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El trabajo con varones
que ejercen violencia desde
una perspectiva de género.

Herramientas específicas para


un abordaje integral, integrado y continuo.

Sandro Comba

2022

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Babel Editorial
Alvear 75 - CP 5000 - Córdoba - Arg.
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25.446.

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El trabajo con varones
que ejercen violencia desde
una perspectiva de género.

Herramientas específicas para


un abordaje integral, integrado y continuo.

Sandro Comba

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Prólogo

El contexto sociocultural actual nos ha permitido iniciar cier-


tos debates, que no eran posibles tiempo atrás. La desigualdad
entre los géneros, la violencia de género o violencia machista,
las masculinidades, la intervención con varones que ejercen vio-
lencia, entre otros temas, aparecen como los más destacados y
agendados. En este último universo, el de la violencia patriarcal,
existen numerosos conocimientos, saberes, experiencias, inves-
tigaciones, sistematizaciones y disciplinas, que han contribuido
a dar cuenta de la complejidad de sus discusiones y de sus abor-
dajes. Diversos aportes han realizado desde la década de los
ochenta y noventa, acentuándose en lo que va del nuevo siglo,
quizás más en auge todavía. Tales esfuerzos fueron dirigidos
hacia varios aspectos: instalarlo en la agenda, construir con-
ceptos nuevos y resignificar otros, elaborar hipótesis de trabajo,
crear metodologías y técnicas de abordajes, medir las metas,
aumentar la bibliografía y obtener resultados favorables en los
procesos de intervención. El trabajo está a la vista y se observan
claramente en medios académicos, instituciones especialistas
y lo que quizás sea más importante, la tarea en la comunidad,
donde suele ser necesario y dificultoso su incursión. En este úl-
timo ámbito está planteado también el debate y la inserción de
esta problemática y abordaje a los varones, con un carácter pre-
ventivo, en su nivel primario.
Este libro, es una semilla más, que intenta realizar un nue-
vo aporte a los diferentes sectores que constituyen nuestra so-

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ciedad actual, con el objetivo de profundizar las discusiones,
intervenciones y los abordajes realizados. Sin embargo, toma
en consideración algunos aspectos de todo este maravilloso,
aunque crudo proceso, pero con la decisión de sortear algunos
inconvenientes que surgen en las prácticas de la intervención
especifica con varones. Lo que se intenta analizar y postular
son temas frecuentes que, en ciertas oportunidades, aparecen
controversiales, polémicos y contradictorios, pero necesario de
incluir para englobarlo en la integralidad que le corresponde.
Nos enfocamos en concebir, que las masculinidades deben tra-
bajarse al servicio de la prevención y asistencia de la violencia
machista y no de manera independiente, como es frecuente en
algunos contextos. Concebir la intervención a varones, desde
diferentes puntos de vista, especialmente desde los paradigmas
más conocidos y utilizados, el Clínico y el sociocultural. Insistir y
saber que, detrás de todo comportamiento violento varonil, exis-
te un pensamiento machista que lo organiza, impulsa y provoca,
es decir siempre hay conciencia y decisión en el ejercicio de la
violencia. Que es necesario motivar a los varones, para iniciar
positivamente el trabajo sobre la deconstrucción de la masculini-
dad y su violencia, ya que los enfoques confrontativo, no resul-
taron ser eficaces para el cambio. Las técnicas de trabajo deben
ser simples y contundentes, con objetivos claramente definidos,
para ser instrumentados, tanto por los profesionales especialis-
tas, como por los actores sociales, en ámbitos públicos o priva-
dos. Que las herramientas de valoración de riesgo, deben incluir
todos los ámbitos del ser humano, lo individual y sociocultural; y
no solo lo individual-comportamental como se aplica clásicamen-
te. Que es necesario dar una visión de un ser humano, constitui-
do y concebido en su complejidad, integralidad, evitando divisio-
nes, parcialidades y ámbitos estancos. Por ello la evaluación de
los posibles cambios que procesan los varones, deben intentar
ir más allá, de la simple valoración de los usuarios e incluir otros
aspectos, como los facilitadores/coordinadores/profesionales y
la propia institución. Para una problemática compleja como es la
violencia machista, es necesaria una respuesta compleja, inte-
gral, eficaz y contundente.

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En este recorrido hay números libros de género, masculini-
dades y violencia machista. Algunos de gran trayectoria, tienen
por objetivo la reflexión sobre la problemática, es decir pensar
más ampliamente, para luego y posiblemente otros actores, uti-
licen sus aportes para integrarlos a las prácticas cotidianas. En
cambio, otros de valiosísimo aportes y reconocimiento, se pro-
ponen como meta, brindar componentes específicos, para inter-
venir directamente sobre las situaciones puntuales. El presente
texto, se integra a este proceso, o en el intersticio de ambos
posicionamientos y planteos, resignificando lo que es necesario
resignificar y alumbrando nuevas formas de acercarse y abor-
darlos. Retomando los planteos teóricos y prácticas instrumen-
tadas, brindándole al lector las herramientas precisas para la
intervención en los ámbitos públicos o privados, sean profesio-
nales especialistas o personas que quieran intervenir en su pro-
pia comunidad. Este texto no tiene segundas interpretaciones,
quien lo lea, tendrá en sus manos, todas las herramientas para
intervenir con varones, en diferentes niveles de prevención. En
síntesis, es un libro para pensar, sentir y hacer sobre la violencia
masculina, un gran desafío en este siglo, que intenta alcanzar
la igualdad entre los géneros, con el objetivo de involucrar a los
varones, para que también sean parte de la solución, y no solo
“el Problema”.
Finalmente, toda la experiencia de varios años en interven-
ción con varones que ejercen violencia, en su asistencia o pre-
vención, están volcados en este escrito. Presentándose todos
los pasos, componentes, factores métodos, técnicas y discusio-
nes que ayudaron a dar una respuesta efectiva e integral a la
violencia machista. Un grano de arena más a una problemática
social, tan sensible, cruda, pero apasionante a la vez. Escrita en
un lenguaje claro, preciso y comprensible para todas las ciuda-
danas y ciudadanos interesados en forjar esta revolución cultu-
ral, que está en marcha desde hace tiempo. ¡Seamos parte de
este gran proceso de trasformación!!!!!!!!!!

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Introducción

Durante varios decenios, el movimiento feminista y las teorías


de género, nos han aportado numerosos y valiosos conocimien-
tos sobre varios temas, que anteriormente no se habían tenido
en cuenta o se lo intentaba ocultar. El lugar de la mujer en la
historia, la desigualdad entre los géneros, el rol destacado y a
su vez invisibilizado de las mujeres, los avances en términos de
derechos, el planteo de la necesidad de incorporar todos los gé-
neros, el problema de acceso a la salud, los cambios en el len-
guaje y escritura a la luz de los nuevos aportes, y especialmente
la violencia de diferentes tipos y grados que las mujeres (y otros
géneros) sufrieron y sufren en esta sociedad patriarcal. Fue en
este último ámbito que se puso en evidencia claramente, que
quienes ejercen la violencia sobre las mujeres y demás géneros,
son/somos los varones, independientemente del nivel cultural,
educativo, social, económico y familiar que posea. Por ello las
denominaciones fueron modificándose, y de llamarse violencia
de género, se resignificó en violencia machista, con el propósito
de indicar, quienes ejercen violencia. Con estos planteos, a fines
de los ochenta y principio de los noventas surgió toda una discu-
sión, englobada en un movimiento intelectual y profesional, que
consideraba de fundamental importancia tratar el tema de los
hombres, como parte de este proceso de trasformación social y
cultural, o mejor dicho, como el principal problema.
Con numerosos cuestionamientos, desde diferentes secto-

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res, lugares y posicionamientos ideológico, los planteos teóricos
siguieron avanzando a pasos agigantados hasta la actualidad,
con una arista importantes de temas definidos y todavía por de-
finir. Las diferentes maneras y forma que fue adquiriendo este
proceso, los temas incluidos en la agenda y los hallazgos obteni-
dos, da cuenta del lugar destacado del debate y la discusión de
esta problemática, mucho más vigente que hace veinte años. Un
punto de inflexión lo estableció la socióloga australiana Raewyn
Connell con el concepto de masculinidad hegemónica, definien-
do un conjunto de características socioculturales que poseen los
varones por la sencilla razón de vivir en el sistema patriarcal
desde su nacimiento. Desde allí, numerosas interpretaciones,
investigaciones, estudios y libros, han surgido acercándose o
alejándose a estos primeros planteos, que tantos beneficios tra-
jo a este debate. A partir de allí, surgieron numerosos derivados,
aunque muchos de ellos, sin una base científica sólida que los
sustente, lo que debería mantenernos atentos.
Mientras se desarrollaban los acalorados debates, y de ma-
nera paralela, un insipiente movimiento comenzó a surgir, que
retomaban la discusión del contexto, con el objetivo de pensar
una intervención más directa sobre los varones, y que no solo
quedaran en planteos teóricos, filosóficos y abstractos. Por tal
motivo, desde diferentes disciplinas se fueron generando dispo-
sitivos para trabajar con los varones, pero con el condimento de
atender a sus comportamientos de violencia. Aunque también
una gran rama, se dedica a intervenir exclusivamente sobre las
masculinidades, como si fuera una esencia de los varones. Los
trabajos grupales e individuales florecieron por todo el occidente,
hasta transformarse en programas de intervención, con protoco-
los, estrategias, técnicas y abordajes puntillosamente definidos.
Cuando los estados, teniendo en cuenta las legislaciones, confe-
rencias y reuniones sobre “las violencias”, debieron implementar
políticas publicas referidas a esta problemática en las personas
que sufren, al poco tiempo comenzaron a incluir la necesidad de
trabajar la violencia de los varones sobre las mujeres al principio
y los demás géneros, en la actualidad. Era lógico pensar que
los presupuestos económicos que atendieran el problema de las

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personas que sufren violencia fuera en primera instancia, pero
luego surgiera la necesidad de los abordajes a los hombres, por-
que son la parte principal del problema y deberían ser la solución
también. De allí la demanda actual en términos de conferencias,
charlas debates, talleres, libros e investigaciones en torno a las
masculinidades, la violencia machista y todo lo referido a los va-
rones en esta sociedad, atravesada desde hace siglos por la cul-
tura patriarcal. Como corolarios de todo este proceso florecieron
instituciones y profesionales particulares, dedicados al abordaje
a los hombres que ejercen violencia por cuestiones de género,
en ámbitos públicos y privados.
Si bien existen numerosos dispositivos de intervención con
varones, con diferentes posicionamientos y encuadres, suelen
constituirse dicotómicamente, con el resultado declarado de
parcializar la problemática, convenida en denominar, “violencia
machista”. Los casos más conocidos, son los abordajes desde
el paradigma clínico de Echeburrua, Montalvo y Paz de Corral
en España y el dispositivo de “hombres por la equidad” de Ro-
berto Garda Salas y Roberto Bolaños Ceballos en México, con
la instrumentación del paradigma sociocultural de género, entre
los destacados. Muchos otros dispositivos han reproducido esta
línea: Lo clínico y lo sociocultural, con perspectiva de género, de
manera disociado, cuando el ser humano es integral y complejo.
Con ello no significa que los trabajos con estos dispositivos no
sean valiosos, son verdaderos pioneros, y muchos de los que
abordamos varones nos formamos a partir de allí. Pero quizás
que sea necesario una mirada superadora de esta dicotomiza-
cion y escisión del ser humano y la problemática, logrando una
interacción o integración de posicionamientos teóricos-prácti-
cos. En la intervención, cuando estamos en una entrevista, en
un grupo o en una valoración, es decir ante una construcción
subjetiva concreta, esta todo junto, mezclado e integrado a la
persona. Las diferencias la hacemos los que intervenimos y de
acuerdo a nuestro posicionamiento teórico e ideológico, no los
usuarios, “pacientes” o entrevistados.
Con la necesidad de concebir a la violencia machista como
una problemática compleja y brindar una visión de conjunto de

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los diferentes componentes que la atraviesan, se escribe este
texto. El libro está diseñado como un proceso, desde la llegada
de un varón como usuario de un servicio público o privado y se
avanza hasta abordar todos los aspectos a tener en cuenta en
una intervención especifica: Concepciones generales previas a
un abordaje, primera entrevista, enfoque motivacional, valora-
ción de riesgo, dispositivos de intervención, técnicas de trabajo
y experiencias vividas y relatadas y, evaluación de los posibles
cambios en sus pensamientos, sentimientos y comportamientos.
Con un lenguaje claro, sencillo y conciso, para que sea com-
prendido por todos y todas los/las lectoras que se interesen,
sean técnicos profesionales, especialista en la problemática, o
no. Es de fundamental importancia que la sociedad en su con-
junto se inmiscuya en el ámbito más sensible de este siglo: la
violencia machista.
Entre los grandes aportes de la perspectiva de género esta,
el introducir en la agenda de todos y todas las ciudadanas y ciu-
dadanos, la importancia de ser parte en este proceso de trasfor-
mación individual, social y cultural. Y que el trabajo con varones
se debe realizar en diferentes ámbitos, académicos-profesiona-
les, institucionales-especializados y comunitarios-populares. Los
facilitadores que trabajen con varones, también serán académi-
cos, de instituciones especialistas y de sectores populares. En
tiempos revolucionarios todo debe ser trasformado, las personas,
las profesiones, las instituciones, la comunidad, y especialmente
los anteojos con la que interpretamos la realidad en la que inter-
venimos. Es una tarea individual y social, trasformar la realidad y
transformarse uno mismo, durante el trascurso del proceso. Esti-
mo que nos dirigimos a un momento y avance del debate, donde
sea necesario abordar la violencia y especialmente de los varo-
nes, en cualquier ámbito donde nos encontremos desarrollando
nuestras actividades cotidianas. De allí la necesidad en la forma-
ción permanente y ordenada, incluyendo todo el conocimiento
que se tiene a mano, al servicio de la intervención. Este libro, es
un pequeño aporte en este sentido, esperando que eche luz a las
complejidades actuales, en este siglo que debe ser, de la igualdad
de todos los géneros; esta vez, entre todes los géneros.

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“Cuando creíamos tener todas las respuestas
Cambiaron todas las preguntas”.

(Mario Benedetti-Escritor Uruguayo).

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Capítulo 1
“El marco teórico para el trabajo con varones”

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Aspectos teóricos y técnicos del libro:

Uno de los aspectos éticos fundamentales cuando se emite


un discurso o se escribe un texto, es dar a conocer la posición
teórica, científica, política y por qué no ideológica, de lo que el
autor plantea. Ello, permite evitar la naturalización de los marcos
teóricos, es decir, considerar que su encuadre es la única posi-
bilidad de análisis. En ciencias sociales y humanas, siempre es
primordial, ya que la ideología (mundo de las ideas) es un factor
a tener en cuenta, más aun, cuando nos referimos a problemá-
ticas complejas, como la que trata este texto. Aquí las posturas
teóricas, encuadres, modalidades de intervención y prejuicios
también, son muy diversos. Por tal motivo y de carácter preven-
tivos, para evitar “malos entendidos”, se presentan tres artículos
que nos permitirá introducirnos al tema y a su vez, dar el po-
sicionamiento de quien escribe este libro. Desde este preciso
momento es necesario clarificar esta idea, con la cual se basará
lo demás: “Todos los varones ejercemos violencia de género”.
Desde este posicionamiento, se realiza una visión de conjun-
to, de los hechos y sus discursos que construyeron los grandes
estereotipos de género, con el objetivo de utilizarlo durante todo
el desarrollo del texto. Las grandes matrices históricas del pen-
samiento, se encarnan en los seres humanos y humanas, provo-
cando verederos “atrapamientos cognitivos”, que culminan atra-
vesando toda la vida de los sujetos, en especial a los varones
en el ejercicio de su violencia. El primer artículo, plantea esta
idea y la profundiza con algunos ejemplos, para que el lector la
continúe enriqueciendo.
También se muestra cómo estas matrices actúan en los hom-
bres y lo que deberíamos tener en cuenta a la hora de intervenir
con varones. Con el objetivo de dar una visión más integral a la
problemática, enriqueciéndola con las polémicas, debates y dis-
cusiones actuales, se plasma los aspectos más destacados que
atraviesan el trabajo con varones en nuestra sociedad patriarcal
actual. Siempre aclarando que no agota la compleja discusión
que llevan décadas profundizándose en diferentes campos.

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Finalmente se muestra una propuesta de trabajo puntual, que
dio sus frutos en la intervención, balance y cambios producidos,
durante el proceso. Con un enfoque motivacional (científico) se
describe, analiza y sintetiza la intervención con varones, desde
su ingreso, hasta la culminación del proceso socioeducativo y te-
rapéutico. Es en este capítulo que se valoriza la visión histórica,
la integración de los paradigmas que intervienen en violencia de
género y el posicionamiento motivacional, pero con el objetivo
de profundizarlo y desarrollarlo en los capítulos venideros. Todo
ello constituye el marco teórico que se utiliza e instrumenta para
el análisis venidero.

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Las matrices (esencias) históricas del pensamiento
occidental: los atrapamientos cognitivos
y la violencia masculina.

“Que nada nos defina


Que nada nos sujete
Que la libertad sea
Nuestra propia sustancia”
(Simone de Beauvoir-Filosofa, escritora y feminista francesa)

Breve reseña histórica


En “Los Arquitectos de la desigualdad de género en la cultura
occidental” (Comba; 2015, 2015b, 2016b, 2018, 2020), habíamos
alcanzado varias conclusiones interesantes para el análisis, aun-
que en ese momento, solo de carácter general, ya que el libro
se dedicaba a brindar una revisión histórica de occidente. Enfati-
zaba los hechos puntuales y concretos que se habían producido
en nuestra cultura y que culminaron con la desigualdad entre los
géneros. Desde un punto de vista macro, se observó que el pa-
triarcado había organizado la historia en el mundo occidental, de
tal manera que los mismos que construían nuestra cultura, esta-
blecían la desigualdad entre los géneros. Que tal conjunto de ac-
ciones, a veces brutales y otras sutiles, calaban muy profundo en
todos los ámbitos de nuestra humanidad: en lo biológico, lo psico-
lógico, lo social, lo espiritual, y en cada rincón de la vida cotidiana
de los humanos y humanas de occidente. Que grandes construc-
ciones hegemónicas del conocimiento habían forjado concepcio-
nes a favor de los privilegios masculinos y en detrimento de la mu-
jer primero, y el resto de los géneros después. También explicaba
que los aproximadamente treinta siglos de conformación y desa-
rrollo de la cultura occidental, fueron misóginas, alimentado por la
filosofía, la ciencia, la religión, la medicina, el derecho, la literatu-
ra, sumado a los hechos de envergadura que tales concepciones
habían forjado. Desde este punto de vista se analizaba que la
objetividad y la subjetividad estaban impregnadas por estas ideas,
creencias, pensamientos, y que nuestras acciones y actitudes, to-
maban formas y se objetivaban, de acuerdo a estas concepciones

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e ideas, que surgían como naturales, universales, invariables e
inamovibles. Verdaderas categorías de interpretación y análisis,
que propiciaban grandes “anteojeras”, con lo cual los humanos y
humanas percibimos e interpretamos la realidad circundante tanto
en tiempos pasados, como en los actuales. Solo en estos últimos
decenios podemos ver las cosas de esta manera, anteriormente
lo naturalizábamos.
Tres grandes formulas machistas habían quedado instaura-
das en todo el desarrollo histórico de nuestra cultura occidental.
En la antigüedad, que las mujeres eran hombres defectuosos o
fallidos (enfermos) y que los varones en cambio, se presenta-
ban como omnipotentes, racionales y proveedores, casi dioses;
siendo el modelo de mujer antigua, Pandora. En el medioevo,
las mujeres fueron concebidas como ángeles (con identificación
a María, madre de Jesús) o demonios (como Eva, primera mu-
jer bíblica) y los varones como independientes y reflexivos, con
todas las facultades racionales y espirituales que dios había ad-
judicado, desde su nacimiento. En la modernidad, se gestaba
el último golpe a las mujeres, por todas sus capacidades repro-
ductivas, deberán ser exclusivamente madres y reinas del hogar
(Olimpia de Gouges se ejemplificaba, como la mujer que, por
cuestiones naturales, no pudo acceder al ámbito público) y los
varones serían los seres humanos por excelencia, a través de
la declaración universal de los derechos del hombre y el ciuda-
dano, forjada durante la revolución francesa. Las grandes co-
rrientes de la modernidad reprodujeron al pie de la letra, todas
estas ideas que surgían de siglos anteriores, integrándola a sus
marcos teóricos. El psicoanálisis, el romanticismo, el positivismo
y el marxismo, mientras revolucionaban todas las concepciones
previas, no modificaban las ideas principales sobre las mujeres,
por ello luego se extendió sobre todos los demás géneros, que
fueron reconociéndose en los últimos decenios. A ello se le agre-
gaban un conjunto de categorías generales y diferenciales para
cada género, que llegan hasta nuestros días y están lejos toda-
vía de excluirse en nuestro devenir histórico y cultural.
Las grandes categorías o rasgos dicotómicos que se constru-
yeron, distribuyeron e instrumentaron en nuestra cultura y que

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llegan a la actualidad, utilizándose como modelos para la inter-
pretación, son las siguientes:

Masculino Femenino y otros géneros

Superior Inferior
Productivo Reproductiva
Publico Privada
Racional Sentimental
Fuerte Débil
Caliente Fría
Independiente Dependiente
Fálico Castrada
Completo Incompleta
Obsesivo Histérica

Sin embargo, cuando aparece la primera, segunda, tercera


y cuarta edición del libro anteriormente citado (mas las reimpre-
siones), los planteos fueron históricos generales, con gran valor
para conocer en profundidad la obra concreta del patriarcado
en nuestra subjetividad. Recién en la quinta edición, luego de
trabajar largos cinco años con varones que ejercen violencia,
comprendí que los hechos históricos, un tanto abstractos en
apariencia, se hacían carne en los usuarios con los cuales tra-
bajaba cotidianamente. Y que las categorías construidas en la
historia por los grandes movimientos filosóficos, políticos, cientí-
ficos, religiosos, literarios, eran reproducidos por los varones en
los momentos previos al ejercicio de su violencia, especialmente
contra las mujeres, aunque expandiéndose al resto de los gé-
neros. En la quinta edición (2020) de “los arquitectos” incorpore
en el anexo, algunos hallazgos sobre este descubrimiento, que

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me permitió elaborar varias técnicas precisas para trabajar con
los varones que ejercen violencia, estén denunciados o sean
“voluntarios”. Lo planteo de esta manera, porque una cosa es
observar como en la historia se crearon estas construcciones,
y otra muy distinta, ver en vivo y en directo la reproducción que
de ellas se realizan en el ejercicio de la violencia en particular y
en la vida cotidiana en general. De esta manera se genera casi
una operación subjetiva que incluye componentes racionales,
emocionales y conductuales, organizados y dirigidos hacia un
propósito determinado: ejercer violencia de género, naturalizarlo
constantemente y considerarse una víctima de los otros, ante
una situación problemática y, finalmente no poseer estrategias
para modificarlo. Solo con un trabajo motivacional, reflexivo y
vivencial, permite que los varones reproductores de la historia,
realicen insight y modifiquen sus pensamientos, sentimientos y
comportamientos diarios y cotidianos.
Estos atributos, características o rasgos se fueron transmi-
tiendo a lo largo de la evolución de nuestra cultura, algunas ve-
ces apareciendo de manera brutal y otras de forma sutil, casi
imperceptible. Sin embargo, llegan a nuestros días a diferentes
sectores de la sociedad, tanto académicos, como populares, que
los reproducen automáticamente. El grado de manifestación es
lo que suele diferenciar a los sectores en el uso de la violencia,
no la violencia en sí, ya que todos la ejercen y ejercemos.
Un simple ejemplo de estas dicotomías es basta para recono-
cer que las categorías utilizadas son estereotipos, que llegan al
público, cargándose aún más de prejuicios. Si tomamos los últi-
mos rasgos o características, el par Obsesivo-Histeria, está claro
que para la salud mental es indistinta la neurosis para varones o
mujeres u otro género. Es decir, la neurosis obsesiva o histérica
puede ser un padecimiento de cualquier género y no de varones
y mujeres respectivamente como sugiere el prejuicio. Aunque en
la sociedad se percibe de esta manera dicotomizada, porque las
construcciones hegemónicas que crearon estas categorías no-
sografícas enfatizaron esa idea disociadora. Ahora bien, luego
de dividirla de esta manera estereotipada, se asignan papeles
diferentes a una y otra, con algunas perspicacias y condimentos

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especiales. La histeria, asignada a las mujeres, siempre posee
rasgos negativos: insoportable, imprudente, mentirosa, teatrali-
zadora, sospechosa, malvada, provocadora, manipuladora, en-
gañosa, etc. La obsesión, referida a los varones, sin bien con
algunas cargas negativas, se la representa como lo perfecti-
ble, detallista, ordenado, comprometido, etc. Para la psiquiatría
y psicología clínica, son dos manifestaciones complejas de la
neurosis y a veces con pronósticos reservados, nada de positivo
hay en un diagnóstico con estas características. Sin embargo,
como fueron discriminados y distribuido de manera diferente y
desigual para uno y otro género, los rasgos asignados corrieron
por los mismos carriles de los estereotipos, donde la obsesión
asignada a los hombres, goza de mayores beneficios, que la
histeria de las mujeres. El sistema sexo-genero, realizó su obra
maestra en los ámbitos académicos también.
En relación a otra categoría, la de inferior-superior, se suele
plantear que, por los avances de nuestra sociedad y las discu-
siones actuales, ya nadie concibe estas categorías tal cual se
observaban en otros tiempos. Es cierto que, si consultamos con
los varones o mujeres u otros géneros sobre lo inferior para las
mujeres y superior para los varones, posiblemente en lo discur-
sivo no sea sostenido abiertamente, aunque en algunos secto-
res todavía se escucha. Esto se debe a que la etapa de bruta-
lidad está trascurriendo en sus últimas fases y le da lugar a lo
sutil, que suele ser más complejo y peligroso, aún. Cuando nos
referimos a lo superior o inferior, estamos analizando el posicio-
namiento de los varones y mujeres en las actitudes, proyectos
y acciones concretas, que suelen aparecer veladas para los ob-
servadores no habituados a esta problemática. Incluso desde
las nuevas masculinidades no se registra completamente estas
discusiones y suele enfatizarse lo discursivo-fenomenológico,
considerando que en algunos sectores los varones han trascen-
didos estas categorías. Los varones suelen tener proyectos per-
sonales, donde no toman en cuenta al resto de los integrantes de
la familia, posicionándose como el benefactor e instrumentador
y procurador de los mejores intereses del resto (paternalismo
extremo). El principio de beneficencia paternalista es un aliado

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clave en esta situación y los varones lo usan a discreción y a ve-
ces sin ser totalmente consientes. Los hombres tienen el “mejor”
proyecto para la familia y los demás lo tienen que comprender,
acompañar e instrumentar, caso contrario, surgen los inconve-
nientes menores, iniciándose la escalada de violencia, aunque
sea menor al principio. En estos casos he visto a varones que
se posicionan como “docentes” frente a sus parejas “alumnas”,
explicando y repitiendo un contundente “no entendes”, ante la
resistencia que acarrea la implementación de estas ideas y pro-
yectos personales, sin consultar o acordar democráticamente.
Por ello se insiste en que las categorías están muy vigentes,
solo es necesario analizarlas y considerar la desigualdad estruc-
tural de siglos, para relacionar su utilización en la vida cotidiana.

Especificando la historia occidental.


Nuestra cultura fue construyéndose por pilares que se suce-
dieron durante su proceso de institucionalización, alimentándo-
se con las llamadas construcciones hegemónicas del conoci-
miento, operando grandes trasformaciones en nuestra manera
de pensar, sentir y hacer. El rol de estas instituciones de poder
fue imprimir nuevas condiciones en la vida cotidiana en el con-
texto donde surgieron, ocupando y construyendo los ámbitos
del ser humano y su devenir. Innovó sobre nuevas maneras de
vincularse, relacionarse o intercambiar en las relaciones huma-
nas. Modifico la forma de percibir, interpretar, pensar y resolver
problemáticas, conflictos e interacciones grupales y sociales.
Imprimió, instituyó y distribuyó un discurso nuevo, superestruc-
tural y disciplinador a los humanos y humanas que componían
la sociedad donde surgieron las hegemonías. Reformo y renovó
costumbres, valores, representaciones sociales, practicas, sím-
bolos y estereotipos. Estableció lo bueno y lo malo, lo aceptado
y rechazado y lo que hay que construir y perseguir. Es decir, su
aparición y desarrollo marca un punto de inflexión revolucionario
en la vida de la comunidad y sociedad de aquellos momentos.
Nada fue igual, con el surgimiento de tales “moles “o “modelos
“del conocimiento, que se incorporaron con toda la fuerza en las

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condiciones objetivas y subjetivas de la sociedad. Los pilares
fundamentales fueron tres, distribuidos de acuerdo a las edades
antiguas, medievales y modernas. En la última etapa, se agre-
gan construcciones que fortalecieron los tramos finales por el
cual transcurrimos actualmente, aunque con aires de cuestiona-
miento en casi todos los ámbitos, mantuvieron lo que se refería
a la desigualdad de género.

El pilar greco-latino: (Antigüedad)


A los varones y a las mujeres se las concibió de manera di-
ferente y desigual en la historia de nuestra cultura. En el pilar
grecolatino a las mujeres se las imagino, pensó y construyó
como un ser inferior, débil, frio, reproductivo, imperfecto, senti-
mental, irracional, etc. En cambio, a los varones, se los elaboro
como humanos, superior, omnipotente, fuerte, caliente, perfecto,
proveedor, racional y productivo. Las características asignadas
para uno y para otros, era abismal, las mujeres poseían una
condición de cuasi animales salvajes y los varones, como “ver-
daderos” homo-sapiens-sapiens de la cultura.
Este gran pilar que construyo nuestra cultura desde sus ini-
cios, estuvo organizado por cuatro construcciones hegemónicas
del conocimiento: la mitología y medicina greco-romana, la filoso-
fía griega y el derecho Romano. La gran operación patriarcal que
realizaron fue la instrumentación del sistema sexo-genero desde
un principio, con un resultado positivo para sus fines: la naturaliza-
ción de sus postulados. La diferencia biológica (sexual anatómica)
se trasformaba en desigualdad en el ámbito social, y los varones
accedieron a la cúspide de la cultura, mientras su compañera de
género, quedaba sepultada en el lodo. La mitología (considerada
verdad absoluta en ese contexto), lo expresaba a través de los
mandatos y designios de los dioses, introduciéndolo en el ámbi-
to espiritual y racional. La medicina (primera ciencia occidental),
lo fundamentaba con “pruebas” científicamente empíricas, enfa-
tizando en lo biológico y sus corolarios en lo psicológico y social.
La filosofía (ensayo de la razón como lo más valioso del humano),
lo reflexionaba con numerosas formulas subjetivas, los varones

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dominaban y las mujeres obedecían. El derecho (la primera legis-
lación mundial), lo impartía de manera contundente, porque toma-
ba todos los grandes conocimientos previos, ya sean mitológicos,
filosóficos y médicos. El derecho legisla siempre sobre las bases
de los aportes al conocimiento que realizan otras disciplinas. Las
mujeres eran superficiales, lábiles y débiles de razón, lo consigna-
ban las tablas romanas, en especial la quinta.
Aquí se empieza a orquestar las cuatro matrices o esencias
fundamentales con la que, los varones agendan como desigual a
las mujeres al principio, y al resto de géneros después. La matriz
de la mujer enferma, la mujer reproductora, la mujer maldita y la
mujer infiel, se ponía en marcha para que las cabezas y cuerpos
se fueran moldeando sobre las identidades masculinas y femeni-
nas de occidente. No sabemos a ciencia cierta si estamos en el
origen de estas concepciones, pero si en un principio o noción,
que va a continuar hasta nuestros días, con una fuerza inexorable.

El pilar judeo-cristiano: (Medioevo)


En este pilar se va completando el ámbito espiritual del ser
humano y con el contenido religioso impuesto por el cristianismo
en todas sus vertientes. Las mujeres continuaban el derrotero
establecido en la etapa anterior, surgiendo como seres depen-
dientes, inmundas por sus fluidos, su infidelidad, pero también
sacrificadas, amas de casa y angelicales, dependiendo de la
conveniencia en la interpretación, y del interpretador. Por su par-
te los varones eran grandes patriarcas, con todos sus atributos
psíquicos, racionales y espirituales, nacidos directamente del
influjo de Dios. Nuevamente las mujeres eran enterradas o acer-
cadas al salvajismo y los hombres elevados a la diestra de dios.
Solo una mujer era ascendida a los cielos, la virgen María, lo que
le dificultaba al resto de la feminidad, igualarla.
Las construcciones hegemónicas que solidificaron este pilar
fueron: La biblia, la filosofía religiosa medieval y la institucionali-
zación de la iglesia católica. El ámbito espiritual de los humanos
era minuciosamente construido de manera diferente y desigual,

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el sistema sexo género se agudizaba y profundizaba su obra
maestra. La biblia (el libro más leído, incluso en la actualidad)
lo aseguraba desde el génesis hasta el nuevo testamento. Los
filósofos-teólogos lo fundamentaban con la fe racional, el instru-
mento más destacado y valorado en ese momento histórico. La
iglesia católica, la vertiente más fuerte del cristianismo, lo pres-
cribía, practicaba, exigía y perseguía quien no lo cumpliese al
pie de la letra. Es importante constatar como en este pilar se
fueron concatenando los conocimientos para fundamentar sus
designios celestiales. Aparece la Biblia, lo teórico abstracto ins-
pirado por dios, los teólogos humanos lo explican con más de-
talles y la iglesia-institución lo instrumentan en la vida cotidiana.
Las matrices prejuiciosas, no solo se sostuvieron, sino que se
enriquecieron y fortalecieron a la luz de la divinidad, constituyen-
do una de las naturalizaciones más grande que se haya visto en
occidente. Los demás ámbitos pueden pensarse, reflexionarse y
por ende modificarse, porque son creaciones humanas, en cam-
bio el espiritual, era una emanación de lo divino, no era alcanza-
ble de manera tan simple como los anteriores. Las corrientes es-
pirituales de hoy, son las más conservadoras a la hora de pensar
la equidad, ya que arrastran lo acaecido en ese momento oscuro
de nuestra historia. Cabe destacar que no solo las escuelas reli-
giosas, sino las pertenecientes al New Ege también, o al menos
muchas de ellas. Hoy el ámbito espiritual se intenta llevar a la
ciencia, aunque con algunas dificultades, pero hace varios siglos
atrás, solo pertenecía a lo divino y sagrado.

El pilar democrático-liberal: (modernidad)


Lo público-social y lo privado-domestico se trasforman en
este pilar como lo fundamental a construir y diferenciar clara-
mente. Se utiliza todo el conocimiento previo para asentar el gol-
pe preciso y derrotar finalmente a las mujeres, hasta mediados
del siglo pasado, que resurge con fuerzas vitales. Las mujeres
deberían hacerse cargo de la totalidad de los quehaceres do-
mésticos, con la reproducción total de las tareas hogareñas, re-
cluidas al ámbito privado. Los varones continuarían y fortalece-

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rían su rol público por excelencia, elevando su espíritu cultural,
construyendo los estados modernos y la producción social, para
satisfacer las necesidades básicas de los humanos y humanas.
La operación fue simple, las mujeres a cuidar los niños/niñas,
lavar, planchar, cocinar, asistir a los varones y estos últimos con-
vocados a discutir “las cosas importantes” de la sociedad occi-
dental en su conjunto.
Las grandes construcciones de esta etapa fueron de dife-
rentes orígenes: la filosofía lumínica, la revolución francesa y el
advenimiento del capitalismo como un sistema integral. Aquí el
patriarcado opero con más fuerza que en las etapas anteriores,
eran los constructores de la modernidad, de la edad de oro de los
estados-nación, la ciencia, la producción en serie, los derechos
humanos universales. Los que llevaban a cabo y fortalecían la
gran división social del trabajo, eran los mismos que estable-
cían la desigualdad. La filosofía iluminista (los diseñadores de la
modernidad) lo postulaba desde la política y la educación, con
Rousseau en su máxima expresión. La revolución francesa (que
constituyo el primer punto de inflexión moderno) como el para-
digma de las grandes transformaciones sociales y culturales, se
hacía eco de las prescripciones del iluminismo. El capitalismo
como un sistema social revolucionario (con base en la produc-
ción a gran escala), lo naturalizaba en la industria al principio y
en el resto de los ámbitos en el transitar de su desarrollo des-
pués; incluso hasta nuestros días. Las mujeres en la casa prime-
ro y en la industria después, pero el plus de tareas hogareñas y
responsabilidad, sin reconocimiento y dinero estaba en marcha.
Los varones, todo lo contrario, en los altos rangos de las esferas
públicas y la producción en serie. Aquí obviamente se incluye
las categorías de clase social y etnia, no todos eran, y aun son
iguales ante las oportunidades que daban las transformaciones.
Las matrices misóginas que venían sosteniéndose, ahora se for-
talecieron, era el estado y las ciencias la que la fomentaba y
auspiciaban hasta sus raíces más profundas.

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Las corrientes influyentes de la modernidad solida
Con todo este arsenal teórico de varios siglos se fue organizan-
do el sustento para la desigualdad e impactando en el conocimien-
to generado de las corrientes que fueron surgiendo. Así sucedió
con el romanticismo, el positivismo, el marxismo y el psicoanálisis,
las cuatro construcciones hegemónicas del inicio y desarrollo de
la modernidad. Estas grandes teorías, revolucionaron todo el co-
nocimiento previo, el antiguo, el medieval y el producido durante
el inicio de la propia modernidad, menos sobre la desigualdad de
las mujeres en relación a los hombres. Las mujeres reproduci-
rán las tareas domésticas, no podrán participar de las grandes
revoluciones sociales, serán exclusivamente sentimentales y se
elevara a categoría científica la histeria como enfermedad especi-
fica de la feminidad. En cambio, los hombres oficiarán en la vida
pública, serán participes de las grandes transformaciones socia-
les, se posicionarán como excelentes racionales y tendrán cual-
quier enfermedad, menos la de teatralizar, mentir, engañar y sufrir
de ataques exuberantes. El romanticismo lo impregnaba en sus
poesías y prosas de alta belleza artística y compromiso social. El
marxismo lo imponía con sus doctrinas revolucionarias, ya sepa-
radas de la filosofía especulativa. El positivismo lo probaba desde
sus planteos científicos “empíricos” y con la “observación de los
hechos”. El psicoanálisis utilizando la diferencia sexual anatómi-
ca para explicar los sustratos psíquicos y subjetivos, diferentes y
desiguales entre los “sexos”. Con estos grandes dispositivos de
poder y muchos otros más, se cierra la operación macabra: Los
varones serán superiores, proveedores, racionales, completos.
Las mujeres y los demás géneros, inferiores, domésticos, fríos,
irracionales e incompletos. Los treinta siglos de desigualdad es-
taban sólidamente constituidos y calaron profundamente la objeti-
vidad y subjetividad de los seres que desarrollan la vida cotidiana
en nuestro planeta, al menos en occidente.

La construcción y el funcionamiento
de las matrices históricas.
A manera de ejemplo, se toman en cuenta para el análisis,

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algunas líneas de la historia occidental, que hicieron mella en la
subjetividad humana, sin con ello arrogarse la totalidad de las
marcas que dejaron. Se incluyen algunas categorías, que cons-
tituyeron matrices y, que se fueron trasformando en verdaderos
esquemas de pensamientos y acción, en ese momento que sur-
gieron y en nuestra actualidad. El lector, podrá tomar estas y
otras líneas para seguir investigando, proponiendo y aportando.
La idea no es dar una visión completa, sino de describir, analizar
e intentar explicar el mecanismo por el cual esa “estructura” o
“matriz” impacta en la subjetividad de los varones que, instru-
mentándola, deciden ejercer violencia de género en determina-
das ocasiones.
Cada matriz misógina, esta enriquecida por numerosos
afluentes, llamadas “esencias naturales”, con lo que se pensó,
construyó y distribuyó el conocimiento elaborado sobre las muje-
res en occidente. Lejos de ser naturales, las esencias son cons-
truidas social y culturalmente, naturalizan los contenidos biológi-
cos, psicológicos y espirituales de las mujeres y demás géneros
feminizados. Pero se utilizan tal cual aparecen, para interpretar
diferentes situaciones de la vida cotidiana, dificultando el intento
de pensar, sentir y actuar de otra manera, especialmente en el
uso de la violencia, por parte de los varones. Estas matrices de
pensamientos, están enraizadas en la cultura occidental, ya que
son obras de las grandes construcciones del conocimiento y se
singularizan en las cabezas y cuerpos de los seres humanos y
humanas. En el caso de los varones, se utiliza como materia
prima para los comportamientos violentos, pero también se pue-
den utilizar para prevenir o intervenir preventivamente sobre los
mismos. Por tal motivo se presenta en este apartado, las cuatro
matrices, con sus afluentes o “esencias naturales”, y como estas
obran en los hechos. Es necesario reconocer que existen otras
matrices, aunque solo se describen y analizan cuatro, por cues-
tiones operativas como se expuso anteriormente, y porque son
las que surgen específicamente, durante las intervenciones con
los varones en situación de violencia. La idea es solo conocer
sus mecanismos y funcionamiento en los varones.
La matriz de la mujer enferma: Esta matriz con la cual la

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sociedad (todes los géneros) interpreta momentos, situaciones,
hechos, actos, conflictos y otros aspectos, se inicia al comien-
zo de nuestra cultura occidental y avanza a lo largo de toda la
historia, llegando con fuerza hasta nuestros días. Si bien no se
conoce el origen último, se observa que está construido sobre la
base de un acuerdo mutuo entre las cuatro construcciones he-
gemónicas fundamentales de la antigüedad. El resultado final de
este proceso que se construyó durante siglos fue la necesidad
de imponer la idea que las mujeres eran varones defectuosos,
imperfectos y, por ende, enfermo/as; en lo físico, lo psíquico y en
lo espiritual también. Posee al menos tres afluentes claramente
definidos: La mujer histérica, la fluidez en su personalidad y su
esencia exclusivamente sentimental.
La mujer Histeria: La teoría del útero migrador, con su re-
sultado obligado, la histeria, fue una construcción de la escuela
hipocrática y adjudicada exclusivamente a las mujeres. Esta en-
fermedad afectaría a lo físico y lo psíquico, los dos ámbitos más
importantes en ese momento, que resumía la personalidad en
su totalidad. Cuando las mujeres padecían histeria, su afección
investía a toda la manera de ser y hacer de la feminidad, ya que
los varones tenían otras problemáticas sanitarias, menos histe-
ria. Esta patología médica y psicológica tenía sus manifestacio-
nes, según nos describe el primer medico griego, que incluía in-
tolerancia, engaños, teatralización, escenificación, paralización,
provocación, confusión, mentira, embustes, etc. Esta teoría ex-
plicaba el mecanismo de la histeria de la manera siguiente: el
útero de las mujeres tenía la capacidad de deambular por todo el
cuerpo y tomaba posesión de alguna parte u órgano del mismo,
provocando un desequilibrio en la armonía y funcionamiento; es
decir en su anatomía y fisiología. Los síntomas dependían del
órgano que infectaba, pero en la mayoría de los casos repercu-
tía no solo en lo físico, sino también en los estados de ánimo de
las mujeres. El psicoanálisis de la primera época, con su fun-
dador Sigmund Freud, retomó esas ideas centrales, veinticinco
siglos después y fortaleció la noción de histeria, pero dándole un
estatus científico, como una categoría nosografíca, casi especi-
fica de las mujeres. De hecho, estudiando a una mujer al princi-

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pio de siglo XX, instaura la enfermedad nerviosa por excelencia
del psicoanálisis clásico. El caso Dora, fue el paradigma de la
histeria durante todo el siglo pasado, con un Freud dedicado al
aislamiento de los mecanismos psíquicos de esta psicopatolo-
gía o enfermedad nerviosa femenina. El legado de Hipócrates
fue sostenido, fortalecido y enriquecido por las teorías científicas
modernas. Freud y el resto de los psicoanalista de la primera ola,
observaron (con el peso de las teorías previas) que las mujeres
con histeria tenían características negativas: a las planteadas
por la escuela hipocrática, se le agregaba la envidia (del pene
del varón), los intentos constantes de poner en falta (por la falta
de lo simbólico del pene) a los demás, los cambios repentinos
del humor (de euforia a decaimiento), síntomas conversivos ( en
especial los genitales), los deseos constantes de concebir hijos
(por los resultados del complejo de Edipo), la agresividad hacia
otras mujeres (por los paroxismos) y otros indicadores comple-
jos de tratar y por ende aliviar.
La histeria se convirtió en la enfermedad por excelencia de la
mujer, en lo único exclusivo que podía ostentar. La idea de una
enfermedad propia de mujeres se popularizo y culmino en los
constantes y superficiales diagnósticos clínicos de las guardias
médicas: CH, crisis histéricas, ante ciertos síntomas “magnifica-
dos” en las consultas. También se amplió a otras categorías que
nada tenían de histeria, como las psicosis maniaco-depresivas
y en la actualidad, la enfermedad “bipolar”. Todo ello asociado
a los cambios del humor que se les asignó a las mujeres desde
tiempos inmemoriales y que repercuten en su vida y en la de los
demás, especialmente en los varones que “lo sufren”. Lo que
quedo de esta construcción es que las mujeres son: “inso-
portable, provocadoras, embusteras, teatralizadora, menti-
rosas, envidiosas, y que ponen en falta cotidianamente a los
varones, aunque a otras mujeres también”. Un estereotipo
muy común de escucharlo en diferentes ámbitos de nuestra
vida cotidiana y académica-profesional también.
La fluidez en la personalidad: El derecho romano, organizado
durante la antigüedad, construye las bases de toda la legislación
del planeta, logrando normatizar los vínculos familiares, labora-

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les y sociales. Elabora lo que se conoce como las 12 tablas, que
permitirá regular las acciones e interacciones humanas, hasta la
actualidad. La tabla 5 es la dedicada a las mujeres, aportándole
todo el conocimiento de las demás construcciones hegemónicas
de la etapa antigua de la historia. En ella sostiene que, por la flui-
dez en el espíritu y su carácter volátil y superficial, la feminidad
no puede ser autoridad en las tres instituciones más importantes
de la época: la familia, la propiedad privada y el estado. La mujer
era construida como un ser altamente influenciable, por ello no
podía ostentar la base institucional de la antigüedad, debiendo
quedar a cargo absolutamente en manos de los hombres. Esta
definición deja la puerta abierta a las demás legislaciones, como
las que sostenía que las mujeres debían ser tuteladas por hom-
bres, primero los padres y hermanos, para luego ser los esposos
quien maneje las riendas familiares, vinculares y económicas.
Una persona que no podía valerse por sus propios medios, ne-
cesitando a otro (varón) para emprender acciones, era alguien
prácticamente con una discapacidad o minusvalía; es decir es-
taba enferma, en lo físico y mental. Esta idea se unió en el me-
dioevo, a los planteos de la Biblia, particularmente en el géne-
sis, cuando enfatiza el surgimiento de los dos géneros. El varón,
nace directamente del influjo o aliento de dios y las mujeres de
la costilla del primer hombre. El “segundo sexo”, es un producto
de un hueso frio y no directamente del soplo cálido del altísimo.
Ello va a tener dos consecuencias negativas para la mujer: la
dependencia al varón y la ausencia de vitalidad propia.
Mientras los varones eran construidos a imagen y semejan-
za de dios, las mujeres surgían como un accesorio, una cosa u
objeto emanado de una parte de aquel. Por ello no aparecían
como seres independientes y semi-divinos de manera directa,
sino como dependientes y secundarios de la creación. Las mu-
jeres eran creadas a imagen y semejanza del varón, no de dios,
sosteniendo la idea de la antigüedad, que eran hombres defec-
tuosos e imperfectos. Nuestras compañeras de género, depen-
dían de las decisiones de los varones, ya que no habían surgido
de nuestro cuerpo y alma, sino de una parte rígida, ubicándola
en casi niños que debían ser guiadas y acompañadas, para no

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tomar un camino errático. Aquí también hay algo de derecho ro-
mano, mujeres influenciables, con minusvalía en su capacidad
y potencialidad. Sin embargo, la consecuencia más compleja
de esta acción del génesis es toda la discusión que se produjo
después. La filosofía religiosa de San Agustín y Santo Tomas
de Aquino, retoma este hecho bíblico y lo trasforma en una dis-
cusión central, la mujer no se había originado directamente del
espíritu creador. La consecuencia de este planteo filosófico (el
conocimiento más importante de esa época) derivo en el trata-
miento en varias reuniones (concilio) de lo más granado de la
iglesia, con la discusión sobre la posibilidad que las mujeres no
tuvieran alma, ya que no había nacido del influjo de dios, sino
de una parte fría del hombre. El alma en esos momentos era
la instancia más importante del ser humano, en detrimento del
cuerpo físico. Por lo tanto, con la sola duda de no tener alma, a
las mujeres se la impregnaba de salvajismo y condición infrahu-
mana. Un semi-animal como lo pensaban los griegos y romanos
en su etapa correspondiente. En el siglo diecinueve y veinte, la
ciencia empirista primero y humanista después, elevo el alma a
la categoría de psiquis, aparato psíquico, mente, personalidad y
cerebro. Lo que significa que si en el medio evo, se consideraba
que las mujeres no tenían alma, no ostentaban subjetividad, y
todos sus derivados humanos. Como corolario de este mecanis-
mo, decimos que las mujeres tenían cierta debilidad racional o
mental y, por ende, potencialidad divina de enfermarse o poseer
alguna deficiencia en su constitución personal.
Esta idea llega a la modernidad y se produce un acontecimien-
to político central en la vida, que se desarrollara en los próximos
siglos. La revolución francesa, sintetiza todas las ideas de la filo-
sofía iluminista, llevándola a su práctica extrema durante el régi-
men del Termidor con Robespierre en su dirección. En 1879 se
inicia la caída oficial del Feudalismo, con una serie de medidas
sociales, económicas y culturales, que modificarán la cotidianei-
dad de los ciudadanos y ciudadanas modernos. Pero quizás el
hecho crucial más destacado, es la “Declaración de los Dere-
chos del Hombre y el Ciudadano”, punto de inflexión fundamen-
tal para el inicio de la discusión sobre los derechos en general y

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humanos en particular. Sin embargo, una vanguardia feminista
de la época que apoyaba la revolución, cuestiona esta consigna
y escribe “La Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciu-
dadana”, porque consideraba que las mujeres quedaban fuera,
más allá del intento de imponer la idea, que Hombre, incluía a
las mujeres. El comité central del régimen, con su gran poder,
decide perseguir y encarcelar a este grupo de mujeres, ahorcan-
do en la plaza pública a la “cabecilla”, Olimpia de Gougues. El
resto fueron acusado de “locas” y enviadas a un Hospicio por su
enfermedad metal; lo que sería en la actualidad un psiquiátrico.
Mujeres que peleaban por sus derechos humanos y humanas,
eran consideradas psiquiátricas o enfermas mentales porque
hacían política en la comunidad, junto a los varones. El estado
en su proceso de institucionalización, construye la imagen de la
mujer como enferma, loca o psiquiátrica, sepultándola hasta la
primera ola feminista, que irrumpe con fuerza nuevamente. En
esta línea se crean los pensamientos concretos sobre las
mujeres, continuando con la idea de enfermedad: desalma-
da, descerebrada, dependiente, loca, psiquiátrica, enferma
mental, despersonalizada, influenciable, con problemas en
su subjetividad, mente o constitución de la personalidad”.
Lo sentimental como parámetro: la idea de que las mujeres
no acceden a la razón, está impuesta desde el inicio de la cultu-
ra occidental. La “atolondrada” de Pandora, que por su atropello
trajo los males a la tierra (mitología griega), la mujer imaginada
de Platón que solo poseía su alma en el bajo vientre y no en la
cabeza (filosofía), el descubrimiento de Galeno de que dios cui-
daba a las mujeres, incorporándole senos en el pecho para que
entibiara la zona vital (medicina griega/Romana) y por su fluidez e
irracionalidad no podía acceder a las instituciones del estado (de-
recho romano). Esta noción continúa en el medio evo y se plegó
al despojo del alma de las mujeres, siendo una de sus facultades
la razón (de la filosofía) del ser humano. Si las mujeres no tenían
alma, tampoco tenían posibilidad de razonar y solo quedaba lo
que se comparte con los animales, las emociones, y lo inferior de
la persona, lo instintivo (Institucionalización del cristianismo y las
religiones a fines). En la modernidad se recrea en los libros más

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importantes de Rousseau, en las discusiones políticas y culturales
de la revolución francesa y en el inicio de los estados modernos,
incluido los comienzos del capitalismo, como un sistema social
que aseguraba culminar con el hambre en el mundo.
Pero quien retoma, recrea y sintetiza la construcción senti-
mental de la mujer, fue la corriente literaria más influyente en el
inicio de la modernidad: el romanticismo. Las mujeres poseían
una condición natural y esencial hacia los sentimientos, en detri-
mento de la razón. Los románticos desde la primera época hasta
la última, enfatizaban esta característica estructural de la mujer,
siendo Gustavo Adolfo Bécquer, en su romanticismo tardío, su
máxima expresión. En la literatura, la prosa, la poesía, la polí-
tica se construía a las mujeres como seres emocionales, sen-
timentales y hasta “sentimentaloide”. La razón, la función más
preciada en occidente, desde su descubrimiento, es un legado
de los hombres. Lo sentimental e intuitivo, más la reproducción
de la idea de mujer ángel-mujer demonio del medio evo y el
amor romántico-sacrificado, fueron las máximas aportaciones de
la corriente romántica en occidente, que incluso llega con gran
fuerza en la actualidad. Si pensamos en las letras de diferentes
estilos musicales, veremos cómo se ha colado por todas sus
rendijas: folklore, tango, cumbia, cuarteto, rock, melódico, etc.
El romanticismo fortalece la imagen de la mujer irracional,
sentimental y subjetiva por excelencia. Frente a un varón
súper racional y reflexivo, que culminaba sufriendo lo emo-
cional descontrolado de las mujeres.
Desde el inicio de la cultura hasta nuestros días, las di-
ferentes construcciones hegemónicas del patriarcado, han
producido, reproducido, resignificado, distribuido e im-
puesto la matriz de pensamiento de la “Mujer Enferma”, con
sus respectivas esencias naturalizadas. Sus derivados son
muy numerosos: débil, minusválida, deforme, instintiva, in-
tuitiva, emocional, histérica, enferma mental, bipolar. Los
varones que ejercen violencia utilizan tales categorías teó-
ricas, previo al ejercicio de la violencia contra las mujeres y
otros géneros. Las palabras, pensamientos y creencias que
surgen de esta matriz y que más se reproducen son: “pro-

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vocadora, histérica, bipolar, influenciable, descerebrada,
loca, desalmada, sentimentaloide”. Cuando se intervine con
varones que ejercen violencia, se debe tener en cuenta estos
pensamientos, porque aparecen de maneras constantes, previo
al ejercicio de la violencia.
La matriz de la mujer maldita: Una matriz fuerte, que tam-
bién se inicia en los albores de nuestra cultura, es la idea de que
las mujeres son “malas” por naturaleza. Las mujeres poseerían
una esencia, sustancia o sustrato pernicioso que derramaría
maldades sobre la humanidad. La noción prejuiciosa que la mu-
jer es mala y que provoca malestares y ruinas en la humanidad,
especialmente a los varones, es una creencia tan antigua y ne-
gativa como la matriz de la mujer enferma que analizamos ante-
riormente. En esta matriz las construcciones patriarcales del co-
nocimiento se asociaron durante varios siglos para fundamentar,
imponer y distribuir sus prejuicios, dando como resultado esta
creencia arraigada, que en muchas oportunidades también es
reproducida por las propias mujeres. Posee también, al menos
tres afluentes reconocidos: la mujer provocadora de males, la
mujer demonio y la mujer bruja.
Provocadora de males: Cuando se piensa una persona que
provocó muchos males a nuestra humanidad, surge inmediata-
mente la idea de Pandora. Esta primera mujer occidental era
utilizada por Zeus (un Dios varón) para observar, controlar y cas-
tigar a los mortales, cuando no realizaban los mandatos divinos
en la sociedad griega. En una oportunidad el dios más grande
del panteón helénico, encomendó a esta primera mujer, el envío
personal de una caja a la tierra, que contenía los males y los
bienes de la humanidad. Pandora, ya sea por curiosidad o por
torpeza, abrió la caja y los males se desparramaron por todo
el planeta. La otra versión dice que, por la misma condición de
mujer, abre la caja y lo bueno se escapa a otro lugar y los males
quedan encerrados en la tierra. Por este hecho inusual, el pla-
neta quedo arrasado y la responsable fue la primera mujer oc-
cidental. En varias oportunidades esta trayectoria se superpone
con la histeria de Hipócrates y Freud, porque reproduce la idea,
que tanto la estructura y la sintomatología de la enfermedad es-

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pecifica de las mujeres, genera consecuencias negativas en los
vínculos. Se presenta a la “Histérica”, como un ser negativo, de
malos pensamientos, perversa, envidiosa, a veces cruel y que
provoca sufrimientos en los demás. Esta enfermedad nerviosa
trasforma a una persona en un ente malvado, por ello se dice
que las matrices se entrecruzan y comparten sus productos o
prejuicios. En esta línea la mujer simplemente es un ser que
consciente o inconscientemente provoca los grandes males
en la humanidad, traduciéndose en los vínculos afectivos
también. Pensemos en los nombres de los huracanes, que
arrasan y desbastan la tierra, apareciendo en la mayoría de
los casos, con nombres de mujeres.
La mujer Bruja: por las características antes descriptas y ana-
lizadas, a las mujeres se le asignó rasgos negativos como la
debilidad, fluidez en el espíritu, liviandad, fragilidad, malignidad,
propensión a las perversiones y bajos instintos. Todos estos im-
perativos fueron utilizados para una nueva categoría que incluya
la mayor cantidad de mujeres durante el sistema medieval: La
bruja. Estas feminidades eran supuestamente promiscuas mal-
vadas, no podían recordar y relatar los diez mandamientos de la
ley de dios, realizaban reuniones nocturnas, aisladas del resto
de la sociedad, obtenían poderes sobrenaturales que habrían
utilizado con fines dañinos. El libro llamado “El martillo de las
brujas”, escrito en 1486, se trasformó en el manual de diagnós-
tico, pronostico y tratamiento de todas aquellas mujeres-brujas,
que ostentaban el poder frente a la casta dominante, la iglesia y
la medicina. El proceso de detección, interrogatorio, acusación
e imputación era llevado a cabo por médicos e inquisidores ex-
perimentados, que también prescribían los métodos de tortura,
tales como inmersión, hierros calientes, cinturón de castidad y
hoguera. Si bien la inquisición estaba dirigida a cualquier mortal,
los mayores esfuerzos estuvieron dirigidos hacia las mujeres de-
moniacas y satánicas. El objetivo central de la época, es que las
mujeres debían alcanzar los estandartes de la única mujer pura:
La virgen María. Aquí se gesta una de las improntas más be-
neficiosas del patriarcado, sembrar la semilla de que la mu-
jer es demoniaca, satánica, malvada; y todo ello sintetizado

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en un solo concepto: bruja, reencarnación de Eva.
La mujer demonio: fue el romanticismo, junto a la idea del amor
romántico y mujer celestial, intangible, espíritu inmaterial como
María, que paralelamente va desarrollando e imponiendo la idea
de mujer satánica o demoniaca. Es la mujer diabla y bruja del me-
dioevo que se reproduce en los albores de la modernidad con las
características de mala, provocadora de dolor, desazón y tristeza
en sus vínculos cercanos. Este tipo de mujer, que se generali-
za a todas, posee un espíritu flácido y ligero, convocando a un
amor prohibido o complejo, que culmina por generar estados de
ánimo negativo en los varones sufrientes. Los románticos suelen
iniciar sus prosas o poemas con palabras (conceptos) como perfi-
dia, frustración, engaño, infortunio, tragedia, pasión, pesadumbre,
martirio, crueldad, maldad, sufrimiento. Todo se dirige a las muje-
res con la que se mantuvo una relación sentimental y culminaron
enfermos de amor, ante una ruptura del vínculo, producto de la
emboscada femenina. En el romanticismo los varones sufrían las
vicisitudes de las relaciones con las mujeres y sus duelos eran
eternos. La mujer que por sus conductas hacia sufrir al hom-
bre estaba en marcha, producto de su naturaleza demoniaca
y diabólica. El romanticismo que accede hasta nuestros días,
continúa incluyendo estas ideas, dando el fundamento nos-
tálgico de los terribles “crímenes pasionales”.
La idea de la mujer maldita fue una construcción que fue
tomando diferentes fuentes a lo largo de su desarrollo histó-
rico y se entrecruzo con otras matrices hasta la actualidad.
Se imponía la idea de un ser humano o humana negativa por
su naturaleza malvada, que provocaba daños en los otros,
especialmente a los varones que establecen vínculos sen-
timentales con ellas. Esta “esencia” se trasformó en caldo de
cultivo para el ejercicio de la violencia masculina, entremezclán-
dose con otras concepciones.
La matriz de la mujer infiel: Esta matriz construida parale-
lamente con las demás, se nutre de prejuicios extendidos desde
los comienzos de nuestra cultura y se desarrolla hasta la actua-
lidad, y con mucha fuerza. Es llamativo que en un mismo plano

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algunos médicos de la antigüedad (Galeno) también sostenían
la idea de que la mujer era fría por naturaleza, por la ausencia
de pilosidad. Es decir que por un lado era caliente, pasional,
desenfrenada sexualmente y que la conducía a la infidelidad, y
por otro se presentaba como fría, con necesidad de calentarla
en sus circuitos vitales, anestesiada en lo sexual. Definiciones
contradictorias, con la idea de atribuirles rasgos negativos a las
mujeres. Los afluentes de esta matriz fueron: La mujer promis-
cua, la mujer perversa, la mujer pasional, entre otras.
La mujer promiscua: A esta altura de la explicación está cla-
ro que las construcciones hegemónicas intercambiaban conoci-
mientos y lo utilizaban para fundamentar sus teorías, siendo el
ejemplo más destacado, el derecho romano, para construir las
doce tablas. Si bien no se conoce el origen de esta concepción,
ya estaba presente en la medicina griega, cuando Hipócrates
construyo la “Ictericia”, enfermedad especifica de las mujeres.
Este útero “caliente” que tomaba posesión de cualquier órgano
y lo enloquecía, provocando desfasajes en el cuerpo y la mente
de las mujeres. Obviamente que todo este proceso impactaba
y generaba deseos sexuales que dominaban el acontecer de la
vida cotidiana de las mujeres. La filosofía griega también reto-
mo la discusión y construyo una teoría, elevada por uno de sus
máximos representantes, Platón. Este gran filósofo plantea una
clasificación de las almas humanas y las distribuyó de acuerdo
al género y sus funciones “naturales”. El alma, con movilidad
propia, toma posesión de alguna parte del cuerpo y se atribuye
una función o tarea específica, que la persona debería desarro-
llar en su vida. Si esta instancia se posa en la cabeza, quien lo
posea o utilice, accederá a ser filósofo, rey o príncipe. Si toma
posesión o se asienta en el pecho, será guerrero y defenderá
tenazmente con su fortaleza a la Republica. Si en cambio se
aposenta en el bajo vientre, no podrá acceder a las funciones
superiores de las demás y será atormentado por los bajos instin-
tos, la bebida, el sexo, la infidelidad y otras funciones salvajes.
Platón reflexiona, y llega a la conclusión que los varones pueden
acceder a cualquiera de las almas, pero las mujeres solo logran
el alma concupiscente, el de las pasiones y el bajo vientre. Esta

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explicación conducía de manera directa a que las mujeres po-
seyeran todas las potencialidades biológicas de mantener rela-
ciones sexuales de manera descontrolada, siendo una función
fundamental dentro de su vida. Esta concepción, más allá de su
moralismo, intenta investir a la mujer de infiel por naturaleza, su-
mada a la teoría del útero migrante que le daba la posibilidad de
ser “caliente”. Los fundamentos físicos y racionales estaban em-
parentados para describir a las mujeres con cargas negativas y
perversas. Como si ello fuera poco, la mitología le agrega desde
el ámbito espiritual rasgos similares, tanto en los dioses, como
en los mortales griegos y romanos. Helena de Troya, por su trai-
ción, engaño e infidelidad al guerrero Griego Menelao, genera
la guerra más atroz de la antigüedad. Esta bella mujer, enamora
a Paris, se escapa a tierras troyanas e inicia el combate, que
conduce a diez años de muerte y miseria. En otros relatos se
plantea lo contrario, Helena enamora a Paris, pero con el acuer-
do de Grecia, para tener motivo de invadir a Troya, es la mujer
de Menelao quien abre la puerta para que ingrese el caballo al
centro de la ciudad, para luego tomar posesión de la misma. En
ambos casos es una mujer que engaña a los hombres y provoca
una guerra, quedando incluida esta última parte a la matriz de
la mujer Maldita, que induce a la desolación de la tierra. En la
mitología romana esta Venus, la diosa del amor, con un espíritu
inquieto y “calentona”, generadora de muchos inconvenientes
tanto en los mortales, como en los dioses, por su comporta-
miento. Mantiene relaciones amorosas con dioses, semidioses
y humanos varones, aunque también se vincula con mujeres.
Este cuestionamiento se le realiza a la diosa por el hecho de ser
mujer, ya que no es considerada horrorosa, la promiscuidad de
Zeus u otros dioses varones. La idea de la mujer caliente, que
engaña y traiciona sentimentalmente a los hombres se ins-
taura en la vida de los humanas y humanos antiguos: Los
médicos, mitólogos y filósofos lo aseguran y fundamentan
desde lo físico, lo racional y lo espiritual, instituyendo la
condición natural de infidelidad de las mujeres.
La mujer perversa: En el medio evo, que parece no ser nada
original en sus conceptualizaciones, retoma las discusiones anti-

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guas y las conduce a la noción de bruja. Este despiadado y mal-
vado ser, se le agrega la categoría de perversión, por su natura-
leza sexual ultractiva. La bruja que actuaba de noche, se pintaba
el cuerpo y hacia pócimas para consumo propio y los demás, por
su contexto de actuación se inclinaba al sexo desenfrenado. En
este sentido la perversión estaba como categoría nosografícas
completa, no solo en las consecuencias que provocaba por su
maldad y gozo en el sufrimiento ajeno, sino en las desviaciones,
inclinaciones y supuestas frenéticas relaciones sexuales, y con
diferentes géneros. En las tradiciones orales y cuentos de la épo-
ca, se describe a brujas manteniendo relaciones sexuales y orgias
con varones, mujeres, jóvenes y hasta con animales salvajes. Ob-
viamente que a los hombres que participaban de esos “trabajos”,
salían indemnes de culpas, porque se consideraban hechizados
por la perversidad de tales mujeres medievales. La mujer infiel,
caliente y traicionera, se le agrega su necesidad incontrola-
ble de mantener relaciones sexuales con frenesí y arruinar
los vínculos propios y de otros. Pero no solo mantenía víncu-
los sexuales con varones, sino que se le agregaba un condi-
mento patológico, lo practicaba con otras mujeres y jóvenes;
una “verdadera perversión”. La zoofilia, también entraba en
escena, cuando de desacreditar a las mujeres se trataba.
La mujer pasional: El iniciador del romanticismo, Jean Jacques
Rousseau, elevo una consigna que fue atravesando todas las dis-
ciplinas del occidente: “la razón no domina las pasiones”. Este
concepto fue reproducido por la educación, la psicología, la me-
dicina, el arte y claramente por la literatura en prosa o poética en
diferentes épocas. En la explicación de la mujer reproductora, se
deja abierta la posibilidad que las mujeres tengan como una única
función, la reproducción de las tareas domésticas y el tener hijos.
Lógicamente que la única posibilidad en ese momento de tener
hijos, es manteniendo relaciones sexuales con un hombre viril,
y que, por cuestiones religiosas-morales, el fin de tener vinculo
sexual es exclusivamente para la reproducción, no como placer,
y menos aún como parte de una vida saludable. Pero al tener
como una de las grandes funciones en la vida de una mujer el
reproducir, aunque con restricciones de todo tipo, se dejaba una

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ventana abierta para que no se siguiera la senda “correcta” y se
utilizara con otros fines placenteros. A todo ella se le suma las
características negativas que acumulaba en siglos anteriores y se
producía un verdadero plus pasional natural en esencia. Con las
ideas generadas por los griegos y romanos sobre la racionalidad
de los varones y la emocionalidad de las mujeres, sumados a los
anexos “espirituales” en el medio evo, se continuaba y retoma-
ba en la modernidad con las corrientes literarias. El romanticismo
extendió la diferencia y desigualdad entre los géneros en torno a
lo racional y sentimental, traduciéndolo en directamente pasional.
Los sufrientes varones racionales y las engañosas mujeres pasio-
nales, se entrelazaban, vinculaban y rompían sus relaciones, en
detrimento de los hombres. Una mujer pasional, que no logra ins-
trumentar la reflexión, es susceptible de infidelidad, por su condi-
ción natural de irracionalidad plena, los filtros de la razón no esta-
rían activados. Las poesías de Bécquer extreman esta condición
de pasional en las mujeres y sus “teorías” románticas diseñadas
en cartas a una mujer, lo fundamentan como parte de la natura-
leza femenina. La mujer irracional, emocional, sentimental y
pasional es una larga construcción histórica, pero fortalecida
por el romanticismo moderno. Las pasiones asentadas en el
sistema límbico, en el inconsciente o en la subconsciencia,
era un producto de estas instancias, pero exclusivamente de
las mujeres, no de los varones.
La mujer potencialmente infiel, caló profundamente la
subjetividad occidental. Había una esencia que predisponía
a lo femenino hacia la infidelidad, incluso antes de los man-
datos morales de las religiones asociadas al cristianismo.
Los varones que ejercen violencia suelen controlar, perseguir
y celar a sus parejas en distintas condiciones por considerarlas
un objeto más de su propiedad y por su “naturaleza adultera”,
por excelencia. Un manto de sospecha, siempre caen sobre las
mujeres, cuando los varones deciden violentarlas.
La matriz de la mujer reproductora: la reproducción de las
tareas domésticas, entendida como un espacio privado, espe-
cifico de lo femenino, es tan antiguo que se presenta dificulto-
so rastrearlo concretamente en un hecho puntual de la historia

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occidental. Las demás matrices poseen puntos de inflexiones
que pueden objetivarse, independientemente de conocer los
orígenes últimos. Esta matriz pareciera emerger a partir de las
demás, y en especial con el conjunto de atributos asignados a
las mujeres por las grandes construcciones hegemónicas del co-
nocimiento. El sistema sexo-genero contorneo de manera mara-
villosa su obra en relación a la matriz reproductora de lo domes-
tico. Mientras los varones ocupaban los espacios públicos en
todos los niveles, las mujeres se hundían en el lodo de las activi-
dades hogareñas diarias. Los afluentes de esta tradición fueron:
la mujer-madre y la mujer doméstica, aunque habría numerosas
fuentes, solo se incluyen con un carácter ejemplificador.
La madre-mujer: La idea de que por una cuestión natural las
mujeres poseen el potencial biológico para tener hijos, y su deber
de usufructuarlo indeclinablemente, es un mito muy difundido en
occidente. La mujer tiene que cuidar a sus hijos como el resto de
los animales hembra, realizar los sacrificios para enseñarles y
guiarles por el buen camino, y si es posible sufrir como la virgen
María, ante las vicisitudes de la vida. Las madres deberán dar-
les a sus hijas la sensibilidad de toda mujer y dejar a los padres
varones que trasformen a sus hijos en seres fuertes y agresivos.
Es importante destacar que en este par madre-mujer, primero
deben ser madres para concebir y luego mujer, para el resto de
las actividades. Esta característica impuesta la convierte en do-
méstica, y por ende en reproductora de hijos e hijas.
La antigüedad aporta un dato muy destacado en este derro-
tero de la desigualdad entre los géneros, la filosofía griega. Aris-
tóteles es uno de los pensadores más influyentes de occiden-
te, especialmente por haber sido quien distinguió la humanidad
del resto de los animales, entre otros hallazgos. Con respecto
a las mujeres retomo varios prejuicios de su propia disciplina
y de otras, elaboradas en ese contexto histórico y cultural. Sin
embargo, el feminismo y la perspectiva de género le atribuye lo
que se conoce como la “Teoría receptáculo”, donde las mujeres
tendrían la función privilegiada de ser naturalmente la “receptora
de semen” de los hombres. Si bien se le puede atribuir a esta
función una dosis de placer por parte de las mujeres, estaba di-

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reccionado a la reproducción de niños. Se recibe el semen, para
concebir hijos, y exclusivamente del genero varón.
Siguiendo este proceso, en el apogeo del cristianismo, se ini-
ció un laborioso trabajo de elevación celestial de la madre de
Jesús Cristo. María fue una mujer iluminada por el padre celes-
tial para dar a luz al salvador en la tierra. Pero esta MADRE-MU-
JER, concibió sin conocer hombre alguno, por obras y gracias
del espíritu santo. Continuo un camino intachable junto a su fa-
milia, no mantuvo relación sexual durante su vida y sufrió junto
a su hijo en la cruz. Luego fue ascendida a los cielos donde
pervive contemplando y perdonando a los terrícolas en sus pe-
cados. Cabe destacar que el catolicismo fue la única corriente
religiosa que posiciono a una mujer, a diferencia del resto, tanto
en occidente, como en oriente. Sin embargo, en el mismo he-
cho de darle un lugar y reconocimiento, le asignaba el exclusivo
rol de madre, desapareciendo la mujer, y transformándose en el
ideal imposible de alcanzar. Todas las demás mujeres fueron y
serán pecadoras, pero podrán acercarse a ese rol celestial de
ser, primero madre y después mujer. Ese lugar fue ocupado por
las diferentes “santas” que produjo y distribuyo el catolicismo en
su proceso de institucionalización.
En la modernidad, el Romanticismo, desde Rousseau hasta
Bécquer, abarcando en su apogeo, casi un siglo de existencia,
la madre divina, ocupa un lugar privilegiado. Todos los Román-
ticos, insistieron en la idea de que las mujeres eran como Eva
o María; demonio o ángel. Cuando se posicionaba como Ma-
ría, era celestial en el amor con un hombre, pero también se
trasmitía la idea del amor de Madre, que todo lo puede en su
afán afectivo con sus crías. El problema es cuando se extrema
esta función materna, se biologiza y se considera a las mujeres
como animales con crías, es decir como propio de la naturaleza.
Concepción acercada al planteo de los filósofos griegos de que
la feminidad es casi un ser salvaje y no racional, a diferencia
de los varones. Todo este recorrido, acarreado durante si-
glos, emite la noción de Madre-Mujer, de ahí el desconcierto
cuando una mujer no desea tener hijos o no cumple con los
mandatos de madre establecidos en la cultura. La idea de la

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“mama” sacrificada, se unifica en otros mitos como la idea
de la mujer que sacrifica todo en torno a su amado. Bioló-
gica y socialmente, las madres-mujeres están destinadas a
tener hijos o hijas; en síntesis, deben ser una “máquina de
tener hijos”, como lo aseguraban los filósofos griegos.
La mujer domestica: Si realizamos un recorrido por la anti-
güedad clásica, teniendo en cuenta las teorías construidas en
esa etapa, surgen los estereotipos sobre la mujer, y de manera
precisa. Platón, retomando al gran Sócrates, escribe un libro,
que se constituye la base de la democracia y la política grie-
ga, extendiéndose por el resto de occidente. En La Republica,
plantea un orden social nuevo donde los varones de diferentes
castas ocuparían todos los lugares, los de privilegios, los se-
cundarios y los accesorios. Las mujeres no aparecen citadas
en el texto, por ende, no tendrían incumbencia en los asuntos
de importancia de la república. Se establecía la gran diferencia
entre los ámbitos públicos y privado, objetivándose la división
sexual del trabajo, donde las mujeres quedaban relegadas a lo
domestico, considerado secundario o no relevante. Estas nocio-
nes fueron fortaleciéndose en el feudalismo y el medioevo por
la religión crística, donde los varones ocuparon los lugares de
dioses, santos, sacerdotes y religiosos. Las mujeres ocupaban
posiciones insignificantes y de servicio para los varones, ya que
las santas y monjas, siempre secundarias, accedieron después
de mucho tiempo de cristianismo.
Fue en el inicio de la modernidad, cuando se retoma la dis-
cusión central de la poli griega, para modificarla profundamente,
menos la posibilidad de incluir a las mujeres en el poder del nue-
vo sistema naciente. El iluminismo de Rousseau eclipsa al resto
de intelectuales con dos libros: “El contrato social” y el “Emilio”,
el primero funda los estados modernos, el segundo brinda las
bases de la educación de toda la modernidad. En el contrato
social, cita la mujer en un solo párrafo, cuando se refiere a una
nación inhóspita, poco poblada y con baja producción. Le pres-
cribe una formula Einsteniana: deberían llevar mujeres para que
reproduzcan hijos, con el objetivo de poblar y producir materia
prima para sus habitantes. En el Emilio, la educación formal para

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las funciones públicas y del estado estará a cargo de un varón.
Las sensibilidades de la vida cotidiana, que debería tener un
infante, serán brindadas por una mujer en el ámbito doméstico.
Sofía, la futura esposa de Emilio, debe tener característica sen-
timental y aprender los quehaceres domésticos: lavar, planchar,
cuidar niños, cocinar. Pero se le debe agregar su carácter de
mujer claramente definido: agradar a los varones, ser fiel, com-
prenderlos y atenderlos en todas sus necesidades y vicisitudes.
Durante la revolución francesa, momento en el cual se instru-
menta todo lo vertido en los dos libros de Rousseau, se persigue
a un grupo de mujeres que cuestionan la declaración de dere-
chos varoniles. Como se dijo anteriormente fueron perseguidas,
enjuiciadas y sentenciadas rápidamente por orden de Robespie-
rre, quien estaba a cargo de Francia en esos momentos. En la
sentencia y previo a la conducción a la ahorca de su dirección,
Olimpia de Gougues, se indica que olvidaron su rol fundamen-
tal como mujeres y abandonaron sus quehaceres domestico por
la plaza pública, reducto exclusivo de los hombres. Este mismo
hecho creo la materia prima para otras matrices, como la mujer
enferma o defectuosa que se desparramaron por toda la historia
occidental. Que las mujeres ostentaran estar en la plaza de las
arengas durante la revolución francesa, significaba una enfer-
medad psiquiátrica: la locura. Considerar a la mujer doméstica
y loca, se constituyó en un estereotipo contundente para el cin-
cuenta por ciento de la población. Esta vez no era un filósofo, un
médico, un mitólogo, un jurista o un clérigo, quien determinaba
la esencia de la mujer, era el propio estado en su proceso de
constitución y llevara la marca hasta finales del siglo XX.
El Marxismo en todas sus variantes, occidentales y orienta-
les, también expulsa a las mujeres del ámbito público y político.
No son convocadas a ninguna revolución social contra el capi-
talismo, siendo los sujetos sociales de los álgidos procesos de
transformación, exclusivamente los varones. Marx no las incluye
en el “Manifiesto del partido comunista”, su acta de fundación.
Proclama su consiga que recorrerá el mundo: Proletarios del
mundo uníos, referenciando únicamente a los hombres, en un
momento donde las fabricas desbordaban de mujeres trabaja-

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doras. Tampoco las cito en el levantamiento de la comuna de
Paris, cuando en 1872, se produce las revueltas sociales y la
toma del poder por primera vez en la historia. Las “incendiarias”,
grupo de mujeres parisinas que inician el proceso, recorriendo
las fábricas y llamando a la insurrección armada, no estaban
citadas en los análisis marxistas. Los seguidores y dirigentes
del marxismo en el siglo XX, corrieron la misma suerte que los
padres del comunismo: las mujeres deberán realizar las tareas
doméstica, mientras los valerosos hombres enfrentan al sistema
social más complejo y atroz. Lenin, León Trotsky, Mao Se Tu, el
Che Guevara y otros menos conocidos, no solo las excluyeron
de la política, sino construyeron teorías sobre la revolución va-
ronil. Solo como ejemplo se expone la Teoría del Hombre Nuevo
del Che, que justamente plantea que las mujeres deben atender
a los hijos, para que los varones se inmiscuyan en los procesos
políticos y combatan al capital. Pero el capitalismo, con todas
las diferencias con los planteos socialistas, continúa reprodu-
ciendo la historia, de la misma manera que su sistema opositor.
Reconoce el trabajo fabril y el lugar de la mujer en la producción
social, pero sus ansias de poder económico y en alianza directa
con el patriarcado, llevan a no remunerar el trabajo doméstico.
Las mujeres tendrán doble tareas en un mismo día: en los hoga-
res y en las industrias, situación que continúa en la actualidad.
La mujer domestica esta enquistada en cada cabeza occi-
dental, elevándose como uno de los más potentes y difícil
de cuestionar y modificar. De aquí suelen surgir las deman-
das de servicios que los varones le piden a las mujeres, los
que se refieren a la reproducción de las tareas domésticas
en su totalidad.
Es importante saber que cuando intercambiamos opinio-
nes, compartimos en un grupo o entrevistamos a un varón,
posee en toda su integralidad estas ideas (esencias), que
atraviesan sus ámbitos de vida. Sobre este terreno es ne-
cesario trabajar, construir técnicas motivacionales y reflexi-
vas. Cuando estamos frente a un varón, está presente los
treinta siglos de desigualdad, donde se intentará iniciar un
proceso de deconstruir todos estos siglos.

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Los atrapamientos cognitivos de los varones en sus ac-
tos de violencia1.
Es común que los conceptos de violencia de género en las
legislaciones y en las definiciones académicas, incluyan las accio-
nes o comportamientos concretos que realizan los varones sobre
los demás géneros. Violencia, suele definirse como toda acción
o conducta dirigida a someter, controlar, dominar o imponerse al
otro, especialmente si es mujer u otro género. Este concepto, que
incluye categorías sociales y culturales de poder, incorpora al va-
rón, como el responsable del ejercicio de la violencia, por ello se
ha convenido en denominar en los últimos tiempos, directamente
como “violencia machista”, como una superación de otras deno-
minaciones, que parecían como un tanto neutrales.
Si tomamos en cuenta lo planteado en este apartado, vere-
mos que los pensamientos, ideas y creencias, ocupan un lugar
destacado en el ejercicio de la violencia machista. Es decir, no
solo es comportamiento de acción u omisión, sino también in-
cluyen especialmente, las cogniciones, muy bien instaladas e
instrumentadas de manera cotidiana en nuestra microcultura, y
que componen esquemas de pensamientos, difícil de modificar.
Por tal motivo, es interesante ensayar una definición más com-
pleta, integral y compleja, que trascienda la simple acción, ya
que sería el resultado de un proceso cognitivo complejo previo,
al comportamiento violento. Se entendería a la violencia mascu-
lina, como un continuo donde los pensamientos, sentimientos y
comportamientos, estarían dirigidos a ejercer el poder sobre los
demás géneros; pero como un proceso, que se origina en ideas
macros, que atraviesan y constituyen la subjetividad humana.
1 En gran parte de este libro se enfaƟza el concepto de atrapamiento cogniƟvo, como una especie
de mecanismo por el cual un varón perteneciente a nuestra cultura queda encerrado en una con-
cepción misógina, construida por la historia, e interpreta la realidad de acuerdo a esa cognición.
Durante los procesos de intervención terapéuƟcos o psicosocioculturales se le dificulta percibir y ra-
zonar una situación determinada, uƟlizando otra cognición que no sea la impuesta, que estructura
su pensamiento y su discurso. Sin embargo, en el capítulo 2 que se refiere a la valoración de riesgo,
se presenta un instrumento especifico, que incluye otro concepto más amplio, el de “insistencia de
senƟdo” de Ana María Fernández. El poder ensayar con diferentes conceptos que puedan dar cuen-
ta con la realidad que estamos observando y analizando, nos permite englobar la complejidad de la
problemáƟca indagada y el estado de avance en las invesƟgaciones e intervenciones.

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Es importante practicar y operacionalizar esta concepción, para
evitar posicionarse nuevamente en el modelo clínico clásico, del
paso al acto sin pensamiento o la emoción violenta del derecho.
Detrás de cada comportamiento violento, hay sentimientos
y pensamientos que lo originan, guían, dan forma y lo desen-
cadenan. Sobre ellos es necesario intervenir, porque en la me-
dida que se modifiquen tales ideas, lo demás componentes del
proceso, también se trasformaran. Las técnicas exclusivamente
direccionadas a las emociones y comportamientos, sin intentar
trabajar sobre los pensamientos, no han sido lo suficientemente
efectivas, porque no remueven los treinta siglos de concepcio-
nes machistas, que inunda nuestra cultura occidental, que es lo
que, en definitiva, singularizan los seres humanos y humanas.
Las afluentes o supuestas “esencias naturales”, atribuida a
las mujeres, que componen las matrices históricas del pensa-
miento y, que se trasforman en moldes o anteojos de interpre-
tación en todos los géneros, son estructuras rígidas y resisten-
tes al cambio. Cuando actúan en la subjetividad humana, tales
concepciones constituyen verdaderos atrapamientos cogniti-
vos, difícil de sortear y por ende modificar, especialmente en
los varones. En toda la vida cotidiana, aunque expresándose
de manera manifiesta durante el ejercicio de la violencia, sur-
gen pensamientos machistas, que toman las “esencias”, cons-
truidas históricamente, con un plusvalor de rigidez, culminando
en un escollo, primero para que surjan y luego para poder tra-
bajarlas en una intervención. Los varones utilizan esas creen-
cias construidas, que se trasforman en pensamientos concretos,
para luego instrumentarla como insumos en el ejercicio de su
violencia. Estas cogniciones se repiten de manera constantes,
creando sentimientos negativos, que dan como resultados las
conductas violentas cotidiana. Previo a la violencia, es común
escuchar palabras como, histérica, provocadora, insoportable,
infiel, bruja, influenciable o demandas de servicios en relación
a las tareas de reproducción que históricamente se les asignó a
las mujeres. En las diferentes técnicas que se instrumentan con
los varones, como se observará en todo este texto, los mayores
desafíos consisten en intentar que piensen diferente, es decir,

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utilizando otras cogniciones, no misóginas. Es necesario realizar
un trabajo socioeducativo que sensibilice a la razón, para luego
proceder a lo terapéutico-vivencial, y así operar sobre el resto
de los ámbitos del ser humano. Las técnicas o intervenciones
deberán estar dirigidos a desarmar los atrapamientos cognitivos
que se instauran en los varones, culminando en una operación
simple que deben comprender en el momento del trabajo: “todo
se interpreta a través de tales cogniciones”. Estas ideas/creen-
cias/pensamientos son las que generan un posicionamiento rí-
gido e inflexible en los varones, que no les permiten salir de ese
encapsulado y encarcelado de cogniciones, conduciéndolo al
comportamiento violento.
Pero tal atrapamiento cognitivo, es exclusivamente dirigido
a un vínculo con una mujer u otros géneros o, a una situación
determinada, donde este comprometido sus privilegios, no en
cualquier hecho, momento o circunstancias. Es aquí donde se
activan las “esencias”, que organizan las matrices y que culmi-
nan en los atrapamientos cognitivos, donde los varones poseen
una sola opción de interpretación de la situación: Las mujeres
son:……….Brujas, histéricas, influenciables, malditas, etc. Posi-
blemente esta rigidez, hizo pensar al paradigma clínico, que nos
encontrábamos con personalidades alteradas, psicopáticas o
con algún trastorno. Si a ello le sumamos la excesiva confronta-
ción profesional que se suele realizar desde un modelo directivo,
con el objetivo que los varones no nieguen sus comportamientos
violentos y logren reflexionar, se accedía a un cuadro nosoló-
gico completo. Por ello es necesario establecer un diagnóstico
diferencial, donde los pensamientos se conciban desde el para-
digma de género y las intervenciones desde un posicionamiento
motivacional, aporte del paradigma clínico. Con esta integración,
se observará que la inflexibilidad, solo esta conducida hacia las
mujeres u otros géneros, no a todos los demás vínculos. Es de-
cir que, si bien la masculinidad hegemónica está presente en
cada acto de los varones, en los vínculos laborales, amistades,
vecinales y comunitarios, no se presenta tan persistente. Estos
esquemas de pensamientos rígidos - que nos conceptualiza la
psicología cognitiva-conductual y nos brinda una manera de

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abordarla- cuando se refieren a pensamientos machistas, son
aún más inflexibles. Por ello, se deben trabajar de manera dife-
renciada a los planteos tradicionales de este encuadre de la psi-
cología. Por su estructura rígida, se comienza por lo cognitivo,
pero es necesario atravesar todos los ámbitos del ser humano,
como veremos y abordaremos en los próximos capítulos.

El caso de un varón que amplio


las miradas en mis abordajes.
Un solo ejemplo es basta para comprender profundamente,
algunos aspectos de su funcionamiento, debido a que durante el
desarrollo del libro se ampliara con otros de mayor complejidad.
Tomo un caso concreto, que trabajé hace algún tiempo, cuando
inicié el abordaje a varones, en una sesión individual, que me
permitió observar la anatomía y fisiología (estructura y dinámica)
del mecanismo de la violencia de los varones en la cultura donde
transitamos. Un hombre de mediana edad, consulta por un he-
cho que había sucedido tiempo atrás, que amenazo con dar por
tierra, su magnífica carrera pública-profesional. Se encontraba
brindando una entrevista o conferencia de manera presencial, y
una mujer le realiza una pregunta sobre su relato o el contenido
de lo vertido, no pudiendo responder en el preciso momento y
ante un auditorio repleto de personas. Obviamente que hubo un
sin números de factores que intervinieron, para que no lograra
armar la respuesta y contestarla, más allá de la complejidad de
lo que se preguntaba. Es obvio que este hombre, era experto en
su temática y lo que estaba planteando lo trataba con mucho co-
nocimiento y experiencia. Sin embargo, no logró responder y el
comportamiento que mantuvo durante el infortunio, fue un ningu-
neo hacia la mujer que pregunto, una burla y luego pidió que le
cerraran el micrófono, ante la insistencia de las reformulaciones
que realizo la persona, por la falta de una respuesta convincente
de su parte. Obviamente en el auditorio se generó una situación
de tensión, especialmente con las mujeres y otros géneros que
se encontraban en su presencia, debido a su conducta abusiva.
Al ser una persona “públicamente reconocida”, tuvo su repercu-

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sión, que lo mantuvo aislado por algún tiempo, y, por ende, sur-
gieron síntomas de malestar, frustración, angustia y episodios
depresivos menores. Todo lo sucedido llevó a consultar a esta
persona, y el profesional que lo asiste por primera vez, evidenció
que necesitaba un abordaje específico en varones que ejercen
violencia y lo derivo a mi consulta. En la primera entrevista co-
menta el hecho antes mencionado, como el responsable de sus
dolencias actuales, observándose claramente la influencia del
Patriarcado en su subjetividad. Cuando comienza a trabajar el
hecho puntual, se le solicita que manifieste los comportamientos
llevados a cabo en ese momento y que luego sienta las emo-
ciones (sentimientos) presentes, que surgieron en el contexto
especifico del abuso de poder. Tras los comportamientos de nin-
guneo (mirar para otro lado, reírse y manifestar que la pregunta
era infantil), burla (referenciar la misma pregunta en tono insul-
tante y magnificada) y solicitar que se interrumpa la comunica-
ción (pararse y pedir a los técnicos que corten el micrófono de
la mujer), surgieron los sentimientos de bronca, ira, enojo, impo-
tencia y ansiedad, que precedieron a su conducta. Ahora bien, si
solo nos quedamos en estos ámbitos y no logramos avanzar al
pensamiento que los provoco, estamos obviando una parte im-
portante y quizás sea la más compleja de trabajar, porque hunde
sus raíces en la historia de nuestra cultura patriarcal y en su
micromachismo. Se le propone trabajarlo más intensamente, lo
que acuerda, ya que el motivo de consulta eran los “síntomas”
que le provoco este hecho en su vida. Desde este momento se
realiza el trabajo integral, desde lo socioeducativo y vivencial,
como parte del inicio del abordaje terapéutico.
Para ello se utilizó una sesión completa, donde se lo motiva
a relajarse y recordar los pormenores de la situación, los com-
portamientos y los sentimientos surgidos, durante la situación
de violencia simbólica y psicológica hacia la mujer que pregun-
taba “insistentemente”. Cuando los recuerda y los describe, se
le indica que acceda a los pensamientos que surgieron, lo que
al principio se dificulta, pero que luego con técnicas motivaciona-
les, aparecieron con toda la fuerza y magnitud. En los momentos
previos a los sentimientos y comportamientos, se encontraban

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instalados, varias cogniciones misóginas, elaboradas en la his-
toria y construidas por los conocimientos hegemónicos, antes
nombrados y analizados. Los pensamientos concretos en ese
momento fueron del tipo: “esta mina, me quiere complicar la con-
ferencia”, “esta es la típica histriónica, que pone en falta a los
tipos”, “me está provocando con esa pregunta”, “que sabe de
lo que estoy hablando, con suerte habrá terminado la facultad”,
“es una bruja maldita, me quiere arruinar la disertación”, “todas
las mujeres son iguales, y esta es la peor”, “seguramente en
su casa el marido la tiene como trapo viejo”, etc. Con toda esa
carga cognitiva, los sentimientos y comportamientos, no podrían
canalizarse de otra manera, debían manifestarse, como lo hi-
cieron, con violencia, sutil al principio y brutal en segunda ins-
tancia. Los pensamientos surgidos, sintetizan varios prejuicios
(afluentes y matrices) que hemos visto en párrafos anteriores.
Pero todo no puede quedar en el registro de los pensamientos,
es decir en su reconocimiento, es necesario avanzar en el tra-
bajo terapéutico propiamente dichos. Significa, instrumentar el
pensamiento alternativo en sus dos vertientes: socioeducativo
y vivencial, es ahí donde es posible actuar en profundidad, para
intervenir sobre los atrapamientos cognitivos, que no le permitía
interpretar la situación de otra manera, que no fuera esas cogni-
ciones. Varios meses habían pasado y los pensamientos y senti-
mientos, continuaban inamovibles, las idea que la y las mujeres
son malditas, brujas e histéricas, estaban tan presentes, como
durante el hecho en sí.
En este segundo momento se le pidió, que recuerde nueva-
mente a través del continuo, pensamiento, sentimiento y com-
portamiento e intente de pensar la situación vivida de manera
diferente. El atrapamiento cognitivo, consiste justamente en no
permitir que la persona piense de una manera diferente la situa-
ción, la carga de los siglos, atraviesa la subjetividad en su inte-
gralidad y rigidiza la posibilidad de opciones y alternativas. Pero
es necesario observar que la rigidez en sus conceptos, solo era
en este ámbito, cuando se lo dirigía a otra situación, las reflexio-
nes se convertían en flexibles e integrales, pues las categorías
utilizadas para interpretar eran otras.

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Con técnicas motivacionales se lo invitaba y acompañaba a
pensar el momento de una manera alternativa a la hegemónica,
es decir al cambio de las palabras (creencias y pensamientos)
utilizadas por otras que no tuvieran los condimentos misóginos.
En una oportunidad describo la trayectoria de la persona que
preguntaba y realizo un reflejo complejo (técnica motivacional
por excelencia) en relación al interés de la pregunta que la mu-
jer sostenía con insistencia, pregunta que estaba directamente
relacionado con el contenido de su autor. Se realizaron varias
intervenciones sobre los pensamientos, con el objetivo de con-
tribuir a la flexibilización en sus ideas, pero al principio, la fijación
sobre la concepción de las mujeres, se planteaba difícil de sor-
tear; estaba encapsulado en su concepción. Le planteo que los
pensamientos que tenía sobre la mujer, eran prejuicios que los
varones construyeron sobre las mujeres a lo largo de la historia
y que lo que hacía, era solo reproducirlos. Prosigo con el traba-
jo socioeducativo, relatándole puntualmente las construcciones
hegemónicas que habrían producido las matrices de pensamien-
to, que puntualmente estaba reproduciendo, en el momento de
la violencia y en la actualidad. Esta intervención lo sensibilizo y
sorprendió, pues no era nada original lo que se representaba e
interpretaba de la situación vivida.
Por otro lado, intento arrimar una cognición diferente, le plan-
teo que la motivación de la mujer para preguntar, posiblemente
no estaba dirigida a molestarlo y generar inconvenientes en su
disertación, menos aún en ponerlo en falta, como interpretaba,
sino a profundizar su conocimiento, teniendo en cuenta que era
experto en su temática. El usuario, inmediatamente tomo la idea
y se observó el cambio de actitud manifestado, en sus gestos,
posición corporal, dichos y actitudes. En primeras instancias,
los sentimientos se habían modificado, casi automáticamente,
al incorporar otras categorías de análisis. El pensamiento había
logrado su obra maestra, cambiar la ira, bronca, angustia y las
demás emociones/sentimientos surgidos, por otras que le per-
mitiera considerar los hechos de otra manera. A partir de allí,
se continuó trabajando aspectos más profundos de sus concep-
ciones o marcos referenciales en relación a la desigualdad de

| 57 |
género, sobre ese hecho y otros que le habrían sucedido en
sus múltiples vínculos frustrados. Pero la “formula” de la violen-
cia machista se había comprendido, para el usuario y para el
entrevistador, terapeuta o facilitador también. A partir de allí, es
aplicable a muchos casos de conductas violentas y con el enri-
quecimiento de los años de experiencia, nos permite brindar un
abordaje integral, integrado y contínuo. Cabe destacar que fue
un caso testigo, con aspectos positivos y fructíferos, aunque en
la mayoría de las veces no se observa resultados inmediatos, ya
que depende también de la constitución de la subjetividad de la
persona. Esta manera de intervenir me llevo a construir, o mejor
dichos aplicar el ciclo de la violencia en el trabajo con varones,
como se analizará profundamente el capítulo tres.
Este caso, marcó un antes y después en mi intervención a
varones, ya que me permitió considerar ciertos componentes a
tener en cuenta, durante un abordaje, independientemente del
ámbito por el que trascurra. Que los comportamientos violentos
de los varones (violencia brutal o sutil), siempre están precedi-
dos por pensamientos machistas. Que los paradigmas, clínico
y sociocultural, deben integrarse, para evitar parcializar la inter-
vención, ya que las personas no están divididas o fragmentadas.
Que se pueden crear técnicas de trabajo para intervenir con va-
rones, aunque incorporando siempre el ámbito de las creencias
e ideas patriarcales. Que lo varones deben reflexionar y viven-
ciar el peso de la cultura sobre todos sus ámbitos, para modifi-
car sus maneras de pensar, sentir y actuar. Que la perspectiva
o teorías de género deben atravesar los encuadres de trabajo,
para enriquecerlos, no recomendando que sean abandonado,
como se suele indicar. Finalmente, que es posible modificar pen-
samientos, sentimientos, comportamientos, posturas corporales,
crisis y formas de comunicación en los varones, de manera in-
dividual o grupal, con un único objetivo: la igualdad entre todos
los géneros. Desde ese momento una sola consigna atraviesa
mi encuadre, cada vez que estoy frente a varones, de manera
individual o grupal: “Los pacientes/usuarios, van a llegar en
sus cambios, hasta donde llega la concepción y flexibilidad
de su terapeuta/facilitador”.

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“Diez puntos para el trabajo con varones
que ejercen violencia familiar y de género”:
Introducción para pensar la intervención.

“Transformar la realidad
Y transformarse uno mismo”
(Karl Marx-Tesis XI-sociólogo, Economista Alemán).

Introducción
El debatir y trabajar la problemática de violencia machista en
general y la violencia de género en el ámbito intrafamiliar en
particular, se ha trasformado en un reto de este siglo XXI. La
sociedad ha ido logrando de manera gradual y continua, la sen-
sibilización, la problematización y el intento de iniciar la tarea
de dar una respuesta positiva a esta complejidad dinámica. Los
ámbitos profesionales no han quedado exentos de este debate,
con intentos de brindar estrategias precisas y concretas para su
abordaje, sumado al interés por la capacitación, las consultas y
la necesidad de modificar las prácticas en sus ámbitos laborales,
agregándole plusvalor a sus intervenciones técnicas. Indepen-
dientemente de los lugares de trabajo, en los profesionales se
observan motivaciones para incorporar en sus prácticas, la luz
que proyectan las nuevas teorías y las herramientas que brindan
para comprender y profundizar sus concepciones, con el obje-
tivo de asistir de manera específica en situaciones de violencia
familiar y de género. Las instituciones especialistas en violencia
de genero se han trasformado en el principal foco de atención,
de los medios de comunicación, de otras instituciones, de profe-
sionales y de los propios usuarios que utilizan el servicio. Tales
instituciones generan espacios para actualizar de manera per-
manente los encuadres de asistencia para brindar mejores servi-
cios a sus usuarias, cuando de asistencia a personas que sufren
violencia se trata. Desde la comunidad, se realizan fuertes cam-
pañas de difusión e intervención, con la intención de prevenir
situaciones de violencia machista.

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Sucede lo mismo en las instituciones que atienden a varones
que ejercen violencias, ya que poseen una gran responsabilidad
sobre los encuadres a trabajar, por el hecho que asisten a los
hombres que cometen los comportamientos violentos. Desde
esta idea es necesario monitorear, analizar y modificar de mane-
ra permanente los procesos en áreas tales como, paradigmas,
instrumentos de valoración de riesgo, estrategias y técnicas de
abordajes, informes específicos, protocolos de evaluación de
cambios y otros tantos temas afines. Con la intención de plas-
mar esta discusión y profundizarla, se escribe este apartado, a la
manera de conocimiento basado en la evidencia, con el objetivo
que continúe el debate interno y externo sobre estos temas sen-
sibles y complejos de nuestra realidad actual. A su vez, en estos
últimos tiempos se empieza a evidenciar la necesidad del traba-
jo con varones, en los consultorios privados de los profesionales
y en la propia comunidad, a través de agentes o referentes de la
misma. Esto último, nos permite evidenciar un cambio de mira-
da interesante, donde en abordaje a varones, no solo estaría a
cargo con exclusividad de las disciplinas tradicionales, sino que
los agentes comunitarios, también formarían parte de este pro-
ceso trasformador. Para ellos y ellas, también está dirigido este
texto, con el objetivo de poseer algunos lineamientos de trabajo
claramente definidos. Pasemos a plantear algunos puntos para
tener en cuenta:

1- La discusión en los contextos internacionales


y locales sobre la intervención en varones
que ejercen violencia:
A). El contexto internacional: la discusión macro
El considerar la problemática de violencia intrafamiliar y de
género como un reto de los estados modernos es algo nove-
doso. Sin embargo, el proceso de constitución de las diferentes
legislaciones que luego conformarán la malla sólida del abor-
daje institucional, ha sido un largo y tortuoso camino, y a veces
incierto. Discusiones acaloradas, obstáculos infranqueables por
sortear, presiones políticas y sociales, fueron necesarias para

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que hoy podamos tener ciertos derechos adquiridos en torno a
lo que se conoce como violencia familiar, intrafamiliar, de pareja,
de género, y actualmente machista.
Los antecedentes de las legislaciones nacionales y provincia-
les, son numerosos y sería inconmensurable describirlas comple-
tamente. Sin embargo, surgen verdaderos puntos de inflexión que
lograron girar los acontecimientos y permitir que en determinadas
situaciones se avancen en tales propósitos. Todo se inició con la
Declaración Universal de los Derechos Humanos que fuera adop-
tado por Naciones Unidas en 1948, luego de las terribles conse-
cuencias que había provocado la segunda guerra mundial y el
holocausto Nazi. Los seres humanos que pisan nuestro planeta
poseen derechos inalienables, particularmente los relacionados
con la vida. Pero los postulados a veces se escriben, pero el im-
pacto no es el esperado, por ello el 22 de noviembre de 1969 se
lleva a cabo la Convención Americana sobre Derechos Humanos,
que partía de la declaración anterior, pero enfatizaba la promo-
ción y protección de los derechos humanos fundamentales. Ya
no era un escrito en general, se establecía y enumeraba lo que
se conocería como derechos humanos, de toda persona o ciuda-
dano, pertenecientes a los distintos estados que habían partici-
pado del Pacto de San José de Costa Rica. Aunque recién entra
en vigencia el 18 de Julio de 1978, año trascendental para esta
problemática de los derechos humanos y la violencia de género,
como la conocemos ahora. En Alma Ata se lleva a cabo la confe-
rencia internacional sobre APS, definiéndose la violencia como un
problema de salud pública y se sugiere a los estados presentes
generar presupuestos y políticas para contrarrestarlos. Los dere-
chos Humanos y la salud pública se iban encaminando para com-
partir espacios e iniciar un vínculo que lo acercará cada vez más,
llegando fortalecidos en nuestros días. Debió pasar años para que
una nueva reunión se produjera en ámbitos internacionales y ge-
nerara políticas públicas con carácter obligatorio. En 1979 (entra
en vigor en 1981) la CEDAW, que tenía como finalidad la elimi-
nación efectiva de todas las formas de discriminación contra la
mujer, obligando a los estados a reformar sus leyes, con este ob-
jetivo. En 1994 se lleva a cabo la Convención Interamericana para

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prevenir y erradicar la violencia contra la mujer, conocida como
Belem Do Parà. Aquí se define por primera vez en organismos pú-
blicos oficiales, la violencia contra la mujer, considerándola como
una problemática que afecta a la integridad física, psíquica y se-
xual, tanto en lo público como en lo privado. Pero recién en el año
1995 en Beijing es cuando se considera a la violencia contra la
mujer como una forma de discriminación, estableciendo una guía
de acción para combatirla. Así quedaba plasmado oficialmente el
vínculo entre Derechos Humanos, Salud Pública y perspectiva de
Género. Cabe destacar que en estas dos últimas convenciones
se comienza a observar la necesidad de exigir a los estados la
generación de políticas públicas para luchar contra el flagelo de
la violencia contra la mujer e instar partidas presupuestarias es-
pecíficas para tal fin. Es en este contexto que comienzan a surgir
legislaciones en los diferentes países que participaron en las con-
venciones referidas. Aunque recién hacia el año 2000, es cuando
los estados inician la discusión y puesta a punto de lo sancionado
en las convenciones internacionales. En el año 2009, se sanciona
la ley nacional de protección integral de la mujer y en su artículo
10, inciso 7, se plantea la necesidad de reeducación a los varo-
nes que ejercen violencia. Pero en Argentina, previo a este punto
de inflexión, surge una experiencia local con carácter pionero en
nuestro medio, la “ley de violencia familiar”.

B). Historia en el contexto local:


ejemplo de un proceso micro local.
Toda esta discusión, llego a los estados y se inició el proceso
de incorporación y modificación de legislaciones sobre la proble-
mática de violencia familiar y de género. Se describe el siguiente
recorrido, porque es un caso testigo de la evolución del debate,
sobre la problemática de violencia y uno de sus resultados posi-
tivos: la necesidad de abordar a varones que ejercen violencia.
En este sentido, a fines del 2004 en la provincia de Córdoba,
República Argentina, se inicia un álgido proceso de reuniones y
debates entre ONG, movimientos feministas y el estado provin-
cial, que culmina con la aprobación de la ley de violencia familiar
en el año 2006. La reconocida ley 9283, comienza a circular y

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aplicarse en el año 2007, con la creación de un organismo gu-
bernamental específico para asistir y prevenir sobre violencia: la
Dirección de Violencia Familiar. Fue la primera ley de violencia
en la República Argentina con algunas particularidades y avan-
ces en sus artículos, aunque en la actualidad se considere nece-
sarios algunas modificaciones, que muchos fueron subsanados
en el año 2016, con la ley 10400. Cabe destacar que la mencio-
nada ley de violencia fue un faro para la mayoría de provincias
Argentina, e incluso en países limítrofes, que tomaron sus artí-
culos como referencias, para la construcción de sus respectivas
legislaciones. Tres cuestiones surgen como innovadoras en ese
contexto social y cultural de la década del dos mil. En primera
instancia la incorporación de los cuatro tipos de violencia más
importante y que se podían constatar con hechos concretos, la
violencia física, psicológica, sexual y económica. En el año 2006
era dificultoso demostrar la existencia de la violencia psicológica
y económica, sin embargo, esta ley la integraba e iniciaba una
discusión teórica en torno a tales tipos de violencia. Hasta ese
momento solo se incluía en la legislación nacional la violencia
física y sexual, como parte de un delito encuadrado en el códi-
go procesal penal del país. En este sentido la incorporación de
nuevos tipos de violencia como la económica y psicológica, era
una novedad y oxigenaba las anticuadas legislaciones penales.
Otra de las innovaciones era la creación de un equipo es-
pecialista de valoración de riesgo en situaciones de violencia,
llamado “constatación”. Luego de una denuncia por violencia fa-
miliar, encuadrado en la ley 9283, un psicólogo y un Trabajador
Social se constituían en el domicilio de los involucrados en la
denuncia para valorar el riesgo y sugerir a los tribunales de fami-
lia en un primer momento y los juzgados y fiscalías de violencia
después, las estrategias a seguir, es decir las medidas caute-
lares que se debían implementar. Entre ellas se encontraba, la
exclusión del hogar del agresor-denunciado, las restricciones de
contacto entre ambos y los respectivos tratamientos, ya sea en
la institución especializada en violencia o en salud mental, se-
gún correspondiera. Desde este equipo se comenzó a observar
y sistematizar, que más allá de los esfuerzos realizados por el

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área asistencial de trabajo con las mujeres, en muchas oportuni-
dades, se revinculaban con su agresor. Lo que indicaba en esos
primeros momentos en la necesidad de trabajar con los varones
que agredían. El trabajo realizado por este equipo queda plas-
mado en este texto en la sección anexo.
Finalmente quedaba plasmado en dicha ley la posibilidad
de la asistencia terapéutica a los involucrados en la denuncia,
mujeres, niños, niñas, adolescentes y también a los varones de-
nunciados. El artículo 21 de la ley 9283, facilitaba por medio de
una medida cautelar, la asistencia para todos los integrantes de
la familia. La Dirección de Violencia Familiar (institución creada,
como órgano de aplicación de la legislación provincial), lograba
organizar el área de Constatación, asistencia, legales y servicio
telefónico, con una línea gratuita, las 24 horas y los 365 días del
año. Profesionales especialistas, según la ley 9283 se hacían car-
go de la problemática de violencia en la provincia de Córdoba,
brindando asistencia técnica-profesional. Cuando se referían a un
problema de salud mental, ya sea por psicopatología, trastorno de
la personalidad o consumo de sustancias psicoactivas, se deriva-
ban a otras instituciones especializadas en el abordaje de dicha
temática, interviniendo solo en caso de situaciones de violencia.
En algunas instituciones especialistas, inauguradas para
intervenir en violencia, las áreas asistenciales, constituida por
Psicólogos, Trabajadores sociales y psiquiatras, brindaba “tra-
tamientos” a los involucrados en la denuncia, según obligaban
las leyes provinciales, como fue en Córdoba. En caso de las
mujeres y niñ@s, las intervenciones se encontraban sistema-
tizadas y encaminadas a permitir un proceso terapéutico sobre
las consecuencias que provoca la violencia sobre las personas,
su visibilizacion y recuperación. Siempre cuestionando el con-
cepto de tratamiento, ya que no es considerado una enferme-
dad en el sentido tradicional del término. Las leyes en general
fueron aprobadas de esta manera, refiriéndose a tratamiento
clásico, tomando como modelo el código penal de nuestro país
y el modelo medico hegemónico. En el caso del varón denuncia-
do o “voluntario”, la situación se planteaba de manera diferente
porque no había un modelo de abordaje específico, cada profe-

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sional (psicólogo, psiquiatra o trabajador Social) lo abordaba y
generaba estrategias de acuerdo a su marco teórico o encuadre
de referencia. En el inicio los psicólogos estaban formados en
psicoanálisis, Gestalt y cognitiva conductual, por su parte los
Trabajadores sociales poseían dos líneas, una de consultorio y
la otra de orientación comunitaria, que se integraban al abordaje
individual y los psiquiatras enfatizando su conocimiento en salud
mental, únicamente. De este modo, se dificultaba el seguimien-
to y evaluación del proceso que se llevaba a cabo de una mane-
ra integral, ya que dependía de la corriente o marco teórico del
profesional, no era un abordaje institucional integral.
Cabe destacar, que, en algunas instituciones, como en Cór-
doba, en el año 2007/8 se inició un incipiente trabajo grupal con
varones que ejercen violencia a cargo de profesionales, pero
que luego fue perdiendo fuerza con el transcurso del tiempo, ya
que su encuadre era inespecífico y con poco apoyo de las au-
toridades. Es decir, desde el año 2007 y, durante mucho tiempo
la intervención a varones que ejercen violencia tenía un carácter
inespecífico, dependiendo del marco referencial del profesio-
nal a cargo. Si bien hubo algunos abordajes grupales, fueron
esporádicos y la asistencia fue de carácter individual y sin una
metodología apropiada para evaluar progresos. La asistencia a
las personas que sufrían violencia era la prioridad en las insti-
tuciones y de la sociedad en ese contexto de inicio; era lógico
pensarlo de esa manera. En síntesis, el área asistencial de las
instituciones especializadas, se orientaba sólo a los integrantes
de la familia que habían sufrido violencia, quedando en segundo
plano las personas que habían ejercido violencia, en su mayoría
varones. En relación a los varones, se observaba lo siguiente,
en general los Juzgados o Fiscalía no enviaban a tratamiento,
en caso de hacerlo recibían un tipo de tratamiento tradicional de
parte de las instituciones especialistas en salud mental. En otros
casos los varones denunciados optaban por alternativas tera-
péuticas individuales en el sector privado, obras sociales o salud
mental, no accediendo a una intervención desde la perspectiva
de género. El corolario de todo el proceso era, que el varón re-
tornaba con su familia o establecía un nuevo grupo familiar sin

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haber trabajado su machismo, causa fundamental del ejercicio
de su violencia.
Los antecedentes históricos internacionales, conjugados con
el gran proceso político y social llevado adelante, sumado a la
experiencia observada con los varones denunciados, se sinteti-
zaban en la necesidad de la creación de abordajes o encuadres
específicos, que asista a varones que ejercerán violencia contra
algún integrante de la familia. Particularmente en Córdoba se pen-
só que el abordaje debería ostentar las siguientes características,
bien delimitadas: 1) un espacio físicamente separado de la inter-
vención profesional a personas que sufren violencia, en su mayo-
ría mujeres. 2) Dispositivos institucionales que permitan motivar y
reflexionar a los usuarios del servicio. 3) La modalidad de trabajo
grupal por excelencia, aunque teniendo en cuenta las individuali-
dades del sujeto. 4) los temas para el abordaje debían ser, los di-
ferentes atravesamientos que el patriarcado provoca en el sujeto.
5) valoración de riesgo y derivaciones con articulaciones a otras
instituciones, en especial de salud mental. 6) crear dispositivos
de intervención individual y/o grupal que integre diferentes con-
cepciones sobre la problemática en cuestión. Desde estas ideas,
se concibió el entrecruzamiento de las visiones desde una pers-
pectiva de género, con una matriz cultural como determinante de
las construcciones vinculares entre los sujetos y otros enfoques,
donde lo “singular” y lo subjetivo, moldea la conducta humana.
Ambas visiones permitieron observar e intervenir desde la pre-
gunta: ¿cómo el sujeto que ejerce violencia singulariza la cultura
patriarcal en la que desarrolla su vida cotidiana? La trazabilidad
realizada, puede echar luz para pensar cómo se va forjando y
trasformando las demandas en los diferentes contextos donde ac-
tuamos. Primero era necesario abordar las personas vulnerables
en la situación de violencia, pero luego había que tener una visión
integral e incluir a los demás actores, en este caso los varones
que ejercen violencia. Así nació una institución estatal especiali-
zada en el trabajo con varones: el Centro Integral de Varones en
Situación de violencia, dependiente del Ministerio de la mujer de
la Provincia de Córdoba.

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2- La importancia de una concepción integral
para abordar a varones que ejercieron
violencia familiar y de género.
Siempre fue claro que esta problemática, como todas las que
involucra la conducta humana, sus vínculos, sus condicionantes
culturales y sus determinantes subjetivos, excedían cualquier
marco reduccionista de abordaje, ya sea individual o grupal. Este
posicionamiento es fundamental debido a que tendemos a sepa-
rar teóricamente la realidad en sus partes, lo cual solo sirve a
los efectos pedagógicos y de la comprensión de los fenómenos;
la realidad es más compleja y dinámica que las concepciones
teóricas que podamos sostener. Por ello, el abordaje se debe
realizar fundamentalmente desde una perspectiva de Género,
insistiendo en tener en cuenta aportes teóricos relacionados a
matrices culturales y del comportamiento humano, sin olvidarnos
de la singularidad humana.
Se entiende a la persona que ejerce violencia (Mayoritariamen-
te varón), atravesado por el sistema patriarcal social y cultural,
que lo estructura y le brinda un soporte de creencias y concepcio-
nes y un modo de comportarse determinado para que, en determi-
nadas situaciones conflictivas, decida ejercer poder sobre algún
integrante de la familia, o en otro ámbito y, en especial a las muje-
res y otros géneros. Esta concepción nos permite pensar al varón
sin necesidad de criminalizarlo, psiquiatrizarlo o considerarlo un
delincuente, como lo entendía el paradigma clínico clásico hege-
mónico, hasta hace 15 o 20 años aproximadamente. Se refiere a
un posicionamiento de poder y no a una estructura psicológica o
categoría nosológica, que lo haría “pasar al acto”. Un varón que
aprendió a resolver los conflictos con una única estrategia, el uso
de la violencia, pero que también el propio sistema patriarcal, lo
violenta, provocándole un plus de sufrimiento innecesario. Inclu-
so aquellas personas diagnosticadas con alguna psicopatología o
trastorno, eligen un género determinado para agredir, decidiéndo-
se en la mayoría de los casos a su pareja femenina.
Cuando se trabaja Género, masculinidad y violencia, es ne-
cesario brindar un marco específico que permita el conocimiento

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y la reflexión sobre esta compleja problemática. Pero también
es necesario que tales conceptos se trabajen a nivel vivencial,
para motivar a la persona a generar ese cambio de ideas, va-
lores, pensamientos y comportamientos. Con este mecanismo
el destinatario/usuario/paciente/cliente (denominación, según el
encuadre), aprende que los nuevos conocimientos que adquiere
lo puede ir implementando en todos los ámbitos de su vida co-
tidiana: su familia, el trabajo, los vecinos, las actividades de re-
creación, la calle, y un largo etc. La reflexión y la motivación son
los componentes fundamentales para incorporar nuevas ideas y
concepciones en esta problemática compleja, que surge y avan-
za vertiginosamente en una sociedad cada vez más preocupada
por los acontecimientos y las consecuencias que provoca la vio-
lencia. Los destinatarios de los diferentes dispositivos, no solo
deberían adquirir conocimientos teóricos sino también transitar
su propia transformación, entendiendo que, como miembros de
esta sociedad, estamos bañados, inmersos en la cultura que in-
tentamos modificar. Por ello deben ser motivados a comprome-
terse con una nueva posición que cuestione los mandatos cultu-
rales, que aporte una mirada inclusiva en la diversidad, y que, en
definitiva, tienda a la igualdad entre las personas. Comprendien-
do que este cambio de posición en relación a estos temas será
beneficioso para su individualidad, su familia, su intervención la-
boral, la comunidad y también será artífice de una de las tareas
más importantes que tenemos en este siglo: la igualdad entre los
géneros. Mientras transformamos los valores, pensamientos y
conductas de la sociedad, y las relaciones de género y violencia,
estamos transformando las nuestras propias. Este último objeti-
vo, es fundamental y se requiere tenerlo siempre presente.
Desde esta concepción, se comprende a la violencia de géne-
ro o más precisamente violencia machista, como una relación de
poder, donde aquellos integrantes de una familia o comunidad,
que históricamente poseen ciertos privilegios brindados por la
cultura (Patriarcado) utilizan estrategias para gobernar, someter,
imponer, manipular y controlar al resto de los integrantes de un
determinado grupo. Es por ello, que las personas más vulnera-
bles son las mujeres, niños y niñas en el interior de la familia,

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porque históricamente se encuentran en un lugar desfavorable.
El varón usufructúa las condiciones subjetivas y objetivas que
la cultura y la historia les brindo. Los dispositivos o encuadres,
sean institucionales o particulares (Grupal e Individual) tienen
por objetivo iniciar en el usuario varón, un proceso de decons-
trucción de los mandatos que lo posicionan en un lugar privile-
giado y desde ese posicionamiento deciden ejercer violencia
contra las mujeres y los demás géneros.

3- La violencia masculina como problemática


compleja: la discusión de los paradigmas en
violencia de género e intrafamiliar.
El marco teórico y de intervención en violencia de género intra-
familiar, remite a dos paradigmas claramente definidos y constitui-
dos: El Clínico y el sociocultural. El paradigma clínico conformado
por la Psicología Clínica, Psiquiatría, Criminología, Victimologia
y el Derecho, fue hegemónico durante varios decenios, incorpo-
rando la problemática de violencia cuando fue demarcándose sus
límites. El paradigma sociocultural, más actual, casi nació con la
discusión sobre violencia hacia las mujeres, ya que la perspectiva
de género hizo mella en sus planteos; desde sus inicios.
Lo Clínico desde el principio hizo énfasis en lo Intrapsiquico
de los seres humanos y humanas, valorando la importancia de
incluirlo en categoría nosografía para una mayor organización.
En violencia estos planteos se incorporaron rápidamente, englo-
bando la idea del trastorno, la psicopatología, el paso al acto sin
pensamientos, la dificultad de los mecanismos de defensas, la
impulsividad, la noción de víctima-victimario, la Peligrosidad y en
los últimos tiempos la incorporación del consumo problemático
de sustancias psicoactivas. Cabe destacar que la criminología
clínica tomo como paradigma de sus intervenciones al problema
de la personalidad delincuente, uno de sus objetos de estudios
más importantes. Muchas de las problemáticas que fueron sur-
giendo se enfocaron desde estas ideas, cuando emerge la vio-
lencia como objeto de estudio e intervención, todo lo indagado
sobre las características de la delincuencia, se extendieron a

| 69 |
la nueva construcción. Por su parte lo sociocultural destaca lo
contextual e histórico del humano y humana, incluyendo el valor
de las grandes construcciones sociales y culturales sobre la sub-
jetividad individual y colectiva. En la problemática de violencia se
enfatiza las categorías misóginas de interpretación de la reali-
dad, los pensamientos machistas, las representaciones sociales
y las creencias que los varones tienen sobre las mujeres. Más
allá de lo Intrapsiquico, el patriarcado se presenta como el caldo
de cultivo para el ejercicio de la violencia, siendo ciertos secto-
res de la sociedad los más vulnerables.
Lo evidente de toda esta discusión es que, la problemática
de violencia de género reproduce y actualiza el debate sobre
la evolución de las concepciones en relación a los paradigmas
dominantes, sus influencias, luchas y transformaciones. En el
primer tiempo de la problemática violencia, se instala un único
paradigma de análisis, el clínico clásico, emergiendo como hege-
mónico, todo era subordinado bajo las concepciones intrapsiqui-
cas y nosológicas del mismo. Las problemáticas iban surgiendo
y el paradigma clínico imponía su impronta. En este contexto
surge la violencia y es interceptada por este modelo teórico, que
le aplica todas sus concepciones, discusiones y herramientas
específicas. Luego aparece el paradigma sociocultural (segundo
tiempo), provocando una verdadera revolución epistemológica,
a la manera de Thomas Kuhn. Sus planteos sobre los orígenes y
factores influyentes en la violencia de género, nos hicieron pen-
sar en la destitución definitiva de lo clínico en la problemática.
Lo sociocultural (Sistemas de creencias arraigadas e instaladas
en nuestra cultura y en las subjetividades) se transformaría en
el condimento para comprender e intervenir en violencia. Sin
embargo, actualmente la realidad nos muestra que existiría una
lucha entre los paradigmas, sin haber hegemonicidad, pero si
coexistencia entre los mismo. Un número importante de profe-
sionales intervine desde lo clínico y otro desde la perspectiva de
género exclusivamente, y lo llamativo es que lo hacen “casi sin
mantener contacto el uno con el otro”.
En el tercer tiempo epistemológico, (nuestros días) se co-
mienza a cuestionar las concepciones de la revolución episte-

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mológica y sus productos, el surgimiento de un paradigma hege-
mónico de conocimiento y su impacto en el ámbito académico.
Se tensiona la idea de la coexistencia pacífica de los paradig-
mas, como dos concepciones aisladas, que no se vinculan o
entremezclan. Se inicia la búsqueda de una concepción supera-
dora, que incluya los dos posicionamientos y que interaccionen
amabas tradiciones. Si la problemática violencia de género es
compleja, es de fundamental importancia que se trabaje desde
esa mirada amplia e integral, con las resignificaciones corres-
pondientes al paradigma clínico clásico y las readecuaciones
necesarias al modelo sociocultural. Los conceptos y prácticas
del paradigma clásico, no deberían ser desechados, necesaria-
mente deben ser consultados y capitalizados, pero resignifica-
dos a la luz de los nuevos aportes realizados por las nuevas tra-
diciones de género. Lo Intrapsiquico como parte de un contexto
sociocultural patriarcal, las enfermedades mentales con necesi-
dad de tratarlas dentro de salud mental, pero reconociendo los
múltiples atravesamientos sociales y culturales. El paso al acto
en los comportamientos violentos de la criminología clásica, se
le debe agregar el pensamiento que da cuerpo a la reacción
determinada. Problematizar los conceptos de víctima-victimario
y pensarlos como personas que sufren y ejercen violencia res-
pectivamente. Modificar de nuestro imaginario la idea de trata-
miento, enfatizando la enfermedad y pensarlo como un proceso
terapéutico que deberían transitar las personas involucradas en
situaciones de violencia.
Esta manera de ver los fenómenos en general y la violencia
en particular, nos permite alejarnos de los posicionamientos doc-
trinarios, de observar los fenómenos desde un solo paradigma y
desechar los restantes. La problemática de violencia de género
es compleja, por ende, es necesario superar el funcionamiento
aislado, estanco y rígido de los modelos, para avanzar en un
dinamismo triangulador de los paradigmas y sus técnicas. La
interacción de las maneras de abordar la violencia de género,
nos permite construir un paradigma diferente, solido, preciso y
novedoso, que logre establecer una práctica especialista en su
abordaje. Este planteo no es más que la vieja discusión entre las

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antinomias de individuo-sociedad, interno-externo, innato-adqui-
rido de los acalorados debates del 60 y 70 del siglo pasado. Hoy
se reactualiza en violencia de género, como una nueva oportuni-
dad epistemológica de resolver las disociaciones que provocan
los posicionamientos extremos y estancos.
En el primer momento epistemológico se observaba la supre-
macía del paradigma clínico, un modelo que mantuvo su hege-
monía 40/50 años aproximadamente. El segundo tiempo estuvo
moldeado por el surgimiento del paradigma sociocultural, que
surgió a los fines de los 70 y principio de los 80 del siglo pasado.
Desde su revolución hasta la actualidad, quedo coexistiendo con
el paradigma clínico y en estos últimos años se inició la tensión
y el debate político, filosófico y técnico. Este tercer tiempo nos
encuentra fortalecido y con la clara convicción que es necesario la
interacción entre ambos modelos. Pero no como una idea ingenua
de sumar posibilidades y crear un eclecticismo acérrimo o inge-
nuo, sino como parte de la construcción de un nuevo paradigma
interaccionista, integrativo y psicosociocultural, por arriesgar una
significación. A la complejidad de una problemática hay que darle
respuestas unificadas, profundas, contundentes y decididamente
integrales. Este planteo es una manera de superar la aseveración
de la historiadora norteamericana Linda Gordon, cuando enfatiza
que las explicaciones y preponderancia de un modelo sobre otro,
depende del pensamiento político de la época, es decir de su ras-
go de época. Para la gran autora, las explicaciones psicológicas
ganarían terreno en tiempos conservadores y las sociológicas en
tiempos más progresistas. Creo que ambas investigan, aportan,
debaten, intervienen y recortan la realidad en distintos momentos;
de lo que se trata es integrarlas.

4). La inespecificidad de los instrumentos


de valoración de riesgo en violencia
de género Intrafamiliar:
En violencia machista, es de fundamental importancia la valo-
ración de riesgo de una situación, cuando se realiza una entrevista
con un varón, sea presencial o telefónica. Por ello se han diseña-

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dos varios instrumentos (en base a indicadores) para la valoración
de violencia en el ámbito intrafamiliar, debido a su especificidad.
El paradigma clínico aporta un sinnúmero de instrumentos para la
valoración de riesgo en violencia, el SARA (todas sus versiones),
HCR-20, EPV Y EPV-R (mixto), entre otros. El paradigma socio-
cultural acerca lo relacionado a las “distorsiones cognitivas” que
se asocian a los roles de género, enfatizando sobre las creencias
e ideas machistas que pudiera tener un varón y que desencade-
narían el ejercicio de su violencia. En ambos casos, si bien son
utilizados en las instituciones especialistas como herramientas
para la valoración de riesgo, presentan sus dificultades en la prác-
tica profesional. Los instrumentos con enfoques clínicos están
diseñados en ámbitos de intervención y poblaciones diferentes
a las que acostumbramos intervenir, tales como población carce-
laria, pacientes psiquiátricos, y personas con frondosas causas
penales. Los instrumentos socioculturales, si bien más acordes a
nuestra labor cotidiana, aparecen como muy generales a la hora
de valorar situaciones específicas y desencadenantes puntuales
de comportamientos violentos. A su vez se encuentra en fase de
cuestionamiento el concepto en sí de “distorsiones cognitivas”,
por asociarlo a una enfermedad y por considerar que los varones
no distorsionan la cultura en sus creencias y pensamientos, más
bien la reproduce tal cual fueron constituidas.
Para nuestro medio, tales herramientas, si bien se presentan
como muy valiosa, son poco específicas para una evaluación
precisa y contundente, debido a la propia intervención y a la po-
blación usuario de nuestro servicio, varones denunciados por
violencia de género que en su gran mayoría no poseen trastor-
nos o psicopatología, ni aun son persona privados de la libertad
por años. Poseen causas de violencia, estuvieron detenidos,
pero por incumplimientos de restricciones o exclusiones, no por
expedientes (delincuencia) como los estudios que dieron origen
a los anteriores instrumentos. A ello se le agregan los varones
que concurren de manera voluntaria, para trabajar su violencia.
Una de las maneras de iniciar un proceso que culmine en
la interacción de paradigmas, con la connotación de la debida
complejidad de la problemática, es realizar estudios previos so-

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bre los indicadores que presentan los instrumentos tradiciona-
les en cuestión. Es decir, considerar la frecuencia e incidencia
que tiene los indicadores cuando aplicamos los instrumentos
clásicos a los usuarios del servicio o en la consulta particular.
Cuando se tenga un panorama global de la ponderación de los
indicadores, se pasará a otra fase, que es la construcción de un
instrumento local que nos permita una valoración más integral y
específica a nuestra población. Como fase final será la valida-
ción de ese instrumento, que deberá incluir indicadores puros o
específicos del paradigma clínico, ítems del paradigma sociocul-
tural, los propios de la experiencia profesional y de la interacción
de ambos modelos.
La valoración de riesgo es uno de los objetivos centrales de
la intervención con varones que ejercen violencia. Por ello es
necesario que los instrumentos sean contundentes y precisos
en el momento que asistamos a un varón. Utilizar un instrumento
validado académicamente, pero no especifico a nuestra inter-
vención y población, corremos el riesgo de que la evaluación
nos arroje conclusiones erróneas, del tipo bajo o moderado ries-
go. Por otro lado, el utilizar instrumentos relacionados con las
distorsiones cognitivas exclusivamente, nos puede arrojar resul-
tados alto riesgo en la mayoría de los casos, pero sin factores
desencadenantes individuales. De ahí la necesidad de la cons-
trucción de herramientas locales para la intervención profesio-
nal, en nuestro campo y población especifica. Herramientas que
no estarán validadas por estudios académicos con metodología,
pero que nos acercara a la valoración correcta de quien estamos
entrevistando y realizando el seguimiento correspondiente. Tra-
bajar en violencia, con varones que ejercen violencia, no admite
errores, por ello es necesario instrumentar lo más efectivo para
prevenir nuevos comportamientos de violencia, enfocándose en
la prevención secundaria y terciaria. Recordemos que una va-
loración correcta, incluye los datos objetivos de un instrumento
y los datos subjetivos de la experiencia del profesional. Las in-
teracciones de estas dos vertientes nos permiten cumplimentar
varios objetivos a la vez: realizar un informe técnico, dirigido a
alguna autoridad competente que instrumente una medida pre-

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ventiva urgente, elaborar la estrategia terapéutica con el varón
a largo plazo, establecer in situ una intervención atinada para
evitar un nuevo comportamiento violento inminente. En sínte-
sis, una valoración precisa permite evitar nuevos hechos de vio-
lencia que provoquen daño a la persona que lo sufre, nuevas
complicaciones legales y sanitarias al varón, e inconvenientes
éticos-legales al profesional y su institución.

5). Los enfoques, modelos y posicionamientos


en la intervención a varones que ejercen violencia:
La sociedad occidental se caracteriza por los pensamientos
dicotómicos, que por lo general suelen ser dos posturas las que
luchan por comprender, analizar e intervenir sobre la realidad
existente. En violencia sucede con los paradigmas y sus ins-
trumentos, pero también lo observamos con la modalidad de
intervenir con los varones durante el proceso terapéutico, ya
sea presencial o telefónico. Existe un modo tradicional del tipo
confrontativo y otra manera motivacional de intervenir, ambas
posturas gozan de buena salud y son actuales. En este caso
sucede diferente que los paradigmas, antes explicados. La pos-
tura confrontativa, proviene de las lecturas e intervenciones del
paradigma de género y la posición motivacional del modelo clí-
nico por excelencia. Esta complejidad proviene del hecho que
la violencia de género está en el escenario actual y diversas
posturas intentan interpretarlas, las clásicas, las actuales y las
interaccionistas o integrativas.
El modelo confrontativo supone que por ser un problema de
creencias y pensamientos machista lo que provoca las conduc-
tas violentas del varón, la confrontación de ideas, puede permitir
los cambios necesarios para la modificación de actitudes y con-
ceptos que el usuario utiliza y que son caldo de cultivo para la
violencia. El debate de ideas, conceptos y creencias, ofrecería
la posibilidad al varón del cambio paulatino de su posicionamien-
to como “macho”. Los trabajos con varones desde un inicio se
plantearon de esta manera y seguramente dio sus frutos en la
práctica, todos los comienzos son importantes y dignos de tener

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en cuenta. Era el momento de los espacios socioeducativos por
excelencias, llevada adelante en primeras instancias por ONG,
pero que luego se desplego en ámbitos estatales también. Sin
embargo, esta manera de intervenir, trajo sus complicaciones
y contradicciones a la hora de la evaluación técnica de un pro-
grama de intervención. Demasiada deserción, aumento de me-
canismos de defensas que hacían impenetrable la intervención
posterior, enojos de los usuarios por la supuesta agresión ver-
bal recibida, bajo impacto del programa en la realidad y muchos
diagnósticos de trastornos relacionados con la impulsividad. De-
cirle a un varón, denunciado por violencia, cuando considera en
primera instancia que es injusta la denuncia, “ahora el poder lo
tengo yo y vas hacer lo que yo te diga”, escapa a toda posibilidad
de intervención presente y futura. Se produce enojo, se pier-
de la confianza, se rompe el vínculo y el usuario posiblemente
no vuelva más, independientemente de la orden judicial. Esta
práctica, utilizada como recurso técnico, partía de que el varón
ejercía el poder sobre el resto de las personas con quien se vin-
culaba y era necesario correrlo de ese poder, para que vivencie
lo que siente una persona al cual subordinó. Como si un varón
de nuestra sociedad no hubiera vivenciado la subordinación en
su trabajo, en la calle, con las fuerzas de seguridad, etc. Los
excesos de diagnósticos de inestabilidad emocional o trastor-
nos de la personalidad, también eran comunes. Sin embargo,
cuando a esas personas se le aplicaba un enfoque motivacional,
lograban modificar sus actitudes y el trastorno declinaba; eran
los mecanismos defensivos los que operaban y no la estructura
de personalidad del usuario. Por estos motivos, este posiciona-
miento profesional, sin alejarse definitivamente, poco a poco fue
dejando paso al enfoque motivacional. Esta vez el paradigma
clínico realiza un aporte fundamental y novedoso para la proble-
mática violencia de género en el ámbito familiar.
El modelo motivacional, que proviene de la intervención clí-
nica de personas con problema de consumo de sustancias psi-
coactivas, fue ganando terreno en el trabajo con varones que
ejercen violencia. Esto se produjo por el hecho de que, si bien
las problemáticas son diferentes, poseen puntos en común. El

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no reconocimiento de que sus comportamientos afectan a los
vínculos y a la propia persona, la negación de la situación, la
desmotivación para cambiar, el enojo por las intervenciones judi-
ciales, aparecen como los temas centrales para trabajar. El atra-
pamiento en una concepción o categoría misógina es tan fuerte
que no es basta con un debate de ideas desde lo mental-racio-
nal, es necesario introducirse en la subjetividad profunda para
contribuir a su modificación y al proceso terapéutico.
Cuando se aplica el instrumento autoadministrado URICA-
DV, y la escala de motivación al cambio de Prochaska y Di
Clemente, surge que la mayoría de los varones están en etapas
sin intención de cambio. La etapa Precontemplativa donde el
usuario no reconoce el problema y no necita cambiar, la etapa
contemplativa donde se reconoce algún problema y se encuentra
ambivalente en relación a los cambios. Estas fases, que son
en síntesis el posicionamiento del varón frente al conflicto o a
la situación de violencia ejercida, surgen en las personas con
problema de consumo de sustancias psicoactivas y comparten
los criterios con los varones que ejercen violencia, ya sean
denunciados o “voluntarios”.
Cuando los varones asisten a una entrevista de admisión indi-
vidual, a un grupo de trabajo o a seguimiento telefónico, segura-
mente estarán en estas etapas, por lo tanto, la confrontación de
ideas no sería pertinente. Es el modelo motivacional con todas
sus herramientas que surge como la mejor forma de acercarse y
generar adhesión al proceso terapéutico o socioeducativo. Cuan-
do el usuario inicia el reconocimiento de que sus pensamientos se
trasforman en conductas violentas y que las concepciones pue-
den cambiar para mejorar sus vínculos, se puede ir incorporando
paulatinamente confrontaciones de sus pensamientos. Sin em-
bargo, es de destacar que confrontar ideas no significa un posi-
cionamiento agresivo de parte del profesional con la persona, sino
una manera de ofrecer al varón un espacio para que cuestione
sus pensamientos y comportamientos. Tampoco la intervención
de los modelos es lineal, es decir en primera instancia motivacio-
nal y luego confrontativo. Ello va a depender de la situación del
usuario y su evolución. Esto nos va a permitir ir logrando la trian-

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gulación de posicionamiento, con una nueva manera de interve-
nir. La interacción de los paradigmas, sus concepciones, técnicas
y herramientas echan luz a la problemática de violencia de género
y más aún cuando se intervine con varones.

6). Las creencias (pensamientos machistas)


como el componente fundamental
del comportamiento violento:
El paradigma clínico clásico enfatizó y transmitió la idea de
que los comportamientos violentos son desencadenados por
trastornos de la personalidad, psicopatologías severas, enfer-
medades mentales o una personalidad inestable, producto de
una constitución subjetiva endeble. El paradigma sociocultural
(con perspectiva de género), hace hincapié en las creencias ma-
chistas construidas por nuestra cultura, que se utilizarían como
modelo de interpretación de la realidad, las que actuarían direc-
tamente y determinarían las conductas violentas.
Lo evidente es que detrás de todo comportamiento violento,
hay un pensamiento misógino que lo moldea. Seguramente ese
pensamiento o cognición (atrapamiento cognitivo de una cate-
goría misógina) o insistencia de sentido (que repite y recurre)
obra sobre la estructura psíquica del varón, diseñando de esta
manera el grado, el tipo y la virulencia de la conducta violenta.
Esta categoría subjetiva y prejuiciosa del varón está presente en
todas las personalidades, aunque su acción es diferente en cada
una de ellas. Una persona con diagnóstico de psicosis, elegirá
a una mujer para descargar toda la virulencia de su enferme-
dad, posiblemente sus comportamientos violentos no se dirijan a
cualquier persona de la sociedad. Tal comprobación, nos permi-
te evidenciar que los pensamientos machistas, están presentes
y operan sobre una personalidad psicótica o con el resto de los
trastornos psicológicos; también sobre una persona saludable.
De esta manera podemos recibir el aporte de los dos paradig-
mas en cuestión y observar como interaccionan o se integran en
la subjetividad de los varones.

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Lo importante es reconocer que no habría tal paso al acto
sin pensamiento, como lo ideo y construyo el paradigma clíni-
co clásico y tradicional, todo está moldeado por las creencias,
forjadas por nuestra cultura occidental. Es de ésta manera que
se puede explicar los diferentes tipos, intensidades, frecuencias
y gravedad de los comportamientos violentos. Es una realidad
que los varones pensamos de manera misógina, la cultura nos
auspicia, el contexto ofrece todas las posibilidades y opciones.
Sin embargo, no todos los varones agreden física y sexualmen-
te, o cometen Feminicidios contra sus parejas, la subjetividad, la
individualidad entra en escena y ese pensamiento opera sobre
esa estructura, generando los diferentes matices de los compor-
tamientos de violencia. Como reza una famosa frase psicoana-
lítica: “El uno por uno, Todos”.
Desde este planteo, es necesario la realización de un diag-
nóstico diferencial con cada uno de los usuarios varones que
entrevistamos o realizamos un seguimiento. Si bien los tipos de
intervenciones, contenidos y técnicas grupales o individuales son
similares, las constituciones de la subjetividad son diferentes en
cada uno de ellos y por ende los efectos producidos también. Esto
nos lleva a plantearnos una pregunta precisa, sobre la posibilidad
de asistir a personas con psicopatologías o trastornos de la perso-
nalidad. La respuesta es contundente, ya que, si todos los varones
interponen categorías patriarcales en sus vínculos, pensamientos
e interpretaciones de la realidad cultural, los varones con algún
tipo de enfermedades mentales también poseen atrapamientos
cognitivos. Lo que se necesita es tener un diagnostico especifi-
co, el tratamiento médico-psiquiátrico correspondiente y luego la
intervención psicosocioeducativo con perspectiva de género. Un
varón con psicosis suele ejercer violencia hacia una mujer (pareja,
novia, madre, hermana, compañera de trabajo), no hacia cual-
quier ciudadano con el cual se vincula. Es por ello que necesita
el trabajo interno como varón, integrante de esta sociedad pa-
triarcal, independientemente de su estructura de la personalidad y
sus respectivos tratamientos en salud mental. Solo aquellas per-
sonalidades psicopáticas (Con un diagnostico establecido) no es
posible el abordaje de violencia desde la perspectiva de género.

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Es conocido que las persona con ciertos TAP (Trastorno Antisocial
de la Personalidad), aprenden lo impartido, pero no para modificar
su mundo interno, sino para utilizarlo en su beneficio; en este caso
continuar el sometimiento del otro. Es de fundamental importan-
cia que la psicopatía sea diagnosticada (PCL u otro instrumento)
para no confundirlos con mecanismos defensivos (que expresen
rigidez e insensibilidad) propios del inicio de un proceso y el uso
excesivo del modelo confrontativo.
En problema de la rigidez de los pensamientos, la ausencia
de afectación en los sentimientos y la brutalidad de los compor-
tamientos en los varones que ejercen violencia, siempre fue un
objetivo de estudio del paradigma clínico. En muchos casos, la
psiquiatría dinámica diagnosticó con alguna psicopatología a las
personas con tales características, en especial aquellos varones
que poseían tal rigidez. Sin ánimo de incursionar en un debate
sobre tales aseveraciones, la experiencia nos demuestra que en
muchos casos los usuarios con esos rasgos, no entraban en ca-
tegorías nosografías clásicas. Utilizando un enfoque motivacio-
nal, los pensamientos se flexibilizaban, los sentimientos surgían
y los comportamientos disminuían en frecuencia y gravedad. Era
necesario un diagnóstico diferencial, donde se evalúe si la per-
sona presentaba esos rasgos en todos sus ámbitos de la vida
cotidiana. Si los pensamientos, sentimientos y comportamientos
rígidos eran comunes en los vínculos afectivos, laborales, comu-
nitarios, podríamos considerar la posibilidad de un trastorno de
la personalidad o una psicopatología. En cambio, si tales rasgos
solo están presentes en relación a sus vínculos, a las mujeres y
otros géneros, estamos frente a un atrapamiento de un pensa-
miento misógino, que con una intervención psicosocioeducativo,
con enfoque motivacional cederá. Nuevamente la interacción de
los paradigmas hecha luz, luz y más luz a nuestra problemáti-
ca. El diagnóstico diferencial nos permite ver el interjuego entre
lo subjetivo y lo sociocultural. Ello es importante debido a que
cuando se valora un varón que ejerce violencia se debe pen-
sar en la estrategia terapéutica que en ese momento necesita
la persona. Es decir, tratamiento en salud mental si posee una
psicopatología severa que provoca comportamientos agresivos,

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intervención psicosocioeducativo si la violencia es producida por
su posicionamiento machista o ambos procesos terapéuticos a
la vez. El profesional o facilitador especialista debe estar atento
al diagnóstico diferencial y a la propuesta terapéutica especifica.

7). La discusión sobre los “cambios”


de comportamientos en los varones
que ejercen violencia:
En este contexto actual de cuestionamiento al patriarcado y
su consecuencia más cruda, la violencia machista, es posible
escuchar posicionamientos en relación al problema del cambio
de conductas en los varones. El aumento de las denuncias por
violencia, la reincidencia, los Feminicidio, el tratamiento que se
le otorga en los medios, la crueldad de nuevas formas de vio-
lencia, es lógico de concluir que los varones no modifican sus
pensamientos y por ello tampoco los comportamientos hacia las
mujeres y otres géneros. Desde este punto de vista se escuchan
los planteos siguientes: “no se debe invertir presupuesto estatal
para asistir a varones violentos”, “No sirven los tratamientos rea-
lizados”, “deben estar detenidos aquellos varones denunciados”,
“están muy enfermos”, y un largo etc.
Lo poco comprensible es que se plantea que el problema de la
violencia de género, no debe pertenecer al ámbito de salud men-
tal, ya que no es una enfermedad, por ende, es una cuestión so-
cial y cultural, debiendo ser trabajado desde este posicionamiento
teórico; lo que es lógico. Por lo tanto, es necesario reflexionar lo
siguiente: si es un problema de creencias y pensamientos machis-
tas lo que definitivamente provoca la violencia, no se comprende
la razón por lo cual no se podría trabajar las concepciones de los
varones. Porque si no tiene solución, realmente sería una enfer-
medad incurable y debería ser tratada por psiquiatría y psicología
clínica exclusivamente; es decir volver al paradigma clínico-crimi-
nológico tradicional. Para comprender de manera integral esta
problemática compleja y alejarse del enredo teórico, podemos tra-
bajarlo de un modo simple y profundo a la vez.

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En las actividades con los varones, ya sean grupales o indivi-
duales, dentro de un proceso Psicosocioeducativo o Motivacio-
nal, se utilizan algunas técnicas para trabajar el ejercicio de la
violencia contra las mujeres. Entre ellas se rescata el ciclo de la
violencia, donde aparecen delimitadas las etapas, con compo-
nentes claros en cada una de ellas. Al varón le es útil, no solo
registrar, sino también trabajar de manera reflexiva y vivencial,
cada fase, brindando herramientas precisas para la prevención,
que luego son utilizadas para sus vínculos, especialmente con
sus parejas. Registrar los momentos que se acumula la ten-
sión, los pasos previos a la explosión violenta y la necesidad de
acuerdos democráticos y equitativos, sumados a la comunica-
ción asertiva en la luna de miel, son algunos elementos trabaja-
dos durante las arduas sesiones.
Cuando se hace el ejercicio del ciclo de la violencia con varo-
nes y se repasa las etapas, aparecen con claridad ciertos axio-
mas inamovibles, propios de nuestra cultura. Entre la fase de
acumulación de la tensión y la explosión violenta, surgen pala-
bras claves que llevan a una persona a decidir ejercer violen-
cia ante una determinada situación. Estas palabras siempre se
repiten, independientemente de la clase social, nivel educativo,
etnia o religión de la persona que la piensa y la vivencia; es-
tán presentes previos al comportamiento violento dirigido hacia
una mujer u otros géneros. Tales palabras son: HISTERICA,
INSOPORTABLE, DESALMADA, FRIGIDA, DECEREBRADA,
INCOMPRENSIBLE, PROVOCADORA, FRIA, ES MIA, IN-
FLUENCIABLE/INFANTIL, SENTIMENTAL, DEMONIACA. En
otras oportunidades las palabras forman pequeñas frases, pero
con un similar significado, entre ellas: NO REALIZO LAS TA-
REAS DE LA CASA, NO ATENDIO A LOS NIÑOS, NO HABIA
LIMPIADO, NO TENIA LA COMIDA LISTA CUANDO LLEGUE,
SALIO CON SUS AMIGAS, NO ME ATENDIÓ, NO ME ENTEN-
DIÓ, ME QUIZO PONER EN FALTA. Tales palabras o frases, en
realidad son verdaderos conceptos y creencias (demandas de
servicios de los varones hacia las mujeres) que están arraigadas
en nuestra sociedad y fueron elaboradas por las grandes cons-
trucciones hegemónicas que durante treinta siglos estuvieron

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horadando nuestras cabezas, cuerpos y espíritus.
El mecanismo del ejercicio de la violencia, al menos durante
el proceso entre la acumulación de la tensión y la explosión vio-
lenta, es simple en primera instancia. Se genera un pensamien-
to, este crea un sentimiento (que no es emoción), de acuerdo a
esa cognición, y se produce el comportamiento agresivo. La fór-
mula seria Pensamiento + Sentimiento = Comportamiento,
según lo observado durante el trabajo con varones que ejercen
violencia. Siempre se inicia con un pensamiento, que genera un
sentimiento negativo, y que culmina con una conducta violenta.
Lo más sorprendente es que los pensamientos de los varones
son siempre los mismos, el pensar que su pareja, esposa, no-
via o ex pareja son histéricas, lo está provocando, son frías, no
tiene alma, son un bien u objeto propio, son sentimentaloide,
etc. También las demandas de servicio constituidas en frases
simples, son las que originan un sentimiento negativo que lleva
a un varón a ejercer violencia, no hacia cualquier persona, sino a
una mujer. Es decir, la formula explosiva se origina en los pensa-
mientos o creencias machistas que tienen los hombres sobre las
mujeres, que tienen sus raíces en los pilares de la desigualdad
de género. Obviamente que en una primera instancia los varo-
nes no reconocen tales cogniciones, insistiendo que no habían
pensado en nada cuando agredieron. Se necesitan técnicas
motivacionales y de relajación específicas para que surjan los
pensamientos machistas y se inicie el trabajo reflexivo-vivencial
correspondiente. La técnica del ciclo de la violencia adaptada a
varones, se profundiza más adelante en este mismo texto.
El lector atento podrá observar y comprobar que los pensa-
mientos que surgen, previos al comportamiento violento, son los
productos de nuestra cultura. Que tales creencias individuales,
son en realidad sociales, construidas durante los treinta siglos
de nuestra cultura occidental y que se han ido elaborando, ree-
laborando y reproduciendo en cada etapa de nuestra sociedad,
constituyendo un núcleo rígido en la cognición de cada uno de
nosotros. Del origen de estas palabras-pensamientos se trata
nuestro trabajo, este ejemplo es solo un pequeño aspecto de
la manera que obra en nuestro sistema cognitivo, comporta-

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mental, corporal, vivencial y espiritual, extendiéndose hacia
la personalidad toda. Un hombre que considera que la pareja
es una histérica e insoportable y que lo está provocando, que
como sabemos es una concepción elaborada y alimentada por
varias construcciones hegemónicas (Medicina Griega, Roman-
ticismo, Psicoanálisis, entre otros), seguramente fomentara un
sentimiento negativo durante la acumulación de la tensión y que
explotara violentamente, ya sea de manera verbal, psicológica o
física. Es necesario pensar que la acumulación de la tensión se
fue produciendo durante un tiempo determinado y que en ese
tiempo pensó varias veces que su pareja (o la mujer) es una
histriónica, insoportable y provocadora. Todo este pensamiento
se fue acumulando y generando un sentimiento negativo que ex-
plotó en un nuevo hecho de violencia. Cabe destacar que solo lo
estamos presentando de una manera simple para hacerlo practi-
co, porque es la estructura o esquema de pensamiento y acción
que lleva al ejercicio de la violencia. Luego es necesario com-
plejizar con los demás ámbitos del Ser Humano que llevan a un
comportamiento determinado; pero la base está planteada. En el
capítulo tres con la técnica vivencial terapéutica, se abordará en
su complejidad e integralidad.
Durante este trabajo se intenta que el varón modifique su
pensamiento machista, que es el caldo de cultivo del ejercicio
de su violencia. El resultado en sus vínculos suele ser positivo,
a medida que se va trabajando para que cambie sus concepcio-
nes tradicionales. Se intenta con técnicas específicas, el surgi-
miento de un pensamiento alternativo, que permita una reflexión
diferente. Que en lugar de ubicar las palabras-creencias utiliza-
das, coloque otros conceptos no prejuiciosos sobre las mujeres.
Que la base para interpretar la realidad cotidiana sea a través
de una cognición distinta a como lo hacía anteriormente. Que
el varón ejercite otra creencia en relación a la situación conflicti-
va o cotidiana con su compañera. Ese nuevo pensamiento que
va surgiendo, es la semilla para modificar los sentimientos y los
comportamientos. El trabajo final es que lo que piense un varón
sobre la mujer sea con equidad de género, eliminado las pa-
labras o creencias producidas por las grandes construcciones

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hegemónicas de nuestra cultura occidental. El trabajar de esta
manera ha dado muchos resultados en varones que habían sido
denunciados por violencia y en varones “voluntarios” que habían
decidido trabajar su machismo, previo a una denuncia judicial.
En una sociedad tan racional y materialista como la nuestra,
era obvio que la razón, las cogniciones y los pensamientos eran
importante a la hora de moldear nuestros comportamientos y
vínculos afectivos. Sin embargo, lo que llama la atención es que
los pensamientos que surgen son “intactos” a los que se fueron
caldeando en la historia y que más allá de las singularizaciones
propias de cada persona, se cuelan sin filtros y mediaciones.
Aparecen en cada acto, tal como fueron elaboradas y reproduci-
das en su contexto de producción y reproducción, e insisto más
allá de la clase social, nivel educativo, etnias o religión.
En varias técnicas instrumentadas durante el trabajo con va-
rones, siempre se realiza una prueba con estas características,
y las palabras y frases están presentes. Luego con el tiempo y
con un trabajo reflexivo, motivacional y vivencial-terapéutico se
logra paulatinamente que ese pensamiento machista y prejui-
cioso vaya cediendo a una manera de pensar las situaciones
conflictivas y vinculares de manera alternativa, a las racionali-
zaciones hegemónicas: Ello hasta lograr una manera igualita-
ria en las concepciones que ese varón tiene hacia las mujeres;
sean familiares o no. Con ello se concluye que son las creen-
cias machistas la principal causa de la violencia de género, es
decir las apropiaciones que hacen los varones de toda nuestra
producción histórica, social y cultural, reproduciéndola de ma-
nera DIRECTA E INTACTA Y A VECES INAMOVIBLES. Esas
categorías son las que producen los atrapamientos cognitivos o
las insistencias de sentido que van a obrar sobre la constitución
subjetiva de la persona. Es importante tener en cuenta, que al
trabajar con varones y construir nuestras intervenciones especí-
ficas, incorporemos las creencias y pensamientos patriarcales,
independientemente de nuestro encuadre utilizado.
Por lo tanto, ante la insistente pregunta, de si los varones
pueden cambiar, la repuesta es positiva y más aún si nos posi-

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cionamos ante la creencia de la posibilidad de la trasformación
humana. Lo que sucede es que, desde un punto de vista fe-
nomenológico, suele ser dificultoso concebir un cambio en los
varones, si observamos las cifras, los debates y el cuestiona-
miento social en la actualidad, sumado a la negación, resistencia
y reticencia que se observan en los mismos. Pero cuando se
trabaja directamente con ellos (en vivo y en directo), las modifi-
caciones se van observando cotidianamente, cuando se ponen
en contacto con el dolor y la violencia, siendo esta parte funda-
mental y fundacional del proceso de socialización que caracte-
riza las masculinidades hegemónicas (Stefano Barbero; 2021;
21). Rita Segato también enfatiza su posicionamiento humanista
cuando se refiere a varones, y dice con toda su trayectoria “que
el hombre que usa el recurso de la violencia es un hombre frá-
gil. Lo que se quiere exhibir como potencia es precisamente la
impotencia” (Segato; 2019; 32). Es decir que, el ejercicio de la
violencia puede estar significando un indicador de la posición
de vulnerabilidad, siendo su falta de autoconocimiento y de la
comprensión del poder y vulnerabilidad la que motivaría a los
varones a ejercer violencia (Segato; 2010; 50). Hay que expe-
rimentar en el trabajo con varones para obtener datos objetivos
sobre sus cambios a corto, mediano y largo plazo. Por tal motivo
la propuesta es siempre que las discusiones teóricas, estén liga-
das a las prácticas cotidianas.

8) El problema de la “novedad” de trabajar


con varones en los tiempos actuales.
Si bien es importante y destacado que diferentes sectores de
la sociedad se inmiscuyan en estos temas, no solo desde las
disciplinas académicas, sino también desde otros ámbitos de la
sociedad, es necesario mantener ciertos criterios para intervenir
con varones. Esto es debido a que muchas personas, con toda
la buena voluntad, inician esta difícil tarea, sin un conocimiento
arduo y trayectoria en la problemática de violencia de género,
violencia machista o simplemente masculinidades. Organizan
charlas, disertaciones, talleres o grupos de varones, y a veces

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varones judicializados por violencia familiar y de género, redu-
ciéndolo a ejercicios o técnicas generales para el auditorio, sin
ningún tipo de pruebas empíricas sobre los resultados y con-
secuencias. También existen aquellos que tienen el objetivo de
obtener dinero y poder en estos temas que son muy actuales en
nuestros contextos, aunque posiblemente sea un número redu-
cido. En este sentido un nuevo par antitético aparece en escena
y de manera brusca, amenazando provocar divisiones y rupturas
profundas en este camino de la igualdad entre los géneros.
En relación a este problema se ha producido un debate en-
tre dos posturas, en casi toda América, desde el norte, hasta el
sur. Aquellos partidarios de las Masculinidades y todos sus de-
rivados (nuevas masculinidades, masculinidades hegemónicas,
disidentes, criticas, toxicas, etc.) y los contrarios, que pugnan
por considerar que con los varones solo se debe discutir vio-
lencia machista, y desde su convocatoria a trabajar, conside-
rando que a los hombres no se le debe engañar. Los primeros
insisten con el planteo de convocar a los hombres a debatir los
costos que conducen el instrumentar las pautas del patriarcado
en nuestras vidas cotidianas, independientemente del uso de la
violencia. Los segundos enfatizan en el abandono del concepto
de masculinidades, por ser un posicionamiento androcéntrico,
que excluye a la violencia machista, como principal tema a tra-
bajar, sea individualmente o en grupo. En las masculinidades se
practican técnicas de abordaje, enfatizando las emociones de
los varones, las paternidades responsables, los vínculos salu-
dables, las reproducciones de tareas domésticas, la sexualidad
y los autocuidados de los varones, como las marcas más pro-
fundas del patriarcado que afectan este género. Insisten que a
los varones se lo deben convocar a trabajar estas acciones y no
necesariamente a combatir su violencia, ya que no asistirían de
manera directa. Es durante el proceso o encuentros que se irán
incluyendo técnicas que trabajen violencia de género, pero no
desde un principio. En contraposición a estos planteos, los faci-
litadores y teóricos del trabajo con hombres contra la violencia,
consideran que se deben convocar a los varones para trabajar
su violencia, sin engaños, y que los ejercicios deben incluir téc-

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nicas para dejar de violentar a sus parejas o familiares, desde
un principio. Luego de la disminución de la violencia, se podría
incorporar trabajos de deconstrucción, como platean los teóricos
de las masculinidades. Este debate fuerte y que provoca divisio-
nes en las filas de los varones que intentan influir en la realidad,
tiene una necesidad de explicación un tanto más profunda y con
ánimo de buscar una síntesis a este nuevo binarismo en la pro-
blemática de violencia de género o violencia machista.
El principal problema a resolver, es tener una cierta atención
de no permitir el ingreso del New Ege a esta discusión. Desde la
publicación del libro “La conspiración de acuario” de la filósofa
norteamericana Marilyn Fergunson en los años 80, esta corrien-
te no ha dejado de influir diferentes ámbitos de nuestra sociedad
y se plantea como un paradigma de abordajes, y no solo en
los sectores populares. Enfatizando en el ámbito espiritual del
ser humano, posee dos características fundamentales: el tras-
ladar conceptos, teorías y prácticas de otras disciplinas, donde
fueron comprobados científicamente, a sus nuevos ámbitos de
intervención, y el instrumentar liviana y superficialmente sus ha-
llazgos, sin ningún tipo de comprobación concreta y objetiva. La
psicología profunda de Carl Jung y la física cuántica, son las dos
disciplinas utilizadas por el new Ege, y que se suelen usar de
materia prima, para referirse a dimensiones, curaciones mágicas
y trasmutaciones espirituales, que nada tiene que ver con los ha-
llazgos realizados en sus áreas de orígenes. Todo ello suele su-
ceder con nuestra problemática de masculinidades y violencia,
entendiendo que es un ámbito que hace pocos años que inicia
su recorrido, y por ello, posiblemente existen estas desventuras.
En nuestro espacio se organizan largas jornadas para trabajar el
control de las emociones con varones o se enfatiza la implemen-
tación de lo motivacional como abordaje de las masculinidades.
El control de las emociones es un paso importante del proceso,
pero no el único y menos aún para deconstruir o trabajar de
manera integral la violencia. El enfoque motivacional es un mé-
todo fundado en una teoría con estudios de valides científica, no
consignas desparramadas, para generar interés en el auditorio,
como se suele realizar en estos ámbitos. La utilización de con-

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ceptos tales como Masculinidad toxica, también nos retrotrae a
momentos de la historia cuando la violencia era concebida como
una enfermedad, producida por toxinas o mal funcionamiento
de neuronas y sinapsis. En este sentido es fundamental imple-
mentar un trabajo integral y comprobado con personas forma-
das en violencia y género, independientemente de la profesión
que posea el coordinador, facilitador o terapeuta. Por tal motivo
es de fundamental importancia, no trasladar conceptos de otras
disciplinas, sin la suficiente corroboración, y menos aún instru-
mentarlo de manera superficial, en un ámbito tan sensible como
el trabajo con varones que ejercen violencia de género.
Algunos autores nos han advertido de la erosión del concepto
de masculinidades y su pérdida del criticismo de los primeros
momentos, cuando surgió. Debido a las numerosas significacio-
nes de los últimos años, se trasformó en un significante vacío y
reducido al sentido común y a una serie de rasgos de personali-
dad del individuo, referido a lo que son deben ser o hacen, lo que
se ha convenido en denominar en Psicología Pop, obviamente
por el énfasis puesto en la persona y por su liviandad en los sen-
tidos que expresan.
La otra cuestión es romper el binarismo de ambos posiciona-
mientos, el trabajar con masculinidades y sus derivados o interve-
nir exclusivamente con la violencia masculina, debido a que es un
debate infértil y con final incierto. Sin embargo, como propuesta
se puede practicar un intento de tomar los planteos de ambas
posturas y relacionarlos con fines operativos, incluyendo las críti-
cas de una sobre la otra y los acuerdos a que pueden acceder. Lo
podríamos pensar de la manera siguiente: 1- ambas posturas tie-
ne sus trayectorias comprobadas en el terreno y deberían acordar
evitar, o al menos debatir contra la superficialidad y la intrusión de
conceptos y prácticas sin sus debidas pruebas científicas. En sín-
tesis, ambas deberían mancomunarse para no permitir el ingreso
del New Ege al ámbito de discusión 2- La masculinidad no debe-
ría utilizarse independientemente de la violencia machista, sino
como parte de la misma. Todos los conocimientos que aportan las
masculinidades al servicio del trabajo con la violencia de género.
3-Retomar algunos de los derivados de las masculinidades para

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ensayar durante el trabajo con varones, el ideal de ser humano
que se aspira, sin posicionarlo como “el hombre nuevo “o “las
nuevas masculinidades”; es decir eliminar la masculinidad como
esencia, como identidad estática, sino como categoría de análisis.
4- Instrumentar técnicas y/o ejercicios que incluyan la deconstruc-
ción de la masculinidad y el trabajo con los comportamientos vio-
lentos. Rita Sagato insiste en la importancia de tener en cuenta los
mandatos de masculinidad, “Existe violencia de genero intra-ge-
nero, y la primera víctima del mandato de masculinidad son los
hombres: obligados a curvarse al pacto corporativo y a obedecer
sus reglas y jerarquías desde que ingresan a la vida en sociedad.
Es la familia la que los prepara para esto. La iniciación a la mas-
culinidad es un tránsito violentísimo. Esa violencia va más tarde
a reverter el mundo. Muchos hombres hoy se están retirando del
pacto corporativo, marcando un camino que va a transformar la
sociedad. Lo hacen por si, en primer lugar…” (Segato: 16: 2010).
A veces las interpretaciones son binarias, porque nos acostum-
bramos a las imposiciones y mandatos de la sociedad. 5- Que lo
planteado sea producto de las discusiones teóricas, con la prueba
de componentes, herramientas y conceptos en la experiencia, y
no solo discusiones teóricas, cuasi filosófica de posicionamientos
exclusivamente ideológicos. Es decir, estar de acuerdo o no, con
una de las partes del binarismo, pero por una tradición personal,
profesional o por adopción de una teoría, pero sin haberlo llevado
a la práctica en la intervención, estaríamos implementando ideo-
logía y no ciencia.
Como se viene planteando, la violencia es una problemática
compleja, como lo es el ser humano, por lo tanto, no es posible
abordarlo con un solo marco o encuadre teórico-práctico. Tam-
poco se está planteando el eclecticismo acérrimo o ingenuo, de
unificar criterios e integrar todo lo existente en la problemática
de violencia de género, sino se intenta superar los divisionis-
mos o parcializaciones en las concepciones que culminan en
resultados negativos, o al menos pocos integrales en la interven-
ción. Las concepciones que utilizamos para interpretar la reali-
dad, pueden abrir o cerrar caminos, es necesario estar atentos
y tener en cuenta que los usuarios que usufructúan nuestros

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servicios poseen sus recursos y potencialidades para integrar
en su vida cotidiana lo necesario para modificar sus pensamien-
tos, sentimientos y comportamientos. Mucho depende de noso-
tros, los facilitadores, terapeutas o personas que hayan decidido
emprender este viaje hacia la transformación de nuestra cultura
patriarcal. Cuando abordemos las posibilidades de evaluar los
cambios, continuaremos con esta discusión.
9). El Dilema de los varones que asisten
a varones que ejercen violencia.
En atención a varones que ejercen violencia surge un axioma
primordial, “todos los varones de alguna manera ejercen violen-
cia”. Por lo tanto, el profesional/facilitador/terapeuta varón que
atiende a otro varón, también ejerce violencia, de una u otra for-
ma, posiblemente de manera sutil. Este precepto fundamental
surge de la noción de violencia simbólica, construida y sostenida
a lo largo de la historia de nuestra cultura. Este reconocimiento
es muy importante para trabajar con varones, por varios motivos.
Todos somos parte de esta cultura patriarcal, por ello es imposi-
ble, quedarse fuera de las normas, costumbres y creencias de
la que somos parte y en muchas ocasiones también reforzamos.
Reconocerlo y trazar la evolución y el inicio de lo que puede ser
nuestra deconstrucción, permite posicionarnos de manera dife-
rentes y llegar a una intervención contundente, empatizando con
los varones, ya que nos reconocemos en algún momento como
ellos. Empatizar y motivar al varón para el cambio, no significa
que justifiquemos los pensamientos machistas, los sentimien-
tos negativos y los comportamientos violentos, es ponerse en
el lugar del otro, reconocerse y ayudar a la modificación de sus
creencias y pensamientos, objetivo de la intervención. El para-
digma clínico nos enseña nuevamente: “a medida que compren-
demos al otro, nos comprendemos nosotros mismos”.
En el ejercicio de la violencia no solo hay tipos, sino también
grados (frecuencia, intensidad, evolución, etc.). Posiblemente
las personas que trabajan con varones (profesionales o no) no
ejerzan violencias extremas y manifiestas, como suele aparecer
en los medios masivos de comunicación o en los usuarios que

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asisten, pero la violencia simbólica es un patrimonio de nuestra
cultura patriarcal, en la que todos los varones estamos inmersos y
la instrumentamos, de una u otra manera. La cultura crea catego-
rías teóricas y operativas, que nos permiten interpretar la realidad,
si las categorías son misóginas, se van a utilizar para diferentes
situaciones de la vida cotidiana, independientemente del tipo de
profesión que se ejerza. La recomendación es que los profesio-
nales que trabajen con varones que ejercen violencia, practiquen
las mismas técnicas ofrecidas a los destinatarios, sean denuncia-
dos o voluntarios. Cuando surge algún inconveniente, conflicto o
situación de violencia menor con alguna mujer (ámbito familiar,
laboral, comunitario), preguntarse sobre nuestras imposiciones o
demandas de servicios como varones. Tener presente la esencia
del concepto de violencia, resistencia y agresión, con el objetivo
de discriminarlo, reconocerlo, comprenderlo y disminuirlo. Profun-
dizar de manera reflexiva las demandas de servicios que se os-
tenta como varón y especialmente los pensamientos misóginos
que surgieron del contexto o la situación particular y que se trans-
formaron en sentimientos negativos y comportamientos violentos,
está la clave de los facilitadores o terapeutas. Tener presente el
mecanismo constante que opera sobre nosotros de manera coti-
diana, es otra tarea puntual que debemos llevar a cabo: el sistema
sexo-genero, como el brazo más sutil del patriarcado. En términos
pragmáticos, los varones que lean este libro y decidan trabajar
con sus pares, deberían en sus inicios practicar y auto practicar
las tres técnicas presentadas en el texto o todas aquellas que
ofrezcan en sus intervenciones.
Es necesario comprender que muchas de las situaciones en
la que participan los varones generan situaciones tensas y con-
flictivas, que culminan con el ejercicio de algún tipo de violencia,
más aún si se refieren a vínculos con mujeres, niños, adultos
mayores u otros géneros. Uno de los productos sutiles y a ve-
ces imperceptibles de la violencia simbólica, es la imposición de
proyectos, ideas, tareas y formas de ser, que suelen generar
resistencias en las demás personas. La imposición varonil es
un comportamiento propio en nuestra sociedad, que refleja las
desigualdades y las concepciones de superioridad que nues-

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tra cultura nos inviste. Por ello es necesario prestar atención a
nuestras actitudes, acciones y maneras de proceder en un vín-
culo, ya sean afectivos, laborales o circunstanciales. Por ello es
necesaria la revisión permanente de nuestras maneras de pen-
sar, sentir y hacer, e iniciar un proceso de deconstrucción, que
nos permitirá modificar nuestra vida y las de los otros. Una frase
que hizo historia emerge con fuerza “transformar la realidad y
transformarse uno mismo”, debería ser una meta.
10). La antinomia individual/grupal
en el trabajo con varones.
Este último ítem debería ser innecesario introducirlo y plan-
tearlo, justamente en un contexto donde deberíamos haber su-
perado las antinomias de la década del sesenta/setenta del siglo
pasado. Sin embargo, hace algún tiempo y como parte del flore-
cimiento del trabajo con varones, acompañado por numerosos
libros publicados, se insiste en la necesidad de continuar con los
pares antinómicos. Si bien ésto nos da un indicio de que esta
problemática reactualiza las discusiones que aún no han sido
saldadas, es conveniente decir algo al respecto, partiendo de la
experiencia de años.
Los planteos que se suscitan son los siguientes: Por un lado,
lxs facilitadorxs o profesionales con formación en Clínica, con-
sideran que el trabajo individual en una sesión es la modalidad
más atinada, argumentando las características del encuadre (Lo
terapéutico). Por otro lado, lxs que se posicionan desde el pa-
radigma sociocultural, insisten en las atribuciones más positivas
del grupo de trabajo (Psicosocioeducativo). En realidad, lo que
se está priorizando son los marcos teóricos de los “protagonis-
tas” y enfatizando las características de los paradigmas, tantas
veces ya discutidos. De lo que necesitamos en las intervencio-
nes es la integración de los dispositivos, no la parcialización o
fragmentación.
Insistimos que quien plantea esos posicionamientos, son los
profesionales o académicos, no los usuarios, y menos aún los
que están directamente y en contacto de manera cotidiana con
los varones que ejercen violencia. Veamos algunas cuestiones

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a tener en cuenta, que surgen directamente de la experiencia:
1. Todos los instrumentos, herramientas, técnicas y modalida-
des presentadas en este texto, fueron implementadas tanto en
intervenciones grupales, como individuales. 2. No se observó
diferencias en los resultados con los varones, en las intervencio-
nes individuales y grupales. 3. Solo en aquellos casos que los
varones debían trabajar aspectos más “delicados” y “graves” en
el ejercicio de su violencia, fue conveniente un trabajo individual,
en una sesión especial. 4. Las técnicas de trabajo que se apli-
can en los grupos, son trabajadas y vivenciadas en los varones
de manera individual, independientemente que la modalidad sea
en una sesión individual o grupal; porque obedece a las carac-
terísticas de su subjetividad. 5. En aquellos varones donde la
efectividad fue dificultosa observar, no correspondía a factores
relacionados con la modalidad, sino por problemas de trastornos
o retrasos en los usuarios. 6. Los aportes de la piscología, psi-
quiatría, ciencias de la comunicación, antropología, sociología,
ciencias de la educación, etc, fueron integrados a todos los dis-
positivos de intervención, incluidos las dinámicas grupales y los
abordajes individuales.
Finalmente se recomienda al lector, leer todo el libro de mane-
ra integral, implementarlo tal cual aparece en las páginas siguien-
tes y luego releer este último punto. En ésta medida es posible
comprender de manera profunda las falsas antinomias difundidas,
caso contrario será limitada. Tal recomendación se realiza, como
una forma de evitar discusiones innecesarias que solo postulan
marcos teóricos y no conducen a obtener resultados efectivos con
los varones, fin último de todo este arduo proceso.

Conclusiones:
- En las problemáticas sensibles y emergentes, como es la
violencia de género o violencia machista, primero es necesario
abordar a las personas que lo sufren y se encuentran vulnera-
bles. Sin embargo, al ser un problema complejo, es necesario
responder de manera integral e iniciar un proceso de incorporar
a los demás actores involucrados; en nuestro caso, los varones

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que ejercen violencia.
- En todo comportamiento de violencia, no importa el tipo y fre-
cuencia, se evidencia un pensamiento machista que lo precede,
incluso en la persona con algún trastorno, enfermedad mental o
psicopatología. Las condiciones subjetivas condicionan la inten-
sidad y gravedad de tales pensamientos y conductas violentas.
- Los varones logran modificar sus pensamientos y por ende
sus sentimientos y comportamientos de violencia, a través de
técnicas precisas que permitan acceder a un pensamiento alter-
nativo a sus cogniciones machistas. Por ello es necesario que
los varones que asisten a otros varones, implementen las mis-
mas técnicas para trabajar su machismo y su eventual violencia.
- Para el trabajo con varones es necesario la interacción de
paradigmas, técnicas y posicionamiento teóricos, logrando una
triangulación de enfoques que se vean reflejados en la interven-
ción terapéutica, valoración de riesgo y en el posicionamiento pro-
fesional frente al usuario y su situación particular. Más que aban-
donar el encuadre que fuimos construyendo, es necesario que la
perspectiva de género, atraviese ese encuadre y lo resignifique.
- El estudio de las masculinidades es de gran valor para tra-
bajar con varones que ejercen violencia de género, si lo incorpo-
ramos con seriedad, honestidad, cientificidad y complejizando la
problemática o el ámbito de intervención, será un concepto muy
útil. Es necesario tener presente que, al ser una temática nueva,
comparada con otras, es posible que ciertos posicionamientos
ideológicos ingresen al espacio con fines diferentes a los plan-
teados en este texto.

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Dispositivo de Intervención Motivacional
para varones que ejercen violencia familiar y de género.

Introducción al enfoque motivacional


“Si buscas resultados positivos
no hagas siempre lo mismo”.
(Albert Einstein-Físico Alemán).

“Uno de los criterios básicos para que los varones sean ad-
mitidos en los grupos psicosocioeducativo (PSE), es que reco-
nozcan el haber ejercido violencia contra sus parejas durante
la entrevista de admisión” (Stefano Barbero: 2021: 205). Así
comienza el capítulo 8 del texto Masculinidades (im) posibles
de este gran autor de la antropología, que realiza un excelen-
te aporte al conocimiento de los varones que ejercen violencia,
especialmente hacia sus parejas femeninas. El objetivo de ci-
tarlo textualmente en este caso es que, en las mayorías de las
instituciones públicas o privadas, solo admiten a varones que
reconocen haber ejercido violencia de algún tipo, al menos en
sus formas tradicionales, física, psicológica, sexual y económi-
ca. El problema está en que, la mayoría de los varones no reco-
nocen haber ejercido violencia de ningún tipo y por ende no se
encuentran en condiciones de plantearse un cambio de posicio-
namiento, estando denunciados o sean voluntarios. Se encuen-
tran en la etapa precontemplativa y a lo sumo contemplativa,
de Prochaska y Di Clemente. Pero quizás lo más problemático
es la repuesta a la pregunta siguiente ¿Qué hacemos o donde
los derivamos a todos aquellos varones que ejercieron violencia,
que son la mayoría, y que las instituciones solo reciben hombres
que reconocen su violencia y que constituyen la minoría? La re-
puesta esta justamente en el enfoque motivacional, un encuadre
de trabajo que opera sobre aquellas personas que no están mo-
tivadas a cambiar, porque justamente niegan o consideran que
son los otros los que necesitan modificar sus comportamientos.
En este apartado se describe y analiza, los aspectos más so-

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bresalientes del enfoque motivacional, incluyendo la Entrevista
Motivacional (EM), el Modelo Transteorico de Cambio de Pro-
chaska y Di Clemente, y el cuestionario autoadministrado Urica
DV (Escala de valoración del cambio de la Universidad de Is-
landia) basado en el MTTC, como las tres herramientas funda-
mentales para el abordaje de problemáticas complejas, como es
la violencia machista. Cabe destacar que, si bien entre los dos
modelos existen conexiones precisas, no constituyen un mismo
bloque, los mismos autores lo explicitan: “…La EM y el MTTC
son compatibles y complementarios, y con nuestras disculpas
a los traductores, los describimos como primos segundos, no
como un matrimonio…” (Miller-Rollnick: 2015: 67). En nuestros
casos lo tomamos como un proceso durante la aplicación de
los dispositivos de intervención para los varones, utilizándolo de
acuerdo al momento que se requiera. A manera de ejemplo deci-
mos que una primera entrevista suele iniciarse con la aplicación
de las herramientas de la EM, en esa instancia se observa de la
persona, en qué etapa de la motivación al cambio se encuentra
durante la misma, y luego se le aplica el Urica para objetivar con-
cretamente lo corroborado durante esta primera intervención. En
el inicio de un grupo, se aplica nuevamente el Urica DV, para co-
nocer puntualmente la etapa y corroborar la evaluación anterior.
Luego se instrumenta la escucha activa de la EM y se van incor-
porando las demás técnicas, estableciéndose así un interjuego
entre los modelos del enfoque motivacional.
En el desarrollo de este apartado, se presenta la EM de Miller
y Rollnick, en sus aspectos generales y específicos, luego las
características más relevantes del MTTC, y el aporte del Urica
DV en el abordaje a varones. También se incluye el proceso de
la primera entrevista con la aplicación de las herramientas mo-
tivacionales y finalmente el dispositivo grupal para varones que
ejercen o ejercieron violencia familiar o de género. Es importante
de tener en cuenta que las herramientas son de uso flexible, por
lo tanto, se instrumentan de acuerdo a la necesidad de la situa-
ción, no constituyéndose en un uso lineal.

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Aspectos generales del Enfoque Motivacional
El enfoque motivacional hunde sus raíces en la corriente hu-
manista de la psicología, que se constituyó como el intento de
superar las dos corrientes más fuertes de la psicología de los
años 50 y 60: El conductismo y el psicoanálisis. La psicología hu-
manista se construyó criticando los abordajes o encuadres cen-
trados en la enfermedad de los seres humanos y sus técnicas
enfocadas exclusivamente en lo “patológico” de la persona. Por
ello desarrolló sus teorías y estrategias dirigidas a los recursos y
potencialidades de los humanos y humanas, es decir lo saludable.
Lo que la persona podía aportar para una vida con mayor calidad,
independientemente de su contexto sociocultural y económico.
El enfoque motivacional de los años ochenta, toma los grandes
aportes de Abraham Maslow, Víctor Frank, Carl Roger y Erich
Fromm, para diseñar dispositivos de intervención, centrados en la
autopercepción y autorrealización, entre otros aspectos humanos.
Cabe destacar que la psicología Transpersonal de Stanislav Grof,
también se origina en la corriente humanista, aunque tomo otra
ruta, diferenciándose del enfoque motivacional.

La Entrevista Motivacional (EM)


Miller y Rollnick ensayan varias definiciones sobre lo que
consideran entrevista motivacional, en este texto elegimos una
de ellas, la que se refiere a la definición técnica específica por
considerarla la más completa. La conceptualizan de la siguiente
manera: “La entrevista motivacional es un estilo de comunica-
ción colaborativo y orientado a objetivos y que presta especial
atención al lenguaje de cambio. Está diseñada para reforzar la
motivación personal y el compromiso con un objetivo concreto,
suscitando y explorando los motivos que tiene la propia persona
para cambiar, en una atmosfera de aceptación y de compasión”
(Miller y Rollnick: 2015: 59).
Los dos constructores de esta herramienta, realizaron su ex-
periencia en la década de los noventa en una clínica con personas
que poseían problemas con el consumo de sustancia psicoacti-

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vas y evidenciaron los déficits en los tratamientos tradicionales,
por el uso y abuso de los métodos directivos y confrontativo en
esta problemática. Por tal motivo y utilizando las bondades de
la psicología humanista, iniciaron un proceso de motivar a las
personas para cambiar, constituyéndose lo que se conoce en la
actualidad, como entrevista motivacional o entrevista de motiva-
ción, como sugiere Liria Ortiz; aunque trasciende ampliamente
este nombre. Si bien el inicio fue en la problemática de consumo,
ha sido instrumentada con éxito en otras complejidades, donde
las personas no se encuentran motivadas para realizar un cam-
bio en sus vidas. Con esta idea se lo aplicó a los varones que
ejercen violencia, obteniendo resultados sorprendentes en los
cambios de pensamiento, sentimientos y comportamiento. Por
tal motivo, sería interesante resignificar su denominación y lla-
marle directamente “enfoque motivacional”, ya que trasciende la
entrevista propiamente dicha.
Para este enfoque, la motivación es una posibilidad natural
de la conducta humana, por ello es necesario incorporar técni-
cas específicas que se deberían instrumentar en un vínculo con
la persona, con el objetivo de aumentar las probabilidades del
cambio en comportamiento y/o estilo de vida. Para Miller y Roll-
nick, las estrategias son 8 y deben entenderse como un proceso
dentro del vínculo establecido. Tales estrategias están directa-
mente relacionadas con las etapas de Prochaska y Diclemente,
aunque tampoco se superponen con los componentes y senten-
cias del Urica, en nuestro caso encaminado a la violencia que
ejercen los varones.
Para Liria Ortiz, que profundiza y amplia el concepto, lo defi-
ne como “… un estilo de comunicación colaborativo, orientado
a los objetivos (metas) con una particular atención al discurso
de cambio. Diseñado para reforzar la motivación personal y el
comportamiento para realizar un cambio especifico, evocando y
explorando las propias razones para el cambio en una atmósfera
de aceptación de la persona” (Ortiz:2021:10).
De lo que se trata con la entrevista motivacional es ayudar a
la persona a encontrar su propia motivación a cambiar y que no

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sea una imposición directiva del entrevistador, terapeuta o coordi-
nador. Cuando la persona ha logrado ciertos conocimientos y recur-
sos emocionales puede continuar por sí mismo trabajando para su
propio cambio. Esto suele lograrse en algunas entrevistas, aunque
depende de la persona, del terapeuta y del vínculo establecido.
En primera instancia los autores, creadores de este enfoque,
plantearon la necesidad de generar estrategias, guiadas por
principios para la intervención, que en la última edición (terce-
ra) no la incluyeron directamente, aunque se encuentra en su
desarrollo y espíritu. Por considerarla apropiada la integramos
en este texto, con la idea de clarificar aún más, la actitud moti-
vacional que se debe establecer, cuando una persona no está
motivada para realizar un cambio en su vida.

Las estrategias de la motivación al cambio2


Ofreciendo Consejo: Tanto en la entrevista, como el pro-
ceso grupal, un consejo claro, preciso y compasivo, estimula-
ría o favorecería el cambio del comportamiento de la persona,
sin necesidad de instrumentar confrontaciones agresivas, que
generarían negaciones y resistencia a los usuarios del servicio,
cuando se encuentra en una actitud ambivalente. Es necesa-
rio que el profesional colabore a identificar el problema u área
problemática de la persona (Foco o meta), dar a conocer los
cambios específicos y puntuales que debería llevar a cabo y ex-
plicar la importancia de los cambios que debe realizar en su vida
cotidiana, para mejorar su situación actual. Sin embargo, es ne-
cesario que el facilitador no se posicione en un rol directivo por
excelencia, sino ayudando a la persona a crear una discrepancia
entre su comportamiento actual y sus objetivos personales más
2 Las estrategias de la motivación al cambio se encuentran desarrolladas en la pri-
mera edición del libro “Entrevista Motivacional” de Miller y Rollnick, en el año 1991,
tras la investigación llevada a cabo con personas con problemas de consumo, sin
demandas de cambio. Se incluyen en este apartado porque se consideran apro-
piadas para continuar la comprensión del enfoque motivacional, más allá que los
autores en las próximas ediciones, no lo planteen de manera explícita. Cabe des-
tacar que el autor del presente libro, realizó las adecuaciones pertinentes teniendo
en cuenta la problemática de violencia y su experiencia profesional.

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importante. Con ello permitirá que la propia persona, inicie una
reflexión sobre su necesidad de cambio y la evoque en su dis-
curso. De esta manera un consejo debería tener los condimen-
tos siguientes: “Para evitar caer en la trampa de actuar como
expertos y provocar la resistencia, los consejos deben darse
preferentemente de manera que quede en claro que es la perso-
na quien sacara las conclusiones de que es lo que le conviene y
tomara una decisión” (Ortiz, 2021,32).
Eliminación de Obstáculos: Es común que ciertas proble-
máticas sociales, acarreen complejidades que se trasformarían
en verdaderos obstáculos para motivar a las personas a un
cambio de comportamientos y actitud. Por ello es necesario que
el facilitador ayude a identificar y eliminar los obstáculos más
importantes durante este proceso. Para ello se debería ofrecer
alternativas tanto a los factores externas (Económicos, accesi-
bilidad, trasporte, horarios etc.), como a los internos, propios a
la problemática y a la persona (miedos a los cambios, costos de
continuar con sus actitudes, etc.). Al igual que en los consejos
es necesario que los planteos sobre los obstáculos sean claros,
precisos y concisos, para que no se transformen en una nueva
traba durante el proceso. En síntesis, los factores externos e
internos no deben transformarse en un obstáculo para el posible
cambio del usuario del servicio.
Ofreciendo Alternativas: La resistencia suele aparecer
cuando una persona teme que su libertad está limitada o ame-
nazada, ya que a la gran mayoría no le interesa que la fuercen
a realizar una acción concreta que no ha elegido. Por ello es ne-
cesario que, desde el primer encuentro, el facilitador aumente la
motivación de la persona a sentir libertad (y responsabilidad) que
su elección es personal y no impuesta por un profesional o una
institución externa, más aún cuando se trata de violencia. Desde
este punto de vista es necesario que la demanda sea creada por
la persona involucrada que va construyendo su discrepancia, en
colaboración con el facilitador, profesional interviniente o el actor
social de la comunidad.
Disminuyendo la Deseabilidad: Es la estrategia que per-

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mite que la persona identifique los beneficios de un cambio, en
detrimento de los costos que le acarrea continuar ejerciendo
violencia contra algún familiar. El facilitador deberá identificar y
hacerle saber a la persona las recompensas positivas de aban-
donar las conductas, que le permitirá iniciar un camino diferen-
te y continuar con las conductas que vaya modificando. Este
enfoque alternativo consiste en ir aumentando la conciencia de
la persona en relación a las consecuencias adversas de su con-
ducta y actitudes.
Practicando la Empatía: Se refiere al concepto de empatía
adecuada, entendida como una escucha reflexiva y activa. Esta
idea es contraria a la de confrontación agresiva, cuyo objetivo es
que racionalmente la persona debería modificar sus cogniciones
y creencias, sin tener en cuenta sus sentimientos, vivencias y
emociones. En este caso el facilitador debería posicionarse en
una atención clara, a cada comentario de la persona y permitir
elaborar hipótesis sobre los significados de los dichos del en-
trevistado. El facilitador desde la primera entrevista, como en
los encuentros grupales debería ir decodificando los mensajes
emitidos por la persona, trabajando en el análisis de su compor-
tamiento y los costos que le genera tales comportamientos hacia
sí mismo y los demás. Aquí es necesario trabajar sobre las mo-
tivaciones autovaloradas de la persona, aunque sean mínimas.
Ofreciendo un Feedback: La persona entrevistada suele pre-
sentar un cuadro complejo de actitudes, sentimientos y conceptos
errados sobre su situación presente, que lo pueden conducir a
una situación de desorientación. Ello tiene que ver con sus con-
cepciones, ausencia de información y afectación por situaciones
externas e internas. El facilitador, conocedor de la problemática,
debe dar una información clara, precisa y concisa sobre la situa-
ción actual del entrevistado en relación a la problemática propia
de la persona. Para ello tiene que contribuir a diseñar un plan
preciso para los próximos meses, pero eliminando los obstáculos
internos y externos que pudieren confundir a la persona.
Aclarando los Objetivos: En relación con la estrategia an-
terior, es necesario que la persona logre definir objetivos claros,

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reales, entendibles y alcanzables. Es competencia del facilitador
o terapeuta de colaborar para que la persona formule sus obje-
tivos con estas cualidades, ya que lo motivara para alcanzarlos.
Si la persona no logra evidenciar los objetivos como necesarios
y alcanzables, no realizará esfuerzos para intentar lograrlos. Los
objetivos deben ser transmitidos con términos simples, sin tec-
nicidad, para que estimulen y generen motivación a la persona,
usuaria del servicio.
Ofreciendo Ayuda Activa: Si bien el cambio es algo que lo
decide la persona, el facilitador puede ayudar en su decisión.
Por ello es importante el rol afirmativo y activo de parte del entre-
vistador. Es posicionarse en un rol activo de facilitador del cam-
bio de la persona. Esta estrategia debería atravesar las demás y
estar siempre presente. Ofrecer ayuda activa es estar expectan-
te en las afirmaciones de la persona, ya que siempre presenta
razones para cambiar, que se expresan de manera verbal y no
verbal. El facilitador debe transformarlas en afirmaciones auto-
motivadoras. Con esta estrategia se logrará revitalización y mo-
tivación constante y permanente durante todo el proceso.

Los principios fundamentales del enfoque motivacional3

• Expresar claramente la Empatía: Aceptación de la problemá-


tica planteada (que no es lo mismo que aprobar y acordar con los
comportamientos y actitudes de la persona). Tener en cuenta que
la ambivalencia o negación es esperable y no patológica, como se
consideraba en el paradigma clínico clásico o tradicional.
• Crear una discrepancia en la persona: Entre su conducta y
los objetivos más importantes para que tome conciencia de las
3 Estos principios fundamentales expuestos, también se encuentran en la pri-
mera versión de la “Entrevista Motivacional” de Miller Y Rollnick en el año 1991.
Se lo presenta en este texto, debido a que, en las nuevas versiones, no se en-
cuentran de manera descriptiva y claras, sino como parte del proceso que llevan
a cabo las personas y sus terapeutas. Sin embargo, el autor del presente libro
realizó adecuaciones, teniendo en cuenta la problemática y su experiencia.

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consecuencias de su comportamiento. El usuario presenta sus
propias razones para modificar su actitud, no es necesario que
el facilitador le exija sus razones y necesidades.
• Evitar la discusión: La discusión y confrontación es contra-
producente en un principio, cuando se requiere vincularse con
la persona. Insistir con un argumento provoca defensividad y
aumento de la resistencia. Cuando aparece la resistencia es
necesario modificar las estrategias de abordaje, ya que es un
indicador que el terapeuta o facilitador debe modificar su posi-
cionamiento. No es necesario la etiqueta de su problema o diag-
nostico (Es violento, consumidor, obeso, etc), se puede trabajar
sin el sello acusador. Más aun cuando la situación está judiciali-
zada o es demasiada compleja en su abordaje.
• Darle un giro a la resistencia: Se debe obtener el mayor
beneficio posible del relato de la persona. Las percepciones y
conceptos se pueden cambiar sin discutir y confrontar. El facili-
tador no debe imponer una concepción o forma personal sobre
él consultante. La resistencia del usuario se combate con las
diferentes formas de reflejos que instrumenta el facilitador.
• Fomentar la autoeficiencia: La creencia en la posibilidad de
cambiar es un factor motivacional de importancia. La persona
debe ser responsable de escoger y llevar a cabo su propio cam-
bio, de acuerdo a su filosofía de vida y no a través de exigencias
del facilitador terapeuta.
Es importante de resaltar que la entrevista motivacional, no
es una nueva forma o encuadre terapéutico, ya que solo se ins-
trumenta cuando se intervienen sobre problemática complejas,
que no rinden las condiciones para realizar un abordaje efectivo.
La decisión genuina de acudir a un programa o intervención te-
rapéutica se adopta solo cuando se dan, al menos, tres requi-
sitos previos: reconocer que existe un problema, darse cuenta
de que la persona no lo puede resolver por sí solo y, por último,
valorar que el posible cambio va a mejorar el nivel de bienestar
actual de la persona.
Las tasas de éxito en personas derivadas del juzgado y some-

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tidas obligatoriamente a terapia son más bien bajas, ya que, en
la mayoría de los casos, los tres requisitos están ausentes. En
esta situación la persona que ejerce violencia (llamada común-
mente “el maltratador”) no tiene una motivación genuina para
que se produzca un cambio sustancial en su comportamiento.
En este sentido, quien cumple el rol de facilitador, deberá cola-
borar en la co-construccion de la demanda, a través de motivar
a la misma, para que instrumente sus recursos y potencialidades
al servicio de una demanda genuina.
Diferentes autores han encontrado que las personas que
ejercen violencia y que llegan a terapia con medidas judiciales
por violencia de género, generalmente se encuentran en la eta-
pa pre contemplativa (Daniels y Murphy: 1997: 58) con escasa o
nula motivación, minimizando y desresponsabilizándose de los
hechos, e incluso negándolos por completo. Para el paradigma
clásico, estos indicio o indicadores de valoración, era una clara
alusión que la persona no tiene intención de cambio, por ello se
tomaba dos alternativas, o la confrontación agresiva, para lograr
reflexión, o considerar que no hay posibilidades de intervención,
ya que la negación y la minimización aumenta el riesgo de la
persona a continuar ejerciendo violencia.
Desde una perspectiva tipológica y en función de las etapas
de procesos de cambio, se han podido identificar tres grupos
de hombres violentos contra su pareja: a) no motivados, que
están en la fase de Precontemplación, por lo que tienden a ne-
gar la existencia de un problema referidas al maltrato y no se
implican en el proceso de cambio; b) no preparados para la ac-
ción, que si bien pueden cambiar sus conducta, no son capaces
de mantenerla en el tiempo; y c) preparados, que conocen la
existencia del problema, han realizado cambios con respecto a
su comportamiento violento y se han mantenido alejados de la
violencia. No es difícil de pensar que el grupo tres es mínimo, al
menos en una primera entrevista, porque habrían solucionado
su ambivalencia, principal obstáculo en las problemáticas com-
plejas, especialmente en violencia patriarcal.
Respecto de la principal herramienta a utilizar, podemos de-

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cir que la entrevista o enfoque motivacional ofrece un punto de
partida en que el sujeto deja de ser un agente pasivo que recibe
órdenes o pautas que tiene que seguir, para convertirse en un
agente activo que toma parte del proceso de cambio. En esta
nueva asignación de roles, el terapeuta es un respetuoso acom-
pañante que ofrece alternativas o re-significa aquellas cuestio-
nes que el sujeto pone de manifiesto implícita o explícitamente.
Se trata de una forma concreta de ayudar a las personas para
que reconozcan y se ocupen de sus problemas potenciales y
presentes. Intentando ayudar a resolver la ambivalencia y hacer
que una persona progrese a lo largo del camino del cambio que
necesita en su singularidad.
Para algunas personas esto es todo lo que necesitan, un
“empujón” o “envión” relativamente corto en su motivación. Para
otros, la entrevista motivacional crea una apertura para el cam-
bio que prepara el terreno para el trabajo terapéutico posterior.
En realidad, al no ser un encuadre terapéutico, se debe introdu-
cir en cada momento que la persona disminuye su motivación
para cambiar.
El objetivo global consiste en aumentar la motivación intrínse-
ca de la persona, de manera que el cambio surja desde adentro,
más que se imponga desde fuera y por un terapeuta o facilitador.
Cuando este enfoque se aplica adecuadamente, el paciente o
usuario de un servicio, presenta las razones para cambiar, y no
el terapeuta o profesional. En el enfoque directivo es el propio
terapeuta o entrevistador el que diseña que, como y cuando la
persona debe cambiar, lo que disminuye la motivación y la po-
tencialidad de la persona.

Aspectos específicos de la Entrevista Motivacional.


Según sus propios autores, no es un método o técnica
terapéutica, porque lo que se trabaja en la entrevista moti-
vacional es, como o la manera de motivar a la persona para
realizar un cambio en sus pensamientos, comportamientos o
hábitos de vida cotidianos. Por ello se puede aplicar en di-

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ferentes momentos del proceso de intervención, al principio,
durante o luego del mismo, es decir cuando decae la motiva-
ción de la persona que intenta realizar un cambio genuino.
Sin embargo, en la experiencia personal-profesional la apli-
cación de un enfoque motivacional permite la disminución
de los síntomas/indicadores o los aspectos que la persona
necesitaría cambiar. En este sentido, no sería un encuadre
terapéutico, aunque posee efectos terapéuticos, claramente
comprobables. Para clarificar aún más, tiene por objetivo úni-
co aumentar la motivación para algo y reducir la resistencia al
cambio, independientemente de los resultados accesorios que
se puede obtener en su instrumentación.

La actitud profesional en la Entrevista Motivacional


La actitud motivacional es un componente fundamental en
este enfoque y comprende cuatro diferentes comportamientos
profesionales que distinguen la manera en que el entrevistador
se vincula con la persona entrevistada. Los cuatro comporta-
mientos que componen la actitud motivacional y lo distingue cla-
ramente de un enfoque directivo son: estilo colaborador o inda-
gador, la actitud aceptante, la evocación de la motivación y la
buena voluntad o “compasión” hacia el otro.
El estilo colaborador o indagador en la entrevista motiva-
cional, significa que el entrevistador debe relacionarse con el en-
trevistado evitando la desigualdad de poder, entablándose una
conversación en la que las dos partes poseen conocimientos que
pueden ser de utilidad para el tema o problema que van a tratar. El
entrevistador da muestras de que la persona entrevistada es consi-
derada como experta en su situación, su dilema y su vida, indepen-
dientemente que no posea estrategias de resolución actual para el
problema que lo convoca o es convocado. En el modelo directivo,
el entrevistador se posiciona en un lugar de poder, indicando las
estrategias que debería llevar a cabo la persona, para modificar
sus actitudes. Es difícil pensar que, en violencia, donde la clave es
el ejercicio de poder, el facilitador se posicione con poder ante el
entrevistado, y dicha práctica es avalada como científica.

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La aceptación es una actitud por el cual, el entrevistador
transmite el gran valor del otro como persona, de su estilo de
vida, su experiencia personal, aunque sin justificar sus acciones
y/o pensamientos. Fomenta la empatía, donde el entrevistador
está genuinamente interesado en el problema de la persona y
sus puntos de vista e ideas acerca del mismo. La empatía es
intentar imaginarse cómo es estar en la situación del otro, con el
objetivo de comprender sus pensamientos, sentimientos y com-
portamientos. La psicología humanista observa en la necesidad
de respetar al otro, como una persona, independientemente de
las conductas que realice, lo que denominó como intervención
centrada en la persona. Es necesario destacar que aceptar, no
significa justificar sus acciones.
La evocación es apoyarse en los objetivos, necesidades y
valores de la persona, para hacer aflorar su propia motivación
al cambio, de acuerdo a sus intereses y no la imposición de
una persona externa. La actitud de evocación es empleada por
el entrevistador para evocar los motivos de la persona para el
cambio, a partir de sus experiencias, concepciones, valores y
necesidades. Es decir, no las del entrevistador, sino de la propia
persona que debe realizar las modificaciones pertinentes en su
vida cotidiana. Para el enfoque motivacional es la persona la que
debe evocar sus propias razones del cambio, el entrevistador
solo facilitará esa acción.
La buena voluntad o compasión Significa que el entrevis-
tador actúa a favor de lo mejor para la persona y da prioridad a
las necesidades de esta. Un entrevistador con buena voluntad
muestra empatía, se deja emocionar, es activo y flexible en su
encuadre de intervención. Cuando nos referimos a compasión,
no debemos confundirla con cuestiones religiosas o espirituales,
como suele suceder cuando nos referimos a esta característica.
Por ello en muchos medios se abandonó el concepto de compa-
sión, por el de buena voluntad.

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Los cuatro procesos fundamentales
de la Entrevista Motivacional.
Los cuatro procesos que fomentan y componen el enfoque
motivacional son: vincular, enfocar, evocar y planificar. Cada uno
poseen sus características específicas, y no necesariamente
son consecutivos, se deben implementar cuando sea pertinente
durante el proceso de intervención con el usuario. Veamos en
que consiste cada uno de estos procesos fundamentales.
Vincular: es la instancia de la entrevista que tiene como pri-
mer y principal objetivo el establecimiento de un contacto posi-
tivo y genuino con la persona entrevistada, para que la misma
continúe el proceso de intervención iniciado e inicie el camino
de la autopercepción de su problema. Lo característico aquí es
la actitud que pone a la persona en el centro de atención y la
escucha abierta para entender los pensamientos, sentimientos
y las valoraciones en relación a su dilema, conflicto y violencia.
El objetivo es conocer a la persona y establecer un vínculo que
permita acercarse y empatizar con la misma, evitando un en-
foque directivo y confrontativo que la aleje de la posibilidad de
intervención o proceso terapéutico. En los primeros momentos
de atención a varones, la confrontación fue el principal motivo
de la deserción en los grupos, ya que se intervenía con esta
modalidad, sin que la persona estuviera vinculada al profesional,
institución o dispositivo.
Focalizar o enfocar: consiste en dialogar acerca de cuál es
el cambio que sería necesario realizar, o enfocar uno de los va-
rios problemas que posiblemente traiga la persona a la consulta
y que necesite ser trabajado. A veces no está claro qué cambio
se necesita llevar a cabo, y en los casos en que esto posea me-
nor claridad, el entrevistador puede necesitar dedicar tiempo a
investigar, aclarar y puntualizar. Enfocar “…consiste en delimitar
y clarificar un objetivo o dirección de cambio…” (Ortiz: 2021:25).
Se trata de enfocar la meta de lo que se debe trabajar de manera
específica. Una de los aciertos de la entrevista motivacional, es
disminuir al máximo el gasto innecesario de tiempo y energía
entre los involucrados en el vínculo, la herramienta es focalizar o

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enfocar puntualmente el problema a tratar.
Evocar: consiste en que el entrevistador, con preguntas abier-
tas, reflejos, afirmaciones, sumarios y otras herramientas, brinde
la posibilidad de expresar pensamientos de cambio en el usuario.
Se intenta evocar el lenguaje de cambio, es decir todas la verbali-
zaciones directas e indirectas sobre el posible cambio que pueda
expresar la persona, de acuerdo a sus intereses y estilo de vida.
Aquí el facilitador debe centrarse en el discurso de cambio y re-
flejar el discurso de mantenimiento. Estos posicionamientos se
explicarán más adelante en este mismo apartado del texto.
Planificar: es encontrar formas de realizar, consolidar y/o
mantener la transformación que la persona ha decidido realizar
y encontrar formas de que el cambio se lleve a cabo de manera
positivo y sostenido en el tiempo. El proceso se termina con la
realización de la persona y la ayuda del entrevistador, de un plan
de acción concreto para llevar a cabo a corto o mediano plazo
los cambios que la persona necesite. Es necesario enfatizar que
la planificación se debe realizar con el aporte de ambos, entre-
vistador y entrevistado y no una imposición del entrevistador,
como en el modelo directivo.

Algunas herramientas de la entrevista motivacional


Las herramientas de la entrevista motivacional son numero-
sas, ya sea en las intervenciones individuales o grupales, por
ello solo se describen y analizan las más importantes. Sin em-
bargo, se aclara, que el lector deberá profundizar todos los com-
ponentes y el espíritu del enfoque motivacional, para un desa-
rrollo satisfactorio, efectivo y eficiente en un abordaje, más aún
si se trata de varones que ejercen violencia familiar y de género.
Algunas de estas herramientas son:

A- La escucha activa: la herramienta fundamental


de la Entrevista Motivacional.
La escucha activa es la herramienta que hace la dife-

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rencia clara, especifica y precisa con el resto de los en-
cuadres de intervención. Posee cuatro técnicas fundamen-
tales: Preguntas abiertas, afirmaciones, reflejos simples y
complejos, y sumarios o resúmenes. Tales técnicas son las
que más dificultad trae a los profesionales y las que deben
esforzarse y practicar, para una intervención motivacional
realizada efectivamente. Son de fácil comprensión, pero
complejas en su implementación. Cuando leemos sobre
este enfoque, inmediatamente surge la idea de estar en
contacto con algo cotidiano, pero se dificulta cuando inten-
tamos un abordaje concreto. Sin embargo, con la practica
la situación se modifica, unificándose el reconocimiento y
el buen uso de la misma.

1- Las preguntas abiertas:


La finalidad de las preguntas abiertas es que el otro ac-
ceda con su relato o discurso. Cuando hacemos pregun-
tas abiertas queremos que la persona continúe hablando
de algún tema o situación determinada y lo profundice,
con el objetivo de su autoconocimiento y autopercepción.
Esta concepción es propia de la psicología humanista
de Maslow y Roger y otros pioneros en esta corriente.
Las preguntas suelen ser muy generales, entre ellas:
¿Cómo? ¿De qué manera?, Qué? o Cuándo? Las pregun-
tas abiertas muestran que el entrevistador se interesa so-
bre cómo piensa y siente la persona en torno al tema de la
conversación que se está desarrollando. A la persona se
le da espacio y tiempo para hablar, pensar y sentir, invitán-
dole a expresar sobre aquello que es actual e importante
para él, insistiendo que lo importante para el terapeuta, no
necesariamente es importante para el usuario. En nuestro
caso es sobre sus vínculos, relaciones, conflictos y espe-
cialmente “su violencia”. Se enfatiza que las concepciones
son las del usuario, por ello en esta etapa, el entrevistador
debería escuchar, reflejar y sumarear lo que el entrevista-
do está comentando.

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2- Las afirmaciones:
Las afirmaciones tienen que ver con ponerle atención
y reforzar las fortalezas y recursos de la persona, y poder
verbalizarlas directamente. Acentuar los aspectos positi-
vos de la persona, buscando y reconociendo sus esfuerzos
y fortalezas para resolver los inconvenientes, conflictos y
demás situaciones que desarrolla en su relato. Se prio-
rizan las fortalezas sobre las debilidades o los aspectos
negativos. Lo pobremente saludable, debería trabajarse
en otro momento, más si es la primera entrevista o sesión
grupal. Es importante tener en cuenta, que, en las afirma-
ciones, no se realizan justificaciones de los comportamien-
tos, sino se valida el esfuerzo en evitar lo que en realidad
debe modificar la persona.

3- Los reflejos
Los reflejos son devoluciones a la manera de hipótesis
a la persona de lo que está comentando, con el objetivo de
que pueda seguir desarrollando sus ideas o profundizar lo
que está comunicando en la entrevista individual o grupal.
Los reflejos son la herramienta más poderosa del enfoque
motivacional y se sugiere hacerlo de manera permanen-
te, antes que preguntar demasiado o confrontar. El tono
del reflejo es fundamental de realizarlo correctamente, en
la pregunta el tono va subiendo, en el reflejo va bajando,
hasta transformarse en una aseveración o hipótesis con-
creta sobre los conceptos y emociones del usuario. Las
preguntas elevan la resistencia y las defensas, los reflejos
la disminuyen. Una de las grandes consignas de los crea-
dores de la entrevista motivacional es “más reflejos que
preguntas”. Con los reflejos las resistencias disminuyen de
tal manera que permite cumplimentar los cuatro procesos
fundamentales de la entrevista motivacional.
Se pueden distinguir claramente, dos tipos de reflejos, los
simples y los complejos o compuestos. En el reflejo simple

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se repite lo que la persona relata y tiene el objetivo de enviar-
le una señal de que estamos escuchando genuinamente su
relato. No se trata de que repitamos todo el tiempo lo que la
persona dice, sino cuando se crea pertinente hacerlo. Los re-
flejos simples pueden reforzar que la persona siga hablando
y expresándose sobre lo que comunica. Le estamos dando
feedback de que escuchamos lo que la persona nos dice y se
lo decimos. En los varones que ejercen violencia es fundamen-
tal, porque poseen la percepción de que no son escuchados.
A veces manifiestan “es la primera vez que me escuchan”. Re-
cordemos que en muchas oportunidades se toman medidas
judiciales, donde las instituciones participantes (poder judicial,
policía, etc) no toman en cuenta lo que plantea en denunciado.
Los reflejos complejos compuestos, se refieren a lo que
la persona ya ha dicho o comentado y le agregamos una
parte, a la manera de interpretación de su comentario. Eso
que agregamos debemos pensarlo como una hipótesis,
tenemos una idea de que quizás lo que la persona dice
puede llevar en una dirección claramente definida. La fina-
lidad del reflejo complejo es que la persona continúe pro-
fundizando sus pensamientos, ideas, intereses y valores,
dirigidos al cambio. Es en el reflejo complejo que se debe
agudizar el tono descendente de voz en el entrevistador,
descartando la pregunta.

4- Resúmenes o sumarios
Los sumarios se utilizan para resumir lo que la persona
ha dicho hasta ese momento de la entrevista o el trabajo
grupal. Se recomienda realizar resúmenes muy cortos, sin
lenguaje técnicos, con el objetivo de saber si estamos ha-
blando del mismo tema con la persona entrevistada. Si bien
se lo utiliza durante toda la entrevista, se recomienda un
sumario al final de la misma. La síntesis realizada, también
es un feedback de que estamos atentos a los dichos de la
persona y esta lo toma en cuenta, para profundizar sus per-
cepciones e ideas acerca del problema, motivo de consulta.

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B- La información en forma de diálogo:
otra herramienta de la Entrevista Motivacional
La información en forma de diálogo es un instrumento
dentro del enfoque motivacional que puede utilizarse para
brindar más información, y a su vez dar un nuevo punto
de vista a la persona entrevistada. Esta nueva informa-
ción puede utilizarse para que la persona se active y esté
más interesada o motivada en escuchar nuestra visión de
la situación planteada. Dar información durante el diálogo
hace que la conversación se convierta en un intercambio
de información en vez de una conferencia o clase magis-
tral, donde el profesional o entrevistador es el experto y el
entrevistado ocupe un lugar pasivo de solo escuchar las
recomendaciones, típico del enfoque directivo. Al contri-
buir con sus conocimientos, la persona puede reducir su
resistencias o defensas en relación a la información nueva
que le es vertida.
La Información en forma de diálogo consta de cuatro
pasos fundamentales, donde el entrevistador debería to-
mar como guía:
1- Pedir permiso para informar: Pedir permiso para
brindar información es una forma del entrevistador de
mostrar respeto por la persona y prevenir la resistencia,
cuando la persona tiene la posibilidad de aceptar o recha-
zar la información que se le brinda. En el modelo directivo,
el entrevistador informa a discreción, según su punto de
vista, independientemente que el usuario lo requiera. En el
modelo motivacional el entrevistador, directamente le pide
permiso para informarle, claramente “Permiso”.
2- Preguntar. Empezar preguntando lo que la perso-
na ya sabe sobre lo que acordaron discutir o tratar en la
entrevista o grupo: ¿Qué ha leído o escuchado acerca de
lo que se está tratando? ¿Qué idea tiene de lo que es vio-
lencia? En este paso el entrevistador explora con una pre-
gunta abierta lo que la persona ya sabe sobre el tema y
resume o realiza un sumario, lo que la persona dijo o está

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manifestando. Con ello nos aseguramos no repetir lo que
el usuario ya conoce, darle el lugar que le corresponde
en el proceso. Con la nueva información es finalmente el
usuario quien debe comparar con las ideas que el mismo
poseía sobre el tema que está tratando.
3- Informar. El entrevistador informa lo que la perso-
na no conoce aún. La información se da de una manera
neutral (en la medida de las posibilidades), objetiva y po-
sitiva. De esta manera se permite que la persona posea
una visión más integral del problema a tratar. En la prime-
ra entrevista, el usuario suele tener una visión sesgada
o estereotipada de un proceso terapéutico o intervencion,
por ello se le brinda una información global de la misma.
Lo mismo sucede con otros temas, como pensamientos,
emociones, vínculos, etc. . Es común que, en violencia, se
considere el tipi física como la única modalidad, desechan-
do a las demás, no teneindo conocimiento sobre el resto.
Es aquí donde el entrevistador da su visión, ampliando el
panorama que tiene el entrevistado.
4- Repreguntar. Finalmente se pregunta a la persona,
para conocer cómo ha entendido e interpretado la infor-
mación que acabamos de proporcionarle. Las personas
deben sentirse libres para sacar conclusiones de sus ex-
periencias y valores, y no sentirse guiado hacia una con-
clusión determinada. La finalidad de estas preguntas es
ayudar a la persona a relacionar esa información que se
brinda consigo misma. Es importante completar este paso,
porque cuando la persona vivencia la información como
algo externo y no la relaciona consigo misma no suele te-
ner efecto deseado. Esto sucede de manera frecuente en
el enfoque directivo o confrontativo, no asi, como hemos
visto y desarrollado en el enfoque motivacional.

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Los obstáculos más destacados
para acceder al cambio
A) Los discursos de la ambivalencia al cambio
El discurso o lenguaje de cambio se trata de todas las
verbalizaciones directas o indirectas realizadas por la per-
sona, que apuntan en la dirección al cambio que necesita
realizar para mejorar sus vínculos o calidad de vida. El dis-
curso de cambio está relacionado a lo que es la meta de la
entrevista que tenemos con la persona. Si la meta es que
realice un tratamiento, el discurso de cambio seria todas
las verbalización y expresiones del usuario, sobre la nece-
sidad de realizar un tratamiento. Cuando el proceso está
en marcha, podemos fijar otras metas, como disminuir los
pensamientos que conducen a la violencia, por ende, la
meta estará dirigida a esta acción.
El discurso de mantenimiento es el discurso por el cual
la persona dice que hace que sea difícil cambiar o no quie-
re cambiar. Es decir, todas las verbalización y manifesta-
ciones discursivas que lo conducen a una negativa para
modificar sus formas de pensar, sentir o hacer. Si la meta
de cambio es el inicio de un tratamiento, el discurso de
mantenimiento suele ser, todos los obstáculos objetivos y
subjetivos para no iniciar tratamiento necesario. Es impor-
tante reconocer que, en una entrevista o sesión grupal,
suele aparecer de manera permanente ambos discursos,
porque se relaciona con la ambivalencia de la persona,
que lo desarrollaremos en los próximos párrafos.
Los discursos de mantenimiento y de cambio están
relacionado a la meta de cambio exclusivamente. Es de-
cir, enfocarse en un objetivo de cambio en particular y
mantener una dirección específica sobre ese cambio du-
rante toda o gran parte de la conversación, es el cami-
no necesario en el enfoque motivacional. Para decir que
es discurso de cambio debe estar acoplado a la meta o
Foco de la conversación, no a otra cosa. La meta debe
ser algo que la persona pueda y deba cambiar, y es nece-

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sario que sea claro, conciso y posible desde un principio.

B) El reflejo correctivo o reflejo de corrección:


El reflejo de corrección es uno de los obstáculos fun-
damentales a solucionar, cuando se interviene en el enfo-
que motivacional. Es la herramienta poderosa y racional
del enfoque directivo, porque es su brazo confrontativo.
Se lo suele definir de diferente manera, pero siempre rela-
cionado con la posible fuente de origen. Es el deseo natu-
ral de las personas con profesiones de ayuda, de intentar
solucionar los problemas de la mejor manera posible, y
así, prevenir y promover el bienestar del entrevistado indi-
vidualmente o el grupo en su conjunto. Aunque también su
origen está en el modelo que asimila el entrevistador para
intervenir, como un modelo directivo y confrontativo, que
culmina con el ejercicio de poder sobre la persona.
Sin embargo, las correcciones más allá de las buenas
intenciones concretas que posea un entrevistador, por
lo general son contraproducentes para el entrevistado y
para el vínculo que se espera alcanzar. Porque a menudo
conducen a una discusión, subida de tono, entre el en-
trevistador y la persona, instituyéndose y consolidando la
resistencia. El reflejo correctivo se operativiza cuando el
entrevistador escucha lo que la persona dice, no lo com-
parte y a menudo tiene la necesidad de corregirlas o inten-
ta imponer sus ideas, porque considera desde su paradig-
ma, la mejor opción.
La finalidad del entrevistador motivacional, es que de-
tenga, o intente hacerlo, su reflejo de corrección, como un
patrón sistemático, repetitivo y constante. Haga un reflejo,
simple y/o complejo, o un resumen de manera tal que pue-
da mostrar empatía o un entendimiento del sentimiento/
vivencia de la persona. Como próximo paso se trata de en-
contrar una manera de seguir hablando en dirección a un
posible cambio. La mejor manera de prevenir la resistencia
es usar la actitud de la EM, es decir colaborar, aceptar,

| 118 |
evocar y ponerse en lugar del otro. Como ya se enfatizó,
no significa que se justifique el discurso o las acciones en
el otro, sino que se instrumenta de esa manera para dis-
minuir la activación de los mecanismos de defensas, que
suelen echar por la borda el presente o futuro vínculo tera-
péutico y el propio proceso terapéutico.
El reflejo correctivo se activa cuando el entrevistador
comienza a argumentar a favor del cambio, entonces el
reflejo correctivo de la persona también se activa, pero a
favor del mantenimiento, y esto se transforma en un due-
lo, discusión o debate, donde luchamos con el otro, en
cambio de motivarlo y ayudarlo a cambiar. Aquí actúa lo
que insisten los creadores de la entrevista motivacional,
se activan los comités internos y las discusiones se hacen
infranqueables e inflexibles.

C- La discordancia o resistencia al cambio


Para poder manejar la discordancia o la resistencia es
fundamental que el entrevistador pueda manejar su refle-
jo correctivo para poder realizar un reflejo simple o com-
plejo que muestre que se ha escuchado a la persona y
que está interesado en su relato y vivencia. Con ello ha
tratado de encontrar una vía concreta y clara para conti-
nuar dialogando en dirección hacia un posible cambio del
usuario, con los propios argumentos y razones del usuario.
Evitar la argumentación a favor del cambio y responder con
reflejos empáticos a la verbalización de la resistencia son
ejemplos de herramientas básicas del enfoque motivacio-
nal para manejar la resistencia. Las personas que muestran
resistencias y aseguran la necesidad de que la situación
continúe tal como está, pueden contribuir a que el entre-
vistador por diferentes medios quiera corregir a la persona.
Esto lleva casi siempre a que la resistencia permanezca o
aumente, culminando como imposible o dificultoso el víncu-
lo terapéutico y su futuro proceso individual o grupal.

| 119 |
D- Baja motivación al cambio
Si hay una baja disposición al cambio la tarea del en-
trevistador es despertar el interés por el cambio, es decir
motivar a la persona hacia la necesidad de un cambio, re-
ferido a sus valores, sus vivencias o experiencias, que es
finalmente lo que lo pueda motivar para modificar sus há-
bitos o actitudes. También preguntar sobre posibles conse-
cuencias negativas de la conducta problemática u ofrecer
información en forma de diálogo para llamar la atención
de la persona sobre otra forma de ver lo que sucede y
sus consecuencias en la vida cotidiana. En síntesis, utilizar
todas las herramientas fundamentales del enfoque motiva-
cional al servicio del cambio de la persona. En este caso
se inicia preguntando:
• ¿Qué es lo más importante para vos en tu vida?
• ¿Este comportamiento, para vos es un verdadero pro-
blema?
• ¿Qué opinas del comportamiento violento de las perso-
nas en general?
• ¿Te parece que te comenté sobre cómo podemos ayu-
darte ante esta situación que atraviesas?
• ¿Cómo crees que se solucionarían tus problemas?

En la entrevista motivacional suelen utilizarse cuatro


pasos para trabajar con una persona que no está decidida
a cambiar su situación o que se encuentra en una situa-
ción de resistencia extrema. Los pasos serán solo una
guía para el entrevistador, y deben ser empleados de for-
ma flexible, en la medida que la persona este avanzando
en el proceso. El enfoque motivacional nos enseña que no
es posible trabajar con compartimentos estancos, sino con
un posicionamiento dinámico por excelencia.
Los pasos concretos son los siguientes:

| 120 |
1- Presentar el tema de los valores personales y crear
la discrepancia entre, cómo es y cómo quiere la persona
que sea sus vínculos o hábitos cotidianos.
2- Explorar y observar la reacción de la ambivalencia,
ante ciertos planteos del facilitador.
3- Evocar y reforzar las verbalizaciones de cambio y
evitar la de mantenimiento.
4- Hacer un plan de acción en conjunto con la persona
y no ordenar lo que se debería hacer.
Crear discrepancia: Discrepancia es la distancia exis-
tente entre la situación actual de la persona y como ésta
quisiera que fuera en su relación o en su vida cotidiana.
Para la persona, tomar conciencia de la diferencia entre
cómo son las cosas y cómo debería ser de acuerdo a sus
valores, lleva a menudo a una vivencia mayor del proble-
ma y una sensación de descontento o discrepancia, lo cual
puede despertar la necesidad de un deseo de cambio o
inicio de un posicionamiento diferente.
Explorar la ambivalencia: El entrevistador analiza las
razones de la persona tanto para permanecer en la mis-
ma posición, como para abandonarla. Es importante que la
persona muestre que está dispuesta a seguir adelante en
ese sentido y hablar sobre el foco o meta de la entrevista.
Fortalecer las verbalizaciones que indican
un cambio: El entrevistador puede analizar la disposición
de la persona para el cambio, a través de preguntas ba-
sadas en una escala de valoración y de esa manera dar
lugar a la verbalización del cambio, es decir del discurso
de cambio. Las preguntas con escala pueden ser de ayuda
para estimar la disposición de la persona para el cambio,
en relación a su grado de motivación para abandonar el
vínculo, el consumo, las situaciones de violencia, etc.
Elaborar un plan de acción: El entrevistador se debe
posicionar como un recurso más, no el único y más impor-

| 121 |
tante, insistiendo que la persona es la experta respecto a
qué tipo de ayuda o conductas necesita para dejar un há-
bito, pensamiento o conducta. Él sabe mucho acerca de
qué ayuda disponibles existen y que necesita actualmente
para mejorar su calidad de vida. El plan de acción debe
ser elaborado entre ambos, para que la persona se sienta
parte de su propia solución y no una imposición externa. Si
la persona muestra que está dispuesta a seguir adelante
y realizar un cambio puede ser el momento de empezar a
elaborar un plan de acción concreto, como siempre, entre
ambos dos.

E- La ambivalencia
La ambivalencia se caracteriza por la existencia de sen-
timientos, pensamientos y actitudes encontradas en rela-
ción al cambio que la persona debería concretar, lo que
es esperable cuando se está considerando la posibilidad
de un cambio personal y profundo. Pero, es importante de
tener presente que, mientras la ambivalencia exista será
dificultoso llevar a cabo un cambio de manera concreta y
contundente. La persona siente que está atrapada y sin
estrategias de resolución de la problemática, se plantea
cambiar o no cambiar. En el caso de violencia, la situación
es aún más compleja, porque de lo que se trata es conti-
nuar o abandonar los privilegios de ser varón. En esta si-
tuación tan complicada, los varones poseen la ambivalen-
cia de cambiar o no cambiar, es decir, poseen argumentos
a favor y en contra de tomar este u el otro camino.
El entrevistador puede utilizar esta herramienta cuando
la persona comienza a expresar sentimientos encontra-
dos acerca de una posibilidad de cambio, da argumentos
para el cambio, pero a la vez argumenta sobre mantener
la situación como esta. Los varones suelen mantener esa
ambivalencia, cuando se cuestionan sus actitudes, pero
todavía no están seguros de perder sus privilegios, como
varones. Se suele preguntar:

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a. ¿Qué es lo negativo de continuar como hasta este mo-
mento?
b. ¿Qué puede ser positivo si ud. cambia sus maneras de
ser?
El entrevistador escucha con empatía y ayuda a la per-
sona a expresar lo que piensa, mediante reflejos y resú-
menes. Es la persona misma que formulará sus argumen-
tos a favor del cambio. El entrevistador quiere con esta
intervención poner de manifiesto la ambivalencia con el fin
de ayudar a la persona a sortearla y decidirse por un cam-
bio positivo que debe realizar.
En relación a la ambivalencia, pueden suceder diferen-
tes situaciones:
a- La persona puede resolver la ambivalencia y hacer
un cambio. En este caso se continúa con las intervencio-
nes terapéuticas correspondientes.
b- La persona decide seguir pensando durante un tiem-
po, y decidir si quiere hacer un cambio o no. Se le da el
tiempo correspondiente, ayudándolo a reflexionar con las
herramientas de la entrevista motivacional.
c- La persona llega a la conclusión de que no quiere
un cambio. En este caso, el entrevistador continúa intervi-
niendo con las herramientas de la entrevista motivacional.

F- Las trampas del entrevistador:


En la tercera edición de la Entrevista Motivacional, Mi-
ller y Rollnick (Miller y Rollnick: 2015: 73-79) nos previene
de algunos errores que los terapeutas comenten durante
el proceso, especialmente en la primera entrevista, deno-
minándola trampas. En este contexto solo consideramos
algunas de ellas, quizás las más frecuentes en el traba-
jo con varones, recomendándole al lector remitirse a las
fuentes, para obtener una información completa de las

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mismas. Evitar las trampas del entrevistador es parte del
trabajo a realizar, lo que nos conducirá directamente al uso
debido de esta manera de comunicarse. Las trampas es-
cogidas son las siguientes:
Trampa del Experto: consiste en considerar que el pro-
fesional conoce lo que la persona necesita y requiere,
independientemente de los manifestado y sentido por el
usuario. Esta trampa es común en los servicios de asis-
tencia especializado en varones, ya que la mayoría de
ellos están denunciados por violencia. Por ello solo utili-
za una serie de preguntas estandarizadas, con el objetivo
de obtener información exclusiva para valorar el riesgo y
otorgarle el dispositivo que corresponde. Es la máxima ex-
presión del enfoque directivo y confrontativo. La reflexión
simplista del entrevistador es: “Esta denunciado o enviado
por violencia, entonces ejerció violencia y por lo tanto su
problema es el machismo”. Más allá del razonamiento ló-
gico, que posiblemente todos y todas acordamos, cuando
se estructura una entrevista con estas características, el
usuario eleva sus defensas y el vínculo no se desarrolla
por buen camino.
Trampa del foco prematuro: en este caso el entrevis-
tador, focaliza la violencia en los primeros instantes de la
entrevista, no permitiendo que el varón se exprese en lo
que siente y piensa de la situación. ¡Se suele iniciar con
preguntas o comentarios del tipo, estas denunciado o
ejerciste violencia!!! generando resistencias inmediatas,
dificultosas de subsanar las próximas intervenciones. Los
usuarios suelen registrar y recordar los comentarios del
profesional en la primera entrevista, tantos los positivos,
como los negativos. Es necesario de recordar una vez
más, que los cambios deben ser evocados por la persona
y que se diseñan de acuerdo a sus intereses y valores, no
los del entrevistador o facilitador. Esta trampa está relacio-
nada con otra que desarrollan los autores, y la denominan
“trampa de la etiqueta”.

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Trampa del evaluador: El entrevistador obtiene toda
la información correspondiente durante la entrevista y la
aplicación de los test, sin darle demasiada explicación a
la persona. Como considera que son componentes técni-
cos, no es necesario brindar información sobre los proce-
dimientos. En realidad, los instrumentos están diseñados
con la información de los usuarios y para una correcta apli-
cación y desarrollo del mismo, se debe explicitar los objeti-
vos, forma de administrar y necesidades en su aplicación.
Con su uso y explicación correcta, la resistencia que pu-
diera haber disminuye y es posible obtener sus resultados
positivos en los mismos.

MODELO TRANSTEÓRICO DE CAMBIO (MTTC)


Desarrollado por James Prochaska y Carlo Di Clemente, en
la década de los ochenta, realizando una síntesis integrativa de
veintinueve encuadres, donde pone énfasis en la conducta In-
tencional de los individuos. Considera que el cambio en el com-
portamiento es un proceso y las personas atraviesan diferentes
niveles y etapas de motivación hasta alcanzarlo. El espíritu del
modelo es que las intervenciones deben ser diseñadas debida-
mente según las etapas en la que la persona se encuentre en
el momento de la intervención. Es de fundamental importancia
tener en cuenta el momento en que se encuentra la persona en
relación a la situación problemática que atraviesa, para diseñar
el dispositivo apropiado. El valor que tiene el MTTC, es pensar
que los dispositivos no son todos efectivos en cualquier momen-
to, por ello es necesario tener en cuenta y “medir” la etapa en
la que se encuentra el usuario. Si una persona se encuentra
en una etapa precontemplativa, no es posible instrumentar una
técnica reflexiva de trabajo, como “la rueda o trabajo vivencial”,
por ejemplo. Porque esta técnica vivencial es para personas que
se encuentren en la etapa de acción o al menos ambivalente
al cambio. O para una persona que se ubique en una etapa de
mantenimiento, no tiene resultados positivos si se instrumentan
herramientas motivacionales de inicio. Si bien en este texto se

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utilizará en relación a la violencia masculina, cabe recordar que
se puede instrumentar con cualquier problemática que es nece-
sario abordar, especialmente las complejas como consumo de
sustancias psicoactivas, obesidad, delincuencia, etc.
A grandes rasgos podemos decir que este modelo contempla
e integra tres dimensiones del cambio: ETAPAS, PROCESOS Y
NIVELES DE CAMBIO. Es importante de destacar que el MTTC
y la EM, son complementarios y necesarios en la intervención en
este tipo de problemáticas.

-ETAPAS DEL CAMBIO (cuándo se cambia)


1- Precontemplación Negar el problema y no tener in-
tención de cambiar el comportamiento violento. Mani-
fiesta: “Lo que ella dice es falso”; “ella me provoca todo
el tiempo y no me deja en paz”, “no tengo nada que
cambiar”, “la que tiene que cambiar es ella”, “no sé que
estoy haciendo acá”.
2- Contemplación Mostrar ambivalencia (dudar entre
cambiar o no) Interés en cambiar, pero sin desarrollar
un compromiso firme de cambio. Comenta: “Ahora veo
que la violencia es un problema”; “el problema es que
ella nunca cede, pero no podemos seguir así”, “ella es
la que provoca, yo reacciono mal, pero mi reacción me
hace perder la familia”.
3- Preparación Estar motivado para cambiar, pero sin he-
rramientas concretas para desarrollar. Compromiso de
cambiar y tomar decisiones sobre cómo facilitar el pro-
ceso de cambio. Insiste: “Desde hace dos semanas no
he tenido problemas con mi mujer”; “estoy decidido a
venir a tratamiento y poner de mi parte para estar bien
con ella”; “es la última oportunidad que me da, pero no
sé cómo hacer con esto”, “la verdad es que no sé cómo
controlarme”.
4- Acción Modificar sus conductas violentas por otras más

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adaptativas. Cambio en la conducta o en las condicio-
nes ambientales que afectan al problema con el fin de
superarlo. El usuario solicita herramientas concretas
para frenar su violencia. Platea: “Aunque no resulta
fácil, todo parece ir bien”; “cuando mi pareja me pone
nervioso, la evito yéndome a otra habitación”, “me es-
toy tomando el tiempo fuera o el paro de pensamiento”,
“Necesito más elementos para evitar violentar”.
5- Mantenimiento Presentar un estilo de vida desvincula-
do de las conductas violentas. Eliminación con éxito de
la conducta problemática y esfuerzos para prevenir la
recaída y consolidar las ganancias obtenidas. Se evi-
dencia en: “Ahora me controlo mucho, pero aún tengo
miedo de perder el control”; “suelo evitar los conflictos y
discusiones porque no quiero alterarme”; “estoy mejor
que cuando inicié el tratamiento, pero no quiero confiar-
me”; “ahora entiendo mejor a mi mujer”; “ella también
tiene derecho a decidir”.

PROCESO DE CAMBIO: (como se cambia)


1- Procesos vivenciales y cognoscitivos:
• Generación de Conciencia: estimular a los individuos a
aumentar su conocimiento, buscar información, llegar a
la comprensión del problema, junto con el usuario.
• Alivio por dramatización: expresión de sentimientos so-
bre la experiencia de los problemas propios.
• Reevaluación del entorno: Examina cómo su problema
afecta a su entorno, especialmente a la gente que le
rodea.
• Liberación social: El individuo encuentra opciones para
reemplazar sus comportamientos problemáticos por
otros más saludables.

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2- Procesos Conductuales:
• Reevaluación Personal: cómo se siente consigo mismo,
y qué piensa de él frente al problema que posee.
• Sustitución de conductas: suplantar conductas proble-
máticas por otras más saludables.
• Relaciones de ayuda: son las que brindan apoyo, con-
fianza y aceptación.
• Refuerzo del manejo: utilización de estímulos positivos
y fijación de metas precisas.
• Control de estímulos: reestructuración del ambiente
para que se controlen los factores que promueven el
comportamiento no deseado.
• Autoliberación: contraer un compromiso fuerte con el
cambio a mediano y largo plazo.

-NIVELES DE CAMBIO: cinco niveles interrelacionados de


problemas susceptibles de ser tratados, a saber:
• Síntoma / Situación: patrón de hábitos nocivos, sínto-
mas, etc Cogniciones desadaptativas: expectativas,
creencias, autoevaluaciones. Conflictos interperso-
nales actuales: hostilidad, asertividad
• Conflictos de familia: familia de origen, problemas lega-
les, empleo, red de apoyo social, etc
• Conflictos intrapersonales: hábitos desadaptativos, si-
tuaciones de la infancia/adolescencia.
De todo el desarrollo de este modelo se enfatizará en las
etapas, porque es la que se utilizará puntualmente para
el Urica, como herramienta fundamental objetivar el po-
sicionamiento de la persona frente a su propia situación.

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Escala de evaluación del cambio
de la Universidad de Islandia (URICA)
El Urica, escala de evaluación del cambio de la Universidad
de Rhoede de Islandia, tiene como objetivo principal, evaluar el
grado de intención, disposición o actitud en relación al cambio.
Es importante de tener en cuenta que, de su versión original,
aplicado exclusivamente a “drogodependiente” o consumo de
sustancias psicoactiva, se amplía a otras problemáticas comple-
jas, como el consumo de alcohol, obesidad, trastornos de la ali-
mentación y violencia de genero. En realidad, se podría aplicar
a cualquier problemática donde la persona se encuentre en una
intervención terapéutica y se desea conocer su posicionamiento
personal frente a la situación planteada.
El Urica, está basado en el Modelo Transteorico de Prochas-
ka y Diclemente (1984), tomándose en cuenta las etapas de mo-
tivación al cambio, que se propone en este dispositivo motiva-
cional. Su aplicación nos permitirá conocer, independientemente
de la entrevista, la etapa concreta en la que se ubica la persona,
pudiendo cotejar la información con otros instrumentos que se
aplica en el mismo proceso.
El Urica es un instrumento o cuestionario autoadministrado
que posee sentencias afirmativas, donde la persona debe optar
al responder, teniendo en cuenta cinco opciones, tipo escala de
Likert. Las sentencias están pensadas de acuerdo a las etapas de
motivación del MTTC y su cantidad depende de la problemática
que se esté tratando. Las opciones de Likert son siempre cinco:
1- Completamente en desacuerdo, 2- En desacuerdo, 3- Sin Opi-
nión (ni de acuerdo, ni en desacuerdo), 4-De acuerdo, 5-Comple-
tamente de acuerdo. La cantidad de sentencias en consumo pro-
blemático suelen ser 33 y las de violencia machista 20, en otras
problemáticas pueden ser 27, dependiendo la validación y el es-
tudio de confiabilidad realizada al momento de la investigación y
adaptación. De acuerdo a las respuestas del usuario, que quedan
plasmada en la planilla, papel o virtual, la información se vierte en
la tabla de disposición al cambio diseñada al respecto. Son cuatro
columnas que corresponde a Precontemplación, Contemplación,

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Acción y Mantenimiento, donde el profesional vierte la información
donde corresponde, para luego realizar las operaciones corres-
pondientes y obtener el resultado esperado.
Es importante de destacar que luego de cinco años de expe-
riencia en su instrumentación, se observa una asociación directa
entre la percepción en la entrevista o proceso grupal, el resul-
tado de otros instrumentos y la puntuación del Urica. Un ejem-
plo puede ayudar a su comprensión: En una entrevista con un
usuario que considere que no posee responsabilidad y que nada
tiene que modificar para mejorar su situación vincular, suele ob-
tenerse en otros test un riesgo de Moderado a Alto y el Urica
puntúa en Precontemplativo. En un proceso grupal motivacional
o sesión individual, se observa a la persona reflexiva, luego de
instrumentar técnicas precias, el riesgo suele ser Moderado a
bajo y la puntuación del Urica se ubica en Acción. Durante las
intervenciones la persona solicita genuinamente más herramien-
tas para continuar el proceso terapéutico. Las cohortes en las
etapas dependen de la motivación, de la problemática en cues-
tión y del proceso de validación del instrumento, para ello es ne-
cesario conocer los porcentajes precisos, para ubicar al usuario
en su etapa precisa y elegir los dispositivos con sus técnicas
más apropiadas. Cabe destacar que los constructores del Urica,
no incluyen la etapa de Preparación, debido a que lo consideran
una transición entre la fase de Contemplación y la de Acción, por
tal motivo se decidió no incorporarla a la medición.
El Urica-DV, Escala de evaluación de Violencia Domestica, es
un instrumento construido para valorar y puntuar la violencia que
los varones ejercen sobre las mujeres. Si bien mantiene su es-
pecificidad en relación a la problemática violencia, la estructura
y funcionamiento, no difiere del resto de las problemáticas que
históricamente consideró y puntuó el Urica. El Urica DV, posee
veinte sentencias en total, correspondiente a cinco sentencias
para cada etapa y con cinco opciones del tipo escala de Likert,
como en el resto de los instrumentos. Las sentencias son sim-
ples y descriptivas, con el objetivo de ser comprendida por el
usuario. Al principio hay una breve descripción de cómo reali-
zarlo y se aclara el significado de lo que es “violencia”. Al igual

| 130 |
que los demás Urica, se vierte la información dada por el usuario
a una tabla de “Disposición al cambio”, para obtener la puntua-
ción clarificante con respecto al posicionamiento de la persona,
en relación a sus actitudes y comportamientos violentos, hayan
sido denunciados o sean “voluntarios”.
Es importante informarle al usuario de manera correcta las
implicancias del uso del instrumento, evitando las trampas del
entrevistador, especialmente la que corresponde a la evaluación.
Se le debe explicar que el cuestionario tiene por objetivo, cono-
cer la opinión que posee, sobre su convocatoria a la institución
o a la sesión particular. Para desde allí, ofrecerle el dispositivo,
encuadre o intervención terapéutica, que precisamente necesita
en ese momento. En realidad, se le dice el propósito específico
que tiene, sin ningún tipo de engaños. Luego se le explica las
cuestiones técnicas y administrativas específicas de completar
el instrumento, enfatizando en la necesidad que lo realice en su
totalidad, no dejando sentencias sin marcar.
El Urica se puede aplicar en diversos momentos del proceso
terapéutico, cuando la institución, el profesional o la problemática
lo amerite. Es importante su implementación para ir valorando el
proceso terapéutico de los usuarios individual o grupalmente. En
caso de violencia, al ser una problemática sensible, que afecta a
lo personal, vincular, familiar y en lo comunitario, es posible instru-
mentarlo en varias ocasiones. Para realizar un informe judicial es
muy propicio aplicar el Urica y volcar esa información al mismo,
porque nos brinda un panorama amplio, sobre su evolución y fu-
turas intervenciones. También para ir ajustando los dispositivos
a las necesidades de los usuarios, es decir a su proceso interno.
Sin embargo, en nuestra tarea realizada se lo suele instrumen-
tar en cuatro oportunidades: en la primera entrevista, al inicio de
la oferta terapéutica, luego de sesiones individuales o grupales y
en la última sesión motivacional, que suele ser a los dos meses
del inicio. Entre la primera entrevista y el inicio del proceso tera-
péutico, no ha pasado mucho tiempo, ni se aplicó técnica alguna.
Sin embargo, se lo instrumenta de tal manera para cotejar los
resultados entre una y otra aplicación y los posibles cambios que
hubiere. Aquí se evidencias algunos cambios en la puntuación,

| 131 |
pero no en las etapas correspondientes. La persona que se en-
contraba contemplativa, continua en esa fase, sólo se modificó
unas centésimas del porcentaje. Cuando se le aplica el Urica en
la cuarta sesión, luego de la utilización de algunas técnicas, como
el ciclo de la violencia, se observa un aumento en la puntuación y
en algunos casos el cambio positivo de etapa. Al aplicarlo al final,
se logra observar el proceso completo, con el cambio completo de
una etapa a la otra. Si el usuario se encontraba en la fase contem-
plativa, logra arribar a la siguiente, Preparación o Acción, que es
la que marca finalmente el cuestionario.
La única complicación que se observó en el uso del Urica, es
en aquellas personas que poseen algún tipo de problema neuro-
lógico o cognitivo (algunos trastornos de la personalidad), debido
a que no comprenden definitivamente la consigna y las senten-
cias descriptas en el instrumento. Si bien se puede observar un
cambio de posicionamiento durante las sesiones y el profesional
lo percibe, se dificulta objetivarlo en la puntuación definitiva y con-
creta de una herramienta. En las demás situaciones, incluidos las
psicopatologías, no se observaron dificultades en su aplicación.
Aunque es necesario considerar y dejar expresado que ya se en-
cuentran disponibles instrumentos Urica para personas con pro-
blemas neurológicos-cognitivos y otros trastornos.

La Primera entrevista con el varón que ejerce violencia4

Los momentos de la primera entrevista


con la persona que ejerce violencia.
Si bien, no es posible un orden claramente distinguido, se
puede pensar en tres etapas delimitadas en lo teórico, pero te-
niendo en cuenta que durante el proceso no se observa debida-
4 La estructuracion de la primera entrevista, estuvo planteda por Sandro Com-
ba (psicologo) y Mariana Gandolfo (Trabajadora Social) en el año 2018, como
parte de la intervencion con varones, en el Centro Integral de Varones, institu-
cion dependiente de Ministerio de la Mujer de Córdoba. Desde alli el autor de
este libro la ha enrriquecido desde el enfoque motivacional, pero sin perder los
objetivos del principio.

| 132 |
mente definida. No se lo debe concebir como compartimentos
estancos, sino atravesado por múltiples factores y dimensiones,
transformándose en un proceso complejo, más aún si lo enfoca-
mos desde lo motivacional y dirigido a situaciones de violencia.
En cada uno de ellas se observa el planteamiento general de
la etapa, las preguntas, escuchas, discursos, mecanismos, roles
y posicionamientos diferentes, tanto del entrevistador como del
entrevistado.
Primer momento de la entrevista: “Planteamiento de la pro-
blemática de violencia que los conduce a la entrevista”. Vincular
y Enfocar
Se inicia cuando el profesional plantea la necesidad o moti-
vo del entrevistado para acceder a la institución o consulta es-
pecialista en violencia. Una simple pregunta abierta abre este
momento: “En que podemos ayudarlo”, “Que lo trae por aquí”,
“Cuéntenos que ha sucedido”, o simplemente “Ud. sabe porque
motivo le han ordenado acceder a la institución o a esta con-
sulta”. Desde ya, no es conveniente de preguntar o aseverar
que ha sido denunciado por violencia, en caso de serlo, evitando
las trampas antes designadas, debido a que generaría el inicio
de la resistencia. Recordemos que el dialogo debe iniciarse con
preguntas generales y abiertas, fortaleciendo la escucha acti-
va. Esto permite que el entrevistado realice una descripción, a
veces pormenorizada de lo sucedido y se acerque con sus pen-
samientos, actitudes y comportamientos. La escucha activa es
justamente eso, permitir que la persona se acerque con su relato
o percepción de la situación. El discurso se centra particular-
mente en el relato de los hechos, descripción de la situación
pasada y presente, planteo de los factores externos que lleva a
las tensiones y conflictos con sus parejas, hijo/as y/u otro fami-
liar, con el que mantuvo el conflicto y que culmino con el ejercicio
de la violencia. Generalmente se centran en la culpabilizacion
de la mujer u otro familiar por provocar la violencia o realizar
la denuncia, considerada injusta; siendo los mecanismos comu-
nes, la racionalización, negación y/o justificación del uso de la
violencia ejercida. En otros casos se niega la violencia, consi-

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derando que la persona que ha denunciado o la institución que
ha intimado a realizar tratamiento, no hizo uso de la verdad y
que de manera irresponsable se tomaron medidas de protección
judicial. En relación al entrevistador, su rol suele ser de escucha
activa de lo planteado por el entrevistado, afirmando, reflejando
y realizando sumarios. También se incluyen las percepciones de
las contradicciones que van surgiendo, algunas observaciones
para que la persona profundice el conocimiento de la situación
de violencia o conflictiva. Preguntas sobre datos personales y al-
gunos antecedentes en la vida de relación. Este momento suele
culminar cuando los profesionales plantean los primeros reflejos
puntuales sobre la situación descripta, que refuerce la idea de
que el terapeuta está escuchando atentamente, generando el
feedback correspondiente.
Segundo momento de la entrevista: “Proceso de motiva-
ción profesional sobre lo planteado por el entrevistado”. Semillas
de Cambio.
Al final del momento anterior se realizaban los reflejos espe-
cíficos sobre la situación de violencia (o conflicto para el usuario)
en sí, en esta etapa se profundizan y se trasforman en aspectos
motivacionales para trabajar. Se reflejan las ideas, creencias,
posicionamientos machistas en relación a la/s mujer/es con las
que se ha relacionado el entrevistado, tomando su discurso de
la etapa anterior o en la que trascurre, cuando continúa con
los mecanismos de racionalización, justificación, negación, na-
turalización, responsabilizacion a terceros, etc. El entrevistado
muchas veces, inicia una crisis de concepciones con la que ha
trascurrido su manera de actuar, pensar y comportarse, obser-
vándose las primeras discrepancias entre sus valores e intere-
ses y su comportamiento; obra de las herramientas del enfoque
motivacional. Suele iniciarse con la pregunta ¿Qué responsabi-
lidad cree que ud. tiene en la situación? o ¿Qué ingredientes le
introdujo a la situación para que culminara de esta manera? El
objetivo en este momento es facilitar herramientas para que el
entrevistado inicie un proceso de reflexión, que lo continuará en
un trabajo individual o grupal futuro. No se espera una reflexión
total sobre los hechos, sino solo el inicio de un cuestionamiento

| 134 |
sobre su posición masculina en la familia, avalado por la cultura
reinante de la sociedad. Se trabaja con la ambivalencia y con el
discurso de cambio que comienza expresar en estos momen-
tos de la entrevista. Aparecen los sentimientos y pensamientos
ambivalentes en relación al cambio, lo que se puede empezar a
evaluar como contemplativo.
Esta etapa culmina con la aceptación total (en menor medida)
o parcial de la responsabilidad sobre los comportamientos vio-
lentos y las ideas y concepciones misóginas que lo llevo a agre-
dir algún integrante de su familia. En algunos casos no surgen
las responsabilidades y se necesita profundizar las herramientas
de la entrevista motivacional, ya que el usuario todavía perma-
nece en la fase precontemplativa. Sin embargo, el objetivo de
la entrevista inicial, no es que asuma su responsabilidad, sino
sembrar semillas de cambio para continuar un trabajo posterior.
Tercer momento de la entrevista: “Síntesis, acuerdos y contra-
to sobre el abordaje profesional siguiente”. Inicio de la evocación.
De la motivación anterior surge la necesidad en el entrevista-
do de revisar su manera de estar en el mundo. El profesional y
el entrevistado acuerdan el proceso a seguir con el objetivo de
mejorar sus vínculos y relaciones, particularmente familiares. La
pregunta suele ser ¿Qué debería cambiar, para mejorar sus vín-
culos? O ¿Qué comportamientos o creencias modificaría para
mejorar sus relaciones familiares? En este caso el entrevistado
analiza una serie de actitudes, conductas y creencias que de-
bería, al menos cuestionar e intentar cambiar, continuando la
reflexión iniciada en las etapas anteriores. El profesional ofrece
el trabajo que se realiza en la institución o el encuadre individual
de trabajo, donde la persona podrá continuar el proceso moti-
vacional y reflexivo iniciado. El dispositivo que se le ofrece es
el grupal o individual, según el criterio profesional, acordándose
el encuadre, día hora y modalidad de trabajo (ello siempre que
el perfil de la persona entrevistada permita su incorporación a
grupos de la institución o procesos individuales). Se insiste que
la intervención en grupo se caracteriza por la profundización de
las motivaciones para el cambio y las posibles confrontaciones

| 135 |
sobre concepciones culturales que permiten el uso de los dife-
rentes tipos de violencia por parte del varón hacia los integrantes
de la familia, particularmente la Mujer.
Hacia el final de la entrevista, y luego de aplicar los instrumen-
tos de valoración (que se comenta en otro apartado), de manera
motivacional y evitando la Trampa de la Evaluación, aplicamos
el cuestionario autoadministrado Urica DV.

El dispositivo motivacional para varones


que ejercen violencia familiar y de género5.

El proceso grupal en sus encuentros de trabajo


Luego de la realización de la primera entrevista o entrevista
de admisión, se incorpora al varón a un programa que incluye
técnicas motivacionales para el abordaje de la violencia. La ins-
trumentación de este programa se realiza de manera individual o
con un máximo de 15 personas. Los encuentros deberán tener 2
horas en caso de trabajos grupales y 1 hora en caso de individual.
En las técnicas grupales se utilizan materiales audiovisuales,
pizarrones, rotafilio y Power Point. En caso de los encuentros
individuales se profundiza las técnicas de manera verbal y viven-
cial, recomendándose los materiales audiovisuales para luego
de los encuentros sucesivos.
En el modelo original la cantidad de encuentros se elevaban a
un numero de doce, por varios factores a tener en cuenta. Entre
ellos: escaza experiencia en los facilitadores, medidas judiciales
que accedían a tres meses, requerimientos institucionales, encua-
5 El “Programa Motivacional para varones que ejercen violencia”, fue elabora-
do en el año 2017, en el Centro Integral de Varones en situación de violencia,
institución perteneciente al Ministerio de la Mujer de la Provincia de Córdoba.
Fue construido y llevado a cabo por Sandro Comba (Psicólogo) y Vanina Ba-
ronetto (Psiquiatra), integrantes del equipo técnico de la institución, y quien
fuera su director el Dr. Jorge Ibáñez (Psiquiatra), en aquellos momentos. Hoy
se presenta una nueva versión, tomando en consideración los aportes, conoci-
mientos y experiencia de todo el enfoque Motivacional.

| 136 |
dre profesional y otros. Luego, cuando fueron saldados varios de
estos factores, no fue necesario destinarle tanto tiempo y se lo in-
cluyo en ocho encuentros, pero teniendo en cuenta los elementos
del plan original, que fueron construidos en una institución espe-
cialista en la temática. Los encuentros son los siguientes:

Primer encuentro:
“Encuadre de trabajo y escucha activa”
• Se instrumenta el Urica DV para corroborar los resultados
obtenidos en la primera entrevista en relación a la etapa de
motivación al cambio de Prochaska y Di Clemente.
• Se plantea el encuadre de trabajo con él o los usuarios del
servicio o Cliente del consultorio institucional o particular.
• Se escucha las demandas, los planteos y desacuerdos de
los usuarios del servicio en torno a las denuncias o a sus
conflictos en los vínculos (catarsis de los usuarios).
• Se instrumentan las herramientas de la EM, enfatizando
la escucha reflexiva, sin confrontación, ya que el foco esta
puesto en vincular para continuar el proceso iniciado.
• Se establece la técnica Menú-Agenda (EM), para incluir
los temas a tratar en los encuentros, permitiendo que los
usuarios sean parte del mismo proceso.

Segundo encuentro:
“Los derechos Humanos y los tipos de violencia”
• Se trabaja sobre las convenciones internacionales, leyes
nacionales y provinciales, enfatizando sobre los DDHH.
• Se realiza un trabajo en subgrupos o con una persona
sobre los tipos de violencia más conocidos.
• Se enfatiza en los tipos de violencia más conocidos: física,
psicológica, económica y sexual. Se inicia el trabajo con
la diferenciación entre los tipos de violencia y su esencia.

| 137 |
• Se implementa el sistema sexo-genero, como técnica de
trabajo.

Tercer encuentro:
“Presentación del ciclo de violencia o ciclo del Conflicto”
• Se retoma lo trabajado en los dos encuentros anteriores.
• Se inicia una presentación de la técnica del ciclo de la vio-
lencia, adaptada para varones.
• Se realiza un ejercicio con los varones sobre sus experien-
cias con el ciclo de violencia.
• Se enfatiza la importancia de utilizarlo en la vida cotidiana
y su práctica constante.

Cuarto Encuentro:
“Profundización del ciclo de la violencia
y el Pensamiento Alternativo”
• Se fortalece el trabajo con el ciclo de la violencia y se es-
cucha el uso de la técnica en la vida cotidiana.
• Se presenta el Pensamiento Alternativo a la manera de
fórmula para evitar los comportamientos violentos.
• Se realizan ejercicios específicos para la instrumentación
del Pensamiento Alternativo.
• Se aplica el Urica DV, para monitorear la evolución del
proceso terapéutico y la etapa en la que se encuentra en
usuario.

Quinto Encuentro:
“Los tres conceptos fundamentales de la Violencia”.
• Se presenta los conceptos de Agresión, Violencia y Resis-
tencia, enfatizando en su diferenciación.

| 138 |
• Se describen diferentes situaciones para el uso práctico
de los conceptos.
• Se realizan ejercicios y técnicas vivenciales para el uso de
los mismos.
• Se le sugiere pensar en situaciones cotidianas y aplicar los
conceptos, al final de cada jornada.

Sexto Encuentro:
“Tiempo fuera y Paro de pensamiento”
• Se trabaja con las experiencias de los varones en los usos
de las técnicas antes trabajadas en su vida cotidiana.
• Se presentan técnicas precisas como el “Tomarse el tiem-
po fuera” y el “Paro de pensamiento”.
• Se instrumentan las técnicas con las experiencias de los
varones y se les solicita su implementación.

Séptimo Encuentro: “La tabla decisional”.


• Se retoma el trabajo anterior para profundizarlo y se socia-
liza en caso de un trabajo grupal.
• Se instrumenta la tabla decisional con los varones, herra-
mienta motivacional.
• Se trabaja su implementación en la vida cotidiana.
• Se inicia el proceso de cierre en caso de ser una instancia
grupal.

Octavo Encuentro:
“Cierre del Proceso motivacional”
• Se escucha a los varones sobre las experiencias con las
técnicas ejercitadas.
• Se aplica el cuestionario autoadministrado de Urica DV.

| 139 |
• Se realiza la comparación con los resultados de los Urica
anteriores.
• Se realiza el cierre del espacio y se lo invita a participar a
los grupos o espacio de reflexión (grupal o individual), con
nuevas técnicas motivacionales y reflexivas.

Se recomienda que previo a la introducción de técnicas más


reflexivas (Sistema sexo-Genero, trabajo vivencial, técnica del
ET, y otras) se realice intervenciones motivacionales por exce-
lencia. El tiempo de la aplicación del enfoque motivacional va
estar a cargo y decisión del facilitador, recordando que no es una
técnica terapéutica, sino una manera de comunicarse con el otro.
Lo motivacional puede estar al principio, en el desarrollo o hacia
el final del proceso, ya que su objetivo es disminuir la resistencia
de la persona y motivarla para continuar con el dispositivo tera-
péutico. Aunque cabe aclarar que siempre se recomienda, más
allá de la utilización de técnicas reflexivas, el enfoque motivacio-
nal, porque disminuye las resistencias o defensas del entrevista-
do o usuario del dispositivo. Por otro lado, se recomienda a los
que deseen realizar este tipo de intervención, lo extiendan a 3
meses en un inicio, para sentirse más cómodos en el proceso de
intervención. Esto es debido a que las técnicas motivacionales
son de fácil comprensión, pero dificultosas en su implementa-
ción y un facilitador no experimentado, necesitará más tiempo
en los primeros encuentros para disminuir la resistencia.

Conclusiones del dispositivo motivacional:


• Los usuarios que participaban del dispositivo, modificaban
su posicionamiento frente a la situación problemática por la que
se acercaban a la consulta. Es decir, los que ingresaban en las
fases de pre-contemplativa y contemplativa, accedían a la fase
de preparación o acción, de acuerdo al MTTC.
• Los varones que participaban del dispositivo motivacional, in-
gresaban al trabajo reflexivo en mejores condiciones que los usua-

| 140 |
rios que no accedían a los grupos o trabajo con este dispositivo.
• Luego de la implementación del dispositivo motivacional,
disminuyeron los posibles diagnósticos presuntivos de trastor-
nos de la personalidad, rasgos paranoicos y psicopáticos, que
se presumía en la primera entrevista. En realidad, era la resis-
tencia del usuario, producto de la confrontación agresiva, para
lograr una reflexión, de parte del facilitador o terapeuta y no un
problema intrapsiquico del usuario.
• En este dispositivo se realizó dos integraciones claramente
definidas: Las correspondientes al paradigma de género o socio-
cultural y el clínico (Ciclo, tiempo fuera, pensamiento alternativo),
y las que se instrumentó entre los dos modelos motivacionales,
MTTC y EM (Etapas del cambio, herramientas de la entrevista
motivacional).
• Para realizar una intervención con enfoque motivacional en
una problemática sensible como asistencia a varones que ejer-
cen violencia, es necesario tener un marco teórico y experiencia,
instrumentando las herramientas ofrecidas por los modelos. No
es posible desde un punto de vista científico, motivar a un varón
con consignas o propuestas aisladas.
• Avanzando un poco más, no es posible acordar con la ase-
veración de Lorente que, realiza un señalamiento sobre los asis-
tentes a los grupos, ya sean voluntarios o Judiciales. El autor
español insiste varones judicializados poseen menos recursos
psicológicos y con una conducta más burda (Lorente; 2001; 85).
En mi experiencia personal no he observado estas caracterís-
ticas, quizás el enfoque motivacional sea la manera óptima de
abordaje para todos los varones que ejercen violencia.

| 141 |
| 142 |
Capítulo 2
“La valoración de riesgo en el trabajo con varones”

| 143 |
| 144 |
Características de la valoración de riesgo
de nuevas situaciones de violencia.
La valoración de riesgo en las problemáticas complejas es
un aspecto central a tener en cuenta. Cuando estamos frete a
una persona, de manera individual o en un trabajo grupal, eva-
luar el posible riesgo sobre si y los demás, es una tarea que
encierra todo un desafío. El tener un panorama integral de las
personas que sufren violencia, sea mujer, niño/as, adolecentes,
adulto mayor, con discapacidad, es un acto técnico, ético y legal
indiscutible. Más aún si estamos interviniendo en varones que
ejercieron violencia, hacia algún integrante de la familia u otro
ámbito de su vida cotidiana, la situación se complejiza. Quien
valóre la situación, deberá tener un plus de agudeza, herramien-
tas y experticia, con el objetivo de disminuir con su accionar e in-
tervención, el riesgo de que vuelva a ejercer violencia o cometer
una conducta más grave.
Lo primero que debería tenerse en cuenta es enfocar de ma-
nera integral la evaluación de riesgo, desde su complejidad ple-
na. La tradición clínica brinda una serie de instrumentos muy va-
liosos para “medir” el mundo interno de la persona, y siempre es
necesario rescatarlo. Sin embargo, la violencia machista, posee
factores socioculturales que trasciende lo meramente clínico-in-
dividual, traducido en perfiles de personalidad. Por tal motivo es
imprescindible incluir e integrar los aportes de la perspectiva de
género y acceder a instrumentos que incorporen aspectos del
patriarcado y su impacto en la subjetividad humana. Estos ins-
trumentos han variado de aspectos muy cognitivos-individuales
a ítems socioculturales por excelencia, de acuerdo al encuadre
del constructor-investigador. A ello se le suma las numerosas
sistematizaciones presentadas por autores que intervienen di-
rectamente in situ, con cierta rigurosidad empírica. Por cierto,
todas las visiones valiosas y dignas de tener en cuenta, incluso
de instrumentarlas en la práctica. Se les solicita a los lectores
que realicen una lectura y aprendizaje de todos los instrumentos
de valoración que se encuentran disponibles, ya que están vali-
dados y probados, con resultados positivos.

| 145 |
Por tal motivo, para no repetir lo que se encuentra en los ma-
nuales especialistas, se incluye una construcción local sobre los
aspectos sociales y culturales, junto a las herramientas de la
clínica, que permiten dar una visión de conjunto de la situación.
Aquí no se explaya en los instrumentos clásicos como el SARA
y todas sus versiones o el HCR-20 u otras valiosas herramientas
de trayectoria reconocida. Dos artículos que se incluyen están
escrito junto a dos profesionales con quien desarrollé mi tarea
por un espacio de tiempo considerable: Lic. Mariana Gandolfo
(trabajadora social) y Mgter. Belén Gauna (Psicóloga).
Finalmente se incluye una manera de valorar riesgo, tenien-
do en cuenta ítems separados, pero con un valor destacado en
la tarea diaria, motivando a los lectores a construir sus propios
instrumentos locales, de acuerdo a las características de la po-
blación y el contexto.

| 146 |
La Valoración de Riesgo en violencia
de Género en el ámbito Familiar

“No deseo que las mujeres


Tengan el poder sobre
Los hombres
Sino sobre ellas mismas”.
(Mary Wollstonecraft-Escritora, Filosofa, Novelista inglesa)

Introducción:
La violencia masculina (intrafamiliar o de género), es una
problemática compleja y dinámica que amerita modificaciones
permanentes en los procedimientos de intervención profesional,
más aún en las instituciones o profesionales especialistas que
asisten a varones. Para ello se requiere diagnósticos constan-
tes con elementos empíricos sobre las diferentes modalidades
de abordajes institucionales o profesionales, a fin de adecuar
las estrategias a los nuevos desafíos, contextos, componentes
y factores estudiados. Por tal motivo es imprescindible estable-
cer criterios y pautas de trabajo en general, y específicamente
en áreas tan sensible como es la valoración de riesgo y los in-
formes profesionales. Para ello, se realiza un diagnóstico de la
situación, se postulan algunos conceptos teóricos en relación a
la valoración en violencia, se presentan indicadores específicos
para una valoración de riesgo y se dan algunas pautas sobre la
modalidad de informar de manera precisa y contundente. Lo que
se presenta a continuación es un conocimiento adquirido, basa-
do en la evidencia cotidiana de trabajar con varones durante 5
años y en violencia intrafamiliar 16 años.

Fundamentación de la valoración:
La valoración de una situación de violencia es un acto técni-
co, ético y legal de gran importancia para el profesional intervi-
niente en una situación determinada, para la persona evaluada,

| 147 |
los terceros involucrados y para la propia institución en la que se
ejerce la profesión. De allí la necesidad y claridad en los criterios
para una evaluación integral de la situación que estamos ob-
servando y/o escuchando, y por ende valorando; ya sea en una
entrevista presencial o telefónica, como sucedió durante la pan-
demia por Covid 19 que azotó el planeta. En el caso de varones
no hay instrumentos específicos de acuerdo a nuestra población
local (provincial y nacional), que nos permita acercarnos a una
evaluación objetiva, al momento de una entrevista, y más aún
cuando es telefónica. Incluso en las entrevistas presenciales, se
carece de los instrumentos precisos para una evaluación global
y especifica de la situación. Culminando en la utilización de la
experiencia profesional (experticia), casi como la única variable
a tener en cuenta para valorar al usuario y su contexto.
Los instrumentos que se utilizan son considerados inespe-
cíficos en nuestro medio (SARA, HCR-20), habiendo solo cons-
trucciones institucionales y profesionales más específica, pero
aun sin validar (Insistencias de sentido de género). También se
cuenta con el Urica-DV, pero solo como una guía para evaluar
la motivación al cambio del usuario del servicio, no incluyéndose
dentro de las herramientas de valoración de riesgo de situacio-
nes de violencia. Finalmente, el EVP-R (Echeburrua como se lo
conoce en la jerga profesional) es necesario entrevistar también
a la persona denunciante, cuestión complicada en la actualidad y
para algunos encuadres de trabajo exclusivamente con varones
que ejercen violencia. Por ello es necesario considerar ítems que
nos otorguen seguridad y precisión cuando se valore a un usua-
rio determinado, teniendo en cuenta la bibliografía experta en la
temática y la experiencia de los 15 años de implementación de la
ley de violencia en la provincia de Córdoba, república argentina.
La especificidad en los instrumentos se debe a que fueron
pensados, investigados y construidos en contextos diferentes a
las intervenciones realizadas por las instituciones y encuadres
actuales de nuestro medio. El HCR-20 está dirigido mayormen-
te a los trastornos psiquiátricos o psicopatología (enfermedades
mentales) con una gran impronta de salud mental y con imple-
mentación en los ámbitos penales-carcelarios. El SARA está

| 148 |
confeccionado teniendo en cuenta la violencia, pero con perso-
nas con delitos penales o cumpliendo una condena; es decir en
situación de encierro o Intramuros. El EVP-R es un instrumen-
to con mayor especificidad que los anteriores, sin embargo, es
condición necesaria de entrevistar a la persona que denuncia,
no dando la posibilidad en su instructivo de utilizar los datos en
las fichas técnicas, entrevistada por otro profesional. Por otro
lado, este valioso instrumento, posee un indicador poco apropia-
do en nuestro medio: “Ser extranjero”. Este ítem de “extranjero”,
tiene su sentido en España u otros países de Europa, porque el
desarraigo de su tierra natal, puede contribuir al ejercicio de la
violencia, según los autores que investigaron y construyeron el
instrumento de valoración de riesgo. En este sentido habría que
investigar si nos referimos a agresión o violencia, cuestión que
se suele confundir, incluso en la jerga científica.
Finalmente, el instrumento “insistencias de sentido” (creen-
cias de genero), no posee validación, como se expresó ante-
riormente y solo es una construcción sociocultural que enfatiza
sobre las representaciones sociales de los entrevistados. Es
obvio pensar que lo cognitivo ocupa un lugar importante en la
sociedad occidental, pero no la única, el ser humano posee otros
ámbitos, tan importante como lo cognitivo. A veces se le llama
“Distorsiones Cognitivas”, considerándola una denominación
errónea, debido a que el varón que utiliza categorías hegemó-
nicas construidas social y culturalmente, no está distorsionando
los mandatos, sino ejecutándolo. En realidad, es como plantean
los antropólogos y sociólogos: “hijos legítimos y saludables del
patriarcado”. A todo ello se le agrega que tales instrumentos, no
están validados en nuestro medio, más allá del valor y uso públi-
co que tenga su instrumentación cotidiana.
Sumado al diagnóstico sobre los instrumentos de valoración,
se haya la situación de pandemia que provocó una mayor vulne-
rabilidad para algunos integrantes de la familia, entre ellos, las mu-
jeres, niños, niñas, adolecentes, adultos mayores y personas con
alguna discapacidad. El impacto que ha producido en las mujeres
es particularmente hacia su salud psíquica, física y sexual, como
los ámbitos más evidentes. En términos económicos, la pérdida o

| 149 |
disminución de trabajos formales e informales y aumento del tra-
bajo doméstico, se ha trasformado en un factor de riesgo más al
momento de valorar. Por su parte los varones también vieron afec-
tados sus trabajos fuera de la casa, permaneciendo más tiempo en
sus hogares. Esta combinación de situaciones tiene como corolario
el aumento de tiempo de las mujeres con sus parejas agresoras,
quedando expuestas al ejercicio de la violencia, sumado a la di-
ficultad de acceso a los servicios de salud, justicia, refugios, etc,
que siempre lo hubo. La ruta crítica de las mujeres en situación
de violencia, es aún más crítica, que los informes clásicos de la
OMS-OPS. La situación económica actual, producto de las crisis
cíclicas del capitalismo y los impactos que la pandemia produjo en
la economía, no han logrado aún reestablecer los ámbitos formales
e informales de trabajo. Por lo tanto, los varones continúan perma-
neciendo mucho tiempo en sus hogares; aunque los aislamientos
sociales y preventivos se habrían flexibilizado en varios países y
regiones. En síntesis, la agudeza en la valoración de riesgo, debe
tener un plus, en comparación con otros tiempos y contextos.
La ausencia de instrumentos específicos en época de pan-
demia para valorar una situación de violencia con riesgo Alto
o riesgo de Feminicidio, sumados a la situación particular que
están viviendo las mujeres durante el aislamiento, nos pone en
un lugar complejo a los profesionales que intervenimos desde un
seguimiento telefónico a varones agresores, hayan sido denun-
ciados o no. Aunque también, valorar una situación de violen-
cia de manera presencial sin contar con todos los instrumentos
necesarios, también es complejo, independientemente de una
situación de pandemia, como la padecida en el 2020 y 2021.
De allí la necesidad de crear instrumentos específicos para este
momento clave, teniendo en cuenta las herramientas clásicas
del paradigma clínico (Criminología, PS. Clínica, Psiquiatría y
Victimologia), el acervo teórico y práctico de la perspectiva de
género (Sociología, Psicología Social, Antropología Trabajo So-
cial, Ciencias Políticas, etc) y las experiencias locales de trabajo
con personas que sufren y ejercen violencia. Un instrumento de
valoración debería surgir del interjuego y la tensión de ese con-
junto complejo de componentes que sugiere el debate actual.

| 150 |
Los instrumentos tradicionales
de valoración de riesgo
Cuando se trabaja con problemáticas complejas como la vio-
lencia de género o violencia machista, es necesario realizar una
valoración exhaustiva de la situación pasada, presente, con el
objetivo de prevenir futuros comportamientos violentos. Para
ello se necesitan herramientas específicas, que sean reconoci-
das, fundadas y probadas en la práctica.
Durante la primera entrevista se sugiere utilizar los instrumen-
tos objetivos de valoración, siendo comúnmente utilizados, el
S.A.R.A., el HCR-20 y los ítems de género, y además el Modelo
Transteórico del Cambio (MTTC) de James Prochaska y Carlos
Diclemente. Este último, a fin de conocer a que etapa de motiva-
ción al cambio se encuentra el entrevistado, clave para la indica-
ción de seguimiento o el proceso grupal o individual a seguir.
Los instrumentos antes mencionados son los siguientes:

S.A.R.A. (Spouse Assault Risk Assessment): es un ins-


trumento internacional con 45 ítems clásicos de violencia, am-
pliamente probado en nuestro medio local, aunque no validado
academicamente. Los indicadores clásicos de violencia como, la
amenaza de muerte, violencia en el embarazo, antecedentes de
violencia-historicidad del vínculo violento, redes de contención,
salud mental, antecedentes de violencia y medidas cautelares
implementadas, son muy valiosos para la valoración, por ello
es necesario de tener en cuenta para la intervención. Es muy
difícil de practicar una traducción exacta, pero lo podemos to-
mar como “valoración del riesgo de agresión a la pareja”. Cabe
destacar que existen muchas versiones del SARA, pero ciertos
indicadores preponderantes se mantienen a lo largo de las vali-
daciones y adaptaciones que se le realizan.

EVP/EVP-R (Escala de predicción de riesgo grave de vio-


lencia en la pareja): Este instrumento denominado en la jer-

| 151 |
ga especialista como “el Echeburrua”, refiriéndose a su autor,
Enrique Echeburrua, es de gran valor en el momento de una
evaluación de riesgo. Posee una versión original y una revisada,
con nuevos aportes, producto de la experiencia e investigación
de este grupo de autores e investigadores españoles (Echebu-
rrua, Amor y Paz de Corral), que acordaron denominar, escala
de predicción de riesgo de violencia grave en la pareja. Este
valioso instrumento posee 5 apartados, con diferentes ítems en
cada uno, incluyendo un amplio panorama de la situación de
violencia. La escala integra: los datos personales, la situación
actual de vinculo de pareja, los tipos de violencia, el perfil del
agresor y la vulnerabilidad de la víctima, sumando veinte ítems
en total. Las dificultades en la utilización del instrumento, está
en que es necesario entrevistar a los involucrados (persona que
sufre y ejerce violencia), y en la mayoría de las ocasiones no es
posible. Como se expresó anteriormente, en los datos persona-
les se incluye el indicador “procedencia extranjera en el agresor
o la víctima”, que no recobra sentido en nuestro medio, aunque
si en España, donde se origina el instrumento, según los dichos
de su autor. La importancia en el contexto de origen es por el
desarraigo de los inmigrantes, que potenciaría el ejercicio de la
violencia, según sus creadores. En una entrevista personal con
Enrique Echeburrua (año 2012), nos sugiere no incluirlo para
nuestro medio, porque se trasformaría en un prejuicio. No poder
incluir un ítem en una escala validada científicamente, no es po-
sible cuantificarla y utilizarla en una evaluación con una persona.
Sin embargo, es rescatable como instrumento, teniendo pre-
sente los ítems que incluye, aunque en un principio sean utiliza-
dos aisladamente, derrama luz sobre las intervenciones y sur-
gen constantemente en las entrevistas y los grupos.

HCR-20 (Guía para la valoración del riesgo de comporta-


mientos violentos): Es un instrumento internacional que tiene
en cuenta ítems históricos, clínicos presentes y de riesgo futu-
ros, en caso que no se realicen modificación de comportamien-
tos. De acuerdo al protocolo, se organiza de la manera siguiente:

| 152 |
• Ítems Históricos: Violencia previa, edad del primer inciden-
te violento, relaciones inestables de pareja, problemas de
empleo, problemas de consumo de sustancias psicoacti-
vas, trastornos metal grave, psicopatía, desajustes infan-
tiles, trastornos de la personalidad, incumplimientos de
supervisión.
• Ítems Clínicos: Carencia de introspección, actitudes nega-
tivas, presencia activa de trastornos mentales, impulsivi-
dad, no responde a tratamiento.
• Ítems de Afrontamiento de situaciones de Riesgo: Ausen-
cia de planes futuros, exposición a factores desestabiliza-
dores, carencia de apoyo social, incumplimientos de tra-
tamientos prescriptos, alto nivel de estrés experimentado.
Tal instrumento se codifica teniendo en cuenta cada ítem que
se lo mide de la siguiente manera: 0 (ausencia), 1 (presencia
parcial) y 2 (presencia total o claramente presente). Cabe desta-
car que, de todas las herramientas presentadas, es el que ma-
yormente integra componentes de la clínica para la valoración,
es un instrumento completamente intramuro.

Instrumento de “insistencia de sentido” para valorar la


violencia en varones: ésta baterías de ítems están dirigidos a
obtener datos sobre las concepciones asociadas a los roles so-
ciales y culturales en nuestro medio, enfatizando las desigualda-
des. Permite ampliar el conocimiento sobre el sistema de creen-
cias de la persona, contextualiza los indicadores clásicos y valora
el riesgo de que tales representaciones, aceleren el paso a un
nuevo acto violento de la persona. Se organizan en tres grandes
categorías: Mitos en torno a las causas que generan violencia
de pareja y familiar, Concepción clásica o tradicional de la familia
y Rol asignado a la mujer en la sociedad y la familia. Este ins-
trumento con sus modificaciones, se incluyen en este texto. Lo
valiosos que se le atribuye es haber sido construido localmente,
con las experiencias directas con los varones en proceso de en-
trevista y grupo y, se lo actualiza de manera permanente, a la

| 153 |
luz de nuevos hallazgos. Cabe destacar que se encuentra en la
última fase de investigación. Sin embargo, se considera impor-
tante socializarlo, ya que resultó ser un instrumento útil para la
valoración y que se organiza bajo los designios de la perspectiva
de género. Esta constituido de la manera siguiente:
• Mitos: consideración de que el consumo de sustancias o
ciertos trastornos causan la violencia, creencias de que la
mujer provoca las conductas violentas, creencias omnipo-
tentes sobre sus comportamientos y el cambio, concep-
ción de que los comportamientos violentos son un modo
de abordaje del conflictivo familiar.
• Concepción clásica de familia: consideración de que las si-
tuaciones de violencia pertenecen al ámbito privado, ideal
de familia donde el varón es hegemónico, persona pro-
veniente de una familia patriarcal, imposición del modelo
familiar de origen.
• Rol asignado al género: rol femenino como satisfactor de
la necesidad de los otros/as, desvalorización de capaci-
dades, recursos y potencialidades de la mujer, creencias
de que la mujer debe ser necesariamente sobreprotegida,
ideas que consisten en considerar que las mujeres son
propiedad personal y privada de los varones.

Urica-DV (Escala de evaluación del cambio en violencia


domestica-Universidad de Rhoede Islandia): Este instrumen-
to pertenece a la Universidad de Islandia, exclusivo sobre vio-
lencia, tomado de una revisión sobre consumo de sustancias
psicoactiva. A través de 20 sentencias sobre el posicionamiento
de entrevistado en relación al conflicto, se puede obtener de ma-
nera cuantitativa la disposición para el cambio, que se relaciona
con las etapas de Prochaska y Di Clemente. Enfatizamos que no
es un instrumento de valoración de riesgo específicamente, pero
a través del conocimiento de las etapas, podemos acercarnos a
un conocimiento integral de la persona en situación de violencia.
Modelo Transteorico del Cambio de Prochaska y Di cle-

| 154 |
mente: Este instrumento es de gran utilidad, ya que nos muestra
de manera objetiva en la etapa de cambio en la que se encuentra
la persona. De acuerdo a la aplicación del Urica DV, se consiga
si la persona se encuentra en las siguientes etapas: Precontem-
plativa, contemplativa, preparación, acción o Mantenimiento. Es
desde allí que se diseña la estrategia de intervención futura.
Es necesario insistir, para no provocar inconvenientes y erro-
res, que los dos últimos instrumentos (MTTC-Urica DV), no co-
rresponden para valorar riesgo, sino para conocer sobre la mo-
tivación individual. Sin embargo, es posible obtener información
y cruzarla con los demás instrumentos, para el acceso de una
evaluación integral. Si una persona posee indicadores de alto
riesgo (puntuados por el SARA, HCR-20, Ítems o creencia de
Genero u otros) y se encuentra en la etapa precontemplativa,
claramente el riesgo aumenta. Por ello es necesario de concebir
la aplicación de las herramientas con una visión integral, evitan-
do las parcializaciones.

Objetivos de la valoración e informes


a Juzgado/Fiscalía/otras instituciones:
El realizar una valoración precisa y un informe a tiempo, se
trasforma en un componente preventivo fundamental para los pro-
fesionales que intervienen en situaciones de violencia de género y
para las personas que sufrieron violencia. Desde allí, se considera
que, entre los objetivos más importantes de realizar una valora-
ción y un informe técnico, se encuentran los siguientes:
• Poner en conocimiento a una autoridad competente (Juzga-
do/fiscalía, policía, Ministerio de la Mujer o de Justicia, etc)
para que evalué la necesidad de implementar una nueva
medida de protección o resguardo en violencia, de acuerdo
a la ley de violencia vigente (9283/2006-10400/2016-Cór-
doba) u otra ley vigente en el territorio provincial o nacional
(26485/2009).
• Resguardar de la responsabilidad legal y ética al profesio-
nal que intervine en la situación que da origen al informe

| 155 |
técnico correspondiente, de acuerdo al código civil y penal
argentino. En este sentido obliga al profesional intervinien-
te a poner en conocimiento a las autoridades competentes,
cuando se encuentra una situación que pone en peligro a
terceros o a la propia persona. Tal responsabilidad está
presente en el código penal y en los códigos de ética de
las profesiones afines.
• Estandarizar los indicadores valorados en los informes
profesionales de acuerdo a la categoría de Bajo, Modera-
do y Alto, con el objetivo de implementar modificaciones
en las valoraciones técnicas y lograr mayor especificidad
en las intervenciones. Este ítem es de fundamental impor-
tancia debido a la necesidad de construir instrumentos es-
pecíficos para valorar violencia en nuestro medio, con un
carácter predictivo; a sabiendas que no hay disponibilidad
de tales instrumentos en la actualidad, con validación y
confiabilidad científica.

Concepto de valoración de riesgo


e indicadores en violencia:
Una de las maneras precisas de valorar situaciones de vio-
lencia es a través de indicadores que nos puedan brindar infor-
mación para una evaluación integral y continua de la situación
estudiada. El indicador de violencia “es un dato o información
cuantitativo o cualitativo que señala las características, frecuen-
cias o intensidad de un hecho o fenómeno de violencia, con el
objetivo de acceder a su ocurrencia o comportamiento futuro,
con fines diagnósticos y preventivos”.
Un indicador en violencia debe tener las características si-
guientes:
• Estar inscripto en un marco teórico conceptual o paradig-
ma reconocido por la ciencia académica: dos Paradigma
aportan en nuestro caso, el Clínico y el Sociocultural.
• Ser específico a la problemática que trata: señalar posi-

| 156 |
bles y probables hechos futuros de violencia.
• Ser explícitos, claros y factibles: debe designar una ocu-
rrencia y poder ser observables de manera clara, sin posi-
bles interpretaciones.
8 Estar disponibles en un tiempo determinado: debe tener
una continuidad en el tiempo y no ser modificable rápida-
mente en el tiempo.
• Ser relevante y oportuno: debe tener su lugar en la proble-
mática y servir para valorar debidamente en una interven-
ción determinada.
• Debe tener un cierto valor predictivo relativo, sin con ello
se considere una precisión matemática, ya que evalúa he-
chos humanos.

Podemos ejercitar una posible definición de lo que estamos


tratando en este apartado y decir que:
Valoración de riesgo en violencia Familiar y de género, “Es
la realización de una evaluación relativa que combina facto-
res o ítems pasados y presentes, permitiendo estimar, la pro-
babilidad de que, en determinadas ocasiones, condiciones y
en un intervalo de tiempo limitado, ocurra un comportamien-
to violento, que afecte la integridad física, psíquica, sexual,
económica y psicosocial de una persona, integrante de un
grupo familiar, ya sea nuclear o extensa o contra de algunos
de los géneros en un espacio determinado”.

Indicadores individuales por dimensiones humanas.


Características de las personas
que ejercen violencia de género.
En las valoraciones de riesgo, suelen utilizarse indicadores
específicos, referidos a diferentes dimensiones que componen
lo estrictamente humano. El objetivo de incorporarlas, es por va-

| 157 |
rias razones a tener en cuenta: se utilizan comúnmente en los
protocolos de intervención con varones, cuando se realizan las
valoraciones de riesgo, son operativas y suelen ser evidentes en
las entrevistas u observaciones con varones, suelen aparecer en
la lectura de antecedentes o por dichos de un familiar y no son
aislados, sino que pertenecen a un conjunto de dimensiones que
comprometen el devenir humano. Si bien las dimensiones son
numerosas, a los fines prácticos y a la manera de ejemplos, se
incluyen las siguientes: comportamental, psicodinámica, cogniti-
va, interaccional y física. En cada dimensión se presentan indi-
cadores precisos, con la debida aclaración que es posible incluir
otros, para que una valoración sea integral. Cabe destacar que la
intervención motivacional suele disminuir y hasta hacer desapare-
cer estos indicadores, que se activan y aumentan con la confron-
tación agresiva que suelen aparecer en las entrevistas o diálogos
con los varones durante una entrevista o proceso grupal.

Dimensión comportamental:
• Justifica conductas violentas para corregir o educar a
integrantes de la familia.
• Cambios súbitos del humor de manera sistemática.
• Amenaza de suicidio ante el temor de abandono de la
familia o la pérdida de poder.
• Concurre a solicitar ayuda por exclusiva exigencia de
un juez, fiscal o en caso de abandono de su pareja.
• Celos que asume un carácter obsesivo, controlador y
persecutorio.
• Acoso en el trabajo o en actividades recreativas.
• Conductas abusivas de alcohol, drogas o psicofárma-
cos legales o ilegales.
• Dificultad para manejar el enojo y los conflictos cotidia-
nos.

| 158 |
• Doble fachada: en lo público amable y simpático, pero
violento en el ámbito privado.
• Simulacro de irse de la casa y volver varias veces en un
periodo corto de tiempo.
• Irregularidad en el manejo del dinero propio y familiar.

Dimensión psicodinámica:
• No asume responsabilidad en los actos violentos que
provoca.
• Posee dependencia emocional con su pareja o algún
integrante de la familia.
• Racionalización: fundamenta sus actos violentos para
que parezcan justificables.
• Minimización de hechos y de las consecuencias que
produce en los otros.
• Negación de los comportamientos violentos.
• Desviación de la responsabilidad de su problema de
violencia, a otras situaciones cotidianas.
• Sentimiento de dominio, omnipotencia y poder sobre
los demás.

Dimensión cognitiva:
• Pensamiento rígido en relación a los roles y funciones
atribuidas socialmente a las mujeres u otros géneros.
• Creencia que los varones son jefes absolutos del hogar
y de la familia.
• Desvalorización de las tareas y potencialidades de las
mujeres en el ámbito público.

| 159 |
Dimensión interaccional:
• Antecedentes de violencia en la familia de origen.
• Repetición sistemática de conductas violentas con
otras parejas.
• Silencios, resoplos y suspiros, referidos a las mujeres
en general.
• Acortamiento de los periodos sistemáticos del ciclo de
la violencia.

Dimensión física:
• Rigidez corporal general, en el rostro y las manos en
particular.
• Aspecto corporal saludable en detrimento del aspecto
físico de la mujer.
• Rotura de dientes por rigidez o fuerza en las mandíbu-
las.

Factores implicados en la valoración


de riesgo en violencia:
El valorar una situación de violencia requiere de ítems o in-
dicadores precisos, prácticos, viables y reconocibles en una en-
trevista presencial o telefónica y durante el proceso terapéutico
o de intervención. Para ello es de fundamental importancia la
utilización de indicadores clásicos y actuales que aportan las
grandes corrientes o disciplinas (con sus instrumentos) que se
dedican al estudio de la violencia familiar y de género. Con el
objetivo de brindar la construcción de un instrumento especifico,
local y probado en la práctica profesional, se incluye este esbozo
de instrumento con fines expositivos, para alentar a la creación
de otros, teniendo en cuenta el contexto de intervención.
En cada uno de los ítems se pondrá los indicadores y su ins-

| 160 |
trumento de origen. Los instrumentos son: SARA (Guía para la
evaluación del riesgo de Violencia Conyugal), HCR-20 (Guía
para la valoración del riesgo de comportamientos violentos),
instrumento “insistencias de sentido” o creencias de género
(Indicadores de genero para valorar violencia), EPV-R (Escala
de Predicción del Riesgo Grave de Violencia), Experiencias (se
refiere a la experiencia de las intervenciones en 15 años de fun-
cionamiento de las leyes de violencia y los 5 años de trabajo
con varones). Este último, el que refiere a la experiencia, es de
importancia, debido a que es el que surge del trabajo directo en
el contexto local y el que suele tener mayor peso específico en
nuestras intervenciones. La selección de indicadores se produ-
ce por los que más se señalaron en estudios locales y por la
experiencia propia. Es importante considerar que el indicador
presentado no es necesariamente igual que el construido en el
indicador de origen, sino que lo contiene y a veces lo explaya.

Factores y/o Antecedentes de violencia:


• Antecedentes/Denuncias previas por Violencia familiar
o de Género. (SARA, EXPERIENCIA)
• Antecedentes penales con uso de la fuerza. (EXPE-
RIENCIA, SARA)
• Historial de consumo problemático de sustancias psi-
coactivas. (SARA_HCR-20, EPV-R, EXPERIENCIA)
• Psicopatología, Trastornos mentales, enfermedades
cerebrales. (SARA-HCR-20, EPV-R)
• Incumplimientos de medidas precautorias previas.
(HCR-20, SARA, EPV-R, EXPERIENCIA)
• Vínculo Violento prolongado y acortamiento en las fa-
ses del ciclo de violencia. (EXPERIENCIA)
• Agresiones físicas, sexuales y psicológicas durante em-
barazos. (EXPERIENCIA)
• Fracasos en intervenciones terapéuticas u otras estra-

| 161 |
tegias profesionales. (HCR-20, SARA, EXPERIENCIA)
• Violencia como modo de abordaje/resolución de los
conflictos familiares/sociales. (INSISTENCIAS DE
SENTIDO)
• Intentos de suicidios, homicidios o Feminicidio. (SARA,
EXPERIENCIA)
• Haber sido víctima y/o testigo de violencia en la infan-
cia/adolescencia. (SARA-HCR-20, EXPERIENCIA)
• Imposición del modelo familiar de origen (INSISTEN-
CIAS DE SENTIDOS)
• Agresiones sexuales previas (SARA)

Factores Presentes y/o actuales:


• Uso de armas con fines intimidatorio. Posesión de ar-
mas. (SARA, EXPERIENCIA)
• Persona denunciante Vulnerable: embarazada/Disca-
pacidad/adulto mayor/psicopatologías, Inmigrante etc.
(EPV-R, EXPERIENCIA)
• Psicopatología, Trastornos mentales, enfermedades
Cerebrales en curso. (HCR-20, SARA, EPV-R)
• Consumo problemático de sustancias psicoactivas.
(SARA-HCR-20, EPV-R, EXPERIENCIA)
• Presencia de cambios vitales: Duelo, Separación, en-
fermedad. (EXPERIENCIA)
• Ideación o Intento de suicidio/Femicidios/Homicidio.
(SARA, EXPERIENCIA)
• Amenaza real de muerte hacia algún integrante de la
familia. (SARA, EXPERIENCIA)
• Deseo o manifestación de incumplir las medidas caute-
lares establecidas. (EXPERIENCIA)

| 162 |
• Reciente escalada de agresión en frecuencia y grave-
dad. (SARA, EPV-R, EXPERIENCIA)
• Inestabilidad emocional: ansiedad, enojo, angustia, im-
pulsividad, ausencia de control. (SARA, HCR-20, EX-
PERIENCIA)
• Negativa del usuario a la estrategia profesional plantea-
da. (HCR-20, EXPERIENCIA)
• Vinculo tenso/conflictivo/agresiones cotidianas con
miembro de la familia. (EXPERIENCIA)
• Actitudes que apoyan o aprueban la violencia de géne-
ro. (SARA, INSISTENCIAS DE SENTIDO, EXPERIEN-
CIA)
• Pensamiento de la pareja como objeto o propiedad per-
sonal o privada. (INSISTENCIAS DE SENTIDO, EPV-R,
EXPERIECIA)
• Tobillera en varón y/o Botón antipático de la persona
denunciante. (EXPERIENCIA)
• Cercanía de las viviendas entre los involucrados o con-
vivencia de los mismos. (EXPERIENCIA)
• Ausencia de redes de contención familiar y social.
(HCR-20)
• Retorno por la fuerza, a la convivencia con la persona
involucrada en la denuncia, sin haber modificado acti-
tudes, pensamientos y comportamientos. (EXPERIEN-
CIA)
• Confrontación y culminación del vínculo por parte de la
persona denunciante. (EXPERIENCIA)

En términos generales, el mayor riesgo está dado por la di-


versidad, imperceptibilidad e imprevisibilidad de las diferentes
situaciones de violencia posible que pueden suceder en el inte-
rior de una familia. La valoración debería surgir de la combina-

| 163 |
ción de antecedentes y factores actuales que surjan del proceso
de intervención correspondiente. Es importante que en el mo-
mento de la valoración se realice una combinación y asociación
de indicadores pasados y presentes, debiendo quedar plasmado
en el informe tal vínculo entre los indicadores establecidos. No
es basta incluir indicadores pasados y presentes aislados, sin
ningún tipo de conexión. El profesional experto deberá incluir los
indicadores que surjan de la intervención, realizar las combina-
ciones pertinentes que arriben a la valoración. El listado de in-
dicadores que se describen anteriormente no agota el universo,
aunque son los que aparecen con mayor frecuencia en nuestro
medio y otros informes e investigaciones consultadas. Sin em-
bargo, pueden surgir nuevos indicadores en una intervención y
son necesarios incluirlos y combinarlos, si rinden las condicio-
nes antes propuestas.

Elementos para elaborar un informe técnico en violencia:


Lo manifestado anteriormente nos debe invitar a reflexionar y
construir informes completos, integrales y comprensibles, para
uno mismo, la institución o para la/s persona que tenga la res-
ponsabilidad de responder a la situación informada. En general
los informes de riesgo en violencia, se suelen clasificar en Alto,
moderado o bajo, manteniendo cada uno de ellos, característi-
cas específicas, a tener en cuenta.
La manera correcta de un informe Alto riesgo debería ser la
siguiente: “denunciado o varón que ejerció violencia con pose-
sión de arma de fuego y/o denunciante con botón antipanico,
combinado con entrevistado con deseo de incumplir las medi-
das cautelares o negativa del usuario a la estrategia profesional
planteada”, constituyendo esto solo un ejemplo de las múltiples
posibilidades. El profesional experto podrá construir todas las
combinaciones que surgen de la realidad que está investigando
y valorando in situ.
En las observaciones y apreciaciones profesional se incluirán
los indicadores pasados y presentes y en la valoración profesio-

| 164 |
nal la combinación, vinculo o relación causal entre los mismos.
Un informe profesional de Alto Riesgo debe contener puntual-
mente la combinación o situación que lo transforma en alto ries-
go y no una descripción de indicadores aislados y sin conexión,
como suele observarse en algunos medios.

Un usuario entrevistado telefónica o presencialmen-


te es alto riesgo, cuando: “por los instrumentos de
valoración asignados y/o la percepción técnica dxl
profesional, se considere que en un tiempo estipu-
lado puede incurrir en un nuevo comportamiento
violento o incumplir una medida judicial (restricción
o exclusión) hacia la persona involucrada, tenga de-
nuncia o no, o de un familiar; de modo que afecte a
la integridad psíquica, física y sexual u otro ámbito
de su vida cotidiana”.

Es importante que en todos los informes se realicen la combi-


nación e interacción de los indicadores que surgieron de la inter-
vención profesional, ya sea telefónica o presencial. Un informe
de moderado y bajo riesgo también debe incluir las mismas ca-
racterísticas, porque es el fundamento preciso de la valoración
profesional. Un informe de riesgo moderado debería incluir los
indicadores pertinentes a tal fin. Entre los ejemplos de un riesgo
Moderado puede surgir el siguiente: “El entrevistado posee an-
tecedentes penales por robo calificado, actualmente denunciado
por su ex pareja, no mantendría contacto con la misma, no de-
searía continuar el vínculo y viviría a una distancia considerable
de la persona denunciante”. El ejemplo nos invita a pensar en la
necesidad de combinar los indicadores, ya que, si se toma de
manera aislado antecedentes penales por robo calificado, au-
menta el riesgo inmediatamente. Sin embargo, si se relaciona tal
indicador con el presente y la situación con la pareja, el riesgo
disminuye considerablemente, ya que el usuario de nuestro ser-
vicio, no desearía continuar el vínculo, no mantendría contacto
en la actualidad y viviría a una distancia considerable para in-

| 165 |
cumplir la medida de restricción y/o exclusión del hogar. Siempre
es importante observar el posicionamiento del usuario frente al
conflicto y evaluar el pasado concatenado con el presente, y no
de manera aislado, indicador por indicador.
Finalmente es necesario enfatizar que un indicador en violen-
cia, es solo un predictor de que es posible que ocurra un nuevo
comportamiento violento. La complejidad del ser humano y su
contexto nos abren un abanico de posibilidades que no es posi-
ble atender en su totalidad. Una valoración y un informe son un
recorte de la realidad y del micro universo de una persona. Sin
embargo, cuando los instrumentos son construidos localmen-
te, más allá de que no estén validado científicamente, poseen
una evidencia objetiva, con resultados positivos en los equipos
profesionales. De allí la necesidad de pensarlos, construirlos,
investigarlos, rehacerlos y combinarlos para obtener una valora-
ción los más objetiva posible. Una valoración precisa y a tiempo
se puede transformar en la disminución de la violencia y en la
prevención de una nueva situación violenta o de un Feminicidio.
En relación a la importancia y necesidad de informar por parte
de un profesional que está interviniendo con varones que ejerce
violencia, sea denunciado o no, es una situación cotidiana y de
importancia ético-legal. Suele plantearse la ambivalencia profe-
sional en relación a informar o no una situación de riesgo, debido
al secreto profesional y a la pérdida de confianza en el vínculo
terapéutico, constituyéndose una realidad a tener en cuenta. En
las instituciones públicas donde el vínculo establecido es diferen-
te, es común que el profesional informe y que el vínculo terapéu-
tico continúe, los profesionales suelen poner en conocimiento
sobre brindar información a las autoridades competentes. En el
ámbito privado se dificulta brindar información por temor a rom-
per el vínculo, incluso al temor por una escalada de agresiones
de parte de varón que ejerce violencia. En este caso se puede
optar por dos alternativas posibles: 1- Anticiparle al usuario que
ante una situación riesgosa deberá informar sobre la misma, a
través de un informe técnico profesional, dándole a conocer los
objetivos de brindar esa información, enfatizando que no se re-
fiere a la peligrosidad personal, sino al riesgo de la situación. 2-

| 166 |
Poner en conocimiento de las instituciones especialistas la situa-
ción observada y que las mismas inicien el proceso judicial con
las autoridades competentes. Es necesario recordar que cuando
se denuncia, hay mecanismos alternativos y administrativos de
no dar a conocer el nombre del o de la denunciante. Incluso se
suelen denunciar institucionalmente y solo lo conocen los jueces
o fiscales que reciben la denuncia. De esta manera la persona
involucrada, se entera de la denuncia, pero no conoce el origen.
Más allá de este reparo, los profesionales tienen la obligación de
informar sobre un riesgo determinado, más aún cuando el riesgo
se trasforma en una nueva probabilidad de violencia, hacia su
propia persona o a terceros.
A nivel nacional, una sola de las leyes que es el “Secreto Pro-
fesional en el arte de curar”, el artículo 11 de la Ley 17.132, en
tanto establece que “todo aquel que llegare a conocimiento de
las personas, cuya actividad se reglamente en la presente ley,
con motivo o razón de su ejercicio, no podrá darse a conocer
-salvo en los casos que otras leyes así lo determinen o cuando
se trate de evitar un mal mayor y sin perjuicio de lo previsto en el
Código Penal”. Las distintas leyes también usan la misma frase
o el mismo significado, que es “con motivo o razón” o a veces
usan “con motivo y en ocasión del ejercicio”, por lo cual se trans-
forma en una obligación de ese ejercicio profesional.
El guardar Secreto Profesional también está establecido en
el artículo 156 del Código Penal y está penado, sin perjuicio de
ellos en la última parte habla de que “será reprimido con multa
[en este caso] de 1500 pesos a 90 mil e inhabilitación especial,
en su caso, por seis meses a tres años, el que, teniendo noticia,
por razón de su estado, oficio, empleo, profesión o arte de un
secreto cuya divulgación pueda causar daño, lo revelare sin
justa causa”. Otra vez, la frase está en la causa justa. Además,
el mismo Código Penal en su Artículo N° 34, nos habla de que
no son punibles el que obra en cumplimiento de un deber, en
este caso cuando la ley pide o te impone el deber de denunciar
o poner en conocimiento un riesgo.

| 167 |
Reflexiones finales:
El paradigma Clínico clásico enfatizo y transmitió la idea que
los comportamientos violentos son desencadenados por trastor-
nos de la personalidad, psicopatologías severas, enfermedades
mentales o una personalidad inestable, producto de una consti-
tución subjetiva endeble o vulnerable. El paradigma sociocultu-
ral (con perspectiva de género), hace hincapié en las creencias
machistas construidas por nuestra cultura, que se utilizarían
como modelos de interpretación de la realidad, las que actuarían
directamente y determinarían las conductas violentas.
Lo evidente es que detrás de todo comportamiento violento,
hay un pensamiento misógino que lo moldea, le da la forma, lo
encauza. Seguramente ese pensamiento o cognición obra sobre
la estructura psíquica y la personalidad del varón, diseñando de
esa manera el grado, el tipo y la virulencia de la conducta violen-
ta. Esta categoría machista y prejuiciosa del varón, está presen-
te en todas las personalidades, aunque su acción es diferente
en cada una de ellas. En cada entrevista, es necesario centrarse
en esta idea y desde allí aplicar los instrumentos y la experiencia
profesional, para acceder a una valoración precisa y certera, con
el objetivo de diseñar una estrategia de abordaje al usuario que
estamos acompañando. En este caso, se debe observar como
el patriarcado ha obrado sobre la subjetividad de la persona o,
dicho de otro modo, como el varón singularizo el patriarcado en
su contexto.

| 168 |
Aproximaciones teóricas a la valoración
de riesgo desde la perspectiva de género.

Sandro Comba
María Belén Gauna6

“Nadie es más arrogante, violento, agresivo


desdeñoso y peligroso contra las mujeres
que un hombre inseguro de su propia virilidad”
(Simone de Beauvoir-Filosofa, escritora y feminista francesa)

Introducción
Desde el año 2018, en nuestro contexto local, se instrumenta
una herramienta cualitativa en varones que ejercen violencia,
durante el proceso de las primeras entrevistas, con el objetivo
de aproximarnos al potencial machista en los mismos y, con
ello, conocer el “paso al acto previo” al comportamiento violen-
to. Como veremos en el próximo apartado, este instrumento
se organiza en categorías (mitos en torno a la violencia de gé-
nero, concepción tradicional de la familia y roles asignados al
género) y subcategorías que permiten acceder a las creencias
arraigadas de los varones sobre su compañera femenina. Todo
esto aspirando a la detección del “potencial cultural machista”
(creencias, códigos, patrones culturales, etc) del entrevistado y
su relación con la consecuente conducta violenta. El instrumento
permite valorar el riesgo en momento de una primera entrevista
6 María Belén Gauna es Lic. en Psicología (M.P. 9763). Magister en investiga-
ción e intervención social y comunitaria por la Universidad de Málaga, España.
Especialista en psicología Jurídica por la UNC. Docente e investigadora en la
Universidad Siglo 21. Conforma el equipo técnico profesional del Centro Inte-
gral de Varones en situación de Violencia, institución dependiente del Ministe-
rios de la Mujer de la Pcia. de Córdoba. Actualmente junto al autor de este libro
están investigando y diseñando un nuevo instrumento de valoración de riesgo,
con elementos y componentes de la perspectiva de género.

| 169 |
y delimitar lineamientos para la posterior intervención, a fin de
evitar un nuevo acto violento. Considerando que las creencias
patriarcales detectables en los varones contribuirían al ejerci-
cio de violencia, al promover que se atienda selectivamente a
determinados criterios, interpretando las situaciones de mane-
ra selectiva, lo que favorece al aumento de emociones negati-
vas como la ira, bronca y su consecuente reacción violenta. Sin
embargo, el instrumento original, que se verá a continuación,
se encuentra en revisión constante desde su construcción en
la práctica profesional, debido a que se observó la necesidad
de una mayor especificación. Desde este lugar se ha iniciado
una profunda investigación, encontrándose en la fase final del
estudio. Cabe destacar que, en los momentos de la publicación
de este libro, estaríamos ultimando los últimos detalles de esta
etapa, lo que se dará a conocer cuando haya finalizado todo el
proceso. La decisión de publicar su versión original se debe a
que es de uso público, ya que los autores del instrumento lo han
presentado en capacitaciones específicas, congresos, cursos
de posgrado, seminarios y ponencias sobre el tema valoración
de riesgo. Las críticas han sido positivas y valiosas para seguir
resignificando y aportando a esta herramienta clave en la proble-
mática violencia de genero.
Sin embargo, como hemos hecho en el recorrido de este libro,
enfatizar en la necesidad de integrar todos los conocimientos y
abocarlos a la problemática que estamos tratando, la violencia
machista. Por ello planteamos los aportes realizados por los dos
paradigmas que en la actualidad coexisten en la práctica, con el
ánimo de resignificarlos, tensionarlos, criticarlo, pero para inte-
grarlos al acervo práxico de nuestra intervención.

Los aportes y discusiones del paradigma


clínico en violencia.
Del concepto “peligrosidad” a la valoración del riesgo.
La peligrosidad es un concepto que puede relacionarse de
manera directa con las ciencias sociales, del comportamiento y
jurídicas. Es también uno de los mayores aportes de la criminolo-

| 170 |
gía a las esferas legales en tanto fundamento de la reacción pe-
nal, teniendo sus comienzos en las primeras escuelas italianas
de corte positivista (Pueyo: 2013:68). Sus incidencias e influen-
cias alcanzan a gestiones y marcos legislativos, penitenciarios,
como también a los programas de tratamiento de intervención y
prevención de delitos violentos y posibles reincidencias.
Este concepto surge para hacer referencia a todos los tipos de
delincuencias graves, resultando una representación social de la
peligrosidad como equivalente a personalidades híper violentas,
abusivas (física, sexual y psicológicamente), trata de personas,
etc. Pero que, a su vez, conduce a llevar bajo el mismo concepto
a los enfermos mentales, toxicómanos, personas socialmente
desfavorecidas (García López: 2014:20). En este sentido, la pe-
ligrosidad puede constituir una etiqueta poco fundada partiendo
de la consideración de la etiología del crimen en base a la locura
o la maldad (Gauna, 2020).
La diversidad de trastornos psicológicos como de factores
predisponentes a la comisión de hechos delictivos es tan amplia
que no es posible reducirlo al concepto de personalidad criminal.
No obstante, existen ciertas situaciones que favorecen el desa-
rrollo de este tipo de personalidades peligrosas tales como ex-
periencias de violencia, maltrato o vivencias traumáticas, condi-
ciones de hacinamiento, inaccesibilidad a recursos, deterioro del
ambiente, tensiones propias del impacto de la desigualdad, etc.
que aumentan la presencia e intensidad del malestar psíquico y
físico, constituyéndose como factores de riesgo favoreciendo al
incremento de la conducta criminal violenta.
Siguiendo lo expuesto, podemos decir entonces, que el con-
cepto de peligrosidad no se correlaciona de manera directa con
un grupo homogéneo de personalidades, sino que son heterogé-
neas y variadas, teniendo como factor común la probabilidad de
reincidencia dadas las peculiaridades psicológicas, criminológi-
cas, sociales, y demás dimensiones intervinientes e influyentes,
siendo la cultura un gran determinante (Gauna, 2020). En este
sentido, es importante recalcar que la peligrosidad tiene en con-
sideración factores que exceden al mero análisis y estudio psi-

| 171 |
cológico de la personalidad individual del delincuente (Grandini:
2014:45). Conocer acerca de estas dimensiones es prioritario
para aproximarse a probabilidades de reincidencia o prevención
de posibles acciones delictivas y criminales dando particular re-
levancia a la concepción de la persona como una entidad biopsi-
cosociocultural (Gauna, 2020).
Existe tanto una peligrosidad previa al delito, considerada
como la peligrosidad social, y una posterior a la comisión del
hecho delictivo o peligrosidad criminal, que consiste en haber
cometido o intentado cometer un delito. El rasgo más importan-
te en la determinación de la peligrosidad tiene que ver con la
capacidad de sentir culpa, algo considerado como inherente a
la naturaleza del ser humano (García López, 2014). Estos plan-
teos tienen sus orígenes en el psicoanálisis clásico freudiano y
enriquecido por sus seguidores y, obviamente criticado por las
corrientes sociales de género.
Las personas en general pueden en algún momento tener
algún nivel de peligrosidad. Esto implica entonces que un es-
tado peligroso tiene que ver con circunstancias que posibilitan
o propician que una persona pueda elegir llevar a cabo alguna
conducta considerada como antisocial. En este sentido, se sus-
tituye el concepto de peligrosidad y se comienza a implementar
la consideración de la valoración de riesgo de violencia que se
sustenta en la predicción, objetividad y utilidad profesional anali-
zando el caso por caso, en base a instrumentos empíricamente
contrastados y haciendo foco en los factores de riesgo que pre-
disponen a la ejecución de estas conductas antisociales (Pueyo:
2013:34). A diferencia de la peligrosidad, la valoración de riesgo
no se fundamenta en decisiones de todo o nada en función al
pronóstico, más bien permite la comprensión de la variabilidad
del fenómeno expuesto a múltiples factores.
De este estudio que se realiza sobre el delincuente se puntua-
liza la presencia o no de distintos indicadores que permiten inferir
rasgos de egocentrismo, labilidad afectiva, agresividad, suspica-
cia, trastornos de personalidad, etc. Finalmente, los resultados
podrán determinar la capacidad criminal, adaptabilidad social y

| 172 |
estado peligroso, para un mejor pronóstico y posterior tratamiento
de la persona en base a un riesgo inmediato, y a mediano y largo
plazo (Grandini et al., 2014; Soria Verde et al., 2005).

Los factores de riesgo y de protección


en la violencia de género
Los factores de riesgo y de protección son importantes de
cara a establecer un diagnóstico situacional que permitirá propo-
ner algún tipo de intervención en base a las características del
varón que ejerce violencia y de su entorno inmediato.
Un factor de riesgo es una condición que aumenta la probabi-
lidad de las acciones agresivas, pero no necesariamente las pro-
duce (Berkowitz, 1996 citado en González, 2009). De manera
general, podemos definir los factores de riesgo como caracterís-
ticas individuales, condición situacional y/o contexto ambiental
que aumenta la probabilidad de iniciar o mantener conductas
violentas, en este caso el maltrato hacia la mujer (González,
2009) u otros géneros. En contraposición, los factores de pro-
tección serian características individuales, condición situacional
y/o ambiental que inhiben, reducen o atenúan la probabilidad
de realizar y mantener comportamientos violentos y/o delictivos
(González, 2009).
En los últimos años se ha producido un aumento importante
en la investigación sobre la violencia de género, en concreto,
sobre el perfil psicológico del agresor (Corral, 2004 citado en
Echeburúa, Fernández-Montalvo y Corral, 2008). Con dichas in-
vestigaciones lo que se pretende es conocer las características
de estos sujetos con el objetivo de poder entender por qué llevan
a cabo comportamientos violentos contra las mujeres, y así, ela-
borar medidas específicas de prevención y de intervención psi-
cológica para finalizar con dichos comportamientos (Echeburúa
y Fernández-Montalvo, 1997; Echeburúa, Fernández-Montalvo
y Amor, 2006 citado en Echeburúa, et al., 2008).
Los factores que provocan la violencia contra la pareja feme-
nina, pueden variar levemente, bien por el tipo de estudio que se

| 173 |
haya llevado a cabo para su averiguación, que puede ser clínico,
epidemiológico o criminológico, bien porque haga referencia a
criterios diferentes, como pueden ser la violencia física, la se-
xual, la psicológica e incluso el asesinato o el acoso no-sexual
(Echeburúa, Fernández-Montalvo y Corral, 2009).
López (2004) señala que no se puede generalizar sobre las
características que influyen en los varones a la hora de llevar a
cabo comportamientos violentos. El maltrato no se corresponde
con la existencia de un único factor de riesgo, sino que es el
resultado de un conjunto de factores, tanto internos como exter-
nos. Cuando un sujeto posee estos factores aumenta la proba-
bilidad de maltrato, pero no significa que todos los sujetos con
dichos factores ejerzan violencia de pareja, familiar o de género.
Según el modelo de Berkowitz, existe una interacción entre
biología y condiciones ambientales. Las características biológicas
de una persona pueden afectar a su conducta, pero, las condicio-
nes ambientales potencian o disminuyen la probabilidad de expre-
sar dichas tendencias (Martín, 2000 citado en López, 2004). Está
claro que esta línea es una postura ultra positivista, ampliamente
criticada por los desarrollos de género y feministas. Con razones
específicas, como hemos discutido a lo largo de este libro.
Entonces podemos hacer referencia a una multiplicidad de fac-
tores de riesgo y protección que inciden en el tipo de riesgo que
puede presentar una persona que incluyen dimensiones demo-
gráficas; factores conductuales relacionales; antecedentes pena-
les; problemáticas de consumo, etc. (Gauna, 2020). En este senti-
do se hará referencia puntualmente a aquellos factores cognitivos
que pueden tener incidencia directa en el tipo de valoración de
riesgo de un varón que ejerce violencia hacia su pareja.
Diversos estudios muestran que los hombres que maltratan
a su ex/pareja tienden a justificar sus conductas negativas, ex-
plicar las causas y determinar la culpa acerca de por qué han
actuado de ese modo (Redondo, 2012). La técnica utilizada por
los sujetos para justificar, de algún modo, la agresividad emplea-
da es resaltar los comportamientos negativos de la persona que
sufre violencia (López, 2004).

| 174 |
Existen, a su vez, actitudes y valores favorables a la violencia.
López (2004) señala que los que aluden a la fuerza física se dan
en entornos socioculturales de clases más bajas y, llevan al mal-
trato, reforzando su masculinidad física. Pastor (1994 citado en
López, 2004) apunta que las estadísticas no corroboran que la
causa de que el hombre haya maltratado a su pareja provenga de
su pertenencia a una clase social baja, si no que afectan otras va-
riables, muchos más complejas que la condición de clase social.
Diversos estudios reflejan que hay más probabilidad de ejer-
cer actos de maltrato hacia la pareja cuando la persona que su-
fre violencia y su el agresor, aceptan la violencia como algo natu-
ral en las relaciones (Smith, Winokur y Palenski, 2005 citado en
Rey, 2008). Además, las agresiones aumentan en intensidad y
frecuencia cuando se percibe que la violencia es apta para resol-
ver los problemas cotidianos (O’Keefe, 1998 citado en Gonzá-
lez, 2009) Asimismo, otros estudios (Carlson, 1990; Fredland et
al., 2005; Kinsfogel y Grych, 2004 citados en Rey, 2008) reflejan
que la aceptación de la violencia depende tanto de haber sido
testigo de violencia en la familia de origen, como de la influencia
y el conocimiento de diversas formas de maltrato transmitido por
el grupo de iguales, lo que realza la importancia de la familia y
grupos sociales a la hora del aprendizaje y la legitimización de la
violencia en la pareja.
En relación a los factores psicopatológicos y afectivos, muchos
varones tienen la errónea creencia sobre que el hecho de expre-
sar las emociones hace menos hombre, por lo tanto, muchos de
los sujetos no saben expresar sus emociones, controlarlas o en-
tender las emociones de su pareja por lo que, tienden a percibir
ciertas situaciones problemáticas del día a día como situaciones
amenazantes, reaccionando de una forma desproporcionada (Du-
tton y Golant, 1997 citado en Echeburúa y Corral, 2004). El aisla-
miento social y, sobre todo, emocional es un factor que aparece
con frecuencia en muchos varones violentos y que se traduce
en una dificultad para entablar relaciones de intimidad o amistad
(Echeburúa y Corral, 2004). Mujeres maltratadas describen a sus
parejas como personas con déficits al expresar emociones de en-
fado, lo que los llevaba a la frustración y al empleo de métodos

| 175 |
coercitivos para controlar la situación (González, 2009).
Por otro lado, se puede referir a la autoestima, que trata de
la percepción, pensamientos y emociones que se tienen acerca
de uno mismo (Redondo, 2012). Diversos autores (López, 2004;
Redondo, 2012) señalan que la mayoría de los maltratadores
tienen una imagen negativa de sí mismos, llegando a infrava-
lorarse, lo que les hace sentirse como fracasados y los lleva a
tener conductas amenazantes de control que se refuerzan con
diversos actos de violencia. Asimismo, la violencia contra la pa-
reja es una forma de compensar las frustraciones que tiene el
agresor con quien tiene más a su alcance (González-Ortega,
Echeburúa y Corral, 2008).
La baja autoestima que presentan los varones que ejercen
violencia ha sido relacionada con la severidad y frecuencia de
la violencia ejercida (Cascardi y O’Leary, 1992 citado en Gonzá-
lez, 2009). Debido a esta baja autoestima, los maltratadores son
muy sensibles a cualquier conducta cotidiana que pueda ir en
contra de lo que ha dicho o hecho o pueda, incluso, compararlo
con cualquier otro hombre, como que su pareja le haya llevado
la contraria, que le haya quitado la autoridad delante de un hijo,
etc. (Echeburúa, Amor y Fernández-Montalvo, 2002 citado en
Echeburúa y Corral, 2004; Redondo, 2012). A consecuencia de
esta baja autoestima, entre muchas otras variables, muestran
una dependencia excesiva hacia sus parejas por miedo a per-
derlas, ser abandonados o no sentirse queridos, lo que los lleva
a realizar conductas violentas para mantener a su pareja con él,
aunque sea por miedo (Redondo, 2012).
Muy relacionado con la baja autoestima, otra característica
significativa en estos hombres es la dependencia emocional ha-
cia sus parejas (Murphy, Meyer y O´Leary, 1994), entendiendo
como dependencia emocional la necesidad afectiva excesiva
que una persona siente hacia otra. En el caso de los maltrata-
dores esta dependencia la demuestran a través de la violencia
hacia sus familiares o específicamente a su pareja o esposa.
Son personas que necesitan a sus parejas, sienten miedo de
perderlas, de ser abandonados, de no sentirse queridos, etc. Lo

| 176 |
que unido a su baja autoestima los lleva a utilizar comportamien-
tos agresivos para mantener a su conyugue a como dé lugar.
Los celos patológicos también constituyen un factor de gran
relevancia, pudiendo definirse como un trastorno caracterizado
por una preocupación excesiva e irracional sobre la infidelidad
de la pareja, que provoca una intensa alteración emocional y que
lleva al sujeto a desarrollar una serie de conductas comproba-
torias con el objetivo de controlar a la otra persona. (Echeburúa
y Corral, 2004). Diversos autores (Echeburúa y Corral, 2004;
López, 2004) señalan que, en gran parte de los casos, el mal-
trato se inicia por la distorsionada percepción por parte de los
maltratadores de que pueden ser abandonados por su pareja.
Como consecuencia, desconfían de todo el mundo, sin entender
que su pareja pueda tener diferentes relaciones con otras perso-
nas. Estos ataques de celos, unidos a la agresividad del sujeto,
su baja autoestima y su déficit en habilidades sociales son la
causa más frecuente de homicidios conyugales (Echeburúa y
Corral, 2004). En esta línea Lorente (2001 citado en Redondo,
2012,) establece que los celos son un mecanismo de control en
el que se refleja la inseguridad, el miedo, la baja autoestima y la
dependencia del que los ejerce.
Echeburúa y Fernández-Montalvo (2001 citado en Echeburúa
y Corral, 2004) establecen que los celos pueden manifestarse
de dos formas: por un lado, se encuentran los celos pasionales,
que surgen de la inseguridad por perder a la pareja, la ansiedad
que produce puede afectar a la autoestima del sujeto y desenca-
denar en agresividad y, por otro lado, los celos delirantes, estos
tratan de ideas delirantes, sin fundamento objetivo y que son
frecuentes en los trastornos psicóticos (paranoia o esquizofrenia
paranoide) y en el alcoholismo. En el estudio realizado por Pérez
et al. (2012) para evaluar el programa “violencia de género: pro-
grama de intervención para agresores” se establece que los in-
dividuos estudiados tienen una menor percepción problemática
de los celos. Así, los celos constituyen la causa más frecuente
de agresión entre las parejas (Lavoie, Robitaille y Hebert 2000
citado en González, 2009).

| 177 |
Por otro lado, existen diversos trastornos de personalidad
asociados a las conductas violentas. Calvete (2008) refiere que
estos tipos de trastornos tienen su origen en la infancia y se
describen como patrones de percepción y relación con el mun-
do, relativamente crónica, generalizada y rígida. Como conse-
cuencia, las personas con este tipo de trastornos mantienen
relaciones con otros de forma disfuncional. En primer lugar, el
trastorno antisocial de la personalidad que se caracteriza por el
desprecio y falta de respeto por los derechos de los demás, la
falta de empatía, la ausencia de remordimiento, la manipulación
de las personas para conseguir su objetivo, tener un estilo de
vida “parásito”, la realización de conductas violentas, crueles.
Este tipo de maltratador suele mostrar desapego hacia los hijos,
consumo abusivo de alcohol y drogas, carencia de amigos (Ga-
rrido, 2000; Garrido, 2001 citado en Echeburúa y Corral, 2004;
Calvete, 2008; Echeburúa, Amor, Corral, 2009).
Existe un elevado riesgo de maltrato entre los individuos diag-
nosticados con este trastorno de la personalidad (Danielson, Mo-
ffit y Caspi, 1998; Kessler, Molnar, Feurer y Appelbaum, 2001 cita-
dos en Redondo, 2012). Murphy, O’Farrel, Fals-Stewart y Feehan
(2001 citados en Redondo, 2012) apuntan que el nivel de sínto-
mas es más intenso en hombres con grave adicción al alcohol y
con historial previo de agresiones hacia sus parejas. En el estudio
de Fernández-Montalvo y Echeburrua (2008) en este sentido, es-
tablecen que ninguno de los sujetos estudiados supera el punto
de corte de 30 donde se puede establecer un diagnóstico claro
de psicopatía, pero que el 14,4% de la muestra, puntúan igual o
superior a 20, lo que indica tendencias psicopáticas.
En segundo lugar, el trastorno borderline en el cual es frecuen-
te la impulsividad, la inestabilidad emocional en las relaciones in-
terpersonales y un sentimiento crónico de vacío, así como com-
portamientos impredecibles en la relación de pareja (Echeburúa y
Corral, 2004; Calvete, 2008; Echeburúa, Amor, Corral, 2009).
En tercer lugar, el trastorno paranoide en el cual juega un pa-
pel fundamental la desconfianza de forma constante, el carácter
rencoroso y es frecuente que reaccionen con ira o agresividad

| 178 |
(Calvete, 2008; Echeburúa, Amor, Corral, 2009; Echeburúa y
Corral, 2004). Y, en cuarto lugar, el trastorno narcisista, en el
cual el sujeto necesita reconocimiento, admiración, estima cons-
tantemente y carecen de empatía (Calvete, 2008; Echeburúa y
Corral, 2004).
En esta misma línea, Lelord y André (1998 citado en López,
2004) destacan que los maltratadores pueden tener rasgos de
personalidad sádica, de acuerdo con los cuales, pretenden ha-
cer sufrir o dominar a la otra persona. A diferencia de los estu-
dios mencionados anteriormente, el estudio realizado por Fer-
nández-Montalvo y Echeburúa (2008) muestra que el 86,8%
de los sujetos de la muestra se ve afectado por un trastorno
de personalidad y que el trastorno más prevalente es el obsesi-
vo-compulsivo, que afecta al 57,8% de la muestra, seguido del
trastorno dependiente de la personalidad (34,2%) y del trastorno
paranoide (25%), sin embargo, el trastorno narcisista se ve poco
representado en su muestra, tan solo un 19,7% de los sujetos
lo padecen. Además, también apunta que los sujetos presentan
más de dos trastornos por sujeto (una media de 2,5 trastornos
de personalidad por sujeto).
Cabe añadir que los factores de riesgo más comunes que
propician el comportamiento violento en las personas enfermas
mentales son los siguientes: a) historial previo de agresiones; b)
negación de la enfermedad y por tanto, rechazo del tratamiento;
c) los trastornos del pensamiento o de la percepción con pérdida
del sentido de la realidad; d) los daños cerebrales; e) el maltrato
sufrido en la infancia; f) consumo abusivo de alcohol y drogas
(Bowen, Gilchrist y Beech, 2008; Pincus, 2001 citados en Eche-
burúa, Amor, Corral, 2009).

Los aportes y discusiones de la perspectiva


de género en violencia.
Si buscamos aplicar estos aportes en una problemática pun-
tual, la violencia de género puede ser una de las que más con-
voca a actuar de manera urgente y comprometida en este con-

| 179 |
texto sociocultural actual. La consecuencia que provoca en las
personas que la padecen, en su comunidad y la sociedad en
general está a la vista. Como se explicó en el capítulo uno y en
el apartado anterior también, la perspectiva de género se fue
construyendo con sus propios aportes y en la crítica al paradig-
ma clínico clásico. Las críticas estuvieron dirigidas a todos los
conceptos, herramientas, discusiones y conclusiones realizadas
por el paradigma tradicional, en la valoración de riesgo también
debía plantearse de esta manera, ya que es un ámbito de incum-
bencia fundamental en una problemática compleja, como es la
violencia machista.
La primera investigación sobre actitudes y creencias ma-
chistas surgió de la mano de las teorías feministas del maltrato
hacia la mujer (Dobash y Dobash, 1979 citado por Redondo,
2012). Estas teorías consideran que la sociedad occidental se
basa en el patriarcado como forma de organización social, polí-
tica y cultural que trata de mantener la dominación del hombre
sobre la mujer y el resto de los géneros (Sugarman y Frankel,
1996 citado en Redondo, 2012). Así, los hombres son educa-
dos para mantener esta relación de dominación-sumisión a todo
lo existente. Es importante diferenciar dos conceptos: el rol se-
xual y el rol de género. El primero, el rol sexual, refiere a lo que
representamos biológicamente por ser hombres o mujeres, es
decir, nuestras diferencias biológicas (sexual anatómica), mien-
tras que el segundo, el rol de género, representa un constructo
social de hombres y mujeres y, también recoge la diferenciación
biológica (Moya, 1985 citado en González, 2009), adjudicando
a cada persona cualidades y comportamientos en función de su
pertenencia a uno u otro sexo. A esto se lo denomino el sis-
tema sexo-genero, término acuñado por Rubín y que veremos
más desarrollado en el próximo capítulo, cuando nos refiramos
a la propuesta terapéutica y psicosocioeducativa. Estos valores
y creencias hacen que tengan roles sexuales estereotipados so-
bre la mujer y que se manifiesta según Glick y Fiske (1996 cita-
do en López, 2004) de tres maneras. Primero, un paternalismo
dominador, creencia según la cual la mujer sería inferior y débil y
por lo tanto el hombre es el dominante y fuerte; segundo, la com-

| 180 |
petitividad en la diferenciación de género, entendiendo que las
mujeres no poseen las características suficientes, sí poseídas
por los hombres, para desenvolverse en el ambiente; y tercero,
la hostilidad heterosexual, creencia que atribuye a la mujer un
carácter manipulador o directamente de maldad. Ferrer y Bosch
(2000 citado en López 2004) señalan que hay diversos estudios
(Coleman, 1980; Defensor del Pueblo, 1998; Fernández– Mon-
talvo y Echeburúa, 1997 citados en López, 2004,) que sugieren
que las actitudes y creencias misóginas podrían ser un elemento
común y diferenciador de los maltratadores. Lo relevante en este
aspecto es la concepción de la mujer como una propiedad sus-
ceptible de ser controlada y dominada por el hombre (Echeburúa
y Corral, 2004).
Pérez et Al. (2012) apuntan que los individuos que forman
parte de su estudio presentan en mayor proporción que la po-
blación, creencias sexistas acerca de que la mujer es inferior al
hombre. En esta misma línea, en cuanto a la creencia sobre ro-
les tradicionales de género, en el estudio de Miller y White (2003
citado en Rey, 2008) se encuentra que la violencia masculina
podría favorecerse por actitudes y creencias tradicionales de gé-
nero. Sears et al. (2007 citado en Rey, 2008) consideran que hay
una tendencia hacia actitudes conservadores sobre el rol de la
mujer entre los varones que habían ejercido actos de maltrato
físico, psicológico y sexual. Además, Yanes y González (2000
citado en González, 2009) apuntan que los varones con más
actitudes tradicionales sobre los roles de género atribuyen más
responsabilidades a las víctimas en los episodios de violencia
que ellos mismos provocan. Para finalizar, la revisión de Dutton
y Sonkin (2003 citado en Redondo, 2012) establece que hay que
resaltar la importancia de la educación y los valores o actitudes,
ya que son elementos fundamentales que deben tratarse en los
programas de tratamiento para varones que ejercen violencia.
La violencia de género es una problemática social comple-
ja, atravesada por múltiples factores que la influyen, determinan
y condicionan. Al sostener la idea de que las distintas circuns-
tancias y aspectos culturales, familiares, sociales, influyen a las
personas (en este caso a varones) para que en determinadas

| 181 |
condiciones ejerzan violencia en su núcleo familiar, es posible
referir a lo que se conoce como Perspectiva de Género, que
se incluye paulatinamente en las distintas intervenciones, he-
rramientas y dispositivos de abordaje de la violencia. La valo-
ración de riesgo de la situación planteada es una de las tareas
de mayor relevancia y magnitud en la actualidad, considerando
los grandes incrementos en las tasas de feminicidios y casos de
violencia intrafamiliar en los últimos tiempos. Sin embargo, hasta
hace unos años no había herramientas que valoraran las creen-
cias machistas como posible potencial o desencadenante en los
comportamientos violentos. Tales instrumentos eran exportados
en su gran mayoría del paradigma clínico, donde el profesional
debía tener en cuenta una serie de factores, exclusivos del com-
portamiento de la persona.
En este sentido los planteos que arrimaron contenidos a los
primeros instrumentos sostenían que, el agresor piensa, siente
y actúa de acuerdo a creencias que cobran fuerza de verdad y
que determinan la construcción de la realidad en la que los va-
rones viven e interpretan, presentándose como naturales, inva-
riables y universales, siendo una construcción sociocultural, que
se produce y reproduce desde el inicio y evolución de nuestra
sociedad organizada. Estas convicciones pueden resultar en ac-
ciones violentas y dañinas para parejas, hijos, hijas y mujeres en
general, llegando en casos extremos a su asesinato. En conse-
cuencia, las estrategias de intervención para abordar la violencia
de género deben basarse en la complejidad que caracteriza a
la problemática. Es así que intentar comprenderla y abordarla a
través de la voz de los propios agresores nos convoca a pensar
la escucha activa y la obtención de información como principal
herramienta de trabajo. No obstante, el diagnóstico o presunción
al que se pretenda arribar, debe incorporar múltiples aspectos.
Por un lado, el marco desde el cual se interpreta, ya que los
desarrollos avanzan, se modifican y evolucionan con el paso del
tiempo, esto posibilita hoy en día la adopción de la perspectiva
de género, como un enfoque prioritario e insustituible a incorpo-
rar. Y por otro, la consideración de que es posible que algunas
personas cambien, crezcan y modifiquen sus patrones y modos

| 182 |
en base a procesos de deconstrucción, por lo que la evaluación
de los factores de riesgo y de protección se tornan un aspec-
to clave y fundamental en el trabajo con la violencia contra las
mujeres. No es posible describir y citar todas las fuentes de la
perspectiva de género que han realizado sus grandes aportes
en torno a esta discusión, sin embargo, a lo largo de este texto
se han dejado claro los posicionamientos teóricos al respecto,
enfatizando en la necesidad de la integración, con las resignifi-
caciones de los contenidos tradicionales.
Los primeros instrumentos, con estas características fueron
denominados “distorsiones cognitivas”, porque hacían referen-
cias exclusivamente a ámbito de las creencias, que elabora
nuestra cultura. Como principales antecedentes de herramien-
tas empleadas para valorar la presencia de distorsiones cog-
nitivas se hace referencia al Inventario de Pensamientos Dis-
torsionados sobre la Mujer y el Uso de la Violencia (IPDMUV),
que fue diseñado por Echeburúa y Fernández-Montalvo (1998)
para evaluar con carácter unidimensional los sesgos cognitivos
que presentaban los hombres violentos contra la pareja. Es una
herramienta de evaluación de 29 ítems dicotómicos (13 sobre
los roles de género e inferioridad de la mujer y 16 sobre la legi-
timación de la violencia para solucionar problemas) que ha sido
muy utilizada en contextos clínicos y de investigación. Su revi-
sión se realiza en 2016 deviniendo de la misma, un instrumento
con adecuadas propiedades psicométricas que permite detectar
sesgos cognitivos en hombres maltratadores y que es de utilidad
para el ámbito clínico.
Por otro lado, el Inventario de Sexismo Ambivalente (ISA)
(Glick & Fiske, 1996) se sustenta en la idea de que el sexismo
es un constructo multidimensional compuesto por dos tipos de
creencias sexistas, unas de carácter hostil y otras de tipo be-
nevolente. El instrumento consta de 22 ítems que evalúan dos
dimensiones: 11 ítems con un rango de 0 a 55 puntos para el se-
xismo hostil, que se caracteriza por actitudes prejuiciosas y con-
ductas discriminatorias basadas en la supuesta inferioridad de
las mujeres respecto de los hombres y 11 ítems con un rango de
0 a 55 puntos para el sexismo benévolo caracterizado por una

| 183 |
actitud aparentemente no prejuiciosa que describe a las mujeres
como personas frágiles que necesitan cuidado y protección. Es
importante recalcar que el instrumento sostiene una visión bina-
ria de género. Es importante que el lector acceda a estos dos
instrumentos, ya que aporta mucha luz para los nuevos desarro-
llos en contextos locales.

Una primera discusión sobre las


“distorsiones cognitivas”
Si bien lo hemos planteado en numerosas oportunidades, es
importante destacar la necesidad de revisar el concepto de “Dis-
torsiones Cognitivas” por no considerarlo adecuado a la realidad
que se está llevando a cabo en la experiencia técnica. El término
posee al menos dos desaciertos teóricos, con sus respectivas in-
cumbencias en la práctica profesional, ya que el concepto de dis-
torsión cognitiva alude a una posible dolencia o desviación (o en-
fermedad) que provoca una mala interpretación de una situación
determinada, arribando a un posible diagnostico patológico para
una intervención psicológica o psiquiátrica clásica; es decir a un
tratamiento como el paradigma clínico clásico lo construyó. Desde
otro punto de vista cuando un varón agrede a una mujer, lo hace
utilizando una categoría cognitiva misógina, construida por nues-
tra cultura occidental y que se encuentra naturalizada e instaura-
da en su subjetividad. Es por ello que no distorsiona lo establecido
culturalmente, sino lo que aprendió de esa cultura, se transforma
en pensamiento y comportamiento violento. Los varones que ejer-
cen violencia son los portadores y ejecutores privilegiados de los
mandatos culturales, sin distorsionar las ideas y creencias patriar-
cales de nuestra sociedad. En este sentido se prefiere modificar
la denominación de “distorsiones cognitivas” por “indicadores de
estereotipos de género”, “creencias de género” o directamente
“insistencia de sentido”, como la denominamos en este texto, por
considerarla más pertinente a nuestra concepción y abordaje pro-
fesional actual. En el próximo apartado veremos cómo es posible
construir un instrumento sin la necesidad de concebirlo como una
distorsión en la cognición o como una patología.

| 184 |
INSTRUMENTO “INSISTENCIA DE SENTIDO”
EN GÉNERO PARA VALORAR
LA VIOLENCIA EN VARONES.

Sandro Comba
Mariana Gandolfo7

“Hombres necios que acusáis a la mujer sin razón,


Sin ver que sois la ocasión de los mismo que culpáis”.
(Sor Juana Inés de la Cruz-Escritora, poetiza
y pensadora Novohispana)

¿Decir la violencia?
Narrativas posibles para la construcción de un instru-
mento con perspectiva de género para valorar varones que
ejercieron violencia.

Reflexiones iniciales encarnadas


Escribimos a dos voces a partir de las encontradas intenciones
de plasmar las experiencias de trabajo compartidas y por tanto de
proponer una nueva manera de escuchar/mirar a los varones (en
su mayoría denunciados por ejercicio de violencia o que se acer-
caron de manera “voluntario”), que acompañamos en un centro
de atención específico durante los años 2016 y 2020. Elegimos
7 Mariana Gandolfo es Lic. en Trabajo Social (UNC). Maestría en investigación e
intervención psicosocial en la Facultad de psicología (UNC). Miembro fundacio-
nal de la “Mesa de trabajo en discapacidad y derechos humanos” de Córdoba.
Realizo posgrado en trabajo social y salud mental en hospital Neuropsiquiatrico
de la provincia de Córdoba. Fue parte del equipo técnico del centro integral de
varones en situación de violencia, dependiente del Ministerio de la Mujer de la
provincia de Córdoba (2016/2019) Actualmente desarrolla su profesión en el Mi-
nisterio de Desarrollo Social de la Pcia de Córdoba, como jefa de los centros
infantiles en la dirección de familia. Este artículo fue desarrollado en el periodo
antes mencionado y enriquecido en la actualidad con nuevos y valiosos aportes.

| 185 |
establecer coordenadas en tiempo y espacio a fin de dar cuenta
de la perspectiva situada en la que presentaremos el escrito, en
el contexto de un texto mayor, que nos convoca y de la necesaria
adscripción a un posicionamiento ético-político encarnado.
Todas las alusiones a las narrativas de los varones con los
que dialogamos, se reelaboraron luego de largas horas de es-
cucha y disposición a comprender el mundo de la vida de cada
uno de los sujetos que se acercaron al encuentro con ambos.
Sin embargo es necesario aclarar que la disponibilidad de cada
uno de nosotres y de les compañeres8 de trabajo en el campo,
no fue homogénea, resultando muchas veces asociada a una
impronta punitivista y prejuiciosa sobre los argumentos que es-
tos traían. Asumimos que, a partir de la apertura institucional al
trabajo con varones, le siguió un camino de aprendizaje sobre
los entramados que conforman la cotidianeidad de los varones,
pero con algunas improntas propias de los márgenes institucio-
nales en los que desempeñamos nuestra tarea profesional de
manera cotidiana, durante cinco largos años. Esta combinación
y la estructura judicial9 por detrás de este proceso, le imprimió
características particulares a lo posible y lo decible allí. Mencio-
namos los aprendizajes para establecer y reconocer un cambio
de posición frente a los que estábamos escuchando, lo que nos
comprometió a un cambio de mirada, ya no tanto sobre los su-
jetos con los que trabajábamos sino, sobre nosotres y nuestros
modos de interpretar las narrativas de los varones, que de algu-
na manera aportaban al encuentro con experiencias, muchas
8 Decidimos nombrar utilizando el lenguaje inclusivo a modo de economía lin-
güística para quien lee, sin embargo, comprendemos que esta adscripción no
agota ni contempla la discusión respecto a las identificaciones de género.
9 Los varones que se acercaban al espacio de atención y acompañamiento
lo hacían en su mayoría, mediando una orden judicial, luego de una denuncia
por ejercicio de violencia, por tanto, las adscripciones a la atención estuvieron
mediadas por la obligatoriedad en el “tratamiento” y la amenaza subyacente
de las consecuencias propias del incumplimiento de una orden judicial. Este
entramado condicionó muchas de las entrevistas que realizamos, sin embar-
go, consideramos que luego de algunas instancias de encuentro (en primeras
entrevistas y en los grupos motivacionales y de reflexión), los varones fueron
depositando confianza en nosotres y sus pares, que concurrían en su mayoría,
en la misma condición judicial.

| 186 |
veces dolorosas y cargadas de afecciones.
Consideramos que la producción teórica y social de las mas-
culinidades y los referentes en el campo que han surgido en los
últimos años en Argentina, son de una importancia radical para
pensar las intervenciones con varones en cualquier ámbito, no
estando aún agotadas las discusiones respecto al modo de mi-
rar a los varones que llegan a los servicios de atención y acom-
pañamiento y/o a los consultorios particulares también. Desde
aquí, es que proponemos poner en valor las narrativas acerca
de la reproducción de sus trayectorias vitales e identificar los
aprendizajes de un sistema patriarcal y misógino que los com-
pele a defender su rol social a fuerza de ejercicio de violencia.
Sostener que las discusiones no están saldadas, nos permite
avanzar hacia el reconocimiento de las voces de estos varones
y a comprender fundamentalmente la complejidad que posee el
campo y sus múltiples determinaciones.
En el presente artículo, como en el resto del texto, trazaremos
las coordenadas para pensar el rol fundamental de las episte-
mologías feministas, el campo de intervención con varones y
su perspectiva situada; luego de ello vamos a exponer una (1)10
experiencia de intervención con varones desde nuestros lugares
de enunciación, las características que adquiere la entrevista y
la valoración de riesgo de la situación de violencia (esta última
pensada en el marco de la intervención judicial luego de una
denuncia por ejercicio de violencia) y como eje central de este
escrito, las insistencias de sentidos (recuperando los aportes de
Fernández [2007] en relación a las latencias implícitas en el uni-
verso de significaciones, en este caso la de la construcción de
masculinidades)11 propias de las narrativas de varones que se
10 Nos referimos a 1 (una) experiencia para volver a insistir en el carácter si-
tuado de la producción de conocimiento y la sistematización de nuestras prác-
ticas profesionales, además para volver a recrear las instancias de encuentro
para la escritura compartida.
11 Refiere Fernández (2007), ¿Cómo de las latencias que laten implícitas en
los universos de significaciones se produce forma? Es decir, ¿cómo desde los
universos de significaciones se produce una singularidad de sentido? ¿Cuándo
una palabra, un gesto, una afectación insiste, recurre y se desliza en diferentes

| 187 |
encuentran articuladas con los mandatos de género, las matri-
ces binarias de producción de identidades, roles y estereotipos,
y los mitos en torno a las causas del ejercicio de la violencia.
Entonces aquí estableceremos como propuesta práctica para la
valoración, un instrumento con toda la fuerza de la perspectiva
de género que abone a la valoración de riesgo en las entrevistas
especificas con varones. Hacia el final propondremos algunos
conceptos que consideramos importantes para la transforma-
ción de las prácticas profesionales de quienes intervienen con
varones, allí el concepto de hospitalidad de la mano de Derri-
da (2006) y la idea de la disponibilidad de Skliar (2012)12, nos
ayudarán a establecer algunos presupuestos ético-políticos para
intervenciones más humanitarias.

Epistemologías feministas para pensar


el campo de intervención con varones
Escribir desde una perspectiva teórica concreta, no implica
asumir un libre punto de vista, sino por el contrario asumir un po-
sicionamiento ético-político que incluya modos de ver y habitar el
mundo. A partir de esa premisa es que las epistemologías feminis-
tas nos permiten, ante todo, proponer la co-construcción de cono-
cimiento con varones y revalorizar el conocimiento situado, como
ese modo encarnado de crear, para sumar al campo de conoci-
mientos en los estudios de las masculinidades, haciendo hincapié
en que cualquier producción debe ser con los sujetos con los que
trabajamos, investigamos, reflexionamos, para construir saberes
allí donde transcurren de manera cotidiana. En este sentido las
narrativas de los varones acompañados, nos mostraron el cami-
no para reconocer y construir las insistencias de sentidos que la
producción social de las masculinidades propone en la actualidad.
argumentos y escenarios cobrando en cada uno de ellos distintas significacio-
nes y diferentes protagonistas? (Fernández, 2007:28)
12 Skliar Carlos es un autor argentino reconocido en el campo de la educación
y las pedagogías de las diferencias, y tomamos de él, algunos conceptos cen-
trales para pensar el encuentro con el “otro diferente”, con la alteridad y cons-
truir allí herramientas de intervención para trabajar a partir de ese encuentro.

| 188 |
De este modo, los cuestionamientos a la pretensión científica
de neutralidad que venían realizando otras epistemologías críti-
cas, se vieron enriquecidos en clave feminista, lo que dio lugar a
la ya estándar clasificación que brindara Sandra Harding al siste-
matizar estos aportes como “empirismo feminista, punto de vista
privilegiado feminista, posmodernismo feminista” (Adán, 2006;
Harding, 1986; Pérez Sedeño, 2002). Estas posturas epistemo-
lógicas feministas contribuyeron a resignificar el ideal científico
de objetividad (Yanes Abreu, 2012) aportando respectivamente
críticas a los sesgos androcéntricos (Longino, 1997), desarrollos
de la noción de experiencia (Harding, 1986) y del valor de los
conocimientos situados (Haraway, 1991). (Campagnoli, 2018:2)
Campagnoli (2018) recupera una de las referentes más im-
portantes de las epistemologías feministas, Harding, pionera en
hacer referencia a las rupturas con una pretendida neutralidad
cientificista de la producción de conocimientos, enriquecimiento
que las producciones feministas ayudan a potenciar, recuperando
el punto de vista de las mujeres en la producción de conocimien-
tos, pero también reconocimiento que el modo de conocer con
perspectiva feminista, es diferencial. Entendemos por tanto a las
epistemologías feministas como un punto de partida y el sustento
teórico que atravesará a la presente producción, no ya, como una
mera metodología de producción, sino como un posicionamiento
político frente a la producción de conocimientos respecto al cam-
po de las masculinidades y la violencia de género.
Los estudios de Harding (1996) son retomados por Haraway
(1999) para sumar a la propuesta del punto de vista feminista,
el empirismo feminista y su claro posicionamiento respecto a la
lucha a favor de políticas y epistemologías de la localización, del
posicionamiento y de la situación, en las que la parcialidad (y no
la universalidad) es la condición para lograr un conocimiento ra-
cional (p:335). Agrega que esas pretensiones, que son sobre la
vida de la gente, sobre su cuerpo, son desde la simpleza, sobre
todo parcial y contra una visión hegemonizante.

| 189 |
El feminismo ama otras ciencias: las ciencias y las
políticas de la interpretación, de la traducción, del tar-
tamudeo y de lo parcialmente comprendido. El feminis-
mo trata de las ciencias del sujeto múltiple con (como
mínimo) doble visión. El feminismo trata de una visión
crítica consecuente con un posicionamiento crítico en
el espacio social generizado no homogéneo. (Haraway,
D. 1999:336)

Haraway (1999) abona a una epistemología y una política de


los posicionamientos responsables, con fuerte compromiso de los
puntos de vista feministas y su poder para mostrar, reivindicar, reco-
nocer versiones del mundo, que en definitiva dice, son científicas.
Sin dudas entonces, que los aportes que presentamos, están
plagados de esta perspectiva situada, concreta, parcial, y cons-
truida a partir de los relatos de varones que atravesaron situa-
ciones de violencia o directamente la ejercieron y, que pudieron
decir para que sus narrativas sean reinterpretadas a la luz de las
perspectivas feministas.

El encuentro inicial y construcción del lazo


La participación y responsabilización de los varones en ins-
tancias de revisión de sus prácticas se ha convertido en nece-
saria para generar cambios en las representaciones, creencias
e ideas, (esas que se traducen en acciones dañinas) de sus
modos de vincularse con las mujeres y niñas/os con las que
se tienen contacto. La creación y proliferación de espacios de
atención exclusiva a varones, puso el acento en la necesidad de
convocarlos (ello se hace mayoritariamente a través de la justi-
cia, entendiendo que este no es un dato menor para reconocer
que se aloja en estos espacios y las posibilidades concretas del
decir, pero también es necesario repensar modos de convocar-
los desde la iniciativa de éstos para la reflexión), para la revisión
de sus prácticas y proponer un cambio de posición frente a la
producción y reproducción de sus vínculos.

| 190 |
La construcción de espacios específicos de atención se pre-
sentó como un enorme desafío para la política pública, repensar
la integralidad en la atención, contribuyó a establecer las prime-
ras coordenadas de atención a varones. En el presente apartado
pretendemos traer un breve esquema de trabajo que permitió
dar forma a los encuentros iniciales para saber que escuchar, y
luego saber cómo acompañar.
La puerta de entrada a los espacios de atención se organiza
por medio de las primeras entrevistas, de acercamiento a quie-
nes requieren del espacio y los profesionales que escuchan esas
iniciales narrativas sobre el ejercicio de la violencia. Se consti-
tuye entonces como el primer instrumento de valoración de la
situación de riesgo y determinación de la continuidad del acom-
pañamiento, para luego acordar con los sujetos que se acercan,
la modalidad de continuidad dentro del espacio institucional, o la
derivación correspondiente según las necesidades establecidas.
No es menor decir además, que los criterios de georeferencia-
ción también hacen que las decisiones deban pensarse, a fin
de que cada sujeto pueda efectivamente dar continuidad a la
propuesta de acompañamiento y/o tratamiento en algunas situa-
ciones, en sus centros de atención inespecíficos más cercanos
a sus domicilios.13
El posicionamiento ético y político en relación a la interven-
13 Los varones que en su momento asistían al centro de atención, provenían
de diferentes barrios de la ciudad de Córdoba y de Gran Córdoba, incluso al-
gunos varones de localidades aledañas a la Capital. En esas situaciones era
necesario pensar la alternativa de derivación a los espacios de atención de
salud mental del sistema de salud general de la provincia. Esto trajo enormes
dificultades a la hora de que los varones puedan dar continuidad a los acom-
pañamientos y/o derivaciones, teniendo en cuenta que el sistema de salud de
atención primaria es polivalente y por tanto los turnos a asignar eran escasos.
Además, las distancias hacia el centro se convertían en un enorme impedi-
mento para la continuidad de la asistencia de los varones al espacio, sumado
a la falta de recursos económicos para llegar a los lugares de atención. Consi-
deramos entonces que cualquier espacio de atención que se constituya como
tal, debe tener en cuenta los factores socio-económicos que atraviesan la coti-
dianeidad de los varones con los que trabajamos para poder valorar la posible
continuidad en los espacios y en todo caso establecer acciones sociales de
asistencia, aunque muchos cuestionen esta propuesta.

| 191 |
ción es definitorio para mirar una problemática que resulta de
una complejidad que muchas veces nos cuestiona. Entender a
la violencia de género como una problemática compleja, de im-
bricaciones multideterminadas, ayudará a cualquier profesional
que, entre sus intervenciones, tenga que hacerle frente. Sin du-
das es necesario que podamos pensar en una política pública
que contemple a todxs los involucrados, el trabajo con varones
que ejercen violencia, no tendrá un real impacto sino se trabaja
de manera conjunta y coordinada con los equipos que acom-
pañan a las mujeres con las que estos varones sostenían y/o
sostienen vínculos.
La violencia machista nos atraviesa a todxs, incorporada des-
de la primera infancia, la consideramos aprendida, internalizada,
inscripta; por lo tanto, deconstruir un modo de concebir al otrx
puede ser un trabajo arduo. Sin embargo, es posible, al menos
convocar a los varones a un proceso de problematización de sus
modos de pensar y afectar a quienes lo rodean y que de alguna
manera dañan.
Como profesionales que transitamos por las márgenes ins-
titucionales del estado u otras instituciones de la comunidad,
apostamos a hacer una revisión crítica del ejercicio profesional
en el que cotidianamente estamos inmersos. La implementación
de políticas públicas con el basamento en una perspectiva de
derechos y de género, nos desafía a diario, sobre todo en la
atención a varones, los que mayoritariamente ejercen violencia
hacia mujeres y niños y niñas.
En el presente apartado, sólo retomaremos brevemente la
modalidad de ejercicio de la primera entrevista de los varones
que llegan al espacio. Aclararemos que los momentos aquí des-
critos son sumamente generales y aproximativos para proponer
un encadenamiento de etapas (no estancas) que puedan sumar
a les profesionales que se encuentren con esta lectura y puedan
de alguna manera avanzar hacia el trabajo con varones. Segui-
remos insistiendo que el presente es un conocimiento situado y
en base a la experiencia que ambos autores construimos como
parte de un trabajo compartido y construido a lo largo de los

| 192 |
años, por tanto, esperamos que pueda ser al menos una guía
de trabajo cotidiano. Si bien ya se explicitó la modalidad de la
entrevista en otro espacio del libro, es necesario retornarlo y
refrescarlo, más aún cuando este instrumento suele utilizarse
como protocolo de intervención, donde se culmina leyéndolo ex-
clusivamente, dejando al margen el resto del texto con sus capí-
tulos. En ese sentido los autores plantean de manera general las
características de la primera entrevista con los varones.
La entrevista es uno de los instrumentos fundamentales para
la intervención profesional, ya sea en el ámbito público, como
privado, como herramienta de mediación entre los interlocutores.
Como técnica, posee características similares en los diferentes
espacios donde se la instrumenta y según los objetivos de los
profesionales intervinientes. Sin embargo, cuando se la practica
en los ámbitos de atención en violencia y particularmente en per-
sonas que ejercen violencia, adquiere algunas particularidades,
más aún si se la utiliza en una institución monovalente donde se
aborda exclusivamente a varones que ejercieron algún tipo de
violencia en el ámbito familiar.
Los objetivos de la entrevista institucional a varones que ejer-
cen violencia son a grandes rasgos dos; valorar el riesgo de que
la persona vuelva a ejercer violencia y acordar un proceso de
acompañamiento y/o terapéutico. Asimismo, se plantean obje-
tivos específicos que dan forma a los dos antes mencionados:
tales objetivos son de carácter preventivo, evitar una nueva
agresión a familiares, reflexionar para que se produzca un cam-
bio de posición respecto a las personas agredidas, reflexionar
sobre sus creencias y conductas machistas, y por último si así
existiera, detectar comorbilidad, para realizar las derivaciones
correspondientes. Esto último, es debido a que algunos de los
usuarios de la institución fueron denunciados por violencia con
antecedentes de agresiones y algunos de ellos con causas y
antecedentes penales, además con alguna problemática de
salud mental o consumo de sustancias psicoactivas asociada,
etc. Aquí es sumamente necesario aclarar que los números de
varones con estas características son los menores, aunque es
necesario tenerlo en cuenta.

| 193 |
Se inicia el encuentro con el planteamiento general de la etapa,
que dirige las preguntas, escuchas, discursos, mecanismos, roles
y posicionamientos diferentes, tanto del entrevistador como del
entrevistado. Se propone un planteamiento general de la situa-
ción que los trae al encuentro. Esto permite que el entrevistado
realice una descripción, a veces pormenorizada de lo sucedido.
El discurso se centra particularmente en el relato de los hechos,
descripción de la situación pasada y presente, planteo de los
factores externos que lleva a las tensiones y conflictos con sus
parejas, hijo/as y/u otro familiar. Al final del momento anterior se
realizan algunos reflejos y señalamientos, preguntas específicas
para comprender la situación problemática; en este momento, se
profundizan y se transforman en repreguntas para comprender
algunos detalles de lo descripto, muchas de las veces desorde-
nados o atravesados por el enojo del entrevistado. Se reflejan las
ideas, creencias, posicionamientos machistas en relación a la/s
mujer/es con las que se ha relacionado el entrevistado, tomando
su discurso de la etapa anterior o en la que transcurre, cuando
continúa con los mecanismos de racionalización, justificación, ne-
gación, naturalización, responsabilización a terceros, etc. Luego
de ello, suele iniciarse con la pregunta ¿Qué responsabilidad cree
usted que tiene en la situación? El objetivo en este momento es
plantear interrogantes para que el entrevistado inicie un proceso
de reflexión, que lo continuará en un trabajo individual o grupal
futuro. No se espera una reflexión total sobre los hechos, sino solo
el inicio de un cuestionamiento sobre su posición masculina en la
familia, y fundamentalmente el daño causado a otrxs. Adherimos
aquí al enorme valor de la pregunta, aunque se considere retórica,
entendemos que propone un modo de mirar la situación desde
otro punto de vista. Por ello y como objetivo final, pretender el
cambio en la mirada contribuirá a su inicio y llegada al espacio14.
14 Entendemos y sostenemos que no todos los varones que llegan al espacio
pueden hacer ese gesto mínimo de modificación de la mirada y/o pequeño
acto de introspección, sobre todo teniendo en cuenta las características indi-
viduales de cada sujeto que deben ser miradas con mucha atención en ese
primer encuentro. Ese Encuentro puede constituirse quizá y muchas veces en
la única oportunidad para evaluar la situación, aunque será necesario prestar
mucha atención acerca de cómo preguntamos, reflejamos y que escuchamos
al respecto. Se ha evaluado insistentemente en que las entrevistas iniciales
deberían ser al menos dos con ese varón que llega al espacio.

| 194 |
Luego la pregunta suele ser ¿Qué debería cambiar, para mejorar
su situación y sus vínculos? O ¿Qué comportamientos o creencias
modificaría para mejorar sus relaciones familiares? En este caso el
entrevistado analiza una serie de actitudes, conductas y creencias
que debería, al menos cuestionar e intentar cambiar, continuando
la reflexión iniciada en las etapas anteriores. El profesional ofrece el
trabajo que se realiza en la institución, a la manera de información
en forma de dialogo, donde la persona podrá continuar el proceso
reflexivo iniciado y a veces motivado para continuar. El dispositivo
que generalmente se le ofrece es el grupal, acordando el encua-
dre institucional, día, hora y modalidad de trabajo (ello siempre que
la persona entrevistada posea las características que permitan su
incorporación a los diferentes grupos a disposición). Insistimos en
la idea que, si bien este dispositivo pertenece a una institución es-
pecífica, otros servicios o entrevistas particulares, pueden tomar de
esta experiencia enriquecedora.

La valoración de riesgo de la situación de violencia,


como corolario fundamental de la primera entrevista
Cuando se trabaja con problemáticas complejas como la
violencia, es necesario realizar una valoración exhaustiva de la
situación pasada, presente y futura con el objetivo de pensar
alternativas de acompañamiento a los varones que llegan a la
primera entrevista.
Entonces a partir de la experiencia adquirida en relación a la
escucha de las narrativas de los varones, comenzamos a iden-
tificar lo que dimos en llamar las “insistencias de sentidos” que
en cada entrevista se manifestaban, concepto que nos aporta,
como hemos dicho, Ana María Fernández (2007). Denomina-
mos insistencias a todas aquellas narrativas que los diferentes
varones recurrieron en mencionar ante las preguntas de los pro-
fesionales, los modos en que podían nombrar eso que les suce-
día o porque hacían lo que hacían, el porqué del ejercicio de la
violencia, el porqué de sus acciones frente a sus parejas sexua-
les, compañeras, hijas, hijos, hermanos/as, padres. Comenzar
a identificar esas recurrencias, llamó nuestra atención, debido a

| 195 |
que varones de diferentes etapas generacionales, de diferentes
puntos geográficos de la ciudad e incluso de diferentes posicio-
nes socioeconómicas reproducían en sus discursos, mayorita-
riamente como mecanismos de justificación del ejercicio de la
violencia contra algún familiar u otro género.
A partir de la enorme casuística por la atención cotidiana de
varones, nos propusimos establecer lo que en su momento ini-
cial se denominó “ítems de género para valorar la violencia”, ins-
trumento que se convirtió en una herramienta cotidiana de tra-
bajo, para aportar a la valoración de riesgo y de alguna manera
poder establecer algunos parámetros mínimos para reconocer
las creencias, representaciones e ideas que ellos traen. Luego
de algunas redefiniciones nos encontramos con que esos antes
denominados “ítems”, se constituyeron en un valioso instrumen-
to para comprender y reconocer las creencias de género que
los varones podían poner en palabras y que se constituían en
valiosos datos para mirar la situación integralmente.

Instrumento “Insistencias de Sentido”


para valorar violencia.
El interés principal en la construcción del presente instrumen-
to radicó en la necesidad de ampliar el conocimiento sobre el
sistema de creencias de los sujetos que llegaban al espacio,
además consideramos que contextualiza los indicadores clá-
sicos (utilizados internacionalmente) y valora el riesgo de que
tales creencias aceleren el paso hacia un nuevo episodio de vio-
lencia. Entendiendo por ello no una direccionalidad, sino por el
contrario comprender que muchas veces las creencias arraiga-
das asociadas a las rigideces de algunos varones pueden po-
tenciar los enojos y muchas veces el mal llamado, paso al acto
clásico. El instrumento propuesto se organiza en tres grandes
categorías: “mitos en torno a las causas que generan violencia
de pareja y familiar”, “concepción clásica o tradicional de la fa-
milia” y “rol asignado a la mujer en la sociedad y la familia”. Fue-
ron agrupados en tres grandes categorías, a modo de organiza-
ción de las principales narrativas que recurrían y que formaban

| 196 |
sentido a la hora de explicar algunas acciones que llevaban a
cabo. De ninguna manera son exhaustivas, sino que pretenden
ser orientadoras para una mejor predisposición a la escucha en
los encuentros con los varones. Como ya hemos explicitado en
apartados anteriores, este instrumento se encuentra en proceso
de investigación permanente.
Las categorías se definen de la manera siguiente:
Mitos en torno a la violencia: consideración de que
el consumo de sustancias o ciertas problemáticas de
salud mental causan la violencia, creencias de que
la mujer provoca las acciones de violencia, creencias
omnipotentes sobre sus comportamientos y el posible
cambio, concepción de que los comportamientos vio-
lentos son un modo de abordaje de la conflictiva fami-
liar, de pareja, de crianza, etc.
Concepción clásica de familia: consideración de que
las situaciones de violencia pertenecen al ámbito priva-
do, ideal de familia donde el varón posee un rol hege-
mónico, sujetos provenientes de una familia patriarcal,
imposición del modelo familiar de origen.
Rol asignado al género y a las mujeres: rol femeni-
no como satisfactor de las necesidades de los otros/
as, desvalorización de capacidades, recursos y poten-
cialidades de las mujeres, creencias de que la mujer
debe ser necesariamente sobreprotegida, ideas que
consisten en considerar que las mujeres son propiedad
personal y privada.

Insistencias de sentidos: Narrativas posibles


para construir herramientas de intervención profesional
Nos proponemos a la luz de largas escuchas a los varones
entrevistados y alojados en el acompañamiento, ya sea a través
de entrevistas individuales o en espacios grupales, identificar y

| 197 |
de alguna manera sistematizar15 las recurrencias de sentidos
que los varones interponen discursivamente para explicar sus
prácticas de ejercicio de violencia. En estas insistencias, nos in-
teresa abordar, al decir de Fernández como: el sentido insiste
para existir, estas recurrencias operan en latencia, entendiendo
por latencia, no aquello que está oculto en las profundidades
sino lo que late-ahí-todo-el-tiempo, en los múltiples pliegues de
la superficie. (Fernández: 2007:20)
Fernández propone pensar la identificación de esas recurren-
cias a fin de armar “método” para poder, así pensar en alternati-
vas de continuidad y “ponerse en camino”. En este sentido dice:

Se trata del desafío de hacer de una serie de pre-


guntas un problema o, mejor dicho, una problemática
(...) problemas que en sus derivas e insistencias pre-
sentan puntos y momentos de conexión y desconexión
que enlazan y desenlazan, que insisten y mutan, pero
que al volver una y otra vez sobre lo mismo van ar-
mando método. Se retoma aquí la acepción griega del
término métodos: ponerse en camino, distanciándose
de la idea moderna profesionalista del mismo, en tanto
repertorio de técnicas a implementar. En “el camino se
va armando método, trazando -como se dirá más ade-
lante- circuitos de problematización recursiva” (Fernán-
dez: 2007-30)

Nos propone entonces pensar los campos de problemas y


no aplicar grandes sistemas teóricos formales. Interpretar la es-
cucha cotidiana, volverla asible, volverla método para proponer
15 Aclaramos que la presente conceptualización de las recurrencias de senti-
dos, no es exhaustiva, es situada y producto de la construcción de información
durante los cinco años de trabajo en la atención a los varones que asistieron al
espacio que nos nucleó. Será necesario estar atentes a las modificaciones que
pudieran enriquecer la propuesta y que las dudas puedan servir para proponer
herramientas de lectura de las realidades de los varones y con ello intentar
pensar más y mejores herramientas de intervención para su acompañamiento

| 198 |
una herramienta, en este caso un instrumento, de lectura de la
realidad de muchos de los varones con los que trabajamos, du-
rante varios años. Insistimos en que consideramos sumamen-
te importante en el ejercicio profesional, la incorporación de los
conceptos acerca de las ideas y representaciones que los varo-
nes traen, principalmente asociadas a la desigualdad de género
y el machismo como sistema arraigado de pensamiento, dentro
de este sistema patriarcal, el nuestro. Como instrumento especi-
fico aporta en los siguientes sentidos:
• Amplía el conocimiento y reconocimiento sobre el
sistema de creencias que posee la persona entrevista-
da, para interpretar y conocer la realidad que le rodea.
• Contextualiza, enmarca y complementa los indica-
dores clásicos de valoración de violencia, elaborados por
las corrientes de la criminología y la psiquiatría dinámica.
• Permite observar la capacidad de reflexión de la
persona que ejerce violencia en relación a la situación
en la que se encuentra inmersa.
• Nos brinda material para conocer la motivación ge-
nuina que posee el entrevistado sobre la necesidad de
su propio cambio.
• Propone un primer acercamiento a valorar el ries-
go de nuevos actos de violencia fundados en algunas
creencias rígidas y fijadas en los varones.
• Permite incorporar y concebir a la violencia, como
una problemática compleja e integral, entendiéndose
desde una perspectiva de género y con fuerte anclaje
epistemológico feminista.

Lo que nos ocupa es la construcción de la masculinidad en-


marcada en un sistema patriarcal y machista que tiene directa
incidencia en las situaciones de violencia familiar y de género.
Como profesionales nos encontramos en nuestro ejercicio coti-
diano con varones que han incorporado un modo de ser en el

| 199 |
mundo que los compele a ejercer violencia. El varón que asiste
a los centros de atención u otras instituciones de la comunidad
posee determinadas características que lo ubican en una co-
yuntura particular, habiendo incorporado modalidades vincula-
res atravesadas por el ejercicio de la violencia como modo de
resolución de conflictos cotidianos. Como se viene remarcando,
es importante destacar que los varones que asisten a las institu-
ciones públicas de atención en su gran mayoría se encuentran
denunciados por algún miembro del grupo familiar. Por ello el
modo de llegar a las instituciones posee la característica de es-
tar enmarcada por la justicia y la obligatoriedad en la asistencia,
ésto como mencionamos con anterioridad les imprime a las en-
trevistas características que se asocian al punitivismo propio de
las políticas públicas que asisten en la corrección de las proble-
máticas que debieran tener acciones previas de atención.
Comenzamos a preguntarnos entonces, por qué algunas
masculinidades (y su interiorización) se convierten en un instru-
mento de ejercicio de violencia. Los varones socializados con la
necesidad de reforzar su virilidad para estrechar lazos, incorpo-
ran modalidades vinculares en las que la imposición y el control
se convierte en esos modos de ser. Entonces la masculinidad
cordobesa adquiere características que le son propias, las que
vamos reconociendo situadamente, en un marco general de
atención a esos varones en este contexto particular. Se ha in-
sistido en la necesidad de que cada contexto cultural o microcul-
tural, construya su propio instrumento, tomado como referencia
esta discusión y aportes.
Las primeras aproximaciones que realizamos de las repre-
sentaciones que los varones tienen asociadas a la desigualdad
de género, están mediadas por el análisis de sus discursos. Me-
diación que ejercitamos los profesionales que escuchamos a los
varones que han ejercido violencia. Nuestro trabajo consiste en
una interpretación de los sentidos que los sujetos le atribuyen a
su quehacer cotidiano, en términos de resolución de conflictos,
malestares, enojos, angustias, y un largo etc.

| 200 |
El instrumento en su especificidad
El instrumento se divide en tres ejes analíticos que nos per-
miten observar las características que asumen esas insistencias
de sentidos:

• Mitos en torno a las causas que generan


violencia de pareja y familiar
• Consideración que el consumo de sustancias psicoac-
tivas y ciertas problemáticas de salud mental causan la
violencia del varón a la mujer
• Creencia que las mujeres poseen una problemática es-
pecífica que conduce a magnificar y justificar los com-
portamientos del varón
• Creencias de que la mujer provoca las conductas vio-
lentas en el varón
• Creencia omnipotente sobre su propio cambio de com-
portamiento
• Concepción de que los comportamientos violentos son
un modo de abordar situaciones conflictivas familiares

• Concepción clásica o tradicional de la familia


• Consideración de que las situaciones de violencia per-
tenecen exclusivamente al ámbito familiar privado
• El varón como jefe hegemónico del hogar
• El sujeto proviene de una familia con fuerte estructura
y mandato patriarcal
• Imposición del modelo familiar de origen

| 201 |
• Rol de género asignado a la mujer
en la sociedad y la familia
• Rol femenino, como satisfactor de las necesidades de
los otros/as
• Desvalorización de las capacidades, recursos y poten-
cialidades de la mujer
• Concepción de que la mujer debe ser necesariamente
sobreprotegida
• Ideas y acciones que consisten en concebir a la pareja
como propiedad personal o privada

Es necesario aclarar que los “dichos” referenciados en cada


uno de los puntos del instrumento, son una reversión lo más
acercada posible a lo literal, de lo que los varones relatan en las
entrevistas o en los espacios grupales. Son una construcción
analítica, a modo de ejemplo para poder operacionalizarlos, y
entonces compartirlos a fin de que puedan servir de guía para la
práctica de cada profesional que requiera de estos elementos en
su praxis con varones.

Mitos en torno a las causas que generan


violencia de pareja, familiar y de género.
Los mitos son construcciones sociales que prescriben pa-
trones de acciones, conforman valores y ofician de soporte de
lo instituido, obstaculizando el desarrollo de ideas y prácticas
diferentes o alternativas, favoreciendo así la repetición de las
creencias, estereotipos y prácticas, con pobres posibilidades de
cuestionamiento de eso que se viene dado. Por ende, poseen
fuerza instituyente, en la medida en que se conforman, según
Bourdieu, como parte del Habitus (como esquemas de obrar,
pensar y sentir según la posición social del sujeto).
Para la sociedad que los produce, los mitos no cumplen un rol
de ficción, ilusión o simple distorsión, por el contrario, son formas

| 202 |
de interpretar la realidad, de manera absoluta, adquiriendo fuer-
za de verdad. Para los mitólogos (Eliade: 1973:14): “Los mitos
son producciones y creaciones del pensamiento, que justifican
los comportamientos y la actividad humana de quienes viven en
la sociedad donde circulan esos mitos. En este sentido conduci-
rían a generar comportamientos humanos imprescindibles para
reproducir y transmitir la cultura”.
A lo largo de nuestra historia se fueron construyendo nume-
rosos mitos que intentan ocultar, explicar, justificar y legitimar la
desigualdad de género y el ejercicio de la violencia contra las
mujeres. Algunos de los mitos más comunes suelen aparecer
claramente en algunas entrevistas o en los espacios grupales,
y ello se convierte en una oportunidad para transformarlos en
insumos de la intervención profesional.
Las implicancias de la incorporación de los mitos en los su-
jetos que ejercen violencia, es que no registran la necesidad de
modificar sus creencias, actitudes y comportamientos, porque
las causas de ello están fuera de su alcance. Muchos de ellos ar-
gumentan que, lo que se debería modificar es su entorno, desde
las supuestas “esencias” de las mujeres, hasta el contexto social
que las rodea, pero no su posición al respecto, por no problema-
tizarla como dañina o al menos que afectan al vínculo. Aquí la
persona suele negar o “reconocer” la violencia, pero enfatizando
que son factores externos que le exceden, o que están fuera de
su capacidad para cambiarlo. El resultado pareciera ser siempre
el mismo, la creencia que quien debe modificar las conductas
son los otros/as, particularmente las mujeres.
Los mitos provocan una lectura de la realidad con fuerza de
verdad, con ausencia de reflexión sobre sus comportamientos,
sin la necesidad de modificar creencias y conductas para es-
tablecer vínculos saludables, sin comprender la necesidad de
realizar algún tipo de abordaje profesional para modificarlas. Se
manifiestan directamente en la negación, minimización y justifi-
cación de la violencia y ausencia de demanda o intencionalidad
de algún tipo de proceso terapéutico.

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• Consideración de que el consumo de sustancias
psicoactivas y ciertas problemáticas de salud
mental causan la violencia

Tales factores (consumo de sustancias psicoactivas y algu-


nos padecimientos subjetivos -psicopatologías mentales y/o psi-
quiátricas-) que muchas veces inciden en los comportamientos
de una persona, son elevados a una categoría determinante en
el desencadenamiento de la violencia contra algún integrante de
la familia, particularmente las mujeres, utilizándolo como medida
de la justificación de sus actos. De esta manera el entrevistado
racionaliza y justifica el uso de la violencia, enfatizando en facto-
res externos a su voluntad, evitando hacerse responsable de sus
actos y de los daños ocasionados. Entre sus dichos, el compor-
tamiento violento se habría producido porque la persona se en-
contraría alcoholizada, bajo el efecto de sustancias psicoactivas,
cursando una psicopatología, o por la medicación prescrita por
algunos de los tratamientos realizados para tales problemáticas.
En algunos casos explican que los comportamientos violentos
se produjeron por la ausencia de un medicamento en el momen-
to de la crisis. El varón que ejerce violencia se presenta como
una “víctima” de tales agentes externos, no pudiendo realizar
una reflexión de sus actos, condición necesaria para posibilitar
el reconocimiento primero y así iniciar una intervención concre-
ta que tenga como objetivo, la modificación de esas conductas.
Si las causas de los comportamientos violentos están puestas
fuera de la persona, se debería atacar a las verdaderas causas
y no insistir en una necesidad de cambios en su persona. Una
enfermedad “mal” diagnosticada, una medicación prescrita inco-
rrectamente, una psicopatología incurable o la misma sociedad
que seduce, para que los sujetos consuman drogas y/o alcohol,
se transforman en los factores causales de las conductas violen-
tas y por ende el objeto de intervención profesional.
Algunos ejemplos sobre lo que los entrevistados suelen men-
cionar en contextos de entrevistas (los mismo son una reconstruc-
ción lo más fiel posible a sus palabras, existen algunos agregados

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para dar sentido a las frases completas): “Estaba chupado, no me
acuerdo lo que dije”, “creo que mandé un mensaje o un whatssap,
ya no me acuerdo, estaba chupado”, “los dos estábamos droga-
dos, ella tampoco se acuerda de nada”, “Tomé pastillas, y no me
acuerdo de lo que hice después”, “Tengo Bipolaridad, así me di-
jeron, se me terminó la medicación y me puse loco, aunque no
fue tanto como dijo en la denuncia”, “Me fui al médico, no tenía
remedios, me puse loco, volví a mi casa y pasó lo de la denuncia”,
“A mí me dijo el médico, que con lo que tengo es normal reaccio-
nar así”, “La droga me lleva a la perdición, yo no sé qué hacer”,
“Había consumido un montón”, “Fui a un montón de psiquiatras,
que se yo lo que tengo”, “En el Neuro me doparon, salí y no me
acuerdo lo que hice”, “Mi mujer no me entiende que estoy enfermo
y me empieza a insultar, me provoca y yo reacciono”, “Creo que
estoy medio loco, tengo una enfermedad (intervención profesional
sobre el dx), no tengo diagnóstico, pero creo que es así, “Estába-
mos bebiendo con unos amigos y me pusieron una pastillita en el
vaso, de ahí no me acuerdo más nada”.

• Creencia de que las mujeres poseen una


problemática/esencia específica que conduce
a magnificar los comportamientos del varón

El que las mujeres posean alguna problemática de salud


mental, que las lleva a comportarse de manera desatinada no es
un preconcepto nuevo en nuestra cultura occidental. La mujer
“fallada”, “incompleta”, con “útero migrador”, que provoca mani-
pulaciones, mentiras y enloquece a los varones, era una certeza
en la antigüedad, y sigue siéndolo en la actualidad (las más de
las veces disfrazada en la idea de las “mujeres tóxicas”). La mu-
jer sin alma del medioevo que no podía acceder a ciertos cono-
cimientos, transformándose en alguien sin personalidad, era un
conocimiento verdadero, enviado por Dios. A ello se le agregaba
la noción de las mujeres como “brujas”, en lo que tanto se insiste
en la actualidad, referenciada así por el machismo. La mujer sin

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el raciocinio necesario para ejercer sus derechos en la moder-
nidad, eran los planteos de los teóricos que diseñaron la políti-
ca moderna. Finalmente, el psicoanálisis contribuyó, insistiendo
en que la Histeria es la principal enfermedad de las mujeres,
de allí que se naturalizaron ciertas categorías transformándose
en estereotipos y en usos comunes para referirse a la mujer en
términos despectivos. Todo lo expuesto anteriormente ha cons-
truido un caldo de cultivo para ésta concepción en la que las
mujeres, poseen “algo”, distinto y complicado para vincularse,
entre sí y los demás. Esto funda el mito del sustancialismo, en
el que la mujer posee una esencia especial, natural, maliciosa
que la hace diferente al varón y por ende subjetivada en ac-
tos premeditados. Es de sentido común la consideración de que
las mujeres magnifican los hechos o comportamientos del varón
en el vínculo cotidiano. Que denuncian sin motivo, inventando,
manipulando la situación o como producto de su “mitomanía”.
También porque poseerían alguna problemática de salud mental
y/o influidas por el consumo de sustancias psicoactivas. En este
sentido, palabras como “histérica, bipolar, descerebrada, loca,
tonta, psiquiátrica, drogadicta”, son las más comunes en los dis-
cursos de los varones. Las mujeres poseen alguna sustancia
física o simbólica que las haría ser como son. En este sentido
los entrevistados no logran percibir y registrar el alcance de sus
comportamientos violentos, responsabilizando a la pareja, espo-
sa o sistema judicial sobre sus pérdidas, tanto materiales como
vinculares. Si la responsabilidad está en terceros, no hay nece-
sidad de modificar creencias y comportamientos. Son los demás
quienes deberían cambiar, estableciéndose una posición similar
a la anterior. La actitud más común es negar el comportamiento
de ejercicio de violencia, considerando que no habría realizado
ninguna acción violenta y todo sería una magnificación de la per-
sona denunciante, (generalmente la mujer). Su “reacción” está
respaldada por las conductas de las mujeres y ellos solo respon-
den a ello, “defendiéndose”.
Algunos ejemplos sobre lo que los entrevistados suelen
mencionar en contextos de entrevistas (los mismos son una re-
construcción lo más fiel posible a sus palabras, existen algu-

| 206 |
nos agregados para dar sentido a las frases completas): “Está
psiquiátrica, por eso denuncia todo el tiempo”, “Está re-loca, la
tienen que llevar a un psiquiátrico, no está nada bien”, “Tiene
bipolaridad, no me hace falta el diagnóstico”, “Consume drogas
y alcohol todos los días, se pone loca y me agrede”, “Yo solo re-
acciono y me defiendo”, “Es re histérica, es igual que su madre,
se enloquece y se pone violenta”, “Miente todo el tiempo, y Uds.,
y la justicia le creen”, “Estaba rara desde unos días, vio cómo
son las mujeres, y después me encontré con la denuncia, no
tengo ni idea de que se trata”, “Yo esperaba que Uds. me digan
de que me denunciaron, yo no sé, las mujeres denuncian cual-
quier cosa”, “Es bipolar, la mandaron al psiquiatra y no quiso ir”,
“Yo ya sabía que esto iba a pasar, cuando ella menstrua se pone
insoportable”, “Siempre nos peleamos cuando ella menstrua, se
pone loca, le cambia el humor”, “Que se yo porque me denunció,
es mujer y cuando algo no le sale bien, se la agarra conmigo”.

• Creencias que la mujer provoca las


conductas violentas en el varón

Es frecuente que durante la entrevista la persona que ejerce


violencia insista en la descripción minuciosa de todos los com-
portamientos violentos que tuvo la mujer, durante la convivencia
y que condujeron a que él responda violentamente. En esta ca-
tegoría también deben incluirse las manifestaciones de que la
pareja denunciante posee alguna problemática de salud mental,
no diagnosticada, que la lleva a cometer acciones violentas. Se
enfatiza que por tal situación no hubo otra posibilidad o estrate-
gia de resolución de los conflictos o tensiones en la relación, que
no fuera el uso de la violencia. Como si hubiera una condición o
predisposición (esencia o sustancia) de la mujer para desenca-
denar el enojo y el pase al acto del varón. Aquí también la per-
sona se presenta como víctima de su pareja, definiéndola como
agresiva y con necesidad de hacer tratamientos psicológicos,
neurológicos y/o psiquiátricos. A diferencia del mito anterior que

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no reconocía el uso de sus acciones violentas, en este caso lo
reconoce, pero lo justifica, considerándolas como un mecanis-
mo de sobrevivencia. El agresor suele magnificar los supuestos
comportamientos agresivos de sus parejas o esposas. Invierte
los papeles, caratulando de “violenta” a su pareja y así mismo,
como “víctima”.
En este apartado nos interesa enfáticamente establecer la di-
ferencia entre violencia y resistencia, a fin de considerarlo como
un insumo a tener en cuenta para la valoración de riesgo de nue-
vas situaciones de violencia y los mecanismos de justificación
que los hombres utilizan en sus argumentos en las entrevistas o
espacios grupales.
Tomamos, para establecer las diferencias entre ambos con-
ceptos, la contextualización que Garda Salas y Bolaños Ceba-
llos (Garda, Bolaños:2012:114/115), en su Manual “Caminando
hacia la Equidad” establece (la concepción entre corchetes es
para reemplazar la palabra “víctima” del texto original).
• “Violencia: Actos de abuso de poder que surgen de
un conflicto y tienen el objetivo final de controlar o so-
meter la voluntad y el cuerpo de una persona(s) en una
relación de dominación. Tienen diferentes justificacio-
nes y estrategias, desde el abandono, hasta un ataque
físico directo, pasando por una mirada amenazante, la
manipulación y la victimización. Tienen la intención de
´enseñar´, es decir, dar un mensaje pedagógico para
que [la persona objeto de violencia] ´aprenda´ que ante
diversos actos el agresor responderá con violencia.
Con ello [la persona objeto de violencia] comienza a
disminuir el ejercicio de derechos por temor a recibir
más violencia. De esta forma, los valores, creencias,
necesidades, dinámicas, hábitos, etc., del agresor ter-
minan imponiéndose, y [la persona objeto de violencia]
asimila la concepción del mundo del agresor. La violen-
cia aumenta en frecuencia e intensidad muchas veces
y una vez logrado el nuevo nivel de control, se disminu-
ye hasta una nueva situación de conflicto. La violencia

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usualmente es negada por el agresor, y puede aumen-
tar hasta el [grados graves de violencia].
• Resistencia: actos que se oponen a las acciones
violentas; las presentan las personas que se encuentran
dominadas por otras o en riesgo de serlo. Cada forma
de violencia genera actos de resistencia que usualmen-
te son agresivos pues son respuestas de superviven-
cia. Las resistencias pueden ser varias: el silencio, el
tratar de convencer al agresor, el llanto, tratar de es-
capar, la agresión física, la agresión emocional, tratar
de desconcentrar a la persona que ataca, e incluso la
autoagresión, entre otras. A diferencia de la violencia,
la resistencia no busca controlar a la otra persona, sino
salir de su abuso y control. Usualmente el daño que
genera es menor a la violencia, pero el agresor tiende
a magnificarlo y generalmente la sociedad denomina a
quien resiste como ´violento/a´ y a quien violenta como
la ´víctima´, con la cual invierte los papeles, y refuerza
el control sobre la persona que resiste.”

Es importante aclarar que, en una situación de violencia, la


imposición y control de uno sobre el otro es la clave para su
identificación. Se debe considerar a la asimetría de poder como
un factor estructural de su condición de posibilidad.
Algunos ejemplos sobre lo que los entrevistados suelen men-
cionar en contextos de entrevistas (los mismos son una recons-
trucción lo más fiel posible a sus palabras, existen algunos agre-
gados para dar sentido a las frases completas): “Me insulta y me
grita, la agarré del brazo para frenarla y le quedó marcado, “Tie-
ne la piel muy delicada y sensible, se marca enseguida”, “Sale
los fines de semana con la ropa nueva, me enojé, la insulté y la
amenacé”, “Ella sabe que me enfurece que use ropa ajustada o
transparente y polleras cortas, lo hizo una vez y se lo dije bien, lo
volvió hacer varias veces, me hartó y reaccioné”, “Me amenazó
de denunciarme, no me dejaba ver a los chicos, me sacó”, “Sale
con las amigas, vuelve tarde y ella sabe que eso me revienta, y

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no me da bola, solo le pegué una cachetada”, “Sabés las veces
que la tenía que haber denunciado y no lo hice, con las cosas
que me hizo”, “Yo solo me defendí, se me venía encima, la aga-
rré del cuello, para atajarme y se marcó”, “Ud. como hombre que
habría hecho en ese caso, la habría dejado, las mujeres son
todas iguales”, “Ella empezó, me fue infiel, un montón de veces”,
“Llegaba a casa cansado del trabajo y no estaba la comida lista,
que querés que le haga”.

• Creencia omnipotente sobre su propio


cambio de comportamiento
El entrevistado insiste de que más allá de la situación de con-
flicto, tensión y violencia experimentado, no volverá a pasar al
acto y agredir a su pareja. Generalmente se observa un discurso
omnipotente para persuadir al entrevistador que en las próximas
situaciones logrará controlar sus acciones, no reconociendo la
necesidad de ningún tipo de asistencia (psicológica, psiquiátri-
ca o socio educativa). En ésta situación se puede observar la
negativa a iniciar procesos de cambio, ya que fue un error o
acto indebido que no sucederá nuevamente. Sin embargo, no
propone estrategias de cambio concretas o viables para evitar-
los. Su discurso se transforma en una proposición mágica que
culminará en un cambio repentino del comportamiento violento.
También es bastante común escuchar que esa perspectiva má-
gica suele estar apadrinada en lo espiritual-religioso o por el vo-
luntarismo. Aquí se repiten mayoritariamente dos frases: “no va
a pasar más” y “es la primera vez que me pasó”, y la mención de
que con un esfuerzo la conducta desaparecerá; transformándo-
se ello en un pensamiento mágico. En algunas oportunidades se
reconoce la necesidad de un cambio, pero debería ser por algún
factor externo: cambio de pareja, la concurrencia a la iglesia,
la separación, una mudanza, etc. Si bien la persona reconoce
su comportamiento violento, lo justifica, aislándolo de sus ideas,
creencias y costumbres, apareciendo como un hecho único y
aislado. Éste mito tiene mecanismos similares al anterior, a ve-
ces se reconoce el uso de la violencia, pero insistiendo que no

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volverá a suceder, por ende, el cambio ya está iniciado, cerran-
do la posibilidad de nuevas intervenciones. La omnipotencia es
parte de la construcción o representación social que acompaña
a los varones en nuestra cultura, idea reforzada por su creencia
de control y poder sobre todas las situaciones que los atravie-
san. Creer, que todo lo pueden resolver sin ayuda o soporte,
es una forma de sentirse superiores en relación a los demás y
particularmente comparados con las mujeres u otros géneros.
No suelen receptar las intervenciones de los profesionales, ha-
ciendo hincapié en su capacidad para modificar sus actitudes
sin ayuda de terceros. Otra de las razones que interponen a su
negativa de realizar tratamiento, tiene que ver con la falta de
tiempo para asistir a los centros de atención, ya sea por sus ho-
rarios de trabajo o por cuestiones económicas; aun ofreciéndole
las alternativas para su resolución.
Algunos ejemplos sobre lo que los entrevistados suelen
mencionar en contextos de entrevistas (los mismos son una re-
construcción lo más fiel posible a sus palabras, existen algunos
agregados para dar sentido a las frases completas):“Yo puedo
cambiar solo, no necesito tratamiento médico o psicológico, no
estoy loco para eso”, “ La iglesia me va ayudar, ahí me siento
cómodo, Dios es el único que me puede entender”, “Cuando es-
tuve mal otras veces, cambié, lo logré solo sin ninguna ayuda”,
“No estoy loco para ir al psicólogo y menos al psiquiatra”, “Nin-
gún juez, policía o médico me va a decir a mí, si necesito trata-
miento, yo puede solo con mi problema”, “Si realmente necesito
cambiar, lo voy hacer solo, no porque alguien me lo diga”, “Ya
sé cuál es mi problema, no va a volver a pasar, nunca más”, “Le
prometo doctor que no va a suceder más”, “Es la primera vez
que me pasa, no va a pasar más”, “Yo no estoy enfermo, para
que voy a hacer tratamiento, fue una vez nomas”, “Le pegué una
vez nomas, para que voy a venir acá, ya sé que no lo tengo que
hacer más”, “Nunca me denunciaron, no tengo antecedentes,
nunca estuve preso por nada, fue la primera vez que me pasó,
no va a pasar más”, “No le puede decir que tendría que hacer en
ese momento, pero estoy seguro que no me voy a sacar más”.

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• Concepción de que los comportamientos
violentos son un modo de abordar situaciones
conflictivas familiares
Se concibe que los comportamientos violentos son una vía
posible de interacción, comunicación o resolución de conflictos,
tensiones y agresiones en la sociedad y particularmente en el in-
terior de la familia. Este ítem se encuentra asociado a las modali-
dades de resolución de conflicto en la familia de origen y habrían
dado resultados para el entrevistado en algunos ámbitos de la
vida por donde transcurre, por ello continúa instrumentándolos.
En otros casos, los avatares de la vida, lo llevaron a comportar-
se de manera violenta con un cierto resultado que la persona
lo interpreta como positivo. Aquí suele establecerse una distin-
ción entre violencia y conflicto, y que una situación de tensión
o problema, no necesariamente debe resolverse con violencia.
El entrevistado suele justificar que no hubo otro modo de resol-
verlo, no registrando o encontrando otra manera más saludable
de abordarlo. El entrevistador utiliza diferentes estrategias para
avanzar en la reflexión con el entrevistado, en relación a pen-
sar otras maneras de vincularse sin agresiones. Sin embargo, la
persona que ejerce violencia insiste que, en ciertos momentos,
necesita imponerse, agredir o violentar a su compañera de rela-
ción. Insisten en ejemplificar de que, en la sociedad, el barrio o
en las familias resuelven los problemas de esa manera y en la
mayoría de los casos no son denunciados. Aquí juegan también
los demás mitos en relación a la violencia, particularmente que
la mujer tiene alguna problemática de salud mental, ha consumi-
do o provoca la violencia; o que el varón poseería una condición
natural que predispone a la agresión.
Algunos ejemplos sobre lo que los entrevistados suelen men-
cionar en contextos de entrevistas (los mismos son una recons-
trucción lo más fiel posible a sus palabras, existen algunos agre-
gados para dar sentido a las frases completas): “Todo el mundo
se pelea, en la calle, la cancha, la familia y a mí me vienen hacer
problema por un insulto”, “Todas las familias tienen problemas,
normales de pareja, esta es una más, nada más”, “Dígame ud.
que ha estudiado tanto, que familia no tiene problemas así”, “Mi

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familia era así, cualquier problema se resolvía a las trompadas,
que se yo, gritos, insultos, piñas”, “Y los conflictos y problemas
se resuelven así, que se yo”, “Mi viejo me pedía las cosas una
sola vez, a la segunda me metía una cachetada”, “Yo me crié en
la calle, quilombos todo los días, a mí me sirvió ser así, ¿porque
tendría que cambiar a esta altura?”, “Mi papá solo me miraba”.

Concepción clásica o tradicional de la familia


Toda persona necesita identificarse con su familia de origen,
para adquirir estrategias de adaptación/socialización durante el
proceso de crecimiento, maduración y desarrollo. Sin embargo,
cuando tales aprendizajes se rigidizan y se transforman en mo-
delos inmodificables, obstaculizan las interacciones con los nue-
vos escenarios sociales y culturales que van surgiendo. Ello se
agudiza cuando la familia de origen presenta una fuerte estruc-
tura y dinámica patriarcal, esas concepciones pueden transfor-
marse en comportamientos violentos. En estos casos la persona
utiliza diferentes tipos de ejercicios de violencia para imponerse,
desde la violencia simbólica hasta la psicológica y física.
La concepción conservadora de la familia provoca concep-
ciones o creencias referidas a la naturalización de la violencia,
al desconocimiento de leyes en el ámbito público que legislan el
ámbito “privado” de la familia, el posicionamiento del varón en
relación al resto de los integrantes de la familia, la imposición de
modelos de familia. También el grado de rigidez en su posiciona-
miento debido a la exposición por un tiempo prolongado de tales
concepciones en el seno de su familia de origen.

• Consideración de que las situaciones


de violencia pertenecen exclusivamente
al ámbito familiar privado

El entrevistado (de manera manifiesta o velada) suele man-


tener una actitud negativa a responder o ampliar el relato sobre

| 213 |
sus comportamientos en el ámbito familiar, con largos silencios
para pensar una respuesta acorde a la situación, pero sin de-
velar el “secreto familiar”. En otras oportunidades su relato lo
hace de manera general, pero sin puntualizar comportamientos
concretos. Ello generalmente, es debido a que considera que los
problemas, conflictos, tensiones y agresiones, deben resolver-
se exclusivamente en el ámbito doméstico, donde se originan.
Generalmente desconocen la legislación actual en términos de
derechos de las mujeres y los niño/as y la consideración de que
la violencia es un problema público y estatal. El aspecto más
complejo en estos varones es el desconocimiento de las me-
didas judiciales implementadas ante el ejercicio de violencia, y
muchas veces se observa una clara intención de quebrantarlas,
incluso la negativa a realizar algún tipo de asistencia o a ser más
permeables a la intervención profesional. En el aspecto más po-
sitivo, esperará a que las medidas caduquen, para retornar a
la vivienda (si mediara una orden de exclusión y restricción de
contacto) y a ver a la familia e intentar resolver los conflictos en
ese ámbito, pero sin ningún intento de modificar sus acciones
concretas. El riesgo en este caso de incumplir la medida de ma-
nera inmediata y permanente es alto, por ello es necesaria una
intervención pertinente y efectiva.
Algunos ejemplos sobre lo que los entrevistados suelen men-
cionar en contextos de entrevistas (los mismos son una recons-
trucción lo más fiel posible a sus palabras, existen algunos agre-
gados para dar sentido a las frases completas): “ Es un problema
entre mi mujer y yo”, “Son cosas que pasan en la relación nada
más que eso”, “No le tengo confianza a los psicólogos para hablar
de mis problemas”, “Los problemas con mi familia son privados,
no es para andar ventilándolos en cualquier lado”, “No me va a
decir un juez o fiscal que tengo que hacer con mi familia o mi casa,
son cosas que tenemos que arreglar nosotros”, “No me interesa
la ley, a mí no me van a prohibir ver a mi hijo o entrar a mi casa,
es mi hijo y mi casa, solo fue una discusión de familia, nada más”,
“Voy a esperar que termine la medida, yo ya hable con ella y esta
arrepentida, cuando termine esto, voy a volver a mi casa”

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• El varón como jefe hegemónico del hogar

Los filósofos griegos insistieron en considerar y establecer la


distinción entre lo público y lo privado, con sus respectivos roles
asignados en cada uno de estos espacios. El derecho romano
consideró que el varón por sus cualidades naturales debía ha-
cerse cargo del estado, la familia y la propiedad, fue la época
donde el patriarcado se fortaleció, creando la noción del Pater
Familia. En el “Emilio” de Jean Jaques Rousseau, el libro peda-
gógico que propicia el ingreso a la modernidad, considera que
la mujer debe realizar tareas domésticas y el varón proveer lo
material a la familia (Comba: 2020: 64-130)
El entrevistado insiste en la creencia naturalizada de que la
producción, distribución y circulación de los bienes materiales y
simbólicos de los integrantes de la familia son actividades exclu-
sivas del varón, único jefe posible del hogar. Suele aparecer con
fuerza la violencia simbólica o imposición de los modelos patriar-
cales sin lograr reflexionar sobre tal imposición de sentidos. El
mantener tal idea lleva a la persona a ir escalonando la violencia
en frecuencia y gravedad. Aquí se establece el pensamiento úni-
co sobre las cosas (pensamiento hegemónico), donde todos los
integrantes de la familia deberían subordinarse a los mandatos
del jefe de hogar-varón. Es común el uso de la fuerza para que
las mujeres de la familia cumplan el rol que deben cumplir de
acuerdo a los “designios naturales”.
Algunos ejemplos sobre lo que los entrevistados suelen men-
cionar en contextos de entrevistas (los mismos son una recons-
trucción lo más fiel posible a sus palabras, existen algunos agre-
gados para dar sentido a las frases completas): “El que trae la
plata a la casa es el que manda, a mí me parece que es así, que
se yo”, “Se tiene que hacer lo que yo digo, por eso soy el hombre
de la casa (sonrisa picaresca)”, “En la casa es el hombre que
tiene que mandar o no?”, “El hombre es el que tiene que trabajar
afuera y traer la plata, la mujer tiene que cuidar a los hijos”, “Yo no
quiero que trabaje, tiene que cuidar a los hijos”, “Es mi mujer me
tiene que obedecer, así era mi vieja con mi papá”, “Yo le dije que

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no trabaje, que cuide los niños, el hombre tiene que trabajar, pero
ella lo aceptó así, no me dijo que no, en ese momento no estaba
en contra de eso”, “Yo no quise, ni quiero que trabaje, no le hace
falta nada, nunca le hice faltar nada, le di todo”, “Yo le enseñe todo
lo que sabe”, “el que tiene puesto los pantalones soy yo”..

• La persona proviene de una familia con


fuerte estructura y mandato patriarcal

La persona entrevistada ha crecido y se ha desarrollado en


familias donde se acentuaba la importancia de la figura mas-
culina como el padre, abuelo, tío o algún integrante varón. De
esta manera se justificaba el ejercicio de la violencia como una
manera correctiva o educativa hacia los niño/as y también hacia
las mujeres de la familia. Se concibe al varón como una persona
con atributos tales como dominio, honores, superioridad, rol de
proveedor y educador, en relación al resto de los miembros de
la familia. Es común observar a los entrevistados posicionarse
como “padre” de las parejas o esposas actuales, sin cuestionar-
se tales actitudes. El hecho de ser varón lo transforma en mo-
delo a seguir. Las agresiones que supuestamente describe de
parte de su pareja, son en realidad “resistencias” a su violencia.
Algunos ejemplos sobre lo que los entrevistados suelen
mencionar en contextos de entrevistas (los mismos son una re-
construcción lo más fiel posible a sus palabras, existen algu-
nos agregados para dar sentido a las frases completas): “En mi
casa mandaba mi papá y nos daba (aludiendo a que les pegaba)
cuando no hacíamos caso”, “Mi padre nos pegaba y nos gritaba
si no le hacíamos caso”, “Mi viejo nos manejaba con la mirada,
pero así salimos personas de bien, no nos drogamos, no roba-
mos, nunca tuvimos preso por nada”, “Se hacía lo que mi papá
decía”, “En mi familia las mujeres, mi mamá, mis hermanas, tías,
no tenían ni voz ni voto”, “Mi abuelo era el que ponía las reglas
en mi casa, cuando murió pasó mi padre a ocupar ese lugar, yo
me acuerdo bien”, “en mi casa mando yo”.

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• Imposición del modelo familiar de origen

Como se ha expresado en la categoría, es esperable que la


persona, cuando establece una relación de pareja, intente en los
primeros tiempos, reproducir ideas, creencias, proyectos y apren-
dizajes transmitidos por su familia de origen. Sin embargo, cuan-
do el vínculo avanza la interacción permite el acuerdo de nuevos
criterios de relación y el nacimiento de una nueva forma de familia.
Aquellas personas que idealizan en exceso su familia de origen,
(con o sin dinámica patriarcal fuerte) intentan imponer estilos de
relación, crianza de los hijos/as, determinado orden en el hogar,
distribución de roles a los miembros, etc. En caso de no cumpli-
mentarse de acuerdo a ese modelo o sistemas de creencias se
recurre al ejercicio de violencia psicológica y/o física para impo-
nerlo y finalmente lograrlo. Se observa un comportamiento rígido
que exige un continuo de adaptación, sumisión y violencia hacia la
pareja, más que una interacción saludable de modelos diversos.
Algunos ejemplos sobre lo que los entrevistados suelen
mencionar en contextos de entrevistas (los mismos son una re-
construcción lo más fiel posible a sus palabras, existen algunos
agregados para dar sentido a las frases completas): “Mi madre
tenía la comida lista y nosotros limpios cuando mi viejo volvía
de trabajar”, “No atiende los hijos, no los lleva a la escuela a ho-
rario, no les da de comer, los tiene sucios”, “Yo tenía algo en la
cabeza, que se yo un proyecto o comprar algo y que me quería
seguir que me siga, sino que se quede afuera, a mi viejo siempre
le gusto eso”, “Me hartó, no puede hacer la comida de esa ma-
nera, yo le dije que mi vieja le hacía de una manera que todo nos
gustaba”. “Duerme hasta las doce”, “yo siempre tengo el mejor
proyecto para la familia, pero ella no lo entiende así”.

Rol de género asignado a la mujer


en la sociedad y la familia
Nuestra cultura ha logrado por diferentes mecanismos, pro-
ducir y reproducir de manera constante roles, posiciones y ta-

| 217 |
reas, diferentes y desiguales en relación al hecho de ser varón
o mujer. La mujer debe destacarse en el ámbito familiar privado
y dedicarse exclusivamente a reproducir las tareas domésticas.
El varón se destaca en el ámbito público y debe dedicarse a ta-
reas de alta complejidad, con la máxima instrumentación de sus
recursos, siempre ligados a la productividad. Desde este posi-
cionamiento, las capacidades, potencialidades y habilidades son
diferentes y desiguales para ambos géneros. En el ejercicio de
tales mandatos surgen las situaciones de dominación-subordi-
nación, que culminan en el ejercicio de la violencia.
De este modo la división sexual del trabajo en las socieda-
des capitalistas determinó la asignación del rol de cuidadora a
la mujer, de reproducción biológica y la destinó a las actividades
domésticas. Este devenir va acompañado de los sistemas de
simbolización que las sociedades van construyendo en relación
al concepto de género y sin duda a los roles para las mujeres y
para los hombres.
El rol de género asignado tradicionalmente construye senti-
dos que provocan celos y control de quien los ostenta, concep-
ción de que la mujer es un objeto material que debe satisfacer
necesidades, consecuentes incumplimientos de medidas judi-
ciales, tipos de restricción de contacto por considerar a la pareja
como algo de su propiedad junto a otros bienes materiales como
el auto o la casa, etc.

• Rol femenino, como satisfactor de las


necesidades de los otros

El entrevistado considera que la mujer debe dedicarse ex-


clusivamente a las tareas asignadas social y culturalmente, cu-
briendo necesidades biológicas, afectivas-emocionales y mate-
riales a todos los integrantes de la familia. Se observa como la
mujer fue abandonando y/o postergando proyectos personales
(laborales, educativos, recreativos, etc.) para cumplimentar las
tareas del hogar. También incluye el impacto objetivo y subjetivo

| 218 |
que la sociedad industrial impuso a la mujer, trabajar fuera de la
casa y retornar a reproducir su tarea al hogar, sin reconocimiento
y salario; por lo tanto, la asignación laboral en estas situaciones
ha sido doble, con las implicancias subyacentes y sobrecarga.
Aquí solo se reconoce el trabajo en relación de dependencia, el
que genera ingresos monetarios. Para pensar el presente indi-
cador es necesario identificar cuando suelen aparecer algunos
de los servicios que los hombres les piden a las mujeres: que los
entiendan, que los atiendan, que dependan económicamente de
sus ingresos, etc. Las mujeres están compelidas a la compren-
sión y a dar respuestas no solo a los varones con los que se vin-
culan, sino además a los otros miembros del grupo familiar. En
caso que la mujer no responda o satisfaga las necesidades del
varón, aparece la violencia, primero psicológica y luego avanza
hacia la física, en muchas de las situaciones.
Algunos ejemplos sobre lo que los entrevistados suelen
mencionar en contextos de entrevistas (los mismos son una re-
construcción lo más fiel posible a sus palabras, existen algunos
agregados para dar sentido a las frases completas):“Vengo con
un montón de problemas de la calle y mi mujer ni siquiera me
pregunta cómo me fue”, “Me siento mal y no me escucha, tiene
corazón de piedra”, “No comprende que tengo otra familia, hijos,
ex pareja, padres que tengo que atender, no le importa nada de
nada”, “No me entiende la situación que estoy pasando en este
momento”, “Está siempre con el celular, mandando whatsapp,
no hace la comida, no me ceba mates, no hace nada en todo el
día”, “Llego de trabajar y está en la casa de la madre, siempre de
la madre, los chicos solos, la casa hecha un lío”.

• Desvalorización de las capacidades, recursos


y potencialidades de la mujer

La persona entrevistada concibe que las mujeres en general


o su pareja en particular son incapaces de establecer estrate-
gias para entablar un proyecto personal, familiar, laboral o social

| 219 |
de manera independiente. En el caso de lograrlo se considera
que fue como resultado de abandonar o postergar las tareas
domésticas naturalmente asignadas. Un intento de subordinar
a la mujer y transformarla en una persona dependiente, afecti-
va, económica y subjetivamente. Aquí los varones hacen hinca-
pié en la impericia de sus parejas para tomar decisiones por sí
mismas, las muestran influenciables por las personas que las
rodean (amigas, familiares, compañeras de trabajo, etc.), inca-
pacitadas para resolver problemas sin la presencia de ellos. Alu-
den, además, a que sin la ayuda que les brindaron, no hubieran
logrado determinados propósitos. Aquí un aroma a las tablas del
derecho romano se expande y toma posesión de los pensamien-
tos y comportamiento de los varones.
Algunos ejemplos sobre lo que los entrevistados suelen men-
cionar en contextos de entrevistas (los mismos son una recons-
trucción lo más fiel posible a sus palabras, existen algunos agre-
gados para dar sentido a las frases completas): “Esa no puede
hacer nada personal, sin que yo la ayude”, “Desde que yo no es-
toy se rompen las cosas y no sabe cómo arreglarlas, no puede”,
“No sabe hacer nada, no sabe hacer nada en la casa, mira si va
hacer algo afuera”, “No cuida bien a los hijos, no sabe atender-
los, no les da de comer cuando tienen hambre”, “no cuida bien a
los hijos, siempre fue así, por eso la quiero denunciar”, “Mi mujer
no trabaja, no sabe hacer nada”, “no, ella no trabaja, no hace
nada”, “Nunca trabajó, solo fue ama de casa”, “Ahora después
de vieja, quiere estudiar”, “Nunca hizo nada, mira si va conseguir
trabajo ahora”, “Le llenaron la cabeza para que me denuncie”,
“Esto es culpa de la madre y las amigas, que le hablan mal de
mí”, “Yo le pagué los estudios”, “Yo le puse un kiosco y no lo
supo administrar, lo fundió”.

• Concepción de que la mujer debe


ser necesariamente sobreprotegida

Adherencia a la creencia de que ciertas conductas machistas,

| 220 |
tales como celos, control, posesión, persecución y manipulación
son una manera de demostrar afecto, contención o protección
a las mujeres, que consideran parte de su propiedad. Esta no-
ción arraigada proviene de la concepción de que las mujeres son
débiles, vulnerables e inferiores. Es uno de los puntos más difi-
cultosos a trabajar en una terapia o proceso grupal, ya que casi
todas las corrientes de pensamientos en nuestra cultura lo han
producido y reproducido, constituyéndose como parte del ima-
ginario social. Tales pensamientos y actitudes quedan debida-
mente naturalizadas y son parte de la dinámica de pensamiento
y emociones de la persona.
Por otro lado, y fuertemente asociado a lo descrito anterior-
mente, la concepción del amor romántico ha impactado en la
conformación de los vínculos de pareja. Donde las demandas
sacrificiales hacia las mujeres son parte de la “demostración” de
amor. Entonces también la asociación directa de los celos y el
control como constitutivos y normalizados.
Algunos ejemplos sobre lo que los entrevistados suelen men-
cionar en contextos de entrevistas (los mismos son una recons-
trucción lo más fiel posible a sus palabras, existen algunos agre-
gados para dar sentido a las frases completas):“Yo la busco al
trabajo, porque tengo miedo que le pase algo, hay tantos dege-
nerados por la calle”, “Yo la he cuidado siempre a mi mujer, creo
que la mal acostumbré, ahora me denuncia, no entiendo nada”,
“Mirá si le voy a pegar, la mato si le pego un piña”, “No sé por
qué denuncia, a las mujeres yo las tengo en una cajita de cristal,
no le haría mal”, “ Si soy celoso, porque la quiero, que ¿usted no
es celoso?”, “Yo le miro el celular porque hay muchos degene-
rados que insisten por teléfono y ella no sabe defenderse”, “Nos
revisamos el celular, nos tenemos confianza, tenemos cada uno
la clave del otro”, “Ud. no sabe las malas influencias que tiene
pobre, ella no sabe, siempre vivió en una burbuja, yo la protegí
de todos siempre”, “Si, la seguía porque quería saber dónde iba,
porque se mete en cada quilombo”, “soy celoso normal, como
cualquier pareja”, “Soy celoso porque la amo”, “Ella es muy celo-
sa, porque yo me la mandé una vez”, “Al principio de la relación
estaba todo bien con ella, después empezó a cambiar, ya no me

| 221 |
prestaba tanta atención”.

• Ideas y acciones que consisten en concebir


a la pareja como propiedad personal o privada

Se tiende a la apropiación del cuerpo y la subjetividad de la


mujer, con posibilidad de tomar posesión de la misma. El mayor
riesgo de esta posición, consiste en no registrar las medidas ju-
diciales, ya que la mujer es una cosa u objeto personal. La cosi-
ficación de la mujer es una producción cultural sostenida desde
hace muchos siglos y reproducida por el capitalismo, entendien-
do a la propiedad privada como constitutiva de los varones, y
en ello la familia como tal. Esta situación se agudiza cuando la
mujer constituye una nueva pareja, el objeto personal preciado
se ha perdido (factor que mayoritariamente aparece en los femi-
nicidios investigados). Se debe prestar especial atención a este
ítem cuando la persona posee botón Antipánico y suele comen-
tar que su pareja le habría manifestado que “si no sos mía, no
sos de nadie”, o cuando existen amenazas reiteradas de muerte
o de hacerles daño.
Se debe tener en cuenta la noción de poder de los varones
sobre las mujeres, considerándolas como parte de sus bienes,
objetivándolas. Así se incorporan al listado de “cosas” de las que
los hombres son dueños. No se puede pensar a la mujer des-
pejada de la idea de la propiedad privada y sus orígenes históri-
cos. El patriarcado primero y el capitalismo acompañándolo, han
impuesto a los varones la necesidad de acumular bienes, entre
ellos a las mujeres y a los hijos/as.
Algunos ejemplos sobre lo que los entrevistados suelen men-
cionar en contextos de entrevistas (los mismos son una recons-
trucción lo más fiel posible a sus palabras, existen algunos agre-
gados para dar sentido a las frases completas): “Es mi mujer,
mi esposa, y de nadie más”, “ Yo la amo porque es mía, no la
quiero perder”, “Nos casamos para toda la vida”, “Ahora está
de novio, se olvidó de todas las cosas que pasamos juntos y de

| 222 |
nuestros hijos”, “Está en pareja de nuevo, se olvida que estamos
casados”, “Estuvimos casados muchos años, tengo derecho, no
puede olvidarse tan rápido de todo, voy a cagarlo a trompadas
a ese hijo de puta”, “Me tiene que hacer caso, ella depende de
mí, yo le doy la plata de la cuota”, “Me engañó, me metió los
cuernos, ella es mi esposa, no puede hacerme esto”, “acaso en
la biblia no dice que la mujer depende del varón, no nace de la
costilla del varón?”, “Sino es mía, no es de nadie”.

En el capítulo uno, iniciamos la discusión de la presente


problemática, realizando un somero recorrido por la historia de
nuestra cultura occidental. Nos referíamos a las grandes matri-
ces históricas, organizadas por las construcciones hegemónicas
del conocimiento, al servicio siempre del patriarcado, que atrave-
saban la subjetividad de los seres humanos, en especial en los
varones. A modo de ejemplo dábamos a conocer cuatro matrices
que organizan las creencias y pensamientos en los hombres de
occidente: La mujer enferma, la mujer maldita, la mujer infiel y la
mujer reproductora. Se releemos esos párrafos, observaremos
de inmediato, que tales categorías y subcategorías, están pre-
sentes en cada uno de los dichos de los varones que entrevista-
mos. Siendo el condimento necesario, y a veces suficiente, para
generar sentimientos negativos que culminen en comportamien-
tos violentos. El instrumento está pensado para obtener el “dato”
clave, que nos permita valorar el riesgo de nuevas posibles si-
tuaciones de violencia, basados en estas creencias patriarcales
occidentales. Está de más insistir, que tales ítem o categorías,
deben interaccionar con el resto de los instrumentos presenta-
dos en este mismo texto.

Algunas consideraciones y reflexiones finales


Abrir interrogación, dar curso y no obturar la incomodidad, de
modo de que lo invisible opere visibilidad, lo impensado se vuel-
va enunciable. Se intenta sostener una tensión, es decir mante-
nerse en una incomodidad como caución metodológica frente a

| 223 |
la consolidación de certezas que en tanto tales corren el riesgo
de dejar de operar como herramientas, para instituir regímenes
de verdad. (Fernández: 2007:31)
El presente instrumento está pensado para poder incorporar
la perspectiva de género y las recurrencias de sentidos que los
varones reproducen en sus narrativas. Quizá pueda conformar-
se en una herramienta que permita valorar el riesgo de nuevos
episodios de violencia, o al menos anticiparse para poder tra-
bajar con algunos varones reflexivamente sobre las ideas y/o
preconceptos que tienen incorporados. Reconocer estos indica-
dores y prestar mayor atención a estas narrativas nos permitirá,
como profesionales del campo de las violencias, obtener antici-
padamente algunas ideas para una predisposición a la escucha
y para alojar a los varones que se acercan a nuestros servicios
de una manera más empática. Fundamentalmente para enten-
der que las insistencias de sentidos en el campo de la violencia
no son modificables fácilmente y que esa raigambre de ideas,
creencias y pensamientos son la mayoría de las veces el funda-
mento del ejercicio de la violencia.
Consideramos a la violencia como una construcción social y
por ende de complejo abordaje para los equipos de profesiona-
les o agentes comunitarios que trabajan a diario con la proble-
mática. Entonces podemos decir que, la utilidad del instrumento
como herramienta de trabajo cotidiano con los hombres que tra-
bajamos tiene una serie de ventajas para:
• servir de insumo para la entrevista, orientando a los
profesionales en que indagar y prestar suma atención.
• poder aproximarse a determinar el riesgo de nue-
vos episodios de violencia en base a las creencias
arraigadas de los sujetos, y en base a cuan legitimado
este el uso de la violencia en ese varón que estamos
asistiendo.
• para orientar a los hombres que atendemos en pro-
gramas terapéuticos y/o de reflexión acordes a sus ne-
cesidades.

| 224 |
Sin embargo, no pretendemos dejar de lado dos últimas re-
flexiones que nos con-mueven a la hora de trabajar con varones
y que pretendemos sean insumos para cada sujeto que, en el
espacio en que se encuentre, se proponga asumir. Considera-
mos que no hay intervención en el campo de la violencia sin la
necesaria hospitalidad en la recibida de los varones en los espa-
cios de trabajo. Al decir de Derrida:
La hospitalidad, en el uso que Lévinas hace de este
término, no se reduce simplemente, aunque también lo
sea, a la acogida del extranjero en el hogar, en la propia
casa de uno, en su nación, en su ciudad. Desde el mo-
mento en que me abro, doy «acogida» -por retomar el
término de Lévinas- a la alteridad del otro, ya estoy en
una disposición hospitalaria. Incluso la guerra, el recha-
zo, la xenofobia implican que tengo que ver con el otro y
que, por consiguiente, ya estoy abierto al otro. El cierre
no es más que una reacción a una primera apertura.
Desde este punto de vista, la hospitalidad es primera.
Decir que es primera significa que incluso antes de ser
yo mismo y quien soy, ipse, es preciso que la irrupción
del otro haya instaurado esa relación conmigo mismo.
Dicho de otro modo, no puedo tener relación conmigo
mismo, con mi «estar en casa», más que en la medida
en que la irrupción del otro ha precedido a mi propia
ipseidad. (Derrida: 2001:2)

Pensar la acogida de los otros en los espacios de trabajo, es


abrir las puertas de la institución, consultorio, espacio grupal,
o donde fuera que vayamos a recibirles con la suficiente hos-
pitalidad para asumir sin condicionamientos previos una histo-
ria, un episodio, un entramado hasta el momento desconocido.
Es abrir nuestra disposición ética para una escucha sin juicios
previos. Será quizá la única manera de poder acompañar sin
constituirnos en otros jueces de la vida posible de otros, sin algu-
nos positivismos moralizantes que muchas veces encarnan les
profesionales del campo. A principio del presente escrito, reco-

| 225 |
nocíamos como a muches de nosotros nos había costado nume-
rosos meses de encuentros con esos varones, poder desandar
esas viejas prácticas que muchas veces reproducían violencias
institucionales conocidas, podemos afirmar que será un trabajo
personal y profesional mirarse y hacer de la hospitalidad una
herramienta de trabajo diario.
Poner en práctica la hospitalidad se presenta como un enor-
me desafió contra la idea de la tolerancia, precisamente, su di-
ferencia radica en que mientras la tolerancia es dar lugar a una
alteridad desde el propio lugar (con mis propias reglas de juego,
desde el UNO colonial), la hospitalidad supone una apertura sin
condiciones, sin etiquetas previas, sin prejuicios condenantes.
En términos de Derrida:
“Pero la hospitalidad pura o incondicional no con-
siste en una invitación (‘yo te invito, yo te acojo en mi
casa [cha moi] con la condición de que tú te adaptes
a las leyes y normas de mi territorio, según mi lengua,
mi tradición, mi memoria’, etc.). La hospitalidad pura e
incondicional, la hospitalidad misma se abre, está de
antemano abierta a cualquiera que no sea esperado ni
esté invitado, a cualquiera que llegue como visitor ab-
solutamente extraño, no identificable e imprevisible al
llegar, un enteramente otro. Llamemos a esta hospitali-
dad de visita y no de invitación. La visita puede ser muy
peligrosa, no hay que ocultarlo; pero una hospitalidad
sin riesgo, una hospitalidad garantizada por una póliza
de seguro, una hospitalidad protegida por un sistema
de inmunidad contra el totalmente otro, ¿es una hospi-
talidad verdadera?” (Derrida: 2004: 230).

Pero sin ir más lejos, pretendemos advertir que esa hospi-


talidad no se da sin más, no se adquiere solo por la toma de
decisión de ponerla en práctica, entendemos que más bien es
un posicionamiento ético-político, que quizá se encuentra ten-
sionado por conflictos, por sujetos que nos enfrenten a noso-
tres mismes con y por potenciales violencias, pero asimismo

| 226 |
ese será el desafío siempre omnipresente: no juzgar, no punir,
no presuponer, ni historias, ni sufrimientos, ni dolores, ni mucho
menos diagnósticos. Por ello, la reflexión ético-política se debe
convertir en una instancia cotidiana en el proceso de interven-
ción, lo que supondrá abandonar la idea por la/el otra/o diferente
como objeto de corrección, y juzgamiento. Aquí entonces reto-
mar el posicionamiento de las epistemologías feministas para
sostener el ejercicio profesional, nos prometerá nuevos modos
de pensar las prácticas, pero fundamentalmente de cuidarnos
como ejecutores de primera línea de algunas políticas públicas.
No nos olvidemos de la humanización de las disciplinas, de dejar
de lado los encarnizamientos de las híper especificidades, pro-
ponemos mirarnos más, escucharnos más, repreguntarnos más
en voz alta y por supuesto intentar dar respuesta a las preguntas
retóricas que en cada “covacha” institucional solemos hacernos.
Eso es pensar y hacer a través de las epistemologías feministas
que no son solo un supuesto teórico también son un método,
siempre más humanizante.
Aunada a la idea de hospitalidad también pretendemos su-
gerir otra estrategia de intervención que nos sostiene en lo co-
tidiano ante tanto sufrimiento en las instituciones en las que cir-
culamos, es la idea de la disponibilidad de Skliar. Entendemos
que no hay hospitalidad sin disponibilidad, (Skliar :2012: 53) nos
propone asumir la idea de que quizá la clave no esté tanto en es-
tar preparados, estar hiperespecializados, híper fragmentados
por disciplinas a las que “les toca”, hacer o decir algo al respecto
del ejercicio de la violencia de los varones hacia otres, sino más
bien estar preparades para la llegada del otre. Estar ahí, atentos
a la escucha, a la bienvenida, a la presencia de otre que tiene
historia y a veces nos la quiere compartir para transformar. Con
este espíritu entendemos el abordaje a varones en general y la
valoración de riesgo en su particularidad.

Instrumentos para valoraciones en varones


que ejercen violencia.
En esta sección solo se incluyen los instrumentos profundiza-

| 227 |
dos en este capítulo, entendiendo que los demás son de uso y do-
minio público profesional. Como se ha referenciado en numerosas
oportunidades, es necesario que el o la profesional que esté rea-
lizando la valoración, tenga conocimiento de las herramientas de
uso cotidiano y los avances que hubiera en esta área. Finalmente
se deja sentado que el Urica dv (violencia), no se publica en este
texto hasta realizar las adecuaciones pertinentes sobre permisos,
autorizaciones y utilización de lenguaje técnico académico en In-
gles, idioma de origen. En cambio, se incluye el Urica General o
adicciones, a la manera de ejemplo, ya que su instrumentación,
metodología, espíritu y puntuación son similares. Por otro lado,
este instrumento es de dominio público y fue utilizado con éxito
en nuestra intervención, hasta la incorporación del Urica-DV. Si
se observa detenidamente, el Urica general en ningún momento
hace referencias al problema del consumo de sustancias psicoac-
tivas, sino al problema por el cual la persona se acercó a la insti-
tución o a la consulta particular.
Los instrumentos que se publican como anexo son:
• URICA GENERAL (ADICCIONES).
• INSTRUMENTO “INSISTENCIAS DE SENTIDO” DE
GENERO PARA VALORAR LA VIOLENCIA EN VARONES.

| 228 |
ESCALA DE EVALUACIÓN DEL CAMBIO,
UNIVERSIDAD DE RHODE ISLAND (URICA)

Nombre:
Edad:
Fecha:

Instrucciones:
Cada una de las siguientes frases describe cómo podría
sentirse una persona cuando empieza un tratamiento y aborda
algún problema en su vida. Por favor, indica tu grado de acuer-
do o desacuerdo con cada una de estas frases. En cada caso,
responde en función de cómo te sientes ahora mismo, y no en
función de cómo te sentiste en el pasado o de cómo te gustaría
sentirte. Recuerda que siempre que aparezca la palabra pro-
blema se refiere a tu situación problemática actual, por la
cual accedes a este servicio o consulta.

Totalmente Bastante en Ni de acuer- Bastante de Totalmente


en des- desacuer- do, ni en acuerdo (4) de Acuerdo
acuerdo (1) do(2) desacuerdo (5)
(3)

1. Que yo sepa, no tengo


problemas que necesite
cambiar.
2. Creo que podría estar
preparado para mejorar
algo en mí.
3. Estoy haciendo algo
respecto a los problemas
que han estado molestán-
dome.

| 229 |
4. Puede que valga la
pena que trabaje para so-
lucionar mi problema.
5. No tengo ningún proble-
ma. No tiene sentido que
yo esté aquí.
6. Me preocupa que yo
pueda recaer en un pro-
blema que ya he cambia-
do, de modo que estoy
aquí para buscar ayuda.
7. Por fin estoy haciendo
algo para resolver mi pro-
blema.
8. He estado pensando
que tal vez quiera cambiar
algo de mí mismo.
9. He tenido éxito en el
trabajo con mi problema,
pero no estoy seguro que
pueda mantener el esfuer-
zo yo solo.
10 A veces mi problema
es difícil, pero estoy traba-
jando para resolverlo.

Totalmente Bastante en Ni de acuer- Bastante Totalmente


en des- desacuerdo do, ni endes- de acuerdo de Acuerdo
acuerdo (2) acuerdo (3) (4) (5)
(1)

11. Estar aquí es una pér-


dida de tiempo, porque el
problema del cual se está
hablando no tiene nada
que ver conmigo.
12. Espero que en este
lugar me ayuden a com-
prenderme mejor.
13. Imagino que tengo de-
fectos, pero no hay nada
que realmente necesite
cambiar.

| 230 |
14. Realmente estoy es-
forzándome mucho para
cambiar.
15. Tengo un problema y
realmente pienso que de-
biera darle una solución.
16. No he perseverado
como yo creía en lo que
ya había cambiado, y es-
toy aquí para prevenir una
recaída del problema.
17. Aunque no he tenido
éxito en lograr cambios, al
menos estoy trabajando
para resolver mi proble-
ma.
18. Pensaba que una vez
que resolviera mi proble-
ma me sentiría liberado,
pero a veces me encuen-
tro presionado por él.
19. Me gustaría tener más
ideas respecto a cómo
resolver mi problema.
20. He comenzado a
enfrentar mis problemas,
pero me gustaría recibir
ayuda.
21. Quizá en este lugar
puedan ayudarme.
22. Actualmente puedo
necesitar ayuda para
mantener los cambios que
ya he logrado.
23. Puede que yo sea
parte del problema, pero
realmente no creo que
sea así.
24. Espero que alguien de
aquí me pueda entregar
buenos consejos.

| 231 |
25. Todo el mundo puede
hablar acerca de cambiar;
yo realmente estoy ha-
ciendo algo para cambiar.
26. Toda esta charla
psicológica es aburrida.
¿Por qué las personas
simplemente no olvidan
sus problemas?
27. Estoy aquí para pre-
venir la posibilidad que
yo pueda recaer en mi
problema.

Totalmente Bastante en Ni de acuer- Bastante de Totalmente


en des- desacuerdo do, ni en acuerdo de Acuerdo
acuerdo (2) desacuerdo (4) (5)
(1) (3)

28. Es frustrante, pero


siento que pudiera tener
una reaparición del pro-
blema que pensaba que
ya había resuelto.
29. Tengo tantos proble-
mas como cualquier per-
sona. ¿Por qué malgastar
el tiempo pensando en
ellos?
30. Estoy trabajando acti-
vamente en mi problema.
31. Me gustaría asumir
mis defectos, más que
intentar cambiarlos.
32. Después de todo lo
que he hecho para inten-
tar cambiar mi problema,
éste vuelve a aparecer y
eso me preocupa.

| 232 |
Obtención de la Disposición para el Cambio

[Anote sobre la línea, la puntuación de la elección


del usuario para cada ítem]
Pre contemplación Contemplación Acción (A) Mantención (M)
(PC) (C)
1 ____ 2 ____ 3 _____ 6 _____
5 ____ 4 (se omite) 7 _____ 9 (se omite)
11 _____ 8 ____ 10 _____ 16 ______
13 _____ 12 _____ 14 _____ 18 ______
23 _____ 15 _____ 17 _____ 22 ______
26 _____ 19 _____ 20 (se omite) 27 ______
29 _____ 21 _____ 25 _____ 28_______
31 (se omite) 24 ______ 30 _____ 32 _______

Total: ________ Total: _____ Total: ______ Total: ______


÷ 7= ______ (avg) ÷ 7= ______ (avg) ÷ 7= ______ (avg) ÷ 7= _____ (avg)

Disposición para el Cambio= (C + A + M) – PC.

| 233 |
| 234 |
Capítulo 3
“Lo socioeducativo y terapéutico en el trabajo con varones”

| 235 |
| 236 |
Aspectos Psicosocioeducativo/terapéuticos
en el proceso de intervención (técnicas de trabajo).
A lo largo de estos cinco años de experiencia en el trabajo
con varones, desde lo preventivo y/o asistencial, he aprendido
que el uso de las técnicas precisas, permiten obtener mejores
resultados y beneficios, para lo varones, los facilitadores o te-
rapeutas y para la propia institución. Más allá de los diferentes
tipos de herramientas que utilicemos, en una entrevista indivi-
dual o sesión grupal, intervenir con técnicas, objetivos claros y
diseños específicos sobre violencia, ha obrado en la modifica-
ción de pensamientos, sentimientos y comportamientos en los
usuarios. También ha fortalecido al facilitador, en la organización
de los tiempos, en la inclusión de los factores que influyen en la
violencia, en los objetivos y en su propia experiencia. En las ins-
tituciones se logró planificar estrategias a largo y mediano plazo,
construyendo dispositivos de abordajes integrales, como los que
veremos a continuación.
En nuestro caso se presentan tres técnicas puntuales, que
resultaron ser las más efectivas, cada una en su nivel o etapa
por la que trascurre el varón en su proceso de deconstrucción y
disminución de la violencia. Es obvio que no agota el sinnúmero
de modalidades que es posible implementar, pero transfiere una
idea del trabajo a realizar con los usuarios, ya sean de ámbito
público o privado, individual o grupal.
Estas técnicas permiten observar que: 1- Se deben incluir los
dos paradigmas más conocidos que abordan violencia. 2-siem-
pre es necesario incluir el trabajo en todos los ámbitos del ser
humano, enfatizando los pensamientos y la historia de vida de la
persona. 3- Permite abordar la problemática compleja de violen-
cia desde lo reflexivo y vivencial a la vez. 4- Que es necesario
iniciar desde técnicas más simples e ir avanzando hacia formas
más complejas e integrales. 5- Es posible construir tantas técni-
cas que sea necesaria, pero que apunten a las características y
ámbitos por la que trascurre el ser humano.
Si tomamos en cuenta a la violencia en un sentido especifico,
buscando su esencia y, no solo lo manifiesto, es posible su im-

| 237 |
plementación a cualquier varón de nuestro medio. A los varones
hegemónicos, abiertamente machistas, a los varones mediana-
mente machistas o aquellos en proceso de cambio, si queremos
utilizar los perfiles estandarizados y estudiados (Córdoba; 2020,
203). Es decir, a todos los varones de nuestra sociedad y cultura
occidental, hayan ejercido violencia brutal o sutil, denunciados o
“voluntarios” o estén iniciando el largo y tortuoso camino de la
deconstrucción de su masculinidad.
Finalmente se esboza un sistema de evaluación integral para
poder dar cuenta de los posibles cambios realizados por los va-
rones durante el proceso de intervención. Se incluyen aspectos
para evaluar a los usuarios, al entrevistador o facilitador y a la
propia institución de referencia, si la hubiere. Si bien el centro de
la escena es el varón y, quien debe cambiar sus pensamientos,
sentimientos y comportamientos son/somos los varones, existen
obstáculos para el cambio y es necesario monitorearlos, modifi-
carlos y evaluarlos.

| 238 |
Técnica 1.

Deconstruyendo el Sistema
Sexo-Genero en varones.

“El sistema sexo-genero, la gran obra del Patriarcado”

“El pez nunca descubre que vive en el agua


de hecho, como vive inmerso en ella, su vida
transcurre sin advertir su existencia. De igual
forma, una conducta que se normaliza en un
ambiente cultural dominante, se vuelveinvisible”.
(Michel Foucault- Filosofo-historiador-Sociólogo francés).

Introducción:
El pensar y construir técnicas innovadoras para develar el
tallado a mano que hizo el patriarcado en nuestros cuerpos y
cabezas, es uno de los desafíos fundamentales, para quienes
trabajamos con varones desde una perspectiva de género. Los
estudios de género, el movimiento feminista y los escritos so-
bre masculinidades han aportado un rico contenido teórico, para
quien estamos en la práctica concreta, podamos incorporarlas
en nuestras intervenciones cotidianas. La desigualdad o asime-
tría de poder entre los géneros, la sexualidad masculina hetero-
normativa, los traumas por vulneración de derechos en la infan-
cia de los hombres, los pensamientos machistas que provocan
comportamientos violentos, el consumo de sustancias psicoacti-
va como factor desencadenante de la conducta violenta, y otros
tantos, son temas abordados por las corrientes antes planteadas
y transformadas en técnicas de trabajo con varones. El siste-
ma sexo-género y su progenitor, el Patriarcado nos ha permitido
desde su descubrimiento, aislamiento de otras problemática y
construcción teórica, la implementación de todas sus caracte-
rísticas al trabajo con hombres en diferentes instancias de inter-
vención. Sin embargo, no se ha observado la construcción de

| 239 |
un instrumento que pueda interpelar directamente a los varones
con estos dos conceptos claves, que les permitan reflexionar y
vivenciar el peso específico que realmente poseen, en las vidas
cotidiana en cada uno de nosotros. De la misma manera que se
practicó con el ciclo de la violencia, utilizado frecuentemente en
mujeres que sufren violencia, se realiza con el sistema sexo-gé-
nero y el patriarcado, con la intensión de considerar como es sin-
gularizado en los varones, es decir, como cada varón internaliza
esa norma que aparece como universal, natural e inmodificable.
De esta manera se puede lograr que los varones reflexionemos,
vivenciemos y modifiquemos, en nuestras prácticas cotidianas,
el peso de estas superestructuras que domina nuestras condi-
ciones objetivas y subjetivas. A esta altura de la discusión es ne-
cesario que las cosas se llamen por su nombre, si todo el trabajo
realizado es justamente para desentrañar y combatir al patriar-
cado, presentémosle a los varones lo que realmente provoca la
desigualdad en todos los ámbitos por el cual trascurrimos.

Antecedentes conceptuales.
El sistema sexo-género es un constructo teórico de gran utili-
dad para comprender los alcances del patriarcado en diferentes
niveles de la existencia humana. Si bien fue propuesto por Gayle
Rubín, antropólogo cultural estadounidense en el año 1975, po-
see un largo periodo de elaboración desde la década del 50 del
siglo pasado, hasta la actualidad. En 1952, John Money, psi-
cólogo y sexólogo de la universidad de Hopkins, realizaba es-
tudios sobre la “ambigüedad sexual” de niños hermafroditas,
cuando descubre que el hecho de ser varón o mujer en niños,
no dependía de los biológico, sino de las creencias que lo pa-
dres tenían sobre el sexo de ese ser que nacía. A ello, le llamo
“asignación de género” o “papel de género”, constituyéndose
uno de los primeros momentos que se planteó esa diferencia,
donde los factores sociales predominaban sobre la naturaleza
humana. Luego de este hecho trascendental surge la tesis de
Robert Stoller, quien, en 1968 con una visión psicoanalítica, ex-
plicita la independencia de las entidades sexo-genero. El autor

| 240 |
insiste que el sentimiento íntimo de saberse varón o mujer, no
está definido desde lo biológico, sino de las experiencias, ritos y
costumbres atribuidos al hecho de ser hombre o mujer; es decir
a los significados sociales atribuidos a la diferencia de orden
biológico. Otro punto de inflexión lo realiza en 1972, Ann Oakley,
socióloga inglesa, quien distingue claramente sexo de género,
incorporándose definitivamente la categoría en las teorías socia-
les en general y las feministas en particular. Finalmente, desde
la antropología norteamericana, se da a conocer su invención
como un sistema que actúa de manera unificada en la subjetivi-
dad humana. Lo define como “un conjunto de disposiciones por
las cuales el material biológico bruto del sexo y la procreación
es moldeado por la intervención humana y social, y satisfecho
según convenciones sociales” (Rubin; 1975;14).
A partir de allí, no está ausente en ninguna disertación, ca-
pacitación o debate sobre feminismo, patriarcado y violencia de
genero. A ello se le agrega las numerosas investigaciones sobre
las diferentes maneras de manifestarse en la vida cotidiana, se-
gún la cultura, edad o clase social u otras categorías de análisis.
Las teorías feministas de la segunda ola lo tomaron como una
de las explicaciones más contundentes de la desigualdad y la
operación patriarcal más efectiva sobre los seres humanos, in-
dependientemente del género a que pertenezcan. Durante un
largo proceso se encargaron de separarlos y enfatizar que los
roles asignados a las mujeres no eran frutos de la naturaleza,
sino de construcciones socioculturales aprendidos, con la fina-
lidad de que lo masculino subordine a lo femenino. El sistema
sexo-genero, es la herramienta por el cual las mujeres y otros
géneros se fueron trasformando en privadas de los derechos
humanos universales, mientras sus compañeros se elevaban a
lo más alto de la cúspide de la humanidad. Operación que aun
goza de buena salud en nuestra cultura y practicas rutinarias,
ya sea de manera brutal y tradicional o de forma sutil o invisible.
Luego de este largo y tortuoso proceso, surgen grandes con-
ceptos que aluden a la diferenciación de sexo-genero, que nos
permiten seguir pensando estas categorías. Butler cuestiona la
visión de sexo natural y define al género como una forma rutina-

| 241 |
ria, donde los gestos corporales, las formas, movimientos y es-
tilos diversos van a constituir la ilusión que tiene un ser humano
o humana perdurable en el tiempo con su género (Butler; 1990,
179). Insiste que la identidad es una idea normativa que se pre-
senta como algo inflexible e inamovible, cuando en realidad es
maleable en el proceso de construcción de la personalidad en
una cultura determinada. Por su parte, y con una visión menos
compleja Alda Facio y Lorena Fries sostiene que “el concepto de
genero alude, tanto al conjunto de características y comporta-
mientos, como a roles, funciones y valoraciones impuestas dico-
tómicamente a cada sexo a través de procesos de socialización,
mantenidos y reforzados por la ideología e instituciones patriar-
cales” (Facio-Fries; 1999; 28). El género sería algo así como un
disfraz, una máscara con la que los varones, mujeres y otros gé-
neros bailan una danza desigual en el baile propuesto por nues-
tra sociedad. Esto solo son algunos ejemplos de la magnitud que
fue tomando esta categoría en la historia académica y popular,
en la lucha por la igualdad entre los géneros y los intentos de
implementarlos como dispositivos de intervención.
Sin embargo, y a pesar de la importancia en su desarrollo, no
ha tenido un impacto a nivel de una técnica específica de trabajo
en violencia, sea con mujeres o con varones. Se ha tomado su
conocimiento, trayectoria y hallazgos para convenciones, reu-
niones internacionales, leyes y políticas públicas. También para
crear técnicas de trabajo con mujeres y varones en su proce-
so de deconstrucción, pero no como sistema sexo-genero, sino
con sus productos y derivados. Por tal motivo es fundamental la
creación de una técnica específica de trabajo que haga alusión
directa al funcionamiento de esa alianza que opera desde hace
siglos, con resultados positivos para el machismo. El sistema
sexo-genero se ha trasformado en el brazo diplomático y sutil
del Patriarcado, al menos en nuestra cultura occidental, y con
posibilidad de elevarse en una categoría universal, con desa-
rrollos en otras culturas. Pero también muestra sus garras en
situaciones crudas, donde los varones lo utilizan para despojar a
las mujeres de su identidad y hasta de su propia vida.

| 242 |
Los dos conceptos fundamentales del machismo
Si en las mujeres es importante trabajar con el sistema se-
xo-genero para visibilizar la exclusión de los espacios públicos y
el ejercicio de la violencia, en los varones se trasforman en fun-
damental, ya que son los hombres que lo imponen en la mayoría
de las situaciones. Así como el ciclo de la violencia dio amplios
resultados en las mujeres y el trasladado a los varones produjo
impactos contundentes en el camino de la prevención de com-
portamientos violentos, este hito del patriarcado también debería
ser útiles para varones que ejercen violencia de género. En más,
estos descubrimientos que se usan frecuentemente para las mu-
jeres, también deberían probarse en los hombres, ya que son
los ejecutadores, tanto el ciclo de la violencia, como el sistema
sexo-genero esta iniciado, desarrollado, sofisticado y ejercitado
cotidianamente por los varones. La acumulación de la tensión, la
explosión violenta y la luna de miel son un proceso que va mol-
deando los hombres en sus vínculos, la unificación entre sexo y
género, para naturalizar los roles y funciones, también lo hacen
los varones. Obviamente que las mujeres trascurren por nuestra
cultura y lo reproducen cotidianamente, pero las consecuencias
no son las mismas, que cuando la ejecuta su compañero de gé-
nero. Cuando las mujeres instrumentan el sistema sexo-genero
establecen la desigualdad en su detrimento, pero no he visto su
utilización para el ejercicio de la violencia.
El sistema sexo-género es un conjunto de acuerdos, ope-
raciones e imposiciones sociales y culturales por el cual la so-
ciedad, transforma la sexualidad biológica en productos de la
actividad humana. Específicamente es la asignación de pape-
les, roles y funciones, de acuerdo al sexo biológico de la perso-
na, enfatizando en la diferencia sexual anatómica. Esto signifi-
ca que una mujer, por el hecho de no tener pene, se le asigna
roles totalmente reproductivos y los varones por su “virilidad”,
sus funciones están destinada al ámbito productivo y público,
constituyéndose en un designio desde antes del nacimiento de
la persona. A las mujeres se le asigna el color rosa, se le regala
muñecas, implementos domésticos y los servicios de cuidar al
otro. A los varones se lo identifica con el celeste, los regalos son

| 243 |
pistolas, cascos, autos y las demandas de servicios a los otres.
Estas operaciones suelen ser consientes en los “varones su-
puestamente deconstruidos” (Córdoba: 2020:13) o inconscien-
tes (no en el sentido freudiano) en los hombres que naturalizan y
biologizan las funciones sociales de los demás géneros.
La operación por el cual la diferencia biológica se trasforma
en desigualdad social, la realiza el patriarcado. Pero cuando se
conceptualiza esta estructura suele aparecer un tanto abstracta,
omnipotente e imposible de abarcar, porque incluye cuestiones
de la superestructura, como lo social, cultural, políticas, econó-
micas, muchas veces inoperativo en la vida cotidiana de los y
las seres humanos y humanas. Existe un número elevado de
conceptos y explicaciones del significado de patriarcado, todos
ellos alimentan nuestros conocimientos sobre los entretejidos
que lo anudan y nos enredan. Autores de diferentes disciplinas
nos profundizan de como interviene, opera en lo macro y lo mi-
cro, y como roe nuestra subjetividad. El patriarcado, es un sis-
tema jerárquico de relaciones sociales, políticas y económicas
que construye las diferencias entre varones y mujeres, toman-
do como escusa una diferencia biológica sexual y su significado
genérico, que establece, reproduce y mantiene a los hombres
como paradigma de lo humano.
Sin embargo, cuando se trabaja una técnica con varones, cuyo
objetivo es que logren desnaturalizar su patriarcado e iniciar un
proceso de deconstrucción que nos permita prevenir de mane-
ra primaria, secundaria o terciaria la violencia, es condición de
realizar una presentación más personalizada, para su compren-
sión y practicidad, sin desoír los aportes de los grandes autores
en la temática. Operativamente “Patriarcado es, un conjunto de
pactos visibles e invisibles, por el cual una sociedad, institución,
organización, teoría, conocimiento o persona, utiliza el sistema
sexo-género o puntualmente la diferencia sexual anatómica para
establecer la desigualdad entre los géneros”. De esta manera se
logra individualizar a la persona como reproductora del patriarca-
do, sin elevarlo a un rango inalcanzable por ser justamente una
estructura superior, que nos engloba a todos los ser humano. Es
importante, independientemente del concepto a utilizar, que la

| 244 |
persona se introduzca en el centro de la escena, para que se res-
ponsabilice en su reproducción individual. Luego de este primer
paso, se le brinda herramientas específicas para su cuestiona-
miento e intento de atravesamiento, pero incluyéndolo como un
agente activo en su resolución. La idea no es que el varón se
sienta víctima del Patriarcado, sino que sea su cómplice al repro-
ducirlo de manera cotidiana. Con esta propuesta muchos varones
que concurren a marchas feministas, talleres de masculinidades
y poseen un discurso de deconstrucción armado, se sienten inter-
pelado, accediendo a un trabajo interno profundo, tomando con-
ciencia que lo discursivo, solo era una fachada cosmética.
El patriarcado y su brazo más efectivo, el sistema sexo-gé-
nero es una ideología que garantiza a los varones una serie
de privilegios, así como institucionaliza e invisibiliza, el dominio
masculino sobre el resto de los géneros. Estos privilegios se
mantienen socializando sexo y subordinado, de modo tal que
considere que es una cuestión biológica y por lo tanto natural.
El punto en el cual la biología de un sexo se constituya en una
desventaja social y la del otro no, implica necesariamente una
desigualdad de poder.
No es necesario de continuar brindando características de
este vínculo padre e hijo, que no solo es bien conocido, sino con
grandes desarrollos y amplia bibliografía desde diferentes cono-
cimientos y disciplina. El objetivo no es aportar un conocimiento
nuevo sobre estos conceptos sino insistir en la necesidad de lle-
varlo a lo práctico, en nuestro caso, a una técnica para varones
de cualquier masculinidad.

Las masculinidades en la discusión


Al final de los ochenta y especialmente en la década de los
noventa surgió un nuevo campo de estudio e intervención, que
se fue desarrollando hasta la actualidad, con el propósito de in-
cluir a los varones en esta discusión y a demostrar que la cul-
tura también había provocado consecuencias negativas sobre
su subjetividad. Se incluyeron en la agenda varios temas que

| 245 |
venían discutiendo los movimientos de mujeres, sobre todo el
poder y la desigualdad, la diversidad, los procesos de socializa-
ción, los mandatos de masculinidad, la sexualidad, la violencia
ejercida al resto de los géneros, y un largo etc. El estudio de las
masculinidades y todos sus derivados inician la tarea de expli-
citar las dificultades de los varones en demostrar sus afectos
(emociones), la ausencia de responsabilidad en los roles pater-
nos (“ayudar” o “colaborar” o responsabilizarse con lo domesti-
co), las frustraciones por no alcanzar los éxitos que le sugieren
la cultura (competencias excesivas), las extenuantes jornadas
de trabajo para alcanzar los objetivos del sistema capitalista en
su rol de proveedor y porque no, las vulnerabilidades como todo
ser humano. Surgen muchos conceptos interesantes para de-
batir, sin embargo, ha mediado de los noventa se construye la
noción de “Masculinidad Hegemónica”, propuesto por la soció-
loga australiana Raewyn Connell, quien describe una serie de
características en relación a este constructo. En este caso el
género masculino, por sus características físicas, psicológicas
y sociales, atribuidas y autoproclamadas, asume una posición
dominante y subordina a los demás géneros. Estas característi-
cas son las que el movimiento feminista, los estudios de géneros
y las masculinidades estaba estudiando: Proveedor, Protector,
Activo, Poderoso, Exitoso, Publico, Fuerte, Racional, superior,
etc. Los varones hacían y hacen uso y abuso de esos atributos
o rasgos que las sociedades le brindaban o le contribuían para
su desarrollo. Para Connell las masculinidades hegemónicas en
su concepto más amplio es “la configuración de la práctica de
género que incorpora la respuesta aceptada, en un momento
especifico, al problema de la legitimidad del patriarcado, lo que
garantiza (o se considera que garantiza) la posición dominan-
te de los hombres y la subordinación de las mujeres” (Connell;
2003;117). Quizás que sea una de las definiciones más integra-
les que nos dio la autora australiana.
La masculinidad como factor de riesgo es otra categoría que
permite pensar que los varones pueden transformarse en un
elemento más en la cadena riesgosa de un ser humano. Este
concepto de Kauffman, insiste en la idea del riesgo de ser un

| 246 |
varón hegemónico, hacia las mujeres y otros géneros, hacia los
varones y hacia sí mismo. Las nuevas masculinidades como el
intento de ser un varón distinto al anterior, se plantean como otra
de las categorías de análisis de este marco conceptual, aunque
bastante cuestionado, pero muy utilizado en los últimos tiem-
pos. La posibilidad de deconstrucción del patriarcado y todos
sus aliados, serian el camino a un hombre nuevo, con atribu-
tos más sensibles que la rudeza varonil anterior. El considerar
la posibilidad de un hombre nuevo, es justamente lo que más
es criticado desde el feminismo, las masculinidades, y con justa
razón. Como ya hemos aseverado, estos conceptos suelen ser
muy cuestionado, aunque posean algunas cualidades operati-
vas para la intervención.
Con esta discusión sobre las masculinidades y estudio de los
varones, se inició el trabajo para los hombres que ejercían violencia
de género y la necesidad de deconstrucción en aquellos que iban
teniendo conciencia de su masculinidad heterosexual, heteronor-
mativos y hegemónica. Luego se replanteó la situación, llegando
a la conclusión de que todos los varones ejercen violencia y nece-
sitan un proceso interno y externo para reflexionar su machismo,
que afectan sus vínculos y su propio ser. Así nacieron diferentes
técnicas de trabajo, donde se incluía estos temas para trabajar con
varones, denunciados por violencia o “voluntarios”. El trabajo so-
bre la construcción de la masculinidad, donde se reflexionan en
relación a las diferentes prácticas que lo varones realizan en sus
diversas etapas evolutivas, que lo llevan a ser hombres y demos-
trarlo a sus pares. Técnicas donde incluyen las demandas de ser-
vicios que lo varones les exigen a las mujeres y a otros géneros,
de acuerdo a sus mandatos patriarcales. Las ideas de ser varón y
mujer es una práctica deconstructiva corriente, que permite debatir
con los hombres las imposiciones culturales en termino de roles de
géneros asimétricos. La sexualidad no podía estar ausente en esta
discusión, ya que aparece en el centro del pensamiento y compor-
tamiento masculino. El intento de que los varones reconozcan las
emociones y adquieran estrategias para lograr asimilarlas y contro-
larlas es otro desafío en el trabajo individual y grupal con varones
durante los procesos de intervención. Finalmente, la mayoría de las

| 247 |
técnicas instrumentadas están dirigidas a frenar la violencia hacia
las mujeres, niñes y adolecentes al interior de la familia. El cambiar
el pensamiento, la comunicación asertiva, el tener en cuenta la de-
manda del otro como persona, el control de los celos y la resigni-
ficaciones de los roles, están en el centro del trabajo con varones.
Pero faltaba que los varones trabajaran directamente y con una
estrategia puntual, como reproducen individualmente eso que se
construyó culturalmente hace siglos. Todas las técnicas apuntan al
patriarcado y su producto más venerado, el sistema sexo-genero,
pero sin operacionalizarlo de manera directa.

La técnica de trabajo con los varones


Es importante de destacar que la subjetividad humana se
construye en un contexto sociocultural patriarcal, donde los
cuidadores de niños y niñas imparten la asignación de género,
conformando una estructura diferente para varones y mujeres,
vertiendo mensajes directivos de cómo debe ser, sentir y com-
portarse un niño varón y una niña mujer, desde el nacimiento.
Desde el inicio se condiciona para que se desarrollen actitudes
y habilidades propias y exclusivas de cada sexo y se disminuya
y “atrofien” otras, de acuerdo al binarismo o dualismo, impuesto
por el sistema sexo-genero. Tales habilidades, tareas y compor-
tamientos que se le asignan a cada infante de acuerdo a su sexo
se van naturalizando y culminan en una desigualdad, ya que la
socialización diferencial que opera sobre la subjetividad de los
niños, continúan en los adultos que se le imponen el desempe-
ño obligatorio de prácticas cotidianas diferentes y valorizadas
de manera desigual. Es decir que habría como dos pasos en
esta operación, asignarle tareas diferentes de acuerdo al sexo
biológico y luego desvalorizar las prácticas y acciones de las
mujeres en el devenir de su desarrollo. Como corolario de todo
este proceso los varones culminan en la cima de las pretensio-
nes culturales y desde este lugar establecen las demandas de
servicios hacia las mujeres y el resto de los géneros. Cuando
estas demandas no son cumplidas se inician los conflictos, que
culminaran en situaciones de violencia en todas sus tipologías.

| 248 |
De todo este largo y sintético recorrido, se consideran varias
cuestiones a pensar: 1) si los varones somos realmente consien-
tes de todo este proceso histórico-cultural que impacta desde
nuestro nacimiento, extendiéndose a toda nuestra existencia. 2)
si habría alguna manera más simple y concreta de explicarlo
que permita una comprensión más detallada y precisa, evitan-
do tecnicismos que nos lleve a abandonar la tarea. 3) si toda
esta compleja estructura puede transformarse en una técnica
de trabajo con varones, con el objetivo de prevenir hechos de
violencia, iniciar un cuestionamiento en las prácticas cotidianas
y contribuir al largo y tortuoso proceso de deconstrucción. 4) si
con una técnica precisa y delimitada es posible incluir los dos
paradigmas hegemónicos de violencia, el sociocultural y el clíni-
co, intentando cubrir lo racional y lo vivencial al mismo tiempo.
Es posible de responder teóricamente estos interrogantes para
luego avanzar hacia la implementación insitu de una dinámica
que permita dar cuenta de lo que estamos discutiendo.
En primera instancia no considero que seamos consiente en
cada momento de los que significa esta maquinaria cotidiana que
trabaja de manera invisible sobre nuestros cuerpos y mentes. In-
cluso los grandes expertos sobre la temática, pueden tener un
conocimiento lógico-formal, mas es dificultoso ser consiente a
cada instante de que estamos pensando y respondiendo desde
estos sistemas u órdenes jerárquicos superiores. En relación al
segundo punto, los autores que construyen los conceptos son
de gran ayuda en esta tarea, ya que lo investigan, lo resignifican
y lo ponen a prueba de manera constante. Seriamos nosotros,
los que estamos interviniendo cotidianamente, los que debemos
hacer el esfuerzo en simplificarlo, para aplicarlo, sin alejarnos de
la complejidad que realmente poseen. El tercer punto es posible
y necesario, ya que las técnicas bien estructuradas y con objeti-
vos claros, suelen ser las herramientas de mayor alcance para la
modificación de nuestras estructuras mentales arraigadas desde
el inicio de nuestro proceso de socialización. Sin embargo, es
condición necesaria de que la intervención no solo sea a nivel
racional y de comprensión, sino que se logre vivenciarlo para
que acceda a una transformación integral, que pueda implemen-

| 249 |
tase en la vida cotidiana. Con este último, intentamos responder
de manera teórica el punto cuatro del planteo. Queda pasar a
explicar el desarrollo de la técnica para trabajarla de manera in-
dividual o grupal, y con varones que de manera “voluntaria” o por
orden judicial, se acercan a recibir nuestra intervención.
Muchos autores critican esta manera de proceder, porque
consideran que es obsoleta, tradicional y conservadora. Insisten
que el crear leyes y políticas públicas es basta para que la cultu-
ra se trasforme e impacte sobre la subjetividad de la comunidad.
Es claro, que desde nuestra posición aceptamos, validamos e
incluso demandamos la creación de instrumentos públicos que
permitan cuestionar y modificar lo macro cultural. Sin embargo,
también es necesario y sin olvidar lo demás, las intervenciones
puntuales sobre grupos o personas para que los mismos, en su
proceso de trasformación, cambien individualmente y contribu-
yan al cambio de otros y otras. Finalmente, las leyes aprobadas
e instrumentadas incluyen dispositivos para asistir a varones,
sumado a los numerosos casos que concurren de manera “vo-
luntaria”. También es posible pensar, diseñar e intervenir en la
comunidad de manera preventiva, no solo esperar que el hecho
y su corolario, el daño, este consumado. Las técnicas presen-
tadas, y en especial el sistema sexo-genero, es un buen co-
mienzo para sensibilizar y trabajar con los varones, las marcas
del patriarcado en sus vidas. Es posible trabajarla de manera
individual, en grupos “terapéuticos” o “psicosocioeducativo”, en
talleres, capacitaciones o en un barrio determinado de nuestra
comunidad. En todos esos espacios lo he trabajado y sus frutos
me lo permitieron corroborar que es una técnica efectiva.

La técnica del sistema sexo-genero funcionando.


Explicación de la técnica al o a los varones:
Se le explicara que se va a realizar una dinámica que traba-
jará los aspectos más sutiles e inconscientes (lo que esta fuera
de la razón y la conciencia) del machismo. Que el poder pensar
y vivenciar como obra en nuestras vidas, nos permitirá mejorar

| 250 |
nuestros vínculos de pareja, con hijos e hijas y con otros géne-
ros. Se plantea que desde niños estamos atravesados por dos
“monstruos” invisibles que debemos develar y combatir en cada
momento, para tomar conciencia y reflexionar como actúa en
nuestras vidas, con el objetivo de cambiarlos y ayudar a otros
hacerlos. Se indica que el trabajo se realizará con dos palabras
(conceptos) que seguramente lo conocen, pero que la idea es
profundizarlos: El sistema sexo-género y el Patriarcado. Se pre-
senta de manera escrito las formas simples del concepto y se le
dan algunos ejemplos de cómo actúa, para estimular el procedi-
miento que se llevará a cabo durante la intervención.

Objetivos de la técnica:
• Que los varones conozcan y profundicen los dos con-
ceptos fundamentales del machismo que atraviesan
sus prácticas cotidianas.
• Que los varones conozcan el vínculo y funcionamiento
interno del binomio sexo-genero/Patriarcado.
• Que los varones tomen conciencia y reflexionen como
operan en sus pensamientos, sentimientos y comporta-
mientos las superestructuras presentadas.
• Que los varones construyan un concepto personal de
estos sistemas, que le permitan instrumentarlos en sus
vínculos.

Así como se le presenta el ciclo de violencia y la rueda (traba-


jo vivencial), se hace lo propio con el sistema sexo-género y el
patriarcado, con la mayor simpleza posible. Cada facilitador po-
drá construir un concepto para ser usado en el trabajo cotidiano,
en este caso, se presenta lo que generalmente dio resultados
para la comprensión de los usuarios y lograr cumplimentar la
técnica, con resultados positivos y efectivo.
El sistema sexo género: “Es la asignación de tareas, activi-

| 251 |
dades cotidianas, funciones y roles en la familia y la comu-
nidad, de acuerdo al sexo biológico de la persona, basado
en la diferencia sexual anatómica”.
¿Quién realiza esta operación por el cual la diferencia se va
trasformando en desigualdad?
El patriarcado es: “Un conjunto de acuerdo, pactos e im-
posiciones, visibles e invisibles, por el cual una sociedad,
comunidad, institución, organización, teoría, conocimiento
o PERSONA, utiliza el sistema sexo género (la diferencia se-
xual anatómica), para establecer explícita o implícitamente
la desigualdad en la vida cotidiana”.
Luego de esta presentación conceptual se brinda algunos
ejemplos puntuales de como en la vida cotidiana se practica esta
operación y que en muchas oportunidades no somos conscien-
tes de la manera que la ejecutamos y afecta nuestras relaciones
y vínculos. En la mayoría de los casos, seguramente será un
pensamiento y respuesta automática, pero que produce conse-
cuencias en el otro vincular.
Se brindan ejemplos puntuales de la naturalización del uso
de estas superestructuras en nuestras vidas cotidianas. Es im-
portante saber que, con el avance de la tecnología, cuando se
trabaja grupalmente se pueden incorporar videos o PowerPoint,
que impliquen la instrumentación de estas prácticas. Siempre es
necesario de brindar el ejemplo, caso o situación y dar un marco
de explicación desde el contexto de surgimiento del estereotipo
de género. Con ello se logra la sensibilización a nivel racional de
la persona o grupo que está trabajando.
Ejemplo 1: “Cuando nacemos le asignamos un color rosa a
las mujeres y un color celeste a los varones. Luego a las mujeres
le regalamos muñecas, cocinitas, camitas y utensilios de ama
de casa. A los varones le regalamos revólveres, cascos, autitos
y aviones para que aprendan a abrirse al mundo……………..”
Reproduce porque….los colores y los juguetes no tienen géne-
ros, se lo asignamos nosotros, utilizando la operación patriarcal des-
de el nacimiento. Podemos usar cualquier color y hacer cualquier

| 252 |
regalo, los niños no hacen la diferencia, ellos disfrutan y aprenden
con los colores y juegos. Esa división la hacemos los adultos.
Estos mandatos se inician durante la organización de nuestra
cultura occidental, pero se instaura durante la institucionaliza-
ción del estado moderno. Cuando los filósofos y politólogos de
esa época, escribían libros definiendo roles diferenciales para
los varones y las mujeres. Las primeras tenían que dedicarse
a lo domestico y los segundos a fundar la política. Rousseau
escribe dos libros: El contrato social y El Emilio, donde realiza
estos planteos. En la revolución francesa, se asesina un grupo
de mujeres por querer participar en política y defender el estado
que se estaba constituyendo.
Ejemplo 2: “Cuando vemos que alguien que conduce un au-
tomóvil realiza una maniobra desubicada que se trasforma en un
posible riesgo de accidente, sin poder ver el conductor decimos,
ES UNA MUJER SEGURAMENTA”.
Reproduce porque…la conducción de vehículos, al igual
que el futbol, pueden ser practicados por cualquier género. El
hábito de un buen manejo no es prioritario de varones. Las esta-
dísticas demuestran que los accidentes fatales son provocados
por varones en mayor proporción que las mujeres u otros géne-
ros. El prejuicio se constituyó en la idea que las mujeres deben
realizar actividades domésticas y los varones acciones públicas.
En este caso se puede puntualizar varios ejemplos de la historia
occidental donde se la desplazo a las mujeres de lugares públi-
cos y se le asigno lo domestico o familiar.
Ejemplo 3: “Cuando se le asigna nombre de mujer a los hu-
racanes o maremotos que provocan una catástrofe y arrasa con
gran parte de las construcciones realizadas y con personas que
se encuentran en esa situación”.
Reproduce porque…. se considera desde el principio de nues-
tra civilización que las mujeres traen los males a la tierra, como
el mito de pandora de los griegos. En este sentido se generaliza
en una relación que son insoportables, histéricas y que provocan
conflictos de manera permanente en los vínculos afectivos, pu-

| 253 |
diendo romper la familia. En realidad, los conflictos surgen de las
relaciones humanas y en la interacción con el otro. Es necesario
ver la parte de responsabilidad de cada uno en la relación. En este
caso, es el varón quien tiene que pensar en su responsabilidad.
Si hacemos un poco de historia, Pandora fue la primera mujer
occidental, que era enviada por Zeus con el objetivo de castigar
a los mortales y en otros momentos para divertirse con las mise-
rias humanas. En una oportunidad fue enviada por el dios varón
a la tierra con una caja que contenía males, pero con el objetivo
de conservarla. En un “atropello” se cayó o por “curiosidad” la
abrió y los males se expandieron por toda la tierra, quedando la
misma arrasada.
Ejemplo 4: “Cuando se le ofrece un cargo laboral jerárquico
a una mujer u otro género, y se le paga menos que a un varón,
siendo que las funciones serían las misma”.
Reproduce porque…las funciones son las mismas y cada
persona posee habilidades iguales o diferentes para obtener los
resultados esperados. Las legislaciones son objetivas en ese
sentido “Igual remuneración por igual tarea”. Este prejuicio surge
durante la institucionalización del derecho romano en el mundo,
que planteó la exclusión de la mujer como autoridad de la fami-
lia, la propiedad privada y el estado por su espíritu superficial
e influenciable. Continuó con el capitalismo que, al abrir gran
cantidad de fábricas, convocó a la mujer al trabajo productivo,
pero dándole tareas livianas y por ende con menor sueldo. Ob-
viamente que, luego de extenuantes horas de trabajo, debería
continuar desarrollando las tareas domésticas en su casa.
Ejemplo 5: “Cuando una mujer exige a su pareja que traiga
más dinero a la familia o demanda que realice tareas que signi-
fiquen uso de martillos, tenazas, palas, etc”.
Reproduce porque…Se establece una división sexual del
trabajo, donde se le asignan tareas específicas de acuerdo al
sexo biológico. Las mujeres pueden desarrollar habilidades para
concretar tareas que socialmente se les asignan a los varones.
Por su parte, los varones también deberían realizar tareas do-

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mésticas, como cambiar pañales, concurrir a una reunión es-
colar o levantarse a prepararle la leche a un infante a la noche.
Este prejuicio es uno de los más difícil de cambiar, porque se
inició en el comienzo de nuestra cultura patriarcal y dirigió a los
varones a lo público y a las mujeres a lo domestico. Aquí tam-
bién se pueden usar varios ejemplos de la historia, que ya he-
mos vistos en otros pasajes de este libro.
Ejemplo 6: “Me denunció por violencia porque se deja influen-
ciar por sus amigas o familiares o compañeras de trabajo……
que arriba se separaron”.
Reproduce porque… se considera que las mujeres no tienen
capacidad de pensar y actuar por sus propios medios y que ne-
cesitan alguien de afuera que tome las decisiones o influyan para
que actúen y decidan denunciar o realizar otra tarea o acción.
Este estereotipo tiene su origen en Roma, con la concepción
del derecho sobre los varones y mujeres, y la superficialidad de
esta última. Sin embargo, durante el medio evo se dudó que las
mujeres tuvieran Alma, que en nuestra vida actual se entiende
como personalidad, cerebro o pensamientos. Una persona-mu-
jer que no tiene alma o sus significados actuales, no puede tomar
decisiones por sus propios medios y debe dejarse influenciar.
Ejemplo 7: “Las mujeres poseen un cerebro más chico o de
menor pesos que los varones. Eso debe tener sus consecuen-
cias a nivel comportamental”.
Reproduce porque…el tamaño o peso de los órganos, no
hace al funcionamiento de los mismos. Se trata de habilidades ad-
quiridas en el proceso de socialización diferencial entre varones
y mujeres. Si a los varones se los espera con herramientas pesa-
das, van a desarrollar su cuerpo físico para tareas que requieran
fuerza. En las mujeres se las espera con utensilios del hogar, por
ende, desarrollan habilidades para esos trabajos domésticos.
Este prejuicio surge desde los primeros anatomistas griegos
y romanos, que enfatizaron en esta diferencia y por las carac-
terísticas asignadas a cada uno de los sexos, establecieron la
desigualdad en los comportamientos y pensamientos. La expli-

| 255 |
cación de la histeria de Hipócrates insiste en esta idea andro-
céntrica, sostenida y fortalecida por el psicoanálisis inicial.
Ejemplo 8: “Cuando mi hijo o hija es bebe y se despierta a la
noche con hambre o porque le duele algo…y mi esposa, pareja
o compañera se levante a brindarle asistencia y yo sigo durmien-
do, todas las veces…”
Reproduce porque…No hay un acuerdo de quien se debe
levantar cada noche. Siempre se levanta una de las partes,
cuando los hijos e hijas son de ambos. Se le atribuye a la mujer
porque concibió en el vientre el niño o niña los nueve meses
y posee senos para alimentarlos los primeros meses. De esta
manera se continúa pensando que, naturalmente es una obliga-
ción de proseguir asistiéndolo, hasta que se pueda valer por sus
propios medios.
Estas ideas surgen desde el inicio de nuestra cultura occiden-
tal, pero durante el inicio de la modernidad se les asignó a las
mujeres la tarea de reproducir los roles asignados a las funcio-
nes domésticas, incluida la alimentación, cuidado y acompaña-
miento de los infantes y adultos mayores. Rousseau en el Emilio
indica claramente las tareas de cada uno en la familia: el varón
(Emilio) las tareas productivas y públicas, y la mujer (Sofía), las
funciones reproductivas y privadas.

El trabajo individual de los varones


en relación al sistema sexo-genero.
Luego de realizar todas las actividades propuestas se le pide
al, o a los varones que piensen cuantas veces utilizaron el sis-
tema sexo-género en la última semana. Que lo piensen en rela-
ción a sus parejas, hijos, compañeras de trabajo, en la calle o en
el ámbito que consideren pertinente. Se insisten que no se va a
tomar como un elemento para acusar moralmente, sino para re-
flexionar sobre nuestras prácticas diarias e intentar modificarlas.
En caso que sean varios integrantes de un grupo, se le entre-
ga lápiz y papel, para que puedan escribir y precisar el pensa-

| 256 |
miento y la acción llevada a cabo. Luego se socializa lo trabajado
y se solicita como tarea que estén consientes en cada momen-
to sobre la utilización de ésta categoría prejuiciosa que suele
provocar rupturas en los vínculos. Es importante que el facilita-
dor o coordinador esté atento a cada pensamiento o frase que
reproducen los varones durante sus exposiciones para realizar
los reflejos correspondientes en relación a los estereotipos que
vayan surgiendo. Que tenga en cuenta las grandes construc-
ciones hegemónicas del conocimiento que preformaron nues-
tra cultura y que surgen cotidianamente en estas situaciones o
discusiones. Conceptos como histeria, insoportable, mentirosa,
negadora, teatralizadora que pertenecería a una matriz concep-
tual (mujer enferma, Fallida, defectuosa o con psicopatología) y
se trasforma en una agenda instrumentada de manera constan-
te ante ciertas situaciones, conflictos o dificultades presentadas
por los varones en la gestión de sus vínculos.
Las situaciones que suelen aparecer
de manera concurrentes son:
• “Llegue de trabajar después de 12 horas y la comida no
estaba preparada”.
• “Volví a mi casa tarde por trabajo y estaba todo sucio,
los niños sin bañarse, sin comida y ella tirada en el si-
llón, con el celular”.
• “Cobró una plata que le debían y no quiere compartir el
destino de ese dinero”.
• “Es muy mala, perversa y arruina hogares, no quiere
que este bien la familia”.
• “Hace tiempo que no tenemos relaciones sexuales, no
sé qué le pasa, yo le digo que tiene otro y se me enoja”.
• “Es mi mujer, cuando nos casamos juramos eso, ahora
lo desconoce y por eso andamos mal”.
• “Es una descerebrada, así fue siempre, ella cree que
puede hacer lo que quiera”.

| 257 |
• “Tiene mala junta, sus hermanas, todas separadas, sus
amigas también, tiene rienda suelta”.
• “Siempre le explico los proyectos de la familia, los me-
jores y no los entiende, por eso peleamos”.
Luego de la socialización de las diferentes maneras que han
obrado desde el patriarcado y el sistema sexo-genero, nueva-
mente realizarán una actividad para que los pensamientos (con-
vertidos en frases) se transformen en una concepción diferente
a la realizada. Se le pide que piensen la situación y que ensayen
una idea diferente a la que tuvieron, aprovechando lo trabajado
en relación a los prejuicios. Luego de este ejercicio se socializa
nuevamente lo trabajado para que compartan y tomen concien-
cia que es posible una interpretación diferente. Aquí se trabaja
nuevamente con el pensamiento alternativo a ese pensamiento
hegemónico, obsesivo, intrusivo y poco genuino que inunda a
cada momento a los seres humanos varones.
¿Que se pretende reflexionar?
Al igual que en el ciclo de la violencia se pretende que los
varones logren reflexionar sobre sus pensamientos y acciones
en relación a la desigualdad con las mujeres y otros géneros en
la vida cotidiana. Que reproducen de manera puntual los prejui-
cios construidos en la historia y que es necesario que practiquen
pensamientos y conductas más originales y genuinos, para favo-
recer sus vínculos y relaciones. Que se utilicen otros esquemas
de pensamientos para interpretar la realidad y la diversidad de
situaciones que se presenta en nuestra vida diaria. Que permi-
tan cuestionar la naturalización de las concepciones que inva-
den y que tomen conciencia que son creencias modificables, si
nos proponemos hacerlo.

Los varones reflexionan sobre sus


pensamientos y prácticas habituales.
• “Nunca me lo había planteado de esa manera”.
• “Esa cosa viene de hace muchos años, es difícil cam-

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biarlo, es un demonio que nos amenaza”.
• “Eso es lo que me arruino la vida, porque no se explica
eso antes, en la escuela, porque recién ahora”.
• “¿Cómo seguimos entendiendo eso, para que mejore-
mos y seamos más buenas personas?”.
• “Y que podemos hacer con eso tan grande, me parece
que estamos perdido, a esta altura de la vida”.
• “Yo la primera vez que lo hice, me pareció una inge-
nuidad, pero luego cuando lo pensé y lo llevé a cabo,
fue algo muy distinto, empecé a ver las cosas de otra
manera”.
• “Me doy cuenta recién a los 57 años, que toda mi vida
lo vi de esa manera, siempre analicé las cosas con esa
referencia, terrible”.
• “Ahora cierran todas las piezas del rompecabezas”.
• “Todo muy lindo, todo muy lindo, pero yo, ni en diez
vidas puedo llegar a pensar de esa manera”.
• “Naaaaaaaaa, yo lo puedo intentar, pero no me va a
salir ni a palos”.
• “Y recién me lo vienen a explicar ahora, cuando tengo
61 años”.
• “Yo hice terapia muchos años, con psicoanalistas, cog-
nitivos, sistémicos, que se yo con cuantos, pero eso y
de ésta manera, nunca me lo hicieron ver”.
• “No lo hago siempre, pero el otro día, me puse serio y
conté más o menos cuantas veces lo hice en un día, y
conté que en siete oportunidades miré las cosas utili-
zando eso”.
• “yo un día intenté de contabilizarlo y después me perdí,
pero debo haberlo usado más de quince veces”.
• “Ami me da vergüenza contar y decirles a Uds., cuantas

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veces lo hago, que se yo, yo soy así”.
• “Yo soy de la idea que de eso no zafamos nunca más,
los jóvenes seguramente que sí, nosotros ya no”.
• “Se lo expliqué a mi esposa a todo esto….para qué??’’
Se me trasformó en un problema más, de los que ya
tenía. Ahora está llamando la atención todos los días
sobre las cosas que digo y hago”.
• “Está muy bueno en la teoría, en la práctica es muy
difícil de implementarlo, que se yo”.
• “Ami me sirvió un montón, me cambio los vínculos con
mi pareja, hijos y compañero/as de trabajo”.

Reflexiones finales

• Es una técnica sencilla de administrar a los usuarios,


de manera individual, como grupal, pero posee una pro-
fundidad importante para el inicio del trabajo con varones.
Se puede implementar en la comunidad, en las institucio-
nes o en una sesión particular, porque no es necesario
que la persona este denunciado, ya que la violencia no se
aborda directamente. Pero es la base de la desigualdad,
para luego trabajar violencia de género o machista.
• En un principio, los o el participante, suelen concebirlo
como algo imposible de modificar, por su magnificencia.
Sin embargo, cuando se le ofrece ejemplos puntuales de
la vida cotidiana y se los motiva a implementarlo, recono-
cen que es una manera sencilla en la vida cotidiana, que
permite modificar ciertos prejuicios.
• El presentar el Patriarcado y el sistema sexo-gene-
ro, de manera simple y buscando que los usuarios se in-

| 260 |
volucren, ofrece iniciar un proceso de responsabilizacion
de sus pensamientos y comportamientos. Desde allí, se
profundiza a situaciones cada vez más compleja, ya que
está presente y naturalizado en todos los ámbitos del ser
humano.
• De todas las técnicas instrumentadas hasta la actuali-
dad, cuyo objetivo sea sensibilizar a los varones, es la que
mayor efectividad se observó: en la motivación, en la com-
prensión y en la implementación que los usuarios llevan a
cabo durante el proceso inicial del trabajo.

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Técnica 2
La técnica del ciclo de la violencia aplicada a varones:
“características en la asistencia y la prevención”.

“Eva sale a cazar en celo


Eva sale a buscar semillas
Eva sale y remonta vuelo
Eva dejará de ser costilla”.
(Silvio Rodríguez- Cantautor cubano de la nueva trova).

Introducción:
En 1978 Leonor Walker, define uno de los conceptos más es-
clarecedores de la problemática de violencia en los vínculos, ya
sean de noviazgos, parejas o familiares: el ciclo de la violencia.
Describía tres fases por la que al menos dos personas (hasta ese
momento varón y mujer) trascurría, cuando establecían un vínculo
efectivo y duradero en el tiempo. Las tres fases o etapas eran,
y aún lo son, acumulación de tensión, explosión violenta y luna
de miel. Luego de estos conceptos tan necesarios y actuales, se
fueron modificando e incluyendo algunas subfases entre las eta-
pas más conocidas, definidas por la autora norteamericana, como
es la de distanciamiento, arrepentimiento y reconciliación, entre
otras. Sin embargo, la estructura del ciclo, con sus tres estadios
bien diferenciados y definido, se mantuvo invariable en todos los
estudios e investigaciones posteriores. Cada vez que se producía
una situación de violencia, emergía la sistematicidad y la intensi-
dad de sus etapas y el ciclo se comprobaba empíricamente, una
vez más. Por ello en la siguiente descripción y análisis se conci-
be el ciclo de la violencia, tal cual lo planteo su “descubridora” o
constructora, ya hace más de cuarenta años, porque es la manera
simple con la que se trabaja la técnica, tanto en los varones, como
en las mujeres u otros géneros.
Es para reconocer que una profesional, que recibió un premio
en 1979 por su hallazgo, pertenecía exclusivamente al paradigma

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Clínico clásico, pero su descubrimiento e implementación fue, es y
será utilizada por el paradigma sociocultural, con perspectiva de gé-
nero. En ese momento y por muchos años posteriores, no se había
establecido los debates sobre la violencia de género o machistas,
como se la conoce en la actualidad, por lo tanto, es necesario un
reconocimiento como una pionera en esta problemática. Las discu-
siones sobre las desigualdades y sus consecuencias, especialmen-
te la violencia sobre las mujeres y otros géneros, iban surgiendo en
los movimientos sociales y políticos, pero estaban todavía fuera de
los consultorios y/o espacios públicos y particulares. Sin embargo,
Walker con una sensibilidad especial, trabajó con víctimas de vio-
lencia y realizó esta construcción magistral, incorporando al espa-
cio clínico los primeros elementos del impacto concreto del machis-
mo en el vínculo de pareja. Aunque claro está, no planteándolo de
esta manera, porque todavía no era costumbre, y menos aún en los
ámbitos técnicos-profesionales de consultorio, significarlo de esa
manera. Es necesario una lectura profunda y atenta para observar
que la gran autora americana, se estaba refiriendo finamente a mu-
chas cosas que debatimos en la actualidad. El ciclo de la violencia,
provocó un punto de inflexión en el trabajo terapéutico con mujeres
o personas que sufren violencia de su pareja masculina. Después
de más de cuarenta años, tomamos las ideas, los conceptos, los
procedimientos y sus características, y lo aplicamos a la interven-
ción con varones que ejercen violencia. Una explicación teórica
sobre un acontecimiento tan privado en ese momento, que luego
trascendió a una técnica muy utilizada con fines terapéuticos para
las mujeres que sufren violencia, ahora la instrumentamos con gran
efectividad en los varones agresores. Este hecho también es para
destacar, porque es una resignificacion a un constructo que hasta
ahora, solo estaba dirigido a personas que habían sufrido violencia
“intrafamiliar”.

El ciclo de la violencia Clásico


Fase de la acumulación de la Tensión:
Se inicia con incidentes y comportamientos violentos me-
nores, tales como manifestaciones de celos y control, insultos,

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agravios, burlas, empujones, resoplidos, que se van incremen-
tando en intensidad y hostilidad en un periodo de tiempo va-
riable, en general corto, contados en horas o días; aunque en
algunos casos puede llevar a meses. Si bien suele haber mo-
mentos de violencia física, la mayor intensidad se observa en
agresiones verbales y psicológicas, que afectan a la autoestima
de la mujer. Las consecuencias son desbastadoras en este pe-
riodo, provocando sucesivos debilitamientos en sus defensas y
en sus energías vitales. La violencia física en esta etapa, no
es entendida como una gran descarga, por ello se dice que es
menor en cuanto a intensidad y gravedad, precedida siempre
por la violencia verbal y psicológica. Los comportamientos in-
cluidos en la violencia psicológica de los varones están dirigidos
supuestamente a una serie de acusaciones sobre la percepción
incorrecta de la realidad de parte de la mujer. Se insiste en
los conceptos y sentimientos “malos”, “insanos” y “patológicos”,
que impactan en la pareja femenina, que culmina por dudar de
sus propias vivencias, sentimientos y esquemas referenciales.
Durante este proceso variables, aunque se va acortando cada
vez más, las mujeres intentan adaptarse o sobreadaptarse a los
razonamientos de su pareja masculina, pensando que merece el
abuso, que está enfermo, que lo debe comprender o simplemen-
te lo percibe como un problema de vínculos y comunicaciones
de pareja; es decir como un conflicto privado. A medida que las
mujeres ceden en sus derechos, no disminuye la violencia reci-
bida, sino por el contrario aumenta en frecuencia e intensidad,
hasta tomar posesión de los diferentes ámbitos por el que tras-
curre la vida de la pareja.
Las mujeres en ésta etapa se anticipan a que la descarga
violenta está por aparecer, incluso durante varios días. Esta in-
tuición o percepción, producto de haber experimentado la violen-
cia, suele causar ansiedad, depresión, angustia, diferentes sín-
tomas psicofisiológicos (Insomnio, fatiga, perdida o aumento de
la ingesta en alimentos). En otros casos, se evidencian cambios
repentinos del humor, enojos o agresiones físicas menores hacia
sus parejas varones, que se van incrementando hasta aumentar
vertiginosamente en la fase siguiente. Es importante cuando se

| 265 |
atiende a mujeres en instituciones especialista, prestar atención
a tales estados emocionales, como factores de riesgo de lo que
puede suceder en sus vínculos de pareja. En realidad, la expre-
sión de enojo, bronca o ira contra el profesional interviniente, en
muchas oportunidades es producto de la tensión interna de la
violencia recibida y no de trastornos o emergentes psiquiátricos
o psicopatologicos, como a veces se sugiere o interpreta.

Fase de explosión o descarga violenta:


La tensión originada en la etapa anterior es descargada en
esta fase de manera desenfrenada y en periodos de corto tiempo,
a veces en minutos. La falta de control, su virulencia y la intensión
de provocar un daño real, distingue este incidente agudo de los
sucesos menores de la primera fase. Estos comportamientos va-
rían en gravedad, pudiendo ir desde un empujón, golpe de puño,
amenaza de muerte, utilización de armas blancas o de fuego, vio-
lación y hasta el feminicidio. Este momento suele aparecer como
un acto único, sin precedentes, donde el varón lo utiliza para de-
mostrar que fue sin tener conciencia de sus comportamientos y
especialmente sin intencionalidad, aunque los motivos era con-
trolar la situación, los vínculos y especialmente a su pareja. En
la mayoría de los casos el varón, niega los hechos de violencia o
los minimiza, debiendo utilizar estrategias específicas, para que
emerjan, cuando se realiza una intervención profesional.
Las mujeres entran en un estado de shock, se retraen, se pa-
ralizan, aumenta el temor, se posicionan en la pasividad, emer-
giendo y potenciándose el síndrome de la indefensión aprendida
o mujer maltratada, de acuerdo a los conceptos de Walker. Si
hubo violencia física, intentan aislarse por vergüenza a terceros
o temor a recibir más violencia por parte del agresor. En otros ca-
sos y dependiendo el contexto donde vive la mujer, la descarga
se trasforma en un caldo de cultivo para poner en conocimiento
sobre sus padecimientos, acercarse a un centro de salud, co-
mentarle a una amiga o familiar, o directamente realizar la de-
nuncia; iniciando lo que se conoce como ruta crítica propiamente
dicha. En muchas oportunidades las mujeres que hayan trascu-

| 266 |
rridos por varios ciclos, observan que el momento se aproxima y
se pueden anticipar a los incidentes, con ciertas actitudes tales
como enojo, ansiedad, agresiones menores que son interpre-
tados por los varones como provocaciones para que ellos mis-
mos descarguen sus violencias. Estos hechos son resistencias
o defensas prematuras a lo que se está por desencadenar. Las
parejas en que, los comportamientos violentos son por mucho
tiempo, las mujeres perciben que hay indicadores claros que el
incidente emergerá con más fuerza que la vez anterior, de ahí la
resistencia o agresiones menores hacia su pareja violenta.

Fase de la luna de miel:


Durante esta fase se completa el proceso por el cual una mu-
jer se trasforma en maltratada sistemáticamente, ya que el com-
portamiento del varón en esta fase, tiene el efecto de reforzar en
la mujer la permanencia en el vínculo y no su decisión de alejar-
se definitivamente. El varón decide cuándo comienza y cuando
culmina ésta etapa, transformándose en un momento confuso
para la mujer, por ello un nombre óptimo para esta fase debería
ser el de manipulación afectiva.
El varón manifiesta abiertamente arrepentimiento, se discul-
pa y promete un cambio, ofrece regalos materiales, aunque al
tiempo reitere sus comportamientos violentos menores, creando
tensión, hasta un nuevo desencadenamiento. Los sentimientos
cariñosos, la calma, la supuesta armonía, llevan a la mujer a
sentirse culpable por lo sucedido, y a tener necesidad de creer-
le a su pareja que ha cambiado definitivamente. Si realizó una
denuncia o se retiró del hogar, comienza a dudar de sus decisio-
nes y puede abandonar y retornar a la relación, racionalizando,
minimizando y justificando la situación por la que atravesó. Sí
realizó la denuncia, intenta frenar el proceso judicial iniciado, por
ello en las legislaciones se incluye la cláusula de no poder inte-
rrumpirlo, hasta que se practiquen las intervenciones legales y
profesionales correspondientes. Cuando el varón manipula exa-
geradamente su arrepentimiento, la mujer percibe a su agresor
como frágil, desesperado, inseguro, aislado, angustiado, trans-

| 267 |
formándose como el puntal y reaseguro emocional de su pareja
agresora. Con el paso del tiempo, los conflictos, las tensiones,
la necesidad de asegurar el control y manejo de la situación, se
agudizan, iniciándose los incidentes menores, ingresando a los
primeros escalones de la acumulación de la tensión y el ciclo
vuelve a reactualizarse.
Desde el descubrimiento o aislamiento del ciclo de la violencia
en la década de los setentas, no ha cesado en su importancia.
Todos los manuales de violencia lo contienen, las publicidades
sobre violencia familiar y/o de género lo incluyen de una u otra
manera, los profesionales que intervienen en esta problemática
lo estudian, lo explican y lo instrumentan, en especial, cuando
realizan un proceso terapéutico con las mujeres que han sufrido
violencia. Esto se debe que es fácilmente comprensible y aún
más aquellas personas que lo han padecido, conduce a un rápi-
do reconocimiento. El solo hecho de mostrar el ciclo de violencia
a una persona inmersa en esta situación, ya produce un efecto
terapéutico sobre la misma, observable a simple vista. Aunque
también se debe utilizar para prevenir comportamientos violen-
tos, habiendo estrategias específicas para las mujeres en cada
uno de las etapas. Las personas que trabajan con mujeres en
situación de violencia lo conocen e implementan en diferentes
momentos como parte de los “tratamientos” o dispositivos tera-
péuticos o intervenciones psicosocioeducativo implementados.
En síntesis, de lo que se sabe hasta la actualidad del ciclo de
la violencia se puede decir lo siguiente:
• Que es muy conocido e implementado en los ámbitos
de intervención en violencia de pareja. Cuando se en-
trevista a una mujer, el diagnosticar en qué fase del ci-
clo se encuentra es de fundamental importancia, para
valorar el riesgo, para un informe judicial o para estable-
cer la estrategia terapéutica atinada.
• Que posee un carácter cíclico, sistemático, permanente
con una intensidad y frecuencia creciente, por ello suele
aparecer contradictorio para las miradas desprevenidas
e inexpertas a la problemática de violencia.

| 268 |
• Que cuando se establece e instaura de manera siste-
mática en un vínculo, necesita una intervención exter-
na, ya sean familiares, amigos y/o instituciones espe-
cializadas para iniciar el proceso de cortar este ciclo.
• Que explica porque las mujeres continúan con sus pa-
rejas agresoras, sin poder tomar una decisión definiti-
va de alejamiento. El ciclo explica el aspecto afectivo y
sentimental de la problemática, siendo uno del aspecto
más difícil en la decisión de cortar la violencia.
• Que las mujeres denuncian hacia el final de la fase de
acumulación de la tensión y durante la descarga de la
tensión y que, en la luna de miel, quien denuncian sue-
len ser personas de sus redes cercanas o las propias
instituciones a la que concurre.
• Que el ejercicio de la violencia por parte de los varones
es un proceso que se va gestando en el tiempo, no un
acto único o “paso al acto”, como lo planteaba el para-
digma clínico clásico. Si bien lo emocional es observa-
ble a simple vista, se gesta a partir de las concepciones
que los varones tenemos sobre las mujeres.
• Que es instrumentado y utilizado, como parte del pro-
ceso terapéutico de las mujeres, como un insight (un
tomar conciencia) que les permite iniciar el proceso de
alejamiento de sus parejas agresoras.

De las características antes descriptas, la última es quizás


una de las más importante y utilizada en diferentes medios espe-
cialistas. Cabe destacar que desde 1978 el ciclo de la violencia
es instrumentado exclusivamente para las mujeres, ya sea para
asistir o prevenir situaciones de violencia. Sin embargo, si leemos
bien y préstamos atención, el ciclo de la violencia no es natural o
necesario en un vínculo afectivo, sino algo impuesto por quienes
transforman los mandatos sociales y culturales en pensamientos
y comportamientos, es decir en prácticas cotidianas. Planteado de
esta manera, son los varones los artífices de forjar los diferentes

| 269 |
estadios del ciclo de la violencia y no vincular como se lo consi-
dera en muchas concepciones. Son los varones agresores que lo
hacen cíclico, sistemáticos y con una intensidad creciente y grave.
Por ello, si son los varones los forjadores del ciclo, porque solo es
posible utilizarlos con mujeres que sufren violencia.
Desde este postulado, y hace algún tiempo se implementa
en los varones agresores, para asistir y prevenir sus comporta-
mientos violentos. En este caso también los varones reconocen
fácilmente los momentos en que acumulan tensión, descargan
sus violencias y forjan la etapa de luna de miel. En el contexto
actual se puede trabajar el ciclo, tanto para la asistencia, como
para la prevención de violencia en los hombres que la ejercen.
Se trata de trasladar todos los conocimientos adquiridos en este
concepto, implementados para mujeres y transformarlo en una
técnica de trabajo con varones, denunciados por violencia o
“voluntarios”. La única condición es que el varón haya ejercido
algún tipo de violencia contra algún familiar, especialmente su
pareja femenina. Esta condición es importante, porque todos los
varones ejercemos violencia de género, estén denunciados o
no, como hemos venido diciendo a lo largo de estas páginas.
Por ello, tampoco es necesario que reconozcan haber ejercido
violencia, ya que el reconocimiento se va gestando a medida
que se avanza en el proceso de intervención y durante la apli-
cación particular de esta técnica. Esta última característica hace
que se trabaje de manera preventiva en la comunidad y con re-
sultados positivos.

El ciclo de la violencia en los varones


En los varones que mantuvieron comportamientos de violen-
cia, hayan sido denunciados o no, se trabaje de manera indi-
vidual o grupal, se realice asistencia o prevención de sus con-
ductas, se observan las siguientes características generales en
relación a las etapas del ciclo:
• Similar a las mujeres, en los varones, es fácilmente re-
conocible las diferentes fases del ciclo de la violencia,

| 270 |
desde lo racional, como de lo vivencial. No significando
con ello que desde un principio se responsabilicen so-
bre sus comportamientos violentos. Para ello es nece-
sario una intervención motivacional, con técnicas preci-
sas y específicas.
• Lo perciben como un ciclo, donde de manera cotidiana,
a lo largo de los años y con diferentes parejas y/o fa-
miliares, han atravesado. Al principio responsabilizando
a sus parejas sobre el inicio del proceso cíclico. Como
sucede en las mujeres, el simple reconocimiento posee
un efecto terapéutico y tranquilizador, en este caso a
nivel cognitivo.
• Consideran que, al momento del paso al acto, sentían
bronca, enojo, rabia o ira, sin reconocer pensamientos
previos a tales sentimientos negativos. Para que surjan
ideas en ese momento, es necesario la utilización de
otras técnicas vivenciales y de relajación. Luego de ello,
lentamente comienzan a surgir los pensamientos que
culminaron en las conductas agresivas.
• Lo que sucede en cada fase, es decir sus característi-
cas o rasgos principales, son reconocidos y comparti-
dos por la mayoría de los varones que se incorporan a
los procesos de tratamientos o procesos terapéuticos.
Ello es evidente cuando se trabaja la técnica en los gru-
pos motivacionales.
• La percepción que poseen los varones sobre los fac-
tores que acumulan la tensión, son al principio siem-
pre externo a ellos, en especial los relacionados con
la vida cotidianas, como trabajo, economía, crianza de
hijos e hijas, provocaciones de sus parejas. Es luego de
un trabajo vivencial profundo que inician el proceso de
reconocimiento de su violencia y la modificación de sus
pensamientos machistas. Comienzan a reconocer que
son los forjadores de las diferentes fases del ciclo de la
violencia, aunque no lo manifiesten explícitamente en
un principio.

| 271 |
El trabajo Psicosocioeducativo/terapéutico
con el ciclo de la violencia en varones.
El trabajo con varones que ejercen violencia se lleva a cabo en
una sesión individual o grupal, en cuatro partes bien definidas. En
la primera parte se realiza una presentación, descripción y análi-
sis general del ciclo de la violencia. En este momento aparecen
los primeros intereses de los usuarios en torno a la problemática
de violencia, ya que observan y reconocen haber estado alguna
vez inmiscuidos en la misma. Se observan los primeros gestos y
comentarios de registro, vivencias y sentimientos en relación a los
vínculos, acompañado de un alivio o efecto tranquilizador, aunque
sea a nivel cognitivo. Es el darse cuenta, racionalizar y conceptua-
lizar lo experimentado en varias oportunidades.
En la segunda etapa, se le pide al o a los varones, que luego
de identificar las diferentes etapas del ciclo de la violencia, re-
cuerden que sucede en cada una de las fases, de acuerdo a su
experiencia o vivencia personal. En la acumulación de la tensión
los varones identifican factores que se van acumulando durante
varios días, incluso meses. Tales factores son de índole externo,
entre ellos: presiones laborales, discusiones callejeras previas,
problemas económicos, falta de dinero disponible, etc. Los facto-
res internos suelen ser más difusos, ya que se identifican como
emociones aisladas, sin un contexto racional o pensamientos
específicos sobre la situación. Las emociones surgentes son,
rabia, ira, enojo, angustia, miedo, bronca, descontrol y un largo
etcétera. En la explosión violenta se reconoce comportamien-
tos violentos menores en un principio, como insultos, portazos,
amenazas de golpes, hostigamientos. Si se profundiza acceden
a comportamientos más riesgosos como amenaza de muerte,
golpes de puño, utilización de armas, rotura de objetos, encerrar
a la persona que sufre violencia, no brindarle alimentos, etc. En
la luna de miel, los emergentes son hechos en general gratifi-
cantes para los varones, arrepentimiento, pedidos de disculpas,
regalos, relaciones sexuales “sin condicionantes”, aceptación de
amistades de su pareja, el proyectar un nuevo embarazo, cam-
biar de amistades y trabajo, etc.

| 272 |
En la tercera parte se realiza una relajación para que los varo-
nes recuerden los pensamientos previos a las emociones y com-
portamientos violentos. Este momento es fundamental ya que
se trata de que surjan las creencias machistas que son los que
originan y organizan las emociones y conductas, pensamientos
que no son reconocidos en primera instancia por los varones. Es
tan intensa la carga emocional, que la persona no logra recordar
y registrar los pensamientos que acompañan el ejercicio de la
violencia. Por tal motivo el trabajo se produce entre la acumula-
ción de la tensión y la explosión violenta. De esta manera, me-
diante una relajación guiada que demanda el recuerdo de una
situación concreta, se manifiestan los pensamientos puntuales
que surgen en esa situación. Aparecen las sorpresas de que no
se trata solo de emociones o sentimientos, sino de creencias y
pensamientos rígidos, que acompañan o moldean las emocio-
nes y ejecutan los comportamientos.
En la cuarta etapa se realiza el trabajo terapéutico propiamente
dicho con el varón. Se le pide que recuerde una situación precisa
donde haya acumulado tensión y explotado de manera violenta
con algún familiar, si es posible pareja o ex pareja. Cuando ten-
ga identificado las emociones y las conductas violentas de la si-
tuación recordada, se le explica una formula simple que permita
iniciar el trabajo de tomar conciencia y transformarse. La fórmu-
la dice P+S: C, es decir Pensamiento + Sentimiento: Comporta-
miento. Durante la relajación y el recuerdo se pudo identificar los
pensamientos previos que crearon sentimientos negativos que lo
llevaron a la conducta violenta. Es en esta etapa cuando surgen
ciertos pensamientos machistas o, dicho de otra manera, se in-
terpretan la situación conflictiva con un molde patriarcal, que ge-
nerará un sentimiento negativo y su desencadenante conductual
violento. Se enfatiza en la necesidad de que el varón identifique
que los sentimientos y comportamientos son producidos por el
pensamiento instalado en su aparato cognitivo. Un ejemplo típico
es pensar que, en una discusión de pareja, los varones crean que
lo están provocando para que reaccione de manera violenta. Si
durante un conflicto se piensa que la otra parte está provocando,
posiblemente un sentimiento negativo, tipo enojo o bronca surgirá

| 273 |
inmediatamente o se acumulará hasta transformarse en una con-
ducta violenta, aunque más no sea un insulto.
Hasta este paso, el varón identifico que es su pensamiento,
que ha disparado el sentimiento y ambos se trasformaron en el
comportamiento. Obviamente que llegar a este punto es funda-
mental, que se logre identificar el origen de la agresión y que
los varones identifiquen que fueron ellos mismos los responsa-
bles de la construcción violenta, que no había causales externas
en el hecho, aunque reconozca factores desencadenantes del
contexto. Para cumplimentar el proceso terapéutico completo es
necesario dos acciones, una racional y reflexiva (socioeduca-
tiva), y la otra vivencial (terapéutica). En la primera le explica-
mos de donde surge ese pensamiento machista que genero la
situación de violencia. Para ello es necesario conocer los orí-
genes históricos del patriarcado y sus discursos misóginos que
reproducimos los varones. Es decir, relacionar el pensamiento
o frase misógina en su contexto de producción patriarcal. Este
trabajo lo llamamos “amplificación”, ya que consiste en pasar de
lo individual a lo sociocultural, amplificando la información sobre
los motivos y causas de la reproducción de las creencias. Si
tomamos como ejemplo la situación relatada anteriormente don-
de el pensamiento que surgió fue “Provocadora”, nos permite
elementos para que el varón pueda reflexionar. La idea que la
mujer es provocadora hunde sus raíces en los trágicos griegos,
especialmente en la idea de histeria de Hipócrates, fortalecido
por el psicoanálisis clásico y embellecido por el romanticismo
tardío de Bécquer. Es necesario realizar una descripción pro-
funda y clara para que el varón comprenda cognitivamente que
está reproduciendo palabras y frases impuestas, sin pensarlas
profundamente, y que tales cogniciones son creencias que se
enraízan en toda la historia de nuestra cultura occidental. Es
necesario de que esta acción sea realizada en este momento,
porque deja sensibilizado al varón desde lo cognitivo-racional,
para que pueda continuar y abrirse al paso siguiente, de carácter
vivencial-terapéutico, propiamente dicho. El impacto que produ-
ce el darse cuenta que su creencia/pensamiento fue construida,
sostenida y fortalecida a lo largo de nuestra cultura occidental

| 274 |
y que la está reproduciendo en sus vínculos, le provoca una
reacomodación subjetiva y un cambio de posicionamiento. Esta
amplificación de conocimientos tiene una función pedagógica en
la persona, cumpliendo un rol de sensibilizar y permitir permea-
bilidad para la acción futura. Esta es la parte socioeducativa del
trabajo o si se quiere psicosocioeducativo, entendida esta última
como lo exclusivamente cognitivo. Lo decimos de esta manera,
porque no es posible reducir los psicológico a lo cognitivo, de ahí
la necesidad de insistir en la otra parte del trabajo y esclarecer lo
psicosocioeducativo, como un componente importante, pero con
algunas limitaciones.
Sin embargo, este pensamiento produce un atrapamiento
cognitivo tan fuerte, con mucha carga emocional, que no es bas-
ta la reflexión y la comprensión del origen objetivo de la creen-
cia, la subjetividad suele necesitar otros carriles para modificar-
la. Con esta idea nos trasladamos al aspecto vivencial y quizás
más terapéutico del trabajo individual y/o grupal. Se le pide que
se conecte nuevamente en la situación socializada y que intente
pensar de manera diferente, es decir que intente una nueva in-
terpretación de la situación que no lo conduzca a un sentimiento
negativo. A esta operación se le llama “pensamiento alternativo”,
en relación al pensamiento misógino que origino la agresión. De-
bido al atrapamiento cognitivo se dificulta el avance, porque el
varón queda encarcelado en la interpretación de la situación.
Aquí es donde se observa la rigidez en el posicionamiento, la
utilización de los mecanismos defensivos más álgidos, que lleva
a pensar en varias oportunidades en un trastorno o psicopatolo-
gía. Posiblemente este es el escollo que observo el paradigma
clínico Clásico (Psicología clínica, Psiquiatría, Criminología y
Victimologia) para trabajar la problemática desde la perspectiva
de género. Es tal el encarcelamiento en las creencias y la rigi-
dez, que parecieran personas con alguna enfermedad mental,
aunque realizando un diagnóstico diferencial, se observa que
el posicionamiento es solo en el ámbito vincular y referido a las
mujeres y otros géneros. En el resto de la vida cotidiana los pen-
samientos y comportamientos son flexibles y con respuestas es-
perables para la sociedad.

| 275 |
Para escapar del pensamiento machista se realiza una nueva
relajación y se le pide que piense alternativamente, al menos
que lo intente. Cuando logra ubicar una palabra (significación)
diferente que pueda significar la situación conflictiva de otra ma-
nera, se le indica que sienta la emoción que surge, logrando
vivenciar la diferencia con la situación inicial y la aparición de
un sentimiento positivo para el desenlace de la conducta. Los
pensamientos alternativos se deberán trabajar hasta que surja
una cognición que construya la igualdad de género. Esto lleva su
tiempo, sin embargo, con este ejercicio el varón obtiene una he-
rramienta preventiva para futuros conflictos. Un ejemplo simple
nos puede ayudar a comprender el mecanismo y la resolución:
Si al pensamiento “me está provocando”, lo cambio por “está
enojada conmigo”, como un primer paso, el sentimiento de enojo
desaparece y se transmuta en comprensión o compasión (como
sinónimo de altruismo y tener en cuenta al otro con sus dere-
chos). El comportamiento seguramente no será el insulto, sino
de otro tipo, como puede ser el tiempo fuera, es decir retirarse
del lugar de discusión o al menos no continuar o aumentar la
situación conflictiva.
Con este trabajo se inicia la desarticulación del atrapamiento
cognitivo del pensamiento misógino en su aspecto racional, emo-
cional y vivencial. El varón aprende, sin el uso de la confrontación
o posicionamiento profesional directivo, que ejerció violencia, que
su pensamiento y comportamiento lo avaló la historia y la cultura
patriarcal, que se puede prevenir, y que es posible con mucha
practica pensar de manera igualitaria. También reconoce que
más allá de los factores desencadenantes externos, es artífice de
su propio destino y que es responsable de generar sus propios
pensamientos, sentimientos y comportamientos. Pero quizás lo
más importante en su aprendizaje, poder implementarlo en cada
momento, en sus relaciones laborales, afectivas y comunitarias.
Los varones suelen retornar al próximo encuentro comentando
los resultados positivos que han logrado con el uso del pensa-
miento alternativo y el desarme de la acumulación de la tensión
en diferentes ámbitos de su vida cotidiana. Al principio se le su-
giere que instrumente el pensamiento alternativo en una situación

| 276 |
accidental o con algún vínculo no tan cercano, para evitar frustra-
ción en caso de no lograrlo. Es difícil que, con un vínculo cerca-
no-afectivo, como pareja, hijos, madre, hermana, pueda realizarlo
genuinamente, justamente por los sentimientos y emociones que
circulan en una relación de este tipo y magnitud. Cuando logra
aprender la técnica, ensayarla en diferentes momentos de su que-
hacer cotidiano, se da el paso a otras relaciones. Sin embargo, la
fuerza de la técnica se logró en algunas oportunidades, la utiliza-
ción positiva con parejas o demás familiares.
Si bien el trabajo terapéutico más profundo se realiza tenien-
do en cuenta el espacio entre la acumulación de la tensión y la
explosión violenta, también se puede sugerir estrategias en la
fase de luna de miel. Aquí los varones suelen utilizar la manipu-
lación sobre su pareja para ir obteniendo nuevos privilegios en
sus relaciones, que se verán frustradas en los próximos tiempos,
dando como resultados la acumulación de la tensión, quizás en
ésta oportunidad con mayor virulencia. Sin embargo, cuando los
varones logran comprender que son los iniciadores y constructo-
res del ciclo de la violencia, pueden pensar la luna de miel desde
un punto de vista equitativo con su pareja. Desde esta óptica
se puede trabajar los acuerdos democráticos vinculares, la co-
municación asertiva, las demandas de servicios patriarcales, los
primeros indicios de acumulación de la tensión, etc.
En este sentido una de los aspectos más destacados para
trabajar en esta etapa con los varones es la preparación para
realizar un acuerdo horizontal con la pareja. En general los va-
rones en esta fase están motivados a dialogar y consensuar,
pero su objetivo real suele ser de otro tipo, entre ellos el retor-
nar a los comportamientos de imposición, aunque sean sutiles
al principio. La intervención se debe centrar en el manejo de los
pensamientos hegemónicos y romper con las ideas previas que
trae el varón al momento del acuerdo. Establecer la diferencia
entre oír y escuchar, tener en cuenta los deseos, proyectos y
necesidades del resto de los integrantes, especialmente de las
mujeres del hogar. Indicar que el no tener en cuenta estos as-
pectos en el momento de los acuerdos, es el preludio del inicio
de una nueva acumulación de la tensión, con las complicaciones

| 277 |
que conlleva para lo personal, vincular y familiar. Se le sugiere
la utilización de un indicador para monitorear que un acuerdo ha
sido realmente democrático y horizontal en el momento de su
construcción. Establecer la diferencia entre conflicto, agresión,
violencia y resistencia, conduciendo al varón a su motivación de
concebir a esta etapa como una de las posibilidades de revin-
cularse y modificar su posicionamiento patriarcal en relación al
resto de los integrantes dela familia.
Es importante destacar que cada vez que un varón ejerza
violencia, más allá que no lo reconozca de manera inmediata,
es posible aplicar la técnica del ciclo de la violencia en sus res-
pectivas fases, enfatizando en la acumulación de la tensión y
la explosión violenta. Los varones empiezan a registrar que los
sentimientos siempre están precedidos por pensamientos ma-
chistas que al principio no es posible contenerlos, pero luego
del aprendizaje y el uso de la técnica, inician la ardua tarea de
instrumentar el pensamiento o cognición alternativa, hasta su
transformación en un mecanismo cotidiano. Una vez más se
comprueba que lo cultural obra sobre lo individual, constituyen-
do la subjetividad humana, por ello la intervención puede iniciar
el proceso de deconstrucción de las creencias y mitos impuestos
por el sistema patriarcal.
La técnica del ciclo de la violencia fue instrumentada por
primera vez de manera rudimentaria en el tercer encuentro del
programa motivacional para varones que ejercen violencia, un
grupo creado por mí, y una profesional Psiquiatra, en el Centro
Integral para Varones en situación de Violencia en el año 2017,
constituyéndose en el dispositivo de intervención más importan-
te de la institución. En esa oportunidad se observó el cambio
de posicionamiento que tenían los varones, luego de instrumen-
tar la técnica, se producía un punto de inflexión en el proceso
grupal, donde los usuarios a partir de allí no se ausentaban de
las sesiones, incluso culminando los doce encuentros del grupo
motivacional, que se planteó desde un principio. Era una herra-
mienta de fácil reconocimiento e instrumentación para quienes
participaban en el programa motivacional. Independientemente
del nivel económico, educativo, social y cultural, se registraba la

| 278 |
transformación realizada por los participantes de los grupos. En
este grupo se aplicaba el “test” de Urica-DV, al inicio y al final y,
a veces luego de la aplicación de esta técnica, cuyo objetivo es
conocer en la etapa de la motivación al cambio que se encuentra
en usuario. Entre la primera sesión y la cuarta se realizaba una
prueba, donde se observaba un aumento del 3,5% de prome-
dio en la motivación de acuerdo a las etapas de Prochaska y
Di Clemente. Esta prueba parcial era realizada, luego de haber
trabajado el ciclo de la violencia en la sesión correspondiente.
Desde allí la técnica se fue complejizando, hasta la actualidad
que posee un desarrollo más integral, pero sin disminuir su au-
tenticidad, espontaneidad y efectividad.

Conclusiones:
• El ciclo de la violencia es una técnica preventiva e inte-
gral, posible de ser aplicada a los varones que ejercen
violencia, permitiendo un trabajo terapéutico que contri-
buya a modificar sus pensamientos, sentimientos y com-
portamientos en sus vínculos o relaciones cotidianas.
• Para una mayor utilización de su potencial, es necesa-
rio realizar un proceso con los varones dentro de un po-
sicionamiento motivacional, de modo que se permita el
trabajo intensivo en cada fase del ciclo de la violencia,
evitando confrontaciones directas que obstaculizarían
la trasformación de la subjetividad en curso.
• Durante el proceso de trabajo, junto a otras técnicas,
los varones logran iniciar la instrumentación del pensa-
miento alternativo como manera de desarticular la fase
de la acumulación de la tensión del ciclo de la violencia.
Luego el pensamiento alternativo puede ser utilizado en
otras ocasiones de la vida cotidiana.
• Desde el punto de vista de la intervención en varones
que ejercen violencia (denunciados o voluntarios) es
una técnica que aplica el conocimiento de la perspecti-
va de género para un abordaje terapéutico a nivel indi-

| 279 |
vidual y/o grupal de manera indistinta.
• Es una prueba más de la interacción e integración en-
tre los dos paradigmas que reinan en la problemática,
violencia de género. Aquí se intervine con una técnica
cognitiva conductual, pero enfatizando en los aportes
de la perspectiva de género, que atraviesa y resignifica
los conocimientos de la psicología y otras disciplinas.

| 280 |
Técnica 3

Trabajo Terapéutico/vivencial Integral


con Varones que ejercen violencia familiar y de género.

“Nosotros actuamos con el corazón,


pero también empleamos la cabeza,
y cuando combinamos las dos cosas,
así somos sentipensante”.
(Orlando Fals Borda-Sociólogo colombiano).
Frase de los pescadores de San Benito Abad.

Pre-introducción:
Esta técnica fue construida por una organización (Asociación
Civil) de México, llamada “Hombres por la Equidad” quien es
presidida por Roberto Garda Salas y presentada como un tra-
bajo vivencial I y II, en uno de sus manuales de intervención
a varones que ejercen violencia en su prestigiosa institución16.
Luego de numerosas prácticas con diferentes varones, ya sea
de manera individual o grupal, se llevó a cabo una serie de re-
significaciones a la luz de los nuevos hallazgos e incorporacio-
nes de las herramientas del paradigma clínico al trabajo cotidia-
no. Se recomienda instruirse en la versión original, para luego
comprender las modificaciones que se le realizó en todos estos
años, con el fin de un mayor aprovechamiento. La técnica fue
conocida en el año 2016, y se culminó de reformarla en el año
2021, con una experiencia de 5 años y practicada con 200 va-
rones aproximadamente. En muchos casos fueron los mismos
16 La versión completa y modelo original del trabajo vivencial I y II, se encuen-
tra en el manual “Caminando hacia la equidad: Programa Multidimensional y
Multicomponente para detener la violencia de género de los hombres en las
familias”. En el año 2016 (ampliación metodológica), se agrega un anexo con
la técnica 60: “trabajo vivencial II, ejercicio individual para identificar y detener
la violencia contra la pareja”. Este anexo permite observar una modalidad más
completa e integral de la técnica elaborada por el “Programa caminando hacia
la equidad” de Hombres por la Equidad, presidida por Roberto Gardas Sala.

| 281 |
usuarios que requerían la profundización y comentaban los be-
neficios terapéuticos al haber accedido a su instrumentación in-
tensiva. En el trabajo grupal o individual (ámbito público o priva-
do), a veces se le aplicaba en cinco oportunidades a cada varón,
considerándose imprescindible como técnica a implementar en
cualquier dispositivo que se intervenga en violencia machista.
Aquí se presenta la última versión utilizada, con las modificacio-
nes llevadas a cabo, las resignificaciones, la aplicación de una
visión terapéutica y los resultados obtenidos con el uso cotidiano
con los destinatarios.

Introducción:
En la técnica “deconstruyendo el sistema sexo-genero” se
hizo énfasis en la sensibilización del problema y en la necesidad
de acercamiento y registro de los varones de la operación que
el Patriarcado realiza en sus vidas cotidianas. En el ciclo de la
violencia se apela a la reflexión y aun trabajo vivencial menor,
que permita prevenir a los varones en ciertos momentos, sus
comportamientos violentos hacia sus parejas o hijos e hijas. En
la presente técnica se aborda de manera integral la reflexión, la
vivencia y elaboración sobre un comportamiento violento espe-
cifico que produjo el varón que está realizando el trabajo, enfa-
tizando en la intervención terapéutica, más que socioeducativa;
aunque la incluya. En esta técnica aparece toda la fuerza de
ambos paradigmas sin entrar en conflicto y más allá de las di-
ferencias, tradiciones y maneras de intervenir que poseen. Los
dos modelos explicativos sobre la violencia están al servicio de
la asistencia y de la ayuda de los varones para modificar sus
mandatos de masculinidad, principal causa de sus comporta-
mientos en general y hacia las mujeres u otro género en particu-
lar. En esta intervención se toman aspectos del modelo clínico
por excelencia, como los momentos de crisis del individuo, la
situación traumática de vivencias en etapas anteriores, el regis-
tro y trabajo con los sentimientos, las emociones y algunos as-
pectos regresivos para acceder a la niñez y adolescencia. Todo
ello, sin descuidar e integrar el posicionamiento social y cultural

| 282 |
que adquieren los varones por vivir en esta sociedad machista,
los pensamientos rígidos, los ideales de ser varón, los servicios
al resto de los géneros y la resistencia como categoría expli-
cativa de reacción a sus conductas invasivas y sometedoras.
Pero quizás lo más destacado es que se realizan las significa-
ciones y adecuaciones correspondientes del paradigma clínico
a los aportes de la perspectiva de género. Esta técnica cumple
varias funciones y en diferentes niveles: Es un abordaje integral
del varón, con resultados positivos a nivel individual y grupal, un
intento de demostrar la importancia de intervenir con todas las
herramientas y conocimientos de ambos paradigmas, con las
interacciones correspondientes, y quizás lo más importante, es
la técnica que los varones reconocen como la más efectiva de
todas. Incluso muchos de los que la practicaron hablaron de un
aspecto “iluminador” o “iluminación”, pareciendo incluso “carica-
turesca”, “graciosa” e “ingenua “la denominación.
Por otro lado, es fundamental explicar el nombre de esta téc-
nica, debido a que está en los fundamentos expuestos anterior-
mente y es necesario distinguirla de otras, instrumentadas para
los mismos fines. El trabajo Terapéutico Integral, surge de una
técnica vivencial reconocida como sea dicho, pero con varias re-
significaciones y modificaciones, para incorporar los elementos
que no estaban presentes en el modelo original. Estas ausencias
se producían por la simple negación del paradigma clínico y sus
aportes, aunque también mantenían inconvenientes en desig-
naciones del paradigma de género, especialmente lo referido al
nivel cognitivo. Se llama trabajo, porque requiere que la persona
se concentre, consuma energía, realice introspecciones y expo-
siciones, y que también utilice para su registro y cambios, todos
los ámbitos del ser humano al servicio de registrar, reflexionar,
vivenciar y modificar su violencia. Se le agrega lo terapéutico,
porque sin llegar a tomar un estatus de tratamiento en el senti-
do clásico (porque la persona que lo practica no está enferma)
como cuestionaba el paradigma sociocultural, posee un efecto
sanador, reparador y restaurador, donde muchos pensamientos,
sentimientos y comportamientos de violencia disminuyen, crean-
do un efecto trasformador en la persona. La reflexión sobre el

| 283 |
machismo actual y la vivencia del patriarcado durante diferentes
etapas de la vida, permiten a la persona una luz de motivación
para proseguir un cambio hacia sus compañeras de género.
Pero también es Integral, porque es un trabajo puntual, intensivo
y especifico en cada uno de los ámbitos del ser humano, intervi-
niéndose desde el momento de crisis hasta la resignificaciones
de la situación que originó la conducta violenta. En cierta forma
es la utilización de varias técnicas separadas que se logran inte-
grar en este trabajo profundo y con reconceptualizaciones. Los
“ámbitos” que se incluyen pertenecen a los desarrollados por
“Hombre por la Equidad”, es decir por los que construyeron la
técnica original. Sin embargo, es en el posicionamiento del faci-
litador, en la profundización de algunos aspectos de sus ámbitos
y la resignificacion de varios elementos durante la intervención,
se hace la diferencia. También se realiza una explicación más
integral de cada uno de los ámbitos de intervención, con aportes
de varias disciplinas.

Los ámbitos de intervención de la técnica de trabajo


Es común observar que, en los trabajos con varones, las téc-
nicas instrumentadas sean dirigidas a un solo ámbito, consti-
tuyéndose en una visión parcial de la complejidad a abordar.
Técnicas que solo se dirigen al pensamiento machista o a las
cogniciones o concepciones que los varones poseen de las mu-
jeres. Otras tantas, están organizadas para el registro del cuerpo
cuando se inician los conflictos o comportamientos violentos. Un
número importante de abordajes, se concentran en las emocio-
nes y la necesidad de control de las mismas. También las in-
tervenciones enfatizan sobre el manejo de las crisis familiares,
vinculares y personales que culminan en conducta violenta. La
historia de vida donde trascurre la persona en sus diferentes
etapas, profundizando la niñez y adolescencia, suele ser un foco
de atención para los profesionales de encuadres más clínicos
y profundos. Sin ánimo de considerar escasas las actuaciones
anteriores, que poseen sus aspectos particulares positivos, en
mi experiencia personal suelen ser parciales para trabajar con

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varones que ejercen violencia. El ser humano en su proceso de
constitución y desarrollo posterior, a veces no logra integrar to-
dos sus ámbitos a la personalidad total, y los varones en situa-
ción de violencia, se observa una mayor dificultad aún.
El trabajo terapéutico integral tendrá en cuenta y en una mis-
ma técnica de intervención, todos los ámbitos humanos y huma-
nas, realizando un trabajo profundo e integral desde el inicio de
la práctica hasta su finalización. Solo se requiere que el usuario
o cliente esté dispuesto a llevarlo a cabo, independientemente
del reconocimiento de su violencia (se recomienda que al me-
nos se encuentre en la etapa contemplativa del MTTC-URICA),
ya que el mismo trabajo lo va incluyendo en su reconocimiento.
Por otro lado, es necesario que se practiquen algunas técnicas
previas, antes de pasar al trabajo profundo, al menos para que
reconozca sus ámbitos de trabajo personal. Aunque en mi ex-
periencia profesional, lo he practicado cuando un varón recién
ingresa a grupo o luego de una primera entrevista, si la inter-
vención es individual. Otra de las recomendaciones es que se
guie a la persona con un enfoque motivacional y no confrontativo
como se lo practicaba en un principio, con la versión original del
trabajo vivencial II, que es como lo llaman técnicamente, sus
constructores.
Los ámbitos de intervención de la técnica son:
Ámbito Cognitivo: se refiere a las creencias dominantes que
poseen los varones en relación al resto de los géneros y espe-
cialmente a sus parejas, hijos e hijas. Este ámbito es fundamen-
tal, ya que se interviene sobre los pensamientos machistas que
los hombres reproducen y que culminan en comportamientos
violentos. Aquí se estructuran de manera rígidas, las matrices
o grandes mandatos de masculinidad que los varones intentan
hacer cumplir en cada acción o imposición vincular. Se realiza
un trabajo para que registren las ideas que premoldean los com-
portamientos y que preceden al acto violento. En este punto en
necesario plantear un desacuerdo teórico con el modelo original
del trabajo vivencial propuesto por Roberto Garda Salas y Fer-
nando Bolaños Ceballos, de “Hombres por la Equidad”. Estos

| 285 |
autores se refieren a Distorsiones cognitivas, cuando explica la
categoría o ámbito cognitivo, posiblemente tomando la psico-
logía con encuadre cognitivo-conductual. Prefiero llamarle pen-
samientos machistas o patriarcales, porque los varones no dis-
torsionan sus ideas o creencias, cuando piensan los conflictos
con sus parejas. La cultura en la que están rodeados les exigen
pensar de esta manera, no distorsionan en nada los mandatos
culturales que se les imponen, se puede decir que son hijos sa-
ludables del patriarcado, más que distorsionadores. A su vez la
distorsión hace referencia a una posible patología o trastorno
que padecería la persona que los lleva a ejercer violencia, donde
distorsionaría la realidad existente. Es importante de ubicar los
paradigmas con sus aportes donde corresponde y con las signi-
ficaciones acordes al modelo de intervención. Es llamativo que
se cuestione el paradigma clínico con ahínco y se introduzcan
nociones del mismo, sin hacer referencias al respecto, tradu-
ciéndolo en sociocultural. Muchas técnicas que se instrumentan
en la práctica son del paradigma clínico, sin embargo, no se lo
explicita, aunque después se realizan criticas contundentes, por
considerarlo clásico y conservador. Esto se debe a los prejuicios
existente sobre este modelo de abordaje, que posee aspectos
positivos, a pesar de las modificaciones que se le debe operar.
Ámbito conductual: Los comportamientos son el ámbito don-
de se centran las mayorías de las técnicas instrumentadas con
varones. El lograr registrar las conductas violentas brutales y su-
tiles es una de las tareas de la intervención, ya que es una gran
dificultad a la hora de trabajar con varones. Es necesario que
el trabajo muestre que los comportamientos no son un “paso al
acto”, sin pensamientos, sino que se reaccionó de una deter-
minada manera porque se había pensado de manera machista
o misógina. Este nexo es fundamental, porque si no estamos
intentando controlar la conducta solo de manera parcial, como
lo hacía el viejo paradigma clínico. Por tal motivo se introduce el
ámbito comportamental, inmediatamente después del cognitivo,
ya que, con los pensamientos claros y precisos, se trabaja el
comportamiento como consecuencia directa de aquel y no como
un ámbito aislado.

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Aquí es fundamental establecer una diferencia entre agresión,
violencia y resistencia, que resumen los tres conceptos funda-
mentales de la problemática de violencia de genero. Agresión
es un acto único que realiza todo ser humano con el objetivo
de defenderse de una ataque real y concreto, siendo el aspecto
que nos emparenta con los animales. La violencia es todo pen-
samiento, sentimiento y comportamiento que tiene como meta
final el someter, controlar, imponer y dominar la voluntad y el
cuerpo del otro, en una clara dirección al ejercicio de poder so-
bre el otro. Resistencia es un intento de salirse y escaparse de
una situación de dominación, control o sometimiento, recibiendo
concretamente el ejercicio de poder (Garda; 2012; 114-115). Por
ello suele ser complicado a los varones, poder reconocer sus
comportamientos violentos, porque los significan como agresión
o violencia del otro y no como una resistencia al ejercicio de su
poder. Este trabajo consiste en que el varón logre diferenciarlo e
interviniendo a medida que se desarrolla el proceso terapéutico.
Existen técnicas de trabajo con estos tres conceptos, que permi-
ten el inicio de esa diferenciación.
Ámbito emocional/sentimental: Es pobremente frecuentado y
registrado por los varones en general y particularmente en el
ejercicio de su violencia. Por los mandatos de masculinidad exis-
tentes, lo hombres evitan ponerse en contacto con sus emocio-
nes y menos aún registran que los sentimientos poseen cogni-
ciones precisas que los guían. El trabajo con las emociones y los
sentimientos con los varones es crucial en todo programa para
la prevención de violencia. A veces solo se reduce al control de
las emociones y en otros casos incluyen a los sentimientos; en
nuestra propuesta es parte de un proceso integrado al resto de
los ámbitos. Hay técnicas de trabajo que explicitan esta relación
entre pensamiento, sentimiento y comportamiento, como una
triada necesaria de concebir e implementar. Sin embargo, es
necesario señalar que el trabajo con las emociones lo deberían
realizar todos los humanos y humanas, porque es lo que com-
partimos con el resto de los animales. Se asientan en el sistema
límbico del cerebro y es importante aprender a controlarlos, ya
que es un paso más en la evolución del homo sapiens-sapiens.

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Los varones deben avanzar un poco más allá del control de las
emociones, es necesario que trabajen sus sentimientos, provo-
cados por los pensamientos machistas que operan en la cultura
patriarcal en la que trascurrimos.
Se recomienda establecer la diferenciación entre las emocio-
nes y los sentimientos de una persona, para su reconocimiento y
modificación cuando surjan. Las emociones son un conjunto de
respuestas neuroquímicas y hormonales que nos predisponen a
reaccionar de cierta manera ante estímulos externos e internos.
Es decir, es una respuesta del organismo a diversos estímulos
de supervivencia de la especie. Las emociones son: la rabia, la
vergüenza, la culpa, la alegría, la tristeza y el miedo. Los sen-
timientos son experiencias subjetivas de nuestras emociones,
interviniendo la reacción fisiológica, pero conducida por lo cog-
nitivo y metal. Serian la representación mental de lo que sucede
en el cuerpo, cuando surge una emoción determinada. Dicho
de otra manera, es el producto de la asignación de significados
culturales y sociales de la emoción o experiencia emocional de
la persona en un momento determinado. Los sentimientos que
surgen son: hostilidad, odio, frustración, desesperanza, felici-
dad, dolor, compasión, amor, sorpresa, etc. Cuando se realiza
el trabajo con los varones, es necesario intervenir desde la idea
de que los sentimientos se producen por las cogniciones que
se tiene sobre las mujeres y otros géneros, y no de construc-
tos abstractos o sistemas biológicos animales. Porque de esa
manera evitamos la justificación y el esencialismo, muy común
en algunas prácticas terapéuticas. Reconocer lo biológico en su
justo lugar es uno de los retos que tenemos en las intervencio-
nes de conductas de violencia ejercida por los varones.
Ámbito Corporal: Otra de las sensaciones que no suelen re-
gistrar fácilmente los varones, son las que proceden del cuerpo.
Se sabe que, por los mandatos culturales, los hombres apren-
den a no observar los indicadores o señales que le envía sus
órganos o su cuerpo, de ahí que muchas de sus enfermedades
no son posible de diagnosticarla a tiempo. El trabajo consiste en
una relajación para que empiecen a apreciar la información cor-
poral en general, para que luego reconozcan las señales espe-

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cíficas y personales en una situación de violencia determinada.
Este aprendizaje permite que estén en alerta cuando registran
un enojo a nivel emocional y se traduzca en el cuerpo, como in-
dicador a un próximo comportamiento violento. Es fundamental
que cada persona registre su marca personal, independiente-
mente de los ejemplos que se les puede brindar en un ejercicio.
En trabajo con el cuerpo es arduo y amerita realizar una relaja-
ción muscular, para que los varones puedan comparar cuando
se encuentran contracturados, producto de sus emociones, o
relajados. Esta simple intervención sobre lo muscular es muy
positiva para los hombres, porque cuando aprenden a registrar,
les provee una fuente de información muy útil para la prevención
de su violencia en particular y para conductas más saludables
en la vida cotidiana, en general.
Ámbito Comunicacional: Si los ámbitos emocional y corporal
son de difícil registro para los varones, el comunicacional prác-
ticamente no aparece en el discurso de los mismos. En una si-
tuación de conflicto o violencia, no hay sensibilidad sobre las
expresiones no verbales durante la situación o evento, solo se
registran las expresiones verbales, y la de mayor magnitud. Es
necesario realizar un trabajo profundo con los varones para que
puedan registrar las vivencias de esas modalidades de comuni-
cación imperceptibles, que luego se transforman en un indicador
de suma importancia para la prevención de un nuevo hecho.
Aquí podemos instrumentar todos los aportes de las teorías de
la comunicación, aunque en la descripción de la técnica, solo se
incluye lo más simple del modelo. Como en el resto de los ámbi-
tos, hay numerosas técnicas, que permiten el registro propio de
las señales que ofrece la comunicación.
Ámbito historia de vida: Los diferentes traumas, situaciones
de vulnerabilidad y desigualdad en los niños, adolescentes y
jóvenes, son los considerados en este ámbito de intervención.
A ello se le debe agregar los aprendizajes de género que fue-
ron adquiriendo los varones que se transformaron en patrones
de pensamientos y comportamientos que se reproducen en la
vida cotidiana y los vínculos afectivos. Los sucesos acaecidos
en estas etapas evolutivas pueden dar cuenta de las actitudes

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presentes, de ahí la necesidad de registrarlos para modificarlos.
Es en este ámbito donde las personas suelen acceder al insight
sobre cómo, los traumas, las violencias sufridas, las vulnerabi-
lidades vividas y observadas en etapas anteriores a la adultez,
se reproducen automáticamente, sin tener conciencia de este
hecho. Siempre es necesario precisar que no existe una relación
directa entre haber sufrido violencia por acción u omisión y ejer-
cer violencia en la actualidad. De esta manera pensaba el viejo
paradigma clínico, enfatizado y fortalecido por la Criminología y
Victimologia, que hizo abuso de este silogismo.
Los seres humanos y humanas atraviesan numerosas situa-
ciones cotidianas en sus diferentes etapas evolutivas y el contexto
por el que trascurre, como lo analiza el paradigma de género. Sin
embargo, es necesario incorporar esta dimensión en el análisis
y trabajo con los varones, porque surgen situaciones cruciales
que se deben profundizar, pero ya no como hechos aislados o
únicos, sino como parte integrantes del resto de los componen-
tes humanos y sus trayectorias. Aunque también sería pertinente
de incorporar un concepto integral y amplio de violencia, porque
desde este punto de vista, quizás que los seres humanos en su
totalidad hayamos sufrido conductas violentas y/o abusivas por
parte de nuestros cuidadores. Como síntesis decimos que, es en
el trabajo terapéutico profundo de este ámbito, donde se eviden-
cian las grandes transformaciones de los varones, sin disminuir
la importancia de las demás dimensiones o ámbitos descriptos.
Lo que se diferencia del paradigma clínico tradicional, es que a
este ámbito está incluido a los demás ámbitos y, no se lo concibe
como un compartimento exclusivo en su intervención, como suele
practicarse en los encuadres psicodinámicos.

La técnica terapéutica vivencial


funcionando en los varones
Como en las anteriores técnicas, se puede realizar de mane-
ra individual o grupal, según la necesidad de los usuarios, la ex-
periencia y criterio del profesional o facilitador, y el requerimiento
institucional. En caso de ser individual se establece el encuadre

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de una sesión común, practicándose con el usuario toda la me-
todología que se expresa en los siguientes párrafos. En caso
de ser grupal se realiza una ronda, donde el usuario y profe-
sional se ubican al medio, para que los demás logren observar
y escuchar el desarrollo de la misma. Se calcula que la técnica
completa puede llevarse a cabo en una hora y media, desde la
relajación hasta la posible contención de la persona que la prác-
tica. En raras oportunidades traspaso este tiempo de trabajo, por
lo cual es importante de invertir ese tiempo, cuando se decida
implementarlo con los varones, grupal o individualmente.
Se insiste en dejar sentado que el procedimiento que describi-
mos en todo el proceso es propio de la técnica de trabajo original,
construida por los profesionales de “Hombres por la Equidad”, ins-
titución dirigida por Roberto Garda Salas en Ciudad de México. Lo
que se modifica e introduce son algunos cambios que se realiza-
ron, luego de la experiencia antes citadas. Desde el momento de
la relajación, hasta el final es propia de la versión original, lo que
se cambia es el posicionamiento del facilitador, la incorporación
de elementos y trabajo clínicos, la resignificacion del nombre de la
técnica y algunas intervenciones que se describirán en el escrito.

Primer momento: La relajación y el recuerdo


del comportamiento violento.
Se le informa a la persona o grupo que se va realizar un trabajo
intensivo para profundizar una situación de violencia y se comien-
za con una relajación muscular previa, en caso que el grupo o la
persona se encuentren exaltados. Se le indica que deben pensar
en una situación de violencia, donde ellos hayan ejercido com-
portamientos violentos hacia algún familiar: pareja, esposa, hijos
e hijas, primas u otro miembro. Se insiste en la necesidad de que
sea una mujer con la que se haya tenido o tenga algún vínculo
afectivo en un tiempo no mayor a los 5 años, a partir de la fecha
actual. Esta última indicación es importante para evitar olvidos de
los detalles sobre lo sucedido, ya que es necesario recordar los
pormenores de la situación de violencia protagonizada, para en-
cauzar la intervención. Más de cinco años de trascurrido el hecho,

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suelen olvidarse los detalles necesarios para el trabajo. La ma-
yoría de los varones recuerdan y eligen eventos provocados con
sus parejas actuales y con quien tuvieron la situación conflictiva
que lo llevo a la denuncia, separación o distanciamiento definitivo
o momentáneo. Los hijos también suelen ser objeto del trabajo, en
especial las mujeres, aunque en algunos casos se incluyen niños.
Lo importante es que sea una persona con la que se haya tenido
o tenga un vínculo afectivo profundo. Los vínculos ocasionales
también suelen ser trabajados, pero incluye una dificulta extra,
porque las circulaciones de los sentimientos no son de la misma
intensidad, durante el trabajo terapéutico.
Se le requiere que recuerden un hecho de violencia, ya sea fí-
sica, psicológica, económica o sexual. Que se concentren como
se inició, que la desencadeno, como se desarrolló, cuáles fue-
ron los comportamientos de violencia, que hacia la persona que
sufría violencia y como culminaron los hechos. En general los
varones recuerdan eventos donde ejercieron violencia psicológi-
ca y física, ya que la económica al principio es imperceptible y la
sexual no se registra o no la dan a conocer por temor a cuestio-
namientos, especialmente si la actividad es grupal. Algunos va-
rones que realizaron varias veces la rueda, demandan el trabajo
personal del ejercicio de violencia sexual contra su pareja, pero
en una sesión privada, que no incluya al resto del grupo.
Luego de todo este trabajo de relajación, concentración y re-
cuerdo de la conducta violenta, el facilitador/terapeuta tiene dos
opciones: preguntar quién quiere pasar a trabajar su violencia o
convocar a un usuario que se considere predispuesto para apli-
car la técnica. En muchas oportunidades se convoca a varones
valorados como Alto riesgo de que comentan nuevas situacio-
nes de violencia, porque es una técnica que realiza un trabajo
profundo y que disminuye muchos de los indicadores reconoci-
dos. Cuando la técnica se aplica de manera grupal se le solicita
al resto de los varones, que deben guardar silencio, escuchar y
relacionar todo lo que se desarrolla en el trabajo con su expe-
riencia personal; es decir con su situación de violencia. Cuando
es individual se le indica simplemente que se realizara un trabajo
vivencial para profundizar el proceso terapéutico iniciado.

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Segundo momento: Instrumentación
de la técnica propiamente dicha.
La persona que trabaja su violencia se sienta frente al facili-
tador para iniciar la técnica, los demás se organizan de manera
concéntrica para una mayor atención. El facilitador le pide que
comente como se originó, se desarrolló y culminó el hecho de
violencia. En el modelo original se requiere que un co-facilitador
escriba de manera resumida en una pizarra, lo que el usuario va
trabajando, lo verbal, lo no verbal, lo corporal; todos los ámbitos.
En mi experiencia no es necesario, ya que lo socioeducativo clási-
co se trasforma en terapéutico y es durante la intervención que la
persona va tomando contacto y transformándose, sin necesidad
de que lo lea de manera repetida. Es el posicionamiento teori-
co-metodologico el que define las acciones y disposiciones preci-
sas de la técnica. En el modelo socioeducativo solo se apela a la
reflexión y la razón, en esta propuesta, intervienen otros ámbitos
del ser humano, más allá de la lógica formal y racional. Es en el
proceso que el usuario va registrando y vivenciando sus pensa-
mientos, sentimientos y comportamientos, sin necesidad de que
alguien extraño lo escriba en una pizarra o rotafolio, para que lue-
go lo repase y lo comprenda. En un momento se trasformó en un
trabajo tedioso para el facilitador, el participante y el grupo entero,
por ello se dejó de practicar, con los frutos que se comenta más
abajo. En caso de un trabajo grupal, tampoco fue necesario para
los demás integrantes, porque la conexión que se establecía era
la óptima en cada uno de ellos, no era un requerimiento impres-
cindible leerla en una pizarra o grafico construido.

El momento de crisis:
Luego de que culmine su relato, se le pregunta cuál fue el
momento más crítico de todo lo relatado. Que habría dicho o
hecho la persona que sufrió violencia, que culminó con la deci-
sión del varón de ejercerla. Aquí son numerosas las situaciones,
pero es necesario aclarar que no son elementos de gravedad o
riesgo para la familia o el vínculo, sino que el desencadenamien-
to se produce por la acumulación de la tensión previa, que lue-

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go explota por algún factor personal o vincular. Es decir, alguna
demanda de servicio no correspondida durante algún tiempo,
culmina en un comportamiento violento de parte de los hom-
bres. En el momento de crisis circulan emociones y sentimientos
profundos, sumado a los pensamientos y posturas corporales
en los varones, por ello es de fundamental importancia que se
circunscriban y la detallen precisamente para poder continuar.
Los varones deben expresar puntualmente que desencadenó
la crisis, que llevo a su comportamiento violento. Es necesario
recordar que el momento de crisis es el motor del trabajo en
todos los ámbitos y que de manera permanente se retomará lo
sucedido en esta situación puntual. Este es uno de los grandes
aciertos de los constructores de la técnica, que parte de la tradi-
ción en muchas corrientes de psicología; aunque no se lo admita
de manera manifiesta.
Los desencadenantes, suelen ser una mirada, suspiro, sonrisa
o expresión mínima de parte de la persona que sufrió violencia.
Una acción mínima, como cerrar la puerta, dejar al varón hablan-
do solo en una discusión, levantar la vos, una frase sobre algún
familiar o sobre su persona, un insulto u otro acto de resistencia.
Si bien lo previo del desencadenante puede llevar mucho tiempo
cronológico, lo importante es fijar el momento puntual, ya que es
lo que permitirá el desarrollo de lo siguiente. Un ejemplo clásico
es cuando los hombres llegan de trabajar y encuentran que sus
parejas o conyugues no reprodujeron las tareas domésticas asig-
nadas socialmente: comida, bañar a los niños o la realización de
tareas de la escuela o abonado los impuestos de inmuebles o
automóviles. A ello se le agrega que cuando los hombres ingresan
a la casa, encuentran a la mujer utilizando el teléfono o viendo
la televisión u otra actividad de “ocio”, que interpretan como una
provocación, descuido u omisión. Es en este momento que surge
la discusión y el inicio del ejercicio de poder, que culmina con la
conducta violenta. De toda esta descripción se necesita precisar
el momento o la acción previa, inmediatamente anterior de la pa-
reja, que culmina en la violencia. Con esta precisión pasamos a
los demás ámbitos, iniciando por lo cognitivo y mental hasta ir ac-
cediendo a los demás. El mundo de las ideas patriarcales provoca

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marcas, dejando creencias arraigadas y rígidas en los hombres,
que suelen bañar al resto del ser humano.

Las creencias, cogniciones


y pensamientos machistas:
En este ámbito se trabaja sobre todos los pensamientos pa-
triarcales, opresivos, obsesivos e intrusivos que posee el varón,
previo al ejercicio de conductas violentas. Los pensamientos so-
bre la otra persona, sobre la relación y sobre su propia persona
son las indagaciones necesarias de realizar. Siempre se parte
del momento de crisis, es decir lo que inicia todo el proceso que
culmina en su conducta violenta. Los pensamientos generados
en ese contexto son siempre negativos en relación a la situación
producida, por ello generan sentimientos negativos y emergen
las conductas violentas.
Las cogniciones sobre la persona que sufre violencia, suelen
ser repetidos en casi todos los trabajos vivenciales y con diferen-
tes varones, independientemente de su clase social, nivel edu-
cativo, etnia, edad, etc. Se escucha palabras o frases como “Es
una histérica e insoportable, me estaba provocando, parece una
bruja como discute, se burlaba de mi cuando discutíamos, es un
demonio, la menstruación la pone loca, está loca”. Está claro las
reproducciones históricas que se realizan en pocos segundos.
Son los pensamientos que elaboraron las matrices históricas del
patriarcado, analizadas en el primer apartado de este texto y que
también se repiten en la acumulación de la tensión, previo a la
explosión violenta.
En relación a los pensamientos referidos al vínculo de pareja
en ese momento de la crisis, están en consonancia con las cog-
niciones sobre la persona que decidió ejercer violencia. Los más
frecuentes son los siguientes: “Esto se terminó, arruinó todo lo
que habíamos construido en años, me quiero separar, ya mismo
me voy de esta casa, ya me cansé de esta mujer, esto no da
para más, ya aposté mucho a esta relación, se acabó en este
preciso momento, es mala persona, es maldita por todos los

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frentes”. El vínculo se encontraría afectado por obra exclusiva
de su pareja o conyugue.
Sobre su propia persona y su situación personal actual, las
ideas negativas continúan y se profundizan. Aquí el varón se
siente disminuido, descalificado, humillado y vulnerable, dándo-
le un empuje a su decisión de violentar. Sucede lo que plantean
muchos autores sobre los mandatos de masculinidades en los
procesos de socialización de los hombres. Ante ciertas circuns-
tancias de la vida, han ejercido violencia por sentirse vulnerables
y tener que demostrar su poder al grupo, en este caso, a su pa-
reja. Es una reacción ante la interpretación de la posible pérdida
real de poder, como un intento de cumplir su masculinidad ame-
nazada. Los pensamientos suelen ser: “me pensé como un fra-
casado, estaba como disminuido, pensé que era un tonto y que
me querían dominar, llevar por delante, era un idiota o bol…..,
estaba perdiendo el control de la situación, los pantalones los
llevaba yo, no ella ”.
Cuando se precisan los tres pensamientos fundamentales
antes descriptos, se continua con las demandas de servicios ha-
cia la persona que se ejerció violencia. Es común, sin tener con-
ciencia muchas veces de esta práctica, que los varones trans-
formemos nuestras necesidades legitimas en exigencias a las
mujeres en general y con quien nos vinculamos en particular.
Los varones vamos imponiendo exigencias cotidianas en contra
de la voluntad de los otros, culminando en una relación servil
con nuestra compañera, donde les obligamos a que realicen ta-
reas o establezcan un discurso que nos permite actualizar nues-
tros privilegios. Como son parte de nuestras creencias, es de
fundamental necesidad trabajarlo en este ámbito cognitivo. Las
demandas de servicios que suelen surgir en las intervenciones
están relacionadas a las concepciones que la sociedad impuso
sobre las mujeres. Sintetizándose con lo que el varón espera de
las mujeres en ciertos momentos, especialmente en situaciones
conflictivas en los vínculos. Solo se le pregunta ¿Qué querías o
te hubiera gustado que ella hiciera en ese momento? Las res-
puestas son contundentes, entre ellas: “que me hubiera entendi-
do, que me dé la razón porque la tenía, que me hubiera pedido

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disculpas, que me hubiera abrazado, que hubiera hecho lo que
le pedí, que no saliera con sus amigas, que me deje utilizar los
bienes familiares, que hubiera accedido a tener una relación se-
xual”, entre tantas otras.
También se pregunta sobre lo que se quería controlar en esa
situación puntual y de acuerdo a la demanda de servicio ante-
rior. Siempre los varones intentan controlar algún ámbito de las
mujeres, por ello se inicia la situación de violencia. La pregunta
es simple, de acuerdo a las demandas que comenta, se insiste
en ¿Qué es lo que querías controlar en ese momento? Lo que
se quiere controlar suele ser: el cuerpo, la voluntad, sus amista-
des, sus decisiones, sus opiniones, su dinero, sus actitudes, su
manera de ser, sus actividades…”
Finalmente, para cerrar este ámbito cognitivo se indica a la
persona que adquiera un “sobrenombre” para que se identifique
con ese momento, con sus pensamientos y actitudes. El objetivo
es que lo recuerde en situaciones similares como una manera
de prevenir nuevas situaciones de violencia. Los propios varo-
nes informaron que esta táctica era beneficiosa, ya que, ante po-
sibles situaciones de violencia, recordaban el “nombre impues-
to” y reducía su ira y tomaban el “tiempo fuera”, para retirarse
del lugar. Los sobrenombres que suelen instrumentar son: “el
controlador, el calentón, el celoso, el machista, el machirulo, el
violento, el insoportable, el nervioso, el ansiosos, insoportable”.
En el plan original, se le preguntaba al varón de que otra ma-
nera podía pensar la situación, apelando a lo que se conoce como
“pensamiento alternativo”. Se observó, después de una larga ex-
periencia, que el varón le dificultaba mucho poder tener un pen-
samiento distinto al hegemónico e intrusivo, en ese memento. Por
tal motivo se modificó el momento de la pregunta y se incluyó al
final, luego de culminado el trabajo con la historia de vida. El varón
debería realizar un trabajo intensivo por todos sus ámbitos, espe-
cialmente en su historia de vida y situaciones traumáticas, antes
de ensayar una nueva idea de la situación. Por ello se considera
que el presente trabajo no solo es socioeducativo, sino terapéuti-
co, se apela a la razón y a la vivencia, con el objetivo de la trans-

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formación. Cuando lleguemos a la historia de vida, retomaremos
esta discusión. Por el momento solo anticipamos que, acceder al
registro traumático, permite que los usuarios se sensibilicen, ana-
licen y logren pensar de otra manera lo vivido.

Los comportamientos
Se analizan los comportamientos violentos del varón y las
conductas de resistencia de la mujer, hijos, hijas u otros géneros,
enfatizando esa diferencia de conceptos y acciones. En relación
al momento de crisis se pregunta, insistiendo en la descripción
detallada del hecho, sobre la manera que violentó a su pareja o
a la persona de género femenino u otro género. Aquí se enfatiza
sobre todo lo relacionado con el concepto de violencia, “compor-
tamientos dirigidos a someter, controlar o imponer sobre el otro
como persona”. Los comportamientos son variados, recorriendo
todos los tipos de violencia conocidos, entre ellos: “la golpee con
la mano, le pegue en el rostro, la empuje, la putiee, la insulté,
la amenacé de muerte, la amenacé con pegarle, me enojé y la
arrinconé porque no quería tener sexo, le tiré el pelo, la ahorqué,
la seguí a donde iba, la obligué a pedirme disculpas, le gasté
su dinero, la asfixié, me le burlé, la manotié”. Son solos algunos
ejemplos, aunque la descripción que realizan en la situación de
trabajo vivencial es más extensa, llegando incluso a hechos gra-
vísimos, que pueden provocar la muerte.
Luego se le pide que comente las conductas de resistencia y
oposición de la persona que violentó en la situación narrada. Se
enfatiza que resistencia es “todo acto que intenta salirse de la si-
tuación de sometimiento, control o imposición de parte del varón”
(Garda; 2012, 115). Si el varón insiste en considerar que su pareja
también lo violentaba, se le muestra la desproporción de ambas
conductas y la idea que la resistencia tiene por objeto detener o
salir de la situación de violencia en la que se encuentra some-
tida. Las conductas de resistencia suelen ser: “lloraba, gritaba,
insultaba, me tiraba con cosas, me rasguñaba, me puteaba, salió
corriendo, se fué y se encerró en la pieza con llave, no me habla-
ba, estaba en silencio y me miraba de reojo, se reía como una

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loca, se fue corriendo a denunciarme”. Con estos datos se realiza
la comparación y desproporción de ambos comportamientos. Por
ejemplo: “vos le pegaste y ella te rasguño, vos la amenazaste de
muerte y ella te tiro con la silla, vos la insultabas y ella te miraba
en silencio, ella te rasguño cuando vos le mirabas el celular, vos
la tomaste del cuello y ella te pegó en el rostro”. Se señala la des-
igualdad y el uso de poder de parte del varón en el momento de la
crisis y ejercicio de la violencia. Para ello, es necesario comenzar
siempre por la conducta del varón, para que la reacción de la mu-
jer sea consecuencia de su comportamiento.

Las comunicaciones:
Se revisa las maneras de comunicarse de ambos durante la
situación álgida de violencia. Lo verbal y lo no verbal de los invo-
lucrados, siendo lo último como más complejo de poner de ma-
nifiesto. En primera instancia se le pide al ejecutor de la violencia
que repita las palabras que decía, para luego enfatizar el tono
instrumentado, su actitud, la manera de mirar, sus expresiones
hacia su víctima femenina. Debe expresar si levantó la voz, gritó,
levantó la mano, se le abalanzó, se le acercó con una mirada de
imposición e intimidación, levantó el dedo. Es decir que repita la
situación y registre las formas de comunicarse durante el even-
to de violencia. Las expresiones que surgen son: “le levanté la
mano, pero sin golpearla, la insulté gritando, la amenacé de pe-
garle con fuerza, fui subiendo el tono hasta gritarle, la tapé con
la voz, la miré con los ojos desorbitados, resoplidos mientras dis-
cutíamos, fruncí el ceño con bronca, me acerqué y abrí los ojos
como para comerla, tenía una posición gorila hacia ella, fruncí y
apreté la mandíbula, me puse colorado como un tomate”.
Luego se le solicita que recuerde y comente las expresiones
de la mujer que sufrió violencia. Enfatizando nuevamente en la
resistencia antes descriptas, porque surge nuevamente la idea de
una situación de paridad entre ambos. Se debe señalar en la dis-
paridad entre los involucrados y que está trabajando su violencia
que ejerció hacia los demás. Las preguntas son simples ¿Cómo
se expresaba, que hacía, que te decía en el momento que la vio-

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lentabas? Lo que aparece es: “me decía no me grites más, se
sonreía escondida, se tapaba la cara, lloraba todo el tiempo, tiri-
taba como si tuviera frio, abría los ojos y miraba para todos lados,
suspiraba y movía la cabeza, se apretaba la cabeza, me levan-
taba la mano, me amagaba pegarme”. Son pobres los recuerdos
y registros de las resistencias comunicacionales que tienen los
varones, en relación a sus parejas violentadas, sin embargo, son
parte del proceso y deben ser registradas y trabajadas.

Lo corporal:
Como sucede en la intervención con los demás ámbitos, se
inicia desde el momento de crisis, es decir sobre su contenido
manifiesto. Se solicita que el usuario pueda recordar el regis-
tro de las sensaciones corporales que experimentó durante el
ejercicio de su violencia. Es necesario insistir en un detallado
examen sobre el estado de su cuerpo, ya que como se dijo an-
tes, es difícil que sienta las sensaciones corporales. Al principio
el varón insiste que no sintió nada, luego cuando se le pide que
recuerde, sienta y se relaje para un mayor registro, comienzan
aparecer ciertas sensaciones corporales. Dentro de lo que toma
conciencia con lo sucedido con su cuerpo, se observa: “ganas
de vomitar, dolor de cabeza, tensión en la espalda, temblequeo
en las piernas, se me afloja el cuerpo, calor en la cara y la ca-
beza, apretaba los puños, mordía con fuerza la mandíbula, me
paralizó el cuerpo, dolor de estómago, se me apretaba el pecho,
no me salía la respiración, me dolía la espalda, es como si tu-
viera una mochila atrás, la piel me ardía, el cuerpo parecía un
fuego, estaba mareado, el pecho me explotaba”. Al principio las
sensaciones no son conscientes, luego con el trabajo intensivo,
van surgiendo y los varones logran registrarlas, ponerlas en pa-
labras e integrarlas. Los varones que realizan por segunda vez
este trabajo terapéutico, les resulta menos complicado expresar
sus sensaciones corporales en los momentos críticos de violen-
cia. Existen numerosos trabajos interesantes sobre el problema
de registro del cuerpo y técnicas para estimularlo, es importante
que el lector este instruido en su manejo.

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Los sentimientos:
En este ámbito se revisa e identifica los sentimientos y emo-
ciones que el varón posee en el momento de ejercicio de su
violencia. Se parte del momento de crisis y se le pregunta que
comente todas las emociones que surgen, luego se van discri-
minando de los sentimientos, que son los que producen las acti-
vidades mentales, en estos casos los pensamientos machistas.
Como en el cuerpo, a los varones, por los mandatos de géne-
ro, les resulta complejo sentir y hablar de sus sentimientos, por
ello el trabajo es similar al realizado en el ámbito anterior. Los
varones deben describir todas las emociones que surgen y dis-
criminarlas de los pensamientos, ya que es frecuente usar la
razón en esos momentos. El facilitador-terapeuta debe realizar
los señalamientos correspondientes, para que el usuario los di-
ferencie de las cogniciones. Cuando aparece la confusión, sim-
plemente se le señala que es un pensamiento y no una emoción,
que vuelva al momento de crisis original, para sentir y no pensar.
Cuando acceden al registro emocional, comienzan diciendo “me
sentí mal, muy mal”, se realiza nuevamente los señalamientos
para que puedan poner en palabra lo que sienten. Se le pregun-
ta ¿Que sientes cuando te sientes mal?, todas las veces hasta
que surjan las emociones reales. Las emociones que común-
mente surgen son: “me dio mucha ira, la bronca que tenía era
insuperable, tuve miedo de perder la relación con ella, la tristeza
era insoportable en esos momentos, mucha sorpresa sobre lo
que había sucedido, el miedo y la bronca me invadieron”. Recor-
demos que las emociones tienen características diferentes que
los sentimientos, son más inconscientes, cortas en tiempo, no
llegan a la razón, son universales y muy intensas que pueden
desestabilizar a la persona. Luego se le solicita que explicite los
sentimientos que surgieron con la ayuda de los pensamientos o
cogniciones. ¿Es decir, pensar de tal manera que sentimiento
te surgió? Suelen aparecer ciertos sentimientos como: “la odié
con toda mi alma, un sentimiento de repulsión y odio me dio,
mucha culpa por lo que estaba sucediendo, me sentí totalmente
rechazado, mucho remordimiento, la pena fue inmensa, el terror
a perderlo todo fue desolador, me sentí completamente descon-

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solado, la impotencia es lo que apareció”. Los sentimientos son
más conscientes y progresivos, largos en el tiempo, son una in-
terpretación de las emociones, son exclusivamente individuales
y más profundos que las emociones.
Después de haber trabajado con las todas las emociones y
sentimientos surgidos del momento, que suele ser un trabajo
profundo de 10 o 15 minutos a veces, se le solicita que registre
el “sentimiento fundamental o intensivo”. Es decir, de toda la si-
tuación narrada y sentida, cual es el sentimiento que más apare-
cía con mayor intensidad en el momento de ejercer violencia. Se
le devuelve todas las emociones y sentimientos que describió
para que sienta y elija cuál de ellos, era el más intenso e incisivo.
Aquí también los sentimientos son comunes a muchos varones
durante el trabajo terapéutico: “Bronca, angustia, miedo, odio,
temor, vergüenza, dolor, rabia”. Con estos sentimientos abrimos
la posibilidad de trascurrir el último ámbito, la historia de vida.
Aquí es necesario rescatar que a la historia de vida se accede
a través de los sentimientos, porque son ellos los que activan
los acontecimientos y sus afectos vividos en la vida del usua-
rio. En varias oportunidades intenté por otros medios ingresar a
los acontecimientos de la vida cotidiana (y en especial a los de
la infancia y adolescencia) de la persona, sin tomar en cuenta
los sentimientos y obtuve dos respuestas: no poder hacerlo por
desmotivación del usuario y una ausencia de conexión afectiva
de la persona que trabaja con la técnica. Es decir, la vía regia de
acceso a la historia de vida, es por los sentimientos, siendo los
traumas activados y reactualizados por el ámbito de las emocio-
nes, y no por los recursos racionales. De esta forma hace mu-
chos años, que el paradigma clínico lo trabaja, desconocerlo por
prejuicios, es un error teórico con consecuencias en la práctica
de la persona. Como se viene planteando en todo el texto, es
necesario ubicar los conocimientos en su justo lugar, evitando
que las ideologías se cuelen demasiado. Es otra de las resigni-
ficaciones necesarias de tener en cuenta y modificar a la luz de
los nuevos hallazgos de las prácticas.

| 302 |
La historia de vida:
Se indaga sobre las etapas anteriores de la vida de la per-
sona, enfatizando la niñez, adolescencia y/o juventud. Se parte
del sentimiento fundamental trabajado y se solicita que sienta y
piense en que otro momento de su vida sintió algo similar, referi-
da a etapas anteriores a su adultez. Tres cuestiones fundamen-
tales se necesitan profundizar: la situación traumática referida al
hecho de violencia, las respuestas aprendidas con los mandatos
de género, las reproducciones emocionales y aprendizajes de
genero vinculados al inicio del momento de crisis y todo lo de-
más. Este trabajo que es el más terapéutico del proceso, tiene
por objetivos la reelaboración de traumas y resignificacion de los
sentimientos y pensamientos, que surgieron luego del momento
de crisis de la persona, sumados a los aprendizajes que consa-
gro. Vamos por parte:
A- Relación entre sentimiento fundamental y experiencia de
la historia de vida (Emocional/sentimental): se le solicita
al usuario que relacione el sentimiento intenso con al-
guna situación de vida que haya experimentado, duran-
te la adolescencia o niñez. Directamente se le pregunta
¿en que otro momento de tu Juventud, niñez o adoles-
cencia sentiste algo similar a tu sentimiento? El usuario
inmediatamente hace una especie de “regresión” que
lo deposita, casi automáticamente en la situación. Se le
pregunta que comente y describa lo sucedido con todos
los detalles posibles para poder comprenderlo y conte-
nerlo. Luego se le pregunta, de lo relatado ¿Cuál fue
el momento más traumático de toda la situación?, para
que sienta la emoción profundamente. Con esa emo-
ción, que es la misma que se viene trabajando, se le so-
licita que se traslade a otra situación anterior de su vida,
donde haya experimentado la misma sensación y senti-
miento. En la mayoría de los casos, la persona se cen-
tra en la niñez, donde se agudizan los “síntomas” y sen-
timientos profundos experimentados durante el evento
de violencia. De manera similar al trabajo anterior se
le pide que relate los hechos y que se posicione en el

| 303 |
momento más traumático de toda la situación. Aquí sur-
gen las conductas de abuso de poder hacia el usuario
cuando era niño y sus comportamientos y emociones
que surgían, cuando era violentado. Se trabaja con el
daño emocional que le provocaba en ese momento y
que en muchas oportunidades no se registraban como
tal, simplemente los había olvidado. Este momento es
fundamental para el trabajo terapéutico, ya que la emo-
ción acompañada y guiada nos conduce directamente
al trauma o situación traumática en etapas tempranas.
Hay personas que recuerdan traumas de los 4 años, lo
que genera una movilización muy grande que es nece-
sario contener en el momento de la intervención.
Es necesario trabajar el trauma en todo su contenido, el
hecho y la vivencia del mismo. Se debe trabajar ambos
contenidos, porque si no, la persona solo lo aborda des-
de lo cognitivo, sin hacer el trabajo vivencial e integral
profundo, siendo los efectos terapéuticos menores. Por
ejemplo, estaba jugando y mi papa comenzó a golpear
a mi mama, yo quería defenderla, pero era muy chico,
no me animaba. Se recuerda el evento y se vivencia
la emoción, insistiendo en la segunda, hasta agotarla.
Cuando la persona llega a esta vivencia, surge todo
el hecho traumático latente, a veces con furia, llanto,
angustia, desesperación, miedo, tristeza, bronca, impo-
tencia, etc. Lo que suele recordar con los sentimientos
es: “mi papa me revolcaba por el suelo a golpes (mie-
do), mi abuelo agarro a patadas a mi abuela en el suelo
(Bronca), mi papá la arrinconaba a mi mama y yo quería
ayudarle, pero no pude (Impotencia), mi papa le pego a
mi hermano, hasta que le salía sangre (temor), mi papa
llegaba borracho y rompía todo lo que alcanzaba, noso-
tros nos escondíamos (angustia), llegaba mi papa y em-
pezaba a putear a todo el mundo, los vecinos salían a
la calle y yo me escondía (vergüenza), me pegaban con
el cinto e iba marcado a la escuela, me daba cosa ir así
(temor y vergüenza), mi mama me agarraba a los palos

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y me insultaba de pies a cabeza (tristeza y miedo). La
vulnerabilidad del niño a esta situación y en esta edad,
es muy grande, por ello el trauma persiste, hasta que
puede ponerse en palabras y drenar las emociones que
estaban sujetadas. La persona “…pretende, digamos
simbolizar aquello vivido y para lo cual no estaba pre-
parado, la impreparación es el elemento fundamental”
(Bleichmar, 2010,18). Luego de estas vivencias, pode-
mos pasar a tener en cuenta las demás intervenciones
y nutrirlas, porque luego de la situación traumática y
todo lo que deviene (contención incluida), la persona se
encuentra más “liviana”, como dicen la mayoría de los
varones. Otra expresión frecuente es “me saque una
mochila o una carga enorme de la espalda”, “me siento
en las nubes y mucho más tranquilo, me había olvidado
completamente de este hecho”. A partir de allí, se tra-
baja lo demás.
En algunas oportunidades se realiza una intervención
más profunda sobre la situación planteada durante la
técnica. Si se trabaja con la bronca, como emoción que
nos permite acceder a la situación traumática, se le ex-
presa, como parte de la intervención “en realidad a lo que
le tienes bronca es al hecho donde tu papá golpeaba a
tu mamá y vos te sentiste impotente, no a la mirada o
gesto de tu esposa que realizó, mientras discutían”. De
esta manera se ayuda a la persona a otorgarle nuevas
formas de simbolizar y significar lo vivenciado durante el
acontecimiento traumático y el ejercicio de la violencia.
B- Relación entre la experiencia vivida en otras etapas evo-
lutivas y el aprendizaje de género (Cognitiva): Después
del gran trabajo terapéutico sobre el trauma, se identi-
fican los aspectos cognitivos ligados a los aprendiza-
jes de género, que lo marcaron al varón en su niñez o
adolescencia, aprendiendo a instrumentarlo en la vida
cotidiana y en sus vínculos. En estas experiencias tem-
pranas de la vida, los varones aprendieron los roles de
género masculinos, femeninos y de otros géneros. Los

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hombres con estas experiencias aprenden que lo mas-
culino maltrata y lo femenino es maltratado, controlado,
sometido y resistiendo. Sobre la experiencia trabajada,
se pregunta ¿Qué aprendiste como hombre de esa ex-
periencia trabajada? Y ¿Qué aprendiste de las mujeres
en tu experiencia? En el caso que la situación traumática
haya sido producida por el padre, se le pregunta ¿Qué
te enseño tú papa con esta experiencia de violencia?,
o ¿Qué te transmitió tu papá en esta experiencia que
acabas de contar?, ¿Qué aprendiste de los hombres que
maltratan? Como las situaciones de violencia que pro-
vocan los traumas, en la mayoría de casos está involu-
crada una mujer se le pregunta ¿Qué aprendiste de las
mujeres en esa experiencia de la niñez o adolescencia?
o ¿Qué aprendiste de tu mamá o de tu hermana, en esta
experiencia de violencia? Los varones deben identificar
los aprendizajes sociales de género que tuvieron en esa
edad y, para realizar un insight sobre los orígenes de
sus conductas machistas y de violencia actuales. Desde
lo emocional se llega al trauma y desde lo cognitivo se
aborda los mandatos de masculinidad que llevan al ejer-
cicio de violencia contra los demás géneros.
Los aprendizajes de género que suelen reconocer los
varones son: “aprendí que los varones ejercen violen-
cia, que los hombres debemos ser fuerte ante las muje-
res, que los varones tenemos que golpear y dominar a
las mujeres, aprendí que nosotros los varones tenemos
que pegar, patear y castigar a las mujeres, me di cuenta
que los varones aprenden a ordenar y llevarse puesto
todo lo que encuentra al paso”. Sobre las mujeres, re-
conocen que:” las mujeres nacieron para obedecer, que
deben ser castigadas y maltratadas, que son más débi-
les que nosotros, que deben hacernos caso en lo que
decimos, que nos deben seguir en nuestros proyectos
de vida, que deben dejarnos educar fuerte y agresivos a
nuestros hijos”. Sobre los niños y niñas, aprenden que:
“los hijos deben ser obedientes, sino serán castigados,

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que a los hijos varones hay que hacerlos fuertes, que los
limites deben ser fuertes y agresivos para que seamos
buenos hijos, que los buenos hijos deben obedecer a
los padres, que si no se obedece deben ser castigados,
que a los hijos se les puede pegar”. Esta posibilidad de
registrar las cogniciones y aprendizajes, sensibilizan al
varón que trabaja su violencia y permite el traslado a la
última significación o relación especifica.
C- Relación entre el aprendizaje de género y las conduc-
tas violentas actuales (Vincular): No se puede terminar
el trabajo terapéutico, sin antes haber establecido este
vínculo tan particular y esperable en la socialización de
los varones. Lo importante es que el varón logre esta-
blecer la relación entre los pensamientos, sentimientos
y acciones aprendidas en la situación traumática en la
niñez o adolescencia y los comportamientos violentos
con su pareja, hijos, hijas o familiar femenino. Cuan-
do los varones realizan este pasaje de lo pasado a lo
presente, logran realizar un insight fundamental, que su
conducta de abuso o maltrato, responde a los aprendi-
zajes de género y situación de vulnerabilidad en etapas
anteriores de la vida. Que las demandas de servicios
realizadas son necesidades propias de situaciones vivi-
das y sufridas anteriormente, que nada tienen que ver
con los otros, y menos aún con sus pareja e hijos o
hijas. Son necesidades insatisfechas en aquellos mo-
mentos que se actualizan y resurgen con fuerzas, hasta
hacer perder los vínculos efectivos. Y que en muchas
oportunidades las conductas de resistencias ofrecidas
en la infancia ante una situación de abuso, se trasladan
a conductas violentas en la actualidad.
Las relaciones que comúnmente realizan los varones
en estos momentos están expresadas en las siguientes
frases: “ ahhhh, pero si me pegaron en la infancia y es
lo que hago yo ahora, me doy cuenta que cuando grito,
lo estoy haciendo igual a mi papá cuando nos maltrata-
ba, en el momento que insultaba a mi hija, me di cuenta

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que así lo hacia mi papá con mi hermana, ahora veo que
cuando le pego a mi esposa, estoy haciendo lo mismo
que mi papá con mi mamá, después de este trabajo rea-
lizado áto muchos cabos, como lo que hago es por lo que
viví en mi infancia, lo tengo que superar”. Es importante
observar que se repite las conductas de resistencia o de-
fensa de la infancia o adolescencia o se imitan los com-
portamientos violentos del padre, abuelo, tíos o personas
de referencia del varón que trabaja su violencia.

El pensamiento alternativo e igualitario:


Con ello se termina el trabajo en los diferentes ámbitos, pero
queda aún la reflexión final sobre los pensamientos patriarcales
del ámbito cognitivo. En el plan original (tal cual fue presentado
y trabajado en las capacitaciones del año 2016), cuando el varón
que realizaba “La rueda”, y se encontraba en el ámbito cognitivos
de los pensamientos, luego del sobrenombre se le preguntaba
¿De qué otra manera podrías haber pensado la situación o que
otras formas de pensar a tu pareja o vos mismo, podrían haber
implementado? En un principio se lo trabajaba de esta manera,
pero se observaba que a los varones les dificultaba pensar al-
ternativamente en este momento. Incluso el autor de este libro,
cuando practicaba la rueda, como usuarios, se le dificultaba, in-
terpretar la situación de manera diferente. Recién se comenza-
ba el trabajo terapéutico y no tenían profundizado la intervención,
era necesario avanzar y realizar lo terapéutico completamente,
para que surja un pensamiento diferente al machista que lo llevo
a ejercer violencia. Es decir, realizar el trabajo terapéutico integral
para acceder a otra manera de interpretar la situación. Cuando
se le preguntaba sobre el pensamiento alternativo en el ámbito
cognitivo o de los pensamientos, todavía se encontraban un tan-
to enojados y sin lograr un reconocimiento cabal del ejercicio de
su violencia. Los tenues pensamientos alternativos que surgían
eran ambivalentes: “si tendría que haber pensado las cosas de
otra manera, pero la provocación era constante, me resulta difícil
todavía pensar de otra manera, que se yo, la pensé como una

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mala mujer, como mala esposa, ahora veo las cosas diferentes,
podría haber pensado que ella no estaba provocándome, creí que
me estaba engañando, ahora compruebo que no, haber, haber,
que otra cosa podría haber pensado…”. Es decir, solo había un
reconocimiento del “error”, de un pensamiento que llevo a una
interpretación machista, pero sin poderlo modificar, al menos en
ese momento del trabajo. Se necesitaba avanzar en el trabajo te-
rapéutico, atravez de los demás ámbitos y en especial reelaborar
la situación traumática, para un pensamiento alternativo genuino
y trasformador. Por ello se desistió de continuar indagándolo en el
ámbito cognitivo y trasladar la pregunta al final de la técnica, cuan-
do el varón realizara la totalidad del trabajo. Simplemente se le
pregunta ¿de qué otra manera podrías haber pensado la situación
que te llevó a ejercer violencia? Ante esta simple pregunta, surge
un mar de respuestas contundentes, elaboradas, genuinas y de
fácil acceso. Las respuestas son, entre muchas otras: “podría ha-
ber pensado que mi esposa reacciono así porque yo la violentaba,
que no me estaba provocando, que no era ninguna histérica, que
yo era un omnipotente que me quería llevar el mundo por delante,
que en cambio ponerme en falta estaba tratando de resistirse a
mi violencia, que intentaba limitar su derecho a la libertad, que en
realidad son cosas mías, de mi historia personal, no de ella, inten-
taba limitar sus derechos, que es una persona con los mismos de-
rechos que yo”.” Obviamente que los pensamientos alternativos
están relacionados a los pensamientos machistas, y los propios
varones le ponen las cogniciones equitativas, diferentes a las que
utilizaron en ese momento del ejercicio de la violencia. A partir de
allí, se sigue avanzando hacia pensamientos aún más equitativos
en término de derechos. Cuando los varones ensayan la técnica
en más oportunidades, los pensamientos que buscan la igualdad,
surgen espontáneamente e incluso son más “genuinos”.
Con esta última intervención culmina éste trabajo integral que
los propios varones le llamaron “la Rueda”, por la forma que ad-
quiere el trabajo. Esto es debido a que, al principio, se tomaba
al modelo original de “hombres por la equidad”, donde un faci-
litador realizaba las intervenciones y un co-facilitador, construía
un “circulo” o “rueda” en una pizarra y escribía los dichos del

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usuario, completando los ámbitos de intervención. Como se ha
planteado más arriba, esta modalidad se abandonó por la que se
describe en este texto, con resultados positivos
Para finalizar, si el trabajo es grupal se procede de la manera
siguiente: 1) se les solicita a los varones que compartieron la ex-
periencia, que contengan a su colega, debido a que su trabajo ha
producido una gran movilización de emociones y necesita de sus
pares, independientemente de la escucha y contención del tera-
peuta o facilitador. 2) se les pregunta a los varones si desean co-
mentar algo en relación al trabajo realizado, sin juicios de valores
con respecto a lo comentado por su compañero. 3) se les invita a
contar sus vivencias y las relaciones elaboradas en su propia ex-
periencia, mientras su compañero avanzaba en su trabajo. 4) se
cierra la sesión con alguna síntesis sobre las pérdidas que opera
sobre los varones el practicar el patriarcado cotidianamente.

Rol del terapeuta y/o facilitador de la técnica:


• Escucha y contención: En la versión original, esta ac-
ción de parte del facilitador, no tenía demasiada tras-
cendencia o mejor expresado, no se encontraba reco-
nocida. La escucha era solo de carácter cognitiva, es
decir con el solo fin de escuchar bien el relato, para
repreguntar, señalar y confrontar las creencias del
usuario. En la resignificaciones de la técnica, la escu-
cha posee un rol motivacional, para que el varón tome
conciencia que estamos escuchando, comprendiendo
e interesado en lo que está relatando. Nuestro objetivo
es comprender, ayudar y guiar a la persona para que
pueda conocerse así mismo. En relación a la conten-
ción, en la técnica original, el facilitador cuidaba que las
emociones no desborden la razón, porque interrumpiría
el proceso de reflexión de la persona. Ante una situa-
ción con posibles desborden, se le indicaba que debía
concurrir a terapia psicológica, para un trabajo profun-
do, y se intentaba guiar a la persona nuevamente hacia
lo cognitivo. Esto es debido a que no se concebía como

| 310 |
un trabajo terapéutico, sino como una intervención vi-
vencial para lograr tomar conciencia y reflexionar sobre
las creencias, aprendizajes y socialización de género.
Sin embargo, al considerarlo como un trabajo terapéu-
tico (siempre alejado de lo que se denomina tratamien-
to en un sentido clásico), los usuarios deben expresar
sus emociones y sentimientos lo más profundamente
posible y el facilitador/terapeuta escuchar y contener.
Es desde este punto, que se accede directamente y se
trabaja con la situación traumática infantil y/o adolecen-
te. Es el trabajo a este nivel, el que permite la gran li-
beración de las ataduras de la persona y permitirle una
reflexión con mayor profundidad.
• Flexibilidad e integralidad de la técnica: En la ver-
sión original, la técnica se presenta como un instru-
mento rígido, donde es necesario utilizar los ámbitos
para acceder al aprendizaje de género, es decir, solo
lo reflexivo-racional, como finalidad última. Sin embar-
go, cuando el facilitador/terapeuta se posiciona de una
manera diferentes, con mayor flexibilidad y permitiendo
que surja la subjetividad toda en el usuario, se trans-
forma en terapéutico. En todos los ámbitos se realiza
una intervención terapéutica, no solamente cuando se
aborda la situación traumática. En esta última se obser-
va más evidente y manifiesta, por ello en un principio
se la dejó de lado y solo se lo incluyó con el fin de que
esa emoción nos permita acceder a los aprendizajes
de género y la reproducción del comportamiento. Los
ámbitos no son compartimentos estancos y rígidos, que
no nos permitan hacer modificaciones insitu. Es desde
esta concepción que se introdujo la última pregunta so-
bre el pensamiento alternativo y no continuar haciéndo-
la en el ámbito cognitivo exclusivamente.
• El facilitador/terapeuta es un guía activo: Desde la
perspectiva de género y el paradigma sociocultural, se
insiste en la necesidad de confrontar al usuario para que
modifique sus creencias machistas. Por este motivo en

| 311 |
la técnica original, se abordaba el tránsito de la persona
en sus diferentes ámbitos, de manera distante y frio,
evitando el surgimiento completo de los sentimientos y
emociones. Se realizan preguntas puntuales y se insiste
en que la persona debe responder lo que se le pregun-
ta, transformándose en una intervención directiva. Es
en la reconsideración, cuando el facilitador acompaña,
permite diferentes expresiones del usuario, contienen
los momentos críticos y ayuda a drenar las emociones,
se posiciona de manera compasiva, demostrando em-
patía y calidez, para que la persona continúe en su au-
toconocimiento (Carl Roger). Todo ello, no significa que
debe justificar las creencias y acciones del usuario, sino
acompañarlo en su vulnerabilidad humana y a su vez,
avanzando en la disminución del ejercicio de su poder.

El trabajo integral vivencial, es Terapéutico


Como se ha venido comentando y resignificando a lo largo
del texto, la versión original no poseía esta visión terapéutica,
aunque sabemos que en la práctica ocurría. Con el intento de
no incluir las herramientas del paradigma clínico, por temor a
cuestionamientos del paradigma de género, en el discurso se
enfatizaba que no era terapéutico, sino solo socioeducativo y en
ciertas oportunidades se lo consignaba como Psicosocioeduca-
tivo. Es cierto que muchos facilitadores no instruidos en la clí-
nica, obviaban este abordaje, enfatizando que ciertos aspectos
deberían ser tratados en terapia o tratamientos tradicionales. La
verdad que observar un facilitador decirle a la persona que se
encuentra desbordada por el acceso a la situación traumática,
que “eso” lo debe trabajar en su terapia, era una situación des-
agradable para el usuario y el propio observador. El ser humano
es una complejidad, no admite recortes en sus ámbitos, por ello
debe ser trabajados de manera integral, tal cual se surge en su
subjetividad, durante el proceso de intervención. El devolverle el
sentido clínico a la técnica, nos permitió una aproximación más
profunda, y con ello no nos olvidamos de la perspectiva de gé-

| 312 |
nero. Esta técnica es un ejemplo de la necesidad de integración
de los dos paradigmas centrales que abordan la problemática
violencia de género o violencia machista.
Sintetizando, éste abordaje es un trabajo terapéutico porque:
1- Al acceder, abordar y trabajar con situaciones traumáticas
de etapas anteriores de la vida (regresión instrumental),
se intervine terapéuticamente. El abordaje del trauma y
la vulnerabilidad que produce, permite resignificar la si-
tuación y tomar conciencia de que muchas de las situa-
ciones generadas en la actualidad, son reactualizaciones
y reproducciones de aquellas épocas del ser humano.
Cuando la persona resignifica esa situación, modifica
sus pensamientos, comportamientos y muchos de sus
“síntomas” e “indicadores” desaparecen de manera in-
mediata. Una vez más es necesario diferenciar la idea de
tratamiento por una enfermedad, de una intervención que
posea efecto terapéutico, propio de un encuadre profun-
do. Existen numerosas teorías en relación a la estructura
y dinámica del trauma, que no profundizaremos, ya que
cada facilitador o terapeuta, lo abordará de acuerdo a
su encuadre. Simplemente recordaremos que un trauma
se constituye de un hecho que se asocia a una carga
emocional fuerte, que es necesario traer a la concien-
cia, porque suele olvidarse, como sucede en el uso de la
técnica con los varones. Durante el proceso se debe re-
cordar el hecho y vivenciar la emoción en el cuerpo, para
que se constituya en un trabajo terapéutico profundo. Si
solamente trabajo a nivel cognitivo, recordando el hecho
y dejando las emociones para otra intervención, no se
realiza una intervención integral. Finalmente se vuelve a
insistir en una de las bases de los procesos terapéuticos
de la mayoría de las escuelas psicoterapéuticas: utilizar
la emoción o el sentimiento, para acceder a situaciones
traumáticas o vulneraciones pasadas, con el objetivo de
modificar actitudes, comportamientos, pensamientos y
sentimientos de la persona, es el objeto de la interven-
ción. Este tipo de abordaje es propio de la psicología y

| 313 |
disciplinas afines, no pertenece a la tradición en perspec-
tiva de género, por ello es necesario diferenciarla, pero
también integrarla.
En el modelo original se observa que tal técnica tendría
un tiempo de duración entre 40 y 50 minutos, hasta una
hora. En la resignificacion, el tiempo promedio se alarga
a una hora y media, debido a la incorporación del tra-
bajo terapéutico en toda su amplitud, algo que fue muy
beneficioso para los usuarios.
2- Cuando en el ámbito cognitivo se trabaja para modifi-
car el pensamiento machista, por otro más equitativo,
llamado pensamiento alternativo, se realiza un trabajo
terapéutico. Esta herramienta es propia del encuadre
cognitivo-conductual, ya que se parte que las creencias
y/o pensamientos generan todo lo demás, hasta cons-
tituirse en un comportamiento concreto (Aron Beck).
El trabajo terapéutico consiste en que la persona debe
acercar nuevas cogniciones, que cambien sus senti-
mientos y modifiquen comportamientos, o el terapeuta
debe realizar distintos señalamientos/acompañamien-
tos para el acceso a una nueva cognición. Cuando los
varones lo ejercitan, sienten un bienestar y un resultado
positivo que los llevará a interpretar la realidad de una
manera equitativa, disminuyendo su posicionamiento
machista. En este caso, insistimos que no se trataría
de pensamientos distorsionados, sino de creencias ma-
chistas contenidas, apoyadas y fortalecidas en la cultu-
ra. Referirse a “pensamientos distorsionados” y “pensa-
mientos alternativos”, es tomar en consideración a unos
de los encuadres terapéuticos de la psicología; como
dijimos anteriormente: el cognitivo-conductual.
3- El trabajo de registro de las emociones y el cuerpo, es
fundamental en esta técnica vivencial integral. Los en-
cuadres gestálticos (y otros) son especialistas en este
trabajo, dando un resultado terapéutico favorable para
quien lo recibe. El sentir el cuerpo en el momento de la

| 314 |
situación conflictiva y el definir el cumulo de emociones
que explota durante el ejercicio de la violencia (drena-
je de las emociones a través del cuerpo), es una ex-
periencia movilizadora y sanadora, que los varones al
realizarla, registran y obtienen sensaciones que luego
las utilizaran para prevenir un nuevo evento. Luego de
la definición del sentimiento fundamental, se aborda la
historia de vida, es decir se realiza un trabajo terapéu-
tico con el cuerpo y las emociones, para luego ingresar
a la historia profunda del ser humano. La Gestalt realiza
su gran aporte a esta problemática, en este caso el tra-
bajo con el cuerpo y las emociones. En su plan original,
esta gran escuela de psicología, no se encontraba re-
ferenciada, sin embargo, está presente desde el inicio
hasta el final de la técnica. El psicodrama es otra opción
importante para este trabajo terapéutico-vivencial.
Esta técnica se trasforma capitalizadora y catalizadora de di-
ferentes abordajes terapéuticos que la psicología ha utilizado y
lo continúa haciendo, desde hace muchos años. Negar su apor-
te es quitarle el aspecto más vital de una de los trabajos más
profundo y efectivo con los varones que ejercen violencia. Lo
que debemos aceptar, de que es necesario realizar el atrave-
samiento de los aportes de género, para darle incluso más vida
a la intervención que se realiza. Una prueba más de que los
paradigmas se entrelazan, resignifican e integran para abordar
una problemática compleja como es la violencia de género y/o
violencia machista. Lo que queremos decir con ello, es que apli-
car técnicas de una disciplina como la Psicología, no es “psicolo-
gizar”, la problemática, es diferenciar el aporte que realiza cada
conocimiento en la Interdisciplina.

Las expresiones de los varones cuando


realizan el trabajo terapéutico integral.
En relación a ellos mismos:
“Nunca me he sentido tan liviano y tranquilo como después

| 315 |
de hacer la rueda”
“Fue un antes y un después hacer esto, no soy el mismo,
después de esto”
“Me siento en una nube, con lo liviano que estoy”
“Se lo recomiendo a mis amigos y a mis enemigos tam-
bién”
“Todo cambio en mi después de este trabajo”
“Mi forma de ser cambio 360 grados, después de esto”
“Nunca me había sentido así en mi vida”
“Cada vez que tengo un conflicto con alguien, pienso en
los pasos de la rueda”.
“Con una sola rueda, me dejó liviano y si ninguna carga”.
“Me saque 40 años de peso”
“No tengo la mochila de 500 kg que tenía”.
“Yo hice terapia muchos años, pero nunca había vivido
una cosa parecida como esta”

En relación a los vínculos:


“No tengo conflictos con mi esposa, con éste trabajo”
“A veces me enojo y me acuerdo de los pasos de la rueda
y me rio y digo, soy yo el que armo todo el lio”
“Para mejorar las relaciones, hay que hacer esta técnica,
esta que es una circunferencia”
“Yo no sé si las mujeres provocan o no, yo sé que yo deci-
do reaccionar bien o mal”
“No me interesa lo que me digan, que voy al psicólogo o al doc-
tor porque estoy loco, yo me siento bien, después del trabajo”.
“Yo tendría que hacer 20 trabajos más, para mejorar com-
pletamente”

| 316 |
“Cuando veía como los demás hacían la cosa circular, me
parecía que era la silla eléctrica, cuando me tocó a mí, me
sentí en la nube de valencia”.
“Me di cuenta que en cada momento puedo estar ejercien-
do violencia contra un ser querido, sin darme cuenta”
“Mi esposa me tendría que haber denunciado hace 20
años, para poder hacer esto que estoy haciendo”.
“Cuando volví con mi pareja, le dije, porque no me denun-
ciaste la primera vez que te agredí, hubiéramos vivido mu-
cho mejor estos años”.

Conclusiones:
• Es la técnica instrumentada con mayor efectividad en los
varones que ejercen violencia, posean denuncias judicia-
les o sean “voluntarios”. Los varones al transitar por to-
dos los ámbitos, realizan un trabajo integral profundo de
la situación que lo llevó a ejercer violencia de género, le
permite registrar, abordar y prevenir nuevas situaciones de
violencia que puedan surgir en un futuro.
• Es una técnica terapéutica, en la que se integra todo el cono-
cimiento de la perspectiva de género, para abordar varones
que ejercen violencia. En muchas oportunidades, el cam-
bio de posicionamiento del facilitador-terapeuta, es condi-
ción para que se trasforme en una técnica terapéutica, con
perspectiva de género. No requiere que el profesional que
lo lleve a cabo, cambie su encuadre teórico-(clínico), sino
permitir que los conocimientos de género lo atraviesen y lo
resignifiquen donde haya necesidad de hacerlo.
• Es una técnica que puede usarse tanto de manera indivi-
dual, como de forma grupal. En la modalidad grupal, quien
hace el trabajo intensivo es una persona, pero los demás
se van sensibilizando y lo identifican con su experiencia
personal. El trabajo es indistinto en cualquier modalidad, la
persona se compenetra de tal manera, que no se condicio-

| 317 |
na con el ambiente, durante el proceso intensivo.
• Cuando nos referimos a lo terapéutico, no lo estamos pen-
sando como un tratamiento clásico, como en varias oportu-
nidades se plasmó en este texto. Cuando nos referimos a
la situación traumática y a su intervención terapéutica, no
hacemos referencia a su ligazón edipica y a las asociacio-
nes con la sexualidad infantil, escena primaria, recuerdo en-
cubridor y a las interpretaciones psicoanalíticas profundas.
Sino que lo ligamos a momentos de la vida del sujeto donde
el patriarcado realizo su obra maestra en la subjetividad hu-
mana, provocando sus consecuencias en la persona, sus
vínculos y la comunidad. Intentamos desentrañar como esa
persona, singularizó los aspectos centrales de la cultura oc-
cidental. Por ello, para remover esta acción y sus conse-
cuencias, es necesario instrumentar de manera integral lo
más avanzado del conocimiento científico.

| 318 |
La evaluación de los procesos
de cambio en los varones.

“Los pacientes (usuarios) llegan


Hasta donde llega
La concepción de su terapeuta (facilitador)”.
(Morris Netherton-Dr. En Psicología Norteamericano).

Introducción

Cuando realizo cursos, charlas debates, clases, conferen-


cias, conversatorios o reuniones de trabajo, surge una pregun-
ta de manera insistente: cómo es posible saber si los varones
modificaron sus pensamientos, actitudes, conductas violentas,
manejo de las emociones, etc. Quizás que sea una de las pre-
guntas más difíciles de responder en esta problemática y abor-
daje, ya que incluyen varios aspectos a tener en cuenta, tanto
macros, como micro. El pensar que estamos frente a un varón,
que posee representaciones sociales, esquemas, cogniciones,
construidas durante casi treinta siglos que tiene nuestra cultura,
ya nos plantea un inconveniente. Cuando nace, ya están incrus-
tadas en todos los ámbitos donde ese ser humano-hombre va
a trascurrir y desarrollar todas sus actividades. Por lo tanto, es
difícil pensar que, con la aplicación de un programa o varios, con
técnicas e intervenciones diversas, por más integrales y profun-
da que sean, acceden a un cambio genuino y profundo, como
espera la sociedad. A su vez, como sería posible evaluar los
cambios en sus ámbitos, cuando son parte activa de sus vidas
y están presentes a cada momento, en cada acción, comuni-
cación, pensamientos y vínculos que establece cotidianamente.
Finalmente, pensar si los supuestos cambios que realizan, se
perpetua en el tiempo y, especialmente luego de culminada la
intervención psicosocioeducativo y vivencial; o sea terapéutica.
Teniendo en cuenta lo plasmado anteriormente, es necesario

| 319 |
revisar nuevamente los conceptos vertidos en este texto. La vio-
lencia es una problemática compleja, para su estudio, interven-
ción y obviamente también para la evaluación de los procesos de
cambio de un varón. Más aún si nos atenemos al concepto es-
tricto y especifico de violencia: todo pensamiento, sentimiento y
comportamiento dirigido a someter, controlar e imponerse al otro
como persona. O como lo enfatiza Ramírez, que cuando habla-
mos de violencia, estaríamos en presencia de una invasión en el
campo del otro. ¿Cómo evaluamos profundamente ese impacto
tan sutil en los sujetos?, más tratándose de varones, viviendo
en una cultura patriarcal, donde todo lo referido al machismo
es accesible, permitido y reforzado. Por otro lado, no es posible
construir una modalidad o instrumento que lográra evaluar en
su totalidad y de manera integral todos los aspectos de la vida
del varón en relación al ejercicio de su violencia. La percepción
y experiencia del facilitador/terapeuta no es suficiente para tener
una impresión global de la situación, aunque sea un punto de
partida importante. En este contexto de feminicidios, desigual-
dades, opresiones de género, los asistentes facilitadores, deben
realizar una mirada más amplia e intentar objetivar los posibles
cambios. Finalmente, cuando se expongan las trasformaciones
personales, siempre la debemos tomar en términos relativos, sin
pensar en cambios estructurales y definitivos. Volvemos a insistir
en la idea que los seres humanos y humanas son complejos y
complejas, para lograr abordar y evaluar los cambios de estilos
de vida en su totalidad. En todo ello y en violencia especialmen-
te, la omnipotencia profesional y personal se debe trabajar, para
evitar inconvenientes en la intervención, disminuir el riesgo y es-
pecialmente evitar frustraciones.
En este apartado se intenta dar algunos lineamientos sobre la
evaluación de cambios en varones que ejercen violencia de gé-
nero, teniendo en cuenta instrumentos anteriores y experiencias
propias de la intervención en los últimos cinco años de trabajo
específico. Siempre se insiste, que la evaluación dependerá de
los contextos, encuadres e instrumentación utilizada por los faci-
litadores y las instituciones. El lector deberá tener presente este
último planteo, para construir las suyas propias.

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Algunos planteos previos:
Sumado a los inconvenientes puntuados, se adicionan otros
específicos y propios de la evaluación en este contexto, un tanto
turbulento. Cuando se intenta “medir” los cambios en los varones,
en la mayoría de casos se aplica instrumentos a ellos mismos.
Es decir, atravez de entrevistas, cuestionarios, test o técnicas,
aplicada directamente a los varones que realizaron el proceso
terapéutico o trascurrieron por un programa determinado. En
este caso se toma en cuenta las percepciones u opiniones de los
varones y son los entrevistadores quienes responden esos ins-
trumentos, aunque en otros casos son autoadministrados. Por
ello los resultados van a depender del encuadre de entrevistador
y de las herramientas que utilizó, con el grupo o individualmen-
te. En el caso de los hombres, se espera que sus respuestas
sean sinceras y genuinas, cuestión que se plantea dificultosa,
por el hecho, que muchos varones están denunciados y esperan
con un informe técnico, el archivo de sus causas; pueden res-
ponder de acuerdo a su necesidad. Algunas instituciones, rea-
lizan un seguimiento a las parejas e hijos/hijas del varón que,
se comunican telefónicamente y a veces de manera presencial,
para conocer la percepción que poseen, de los posibles cam-
bios de su pareja o padre, u relación familiar que posea. Este
paso es fundamental, porque elimina algunos aspectos de las
impresiones subjetivas que puedan tener, los hombres-usuarios
y los propios profesionales. Sin embargo, aquí también surge la
posibilidad, que la naturalización de la violencia en los integran-
tes de la familia sea proporcional a las agresiones recibidas y se
magnifiquen los cambios, cuando en realidad son minúsculos.
En varias entrevistas se ha observado esta situación con parejas
e hijos de los varones que concurren a trabajar su violencia. Las
percepciones de los familiares, del varón y de los profesionales
eran positivas, pero al cabo de un tiempo, las denuncias se reac-
tivaban; en síntesis, la violencia (a veces extrema) continuaba.
Obviamente es necesario reconocer el valor que posee estas
instancias de evaluar los procesos con los hombres, sus familias
y los profesionales que intervienen con los mismos.
Pero siguiendo con el espíritu de este libro, “a problemáticas

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complejas, respuestas integrales”, es necesario incorporar algu-
nos aportes a tener en cuenta en el momento de evaluar a los
hombres en situación de procesos terapéuticos. Todos los instru-
mentos valoran a la persona que ejerce violencia, quedando en
el centro de la escena, lo que es correcto en primera instancia.
Son los usuarios los que ejercen violencia, por lo tanto, la eva-
luación debe ser dirigidos a ellos. Pero cuando se tratan de cam-
bios en los pensamientos, actitudes y comportamientos, juegan
otros factores que posibilitan o no, los cambios de los usuarios.
Pensemos una situación de lo más simple, pero cotidiana a la
vez, a la cual la he observado en varias oportunidades. Un pro-
fesional que, de manera particular, decide iniciar el trabajo con
varones o ingresa a una institución y, por la amplia demanda se
requiere que inicie la intervención de manera inmediata, sin la
capacitación y experiencia suficiente que requiere este tipo de
abordajes. Seguramente su actitud, estilo de comunicación, ma-
nejo y elección de los instrumentos para el abordaje, no tendrá
el mismo impacto que un experimentado facilitador o terapeuta
de años. Eso influye en las posibilidades de cambio que tiene el
usuario que interactúa con el profesional, comparado con otro
usuario que ingresa al trabajo con alguien de mayor experiencia.
Por este motivo y otros más, no es posible que la evaluación sea
exclusivamente dirigida y concentrada en el usuario, sin consi-
derar al entrevistador, su encuadre y la institución donde desa-
rrolla sus actividades profesionales y/o comunitarias.
Los profesionales poseen marcos teóricos, con herramientas
precisas y habilidades diversas para intervenir. Las instituciones
definen estrategias de abordajes, tiempos, espacios y también
encuadres, necesarios a tener en cuenta, para evaluar cambios
en los usuarios. Nuevamente un ejemplo nos puede echar luz
de las influencias de estos factores sobre las modificaciones de
pensamientos, actitudes y conductas en usuarios o “pacientes”.
El resultado esperado no será el mismo, si el profesional o la ins-
titución posee un enfoque directivo, motivacional o de acompa-
ñamiento; más aún cuando nos referimos a violencia machista.
Como hemos visto, el enfoque directivo, eleva las resistencias y
el posicionamiento motivacional, las disminuyen. Los resultados

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suelen ser evidentes: en los primeros el abandono y recambio
durante los procesos terapéuticos es frecuentes y en los segun-
dos no sucede este problema; aunque queda todavía evaluar
los cambios genuinos. Lo que sí es posible aseverar que en los
enfoques motivacionales los varones poseen interés en seguir
participando de los espacios ofrecidos.
En síntesis, cuando de evaluar los cambios en varones se tra-
ta, es condición necesaria hacerlo de manera integral, es decir
intentando incluir la mayor cantidad de aspectos. Incluir a los va-
rones, a su familia, al profesional y la propia institución es la tarea,
mediante la construcción de un protocolo específico de evalua-
ción. Tal protocolo debería ser flexible y adaptable a la situación
particular de los usuarios, los facilitadores y la institución.

Contenido de un protocolo de evaluación


de cambio en varones.
Evaluaciones inespecíficas sobre el cambio
La valoración de riesgo de manera continua: de más está en
insistir, que la valoración de riesgo en varones debe ser perma-
nente y continúa. Cada vez que el profesional y/o facilitador con-
sidere pertinente lo debería implementar. También es respon-
sabilidad del profesional actualizar los instrumentos que utiliza
y construir los suyos propios, de acuerdo al contexto que inter-
viene. En nuestro caso, debería implementar el SARA, HCR-20,
Ítems o creencias de género y su herramienta de valoración lo-
cal. La valoración de riesgo también aporta contenido al posible
cambio de los usuarios, aunque sea inespecífico. Un hombre
que había sido valorado de alto riesgo al principio y luego de un
programa disminuye a moderado riesgo, es un indicio de cierto
cambio, aunque no se conoce específicamente en que ámbito y
que tipo de evolución realizo.
La motivación al cambio durante el proceso: Los instrumentos
que evalúan la motivación que la persona posee de su nece-
sidad de cambio, también es fundamental implementarlo. Los
facilitadores deben establecer cohortes definidos para valorar la

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motivación, cuando se aplica técnicas o programas con varo-
nes que ejercen violencia. El Urica y las etapas de Prochaska y
Di Clemente, son imprescindible en este tipo de problemática,
aunque se pueden elegir otras tantas que existen en el mercado
académico. Conocer la motivación de un varón, también nos da
una idea central de su posicionamiento frente al conflicto y su
problema. Si un varón ingresa en etapa pre contemplativa y lue-
go avanza a contemplativa o en acción, nos está informando una
trasformación destacada, al menos sabemos que está motivado
y necesita nuevas herramientas, teniendo en cuenta la fase en
la que se encuentra. Sin embargo, continúa siendo inespecífico,
no accede directamente al centro de lo que hay que evaluar: los
ámbitos del ser humano, su contexto y sus transformaciones.
Los test de psicodignostico: Si bien en este texto no se inclu-
yeron test de psicodignostico, no significa que no sean valiosos
para el trabajo con varones. Lo instrumentan instituciones o pro-
fesionales que conciben a la problemática desde un paradigma
clínico clásico: los varones que ejercen violencia, poseen algún
trastorno de la personalidad y/o psicopatologías. En nuestro
caso, los test se activan cuando, es muy evidente en la entrevis-
ta o en los instrumentos de valoración de riesgo surgen indica-
dores precisos, caso contrario, no son utilizados.
La idea de no incluirlos en este texto obedece, a la cantidad,
la especificidad y a la facilidad de acceder a los mismos. Por otro
lado, esta modalidad de abordaje se plantea no solo para uso de
profesionales especialista, sino también para actores sociales
de la comunidad que lo deseen hacer en sus medios. En caso de
que los equipos comunitarios, observen la posibilidad de trastor-
nos o psicopatologías, deberán ser derivados a especialistas en
salud metal. Aunque se recomienda que las comunidades o insti-
tuciones que se dediquen al trabajo con varones, en sus equipos
posean profesionales afines a la realización de un diagnóstico
clínico especifico. Incluso aquellas instituciones que cuestionan
al paradigma clínico por ser conservador y desadecuado para
trabajar con varones, poseen psicólogos y/o psiquiatras en sus
equipos, para el diagnóstico diferencial.

| 324 |
La aplicación de estas herramientas periódicamente nos pue-
de brindar información acerca de la eficacia de los tratamientos
psicológicos y psiquiátricos específicamente, en caso que se
necesario. Es decir, si con determinada intervención psicológi-
ca o médica, el cuadro ha disminuido o continua vigente, como
al principio. Si los comportamientos violentos disminuyeron, es
que existe un factor “patológico o de inestabilidad” en la perso-
na. Tales herramientas son más inespecíficas que las anteriores,
porque sus objetivos se dirigen a valorar y monitorear trastornos
u otras enfermedades. Sin embargo, son necesarias de tener-
los en cuenta para un abordaje integral, integrado y continuo de
esta problemática.

Evaluaciones específicas sobre los cambios


Evaluación de los varones que ejercen violencia: Como en
todos los casos es necesario incluir de manera central a los
usuarios, que en definitiva deciden ejercer violencia, con sus
pensamientos, emociones y comportamientos. Para ello es de
fundamental importancia tener en cuenta varios de los aspec-
tos que trabajamos en este texto, partiendo de las creencias y
pensamientos, hasta llegar a lo más profundo de sus ámbitos.
Aunque se vuelve a enfatizar que toda evaluación es situacional
y parcial, independientemente de la rigurosidad que tenga o le
asignemos nosotros. Algunos elementos a tener en cuenta para
la evaluación, lo sugerimos en los párrafos siguientes, aunque
cada terapeuta, facilitador o institución, debería construir el suyo
propio, como ya se ha insistido en numerosas oportunidades. En
este apartado solo se presenta una guía a tener en cuenta, para
iniciar la compleja tarea de evaluación de cambios cuantitativos
y cualitativos en varones que ejercen violencia.
Se utiliza una escala tipo Likert para acceder algunos aspec-
tos cualitativos de los posibles cambios operados por los varo-
nes que ejercen violencia, luego de trascurrido un tiempo de 2
meses como mínimo de su ingreso. En cada sentencia, se in-
cluyen categorías del tipo: 1-Completamente en desacuerdo, 2-
En desacuerdo, 3- Sin opinión, 4-De acuerdo, 5-Completamente

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de acuerdo. Cuando se le entrega el instrumento completo al
usuario, se le debe dar las explicaciones correspondientes como
enseña el enfoque motivacional, para un buen desempeño en su
autoevaluación. A su vez, es necesario enfatizar que responda
en relación a la persona que mantuvo la situación conflictiva, ya
sea un integrante de la familia, una mujer u otro género. En el
instrumento no se especifica, se plantea en un sentido genérico,
porque es solo a manera de guía de lo que deberíamos tener
en cuenta y como instrumentarlo. Algunas palabras o frases pa-
recen demasiado técnicas para los usuarios, sin embargo, se
trabajan durante el proceso terapéutico, individual o grupal, que
realiza el autor. Es decir, los usuarios están familiarizados con
las expresiones y significaciones que se incluyen en las diferen-
tes categorías incluidas.

Pensamientos opresivos:
Piense y responda sinceramente si tuvo algunos de estos pen- 1 2 3 4 5
samientos o acciones en el último mes.

Ideas en la que creíste que tu manera de actuar era la única o la


mejor, entre las demás.
Ideas en la que interpretaste de manera negativa lo que hizo o
dijo tu pareja, hijos o familiar.
Ideas donde luego de un conflicto, minimizas tus comportamien-
tos violentos.
Ideas donde luego de un conflicto, te victimizas frente a la per-
sona con la cual mantuviste el problema.
Lograste incorporar un pensamiento alternativo, ante un pensa-
miento intrusivo, propio de un conflicto.
Lograste detener o revertir un pensamiento negativo, dirigido a
tu pareja o hijos/as.
Lograste construir un pensamiento alternativo que no culminara
en violencia contra otra persona.
Pensamientos en los cuales desvalorizaste el trabajo realizado
por tu pareja/esposa.
Pensamientos en los cuales intentabas imponer una idea, ante
una situación de conflicto.

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Pensamiento sobre un rasgo o característica negativa de tu
pareja/esposa/hijos.
Pensamiento donde tu pareja debía realizar alguna acción para
complacerte.
Pensamiento donde intentabas manipular la situación para lo-
grar que tu pareja haga algo a favor tuyo.
Pensamiento donde utilizas categorías o palabras negativas
sobre tu pareja: histeria, bruja, insoportable.
Pensamiento donde consideras que tu pareja/esposa tiene la
obligación de atenderte.
Pensamiento en lo que consideras que tu proyecto personal es
más importante que el de tu familia.
Pensamiento donde consideras que las tareas del hogar son
exclusivos de tu pareja y las mujeres.
Pensamiento donde surgió la idea de violentar a tu pareja, pero
te contuviste.
Pensamiento donde surgieron ideas que tienes más autoridad
que el resto de tu familia, por tener más ingresos.
Pensamiento donde consideras que luego de un conflicto, el
vínculo de pareja esta culminado.
Pensamiento donde magnificas las conductas agresivas o de
resistencia de tu pareja/esposa.
Pensamientos donde utilizaste el sistema sexo-genero para
interpretar alguna situación de la vida cotidiana.
Identificaste algún pensamiento que fue acumulándose, previo
al ejercicio de la violencia.
Lograste construir un pensamiento alternativo, interpretando la
situación conflictiva de manera más positiva que en otras opor-
tunidades.
Lograste construir un pensamiento reparador, luego del ejercicio
de tu violencia.

Comportamientos:
Piense y responda sinceramente si tuvo algunas de estas con- 1 2 3 4 5
ductas en el último mes.
Empujaste, zamarreaste, tironeaste, arrinconaste, golpeaste
algún objeto , tiraste algo, contra algún integrante de la familia.

| 327 |
Insultaste, burlaste, amenazaste, intimidaste a tu pareja/esposa/
hijos/mujer.
Exigiste u obligaste a tener relaciones sexuales a tu pareja, sin
considerar su deseo o necesidad.
Te enojaste con tu pareja, porque no quiso mantener relaciones
sexuales.
Manejaste el dinero de tu pareja, aunque tenías conocimiento
que le pertenecía.
Malgastaste el dinero familiar para obtener beneficios propios.

Reconociste tus comportamientos de violencia contra tu pareja/


hijos/hijas, luego de ejercerlo.
Reconociste los comportamientos de resistencia de tu pareja,
durante alguna situación de violencia.
Pudiste frenar tus comportamientos de violencia, ante una situa-
ción conflictiva.
Si tuviste un evento de violencia, lograste reconocerlo y reparar-
lo.
Mantuviste conductas de celos y/o control, hacia tu pareja, aun-
que sean mínimos.
Lograste implementar alguna estrategia para frenar tus compor-
tamientos de violencia.
Identificaste alguna situación de violencia en la calle, trabajo o en
la vida diaria.
Identificaste alguna situación de violencia en los medios masivos
de comunicación.
Durante la fase de luna de miel, tuviste comportamientos de
manipulación con tu pareja, para lograr lo que querías.
Registraste algún cambio corporal importante, durante una situa-
ción conflictiva.

Cuerpo:
Piense y responda sinceramente si tuvo algunos de estos reco- 1 2 3 4 5
nocimientos sobre el cuerpo en el último mes.
Reconociste tensión en alguna parte de tu cuerpo, durante la
situación conflictiva.
Registraste el inicio de la tensión en alguna parte de tu cuerpo,
durante una situación de conflicto.

| 328 |
Lograste relajar la parte de tu cuerpo que se encontraba tensio-
nada, durante un conflicto.
Lograste respirar varias veces y descongestionar la tensión
corporal.
Identificaste el momento que tu cuerpo iniciaba la tensión y en
que parte puntual.
Lograste identificar la asociación entre emoción primordial y
tensión corporal.
Identificaste la postura corporal de tu pareja o hijas/hijos, du-
rante la situación conflictiva.
Registraste la tensión corporal que siempre aparece en una
situación conflictiva.

Comunicación:
Piensa y responda sinceramente si tuvo algunos de estos 1 2 3 4 5
reconocimientos y registros sobre la comunicación en el últi-
mo mes.
Lograste identificar la comunicación no verbal, durante la
situación conflictiva.
Lograste ponerte en el lugar de la persona con la cual mantu-
viste la situación de violencia.
Registraste el lenguaje no verbal de tu pareja/hijos/hijas/mu-
jer, durante la situación conflictiva.
Registraste tu comunicación no verbal con actitud de violencia
y lograste modificarla positivamente.
Practicaste la comunicación asertiva, durante la situación
conflictiva.

Sentimientos:
Piensa, sienta y responda sinceramente si tuvo algún registro 1 2 3 4 5
sobre sus sentimientos en el último mes.
Reconociste tu enojo durante la situación conflictiva o de vio-
lencia.
Reconociste puntualmente las emociones que surgieron duran-
te el conflicto.

| 329 |
Utilizaste alguna estrategia para evitar la emergencia de las
emociones, durante el conflicto.
Registraste, regulaste o canalizaste las emociones que surgie-
ron, durante la situación conflictiva.
Reconociste el sentimiento fundamental durante la situación de
violencia.
Lograste que tus sentimientos negativos no se trasformen en
comportamientos violentos.
Reconociste que tu sentimiento fundamental tiene su origen en
otra etapa de tu vida.
Registraste que el sentimiento fundamental podría conducirte
alguna escena de violencia en tu infancia/adolescencia/juven-
tud.
Surgieron sentimientos de frustración durante la situación de
violencia o conflictiva.
Lograste registrar las emociones/sentimientos de tu pareja/hi-
jos/hijas, durante la situación conflictiva o de violencia.

Si bien algunas sentencias o aseveraciones parecen dema-


siadas simples o invitan al usuario a obtener provecho de ellas
para otros fines, es necesario tener en cuenta que los varones
están realizando un proceso terapéutico importante. Cuando los
varones se encuentran motivados para el trabajo, la sinceridad
fluye y las respuestas en su mayoría son genuinas. En estos
momentos es fundamental dejar de lado la concepción nega-
tiva que sembró el paradigma clásico, sobre las personas que
ejercen violencia, asociándolo a delincuentes, psicópatas; y por
ende “mentirosos, embusteros e irresponsables”, casi como si
fuera una instancia esencial.
Otro punto destacado es, que los resultados cualitativos ob-
tenidos coincidan con la percepción que tengamos del usuario,
durante el proceso terapéutico realizado. Insistimos en la idea
de la integralidad de la evaluación, todos los instrumentos, por
más validación y confiabilidad que posean, tienen un margen de
error y subjetividad, que se corroborara con la experiencia del
facilitador o terapeuta.
Evaluación de la percepción de los familiares sobre los posi-

| 330 |
bles cambios en el varón: como se planteó en párrafos anteriores,
es condición necesaria tener en cuenta y averiguar la percepción
que los familiares han observado y vivenciado de los cambios del
varón, que realiza el proceso terapéutico. Aquí debemos destacar
el grado de naturalización que los integrantes de la familia poseen
de la violencia, durante sus procesos de socialización.
La propuesta es simple y concisa, se le pide al familiar en-
trevistado que realice una comparación entre algunos pensa-
mientos, emociones, conductas y actitudes, entre el antes y el
después del proceso terapéutico que realiza el varón, en su rol
de pareja, hijos, padre, etc. Esta instancia se dificulta cuando
la persona se encuentra con medidas judiciales, tales como
exclusión del hogar, restricción de contacto y restricción en la
comunicación. Sin embargo, en la mayoría de los casos, tales
medidas no estas dirigidas a todos los integrantes de la familia,
en general es implementada a parejas o algunos hijos, por ende,
la o las entrevistas se dirigen a los integrantes de la familia que
mantiene contacto con el usuario. También podemos incorporar
vecinos, amigos o familiares extensos, en estos casos es nece-
sario contactarlos, siguiendo el esquema planteado hasta el mo-
mento. Por una cuestión ética, se le informa al usuario al inicio
del proceso terapéutico, que realizaremos comunicaciones con
los familiares, para conocer sus cambios genuinos.
En muchas oportunidades, esta instancia de evaluación se
realiza, cuando la persona retorno a convivir con sus familiares,
luego del levantamiento de las medidas judiciales. Esta moda-
lidad tiene sus ventajas, porque se puede tener en cuenta las
posibles modificaciones a largo plazo que instrumenta el usuario
en su proceso de revinculacion. Cabe destacar que, en algunas
oportunidades, un entrevistador experimentado con una entre-
vista en profundidad, tiene elementos para valorar la situación
de cambio en el usuario.
Cuestionario autoadministrado o completado por el entrevis-
tador a los familiares del usuario.

| 331 |
Piense y responda sinceramente sobre los pensamientos, emociones y si no
comportamientos de su pareja/padre/hijo en el último mes.
Participó de las tareas domésticas, sin manifestar enojos, ira, bronca,
malestar o alguna otra emoción negativa
Tuvo en cuenta necesidades, deseos y decisiones suyas en relación a
proyectos familiares, amistades y laborales.
Reconoció tu tarea domestica como importante y como parte de un tra-
bajo no remunerado.
Ante situaciones de tensión y conflicto, disminuyó su comportamiento de
violencia, en relación a otros momentos.
Ante situaciones conflictiva o tensión, instrumento técnicas de resolución
aprendidas.
Participó de reuniones escolares, familiares, sin generar conflictos o
malestares evidentes.
Respetó las decisiones de sus hijos púberes, adolecentes o jóvenes sin
generar conflictos o tensiones.
Mantuvo conductas de celos y control ante cambios de actitudes, ropa,
proyectos y/o amistades suyas
Relató situaciones de violencia en la calle, manifestando desacuerdo con
tales hechos.
Manifestó chistes misóginos que ofenden o degradan a las mujeres.
Festejó chistes o expresiones machista de amigos, conocidos o manifes-
tados por los medios de comunicación.
Si mantuvo comportamientos de violencia, aunque sean mínimos, se
arrepintió e intento repararlas.
Considera que ejerció algún tipo de conducta de violencia, ya sea de
tipo, física, verbal, económica o sexual.
Reconoció los logros personales suyo o del resto de los integrantes de
la familia.

En pocas palabras y de manera sencilla, defina lo que para


ud. es violencia: ...........................................................................
......................................................................................................
......................................................................................................
......................................................................................................

| 332 |
Ahora enumere los tipos de violencia que ud. considera ........
......................................................................................................
......................................................................................................
......................................................................................................

Insistimos que estos dos conceptos son importantes para la


valoración un tanto más objetiva, porque nos brinda información
de la concepción que posee el integrante de la familia y de su
singularización de la violencia. En algunas oportunidades, se lo
pregunta en el proceso de la entrevista y no de manera fría como
esta expresada más arriba.

Evaluación al entrevistador, terapeuta


o facilitador de los varones.
Cuando se intervine desde un enfoque directivo, la evaluación
está centrada exclusivamente en la percepción del usuario y su
familia, con respecto a los posibles cambios del propio usuario.
En este caso lo más valiosos es la percepción del entrevistador
terapeuta sobre lo que se debe cambiar, nunca se intenta un
feedback sobre su propio accionar. Cuando la intervención está
patrocinada por un enfoque motivacional, el centro está puesto
en el entrevistador y no exclusivamente en el usuario. Como in-
sisten los fundadores de la técnica “cuando el entrevistado eleva
sus resistencias y no cambia, quien debe modificar su actitud
es el entrevistador” (Miller-Rollnick:2016:28). Es decir, que la no
evolución del usuario o los cambios que se esperan ver, no se
obtienen, el problema es del entrevistador, no del entrevistado.
Aquí se corre el foco y se lo dirige al terapeuta, con intención
de que instrumente los medios necesarios, para que la persona
acceda y tenga posibilidad de modificar su estilo de vida. Dentro
de un enfoque integral, se incluye la evaluación del propio com-
portamiento y actitud de intervención del entrevistador, sumada
a todo lo demás que venimos debatiendo.

| 333 |
Ahora bien, evaluar al entrevistador no es una tarea fácil, re-
quiere una metodología concreta y ordenada a tal fin, donde se
puntúan varios de los contenidos expresados en la entrevista
motivacional. Existen varios instrumentos de valoración en el en-
foque motivacional, en nuestro caso solo veremos uno de ellos,
quizás el más difundido en habla hispana: el ITEM (Integridad
de Tratamiento de la Entrevista Motivacional) o en ingles MITI
(Motivational Interviewing Treatment Integrity). Este instrumento
brinda una codificación y retroalimentación al entrevistador, con
el objetivo de conocer, si está aplicando correctamente la entre-
vista motivacional y, por ende, el usuario tiene todas las posibili-
dades de cambiar. Si el usuario obtiene baja puntuación en sus
cuestionarios, que indique que no ha modificado, pero por otro
lado se evidencia una puntuación baja en la instrumentación del
MITI, el problema lo tiene el entrevistador y no el usuario. Buena
manera de poner las cosas en su lugar y evitar responsabilizar
siempre al usuario de no “querer cambiar”.
El ITEM o MITI es un sistema de codificación de comporta-
mientos, que da una respuesta a una profunda pregunta ¿Qué
tan bien o mal se utiliza la entrevista motivacional?, ya que brin-
da una retroalimentación permanente al profesional o facilitador
en su práctica de instrumentar la entrevista motivacional. Su pro-
pósito fundamental el promover feedback de manera formal y
estructurada, con el objetivo de mejorar su intervención con en-
foque motivacional. Se utiliza a través de un protocolo, que tiene
en cuenta la mayor parte de los componentes de la entrevista
motivacional, donde se realiza una grabación de la intervención,
no menor a 20 minutos. Desde este pasaje grabado se aplica el
protocolo ITEM, con toda su rigurosidad en el sistema de codifi-
cación que posee el instrumento.
Como es amplia la bibliografía sobre el ITEM o MITI, solo se
realiza una síntesis de su procedimiento, con la intención de que,
quien se dedique a este trabajo, lo profundice, antes de practicarlo.
Este sistema de codificación y retroalimentación de la EM, toma en
cuenta dos componentes fundamentales: los puntajes globales y
los conteos de comportamientos, obviamente del entrevistador o
terapeuta, no del usuario en este caso. Pero dirigido siempre a una

| 334 |
meta de cambio, el hecho significativo más importante del enfoque
motivacional. Es decir, nos enfocamos en la meta de cambio en
particular y mantenemos durante toda la conversación, esa direc-
ción especifica. Por lo tanto, los dos componentes del ITEM que se
evalúan deben estar dirigidos a la meta o foco de cambio, durante
la intervención o medición de 20 minutos. Por ejemplo, si la meta de
cambio en una primera entrevista o entrevista de admisión, es que
el varón acceda al programa o proceso terapéutico, los esfuerzos
del entrevistador deben estar dirigidos a este foco. La evaluación
de los puntajes globales y conteos de comportamiento van a estar
dirigidas al acceso del varón al abordaje terapéutico, no a otra meta
o foco. Es importante destacar que el evaluador no es el entrevista-
dor mismo, aunque se requiere que tenga un manejo importante de
la entrevista motivacional y del instrumento MITI.
Los puntajes globales son cinco y se miden teniendo en cuen-
ta una escala de Likert, con cinco puntos, donde 1 es el mínimo
y 5 el máximo. El evaluador toma el 3, como punto de partida,
para desplazarse hacia el 1 o hacia el 5. Los puntajes globales
son los siguientes:
• Cultivando el discurso de cambio: mide que tan el en-
trevistador fomenta el lenguaje del entrevistado a favor
del cambio.
• Atenuando el discurso de cambio: mide que tan el en-
trevistador evita enfatizar las razones contra el cambio
del entrevistado. (Aquí radica la gran diferencia con el
enfoque directivo).
• Colaboración: mide que tan el entrevistador trasmite la
idea que la sabiduría para el cambio está en el entre-
vistado.
• Empatía: mide que tan el entrevistador se esfuerza por
captar y ponerse en el lugar del entrevistado. Es decir,
lo que siente y piensa el entrevistado.
El conteo de comportamiento son diez tipos de comporta-
mientos que debería tener en cuenta el entrevistador durante su
intervención con el usuario. En este caso se realiza cuantas ve-

| 335 |
ces el entrevistador realiza ese comportamiento a favor siempre
de la meta de cambio. Los comportamientos del entrevistador
son los siguientes:
• Dar información: información que debe dar el entrevista-
dor con un lenguaje neutral.
• Persuadir: (se mide como un comportamiento que no
es propio de la EM) el entrevistador intenta cambiar las
opiniones, actitudes y comportamiento del entrevistado.
• Persuadir con permiso: el entrevistador intenta cambiar
los comportamientos y actitudes del entrevistado, bus-
cando la colaboración y fortaleciendo la autonomía del
entrevistado. Se intenta que también éste ítem mida
bajo en la evaluación, aunque más aceptable que el an-
terior.
• Pregunta: todas las preguntas abiertas y cerradas que
realiza el entrevistador.
• Reflejo simple: son los que hipotetizan lo que verbaliza
el entrevistado, sin añadir nada a lo que manifiesta.
• Reflejos complejos: en este caso realizan una hipótesis,
añadiendo significado a los dichos del entrevistador.
• Afirmar: el entrevistador acentúa lo positivo sobre los
esfuerzos, intenciones y fortalezas del entrevistador.
• Buscar colaboración: el entrevistador comparte el poder
con el entrevistado, dando información, consejos o su-
gerencias y tener en cuenta la opinión del entrevistado.
• Enfatizando la autonomía: el entrevistador centra la res-
ponsabilidad de tomar decisiones y acciones al entre-
vistado, destacando la importancia de la libertad en el
usuario.
• Confrontar: (se mide como un comportamiento que no
es propio del enfoque motivacional) aquí el entrevista-
dor discute, culpa, responsabiliza y cuestiona de mane-
ra permanente al entrevistado.

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Todo este cúmulo de información da un resultado cuantitativo,
pero también cualitativo, que brinda al entrevistador información ob-
jetiva sobre su desempeño como facilitador o terapeuta, permitién-
dole corregir lo necesario para contribuir a que la persona cambie.
Como la intervención a través de la entrevista motivacional es
tan amplia, también hay un protocolo para codificar la actuación
de un coordinador grupal y para quienes se dedican a formar
otros profesionales en entrevista motivacional; en este caso se
llama MITA (Motivational Interviewing Trainer Assessment). En
nuestro caso no es necesario su desarrollo, pero se enfatiza en
su consulta, para quienes se dediquen a esta noble tarea.
De esta manera, con este instrumento u otro, también se in-
cluye al entrevistador o coordinador, como factor importante para
que la persona, en nuestro caso, varones que ejercen violencia
modifiquen sus comportamientos, actitudes y pensamientos en
sus vínculos cotidianos. O, dicho de otro modo, que los factores
obstaculizadores del cambio, no sea el propio terapeuta o coor-
dinador del espacio.

Evaluación de la institución
que trabaja con los varones:
Como se planteó en otro apartado, producto del avance de la
discusión sobre la problemática, existe muchas instituciones que
atienden a varones que ejercen violencia, ya sean monovalen-
te y especialistas o, algún servicio de la misma, decide iniciar el
trabajo con hombres. Si esto sucede, es imprescindible, incluir la
institución como parte de la evaluación y los posibles cambios
del usuario. Al igual que en el punto anterior, muchas característi-
cas de la institución, pueden facilitar u obstaculizar el cambio que
la persona requiere y necesita, para una vida más saludable. En
nuestro caso, solo expresaremos ítems generales de valor cuali-
tativo, a manera de ejemplos, cada institución, podrá incorporar lo
que consideren pertinente a su protocolo de evaluación.
1). Qué respuesta posee la institución ante la demanda del
usuario o varón:

| 337 |
* Tiempo de entrega de los turnos: ...............
* Tiempo de espera en la atención: ...............
* Trato y asesoramiento en la recepción o admisión: ...............
* Criterios de derivación: ...............

2). Encuadre técnico-profesional de la institución en relación


a los varones:
* Directivo: ..............., Cual, especifique: ...............
* Motivacional: ..............., Cual, especifique: ...............
* Acompañamiento: ..............., Cual, especifique: ...............

3). Concepción que posee la institución/servicio sobre los va-


rones que ejercen violencia:
* Tradicional, del tipo, los varones que ejercen violencia son
delincuentes, psicópatas, enfermos, etc.: ....................................
......................................................................................................
.....................................................................................................
* Integral; del tipo, los varones que ejercen violencia son per-
sonas que poseen sus potencialidades para cambiar: ................
......................................................................................................
......................................................................................................

4). Que técnicas específicas utiliza la institución para trabajar


con varones que ejercen violencia:
* Clínicas, describa cuales: .....................................................
* Socioculturales, describa cuales: ..........................................
* Integrales: describa cuales: ..................................................

| 338 |
5). Observaciones: ..................................................................
......................................................................................................
......................................................................................................
......................................................................................................
......................................................................................................
(todo lo que se crea pertinente incluir para evaluar la institución
en relación a su influencia que puede tener sobre sus usuarios.
Tales propuestas deben estar dirigidas o guiadas a la meta o
foco de la institución).
Muchas de los estilos, concepciones y modalidades de inter-
vención de una institución, obstaculizan el futuro proceso de cam-
bio en un usuario. Colas para obtener un turno, distención en el
tiempo de entrega del turno, ausencia de asesoramiento de cómo
funciona la institución, demoras en la atención en horarios progra-
mados, confrontación excesiva durante la entrevista con el usua-
rio, consideración que toda la responsabilidad está centrada en
la persona exclusivamente, son los aspectos a tratar para lograr
un buen desempeño en la intervención profesional e institucional.
Todo contribuye a lograr objetividad en la evaluación del usuario,
eliminando los aspectos subjetivos en el análisis e incorporar la
“subjetividad” plena del ser humano, varón en este caso.

Reflexiones finales:
• La evaluación de los posibles cambios que un usuario
realiza durante y hacia el final de un proceso de trabajo,
es fundamental para monitorear al varón, al programa
con sus técnicas, al facilitador y a la propia institución
y/o servicio. Si se realiza teniendo en cuenta estos com-
ponentes, sabremos si somos facilitadores o no, de los
cambios necesarios en los usuarios.
• Una evaluación integral no puede detenerse exclusi-
vamente en el usuario o varón que ejerce violencia,
debe avanzar a tener en cuenta la mayor cantidad de

| 339 |
componentes que propician u obstaculizan los posibles
cambios de un usuario. Para ello se deben incluir, al
entrevistador o facilitador, la familia del mismo, al entre-
vistador y su institución. Se deben tener en cuenta los
instrumentos específicos e inespecíficos que se posee
para construir el protocolo de evaluación.
• Se recomienda, como en otros apartados, que se cons-
truyan instrumentos específicos para evaluar a los
usuarios, teniendo en cuanta las características propias
del modelo de abordaje, la microcultura de la región,
la población y todo factor que se requiera para que la
herramienta sea integral.

| 340 |
Anexo

Palabras Preliminares
Este material fue escrito en el año 2010, en un momento que
el denominado “equipo de constatación”, de acuerdo al art. 20 y
25 de la ley 9283 de Córdoba, se había trasformado en un punto
de inflexión en la problemática de violencia. Era un equipo inédi-
to, sin antecedentes concretos en el país (desde 2006) lo que
amplia aún más su rol destacable. Su trabajo consistía y con-
siste, en presentarse en domicilio un psicólogo y trabajador so-
cial, luego de una denuncia por violencia familiar, para valorar el
riesgo de la situación denunciada. A ello se le agrega que dicho
equipo debía confeccionar un informe, dirigido a una autoridad
competente (juez, fiscal, etc.) para que proceda a impartir una
medida judicial en torno a las sugerencias del equipo intervinien-
te. También debía evaluar las consecuencias de la violencia e
indicar los diferentes procesos terapéuticos que cada integrante
necesitaba; gran y verdadera responsabilidad.
En su afán de organizar una intervención inédita, compleja
y a veces peligrosa, decidí escribir y plantear el encuadre de
trabajo con lo que tal equipo intervenía cotidianamente. Así sa-
lió a la luz este trabajo o artículo, que no había sido publicado,
más si debatido y presentado en congresos, charlas debates y
capacitaciones con otros equipos técnicos. Durante ocho largos
años, compartí, aprendí y aporte con una visión interdisciplinaria
a esta modalidad de intervención, que “salvo” muchas vidas y
aun lo continúa haciendo.
Este es mi humilde homenaje y reivindicación a todos los pro-
fesionales que participaron de ese duro escenario del principio,
pero con la intención que otros profesionales lo tomen como
base de futuros dispositivos en terreno y comunidad.

| 341 |
LA ENTREVISTA DOMICILIARIA EN EL PROCESO DE VA-
LORACION DE RIESGO EN VIOLENCIA FAMILIAR: CARAC-
TERISTICAS TECNICAS DE LA INTERVENCION.

| 342 |
“La creación de una unidad de constatación
de hechos denunciados, que funcionará
todos los días, durante las veinticuatro horas (24)”
Ley 9283 (L.V.F.), articulo 20 - año 2006.

Introducción.
La intención de introducir este artículo escrito en el año 2010
y enriquecido en la actualidad, es poner en conocimiento una
práctica profesional específica en aquellos momentos de inicio
de la ley de violencia en Córdoba. En ese contexto, donde se de-
sarrolló la intervención, no había una experiencia con estas ca-
racterísticas, por lo tanto, fue necesaria construirla, repensarla y
escribirla. Es necesario destacar, que surge directamente de la
intervención profesional, y en un segundo tiempo se le introdu-
cen los contenidos teóricos con los aportes de varias disciplinas,
tanto del ámbito social, como clínico. Por tal motivo el desarrollo
se inicia, con algunos planteos conceptuales de la entrevista,
en otros medios y que nos sirvieron para pensar y construir la
práctica profesional.
Está dedicado a todo/as aquellos profesionales que formaron
parte en el inicio de esta experiencia única en nuestro país y a
los que aún continúan en la difícil tarea de valorar el riesgo en el
domicilio de los involucrados en situaciones de violencia. Claro
está que durante la pandemia Covid 19, la intervención, salvo
casos especiales, se realizó telefónicamente. Creemos también,
que puede aportar a otras experiencias similares que se desa-
rrollan en la actualidad, con características que se acercan a la
intervención que se realizaba o que aún se lleva a cabo.
Es importante de clarificar, un mal entendido que fue objeto
de múltiples críticas desde el inicio de lo que se llama la “unidad
de constatación”. Se la denomino de esa manera, porque la ley
de violencia 9283 (10400/2016) en su artículo 20 y 25, lo desig-
naba de esa manera. Las críticas que se le atribuyo, fue justa-
mente sobre el nombre: constatación. Porque sugería constatar

| 343 |
hechos de violencia, luego de una denuncia realizada, general-
mente por una mujer. Si el objetivo era constatar los verdaderos
hechos de violencia, entonces era una realidad que las mujeres
no denunciaban hechos verdaderos de su violencia sufrida. Una
vez mas no se les creía a las mujeres que verdaderamente su-
frían violencia, como sucedió durante muchos siglos en nuestra
cultura. Los prejuicios sobre las mujeres, nuevamente ingresa-
ban en este tema tan sensible. Sin embargo, más allá de la de-
signación legal, el equipo interdisciplinario no tenía por objetivo
constatar hechos de violencia, sino de valorar la situación, los
efectos y consecuencias de la violencia sobre las personas que
la sufren, el evaluar la necesidad terapéutica de los involucrados
y sugerir una posible medida judicial en el momento de confec-
cionar un informe profesional. Este fue el sentido que se le dio
a la intervención y así se comprendió en los medios afines a la
problemática de violencia.

Generalidades sobre la entrevista.


La entrevista es uno de los instrumentos más difundidos y uti-
lizados, tanto en el ámbito científico como popular debido a los
múltiples usos y variedad de objetivos que la conforman. Todo
lo que significa o tienen por finalidad discutir o desbrozar alguna
tarea concreta entre dos personas siempre y cuando respetan
ciertas variables de tiempo y lugar, se puede concebir como una
entrevista.
Quienes realizan entrevistas pueden ser, periodistas, jueces,
jefes, docentes, directivos, profesionales de cualquier disciplina.
En términos generales hasta dos transeúntes que acordaron un
encuentro a determinada hora o lugar pueden tener por finalidad
una entrevista, aunque no sea técnica-profesional.
La entrevista puede ser utilizada para una consulta, una in-
terconsulta profesional, una indagación o un interrogatorio y, es
una técnica por excelencia de la investigación, en especial de la
metodología cualitativa, extendiéndose a la metodología cuanti-
tativa a través de una encuesta.

| 344 |
Su instrumentación depende de los objetivos propuestos y de
la disciplina que la aplica, al que se le incluye el marco teórico
e ideológico del entrevistador, particularmente si se trata de las
ciencias sociales, cuyo objeto de estudio y de intervención es
siempre complejo e incluye cuestiones ideológicas de quien la
lleva a cabo.
Numerosas son las disciplinas que han contribuido a la teo-
ría, a la técnica y a la aplicación de la entrevista, entre ellas la
Sociología, la Antropología, la Psicología, el Trabajo Social, la
Medicina, el Derecho, la Comunicación Social. Algunos lo cons-
truyeron intramuros y otros extramuros, aunque los aportes han
sido valiosos indistintamente, dependiendo del tipo de interven-
ción y del campo de acción.

DIFERENCIAS ENTRE ENTREVISTA


E INTERROGATORIO.
Por la difusión y amplio espectro que ocupa la entrevista, en
la actualidad es común que se confunda con lo que se conoce
como interrogatorio o indagación, de allí estriba la necesidad de
diferenciarlo, ya que suelen utilizarlo de manera indistintas y no
es correcto.
Interrogatorio: en la tradición racionalista y positivista se
consideran que para saber es necesario y suficiente preguntar,
suponiendo que la pregunta y respuestas pertenecen a un mis-
mo dispositivo lógico y objetivo. Las respuestas (relatos) satis-
facen la necesidad de datos concretos y objetivos, propios de la
neutralidad técnica y escéptica del cientificismo objetivista. La
indagatoria tiene por objetivo simple, rescatar y recabar infor-
mación, por ello solo hace énfasis en el relato de la persona
indagada, obteniéndose el dato objetivo de la situación, dejando
al margen lo que surge del proceso intercomunicacional entre
dos o más personas. En la observación de los hechos, los he-
chos suelen hechizar al observador, los hechos hechizan suelen
decir los poetas románticos. En el modelo directivo se realiza un
abuso de este posicionamiento, especialmente cuando se apli-

| 345 |
can instrumentos de valoración, test o una simple “entrevista” de
admisión, porque el objetivo es recabar datos cuantitativos. En
varias trampas cae el entrevistador, como nos ha señalado el
enfoque o entrevista motivacional.
Entrevista: es el proceso de comunicación que se despliega
en un encuentro establecido, donde no es causal ni lineal, sino
un devenir de múltiples afectaciones e interacciones verbales y
analógicas (miradas, posturas, gestos, silencios, movimientos,
señales, etc.) por tal motivo no se basa exclusivamente en el
simple acto de preguntar y recopilar información o datos empíri-
cos de un relato. En la entrevista “se proyecta mucho más que
la simple recopilación de datos duros” (Ander-Egg;1986,225).
El campo que se despliega en la entrevista, es de conductas,
discursos, enunciados, verbalizaciones, simbolizaciones, repre-
sentaciones sociales y fantasías, necesarias de contextualizar e
incluirlos en el proceso de intervención.
La entrevista al ser incluida dentro del proceso de comuni-
cación, enfatiza en la interacción verbal en que se cambian y
emplean las palabras (relatos) o lo no verbal (gestos, señal, si-
lencios) y lo paraverbal (elementos fonoaudiológicos del lengua-
je (tono, timbre e intensidad de la vos). En la entrevista se tiene
en cuento lo objetivo y lo subjetivo de la interacción (Echegoyen,
1993,222).
Para Bleger la entrevista es una acción de estudiar la con-
ducta humana del entrevistado a través de la función de escu-
char, vivenciar y observar (Bleger, 1976,16). Desde esta mirada,
el interrogatorio quedara incluido dentro de la entrevista, pero
resignificado, un relato contextualizado con sentimientos y emo-
ciones, es decir, una conjugación entre lo objetivo y lo subjetivo:
el relato con los emergentes de la situación. En muchas oportu-
nidades los emergentes suelen ser tan o más útiles e importante
que lo relatado “objetivamente”.

| 346 |
LA ENTREVISTA EN EL DOMICILIO DEL O
LA ENTREVISTADO/A Y LA ENTREVISTA DE CAMPO.
Muchas disciplinas y profesionales han optado por utilizar la teo-
ría y la técnica de la entrevista en el propio domicilio del entrevis-
tado, dicho de otra manera, instrumentan la entrevista en el propio
contexto local donde el entrevistado reproduce su vida cotidiana.
Tal cambio de paradigma en la entrevista se debió al tipo de
intervención profesional que se realiza, logrando modificar mu-
chos aspectos de la entrevista institucional o del propio consul-
torio. Durante muchos años de trabajo, polémicas y discusiones
tales profesionales han dado a luz una serie de ventajas de la
entrevista en domicilio o de campo, en relación a la clásica en-
trevista intramuros.
A continuación, se describen algunos aportes de disciplinas
que desarrollan entrevistas en el campo: Antropología, Sociología,
Ciencias Políticas, Metodología, Trabajo Social, Psicología, etc.
En Antropología: Para Roxana Guber (Guber; 1991; 78-81),
la entrevista en terreno permite acceder a:
• El universo de significaciones de actores sociales de
una determinada comunidad.
• Las acciones pasadas o presentes de las personas en-
trevistadas o de terceros, sin la necesidad de que en-
trevistador haya estado presente en tales situaciones.
• Un conjunto de enunciados y verbalizaciones en el mar-
co del contexto local donde los entrevistados desarro-
llen su vida.
• Una instancia de observación única, que nos ofrece as-
pectos no verbales, el contexto donde surgen los he-
chos, a sus características físicas y a conductas del en-
trevistado y tercero.
• Captar situaciones en vivo y directo en el medio donde
viven los entrevistados.
• Por su flexibilidad permite negociar su dinámica, los te-

| 347 |
mas, el tipo de conversación, el lugar y el tiempo (su
duración).

En Metodología de la investigación: para Selltiz (Selltiz; 1985;


193) la entrevista de campo no está dirigida a la descripción y com-
prensión de la conducta tal cual ocurre, ya que el entrevistador no
ha observado los hechos. Al contrario de ello se basa en una in-
formación verbal y no verbal (discursivo y no discursivo del entre-
vistado) dirigiéndose a comprender o proporcionar informes sobre
percepciones, creencias, motivaciones, anticipaciones o planes
futuros. Pero también a conductas pasadas y privadas, pudiendo
lograr inferencias sobre lo sucedido y lo que podrá suceder.
Durante la entrevista, el entrevistador tiene la oportunidad de
observar al sujeto y al mismo tiempo al conjunto de situaciones
en la que se haya contestado, es decir todo su contexto o, mejor
dicho, la percepción de ese contexto.
En Trabajo Social: para Graciela Tonon (Tonnon; 2005; 87), la
entrevista en el domicilio del entrevistado permite:
• incluirnos en la vida cotidiana de los individuos.
• observar la vivienda, donde se reproduce la vida coti-
diana, ya que nos informa sobre la organización familiar.
• observar sus condiciones de vida, ampliando el contex-
to, aunque no significando con ello, la realización de un
listado de datos que describan la vivienda o la persona.
• Obtener información verbal y no verbal en el contexto
donde surgen los hechos.

En Psicología comunitaria: para Mónica Pan (Pan; 1986; 6-7)


la entrevista domiciliaria posee características propias diferentes
a otro tipo de entrevistas. En primera instancia observa que la vi-
sita al domicilio del otro se realiza con tres finalidades diferente:
• Como respuestas a una demanda asistencial.

| 348 |
• Como medio de inserción del equipo de salud.
• Como generador de participación de los agentes so-
ciales.

A su vez hace énfasis en su encuadre, en relación al número


de profesionales que realiza la visita, el lugar, el tiempo y lo vin-
cular de la relación que se establece con los integrantes de esa
comunidad en particular.
Cuando se refiere a las ventajas de este tipo de entrevista
enfatiza la importancia en la disposición de los lugares en la en-
trevista, los cambios en los lugares en una misma entrevista,
contextualizando la problemática abordada, el abordaje familiar
y no individual, disminución de las distorsiones de los profesio-
nales en relación a la problemática familiar.
A la entrevista se le suma otra técnica, la observación que
permite captar la realidad física, cultural y social de una familia.
Tal técnica consiste en utilizar los sentidos para captar hechos
y realidades presentes de la persona en el contexto real donde
se desarrollan sus actividades. Así se logra captar en vivo y en
directo los acontecimientos actuales tal como son y tienen lugar
en el presente y no sobre hechos pasados como en la entrevista.
Si bien la entrevista y la observación son técnicas distintas, am-
bas son complementarias o mejor dicho son parte de un mismo
proceso de intervención e investigación.

LA ENTREVISTA EN EL PROCESO
DE VALORACION DE RIESGO
Cuando se sanciona la nueva Ley de Violencia Familiar 9283
(2006), en la Provincia de Córdoba, se prevé la creación de un
equipo profesional técnico, al cual se denomina Equipo de Cons-
tatación, quien dependía de la Dirección de Violencia Familiar
del Ministerio de Justicia de la Provincia de Córdoba. Comienza
su funcionamiento en el mes de abril del 2007, y se constituye de
manera interdisciplinariamente: psicólogo/a y trabajador/a social.

| 349 |
Actualmente este equipo de trabajo/intervención, depende del Mi-
nisterio de la Mujer de la Provincia de Córdoba.
Es importante destacar que en la Argentina no había antece-
dentes de equipos con estas características, al menos en ese
momento (2006/2007). Por este motivo, el quehacer de Consta-
tación (valoración de riesgo, sugerencias de tratamientos, etc),
se fue construyendo de acuerdo a las necesidades propias del
contexto en que se desarrollaba su accionar y en una constante
revisión de la labor y de la bibliografía existente relacionada con
la temática de valoración de riesgo de la situación de violencia
y sugerencias de medidas judiciales. En relación a las sugeren-
cias, es importante de destacar que la ley de violencia familiar
de Córdoba incluye un amplio espectro de posibilidades; desde
la exclusión del hogar del agresor, restricción de contacto con
su familia, otorgamiento de dispositivo de prevención, hasta las
múltiples intervenciones terapéuticas.
La intervención desde la Unidad de Constatación, se articula
en una dimensión material (condiciones objetivas de vida) y no
material (lo simbólico, representaciones, saberes, etc.). Según
Bourdieu, el sujeto no sólo se define por sus condiciones objeti-
vas, sino también, y fundamentalmente por lo que se ha llamado
“Habitus”, disposiciones, o lo social hecho cuerpo; es decir una
estructura estructurada por las condiciones objetivas y subjetivas
de percepciones, pensamiento y acción. Intervenir es venir entre,
interponerse. Por esta razón en el lenguaje corriente esta palabra
es sinónimo de mediación, de intercesión, de apoyo, de ayuda.
En primera instancia nos encontramos imposibilitados de
concebir la tarea como entrevista de constatación, ya que tal de-
signación supondría un corpus de conocimiento teórico y prác-
tico propio y especifico a la tarea realizada en constatación de
hechos de violencia, cuestión que carece hasta la actualidad.
Luego de varios años de realizar este tipo de entrevista se obtu-
vieron algunos hallazgos y particularidades del quehacer profe-
sional en constatación, pero de ninguna manera se corresponde
con una teoría de la técnica entrevista de constatación.
En otras actividades profesionales o disciplinas, como la an-

| 350 |
tropología, la sociología, la psicología clínica, la ciencia de la
comunicación han logrado desarrollar un conocimiento amplio,
sistemático y armónico de la técnica entrevista, por ello ameri-
ta la designación tal como entrevista antropológica, entrevista
clínica, entrevista sociológica, entrevista periodística y hasta la
entrevista médica. Lo que intentamos realizar en el proceso de
constatación es utilizar o instrumentar todo el arsenal praxico de
la entrevista en diferentes profesiones o disciplinas al servicio de
la tarea a realizar, con la finalidad de cumplimentar los objetivos
propuestos por dicha intervención.
Desde ese punto de vista, se puede definir a la entrevista de
constatación como una técnica de actuación/intervención profe-
sional aplicada a una problemática específica como es la violen-
cia familiar, teniendo como uno de los objetivos primordiales la
valoración del riesgo en la situación denunciada y la posibilidad
de sugerir medidas judiciales, incluida las diferentes acciones
terapéuticas sobre los involucrados. En este sentido el profesio-
nal (constatador) incorpora la feliz metáfora de Foucault que de-
signa la necesidad de introducirse en el campo con una caja de
herramientas donde se van utilizando los contenidos de acuerdo
a las necesidades y objetivos.

LA TIPOLOGIA DE LA ENTREVISTA
DE VALORACION DE RIESGO EN DOMICILIO.
Podríamos pensar que la entrevista en el proceso de valo-
ración de riesgo y posibles sugerencias judiciales en domicilio,
es de tipo semiestructurada y focalizada. En primera instancia
describamos las características de este tipo de entrevista a nivel
general, no aplicándola a ningún quehacer profesional, para ello
tomaremos los rasgos de este tipo de entrevista aportado por
Ander EGG (Egg: 1986:221) como propuesta en la intervención
social. Cabe destacar que solo se toma este autor como base,
ya que existe una bibliografía muy amplia para consultar.
Semiestructurada: se realizan una serie de preguntas abier-
tas con ausencia de estandarización formal, con ciertos ítems a

| 351 |
tener en cuenta, donde el entrevistado responde de manera ex-
haustiva y activamente, utilizando sus propios términos y dentro
de un cuadro de referencias a un tema que se formula y aborda.
Focalizada: se establece una serie de tópicos en relación en
los cuales se focaliza la entrevista, desde donde debe responder
el entrevistado. Aquí el entrevistador puede sondear razones,
motivos, también ayudar a esclarecer una situación planteada,
sin quedar sujeto a una estructura fija y rígida de preguntas en
serie. Sin embargo, el entrevistador debe focalizar al entrevista-
do en cuestiones precisas y puntuales que son necesarias inda-
gar. Este tipo de entrevista se caracteriza por tener en cuenta la
experiencia que ha tenido la persona y su familia con el agrega-
do de sentimientos, actitudes, motivaciones y opiniones, al que
se incluye el ambiente donde se desarrolla todas las conductas.
Con el aporte de este tipo de entrevista podemos echar luz a
nuestro propósito ya que tomaremos tales rasgos y lo adapta-
remos al proceso de valoración de riesgo en el lugar donde se
sucedieron los hechos de violencia.
La entrevista de valoración intenta buscar un acercamiento
para conocer la situación que viven las personas involucradas en
la denuncia de violencia familiar, logrando un clima de confianza
que facilita la comunicación, llamado comúnmente rapport. Se uti-
lizan preguntas abiertas, facilitando el desarrollo de una expresión
oral y repreguntando algunos detalles que resultan de interés para
ahondar la situación familiar y de valoración especialmente. Se
intenta decodificar gestos, acciones, reacciones y conductas de
los sujetos. Por ello este tipo especial de entrevista es semies-
tructurada y focalizada, adaptada al contexto de su surgimiento.
Semiestructurada: se realizan preguntas abiertas de modo
que la persona posea una cierta libertad para responder, pero
con cierta limitación, ya que las preguntas están conformadas
teniendo en cuenta ciertos ítems en relación a la problemática
de violencia familiar: frecuencia y tipo de violencia, indicadores
de riesgo, recursos y potencialidades, conductas típicas de una
persona que sufre o ejerce violencia, ciclo de la violencia en la
que se encuentra la pareja, entre otras.

| 352 |
Focalizada: la entrevista es acotada no solo en tiempo, sino
también en la temática abordada, ya que solo abarca un aspecto
de la vida de las personas y sus familias, la problemática de vio-
lencia. Aunque también se rescata la influencia de la violencia en
la vida de la persona y la dinámica familiar funcionando: cómo
afecta la violencia en el ámbito físico, psicológico y social; es
decir en la integridad biopsicosocial cultural.
Si bien se puede preguntar y observar sobre otros aspectos
de la vida familiar, se focaliza el impacto que provoca la violen-
cia en los ámbitos descriptos, con el objetivo de arribar a una
evaluación de riesgo de la situación de violencia denunciada y
de acuerdo a las consecuencias sobre sus integrantes, que tipo
de intervención terapéutica amerita. En el enfoque motivacional
diríamos que es necesario mantener el foco o la meta, desde el
inicio hasta el final de la entrevista.

DIFERENCIAS ENTRE ENTREVISTA DOMICILIARIA


EN ATENCION PRIMARIA DE LA SALUD
Y LA ENTREVISTA DE VALORACION
EN VIOLENCIA FAMILIAR.
Es importante resaltar y destacar que la entrevista domici-
liaria en el contexto de atención primaria de salud (APS) se ha
transformado desde la reunión de Alma Ata (1978) en el paráme-
tro fundamental de otro tipo de entrevistas domiciliarias.
Es un hecho que diferentes profesionales que ingresan e inter-
vienen en los procesos sanitarios de la comunidad han incluido
los grandes aspectos y desarrollo de la entrevista en APS. Pro-
fesionales y disciplinas de ámbitos tan disímiles como el judicial,
educacional, social, han integrado las modalidades y caracterís-
ticas propias de una concepción integral de abordaje, aunque di-
fieran los objetivos de intervención. Sin embargo, más allá de los
aportes que haya realizado existen numerosas diferencias entre
un tipo de intervención y otra que impacta en las características
propias de cada una de las técnicas implementadas:
Encuadre: en toda entrevista es condición necesaria deter-

| 353 |
minar ciertas variables, para que permanezcan estables, que
constituyen el encuadre propio de la técnica de intervención.
Entre las variables se encuentra el tiempo, lugar, rol, objetivos,
relación entrevistado-entrevistador, etc.
La primera diferencia contundente entre una modalidad de
intervención y otra radica, que en la entrevista comunitaria pue-
de entrevistarse a todo el grupo familiar en el mismo momento,
en cambio en la entrevista de valoración de riesgo se realiza la
entrevista por separado, primero la persona que sufre violencia,
luego la persona que la ejerce y en tercera instancia algún inte-
grante del grupo familiar o vecino si se lo considera necesario y
pertinente; siempre resguardando la seguridad. Como regla pri-
mordial nunca se entrevista a todos juntos, porque puede que el
denunciado no esté al tanto de la denuncia y por la sencilla razón
que, por el tipo de problemática, la persona que sufre violencia
puede sentir temor de hablar delante de la persona que ejerce
violencia. En muchas oportunidades, el equipo debió intervenir
sobre la persona denunciante-agresora, para evitar nuevas si-
tuaciones de violencia en el momento del proceso de entrevista.
Además, esto permite tener una visión más global y profunda de
la situación evitando las interferencias designadas por la ciencia
de la comunicación, como son los ruidos.
Tiempo: en los procesos sanitarios el tiempo en general es
amplio, no habiendo un límite preciso en el tiempo real dispo-
nible de duración de la entrevista, dependiendo de los temas a
tratar, ya que pueden ser numerosos. Si bien no se ha estanda-
rizado su duración puede ser entre 1 a 3 horas, esto es debido a
que uno de los objetivos centrales de toda entrevista comunitaria
es fortalecer el vínculo entre el equipo de salud y los actores
sociales, asegurándose el proceso de inserción del equipo sani-
tario (OPS:1999:64).
En la intervención de valoración por violencia familiar, el tiem-
po es acotado, observación que consta en el artículo 20 de la
ley 9283 (y en otras legislaciones), porque el objetivo de la en-
trevista es una evaluación de riesgo en relación a la situación
denunciada. Este límite en el tiempo depende de varias razones

| 354 |
de acuerdo a las circunstancias: entre ellas, al tiempo real dispo-
nible, a que la única temática a tratar es la de violencia familiar,
a la seguridad de los profesionales y de la persona que sufre vio-
lencia, etc. La duración que estipula el protocolo de constatación
es aproximadamente de media hora a cuarenta y cinco minutos
al que se puede variar de acuerdo al caso y la situación parti-
cular. (Protocolo de Constatación, 2010,4). Hubo intervenciones
que demandaron dos horas, por la complejidad de la problemá-
tica abordada insitu.
Objetivos: en los procesos comunitarios, la entrevista domi-
ciliaria suele tener varios objetivos a la vez. Entre ellos se en-
cuentra el fortalecimiento de la relación y futuro vinculo del equi-
po sanitario con la familia y la comunidad, concientizar sobre
diferentes problemáticas propias de la familia o la comunidad,
invitar u ofrecer a los diferentes integrantes de la familia las ac-
tividades y espacios comunitarios (talleres, programas de salud,
etc.), fomentar la participación comunitaria, realización de segui-
mientos, visitar por demandas de otras instituciones del barrio
como la escuela, capilla, ONG. Todo ello atravesado por un ob-
jetivo amplio que trasciende, una simple entrevista puede lograr
asegurar la inserción del equipo comunitario y desde allí trabajar
los diferentes programas sanitarios.
En el proceso de valorativo de riesgo, el objetivo exclusivo es
valorar la situación de riesgo en un contexto de violencia familiar,
y en la mayoría de los casos, luego de una denuncia. Es necesa-
rio reconocer que durante la entrevista es factible de realizar otro
tipo de intervención como brindar información o asesoramiento
referida a la temática que entran en la problemática puntual de
violencia. Entre ellos es posible de asesorar o informar sobre
el funcionamiento de otras instituciones estatales que pudieran
apoyar a familias vulnerables: desarrollo social, centro de salud,
hospitales, especialistas, etc.
Vinculo: en la entrevista de APS el vínculo profesional y el
actor social suele verse fortalecido. En general se trata de un
vínculo estable, continuo y sostenido en el tiempo, ya que, en el
imaginario popular, salud es una institución de ayuda, de sostén

| 355 |
y cuidadora de la familia.
En cambio, en la entrevista de constatación la relación es
puntual sin sostén temporal, ya que se tiene un contacto aco-
tado, que podría extenderse con el seguimiento. En esta inter-
vención la relación puede fortalecerse o debilitarse teniendo en
cuenta los intereses de los involucrados.
TEMAS A TRATAR EN LA ENTREVISTAS: la entrevista co-
munitaria es polivante ya que aborda diferentes problemáticas
que afectan a la familia o comunidad: salud, educación, partici-
pación, medio ambiente, violencia, etc.
En tanto que la entrevista en constatación es monovalente,
ya que solo se focaliza en la problemática de violencia y sus
consecuencias en el grupo familiar, más allá de otros temas que
pudieran surgir.
Nivel de intervención
En la comunidad se interviene desde el primer nivel de aten-
ción: promoción de la salud y prevención de la enfermedad. Se
interviene cuando el hecho todavía no ocurrió, aunque también
se implementa en el segundo nivel, detección precoz y preven-
ción de futuros hechos sobre la salud.
En situaciones de violencia de estas características, se inter-
viene exclusivamente desde el segundo y tercer nivel, luego de
la denuncia por violencia, intentando realizar el diagnóstico de la
situación y evitar futuros hechos de violencia. La intervención es
siempre después de un hecho agresivo o violento.

EL ENCUADRE DE LA ENTREVISTA
DOMICILIARIA DE VALORACION DE RIESGO.
En toda entrevista el encuadre es ofrecido por el entrevis-
tador y el campo por el entrevistado, para que se constituya el
campo de la entrevista es necesario que el entrevistador man-
tenga constantes ciertas variables, este acto complejo, se llama
encuadre.

| 356 |
El encuadre ofrecido por el entrevistador consiste en mantener
estable las variables de tiempo, lugar, horarios, honorarios, objeti-
vos y rol del entrevistado entrevistador. En el campo las variables
dependen del entrevistado entre ellos los relatos, creencias, re-
presentaciones, enojos, temor, fantasía, angustias, ansiedades,
síntomas; lo anteriormente descripto es lo que generalmente su-
cede en los encuadres de entrevistas privadas y/o institucionales.
En la entrevista de valoración de situaciones de violencia, el
entrevistador no logra mantener el manejo a ultranza de todas
las variables, es decir las variables no pueden ser constantes
debido al tipo de intervención realizada.
Veremos cada una de tales variables en juego:
Lugar: si bien el profesional es quien decide que la entrevis-
ta se realice en el domicilio de los involucrados en la denuncia
y excepcionalmente en la institución, al llegar a la vivienda es
necesario acordar y negociar con el entrevistado el lugar preciso
para realizar la entrevista, con necesidad de obtener una gran
flexibilidad en la misma.
En la vivienda la organización y distribución espacial dispo-
nible se encuentra en constante cambio, permitiéndose obtener
a través de lo no verbal la dinámica familiar en funcionamiento.
Mientras en el consultorio particular o institucional el lugar es
el propio consultorio y lo decide la institución o el profesional
interviniente, en la vivienda se negocia con el entrevistado de
acuerdo a la situación actual y a la propia dinámica familiar, te-
niendo el entrevistado un papel activo en la decisión del espacio.
El lugar de la entrevista puede ser en la casa, al fondo de la mis-
ma, en la calle, en el patio, en una habitación o en el domicilio de
algún vecino. El lugar acordado o negociado para la realización
de la entrevista se transforma en elementos contundentes para
el cuidado de la persona denunciada y como elemento a tener
en cuenta en el diagnóstico.
Tiempo: si bien es el profesional quien decide el día y la hora
para realizar la entrevista en constatación, dependiendo de la
urgencia, a veces se realiza la visita domiciliaria y los involucra-

| 357 |
dos no se encuentran en la casa, por ello es necesario acordar
horarios ya sea comunicándonos telefónicamente o preguntan-
do los horarios de llegada de los mismos o, indagando algún
familiar que se encuentre en el momento de la intervención. Por
otro lado, en el consultorio o institución el proceso de entrevista
(tiempo, preguntas, respuestas, desarrollo y cierre) está a cargo
del profesional interviniente, la interrupción o cierre de las mis-
mas depende de la discrecionalidad profesional o de las normas
institucionales. En cambio en la vivienda el proceso está condi-
cionado por los involucrados en la denuncia y sus familiares (si
los mismos se muestran predispuestos a la entrevista), por la
introducción de un vecino (que observa o interrumpe la entre-
vista), el ingreso o la simple persecución del denunciado (quien
suele hacerlo de manera intimidatoria hacia los profesionales
actuantes) o por los hijos de los mismos (que no están al tanto
de la denuncia), En muchas oportunidades la entrevista a la per-
sona que sufre violencia, suele interrumpirse parcial o totalmen-
te por el control excesivo del denunciado constituyéndose como
material indispensable para fundar un diagnostico situacional.
Honorarios: En la mayoría de los casos es realizada por
una institución pública, por ende, no corresponde acordar con la
persona entrevistada el pago de dichas tareas. Seguramente la
variable influye en la motivación profesional, el salario, las con-
diciones laborales son necesarias de tener en cuenta en la ex-
pectativa profesional a la hora de realizar las entrevistas. Cabe
recordar que la entrevista en este contexto es una herramienta
de las instituciones del estado, no se observa en otros ámbitos o
sectores de la sociedad.
ROL DEL ENTREVISTADOR/ENTREVISTADORA Y EL EN-
TREVISTADO/ENTREVISTADA: ambos sujetos activos, cons-
tructores de procesos históricos, políticos, económicos y sociales
de nuevas realidades, por ello la entrevista es una técnica de in-
tervención social que se funda en una relación interpersonal so-
cial e intersubjetiva permitiendo un intercambio entre ambos ac-
tores sociales. El profesional debe estar en posición de escucha,
contención y apoyo utilizando los instrumentos de la técnica, bus-
cando amplificar los objetivos propuestos e intentando provocar

| 358 |
algunos cambios parciales (esclarecimiento y señalamientos de
sus derechos, de la problemática y de las consecuencias) en la
persona entrevistada. El entrevistado no es pasivo a la interven-
ción del entrevistador, ya que no solo relata u ofrece la versión
de los acontecimientos y sus emergentes no verbales, sino que a
veces cuestiona los señalamientos y esclarecimientos del entre-
vistador. El entrevistado modifica dichas variables del encuadre
que propone los profesionales en especial el tiempo y lugar. En
un principio la intervención fue directiva al extremo, luego devino
a la implementación de algunos aspectos de la entrevista motiva-
cional, aunque limitado, por el tipo de tarea realizada.
Objetivos en la entrevista de valoración de riesgo: es im-
portante destacar que los objetivos son siempre dinámicos, mo-
dificados de manera permanente de acuerdo a los escenarios
sociales actuales locales y generales, a la discusión y capacita-
ción de los profesionales que valoran. Los objetivos suelen ser:
-Observar e identificar situaciones de violencia familiar en el
contexto donde surgen cotidianamente.
-Realizar evaluaciones de riesgo de violencia familiar en un
tiempo y espacio acotado, valorando obstáculos que afecten la
integridad psicofísica y social de los sujetos.
-Brindar asesoramiento, contención y protección en situacio-
nes de urgencia.
-Realizar un diagnóstico y reflejarlo en un futuro informa téc-
nico profesional.
-Pensar en las futuras sugerencias de intervenciones terapéu-
ticas o Psicosocioeducativo para los involucrados en la violencia.

INSTRUMENTOS UTILIZADOS EN LA
ENTREVISTA DOMICILIARIA DE EVALUACION RIESGO.
Como mencionamos y explicamos anteriormente, hasta la
actualidad no existe una teoría específica sobre la técnica de la
entrevista domiciliaria de valoración de situaciones de violencia,

| 359 |
por ello intentamos utilizar el acervo teórico practico de la en-
trevista en general aplicada al proceso de constatación de vio-
lencia familiar. En este apartado tomamos como lineamientos
generales y particulares de la entrevista clínica de orientación
psicoanalítica.
No descartamos los aportes de la psicología cognitiva, en es-
pecial cuando se refiere a la intervención en crisis. A su vez en
la medida de las posibilidades se introduce el aporte de trabajo
social, la antropología y la sociología, sin descartar los linea-
mientos de la entrevista domiciliaria que han guiado el que hacer
desde el inicio de la tarea en el año 2006/2007. También, en la
medida de lo posible, se incorpora componentes de la entrevista
motivacional, sin embargo, en muchas oportunidades el encua-
dre no lo permite.
Si bien en la entrevista los profesionales utilizan los instru-
mentos de manera indiferenciada, para fines teóricos y prácticos
es necesarios dividirlos ya que cada uno tiene sus particulari-
dades y poseen funciones diferentes. También hay que resaltar
que los instrumentos son pertenecientes al proceso de entrevis-
ta en general, pero también a la psicoterapia.
La diferencia puntual es que la entrevista de valoración no
buscar cambiar la estructura de la personalidad como en la si-
tuación terapéutica, sino brindar estrategias para la conducta in-
mediata y en muchos casos, solo intenta lograr elementos para
un diagnostico situacional.

INSTRUMENTOS PARA INFLUIR EN LA PERSONA.


Operan en forma directa y concreta sobre la conducta de la
persona, teniendo por finalidad provocar una modificación inme-
diata en el comportamiento, buscando alivio, aunque sea mo-
mentáneo y pasajero. Es necesario aclarar que no se produce
cambio en la estructura de la personalidad, pero se puede decir
que cumple un rol terapéutico en el momento de la intervención.
Tales instrumentos se utilizan frecuentemente en personas que
se encuentran muy angustiadas o la ansiedad amenaza con un

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desborde emocional con posible desorganización en el pensa-
miento y la acción. Tal situación aparte de provocarle un gran
malestar a la persona, entorpece el proceso de obtener informa-
ción necesaria para cumplir con los objetivos propuestos en la
entrevista.
La psicología clínica nos previene del problema de la ansie-
dad elevada durante el proceso de la entrevista. El instrumento
más común y frecuente utilizado en esta categoría, es el apoyo.
Apoyo: (contención) es la acción por el cual el profesional
intenta brindarle a la persona estabilidad o seguridad emocio-
nal, asumiendo un rol activo de respaldo durante el tiempo de la
entrevista. Como suele metaforearse, el entrevistador cumple la
función de bastón o muleta emocional de la persona en situación
de crisis. La función del apoyo o contención provee:
-Estabilidad, seguridad, respaldo o sostén.
-Disminuye o modula la ansiedad.
-Refuerza la confianza en la persona.
-Ofrece receptividad, simpatía y cordialidad de parte del pro-
fesional hacia el entrevistado.
El apoyo o la contención es un instrumento utilizado frecuen-
temente en situaciones de crisis y desorganización emociona-
les, propias de las personas que sufren violencia. Las personas
expuestas a violencia suelen estar invadidas por la angustia, te-
rror, indefensión, paralización que no les permite buscar estrate-
gias de afrontamiento de la situación, incluso para preservar su
integridad psicofísica y social. El apoyo en este contexto tiene
por objetivo reactivar la capacidad de resolución de modo que
intente sobreponerse a la situación, por ellos se intenta que:
-la persona sienta que la escuchan, entienden, creen y apo-
yan en la situación que atraviesa.
-la persona vivencia que se legitima los sentimientos de ira,
dolor y temor por la que está transcurriendo.
-Que la persona reduzca o module la angustia o sentimientos

| 361 |
de dolor, temor de encontrarse aislada o desprotegida frente a la
persona agresora.
-la persona trabaje su autoestima como manera de prepara-
ción para el proceso terapéutico.
La intervención en crisis suele suceder también en los casos
de padres que denuncian a sus hijos con problemas de consu-
mo de sustancias psicoactivas (alcohol y drogas) y con perso-
nas denunciadas (hombre o mujer) que se encuentran a cargo
de pacientes psiquiátricos o adultos mayores. Algunos de estos
casos no corresponden a violencia familiar, sino a situaciones
precisas de convivencia. Se observa allí que la persona denun-
ciante se encuentra desorientada sin estrategias para continuar,
recurriendo a la justicia como forma de resolver la problemática.
En este caso no solo se contiene, sino que se asesora de los
pasos judiciales o terapéuticos a seguir.
INSTRUMENTOS PARA RECABAR INFORMACION.
Son aquellos instrumentos por el cual la intervención del profe-
sional permite desencadenar en la persona entrevistada una serie
de respuestas necesarias para el entrevistador y que son utilizadas
para obtener información directa. Si bien durante todo el proceso de
la entrevista, el entrevistador toma en cuenta todo lo acontecido en
el contexto en el que surgen los datos, con este tipo de instrumento
se obtiene de manera directa la información requerida.
Son instrumentos que hacen énfasis específicamente en el relato:
Pregunta: es la manera tradicional o normativa para obtener
el dato objetivo que el entrevistador necesita. La pregunta directa
que desencadena la respuesta directa es un instrumento valiosí-
simo, siempre que no se lo considere el único, cuyo objetivo sea
el simple relato. En la entrevista la pregunta desencadena mani-
festaciones que son tan importantes como el propio relato. Cabe
destacar que sobre la respuesta del entrevistado es posible apli-
car los reflejos simples y complejos de la entrevista motivacional.

| 362 |
La función de la pregunta es:
-Obtener detalles y precisiones concretas de las diferentes
situaciones y hechos de la problemática de violencia familiar.
-Conocer el significado o la percepción personal sobre lo que
relata la persona. Es común que una persona sometida a situa-
ciones de violencia reciba permanentemente amenaza de muer-
te. Una simple pregunta nos ayuda a conocer si la persona a
esta amenaza la percibe como probable, transformándose en un
indicador fundamental para el diagnóstico situacional.
-En personas con desborde emocional o gran angustia, la
pregunta, seguida con reflejos, afirmaciones y sumarios, brinda
un soporte al yo y refuerza el contacto con la realidad. A veces
una pregunta puede evitar la revictimización o el desvío de un
relato trágico. En este caso el instrumento permite por un lado
obtener información y por el otro un efecto terapéutico, disminu-
yendo la angustia o paralización de la persona entrevistada.
-En el caso de la entrevista con la persona denunciada nos per-
mite conocer su versión de los hechos, el reconocimiento o no de
la situación de agresión que provoca. También permite información
sobre el grado de conexión con sus actos violentos. Aquí los com-
ponentes de la entrevista motivacional son fundamentales.
Señalamiento u observación: Este instrumento señala algo,
un hecho, una situación, una expresión, un dicho, circunscribien-
do así un área de observación. Se llama la atención con el obje-
tivo de que la persona ofrezca alguna información en relación al
hecho que se le está señalando. Se realiza señalamiento cuando
algo es ambiguo, contradictorio, que no logra comprender el en-
trevistador, no pudiendo reconocer si es consciente o producto
de la disociación mental por estar inmerso en una determinada
situación conflictiva o comprometida.
Algunos autores hablan de confrontación como forma de se-
ñalamiento, donde mostraría a la persona dos cosas contrapues-
tas con la intención de colocarlo en un dilema para que advierta
dicha contradicción. En la experiencia persona-profesional, no
resulto la confrontación agresiva y, menos aún cuando el encua-

| 363 |
dre es tan acotado.
La función del señalamiento es:
• Advertencia de la contradicción, destacando dos as-
pectos distintos y contradictorios.
• Señalar u observar una situación para indagar si es
una manifestación consciente o pasa inadvertida
para una persona.
• Conocer si la disociación es rígida (psiquiátrica/tras-
torno) o flexible producto de situaciones vividas o
actuales. Es común que una persona que sufre vio-
lencia posea una disociación mental (no necesaria-
mente psiquiátrica o psicopatológica) revelando una
serie de hechos graves de violencia hacia su perso-
na o a sus hijos, sin embargo, suele manifestar “…
él es muy bueno, es buen esposo, buen padre…” En
otra situación puede suceder que a pesar que abusó
sexualmente a los hijos considere que los niños de-
ben continuar creciendo con el padre.

El señalamiento en violencia puede iniciar el proceso de des-


naturalización de la violencia que debería continuarse con el tra-
tamiento o proceso terapéutico.
En el caso de la persona que ejerce violencia se producen nu-
merosos señalamientos, utilizando en primera instancia lo que el
profesional conoce de haber entrevistado a la supuesta víctima
u otros familiares, amigos, vecinos o de la lectura de los antece-
dentes. Los señalamientos son también muy importantes en el
caso de la persona denunciada, uno de las observaciones más
comunes es la de establecer una diferencia entre educación y
agresión con los niños, si se trata de una persona que posee una
concepción tradicional de la educación infantil. Otras situaciones
es cuando la persona denunciada emite opiniones denigrantes a
la mujer, con énfasis en su rol reproductivo, alimentación, limpie-
za cuidado de los niños, en este caso suelen justificar la agresión

| 364 |
porque no cumpliría con el rol de madre o esposa, es así que se
suele señalar que estas tareas corresponden a ambos géneros.
Aunque quizás que lo más esperable se produce cuando la
persona que ejerce violencia comenta una opinión o relata una se-
cuencia totalmente diferente sobre los motivos de la denuncia, es
preciso recordar que la negación de los hechos de violencia cuan-
do existe una denuncia es un indicador importante para el diag-
nóstico situacional, aunque en el proceso terapéutico posterior y
con un encuadre motivacional, lo trabajemos de otra manera.

INSTRUMENTOS PARA BRINDAR INFORMACION.


Son instrumentos por el cual la intervención profesional está
destinada a brindar información que la persona carece, ya sea
por motivos objetivos (extrínsecos) o subjetivos (intrínsecos)
buscando lograr un cambio positivo en la persona que lo recibe.
En este caso el brindar información aumenta el conocimien-
to u obtiene una mayor claridad al respecto, dependiendo si la
ausencia de información corresponde a situaciones personales
(anímicas) o de la propia realidad. La información en los ámbitos
no terapéuticos se suele llamar “asesoramiento”, aunque pode-
mos pensar que el asesorar sobre algo desconocido es terapéu-
tico en sí, ya que disminuye la angustia en la persona que recibe
la información. En la entrevista motivacional se le denomina “in-
formación en forma de dialogo”, que significa, pedirle permiso a
la persona para brindarle la información pertinente. En esto difie-
re de la manera tradicional de brindar información sin preguntar
o indagar si la persona está dispuesta.
La función del asesoramiento o información es:
-Intentar corregir un error de la persona que, proviene de la
deficiente información de la realidad.
-Incrementa el conocimiento de la persona, obteniendo un
dato de la realidad que la hace o le haría falta y que carece por
motivos ajenos a su propia personalidad.

| 365 |
-Disminuye la angustia que le produce la ausencia del dato
objetivo, logrando una cierta modificación situacional.
En el proceso de valoración de riesgo en domicilio, esta he-
rramienta se suele utilizar para brindar información sobre el de-
sarrollo del proceso judicial y su continuidad luego de nuestra
intervención. Otro dato que puede necesitar la persona es la
información de instituciones especialista, números de teléfono,
en caso de urgencias. También se puede informar sobre institu-
ciones que pueden brindar asistencia como, Neuropsiquiatricos,
asesorías civiles, ONG, policía, que puede ser utilizada por la
persona en caso de necesidad.
En el caso de la persona que sufre violencia se le brinda in-
formación sobre los mecanismos o procedimientos de exclusión
(medida prevista en la ley y que consiste en la persona que ejer-
ce violencia sea retirada por la policía del hogar) como manera
de prepararla anímicamente ya que se trata de una situación
traumática en sí misma. Otro procedimiento judicial que mere-
ce ser informado es la manera de implementar la modalidad de
restricción de contacto (medida también prevista en la ley y que
consiste en la imposibilidad de mantener contacto por cualquier
medio), los procedimientos legales en Juzgados de Familia (que
regula cuota alimentaria y régimen de visita) y los juzgados/fis-
calías de violencia familiar (que dictaminan las medidas de la ley
de violencia) es una información necesaria en ciertos momen-
tos. Otro tema que amerita informar, es sobre los derechos que
tiene como personas y los alcances de las leyes de violencia
familiar actual.
Desde otro punto de vista se considera necesario brindar in-
formación de todo dato objetivos que requiera la persona entre-
vistada, según la especificidad profesional. En muchos casos
estamos en presencia de una persona atravesada por un pro-
blema psiquiátrico, un conflicto familiar o el denunciado es un
adolescente, se le brinda información sobre la psicopatología o
afección psiquiátrica, las reglas y normas de comunicación ne-
cesarias para mejorar la calidad de vida de la familia y la des-
cripción de la etapa evolutiva de la adolescencia, haciendo én-

| 366 |
fasis en las diferencias entre violencia y reacciones propias de
la edad en la que transcurre. En el caso del denunciado, se lo
asesora sobre las medidas judiciales que contempla la ley, las
posibles instituciones donde debería recurrir para cumplimentar
la orden judicial, los alcances de la ley de violencia familiar y la
explicación de que la decisión y medida judicial queda a cargo
del juez interviniente y no de los profesionales actuantes o de la
persona denunciante.
También aquí es necesario, incorporar los elementos de la en-
trevista motivacional, especialmente la referidas al cumplimiento
o la necesidad de realizar un proceso terapéutico para ambos
involucrados. Es importante de destacar esta acción, ya que la
persona que sufre violencia, no siempre está motivada para rea-
lizar un “tratamiento”, por ello es necesario instrumentar estas
técnicas, aunque el encuadre sea acotado. En este contexto,
obviamente que los varones, en la mayoría de las veces, no se
encuentran motivados y cuando lo manifiestan es solo para ser
condescendientes con el entrevistador. Sin embargo, es positivo
implementar las herramientas del enfoque motivacional, porque
son los hombres que luego van a ser parte de los grupos o inter-
venciones individuales.
Esclarecimiento: si bien es similar al señalamiento u obser-
vación tiene una clara diferencia debido a que se produce cuan-
do el profesional observa que la ausencia de información está
relacionada con un desconocimiento personal que no se vincula
a un contexto real sino a una situación que no percibe clara-
mente de sí mismo. Mientras el señalamiento es consciente, el
esclarecimiento es irracional o inconsciente, inconsciente en el
sentido general y no solamente psicoanalítico, como lo plantea
Jaspers en su libro “psicopatología general” (Jaspers:1909:48)
La función del esclarecimiento es:
-poner en claro lo que la persona ha dicho y aparentemente
no reconoce por la situación que vivencia.
-inicia el camino de la desnaturalización del hecho naturaliza-
do, es lo que suele provocar el insight.

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Tal instrumento suele utilizarse en los casos que la naturaliza-
ción de la violencia es un indicador de alto riesgo. Por ejemplo,
en varias oportunidades tal intervención intenta que la perso-
na que sufre violencia modifique la creencia que posee algu-
na psicopatología o trastorno psiquiátrico, explicando que ge-
neralmente la sintomatología que presenta es consecuencia de
la exposición sistemática y prolongada de violencia psicológica
(hostigamiento, sugestión, amenaza), física u otras.
En la entrevista con el denunciado agresor, el esclarecimiento
nos permite acceder al diagnóstico diferencial de la problemáti-
ca. Tal diagnostico consiste en poder discriminar y / o diferenciar
si las conductas agresivas es el producto de una psicopatología
determinada y/o un trastorno mental o por el atravesamiento so-
ciocultural con influencia del patriarcado que promueve el de-
sarrollo de sesgos cognitivos o creencias que el hombre tiene
derecho sobre las mujeres, en general sobre los roles sexuales,
inferioridad de la mujer o creencia que la violencia es una estra-
tegia adecuada para resolver problemas o conflictos.
En otros términos, el plantear un esclarecimiento sobre algo
dicho, nos permite conocer si la persona posee un pensamiento
rígido propio de los trastornos psiquiátricos o flexibles de una
conducta aprendida. En el primer caso la persona suele mante-
ner una postura rígida en lo que comenta, en el segundo suele
o se logra cierta modificación con algún cambio en el discurso.
A todo ello es necesario agregarle los datos que provienen de la
observación directa como la fisonomía, rostro, posicionamiento,
musculatura Tales indicadores son necesarios para el diagnósti-
co diferencial, durante todo el proceso de la entrevista. Sin em-
bargo, siempre es necesario resaltar que la psicopatología, adic-
ciones y trastorno mentales no logran por si solos explicar en su
totalidad la presencia de conductas agresivas en personas que
ejercen violencia, ya que quien golpea, humilla, insulta hostiga
en ocasiones lo hace con la mujer y no reproduce esta acción
con otras personas: vecinos, amigos, jefes, o algún familiar de
origen (Echeburrua, 2000, 41).
Pero también es necesario tener en cuenta que los enfoques

| 368 |
directivos, con sumas confrontaciones agresivas, provocan el
aumento de las resistencias u otros mecanismos de defensas del
entrevistado. Como se ha venido advirtiendo, el posicionamiento
y encuadre del profesional y su institución, impacta de mane-
ra determinante sobre la persona entrevistada. Por lo tanto, se
sugiere abandonar lo que esté relacionado con la elevación de
los mecanismos defensivos del entrevistado y estar atento, para
evitar un diagnostico presuntivo de trastorno, cuando en realidad
es la respuesta a la agresión del entrevistador.

INTERACCION ENTREVISTADOR/ENTREVISTADO.
La psicología clínica ha logrado evidenciar una serie de fe-
nómenos o procesos que se manifiestan observables, aunque
sean subjetivos; esto es producto de la interacción social entre
ambos actores involucrados. Para ser formales y técnicos las
manifestaciones anímicas son producidas porque el entrevista-
dor configura el encuadre y el entrevistado el campo de la entre-
vista. De la interacción surgen fantasías, angustias, ansiedades,
temores, fenómenos transferenciales y contratransferenciales.
Tales manifestaciones aparecen en la situación clínica durante
el proceso de entrevista clínica, tanto en el diagnostico como en
el tratamiento. Es de destacar que en el enfoque motivacional
se intenta de que la interacción se encuentre “manejada” entre
ambos, más allá de que ciertos aspectos sean incorporados por
el entrevistador, en la entrevista en constatación se plantea con
ciertos inconvenientes, por el tipo de intervención.
Como se ha realizado hasta el momento, con otros hallazgos
de la clínica, se consideran los fenómenos y se los estudia en la
entrevista del proceso de valoración de situaciones de violencia,
intentando no transpolar tal cual se observan en los contextos
actualmente descubiertos, sino repensando y resignificarlos.

1) Procesos que surgen en el entrevistado/a.


A) Fantasías.

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A1) Fantasías de resolución de la problemática de violencia.
Durante este tipo de entrevistas, los profesionales suelen
realizar preguntas que dan cuenta de la manera que la persona
cree o imagina que se resolverá la situación vivida. El entrevista-
dor pregunta ¿Qué esperaba con la denuncia? ¿qué espera con
nuestra intervención profesional? ¿En qué podemos contribuir
a esta problemática? ¿cómo cree que se puede solucionar la
situación? ¿porque denuncio ahora y antes no lo había hecho?
etc. A todo ello se le adicionan las sensaciones y sentimientos
de verse inmiscuida en un proceso judicial, ya que muchas per-
sonas no realizan la denuncia por años, debido a la vergüenza
de encontrarse involucrado en una causa judicial o por miedo a
la reacción de la persona agresora.
La intervención profesional genera en el entrevistado fanta-
sías que obedecen a la problemática y su resolución. Es decir,
a lo que la persona imagina como posibles soluciones, siendo
necesario establecer la diferencia entre lo posible y lo ideal.
Dentro de las fantasías de resolución de las mujeres entre-
vistadas se observa:
-Que los profesionales, la policía o el juez intervengan,
“lo hablen para que cambie…”
- Que enviar a tratamiento psicológico y/o psiquiátrico al
denunciado permitirá la modificación de su conducta
agresiva completamente.
-La no exclusión del hogar del agresor debido a que la
intervención policial es visualizada más agresiva que la
vivencia de violencia.
-Que el denunciado no sea perjudicado en el trabajo y
que le queden antecedentes policiales, confundiendo
así la diferencia entre el procedimiento penal con el civil.

Las fantasías emergentes en las personas denunciadas


(en general hombres) suelen ser:

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-Que el proceso judicial perjudicara su situación laboral o la
relación con sus familiares, amigos y vecinos.
-Algunos anticipan la posibilidad de la exclusión de hogar (por
conocimiento de la ley, por experiencias anteriores, por el grado
de las agresiones) tal fantasía se acompaña de angustia y temor
al destino incierto.
-Creencia que nuestra presencia no ayuda a la conflictiva del
hogar y en especial a la persona que denuncia y que las medi-
das beneficiarán solo a la persona denunciante. Aquí se observa
la percepción de que “las leyes solo benefician a las mujeres”.

A 2) Fantasías de sus vivencias en relación a la violencia.


La degradación a la que es sometida las personas en situa-
ciones de violencia provoca baja autoestima, desorganización
mental, sobreadaptación, sentimientos de culpa, angustia, an-
siedad, etc., que a lo largo de los años produce sensación de “lo-
cura”, y de padecer de algún trastorno o enfermedad psiquiátri-
ca. Hay personas que, al momento de la intervención, concurren
al psiquiatra y/o medico clínico y se encuentran medicadas. En
este caso si bien un tratamiento de este tipo permite sobrellevar
la carga cotidiana, contribuye a su vivencia de “tener algo malo”
y responsabilizarse por las agresiones que recibe. A ello se le
agregan la violencia psicológica de parte del denunciado que
hostiga y recrimina en relación al trastorno psiquiátrico.
B) Angustia del entrevistada/o.
Rolla describe tres modalidades de ansiedad en la entrevista
de consultorio:
-Ansiedad de abordaje: se refiere a la primera exploración de
la persona. Esta genera angustia a lo desconocido de la propia
persona y de su interlocutor.
-Ansiedad confusional: informa sobre ciertas áreas perturba-
das de la estructura mental. Es el momento más productivo para
el entrevistado y el entrevistador.

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-Ansiedad de separación: está relacionado a la ruptura del
vínculo momentáneo con el terapeuta, también informa sobre el
tipo de vínculo que establece la persona.
Durante la entrevista de valoración de riesgo, aparecen cier-
tas angustias de la interacción entrevistador/entrevistado, pero
con fuentes y contenidos diferentes al consultorio particular,
atendiendo a la intervención acotada que se realiza. Tales an-
siedades, especialmente en la persona que sufre violencia, son:
-Ansiedad de abordaje: trascurre al momento de la presenta-
ción de los profesionales y el comentario de los objetivos de la
intervención profesional.
En esta etapa de la entrevista la angustia es provocada por la
presencia de profesionales en el domicilio que se asocia con el
control social, por el factor sorpresa, es decir el llegar al domicilio
sin previo aviso y porque la entrevista se realice en las condicio-
nes en que la entrevistada/o se encuentra en la casa junto a los
niños y el propio denunciado. Temor a que el denunciado reac-
cione de manera violenta ante nuestra presencia por el desco-
nocimiento de la denuncia o porque se comporta de manera inti-
midante. En varias oportunidades son los propios profesionales
quienes informan que existe una denuncia. La presencia de los
profesionales en el domicilio suele desencadenar o realimentar
la crisis o conflicto familiar que actúa como catalizador de nueva
escalada de violencia.
-Ansiedad confusional: luego de la sorpresa que genera la
presencia extraña en el domicilio, comienza el núcleo de la en-
trevista, es decir los relatos y vivencias de la situación de violen-
cia pasados, presentes y posibles futuras reacciones. Aquí se
incluye la percepción que la persona posee de la problemática.
La fuente de la ansiedad en este momento es:
-el riesgo o la vulnerabilidad de la situación planteada, tanto
para la denunciante como para toda la familia, la persona que
padece de agresiones vivencia o actualiza su padecimiento co-
tidiano.

| 372 |
-permite observar el daño o trauma que provoca la violencia
en los ámbitos de quien la padece. Se observa desorganización
en el discurso, desorden emocional, silencios, profunda impo-
tencia, paralización, conciencia de la situación que vive, proble-
mas psicosomáticos, dificultades vinculares, etc.
-Ansiedades de separación: es el momento que los profesio-
nales informan sobre el proceso judicial en marcha y la culmina-
ción de la entrevista. Se informa además sobre la realización del
informe y las posibles medidas judiciales y, una futura audiencia.
También se le pregunta sobre la comprensión de lo actuado y
se procede a la despedida de los entrevistados. Aquí es posible
realizar un sumario, con el objetivo de conocer si la persona en-
trevistada comprendió la información vertida.

En este momento se observa:


-Sentimientos de desprotección cuando los profesionales se
retiran, temor a que la persona denunciada reaccione de manera
violenta.
-Sensación de vacío por la brevedad de la intervención o por
la influencia de la fantasía que la presencia de los profesionales
resolverá la problemática.
-Angustia por el proceso judicial: audiencia, tratamientos, de-
moras en las medidas judiciales, etc.

2) Procesos que surgen del/la entrevistador/a.


a) Ansiedad y Angustia:
Es común que en una entrevista surge ansiedad en el entre-
vistador por desconocimiento de su interlocutor. Esto es debido
a que en cada entrevista se plantea una situación diferente y
por ende nueva. También se puede presentar cierto monto de
angustia que puede tener varias fuentes: las vivencias (conjunto
de sensaciones y sentimientos) que provoca en la persona del
entrevistador/a el relato de la situación de violencia, o la presión

| 373 |
de realizar un informe que puede modificar la calidad de vida del
grupo familiar. Dicho con mayor precisión, el entrevistador se
encuentra ansioso por la entrevista propiamente dicha, por su
tarea o intervención y por sí mismo.

Temor o miedo:
Para Graciela Tonon, la visita domiciliaria en cualquier ámbito
generaría en el profesional una sensación de:
–Extrañeza, ya que invadimos el lugar de otro.
–Temor, inseguridad y vergüenza.
Tales emergentes aparecen durante el proceso de entrevista
domiciliaria en general porque somos extranjeros en la casa de
los Otros, como sugiere la autora mendocina.
En la entrevista en constatación sucede exactamente lo mismo
que en otros ámbitos, pero se adiciona un plus de temor, como
una respuesta emocional, debido a que en general la persona de-
nunciada puede tener un débil control de los impulsos, tener an-
tecedentes penales, pueden existir armas en la vivienda. El temor
adicional generado puede iniciarse con la lectura de la denuncia,
previa a la entrevista en sí, obedeciendo al contenido de la propia
denuncia que suele mostrarnos los frondosos antecedentes de
quien tenemos que entrevistar, tanto del denunciado como del de-
nunciante: robo calificado, homicidio, detenido por desacato a la
autoridad policial, consumo de sustancias psicoactivas, trastornos
psiquiátricos severos y antecedentes de internación compulsiva,
denuncias previas por violencia familiar y de género, etc.
Otra fuente de este tipo de temor se origina durante las pri-
meras fases de la entrevista, por la presencia de la persona de-
nunciada o por algún familiar dentro del domicilio. Si bien puede
entenderse que, tal temor se generaría por las fantasías del pro-
fesional luego de la lectura de la denuncia o el conocimiento que
se tiene de la familia, el fundamento lógico se obtiene a través
de situaciones concretas que se experimentaron luego de varios
años de realizar entrevistas domiciliarias en violencia.

| 374 |
Reflexiones finales:
• Esta manera de intervenir que se inició en el año
2006/2007, logro incorporar una impronta en un mo-
mento clave de la historia local, sobre la problemática
de violencia familiar en un principio, violencia de genero
luego y violencia machista, como se le designa en la ac-
tualidad. El encuadre del equipo fue instrumentado en
numerosos lugares del país, ya que es pionero desde
sus comienzos.
• La intervención en domicilio es una prueba empírica
más, que en violencia es necesario incluir componentes
de la clínica, ya que enriquece el encuadre establecido.
Es necesario tener una mirada flexible en la realidad,
para no obstaculizar la labor profesional efectiva, en
una problemática que hace un tiempo relativo se está
construyendo.
• La valoración de riesgo de situaciones de violencia fa-
miliar en el domicilio, posee un encuadre especifico de
intervención, que debe ser adecuado a cada contexto
que se aplique. El presentado en este apartado, es un
ejemplo puntual de una manera de abordar la proble-
mática, que requiere instrumentar otras técnicas o dis-
positivos, teniendo en cuenta la cultura y la comunidad
que corresponda.
• Lo más valiosos de la intervención, es la posibilidad de
entrevistar a los involucrados en la situación de violen-
cia. Primero la persona que sufre (mujer, niños, niñas,
adolescentes y adultos mayores) y en segunda instan-
cia la persona que ejerce violencia (varones de distintas
edades). Esta manera de proceder da una visión integral
de la situación, los posicionamientos, las necesidades,
demandas e intervenciones terapéuticas requeridas.
• En los últimos tiempos se agregaron matices motivacio-
nales al encuadre de origen. Sin embargo, se rescata el
dispositivo del principio, ya que la intervención es muy

| 375 |
puntual, acotada y compleja. Se utiliza algunos compo-
nentes de la entrevista motivacional, en los momentos
que se trabaja la necesidad de realizar los tratamien-
tos o terapéutica correspondientes. El posicionamiento
profesional durante toda la entrevista debe ser motiva-
cional por excelencia, por las razones propias de ir al
domicilio de los otros. Lo confrontativo, no tendría resul-
tados positivos en tales condiciones.

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| 386 |
INDICE

Prólogo
Introducción
Capítulo 1. El marco teórico para el trabajo con varones.
Aspectos teóricos y técnicos del libro
Las matrices históricas del pensamiento occidental: los atrapamientos
cognitivos y la violencia masculina
Breve reseña histórica
Especificando la historia occidental
El pilar Grecolatino (Antigüedad
El pilar Judeocristiano (Medioevo
El pilar democrático liberal (Modernidad
Las corrientes influyentes de la modernidad solida
La construcción y funcionamiento de las matrices históricas
La matriz de la mujer enferma
La matriz de la mujer maldita
La matriz de la mujer infiel
La matriz de la mujer reproductora
Los atrapamientos cognitivos de los varones en sus actos de violencia
El caso de un varón que amplio las miradas en los abordajes
Diez puntos para el trabajo con varones que ejercen violencia familiar y
de género: Introducción para pensar la intervención.
Introducción
1) La discusión en los contextos internacionales y locales sobre la inter-
vención en varones que ejercen violencia
2) La importancia de una concepción integral para abordar varones que
ejercen violencia familiar y de genero
3) La violencia masculina como problemática compleja: la discusión de
los paradigmas en violencia
4) La inespecificidad de los instrumentos de valoración de riesgo en
violencia familiar y de genero

| 387 |
5) Los enfoques, modelos y posicionamiento en la intervención a varo-
nes que ejercen violencia
6) Las creencias (pensamientos machistas) como el componente fun-
damental del comportamientoto
7) La discusión sobre los “cambios” de comportamiento en los varones
que ejercen violencia
8) El problema de la “novedad” de trabajar con varones en los tiempos
actuales
9) El dilema de los varones que asisten a varones que ejercen violencia
10) Conclusiones
Dispositivo de intervención motivacional para varones que ejercen vio-
lencia familiar y de género.
Introducción al enfoque motivacional
Aspectos generales del enfoque motivacional
Las estrategias de la motivación al cambio
Los principios fundamentales del enfoque motivacional
Aspectos específicos de la entrevista motivacional
La actitud en la entrevista motivacional
Los cuatro conceptos fundamentales de la entrevista motivacional
Algunas herramientas de la entrevista motivacional
Los obstáculos más destacados para acceder al cambio
El modelo transteorico de cambio (MTTC
Escala de evaluación del cambio de la universidad de Islandia (URICA
La primera entrevista con el varón que ejerce violencia
El dispositivo motivacional para varones que ejercen violencia familiar
y de género
Conclusiones del dispositivo motivacional

Capítulo 2. La valoración de riesgo en el trabajo con varones.


Características de la valoración de riesgo de nuevas situaciones de vio-
lencia en varones.

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La valoración de riesgo en violencia de género en el ámbito intrafamiliar
Fundamentos de la valoración
Los instrumentos tradicionales de valoración de riesgo
Objetivos de la valoración de riesgo
Concepto de valoración de riesgo e indicadores de violencia
Indicadores individuales por dimensión humana
Factores implicados en la valoración de riesgo en violencia
Elementos para elaborar un informe técnico en violencia
Reflexiones finales
Aproximaciones teóricas a la valoración de riesgo desde la perspectiva
de género.
Introducción
Los aportes y discusiones del paradigma clínico en violencia
Los aportes y discusiones de la perspectiva de género en violencia
Una primera discusión sobre las “distorsiones cognitivas
Instrumento “insistencia de sentido” de género para valorar violencia
en varones.
Reflexiones iniciales
Epistemologías feministas para pensar el campo de intervención en va-
rones
El encuentro inicial- primera entrevista
La valoración de riesgo de la situación de violencia, como corolario fun-
damental de la primera entrevista
Instrumento “insistencias de sentido” de genero
Mitos en torno a las causas que generan violencia de pareja, familiar y
de género
Concepción clásica o tradicional de la familia
Rol de género asignado a la mujer en la sociedad y la familia
Algunas consideraciones finales
Instrumentos para la valoración en varones que ejercen violencia.
Urica General (adicciones
Instrumento “Insistencias de sentido” para valorar violencia en varones

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Capítulo 3. Lo socioeducativo y terapéutico en el trabajo con varones.
Aspectos Psicosocioeducativo/terapéuticos en el proceso de interven-
ción en varones (Técnicas de trabajo).
Técnica de trabajo 1
Deconstruyendo el sistema sexo-género en varones: “el sistema se-
xo-genero, la gran obra del patriarcado”.
Introducción
Antecedentes conceptuales
Los dos conceptos fundamentales del machismo
Las masculinidades en discusión
La técnica de trabajo con varones
La técnica del sistema sexo-genero funcionando
El trabajo individual de los varones en relación al sistema sexo-genero
Reflexiones finales
Técnica de trabajo 2
La técnica del ciclo de la violencia aplicada a varones: “características
en la asistencia y en la prevención”.
Introducción
El ciclo de la violencia clásico
El ciclo de la violencia en varones
El trabajo psicosocioeducativo/terapéutico con el ciclo de la violencia
en varones
Conclusiones
Técnica de trabajo 3
Trabajo terapéutico vivencial/integral con varones que ejercen violencia
familiar y de género.
Pre-introducción
Introducción
Los ámbitos de intervención de la técnica de trabajo
La técnica terapéutica vivencial funcionando en varones
Rol del facilitador/terapeuta de la técnica vivencial
El trabajo vivencial/integral es terapéutico

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Conclusiones
La evaluación de los procesos de cambio en los varones.
Introducción
Algunos planteos previos
Contenido de un protocolo de evaluación de los cambios en varones
Reflexiones finalles
Anexo
La entrevista domiciliaria en el proceso de valoración de riesgo en vio-
lencia familiar: “características técnicas de la intervención”.
Introducción
La entrevista en el domicilio del o la entrevistado/a y la entrevista de
campo
La entrevista en el proceso de valoración de riesgo
Diferencia entre la entrevista domiciliaria en atención primaria de la sa-
lud y la entrevista de valoración en violencia familiar
El encuadre de la entrevista domiciliaria de valoración de riesgo
Instrumentos utilizados en la entrevista domiciliaria de evaluación
Interacción entrevistador/a-entrevistado/a
Reflexiones finales
Bibliografía utilizada

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