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IV Congreso Latinoamericano de Trabajo Social Crítico

La investigación y las luchas sociales contemporáneas en América Latina:


desafíos para la praxis profesional

El enfoque praxeológico del Minuto de Dios y los fundamentos ontológicos


del nuevo proyecto ético-político profesional crítico.
Afinidades electivas

Nombre: Daniel Mauricio Guasgüita Moreno


País: Colombia
Sub-eje 2 Formación teórico-metodológica para la
investigación y la praxis en Trabajo Social

Resumen

Este es un escrito que expone los elementos esenciales de dos tipos de


formación para la investigación que, en mayor o menor medida, han tenido
influencia en Trabajo Social. Por un lado, se encuentra la formación praxeológica
desarrollada en UNIMINUTO y, por el otro, la formación ontológica impulsada por la
Escuela de Brasil. La relación de ambos tipos de formación para la investigación da
lugar a una serie de afinidades electivas que es preciso identificar para reflexionar
sobre la discusión del marxismo crítico en la profesión.

1. FORMACIÓN PRAXEOLÓGICA

UNIMINUTO tiene una particular relación con la investigación, por cuanto ha


generado, junto con su fortalecimiento como universidad, un tratamiento constante
y creativo de la praxeología como modelo educativo y metodología de investigación.
Este hecho es fácilmente verificable en la obra del Padre Carlos Juliao Vargas,
quien ha sido el responsable de alentar la reflexión sobre la praxeología -como
categoría filosófica, pedagógica y epistemológica- y de promover la puesta en
marcha de, lo que suele llamarse, iniciativas praxeológicas.

1.1. Modelo educativo praxeológico

En UNIMINUTO todo está basado en tres campos de formación: “desarrollo


humano, práctica social y profesional y, competencias profesionales específicas”
(Juliao, 2008, pág. 3).
El desarrollo humano es entendido, en tanto formación humana, como la
generación de una cultura y filosofía institucional que tenga como fin último
equilibrar la formación académica con el proyecto personal de vida. Por su parte, la
práctica social y profesional, es el carácter de responsabilidad social que se desea
provocar. Este tipo de sensibilidad para con las problemáticas de las comunidades
y del país, ha de ser consciente y crítica en la promoción del desarrollo humano y
social. Las competencias profesionales son el resultado de un proceso cognitivo e
investigativo que, potenciando la relación teórica/práctica, genere una actitud
reflexiva en la aplicabilidad del conocimiento para transformar la realidad. Estos
campos de formación se desarrollan en una población objetivo, compuesta por los
estudiantes, las comunidades y las organizaciones con las que trabaja la
Corporación Universitaria Minuto de Dios.
Estos campos de formación son perfilados por las acciones de docencia,
investigación y proyección social. Acciones que, a su vez, son orientadas por la
praxeología en tanto “teoría de la acción (logos-discurso-praxis)” (Juliao, 2011, pág.
27). La preocupación del Modelo Educativo de UNIMINUTO por integrar el saber
(teoría) con el actuar (praxis), se configura por las mismas características de la obra
del Minuto de Dios. En ella “los estudiantes tienen de dónde sacarle provecho al
centenar de actividades que desarrolla (…). Pueden hacer trabajos de campo en las
comunidades marginadas de Colombia en donde El Minuto de Dios brinda su
colaboración” (Juliao, 2007, pág. 214).
Esto es lo que el modelo praxeológico permite. Como tal, la praxeología es
un “esfuerzo de hermenéutica práctica que articula las funciones universitarias de
investigación, de compromiso social crítico y de formación profesional al interior de
un contexto pluridisciplinario” (Juliao, 2011, pág. 13). Lo que quiere decir esto es
que la praxeología supone la articulación investigación-acción-formación y, por lo
tanto, se modela como una praxeología pedagógica.

En la Facultad de Educación de UNIMINUTO, desde 1992 hemos estado trabajando


en ella [la praxeología], con el deseo de recuperar la fuerza, teórica y práctica, de la
acción educativa para la pedagogía; por ello, construimos el concepto de
praxeología pedagógica, inscrito de entrada en un proceso investigativo práxico y
multidisciplinar. Tomamos el concepto “praxeología” de las ciencias humanas y
sociales (economía, sociología del trabajo, ciencias de la organización y de la
decisión, aplicaciones didácticas diversas, entre otras), todas ellas enfocadas a la
cuestión de la acción eficaz, en su carácter de acción interactiva y comunicativa.
Pero quisimos ir más allá de esta perspectiva en la que la acción queda reducida “al
ajuste de los medios al cumplimiento de un fin dado” (Daval 1963, p. 139); por eso,
nuestro enfoque se preocupa también por el significado y la pertinencia de las
prácticas, y no sólo por su eficacia. Ello significa que, además de la perspectiva
lógica, tenemos también en cuenta las dimensiones ética y hermenéutica de la
acción. (Juliao, 2007, pág. 230)

1.2. La praxeología como proceso investigativo

“El objeto principal de la praxeología es la elaboración, experimentación y


validación de modelos de acción” (Juliao, 2011, pág. 35), es decir, la construcción
de saberes transferibles y utilizables por otros para clarificar, en quienes realizan
una práctica, el sentido de la acción. El quehacer praxeológico como proceso
investigativo utiliza la “noción investigación/intervención [para] asumir a la
investigación como producción de conocimiento, pero imbricada en una práctica
social y/o profesional” (Juliao, 2011, pág. 68). Al ser parte de la investigación social
aplicada, esa noción sugiere abordar la realidad con un carácter emancipatorio,
conjugando “un conocimiento práctico de tipo transformador y un conocimiento
teórico de tipo científico” (Juliao, 2011, pág. 71). Siendo esta la posición de la
praxeología en el asunto de la investigación social, aquella postula dos
presupuestos fundamentales para la investigación praxeológica: De un lado la
existencia de un acto previo de conquista del objeto frente a la lógica del sentido
común; del otro, la imposible separación entre objeto y método, porque éste
construye a aquél. Es a partir de estos dos principios básicos que es posible hablar
de las líneas directrices que guían un proceso de investigación praxeológico: 1) La
elaboración de saberes de la práctica, específicos y transferibles (dimensión
investigativo-científica); 2) La gestión más pertinente y eficaz de las acciones
(dimensión pragmática); 3) La emancipación política y social de estos campos de
práctica (dimensión política); 4) La comprensión del surgimiento y constitución de
esos campos de práctica (dimensión histórica); 5) La formación de los actores
comprometidos en esos campos de práctica, sus contenidos y métodos (dimensión
formativa) (Juliao, 2011). Luego de esto, queda entender que la investigación
praxeológica se articula sobre una fenomenología que la lleva a construir un
razonamiento sobre una situación, en este caso una práctica; una teleología
precisada en los objetivos que se pretenden alcanzar; una operacionalidad dirigida
por las opciones realizadas entre las diversas hipótesis de acción; y una axiología
fundada en valores filosóficos, morales o políticos que, en prospectiva, determinan
el proceso praxeológico (Juliao, 2011).
Por otro lado, la metodología para un trabajo praxeológico contiene una serie
de elementos bastante numerosos para su reflexión y aplicación. Pero todos ellos
se agrupan en cuatro fases o momentos: Ver/Juzgar/Actuar/Devolución Creativa.
Ver: Esta observación es la fase de exploración y de análisis/síntesis que
responde a la pregunta ¿Qué sucede?
Juzgar: Es la fase de interpretación, de reacción que responde a la pregunta
¿Qué puede hacerse?
Actuar: En la intervención o fase programática se responde a la pregunta
¿Qué hacemos en concreto?
Devolución creativa: Basada en la reflexión en la acción es una fase
prospectiva que responde a la pregunta ¿Qué aprendemos de lo que hacemos?

2. FORMACIÓN ONTOLÓGICA

2.1. Esbozo del estado actual de la discusión sobre la ontología.

Desde que Aristóteles (2007) afirmara que “Hay una ciencia que estudia el
ser en tanto que ser y los accidentes propios del ser” (pág. 115), la ontología, que
se supone es tal ciencia, se ha identificado como una metafísica. Es por esto que
resulta extraño en la historia de la filosofía entender el marxismo como una ontología,
debido al declarado rechazo que aquel ejerce frente a toda mistificación de la
conciencia, frente a toda manifestación en el hombre que no responda a un principio
materialista. Sin embargo, “la pregunta por el ser no implica necesariamente
complicidad con las determinaciones metafísicas del ser” (Álvaro, 2015, pág. 13),
es decir, la ontología no siempre responde a una necesidad metafísica, lo que
explica el hecho de que en el inmenso caudal de interpretaciones que la tradición
marxista ha hecho de la teoría marxiana, haya lugar para la ontología. Si algo es
cierto es que Marx nunca se interesó, explícitamente, por este problema, cosa que
no oculta que en su obra haya una referencia al trato del ser social. Trabajar por
esclarecer este tipo de ontología que existe en Marx, ha sido el interés de un número
de pensadores asociados al marxismo occidental: Carol Gould, Antonio Negri,
Michael Hardt, Étienne Balibar, son algunos de ellos, pero quien formó y estableció
un cuerpo teórico explícito en torno a este problema fue, sin duda alguna, György
Lukács. No es por casualidad, entonces, que su última obra lleve precisamente el
nombre de Ontología del Ser Social. Dividida en dos partes, esta obra ha sido
víctima del desconocimiento casi que total en los círculos académicos, incluso en
los que tratan la filosofía. Tal fenómeno puede ser atribuible, por lo menos, a tres
motivos. El primero, corresponde a la fecha de su publicación: es en la década de
1970 cuando el socialismo y la teoría marxista, empiezan a ser vistos como
proyectos del fracaso. Por lo tanto, -este es el segundo motivo- si ya pensar el
marxismo era difícil en tiempos del DIAMAT y el HISMAT, cuán grande habrá de ser
su dificultad en los años venideros, cuando la herencia lógico-epistémica, junto con
las teorías “post” y neopositivistas conquisten el centro del debate en las Ciencias
Humanas y Sociales. Por último, y como consecuencia de los motivos anteriores, la
Ontología de Lukács, no podía llamar la atención de nadie y menos aún de
editoriales que pudieran emprender su traducción sistemática del alemán al
castellano. Apenas existe, en nuestro idioma, tres capítulos. Uno (Marx, ontología
del ser social) es responsabilidad de la editorial española Akal, mientras que los
otros dos (Ontología del ser social: El trabajo y Ontología del ser social: La
alienación) pertenecen a la editorial argentina Herramienta. Con un panorama así,
es compresible que esta obra, con grandes dificultades, pueda ser leída y analizada,
incluso, pueda ser identificada en el sumario bibliográfico del autor húngaro. Pero,
aunque esto sea así, en la historia del pensamiento también hay curiosas
excepciones y, paradójicamente, nuestra profesión representa una de ellas. Lo que
sorprende a primera vista es: ¿Cómo una profesión que históricamente ha adquirido
un carácter de subalternidad frente a la sociedad y a las discusiones propias de las
Ciencias Humanas y Sociales, puede tomar partido y contribuir a la solución de un
problema filosófico y además fortalecer la lectura crítica de la obra de Marx?
Después de todo el Movimiento de Reconceptualización ha dejado más que
programas de liberación inconclusos y ha confirmado, una vez más y
mayoritariamente en Brasil, el noble oficio del viejo topo. La discusión profesional
de los últimos años en este país ha resultado en una fuerte producción teórica en
Trabajo Social y, lo que en Uniminuto y Colombia conocemos como Escuela de
Brasil, ha ido tomando como suyo lo mejor del marxismo crítico y, con él, también
la Ontología del Ser Social, para construir los fundamentos ontológicos del nuevo
proyecto ético-político profesional crítico. Las ideas elementales de la Ontología de
Lukács han llegado a un mayor número de personas, en su mayoría Trabajadores
Sociales, gracias al empeño de esta Escuela en la traducción del portugués al
castellano de textos del propio Lukács y ensayos que profesionales han hecho sobre
su obra. Sirviéndose de la Cortez Editora para difundir esta corriente teórica en
nuestra profesión han logrado conformar la Biblioteca Latinoamericana de Servicio
Social Crítico. Biblioteca que debería ser lectura obligada y permanente consulta
para todo profesional comprometido con la reflexión crítica de su quehacer. Sin
embargo, el más significativo avance de dicha Escuela ha sido el desarrollo y
potencialización de la relación que pueda existir entre la Filosofía y el Trabajo Social.
Veamos de qué manera se da esto, exponiendo las categorías esenciales de la
Ontología del Ser Social y su contribución a nuestra profesión.
2.2. Breve edificio conceptual de una ontología histórico-materialista

Se debe partir del hecho de que “en la historia de la filosofía raramente el


marxismo fue entendido como una ontología” (Lukács, 2003, págs. 130-131), no
obstante “las enunciaciones de Marx, correctamente entendidas, son enunciaciones
acerca de un ser” (Lukács, 2007, pág. 67). Y como Marx hace del problema central,
la producción y reproducción de la vida hombre, la base de ese ser que se enuncia,
es el trabajo. El trabajo como elemento ontológicamente primario es el desarrollo de
una dialéctica entre necesidad y libertad, una dialéctica entre condiciones objetivas
y posiciones teleológicas (Guerra, 2003). Al interior de esta dialéctica, la
competencia biológica de los seres vivos con su mundo ambiente se transforma y
pasa a representar en el trabajador, el producto que desea crear poniendo en
marcha el proceso de trabajo. Tal representación es, fundamentalmente, el papel
de la conciencia. La conciencia es el elemento que logra establecer al trabajo como
punto de partida de la humanización del hombre, y como presupuesto de la
construcción del ser social. Esta facultad de la conciencia se logra por su capacidad
racional y valorativa para crear una representación previa al producto del proceso
de trabajo. Las abstracciones de la voluntad del ser humano pueden concretizarse
en los fines que su racionalidad proyectó al inicio del proceso de trabajo,
principalmente, porque en la contradicción hombre/naturaleza, propia del trabajo, la
instrumentalidad surge, inevitablemente, en su interior, haciendo esto posible. La
capacidad de instrumentalidad es la síntesis de enfrentamiento entre teleologías y
causalidades en el proceso de trabajo. La satisfacción de la necesidad material pone
en movimiento el proceso de trabajo, cuya realización solo puede tener lugar con la
ayuda de una cadena de mediaciones. Sin embargo, estas nunca se manifiestan
como son, constituyen la esencia tras el fenómeno. Para conocerlas hay que hacer
un rodeo y, la razón dialéctica al ser la “única capaz de dar a la acción una
orientación” (Lukács, 1970, pág. 55), se convierte en el centro de ese procedimiento.
Cuando no ocurre esto, cuando nada nos dice que hay algo detrás de lo que vemos,
nuestro pensamiento opera bajo la razón instrumental, es decir, bajo un marco
inmediatista, formalista y funcional.

2.3. La ontología histórico-materialista como proceso investigativo

El objetivo de la investigación marxista es reproducir en el plano del


pensamiento, lo más fiel posible, el movimiento de la realidad para, con esto, pensar
objetivamente las posibilidades de su transformación. Por eso para el marxismo la
ciencia no es un fin, sino un medio. En el caso de nuestra profesión, se llamará a
este proceso investigativo como la reconstrucción ontológica del escenario de
intervención profesional. Para empezar, es preciso considerar al Trabajo Social
como una profesión cuya práctica se desenvuelve en la lucha de clases y en la
división social del trabajo, y cuyo ejercicio profesional se enmarca en el de un
trabajador asalariado. Como el Trabajo Social surge cuando el Estado modifica su
tratamiento a la cuestión social, y son las políticas sociales, precisamente en tanto
práctica social y en tanto expresión de respuestas institucionales, el instrumento
constitutivo de esta modalidad de atención, la profesión “es constituida,
constituyente y constitutiva de las relaciones sociales capitalistas [y, por lo tanto] la
lógica de constitución de las políticas sociales reside en su conversión en
instrumento al servicio del capital” (Guerra, 2003, págs. 185,188). Las demandas
sociohistóricas que posibilitaron y posibilitan la existencia del Trabajo Social le
hicieron y hacen creer a los profesionales que la capacidad de responder a ellas no
es más que un oficio de caridad, o en el mejor de los casos, una labor que es
necesaria, pero natural de hacer. La ilusión de servir (Martinelli, 1992) es dada por
la racionalidad hegemónica del orden burgués: la racionalidad formal abstracta.
Esta razón instrumental, siendo subjetivista, formalista, subordinada y funcional, no
hace más que ocultar el significado sociohistórico de la profesión y el carácter
esencial de su instrumentalidad, tras la apariencia de servir a la clase trabajadora
bajo el manto del Estado. Para romper con está ilusión es necesario hacer uso del
pensamiento dialéctico. Es por el carácter teleológico de la razón dialéctica que se
logra comprender en su totalidad la instrumentalidad de la profesión. Aquella que
se manifiesta en tres niveles: 1) como funcionalidad; 2) como peculiaridad operativa;
3) como mediación (Guerra, 2003).
En el primero, la profesión se expresa como un instrumento de control, que,
a través de las políticas y servicios sociales, constituidos como espacios de
intervención, produce y reproduce material e ideológicamente el orden burgués. En
el segundo, la instrumentalidad de la profesión se entiende en el contexto de las
respuestas dadas a las demandas sociales. Ambos hechos, ambos niveles de la
instrumentalidad de la profesión, no son más que el resultado de un evidente
descuido (o rechazo) por el método dialéctico. La instrumentalidad es una condición
necesaria para la comprensión histórica de la profesión, pero insuficiente si la
conciencia no aprehende todos los nexos del proceso en que aquella se
desenvuelve. Hacerlo, significa reconocer el tercer nivel en que se manifiesta la
instrumentalidad de la profesión. Esos nexos son las mediaciones ocultas tras la
aparente ilusión de servir, que representan la razón de ser, y por lo tanto la razón
histórica de la instrumentalidad. Solo la razón dialéctica, en tanto método y
estructura del pensamiento, logra reconstruir ontológicamente con la mayor
fidelidad posible el movimiento de la realidad, poniendo en marcha el trinomio
categorial: singular – universal - particular (Pontes, 2003). Decir que el movimiento
de la realidad se reconstruye bajo la dialéctica singular – universal – particular, es
lo mismo que decir que aquella se conoce por la relación, también dialéctica,
inmediaticidad – legalidad social – mediaciones. La síntesis de la dialéctica entre
universal y singular resulta ser la mediación. Ella permite develar los complejos
sociales y, al ser captada por la razón, posibilita, “a través de aproximaciones
sucesivas, negar la factualidad/inmediaticidad y develar la génesis (nacimiento) y
modo de ser (funcionamiento) de los complejos y fenómenos que existen en una
determinada sociedad” (Pontes, 2003, pág. 210). Con esto, la mediación se
convierte en una categoría fundamental para el trabajo del profesional. No hay duda
de que la mejor forma para develar las mediaciones de la instrumentalidad
profesional es por el método dialéctico. Este, con las características ya expuestas,
es quien permite reconstruir con la mayor fidelidad posible el movimiento del objeto,
en este caso los escenarios de intervención de la profesión se convierten en el
objeto a reconstruir ontológicamente por parte del profesional. Y ¿cómo se logra tal
cosa?
La singularidad en la profesión se manifiesta en la constante carga de
problemas individuales, familiares, grupales, comunitarios, psicosociales,
organizacionales, programáticos y operativos, a los que ella le debe hacer frente en
un contexto institucional que en cierto grado determina su acción por las demandas
específicas que le impone. En este terreno singular, los problemas y las demandas
institucionales aparecen como un fin en sí mismo, y no como una mediación, lo que
provoca un enaltecimiento exagerado de los fines. El campo singular, es el mismo
mundo de la pseudoconcreción, y este, al ser un “claroscuro de verdad y engaño”
(Kosík, 1996, pág. 28) hace que el fenómeno muestre y oculte al mismo tiempo la
esencia, lo que para la singularidad sería contener ya, en las observaciones
empíricas individuales, una relación con la universalidad y la particularidad. La
universalidad reflejada en la legalidad social, es decir, en las grandes
determinaciones sociales 1 , ya se halla inmersa en la singularidad, sin embargo,
estas leyes sociales resultan “tan bellas como inútiles si no logran particularizarse
en el plano real cotidiano del quehacer profesional” (Pontes, 2003, pág. 215). Estas
leyes quedarían en un lugar inevitablemente abstracto si no se contrastan con la
realidad cotidiana misma. El problema social que la profesión atiende debe estar
suficientemente claro para el profesional, como para que este, logré ver en él, el
campo de mediaciones que particularizan su intervención. “La particularidad es el
espacio reflexivo ontológico donde la legalidad universal se singulariza y la
inmediaticidad de lo singular se universaliza” (Pontes, 2003, pág. 216). Por lo tanto,
cuando se mediatiza la singularidad, “esa mediación se da a través de
determinaciones históricas” (Pontes, 2003, pág. 217), es decir, de determinaciones
universales. Como “lo concreto es concreto porque es la síntesis de múltiples
determinaciones” (Marx K. , 2007, pág. 21), mediatizar la práctica profesional,
resulta en la capacidad para la profesión de comprender elementos, que de no estar
presente esta categoría, junto con la de concreción, pasarían por alto, en perjuicio
de una praxis crítica. Estamos hablando de la rica totalidad de múltiples
determinaciones y relaciones tales como: el “proceso productivo dentro de un
contexto espacio-temporal; construcciones de la cultura, del lenguaje; relaciones
entre fuerzas sociopolíticas presentes; constitución de las instituciones, mercado,
Estado, partidos, sindicatos; movimientos sociales; (…) configuración de políticas
sociales y de su red organizacional” (Pontes, 2003, pág. 218), y un amplio etcétera.
Queda claro, entonces, que este pasaje del ser-en-sí de los profesionales, al ser-
para-sí, significa la consolidación de su ser social, cosa que no es más que el
resultado de la astucia de la razón dialéctica.

3. AFINIDADES ELECTIVAS

“Aquí se ha producido una separación y una nueva composición y por lo tanto


estamos legitimados para usar el término «afinidad electiva»” (Goethe, 2008, pág.
28). Esta conclusión que Goethe pone en boca del Capitán es justo lo que se genera
del encuentro entre la praxeología y la ontología aquí tratadas. Mientras se efectúa
una separación por las características mismas de cada formación para la

1
Hablamos aquí de leyes universalmente tendenciales como las relaciones sociales de producción, la relación
capital-trabajo, las leyes del mercado, la relación Estado-sociedad, la ley de la plusvalía, etc.
investigación, otros elementos hacen posible una composición, una afinidad. Si nos
conformáramos con apenas unos puntos en común o un cierto parentesco, la
afinidad de ambas sería estática. Para que sea electiva debe crearse además de la
posibilidad de relación, una necesidad de convergencia, una analogía como objetivo
que permita su dinamización. La elección en este caso es la impostergable
discusión que sobre el marxismo crítico debe darse al interior de la profesión y en
general en las Ciencias Sociales. Llegado a este punto y teniendo en cuenta que la
afinidad electiva es “el proceso por el cual dos formas culturales -religiosas,
intelectuales, políticas o económicas- entran, a partir de determinadas analogías
significativas, parentescos íntimos o afinidades de sentidos, en una relación de
atracción e influencia recíprocas, elección mutua, convergencia activa y refuerzo”
(Löwy, pág. 139), es hora de plantear las posibles afinidades electivas entre la
praxeología del Minuto de Dios y la ontología de la Escuela de Brasil.
Crítica. Praxeología y ontología son críticas, tanto de la pasividad que suele
acompañar a la investigación, como de las desigualdades sociales producto del
orden social vigente. Su interés reside en cuestionar, de un modo u otro, el estado
de cosas de una sociedad dividida en clases. Es cierto que la ontología histórico-
materialista es sumamente precisa en postular al socialismo como estadio necesario
para eliminar la explotación y la dominación, y lograr la libertad del hombre, pero
eso no se podrá lograr si no se abandona el vanguardismo, y se asume al marxismo
como parte de algo más grande que es el saber crítico de los pueblos, en donde
también está la praxeología. Significa esto basar la lucha por el socialismo en la
pluralidad y la diversidad que son características constituyentes del sujeto del
cambio en la época actual: el sujeto popular. (Rauber, 2006)
Intervención. El destino de esta categoría en Trabajo Social, por herencia
del pasado clínico de la profesión, ha sido el del escepticismo. Pero lo cierto es que
toda ruptura genera una continuidad y, así como la ontología no siempre es
cómplice de las determinaciones metafísicas del ser, la intervención no siempre es
cómplice de las determinaciones funcionalizantes del Trabajo Social. De hecho, la
noción de intervención lleva dentro de sí una relación indisociable con una práctica
profesional que le exige ser “una investigación al servicio de la acción” (Juliao, 2017,
pág. 223). De ahí a que ese servicio contribuya a legitimar o transformar el orden
social dependerá del proyecto ético-político que el profesional, consciente o
inconscientemente, asuma. La discusión del marxismo en Trabajo Social tiene que
pasar necesariamente por el problema de la intervención, porque es en ella donde
las posibilidades y límites de la profesión respecto a la transformación de la realidad
pueden hacerse evidentes. Los dos tipos de formación para la investigación que se
expusieron aquí pueden contribuir a dicho objetivo. Uno, por problematizar la noción
de investigación-intervención y el otro por posibilitar la reconstrucción, en el plano
del pensamiento, del escenario de intervención profesional.
Hermenéutica. El segundo momento de la praxeología -el juzgar- pone en
primer plano algo que ha pasado de largo por el marxismo vulgar: la hermenéutica.
Toda esta etapa es una invitación a entrar en el conflicto de las interpretaciones, a
explicitar el momento por el que toda investigación pasa, incluso la investigación
marxista. En este caso, la investigación ontológica, como casi todo en el marxismo,
persigue el objetivo de “terminar con la obnubilación de la consciencia” (Sacristán,
1968, pág. XIII). Este objetivo está inmerso en la célebre tesis XI sobre Feuerbach,
pero el mismo movimiento de la realidad ha hecho que la interpretación se pierda
en la transformación. Cuando Marx escribe que “Los filósofos no han hecho más
que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de
transformarlo” (Marx, 2006, pág. 59), no está diciendo que deba dejarse a un lado
la interpretación de la realidad, sino que, a partir de su correcta interpretación, pueda
ocurrir su transformación. Marx, dándole un instrumento de reflexión a la realidad,
es como la marca en forma perdurable. No ha sido fácil entender este hecho en
Trabajo Social por la tendencia a crear una oposición irreflexiva entre los
paradigmas clásicos que han guiado el quehacer profesional, sin tener en cuenta
que el lugar donde ellos se manifiestan es un “mundo en el que todo está preñado
de su contrario” (Berman, 1989, pág. 10). La lógica paradójica no es eclecticismo.
De hecho, expresar y captar esa contradicción ha sido lo más distintivo y notable
del espíritu marxista. Por lo tanto, este punto de quiebre es el que muestra al
investigador social que tipo de hermenéutica existe en Marx: la hermenéutica de la
sospecha, como reducción de las ilusiones y mentiras de la conciencia (Ricoeur,
1990, pág. 32).
Praxis. La praxis suele ser un tema recurrente en aquellas formas de
investigación que se interesan por contribuir a la transformación de la realidad. Y es
básicamente porque ella, aparte de referirse a la unidad o relación dialéctica entre
teoría y práctica, también se establece “como respuesta filosófica a esta cuestión
filosófica: ¿quién es el hombre?, ¿qué es la realidad humano-social?, y ¿cómo se
crea esta realidad?” (Kosík, 1996, pág. 239). La verdadera concepción filosófica de
la praxis, es decir, aquella que entiende la actividad humana como objetiva,
científica y creadora (Sánchez Vázquez, 1980), tiene como centro de su
planteamiento a la “determinación de la existencia humana como transformación de
la realidad” (Kosík, 1996, pág. 240). La praxeología tiene claro esto al partir del
principio antropológico de que la persona humana es un ser que actúa y reflexiona
sobre su actuar, por eso, “la acción política tiene que ver con un quién, no con un
qué” (Juliao, 2011, pág. 26). La praxis es un humanismo. Solo por la actividad
humana y por el desarrollo del ser social es posible la praxis. Así es como Lukács
(2003) afirma que la libertad [como objetivo contenido en la praxis en tanto
transformación de la realidad] es el resultado de la propia actividad del género
humano.
Dialéctica. Puede decirse que todos los errores de envergadura a los que
vuelve constantemente el Trabajo Social se deben a su indiferencia o rechazo por
la dialéctica como comprensión de la realidad y como método de investigación. Del
marxismo se podría decir lo mismo, solo que marxismo sin dialéctica no es
marxismo, o bueno, al menos no marxismo crítico, sino vulgar. Tanto ontología
como praxeología basan su quehacer investigativo en la dialéctica, lo que es ya
suficiente razón para volver la mirada hacía ellas. Por un lado, el quehacer
fundamental de la praxeología es el desplazamiento de lo concreto vivido a lo
concreto pensado para retornar a lo concreto construido y de ahí a lo concreto
aprehendido. Y para eso ¿qué necesita el praxeólogo?: un “ejercicio de abstracción,
de pensar por separado aquello que no está separado” (Juliao, 2011, pág. 31).
Resulta entonces perfectamente coherente con la forma de proceder que Marx
compartió en la Introducción a los Grundrisse: “partir del supuesto efectivo, (…)
[pasar por la] representación caótica, (…) [llegar a las] determinaciones más simples
(…) [y, de ahí] emprender el viaje de retorno (…) [para construir] una rica totalidad
con múltiples determinaciones y relaciones”. (Marx, 2007, pág. 21). Y para eso ¿qué
necesita el investigador? la capacidad de abstracción (Marx, 1999, pág. XIII). Ahora,
por la ontología ya quedó explícito, en la medida de lo posible, cómo la dialéctica
toma forma en el trinomio singular-universal-particular. Un versado discípulo de
Lenin, como lo fue Lukács, tuvo claro desde un principio la importancia del método
dialéctico y en especial de su carácter de totalidad, historicidad y contradicción para
la investigación.

4. CONCLUSIÓN

El propósito de incluir en la reflexión sobre el Trabajo Social a los dos tipos


de formación para la investigación aquí expuestos radica en su potencial creativo.
Si de lo que se trata es de identificar en las demandas del tiempo presente la
actualidad del marxismo, lograremos ampliar la discusión más allá de los puntos en
los que todos estamos de acuerdo. Dando paso a una nueva composición intelectual,
con el marxismo y los clásicos como referente teórico, es que la profesión podrá
identificar problemas, campos y debates emergentes. Es esto, en últimas, lo que
define al pensamiento crítico, en especial, si es fiel a la precaución gramsciana de
que crear una nueva cultura, en este caso una nueva cultura investigativa, no
significa sólo hacer individualmente descubrimientos "originales", significa también
y especialmente difundir críticamente verdades ya descubiertas, "socializarlas" por
así decirlo y por lo tanto hacer que se conviertan en base de acciones vitales,
elemento de coordinación y de orden intelectual y moral (Gramsci, 1986). Tal cosa
fue lo que se buscó con este escrito.

5. BIBLIOGRAFÍA

Álvaro, D. (2015). Ontologías del ser social. Nómadas. Revista Crítica de Ciencias Sociales
y Jurídicas, 11-41.
Aristóteles. (2007). Metafísica. Madrid: Editorial Espasa Calpe.
Berman, M. (1989). Todo lo sólido se desvanece en el aire. La experiencia de la modernidad.
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