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CAPITULO 6 LOS PARTIDOS OLIGARQUICOS.

La generación de los partidos que resultaron de la revolución oligárquica, denominados por algunos autores
“partidos históricos”, conforma hoy en día una familia política que comprende 31 partidos, repartidos en 13 países
del área latinoamericana. Se trata de partidos creados para la defensa de los intereses de las oligarquías nacionales,
predominantes en el siglo XIX y gran parte del XX, venidos a menos o declinantes –en vías de desaparición– en la
época reciente en un buen número de países.

En nuestros días una evidente transformación de la familia oligárquica, que ha sido liberal desde un punto de vista
económico y conservadora desde el punto de vista político. Ello difiere sensiblemente de la neta diferenciación de las
dos subfamilias hasta la segunda mitad del siglo XX, fenómeno que aquí abordaremos en su evolución y desarrollo
hasta los años recientes

BASE SOCIAL Y DESARROLLO

Los partidos oligárquicos han constituido desde sus orígenes estructuras organizacionales creadas para la defensa de
los intereses de las clases dominantes: la gran propiedad agraria (latifundio), el gran capital tradicional (burguesía de
la finanza, comercio e industria). Su función mediadora de los grandes intereses entra en declive con el avance de la
revolución democrática en cada país, cuando tales intereses se amalgamaron con aquellos de los “recién llegados”
de la alta finanza, industria y comercio (fuerzas políticas neoliberales y neoconservadoras). En tal sentido,
encontramos en casi todos los países latinoamericanos a los partidos oligárquicos articulando y canalizando las
aspiraciones políticas de las clases altas y de los grupos aliados.

Hasta una época reciente los partidos oligárquicos contaron también con el apoyo electoral de los grupos sociales
tradicionales de las áreas rurales. También, la legitimidad fundada en la tradición los habría favorecido en sus
manifestaciones de fuerza y de resistencia frente a las primeras tentativas de la revolución nacional-popular, que
canalizó todos los esfuerzos antioligárquicos, con menor impacto ante las manifestaciones políticas y culturales, de
corte modernizante, de las fuerzas políticas democráticas.

En el desarrollo de la familia oligárquica de partidos deberían establecerse tres fases: una primera, de división y
enfrentamiento (s. XIX); una segunda, de unión y de convergencia (constitución del bloque oligárquico para enfrentar
a las fuerzas populares) y una tercera, de declive o desaparición (último cuarto del siglo XX). Si la primera fase
corresponde a la de defensa o reafirmación de las posiciones adquiridas; la segunda, corresponde a la defensa de las
posiciones amenazadas; y, en fin, la tercera, a los esfuerzos orientados hacia la recuperación de las posiciones
perdidas

En la primera fase, en América Latina los protopartidos conservadores y liberales ya comenzaban a manifestarse con
la primera crisis de la post-independencia, época en la que se fueron configurando los primeros grupos: los hombres
de armas, que habían participado en las guerras de la independencia; el Clero, con intereses bien establecidos ante el
“vacío de poder” que sucede a la independencia; los grandes propietarios, que heredan sus propiedades de las
encomiendas; las primeras burguesías, que se van constituyendo con el desarrollo del comercio y en fin, los
pequeños grupos de intelectuales –los “ilustrados”– que orientan sus opiniones y acciones hacia la construcción-
integración de los nuevos Estados. GINO GERMANI DENOMINA ESTO COMO EL TIEMPO DE LA ANARQUIA
GENERALIZADA.
Y es entonces cuando se produce la gran división que da vida a las divergencias profundas dentro de la clase
oligárquica. Así, los grupos armados se unen en una primera etapa a los grandes propietarios, frente a una Iglesia
que pretende conservar sus privilegios heredados de la dominación colonial. Los intereses materiales se fueron
combinando con todo un sistema de ideas y actitudes que polarizan en la práctica las divergentes posiciones
políticas. De modo tal que conservadores y liberales conformaron en los diversos países fuerzas autónomas
dispuestas a defender sus propios intereses.

El anticlericalismo fomentado por la burguesía naciente y que se apoya en las ideas y acciones de los pequeños
grupos de intelectuales, influidos principalmente por la masonería primero, por el positivismo comteano después,
resultaría decisivo en la creación de los primeros partidos liberales y en su radicalización a fines del siglo XIX

A esta primera fase de división sucede ya en la primera mitad del siglo XX una fase de unión o de conciliación de los
intereses. Asimismo, la radicalización en las filas liberales marca el comienzo de una convergencia social y política en
las dos principales fuerzas oligárquicas: los conservadores se irán poco a poco acercando a los liberales. Fue sin duda
el fortalecimiento de la burguesía frente al poder de la gran propiedad, el fenómeno que contribuirá decisivamente
al equilibrio de las fuerzas oligárquicas

En las filas de los nuevos partidos populares la identificación de los intereses oligárquicos con el imperialismo
norteamericano habría de marcar en adelante la línea demarcatoria de uno de los principales clivajes de la historia
latinoamericana contemporánea. Ya en los 60, el impacto regional de la revolución cubana y la desestabilización
armada de los últimos regímenes oligárquicos, favorece el resurgimiento en los partidos oligárquicos de un
integrismo de derecha, intolerante y decididamente autoritario, que recogía las ideas y actitudes del anticomunismo
primario: contra el comunismo en defensa de la religión, será la nueva consigna de los conservadores; contra el
comunismo en defensa de la libertad, la de los últimos liberales.

EL PROYECTO OLIGARQUICO

El proyecto oligárquico que se fue elaborando a lo largo de siglo XIX respondía ciertamente a la necesidad de
justificar el nuevo orden postcolonial. Los conflictos de intereses entre los principales grupos oligárquicos podrían
encubrir para el investigador una homogeneidad básica, que la encontramos en el nivel del proyecto global de la
oligarquía y ello sin mayores modificaciones de uno a otro país. Entre sus rasgos principales encontramos:

1. ELITISMO: Es el conjunto de actitudes paternalistas hacia los sectores subordinados, que se integra dentro de una
concepción elitista que se apoya en última instancia en la convicción de la necesidad de un orden político autoritario.
De modo tal que sin llegar a negar el valor de la democracia, aún en su concepción restringida, se termina por
aceptar la inevitabilidad de la dictadura. el proyecto oligárquico integra desde el principio la vocación exclusivista de
los jefes locales y nacionales (conservadores y liberales) hacia la negación de la participación de los grupos
subordinados en la distribución de los puestos de dirección. De este modo, la participación de tales grupos en las
luchas y guerras civiles estaba debidamente enmarcada sobre la base de clientelas armadas a las órdenes de sus
jefes, indistintamente conservadores y liberales.
2. LOCALISMO: Presionados por alcanzar una base firme para la integración nacional, la organización de sus intereses
específicos configura, para los partidos oligárquicos, una reafirmación del control local y regional. Según ellos, solo
después de este proceso se podrá pensar en el establecimiento de las construcciones nacionales. Así, la lucha por
alcanzar mayores espacios se realizó mediante la creación de complejas redes de relaciones, que originalmente se
tejen sobre bases geográficas (la costa y el interior en los países andinos, el norte y el sur en los países más extensos)
para luego consolidarse sobre bases políticas. El localismo de los partidos oligárquicos también se manifiesta en su
resistencia original a las empresas centralizadoras de los caudillos. La sobrevivencia de este localismo lo encontramos
actualmente en un cierto “regionalismo”, que se expresa en casi todas las familias políticas
3. VOCACION POLITICA AUTORITARIA: , las referencias oligárquicas autoritarias se expresan con toda su fuerza, en
nuestros días, en el contenido integrista antidemocrático del proyecto de los partidos de la extrema-derecha. La
necesidad de resistir al avance de las fuerzas populares, particularmente de los socialistas, propicia el surgimiento y
desarrollo de una ideología antipopular, cargada de motivaciones oligárquicas excluyentes. También, la defensa de la
tradición entre los conservadores y de la libre empresa entre los liberales acompañó la reinserción de los grupos
oligárquicos en las nuevas relaciones de fuerza. En cierto sentido, tal autoritarismo refleja la actitud oligárquica de
rechazo al “desorden” que los cambios comportan y la nostalgia por un “orden” que parecía definitivamente
perdido.

LOS CONSERVADORES.

A diferencia de lo que ocurriera en Europa, los términos “conservador” y “liberal” aparecen en América Latina
simultáneamente, para identificar a los diversos grupos que pugnan por el poder en la post-independencia. En
Europa los conservadores habían surgido como respuesta al reto de los liberales, que se habían formado como
grupos organizados a principios del siglo XIX reivindicando los postulados de la Revolución Francesa. En América
Latina, el término “conservador” ya era conocido entre los protagonistas de las luchas de la independencia y hacía
referencia a los partidarios del orden. Contaban para ello con el apoyo de la Iglesia que no veía con buenos ojos las
ideas innovadoras importadas por los liberales desde Europa. Los primeros grupos conservadores se manifestaron así
abiertamente opuestos a la “anarquía” de la post-independencia, empresa en la cual se fueron fortaleciendo las
amenazas reales a sus posiciones adquiridas.

Los conservadores se organizan, sea para afianzar y defender sus posiciones de dirección y control sociales,
amenazadas por las fuerzas dispersas de los primeros grupos liberales, o bien, bajo la forma de grupos organizados
armados a fin de movilizar a la población campesina en defensa de la causa

LOS LIBERALES

La idea según la cual los liberales solo lo son en teoría, puesto que en la práctica siempre son conservadores, resulta
aplicable a la política latinoamericana ya en la fase de conciliación oligárquica, a principios del siglo XX. El término
“liberal” fue inicialmente adoptado por quienes, en el continente americano, compartían los ideales de la Revolución
Francesa. Ya en plena “crisis de la independencia” (Tulio Halperin Donghi), la adhesión a los principios de libertad e
igualdad encontró no pocos obstáculos ante la prepotencia de los grandes terratenientes y del Clero, muy cuidadoso
este último con la salvaguarda de sus enormes privilegios, heredados de la época colonial. De modo tal que quienes
se sintieron desde el principio excluidos del reparto del poder en la época de la postindependencia, poco a poco se
fueron organizando y reagrupando en los primeros partidos liberales.

La burguesía urbana creciente se manifestó entonces como la portadora de los ideales de cambio y progreso y en su
lucha –con frecuencia se trataba de enfrentamientos armados– contra la preponderancia conservadora, creando las
ocasiones propicias para su asalto al poder. Así, frente a los gobiernos conservadores debió esgrimir el principio de la
libertad como el fundamento de la necesaria –más abstracta que real– igualdad. Su “igualitarismo” solo le habría de
servir en sus esfuerzos por alcanzar el apoyo de los crecientes sectores sociales excluidos. Ello fue la causa para que
en aquellos casos en los que la pequeña burguesía asumía como suyos los ideales liberales, lo hacía desde posiciones
radicales, poniendo en peligro la unidad requerida para enfrentar a los conservadores.

LOS RADICALES

Bajo la presión de la pequeña burguesía y el interior de los tradicionales partidos liberales se formaron estos grupos
alternos que en un principio comparten las posiciones anticlericales del liberalismo pero que se ajustan al proceso de
convergencia conciliación de los intereses de la familia oligárquica.

Los radicales latinoamericanos nacen en esta familia pero se desviarán para hacer su propio camino. Es a mediados
del siglo XIX donde las primeras manifestaciones radicales anti oligárquica se cristalizan bajo la forma partidista.

En casi todas partes; sobre todo en la sociedad de crecimiento, el orden conservador está amenazado por el
crecimiento de una oposición, que expresa el siempre disponible descontento de la plebe urbana y además la de los
jóvenes de las clases instruidas pero no ricas, sumado a las clases medias urbanas que buscan recibir un trato más
respetuoso de sus gobernantes.

El germen radical ya existía los viejo partido liberales. Un primer liberalismo es un liberalismo de cuadros más que de
tropas pero el segundo es un liberalismo de tropas capaces de impulsar los cuadros hacia delante. Es en este
segundo tipo donde se inscriben los primeros partidos radicales.

En este periodo de la historia latinoamericana es cuando comienza la época en la cual la élite conservadora liberal se
ve compelida a defender con mayor energía sus posiciones hegemónicas amenazadas, recurriendo a los golpes
militares si es preciso.

Los primeros partidos radicales aparecieron en Chile en 1861 y en Argentina UCR en 1890

Y el partido radical chileno constituyéndose como una alternativa socialista popular frente a la dominación
oligárquica.

Los radicales fueron así los portadores de un cambio político que en el largo plazo sería considerado como un un
reformismo incompleto . Esta alianza radical socialista se reeditaría en el triunfo y gobierno de la unidad popular en
1970. Sin embargo, La polarización izquierda-derecha le fue desfavorable y su fraccionamiento resultó inevitable,
impidiéndole entonces ejercer el rol de la fuerza aglutinadora de las clases medias que siempre estuvieron en la base
de sus aspiraciones políticas.

Originalmente las ideas radicales no diferían sustancialmente de las que habían movilizado el proyecto conservador
pero aportaban la reivindicación política de una pequeña burguesía convocación de poder.

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