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Por ejemplo, una organización que produce bienes de consumo que se comercializan por
terceros puede contar con una perspectiva adicional como la de los consumidores además de
la de clientes, ya que la percepción del cliente final de su producto es tan importante como la
de su cliente-distribuidor.
Pero, ¿qué significa cada una de las perspectivas y qué tipo de objetivos e indicadores
encontramos?
Para el caso de la perspectiva financiera, lo que esperamos encontrar aquí son objetivos
relacionados con la contabilidad y demás datos económicos de la organización. Por ejemplo, se
podría hablar de objetivos como el incremento de la facturación, la reducción de los costes
directos o el aumento de la rentabilidad.
Hay que tener en cuenta que la definición de estos objetivos económicos estará condicionada
por la fase del ciclo de vida en la que se encuentre el negocio. Estos objetivos son el resultado
o reflejo de acciones pasadas y son fácilmente medibles, ya que están accesibles o pueden
obtenerse de la contabilidad de la organización a través de indicadores de referencia para
saber el estado del negocio.
Para la perspectiva del proceso interno, se focaliza en los procesos internos que son críticos
para atender las necesidades de los clientes, contando con objetivos relacionados con la
reducción de costes operativos, la mejora de las prestaciones de los productos o el
aseguramiento de la calidad de nuestros productos/servicios. En este ámbito se puede hablar
de indicadores como el número de reclamos o devoluciones, número de defectos detectados
en el producto, márgenes obtenidos por nuevos productos y/o productos o por los existentes,
etc.
También es importante el orden de las perspectivas. Si bien el orden habitual para cualquier
empresa es el que se ha mencionado anteriormente ya que tiene fines de rentabilidad y
beneficio económico, en organizaciones que prestan servicios públicos, la perspectiva
financiera puede situarse más abajo como recurso para la consecución de una misión más
orientada a la consecución de un bien común.
Una vez que se tenga esto, se puede pasar a la identificación de los indicadores o KPIs del
cuadro de mando integral que van a ayudar a la medición de la consecución de los objetivos y
las metas fijadas. No es conveniente que por cada perspectiva haya más de siete indicadores,
ya que el CMI perdería manejabilidad y se estaría haciendo dificultosa una herramienta de
gestión estratégica que de por sí, puede resultar compleja de entender.