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Subsecretaria de Educación

Dirección Psicología Comunitaria y Pedagogía Social.


Fortalecimiento de las prácticas de las y los integrantes de los Equipos de Orientación Escolar
(EOE) desde un enfoque socioeducativo.
2021

La Psicología Comunitaria: Algunas reflexiones sobre su campo de


problemas, origen y métodos.
Magister Margarita Ussher.

1. ¿CÓMO DEFINIMOS A LA PSICOLOGÍA COMUNITARIA?


No es posible realizar una definición simple y única de la Psicología Comunitaria. Su
desarrollo ha sido muy heterogéneo, se nutre de diversas corrientes teóricas que se relacionan
con una multiplicidad de situaciones y abordajes de lo comunitario, en los distintos territorios.
En América Latina, desde mediados del Siglo XX, se fue conformando un nuevo paradigma
en la Psicología Social, diferente al de Europa o EEUU, un paradigma crítico, con una fuerte
dimensión histórica y cultural, relacionada con la sociología de Orlando Fals Borda, la
educación popular de Paulo Freire, la filosofía de la liberación de Enrique Dussel, el
movimiento de reconceptualización en Trabajo Social, por nombrar solo a algunos referentes.
La difusión, en nuestro país, de la obra de Maritza Montero (Universidad Central de
Venezuela), ha permitido un mejor acceso a la teoría y la práctica de la Psicología Social
Comunitaria y al nuevo paradigma emergente.
En su definición vamos a considerar tres dimensiones:
a) La Psicología Comunitaria como campo de problemas
b) La Psicología Comunitaria como posición
c) La Psicología Comunitaria como utopía

a) La Psicología Comunitaria como campo de problemas: Siguiendo a Montero (2004) la


podemos definir como la rama de la Psicología cuyo objeto es el estudio de los procesos
psicosociales que permiten comprender a las personas en su ambiente social; busca abordar
los problemas que los aquejan y lograr modificaciones en los sujetos, esos ambientes y en la
estructura social. Más que una teoría es una praxis ya que prácticas y conceptualizaciones se
retroalimentan en procesos dialécticos.
Aunque en su origen en los Estados Unidos la denominación Psicología Comunitaria era la
predominante, en América Latina, la denominación Psicología Social Comunitaria está más
extendida ya que su desarrollo se inició dentro del ámbito de la Psicología Social.
Surge en ese contexto el paradigma de construcción y transformación crítica sistematizado

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por Montero, que sostiene con más solidez estos desarrollos en nuestro continente. En él se
consideran cinco dimensiones:
1. Dimensión ontológica: ¿Cuál es el sujeto con el que nos encontramos? El sujeto niño o
niña, estudiante, adulto, sujeto del conocimiento y del deseo, sujeto de derechos. Un sujeto
complejo que se construye y se re-construye en cada uno de los intercambios sociales que
realiza. No es un sujeto dado, es un sujeto con memoria, un sujeto colectivo que se expresa a
través de la historia de un pueblo. Estas definiciones se entraman con la Antropología y la
Filosofía.
2. Dimensión epistemológica: ¿Cómo se produce el conocimiento?, ¿qué relación se
establece en el proceso de construcción de conocimientos? Recuperamos los aportes de la
Educación Popular: nadie educa a nadie, nadie se educa solo, nos educamos mientras vamos
conociendo y transformando nuestro entorno (Freire, 1970). El conocimiento es un proceso
colectivo.
3. Dimensión metodológica: ¿cuáles son las estrategias y herramientas empleadas para la
intervención e investigación? Son estrategias participativas y dialógicas. La participación es
un eje central en la PSC. Participar es incidir en las condiciones que organizan nuestra vida,
es un derecho que implica el ejercicio del poder en la toma de decisiones.
4. Dimensión ética: Explicita los valores desde los que se trabaja: una ética que se basa en el
respeto de la dignidad y derechos humanos, que considera al Otro como actor social, que
promueva la autonomía y el protagonismo de las personas, los grupos y comunidades, que
valora los recursos propios de cada comunidad. Una ética del cuidado de la vida. La
Psicología Comunitaria no es una práctica neutral, sino que está orientada por estos valores.
5. Dimensión política: Se refiere al ámbito de lo público, a la circulación del poder, al
ejercicio de la ciudadanía. Lleva a plantear la pregunta: ¿Para beneficio de quién trabajamos?
Esta dimensión considera las comunidades como parte de un pueblo, con memoria y con
historia. Las comunidades no son entes aislados, sino que se despliegan en sistemas más
amplios como la nación, la región, el planeta, dando cuenta de la tensión entre lo micro y lo
macro social, entre estructuras que relacionan diferentes dimensiones del poder.
Estas cinco dimensiones del paradigma, sin duda, tienen sus efectos en la forma en que nos
incluimos en los procesos educativos como campo específico.
El concepto de campo fue acuñado por Bourdieu para dar cuenta de configuraciones
relacionales históricamente constituidas. Un campo no es una “estructura muerta”, un sistema
de "lugares vacíos” es un territorio de “juego que sólo existe como tal en la medida en que
existan jugadores que participen en él” (Bourdieu y Wacquant, 1995:22)
Hablamos entonces del campo comunitario como un campo complejo, de límites difusos, que
enlaza con el campo de problemas de la subjetividad ya que lo socio-histórico y el sujeto se
constituyen conjuntamente, recursivamente, en un proceso complejo, cuya investigación no se
agota en una sola disciplina científica. No hay rol profesional o práctica social que pueda
abarcarlo en su totalidad. Es necesario el trabajo interdisciplinario, intersectorial e
intercultural para abordarlo.

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b) La Psicología Comunitaria como posición.
Una posición ubica la perspectiva desde la cual nos ubicamos para comprender una situación.
Un objeto o un proceso pueden ser descriptos de diferentes maneras, dependiendo del lugar
desde el cual lo observamos. Esos lugares son móviles y complementarios. La perspectiva de
la complejidad nos permite generar artificialmente sistemas de observación e intervención,
pero eso no nos debe hacer olvidar la parcialidad de nuestras descripciones. Es por esto que es
necesario generar “ecologías de saberes” que incluyan saberes disciplinados y además saberes
artísticos, místicos, populares. “La ecología de saberes nos capacita para tener una visión
mucho más amplia de lo que no sabemos, así como de lo que sabemos y también para ser
conscientes de que lo que no sabemos es nuestra propia ignorancia, no una ignorancia
general”. (Santos, 2009:196)
La posición comunitaria, en América Latina, está ligada al proceso de construcción de lo
común, lo común compartido y generado por el esfuerzo de hombres y mujeres, niños, niñas y
adolescentes, situados histórica y territorialmente. Adoptar una posición comunitaria implica
desnaturalizar saberes que invisibilizan desigualdades, inequidades e injusticias. Implica
analizar y tejer una trama social solidaria. Aquí incorporamos las nociones de red o trama
social para el trabajo territorial y el vínculo como eje en el trabajo. (Ussher, 2015)

d) La Psicología Comunitaria como utopía, horizonte y proceso.


Esta dimensión nos interpela a pensar la relación entre lo comunitario y lo popular, aquello
que es relativo al pueblo como sujeto histórico (Lewkowicz, 2004), con capacidad para alterar
los procesos de dominación. Hoy podríamos definir este horizonte como cuidado y protección
de la vida. Hoy la educación y la acción colectiva, debe reconocerse como corresponsable del
cuidado de la vida, en todas sus dimensiones. El cuidado es un concepto que la perspectiva de
género ha planteado como tema de la agenda pública.

2. GENEALOGÍA DE LA PSICOLOGÍA SOCIAL COMUNITARIA


No hay una sola forma de estudiar la historia y el objeto de estudio de una disciplina y tal
como lo afirma Tomás Ibáñez (1990) “ninguna historiografía es inocente”, toda disciplina
científica encierra perspectivas éticas y políticas que modulan sus teorías, sus metodologías en
consonancia con la concepción del sujeto y la sociedad en la que se despliegan. La forma de
concebir el pasado influye sobre el presente y también sobre el futuro.
Los saberes reconocidos surgen en movimientos históricos que dan cuenta de dos procesos en
tensión:
a) La oficialización y legitimación de saberes por mecanismos de reconocimiento y
validación
b) El ocultamiento y la desvalorización de saberes populares evaluados como poco
elaborados, erróneos o incompetentes.
Una genealogía que dé cuenta de estas tensiones solo podrá realizarse por fuera de la “tiranía
de los discursos globalizantes” que actúan con la jerarquía y los privilegios de una vanguardia

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teórica. La genealogía requiere del diálogo entre los conocimientos eruditos y las memorias
locales de las prácticas surgidas desde los pueblos para afrontar sus problemas cotidianos,
debe incorporarse en la lucha “contra los efectos de poder de un discurso considerado
científico”. (Foucault, 1996:18 y19).
Isaac Prilleltensky incorpora la noción de validez psicopolítica, que surge al indagar sobre los
efectos de las prácticas psico-sociales, relaciona la validez epistémica con la transformación
social, considerando criterios de bienestar y justicia social. Ello requiere evaluar la capacidad
potencial de la intervención para promover el bienestar personal, relacional y colectivo,
reduciendo las desigualdades, incrementando la participación y el compromiso
“El tiempo es corto y el sufrimiento es vasto. Los recursos son limitados y debemos ser
responsables ante las poblaciones oprimidas que sufren debido a la desigualdad. Si
continuamos usando nuestros limitados recursos de psicología comunitaria para mejorar
las condiciones y para tratar los heridos ¿quién trabajará para transformar las condiciones
que crearon en primer lugar la explotación y la aflicción?” (Prilleltensky, 2004:31)
Una perspectiva genealógica nos desafía a reflexionar sobre los procesos de colonización en
las ciencias y la cultura. La Dra. Ana María Fernández llama a “desdisciplinar (...)
desnaturalizar los dominios de objetos instituidos sin por ello invalidar los conocimientos que
ellos han producido y producen. Supone, a su vez, deconstruir las lógicas desde donde han
operado sus principios de ordenamiento, así como también genealogizar o al menos realizar
algunos rastreos genealógicos que permitan interrogar los a priori desde los que un campo de
saberes y prácticas ha construido sus conceptualizaciones” (Fernández, 2007:28)
La Psicología Social se va delineando como rama de la Psicología a partir de las demandas
sociales emergentes de las guerras mundiales, el nazismo, el desarrollo del capitalismo.
Implica “una perspectiva no individual para enfrentar la problemática humana, que se
desarrolló en un terreno empírico al ritmo de las demandas de la sociedad” (Seidmann,
2003:5). Indaga el nexo fundante entre el orden histórico-social y la subjetividad.
En nuestro país, desde sus orígenes, la Psicología Social estuvo ligada a los desarrollos del
psicoanálisis. Ya en 1965 el Dr. Enrique Pichon Rivière planteaba la falacia de una oposición
dilemática entre psicología individual y psicología colectiva y afirmaba que toda psicología,
en un sentido estricto, es social. (1978:41), recuperando afirmaciones de Sigmund Freud en
Psicología de las masas y análisis del yo. El mismo autor afirmaba la necesidad de construir
una epistemología convergente que permita a las ciencias humanas estudiar un objeto único:
la persona en situación, en sus condiciones concretas de existencia, en su vida cotidiana.
La Psicología Social Comunitaria Latinoamericana fue abrevando del quehacer de los pueblos
que interpelan los saberes científicos con sus prácticas colectivas y esa trayectoria se fueron
configurando distintos enfoques: la psicología política, la psicología de la liberación, el
estudio de las redes sociales, la salud mental comunitaria, etc.
Este campo dialoga con diferentes marcos conceptuales. Remarco los aportes de la teoría de la
complejidad, el modelo ecológico, el construccionismo social, la psicología histórico-cultural,
el psicoanálisis, sobre todo a partir de la obra de Castoriadis, Deleuze, Guattari. Considero
además importante la incorporación de conceptualizaciones de otros cuerpos científicos como
la sociología, el trabajo social, la educación popular, las ciencias políticas, el derecho, la

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filosofía, la antropología, las ciencias de la salud, etc. Como dice Ignacio Martín-Baró (1998)
son los problemas los que deben llamar las teorías.
En la Argentina, los desarrollos de la Psicología Social están relacionados con el nacimiento
de la carrera de Psicología, promediando el siglo XX, en un contexto social que todavía estaba
conmovido por las guerras mundiales, el “mayo francés”, los movimientos emancipadores, el
surgimiento de nuevas perspectivas de atención de la salud. Los procesos de
reconceptualización en distintas disciplinas científicas hacían necesario consolidar una
psicología que fuera capaz de “calar, penetrar cada vez más en la realidad social y en círculos
cada vez más amplios, incluyendo el estudio de los grupos, las instituciones y de la
comunidad, tanto como en los problemas sociales nacionales e internacionales de todo tipo”
(Bleger, 1994:20)
Esto se advertía en experiencias como las desarrolladas por Mauricio Goldemberg y su equipo
en el Hospital Gregorio Aráoz Alfaro de Lanús; por las actividades de extensión llevadas
adelante en la Universidad de Buenos Aires por la Lic. Amanda Toubes en Avellaneda y
Dock Sur; por los trabajos de Enrique Pichón Rivière en Rosario; por la influencia que la
experiencia de Fortín Olmos (Santa Fe) tuvo en la Universidad del Salvador. (Fuks y
Lapalma, 2011)
Pero las condiciones socio-históricas impuestas por las dictaduras y el neoliberalismo
truncaron el desarrollo de la Psicología Social, fragmentándolo, alejándolo de la vida
cotidiana, de las necesidades de las comunidades, muchas veces psicologizando,
patologizando o invisibilizando lo social. La psicología social crítica, comprometida con las
necesidades populares, quedó fuera del ámbito académico, los maestros fundadores Bleger,
Ulloa, Pichon Rivière, entre otros, fueron expulsados de la universidad desde la noche de los
bastones largos. La etapa neoliberal privilegió una psicología individual, ahistórica. La clínica
individual fue hegemonizando la formación y las prácticas profesionales. En los procesos
dictatoriales muchos profesionales fueron víctimas del terrorismo de estado.
En otros países de América Latina la Psicología Social Comunitaria tuvo desarrollos
diferentes:
- Brasil: desde los años sesenta, se intentaba construir prácticas menos elitistas y
comprometidas con los rumbos que adquirían las comunidades.
- El Salvador: a partir de la dolorosa experiencia de la guerra surge, con el protagonismo de
Ignacio Martín-Baró, una psicología social crítica ligada a la teología de la liberación
- Puerto Rico: Irma Serrano García (2002) afirma que se acercó a este marco teórico-
operativo buscando una disciplina que la ayudara a entender los grandes problemas sociales
que observaba a su alrededor (la colonización, el militarismo, el racismo, la opresión de la
mujer)
“Al hablar de una Psicología Social Comunitaria Latinoamericana estamos refiriéndonos
a un tipo particular de práctica psicosocial que tuvo su nacimiento en una historia
singular de compromiso del quehacer profesional para con la vida concreta de la
población” (Quintal de Freitas. 2008:170)
El rastreo histórico señala que el término psicología comunitaria aparece por primera vez en
los informes de un encuentro celebrado en Swampscott (EEUU) en 1965, denominado

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“Conferencia sobre educación de Psicólogos para la Salud Mental Comunitaria”. En 1966 se
conformó la “División 27 de Psicología Comunitaria en la Asociación Psicológica
Americana”. En la SIP (Sociedad Interamericana de Psicología) en el año 1979, se creó la
Comisión de Psicología Comunitaria, en un encuentro realizado en Perú.
En Argentina, luego del paréntesis impuesto por las dictaduras militares, aparecieron en el
ámbito académico acciones de grado, posgrado y programas de extensión que fueron
permitiendo visibilizar y diferenciar esta especialidad. Las más conocidas son las relacionadas
con proyectos de extensión universitaria como el Programa Avellaneda, diseñado en el año
1988, en la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires, el proyecto de
asistencia a la comunidad de la Universidad de Rosario, con la participación de Saúl Fuks, los
programas de promoción de la salud desarrollados por Ana Gloria Ferullo en Tucumán, los
trabajos de Sebastián Bertucelli (Córdoba), la cátedra de Estrategias de Intervención
Comunitaria de la Universidad Nacional de Córdoba y la cátedra del Dr. Antonio Lapalma en
la UBA, las investigaciones de la Dra. Ana María Fernández y las de la Lic. Alicia Stolkiner,
por nombrar solo algunas que merecen destacarse.

3. EL MÉTODO DE LA PSC.
Edgar Morin (2002), desde la perspectiva de la complejidad, define el método como camino,
ensayo generativo, estrategia para y del pensamiento. El método definido como estrategia de
sujetos capaces de aprender, inventar, crear durante el proceso de construcción de
conocimiento.
La teoría es condición imprescindible para dar sentido a procesos de intervención, pero la
teoría no es un marco acabado, se va modificando en el decurso de las prácticas, los
problemas llaman a nuevos conceptos y estos a su vez abren nuevos problemas en caminos
recursivos.
Para Morin el método no precede a la experiencia, emerge en su transcurso y se presenta al
final como un camino que se puede volver a recorrer, aunque nunca de la misma manera. Es
un ensayo. El método no puede reducirse a un programa, a una serie de pasos preestablecidos.
Incorpora la errancia y el riesgo.
El método, desde la perspectiva de la complejidad, tiene las siguientes características:
a. Es un ensayo, un proceso único que no puede reducirse a un esquema fijo, a una serie de
pasos preestablecidos. “Caminante son tus huellas el camino y nada más; caminante no hay
camino, se hace camino al andar (…) golpe a golpe, verso a verso…” (Machado. Serrat)
b. Necesita de la teoría. “Una teoría no es una llegada, es la posibilidad de una partida. Una
teoría no es una solución, es la posibilidad de tratar un problema. (...) Se establece una
relación recursiva entre método y teoría. El método generado por la teoría se regenera” en las
prácticas. (Morin, 2002:25)
Dice Deleuze, en diálogo con Foucault (1992:84):
“La práctica es un conjunto de conexiones de un punto teórico con otro y la teoría un
empalme de una práctica con otra. Ninguna teoría puede desarrollarse sin encontrar una

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especie de muro y se precisa la práctica para agujerearlo (...) Una teoría es como una caja
de herramientas (...) es preciso que sirva, que funcione.”
c. Incorpora el riesgo y la errancia en la doble acepción del errar: equivocarse y andar, no
tener asiento fijo, deambular, buscar otro camino. Morin (2002) dice que las verdades son bio-
degradables, dependen de las condiciones de existencia de la vida, deben destruirse para
regenerarse. El obstáculo para el conocimiento no es el error sino la fijación en un
conocimiento cristalizado. La errancia como cualidad metodológica, involucra entonces el
riesgo a equivocarse y la necesidad de avanzar errante, en espera activa.
El Diccionario de la Real Academia tiene dos significados para la palabra errante.
1. adj. Que anda de una parte a otra sin tener asiento fijo.
2. adj. Que yerra.
Silvia Duschatzky (2007: 89) describe la errancia como la necesidad de superar el encierro, la
opresión de las instituciones de la modernidad. “La vida errante no es un deambular inerte
sino una disposición activa a tomar lo que irrumpe y agenciar algo en torno a eso (...)
Pensamos la errancia como un impulso vital o un devenir incesante”
La calidad de errante es pues una postura estratégica, que está atenta a la ocasión, explora
posibilidades, transita en las fronteras, no intenta poner las cosas en un lugar fijo, considera el
potencial de cada situación valorando resistencias y resiliencias. Incorpora la curiosidad.
Maritza Montero (2006) describe condiciones del método en la Psicología Comunitaria:
- El método sigue al objetivo de la intervención, se genera en función del problema que se
debe afrontar, parte de la experiencia vivida, de las condiciones concretas de existencia.
- Tiene carácter participativo. Hay pluralidad de actores que intervienen activamente en su
diseño y desarrollo. Debe estar construido colectivamente, es dialogal y polifónico,
- Es dinámico y activo. Debe poder transformarse a sí mismo en la medida que transforma la
realidad.
- Debe ser crítico, incluir mecanismos de evaluación continua y reflexión sobre su propia
aplicación, logros. Evaluar errores, vacíos.
- Ser abierto a diferentes herramientas en función de la estrategia.
- Incorpora el conflicto, la confrontación propia del fluir humano.
- Debe incluir una rigurosa planificación a fin de poder improvisar ante situaciones
inesperadas.
- Está guiado por el principio freiriano de acción-reflexión-acción, basamento del proceso
metodológico.
- Busca la integralidad
- Es intersectorial. Interdisciplinario. Construye ecología de saberes.
- Es intercultural. Incorpora lo diverso. Hoy podríamos decir que la Psicología Comunitaria
necesita incorporar la perspectiva de género y diversidades para comprender las situaciones

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que plantean los procesos de exclusión y violencias generados por la organización del
patriarcado.

4. DESAFÍOS: ACTUALIZAR LOS APORTES DE LA PERSPECTIVA


COMUNITARIA A LOS PROCESOS EDUCATIVOS.
Omar Barrault (2019) plantea que uno de los desafíos de la Psicología Comunitaria es
construir “espacios de encuentro”, donde se reconozca lo múltiple, lo ajeno, lo distinto,
construir dispositivos de trabajo donde se puedan tramitar los conflictos, aprender,
complejizar e historizar las relaciones, transformar las subjetividades.
Agregamos también el desafío de construir redes de solidaridad orientadas por la ética del
cuidado, sostenidas por la ternura y el buen trato. Cuidado hacia las personas y comunidades
con las que se trabaja y cuidado a los equipos que muchas veces deben operar con situaciones
y padecimientos que los implican y desgastan.

Bibliografía:
Barrault, O. (2019) Psicología Comunitaria y espacios de encuentro: una lectura desde la subjetividad. En:
Cátedra Estrategias de Intervención Comunitaria. Tramas que insisten. Cuadernos de Psicología
Comunitaria Nº 2. Universidad Nacional de Córdoba.
Bleger, J. (1994) Psicohigiene y Psicología Institucional. Buenos Aires: Ed. Paidós.
Bourdieu, P y Wacquant, L. (1995) Respuestas: por una antropología reflexiva. México: Ed. Grijalbo.
Duschatzky, S. (2007). Maestros errantes. Buenos Aires: Ed. Paidós
Fernández, A.M. (2007) Las lógicas colectivas. Buenos Aires: Ed. Biblos.
Foucault, M. (1996) Genealogía del racismo. La Plata: Ed. Altamira
Freire, P. (1070) Pedagogía del oprimido. Buenos Aires: Nueva Tierra.
Fuks, S. y Lapalma, A. (2011) Panorama de la Psicología Comunitaria en la Argentina. En: Montero, M. y
Serrano García, I (Comps.) Historias de la Psicología Comunitaria en América Latina. Buenos Aires:
Paidós.
Ibáñez Gracia, T. (1990) Aproximaciones a la Psicología Social. Barcelona: Sendai ediciones. Parte 1. Cap.1. La
inexcusable exigencia genealógica.
Lewkowicz, I. (2004) Pensar sin Estado. La subjetividad en la era de la fluidez. Buenos Aires: Paidós.
Martín-Baró, I. (1998) Psicología de la liberación. Madrid: Ed. Trotta.
Montero, M. (2004) Introducción a la Psicología Comunitaria. Buenos Aires: Ed. Páidós.
Montero. M (2006) Hacer para transformar. Buenos Aires: Ed. Paidós
Morin, E. (2002). Educar en la era planetaria. Barcelona: Ed. Gedisa.
Pichon_Rivière, E. (1978) El proceso grupal. Buenos Aires: Nueva Visión.
Prilleltensky, I. (2004) Validez psicopolítica: el próximo reto para la psicología comunitaria. En: Montero, M.
(2004). Introducción a la Psicología Comunitaria. Buenos Aires: Ed. Paidós
Quintal de Freitas, M. (2008) Red de tensiones en la vida cotidiana. En: Jiménez-Domínguez (2008)
Subjetividad, participación e intervención comunitaria. Buenos Aires: Ed. Paidós
Santos, B. de S. (2009) Una epistemología del sur. Buenos Aires: Siglo XXI-Clacso.
Seidmann, S (2003) Historia de la Psicología Social. Ficha de cátedra. UBA. Facultad de Psicología.
Serrano-García, I. (2002). Ser diferente: El reto de la psicología comunitaria. En L. Cantera., J. Herrero, M.
Montenegro, G. Musitu, M. Montero & I. Serrano-García (Eds) Psicología comunitaria I benestar social
[En Catalán] ( págs. 11- 20 ), Barcelona, España: Universitat Oberta de Catalunya.
Ussher, M. (2015). Salud Mental y territorio. Reflexiones en torno al concepto de intersectorialidad. VII
Congreso Internacional de Investigación y Práctica Profesional en Psicología XXII Jornadas de

8
Investigación XI Encuentro de Investigadores en Psicología del MERCOSUR. Facultad de Psicología -
Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires.
Ussher, M. (2020) La clínica comunitaria: desafíos y complejidades. En: CONCEPTOS. Dossier Especial
Psicología Comunitaria. Buenos Aires: UMSA.

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