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9.

LAS FIGURAS DE BUERO VALLEJO Y ALFONSO SASTRE EN EL TEATRO ESPAÑOL POSTERIOR


A LA GUERRA CIVIL. LA RENOVACIÓN DEL TEATRO
En la posguerra, la escena española estuvo dominada por un teatro comercial y conservador, mal llamado nacional,
al servicio de la dictadura. Sus principales líneas dramáticas eran la comedia burguesa y el teatro de humor, ambas
evasivas. Los dramaturgos más arriesgados se encontraban en el exilio: Alberti (El adefesio), Max Aub, Casona...
1. La comedia burguesa se caracteriza por la perfecta construcción de las obras, con diálogos y trama muy
elaborados, y su intrascendencia, con dosis de humor, ternura y amabilidad. En este tipo de teatro destacó
principalmente Jacinto Benavente, que ya había triunfado en el período anterior, con obras como El demonio del
teatro o La honradez de la cerradura. Destacó también Joaquín Calvo Sotelo con obras como La muralla.
2. En el teatro de humor, cuya característica principal era servir de evasión de la realidad de la posguerra,
triunfaron: Enrique Jardiel Poncela y su teatro inverosímil, con ingredientes de locura y misterio y diálogos
absurdos, cuya mejor obra fue Eloísa está debajo de un almendro (1942); y Miguel Mihura, cuya obra Tres
sombreros de copa (1952) triunfó veinte años después de haber sido escrita.
A finales de los cuarenta irrumpió el teatro realista, de denuncia de la realidad. El detonante fue el estreno en 1949
de Historia de una escalera, de A. Buero Vallejo. Es un teatro de testimonio y comprometido que se sitúa en la misma
línea que la novela y la poesía sociales. Los dramaturgos tratan de reflejar la violencia y la injusticia social de la
posguerra y, al mismo tiempo, denunciarla. Destacan: Antonio Buero Vallejo y Alfonso Sastre. La tendencia hacia un
teatro realista quedó confirmada con la puesta en escena en 1953 de Escuadra hacia la muerte, de Alfonso Sastre.
Otros autores realistas fueron: José Martín Recuerda, Lauro Olmo y Carlos Muñiz.
En el aspecto formal, es un teatro poco innovador. Los autores se preocupan más por el contenido y su mensaje.
Sus características son:
• Se busca la obra bien hecha, con un desarrollo argumental lógico; sin embargo, pueden aparecer saltos en el
tiempo, escenas simultáneas o narraciones que interrumpen y comentan la acción.
• Se cuida la evolución psicológica de los personajes y se trata de justificar cada uno de sus actos.
• Se persigue la identificación del público con los personajes para que vivan los conflictos que se escenifican.
En los años cincuenta, además de consolidarse el teatro realista de la década anterior, surge también un teatro de
vanguardia, heredero del teatro del absurdo europeo (Beckett, Ionesco, Adamov) y el teatro de la crueldad de Antonin
Artaud, representado por el teatro pánico de Fernando Arrabal (El cementerio de automóviles y Pic-Nic) y la obra
dramática de Francisco Nieva (Pelo de tormenta).
En los sesenta, aparecen los dramaturgos simbolistas como Ruibal (La máquina de pedir), Romero Esteo
(Pontifical), Riaza (Retrato de dama con perrito), Martínez Mediero (El último gallinero), etc., que ensayaron un
teatro fuertemente pesimista, de crítica política y social. Tanto estos como los vanguardistas mencionados
anteriormente tuvieron graves problemas para representar en la España franquista. Entonces triunfaban en los escenarios
los autores herederos de la comedia burguesa, de tendencia evasiva: Alfonso Paso, Jaime de Armiñán y Jaime Salom.
ANTONIO BUERO VALLEJO (1916-2000)
En su teatro, Buero buscó crear la moderna tragedia española. Sin embargo, sus personajes no despiertan admiración,
como los de las tragedias griegas, sino compasión por su humanidad. Buero Vallejo trata los problemas esenciales
del ser humano -la justicia, la libertad, la violencia...- dándoles una dimensión universal. Por eso, aunque la
mayoría de sus obras se sitúan en una época concreta, es posible abstraer a los personajes de ese entorno y extrapolar
sus conflictos personales para que adquieran con ello un valor global.
Desde sus inicios, Buero Vallejo optará por el posibilismo, gracias al cual abordó un teatro que no renunciaba a su
compromiso político pero que era digerible por la sociedad y tolerable para la censura, aun a riesgo de ser
considerado colaboracionista, como lo fue por algunos de sus contemporáneos.
Su temática gira en torno al anhelo de realización humana y a sus dolorosas limitaciones: la búsqueda de la
felicidad, de la verdad, de la libertad se ven obstaculizadas -y a menudo rotas- por el mundo concreto en que el
hombre vive. Tal es el fondo de la tragedia. Pero esa temática ha sido enfocada por Buero en un doble plano:
• Un plano existencial: meditación sobre el sentido de la vida, sobre la condición humana (en la que se entretejen
ilusiones, fracasos, soledad).
• Un plano social: denuncia de iniquidades e injusticias concretas, desde un exigente sentido moral y político.
Estos dos planos aparecen entremezclados en su teatro. El autor ha llegado a decir que cualquier problema dramático
siempre se reduce al de la «lucha del hombre, con sus limitaciones, por la libertad». Con todo, y aun con ciertas reservas,
en su trayectoria puede señalarse una primera etapa en que se hace patente, sobre todo, el enfoque existencial, y una
segunda etapa en que prevalece el enfoque social. A ello se añade su preocupación por los nuevos recursos escénicos,
que iría incorporando mesuradamente a su teatro a lo largo de su vida.
En Historia de una escalera, tomando como decorado la escalera de una casa de vecinos y situando la acción en tres
épocas (1919, 1929 y 1949), transcurre el día a día de unos personajes impotentes para superar la situación de indigencia
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en la que viven. El problema central es la frustración vital y ninguna de las dos vías representadas, ni la individual ni la
colectiva, resultan ser solución a los problemas. Continuó su producción dramática alternando los dramas de ambiente
contemporáneo, como el antedicho, El tragaluz (1967) o La Fundación, con dramas de carácter mítico, como La
tejedora de sueños o Casi un cuento de hadas, dramas históricos, como Un soñador para un pueblo, El concierto de
san Ovidio o El sueño de la razón, y dramas psicológicos como Madrugada o Las cartas boca abajo.
Al dramaturgo guadalajareño le interesa hacer partícipe al espectador de la obra dramática, por lo que emplea el efecto
de inmersión, con el que pretende incorporarlo al mundo interno del protagonista. Con ello, el espectador ve la realidad
a través de un personaje, con el que se identifica. La obra cumbre donde esto se lleva a cabo es La fundación (1974).
La acción dramática transcurre al principio en una confortable habitación de una elegante fundación, que
progresivamente se va convirtiendo en una celda en la que esperan que se haga efectiva su condena a muerte cinco
hombres encerrados por diversas causas políticas. Esta transformación se realiza desde la perspectiva de Tomás, el más
joven de ellos, que sufre un trastorno transitorio provocado por su incapacidad para asumir los hechos.
Esta obra pertenece al teatro de su última etapa, que presenta dramas en los que se afrontan, principalmente, los
problemas de la tortura por motivos políticos, la degradación humana y la responsabilidad colectiva. Las obras más
representativas de ella son Llegada de los dioses, La fundación y La doble historia del doctor Valmy.
Con la llegada de la democracia y la desaparición de la censura, sus dramas se tornan más directos en su lenguaje y
más concretos en la ambientación espacio-temporal, pero pierden intensidad dramática, como ocurre en Jueces en la
noche, Diálogo secreto o Lázaro en el laberinto.
Recibió el Cervantes en 1986.
ALFONSO SASTRE (1926)

Alfonso Sastre pertenece a la línea más genuina del teatro social comprometido, del que es principal impulsor y
teórico, y se caracteriza por una actitud de denuncia y una fuerte voluntad de renovación. Sastre es un producto de
la posguerra. Su teatro es un vehículo para incidir en la sociedad española y modificar conductas y estructuras. Así, el
autor antepone la urgente renovación social del país a la preocupación estética del teatro.
Su obra apenas se representa en su momento por desconexión con el gusto del público y de gran parte de la
crítica, o por problemas con la censura. Se inició con grupos experimentales, como Arte Nuevo, con el que a finales
de los cuarenta estrenó sus primeras piezas existencialistas. Posteriormente ha sido muy fructífera su aportación teórica
al debate sobre el papel de teatro: en 1950 firmó el Manifiesto de Teatro de Agitación Social (TAS). Sostuvo con Buero
Vallejo una polémica sobre el modo de luchar con el teatro para cambiar la sociedad durante la dictadura franquista:
frente al posibilismo de Buero, que buscaba aprovechar cualquier resquicio que permitiera la censura franquista para
intentar cambiar la sociedad desde dentro, Sastre consideraba que esta actitud era una claudicación y optó por un teatro
radical que apenas encontró forma de poderse representar fuera de círculos muy limitados debido a la presión de la
censura y las dificultades que ponían los empresarios teatrales. Paralelamente, su evolución ideológica le ha llevado a
planteamientos cada vez más extremistas: militante del Partido Comunista en los años sesenta, abandonó el Partido en
1974 para vincularse al independentismo vasco.
OBRAS DE TIPO EXISTENCIAL
De sus títulos destacan Escuadra hacia la muerte (1953), que plantea el conflicto entre el principio de autoridad y el
de libertad y muestra un alegato contra la guerra; esta obra, interpretada por el Teatro Popular Universitario, fue
prohibida a la tercera representación. En ella un grupo de soldados se encuentra castigado en una Tercera Guerra
Mundial y, al ser obligado a protagonizar una misión suicida, se subleva asesinando al cabo. Después los soldados
sienten, sin embargo, angustia y soledad y cada uno escapa a su manera: uno intentará sobrevivir en el monte, otro se
pasará al enemigo y otro se ahorcará, mientras dos de ellos confían en el perdón. Los temas característicos de Sastre
aparecen en esta obra: la opresión, la rebelión, la culpa y la expiación.
OBRAS DE TIPO SOCIAL
A partir de 1954 su obra se hace más política, radical y combativa, por lo que su teatro fue víctima de la censura
franquista, del temor de los empresarios teatrales y también del desinterés del público burgués, que era el que iba al
teatro. A esta segunda época pertenecen obras que denuncian las injusticias y el poder tiránico como La mordaza, obra
que trata encubiertamente el tema de la dictadura, la represión y la censura. Un personaje despótico asesina a quien fue
víctima suya de la Guerra Civil y su familia lo sabe, pero solo su nuera rompe la mordaza del silencio, compuesta de
miedo, respeto y fidelidad familiar. El déspota muere en prisión y sus hijos reconocen el alivio que supone este
desenlace. La mordaza renueva el tema de la tiranía tratado por Lorca en La casa de Bernarda Alba.
TEATRO PENÚLTIMO (1965-1971)
Insatisfecho con su teatro anterior, busca otros moldes expresivos en la fusión de la tragedia clásica, el esperpento de
Valle-Inclán y el teatro épico de Bertold Brecht. A estas nuevas obras las denomina tragedias complejas. En ellas Sastre
aspira a que el espectador acabe, como en la tragedia clásica, identificándose con los personajes y participando de su
tragedia como una forma de concienciación social, pero no sin antes haber percibido crítica y distanciadamente la
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situación de esos personajes como en el esperpento o el teatro brechtiano. Las tragedias complejas se caracterizan por
el empleo del humor, la fragmentación de las obras en numerosos cuadros, las intervenciones de un narrador, el empleo
de músicas y canciones, la proyección de películas, el uso de diapositivas, fotografías y carteles, el juego de luces, el
lenguaje salpicado de coloquialismos y el empleo de anacronismos distanciadores que conectan la realidad del drama
con el presente del espectador. Destacan: La sangre y la ceniza o M.S.V. y La taberna fantástica.
La sangre y la ceniza o M.S.V. (iniciales de Miguel Servet Villanueva), escrita entre 1962 y 1965, no sería estrenada
hasta 1976. Trata del proceso inquisitorial de Miguel Servet, quemado por Calvino. La taberna fantástica, estrenada
en 1985 (escrita en 1966), entra en el mundo del lumpen y la marginalidad y es una denuncia magistral de las injusticias
del sistema.
ÚLTIMAS OBRAS
Desde los años setenta, su teatro acentúa el compromiso político. Desde la década de 1980 vive en el País Vasco y es
allí donde su teatro ha conseguido mayor éxito. Entre sus últimas obras, en la misma línea de la tragedia compleja,
destacan Tragicomedia fantástica de la gitana Celestina, y Los últimos días de Emmanuel Kant contados por E.T.A.
Hoffmann. En esta obra, estrenada en 1990, recoge el pensamiento del filósofo alemán mediante la recreación de sus
últimos días de vida, narrados como si fuera un cuento por Hoffmann. En ¿Dónde estás, Ulalume, dónde estás? se
despide del teatro con una nota definitiva: «Es... el acabose».
EL TEATRO INDEPENDIENTE
En los últimos años del régimen franquista surge un movimiento de raíces fuertemente estudiantiles y de talante
rupturista conocido como teatro independiente. Desde finales de los sesenta, pero principalmente en los setenta, se
desarrolla un teatro autofinanciado, ajeno a las fórmulas económicas del teatro conservador, preocupado por formas de
expresión (la gestualidad, la plástica, la mímica, la música, los recursos espectaculares populares, etc.) olvidadas por el
teatro convencional y que maneja textos (en ocasiones no hay tales) de propia creación. De entre todos ellos destacan
el madrileño TEI y los grupos catalanes, que fueron los que mostraron mayor empeño escenográfico y pervivencia en
el tiempo una vez se puso término a la transición política (Els Joglars, Els Comediants, La Fura dels Baus).
El grupo catalán Els Joglars, encabezado por Albert Boadella, fueron los creadores de un teatro del silencio, que
potenciaba la expresión corporal. A finales de los setenta el grupo se transformó en compañía profesional e incorporó
la palabra. Encabezados por Joan Font, destacaron también en Barcelona Els Comediants, gracias a sus grandiosos
espectáculos de animación, desarrollados preferentemente en la calle. Tomaron como base las fiestas tradicionales
catalanas e incorporaron elementos escénicos como zancos, dragones, estandartes, fuegos de artificio y música. Otros
grupos catalanes son Dagoll Dagom, El tricicle o La Fura dels Baus. Estos últimos montaron sus espectáculos en
grandes naves e incluyeron en ellos la violencia, la provocación y la agresividad. Asimismo, participaron en la
ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de Barcelona en 1992.
ÚLTIMO TEATRO
En los últimos años del siglo XX surgió lo que se conoce como teatro alternativo, que se caracteriza por su bajo
coste, por representarse en salas pequeñas, por escenificar obras de creación propia de alguno de los actores que
participan en el espectáculo y por buscar frecuentemente la colaboración del público. Por contra, las últimas
dramaturgias surgidas dentro del teatro convencional se inclinan por un teatro de temas contemporáneos, de estética
básicamente realista y de moderada renovación formal. La llegada de la democracia sirvió también para recuperar a los
autores olvidados o proscritos (Valle, Lorca, Alberti…).
A partir de 1982, con los primeros años del gobierno socialista, se produce un gran apoyo al teatro desde las distintas
administraciones. Con esto se acometen varias iniciativas, entre las que cabe destacar:
- La creación de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, que realizó grandes montajes que pusieron de relieve
principalmente la comedia del Siglo de Oro.
- El Plan Nacional de Auditorios y Teatros se ocupa de la recuperación de los viejos teatros y de la construcción
de otros nuevos.
- Se crean o se potencian festivales dramáticos: el de teatro clásico de Almagro; el de Mérida...
En estos últimos años, el Estado se ha convertido en el principal empresario.
A lo largo de las próximas décadas suben a escena dramaturgos pertenecientes a tres grupos bien definidos:
• Los que ya escribían durante el franquismo, pero que ahora amplían su temática y consolidan su prestigio. Es
el caso de Antonio Gala, Fernando Arrabal, Francisco Nieva, Buero Vallejo o Alfonso Sastre.
• Los nombres procedentes de los grupos de teatro universitario, pero que se dan a conocer en estos últimos años
como José Sanchis Sinisterra (¡Ay, Carmela!), José Luis Alonso de Santos (La estanquera de Vallecas,
Bajarse al moro), Fernando Fernán Gómez (Las bicicletas son para el verano), etc.
• Los jóvenes autores que han iniciado su escritura cuando ya se había consolidado el proceso democrático y
que constituyen la última generación de dramaturgos españoles. Son nombres como los de Sergi Belbel,
Rodrigo García, Angélica Liddell, Lola Blasco, Juan Mayorga, Alberto Conejero, etc.
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10. LA NARRATIVA HISPANOAMERICANA DE LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XX. EL BOOM DE
LA NARRATIVA: BORGES, CORTÁZAR, GARCÍA MÁRQUEZ Y VARGAS LLOSA

En la narrativa hispanoamericana han influido tradicionalmente tres antiguas orientaciones: la novela telúrica (la
naturaleza es metáfora de un mundo indomable en el que no rigen las leyes racionales; p. ej., Doña Bárbara, de Rómulo
Gallegos); la novela de la revolución mexicana (los autores apoyaron la causa indígena de la revolución frente al poder
representado por Porfirio Díaz; p. ej., Los de abajo, de Mariano Azuela); y la novela indigenista (las injusticias y
desigualdades de los pueblos autóctonos fueron tratadas como tema argumental al tiempo que se reivindicaban las
lenguas indígenas; p.ej., Huasipungo, de Jorge Icaza).
Entre 1945 y 1960 se observan ansias de renovación plasmadas en diferentes características. Hay una nueva
concepción del mundo y de la vida consecuencia de los cambios sociales, políticos y económicos que se estaban
produciendo. A estas novedades se añaden las influencias de la narrativa europea y norteamericana del momento,
tardíamente asimiladas. En cuanto al contenido, conviven varias tendencias en las novelas y cuentos de los autores
hispanoamericanos. Por un lado, destaca la narrativa metafísica de Jorge Luis Borges. Por otro lado, se desarrolla otra
de corte existencial, con autores como Juan Carlos Onetti o Ernesto Sábato. Además, algunas de las tendencias de la
narrativa de las décadas precedentes continúan y evolucionan hasta producir obras magníficas: así, la novela de la
Revolución mexicana culmina en la figura de Juan Rulfo. La novela indigenista y los relatos que buscaban una
escondida identidad americana común encuentran su formulación en una corriente novelística que funde de forma
extraordinaria elementos tan dispares como lo fantástico, lo mítico, lo legendario o la inmensidad de la Naturaleza
americana con los conflictos sociales reales y los concretos avatares históricos de la Hispanoamérica contemporánea.
Esta combinación de realidad y fantasía ha recibido la denominación de realismo mágico (para Carpentier, lo real
maravilloso). El realismo mágico intenta dotar de una magnitud irreal a la narración de sucesos cotidianos y Miguel
Ángel Asturias y Alejo Carpentier destacan entre sus primeros representantes. El movimiento ha sido decisivo para
la segunda renovación narrativa, que se producirá durante los años sesenta. No obstante, narrativa metafísica,
existencial y realismo mágico se entremezclan en las obras de estos y otros muchos autores posteriores.
Esta nueva novela ofreció entre sus características:
• La búsqueda de la identidad, presente a través de un viaje iniciático, geográfico o interno pero también
mediante la recreación de hechos históricos que ayudan a los autores a reflexionar sobre el pasado de su tierra
y su construcción como pueblo.
• La figura del dictador (esta figura se convierte en tópico literario por las especiales condiciones políticas de
la mayoría de estos países).
• El tiempo se usa como un parámetro de conocimiento, por lo que no siempre su tratamiento será lineal.
• La naturaleza tiene el valor simbólico de la fuerza desmedida contra la que no sirve oponerse.
• En ocasiones la metaliteratura (la literatura dentro de la literatura) está presente como recurso narrativo.
• El realismo mágico, la fusión de realidad y fantasía, sin que se perciban como opuestas, y la incorporación
de elementos oníricos, irracionales y subjetivos es para muchos algo connatural a la cultura de estos pueblos.
• Por supuesto, la literatura fantástica y lúdica también tiene cabida y forja, en particular, la obra cuentística
de un sinfín de autores (Borges, Cortázar, García Márquez, Rulfo, etc.). En la segunda mitad del XX, el
cuento hispanoamericano adquirirá una gran madurez y un increíble prestigio en la literatura universal.
• Desde el punto de vista formal, la estructura del relato sufre una profunda experimentación, al igual que las
técnicas narrativas: ruptura de la linealidad temporal, cambios en el punto de vista, combinación de las
personas narrativas, monólogo interior, estilo indirecto libre, etc.
• También el lenguaje se enriquece con la superposición de estilos o registros, la utilización del lenguaje
poético, distorsiones sintácticas y léxicas, etc.
Entre los años 60 y 70 surgirá el llamado «boom» de la literatura hispanoamericana. El «boom» fue un fenómeno
literario, cultural, social y también editorial que comenzó cuando la reciente narrativa de un grupo de escritores hispano-
americanos se publicó y distribuyó por Europa de manera masiva. Se relaciona, principalmente, con la obra de cuatro
autores: el colombiano García Márquez, el argentino Julio Cortázar, el peruano Vargas Llosa y el mexicano Carlos
Fuentes. En 1967 se produjeron dos momentos claves para la confirmación de su fama: la publicación de Cien años de
soledad, de García Márquez, y la concesión del premio Nobel de Literatura a Miguel Ángel Asturias.
Con el paso del tiempo y debido a discrepancias sobre ciertos acontecimientos políticos, sus integrantes fueron
perdiendo la imagen de grupo que habían mantenido. Sus caminos narrativos y los de los muchos que aparecen a partir
de los años 70 y 80 tienen un marcado carácter individual que hace difícil establecer características comunes.
En general, y aunque no desaparece la denuncia de situaciones sociales injustas, los últimos años han producido
novelas menos comprometidas y más enfocadas hacia problemas individuales, con estilos tan variados como los propios
escritores. La producción es tan inabarcable que sería imposible citar a todos los autores influyentes hoy en las letras
hispanas. Entre otros, cabe destacar a Zoe Valdés, Laura Esquivel, Ángeles Mastretta, Ricardo Piglia, Eduardo
Galeano, Isabel Allende, Roberto Bolaño, Elena Poniatowska, etc.

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De la literatura hispanoamericana del XX son obras inolvidables, entre otras: Pedro Páramo, de Juan Rulfo; El
astillero y Juntacadáveres, de Juan Carlos Onetti; El túnel, de Ernesto Sábato; La muerte de Artemio Cruz, de
Carlos Fuentes o Yo el Supremo, de Augusto Roa Bastos. Nos centraremos en los cuatro autores más reconocidos.
JORGE LUIS BORGES (1899-1986)
Fue bibliotecario, profesor, traductor, crítico literario, conferenciante, etc. No escribió novelas sino que publicó
únicamente ensayos breves, poemas, y relatos cortos. Estos últimos son los que le han dado fama. Fueron recogidos
en libros como: Ficciones (1944), El Aleph (1949), El informe de Brodie o El libro de arena. En ellos combina la
presencia de su vastísima cultura y su gran imaginación; son juegos imaginativos que llevan al lector a insólitos
ejercicios especulativos. Se interpolan tres planos: la realidad, la fantasía y la sátira, con los que el autor sugiere más
que dice. Los temas fundamentales son: el tiempo cíclico, los laberintos, que simbolizan lo inextricable del universo,
las bibliotecas como conocimiento inaccesible, los espejos como imagen del desdoblamiento de la personalidad, la
identidad de los seres y las cosas, los sueños y su simbolismo, la muerte, etc. La metaliteratura se convierte en tema
narrativo y en objeto de especulación filosófica.
Con todo, la metafísica borgiana no suele expresarse de forma trascendente, pues Borges, como antiguo vanguardista,
huye del patetismo y se complace en la exposición irónica, burlona, con la que parece distanciarse fríamente de los
problemas que plantea y proponer al lector que entre en el juego de las paradojas, agudezas y sutilezas de todo tipo.
Su escritura rescata ideas y preguntas que atraviesan el pensamiento occidental desde sus remotos orígenes y las
reformula, legándolas a la posteridad. No intenta seriamente solucionar las contradicciones; prefiere resaltarlas,
reordenándolas en paradojas, a las que envuelve una y otra vez con diferente ropaje.
Con un estilo limpio, contenido, nada recargado, Borges aborda en sus cuentos juegos intelectuales de todo tipo
como paradojas temporales, fantasías matemáticas, ficciones literarias, recreaciones de la historia y los mitos
argentinos así como, sobre todo, conjeturas filosóficas que lo han convertido en un literato erudito, muy del gusto de
los lectores más reflexivos. Su obra es, pues, una de las más originalmente extrañas y únicas del siglo XX.
Según la crítica, en él están las raíces literarias del realismo mágico posterior. Galardonado con numerosas
distinciones, fue polémico por su postura política conservadora que tal vez le haya impedido obtener el Nobel, al que
fue candidato durante casi treinta años. Sí recibió el Cervantes en 1979.
JULIO CORTÁZAR (1914-1984)
Es uno de los autores más innovadores y originales de su tiempo, maestro del relato corto y creador de una
importante novela que inauguró una nueva forma de hacer literatura en español. Debido a que su obra transita en la
frontera entre lo real y lo fantástico, suele ser puesto en relación con el realismo mágico e incluso con el surrealismo.
Argentino como Borges, su lejanía de América (vivió en Francia desde 1951) y su asimilación de la cultura francesa
hicieron que considerara que el telurismo y la vuelta a los orígenes eran literaria e ideológicamente negativos por lo que
tenían de nacionalismo estrecho y pérdida de la universalidad del escritor. Admiró, sin embargo, tanto a Asturias como
a Carpentier, además de a su compatriota Borges, así como a europeos de la talla de Joyce, Jarry, Kafka, Virginia
Woolf o Camus. Por ello, el realismo fantástico de Cortázar se revela deudor tanto de la liberación imaginativa de
las vanguardias, en especial del surrealismo, como de la tradición americana de la que formó parte.
Inicia su producción literaria influido por Borges con libros de cuentos que muestran su concepción de lo fantástico:
Bestiario, Final del juego, Historias de cronopios y de famas (1962)… Su consagración literaria le llega con Rayuela
(1963), novela vanguardista construida a modo de juego a partir de la técnica del collage; produjo un gran impacto
por los aspectos novedosos que incorpora (por ejemplo: propone varias lecturas diferentes de la obra según se decida
el orden para leerla, se entrecruzan numerosos temas que se interrelacionan, el lenguaje se convierte en constante
juego y recreación…). Es una narración introspectiva, en monólogo interior, que narra la historia de Horacio
Oliveira, su protagonista, de un modo tal que juega con la subjetividad del lector y tiene muchos finales posibles. A
esta obra suele llamársela «antinovela», aunque el escritor prefería denominarla «contranovela».
Como en muchos de sus textos, el humor, la ironía, los juegos con el lenguaje, la búsqueda de nuevas vías
expresivas reflejan su insatisfacción con lo establecido y su lucha contra la rutina y el adocenamiento. Para él, la
literatura fantástica, al romper con la lógica de la realidad, pone en cuestión la fe absoluta en la razón. El absurdo,
la incongruencia, la irracionalidad también forman parte de lo cotidiano, y la exploración del absurdo conduce a
desvelar escondidas facetas de la realidad y a penetrar en ella más allá de las apariencias. A partir de una idea planteada
en el capítulo 62 de Rayuela escribió su novela más experimental y difícil: 62 Modelo para armar.
La defensa de la libertad creadora la hará compatible con el compromiso social de la literatura en el Libro de Manuel,
en el que se acentúa el uso del collage -no sólo con la fragmentaria exposición narrativa, sino también, por ejemplo,
con la intercalación de numerosos recortes de periódicos-, el experimentalismo lingüístico o las audacias
tipográficas. Al mismo tiempo la obra es un durísimo alegato contra la tortura en Hispanoamérica y, en particular,
en la Argentina de las Juntas Militares de los años setenta. Parecidas inquietudes literarias y morales se dan en los
últimos volúmenes de relatos de Cortázar: Octaedro, Un tal Lucas, Queremos tanto a Glenda...

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GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ (1927-2014)
La carrera literaria de este escritor colombiano arrancó en paralelo a su labor periodística, que nunca abandonó. De
1955 a 1962, escribe novelas cortas como La hojarasca o El coronel no tiene quien le escriba, además de cuentos
como Monólogo de Isabel viendo llover en Macondo, que será publicado junto con otros cuentos primerizos en Ojos
de perro azul (1972). En estas narraciones breves se advierten ya algunas de las características de su obra posterior:
capacidad narrativa, mezcla de lo real e imaginario, fusión del mito y la historia, etc. Son espléndidos relatos que
giran en torno al imaginario pueblo de Macondo. A partir de entonces, el escritor hará que también transcurran allí
otros relatos posteriores: la novela La mala hora y los cuentos reunidos en Los funerales de la Mamá Grande. La vida
de ese pueblo, real y mítico, adquirió tales proporciones que acabó por singularizarse en una prodigiosa novela: Cien
años de soledad (1967).
Su aparición constituyó un absoluto acontecimiento. Cuenta la historia de una familia, los Buendía, y del mundo
que la rodea. La obra es una gran síntesis de todos los elementos que se han dado en la narrativa hispanoamericana: la
naturaleza, los problemas sociales y políticos, las realidades humanas…; pero todo ello traspasado por fuerzas
sobrenaturales, humor y tragedia. La novela gira en torno a dos temas obsesivos: el tiempo y la soledad. El tiempo
aparece en la obra de dos modos distintos y contrapuestos: por un lado, el tiempo concebido de forma circular, donde
los hechos parecen repetirse sin fin al modo en que lo hacen los fenómenos naturales; por otro lado, un tiempo histórico,
cronológicamente lineal, a través del cual se pasa desde el prehistórico y arcádico Macondo al primer Macondo todavía
tribal y a los posteriores Macondos: el feudal, el de la colonización española, el de las luchas por la independencia del
siglo XIX y el creciente poder de los militares frente a la autoridad civil, el de la prosperidad y vida rumbosa de la belle
époque, y el del desarrollo industrial con la llegada del ferrocarril y la invasión de las multinacionales estadounidenses,
que acaban en el desastre de la destrucción de Macondo. Por todo ello, se ha afirmado que Macondo es un símbolo de
la América hispana. De otra parte, la soledad es una característica permanente de los principales personajes de la
novela, soledad que es fruto de la incomunicación, el ensimismamiento y la ausencia de amor.
Técnicamente, resulta clave en la novela la metamorfosis de lo común en algo extraordinario y, al revés, la conversión
en cotidianos de sucesos o cosas inverosímiles. Pero esta convivencia de lo normal con lo insólito suele seguir el proceso
de exagerar hasta el límite las propiedades de los objetos o los hechos, que llegan a adquirir vida propia, para después
describir objetivamente los efectos que lo exagerado produce en la realidad habitual. En todo caso, lo mágico y lo real
se funden en la obra de García Márquez con toda naturalidad. A ello no es ajeno el absoluto dominio del mundo narrado
por un narrador omnisciente, que abarca cuanto ocurre en la realidad situándose ubicuamente en todas las partes y
momentos, para mezclarlos y recomponerlos con suma libertad. De ahí que sean frecuentes en la obra los más diversos
juegos de perspectivas temporales y que abunden, por tanto, los anacronismos, las anticipaciones, los saltos narrativos,
etc. Otros recursos habituales son las enumeraciones, las repeticiones y las elipsis narrativas, así como la recurrente
utilización simbólica de nombres de personajes, espacios físicos, actitudes, sucesos, etc.
Después de Cien años de soledad, García Márquez siguió publicando obras importantes. En los años setenta: el
reportaje novelado Relato de un náufrago, y El otoño del patriarca, aportación del escritor colombiano a la novela de
dictador. En los ochenta: Crónica de una muerte anunciada (1981), novela corta en la que se mezclan con acierto
elementos de la crónica periodística y de la novela policíaca; El amor en los tiempos del cólera, una bellísima historia
de amor inspirada en la relación de sus padres; y El general en su laberinto, biografía novelada de la vida de Bolívar.
En los noventa: Del amor y otros demonios, novela de amor en la que se vuelven a dar cita lo extraordinario y lo
cotidiano; y una nueva novela-reportaje sobre el narcoterrorismo, Noticia de un secuestro (1995). También continuó
escribiendo cuentos, reunidos en diversos volúmenes, entre los que destacan La increíble y triste historia de la cándida
Eréndira y de su abuela desalmada y Doce cuentos peregrinos.
En 2002 publicó su autobiografía, Vivir para contarla. Veinte años antes recibió el Nobel de Literatura.
MARIO VARGAS LLOSA (1936)
Escritor hispano-peruano (tiene la doble nacionalidad) que ha triunfado como narrador, si bien es un excelente
dramaturgo, ensayista y periodista. El inicio de su producción literaria coincidió con el «boom» editorial de los
años sesenta debido al prestigio que había adquirido la narrativa hispanoamericana en el panorama de las letras en
lengua española. Desde entonces se ha revelado como un notable innovador de posibilidades narrativas y estilísticas.
Ya desde sus primeras novelas muestra su interés por utilizar el Perú contemporáneo como marco de muchas de sus
historias y en sus narraciones se aúnan realidades brutales y experimentación formal.
Conoce el éxito literario desde muy joven con su primer libro de relatos, Los jefes (1958), y su primera novela, La
ciudad y los perros (1962). Considerada obra inaugural del famoso «boom», se desarrolla en el ambiente cerrado y
opresivo de un colegio militar de la ciudad de Lima; este lugar cerrado contrasta con el mundo exterior, el de la
ciudad abierta. Técnicamente, revela ya las dotes narrativas de su autor, quien, como otros escritores hispanoamericanos
del momento, maneja con facilidad los recursos técnicos de la novela contemporánea, pero, a diferencia de muchos de
ellos, no incorpora al texto elementos fantásticos o maravillosos, sino que se mantiene en el plano de la realidad.

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Desde 1958, ha vivido y vive en Europa la mayor parte del tiempo, así que su obra también recibe el influjo de la
narrativa europea y toma, por momentos, otros derroteros más cosmopolitas. Capacidad de fabulación, virtuosismo
narrativo, abundancia de elementos autobiográficos, relacionados con su Perú natal, y realismo mordaz y crítico
caracterizan sus siguientes novelas: La casa verde, en torno a un burdel en el que se entrecruzan varias historias; Los
cachorros, magnífica narración breve sobre el mundo de los adolescentes de la sociedad limeña acomodada;
Conversación en la Catedral, extensa novela que teje con maestría diversas historias para ofrecer un fresco del Perú
contemporáneo, asolado por el autoritarismo y la corrupción.
En Pantaleón y las visitadoras, sátira esperpéntica del habitual envío de prostitutas a los destacamentos militares de
la selva amazónica, sigue presente la crítica al militarismo, pero ahora de forma irónica y humorística. Ironía y humor
son también rasgos de La tía Julia y el escribidor, parodia de la literatura rosa. En 1981, publica otra novela
ambiciosa, La guerra del fin del mundo. Es una novela larguísima ambientada en el Brasil del siglo XIX. En ella la
perspectiva ideológica de Vargas Llosa cambia: ha abandonado sus simpatías izquierdistas de los sesenta y
desconfía de las ideologías progresistas, que aparecen en esta novela encarnadas en la figura de estrafalarios
anarquistas o de individuos iluminados. Este tono antirrevolucionario se acentúa en Historia de Mayta. También transitó
por la novela erótica con Elogio de la madrastra y Los cuadernos de don Rigoberto, abordó la guerra y el terrorismo
de Sendero Luminoso en Lituma en los Andes y cerró el siglo con una magnífica reflexión sobre la dictadura del
dominicano Trujillo en La fiesta del Chivo (2000).
En el siglo XXI ha ido publicando una nueva novela cada período de tres o cuatro años, de entre las que destacamos
El sueño del celta (2010), novela de corte histórico que le sirvió para denunciar las atrocidades y abusos del
colonialismo belga en el Congo. En este mismo año recibió el Nobel de Literatura; seis años antes, el Cervantes.
Es también notable ensayista, sobre todo como crítico literario, al que aporta su personal visión de creador en el
juicio de obras y autores ajenos, por ejemplo, García Márquez, la novela de caballerías, Madame Bovary, Los
miserables, etc. Por último, ha escrito sus memorias, El pez en el agua, en las que ha reflejado sus vivencias desde su
infancia hasta comienzos de los noventa, por lo que es una obra inconclusa que no sabemos si completará.

11. LA NARRATIVA PENINSULAR DESDE 1975 HASTA NUESTROS DÍAS. PRINCIPALES


TENDENCIAS: ALMUDENA GRANDES, MUÑOZ MOLINA, EDUARDO MENDOZA Y ROSA MONTERO
Desde el punto de vista artístico, España halla la libertad de creación, después de largos años de censura y exilio. El
nuevo arte español reaccionó contra las herencias estéticas del pasado para entrar en lo que se ha llamado
posmodernidad. Su rasgo característico es el rechazo de los sistemas morales, sociales y políticos totalizadores.
En el campo de la literatura, el regreso de autores exiliados y la publicación sin trabas de libros antes prohibidos
enriqueció el panorama cultural español en gran medida. La concesión de sendos premios Nobel de Literatura a
Vicente Aleixandre (1977) y a Camilo José Cela (1989) resaltó universalmente los méritos de las letras contemporá-
neas españolas. El consumo literario ha crecido notablemente desde 1975. Se ha desarrollado una subliteratura de
venta en quioscos y grandes superficies. Han proliferado igualmente los premios, más comerciales que literarios y,
en muchos casos, concebidos según las reglas del mercado.
A mediados de los 70, hay un cierto cansancio de originalidad y entra en crisis la fiebre experimental. Los
experimentos anteriores quedan asimilados y se emplean moderadamente, cuando parecen eficaces, pero se pierde el
afán de acumular novedades y de centrar el interés de la novela en su escritura. Así pues, los escritores vuelven a la
concepción clásica del relato, a la novela tradicional, de estructura simple, lineal en el tiempo, con una trama y
personajes claros. El estilo vuelve a ponerse al servicio de la historia y los argumentos recuperan su protagonismo.
Una de las novelas que inicia este rumbo es La verdad sobre el caso Savolta (1975) de Eduardo Mendoza. Esta obra
marca la transición, pues la primera parte es más experimental, con saltos en el tiempo y multiperspectivismo; en
cambio, la segunda es una narración lineal. De este modo, el objetivo es recuperar al lector y el placer mismo de leer.
Las características generales que adoptan estas nuevas novelas son:
- Recuperación del argumento, por el gusto de contar historias y recreación de temas reconocibles por el lector.
Los autores quieren crear y contar historias: recuperan la trama y los personajes, las historias cerradas y la
reconstrucción de ambientes.
- Variedad temática y estilística, aunque resurge, sobre todo, el neorrealismo. Los autores vuelven al intimismo
o se acercan a nuevas formas de realismo, distinto del decimonónico o del realismo de los años cincuenta;
ahora caben también la fantasía y la subjetividad en la configuración del relato. Conviven la novela
ambientada en el pasado y la visión del presente, la realidad, la mitificación y el relato fantástico, de
aventuras, policíaco, el humor y la parodia, el erotismo, la introspección psicológica, el enfoque
existencial y el contenido social.
- Regreso del protagonista individual del que se ofrecen detalles y descripciones.
- Vuelta a las novelas estructuradas en capítulos, con o sin títulos.
- Simplificación de estructuras narrativas. La novela se aleja de la experimentación, del hermetismo, y
simplifica sus técnicas y procedimientos narrativos. Se eliminan la complejidad textual anterior, el ritmo
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discontinuo (preferencia por el tiempo lineal), las rupturas temporales y los puntos de vista múltiples
(predominio de las historias contadas en tercera persona, con narradores testigo u omniscientes).
- Abandono de la intencionalidad ideológica y el compromiso social, aunque se recrean situaciones
cotidianas y reales, por ejemplo, los problemas de la juventud urbana con un lenguaje generacional (argot
juvenil, marginal, etc.).
En resumen, los tres aspectos más significativos de la narrativa actual son:
a. El carácter aglutinador de la novela contemporánea, que acoge todas las tendencias, estilos y experiencias
personales.
b. La individualidad creadora: cada novelista busca su propio estilo y su visión personal del mundo.
c. El triunfo de la novela de género: entre ellas destacan la novela policíaca y la histórica.
TENDENCIAS DE LA NOVELA CONTEMPORÁNEA
La diversidad de tendencias es un hecho en la novela actual. Este panorama tan dispar está motivado por la
coexistencia de autores de diferentes promociones. Así pues las tendencias más representativas son las siguientes:
• La novela histórica. El novelista ambienta sus obras en diferentes etapas de la historia con varias finalidades:
ofrecer una interpretación personal, explicar aspectos del presente comparándolos con el pasado, efectuar un
simple ejercicio de estilo, recrear ambientes... La realidad y la ficción se mezclan con frecuencia en estas
novelas. Crónica del rey pasmado, de Gonzalo Torrente Ballester; Luna de lobos, de Julio Llamazares;
Beatus ille, de Antonio Muñoz Molina; El corazón helado, de Almudena Grandes; Riña de gatos de
Eduardo Mendoza, etc.
Son frecuentes las novelas históricas contextualizadas en la Guerra Civil española: Soldados de Salamina, de
Javier Cercas; La voz dormida, de Dulce Chacón; Dientes de leche, de Ignacio Martínez de Pisón, etc.
• La novela policíaca o de intriga. La novela de intriga se presenta como un juego para el intelecto. La trama
está bien articulada: un policía o un detective investiga y descifra una serie de pistas para llegar a la resolución
de un enigma. La acción suele transcurrir en ambientes urbanos. Son ejemplos: La verdad sobre el caso Savolta,
de Eduardo Mendoza; las novelas de Juan Madrid; la serie de novelas de Carvalho, de Vázquez Montalbán;
Plenilunio, El invierno en Lisboa y Beltenebros, de Antonio Muñoz Molina, etc.
• La novela de aventuras. Se sitúa en espacios abiertos y exóticos y en diferentes tiempos de la historia. Cuenta
los incidentes de un personaje que vive variadas peripecias para lograr un objetivo. La saga del capitán Alatriste,
de Arturo Pérez-Reverte; La sombra del viento, de Carlos Ruiz Zafón...
• La novela intimista. Trata una variada gama de problemas personales o existenciales. Suele resaltarse una
intimidad desasosegada, asediada por la angustia y la incertidumbre, la búsqueda de la propia identidad y del
sentido de la vida... Mortal y rosa, de Francisco Umbral; Juegos de la edad tardía, de Luis Landero; Atlas
de geografía humana, de Almudena Grandes; La soledad era esto de Juan José Millás…
• La novela culturalista y estilística. Erudita, reflexiva, con elementos intimistas, se recrea en el barroquismo
lingüístico, por lo que se dirige a un lector minoritario. Destacan: Novela de Andrés Choz, de José María
Merino; Corazón tan blanco, de Javier Marías; Las máscaras de héroe, de Juan Manuel de Prada…
• La novela erótica. En los años ochenta y noventa triunfa una novela de contenido erótico, propiciada por el
Premio La sonrisa vertical, que ha ido prolongando su éxito hasta nuestros días. El mejor ejemplo es Las edades
de Lulú, de Almudena Grandes.
Los principales narradores de este período son:
EDUARDO MENDOZA (1943)
Contribuye a la recuperación del lenguaje narrativo en la novela de las últimas décadas e impulsa varias tendencias
(intriga, histórica, neorrealista...).
Escribe La verdad sobre el caso Savolta (1975), cuya acción se desarrolla en Barcelona entre 1917 y 1919 -años de
pujante anarquismo y de pistolerismo patronal-. En esta narración alterna lo histórico, lo social y lo realista con la intriga
policial. Con ella recuperó para la novela española el placer por narrar historias.
Esta primera línea narrativa, que se centra en la ciudad de Barcelona vista a través de diferentes etapas de su
historia, se confirmó en 1986 con La ciudad de los prodigios, ambientada en la Ciudad Condal en el extenso período
cronológico que va desde 1888 hasta 1929, fechas en las que se celebraron en la ciudad catalana sendas exposiciones
universales. Una década después, en Una comedia ligera continuará con la Barcelona de posguerra.
Tres años después de La verdad sobre el caso Savolta comenzó una segunda línea narrativa con una serie de novelas
de carácter humorístico que se abre con El misterio de la cripta embrujada y El laberinto de las aceitunas, parodias

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ambas de la novela policíaca protagonizadas por un detective loco y anónimo. Más adelante completará esta serie con
La aventura del tocador de señoras, El enredo de la bolsa y la vida y El secreto de la modelo extraviada.
Otras novelas de interés son: La isla inaudita, especie de parodia posmoderna de la novela de amor y del
romanticismo; Sin noticias de Gurb, novela humorística que presenta una disparatada historia con extraterrestre
incluido y que ha sido durante muchísimo tiempo lectura obligada en colegios e institutos; El último trayecto de
Horacio Dos, una nueva mezcla de humor y ciencia ficción; y El asombroso viaje de Pomponio Flato, novela
humorística ambientada en la Palestina del siglo I.
En los últimos años publica Riña de gatos. Madrid 1936, en el que aborda una historia de intriga algo disparatada en
los prolegómenos de la Guerra Civil, y comienza la trilogía Las tres leyes del movimiento con El rey recibe, que analiza
la forma extraordinariamente lúcida y con gran sentido del humor algunos momentos históricos, culturales y sociales
del siglo XX. Últimamente ha completado la trilogía con El negociado del yin y el yang y Transbordo en Moscú, su
última novela hasta el momento.
El estilo de Eduardo Mendoza se caracteriza por el hábil manejo de los diversos ingredientes novelísticos de subgénero
narrativos populares (novela de aventuras, policíaca, rosa...), siempre tratados con humor e ironía. Además, emplea una
variedad de técnicas narrativas: el perspectivismo narrativo, el montaje caleidoscópico y de suspense, el pastiche...
En 2016 recibió el Cervantes.

ROSA MONTERO (1951)

Autora madrileña que alterna el periodismo (trabaja en exclusiva para El País) y la literatura. Se da a conocer a finales
de los setenta con Crónica del desamor, una reflexión sobre la España de la Transición desde el punto de vista de una
periodista de un gran diario en la que ya demuestra su compromiso con la causa de la mujer. En los ochenta destaca Te
trataré como a una reina (1983), en la que analiza en clave feminista el poder subyugador del bolero. En los años
noventa escribió tres grandes novelas: Temblor (1990), su primer relato futurista y simbólico; Bella y oscura, en la que
combina el mundo urbano y canalla y la fantasía de la infancia vivida y soñada de una niña; y La hija del caníbal,
novela de intriga y misterio en la que una mujer busca a su pareja desaparecida y en la que nada es lo que parece. Entró
en los dos mil con El corazón del tártaro, novela en la que durante veinticuatro horas la protagonista revive su historia
llena de violencias y traumas, y continuó con Historial del rey transparente, novela de aventuras con ingredientes
fantásticos inspirada en una leyenda medieval. Con Lágrimas en la lluvia inicia una serie de novelas futuristas
protagonizadas por la detective Bruna Husky y que continuará con El peso del corazón y Los tiempos del odio.
En 2013 publicó La ridícula idea de no volver a verte, que incluye fotografías, recuerdos, reflexiones sobre la
superación del duelo o sobre el modo de afrontar la literatura y que constituye un homenaje a las mujeres que, como
Marie Curie, se han enfrentado a su entorno por llevar adelante aquello en lo que creían en una sociedad que las ignoraba
por su condición femenina. Dos de sus últimas obras son La carne, una intriga emocional, y La buena suerte, novela
de personajes perseguidos por dilemas morales y el poder salvífico del amor.
Rosa Montero es también autora de innumerables artículos periodísticos, ensayos biográficos -muchos de los cuales
reivindican el protagonismo femenino en la historia de la humanidad-, libros de relatos y literatura infantil y juvenil.
Ha recibido innumerables premios, entre los que destaca el Nacional de las Letras Españolas en 2017.
ANTONIO MUÑOZ MOLINA (1956)
Miembro de la RAE, forma parte de un grupo de escritores que centra sus novelas en la memoria histórica inmediata
y en la revisión de los radicalismos de los setenta. Muñoz Molina se propone «salvar e inventar la memoria». Sus tres
primeras narraciones participan de las características de la novela policíaca o la novela negra:
En Beatus ille, un estudiante descubre la huella de un crimen mientras realiza su tesis sobre un poeta republicano; en
esta obra aparece por primera vez Mágina (trasunto de su Úbeda natal), lugar en el que ambientará muchas de sus
novelas posteriores.
Un año después de su debut literario, publica El invierno en Lisboa (1987), en la que aborda la peligrosa relación
sentimental entre un pianista de jazz y una mujer casada con un contrabandista de obras de arte. La obra recibió el
Premio de la Crítica y el Nacional de Literatura. Tres años después tuvo una adaptación cinematográfica.
En Beltenebros, un sicario británico y excombatiente en las filas republicanas es enviado a Madrid para acabar con
un traidor. También fue llevada al cine.
En El jinete polaco, que recibió el Premio Planeta en 1991, hay una recreación de la historia de Mágina entre el
asesinato de Prim y la I Guerra del Golfo a través de la mirada retrospectiva del protagonista.
Seis años después, regresa al género de la narrativa policíaca al publicar Plenilunio. Un inspector debe dar caza a un
violador y asesino de niñas. La novela está plagada de reflexiones sobre el mal que habita en derredor. Es la tercera de
sus novelas en ser adaptada al cine.
En 2001 crea lo que denomina en el subtítulo una «novela de novelas», Sefarad. El hilo conductor de la narración es
el exilio y las crueldades del siglo XX que entrelazan una colección de relatos cortos, en los que los protagonistas son
los perdedores, que muestran la intrahistoria del pasado siglo. Cinco años después publica El viento de la luna,
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protagonizada por un adolescente fascinado por la llegada a la Luna en 1969. En 2009 publicó La noche de los tiempos,
una recreación del hundimiento de la Segunda República y el inicio de la Guerra Civil.
Su penúltima novela es Tus pasos en la escalera, una inquietante obra de suspense psicológico. En 2021 ha publicado
Volver a dónde, inspirada por el confinamiento, en la que reflexiona sobre el paso del tiempo, la identidad, la memoria
y la responsabilidad que adquirimos con las nuevas generaciones en estos años de pandemia.
Su prosa se distingue por el uso de enunciados extensos, de la amplificación mediante comparaciones y enumera-
ciones, y por el uso continuo de la adjetivación. La memoria del pasado, la Guerra Civil, la posguerra, la vida cotidiana
de las personas, incluida la familia del escritor, constituyen temas recurrentes en su narrativa.
ALMUDENA GRANDES (1960-2021)
Fue, además de novelista, columnista del diario El País y contertulia en la Cadena SER. Su primera novela, Las
edades de Lulú (1989), ganadora del premio La sonrisa vertical, tuvo un gran éxito que relanzó en España la novela
erótica escrita por mujeres. Su segunda novela es Te llamaré Viernes, una compleja historia de amor entre dos seres
«en un Madrid sin alma». Confirmó su talento con Malena es un nombre de tango, historia de una niña que va a luchar
contra las normas impuestas en casa y que logrará descubrir todos los secretos que guarda su ejemplar familia de clase
media. Su éxito de ventas se amplió con Atlas de geografía humana, en la que cuenta cuatro historias femeninas con
la soledad como principal referente; más tarde esta obra se adaptará al teatro.
Comenzó su andadura narrativa en el XXI con Los aires difíciles y Castillos de cartón, convertida ya en uno de los
nombres más consolidados de la literatura española actual. Las tres últimas obras transcurren en la España
contemporánea y en ellas utiliza técnicas realistas y de introspección psicológica con las que muestra la vida cotidiana
de los personajes. Su siguiente novela, El corazón helado, plasma la vida de dos familias españolas a lo largo de gran
parte del siglo XX.
En 2010 inicia la serie Episodios de una guerra interminable, un proyecto narrativo que se compone de seis novelas
independientes que narran momentos significativos de la resistencia antifranquista en un periodo comprendido entre
1939 y 1964, y cuyos personajes principales interactúan con figuras reales y escenarios históricos. El modelo formal y
la elección del nombre son un homenaje a los Episodios nacionales de Benito Pérez Galdós. La primera novela de la
serie es Inés y la alegría, sobre el Ejército de la Unión Nacional Española y la invasión del valle de Arán. En 2012
publica El lector de Julio Verne, sobre la guerrilla de Cencerro en Jaén y el Trienio del Terror.
Dos años después continúa la serie con Las tres bodas de Manolita, novela sobre el nacimiento de la resistencia
clandestina contra el franquismo. En 2017 publica Los pacientes del doctor García, sobre la red de evasión de jerarcas
nazis dirigida por Claudia Stauffer. Por esta novela le fue otorgado el Premio Nacional de Narrativa.
La madre de Frankenstein es la quinta y última novela publicada de los Episodios. En ella habla sobre la agonía y
muerte de Aurora Rodríguez Carballeira, la madre de Hildegart, la niña prodigio concebida como modelo de «mujer
del futuro»; por miedo a perderla, Aurora asesinó a su hija, a la que había educado en libertad y quien se había convertido
ya en una personalidad internacional. La novela que cerraría la serie, Mariano en el Bidasoa, ha quedado inconclusa
por su repentina muerte.
Además de novelista es también autora de libros de relatos, literatura infantil y ha trabajado como guionista. Muchas
de sus obras han tenido adaptaciones cinematográficas.

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