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CAMILO

JOSÉ
CELA

http://pau-lengua.wikispaces.com/La+colmena

Novelas
Camilo J. Cela es sobre todo un creador y recreador del lenguaje. Es autor de una densa, desigual y
variada obra literaria en la que, entre otras creaciones, caben novelas, narraciones cortas y libros de
viaje.
Si algo caracteriza la novelística de Cela es su constante bú squeda de nuevos modos narrativos y
nuevas formas de expresió n y su pasió n por experimentar.
Su primera novela, La familia de Pascual Duarte, le hace ya destacar como una pluma vigorosa. Es
una obra calificada de tremendista por la crítica debido al mundo amargo y truculento que novela y a
la violencia en que nos sumerge el autor.
Tras dos obras bien diferentes (Pabellón de reposo y Nuevas andanzas y desventuras de Lazarillo de
Tormes), en 1951 publica su mejor creació n: La colmena. Con esta novela, el autor abre el camino del
realismo social. Cela modifica en estas pá ginas sus modos narrativos para construir una compleja
mirada caleidoscó pica y pesimista a la degradada, mísera y triste Españ a de la inmediata posguerra.
Algunas de las notas que caracterizan a La colmena, una de las mejores novelas de nuestras letras,
son: la sucesió n de breves secuencias narrativas, el protagonista colectivo, la multiplicació n de
personajes (unos trescientos), con vidas a menudo entrecruzadas, el desorden cronoló gico, la riqueza,
brillantez y cuidado del lenguaje, la variedad de tonos, la ironía de muchos momentos o la crueldad de
otros.
Con sus siguientes obras, de menor fortuna, Cela experimenta nuevos caminos narrativos. En Mrs
Caldwell habla con su hijo (1953), bucea en la locura de una mujer que dirige unas cartas a su hijo
muerto.
San Camilo 1936 (1969) no es sino un extenso monó logo interior.
Oficio de tinieblas 5 (1973) está formada por mú ltiples y variados pá rrafos sin puntuació n alguna.
Sus ú ltimas novelas tienen también el sello de lo renovador y experimental. Mazurca para dos
muertos (1983) es una obra de ambiente campesino gallego y magnífica prosa. La acció n de Cristo
versus Arizona (1988) transcurre en un pueblo del oeste americano donde el calor empuja a sus
habitantes a un mundo de violencia y de sexo. Madera de boj (1999), obra de larguísima gestació n,
nos vuelve a llevar a Galicia. Esta vez el verdadero protagonista es la Costa de la Muerte.
Narraciones cortas
Cela ha escrito también novelas cortas, cuentos o relatos breves, a veces solo de dos o tres pá ginas. En
estas creaciones, el autor dirige su mirada iró nica, cruel o tierna para detenerla o solo reparar en
multitud de situaciones y de personajes. Entre otras colecciones, podemos señ alar: Esas nubes que
pasan, El bonito crimen del carabinero o Café de artistas y otros cuentos.
Libros de viajes
Cela, desde su mejor hacer literario, sabe como nadie recrear ambientes, lugares, personajes, y
acercarlos al lector al ritmo de sus pasos y de un lenguaje extraordinario. Tal ocurre en Viaje a la
Alcarria, una de las mejores obras de toda su producció n, o Del Miño al Bidasoa.

LA FAMILIA DE PASCUAL DUARTE (1942)


Se narra en ella la historia de un campesino extremeñ o quien,
condenado a muerte, escribe la historia de su só rdida vida,
llena de acontecimientos truculentos, asesinatos, violencia
gratuita y horrores diversos. Se advierten en ella claras
influencias: la novela picaresca, los romances de ciego, las
novelas naturalistas, las obras de ambiente rural y primitivo
de Valle-Inclá n. Pero, todo ello unido, da por resultado una
obra que, al seleccionar los aspectos má s duros y
desagradables de la realidad, para incluso recrearse en ellos
muchas veces de manera prescindible, propone una nueva
estética que se denominó tremendismo y que luego ha sido
calificada como «estética de la violencia». No obstante, esta
obra, a pesar de ser la primera de un autor joven, tuvo el
mérito de abrir un nuevo camino en la alicaída narrativa de
posguerra, al encabezar y servir de modelo a un conjunto de
novelas tremendistas de otros autores. Pero los resultados fueron, en general, de escaso valor y la
nueva fó rmula estética se agotó rá pidamente.
RASGOS DE LA NOVELA DE CAMILO JOSÉ CELA/NOVELA TREMENDISTA o EXISTENCIALISTA
(La familia de Pascual Duarte)

- Presentación de realidades duras, incluso crueles de la existencia del ser humano (realismo
extremo): violencia familiar, peleas con navajas, sexo explícito en lugares inadecuados,
prostitució n, violaciones, animales que atacan a niñ os, muertes a sangre fría, odios desmedidos
entre parientes, miseria extrema, machismo...

- Temas: el fatalismo que persigue al protagonista y que arruina todos los momentos de su vida,
con visión determinista de la vida (el destino es el que rige la vida de los hombres y, en su caso,
es un destino fatídico determinado por el ambiente marginal en el que se ha criado [determinismo
social]); el odio que mueve la mayor parte de las acciones violentas; la violencia como una de las
características del entorno familiar y social de la obra y, en ocasiones, en relació n con la honra, y la
muerte como acto de liberació n de las angustias del protagonista. Se trata de temas que reflejan la
visión amarga, pesimista, existencial de Cela ante una realidad social desoladora (que se puede
relacionar con la durísima e inmediata posguerra españ ola).

- Ambientación en lugares sórdidos, míseros, oscuros, propios del Naturalismo del siglo XIX y
de la novela tremendista.

- Presencia de personajes desarraigados, angustiados, desorientados, no exentos de fatalismo,


incluso violentos, con problemas psíquicos (reflejo del desequilibrio de la Españ a de posguerra).
Personajes que se guían solo por el instinto (primitivismo): sexualidad sin reflexió n o asesinatos,
a veces, "espontá neos"; maltrato verbal.

- Lenguaje realista: los personajes (incluso el narrador, que es a la vez protagonista) hablan
conforme a su clase social, en este caso, marginal, rural, pobre (lenguaje coloquial y, a veces,
vulgar). Así se recogerá n: refranes y dichos populares, vulgarismos y expresiones propias del
mundo rural (insistencia con que Pascual repite “con perdó n” cada vez que utiliza una palabra que
considera poco fina, incluida la alusió n a los “guarros”), lenguaje muy expresivo, intensificador,
con comparaciones populares, simples, a veces van referidas a los animales y al mundo del
campo, en general (p.ej "voz tan suave como la del jilguero”, “iba manando la sangre como de un
manantial", acorde con su condició n de agricultor), con hipérboles, personificaciones… También
diálogos en estilo directo, cortos y con frases breves, sencillas (llenos de monosílabos,
exclamaciones, interrogaciones e interrupciones a través de los puntos suspensivos) y uso de
diminutivos afectivos que humanizan al protagonista (p.ej. “una palmadita”, “una sonrisilla
viciosa”); lenguaje duro, directo, desgarrado (sobre todo, en momentos de brutalidad y
crueldad).

- Narrador-protagonista en 1ª persona que cuenta sus memorias (verosimilitud y realismo).


Rasgo de la Novela picaresca.

- El autor prefiere no intervenir directamente, con el fin de que el lector haga el esfuerzo de extraer
sus propias conclusiones, para lo cual utiliza otros narradores interpuestos. La familia de Pascual
Duarte es una novela autobiográ fica en la que Pascual Duarte actú a como narrador protagonista,
por ello su perspectiva de los hechos es unilateral e incompleta. Para completar el relato se hace
necesaria la presencia de otros narradores que fueron testigos de su muerte: don Santiago
Lurueñ a, sacerdote que lo confesó , y Cesá reo Martín, cabo de la Guardia Civil; cada uno de ellos
ofrece una versió n diferente de la muerte de Pascual Duarte y constituyen un desdoblamiento del
narrador omnisciente. Otro narrador es el transcriptor, que da a la imprenta las memorias de
Pascual Duarte. Este narrador oculto se identifica con Cela (narrador omnisciente), gracias al cual
podemos conocer toda la historia, incluido el final.
- Cada uno de los narradores citados desempeñ a una funció n distinta en la novela. Pascual relata
en 1ª persona. La picaresca había establecido el empleo de la narración autobiográfica para
relatar hechos que no eran dignos de ser celebrados, bien por su falta de ejemplaridad, bien
por la condición del personaje.
- Los escritos de don Joaquín Barrera Ló pez, a quien no hemos incluido entre los narradores,
cumplen la funció n del pró logo de las novelas picarescas al informarnos de la falta de ejemplaridad
de las memorias y el motivo por el que se publicaron.

- ESTRUCTURA EXTERNA. La obra se compone de dos dimensiones narrativas dispares aunque


relacionadas entre sí:

a) Los documentos, situados al comienzo y al final, que establecen un marco estructural en el cual
se inserta la historia de Pascual Duarte.
b) Las memorias del protagonista.

Los diversos elementos que conforman la obra se ordenan de la siguiente manera: un transcriptor
anó nimo publica las memorias escritas por un condenado a muerte desde su celda, memorias que
iban dirigidas a don Joaquín Barrera Ló pez. Amigo íntimo de una de las víctimas de Pascual. Entre
los documentos adjuntos al manuscrito se encuentran las notas del transcriptor, los informes de
dos testigos y parte de un testamento. Los documentos que preceden al relato y los que le siguen
articulan la novela en tres partes: documentos previos, relato, documentos finales.
LA COLMENA
De La colmena (1951) sobresale su carácter testimonial
del Madrid de posguerra, y la renovación narrativa en su
estructura y estilo. En esta novela se describe la vida de
unos personajes marcada por las privaciones, la miseria
material, moral y social, la falta de ideales, el miedo, la
impostura.
En lo que respecta a su estructura y estilo, la novela se
incluye dentro del objetivismo, aunque el narrador en tercera persona interviene de forma
constante, opina y enjuicia con ironía y sarcasmo, a veces en primera persona, y hasta se dirige a los
lectores. También se incluyen algunos pasajes de tono lírico.
La obra destaca por su protagonista colectivo (má s de doscientos personajes de distintos sectores
sociales, sobre todo de la pequeñ a burguesía); por su estructura en secuencias de acciones, en las
que predomina el diá logo, y por el tiempo reducido de la historia (tres días).
Los diá logos, que reproducen el habla coloquial madrileña, caracterizan a los personajes, vulgares,
conformistas y derrotados, brindan informació n sobre la vida cotidiana en la época y hacen referencia
a acontecimientos histó ricos.
Las secuencias se distribuyen en seis capítulos y un Final (que continú a la acció n tres o cuatro días
después, pero no cierra la historia), y no siguen un orden cronológico. En las secuencias se relatan
trozos de la vida de distintas personas, relacionadas por el espacio (como el café de doñ a Rosa), por
lazos familiares, por asociaciones temá ticas o por el joven escritor Martín Marco.
Los temas má s importantes de la obra son la pobreza y el sexo, constantemente presente porque es
una salida de la miseria y ademá s permite evadirse del aburrimiento en la gris, hambrienta y só rdida
realidad del Madrid de la posguerra: «ese sepulcro, esa cucañ a, esa colmena... ».
LA COLMENA, CAMILO JOSÉ CELA.

Cela concibe en 1945 una serie novelesca a la que da el título de “Caminos inciertos”. La colmena será
la primera y la ú nica obra de tal ciclo. La comenzó en 1945 en Madrid y la remató en el verano del 48,
aunque ya había entregado a la censura una versió n má s corta en 1946, pero ésta la rechazó por
“inmoral y pornográ fica”. Por fin verá la luz en Buenos Aires en 1951. Aú n pasarían unos añ os hasta
su publicació n en Españ a, pero pronto circuló entre los lectores y hoy es una obra clave en la
novelística españ ola contemporá nea.

ESTRUCTURA Y CONTENIDO.

Cela señ aló la complejidad de su arquitectura y la denominó “novela reloj”.

Desde el punto de vista má s externo, la novela se compone de seis capítulos y un “Final”. Cada


capítulo está integrado por una serie de secuencias separadas por un espacio en blanco de longitud
variable. Cada una de ellas se centra, en general, en un personaje o en varios relacionados. A menudo
se trata de una composición simultánea: varias secuencias transcurren en un mismo momento. La
suma de esas secuencias (213 en total), es el conjunto de las “celdillas” de la colmena. El resultado es
un ir y venir de personajes, que el autor va tomando, dejando y volviendo a tomar en rá pidos apuntes
(es lo que se conoce como estructura caleidoscópica). Son vidas que transcurren paralelas o
entrecruzadas: la vida de cada uno podría considerarse como un cuento si fueran independientes, de
hecho, podría considerarse la obra como una serie de cuentos imbricados gracias a un há bil montaje.

Todas ellas tejen un vivir colectivo, que es el objetivo primordial del novelista: la vida de Madrid en
1942 o 1943.

La unidad de la novela viene dada por las mú ltiples relaciones que el autor establece entre los
personajes y por la impresió n dominante del ambiente social y moral, así como por la reducció n
espacial y temporal.

En cuanto al tiempo, abarca poco má s de dos días invernales del añ o 42 o 43. Su disposició n se ha
prestado a diversas interpretaciones, en las que no nos vamos a detener (hoy se ha impuesto la de
Sobejano). Lo importante es que esta organizació n del tiempo, indisolublemente unida al
entrecruzamiento de personajes, se debe la impresió n de laberinto o caos humano que produce la
novela. En ella las cosas van, como dijo el autor, “como van por la vida”.

Responde, por tanto, su estructura, al modelo llamado “novel abierta”, que se opone a la “novela
cerrada”, que cuenta con un argumento só lido y un final cerrado, de acuerdo con un plan previo.  La
colmena carece de “argumento” y de desenlace. No sabemos qué será de los personajes má s allá de la
ú ltima pá gina, todo queda inconcluso, y la incertidumbre es un elemento decisivo tanto de la
estructura como de aquellas vidas.

PROTAGONISTA COLECTIVO.

La novela llamada colectiva no era nueva: Dos Passos, Thomas Mann, Huxley o Sartre, y en Españ a, “El
ruedo ibérico” de Valle Inclá n, habían escrito obras en esta línea, pero Cela no sigue exactamente
ninguno de estos modelos.

En la obra 296 personajes (ademá s de 50mpersonas reales) bullen por sus pá ginas. Los que alcanzan
cierto relieve son 45, y de éstos hay todavía algunos que destacan aú n má s. Ante todos, Martín
Marco “no es uno de tantos, no es un hombre vulgar”. Pero ello es iró nico: en realidad, ese escritor no
pasa de ser un pobre hombre que va dando tumbos por la vida. Asistimos a su desvalimiento, sus
miedos, sus preocupaciones, sus mezquindades... Y es él el centro del capítulo central, en el que se
refuerza aquella sensació n de incertidumbre propia de esta novela abierta.

Destacan igualmente doñ a Rosa, la intemperante y despreciable dueñ a del café; la hermana de Martín
Marco, Filo, ejemplo de mujer sacrificada por las estrecheces econó micas, y su marido, don Roberto,
el pobre pluriempleado; la familia de los Moisés, con doñ a Visi, beata y ciega para lo que la rodea; su
marido, el rijoso don Roque, y sus hijas, especialmente julita, que se reú ne con su novio en la casa de
citas; la señ orita Margarita, buscona marchita condenada a la soledad; Victorita, la muchacha que se
vende para llevarle medicamentos y comida a su novio enfermo de tuberculosis; o Petrita, criada de
pobres...

En torno a ellos pululan el poeta joven, el ridículo, el señ orito vividor, el pedantó n...., y las mujeres de
todas clases: beatas, prostitutas del má s variado nivel, dueñ as de casas de citas, alcahuetas....

En general se trata de gentes mediocres y , a menudo, de baja talla moral. Pocos se salvan de la
vulgaridad. Abundan los despreciables (especialmente entre los acomodados). Son frecuentes lo
hipó critas y ridículos. Pero también hay figuras conmovedoras, desvalidas, apaleadas por la vida; a
veces, con una chispita de nobleza.

Como ya hemos señ alado, las relaciones que se van estableciendo son fundamentales y responsables
de esa “novela reloj” “de mú ltiples ruedas y piececitas que se precisan las unas a las otras para que
aquello marche”.

En cuanto a la caracterización de los personajes, la técnica dominante es la de la novela


“behaviorista”: conocemos a los personajes por fuera, a través de sus propios actos y de sus
palabras. Es, por tanto, el diálogo, el que ocupa un lugar eminente en su caracterizació n: lo que dicen
y có mo lo dicen, de ahí la variedad de registros y la adaptació n del habla a la índole del personaje. Sin
embargo, no es procedimiento exclusivo: hay también verdaderos retratos hechos de prosopografía
y etopeya, principalmente en el caso de los personajes poco desarrollados.

El ambiente de la obra es, sobre todo, humano: la suma de personajes. Pero, aunque menos que
éstos, también interesa el marco en que se mueven: una precisa geografía urbana, el Madrid de la
época, dentro de la que destacan ciertos bares y cafés, algunas casas particulares y casas de citas...

Las técnicas de descripció n o ambientació n son variadas: la mayoría de las veces recurre a la técnica
impresionista para lograr el ambiente que persigue con pinceladas precisas (el café de doñ a Rosa,
varias casas particulares...). En algunas ocasiones hay descripciones relativamente detalladas, aunque
nunca largas (la habitació n de la casa de la citas).

LA ACTITUD DEL AUTOR Y EL PROBLEMA DEL REALISMO.

Cela se considera un “autor oculto”, acorde con el enfoque objetivista o behaviorista, aunque algú n
crítico lo sigue considerando presente y omnisciente. Lo que ocurre es que en la obra no faltan las
intervenciones del autor (ya dijimos), se dirige a los lectores (ya sabéis) y son frecuentes las
reflexiones sobre el comportamiento o la índole de los personajes y de la vida en general; su
presencia se percibe ademá s en los rasgos humorísticos o lú dicos y en el sarcasmo o ternura que le
inspiran unos y otros.

Es, pues, un autor omnipresente, por ello no podemos hablar de objetivismo en sentido estricto, y
esto nos plantea el problema del realismo. ¿Hasta qué punto puede considerarse realista la novela de
Cela? El propio autor afirma que La colmena “no es otra cosa que un pá lido reflejo, que una humilde
sobra de la cotidiana, á spera, entrañ able y dolorosa realidad”. Abundan, entre la crítica, opiniones
contrarias al autor que pueden resumirse en dos posturas: a) Cela opera una selecció n de la realidad,
por tanto, no es parcial; b) Cela realiza una estilizació n deformante, con rasgos muy cercanos al
esperpento (animalizació n, cosificació n, contraste, mordacidad...).

Sin embargo, llevar a cabo una selecció n resulta forzoso en toda novela, así como una estilizació n
deformante resulta legítimo artísticamente.

ALCANCE SOCIAL Y EXISTENCIAL DE LA OBRA.

El tema central de la obra es la incertidumbre de los destinos humanos. En torno a ello, hay otros
temas o motivos dominantes: el hambre, el dinero, el sexo, el recuerdo de la guerra... Y todos ellos
confluyen en una misma idea: la alienación.

La obra es un testimonio social, a pesar de que algunos críticos hayan señ alado que no hay en ella un
enfoque dialéctico propio de la novela “social” en el sentido má s estricto. Sus personajes pertenecen a
diferentes estratos sociales: los ricos y triunfadores, que son los avasalladores, insolentes o
inconscientes; y por debajo, diferentes escalones: desde los del “quiero y no puedo” hasta la pura
miseria.

Dentro de los temas sociales, con frecuencia se habla del hambre y la penuria econó mica, y entre las
miserias morales, resultan claras los casos en que la degradació n tiene causas sociales concretas.

Con lo social también se enlazan las alusiones políticas y la sátira a la moral conservadora, rayana
en la batería o aliada con la hipocresía social.

Las notas comunes al mundo de La colmena serían la insolidaridad y la impotencia (nadie parece


rebelarse), por lo que estamos ante una masa alienada.

Cela ha paseado su espejo (deformante, si se quiere) ante la sociedad madrileñ a de la posguerra, y


aun deformada, esa sociedad está en la novela.

Junto a la significació n social, la obra posee un amplio alcance existencial cuya raíz estaría en la


desesperanza del autor, en su desolada concepció n del mundo. El enfoque existencial amplía el
alcance de La colmena, a la vez que restringe su alcance o enfoque social: lo social existe como
contenido ineludible, no como actitud dialéctica ni como propó sito explícito de reforma.

La colmena es la obra precursora de la NOVELA SOCIAL DE LOS AÑOS 50, aunque, como acabamos
de explicar, se encuentra en el gozne entre lo existencial y lo social. Ademá s, en el plano técnico, su
papel fue innovador y su influencia indiscutible.
CAMILO JOSÉ CELA. TEXTOS
LA FAMILIA DE PASCUAL DUARTE
" Yo, señor, no soy malo, aunque no me faltarían motivos para serlo. Los mismos cueros tenemos todos
los mortales al nacer y sin embargo, cuando vamos creciendo, el destino se complace en variarnos como
si fuésemos de cera y en destinarnos por sendas diferentes al mismo fin: la muerte. Hay hombres a
quienes se les ordena marchar por el camino de las flores, y hombres a quienes se les manda tirar por el
camino de los cardos y de las chumberas. Aquéllos gozan de un mirar sereno y al aroma de su felicidad
sonríen con la cara del inocente; estos otros sufren del sol violento de la llanura y arrugan el ceño como
las alimañas por defenderse. Hay mucha diferencia entre adornarse las carnes con arrebol y colonia, y
hacerlo con tatuajes que después nadie ha de borrar ya. "

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Los padres de Pascual


Se llevaban mal mis padres; a su poca educació n se unía su escasez de virtudes y su falta de
conformidad con lo que Dios les mandaba —defectos todos ellos que para mi desgracia hube de
heredar— y esto hacía que se cuidaran bien poco de pensar los principios y de refrenar los instintos,
lo que daba lugar a que cualquier motivo, por pequeñ o que fuese, bastara para desencadenar la
tormenta que se prolongaba después días y días sin que se le viese el fin. Yo, por lo general, no
tomaba partido de ninguno porque si he de decir verdad tanto me daba el que cobrase uno como el
otro; unas veces me alegraba de que zurrase mi padre y otras mi madre, pero nunca hice de esto
cuestió n de gabinete. Mi madre no sabía leer ni escribir; mi padre sí, y tan orgulloso estaba de ello que
se lo echaba en cara cada lunes y cada martes y, con frecuencia y aunque no viniera a cuento, solía
llamarla ignorante, ofensa gravísima para mi madre, que se ponía como un basilisco.

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Un temblor recorrió todo mi cuerpo; parecía como una corriente que forzaba por salirme por los
brazos. El pitillo se me había apagado; la escopeta, de un solo cañ o, se dejaba acariciar, lentamente,
entre mis piernas. La perra seguía mirá ndome, fija, de un momento a otro, y su mirada calentaba la
sangre de las venas de tal manera que se veía llegar el momento en que tuviese que entregarme; hacía
calor, un calor espantoso, y mis ojos se entornaban dominados por el mirar, como un clavo, del
animal. Cogí la escopeta y disparé; volví a cargar y volví a disparar. La perra tenía una sangre oscura y
pegajosa que se extendía poco a poco por la tierra.”
LA COLMENA
Una familia en la posguerra
El Paquito es el hermano pequeño de la chica. Son cinco hermanos y ella, seis; Ramón, el mayor, tiene
veintidós años y está haciendo el servicio en África; Mariana, que la pobre está enferma y no puede
moverse de la cama, tiene dieciocho; Julio, que trabaja de aprendiz en una imprenta, anda por los catorce;
Rosita tiene once, y Paquito el más chico, nueve. Purita es la segunda, tiene veinte años, aunque quizá
alguno más.
Los hermanos viven solos. Al padre lo fusilaron, por esas cosas que pasan, y la madre murió, tísica y
desnutrida, el año 41.
A Julio le dan cuatro pesetas en la imprenta. El resto se lo tiene que ganar Purita a pulso, callejeando todo
el día.
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“Victorita, a la hora de la cena, riñó con la madre.


-¿Cuándo dejas a ese tísico? ¡Anda, que lo que vas a sacar tú de ahí!
-Yo saco lo que me da la gana.
-Sí, microbios y que un día te hinche el vientre.
-Yo ya sé lo que me hago, lo que me pase es cosa mía.
-¿Tú? ¡Tú qué vas a saber! Tú no eres más que una mocosa que no sabe de la misa la media.
-Yo sé lo que necesito.
-Sí, pero no lo olvides; si te deja en estado, aquí no pisas.
Victorita se puso blanca.
-¿Eso es lo que te dijo la abuela? La madre se levantó y le pegó dos tortas con toda su alma.
Victorita ni se movió.
-¡Golfa! ¡Mal educada! ¡Que eres una golfa! ¡Asi no se le habla a una madre!
Victorita se secó con el pañuelo un poco de sangre que tenia en los dientes.
-Ni a una hija tampoco. Si mi novio está malo, bastante desgracia tiene para que tú estés todo el día
llamándole tísico.
Victorita se levantó de golpe y salió de la cocina. El padre había estado callado todo el tiempo.
-¡Déjala que se vaya a la cama! ¡Tampoco hay derecho a hablarla así! ¿Que quiere a ese chico? Bueno,
pues déjala que lo quiera, cuanto más le digas va a ser peor. Además, ¡para lo que va a durar el pobre!
Desde la cocina se oía un poco el llanto entrecortado de la chica, que se había tumbado encima de la
cama.
-¡Niña, apaga la luz! Para dormir no hace falta luz. Victorita buscó a tientas la pera de la luz y la apagó.”

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Doña Rosa va y viene por entre las mesas del café, tropezando a los clientes con su enorme trasero. Doña
Rosa dice con frecuencia leñe y nos ha merengao . Para doña Rosa, el mundo es su café, y alrededor de su
café, todo lo demás. Hay quien dice que a doña Rosa le brillan los ojillos cuando viene la primavera y las
muchachas empiezan a andar de manga corta. Yo creo que todo eso son habladurías: doña Rosa no
hubiera soltado jamás un buen amadeo de plata por nada de este mundo. Ni con primavera ni sin ella. A
doña Rosa lo que le gusta es arrastrar sus arrobas, sin más ni más, por entre las mesas. Fuma tabaco de
noventa , cuando está a solas, y bebe ojén , buenas copas de ojén, desde que se levanta hasta que se
acuesta. Después tose y sonríe. Cuando está de buenas, se sienta en la cocina, en una banqueta baja, y lee
novelas y folletines, cuanto más sangrientos, mejor: todo alimenta. Entonces le gasta bromas a la gente y
les cuenta el crimen de la calle de Bordadores o el del expreso de Andalucía.
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Martín Marco se para ante los escaparates de una tienda de lavabos que hay en la calle de Sagasta. La
tienda luce como una joyería o como la peluquería de un gran hotel, y los lavabos parecen lavabos del otro
mundo, lavabos del Paraíso, con sus grifos relucientes, sus lozas tersas y sus nítidos, purísimos espejos.
Hay lavabos blancos, lavabos, de todos los colores. ¡También es ocurrencia! Hay baños que lucen
hermosos como pulseras de brillantes, bidets con un cuadro de mandos como el de un automóvil, lujosos
retretes de dos tapas y de ventrudas, elegantes cisternas bajas donde seguramente se puede apoyar el
codo, se pueden incluso colocar algunos libros bien seleccionados, encuadernados con belleza: Hólderlin,
Keats, Valéry, para, los casos en que el estreñimiento precisa de compañía; Rubén, Mallarmé, sobre todo
Mallarmé para las descomposiciones de vientre. ¡Qué porquería!
Martín Marco sonríe, como perdonándose, y se aparta del escaparate.
 La vida  -piensa-  es todo. Con lo que unos se gastan para hacer sus necesidades a gusto, otros tendríamos
para comer un año. ¡Está bueno! Las guerras deberían hacerse para que haya menos gentes que hagan sus
necesidades a gusto y pueda comer el resto un poco mejor. Lo malo es que, cualquiera sabe por qué, los
intelectuales seguimos comiendo mal y haciendo nuestras cosas en los Cafés. ¡Vaya por Dios!
A Martín Marco le preocupa el problema social. No tiene ideas muy claras sobre nada, pero le preocupa el
problema social.

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"Doña Margot, con los ojos abiertos, dormía el sueño de los justos en el depósito, sobre el frío mármol de una
de las mesas. Los muertos del depósito no parecen personas muertas, parecen peleles asesinados, máscaras a
las que se les acabó la cuerda.
Es más triste un títere degollado que un hombre muerto.

La señorita Elvira se despierta pronto, pero no madruga. A la señorita Elvira le gusta estarse en la cama, muy
tapada, pensando en sus cosas, o leyendo Los misterios de París, sacando sólo un poco las manos para sujetar
el grueso, el mugriento, el desportillado volumen.
La mañana sube, poco a poco, trepando como un gusano por los corazones de los hombres y de las mujeres de
la ciudad; golpeando, casi con mimo, sobre los mirares recién despiertos, esos mirares que jamás descubren
horizontes nuevos, paisajes nuevos, nuevas decoraciones.
La mañana, esa mañana eternamente repetida juega un poco, sin embargo, a cambiar la faz de la ciudad, ese
sepulcro, esa cucaña, esa colmena.
¡Que Dios nos coja confesados!"

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