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Resumen
1. FORMACIÓN PRAXEOLÓGICA
2. FORMACIÓN ONTOLÓGICA
Desde que Aristóteles (2007) afirmara que “Hay una ciencia que estudia el
ser en tanto que ser y los accidentes propios del ser” (pág. 115), la ontología, que
se supone es tal ciencia, se ha identificado como una metafísica. Es por esto que
resulta extraño en la historia de la filosofía entender el marxismo como una ontología,
debido al declarado rechazo que aquel ejerce frente a toda mistificación de la
conciencia, frente a toda manifestación en el hombre que no responda a un principio
materialista. Sin embargo, “la pregunta por el ser no implica necesariamente
complicidad con las determinaciones metafísicas del ser” (Álvaro, 2015, pág. 13),
es decir, la ontología no siempre responde a una necesidad metafísica, lo que
explica el hecho de que en el inmenso caudal de interpretaciones que la tradición
marxista ha hecho de la teoría marxiana, haya lugar para la ontología. Si algo es
cierto es que Marx nunca se interesó, explícitamente, por este problema, cosa que
no oculta que en su obra haya una referencia al trato del ser social. Trabajar por
esclarecer este tipo de ontología que existe en Marx, ha sido el interés de un número
de pensadores asociados al marxismo occidental: Carol Gould, Antonio Negri,
Michael Hardt, Étienne Balibar, son algunos de ellos, pero quien formó y estableció
un cuerpo teórico explícito en torno a este problema fue, sin duda alguna, György
Lukács. No es por casualidad, entonces, que su última obra lleve precisamente el
nombre de Ontología del Ser Social. Dividida en dos partes, esta obra ha sido
víctima del desconocimiento casi que total en los círculos académicos, incluso en
los que tratan la filosofía. Tal fenómeno puede ser atribuible, por lo menos, a tres
motivos. El primero, corresponde a la fecha de su publicación: es en la década de
1970 cuando el socialismo y la teoría marxista, empiezan a ser vistos como
proyectos del fracaso. Por lo tanto, -este es el segundo motivo- si ya pensar el
marxismo era difícil en tiempos del DIAMAT y el HISMAT, cuán grande habrá de ser
su dificultad en los años venideros, cuando la herencia lógico-epistémica, junto con
las teorías “post” y neopositivistas conquisten el centro del debate en las Ciencias
Humanas y Sociales. Por último, y como consecuencia de los motivos anteriores, la
Ontología de Lukács, no podía llamar la atención de nadie y menos aún de
editoriales que pudieran emprender su traducción sistemática del alemán al
castellano. Apenas existe, en nuestro idioma, tres capítulos. Uno (Marx, ontología
del ser social) es responsabilidad de la editorial española Akal, mientras que los
otros dos (Ontología del ser social: El trabajo y Ontología del ser social: La
alienación) pertenecen a la editorial argentina Herramienta. Con un panorama así,
es compresible que esta obra, con grandes dificultades, pueda ser leída y analizada,
incluso, pueda ser identificada en el sumario bibliográfico del autor húngaro. Pero,
aunque esto sea así, en la historia del pensamiento también hay curiosas
excepciones y, paradójicamente, nuestra profesión representa una de ellas. Lo que
sorprende a primera vista es: ¿Cómo una profesión que históricamente ha adquirido
un carácter de subalternidad frente a la sociedad y a las discusiones propias de las
Ciencias Humanas y Sociales, puede tomar partido y contribuir a la solución de un
problema filosófico y además fortalecer la lectura crítica de la obra de Marx?
Después de todo el Movimiento de Reconceptualización ha dejado más que
programas de liberación inconclusos y ha confirmado, una vez más y
mayoritariamente en Brasil, el noble oficio del viejo topo. La discusión profesional
de los últimos años en este país ha resultado en una fuerte producción teórica en
Trabajo Social y, lo que en Uniminuto y Colombia conocemos como Escuela de
Brasil, ha ido tomando como suyo lo mejor del marxismo crítico y, con él, también
la Ontología del Ser Social, para construir los fundamentos ontológicos del nuevo
proyecto ético-político profesional crítico. Las ideas elementales de la Ontología de
Lukács han llegado a un mayor número de personas, en su mayoría Trabajadores
Sociales, gracias al empeño de esta Escuela en la traducción del portugués al
castellano de textos del propio Lukács y ensayos que profesionales han hecho sobre
su obra. Sirviéndose de la Cortez Editora para difundir esta corriente teórica en
nuestra profesión han logrado conformar la Biblioteca Latinoamericana de Servicio
Social Crítico. Biblioteca que debería ser lectura obligada y permanente consulta
para todo profesional comprometido con la reflexión crítica de su quehacer. Sin
embargo, el más significativo avance de dicha Escuela ha sido el desarrollo y
potencialización de la relación que pueda existir entre la Filosofía y el Trabajo Social.
Veamos de qué manera se da esto, exponiendo las categorías esenciales de la
Ontología del Ser Social y su contribución a nuestra profesión.
2.2. Breve edificio conceptual de una ontología histórico-materialista
3. AFINIDADES ELECTIVAS
1
Hablamos aquí de leyes universalmente tendenciales como las relaciones sociales de producción, la relación
capital-trabajo, las leyes del mercado, la relación Estado-sociedad, la ley de la plusvalía, etc.
investigación, otros elementos hacen posible una composición, una afinidad. Si nos
conformáramos con apenas unos puntos en común o un cierto parentesco, la
afinidad de ambas sería estática. Para que sea electiva debe crearse además de la
posibilidad de relación, una necesidad de convergencia, una analogía como objetivo
que permita su dinamización. La elección en este caso es la impostergable
discusión que sobre el marxismo crítico debe darse al interior de la profesión y en
general en las Ciencias Sociales. Llegado a este punto y teniendo en cuenta que la
afinidad electiva es “el proceso por el cual dos formas culturales -religiosas,
intelectuales, políticas o económicas- entran, a partir de determinadas analogías
significativas, parentescos íntimos o afinidades de sentidos, en una relación de
atracción e influencia recíprocas, elección mutua, convergencia activa y refuerzo”
(Löwy, pág. 139), es hora de plantear las posibles afinidades electivas entre la
praxeología del Minuto de Dios y la ontología de la Escuela de Brasil.
Crítica. Praxeología y ontología son críticas, tanto de la pasividad que suele
acompañar a la investigación, como de las desigualdades sociales producto del
orden social vigente. Su interés reside en cuestionar, de un modo u otro, el estado
de cosas de una sociedad dividida en clases. Es cierto que la ontología histórico-
materialista es sumamente precisa en postular al socialismo como estadio necesario
para eliminar la explotación y la dominación, y lograr la libertad del hombre, pero
eso no se podrá lograr si no se abandona el vanguardismo, y se asume al marxismo
como parte de algo más grande que es el saber crítico de los pueblos, en donde
también está la praxeología. Significa esto basar la lucha por el socialismo en la
pluralidad y la diversidad que son características constituyentes del sujeto del
cambio en la época actual: el sujeto popular. (Rauber, 2006)
Intervención. El destino de esta categoría en Trabajo Social, por herencia
del pasado clínico de la profesión, ha sido el del escepticismo. Pero lo cierto es que
toda ruptura genera una continuidad y, así como la ontología no siempre es
cómplice de las determinaciones metafísicas del ser, la intervención no siempre es
cómplice de las determinaciones funcionalizantes del Trabajo Social. De hecho, la
noción de intervención lleva dentro de sí una relación indisociable con una práctica
profesional que le exige ser “una investigación al servicio de la acción” (Juliao, 2017,
pág. 223). De ahí a que ese servicio contribuya a legitimar o transformar el orden
social dependerá del proyecto ético-político que el profesional, consciente o
inconscientemente, asuma. La discusión del marxismo en Trabajo Social tiene que
pasar necesariamente por el problema de la intervención, porque es en ella donde
las posibilidades y límites de la profesión respecto a la transformación de la realidad
pueden hacerse evidentes. Los dos tipos de formación para la investigación que se
expusieron aquí pueden contribuir a dicho objetivo. Uno, por problematizar la noción
de investigación-intervención y el otro por posibilitar la reconstrucción, en el plano
del pensamiento, del escenario de intervención profesional.
Hermenéutica. El segundo momento de la praxeología -el juzgar- pone en
primer plano algo que ha pasado de largo por el marxismo vulgar: la hermenéutica.
Toda esta etapa es una invitación a entrar en el conflicto de las interpretaciones, a
explicitar el momento por el que toda investigación pasa, incluso la investigación
marxista. En este caso, la investigación ontológica, como casi todo en el marxismo,
persigue el objetivo de “terminar con la obnubilación de la consciencia” (Sacristán,
1968, pág. XIII). Este objetivo está inmerso en la célebre tesis XI sobre Feuerbach,
pero el mismo movimiento de la realidad ha hecho que la interpretación se pierda
en la transformación. Cuando Marx escribe que “Los filósofos no han hecho más
que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de
transformarlo” (Marx, 2006, pág. 59), no está diciendo que deba dejarse a un lado
la interpretación de la realidad, sino que, a partir de su correcta interpretación, pueda
ocurrir su transformación. Marx, dándole un instrumento de reflexión a la realidad,
es como la marca en forma perdurable. No ha sido fácil entender este hecho en
Trabajo Social por la tendencia a crear una oposición irreflexiva entre los
paradigmas clásicos que han guiado el quehacer profesional, sin tener en cuenta
que el lugar donde ellos se manifiestan es un “mundo en el que todo está preñado
de su contrario” (Berman, 1989, pág. 10). La lógica paradójica no es eclecticismo.
De hecho, expresar y captar esa contradicción ha sido lo más distintivo y notable
del espíritu marxista. Por lo tanto, este punto de quiebre es el que muestra al
investigador social que tipo de hermenéutica existe en Marx: la hermenéutica de la
sospecha, como reducción de las ilusiones y mentiras de la conciencia (Ricoeur,
1990, pág. 32).
Praxis. La praxis suele ser un tema recurrente en aquellas formas de
investigación que se interesan por contribuir a la transformación de la realidad. Y es
básicamente porque ella, aparte de referirse a la unidad o relación dialéctica entre
teoría y práctica, también se establece “como respuesta filosófica a esta cuestión
filosófica: ¿quién es el hombre?, ¿qué es la realidad humano-social?, y ¿cómo se
crea esta realidad?” (Kosík, 1996, pág. 239). La verdadera concepción filosófica de
la praxis, es decir, aquella que entiende la actividad humana como objetiva,
científica y creadora (Sánchez Vázquez, 1980), tiene como centro de su
planteamiento a la “determinación de la existencia humana como transformación de
la realidad” (Kosík, 1996, pág. 240). La praxeología tiene claro esto al partir del
principio antropológico de que la persona humana es un ser que actúa y reflexiona
sobre su actuar, por eso, “la acción política tiene que ver con un quién, no con un
qué” (Juliao, 2011, pág. 26). La praxis es un humanismo. Solo por la actividad
humana y por el desarrollo del ser social es posible la praxis. Así es como Lukács
(2003) afirma que la libertad [como objetivo contenido en la praxis en tanto
transformación de la realidad] es el resultado de la propia actividad del género
humano.
Dialéctica. Puede decirse que todos los errores de envergadura a los que
vuelve constantemente el Trabajo Social se deben a su indiferencia o rechazo por
la dialéctica como comprensión de la realidad y como método de investigación. Del
marxismo se podría decir lo mismo, solo que marxismo sin dialéctica no es
marxismo, o bueno, al menos no marxismo crítico, sino vulgar. Tanto ontología
como praxeología basan su quehacer investigativo en la dialéctica, lo que es ya
suficiente razón para volver la mirada hacía ellas. Por un lado, el quehacer
fundamental de la praxeología es el desplazamiento de lo concreto vivido a lo
concreto pensado para retornar a lo concreto construido y de ahí a lo concreto
aprehendido. Y para eso ¿qué necesita el praxeólogo?: un “ejercicio de abstracción,
de pensar por separado aquello que no está separado” (Juliao, 2011, pág. 31).
Resulta entonces perfectamente coherente con la forma de proceder que Marx
compartió en la Introducción a los Grundrisse: “partir del supuesto efectivo, (…)
[pasar por la] representación caótica, (…) [llegar a las] determinaciones más simples
(…) [y, de ahí] emprender el viaje de retorno (…) [para construir] una rica totalidad
con múltiples determinaciones y relaciones”. (Marx, 2007, pág. 21). Y para eso ¿qué
necesita el investigador? la capacidad de abstracción (Marx, 1999, pág. XIII). Ahora,
por la ontología ya quedó explícito, en la medida de lo posible, cómo la dialéctica
toma forma en el trinomio singular-universal-particular. Un versado discípulo de
Lenin, como lo fue Lukács, tuvo claro desde un principio la importancia del método
dialéctico y en especial de su carácter de totalidad, historicidad y contradicción para
la investigación.
4. CONCLUSIÓN
5. BIBLIOGRAFÍA
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