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Políticas de la masculinidad
El poder y la violencia
en la subjetividad de los varones
POLÍTICAS DE LA MASCULINIDAD
EL PODER Y LA VIOLENCIA
EN LA SUBJETIVIDAD DE LOS VARONES
GRISELDA GUTIÉRREZ CASTAÑEDA
COORDINADORA
POLÍTICAS DE LA MASCULINIDAD
EL PODER Y LA VIOLENCIA
EN LA SUBJETIVIDAD DE LOS VARONES
Primera edición:
septiembre de 2022
ISBN: 978-607-30-6495-8
1
Michael Kaufman, “Las experiencias contradictorias del poder entre los hom-
bres”, en Teresa Valdés y José Olavarría, eds., Masculinidad/es. Poder y crisis. San-
tiago, Isis Internacional/Flacso Chile, 1979, pp. 80-81.
Presentación 9
Introducción
1
Término acuñado por Stanley Cohen en 1972 que se refiere a la reacción fundada
en ideas falsas o exageradas sobre comportamientos o acciones de minorías y que son
23
24 Masculinidad e igualdad de género
5
Gloria Careaga, “Otras mujeres, nuevos hombres”, en M. Figueroa y M. Cayeros,
eds., Ciencias Estudios de Género. Handbook t. ii. Tepic, Nayarit -©ECORFAN, 2016.
Gloria Careaga Pérez 27
6
Idem.
7
Cf. Alain Touraine, El mundo de las mujeres. Barcelona, Paidós, 2007.
28 Masculinidad e igualdad de género
8
Gloria Careaga y Salvador Cruz, “Introducción”, en G. Careaga y S. Cruz, coords.,
Debates sobre masculinidades. México, unam, pueg, 2006.
9
Alan Greig y Michael Flood, “Work with men and boys for gender equality: a
review of field formation, the evidence base and future directions”, en USA. Discussion
Paper, núm. 37. UN-Women, 2020.
Gloria Careaga Pérez 29
10
Cf. Rossana Reguillo, “Pórtico: notas introductorias a las violencias”, en Juan
Carlos Ramírez, Madejas entreveradas, violencia, masculinidad y poder. México, Plaza
y Valdés/Universidad de Guadalajara, 2005.
11
Cf. Juan Carlos Ramírez, Madejas entreveradas, violencia, masculinidad y poder.
México, Plaza y Valdés/Universidad de Guadalajara, 2005.
30 Masculinidad e igualdad de género
12
A. Greig y M. Flood, “Work with men and boys for gender equality: a review of
field formation, the evidence base and future directions”, en op. cit.
Gloria Careaga Pérez 31
Conclusiones
Introducción
1
Le agradecemos a Adriana Ramírez su compañía para reflexionar sobre el tema
de este texto.
35
36 Algunos dilemas éticos en el trabajo teórico, metodológico y político
2
Cf. Rita Segato, “Género y colonialidad: en busca de claves de lectura y de un
vocabulario estratégico descolonial”, en Aníbal Quijano y Julio Mejía Navarrete, eds.,
La cuestión descolonial. Lima, Universidad Ricardo Palma, 2010 y Mara Viveros, “La
interseccionalidad: una aproximación situada a la dominación”, en Debate Feminista,
núm. 52, 2016, pp. 1-17.
Juan Guillermo Figueroa y Alejandra Salguero 39
3
José Ortega y Gasset, Ideas y creencias. Madrid, Espasa Calpe, 1968.
4
Carlos Lomas, comp., ¿Iguales o diferentes? Género, diferencia sexual, lenguaje
y educación. Barcelona, Paidós, 1999.
5
Cf. Ximena Bedregal, Ética y feminismo. México, La Correa Femenina, 1994;
Susan Sherwin, “Ética, ética femenina y ética feminista”, en Gloria Careaga, Juan
Guillermo Figueroa Perea y María Consuelo Mejía, comps., Ética y salud reproductiva.
México, unam / Miguel Ángel Porrúa, 1996, pp. 83-118; Timothy Murphy, Gay Ethics.
Nueva York, Harrington Park Press, 1999.
Juan Guillermo Figueroa y Alejandra Salguero 41
6
Robert Connell, Masculinities. Londres, Polity Press, 1995.
7
Michel Foucault, La ética del cuidado de sí como práctica de la libertad. París,
Gallimard, 1994.
8
Celso Lafer, “El juicio reflexivo como fundamento de la reconstrucción de los
derechos humanos”, en La reconstrucción de los derechos humanos: un diálogo con
el pensamiento de Hannah Arendt. México, fce, 1994, pp. 309-346.
42 Algunos dilemas éticos en el trabajo teórico, metodológico y político
entre otros temas), sino que tiene una lógica de acciones afirmativas,
puede generar una sobrerreacción, incluso en contra de una intervención
o investigación que potencialmente puede beneficiar a la colectividad.
Si la literatura ha mostrado falta de empatía como detonador de vio-
lencia e incluso falta de entrenamiento para conocer los propios senti-
mientos y emociones, ¿qué consecuencias tiene realizar estudios e
intervenciones en el proceso de acompañar la transformación del ser
hombre, sin privilegiar el tema de las emociones y la resignificación del
intercambio con el propio cuerpo? Es decir, si se alude a ‘inmadurez
emocional’, ¿cómo se aborda dicha problemática sin intentar ejercicios
reflexivos que potencialmente les faciliten a los hombres ‘descolocarse
históricamente’ a través de problematizarse como sujetos de referencia
y redescubrir su propio cuerpo y su conocimiento de sí?
Una de las constantes en investigaciones sobre género alude a cierta
falta de empatía emocional, en especial de hombres hacia problemá-
ticas vividas por las mujeres, pero a la par se interpreta la violencia
ejercida por los hombres como consecuencia de una ‘pedagogía de la
crueldad’.9 Se argumenta que las pautas de socialización de los hom-
bres los desvinculan del espectro potencial que como seres humanos
tienen de sus emociones, estimulando, inhibiendo y hasta presionando
para la práctica de algunas de las mismas.10 Esto se añade a posibles
disputas existenciales con las mujeres, cuyos procesos de socialización
son diversos tanto en la vida emocional como en el uso de las palabras
para dar cuenta de las mismas. Si consideramos que la racionalidad es
uno de los ejes del modelo dominante de hombres y la emocionalidad
para las mujeres, no es extraño que el lenguaje en la vida emocional
no sea homogéneo entre ambas poblaciones, lo que es otro factor de
distanciamientos y potenciales desencuentros. Sin embargo, es poca la
investigación sobre vida emocional, así como sobre lo que podríamos
9
Cf. Rita Segato, Las estructuras elementales de la violencia. Buenos Aires,
Universidad Nacional de Quilmes, 2003 y R. Segato, La guerra contra las mujeres.
Madrid, Traficantes de Sueños, 2016.
10
Luis Botello, “Análisis del ‘enojo’ del varón en el contexto de la violencia contra
las mujeres para trazar un marco de construcción de responsabilidad”, en Masculinities
and Social Change, 6(1), 2017, pp. 39-61.
Juan Guillermo Figueroa y Alejandra Salguero 47
11
Carol Gilligan, Janie Victoria Ward y Jill McLean Taylor, eds., Mapping the
Moral Domain. Cambridge, Harvard University Press, 1988.
48 Algunos dilemas éticos en el trabajo teórico, metodológico y político
en los comportamientos, sin que a veces quede claro qué lugar tienen
los procesos reflexivos que supone apropiarse “freireanamente” de los
propios aprendizajes de género.
Esbozar éticamente dudas y preguntas en este tema y con esta pobla-
ción corre el riesgo de ser considerado políticamente incorrecto y hasta
contestatario, o peor aún, antifeminista. No obstante, el conocimiento se
genera desde las dudas, y éstas son un insumo obligado para cuestionar
obviedades, dentro de las cuales se inscriben muchos aprendizajes de
género. ¿Será que los caminos andados (existencial, política y analítica-
mente) nos bastan para que los hombres (y las mujeres) se resignifiquen
conociéndose a sí mismos como sujetos sociales que pueden dialogar
crítica, solidaria y lúdicamente con las mujeres y con otros hombres?
12
Héctor Salinas, Masculinidades e identidades gay. Tres estudios sobre violencia,
mercado y sociabilidad gay en la Ciudad de México. México, Voces en Tinta, 2016.
13
Luis Bonino, “Masculinidad hegemónica e identidad masculina”, en Dossiers
Feministes, núm. 6, 2002, pp. 7-35.
14
Cf. Raywen Connell, Masculinidades. 2a. ed. México, unam, pueg, 2015 y S.
Luna, “Experiencia de la masculinidad: la visión de un grupo de hombres guatemalte-
cos”, en Salud y Sociedad, 2(3), 2011, pp. 250-266.
Juan Guillermo Figueroa y Alejandra Salguero 51
15
Marcos Nascimento y Marcio Segundo, “Hombres, masculinidades y políticas
públicas: aportes para la equidad de género en Brasil”, en Francisco Aguayo y Michelle
Sadler, eds., Masculinidades y políticas públicas: involucrando hombres en la equidad
de género. Santiago de Chile, lom / eme / Universidad de Chile, 2011.
16
Peter Berger y Thomas Luckmann, La construcción social de la realidad. Buenos
Aires, Amorrortu, 1968.
17
Cf. P. Trujano, K. Martínez y J. C. Benítez, “Violencia hacia el varón”, en
Psiquis, 23(4), 2002, pp. 133-147; Michael Woods, “The rhetoric, and reality of men
and violence”, en The National Men’s Health Conference. Adelaide, octubre, 2007 y
Nadia Navarro et al., “Voces silenciadas: hombres que viven violencia en la relación
de pareja”, en La Ventana. Revista de Estudios de Género, núm. 50, julio-diciembre,
2019, pp. 136-172.
52 Algunos dilemas éticos en el trabajo teórico, metodológico y político
18
Cf. L. M. Cantera, “Aproximación empírica a la agenda oculta en el campo de
la violencia en la pareja”, en Psychosocial Intervention, 13(2), 2004, pp. 219-230 y
H. Salinas, op. cit.
19
G. Ramírez, El acceso a una vida libre de violencia en la educación. Actuali-
zación del observatorio social y de género en la educación media superior. México,
Academia Mexicana de Derechos Humanos/Cátedra Unesco de Derechos Humanos
de la unam, 2011.
20
Organización Panamericana de la Salud, “La violencia un problema ubicuo”, en
OPS. Informe mundial sobre la violencia y salud. Washington, Organización Mundial
de la Salud, 2002.
Juan Guillermo Figueroa y Alejandra Salguero 53
21
J. Moral de la Rubia et al., “Diferencias de género en afrontamiento y violencia
en la pareja”, en Revista Ces Psicología, 4(2), 2011, pp. 29-46 y C. Shuler, “Male
54 Algunos dilemas éticos en el trabajo teórico, metodológico y político
victims of intimate partner violence in the United States: An examination of the review
of literature through the critical theoretical perspective”, en International Journal of
Criminal Justice Sciences, 5, 2010, pp. 163-173.
22
C. Shule, “Male victims of intimate partner violence in the United States: An
examination of the review of literature through the critical theoretical perspective”,
en op. cit.
Juan Guillermo Figueroa y Alejandra Salguero 55
23
Melissa Fernández, ¿Hombres feministas? Activistas contra la violencia hacia
las mujeres en México. Tesis. México, uam-Xochimilco, 2014.
24
Michel Foucault, La ética del cuidado de sí como práctica de la libertad. París,
Gallimard, 1994.
56 Algunos dilemas éticos en el trabajo teórico, metodológico y político
25
Juan Guillermo Figueroa, “La soledad en la paternidad”, en Revista FEM. Mé-
xico, año 25, núm. 218, mayo, 2001, pp. 15-19 y 48.
26
Elizabeth Gómez Etayo, Ni ángeles ni demonios, hombres comunes. Narrativas
sobre masculinidades y violencia de género. Cali, Universidad Autónoma de Occi-
dente, 2014.
Juan Guillermo Figueroa y Alejandra Salguero 57
27
E. Camussi y C. Leccardi, “Stereotypes of working women: the power of expec-
tations”, en Social Science Information, 44(1), 2005, pp. 113-140.
58 Algunos dilemas éticos en el trabajo teórico, metodológico y político
28
Jorge Larrosa, “Sobre la experiencia”, en Aloma. Barcelona, Universidad de
Barcelona, 2006, pp. 87-112. <files.practicasdesubjetivación.webnode.es/200000018-
9863d9a585/_la_experiencia_Larrosa.pdf>
29
Denise Najmanovich, “El sujeto encarnado: límites, devenir e incompletud”, en
D. Najmanovich, coord., O Sujeito Encarnado. Questões para pesquisa no/do coti-
diano. Río de Janeiro, DP&A Editora, 2001. <http://www.denisenajmanovich.com.ar/
htmls/0600_biblioteca/palabrasclaves_filtro php]>
Juan Guillermo Figueroa y Alejandra Salguero 59
30
Guillermo Núñez, “Los hombres y el conocimiento. Reflexiones epistemológicas
para el estudio de los hombres como sujetos genéricos”, en Revista Desacatos, núm.
15-16, 2004, pp. 13-32.
31
Sonia Correa y Rosalynd Petchesky, “Reproductive and sexual rights: a feminist
perspective”, en G. Sen, A. Germain y L. Chen, eds., Population Policies Reconsidered
(Health, Empowerment, and Rights). Boston, Harvard University Press, 1994.
32
Gabriel García Márquez, Vivir para contarla. México, Diana, 2002.
62 Algunos dilemas éticos en el trabajo teórico, metodológico y político
33
Paulo Freire, Cartas a Cristina. Reflexiones sobre mi vida y mi trabajo. México,
Siglo Veintiuno, 1996.
Juan Guillermo Figueroa y Alejandra Salguero 63
34
Juan Guillermo Figueroa, “Algunos dilemas éticos y políticos al tratar de definir
los derechos reproductivos en la experiencia de los varones”, en Perspectivas Bioéti-
cas. Buenos Aires, Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, vol. 10, núm. 18,
2005, pp. 53-75.
Juan Guillermo Figueroa y Alejandra Salguero 65
35
Adolfo Sánchez Vázquez, Ética. México, Grijalbo, 1982.
66 Algunos dilemas éticos en el trabajo teórico, metodológico y político
Por ende, otro dilema ético adicional es reflexionar sobre las formas
de dialogar con los hombres. Priego36 se pregunta ¿por qué los hom-
bres hablan tan poco de su intimidad?, pero inmediatamente matiza
“por lo menos según nosotras”, ya que, en situaciones empáticas de
entrevista con hombres, estos hablan sobre sus vidas y encuentran un
espacio de escucha que no habían identificado, por lo que construyen
acompañamiento a algunas de sus dudas, cuestionamientos, malestares
y situaciones conflictivas, las cuales desde su condición de género, los
oprime y violenta, aunque muchos no se den cuenta de ello. Por su
parte, Schawalbe y Wolkomir37 consideran la situación de entrevista
como una oportunidad para abordar la masculinidad, para que los hom-
bres puedan reconsiderar elementos que la han venido conformando
pero que son necesarios de resignificar; para ello, proponen estrategias
metodológicas para considerar la práctica de hablar en tercera persona
(impersonal) de dichos sujetos o al menos de manera indirecta para
evitar juicios de valor que pudieran interferir en el proceso de reflexión
y construcción de significados.
¿Podemos continuar este diálogo, profundizando y reflexionando
sobre cómo estamos construyendo y asumiendo en nuestros imaginarios
a los sujetos del sexo masculino, tanto para estudiarlos, para conversar
con ellos, para interpretar sus decires y silencios y para definir
intervenciones en el proceso de interactuar con los mismos?
36
Teresa Priego, “¿Por qué los hombres hablan tan poco de su intimidad..., por lo
menos según nosotras?”, en El Universal, 13 de abril, 2009.
37
Michael Schawalbe y Michelle Wolkomir, “The masculine self and resource in
interview studies of men”, en Men and Masculinities, vol. 4, núm. 1, 2001, pp. 90-103.
LA POLÍTICA
DE LA MASCULINIDAD.
VIRILIDAD Y VIOLENCIA
La violencia masculina y el elefante en la sala
LEONARDO OLIVOS
Introducción
primero que pensé, como respuesta tanto para habilitar sus experiencias
como para validar también los argumentos centrales de mi exposición,
fue colocar la distancia generacional que media entre la subjetividad
y el contexto en los cuales han sido elaborados la mayor parte de los
trabajos y las vidas concretas de los jóvenes en la actualidad. Si bien, la
explicación a esa asintonía puede corresponder a las transformaciones
acontecidas en los últimos veinte años en la posición genérica de ciertos
hombres, así como también en las relaciones inter e intragenéricas, lo
que quisiera relevar es la observación realizada por la profesora titular
de la materia, la doctora Griselda Gutiérrez Castañeda, quien, en una
reflexión de carácter epistemológico, apuntó sobre las pretensiones
comprensivas de la teoría, misma que proveen de insumos para inquirir
a la realidad o a esos recortes de lo real que queremos conocer. Las
teorías ofrecen herramientas para comprender, interpretar o explicar,
en este caso, los procesos y las relaciones sociales que constituyen el
entramado genérico del mundo. En ese sentido, son instrumentos cuyas
pretensiones serán las de realizar formulaciones que engloben, más allá
de las particularidades, las formas abstractas de ser y estar en el mundo
portando un marcaje de género. Las ciencias sociales renunciarían a
ser disciplinas científicas si dejaran de procurar generalizaciones que
permitan entender condiciones y situaciones que compartimos los
agregados humanos. Sin embargo, las críticas y prácticas científicas,
entre otras, las del feminismo, han incitado a tejer fino. Bajo la sospecha
de la universalidad tanto del sujeto epistémico como del conocimien-
to que éste produce se han abierto fisuras en donde el conocimiento
situado y posicionado goza de una mayor legitimidad. Ello implica
explicitar esos recortes temporales y espaciales de los fenómenos o de
los sujetos sobre los cuales se estudia, asumir que estos últimos son
una articulación dinámica de condiciones sociales diversas, en muchos
casos, no análogas a las que forjan a otros.
Las reflexiones anteriores son parte de un diálogo con este joven y
con algunas voces más que me conminan a dejar asentada esta precau-
ción en caso de incurrir en un exceso de generalización, mismas que
impidan observar otras formas en las cuales los hombres devienen en
sujetos de género. Espero con ahínco que muchas de estas experiencias
Leonardo Olivos 71
1
De acuerdo con Rita Segato, el mandato constituye ese imperativo y esas con-
diciones indispensables para la reproducción del género en tanto organización de las
relaciones humanas que, al mismo tiempo que marca esa diferencia de dos agregados
humanos, mutuamente excluyentes, instala la jerarquía y, por tanto, la desigualdad.
72 La violencia masculina y el elefante en la sala
2
Seyla Benhabib, “El otro generalizado y el otro concreto: la controversia Kohlber-
Gilliagan y la teoría feminista”, en Seyla Benhabib y Drucilla Cornell, eds., Teoría
feminista y teoría crítica. Valencia, Alfons el Magnanim, 1990.
Leonardo Olivos 73
3
Kate Millet, Política sexual. Madrid, Cátedra, 1995.
74 La violencia masculina y el elefante en la sala
4
Eder Sader, Quando nuevos personagens entraram en cena. Esperências, falas e
lutas os trabalhadores da Grande São Paolo 1970-1980. Río de Janeiro, Paz e Terra,
1988.
5
De acuerdo con Norma Blázquez, Sandra Harding, Nancy Hartsock y Evelyn Fox
Keller son algunas de las epistemólogas que conforman la perspectiva feminista del
punto de vista. Ésta es una propuesta en torno al conocimiento situado socialmente, es
decir, no hay conocimiento neutro. Pero destacarán que las mujeres tienen una posición
específica por su lugar en las relaciones de género que hace de ellas sujetas con una
posibilidad privilegiada de reconocerlas y adentrarse en su conocimiento. Cf. Norma
Blázquez Graf, “Epistemología feminista: temas centrales”, en N. Blázquez Graf et
al., coords., Investigación feminista. Epistemología, metodología y representaciones
sociales. México, unam, ceiich / crim / Facultad de Psicología, 2010.
Leonardo Olivos 75
6
Cf. Leonardo Olivos Santoyo, Hombres, violencia y alternativas. Tesis, México,
unam, 2007.
Leonardo Olivos 77
7
Para Celia Amorós, en el patriarcado lejos de detentar un espacio en donde se
asiente constituye una suerte de realidad metaestable porque se produce a través de
los pactos que realizamos los hombres todos los días. Estos pactos guardan diferentes
grados de tensión sintética. Cuando existen amenazas contra la propia existencia de
esos pactos, la consistencia de los mismos suele convertirlos en fratrias juramentadas
que actúan, estrechando los vínculos, demandándose una lealtad absoluta a quienes
pertenecen al grupo y ubicándose un enemigo sobre quien responder, con violencia.
Histórica y comúnmente la otredad de esos grupos serán las mujeres. Cf. Celia Amorós,
“Violencia contra las mujeres y pactos patriarcales”, en Virginia Maquieira y Cristina
Sánchez, comps., Violencia y sociedad patriarcal. Madrid, Pablo Iglesias, 1990.
78 La violencia masculina y el elefante en la sala
8
Las tres obras feministas de François Poullain de la Barre son las siguientes: La
igualdad de los sexos. Discurso físico y moral en el que se destaca la importancia de
deshacerse de los prejuicios (1673), La educación de las mujeres para la formación
del espíritu en las ciencias y las costumbres (1674) y La excelencia de los hombres
contra la igualdad de los sexos (1675). Esas tres obras fueron reeditadas al español por
Daniel Cazés en una impresión a cargo del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias
en Ciencias y Humanidades (2007).
Leonardo Olivos 81
9
Celia Amorós, “Presentación”, en François Poullain de la Barre, De la educación
de las damas para la formación del espíritu y las leyes. Madrid, Cátedra, 1993.
82 La violencia masculina y el elefante en la sala
10
John Stuart Mill, Sujeción de las mujeres. Madrid, Alianza, 2010.
11
El problema de la violencia contra las mujeres, tal como ahora lo entendemos,
tiene una larga historia en el pensamiento y la acción política feminista, quizá uno
de los registros más antiguos se puede observar en los cuadernos de quejas que, en
el marco de la convocatoria a los estados generales en Francia durante 1789, algunas
mujeres denunciaron. Cf. Alicia Puleo, ed., La Ilustración olvidada. La polémica de
los sexos en el siglo xviii. Barcelona, Ánthropos, 1993.
84 La violencia masculina y el elefante en la sala
12
Gayle Rubin, “El tráfico de mujeres. Notas sobre la economía política del sexo”,
en Marta Lamas, coord., El género. La construcción cultural de la diferencia. México,
unam, pueg / Miguel Ángel Porrúa, 2000.
86 La violencia masculina y el elefante en la sala
13
K. Millet, op. cit., p. 70.
Leonardo Olivos 87
a todas las clases sociales, a todas las naciones, las religiones, las razas
y las etnias. Kate Millet encontró que, a diferencia de lo que eran las
explicaciones causales de estos horrores, la violencia era una práctica
perfectamente funcional al sistema. Era una suerte de emergencia,
un recurso límite que aparecía de manera intermitente, reforzando el
sistema de jerarquías y de poderes existentes tanto en las relaciones
individuales como genéricas establecidas entre mujeres y hombres.
Una de las consecuencias que dejo apuntado ahora, se relaciona
con la idea del dominio de ciertos hombres sobre otros y, por ende,
la posibilidad de aplicar la misma operación consenso-violencia para
mantener ese vínculo. Pero regresaré más adelante a esta tesis.
A partir de que la experiencia de las mujeres respecto a la violencia
cobra interés y legitimidad pública, los sistemas políticos hicieron una
traducción de esta demanda a un solo espacio, la familia o el ámbito
doméstico. Por tanto, por mucho tiempo lo que en un primer momento se
denominó violencia contra las mujeres se recuperó en los códigos civiles
y penales que la reconocieron como violencia doméstica o intrafamiliar.
Para muchas feministas, la institucionalidad de esta problemática por
parte de los diversos Estados, incluyendo el mexicano, hizo una manio-
bra que dejaba ver la falta de compromiso con las mujeres al introducir
un concepto que por una parte desconocía las dimensiones de lo que se
estaba exponiendo y, por lo tanto, dejaba sin efectos legales aquellas
expresiones que ocurrían en otros lugares como la escuela, el transporte,
el trabajo o la calle. Pero, además, sostuvieron una denominación que
silenciaba la agencia de quienes procuraban esos actos y omisiones
(al caracterizar la violencia como violencia doméstica) pero lo más
importante, invisibilizaba a quienes eran las víctimas de la misma.14
Cuando el género como categoría llega a las universidades y de ahí
se coloca como una denominación que alcanza reconocimiento más
allá del mundo académico, la violencia contra las mujeres se vuelve a
resemantizar ahora como violencia de género. Sin embargo, así como
uno de los malos usos del género equiparó género con mujeres, al ser
14
Marcela Lagarde, “El derecho humano de las mujeres a una vida libre de vio-
lencia”, en Virginia Maquieira d’Angelo, coord., Mujeres, globalización y derechos
humanos. Madrid, Cátedra, 2010.
88 La violencia masculina y el elefante en la sala
15
Fernando Huerta, colega antropólogo, estudioso del deporte y su relevancia en
la producción de los hombres, realiza esta afirmación que yo retomo como una pista
para re-escuchar las conversaciones que entre los hombres sostenemos y también para
ironizar un poco en los rituales falogocéntricos que muchas de las controversias que
hacen de las interacciones masculinas.
90 La violencia masculina y el elefante en la sala
16
Michael Kaufman, “La construcción de la masculinidad y la triada de la vio-
lencia masculina”, en Rosario Valdés y Patricia Huma, comps., Violencia doméstica.
Cuernavaca, 1998.
17
C. Amorós, “Violencia contra las mujeres y pactos patriarcales”, en op. cit.
Leonardo Olivos 91
18
Joan Scott, “El género: una categoría útil para el análisis histórico”, en Marta
Lamas, coord., El género. La construcción cultural de la diferencia. México, unam,
pueg / Miguel Ángel Porrúa, 2000.
19
C. Amorós, “Violencia contra las mujeres y pactos patriarcales”, en op. cit.
92 La violencia masculina y el elefante en la sala
De igual manera, habrá que dejar de cantar odas y loas a esas prue-
bas de hombría por las cuales nos embarcamos en absurdas carreras
por ser el mejor, el más rápido, el más fuerte o el más macho. La cultu-
ra del riesgo y los excesos por donde también se inscriben esas señales
de hombría nos han conducido a participar y perecer en accidentes de
tránsito, ser los consumidores excesivos de sustancias que nos alteran
y dejan huellas de destrucción, tener prácticas de cuidado y autocuidado
deficitarias, acudir al médico sólo cuando es una emergencia y la salud
mental dejarla para las mujeres y los mujercitos.
Los altos niveles de defunciones de hombres por la covid debería
sentarnos a reflexionar qué tanto esas formas de enajenación de nuestro
cuerpo y nuestra salud han jugado un papel en esta situación que seguro
tendrán explicaciones multicausales, pero que esa negligencia sobre
nuestro yo desempeñará alguna función. En síntesis, volver a observar
lo que la violencia nos ha dejado, bajo una mirada crítica y, al mismo
tiempo, empática con nosotros mismos para, quizá, florecer de razones
propias para desmarcarnos del mandato de la violencia y de ese otro
mandato que lo acuerpa, el de la masculinidad patriarcal.
Los escenarios de la violencia masculina: un enfoque crítico
desde la antropología feminista
FERNANDO HUERTA ROJAS1
1
Este trabajo forma parte de las actividades programadas en el sabático que me
otorgó la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, correspondiente al periodo
escolar agosto de 2020-agosto de 2021.
95
96 Los escenarios de la violencia masculina
2
Rita Segato, Contra-pedagogías de la crueldad. Buenos Aires, Prometeo Libros,
2018.
3
Heidi Hartmann, “Un matrimonio mal avenido: hacia una unión más progresiva
entre marxismo y feminismo”, en https://fcampalans.cat/archivos/papers/88.pdf.
[Consulta: febrero de 2017].
4
Alicia Puleo, Filosofía, género y pensamiento crítico. Valladolid, Universidad
de Valladolid, 2000.
5
Idem.
98 Los escenarios de la violencia masculina
6
Celia Amorós, La gran diferencia y sus pequeñas consecuencias… para las luchas
de las mujeres. Madrid, Cátedra, 2005.
7
Idem.
8
Idem.
Fernando Huerta Rojas 99
9
Idem.
10
Fernand Braudel, La larga duración en la historia y las ciencias sociales. Madrid,
Alianza, 1979.
100 Los escenarios de la violencia masculina
11
Antonio Gramsci, Notas sobre Maquiavelo, sobre política y sobre el Estado
moderno. México, Era, 1975; A. Gramsci, El materialismo histórico y la filosofía de
Benedetto Croce. México, Era, 1980; A. Gramsci, La literatura y vida nacional. Mé-
xico, Era, 1982; A. Gramsci, Los intelectuales y la organización de la cultura. México,
Era, 1982, y Hugues Portelli, Gramsci y el bloque histórico. México, Siglo XXI, 1977.
Fernando Huerta Rojas 103
parte del proceso educativo de una nación, mediante el cual las y los
sujetos, con programas, contenidos y pedagogías acordes a la cultura
e ideología de las clases dominantes, aprendan y se les enseñe los
conocimientos explicativos de los procesos socioculturales, artísticos,
literarios, científicos, geográficos, tecnológicos, biológicos, desde pers-
pectivas disciplinares sociales, humanistas y científicas en los que han
participado, integrados en grupos, las y los sujetos en su comunidad,
ciudad, estado, país y el mundo, y que se consideran parte fundamental
de la historia humana del bloque histórico en el que viven, y de otros que
le han antecedido; c) lo anterior, deviene como dirección intelectual y
moral de las clases dirigentes, cuya producción es llevada a cabo por los
intelectuales orgánicos, y que en su elaboración como filosofía, sentido
común y folclor se constituyen en voluntad popular nacional, debido a la
praxis como las y los sujetos sociales la introyectan, en condiciones de
desigualdad de todo tipo, con una visión crítica o consensuada, mediante
la dinámica y realización de una serie de actividades socializadoras e
interactivas de carácter complejo y contradictorio, que dan sentido a
sus concepciones del mundo y de la vida.
Con base en todo lo anterior, es posible conocer y comprender cómo
es que la violencia masculina y todo el basamento que sostiene el su-
premacismo de la condición genérica de los hombres, los mandatos,
los atributos, la valoración, el sentido, significado, representación y
simbolización del mundo de lo masculino sobre el femenino, se fue
constituyendo como una cultura de las formas y condiciones de vida
de las mujeres y los hombres, y de los distintos tipos de relaciones que
han establecido, y establecen entre ellas y ellos. En este sentido, es po-
sible identificar cómo opera esta cultura de la violencia en las distintas
actividades que las y los sujetos sociales realizan como integrantes de
las sociedades civil y política, y sus respectivas instituciones.
Ello puede visualizarse en casos como el de la familia que, si bien
está constituida de formas diversas, en sociedades contemporáneas
como la nuestra y, como en la mayoría de los casos de este país, está
estructurada, genéricamente, bajo una organización sociocultural de
parentesco del orden patrilocal. Esto es, el padre es quien marca, define
y significa la consanguineidad de su descendencia, la nomenclatura
como cada integrante es nombrado y se reconoce en la familia (padre,
106 Los escenarios de la violencia masculina
madre, hija, hijo, tía, tío, abuela, abuelo, etcétera), así como la valora-
ción genérica que se asigna a cada una y cado uno de los integrantes;
la ocupación dentro del espacio del grupo doméstico, de acuerdo a
las actividades desarrolladas por cada quien, dentro y fuera de cada
familia, como la crianza, educación y cuidado de la descendencia, la
realización del trabajo doméstico, la elaboración de los alimentos, así
como la generación de los ingresos y recursos mínimos, necesarios o
en sobreabundancia vitales para la reproducción biológica y social de
este grupo emparentado. Desde esta estructura, los hombres, por con-
dición genérica, se abrogan la titularidad como jefes y/o cabezas de las
familias, lo que, desde un enfoque de la sociedad política, los sitúa como
gobernantes y miembros del grupo juramentado del espacio familiar en
el que deciden e implementan, de acuerdo a la organización sociocultu-
ral de género —la cual es desigual y dominantemente patriarcal—, las
normas, las leyes, la moral, las sanciones, las tradiciones, las costumbres,
los usos, los comportamientos, las responsabilidades, las funciones, los
roles, la permanencia o salida, lo deseado y no de cada una y uno de las
y los integrantes. Por lo tanto, para quienes no se ciñen a esta norma
institucional de la patrilinealidad familiar, los hombres están faculta-
dos para hacer uso de los diferentes tipos de violencia (física, sexual,
psicológica, verbal, feminicida, económica y patrimonial, simbólica)
y modalidades que, para este caso, se refiere a la doméstica, la cual ejer-
cen, principalmente, contra las madre-esposas-parejas, las hijas y los
hijos y otras y otros miembros que pertenezcan a ella. De esta forma,
los golpes, abusos y violaciones sexuales, insultos, abandono; con-
trol de los recursos económicos, materiales y simbólicos, amenazas,
adulterio; creación de ambientes y actos hostiles, de miedo y terror; o
el uso de persuasiones, vía el chantaje emocional y sentimental, la pro-
mesa de mejores condiciones socioeconómicas de vida, cambios de
actitudes y personalidad, son algunas de las materializaciones como
la hegemonía patriarcal (consenso y coerción), y la historia de la larga
duración de la violencia masculina, constituyen la cultura de las y los
sujetos, desde concepción estructural,12 mediante la cual los fenómenos
12
John B. Thompson, Ideología y cultura moderna. México, Universidad Autó-
noma Metropolitana, 2006.
Fernando Huerta Rojas 107
13
Gilberto Giménez Montiel, Teoría y análisis de la cultura. México, Conaculta-
Icocult, 2005, vol. i.
108 Los escenarios de la violencia masculina
14
Carla Pasquinelli, “El concepto de cultura entre modernidad y posmodernidad”,
en Gilberto Giménez Montiel, Teoría y análisis de la cultura. México, Conaculta-
Icocult, 2005, vol. i, pp. 214-237.
110 Los escenarios de la violencia masculina
15
Peter Berger, El dosel sagrado. Buenos Aires, Amorrortu, 1969.
Fernando Huerta Rojas 115
16
C. Amorós, op. cit.
116 Los escenarios de la violencia masculina
17
P. Berger, op. cit.
Fernando Huerta Rojas 117
18
J. B. Thompson, op. cit.
118 Los escenarios de la violencia masculina
19
Seyla Benhabib, Las reivindicaciones de la cultura. Buenos Aires, Katz Editores,
2006.
Fernando Huerta Rojas 119
20
C. Amorós, op. cit.
21
Daniel Cazés, La perspectiva de género. México, Conapo-Promujer, 1998 y D.
Cazés, “La dimensión social del género: posibilidades de vida para mujeres y hombres
en el patriarcado”, en Antología de la sexualidad humana. México, Consejo Nacional
de Población, 1995, t. i, pp. 335-388.
120 Los escenarios de la violencia masculina
22
C. Amorós, op. cit., p. 12.
122 Los escenarios de la violencia masculina
23
Marcela Lagarde, Género y feminismo. Desarrollo humano y democracia.
Madrid, Horas y Horas, 1996.
Fernando Huerta Rojas 123
24
A. Puleo, op. cit.
124 Los escenarios de la violencia masculina
25
Amelia Valcárcel, Feminismo en el mundo global. Madrid, Cátedra, 2009.
126 Los escenarios de la violencia masculina
26
Gérard Imbert, Los escenarios de la violencia. Madrid, Icaria, 1992.
Fernando Huerta Rojas 127
27
C. Amorós, op. cit.
28
Rossana Reguillo, “La clandestina centralidad de la vida cotidiana”, en
Alicia Lindón, coord., La vida cotidiana y su espacio-temporalidad. México,
Ánthropos / unam, 2000, pp. 77-93.
128 Los escenarios de la violencia masculina
29
Agnes Heller, Sociología de la vida cotidiana. Barcelona, Península, 1977.
Fernando Huerta Rojas 129
30
Juan Carlos Ramírez, Madejas entreveradas. Violencia, masculinidad y poder.
México, Plaza y Valdés / Universidad de Guadalajara, 2005, y Juan Carlos Ramírez,
“Violencia masculina: algo más que ‘gobernarse a sí mismo’”, en La Ventana. Revista
de Estudios de Género. México, Universidad de Guadalajara, núm. 7, julio, 1998,
pp. 225-251.
130 Los escenarios de la violencia masculina
31
Susana Velázquez, Violencias cotidianas, violencia de género. Buenos Aires,
Paidós, 2002, p. 29.
132 Los escenarios de la violencia masculina
32
Marcela Lagarde, El feminismo en mi vida. Hitos, claves y topías. México,
Instituto Nacional de las Mujeres, 2013.
Fernando Huerta Rojas 135
1
Analíticamente es posible sostener que las identidades individuales y colectivas
son finitas, flexibles, mutables o cambiantes a través del tiempo y espacio, permeables
e inestables. Sin embargo, su performatividad e interpelación hace posible que la
percepción, imaginaria y subjetiva, considere todo lo contrario, ya que se funda, como
veremos, en la necesidad de certezas en un mundo desencantado, es decir, justamente
carente de dichas certezas.
137
138 La ritualización del género en la transgresión
2
Michel Foucault, Historia de la sexualidad. La voluntad de saber. México, Siglo
XXI, 2009, vol. i.
Gilberto Morales Arroyo 139
3
Leonor Acosta Bustamante, “Aproximación a los estudios de masculinidades.
Teoría y aplicaciones”, en F. Pattaro Amaral y M. N. González Martínez, eds., Género
y ciencias sociales. Arqueología y cartografías de fronteras. Barranquilla, Universidad
Simón Bolívar, 2015, p. 23.
4
Ibid., p. 26.
140 La ritualización del género en la transgresión
5
En otro lugar analizamos y proponemos el concepto de transgresión para analizar
el fenómeno de la ruptura del orden social desde el feminismo y la perspectiva de gé-
nero (Morales). Aquí haremos uso del concepto de desviación sólo ahí donde se haga
alusión a lo propuesto por la sociología. Cf. G. Morales Arroyo, “Transgresión social y
género: notas conceptuales y epistemológicas para una sociología feminista de la trans-
gresión”, en Debate Feminista, núm. 60, 2020, pp. 1-23. <https://doi.org/10.22201/
cieg.2594066xe.2020.60.01>.
6
R. Reguillo, “De las violencias: caligrafía y gramática del horror”, en Desacatos,
núm. 40, 2012, p. 38.
Gilberto Morales Arroyo 141
7
Ibid., p. 40.
142 La ritualización del género en la transgresión
8
C. Pérez Correa, “Prólogo. México 2006-2012: Una revisión de la violencia y el
sistema penal”, en C. Pérez Correa, ed., De la detención a la prisión. La justicia penal
a examen. México, cide, 2015.
9
cndh, La sobrepoblación en los centros penitenciarios de la República Mexicana.
Análisis y pronunciamiento, 2015. <http://www.cndh.org.mx/sites/all/doc/Informes/
Especiales/Pronunciamiento_20151014.pdf> [Consultado: 9 de octubre de 2020].
Gilberto Morales Arroyo 143
10
I. Taylor, P. Walton y J. Young, La nueva criminología. Contribución a una teoría
social de la conducta desviada. Buenos Aires, Amorrortu, 2001. Cf. Lola Aniyar de
Castro, “El triunfo de Lewis Carrol”, en C. A. Elbert, ed., La criminología del siglo
xxi en América Latina. Argentina, Rubinza-Culzoni, 1999, p. 165; W. S. DeKeseredy,
Contemporary Critical Criminology. Londres, Routledge, 2011, p. 16, y E. Larrauri,
La herencia de la criminología crítica. México, Siglo XXI, 2006, p. xv.
11
E. Larrauri, op. cit., p. 202.
12
Cf. R. Cleminson y T. Fuentes Peris, “ ‘La mala vida’: Source and focus of
degeneration, degeneracy and decline”, en Journal of Spanish Cultural Studies, 10:4,
2009. pp. 385-397.
144 La ritualización del género en la transgresión
13
Cf. M. Chesney-Lind y R. G. Shelden, Girls, Delinquency and Juvenile Justice.
Wiley Blackwell, 2014, p. 127.
Gilberto Morales Arroyo 145
14
Idem.
15
Sutherland es uno de los máximos exponentes de la Escuela de Chicago. Se le
llama así a un paradigma epistemológico y metodológico de la sociología que tiene
lugar en la Universidad de Chicago en los años veinte y treinta del siglo pasado, a veces
también llamada Escuela Ecológica por sus aportes en los estudios de la urbanidad. Esta
Escuela sienta las bases para la sociología de la desviación y la llamada perspectiva
del etiquetamiento. Para una referencia en la criminología crítica. Cf. Juan Cajas, Los
desviados. Cartografía urbana y criminalización de la vida cotidiana. México, Uni-
versidad Autónoma de Querétaro / Miguel Ángel Porrúa, 2009, pp. 59-104.
146 La ritualización del género en la transgresión
16
J. W. Messerschmidt, “Masculinities and crime. Beyond a dualist criminology”,
en C. M. Renzetti, L. Goodstein y S. L. Miller, eds., Rethinking Gender, Crime, and Jus-
tice. Feminist Readings. Los Ángeles, Roxbury Publishing Company, 2006, pp. 30-31.
17
J. W. Messerschmidt y S. Tomsen, “Masculinities, crime, and criminal justice”,
en M. Tonry, ed., Oxford Handbooks Online. Nueva York, Oxford University Press,
2016, p. 2.
Gilberto Morales Arroyo 147
18
Una explicación, contextual y epistemológica, la ofrece Messerschmidt (J. W.
Messerschmidt, “Masculinities and crime. Beyond a dualist criminology”, en op. cit.)
19
W. S. DeKeseredy, Contemporary Critical Criminology. Londres, Routledge,
2011, p. 28.
148 La ritualización del género en la transgresión
20
E. Larrauri, op. cit., pp. 194-195.
21
Cf. D. Downes y P. Rock, Sociología de la desviación. México, Gedisa, 2007.
J. Flavin, “Feminism for the mainstream criminologist. An invitation”, en Journal
of Criminal Justice, 29, 2001, pp. 271-285; J. Flavin y A. Desautels, “Feminism and
crime”, en C. M. Renzetti, L. Goodstein y S. L. Miller, eds., Rethinking Gender, Crime,
and Justice. Feminist Readings. Los Angeles, Roxbury Publishing Company, 2006,
pp. 11-28, y E. Larrauri, op. cit.
22
J. Flavin, “Feminism for the mainstream criminologist. An invitation”, en op.
cit., p. 273.
23
G. Morales Arroyo, op. cit., p. 12.
Gilberto Morales Arroyo 149
24
L. Acosta Bustamante, “Aproximación a los estudios de masculinidades. Teoría
y aplicaciones”, en op. cit., p. 22.
25
R. W. Connell, Gender and Power. Stanford, Stanford University Press, 1987.
26
L. Acosta Bustamante, “Aproximación a los estudios de masculinidades. Teoría
y aplicaciones”, en op. cit., p. 20 y R. Connell y J. W. Messerschmidt, “Hegemonic
masculinity: Rethinking the concept”, en Gender & Society, 19(6), 2005, p. 832.
150 La ritualización del género en la transgresión
27
J. W. Messerschmidt, “Masculinities and crime. Beyond a dualist criminology”,
en op. cit.
Gilberto Morales Arroyo 151
28
J. W. Messerschmidt y S. Tomsen, “Masculinities, crime, and criminal justice”,
en op. cit., p. 2.
29
R. Connell y J. W. Messerschmidt, “Hegemonic masculinity: Rethinking the
concept”, en op. cit., p. 834; J. W. Messerschmidt y S. Tomsen, “Masculinities, crime,
and criminal justice”, en op. cit., p. 5.
152 La ritualización del género en la transgresión
30
J. W. Messerschmidt y S. Tomsen, “Masculinities, crime, and criminal justice”,
en op. cit.
31
J. Cajas, op. cit., pp. 215-217.
Gilberto Morales Arroyo 153
32
J. Young, “El fracaso de la criminología: La necesidad de un realismo radical”,
en vv. aa., Criminología crítica y control social. 1. El poder punitivo del Estado.
Rosario, Juris, 1993, pp. 7-41.
154 La ritualización del género en la transgresión
33
J. Cajas, op. cit., p. 218.
Gilberto Morales Arroyo 155
A finales de los años setenta del siglo pasado, Carol Smart escribió
un pequeño artículo que resultó pionero en la crítica a la criminología
(incluida la criminología crítica) y pilar de la criminología feminista,
desde el título es sugerente: Criminological Theory: Its ideology and
implications concerning women.34 En términos generales, por un lado,
Smart señala que las mujeres como transgresoras quedan fuera de las
teorías criminológicas y sociológicas. Sin embargo, señala que esta ex-
clusión es parcial. En los planteamientos más clásicos de esta disciplina,
las mujeres aparecen con una carga significante contradictoria: 1) son,
debido a su naturaleza, menos capaces de cometer crímenes, de ahí que
se “explique”, con respecto a los varones, su poca participación en actos
delictivos y que no represente una población penitenciaria importante;
2) son las transgresoras por naturaleza, pues llevan consigo una maldad
intrínseca por el hecho de ser mujeres —más bien, por cargar significados
de feminidad. Por otro lado, sostiene Smart que esta contradicción35
permite que se confunda género con sexo (categorías diferentes, aunque
interdependientes): las mujeres delincuentes, señala la criminología
clásica, tienen una falta de instinto maternal, ello, antropológica y físi-
camente, las hace “pertenecer más al sexo masculino que al femenino”.36
34
C. Smart, “Criminological Theory: Its ideology and implications concerning
women”, en The British Journal of Sociology, vol. 28, núm. 1, 1977, pp. 89-100.
35
Aquí no es el espacio para explicar profusamente que esa contradicción deriva
de una dinámica simbólica. En las sociedades modernas, la identidad de las mujeres
no deja de referirse y construirse desde el referente del género tradicional, pero al
mismo tiempo está en constante fricción con los procesos de racionalización propios
de la modernidad. Para una explicación del género y los simbólico, cf. Estela Serret, El
género y lo simbólico. La construcción imaginaria de la identidad femenina. México,
uam-Azcapotzalco, 2001. Tampoco tenemos espacio para explicar las implicaciones
teóricas y analíticas de dicha contradicción en la manera en que se comprende la
transgresión de las mujeres, para una referencia al respecto, cf. G. Morales Arroyo,
Dispositivo de género: pactos, transgresión y castigo. Estudio sociológico de mujeres
en prisión. México, Universidad Autónoma de Baja California, 2019.
36
C. Smart, “Criminological Theory: Its ideology and implications concerning
women”, en op. cit., p. 93.
156 La ritualización del género en la transgresión
37
C. Pateman, El contrato sexual. México, Ánthropos / uam-Iztapalapa, 1995.
38
Estela Serret, Identidad femenina y proyecto ético. México, pueg / uam-A / Mi-
guel Ángel Porrúa, 2002, pp. 50 y 61.
Gilberto Morales Arroyo 159
39
Incluso la violencia legítima concentrada en el Estado, señala Weber, es el
último recurso al que se debe recurrir. No es el recurso preferido del Estado, pero es
el que le es propio.
160 La ritualización del género en la transgresión
40
Howard Becker, Outsiders. Hacia una sociología de la desviación. Buenos
Aires, Siglo XXI, 2009.
Gilberto Morales Arroyo 161
41
E. Serret, “Hacia una redefinición de las identidades de género”, en GénEros,
núm. 9, época 2, año 18, 2011, pp. 71-97.
42
Celia Amorós, La gran diferencia y sus pequeñas consecuencias... Para las
luchas de las mujeres. Madrid, Cátedra, 2007 y C. Amorós, Mujeres e imaginarios de
162 La ritualización del género en la transgresión
la globalización. Reflexiones para una agenda teórica global del feminismo. Buenos
Aires, Homo Sapiens, 2008.
Gilberto Morales Arroyo 163
43
E. Morín, La maña. Un recorrido antropológico por la cultura de las drogas.
México, Debate, 2015, pp. 159-160.
44
Cf. C. Amorós, Mujeres e imaginarios de la globalización. Reflexiones para una
agenda teórica global del feminismo.
164 La ritualización del género en la transgresión
45
A. Howe, Punish and Critique. Towards a Feminist Analysis of Penality. Nueva
York, Routledge, 1994.
Gilberto Morales Arroyo 165
Ya podemos ver el terror. Se trata del castigo penal, toda vez que se
aplicó o instauró la ley, se trata de la otra cara del contrato que siempre
está mirando a los cófrades y a cada uno de ellos, si faltan a su juramento,
pueden verse reflejado en sus ojos. Precisamente, el castigo penal tiene
como función crear a todo ese crisol de transgresores, sujetos temidos,
pero despreciados por sus antes cófrades; sujetos reducidos a desviados,
anormales, animales salvajes, sujetos irracionales.
A través del ejercicio del poder punitivo, el sujeto es mortificado,
es obliterado, es reducido a los huesos. El traidor se convierte en algo
menos que ser humano, una bestia, algo que despreciar. Ahora bien,
no olvidemos que, para el castigo, como para la ley, el cuerpo es su
soporte, ahí recae, ahí se aplica, ahí se ejerce. Por ello, señala Payá,
se trata de un ejercicio de poder que está cargado de goce. En efecto:
“…el castigo contiene un exceso, un plusvalor erótico que permite
ver que lo que organiza a la comunidad carcelaria es su propia ‘ley’,
ésta se instaura desde su imperativo de goce sobre los cuerpos de los
que se aprovecha económicamente…”47 Se trata de un goce, como
46
Víctor A. Payá, “Los intestinos del Leviatán: poder, escatología y violencia en el
cautiverio forzado”, en M. A. Jiménez, ed., Subversión de la violencia. México, Casa
Juan Pablos / unam, fes Acatlán, 2007, p. 305.
47
Idem.
166 La ritualización del género en la transgresión
48
Lo propio harán los grupos del crimen organizado con el castigo a los infractores
de su propio pacto. No es necesario hablar de todas aquellas ejecuciones violentas y su
exhibición pública una vez muertas las personas castigadas. Como vemos, ese castigo,
nos habla de que, antes hubo un pacto que se debe respetar, otro pacto entre varones.
49
Cf. G. Morales Arroyo, Dispositivo de género: pactos, transgresión y castigo.
Estudio sociológico de mujeres en prisión. México, Universidad Autónoma de Baja
California, 2019; Víctor A. Payá, “Los intestinos del Leviatán: poder, escatología y
violencia en el cautiverio forzado”, en op. cit. y Víctor A. Payá, Vida y muerte en
la cárcel. Estudios sobre la situación institucional de los prisioneros. México, fes-
Acatlán / Plaza y Valdés, 2006.
Gilberto Morales Arroyo 167
50
L. Acosta Bustamante, “Aproximación a los estudios de masculinidades. Teoría
y aplicaciones”, en op. cit., p. 36.
168 La ritualización del género en la transgresión
Introducción
Las masculinidades
1
J. M. Valenzuela, Juvenicidio: Ayotzinapa y las vidas precarias en América
Latina. Barcelona, Ned Ediciones, 2015.
Salvador Cruz Sierra 173
2
“La masculinidad como lo que-los-hombres-empíricamente-son, es tener en
mente el uso por el cual llamamos a algunas mujeres masculinas y a algunos hombres
femeninos, o a algunas acciones o actitudes masculinas o femeninas, sin considerar a
quienes las realizan. Éste no es un uso trivial de los términos. Es crucial, por ejemplo,
para el pensamiento psicoanalítico sobre las contradicciones dentro de la personali-
dad” (R. W. Connell, “La organización social de la masculinidad”, en Carlos Lomas,
coord., ¿Todos los hombres son iguales?: identidades masculinas y cambios sociales.
Barcelona, Paidós, 1997, p. 4).
Salvador Cruz Sierra 175
3
El pelado “asocia su concepto de hombría con el de nacionalidad como si la
valentía fuera la nota peculiar del carácter mexicano ‘la frecuencia de las manifes-
taciones patrióticas y colectivas es un símbolo de que el mexicano está inseguro del
valor de su nacionalidad’. ‘El mexicano es pasional, agresivo y guerrero por debilidad’.
El deseo más fuerte e íntimo de los mexicanos es ser el hombre que predomina entre
los demás por su valentía y su poder” (G. Zabludovsky, “Samuel Ramos y su visión
sobre lo mexicano”, en Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales, 36(146),
1991, p. 184). Cf. Claude Fell, “Vuelta a ‘El laberinto de la soledad’: conversación
con Octavio Paz”, en Cahiers du monde hispanique et luso-brésilien, núm. 25, Presses
Salvador Cruz Sierra 177
Universitaires du Midi, 1975, pp. 171-189, y Juan Hernández Luna, Samuel Ramos (su
filosofía sobre lo mexicano). México, unam, 1956.
178 Cuerpo, masculinidades y jóvenes
referentes el centro del país, que contrasta con ser hombre del sur, pues
existe cierta desvalorización a lo indígena; por otra parte, el estado o la
misma Ciudad Juárez adiciona el factor frontera. Pensar la frontera como
un agente activo que también posibilita una construcción específica de
subjetividad masculina.
Ciudad Juárez se ha visto caracterizada por distintos fenómenos
que han coadyuvado también al constructo del ser hombre. Es el caso
de la Revolución mexicana, Pancho Villa y todo lo que representa su
personaje; Pancho Villa y sus dos viejas en la orilla, es decir, esta re-
presentación de la hombría va alimentando a la cultura de género y, de
forma específica, al significado, sentido y representación de ser hombre.
Pero lo que caracteriza a esta frontera, además de la migración, la
maquiladora, es una franja de indeterminación, zona gris, donde aparece
un agujero en la ley, donde los fenómenos como el narcotráfico y la
delincuencia organizada adquirían y adquieren franca presencia y formas
claras de su hacer, justamente por la cercanía y vínculo con Estados
Unidos. En el mismo orden de ideas, lo que representa Ciudad Juárez y
Tijuana, en México, tanto para el resto de la población en el país como
para Estados Unidos, tiene que ver con que han sido imaginados como lu-
gares de vicio, de perdición, de la criminalidad. Cabe señalar que hay
particularidades que tienen que ver con esto, también hay otros mundos
que corren paralelamente, y que en esta heterogeneidad emergen formas
también diversas de masculinidad, pero las más visibles y golpeadas
por la violencia han sido las más precarizadas; por ejemplo, las de los
cholos o pandilleros.
El devenir de los jóvenes que se adscriben a esta categoría es
producto de un proceso histórico. Estamos hablando de un fenómeno
transnacional y transfronterizo que tiene que ver con esas identidades
juveniles desafiantes: del pachuco al cholo. El pachuco fue teniendo
visibilidad en los años treinta, cuarenta y cincuenta en la ciudad de Los
Ángeles y en Tijuana, es pues, que aparecen estos jóvenes mexicanos,
en algunas ocasiones ya mexicoamericanos, pero que pertenecían a los
barrios obreros, barrios de latinos, a los barrios marginados que tenían
que enfrentarse con otras poblaciones: los jóvenes centroamericanos,
afrodescendientes, en cierto sentido, tenía que ver con la disputa por
los territorios y por la masculinidad.
Salvador Cruz Sierra 179
Posterior a los pachucos, surgen los maras,4 que junto con los
pachucos representan identidades desafiantes, sus dinámicas y convi-
vencia se inscriben en la violencia, posteriormente surgen los cholos.
Los cholos tienen mayor visibilidad y presencia en los años sesenta y
setenta en Tijuana y en Ciudad Juárez en los setenta, toda esta parte
histórica de los antecedentes va construyendo toda una identidad,
toda una imagen que implica lo transnacional, lo transfronterizo; un
fenómeno que llega a tener presencia no sólo en México sino también
en Centroamérica, y recientemente se han identificado grupos simi-
lares en Barcelona, en otras ciudades de Estados Unidos y Canadá,
convirtiéndose en un fenómeno que ha trascendido las fronteras. Lo
que habría que subrayar es que a estos jóvenes se les ve o identifica
como un problema social.
Hablar del joven cholo es hablar de un sujeto en proceso de mascu-
linización, que se hace en el hacer a partir de la violencia, lo que Judith
Butler5 menciona sobre la performatividad del género,6 que refiere a que
el sujeto es el resultado del proceso de ir adquiriendo, representando y
exteriorizando prácticas corporales y culturales diversas, una de ellas es
la violencia, ello, con el fin de ir afianzando una identidad, de pertenecer
al colectivo masculino y contar con la aprobación y reconocimiento de
su ser hombre.
4
“Muchos jóvenes integrantes de las pandillas de Los Ángeles y de otras ciudades
de Estados Unidos, fueron deportados y regresaron a sus lugares de origen donde se
integraron a las pandillas locales, produciéndose una transculturización que originó
las grandes estructuras pandilleras hoy conocidas como maras” (J. M. Ventura, Maras
en El Salvador y su relación con el crimen organizado transnacional. Friedrich-Ebert-
Stiftung, Policy Paper, 31, 2010, p. 2).
5
J. Butler, El género en disputa. México, Paidós, 2001.
6
“En otras palabras, para la teoría de la performatividad de género, el/la sujeto/a
excluido/a, innombrable, abyecto/a, anormal es el efecto de la producción de una red
de dispositivos de saber/poder, que Judith Butler, en términos modernos y apoyándose
en el citado concepto lingüístico de John Austin, reelaborado por Jacques Derrida, de
enunciado performativo, caracterizará en unos de sus últimos trabajos, como sigue:
El ‘sujeto’ es el resultado del proceso de subjetivación, de interpretación, de asumir
performativamente alguna ‘posición fija del sujeto’” (C. A. D. Acosta, “Judith Butler
y la teoría de la performatividad de género”, en Revista de Educación y Pensamiento,
(17), 2010, p. 88.
180 Cuerpo, masculinidades y jóvenes
7
Bule lo refieren como provocar pleito a otros hombres, retarlos.
Salvador Cruz Sierra 181
Por otro lado, los jóvenes hacen alusión a que una de las razones para
salirse de la pandilla era, además de la edad, el vínculo afectivo que
les permitía comenzar una familia. Pues no solo cambia el estatus civil
sino también su identidad.
En contraste, hay una distinción entre los jóvenes y los vetera-
nos. Los veteranos, quienes ya pasaron la etapa de ser cholo, de la ju-
ventud. Los veteranos dejaron la pandilla, entre otras razones, porque
se enamoraban, conocían a una joven, que era o no de la pandilla, o
llegaba el primer hijo o hija, la paternidad era otra razón que posibilitaba
dejar la vida loca. En términos generales, la sexualidad y la afectividad
en la juventud, son y han sido aspectos complejos, pero de una alta re-
levancia para la identidad y el bienestar emocional de los jóvenes. Por
otra parte, estos jóvenes se manejan mucho con los binarismos donde
hay el bueno y el malo, el odio y el amor, lo masculino y femenino,
matar o morir. Son formas quizás más rígidas a las que pudieran tener
otras masculinidades.
A manera de cierre
Introducción
1
Este texto fue leído en el año 2016 en una de las postales que el Frente Nacional
por la Familia, coalición de organizaciones religiosas mexicanas, difundió para de-
fender a lo que llaman la familia tradicional; es decir, la conformada por un hombre
y una mujer casados y con hijos.
2
Me autodefino, aunque evito hacerlo, como una persona bastarda y marica dedi-
cada a la academia, que procura deconstruirse desde los feminismos y la teoría queer.
Twitter: @drsalinasquiroz
3
Empleo esta sigla para referirme a personas que se autoidentifican como lesbianas,
gais, bisexuales y trans*, entre otras orientaciones sexoafectivas e identidades de género.
Con su uso no pretendo invisibilizar distintas expresiones, orientaciones e identidades
abyectas. El término “trans*” con un asterisco es un concepto “paraguas” que puede
incluir diferentes expresiones e identidades de género, como son: trans, transexual,
transgénero, etcétera. Raquel (Lucas) Platero afirma que lo que el asterisco añade es
señalar la heterogeneidad a la hora de concebir el cuerpo, la identidad y las vivencias
que van más allá de las normas sociales binarias impuestas; el asterisco quiere especi-
ficar que pueden tener luchas comunes, al tiempo que reconocer que hay muchas otras
cuestiones en las que no hay consenso (Raquel (Lucas) Platero, Trans*exualidades.
Acompañamiento, factores de salud y recursos educativos. Barcelona, Bellaterra, 2014).
187
188 Todos tenemos mamá y papá
La salida más fácil hubiera sido elegir el título “Actitudes hacia las
familias homoparentales”; no obstante, intentamos desligarnos de
las representaciones simbólicas y las exclusiones asociadas a la idea
4
Entendemos a la niñez como “…una categoría relacional en la que se pone en
juego el poder; relación que se devela históricamente en las prácticas (discursivas o
no) y en las luchas que la atraviesan. La infancia no es un sujeto a priori o un sujeto
jurídico abstracto formal sino una construcción histórica y relacional” (Eduardo Bus-
telo, “Notas sobre infancia y teoría: un enfoque latinoamericano”, en Salud Colectiva,
vol. viii, núm. 3, 2012, pp. 287-298). La palabra ‘infancia’ proviene del latín infans
que literalmente significa ‘el que no habla’. Las niñas y los niños efectivamente hablan
desde su nacimiento; empero, las personas adultas sobrevaloramos el lenguaje oral y
tenemos importantes dificultades para leer, interpretar y responder a otro tipo de co-
municaciones. Entonces, considero que hablar de niñez —y no de infancia— resulta
más adecuado. Pese a lo anterior, no existe una sola experiencia o forma de ser niña/o,
por lo que sugiero comenzar a utilizar el plural: niñeces.
Fernando Salinas-Quiroz 189
5
Norma Mogrovejo, “Matrimonio gay, ¿familias reconfiguradas?”, en José An-
tonio Medina, comp., Familias homoparentales en México: mitos, realidades y vida
cotidiana. México, Letra S, Sida, Cultura y Vida Cotidiana, 2015, pp. 147-162; Óscar
Emilio Laguna, Vivir a contracorriente. Arreglos parentales de hombres gay en la
Ciudad de México. México, Librero de la Administración Pública, 2013; Fernando
Salinas-Quiroz y Pedro A. Costa, “Arreglos parentales de personas lesbianas, gais,
bisexuales y trans (lgbt): estado del arte”, en Adriana Leona Rosales y Margarita
Elena Tapia, Sexualidades y géneros imaginados: educación, políticas e identidades
lgbt. México, upn, 2018, pp. 215-246.
6
El 14 de octubre del 2020 el Colectivo de Cientificæs Mexicanæs en el Extranjero
emitió el comunicado “Sobre las deficiencias del castellano en una era de inclusión”.
En el mismo, se busca transgredir aquello que el latín —aún utilizado en la taxonomía
de las especies, padre de las lenguas romances, y representante del heteropatriarcado,
del colonialismo y del catolicismo— intenta imponer. Dicho Colectivo promueve el
uso del grafema ‘æ’, pues hace a un lado al género masculino como el género grama-
tical representante; simboliza la interseccionalidad, y no modifica la ortografía de las
palabras al intercambiarse por otro grafema. Adicionalmente, conserva la ‘a’, por lo
que no invisibiliza a las mujeres, y resulta fácilmente pronunciable, ya que tiene el
sonido de una ‘e’. Me parece una extraordinaria propuesta, pues, además, considero
que su carácter mixto permite representar a las personas no binarias, género fluido y
queer, por mencionar algunas.
7
Abbie E. Goldberg, Jordan B. Downing y April M. Moyer, “Why parenthood, and
why now? Gay men’s motivations for pursuing parenthood”, en Family Relations,
vol. lxi, 2012, pp. 157-174. <doi:10.1111/j.1741-3729.2011.00687.x>; Carl Rabun
y Ramona Faith Oswald, “Upholding and expanding the normal family: Future
fatherhood through the eyes of gay male emerging adults”, en Fathering, vol. vii,
2009, pp. 269-285. <doi:10.3149/fth.0703.269>.
190 Todos tenemos mamá y papá
8
Judith Butler, El género en disputa. El feminismo y la subversión de la identidad.
Barcelona, Paidós Ibérica, 2007.
9
Fernando Salinas-Quiroz, Ciudadanía, democracia y sexualidad. México, Fun-
dación Arcoíris por el Respeto a la Diversidad Sexual, 2020, p. 19.
10
Gregory M. Herek, “Sexual stigma and sexual prejudice in the United States:
A conceptual framework”, en Debra. A. Hope, ed., Contemporary Perspectives on
Lesbian, Gay, and Bisexual Identities. Nueva York, Springer, 2009, p. 66.
Fernando Salinas-Quiroz 191
11
Susana Barón, Michele Cascone y Carlos Martínez, “Estigma del sistema de género:
aprendizaje de los modelos normativos, bullying y estrategias de resiliencia”, en Política
y Sociedad, vol. l, núm. 3, 2013, p. 845. <doi:10.5209/rev_POSO.2013.v50.n3.41971>.
12
En la primera nota al pie mencioné que intento deconstruirme porque, me guste o
no, nací con un pene, fui socializado como hombre, e interioricé preceptos y privilegios
del patriarcado. Jamás me he considerado un hombre machista, pero eso no me exime de
tener expresiones o actitudes guiadas por el poder de los machos.
13
Este tipo de conductas no son exclusivas de bugas: ¡Conozco a decenas de onvres
gais! (cuenta la leyenda que en la época del porfiriato el exclusivo restaurante capitalino
“Bugambilia” prohibía el acceso a personas homosexuales, motivo por el cual estos
últimos comenzaron a llamar bugas a los hetero).
14
Enrique Gallegos, “¿Onvre?”, en Yucapost. 1 de agosto, 2019. <https://yucapost.
com/politica-y-sociedad/onvre/>.
15
Malvestida, Onvre: el significado de esta polémica palabra. 21 de agosto,
2020. <https://malvestida.com/2020/08/onvre-significado-que-es/>. Trabajo duro por
192 Todos tenemos mamá y papá
Matrimonio igualitario
reinventarme y prestar oídos; en otras palabras, estoy buscando no ser onvre, ya que
“[l]a Teoría Queer propone que en lugar de anclarnos de por vida a… etiquetas que
configuran nuestra identidad, transitemos por ellas. Es decir, que uno pueda decir…
en estos momentos estoy… en lugar de afirmar algo tan rotundo como soy…” (C. He-
rrera, “Sexualidad queer: gente “rara” y amores diversos”, en Revista de Estudios de
Juventud, núm. 111, 2016, p. 63). Quizá ahora tienen más sentido las notas al pie 1 y
3, ya que evito autodefinirme porque en ocasiones las etiquetas dividen y separan, pero
busco reapropiarme de las injurias bastardo y marica, inmortalizadas por los onvres,
“para hacer de ellas un lugar de acción política y de resistencia a la normalización”
(Paul B. Preciado, “‘Queer’: historia de una palabra”, 2012, <http://paroledequeer.
blogspot.com/2012/04/queer-historia-de-una-palabra-por-paul.html>).
16
Olivia Tena subrayó que la palabra fobia hace referencia al miedo patológico,
desbordado e irracional, así como a una respuesta sin control por parte de las personas
para evitar al objeto de la misma. Se trata, entonces, de prejuicios socialmente reforzados
que se distinguen de los trastornos mentales por sus fundamentos ideológicos, morales y
éticos. No son lgbt*+fobias, sino lgbt*+prejuicios (Olivia Tena, “Análisis ético de la
homofobia”, en J. Muñoz, Homofobia laberinto de la ignorancia. México, unam, Centro
de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades, 2012, pp. 91-107).
17
Ilan H. Meyer, “Prejudice, social stress, and mental health in lesbian, gay, and
bisexual populations: Conceptual issues and research evidence”, en Psychology of Sexual
Orientation and Gender Diversity, vol. 1, 2013, pp. 3-26. <doi:10.1037/2329-0382.1.S.3>.
Fernando Salinas-Quiroz 193
18
G. M. Herek, op. cit.; Eugene K. Ofosu et al., “Same-sex marriage legalization
associated with reduced implicit and explicit antigay bias”, en Proceedings of the Na-
tional Academy of Sciences, vol. cxvi, núm. 18, 2019, pp. 8 846-8 851. <doi:10.1073/
pnas.1806000116>.
19
Ignacio Lozano y Fernando Salinas-Quiroz, Conociendo nuestra diversidad:
discriminación, sexualidad, derechos, salud, familia y homofobia en la comunidad
lgbttti. México, Actúa DF, 2016; I. H. Meyer, op. cit.; Ilan H. Meyer y David M.
Frost, “Minority stress and the health of sexual minorities”, en C. J. Patterson y A.
R. D’Augelli, eds., Handbook of Psychology and Sexual Orientation. Nueva York,
Oxford University Press, 2013, pp. 252-266; Fernando Salinas-Quiroz, Pedro A. Costa
e Ignacio Lozano-Verduzco, “Parenting aspiration among diverse sexual orientations
and gender identities in Mexico, and its Association with Internalized Homo/Trans-
negativity and Connectedness to the lgbtq Community”, en Journal of Family Issues,
vol. xli, núm. 6, 2020, pp. 759-783. <doi:10.1177/0192513X19881675>.
20
Ninez A. Ponce et al., “The effects of unequal access to health insurance for
same-sex couples in California”, en Health Affairs, 29(8), 2010, pp. 1 539-1 548.
<doi:10.1377/hlthaff.2009.0583>.
21
James G. Pawelski et al., “The effects of marriage, civil union, and domestic
partnership laws on the health and well-being of children”, en Pediatrics, núm. 118,
2006, p. 356. <doi: 10.1542/peds.2006-1279>.
194 Todos tenemos mamá y papá
22
Propongo este concepto para salir de la trampa del binarismo madre-padre,
pues considero que se trata de una oposición dicotómica excluyente que alimenta el
imaginario colectivo de que supuestamente existen roles y “funciones” diferenciadas
(i. e. “maternas” y “paternas”), siendo que la calidad del cuidado no es dependiente
del sexo, del género o del parentesco, ya que “[c]uidar es un conjunto de actividades
y relaciones indispensables para satisfacer necesidades básicas; es un trabajo porque
implica un desgaste de energía, así como una inversión emocional y de tiempo
‘valiosa’ por parte de quien cuida; implica una relación social (interpersonal) donde
intervienen varios actores, y trasciende el espacio de la vida privada” (Fernando
Salinas-Quiroz, Educación inicial: apego y desarrollo sociocognitivo. México, Uni-
versidad Pedagógica Nacional, 2017, p. 13).
23
Nigel Lowe, “A study into the rights and legal status of children being brought
up in various forms of marital and non-marital partnerships and cohabitations”, en
Committee of Experts on Family Law. 2009. <www.coe.int>.
24
Mexicanismo que significa “haz aquello para lo cual te traje, no perdamos el tiem-
po”, en <https://mexicochulo.com/mexicanismos/a-lo-que-te-truje-chencha-significado/>.
25
Cristina Pallí y Luz María Martínez, “Naturaleza y organización de las actitu-
des”, en T. Ibáñez, Introducción a la psicología social. Barcelona, uoc, 2013, p. 184.
26
Pablo Briñol, Carlos Falces y Alberto Becerra, “Actitudes, cambio de actitudes
y procesos de influencia”, en José F. Morales et al., coords., Psicología social. Madrid,
Mc Graw Hill, 2007, p. 130.
Fernando Salinas-Quiroz 195
[...] podría ser que una persona tiene un amigo o amiga homosexual
a la que tiene gran afecto. Su componente afectivo… le lleva a pen-
sar que esa persona es valiosa y que no debería juzgársele por su
orientación sexual, sin embargo, en su iglesia le han dicho que los
homosexuales son malas personas que atentan contra la naturaleza
divina. Entra aquí el componente cognitivo y que le causa disonancia.
Finalmente, en una reunión social en la que se discute si un homo-
sexual debería casarse y tener hijos, esta persona hará una evaluación
de qué es lo que pesa más, si su afectividad o conocimiento, y al final
tomará una decisión de apoyar o no al matrimonio y la adopción
homosexual basada en sus experiencias afectivas y cognitivas.28
27
David, G. Myers, Psicología social. Colombia, Mc Graw Hill, 2000.
28
Virginia Barragán, Actitudes de estudiantes universitarios hacia la homoparen-
talidad. Tesis. México, unam, 2018, p. 44.
29
Francis A. Carneiro et al., “Are the fathers alright? A systematic and critical
review of studies on gay and bisexual fatherhood”, en Frontiers in Psychology, núm.
8, 2017, p. 1 636. <doi:10.3389/fpsyg.2017.01636>.
30
Idem.
196 Todos tenemos mamá y papá
31
Cf. Abbie E. Goldberg, “Lesbians and gay men as parents”, en Lesbian and
gay parents and their children: Research on the family life cycle, 2010, pp. 89-123.
<doi:10.1037/12055-004>; Charlotte J. Patterson, “Family lives of lesbian and gay
adults”, en G. W. Peterson y K. R. Bush, eds., Handbook of Marriage and the Family.
Springer Science & Business Media, 2013, pp. 659-681. <doi: 10.1007/978-1-46-14-
3887-5_27>; F. Salinas-Quiroz, P. A. Costa e I. Lozano-Verduzco, op. cit.; Fiona Tasker,
“Lesbian mothers, gay fathers, and their children: A review”, en Developmental and
Behavioral Pediatrics, vol. xxvi, núm. 3, 2005, pp. 224-240. <doi:10.1093/acprof:o-
so/9780195082319.003.0011>.
32
Cf. F. A. Carneiro et al., “Are the fathers alright? A systematic and critical review
of studies on gay and bisexual fatherhood”, en op. cit.; Alicia L. Fedewa, Whitney W.
Black y Soyeon Ahn, “Children and adolescents with same-gender parents: A meta-an-
alytic approach in assessing outcomes”, en Journal of glbt Family Studies, vol. xi,
2015, pp. 1-34. <doi:10.1080/1550428X.2013.869486>.
33
Committee on Psychological Aspects of Child and Family Health, “Coparent or
second-parent adoption by same-sex parents”, en Pediatrics, vol. cix, núm. 2, 2002, pp.
339-340. <doi:10.1542/peds.109.2.339>; Ruth, U. Paige, “Proceedings of the American
Psychological Association for the Legislative Year 2004: Minutes of the Annual Meet-
ing of the Council of Representatives, February 20-22, 2004, Washington, D. C., and
July 28 and 30, 2004, Honolulu, Hawaii, and Minutes of the February, April, June, Au-
gust, October, and December 2004 Meetings of the Board of Directors”, en American
Psychologist, vol. 60, núm. 5, 2005, pp. 436-511.<doi:10.1037/0003-066x.60.5.436>.
34
Roberto Baiocco et al., “Attitudes and beliefs of Italian educators and teachers
regarding children raised by same-sex parents”, en Sexuality Research and Social
Policy, vol. xvii, núm. 2, 2020, pp. 229-238. <doi:10.1007/s13178-019-00386-0>;
Fernando Salinas-Quiroz 197
Pedro A. Costa et al., “University students’ attitudes toward same-sex parenting and
gay and lesbian rights in Portugal”, en Journal of Homosexuality, vol. lxi, núm. 12,
2014, pp. 1 667-1 686. <doi:10.1080/00918369.2014.951253>.
35
Claudia Fonseca, “Homoparentalidade: novas luzes sobre o parentesco”, en
Revista Estudos Feministas, vol. xvi, núm. 3, 2008, pp. 769-783. <doi:10.1590/S0104-
026X2008000300003>.
36
Declaración de Sandoval-Íñiguez obispo de Guadalajara, en agosto de 2010,
citado por Omar Granados “Antes de que se vaya… Las frases para el olvido de San-
doval-Íñiguez”, en Animal Político, 29 de junio, 2021. <https://www.animalpolitico.
com/2011/09/antes-de-que-se-vaya-las-frases-para-el-olvido-de-sandoval-iniguez/>
37
Mariana Hernández, “El país en números: población católica”, en Milenio, 1 de
abril, 2018. <https://www.milenio.com/estados/el-pais-en-numeros-poblacion-catolica>.
198 Todos tenemos mamá y papá
38
Stephanie N. Webb, Jill M. Chonody y Phillip S. Kavanagh, “Attitudes toward same-
sex parenting: An effect of gender”, en Journal of Homosexuality, vol. lxiv, núm. 11, 2017,
pp. 1 583-1 595. <doi:10.1080/00918369.2016.1247540>; Mara A. Yerkes, Giulia M.
Dotti Sani y Cristina Solera, “Attitudes toward parenthood, partnership, and social rights
for diverse families: Evidence from a pilot study in five countries”, en Journal of Homo-
sexuality, vol. lxv, núm. 1, 2018, pp. 80-99. <doi: 10.1080/00918369.2017.1310507>.
39
Isiaah Crawford et al., “Psychologists’ attitudes toward gay and lesbian par-
enting”, en Professional Psychology: Research and Practice, vol. xxx, núm. 4, 1999,
pp. 394-401. <doi:10.1037/0735-7028.30.4.394>; Brittany A Weiner y Leah Zinner,
“Attitudes toward straight, gay male, and transsexual parenting”, en Journal of Homo-
sexuality, vol. lxii, núm. 3, 2015, pp. 327-339. <doi:10.1080/00918369.2014.972800>.
40
R. Baiocco et al., “Attitudes and beliefs of Italian educators and teachers re-
garding children raised by same-sex parents”, en op. cit.; Archana V. Hegde et al.,
“Examining preschool teachers’ attitudes, comfort, action orientation and preparation to
work with children reared by gay and lesbian parents”, en Early Child Development and
Care, vol. clxxxiv, núm. 7, 2014, pp. 963-976. <doi:10.1080/03004430.2013.845563>;
Julie C. Herbstrith et al., “Preservice teacher attitudes toward gay and lesbian parents”,
en School Psychology Quarterly, vol. xxviii, núm. 3, 2013, pp. 183-194. <doi:10.1037/
spq0000022>; Carlos Hermosa-Bosano, Elvia Vargas-Trujillo y Karen Ripoll-Núñez,
“Actitudes, percepciones de autoeficacia y prácticas de docentes de preescolar hacia
el trabajo con familias homoparentales en Bogotá”, en Summa Psicológica UST, núm.
2, 2019, pp. 110-120. <doi:10.18774/0719-448x.2019.16.415>.
41
Paige E. Averett y Archana Hegde, “School social work and early childhood
student’s attitudes toward gay and lesbian families”, en Teaching in Higher Education,
vol. xvii, núm. 5, 2012, pp. 537-549. <doi:10.1080/13562517.2012.658564>.
42
P. A. Costa et al., “University students’ attitudes toward same-sex parenting
and gay and lesbian rights in Portugal”, en op. cit.; Pedro A. Costa y Fernando Sa-
linas-Quiroz, “A comparative study of attitudes toward same-gender parenting and
Fernando Salinas-Quiroz 199
49
Adalberto Campo Arias, “Aceptación de la adopción por hombres homosexuales
en estudiantes de medicina”, en Revista Colombiana de Enfermería, vol. vi, 2016,
pp. 29-34. <doi:10.18270/rce.v6i6.1431>.
50
Joana D. da Silva Gusberti et al., “Pesquisa de opinião sobre adoção homoafetiva
no Brasil”, en Brazilian Journal of Health Review, vol. 2, núm. 4, 2019, pp. 3518-3532.
<doi:10.34119/bjhrv2n4-115>.
51
O. Vecho et al., op. cit., p. 1.
52
Dolores Frias-Navarro et al., “Etiology of homosexuality and attitudes toward
same-sex parenting: A randomized study”, en The Journal of Sex Research, vol. lii,
núm. 2, 2015, pp. 151-161. <doi:10.1080/00224499.2013.802757>; Maria G. Pacilli
et al., “System justification, right-wing conservatism, and internalized homophobia:
Gay and lesbian attitudes toward same-sex parenting in Italy”, en Sex Roles, vol. lxv,
núm. 7, 2011, pp. 580-595. <doi:10.1007/s11199-011-9969-5>.
53
Dolores Frias-Navarro et al., “Creencias sobre la parentalidad de parejas del
mismo: causas de la homosexualidad”, en Interpsiquis, 2006, pp. 1-19.
54
Idem.
Fernando Salinas-Quiroz 201
55
Cf. P. A. Costa et al., “University students’ attitudes toward same-sex parenting
and gay and lesbian rights in Portugal”, en op. cit.; S. N. Webb, J. M. Chonody y
P. S. Kavanagh, op. cit.
56
S. N. Webb, J. M. Chonody y P. S. Kavanagh, op. cit., p. 1 587.
57
R. Baiocco et al., “Attitudes of Italian heterosexual older adults towards lesbian
and gay parenting”, en op. cit.
58
Julianne Ohlander, Jeanne Batalova y Judith Treas, “Explaining educational in-
fluences on attitudes toward homosexual relations”, en Social Science Research, 2005,
vol. xxxiv, núm. 4, pp. 781-799. <doi:10.1016/j.ssresearch.2004.12.004>.
59
Andrew L. Whitehead, “Homosexuality, Religion, and the Family: The Effects of
Religion on Americans’ Appraisals of the Parenting Abilities of Same-Sex Couples”,
202 Todos tenemos mamá y papá
Reflexiones finales
Ya lo dice el genial proverbio árabe: “La caravana avanza, por eso los
perros ladran”: poco a poco el matrimonio igualitario y la regulación de
las distintas vías de acceso a læs/os/as hijas65 van materializándose en
América Latina y el Caribe. Dentro y fuera de colectivos lgbt*+ existen
posturas a favor y en contra; no polemizaré al respecto, únicamente
quiero puntualizar tres cosas: 1. Si bien el matrimonio con hijos, hijas
e hijæs puede normalizar la monogamia y apoyar modelos normativos
de familia, a la fecha no tenemos un mejor mecanismo para proteger
y garantizar que las personas contrayentes y sus descendientes gocen y
ejerzan sus derechos; 2. Relacionado con el punto anterior, considero
que la opción debe de existir sin la necesidad de ampararse y que se
casarán quienes así lo deseen, pues “todos los derechos [son] para todas
las personas”; empero, debemos de crear leyes y figuras más sensibles
a las realidades actuales, pues el tema de la pareja está rebasado y es
cada vez más común encontrar configuraciones familiares disidentes
con tres o más fpc, y 3. La hegemonía de los onvres gais ha colocado
al matrimonio igualitario y a la adopción como puntos principales
de agenda, lo cual no sólo desestima cuestiones mucho más graves e
64
P. A. Costa, H. Pereira e I. Leal, op. cit.; Gregory M. Herek y John P Capitanio,
“‘Some of my best friends’ intergroup contact, concealable stigma, and heterosexuals’
attitudes toward gay men and lesbians”, en Personality and Social Psychology Bulletin,
vol. xxii, núm. 4, 1996, pp. 412-424. <doi:10.1177/0146167296224007>; O. Vecho
et al., op. cit.
65
Por cuestiones prácticas me enfoqué en la adopción, pero la conformación de con-
figuraciones familiares disidentes da para hablar sobre donación de gametos, gestación
subrogada, adopciones informales, m/padratrazgo y otros arreglos de coparentalidad.
204 Todos tenemos mamá y papá
66
“Mecanismo de defensa aislado y descrito por Anna Freud (1936): el sujeto,
enfrentado a un peligro exterior (representado típicamente por una crítica procedente de
una autoridad), se identifica con su agresor, ya sea reasumiendo por su cuenta la agre-
sión en la misma forma, ya sea imitando física o moralmente a la persona del agresor,
ya sea adoptando ciertos símbolos de poder que lo designan” (Jean Laplanche y Jean-
Bertrand Pontalis, Diccionario de psicoanálisis. Buenos Aires, Paidós, 2004, p. 187).
Fernando Salinas-Quiroz 205
por lo menos debemos de: i) trabajar con los varones para crear nuevas
masculinidades y ii) dejar de abordar a la diversidad familiar como
contenido curricular que, en el mejor de los casos, enlista distintas
configuraciones para promover la escucha e interacciones positivas
reales y profundas entre distintos tipos de personas y grupos. En vez
de postales con la leyenda “Todos tenemos mamá y papá. Por nuestros
hijos, el matrimonio y la familia”, creemos una contra campaña que
pregone “Porque las niñeces tengan por lo menos una fpc que les
acompañe en su desarrollo. Todas, todæs y todos merecemos crecer
dentro de una tribu”.
CRISIS EN EL SISTEMA
DE GÉNERO Y SUS
REPERCUSIONES EN LAS FORMAS
DE LAS MASCULINIDADES
El trastocamiento del modelo hegemónico de masculinidad
en un contexto de crisis económica
OLIVIA TENA GUERRERO
Introducción
1
Cf. Olivia Tena, “Los malestares subjetivos de las académicas como un conflicto
de deberes”, en Margarita Favela y Julio Muñoz, coords., Jornadas Anuales de Investi-
gación, 2005. México, unam, ceiich, 2006; Olivia Tena y Paula Jiménez, “Estrategias
para mantener el modelo de masculinidad entre padres-esposos desempleados”, en La
Ventana. Revista de Estudios de Género, núm. 24, 2006; Olivia Tena, “Problemas afecti-
vos relacionados con la pérdida, disminución y riesgo de pérdida del empleo en varones”,
en Lucero Jiménez y Olivia Tena, coords., Reflexiones sobre masculinidad y empleo.
México, unam, crim, 2007; Olivia Tena y Paula Jiménez, “Rescate de la imagen del padre
ante el incumplimiento de la función de proveedor”, en Juan Carlos Ramírez y Griselda
Uribe, eds., Masculinidades: el juego de género de los hombres en el que participan
las mujeres. México, Plaza y Valdez/piege/ineser/ cucea/U. de G., 2009, pp. 231-246.
2
Olivia Tena, “Estudiar la masculinidad ¿para qué?”, en Norma Blázquez, Fátima
Flores Palacios y Maribel Ríos Everardo, coords., Investigación feminista. Epistemo-
logía, metodología y representaciones sociales. México, unam, ceiich, crim, Facultad
de Psicología, 2010, pp. 271-292.
3
Cf. Sandra Harding, “¿Existe un método feminista?”, en Eli Bartra, comp., Deba-
tes en torno a una metodología feminista. México. uam-Xochimilco, 1998, y Patricia
Castañeda, Metodología de la investigación feminista. Antigua, Guatemala, Fundación
Guatemala/unam, ceiich, 2008.
Olivia Tena Guerrero 211
4
Marta Monasterio Martín, ¿Es el feminismo una teoría política o una ética?, en
VII Magíster en Género y Desarrollo. Madrid, Instituto Complutense de Estudios In-
ternacionales, 2005. [Consultado: 6 de septiembre de 2007] <http://www.mujereesred.
net/iberoamericanas/IMG/Feminismo_y_politica_Ensayo_Modulo_I.doc>
5
L. Jiménez y O. Tena, coords., Reflexiones sobre masculinidad y empleo.
6
O. Tena, “Problemas afectivos relacionados con la pérdida, disminución y riesgo
de pérdida del empleo en varones”, en op. cit.
7
Betty Friedan, The Feminine Mystic. Nueva York, Norton & Company, 1963, y Ma-
bel Burín, El malestar de las mujeres. La tranquilidad recetada. México, Paidós, 1991.
212 El trastocamiento del modelo hegemónico de masculinidad
8
Patricia Valladares, “Desempleo y violencia masculina. Recuento de una relación
perversa”, en L. Jiménez y O. Tena, coords., Reflexiones sobre masculinidad y empleo.
9
Luis Bonino, “Micromachismos: la violencia invisible en la pareja”, en Jorge
Corsi, Violencia masculina en la pareja. Buenos Aires, Paidós, 1995.
10
R. Connell, Masculinities. Berkeley, University of California Press, 1995.
Olivia Tena Guerrero 213
Crisis de masculinidad
11
Marcela Lagarde, Género y feminismo. Desarrollo humano y democracia. Ma-
drid, Horas y Horas, 1997.
12
Rita Segato, “La estructura de género y el mandato de violación”, en Alejandra
de Santiago Guzmán, Edith Caballero Borja y Gabriela González Ortuño, eds., Mujeres
intelectuales: feminismos y liberación en América Latina y el Caribe. Buenos Aires,
clacso, 2017.
214 El trastocamiento del modelo hegemónico de masculinidad
13
R. Connell, op. cit.
Olivia Tena Guerrero 215
Tendencias de crisis
14
Teresa del Valle, Modelos emergentes en los sistemas y las relaciones de género.
Madrid, Narcea, 2002.
15
Iván Sambade, “Masculinidad, cambios sociales y representación en la cultura
de masas”, en Brocar. Cuadernos de Investigación Histórica. Logroño, Universidad de
La Rioja, núm. 42, 2018, pp. 293-322.
216 El trastocamiento del modelo hegemónico de masculinidad
16
Helen Hacker, “The new burdens of masculinity”, en Marriage & Family Living,
vol. 19, 1957, pp. 227-233.
Olivia Tena Guerrero 217
17
R. Connell, Gender and Power: Society, the Person, and Sexual Politics. Standford,
Standford University Press, 1987.
218 El trastocamiento del modelo hegemónico de masculinidad
18
O. Tena, “Los malestares subjetivos de las académicas como un conflicto de
deberes”, en op. cit.
Olivia Tena Guerrero 219
Trabajo remunerado
Discusión20
19
Olivia Tena, “Valoración retrospectiva y prospectiva del ejercicio de la paternidad
a partir de la experiencia de hijos adultos en soltería: historia de caso”, en Juan Guiller-
mo Figueroa, Lucero Jiménez y Olivia Tena, eds., Ser padres, esposos e hijos: prácticas
y valoraciones de varones mexicanos. México, El Colegio de México, 2006, y Lucero
Jiménez y Olivia Tena, “Algunos malestares de varones mexicanos ante el desempleo
y el deterioro laboral. Estudios de caso”, en Mabel Burín y María Lucero Jiménez,
coords., Precariedad laboral y crisis de masculinidad. Impacto de las crisis del trabajo
sobre varones y sobre las relaciones entre los géneros. Buenos Aires, uces, 2008.
20
Se retoman algunas reflexiones expresadas por la autora en el Preámbulo de la
segunda edición del libro citado: Lucero Jiménez y Olivia Tena, coords., ¿Cómo seguir
siendo hombre en medio de la crisis económica? México, unam, crim, 2015. [Segunda
edición a Reflexiones sobre masculinidades y empleo. México, unam, crim, 2007].
Olivia Tena Guerrero 221
21
Gloria Luz Rascón, ¿Cómo seguir siendo hombre en medio de la crisis económi-
ca?, en L. Jiménez y O. Tena, coords., Reflexiones sobre masculinidad y empleo; L. Ji-
ménez y O. Tena, coords., Cómo seguir siendo hombre en medio de la crisis económica.
222 El trastocamiento del modelo hegemónico de masculinidad
22
R. Connell, Masculinities.
23
R. Connell y J. W. Messerschmidt, “Hegemonic masculinity: Rethinking the
concept”, en Gender & Society, vol. 19, núm. 6, 2005, pp. 829-859.
24
Celia Amorós, Feminismo. Igualdad y diferencia. México, unam, 1994, y Rosa
Cobo, Hacia una nueva política social. Madrid, La Catarata, 2011.
25
Cf. R. Cobo, op. cit.
26
Donna Haraway, Ciencia, cyborgs y mujeres: La reinvención de la naturaleza.
Madrid, Cátedra, 1991.
Olivia Tena Guerrero 223
27
Ruth Milkman, “Women’s work and economic crisis. Some lessons of the great
depression”, en Review of Radical Political Economics, vol. 8, núm. 1, 1976, pp. 71-97.
28
T. Addabbo, P. Rodríguez-Modroño y L. Gálvez-Muñoz, “Gender and the Great
Recession: Changes in labour supply in Spain”, en DEMB Working Paper Series, núm.
10, 2013, pp. 1-25.
La violencia de género en las universidades públicas.
Una reflexión para su posible erradicación
ROSALÍA CARRILLO MERÁZ
Introducción
como testigos. Hago hincapié en este punto porque muchas veces las
personas que conformamos la comunidad universitaria jugamos un papel
pasivo cuando atestiguamos algún tipo de violencia dentro de los espacios
universitarios. Por ello, el objetivo principal de este escrito es visualizar
todos los tipos de violencias que se ejercen dentro de las universidades,
haciendo énfasis en la violencia de género perpetrada en las Instituciones
de Educación Superior (ies). Dicha violencia es cada vez más visible en
todas las universidades mexicanas, y no se trata de un incremento de este
problema (pues siempre ha existido), más bien sus estudios se han diversifi-
cado en diferentes áreas de conocimiento, debido a la necesidad imperante
de reconocer, atender y disminuir la violencia a su mínima expresión.
Como sugiere Adriana Piterbarg “hay que pasar de la protesta a
la propuesta”,1 es decir, hay que tomar acciones viables como parte de
una comunidad universitaria dotada de las capacidades necesarias para
defender los derechos humanos de todas las personas, pues, muchas
veces, quienes interactuamos dentro de las universidades sólo nos que-
jamos, sin proponer soluciones a la problemática en cuestión. Por ello,
resulta indispensble que tanto estudiantes, profesoras/es, funcionarias/
os, administrativas/os y trabajadoras/res, seamos corresponsables de
la solución a una problemática que nos afecta a todas/os. Por supuesto
que las autoridades deben hacer lo propio, pero es necesario sumar
esfuerzos para disminuir realmente el problema de la violencia en las
ies y el problema de la violencia social en general.
1
Adriana Piterbarg, Todavía respira. Una mirada poética sobre el psicodrama.
Buenos Aires, Ediciones Nuevos Tiempos, 2003.
Rosalía Carrillo Meráz 227
2
Rosalía Carrillo Meráz y Rafael Montesinos Carreta, “Diagnóstico, intervención y re-
sultados sobre la violencia de género en las ies. El proyecto del Observatorio Nacional sobre
Violencia entre Hombres y Mujeres (onavihomu)”, en Raquel Güereca, Guadalupe Huacuz
y Eugenia Martín, Estrategias de intervención ante la violencia por motivos de género
en las instituciones de educación superior. Ciudad de México, uam-Azcapotzalco, 2020.
228 La violencia de género en las universidades públicas
UACJ
UABCS
UAT
ITLP
* UADY
*
ENAH
UG UAEH
UNACAR
* UV
*
UAM
UACM
UAEM
UABJO
Universidades donde se realizó la investigación UMAR
Universidades donde se canceló la investigación
Universidades donde actualmente se realiza la investigación
*
Universidades donde se han realizado talleres de sensibilización
a docentes y estudiantes
3
G. Saldívar Hernández, L. Ramos y M. T. Saltijera, “Validación de las escalas de
la aceptación de la violencia y de los mitos de violación en estudiantes universitarios”,
en Salud Mental, 27(6). México, Instituto de Psiquiatría Ramón de la Fuente Muñiz,
2004, pp. 40-49.
4
Roberto Castro y Verónica Velázquez García, “La universidad como espacio de
reproducción de la violencia de género. Un estudio de caso en la Universidad Autónoma
Chapingo”, en Estudios Sociológicos, xxvi, núm. 78, 2008, pp. 587-616.
5
Miriam Gutiérrez Otero, La violencia sexual: un problema internacional. México:
Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, 2009.
6
M. T. Torres Mora, “El problema de la violencia entre universitarios abordado
desde el enfoque de la investigación-participación-acción”, en Investigación Univer-
sitaria Multidisciplinaria, 9(9), 2010, pp. 27-36.
7
R. Larena y S. Molina, “Violencia de género en las universidades: investigaciones y
medidas para prevenirla”, en Trabajo Social Global, 1(2). 2010, pp. 202-219. [Consulta:
15 de marzo, 2020] <https://revistaseug.ugr.es/index.php/tsg/article/view/911>
8
F. Zamudio, M. Ayala y M. Andrade, “Violencia en el alumnado de la Universi-
dad Autónoma Chapingo, según género”, en Memorias del XI Congreso Nacional de
Investigación Educativa, 7-11 de noviembre de 2011.
9
J. Adams y R. Cervantes, “Violencia pasiva en mujeres universitarias. Un estudio
exploratorio de las causas del deterioro de la autoestima”, en Psicología y Salud, 22(1),
2012, pp.133-139.
10
M. G. Durazo Bringas y B. G. Ojeda García, “Violencia y deserción de estu-
diantes de educación superior”, en Revista Internacional Administración y Finanzas,
6 (2), 2013, pp. 101-117. [Consulta: 5 de junio, 2020] <https://papers.ssrn.com/sol3/
papers.cfm?abstract_id=2156537>
11
R. M. González Jiménez, coord., “Violencia de género en instituciones de edu-
cación superior en México”, en Horizontes Educativos, México, 2013.
12
A. Mingo y H. Moreno, “El ocioso intento de tapar el sol con un dedo: violencia de
género en la universidad”, en Perfiles Educativos, 37(148), 2015, pp. 138-155. [Consul-
ta: 22 de febrero, 2019] <https://doi.org/10.22201/iisue.24486167e.2015.148.49318>
13
M. List, “Los universitarios frente a la homofobia. El caso de la Benemérita
Universidad Autónoma de Puebla”, en Sinéctica, 46, 2016, pp. 1-15 [Consulta: 5 de
junio, 2020] <https://www.redalyc.org/pdf/998/99843455003.pdf>
14
Fabiola Tlalolin, Violencia y actores sociales en la universidad pública: un
estudio descriptivo desde la perspectiva sistémica. Tesis. buap, 2018.
Rosalía Carrillo Meráz 231
15
C. Sorroza-Polo, O. J. Montes-García, N. Montes-García, S. M. Herrera-Cerque-
da e I. M. López, “Expresiones de la violencia en la uabjo. Reporte de investigación”,
en R. M. Ramírez-Martínez e I. G. González-Corso, coords., Estudios sobre violencia
en la educación: enfoques, textos y contextos. México, Universidad Autónoma de
Morelos, 2015, pp. 343-364.
16
F. Peña y S. Fernández, coords., Mobbing en la academia mexicana. México,
eon, 2016.
17
V. Sieglin, L. Verástegui y G. García, “Acoso laboral y salud. Estudio de caso
de la planta laboral de una universidad mexicana”, en F. Peña y S. Fernández, coords.,
Mobbing en la academia mexicana. México, eon, 2016.
18
M. Barreto, “Violencia de género y denuncia pública en la universidad”,
en Revista Mexicana de Sociología, 79(2), 2017, pp. 261-286. [Consulta: 11 de
diciembre, 2019] <http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid
=S0188-25032017000200262>
19
M. L. Sánchez Soto, A. M. Quiñones, M. Aguilar Durán, S. Estrada Martínez y M.
C. Félix Corral, “Significado psicológico de la violencia en estudiantes universitarios:
diferencias basadas en género”, en GénEros, 24(22), 2018, pp. 85-106. [Consulta: 8 de di-
ciembre, 2019] <http://revistasacademicas.ucol.mx/index.php/generos/article/view/1269>
20
A. Flores Hernández, A. Espejel Rodríguez y L. M. Martell Ruiz, “Dis-
criminación de género en el aula universitaria y sus contornos”, en Ra Ximhai,
12(1), 2016, pp. 49-67. [Consulta: 18 de febrero, 2019] <https://www.redalyc.org/
pdf/461/46146696004.pdf>
21
A. Evangelista-García, R. Tinoco-Ojanguren y E. Tuñón-Pablos, “Violencia
institucional hacia las mujeres en la región sur de México”, en Liminar. Estudios So-
232 La violencia de género en las universidades públicas
ciales y Humanísticos, 14(2), 2016, pp. 57-69. [Consulta: 12 de enero, 2020] <http://
www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1665-80272016000200057>
22
Miguel Casillas, Jeysira Dorantes y Verónica Ortiz, coords., Estudios sobre la
violencia de género en la universidad. México, Universidad Veracruzana, 2017.
23
E. Zapata, R. Ayala, B. Suárez, R. Lázaro y A. López, Violencia en las univer-
sidades: sociedad, Estado, familia y educación. México, La Aldea/colpos, 2018.
24
C. Acuña y R. Román, “Juventud universitaria y desigualdad de género. Opinión
de las y los tutores”, en GénEros, 24(22), 2018, pp.107-132.
25
Rafael Montesinos Carrera y Rosalía Carrillo Meráz, “Transición y coyuntura en
las relaciones de género. Qué, dónde y cómo reconocer el cambio”, en El Cotidiano,
núm. 201, México, uam-Azcapotzalco, 2017, pp. 85-96; R. Montesinos y R. Carrillo,
Violencias comparadas en universidades públicas e instituciones de educación su-
perior. México, Tirant Lo Blanch/ Universidad Autónoma Metropolitana, 2019; R.
Montesinos y R. Carrillo, “Entre el #metoo al he for she. Violencias entre los géneros”,
en Escenarios, núm. 28, Buenos Aires, Universidad Nacional de la Plata, 2019.
26
Rosalía Carrillo Meráz, Violencia en las universidades públicas. El caso de la
Universidad Autónoma Metropolitana. México, uacm, 2015; R. Carrillo, “Entre
la simulación y la práctica institucional. Primer diagnóstico sobre violencia en la uam”,
en El Cotidiano, núm. 200, 2016, pp.169-180; R. Carrillo, “Para entender las mani-
festaciones de violencia en las ies”, en Miguel Casillas, Jeysira Dorantes y Verónica
Rodríguez, Estudios sobre la violencia de género en la universidad. México, Univer-
sidad Veracruzana, 2017; R. Carrillo, Entretejiendo fronteras entre hombres y mujeres.
Historias de violencias vividas. Universidad de Guanajuato, 2019 y R. Carrillo, “El
acoso laboral: un monstruo que acecha a docente de la Universidad de Guanajuato”,
en El Cotidiano, núm. 220, 2020, pp. 71-82.
Rosalía Carrillo Meráz 233
27
D. Olweus, Conductas de acoso y amenaza entre escolares. Madrid, Morata, 1998.
28
Cf. A. Furlán, “Problemas de indisciplina y violencia en la escuela”, en Revista
Mexicana de Investigación Educativa, 10(26), 2005; A. Furlán, Violencia en los centros
educativos. Conceptos, diagnósticos e intervenciones. Buenos Aires, Noveduc/Ensayos
y experiencias, 2010; S. Harris y P. Garth, El acoso en la escuela. Los agresores, las
víctimas y los espectadores. Barcelona, Paidós, 2006; J. E. Palomero Pescador y M.
R. Fernández Domínguez, “La violencia escolar, un punto de vista global”, en Revista
Universitaria de Formación de Profesorado, 41. España, Universidad de Zaragoza,
2001, pp. 19-38.
29
Cf. M. A. Trautmann, “Maltrato entre pares o bullying. Una visión actual”, en
Revista Chilena de Pediatría, 79(1). Santiago de Chile, 2008; N. Albaladejo Blázquez,
Evaluación de la violencia escolar en educación infantil y primaria. Tesis. Universidad
de Alicante, 2011; R. M. Varela Garay, Violencia, victimización y cyberbulling en ado-
lescentes escolarizados/as: una perspectiva desde el trabajo social. Tesis. Facultad de
Ciencias Sociales, Departamento de Trabajo Social y Servicios Sociales, Universidad
234 La violencia de género en las universidades públicas
de Sevilla, 2012, y Rosalía Carrillo Meráz y Nathaly Betzabee Carranza Guevara, “Bajo
la sombra del anonimato. Del muro de la denuncia al acoso y hostigamiento sexual
en las ies”, en El Cotidiano, núm. 216. México, uam-Azcapotzalco, 2019, pp. 27-38.
<http://www.elcotidianoen linea.com.mx/pdf/216.pdf>
30
Jean-Marie Domenach et al., La violencia y sus causas. París, Unesco, 1981, p. 9.
31
F. Peña Saint Martin, P. Ravelo y S. Sánchez, Cuando el trabajo nos castiga.
Debates sobre el mobbing en México. México, uam-Azcapotzalco, 2007.
Rosalía Carrillo Meráz 235
Alumnos
Profesores
32
J. Dorantes, “Ciberbullying escenario de la violencia en el contexto educativo”,
en Interconectando Saberes, 4(7), 2019, pp. 119-136.
236 La violencia de género en las universidades públicas
Trabajo de campo
Noticias Web
#Meetoo
han sido víctimas del escarnio público y el rechazo, y han sido vetados
de eventos públicos bajo el argumento de que en la academia no hay
espacio para los acosadores, y otros más ni siquiera pueden permanecer
en las instalaciones universitarias. También, la comunidad universitaria
es víctima de un ambiente hostil en el que se dan disputas por el poder,
donde el apoyar a las víctimas, a los presuntos victimarios o hasta el
ser omiso a la problemática implica diversos ataques por el resto de sus
pares. Todo esto, se debe al mal manejo de las autoridades para resol-
ver el problema de manera asertiva. Si no hubiera compadrazgos que
protegen a los acosadores y se tomaran medidas para prevenir, atender
y sancionar el acoso, quizá los movimientos feministas gestados en
las universidades nunca hubieran existido. Pero gracias a la cultura de
la simulación que existe en todas las ies, donde las autoridades firman
convenios, se jactan de ser eficientes y en la realidad no atienden las
exigencias de las víctimas (que en un inicio sólo piden atención a su
caso), han hecho que la problemática crezca y que se les salga de las ma-
nos, a tal punto que, ahora, las autoridades universitarias son percibidas
por la comunidad como personas ineficientes y carentes de perspectiva
de género incapaces de resolver cualquier problemática derivada de la
violencia sexual ejercida dentro del espacio universitario.
Si bien estos son sólo algunos sesgos de los muchos que encontra-
mos en el tratamiento de la violencia de género dentro de las ies, los
consideramos los más importantes para generar una reflexión que nos
ayude a actuar de manera asertiva y generar mecanismos viables para
proteger los derechos humanos de toda la comunidad universitaria.
A manera de conclusión
33
Rosalía Carrillo Meráz y Nathaly Betzabee Carranza Guevara, “Bajo la sombra
del anonimato. Del muro de la denuncia al acoso y hostigamiento sexual en las ies”,
en El Cotidiano, núm. 216. Ciudad de México, uam-Azcapotzalco, 2019, pp. 27-38.
<http://www.elcotidianoen linea.com.mx/pdf/216.pdf>
Rosalía Carrillo Meráz 253
Introducción
1
Intervención en línea durante la pandemia del covid 19. Nombre de la investiga-
ción: “Características de la violencia de los hombres contra las mujeres en la Ciudad de
México”. Investigación financiada por la Secretaría de Educación, Ciencia, Tecnología
e Innovación del Gobierno de la Ciudad de México (Folio SECTEI/255/2019).
255
256 Características, motivos de asistencia y estrategias de trabajo
2
Victoria Ferrer Pérez y Esperanza Bosch Fiol, “Del amor romántico a la violen-
cia de género. Para una coeducación emocional en la agenda educativa”, en Revista
Profesorado. Revista de Currículum y Formación Profesional, vol. 17, núm. 1, enero-
abril, 2013.
3
Gerardo Macías Valadez Márquez y María Gabriela Luna Lara, “Validación de
una escala de mandatos de género en universitarios de México”, en Revista Ciencia
UAT [online], vol.12, núm. 2, 2018.
4
U. Bronfenbrenner, “Ecology of the family as a context for human development:
research perspectives”, en Developmental Psychology, 22(6), 1986.
5
Roberto Garda, “Caminando hacia la equidad: aprendizajes de la intervención
con hombres que ejercen violencia en México”, s.p.i.
258 Características, motivos de asistencia y estrategias de trabajo
6
Idem.
7
R. Garda, Nuevas habilidades para los hombres. Para varones que desean
construir la equidad y la igualdad en sus relaciones de pareja y familiares. Ciudad
de México, Secretaría de Desarrollo Social de la Ciudad de México/Hombres por la
Equidad, 2018.
Roberto Garda Salas 259
8
R. Garda, Intervención integral con hombres que ejercen violencia contra su
pareja. México, Indesol/Hombres por la Equidad, 2008, p. 111.
9
Cf. Donald G. Dutton, El golpeador, un perfil psicológico. México, Paidós, 1997,
y Christauria Welland y David Wexler, Sin golpes: cómo transformar la respuesta
violenta de los hombres en la pareja y la familia. México, Pax, 2007.
260 Características, motivos de asistencia y estrategias de trabajo
10
Andrés Montero y Luis Bonino, “Criterios de calidad para intervenciones con
hombres que ejercen violencia en la pareja”, en Cuaderno de Reflexión, núm. 1. Madrid,
Grupo 25, 2006.
Roberto Garda Salas 261
11
Rita Laura Segato, La guerra contra las mujeres. Madrid, Traficantes de Sueños,
2016.
262 Características, motivos de asistencia y estrategias de trabajo
Componente
Componente
cognitivo
cognitivo
Componente
Componente Componente
componente
de
de presión
presión
social conductual
conductual
social
Conductas
Conductas
de violencia
de violencia
contra la
contra la pareja
Componente
Componente pareja
Componente
Componente
de
dehistoria de
historia de
narrativo
narrativo
vida
vida
Componente
Componente Componente
Componente
emocional
emocional coporal
corporal
Tiempo Actividades
5 minutos Dinámica de integración grupal
50 minutos Dinámica de sensibilización
5 minutos Receso
50 minutos Dinámica de sensibilización o
Dinámica de integración de la experiencia
10 minutos Dinámica de cierre
Hola, buenos días Everardo. Con gusto te damos información de los grupos
de reflexión. La idea es vernos al menos un día a la semana en dos opciones
de horarios en sesiones de 2 a 2:30 hrs. Nos reunimos el miércoles de 20:00
a 22:00 hrs. y el sábado de 8:00 a 10:00 hrs. am. Las reuniones son con base
en el manual que les enviaría por PDF denominado Nuevas Habilidades para
los Hombres, que hemos creado.
En todas las sesiones siempre habrá dos facilitadores que, por supuesto,
estamos para apoyarles en su proceso de reflexión. Además, requerimos de
ustedes algunos datos y unos consentimientos, pues así podremos mejorar el
servicio que les ofrecemos:
Datos:
1. Nombre completo:
2. Actividad laboral y/o profesión:
3. Estado civil:
4. Número de hijos e hijas:
5. ¿Vives con ellos/as?
6. ¿Has asistido a otro tipo de grupo de hombres y/o terapia personal, a
dónde?
7. Motivo por el cual deseas asistir a grupo:
Cabe señalar que esta información personal es confidencial, y no la comparti-
remos con nadie. Sólo se usa para conocer el perfil de los asistentes al Programa.
Roberto Garda Salas 271
Consentimientos:
Todo grupo presencial o virtual funciona con reglas. Para los grupos de Hombres
por la Equidad éstas son:
1. Tratar de forma respetuosa a los facilitadores y a otros miembros de
grupos.
2. Hacer uso breve de la palabra.
3. No hacer contacto externo con los facilitadores a menos que éstos lo
autoricen.
4. Las sesiones duran de 2 a 2:30 horas, se acepta participar en las mismas
y sólo ausentarse en caso de fuerza mayor y avisando previamente a los
facilitadores.
5. La información que se comenta en el grupo se queda en el mismo, no
se difunde ni se usa para compartir con nadie. Hombres por la Equidad,
A. C. asegura la total confidencialidad de la misma.
7. Si algún compañero amenaza a otro o a algún facilitador se le dará de
baja.
8. Se acepta moderar o dejar el consumo de alcohol o drogas durante la
asistencia a grupo. Asimismo dejar el uso de las armas (a menos que
éstas sean para el trabajo).
9. Se acepta revisar el manual de usuario y avanzar en sus ejercicios durante
la asistencia al grupo.
10. Se manifiesta aceptar disposición de trabajar en el grupo y participar en
el uso de técnicas que ahí se dejen.
11. Se acepta llenar el número que sean solicitadas el cuestionario del grupo
con la finalidad de que el usuario conozca mejor su proceso y podamos
mejorar el servicio que le ofrecemos.
12. El usuario acepta compartir el correo de su pareja –cuando se le solicite–
con la finalidad de que ella pueda opinar sobre el trabajo de Hombres por
la Equidad a través de un cuestionario y mejorar el servicio que ofrecemos.
13. Se puede compartir de forma verbal lo que algún compañero dijo en la
sesión con la pareja o la familia si ésta lo acepta, pero sin mencionar
nombres de quienes estuvieron involucrados.
14. Se acepta que la asistencia a grupo es para encontrar la propia responsa-
bilidad sobre las conductas.
Los hombres que aceptan las condiciones se les envían los links de
las sesiones junto con el manual denominado “Nuevas Habilidades para
los Hombres”, que es el documento guía del trabajo grupal. De esta
manera ingresan a la primera sesión del grupo.
Estudiante, 5% Desempleado, 4%
Técnico, 25%
Profesionista, 66%
Soltero, 35%
Casado, 37%
Gráfica 2. Estado civil de los hombres que han asistido a grupos de reflexión.
4 hijos/as
3 hijos/as 5%
6%
1 hijo/a
25%
No, 22%
Sí, 78%
Gráfica 4. Hombres que viven con sus hijos e hijas al ingresar a grupo.
276 Características, motivos de asistencia y estrategias de trabajo
Terapia individual
o grupal, 42%
No, 38%
Paraaprender
Para aprendery ypor
por
motivos emocionales
motivos emocionales
25%
25%
asistir a grupo por la familia, pareja y los hijos e hijas. Hay varones
que dan una versión corta de sus motivos: “para mejorar la calidad de
mis relaciones interpersonales”, “mejorar mis relaciones”, “encontrar
la forma de mejorar mis relaciones…”, “por los míos”, “recuperar a
mi familia”, “mejorar la relación de pareja” y “mejorar mis relaciones
familiares y personales”. Otros explican un poco más y señalan que
quieren asistir porque “…no soy bueno para mí ni para las personas
que me rodean” y “quiero construir relaciones más amorosas, equitativas
y armoniosas”. Pero otros hombres mencionan de forma más clara
a la pareja (esposa, novia, etcétera) como el principal motivo de su
asistencia: “como hombre en la relación con las mujeres”, “problemas
de pareja”, “quiero aprender cómo mejorar mis relaciones de pareja”
y “mejorar mis relaciones interpersonales de pareja, familiares”. Otros
dan más explicaciones en torno a la pareja:
De esta forma, los hombres que solicitan asistir a los grupos lo hacen
porque desean mejorar su relación de pareja y con sus hijos e hijas. Esto
es, les preocupa sus vínculos. Eso es lo que indica aproximadamente
una tercera parte de los asistentes. En segundo lugar, hay hombres que
hablan que quieren asistir por ellos, no por la pareja o por los hijos e
hijas. En un caso se menciona una por situaciones de carácter emocional
como “no quiero seguir controlado por mis emociones”.
En varios casos se menciona por requerir un tipo de ayuda o fortalecer
otro espacio al que ya se está asistiendo: “inicio de proceso psicotera-
péutico” o “porque necesito ayuda”. También por motivos generales
como “calidad de vida” y “compartir experiencias”. Pero la mayoría
comenta —en lo que a una motivación personal se refiere— asistir por
una necesidad de hacer conciencia, manejar situaciones o conocimientos:
280 Características, motivos de asistencia y estrategias de trabajo
“me gustaría trabajar y hacer consciente actitudes que creo, aún no logro
concientizar”, “seguir sumando conocimientos para poder aplicarlos en
mi vida” o “mejorar mi forma de manejar mis decisiones”. Otro aspecto
importante para estos hombres es el motivo personal emocional, ello
se ve en expresiones breves donde explican algún motivo afectivo a
narrativas más amplias donde reconocen dificultades con sus emociones:
• “…vínculos afectivos”.
• “En momentos me da depresión y ansiedad, y algo de poca tolerancia”.
• “Quiero conocerme más y ser más dueño de mis emociones,
entender qué más puedo cuestionarme y trabajar a nivel personal
para mejorar la calidad de mis relaciones interpersonales”.
• “Crecimiento personal, búsqueda de aprendizajes para el trabajo
de mi regulación emocional y poder incidir socialmente en mi
comunidad”.
• “Generar mayor conciencia como hombre, padre y compañero.
Reconozco la falta de expresión de emociones y deseo mejorar a
desarrollar mi desempeño en el convivio con mis hijas y pareja”.
Entonces, los hombres que piden asistir a los grupos ven en motiva-
ciones personales la necesidad para ingresar. Una breve mayoría (60%)
señala motivaciones ubicadas más en el ámbito cognitivo y racional
Roberto Garda Salas 281
donde consideran que quieren aprender algo para comprender lo que está
ocurriendo en su relación. Y otro grupo señala motivaciones cercanas a
las emociones y algún malestar en ese ámbito. Así, en lo que a motivos
personales para ir, los hombres asisten por aspectos más racionales y
otro más emocionales, en el orden del 60% y 40%, respectivamente.
Así, los hombres asisten en, primer lugar, porque les preocupa su
familia, pareja e hijos. En segundo lugar, por motivos personales, ya sea
que no comprenden problemáticas que viven o porque hay un malestar
emocional. En tercer lugar, hay hombres que al solicitar ingresar a grupo
de forma directa señalan que tienen problemas de violencia, por ejemplo,
dicen que buscan ingresar porque “seguir trabajando para no ejercer mi
violencia”, “trabajar sobre el ejercicio de mi violencia”, “…trabajar mis
violencias”, “…reconozco que he ejercido violencia emocional contra mi
pareja y contra mi hija…” y “quiero reflexionar sobre las violencias que
he ejercido y ejerzo en contra de mi pareja”. Otros reconocen su violencia
pero ofrecen una explicación un poco más amplia de su situación:
asistentes señala que van por su masculinidad, los cuales comentan que
desean: “reflexionar y cuestionar mi propia masculinidad para aprender
nuevas habilidades”, “para replantear la masculinidad o masculinidades,
reflexionar escuchando a otros hombres y sus experiencias” y “participar
de encuentros con varones que estén dispuestos a reflexionar y debatir
sobre nuestras masculinidades”. De ésta forma, 31% es por motivos de
la familia, pareja e hijos e hijas, el 25% para mejorar y por motivos
emocionales, el 21% por el ejercicio de su violencia, y el 11% por su
masculinidad. Éstos son los motivos por los que que desean asistir a
grupo el 88% de los asistentes.
12
Oswaldo Montoya, “Nadando contra corriente. Buscando pistas para prevenir la
violencia masculina en las relaciones de pareja”, en Puntos de Encuentro. Nicaragua,
1998.
13
Ley de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia de México, 2007.
<[https://www.cndh.org.mx/sites/default/files/documentos/2019-04/Ley_GAMVLV.pdf]>
290 Características, motivos de asistencia y estrategias de trabajo
14
D. G. Dutton, op. cit.
296 Características, motivos de asistencia y estrategias de trabajo
cosas de sus vidas, sino que es la misma dinámica que los hombres
han impuesto desde la historia.
Los hombres empiezan a formular una crítica a los comentarios de
los varones. Miran que la grupalidad masculina se reproduce en muchos
espacios sociales y siempre les exigen lealtades que en muchos casos ellos
no comparten como individuos. Desde la individualidad seleccionan con
quienes y con quienes no relacionarse, y comienza a haber un acercamien-
to a la pareja, a las y los hijos y a ellos mismos. Los hombres aceleran
ese proceso cuando identifican que muchas de las ideas que tienen en el
conflicto con sus parejas, de las conductas que realizan —incluyendo la
violencia—, las palabras y frases que dicen, la manera en la que manejan
sus sentimientos en el conflicto, y a la forma en la que usan y sienten en
sus cuerpos al ejercer violencia, en realidad responden a los mandatos
sociales, y que ello no actúa como quisieran, sino como la masculinidad
les ha dicho que lo hagan. Entonces, como decía un hombre, se dan
cuenta que han sido títeres de los mandatos sociales del ser hombre.
Conductas
de Igualdad
con la pareja Conductas
Componente de Igualdad
Componente
de historia de con la pareja
narrativo Componente
vida Componente
de historia de
narrativo
vida
Componente Componente
emocional corporal
Componente Componente
emocional corporal
298 Características, motivos de asistencia y estrategias de trabajo
—pues siempre hay un mandato de que se use— pero para los hombres
deja de ser algo atractivo hacerlo. Podría decirse así: la erótica que
construyeron los mandatos de género, raza, edad, orientación sexual,
adultos, etcétera, que de alguna manera hacían de la violencia no sólo
algo “útil” sino además “deseable”, acaban por desactivarse. Las posi-
bilidades de usarse continúan presenten, las herramientas para abusar
siguen estando ahí. Pero ya no hay un sujeto que decida usarlas. O lo
hace cada vez menos, al principio lo dejan de hacer por culpa con
la pareja, después con los hijos. Después dejan de usar la violencia por
convencimiento y una firme convicción. Pero después algo más “li-
gera” esta convicción. Simplemente lo dejan de hacer porque en su vida
cotidiana ya no se encuentra necesario hacerlo. La violencia se con-
vierte en zapatos viejos, en desuso, pasados de moda, y fuera de contex-
tos para los hombres. Es un traje que queda chico. Son colores que ya
no son del agrado de quien los usaba. Pero sobre todo se sabe que usar
esos zapatos genera cayos, ponerse ese traje demerita la imagen, usar esas
viejas frases alejan a quienes unos se dirigen, conectarse con esos pa-
trones de comportamiento llevan a los hombres a una sensación de tí-
teres y ser para otros: grupos opresores, grupos de machos, de clasistas,
racistas y adultocéntricos, misóginos y homofóbicos, y los hombres
aprenden a decir “no gracias, ya no”.
Las técnicas de integración tienen la virtud de mostrar este camino.
Los hombres se dan cuenta que no es un solo aspecto, son todos relacio-
nados como en su vida le enseñaron a hacerlo. Y que tiene la oportunidad
de darles otro orden para obtener resultados distintos. Pero que tiene la
libertad de regresar al viejo orden y repetir la misma historia de abuso y
dolor. Pero quien decide es él, quien deconstruye es él, pero sabe que hay
una sociedad que lo está mirando porque comprende que no está aislado.
Reiteramos, no es algo voluntarista, es con voluntad efectivamente, pero
es con comprensión de lo que significa vivir en sociedad de derechos
humanos y con normas legales, económicas y culturales que influyen
de forma compleja. Como lo dijo un compañero: “…ahora entiendo que
el piso está disparejo para las mujeres, y he decidido no jugar con ese
tablero ni con esas reglas. Puedo hacer mi juego, puedo con mi pareja
establecer nuevas reglas y con los miembros de mi familia hacer un
juego que realmente nos divierta y permita crecer, y que no nos lastime”.
300 Características, motivos de asistencia y estrategias de trabajo
Conclusiones
Presentación
Griselda Gutiérrez Castañeda . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7
311
312 Índice
Coordinadora
los problemas, y el espacio idóneo para propiciar debates
encaminados a construir soluciones que permitan consolidar
principios y normas de convivencia de cariz democrático y
pluralista.
Por ello, el estudio y el debate sobre las formas de
construcción de las masculinidades encaminados a consoli-
dar políticas de igualdad sustancial de género es de la mayor
pertinencia, a ese propósito responde este libro conforme a
Políticas de la masculinidad
El poder y la violencia
en la subjetividad de los varones
C
una propuesta de M. Kaufman: antisexista, antimasculinista
M y antipatriarcal.
Y
CM
MY
CY
CMY