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ANTONIO BUERO VALLEJO, COMENTARIO DE

TEXTOS.

Antonio Buero Vallejo es uno de los autores más importantes del teatro español de la
segunda mitad del siglo XX. El papel que desempeñó en el teatro de posguerra es doble.
Por una parte, le devolvió la función testimonial, social y moral que otros autores, más
proclives a la evasión, le negaban; y, por otra, actualizó el género trágico. Historia de una
escalera –la obra con la que se dio a conocer- marcó en este doble aspecto un antes y un
después en el panorama del teatro español contemporáneo.

Una concepción humanista del hombre y el compromiso político-social con los más
desfavorecidos determinan los temas, la estética y el propósito de toda su obra dramática.
Buero utiliza un lenguaje realista y simbólico para reflejar la tragedia del individuo y
también la esperanza y el compromiso con lo ético. Por otra parte, la inquietud que
siempre mostró por los problemas de la técnica teatral explica el carácter innovador
(por ejemplo, los efectos de inmersión), y aún experimental, de muchas de sus obras.

ETAPAS DE SU OBRA

1ª ETAPA (1947-1957): ENFOQUE EXISTENCIAL Y ESTÉTICA REALISTA.


Historia de una escalera, En la ardiente oscuridad.

2ª ETAPA (1958-1970): PREDOMINA EL ENFOQUE SOCIAL E HISTÓRICO (se


acentúa el valor simbólico de algunos elementos escénicos). Ej.: El tragaluz, El concierto de
San Ovidio.
3ª ETAPA: abunda en temas y motivos anteriores ya conocidos, pero los
CONTENIDOS POLÍTICOS Y SOCIALES SE HACEN MÁS EXPLÍCITOS. La
Fundación.

CARACTERÍSTICAS DE SU TEATRO:

a) Buero Vallejo reflexiona sobre la condición humana y sus problemas: la falta de libertad, la
violencia ejercida por el hombre contra el hombre, la opresión social…
b) La perspectiva moral. Buero rechaza una visión de buenos y malos. Sus personajes son
complejos, el espectador debe aceptar sus debilidades igual que sus virtudes.
c) El compromiso social: sus obras suelen estar protagonizadas por personajes que representan a
las clases más desfavorecidas de la sociedad: clases bajas, emigrantes, presos políticos…
d) Formalmente, su teatro es respetuoso con las convenciones realistas, pero no renuncia al uso de
técnicas dramáticas innovadoras (efectos de inmersión) sobre todo a partir de los años 70.
e) Un rasgo formal muy típico del teatro de Buero Vallejo es su carácter simbólico. Las obras de
Buero cuentan una historia que se puede interpretar literalmente, pero que oculta dobles o triples
lecturas a diferentes niveles. Ej.: sus personajes presentan con frecuencia taras físicas o mentales
(ceguera, locura…) que se convierten en un símbolo de la sociedad española, mutilada por el
Régimen franquista.

HISTORIA DE UNA ESCALERA, 1948

Esta es la primera obra de Buero Vallejo y está incluida dentro de su etapa existencial y contrasta
vivamente con el tono general del teatro de la época. No se trata ni de una obra cómica ligera ni de
una comedia burguesa de ambientes lujosos o acomodados, sino de la pobre vida material y
espiritual de varias familias trabajadoras de una humilde casa de vecinos. Retrata con eficacia la
situación de pobreza y falta de salidas de una colectividad atrapada en un mundo miserable y sin
futuro. El lenguaje sencillo y directo contribuye a la verosimilitud de los ambientes que aparecen en
la obra y al éxito de la misma entre un público más amplio que el habitual en el teatro comercial del
momento. Formalmente, la pieza sigue los cánones clásicos del drama realista.

FERNANDO.- No. Te lo suplico. No te marches. Es preciso que me oigas... y que me creas.


Ven. 
(La lleva al primer peldaño.)
Como entonces. 
(Con un ligero forcejeo la obliga a sentarse contra la pared y se sienta a su lado. Le quita la
lechera y la deja junto a él. Le coge una mano.) 
CARMINA.-¡Si nos ven! 
FERNANDO.- ¡Qué nos importa! Carmina, por favor, créeme. No puedo vivir sin ti. Estoy
desesperado. Me ahoga la ordinariez que nos rodea. Necesito que me quieras y que me
consueles. Si no me ayudas no podré salir adelante. 
CARMINA.-¿Por qué no se lo pides a Elvira? 
(Pausa. Él la mira, excitado, alegre.) 
FERNANDO.- ¡Me quieres! ¡Lo sabía! ¡Tenías que quererme! 
(Le levanta la cabeza. Ella sonríe involuntariamente.) 
¡Carmina, mi Carmina! 
(Va a besarla, pero ella le detiene.) 
CARMINA.- ¿Y Elvira? 
FERNANDO.- ¡La detesto! Quiere cazarme con su dinero. ¡No la puedo ver! 
CARMINA.- (Con una risita.) ¡Yo tampoco! 
(Ríen felices.) 
FERNANDO.- Ahora tendría que preguntarte yo: ¿Y Urbano? 
CARMINA.- ¡Es un buen chico! ¡Estoy loca por él! (Fernando se enfurruña.) ¡Tonto! 
FERNANDO.- (Abrazándola por el talle.) Carmina, desde mañana voy a trabajar de firme
por ti. Quiero salir de esta pobreza, de este sucio ambiente. Salir y sacarte a ti. Dejar para
siempre los chismorreos, las broncas entre vecinos... Acabar con la angustia del dinero
escaso, de los favores que abochornan como una bofetada, de los padres que nos abruman
con su torpeza y su cariño servil, irracional... 
CARMINA.- (Reprensiva.) ¡Fernando! 
FERNANDO.- Sí. Acabar con todo esto. ¡Ayúdame tú! Escucha: voy a estudiar mucho,
¿sabes? Mucho. Primero me haré delineante. ¡Eso es fácil! En un año... Como para entonces
ya ganaré bastante, estudiaré para aparejador. Tres años. Dentro de cuatro años seré un
aparejador solicitado por todos los arquitectos. Ganaré mucho dinero. Por entonces tú serás
ya mi mujercita, y viviremos en otro barrio, en un pisito limpio y tranquilo. Yo seguiré
estudiando. ¿Quién sabe? Puede que entonces me haga ingeniero. Y como una cosa no es
incompatible con la otra, publicaré un libro de poesías, un libro que tendrá mucho éxito... 
CARMINA.- (Que le ha escuchado extasiada.) ¡Qué felices seremos! 
FERNANDO.- ¡Carmina! (Se inclina para besarla y da un golpe con el pie a la lechera, que
se derrama estrepitosamente. Temblorosos, se levantan los dos y miran, asombrados, la
gran mancha en el suelo.)

Antonio Buero Vallejo, Historia de una escalera (fragmento)

LA FUNDACIÓN, 1974

La Fundación, se estrena en 1974, momento en que Buero Vallejo ya contaba con una reconocida y
dilatadísima trayectoria dramática (Historia de una escalera, El tragaluz, La doble historia del
doctor Valmy o El sueño de la razón). Con esta obra Buero Vallejo pretende provocar una catarsis
en el espectador y que éste reflexione sobre el cruel mundo de la prisión, la cárcel, la tortura, la
delación y la muerte. Buero realiza una reflexión crítica sobre el hombre contemporáneo y la
sociedad en la que le ha tocado vivir, ataca ese mundo y esa sociedad que anulan la personalidad
individual del hombre y causan alienación. Pero su denuncia no se limita a la situación concreta
tratada en la obra, sino que pretende cuestionar aspectos esenciales de la condición y la vida humana.

Fragmento 1 :

TOMÁS.- ¡Trae, ganso! (Le arrebata el teléfono. MAX se acerca a la cortina y, como si
viese a TULIO a su través, señala a TOMÁS con el gesto de preguntar: “¿Qué dices ahora?”
Después va hacia la cama, observa un instante al enfermo y se reclina en la madera de los
pies.) ¡Berta, qué pronto has llegado!... ¿En tu coche? Creí que habías venido dando un
paseo... (Tapa el micrófono.) Tiene un utilitario, pero le he prometido algo mejor para
cuando nos casemos. (Destapa.) ¿Desde que no nos vemos? ¡ Ah, yo sigo viéndote!... ¡Ya lo
creo!... (Se vuelve hacia la ventana.) Desde aquí te veo en tu pabellón... [(Ahoga la risa.) Es
que tengo ojo telescópico. Una enfermedad muy rara...] Oye, ¿sigue vivo Tomás?
ASEL.- ¿Tomás?
TOMÁS.- (Tapa el micrófono.) Un ratón del laboratorio. Le ha puesto mi nombre la muy
descarada. (Destapa.) ¡Dile que luego nos veremos las caras! ¡Lo suspenderé por el rabo en
el aire, que es lo que más rabia les da!... ¡Al contrario! Tu llamada ha sido oportunísima.
Quienes negaban tu existencia han tenido que morder el polvo. Esta noche te ofrecerán
disculpas... ¡No, no! ¡No quiero ni oírlo! Esta noche vienes... ¡Para que mis amigos vean lo
guapa que eres, mujer! (El escándalo de un depósito que se descarga tras la cortina le
interrumpe.) No, ahora no te oigo bien... (Disgustado por el ruido que no cesa, se tapa el oído
libre, al tiempo que reaparece TULIO terminando de abrocharse el pantalón.) ¡Oye!... ¡Que
vengas esta noche.. (Cuelga, molesto.) Ha colgado. O han cortado, no sé... Espero que
vendrá. Esta noche o mañana lo más tarde.
TULIO.- O pasado mañana.
TOMÁS.- (Seco.) Gracias por la buena intención. De todos modos ya no puedes negar que
ella está aquí.
TULIO.- (Cruza para sentarse a la mesa.) Yo no me he puesto al teléfono.
TOMÁS.- (Se acerca, amostazado.) ¡Pero Max, sí! ¡Y ha hablado con ella! ¡Y si no fuera por
ese condenado ruido que has hecho, no sé si aposta!... (TULIO lo mira de través.) Porque se
te podía haber ocurrido aliviarte en otro momento, digo yo...
ASEL.- ¿Otra vez? Yo os ruego a los dos...
TULIO.- Descuida. Me callo.
TOMÁS.- También yo. (Pasea. LINO reanuda sus extrañas modulaciones. TOMÁS se
detiene ante el ventanal y contempla la campiña.)
LINO.- ¿Cuánto faltará para la comida?
ASEL.- Unos diez minutos. (Saca una corta pipa, vieja y requemada, que chupetea con
avidez.)
LINO.- ¿Tanto?
MAX.- No. Ni cinco minutos. (Pausa. )
LINO.- (A ASEL, en voz baja, señalando al enfermo.) ¿Te corresponde hoy la ración de ése?
(TOMÁS se vuelve despacio, escuchándolo con vaga inquietud.)
ASEL.- (Suspira.) Pues... sí. Lo siento. (TOMÁS va a hablar, pero se contiene al oír a LINO.
MAX hojea una revista.) LINO.- Si, al menos, pudiésemos fumarnos el pitillo de la espera...
(ASEL se saca la pipa de la boca y la huele con delectación. TULIO saca su pañuelo y se lo
pasa por los labios.) ¿No te quedará a ti ninguno, Max? (MAX deniega.)
ASEL.- Paciencia. [Es otro de los lunares de esta admirable Fundación.] Creo que hasta
dentro de dos días no abren el economato.
TOMÁS.- (Avanza un paso, contento.) ¡Pero eso os lo resuelvo yo ahora mismo!
LINO.- (Con ilusión.) ¿Te quedan cigarrillos?
TOMÁS.- ¡Claro que sí! Yo apenas fumo. (Se dirige a los talegos de la izquierda.) ¡Y bebe
tu cerveza, hombre!

Fragmento 2:

TULIO.- ¡Asel, si lo explicas así, prefiero explicarlo yo!


ASEL.- No seas picajoso. (A TOMÁS.) Y tú, ven aquí. (MAX lleva a la mesa una botella de
vino. TOMÁS deja sobre la mesa su carga de cubiertos.)
TOMÁS.- Tengo que poner la mesa. (Va a la taquilla y toma los platos.)
ASEL.- (Le sigue.) Escúchame, por favor. (Lo toma de un brazo.)
TOMÁS.- Déjame.
ASEL.- (Lo retiene y le lleva al primer término.} Ven.
TULIO.- (Se acerca.) ¡Te digo que así no! ¡Ya estoy harto!
ASEL.- (Tajante.) ¡Cállate! (Breve pausa.)
TULIO.- (Respira con fuerza.) ¡Como quieras! Seguiré teniendo paciencia. (Y se aparta hacia
la mesa, en cuyo extremo derecho se sienta, cruzándose de brazos.)
ASEL.- (A media voz.) Tomás, tú sabes que Tulio...
TOMÁS.- Yo no sé nada.
ASEL.- Tú sabes que él... es muy raro. (Breve pausa.) Ten tú también paciencia. Y
comprensión.
TOMÁS.- ¡Está bien, está bien! Como quieras. (Va a la mesa, pone bruscamente los platos,
vuelve a buscar más y los lleva. MAX le ayuda a colocarlos.) Gracias. (TULIO no soporta la
visión de esa ayuda ni la brusquedad con que TOMÁS le ha puesto delante un plato y se
levanta para apoyarse en la mesilla, que golpea con sus manos, de cara a la librería.)
MAX.- (Procura distender la situación.) ¿Qué coche piensas comprar cuanto te cases, Tomás?
(ASEL se sienta.)
TOMÁS.- No sé... Aconséjame tú. (A LINO.) O tú, ingeniero. De eso sabrás bastante... ¿Cuál
me recomiendas?
LINO.- No sé qué decirte. Yo soy ingeniero.
TOMÁS.- ¡Pues por eso! ¿De qué marca es el tuyo?
LINO.- (Ríe levemente.) De... la mejor.
TOMÁS.- (Coloca el último plato y ríe.) ¡No lo dudo! ¿Otro cigarrillo?
LINO.- (Va a asentir, se arrepiente.) No, gracias. (Tamborilea.)
TOMÁS.- (Mira la mesa y se frota las manos.) Ya está todo. (Se acerca a la cama y mira por el
ventanal.) ¡Qué mañana más luminosa! (A sus espaldas se miran todos.)
LINO.- ¡Y qué larga! Cinco horas ya, desde el desayuno.
[TOMÁS.- (Se vuelve a medias.) ¿Te saco unos taquitos de jamón o de queso?
LINO.- Aguantaré. Ya queda poco. (De bruces sobre la mesa, reclina la cabeza en los brazos.
Con la boca cerrada reanuda sus curiosas modulaciones.)
TULIO.- ¡Maldita sea, huele cada vez peor!
TOMÁS.- (A ASEL.) ¡Ah!... Eso también está resuelto. (Todos lo miran.)
MAX.- ¿Resuelto?
TOMÁS.- (Se adelanta, risueño.) He avisado esta mañana. (LINO juguetea con el plato que
tiene delante. TULIO aprieta los puños.)
ASEL.- (Se levanta despacio.) ¿A quién?
TOMÁS.- Al Encargado. Pasó a primera hora. (LINO se levanta y, sin abandonar su plato, va
a la puerta y atisba. Después se vuelve para escuchar, dando nerviosos giros al plato.)
ASEL.- (Entretanto.) Has dicho que sólo hubo una visita.
TOMÁS.- La de Berta. Pero el Encargado vino mucho antes. Nada más salir vosotros.
MAX.- ¿No te confundes con otro día?
TOMÁS.- ¿Cómo me voy a confundir? Notó el olor, y le expliqué lo que pasaba. Ha
prometido llamar en seguida al fontanero. (LINO se vuelve de espaldas y se apoya de nuevo
en la mesilla.)
ASEL.- ¿Habló de alguna otra cosa? (Sin volverse, TULIO se envara.)
TOMÁS.- Sus gentilezas de siempre. Que si estábamos satisfechos... Todo eso.
ASEL.- (Risueño.) Algo más comentarías con él, novelista. A ti te gusta charlar.
TOMÁS.- (Ríe.) Le hablé de Berta y de lo simpáticos que sois todos... (Mira a TULIO.)
Todos. El también es muy cortés y agradable. Estoy seguro de que cumplirá su promesa.
ASEL.- (Después de un momento.) ¿Habló también con el enfermo?
TOMÁS.- Me parece... que no. Dormía como ahora.
HOMBRE.- (Sin moverse.) No duermo. Os estoy escuchando.
TOMÁS.- (Lo mira. A ASEL.) Bueno, entonces sí dormía. (Todos le miran extrañamente.)

Fragmento 3:
TOMÁS.- ¿Estamos condenados a muerte?
(Asel vacila en responder)
LINO.-Todos.
(Silencio)
TOMÁS.- Sí...Creo recordar. Explícame tú, Asel.
ASEL.- (Enigmático.) ¿Por qué yo?
TOMÁS.-No sé…
(ASEL va a su lado)
ASEL.- Poco importan nuestros casos particulares. Ya te acordarás del tuyo, pero eso es lo de
menos. Vivimos en un mundo civilizado al que le sigue pareciendo el más embriagador
deporte la viejísima práctica de las matanzas. Te degüellan por combatir la injusticia
establecida, por pertenecer a una raza denostada; acaban contigo por hambre, si eres prisionero
de guerra, o te fusilan por supuestos intentos de sublevación; te condenan tribunales secretos
por el delito de resistir en tu propia nación invadida...Te ahorcan porque no sonríes a quien
ordena sonrisas, o porque tu Dios no es el suyo. O porque tu ateísmo no es el suyo... A lo largo
del tiempo, ríos de sangre. Millones de hombres y mujeres...
TOMÁS.- ¿Mujeres?
ASEL.- Y niños... Los niños también pagan. Los hemos quemado ahogando sus lágrimas, sus
horrorizadas llamadas a sus madres, durante cuarenta siglos. Ayer los devoraba el dios Moloch
en el brasero de su vientre; hoy los corroe el napalm. Y los supervivientes tampoco pueden
felicitarse: niños cojos, mancos, ciegos... A eso les hemos destinado sus padres. Porque todos
somos sus padres... (Corto silencio) ¿Habré de recordarte dónde estamos y con cuál de estas
matanzas nos enfrentamos nosotros? No. Tú lo recordarás.
TOMÁS.- (Sombrío) Ya lo recuerdo.
ASEL.- Entonces ya lo sabes... (Baja la voz) Esta vez nos ha tocado ser víctimas, mi pobre
Tomás. Pero te voy a decir algo... Lo prefiero. Si salvase la vida, tal vez un día me tocase el
papel de verdugo.
ANTONIO BUERO VALLEJO: La fundación (fragmento)

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