
es sobrepasada, que si es omitida, sin duda se resistirá al cambio. Sin embargo, si el director y
el staff la conocen y la refuerzan, desde ella podrán administrar el cambio, pasando de ser una
obstrucción rígida e inflexible al cambio a ser una cultura facilitadora. Para esto es importante ir
configurando en los sistemas escolares culturas que toleren el cambio, que generen proyectos
educativos propios e innovadores, que propicien una participación comprometida y
perseverante en la organización y que sean capaces de conocerse, de aprender de sus errores
y del medio en que se encuentran, convirtiéndose en organizaciones que aprenden y que se
desarrollan, logrando una adaptación exitosa frente a las necesidades del medio y a la vez,
logrando la satisfacción de sus miembros.
En este sentido, "una escuela que aprende" es una escuela capaz de cambiar. Por esta
razón, para que este cambio se materialice, se requiere que la organización detecte una
necesidad de expandir sus capacidades para crear un futuro diferente, adaptarse (sobrevivir) y
aumentar su capacidad creadora. Es así que organizaciones que aprenden de su medio y son
capaces también de crear alternativas distintas para sí en concordancia con sus valores,
creencias y modos de ser, se transforman en una organización que crece, que se desarrolla, y
por tanto, en una organización que cambia.
Las organizaciones no tienen como único fin sobrevivir, sino también desarrollar su potencial,
pero este desarrollo sólo es posible a través del aprendizaje. Sin embargo, es este un proceso
difícil que requiere de que la organización rompa con viejos estándares de funcionamiento,
reflexione sobre si misma y venza barreras que ella misma y sus miembros tienden a ponerse,
como son:
Por lo tanto, una organización que aprende es un organización capaz de mirarse a sí misma e
identificar los puntos donde los actos y modificaciones en estructuras, actos o actitudes pueden
llevar a mejoras significativas y duraderas. Es un ver a través de las complejidades de las
organizaciones y aprender a partir de lo que se hace, lo que se deja de hacer y lo que está
implícito.
Para esto, los autores enfatizan la importancia de generar y descubrir visiones compartidas que
llevan a una sensación de vínculo común que impregna la organización y brinda coherencia a
sus actividades. Está visión es esencial para una organización que aprende, pues da
concentración y energías para el aprendizaje generativo, y permite expandir las capacidades
para crear e innovar como organización. Es importante que esta visión sea compartida e
intrínseca y no impuesta, que responda a los sueños de cada cual de los miembros unidos en
un objetivo común que se transforma en una prolongación de las visiones personales.
IV. CONCLUSIONES
Como deciamos al principio de este capítulo, cabe preguntarnos por qué incluir el tema del
cambio en un marco conceptual sobre el asesoramiento, al leer las diferentes propuestas e
ideas planteadas aquí, sin duda nos va quedando más claro que no podemos hablar de
asesoramiento, sin entender éste como un proceso de aprendizaje y cambio en el cual dos o
más personas se encuentran para resolver un problema que implicaría cambiar algo en el
sistema educativo. Para esto entonces, deben considerarse cada una de las definiciones,
aportes de lo modelos, dificultades, etapas y tipos de cambio que aquí se han planteado.
Estamos en un momento en el que todos reconocemos que el sistema educativo debe cambiar
para enfrentarse a los cambios hiperacelerados de la propia sociedad, y aquí el asesor puede
acompañar este proceso. Sin embargo, no debemos ser tan ingenuos para pensar que basta su
propia persona o actuar en un nivel para llevar a este cambio esperado, cambiar es difícil y el
sistema educativo lo sabe mejor que nadie. Por lo tanto, no podemos dejar de considerar que
se está trabajando con una organización que tiene una cultura organizacional, la cual debe ser
reconocecida y respetada, pero a la vez se esta trabajando con personas, las cuales van
sufriendo tiempos de incertidumbre, resistencias y conflicto ligadas a sus propios procesos de