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Desafíos pedagógicos para una práctica

en Masculinidades.
Enfoque relacional en género, generación y
masculinidades.
Nicolás Vargas.
Introducción:

Marchas en las calles reclamando #NiUnaMenos, gritando por las compañeras


asesinadas; cortes en las principales avenidas del país; la Ola verde exigiendo Aborto
legal, seguro y gratuito; Cataratas de posteos en las redes sociales denunciando
abusos y escrachando a los varones victimarios. En un marco en el que los
movimientos transfeministas, de mujeres y disidencias crecen en número, en disputa
de poder, en reclamos de derechos y en cuestionamiento a los modos tradicionales y
naturalizados de reproducción de la vida cotidiana en la familia, en las
organizaciones, en la calle… los varones, en el mejor de los casos, aparecemos como
espectadores y entre signos de pregunta. Qué tiene que ver esto conmigo?, me
hablan a mí? qué hago con esto?, donde me pongo?, cuál es el rol que me/nos
toca?, tengo que participar?, acompañar?. Preguntas y sensaciones que se entierran
en lo profundo de las identidades culturales, que recorren la vida cotidiana, el
espacio público y el privado, los vínculos y la relaciones, transversalmente.
Con la intención de complejizar las miradas sobre el mundo de los varones y las
masculinidades, abrimos el dialogo a través de la pregunta: cómo y desde dónde
promover procesos políticos/pedagógicos con varones, en perspectiva critica a las
improntas socializadoras tradicionales del patriarcado. A partir de una serie de
enfoques, dispositivos pedagógicos y herramientas metodológicas, buscamos
problematizar distintas dimensiones de la vida cotidiana de los varones y
proponer/desarrollar algunas estrategias para transitar otras formas de contactar y
expresarnos en nuestros vínculos y relaciones de manera más saludable con
nosotros mismos, con otres y con la naturaleza. Este documento es la
sistematización de un proceso de trabajo de 10 años junto a varones de grupos y
organizaciones sociales, culturales, artísticas, sindicales, escuelas secundarias y
universidades. Un trabajo de reflexión/acción colectiva desde la Educación Popular,
algunas corrientes terapéuticas/expresivas y corrientes teóricos/pedagógicas en
torno a las masculinidades.
Como una primera aproximación a la propuesta que vamos a compartir podemos
empezar diciendo que tiene “todo que ver con nosotros” y con nosotros en el centro
del lente y en primera persona, por lo menos así elegimos ubicarnos desde esta
experiencia. Se vislumbra en esta coyuntura la necesidad de un hacer entre varones,
intuyendo la necesidad personal y grupal de generar espacios para la pregunta, la
intimidad y la interpelación, espacios en primera persona del plural, espacios que
nos permitan pensarnos en la vida cotidiana, en las formas de ser y hacer, en los
sentires y en las vivencias. Surge en esta tensión la pregunta por el ¿cómo hacemos
estos tránsitos?, ¿cuáles son las herramientas que necesitamos para construir este
camino? Qué necesitamos aprender y qué necesitamos des/aprender?. Este texto es
un intento de compartir nuestros caminos en estas búsquedas, ahora si para todes,
de sociedades más sanas, justas, menos violentas y más afectivas.
La perspectiva política/pedagógica
Buscamos que los varones que participan, identifiquen, revisen, analicen,
cuestionen y modifiquen matrices asociadas a la masculinidad hegemónica y sus
mandatos patriarcales, cuestionar el modelo que sustenta el “ser hombres”, su
estructura ideológica y su traducción en relaciones desiguales de poder con las
mujeres, niños, niñas, juventudes, con otros hombres y otros seres vivos. A partir de
distintas instancias de revisión y cuestionamiento buscamos generar, en un primer
momento, procesos de des/ideologización, des/arprendizaje y decodificación. En un
segundo momento, aprender, ensayar, otras maneras de vincularnos, con nosotros
mismos y con otres. Y finalmente una entrada a distintos escenarios de la vida
cotidiana, desde la interrelación de los dos procesos anteriores, que reconocemos
como paradigmáticos en torno a nuestras relaciones. Buscamos así que los varones
estemos en condiciones de soñar/imaginar colectivamente masculinidades más
sanas. 
El marco conceptual y la acción política de distintos grupos y organizaciones en
torno a la temática en masculinidades, está en movimiento y en trabajo
permanentemente, sobre todo en la Argentina. Se van sumando experiencias y
aportes desde distintas perspectivas y entradas a la realidad cotidiana que nos toca
transitar en este momento histórico. Intentamos colocarnos en el carril de los
procesos político pedagógicos que necesitamos construir en torno a la pregunta de
cómo, desde las masculinidades, nos colocamos críticamente frente al patriarcado.
Entendemos como necesario crear dispositivos de formación que nos permitan el
reconocimiento, apropiación y construcción de racionalidades y subjetividades
emancipadoras. Se trata de potenciar las estrategias de conocimiento crítico y
pensamiento emancipador de los sujetos, a partir de reconocer saberes y
experiencias previas. Entendemos que la formación de pensamiento y subjetividad
critica es una experiencia colectiva, de reflexividad, colocándonos críticamente
frente al mundo, pensando opciones de transformación, reconociendo que hay
formas de razonar, conocer y valorar que nos lo impiden, con la búsqueda de una
coherencia entre el pensar y el actuar y fundamentalmente en perspectiva dialógica
con nuestras biografías y socializaciones, con otros y otras.
Los varones en la propuesta
Esta propuesta en particular se construye desde un enfoque en género. Ser varón
no es cuestión sólo de nacer con pene, sino de la manera de construir la identidad y
las relaciones sociales como varones. Así, según nacemos, somos etiquetados como
hombres o mujeres y se nos asigna un patrón de vida, un modelo socialmente
definido, aceptado y transmitido de comportamientos, valores y expectativas.
En lugar de intentar definir la masculinidad como un objeto (un carácter de tipo natural, una conducta
promedio, una norma), necesitamos centrarnos en los procesos y relaciones por medio de los cuales los hombres
y mujeres llevan vidas imbuidas en el género. La masculinidad, si se puede definir brevemente, es al mismo
tiempo la posición en las relaciones de género, las prácticas por las cuales los hombres y mujeres se
comprometen con esa posición de género, y los efectos de estas prácticas en la experiencia corporal, en la
personalidad y en la cultura1.
La masculinidad así construida, trascendiendo culturas y geografías, y asumiendo
rasgos locales, va siempre unida a determinadas cualidades, sobre todo asociadas
con la fuerza, la violencia, la agresividad, la potencia, la inteligencia y la idea de que
es necesario estar probando y probándose continuamente que se "es hombre" y que
se ha logrado alcanzar el modelo definido y deseado de ser hombre en un contexto
social determinado. Este modelo definido no admite contrapuntos o alternativas,
prevalece, se convierte en estereotipo.
Estos dos tipos de relación -hegemonía, dominación/subordinación y complicidad, por un lado, y
marginación/autorización, por otro lado- entregan un marco en el cual podemos analizar masculinidades
específicas. Yo pongo énfasis en que términos tales como la "masculinidad hegemónica" y "las masculinidades
marginadas", denominan no tipos de carácter fijos sino configuraciones de práctica generadas en situaciones

1
La organización social de la masculinidad, Robert W. Connel, pag 6.
particulares, en una estructura cambiante de relaciones. Cualquier teoría de la masculinidad que tenga valor
debe dar cuenta de este proceso de cambio2.
Como nos comparte Connel en este párrafo la pregunta por las “masculinidades
específicas” es una gran tarea para pensar procesos pedagógicos. La socialización en
el modelo hegemónico es fuerte y permanente, con una inteligencia que se
actualiza. Actúa a través de dispositivos, los cuales son cualquier procedimiento
social a través del cual un individuo y colectividad aprende, transmite y transforma
los componentes de género que conforman la subjetividad. El modelo hegemónico
actúa de manera tan sutil que lo consideramos natural y hasta deseado, aun sin
darnos cuenta de que existe como tal. Sus expresiones más brutales y evidentes son
rastreadas fácilmente, pero las sutiles son las peores por su elegancia y cinismo.
Entendemos también, que es un momento en el que ya no hay margen para
mantenernos fuera de la discusión y de la responsabilidad en torno al patriarcado,
sus lógicas en el ejercicio del poder y la violencia que promueve. Una violencia
globalizada que nos atraviesa, desde la relación con nosotros mismos, con nuestro
cuerpo, también en relación con los cuerpos de mujeres y niñes que nos rodean. Un
sistema patriarcal/capitalista que todo se lo come, lo tritura y comercializa.
Necesitamos poder mirar el propio lugar como varones dentro del patriarcado,
para poder empezar a desarmarlo. No hemos logrado mirarnos en la complejidad y
en las diferentes posiciones donde estamos parados, y en consecuencia
entender/nos. Solo nos hemos, en el mejor de los casos “desorientado”. Creemos
que no basta con transmitir una nueva información o un nuevo discurso o descubrir
una nueva masculinidad que anda por ahí dando vuelta, se trata de aprender a
mirarnos, a sentirnos. Entendemos que el camino es encontrar el lugar propio,
develar, identificar e intervenir en las maneras en que hemos sido socializados,
alfabetizados y en las formas en que ejercemos el poder sobre nosotros mismos, con
nuestras relaciones, con la naturaleza y las instituciones que nos expresan.
Consideramos que podemos encontrar perspectivas que critican estas lógicas y
esos modelos, denunciando las injusticias que sostiene y poniendo en cuestión los
fundamentos ideológicos de su dominación o los imaginarios sociales que la
justifican. Se trata de posiciones conscientes de su dimensión política y que buscan
unirse a las políticas por la igualdad y la redistribución de bienes junto con las
políticas por el reconocimiento de género, de generación, de raza, de clase, etc.

2
La organización social de la masculinidad, Robert W. Connel, pag 16.
Frente a esta concepción de masculinidad hegemónica, podemos contraponer, en
un primer momento, que no hay un único modelo de masculinidad, sino más bien
masculinidades, muchos modos de ser varón, tanto en los rasgos y roles que no
hemos elegido, como aquellos cuya construcción depende de nuestras recursos y
posibilidad para tomar decisiones al respecto. Entonces ¿para qué construir
masculinidades alternativas? Justamente para vislumbrar modelos ideológicos y de
relación alternativos, que tiendan a tejer nuevas tramas de convivencia entre
varones y mujeres, con nuevos colores, basadas en la equidad, con otras formas, sin
discriminación y sin violencias. Se requiere de modelos de masculinidad que
prevengan y sancionen la violencia y que puedan construir políticas institucionales
de equidad de género en distintos ámbitos y organizaciones. No buscamos
masculinidades débiles, que se tengan que desintegrar en el proceso de
identificación y modificación de sus aprendizajes y expresiones cotidianas. Buscamos
varones con poder de decisión sobre su vida, sobre sus decisiones, conectados con
su deseo y con capacidad de brindarse con autenticidad, sin estar respondiendo a
mandatos y roles pre establecidos desde la cultura y desde sus relaciones cotidianas.
La promoción de espacios de reflexión y encuentro entre varones nos parece la
forma adecuada de incentivar estos procesos. Espacios en una perspectiva crítica a la
MH y a las profundas raíces del patriarcado -qué des/aprender?- y simultáneamente,
espacios que posibiliten construir, juntos, maneras más sanas y no violentas de
habitarnos y de transitar nuestras relaciones -qué aprender-. Todo esto puesto en la
vida cotidiana como escenario necesario sobre el cual debemos trabajar nuestros
vínculos y relaciones.
La propuesta tiene como punto de partida el reconocimiento de la trayectoria de
les compañeres en torno a este tema, adhiriendo al camino de trabajar en
perspectiva critica a las desigualdades y opresiones del patriarcado, aunque se
plantee desde las masculinidades. Los varones necesitamos nuestros propios
espacios para pensarnos y reconocernos en relación a la MH. Sin perder de vista que
el objetivo final apunta a lo vincular y que la pregunta de cómo construimos
relaciones más equitativas, nos propone el desafío de mirarnos a los ojos y buscar
desde cada uno y cada una, un cuenco, un nuevo lugar donde abrazarnos,
identificarnos, descansar y confiar.
Con esta intención, de complejizar esta mirada sobre el mundo de los varones y
las masculinidades, es que hemos buscado desarrollar una serie de enfoques que
nos permitan puntualizar distintas dimensiones de la vida cotidiana de los varones.
Entendiendo que es necesario complejizar para pensar dispositivos pedagógicos y
herramientas más pertinentes para el trabajo cotidiano con las masculinidades y sus
relaciones.

El dispositivo pedagógico
Después de varios recorridos previos arribamos a la necesidad pedagógica y política
de construir una serie de enfoques en género y masculinidades que nos ayudaron a
ordenar la tarea pedagógica. Una clave fundamental para construir estos enfoques
fue la de promover espacios para pensar/nos, sentir/nos y reflexionar sobre cómo
aprendimos a ser varones, las implicancias en nuestra vida cotidiana y en las formas
en que construimos y sostenemos nuestros vínculos.
Enfoques: masculinidades, relacional y generacional.
En función de lo descrito en el párrafo anterior es que nos planteamos una serie de
enfoques que nos permitan “ordenar” esta realidad. El enfoque es la construcción de
un punto de vista, un dar luz a una parte silenciada o naturalizada y poder mirar de
manera particular un aspecto de esa realidad vivida. Esto lo hacemos con el objetivo
de encontrar caminos y dispositivos que nos permitan problematizarla, entenderla,
interpretarla e intervenirla. En este punto vamos a priorizar cuatro tipos de enfoques
para, a partir de esto, proponer dispositivos pedagógicos que nos permitan
interpelar estas experiencias.
1. enfoque en masculinidades. este movimiento nos permite mirar a las
masculinidades en relación a la MH. Buscamos mirarnos con nuestros propios lentes,
responsabilizarnos en ese mirar y des-aprender lo aprendido y naturalizado. Entrar
en nuestros procesos de socialización y de identificación, implica mirarnos a
nosotros mismos y nuestra propia biografía. Mirarnos a los ojos (en un espejo, que
es otro varón, en un primer momento). Para develar, identificar e intervenir en la
relación con los mandatos de la MH, en el vínculo con nuestro cuerpo, con nuestras
emociones, con las formas y prejuicios naturalizados que sostenemos cuando nos
percibimos y nos juzgamos a nosotros mismos. Observar la relación con nuestro
propio cuerpo hecho herramienta para la reproducción, con nuestra sexualidad y sus
mandatos, con la desconexión de la afectividad, el cuidado y la salud. Ponernos a
nosotros mismos en el centro del debate, nos permite mirarnos con nuestros
propios ojos y por lo menos por un rato, no estar mirándonos con lentes prestados,
o lentes impuestos. Creemos que este camino nos permitirá entrar en un diálogo
más profundo y afectivo con nosotros y con otres, paso fundamental para pensar y
construir relaciones más saludables y verdaderas.
2. un segundo enfoque, que nombramos como relacional, busca observar y poner
foco, en las relaciones que los varones construimos con otres (las mujeres, otros
varones, las infancias, la naturaleza). En este enfoque la perspectiva de los
privilegios y de las formas en que los varones hacemos uso y ejercicio del poder es
central. Volvemos a intentar develar, identificar e intervenir en las maneras en que
los varones hemos sido socializados para asumir roles preponderantes, naturalizar
lugares de poder y ejercicio del mismo e incluso sentirnos autorizados al uso de la
violencia cuando el “orden establecido” se rompe. Poder mirar críticamente la
división entre lo público y lo privado, para entrar de lleno en los vínculos y las
relaciones de poder, muchas veces ocultas, entre los varones y las mujeres y entre
las mujeres y los varones. Problematizar nuestro lugar en relación a la crianza y las
paternidades, la afectividad, la empatía, los límites y el consentimiento. Son
dimensiones asociadas al cuerpo de les otres, como un territorio que no nos
pertenece, pero que en la óptica de la MH si.
3. Otra perspectiva o enfoque que consideramos fundamental tienen que ver con lo
generaciones y lo intergeneracional. La MH es un espejo de las lógicas
adultocéntricas, como forma en la que el poder en los vínculos se expresa. “el
adultocentrismo es una noción que refiere a la existencia de un sistema de dominio
que, visto en una sociedad de pluridominio, se conjuga con otros sistemas de
dominio como el patriarcado, el racismo, el capitalismo, la segregación territorial.
Entonces en ese sentido lo que queremos indicar es que la adultez, o la mayoridad
(la mayoría de edad), ha sido construida como algo que de por sí permite el control,
la subordinación sobre las personas que están en la minoridad”3. Necesitamos
construir puentes y acercarnos a la diversidad de vivencias que estamos teniendo
como varones. Con el objetivo de sanar y entender cómo han variado los contextos
de socialización en las distintas generaciones e interpelar las lógicas de reproducción
de la MH en el ámbito de lo privado y de las instituciones educativas, sobre todo.
4. Finalmente, otro elemento que nos ordena en torno a la manera de nombrarnos y
de ordenar la relación, tiene que ver con la idea de “cuerpos masculinizados”. En un
proceso complejo que articula, características culturales que son comunes a un

3
DUARTE QUAPPER, Claudio.
contexto histórico/territorial y caminos biográficos individuales en donde se juegan
las historias y vínculos personales. Esta categoría es significativa en la propuesta
pedagógica para diferenciar los procesos culturales de socialización de las
definiciones individuales que cada uno/e ha podido tomar en su biografía personal4.
Y cómo los aprendizajes de la masculinidad se han internalizado desde las vivencias
más primarias y significativas de nuestra biografía. Esta diferenciación define una
estructura de aprendizajes y de no aprendizajes que se van a proyectar y articular
progresivamente en el conjunto de las instituciones por las que esa persona va a
transitar en el transcurso de su vida, en función de roles preestablecidos. A los
cuerpos masculinizados se les va a proponer el contacto con su fuerza, con la
competencia, con la concreción y la creatividad para resolver cuestiones materiales y
operativas, con la planificación y con una sobre valoración de sus aspectos
racionales. Y no se les va proponer o mejor dicho, se los va a expulsar (a través de
una valoración negativa), de un contacto con su capacidad creadora y afectiva, con la
reproducción y la gestación, con la empatía y el cuidado de todos y todas. Esta
determinación cultural que es común para todes y se diferencia en función de los
contextos sociales y económicos donde transcurre la socialización, se terminan
conjugando con las posibilidades de cada sujeto/a de asumir posiciones de simbiosis
o critica con las lógicas del sistema. Esta dialéctica entre mandatos, posibilidades y
propias decisiones, van construyendo la biografía de cada uno/una y desarrollando
individualidades que se dirimen entre adaptación, sobre adaptación y confrontación.
Acá la diversidad de experiencia, de expresiones y de posibilidades a tener en cuenta
en los procesos pedagógicos y de reflexión.

La propuesta de trabajo.
La metodología en perspectiva de género, masculinidades y poder, reúne los
principios de la pedagogía liberadora y de educación popular de Paulo Freire, así
como los aportes de otras técnicas vivenciales que permiten el reconocimiento y la
expresión de los sentimientos, que proceden de técnicas psicológicas de grupo,
como la Gestalt. Principios de la educación popular válidos para el trabajo con
varones, la metodología participativa es el hilo conductor de la didáctica de los

4
 Esta dificultad se agrava por el hecho de que integramos a nuestras personalidades (es decir
interiorizamos) las estructuras sociales de opresión y poder. Esta interiorización no solo afecta
nuestra visión de la realidad, sino que, en cierto sentido, pasa a ser nuestra visión de la
realidad. Cada uno de nosotros es parte del mundo que procuramos entender; nuestro
conocimiento no es imparcial. Michel Kaufman. Hombres, placer, poder y cambio. Pag 11.
talleres de masculinidad. El aprendizaje de una masculinidad alternativa supone el
cuestionamiento y ruptura de los esquemas ideológicos tradicionales que sostienen
la cultura patriarcal. Como lo expone Ramelini (2004): “Se hace entonces necesario
desarrollar procesos educativos que estimulen la participación consciente y activa de
las personas desde las vivencias cotidianas, que abran posibilidades al cambio
actitudinal necesario para poder re-mirar y re-significar. Una educación colectiva que
parta de las personas, sus problemas y necesidades; que promueva la participación y
las relaciones horizontales, para cambiar las concepciones culturales que legitiman la
violencia.” Sin dudas, por historia, recorrido y acumulado político y pedagógico la
Educación Popular, tiene mucho para decir y aportar a estas preguntas.
Desde hace 7 años trabajamos en una propuesta de encuentro y reflexión con
varones. El dispositivo está destinado a varones de organizaciones sociales,
culturales, artísticas, políticas y educativas (escuelas secundarias y universidades).
Buscamos generar procesos de transferencia metodológica para trabajar las
temáticas de género y masculinidades de manera autónoma, promoviendo espacios
de reflexión y análisis crítico acerca de las trayectorias vitales contextualizadas de
varones en la vida cotidiana, en las organizaciones y la comunidad. El punto de
partida es la realidad cotidiana de los varones (las vivencias, experiencias, escenas
de la vida real). Se interrelacionan afectos y pensamientos dialógicamente. En la
búsqueda por re contactar con la afectividad se hace imprescindible el trabajo con el
cuerpo por lo que éste será central en los encuentros, como sede de las reflexiones.
Entendiendo que la MH se produce y reproduce en un circuito dialógico de
socialización, naturalización e internalización de las formas de dominación en torno a
las relaciones de género (a partir de la coacción y el consenso), creemos que el
dispositivo pedagógico de Desorientación-Orientación propuesto, sirve como una
forma de develar (traer a lo consciente) mandatos y privilegios, identificar en mi
propia experiencia e intervenir para poder modificar estas prácticas sobre mis
vínculos, sobre la comunidad y sobre mí mismo. Así la propuesta pedagógica,
articula y pone en movimiento de manera dialéctica, al estilo de la praxis en la
Educación Popular, distintas dimensiones y posiciones, de la realidad y de la vivencia
de los varones. Algunas vivencias están ocultas, otras más visibles y otras
naturalizadas, pero sin lugar a dudas, todas difíciles de observar. En otro plano
también se conjugan posiciones distintas relacionadas y que a la hora de actuar
funcionan de manera encadenada y articulada entre mandatos y privilegios: el
vínculo conmigo y mi interior, mis relaciones con otros/otras y las formas en que nos
desenvolvemos en la comunidad y las organizaciones.
Creemos que el dispositivo pedagógico propuesto sirve como:
. una forma de develar (quitar el velo, traer a la conciencia) mandatos y privilegios.
. identificar en mi propia experiencia como funcionan estos mandatos y privilegios.
. intervenir para poder modificar prácticas sobre sí mismos, mis relaciones y la
comunidad.

Las herramientas de la propuesta.


El circulo. La utilización de la circularidad como apertura a la ritualidad que nos
convoca y encuentra en un tiempo y lugar común. Ritual que abona la confianza, la
intimidad, y la afectividad. Mirándonos a los ojos, reconociéndonos en la
reproducción de mandatos y privilegios comunes. Abriendo el espacio para la
pregunta, para la duda, para las certezas e incertezas que nos oprimen en la vida
cotidiana. Un círculo de espejos donde mirarnos y caminar juntos en el trabajo de
soltar privilegios, enterrar mandatos y pararnos desde el deseo de qué quiero, con
quién lo quiero y cuándo lo quiero.
La educación popular. Se entiende el conocimiento como una construcción
colectiva, en donde el grupo integra en ese proceso sus vivencias, aprendizajes,
afectos, su historia. La metodología contempla el protagonismo de los procesos
subjetivos de los varones. Se parte de la premisa de que todo conocimiento moviliza
afectos, recuerdos y vivencias. La propuesta intenta construir un espacio en donde
se dan las condiciones para la reflexión sobre las prácticas y sentires masculinos.
Generando un lugar que posibilite la interpelación entre varones, donde se puedan
pensar alternativas para la acción. Donde la experiencia de uno pueda servirle a
otro. Para esto es necesario reconstruir la vincularidad-circularidad entre varones,
corriéndonos del modo corporativo de relacionarnos hacia un modo de cuidado y
autocuidado responsable.
Buscamos pasar de un analfabetismo emocional a una pedagogía de las
emociones. Un proceso que busque desde la vivencia, el cuerpo y las experiencias
concretas, conocernos y conocer nuestras vivencias emocionales. Los miedos, las
tristezas, los enojos, las alegrías, etc. Poder reconocerlas para expresarlas, conocer
dónde se alojan las emociones, en qué lugar de nuestro cuerpo operan, entender
que cuando me duele la panza, puede ser que tenga miedo, que cuando se me cierra
la garganta, puede ser que este triste y que cuando me siento rechazado el enojo me
nuble la mirada, sobre lo que me sucede y sobre mis acciones. Todo esto es campo
de aprendizaje para nosotros los varones y necesitamos creativamente construir los
dispositivos pedagógicos para alfabetizarnos en nuestra vivencia con las emociones.
La ritualidad del encuentro. Buscamos construir colectivamente rituales que nos
encuentren en nuestras vivencias intimas y nos permitan transitar nuestro lugar
publico de otras maneras. Renovar la fuerza del encuentro, la intimidad y la
confianza, desde la ritualidad que nos propone presencia incomoda y posibilitadora.
Integrando el cuerpo, la emoción, la palabra sentida, en post de habilitarnos la
posibilidad de estar juntos, en ronda y tomados de la mano, imaginado y haciendo
otras formas de vincularnos entre nosotros.
Los diálogos necesarios para el dispositivo.
La experiencia y trayectoria educativa, tanto entre mujeres como con varones, nos
ha demostrado la importancia del trabajo por la equidad entre varones y mujeres a
la hora de iniciar procesos de sensibilización en los que la dimensión personal, la
densidad de las experiencias y la conciencia de proceso apuntan a dar pasos firmes y
sin prisa.
Por ello es importante que los varones tengan espacios, tiempos y lenguajes propios
para abordar problemáticas complejas en las que a menudo tienen un grado de
responsabilidad muy claro y directo en el mantenimiento de las inequidades
(privilegios). A veces, ambientes mixtos pueden provocar culpabilizaciones o
personalizaciones que aunque justificadas, no conducen a cambios, sino a mayores
resistencias de parte de los varones.
Las mujeres encontraran gran utilidad en acercarse a este mundo de deconstrucción
y desaprendizajes de los varones, para lo cual proponemos compartir algunos
encuentros con mujeres compañeras desde los contenidos de masculinidades con
enfoque relacional.
•Lectura al revés: los varones en procesos de género y masculinidades estamos
aprendiendo a “leer al revés”, lo cual significa hacer un esfuerzo por encontrar
referentes desde nuestra vivencia de varones de los contenidos compartidos por las
vivencias de las mujeres, sin olvidarnos de nuestra posición de poder como varones.
Las mujeres pueden entonces hacer esto mismo, viviendo en lo posible las
experiencias propuestas, sin olvidar su posición de mujeres.
•Alianzas: los compañeros que entran a procesos de genero con enfoque relacional
en masculinidades, buscan compañeras aliadas con las cuales compartir y
retroalimentar su proceso.
•Fundamentación teórica: muchas compañeras reportan grandes beneficios en su
trabajo de sensibilización en género y activismo por los derechos de las mujeres y la
prevención de la violencia, cuando aparece la posibilidad de involucrar a los varones
y las necesidades particulares que requiere ese trabajo.
•Responsabilidad propia: especialmente en los primeros momentos y temas, la
propuesta es trabajar entre pares, los varones con otros varones, con lo cual las
compañeras están invitadas a vivir su propio proceso, sin tutelar el proceso de los
hombres y sin sentirse responsables de los cambios de ellos. El enfoque relacional en
masculinidades busca construir alianzas con las mujeres, no cargarlas con más
responsabilidades.
•Diálogos intergenéricos: siempre son beneficiosos los diálogos honestos,
respetuosos y continuos entre mujeres, varones y diversidades que hacen procesos
de cambio. Del mismo modo que no se puede exigir cambios personales cuando no
se ha cambiado desde lo propio, nadie es conducido a cambiar a nadie, pero si a
posibilitar la interacción concreta y nueva entre los géneros, darse cuenta de la
realidad vigente y explorar cambios posibles hechos por la comunidad.
. Diálogos integeneracionales: es fundamental que encontremos en la propuesta de
trabajo la posibilidad de generar que distintas generaciones de varones sean parte
de la propuesta. Este dialogo generacional es fundamental para encontrar los
matices, las particularidades, las maneras en que los distintos momentos históricos
de socialización, los pares de cada generación, hemos funcionado de maneras
parecidas y muy distintas a la vez.
Se hace entonces necesario desarrollar procesos educativos que estimulen la
participación consciente y activa de las personas desde las vivencias cotidianas, que
abran posibilidades al cambio actitudinal necesario para poder re-mirar y
re-significar. Una educación colectiva que parta de las personas, sus problemas y
necesidades; que promueva la participación y las relaciones horizontales, para
cambiar las concepciones culturales que legitiman la violencia.
Con este espacio/propuesta nos proponemos:
1. Que los varones podamos reconocer nuestros procesos de socialización de
género, es decir, que reconozcamos cómo aprendimos a ser “hombres” desde niños.
2. Que los varones podamos reconocer los efectos que ha tenido en nuestras vidas y
relaciones esta forma de socialización.
3. Que los varones podamos reconocer cómo se expresa en nuestra vida: a) La MH.
b) La M arquetípica. c) Los mandatos y encargos de la masculinidad. d) El machismo.
e) Los estereotipos de género. f) Las formas desiguales del ejercicio del poder que
producen y que atentan contra la equidad entre varones y mujeres.
4. Que los varones podamos conectar, entrar y reconocer las emociones que nos
habitan y aprender de las formas sutiles, como la empatía.
5. Que los varones y mujeres, puedan reconocer alternativas de cambio, sus ventajas
y posibilidades.
La propuesta metodológica es de tipo taller vivencial y sus contenidos, metodología
y técnicas es una propuesta que pretende “mover” esquemas de pensamiento y
aspectos emocionales. De hecho, la concepción metodológica tiene como punto de
partida las vivencias y experiencias concretas y cotidianas de los varones, anécdotas
y relatos de su vida, para luego reflexionar acerca de tales vivencias e incorporar en
ese proceso elementos tanto de tipo teórico conceptual, como corporal y de ritmos
distintos. Se busca, en todo momento, que sean ellos mismos quienes fortalezcan su
capacidad para elaborar y producir conocimientos, y que en ese transitar vayamos
comprendiendo poco a poco los caminos posibles.

El programa de trabajo:
La estructura de la propuesta consta de cuatro bloques con varios talleres en cada
uno de los bloques.
El bloque uno, que nombramos como de “Reconocimiento y Diagnóstico de la
Masculinidad Hegemónica y las miradas que nos constituyen”, es un momento
dispuesto para trabajar sobre el develar e identificar, cuáles han sido y cuáles son,
las miradas que nos atraviesan y cómo fueron transformándose en las formas
propias en que nos miramos a nosotros mismos y desde donde miramos/actuamos
nuestras relaciones. Cuáles han sido los aspectos y características que tienen estos
aprendizajes que hemos ido interiorizando en el transcurso de nuestra socialización
los varones. Un problematizar aprendizajes que viven en nuestro quehacer
cotidiano, que se expresan en nuestro cuerpo y formas de comunicación, muchas
veces sin darnos cuenta de cómo y desde dónde los traemos. Desde la
problematización de los Mandatos y privilegios de la masculinidad hegemónica
tradicional, reconociendo y abrazando las heridas recibidas y provocadas en nuestras
historias biográficas (tanto personales, como colectivas), pasando por los arquetipos
de lo masculino y lo femenino (cómo conviven en nosotros mandatos, privilegio,
luces y sombras que se visualizan en las imágenes arquetípicas que nos constituyen),
hasta las miradas y proyecciones que hoy las compañeras y compañeres nos traen,
desde su propia experiencia de mujeres y disidencias, frente a “los hombres” y sus
violencias.
Todo esto se transforma en lentes y miradas, muchas veces contradictorias entre si,
que nos llegan y funcionan en nuestra vida cotidiana como parámetros de lo bueno y
lo malo, estructuras que determinan como nos expresamos, valores internalizados,
las exigencias que portamos, las violencias que ejercemos, con nosotros mismos, con
nuestras relaciones e incluso con la naturaleza.
La conclusión de este primer movimiento, es un intento de desprendernos de las
miradas que nos han determinado y nos determinan como varones. Un primer
movimiento que nos deja en un lugar complejo para transitar, pero confiados y
convencidos de que es un lugar que necesitamos habitar. Un lugar que podemos
llamar de desorientación, como lo nombra “Luciano Fabri”, o de vacío de respuestas
frente a las decisiones y vínculos cotidianos, sobre todo entendiendo que uno de los
grandes mandatos con los que fuimos socializados es el de “tener respuestas para
todo y ante todo, mostrándonos con determinación y seguridad”.
El bloque dos trata de buscar y construir alternativas y herramientas posibles y
viables para habitar y transitar este lugar de desorientación/vacio y proyectarnos así,
a lugares más propositivos y saludables. Hemos denominado este bloque como de
“indagación sobre otras maneras de sentirnos, de encontrarnos y habitarnos
(Orientación)”.
En este momento nos proponemos conectar con aspectos con los que hemos tenido
negada o con poca conexión en nuestra socialización de “cuerpos masculinizados”.
Buscamos proponer recursos que nos permitan empezar a percibirnos y sentirnos de
otras maneras. Volvemos a trabajar haciendo incapie en el movimiento de develar e
identificar, para intervenir.
En este bloque lo que intentamos trabajar son recursos y herramientas que nos
permitan transitar de otras maneras nuestros vínculos y relaciones. retomamos la
idea de que trabajamos con nosotros mismos y con otros en el mismo movimiento.
Un bloque que se caracteriza por el trabajo alrededor del contacto y la empatía. Dos
preguntas enmarcan esta parte del proceso: Cómo ha sido y como está siendo, en
nuestra vivencia como varones, el contacto conmigo mismo y con otres. Y, qué
registro/percepción tengo de lo que “me pasa/siento” y de lo “que pasa/siento
de/en mis relaciones”.
Entendiendo qué nuestra socialización como varones está marcada por el peso de la
desconexión con nuestro mundo emocional y afectivo vemos que:
- nuestra afectividad está teñida de hipersexualización y homofobia. Así, por ejemplo,
nuestros vínculos con padres, hermanos, amigos, hijos varones, se tiñen de duda y
prejuicio, por lo tanto, de ausencia y vacío en el contacto y afectividad.
- nuestra emocionalidad está bloqueada a partir de la prohibición de la expresión, por
percibirse como debilidad. Por consecuencia nuestro mundo emocional queda
atrapado en un analfabetismo permanente. Con la posibilidad casi exclusiva de
mostrar solo el enojo o mejor dicho, todo traducido en enojo.
- lo permitido es la fuerza y la competencia, el control y no mostrar debilidades.
Desde ese mismo lugar construimos nuestros vínculos y relaciones, con poca
capacidad de reconocer al otre, priorizando lo propio, el propio sentir y el propio
deseo. Proyectando el deseo y el cuidado como un derecho propio sobre el
cuerpo/territorio del otre, una apropiación del otre.
En consecuencia, son claves de este bloque el reconocimiento, registro y apropiación
de la afectividad, las emociones, el contacto, los límites, el deseo, la empatía, el
cuidado, el dialogo y la responsabilidad.
El Bloque tres es una bajada a la vida cotidiana desde las perspectivas y procesos
transitados en los bloques anteriores. Proponemos un ir y venir entre soltar y tomar,
entre cuestionar/nos y abrazar/nos, entre desaprender/nos y aprender/nos.
Sabiendo que el lugar que hoy nos toca transitar y habitar es la desorientación y el
vacío, casi como un fenómeno de época, como un lugar necesario y posibilitador
para que algo realmente cambie y no solo se acomode.
Este bloque intenta ser un ejercicio de dialogo y revisión en tres ámbitos (priorizados
entre varios) de la vida cotidiana de los varones. Bucearemos en nuestras
experiencias sobre el cuidado en torno a la crianza y las paternidades, en torno al
poder y las formas de expresarnos, tomar decisiones, movernos (corporalmente
hablando), dentro de las dinámicas organizacionales e institucionales. Finalmente
nos involucramos en las violencias y sus formas de manifestación. Responsabilidad y
contextualización. Los registros y los avisos que nos da cuerpo. Las emociones y la
violencia. Nuestras cicatrices. Promotores de relaciones libres de violencia.
El Bloque 4. Finalmente, la propuesta es compartir los dispositivos pedagógicos, los
enfoques metodológicos y las herramientas para trabajo con varones en perspectiva
de género, generación, masculinidades y poder. Generar procesos de transferencia
metodológica para trabajar las temáticas de género y masculinidades en las
organizaciones. Desde dónde trabajamos, cómo trabajamos y para qué trabajamos.

A modo de reflexión final…


Una primera conclusión posible tiene que ver con la necesidad de generar
dispositivos pedagógicos y valorar su función política como mediadora entre la
realidad de los varones y los posibles diálogos con otras formas de percibir y
transitar las masculinidades. Creemos que se torna necesario la promoción de
espacios de formación en estas perspectivas, para poder sumar a otros varones, a
otras y otres, interesados en promover diálogos que nos interpelen y nos permitan
pensarnos, sentirnos y colocarnos en otros lugares. Entendiendo que nos hay
propuestas acabadas y que la búsqueda es colectiva y muchas veces de ensayo y
error, queda evidente que necesitamos promover y favorecer instancias en esta línea
en cada grupo, organización o movimiento social donde lo vincular y lo relacional sea
un tema presente.
Una de las propuestas importantes de este proceso que venimos transitando es el de
habitar esta desorientación o vacío, como una oportunidad de encontrarnos en un
nuevo lugar, posibilitando así, el ejercicio y la ritualidad, de nuevas formas y
posibilidades. Es cierto que habitar la desorientación es una tarea bastante
angustiosa y desafiante, sobre todo porque el mandato que predomina en este
punto es el de que “resolvemos solos las situaciones complejas de la vida y que
además no nos podemos mostrar débiles y desorientados”. Desde el espacio creemos
que para hacer estos tránsitos podemos aprovechar la posibilidad que nos da ser
parte de un círculo o un espacio para apoyarnos entre nosotros, para permitirnos la
vulnerabilidad y en consecuencia la expresión creativa y buscar así, colectivamente,
recursos que nos den la posibilidad de encontrarnos en nuevos lugares y de otras
maneras, más saludables para nosotros y nuestras relaciones.
La propuesta de formación no pretende la fabricación de nuevos varones en serie
según los deseos de personas en particular. Partiendo del programa y de las
perspectivas que desarrollamos, que se alimentan de la rica tradición
latinoamericana de la Educación Popular, apostamos a apuntalar la capacidad de
cada varón y grupalidad para develar, identificar e intervenir, desde el análisis crítico
de sus propios recursos y memorias, en los contextos y realidades propias que
transitan.
Un elemento que surge del contexto de la experiencia tiene que ver con que hoy
vemos expresándose en múltiples formas de manera pronunciada, es la resistencia y
la negación de estas perspectivas críticas. En muchos casos estas resistencias se
transforman en reactividad y violencia, frente a quienes portan o intentan expresar
esta crítica. Esto es un riesgo importante que tenemos como colectivo y necesitamos
poder generar los puentes y canales de comunicación que nos acerquen lo más
posible de manera empática a las diversas masculinidades que habitan nuestros
territorios. Esta creemos que es una clave sobre la que los espacios de trabajo y
militancia en masculinidades tenemos que transitar, la empatía con otros varones
que portan o están anclados en las expectativas de reproducción y conservadurismo
de las masculinidades tradicionales.
Finalmente, un desafío que nos queda por delante y que vamos transitando de a
poco, tiene que ver con la construcción de espacios para un enfoque relacional y la
posibilidad de pensar juntes, varones, mujeres, infancias y diversidades, espacios
comunes de trabajo. Espacios que logren arrancar de lo particular en torno a los
lugares desde donde nos reconocemos frente a la socialización patriarcal y podamos
avanzar juntos, mirándonos a los ojos, hacia nuevos horizontes de relacionamiento,
mas saludables y sustentables.

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