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HISTORIA DEL DERECHO CANÓNICO I LECCIÓN 2

© ENRIQUE DE LEÓN REY

LECCIÓN 2: El método.

Sumario: 1. El método histórico-crítico jurídico.– 2. La edición de


las fuentes y la historia de las instituciones.– 3. Las disciplinas auxiliares.

1. El método histórico-crítico jurídico

Como es sabido, la finalidad de la ciencia histórica consiste en


averiguar y contar la verdad de los acontecimientos sucedidos en el pasado.
Se trata de llegar a esa verdad buscándola en todos los testimonios,
documentales o arquelógicos, que se han conservado y han llegado hasta
nosotros. Este trabajo del historiador debe ser esencialmente crítico. Es
propio de su trabajo discernir y verificar en los documentos todo aquello
que responda o no a la verdad, juzgando la credibilidad de cada fuente y
justificando las propias conclusiones. Por tanto, el material sobre el que
debe trabajar el estudioso de la historia son las fuentes, los documentos del
pasado que nos transmiten lo que sucedió, pero siempre con una “visión
crítica”.

“Ahora bien, la esencia de la historia es crítica. La crítica es lo que permite saber con el
conocimiento despierto de quien sabe sabiendo que sabe. La facultad esencial de la historia
no es –como tantas veces se cree– la memoria, sino el entendimiento capaz de discernir lo
verdadero de lo falso, lo verosímil de lo inverosímil, lo absoluto y general de lo relativo o de
lo único y personal. La historia –por ser empeño infatigable de contactar con el hombre y con
todas sus manifestaciones- es profundamente sensible. La actitud de los filólogos
renacentistas es la herencia del historiólogo de nuestros días animado de una curiosidad
insaciable. Entiéndase bien: no ansia inútil, ni prurito de puntualizar las pequeñeces eruditas
que se presentan en la tertulia de café. Es afán de verdad. De admitir sólo lo que es razonable

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admitir. De acercarse a la esfera de la libertad que ha dejado huella acuciante en los


documentos y monumentos de la historia”1.

Por este motivo el estudioso de la historia del derecho canónico


trabaja sobre los documentos –sobre las fuentes– con actitud crítica, lo que
significa, en primer lugar, una preocupación seria por la veracidad del texto,
es decir, si el documento en cuestión sobre el que se realiza la investigación
ha sido transmitido de modo fiable o si, por el contrario, ha sufrido
alteraciones a lo largo del tiempo. Llegado a este punto el historiador
necesita de la ayuda que le pueda dispensar la crítica textual. En un
segundo momento deberá hacer un juicio sobre la veracidad de la
información contenida en el mismo, sin olvidar que incluso documentos
cuya tradición manuscrita es bien conocida, pueden transmitir una
información falsa o ser atribuídos erroneamente a personas distintas de sus
verdaderos autores; basta pensar en el caso de las falsificaciones pseudo-
isidorianas.

El historiador del derecho canónico, sin embargo, no puede


detenerse en el mero conocimiento de la fuente formal; el objeto de su
estudio no es solamente la historia de los documentos, de su transmisión y
veracidad –forma y contenido– sino también, y sobre todo, la realidad
histórica de los sucesos. Al historiador del derecho canónico, por tanto, no le
interesan solamente ni primariamente los documentos conservados sino
precisamente lo que los documentos nos dan a conocer sobre el modo de
vivir la justicia en la Iglesia a lo largo de su historia. Y para conseguir su
objetivo, el estudioso debe realizar un trabajo de integración de toda la
información recibida de los diversos documentos junto con un conocimiento
profundo de la historia de la Iglesia en el período de que se trate. Parece
claro, por ejemplo, que la imagen de la Iglesia que se tiene a la luz de los
cánones de un concilio de reforma no se corresponde en modo pleno con la
realidad de las cosas, aunque sin duda pueden mostrar los puntos
considerados esenciales para un período concreto de tiempo.

El método de la ciencia de la historia del derecho canónico es


también jurídico, o para ser más precisos, “canónico”. Cuando se utiliza este
término, canónico referido al método empleado no nos referimos al
método jurídico simpliciter puesto que el método canónico, con sus
similitudes y diferencias, es un método “a se”, distinto, propio, con sus

1 E. DE LA LAMA, Guía para el estudio de la Historia de la Iglesia, Pamplona 1999, p.3.

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peculiaridades, que en nada desmerecen del método jurídico. Y puesto que


el objeto de investigación de la historia del derecho canónico es
precisamente el derecho canónico, el estudio histórico del mismo ha de
hacerse utilizando, además, el método canónico –junto con el método
histórico-crítico.

2. La edición de las fuentes y la historia de las instituciones

En la lección anterior se ha hecho referencia a la convicción de S.


KUTTNER de la necesidad de disponer de ediciones verdaderamente
críticas de las fuentes canónicas para poder realizar las tareas propias de la
ciencia de la historia del derecho canónico.

Las consecuencias de esta opción metodológica en el estudio y en la


investigación histórico-canónica son evidentes. La principal consiste en el
enorme esfuerzo realizado por los investigadores de las fuentes del derecho
en los decenios precedentes para, primero, descubrir y catalogar todos los
manuscritos existentes, y, a continuación, tratar de hacer una edición
verdaderamente crítica de todos ellos. Los resultados a dia de hoy son
pequeños si los comparamos con el immenso trabajo que todavía falta por
realizar, pero son también un signo muy importante de la fecundidad de
estos esfuerzos.

Todo esto ha significado una aparente “desatención” de la historia de


las instituciones, ya que es evidente que no se puede hacer ésta de forma
seria, científica con el estado actual de las fuentes canónicas: un estudio
diacrónico de cada institución se quedaría sin fundamento sólido porque se
parte de fuentes de las cuales no está clara ni siquiera su tradición textual. A
pesar de todo ya en nuestro tiempo la investigación crítica de las fuentes
realizada hasta ahora ha facilitado el conocimiento en profundidad de
alguna institución canónica, que, en consecuencia, ha podido estudiarse en
un determinado período histórico y no pocas veces ha dado razón de su
vigencia actual.

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La historia de las fuentes no se puede reducir solamente a la edición


crítica de las mismas; ni tampoco se trata de una propedéutica para
especialistas, de difícil comprensión. La historia de las fuentes, tal como se
ha desarrollado en el siglo XX pertenece al nucleo fundamental de la ciencia
histórico-canónica y ofrece ya en sí misma, conocimientos muy valiosos
para el canonista2.

Por tanto la historia de las fuentes debe estudiarse en estrecha


relación con la sociedad que la origina en su momento histórico concreto
(historia de la Iglesia e historia de los pueblos) y como fruto –en algunos
casos– del trabajo científico de los estudiosos del derecho canónico de cada
época (historia de la ciencia del derecho canónico). Así estudiada se trata de
un conocimiento necesario para todo canonista que sea consciente de su
misión eclesial.

3. Las disciplinas auxiliares.

La historia del derecho canónico para conseguir su objeto tiene


necesidad de la ayuda de otras ciencias llamadas auxiliares. La utilización de
tales ciencias permite al historiador del derecho canónico llegar a conocer la
genuina tradición canónica y ofrecer, en un segundo momento, esas síntesis
tan necesarias para el resto de canonistas.

1. Historia de la Iglesia: la historia del derecho canónico trata de


conocer la historia de la Iglesia en su dimensión de justicia dentro del marco

2 “Historia de los hechos, por tanto. Y si eso es la historia de las fuentes del derecho, caerán
muchos de los prejuicios que la circundan. El primero de ellos el que ve esta historia como
una gran introducción para iniciados, una especie de “atrio” del templo, un prólogo en el
cielo de la historia del derecho, o como un almacén lleno de instrumentos de trabajo para
utilizar eventualmente para este o aquél estudio científico. En definitiva, una tarea de
erudición pero no un problema de historia: y en efecto, tanto en una como en otra visión
está implícita una instancia erudita, la del conocimiento crítico de las fuentes. No se trata
de nada de eso, aunque todo lo dicho –y para evitar equívocos– es, y debe ser, más que
legítimo el presuponerlo. Una historia de las fuentes del derecho no elude sino que afronta
de lleno todo el problema histórico del derecho; no se queda al margen, como un inventario
razonado y crítico de medios de conocimiento, sino que está in media res, problema de
conocimiento en si mismo en cuanto mira la historia del derecho desde el ángulo visual del
proceso histórico de sus fuentes”. F. CALASSO, Medio Evo del Diritto. I. Le fonti, Milano
1953, pp. 6-7.

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normativo, y para ello es esencial el conocimiento del contexto histórico-


social; debe valorar la perennidad o contingencia de las distintas
legislaciones, y en definitiva, debe considerar las causas que dieron origen a
tales leyes. La inserción del estudio de la historia del derecho canónico en el
marco más amplio de la historia general y de la Iglesia se debe a G. LE
BRAS:

“¿Es acaso necesario poner por escrito que toda la vida de una sociedad constituye
la carne y la sangre de la historia del derecho? No solo la lógica no es suficiente para
dar cuenta de los movimientos del derecho sino que la historia política e intelectual,
económica y social nos parece inseparable de la historia jurídica. Y cada una de estas
historias se funda sobre el examen de los textos y el uso de todas las técnicas sin
prejuicio alguno, sin ninguna sumisión a las opiniones comunes”3.

2. Crítica textual: “tarea de la crítica del texto es la restitución de


un texto (lo más que se pueda) a su estado original”4. Para conseguirlo la
crítica textual recorre cuatro etapas sucesivas en el texto: recensio,
establecer todo aquello que puede servir como verdaderamente transmitido;
examinatio, establecer si esta “tradición” (transmisión) debe considerarse
original; divinatio, llegar al original a través de la hipótesis, en el caso en
que la examinatio demuestra que no es original; eliminatio codicum
descriptorum, prescindir de los testimonios que se demuestran innecesarios
para la reconstrucción del texto. De este modo se llega hasta el “arquetipo”,
es decir, el ejemplar que más se acerca al original, y por tanto punto de
partida de las sucesivas corrupciones.

La crítica textual utiliza todavía el método que sucintamente se acaba de describir


y que fue consolidado por K. Lachmann en el siglo XIX para el estudio de la Sagrada
Escritura y de los clásicos. El método de Lachmann ha resultado ser un instrumento
de gran utilidad para la reconstrucción de textos aunque en ocasiones es demasiado
rígido; y de hecho más recientemente algunos autores han puesto de relieve los
evidentes y numerosos límites de dicho método5. Otra debilidad del método consiste
en que parte del presupuesto epistemológico de la imposibilidad de llegar al texto
original. Recientes estudios sobre el Decretum Gratiani demuestran que esto no

3 G. LE BRAS, La Chiesa del Diritto. Introduzione allo studio delle istituzioni ecclesiastiche,
Bologna 1976, p. 7.
4 P. MAAS, Critica del testo, Firenze 1990, p. 1
5 Cfr. G. PASQUALI, Storia della tradizione e critica del testo, Firenze 1988; S. TIMPANARO,

La genesi del metodo del Lachmann, Padova 1990.

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siempre es cierto y que utilizando otras vías complementarias a las filológicas se


puede llegar a certezas sobre la originalidad de los textos.

3. Paleografía y diplomática: la paleografía es la ciencia que


estudia la historia de la escritura o las escrituras antiguas; trata de
establecer la fecha y el origen geográfico del momunento escrito, trata de
indicar cómo ha sido redactado…. Nació como ciencia con una finalidad
práctica y en el ámbito de las ciencias históricas. Actualmente la paleografía
tiene un campo de intereses más amplio: estudia el documento escrito como
manifestación de una época cultural.

La diplomática se interesa solamente por escritos de naturaleza


jurídica y que responden a un formato preciso. El objeto de la diplomática es
el estudio crítico del documento con la finalidad de establecer su valor como
testimonio histórico.

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