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NOMBRE DEL CURSO: Incorporación del enfoque de género en el trabajo legislativo a partir

de la la Ley Micaela.
SEGUNDA UNIDAD: Nociones básicas vinculadas a la perspectiva de género

DOCENTE: Silvia Natalia Ferro Sardi - nferro@uspt.edu.ar


Prof. y Lic. en Letras. Docente e investigadora. Diploma Superior en Ciencias Sociales con
mención en Género y Políticas Públicas por Programa Regional de Formación en género y
políticas públicas – Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) Categoría 4
en el Programa de Incentivos a docentes investigadores de Universidades Nacionales.
Docente del Módulo 3 “Introducción a la Perspectiva de Género” en el programa de
capacitación brindado a trabajadoras del Programa Acompañarte destinado a mujeres y
LGBTI+víctimas de violencia de género. Ha ofrecido charlas, conversatorios y cursos de
grado sobre género, medios de comunicación y DDHH. Cuenta con un Ciclo de Formación
Docente en investigación sobre lectura y escritura (180 hs cátedra) – Aprobado. Trabajo en
colaboración publicado por la Dirección de Nivel Superior. Formada como tutora y profesora
en entornos digitales. Enseñó diversas asignaturas en Nivel Superior Universitario y No
Universitario: Taller de Producción Discursiva Escrita I y II, Periodismo Escrito y digital,
Metodología de la Investigación aplicada a Comunicación, Cultura Popular e Industria cultural,
Teoría de la cultura, Idioma Moderno Italiano I. Participó en congresos y jornadas como
expositora en temáticas vinculadas a los DDHH, las problemáticas de género, las violencias
en los medios de comunicación. Publicó artículos y comunicaciones en Actas, revistas
nacionales e internacionales.

UNIDAD 2:
Tabla de contenidos:

✓ Herramientas conceptuales y metodológicas de los estudios sobre la


violencia contra las mujeres.
✓ La perspectiva de género y las interseccionalidades.
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✓ Roles y estereotipos de género.
✓ Identidades de género, orientaciones sexuales y expresiones de
género.
✓ Aplicación y transversalización de la perspectiva de género y el
enfoque de derechos humanos.
✓ Concepto y características de los derechos humanos de las mujeres.
✓ Jerarquías y relaciones de poder. Introducción al concepto de
patriarcado y androcentrismo. División sexual del trabajo.
✓ Desigualdades de género.

¡Hola a todas y todos! Bienvenidos/ass a la Segunda Unidad del curso


“Incorporación del enfoque de género en el trabajo legislativo a partir de la Ley
Micaela”.
Es un placer para mí, invitarles a pensar, en conversación, temas y problemas
que nos inquietan a todas y todos.
¿Cómo vamos a trabajar en esta oportunidad? Les propongo recuperar en esta
cartilla, algunas lecturas introductorias sobre los conceptos esbozados en la tabla de
contenidos, interpelar esos textos y nuestras matrices interpretativas a partir de una
serie de interrogantes y compartir otras lecturas teóricas o videos para revisar,
repensar o profundizar.

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HERRAMIENTAS CONCEPTUALES Y METODOLÓGICAS DE LOS ESTUDIOS
SOBRE LA VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES

DIFERENCIAS VERSUS DESIGUALDADES

¿Cuándo hablamos de diferencias y cuándo hablamos de desigualdades entre


hombres y mujeres?
Todos sabemos que existen diferencias biológicas entre hombres y mujeres. Sin
embargo, sobre estas distinciones, evidentes, nuestras sociedades re-graban las marcas de
identidad “masculina” y “femenina” forzando a esos cuerpos (hombre/mujer) al calce
anatómico para fundamentar – de manera esencial – la fijeza de las marcas de identificación
sexual (Richard, 1996). Es decir, existen muchos modos de ser hombre y/o de ser mujer, no
obstante, el discurso cultural - que la ideología patriarcal ha ido naturalizando – presenta esa
relación como plena unívoca y transparente y no como un efecto de significación.
Revisemos juntos los siguientes ejemplos para hacer el párrafo anterior más claro:

¿Quién no ha escuchado alguna de las siguientes oraciones y/o expresiones? “las


muñecas son para que jueguen las niñas, los autitos son para los varones”, “las nenas no se
sientan, hablan así”, “los hombres no lloran”, “la cocina es cosa de mujeres”, “el hombre es el
que debe aportar a la casa”, “la sociedad está como está porque antes las mujeres se
quedaban en la casa a cuidar los chicos mientras los hombres trabajaban”.
La lista de frases puede ser infinita. Cada una de ellas, no obstante, pauta un modo de
ser y de sentirse hombre y/o mujer. Las mujeres deben quedarse en casa, no hablar fuerte,
deben hacer lo que los hombres les dicen. Tienen permitido llorar. Los hombres, en cambio,
deben salir a trabajar, no pueden ocuparse de las tareas domésticas, no deben mostrarse
sensibles, ellos son fuertes y deben parecerlo.
¿Cuántas veces hemos escuchado que quienes transgreden esas asociaciones mujer-
femenino/hombre-masculino, es decir, se comportan de un modo diferente, reciben, a modo
de crítica, los sobrenombres de machona, en el caso de las mujeres y de maricón en el caso
de los hombres?

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A lo largo de la historia, en muchas situaciones, esas diferencias han sido traducidas
en desigualdades. Si bien, muchos derechos de las mujeres, han sido reconocidos, en el
plano jurídico, sabemos que hoy en día, las mujeres se ocupan de tareas fuera y dentro del
hogar. Reciben menor paga por igual trabajo y son víctimas, en muchas situaciones, de
diferentes modos de violencia (simbólica y física). No hace falta más que revisar los diarios
sobre la cantidad de mujeres asesinadas por sus parejas en lo que va del año, reflexionar
sobre el modo en que las jóvenes son tratadas en los programas exitosos de televisión, sólo
por mencionar unos cuantos casos.
En este sentido, el lenguaje, en tanto que organizador de la representación simbólica
de la realidad, constituye el vehículo por medio del cual se van construyendo las relaciones
de poder entre los sujetos y al mismo tiempo, una evidencia concreta de los roles que cada
actor desempeña en ese intercambio.
Distintos estudios han permitido considerar, dentro de las tensiones e intersecciones
entre las relaciones de poder incluidas en el término “género” tres dimensiones claves: 1) el
mundo normativo, este incluye las reglas formales e implícitas, que se construyen y
reproducen en las instituciones sociales (en especial en la escuela, la familia y los ámbitos
laborales), fijando posiciones, prescripciones y sanciones diferenciales para varones y
mujeres. 2) las prácticas cotidianas que se desarrollan en esos ámbitos, en las que se
encarna y perpetua un determinado orden de género (por ejemplo, la naturalidad con la que
se acepta que las mujeres asuman la responsabilidad principal o exclusiva por el trabajo
doméstico y la crianza de los hijos). 3) las representaciones que tanto en un plano simbólico
como imaginario justifican un determinado orden de género, estableciendo así una
vinculación entre lo social y lo subjetivo. Se expresan tanto en las creencias del sentido común
como en las religiones, y también en muchos discursos “científicos”.
El uso de la categoría género si es ahistórico o simplista puede contribuir al tipo de
pensamiento al que desea oponerse, pero puede adquirir también un carácter subversivo
introduciendo lo político en lo personal, alterando las convenciones establecidas por las
normas de socialización dominantes si es integrado con las múltiples variables – raza,
aspectos étnicos, religión, origen nacional, orientación sexual – que constituyen la identidad
del sujeto.

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Para pensar los diversos ejes de opresión es que surge el concepto de
interseccionalidad. La interseccionalidad, como sintetiza el Glosario Feminisita para la
igualdad de género, es “una propuesta teórica que propone el análisis de la discriminación
como un fenómeno complejo, que permite revelar la existencia de variadas identidades, que
combinadas generan diferentes tipos de discriminación” (2017: 68).
Visibiliza por un lado, heterogeneidad de situaciones y violencias, e invita a pensar esas
realidades desde una mirada más compleja y rica. Subraya la necesidad de descripciones y
testimonios personales, así como afilar los instrumentos y dispositivos para recuperar
información necesaria, teniendo en cuenta otras formas de identidad.
Esa combinación de identidades desafía, nos reta, a pensar y analizar cómo las
variables interactúan, generando experiencias sustantivamente diferentes. Como han
insistido diversos especialistas, se trata de reconocer “diferencias y similitudes significativas
para poder superar las discriminaciones y establecer las condiciones necesarias para que
todo el mundo pueda disfrutar sus derechos humanos” (2017: 69).

Materiales de lectura obligatoria:


✓ Mara Viveros Vigoyas, “El concepto de
‘género’ y sus avatares: Interrogantes en
torno a algunas viejas y nuevas
controversias”, en Millán de Benavides, C. y
Estrada A. (eds.) Pensar (en) género.
Teoría y práctica para nuevas cartografías
del cuerpo. Universidad Javeriana, Bogotá;
2004, pp. 170-191. Disponible en:
Disponible en: http://e-
labor.co/sites/default/files/PDF/genero_e_id
entidad_en_los_estudios_latinoamericanos.
pdf
✓ Vogel, Lise (2019): “Más allá de la
interseccionalidad”. Disponible en:
https://marxismocritico.com/2019/04/11/mas
-alla-de-la-interseccinalidad/
✓ Género – Interseccionalidad:
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https://www.youtube.com/watch?v=4ZSctqF
AoDQ
¿Por qué incorporar, transversalmente, una perspectiva de género?

Fomentar la equidad social es una de las metas históricas de toda institución


democrática. Existen varios factores que potencian las desigualdades. La incorporación de
una perspectiva de género permite lidiar de manera concreta, con elementos que acrecientan
el maltrato también histórico hacia otras diferencias. Los espacios institucionales ofrecen la
oportunidad, en términos de retos, para contrarrestar mensajes o enunciados dominantes que
sostienen y nutren un sistema injusto, excluyente y discriminatorio para niñas, mujeres,
minorías y disidencias sexuales y de género las niñas y las mujeres.
El abordaje del género puede y debe insertarse de manera transversal. Su
incorporación permite, por un lado, visibilizar problemáticas propias de cada género; y por
otro, proponer soluciones específicas y más eficaces. La transversalización de este tipo de
enfoques hace posible reflexionar sobre los mensajes e imágenes que recibimos y que
transmitimos en nuestras prácticas, proyectos y acciones, y completar nuestro análisis crítico
de la realidad1 (Antolin Villota, 2003).

Materiales para profundizar las lecturas:

Corona Godínez, Mónica Patricia (2002): “Cultura


institucional y equidad de género en la Administración
Pública”. Disponible en:
http://cedoc.inmujeres.gob.mx/documentos_download/100
432.pdf
ONU Mujeres: Herramientas, recursos y documentos para
incorporar la perspectiva de género en las instituciones.
Disponible en: https://www.unwomen.org/es/how-we-
work/un-system-coordination/gender-mainstreaming

1 Para profundizar la lectura, pueden consultarse los textos reunidos en: Antolín Villota, Luisa (2003)
[comp.]. La mitad invisible. Género en la educación para el desarrollo. Madrid: ACSUR-Las Segovias
Cedaceros. Disponible en:
http://www.bantaba.ehu.es/obs/files/view/La_mitad_invisible%2C_g%C3%A9nero_en_la_ED.pdf?revi
sion%5Fid=54659&package%5Fid=54643
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¿De qué hablamos cuando hablamos de violencias y por qué la nombramos en
plural?
Nos encontramos frente a una palabra presente en numerosos discursos y contextos
diferentes (Tonkonoff, 2017). De violencia se habla en medios de comunicación, en
instituciones educativas, jurídicas, en eventos académicos, en organizaciones sociales, en
casas y en otros espacios públicos. Se trata de un término cuyo significado puede ampliarse,
restringirse o dilatarse. De ahí que resulte necesaria su definición. La Organización Mundial
de la Salud define violencia como “el uso intencional de la fuerza física, amenazas contra uno
mismo, otra persona, un grupo o una comunidad que tiene como consecuencia o es muy
probable que tenga como consecuencia un traumatismo, daños psicológicos, problemas de
desarrollo o la muerte”. Ahora bien, lo que se entiende por intimidación, agresión, perjuicio,
lesión ha variado de una sociedad a otra, y de un tiempo a otro.
En Argentina y en otros países, existen formas de interacción e intercambio, gestos,
prácticas y acciones que, si bien en algún momento se consideraron “corrientes” o “naturales”,
hoy por hoy, son colectivamente rechazadas o se encuentran prohibidas. Pensemos en
expresiones, omisiones o acciones que antes no llamaban la atención y actualmente
constituyen signos de alerta. Esto evidencia un reacomodamiento de límites, hacia el interior
de nuestra comunidad, que reconoce como violencia no sólo determinadas manifestaciones
físicas, sino también simbólicas. Admite, es decir, acordamos, que las hostilidades pueden
ejercerse de forma directa o indirecta y que se manifiestan a través del lenguaje pero también
en prácticas concretas jurídicas, policiales, penitenciarias, mediáticas, partidarias, educativas,
médicas y familiares, entre otras (Tonkonoff, 2017). Es por eso que hablamos de violencias
en plural. Ésta es múltiple, admite matices, tiene facetas, se complejiza y puede reeditarse
(Femenías, 2015).
Necesitamos, entonces, pensar las violencias desde una perspectiva de género, clase
social, edad, etnia y orientación/diversidad sexual ya que los mecanismos para su
legitimación, reproducción, fortalecimiento y perpetuación se encuentran en la interpretación
de las diferencias (biológicas, sociales, culturales, entre otras) en términos de inferioridad.

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¿Qué entendemos por violencia de género?
Nuestras sociedades se encuentran caracterizadas por relaciones desiguales de poder.
En este marco, entendemos por violencia de género aquellos discursos, enunciados, gestos,
conductas y acciones que, basados en el sexo y/o género de la persona, orientación sexual,
identidad de género y expresión de género, agredan, discriminen, atenten, dañen o afecten
la vida de las personas, de manera directa o indirecta, en el espacio privado o público. Esto
incluye desde actos solapados como micromachismos a estrategias de control, impedimentos
para acceder a cargos, espacios de trabajo, derechos y elecciones, realizados tanto por
pares, parejas, grupo familiar como por las/los funcionarios/os, profesionales, personal y
agentes pertenecientes a cualquier órgano, ente o institución pública.
Aun cuando las mujeres constituyen históricamente la población más afectada, es
necesario reconocer que el problema de la violencia de género no es sólo entre éstas y los
hombres. Acordamos con Rita Segato cuando afirma que comportamientos de este tipo
pueden tener lugar entre varones o hacia cuerpos feminizados. La antropóloga asegura
además que son aquellos, las primeras víctimas del “mandato de masculinidad” (2017).

¿Qué modos de proceder son considerados violentos y se encuentran penados


en nuestra comunidad?
Argentina cuenta, desde el 2009, con la Ley N° 26.485, que se propone garantizar una
protección integral para prevenir, sancionar y erradicar formas de discriminación y violencia
contra niñas, niños, adolescentes y especialmente mujeres en los ámbitos en que desarrollen
sus relaciones interpersonales. La normativa caracteriza tipos de violencia e identifica: la
física, la psicológica, la sexual, la económica y patrimonial y la simbólica. Distingue
modalidades según los ámbitos en los que se ejerce y describe: la doméstica, la institucional,
la laboral, aquella ejercida contra la libertad reproductiva, la obstétrica y la mediática.
Nuestra provincia posee, desde el 2019, un “Protocolo de actuación en casos de
violencia”, elaborado por la Red Provincial Tucumán contra la Violencia hacia las Mujeres,
integrada por el Observatorio de la Mujer, los ministerios de Salud Pública, Desarrollo Social,
Seguridad, Educación, Poder Judicial, entes autárquicos como la Defensoría del Pueblo de
Tucumán, organismos no gubernamentales, entre otros.

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¿Cómo se entraman las violencias de género?

Como señala Rita Segato, en el campo discursivo o de las normativas, hemos ampliado
nuestras, nuestros, nuestres derechos. No obstante, sabemos, que, sin leyes, decretos o
normas, trabajar para construir una sociedad más justa no alcanza, pero, entendemos que, a
veces, con las leyes; tampoco. ¿Por qué? Porque las transformaciones necesarias para
lograr, sostener y garantizar una sociedad equitativa, demandan revisar cómo algunos
discursos machistas y patriarcales, modelan o habilitan prácticas que condicionan el ejercicio
y el acceso real a los derechos conquistados.

Materiales de lectura obligatoria:

➢ Hendel, L. (2017): “Ciudadanías de baja calidad”,


en Violencias de género. Las mentiras del
patriarcado. Buenos Aires: Paidós. Disponible en:
https://pladlibroscl0.cdnstatics.com/libros_conteni
do_extra/46/45630_1_Violencias_de_genero.pdf

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Los DDHH y los derechos de las mujeres como DDHH
El documento que se conoce como Declaración Universal de los Derechos Humanos
constituye un hito histórico. Participaron en su elaboración representantes de todas las
regiones del mundo con diferentes antecedentes jurídicos y culturales. Se proclamó, en la
Asamblea General de las Naciones Unidas en París, el 10 de diciembre de 1948, como un
ideal común para todos los pueblos y naciones. Dicha declaración, reconoce, por primera vez,
los derechos humanos fundamentales, sin distinción de raza, color, sexo, idioma, religión,
opinión política o de otra índole, origen nacional o social, propiedad, nacimiento u otra
condición (…). Ese documento ha sido traducido a más de 500 idiomas. Expresados en
tratados, derecho internacional consuetudinario, principios y fuentes del derecho, adjudican
a los Estados una obligación de actuar acorde a lo pactado y les prohíben determinadas
actividades. Instrumentos y derechos humanos se aplican a hombres y mujeres. No obstante,
la CEDAW ha precisado y complementado algunos de ellos desde la perspectiva de los
derechos de las mujeres.
Como puede leerse en la entrada del Glosario Feminista para la Igualdad de Género,
bajo el título, “Derechos humanos de las mujeres”:

“En primera instancia, se parte de la noción fundamental de que los derechos


de las mujeres están integrados dentro del ámbito global de los derechos
humanos para todo ser humano, hombre o mujer. En segunda instancia, el
movimiento feminista abrió el debate sobre los derechos con perspectiva de
género y se evidenció que el “género” no solo se refería a “las maneras en las
cuales los roles, las actitudes, los valores y las relaciones con respecto a los
niños y niñas, mujeres y hombres se construyen en las sociedades (...)”; sino
que además el “género” también construye instituciones sociales como el
derecho, la religión, la familia, la ideología, etc., en las que se crean
posiciones sociales distintas para una asignación desigual de derechos y
responsabilidades entre los sexos. El desarrollo de la perspectiva de género,
contribuyó a visibilizar las relaciones de poder entre los sexos y, por lo tanto,
la discriminación padecida por las mujeres en todas las esferas sociales. De
esta forma se empezaron a visibilizar toda una gama de “intereses y
necesidades humanas”, lo mismo que violaciones a los derechos humanos,
sentidas mayoritariamente por mujeres y que no eran perceptibles desde la
perspectiva androcéntrica.
Por lo tanto, los derechos de las mujeres hacen referencia al conjunto de
“intereses y necesidades” de la población femenina, develados por el debate
promovido desde la perspectiva de género y que, en el contexto de los
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derechos humanos, constituyen una ampliación específica para la población
femenina. Esto le da un carácter inclusivo al tema de los derechos humanos
universales, lo que debe entenderse como un avance sustantivo en dicha
materia” (2017: 35-36).

Es decir que, si bien textos, leyes y discursos, reconocen la igualdad, para hombres y
mujeres, situaciones concretas, documentadas y estudiadas, evidencian que las
interpretaciones de esas normas – y por consiguiente, las acciones o cumplimientos prácticos
de las mismas - se realizan desde matrices patriarcales y machistas. Se vuelve entonces
necesario revisar, repensar y transformar, cuestiones culturales. Para eso, les vamos a
proponer construir una base o piso conceptual desde el cual, reflexionar y debatir posibles
cambios en los espacios en los que trabajamos.
Aquí, vamos a seguir el Glosario Feminista para la Igualdad de Género. Este
instrumento, elaborado por el Equipo Técnico del Consejo Nacional para la Igualdad de
Género a partir de la profundización y ampliación de conceptos en torno a temáticas de
género, feminismo, derechos de las mujeres y personas LGBTI, entre otras, otros, otres, se
propone “mejorar la gestión de las instituciones del Estado en tanto permite la comprensión
y el manejo adecuado de términos desde la perspectiva de género, que evitará el uso
inadecuado o confusión de términos...”
Para ampliar o profundizar la lista de vocablos abajo incluidos, invitamos a escuchar la
clase sincrónica, los videos complementarios a cargo de la docente del módulo o la
bibliografía recomendada al final de esta cartilla.

Algunos de las definiciones extraídas del glosario arriba mencionado:


Roles de género: Se refieren a las normas sociales y de conducta que dentro de una
cultura específica, son ampliamente aceptadas como socialmente apropiadas para las
personas de un sexo específico. Suelen 99 determinar las responsabilidades y tareas
tradicionalmente asignadas a hombres, mujeres, niños y niñas (véase división sexual del
trabajo). A menudo los roles de género están condicionados por la estructura del hogar, el
acceso a los recursos, impactos específicos de la economía mundial, una situación de
conflicto o desastre, y otros factores relevantes localmente, tales como las condiciones
ecológicas. Al igual que el género, los roles de género pueden transformarse con el transcurso
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del tiempo, especialmente con el empoderamiento de las mujeres y la transformación de las
masculinidades. [170] (2017: 98-99).

Identidades de género: La identidad de género se refiere a la experiencia de


género innata, profundamente interna e individual de una persona, que puede o no
corresponder con la fisiología de la persona o su sexo al nacer. Incluye tanto el
sentir personal del cuerpo, que puede implicar, si así lo decide, la modificación de
la apariencia o función física por medios quirúrgicos, médicos u otros, así como
otras expresiones de género, que incluyen la vestimenta, la forma de hablar y los
gestos. [102] (2017: 62).

Orientación sexual: La orientación sexual se refiere a la capacidad de cada


persona de sentir una profunda atracción emocional, afectiva y sexual por otras
personas de diferente sexo/género o del mismo sexo/ género, o más de un
sexo/género y, entablar relaciones íntimas y sexuales con ellas. Básicamente hay
tres orientaciones sexuales predominantes: hacia el mismo sexo/género
(homosexualidad), hacia el sexo/género opuesto (heterosexualidad) o hacia ambos
sexos/géneros (bisexualidad). [146] (2017: 85).

Expresión de género: Se refiere a la manifestación externa, de los rasgos


culturales que permiten identificar a una persona masculina o femenina, conforme
a los patrones considerados propios de cada género, por una determinada
sociedad, en un momento histórico determinado. [81] (2017: 52).

Patriarcado: La antropología ha definido al patriarcado como un sistema de


organización social, en el cuál los puestos clave de poder, tanto político como
religioso, social y militar, se encuentran de forma exclusiva y generalizada, en
manos de los hombres. El concepto de patriarcado resulta un eje fundamental en la
lucha de todo el movimiento feminista, el cuál define el patriarcado como “el poder
de los padres: un sistema familiar y social, ideológico y político con el que los

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hombres –a través de la fuerza, la presión directa, los rituales, la tradición, la ley o
el lenguaje, las costumbres, la etiqueta, la educación y la división del trabajo,
determinan cuál es el papel que las mujeres deben interpretar, con el fin de estar
en toda circunstancia sometidas al varón. [149] (2017: 87).

Androcentrismo: Visión del mundo y de las cosas en la que los hombres son el centro
y la medida; oculta y torna invisible las aportaciones y contribuciones de las mujeres a
la sociedad. Una visión androcéntrica, presupone que la experiencia masculina seria “la
universal”, la principal, la referencia o representación de la humanidad, obviando la
experiencia femenina. [14] (2017: 18).

División sexual del trabajo: Es una división de tipo estructural. Está directamente
relacionada con los patrones socioculturales, que determinan las actividades que deben
hacer los hombres y las mujeres. En general, en las sociedades modernas se establece una
división entre el ámbito reproductivo y el productivo, entre el espacio privado y el público. La
tendencia es asignar a las mujeres al espacio reproductivo y a los hombres al espacio público.
Esta división está cambiando, ya que cada vez más, los hombres se hacen cargo de las
labores domésticas (aunque en menor medida), mientras aumenta la presencia de las
mujeres en el espacio público. [66] (2017: 44).

Desigualdades de género: Se refiere a la distancia y/ o asimetría social entre mujeres


y hombres. Históricamente, las mujeres han estado relegadas a la esfera privada y los
hombres a la esfera pública; esta situación ha derivado en que las mujeres tengan un limitado
acceso a la riqueza, a los cargos de toma de decisión, a un empleo remunerado en igualdad
de condiciones que los hombres; que sea tratadas de forma no discriminatoria. La
desigualdad de género se relaciona con factores económicos, sociales, políticos y culturales
cuya evidencia y magnitud, puede captarse a través de las brechas de género. [55] (2017:
39-40).

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Estereotipos: Son creencias sobre colectivos humanos, que se crean y comparten
entre los grupos, dentro de una cultura determinada. Los estereotipos sólo llegan a ser
sociales, cuando son compartidos por un gran número de personas dentro de grupos o
entidades sociales (comunidad, sociedad, país, etc.). Se trata de definiciones simplistas
usadas para designar a las personas, a partir de convencionalismos que no toman en cuenta
sus características, capacidades y sentimientos, de manera analítica. También referidos
como estereotipos sexuales, reflejan las creencias populares sobre las actividades, los roles,
los rasgos, características o atributos que caracterizan y distinguen a las mujeres de los
hombres. De esta forma, son las imágenes culturales que se asignan a los sexos, por ejemplo,
que los hombres visten de azul y las mujeres de rosa, o que éstas son sentimentales y los
hombres no tienen derecho a llorar. Su eliminación es un factor importante para lograr la
igualdad entre los sexos. [78]. (2017: 50-51).

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Masculinidades: Una perspectiva de género, o forma de analizar el impacto del género
en las oportunidades, roles sociales e interacciones de las personas, nos permite observar la
presión que se ejerce sobre los niños y los hombres para que desempeñen y se ajusten a
roles específicos. Así, el término masculinidad se refiere al significado social de la hombría,
que se construye y define social, histórica y políticamente, en lugar de estar determinada
biológicamente. Hay muchas definiciones construidas socialmente sobre qué es ser hombre.
Pueden cambiar con el transcurso del tiempo y dependiendo del lugar. El término se relaciona
con las nociones e ideales percibidos acerca de cómo los hombres deben comportarse o se
espera que se comporten en un contexto determinado. Las masculinidades no son sólo
acerca de los hombres; las mujeres también materializan y producen el significado y las
prácticas de la masculinidad. [130] (2017: 77-78).

En ese mismo documento pueden encontrarse definiciones de estos términos:


heteronormatividad, heterosexismo, derechos sexuales, acoso sexual, abuso sexual, brecha
de género, discriminación positiva, machismo, políticas de género, techo de cristal, transfobia,
entre otros.

Materiales de lectura obligatoria:

✓ Alfaro Reyes, F. (2017) [et. alt.] Glosario


Feminista para la Igualdad de Género.
Ecuador: Consejo Nacional para la Igualdad
de Género –CNIG–. Disponible en:
https://www.igualdadgenero.gob.ec/glosari
o-feminista-cnig/

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De discursos a prácticas más equitativas

Muchos autores coinciden en señalar que el lenguaje de la administración es el del


poder. Quien nombra, domina. A veces, estas escrituras resultan inaccesibles para las
ciudadanas y ciudadanos comunes. Si repasamos normativas, guías e instructivos
disponibles en plataforma, encontraremos que las sustituciones de términos o expresiones,
obedecen a intentos por allanar la torpeza expresiva, democratizar la lectura atendiendo a
ampliar las posibilidades de comprensión y la transparencia comunicativa.
En esa misma línea y con el propósito de fortalecer la construcción de una sociedad
equitativa es que incluimos, entre los textos de lectura obligatoria, el siguiente escrito:

Materiales de lectura obligatoria:

➢ Bengoeche, M. (2016). Sugerencias para evitar el


sexismo en el lenguaje administrativo. España.
Ayuntamiento de Murcia.

¿Cómo organizar la información ahí contenida? El documento está muy bien


organizado. Sugiero, en vistas a los ejercicios prácticos que nos tocará realizar, en este
tiempo, leer de manera crítica lo que está ahí escrito, revisar ejemplos de notas, resoluciones,
actas y otros documentos administrativos e identificar rasgos sexistas – si los hay – y pensar
cómo podrían reescribirse desde un lenguaje inclusivo.
Como señala Bengoechea (2016):
“En castellano los sustantivos tienen género gramatical, es decir,
obligatoriamente son femeninos o masculinos, y a veces femeninos y
masculinos. Esto lo reconocemos por el artículo que los acompaña. (…)

Cuando hablamos de personas, tenemos asimismo sustantivos


femeninos (la maestra), sustantivos masculinos (el maestro) y
sustantivos que pueden ser femeninos o masculinos según sea el
artículo que los preceda (la periodista; el periodista).
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Independientemente de su género gramatical, hay sustantivos
(femeninos o masculinos) referidos a personas que no son sexuados.
Es decir, se refieren a seres humanos, pero no dicen nada de su sexo:
la víctima, la criatura, la visita, la persona son sustantivos femeninos
que pueden utilizarse indistintamente para referirse a mujeres o a
hombres. Del mismo modo, existen sustantivos masculinos referidos a
mujeres y hombres: el personaje, el ser humano, el sujeto. (…)
El problema de discriminación e invisibilidad femeninas se
produce cuando utilizamos un sustantivo SEXUADO masculino,
que tiene su femenino correspondiente, para referirnos a mujeres
y hombres”. (página 3)

Por ejemplo, cuando decimos: “Cinco empleados de la administración del Municipio “X”
redactaron un eficaz protocolo para la prevención de…”. Ignoramos que pueden haber
participado mujeres y hombres en la elaboración de ese documento.

Bibliografía consultada (y recomendada):


https://www.who.int/topics/violence/es/
Femenías, M.L. (comp.) (2015): Violencias cruzadas. Miradas y perspectivas. Rosario:
Prohistorias Ediciones.
Femenías, M.L. (2013): Violencias cotidiana (en la vida de las mujeres). Rosario:
Prohistorias Ediciones.
Hendel, L. (2017): Violencias de género. Las mentiras del patriarcado. Buenos Aires:
Paidós.
Kaplan y otros (2006): Violencias en plural, sociologías de las violencias en la escuela.
Buenos Aires: Miño y Dávila Editores.
Ley N° 27.234 Disponible en:
http://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/anexos/255000-
259999/257439/norma.htm
Ley N° 26.485 Disponible en:
http://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/anexos/150000-
154999/152155/norma.htm
Maidana, M. (2020): “Los rugbiers y el crimen en Villa Gesell. No son manada”, en
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Maffia, Diana (2016): “Por qué hablamos de femicidios?”, Página 12, 30 de mayo.
Disponible en: https://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/subnotas/300537-77862-2016-05-
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Protocolo de acción institucional para la prevención e intervención ante situaciones de
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https://www.fau.unt.edu.ar/wp-content/uploads/protocolo-de-Accion-Institucional-para-FAU-
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Resolución Rectoral No 2241—HCS-17 que aprueba el proyecto de Protocolo de acción
institucional para la prevención e intervención ante situaciones de violencia o discriminación
de género u orientación sexual en la UNT. Disponible en:
https://drive.google.com/file/d/0BwZE7DzLP04YNGtwYXdpQzFab05Yc0lGdGZsWG9YTUp
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Segato, R. (2018). Contra-pedagogías de la crueldad. Argentina: Prometeo Libros.
Tonkonoff, S. (ed.) (2017): La pregunta por la Violencia. Buenos Aires: Pluriverso
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Vizzi, F. y Ojeda Garnero, A. (2017). “Entrevista con Rita Segato”, en Conclusión.
Disponible en: https://www.conclusion.com.ar/info-general/una-falla-del-pensamiento-
feminista-es-creer-que-la-violencia-de-genero-es-un-problema-de-hombres-y-
mujeres/08/2017/

Videos:
✓ Todxs deberíamos ser feministas-Chimamanda Adichie (subtitulado en español)
https://www.youtube.com/watch?v=85fqNwDKXfA
✓ Contra-pedagogías de la crueldad | Rita Segato | Clase 1
https://www.youtube.com/watch?v=17ijWDlok2g

✓ Conferencia de Rita Segato: Instituciones y vulnerabilidad: Pensar la política en clave


femenina https://www.youtube.com/watch?v=lCdXyrdeWvY
✓ ¿Qué significa transversalizar la perspectiva de género en las políticas
públicas? https://www.youtube.com/watch?v=BSI_XoQfnp8

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