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HISTORIA RURAL DEL URUGUAY MODERNO - TOMO VI

, J.P. BARRAN - B. NAHUM


, La civilización ganadera
bajo Batlle (1905 - 1914)

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URUGUAY TI'IODERNO
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tA CIVITIZACION GANADERA
BAJo BATttE 1905-1914

JOSE P. BARRAII
BEIIJATIIIN NAHUTTI

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EDICIOHES DE TA BANDA ORIEil¡TAt


^A
Esta investigación ha sido respaldada por una beca
otorgada por el "Joint Committee on Latin American
Studles of the Social Science Research Council and the
American Council of Learned Societies", instituciones e

las que agradecemos su asistencia' lgualmenfe agracie'


cemos a los Profesores Juan E' Pivel Devoto, Tulio
Halperin Donghi y Germán W' Rama, su apoyo para
la obtención de esta aYuda.

lsBN 84 - 8291 - 067' 1

O EDtctoNEs DE tA
BANDA ORIENTAT SRI

Yi I3ó4 Teléfono: 98 28 lO Monlevideo

Queda hecho el dePósito que marca la ley,


lmpreso en el UruguaY - 1977

L
A Alicia y Clera

A la memoria
de tres Profesores:
Alicia Goyena
Carlos Real de Azúa
Eugenio Peiii AAUñoz
lntroducsión

Lograda la derrota de los revolucionarios blancos en 1904,


consolidada la autoridad del Gobierno central en toda la Re-
demostrada poco de andar- la eficacia adminis-
'oública, -a gobernante, ia tranquilidad y la con-
trativa del nuevo equipo
f.ianza volvieron a reinar en el medio rural uruguayo. Ello
desató eI entusiasta despliegue de las fuerzas económicas que
se ianzaron de lleno en lo que se pensó sería un camino de
rlrogreso indcfinido. La tierra se valorizó extraordinariamente,
ias importaciones de ganado de pedigree impulsar eI
-para comenzó su
raestizaje- se multiplicaron, el primer frigorífico
actuación, los embarques de carne congelada accedieron al
mercado más rico y amplio del mundo Ias Ia-
rlas se valorizaron fortificando a la clase-Inglaterr¿-,
media rural y enri-
clueciendo aI país, Ia inmigración aumentó, y hasta la agricul-
iura etelna Cenicienta de nuestra sg6¡srnf¿- empezó
-esa
a consolidarse en algunos rubros.
Desde 1905 en adelante, este panorama hizo pensar a mu-
chos contemporáneos que el país abandonaría su tradicional
conCición pastoril y entraría de lleno en la "modernidad", si-
guiendo las pautas de la avanzada agropecuaria europea.
Pero, hacia i913-1914 resultó evidente que esa meta no
se había logrado.
El programa batllista, que se quería estatista, naciona-
lista y liberador de nuestra eco'nomía de su dependencia del
exterior, iogró éxitos parciales, pero no los suficientes como
para modificar la estructura rural que era base de la nacio-
lal. Su empuje reformista atemorizó a las "clases conserva-
doras" en ambos partidos tradicionaies, y cuando se produjo
la escisión y el enfrentamiento dentro del propio Partido Co-
-orado gobernar te, muchas de sus iniciativas quedaron blo-
,-i::eadaS.

7
El frigorífico triunfó. Pero Ia economía rural no sufrió
las modificaciones de entidad que se esperaban de su acción:
la "civilización ganadera" mostró una pasmosa capacidad pa-
ra adaptarse a las'nuevas exigencias del mercado internacional
y a 1a vez resistir las incitaciones aI cambio del equipo bat-
ilista, sin alterar en lo fundamental ni el sistema de explota-
ción ni eI régimen de propiedad de la tierra. Para peor. esa
nueva industria del frío que en 1905 era nacional, en 1914
ya estaba en poder de empresas extranjeras que subordinaron
nuestros intereses a los suyos.
Además, entramos tarde con nuestro congelado aI mer'-
cado inglés. Gran Bretaña había iniciado ya su decadencia
imperial que la Primera Guerra Mundial no hizo más que
acelerar. Su debilidad y sus dificuitades también nos euglo-
baron, tornando azaroso eI futuro.
¿Fuc éste un caso de desarroilo frustrado? ¿O se esperó
demásiado de las novedades que Ia demanda internacional
podía provocar en una sociedad visceralmente conservadora
como la uruguaya de la época?
Porque ,casi todos los cambios ocurridos respetaron el or-
den establecido; y aún a veces contribu-
-paradojalmente-
yeron a reforzarlo. ¿Es que resultaron demasiado débiles co-
mo para lograr otra cosa? [O, por el contrario, desataron ta-
les reacciones políticas y sociales que frenaron el impulso an-
tes de que transformaran Ia sociedad rural?
Estas interrogantes son algunas de las que e} presente
volumen plantea y pretende contestar. La Problemática es ar-
dua y compleja, y no siempre estaremos en condiciones de de-
velar las incógnitas sin dejar planteadas, a Ia vez, nuevas
interrogantes.
Hemos intentado el estudio de una "civilización gana-
dera", es decir, y salvando las distancias, lo que Fernand
Braudel ejemplificó con las "civilizaciones del trigo, del irroz
o del maí2": analizar la economía, la sociedad, y la menta.
lidad que ambas produjeron y que a su vez las condicionó.
Y esto desde un punto de vista histórico, o sea, señalando el
peso, eI estímulo o e1 bloqueo que las diversas coyuntt'.ras
ájercieron sobre el conjunto de una civilización en que la
posesión de1 ganado tenía rasgos de obsesión.

t
Serdón I
[A GANADERIA:
DEt LANAR Y Et VACUI{O CRIOIIO
AL filESIlZ0
E.
PARTE I
EL NEGOCIO DE LA ESTANCIA

Gapítulo I
La valorización de la tierra:
¿acicate o freno?

I - El ascenso vertiginoso del precio die la tierra


y sus causas

La valorización de Ia tierra luego de ,concluicla la guerra


civil de 1904 fue uno de los hechos eccnómicos que más l1amó
1a atención de los contemporáneos. Su ritmo vertiginoso asom-
bró a muchos y contentó hasta el delirio a 1os hacendados.
También generó estudiaremos e'n trabajos posterio-
res- una corriente-como
doctrinaria, auténtico "georgismo" uru-
guayo, que veía en ella el fruto del esfuerzo social más que
el del esfuerzo individuai de1 propietario.
En el decenio 1896-1905, eI valor promedio de la hectá-
rea en todo eI país alcanzó los $ LB,B4. Entre 1906 y 1913
ascendió a $ 53,23, es decir un aumento dei 182 %. El ritmo
era sostenido y e1 porcentaje anual de alza parecía incremen-
tarse Ce quinquenio en quinquenio. De 1901-1905 ($ 21,94 Ia
hectárea) a 1906-1910 ($ 39,45) e1 aumento alcanzó al 79,8
oor ciento, es decir un incremento anual del 16 Íá. De 1906-
1910 a 1911-1913 ($ 67,01), eI aumento alcanzó a\ 70 7b, o
sea un incremento anual del 23 ?á sob're los valores del quin-
quenio anterior. üIuchos estancieros pensaron que bastaba con
:::antenerse en e} fundo y recoger el t'mayor valo:" sin p'asar

11
ninguna clase de trabajos. Un río de oro se derramó sobre ios
propietarios que en diez años observaron cómo se triplicaba
su capital en tierrasr (o).
¿Cuáles 'eran las causas 'de este hecho?
En l-907, Eduardo Acevedo 1o atribuyó " . . .sencillatnente
a los rendimíentos del, negoci.o de la estancia. Los ganados
han sido seleccionados g refr,nados meüante la. introducción
de costosos reproductores A como consecuencía de ell.o cada
uno de los anzmales que se pone en uenta represent& el equi-
aalente de dos ani,males de las crías primittuas. Los precios
de la carne, de los cu,eros, de Las lanas, se han ínJlado conside-
rablemente, ytor otra parte, bajo la presión de las erigencias
del, rnercado internacional. Tales sor¿ los dos Jactores princi-
'p,l,es de la aalorización de los campos. . . " 3.
El empeñoso esfuerzo del hacendado por producir anima-
les cada día mejores en calídad y rendimiento de lana y carne.
premiado por los buenos precios del exigente mercado inter-
nacional, sería, pues, eI motivo central de la elevación de1 r,a-
lor de Ia tierra.
Sin des,conocer su gravitación, es también claro que ios
precios de lanas y novillos no subieron ni de cerca 1o que la
tierra. Ya en 1905, Martín C. Martínez sostenía " . . .que la
talorizactón actual, sólo en parte responde a que sea maEor eL
rendimi,ento de la tíerra,. Es cierto que la renta es eL Junda-
mento del ualor de la proptedad; pero e'tu eL repunte qtte hart
tenido últímamente Las proptedades rurales. . . r,nfluEe sob.e

(^) Es posible que estos valores sean baios, por lo que los porcentaies debe-
rían elevarse más. Desde'1900, la "Dirección de Avaluaciones y administración de
los bienes del Estado", baio Ia conducción de Senén Rodríguez, venía' utilizandol los
protocolos, donde los escribanos asentaban las compra-ventas de lierras, para pro-
ceder al cálculo del valor real. Esfe dato era requerido por los gobiernos de 1a
época para fiiar los aforos de la Conlribución lnmobiliaria. Conocida esa intención,
vendedores, adquirentes y escribanos, se confabularon para devaluar los precios y
poder así los propietarios defraudar al {isco ocultándole el valor real de la fierre.
En iulio d: I909 el senador Carlos Travieso denunció estob procedimientos en la'
Cámara: "Eiemplos de rebaias ficricias.,. se dan muchas vetes en las operaciones
de venla, por eludir en parle el gravamen de impuestos y de conlribución inmobi'
liaria, siendo de noloriedad gue las venlas vienen sirviendo a la detetminación esti-
mativa de las diferentes zonas depaÉamentales para los efeclos de Ia contribu-
ción" 1z¡.

L2
toclo, le dtsttnta tasa de capitalizactón del dinero; ínfluEe que
e: que no quería sacar antes, de un talnpo, n"Lenos del, 7 ?L,
j,.oA se contente con obtener un 4 1/2" *. En 1913 coincidió con
esta opinión el flamante Ministro de Hacienda de José Batlie
i'Crdóñez, Pedro Cosio: "E! aumento de aalor e)t la propie-
rlad tnmueble, obseruado desde 1907, sí se correlaciona con
a erportactón, que es eL índice má.s fiel en la reaelarión de
ios rendímientos de la i,ndustría agropecuaria, ha trazado una
curva descendente en el monto de los beneticios propov¿xs-
nqles .. . ". Documentó esta afirmación con una simple prue-
ba matemática, hallando la relación entre dos valores de aforo
, arnbos válidos pues eran bajos por igual): eI de Ia propie-
clad en campaña y eI de 1a exportación:

Porcentaje de la erportactón
Años en relaczón aL ualor de la
propiedad

1907 5 ,63
1908 5 ,47
1909 4 ,85
1 910 3 ,70
1911 2 ,96
19t2 3 ,40
1913 4 ,09

En efecto, si consideramos eI período 1906-1913 en que


-a tierra .aumentó lB2 '/c en relación al decenio 1896-1905, ha-
l'anros que los novillos sóIo subieron 30 % y La Lana 26,3 lb z.
En realidad, como 1o señaló eI Ministro Cosio, eI desfasaje
entre el precio de la tierra y Ios de la producción que de ella
.e extraía fue brutal hasta por Io menos 1911: "Desde 1,972
ertpi,eza a señalar'se la reacción, notándose que los
-acotó-
¡?.¿¿eros rumbos de la prodt"rcctón aportan un positíuo aumento
a la riqueza pública, justifícando el aalor a que ha ascendído
c tierra
Los siguientes cuadros revelarán primero ese desfasaje
-.-iuego un acompasamiento mayor entre las dos series de pre-
,::¡s. fruto del triunfo del frigorífico sobre el saladero. El que

13
t

hemos llamado "país de la lana y eI vacuno criollo'' asistio a


estas anomalías entre 1905 y 19L1:
t 896-l 905 r906¡9to I ncreñento
Precio tierra, há. $ r8,84 $ 39,45
t895.¡904 t905-l9l r
Precio lana, I0 k. $ 3.- $ 3,73 21,3 0
c

Precio I novillo " 1ó,04 (*) " 18,39 lJ,ó.!

La única explotación que, sin r'esp'onder por entero. per--


mitía mantener cierta relación lógica entre el precio C.e 1a
tierra y la utilidad que de ella se esperaba, era eI lanar. El
vacuno para saladero asistía, impotente, a un desequilibrio
que terminaría con é1.
Recién en 1912-1913, con el precio elevado que recibie-
ron en la Tablada los vacunos por Ia entrada en funcionamien-
to de1 "Frigorífico Montevideo", cornienza a existir una rela-
ción mayor entre el valor de venta de la pro'Cucción y el de
la tierra:
r90ó-r9Io I9I I.I9I3 lncremento
Precio tierra, há $ 39,45 $ ó7,01 7A o/o

t905-19I I l9I2-19I3
,,2
Precio lana, l0 k. $ 3,73 $ 4.- 7
Precio I novillo " 18,39 " 29,53 ó0

Estos cuadros prueban que a partir de 1912-1913 los pre-


eios abonados por la industria frigorífica respondieron r¡ás
que el lanar y las viejas fábricas de carne al incremento clel
precio de Ia tierra. Pero el desequilibrio no fue anulado-
De todo ello se deduce que el aumento de valor de la tie-
rra se debió sóIo en parte aI incremento de1 precio de los
productos extraídos de ella. Hubo coincidencia de tendencias
ltodrs las cifras aT alza), pero no la hubo, en particular en
el primer momento (1905-1911), ni siquiera aproximada, de
incrementos.
Como siempre en la historia rural uruguaya, eI precio
de Ia tierra éra una variable de factores derivados de la pro-
duceión, y de otros que escasa o ninguna relación tenían con
ella.
(*) No se tomaron en cuenta los años 1896, 1897 y 19A4 ya que las guerras
civiles aplastaron los precios.

1_4
Por ejemplo, el político. La eonsolidación de la paz in-
:err1a a raíz de la unificación de1 país lograda en 1904 aI de-
:rotarse a las huestes de Saravia, influyó poderosamente en eI
:iza. Todos los contemporáneos lo señalaron, tanto desde tien-
das ofieialistas como opositoras. El "partido del orden" había
:riunfado, las revoluciones rurales parecían cada día más difí-
ciles, si no imposibles. Los hacendados se dedicaron en ese am-
biente a mestizar y aiambrar; los capitales "embotijados" sa-
.ieron de las sombras para vivificar la producción y eI comer-
cio pero, sobre todo, para ser colocados en la más segura y
rrrestigiosa de las inversiones, la compra de tierras.
Hubo enorme demanda de campos en todas las capas so-
ciales enriquecidas en Ia intermediación, Ia industria o eI
ejercicio de las profesiones liberales. Exponía el ingeniero
agrónomo Juan A. Alvarez en 1913: " . . .el comerctante, mé-
dico, abogado, etc., enríquectd,os por el eiercict'o de sus pro-
iesiones, se dedzcaron a inaertir sus capitales en tierrus, como
el bien más sólído, pero no perctbiendo por los capítales colo-
cados un i,nteréss supertor aL 3 /o debido a la forma ertenszua
en que esos capitales se ex.pil,otan, les conforma la ualorízaci'ín
¡-tatural del su,elo
A esa demanda no correspondió la oferta. Los hacendados
se negaban a vender, como sostuviera Santiago Maciel en
1912s, pues habían he,cho de Ia posesión del suelo, por varia-
das razones, un mito.
Pero si et interés a extraer de ese capital no era tan ele-
vado como e1 que podía lograrse en colocaciones urbanas (co-
mercio, préstamos a particulares, industria), debido a que los
productos de }a tierra no aumentaban a la par de ella, ¿por
qué se insistía en ese tipo de inversión?
Factores económicos y extra-económicos se conjugaron.
La valorización fue tan vertiginosa, tan constante, que quien
compraba en 1905 o 1906 estaba seguro de dupliear el capital
a los cinco o seis años. Lo sostuvo en 1905 Ia Asociación de
Ganaderos: "...ld uentura del propietarío rural consiste sen-
cillamente en que ha preferido al creclmiento de sus bíenes
bajo forma de intereses, el aumento bajo forma de capital.
Es un espécimen de ahorro u nada más que eso; en uez de
-ecoger los i.ntereses de i,nmediato, el propíetario deja oue se
:onsolíden paulatínamente al capi,tal; el aumento de aalor es
et equiualente de los rend.imientos sacrífi,cados. . " e.
15
Era, en efecto, una "especie de ahorro" invertir err tie-
rras, eI único que permitÍa, a la vez que duplicar el capital en
pocos años, cosa que también estaba sucediendo en la industria
y eI comercio en esos momentos, otros beneficios no desdeña-
bles en esta sociedad ligada a ciertos moldes conservadores
y temerosa de aventuras financieras.
E1 uso de los capitales no es siempre el mismo; depende,
en buena medida, ,de los hábitos culturales que ha generado
el pasadc y del peso que éste siga teniendo en eI presente.
Las crisis económicas, las guerras civiles tan continua-
das del siglo XIX, habían condi'c,ionado las actitudes del in-
versor. Este siempre buscaba las colocaciones seguras, que 1o
pusieran a cubierto del azar, de las caídas violentas y los
también temidos bruscos ascensos, a que nuestro más reciente
pasado parecía condenar la riqueza establecida. La crisis de
1890 era recordada muy en 1o vivo por esta generación, y los
sucesos menores pero angustiosos de 1907 y 1913, traían a Ia
memoria "el auge bajo Tajes" y Ia espectacular "debacle"
bajo Julio lferrera y Obes. El fantasma del papel moneda que
el Estado, en medio de sus estrecheces financieras y condu-
eido por un radical (Batlle), po'día entronizar, era un temor
recurrente en eI sector ultra de Ia vieja oligarquía orista: fuer-
tes comerciantes y grandes prestamistas. En 1913, "la corri-
da" sufrida por el Banco de la Repúbliea tuvo su origen en
este temor. Infundado, sin duda, observadas Ia salud econó-
mica del país y la conducta más conservadora que osada del
BatIIe financista, sin embárgo este temor actuába como un
hecho.
Las guerras civiles habían concluido, pero, ¿quién se
atrevía a poner las manos en el fuego apostando a la total
pacificación? E1 abstencionismo electoral de1 Partido Nacional
hasta 1910, los conatos revolucionarios de enero y octubre de
ese año, eran elementos que restaban confianza en eI futuro.
La inseguridad presentida que real- halió su na-
tural alimento en Ia -más
escala de valores que Ia potencia que ,ncs
colorrizó legó a Ia'nación. Conservadorismo, apego a la tradi-
ción, limitación .de los riesgos, eran ya reacciones instintivas
entre los miembros de las clases ricas del p'aís. Temores y de-
seos se aliaban para hacer de la tierra 1o tangible, 1o seguro,
lo indestructible y eterno. Así Io veía eI diputado García en
1903; "Ds de la maEor euidetncia que los capitales. . . han su-

16
::,do A sufren una crtszs de temor o de d.uda... ,t,;o se atre-
- en a salir a circul,aci,ón para aplícarse a dzuersas tndustrias
, colocactones uaríados. §e aplícan, se colocan, altí donde es-
:¿r¿ mó.s seguros; ¿A dónde están más seguros? Aptícánd.ose
,-t propzed,ades terrztoriales, en, cam,pos A en casas. De ahí que
,a. gente qtte tiene una porciún de mites de pesos, en lugar
ie tenerlos encerrados en srls cajos Los aplr,can en propted,ailes
:err.itor-ial,es, A por constguíente uiene La gran demand,a. . . g
t'in:¿"endo la gran demanda utene eL mngor ualor de La propie-
:!*d- Pero esa dema:nd"a de campos gr coscs e:s porque no hag
detndg aplíca,r Los capitales; y d,e ahí que Los- capitales enl-
r¡Leq.d,os en cam.pos A caso.s no dan un tnterés relntiuatnenÍe
bueno, szno que don un tnterés Wenos comparado can el in-
terés que redztúan Los capi.tales en el aiejo mundo, cosa que
tlaflca se habí.a uisto aquí, en nuestro ¡taís. . ." to
Otra nota heredada de la cultura colonial reflejó la bús-
ql:eda de la tierra: el ansia der prestigio social, de "status,,. Ser
propietario de campos en particul¿¡- s¡¿ ingresar al
círculo que-y sólo cedía en prestigio social al formaso por la
clase dirigente en materia política. La cultura tenía valor si
se la vinculaba por uno u otro camino a esas dos ciásicas for-
rnas de la nobleza moder¡a en eI Uruguay: eI terrateniente,
el político profesional. Por ello, para terminar su vida ,,en-
noblecidos", comerciantes, industriales, médicos, abogados y
escribanos, hacia eI fin de sus carreras compraban estancias.
Era la coronación social del esfuerzo, a menudo el de varias
generaciones, de paciente acumulación de "ganancias de-mos-
trador".

También jugaron su papel factores de más clara com-


prensión.
Después de los innumerables pleitos del siglo XIX por la
posesión de la tierra, a raíz de los diferentes orígenes fiscales
que ésta tenía y los ocupantes sin título que de ella se apo-
,deraron, hacia 1900 el problema estaba casi resuelto y 1a oli-
garquía territorial afianzada jurídicamente. La tierra fiscal
poseída ya desde hacía más de 30 años, sólo esperaba la me-
dida salvadora de la "prescripción" para pasar de pleno al do-
minio particular, y aunque eI batllismo era hostil a esa solu-
ción, las "clases conservadoras" no tomaban muy en serio el

77
programa agrario de Batlle a no ser en materia impositiva. La
seguridad en la posesión del bien lo vaiorizó. Expuso el Di-
rector de 1a Escuela ,de Agronomía, Dr. Alejandro Backhaus,
en 1909: " . . .los títulos en ti,ernpos posados no eran mu?J se-
guros, por cuAo motíuo los terrenos se han pagado ?ntLA poco,
míentras que en los últrmos años, mejor saneo.dos ios títulos
g consegutdos éstos por aquéllos que habían cumplído los 30
años de posesión exi,gidos por La l,eE,la ualorizeción no se hi=o
esperaT como consecuencta. . ." 11

Finalmente, incidió en el precio de la tierra una causa


que los georgistas del momento hubieran llamado típico "apor-
te de la sociedad" a un "valor" del que sólo usufructuaba el
propietario individual: la mejora en Ias comunicaciones.
Las vías férreas tendidas en el norte, este 1- litoral ife-
rrocarril a MeIo, Treinta y Tres, Maldonado y Frav Bentos !,
determinaron un alza inmediata de los campos de Cerro Larqo.
Treinta y Tres, Maldonado y Río Negro. EI ferrocarril trans-
portaba la producción ganadera al mercado capitalino, donde
estaban los frigoríficos, y era un instrumento de presión po1í-
tica y militar del gohierno central sobre Ia levantisca región
fronteriza. Ya en 1900, cuando apenas comenzaban a circu-
lar los rumores del tendido Nico Pérez-Melo, un aviso de ven-
ta de un campo en Cerro Largo, decía sugestivamente: "...si
oa ytronto el Ferrocarri.l Central a Cerro Largo un hombre
especulador podrá. sacar mÁ.s d,el doble" tz.
Resumiendo las causas que habían provocado eI alza de
Ia tierra, anotó eI Director de Avalúos, Senén Rodríguez, en
1910: ". ..además d.eL fi,rme progreso del País en genera.l .la
construcci,ón de nueuas uías ferrouiarias que cruza,rl hoE rí-
quísímas zonas, antes d,esconocidas para Las especulacíones ca-
rnercíales, el refinam'tento de las haciendas,la pref erente &ten-
ctón que en algunas regi,ones se da a la agrícultura E por {Lltí-
mo, l& fe síempre creciente en la establlidad nacíonal". Y aira-
día como probanza del primer motivo 1o sucedido "'- . .en cle-
partamentos con"Lo el de Cerro Largo, dond,e la propiedad ha
triplicado su ualor sólo en dos años, desde lu construcción de
la uía Íérrea a la fecha..."13
18
En la zona sur, Canelones, San José y Colonia, eI área
,.-gricola, 1a expansión de 1os cultivos, eI aumento de Ia po-
:lación, y Ia construcción de un sistema de carreteras y puen-
:es modernos, fueron causas de relieve. Era allí, la región me-
'or servida por Ias carreteras que mandaron construir Willi-
rlan y Batlle, donde eI aumento de1 precio de la tierra alcan-
zaba 1os porcentajes más elevados de1 país. De 18g6 a 1905
e1 precio promedio en. esa zona fue de $ 32,40 la hectárea; de
1906 a 1913 fue de $ 99,87, es decir, un incremento del 205 %
frente al 782% que subieron los campos en to'do el país.

Observado e1 panorama en su totalidad, halla bastante


sentido la explicación georgista de que el incremento en el va-
lor de 1a tierra no se debió, en 1o esencial, a un aumento de
su productividad, sino al clima de confianza poIítica, eI desa-
rrollo de las comunicaciones, y el crecimiento demográ-fico
que eran elementos más importantes y aportados por toda la
sociedad y no poq el propietario aislado. Pero junto a eilos
aparecía un rasgo típico de Ia estructura mental de nuestras
"clases conservadoras": e1 afán de seguridad y prestigio las
llevaba a competir por la posesión del único bien que garan-
tizaba ambas cosas, Ia tierra. En este aspecto las ideas de
Henry George ya no servían. Pensadas para una sociedad in-
dustrial, Ios Estados Unidos, y aplicadas a la nuestra, tan con-
servadora y aún española en muchos planos, no daban cuenta
de los factores culturales que influían en Ia valorización del
sue1o.

2- El valor de la tierra y los cambios económicos

¿En qué medida Ia valor,ización de Ia tierra aceleró o fre-


nó las tendencias al cambio en el sistema de explotación ru-
ral que este período presenció?
Era sobre los arrendatarios que esta suba debía primero
tener un efecto inmediato. Ellos eran e1 26,6 % de todos los
productores ganaderos y 48,4 % ae los agrícolas, según ei-
fras del Censo de 1908. En efecto, eI mayor valor de la tierra
tenía que influir sobre eI precio y eI plazo de los arriendos.

19
La correspondencia entre ambos valores no fue total, sin em-
b.argo, como 10 demuestran las cifras que siguen:

EVOTT,'CION DEt PRECIO DEt ARRENDAMTENTO Y DEI. PRECIO DE LA TIER.RA.


POR HECIAREA (*)

Períodos lncremenlo Período lncreflrenlo


r896.r900 lgoó-t910 l9¡ I-1913

Precio arriendo $ I,o3 $ 100 0a s 2,88


Precio tierra " 15,74 39,45 150 yo " 67,0\ 70 '/"

Los arriendos, aunque subieron, 1o hicieron menos que


la tierra, entre 60 y 70 % de su incremento solamente.
La raz6n ya la hemos expuesto: eI rendimiento econé-
mico de la estancia no estaba en relación con el valor venal
de Ia tierra, siendo muy inferior a1 precio que ésta alcanzó.
Arin así, los arrendatarios debieron abonar una renta compa-
rativamente mucho mayor a Io que habían subido sus produc-
ciones, salvándolos, en parte, hasta 1911 la lana, y volviéndose
eI negocio de arrendar más lucrativo a raíz del precio que
pagó por los novillos la industria frigorífica luego de esa fe-
cha. El Censo de 1908 comprueba este razonamiento. Efestua-
do en pleno auge del lanar y dificultades del vacuno, los
arrendatarios estaban por debajo de la media nacional de
-35,4 %-
arriendos en los departamentos donde los vacu-
nos predominaban (Artigas, Salto, Río Negro y Paysandú), y
en cambio se hallaban en ella o muy por encima en tr,es de-
partamentos donde eI oyino reinaba ( Durazno, Flores y Flo-
rida).
Desde este ángulo, para cubrir una renta en permaríente
ascenso, mestizar era imperiosa necesidad para el arrendata-
rio ganadero; un acicate, por cuanto le obligaba a producir
artículos d,e mejor calidad y por tanto de más elevado precio:
el ovino mejorado, el vacuno mestizo. Esto, por supuesto, su-
cedería siempre y cuando el mercado internacional y la in-
dustria frigorífica extranjera los alentasen. Si ello no ocurría,
eI arr,endatario se ahogaba, imposibilitado de modernizar su

(*) Se comparan períodos en que las cifras de los arriendos son más confia-
bles ante la abundancia de datos. deiándose de lado el quinquenio I90l-1905 por
la escasez de ésros.

20
hacienda por falta de capital, ya que é1 dependía únicamente
de la valorización del ganado, perjudicándole la de 1a tieira ( * ).
De todos los estancieros del país, los más .dependientes
del mercado eran, pues, los arrendatarios. En su negocio, de
típico corte capitalista, no incidían 1os factores extra-econó-
micos ya expuestos, aquéllos que al hac,er subir de valor }a
tieira enriquecían a} propietario aun cuando hubiese dificul-
tades en los mercados internacionales. De ahí que los arren-
clatarios, considerados en conjunto, fuesen un grupo social
proclive a1 cambio y a Ias menores sugerencias que provinie-
ran del factor "precio". EI Censo de 1908 de nuevo lo prue-
'oa. En los departamentos donde fue más elevado eI porceir-
taie de ganado vacuno me.stizo y puro, sobrepasando a la me-
clia nacional (Colonia, Durazno, Flores, Florida y San José),
también eran fuertes los arrendatarios. Se ubicaban en la c1a-
se media rural, aquella que por necesÍdad económica dinami-
zaba al. sector rural; en 1908, rnientras en todos los departa-
mentos donde dominó eI latifundio los propietarios eran rna-
voría (Salto, Paysandú, Artigas, Río Negro y Tacuarembó),
en aquellos donde dominaba Ia mediana propiedad, el grupo
de los arrendatarios era muv fuerte en cinco sobre nueve:
Colonia, San José, Durazno, Flores y Florida. El arrendatario
ganadero fue normalmente una persona de cierta fortuna, con
la que podía plantear Ia explotación y comprar el ganado,
ciesembolso importante en la época. Todavía no podía gastar
en ia tierra. En vías de ascenso social, esa misma ubicación

(-) En olras ocasiones el arrendaiario asistía impolente a un hecho que lo


clebil¡taba: la suba de los arriendos en tiempos de sequía. El sistema de explota-
ción prevalecienfe en el país, en que todo dependía del clima y nada del esfuerzo
hr:mano por controlar sus peores e{ecfos, volvía sensibfes a las haciendas a la
'faha de pasturas en período de sequía prolongada. Se precisaba más campo para
ei mismo número de ganados anfe la disminucÍón de las pasluras; por esa demanda
los arriendos subían. Esto podía ocurrir en cualquier momenio, sin guardar la me-
nor relacíón con la cotización internacional de cueros, carne o lana. Así, sucedió
de l905 a 1910 que, mientras Ia seca infló los arriendos, la crisis tasaiera provocó
!i{icultades de colocación del vacuno en los saladeros. Tal situación crítica la ex-
puso el Presidente de la Asociación Rural, ingeniero Carlos A. Arocena (15), y la
aclaró más aún, en 1908, un hacendado de Río Negro: "Los campos carecen de
pasto... Se hacen operaciones ruinosas, de punlas de ganado al corle, a cuat¡o y
cuatro y medio pesos; se vende ganado Durham en buen estado a nueve pesos
y medio por cabeza, sólo pot aliviar los campos; se paga pasloreo, donde se en-
cuéntrs, ¡ ochenta centésimos mensuales, y ni aún así hay forma de aliviar las
estancias!" 16.

2L
lo forzaba a utilizar todas las oportunidades que el mercado le
ofrecía y, por tanto, a ser más permeable al cambio que e1
gran propietario 17.
La suba del arriendo combinada con 'eI alto precio de la-
nares y novillos forzaba aI arrendatario al cambio a la vez que
1o permitía. Pero, si observamos el efecto del alza del arriendo
desde otro ángulo, eI cambio se veía contrariado o limitado
en su alcance.
Debido al alza deI arrendamiento los propietari.os limi-
taron a1 máximo eI plazo de los contratos para asÍ irlos ade-
cuando a los nuevos valores.
El hecho adquirió contornos dramáticos en ia región agrí-
cola; a1lí casi la mitad de los productores era arrendataria.
La duración del contrato de arriendo más corriente fluctuaba
entre los 3 y 6 años (76 % del total de arriendos, siendo 4
años el plazo habitual, eI 34 % de esta categoríat'. 7f i aI-
canzaron eI mayor tiempo qu,e se otorgó: 7 a 10 años, y el
9 Íá vivía en Ia incertidumbre total pues Ios plazos eran me-
nores a los 3 años. P1azos cortos generaban en e1 agricultor
el deseo de extra,er de la tierra el máximo rendimiento en
el más breve tiempo, ante 1o cual toda mejora de carácter se-
mi-permanente o perman,ente abono. por ejempls-s¡¿
inútil: enriquecía al propietario-elpagándola eI arrendatario.
Si bien los arrendatarios ganaderos eran sólo e\ 26,6 %
del total de estancieros, su situación fue desde el punto de
vista de Ia duración de los contratos aún más crítica que Ia
de 1os agricultores. Y como ese 26,6 'i-t era un factor social
y económico muy dinámico en el proceso deI mestizaje, su
problemática pesó para entorpecerlo.
Los plazos de los contratos de arriendo celebrados entre
1907 y 1910 en 1os departamentos ganaderos un
--se examinó
total de 1.075, cifra muy representatlv¿- denotaban que el
grueso, 83 %, se ubicaban entre los 3 y 6 años (de ellos,
39 ?á duraban 4, el plazo común), sólo 7 ,9á (contra un 74 %
en Ia región agrícola) duraban de 7 a 10, y 10 % debía con-
formarse con menos de 3 años \9 l1a en e1 caso de los agri-
cultores) 1s.
No debe olvidarse, para tener cabal idea de Ia exigüidad
de estos plazos, que 1a actividad ganadera exige un ciclo más
largo que la agrícola para obtener r,esultados concretos: mien-
tras una cría demoraba 4, 5 o 6 años para convertirse en
22
i.]o\:ilIo para saladero o frigorífico, 1a cosecha de cereales era
alual. Además, Ios ganaderos estaban ab'ocados en ,estos años
a un cambio que exigía tenacidad, paciencia y. . . tiempo: eI
ilestizaje.
Estos hechos generaron una oposición abierta entre arren-
ciatarios y propietarios, de Ia que dieron cuenta los periódicos
más conservadores, "EI Siglo", por ejemplo, y hasta las so-
ciedades rurales. La Asociación Rural, tan respetuosa del de-
)
recho de propiedad, no pudo menos que llamar la atención
en 1912, por boca de su presidente, Carlos A. Arocena, sobre
io "contraproducente" que sería ". . .real¡,zar 7lnd, propagand,a
tend,iente a un alza cont¡,nua de arrendumientos; pues ademá.s
cle ser ínettcaz, ¿qutén podría beneficiar e'n, cclso de su apa-
rente érito? No serí,q) segurdnlente, eL ínterés general, pues
l« propiedad mtsma sólo puede mantenerse. . . si lu utiltdad
clel productor A ürrendatarío es etectíua. . .)'ae
Tanto como los precios, preocuparon los ptrazos exiguos.
EL Congreso Ganadero celebrado en Minas en 1906 aprobó
una moción tendiente a apoyar " ' . .contratos que oseguren
Lc estabilidad de los qrrendqtartos, eL mejoramíento de la in-
dt-tstrta y de las prapiedades rTlrales" )o
Es que, en efecto, los plazos cortos incidían sobre eI sis-
tema de explotación ganadera en vías de cambio. En general,
irnpidieron a los arrendatarios hacer mejoras costosas y de
carácter semi-permanente: alambrados, alfalfares, avenales,
r¡rontes artificiales y regadío, ya que éstas quedarían aI finali-
zar el contrato en poder del propietario. En pocas palabras,
lo obligaron a concentrar su esfuerzo en el ganado, descui-
ciando por entero la pradera.
A veces sucedía que eI propietario exigiera a1 arrendata-
lio construir molinos y bebederos, determinando eI mismo
contrato que aI concluir el plazo esos bienes serían propiedad
,del dueño de Ia tierra 21. En otras ocasiones, y era lo más fre-
cuente, se prohibía lisa y llanamente arar la tierra y con
ello hacer avenales, Ia pradera artificial del momento. Escri-
bió eI ing. agr. Carlos Praderi en 1913 : " ¿No cabe eÍanlxnor
fríamente la actttud del propzetarío que aruzenda, pero con
ta prohr,bzción absoluta de hacer agrtcultura o permítiendo una
superJtcíe ridícula en relac?ón con la tnmensa propíedad? ¿No
c{}.be crxticar a los p'ropíetaríos que no aceptan nt. zníci,an con-
tratos posibles por los cuales podrían hacerse algunas meioras

23
terrztoríales, plnntacíones, drenajes, construeci,ón de al,ambra-
das, edíficios, los más indispensables mejoras todas qu-e bene-
tiaarían a propíetart"os y arrendatarios? ¿Puede ocoso ad,rn,t-
tírse en absoluto lu obseruactón que hace el proptetario de no
permttir hacer agricultura para que no se eche a perder el
canlpo cuando podrian hacerse cláusulas en los contratos de
m,odo que eI wrend.atari,o se obligara a dejar ptreparado el tit-
timo rastrojo en forma que naciera eL propio pasto naturo}" o
sembrando aDen& g mezclas dtuersas de modo qLLe en xez d.e
echarse a perder se mejorarían notabl.ernente centenares de
hectór,eas, qutzás hog cubtertas por chtrcales? Hublamos d_e
esos urrendatayias E de esas tierras en Las cuales el ganaC.o
crLollo ha sido sttstítutdo por el mestízo A . . .el, grado supe-
rtor de éstos no permite un rendi.miento de acuerdo con- el
ualor ercesíuo de Los arrendamtentos debiéndose ir al engord"e
en auenales especzales. Hablamos de todos los arrendatarias
en general que no siemp,re encuentran en el, propíetario e!
elemento que facilite la labor A que permita mejaras. . . tnien-
tras que como sucede la rnagoría de las ueces se perjudican
Zos dos, puesto que el artendatario procura sacar eL ??'¡o1./.r'
prouecho, no pudiendo hacerlo o porque el, contrato de ar'¡'en"-
d.umi,ento es corto o par las ctrcunstanctas Ao. expl"Lestoi, E en.-
tretanto se T)reocup& mLLA poco del estado en que pued.a dejar
el, canupo" 22.

La preocupación llegó aI batllismo bajo el Ministerio Ce


Eduardo Acevedo. En la Memoria de 1911 dijo el gobernante:
"Nuestro Código Ciuil limita a 70 años la dursción de los
contratos de arrendamíento. Pero es un límite al que jamó.s
se Llega en nuestrüs pró.cticas rurales. La regla general, es la
d,e tres o cuatro años. ¿Qué puede hacer el arrendatario etz
tan angustioso térmtno? Sacarle a la tíera el mngor prol:e-
cho, con el mínímo de gastos. o lo que es ígual, agotar su,s
fuerzas fertilízantes, sin realizar una sola mejora de carú.cter
permanente. ¿.Plantar árbolesT ¿Establecer prados artifidales?
¿Organizar riegos? ¿Construír depósitosT ¿Comprar abonos?
Cualquiera de esas tniciattuas fecundas aendría a tener stt"s
efectos má,t:imos d.espués de erpírado el plazo del arrenda-
rtiento, g el arrendatano considera al, arrendador como ene-
rnr,go, por su tnuari,able tendenci,a a subír la cuota del alqtn-
ler. . . Lleua más allá su tendencia el propíetar'¿o del lati'fun-
dzo de pastoreo. Entíende que la ganadería g la agrtcultura

24

\-
están reñtdas. Y por eso zneorpora frecuentemente a sus can-
Ircros una cláusula f eroz que prohtbe termtnantemente al arren-
dail.rio uror la tíerra y hacer un poco de agricultura Jorra-
jera para tener magor número de anímnles A maAores gordu-
Í
I ras. Son males qu,e ttenen, sin duda alguna, su explícación ra-
cional. La corta duraclón de l,cs contratos, Twouiene de las
contínuas g bruscas osctlaczones en el ualor de los campos,
\

can su natural repercusión sobre La tasa de los arrendamíen-


i fos... Y la proscrípción d,el, arado enlos canl';pas de pastareo,
enxüna de que ptor regla general eL estanczero fía el, értto de
sus negocios a los prados naturales... A de que la parte de
tierra que ha sído arada y se abandona luego a su, reconstitu-
czón natural, no resulta tan o.propted.a aL pastoreo como las
regtones aírgenes del mismo ca.my)o...".
EI Ministro aconsejó a 1as Cámaras estudiar una ley por
la cual se convertiría en mínimo el plazo máximo de duración
de los contratos fijado por el Código Civil en l-0 años. Un
tribunal se pronunciaría cada 5 años sobre el precio del arrien-
do y avaluaría las mejoras real,izadas que debían ser abona-
das por eI propietario aI arrendatario aI finaiizar el acuerdo.
Se eliminaría de todos los contratos la cláusula que prohil:ía
hacer agricultura forrajera en 1os campos de pastoreo:3.
Pero mientras nada de esto se hiciera en estos años
recién se planteó como problema de gobierno- -y el arrendata-
rio fue llevado por Ia lógica económica a mejorar só1o el ga-
nado y olvidar el campo. Del primero era dueño; de1 segundo,
usufructuario por corto plazo, sujeto a las subas b,rutaies del
precio y, si no se avenía a ellas, al desalojo y abandono de
las meioras.
La "ganadomanía", concepto que luego desarrollaremos,
tan característica de todos 1os estancieros por múltip1es razo-
nes, haI1ó en este hecho un argum,ento valedero. Descuidar
la pradera que no era suya y poner todo su esfuerzo en el
t ganado que sí lo era, hizo coincidir 1a típica visión que del
mundo tuvi'eron los pueblos pastores con el interés económico
real de los arrendatarios.
* * {<

Si los estancieros propietarios, más del 70 7á de los gana-


deros del país, deseaban obtener un interés acorde con el nue-
vo valor d,e la tierra, debían abandonar el novillo criollo, sus-
tituyéndolo por el mestizo.

25
Este razonamiento de naturaleza económica, funcionó en
cierta medida, pero no con el peso que hubiera tenido de ha-
llarnos ante una clase que regía su conducta por patrones ex-
clusivamente burgueses.
Deben alertarnos sob're Ia mentalidad de esa clase los e1e-
mentos extra-económicos que incidieron en la suba de1 val6r
de 1a tierra, en particular la búsqueda de seguridad y presti-
gio social.
Podía suceder, y sucedió, que muchos estancieros, aun en-
tre los nuevos, se conformasen con la baja utilidad que les
dejaba su hacienda de mala calidad y su pradera sin mejoras.
Si moCificaban eI sistema de explotación debían invertir ca-
pitales y correr riesgos; de no hacerlo, igual obtenían ganan-
cias: a ) con el solo paso del tiempo que valorizaba el fundo
automáticamente y b) beneficios de otra índo e que valoraban
tanto como los económicos: seguridad y status.
En este sentido, e1 incremento del valor de la tierra no
tenía por qué eonducir necesariamente al cambio. Todo de-
pendeiía, eñ última instancia, tanto de la evolución de los pre-
cios de lanas y novill.os ( pues si éstos premiaban aI innova-
dor y castigaban a1 conservador Ia innovación se agilitaría)
.d" lalormación cultural del hacendado, la que también
"o*ó
determinaba el qué hacer con sus capitales. Muchos ya eran
empresarios burgueses, inclinados a correr riesgos para obte-
nef lucro, a pensar en términos puramente económicos inclu-
so un componente tan cargado de significación social en e1
IJruguay como el precio de Ia tierra.
Pero, ¿para cuántos todavía, la hacienda era más un modo
de vida que un negocio, un valor social más que una empresa?
¿Para cuántos eI prestigio d,e ser terratenientes importaba tan-
to como la renta obtenida? ¿Para cuántos, por fin, dada 1a
inmensa extensión de sus fundos, la sola valorización del sue-
1o significaba una utilidad inme'nsa, adquirida sin trabajos
adicionales ni riesgos?
Si Ia mayoría se inclinaba a estas posiciones, y en-parte
eso dependeria de 1a extensión de tierra que ocupar-an i'os de
rnentalidad empresarial y los de mentalidad señorial, eI cam-
bio sería lento y quedaría a mitad de camino.

26

¡,.
Capítulo ll
Las gananeias del estanciero

Todos los contemporáneos estuvieron de acuerdo en que


las utilidades del negocio ganadero fueron muy elevadas en
este período. Ya no pesaban Ias consecuencias negativas de la
crisis de 1890. Los precios subían, a veces, como en el caso
cie los pagados a partir de 1912 por 1os frigoríficos extranje-
ros. con ritmo de vértigo. La seguridad reinaba en eI plano
interno. ¿Qué más se podía pedir?
En 1907 escribió eI administrador de las colonias estata-
les en ei departamento de Artigas, Enrique Faget: "Hog por
hag lcts propiedades rurales son las que ofrecen mejor empl"eo
i.rc¿i'¿ los capitales, por ser, conlo es Juera de toda duda, la
i¡idustria ganadera, la que más fáctles A seguros beneJicios
ri¡tde .. . " ,r{. t'El Día" sostuvo en 1906 : " . . .en general, los
negocios de campo dejan holgadamente un rendtmiento del,
i2';...)'23.
Los plopios hacendados lo confesaron individualmente,
colr'roen el caso de Alejandro Beisso que analizaremos en de-
talle. Pero más significativo fue que en 1905, la Asociación
c'ieGanaderos, buscando minimizar las utilidades de sus miem-
l;ros enfrentados a "la voracidad fiscal", tuviera que argu-
irentar: "El, bíenestar general del hacendado. . . tr.ene por base
s;L frugcLlidad prouerbr.al, su senctllez de costumbres, la uida
l'¡caics que lleua, en una palabra, g no la intensidad de las
lti.
9¡:tnttncias"
Sencillez, frugalidad y vida arcaica de muchos, cierto,
lelo también "intensidad de las ganancias", como lo prueban
,:s utilidades de las sociedades anónimas rurales extranjeras.
La "Prange Estancia Company Ltd." pagó un dividendo del
S.2 '; sobr,e sus acciones ordinarias entre 1894 y 1904. A par-
:.r de ese año y hasta 1914, abonó el doble: 16,l %27.
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30
i-¡e un gran arrendatario, Alejandro Beisso, quien en 1913
:--.:ió, 1os mejores datos para elaborar los cuadros que an-
-.:=:=:: )'demuestran ese alto nivel de utilidades, así como su
.. =-::cular salto con el advenimiento de la era frigorífica.
Resumió así sus conceptos: "Iüo obstante to que se diga
-. .,:,s riesgos y perjur,cíos que experimenta el estanciero con
:, secc¿s. las langostas A con las enfermedades del ganado,lo
. -¡o es que todos se enriquecen A es rara auis el hacendaclo
:- -: pierde su capi,tal en tünto que forman legi.ón los comer-
;¡¿¡es que quiebran y los índustrtales que utenen u me-
. l¡" 1>

De la comparación de los cuadros de págs. 28-30, corres-


porrdientes a un estanc,iero arrendatario antes y después de1
-ruge frigorífico, se puede deducir:
1 ) Lo esencial de la inversión en los dos casos fue la
cornpra ciel ganado de cría. De 1905 a 1911, mientras dominó
eJ. lanar, ella constituía eI B0,B '/b del total. Se elevó a1 85 ii
L-n los años de auge del vacuno,1912 en adelante. Por tanto:
a I El arrendatario dedicó e1 grueso de su capital a la com-
ura del ganado (más del B0 ')/o ), siguiéndole luego el costo
anual del arriendo (del 12,5 7c aL75,6,1á ) y los también arlua-
-es "gastos generales" que, a pesar de inciuir jornales, mante-
nimiento, impuestos y transporte de la producción, apenas si
absorbían del 2,5 % al3,57 % del capital. Ganado y arriendo
eran los protagonistas en esta explotación, pero eI rol Junda-
nental le competía a1 primero.
b) Comparando los tipos de estancia se evidencia que el
.tuse del frigorífico, al elevar el precio de1 ganado de cria,
significó un incremento del 55 1to en la inversión inicial del
arrendatario. En este sentido, la nueva estancia que triunfó
hacia 1912, al exigir más capital, se colocó fuera del alcance
Ce los miembros débiles de Ia sociedad uruguaya. Dando más
utilidades que la correspondiente al país de Ia lana, enrique-
cía a los ya fuertes. De fiuevo se afianzó el lazo que siempre
unió vacuno y poder económico. Mientras la inversión reque-
:ida para montar una hacienda con predominio ovino entre
1905 y 1911 estab'a aI alcance del grueso de los que buscaban
ascender comenzando por el primer peldaño del medio rural
----e1 arriendo-, la inversión necesaria para establecerse con
ganado vacuno fue tan elevada que desalentó a los que provi-

31
Fue un gran arrendatario, Alejandro Beisso. quien en 1913
brindó los mejores datos para elaborar los cuadros que an-
teceden y demuestran ese alto nivel de utilidades, así como su
espectacular salto con eI advenimiento de 1a sra frigorífica.
Resumió así sus conceptos: "I{o obstante lo que se diga
de los rtesgos y perjutcios que erpertmenta el estanciero con
Ias secas, las langosta.s g con las enfermedades del ganado, lo
cierto es que todos se enríquecen A es rara auis el hacendado
que píerd.e su capítal, en tanto que forman legión los comer-
ciantes que quiebran y las índustrtales que uíenen & me-
nos') 2a.

De la comparación de los cuadros de págs. 28-30, corres-


pondientes a un estanqiero arrendatario antes y después del
auge frigorífico, se puede deducir:
1 ) Lo esencial de Ia inversión en los dos casos fue la
compra ciel ganado de cría. De 1905 a 1911, mientras dominó
el lanar, ella constituía eI B0,B % del total. Se elevó al 85 ',t
en los años de auge del vacuno, 1912 en adelante. Por tanto:
a) E1 arrendatario dedicó el grueso de su capital a la com-
pra del ganado (más del B0 %), siguiéndole luego el costo
anual del arriendo (dei 12,5 {,/c ai 15,6 l,) y los también anua-
les "gastos generales" que, a pesar de incluir jornales, mante-
nimiento, impuestos y transporte de la producción, apenas si
absorbían de1 2,5 ''/o al3,57 % del capital. Ganado y arriend.o
eran los protagonistas en esta explotación, pero el rol funda-
mental Ie competía aI primero.
b) Comparando los tipos de estancia se evidencia que e1
auge del frigorífico, aI elevar el precio de1 ganado de cría,
significó un incremento del 55 ih en la inversión inicial del
arrendatario. En este sentido, la nueva estancia que triunfó
hacia 19L2, al exigir más capital, se colocó fuera del alcance
de los miembros débiles de Ia sociedad uruguaya. Dando más
utilidades que la correspondiente al país de Ia lana, enrique-
cía a los ya fuertes. De Düevo se afianzó el lazo que siempre
unió vacuno y poder económico. Mientras la inversión reque-
rida para montar una hacienda eon predominio ovino entre
1905 y 1911 estaba aI alcance del grueso de los que buscaban
ascender comenzando por eI primer peldaño del medio rural
arriendo-, Ia inversión necesaria para establecerse con
-el
ganado vacuno fue tan elevada que desalentó a los que provi-

31
niendo del campo, la ciudad o el extranjero, poseían un redu-
cido capital. La inversión por hectárea creció modo-
-grosso
de $ 10 a $ 15, es decir que para explotar 1.000 hectáreas de
campo arnendado ( superficie casi mínima de acuerdo a las
condiciones reinantes en la ganadería del novecientos ) mien-
tras "eI país de la lana" só}o exigió $ 10.000 de capital ini-
cial, el clel vacuno mejorado requirió $ 15.000. Incluso estos
cuadros minimizan las diferencias entre los dos tipos de ex-
plotación, ya que si se ponía el acento en eI vacuno y no en
ó1 ovino, ie necesitaba más campo y por consiguiente más
capital para abonar eI arrendamiento.
La-evolución económica condujo, aún 'en e1 caso más fa-
vorable, eI de1 arrendatario que requería menos capital inicial
pues no compraba la tierra, aI fortalecimiento de los que ya
á¡an estancieros pudientes, o a que sóIo ingresaran a la ga-
nadería los que habían accedido a la fortuna por otras vías:
comercio, profesiones liberales, industria.
2) a) El grueso de las utilidades en eI caso de la es-
tancia del período 1905-1911 derivó del lanar. Las ventas de
los productós ovinos proporcionaron e1 63,61 % del total.anual,
basiando la lana sola, como Alejandro Beisso 1o indicó, para
abonar el pesado arriendo. EI vacuno, comprado por los sa-
laderos y en muy escaso número por eI único frigorífico-e¡is-
tente, dio un modesto 34,96 % deI total de ventas anuales.
Con arriendo elevado, el merino era eI que salvaba aI
estanciero, permitiéndole obtener una ganancia anual, sobre
eI total del capital invertido, de1 32,86 %. El pequeño empre-
sario, arrendaialio de 1.000 hectáreas, podía lograr mensual-
mente una utilidad neta de $ 120; eI grande -{aso de Ale-
jandro Beisso- otra cercana a los $ 900. Eran entradas que
permitían arribar en un tiempo prudencial a la ansiada pro-
tierra y elevarse en 1a escala social ( * ).
- b) deLalaestancia
pieaaa
de 1912 a 1914 derivó sus utilidades, en
cambio, fundamentalmente de1 vacuno pues en esos años la
industria frigorífica creció y desplazó a la saladeril. Las ven-
tas de esta e-specie proporcionaron el 51,35 % del total anual
(contra un a4,96 7, ei e1 período 1905-1911). EI lanar siguió

(*) En los mismos años, el empleado de comerclo montevideano recibía entre


$ 20 y $ 40 mensuales. La ganancia del arrendatario medio, explolador de l'00O
hectáreas, era 4 veces maYor.

32
ir:fluyendo pues eI 47,74 % de las ventas se debieron a é1,
irero el hacendado cambió el acento que había puesto en Ia
especie menor a la mayor.
La elevación del ariendo ,en eI caso particular de
-iiejandro Beisso es inferior a -que
Ia hallada para todo el país-
t-neontró su respuesta económica en 1os precios que abonaron
r-ecién ahora los frigoríficos. Ellos permitieron hacer frente aI
cr-eciente costo de 1a tierra y a las dificultades del mercado
tasajero que a menudo se traducían en Ia imposibilidad de
colocar el novillo criollo o mestizo a un precio que respondie-
ra a su costo.
A pesar de las alzas del arrien'do y eI ganado de cría, el
arrendatario de 1912-1914 obtuvo una ganancia anual sobre
el capital invertido del 34,84 l1o, contra el 32,86 7á en los
años 1905-1911. ¿Probaba ,esto el triunfo de1 vacuno mestizo
sobre eI criollo? En apariencia, sí, pues Ia nueva industria
frigorífica teóricamente debió pagar bien sólo los mestizos.
Pero, ¿los frigoríficos de 1912-1914 compraron únicamente ga-
nados bien mestizados o, Iuchando Ias empresas entre sí, com-
pitieron al extremo de arrebatar y pagar precios elevadísimos
,rror todos las haciendas? Obtendremos una respuesta precisa
a esta pregunta cuando analicemos eI grado de mestizaje a
que habían ilegado los vacunos en 1912-1913. Entonces se sa-
brá si el nuevo precio que rigió para ellos en 1912, 1913 y 1914
de 1a Primera Guerra Mundial- se debió a qu,e los
-antes
hacendados ofrecieron en ese momento sólo novilladas mesti-
zas, o si la suba reflejó sobre todo el ingreso deI capital nor-
teamericano a Ia industria frigorífica y su áspera contienda
con el inglés. Sin embargo, sea cual sea la respuesta, los fri-
goríficos aseguraron a los dueños de los vacunos, por prime-
ra vez en estos cruciales años 1912-1914, una rentabilidad muy
superior a la que proporcionaba el tradicional lanar.
Mientras el total de la inversión creció 47,3 % entre 1os
periodos 1905-1911 y 1912-1914, las ventas lo hicieron en 60
por ciento. El aumento de Ia inversión limitó el número de los
ciue podían iniciarse como arrendatarios en el nuevo país de
li carne refrigerada. El aumento de la ganancia les permitió
a esos pocos --¡rd ricos con anterioridad- enriquecerse aún
nás. El arrendamiento siguió siendo uno de los caminos del
ascenso social, pero un camino que por 1o empinado y estre-
cho sólo recorrerían los fuertes. Los débiles habían tenido su
oportunidad eon el lanar. Más les valía haberla aprovechado.
33
CUADRO ill 30

BATANCE DE UN ESTANCIERO PROPIETARIO


Estancia A: Anterior al triunfo del {rigorífico: 1905-l9ll
Estancia B: Posterior al triunfo del frigorífico: 1912-1914

Esiancia A Estancia B

Tierra y meioras (*)


7.500 hás. en Durazno, avaluadas a $ 32 c/tt.
enrre 190ó-1910 y a $ 50 entre I9ll-1913 .... $ 240. 000.- s 375.000.-
Ganados " 62.C00.- " 9ó. 000.-
Gastos Generales anuales
Sueldos. lornales, manutención, transporte de ha-
ciendas, etc. ... 2.736.- a laa_
lmpuestos
Contribución lnmobiliaria: estimada de acuerdo a
'l
leyes respectivas .... ó50.- . 2c0.-

$ 305.38ó._ S 47!.936.-
Venta de ganado y lana
De acuerdo a detalle en cuadros anferiores $ 25 .216,50 S 39. l9s.-
Ganancia sobre capital 8,26 "',"

CUADRO IV
PARIICIPACION PORCENTUAT DE TO5 RUBROS DE INVERSION
EN EL NEGOCIO DE LA ESIANCTA

Estancia A Estancia B

Tierra y meioras . s 240.000 78,6 s 375.oCC 78,96


Ganados " 62.000 20,3 " 9ó.000 añc
Salarios y iornales . " | .320 0,43 " 1 .320 0.28
Manten¡mienlo del personal .. " 578 0, l9 " 578 o,12
Conducción de tropas y lana
por ferrocarr¡l 83ó 0,27 83ó 0,1 8
lmpuestos: Contribución lnmo-
biliaria. ó50 0,21 'I .200 0,25

$ 305 . 384 100.- § 474 .934 100.-

(*) Las meioras incluyen casa, alambrados, baños, bretes, galpones¿ etc./ muy
ciifíciles de valorar separadamente de la tier¡a. En l9lI el Poder Eiecutivo estimó
su valor en un l5 % del de la fierra.

34
Los balances del estanciero prop.ietario confirman algu-
nas conclusiones ya expuestas al analizar los del arrendatario.
1) La ganancia neta anual sobre eI capital
ahora -incluida
la tierra-, no fue elevada. Se mantuvo en B 7á en todo
el período, pero debe tenerse en cuenta eI enorme incremento
que experimentó eI valor de la tierra. De 1905 a 1911 1a lana
pudo compensar ese valor, pero de no haber sobrevenido eI
auge del frigorífico, Ios años 791-2-191,4 hubieran asistido o a
una disminución de ese porcentaje o a una baja del precio de
1a tierra, circunstancia que por razones explicadas nada au-
toriza a suponer. El factor invariable otros motivos que
los derivados de su producción económica -pues Io convertían en
f¿]- g¡¿ la constante alza del precio de Ia tierra. Para hacerle
frente los hacendados contaron con los precios que ahora abo-
naba Ia nueva industria frigorífica. Por eIIo entre 1912 y 1914
la ganancia siguió siendo la misma que entre 1905 y 1911.
Pero ahora se calculaba sobre un capital que había crecido.
Ese aumento se debió aI mayor costo del ganado de cría ( in-
cremento del 55 % ) y sobre todo al de la tierra (6t ib ) .
2) EI análisis de la participación porcentual de los ru-
bros de la inversión globa1 prueba que, así como en eI caso
del estanciero arrendatario eI ganado fue el protagonista, en
el del propietario 1o era la tierra (incluyendo mejoras). E1la
absorbió el78 % dei capital inicial. La siguió eI ganado (un
20 %,), y e1 2 % restante bastó para cub'rir todos los "gastos
generales" del primer año de explotación.
Comparar con períodos ante¡iores es revelador. El negocio
en la estancia criolla, anterior al alambrami,ento, sólo utili-
zaba del 30 al 46 '/,, del capital inicial en Ia compra dela tierra;
a partir del alambramiento, hacia 1880, ese porcentaje se elevó:
56 % o 63 1',; en 1890 fluctuó entre eI 61 y 65 /a31; ahora,
en el novecientos, llega casi a7 B0 %. La elevación del precio
de la tierra fue la causa de este cambio con importantes re-
percusiones sociales.
Ingresar al círculo dorado de los propietarios fue cada
día más difícil. Mientras en LB90 la tierra costaba eI doble
de 1o que valía el ganado de cría para poblarla, en 1910 cos-
taba el cuádruple. Para los arrendatarios provenientes de1
m.edio rural Ia vía se estrechaba, así como se abría para los
ricos comerciantes, barraqueros y profesionales de 1a ciudad.

35
Alcanzar el anhelado status del propietario rural estaba re-
servado ahora sólo a los económicamente poderosos.
En e1 caso particular de los estancieros nuevos, 1os que
jngresaban por estos años a Ia propiedad, incidió muy suges-
tivarnente ese porcentaje tan elevado del capital inicial que
absorbió la compra de 1a tierra. Se modificaría eI ganado en
Ia medida en que eI mercado 1o exigiese y pagase. pero nada
más, pues el grueso de Ia inversión se enterró, iiteralmente,
en la tierra. En estas situaciones, Ia valorización de la tierra
frenaba eI impulso al cambio.
3) Merece particular atención, por fin, 1a escasa inci-
dencia del rubro "gastos ge'nerales", que incluia salarios, man-
tenimiento, impuestos y transportes de la producción. En total
ese rubro absorbía de1 0,84 '/c a\ \.L '.,'¡ del capital inicial.
Su peso bajó siempre, desde los lejanos días de la estancia
criolla anterior al alambrado (2,1 al 8,8 ',t l, a los más cer-
canos de la ya alambrada de 1890 (2 al 4.4 ', t. La nueva
ganadería utilizaba poco personal, pagaba bajos jorrlales y
contribuía mínimamente al presupu'esto del Estado.

E1 objetivo del Cuadro V es ofrecer un panorama más


real de las ganancias de los hacendaCos propietarios. A1 asig-
nársele a cada rubro un interés o una amortizacióu anuales,
se parte de los hechos y no de las suposiciones interesadas de
los estancieros. La tierra y el ganado, por ejemplo. seguían
generando utilidades año tras año por lo cual no es lógico
óalcular la ganancia sobre su valor total. sino sobre eI interés
que los mismos contemporáneos le asignaron a este tipo de
colocaciones.
Entonces el escaso B t ¿ de1 Cuadro III se convierte en u]1
30 ')Í. Esa fue ia utilidad auténtica del estanciero propietario
entre 1905 y 79L4, debiénCose advertir de nue'u'o que fueron
los precios pagos por 1os frigoríficos los que permitieron man-
tener un nivel casi igual al de1 período de 1a lana, a pesar
de1 aumento registrado por la tierra y e1 costo del mestizaje.
Esta ganancia, empero, fue menor que Ia lograda por los
hacendados en otros períodos. Así, la estanqia anterior aI alam-
bramiento daba entre 152 y 6l %;1a'de los años 1880, entre
75 y 65 %, y la de 1890 un 39 %. EL decrecimiento de la
tasa de utilidad halla su explicación más que en las mejoras
y mestizaje-, en el aumento de valor de la tie-
-alambrado
JO
CUADRO V

Estancia A Estancia B

T erre
-: -,e casa y meioras. 4 ok sobre su valor (*) $ 9 . ó00.- $ l5 . 000.-
Ganados
'l ic sobre su valor 7 .440.- " 11.520.-
Gastos Generales anuales
S; erios, manlenimiento, impuestos, etc.
-..'5 de iornales,
su valor: $ 3.38ó para Estancia A y
S 3.93ó para la B . . . 677.- 787.-
Capital de giro
12 9á sobre $ 14.174 para Estancia A y § 27.3A7
c:ra Ia B, que son los 4/5 de lo anterior (**) l .700,88 3.276,8/.

$ I9.4I7,88 $ 30.583,84

Venta de ganado y lana, de acuerdo a cuadros


:nleriores $ 25.216,50 S 39. ]95.-
$ 25.2ró,50 $ 39. r9s.-
" t9 .417 ,88 " 30.583,84

Ganancia § 5.798,62 $ 8.ól'l,ló


Porcentaie de ganancia sobre gastos 29,86 0/o
28,16 0/o

('!) El criterio adoptado para realizar este cuadro es el mismo que utilizáramos
en nuesfro Tomo ll, pá9. 1ó3. Allí y en el Tomo lasignamos a la rierra una renfa,
cel 6 1L anual. Este guarismo debe rebaiarse de acuerdo a ideas expuestaB por
los contemporáneos, quienes luvieron muy en cuenta que el alza del precio venal
ie la tierra no era seguida por otra similar de los arriendos ni del producto de
la lierra. El diputado Mora Magariños, en la sesión de la Cámara del 3 de iunio
ie 1914, observó que la tierra ".. .en campaña dá generalmente el 3 o el 4 oA,,
:i:. El ing. aor. Alvarez Vignoli en su "Tratado de Economía Rural" de .I922 sos-
ilvo que "...1a ¡enta que se paga por los campos de ganadería, ra¡a vez sobre.
pasa del 4 o/o del capital invertido en el suelo"33. Por ello hemos creído que el
nuevo interás debía ser el 4 yo y no el 6 "A de épocas anteriores. Hay una ga-
n:ncia, sin embargo, que en este cuadro no ha sido medida: el aumento de valor
de la tierra para los vie¡os propietarios, anteriores al gran salto iniciado en 1905.
Ese incremento fue brutal, 79,8 o/o entre los quinquenios lgOl-'1905 y '190ó-l9lO
'i 70 "h más entre I90ó-'1910 y l91l-19'I3. De lo que se deduce que, si la renta
cbtenida de la tierra descendió un 2 oA, ello se vio más que compensado por el
:!mento del precio sobre el que se calculaba esa renta.
(..) Este interés es inferior al de la década anterior (un I8 % en I890), ante
l: aparición de nuevas y algo más liberales fuentes para el crédito rural: Banco
ce la República, Banco Hipofecario, eic., y la baia consiguiente, que todos los
rccumenios aiesl¡guan, en el precio del dinero.

37
rra. En este sentido, los viejos propietarios no sentían econó-
micamente decrecer el nivel de sus utilidades ya que habían
adquirido eI campo con anterioridad a la gran suba iniciada
en 1905. Para elIos, a la ganancia derivada de la explotación
pecuaria, debía sumarse la todavía más pasmosa derivada de
la valorización "automática" del campo.
Este d,escenso de la ganancia, tan relativizado por el au-
mento de la tierra, no era tal si se tenían en cuenta otros
factores. Hasta 1905, la vida política tornó inciertos los estu-
pendos resultados que mencionáramos. Las revoluciones cos-
taban mucho a los haoendados, como en más de una oportu-
nidad hemos comprob'ado. Afianzada la paz en Aceguá, las
ganancias podían parecer menos espectaculares pero eran, en
cambio, más seguras.
Esa ganancia de1 30 %, y la confianza de volverla a tener
aI terminar todos estos años, permitieron alambrar y mestizar,
pero también, según veremos, atesorar y gastar.

CUADRO VI
COSÍO POR CABEZA VACUNA SOBRE EI. INCREMENTO (O PROCREO)
AL CABO Oe Un¡ AÑO. Estancia A: 1905'¡9.lI
Stock original: 3,500 cabezas bovinas
P¡oceo, 20 o/o: 7OO cabezas bovinas

Gaslos
T;erra y meioras, 4 Yo sobre valor de 3.750 hás. (.) ..'. . $ 4.800
Salarios del personal f¡io, mantenimienfo y patenle de perros.
de lo esf imedo en Cuadro I . . . . . 770
Transporfe por ferrocarril de 350 novillos y I75 vacas ' .. .' ó30
Coniribución lnmobiliaria: 50 Yo . 325
lnterés sobre capital de giro: I2 o/o sobre lo anterior: $ ó.525 783

Tolal gastos S 7.307

Gastos dividido procreo: $ 7.307 -:- 700; $ 10,44 = Costo por cabeza

Venta de vacunos y valores acumulados al stock primario.


I0 7o novillos: 350 cabezas a $ 18,39 $ ó.43ó,s0
5 7o vacas: 175 cabezas
.l75
a $ 13,ó0 " 2.380.-
5, 70 reses de cría, cabezas a $ 12 . " 2. too.-
$ r0.91ó,50

(*) Para realizar esta estimación hemos partido del supuesto de que la tierra
y los gastos generales deben dividirse por partes iguales entre los vacunos y los

38
Precio logrado por cabeza: $ 10.91ó,50 ; 7OO - $ I5,ó0.
Ganancia por cabeza vacuna = $ 15,ó0 $ 10,44 - $ 5,1ó.
- conclusiones:
De donde se pueden extraer las siguientes
Gananc.a sobre capital invertido en ganado vacuno ,. 5,1ó x 700
8,6 %
42.000
Ganancia sobre venta 5,16 x 70O
33,08 a/o

10.91ó,50

Ganancra sobre salarios y mantenimiento del personal, 5,1ó x 700


469,09 %
770

Ganancia sobre impueslos (Contribución lnmobiliaria) 5,Ió x 700


- Lilt._ %
325
Ganancias sobre capital invertido en tierra y me¡cras 5,16 x 7OO
s,ol yo
I 20. 000
Ganancia sobre cosio 5,1ó x 700
49,43 0/o

7.307

CUADRO VII
COSIO POR CABEZA VACUNA SOBRE Et tNCREIT/IENrO (O PROCREO)
AL CABO DE UN AñO. Esrancia B: t9I2-I914

Stock original: 3.500 cabezas bovinas,


Proceo, 20 oAt 7OO cabezas bovinas.
Gaslos
Tierra y meioras, 4 7" sobre valor de 3.750 hás. $ 7.500.-
Salarios y manfenimiento de acuerdo al cuadro anterior . . . . ., 770.-
Transporle por ferrccarril de acuerdo al cuadro anterior . . . .. . ó30.-
lnterés sobre capital de girot 12 /e sobre lo anterior: $ 9.500 l. r40.-
Contribución lnmobiliaria: 5O 7o ó00.-
Total gastos $ ro. ó40.-
Gastos dividido procreo: $ 10.640 ; 700: $ 15,20 = Costo por cabeza

ovinos. Dado el elevado número de lanares poseídos por este hacendado de Durazno,
y calculando 3 ovinos por hecrárea si se hubieran pasroreado sin vacunos, la er
pecie menor ocuparía la mitad del campo, y la mayor la otra mitad. De ahí, que
asignemos a la tierra una renla del 4 o/o sobre 3.750 hectáreas, el SO yo del área
real explotada.

39
Venta de vacunos y valores acsmulados al stock primario.
I0 7o novillos: 350 cabezas a $ 40 c/u. 5 14.c00
5 /e vacas: 175 cabezas a $ 35 clu. " 6.125
5 70 reses de cría, 175 cabezas a $ 20 c/u. {' 3.500

s 23. ó25

Precio logrado por cabeza: $ 23,625 i 700: $ 33,75.


por cabeza vacuna: $ 33,75 '15,20
- $
Ganancia - 18,55.
De donde se pueden extraer las s¡guientes conclusiones:

Ganancia sobre capital invertido en ganado vacuno .. 18,55 x 700


18,55 _c.!

70. 000

Ganancia sobre venta I8,55 x 700


é:'t
54,96
23.625

Ganancia sobre salarios y mantenimiento del personal I8,55 x 700

770

Ganancia sobre impuesios (Contr¡bución lnmobiliaria) 18,55 x 700

óc0

Ganancia sobre capital invertido en lierra y meioras 18,55 x 700


6,92 c,i
't87 . 500

Ganancia sobre costo 18,55 x 700


122.- Ya
'10
. ó40

De estos cuadros se deduce:


1) La raz6n económica que hizo del Uruguay el país
de la lana entre 1905 y 1911 y Ia que 1o convirtió en el país
de la carne de 1912 en adelante.
En la estancia de 1905-1911, eI vacuno no podía hacer
frente a1 capital invertido en tierra y alambrados; de ahí la
preferencia por el lanar. Ese vacuno, aunque dejaba b'uenos
márgenes sobre los gastos generales (salarios, ma'nüenimien-
to, impuestos), los dejaba muy exiguos en los dos rubros que
más pesaban dentro de1 capital global: un escaso 8,60 /c' so-
bre 1o invertido en ganado vacuno de cría, inferior a la tasa

40
r-.rli.ente de interés abonado por Ics deudores hiootecarios de
-- época, y un 3,01 % sobre lo invertido en tierra y mejoras.
EI vacuno comprado por la nueva industria frigorífica,
erfrentado a costos más elevados, proporciono excelentes uti-
lidades. La ganancia por cabeza pasó de .:i 5,16 entre 1905 y
1911 a $ 18,55 entre 1912 y 7914, es der:ir que aumentó 260
por ciento. La obtenida sobre eI capitai invertido en ganado
de cría pasó del magro 8,60 '/o al 18,55 ',h, y la ganancia sobre
el rubro mayor, la tierra alambrada, se duplicó: pasó del 3,01
aI 6,92 'JL.
2) La ,inmensa utilidad que se ob'tuvo sobre los salarios
--v el mantenimiento del personal. En la estancia del período
7912-l9L4,la gananeia sobre estos rubros alcanzó aL 1.686 /r,,
tiplicando la ya cr,ecida que se obtuvo entre 1905 y 1911,
469,09 /c. Nunca en la historia rural se había conocido mar-
gen igual. La estancia de 1BB0 y' 1890 había dejado entre 181
v 170 /o . . . apenas ('¡').

Las ganancias enunciadas permitieron a los hacendados


proseguir y aumentar el mestizaje de su ganado.
Entre 1905 y 1913 se inscribieron 11.835 bovinos en los
Registros Genealógicos de Ia Asociación Rural del Uruguay.
De ellos, unos 2/3 eran toros, es decir, 7.900. Vendidos por
los cabañeros a un precio promedio de $ 1.400, hacen un total
de 11 millones o $ 1.220.000 anualessa.
Si los hacendados obtenían una utilidad superior al 30
por ciento, esta inversión estaba encuadrada holgadamente den-
tro de sus posibilidades.

(*) La explicación es sencilla: mientras en relación a esos años, salarios y


personal habían disminuido. el precio de los novillos se había multiplicado como
los panes y los peces en la alegoría bíblica. Al hacendado de 1912-1914 que ven'
cía por mes productos avaluados modo- en $ 2.000, le bastaban l2 días
-grossoel sueldo y manutencíón durante fodo el
de venta para pagarle a las peonadas
:ño ($ 770). En olras palabras, la plusvalía equivalía. a ll meses y l8 días de
rrabaio de sus peones. En 1873 Ia plusvalía había significado 9 meses y medio.
ie continuar el divorcio entre las dos evoluciones de la ganancia deiada por
:l nuevo vacuno, la de los baios salarios y escaso-laPersona[* Ios estancieros uru-
,:uayos iban a terminar por dar envidia a los indusfriales ingleses de la primera
-.volución industrial.

4l
corriente de interés abonado por lcs deudores hiootecarios de
la época, y un 3,01 ib sobre 1o invertido en tierra y mejoras.
EI rracuno comprado por Ja nueva indi:stria frigorífica,
enfrentado a costos más elevados, proporciono excelentes uti-
lidades. La ganancia por cabeza pasó de .'i 5,16 entre 1905 y
1911 a $ 18,55 entre 1912 y 19Í4, es dc'r'rr que aumentó 260
por ciento. La obtenida sobre el capitai invertido en ganado
d'e cría pasó del magro 8,,60 % aI 18,55 ')1,, y \a ganancia sobre
el rubro mayor, Ia tierra alambrada, se duplicó: pasó del 3,01
al 6,92 7'".
2) La ,inmensa utilidad que se ob'tuvo sobre 1os salarios
y el mantenimiento del personal. En la estancia del período
1912-L9!4, la ganancia sobre estos rubros alcanzó al t.686/a,
triplicando la ya crecida que se obtuvo entre 1905 y 1911,
469,09 /c. Nunca en Ia historia rural se había conocido mar-
gen igual. La estancia de 1880 y. 1890 había dejado entre 181
y 170 /o... apenas ('F).

Las ganancias enunciadas permitieron a 1os hacendados


proseguir y aumentar el mestizaje de su ganado.
Entre l-905 y 1913 se inscribieron 11.835 bovinos en los
Registros Genealógicos de la Asociación Rural del Uruguay.
De ellos, unos 2/3 eran toros, es decir, 7.900. Vendidos por
los cabañeros a un precio promedio de $ 1.400, hacen un total
de 11 millones o $ 1.220.000 anuales3a.
Si los hacendados obtenían una utilidad superior al 30
por ciento, esta inversión,estaba encuadrada holgadamente den-
tro de sus posibilidades.

(*) La explicación es sencilla: mientras en relación a esos años, salarios y


personal habían disminuido, el precio de los novillos se había muhiplicado como
los panes y los peces en la alegoría bíblica. Al hacendado de 19.l2-1914 que ven-
Cía por mes productos avaluados modo- en $ 2.000, le bastaban l2 dias
-grossoel sueldo y manutencíón durante todo el
de venta para pagarle a las peonadas
año ($ 770). En otras palabras, la plusvalía equivalía a Il meses y 18 días de
trabaio de sus peones. En I873 la plusvalía había significado 9 meses y medio.
De continuar el divorcio entre las dos evoluciones *la de la ganancia deiada por
el nuevo vacuno, la de los baios salarios y escaso persona[- los estancieros uru-
-cuayos iban a terminar por dar envidia a los industriales ingleses de la primera
'rvolución industrial.

4l
El arrendatario Alejandro Beisso, por ejemplo, tenía que
distraer de su renta anual un escaso 15 /o para Ia compra de
un toro puro. Con eIIo bajaban sus ,entradas mensuales, pero
a la todavía magnífica suma de $ 750, es decir, 25 veces el
salario de un obrero montevideano. A los 3 o 4 años los
beneficios empezaban a crecer ante la mejora del ganado. A
crecer a tal grado que si llegaba con su ganado mestizado al
crucial año 1912, podía vender su producción a 1os frigorí{i-
cos y ganar mensualmente $ 1.891 líquidos, es decir, 63 veces
el salario del obrero montevideano.
Esas utilidades permitieron también que el alambramien-
to se intensificara, exigencia en parte vinculada aI predominio
del lanar y la lucha contra la sarna, así como aI propio mesti-
zaj,e que imponía Ia división en potreros para control de los
cruzamientos. De 1907 a 1912, en 6 años, eI Senado de la
Rep,ública calculó una inversión de 18 millones de pesos en
ese solo rubro, es decir, unos 3 millones anuales 3;.
Esas ganancias, en verdad, hubieran permitido cambiar
la faz del país. Llegar, como 1o predicara el fundador de la
Asociación Rural del Uruguay, Domingo Ordoñana, al ansiado
"período de ganadería agronómica", haciendo "roturaciones"
y "sembrando forrajes". Pero los estancieros del novecientos
no 1o hicieron; en parte, porque eI mercado internacional no
se los exigió; en parte, porque e1 país podía todavía basarse
en la explotación del ganado mejorado sobre la pradera na-
tural; en parte, porque los cambios profundos eran mirados
con hostilidad, dada su mentalidad conse;vadora y todavía "ar-
caica", aI decir de 1a Asociación de Ganaderos en 1905. Valía
esto sobre todo para 1os grandes hacendados y no para Ia clase
media rural y los pequeños productores, pues estos dos grupos
debían abonar la elevada quita que cobraba la intermediación
mercantil, deducción no considerada en ninguno de estos
cuadros.

42
Capítulo Ill
El modelo fiscal batllista
y los estancieros

I - La, teoría batllista


La política impositiva batllista, sobre la que volveremos
en un próximo trabajo, se rigió por los postulados que el Mi-
nistro de Hacienda, José Serrato, enunció en su Memoria de
1904. De acuerdo a esas ideas se imponía un cambio de mo-
delo fiscal.
En primer lugar, eI impuesto sería una herramienta a
usar para promover eI crecimiento económico y demográfico
del país. Gravar Ia tierra improductiva o mal explotada por
eI hacendado que practicaba Ia ganadería rutinaria y exten-
siva; proteger las industrias rurales "pobladoras" y "progre-
sistas" (lechería, granja); imponer al estanciero la asociación
d,e la agricultura y Ia ganadería; todo ello podría lograrse uti-
lizando el impuesto como arma que castigara o premiara. La
gran esperanza era la industrialización del país. EI presupues-
to del Estado podía y debía usarse para impulsarla. Primas y
exoneraciones fiscales, mas también eI ya clásico prot'eccio-
nismo aduanero.
Esta era Ia función económica del impuesto. Había otra
social. Y en algún aspecto chocaban, aI menos en apariencia,
como veremos ens,egu,ida.
Los impuestos aI consumo que pagaban las "clases popu-
Iares" no debían ser por más tiempo la gran fuente de recur-
sos del Estado. Sin llegar al extremo de empeñarse en su de-
saparición, el gobierno gravaría a los grupos sociales "privi-
legiados", ocupando el primer rango entre ellos los propieta-
rios de campaña. Se estaban enriqueciendo por el alza del
valor de la tierra pero ese incremento no se debía a su es-
fuerzo sino aI ttsocial", ya que ". . .la mejora de las oías de
comunicaci.ón, la seguridad personal g Los demás elementos

43
de progreso de un pueblo, es lo que contrtbuge en primer tér-
míno en la ualortzactón de la tterra. Justo es, por constguiente,
que aquellos que recíben nxa?Jores oentajas de ese esfuerzo ca-
losal, es decir que aquell,as que poseen grandes extensiones
d,e terreno, donde a ueceE no se ue ni uesttgios de utda hu-
n'¿ana, sean los que en maAor proporctón contribuEaru a los
gosúos del Estado. . . Voy míts adel.ante en mis aspit'aciones
de mejoramiento social e} Ministro. Entiendo q1,Le el
prtncipio progresiuo, la -añadía
más grande y hermosa concluista tri-
butarza, debe ser apllcada con más ertensi.ón entre nosotros
. . . ese . . . pnncipio se tendrá, que establecer para asentar la
contri.buctón territorial ... El ímpuesto sobre la renta, no es.
en mí concepto, factible ptor eL momento entre nosotros; peto
lo es eL de la graduacíón progresíua sobre la tiema, fuente
ortgtnarta de toda rtqueza. . .2' 3{j.
El gran impuesto que pagaban las clases populares era e1
derecho aduanero de importación que se abonaba sobre las
mercancías de consumo generalizado: azúcar, vinos comunes,
tabaco, artículos de cuero, textiles, etc. ¿Cónro eliminarlo o re-
bajarlo sin alterar el equilibrio presupuestal, auténtico feti-
che al que las clases conservadoras y el nuevo equipo gober-
nante adoraban? ¿Cómo no aumentarlo si de éI dependía e1
desarrollo de la única industria nacional posible en aquellos
momentos, la de bienes de consumo? Fue en este punto en que
se enfrentaron la función económica que el batllismo le asig-
nó a la reforma impositiva con la función social. Y como el
modelo industrial debía imponerse para que el país se poblara,
hubiera trabajo y lográramos cierta independencia económica
del exterior, 1os derechos de aduana continuaron siendo la
piedra angular de los recursos estatales.
En verdad que estas ideas no eran por entero nuevas.
Como ya analizamos en eI Tomo II, durante Ia crisis de 1890
los políticos civilistas habían lanzado un primer globo de en-
sayo con similares fundamentos teóricos. Pero ahora ellas apa-
recían en lo más alto del equipo gobernante y eran parte fun-
damental de las reformas que el Presidente Batlle deseaba
implantar ,en el país.
Para los estancieros de mentalidad conservadora, 1a tau
mentada función social del impuesto era una declaración de
guerra. Mitigada, sin embargo, y mueho. Esa declaraeión la
hacía en 1904 "el partido del or,Cen". R,eforzar las finanzas de1

44
Estado, elevando el impuesto a la tierra, significaba fortalecer
su poder coactivo y mantener la paz interna. Esas ideas, ade-
:.rias, serían llevadas adelante con eI tesón pero también con
ei sentido de Ia oportunidad que caracterizab'an casi siempre
.a actuación del Presidente. Por fin, los nuevos principios
contenían una brecha por la que escaparon todos los hacen-
ctados: gravar Ia tierra, sí, pero nunca al trabajo. En la prác-
tica. ello significaba que Ia nueva filosofía fiscal dejaría libre
la producc,ión rural, justo aquello que ahora se estaba inser-
tairdo definitivamente en un mercado mundial en alza.
En eI campo de batalla los adversarios no usarían flores,
per"o tampoco casi nunca balas de verdad. Esta es la impresión
que tiene eI investigador que analiza los hechos hasta que
Batlle abandonó su segunda presidencia en marzo de 1915.

2 - El aumenlo de la Contri,bución lnmobiliaria


La Contribución Inmobiliaria "para Ios departamentos del
litoral e interior" era el impuesto más importante que paga-
l:air los hacendados.
En e1 ejercicio 1BB7-1BBB se excluyó como materia impo-
r.iible el ganado; en el siguiente, las construcciones rurales.
Er: este sentido los políticos civilistas habían sentado 1as pre-
r:risas sobre 1as que ahora eI batllismo teorizaba con más vue-
1o intelectual: e} impuesto só1o gravitaba sobre la tierra. Pero
se debían reformar los aforos para acercarse lo más posible a
su rralor rea1. Hacia este rumb.o se ori,entó Ia acción de1 nue'
vc equipo político.
Para ello tuvieron que crearse mecanismos de control. EI
Catastro era el ideal pues así se individualizaba cada propie-
tiad 5z se la aforaba en sus justos términos. Pero los trabajos
que exigía eran lentos. En el ínterin, el gobierno procuró acer-
calse al valor real dividiendo al país en tantas zonas como el
est-r-ldio practicado por la "Dirección General de Avaluaciones
-,' Administración de los bienes del Estado" permitiera hacer.
Esta, bajo la competente jefatura del ingeniero Senén Rodri
guez, ya había empezado a fijar eI valor de Ia tierra bajo el
gobierno de Juan L. Cuestas. En 1900 comenzó a analizarse
:i precio que aparecía en las escrituras de compra-venta de
-::n-ruebles protocolizadas por los escribanos. Partiendo de ese
.reto. se hicieron en estos años, tres grandes modificaciones

45
del aforo, todas ellas bajo los gobiernos dei Presidente Batlle
(1903-1907 y 1911-1915).
Siendo Ministro de Hacienda el conservado:: Martín C.
Martínez, se planificó el primer aumento para el ejercicio
1903-1904. Se multiplicaron las zonas y se elevaron 1os afo-
ros. El Ministro y las Cámaras estimaron el aumento en un
10 o 12 /cvt. r^ nueva ley fue promulgada el 13 de enero
de l-904:3s. Al ponerse en práctica otros mecanismos de con-
trol para evitar la evasión fiscal, y adquirir estado público 1a
idea del Poder Ejecutivo de recup,erar la tierra fiscal que no
abonaba siquiera Contribución Inmobiliaria, la recaudación au-
mentó un 37,85 /o en relación a ejercicios anteriores 3" (*).
EI segundo aumento fue propu,esto para e1 ejercicio 1905-
1906 por un nuevo Ministro de Hacienda, José Serrato. EI in-
forme de la Comis,ión respectiva de la Cámara de Represen-
tantes, firmado por B1ás Vidai (h), Gregorio L. Rodríguez, Ju-
lio Muró (h) y Gabriel Terra, hacía notar que mientras en
1885 Ia campaña pagaba eI dobüe de lo que abonaba 1a capitai,
la evolución de los aforos había tendido a mantener estable
eI gravamen en la campaña y a incrementarlo en Ia ciudad.
al grado de que ambas zonas del país llegaron a pagar sumas
parecidas en 1900. Este razonamiento, hecho hacía ya diez
años por eI senador Francisco Bauzá, condujo a la Comisión
a apoyar el Mensaje del Poder Ejecutivo. Debía continuarse
con eI cambio de rumbo iniciado bajo Cuestas y acentuado
con Batlle, pues 1a propiedad rural se valorizaba más que la
urbana.

(*) La ley de Contribución lnmobiliaria para el eiercicio 1903-1904, concedía


un "blanqueo" a los morosos e incluso a los que nunca hubieran abonado el
impuesio. Se les exoneraría de toda multa y recargo¿ prescribirían los alrasos
mayores de 4 años, y todos quedarían al día pagando los 4 ejercic¡os atrasados.
y el presente. Esto puede explicar el singular aumento en la recaudación. mu'y'
por encima del previsto al elevarse los aforcs. La Comisión de Hacienda del Se-
nado, integrada por Emilio Avegno y José Espalter, creyó que ésta era la Única
solución "...dada la actual organización def'ciente de las oficinas Perceptoras
del impuesto inmobiliario, tan difícil es descubrlr a los unos como a los olros,
y a todos por igual; por consiguientts conrendría allanarles el camino de un pago
voluntario y expontáneo del impuesto. La seve¡idad ercesiva de la ley Pa a con
los acreedores simplemente morosos, podría producrr el resultado de haceilos oer'
sistir en su morosidad, en busca del amparo de la prescripción de 4 años, que
en todos los casos les sería dado invocar(40). Todavía en l9ll el Jefe de la
Dirección de Avaluaciones estimó que "muchas propiedades" escapaban al pago
del impuesto de Contribución lnmobiiiaria (ll).

46
IIartín C. Martínez, en ese entonces diputado opositor,
e=limó que con los nuevos aforos y el-pequeño increménto de
,a cuota del impuesto (del 61/2 por mi1 aI 7), el aumento sig-
¡:ificaría " . . .tlna suba del 29 7o, ercesioa g que no estó jus-
:ificada en la aciualzd.ad, frnanctera", clará ieferencia a 1os
crimeros superávit presupuestales del períodole. La recau-
Cación, sin embargo, no reveló un alza mayor del I V +:t.
En la presidencia de Claudio Williman (1907-1911), el
lmouesto permaneció estacionario. Las leyes de Contribución
Inmcbiliaria se reducían a repetir los aforos antiguos aa. En
este plano esa Administración mereció " . . .el dtctado no corn-
pletamente justo, de conseruador". Juicio exacto, en verdad,
pues si en materia fiscal no gravó a los propietarios, tuvo en
cambio, como estudiaremos en próximo volumen, ideas y pro-
¡'ectos muy definidos sobre la necesidad de que esos plopie-
tarios abandonaran la ganadería rutinaria.
El furor reformista con que Bat11e inició su segunda pre-
sidencia en 1911 también repercutió en la Contribución Inmo-
bilialia, provocando la tercera y última, pero también 1a más
espe:tacular alza de este impuesto.
José Serrato, otra vez en el Ministerio de Hacienda, pre-
sentó a las Cámaras un proyecto de 1ey fijando nu,evos aforos
)' zonas para la campaña en el ejercicio 1911-1912. EI mensaje
recordaba que el úItimo aumento, realizado en 1905-1906, ha-
bía fijado aforos "inferiores al 50 lt, del valor corriente" ya
en esos años y que ". ..es erl los años posteriores que se pro-
d.uce una ráptda g extraordinarla aalorízactón de los campos
U una acentuada suba de los arrendamientos" 4s. El número
de zonas en que el país se dividía a los efectos de Ia fijación
cie aforos se elevaba de 139 a 267. Con ello se buscaba una
rnavor racionalidad distributiva, tomando en cuenta que la
ralorización de la tierra era desigual ". . .como consecuencia
Cel nt.ejoramiento de los camínos, de la prorímidad a los cen-
:'os de población. de la naturaleza de las ti,erras g del, desa-
-rollo de los medios de producción".
Teniendo por base otta vez el arduo trabajo de la "Direc-
:iól-r General de Avaiuaciones" se agruparon las ventas reali-
:adas en el quinquenio 1906-1910; sé d-eterminó eI valor pró-
::--edio por hectárea en cada zona, y se rebajó "en un 40 li,
:. r'alor que resultaba de ese promedio de venta de1 quinque-
::tcr". fij{¡dose de esta manera los nuevos aforos. La reforma

47
se completaba eliminando los adicionales aL 6 1,1t por mil y re-
tornando a esa cuota ya clásica. En su Mensaje, eI Poder Eje-
cutivo calculó que eI nuevo impuesto representaría entre 7
y S % del valor de renta de la tierra, es decir, de1 precio de
los arriendos, por Io que " . . .lo, índustrta rural' no puede con-
stderarse perturbada ní la producctón sufrtró. eI ntenor tro-
pt37o': tr;
La Comisión de Hacienda de 1a Cámara de Representan-
tes al apoyar eI proyecto estimó que los aforos se elevaban
promeCialmente 48,66 ')t, y que aún así, sólo correspondían
aL 60 % de1 "valor de la propiedad en eI último quinquenio".
La elevación no era igual para todos los departamentos. ya
que en dos de el1os se partía de aforos "ridículos pues no al-
canzaban a7 15 ')(," del valor real: Artigas ¡r Rivera. En Arti-
gas eI incremento era de l-06,80 lL y en Rivera de 101.80 '¡i,.
En la mayoría de los departamentos restantes eI promedio
fluctuaba entre eI 67 y e1 30 % de incremento, bajando a un
escaso 20 ')b en Florida, Salto y Maldonado '1; ( I
::'
.

EI proyecto del Poder Ejecutivo convertido en lev el 12


de enero de 1912 é0, significó, medidos sus efectos eu la re-
caudación, un aumento deI 58 ii sobre e1 impuesto pagado
durante la administración Williman ;1.
En los años siguientes hasta concluir su mandato, e1 Pre-
sidente moderó su empuje ¡' no hubo subas de 1a Contribu-
ción Inmobiiiaria. Contribuyó a detenerlo. sin du'Ca, la esci-
sión de Ios 11 senadores ocurrida en 1913. pues sus iniciativas
perdieron por ello 1a ma¡'oría requerida por 1a Constitución
para convertirse en leyes. ... *
1*1 "fl Siglo", ya en fran:a cemoaia coosltora. rebatló estas cilras y en
parlicular el promedio del 48,óó'c para toda la campaña. A partir del 20 de
oclubre de 191 I publicó casi Ciariamenfe un maPa departamental con tas diver-
sas zonas que la ley proyectaba y los nuevos aforos. (15) Según el art¡cul¡sta, el
aumento proyectado por el goblerno elev¿ba los aforos no un 48,66o/o, sino un
62oA, promedio para lodo el país. La suba era mayor a ese promedio en Ca-
nelones, Colonia, Soriano, Río Negro, PaysandÚ, Rocha, Tacuarembó, Artigas, Cerro
'l
Largo, Treinta y Tres y Rivera, es decir en I de los l8 departamentos de cam-
paña. Los casos extremos de alza se daban en Artigas \140'%), Rivera (127%),
Cerro Largo (l05%) y Treinta y Tres (95%). ¡!9¡, todos ellos ubicados en la {ron-
f era con el Bras¡l y dominados por el sistema más rutinario de explotación perd

también situados en la región donde la tierra mas había subido de valor por la
irrupción del ferrocarril (a Cerro Largo y Treinta y Tres. por eiemplo), que el
gobierno en parte importante {inanciaba, y la consolidación de la seguridad in'
terna¿ que et gobierno financiaba en su fotalidad'

4B
Resumiendo, un primer aumento en el ejercicio 1903-1904,
--laneado para que rindiera 10 o 12 /c en r.elación a cifras an-
:eriores, produjo 37,85 % debido al realismo de la 1ey que
;lbró de penas a viejos defraudadores; un segundo aumento
en 1905-1906, estimado en 29 lb, dio en la recaudación un
:ragro I /a; eL tercero, ejercicio 1911-1912, estimado por e1
:obierno en 48,66 lb y por Ia oposición en 62 /á, produjo 58
oor ciento de incremento.
En total, si comparamos 1a Contribución Inmobiliar,ia para
la campaña que Batlle y Ordoñez heredó en 1903 ($ 1.190.000
a S 1.150.000), con Ia que dejó luego de sus tres reformas
,S 2.75A 000), hubo un alza del 135 7á 5:.
El valor de la tierra en eI quinquenio 1901-1905 fue de
S 21,94 promedio de la hectárea en todo el país. Ascendió a
S 67.01 en eI trienio 1911-1913, o sea un 205 %.
Los dirigentes batllistas, a pesar de sus intenciones, no
irabían logrado que eI impuesto subiera en la misma propor-
ción que 1o hizo la tierra. Justo es co'mprobar, empero, que
iamás ei país había asistido a una elevación tan intensa de
ese impuesto. En 12 años, de 1903 a 1914, la Contribución In-
ilobiliaria que pagaban los propietarios rurales habíase más
que duplicado. Ningún otro gobierno podía ufanarse de incre-
r:lento similar. También se debe consignar que 1a mayoría de
los hacendadcs ya estaban poniendo el grito en el cielo (y en
el Partido Blanco y eI riverismo, que estaban más cerca que
aquél y los escuchaban de seguro con más atención) (x).

(.) La elevación del aforo de los campos fambién incldió sobre olro im-
c.:esto: el de herencias. Este tuvo una historia muy desgraciada desde su ex-
'ensión, en 1893, a las llamadas "herencias direcias", padres a hijos, etc. No
proporcionó al presupuesto más que unos escasos $ 200.000 o $ 300.000,
l:bí:se ello, según lo denunció el insospechable Martín C. Martínez en 1903 a
cue "...los que tienen campos en esos departamentos, donde el aforo es el
509á del valor real, pagan la mitad del impueslo inmobilia¡io, y pagan la mirad
del impuesto de herencias, porque tienen el de¡echo de hacer valer el aforo de
la contribución lnmobiliaria. . . Más, como el mínimun exceptuado es algo ele
vado, 5 0(X) pesos, resulta que con facilidad se le alcanz¡ porque no sucede que
* liquiden al mismo tiempo las dos sucesiones que se abran a la vez: la del
padre y la de la madre. Entonces, pues, un campo de 20 000 pesos¡ supongamos,
está aforado en diez; ton cualquier pequeña deuda. resutta que las ?o. su."-
s:ones, ma+erna y palerna, se encuerfran dentro del lím;re de 5.00O pesos"),
.-'
Balo el batllismo el impuesto creció hasla los $ 530.000 en 190ó-1907, pero
-::: fue de nuevo burlado mediante otros recursos, y descendió a los $ 370.000
?- 1910-l9ll. (i1).

49
3 lmpuesto a las exporlaciones: eslancamiento y descenso

El ctro gran impuesto que gravaba a los "dueños de la


campaña", era el cobrado por nuestra Aduana cuando se ex-
portaban lanas, cueros y tasajo.
En este período permaneció ,invariable o fue disminuido.
EI batllismo era así congruente consigo mismo y 1as ideas pre-
dominantes en la época: debíase gravar la tierra. r-ro el frrlto
del trabajo; de otra manera se desalentaría aI auténtico pro-
ductor, identificado por esta ideología con e1 trabaiador. Por
otra parte, si se deseaba conquistar el mercado mundial. -,.
para ello teníamos que competir con la Argentina. debíamos
ofrecer los productos al menor precio, sin gravarios i como 1o
estaba haciendo elia).
La vieja ley del 4 de octubre de 1890 que habra fijaclo
derechos específicos a todos los rubros exportables llo fue mo-
dificada más que para conceder rebajas o exonei'aciones. La
lana siguió abonando $ 1,30 por cada 100 kilos: pelo mientras
en 1890 los hacendados Ia vendieron a S 3.10 lcs 10 ki1os.
siendo el impuesto un 4',1 de su precio. ent:e 1905 y 1913
el precio promedio se elevó a S 3,?9. bajancio 1a incidencia
del impuesto aI 3 'i. ;'. Algo similar aconteció cci-r los cueros.
Un diario tan poco radical como "El Tiempc" lo reccnoció en
1907 : "Si. los aual.itos se alterasen cuando corresponde, d.e
acuerdo. colilo se contprende. con p.ecios bc¡'odos eir los p:'o-
medios de la plaza. lcs car¿ric/ades r¿b,<ol¡{rcs cle las rentas re-
caudadas no seguirían percibié¡idose coilo en la cLctttnlidad,
szno en forma mÁs pt'áctíca y raciorial y res»ondiendo c ics
utllores aproximados de los prodllcÍos A rlo rr s?¿ canii-
d&d. . ." í(t.
Los hacenda,dos ya no se quejaban de impuestos que se
habían convertido en "benignas contribuciones" ante e1 alza
de los precios internacionales. Lo confesó su portavoz. "81 Si-
glo", en 7913: "Tul ínmutabílidad de los tributos sobre'l,a er-
portactón, erpl'tca por qué se ha podido tol,erar, durante 20
años, una categoría de im,puestos condenada por úodos Zos fi-
nanczstas. . . ELttempo se ha encargado de tornar benignas cort-
tribuci,ones que antes se consideraron insoportables - . ." tt
El 10 de julio de 1907, el gobierno de Williman levantó
el veto que Ba.tlle había puesto a un proyecto de 1ey apro-
bado por las Cámaras concediendo una rebaja de los dere-

50
chos de exportación para los productos de la fábrica Liebig,s.
I-a nueva disposición disminuía en 50 ')á el derecho que antes
de esa fecha abonab'a eI extracto de carne, y en 60 ,1i el que
1;agaban 1as carnes y lenguas conservadas y Ia carne 1íquida ir.
En 1910 fue eliminado por completo el gravamen que pe-
saba sobre las carnes conservadas.
Por fin, para atraer capitales hacia la todavía riesgosa in-
clustria frigorífica, e1 gobierno mantuvo en tcda su vigencia la
ie;- votada bajo 1a administración de Cuestas, en 1902, que
ccncedía excneración de derechos de exportación por 5 años
a las carnes congeiadas o enfriadas. En 1908 se decidió que
lcs 5 años se contarían a pa:tir de la inauguración de nuestro
primer frigorífico en 1905. Al concluir e} plazo, en 1910, una
riueva ley 1as exoneró sin estipular plazo, y otra de 1911 exi-
irió a 1as empresas que e]aborasen carnes conservadas, con-
geladas o enfriadas, incluso de 1a patente adicional dei 1 i,á
que habían seguido abonando pues estos fondos se destinaban,
desde su cleación en 18gg, a la construcción del puerto de
-'rlontevideo.
La exoneración a 1as carnes conservadas y, sobre todo, re-
irigeradas, trajo aparejado un peligroso vacío rentístico cuan-
C.o ellas ccmenzaron a sustituir a1 tasajo en 1912. Mientras los
saladeristas exportaban y pagaban $ 0,40 cada 100 kilos, eI
Estado recaudó por ese concepto un promedio de $ 200.000
anuales entre 1905 y 1911. Pero a partir de 1912 el tasajo de-
clinó hasta abonar los saladeros en 1914 sólo $ 50.000. Mien-
tras tanto 1os 70 millones de kilos de carnes congeladas no
clejaron al Estado ni un peso.
Todas estas rebajas y exoneraciones hicieron que eI im-
r:u.esto aduanero a las exportaciones, que en 1910 proporcionó
a1 gobierno e1 3,91 '/" del total de sus recursos, descendiera
en 1914 al 2,22 ?¿,. Ni siquiera el incremento de la producción
¡le lana compensó al Estado de estas pérdidas. Los derechos
:. 1a exl¡crtación que en 1Bg5 dieron $ 1.600.000, veinte años
:l.espués, en 7914, sólo brindaron aI gobierno unos escasos
:1.100.000.
Ob-servada esúa conducta, estancieros y nuevos industría-
,es de la carne, tenían todo que alabar y nada que criticar
rlel equipo gubernamental batllista. Es más, en 1912, por
e iemplo, la Aduana cobró por derechos de importación a un
:r-ibro de típico consumo popular, el azucar, $ 280.000, es de-

51
cir que ese sólo artículo dio aI Estado la cuarta parte de 1o
que abonaron los estancieros para que su producción saliera
al exterior 5§.
4 - La magra contribución de los hacendados al
presupuesto del Estado
Los derechos de Aduana siguieron siendo, como en el
pasado, la columna vertebral del presupuesto estatal. Su peso
proporcional descendió, pero poco y de manera azarosa, como
1o muestra el siguiente cuadrorGo:
€UADRO I

Años Total de recursos Renla aduanera 9i, sobre el total


(en miles de pesos) (en miles de pesos

I 904 I8. 0',I8 9 .162 50,85


I 905 21.378 10.272 48,05
1 90ó 26.275 12 .517 4/,82
1907 27.174 12.817 .16,25
r 907-08 26.517 r3.194 .19,76
19c8.09 29.976 13.621 '15,59
i909-10 3t .944 14.749 46,17
'r9r0-'l 1 33.767 l5 . 't5ó 44,88
'r9r l-t2 37.556 16.904 A5,O1
i9l2-13 40.619 17 .780 43,77
19t3-t4 37 .361 14.834 39,70

El Cuadro II visualiza su incidencia en relación al total


de ingresos de1 Estado. incluídos los "especiales" que no se
tuvieron en cuenta en el anterior 'r1:
CUADRO II

Años 9á sobre el total

I 90ó-07 39,62
I 907-08 40,61
I908.09 35,66
1909-r0 36,20
't910-l I 35,O4
tYtt-tl 37,s6
I9r2-13 35,46
l9l3-14 3',I, 10
l9l4-r5 22,88

Este descenso fue sólo porcentual, es decir, en relación


al total de los recursos. Estudiada en sí misma, Ia Aduana
dio en 1904 nueve millones de pesos y en 1912-1913, dieciocho

52
:::iilones, es decir que incrementó su recaudación un 100 ,c,i.
La crisis de 1913 y la Primera Guerra Mundial explican la
baja bru.tal de esa renta, un 40 7o entre eI ejercicio L912-1913
i- el ejercicio 1914-1915. Ese descenso ocurrió a pesar de!
:,lbierno y 1o sumió en graves dificultades financieras que ya
:ernos relatado en otro trabajo; no fue eI fruto de una política
::scal tendiente a sustituir una fuente impositiva por otras.
La prueba Ia tenemos en eI Cuadro III que expone la evolu-
ción de 1os impuestos directos, aquellos más objetables desde
el punto de vista de la filosofía fiscal batllista.
CUADRO III
lncidencia de los lmpuestos Directos en el total de los ingresos del Estado

Año 7o de incidencia

I 907-08 15,50
I 908-09 13,3 I
I909-t0 12,95
'19 '14,50
r-12
¡
t 9l3- r4 I5,ó I
19 t4-15 14,96

Para solucionar la crisis financiera de 1913, el batllismo


no recurrió a la elevación de los impuestos directos. Estos
i:ermanecieron con sus clásicos 7,5 millones desde 1912 hasta
1915. El que más nos interesa, la Contribución Inmob'iliaria
oara la campaña, fue subido en 1911, en plena época de su-
rerávit. Luego no se alteró. El gobierno quiso evitar Ia crisis
l;resupuestal recurriendo a un empréstito en el extranjero: el
Ethelburgo. Al fracasar su colccación en Europa, eI déficit
se instaló. Ocurrió así la paradoja de que, mientras la nación
r- lcs productores rurales se enriquecían durante la Primera
Guerra I\{undial, eI Estado conocía dificultades financieras
que lo ob,ligaban a frenar su impulso reformista. De 1905 a
1913, e1 superávit fue Ia norma; de 1914 a 1918, el déficit.
Sobre ese telón de fondo actuó Ia opos,ición política de blan-
:,rs y riveristas, agigantada a partir de 1913. Era el bloqueo
:otal pues no se pudo no se quiso, dejamos abierta la
problemática- salir de -o un círculo vicioso: por no contar con
,a mayoría en el Senado, eI programa fiscal queda en suspeil-
so: eso obiigaba por falta de recursos a enlentecer las refor-
=as económicas y sociales emprendidas, y esa marcha entoi-
:ecida dio más fuerza a los grupos sociales y políticos anta-
53
gónicos del batllismo, incrementando el peso y Ia influencia
del sector ganadero y exportador. ,A,1 cristalizar el impuesto
a 1a tierra se engrandeció al enemigo político, que contaba
entre sus filas a casi todos los hacendados de1 país, Fortaie-
cer aI enemigo, es obv,io en cualquier estrategia, coirduce a 1a
derrota. El famoso "alto" de Viera en 1916 fue el reconoci-
miento de un hecho más complejo que 1a mera derrota elec-
toral dei 30 de julio.

Las cifras que siguen permiten valorar la real contribu-


ción de Ios propietarios y proCuctores rurales al presupuesto
nacional. Para elaborarlas, comparamos dos presupuestos en
los años límites del período, y los impuestos que directa o
ind,irectamente podían ser atribuidos a1 medio rural: Ia Con-
tribución Inmobiliaria "para los departamentos del litoral e
interior". ]os recursos de las intendencias de campaña, y los
derechos de aduana a la exportacióntir.

Ei'erc'cio 190ó.I907
Tolal de ingre:os: S 32.353.000.
Provenienies de la campana:
Derechos de aduana a la exportación, estim3dcs en S ¿00.000
Junfas Económico-Administrativ:s ce campa;e 271.O00
Contribución lnmobilieria Iitoral e interio' . 742.OOO

s 4.4r3.000

Porceniaie correspondienle a prop €ter;os y p.oc!c'o.es rura]es: I3,ó,

Eiercicio I9l2-t913
Total de inqresos: $ 51.741.000.
Provenienfes de la campaña,
Derechos de aduana a la exportación, estimados en s i.170.000
lntendenrias de campaña " 1 .827.000
Contribución lnmobiliaria l¡toral e infer¡or ........ " 2.747.000

$ 5.744.000

Porceniaie correspondiente a propietarios y productores rurales: ll.

Ante estos guarismos 'no es extraño que algunos hacen-


dados conocedores de 1a vida de las clases populares urbanas,
y que tenían 1o que admiraba Batlle, "sentido humanitario",
54
.r--:onaron su mea-cuIpa. Alejandro Beisso, arrendatario de
-il o 12 mil cuadras", escribió en 1913: "Es tiempo ya de
;.,ie el tote de l,as cargas públícas se dtstribuAd en Jorma rruá.s
--cuitatiaa de lo que sucede hasta el presente, en que la po-
,:t.tición es la tmpuesta en uez de serlo la rzqueza. Así, por
ejemplo, en el úLtimo ejercic'r,o económíco, el, consumo) o seü
ic pobtaczón dío a rentas generales # 15. 000. 000 g la rique-
.a territorial g cotnercíal ff 4.20A.000. ¿Qué razones realmen'
te eftcr,entes pueden ertsttr para enmit La enorme Jortuna
gatadera de todo impuesto?" Agregó, en un tono que sin
ciuda sus pares consideraron subversivo: "Hasta ahora por un
conuencíonaltsmo injusttficable se ha estado co'ntemplando a
ics ganaderos d,e qutenes se ha hecho llna "clase" espectal g
stipérr.or, ajena, por así decirlo, a las obligaciones del Estado;
ese fauor exceytcional debe desaparecer, exígt'éndose a la re'
ierida clase su cuota parte d.e cargas generales..." (subraya-
cic en el original).
Y como era un hombre práctico, además de "humanita-
rio'', trajo pruebas de sus afirmaciones. Comparó 1os respec-
iir-os capitales, gastos e impuestos anuales de un estanciero
ccmo é1, un peluquero "situado en la calle Colonia y Avenida
General Rondeau", y un "lustrador de calzado" en la "calle
i8 de Julio entre Avenida de La Paz y la Plaza Libertad".
De ese anáIisis resultaba que el peluquero que poseía un ca-
irital 21 veces menor que e1 estanciero, abonaba aI Estado un
ir:rpuesto 40 veces mayor tijr :
Capital Gaslos lmpuesto
i:.':nciero s ó2.000 $ l.s38 $ 2.- (patente de
Per ro s)
:e i uquero 3.000 366 " 79.50
i:s:rador de Calzado 792 " 39.-

También en 1913, los intendentes de Saito y Paysandú


.iriisieron de relieve la irritante desigualdad de las cargas fis-
cales: "§e efectúa una Denta... swongamos, de una Daca, A
el uend.edor otorga aL comprador como títul'o un certíft'cado
que lleua un timbre de 5 cts. El mtsmo uendedor efectúa otra
'L'eruta de 1.000 nouzllos, que al precio de 40 pesos cada uno
tmportan 40.00A pesos gr pagq... nada más que eL mtsmo tim-
b:e de 5 cfs.. . . Comparemos urL uerdulero con un hacen-
i:rdo. Los üerduleros-agricttltores, ad,emó,s de lo que les co'

55
rrespond,e a"bonar par concepto de ímpuesto ínmobiliario g pa-
tente de rodados, d.eben satisfacer los que lleuan uerdura en
carros el stguiente derecho de aenta dtarta:
en eL mercado S 0,70
en calle
La )' 0,30
estacionamtento del carro
') 0,04
Anual:158 pesos con 40 cts.

Si o esúa sumo, se agrega eL ímpuesto inmobilíario g la pa-


tente de rodados, sacarenxas en consecuencia que un uerdulero-
agricultor, cugo capital en gíro no ercede de 70 pesos, aiene
a pagar casz lo mtsmo que un hacend.ado por una suerte de es-
tancía poblada de ganados A cuAo capital total. bien se puede
hacer ascend.er a 700.000 pesos. . ." 6:tr.

D'e lo expuesto, cifras, cuadros y "confesiones de parte",


se.deduce que en estos años el batllismo no logró sus objetivos
en materia fiscal. La Contribución Inmobiliaria aumentó ur-r
135 % entre 1905 y 1913. pero las rentas aduaneras, aquellas
que gravaban a1 consumo. subieron un 100 1 i entre 1904 y 1913.
Ellas seguían siendo la llave financiera del presupuesto; las
que, al disminuir, provocaron las crisis de 1913 y 1914, que sólo
eI Estado sintió, pues los hacendados estaban pletóricos con los
precios que empezaba a pagar 1a industria frigorífica u5 ( * ).

(.) En l9la, al discuiirse el proyecto de Contribución lnmobitiaria para Mon-


tevideo, hubo una apasionada cjiscusión en Ia Cámara de Representantes. Los
dipurados batllistas insistieron en la idea que ya era el centro de sus preocu-
paciones económícas y financieras: gravar la tierra y disminuir los impueslos al
consumo. Los diputados conservaCores, blancos y colorados, respondieron acusán-
dolos de "socialistas". EI representante colorado conservador Mora Magariños ar-
gumenló con cifras. Sostuvo que en un presupuesto de 32 millones, el impuesto
inmobiliario de Ia campaña y la ciudad (S 4.850.000) coniribuía con un 15o¡i,
cuando en la Argenlina ese impuesto sólo daba el 3%. El diputado olvidó los
llamados "recursos especiales" que hacían ascender las renfas a 48 millones Ce
pesos. Balaba así la contribución de los terratenientes al 9olo. (66) Mora Maga-
riños, por lo demás, había puesto un eiemplo poco edificante: en la Argentina
el gobierno representaba muy bien los intereses de la "plutocracia terrateniente",
pará usar un calificativo que puso de moda en 1904 Angel Floro Cosia.

56
Hasta 1914, en consecuencia, el equipo dirigente batllista
más que crear otro modelo fiscal, apuntó ciertas directivas para
prcceder a ese cambio en eI futuro. Hubo una tendencia a mo-
dificar los acentos del sistema impositivo, pero de escasa tras-
cendencia económica y social.
Prueba también esta afirmación, eI análisis de la ganan-
cia que sobre 1o pago por Contribución Inmobiliaria obtuvo el
hacendado tipo que examinamos en el capítulo anterior. Como
en el período 1905-191L los precios del vacuno eran desalenta-
dores, esa ganancia se redujo... al 1.171 %. A partir del au-
mento experimentado por los novillos luego de 1912, y a pesar
de haberse casi duplicado la Contribución Inmob'iliaria, 1a ga-
nancia ascendió aL 2.164 )1.
En estos años, el estanciero, protegido en sus intereses por
la activa y multiplicada policía rural, asegurado de 1a pa2 in-
terna por un fuerte ejército, librado de los derechos de expor-
tación convertidos en "benignas contribuciones", sólo pudo
quejarse del aumento de la Contribución Inmobiliaria. En ver-
dad, la estancia seguía todavía subsidiada por los otros grupos
sociales del país; eran mayores los beneficios que el hacendado
recibía del Estado que 1o que entregaba a é1. Su vigilancia gre-
mial y política se encargaría de que este panorama no cambiase.
Claro, habría que luchar. Al gobierno ya no 1o dominaban los
hacendados. El batllismo había demostrado poseer una inquie-
tante capacidad de maniobra para prescindir del apoyo "rura1".
¿.Hasta cuándo lograría mantenerla? La escisión de los once
senadores en 1913 marcó un primer y peligroso síntoma de gue
ella se angostaba; la derrota electoral del 30 de julio de 19L6
ia eliminó. El "alto" de Feiiciano Viera fue el fin del empuie
reformista, del "j¡q¡isf,i5¡¡e", aI decir del ideólogo de las
clases altas rurales, José Irureta Goyena.

57
PARTE II
LA GANADERIA:
LOS CAMBIOS Y SUS LIMITES

Capítulo I
lmpulsos al mestizaje

I - Del vacuno
Impulscs y no causas. Las causas presuponen el hecho y
buscan explicarlo. Los impulsos pueden teóricamente promover-
1o, pero no tienen Ia suficiente fuerza como para hacerlo im-
perativo. En la historia rural uruguaya Ia virtualidad es un
elemento con el que siempre debemos contar. Entre las razones
económicas internas y externas que conducían al cambio ( eI
vacuno mestizo ), se interponían las diversas maneras de con-
cebir 1a estancia que tuvieron 1os hacendados. Muchas de ellas
favorecían las modificaciones; otras, las detenían. El lesultado
fue, como se comprobará al evaluar los mestizos en relación aI
total de1 ganado existente, más endeble del esperado. Nuestros
estancieros no eran "homos oeconomicus" en estado de na-
turaleza.
Si se toman sólo en cuenta las condiciones políticas y eco-
nómicas, todo estaba dado para que eI país hubiese llegado a
la Primera Guerra Mundial con el giueso de su ganado vacuno
bien mestizado. No sucedió así. EI mestizaje creció a un rit-
mo rápido, los resultados se acumularon, pero los novillos crio-
llos o poco mestizados que zootécnicamente se equivalía-
-lodel 50 ,',i de las tropas ofrecidas a sa-
to.davía constituían más
laderos y frigoríficos en 1913 y 1914.

5B
La prirnera condición para proceder a una renovaciór-r to-
:al de la hacienda criolla mediante su cruza ccn el Herefcrd
c: el Shorthorn, la que habían reclamado Ios hacendados "p:o-
eLesistas" y la Asociación Rural desde su fundación en 1871
i:az interna- estaba dada. Mestizar significaba invertir-la en
reproductores puros y construir potreros para controlar las cru-
zas. E1lo requería poner fin a las guerras civiles. Los estanc.ie-
ros se qriejaron de la inestabilidad bajo la administración de
Idiarte Borda ( 1895-1897 ), y de la "paz armada" entre blan-
cos y colorados durante el gobierno de Juan L. Cuestas ( lBgB-
1903), por: ser factores políticos que desalentaban 1as inversio-
nes. Pero 1o que hemos denominado "segunda fundación del
Estado moderno", en 1904, terminó con las revueltas rurales.
La situación económica también favorecía aI mestizaje.
FIacerlo parecía no )¡a una opción, sino el único camino.
Era posible: las ganancias que proporcionó eI negocio de
estancia entre 1905 y 1914 fueron, como hemos ccmprobado,
elevadísimas. Basándose hasta 1911 en la explotación deI la-
lrar, nuestros productores pudieron capitalizarse y reinvertir,
sin ningún sacrificio pe:sonal grave, comprar toros de raza y
alarnbrar sus inmensos fundos. Lejanos estaban los días de Ia
c-isis de 1890. Los precios internacionales en alza, y el cré-
ciito liberalizado por la acción eficiente de1 Banco de ta Repú-
b,ica, pusieron ríos de oro en manos de 1os grandes estancieros.
Era tclmbtén necesurío. Lo sostuvo la "Página de ia Fede-
lación Rural" en e1 diario "El Siglo" de 1909 : " . . .todos se
coti.DerLcerL de que es necesario actiuar la mesttzactón y ua-
lo¡'izar las hactendas paralelamente a la subu contínua de los
c:¿¡ll.pos... [En la regzón, Jronterizu con eL Brasill ese equr,li-
l.íbrio necesarío estú. Toto, pues mientras los campos aumen-
tü& ertrüordínariamente su ualor, los ganados no han mejo-
rctio en l,a mísma relactón" ni. f,¡ 1908, voces del 9s Congreso
F.ura} Anual opinaron que era t'. . .llec€sario modtficar eL mé'
i'-,Jo se-cltudo por los estancieros ... desde que las condícto-
',es de cráa de nuestras haciendas han cambtado muchísímo en
¿s.ios últimos oños . . . Los campos en que aíue nuestro ga-
,,¡rclo se han ualorízado ertraordtnartamente de ueinte años
¡: esta ptarte; A com,o los gastos han aumentado proporctonal-
':Lente, un rendtrntento que entonces hubiese sido considerq¿lo
.:tttsfactorzo) es en la actuali,dad completamente insuficiente

59
para justiftcar la tnuerstón del, capttal. Por otra porte, conxo
gah,emos uísto, el mercado del tasajo ua dívninuAendo..."ó¡.
Lo que pensaban ciertos estancieros, 1o refrendaron los
técnicos tt', 10 comprendió el gobierno ?o, y Io compaitieron
los banqueros montevideanos tt: ya no existía relación entre
lo que e1 vacuno cr:iollo costaba, debido al alza del valor de
la tierra y otros insumos, y el precio al que se vendía a los
saladeros. Para salir de ese círculo de hierro el único camino
era el mestizaje. Las noviliadas Hereford eran capaces de
pagar Ia sub,a de los valores rurales (tierra, arriendos, aiam-
brados, construcciones); 1as criollas ya no.
El mercado brasileño para eI tasajo conocía dificultades
cada vez mayores "ante el exagerado proteccionismo" a los
saladeros y estancieros riograndenses. Había que competir con
una industria de carnes y una ganadería privilegiadas. EI pre-
cio del tasajo subía, pero no lo suficiente como para compen-
sar eI alza del capital tierra. La incertidumbre sobre la suerte
de Ia industria saladeril uruguaya actuaba como un acicate
para mestizar. Se escribió en el "Boletín de Ganadería" de
¡'El Siglo" en 1908: "lVo será. con economías tontas, como sería
la de comprs.r torltos o carneritos de poca sa'ngre, aparente-
mente baratos, en Dez de elegir lo mejor, que nuestros estall-
cieros consegutrún equilibrar sus presupuestos ... Procedien'
do así retrogradarán cada uez más g el' finaL será. que sus ??.o-
uítlos no seiuirán ni ptra eL frtgorífico ni para la erportaci.ón,
que son h,oy tas das esperanzas que Les quedan, no pudtendo
plreaeerse qué suerte le cabrá a la tndustría saladeril-.."12.
Finalmente, ahora ya existía en el país una fuerte de-
manda por vacunos mestizos. Ella ya se había insinuado en etr
período anterior (-1895-1904), pero en éste se incrementó: a)
En 1905 comenzó su actividad el primer frigorífico uruguayo,
y en 1912 lo hizo el segundo, de capitales estadounidenses;
b) A partir de 1903 las novilladas mestizas del iitoral halla-
ron otro mercado en 1os frigoríficos argentinos; y c ) Creció
el consumo montevideano, el más exigente y por tanto, el que
requería y podía pagar los animales de buena calidad.
En teoría, la demanda de los frigoríficos sólo podía ser
satisfecha con novillos mestizos, porque eI mercado inglés, a-
donde iban los cuartos congelados, exigía carnes de buena ca-
lidad, aquéIlas que el vacuno criollo jamás podría proporcionar.

60
..::luso resultaba más costoso congelar Ia carne del bovino
-:ro1lo debido a su fuerte proporción de agua (59,58 lL en la
-rrclla y sólo 38,97 l en la mestiza)73. Las razones derivadas
.:r=i exigente mercado británico eran las esenciales. Para los
:-ntempcráneos, frigorífico era s,inónimo de modernización y
.-;rcgreso. Lo afirrnó la Federación Rura1 en 1909: "Los Fri-
¡oríJicos no son sóLo factores económtcos en paóses colno el
:tLtestro. Su acctón es ciuílizadora, progresista, educati,ua, g has-
:u de prapaganda en el eÍterxor'. Los ganaderos que no han
'ruestizado sus haciendas permanectendo aferrados a las uíe-
:as prá.cticas A o, la cría de crtollos; esos nada tíenen que üer
con los Frtgoríficos. Sóio los que se han dado cuenta de las
:iecesidudes de La época ... los progreszstas, en una palabra,
;.on los llamsdos actualmente o. recoger los beneficzos de esa
ernpresa. Pero lu acción ciuilízadora que el Frígorífico ejerce
se hace sentír díariamente. Todos saben Aa en el país que el
¿stablecimtento no faena noutllos stno d"e carne ftna g cugo
Deso sea cuando nl.enos de 520 kilos; g todos soben tatnbi,én
2ue esos ganados se hu.n pagado este año ü 4t/2 g 5 centésímos
¿L kilo en pie, mientras los crzollos e inferiores se uendían . . .
:: precios mucho más bajos. De esas enseñanzas nace forzostt-
')!1ente el, lanzam,iento a la rn€s[,x7s¿?,[n:t rt.
Si frigoríficos y mestizos eran interdependientes, la fae-
:ra de los primeros tenía que alentar el nacimi.ento de los se-
gundos. Ella iba en aumento permanente desde 1905. Los va-
c'Linos muertos por nuestro primer frigorífico entre L905 y L906
alcanzaron un promedio anual de 4.300 cabezas; ese promedio
se elevó a 24.000 entre 1907 y 1911, es decir que se multipli-
có 1:or seis. El gran salto ocurrió entre 1912 y 1914, a raíz
:le la instalación del segundo establec,imiento: e1 "Montevideo".
tr1 promedio anual pasó a 163.000 cabezas, una multiplica-
¡ión de la faena por siete en só1o tres años ?5.
También creció Ia exportación de novillos en pie desde las
estancias del litoral hacia los frigoríficos bonaerenses. De 1Bg5
a 1904 el promedio anual fue de 3.920. De 1905 a 1913 se elevó
: 24.950, es decir que se multiplicó por seis 76. Es cierto que
-:o todcs esos vacunos iban a los frigoríficos. Algunos eran in-
'.'ernados en los feraces campos de la Provincia de Buenos Ai-
: es y recién entonces se los vendía a estos establecimientos o
. - abasto de la capital argentina. Pero, a los efectos de in-
-entivar el mestizaje, la demanda de los invernadores porte-

61
ños, como sólo se hacía sentir sobre los buenos ganados orien-
tales, obraba como 1a frigorífica. Otros vacunos exportados,
en cambio, eran los clásicos criollos que pasab'an a los satra-
deros de Entre Ríos desde 1os departamentos de Artigas ;r Sa1to.
en procura de un precio superior al abonado por nuestros sa-
Iaderos 7i.
El consumo de Montevideo fue el tercer factor que acre-
centó la demanda por ganados mestizados. Siempre había 11e-
vado las mejores reses, y 1o seguiría haciendo hasta que la in-
dustria frigorífica, plenamente instalada, se las arrebatase.
Montevideo asistió en estos años a una mejora de1 nivel de
vida de sus clases populares debida ai desarroilo de ia indus-
tria, a Ia plena ocupación que otorgaban las innumerables c¡bras
iniciadas o completadas bajo el batllismo (obras públicas: puer-
to, Palacio Legislativo, cuarteles, edificios universitarios: )'
constlucción privada ) y a las mejoras salariales que slls
agremiaciones y eI gobierno alentaron. La población. ade-
más, aumentó. Las cifras más ccnfiables pertenecet-i a ia
estimación de 1900 (268.000 habitantes) y al Censo Ce 1908
(309.000). Entre esos años eI incremento fue de1 15 ',.
E1e.¡ación de la población y de1 r-rivei de vida conduieron
a une mayor demancla de buena carne. De 1895 a 1904, 1os
mataderos que surtían a la capital faet-raron un promedio anual
de 133.400 reses \¡acunas: de 1905 a 1912 eI número se elevó
a 155.500, es deci:: un 16.5 ',. Eu 1913 y 1914 1a enorme faena
frigorífica y e1 aumento de precio de la carne, retrajeron a1
consumo. Pero éste jugó su rc1 precisamente en los años en
que los frigoríficos recjén comenzaban a actuar: 1905-19117*.
En otras palabras. mientras la demanda por buenos novi-
llos en los 10 años anteriores a la guerra civil de 1904 estuvo
reducida a 135 000 reses anuales a lo sumo ( consumo mouie-
videano más exportación hacia Argentina), entre 1905 y 1911
esa demanda casi se duplicó: 204.000 cabezas (consumo mon-
tevideano, exportación hacia Argentina y faena de "La Fri-
gorífica lJruguaya"). A partir de 1912-1914 creció hasta 326
mil cabezas ( consumo montevideano, exportación a la Argen-
tina v faenas de "La Frigorífica lfruguaya" y e1 "Frigorífico
Montevideo" ), otro incremento deI 50 91 .
Sin embargo, eI mejor argumento que los hacendadcs es-
cucharían en favor del mestizo sería el de su elevado precio.
Y lo escucharon, 1o que no quiere decir que forzosamente io
62
atenCiesen. EI frigorífico antes eI abasto capitalinc-
::izo oir su \¡oz. Afirmaba-como
un estanciero de Soriano en 1g0B:
''Hace 20 años "los más" mtraban con lá.stima d "los meylos"
,.:ue gastaban intportantes sumas e,rl toros puros o mestizos
otra reftnar sus ganados; pero a los 4 o 5 años, cuando uieron
ll¿e "¿os nlenos" uendíqn sus mestizos o 5 o 6 pesos más
aue los criollos, recién les entró por los ojos aquella chifla-
dú'a A todos qutsteron ser locos. . . " ?1|.
Era posible, en efecto, que el precio pudiera volver "locos"
a ]os cuerdos, es decir, en este caso a los rutinários. Los fri-
goríficos pagaron siempre más por el mestizo que por el crio-
-lo. cuando sucedía excepcial pero que ocu-
r-¡ió- que compraran-gi¡gun5f¿ncia
ambos.
En 1911 Ia "Dirección de Abasto, Tabladas y Mercados"
eiaboró a pedido de la Asociación Rural un informe acerca
:1e las cotizaciones alcanzadas por el ganado bovino entre 1905
r- 1910. De é1 se deduce que el precio abonado por 1os novilios
rrestizos fue 15,3 '/; superior al pago por los criollos -"0. La di-
ierencia podía ser mayor si se trataba de novillos "especiales",
b:en invernados y prcducto de un mestizaje cuidadoso. En
1905, por ejemplo, un lote de esos novillos se vendió ai do-
:--le del precio logrado por los criolios s1.
Los frigoríficos abastecedol:es y carniceros, tenían parti-
cnlar interés en alentar ese tipo excepcicnal ,C.e haciendas,
::ues él era el que mejor se adaptaba a los procedimientos téc-
:ricos del congelado y a Ia exigente demanda británica e in-
.-iuso montevideana. Por ello, organizaron el 25 de agosto de
i912 un concurso de novillos gordos en Montevideo. Los ha-
cei-:.dados premiados (soc,iedades anónimas alemanas, inglesa,s,
-rai-icesas, y algún alto dirigente de Ia Asociación Rural como
Carlos A. Arocena), presentaron ejemplares que pesaron entre
500 y 1.000 kiios, excepcionales en eI país, y en varios casos,
zoctécnicamente monstruosos. Se logró un precio prome,dio
::,or kilo de peso vivo de § 0,22, llegándose a vender un no-
'.'illo en $ 500. Claro que, como lo decía la Memoria del Mi-
risterio de Industrias ". . .ese precío excepctanul, [fue] debtdo
: q'ue con él han querido estzmul,ar los gerentes de frigorí-
-icos, abastecedores, carntceros, etc., a nuestros estancie-
''a.q. . " s:.
La entracla en funcionamiento del segundo frigorífico
acentuó esa búsqueda de1 mejor mestizo y e1 consi-
-1912-
63
guiente premio económico a su criador, abonándole una co-
tización que debía servirle a éI de aliciente, y de castigo a los
que seguían perseverando con productos de inferior calidad o
con los criollos. Los consignatarios de ganado Victorica y Mui-
ños, que tenían a su cargo informar a Ios estancieros desde las
columnas de "El Siglo" acerca de las fluctuaciones y ten-
dencias en Ia Tablada de Montevideo, escribieron a fines de
!912: " . . .en níngún año como en eL presente se ha cl"asifícado
tun seriamente el, ganado en uenta. Hasta ahma se miraba la
cl*se, sz no como cosa secundarta, al menos c.omo de poca im-
portancia, g así ueíamos que con frecuencía se uendían al mis'
mo precio lotes de poca sangre en competencia con los de
alta m,estizacíón. Este año las cosos han cambiado, tal uéz
camo consecuencia de la acción de los frigoríftcos, E los lotes
de clase fzna y bíen preparaúos tíenen una gran pt"eferencia
en los precios E en la demanda . . . Ayer esa sttuación se acen'
tuó pagándose los lotes especiales a qlLe nos uenímos refiríen'
do a 78 E 79 miléstmos kílo, mrentrus los más intertores hasta
tlegar a los criollos, íban en descenso rel,atíuo, haciéndose ne-
gocios en nouillos críoll,os a 7 cts. kilo" 8:r.
La escasa diferencia entre criollos y buenos mestizos en
eI precio por kilo ($ 0,01), no debe hacernos olvidar que al
hacerse la venta aI peso, la distinta cotización se hacía nota-
ble. Podemos estimar, de acuerdo a fuentes de época sn, Qü€
un novillo criollo pesaba, término medio, 400 kilos, Ios que
a $ 0,07 el kilo vivo representaban $ 28, y un mestizo bueno
pesaba, también término medio, 500 kilos, los que a $ 0,08
eI kilo significaban $ 40.
Fue. por consiguiente, 1a incorporación deI "Frigorífico
Montevideo" a1 grupo de compradores de la hacienda de cali-
dad, 1o que determinó un margen amplísimo para los productos
mestizos: a fines cle 1912 se cotizaran en Tablada un 43 i4,
más alto que los

Pero de 791.2 a 191"4 el país conoció una insólita coyun-


tura: la lucha por el dominio del mercado de haciendas entre
los capitales ingleses y estadounidenses representados por los
dos frigoríficos existentes, a 1o que vino a sumarse, en la n1e-
dida en que su capacidad financiera 1o permitía, el combate
de los saladeristas por sobrevivir y no dejarse arrebatar fodos

64
los ganados. Los frigoríficos pagaban mejores precios por Ios
nestizos, pero también excelentes por los criollos. Los sala-
deristas debían seguir esa carrera o sucumbir. Sucedió en esos
años que e1 novillo mestizo subió a $ 40, es decir casi un 100
por ciento en relación a los precios vigentes entre 1909 y 1911.
Pero también ocurrió que e1 novillo criollo, cotizado a $ 14.73
en 1911 r o a $ 18 si tomamos en cuellta el trienio 1908-1910 r.
ascendió a $ 28, es decir, un 100 'l si partimos del precio vi-
gente en 1911, y un 56'rá si partimos de los corrientes entre
1908 y 1910.
Ninguna duda desde el punto de vista teórico: e1 frigorí-
fico debía comprar sólo mestizos, pero a raíz de la implan-
tación del trust estadounidense de la carne y sus deseos de
clominar el mercado uruguayo, compró también criollos.
Era cierto que 1os frigoríficos pagaban mejores precios
por los mestizos que por los novillos criollos o mestizones;
pero es que eI problema no debió haberse planteado así, sino
de este otro modo: los frigoríficos pagaban el único novillo
que compraban: el buen mestizo. Pero la teoría no hace Ia
historia v menos ia de una pequeña nación como el Uruguay.
Ei deseo del capital estadounidense de instalarse con firmeza
r. monopolizar nuestro reducido mercado de haciendas, condu-
jo al Frigorífico Montevideo a elevar el precio de todos 1os
ganados y criollos-, y aunque sí pagó mejor 1os
mestizos, -mestizos
también compró, contra toda lógica aparente, criollos
r' "ntestizones".
Los estancieros de "vida arcaica" no dejaron de advertir
este hecho que pareció confirmar 1o rentable que seguía sien-
dc la rutina.

2 - Del ovino
Circunstancias más complejas influyeron sobre eI mesti-
zaje del ovino, que fundamentalmente consistia en el pasaje
iiel merino l¿¡¿- al cruza con razas inglesas--ob-
-objetivo:
jetivo doble: carne y lana.
La elevada cotización internacional que la lana fina al-
¡enzó en relación a la lana cruza hasta 1913-1914, contrarió la
:eirdencia a desmerinizar nuestras majadas que 1os frigorífi-
c-,s alentaron.

65
Frigoríficos, exportación en pie a la Argentina y abasto,
pedían el mestizaje con las razas inglesas de carne, en parti-
cular, la Lincoln. Muchos estancieros, en 1a región del litoral
y eI sur sobre todo, donde se hacía sentir con fuerza Ia de-
manda de los frigoríficos argentinos, cambiaron sus rebaños
por entero adoptando el Lincoln, pero eI país en conjunto, aura-
que incrementó estas cruzas, no abandonó aI merino. A dife-
rencia de lo acontecido en la Argentina, aquí la desmeriniza-
ción fue tardía, aunque más rápida que el mestizaje del va-
cuno. Es factible que ello se deba aI dinamismo de que sient-
pre hizo gala Ia clase media rural, propietaria de la mayoría
de las majadas, en oposición al arcaísmo de los grandes hacen-
dados, propietarios de la mayoría de los rodeos.
Ocurrió una situación paradojal: aunque los impulsos eco-
nómicos que promovían el mestizaje del vacuno eran más fuer-
tes que los que promovían Ia desmerinización, ésta fue más
profunda que aquéI. Es que los protagonistas de ambos pro-
cesos no eran los mismos.

A pesar de que las lanas merinas finas se cotizaban me-


jor que las cruzas, argentinos y neozelandeses sabían bien que
el menor precio de sus lanas gruesas estaba más que compen-
sado vendiendo los capones y corderos a los frigoríficos. El
ovino doble propósito y carne- rendía más utilidades
que el ovino que daba -lana
sólo lana s5.
A partir de 1905, eI mercado para las caponadas se am-
p1ió en el país. La exportación en pie desde el litoral urugua-
yo hacia los frigoríficos bonaerenses se acrecentó. Según la
Estadística aduanera, a todas luces minimizadora, entre 1Bg5
y 1904 se envió a Buenos Aires un promedio anual de 91.000
capones. El 12 de mayo de 1905, el gobierno de Batlle elevó
el aforo sobre el que se pagaba eI impuesto a estos envíos.
El B % se cobraría, desde ese momento, sobre $ 2 por cada
capón o carnero y no sobre $ 0,50. La medida significaba cua-
druplicar el gravamen y fue adoptada para evitar " . . . qtle en
uirtud de ese bajo aforo g de la oalorización que ha tenido
el producto, resulta que el, Estado acuerda utur Wotección a
la manufactura ertranjera con d,etrimento d,el capital g de'!,
trabajo nacional, que debe Wgar d,erechos g patentes ile e*

66
:,":iación por los cTleros, gro,sas g carne de los lanares que
-:','-'íc 0" los mercados consunlidores del etteri,or. .,,86
EI nuevo equipo dirigente, coherente co,n su política for-
::.lecedora de la industria nacional, buscó así reseivar las ca-
:':':adas orientales aI recién inaugurado frigorífico uruguayo.
Pe¡o la corriente exportadora estaba ya establecida, el iío se
:'c'día cruzar sin mayores embarazos por casi todos lados, evi-
::,ndose el pago de1 impuesto, y los frigoríficos bonaerensés
. rrenudo abonaban un precio mayor que .il.a Frigorífica Uru-
:-uaya". Los capones se siguieron remitiendo. La Estadística
,=Cuanera confiable todavía a raíz del mayor contra-
¡.ando- indica -menos
que entre 1905 y 1913 partieron desde ei liío-
:al 107.000 capones anuales hacia Buenos Aires, un aumento
-iel 17 % en relación al número enviado en eI perío,Co ante-
:rcr ti. La prensa y otros entendidos juzgaron que estas eifras
,cultaban un volumen mayor. En 1911 y 1gl2 se estimó 1a
:ri:ortación en 200.000 cabezas anuales 88.
Pero eI factor que más contribuyó a la lenta desmerini-
:ación fue el frigorífico. Alvarez Vignoli, eI primer historia-
:1or de la ganadería en eI país, sostuvo en 1g1T que cuando
en 1904-1905 el primer frigorífico uruguayo inició sus faenas
' . . .con 100.432 lanares, pagando
un precio unitari.o d,e un
40 'i supertor al obteni.do en los graserías, una uerdad,ero. re-
'-olución se prodl¡s¿ en el rebaño nacional',, pues bajo su in-
:iujo el Lineoln tenía asegurado el triunfo final sobre el me-
rno. Aunque el término "revolución" parece exagerado dada
-a parsimonia con que se efectuó el cambio, el análisis es pers-
:icaz s0.
De 1905 a 1906, el promedio anual de faena de1 primer
:rigo:ífico fue de 83.000 capones. Se eievó a 135.000 entre 1g0T
-. 1909, dio otro gran salto en el bienio 1910-1911 duplicán-
lolas: 266.000 cabezas. Al comenzar a funcionar en 1912 eI
Figorífico Montevideo, hubo otra alza. En el bienio 1912-1913
se sacrificó un promedio anual de 321.000 capones. A partir
:ie 1914 los números descienden: es el reinado absoluto dei
',-acuno e1 que ahora se impone debido a la demanda euro-
¡ea generada por la Primera Guerra Mundial.
Estas cifras son elevadas y la tendencia es alcista hasta
i914, pero no debemos olvidar un rasgo de nuestros prime-
:os frigoríficos: los vacunos les interesaron más que los ovi-
ros. La industria frigorífica en sus albores comenzó conge-

67
Iando e1 animal más pequeño, e1 ovino, por razones técnicas
y de mercado. Ei congelado no había avanzado 1o suficiente
entre 1880 y 1900 como para atreverse con la res mayor, el
vacuno; se requerían maquinarias más poderosas y perfectas.
Los consumidoles ingleses, de su parte, recibían muy bien el
capón argentino y el cordero neozelandés. A partir de 1900,
técnica y necesidades del mercado isleño cambiaron. Aquella
se perfeccionó y eI congelamiento del vacuno se hizo con efi-
caeia; la demanda inglesa por carne vacuna creció al dismi-
nuir eI ganado en pie enviado por los Esta,Cos Unidos.
EI Uruguay, por llegar tarde a la era frigorífica, casi salteó
esa primera etapa del ovino congelado que conocieron argen-
tinos y neozelandeses. Aquí llegó eI frigorífico en su era del
vacuno. Para esta industria, eI ovino fue casi un subproducto.
Incluso en el caso de "La Frigorífica lJrugua-va". monta-
da con una técnica ya deficiente para su época, la tónica Ia
dio eI vacuno. Entre 1904 y 1912, la carne faenada por ese
establecimiento se distribuyó de acuei:do a estos porcentajes:
37 % de su kilaje provenía de capones,63 '; de vacunos La
entrada del "Montevideo" en 1912 acentuó este rasgo. El si-
guiente cuadro demuestra 1o antedicho r"':
Años Kilos carne 7o valor aforo Kilos ca¡ne !d valor aforo
va cun a denlro de la ovina dentro de la
exportdción total exportación total

'l90.r-05 l.l8ó 285 0,2 2.132 539 0,4


'r
905-0ó 1.157 0,2 1 .389 789 o,2
1906 07 4.O84 497 4,7 2.915 174 0,5
I 907-08 6.270 077 0,9 2.642 512 0,4
r 908-09 7 .586 898 I 3.236 283 0,4
I909-10 8.674 252 I s.371 521 0,8
'19t0-'l I 5.732 140 0,8 5.9ó8 216 0,8
191 1-t2 17.301 535 2 7.609 537 1,1
'1913-',t4 /,) 1,4

De las 9 zafras analizadas, en sólo 3 ( 1904-5, 1905-6 y


1910-11) los ovinos fueron la columna vertebral de la indus-
tria frigorífica, y eilo só1o rotundamente en las dos primeras.
A posteriori, el vacuno fue el protagonista.
Insistimos en este hecho para que se valore con precisión
e} relativo impulso que nuestra in'dustria frigorífica dio al mes-
tizaje del merino con razas inglesas de carne' En primer lu-
6B
.:r'es evidente que 10 alentó. Si a la demanda habitual c1e
-,,,s establecimientos bonaerenses (200.000 cabezas por ario r.
sirnamos eI promedio anual de faena ovina de los frigoríficos
::-rcntevideanos entre 1905 y 1913 (192.000 cabezas), se llega a
la conclusión de que esos establecimientos duplicaron eI mer-
cado que los hacendados tenían para sus caponadas. Interesa
nás, sin duda, que los frigoríficos montevideanos hicieran sen-
rir su influencia fuera del litoral, ya de antes mestizado por
la demanda de sus similares argentinos. En este sentido, e1
sur y el centro del país recibieron alicientes para modificar
sus rebaños en Ia misma medida en que desde hacía ya d'iez
años los venía recibiendo el litoral. En segundo lugar, es ob-
r-lo que esta sola demanda no exigía un cambio total de nues-
tros rebaños, pues Ios frigoríficos ya habían decidido que e1
centro de su interés estaba en el vacuno mestizo y no en eI
ovino cruza. Llegó a suceder un hecho que probó Io bien que
se combinaron los "frigoríficos del vacuno" con los hacenda-
dos de mentalidad conservadora resistentes a desmerinizar. El
estanciero Gilberto J. French, recibió en 1907 una sugestiva
carta del Presidente de "La Frigorífica IJruguaya", Thomas
Stevenson. en que éste le comunicaba los puntos de vista de
su empresa sobre la raza de capones preferida: "Soy de opt-
nión de que bajo el, punto de uista del, interés de los críadores
y considerando la generalidad de los campos, la raz& merina
es la clue da mejores yesultados. Respecto de la Lana, no existe
duda ... en cuanto a las caponodas, es cuestión. debatida. El
estancíero por lo general, retiene sus caponddas para e"squílar-
las 3 o 4 ueces, oendténdol,as cuando los animales tienen ga
Íodos sus dien:tes permanentes. Los capones Lincoln de esa
edad, tienen demasiado peso para el frígorífico, A su carne
sufre una deprecíactón en los mercados consumtdores, mien-
tr{LS que los merznos de buena clase, está.n a esa edad en la.
tnejor condicíón... La úntca uentaja que eL Llncoln ttene
sobre el merino consi,ste en las condiciones del cuero para la
cut'tiduría; pero creo que eL cri,ador debe tener en cuenta
orímero la lana; después la carne A por último, el cuero. De-
secllnos un merino de buen cuerpo y buena lana con preferen-
cía a un Lin¿oln': sr.
Para eI Presidente del frigorífico, un "merino de buen
cuerpo y buena lana" era preferible a un aventajado Lin-
coln. el que prcducían los estancieros uruguayos, dada su "la-

69
na-manía", valga la expresión. Si el productor, con tal de
esquilar los capones 3 o 4 veces 1os vendía ya "pasados" aI
frigorífico, resultaba más conveniente para éste eI merino,
por ser menos pesado que el Lincoln, cuya carne se depre-
ciaba a medida que el animal franqueaba su edad óptima:
2a4 dientes.
En conclusión: por llegar tarde al Uruguay, eI frigorífico
descargó sus impulsos favorables aI cambio en eI vacuno y
mucho menos en la modificación de las majadas.

Mayor influencia en la promoción del mestizaje ovino con


razas inglesas de carne tuvo, tal vez, el cambio que experi-
mentó eI precio de la lana desde 1913-1914. La demanda por
fibras gruesas, típica de Ia primera contienda mundial y del
clima prebélico que ya se vivía en 1913, hizo aumentar la co-
tización de las lanas cruzas. La ropa de invierno de los solda-
dos se hacía con ellas; no con los productos meiinos vincu-
lados a1 lujo de las clases medias y altas. Si a ese cambio en
la demanda mundial de lanas, unimos 1a demanda de los fri-
goríficos por el Lincoln, podemos entender eI progresivo de-
sarrollo de las razas inglesas en detrimento del merino ( t ).
***
(*) Otra fuerza que pudo conlribuir al mesllzaie del ovino con Ias razas in-
glesas fue la demanda de la capiral. De 1895 a 1902 la población montevideana
consumió un promedio anual de 4ó.000 ovinos; Ce 190ó a 1914, el promedio
casi se duplicó: 88.000 (9r). A ello hebría que agregar otro aumenlo: el cie
la mafanza de ovinos para los pobladores de campaña. Ruano Fournier opinó en
I93ó que por refinarse y subir de preclo los rodeos vacunos "la carne ovina
sust¡tuye a la vacuna en la alimentación de las estancias y pueblos del interlor".
(03) Pero la demanda montevideana era menos exigenfe que la inglesa. y podía
ser conformada con buenos capones merinos o mal mestizados Lincoln. En cuanlo
a la campaña el estanciero la surtió siempre con los animales de "refugcf', los
más vielos y desechables, que ya ni buena lana daban. Para los pueblos ciel
interior, y sobre todo las peonadas, las oveias, fueran de la clase que {ueran,
bastaban. La entrada de la carne vacuna al frigorífico, y por consiguiente al
mercado de las naciones indusirializadas, tuvo esle efecto insospechado: cambió
la dieta del peón y de la población de campaña. El tradicional asado vacuno
quedaría reservado para los días festivos. Había que alimenlar a Gran Breiaña
que era quián pagaba. Fue el proletariado rural el primero en sufrir el efeclo
de la tensión enfre la demanda externa y la interna.

70
Resumiendo: el mercado pagó mejor el vacuno mestizo
que el criollo, pero la guerra inter-frigorífica de 1912-191-l tuvo
eL curioso efecto de alzar eI precio de este ,último. La tenden-
cia, empero, era clara desde el punto de vista económico: las
empresas frigoríficas siempre preferían los mestizos, y harian
toda la presión posible para erradicar el producto deI Uruguay
tradicional.
El mercado también premiaba a los criadores de capona-
das inglesas, pero en este caso la demanda no era tan exigente
ni premiosa, pues los frigoríficos ya vivían del vacuno.
¿Qué harían los estancieros ante estos reclamos del mun-
do exterior que la industria frigorífica tradujo en una de.
manda selectiva?

7L
Capítulo ll
La difusión de las razas inglesas

I El vacuno

En los diez años transcurridos entre 1905 y 1914, el irri-


mero de animales vacunos puros inscriptos en los Re-gistros
Genealógicos de la Asociación Rural experimentó un salto es-
pectacular.
Desde que fueron abiertos en 1BBT hasta 1894, la media
anual de inscriptos fue de 28 cabezas; aumentó a 190 entre
1B95 y 1904, y a 1.596 en eI decenio 1905-1914. Para medir
mejor la importancia de este último período, diremos que de
los 18.087 vacunos inscriptos entre 1BB7 y 1904, e1 1 !i 1o
fueron de 1BB7 a 1894, el 11 % de 1895 a 1904, y el BB ',
de 1905 a 1914 ca.
El análisis de las dos razas dominantes en el país nos
permitirá apreciar el avance tanto de los b'ovinos puros impor-
tados, como de los nacidos en eI país 0;.
CUADRO I
NUMERO DE BOVINOS HEREFORD PUROS IMPORTADOS Y NACIDOS EN EI PAI9
Años lmportados Nacidos en el país

r 895- I 904
promedio anual 38 66
I 905 460 215
I 90ó r88 433
1907 470 579
1 908 il3

909 83 7aq
'| 8ó9
1910 15
l9l I 40 908
'I l1ó
]912 132
19r 3 167 l'133
1905-l9l 3
promedio anualt 19ó 757

72
Los importados pasaron de un promedio anual Ce 38 cabe-
zas en e1 decenio 1895-1904, a otro de 196 entre 1g05 t' 1913;
eI aumento fue del 415 '1,. Los nacidos en el país, de ü, p.o-
medio anual de 66 se elevaron a otro de 757; el aumento fue
( del 1.046 ?'o.
I

i La comparación entre los Hereford nacidos en el pais e


im¡ortados, permite deducir que a partir de 1906 se manifes-
tó en cifras significativas el predominio de los pr,imeros sobre
los segundos. Si bien ese predominio también existió en el pe-
ríodo 1895-1904, ello sucedió en relación a cifras muy bajas,
inferiores a las 100 o 200 cabezas. Luego de 1908 la distancia se
acentuó; mientras en 1906 y 1907 los nacidos en el país ape-
nas doblaron a 1os importados, a partir de 1908 fueron casi
B veces más que éstos.
El siguiente cuadro muestra una evolución similar para
Ia segunda raza bovina de1 país, eI Shorthorn:
CUADRO II
NUMERO DE BOV¡NOS SHORTHORN PUROS IMPORTADOS Y NACIDOS EN Et PAIS

Años lmportados Nacidos en el país

r 895- t 904
promedio anual 28 5I
r 905 'I09
157
1 90ó r53 175
tgoT 157 270
1 908 166 420
r 909 120 424
'1910
54 497
t9lt 17 329
t9t2 53 502
l9 t3 175 645
1905-19t3
promedio anual: ltI JOJ

Los importados pasaron de un promedio anual de 28 ca-


bezas en eI decenio 1895-1904, a otro de 111 entre 1905 y 1g13;
el aumento fue de 296 %. Los nacidos en eI país, de un prome-
dio anual de 51, se elevaron a otro de 383; el aumento fue de
650 '.i .


La comparación entre Shortho:n nacidos en eI país e im-
portados permite afirmar que en este caso fue recién a partir
de 1908 que la distancia se hizo significativa; en ese año los
primeros doblaron a los segundos; luego, casi sin interrupcio-
nes, los nacidos superaron a los importadcs multiplicándolos
porSoGveces.
Estas cifras prueban que existía en el país una base cuan-
titativa importante cie bovinos puros para proceder a un am-
plio mestizaje; a Ia vez, el número siempre creciente de puros
nacidos país, testimonia eI definltivo asentamienio dE
"n "t'
las cabañas 'nacionales puesto que ellas los prcducían.

t**

Todos los tanteos y discusiones que hemos reseñado en


los tomos anteriores acerca de qué razas inglesas debían ser-
vir de base al mestizaje, se redujeron en este período a dos
posiciones o Shorthor¡-, siendo predominante la
primera. -Hereford
Aunque ya 1o adelantamos en el Tomo III, conviene re-
cordar que eI Hereford fue Ia raza ideal para los estancieros
dadas las características de nuestro suelo no deseaban
-que
reformar-, y las necesidades del mercado internacionl. EI ras-
go más elogiado por Ios contemporáneos rusticidad-
probaba que los cria,Cores estaban dispuestos-su
al cambio siem-
pre y cuando éste no significara la alteración total del siste-
ma de explotación imperante. El Shorthorn sólo conservaba
sus mejores cualidades precocidad y elevado peso en
pie-, únicamente cuando -gran
recibía excelente alimentación. Po-
cas praderas naturales de la nación se ia podían brindar. El
Hereford, en cambio, se adaptaba a toda clase de campos y
casi a toda clase de cuidados. Esta raza era eI complemento
ideal de la mentalidad "arcaizante" de nuestros grandes ha-
cendados: se conformaba con los cambios mínimos. Lo con-
fesó uno de ellos en 1908i "...precisamente ahora que la seca
ua apretando, ueo que tni,s "Pampas" resisten mucho mejor
que los Durham los efectos de la escasez de pasto, g que st, no
están mug gordos que digamos, tampoco sufren ertremad.a-
nlente . . . Después de muchos oños de pró.ctica me he conven-

74
: do que lo que nos conutene son preci,samente los Hereford,
mas rústicos, engordan más, A Lo que es más
:-'.Le so't1, mrucho
,'tportante, conEeruan la gordura aTlnque el tíempo aenga
' :clo. . ." 96,
Además, en cuanto a rendimiento porcentual de carne en
:elación al peso vivo en las estancias rioplatenses, el Hereford
.;brepasó aI Shorthorn. Así se comprobó en las exposiciones
ie Palermo organizadas por Ia Sociedad Rural Argentina en
1910 y 1911'07.
Aunque el Shorthorn todavía pareciese disputar la su-
premacía aI Hereford en las exposiciones ferias departamen-
tales de 1"910, 1911 y 1912e8, éste había vencido. Lo reconoció
un estanciero inglés del departamento de Soriano ya en 1905,
:.i comentar los ejemplares exhibidos por los cabañeros uru-
guayos y argentinos en las exposieiones de Mercedes y Pa1er-
n1o: "...en la raza Hereford, nosotros, los orientules, hemos
cuidado g mejorado esta raza más que los argentinos. . . pero
en la raza Durham, estamos lejos de los argenttnos. . " '0. Nue-
\ia prueba de esa preferencia, que se estaba convirtiendo en
hegemonia del Hereford, fue que eI Gran Campeón Hereford
de la exposición de Palermo celebrada en mayo de 1910 en
Suenos Aires, y eI Gran Campeón de la misma raza en Ia
"ReaI Exposición" de Inglaterra en 1910, fueron adquiridos
por importadores uruguayos 1o0 ( x ).
Las cifras de Ia importación de bovinos puros por razas
:evelan eI predominio del Hereford y el Shorthorn, a la vez
que la creciente hegemonía del primero. Mientras de 1899 a
i903 se importó un promedio anual de 65 Hereford, de 1905 a

(.) La Revisla de la Asociación Rural dló cuenta en febrero de 190ó de


cira buena noticia para los criadores del Hereford: el afianzamiento en lcs Es-
t¿dos Unidos del Hereford mocho, sin astas, llamado Polled-Hereford. El ganado
s n astas era el mis Ceseado ya que se lograba un amansamiento mayor y
Í¿cilitaba el transporte en los vagones de ferrocarril. evitándose las heridas que
rcn las guampas siempre se hacían enlre si los novillos. Según la Revisfa, la
cr;za da los toros Hereford mochos con vacas Hereford con astas había sido
muy satisfactor¡a. Aseguró uno de los cri¿dores pertenecientes a la Nalional
Poiled Hereford Association, reunida en Chicago, en diciembre de 1905: "...e|
Hereford mccho ya (ha) tomado carta de ciudadanía".1101¡

75
L913 eI número se elevó a 196: aumento del 200 l.¿ . Los Shor-
thorn, comparando los mismos períodos, ascendieron de 62 ca-
bezas a 111: aumento de1 79 /otot. Las otras razas figuran ccn
cifras mínimas. EI siguiente cuadro es demostrati','o:
cuADRo ilr
IMPORTACION DE BOVINOS PUROS POR RAZAS. I887.19I3

R azas N9 cabezas 7o dentro del toral o/o corresPondients


cabezas importadas al período 1905.1913

Hereford 2222 ó0 79,5


Shorthorn 1321 36 76
Normanda 64 2 '100

Polled Angus 56 1,3 9I


Holando Uruguaya t0 o,2

El 60 % de todos los vacunos puros importados desCe


y eI 79,5', de eilos llega-
1887 hasta 1913 fueron Hereford,
ron al país entre 1905 y 1913.

Conocemos con precisión. para los años anteriores a 1909,


la difusión de los bovinos puros en las 3 regiones ganaderas
del país: eI avanzado litoral r Colonia, Soriano, Río Negro 5r
Paysandú ) dinamizado por Ia clase media rural y eI gran ha-
cendado de origen europeo; el centro-sur (Lavalleja, Canelo-
nes, Florida, Flores, San José y Durazno), de economía rlás
diversificada pues allí coexistían agricultura cerealera, explo-
tación del vacuno y un gran desarrollo ovino; y e1 norte y este
(Artigas, Cerro Largo, Treinta y Tres, Tacuarembó, Salto, Mal-
donado y Rocha) dominado en parte por la gran propiedad en
manos de hacendados de origen riograndense, con rasgos de
explotación "arcaicos".
Si comparamos las tres regiones en dos períodos, 1Bg5-
1904 y 1905-1908, observaremos cómo el destino de los Here-
ford y los Shorthorn importados y el origen de los nacidos
en eI país prueba una mayor difusión de las dos razas en toda

to
la República, aunque sigue siendo notoria la gravitación del
litor.al 10r :
CUADRO IV
HEREfORD PUROS INSCRIPTOS

R e g:one s lmporlados Nacidos en el país


I895-1904 I905-1908 t903-t904 r905-1908

r':-.:l 69% 59 aA 64 "/o 60 "/"


,: -.-c-sur 19 Yo 1A ot^
33 0/"

: y e:te 12 "A 17 aÁ 7 o/o


7%

CUADRO V
SHORTHORN PUROS INSCRIPTOS

- -:'nl 83 0A 48% 70% 56%


l:.' o-sur 14% 40 o/"
3s%
r.a ie y esie 3 o/o
12 0h 6% 9 o/o

De los Hereford importados, eI centro-sur del país reu-


:rra en ios años 1895-1904 sólo el 19'),(; entre 1905 y 1908
.runiei'rtó al 24 'ii. De Ios nacidos en eI país, esa región pasó
¡rel 29 i,i al 33 'zá. Aumentos más importantes en el Shor-
-.:.rr1: 1os porcentajes se elevan del 14 al 40 y del 24 ai 35.
^j-:'tantt.;, de una cuarta parte a un tercio de las dos razas in-
--=sas dominantes tenían ya su asiento en eI centro-sur.
De los Hereford importados, el norte y este concentraron
:.: los airos 1895-1904 el 72 ',:i ; entre 1905 y 1g0B aumenta-
- - ,r ai 17 ',, . De los nacidos en el país, en cambio, e1 por-
-:.riaje se mantuvo en eI 7. Otra vez'se advierte mayor d,ifu-
: i.r, par& el Shotthorn: los porcentajes respectivos se eleva-
- -: del 3 al 72 y del 6 aI 9. En esta región los progresos fue-
:-,t lentos. Es interesante comprobar que eI salto mayor lo dio
-,- laza inás delicada y exigente: el Shorthorn. Que ello su-
-:riese en la z.ona de mayor atraso del país (en el sentido
r-:rrómico y lato dei término), puede parecer contradictorio.
-. io es si tomamos en cuenta que el n'úmero de Shorthorn
, -.r'cs inscriptos desde allí fue, no sólo muy modesto en tér-
'.-.-::os absolutos, sino también indicativo de que
en el norte
'' =ste todavía era notable la brecha entre hacendados ,'pro-
.:=sistas" a la raza más difíciI de explotar- y
.,.::ldados-deCicados
comunes, que ni siquiera mestizaron con el rústi-
- iierefo:d. En e1 norte y este ocurrió entre 1905 y 1913 lo
' .- acaeciclo en el litoral veinte años atrás: los que mestiza-

7i
1a República, aunque sigue siendo notoria 1a gravitación del
litoral 1Tr:
CUADRO IV
HERETORD PUROS INSCRIPTOS

Re g iones lmportados Nacidos en el país


t895-1904 1905.t908 't903-1904 r905-¡908
Li"::¡l 69 aA 59 Yo 64 "/" 60 9¿
C:-:"c-sur )9 1,o 24 "io 29 "/" JJ :O
N;':3 y esle 7%

CUADRO V
SHORTHORN PUROS INSCRIPfOS

L r:ral 83 o/o 48 0k 70% 56 "/o


Ce¡iro-sur 14 "k 40% 24 o/o
35 o/o

No rie y este 3 "/o t2 0h 6 o/o


9%

De los Hereford importados, eI centro-sur del país reu-


nia en ios años 1895-1904 sóIo el 19'¡i-; entre 1905 y 1908
aumentó al 24 ')¡. De los nacidos en e1 país, esa región pasó
ile'x 29 ,¿,í aI 33 fi,. Aumentos más importantes en eI Shor-
ilrorn:los porcentajes se elevan det 14 a} 40 y del 24 aI 35.
Por tanto, de una cuarta parte a un tercio de las dos razas in-
giesas dominantes tenían ya su asiento en. el centro-sur.
De los Hereford importados, el norte y este concentraron
en los años 1895-1904 el 72 ()i ; entre 1905 y 1908 aumenta-
rci.n al 17 frl . De los nacidos en el país, en cambio, el por-
ceritaje se mantuvo en el 7. Otra vez'se advierte mayor difu-
sión para el Shorthorn: los porcentajes respectivos se eleva-
rc)n del 3 al 12 y del 6 aI 9. En esta región los progresos fue-
xo¡l ]entos. Es interesante comprobar que el salto mayor lo dio
ia raza más delicada y exigente: el Shortholn. Que el1o su-
csdiese en la z.ona de mayor atraso del país (en eI sentido
e:Gnómico y lato dei término), puede parecer contradictorio.
No 1o es si tomamos en cuenta que el numero de Shorthorn
Iluros inscriptos desde allí fue, no só1o muy modesto en tér-
minos absolutos, sino también indicativo de que en el norte
]¡ este todavía era notable la brecha entre hacendados "pro-
gresistas" a la raza más difícil de explotar- y
]iacendados-de.Cicados
comunes, que ni siquiera mestizaron con el rústi-
co Hereford. En el norte y este ocurrió entre 1905 y 1913 lo
_\:a acaecido en el litoral veinte años atrás: los que n'restiza-

lt
ban elegían e1 camino más delicado y eran islotes dentro de
un mar todavía criollo. De ahí la escasa difusión del Herefot'd
y la mayor del Shorthorn.
El litoral siguió manteniendo la hegemonía en la inscrip-
ción de bovinos puros. La disminución de sus porcentajes se
debió al peso mayor de1 centrc-sur; pero éstos todavía prue-
ban el papel protagónico de la región. De los Hereford impor-
tados, concentró el 69 % entre 1895 y 1904 y eI 59 'iá de 1905
a 1908; de los nacidos en el país, pasó del 64'io al 60 ntí,.
Disminución marcada en el caso de los Shorthorn: 1os por-
centajes respectivos pasaron del 83 al 48 y del 70 ai 56.
E1 Shorthorn era la raza de los pioneros y experimenta-
dores; el Hereford, la de los cabañeros asentados y con expe-
riencia. El progreso de1 Shorthorn en el norte fue url
síntoma de su atraso en materia 'de cuitura zootécnica. ya que
sus suelos eran, por lo general, de inferior calidad a los del
litoral. La decadencia del Shorthorn y el auge del Hereford
en el litoral fueron, en cambio, la garantía de su total dominio
zootécnico; del avance de veinte años que tenía esa región
sobre la de la vieja estancia "a la riograndense".

Sea la que fuere la evaluación final que dei rnestizaje


realicemos, es evidente que las cifras provenientes de 1as es-
tadísticas aduaneras y ios Registros Genealógicos de 1a Aso-
ciación Rural, demuestran un avance enorme del número de
bovinos puros inscriptos ocurr:ido precisamente a partir de
1905. Ellos serían el plantel de nuestras cabañas v éstas,
eI resultado de la actitud de los hacendados- 1as
-dependía
difusoras del mestizaje. Las bases zootécnicas qtl
volumen y calidad de repro.ductores- estaban -s¡!5fs¡si¿
echadas y se
podía proceder al cambio de la hacienda criolla.
Sin duda, algo se logró. En 1912, el Inspector Nacional
de la Policía Sanitaria Animal, Rafael Muñoz Ximenez, co-
mentó el nuevo aspecto de los vacunos entrados a la f,ablada
de Montevideo: "Lo subdiuisiún de Las estancías en potreros,
los cruzamientas contrnuados, los mouimientos de los rodeas,
Los bañaderos, los porteras, etc. hon dotnestzcado un tanta a
nuestros nouillos, g sí bien en cuanto a su mansedumbre de-
jan que desear bastante toilauía, no son los de hace dtez añas,
dífíciles de manejar A que ocasíonaban en la Tablada aquello,s

7B
desbandes tan pi.ntorescos. . . HoA lcs cosos han eambiado mu-
cho, g Aa se uen las tropas en nuestras Tabladas tranquilns
por completo, g cuando hag que n'LoDeilas para lleuarlos o lo
balanza o para entraúas o. un, cor"ral, las uemos punteor como
rltiaztsos bueges tosconos. ¿Cuántas porteras no han pasado para
salir de los potreros, entrar en los corrales de encieno del ent-
barcadero, subír a los aagones, bajar en el desembarcadero e
ir luego a la Tablad,a?" to4
E1 sensato observador advirtió que los viejos ganados ha-
bían dejado de ser chúcaros, no tanto por los "cruzamientos
continuados", como por 1a multiplicación de los cercos y las
porteras, amén de su transpo:te en los vagones de ferrocarril.
Porteras, y sobre todo cercos, eran más un símbolo del triunfo
de la propiedad privada en Ia campaña que del mestizaje. No
es extraño: los grandes hacendados fueron siempre más dili-
gentes en apropiarse de la tierra y el ganado, en "marcar" todo,
en una palabra, que en modificar ambos elementos. Su men-
talidad era posesiva y no dinámica ( * ).

2 - El ovino
El ovino ya estaba mesttzado en 1905; de lo que se trató,
en consecuencia, fue de proseguir en esa senda y a la vez
cambiar 7a raza hegemónica: del merino a las inglesas doble
propósito, es decir, productoras de lana ctuza y carne para
la naciente industria frigorífica.
La importación de bovinos puros, según lo muestra la es-
tadística aduanera ('i*), revela que entre 1905 y 1913 eI pro-
(*) Si bien los ganados erün menos cnúcaros que antes, su comportamiento
estaba leios de ser "eiemplar". Se escribió en l9l3 en "El Día": "En cuanro
al transporte por ferrocaril, aunque se haga con todo cuidado posible, hay que
recordar que los animales que van a los saladeros y frigorífr'cos. son todos chú.
caros y muchos de ellos bravos, !e corneatr y palean, en fin. nunca están quietos.
lástima grande es que el engorde no se concluya a fue¡za de granos y otros
fonaies, y asi amansarlos antes de venir al mercado.../"(to5)
(**) En el caso de los ovinos preferimos esa fuente para poder comparar
períodos, y no los Registros Genealógicos do la Asociación Rural, que hemos
urilizado para los bovinos. La razón es s,mpler recién a partir de 1900, y sobre
todo 1905-190ó, los cabañeros onotaron sus pedigree ovinos en esos Registros.
Hubo incluso un conflicto sobre et criterio a seguir para inscribir los animales
entre la Asociación Rural y los criadores de ovinos de raza, como relataremos
en otro frabaio, que perturbó la marcha de los Registros Genealógicos. Reclén
es confiable esa fuente en el decenio I905-.I9i4.

79
medio anual de cabezas fue casi igual, 7.141, a1 anotado para
eI decenio 1895-1904: 1.233. No significó el1o un estanca-
miento, sino que el mestizaje continuó avanzando sobre mag-
níficos resultados obtenidos con anterioridad a 1905. Si esti-
mamos una existencia ovina promedio de 20 millones de ca-
bezas para los años 1886-1913, y otra de B millones de bovinos,
se llega a la conclusión de que se importaron puros en taz6n
de 1 cada BBB ovinos y 1 cada 1.067 bovinos. Esta sola cifra
bastaría para probal e1 mayor avance del rrestizaje ovino en
reiación al bovino, nuevo elemento que da cuenta deI empuje
que Ia clase media rural puso en el cambio, y de la parsimonia
con que lo emprendió eI grupo dueño de la mayoría de los
vacunos: los grandes hacendados.
La novedad de estos años fue la progresiva desmeriniza-
ción y el consiguiente .incremento de las razas inglesas.
La desmerinización no significó e1 abandono totai de la
raza ya tradicional, sino un cambio de orientación en 1a ex-
piotación, en eI cual, por cierto, no todos estuvieron de acuer-
do. Cuidar Ia calidad de la excelente fib:a merino uruguaya,
reconocida internacionalmente, y no desnaturaiizarla cruzán-
dola con los Lincoln o Romney Marsh. era aconsejado a nues-
tros estancieros to.Cavía en 1913 por las oficinas del Ministerio
de Industrias. Se preguntó eI jefe de la Sección Epizootias, al
advertir la hegemonía que en la importación de ovinos puros
alcanzaban las razas inglesas, si eI camino adoptado sería "el
verdadero". Pues: ". . . sul'ge una refleríón al respecto; Las
lanas merinas jamás encontrat'án quién las sustituya E serán
szempre d,e¡nandadas con'preferencia para la fabrícación de los
Tnejores tejídos, lo que hace esperar fundadamente en una po-
sititsa reacción de sus precios, que l,Lama a reflertonar deteni-
dantente, an:tes de renunctar a la primera de las razas produc-
toras de land" ' '" t¡'r''
Mas en 1913 esta posición era minoritaria y ni siquiera
estamos seguros que reflejara Ia de1 gobierno. Los reclamos
de los frigoríficos y ei precio que éstos pagaban por 1as capo-
nadas de peso fueron atendidos por }a clase media rural, cuya
columna vertebral económica se basaba en la explotación ovi-
na. Es gjemplar que ya en 1905, e1 comentarista rural de "El
Siglo" aconsejase i "Los que poseen buenas lanas deben man-
tenerse en esa corríente, mejorando y cutdando siempre, que
eL resultado es Aa conocído. Pero hag en el país muchos ele-

BO
rnentos que pueden dedicarse a produci.r carne de winos sin
su{rtr el menor trastorno. Eristen aún muchas majados de tipo
inJeríor .. . Esos majadas . . . so??. las que pueden serl:ir pora
l,a reJorma cruzándose con Lrncoln, Caras Negras, Orford
Do¡Lsn o Ramneg Marsh. . . La exportacíón de caponados por
e'1.. frtgorífico es un negocio seguro.. ." ro7.
El país no abandonó al merino en pocos años, como lo hizo
Ia República Argentina, pero en este período comenzó la des-
merinización. Aún se seguían ofreciendo excelentes reproduc-
tores merinos en las exposiciones-ferias ]os de 1910, 1911 v
1912; toriavía los cabañeros traían en 1910 desde Australia a
Ia Gran Campeona merino 1oe; pero ya las tendencias se ha-
irian invertido. De 1895 a 1904, 1a nación importó un promedio
anual de 1.052 cabezas merinas puras; de 1905 a 1913, sólo
441. La disminución fue del 60 %.
Triunfaban, en cambio, Ias razas inglesas. De 1Bg5 a 1904
Ia impcrtación dio un promedio anual de lBL cabezas; éste se
incrementó un 286 ')"" entre 1905 y 1913 al llegar a ias 700.
Los Registros Genealógicos de la Asociación Rural, per-
feecionados luego de 1905, prueban este cambio. DeI total de
ovinos iniportados y registrados entre 1905 y 1913, eI 7l %
ccrrespondió a razas inglesas y eI 28 7o aL rnerino. Aunque
la palte de esta raza pueda ser cuestionada, pues todavía ha-
hía cabañeros que se negaban a aceptar las normas impuestas
por la Asociación Rural para su ,inscripción, Ia di-stancia es
ciemasiado grande para que estas omisiones pesaran. Entre
Ias razas inglesas p:edominó la Lincoln con un 35 (,/(',la Rom-
ney Marsh al,canzó el L7 %, 1a Shropshire el 16 %, y la Hamp-
shire, el 3 ,á 11o.

Como los Registros Genealógicos del ovino son confiables


sólo a partir de 1905, no podemos establecer comparaciones
con eI decenio anterior y analizar Ia difusión de los puros
entre las diferentes regiones del país. Los datos que conoce-
mos, 1905 a 1908, admiten ese estudio sóIo entre 1as dos ra-
zas: Ia merina y la inglesa.
En relación al merino, la zona central y sur de Ia nación
(Lavalleja, Fl.ori,da, Flores, San José y D'urazno), probó su
supremacía con el 53 ')'o de los importados y el 74 ''c de los
nacidos en el país. Le seguía el litoral con eI 29 ',í .v eI 18 Í

81
respectivamente. El norte y el este, la frontera, mantuvo los
rasgos rutinariosya anotados al menc,ionar la difusión del bo-
vino puro. Só1o un 18 7á de los importados y un B ';;á de los
nacidos en eI país se inscribieron desde los departamentos de
Cerro Largo, Treinta y Tres, Tacuarembó, Artigas, Salto, Ri-
vera, Maldonado y Rocha.
En relación a las razas inglesas las cifras son más suges-
tivas. En el decenio que concluyó en 1904, todas las fuentes se-
ñalaban su casi exclusiva existencia en eI litoral. La concerl-
tración de la demánda de los frigoríficos argentinos en esa zo:1a
lo explicaba. La situación se modificó a raíz de la instalaciór"r
de los frigoríficos montevideanos. EI centro-sur sintió esa pre-
sión y aceptó Ia desmerinización con eI corazón alegre ante los
buenos precios de las caponadas cruzas. Así, de 1905 a 1913,
mientras eI litoral inscribió eL 45 % de los ovinos de razas
inglesas importados, el centro-sur se acercó, con el 39 'yL , y lo
sobrepasó en el porcentaje de los nacidos en el país: 70 con-
tra 26. El norte y este inscribieron un 16 ,',i de los impor-
tados y un 4 l/o de los nacidos en eI país.
De nuevo esa t'arcaica" frontera mostró el mismo rasgo
que advertimos al analizar las razas vacunas: así como etr
apariencia aceptaba mejor laraza bovina exigente, el Shortho¡n,
también adoptaba Ia úItima moda, el ovino inglés, con más
rapidez que el viejo merino. Si después de 50 años de mesti-
zaje con el merino, el norte y este sólo lograron anotar un
18 9á de importados y un B fl de nacidos en el país, es para-
dojal que de las razas inglesas inscribiesen porcentajes muy
poco inferiores: 16 y 4 respectivamente. Es que en esta región,
el abismo entre hacendados "progresistas" y rutinarios era
aún notable; faltó allí ese elemento que ya era casi mayoría
en eI litoral y el centro, eI hacendado para quien el mestizaje
no era una aventura sino parte integral del negocio ganade-
ro 1r1.

Ei estudio comparativo de la difusión del Hereford y los


ovinos ingleses es una excelente prueba de Ia que se deduce
eI comportamiento de los diversos grupos sociales en que los
hacendados se dividieron.
El litoral, región de Ia gran estancia del hacendado "pro-
gresista" de origen europeo y una {uerte clase media rural en

82
los feraces campos de Soriano y Colonia, era pionero y mantur-o
la gran concentración de Hereford en estos años. El latifundio
tradicional aceptó en muy escasa medida a la nueva raza en
el centro-sur, y en su reducto del norte y este fronterizos. Si
Ia difusión dei Hereford era un indicador de la aptitud para
el cambio, el resultado aquí fue negativo. Los grandes hacen-
dados lo adoptaron en debilísima proporción. El titoral conti-
nuó protagonizando eI proceso pues concentró el 60 ,¡á de los
nacidos en el país y el 59 % de 7os importados.
Ovino y mediana o pequeña explotación rural se herma-
naron. Y era e} ovino no sólo el que ya estaba mestizado, sino
también eI que experimentó un proceso interno desme-
rinización pausada-, que probaba la aptitud de los-1aque 1o ex-
plotaban para e1 cambio. La difusión de las razas inglesas de
carne en la región centro-sur del país, allí donde, como ve-
remos, residió eI núcleo de la clase media rural, constituye el
elocuente testimonio deI dinamismo de este grupo social. EI
centro-sur del país, que de seguro poseyó porcentajes ínfimos
de ovinos puros ingleses entre 1895 y 1904, inscribió de 190b
a 1908 e! 39 '/u de los importados y eI 70 lL de los nac,idos
en eI país, arrebatando el cetro al litoral.
Entre 1o que el mercado pedía y eI Uruguay debía pro-
porcionar, se interpuso el latifundio que matizí las sugeren-
eias de1 mundo imperial ya que podía darse el lujo de desa-
tenderlas basado en su gran riqueza acumulada y su ,,psico1o-
gía arcaica". La clase media rural, en cambio, por iazones
de supervivencia que condicionaron su rentabilidad, fue más
permeable aI proceso de la "modernización".

83
Capítulo lll
El pausado avance del mestizaje bovino

I - Evaluación cuantitativa

Transformar la calidad de ia hacienda criolia exigia ca-


pacidad de inversión, un mercado que abonara bien eI resul-
tado (e!. mestizo), y mentalidad empresarial. Las dos primeras
condic,iones estaban dadas en estos años: faltaba saber si la
úitima se extendería a todos los estancieros del país.
Mestizaje y cruzamiento eran procesos lentos cuyos efec-
tos, acumulándose año tras año, podían producir a largo plazo
el cambio total. Debe llamarnos la atención un hecho: de to-
dos los Hereford y Shorthorn que eI país importó de 1BB7 a
1913, el 79,5 % y el 76 tl, respectivamente, llegaron entre
1905 y 1913. Este solo dato basta¡ía para demostrar que esa
avalancha de puros, aunque comenzó a difuudirse en este pe-
ríodo, no tuvo tiempo material para alterar por entero el stock
bovino oriental. A menos, por supuesto, que se partiese de una
proporción muy elevada de buenos mestizos en 1904. No e¡a
ese eI caso.
Tuvimos excelentes cabañas, magníficos toros Hereford,
pero esto era aún el privilegio de una minoría. En 1909, e1
Dr. Alejandro Backhaus, Director de la Escuela de Agronornía,
comentó una exposición-feria con estas sugestivas palabras:
".. .haA que decir que no se ha economizado dinero para ad-
quírrr los mejores freproductores]. Lo erpostcíón de estos d.ías
da una impresión uerdaderamente sattsfactoria, g debo ac'la-
r&"i que en muchas que he uisitad"o en lnglaterra, América del
Norte g Argentina, no he encontrado Hereford en número g
c«lidad con?,o en la de Monteuzdeo .. . [Pero1 la dif erenaa en-

84
tre los anímales finos de las erpostciones g los que represen'
tan el estado general. d,el país, es en el Aruguag nto?)or que
en otros países. . ." 712
Ahí residía eI problema, qlue ya era viejo: persistía la
brecha entre los criadores "progresistas" y Ia gran masa de
los r utinarios.

Muchos se habían ilusionado con 1as cifras que dio el Cen-


so de L908. Según las declaraciones de 1os estancieros., el stock
bovino estaba compuesto por un 32,84 % de criollos, un 63,53
por c,iento de mestizos y un L,93'/c de puros1113. Estos datos
fueron repetidos luego por los historiadores sin elaboración
críticar1a. Partiendo de su veracidad, el mestizaje había triun-
fado, eI mantenimiento de la industria saladeril ya no se jus-
tificaba, y los frigoríficos tenían aseguradas espléndidas fae-
nas con excelentes novilladas.
Pero ninguno de los contemporáneos "entendidos" creyó
en los resultados del Censo. Algunos de sus errores eran tan
obvios que merecieron el análisis irónico de los propios gana-
deros. La Federación Rural, comentando el increíble número
de puros que los estancieros habían declarado los cen-
sores anotado sin mayor cuidado-, tituló un artículo -y apare-
cido en Ia nrensa en 1910: "¿De dónde sale tanto puro?" De-
cíase en él: "I{o podemos admíttr de ninguna mctnera que eL
departarnento de Artigas por ejemplo, cr.temte con 17.000 bo-
uinos puros. O nosotros hemos perdído el cancepto de lo que es
un animal T)ura, o los encargados de esa estad.ísttca le h«n
dad.o demastada latttud a tal adjetíuo. . . Lo curioso es lo si-
gur,ente: en la Oftcina de Estadísttca deben tener eL dato, plo-
ced,ente de las oftcinas de los regístros de aním.ales puros, que
el Censo hace pasar de 7 millón A que posíblemente no lle-
garán e 75.A00t" l1:"
La Asociación Rural, por intermedio de su presidente,
Carlos A. Arocena, desmitificó los "prodigios de Ia estaCísti-
ca". En 1909 analizó 1os Censos argentinos y uruguayos y llegó
a Ia conclusión de1 "'imposible zootécnico" acerca de1 miilón
de puros en la Argentina y los 157.859 registrados en el Uru-
guay. Si esas cifras hubieran sido reales, la República Argeir-
tina, por ejemplo, debió haber contado de acuerdo a u!1
" . ..plan d,e cruzamiento continuado szn interrttpción hasta

85
7895, conlabase de 33.201 Dacas... g 6.':650 toros". Pues bien,
según el Herd Book argentino, en 1895 no había más de 1.200
toros, entre importados y nacidos en el país. Para eI Uruguay,
Arocena, "teniendo en cuenta 1o ,inscripto en su Herd Book",
calculó un máximo de "20 000 puros de todas las razas vacu-
l1as" 116. De un golpe, la severa crítica de Ia Asociación Rural
redujo los bovinos puros del 1,93 fá al magro 0,25 '¡lc de!
stock total.
En cuanto a los mestizos las opiniones eran unánimes:
las cifras del Censo eran inexactas.
Eduardo Acevedo fue más perspicaz como periodista, en
1907, que como historiador, en 1930. Escribió en "El Tiempo":
"-lf?¿esúros estancíeros, desalentados por la guerra, empeza-
ron tarde & preocuparse de La refinación de las raza.s. . . toda-
uía no pueden presentarse grandes lotes de nouíllcldes de 500
a 65A kilos de peso medio. En algunos establecimientos podrán
apartarse sin d.uda antmal.es de 700 o más kilos. Pero consti-
tuEen la enorme ercepción. . .)' l1i
Ni siquiera el gobierno creyó en las "realidades" estadís-
licas. El Presidente Wiiliman y su Ministro de Industrias, An-
tonio Cabral, comentaron en 1908: "Poseemos un frzgoríftco
de excepcionales condzciones de construccíón ... Desgractada-
mente tropieza con seri,as dificultades A no es la menos graue
nt la menos ímportante la de que nuestro ganado Dacuno aún
no llega a pesar los kilos que extgen los comprad,ores eu,ro-
¡leos..."l1s.
Todavía en 1911 e1 diputado por Treinta y Tres, estan-
ciero Fermín Hontou, presentó un proyecto de 1ey creando
sustanciales premios en metálico para los que presentaran bue-
nos novillos "tipo exportación". Lo fundamentó en estos tér-
minos: "Sabido es que la maEor parte de nLLestros ganados
no permiten otru transJormación indtLstrial que la del char-
que. . . Que los ganados de nuestro país están m.ug lejos de
haber alcanzado el alto grado de mestizacíón de los ganados
argentinos, lo dícen con un& elocuencza íncontrastable los nú-
meras reductdos de las faenas del Frigorífico Uruguago y la
drm,ínuta erportación de animales en pie. . . " 110.
Toda la prensa coincidía con estos juicios. "El Día" Io es-
tampó el mismo año del Censo, en 1908 i " . . .no estan'Los atin
en condíctones de dr,uersificar completa y Jundamentalmente
nuestra industris de carnes. No podemos desechar la prepa-

B6
r$ción de éstas en forma de tasajo, pues una gran parte, La
m&Aor qtnzás de nuestros ganados, son inadecuados po.ra otra
a'plicacíón...". Concluía el artículo con una afirmación lapi-
daria: "La decantada mesttzación de nuestrqs hactendas es de
"engaña-ptchanga" g su loa, para eL uso partzcular g erclusit;o
de los orudares de exposictones fenas. Así pues, A porIftu-
chas años aún, tiene que ser el tasaio la forma de preparación
de carnes mús conueniente, o más bten dícho, la úntca indi-
cad,a para utiltzar la magoría de nuestros ganados. . . ') 1?0.
ta cátedra universitar,ia estaba de acuerdo con tales apre-
ciaciones. Los estudiantes de agronomía, que recogían su opi-
nión, vertieron este revelador juicio en diciembre de 1913:
"Aluesúro ttpo de ganado no llena las condiciones requeridas
por fios saladeros, Los Jrigorífícos g la erportación en ptel.
Es un típo intermedío entre el de saladero A frtgorífico...".
De 1o que deducían: "G) El saladero no pu,ede comprarlo pot
ser etcésiuamente caro para sus faenas g si quiere comprarlo
tl.ebe pagarlo aL precro tnconcebzble al que La ha hecho*subtr
lu d.emanda del frígorífico. . . b) El frigorífíco no debe com-
prurlo, parque no es su, ttpo. Sín embargo lo compra. Quizós
seu porque no tiene má.s remedzo que com,prarlo Aa que no
h*g otro. . . De modo qu"e nuestro ttpo de ganado, que con-
d.iciones onormales de mercado han hecho aceptable, no es
rü el exígíd.o por el mercado mismo ní el que prácti'camente
era de esperclrse de tantos años de labor. . ." 727.
Las gremiales de hacendados compartían estas opiniones.
La Asociación Rurai las justificó parcialmente en 1909 aI sos-
tener: "...los hacendud.os se rehusan a rrleiorar sus procedi'
'mientos de preparación fde ganados] ga que se eeponen a no
cubrir los gasúos que con ello se les originen". Afirmó que
o'...los criadores argentinos preparan sus ganados de una
'nllwer& m.uA superíor a la rtu"estr&" 1:r:. Más combativa y fran-
ca" la Federación Rural, aunque recqnocía eI avance del mes-
tizaje, denunció en 19L0: "... que faltan aún muchas etapas
qLLe recorrer. Apenas estamos en la iornad.a inícial ... Cuan-
da nuestros Decl,nos domínan el tnercado mundíal con sLL eÍ-
Ttortación de carnes entriadas y congeladds, nosotros estamos
empacados todauía en la producción de tasajo, porque los ani-
tnales del país no son aptos gnra ser enuiados al ertranjero en
la forma que ertgen los grandes mereados consumidorss'' l:lri.
87
Los cabañeros se quejaban con amargura del ,,retraimien-
to" de sus compañeros de clase, "el peor azote,, para su nego-
cio. Escribió Juan B. Etchevers en 1910 i "En los úLttmos tres
años los precios pagados par reproductores bouinos de galpón
son irrtsortos. Los estancieros quzeren animales de pedtgree y
bi,en crtados, por los precios que ualen los úoros cruza d.e ca¡m-
po. Así camo su.ena! ¿Cómo quiere que no liqutde don Carlos
Regles que ha pagado 70.000 pesos por un toro, para lucha,n,
con todas las calamzd.ades de la langosta g de la secd, A can,
el retraimtento de los señores estancieros, que ha stdo el peal
CtZOte?" t24.

Según Carlos A. Arocena, el porcentaje de buenos mesti-


zos que habían entrado a ia Tablada de Montevideo durante la
zafra 1901-02 no sobrepasaba el 10 iá. Otro conocedor, José
E. Mendisco, estimó la producción de novilladas mestizas er'¡
1903 en 100.000 cabezas. Calculando una extracción de novillos
del L0 % y un stock de 7 millones de bovinos, esa producciói-l
significaba un 14 % ae la existencia 1r;.
O estas estimaqiones minimizaron eI número de mestizos.
o el Censo de 1908, realizado só1o cinco años después de 1a
última, era inexacto, pues resultaba un imposible zootécnico
que en ese reducido plazo los estancieros uruguayos hubielan
saltado de un 74 ',i a un 63.53 'i de mestizos.
En 1909, eI diputado y estanciero de Paysandú. Julio NIu-
ró (h), avaluó eI ganado mestizo en su Cámara. Dijo: "Más
de una uez hemos leído en la prensa que la tnestización es Ina,lJ
general en el país; que casi todos los ganaderos tienen repra-
ductores puros o de alta ¡nestización g hasta llegan a afirma'r
con toda impunidad que casi no se oen animales criollos. Si
esto se dijera respecto de los 25 millones de ganado lanl;i-.
nada podría decir en contra.rio. . . pero aftrmar semejante costt
respecto del uacuno es simplemente demostrar ignorancia. . .
y hasta podría hacer la répltca erpresando que soln roros lr¡s
estancias donde táenen todo el ganado mestizo; algunas tíenen
una parte, pero stn temor de ser contradícho, las tres cuartas
partes no tienen una uüca mestiza. Para demostrar esta afir-
mación, bastaría declarar que nuestro fríqorífico no podrí.*
faervar 50.000 nouillos de 500 kgs. de los 3lh a 4 años de edatX.
Habró, otros L0A.000 mestizos, pero cugo rendimiento no lle-

8B
garó a dar aqt+el peso, indíspensable para la etportación de
carne congelada o enfrzada. . . Como dtje qtLe dos terceras por-
tes del ganado del país era crtollo, deseo hacer una demostra-
ción que, aunqLLe no sea eracta, puede aprorímarse o la L-er-
dad. Supaníen"do que l.legaran a I millones los uacunos, A te-
niendo erv cuenta que los procreos .de los ganados están colttt-
lailos de 20 a\,25 /o, promedío del país, tendríamos que eL
20 % sobre 8 míllones serían 7.600.000 terneros, de los que
¡ la mitad son machos, o sean 800.000, que llegan u ser noaillos
de uenta de los tres a los cuatro años de edad. Ahora bien.
calculando que hubiera 50.000 noutllos de 500 kgs. A 100.000
más mestizos pero que no llegan a 500 kgs., sumarían 150.000
nouillos. Resultaría que sobre los 800.000 nouillos anuales pa-
ra uenta, solamente 1"50.A00 son mestizos, Io que equiuale a
un 79 (/o escaso; ígual cosa sucede con l,as hembras de manera
que, hactendo un cálculo opttmtsta, tendrevnos en tado el país
el 79 '1, de mestizos, de cuya cantidad tan sólo el 6 %, ttene¡t
sangre que produce antmales de frígorífico..."1}{J.
La cita vale la pena pues el criterio de Julio Muró, como
se aprecia, no era nada exigente. Si sólo un 6 % de nuest:os
vacunos tenían "sangre" para producir animales "de frigorí-
fico", admitía que otro 13 % también merecía eI calificativo
de mestizos, aunque de inferior calidad.
La Asociación Rural intentó realizar una encuesta por
su cuenta en 1911 para determinar el porcentaje de mestizos.
Se dir,igió primero a la competente "Dirección de Abasto, Ta-
bladas y Mercados" la que informó que, de acuerdo a sus re-
gistros, habían entrado a la Tablada de Montevideo un 21.92
por ciento de mestizos en 1908 y un 17,71 i{ en 1909 1i7. La co-
rnisión directiva de la Asociación, considerando que era "...ur?
punto oscl)ro el, grado de adelanto cuantttatiuo a que alcanzu
la mestización del. ganudo üacuno en el, Uruguogr", sin tener
para nada en cuenta las halagadoras cifras de1 Censo, también
recabó ia opinión de los industriaies de la carne. Las respues-
tas de los saladeristas que más debían revelar pues fae-
naban todavía el grueso -lasde la hacienda vacuna del país-
fueron escasas: sólo contestaron B de 21. De ellas se deducía
que faenaban de un 50 a un 75 ,9á de ganado mestizo. La Aso-
ciación concluyó por reconocer, ante la ausencia de datos Ce
los restantes saladeros, y la incompatibilidad existente ent:e
los brindados por los pocos que contestaron y los proporcic-
89
nados por la Direcc,ión de Abasto, que no se podía ". . .dl)en-
turar nada concreto sobre Ios má.rlmas, pues admitr,r szquiera
eL térmhrc medio de lus manifestadas por los saladeros sería,
quizás, it'se demastado lejos..." lrs. Juicio tanto más acertado
cuanto que los saladeristas trataban por esos años de demos-
trar a los hacendados que el1os también preferían aI mestizo,
e incluso lo pagaban mejor que e} criollo. De Io primero, nin-
guna duda, puesto que el mestizo rendía más tasajo que el
criollo.
Ese mismo año, Ia Cámara Mercantil de Productos del
País, en comunicación oficial aI gobierno dijo que "JVuestra
ganadería, cuAo porcentaje de ganados fr.nos, tipo frígorífico
y erportación no pasa de un 20 o un 25 %, necesttará todauía
por rtuch,o ttempo del saladero pqra sus ganados medíanos e
tnferiores..."1:e.
Es probable que Ia discrepancia entre las fuentes proven-
ga de los distintos criterios utilizados para denominar "mes-
tizo" a un animal. Si se trataba de los requeridos por el exi-
gente consumo británico y eI frigorífico, no cabían dudas: ha-
cia 1914 difícilmente se había llegado aL 20 li: o 25 '7. en
que estaban acordes los más. Si Ia calificación se hacía con
normas benignas, tal vez pudiera arribarse a un 35 fó de Ia
existencia bovina global. Lejos estamos, como se ve, de1 63,53
por ciento que nos atribuyó, con manifiesta despreocupación,
el encuestador de 1908. También es cierto, sin embargo, que
si partimos de 1900-1904, el número de mestizos se duplicó
o triplicó hacia 1914. Fue un avanee, no un cambio totalizador.

2- Evaluación cualitativa
a) EL bagaje conceptudl.

El lq de marzo de 1907 abrió sus puertas la Facultad de


Agronomía en Montevideo, con profesores contratados en A1e-
mania durante la primera administración de Batlie ];jo. En ju-
nio de 1905, comenzaron los estudios de Veterinaria como ra-
ma anexa a la Facultad de Medicina. A fines de 1908, bajo
la dirección del estadounidense Dr. Salmón, fue convertida
en Escuela de Veterinaria, separándose de Ia Facultad ante-
dicha rir1. Había ya en eI país algunos técnicos rurales diplo-
mados en estas dos carreras. ex-estudiantes de la Universidad

90
argentina de La Plata. Es decir que, contemporáneamente al
proceso del mestizaje, e1 país vivió su aprendizaje teórico. No
era una situación ideal.
Los cabañeros siempre habían sido autodidactas. constr-
tuyéndose Carlos Reyles, el intelectual entre ellos, en para-
digma. En su novela "Beba", de 1894 valiosa desde e1
punto de vista zootécnico que literario-,-más
planteó la orfandad
Ce un criador "progresista" enfrentado a los mil tanter.¡s de
quien no tiene aún la suficiente cultura agronómica para
1:roceder aI cruzamiento y al mestizaje. La experiencia, sin
embargo, les enseñó dos cosas: a) que Ia formación intelec-
tual en instituciones académicas era insustituible, de ahí que
bregasen para que eI Estado asumiera esta función educati-
va; y b) que era imprescindible adaptar Ia ciencia europea a
1as condiciones imperantes en la ganadería uruguaya.
En estos años, la mayoría de los cabañeros ya conocía su
oficio y también las tretas de éste. El resto de los hacendados
seguía viviendo en una ignorancia total en materia agronó-
rrica y zootécnica. En 1909, Carlos A. Arocena explicó en for-
ma clara y didáctica en Ia Revista de la Asociación Rural,
c1ué era cruzar, qué mestizar, y qué procedimientos convenían
;rl país de acuerdo a los objetivos buscados: rendim,iento a lar-
go o corto plazo 13r. La mayoría de los lectores, hacendados
]1o comunes, de acuerdo al nivel social, cultural y económico
ai que 1a Revista se difundía, mostraron su asombro. Casi to-
dcis. por ejemplo, habían siempre confundido e1 cruzamiento,
actividad que requiere de 5 a 7 generaciones de sucesivas cru-
zas como mínimo, y 23 si se desean resultados por completo
seguro,s, con el mestizaje, es decir, ia simple producción de
novilladas media sangre, fruto del primer apareamiento de un
toro puro y una vaca criolla. Arocena, crítico severo, concluía
su artículo advirtiendo que entre los cabañeros decían
te:rer puros por cruza- y más aún los estancieros -que de-
-que Los
cían poseer y¡s5fizss-: "lVo todo es oro lo que reluce...
m*s [de las hacend.ados] han hecho con apresTlramtento o sin
ntétodo. . . Ios cruzamíentos g la gran mosa sólo ha hecho mes-
tización, E mala, empleando toradas medta sangre o los cttar-
II teranes descendíentes de éstos, cuando no menos, resultando
abigarrad.as o imperfectas las crías, g d,e ahí, mucha nouilla-
I

I
da que sólo es mesttza por la estampa A no por el rínde y
caltdod de carnes que requíere la moderna erpol'tación"t¡l,
I

91
¿Qué elase de mestizos, en efecto, podían resultar de ia
cruza de un toro cuarterón, el hijo de un media sangre, que
sólo tenía un 25 /o de sangre Hereford y eI 75 7 de criolla,
con una vaca criolla? Eso no va1ía 1a pena de llamarse "mes-
tizo", ya que la sangre Hereford quedaba reducida al 12 1/t 'ii'.
Por eso sucedía lo que relataba, entonando su mea-culpa, ull
estanciero que leyó en medio de la zozobra. eI artículo de Aro-
cena: "Por creer que se puede hacer en poco tiempo lo que
es obra de años, por puro cruzamiento, apenas sí tertgo en,
mís rodeos, caras blancas, que llamamos Hereiord, E ooeros t¡
rosíllos, que llamamos Durham, A qu.e a la terdad pocos g1'0.'
mos A centímetros leuantan en pleso g tamaño sobre los crio-
llos buenos". Eso explicaba ". . .por qué eL millón d.e mestizos
que se faenan en el, año, apenas si obtienen algunos centési'
mos de mejora en los Ttrecios sobre eL criollo, A qLLe Llama kt
atenctón en LLn 1saís ganadel'o q1-Le una d.ocenq de h(icend&Cas
o tnuernadores al,cancen a mandlr en toda una zafra unas
cuantos centenares de nouill.os de 500 kilos arribs" 7t'+.
De ahí se deducia la confusión de los hacendados que
declararon poseer en 1908 un 63,53 'ii' de mestizos, cuando etr
verdad, más de la mitad sólo tenía un "toque" Hereford y se
diferenciarían de1 criollo más por sus "caras blancas" que poi'
el peso, Ia precocidad o la distribución de las carnes.

b) Los "mestízos" del Uruguay g su desttno tnternacionsl.

La Comisión de Veterinaria de la Asociación Rural inves-


tigó en 1908 1a calidad de la carne vacuna faena'Ca por "La
Frigorífica lJruguaya" y su destino en el mercado. EI inforr-ne
fue un balde de agua fría para 1os optimistas: ". . . Io§ rese-§
que se erportan actualmente no tienen ni el peso m. la got'
dura sufici.entes para satzsfacer las necesid,sdes de los princi'
pales mercados ingleses, A por constguíente, hag que remittr
esta carne al norte de Inglaterrd, A a los dístritos I'trroles, dor:'
d.e,sí bten es cierto que tiene saltda, la dentanda es bastante
Limitada. La más flaca de esto, carne no es apropiada pata
níngún mercado de lnglatema, por lo cuaL se La enuía ¿ S¿¿C
AJrica, donde, por el momento, puede uenderse, pero dond'e
sera indud,ablemente sustituída en pocos años por la produ:'
ctón local".

92
La Comisión fue más allá y aseveró: "Nuestr& inuesttga'
cíón de las operaciones de "La Frzgoríftca Uruguaqa" nos con-
xenci,ó adem,ás, de que no se producen sufícientes animaies
'-üücuLnos en eI. país, de la clase que actualmente se faena para
qae dicho establectmiento trabaie en toda su capacidad, g mu-
cho menos par& que pueda ofrecer un artículo de meior cali-
dsd..."r3;. Es decir, que no sólo eran escasos los novillos ap-
tos para el mercado inglés, sino que ni siquiera ellos podían
satisfacer al consumo londinense, deb'iéndose confo:mar con
ei poco exigente y pobre del "norte de Inglaterra" Y "sus dis-
tritos rurales".
Para que los frigoríficos no permanecieran inactivos, o
con las plantas trabajando por debajo de su capacidad, hubo
que recurrir en 1912 y 1913 a algunas salidas que podían pa-
recer absurdas desde el punto de vista técnico y económico,
i:ero justificadas, sin embargo, en medio de la áspera lucha
que entablaron por esos años los industriales de }a carne por
elominar el mercado de haciendas rioplatense: hicieron tasajo'
Comentó "El Día" en junio de 1912 ' 'tÜl esta,do de refina-
ntiento de ta gonadería nactonal no ha alcanzad.o todauía las
proporcíones cuantitatr,uas que engíría la faena de uarios frí'
gatíficos. La prueba está, en que éstos por más que sel"eccio-
nan los lotes de ganados entre lo meior, se Den obli.gados a
Wep&rar en forma de tasajo una parte de esos animales que,
clespaés de faenados, resultan de calídad tnapropíada para
frtgorífico. Este es un inconoeniente que no deia de preo-
cupar a las empresas, porque se uen comprometidas a comer-
ciar a la oez en tasajo A en carne congelada, cuando uno A
ütro método se caracterizan por tun dísttntas ctrcunstan-
C,OS. . ." ll¡6.
Ya en 1909, el Dr. Susviela Guarch, en correspondencia
dirigida aI Ministerio de Relaciones Exteriores, sugirió eI úni-
co camino posible para nuest: os originales mestizos: la carne
conservada en latas rn7. Ese preparado, hecho en base a los
"ganados generales que no son aptos para ia conservación por
eI frío", era el ideatr para proporcionar colocación a los malos
ganados del país. La P¡imera Guerra Mundial, que amplió la
demanda de carnes congeladas y obligó a1 ccnsumo a disminuir
sus exigencias, facilitó nuestra entrada masiva al rnercado
inglés; pero también eI que nos convirtiéramos en el primer
exportador de carnes conservadas de1 Río de 1a Plata (en com-

93
paración con Ia existencia bovina). Los ejércitos aliados fue-
ron grandes consumidores de "corned-beef": "carne de conser-
va prensada". Para los soidados ingleses en particular, esa
carne enlatada era de fácil transporte en la mochiia, se col1-
servaba prolongadamente, y poseía valor alimenti.cio aunqlle
con Ia carne enfriada y aún congelada-. du-
-cornparándola
doso gusto. E1 sotdado francés, proveniente de una sociedad
de más bajo nivel de vida que la británica y por tanto mencs
exigente, admitió gustoso el llamado "boeuf assaisonné" ( trozos
de iarne vacuna enlatada, con especies y caldo). De esta ú1-
tima conserva los frigoríficos uruguayos remitielon a Francia
entre 1915 y L919 casi 30.000 toneladas, 1o mismo que la fcr-
midable ganadería argentina 13s. Es que la ganadería argentina
no sólo era formidable en cantidad sino también en calidad.
Por eilo podíamos derrotarla sóIo en este rubro: nuestros "ga-
nados generales" se prestaban más a la conserva que a1 cou-
gelamiento

Dada. la insuficiente calidad de los novillos uruguayos. se


pensó en su exportación hacia mercados menos exigentes que
el británico. AI comprar en 1911 Ia Compañía anglo-argentina
Sansinena a "La Frigorífica lJruguaya". en nota dirigida aI
Ministerio de Industrias, manifestó que su intención era uti-
lizar los ganados del país para entrar a Suiza, Italia y Aus-
tria, ya que "las carnes uruguayas a estos efectos son sulle-
riores a las argentinas". Era verdad: vaiían menos. pesaban
menos y su calidad era inferior 131'.
A fines de 1911, e1 cónsul del Uruguay en Fiuine I1amó
la ateneión de1 gobierno nacional sobre las perspectivas que
se estaban abriendo para ,exportar novillos en pie a Italia 1{u.
Se trataba de enviar 5.000 novillos a Ia recién conquistada
Libia, con peso no inferior a ios 500 kilos cada uno 1i1. E1 go-
bierno oriental encaró con eficiencia 1a operación de alimentar
al ejército italiano. Batlle envió a ltaiia, para negociar, al Di-
rector de la División de Ganadería, Ernesto Bauzá. La firma
exportadora que se adjudicó el negocio tuvo que renunciar a
comprar el gánado en eI Uruguay. Lo hizo en Argentina. Er'l-
trevistado uno de sus dueños por "'El Siglo", en abril de 1912,
explicó los motivos : "En primer lugar. . . el ÜruguaE no dis'
pone d,e sufi,ciente cantidad de ganado mestízo para erportar

g4
en un año 20.00A noutllos de cerca de 200 k. cl.do uno,'.
y se produjo este revelador diálogo | ,,¿pero
E1 cronista indagó
el gobterno ítaltuno sólo erige un peso por cabeza de 550. . .?
cíerto. JVo Io es menos que para que
-Es después de una trauesía de 20 a un
Europa
nouillo llegue a
25 días o LLn tnes
con 550 kilos, ti,ene que salzr de aquí con 580. . . En estas con-
d,íctones lu etylortaczón... a ltalia o a cualquier otro país
de Europa no resulta un buen negoczo, teníendo como tenemos
en la Argentina, antmales de 670 ktlos.
más
flete.
-Pagarán
mismo que st fueran de 580 ktlos. El Jlete es por
-Lono por peso... Según mts cáLculos, confirmados por
cabeza,
La erperiencía, dado el precr,o d.e oenta en Génoua, por ejem-
plo, enuiando ganado uruguo,Ao, se perdería con relación ol
argentino 23 Jrancos 44 centésímos por cabeza, como conse-
cuenci,a de la dtferencta de y)eso. . ." 1e.
El fracaso de esta solución 1o había adelantado en 1910
nuestro cónsul en París, Luis Mongrell: "La erportación de
ganado en píe no será, de gran resultado, por eL momento, para
la economía nacional, desde que no podrá, hacerse en gran es-
cala por la Jalta de noutll,os adecuados de 500 kzlos,'que es
eL peso mínimo que ínteresará, a la exportación. . . La inferto-
rid,ad de nuestros ganados no nos permite mantener eL comer-
ci.o de carnes de la nactón uectna, ni en pi,e, ní congelad.a, los
dos medtos conocidos de exportaciórt de carne d.e buenos ani-
mnles. ¿Qué otras cqllsas pueden obstar a que las carnes uru-
WaAas no tengan la saltda de las carrles argentinas para los
mercados europeos? Pienso que no se debe atyibuir & otras
c&usas que o, las Ea apuntadas, es decLr, a la Jalta de ganados
adecuados...".
El problema era que nuestros "mestizos", aunque alcan-
zara:n los 500 kilos, no sólo 1o hacían recién a los 4 o 5 años
(y a veces más), sino que, por su escaso grado de sangre He-
reford o Shorthorn, estaban mal "conformados" y no produ-
cían suficiente kilaje de la llamada ". . .carne de f clase,
cugo precto es eleuado. El ktlo de lomo, por ejemplo, tale T
francos en carnicería". En esto consistía t'. ..prectsamente la
necesiilad de buenos reproductores, para que trasmttan a sus
descendtentes, la buena estructura para hacerlo productor de
cantzdad g caltdad de carne. El, crtollo engordado a maíz y
alfalfa no podrá jamás aaler eL mismo precio para la car-

95
r

nocería, aún en tgualdad de peso, que url buen mestizo Dwham


ct Hereford. Su estructura no se presta como prodlLctor de
carne de 7'l calidgf,. . .:t t+:".
Mientras la Lucha interfrigorífica y' la Primeia Guerra
Mundial no hicieron olvidar nuestras deficiencias, habría que
conformarse con elaborar carne pata 1os ingleses pobr,es, ios
sudafricanos, y exportar ganado en pie hacia la colonia fran-
cesa de Madagascar.. 11a. O elaborar tasajo en los frigo-
ríficos. .
.

La prueba irrefutable de que la hacienda se mantenía


criolla en fortísimo porcentaje Ia hallamos analizando la ex-
portación en pie de ganado vacuno aI Brasil. destinado a la
faena en los saladeros riograndenses. En este caso. eI compra-
dor no ponía inconvenientes, todo 1o contrario: e1 deseo de los
industriales "gaúchos" de comprar novillos orientales era tan
antiguo como la nacionalidad.
La estadística aduanera si,empre falseó las cifras de este
comercio pues los hacendados buscabarr eludir el pago del mó-
dieo gravamen cobrado a la sali,Ca de estas reses hacia el Bra-
sil. Como índice, sin embargo, denota t,endencias. Pues bien,
la exportación en pie, lejos de disminuir, lo hubiera he-
-y precio en los fri-
cho de ser Ia hacienda mestiza y hallar mejor
goríficos- se acrecentó. EI promedio anual, que fue de 70.000
cabezas entre 1895 y 1904, pasó a 82.000 entre 1905 y 1913. Las
estimaciones de los "entendidos" (hcmbres de gobietno. recep-
tores de aduana, hacendados) se aceican más a la verCad: Ia
exportación anual casi nunca bajó de las 150 000 cabezas,
siendo la cifra normal, las clásicas 200.000 anotadas en el de-
cenio anterior a 1905 1+5. Los saladercs ubicados er1 la fron-
tera protagonizaban esta corriente cornercial. Los llamados del
"Viejo y Nuevo Cuareim" complaban las haciendas en Salto
y Artigas, el de Santa Ana, en Tacuarembó y Rivela, los de
Bagé, en Cerro Largo 1a6.
De ahí d,erivó Ia f.lria de los estancieros urugua¡ros y los
saladeristas riogranden5ss ,de ellos orientales, en ver-
dad- cuando e1 gobierno -v¿¡los
brasileño, contrariando toda la tra-
dición en la materia, gravó Ia entrada de nuestros ganados en
febrero de 1905. El ,impuesto era alto: 15.000 reis por cabeza,
cobrándose a oro el 50 %,1o que lo elevaba a 23.000 reis, unos

96
$ 5 o $ 6'*'. EI gobierno oriental manifestó su disconforrai-
dad, aunque en tono medido: Batlle no podía menos de rece.
¡tocer que ese impuesto contribuiría a fortalecer Ia industria
saladeril radicada en eI país, reservando a ella sola la mate-
ria prima. Los ganaderos orientales de Ia frontera, en cambio,
sentaron una airada protesta 118. En Río Grande, saladeristas y
hacendados se enfrentaron. Para los primeros, el impuesto
era eI triunfo de los intereses ganaderos en detrimento de los
irtdustriales, un factor que encarecería el alimento de las cla-
ses populares y beneficiaría a la competencia uruguaya. Para
1os segundos, era legítimo, pues evitaba eI exagerado lucro de
"...30 charqueadores que enriquecerían o, erpensos de La mi-
seria de millares de críadores". La fácil entrada del ganado
"p atense" arruinaba a los estancieros y les impedía enfren-
tarse a }as "Iigas saladeriles" riograndenses: "Muchos ttt-
te|ices criadores no podían uender su ganado por falta de
compradores, salíendo, en De.no, en busca de algún saladerista
omnípotente que les fijaba un precio risible por culpa del
criador [oriental,J tuerte y poderoso. . .2' 14r].
Sin descuidar las presiones de los hacendados "gaúchos"
en favor de! gravamen, Ia prensa montevideana dio otra ex-
plicación más plausible de su origen: el excesivo fiscalismo
brasileño. Las necesidades financieras .de Ia novel R,epública
eran inmensas ante su crecida deuda pública. Había sucedido
que los saladeristas uruguayos, para evitar pagar el impuesto
cie importación que se cobraba a su tasajo en Brasil, fundaron
saladeros en Ia fronls¡¿ brasileño- y, faenando
ganado oriental, burlaban-lg¡vitorio
Ia Aduana carioca. El "Diario Nue-
vo" 10 aclaró en 1905: " . . .el derecho ímpuesto a la impor-
tctción de ganado al Brasil no responde a. un espírttu de pro-
tecciontsmo a la ganadería ríograndense, stno pm,ncípalmente
tt La defensa de las rentas públicas, afectadas por el enorme
etutnento de la produccr,ón tasajera de simulado origen [bra-
sileñol.. ." 150.

Pero, los impuestos en la frontera, se votaban. . . y no se


eobraban. En 1905 y 1906, el gravamen brasileño fue burlado.
como Io venía siendo el uruguayo desde hacía ya tiempo. Des-
cribió la situación eI estanciero Agustín Caravia: ". . . eL de-
recho al ganado, en la práctica queda muy atenuodo, pues casi
todo eL ganado se poso pagando ertraoftcialmente a nuestros
*duaneros la tercera o cuarta parte del tmyuesto. g arreglon-

97
d.ose con los aduaneros brasíleños más o menos en la mísma
farma" 1i,1. f,n 1907 sucedió 1o increíble: Brasil decidió vigilar
ia frontera. Estableció un "cordón de guardias" y colocó ins-
pectores en los saladeros "para controlar la procedencia de
Ias carnes" 151.
Los estancieros orientales pusieron e1 grito en e1 cielo:
una cosa era decretar un impuesto y otra, ¡tan distinta en Ia
frontera!, ponerlo en vige'ncia. La Soc,iedad Fomento de Ri-
vera señaló que aI cesar las cornpras de los saladeristas rio-
grandenses "hay plétora de ganados" 15rr; todos hablaban de
icrisis" ante el -ciérre brusco del mercado brasileño, y la Aso-
ciación Rural dio cabida a la preocupación que se tcrnó en
angustia creciente r5a.
Los controles, empero, no duraron mucho tiempo' EI apa-
rato represivo y fiscalizador resultó más costoso que las su-
m.as dejadas de percibir ante las violaciones de la ley. Ya en
1910, Iós consignatarios de ganado en la Tablada de Monte-
video, Victorica-, Muiños y Piñeyrúa, informaron que los bue-
nos precios pagos por los novillos se debían, en parte sustan-
cial, a que eie *"riado no estaba abarrotado: Río Grande ha-
bía vuelto a comprar sus clásicos criollos 15í. En 1912 nuestro
cónsul en Santol informó que eI impuesto era "hipotético"
una vez más 156.
La corriente exportaCora de vacunos aI Brasil no sería
interrumpida sino por razones económicas, y eran ellas pre-
cisamenté las que Ia provocaban. Había interdependencia es-
trecha entre eI norte, atin "arcaico", Y los saladeros riogran-
denses. Allí sí, nuestros "mestizos", según la definición de1
Censo de 1908, encontraron, como siempre, su mercado tra-
dicional. No en Europa. ni siquiera la menos puntillosa en
materia de calidad, 1á continental. Es que nuestros "mesti-
zos" eran, todavía, criollos.

3 - Criollos, "me§tizones'' Y mestizoo


EI estado general de 1a ganadería bovina uruguaya §e
revela mejor comparándolo con eI existente en Buenos Aires.
Mientras e., ig0g los estancieros orientales todavía decla-
raban sabemos que el dato es falso- un 32,84 % de crio-
-y
llos, Ios üorr""r"t t"s decían tener sólo un 8,7 % ' La carne
157

98
enfriada, que implicaba una tecnología más avanzada en la
industria frigorífica y también ganados "especiales". fue ex-
portada por vez primera desde Argentina en 1901. El L-ru-
guay recién comenzó a hacerlo en 1915 15s. En 1899 Argentina
ya había exportado calne congelada por más valor que el ta-
sajo; nosotros recién 1o logramos en 1913 15e. En 1909, la Aso-
ciación Rural del Uruguay estimó que los ganados argentinos
sacrificados en los frigoríficos rendían casi un 50 1,á más de
sebo y un L7 /. más de carne por kilo de peso vivo que nues-
tros buenos mestizos 160.
E1 resultado era no sólo que nuestra "carne r)acuna no
[tenía] tanta uísta como le de la Argentina" lrjl, sino que, ade-
más, "La Frigorífica IJruguaya" sufría un castigo en los pre-
cios al remit,ir sus "cuartos" al mercado británico. En 1908.
mientras la carne uruguaya se vendía en Inglaterra a $ 0,16
el kilo, la argentina se cotizaba a $ 0,21, es decir, un 31 ',i'
máS 116:.

Finalmente, eI anáIisis de1 peso plomedio de los novillos


entrados a la Tablada de Montevideo para el abasto capitali-
no es un buen índice del progreso, el estancámiento o el avan-
ce parsimonioso del mestizaje. Hacia 1882-1886, eI rendi-
miento de carne vacuna .de las reses muertas para abasto dio
un tipo medio de 161 kilos. El cercamiento de los campos, 1a
relativa mayor mansedumbre, el empotreramiento, el propio
mestizaje, hicieron ascender ese promedio en el período 1905-
1913 a 243 kilos, es decir, un incremento del 51 "/r,. Pero, ¡qué
escasos avances, si los hubo, entre 1905 y 1913! EI peso vivo
promedio de los novillos para abasto que fue de 464 kilos en
1906, descendió hasta 429 por }a sequía prolongada de 1909
y 1910; subió a 486 en 1913, y bajó a 481 en 1914 y 457 en
1915¡u*. Se podrá aducir que no hemos tomaCo en cuenta
la edad de los novillos. La precocidad es un tema que trata-
remos al analizar la alimentación del animal en la estancia.
pero desde ya puede adelantarse que 1a precocidad no fue
una característica que heredaran nuestros mestizos de sus an-
tepasados europeos. Por el contrario, fue la que anularcn.
***
Nadie suponía en 1911 que la industria tradicional de
carnes desapareciese de la noche a la mañana, pues todavia
sobrab'an vacunos criollos para sostenerla. De hecho, todos es-

99
peraban que el consumo de tasajo persistiera en el Brasil
". . .dando tíempo decía Juan Andrés Ramírez en
L911- a la compl,eta -como
transJormación de la ganadería" 16;. To-
davía en juiio de 1912 punto de iniciar su faena el nuevo
frigorifico Montevideo-, -a escribía el catedrático de Zootecnia
de la Escuela de Agronomía: "Error grande seria pensar que
la ganadería uruguaEu encontraría en La índustria cangel(L-
d.ara el medío único y suficiente para su etplotación. Por lo
nxenos las i'.i partes del rodeo nacional, fuera del consumo
interno, dependen del salcldero, cuAü exígencia de leses su-
pera en mucho a la erportación de carne congelada o enfria-
da. También en el poruenir grun pat'te de la prodttcción na-
cLonal, sobre todo d,e los depa.rtamentos del Este y Norte. por
las i,nsuficientes condictones naturales, debe recurrir el sula-
dera núenti'as no haga otro método barato E econónrico para
la conseruación de ld carne". Afirmó, confiado: " . . el cam-
bio de la existencia del ssladero se hará lentamente. y eL es-
tanczero tendró., por consigu.iente, bastante tiempo para adap-
tctr su explotación a las condiciones 'Denideros"1.\t'.
Esas "condiciones" se dieron al año siguiente. con la irrup-
ción de1 trust norteamericano de la carne. fortalecido en su
po1ítica, luego de 1914, pol' 1a Primera Guerra Mundiai. Los
estancieros no tuvieron "bastante tiempo". Por lujos que este
país dependiente se pudo permitir. favorecido por e1 ingreso
del capital estadounidense y Ia situaciói'r bélica. quienes tu-
vieron que tener paciencia fueroir los frigorificos.
Los saladeros que faenarou el 89 '. de las reses vacu-
nas en 1912, apenas mataron el 38 '¿ en 1914. El pasaje, contra
Io previsto, no era gradual, sino brusco. Pero la misma per-
sistencia de los animales criollos o escasamente mestizados
hizo que la industria saladeril languideciera .Curante 17 años:
de 1914 a 1930.
Como durante la guena mundial los frigoríficos compra-
ron sin exigencias mayores, el porcentaje de faena de los sa-
laderos de 1915 a 1920 osciló entre 12 y 7,6 ')/o. La crisis vi-
vida por Europa de 1921 a 1924 restringió Ia actividad frigorí-
fica; las empresas seleccionaron e1 ganado, y eI saladero vol-
vió a conocer faenas de relevancia: eI 22,1 % del total de
reses en 1921; 16,7 l4; éfi 1922;12,5'/n en 1923 y 14,7 %
en 1924. Los años ,Ce la llamada "prosperity" les dieron el gol-
pe de gracia (1925-1929). En 1930 sólo faenaron el 1,4 7á del

100
total de haciendas industrializadas116T. Todavía en 1928. eI
viejo defensor del saladero, Pedro Seoane, escribió acerca de
1o "complementarias" que resultaban las viejas y las nuevas
industrias de Ia carne: ".. .extsten razones para aJirmar que
una. A otra, en los momentos actuales de nuestra euoluciott
ganadera, se complementan de mqnera altamente prouechosa
para mantener eL equr'líbrio de Las Juerzas productoras d.el
país. En un país como el nuestro, donde exísten tantas díuer-
t iidades de tlpos de ganado, donde aún pasarán muchns aítos
antes que las h&ciendas presenten l.a uniformidad y los carac-
teres que requiere la tndustria Jrigoríftcd, como lo prueba la
estadíitíca, al reuelarnos que sólo dtsponemos de poco más
de un Z0 'l'o capaz de sattsfacer las err,genctas del prtncípal
mercado consumidor de las carnes. . . g sobre todo, si se ttene
en cuenta... que todas las carnes no son aprouechadss para
sey desttnadas a la frigorifzcactón... üernas como es posíble
que puedan subsisttr sín rnolest&rse, '!J más aún, complemen-
iarse, para la más fácll colocación de las hucíendas... la ín-
dustrtu del frío g La tndustrza tasajera)' 768.
En verdad, la persistencia del saladero era eI símbolo de
otra vida larga: la del vacuno criollo.
Nuestros ganados, aunque habían avanzado en su grado
de mestización, estaban muy lejos en 1913 y 1914, de haber
completado eI ciclo de Ia sustitución de una raza por la otra,
Ia que necesitaban los frigoríficos. Sucedió en 1908 un cu-
riosó episodio que debió haber puesto sobre aviso a Ios opti-
mistas que creían en 1as cifras de1 Censo. En febrero estalló
una huelga de los obreros ferroviarios. Diarios conservadores
e industriales de Ia carne se alarmaron. "EI Siglo" sostuvo que
eI conflicto paralizaría saladeros y frigoríficos, ya que los es-
tancieros apenas si enviaban un 30 % de su ganado "cami-
nando", siendo eI resto conducido por ferrocarril 160. El "nue-
vo" tipo de ganado predominante en apariencia lo exigía. Los
mestizos no podían tropearse desde Lavalleja, Soriano o Río
Negro, como los resistentes criollos. Los mestizos, en efecto,
no. Nuestros t'mestizos", en cambio, sí. Ya a principios de
:matzal el diario mencionado encabezó su sección "Tab1ada"
con este sugestivo título: "IJna entrada colosal!" Decía: "No
recuerdan los anales d.e nuestro mercado d.e ganado en pie.
en los últtmos 20 años, una entrada tan grande de ganado
como la, que hubo en el día de ayer. Como se sobe, la huelga

101
cle ferrocarrlles tmpide por el, momento, el arribo de la ha-
cienda por tren. Ante estas notr,cías, fodos los hacendados del
,Sud se han precipitado enutundo aI mercado tos ganados de
que disponían, desgractadamente stln reparar en su estado g
conducci,ón. De ahí que aAer de mañanu hubiera en la Tabla-
ds. una entrada que ipreclamos en 10.0d0 reses, en su magoria
ganado nueuo, ch,tco g mal prepar&do" tio. El 22 del mismo mes
anunció, eufórico: "...los ganaderos ga no respetan di.s-
tanc?as y prtuados del ferrocarrzl se lqnzan por tierra has-
ta hacxendo 12 días d"e camtno A con los enormes diit-
cu,ltades glue se presentan para pa.storear..." 11'. Los novi-
llos llegaban esta vez desde el departamento de Río Negro,
a 300 kilómetros de Montevideo.

La modernizaciín de Ia industria de carnes precedió a


la del ganado. Este cambiaría exigiCo por aquél1a. Pero los
estancieros ya habían establecido su ritmo: éI correspondÍa al
tamaño de sus fundos, a la espiéndida pradera natural del país,
y a su mentalidad.

L02
Capítulo IV
¿Prados naturales o artificiales?

I El complemento leórico del mestizaie:


la pradera meiorada

a ) Los conoctmt"entos ¡r,entíficos de la época.

El ing. agr. Alfredo Ramos Montero, escribió en 1905:


"Hasta ahora todo el progreso de nuestra ganadería se ha
basado en el rnejoramtento de los reproductores, descutdando
las demás Jactores, g sobre todo uno bten irrtportante: la pra-
dera que sirue de base a le alimentactón del ganado". El "pro-
greso" realizado con eI mestizaje no podía mantenerse "sin
buenos pastos" 17:1.
Estas eran ya ideas recibidas en eI país. Alcanzaron una
amplia difusión desde 1907 con la enseñanza agronómica im-
partida en la Universidad. EI director de esa rama de estu-
dios, eI alemán Aiejandro Backhaus, fue un incansable pro-
pagandista entve sus alumnos, y en sus giras por la campaña,
entre los estancieros, acerca de Ia necesidad de complementar
la transformación de1 ganado con la transformación de la pra-
dera. De no seguirse este rumbo, sostenía, eI mestizaje, tan
costoso, quedaría a mitad de camino, rindien.do 1o mínimo de
io que era capaz en potencia.
Uno de sus alumnos más aventajados, Carlos Praderi, co-
menzó a publicar en 1909 en "EI Día", una serie de artículos
cuyo tema central era extender Ia "modernidad", que los ga-
naderos habían puesto de manifiesto cambiando sus rodeos,
a la tierra, Hizo una crítica sagaz de la pradera natural en
la que casi todos confiaban: a) "Los pastos que con tanto
frecuencia se elogian son de escasa producctóm o por lo lnenos
irregular producción". Cesaba el tapiz verde en el invierno

I
103
i
i
i
t
I
y el animal pasaba 4 o 5 meses subalimentado, cuando no 1o
arrasaba Ia sequía; b) "Contrtbugen a la .. . degeneración de
las razas mejoradas o por Lo menos no aseguran su Jijeza''.
Para los mestizos Ia alimentación rica y constante era la única
garantía de no perder sus "cualidades heredadas", alcanzando
el desarrollo que zootécnicamente se podía esperar de ellos
en precocidad y peso; c) Se debía pensar en eL "agotamíento
de los princi.pios fertilizantes y como consecuencia, dismtnu-
ción del uígor y riqueza de los pastos a traués de los üños".
Estábamos exportando desde hacía ya tiempo, carne, lana, cue-
ros, astas y huesos, materias primas y alimentos que llevaban
consigo "grdndes cantidades de á.cido fosfórico, nitrógeno. y
otros oaliosos princípíos que los postos ertraen de la tierra y
que no Duelven más a el,la"; d) Nuestras pasturas "por su es-
parcimiento en eI suelo y períodos de poca duración" no per-
mitían desarrollar el rasgo más notable de1 mestizo. Los ha-
cendados creían que era su peso. No. Era su precocidad en
alcanzar ese peso. Ei crecimiento del terneraje casi se detenía
durante los seis meses invernales de escaso pasto. y ello en los
momentos cruciales del primer y segundo año de vida, cuanrlo
más necesitaba del alimento permanente y 1o almacenaba:
"el anímal mas jouen, en s1L primera edod, puede reseruur
hasta un 73 % de las proteínas ingeridas; durante su prímer
año aa decagendo esta cifra paulatinamente h,asta 55,48 ,9:, .

lueqo a 43 7,, g por últzmo. a fines de su segundo año a 29 Í,'


y aún n1,enos". EI riesgo que se corría a1 subalimentarlos en
esos años, como Io sostuvo el catedrático de Zootecnia en el
Instituto de Agronomía, Dr. Oscar Guth, hacía que los anima-
les cuyo crecimiento " . . .ha stdo detenido de algún n'Lodo en
la prtmera edad, no podrán más twde, ní aún con la mejor
alimentacíón, u.lcanzar un completo g perfecto desarcollo. Se
pueden cebar. . . dá,ndoles así buen aspecto, pero stl ualor E
calídad serán medíocres" rts,' e) Nuestros pastos "sufren 1os
efectos de Ia sequía pero contribuyen en gran medida" a 1a
amplitud que éstas alcanzan. No sufríamos tanto por falta de
agua, como porque las lluvias, debido a la inclinación de las
numerosas cuchillas y a la relativa impermeabilidad de Ia capa
superior del suelo, anegaban las "partes bajas, perdténdose
en los arroUos E ríos, Aa que de éstos no se saca todo el pt'o-
uecho que podría". Además, Ia escasez de pasturas debilital:a
a los mestizos, haciéndolos fáciI presa de las enfermedades.
104
El joven Praderi resumió su punto de vista al sostener que
1a pradera natural no permitía a los animales mestizados "sa-
car todo eI provecho de que son capaces". Por ello e1 mesti-
zaje necesitaba de la mejora de la tierra. Los mestizos, ese
era su rasgo notable, poseían más poder de asimilar la alimen-
tación que los criollos. Si se mantenían a la antigua, se perdía
buena parte del esfuerzo y la inversión hechos en la crüza.
La cátedra universitaria afirmó que por cada 100 kilos de
pasto natural se obtenían de un vacuno criollo 5 kilos de car-
ne "inferior", y con un media sangre, es decir, un mestizo, 6
kilos de carne también "inferior". EI aumento, que ocurría só1o
en el peso, era escaso, Ia caiidad seguía siendo deficiente. Ha-
bía que llegar al animal de sangre 15/16, producto de 4 cru-
zamientos sucesivos con toros puros, para lograr por primera
vez carne "buena", 9 kilos en ese caso. En cambio, si 1a
pradera se mejoraba mediante Ia siembra de "pastos artifi-
ciales", alfalfares o avenales, por ejemplo, eI media sangre
daba 7 kilos de carne mediana y no 6 de carne inferior; el
producto del tercer cruzamiento, eI sangre 3/4, proporcionaba
ya 10 kilos de carne b,uena; y eI L5116 podía dar 20 kilos de
carne "sobresaliente". Cierto era que los animales ya no co-
merían 1"00 kilos, sino 150 en el primer caso, 200 en el se-
gundo y 300 en eI tercero. Pero en eI Uruguay seguían ali-
mentándose con 100 kilos, o sea que el mestizaje debía avan-
zar hasta llegar al puro por cruza para compensar la alimen-
tación deficiente y lograr carne que el mercado internacional
calificaba simplemente de "buena".
Habíamos puesto Ia carreta delante de los bueyes:
" . . .nu,estros ganados han sufrido los beneftcios fdel mestz-
zajel pero debe consíderarse que este perfeccíonamiento no
es el fin de la mejora, síno que es el medto para llegar a la
mejora, que sólo se Lograría a su márzmun, sumínzstrando a
los antmales refínados todos los ali,mentos que requiere. . ."
su constitución superior a la de1 criollo 17a.
Los estancieros autodenominados "progresistas", compar-
tieron este punto de vista, y a veces Io llevaron a Ia práctica.
Uno de ellos confesó en 1908: "...cus.ndo empezanxos a ím-
portar ganados tinos, nos oltsidamos que los htjos heredan u los
padres en su n'La.nera. de ali,mentación y nos cancretamos a dar
forrajes a los reprod,uctores, sín preocuparnos de la ytrole".
105
La Federación y Ia Asociación Rural se lanzaron con impul-
so a 1a prédica del "cambio totalizador": tierra y ganado 176.
Et problema importaba ya que 1os mercados exteriores,
el británico en particular, no se conformaban con la simple
gcrdura de Ia carne, requerían calidad. La Asociación Rural
áio cuenta de los concursos realizados a iines de 1909 por el
"smithfield C1ub" de Londres. Lo que " . . .ptrtmero lla.n'ta la
atencíón [es eL] poco peso de las reses [premtadas]". La ex-
plicación era sencillai " . . .desde hace ga bqstantes a.ños l.os
zootécnicos y ganaderos ingleses se han aperctbido que enx-
pujar las razas hacta la corpulencia g el aumento de peso oiuo
dqba un perjutcio en lo concerniente a la calídad". Era " . . .ILn
gran error hacer ganar en peso a las reses en perjutcio, casi
siemptre, de ta precocídad". Esta daba carnes más tiernas, y
la buena conformación del animal joven permitía obtener me-
jor distribución de la gordura. Ello, sin considerar una ven-
taja excepcional para eI criador: obtenía en dos años un no-
villo ,de 600 kiLos y ahorraba eI arrendamiento de Ia tierra
y los gastos de explotación que hubiese abonado de conseguir
igual resultado recién a 1os cuatro años 177.
Otra vez los argentinos se adelantaron. Sus espléndidos
alfalfares les permitían convertir a sus Shorthorn en inrne-
jorables reses "de calnicería" que no iban a la mesa del in-
glés pobre del norte, sino a la de la brillante clase rnedia
neduárdiana" londinense. Este ejemplo lIamó 1a atención del
gobierno y los criadores orientales acerca de nuestras defi-
ciencias 1?§.

En el ínterin, seguíamos haciendo concursc's de "novi11os


gordos", como el ya comentado que se celebró en Montevideo
ei 25 de agosto de 1912, con pesos de 800 kilos y edades que
fluctuaban entre los 4 y 6 años. Ellos provenían de las mejo-
res estancias del país. Si esa era Ia tendencia de los "pro-
gresistas", ¿cuáI no sería el estado de los ganados gene-
17e.
rales?

b) La nacionalízacíón de La técníca: eL triunfo fl¿1" a,uenal


sobre el, alfalfar.

La ciencia agronómica debía adaptarse a las con'diciones


específicas de nuestro suelo y clima para que Iograra conven-
cer, por 1o menos en teoría, a los estancieros. Nadie dudaba

106
que mejorar la pradera natural llevaría a producir más y me-
jor carne en menos tiempo. Se planteaban, empero, interro-
gantes: ¿qué forraje convenía, acaso el alfalfar, que en ia Ar-
gentina revolucionó la cría del vacuno en esos años? Dado el
rasgo extensivo de la ganadería oriental también debía res-
ponderse con claridad a esta otra pregunta: ¿no convendría
más comprar campo que invertir en transformar el prado na-
tural en artificial? ¿Cuál de las dos inversio,nes eia más ren-
table? Y aún s,i el razonamiento económico probaba que mo-
clificar la pradera era mejor negocio que extenderse, queda-
ba en el fondo de la estructura mental de nuestros hacenda-
clos, otra duda: ¿podría la pradera arti'ficial compensar el pla-
cer de ver crecer sl sentido literal del término- eI fun-
-gn de la tierra no te,nía el valor de un
clo? ¿Acaso la posesión
dogma para 1a sociedad uruguaya?
Ciencia y experiencia se ccnjugaron para dar Ia primera
respuesta: e1 Uruguay no sería tierra de alfalfares; podría
serlo, sí, de avenales.
EI ingeniero agrónomo Alfredo Ramos Montero en las su-
cesivas ediciones de su "'Manual de Ganadería y Agricultura"
(años 1909, 1911 y 1915) aclaró las dificultades para adoptar
el modelo agropecuario argent,ino. La alfalfa era una planta
con "raíces muy profundizadoras", requería campos en que
"la capa arable" tuviese "cierto grado de humedad g una capa
cle agua subterránea a La naenor profundidad posr,ble" para que
las poderosas raíces se nutrieran. La descripción de esa tierra
ideal correspondía a la pampa bonaerense y no a la penilla-
nura oriental. En cambio, la avena, que no ". . .erigía tterras
cle mucho fond.o como la alJalfa, sembrá.ndose también de una
nls.nerü más económtca por el tnenor costo de la semílla g de
l.as labores de preparación [era nuestro Jorraje]. Por lo de-
más es un üegetal, rústr,co, que prodlLce bien en nLLestros co,m-
pos generales, dando buenos engordes desde el atoño hasta
los primeros g¿161¿5" 1so.
De hecho, Ia experiencia plecedió a Ia ciencia. Fue eI in-
geniero Carlos A. Arocena, presidente de la Asociación Rural,
quien en 1909 dio a conocer sus observaciones sobre eI "Sis-
tema cultural de pastoreos económicos" aI BQ Congreso Rural
Anual. Ellas partían de plantíos r ealizados en su estancia
cie Paysand,ú, y fueron recogidas por Ramos l\{ontero en el
"llanua1" citado. Arocena dio respuesta a dos preguntas fun-

107
damentales: ¿Convenía el alfalfar o eI avenal? ¿Era rentable
la pradera avenada en Ia época?
Para este hacendado, d.ueño de excelentes campos, e1 pro-
blema no se planteó en términos agronómicos sino económi-
cos. En sus tierras, Ia aifalfa crecía como en la pampa, pero
su cultivo resultaba antieconómico si se engordaba con ella
mestizos. Más pagab,a eI mercado por la alfalfa usada por los
cabañeros como alimento de sus toros de pedigree. Dado el
valor de los buenos novillos mestizos ( $ 301 . invernar dii-
rante un año una cabeza significaba 1.500 kilos de alfalfa qr-le
producían l-00 kilos de carne. A $ 0,06 eI kilo se obtenía una
utilidad de $ 6. Si Ia alfalfa, en cambio, era vendida al rner'-
cado, los 1.500 kilos podían colocarse entre los cabañeros a
$ 25. La deducción fue simple: ". . .la situación económic{t ,to
permite la al,tmentación de nuestros ganados con altalfa. No
es esúo aconsejar que no se siembre alJalto en
el país, -aclaraba-
por el, contrario, es LLn negocio para nuestra «gricul-
tura la cosecha de alfalfa E la aenta de ese forraje, como tcltn-
bién es un recurso d,e gran ualor tenerlo en la estsncia rno-
derna [pero] ytara los animales de gran talor refinodos. . . ".
En última instancia, todo derivaba de Ia escasa aptitucl
de nuestros suelos para generalizar en ellos los alfalfares. Su
elevado precio en el mercado de forrajes se debía a su esca-
sez y ésta, a que pocas tierras del país podían producirla. Por
ello tenía que ser un alimento reservado a los costosos repro-
ductores de pedigree. Muy diferente era eI caso del avenai.
Este cuadro lo prueba 1E1:

RENDIMIENIO ECONOMICO DEt AVENAT PARA Et INVERNADOR


Costo
Araclas, siembray semillas para uné hectárea: $ ó. D¿do que el avenal dura,
términd medio, 3 años y "bien tratado puede durar 5 años en abundancia,,.
ef costo anual por há. era $ 6 :- 3, o sea .
Arrendamiento de una há. por año ,,2
4

Rendimiento
"En c¡cla há. de avenal se engordan dos novillos'l. Comprados al criador
con 400 kilos a $ 20 c/v., engordan 100 kilos en un año. Vendidos a $ 0,0ó
el kilo, S 30 por cabeza. Utilidad bruta de los dos: 200 k. x S 0,0ó: .. $¡2
UtiliCad neta en un año: $ 8.
Gan¡ncia sobre el capital invertidot 200 7o,

108
Comparémosle con el rendimiento de ia pradera natural.
Ei: este caso fue eI Director del Instituto de Agronomía, Dr.
Aiejandro Backhaus, el que proporcionó 1os datos para fines
de 1907: "Al presente un nouíl,l,o necesita una
hectárea g medta de campo -5s5f¡y6-
natural durante 4 años p(l1'cl pro-
ducir 450 kgs. de peso, ualorado en $ 20; por el cultíuo de
f orrajes arttftciales es bien posíble en la mtsma ertenstón criar
tlas uucunos, de 3 años y 500 ktlos, al precto de $ 25 cada
2¿1¡9" 1 §2.

RENDIMIENTO ECONOMICO DE tA PRADERA NATURAT PARA Et CRIADOR

Costo
I i.! hectáreas arrendadas durante 4 años a $ 2 la há. ......... 5 'l 2
3i.os gasios: inlereses, edificios, sueldos, inventarios, durante 4 años " ó $ l8
Rendimiento
P"ecio de venta de 1 novillo de 4 años y 450 kilos s20
Utilidad neta en cuairo años: S 2.
Ganancia sobre el cap¡tal invertido: I I 7o

RENDIMIENTO ECONOMICO DE TA PRADERA AVENADA PARA ET CRIADOR


Costo
I ': hectáreas arrendadas durante 3 años, a $ 2 la há. .... §e
,,6
Ct:os gastos: intereses, edificios, sueldos, lnveniarios (*) . . .
Siembra y cuidado de un avenal, lres años, en 1 Vz hás. (..) ,, l0 $25
Rendimiento
ler'ta de 2 novillos de 3 años y 500 kilos cada uno a S 25 por cabeza $so
Utilidad neta en tres años: S 25.
Ganancia sobre el capila¡ invertidot 100 To

Ambas fuentes coinciden. La ventaja económica del ave-


nal era obvia.
La inversión requerida para convertir una pradera natu-
ra en avenal significaba un incremento, sobre la total, del 39
iiar ciento, mientras la utilidad crecía un 1.150 /o. Ello, sin
(*) Backhaus debió disminuir estos gastos a $ 4,50, ya que los estimó en
$ é para los 4 años en el caso de la pradera natural.
(**) Según Carlos A. Arocena, el avenal hubiera costado en 1 t/z hedá-
re:s sólo S 9.

109
tener en cuenta eI tiempo. Este se acortaba una cuarta parte,
por 1o que el rendimiento anual era todavía más favorab'le'
Carlos A. Arocena fue categórico y el Be Ccngreso Rural
aprobó sus conclusiones: "La sítuaci,ón econótníca actuul no
sólo permtte el si;tema cultural de pastoreos de auena para'l.a
alimentaczón de nuestros ganados, sino que resulta espléndtdo
negocio realízarl,os, no solqmente por los proptetartos sino tam-
btén por los arrendatartos, quíenes en la sctuqlidad no 'pueden,
forma: prados permanentes (como los alfalfares) que cuestan'
más que el ualor de la tíerra en algunas zonas". Los "prados
temporarios", de bajo costo y adaptados a nuestros suelos,
los avenales en una palabra, se recomendaron a todos los
hacendados

Pero los hechos económicos presentan diversas caras y


evolucionan.
En primer lugar, todos los estancieros se preguntaron si
no valía la pena arrendar más campo con la inversión que, se-
gún los técnicos y sus "originales" pares del litoral, exigían
ios avenales. Las fuentes, manejadas con cuidado e incluso
criticadas aI extremo de haber disminuido la duración de los
avenales, prueban que el valor del arriendo y el de la mejora
eran igud.es ($ 2Ia hectárea) pero no la utilidad. Arrendatr-
do una hectárea, eI hacendado podía mantener 2/3 de cabeza
y necesitaba 4 años mínimo- para 11evar14 a1 mer-
cado 1s3. Si avenaba, -como
mantenía una cabeza entera y en 3 años
podía conducirla a Tablada. Un solo argumento de peso,
dada la mentalidad conservadora de los hacendados--y podía
aducirse ante la siembra de avenales: el riesgo. La agricultura
tenía mala fama en el país de ios microclimas y las variantes
bruscas; ciertos insectos resultaban en particular dañinos. La
seca y el "pulgón" podían volver azarosa la combinación me-
jor planteada. Sin embargo, desde un punto de vista estric-
tamente empresarial, si la estancia era antes que nada un ne-
gocio, los beneficios compensarían los riesgos. Mas, no lo otr-
videmos, no hay hombres en "estado de naturaleza económica".
En segundo lugar, el avenal requería una inversión inicial
($ 6 por hectárea, según Arocena) que debía efectuarse de
golpe; el arriendo, en cambio, exigía sólo la tercera parte

110
de ese capital. Esto, sin duda pesó para que la clase media
rural, que deb'ía aumentar sus entradas ante sus mayores obti-
gaciones y sus utilidades menores que las de 1os grandes ha-
cendados, fuese la que más dificultades tuviera para crear "pra-
dos temporarios". El grupo social dinám,ico era el económi-
camente débiI. Esa contradicción hubiese podido resolverla eI
Banco de la República en cierta medida. Como observaremos,
no lo hizo. EI batllismo, obnubilado en sus primeros años por
el modelo agrícola cerealero, dedicó sus mejores esfuerzos a
liberalizar eI crédito para los agricultores tradicionales. Dejó
intacto, en cambio, el mecanismo crediticio de] Banco de la
República consolidado bajo 1a Administración de Cuestas, aquéI
que sóIo beneficiaba a los fuertes en la campaña: comerciantes
y grandes estancieros.
En tercer lugar, la única razón económica para que la
clase alta rural no aceptara los "prados temporarios", residió
en la evolución del precio del ganado a raíz de la irrupción
del "Frigorítico Montevideo" en 1912, y la Primera Guerra
Mundial en 1914.
El criador rutinario vio aumentar sus ingresos sin haber
hecho casi mestizaje, sin haber mejorado un ápice las pastu-
ras. Mientras de 1905 a 1911 obtuvo una utilidad de $ 2 por
novillo (el 11 ')i, sobre eI capitai invertido, según datos de
A. Backhaus), entre 1912 y 1914, a1 subir éstos su cotización
hasta $ 40, la utilidad creció a § 22, y 1a ganancia sobre el
capital invertido llegó aI 122 'ii. Es cierto que de haber mes-
tizado mejor y plantado avenales, la utilidad hubiera sido el
tripie de la que fue, pero, ¿qué sistema económico tan original
era éste, que en vez de castigar el sistema de expiotación
"arcaico" Io premiaba?
La paradoja consistía en que el mercado que pagaba
mejor atr prcducto de calidad, también pagaba b,ien muy
bien, dado su escaso costo de producción- al novillito -y mal
mestizado y peor alimentado.
Por cierto que esta búsqueda de razones no tendría ma-
yor sentido si los hacendados uruguayos hübieran poseído una
mentalidad pcr entero capitalista. En ese caso a.ún así, i-ro
-y
siempre- los incentivos económicos hubieran b,astado para pro-
ducir el cambio. Pero nuestros estancieros ilustraron, como ana-
lizaremos, otro modelo cultural, con pautas de comportamien-

111
to que no tenían al iucro permanente como único fin. Ese mo-
delo se nutría en una estructura social, económica,
-ms¡f¿|,
politica y geográfica- cuyos orígenes y definición .intentare-
mos más adelante.

2 - las escasas meiorao a la lierra en el Uruguay


del novecientos

Además de los incentivos económicos y eI conocimiento


teórico, los hacendados orientales contaron con la tecnología
que les hubiera permitido sembrar avenales en sus extensos
fundos.
U¡ra de las trabas tradicionales para la difusión de la
agricultura en gran escala Ia constituyó siempre ¡¡1sne5
si creemos a las asociaciones ¡s¡¿ls5_, la mano de-¿] obra poco
especializada y escasa del país. EI "pobrerío rural" no era
apto para el laboreo de Ia tierra; el modelo argentino de "echar-
Ie gringos a la pampa" para que éstos cultivasen e1 suelo con
cereales durante tres años y luego dejaran eI campo alfalfado.
no se pociía aplicar en e1 Uruguay. Nuestro sueio, y el sis-
tema de tenencia de la tierra donde abundaban Ios arrenda-
tarios, volvía antieconómico el prado permanente, el alfalfar.
La avena, eI "prado temporario", solucionaba en parte los in-
convenientes, pero dejaba en pie la interrogante de dónde en-
contrar trabajadores en abundante número y con conoci-
mientos agríco1as. Los hacendados no estaban dispuestos a par-
celar su tierra para entregarla a familias de ,inmigrantes que
cultivasen forrajes. Introducir elementos extraños en eI suelo
que habían cercaCo para que nadie se los disputara, era una
locura. La solución Ia proporcionó la tecnología norteameri-
cana, con su sistema cultural en gran escala a base de Ia me-
catrización de toda la labor agrícola. En e1 caso del avenal,
arar y sembrar. Para ello: eI tractor, o como se Ie llamó en
la época, el t'arado a vapor", la mayoría de los cuales, en ver-
dad, funcionaban a nafta.
El tractor permitía arar de 8 a 10 hectáreas diarias, ma-
nejándolo un solo hombre 1sa Ellos harían posible, aI decir de
la Asociación Rural en L911: " . . .rLno, xerdadera reuolucióm
en las taenas agrícolas pLles a la gran úrea que preparan al
t12
día, a la notable profundidad a que dan la labor y a lo poca
Lrnportancia que tiene para ellos el grado de dureza a qLLe se
encuentra la tterra por la lalta de lluatas... haA que sgregar
Eue a esos crodos se les puede unír rastras, rodr,llos, desterro-
madores g sernbradoras, siendo fá.cil de efectuar en el rnismo
dáa y con tuxü solo, operactón aarios trabajos, lo que representa
una economía constderable..."185. "81 Sig1o" definió mejor
ia posib'ie influencia del tractor, al sostener que con é1 los
cultivos "de forrajes" podrían "imponerse", puesto que "la
siemb:a se facilita extraordinariamente" 1s6. El profesor de
ru"ecánica y maquinarias de la Escuela de Agronomía, ingenie-
ro D. Kasdorf, llegó a idénticas conclusiones en ese año 1911:
"Aquí, en el, UruguaA) en una erplotación agrícola racional,
eL trabajo de la tíerra sólo es posible con rlotores" 137.
Los poccs estancieros que oyeron estos consejos comenza-
ron a traer los tractores a nafta desde 1910. A fines de 1911,
Carlos A. Arocena, aI clausurar el 10s Congreso Rural, sostuvo,
con más optimismo que realismo: "Muc,hos miles de hectúreas
se han cultiuado en las estancías para prados artificrales...
y no aicanzando la tracctón a, sangre... los hacendados del
poís, esos ruttneros, tm,portan el poderoso tractor a nafta, g ga
en este año contamos rz¿ás de 36 trabajando g han llegado o
está.n en uiaje otro tanto" 1ss. En L9Ll" la estadística aduanera
registra la primera entrada: 23. Con posteriorids-d, hasta 1914
por 1o menos, la fuente es menos detallada_ y no podemos pre-
cisar cantidades. Es probable que haya habido un incremento,
¡rero dada Ia escasa extensión que alcanzaron las praderas ar-
tificiales, esta maquinaria reforzí más a los agricultores aco-
rnodados en los departamentos de Colonia y Canelones, que
a los estancieros 1ss ( {' ).

(*) Una de las dificulrades que los hacendados enfrentaron al comprar trac-
rores, fue la ausencia casi total de personal idóneo en el maneio y sobre todo
:cnservación de esta máquina. El Ministro de lndustrias de Batlle, Eduardo Ace-
',':do, apoyó en I9l2 un proyecto del ingeniero Kasdorf destinado a crear un
"inslliuto de Maquinaria agrícola", "...ve¡dadera escuela práctica, en la que en
algunos meses se harían ¡necánicos agrícolas... y a que los estancieron podrían
mandar sus capataces o peones...'(19o). El año anterior, sin embargo, había
::urrido un síntoma de mal aguero: Kasdorf decidió dictar por su cuenta "un
::rso práctico de arados mecánicos" a los alumnos de la Escuela de Agranomía,
', a los "estancieros y trabaiadores rurales". Pero "...|a escasa inscripción de
interesados impuso el aplazamienlo de ese curso". (101)

113
Si tomáramos como fuente de información las opiniones
de los órganos periodísticos de las clases conservadoras, eil
1911 se habría ". .inzciado un mootmiento genero.l que se
acentúa día a día en touor de los prados artificíales, contán'
dose ga muchos establectmtentos ímportantes que tíenen ase-
gtnada l,a altmentación permanente de sus ganados. En este
sentido, t19111 marc& el período znicial de un proceso que
nos lleua dírectamente a la ganadería intensiaa". EI ejemplo
del ingeniero Carlos A. Arocena y sus avenales de 1a cabaña
sanducera "Santa María", habría sido seguido por "muchos
estancieros" 1e2. También la Asociación Rurai compartió este
optimismo del diario "El Siglo". Su Comisión Directiva piclió
en tgtt la exención de los derechos de importación que abo-
naba la semilla de avena y alfalfa y argumenlí: ". . .la faltu
d"e pastos para los ganados, encontró su soluci.ón en el cu7-
tiuo de la aaena qu,e, iniciado hace muA poco tzempo, fue in-
uadi,endo de tal modo las estancias que hag alguna que cuen-
ta ga con 7.500 hectáreas sembradas, donde pacen los gtt-
nados..."193.
Este "optimismo" derivó de razones ideológicas y no de he-
chos. Fue la respuesta a los ataques que eI batllismo lanzó.
con atrevimiento y furia, al latifundio "rutinario", justarren-
te acentuados en 1911. La auto-crítica era un lujo que los gru-
pos privilegiados ejercitaban mientras nadie los molestaba.
Cuando esto empezó a ocurrir, en la segunda presiden-
cia de Batlle y Ia "avalancha reformista" de 1911, esos
grupos transformaron de inmediato su desconsuelo, en rela-
ción a la lentitud con que los estatrcieros adoptaban los cam-
bios, en optimismo. Los mismos hechos que en 1907 o 1908
le hacían sostener a Ia Asociación y a 1a Federación Rural que
Ios criadores eran "rutinarios", €[ 1911 y 1912 se interpre-
taron como el comienzo del cambio. Pero ese comienzo ]ro
culminaría nunca.
Analicemos la evolución y la ubicación de las hectáreas
sembradas con avena en eI país. Hubo un crecimiento notorio.
De 1900 a 1903, Ia cifra fluctuó alrededor de las 150 hectá-
reas; de 1905 a L909 el aumento fue sostenido de año a año,
arribándose a ias 6.891 en el último; de 1911 a 1914, nuevo
empuje, casi 40.000lea. Pero, ¿qué significaban 40.000 hectá-

774
reas sobre los 1"6.000,000 dedicados a la ganadería? El 0.22 '
Por fin, ¿,qué porcentaje de esa superficie correspondia a 1o.
agricultores, y cuál a los estancieros? En 191b, 1os típicos Ce-
partamentos agrícolas, Canelones, San José y Colonia, propor-
cionaron el 56,13 % de la cosecha de avena de1 país. Vendian.
ese forraje Ia alfalfa-, a los cabañeros que lo compra-
-y
ban para alimentación exclusiva de Los toros y vacas puras
de pedigree. E\ 44 fá restante podía atribuirse exage-
ración, tal vez-, a auténticos prados artificiales. -con
Los depar-
tamentos donde Ia cosecha tenía cierto relieve eran: Soriano
(,un8,42 2L del total), Lavalleja (8,84 %), Durazno (6,16
i.;1,
y Flor,ida (5,97 %). Pero en ellos, con la sola excepción de
Durazno, también existía una población agrícola importante
dedicada sólo a forrajes y cereales. Tampoco en esta región
podemos asegurar que existiera un desarrollo armónico de Ia
agricultura forrajera dentro de la estancia. ¿eué porcentajes
quedan para el progresista litoraI, aquél que se inició como
pionero con las siembras de Arocena en 1g0B? Río Negro con
el 3,33 /c , Paysandú con eI 1,65 %. El resto de Ios departa-
mentos ganaderos alcanzo guarismos casi siempre inferiores
1 %, Rivera, Cerro Largo, Salto, Artigas, Tacuarembó,
{Treinta y Tres y Rocha 1e5.
Ni los incentivos económicos, nt el tractor, ni la cultura
agronómica, lograron difundir Ia pradera avenada. Ella siguió
siendo el recurso utilizado por una nueva agricultura practi-
cada por 1os viejos canarios de Canelones o los suizos de Co-
lonia que buscaban buenas ganancias al vender la cosecha a los
cabañeros. De ahí que sucediese 1o que no debió haber pasad.o
nunca de plantarse avenales en las estancias: la lucha entre
los agricultores y los cabañeros en torno a la 1ib,re importa-
ción de forrajes producidos en Argentina. Los estancieros hi-
cieron llegar año tras año a los gobiernos de este período, p€-
titorios demandando ia libre importación de alfalfa y avena
desde Buenos Aires. Los agricultores, indignados, resl:ondie-
ron, con lógica, que si en el país 1os forrajes se pagaban caros
era porque los que debían sembrarlos no 1o hacían: los ha-
cendados. Escribió en 1906 el presidente de la Sala de Comer-
cio de Productos de1 País : " . . .los zntereses [ganaderos] q¡-Le

115
hoE claman por la carestía de fios forrajesl ol»ídan que la
callsü de su sttuaci,ón actual la deben erclusi»amente a su tm-
preutsión. Nuestros estancieros A nuestros cabañeros, saluo ex-
cepciones, no quteren hacer cultiuar la tíerra. Acaso st, hubre-
ron hecho sembrar con maíz A con alfalfa una pequeña parte
de sus inmensas extensiones de tierra, necesitarían pedirle a
nuestro pobre agricultor un pedazo de pan para abaratar la
racíón de sus anímales d,s YaTa?')na.
Como los agricultores sembraban algunos miles de hec-
táreas de forrajes, éstos sólo eran suficientes para ¿limentar
a los vacunos y ovinos de pedigree; los mestizos no recibían
nada ante el escaso volumen de la cosecha y su elevado precio.
Que los agricultores surtieran de forrajes a los estancie-
ros para alimentación exclusiva de sus animales puros, es eI
mejor indicio de 1o reacios que eran estos úitimos aI cultivo
de la tierra. Ni siquiera en esta época, cuarrdo unas pocas hec-
táreas sembradas hubieran solucionado sus problemas, se de-
cidieron a introducir eI arado. Para la masa de los estancreros
uruguayos, agricultura y ganadería eran actividades distintas
e incluso antagónicas. Al analizar \a situación de los agricul-
tores, observaremos que uno de los obstáculos que se opuso
siempre a la extensión del área agrícola fue la cláusula que
todos los propietarios introducían en los contratos de arriendo
prohibiendo labrar la tierra. La tierra arada destruía los pas-
tos naturales. Agricultu::a y pastoreo ne er&r complementarlos,
aunque los precios del mercado y la ciencia enseñaran que sí.
Contra todo ello chocó un concepto más antiguo, que alguna
vez se había nutr,ido en sabias motivaciones económicas. Has-
ta 1900, en efecto, Ia agricultura cerealera destruía la pra-
dera espontánea, y era "trabajo de pobres". Ahora, que los
hechos económicos habían cambiado, quedaban en pie los va-
lores y 1a mentalidad de una época pretérita, aquélla en que
la ganadería daba "más riquezas que un Perú" en la Banda
Oriental de 1800.
Cuando en 1916 y 1917 un equipo de periodistas recorrió
nuestras estancias y escribió eI "Album Pur-Sang", haIló que
la mayoría de los establecimientos no dedicaban ni una hec-
tárea a la agricultura forrajera. Por ello les sorprendió en-
contrar en Paysandú, en campos arrendados por Julio Muró,

116
1.100 hectáreas avenadas "para preparación de ganaderias es-
peciales". Según ellos, " . . .es quízós la operación más eÍten-
sa que se haga rea,lizado sobre prados artitícial¿s" Lei.
Esta era, todavía, una ganadería de "pueblo pastor" (*).

3 El debilitamiento del stock vacuno


Según el Censo de 1908 confirmado por otras estimacio-
nes, el país poseía 8.192.602 vacunos. Esa situación varió. A
mediados de 1912 se señaló desde Artigas que ". ..la escasez
de ganados es enorrne. Los campos se encuentran desterúos...
no se encuentran üacas gordas nt flacas E por las que hay,
se pa,gan precios fabulosos" 20i]. En 1913, el número de vacu-
nos se debilitó al grado de que Alejandro Victcrica 1o estimó
públicamente, y sin que nadie lo contradijera, en 6 millones
eoa. Otros hacendados coincidieron con esta cifra !6.
Indices más exactos los b'rinda la evolución de Ia faena
en todas las fábricas de carne (saladeros y frigoríficos). Mien-
tras de 1905 a 1910 el promedio anual fue de 688.000 cabezas,
de 1911 a 1914 descendió a 531.000, un 24,3 /o, baia que coin-
cide porcentualmente con la anotada del stock nacional 2ffi-
El número de los animales variaba en función del ali
mento, y éste era un derivado del clima e07. Situación típica

(*) Ni praderas, ni árboles' La campaña ofrecía desde este ángulo una vtsión
alarmante. El ferrocarril "inglés". por eiemplo, no siempre importó carbón Y
menos lo hizo durante la Primera Guerra Mundial dado el aumenlo de su precio
y las dif íciles comunicaciones marítimas con sus proveedores habituales. Eo 1920,
e! senador Justino Jiménez de Aréchaga. denunció que la empresa del Central
había celebrado contratos "por cantidades fabulosas de leña, que son un factor
de destrucción de los bosques de la República". (1'8) La población de MonÍevideo
y las ciudades del ¡nterior, por su parte. utilizaba como combustible para su ali-
mentación y catefacción, la leña y el carbón extraídos de nuesiros montes natu-
rales. (10$) Si a ello unimos la visceral repugnancia con que los estancieros oí¡¡r
predicar el plantío de montes de abrigo para resguardo de sus rodeos y maladas
mestizas, se exptica que en )907 "E1 Siglo/ editorializara sobre la rápida desa-
parición de "los montes de nuesfro país",' esta "manía arboricida" 1:tlo¡ mereció
de "El Tiempo" en I9l3 un llamado de atención en dramáticos térm¡nos ante la
"tala de los bosques". (!o1) En 1905, un periodista' montevideano halló plan
rados l50.00C árboles en la esfancia San Jorge, propiedad de un súbdito inglés.
Estcs "grandes montes improvisados", fuente de riqueza maderera y "abrigo Ln-
supereble" para el ganado, eran contemplados con "estupefacción" por "el ve-
::-i¿rio del lugar". (2o:l¡.

11?
en un sistema de explotación que dependía de la natutaleza
y no había procurado contrarrestar sus influencias negativas
irrejorando 1as pasturas, creando montes artificiales o siste-
mai de riego. EI hacendado Bernardo J. Riet opinó en 1912 que
" . . .la gran mortandad de ganado [!ue] producida por la gran-
de sequía que tuutmos a ltnes de 7970 g princtpios de L97L"
]rs. Br-, efecto, las fuentes confirman que esa sequía fue la cau-
sa primera: aunque no la única rt)e. En abril de 1911, el dipu-
tadó Ferrer Olaii describió eI estado de las praderas naturales
más feraces del país, en el departamento de Soriarlo: "Aqwe'
llo es d"esesperante, tmposlble de descrtbzr. Toda la rica zona
de Cololó, g los campos de Hottnté, de Sena, de Zabalúa, de
-estíLn
López, d,e Óamp. . . completamente desnt¿dosl no só\c
fatla el ganado; hasta los anttnales lanares mueren de ham-
bre 7¡ d,e sed"... d,íariamente; hag establecímientos qtte ni sz'
quieia cuent{tn con caballos para TeconoceTloqj: r1tt. 165 §¿ls5
áhmatológicos 1o prueban: mientras el promedio de-agua caí-
da fue aé ASS m-ín. entre 1901 y 1913, ya en 1906 ccmenzó
a gestarse una seca que se tornó aguda en 1910: 667 mm'
La seca hacía que e1 país practicara 1a ganadería trashu-
mante, con lo que su rasgo de "pueblo pastor" recibía una
confirmación ineiperada. Agotadas las pasturas de la estancia,
el hacendado sa1ía con su ganado en búsqueda de otros cam-
pos que las mantuvieran verdes. El "pastoreo era un negocio
éxceltnte para aquellos priviiegiados a oqienes la seca no ha-
bia tocado. Se cobraba a precio de oro. hasta S 0.?0 mensuales
por cabeza vacuna, eI mántenin-iiento de las reses. El Código
Rural de 1875, ideado para una época ell que los campos tenían
escaso valor, obligaba a ceder a las "tropas de paso" hacia
los saladeros la mitad de1 campo. Durante la seca de 1910-1911
los estancieros 1o dejaron de lado Cobraban lo que querían,
y cedían a las tropas que iban a la Tablada e1 menor espacio
posible ante la escasez de pasturas. Hubo quejas de troperos
y saladeristas :11 (x ).

(*) AI sobrevenir la recuperación con las lluvias de 19'l l, 1912 y 1913' que
fueron espléndidas y bien repartidas, (:!l) ocurrió un "exceso de pasturas"' ma'
yor todavía por la escasez de animales. Los hacendados empezaron "a quemar
campo" para librarlo de paionales y espartillares, pero tamb¡én para "aliviarlo"'
ya que no con ganado, con fuego. La medida era bárbara por su primitivismo
y reveladora de la ganadomanía. (:':13).

118
La seca no fue la única responsable de Ia disminución dei
stcck bovino. La demanda saladeril fue intensa hasta 1911
¡,' a partir de esta fecha se Ie agregó Ia cuantiosa frigorífica.
Ei precio del ganado en ascenso condujo a muchos hacenda-
dcs a liquidar reses que debieron haber respetado: 1as de cría,
los vientres, los terneros P1a. Este t'pueblo de pastores" vivía
e]f, una economía de mercado, y si 1o maravillaban los campos
cargados de reses, también le ilamaba Ia atención e1 oro que
ellas significaban. Los estancieros invernadores lograron con-
r.ei'tirse en una mixtión original de empresarios b'urgueses y
pastores uruguayos. No plantaron avenales ni montes, ni po-
se]¡eron tajamares, pero para ellos eI ganado sólo valía 1o que
el mercado determinabo, y & ese valor estaban dispuestos a
sacrificarlo todo, excepto emprender la roturación de los cam-
1:os. Eran los estancieros que estaban a mitad de camino entre
ei pasado "arcaizante" y Io que la mentalidad capitalista re-
ciarnaba.
Los invernadores, que sintieron más de cerea 1a demanda
saladeril y sobre todo frigorífica, mataban 1as crías "con e1
objeto de hacer engordar a las madr€S", y enviaban todos los
vientres que podían a los industriales que en estos años con-
sumÍan también todo 1o que les remitían r15. Ifno de los más
fuertes saladeristas, Rodolfo Vellozo, creyó que en la matanza
cle vacas y crías residía otro de los motivos de Ia disminución
del stock. En sus establecimientos se faenaron en la zafra
1911-1912, 34.000 reses, de las cuales 17.000 fueron vacas, 10
mil de ellas, "preñadas" 21Ü ( x ).
La estadística prueba eI aumento de 1a matanza de vien-
tres. De 1905 a L908, e1 porcentaje de vacas faenadas, con-
siderando el total de bovinos entrados a la Tablada de Mon-
ter.ideo, fue del 37; se eievó al 42 de 1909 a 1912. Luego,

(*) El gobierno de Batlle a fravés de su Ministro de lndustrias, Eduardo


::evedo, pensó en l9l2 prohibir la malanza de v¡entres. La Asociación Rural y
:: invernadores se opusieron argumeniando que "la l¡bertad era el meior co-
- ::rivo" de los excesos. (917) En la Memori¿ de ese Ministerio se incluyó el
::':enta¡e de vientres que contenía el stock bovino (53,01%) para demostrar que
: redida era innecesaria. No sabemos si el Ministro advirtió que ese porcenló¡e
::-espondía al Censo de 1908 y no a la situación real en lgll y'1912{2ls).

119
ante el precio asombroso que alcanzó el ganado de cría
-de-
bido a su ausencia-, disminuyó aI 13,5 % entre 1913 y 1gl42as.

Estas contradieciones probaban:a) que el camino aban-


donado a mitad del recorrido, mestizaje sin pradera mejorada,
conducía a catástrofes cíclieas; y b) que un grupo de hacen-
dados, los invernadores, contribuian con su espíritu especu-
lativo, a debilitar la base de la hacienda: los vientres. En s¡-l
caso, empero, eI empresario tendía a desplazar al pastor.

120
Capítulo V
El dinamismo de !a explotacién ovina

I - Progresiva desmerinización y aumento de la


prodUctividad

Fue en la explotación ovlna que la nación reveló su ca-


pacidad de cambio. La conjunción de varios factores 1o pro-
movió. El incremento de Ia demanda frigorífica que buscaba
razas de carne, y e1 mercado mundial que reclamaba lana,
motivaron el triunfo del ovino doble propósito sobre e1 tradi-
cional merino. Si en este caso el medio rural procedió con ma-
yor celeridad que con los vacunos, ello se debió a que eI grue.
so de las majadas estaba en manos de un grupo social que,
como se probará, era dinámico: 1a clase media.
La desmerinización, aunque s,in brusquedades, fue un he-
cho. Era 1a contracara de la adopción de las razas inglesas
de carne, en particular los mestizos Lincoln, Shropshire y Rom-
ney Marsh.
Hacia 1900, estimamos eI porcentaje de razas inglesas den-
tro del rebaño nacional en un 6 u B %P20. EL Censo de 1908
reveló un discutible 19 %. Este porcentaje ocultó la-ignoran-
cia sobre 7a raza predominante en más de ia mitad del stoek
(en 26 millones, 17 aparecían como "razas no especificadas").
Otras fuentes coinciden en señalar, a menudo lamentándolo,
la importancia cada día mayor que alcanzaron los mestizos
ingleses. En 1913, desde la "Página de Ia Campaña" de "El
Siglo" se afirmó que desde hacía ". ..cinco o seis años [se
íbal notando en forma palpable el desmeioramíento de la ca-
lidnd. de la lana, especialmente se puede decir que ha quedado
anulada la famosa merina...". El articulista 1o atribuyó al
"deseo de alcanzar animales de mayor peso 'u tambtén... al
ualor adquírído por las lanas cruzas..." en eI mercado inter-
nacional e21. En efecto, la lana crrtzal derivada del mestizo jn-

12L
g1és. comenzó a requerirse más que 1a merina, producto casi
de lujo, por Ia Europa que arreciaba su carrera armament,ista
s aumentaba eI número de sus soldados y Ia duración del ser-
r-icio militar, hechos ya señalados. El diario afirmaba a fiues
de noviemb:e, cuando la esquila estaba por concluir en el pais,
que de Ias "zonas laneras de Flores, Florida, San José y Du-
razno, productoras de las grandes lanas merinas supras" ese
ario todavía no se había recibido un solo fardo de 500 kilos,
"cosa que era corriente" antes 221.
El Censo de 1916 probaría la desmerinización. Mientras
de acuerdo a las cifras de 1908 el mer,ino constituía todavía
eI Bl ')L de ias razas "especificadas", en 1916 descendió al
3B i;. En cambio, las razas inglesas dominaban eI rebaño na-
cional: del 19 pasaron al 62 /"ztt.
En 15 años las majadas se habían transformado. En ese
mismo período, eI vacuno mestizo todavía luchaba por impo-
nerse al criollo.
Cambio de raza, y también incremento de Ia producción
de lana por cabeza. El mestizaje se implantó con firmeza en
el ovino. De las discutidas cifras del Censo de 1908 se de-
ducía que 32,84 % de Ios vacunos eran criollos, mientras sólo
1o eran 5,27 ft de los ovinos. Los ovinos mestizos constituÍan
el 91.,6 ',/o del rebaño y los puros eI 2,L %. Nadie formuló
a estas cantidades los reparos que se hicieron a las casi fan-
tásticas del vacuno.
En 1916 el rebaño de nuevo mejoró su calidad. Las ovejas
criollas desaparecieron; las mestizas se elevaron de1 91,6 'i'l
al 93,1 lL, y las puras del 2,1 al 6,4 11"P2'. F.sto se tradujo en
un aumento de la producción de lana por cabeza. De 1890 a
1900, eI incremento fue estimado en un 15 '/á,llegando a dar
cada ovino kilos 2,100. De 1900 a 1974, la suba fue del 33 %,
pues cada cabeza proporcionó alrededor de kilos 2,800:r;.

Este panorama optimista debe ser matizado.


También los grandes hacendados tuvieron ovejas, y en el
norte fronterizo con eI Brasil, donde el latifundio dominaba,
e1 Censo de 1908 prueba que se hallaban las majadas.peor .t

mestizadas: Artigas, Cerro Largo y Rivera.


La clase media rural, huérfana de apoyo crediticio y pro-
clive a imitar algunos rasgos de conducta de la clase alta,
122
nc fue un modelo de eficiencia. Los frigoríficos, por ejemplo.
recibían capones, pero no corderos. Estos requerían, "desde el.
¡uimer momento", según sostenían los compradores ingleses
e¡r el "South American Journal" de 1906, "un alimento su-
cuiento" que nuestra pradera natural en general no propor-
cionaba. Ese negocio debíamos dejarlo a los criadores de Nueva
Zeiandia que ya habían recurrido "a1 engorde artificial":r'r.
En re.tación a la lana, Ia comparación con los dominios
británicos nos hacía sonrojar. Hacia 1907, las majadas genera-
les australianas proporcionaban algo más de 3 kilos de lana
rr:rr. El problema no radicaba sóIo en el peso sino
¡rc;r cabeza
también en la diversa cali,Cad. Los estancieros uruguayos pro-
seguían con su tendencia a valorar más eI número de sus
rebaños que }a finura u homogeneidad de sus vellones::s. Las
n:aiadas envejecían y se mantenían ovejas y capones más ai1á
de ios 5 o 6 años que la técnica contemporánea aconsejaba. EI
resuitado era que luego del ". ..sexto esquíleo el uellón iba
ste¡¿do menos pesado. . . y l.as hebras írregulares. . . La hebra
se torncLba cado. aez má.s seca, quebradtza, decolorad¡7" 22tt.
E¡rrrejecimiento y sistema de explotación rutinario generaban
urr procreo débil. La Federación Rural 1o manifestó en 1909:
"Necesttamas. . . eleuar el porcentaje de nuestvss majadas. Ac-
tuelmente producen un promedzo de 22 a 25 % lo que resulta
cle una abrumadora znsr,gntficancia sz se compara con Lo qu,e
na¡'malmente dun las majadas de Australia y Estodos Untdos"
::i'r- En Nueva Zeiandia se llegaba a un procreo del 90 %
elual :irr.
Los vellones eran, en muchos casos, "un muestreo de fi-
ntrras que varían del 60 al 80":3:. La ausencia de homoge-
neidad dificultaba Ia clasificación y venta en Europa; la téc-
nica rudimentaria con que se practicaba el mestizaje contri-
buia a desmerecer eI producto. El resultado era que nuestras
lanas merinas se cotizaban de 10 a 20 % por debajo de las
a'iistralianas :Br.

2- Tecnificación de Ia explotación
La generalización de Ia máquina que sustituyó progresiva-
r;iente el "esquileo a mano"; el uso cada vez más frecuente
de] alambrado de 7 hilos que concluyó con los viejos de 5 y 6
i:lios; la incorporación de un sistema racional de señales para
123
individualizar aL ganado ovino; y la acción eficaz que comenzó
a emprenderse para combatir el principal flagelo de Ia especie,
la sarna, son todos elementos probatorios de que los cambios
de envergadura en el sistema de explotación ocurrían en la
esfera del ovino y tenían como protagonista al grupo social que
hizo de esa especie su preocupación dominante: la clase media
rural. Nada que se le compare excepción del baño garra-
-a podía anotarse en el ha-
paticida, usual ya para los vacunos-
ber de 1os grandes hacendados.
Hemos anotado en los Tomos III y IV los efectos econó-
micos y sociales que tuvo la paulatina sustitución del "esqui-
leo a mano" por el mecánico. Baste recordar que permitió ra-
eionalizar el trabajo "domesticando" la mano de obra, y au-
mentar el rendimiento de las zafras. Por su elevado costo, La
máquina de esquilar no fue propiedad de los medianos hacen-
dados. Eran los grandes, y los empresarios que contrataban las
comparsas de esquiladores, los que las compraban. A través
de esos empresarios mayoría, comerciantes en los pueblos
-la técnica IIegó a la clase media ru-
del interior-, Ia mejora
ral 234. Mientras de 1899 a 1904 se importó un promedio anual
de 55 esquiladoras'mecánicas, de 1905 a 191.1 1á cifra ascenriió
a 328, es decir que se muitiplicó por 6 23ó.
La sarna era la gran plaga del lanar. Luego de su viaje
a Australia, eI cabañero Miguel Bidart estimó en 1908 que el
Uruguay perdía un 10 'á de sus zafras debido a esa enferrne-
dad. Los cueros se veían más afectados. En total, y dado el
valor promedio de la cosecha, el Uruguay dejaba de percibir
2 millones de pesos anuales:36.
Clase media, hacendados "progresistas" y batllismo unie-
ron sus esfuerzos para combatir eI flagelo. EI gran remedio
consistía en generalizar los baños utilizando específicos de ca-
lidad. La importación de sarnífugos aumentó. De 1904 a 19SB
eI incremento fue del 173 )b. Hacia 1913 las cifras indican
una holgada duplicaeión en relación a los volúmenes impor-
tados en 1908. La construcción de bañaderos, metáIicos, de ma-
dera, de mampostería, se generalizó aunque no de manera uni-
forme. En las regiones donde los grandes hacendados fronteri-
zos daban la tónica a la explotación lanar, Cerro Largo, por
ejemplo, en 1913 sóIo el 27 % de los establecimientos poseíau
baños, y más de Ia mitad se habían construido a raíz de la
coacción gubernamental, que se hizo sentir a partir de 1911 ::r8.

124
En las otras zonas, en cambio, ya hacia 1912 la Comisión de
Hacienda. de Ia Cámara de Diputados 1legó a la conclusión de
que eI 70 % de las ovejas se bañaban con regularidad. La clase
media .dominaba allí: litoral-sur y centro-sur de ia República
r:re. En 1913, e1 ministro de Industrias, José Ramasso, informó
en su Memoria ". . .qrle Los baños sarnífugos han entrado corrLo
pró"ctíca habitual en la znntensa nLaAoría de los establect'mi,en'
tas Tllro,les" 2$.
Hacia L900, Ia Asociación Rura1 propuso al gobierno una
iey de Policía Sanitaria Animal que hiciera obligatorios los
baños para vacunos, erradicando el vehículo de 1a tristeza,
Ia garrapata, y para los ovinos, procurando eliminar la sarna.
Fero en ese entonces, específicos y baños eran demasiado
costosos para el nivel medio de 1os hacendados, además de ca-
reeerse de personal técnico competente para controlar la apli-
eación de Ia medida 2+1. Al disminuir eI precio de los sarnífugos,
el eosto de los bañaderos, y aumentar al mismo tiempo las uti-
]idades de los ssf¿¡sieros, las sociedades rurales comenzaron de
nuevo a presionar aI gobierno para que dictara normas ten-
dientes a combatir la sarna. El 8s Congreso Rural reunido en
1909 insistió ante el receptivo Ministro de Industrias, Antonio
Cabral, para que aprobara la tan ansiada Iey. Los grandes ha-
cendados "progresistas" eran, en general, partidarios de una
iegislación 'dura. Se debía declarar obligatoria la cura de Ia
sarna, penar severamente a los que no bañaran las majadas, y
prohibir de inmediato e1 tránsito de animales enfermos Ir.
Ctros, más sensatos, advirtieron que de procederse con rigidez
y premura, la mayoría de los ovejeros no estaría en condicio-
nes económ,icas de cumplir con las obiigaciones. Se inclinaron
"por los medios represivos indirectos" durante un tiempo
de ensayo prudencial, tal la prohibición del tránsito. Luego se
podría imponer el baño obligatorio2a3.
Por fin, eI gobierno de Williman promulgó la Iey de Po-
licía Sanitaria Animal eI 13 de abril de 1910, pero, al no re-
glamentarla, legó eI problerna a Batlle y su Ministro de In-
dustrias, Eduardo Aeevedo2{a. Estos 1o hicieron en 1911. Des-
de eI 15 de abril quedó ". . .absolutanxente prohíbído eL tró.n'
sáto o transporte en cualquíer forma de ganado outno atacada
de sarne.". Paralelamente eI gobiern..r designó veterinarics de-
partamentales encargados 'de vigilar las majadas:r5. La iegia-
mentación resultó impracticable. Lo denunció uno de ios mas

125
fuertes estancieros del país, Alejandro B. Larriera: "...co-
n1,o, con rarísimas ercepciones todo el ganado outno del, pais
ttene mós o menos sarna" y Ia ley no se había difundido lo
suficiente en campaña, de aplicarse con rigor, se paralizaria
todo el comercio de ganado ovino 2rc. EI gobierno concedió un
nuevo plazo hasta eI 15 de diciembre. La reglamentación ha-
cía obligatorios los baños si Ia División de Ganadería, por in-
termedio de sus veterinarios, comprobaba en los establecimie:-r-
tos la existencia de sarna; prohibía el tránsito de los enfer-
mos; y establecía una multa de $ 100 en e1 caso de que la
majada transportada no estuviera libre de sarna de acuerctro
a Ia declaración jurada del propietario. Se concedían 5 años
de plazo para erradicar por completo la enfermedad, de lo con-
trario se aplicaría una multa de $ 0,50 por cada animal infec-
tado 217. Estas medidas parecían tender a llamar Ia atención
sobre el problema más que a resolverlo. En noviembre de 1913
fue aprobada otra reglamentación similar, 1o que permite su-
poner Ia no aplicación de la aprobada en 1911 ers.
La generalizaciín del alambrado de 7 hilos fue también
una consecuencia del auge lanar en estos años, así como de La
necesidad de combatir Ia sarna. Los alambrados medianeros
de 5 hilos ab,undantes hacia 1900 y los únicos teiii-
-todavía
dos en cuenta por el viejo Código Rural de 1875- "No satis-
facían ya las conveniencias de Ia ganadería moderna", colno
sostuvieron los diputados Juan A. Cachón, Pedro Díaz, Julio
Muró (h), Eduardo Martínez García, Toribio Vidal BeIo, .Iosé
Pedro Massera, Salvador T. Milans y Fermín Hontou, en
1913. Varios de ellos eran también importantes estancieros. E1
alambrado de 5 hilos, debido a los anchos espacios dejados en-
tre cada hilo particular, entre 1os tres primeros partien-
do de1 suelo--en permitía que las ovejas 1o atravesaran con fa-
cilidad. Se producían pérdidas, mezclas, y, 1o peor, "la contami-
nación" y difusión de la sarna. Para evitar estos males, se im-
ponía el alambrado de 7 hilos, con una distancia entre el suelo
y eI primer hilo de 12 cms. y otra de 14 cms. entre el pri-
mero, el segundo y el tercero 2ao.
Los grandes hacendados rutinarios se negaban a hacer esta
modificac,ión. Vivían de1 vacuno, sus ovejas estai:an tlal rrc:-
tizadas, y el costo de la inversión les pareció excesivo. Los
grandes hacendados "progresistas" y la clase media rural, con
excelentes ovinos, buscaban su protección. Só1o el alambrado

126
de 7 hilos podía contribuir a eliminar eI peligro de vir-ir te-
niendo como vecinos a los de mentalidad "arcaica" e inmen-
sos fundos.
Ya en 1906, eI Congreso Ganadero de Minas, en que pre-
dominaron los "progresistas" y la clase media rural, recomen-
dó aI gobierno hacer obligatorio eI alambrado medianero de
7 hilos 250. Presionado por estas fuerzas sociales y advirtiendo
la trascendencia del problema, Batlle buseó darle solución du-
rante su segunda presidencia. En marzo de 1912, su Ministro
Eduardo Acevedo propuso a 1as Cámaras modificar el Código
Rura1 declarando obligatorio eI cerco medianero de 7 hilos. EI
proyecto era escueto, no mencionaba plazos y exigía la cons-
trucción de alambrados con postes cada 10 metros y 7 piques
entre ellos 251. Era evidente que el gobierno se había asesorado
con hacendados ricos; estos eran alambrados de lujo, en ex-
tremo costosos dada Ia abundancia de postes y piques. A1erta-
do por eI "Congreso Rural Permanentel', organismo asesor del
Ministerio de Industrias, el Ministro modificó su criterio y
aceptó reformas.2¡r. Los postes se colocarían cada 15 metros,
los piques cada 2 y se otorgaría un plazo de 10 años para mo-
dificar los viejos alambrados 2;3. EI proyecto fue convertido
en ley el 20 de setiembre de 1913 ?5"1. Para Ia clase media
rural, que impulsó la reforma y en buena medida ya la tenía
concluida en sus fundos, la inversión no era gravosa, máxime
observada la cotización siempre en alza de sus lanas. Era, por
el contrario, un aliciente.
Pero los dueños de ovejas deseaban también que se les
garantizara su propiedad. El Código Rural, pensado por hom-
bres de otra época, grandes propietarios de bovinos además,
no se adaptaba a las nuevas circunstancias. Para el país, Ia
Iana era ahora su principal rubro de exportación. Para Ia clase
media rural, Ia propiedad de Ia majada, asunto de vida o
muerte. Tanto más cuanto que el régimen vigente de señales
se llaman las que distinguen a} ganado menor- facili-
-así
taba el robo de majadas enteras, vieja práctica en la que per-
severaban con mayor o menor fortuna, capataces, comerciantes
de los pueb,Ios del interior, pulperos de las zonas aisladas y
aún fuertes estancieros.
E1 Código Rural de 1875 permitía usar señales "de cual-
quier forma" con Ia única condición "de que la usada poi un
r-ecino no pueda ser repetida por otro sin que medie una dis-

727
tancia de 25 kms.". Según los diputados-estancieros que en
1912 criticaron este sistema, "la propiedad" así era sóIo "apa-
rente". La distancia de 25 kms. se podía burlar en una no-
che. Cuando la señal era idéntica, eI ladrón-estanciero no te-
nía por qué p'reocuparse. Cuando no 10 era, le agregaba " . . .a
los nueuas olejas un stgno cualquiera, en tal forma que re-
sulte una señal, de la que también es propíetario; en este caso
eL peltgro para el que comete el delíto dura los días que re-
quzere la cicatrtzación de la señal adulteradu". Ello sin to-
mar en cuenta que, librada la señal hecha a cuchillo en la ore-
ja del ovino aI capricho de los estancieros, la similitud entre
todas era la ncrma, siendo Ia imaginación del hombre más po-
bre de 1o que se piensa 2i5.
En 1906, eI Presidente Batlle y su Ministro de Fomento,
Juan Alberto Capurro, remitieron al Legisiativo un proyecto
de ley por el que se adoptaba como único sistema de señales
e1 ideado por Juan Carlos Blanco Sienra. Los hacendados, sin
embargo, protestaron 256, pues ese sistema era discutible y, a
su entender, costoso. Exigieron un llamado a concurso para ele-
gir e1 más racional 257.
En su segunda presidencia, asesorado por eI "Congreso Ru-
ral Permangnfs" 2é8, Batlle y su Ministro Eduardo Acevedo re-
mitieron a las Cámaras otro proyecto que recogía estas aspi-
raciones. Se convocaría un concurso para determinar t'un
sistema oficial de señales" bajo el principio "de Ia numela-
ción progresiva". Un año después de la vigencia de ese nuevo
sistema, no podría haber en eI territorio de la República "dos
señales iguales representativas de propiedades distintas". Las
viejas seña1es caducarían a Ios 5 años. La ley fue promulgada
el 16 de diciembre de 1912 e5e.

128
Capítulo Vl
El nacimiento de la cuenca lechera

I - Causas del desarrollo


Es en este período que nace el "tambo" en el medio ru-
ra). uruguayo, en particular en la zona de influencia de Mon-
ter.ideo, unos l-00 kilómetros hacia el este, oeste y norte. En
1913, el Ministerio de Industrias censó un total de 1.930 "es-
tablecimientos de lechería" ubicados en su casi totalidad en las
afueras de Ia capital y en Canelones, San José, Florida y La-
valleja. Se estimó el numero de vacas lecheras en 180.000:60.
EI "tambo" urbano había dominado el escenario capita-
iino hasta muy avanzado el siglo XIX. No podemos, en el es-
tacio actual de la investigación histórica, conocer en qué fecha
apareció e1 rural en el abasto de Montevideo. Ya en 1905, una
rluelga del personal ferroviario hizo que "'El Siglo" observara,
entre los trastornos que el movimiento causaba, " . . .la subu
en algunos artículos de prtmera necesidad, figurando en pri-
'r¡tera
fíla la lecha de la que, conxo es sabido, llegan centena'
¡'es de hectol,itros dtariamente de establecímientos de campo
sit¿¿sdos en los departamentos ltmítrofes al de la capt'tal" ?nt.
Ciras fuentes más precisas permiten deducir que fue en estos
años que el tambo rural venció aI urbano, aunque todavía en
iS'13 eI 15 ')b deL consumo capitalino lo colmaban los tam-
i»s situados en Ia pianta urbana, el 2A %, los ubicados en los
..uburbios, y eI 65 fá restante "las lecherías rurales" de Cane-
,cnes. Maldonado, San José, Florida y Lavalleja 262. Por Io de-
:rás. no debemos engañarnos: la mayoría de los L.930 estableci-
:iientos censados en 1913 por el Ministerio de Industrias y ca-
.,íicados de "lecherías", eran explotaciones agrícolas o gana-
:-ieras que tenían, como "anexo", un lote de lecheras. El tam-
l:c como ocupación exclusiva era aún oficio de pocos. Pero es-
:aba ocurriendo que lo que surgiera como anexo fuese más
:entable que la vieja agricultura cerealera o la ganadería tra-
-.:cional. Varias causas se conjugaron para ello.

129
La irrupción del ferrocarril en el sur, partiendo desde
Montevideo, permitió la implantación del tambo rural. El vie-
jo sistema de transporfss 6 s¿¡1s- impidió hasta por
Io menos 1880-1890 el arribo-s¿¡¡sf¿
de la leche desde Canelones, San
José o Florida. Traqueteo y viaje lento se conjugaron para
alterar el producto. La vía férrea eliminó este problema en el
sur, aunque, eomo observaremos, no lo hizo más que en las
cercanías del gran centro de consumo, a una distancia má-
xima de 100 kilómetros.
El crecimiento de la demanda capitalina fue el otro gran
motor. Ese crecimiento, muy importante entre 1900 y 1908 (un
L5 %), fue mayor, un 20 %, de 1908 a 1914. Mientras en el
primer período el ritmo anual se acercó aI 1,66 %, en el se-
gundo ascendió aI 2,85 70 2$3. La población no sólo aumentó;
también modificó sus hábitos alimenticios y su nivel de vida.
La inmigración, y la difusión de la pediatría moderna de
origen francés, d,ieron un valor mayor a los productos lácteos.
Desde Italia, España y Francia llegaron hombres habituados
al consumo de queso y leche. Los consejos médicos insistían en
la función esencial que para el erecimiento y 1a nutrición dei
niño tenía la ingestión diaria de leche 26'r. La elevac,ión del
nivel de vida urbano, fruto de la prosperidad que ,el batllisrno
se esforzó por generalizar a las clases medias y proletarias, en-
sanchó más la demanda.
En 1913, eI D'irector de Ia Oficina de Análisis dependien-
te de1 Ministerio de Industrias, eslimó que " . . .el, consumo
dtarto de leche en Monteuideo es de 70.000 litros, en donde
cada habitante uttltza, térmíno medi,o, 225 gramos de leche".
La elaboración de quesos y manteca absorbía casi el 50 (ii,
de la producción láctea del país; e1 consumo directo, e1 resto.
Esa producción no satisfacía a la demanda. Ahí radicó
el secreto del nacimiento de la cuenca lechera en los departa-
mentos vecinos a Ia capital, y la explicación de los elevados
arriendos que podían pagar los tamberos.
Para cubrir ios pedidos se debió recurrir a la importación
desde la lejana Europa o la Argentina. De 1906 a 1910 se im-
portó un promedio anual de 3.680 kilos de manteca, 150.000
de crema, 3.800 de leche condensada y 156.000 de queso.
Ello significaba, traducido a producción láctea, unos 4 millo-
nes de litros. Es decir que, tomando en cuenta el consumo anual
de Montevideo millones de litros-, la importación reve-
-28
130

\
laba un déficit de Ia producción nacional en relación a la de-
manda del orden del 14 /o. Tal situación permitió a los pro-
ductores obtener buenas utilidades. Estas, empero, pudieron
ser superiores de no existir "un verdadero ejército de comi-
sionistas" que se interpuso entre eI tambero y eI consumidor.
como lo denunció eI Ministerio de Industrias en 1913 265.
El batllismo, de su lado, apoyó la lechería. Para estos di-
rigentes políticos tan preocupados ante el despoblamiento de
la campaña y obsesionados por combatir al latifundio ganade-
ro rutinario, Ia industria lechera era u'na panacea, como ob-
servar,emos en futuros estudios. La ambición de convertirnos
en Ia Suiza o la Dinamarca de América impulsó a Batlle y sus
ministros, en particular a partir de 1911. La lechería poblaba
el medio rural, diversificaba la producción, y podía servir de
base a la implantación de cremerías en e1 campo, o grandes
industrias derivadas en la capital y localidades del interior.
Basándose en estos razonamientos, eI gobierno elevó los dere-
chos a la manteca y a la crema de leche importadas desde
Argentina por ley del 4 de junio de 1913 266.

2- Rasgos originales de la explotación lechera

El tambo como actividad especializada significó un cam-


bio de rumbo en la orientación que hasta ese entonces siguie-
ra la ganadería bovina. La vieja estancia de la edad del cuero
aI pasar a la de la carne varió su esquema productivo, pero man-
tuvo ciertos rasgos del pasado. La producción siguió siendo
zafral; sólo una vez aL año el hacendado entraba en contacto
con el mercado, al vender sus reses al saladero y aI frigorífico.
Durante el resto del año la labor consistía en cuidar eI ganado
de cría y engordar las reses dispuestas para su venta a fines
de la primavera. El fruto de la estancia seguía siendo un prc-
ducto en bruto: eI novillo. La estancia que incorporó el ovino
a partir de 1860, asistió a una modif,icación importante: el
fruto era ahora un derivado del animal l¿¡¿- y no ei
-la En amb'os ca-
animal mismo. Pero e1 rasgo zafral se mantuvo.
sos se debían cuidar los vientres, germen de los futuros pro-
creos. Los animales machos proporcionaban eI grueso de1 ir-l-
greso anual: e1 capón, cuando se vendía por su carne. 1' e1
novillo. Los dos sexos eran necesarios. La hembra. para la
reproducción; eI macho, para la venta.

13 r.
En otras palabras: en Ia estancia vacuna-ovina el procluc-
tor se adaptaba al ritmo de la naturaleza y extraía de é1 sus
ganancias. EI equilibrio entre los sexos no se modificaba; por
el contrario, de su mantenimiento derivaba eI crecimientd del
rodeo o la majada, El ritmo zafral con que se entraba a1 mer-
cado influía en Ia estructura mental del productor. El mer-
cado lo dinamizaba y tiranizaba sólo una vez al año; el resto
del tiempo vivía fuera de é1.
EI panorama era diferente en la explotación lechera. Aquí
eI hombre debía modificar la naturaleza de1 ganado. Las hem-
bras eran las protagonistas, no los machos; tanto es así que a
menudo se sacrificaban Ios terneros para que las vacas, al no
amamantarlos, aumentaran su rendimiento en leche. Las pa-
riciones debían ser más frecuentes y nara ello se debía rotar.
La parición engendraba el incremento de Ia pro.ducción láctea,
de ahí qu.e se buscara la llamada "de invierno", precisamente
para el momento en que, por falta de alimentación adecuada,
la leche ciisminuía. EI animal valía por lo que producía, no pclr
sí mismo, Sacrificar una vaca lechera era una helejía, pues
ella igual que la oveja-, tenía el precio fijado por su
-ai
producción, no por sí misma. En este sentido la vaca era una
auténtica máquina que daba un producto leche- del
-ia
cual incluso podían extraerse, mediante tecnologías apropia-
das, otros: 'crema, manteca, quesos.
E1 contacto con eI mercado era constante. La demarrda,
diaria, y la leche, producto almacenab.le por breve tiempo,
obligaban a mantener una producción perrnanente.
La estructura mental del tambero no pudo menos que re-
gistrar estos hechos. Su animal requería ser manejado con
un criterio que violentaba las leyes de la naturaleza y se adap-
taba a las del mercado (sacrificio del terneraje macho, pari-
ciones de invierno, castración u ovariotomía que permitía ob-
tener leche más rica en grasas). Además, eI mercado presio-
naba día tras día aI tambero. EI producto del animal era sll
obsesión, y no el animal, al que sacrif,icaba en su naturaleza
para beneficio de la leche en cantidad y calidad; el precio lo
gobernaba pues el mercado Io azuzaba todo el año. La menta-
lidad burguesa halló buena base en estas características del
modo de explotación. Todo 1o contrario de lo que le ocurría
al hacendado tradicional.

132
La actividad lechera estuvo, por 1o general, en manos ie
integrantes de la clase media rural, diferentes tanto de lcs
grandes hacendados como de los medianos dedicados de pre-
ferencia aI ovino.
Ei tambo no requirió por estos años un elevado capital
de instalación: .el campo se auendaba; el ganado lechero era
I:arato en la misma medida en que era malo y se diferen-
ciaba poco del común; los galpones de ordeñe tenían piso de
tierra y techo de paja en la mayoría de los casos; la maqui-
naria (de ordeñar, de refrigerar), casi desconocida. Dados es-
tos rasgos, Ia lechería era una actividad ideal para e1 empeñoso
inmigrante con conocimientos traídos de su patria de origen.
Los "suizos de Colonia" ya se habían dedicado a la lecirería
pero viviendo más de Ia venta de los subproductos de Ia leche
y manteca- que de ésta. Esos subproductos eran
-quesos
los transportables por los viejos medios: carro, carreta y río;
y los suizos habían llegado antes de la era ferrov,iaria. Fueron
los vascos *que arribaron en plena expansión férrea- los que
protagonizaron eI nacimiento y desarrollo del típico tambo ru-
ral, habiéndose iniciado a menudo con el tambo urbano, ins-
talado en Montevideo o 1as capitales del interior :07. La leche-
ría era, además, una forma de explotación que requería la
"constante dedicación personal", no pudiéndosela abandonar a
los administradores o capataces:6s. La vigilancia del ordeña-
dor, Ia venta diaria en eI mercado, el cuidado del tambo y eI
ganado, exigían "el ojo avizor del amo". No permitía eI au-
sentismo; por el contrario, su marcha como empresa determi-
nabq la permanencia del dueño en eI puesto de dirección.
Las explotac,iones raras veces superaron las 300 o 400
hectáreas. De acuerdo al Censo de L913 había en la cuenca Ie-
chera un total de 1.930 tambos que explotaban unas 180.000
racas) o sea, cerca de 100 por establecimis¡fs'¡6e.
La clase media dominaba la nueva actividad.
En prtmer lugar, porque la lechería, aI requerir más ma-
lo de obra que la ganadería tradicional, ambientaba eI trabajo
far¡iliar. Ordeñar, recoger el plantel de vaquillonas, vigilar más
sus frecuentes pariciones, sembrar y cosechar los forrajes que
alimentaban este ganado transformado en máquina de hacer
J.eche, eran tareas que demandaban abundante número de tra-
'cajadores. Algunos grandes
hacendados, en la etapa experi-
::ental de la explotación lechera, creyeron encontrar la sclu-
r\,),)
aa
ción dividiendo parte de sus inmensos fundos en pequeños tam-
bos de 200 o 300 hectáreas, aI cuidado cada uno de una fa-
milia criolla o vasca. El trabajo, en efecto, se adaptaba a la
explotación familiar y en estos casos excepcionales, valga eI
juego de palabras, a la explotación de las familias. Lecherías
"modelo", elaboradoras de quesos y manteca en gran escala,
fu'ncionaron un tiempo con este sistema en Soriano, Colonia,
Maldonado y Rocha. El contrato celebrado con las famiiias de
tamberos era leonino: éstas recibían la chacra y 1as vacas; e1
hacendado-industrial les pagaba Ia leche a razón de 45 o 50 mi-
iésimos el litro Montevideo eI consumidor abonó hasta
-en
$ 0,12-, les suministraba eI alimento en un almacén suyo don-
de 1as familias tenían cuenta corriente "a los efectos de Ia
manutención", la que saldaban también con la producción. En
casos extremos, la racionalización, en busca del mejor ap:o-
vechamiento de la mano de obra, impuso separar lo más po-
sible los ranchos para evitar que "Ios peones tamberos per-
dieran tiempo visitando a los vecinos". Se buscaron familias
ccn muchos hijos menores de 15 ¿fre5 y varones-
para poder ordeñar eI mayor número -¡nqjeres
de vacas 27o.
Este "modelo" que combinó la gran estancia y el tambo,
no prosperó. En parte fundamental porque eran escasísimos
los hacendados con un espíritu de lucro tan desarrollado como
el aquí expuesto. Mantener cultivos y vigilar el trabajo del
numeroso personal requeria dedicación casi exclusir¡a. La ga-
nadería tradicional, sin tantos trabajos y desvelos, rendía se-
guras y magníficas utilidades. Además, la división de Ia ha-
cienda en chacras hacía difícil el control y, por tanto, escaso
el rendimiento. Empero, eI modelo de explotación familiar
marcó una pauta. A el1a se adaptaron casi todos los estable-
cimientos independientes de la cuenca. Sóio cuando los hijos
no bastaban eran con+ratados peones de afuera. Un tarnbo
"tipo", de los censados en 1913, poseedor de cien vacas qu§
daban un promedio de 3 lifros de lecho diarios, necesitaba
por 1o menos 3 ordeñadores l' "un apoyador". Pastando esos
ánimales en 200 o 300 hectáreas. 1a ocupación por hectárea
resultaba ser 3 o 4 veces superior ¡ la brindada por e1 ovino,
y ? u B veces superior a la brindada por eI vacuno en la ha-
cienda tradicional:71.
En segundo lugar, dada la orfandad técnica de1 sistema
de explotación imperante, era imposible concentrar muchas
134
lecheras por establecimiento. Lo explica, en parte, 1a ausencia
cie máquinas ordeñadoras. Tamb'ién incidió otra circunstancia:
la vigilancia personal del dueño que parecía coltsus-
tancial al utilaje y al sistema de -rasgo
explotación imperante en la
época- se adecuaba más a la mediana explotación que a la
grande.
En tercer Lugar, para hombres con escasu capital inicial la
explotación mediana era la única posible. La lechería debió
pagar desde sus orígenes los más elevados arriendos del país.
También era la única explotación rural que podía abonar esa
gabela, liegando a desplazar a la agricultura cerealera en Ca-
nelones, San José, Florida y Lavalleja 272. En esas condiciones
era imposible el tambo en gran escala, a no ser que la tierra
fuera propiedad del productor. Pero ésta fue explotación de
arrendatarios, no de propietarios. Estos vivían de sus rentas
en Montevideo; el ausentismo era la norrna cuando se poseían
bueno campos en las carísimas cercanías de la capital. La Ie-
chería, "que ncsotros sepamos", decía un periodista de "EI
Siglo" en 1905, era Ia "única explotación" que podía abonar
''esos precios" del arriendo "cerca de Montevideo" 2'¡lJ.
El tambo estaba forzado, como la agricultura en otros
tiempos, a vivir cerca del gran centro de consumo: Montevi-
deo. Para ello se combinaron dos factores: Ia índole perecedera
CeI producto leche-, y las deficiencias del sistema de
transporte en -ia el país.
Como luego observaremos, la mayoría de los tambos ru-
rales carecían de sistemas de enfriamiento o refrigeración de
la leche. En el verano, eso significaba que e1 producto no debía
tardar más de tres horas en llegar al consumo. En eI ,invierno,
e} plazo se alargaba, pero siempre el tiempo era la pesadilla
del tambero. . . y del consumidor. Conducida por pésimos ca-
:ninos, en carros lentos, Ia leche podía llegar a la estación del
:errocarril transformada en crema debido aI traqueteo de 1os
rrimitivos medios de loccmoción. Si ese riesgo se evitaba, so-
blevenía el del ferrocarril. La Compañía del Central carecía
C: vagones frigoríficos. Transportaba la leche "en los trenes
":¡.as lentos, llamados tambtén trenes d,e leche", que marcha-
'c:n Ce día, cuando el calor apremiaba, y no de ncche. En ias
:.taciones no se disponía de un local techado " . . .A bien z"en'
:'.'.sCo. donde los tarros de leche quedaran a cttbierto de los
-¿tos del, sol". La empresa del Central exigía ldemás. que

135
los tarros estuvieran "en la estación por lo menos con 20 mi-
nutos de antr,cipación a la salida fl¿l f,v¿f) z1t.
La Federación Rural sintetizó las quejas de los produc-
tores en 1910: ". ..laleche g otros productos al,ímentícios uie-
nen en péstmas condiciones en los f errocorrzles. . . en los mis-
n1,os üo,gones en que utene la leche, ut'enen los recados, los
col,chonés y los forraies, que pueden ser uehículo de enferme'
dades de tódo género. Adem'á.s, en completo hacinum,íento uiene
todo género d.é mercancías y encomiendas y algo más: cadó'ue'
res dá seres humanos fallecidos d"e cualquier enfermedad qtLe
son rectbidos como una carga cualquieta sin saber cuál ha sido
la causa d.e ta defuncíón! . . . Aparte de eso, la leche transpor-
tad.a en el uerano en esos üagones caldeados por el" sol, desde
zonas lejanas, en nuestros ferrocarrtles-carretas, sufre alte-
raczones conoct,das que determínan, especíul'mente en los mi'
ños, numerosas enférmed,ades del tubo digestiuo'..'l "'. Eu
1911, eI 104 Congreso Rural pidió a 1a empresa británjca 1a
" . . .ad,oytción d,e óagones Jrigoríficos para transportar la lecl't'e"
rro. B11o! nos hubieran permitido imitar eI ejemplo argent,ino:
en Buenos Aires se recibían casi 1.500.000 litros de leche
" . . .no tan sólo de la Proui.ncia de Buenos Atres szno de Co-
rríentes y Santa Fe". A veces eI producto recorría 700 kilóme- t"La
tros en pleno verano sin descomponerse' Lecherías como
Martonal', con una salida diaria de 125.000 litros, podían cum-
plir a satisfacción del consumidor bonaerense sus servicios por
"usar Ios vagones frigoríficos" 27?.
Las características de1 transporte feroviario y 1o perece-
dero del producto {ueron las causas del establecimiento de la
cuenca lechera en las cercanías de la capital. Eso obligó a 1o:
tamberos a arrendar los campos más caros del país. Lo dijo la
División de Ganadería del Ministerio de Industrias en 1911:
". . .en la actualidad la leche de consumo en Monteuideo es
producida en un radto de acci'ón que rard Dez pasa d'e 1'00 kms.,
1ona justamente donde el precto alto de las tierras A como
corolari,o la eleuaci.ón. de los arrendamíentos, díficultcLrv la et'
ptotación de esta índustria, encarectendo la materta príma. Si
nuestras empresas f errocarri'leras contat'an. . . con algunos utt'
gones frigoiíficos, el, abastecímiento de Monteutdeo pudiera
hacerse con leche traída de Riuera. En las ctrcunstancias ac'
tuales A con los horartos desostrosos puestos en prácttca por
eL Ferrócarril. Central no es posi,ble enuíar leche a Monteuideo

136
sí ella no es producida en la zona de que hablaba. . .: Ia iech¿
uiene de Mtnas, por ejemplo, es ardeñada a los 6 ant y sl con'
sumirse tíene de 24 a 30 horas de extraída, pudiéndose cai-
cular por lo tanto hasta dónde habró, llegado la puhtlaciórr r¡ri-
crobiana...":r78.

Esta nueva clase media tural, que no tenía por qué con-
tar hacia 1900 o 1910 con un capital de instalación elevado de-
bido a circunstancias referidas, necesitó en cambio un capital
de giro muy alto comparado con eI requerido por el negocio
ganadero tradicional. La elevadísima renta del suelo cercano
a 1a capital, eI gasto en mano de obra y el cultivo de forrajes,
convirtieron aI tambo en actividad que movía grandes sumas
de dinero. Eso Io puso fuera del alcance de1 pequeño capitalis-
ta y lo reservó aI grupo de los medianos.
Por otro lado, entre los elevados gastos eI
arriendo eI más agobiante- y el precio de Ia }eche-siendo
en eI mer-
cado, eI tambero para lucrar debía mantener un cuidadoso
equilibrio. NÍngún miembro de la sociedad ganadera estuvo
como é1 tan sometido a Ias presiones "puras" de la economía.
EI arrendamiento, fijado anualmente, se Ilegó a abonar mes
por mes y no en el clásico enero, como lo hacían los restantes
hacendados. El mercado fluctuaba ante 1a irregularidad de la
producción ('r ). Todo debía ser calculado. Aquí, poseer una
mentalidad burguesa y moderna no era una alternativa. era
una necesidad.

(*) En 1911, por eiempto, el consumo diario de mánteca en Montevideo fue


calculado en 800 a 1000 kilos. El precio "...varía de § 0,50 a 5 I,20 el kilo,
según la escasez del artítulo en plaza y en la Argentina, PUes como se impor'
ta crema det país vecino, Ios precios de la manteca argentina influyen también
sobre la nuestra¡'. (179) En cuanto al precio de la leche. aunque mas esteb'e'
también experimeniaba variaciones. De 1903 a 19ll permaneció en S 0,08 ¿i
consumidor; en l9l3 ascendió a $ 0,10. Pero eslos informes pecan de oplim sr:
(rS0) En el invierno ascendían ante la merma de Ia producción de-bicia a la ::-
f lcrente alimentación de las lecheras. Escribió carlos M. Maeso en 1 91C, "Hay
pueblos en nuestra campaña donde sólo es posible obtener leche a dele¡minadas
horas del día y a veces ni enlonces. lnyariablemente durante el invierno o époc:
de seca, cuando los pastos nalurale§ escasean. 5e no?a una gran merma en la
producción de leche...".1::81¡ En ellos, durante el invlerno se . 3.:'::: :
se conseguía, a $ 0,15 el litro.1282¡

i3;
3- Características y deficiencias del tambo rural

El dinamismo de esta clase media integrada en su mayoría


por vascos, rec,ibe una primera confirmación con el mero hecho
de su dedicación a una exptrotación nueva. Emprender esa
"aventura" en eI país, era tipico de inmigrantes; perseverar
en ella y romper con los viejos esouemas de la explotación
criolla separación total entre ganadería y agiicultura,
-la
por ejemplo- revelaba de ,nuevo el espíritu de empresa d,e
que podía hacer gala Ia clase media rural cuando el merca.do
Ia alentaba.
, P9r9 Ia mayoría de los tamberos sufrió la presión conju-
gada de1 brutal arriendo y su ignorancia zootécn,ica. De estos
hechos_ diversos y de naturaleza distinta derivan los rasgos
originales del tambo hacia 1913-1914.
En 1909 y 1910 las fuentes coinciden en seña1ar que Ia
producción de leche era za,fral debido a Ia ausencia casi total
de cultivos forrajeros. En invierno era imposible pretender
" . . .ql.le una máquína taru perfecta como la oaca lechéra trans-
forme en leche el combusttble que no se le dá',. para Carlos
M. Maeso, el tambo "está .entie nosotros todavía en 1a edad
de piedra" 283. La División de Ganadería del Ministerio de
Industrias señaló en 1909 que de "...los 26 prtncipales esta-
blecimientos lecheros que se presentaron a ti prouáeduría de
los establecimientos dependtentes de la Aststeicza pública fse
camproból en la magoría de ellos la falta de chacras, es decir
que si el otoño se presenta seco, la produccíón lechera tenía
una merrna de un 50 /<, por lo menos". Lo prueba Io sueedido
a raíz de la sequía de 1910-191L en que la cuenca lechera su-
frió su propia inercia: las importaciones de leche condensada,
crema, manteca y quesos desde Argentina se duplicaron Psa.
El mal del país, según el ing. agr. Carlos P¡aderi, radicaba
en que todos los proCuctores rurales practicaban Ia explota-
c.ión extensiva basada en eI prado natural: ganaderos, agri-
cultores y tamberos 285.
Pocos años después el panorama ha cambiado.
El Censo realizado por el -1913-
Ministerio de Industrias entre b4
tambos representativos de 3 departamentos de la cuenca, Cane-
lones, San José y Florida, reveló que casi el 100 /á de los
mismos poseían plantaciones de forrajes en escala más o me.
nos amplia. Hacia 1915 el carácter zafraL de Ia producción

138
Iechera se ha atenuado. Todavía hay una fuerte disminución
Ce las entradas de leche a Montevideo durante el otoño e in-
vierno (de abril a setiembre), pero la regularidad del apro-
vis,ionamiento es más notable que sus fluctuaciones. Mientras
en }os meses de Ia primavera y verano, cuando el pasto y las
paric,iones abundaban, el promedio en kilos de leche y crema
transportados por ferrocarril hasta Montevideo era de 2.750.000,
en 1os de otoño e invierno descenCía a 2.194.000, es decir sóio
u¡r 20 ?í rs6.
Es que 1a producción lechera no podía ser, como 1a gana-
dera tradicional, zafral por entero. El mercado capitalino exi-
gía eI producto'día a día; de no adaptarse siquiera global-
rnente a esa exigencia, Ia cuenca lechera sufriría un colapso
v e1 producto extranjero en s5{s 9¿56- se impon-
dría. El mercado mundial -argentino
que requería nuestras carnes, en
eambio, se abastecía de diversos proveedores y en cierto sen-
tiCo nos beneficiábamos de nuestra posición geográfica; los
euartos congelados, productos de Ia primavera y eL verano del
I:emisferio sur, llegaban aI hemisferio norte en pleno invierno,
cuando por ese mismo motivo 1a producción local escaseaba.
Ninguno de estos rasgos existía en Ia demanda capitalina. Eila
era tan lntensa en invierno como en verano. Eila impuso al
tambero Io que ela inusual en la campaña: la asociación de
la agricultura forrajera a la ganadería. Lo afirmó en 1913 el
fnspector Nacional de Policía Sanitaria Animal, Ernesto Ba:uzá,
aI comentar los rasgos más comunes observados en los tam-
bos rurales de Ia cuenca: "EL racianamiento de los an¡,males
es, en general, blteno, los campos son muA fértiles g los esta-
blecimientos lecheros buscan siempre pdra. su ubícacíón te-
i"renos aptos para hacer agrícultura fortaiera... Durante la
ttuena estactón se recogen los forraies sembrados que se em-
'p$rüen g almacenan para la época de pobreza de las pastu-
7'cs... hoE es rarístmo encontrar un establectmiento sin cha'
cra, de lo cual se deduce que la altmentacíón de m,.testro ga'
¡r,ad,o lechero es, salao muy raras eÍcepctones, bu,end".
Las carencias se observaban en otros rubros de la ex-
piotación.
La mayoría de los tamberos utiiizaron ccmo lecheras a
ias vacas mestizas Sho::thorn o Hereford. De éstas no se pc-
.lían extraer más de 500 litros de leche por año. E1 Shcrthcrn
::ranejado no era el de ia variedad lechera, sino el corriet:te.

139
es decir, el buen proveedor de carne. En euanto aI Hereford,
sus aptitudes lecheras eran nulas. De los 54 establecimientos
descriptos en 1913, eI 60 ',i tenía vacas de este tipo, un 7 'i
de raza Suiza, un 35 % Holandesa, que produce gran canti-
dad de leche aunque con poca gordura, y só1o un 6 ')1, poseian
vacas Normandas las que, aunque producen menos leche que
la Hoiandesa, compensan por su abundancia en gordura. Dadas
las condiciones del mercado y ei déficit en cremas y mante-
cas, Ia Normanda era eI ideal, según 1os consejos técnicos c1e
la época 2s7 ( ).
>k

La ignorancia de 1os productores conspiraba contra la n're-


jora 'del ganado lechero. Ella era una consecuencia de la tar-
d.anza con que eI Uruguay inició su capacitación tecnológica
(en 1907-08, con 1as Facultades de Ag:onomía y Veterinaliat.
y del sistery¡¿ así podía llamársele- empleado para mes-
-5i de las clases productoras rutales, en parti-
tizar por e1 resto
cular la que controlaba e1 grueso de los vacunos. En 1910.
Carlos M. Maeso opinó: "Qlterer explotar la tndustria leche-
ro, en nuestro país sobre la base de las uqcas Hereford o D^Lt-
rhams que pueblan nuestras estancias A que ahí se crían ínti-
cümente 0, campo es un absur"do":s9.
Aunque algunos cabañeros pioneros trajeron razas leche-
raS _Holandesa, JerSey, Normanda_ rro, la norma era el o1_
vido en beneficio de las razas de carne2e1. Ese descuido obede-
ció a razones económicas. "La magoría de nuestros lecheros
tgnoran las característtcas de las diferentes razas lechero,s co-
mo es Jácil conuencerse utendo que dan pref erencta a la Holun-
desa, otros a la Durham, Hereford, etc.t', decía Ernesto Bauzá
en 1913. La estadística confirma su opinión. Consultados sobre
las razas "preferidas", el 51 7á de los tamberos se inclinó por
eI Durham y eI Hereford, el 4 /o por Ia Suiza, y só1o eI 33 'i
por Ia Holandesa y e1 10 % por Ia Normanda.
Esto se tradujo en un escaso rendimiento de leche por ca-
beza, a pesar de los esfuerzos realizados en el terreno de la
alimentación del animal. La descripción de 1913 proporciona
las pautas. El grupo mayoritario, 34 9l de 1os tamberos, obte-
(*) El Censo de I908 dio un tofal de 5ó5.854 vacas lecheras, Ia maycría
de las cuales sólo lo eran de nombre, según apreciaciones de velerinarios e
ingenieros agrónomos. Esto significaba el l3 % del stock total de vientres del
país, cuandc en Nueva Zelandia en la misma época ese porcentale se elevaba al
4016. (:-ss¡

140
nia un rendimiento diario por cabeza de 3 litros a Io má-
ximo; un 20 (y', líttos; un 13 'l , 5 litros y un 6 ')t, 6 litros.
De 7 a 11 iitros eran obtenidos por eL 27 ?'L restante. Estos
irltimos combinaban buena alimentación, razas adecuadas y
técnicas de ordeñe modernas. EI 73 % de los tamberos, en
cambio, no pudieron. conjugar todos estos factores.
Un 15 1.á todavía practicaba el sistema de las pariciones
cle primavera. EI 85 7L restante adoptó eI de las de invierno,
r:lás racional por cuanto permitía obtener mayor rendimiento
en los meses en que los forrajes escaseaban ('r).
En cuanto a las técnicas de or¡deñe, higiene y preservación
Cei producto, el primitivismo ,fue la norma. Casi e1 100 %
de }os establecimientos descriptos en L913 practicaban eI or-
rieñe previa apoyatura de1 ternero. Este hacía descender Ia
leche, luego actuaba el ordeñador. Los inconvenientes eran múl-
r,i;:}es. El trabajo se enlentecía y complicaba teniendo que
arrear y sujetar, además de las vacas, a Ios terneros; eI tambo
crire trabajara con 100 o 200 cabezas a Ia vez, era casi ingo-
i:ernable; las vacas producían menos con e1 ternero aI lado,
guardando muchas veces para éste parte de su leche;los balidos
r- }a agitación afectaban el rendimiento.
Algo más de1 50 li de los establecimientos carecía de gal-
pón para ordeñar. Se ordeñab,a " , . .a descubterto en un cotral,,
prácttca que tíene el, znconueníente de que en inuierno los
qnímales arrastran sus pezones muchas Deces erL el barro,
impurifícando la l.eche, a €h üerano nubes de poluo leuanta-
r{as con eL uiento contaminan aL mismo tiempo la leche". EI
ordeñe en esas condiciones era antihigiénico y reducía Ia pro-
ducción a1 no existir e1 sosiego necesario para que el ganado
se sintiese psicológicamente predispuesto a .darIe al hombre
Ia que era el fruto de un complicado proceso psico-fisico: 1a
leche. Ya los más experimentados tamberos sostenían que en
ia maniobra del ordeñe debía reinar la rutina y ia paz más
absoluta. Era condición "sine que non" para obtener todo 1o
ciue Ia vaca lechera podía dar:ro:.
En cuanto al escaso 50 fá que poseía galpcnes de ordeñe.
ia mayoría, el 68 l/", 1o había construído con paredes de te-
rr"ón o algunas maderas, pero el piso era indefectiblemente de

(*) Sabido es que la secreción de leche aumentá a raíz de las pari: ones
:.e ahí el necesario {omenio de las "de invierno".

141
tierra. Aquí, según eI veterinario Bauzá, " . . .radícan en no
despreciable parte,las malas condiciones de las leches de con-
sllTnott.
La explotación alcanzó su tono más rudimentario y anti-
higiénieo que provocó obvias consecuencias económicas
negativas--1o
por no enfriar la leche la mayoría de 1os tamberos.
Un 59 % no Lo hacía, el 41 % restante poseía sistemas de en-
friamiento primarios en la mayoría de los casos. El enfriamien-
to de la leche enseguida del ordeñe era esencial pues "dete-
nía en su desarrollo infinidad de agentes microbianos" y a-sí
el producto se conservaba durante las largas horas que debía
esptrar en las estaciones ferroviarias, a los "trenes lecheros",
o á los carros que en Montevideo lo llevaban al consumidor.
Las máquinas de enfriar no eran costosas y el agua fresca po-
día ser un buen elemento refrigerante. Esa mejora no tardó
por esto en generalizarse 2e;'t.

El nacimiento de la cuenca lechera fue una consecuencia


del desarrollo montevideano. En este caso, Ia ciudad dinamizó
con su demanda aI medio rural de sus aledaños, alentándoi,:
a diversificar su esquema productivo. Sobre el tambo, en ma-
nos de Ia clase media rural, pesaron empero, dos hipotecas:
a) la enorme "renta de posición" que debían abonar los prc-
ductores a los propietarios ausentistas. Esto era una, directa
consecuencia de ia índole del producfs carácter perece-
flg¡s* pero más que na,Ca de la deficiente-5uinfra-estructura de
transportes. La lechería pagaría esos enormes arriendos mien-
tras esa infra-estructura no se modificara en costos y técnica
b ) La dependencia del consumo capitalino colocó al tambero
en una situación peculiar entre sus pares rurales. Prosperaría
en la misma medida en que la ciudad y la capacidad adqui-
sitiva de sus habitantes lo hicieran; sufriría, en una palabra,
el destino de las clases medias y proletarias urbanas. E1lo,
a Ia larga, podía enfrentarlo, en épccas de crisis, con gobierncs
que buscaran congraciarse con las masas montevideanas matl-
teniendo bajos los precios de la subsistencia a costa del prc-
ductor.
Esta nueva forma de explotación ganadera fue la primera
en depender del mercado interno ya que se había forjado a1
amparo de su crecimiento.

L42
§ertión Il
HAC]A Et TRIUI{FO
DEt TRIGORIFICO
PARTE I
DIFICULTADES EN LA INDUSTRIA
DE CARNES fl905-1911)

Capítulo I
El estancamiento de la vieja industria

I - ¿Estancamienfo o crisis en la producción tasaiera?

Aun cuando los contemporáneos hacían frecuente refe-


rencia a Ia crisis de1 tasajo. y s,in negar cierta validez a ese
enfoque, creemos más acertado hablar de estancamiento. Lo
-orueba e1 anáiisis de los volúmenes exportados.
De 1895 a
1904, un promeCio de 53 millones de kilos, con una baja sig-
rificativa a partir de 1901 y 1902 que Ia faena enorme de 1908
v 1904, alentada por 1a crítica situación política, petmitió
ocultar hasta 1905. De 1905 a 1911 el promedio desciende a 48
millones de kilos, es decir, un escaso 9,4 a/". Tanto menos se
puede hablar de crisis, cuanto que el descenso no fue continuo:
otra vez un hecho fortuito, 1a sequía de 1910 y 1911, hizo
elevar los volúmenes de esos años a 52 y 53 millones de kilos
respectivamente. Considerada Ia exportación global del período,
se advierte estancamiento y leve descenso, pero no crisis.
Al analizar el principal .de los mercados tradicionales del
tasajo uruguayo deben, en cambio, mencionarse
-Brasil-
dificultades que estaban aI borde de conducir a una crisis de
proporciones. Las compras de Brasil, que en el pel-íodo 1Bg5-
1904 alcanzaror, un promedio de 39,5 millones de kilos. des-
cendieron entre 1905 y 1911 a 28,4 millones anuales, es decir,

1415
28,7 ')L menos. Pero Cuba compensó, en gran medida, esa ba-
ia l'rt.
Todavía en 1911 el saladero era rentable y capaz de ex-
pandirse. En Rocha surgió uno nuevo ese año; en 1912 y 1913,
un poderoso sindicato inglés compró varios, situados en la
frontera del Brasil con eI Uruguay, a capitalistas nacionales.
La transacción importó cas,i 1 millón de pesos::9'-'.
Tampoco hubo "plétora" de ganado vacuno, consec-ueucia
inevitable de una real crisis saladeril. Por eI contrario, sala-
deristas, y periodistas menos interesados, estuvieron acordes
en señalar que las industrias de Ia carne frigori-
ficos y fábrica Lieb,ig's- absorbían toda la-saladeros,
producción boviua
nacional, algo debilitada, es cierto, por razones climáticas y
derivadas del sistema de explotación ya expuestas. Opinaron
los saladeristas en 791L: "Enste error en suponer que, a pe'
sar de haber aumentado la prod"ucción de tasajo dentro cle
Braszl, nuestro país esté abocado o, una cercqnd crisis; may
ql contrario, el país tiene asegurada la salida de sus haciendas"
:116. Sostuvo el editorialista de
"El Siglo", muy vinculado a los
intereses ganaderos por ese entonces: "La exyslotación raczonal
de la ri,queza pecuaria de la Repúblíca no podrá suministrar
anualmente materia prima en müAor cantidad que la que hoy
ofrece al consumo nacional,, o, la sal&zón g a l,os estableci.mien-
tos de conseruación de carnes, tampoco es sensato asegul'crl'
un dlLmento intportante del capi,tal ganadero. . .)' !tt7.
Pero, aún cuando no existiera crisis en Ia industria, si ha-
bía una situación conflictiva en eI mercado brasileño y en ia
relación entre saladeristas y estancieros. He ahí los talones de
Aquiles de ]a industria del charque, los que a largo plazo po-
dían llevarla a la ruina: su principal mercado reducía año a
año las compras; sus abastecedores estancieros- produ-
-los por cierto, no siem-
cían novillos cada día más caros- aunque,
pre mejores-, que los saladeristas debían depreciar para con-
tirruar trabajando con ganancia. Por las dificultades externas
e internas la vieja industria estaba condenada. Pero hubiera
gozado de más larga vida si no se hubiera producido, a partir
de 1912. como comprobaremos, eI brusco incremento de la de-
maiiCa de ganado por los frigoríficos.

146
2- Causas del estancamienlo

a i EL Jiscalismo brasileño.

Los mayores problemas que el saladerista oriental en-


frentó en sus mercados tasajeros tradicionales acaecieron erl
Brasil. EI primer historiador de nuestra economía, a la vez
contemporáneo de estos sucesos desde las más altas esferas de1
gobierno batllista, Eduardo Acevedo, atribuyó a la permanente
elevación de los derechos de aduana cobrados por las autori-
dades brasileñas aI tasajo platino 1o más grave de las difi-
cultades :frs.
Es cierto que las tarifas aumentaron, pero no que Io hicie-
ran sin interrupción ni que este motivo fuese e1 único obs-
táculo que se oponía aI ingreso de nuestras carnes saladas.
De 1895 a 1904, diez años, Ios derechos de importación
sub,ieron de $ 1,25 por animal faenado a $ 4,35, es decir, el
218 ,í; de 1905 a 1907, tres años, se elevaron de $ 4,35 a
S 9,50, eI 118 'i"'u. Los grandes aumentos ocurridos en 1905
y' 1907 repercutieron en eI Uruguay produciendo alarma entre
estancieros y saladeristas. Eduardo Acevedo, ahora como pe-
riodista, afirmó en 1907: ". . .las carnes saladas deben me-
recer A nterecen todauíu todos los simpatías u la protección
del Estado. Ellas permiten el aprouechamtento de antmales que
na serxzrían para el frigoríftco A paru la erportación en pie
y seguirá.n actuando durante los 15 o 20 años que todat;ía
necesitan nuestros estancieros para generalizar el alto mes-
tizaje. . . Suprirnido el charque los estancieros se arruinarís¡t
en el curso de la euolución. ,. " 30o. La Asociación de Ganaderos
envió una nota aI Ministro de Hacienda, José Serrato, en 1905.
llamándole la atención sobre los riesgos 30t, y Ia Asociacióir
Rural, de acuerdo por esta vez con los saladeristas, pidió al
gobierno iniciara gestiones para un pronto tratado ,de comer.cic
con el Brasil que permitiese un respiro aI tasajo oriental :,"-.
En 1907, nuevas voces de alarma desde las mismas tienda,r.
reclamaron otra vez 1a urgencia en entablar negociaciones d.i-
nlomáticas de inmediato 3o3.
Desde 1908 retornó la tranquilid-ad a los ánimos: e1 gobi:r-
nc brasileño no volvió a elevar sus tarifas al tasajo.
¿Qué motivaciones tuvo esta política fiscal del Bra¡:l
excesiva y cambiante a Ia vez?
La elevación deI impuesto es fácii de explicar. E1 adveni-
miento de la República en 1889 fue también el reflejo políti-
co de un hecho social y económico en Brasil l el desplaza-
miento de su centro.de gravedad desde e1 norte azucarero, ne-
cesitado de1 tasajo, al centro-sur paulista y riograndense, pro-
ductor de café, ganado y artículos manufacturados. Este cam-
bio en eI liderazgo tuvo repercusiones en Ia Hacienda brasile-
ña 30+. Era fácil Ia alianza entre los saladeristas riograndenses
y ios cafetaleros paulistas: el Estado debía obterler mayores
recursos de su régimen impositivo a fin de facilitar, a la vez
que la compra de los excedentes de las cosechas .de café ( fe-
nómeno que eomenzí en 1906), la protección de ia industria
saladeril riograndense de sus competidores platenses. Todo se
resolvía elevando los derechos de aduana 3oi.
La restauración de Ia paz interna en Río Grande de1 Sur
y el proteccionismo, permitieron crecer a su ganadería y salade-
ros. Estos últimos, que eran ya 29 en 1907 306, faenaron 290.000
r:eses como promedio anual de 1895-96 a 1902-03, y 390.000
de 1903-04 a 1907-08, un incremento dei 34 /" zoi. La parti-
cipación de Río Grande del Sur en la matanza saladeril total
(Uruguay y Argentina ineluídos), fue ascendiendo del 22,3 '/'r,
en 1895-1901, aI 3l % en 1902 y 1903 y aI 36,3 fá entre
1905 y 1910.
A pesar de esto, los saladeristas y estancieros orientales
se alarmaban en demasía.
En prímer Lugar, pcrque en esos mismos años la caída de
la faena saladeril argentina fue más acentuada que la uru-
guaya. Los saladeros de 1a Mescpotamia, que hab'ían matado
eL 29 % de las reses sacrificadas por toda Ia industria del ta-
sajo en 1895-1901, sólo faeuaron el 21,6 fi, entre 1905 y 1910.
Nuestra participación só1o descendió 6,7 ,b, mientras Ia me-
sopotámica 1o hizo 7,4 7 't'ts.
En segundo lugar, Ia competencia riograndense tenía li-
mites difíciles de franquear.
Ese Estado brasileño tan deseoso de recaudar tiinero para
mantener el precio del café, elevó todos los derechos de impor-
tación y no sólo los que gravaban al tasajo. Los saladeristas
riograndenses que necesitaban ganados orientales y sal o ar-
pillera de Europa, tuvieron que pagar crecidos impuestos sobre
estos rubros. Por la sal y arpillera necesarios para la faena de
un vacuno, abonaron $ 1,15 y $ 0,266 respectivamente, contra
148
sólo $ 0,308 y $ 0,09 que pagaban esos mismos rubros en
nuestro país. Los impuestos estaduales y municipales represen-
taban $ 1,02 por animal en Río Grande y $ 0,86 en eI Urugua¡-
3N. Los fletes también encarecían aI producto riograndense
frente al oriental. Para ellos era más económico utilizar nues-
tros ferrocartiles y eI puerto de Montevideo, que 1a muy du-
dosa barra del Río Grande 310. Eran ventajas no despreciables.
casi un 100 'io de diferencia, que los industriales uruguayos
tomaron muy en cuenta y aprovecharon. El resultado final
era que el charque brasileño llegaba aI consu.midor con una
exigua baja del 5 ,Í,, frente atr oriental, baja más que compen-
sada por la soberbia calidad del último;r11.
Era también ilusorio suponer que Brasil podía autoabas-
tecerse de carne. Su existencia ganadera, aunque en aumento,
no cubría Ia demanda. Los saladeristas de Río Grande nece-
sitaban para "eI tercio" o Ia "mitad" de sus faenas del ganado
oriental.. Todo proteccionismo que tendiera a la prohibición
chocaría con esta cruda realidad.
Por fin, la detención de las subas del impuesto aduanero
en 1908, halla su explicación no sólo en algunas de 1as razones
anteriores s,ino también en otra de alta política internacional:
la rivaiidad argentino-brasileña y el deseo de Itamaraty de
congraciarse con un vecino de gravitación geopolítica: Uru-
gua5r. Un gesto de esa buena voluntad brasileña iniciada por
el Canciller Barón de Río Branco, precisamente en 1908, fue
eI nuevo tratado de límites del 30 de octubre de 1909 que nos
concedía otra vez la navegaeión y el dominio sobre las aguas
de Ia Laguna Merín y e1 Río Yaguarón 31?. Hubo otros. Sos-
:uvo "El Siglo" en 1911 que no cabía ". ..temer la agraua'
tión de la políti"ca protecci,onista de nuestro uecino del, norte
,uesl es razonable suponer que las cordíales relactones que
:tantenemos con el, Estado brasileño, estrechadas aún más al
:alor d.el último pacto de límites, no permitan el estableci-
-,¡íento entre ambos pueblos de ínsaluables barreras comercia-
.:-{

: Disminución y estabtlización del, canstlmo brastl.eño.


Fue el aparato fiscal brasileño, que pesó tanto sobre el sa-
-.Cerista oriental como sobre eI riograndelse, eI causante,
--into a otros factores, del aumento fle precio del charque y e1
-":ural retraimiento del consumo.
149
Mientras de 1896 a 1B9B se consumió a través de Eío de
Janeiro un promedio anual de 44 millones de kilos, de 1899 a
1911 ese promedio descendió no gradualmente, sino
sobre todo de 1899 a 1905- -aunque
a 31 m,illones, es decir, 29,5 ')i .
E1 precio a que se cotizaba e1 tasajo en las casas mayoris-
tas brasileñas experimentó una oscilación similar. Este cuadro
1o prueba 31+:

PRECTO DEt KtrO DE TASAJO EN RtO DE JANETRO (*)


Años Reis por kilo Pesos uruguayos por kilo Consumq en
il lil tl lil mill. de kg.
'189ó
't897
,: 0,il 47
45
1902 ; 0,r5
I?04 ó30 0, l8 JU
I YJ5 ó60 0,18 ló
I 90ó óó0 0,18 29
1907 710 740 0,20 0,21 31
1 908 770 730 0,22 0,21 JU
i 90? 740 7to 0,21 0,20 3l
t 9l0 7\O 730 o,21 o,2l
19r l 830 0,24 0,25 29

Partiendo de 1896, $ 0,11 el kilo, hubo un incremento


del 50 V hacia 7902-04 0,165 valor promedio-, y otro me-
nor, del 24 ()b, entre 1905 -$ y 1911: $ 0,205. En quince años eI
preeio se duplicó. La relación con el consumo es obv,ia: éste
descendió a partir de 1899 hasta 1905, precisamente cuando
más se elevó eI precio. Luego, consumo y precio tendieron a
cierta estabilidad, müy notoria de 1907 a 1910.
La elevada cotización de1 ganado oriental y los impuestos
aduaneros brasileños fueron los factores determinantes de esta
suba que hizo exclamar al diputado del Congreso en Río de
Janeiro, Elizon Guilhoum: "El tasajo uruguayo pasará, pues,
a ser jamórf" 31i. Artículo de lujo, llegó a costar tanto como
la carne fresca, pero tenía sobre ella una ventaja no desde-
ñab'1e en el trópico: se podía almacenar y transportar a gran-
des distancias. Por ello eI consumo se estabilizó dando raz6n
a Gabriel Terra cuando sostuvo en nuestra Cámara de Dipu-
tados en 1910: "...si hag¡ algo q'ue no se puede Ftoner en duda
es qtLe est.os artículos alunentícíos se han impuesto en las cos-
(.) Brindamos tres precios debido a que provienen de cliferentes fuentes, como
se deialla en la nota 314.

150
tuntbres de un país cuya pobl"aci,ón crecía cad,a día''::']. Er
esta ú1tima observación radicaba, sin embargo, e1 problema,
Nlientras Ia población brasileña crecía de Janeiro pasó
de 523.000 habitantes en 1890 a 900.000 -Río
en 1910- eI cotrsu-
nlo se había estancado luego de disminuir 31i.
c ) El íncremento en el precr.o del ganctdo uruguaAo.
La valorización de Ia tierra y e1 mestizaje aumentaron
eI costo del ganado or,iental aI grado de volverlo cada día me-
nos acorde con eI precio que podían abonar los saladeristas.
Era cierto que e1 tasajo había aumentado en eI Brasil un 100
por ciento en 15 años, pero el grueso de ese incremento Io ab-
sorbió el Estado brasileño y sus derechos de aduana. Los sa-
Iacieristas no debían pasar de un precio "tope", pues de ha-
cerlo e1 consumidor nordestino rechazaría por caro el artículo
que, entonces sí, perdería todas sus ventajas frente al simi-
iar riograndense.
Si bÍen es cierto que del novillo mestizo se ob'tenían más
kilos de tasajo que de1 criollo, esto no compensaba su mayor
precio: se ganaba, pero menos que antes. Lo demcstró la Aso-
ciación Rura1 en 1911" sis:
Aj Rendimiento en un saladero de un novillo mestizo de 500 kilos en pie comprado
a ó cis. el kilo, o sea $ 30.
'12 cts. .
250 kilos de carne. 125 kilos fasaio a $ 15.-
70 " " hueso, 50 k. cenizas de huesos 0,45
55 " " intestinos, lengua, tripa, huesos, res¡duos, aslas
pezuñas, efc. . .. " 2,4O
30 " " grasa, sebo 100 k. a 5 15.50 5'-
30 " " sangre, 5 k. sangre seca ... " 0,15
30 " " cvero salado. 10.-

$ 33.-
3 Rendimiento en un saladero de un novillo criollo de 400 kilos en pie comprado
5 cts. el kilo, o sea $ 20.
180 kilos de carne, 90 k. tasalo a 12 cls. ... $ 10,80
55 huesos, 30 k. ceniza de huesos " o,40
70 intest¡nos )
20 residuos )...... " 2,20
20 grasa, 100 k. sebo a$ 15,50 " 3,10
20 cuero salado " 8.-
s 24,50

1;1
O sea que con una inversión de $ 90 en la compra de un
novillo mestizo, eI saladerista obtenía $ 3 de utilidad bruta
(L0 %), mientras que tan solo con una de $ 20 (eI costo del
noviilo criollo) obtenía $ 4,50 (22,5 %).
El día, no lejano, en que los frigoríficos elevaran más 1a
cotización de las novilladas, eI saladerista no podría resistir
la competencia y el ganado ei criollo que abundaba-,
escaparía de sus manos. -aun
Además, la pacificación del país quitó a los saladeristas
el arma que a menudo los había salvado: Ia tendencia de los
hacendados a vender a cualquier precio en época de revolu-
ciones. Lo que ocurriera en 1896, 1897, 1903 y 1904, ya no se
repitió. Las "alarmas" blancas de 1910, abortadas casi antes
de nacer, hicieron perder las úItimas esperanzas a los viejos
industriales del país sobre urra solución "política" para sus
empresas ('F ).

3- El renacimiento del mercado cubano

Lo antedicho prueba que la situación de la industria sa-


laderil, aunque difícil en estos años, no era tan desesperada.
La disminución de las compras brasileñas pudo ser casi igno-
rada por nuestros saladeristas y ganaderos ante Ia paralela
elevación de las cubanas. Tomando en cuenta los promedios,
mientras de 1895 a 1904 enviamos a Cuba el 8,5 96, de 1905
a 1911 remitimos el 1B,B %. Jü,I.ás reveladora es Ia compara-
ción de volúmenes exportados. De 1895 a L902, Cuba consu-
mió un promedio anual de 3 millones de kilos de tasajo; en
1903 comenzó el a1za. De 1903 a 1911 el promedio de1 con-
sumo anual cubano se elevó a L3 millones de kilos, o sea que
multiplicó sus importaciones por más de cuatro.

(*) El Ministro alemán en el Uruguay acusó a los saladeristas riograndenses


de favorecer los alzamientos blancos. Lo hizo en eslos reveladores férmino:,
"lamenlablemente la revolución es favorecida por inffuyenles políticos en el estado
de Río Grande. . . El motivo del favorecimiento de la revolución por parte de
los riograndenses es el que uno o más dueños de saladeros, como en años an-
leriores, esperaban con la nueva revolución, poder adquirir ganado barato del
UruguaY. . '/. (310)

L52
Dos factores determinaban con rigidez la capacidad de
compra cub,ana: el volumen de sus zafras azucareras y eI pre-
cio del azucar en eI mercado mur¡dial. Hasta 1902, la prociuc-
j
ción de la Gran Antiila no se recuperó de la guerra por la in-
I
í
dependencia. Luego de esa fecha, las zafras fueron en cons-
tante crecimiento, desde las 900.000 toneladas de 1902 a las
1.470.000 de L907; en 1908 hubo una notable baja, 990.000
toneladas; fue el año en que la importación de tasajo oriental
I descendió de sus 13 millones de kilos en 1906 y 1907 a 10
millones; 1uego, otra vez, eI alza ininterrumpida, con 1.558.000
tonelaCas en 1909 y 1.900.000 en 1911.
Tan importante como las zafras eran Ios precios de1
azúcar en eI mercado mundial. Ailí las fluctuaciones fueron
mayores pues la crisis de 1907 hizo sentir su peso, pero 1a ten-
dencia fue alcista. De 1902-1903 con 1,81 centavos por libra,
a 2,54 entre 1904 y 1906, eI descenso de 1907 se advierte con
el nivel de 2,23 centavos. De 1908 a 1911 la prosperidad otra
vez: 2,76 32o.
Al igual que en eI caso de Brasil, entre nuestro tasajo y
el consumidor se interpusieron los elevados derechos de adua-
na cobrados por eI gobierno cubano. Ellos eran e1 resultado
de: a) La preferencia a los Estados Unidos, garantizada por
eI Tratado que ambas naciones firmaron en 1906. Ei dominio
estadounidense generaba esa desigualdad y se basaba en su
virtual control de la economía isleña: eI 53 % de sus impor-
taciones y el BB,B0 % de sus exportaciones tenían como origen
v dest,inatario a los Estados Unidos. Lo reconoció la oficina de
estadística del Departamento de Agricultura de la Unión en
19A6: "En los mercados de Cu,ba las mercancías tmportadas
de los Estodos Unzdos gozan de una francpr,cta de que no dis-
frutan las mercancías tm.portadas de cualqur,er otro país. Por
eiemplo, el ganado Dacuno amerícano, se deja entrar pagando
un 40 lb menos de derechos que el, que se ínryorta de oh'os
oaíses, g otros ganados en píe, así como los productos de esta-
blecimientos de carnes conseruadas, entrctn con una reducción
cle un 20 o/o...)'32!' b) La duplicación del stock ganadero de
la Isla entre 1903 y L907 t¡izo que los hacendados pidieran
protección para sus carnes frescas, que hallaban dificultades
en la competencia del barato tasajo :r2:r.

153
Pero Cuba presentaba, desde este ángulo, diferencias no-
tables con Brasil. El monocultivo azucarero hacía que pesaran
más ios intereses lib'recambistas de los dueños de ingenios y
plantaciones, que 1os proteccionistas'de sus hacendados; eI c1i-
ma conspiraba contra Ia carne fresca y, conjugándose con la
todavía CébiI ganadería, impedía la instalación de saladeros.
Editorializó "EI Tiempo" en t907 : " . . . [el] enorme consurno
se explica por r&zones de precio g sobre todo de clt'mu Soru
notortas las razones de cltma. Cualquier otra Jorma de pre-
paractón d.e carne que no sea el tasajo entru ráptdamente en'
descomposictón en la amptta zona norte del Brasil' g en Cuba'
IJn tario de carne conseruad.a tíene qu,e ser utilizado total"-
mente en poco ttempo, so pena de resultur incomíble. En cam-
bto, una manta d,e carne tasaio, col'gada en eL galpón de cual'
quzer estableczmtento en l,as regtones más cál,tdas. . . se con'
serua fresca por espacío d,e uno, dos E tres meses g ofrece des-
d,e el primer momento una altmentación fuerte A sana a l,a clase
obrera. Durante ta úLtíma guerrd de Cuba, se agotaron en cter'
tos parajes d.el tnterior los depósítos de tasaio, g el Estado
Mayor norteamerxcana ordenó el raczonamiento de carne Jresca
a las poblactones necesitadas, sin sospechar que el nueuo alí-
mento íba a se¡, como fue, eL uehículo de numerosas enfer'
meilades, d.ebtdas precisamente a la acctón del, clima. Se sobe
que los Estad,os unidos, apenas establecid.a la independencía
d,e Cuba, reallzaron esfuerzos de todo género para desterrar
a nuestro tasaio de ta 'tsla g sztstr,tutrlo con las carnes frescas
A conserladas de l,os grandes mataderos de Chtcago. Pues bien,
l.a tem.peratura los uencíó g esta es La hora en que el, mercado
cl,e Cuba marca el record del, consumo de tasajo del, Río de la
Pl,ata" 3::r. Añadió nuestro diligente cónsul en La Habana, Ra-
fael J. Fosalba, tranquilizando a saladeristas y estancieros uru-
guayos: "Es tu,era de toda duda que en Cuba no se puede pre-
parar tasajo, en prímer lugar, por [la] escasez de ganado g la
dificuttad d,e im.portarlo en pte, U después porque es uniuer-
salmente admittdo el princípio de que la zona tórrtda no es
propicta al fomento de las ganaderías. . . se oponen Las con-
dictones clirnatéricas de Cuba, donde la temperatura medt'a
anual, es de casí 26 grados, es excesiu& la humedod atmos-

154
feríca y tenszón del uapor. Por ese rnotiuo, antes de jlroi¿¿c:is¿
la clesecacxón de la carne salada, se corrompe inet¿tcblefit€,r:-
te...tt:t21.
Por todo ello fracasó en 1910 eI intento de elevar los de-
lechos de importación aI charque de $ 3,95 los 10 kilos a S 10.
La Aduana éubana incrementába eI precio del tasajo al ma-
vorista .de $ 0,22 e1 kilo a $ 0,26, es decir, un 18 iL . El precio
a} cietaile en 1910 alcanzó los $ 0,28. La carne fresca variaba
Ce $ 0,31 en Ia provincia ganadera de Oriente, a $ 0,335 en
lXatanzas, $ 0,343 en La Habana y $ 0,432 en Pinar del Río.
zcllas que carecían de ganado 3r5.
Todos advirtieron en el Uruguay }a importancia del mer-
cacio cubano para paliar las dificultades que ofrecía eI brasi-
Ierio. Nuestro Cónsul, Rafael J. Fosalba, defendió eI producto
ante 1as Cámaras y la prensa habaneras:ir6' los saladeristas
forzaron al máximo sus ventas a la Isla s'i; y e1 gobierno apo-
¡'ó estos esfuerzos. Explicó ei Ministro de Industrias de Batl1e
err su Memoria de 1912: "Iüo es que la carne tasajo esté en
de'rrota, como algunos lo dicen. Al contrario, sus mercados de
co'ttsunlo se afirman día por dís. [En Cuba] después de una
f armtdable baja en que p'arece inmtnente el desalojo por las car-
nes norteqmericanas, ltu uuelto el tasajo con empuje a la re-
canquista de sus oiejas posiciones. . . " :r:s.

4 - A la búsqueda de soluciones pará el estancamiento

a i Nueuos ÍneTcados.

Aunque Cuba palió 1a disminución de las compras bra-


si.erias, era un hecho que la exportación de tasajo había des-
cendido casi un 1.A (y', conlparando los períodos 1895-1904 y
1905-1911. Si la baja no provocó la crisis de Ia industria sala-
cieril, obligó a sus dueños, a 1os estancieros y el gob'ierno a bus-
ca1' nuevos mercados. Había que salir a vender "a la alema-
r:e''. con agresividad y espíritu de empresa, como sostuvo Ia
lsociación Rural en 1906 3r0. Así lo hicieron los industriales
a.:'o¡rados por los gobiernos batllistas.
El mereado europeo fue estudiado por nuestros cónsules
e:: Francia, Luis Mongrell, y en Bélgica, Ricardo Massera. En
i::08, ambos iniciaron una ofensiva comercial de envergadura.

155
Luis Mongrell, apoyado por Batlle y Ordoñez instalado
en París durante su interregno de 1907 a 1910, procuró "ob-
viar la resistencia natural que opone el público a toCo a1i-
mento desconocido", e imaginó un procedimiento industrial que
transformaría "la larga tira de carne seca y salaCa en extrac-
tos, caldos, grasas, abonos y otros productos de primera nece'
sidad". Este nuevo t'extracto .de carne", pancillo a disolver eu
agua hirviendo, interesó al saladerista de Paysandú, Alberto
Santa María; pero en 1912 los frigoríficos hicieron detener
el ensayo con su enorme demanda de ganado 33o.
Ricardo Massera introdujo tasajo en Bé1gica pero tam-
bién fracasó. El gusto del refinado europeo no 1o admitía; Xa
cocina obrera no tenía tiempo material de preparar un a1l-
mento que requería largas horas de atención. Informó uno
de sus agentes en Amberesi "A prxmera uísta la carne no te'
nía tnal aspecto. . . Solamente el olor desagradable y casi re-
pugnante que había notado cuando la recibí ha aumentado, a
tal grado qlle a. pes&r de la mejor buena üoluntad, nos ha ent'
bargado cierto osco.. En segundo lugar, me Deo forzado a
deci,rle que esta carne es tdn poco tierna, que me ha sído inz'
posi,ble cortada en trozos de forma más o menos regular. De-
bimos arrancarla a pedazos que fue necesarío roer ü pleno
di,ente...". Agregó en post-data: "Oluidaba hacede notar que
el hogar obrero no tiene ni, el hábito ní el ttempo de dr,sponer
de uarias horas ptara la cocción de sus cotnidas".
El tasajo no tenía sitio en la "civilización material" de la
Belle Epoque: repugnaba a los pudientes. distraía "demasiado
tiempo" a "la clase obrera", y provocaba náuseas su "o1or a
ggfog" 331.

El mercado asiático se atacó "a 1a alemana" en 1908 y


1909. Japón fue avizorado por el saladerista Etchevarne,
"...cifrándose grandes esperanzas de que haciéndose uso de
este alimento la raza nípona adq.ui,riría eL uígor g d.esarrolio
de que adolece hog" s'tz. Las colonias holandesas de Java y Su-
matra recihieron gratis 1.000 kilos de tasajo de 1a "Unión Sa-
laderil", a fin de establecer una posterior corriente exporta-
dora 333. Pero las "civilizaciones del atroz" no consumían car-
ne; su gusto no era eI europeo, existía un desagrado natural pcr
las carnes más ttfuertes" y olorosas, precisamente las vacunas.

156
Por otra parte, el precio del tasajo se había elevado demasiado
), ya no estaba a1 alcance del campesino nipón ni del más
¡riserable poblador de las Indias Holandesas. Escr,ibió un in-
termediario desde Sumatra: "Hag¡ que descartar su comercio
c,.quí... El indígeno, no colnpra carne, uiue de pescado seco,
de tíempo en ttempo un pollo, 7lna, o dos ueces por año cqrne,
que debe ser absolutamente fresca. Los chtnos lo mismo, g de
tiertpa en tiempo como carne, prefíeren cerdo. Los soldodos
sor¿ excesiuamente difíciles, no qur,eren mós que carne fresca
Lj rarüm,ente conseruas enlatadas. Los europeos se alímentan
can carne fresca, pollos o carne en collserüa enlatada. Yo creo
c¡ue el corÉrcio de [tasajo] es i.mposr,ble tonto en Jaua como
e
.n Swnatra por las razones mencionad,¿5" 334.
Africa ofrecía mejores perspectivas. La carne estaba in-
cluída en la dieta "negra" desde antes del arribo europeo y sus
l.ueblos nómades explotaban Ia ganadería bovina. Lo advirtió
en 1908 "L'Italia aI Plata": "Lugar seguro puede ser g será
ei Africa. Es allá que el gobierno debe dtngtr su atenci,ón..."
::i¡. Las tentativas en Sudáfrica y el Congo Belga no dieron
rlayor resultado336' en cambio se logró establecer una firme
corr"iente exportadora a las colonias portuguesas, en particular,
-{ngola. En 1892-93 se introdujeron los primeros 2.000 kilos,
e¡r 1B9B se sobrepasaron los 50.000, en 1901-02 los 100.000, y
en 1908 los 400.000 337. Decía, alborozado, nuestro Ministro
en Lisboa, Dionisio Ramos Montero: "EL catnino que ha hecho
el tasajo ha sido lento en su primer tiempo, pero el aumento
iiri sido canstante, especzalmente en 1908" 1x¡.

(*) Esla corriente comercial arrancó de nuestro reprelenfante en Lisbo¡ un


resperado elogio a la política colonial porluguesa, salpicado con cierto tufillo
: -:ir-l¡ritánico: "Un a¡tículo alinrerlic'o do valor tan reato de ten fá:il lransporte
ccmo es el lasaio tenía que hacev en definiriva su camino, como ind spen:able e
irrempiazable en la alimentación de los trabaiadores de aquel!as feraces y ri<as
::icnias de Portuga!, próx'mas al trépico, trabaiadores que reciben, en general,
un tratamienlo que eslá muy leios de sc¡ el qué exagerar lcs especuladores in'
qleses en cacao, con fines inconfesables. en cuanto á alimentacÉn, horas de trabain
habitaciones y cuidados del enfermo y del niño, observaciones que se desprenJen
cie minuciosos estudios que he verificaJo de las Colonias de Portugal... en nada
rnferior y en muchos casos, infinitamente superior a los sistemes y tratam:ento
Cet indí9ena que emplean y dan los demás países europeos". (;l:i:)

157
Angola, empero, no podía sustituir al Brasil.
En 1911, Batlle y Or.dóñez y su Ministro de Industrias,
Eduardo Acevedo, hicieron el mayor esfuerzo gubernamentaL
de toda nuestra historia para hallar nuevos mercados a1 tasajo
oriental. Eduardo Acevedo fue, sin duda, eI autor inteLectulal
de1 "'gran plan". Difería del anterior Ministro de Industrias
del presidente Williman, Antonio Cabral, quien no creía en
el "porvenir del tasajo". Anotó Eduardo Acevedo en su Me-
moria de 1911: "Iüo ercl... prudente dejar en el abandorua u
la industria salacleril. En primer lugar porque el tasajo es ¿¿l'L
alimento que no decae, sino qtte aumenta en el Brasll. E CtL-
ba... En segundo lugar, pol'que todauía tiene largo cc¿nriiro
a recorrer la obra de la mestízación de nuestros ganados, E es
claro que debemos reseruar los bretes del saladero para los
mlles de animales de poco peso que los Jrigoríficos ten.gan
que rechazer. . .".
*
El razonamienfs ya demostramos- era teórica-
mente valedero en 1911: -s6rn6
la mayoría del ganado oriental no
era apto para e1 frigorífico. El saladero debía, por e1Io. ser
alentado y apoyado desde el gobierno. Ideó un complejo platr:
"...por el cual se creaba un fondo de propaganda durante 3
años, compuesto del subsidio del tesoro público (§ 20.000 anll{t-
les), el concurso de los salttderistas (,$ 0,05 por ani,mal) A el
de los estanci,eros (§ A,07 pot'hectárea aplicable a los est¿ble'
ci,mientos de más de 7.000 hectáreas). La obra de la'propa-
ganda quedaría a c&rgo de un grupo de saladetisúos. . . El pro'
cedími,ento debíu ser bíen sencillo. Supóngase el caso del Ja-
pón, un enorme ntercado de consumo de alín"¡,entación erclu'
siuamente uegetal. Pues bien, allí *ía un agente de propa-
ganda con media docena de cocineros h(tbiles en la condintea-
tación del tasajo y ofrecería el plato gratis en los hoteles y
cosos de comidas más concurrídas, una. o dos ueces por semúna,
hasta que el, consumo se hi,ctera camzno, . " 33e.
EI plan fracasó por Ia oposición de los saladeristas fuer-
tes a los gravámenes. Ellos ya tenían sus mercados aseguraCos
en Brasil y Cuba. Los débiles y en dificultade5
Ios de1 pequeño grupo", se autodenominaron, que -¡r¡ss6f¡s5,
habían apo-
yado y gestado el proyecto, carecían de fuerza para imponerlo.
1=O
tJo
EI gobierno desistió en medio de las burlas fle ia prensa c,:-;-
sitora que se centraron en eI "envío de cocin€-os'':r:'' , +,.
A esa altura, ya no interesaba mucho. Los hacendados se
desentendieron ante los magníficos precios que los frigorificcs
comenzaron a pagar en 1912.

Estas búsquedas, infructuosas Ias más, exitosas otras. r'e-


velan eI dinamismo del grupo empresarial nacional dedicado
a la industria tasajera y eI impuje de ese joven batllismo as-
cendido plenamente al poder en 1911. E1 tasajo no estaba
((1¡¡s1f6"
en 1911, ni para ellos ni para el país.

b) Emigración de los índustrtal.es hacta la frontera


brasileño-uruguaAa.

Ya en la década de 1890 se había iniciado 1a instalación


de fuertes saladeristas uruguayos en la frontera brasileña, en
procura de eludir los crecidos gravámenes de la Aduana ca-
rioca. En este período, aI aumentar esos gravámenes, Ia ten-
dencia a "emigrar" se acentuó B1'.
Hacia 1913 había 11 saladeros en "Ia frontera del Brasil",
de los cuales 10 eran propiedad de capitales orientales s.13. Fae-
naban de preferencia ganado nacional, utilizaban nuestros fe-
rrocarriles desde eI Cuareim o Riverailaa, y emb,arcaban su ta-
sajo por el puerto de Montevideo con destino a Río de Janeiro
o Bahía6a5. Su faena se incrementó aI grado de que, mientras
en el quinquenio LBB9-1893 mataron 290.5C0 cabezas, en e1 de
1909-1913, mataban 1.606.000, es decir, una multiplicación por
cinco. Comentó un hacendado en 1913: "No haE duda de que
para la República artental ha sído una gran '.*entaja la fun-
dación d"e esos soladeros Jronterizos, que permiten a ios irrclr¿s-

(*) Se opusie¡'on al plan los saladeristas más ricosr Pedro Denis,/ C.z,,
me Hnos. y Cía; José M. Amaro; Francisco Fregeiro; R. Méndez Rco:rgr::;
Tabares y Cía.; y Alberto Santa María, Se!s de ellos f¿enaban el 5á'. c.
ganados muertos por los saladeros de Montevideo (3at¡.
tri,ales faenar nuestros noutllos dentro del territorr.o brasileño,
burlando los tnconsiderados derechos al, charque que debe entrar
ptor las uías legales, flero es un dolor que por talta de una
legislacíón económzca con el país amt'go, andemos en este juego
de las esquinztas con nuestros üacas, A que todos nuestros ga-
nq,dos no sean muertos g taenados dentto de nuestras fron'
teras, enriqu,eci,endo nuestras índustrias. . . " 346.
Este "juego de las esquinitas" permitió luchar no sólo
contra la Aduana brasileña sino también contra los frigoríficos
montevideanos. Fue una eficaz arma de este grupo de indus-
triales nacionales para lograr la supervivencia. Era, empero,
peligrosa para el país. La desnacionalización ocurriría a la
larga si el centro de gravedad de la industria se trasladaba al
extranjero, en virtud de que éste era más fuerte que el país
de origen de los capitales.

c) La importación de noaíllado's entrerrianas g correntinas.

También los saladeristas buscaron una solución aI creciente


costo de1 ganado oriental. La habían intentado con éxito,
como estudiáramos en el Tomo III- en la década -y anterior.
La mantuvieron ahora: importar baratos novillos de las pro-
vincias argentinas de Ia Mesopotamia, Entre Ríos y, en parti-
cular, Corrientes. En esta úItima, la tierra, inferior y alejada
de los centros de exportación y producción, no se había valo-
rizado tanto como en el Uruguay; los ganados seguían siendo
casi todos criollos:95 % en 1895 y 6B % en 19148a7. Aleian-
dro Victorica, el fundador de la pdmera Federación Rural,
sostenía todavía en 1913 que eI Uruguay debía recibir "ganü'
dos de todos lados, mani,pularlos, índustri'al g comercíalmente,
g oenderlos otra üe2". Nuestro "destino" era convertirnos en
los grandes invernadores e industrializadores de los ganados
"inferiores" y poco costosos que fueran quedando en la cue¡ca
platense sa8.
Es imposible precisar con exactitud estas importaciones.
Desde 1"900 la estadística aduanera segura pues no
se cob,raban impuestos- dejó de tener -fuente
vigor ya que Ios im-
pcrtadores no estaban siquiera obligados a declarar sus tro-

160
nerse a la desnacionalización, cuando no a nuevas trabas bra-
sileñas. El, Brasil, en efecto, había impuesto su ya comenta-
do tributo aI ganado uruguayo para responder aI "juego de las
esquinitas" de los saladeristas orientales. Depender 'de las no-
villadas inferiores de Ia Mesopotamia, era contar demasiado
con la inmovilidad de los hacendados correntinos cuando esta-
ban danclo ciertas pruebas de haber comprendido las ventajas
del mestizaje.
Los nuevos mercados y Ia tecnificación hubiesen permi-
tido capear el temporal brasileño, hecho que Cuba en parte
ya había resuelto. Los saladeristas y su produgfs f¿56-
jo- todavía tenían porvenir y dinamismo en 1911.-s|Estaban
condenados a declinar lentamente, sin duda, dadas las trans-
formaciones económicas y políticas experimentadas por el me-
dio rural, y las dificultades del mercado internacional, pero
no a sufrir un colapso como el vivido en 1912-1914. Incluso
estos elementos, los más negativos en su futuro, no aetuaban
con brutalidad en 1911: nu'estros mestizos eran criollos 5'
"mestizones" en sus 3/a partes; el mercado internacional podía
ampliarse, y Cub,a cubría con cierta facilidad eI déficit bra-
sileño.
A Jean Jaurés, de paso por Montevideo en setiembre de
1911, todavía le impresionó, al ver el tasajo tendido aI sol, lo
que llamó, con su típica elocuencia: "la aía tríunf aI del uíen-
f,y¿tt 3ú4.

5- Los saladeros como empresa

En estos años el número de saladeros se mantuvo estable.


Hubo 13 en Montevideo, 1 en Paso de los Toros y B en el
litoral (Paysandú y Salto). Pero los problemas reseñados carn-
biaron un tanto la índole de Ia vieja industria. Sus miembros
débiles tendieron a eclipsarse ante los fuertes, más qapacita-
dos para enfrentar Ia tecnificación, Ia reconquista del mercado
cubano y la crisis en el brasileño. Se necesitó capital y espíritu
de empresa para afrontar riesgos. E1 resultado fue la concen-
traeión de1 grueso de la faena en pocas manos. La distancia en-
tre los industriales aumentó: Ia matanza en un pequeño sala-
dero montevideano o 30.000 cabezas aI año- resultaba
diminuta frente a Ia-15de los gigantes. Uno de ellos, el mayor,

162
la firma Tabares y Cía., controlaba hacia 190G-1g07 eL 22 (í
de la faena saladeril; con 150.000 reses anuales sacrificó ? r,e-
ces más que sus colegas débiles;r¡5.
La situación de 1os industriales fuertes fue, en general,
próspera. Hubo quejas y dificultades a raíz de la crisis mun-
dial de L907, con su secuela inevitable de restricciones credi-
ticias y el aumento de los derechos de Aduana en Brasil 356,
pero hasta 1911-1912, el negocio rindió buenos dividendos. El
cuadro que sigue, elaborado en base a opiniones generalizadas
en la época, permite avalar 1o antedicho:

ESTITVIACION DE UTII.IDADES DE tA INDUSTR¡A SAIADERIT ENTRE I9o5 Y I9¡¡


Gaslos
Precio promedio del novillo de 100 k. de 1905 a Igll 357 $ r 8,93
Sueldos, lornales y gastos generales por animal faenado (*) " 3,50
Arrendamienlo de un pequeño saladero montevideano por un ano:
§ 5.500. Promedio de faena:30.000 reses. Por cada cabeza li{il 0,t8

§ 22,61

y"n¡¿5 362

Producfos derivados de un novillo de 400 kilos: 90 kilos de iasaio,


55 de hueso, 70 de intestinos y residuos, 2O de grasa y 20 de
cuero salado. Todo en¡ $ 24,sa

Utilidad neta: § 24,50 - $ 22,61 , § 1,89, es decir, 8,4 /s sobre el


caDilal ¡nverf¡do.

E1 nivel era bajo si tomamos en cuenta eI precio del di-


irero en la época, al que se asimila. Sin riesgos, un inverscr
::ontevideano del novecientos ob'tenía Io mismo en las muy
ieguras hipotecas sobre campos o casas urbanas. Empero, no
iebe descuidarse un factor que puede alterar estos cáleulos: la
-.'ariabilidad en eI precio deI ganado. Hemos supuesto un sa-
l¿derista frente a un mercado en que jugaban con libertad
lerta y demanda. No era ése el caso corriente. Los medianos

(.) Esla cifra es la mas opinable e insegura. El editorialisia de "El Siglo',


1907, atribuyó a "gasics por animal" la cantidad de $ 3,80 (;i;s), el cjipu-
-::o Tiscornia, porfavoz en 1905 de los saladeristas, eslimó los gastos en S 3,i¿
-1'); la Empresa
Liebig's, en petitorio que dirigiera a las Cáma¡as mencic:ó'3
: i.e que hemos preferido: $ 3,50. (360)

163
hacendados, en particular, eran v,isitados y "atrapados" por
comisionados y troperos que los grandes saladeristas envia-
ban a las estancias para efectuar compras directas a precio
más bajo que el vigente en la lejana y a menudo desconocida
Tablada montevideana. En tales circunstancias, la utilidad se
duplicaba o triplicaba. Así se explica la expansión que en estos
años protagonizaron algunas de las ricas firmas saladeriles.

ó - La liebig's y Ias fábricas de carne conservada


El extracto y las carnes conservadas eran consumidos de
preferencia por 1os ejércitos europeos. La guerra ruso-japonesa
primero, y Ia creciente tensión internacional a partir de 1911
después, aumentaron la demanda de estos artícuIos, pero esa
demanda era tan inestable como Ia misma s,ituación interna-
cionai. F ue sintomática Ia respuesta que diera eI gerente de
Liebig's a un periodista montevideano en 1908: "Dtjo que la.
Compañía se ocupil contínuamente de abrtr nueuos mercados
A que si no hay más salida es porque sus productos no están
al alcance d.e todos los bolsillos; que actualmente tienen un
stock de productos para abcLstecer durante un año a toda su
clzentelq...", y agregói "...siempre que no se produzc& LLna
guerre entre dos naciones, pues si esto sucediera aumentaría
el mouimie'¡1f,g" ;)t):).

La fabricación del extracto y las carnes enlatadas no exi-


gía ganado de calidad. El criollo, incluso inferior, podía co1-
mar estos requerimientos. Lo expuso uno de los diputados que
defendió a la empresa Liebig's en el gran debate de 1905:
"...si bien los saladeros sólo pueden faenar carnes gordas,
la Compañía Ltebig's tiene la uentaja de no reclamar para. sus
productos carnes gordas g puede faenar pertectamente ani-
ntal,es que no estén en ese estado; porque para la elaboraci,ón
del ertracto no se necesitan antmales en esas condtciones. De
manera que el productor ti.ene siempre en la Compañíu Li,e-
big's un, consumidor que no encuentra en los saladertstas" s6a.
La abundanc,ia de "malos ganados generales" en eI país
y 1a ampliación de los pedidos europeos, originaron la funda-
ción de iluevas fábricas de carnes conservadas que se suma-

164
:,-n a las dos ya existentes: el coloso Liebig's y el saladero
Nuevo Paysandú 36r. En 1B9B apareció "La Trinidad" de L.
Rappalini e hijo y en L910 la de Mongaschi y Cía., ambas en
l lontevideo.
Los años de oro se dehieron a una conjunción de factores.
Entle los externos, que fueron determinantes, la guerra arl-
g1o-boer (1899-1902) y la ruso-japonesa (1904-1905); entre los
:nternos, la afluencia de haciendas baratas a Ias tabladas ante
la crítica situación política de 1903 y 1904. El período de auge
:ara el extracto de carne se ubicó entre 1901 y 1906, con un
:;romedio anual de kilos exportados que llegó a los 769.000.
De 1907 a 1911, 1a cifra descendió a 585.000, una baja del 24
:;or ciento. Similar evolución experimentaron las carnes en-
latadas 36't.

La Empresa Liebig's, en Fray Bentos, siguió dominando


el mercado. Poseía el monopolio real en la fabricación del ex-
tracto de carne, y el virtual en los otros rubros: lenguas y
carnes conservadas. Sus dividendos fueron muy elevados. Fluc-
:uaron alrededor de1 20 /o anual para las acciones ordinarias,
'.' cuando deseendieron se debió a cuantiosas reinversiones de
--apital en instalaciones y compra de campos en Ia República
-{rgentina 367. En 1905 fundó en Colón, provincia de Entre
Rios, un estabiecimiento similar aI que poseía en Fray Bentos.
Ya en 1906-1907, Ia faena de la nueva fábrica sob'repasó a 1a
ie su similar or:iental. También incrementó sus compras y
..rriendos de estancias en Entre Ríos, Corrientes y e1 Para-
guay. Hacia 1909 1a Liebig's había desplazado el centro de su
:ctividad a Ia nación vecina: no sólo su fábrica de Colón fae-
:.aba más que Ia de Fray Bentos sino que, mientras poseía
--en propiedad y arrendamiento- 94.705 hectáreas en el Uru-
;uay, controlaba 219.933 en la Argentina y 210.666 en el Pa-
:aguay, en total un dominio de 525.974 hectáreas y 316.000
cabezas de ganado; en superficie, la treinta y dos avas partes
:ie la uruguaya apta para Ia explotación agropecuaria:)ri-q. Su

-a quinta parte del total de recursos del Estado uruguayo etl


1909. Radicada en Londres, con accionistas diseminaCos en
Gran Bretaña, Alemania, Bélgica y Francia, la empresa era
.:n Estado dentro del nuestro.

165
Los motivos que tuvo Liebig's para desplazarse hac,ia eI
litoral argentino fueron objeto de una controversia apasio-
nada en nuestro medio, discusión que la Compañía alentó. Las
"clases conseryadoras" creyeron que esa emigración probaba
las nefastas consecuencias de la política "gratuitamente" hos-
til al capital extranjero de que hizo gala Batlle en su prime-
ra presidenciasCe. La Empresa había solicitado en 1901 la
exención de todos los derechos de exportación, o por 1o menos,
la equiparación con 1os abonados por los saladeros,BTo. Diputa-
dos y senadores, luego de acalorada disputa, concedieron Ia
equiparación. El Presidente Batlle vetó eI proyecto de ley.
La Empresa amenazó con trasladarse a la Argentina, donde no
se cobraban esos derechos. Por {in, e1 gobierno de Claudio
Williman, más conservador .en este plano, levantó e1 veto y
la ley del 10 de julio de 1907 reba]ó el derecho de ex-
portación del extracto de carne de $ 0,10 eI kilo a $ 0,05, y eI
de las carnes conservadas y enlatadas de $ 1 los 100 kilos
a $ 0,40, atendiéndose el petitorio de la Liebig's 3?1. La Em-
presa, para presionar al gobierno oriental, usó no sóIo el arma
de Ia amenaza sino otra tanto o más efectiva: incorporó a su
directorio un miembro destacadísimo de la alta finanza inglesa,
con lo que advertía sob:e la previsible solidaridad entre ésta
y ella ( 1').
Sin embargo, a pesar de haber obtenido 1o que pidió, ia
Empresa continuó con su política de hacer de Entre Ríos el
nuevo centro de su labor, sin descuidar Fray Bentos. Las razo-
nes, por 1o visto, debieron ser ot::as que Ias impositivas.
Ya en L905 el diputado Tiscornia, más avisado que Ia ma-
yoría de sus colegas por haber visto actuar a la Liebig's en su

(*) Al menos así lo inlerpretó la prensa conservadora montevideana coinci-


diendo, para sorpresa de lodos, con los batll!stas radicales de la Cámara. Dió
cuenta "El Tiempo" de esa incorporación en 190ó en estos lérminos: "The Finan'
cier anuncia que los di¡ectores de Liebig's. . . han elegido al eñor Mauricio G.
C. Glyn para ocupar en el Directorio el puesto que había quedado vacante.,.
El nuavo Director forma parle principal de la gran casa financiera Glyn, AAills'
Currie and Company. de la plaza de Londres, lan vinculada al servicio de las
deudas de la República Oriental. No neceslta la compañía de ningún hecho nuevo
para prestigiarse, pero de todos modos la incorporación al directorio de un fi.
nancisla tan importante y expectanle como el señor Mau¡ice Glyn es de positiva
:ignificación. ..".(37\ En efecto. ninguna duda tuvieron acerca de esta "signi-
{.cación" ni la prensa opositora ni el gobierno de Williman.

166
ctepartamento, Río Negro, dudó que la compañía dejase de
faenar en Colón por los pocos miles de pesos anuales que sig-
nificaba Ia rebaja aduanera. SeñaIó que la disminución de Ia
rsatanza en Uruguay se debía a la reducción del consumo eu-
ropeo de extracto de carne 373. EI motivo principal que tuvo
Ia empresa para este traslado fue eI creciente costo del gana-
do oriental, mejor mestizado que el correntino y eI entrerriano
i:?{. También influyó, como lo dijo el gerente de Ia Compañía,
Otto Dütting, Ia "baratura de la mano de obra" entrerriana;
allí el nivel de salarios Lo determinaba el papel moneda y no
el caro oro uruguayo tt'. En realidad, la Lieb g's hacía Io que
iruestros saladeristas al emigrar al Brasil o traer novilladas
de la Mesopotamia: reconocer sus dificultades por tener que
actual en un país que había dejado de ser "crio1lo" y pasado
a ser "moderno", al menos en cuanto a precios de hacienda
¡l salarios se refiere.

167
Capitulo ll
"La Frigorífica Uruguaya":
el difícil comienzo

I Causas de su fundacién

La idea de construir un frigorífico en eI Uruguay germi-


nó en 1902. EI contorno internacional Ia alimentó de divei--
sas formas.
En los primeros años del novecientos se sumaron otros he-
chos a la tradicional demanda británica de carnes conge1a-
das. De 1896 a L903, una gran sequía afectó a Australia y pro-
vocó la disminución de los envíos de capones y corderos a
fnglaterra; de 1 millón en 1895 se pasó a 500.000 en 1904, año
en que comenzó 1a recuperación :176. El descenso en la ofelta
se hizo crítico pues aI mismo tiempo aumentó la demanda. La
guerra anglo-boer (1899-1902) "...pro't)ocó una utua ut'gen-
cia de carne congelada para enuiar a las tropas [inglesasl que
Luchaban en Africa en un medio hostil", puesto que los colonos
holandeses no suministraban alimentos a1 ejército invasor 3Íí.
A posteriori, ese comercio con Sudáfrica persistió hasta 1904-
1905 ante el estado de su destrozada ganadería, itrcapaz por si
sola de abastecer Ia región 3is. La guerra ruso-japonesa ( 190.1-
1905) tonificó aún más aI mercado, no tanto por la demanda
real que generó, como por las expectativas que hizo concebir
a los dueños de los frigoríficos platenses;iie. Por fin, e1 cierre
de los puertos británicos a la importación de ganado en pie
desde eI Río de Ia Plata con el pretexto de Ia aftosa, dejó coirro
único camino de entrada aI mercado inglés el de las carnes
congeladas, precisamente en manos de industriales de esa na-
cionalidad en Ia República Argentina. La aftosa, buen aliado
de ios frigoríficos argentinos, 1o fue también del primer uru-
guayo, cc¡mo advirtió nuestra Asociación Rural en 1903 380.

168
Estos hechos conjugados hicieron de 1902. "e1 airo ie
oro" de los frigoríficos británicos en Argentina"'1. Sus estu-
pendas utilidades "confesadas", que alcanzaron al 43 'i en 1900
y aI 50 7i' en 1902 sobre capitales "inflados" alentaron a nues-
tros tímidos capitalistas. "EI Sig1o", leído por todos 1os miem-
bros de las "clases conservadoras" del país, dio cuenta de esas
ganancias en estos términos: "Las utthdades de 1907 dicen
que llegan ü unct, czfra f abuloso. . . St, este negocio ha sido
y es tan bueno en la Repúbltca Argentina, donde h.aE cont-
petencia en la compra g d"onde se hun sostenido los precios
de los capones pagó,ndose el año pasado hasta $ I moneda
legal, que equ,tualen a $ 3,:20 morl. uruguaya, debernos creer
que en la Repúblíca Oriental, donde cuestan alrededor de
S 1,80, el resultado de este negocío tiene que ser soberbio"
:;::. lss estancieros argentinos, dando ejemplo, fundaron en
1902 "La Blanca", otro frigorífico creado en medio de la
euforia por ese tan pacato capital rioplatense.
A estas causas externas se añadieron otras propias de1
Uruguay.
El estancamiento de la industria saladeril y la crisis del
tasajo en Brasil comenzaron en 1901. EI ingeniero José Se-
rrato en artícu1os publicados en "El Siglo" en 1902, deferrdió
Ia idea de instalar un frigorífico uruguayo con variados argu-
mentos, entre 1os que destacó las dificultades tasajeras en
Brasil. Seña1ó i "Unq. conuenctón comerczsl con la República
del Brasil no tendró. la airtud de ensanchar nuestro comercio
de carnes, nr, podrá, por lo tanto dar entrada al excedente de
nuestra plod.uicíón ganad.era. IAdemás] siempre quedaría uin-
culada la prosperidad de la tndustria ganadera E saladeril a
los progresos y bíenestar de un solo mercad.o consumidot'. . .

mientras que dtuersLficada la prod.ucctón g los mercados com-


prad.ores, Ias crásts por ínctdencta serían menos graDes A te-
¡'rib\es..."383.
EI país, además, ya contaba con un número suficiente de
ovinos y novillos mestizos como para dar vida a por lo menos
r.rn frigorífico. Es cierto que, desde este ángulo, algunas apre-
ciaciones de los contemporáneos pecaron por optimistas
de Serrato, por ejemplo 3s+-, pero eI hecho real era la -1asexis-
tencia de una cifra apreciable de ovinos de razas inglesas ¡-
ctra menor, no desdeñable- de novilladas media
sangre -aunque
Hereford y Shorthorn.

169
Por último, los gobiernos de Ia época batliismo pudo
fundarlo en su conocida posición a favor -el de la industrializa-
ción de1 país- concedieron importantes exenciones impositi-
vas a los capitales dedicados a "1a preparación de carnes con-
geladas o enfriadas" (").
En 1902, José Serrato, futuro Ministro de Hacienda de Bat-
11e, presentó un generoso proyecto de ley en la Cámara de Re-
presentantes por eI cual el Estado acordaría a las futuras em-
presas frigoríficas: a) Una prima anual de $ 40.000 por el
término de 3 años; y b) Liberación de los derechos de im-
portación correspondientes a las máquinas y repuestos desti-
nados a Ia instaiación "de 1as usinas para elaboración de las
carnes". En compensación, e1 diputado Serrato exigía a las em-
presas eI compromiso de exportar como mínimo en el primer
año de funcionamiento, 30.000 bovinos y 150.000 ovinos, en
eI siguiente, 45 000 y 250.000, y en el tercero, 65.000 y 400.000
386. Las Cámaras prefirieron eliminar el subsidio de se-
guro hubiese vetado el puritano financista que era -queeI Presi-
dente Juan L. Cuestas- y sustituirlo por Ia exoneración del
derecho de exportagifn;rsz. El 17 de octubre de 1902 se pro-
mulgó la ley. Eila era en algún aspecto más generosa que el
proyecto .de Ser:ato y en otro, más restrictiva. EI Estado libe-
raba a Ios frigoríficos de los derechos de importación corres-
pondientes a máquinas, materiales de construcción y repues-
tos destinados a la instalación terrestre "y material flotan-
te" necesario "para Ia elaboración y embarque de carnes".
Senadores y diputados, mejor asesorados, ampliaron la exone-
ración que Serrato sólo había concebido para "maquinarias y
repuestos". Durante 5 años, a contar de Ia promulgación de la

(*) Aunque el batllismo fue factor destacado en esta protección a la naciente


inciustria {rigorífica, este principio era apoyado por todas las fuerzas políticas. El
iíder blanco A. Vásquez Acevedo manifestó en el Senado en I902: "fodas las
facilidades.,. son pocas tratándosé de una industria que como la de carnes con.
galadas. está deslinada a favorecer la ganadería, fuente principal de la riqueza
nacional... creo que debería avanzarse algo mas en las concesiones que se ha-
cen a Ias smpresas frigoríficas, Así, por eiemplo, me parece que convendría ex-
lender a 5 años el plazo de 4 que se eslablece para la exoneración del impuesto
de exportacién,../.(385) Si al batllismo le tocó proiagonizar e:+a política hacia
la industria {rigorífica (no pensamos en otras medidas que ampararían a los reg
tanfes ¡ndustr¡ales que parecen mas ligadas a ese grupo político), ello {ue mera
consecuencia de ser el partido que eiercía el gobierno.

170
ley, se exoneró a las carnes congeladas o enfriadas de1 dere-
cho de exportación. Vencido ese plazo, se determinó que abo..
narían un impuesto equivalente al pago por el tasajo: g 0.16
cada 100 kilos. Se eliminó el subsidio, peig también Ia exigen-
cia propuesta por Serrato de una faena anual mínirir.a. Juan
L. Cuestas logró, empero, que las franquicias impcsitivas no
comprendiesen "las patentes adicionales creadas con destino
a la construcción del Puerto de Montevideo", obra en la que
éI y ei alto comercio montevideano ponían todas sus esperan-
zas para poder pasar a la historia: el Presidente a 1a gloria,
r,¡ el alto comercio, al futuro 38s.
En verdad, la ley tenía destinatario fijo. En ias Cáma-
I'as, Antonio Malía Rodríguez deciaró en agosto de 1902:
". . .la enapresd naczonal de que son iniciadores los ,Sres. Les-
sa, Luís lgnacio Gqrcía g uaríos otros capitalistas, está ya
constttutda, a €fl un acta formal que se ha protocolízado, de-
ct"sran que da¡'án comienzo o s?¿s ofleracxones tan pronto
com,o el poder legislattao apruebe esta Ley en trárnite" 38e.
Era, en efecto, un secreto a voces que ese grupo de capitalis-
tas uruguayos sólo esperaba la sanción de Ia ley para fundar 1a
respectiva sociedad anónima 3eo.
El equipo de gobierno batllista que asumió el poder eI
1P de marzo de L903, continuó amparando at frigorítico a lo
Iargo de todos estos años.
Et 12 de mayo de 1905, José Serrato como Ministro de
Hacienda y eI Presidente Batlle, decretaron una elevación
ciel valor de aforo de los earneros que se exportaban en pie
hacia Argentina. Eso significaba elevar 4 veces el derecho
de exportación pagado por los hacendados que remitían sus
buenas caponadas del litoral a los frigoríficos argentinos; an-
tes se eob'raba un B /o sobre un valor ficto de $ 0,50 por
cabeza, ahora ese valor se eLevaba a $ 2. En los considerando
,!
se estableció el objetivo perseguido: "...en atrtud del bajo
aJoro [anterior] g de la ual.orízación que ha terúdo el pro-
I
I ducto, resulta que el Estado acuerda una proteccíón a la ma-
ruz:,iactura ertranjera con det,"tmento del capital g del tra-
bajo naci,onal ..." 301. El gobierno quería reservar los ovinos
crrtza a la industria nacional ya instalada "Frigorífica
IJruguaya"- y no alimentar con -la ellos a la extranjera Esta
disposición, que podía perjudicar a los hacendados al obligar-
Ios a vender a un solo complador, era sí, típicamente batllista:

171
eI desarrollo industrial importaba más que el ganadero, en
última instancia también porque éste podia financiar a
aqué1.
Bajo la administración de Claudio Williman se dictó otra
ley fijándo nueva fecha de partida aI pl-azo- por-el cual se
exenciones impositivas en 1902. Al haber comell-
zado su labor "La Frigorífica Uruguaya" recién en f905' a
"orr""ái"ru,
raíz de que "...La paz pública [había' sidol proJundamett¡e
alterad,a" en 1904, erá injusto que los 5 años durante los cua-
les los derechos de exportación se anulaban comenzarail a
contarse desde 1902 3!r. Por ello, Cámaras y Poder Ejecutivo
estuvieron acordes en establecer que 1os 5 años se contarian
la faena
desde eI 1s de enero de 1905, fecha de iniciación de ;J!;r'
frigorífica. La ley se aprobó eI 15 de enero ale 1908
Al concluir én 1910 eI nuevo plazo, el diputado Conracio
Rücker presentó un proyecto de ley ampliando la exonera-
ción de derechos de exportación a las carnes congeladas o
enfriadas en 10 años mái, y concediendo un nuevo beneficio:
la exoneración del pago de 1a patente de giro que industriaies
y comerciantes ab'oña["r, ao+. Con eI apoyo de todas las fuerzas
políticas y de los ganaderos, el proyecto fue aprobado con
una formuiación más amplia. Se exoneró, sin plazo, de tros
d.erechos de exportación a las empresas que produjeran c.arl'Ies
congeladas, en^friadas y conservadas; también se liberó, sin
plaio, det pago de patente de giro a las emp-resas elaborado-
ias de c"rrei cor'rgieladas o enfriadas 3ei. La ley se promulgó
e1 10 de mayo de 1910 3r)6.

Al amparo de esta coyuntura internacional e interna fa-


vorable, surgió "La Frigorífica Uruguaya". Los dirigentes
políticoÁ le áieron total ápoyo: vieron en e1la no sólo Ia in-
iorporación ,,del último adéIánto de la técrrica" a la elaboración
-carnes,
d.e sino también la posibilidad de que influyera, con
su demanda seleccionada de ganado, en el lento proceso del
mestizaje. Frigoríficos y ganadería intensiva, a su entender'
marchaiían aI unísono, puesto que eran interdependientes' Lo
dijo en su informe favórable aI proyecto de ley- de. 1910, ia
Cámisión de Hacienda de 1a Cámara de Diputados integrada
por Gabriel Terra, Pedro Manini Ríos, Gregorio L' Rocirí-
L72
guez, Alberto Guani y Juiio L. Grauert: "...la natura':e:a.
de'[, ganado que faena el frigorífico es eL mejor estímulo que
se puede prestar a la rápída eaolución de la prtncípal indus-
tría del país. El frígorífíco erige productos de alta reJínacion
y d.e peso, obra, pues, conlo un f actor de progreso. . ." '' .
Desde el punto de vista teórico estaban en 1o cierto. Pero la
¡ealidad histórica es mucho más rica en virtualidades que los
pianteos ideales.

2 Orígenes del primer frigorlfico

Un reiato aparecido en "El Siglo" en 1911 reveló los orí-


gerles y dificultades que hallaron sus organizadores: "La
tcle*. surgtó en las cosúos de Maldonado en Marzo de 1902 de
u'tr$ conüersactón entre los señores Míguel Hartspuru A Julio
OLiuera Calamet, quíenes se propusíeroru lleuarlo a cabo so-
iiútando pora ello eL concurso de un grupo de hacendados;
pero La iniciatiua no halló eco en la mayoría de éstos g hubo
qtte abandonarla momentáneamente hasta que algunos meses
nlús tarde, después de soltci,tado por el primero de aquellos
c¿¡i¡alleros eL concurso de don Manuel Lessa, fue postble rea-
Li:a.rla. Hsbiendo este conocido e intelígente hombre de ne-
glocios oblen¡,do la cooperación de don Luts lgnacio García g
trp"rouechando tambtén La de otros capttaltstas lzgados aL se-
Itar Ol.zuera Calatnet, se const¡,tuyó legalmente la sociedad qt
'nar,iembre del año índtcado con un capital, de $ 300.000 re-
presentado por 60 acciones de 7ra. serie g del oalor de
S 5.000 oro cada 1¡ns2):|$8.
Un típico gestor de negocios vinculados aI medio rural v
aI financiero, Manuel Lessa, posibilitó la concreción de la ini-
c¡ativa. La timidez de1 capital local y los temores suscitados
ciurante ei último año del gobierno de Juan L. Cuestas acerca
ce Ia evolución política nacional, explican la reticencia de
.i,¡s inversionistas.

La sociedad anónima fue pensada en principio para esca-


sos accionistas, no más de 30, dividiéndose eI capital de
§ 300.000 en acqiones de $ 10.000 cada una. No fue senci.llo
enccntrar suscriptores por esa cantidad dos fuer':es
estancieros, Luis Ignacio García y Joaquín-solo
Ilarraz. adquilie-

1;3
ron $ 20.000 cada uno-, debido a 1o cual se lanzaron accio-
nes de $ 5.000, no debiendo sobrepasar los accionistas el nri-
mero de 60. Se deseaban pocos por dos razones: a) para
"hacer desaparecer uno de los mayores peligros que ofrecen
las sociedades anónimas": la dispersión de Ia responsabilidad
fruto de la del capital, factor a tener muy en cuenta si se
quería dar garantías de seriedad al temeroso capital nacio-
nal3ee; b) Para que "los grandes hacendados", controlaran
la empresa, formándose un núcleo "¡)oco rLlLnaeroso pero de
aerdaderos ínteresados en La buena mnrcha de la [compañía]".
La Asociación Rural, que apoyó en un todo la iniciativa,
se preocupó por eliminar estos miedos. Lanzó un llamado a ia
responsabilidad de "...los grandes hacendados, los mós clt-
rectqmente interesad.os en anexat" a nuestro comerci,o de ga-
nad.os el fri,goriJíco". Dijo que si bien en ese momento había
ciertas dificultades ante la sequía, " . . .rlo es n-Lenos cierta
que hag capttales entre los grandes hacendados que son los
que deben, ert przmer térmíno, realizar esta mejora corno se-
guro par& sus intereses permanentes y en bten del país en
general" 1o0. Su revista estuvo abierta a todas las informacio-
nes sobre la marcha de la empresa, y su local se prestó a los
iniciadores para que celebraran la primera reunión de aceio-
nistas en mayo de 1902 ao1.
A comienzos de diciemb're de 1902, quedó constituída
corno soeiedad anónima "La Frigorífica lJruguaya"; la pre-
sidió Manuel Lessa; vice y secretario eran los grandes estan-
cieros Luis Ignacio García y Francisco Haedo Suárez 40:r. t?1
capital se llevó a los $ 500.000. En febrero de 1905 un dia-
rio montevideano dio la iista completa de sus 54 accionistas:
"comerciantes, rentistas y hacendados". De los 39 que hemos
identificado, 23 eran hacendados, el 60 %; 13 provenían del
medio urbano tradicional banca, finanzas, barra-
-gsrns¡g16, eI 7 7t" +ttz. El predorni-
cas-, el 23 %; y 3 eran industriales,
nio de los grandes estancieros no debe ocultarnos lo que los
contemporáneos recordaron: faltó la mayoría de 1os fuertes
propietarios del país. Se lamentó "El Siglo" en 1902: "Es
fácil encontrar en la lista nombres de reputados hacend.adas
de nuestro ytaís, como es fá.cil encontrar la falta de nombres
que por sus medios pecuni,artos A por aspírar, algunos de ellos,
a figurar como et,ementos dirígentes del país, estaban obliga-

174
dos a contribuir a la r.ealzzacíón de tan útil em-
PreSA .. . " 101 ( ':' ).
Se discutió donde ubicar el establecimiento. EI titorat
norte ofrecía abundancia de vacunos y el buen puerto de Fray
Bentos +0e, pero Montevideo y el sur tenían atractivos que
pesaron más: la cereanía a los ganados mejor refinados del
litoral-sur y centro-sur y a la región invernadora; el tenüdo
de Ia red ferroviaria que se abría en abanico desde la capital
hacia todas las zonas del país; la existencia de una Tablada ya
prestigiada; Ia abundancia de mano de obra, y por último, e1
ser gran centro de las transacciones mercantiles y el prin-
cipal puerto transatlántico de la República 410.
A principios de 1903, la naciente empresa compró en e1
Cerro de Montevideo, Punta del Tigre, "eI antiguo saladero
Sayago" all. Paralizados los trab'ajos de construcción por la
guerra civil de 1904, se reanudaron en cuanto se firmó la
paz. A. mediados de diciembre de 1904, se probaron las ma-
quinarias; eI 22 de diciembre se hizo "la primera matanza
de ensayo", con novillos adquiridos en la estancia de Fitz
Herbert, en Soriano 412. A partir del 1q de enero de 1905 se
faenó con destino a la exportación. EI primer embarque
toneladas de congelado- salió a bordo del vapor
-800
"Sussex" hacia Londres eI B de marzo de 1905 a13.
Así entró el país a la época del frigorífico y de su in-
serción definitiva en el mercado controlado por los países
industr:ializados.

(*) También hubo en 1902 ofras inici¿tivas. La más seria, aunque fracasacia,
se debió a .Jaime Castells y Juan A. Furtado, quienes en enero y febrero, anles
que Olivera Calamet y Manuel Lessa intentaran su empresa, buscaron apoyo entre
ios riccs hacendados para fundar un frigorí{ico. El capital pensado resultó, sin iuCa,
:jemasiado ambicioso para el medio millón-, el triple del inicial de la com-
cañía que se afianzó1ro;). En iulio, -lnuestro cónsul en Gran Bretaña, Carlos Nery,
;omunicó al Ministerio de Relaciones Exteriores "...que algunos capitalistas in-
gleses se le han apersonado pidiándole informes sobre la instalación de frigo.
rificos en nuestro país, Desean saber si el goblerno uruguayo concede franquicias
a las empresas y cuales son . . . ". (406) En agosto corrió el rumor Ce otra i. -
.i¿tiva a cargo de capitales argentinos y orientales (407). Triunfó, en cambio, un
.lento más modesto, el llamado "Frigorífico Monfevideo", pequeño establecim.er'c
:on un capiial de $ 50.000 destinado a conservar por el frío, carne, pes.3::
verduras y producir hielo, vendiéndolos luego a la población de Monievi:':o
La Asociación Rural lambién lo apoyó. Hombres vinculados a empresas :ri:-::
'7 algunos fuertes hacendados proporcionaron el dinero.11051

1?i
Desde el punto de vista tácnico, Ia nueva empresa pre-
sentaba notables novedades que Ia diferenciaban de los sa-
laderos. Había una que simbolizaba a todas: el anlmal era
muerto mediante un golpe de masa y no a cuchillo. El cambio
derivó de razones económicas: 1a sangre se aprovechaba me-
jor, el cuero no era herido, y dominaba la higiene en la faena
más dura: }a matanza. Poco restaba de aquellas escenas de
"carnicería" que contemplaron, entre "'asqueados" e "hipno-
tizados", los viajeros que visitaron nuestros saladeros en el
siglo XIX. Lo que había sido amalgama de espectácuIo, fiesta
y trabajo, perdía los dos primeros rasgos. E1 saladero podía
unir la alegría que generaba en la mano de obra el quehacer
personal y rústico, a las necesidades de una empresa. EI fri-
gorífico no. Era técnica en estado de pureza. Otra novedad era
Ia cadena de trasmisión que conducía aI animal hasta los di-
ferentes operarios que cuereaban, lavaban y cortaban Ia res
vacuna en cuartos. El trabajo estaba, ahora sí, definitiva-
mente racionalizado {r+ ( :r' ).

3- Del difícil comienzo al afianzamie,nto: 1905-lI


De 1905 a 1907, "La Frigorífica Ufuguaya" vivió un di-
fícilcomienzo. Los balances de los tres ejercicios arrojaron
pérdidas: $ 26.000 en 1905, $ 28.000 en 1906, y $ 7.000 en
1907 u(t. La empresa tendía a descapitalizarse, habiendo per-
dido un 72,6 ,; del monto original. El desánimo cundió entre
los capitalistas fundadores, 1as acciones se vendieron a los
que confiaron en el futuro "'por la mitad de su va1or". Los
primeros en desprenderse de ellas fueron algunos de los fuer-
tes hacendados, con 1o que creció eI peso del grupo poseedor
urbano -r1.7.

Los motivos de esta situac,ión eran múltip1es. Hacia 1905


comenzaron a desaparecer las razones que habían hecho del
período 1900-1904, "los años de oro" en la historia de los fri-
goríficos platenses: Australia se recuperó de su sequía, la paz
se restableció en el mundo, la demanda sudafricana menguó,

(-) No lodo, sin embargo, era moderno. A pesar de los elogios gue nueslra
prensa tributó a la maquinaria de origen suizo, ésta no respondía a los Úitimos
adelantos técnicos. Permitía el congelado, no el enfriado; la capacidad de alma-
cenamiento era escasa: 5.000 vacunos o 55.000 capones (11;).

176
y las carnes bajaron de precio en Gran Bretaña {1s. La guera
civil de 1904 impidió a la emprresa aprovechar eI último a¡o
del "boom" y mantuvo su capital paralizado. También ocurria
que nuestros ganados mestizos, a pesar de los elogiosos tele-
gramas que remitían los consignatarios ingleses, eran de de-
ficiente calidad y poco peso. Las carnes congeladas urugua-
:i'as se cotizaban al menor precio de todos los vigentes en
Gran Bretaña. Figuraban en primer lugar las carnes frescas
de Escocia e Inglaterra, luego las enfriadas de los Estados
I-Inidos, después las congeladas de Australia, Nueva Zelandia
y Argentina; al final, las orientales. En 1906 y 1907, "La Fri-
gorífica llruguaya" abonó por los novillos del país "5 centé-
simos por kilo de peso vivo", unos $ 27 par cabeza dado el
peso promedio de 540 kilos. Pero si los animales hubieran
pesado 640 kilos, sostuvo el Dr. D. E. Salmón en eI 7s Con-
greso Rural, aunque el costo aumentara a $ 32 por cabeza,
la compañía se hubiera beneficiado por el mayor rendimiento
Ce la res en kilos de carne faenada. Los "animales mejores"
oroporcionaban 3 kilos más de carne por cada 100 kilos de
ireso vivo: "Es f áctl demostrar que el ualor del animal d,e
640 ktlos A que da 57 % del peso uiuo, en la res preparada,
es mucho m,aAor que el del antmal que pese solamente 540 kx-
'os g da un rendimiento de 54 %. El. primero da 364,8 kilos de
curne, que al precto corrzente en Londres de 7 5/8 cts. por
j.tbra, uale 61
$ ,79; mtentras que el segu,ndo, da solamente
297,6 kilos gue a. razón de 7,5 cts. por li,bra aalen solamente
S 48,77..."!11s. Problema de rendimiento que se ampiifi.caba,
como se aprecia, por otro de calidad.
En su primera Memoria, "La Frigorífica Uruguaya" de-
finió sus dificultades. Observó el Directorio: ". . .ls tct.alí-
dad de carnes congeladas elabaradas [tuuo] un costo térmtno
¡¡tedio de $ 0,A469 la libra puesta a bordo d.e este puerto. AE;e-
gando a ese costo el tmporte del seguro, del flete y gustos to-
toles en Lomdres hasta la uenta g entrega allí, nos resu,ltan apro-
:tínadantente a 3 peniques la libra tnglesa, que es el precio me-
dio a que allí se han cottzado lus carnes congeladas en el przmer
semestre [de 1905]. Vale dectr que hemos operado, elaborando
¡t.uestras carnes a un costo excesiuo, casí al nít:el del ua,tor d,el,
artículo en los rnercados consurntdores, stn margen para la utt,-
iidafl yslsrltble. . ." 420

777
25 i, ("). La cotización de la carne ovina experimentó u:a
evolución en que fue menos nítida Ia tendencia áI alza -:; r. +,i :
b r El mejor control de sus ventas en Gran Bretaña aI rom-
perse con e1 régimen del consignatario único. Expresó el Di-
rectorio en su Memoria de 1908: "Carecíamos de Jiscalizació¡t
clirecta en la uenta de nuestros productos en Europa y hemos
adoptado el régimen de consignurla a dos cosos dístintas; de
este modo en algo ptodemos controlar Las operaciones d.e nues-
tros consignatarios.. ."+es. c) EI Directorio logró que el au-
rnento de la cotización de Ia carne en Gran Bretaña no se re-
flejara en el prepio abonado por la empresa a los hacendados
que le remitían novillos y capones. De 1g0b a 190?, se abonó
a los-estancieros-por kilo de vacuno en p,ie de $ 0,045 a $ 0,05, y
por kilo de capón en pie de $ 0,055 a $ 0,06. De 1908 a 1g1d,
el vacuno logró una cotización similar v la del ovino descendió
unos puntos: de $ 0,04 a $ 0,06. Partiendo de un s6sfs
1911- de $ 0,0469 ia libra de carne según declaración de -s11
Ia
propia empresa, y agregando los gastos de traslado y comisiones
en Londres ($ 0,0118), se llegó a un costo total en Gran Bre-
taña de $ 0,0587. Como esa libra se vendía a $ 0,0Tb, la ga-
nancia ($ 0,0163) significaba el 27,77 % del costo total.
Esta decisión del Directorio podía atribuirse tanto aI ma-
vor peso que ahora tenían los accionistas de origen urbano,
como a la natural desafección del accionista ,,estanciero in,Cus-
trial" hacia su colega de campaña dedicado sólo a la ganade-
ría. Los hacendados dueños del frigorífico no perdían dinero
ante la cauta política de precios de Ia Empresa. Lo que deja-
ban de recibir como hombres de campo, 1o percibían acre-
cido por Ia inesperada contrib'ución de sus pares rurales-y corno
industriales.

(*) Fuentes argentinas señalan un alza similar para sus carnes: de 0,62 tr,
er 1905 a 0,77 en l9'10, es decir, un 24o/o,(2t:¡
(..) Los precios distintos del vacuno y el ovino influyeron en la faena de
' La Frigorífica Uruguaya". La empresa, que había vivido en sus
dos primeras
:efras de Ia exporfación preferenle de carne ovina, un 64,3ok y un 54,60A del
;;iel producido en'1904-,I905 y 1905-190ó, pasó a prestar más atención al vacuno.
Este ya preclominó en la zafra 1906-1907 con un 58,3%, elevó su participación
¿t 7O9L en 1907-1908 y 1908-1909; Ia baló algo en I909-1910, 61,BoA, y hubo
:n leve predominio ovino en l9l0-l9ll, para luego no cesar más el del vacuno.
¡luesfrc primer frigorífico fue siempre, a diferencia de los argentinos de las décadas
:E80-'1900, una compañía destinada a congelar bovinos, aunque sin descuicjar en
.:i. etapa, Ias caponadas.

179
Capítulo lll
Las fuerzas en pugna:
industriales, hacendados y obreros
de la carne

t tndushiales de la carpe y hacendados

a) Saladeristas g estancíeros

EI estancamiento de la industria saladeril provocado por


eI descenso de las compras brasileñas, repercutró en las rela-
ciones entre industriales y hacendados. Los primeros deseaban
que eI peso de las dificultades cayera sobre los segundos y esto
slgnifióaba, en esencia, reducir el precio de los novillos' Estos,
pioducidos cada vez a mayor costo ante el alza del valor de Ia
iierra, los arrendamientos y Ios insumos (alambiados, baños,
reproductores europeos), fueron defendidos con uñas y dientes
po-r rrs poseedoreJ. En e1 fondo del problem_a se hallaba el
aiticii acuerdo entre el nuevo y mejorado producto -el novi-
ilo de 1905 a 1914-, y 1a vieja industria de la salazón. Esta,
reducida a .dos mercados exteriores, alimentando a poblacio-
nes pobres, simplemente estaba dejando de poder abonar el
costd de los vacünos. Pero, revelando que la industria saiade-
ril vivía estancada y no su crisis total, 1a tensión só1o se tornó
aguda de 1905 a 1908, cuando Brasil elevó a1 máximo los de'
réchos ad.uaneros cobrados a1 tasajo platense y acontecía la
crisis mundial de 1907. A partir de 1908-09 y hasta 1911 por io
menos, el enfrentamiento tecreció ante la mejor situación del
mercado mundial de cueros y tasajo.
Fueron los saladeristas de Montevideo, vinculados a1 mer-
c¿do brasileño como los del litoral lo estaban al cubano, los
que protago'nizaron la lucha. Atacaion a los estancieros en dos
frurriutt oiganizaron "ligas saladeriLes", auténticos cártels que
buscaban fijar un precio bajo y único a las haciendas, y pro-
cuiaron estáblecer-un sistema de venta del ganado en la Ta-
blada de Montevideo, remate a la puja- que, al deprimir
-el
180
las cotizaciones, los beneficiaría. Ambos intentos comenzaron
en el crucial año 1907, cuando Brasil duplicó eI impuesto de
importación a nuestras carnes, y la crisis mundial rebajó eI r.a-
lor de los cueros.
EI cárte1 saladerista se gestó en marzo de 1907, apenas
conocida la suba fijada por Brasil. Dio cuenta del hecho "El
Tiempo": "fJna uerd,adera reuolución ¡o ¡s$ído en los dos tü-
timos días enla Tabladu [4 A 5 de murzo]. Anteager los solode-
risúos se negaron a comprar y los ganados fueron retírados a
pastoreo. Ager se oendieron 7"800 reses pero con una baja de
2 ptesos sobre los ptrecios de los días anteríores. . . La sítuación
es tirante g dtfíci.l ... Los saladertstas sostienen que los precios
de la carne no les permtten eleuar los precios, y los uendedo'
re§ se resisten a üender, , ," 4!e.
Se hizo un convenio sobre precios máximos a pagar por
bovinos '130. Se impuso esa solución mediante el retiro de los
compradores de la Tablada y Ia posterior compra del ganádo
por "turno" para eliminar la competencia entre ellos. Esto dio
obvios frutos en la zafra 1907-08, cuando eI cártel y 1a crisis
mundial conjugados hicieron descender el precio de lo,s novi-
llos de $ 20,37 en enero de 1907, a $ 15,76 en enero de 1908,
es decir, una baja del 22 % 431. El convenio saladeril incluyó,
además, uniformizar las fechas de comienzo y fin de faena y
adecuar los niveles de matanza a los pedidos de la plaza de
Río de Janeiro 432. EI "alma mater" de1 cártel era el llamado
"Centro Saladeril", creado en 1903 y dirigido por Rodolfo Ve-
llozo ( * ).

(*) El "Centro Saladeril" se trans{ormó en I9l0 en sociedad anónima bajc


la denominación de "Unión Saladeril". La integraron, Rodolfo Vellozo, la "Com-
pañía Saladeril e lndustrial", Ricardo Deambrosio y Cía., y Piñeyrúa Hnos. En '190ó
estas 4 firmas faenaban el 29 Yo del total de reses sacrificadas en Montevideo.
Los estatutos revelaron el carácter original de la Empresa, que buscaba transÍo¡-
marse en cerrado trust. Las acciones serían "...transferibles únicamenle enl¡e los
acclonistas, no pudiendo ser admitidos como lales, fuera de los que in!c'an esta
sociedad, s-ino aquellos que lengán establecimientos de Saladero en propiedad o
ar¡iendo y reunan la rotalidad de votos de la Asamblea". Es decir que las firmas
fundadoras del consorcio se reservaban el derecho de veto acerca de la admisión
de nuevos soc:os. Para hacer mas firme el cerroio. se estableció: "...para ser
válida una modificación cualqulera (de los estalulos tendría) que sei sancionad¡
por unanimidad de votos de los socios que loman la primera serie de acc¡ones. . . ",
precisamente los 4 anotados. (4:13) Estos controles impedirían que las accioñes pr-
saran a manos enemigas: la firma Tabares o los hacendadosi o que, si ello s--
cedía, un previo acuerdo transformase al enemigo en fiel integranle Cel :'us'

181
Además de influir en eI precio de Ias haciendas compran-
do "por turno", 1os saladeristas intentaron que la Junta Eco-
nómico-Administrativa de la Capital modificara el régimen de
ventas en la Tablada, estableciendo eI sistema de "púb1ica su-
basta y a 1a puja" en un tiempo rapidísimo: 3 horas en la ma-
ñana de los días hábiles 4:l+. Esto significaba, en primer lugar,
hacer priblico el precio de 1as haciendas, 1o que no siempre
convenía a 1os estancieros. Eliminar Ias "ventas privadas" im-
pedía la "reserva en el precio", fundamental cuando opera-
ciones forzadas obligaban a los hacendados a contentarse con
bajas cotizaciones. Lo dijo Juan Schauricht en 1907: " . . .hay
cierios casos en, que [LaJ publictdad... reswlturía perjudicial.
Pongo como ejemplo eL caso aquel en que un estanciero, Ad
sea por r$zones financieras, Aa por motiuos de fuerza meAor
como la secü, se ue obltgado a lt,quidar a cualquter precio un
lote de ganado. Fáctlrnente se comprende que en esas circuns'
t&ncxcts el. remate no conutene, porque podría obstaculizar
operaciones de Juturo". Añadió, poniendo el dedo en Ia l1aga
del adversario: "Yo tengo entendzdo que los señores saladeris-
tas efectúan l,as uentas de sus prroductos, cueros salaclos g se-
bos, a "l'amigble", uale decir, particularmente, y con inter-
uenctón de sus corredores, eractamente como realizan sus Den-
tas los ganaderos. Los saladeristus pttblican cuando a ellos les
conuíene el precio de las Dentas, reseruándoles cuando consi-
de¡'an que su diuulgación es contrarta cL sus tntereses...') t;15'.
La obligación de proceder aI remate de todas 1as haciendas
en sólo 3 horas (de 7 am a 10 am), abarrotaría el mercado,
haría inicuo el remate, y depreciaría la cotización. Expresaron
los vendedores de ganado, haciendo suyo el punto de vista de
los estancieros: "Tres horas son znsufzcientes p&r& que las uen-
úas se hagan con el necesario reposo E desahogt. . . En los me-
ses de zafra es frecuente que ingresen en el mercado, cu,atro,
cinco g hast& sexs mtl reses. Supóngase que se necesitan diez
m,inutos para efectuar cada remate, A que el promedío de reses
que componen cada tropa sea de 80. . . el tiempo requertdo por
La operación sería 8, 10 y 72 horas. Esta circunstancta Jaxo-
rece tnucho la sítuacíón de los compradores. Los ínconueníentes
de esa falta de tiempo graultan sóLo sobre los uendedores' Son
éstos los que tienen que apresur&rse & salir de su mercancía
para euztar el, desastre del día síguiente, en que el stock de
reses no uendidus se agregará, al, aluaión de las que ingresun

182
')a't prinxera üez al mercado. . . El abarrotamiento galta.ni:.a
';a oferta g oblíga a decltnar los precr,os. Lo que no se ha que-
;'i.do uender el míércoles por qui,nce, se ofrecerá eL juer-es por
cstorce..."-136. Consignatarios de ganado, estancieros v pren-
sa conservadora se opusieron +sz. [5fs proyecto de los industria-
-es fracasló r':".

Ya en 1908-09, e1 cártel saladerista no pudo actuar con la


nrisma eficacia que en la zafra 1907-08. La situación del mer-
cado de cueros se entonó y eI mercado brasileño no se cerró,
como temían los industriales. Ello debilitó su acción de con-
iunto. Sólo la crisis los unía.
En realidad, los hacendados habían podido jugar tamblén
otras cartas.
La debilidad sustancial de cualquier coalición saladeril
radicab'a en su imposibilidad de hacer efectivo el mono_polio
cle la compra de reses en la Tablada por la competencia del
consumo capitalino y "La Frigorífica IJruguaya". Los salade-
ristas manejaban, ésa era su debilidad, un volumen demasiado
leducido de ganado. Abasto y frigorífico siempre pagaban me-
jores precios que 1os saladeros por las buenas tropas y faena-
iran, en esos años, entre el 30 y el 40 % del total de reses. Era
también difícil lograr la unanimidad de los industriales ante
,a extrema difusión de los saladeros ( 13 establecimientos sóIo
en Montevideo) . La negativa del saladerista más rico e influ-
vente, Rosauro Tabares, a integrar ese tipo de ligas fue ob-
servada por los industriales como un sintoma de mal agüero,
¡. por los hacendados, con esperanza. ya hemos explicado en eI
Tomo III ]as razones de la firma Tabares. Los estancieros siem-
,,re confiaron en su proceder y 1o elogiaron a menudo ( * ).

(*) La primera Federación Rural en iulio de 1909 publicó una nota necro-
:gica elogiosa y llena de reconocimiento hacia "el señor Tabares". Lanzado "...a1
ierreno de las especulaciones salade¡iles, fue precisamenle en ese campo de ac-
ción donde mas ampliamente desenvolvió sus facultades, y donde más *rvicios
presló a los ganaderos, con su amplilud de miras, el desprendimiento de su con-
iucta y el casi desconocimiento del egoismo mer(ant¡|, que no cabía en su alma
sencilla y üuena, En determinados momenlos de los negocios ganaderos, el señor
Tabares fue árbitro de la fortuna de muchos de nuestros hacendados, Sus de-
csiones imponían crherio al mercado, y iusto es reconocef que siempre fue ecuá-

183
Frente a esa debilidad intrínseca a todo "trust" saladeril.
los hacendados ricos y fuertes podían efectuar diversas ma-
niobras de diversión. En la zafra 1907-08 muchos de ellos re-
tiraron sus ganados de la Tablada "antes de venderlos por pre-
cios que no colmaban sus pretensiones" 4'11. La duración de
estas maniobras estaba limitada por la propia naturaleza deL
negocio rural, pero también 1o estaba, como hemos apreciado,
la firmeza de la coalición industrial.
Por ú1timo, los estancieros contaron con eI apoyo de la
prensa montevideana, en particular "EI Siglo". Su informa-
ción sobre la evolución de 1as cotizaciones en la Tablada era
veyaz y "alcista". En pleno auge de la coalición saladeril
brero de 1908- eI diario, muy vinculado a los intereses rura--fe-
les, resolvió "reorganizar sus servicios de información" y de-
dicó "una atención preferente" a los "negocios de Tablada".
Modificó " . . .el azejo sístema de símple publtcactón de la uen-
ta de ganado, am,plíándolo con una nota diaria en que se consig-
nen datos s6$re la clase del, ganado l:endido", estado del merca-
do, causas que influyen en sus oscilacio'nes, "p€so de las ha-
ciendas especiales y todo aquello que pueda ilustrar a los gana-
deros para la orientación de sus negocios". La información co-
tidiana estaría a cargo de los destacados consignatarios "Vieto-
rica, Muiños y Piñeyrúa" 412.
' Los datos brindados por los conocedores del melcado, ple-
nos siempre de sugerencias sobre el "estado" de1 mismo y la
conveniencia de remitir o abstenerse de hacerlo, proporciona-
ban a 1os estancieros que leían "El Siglo" razones cul-
turales y hasta económicas, eran los grandes-, -porexactas pautas
de la conducta a seguir para la feliz concreción de sus nego-
cios. En 1913 el diario pudo afirmar, ufano: "...[nuestros]
lectores que han seguido po,so a paso la euoluc'tñn que se ha

nime y generoso, granieándole esa conducla inmensa simpatía en loda nuestra cam-
paña...".('139) Todavía en 1913, "un invernador" escribió en un diario capitalino:
"5i el apreciado don Rosu¡o Tabares existiera. Presumo con algún caudal de certeza
que no eslaríamos envuehos en los peligros de lrust de especie alguna a lot
que siempre ofreció resistencia... iamás llegaron a prosPerar las tenlaüvas que
se hicieron en el sentido de arriba¡ a una inteligencia enlre todos los raladeristas,
pues luvo que lucharse con el empecinamiento loable del ceñor Tabares.'. que
opuso el dique de su negaliva a las pretensiones de sus colegas.'./.(aaO) Claro
que en'19,l3 el temido lrust no era el saladeril sino el de los frigorí"ficos nor-
teamericanos.

184
productdo en los precios de ganado en pie [han podido ueri-
Jicarl en una información constante de 3 rneses nuestro opti-
m.ismo g nuestra confionza en la suba de preuos. . . Los que
creveron en nuestros doúos, recogen hog los frutos de su con-
fianza en p,recios que representan # 5 A más por cada res. Es
este trzunfo íntormatiao que rnerece hacerse resal,tar por la
importancia que tr,ene para los zntereses de la cam,paña. . ." t!,3.
Nueva ventaja que los dueños de los vacunos tenían so-
bre los de ovejas: la informac,ión detallada y veraz, orientada
en defensa de sus intereses. La clase alta rural obtenía así un
fruto inesperado de sus vínculos con su equivalente urbana.

b) Líebig's g las estancieros


La situación de esta empresa extranjera difería sensible-
mente, como adelantáramos en el tomo III, de la de los sala-
deristas.
Por el gran volumen de faena y el virtual monopolio que
ejercia en una de las regiones más ganaderas del país, el de-
partamento de Río Negro, la Compañía Liebig's mantuvo a los
hacendados allí radicados bajo su vasallaje. De 1905-06 a
1908-09 faenó un promedio de 125.000 cabezas anuales 410. Los
saladeros del litoral, 6 empresas, habían sacrificado 171 .000
reses. La Liebig's sola mataba e\ 42 '1, de7 total, contra un
37 ,',(, en eI período 1895-1904 11i. El estancamiento de la in-
dustria saladeril la favoreció.
Asentada en el mejor puerto de1 litoral con acceso directo
a aguas profundas, Fray Bentos; impidiendo la instalación de
toda otra industlia competitiva en esos alrededores ++6, la Com-
pañía dominaba la región e incluso a 1a "Asociaeión Rural de
Río Negro", puesto que poseía más de la mitad de su capital.
Por su estrecha alianza con algunos de los grandes hacendados
de la zona, benefieiados con precios más elevados o su desig-
nación como "troperos" de la Empresa, la Liebig's introdujo
una cuña en Ia clase ganadera que 'no pudo, por ello. enfren-
I tarla con unidad aaI.
I
I
Cuando los hacendados procuraban rebelarse, la Compañia
,i
recurría a diversas formas de presión. En primer lugar. sus
estancias de Río Negro, Entre Ríos, Corrientes y el Paraguar'.

185
llegaron a proporcionarle e1 30 ?á del total de reses faenadas
en su establecimiento de Fray Bentos, siendo conocido en cam-
paña e1 hecho de que era con ellas que comenzaba la matan-
za, y después, con tiempo y pars,imonia. compraba el resto "s.
En segundo lugar, la Compañía adelantaba a los hacendados
"...cu,üntiosos sumos, con módico intet'és. a condictón tan solo
de que en l,a época de la zafra le aendierun de preJerencía sus
ganados a los precios corrientes que fijaría fella misma] . . ."
Aunque los créditos del Banco de la Repúbiica libraron a la
clase alta rural de esta dependencia, Ios hacendados medianos
todavía caían en ella 4+1).
El resultado f,inal era que 1as cotizaciones dadas a los tro-
peros que recorrían Río Negro y e1 sur de Paysandú, fijaban
"Ley" en Ia región. En general, esos precios eran inferiores a
los abonados por el frigorífico (un 2O '/o) y a los pagos por los
saladeros (de un 10 a un 75 ',i 7 t"rt.
Los estancieros se quejaron ante este trato. Lo hicieron
1os diputados que obraron como portavoces del medio rural
en las Cámaras de 1905. Criticaron a la Compañía por aprove-
char la Iiquidación fcrzosa de hac,iendas promovida por la Re-
volución de 1904. Uno de ellos afirmó, indignado: "lmpone
precios mezquinos a nuestros ganaderos" 'rir. "El Siglo" aconse-
jó en L90B a ". . . Zos hacendados que no quemeran sus pro-
ductos por el prtmitíuo precto lanzado por el, saladero Lte'
bíg" +;':. Los productores de Entre Ríos manifestaron igual hos-
tilidad pues se veían " . . .precísados una epidemia de
aftosa que impedía llegar con 1as tropas -antea Buenos Aires-
a aender a precíos ínfímos, en La mísma prouincia, a la fábrí-
ca de Liebzg o a los saladeros. . . La primera ha hecho compras
de tropas en buen estado, pagando doce pesos oro por noutllo,
es decír, menos del 50 de lo que se page en lacapt'
t&l...t) 4tB.
EI diputado batllista Manuel Tiscornia, resumió Ia amar-
gura de muchos el sentir de su partido- aI sostener en
-y
1905: "Liebtg's es grande A a su alrededor sstá. Frag Betutos
chzco. Lzebzg's du inmensas cantt'dades de dtnero... pero no
es aprouechado por l.o tnmedtato, porque no se De con'Lo, si esas
inmensas cantidades de dtnero se producen, tenga ls, necesi-
dad Frag Bentos de utuir exclustuamente de su utd.a uegeta-
tiü&...r) 4 4.

186
cl "ls prigorífica UruguaAa" A los estancieros
A poco de comenzar sus compras en eI interior del pais.
"La Frigorífica Uruguaya" oyó críticas de los hacendados,.'.
Eilas no parecen justificadas hasta 1908 por 1o menos, cuando
ai elevarse e1 precio de la carne vacuna en Gran Bretaña, Ia
eiripresa hubiera podido hacer 1o que hemos obser-
1'¿dq- no hizo: elevar Ia cotización de los-como
novillos.
En sus 3 primeros años de actuación a 1907- ,,La
-1905
Frigorífica lJruguaya" ofreció precios alentadores a 1os estan-
cieros ovejeros del país. Es más, Ias pérdidas que experi-
mentó elt esos ejercicios fueron atribuídas tanto a ese factor
corno a ia baja de las carnes en Inglaterra. Los frigoríficos ar-
ientinos, además, le hacían una fuerte competencia en eI lito-
lal. la región donde abundaban 1as mejores caponadas de raza
inglesa. Ellos abonaron precios superiores a los de 1a compa-
'¡ía nacional ya que sóIo deseaban los ovinos orientaies
" . . .pare completar cargamentos pagan mejores precios que
A
e', frigorífico uruguaAo porque en el conjunto de sus eÍpe-
rl iciones tienen la compensactón que no puede alcsnzar nues-
tlo frigcrífico, que benefícta sólo ganados LLruguayos, escosos
cle peso g de calidad de carne. . . " +;6. La compafación entre
Ios precios pagos por ambas industrias frigoríficas fomentó las
crLrejas 1;?. Sin embargo, la Asociación de Ganaderos reconoció
e:r 1905 el trato justo que "La Frigorífica Uruguaya', brindó a
l-s hacendados del país r;s.
Luego, la situación varió. Desde 1907-08, mientras sus com-
irt'as no sobrepasaban los precios abonados con anterioridad,
sus utilidades crecían hasta los altos dividendos de 1909 y 1910.
f:ios se lograron a costa de mantener bajo e1 precio de las
nejores haciendas del país, de las que eI único frigorífico era
'.'irtual monopolizador. Los saladeros y 1a Liebig's no podían
ofi'ecer más que "La Frigorífica Uruguaya" por los novillos de
r.nas de 500 kilos en pie: sus mercados internacionales lo impe-
ilian. Competían en la compra de los llamados "mestizones"
1- Ios productos "regulares", inferiores a 500 kilos. En cuanto
a} ganado ovino, como los saladeristas no 1o faenaban a no ser
,>agando precios muy inferiores en sus graserías, el único co-
:rectivo al monopolio era e1 ya comentado de los frigoríficos
argentinos. Pero éstos actuaban en el litoral, dejando el sur
ci-ejero en manos de nuestra empresa.

187
De hecho, "La Frigorífica Uruguaya" sólo tuvo un incon-
veniente para ejercer su monopolio: la competencia del abasto
de Montevideo. El incremento de Ia demanda capitalina fue
notorio y ella se nutria de buenas carnes. En estos primeros
años, las cotizaciones del abasto siguieron la misma evolución
y curso que las del frigorífico 45t).

2- La lucha enlre los induskiales de la carne

a ) EJectos en el mercado de haciend.as d,e la f aena trígoríJica


Para los viejos industriales de Ia carne, saladeristas y
Lieb.ig's, resultó obvio que la entrada del frigorífico al mer-
cado de haciendas iba a modificarlo en algún sentido, y que
fuese cual fuese éste, los perjudicados serían ellos, los que lo
controlaban antes de 1905.
"La Frigorífica Uruguaya" dedicó, como ya hemos obser-
vado, preferente atención aI bovino, aunque sin descuidar la
especie menor. Su nivel de faena fue bajo entre 1.905 y 1911,
pero iba creciendo de un año al otro. De la matanza total de
vacunos practicada por todas las fábricas de carne, el frigo-
rífico absorbió un 0,6 y 0,5 c¡ en lg05 y 1906, un 2 91, en 190?,
un 3 7i, en 1908 y un 4 'lá en 1909, 1910 y 1911. Mirando 1as
solas cifras, ¿qué repr,esentaban las 18.000 cabezas que faenó
como promedio anual "La Frigorífica Uruguaya" de 1905 a
1911, frente al otro formidable promedio de la industria tra-
clicional: 655.000 reses? a6o.
Sin emb,argo, esa débil faena promovió un cambio en e1
mercado de haciendas. "La Frigorífica llruguaya" abonó por
los buenos mestizos de 500 kilos un precio promedio de $ 0,05
por kilo en pie, es decir, $ 25 por cabeza. Por novillos de 400
kilos en pie, los saladeristas pagaron un promedio de $ 18,39,
y la Compañía Liebig's abonó $ 16 ó $ 17.
De hecho, saladeristas y "La Frigorífica lJruguaya" paga-
ban un precio similar un escaso 10 /" superó la nueva a
la vieja industria- por-enkxlo en pie, p€ro, y he ahí eI nudo dei
problema, el frigorífico podía abonar los buenos mestizos a
$ 25 pues obtenía de ellos un mayor rendimiento en carne.
1BB
En cambio, el saladerista se veía en dificultades si pagaba
ese precio: el mayor rendimiento en tasajo no Ie com¡rensaba
e1 escaso valor de este artículo- Ios casi $ 7 que le
-dado
costaba de más'el mestizo. Además, para el saladerista, el cue.
ro era tan importante como el tasajo ¡s más- y el peso
del cuero de los novil.los mestizos no -5i
era tanto mayor que eL
ele los n.ovillos criollos.
De un novillo mestizo el saladerista obtenía 35 kilos más
de tasajo que de un criollo, lo que a $ 0,12 el kilo representaba
apenas $ 4,20; en cambio el frigorífico obtenía 70 kiios más
de carne fresca que se vendían en Gran Bretaña a $ 0,15, es
clecir, $ 10,50. Si el frigorífico decidía aumentar la oferta a
los ganaderos hasta $ 0,06 por kilo en pie, hecho que comenzó
a suceder en 1911, el precio de los buenos mestizos se coloca-
ba por completo fuera del alcance de los viejos industriales,
pues en ese caso la diferencia entre eI criollo y eI mestizo,
S 12, no p,odía ni de cerca ser co.mpensada por los escasos
S 4,20 que se ob,tendrían transformando en tasajo los 100 ki-
lcs más que e1 mestizo pesaba.
En una palabra, si eI frigoríf,ico no se desarrollaba, los
mestizos caerían en manos de 1os saladeristas y 1a Liebig's a un
precio accesible. Ello permitiría mantener en alto el negocio
saladeril y obtener elevados rendimientos en tasajo por ca-
beza vacuna que harían olvidar el alza de los tributos brasi-
ieños. Pero eI frigorífico existía. Y, aunque pequeño y único
hasta 1911, arrebataba ya las mejores haciendas del país. ¿Qué
ro sucedería si ampliaba su faena o a su lado aparecían colo-
sos fundados por el capital norteamericano? Se imponía 1u-
char p,ara impedir 1o que, por ahora, era sóLo un riesgo. Pero
:'iesgo .de muerte.

b) Hosttltdad de los saladerístas g la Liebíg's al frtgorífico


AI discutirse en 1902 en la Cámara de Representantes el
'¡royecto de ley de José Serrato que concedía exenciones im-
positivas a Ia industria frigorífica, el diputado blanco Fran-
cisco J. Ros, se opuso con argumentos que evidenciaban e1
punto de vista de los saladeristas, temerosos de la nueva com-
petencia. Ros afirmó: "Nuestra ganadería vacuna" no estaba
suficientemente desarrollada en calidad y número como para

189
abastecer una nueva industria; de instalarse ésta, "se alteraría
su capital vivo". La implantación de "nuevas formas de ex-
portación" no se podría hacer "sin detrimento de Ias existen-
tes". Para Francisco J. Ros,Ia exención de derechos sería un
privilegio a los frigoríficos que lucharían con ventaja sobre las
viejas formas industriales. Agregó, sugestivamente:. "Franqui-
cias 71 p;rotección a los frigoríficos para outnos. Pero a las nue-
aas índustrias para ua.cl.Lnos) dejémoslas que luchen con Las qv-e
etisten etu otras formas" 1t1 .
El diputado colorado José Espalter, retomó estas críticas
pero defendiendo sob.re todo a la empresa Liebig's. Atribuyó e1
exceso .de ganado vacuno a la disminución de la faena del es-
tablecimiento de Fray Bentos, y sostuvo: "...sí nosotros lo-
gramos deuoluer a la fábrica Líebíg's su" antígua prosperidat)
la rebaja de derechos aduaneros que h.a pe-
-concediéndole
dido-, si nosofros l,ogramos hacer aumentar lu producción itz-
dustrial de la fábrica Liebtg en las proporciones en que se re{t-
lizaba hace cuatro o cinco años, entonces sí que no habrá ab.
solutamente ningún ercedente, níngún sobrante en nuestra pro-
ducción ganadera, A pbr consecuencr,a, el Jrigorítico tauorecido
por el estado, perjudícará las tndustrias ex.ístentes; g no {tr-
uorecído por el estado, será. un articulo de lzLjo, una ruedu
destinada a girar A a. n'Lorxr en el uacío. . . " r(ir.
El leit-motiv de ambos discursos era eI temor a que 1a
nueva industria arrebatase las haciendas a la vieja, o que
haciéndoie competencia en el mercado, el precio de los novi-
llos subiera y los saladeristas o la Liebig's no pudieran abo-
narlo.
Pero la mayoría de los dirigentes políticos colorados J'
blancos, deseosos de diversificar nuestra exportación y temero-
sos de una crisis tasajera, votaron la exención impositiva a
los frigoríficos, como hemos expuesto. Los presidentes Batile
y Williman continuaron en esta Jínea. Para eI batllismo, ade-
más, era actuar con coherencia. La industrialización y eI
avance de la ganadería formaban parte de su ideología econó-
mica y social; el frigorífico alentab,a, a su entender, ambas.
Frigorífico y mestizaje, como 1o declaró José Serrato en 1902,
iban de la mano, y mestizaje y agricultura, también debían
marchar de consuno, ya que e1 animal nuevo requería un a1i-
mento nltevo. La hermandad de la agricultura y Ia ganadería
proporcionaría más trabajo en el medio rural, evitaría la mi-

190
seria, la desocupación y las algaradas revolucionarias. EI pais
de1 tasajo era, para el batllismo, eI país criollo y "feudai''. e1
de la ganadería extensiva y el caudillismo. El país del frigo-
rífico era sinónimo de "civilización y progreso".

A raíz de la sanción de Ia otra 1ey protectora de ta in-


dustria frigorífica en 1910, de nuevo se hicielon sentir las que-
jas de los saladeristas. Esta vez, comprendiendo que era impo-
sible remar contra la corriente y el oficialismo, variaron su
táctica y lograron las simpatías de un sector deI batllismo.
Pidieron desde 1a prensa y las Cámaras que las exenciones im-
positivas se hiciesen extensivas al tasajo. Ei diputado Canessa,
asumió la defensa de los saladeristas: "Es dígna de atención...
la sttuactón en que hoy se encuentran los preparadores de
carne salada, la princtpal y casí úníca salida de nuestros pro-
du,ctos ganaderos. Sabemos que utenen luchando desde hace
uartos años con la tmpostctón de tmpuestos nueDos de intro-
ducctón [en Brasil E Cuba]. Por esa yo indtcaría la conuentencia
de que esta ley de tranquic¿os se hi,ciera en forma amplía y
comprendiera el tasajo) cl"Tnes congeladas, caldos, etc.. .. at¡.
Desde "E1 Día", "Varios saladeristas" expresaron en 1911
". .s?, asombro por las facílidades, tranqutctas E erencr,ones
que tün espontánea y rápidamente se han concedído a las gran'
des empresas [refencta a Liebig't A a la irrupctón del capital
norteamertcdnol , en colnpetencta con la índustrLa saladerzl, la
tnns genuinarnente nacíona.l qLle poseenlos g que sin embargo
no ha podido lograr jamás ni la más mínima atenctón de par-
te del, Estado. Será. necesario que los saladertstas uruguaEos
cambtemos de nacionalzdad para que nos alcance alguna por-
czón del fauor ofictal? Nosotros no censuramos, pero creemos
tener derecho a obtener que nuestra industría tasajera sea tra-
tada a la par de cualqtúer otril congénere que obtenga la pro-
tecci,ón del Estado" 4'61.
Estos argumentos tocaban dos fibras caras al batllismo:
nacionalismo económico y lucha contra los monopolios privados.
Fueron pensadas para influir en ese partido y en los estan-
cieros, ya un tanto asustados ante las maniobras del trust es-
tadounidense de la carne en Ia Argentina. Pero de nuevo fra-
casó el embate. Las rentas aduaneras no debían ser más

191
comprometidas con exenciones, en un momento en que Batlle,
presidente ahora por segunda vezt tenía en mente tantos
proyectos que implicaban el aumento del gasto púbIico. Aun-
que desde "El D'ía" se defendió siempre la utilidad de la in-
dustria saladeril, esa posición partía de una comtrrrobación:
el tasajo era todavía Ia única salida para la inmensa masa de
criollos y "mestizos" que solían ofrecer Ios hacendados orien-
tales. La evolución de la ganadería' según el batllismo, conde'
naría, tarde o temprano, aI saladero.

c) La hostíltdad de los saladerístus a la Cta. Líe6¡g't


Por su fo;midable capacidad de matanza, su inmenso ca-
pital y faenar el mismo tipo de ganado que la industcia tasa-
jera, 1a Liebig's compitió con los saladeristas y contribuyó a
impedir todo en el litoral- el triunfo de cualquier
-5sfo¡s
planificado cártel saladeril.
Era también un enemigo peligroso por otros motivos.
Aunque generalmente abonó por 1as haciendas precios infe.
riores a los pagos por los saladeristas, poseía un virtual mo-
nopolio en Río Negro y el sur de Paysandú, y otro, total, del
principal producto que exportaba a Europa: eI extracto de
carne. Ello la convirtió en una potencia dentro del Estado Uru-
guayo, potencia que mediante amenazas traslado a la Ar-
-el no obtendrían
gentina- podía lograr 1o que los saladeristas
jamás: Ia rebaja de los derechos aduaneros.
AI discutirse en la Cámara de Rep,resentantes en 1905
el pedido de la Liebig's exigiendo esa disminución, el diputado
batilista Manuel Tiscornia, representante por Río Negro, se
opuso a la desgravación con singular vehemencia. Sabía que
eI Presidente de Ia República era de su opinión, como que
Batlle vetó Ia ley y sóIo bajo Ia administración Williman la
empresa extranjera obtuvo 1o que reclamaba. Tiscornia argu-
mentó a favor de la industria saladeril por ser ésta débil
frente a Ia fuerte, y nacional frente a la extranjera, dos notas
que resonaban en la ideología batllista a6t. Leyó en Ia Cámara
la "opinión de uno de los saladeristas más ilustrados que eI
país tiene", oponiéndose a la rebaja de derechos con eI argu-
gumento de que así se permitiría a Liebig's ". ..púgar ma-
Uores precíos por los ganados sin disminuzr su utzlíd,ad, g los

192
t
'i

i sz.laderos quedarian entonces relegados a esÍeras sec¿¿ndorios.


con inmtnente peltgro para los grandes capztales ínpertidos en
,
esta industria, el gran número de trabajadores U sus Jamilias
que uzuen de ella, y sobre todo, para la ganadería nacional.
que sufrrría un golpe mortal con los graves periuícios que
ocusionaría a la rzqueza pública g el erario".
E1 diáiogo que a continuación ocurrió entre varios dipu-
tados fue ilustrativo de 1as posiciones en pug'na, y del otro
interés que ap,areció de inmediato: eI de 1os estancieros:
"Sr. Martínez. Naturalmente que los saladertstas tendrían
trtucho ag.ado en que desaparectera Liebig's
Sr. Rodríguez Larreta. Habría más ganado que conxpra-
rían barato paru faenar.
Sr. Tiscornía. Perfectamente bíen. Entonces tendríamos lo
siguiente: que haE una lucha entre las industrias, una lucha de
'tq. i.ndustrxa menor que pretende sobreponerse & lu magor. . .
La cond,ucta patrióttca ua a estar en que le dígamos aL país:
es cierto, hemos tnuerto todos los saladeros de tasajo, pero
ohí nos quedcl Ltebig's, que Da e matar 200.000 anímales?
'Los
Sr. Martínez. IA sal,aderistas] les conuendría que no
itu,bíera más salida que la del tasajo, como cL Liebtg's le con-
tendría que no hubiera más salída que la del ertracto; E lo
que debe conuentr a ls Có.mara es que eL ímpuesto pese sobre
todos por tgual . . .') '1$$.
Bat1le y sus más fieles seguidores no lograron imponer
su criterio en este caso. Las Cámaras primero, y su sucesor
después, apoyaron a Liebig's.
;F i, i3

La disputa entre los grupos industriales revelaba varios


i-rechos.
El primero, un tanto obvio, era eI temor de la vieja in-
dustria de carnes a Ia nueva por la inevitable alza en el pre-
cio de las haciendas que eI frigorífico iba a provocar.
El segundo puso de manifiesto las limitaciones con que
este primer batllismo podía imponer sus puntos de vista. Si
éstos coincidían con el interés de los hacendados (protección
a la industria frigorífica para que se diversificara eI número
de comp,radores y la nación "progresara"), Ias leyes de exo'
neración impositiva eran votadas con eI acuerdo del Presidente
r'las Cámaras. Si, en cambio, la exoneración beneficiaba a una
193
industria extranjera ya instalada, Ia Liebig's, el Presidente no
lograba que sus teorías se adoptasen por unas Cámaras donde
Ios hacendados resultaban mejor escuchados que el Jefe deL
Partido Colorado. Los estancieros no querían que Liebig's
cumpliera sus amenazas y abandonara el país, dejándolos en
manos de los saladeristas y eI único frigorífico. La competencia
entre los tres tipos de empresa saladeristas y fri-
-Liebig's,
goríficos- Ies garantizaba el libre juego de la oferta y ia
demanda en la Tablada.

3- Obreros y empresarioe

a) Número y características del personal,

De acuerdo al Censo de 1908, las 26 fábricas de carne del


país empleaban un total de 2.795 personas: 94 constituían el
personal administrativo y 2.701 eI obrero 467.
Las cifras del Censo, emp'ero, no coinciden con las que se
manejaron en 1a prensa y eI Poder Legislativo. Mientras en
1905 eI diputado Carlos Roxlo atribuyó a la Compañía Liebig's
"1.400 personas"'ot, el Censo las reducía a 492; el diario "El
Tiempo" estimó en 72 ó 15.000 a Ios obreros que trab'ajaban
en los saladeros 16!.
La explicación de 1as contradicciones parece hallarse e:r
la circunstancia de que cuando el Censo fue levantado
de octubre de 1908- la faena no se habÍa iniciado, por 1o-12 que
el personal denunc,iado fue el permanente y no el ocupado
durante ia zafra ( noviembre a marzo o abril en el caso de los
saladeros). El informe deI Director de Estadística y Publica-
ciones del Ministerio de Industrias en 1913 permite corregir
las cifras del Censo ya que a1 lado del personal ocup,ado "totio
eI año", figura eI que hallaba trabajo "durante Ia faena".
Aplicando aI Censo de 1908 e1 mismo multiplicador que surge
de la diferencia advertida en 1913 entre los dos personales, 11e-
gamos a un total de 10.719 personas, incrementándose los
obreros de 2.701 a 10.625. La cifra coincide de manera apro-
ximada con eI mínimo que eI'diario "EI Tiempo" atribuyó a
los saladeros en abril de 1908.
Estos obreros .625- representaron el 14,5 % del to'
-10 al personal empleado en "industrias
tal que el Censo asignó
794
de transformación": 73.208. El número es más reler-ante si
consideramos que frente a los 25.012 predios ganaderos o semi-
ganaderos de 1908 se alzaron sólo 41.600 peones, mientras
que frente a las 26 fábricas de carne (un frigorífico, 1g sala-
deros, Liebig's y 5 elaboradores de conservas) había más de
10.000 obreros. Este proletariado pesaba por su nrimero y no
se hallaba disperso, como el rural, sino altamente concentrado.
El único frigorífico empleaba unos 200; cada saladero de
l{ontevideo? un promedio de 400 o 500; cada saladero del li-
toral, unos 650; eI "coloso de Fray Bentos", más de 1.000. Los
industriales de Montevideo absorbían eI 62 % de Ia mano de
obra y los del litoral el restante 3B %.
La nacionaiidad del personal es un dato significativo.
En Ia Compañía Liebig's existía eI más fuerte porcentaje
de extranjeros. EI personal ocup,ado "todo eI año" incluía
65,7 ()b de extranjeros y sólo 34,3 % de nacionales. Las pro-
porciones se invertían en Ia época de faena: 64 1b de nacio-
nales y 36 % de extranjeros. Administración, "oficios técnicos"
y capatacías estaban en manos de británicos o alemanes; eI
obrero, en cambio, era oriental y, a, veces, italiano.
Igual preferencia por los extranjeros mostraba eI único
frigorífico existente hasta L911. DeI personal ocupado "to,Co
eI año", 53,1 % eran extranjeros y 46,9 /o nacionales. Es de
suponer que Ias proporciones se alterasen en Ios momentos de
7a zafra, predominando Los uruguayos.
De cualquier manera, en las dos empresas que manejaban
maquinarias perfeccionadas y complejas, eI inmigrante con
conocimientos tenía más oportunidades que el obrero criollo,
viejo "artesano de la carne" pero no de su manipulación en
una fábrica moderna.
Fue inverso eI panorama en 1os saladeros. Del personal
ocupado "todo el año" en los de Montevideo, únicos de 1cs
que existen datos confiables, 56,4 % eran orientales, propor-
ción que se elevaría mucho más durante Ia zafra. La razón
era sencilla: en Ia industria saladeril, más vieja que el pro-
irio EstaCo oriental, los peones provenientes de la campaña.
habituados aI manejo del lazo, el desnucaje, Ia desollada ¡- la
despostada, eran excelentes ttoperarios-artesanos". En eI sala-
dero, la preparación dei tasajo y el salado de los cueros no re-
querían maquinarias, sólo las utilizaba la sección graseria.
Simbólicamente, porque expresaba el tono artesanal del traba.io

195
y la nacionalidad de quienes io ejecutaban, el sindicato que
agrupó a los desolladores se denominó: "sociedad Arte Uiu-
guayo" rT). Industria en manos del capital nacional, la saladeril
también era operada por eI criollo. Su crisis traería aparejados
problemas al uno y al otro ( * ).
Es significativo el elevado número de menores de 18 años
empleados en todas las fábricas. Esta forma primitiva de ex-
plotación capitalista de la mano de obra adquirió singular
peso en la industria de carnes. Un 6,6 % del personal ocupado
"todo el año" tenía menos de 18 años, y un 0,5 tá menos de
12. De seguro estos porcentajes debieron elevarse en la época
de faena, pues los niños eran preferidos, por ejemplo, para
volcar los intestinos a los digeridores, barrer 1os residuos y
dividir las osamentas, como 1o denunciara José Enrique Rodó
en su informe parlamentario de 1908.
El más elevado porcentaje de niños menores de 12 años
se hallaba en los 4 saladeros del litoral: 7,48 C" del personal
ocupado "todo eI año". EI frigorífico y 1a fábrica Liebig's no
los utilizaban. Todas las empresas, en cambio, daban trabajo
a 1os adolescentes entre 12 y 18 años. El porcentaje mayor en
ese tramo de edad se dio posible que por 1a naturaleza
-es de carnes conservadas ubica-
del trabajo- en las dos fábricas
das en Montevideo, con 29.2 iá de1 total de Ia mano de obra
asalariada; las seguían los cuatro saladeros del litoral con el
19,39 iá,la Liebig's con e1 5,7'i', los saladeros de Montevideo,
con el 4,8 ' ; y el Frigorífico con e7 4,'l .c,í:.

b) Salarto nominal g real


El obrero en los saladeros y Ia fábrica Liebig's era re-
munerado diferenciadamente de acuerdo a categorías de labor
conocidas desde hacía ya muchos años en eI país. Desolladores,

(*) En enero de l9l0 ocurrió un incidente que prueba el origen rural de


la mano de obra saladeril. Con motivo del alzamiento bf ¿nco de ese mes ". . . en
la madrugada del (19 de enero) un grupo de 3O ó 4O peones de tos saladeros
del Cerro, armados de revólver y al griio de "Viva la revolución,,, se lanzaron al
campo".(171) Las huelgas a menudo eran coniuradas en los saladeros recurriendo
sus propieiarios a personal traído desde la campaña. Para los peones de estancia
esos puestos constituían envidiables sinecuras, según afirmara Domingo Arena en
'1908. En plena zafra de 1907, "El Tiempo" inlormó que los 800 obreros del sa-
ladero Tabares, el más grande de la capital, eran "en su totalidad or¡entales". (.17l)

196
charqueadores, despostadores y peones de varaleros. formaba::
una escala descendente, siendo los primer65 espe-
cializados- los que recibían un jornal más elevado.-efu¡s¡ospero a
destajo, y los últimos los que recibían jornal más bajo aur-
que, tal vez, fijo.
Resulta difícil obtener el salario-hora dadas estas caracte-
ríst,icas, a lo que se añade Io contradictorio de Ias fuentes.
En 1908 los desoliadores sostuvieron que aI cobrar $ 0.25
por cabeza, podían ganar $ 5 en los días de más intensa faena,
siéndoles "preciso trabajar 19 horas diarias" r73. le5 salade-
ristas replicaron argumentando que el jornal podía elevarse
hasta $ 7 ó $ 9; nada dijeron sobre la jornada a que se refi-
rieron los obreros +7{. José E. Rodó en su informe parlamen-
tario de 1908, mencionó a Ia actividad saladeril precisamente
como aquella que exigía ias jornadas más agotadoras, "de
dieciséis, dieciocho y aún más horas". Es posible que en la
combinación ,de los dos puntos de vista, si otras fuentes con-
firman e1 resultado, se halle Ia verdad. Nadie contradijo la
duración de la jornada: ésta debió ser la mencionada por los
obreros, eI diputado colorado Rodó, muy cauto en materia de
reformas sociales, y no desmentida por la patronal. Para que eI
jornal alcanzase su máximo: 18 ó 19 horas.
A $ 5 por día, $ 0,25 1a pieza,desoilada y 19 horas de labor,
ello hubiese equivalido a 56 minutos por res, cáIculo exage-
rado por cuanto en 1BB7 se mencionaban 10 minutos. Es cierto
que Ia estimación de 1BB7 fue formulada para atraer inmi-
grantes, y también 1o es que los "mestizones" o criollos gordos
de 1910 no eran las reses de 1887. De acuerdo aI criterio pa-
tronal mínimo de $ 7, $ 0,25 por res y 19 horas de
iabor--jornal
en una hora era posible faenar algo más de un animal
y medio, reduciéndose el tiempo por res a 40 minutos, o in-
cluso menos si la jornada fue de 18 horas. Dadas las modifi-
caciones sufridas por la res particular el aumento de su
-en
tamaño- y las demoras consiguientes en un trabajo no "tay-
lorizado", este último tiempo pareee más lógico que los dos
anteriores. Si la suposición es correcta, el salario-hora del
personal mejor pago desolladores- se elevó a $ 0,37
-1os
ó $ 0,40, durante la zafra.
Más sencillo resulta averiguarlo en eI caso de Ia gran masa
de operarios, los "peones de playa" o "varaleros". Siendo la
jornada habitual para estas labores las 10 ú 11 horas y ganan-

197
do los peones un jornal de $ 1,20 a 1o sumo, podemos suponer
un verosímil salario-hora de $ 0,12 475.
Estos salarios-hora deben ser rebajados en eI caso de Ia
fábrica Liebig's. Segrin informó 1a Empresa en 1907, cada de-
sollador recibió $ 0,21 por res, Io que llevaría su salario-hora
a $ 0,30; cada "peón de playa", $ 1,10 por una jornada de 11
horas, es decir, $ 0,L0 Ia hora 478. Los obreros aducían que la
jornada se iniciaba a las 6 am. y concluía a las 6 pm, es decir,
12 horas, pero es natural suponer, como suce'día en' otras em-
presas de ta época en Montevideo, Ia concesión de una hora
para almorzar. La discrepancia mayor se observa en el salario
áel peón, ya que éstos manifestaron cobrar $ 0,50 y no los
S 1,f0 que ia Compañía pub'licitó a7?. f,6 obvio es que Ia fábrica
Liebig's aprovechó Ia abundante mano de obra existente en
el noite dél país pobrerío rural abundaba allí-, eI paisa-
-eI y Ia circunstancia de ser 1a única
naje de Ia ve-cina Entré Ríos,'eí
fuénte de trabajo industrial ta ciudad de Fray Bentos,.para
imponer condiciones de salario y jornada más duras que 1as
existentes en Montevideo.
El análisis de los salarios-hora vigentes en Montevideo
nos permitirá averiguar su capacidad adquisitiva, puesto que
conocemos eI precio del alimento y la vivienda. En el siguiente
cuadro uparece esa relación, y Ia comparación con la situación
de un obrero francés especializado del novecientosa?s:

NECESITAN TRABAJAR PARA PODER COMPRAR:

Obre¡o francés Ob¡eros uruguayos


especializado Desolladov Peón

'I
I kilo pan 16',

I kilo carne "flor" 4h. 20' 1 t5'


I kilo carne "regular" 2h. t6' I
I kilo manteca 4h. 4h. 14
I kilo arroz de "19" I 30'
I kilo papas tt
Alquiler mensual de una ha-
bi¡ación en un "conventillo" t3 h. 5t.l h.

Resultan evidentes las mayores posibilidades alimentarias


del obrero uruguayo, incluso las del trabajador común, eI peón'
Ello era muy notorio lógico- en el caso de Ia carne
-y
198
vacuna, p'roducida en el país y que hallaba aún dificultades
para su total colocación en el exterior bajo 1a forma de tasajo,
LTno de los alimentos más caros del mundo _y rico en pro-
teinas-, el Uruguay podía ofrecerlo a muy bajo precio a los
inmigrantes europeos y a las clases populares criollas. La ie-
che y más que nada sus derivados lnanteca- estaban,
-queso,
en cambio, al alcance del obrero francés y en escasa medida del
uruguayo.
Era posible entre nosotros una dieta rica en proteínas
los derivados de la leche- a base de carne va-
-excluyendo
cuna u ovina. El nivel de vida del obrero europeo fue, en este
i:iano, ,inferior.
En 1913, Ia Oficina de Trabajo de1 Ministerio de Indus-
trias, hizo una encuesta estudiando "varios tipos de farnilias"
obreras. E1Ia permite comp'arar los porcentajes del ingreso
anual gastados en alimentación con los que hacia 1909 desti-
naron a ese mismo rubro las familias obreras europeas 470.
AtltrlENTAClON: 9/o DENTRO DEt PRESUPUESTO

Familia obrera uruguaya, ó personas


Familia obrera francesa, 4 personas 58%
Familia obrera aiemana, 4 l,/z personas 59%
Familia obrera inglesa, casi 5 personas 65%
En 1904, una fuente europ,ea, Ia "Revista Popular de Eco-
rromía Social", calculó eI esfuerzo que costaba cotidianamente
a cada habitante de Portugal, Alemania, Canadá, Francia, In-
glaterra, Estados Unidos y Australia, " . . .el alimento que ha de
ttarle Juerza parü contxnuar aL día stgutente su lucho, por la
etistencia". . Reduciendo los valores a días de trabajo halló
Gue para alimentarse, un portugués debía trabajar 177 días aI
año, un alemán 148, un francés t32, un inglés 127, y un austra-
liano "sólo 100 días" a8e. Descon.ocemos el método seguido por
ei estadígrafo europeo, aunque es de suponer que haya tenido
en cuenta a todos lo.s grup,s5 sociales de los países analizados,
pues Ia Revista se refiere a 1o que "gasta cada habitante
i;cr término medio para vivir". Si comparamos esas cifras
con las de la "familia obrera uruguaya con cuatro hijos",
no estaremos lejos del nivel menor de la sociedad oriental.
De acuerdo a los datos de la Oficina del Trabaio en 1913,
e esa familia que poseía ingresos anuales pol valor de
S 643,20 y gastaba en alimentación $ 218,48, le bastaron
199
122 días de trabajo aI año para abonar su alimentación, si-
tuación que Ia colocaba en el mejor nivel mundial: entre
Inglaterra y Australia.
Era natural que un país de tradición cerealera como
Francia ofreciera a sus obreros pan aI alcance de sus sala-
rios, así como otro ganadero como el Uruguay, dispusiera
aún con mayor liberalidad de sus carnes. Evidentemente el
nivel de salarios era alto porque la escasa población del país
y el desarrollo pausado pero real de Ia industria, crearon una
situaeión en que la demanda de mano de obra era mayor que
la oferta. En estos años ese rasgo se acentuó ante la prospe-
ridad que vivía el Uruguay desde 1895, multiplicada por la
paz interna lograda en 1904, y 1as obras públicas que 1as
Administraciones de Cuestas, Batlle y Williman alentaron:
el puerto de Montevideo, la electriticación de los tranvías, edi-
ficios destinados a enseñanza y cuarteles, puentes, carreteras,
caminos y ferrocarriles.
Los buenos precios del mercado internacional y 1a paz
interna, nos permitieron usar al máximo nuestra caracterís-
tiea más original: producir al menor costo posible de Ia
pradera ¡¿fur¿l- mercaderías que, como Ia carne, -elno esta-
ban al alcance de las masas populares en los países europeos.

c) Las condtciones de trabajo.

No todo era haiagüeño sin embargo.


Era cierto que el salario-hora para el trabajador especia-
lizado en los saladeros resultaba elevado; no 1o era menos que,
al ser la ocupación zafral y durar Ia faena 6 o 7 meses en el
año, los jornales reales descendían a niveles mucho más bajos
que los que un frío cálculo matemático puede mostrar.
Fue humanamente imposible trabajar 18 o 19 horas dia-
rias durante toda Ia zafra, y esa era la única jornada que
permitía el salario de $ 7. Los desolladores sostuvieron que
por año se obtenían unos $ 250 o $ 300, es decir, no más de
$ 25 mensuales. Los peones de playa percibían por mes a 1o
sumo el tercio o la mitad de esta suma. Por eIlo los obreros
decían i "Tan escasü es l,a, renluneración ofrectda ltasta ahora
por los saladeros, que pa,rd solxentat' sus necesíd,ades ttenen
que buscar los obreros otro trabaio durante los rneses de pa'

200
ralízación d,e las Jaenas, y así lo hacen en eJecto, pues con
250 pesos aL año g stn otro emolumento no es posible ri-
,¡SXytt 4A1.

E1 trabajo a destajo era Ia pesadilla en los saladeros. Sos-


tuvo un obrero en "El Día" de 1908: "He aquí el.punto más
importante, el que más zntereso o los trabajadores y eI que
seguranxente no trata la leg del trabajo. . . ¿QtLé tmporta qtte
se apruebe el, progecto del. señor Batlle E Ordoñez y c4zte lc
jornada de t horas sea un hecho, si subsiste el trobajo o des-
tojo? . . . En mr concepto poco o nada. Esta clase de trobajo
es LLn actcate de que se Ddlen los patrones par(t hacer tra-
bajar má.s, en menos tiempo A con más economías para é1. DeL
trabajo a destajo se üdlen para graduar, tr)or decir así, la re-
sistencia de cada obrero y calculando por el que más tíene.
fijan los salartos por lo que aquéL haga producida, sin te-
ner en cuenta que todos no ttenen las mtsmas aptitudes (Aa
que las necesidades de cada uno p(trü nada las tienen en cuen-
ta); de donde se sigue luego la selección, las enuidius que di-
uíden a los obreros, la lucha entre sí por el puesto, A conxo
corolarío la reducción de los salarios hasta hacerse ímpoxble
la utda. . . En últtmo caso está la mó.quina dzspuesta siempre
a supltr al hombre cuando la mano del hombre resulta cara,
o la mujer en el puesto del hombre, o eL nr.ñ.o supli,endo a am-
bos. . .': +s:.
La valorización de 1a carne había hecho que los patrones
trataran de concluir con la costumbre de entregar unos cuan-
tos kilos por día, pago en especie que se añadía al salario en
dinero. Ya en 1908 los saladeristas no daban "ni Ia sangre
de la res". Cuando, mediante presiones, se obtenía el retor-
no del pago en especie, el industrial accedía a dar sóIo "los des-
pojos de la res" ( * ).

(*) También ocurrió que los saladerisfas se vincularan con algún almacenero
de la zona y convirtieran su establecimiento en una tienda obligafbria o "de
raya". Lo denunciaron los obreros de Monlevideo en i908: "Por una costumb¡e
extraña que no liene explicación iusta, h¡y un convenio entre algún almacenero
y la empresa: aquel paga una cantidad por el derecho de ser él quién reciba
todos los iornales y él mismo los abona a los obreros; cobrándose primero las
cantidades que haya fiado. Como es él el único que fía conlar con la
-por
garanlía indicada- lienen que acudir a ese y no a olros. cuyos precios y <a'
lidades les fueren más tonvenientes. No se comprende bien esta ganancia del
establecimiento mediante el rarísimo sislema de establecer su lesorería en la tras'
tienda de un almacén . ' ' ¿. (483)

201
Las costumbres también habían cambiado en otro plano
más vital para cualquier obrero montevideano' su auténtieo
drama: la vivienda. Los saladeristas ubicados en el Cerro y
en los alrededores del Pantanoso, habían estilado ceder "ran-
chos" y hasta terreno para "pastorear alguna vaca". Esta es-
tancia alterna que era para eI peón de campo eI saladero mon-
tevideano suburbano, halló en la vivienda y el pequeño "cam-
pito" anexo, un sucedáneo de los lejanos espacios abiertos de1
país criollo. Este estaba moribundo; Ia vieja costumbre, al
ácentuarse el rasgo capitalista de las empresas, desapareció.
Los ranchos se cobraban "y hasta eI pastoreo por tener una
vaca".
EI alquiler de la vivienda se había convertido en eI gran
gasto del presupuesto obrero. La habitación en los "conventi-
llos" era cara ($ 5 mensuales) y antihigiénica. A fines de
1908, Ia "Liga Uruguaya contra Ia Tuberculcsis" hizo un es-
tudio estadístico sobre las "486 casas de inquilinato ubicadas
dentro de la planta urbana de Montevideo", limitada en ese
entonces por Bv. Gral. Artigas: "Los habttaciones sun¿¿dos
alcanzaban a 8.400, g en ellas uiuían 23;000 personas, cuqo
4A 7a estaba compuesto de menores de edad. El promedio es
et d,e 3 habitantes por cadahabztactón... El, cubaie necesario
§ara que una sola persona pueda uiuir en buenas condíciones
se ha calculado en 40 nL|.... júzguese qhora sobre l,os datos
que reproduci,mos... En una piezu de 1.00 m3. aprorimada'
mente, que rectbe luz g aire únicsmente por una sola puerta,
A que por lo tanto es oscura A poco uentilada, uiuen 8 per-
sor?os) 2 de las cuales son enfermas. [Hay multitwd de ejem'
plos stmtlaresl . . . En muchos c{tsos los habitantes coctnan,
lauan g ttenden la ropa en su propío cuarto amén de otras
funcíones que sería largo enwm,erclr. . .')
13+.

Si se preter¡Cían dos priezas por tener un número elevado


de hijos, caso frecuente, el alquiler absorbía el 40 7b del sa-
Iario de un obrero montevideano medio. Frente a la holgada
capaeidad adquisitiva del salario obrero en alimentación, se
alzaba el enorme peso que dentro del presupuesto familiar
ocupaba la vivienda, fuera de1 tipo que fuera, incluso el hu-
milde rancho o el "conventillo". En Ios presupuestos ya men-
cionados de 1913, Ia vivienda de un matrimonio obrero ab-
sorbía entie el 27,35 % y el 24,1.3 % de los ingresos anuales
de úodos sus integrantes, só1o un 7 o un 4 % menos que el
gasto proletario típico: el sustento.
202
:: Las "Sociedades de resistencia".

EI trabajo a destajo, la jornada agobiante, eI salario re-


rr .:cido, la pérdida de algunas concesiones (obtenidas cuando
-as empresas eran manejadas con criterio paternalista y se
:-,-:or,ían dentro de un mercado exterior fácii), ob'raron de aci-
,:ate para que estos obreros sumamente concentrados en los
:stablecimientos del Cerro de Montevideo buscaran organi-
zarse mediante "sociedades de resistencia", modelo de sindi-
cato que eI anarquismo uruguayo pusiera en boga por eI no-
i ecientos.
Antes de l-900, habían surgido asociaciones gremiales "o
¡le socorros mutuos" formadas por Ia aristocraqia del gremio
seladeril, desolladores y charqueadores por separado. Llega-
rcn a tener un tono semicorporativo por exigir una alta cuota
ile afiliación con la que se buscaba limitar el acceso a las ca-
:egorías mejor pagas de1 trabajo saladeril.
AI endurecerse Ia oposición patronal-obrera y propagarse
ras ideas anarquistas y socialistas a85, esta orientación se mo-
:lificó. Hacia 1900 ios desolladores formaron una "sociedad de
:'esistencia" denominada "Arte IJruguayo"; en 1905 se afi-
-.¡,roir a Ia anarquista Federación Obrera Regional Uruguaya.
Saladores y peones varaleros quedaron aI margen, pero en
1905 todos los obreros de los saladeros se agruparon en otra
.cciedad de resistencia denominada "Trabajadores de salade-
.. .-,r .1s6
El enfrentamiento a la patronal, unida en to::no aI "Cen-
.r'o Saladeril", se tornó agudo en 1908. Los trabajadores, ade-
,:'rás de exigir un aumento del salario en dinero y el mante-
.-.i:niento del salario en especie de buena calidad-,
-,,-clamaron eI reconocimiento de -carne
sus gremios 487.
Ei Centro Saladerii ('r ) actuó con energía. Se ccnfeccio-
:-aron listas de agitadores y obreros huelguistas con el com-
',rcrniso de no volverlos a tomar; se retiral:on los compradores
re ganado de la Tablada; a 1a huelga respondió el lock-out.
--i ser entrevistado por el diario "El Tiempo", seña1ó e1 pre-
s:dente del "Centro Saladeril", Rodolfo Vellozo: " . . .eriste

(') El ''Cenlro SalaCeril" agrupó a todos los lndustriales menos o Ros¡uro


-:bares, quien manienía una particular relación paternalista con sus obreros que
'-: : direci¡menle de la campaña.

203
c i I'ss "§ociedades de resistencza"
El trabajo a destajo, la jornada agobiante, el salario re-
ciucido, la pérdida de algunas concesiones (obtenidas cuando
ias empresas eran manejadas con criterio paternalista 5 se
ltrovían dentro de un merca.do exterior fácii), ob'raron de aci-
cate para que estos obreros sumamente concentrados en 1os
establecimientos del Cerro de Montevideo buscaran organi-
zarse mediante "sociedades de resistencia", modelo de sindi-
cato que el anarquismo uruguayo pusiera en boga por eI no-
vecientos.
Antes de 1900, habían surgido asociaciones gremiales "o
cie socorros mutuos" formadas por 1a aristocraqia de1 gremio
saladeril, desolladores y charqueadores por separado. Llega-
ron a tener un tono semicorporativo por exigir una alta cuota
cie afiliación con la que se buscaba limitar eI acceso a las ca-
tegorías mejor pagas de1 trabajo saladeril.
Al endurecerse Ia oposición patronal-obrera y propagarse
ias ideas anarquistas y socialistas a85, esta orientación se mo-
clificó. Hacia l-900 los desolladores formaron una "sociedad de
¡'esistencia" denominada "Arte lfruguayo"; en L905 se afi-
iiaron a Ia anarquista Federación Obrera Regional Uruguaya.
Saladores y peones varaleros quedaron a1 margen, pero en
1905 todos los obreros de los saladeros se agruparon en otra
sociedad de resistencia dencminada "Trabajadores de salade.
fosrr 436.

El enfrentamiento a la patronal, unida en torno aI "Cen-


tro Saladeril", se tornó agudo en 1908. Los trabajadores, ade-
n:ás de exigir un aumento d-el salario en dinero y el mante-
l:imiento del salario en especie de buena ca)idad-,
:. eclamaron el reconocimiento de -carne
sus gremios 487.
EI Centro Saladeril ('r ) actuó con energía. Se ccnfeccio-
]raron listas de agitadores y obreros huelguistas con eI com-
prcmiso de no volverlos a tomar; se retiraron 1os compradores
rie ganado de la Tablada; a la huelga respondió el lock-out.
A1 ser entrevistado por el diar,io "EI Tiempo", seña1ó eI nre-
sidente del "Centro Sa1aderil", Rodolfo Vellozo: ". . eriste

(') El "Centro Saladeril" agrupó a todos los industriales menos r Ros:-ro


'iabares, quien mantenía una particular reiación paternalisfa con sus cb'e'os c:e
'.ría direciamenle de la campaña.

203
[entre los tndustri,ates] untformidad de opintones fen lo] rela'
tiuo a las huelgas en los establecimíentos saladerll,es. . . he'
mos realzzado una aerdadera Liga de soltdaridad' Con esto lo
que deseamos es contrurrestar los efectos de las huelgas, pres-
tándonas tnutuo apoAo en todos los cosos..."'lss.
EI cierre de Ios saladeros estuvo calculado para detenel'
aI movimiento obrero y a la vez obtener la baja en eI precio
de las haciendas remitidas por los estancieros +8e. La Asocia-
ción Rural. resentidos 1os intereses ganaderos, procuró me'diar
en feb'rero 4e0. El conflicto terminó a fines fls ese mes, en
plena zafra, sin que se definiera un triunfador neto: 1os di-
rigentes fueron despedidos pero eI salario en especie se mall-
tuvo ae1.
Esta vez los industriales no pudieron imponer toda su vo-
luntad, como 1o hicieron en 1902. Los obreros habían elegido
bien e1 momento la huelga eI 4 de enero y Ia con-
-iniciaron
cluyeron recién el 24 de febrero-, plena matanza. .E-xistía
uná inquina muy visible de los estancieros hacia e1 "Centro
Saladeril" aI que acusaban, no sin taz6n, de que actl,rase como
un cártel, deprimiendo el precio de los novillos. Tal vez esto
explique la singular posición de la prensa conservadora que
ttegó á recoger las dos versiones del conflicto, caso del diario
"EI Siglo", así como la actitud prescindente del gobierno de
Williman, poco amistoso, en general, para con los movimien-
tos huelguisticos como 1o demostró en ese mismo año 1908 a1
oponerse con mano férrea a Ia huelga de los obreros del ferro-
cárril británico. El mayor fogueo de los obreros saladeriles
y su unión en torno aI gremio fue e1 otro factor que pesó.

En la fábr,ica Liebig's ocurrían las cosas de muy otra


manera.
La empresa anglo-germana practicó un paternalismo Ce
cuño bismaickiano. Impuso a su mano de obra una mezcla de
disciplina a la prusiana con moralidad victoriana que resultó
tan eficiaz para la compañía como traumática para sus tra-
bajadores. EI diputado blanco, Carlos Roxlo, describió el siste-
*á cot auténtita ingenuidad en 1905: "La Li.ebig's preocLL-
pándose d.e la educacíón de los hiios de los empleados y obre'
ros d.el establecímiento, sostiene desde hace más de 20 años

204
iLna escuela de Instrucnón Primaria, regenteado por dos com-
petentes maestros de 2do. grado, dzplomados en el pqts. A en
ella da enseñünzo, gratutta ü un centenar de alum,nos que más
turde engrosarán La selecta falange de los obreros inteligen-
tes A cLentíficos... La casí totalidad de estos jóuenes, una
trez, termt"rt&da su tnstrucctón en eL colegio Lrebig'st soll oclt-
podos con preferencía en los talleres de mecántca, herrerío,
fundicíón, hojalatería, carpr,ntería, etc.... Además eríste en
el establecimiento una Academta de Mústca g merced cL ell.a
lruce 20 años que tiene uída próspera una com,pleta banda
de mústca Jorruada por los obreros e htjos de éstos, q1"Le pue-
den, de ese modo, aprender unos A otros en el propio esta-
blecímíento, 7¡ sín desatender en lo má,s míntmo el trabaio
cuotídiano...". Se aseguraba Ia instrucción, pero también la
continuidad y .docilidad de su personal. Un puritanismo muy
británico se aplicó para eliminar eI famoso ausentismo de los
"lunes". La Empresa " . . .los dom.ingos no perm:íte a s1.LS ope-
rarios que corlcurran d los frontones, que concLlrran a las ta-
bernas A a otros sttios que no quiero nombrar. . .2) +!2.
La imposición de virtudes de juegos, alco-
-abstinenciaIa brutal explota-
hol y... mujeres- tenía su contrapart,ida:
ción de la barata y manejable mano de obra del interior. Un
rnovimiento de resistencia obrera se larvó en marzo de 1909.
Bastó ia presentación de una petición colectiva a la geren-
cia para que ésta "temiendo sentar precedentes que alenta-
r'ían futuras huelgas", rechazase e1 pedido de disminución de
la jornada de 12 horas y aumento del bajo jornal de $ 0,50.
Se amenazó con la "pérdida de1 trabajo". Los obreros, "ate-
rnorizados por esta actitud, continuaron eI trabajo"'1e3.

EI estancamiento de la industria saladeril unido a 1a en-


rrada aI mercado de haciendas del frigorífico, tensó a los
grupos sociales que participaban del negocio de carnes: in-
clustriales, estancieros y obreros. El futuro apuntaba aI for-
:alecimiento de Ia nueva industria y sus proveedores' En eI
camino quedarían los saladeristas y su personal.

205
PARTE II
TRIUNFO DEL FRIGORIFICO
Y CRTSIS SALADERTL (1912-1914)

Capítulo I
Auge de las empresas
frigoríf icas extran jeras

I - La revolución frigo.rffita

En la cuenca del Plata, eI primer frigorífico surgió en


Buenos Aires en 1BB3 dedicado a la faena de ovinos. La de r-a-
cunos comenzó en la década siguiente. Hacia 1903 podía con-
siderarse que los frigoríficos habían desplazado a 1os sala-
deros en Ia Argentina, ya que por vez primera en ese año,
se asistía a Ia superación de la faena de los segundos por los
primeros. Desde la instalación hasta su triunfo sobre 1a vie.ja
industria habían pasado 21 años +s1.
El proceso en eI Uruguay fue, en cambio, brusco.
El primer frigorífico comenzó a exportar en L905. De
1905 a 1911 la nueva industria vivió su difícil comienzo. La
faena de vacunos apenas alcanzí en los años de mayor desa-
rrollo (1909 a 1911) al 4 ,'io de1 total de los muertos pür
todas las fábricas de carnes del país. En 1912 se instaló e1
segundo frigorífico. De 1912 a 7914 los dos establecimientcs
desplazaron a 1os saladeros y a la Compañía Liebig's. En 1912
faenaron el 11 % de todas las cabezas vacunas consumid.as

206
pGr Ia industria de carnes, en 1913, el 30 ii, v en 191{. e}
62 'tb. Las industrias tradicionales, que dominaban eI merca-
do de haciendas hasta 1911 pues compraban cuando menos
el 96 % de las reses vacunas, en 1912 compraron eI 89 Íi. en
1913, el 70 %, y en 1914 sóIo eI 3B ,L. En ese año, como se
aprecia, mediante un salto espectacular, los frigoríficos ocu-
paron el lugar de 1os saladeros si tomamos en cuenta el núme-
ro de reses faenadas as5.
Similar sentido muestran los volúmenes de exportación
de carnes de acuerdo a los diversos métodos industriales. De
1905 a 1911 nuestro único frigorífico exportó un kilaje de
carnes congeladas ovina y vacuna que representó porcentual-
mente un escaso 16 frente ai B0 o 75 del tasajo. Las carnes
conservadas ocupaban de 9 a 4 9i, del total.
En 1912 las relaciones empezaron a modificarse: los fri-
goríficos exportaron un volumen que representó el 34,5 ,cá del
total de carnes; eI tasajo descendió al 60,6 9L.En 1913 Ios pa-
peles se invirtieron: mientras el tasajo declinó aI 31,6 l/o,las
carnes congeladas ascendieron al 61,2 %.En 1913, por tanto,
el primer exportador de carnes era ya el frigorífico; en 1914
se convirtió en e1 primer comprador de haciendas'1e6.
En sólo 3 años, 1912 a L914, la nueva industria venció por
completo a 1a tradicional. Una revolución económica se gestó
ante Ia velocidad del cambio y las consecuencias que éste trajo
consigo.
EI papei protagónico en el proceso 1o asurnió el "Frigorí-
fico Montevideo" de capitales estadouni,denses, instalado en
1912. Lo prueban las cifras. "La Frigorífica Uruguaya" aumen-
tó Ia matanza de vacunos pero con menos espectacularidad. En
1911 había faenado unos escasos 23.000, en 1912 triplicó eI
número y ilegó a los 64.000, en 1913 alcanzó casi los 53.000
y en 1914 los 92.000. El promedio de faena vacuna de 1905-
1911- fue de 19 000 cabezas. De 1912 a 1914 se elevó a 70.000,
es decir que se multiplicó por tres. El "Frigorífico Montevi-
deo" que inició su faena con la modesta cifra de 4.000 cabezas
vacunas en 1912, la incrementó a 88.000 en 1,913 y a 187.000
en 1914.

20i
E1 cuadro que sigue muestra la distribución porcentual
de la faena vacuna entre los dos frigoríficos en los años c1ave,
1.912-1914, y prueba eI dinamismo de la empresa estadouni-
dense:

FAENA DE tOS FRIGORIFICOS (en 9'o)

1912 I9I3 1914


Vac. Ov. Vac. Ov Vac, Ov,

La Frigorífica Uruguaya 94 9l 16,3 2


Friqorífico Montevideo 6 9 62,6 53,7 é7,3 9B

En 1914, el "Frigorífico Montevideo" solo faenó más re-


ses vacunas que todos los saladeros y fábricas de
-186.?84-
carne conservada del país (169.086 cabezas).
Los dados estaban echados. El jugador fuerte pertenecía
al trust de la carne con sede en Chicago.

2- Exlranierizaci§n de la industria

Las empresas responsab'les de esta transformación eran


- en 1912
5a propiedad de capitales extranjeros
A principios de 1911, "La Frigorífica Uruguaya" fue ven-
dida por sus accionistas orientales a la Compañía anglo-argen-
tin.a ?'Sansinena". En 1885, "capitales argentinos no comple-
tamente desvinculados del capital británico", transformaron
una vieja fábrica de conservas en el importante frigolífico
"La Ne§ra", ubieado en Avellaneda, provincia de Buenos Ai-
res. En el primer Directorio era notor'io el predominio in-
glés, 3 en 5. Junto a 1os frigoríficos fundados po-r G. Drabble
! la "English & Dutch Méat Co.", Ia Compañía Sansinen_a do-
minó el mercado de haciendas argentino hasta Ia entrada en
esa plaza del capital norteamericano en 1907 1s7. Su poten-
cial linanciero y de faena era relevante. En L905 Ia Compa-
ñia Sansinena controlaba 2 establecimientos' el primitivo "La
Negra" y el novísimo "Cuatreros", ubi,cado en Bahía Blanca,
surgido al amparo de la formidable demanda de carnes con-
gela'das que provocara Ia guerra anglo-boer. En ambos la em-

208
EXPORTACION DE TASAJO Y CARNES CONGELADAS: 1904,t9t4
FUENTE: Anuarios Estadísticos

tasajo ,
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209
FAENA BOVINA DE tOS SATADEROS
Y FRIGORITICOS
UBICADOS EN MONTEVIDEO: 1904'1914

FUENTE: Anuarios Estadísticos

faena saladeril
,, frigorífica
-
500.000
cabEÍas

400.000

300.000

I
I

I
200.0 0 0

t00.800

6789 t0 ll 12 13 l4
ls04 5

210
presa invirtió, sóIo en maquinarias, un capital de $ 4.661.110,
el 43 % de 1o gastado por las 6 compañías frigoríficas ingle-
sas y argentinas. Fue, sin duda, eI coloso de 1a pr,imera etapa
protagonizada por los frigoríficos argentinos hasta el arribo
ciel capital estadounidense: de los 75 millones de pesos argen-
tinos que Ias 6 empresas giraron para comprar ganado en
1905, eI 27 '1, corresponCió a Sansinena{r)s.
En 1911, la Compañía Swift de 1os Estados Unidos, y 1a
Compañía Sansinena, comp,itieron en 1a compra de ,,La Fri-
gorífica lJruguaya". Esta fue, como observaremos, una de las
irrimeras escaramuzas en la guerra interfrigorífica protagoni-
zada por el capital estadounidense y e1 inglés. Los accionis-
tas uruguayos, que estaban obteniendo buenos dividendos des-
de 1908 y habían creado un importante fondo de reserva pa-
ra ampliar la capac,idad de faena del establecimiento y mo-
dernizarlo, no resistieron Ia tentación de la fáciI y cuantiosa
ganancia que significaba Ia venta a cualquiera de las dos em-
presas extranjeras. Hubo una auténtica puja. Los accionistas,
sab,iéndose necesitados tanto por el trust de Chicago como por
el cártel anglo-argentino, impusieron sus condiciones: § 300
rnil al contado, debiéndose entregar el frigorífico del Cerro
sólo cuando concluyera la zafra de 1911 y se recogieran sus
beneficios: el 1a de julio. La Compañía Swift ofreció g 290.000,
Sansinena llegó a las 300.000. Comentó un diario bonaerense:
'1...po, esta uez el trust yanqut. se quedará. sin atrapar una
buena ytresa" {ee. Se puede estimar que el beneficio ,,mínimo,'
obtenido por los accionistas uruguayos fue de un 280 7 so-
bre eI capital empleado.
La zafra 1911-1912 estuvo ya en manos de la nueva em-
presa anglo-argentina

El capital estadounidense no se dio por vencido. En oc-


i'ubre de 1912 abrió sus puertas eI "Frigorífico Montevideo".
Además de Ia lucha entre los dos grupos capitalistas ex-
:ranjeros por monopolizar el mercado de haciendas platense,
incidieron factores internos en Ia instalación de la compañía
norteamericana. Las dificultades saladeriles y eI deseo de Bat-
l1e de diversificar Ia industria nacional y alentar Ia transfor-
mación económica del medio rural, hizo que el gobierno con-
:inuara con su política de exenciones impositivas a fin de

ztL
atraer capitales hacia el frigorifico 5o0. En julio de 1911, Bat-
Ile, con la firma del Ministro de Industrias Eduardo Acevedo,
amplió 1as franquicias impositivas de que gozaba ya la indus-
tria frigorí{ica por la ley de 1910. No sóIo quedaron exentas
Ias empresas de los derechos aduaneros de exportación, Ia pa-
tente de giro y los derechos de importación correspondientes
"a los materiales de construcción, m.áqulnus y repuestos que
fuesen necesarios para la instalaczón de las tábricas, sino tam-
bíén de los patentes adtcionales del 1 % a la importactón y
erportactón, destznadas a cubrir los gosúos de construcción
d.el Puerto de Monteuiflss" íot". Esta ley, alentada por un pe-
tito¡io de la empresa norteamericana que iba a fundar eI "Fri-
gorífico Montevideo", fue apoyada por e1 batllismo en el en-
tendido de que no sería una gracia.para determinada compa-
ñía sino para cualquiera que deseara abrir un nuevo estable-
cimiento en eI país; pero ,en verdad, tuvo desde un principio
nombre propio: eI "Frigorífico Montevi6lse" Jo:.
Las primeras noticias del ,interés estadounidense se tu-
vieron en junio de 1910 cuando la prensa informó de1 próxi-
rno arribo de un representante de la firma Armour y Cía., de
Chicago, empresa que ya tenía su frigorífico en Argentina 5or.
Con ejecutividad y rapidez muy características del empuje
capitalista en Ia joven potencia imperial del norte, ya en julio
de 1911 la prensa dio cuenta que "un sindicato norteamerica-
lro" hab'ía adquirido en la suma de $ 400.000, "Ios terrenos
ocupados por los saladeros Cibils, San Miguel y 18 de Julio",
en el Cerro de Mcntevideo. Se pensó, en un primer momen-
to, en construir una fábrica ultramoderna que preparase eI
"chilled" y no el congelado: "La' ptreparacíón de carnes con'
geladas no entra por el momemto en los desígnios de la empre'
sa, en uista de la poca aceptactón que ttenen en los merca.'
dos consumídores, donde las carnes enfrtadas (chilled) tríun'
fan de uno, tnanera euidente" 504. De seguro, eI sindicato to-
davía desconocía las características del ganado o:iental. Los
estatutos de la sociedad anónima "Frigorífico Montevidec"
fueron aprobados por sus accionistas "nominales" el 17 de ju-
lio de 1911 en la ciudad de Montevid,eo. De su análisis se
desprenden algunas originalidades. Las acciones de cien pésos
cada una serían divididas en dos series de dos mil. La pri-
mera serie sería de acciones preferidas y Ia otra estaría com-
puesta por las ordinarias. Las preferidas a los
-reservaclas
91'
fundadores- tendrían asegurado un nivel fijo de utilidades.
e\ 6 % de interés acumulativo; las ordinarias, destinadas a-
público común, correrían la suerte de la empresa pues se re-
partiría como dividendo "el saldo que pudiera resultar ries-
pués de pagado el interés sobre las preferidas". Lo más nota-
ble surgía de los artículos 10 y 11, por los cuales las acciones
serían nominales e "indivisibles" y su transferencia sóIo po-
dría verificarse con "autorización del Directorio". EI objetivo
era evitar la compra subrepticia del capital accionario por 1as
firmas inglesas rivales, manteniendo de esa rnanera eI con-
trol de la empresa en manos de su fundador: la Compañia
Srvift.
El Fiscal de Gobierno, Dr. Luis Varela, objetó eI ar-
tículo 1L pues se oponía al espíritu del artícu"Io 403 del Có-
digo de Comercio vigente: "...como la calidad de accionista
cleptende únicamente de las acciones ptoseídas, con enters, in-
clependencta de las personss que las tr)oseen, las ctcciones pue-
den estar en m&1'Los de cuulquíera A son por lo tanto esencial-
mente trasmistbles. El citado artículo 77 al dar aL Dtrectorio
].a facultad de oponerse a toda operación de compra uenta de
acciones según las personas que tnteruengttn E de ímpedtr que
tlna persona deje de ser accionista U que otra entre a serlo.
es contrarzo a la ímpersonalidad de los accionísfos. . U por
tanto a la naturaleza de las soci,edades anónimds...".Acep-
tado eI punto de vista fiscal por los interesados seglt-
ramente tenían otras armas para controlar el destino-que final
de 1a emprerr-, eI Poder Ejecutivo aprobó los estatutos el 9
Ce agosto de 1911505. La construcción del frigorífico comenzó
cle inmediato y se emplearon en ella más de mil obreros, todo
un récord para un edificio de 3 pisos en 3.300 metros cuadra-
rls5;0o. EI 15 de octubre de 19L2, aún sin terminar las obras.
se inició Ia faena con una matanza de 200 ovinos 50?.

273
Capítulo ll
La guerra inter-frigorifica
y el temor de los hacendados
al trurst de la carne

I lrrupción del capital estadounid,ense en la induskia


rioplatense de carnes

a) Mot;,uos de la entrada norteamerícanl"

La caída de la industria frigorífica en manos del capital


extranjero y eI auge extraordinario que de inmediato alcan-
zó en el Uruguay la exportación de carnes congeladas, fue sólo
el más breve de ios capítulos escritos por estadounidenses y
británicos en su lucha por el dominio de ese producto en el
mercado mundial. En otras palabras, las fuerzas que expli-
can, condicionan y motivan eI tr,iunfo del frigorífico soble el
saladero deben buscarse sobre todo fuera del país. Este ofre-
cía atractivos para los inversionistas extranjeros, en particu-
]ar el elevado número de cabezas vacunas en relación a nues-
tra escasa población. Pero también era conocido por los con-
temporáneos eI deficiente grado que había alcanzado el mes-
tizaje. Nuestro ganado los atrajo en la medida en que era una
garantía para eI porvenir, pero Ia entrada de los capitales
británicos y estadoun,idense en ese año, 1911, se debió, en 1o
fundamental, a la pugna inter-imperial.
El negocio de carnes era cada día más auspicioso. El mer-
cado anglosajón, por su prosperidad y hábitos alimenticios,
ofrecía posibilidades infinitas, tanto más cuanto que Gran
Bretaña proseguía con su política librecambista y 1os Estados
Unidos se hallaban al borde de imitaria.
La ganadería norteamericana había llegado al 1ímite de
sus posibilidades como proveedora de su propia nación y de

2t4
Gran Bretaña. El futuro, en eI caso de las carnes bovinas,
apuntaba al Río de Ia Plata como sustituto y/o competidor
del poderoso trust frigorífico con asiento en Chicago. A éste
ie quedaba un solo camino para impedir su .desplazamiento
del mercado b'ritánico: penetrar en el Plata. Lo advirtió el
cliario bonaerense "La Nación" en 1911: "...eL trust-beef
oecesitu a todo trance adueñarse del [mercado rzoplatense],
ACL para euitar su concurrencia, Aa porque escaseando lu car-
ire en los Esfados Unidos, precisa contar paro, su erplotaciones
caru este gran proüeedor de carnes...¡'rr0§. EI Río de la Plata
ofrecía también otra virtud que contrastaba con la situación
r,igente en Norteamérica: su barata mano de obra 50e.
El trust estaba capacitado para esa expansión al exterior
i:or haber acumulado suficientes capitales en la explotación
de los rnercados norteamericano y británico. Hacia 1903, la
sola firma Armour vendía por valor de 200 miliones de dó-
lares. El trust demostró su formidable capacidad financiera
en 1909 al controlar al National City Bank. El tesorero de
tra Compañía Armour fue designado vicepresidente del Ban-
co. Opinó, con acierto, nuestra Federación Rural: ". . . en los
circulos financieros se consídera que el nombramíento de Mac
Roberts comesponde a una nueuü tentutiua del Beef Trust
p&ra conseguír el control, de Las carnes argentinas. EL "Jour-
ri.al of Commerce" dtce que toda esta campaña significa ??o so-
lonzente el control absoluto de las industrías de la cría de
ganado E de la produccíón de carne, sino también la intromi-
sión de los tntereses bancarios en países que durante unü ge-
neración han estado bajo eL control de los banqueros zngleses
y alemanes. . . La Argentina, como productora de grano y ga-
nados, constttuye actualmente una amenaza para las mismas
índustrías norteamericana,s; g es más fácíl controlarla por me-
clio de operacíones bancarias que hacerle frente conxo compe-
tidOr..."510 (:F).

(*) La legislación anti-irust revitalizada en estos años por el presidente Teo-


:,oro Roosevelt, no parece haber iugado un papel deslacado en la decisión de
:s compañías norteamericanas de colocar sus capilales fuera de los Estados Uni-
:os. Ella molestaba pero no impedía el funcionamienio del "beef-trust". Por lo
:emás, en l9l8 el gobierno de los Estados Unidos promulgó la ley Webb-Pome-
."ne que permitía ". ..a los productores no¡teamericanos que se organizasen en
cooperativas para el comercio de exportación... Una década despuás (exisrían) cin-
<uenta y seis asociariones. la mayor parte de e3tás correspondían al comercio

zL'r
b) La lucha inter-irigorífica en Argenti,na
Era natural que la entrada del capital estadounidense pio-
vocase un justificado temor entre los dueños de los frigorí-
ficos anglo-argentinos que hasta ese momento controlaban
tanto el mercado inglés de carnes bovinas congeladas como
eI de haciendas en eI Plata. EI primer establecimiento nor-
teamericano Ia Compañía Swift- se instaló en 1907 511.
En 1913, los -de
norteamericanos ya controlaban el 60 % de los
embarques de carne "chiIIed", es decir, enfriada 513.
Las ventajas del trust sobre los eapitalistas ingleses re-
velaron tanto eI empuje norteamericano como el anquilosa-
miento del viejo imperio británico. La mayor era Ia tecno-
lógica: maquinarias ultramod,ernas dieron a los norteameri-
canos a la vez que el casi monopolio del producto que el pú-
blico inglés prefería, la carne enfriada, una mayor rentabili-
dad por permitir eI aprovechamiento integral de Ia res. Lo
señaló nuestro cónsul en Nueva York. José Richling, en carta
p,riblica ai ing. agr. Carlos Praderi; "Puede usted estar se-
guro que nínguno de los fri,goríficos americanos establecidos
en la Argenti,na uende carne en Europa perdíendo dinero. No.
Lo que haE es lo sígurente: los americanos pueden comprar
nouíllos a $ 70 oro A aender la carne en lnglaterra a 7 cen-
tésimos la libra, no sólo stn perder pÍ,ata, si,no todauía con ulr
pequeño m&rgen de beneJi.cio. Los frigoríJícos íngleses A dr-
gentinos no pueden hacerlo. ¿Por qué? Porque la industria
frigoríftca moderna no es un negocío de "amateurs". Sobre
dos cosos fundamentales reposa su értto: los métodos mode'¡'-
nínmos g el personal . . . Recuérdese que hasta que los am.e-
rtcanos entraron al ca.m.po argentíno, sólo se hacía carne "fro-
zen" (congelada) A que la "chzlled" (refrigerada) era des-
conocída. Hog todaaía se produce grdn cantidad de carne con-
gelada en la Argentína, producto inferíor que nunca alcanz{t
los precios de la refrigerada... De ahí que st, los amertcanos

de mare¡ias primasr madera, cobre y zinc. y a produclos alimenticios. . . La efi'


ciencia de estas asociaciones aumentó gradualmente por una decisión de la Co'
misión Federal de Comercio que les pErmitió fiiar los precios y asignar los pedidos
ent¡e sus miembros. así como coopérar con los produclores exlranferos, siempre
que el obieto de su negocio no fuera el mercado interior estadounidense". 1il11
Es decir quc lo prohibido leóricamente en la Unión lrusts-, se admitía
-[os argentino Ricardo l,t.
y prohiiaba en el exlraniero. Como sostuvo el historiador
Ortiz, eslo era "la legalización del imperialismo".

2L6
abti,enen. por ejemplo, 7trn beneficío del 75 16 en los subpro-
ductos (donde como usted sabe están los benetr,cios del nego-
cio), los ingleses g argentznos sólo logran hacer 3 o 4 (/o g no
ph.teden por lo tanto, aender la carne a los preczos de los ame-
ri.canos. Sabe usted tambzén que el prouecho que arroja cada
renglón de los subproductos es en sí pequeño g sólo adqui,ere
importancza en el, conjunto de Las operaciones, manejadas és-
¡ tas por habxlísímo ptersonal,. Y ahí es donde fallan Los ingle-
ses A argenti.nos, g ahí está la razón porque no pueden corn-
a

.
Petir con los amertcanos..."51r. Ya "El Día", aI describir
la faena del "Frigorífico Montevideo" había a,Cvertido; "f,ots-
tI te que alLí no se pr,erde nada. Como nos decía Mtster Molínson
i en un inglés acriollado, no del todo incomprensíble: Sóio se
'
desperdicta el úl,ttmo suspiro del animal, p€l'o por ah,ora sola-
mente, pues se está. ingeniando para poder apt'ouecharlo tam-
fui,{nl" 5t;.
Otra ventaja nada desdeñable era la financiera. Los ,in-
mensos capitales manejados por el trust Ie permitían manio-
bras que los británicos sólo podían ejecutar con dificultad.
Por ejemplo, elevar el precio de los novillos y a la vez ati-
borrar el mercado británico haciendo bajar 1a cotización tle
la carne, hasta arruinar a los establecimientos débiles o com-
petitivos 516.

EI trust norteamericano procuró el predominio tanto en


el mercado de consumo británico como en eI aprovisionador
de ganados, eI Plata. Para ello debía imponerse a las empre-
sas anglo-argentinas.
Mediante maniobras poco escrupulosas provocó, con sus
envíos excesivos, Ia caída del precio de la carne en Gran Bre-
taña en L910, y aI mantener elevada Ia cotización de las ha-
ciendas, obligó a las compañías anglo-argentinas a registrar
pérdidas. En esta primera etapa, Ia lucha alcanzí su nivel má-
ximo en 1911, precisamente cuando ambos grupos capitalistas
compitieron en el Uruguay por la compra de "La Frigorífica
Ifruguaya" y la Cía. Swift fundaba Ia S. A. "Frigorífico Mon-
tevideo". En los últimos meses de 1911, las empresas estado-
unidenses impusieron a sus rivales la formación del prirner
''pool" por el cual se atribuyeron la parte sustancial del mer-
cado británico. EI "pool" adoptó la forma de un reparto de
bodegas en los barcos frigoríficos: para los norteamericattos,
41,35 %; británicos, 40,15 /c, argentinos, lB,5 c/ci17.

217
La forma peculiar del "pool" se debía a 1as característi-
l"i ,,r"rro iroducto: la cárne enfriada'aSila no se vendía aI
"r,
oo, *"rro, deniro de los 40 días siguientes matanza, debía
;;;;;hr;; y peraia valor. Como én el viaje a Gran Bretaña
se Jmpleabá ür, *"t ante las escalas en los puertos brasileños'
,áiá qo"a"ban diez días para vender Ia carne' Esta situación'
en sí mismu, ," ágtut'aba por 1a disponiblll!:l^1lTtt"-
"lt:t"á
d; á; bcdegas, 1as que de-bían resér'arse con anticipación de
*"rur: "La"competencía para lograr espacio de carga :Ty
'liiotÁnnt" instqnciá. era una cuestión"o- de
brut'al; en útñn"a
super»xüencia. . . ", del más fuerte'
-rólo
EI "pooI" "ro permitía -convivir, repartiéndoqe e1
torr"t*J" áisponible entre quienes 1o constituían sino: a) re-
gular Ll meicado inglés y sus precios; se impedían 1os aba-
irotamientos y, de hécho, eI control del suministro de carnes
permitía a su vez el control del precio de venta; b) e1 repar-
io de bodegas implicaba " . .1Ln reparto del ganado que su' se
compraba §ara l,a exportacíón Si' un estanciero no estaba
ttsfácho con. et prectá que le oJrecía un Jrzgoríf!9o, n?. -podía
tts'
o"íd.r, a otro) a{ menos si Las cuotas aa estabafi ll€no's"
El "pool" de fines de 1911 no obró "para satisfacción de
todos 1oi intereses principales" como sostuvo en su brillante
tesis eI investigador norteamericano Peter H. Smith, sino pa-
ra regular la lucha interimperial en beneficio del capital es-
tadounidense y, aI impedir 1a competencia, para frenar Ia ten-
dencia alcista del mercado de haciendas en perjuicio del es-
tanciero. La débil cuota concedida al capital anglo-argentino,
por ejemplo, obligó a la recientemente extranjerizada "'I'rigo-
iítica- Uruguaya" a buscar compensación en el dominio del
abasto montevideano.
En febrero de 1913, }a empresa estadounidense Armour
rompió el acuerdo aI exigir un aumento del 50 % en su cuota
de tode,ga. Las compañías anglo-argentinas estaban dispues-
tas a ceáer a 1o sumt un 10 ?b. El 5 de abril de 1913, se dio
por concluido el primer "pooll'- y siguió una dura competen-
iiu. ft mercado británico quedó inundado de carnes, Ios pre-
cios bajaron mientras la disputa por Ias reses vacunas en eI
Plata propiciaba un alza espectacular en Ia cotización de las
noviiládas. Esta política en que se perdía a dos puntas -al
vender en Inglatárra y aI comprar en el Plata- estaba desti-

218
nada a forzar a los miembros débiles del "pool': capital
-ql acor-
anglo-argentino- a permitir un nuevo reparto de bodegas
cie con el singular peso de los fuertes: Swift y Armour I ¿' ,.
Aunque en apariencia Ia pugna conviniera a ios inte-
r'eses ganaderos rioplatenses, éstos no dejaron de advertir que
la suba de} ganado era artificial a Ia vez que, de triunfar por
compl.eto eI "beef-trust", que'Carían los rurales iibrados a su
rnonopolio de compra. Este último temor fue hábilmente fo-
mentado, como era de esperar, por las empresas frigoríficas
británicas. Dio cuenta nuestra prensa del hecho en estos tér-
rrinos significativos: "Llegan notictas del Rosarío de Sontq Fe
qtLe ha ll,egado a constttutr una preocupactón entre los hombres
cie negocios rurales el, alto ptecto a que se cotizan las hacien'
clas... En el numeroso grupo de hacendados que se halluban
reuntdos se hicieron toda clase de comentarios &cerca de La
situación qtLe han uenido creando los frígoríJícos norteameri-
cttnos al proüocür la baia de las carnes en el mercado inglés'
g los perjuicios que probabl.emente acarrearían a la ganadería'
Creen los hacenclados atlí reunidos que la defensa más eJicaz
pura los zntereses ganaderos, sería fírmar un compromiso para
no ztend,er hactend.as szno a un precío mínimo determínado'
estableciendo seueras multas para los que faltasen u él ..." i!0.
Estancieros, gobiernos británico y argentino, y frigoríti-
cos anglo-argentinos, temían al trust norteamericano aunque
lror móti'ros diferentes. Estos úItimos llegaron a pedir. a los
g-obiernos argentino y uruguayo una adecuada legislación que
impidiera eI "dumping" estadounidense; pero eran demasia-
dos los beneficios logrados en la pugna inter-imperial para
que Ios países del Plata y sus hacendados pensaran en polí-
ticas de Jargo aliento. SóIo para los frigoríficos anglo-argen-
tinos se trataba de un problema de supervivencia; en eI ínte-
rin, estancieros y consumidores ingleses contemplaban. un
tanto asombrados, cómo el ganado subía y la carne en Lon-
Cres bajaba ¡rr.

(.) La acumulación de carnes en Gran Bretaña respondió, además, a la es-


peranza de una próxima apertura del mercado estadounjdense a las carnes ex'
:ranieras. El trust desde sus depósitos ingleses reexportaría hacia los Estacos Unidos
Se llegó a acusar al trust de forzar la matanza de ganado rioplalense para im-
peclir que olros capitales norteamericanos se insialaran y compitieran ccn él' l:!r';

219
2- Repercusión del confliao en Uruguay

a) Lucha por el control del abasto de Monteuideo

Durante la primera etapa de la pugna entre los capita-


les estadounidenses y británicos (191O-fines de 1911) ocurrió
la total extranjerización de nuestra indust¡ia frigorífica. En
1911 los accionistas orientales de "La Frigorífica Uruguaya",
tentados por los ofrecimientos anglosajones, pusieron en sll-
basta su establecimiento vendiéndolo. al mejor postor que re-
sultó ser eI capital inglés. Así, Ia primera escaramuza en suelo
oriental era ganada por los británicos, pero, dadas las carac-
terísticas técnicas de la pequeña empresa nacional compra-
da, y el elevado capital que deberíu lpvs¡lirse para ponerla a
tono con los "establecimientos tipo Chicago", Ia victoria iu-
glesa resultaba pírrica.
Ese hecho decidió a 1os norteamericanos a instalarse por
su cuenta, comenzando en 19L1 la construcción de una fábrica"
moderna y "modelo": el "Montevideo".
Cuando a fines de 1911 se firmó e1 primer "pool", ei-
mercado uruguayo estaba ya en los albores de ser copado por
eI capital estadounidense debido a Ia masiva inversión que
había resuelto hacer la empresa Swift en esa planta.
Debilitados los anglo-argentinos por la escasa cuota logra-
da en el primer reparto de bodegas, "La Frigorífica Urugua-
ya" buscó compensar su bajo tonelaje de exportación median-
te eI dominio del abasto de Montevideo.
El abasto de la capital era un negocio muy lucrat,ivo si
pensamos en el volumen de reses que absotbía. La pob_lacióri,
en crecimiento, y eI nivel de vida mejorado por la próspera
situación económica, habían hecho de Montevideo un exce-
Iente mercado: 160.000 reses vacunas fueron consumidas co-
mo promedio anual durante eI período l-905-1911.
El consumo capitalino estaba en manos de ricos abaste-
cedores, no más de 20, que controlaban el matadero muni-
cipal y eran a menudo también propietarios de carnicerías.
En L907 entraron en abierto conflicto con los consumidores
220
a los que esquilmaban,532. En L910 llegaron a coaligarse para
imponer un precio a las haciendas, pero las tempranas com-
pras del saladero Tabares, que adelantó su faena, deshicieron
esa t'Liga de abastecedores" 523. pg hecho, durante los meses
de invierno, ellos dominaban 1a Tablada ante eI retiro de la
demanda saladeril. La Federación Rural Ilegó a sugerir Ia
necesidad de crear una cooperativa de ganaderos para ope-
lrerse ya que "los estancieros estaban a merced de los obos-
tecedores". Esta situación de dependencia porque los indus-
triales desaparecían como ofertadores, se hacía tanto más in-
soportable cuanto que los campos de pastoreo cercanos a
Montevideo se cobraban a precio "de oro" y era imposible
esperar ni un día a que las cotizaciones de la Tablada se to-
¡rificaran: "Al ganadero que entra de zonas lejanas no Le es
dado retirarse; uiene aL muere...", afirmaba la Federación
Rural en julio de 191,0 52+. En 1912, cuando los precios de la
carne vacuna comenzaban a ser alterados por la enorme de-
rnanda frigorífica, hubo una polémica en Ia prensa capitalina
"tobre Ia ganancia obtenida por abastecedores y carniceros.
Estos últimos adujeron que Ilegándoles el kilo de carne a
S 0,12 y vendiéndolo calidad- enhe $ 0,08 y S 0,30
al público, obtenían -según
por cada res que les costaba $ 34,50,
sólo $ 1,87 de utilidad neta, es decir, un magro 5,4 16. No
contabilizaban ". ..la cabeza, el hígado g corazón, y;orque,
corno es público g notorzo,los damos de Eupa a nuestros clíen-
¿es" 53;. Ifn "ex-boucher", echó por tierra estas cifras y argu-
r¡entos. Escribió en "El Tiempo" que no podía saberse cómo
se repartían "la enorme, casi podía decirse, inaudita utilidad
que deja la carne" entre abastecedores y carniceros, pero que
sí era seguro su monto: con un costo total por cabeza de
S 38, se llegaba a una cifra de venta al detalle de $ 62,45 y una
utilidad neta dei 140 %, ul estar deducidos todos los im-
puestos y gastos. El "ex-boucher" desenmascaró algunos cálcu-
los de lcs carniceros: éstos no hab,ían descontado de1 costo
de Ia res eI precio de venta del cuero y el sebo, nada menos
que $ 12, frente a 1o cual el costo real disminuía un 32 %.
Tampoco eran correctos los precios de venta a1 detalle ya que
"casi toda la carne se vende al año a un promedio de $ 0,23
eI kilo"; cie esta forma las ventas se elevaban un 72 % ó28.
Dadas estas cifras, era obvio que si el capital anglo-
argentino dueño de "La Frigorífica Ifruguaya" llegaba a do-

22L
minar el abasto montevideano, se anotaría un importante pun-
to en la lucha con el trust norteamericano, a la vez que po-
dría con mayor facilidad imponer condic,iones a 1os hacenda-
dos, ya que el abasto era un competidor en Ia compra de
buenas novilladas. La actuación de los abastecedores les ha-
bía granjeado una marcada hostilidad de los consumidores
capitalinos y los hacendados remitentes. De ella se aprove-
charía "La Frigorífica Uruguaya" pata intentar el control to-
ta1 de1 abasto.
Un primer ensayo 1o hizo en 1909, cuando la empresa
frigorífica era todavía nacional. Utilizó ur1 argumento valede-
ro: la carne congelada era muerta en medio de condiciotres
higiénicas y podría expenderse más barata. Pero. . . no te-
nía sentido pensar en competir con la carne fresca'r7.
En 1912, Ios nuevos dueños de "La Frigorífica lJrttguaya",
colocados en difícil situación ante eI escaso tonelaje asignado
por el "pool", iniciaron una seria ofensiva para abastecer a
la Capital (*).
En un principio, el batllismo, a través de la municipa-
lidad de Montevideo, apoyó Ia entrada del Frigorífico aI abas-
to árr'. Coincidiendo con eI ascenso de Batlle por segunda vez
a 1a Presidencia, veníase elevando desde 1911 eI costo de
vida en Montevideo, figurando en e1 primer término de Ia
preocupación gubernamental, Ia carne, base de la dieta na-
cional. Si Batlle quería eI consenso popular para su gestión
tan controvertida por las "clases conservadoras", debía bus-
car solución a este problema. En 1911, el Municipio inició su
política de "ferias francas", buscando poner en contacto di-
recto al productor de hortalizas y frutas con e1 consumidor.
A principios de 1912 autorizó a "La Frigorífica Uruguaya"
la instalación de puestos de venta de carne fresca (hab'ía ya
5 en agosto) 53o, expendiéndose eI artículo un 30 ,c,1 por de-
bajo de los precios vigentes en las carnicerías particulares ¡'r1.
Ello era posible por varias razones: el frigorífico, aI comprar
más ganado que 1os abastecedores considerados individual-
mente, imponía eierto precio uniforme a los hacendados; fae-

(") Ya habían pensado hacer lo mismo en Buenos Ajres los frigoríficos anglo-
argentinos en 1905-190ó ante dificultades para colocar toda su producción en
Gran Bretaña. Lo hizo Iuego el establecimÍento de Sansinena "La Negra". (:í2s) "La
Frigorífica Uruguaya" era también, como se recordará, de Sansinena.

222
naba en condiciones técnicas superiores a las existentes eit el
matadero municipal; sus cueros eran mejor cotizados que los
del matadero y utilizaba todos los subproductos de la res,
cosa que era imposible hacer en el rudimentario matadero mon-
tevideano. También incidía en la baja de Ia carne, eI deseo
de captarse las simpatías del priblico consumidor y el go-
bierno, destruyendo a la vez la competencia ifr2.
El negocio era tan importante y los intereses en juego tan
cuantiosos que, según sus adversarios, todo pod-ía ter-
minar con -como
eI monopolio del abasto al fundir a los abastecedo-
res- que "La Frigorífica Uruguaya" tomó un diario a su ser-
yisi6 Tiempo"- para que defendiera cotidianamente
-r'BI Le abonó, entre otras formas que desconocemos
sus intereses.
pero sospechamos, con suculentos avisos 5nr.
"La Frigorífica Uruguaya" había herido intereses pode-
rosos y amenazaba a otros más poderosos aún. Abastecedores.
carniceros y hacendados enfilaron sus baterías contra e1la.
José Irureta Goyena, el intelectual del ruralismo, fue el
lúcido portavoz de estos grupos. Rebatió con habilidad los ar-
gumentos del diario aI servicio del frigorífico. Sostuvo que si
los ab'astecedores no aprovechaban mejor eI cuero y los sub-
productos era porque el Estado los obligaba a faenar en el
deficiente matadero de los "Corrales de la Barra del Santa
Lucía". El objetivo que "La Frigorífica Uruguaya" buscaba
era " . . .ll,egar al entronízamiento comerctal uendiendo al
principío la carne con pérdidas, E so.crificando el presente al
poruenrr, según la ui,eja e infalible táctíca de las grandes ent-
presas americanas. EL consumídor le de»oluerá con creces más
tarde eL importe de sus sacriJicios momentá,neos. . . " njj't. La
empresa frigorífica perjudicaba a los abastecedores y termi-
naría arruinando a los ganaderos, mal mucho más grave para
eI paísi "...e1, monopolio de la uenta de carne es znseparabl,e
clel monopolio en la compra de ganados. EL dominto del Abas-
to supone el domi,ni,o de la Tablada. Actu,almente, en los peúo-
dos de receso de los saladeros, los ganados que ll,egan de las
ptoderas, suscítan la competencia del Fri,gorítzco g de los Abas-
:ecedores. . . Eltminados esúos úLtr,mos, los ganaderos tendrán
,Lue sufrir la presión de esos dedos que están hechos del mejor

223
(Lcero arrLerícano, uténdose obl,ígados a cambíar sus gunados
par el dinero que buenan'¿ente quzera dárseles. Este es para
nosotros eL punto de aísta fundamental de la cuestión. . . La
industría oisceral del país no puede quedar librada a los desu-
fu,eros fl¿ lo. especulación...)'í3't. Concluyó Irureta Goyena su
serie de artículos con una grave advertencia a1 gobierno | "La
rwina de los abastecedores es un mal sensibl,e, eL sojuzgamien-
to de los ganad,eros una uerdadera calamídad..."i?,6.
Carniceros y abastecedores sostuvieron que ellos vendían
a crédito y "La Frigorífica lJruguaya" sólo al. contado y carne
de peor caiidad 537. Hubo un tono nacionalista en sus reclamos
que sabían el batllismo oiría con gusto: ". . . eL monopolto
de l.a FrigoríJtca Uruguaya representa para la econotnía na-
cional un quebranto. . . Nos ref ertmos a l,a erportación d.e di-
nero, pues siendo es& erntrffesa una enxpresa capitah,sta ertran-
jera, las utilídades que obtenga irán a porar al ertertor en
uez de qu,edarse en el pais para fomentar la riqueza g el bien-
estar general tal cual sucede con los ingresos que perciben los
abastecedoyes U carntceros...". No podía Ser ". ..una pers-
pectzua halagiieña la desaparr,ctón de los pequeños índustriales
en benefícto de los grandes capitaltstas" s:rS. El fantasma
ligrosamente real- del monopolio fue esgrimido por todos -pe-
carniceros y ganaderos- para lograr el difí-
-¿fu¿sfgsgdores,
cil apoyo del consumidor capitalino. Sostuvieron 1os primeros:
" -. .czlando los actuales abastecedores A carniceros desapa-
reczéramos de la Lucha, uenctdos por la fuerza del capttal, l,os
consumidores qued,arían a merced del monopolizador g no ten-
drían cómo eludir eL precio que e la carne fíjase éste, por alto
que fuera. Y sería más alto que el actual. pclto,lrnsrl¡s"tss.
La sospecha del monopolio se tornó en certidumbre ante
eI descubrimiento de una rara operación que "La Frigorífica
Uruguaya" estaba poniendo en práctica. Los abastecedores no
podían competir con eIIa por el bajo precio a que despachaba
la carne. La diferencia se debía, en parte sustancial., a que
los ab'astecedores debían faenar obiigatoriamente en el viejo
matadero municipal ubicado en Santa Lucía. Pero, si Ia Junta
Económico-Administrativa de Montevideo construía el mata-
lero modelo que estaba en sus planes, las ventajas de1 Frigo-
rífico concluían. . . en teoría, pues tcdavía quedaba un res-
quicio que Ia empresa anglo-argentina se apresuró por contro-
lar. La Compañía "Ferrocarril del Norte" tenía el monopolio,
224
concedido por eI Estado, del transporte de 1as reses para el
abasto. E1 Frigorífico, ubicado en eI Cerro, no utiiizaba sus
vagones, pero abonaba a 1a compañía $ 0,55 por cada re-..
mientras que Ios abastecedores sólo pagaban S 0.+0. ¿.4 que
se debía la generosidad de1 Frigorífico? Los abastecedores )-
eL Dr. Irureta Goyena no dudaron i "Lo. FrígoríJica Lruguaya
preuiendo que La Junta pudiese en un pl,azo breue decidir la
construcción de un Matadero Modelo, [conuino] secretonTente
can el F. C. del Norte que a nadte permitirá prescindir del
tra.nsporte de reses con lo que la construcctón de un Mercado
llfodelo no uendría a ser un obstáculo serio pura ella gracias
al clesgractado priuilegto que tiene el F. C. del Norte de estar
c,bligodos todos los abastecedores de carne a utilizar sus ser-
r.,icios, por defr,cíentes A onerosos que sean...". Ese sobre-
precio abonado por res 0,15- y el no uso del material
-$
rodante tenían una contrapartida: sólo e1 Frigorífico tendría
"el privilegio de faenar fuera de la Barra" 54o.
El gobierno batilista, tii:oneado por tantos grupos, de-
l¡iendo contemplar aI consumidor pero también a los poderosos
en este caso, ¡¿gis¡¿ls5- intereses ganaderos, optó por
-.y salida salomónica, con un ligero tinte anti-frigorífico. De-
una
ió abiertos los puestos de venta que "La Frigorífica IJruguaya"
i:abía ya instalado pero prohibió Ia apertura de otros en eI
futuro. El diario que ,Cefendía los intereses de la empresa
anglo-argentina lanzó un poderoso ataque a Batlle y Io cari-
caturizó: bajo Ia forma de un carnicero aparecía faenando a
un hombre que se llamaba Frigorífica Uruguaya srl. "El Día"
editorializó explicando la posición del gobierno: la entrada
del frigorífico a1 abasto había logrado quebrar el cártel de los
ehastecedores 5a!. Si llegara a producirse una situación de mo-
nopolio privado manos de los abastecedores o del Frigo-
riiico- la solución-enestaría en la "municipalización del abasto",
es decir, la sustitución del monopolio privado por eI munici-
Pal;r3'
EI presidente de la Junta Económico-Administrativa de
I,fontevideo, José Pedro Varela Acevedo, expuso un punto de
vista más realista aI sostener que eI abasto quien
io dominara- no permitiría liberar a los -dominara
ganaderos de los
frigoríficos. La defensa que de los ganaderos había hecho Iru-
reta Goy.ena era necesaria, pero eI medio eI iibre
juego de la oferta y la demanda en Tablada -preservar
manteniendo a los

223
abastecedores en competeneia eon los frigoríficos ilusorio:
"...es una concepclón casí infantíL ta de suponer que los
abastecedores Dan o. ser un factor eficiente paro, n'Lantener
buenos ptrecíos enfrente de los fri'gorífícos coaltgados, desde
que el, iúmero d,e anímales que se con"Lpran para el' abasto es
ielati,uamente insigniJícante en comparación de los que se
compran para la tndustría saladerll, o frtgorífica"' . ." ó41.
Era cierto. A partir de L912, ninguna fuerza nacional po-
dría controlar uná coalición de los frigoríficos extranjeros.
Por suerte para los ganaderos y el país, la lucha inter-impe-
rial alejó eie peligro hacia eI futuro. Pero éste siempre ter-
mina siendo presente.

b) El aumento de presis del ganado en 1973-19L4


A sus consecuencíqs xnternas
Al romperse el "pool" de 1911- en abril de 1913, de inme-
diato eI "Fiigorífico Montevideo" se lanzó a la desenfrenada
compra de haciendas uruguayas, abonando precios desc,onoci-
dos por nuestros estancieros 5a;. Su faena sobrepasó la del
competiclor anglo-argentino y 1o obligó también a é1 a luchar
en ese campo. Pero las posibilidades de 1a sucursal Sansinena
en el Uruguay eran menores: la anticuada maquinaria y sus
débiles reóurios le impedían ganar 1a contienda; sólo podía
aspirar ya era mucho- a sobrevivir hasta que un nuevo
-y
acuerdo se reconstruyera laboriosamente en Londres.
Ya en mayo de 1913, el "Frigorífico Montevideo" ab'crló
90 milésimos ei kilo en pie; en julio llegó a pagar 97,5 milési-
mos. Las reses que en enero de 1912 se cotizaban a $ 2L,94.
saltaron a $ 37,12 en enero de 1913, y a $ 43,84 en enero de
1914. Los frigoríficos compraban todo. Los hacendados 1o-
graban colocai sus "mestizónes" a precios increíbles. La pré--
Ji"u , favor de1 mestizaje cuidadoso para producir eI anirnatr
que los frigoríficos requerían, parecía haber hallado un ro-
tundo desmentido.
La lucha inter-frigorífica en el reducido Urugu-ay .distor-
sionó no sólo los pr"c-ios sino todos los supuestos lógicos de
la zootecnia. Los hacendados progresistas se veían estupen-
damente pagos; los rutinarios, iambién' EI mercado nacional
t"t ptqüefo para el coloso 'estadounidense y su competl-
"r.
226
dor británico que ambos todo el primero- podian
-sobre usando capitales muy mo-
permitirse el lujo de monopolizarlo
destos.
Esta alza, comenzada en 1912 y acentuada en 1913 y L914,
fue mayor aún en el Uruguay ante la peculiar situación que
atravesaba su stock ganadero, disminuído y enflaquecido a
raíz de la sequía de 1910 y 1911.
En la ciudad de Montevideo, a partir de los primeros me-
ses de 1913, precisamente cuando las empresas estadouniden-
ses rompieron el "pool" y se lanzaron a la compra de hacien-
das, el precio de la "carne buena" para el consumo subió,
con brusquedad, de $ 0,12 a $ 0,25 eI kilo. Los carniceros 1o
atribuyeron. aI "gran acaparamiento de ganado que hacen los
frigoríficos para la ,exportación)';lc. Ocurrió una situación pa-
radojal: la abundancia de envíos a Londres provocó allí una
baja ai consumo, mientras en el Plata la carne se debia pagar
a más alto precio. En agosto de 1913. la carne de los frigorí-
ficos rioplatenses, "elegida", se vendía en Londres de $ 0,12 a
S 0,20 el kilo; en Buenos Aires ¡r N[or-rtevideo, de $ 0.20 a $ 0,45
547. Con Ia carne
"convertida en la capital en artículo de lujo"
;a3, podemos imaginar cuanto más dramática sería la situación
en campaña. Las "carnicerías rurales" no la tenían o la ven-
dían a $ 0,40 eI kilo; en los pueblos del interior alcanzaba
los $ 0,20 y $ 0,30. Decía "EI Paysandú" refiriéndose a 1o
vivido en ese departamento: "Lo que ocurre en la actualidad
can los precr,os de la carne, no tiene nombre. . . Las cotízacto-
nes corrtentes, tanto en la ciudad como en la campaña, han lle-
Eado a ertremos jamás soñodos . . . preci.os que espant&n cuan-
d.o se trata de poblaciones cuyo alimento es a base de este
«rtículo. En la campaña, el kilogramo d,e carne se uende noy
a 40 cts.; en esd campaña situada a 50,60 y 700 kílómetros
de La ciudad, en medio de estancías y chacras agrícolas, don-
de, como se sabe, ni. siquíera se ti,ene el recurso de la hortalzza.
¿Cúmo no ha de resultar penosd la oída g eleuados los salo-
rios de los obreros, cuando se ha llegado a tales precíos para
el, artículo casi exclusiuo de la alimentaci.ón naci,onal, espe-
cialmente en las regiones rurales donde nadze tende nt a
peso de oro. . .?"
Había llegado el momento para el consumo lnterno de
adecuarse a los precios internacionales: "El consumo ínterno
que necesita gran número de cabezas, ¿qué otro recurso tzene

227
qtLe el. de seguír esetren lu"joso "¡7 competir con la uenttl pare
el Jrigoríftco g los saladeros?", decia el diario sanducero;{r'.
Era la prueba definitiva de la inserción en eI mercado mun-
dial del único producto carne fsvi¡¿-, que hasta ahora
-la a su porción más pobre a tra-
había eseapado a éI o llegado
vés de la forma tasajo. Ahora, todo tenía valor de cambio en
el medio rural. El Uruguay criollo había recibido su golpe
de gracia.
Los saladeros también 'experimentaron el choque de los
altos precios. En 191.2 y 1913 hicieron )o posible y lo impo-
sible por competir y mantener un ritmo digno de faena. En
1914, los elevados precios los derrotaron. Algunos hacendados
comenzaron a pensar con nostalgia en la "vieja industria"
ahora que que,daban en las manos extranieras (y "de acero",
al decir de Irureta Goyena) de la nuevas¡0.

El desenlace del conflicto ocurrió en junio de 1914. Las


empr,esas angio-argentinas salieron debilitadas de é1. Habían
perdido dinero y no tenían la capacidad financiera y tecno-
1ógica del trust norteamer,icano. "La Frigorífica Uruguaya"
y su balance de 1913 lo prueban: la compañía declaró una
pérdida de $ 279.156, y lo atribuyó a "la producción dema-
siodo crecida tanto para la capacídad productora del país, co-
'r]7o Fñra la clbsorcxón en los mercados consumidares. . . ". En
ese año, "La Fr,igorífica Uruguaya" perdió el 18 2á de su ca-
pital i51. En Ia República Argentina, eI Frigorífico Argent,ino
cerró sus puertas y fue arrendado por una firma norteameri-
cana. El nuevo acuerdo de reparto de bodegas puso de relieve
eI triunfo norteamericano: a las plantas con sede en Chicago
les correspondió el 58,5 fl, (en 1911 había sido eI 47,35 /r,\;
a las británicas, el 29,64'ii (.en 1911, eI 40,15 l|c. ); a las ar-
gentinas el 11,86 f.l ( en 1911, el 18,5 ,/{ ) t.,r2.
Mientras las firmas nacionales rioplatenses vieron dismi-
nuir su participación en 36 ;eá y 1as británicas 26 '.f , eI trust
incrementab'a sus ventas en 4f il .
La apertura del mercado norteamericano permitió descon-
gestionar 1os depósitos de Londres ;;:r; el atentado de Sarajevo
abrió las amplias perspectivas del consumo de los ejércitos
aliados desde agosto de 1914. Contra todo 1o previsto, eI pre-

228
cio de las haciendas no bajó dado el impulso que rec:bió 1a d=-
manda mundial a partir del estallido de la guerra. La fcrtu:-a
sonreía por igual a todos: capitales norteamericanos, britán:-
cos y hacendados orientales. "La Frigorífica Uruguaya" pre-
sentó su balance en L914 con un estado de ganancias y pérdi-
das que arrojaba un saldo positivo de $ 629.335. Luego de en-
jugado el saldo deudor del año anterior y destinarse 6 % aL
Directorio y 4 ,i a} fondo de reserva, se repartió un dividendo
espléndirio a los accionistas anglo-argentinos: eI 20 f7o. Dijo el
Directorioi "Los resultados del, año han stdo satisfactorios,
clebido a la fuerte eristencia de carne que teníamos en Euro-
pa cuando estalló La guerra A que fue aendida a precios eleuu-
dos. En la actuqlidad es actíua l,s demanda de carnes e?¿ ¿os
tnercqd,os ingleses así conTo en Francta. . .'):'|;+.
Un hecho por completo externo lucha inter-frigorí-
fica d,e 1911 a 1913- nos brindó una-la sorprendente aLza; otro
se añadió para continuarla y ampliar sus efectos: la Primera
Guerra Mundial. EI país era objeto, no sujeto de ninguno de
los dos, ccn 1o que se reafirmaba su situación de dependiente.

3 La reacción de los hacend,ados y el gobierno uruguayo


ante el lrust norteamericano

a ) La toma de conciencía
Los hacendados no podían ver con buenos ojos que en
Iugar'de saladeristas, abastecedores capitalinos y "La Frigorí-
fica Uruguaya", todo eIIo representado por 40 o 50 empresas
de escasos recursos nacionales, se colocaran dos grandes com-
pañías extranjeras que en 1914 estaban a punto de arruinar
a los saladeros y convertir el abasto en mero apéndice de sus
actividades, no tanto por control dir,ecto, cuanto por el gigan-
tismo de sus faenas comparado con eI menor consumo capita-
lino. Tanto más cuanto que una de esas compañías, eI "Frigo-
rifico Montevideo", dependía de un poderoso trust que ya do-
r-ninaba el m,ercado británico y eI argent,ino, y Ia otra era for-
zada a entrar en acuerdos que partían del reparto de las bo-
degas para concluir con eI de las haciendas. EI "precio de

223
monopolio", e[e sería el r,esultado del proceso, sustituiría aI
viejo y querido "precio de competenqia", así como las inefi-
caces "ligas saladeriles" caerían para siempre ante la nu,eva
forma: eI "pool".
El alza de }a cotización .de las novilladas que Ia lucha
inter-frigoríf.ica provocó, no les ocultó el sentido real de la
maniobra. Todos esperaban eI fin btusco de esa inmerecida
bonanza ( *').
Por otro lado, el estabiecimiento del temiclo trust promo-
vió también algunas esperanzas. A1 fin se había llegado a la
avanzada era frigorífica y a los ricos mercados sajones. Ex-
portación frigorífica y capitales extranjeros aparecían unidos
pues el formidable impulso que la nueva industria adquirió a
partir de la zafra 1912-1913 se debió a tal hermandad. Pero los
buenos precios habían herido casi de muerte a1 competidor
saladero-, con el cual siempre habían contado para fre-
-el
nar las maniobras de esos capitales tan poderosos que hacían
figura de estados dentro del Estado. Nadie dudaba de 1a tran-
sitoriedad d,e las excelentes cotizaciones y de su rápido fin
cuando concluye:a la pugna entre los dos grupos capitalistas
y emergiera, triunfante, el más rico, fuerte, y por ello, temiCo.
Nadie sabía que un nacionalista serbio iba a enc'ender el pol-
vorín de la primera guerra mundial y singular- anu-
-efecto
lalía el sentido del nuevo "pool" dominado por los norteame-
ricanos. Mientras tanto, las maniobras digitadas desde Chicago
angustiaban a los miembros lúcidos de las clases productoras
rioplatenses.

(*) Los hacendados no fueron los únicos en sentlrse atemorizados anfe el


ráp¡do triunfo frigorífico. Los consignalarios de ganado partic¡paron cle ese sen-
ilmienio. E:ie gremio eslaba constituído en 1913 por Ió firmas que recibían el
ganodo en la Tablada de sus poderdantes. los eslancieros, y, cobrando una co-
misión que oscilaba en forno al 17o, vendían las tropas a los industrleles y
¿bastecedores. El procedimiento seguido a menudo por las empresas frigoríficas,
aCquirir las re:es en las eslancias directamente. reducía su negocio. ('1;i) La acti-
vidad de intermedi¿ción les permitó transformarse en un grupo rJco, influyente,
y con excelentes relaclones públicas. La firma Victorica y Muiños era la mas pres-
tigiora del período, y su {undador, Aleiandro Victor:ca, promovió la primera Fe-
<ieración Ru'al en l9CB y Ia def¡n¡tiva en 1915. El tono antinorreamericano que
tuvo la préciica de fa misma en años posieriores encuentra en éste, y otros morivos
que expondremos, su origen.

230
Por obvias razones, fueron los hacendados argentincs los
maestros de los uruguayos en ese rencor que comenzó a ges-
tarse contra eI visib,le monopolio de los frigoríficos estado-
uni'denses.
Desde los diarios que respondían a los intereses rurales,
"La Nación" y "La Prensa", así como en las Cámaras y el
Poder Ejecutivo, los ganaderos argentinos manifestaron su
alarma ante la irrupción del "beef-rtust" en L907, y su polí-
tica de "dumping" en 1910-1911 y 1913-1914. Aunque tales
temores fueran cuidadosamente alimentados desde Gran Bre-
taña y fomentados en Argentina por ios frigoríficos ingleses,
eran reales. Lo r,econocieron los norteamericanos en 1910:
"En cuanto a los ganaderos argentznos, rezna entre ellos al-
guna alarma, porque teTnen que estén pronto entregados a la
merced del trust, el cual les díctaró" los precíos. Esto erplíca
la extremada reserua con que proceden los representantes
cJ.e las compañías norteamertcanos, porque hag que tener en
cuenta que el gobíerno argentino se compone de grandes ha-
cendados,los que pued.en poner trabas a la tnflu,encia del trust
por medio de una Legislación hosttl, a sus tntereses. . ." 556. Al
formarse en 1911 el plimer "pool" y adquirir notorio predomi-
nio los norteamericanos, ed"itorializó un diario bonaerense:
".f,os hacendoclos ttenen descontudo desde ya los perjuicíos
que soporto.rían si los norteamertcanos logran apoderarse de
¡odos los frigorífrcos de La Reptl.blica Argentina. Con esto de-
saparecería la competencía nobl.e y emínentemente comercial
que se repíte cada día en los tnataderos 7¡ en las princi'¡tales
estancias, donde los representantes de cada fábri,ca pujan los
prectos del, ganado; en cambto cuando no haga míts comprador
qlre un solo frigorífíco, un solo representante, más bíen dicho,
tara todos estos, el hacendado estará obltgado a aceptar el
.:recio que se le ftje. . . Se trata pues, de u,n peligro que
.'menaza a la ganadería nqcionctl ..." 5;7. ('La Nación" bregó
r:or el restablecimiento de los embarqu'es de ganad,o en pie:
t . . .rrt" emancíparían al productor del, domínio del trust nor'
:atm.ericano, neutralzzándolo. . ." b53.
La amb,igua posición del ganadero argentino, atemoriza-
:io por eI posible establecimiento de un monopolio y a Ia vez
.atisfecho ante el alza de precios que las maniob'ras del trust
-c:sionaban, la describió "The Times" de Lond:es en 1910:
Lo que el trust haga hecho al consumidor [inglés] no es cosa'
231
que preocupe mucLl.o al argentino. Con tal, que eL gankee le
pague un preczo ele»ado por sLL ganado, el. ganadero argentino
no parece preocuparse de lo que el Trust carga al, consutni-
dor, ni en, Norteamértca ni en eL Reina Unido. EL argentino.
szn embargo,no quiere que eL T¡'ust manípule los mercados y
así tenga a su n'Lerced a los ptrodtLctores ndcionales"ir'.

Los hacendados uruguayos mediante ia prensa que expre-


sab,a sus ideas particular eI diario "EI Sig1o" y la Revista
-en Rural- manifestaron una temprana con-
de la Asociación
ciencia acerca de Ios riesgos que eI "beef trust" harÍa correr
a la producción ganadera platense. Los sucesos argentinos eran
comentados con ansiedad por los columnistas rurales de 1os
periódicos montevideanos. Ya en 1907, la fecha inicial en que
el trust hizo irrupción en el Plata, "El Siglo" daba su 'n'oz
de alarma y advertía: "Según nuestros xnformes [eL riesgo
de unl monopolio de la carne del Río de la Plata tiene serío
Jundamento. Subemos en efecto, que desde hace algunos días
se encuentran en Buenos Aíres, dos representantes del trust,
habiendo oisitado detenidamente los. frzgoríficos que allí funcio-
nan, tomando todos los datos. . Los tnxsn'Los representantes de
las com,pañías amertcanos se trasladaron. recientemente a esta
capttal, con el objeto de estudiar aquí también la industria
de La carne. ."560. AI concretarse la entrada d,el capital esta-
dounidense. Eduardo Acevedo, desde las páginas del mismo
diario, dijo: "El monopolio es sr,emprs LLn mdl, porque st"t-
primiendo la competencia deja en una sola mano o interés el
arbztrio de fijar los precios a discrectón en menoscabo del
productot', que necesariartente debe uender al úntco compra-
dor. El monopolio tmplantado en connitsencia con trust eÍtrd?t-
jeros, extraños a toda conuentencta local, sin, más propósito
que subordinarla a sus insídiosos planes de logrería, impone
una dependencia que conuierte al país A a su industrta en uncL
factoría de los trust mundiales, stn defensa alguna contra sus
expoliacr,anes g subterfugios. EL argumento de que la adqui-
sición de los frígoríficos no constituAe un monopolío porque
no impide d otros compettdores ejercer la industrta, es de ul1tt
inocente teorizacíón, pues si, bien ls lxbertad de establecerlos

232
no está legalmente coartada., práctica A económic&mente lo
está,, por los medios excogitados para impedir toda concurren-
cia..."ó61. En 1909 y 1910, aI acentuarse la lucha inter-
frigorífica, el diario editorializó por vez primera acerca de Ia
necesidad de prevenir estos males ,en eI Uruguay. Nuestro go-
bierno debía buscar ". . . dos objetiuos: el desarrolLo de la in-
dustria frigorífica g la aperturu de nLleuas mercados para eL
tasajo; uale dectr, la conseruación de la riqueza presente E lu
t euolución progresiua de la. misma...". De otra manera, aI ser
eliminado eI saladerista, el hacendado quedaría solo frénte
¿l f¡qs¿ io:.
Los ganaderos nucleados en la Asociac,ión Rural del Uru-
guay fueron consultados por eI Ministro de Industrias en 1g09
sobre las medidas que deberían adoptarse ante el riesgo. La
respuesta de la Asociación Rural reveló que Ia institución to-
davía no había aquilatado e1 peligro, creyéndolo, por ahora, a1e-
jado del Uruguay: "La [Asociaciónl ha contestado que no es
menester adoptar precauciones de ningún género por cu"anto
no evisten peligros por el, momento al menos" ¡6:t. No tardó en
variar su posición. E1 13 de agosto de 1910 ". .se efectuó en
eL local de la Asociación Rural un& numerosa reunión de ha-
cendudos con el objeto de cqtnbiar ídeas a fin de constítutr
una camisión que defienda los intereses del gremr,o contra po-
sibles co'mplicaciones A especiolmente contro. los ,,trust" qLte
puedan f ormarse. . . El doctor Rtet Correa. propuso la f orma-
czón de un centro de resistencia atacando los Trusts, sean és-
tos de saladeros o de abastecedores, y haciendo Der qLLe por
apatía de los hacendados se podría tlegar hasta el monopótio
de los Frigorificos,cuAa acción actual ha sido tan beneftciosa
parg. la ganadería nacional. Después de oídas las optnzones
emttidas, se resol.tsió nombrar una comi,si,ón com.puesta d,e los
señores S¿r¿úos Arioste, Juan Arrosa, doctor Bernardo Riet Co-
rrea, Alberto PiñeErúa y Domtngo Cuadra con objeto de tn-
formar sobre la organización de la defensa de sus íntereses,
designando al efecto conxo o,sesor letrado al doctor José lrureta
GoEena..."i61.
Los hacendados habían despertado. La compra de "La
Frigorífica llruguaya" por e1 capital anglo-argentino y la for-
rnación de Ia "S. A. Frigorífico Montevideo" en 1911, proba-
ron que ya ,no está'oamos aI margen. Ahora Ia contienda tam-
bién tendría por campo eI Uruguay y Ia cotización de los iro-
r2Q
villos sufriría sus avatares. Lo advirtió "EI Siglo" en mayo del
crucial 1911: "Se ha dado últimamente la nottcía de la adqui-
sición, por un sindtcato anlericano, del saladero Cíbíls pura
tnstalar en él un frigoríJíco. Esa compfa forma parte de un
uastísím.o plan con el, que se persigue impl,antar eL monopolío
de la industría de carnes frías en eL Ráo de la Plata, plan que
estú recibiendo su cumplímiento...)'i{;i. Afirmó la Asocia-
ción Rural en 1912, al comentar la compra de un frigorífico
argentino por la Empr:esa Armour: "Esta operactón ha dsdo
lu,gar a comentarios uariadísímos, estando contestes úodos los
uiejos cotnerciantes de carnes de Londres, en que el. monopolio
absoluto del comercio de carnes untuersal, por parte del trust
es sólo cuestxón fl¿ sfiss" 688.
La áspera pugna inter-imperial de 1913-1914, aI alzar por
encima de toda medida eI precio de las haciendas, trocó el te-
mor de los estancieros uruguayos en angustia por su futuro.
En mayo de 1913, recién quebrado e1 "pool" por las preten-
siones de Armour, "El Siglo" editoriaiizí: "EL gobierno ar'
gentino tiene asignaila una misión príncipalíst'ffla, ql-Le noso-
tros, como país trtbutarto en este acto de la uida económtca
tenemos que col?,cretarnos a secundar. Para el trust la batalls.
dectsíua se líbrará en el país hermano. Sí allí triurufa, domi-
nará el comercío de carnes, A muA difíctl nos ha de ser zm-
pedzr que ím,ponga su Doluntad. St. allí fracasa, no habrá por
qué temer .. . Sornos bocado demaszado pequeño para calmar
tanta glotaneríu. . .)' 587. Fue más claro aún en otro editoi"ial
en que hizo un llamado a Ia unión de los hacendados
para que se precavieran de las consecuencias que traería apa-
rejado ,eI triunfo de los capitales norteamericanos. Comenzó
criticando la ingenuidad de los que negaban la existencia del
trust confiados en que regía en los Estados Unidos una legis-
lación que impedía esas combinaciones: "EI argumento sólo po'
see aparente fuerza. Quien conozca la aida económtca ameri-
cana, sabe bien que la leE Sherman constttu'ge un fracaso in-
ocultable...". De inmediato aiertó a los ganaderos sobre el
carácter artificial que tenía el alza de precios: elIa era sóIo
fruto de una maniobra para destruir Ia competencia de las
empresas británicas, económicamente más débiles que las nor-
teamericanas: ". ..maAor periutcio pu,ede deriuar de las prédí-
cas de aqwéltos que se afanan por conDencer aL ganadero d.e
que los preci.os últimamente alcanzados por los hacendad,os
234
san preclos defínttlaos. . . Mejor conuendría adoptar una ac-
titud diametralmente opuesta. Sería úttl g prudente recomen-
dar a los críadores que znuestiguen con cuidado las causus de
este aumento de los precíos, para dectdir sí eL auspictoso mo-
xímiento ascensíonal puede perdurar §or algún tíempo, o si,
por el contrarío, existe pelígro de uerlo sustituído por un mo-
timíento en sentLdo opuesto. . . r' ;6s.

b) Fracaso de los intentos por escapar al trust

El batllismo radical, de nuevo en e1 poder desde 1911, ad-


virtió eI riesgo que para la ganadería significaba la extran-
jerización de Ia industria frigorífica. En 1911, Batl1e había
j::-iciado su ofensiva coutra las empresas monopolistas ex-
tranjerasl fundamentalmente británicas, que acaparaban se-
guros y servicios públiccs. Dentro de esa po1ítica de defensa
cIeI usuario y el país la explotación de éste y 1a
exportación de fuertes -evitando
dividendos a Europa-, debió hallar un
Iogico sitio la búsqueda de soluciones que evitasen la implan-
tación .de un nuevo monopolio.
Deseoso de abrir otros cauces a Ia economía, el Ministro
cle Industrias de Batlle, Eduardo Acevedo, propugnó la funda-
ción de un gi-an frigorífico mixto, aunque dominado por el
Estado. En 1911 se ordenó a nuestro representante diplomá-
tico en Londres, Federico R. Vidiella, buscar eI apoyo del ca-
pital británico a fin de fundar una fábrica "estilo Chicago"
para la exportación .de carnes congeladas y enfriadas. EI ca-
pital de instalación ascendería a § 200.000 (cerca de L mi-
iIón de pesos), de los cuales € 110.000 corresponderían a1
Estado y eI resto a 1os accionistas ingleses. Para eI capital de
íunctonamrento, el gobierno emitiría hasta § 300.000 de obli-
{aciones (S 1.500.000) con un interés del 5 ?Í .
Este "coloso", controlado por eI Estado, con u]1 capital
:rrtal de S 2.500.000, debía convertirse en eI regulador del mer-
cado nacional de haciendas y luchar contra cualquier "pool".
Al eomenzar el estudio del proyecto de frigorífico mixto,
hizo su aparición el capital estadounidense y fundó el Monte-
video: "Ya tenía el país 2 grandes frigorífícos y la Comzszón
cie f{aczenCa del Senada, stn rechazar el proEecto del Frigorí-
ííco Nacional, iuzgó que el asu..nto no apt'emíaba tanto g lo

236
dejó de lado con el. apil,auso de los elementos retardatst'ias
que juzgaban que el Estado no debía tener e su cargo erplo-
taciones ind,ustríales". Esta fue 1a interpretación que dio a los
sucesos Eduardo Acevedo cuando, como historiador esta t ez,
relató en 1934 ios fallidos propósitos propios y del Presi-
dente 56r.
En realidad, esta acción del gobierno batliista careció. tal
vez, del empuje necesario que permitiera concretaria. ElIo
pudo deberse al agrado que Batl.le experimentó frente a la apa-
rición de capitales estadounidenses, pues creía que ellos con-
trabalancearían Ia brutal influencia británica. Además, e1 go-
bierno participaba ,de la generalizada opin,ión de que frigori-
fico, civilización y progreso, eran términos sinónimos en Uru-
guay. En Ia Memoria del Ministerio de Industrias de 1913, e1
rluevo titular de la cartera no hizo una sola referencia a los
peligros del trust norteamericano. Es más, comprobando la
crisis saladeril, el Ministro José Ramasso aventuró ia opinión
de que ella era eI lógico resultado de los "progresos de la mes-
tización de los vacunos", y que nada se perdería con r'el reem-
plazo (del saladero) por sistemas más adelantados de elabo-
ración de carnes" 5?o ( >i ).
Sin embargo, un juicio equilibrado no puede desconccer
la iniciativa gubernamental de 1911. El1a contenía en germen
al futuro Frigorífico Nacional, creado recién en 1928.

(r¿frs
Correspondió a José Irureta Goyena en 1913
-sl
terrible" de Ia lucha inter-imperial- otro proyecto de en-
jundia que permit.iría "la lucha contra el trust". Esta sólo
sería eficiente " . . .mediante la solid.aridad de los ganaderas
entre sí, ¿sistádos comercialmente por alguna empresa des-
Ȓnculad.J de aquella fuerza financiera".
En julio "EI Siglo" dio cuenta de la idea. Se trataba de
fundar un frigolífico en el norte del país con un capital cle

(.) Por cierfo que los blancos no demostraron tampoco mayor lucidez en
este punfo. En 1902, el líder del Partido Necional, Alfredo Vásquez Aceveclo, cie-
claró en la Cámara, al apoyar la franquicia aduanera para la industria frigoríflca:
". . . una vez que esa producción se exlienda -la de carnes congeladas- romo
debemos desearlo, nada deberá imporlarnos la suerte de los saladeros, . .". I:,i1)

236
§ 4 millones "de acuerdo con capitaltstas norteamericanos A
algunos Juertes ganaderos" ui!. Y aunque en octubre llegó
un delegado estadounidense, Ia empresa se frustró ¡i3.
La ubicación en eI norte no era una idea feliz. Los ga-
naCos de esa región estaban poco y mal mestizados; los bu-
qnes de ultramar tenían dificultades casi insalvables para
liegar a Paysandú; la empresa Liebig's desalentaba el esta-
blecimiento de todo posible competidor en su coto de caza
pr.ivado: el mejor puerto del litoral, Fray Bentos;7+. A estas
.dificultades se sumaron otras de más peso. No era fácil ten-
tar a capitales estadounidenses para que compitieran con Ios
colosos de Chicago; resultaba más difícii todavía convencer a
nuestros ganaderos que arriesgasen su oro en una compañía
ci,r3'o primer objetivo sería liberarJ.os pero también }uchar.
En realidad, 1os ganaderos. ar-restesiados por los altos
precios logrados en 1913 y 1914. confi.aron sobre todo en que
las viejas fábr,icas de carne no serían arruinadas y que tanto
ellas couro el abasto servirían de natural contrapeso aI te-
mido trust.
Alejandro Victorica, uno de los rurales mas destacados,
ei:tlevistado por eI cronista de "EI Siglo" en 1913, ilustró
ecerca de1 esta,Co de ánimo de los estancieros uruguayos, ti-
r.'¡rleados tanto por las elevadas cotizaciones como por el
i¡Íedo. El reportaje no tiene desperdic,io y merece la trans-
cripción:
"C. (Cronista) : ¿Cómo cree usted que puede calificarse
el estado actual de nuestra ganadería?
V. (Victorica) : ¿La ganadería? Excelente, espléndtda.
Lcs precios oltos mantienen, mejor dicho, com,pensan la es-
ctsez de ganado...
C. ¿Y el poruenir?
Y. Perspectiuas incíertas, arrtigo mío, haE nubarrones...
'l-t¡i poco de neruiostsnto en las operactones) como sí se te-
¡¡tíera algo, g más que nada extste ese Jantasma que está.
«ir.oro cerniéndose sobre la Argenttna pero que algún pam-
tera puecle trcler a nuestras cuchtllas.
C. ¿El Jamoso trust?
V. Eso es. ¿Se r,magina usted que es hoy lo úntco que
iiag por hog puede hacer temer la baja de precio? ¿Por
cil¿éno suponer que realizado ese trust, a costa zndudable-
inente de algunos mtllones de pesos, los yankees deseen re-

237
sarcirse pronto, rebajando el, preczo de los nouíll,os A ailov'
cando así a los ganaderos st no pueden uender más que a
ellos?
V. éPero usted cree posible la acción llbre de ese trust?
Y. Amigo, los gankees que "rascan eL ctelo" como dícen,
con tanta facilidad, son capaces de todo: y si l"a pod.erasa
ganadería argentina tíembla, ¿qué no decir del UruguaE, z¡a
que país chi,co pero de corqzón grande. no basta en este
cctso eL sentimiento nacionctl? En todo ccrso conuiene estu-
d.tar el asunto A nrecaüerse. ."
¿Qué soluciones propuso Victorica?
V. "Lo que necesitamosz mouilidod absol.rttcL. Mu,ch*s
puertas. Muchas medtos de escaparnos de lo qLLe en atra fcy-
ma sería el callejón úníco: el, comprador Eankee. . . F¿cc-
recer todo lo posi,bl.e a nuestros establecrmíentos industt'iules
úodos. A los saladeros prtncipalmente, par lo menos h,csiro
que pase el período de incertidr-trnbre, librarlos de torlos los
tmpuestos que puedan graoar la salída del tasajo; ademó; itE-
saparrczón del ímpuesto u la sal, a la arpillera, etc. Euitar por
úodos los medios p,osibles que se nos DaAcLn estcs centros ni$.-
ntpuladores de nuestras carnes: no olutdarnos que el Br«:¡il
g Cuba aceptan, ptden constantemente nuestro tasajo. . .
C. ¿,Se le ocurre alguna otra medida contra el trztst a"ie
las carnes?
V. Lo ql-Le restü corresponde, si es posible, ol esfuerzo
de l,os propios ganaderos. Es un asunto que afecta demasiado
dírectamente a nu,estros tntereses parü que f)erm{Lnezcafitas
indiferentes. Aquí más que nunca, debe hacerse sentLr el pa-
der de l.as fuerzas asoctadas. Esa gran usociacíón de gar,a-
deros. Esa caja comú.n administrada por un directorio d.e-
signado entre los más fuertes capítalistas rurales Ttara ten,er
medios que nos p.ermi,tan actuar en todos los tnomenúos, ili-
teroiniendo ráptdamente en los osur¿tos que como éstos pa.e-
den causar serios daños a la ganctderíq nacionol ..." "'.
"Muchas puertas": revitalizar al saladero, la exportación
en pie, la Liebig's. Constituír un fondo "común" para pre-
caverse de las maniobras del trust. He ahí, en síntesis, el
doble camino avizorado por este rural de lucidez poco comúui.
En efecto, los hacendados comenzaban a añorar ya a los
saladeros. Lo expresó uno de Soriano en ese mismo 1913:
"La industrin saladeri,l está llamada a ser el uerdadero con-
¿óó
trapeso del trust, a poner a nuestra índustri,a nacional de ga-
nados o,l abrigo de las consecl"tencías que pued.e acarrear esa
combínación.pürü los países que entreguei todos szrs gcncdos
a los frigorífícos..." 376.
Pero ya era tarde. A los ganaderos no los salvaría e1
saladero, sino 1o que estaba a punto de perderlos: 1a pugna
inter-,imperial. Esta podía conducir al triünfo del trust, pero
a, escala mundial y con otros protagonistas también conáujo
al estallido de Ia primera guerra mundial en agosto de 1g14.
En otras palabras, la solución no estaba en nuestras ma-
nos. El úitimo recuerdo del país criollo, que había escapaCo
a los imperios mundiales por tener su centro de consumo en
América Latina y ser industrializado por capitales naciona-
les, el tasajo, iba a desaparecer. En laÁ condiciones uigentes
hacza 7974, la sustitución del tasajo por las carnes congeladas
era sinónimo, sin duda, de avance tecnológico y mejor co-
tización, pero también de mayor dependencia y- ,,precios de
moncpolio".
Estos resquemores de los hacendados en la primera eta-
pa de actuación del trust se convirtieron en
-1911-19¡ft-,
rcacciones de franca hostilidad confiído el conflicto bélico
europeo. A partir de 1920, la Federación Rural será, entre
otras fuerzas, punta de lanza virulenta en Ia lucha contra las
empresas estadounidenses. Ello tiñó con un fuerte tono an-
tinorteamericano ai partido y al líder que se decían más re-
presentativos de los intereses rurales: eI blanco y Luis Al-
berto de Herrera, respectivamente.
El anti-imperialismo ,de los estancieros, empero, nació li-
mitado. Como analizaremos más adelante, parte importante
de Ia clase alta rural inve¡¡¿fl6¡ss- se alió a los fri-
-los del criador. Así se eliminaron las
gcríficos en la explotación
aristas más agudas del enfrentamiento y se introdujo una cu-
rla que dividió a los hacendados. Los grandes propietarios
:demás, ni querían ni les convenía llevar Ia lucha contra
el monopolio extranjero hasta sus últimas consecuencias. Los
irigoríficos se cuidaron muy bien de no "matar" esos inte-
leses que "dominaban los gobiernos de1 Plata", como sostenía
:1 diario neoyorquino "Evening Post" en 1910. Sería la cla.se
r:redia rural la expoliada, y ésta en muy pocas oportunidades
se expresó gremialmente por su cuenta. Siempre la condu-
:Ían sus "compañeros de tarea", 1os ganaderos fuertes.

239
Capítulo lll
La crisis de los saladeros uruguayos

I - Motivaciones

a) La competencia de los frigovi¡¡stt


Descle 1901 los saladeros uruguayos vivían tiempos di-
ficiles. Ellos, empero, no podían ser calificados de críticos.
Las cifras de faena y los volúmenes del tasajo ,exportado
declinaban suavemente;.los inconvenientes del mercado bra*
sileño habían hallado qio¡ta compensación en el auge de las
compras cubanas. EI principal inconveniente *el mestizaje
del vacuno y su costo creciente- era un riesgo insalvable,
cierto, pero sus efectos se sentian al mismo ritmo lento con
que nuestros estancieros procedían a Ia mejora de 1as razas
bovinas.
Todo comenzí a cambiar en 1912, e hizo crisis en 1913
y 7914. La faena que osciló alrededor de las 550.000 cabe-
zas vacunas anuales entre 1905 y 1911, declinó a 436.000 en
1912, bajó a 253.000 en 1913, y espectacularmente a 110.000
en 1914. En porcentajes, año a año era mayor la caída'. 21,54
y 80. La exportación de tasajo sufrió, como es obvio, iguales
alternativas. Se mantuvo en ur1 decoroso nivel de 48 miilo-
nes de kilos entre 1905 y L911; en 1912 descendió a 38 mi-
Ilones, en 1913 a 26, y en 1914 a 11 millones. En sólo 3
zafras faena y exportación de tasajo se redu-
jeron a-1972-7914-
Ia quinta parte;7?.
La causa principal de esta crisis radicó en el desarrollo
paralelo de Ia industria frigorífica extranjera, desarrollo in-
crementado desde fuera del país, primero por la lucha in-
ter-imperial, y luego por la guerra mundial y Ia demanda

240
clue trajo aparejada de carnes congeladas y conservadas. So-
bre ese teión de fondo se colocaba eI número de mestizos
que los hacendados producían y que por razones de costo, el
frigorífico podía abonar y ei saladero no. pero este hecho
interno, al que en 1913 el Ministro de Industrias, José Ra-
rrasso, quiso mostrar como el gran causante de 1os cambios
que estaban aconteciendo en la industria de carnes;73, tenía
como sabemos, un valor relativo ante las deficiencias de nues-
rros "mestizones". Lo determinante, 1o que explica la brus-
iiuedad de Ia transformación, es Ia irrupción de los frigorífi-
ccs extlanjeros.
El alza en eI precio del ganado fue la primera conse-
cuencia de la entrada al mercado de haciendas del "Frigorí-
iico Montevideo" y de Ia lucha de inmediato entablada con
..u simiiar anglo-argentino, el abasto y los saladeros para 1o-
grar eI máximo nivel de matanza, único argumento valedero
ruando se reunieran, en una mesa de conferencia, 1os repre-
.entantes del trust de Chicago con 1os del capital británico.
Esa a1za, que l1evó a los novillos de $ 20 a $ 40 y $ 50, no
i,-udo ser seguida por 1os saladeristas. Todavía en 1912 estos
industriales lucharon por mantenerse en la Tablada y siguie-
:'on muy de cerca la evolución de la cotización del ganado.
Lcs hac:ndados, satisfechos y repletos, azuzaban a un grupo
Ce industriales contra eI otro. Comentando las ventas hechas
por un invernador a los saladeros y la fábrica L,iebig,s a fines
ie 1912, Cecía el cornentarista rural de "El Siglo',: ,,Ante
:stas ventas ocurre preguntar, qué ganados esperan matar los
írigoríficos, si se dejan arrebatar por los saladelos esos valio-
s:;s lotes'l" 'r73. En 1913 la partida se perdió.
Comentó un saladerista en noviembre de 1,g13 : ,,El ta-
sajo ha podído acompañar la suba [del ganado] no sin un
e erdqdero esfuerzo, hasta u.n límzte, Llegado el. cual se ha p-,"o-
du,ctdo lo que Jat«'i.mente tenía que producirse: eL desequilt-
brro de la industria. Hn el. año 19L0 los precios de lu carne
se mantuuteron. . . En 7917 se íníció la suba. . . En 1g1Z la
cosa cambtó de especie. En 1913, eL saladerista en un postrer
esfu"erzo faenó A lue necesario uender el tasajo hasta gg rea-
Zes... Qwere dectr, pues, que el precio de la carne tasajo se
ha eleuacto en el término de cuatro años en un 100 %. pero
¿cuáles han síd"o los resultados? Yo se sabe: una notable dis-
minuci,ón en el consumo. El preci,o de los ganad"os ha segui,-

24L
\
do en alza; y si el tasajo halló su límite en eL 700 lL de lu
suba, las hactendas por el contrarto, cotinuaron en escala as-
cendente hasta llegar a un 150 o 760 t'1. ¿Puede la índustriu
Jaenar en estas condícíones? Ifo por cíerto...))r'30.
Lo certificó un obrero de 1os saladeros en diciembre de
l9l3'. "Digá.moslo en ltnd palobra, 10. t'ica industrta tasajera
ha muerto en nuestro país. Los frigoríJicos el, sño 7972 trn-
jeron la rutna de la carne sal,ada g el año 7913 le dteron el
golpe de sTacta" :tsr ( * ).
Para empeorar más aún la situación de la vieja indus-
tria, Ios frigoríficos, empeñad«-rs en su contienda y pudiendo
técnicamente transformar el deficiente ganado oriental en
conservas, compraron todas 1as reses ofrecidas. No ocurrió
lo que habían previsto hacendados, gobierno y saladeristas:
la demanda selectiva de los frigoríficos dejaría a la vieja in-
dustria los todavía muy abundantes "mestizones" y criollos
I-r82. Hubo que luchar a brazo partido con los frigoríficos y
el abasto para no cerrar las puertas. "El Día" señaló en abril
de 1912 que eI Frigorífico Montevideo al instalar su seccióir
"Conserva de carnes": "...quedaría en condi,ciones de aco-
parar todo eL ganado disponi,ble, sea de buena, como de re-
gular calidad. Para. él no habrd, tropas desparejas. . . " 'is;.
Así ocurrió, todas las fuentes 1o certifican ós6.
Fue tal el alza de los precios y 1a incapacidad de los sa-
Iaderistas para seguirla, que entraron a competir no con sus
iguales en la ir¡dustria frigoríficos-, sino con los in-
vernadores. Los hacendados -los invernadores. muy alentados por
las cotizaciones que regían en la Tablada de Montevideo,
llegaron a ofrecer a los criadores hasta 6 y 7 centésimos por
kilo en pie, es decir, $ 30 o $ 35 por novillos mestizos y
$ 24 6 $ 28 por criollos y "mestizones", cifra a la que 1os
saladeristas llegaban con enormes sacrificios puesto que su-
peraba en casi el 50 % los precios vigentes en 1910 y 1911.
Dijo el propietario del saladero "San lVliguel", al explicar ei
cierre de su establecimiento en la zafra 1912-1913: "La gran

(*) En 1913, el Frigorí{ico Montevideo llegó a modif icar el sistema de com-


pras de ganado que regía desde hacía años en la Tablada, ( exiend¡éndolo
de 3 días a la semana a ó, medida que desconcenlraba la entrada'sl) de tropas y
permilía a los hacendados vender en condiciones más ventalosas que las o.íre-
cidas por los saladeristas (i'\lt).

242
carestía del ganado, los al,tísímos precios que presentemente
se pagan g que el saladero San Mtguel no puede pagar [son
debídosl a la competencta general, lquel trajeron los mismos
inuernadores, qur,enes desde Marzo en adel.ante empezaron {r
soltcttar ganados para inüernsr, A cuga soltcitud lue lleuada
a tal punto que encarecLeron l.os ganados sán preparación y
de edad escoso, a precios que el" salqdero hubo de suspender
sus compras, pues La demanda de ganad.os en esas condícxo-
nes influEó poderosantente estq.bl.eciendo el caso no conocido
de la competencia entre inuetnadores y saladeristas, pues se
pagaba para inuernar 5 E 6 pesos más que lo que se pagó
por ganados prontos hests. üntes de Ma¡'zo. . .'J i\i.

b) La crisis mundisl de 1913


g su reflejo en los mercados úcsojeros
Si en L912 los saiaderistas pudieron todavía mantener
un nivel decoroso de faena y exportación, ello se debió a
que los mercados tasajeros absorbieron la elevación del pre-
cio del tasajo, consecuencia de otra alza, la del ganado. Esto
no se logró, sin embargo, sin dificultades serias, pues el con-
sumo dism,inuyó. El cubano descendió de 22 millones de ki-
los en 1911, a 12 millones en 1912; el brasileño, de 27 a 25
millones. El precio que había regido de 1905 a 1911, un
promedio de $ 0,205 el kilo en Brasil, aumentí¡ a $ 0,28 en
1912;ss-
De hecho, la prosperidad de los tradicionales mercados
tasajeros en L972, permitió a los saladeristas aguantar eI pri-
mer emb.ate de su novel adversario: el frigorífico. Antes de
iniciarse la zafra 1913-1914, decía, todavía esperanzado, el
fuerte saladerista Pedro Ferrésl. "Dada la ualorización al'
canzada por el tasajo, ualorízactón que ninguna circunstan-
cia deja suponer ínclinada a pterturbaciones, una Jaena de
150.000 cabezas nos rinde dos oeces má.s díneros qlle cual-
quiera de las 600.000 de hace 20 años. He ahí elbeneftcío...
El. tasajo ttene toda;ía ancho cam§o püra nuestros hombres
cle negocios, a poc(, que sepan regular la producción...2) ise.
En 1913 la situación cubana y brasileña sufrió un vuel-
co inesperado. La crisis mundial que estalló ese año reper-
:utió de inmediato sobre 1as columnas vertebrales de sus eco-
:romías: los precios del café, eI caucho y eI azúcar. Cono-

243
cemos con exactitud la evolución de Ia cotización de1 azucar,
producto que afectaba tanto al nordeste brasileño, eI que más
eonsumía tasajo "platino" precisarnente. como a Cuba: Ia li-
bra bajó de centavos 2.61 en 1912 a 1.95 en 1913, es decir,
vn 25 l,b.
El saladerista oriental se enfrentó en 1913 a dos pinzas
de tenaza: el ganado en Uruguay alcanzó precios jamás co-
nocidos antes pues ese año la pugna inter-frigorífica se de-
sencadenó y Ia pianta norteamericana, el llontevideo, faenó
a plena capacidad; por otro lado, 1os saladeros que seg'uían
matando, debieron subir Ia cotización del tasajo en eI pre-
ciso momento en que descendia Ia capacidad adquisitiva de
cubanos y brasileños.
El kilo de tasajo ascendió a $ 0,32 o $ 0,34, un incre-
mento deI 50 ''/i, en relación al vigente en los años 1905-1911,
rnientras 1os compradores veían disminuír sus ingresos por
1o menos un 25 %. EI tasajo, alimento de los esclavos pri-
mero y los pobres después, era ya en Cuba y Brasil "un ar-
tículo de Iujo". Comentó el "Diario del Plata" en noviembre
de 1913 i " . . .es un hecho conocido que la suba que ltubo en
el ganaclo en el. til.tinto año, de 6,8 E hasta $ 10 por cabeza; re-
percutíó cast únicamente sobre el precio de La carne E la con-
secLrcncia inmed"tsta de ese extraordtnario encarecimiento cle
ta carne ha sido que en lo que ua del año se ha producido
una fzLerte lnernta er¿ el cansumo en los mercados del, Brasii
como en Los de Cuba, merma que posiblentente ha szd.o me-
!!or, r¡,o tar."to por el ualar de la carne glJe ha ll,egado a ser
casi un u-rtíctúo de lujo, pero necesario, síno por lu escasez
cle cltnero que se nota en todo el mundo A qLLe afectct a los
pcises cr,tatlos, especialmente al 9trímero, pcr lct desualorizu-
ción de sus dos principales produ"ctos de etportación: eL ca{é
U el caucho"'eq. Un diario b:asileño fue más sugestivo: "Las
estados szu.csreros de'\, Norte, consumidores en gran escala
del cha:que está.n en c"¡isis. En toda aquella tusta región del
Brqsil ttene handa repercustón l* baja enorn'Le del azúcar, su
ntás im.parta.rcte i,ndtLstria. La poblacáón rztrul, la magor cott-
su,midora de charque, ganando un miserable salarío no puede
pilgar un p:'ecio 'más eleuado por el kiio de tasajo, siendo,
por ejemplo, en la proui,ncía de Pernambuco, 7.000 reis el
térmtno medto de Los jornales, claro está. que eL charque uen-
d.td.o de 840 a 980 rei,s es casí un artículo d"e lujo... Las closes

244
fJobres, no pudxendo comprüT tasajo, buscan ofr"os artíc¿¿los
con qu,é sustituzrlo. Ha aumentado la ímportación del bacalao
íst.
lJ surge la pesca nacional. . ."
La crisis de 1913 fue un factor negativo de breve dura-
ción; aI año siguiente las economías brasileña y cubana se
restablecieron. Pero }legó en e} momento en que más dura era
la ccmpetencia por 1as hacienCas en el Uruguay. En este
sentido contribuyó a la ruina de muchos establecimientos sa-
laderites. E1 tradicional competidor, Río Grande del Sur, tam-
J:ién sintió sus efectos: disminuyó la faena de 900.000 a
700.000 cabezas ic:.

2-DefensaYdecadencia
En la lucha por sobrevivir, los saladeiistas recurrieron
a sus últimas reservas. Sospechando, 1o que tenía por cierto
iógica, que aI alza del precio de1 ganado sucedería la caída
luego que el nuevo "pooI" frigorífico se afirmara, procuraron
no ser eliminados del mercado y resistir. Los de mayor ca-
pacidad económica 1o lograron a costa de fuertes pérdidas.
El estallido de Ia Primera Guerra Mundial, sin embargo,
elevó de nuevo las cotizaciones, pero la demanda frigorífica
se tornó. finalizada Ia pugna entre eI capital estadounidense
,,' eI británico, algo más selectiva. El negocio saladeril pudo.
en parte, restah'lecerse, confiado en eI gran número de reses
criollas y "mestizones" de baja calidad que el Uruguay po-
seía. Así perduró hasta 1930, en lenta declinación. Sin em-
bargo, Ia vieja industria había quedado convertida para siem-
Ilre, en sólo tres años, en la pálida sombra de su esplendor
:;asado.

En plena crisis volvieron a utilizar ar-


-1912-1914-
mas que habían demostrado poca eficacia en eI pasado
iigas ialaderiles, por ejempio- y que ahora poseían un-las más
limitado radio de acción, visto el obrar de las compañías fri-
goríficas.
La hostilidad entre saladeristas y estancieros se agud,izó.
245
En 1912, procurando mediante medidas laterales hacer
bajar el precio de las haciendas, saladeristas y abastecedores
de Montevideo, se opusieron con tesón al proyecto de la Mu-
nicipalidad de Montevideo que hacía obligatorio vender todos
los ganados al peso ieit. El tradicional sistema de ventas "a
ojo" les permitía un margen de maniobra mayor, a la vez que
conducía a la desvalorización de los buenos mestizos. Los
frigoríficos, en cambio, compraban aI peso. nueva circuns-
tancia que enfrentaba a los dos tipos de industriales. Lo prue-
ba e1 hecho de que, cuando se intentó firmar un acuerdo
entre todos los industriales oponiéndose a Ia venta al peso,
uno de los frigoríficos el Montevideo- se ne-
gó a participar 5r)1. Los-seguramente
hacendados "progresistas" que desde
1886 venían bregando por la venta a1 peso, reinicia:on su
campaña desde la prensa y sus revistas;r';. Sostenia la Fede-
ración Rural en 1909: "La Jorma de uentas en la Tablada es
deficiente A no consulta los intereses de los ganaderos inte-
lígentes; es un sístema antícuado, ntjeto o. errores, imposible
de subsanar si no se abandona aeJtnitiul"mente, obltgando ca-
du remítente ct su uencedor que efectúe sus operaciones al
peso, procedtmiento moderno y práctíco que obltga e un con-
trol eficíente, A que permite que cada uno rectba por lo que
uend"e eL precio cterto, Legítimo, q1"Le representa el ualor del
ganado de peso márimo, consegutdo mediunte una selección
acertada... La Federación Rural exhorta a todos los ganade-
'ros del país, a dirigirse o sLLs co??szgnatat"ios de ganados en
Monteuídeo, ordenándoles que siempre que sea posible, efec-
ttíen las uentas de sus haciend.as al pess..." 51)6. Pero los
hacendados "rutinar,ios" no estaban interesados en Ia venta
a1 peso que depreciaría sus criollos. ( * ) Esto selló l.a suerte
(.) Lo explicó José María Castellanos en 1907: "...no me parece que ha-
bría perfecta igualdad para los (estancieros) en (!a venla al peso): la parte más
valiosa del animal es el cuero, cuyo precio es de 27 a 26 centésimos el kilo,
mientras que el precio corriente hoy por animal en pie es de 5 a ó cenlésimos
el kilo. El ganado meslizo tiene más carne y grasa, pero un cuero más liviano
que el criollo o mestizón. El <omprador liene en cuenta en primer término, el
¡end'miento en cuero, y por lo tanto pagará proporcionalmente más por un animal
criollo comprándolo por cabeza, en razón del peso del cuero, que comprándolo
al peso, en cuyo caso no lienen en cuenla el peso def cuero. Como la mayor
parte de los animales que enlran a Tablada son criollos o rneslizones. éslos se'
rían periudicados con la venla al peso, Cuando nuestros ganados estén üien
mestizados, €nlonces será conveniente la venta en esa forma, e indudablemenle
así lo efertuarán los interes¡dos, sin necesidad de que se les imponga..."(;97).

246
de la iniciativa municipal y dio un pequeño respiro a 1os sa-
Iaderistas.
A comienzos de la zafra 1912-1913, los saladeristas de
I\'Iontevideo intentaron fotzar una baja en eI precio de las re-
ses vacunas, retirándose durante varios días de1 mercado. Pe-
ro los frigoríficos y el saladero de Tabares hicieron fracasar
esa coalición ó07.
Era aparentemente más fácil defenderse de los frigorí-
ficos y dominar el mercado de haciendas a1 norte del Río
Negro: hasta allí por ahora no llegaban los compradores de
Ia nueva industria instalada en Montevideo. Formar un cár-
tel saladerista triunfante en ese lejano norte pareciólosible;
hacerlo entre los saladeristas de Montevideo, en competencia
directa con los frigoríficos, era condenar el movimiento aI fra-
CASO.
A fines de 1913, los saladeristas ubicados en la frontera
riograndense, casi todos capitalistas uruguayos que faenaban
reses orientales, constituyeron el "Centro 5¿1u¿sr¡1,,;!!. Reu-
nidos en Montevideo, en eI loca1 de una firma perteneciente
ai alto comercio capitalino, ,,Minelli, González y Cía.,,, los
saladeristas José Nicolich, Rafael Tabares, Emiiio I. óalo,
Carlos Mendive, Hildebrando Ferreyra, Nelson Dickinson, Ro-
dolfo Vellozo, Marcel.ino Allende y Francisco E. Anayá, Ia
irrayoría uruguayos, decidielon vender sus carnes en Brasil
a un precio único, y comprar las reses actuando en corpora_
ción y no en forma aislada como antes 600. procuraron de
inmediato tranquilizar a los hacendados con argumentos fa_
laces: "...qué perjuiczo podría ocasionar eL Cánbo de Ta-
-cr¿jo o los ganaderos del lJruguay, sí es una ínstitución
formad.a
par saladeristas con establecimientos en territorto brastleño,
que sacrifican, por lo general., haciend,as de aquet, país?" t;ot.
Pero los estancieros de Salto, Artigas, Tacuarembó, Rivera
¡- Cerro Largo. reacc,ionaron indignados. Argumentaio, qu"
para escapar a las maniobras de1 ,,Centro Saiaderil,,, tendrian
.rue remitir sus tropas a Montevideo con crecidos gastos de
Iiansporte y el riesgo de abarrotar Ia Tablada capitálina, he_
cho que aprovecharían los frigoríficos y el abasti para pro-
:rrover también ellos una baja del precio de las hacienáas.
Además, la crisis finanqiera de 1918 les había cerrado las
ruertas de los Bancos especial, el República_ y debían
-en
217
vender o perecer; eI arma de Ia retención no se podía usar
{i0-r. IJn invernador opinó: "...u una liga debe opanerse otrü
lzga, a un trust, otro trust... Esa saluctón, en mí senttt'.
encarna, la uerdadera defensa del, hacendado: en un solo haz.
fuerte, can la fuerza de ta unión g la autartciad del trabaio
con grueso capital, que les permita llegar hasta eiercer la
functón d"e elaboradores de sLL prodLLcción. [Debe] formarse
'una
socíedad unónxma sobre utta base de Cooperatiua que fae-
naró, las hactendas producidas ptor los ganaderos, pu'dzendo és'
tos, conto se 1:uede hoE, dr,sp,oner al momento d'e los dineros
producidos. . . " 603. También protestaron 1os hacendados bra-
sileños, nucleados en Ia "Unión de Criadores del Estado de
Río Grande Do Sul". Acusaron al "trust uruguayo" de que-
rer rebajar el valor de "nuestros ganados" 60a.
EI cártel fracasó. El "Frigorífico Montevideo" en dic,iem-
bre d.e 1913 hizo liegar sus compradores al lejano norte; los
hacendados se sintieron liberados tio;. En última instancia, aun-
que eI cártel saladeril estuviera dirigi'do contra los estan-
cleros, como tendía a mantener a Ia industria competitiva.
tampoco convenía a las compañías frigoríficas. Liquidados los
saladeros, quedarían e1las dueñas absolutas del mercado. '.
acompañadas de Liebig's.
La Ccmpañía Liebig's tenía una posición especial frente
a esta crisis. No le convenía el triunfo del frigorífico si iba
acompañado del alza d.e las haciendas que ella accstumb'raba
pagar a menor precio todavía que el vigente en Ia Tablada de
MontevicLeo, pero sí Ie era útit la desaparición o el debilita-
miento de los saladeros del litoral y Ia frontera. De ocurrir
esto, ccmo ocurrió, quedaba dueña del norte dei Río Negro
606, sujeta a las interferencias frigoríficas, pero manteniendo
sobre esas compañías dos ventajas: a) También ella era un
coloso financiero, de menores dimensiones que el trust de
Chicago, pero más formidable que los débiles frigoríficos an-
glo-argentinos; b) El flete ferroviario encarecía de tal mo'Co
los envíos a Montevideo desde Río Negro, Salto o Tacuarem-
bó, que Ia mayoría de los hacendados preferían vender etr
Fray Bentos y no en la capital. Lo comprobó a fines de 1913
la prensa rióplatense especializada: "AL aerse los dueños
-salud,eros
d,e iblígados a suspender totalmente sus faenas
o a limitarlas en proporción consíderable. . . tal situación crett
otra muA d,i.fícit-a los hacendados en general' A muq parti'

248
I
cularmente o, los inuernadores, que han debido pagar mlt:l
I
alto sus ganados A hoA se encuentran con que se les ofrece
poco o no ttenen salida, o quedan a merced de la empresa
Ltebíg's, qwe ertiende st¿s poderosos tentáculos por t,oda ia
Mesopotamr,a, por el Uruguay entero A por una buenu zontt
brasileña. . ." $07 .
Las maniobras de los saladeristas no tuvieron éxito. La
ruina se cernió sobre los débi1e_s y debilitó a los fuertes ( r' t.
La zafra que se iniciaba e1 1s de noviembre de cada año, en
1913 cornenzó a fines de diciembre 60e. Los saladeros de Mon-
tevideo resultaron los mas afectados pues era en la capital
donde funcionaba el nuevo y temible competidor: el frigorífico.

EI costo social de1 cambio industrial reseñado fue alto.


La crisis de la industria saladeril dejó sin trabajo a1
50 |á de la mano de obra antes ocupada en todas las fábricas
de carne610. Resultó en particular afectado e1 Cerro de lVlolr-
tevideo. A fines de 1913, describió Ia dramática situación "un
obreLo": "Lo cíerto es que por las calles d.e la Vzlla del. Cet"¡'o
t4 en nwtchos barrios del Pantanosü, adgct de un lado a oit'o
el robu,sto brazo del peón de saladero, desesperado por no
hallar ocupacr,ón d.ond.e gandrse el, pan para sus htjos. Los
f't"igorífr,cos no dan trabajo al, críoll.o: ptrefieren aL ertranjerc,
al rusa, al austríaco, al griego, porque sí se etceden en eL
i.rabajo no saben protestar; par eso la crtsts de trabajo man-
tiene en la mtsería a los obreros sientpre fuertes E actitsos en
811.
Itls luchas saladeriles. . .)'
La presión del "ejército de los desocupados" hacía que
Ios que aún trabajaban en los saladeros, recibieran salarics
inferiores o iguales a 1os que regían en 1910. EI deteriolo
era grave puesto que hubo un alza importante de1 costo de
Ia vida, en particular del alimento nacional: Ia carne. De
ios $ 0,12 a que se vendía eI kilo aI consumidor entre 1905
y 1911, saltó a un promedio de $ 0,25ee. ElIo provocó la ge-
neralización de la miseria en el Cerro, y la acentuación de
los movimientos huelguísticos en otras áreas industriales.

(*) Sobrevivieron con mayor facilidad, la "Unión Saladerill', dominada p.


Rcdolfo Vellozo, y los establecimienlos de Tabares y Ferrés1008¡.

219
El simple peón varalero que en otros felices tiempos con
eI salario recibido por trabajar t h. 15' compraba 1 kilo de
carne "flor", ahora necesitaba 2 h. 30' (ó 3 y hasta 4 horas
si se le había rebajado eI jornal ). Eilo 1o ponía al nivel del
obrero francés especializado en relación a Ia carne, pero Ia
distancia se hacía grande cuando se comparaban los salarios
y el precio del pan: 30' el obrero francés, 2 horas el
-hs¡¿uruguayo. Los obreros debieron empezar a sospechar que
peón
eI batllismo había fracasado en su empeño por mejorar "la
condición proletaria". No dejó esto de tener serias repercu-
siones políticas.
E1 reajuste tardó. Las empresas frigoríficas absorbieron
Ia mano de obra desocupada sólo algunos años más tarde,
cuando se abrió el tercer frigorífico: "Artigas", propiedad de
Armour, en 1915.
Los restos de Ia industria salader,il que habían sobrevi-
vido a este naufragio hacían figura .de documentos casi ar-
queológicos. El tasajo, ahora sí, estaba herido de muerte.
Su perduración hasta L930 probó, más que Ia resistencia del
capital nacional frente aI extranjero, la lentísima capacidad
de cambio de la sociedad ganadera que siguió ofreciendo a
Ios industriales "mestizones" y criollos hasta esa fecha.

250
CapÍtulo lV
Vaforación del cambio ocurrido
en la industria de carnes

El aporte técnico

EI cambio revolucionario que ocurrió en rres años en la


irrclustria de carnes, debe ser valorado sin caer en simplismos
iirterpretativos y teniendo en cuenta las condiciones histó-
ricas concretas en que acaeció. Como cuando el ferrocarril
se incorporó a nuestro primitivo sistema de comunicaciones,
ira3. que distinguir con cuidado tres hechos: el aporte téc-
nico, las ernpresas extranjeras que 1o sustentaron, y la oca-
siór: en que el país 1o recibió.
En las naciones periféricas no sucede 1o que en las im-
periales, donde invenciones y descubrimientos responden
siernpre a una necesidad de la estructura social, económica y
n:ental. Entre ¡s5sfros, como el apcrte técnico provino de
civilizaciones en un estadio de desarrollo muy diferente del
ci.re vivíamos, podía o no satisfacer necesidades propias. En
,riás de una ocasión, Ia técnica europea y norteamericana ac-
tuó como un órgano trasplantado a un cuerpo que sólo lo
:similaba imperfectamente.
El ferrocarril, por ejemplo, a la vez que hizo más eficaz
:1 sistema de transportes y permitió consolidar eI poder del
.obierno central, alcanzí su auge en un momento (1884-1892),
311 que la economía rural no 1o requería y sí 1o exigía la ne-
:esidad británica de exportar bienes de producción y capi-
:ales. E1 ferrocarril por ser "inglés" y no una mera abstrac-
::ón tecnológica, sangró y sirvió a 7a vez, en confusa unión
:le reali'dades típicas de las naciones dependientes, Ia econo-
::ra nacional.

251
Parecida por su complejidad es Ia situación que se ad-
vierte a1 pretender valorar el auge de los frigoríficos extran-
jercs paralelo a la crisis de Ia industria saladelil en manos
de} capital uruguayo.
Ninguna duda que Ia nación, haciendo un ju.icio globaI.
salió beneficiada dei cambio.
La industria frigorífica permitió acceder a mercados cle
aLto nivel de vida europss5- Que podían pagar toda 1a
-los
carne que 1es enviáramos a un precio más elevado que ei
abonado por los po.bres y limitados mercados tasajeros de
Brasil y Cuba. Las frecuentes crisis de "plétora bovina" qtte
eI país conoció en eI siglo XIX, a raíz del desfasaje entre
el procreo anual y el consumo limitado al área brasileña v
cu.bana, tendieron a desaparecer.
Esa diferencia de precios y volúmenes elra una conse-
cuencia cie los distintos tipos de consumidores y también de
dos formas de industrializar: la frigorífica y la saladeril. El
saladero del siglo XX, a pesar de todos los perfeccionamientcs
técnicos que se Ie añadieron. desde que naciera en el siglc
XVIII, seguía conservando su esencia: era una artesanía pare-
dojalmente practica.Ca en una fábrica.
En la elal¡oración de sus dos productos fundamentales.
cuero salado y tasajo, la única fuente de energía era el hom-
bre. Se utilizaban máquinas para algunos sub-productos, pe-
ro en escasa medida, y agregaban poco valor a la masa ge-
nerada por el trabajo artesanal.
En 1913, ios 27 saladeros existentes en eI país poseíarr
27 máquinas o motores a vapor, 7 eléctricos y 5 a viento, cct:
una fuerza total de 459 HP. Los dos establecimientos frigo-
ríficos tenían 10 máquinas o motores a vapor y 34 eIéctricos,
con una fuerza total de 1.980 HP. Cada saladero, por tanto.
usaba un promedio de 17 HP mientras cada frigorífico ne-
cesitó 990 HP, es decir, 58 veces mási013.
El análisis del capital empleado, de acuerdo aI Censo de
1908, permite corroborar y ampliar las diferencias entre las
dos industrias.
El valor de las instalaciones y maquinarias era la parte
fundamental en la inversión frigorífica; no así en la sala-

252
cleril. Del capital total del único frigorífico existente en 1908.
eL 66 % se hallaba en "bienes raíces" y el 33 ',t era "capital
de giro"; lo inverso ocurría en los saladeros: ei 13 f,: de la
inversión se dedicó a "bienes raíces" y el 87 já aI "capital
de giro". Para eI frigorífico, edificio, instalaciones y ¡naqui-
¡:arias formaban el núcleo de Ia empresa, como en toda in-
dustria moderna; para el saladero, varales, galpones, maqui-
naria y terreno eran valores secundarios; su gran gasto fue
}a compra de 1as haciendas, de ahí Ia importancia del capital
cte giro. En los saladeros ese capital era 7 veces mayor qlre
e} colocado en "bienes raíces"; en eI frigorífico este último
era el dobie del utilizado como capital de giro.
EI Censo de 1908 ofrece otro índice revelador: ia rela-
ción entre el personal de trabajo, los salarios abonados, y la
irrcducción anual de las dos industrias.
EI salario anual pago por hombre en "La Frigorífica Uru-
guaya" ($ 516,40), era algo más del doble de1 pago por los
saladeristas ($218,26). Por lo que sab,emos, ello no se debía
a un jornal más alto pai:a e1 personal que trabajaba durante
}a zafra. Este era simiiar en los dos casos. La diferencia ra-
C,icaba en Ia contratación por parte de Ia empresa frigorífica
cie ingenieros y obreros especializados, puestos innecesarios
en los saladeros. He ahí una nueva prueba del uso de la má-
ciuina.
El porcentaje en que el salario incidía dentro de 1a pro-
ducción anual es más significativo aún. Para el saladerista,
irn 28,20 j1c de 7a producc,ión anual de 1907 la absorbió eI sa-
i;ario; para ei frigorífico e1 po:centaje d.escendió ai 7,85. Es
,iecir que mientras ei saladerista distrajo más de Ia cuarta
l:arte de io recibido por sus ventas en el rubro salarios, aI
empresario del frigorífico Ie bastó con menos de la décima
parte. Es que la máquina ocupó el lugar del hombre y 1o que
¡ntes se gastaba en comprar la energía de ésie, se invierte por
;os frigoríficos en obtener 1a energía del vapor o la elect:i-
:idad 61+.
La máquina también influyó sobre el estilo de trabajo,
3omo es obvio, aunque convenga aclararlo. Se perCió el tin-
te artesanal reinante en el saladero. Fue algo más que un
¿có
símbolo de la transformación eI hecho de sustituír eI cuchi-
ilo y el derramamiento de sangre para terminar con eI ani-
mal ,,forma s¿]¿,jgrjl"-, por e1 fuerte marronazo en la
-la la "forma frigorífica". El cambio, por cierto, no cle-
cabeza,
rivó de razones humanitarias sino estrictamente económicas:
la nueva forma era más segura y no se desaprovechab'a nada.
Pero con esta sustitución cambió la atmósfera del estableci-
miento. Ei frigorífico podría todavía recordar la labor de l
estancia por el arreo de los animales, pero la manipulación
de éstos ya no tenía puntos de contacto con nuestro rned'
rural como la había tenido en eI saladero. Los animales, dó-
ciles, ya no se enlazaban. EI cuchillo los penetraba una vez
atontados o muertos. Si en el saladero subsistió algo de 1a
"bárbara fiesta criolla", en el frigorífico ella desapareció.
Aunque en los saladeros del siglo XX se utilizó para a1-
gunas opéraciones "1a cadena de producción" clue cor:ilr-cía ¡.1
ánimal de un operario al otro, en los frigoríf,icos esa fue 1a
única forma de trabajo, tratárase del desue1le, 1a división c1e
la res en cuartos, o la transformación de Ia carne en enfriarlo
o conservas. El trabajo en serie y los métodos del contempo-
ráneo taylorismo han triunfado. He aquí la descripción de
las primeras jornadas de labor de1 Frigorífico Montevideo en
eneio de 1913' "Ttenen los obreros establecído el horarío de
8 horas. Entrqn a las 7 am; de 77 am a 7 pm lo destínan
a almorzar g descansar. Abandonan de nueuo eL trabajo a
las 5 pm... paro, cierta cls.se de tarea se emplean las nttt'
jeres... ELtrabajo se realiza en stlencto; aquellas 4horas co¡t'-
tínuas son empleadas prouechosamente, sin distraerlas en cotl-
uersaciones nr comentarios. [El anxmal luego de muerto es
suspendído de una roldana que se mueuel. Este' lento pero
conttnuo mootmiento, aparte de ahorrar todo el tt,empo qtte
se gastaría en transporte, ti,ene la »entaia de obligar a los
obreros a la actiuidad, pues que si demors. en su tarea, el
cuerpo rIeL animal se aleja del sítt'o que ellos oclLpan. Sólo 45
minutos son necesaríos para obtener, prontos para exporttr-
los trazos de curne de un nouillo. ."615.
EI uso de la máquina Ie permitió al frigorífico ofrecer
un producto sofisticado (la carne congelada y sobre todo la
enfriada), en lugar del primitivo tasajo, conservando las cua-
tidades y el gusto de la carne fresca. Así pudo satisfacer el
exigente paladar del rico consumidor europeo. A la vez que

251

I
se transformó el producto principal (Ia carne), la máquina-
ria permitió 1o que el saladero nunca pudo lograr: aprove-
char integralmente al animal. El saladerista obtenía del va-
cuno dos productos principales ( cue:o y tasajo) y cuatro o
cinco secundarios (sebo, grasa, harina de huesos, lenguas).
El frigorífico, además de Ia carne congelada o enfriada y el
cuero, ofrecía una gama variadísima de subproductos, que a1
industrializarse mediante otros procesos, podían llegar a la
cincuentena: grasa, óleo, sebo, estearina, jabón, velas, astas,
pezuñas, cerdas, harina de carne. sangre seca, vergas, peines,
brochas, hígados, corazones, intestinos, \.ejigas, bazo, páncreas,
glándulas tiroides, pituitaria, ovarios. cuajo, cuerda de gui-
tarra, pepsina, parches para tambo:es. adrenalina, hariua de
huesos, huesos a granel, botones. gemelos. cepillos de dientes,
fichas, pipas, peines, dados, aros. agujas de crochet. dedales,
boquillas, cola, aceite de patas. etc. 'ir'i.
En los frigoríficos instalados por e1 capital estadouni-
dense ¡'1\4s¡tevideo" fue el primero en 1912 como he-
ry¡s5 -sl
yisfs- había un departamento llamado de "grasería"
]racia donde se e¡rviaban "todos los restos del animal no aprc
vechables para uso comestible" e incluso "los decomisos que
la inspección veterinaria" practicaba en Ia playa de matanza.
A1lí, colocados en tanques de alta presión llamados "diges-
tores", eran transformados en sebo, grasa, agua de digesto-
res y guano cocido. En eI departamento del "guano", median-
te secadoras cilindricas, se reducía e1 guano prensado al es-
tado seco; los sólidos del agua de digestores se concentraban
mediante "evaporadoras al vacío" y se obtenía un ab'ono de
alto valor por su elevado porcentaje de r,naterias nitrogena-
das. La "huesería" daba trabajo a grandes departamentos.
Usando diversos tipos de maquinaria, se obtenía de los hue-
sos la. eola, eI aceite de patas y los llamados "huesos de fa-
bricación", que luego de limpios y embolsados se exportaban
y transformaban en otros productos 617.
El frigorífico hizo realidad la frase dei director de una
de las compañías cuando afirmó que 1o único que se perdía
era "el balido" de la res... y eso por ahoraltlt'*.
Todo 1o que 1a máquina tocaba se transformaba en valor.
En relación aI vacuno, el saiadero no nos había sacaCo
de la edad del cuero; eI frigorífico, al transformar Ia carne
en e1 producto esenciai, Io hizo.

25'c
De acuerdo a estimaciones realizadas desde Ia prensa en
1907 y 1911, saladero y frigorífico valorizaban de manera en-
teramente distinta aI bovino 61e:
Saladero Frigorífico
P.cductos de un novillo criollo Productos de un novillo mestizo
ce 400 kilos peso v¡vo en 1907: de 500 kilos peso vivo en I9il:

!/6 dentro I 7o dentro


Pro.ductos del total Productos del toral

3C k. cuero salacio a 30 k. csero salado $ i0.- l8


5 0,27 el kilo .... . . . $ 8,lo 39 250 k. carne congelada
9ü k. tasalo a S 0,09 a I0,]5 el kilo .... " 37,50 ÓY

ei kilo. " 8,',r0 39 30 k. grasa 9


25 k. gorduras a pesos 70 k. huesos )
C. l5 el kilo " 3,75 IQ 5ó k. ¡niestinos )
$an udencias " 0,80 4 35 k. residuos )
30 k. sangre ) .... " 2,s0 4
§ 20,75 100
$ 55.-_ 100

He ahí el fruto de 1a máquina. Los subproductos pasarc,Il


de rendir $ 4,55 en eI saladero a rendir $ 7,50 en ei frigorífi-
ce, un incremento del 64/o. La carne, bajo su nueva forma,
aumentó de valor un 363 7á. Significativo es también eI anáIi-
sis porcentual. Para el saladel ista, e1 cr"rero era tanto o más
importante que eI tasajo, y en más de una ocasión, como hemos
comprobado, una crisj.s en los mercados tasajeros era compen-
sada con Dn alza en la cotización de lcs cueros salados. En
1907 ambos rubros se eqlrilibraban proporcionando cada uno de
eLios eI 39 % de Ias entradas del viejo empresario. EI frigorí-
{ico redujo la incidencia deI cuero al 18 % y eievó 1a de la
carne a\ 69 7o. Ahora sí, los vacunos valían 1o que pesaban y
la carne alcanzaba eI sitial de preferencia. La edad de1 cuero
había muerto luego de doscientos años de reinado 6:0.

2- Las empresas que sustentaron el cambio y


los nuevos problemas

En 1907 ocurrió en Montevideo un episodio singular. Al


comenzar en diciembre Ia faena, los saladeristas se habían Ii-
gado para hacer bajar el precio del vacuno. En ese momento

256

I
i.
n " . ..llegó una tropa de 200 nouíllos, haciendas en aql¿eito epo-
ca de lcls más reputadas del peís. Procedían del estaoiecini',.t'.-
ta d.et pod.eroso hacendado don José María Rodt'igue=. E¡iit,,,
e'i, ganado a 'Iubluda g tuuo oferta de $ 24 que Jue recha¿aia
¡ror s?¿ propr,etarzo, quten ordenó se retlrara de nuet*o pcrc
efttrer uL dia siguiente. Pero est{t uez las oJertas jueron aii.t,
tnás red'¿tctdas E ocurrió Lo del día anterior: la tropa frre -"4-
ro cadq nueuamente de Tabktda. Por fzn, después de una nuera
'al 'presentactón de la hacteruda, su dueño se dectdió a uenderla.
EL Abasto le hocíu una oferta condicionul, de $ 20. Consulra-
tla eL uiejo saladerzsta don Rosuuro Tabares, hízo a don" Jose
lÍaría Rodrágu,ez esta oferta al Jrlme: "Le pago $ 18 por esos
2üA nouillos A a ese mtsmo precio le compro los 8.000 más
que tiene en sus tnuernudas". A esta proposicr.ón respondió
rlan José Mqría Rodráguez: "Me tguala precío al Abasto A son
sr{gos esos 200 E los 8.000 nouillcs que quedan en mis catn'
7-ros. De lo contraruo le uendo este Lote al abasto g todo eL
g*nado qTLe me reste, lo Jaeno por mi cuenta. Me hago sa'
lod.erista .t1 sabró.n ustedes l.o que es competencía". "Ve&, dotl
Jasé María., replicó don Rosauro. En el" negocio que go le
:l l]¡l"opongo podrá usted dejctr de ganar en estos 200 noulllos
tittos centenures de pesos. En el, que usted se enapeña. puede
¡¡erd.er algo tnás". Don José María se htzo saladert,sta, U sd-
:
i- l{tCerísta propíetarto de dos estableclmlentos. . .') 621.
Es que, por diversas lazones, romper un cártel saladeris-
).q ta les era fácil a 1os grandes hacendados. El capital necesa-
r,io para montar un establecimiento saladeril estuvo siempre
11 al alcance de cualquier iniciativa individual de un miembro
de ia clase alta rural, el alto comercio o la industria loca-
1es. En 1913, los 13 saladeros que funcionaban 1o hacían con
'iin capital fijo promedio de $ 130.000 cada uno. En camb,io.
Ias 2 empresas frigoríficas poseían en ccnstrucciones, terre-
U ]ro y maquinarias, casi 2 millones de pesos cada una, es decir.
15 veces más que los modestos saladeros nacionales 6rr.
Incluso era posible sucedió con f¡sgus¡si¿-, arren-
-y
dar el establecimiento saladeril, hecho por completo insólito
v
is si se hubiera planteado eI negocio en eI caso de 1a industria
frigorífica. En 1913, 4 de los 13 saladeros eran explotados por
!1 arrendatarios 6rij. Esto redu,cía, como es natural, el monto
i- cie la inversión inicial a una mera renta anual y hacía del
:o capital de giro para las compras de ganado )' pagc
-u5¿d6
z:ci
de salarios- el protagonista de la empresa. Hecho el tasajo,
se embarcaba hacia Brasil o Cuba en cualquier navío. Por fin"
se le almacenaba en cualquier depósito hasta por un año si
las cotizaciones eran bajas y podía esperarse razonablemente
su ascenso6ea.
Opuesto era el panorama que ofrecía la nueva industria.
Instalar un frigorífico moderno a comienzos del siglo XX
exigía una inversión inicial de por lo menos 1 millón de pe-
sss ":5. Ella estaba fuera del alcance de la iniciativa indi-
vidual de los miembros de Ias clases ricas de1 país, a no ser
que alguno de eilos decidiera la conversión de todos sus bie-
nes en dinero contante y sonante para montar el frigorífico.
Era posib'le asociarse, y así lo hicieron los hacendados y co-
merciantes que fundaron "La Frigorífica lfruguaya" en 1902.
Pero no concluían aquí las necesidades de capital ni tas difi-
cultades.
El transporte de la carne congelada o enfriada requería
navíos apropiados; eI frigorífico no podía subsistir en el plata
o Australasia sin el barco frigorífico. En 1g10, una revista co-
mercial europea estimó que ,cada barco con capacidad para
transportar 3.400 toneladas costaba 82.000 libras esterlinas 5r
sus cámaras de frío, 25.000. EI total, 102.000 libras, equivalía
a $ 500.000 616. U'na empresa platense no podía contar con
un solo navío; la inversión, por tanto, crecía a pasos agigan-
tados.
Gran Bretaña, con Ia marina mercante más poderosa del
mundo hasta 19L4, monopolizaba de hecho el transporte de
carnes. De los 57 vapores dedicados a éI en 1887, pasó a con-
tar con 278 en 1900 y 762 en 19L2t27. Las primeras y dé-
biles empresas frigoríficas instaladas en el Plata, Australia o
Nueva Zelandia por el respectivo capital loca1 o eI británico.
dependieron de las grandes compañías de navegación dueñas
de estos navíos especiales. "La Frigorífica Uruguaya", en los
albores de su fundación ya había iniciado conver-
saciones con la "Mala -1902-,
Real" para tener bodegas n:*. Con
posterioridad, la "Federal Steam Navigation Company" con-
troló todos sus embarques 62c. Era esencial asegurarse de
antemano la disponibilidad de bodegas. Estas escaseaban eu
la medida en que el desarrollo de la industria frigorífica era
importante en el Plata. La construcción de barcos frigorífi-
cos no seguía el mismo ritmo vertiginoso de la industria.

258
Además, los frigoríficos deseaban aprovechar los mejores
momentos de la plaza eonsumidora británica y para ello era
vital contar con barcos siempre disponib'Ies. Al añadirse a la
carne congelada la enfriada 1907-1910 en vo1úmenes
importantes-, eI problema de-desde
las bodegas adquirió rasgos casi
dramáticos. La carne enfriada no se conservaba más de 40
días, y como el viaje desde eI Plata "al primer puerto in-
glés" duraba cerca de un mes 630, el navío debía estar pran-
to a recibir la mercadería en cuanto ésta estuviera preparaCa.
Por ello las empresas frigoríficas optaron por realizar con-
tratos de fletes ". . .por cantidades defr,nzdas, para cubrir lar-
gos períodos. . . digarnos uno a tres años; los erportadores tie-
nen la obligacíón d.e erportar las cantzd.ades especificadas en
interualos regulares, sea el mercad.o ínglés bueno o mal,o, o
po"gar Jtete muerto...", es decir, abonarlo aunque no se en-
viara la carga 631.
Sólo el gran capital estaba en condiciones, por tanto, de
instalar un frigorífico moderno, comprar 1as haciendas mesti-
zas que costaban más que las criollas, y luego asegurarse las
bodegas en los navíos. Ti:das estas condiciones las reunía el
trust de Ia carne con sede en Chicago; ni siquiera los britá-
nicos en la Argentina y eI Uruguay pudieron enfrentarse con
éxito a é1. Por ello ,es que en los "pools" de los frigoríficos
platenses la operación inicial era el reparto de las bodegas de
acuerdo a la fuerza de cada empresa flsgi¡, su capital-,
-g5
acuerdo denominado gráficamente, "conferencia de fletes".
Por cierto que todo esto estaba fuera del alcance del ca-
pital local rioplatense, en particular por las modalidades de
inversión que éste había asumido, hostiles a todo riesgo, y
también por Ia especie aquí más abundante: eI vacuno. En
llueva Zelandia Ia dedicación aI ovino menor, de fá-
cil manejo y congelamis¡f6-, permitió -especie
la instalación de fri-
goríficos pequeños, relativamente controlados por los hacen-
dados proveedores. La vitalidad del capitalismo rural neoze-
landés comb'inada con este rasgo técnico derivado de su pe-
culiar ganadería, permitió a esas islas escapar en cierta me-
dida aI capital extranjero. Era eI Plata, región de 1a gran
ganadería bovina y 1a estructura mental "arcaizante" de sus
hombres ricos, la tierra ideal para que 1a nueva industria ca-
vera en manos del eapital extranjero.

259
Dirá un agudo observador inglés en 1912'. "El' productor
en Argentína, es decír, el crzador, no tiene interaenct,ón dí'
recta en el trúftco d,e carne congelada. Vende su ganado gar-
do para los frigoríJr,cos E allí termina. Pero en Australia g
Nu.eua Zelandia, el criador, Ea consigne o uenda en el lugar,
toma un agudo E personal, interés en todas las etapas a traués
de Las cuales pasa la carne. Sigue eL cuerpo congel.ado desde
Ias p,lantas aL mercado E ha tratado de dominur la técnica del
trúiico. [En eL Río cle l,a Pl.ata, en cu'mbxo], la industria del
frío ha sido agudada r,or la cooperación de los ricos estancie-
ras que crían ganados optos, hombres que están contentos con
t¡ender q no molestar a las compañías con nínguna tnteruen'
ción. . ." t:::¿.

Por esta y otras circunstancias, 1os hacendados, en parti-


cuiar 1os criadores, quedaron indefensos ante la nueva in-
dustria.
El gran capital requerido para el manejo de1 negocio de
1as carnós boviñas en todas sus fases (compra de la hacienda,
industrialización, transporte, comercialización) colocó a 1os fri-
goríficos en escasas manos. De ello derivó el monopolio.
No era, empero, }a única tazón que Io alentaba'
Los frigoríficos, a diferencia de los saladeros, podían fae-
nar toda 1a producción dei país porque contaban con eI ilimi-
tado mercado europeo. Su capacidad era incomparablemente
mayor que Ia de Ia vieja industria, siempre circunscripta a los
azarosos y difíciles mercados brasileño y cubano. El consumo
de Montevideo, que actuó antes como freno de Ias "ligas sala-
deriles" por su volumen de compras y capacidad para abonar
elevad.os precios aI mejor ganado, ya no podía hacer nada
frente a 1a demanda colosal de los frigoríficos, 1a que, para
peor, se centraba ahora sobre los novillos de óptima c-a1idad.
A la inversa de 1o ocurrido durante eI reinado del saladero,
con los frigoríficos " . . .lu carne para consLLn'Lo interno era
habitualmente entre muE buena y media. La mejor carvle
se enuiaba al ertraniero: u'n bif e de costtlla inglés procedía cle
un ganaclo sustancial.mente mejor que el, "bife de chorzzo" lo-
csl'i t;:::¡. Esto también proporcionaría en e1 futuro a 1as empre-
sas frigoríficas una capacidad de maniobra en el mercado de
hacienáas incomparablemente más elevada que la jamás go-

260
zada por ninguna coalición saladeril. En realidad, eI mercai:
interno ya no podía pagar 1o que costaban los productos cie
alta mestización, invernados en los espléndidos campos de So-
riano o Florida. SóIo existía un destinatario: eI consumidor in-
glés. Pero para Ilegar a é1, los hacendados criadores deberian
pasar primero por las "horcas caudinas" de los invernado-
res, y Iuego, por Ias más severas de las compañías frigorífi-
6::i,1.
cas
Por fin, otra circunstancia favoreció al monopolio: la dis-
tancia creciente entre consumidor y productor, entre europeos
y criadores riopiatenses.
Esa distancia no sólo era mayor que antes desde el punto
de vista físico (Ios puertos brasileños se encontraban a 3 o 5
días de navegación y ios europeos a 25 o 28) sino de dis-
tinta naturaleza.
En el viejo esquema de la industria saladeril, 1o típico fue
la cadena criador-saladerista-consignatario y minorista brasi-
leño-consumidor.
EI nuevo había añadido formas de intermediación im-
¡:osibles de evitar dado el estado de nuestra ganadería y
el del mercado británico: criador-invernador empresa ferro-
viaria-frigorífico-compañía naviera-consignatario-carnicero-con-
sumidor ( x ).
Para el saladero, Ia invernada era una alternativa, para
el frigorífico una necesidad. Para el primero el transporte no
requería ciencia ni empresas especializadas; para eI segundo
era imprescindible Ia alta técnica en materia de navíos. El ha-
cendado podía conocer e1 precio del tasajo en Río de Janeiro,
información que publicaba casi a diario nuestra prensa. El
criador uruguayo no tenía la más remota idea de cómo se for-
maba e1 precio de Ia carne en Londres, en qué proporción in-
cidían eI invernador, el industrial,la empresa naviera, y 1as
comisiones que se cobraban en el gran mercado londinense de
Smithfield.
El negocio frigorífico era complicado y a su lado parecía
simple juego de niños el saladerii. Si 1os frigoríficos preferían
comprar por su cuenta las novilladas, era posible que obtu-

(.) Nótese que de todo este circuito económico, sólo los dos primeros tér-
minos son uruguayos y los seis restantes norteamericanos y br¡tánicos.

26t
vieran tarifas diferenciaLes de las empresas ferroviarias dado
eI gran volumen que rnanejaban (*). Para asegurarse un
abasto de b'r¡enos ejemplares que respondiera a demandas es-
pecíficas, 1os frigoríficos podían abonar precios muy elevados
a los invernadores, y descargar ese gasto sobre las haciendas
peor preparadas. Podían controlar la competencia (corno nun-
ca lograron hacerlo las "ligas saladeriles" pues alguno siem-
pre escapaba de los acuerdos) meCiante el uso de sus grandes
capitales, y obligar a las empresas débiles a entrar en un re-
parto de bodegas que colocase a las fuertes en situación de
absoluta superioridad. En Londres, Ias grandes empresas fri-
goríficas disponían de su propia red de carnicerías. Todo esto
creaba una trama de intereses tan compleja que sólo el gran
capital podía manejar, a Ia vez que sóIo a é1 favorecía 63i.
En síntesis, para escapar al monopolio, Ios estancieros de-
berían ahora fundar un establecimiento 15 o 20 veces. más
costoso que eI saladero, comprar luego una flota frigorífica
ya que la existente estaba controlada por las compañias ex-
tranjeras, y luego, negociar en Londres a través'de una red de
carnicerías propias, pues Ias existentes también estaban en
manos del monopolio. Era tarea imposible en la concreta si-
tuación histórica que el país comenzó a vivir luego de 1911-
1912. Cuando el Estado umguayo enfrente en 1928 eI proble*
ma y cree el "Frigorífico Nacional" fracasará, en parte, ante
estos inconvenientes.
Existía, empero, una limitación a Ia omnipotencia del mo'
nopolio derivada de la índole de la explotación ganadera uru-
guaya: su carácter zafral. Methol Ferré ha señalado que este
rasgo impidió aI monopolio ". . .realizar u"na política de pre'
ctos erpoli,atoria, so pens de liquidar una produccíón necesari,a

(*) Otra consecuencia del triunfo frigorífico fue la concentración e las ha'
ciendas en f/rontevideo y la gradual desaparición del ofro foco de la industria de
carnes que duranie toda la época saladeril hizo sombra a la capital: el litoral- Da-
dos el trazado de nueslra red ferroviaria y el gigantismo de los primeros fri-
goríficos, la concentración en Montevideo se imponía. A la capital afluían todas
las líneas {érreas, en ella abundaba la mano de obra, ella era el único puerto
que a partir de 1909 ofrecía posibilidades Ce carga directa desde sus muelles
al barco frigorífico lraneatlántico. Esia concentración de la induslria de carnes
en Montevdeo a la vez que iuvo naturales influencias en la evolución demográfica
nacional, favoreciendo a la capital en detrimento del inierior, permitió un conlrol
más aiustado de los precios en la única Tablada de ¡mporlancia.

262
A que debía reno,Dürse de contirtuo. Este fenómeno lintitó las
rnaniobr.as del "ytool" de la carne) aunque no signiJiccl que no
los hubiera. Tenía ernpero que tener presente no matir a la
galltna de los hueuos de oro..."GB6. Eñ efecto, aunque los fri-
goríficos pudieran faenar todo el año, se adaptaron al ritmo
1-atry1l-con que producía sus novillos la ganaderia del país.
No dejaba este hecho de ser una paradoja reveladora de nues-
tras deb,ilidades, por cuanto eI "ritmo zafraL,, era otra prueba
de que los estancieros todavía practicaban un sistema de ex-
plotación "arcaico". Desde este ánguIo, la rutina nos defendía.
Pero eIla, no debemos olvidarlo, también impedía el desa-
rrollo glcbal del medio rural.

3- El momento en que recibimos al frigorífico y nuestra


evolución futura

_ El mayor valor que la técnica asignó a los nuevos pro-


ciuctos no era, en apariencia al me,nos, la única ganancia que
eI país podía obtener de lo,s frigoríficos.
,
En teoría, el frigorífico, dada Ia demanda selecta a que
hacía.frente, exigía el mestizaje. Frigorífico y bovino crio-llo
parecían términos incompatibles. En otras paiabras, la nueva
industria era eI acicate para una transformáción radicar de Ia
tácnica de explotación imperante en la estancia primitiva. El
mestizo debía ir acompañado de su complemento natural, la
pradera. mejorada. Esta 1e permitiría rendir 1o que 1as cruzas
convertíen ,en un_potencial que sólo el alimento diario y per-
fecto transformaría en realidad.
Esto, como hemos comprobado, no sucedió de acuerdo a
tal esquema.
Las compañías frigoríficas extranjeras llegaron aI país
en un momento en que el rnestizaje, aunque avanzado, estaba
todavía lejos de satisfacer sus requerimientos teóri"os. LI"g"-
ron a raíz de-la pugna inter-imperial para interceptarse eI paso
y dominar eI mercado productor de haciendas. Poco intdresó
en ese trienio 1912-L914 Ia calidad del ganado; luego, Ia cle,.
manda indiscriminada de los ejércitos aliados durante la pri-
mera Guerra Mundial les permitió seguir utilizando nuestros
"mestizones". Por supuesto que a largo plazo, esa d.emanda se
volvería otra vez exigente, lo que había dejado de ser por fac-

263
tores externos al país y a Ia industria de carnes consideracia
en abstracto. En ese sentido operaría a favor deI mestizaje.
En historia los modelos teóricos reciben siempre la correc-
ción amarga de 1os hechos. Lo que se creyó era vehículo del
cambio, consolidó también 1as arcaicas formas de tenencia de
la tierra y a veces hasta de explotación. El renacer de1 vacuuo
que eI frigorífico provocó sirvió sobre todo a sus dueños de
siempre: Ios miembros de la ciase alta rural. Los excelentes
aunque diferenciales precios que abonó por cualquier clase de
ganados desde 1912 hasta 1919, fortalecieron a los defensores
del statu-quo ganadero. El frigorífico no enfrentó a 1os gana-
deros uruguayos al mismo dilema de hierro que presentó a
los argentinos: modificarse o desaparecer. Por las circunstan-
cias anotadas, nuestros hacendados tuvieron suficiente tiem-
po como para cambiar con lentitud 1o que de otra forma hu-
bieran debido efectuar con brusquedad. Esa lentitud les per-
mitió mantener intactos los rasgos más visibles de su sisterrra
de explotación, Ia sobrevaloración de1 ganado y eI culto a tra
tierra, Ia estricta separación entre ganadería y agricultura. El
problema de Ia mejor alimentación de los mestizos se solu-
cionó, por ejemplo, manteniendo eI "establishment" ganadero
tradicional. Unos pocos, Ios que gozaban del privilegio de po-
seer las mejores praderas naturales del país, se convirtieron'
en invernadores d.e la gran masa de criadores. En verdad, el
sistema demostró una notable permeabilidad para adaptarse
gradualmente a la nueva industria sin cambiar en absoluto sus
bases. En este sentido, sufrió un rudo golpe la esperanza que
eI batilismo y los estancieros "progresistas" cifraron en el
frigorífico, al que habían convertido en sinónimo de "civiii-
zaci6rt", es decir, en elemento modificador de la estructura
económica y social rural.
EI país se enriquecia, el ganado criollo tendía a desapa-
recer... y el viejo orden rural se mantenía, y hasta consoli-
daba alguno de sus rasgos negativos: el poder económico en
pocas manos, las de los grandes propietarios, las de los in-
vernadores

Fue una singular paradoja el que durante Ia segunda pre-


sid.encia de Battle y Ordoñez haya ocurrido la extranjerización
de Ia pr:incipal industria del país, la de carnes, y la formación

264
ie uno de los monopolios más peligrosos pa:a la economía
racional.
Nlientras el batllismo combatía aI "empresisrno británi-
co". negaba privilegios a Ia "Liebig's Extract of Meat Co. Ltd."
cue nos trataba, según 1as paiabras de su lider, como una "fac-
:oría", iniciaba Ia lucha contra los monopolios extranjeros que
cor-rtrolaban los servicios públicos y los seguros, sordamente
la primera industria uruguaya se concentraba y desnaciona-
lizaba.
En verdad, evolución económica y política se influían mu-
:uamente, contrariándose en algunas oportunidades y aunán-
dose en ctras.
El enriquecimiento del país provocado por los buenos pre-
cios de sus rubros exportables alimentó aI batllismo. Este es-
taba construyendo con lentitud pero también con perseveran-
cia, un mecanismo fiscal que redistribuía algo 'del formidabie
ingreso proporcionado por Ia ganadería entre los restantes sec-
tores económicos de la nación. Ese modelo impositivo nuevo,
¡r otros canales más tradicionales quita del sector mercan-
-la y nuevos grupos socia-
til al rural-, permitían que diversos
les gozaran de mayor bienestar. También se ambientó en ese
contexto de prosperidad eI intervencionismo estatal: eran las
prósperas finanzas las que permitieron 1as nacionalizaciones
de1 período y los nuevos entes industriales a cargo de1 Estado
rBancos de Seguros e Hipotecario, estatización y fortalecimien-
to de1 Banco de Ia República, Usinas Eléctricas y Ferrocarri-
les del Estado, etc.).
Pero también sucedería, a largo plazo, que eI enriqueói-
miento contribuiría a frenar aI batllismo.
La nación que Batlle recibió en 1911 poseía algunos ras-
gos que, sin duda, no desagradaban al novel presidente, si es
que los advirtió: Ia clase media rural era poderosa luego de
20 años de excelentes cotizaciones para su principal producto,
la lana, y había llegado, a través .de vicisitudes ligadas a }a
evolución económica y política, a controlar Ia mitad del suelo
explotable del país, según lo revelara el Censo de 1908. La in-
dustria de carnes, aunque rudimentaria, estaba en manos del
capital nacional, y su clásica dispersión impedía Ia expoliación
del sector productor. Los mercados exteriores del Uruguay eran
variados: Francia, Alemania, Bélgica, Estados Unidos, Gran
Bretaña, Brasil, Cuba. Ninguna de estas naciones controlaba

265
la exportación nacional. La evidente dependencia financiera
'de Londres hallaba cierta compensación en esos otros lazos
que e1 comercio de cueros, Iana y tasajo establecía con Ame-
rica y Europa continental. La pugna inter-imperial, por fin,
entre Alemania, Gran Bretaña, Francia y los Estados Unidos,
nos permitía cierto juego, un especular con la Bolsa de París
cuando Ia City se tornaba demas,iado exigente.
El país que BatIIe dejó de gobernar directamente en 1915,
apuntaba a muy otros destinos económicos. La valorización de
la carne bovina dio más poder a quienes Ia poseían: Ios miem-
bros de Ia clase alta rural. Incluso favoreció más a aquellos
usufructuarios de un bien que no habían hecho nada por crear,
según la teoría oficial del batllismo georgista: 1os invernadores
que monopolizaban las mejores praderas naturales. EI centro
económico rural al desplazarse de la lana a la carne vacuna, en
otras palabras, fortaleció a los enemigos naturales dei b,atlis-
mo: Ios grandes terratenientes.
La industria de carnes estaba en manos del capital extran-
jero y éste tendía al monopolio y la expoiiación de los produc-
tores y del país.
Los mercados exteriores estaban sufr,iendo una peligrosa
simplificación que nos tornaba dependientes de uno solo: el
británico. Ese era ,el resultado lógico de sustituir eI tasajo por
las carnes congeladas.
El, mundo de las finanzas, en medio de la Primera Guerra
Mundial, quedó también reducido a un único gran presta-
mista: Estados Unidos.
En síntesis: la evolució,n económica contribuyó a frenar
eI impulso que ella misma había enmarcado (no creado, en-
tiéndase bien) : eI batllismo.

266
§errión M
[A SOflEDAD GAilADERA
PARTE I
BISTRIBUCION BE LA TIERRA
Y CLASES §OCIALES

Capítulo I
Forrnas dominantes de la propiedad de la tierra

i - El Censo de I9O8 y la distribución de la tierra


E1 12 de octubre de 1908 el gobierno de1 presidente CIau-
dio Williman procedió a realizar el tercer censo nacional. Des-
cie 1860, en que se había efectuado el último, Ios informes de
ias Direcciones de Estadísticas y Avaluaciones sólo permitían
icrrnular hipótesis aproximativas sobre eI número de habi-
tarltes, sus ocupaciones, eI de las propiedades, su extensión,
v la nacionaiidad de los felices dueños del territorio nacional.
Ei Censo de 1908 procuró superar tal deficiencia. Muy
compieto en cuanto a pobiación y sus características princi-
i,.aies, asombrosamente detallista para describir las relaciones
cnt.re la nacionalidad de los propietarios rurales y Ios gana-
dos que poseían, pecó, en cambio, por parco en un aspecto
clave: la d,istribución de Ia propiedad de Ia tierra. Timidez
tailto más curiosa cuanto que desde un mes antes el diario del
gob,ieriro, "E1 Día", señaIó lo ".. .Lnteresante que sería poseer
;nedios informattuos respecto a Ia dtuisión de la proptedad en
¡tr¿estro p.aís, dato direct{Lmente uinculado con el problenta
lural g cttin soctal" (':r7. Esta recomendación que de seguro pro-
veiría de la pluma un tanto radical de Domingo Arena, no
file tenida en cuenta. Tal vez temiendo la declaración falsa,
¡ror confianza en el futuro Catastro o tal vez para no levantar
resistencias entre los grandes propietarios ya algo ansiosos por
las críticas frecuentes que a su "arcaísmo" y al latifundio se

296
hacían desde las tiendas gubernamentales, 1o cierto es que el
Censo de 1908 sólo nos revela el número de predios existentes
en el ámbito rural, 43-874, así como cuántos de ellos se ubi-
caban en ,cada uno de los tramos que el censor imaginó para
detectar algo de Ia reaiidad:

Número de predios Extensión en hecláreas

'10
5.899 0,1 a
11.240 l0 a 50
7.294 r00
I .445 'l0l a 300
3.416 301 a 500
3. 514 50r a I 000
2.390 ]001 a 2500
425 2541 a 27 50
500 2751 a 5000
I91 5001 a 7500
Ió3 7501 a '10000
40 1000] a I 2500
ól 12501 a 25000
Il más de 25000

Ateniéndose a esta información se pc,Cía decir, por ejero-


plo, que los 1.381 predios mayores de 2.501 hectáreas
-e§-
tensión mínima del latifundio según fuentes d,e época- repre-
sentaban eI 0,13 % ae la población nacional 6ri3, suponiendc
que cada predio tuviera un solo propietario.
Surgían, empero, dos preguntas: ¿e1 número de predi'rs
correspondía al de propietarios? Por lo que sabemos, casi to-
dos los grandes estancieros poseyeron más de un estableci-
mi.ento, a menudo varios esparcidos por los departamentos
del territorio nacional. Esta pregunta, en el estado actual de
la investigación, no tiene respuesta. Se puede sostener, cr.¡n
lógica, que ,el número de propietarios debió ser inferior al de
predios, pues fue corriente que el latifundista criador en Cerro
Largo o Paysandú, tuviera otro establecimiento de cría en
Durazno, otro de invernada en Soriano o Florida, y a veses
una cabaña en Canelones o Lavalleja. Pero poco se puede cuarx-
tificar en este plano. El "Album Pur-Sang", donde se hallan
descriptas las más grandes estancias del país hacia 1916-191?,
recopila un total de 177 firmas rurales que explotaban exteu-
siones mayores de 3.000 hectáreas. D'e esas 177, eL 37 %. o

270
sea 66, poseía más de una gran estancia. Si esta proporción
se hubiera mantenido con todos los latifundistas del país, 1a
concentración de Ia propiedad sería mayor a Ia haliadá anaii-
zando las poco explícitas cifras del Censo de 1908. Por otra
parte, ¿cuántos predios eran propiedad de más de un titular?
Aunque a princ,ipios del siglo XX sociedades anónimas y com-
pañías estuvieran menos difundidas que en el momento actual
y predominara la titularidad personal, también existieron es-
tas formas de propiedad compartida.
La segunda pregunta es todavía más es,encial: ¿qué por-
centaje de la superficie censada ocupaban los predios peque-
ños 0,1 a 100 hectáreas-, los medianos, de 101 a 2.500
-de y ios grandes, más de 2 501 hectáreas? Esa fue la
hectáreas,
respu,esta que "El Día" deseó que el Censo diese y que las au-
toridades encargadas de hacerlo no proporcionaron, aI menos
al público.
Es imprescindible contestarla, aunque sea aproximada-
mente, pues de otta manera el conocimiento sob're la distribu-
ción de la propiedad entre las clases sociales rurales se an-
gosta demasiado. Sirve de muy poco saber que, de acuerdo
al cuadro anterior proporcionado por los censores, 1os pre-
dios menores de 100 hectáreas eran eI 55,68 '/o del total de
predios y los mayores .de 2.501 hectáreas sólo alcanzaban a ser
e1 3,17 tÍ-,, si desconocemos las superficies respectivas que ocu-
paban. Aunque fuera contra Ia lógica histórica, podría llegar
a pensarse este ejemptro-, que la pequeña pro-
piedad ocupaba -siguiendo
tal vez un 20 o un 30 % del territorio nacio-
na}, y Ia grande un escaso 70 o 15 )'c.
Criterios interpretativos prudentes, siempre y cuando se
cotejen con fuentes de época, pueden brindar una respuesta a
esta interrogante fundamental. Los hemos intentado utilizan-
Co varias fórmulas. De seguro ninguna de ellas escapará a la
citica, y por desgracia tampoco ninguna revelará la verdad
ratemática absoluta; se trata, entonces, de manejar los cuadros
rue siguen como meras aproximaciones cuantitativas. Pero si
eses aproximaciones coinciden, a pesar de partirse de puntoá
le vista diferentes, y a la vez no muestran mayores disonan-
:ias con otros cálculos de época, merecen ser tomadas como
-in reflejo no demasiado deformante de la realidad.
En el Cuadro I, partimos 'de un razonamiento primario
:ero acorde con los únicos datos conocidos: número de pre-

2it
dios en cada tramo de extensión. Hemos supuesto que los
fundos tenían una extensión igual a la mitad de los márgenes
máximo y mínimo de cada tramo. Así, por ejemp'lo, la super-
ficie meCia de los predios ubicados en 1a categoría de 0,1 a
10 hectáreas, sería de 5. Luego multiplicamos esa extensión
por eI número de predios censados en cada tramo. EI resul-
tado finai reveló 1as fallas de este procedimiento, pues suma-
das las superficies obtenidas, excedieron en un 6 Í/, ( algo más
de 1 millón de hectáreas) a1 total censado (17'177.000 hectá-
reas). Ante ello, optamos por rebajar ese 6 f,á' a cada uno
de 1os tramos. EI resultado final fue e1 siguiente:

CUADRO I

Datos del Censo de 1908 Estimación


N9 de predios 7o dentro total predios 7o superficie ocuPada
dentro del totál censado

24.433 de 0,1 a 100 hás. 55,ó8 4,94


17.765 de 10] a 2.500 hás. 40,5 53,9
'I.391 de más de 2.501 hás. 3,17 41 ,1

EI Cuadro II refleja otro punto de vista por el cual bus-


camos eliminar los defectos más notorios del primer intento.
De acuerdo a un criterio que 'nos fue aconsejado por ex-inte-
grantes del Instituto de Economía dependiente de la Facultad
áe Ciencias Económicas, hemos supuesto que como eI número
de predios existentes en 1908 cornprendido entre los tramos
51-i00, 101-300, 301-500, 501-1.000 y 1.001-2.500 hectáreas,
era similar a1 existente en el Censo de 1961, 1a superficie me-
dia también sería parecida. Aplicamos a estos tramos, pues,
esa superficie med.ia, y la multiplicamos otra vez por el nú-
mero de predios revelado por el Censo de 1908. En }os extre-
mos de Ia escala, en cambio, seguimos utilizando Ia media
matemática ya usada en e1 Cuadro I. Era imposible uniformar
Ios criterios. La diferencia en el número de predios menores
de 50 hectáreas entre 1os dos Censos era muy grande, como
que estaba revelando la pulverización del minifundio' En cuan-
-- to a la gran propiedad (los tramos superiores a las 2.501 hec-
táreas ), también existían diferencias aunque no 'de tanta en-
tidad. No se nos escapa io discutible de todas ]as cifras así Lo-

272
giadas, pero como ellas, luego de sumadas, no diferían sensi-
i¡iemente de la superficie censada en 1908, este criterio pareció
reflejar mejor la realidad que el del Cuadro I.
CUADRO II

Datos del Censo de 1908 Estimación


N9 de p¡edios 7o dentro total predios 7o superficie ocupada
dentro del total censado
l¡1.433 de 0,1 a 100 hás. 55,ó8 5,05
17.765 de 101 a 2.500 hás. 40,5 51 ,ó5
'1.391
de más de 2.50,l hás 3,17 43,24

Los Cuadros I y II no difieren sustancialmente. Según


eilos, Ia pequeña propiedad ocupó un S ,b aproximado dé la
superficie censada; la mediana entte b2 y b4 lb; 1a grande,
entre 41 y 43 (/c. Estos porcentajes se ven corroborados por
una luminosa fuente de época.
En 1913, en la Revista del Ministerio de Industrias, el
ingeniero agrónomo Miguel leudikow, ayudante técnico de una
de las estaciones agronómicas recién creadas por Batlle y
Eduardo Acevedo, publicó un cuadro en que apaiecían las su-
perficies ocupadas por los pre.dios del Censo de 1g0B 63e. Des-
conocemcs en qué documentación o razonamiento se basó este
estudioso y gran conocedor del medio rural pat:a elab.orar sus
i--orcentajes. El Cuadro III revela los resultados que obtuvo (,r ) :

CUADRO III

Datos del Censo de 1908 Estimación de M. leudikow


l{9 predios 7o dentro Sup. ocupada 7o denho del
toial predios en hectáreas total superficie
censada

--1.433 de 0,1
'.7.765 de
a 100 h. 55,58 8ó0.000 4,88
l0l a2.500 h. 4ú,5 9.250.000 52,53
,.391 cie más de 2.501 h 3,17 7.5C0.00c 42,59

(*) En la exposición del ing. agr. Miguer reudikow se deslizaron atgunos erro-
':s tipográficos que pudimos corregir teniendo en cuenta los m!:mos claios que
:: hailan en el artículo. Así, asignóse a los predios cor¡prencjir-los en.tre 2.531
' 5.ccO hectáreas, una superficie cie 4 millo¡es <Je hectáreas, cua.do, de acu,:rc'o
:i porcentaio que el auroi les acljudica en el total de la supe;fície censaca, r7,
:.5a superf¡cie era de 3 miilones cle hectáreas.

273
En 1918, Martín C. Martínez publicó un libro en eI cual
pretendía rebatir aI "georgismo" dominante en el partido gu-
bernamental 640. Sostuvo que el latifundio, aunque existía, es-
taba en vías de desaparecer por la subdivisión territorial qr-re
las leyes de la herencia provocaban. Era, por tanto, signo de
un "radicalismo" demagógico e irreal atacarlo como 1o hacia
el batllismo. Basándose en datos proporcionados por eI D,irec-
tor de Avaluaciones, Senén M. Rodríguez, y otros derivados
del empadronamiento concluido entre 1912 y 7974, Martínez
realizí un cuadro referente a la distribucióir de la propiedad
de la tierra hacia 1915.
Dividió las propie,Cades en 7 clases. Transcr,ibimos su cri-
terio por revelar la opinión de los contemporáneos sobre 1o
que era para ellos el minifundio, Ia propiedad media y el tra-
tifundio: "...hasta 70 hectáreds, muestra propiedad mínimu:
de L0 a 100 hectáreas, propíedad prtncipalmente agrícola; de
700 a 300, comespondtente a granjas A a pequeñas erplota-
cíones ganaderas; de 300 a 1.000, donde se sítúan l,os estable-
czmtentos de campo todauía medtanos; de 7.000 a 2.000, pra'
pi.edad gahadera ga importante; de 2.A00 a 5.000,la gran pro-
piedad; y de 5.000 hectó.reas arrtba la muy grande,la que uu.l-
garmente llaman latr,fundíos" .
Si empleamos el mismo criterio distributivo que en 1os
cuadros precedentes, Ia distribución de Ia propiedad hacia 1915
sería Ia siguiente:
CUADRO IV

Datos de Martín C. Marlínez hacia l9I5


7o dentro del
7o dentro Sup. otupada total superficie
N9 predios total predios en hectáreas ocupada

35.984 de 0,.l a I00 h. 61,48 r.549.000 8,79


21.033 de 101 a 2.000 h. 35,94 9.O77.OOO 51,67
1.513 de más de 2.000 h. 3,58 ó.9¿5.000 39,52

Si confiamos, y comparamos las dos fuentes contemporá-


neas, M. Ieudikow y M. C. Martínez, entre L90B y 1915 hubo
un enorme avance de los pequeños predios, los correspondien-
tes a Ia explotación agrícola, avance que significó fortaleci-
miento y no atomización, ya que mientras eI número de pre-
dios creció un 46 %,1a superficie ocupada casi 1o hizo un
274
B0 ')t". Se fraccionó, en cambio, la mediana propiedad. pues
ocupando similar superficie que en 1908, el número de predios
aumentó un 18 ',b. La gran propiedad marcó una teirdencia
parecida: mientras el número de predios creció unB'¡t, la su-
perficie ocupada descendió un 3 1,á. Incluso Ia evolución de la
gran propiedad hacia su fraccionamiento pudo haber sido ma-
yor que Ja anotada, pues deb'emos tener en cuenta que mien-
tras para Ieudikow eran los predios mayores de 2.501 hectá-
reas los que ocupaban el 42,59 % deL territorio, para M. C.
Martínez eran los mayores de 2.000 hectáreas los qtie ocupa-
ban el 39,52 'i. Si conociéramos cuál era Ia superficie ocupa-
da por los predios situados en e1 tramo 2.001 a 2.500 hectáreas,
la disminución del área dominada por la gran propiedad sería
todarría mayor.
Pero no es posible aventurar conclusiones en el estado ac-
tual de Ia investigación histórica. Los datos de M. C. Martinez
pueden revelar una tendencia, como estar viciados por 1o que
el propio político intentó demostrar: eI decrecimiento del la-
tifundio en e1 país. La explotación granjera y el tambo pue-
den estar en eI origen del crecimiento de los establecimientos
menores de 100 hectáreas. Fue en esos años que se consolidó la
cuenca lechera en los alreCedores de1 departamento de Mon-
tevideo, así como también se fraccionaron, para el trabaio
agrícola, cerca de 100.000 hectáreas poseídas por las sociedades
anónimas inglesas en el departamento de Colonia. Esto solo,
podría ayudar a explicar la casi duplicación del área ocupada
por la pequeña propiedad. En cuanto a lo sucedido con el lati-
fundio, cualquier conclusión es aventurada. Lo real es qrre,
aún para uno de los que mejor Io defendieron de 1os ataques
batllistas, la gran propiedad ocupaba casi el 40 % de la su-
perficie explotada en eI país hacia 1915.

2- La sociedad rural pluralista

Los cuatro cuadros presentados coinciden, eso es lo fun-


damental, en sus líneas generales. Para 1908, eI I, II y III
asignan a- la pequeña propiedad a 100 hectáreas-
-inferior de Ia superficie
el 4,94, eI 5,05 y el 4,BB /o, respectivamente,
censa,da. En 1915, M. C. Martínez estimó que estos predios
ocupaban el 8,79 %.En este único caso Ia discrepancia es de

2ri
cierta entidad, pero también difieren 1as fuentes y los años
considerados. Queda, sin embargo, en claro, que siendo esos
predios el 55,68 % o el 61,48 r)L del total, e1 área fluctuaba
álrededor del 5 u B % de la superficie nacional.
La propiedad mediana, entre 101 y 2.000 o 2.500 hectá-
reas, ofréce concordancias mayores. Por los cuadros I, II y II1,
los predios entre 101 y 2.500 hectáreas, ocupaban el,53,9, el
51,6B y .el 52,53 'y' respectivamente, del á¡"'ea censada. Pa:'a
L{. C. Martínez eran los predios entre 101 y 2 000 hectáreas
los que ocupaban el 51.1j7 ?'o. Es decir, qua el 40,5 o 35,94 ',i'
de los predios ocupó la mitad del país.
La gran propiedad, mayor de 2.000 o 2.501 hectáreas, tam-
bién quéda de réli"v.. Por los cuadros I, II y III, 1os predios
mayores a las 2.501 hectáreas, ocupaban el 41,1, el 43,24 y el
42,59 % respectivamente, del área censada. Para M. C. Mar-
tínez, eran lbs mayores de 2.000 hectáreas Ios que ocupaban
el 39,52 %. Siendo el 3,17 o eI 3,58 % del total de predios,
dominaron eL 40 % del suelo. Pero. . . una cosa son predios
y otra propietarios, no debe olvidarse. Sabemos que los. gran-
ctes propietarios poseían con frecuencia más de un predio, he-
cho quel empero, no podemos cuantificar. Ese 40 ')/o debe, por
tantq considerarse el porcentaje mínimo poseido por los lati-
fundistas en Ia real.idad histórica concteta de 1908 o 1915.
En síntesis, no parece aventurado concluir que a1 país se
1o repartían casi en partes iguales entre 1os rnedianos y los
grandes propietarios. EI minifundio, que ocupó una superficie
áeleznable, agrupó en cambio a más del 50 % de los que se
denominaban "propietarios rurales". EI desequilibrio era no-
torio. Pero también saltaba a Ia vista un rasgo insospechado:
la relativa importancia de la clase media rural: ce; ca de 20
rnil propietarios poseían eL 50 % de la campaña. EI peso de
los látifundistas, sin embargo, seguía siendo inmenso: L.400
personas ccntrolaban Ia otra mitad del uruguay.
La sociedad rural, en otras palabras, era múItip1e. Los
partidos poiíticos que no tomaran en cuenta su complejidad
y la iuzgaran como un todo, olvidando a Ia clase media, por
óiemplo, cometerían un grave error que podría-tener inespe-
1-áaur repercusiones sociáles, económicas y también políticas'
A menuclo observaremos en futuros trabajos- eI bat-
llismo optó-como
por posiciones simplistas en las que se advertía un
desconoóimiénto- de Ia pluralidad de clases en Ia campaña-

276
Este puralismo queda mejor manifestado si recurrirnos
a la clasificación de M. C. N{artínez, carr ciertas adaptaciones
para adecuarla a los trarnos que ofrece el Censo de 1g08. La
propiedad "mínima", inferior a L0 hectáreas; Ia comprendida
entre 10 y 100 hectáreas, "predominantemente agrícoIa',; la
r-rbicada entre las 101 y 500 hectáreas, compuesta de "granjas
v pequeñas explotaciones ganaderas"; la comprendida entre
501 y 1.000 hectáreas, "establecimientcs de campo todavía me-
dianos"; de 1.001 a 2.500 hectáreas, "propiedad ganadera va
importante"; de 2.501 a 5.000 hectáleas, "gran propledad", y
c1e 5.000 hectáreas en a.delante: "lo que vulgarmente llaman
l:ltifundios". De acuerdo a los tres primeros cuadros qlle co-
lresponden a diferentes interpretaciones d-e los resultados de1
Censo de 1908, I esultaría la siguiente dlr.isión clei territorio
r¡acional:
Gru¡rcs sociales o,/o predios CuaCro I CuaCro ll Cuadro lll
96 sup. ocup. 9á sup. ocuo. 7o sup. ocup.

Minifundisras y peque-
ños agricutrlores:
Hasta l0 hás.: propie-
Cad "mínima": 'l3,45 4,14 o,l5 0,227
'10 a l00 hás.: pro-
pieciad "aqrícola": 42,23 4,8 4,9 4,66

Cf ase media rural de


agricultores y
ganaderos:
De l0l a 500 hás.:
"Granias y
pequeñas
ex¡¡lotaciones
ganaderas": 27,04 16,6 16,4 17
De 50I a I-000 hás.'
"establecimientos de
cempo todavía
medianos": 8,01 14,4 14,1 14,2
De 1.001 a 2.500 hás.:
"propiedad ganadera
'¡a importante": 5,45 22,9 21,2

Grandes propietarios
o lalifundistas:
De 2.501 a 5.000 hás-
"gran propiedad": 2,ll 16,7 l7
De 5.00I hás. en
¡rJe I ante:
" l ati{un dios": 1,06 24,4 25,7 25,6

277
Como se habrá advertido, las diferencias entre los por-
centajes de superficie ocupada no son significativas, nueva
prueba de que estos cuadros revelan tendencias reales de la
propiedad en 1908.
Dentro de la pequeña propiedad hay un tramo pre-
dios menores de 10 hectáreas- de miser,ia si eI régimen -Iosde ex-
plotación predominante era la agricultura cerealera o Ia ga-
nadería extensiva. Sólo un mínimo porcentaje de esos fundos,
ciedicados a la viña o los frutales y verduras en Montevideo
y sus cercanías, podía escapar a esta tipificación. El mini-
fundio absoluto agrupaba a 5.899 predios, el 13,45 ,rá del to-
tal y sólo ocupaba del 0,14 ai 0,23 ',1 de la tierra censada.
EI otro tramo, de 10 a 100 hectáreas, podía mantener con
ciertas dificultades a una familia de agricultores en Canelones
o Colonia, pero como también existían esos predios en zonas
ganaderas, muchos de ellos eran, de hecho, minifundios gana-
deros. Podía ser para estos propietarios la vida más fácil que
para 1os que poseían menos de 10 hectáreas y de hecho lo
era para los que dinamizaban e1 predio con la vid, Ia huerta
o la lechería. Pero Ia gran masa, practicantes del cultivo ce-
realero, tenían bajos ingresos. Eran 18.534 predios, el 42,23 'l
clel total y sólo ocupaban del 4,6 al 4,9 fá de la tierra censada.
La clase media rural ofrecía un cuadro complejo y mati-
zado. Los tres tramos en que 1a hemos dividi'do, utilizando
e1 criterio de M. C. Martínez, muestran muy diversas situacio-
rres sociales y económicas, aunque de seguro dos rasgos en
común: el predominio de la explotación ganadera sobre la
agrícola, y e1 bienestar creciente a medida que se avanzaba
por esos tramos.
De 101 a 500 hectáreas, "granjas y pequeñas explotacio-
nes ganaderas" dedicadas de preferencia a1 ovino o al tambo,
daban vi,Ca a 11.861 predios, el 27,04 % del total. Ellos ocu-
paban del 16,4 aI 17 lb del suelo nacional. Eran e1 estrato
inferior de la clase media rural.
De 501 a 1.000 hectáreas funcionaban los establecimien-
tos que ya permitían la dedicación exclusiva a la ganadería
tradicional, con elevado porcentaje de ovinos. Eran Ios fun-
dos típicamente "medianos" en Ia acepción contemporánea.
Agrupaban a 3.514 predios, el 8,01 % del total, y ocupaban
eL 14 lb del territorio censado. Este fue el núcleo de Ia clase
meCia rural.

278
De 1.001 a 2.500 hectáreas Ia propiedad era sóIo ganadera
)' "ya importante". Seguíase poniendo el acento más en e1 ovi-
11o que en el vacuno pero el área permitía cambiar esa orien-
tación con rapidez si se acercaba aI máximo. Esos fundos cons-
tituian Ia parte más rica de la clase media; eran 2.390 predios,
el 5,45 fá de1 total, y ocupaban del 21,2 aL 22,9 '/o de la su-
perficie censada.
La clase alta rural era más homogénea. La ganadería rei-
naira absolutamente, y el vacuno predominaba sobre eI ovino.
Los predios situados en el tramo 2.501 a 5.000 hec,táreas ere-n
.925, eI Z,lf ic del totai y ocupaban de1 16,7 al 17,5 ,lL de la
superficie censada; 1os mayores de 5.000 hectáreas eran sola-
n:ente e1 1,06 ?L del total pero ocupaban el 25 ,¡ deI país. Los
contemporáneos fueron concientes de su peso económico, social
-v político. En 1908, "El Día" manifestó que hacia 1905 "Ia in-
r.estigación privada" había confeccionado una lista de 1os prin-
cipales ]atifundistas ,dei país. Ellos eran 264 y poseían 3.193.000
heetáreas en estancias superiores a las 5.000 hectáreas, es decir
e! 20 % del área explotable. EI Censo de 1908 reveló que eI nú-
ir:ero de predios mayores de 5.000 hectáreas era más elevado
tcdavía, pero esa "investigación particular" tuvo un mérito
siilgular: no mencionó predios, sino propietarios. Ya no eran
466 predios los que ocupaban 7/4 del país, sino 265 propie-
tarios 1os que controlaban 7/5 parte de Ia nación. Y si la es-
ta,Cistica se reducía a los poseedores de 10.000 hectáreas " . . .ps-
le ctrrxba, llegaremos a lu conclusión de que 779 personss ocu-
;'tun, la octaua parte del, temitorto de los 17 departamentos ru-
ral-es de la RePúbl't¿s"ar7 1.t;'¡.
En 1910, desde el diario "El Tiempo", Víctor Pérez Petit
r- Gabriel Terra, señalaron que si 1/6 de1 sueio de Gran Bre-
taña estaba en poder de 91 personas "...ese mismo número
cl.e propíetaríos posee la décima del Uruguay. El 20 % de la
trapiedad rural está entre nosotros en poder de 240 personas
..,olamente. . . A poco mas de míl personas poseen la mztad del
rerritorzo" 64r. Esas apreciaciones prueban Ia relativa exactitud

(.) En esa información desgraciadamente sólo figuraban los nombres de al-


: - rcs de los más f uertes prop¡etarios: José María Rodríguez, la sucesión N. Amaro,
:::;ro Elchegaray, Luis lgnacio García, Elena Heber de Gallinal, Arturo Heber
-l::fson, Antonio M. Pereira, M. G. Gutierrez, Liebig's Extract of Meat Co. Lrd.,
, A. Netto de Matlos.

2i9
de nuestras cifras, así como 1a preocupación contemporánea
ante la concentración de Ia propiedad. Débese advertir que ni
los redactores ni el diario podían ser acusados, como "El Día",
de "radicales".
EI últirno testimonio que piesentamos es el más insospe-
chable por provenir de Martín C. Martínez, quien precisamen-
te deseaba demostrar el peso decreciente del latifundio. Refi-
riéndose a sus datos de 1915 no pudo menos que decir, con
honestidad intelectual que Ie honraba: "Lct qutnta parte del
país es, pues, el dominío de ln muy grande propiedad; g no
hag que di,simular que es todouía una 'proporcíón. consi,dera-
ble. Impresr,ona que 393 propzedades. que no alcanz&n, con
n1,ucho, al uno por ctento de las empadronadas, absorben tres
g medr.o mzllanes de hectáreas. Suponiendo fsubrayado nues-
trol qu,e cada propíedad carrespondtese a un propietqrio dis-
tinto g dánd,ol.e 5 personas por famzlía, d.os míl persoT¿os soi?
dueñas del 20 % d.e lcLs tierras. St, se juntan todas las propze-
dades arrtba d.e 2.000 hectáreas, tendríamos que 7.513 familtas.
o sea 7.50A personas, si,empre en la misma proporción de 5 por
famtlia... poseen 6.944.750 hectáreas, uale decir, el 40 \;
de la propiei!"ad rural . . .".
"En trente estú eL 60 % del terríto,zo díuidido
E subclztsídtdo -añadía-
en 57.077 proptedades.. . de las cuales sóio f .988
pasan de 7.0A0 hectáreas A el resto, o sean 55.029, son propze-
d,ades tnferiores a esta últtma fracción, típo menas que media-
no del establecimiento ganadero, en tanto que no se transfot'-
men los medíos de erplotación" 643.
Precisamente, de eso se trataba, de que estaban "en fren-
te", aI menos desde un punto de vista objetivo. EI minifundic
y la clase me'Cia rural "enf,rentados a la clase alta". Ella 1cs
cercaba, absorbía o utilizaba, y les impedía fortalecerse como
grupo social y económico. Pero razones objetivas, como el his-
toriador sabe muy bien, no son siempre sentidas como tales.
Desde otro ángulo, todos los propietarios rurales
la extensión que tuviesen- podían sentirse "enfrentados" -tuviesena
los que nada tenían. ¿Cuál de 1as dos oposiciones pesaría más?
Todo dependería, en úItima instancia, de la mentalidad domi-
nante en esa campaña conservadora y "arcaica" y de los ata-
ques que recibiera "la propiedad" desde otros grupos sociales.
Si no se hacían distingos, todos, pequeños, medianos y gran-
des, se sentirían solidarios.

280
La sociedad rural no era homogénea, era pluralista. Si a
los dueños de la tierra incorporamos los tra"bajadores o pec-
nes, se añade otro factor. Los rasgos del proletariado ganadero
analizamos en eI Tomo IV y sobre los que volveremos-.
-que
no Io tornaron apto para protagonizarse a sí mismo de mane¡a
que, escasos en número y débiles en conciencia de grupo, cc1l-
taban muy poco como factor de poder. Una poIítica ruraL re-
novadora debía, por tanto, tener en cuenta etr pluralismo del
gl-upo pcseedor de Ia tierra. De otra forma corría eI riesgo
de unir a todos los propietarios en contra suya. Si el batllis-
mo no se apoyaba en la clase media rural, fiacasaría" Ella era
su aliado natural. Pero ia historia no siempre se desarrolla
por cauces naturales ;r previsibles. Entre e1 hombre y la rea-
lidad, se interpone la imagen más o menos fiel que eI homb,re
tiene de esa realidad- que desea modificar.

281
Gapítulo ll
¿Cristalización o movilidad
de la clase alta rural?

I - Del latifundio colonial al de principios del siglo XX

Hacia 1815, cuando Artigas dictó el "Reglamento Provi-


sorio de la Provincia Oriental para eI fomento de su campaña
y seguridad de sus hacendados", unas 100 familias poseían en
inmensos fundos, aproximadamente el 60 o 70 ',L del actual
territorio nacional 6r+.
A principios del siglo XX la situación era otra; habían
ocurrido cambios. Se explican, en parte, por las modificacio-
nes acaecidas en eI régimen de explotación y los mercados
exteriores. Trabajando sin alambrados y exportando cueros,
únicamente era rentable 1a gran estancia. Artigas repartió "a
Ios más infelices" suertes de 7.500 hectáreas, y sóIo dejaban
espléndicias utilidades las mayores de 50 o 100.000 hectáreas.
Vendiendo Ia carne como tasajo, cercándose los campos e in-
corporándose el ovino, Ia explotación mediana 500 a 2.500
-de
hectáreas- alcanzí viabilidad. Fue la transformación seña-
lada en últirno término lanar-, Ia que determinó, como
hemos comprobado en e} -eITomo I,de esta obra, ese florecimiento
de Ia clase media rural, el único grupo capaz, económica y so-
cialmente, de restarle entidad aI latifundio. El triunfo del ovi-
no en la década 1860-1870, vinculado a la demanda externa,
está en el origen de esa sociedad rural plural que hemos des-
cripto utilizando los datos del Censo de 1908.
También nuestra agitada vida po1ítica tuvo su parte de
responsabilidad en la declinación del latifundio. Aunque luego
de Artigas no exista de parte del equipo dirigente ninguna
política consciente para erradicar Ia gran propiedad (si olvi-
damos por un momento eI fallido intento de la generación de
1890 relatado en el tomo II), es evidente que las luchas ci-
viles no sólo hicieron cambiar de mano más de una vez la ti-

282
tularidad del inmenso fundo sino que contribuyeron a arrui-
narlo. En este sentido, Ia indefinición de la propiedad de La
tierra, y la ganadería extensiva que condenaba a Ia desocupa-
ción a Ia masa rural, alimentaron las divisas, pero en un pro-
ceso de interacción corriente en h,istoria, esas divisas a Ia vez
infiuyeron para parcelar o destruir el latifundio de origen
colonial. Los caudillos, siempre inorgánicamente y a menudo
con puros objetivos políticos, repartieron estancias porque era
una forma de asegurarse hueste y fidelidad.
Todas estas causas no bastaron, sin embargo, para elimi-
nar' Ia gran propiedad. En buena medida el sistema de ex-
plctación todavía 1a- sostenía. La ganadería bovina extensiva
requería para ser rentable más campo del que era deseab,le
poseyera un solo hacendado si partíamos de un criterio de
justicia distributiva, tan corriente en el batllismo contempo-
rár:eo. La estructura mental de nuestros latifundistas
analizaremos más adelante-, complementaba a las mil-que ma-
ravillas ese sistema extensivo. Se podía cortar el nudo gor-
diano transformando eI sistema de extensivo en intensivo.
Fero para ello, fuerzas sociales, políticas y mercados exte-
¡-io¡es debían ponerse de acuerdo. Demasiadas condicionan-
tes para que sucediera Ia transformación sin tropiezos. Ha-
i:ía que tener fuerza para imponerle aI medio rural un
car:rbio que eI grupo social más poderoso no deseaba. Había
pcl fin, que tener éxito, y ello no dependía tanto del país
co:-i'lo del mercado mundial.
Mientras no hubiera fuerza y el mercado mund,ial pi-
r.liera sólo como mera alternativa eI sistema de explotación
intensivo. sin exigirlo, el latifundio resistiría al tiempo. El
censo de 1908 1o demostró. Era una realidad con menos gra-
vitación que en 1Bl5 dentro de la sociedad rural, pero su de-
c,iiración ni siquiera era tal si pensamos en su influencia
tientro de la sociedad nacianal. Las 100 familias de 1815
i;oblación de la Provincia Oriental; 1os 1.391 fundos de 1908
5 miembros por cada predio- eran un escaso 0,6 % de
-a
ia población del Estado Oriental . . . si es que la evi-
cier:cia histórica-, cada fundo correspondía a-g6¡f¡¿
un propietario.
Pcl lo que sabemos, la concentración real quedó oculta bajo
¡lr: velo indescifrable ya que los grandes estancieros poseían
: r:lenudo más de un establecimiento.
or)9
¿Uú
2 - [a "ruina de las vieiag familias"
La gran propiedad sobrevivía; ios que la poseían. ¿euail
un grupo cristalizado, eue no admitía nuevas incorporacio-
nes?, o, por eI contrario, si e1 latifundio persistía, ¿se renc-
\¡aban 1os latifundistas? ¿Hubo o no movilidad social verti.ctl
en la sociedaC rural uruguaya del siglo XIX y principios de1
siglo XX?
Todos los contetnl:oráneos coinciclen en afirinar que 1.1
resistencia del latifundio aI tiempo no fue segtiida por 1ar
cristalización del grupo poseedor. Para I'[artín C. Martínez,
el que más profundizó en eI tema: "Poi' ercepción, ct¿r¿l¿clo
se habla entre nosotros de la acLlorización de una prapíedad
se trataró. del, mismo propietario, ni siquierrJ de 1«',¡';isma ir¡-
mllta propietaria. Véndense por 60 millones d.e propiedaries
de todo arden y todas Los años; A por 40 millones c|,e propic'
dades rurales, de suerte que los 712 mzllones en clue es|"a.tt"
aforados hoE los camtrias, cambian totalmente de dueño en i.8
añcs, g en. 25 si la tasactón se eleua o los mCl t¡"ill"a'
n¿g, . .:s 645,

La ruina de las grandes fortunas originadas durante 1a


colonia fue señalada por el mediCo y prudente M. C. Mar-
tínez en 1918, y por el excéntrico Angel Floro Costa en 1905:
" . . .lü maEoría del suel,o pclsa a manos del extranjero índus-
triaso . . . Mientras se díspersan las uteias Jamilias tradicia-
nales E emigran sus hijos E se despueblan nu.estros sulones
de galas y alegrías de nuestras hijas, las de ellos san uns.
fiesta nupcr,al tncesante por las que desÍilan todos los ada-
radores patri,os del Becerro de Oro" 61c. En 1914 hubo en la
Cámara de Diputados un áspero debate sobre los males y bie-
nes que la gran propiedad ocasionaba al país. Conservadores
colorados (eI representante Mora Magariños) y blancos (Aie-
jandro Gallinal y Lu-is Alberto de Herrera), unidos cont;:a
los ióvenes radicales batllistas (Amadeo Almada), sostu\¡ie-
ron 1a controversia. La conclusión que se extrae de su 1ec-
tura es e1 asentimiento de todos en relación a la ruina tle
nuestro viejo patriciado rural:
"Sr. Mora Magariños: . . .he tomado unos cuantos nonr-
bres d.e propietartos de hace lat'gos años que tenían granrles
ertensioñes de tierra A que hoy no las tienen' por haberlus
uend.ído, haberlas entregado aL ahorro, al trabaio o & La es-

284
.peculación, sz se qutere. Dtuíd.teron, subdLtsidiet'oi'L y rendie-
ro?¿ s?rs propiedades. Yo recuerdo las famíLias de Solsono g
Alzatbar, propr,etartos de grandes extensiones en San José y
ew otros departamentos, y que hoA no tienen un palmo cle
tíerra sus herederos, en esos parajes. . .
Sr. Herrera: Es muE xnteresante ese dato.
Sr. Mora Magariños: ...los famttias de Viana y CbLL-
t{trro, en Cerro Largo, fueron propíetarías de grandes zonas.
qtte hoy no tienen nada allí. Bruño Muñoz, proptetario de
r-a mttad, de Mr.nas; Martínez Haedo, propíetario de cast todo
Río Negro; lgnacio de la Cuudra, de casí todo Flores g medío
Cerro Largo; Fernando Martínez, de medio Durazno; Más de
Ayala, que fue dueño en Durazno de grandes extensiones; la
iet¡míIía de Juan María Pérez, y García de Zúñtga, propíeta-
rias de grandes ertenstones tambíén.
Sr. Almada: Esos so?x los azares de la oída.
Sr. Herrera: Pero es muA tnteresante ese cuadro porque
cia la certidumbre de que qutenes hi,cieron patria, las fami-
iios de nuestros próceres, están en la míseria. Resul.ta pues,
qi;e el país, hoy en d,ía, está muE subdíuidid.o, ?l sus btenes
rct.íces en m&nos de nueuos proptetari,os zncorporados más tar-
cie a esta sociedsd. Las fami,li.as opulentas de antaño no po-
seeru al presente, por regl,a general un pulmo de tierra...
Sr. Gallinal: Podría o"gregar el. señor díputado e! ante-
cedente de la familta Suárez, de los antecesores de don Joa-
ctuín Suárez, que eran propieturias de casi todo el departa-
',:Lento de Cerro Largo. E la família de Pérez, que erd pro-
t-zetarta de cast, todo el departetmento de Soriano, g la famtlta
ú-e García Zúñiga que era propíetaría de cast, todo el depar-
;*ntento de la Florida.
Sr. Almada: Esos familias han uenído e menos.
Sr. Herrera: Se ha dtuidido la propiedad.
Sr. A]mada: Pero los lattfundios se han reconst"t'uídot'+7.
El diputado Almada resumió en su breve interrupeión
ic que había ocurrido y seguía sucediendo en e1 país: las fa-
r'nilias habían "venido a menos", "pero los latifund,ios" se ha-
blan reconstruído en otras rnanos.
I\o eran meras impresiones subjetivas de los contempo-
:'áneos. La investigación puede confirmarlas. De tras 177 fir-
:nas rurales propietarias de fundos mayores de 3 000 hectá-
:'eas descriptos en eI "Album Pur-Sang" en 1916-1917, hemos

285
podido detectar eI origen en eI tiempo forma algo irn-
-en
precisa- de 109. Fortunas "antiguas", anteriores a ia Guerra
Grande, sóIo surgen 11, es ,decir, el L0 i,(, y de elIas la rna-
yoría son propietarios ingleses. Familias del coloniaje, viu-
culadas por su apellido al patriciado, hay únicamente dos o
tres.
Un estudio "de campo" realizado en 1975 por el geógrafo
{rancés Gérard Prost, permite una aproximación cuantitativa
más real. Aunque se parte de 1970, los datos ccirfirmarl la
hipótesis que estamos manejando: la extrema movilidacl en
la titularidad del latifundio.
Clasificando las grandes propiedades por su origen teu-
poral en cinco tramos, mediados del siglo XIX y fines ciel
mismo sig1o, L900-1920, 1920-1950 y L950-1970, Gérard Prost
arribó a las siguientes conclusiones para 1os departamentos
típicamente ganaderos que a continuación se describen ¡ * ).
Deparlamentos Estanciasfundadas ldem, a fines del Idem. enlre
a mediados del siglo siglo XIX: 7o l90O y 1920; o,á
XIX: 7o

Artigas ló 23
Rivera : 'I9 14
Tacuarembó 22 17
Cerro Largo 7 17
Río Negro 23 27 l5
Sori ano r0 20 40 (**)

¿Qué motivó estas renovaciones de1 grupo poseedor .de


latifundios? ¿Se pueden hallar períodos históricos en que di-
versas circunstancias favorecieran estos cambios?
Para muchos contemporáneos particular Ios miei:ir-
-en conservado¡¿5- fus-
bros pensantes portavoces de las clases
(*) No se nos escapa que utilizar un estud¡o de la gran propiedad en l9/5
puede ser cbletable. Se podría suponer que la situación a principios del siqlo
XX era más estable, pero el análisis del "Album Pur-Sang" y la opinión de los
contemporáneos no con{irman esia idea, sino la opuestar la desaparición ci: l:
vieia oligarquía ferratenienie colonial suplantada por nuevas capas de granCes
hacendaCos, los que a su vez tampoco resistiercn al tiempo y se renovaron más
de lo que un examen superficial de la historia rural permitiría suponer.
(**) El resio, para llegar a I00, eran propiedades posleriores a 1921, es
decir, adquiridas entre ese año y 1970, un 59o/o para Arfigas, ó7lo para Rivera,
ól7o para Tacuarembó, 42o/o para Cerro Largo, 357o para Río Negro y 3C%
para Soriano. Debemos eslos datos a ta generosidad inlelectual de su aulor cr;rén
cedió sus originales, aun no publicados, para nuestra consulia.

286
ron nuestras leyes de herencia las que fraccionaron 1os lati-
fundios antiguos, hasta atomizarlos y tornarlos ,improductir-os
y ruinosos en muchos casos. Decía Martín C. Martínez en
1918: "El mal del acaparamiento en las famr,Lias colonioles
se ha corregtdo [en parte] por la dtuisión herediturLa. . . No
tenet'nos el dato oJiciaL del promedio de herederos por cada
sucestón, pero su alto índice resulta de la euidencía diaría E
del promedio de htjos sobretiutentes. Seg{m el censo de L908
eristían en la República 749.986 mujeres, madres, de todo
estado cíutl g de toda edad, que habían tentdo 849.000 hijos,
de los que sobreutuían, en la época del censo,648.000, can-
tidad esta últtma que correspondía a 4,3 )', híjos sobreuíuten-
tes y he'rederos por igual. Sin contar los legados, puede pre-
sumtrse que cada sucest,ón corresponderá a aquell,ü prapor-
ción de herederos dírectost: A en Dez de 2,7 sucesores, como
en Francia, habrá. aquí más del, doble. ."6'1s.
Tal opinión merece reparos si se pretende erigirla en so-
1a causa destructora de1 latifundio. Los que así pensaban
defendían eI orden establecido contra los embates del "geor-
gismo" batllista: querían demostrar que la propia 1ey natu-
ral se encargaba de liquidar la concentración de Ia propiedad
en pocas manos. Era un argumento viciado por la posición
militante del economista-sociólogo, uno de los ideólogos del
pensamiento rural conservador.
La división hereditaria fue un factor importante no tan-
to por causar el fin del latifundio, como dificultades a Ia fa-
milia del latifundista. No era ésta tierra de mayorazgos sino
de igualitarismo democrático entre los herederos, según gus-
taba afirmar Martín C. Martínez.
Las guerras civiles, como hemos ya sugerido, jugaron
hasta 1875 un papel sin duda más relevante. Lo dijo con
claridad el fundador de la Asociación Rural, Domingo Ordo-
:rana, al comentar los efectos del principal conflicto en eI
siglo XIX, la Guerra Grande "La gran propae-
-1839-1851:
dod y la riqueza pastorzl representadd por los Ramírez que
:n 7842 m(trcaron 40 míl terneros, SaEago que llegó a 35 mtl
,t Porrút a 22 mtl, uíóse en el caso de trse empeñando gra-
clualmente para atender a las necesidades diarzas, por cuAa
:ircunstancia se prectpttó el canxbi,o total de posíctones socía-
-.es
en todas las esferas de la utda nacional" Bls. La Guerra
Grande, al destruir la ganadería, arruinó al antiguo grupo de

287
terratenientes. Cuando eI conflicto concluyó en 1851, los cam-
pos, despobiados, no valían más de 0,60 centésimos la hectá-
rea. Una suerte de estancia, 2.000 hectáreas aproximadas,
podía comprarse en $ 1.200, incluso en el bien ubicado y fe-
raz litoral sobre el Río Uruguay. E1 descenso era catastró-
fico para 1os antiguos propietarios que además habían visto
desaparecer sus \/acunos. La baja puede ser estimada: sabe-
mos que hacia 1840 una suerte de estancia se vendía por 1o
rnenos en $ 3.000. Los campos descendieron a un tercio de
su valor de preguerra.
¡Qué magníficas oportunidades para el comprador bra-
sileño dc Río Grande del Sur y el emigrante europeo con
capital! EI primero en aprovechar Ia coyuntura fue eI vecino.
Hacia 1857 se estimó que los brasileños poseían un total de
428 estancias sobre Ia frontera, ocupando 1.782 leguas cua-
dradas, o sea un 30 7á del territorio nacional. Los departa-
mentos clesde el Chuy al Cuareim les pertenecían casi por
por entero. Llegaron a adentrarse hasta Salto, Tacuarembó y
Durazno. El norte de1 Río Negro estaba a punto de ser cio-
minado por la emigración proveniente del Imperio. Los re-
partos que hizo el ocupante luso-brasileño bajo la adminis-
tración de Lecor (1820-1825), eran una pálida invasión fren-
te a este otro alud riograndense que sobrevino durante y en
los años inmediatamente posteriores a ia Guerra Grande.
Al brasileño siguió el emigrante inglés, alemán, francés
y español con capital suficiente como para poder comprar
las tierras del oriental arruinado. No estamos en este caso
en condiciones de valorar cuantitativamente Ia transferencia
operada, pero eI1a debió ser importante, ya que los prin-
cipales telratenientes ,de origen europeo obtuvieron sus bie-
nes en Ia misma época de la "segunda invasión" brasileña
reseñada.
La composición de la clase alta rural, por tanto, cambió.
El peso de los orientales disminuyó y eI de los extranjeros
creció.
Y cuando la agitación política se aquietó con eI ascenso
del Coronel Lorenzo Latorre al poder en 1876, tccó el tulno
a las crisis económicas, en particular la de 1890.
Ei grupo orista, como hemos relatado en 1os Tomos I y
II, monopolizaba eI crédito e imponía duras condiciones in-
cluso a los grandes propietarios que deseaban comprar ga-
ooo
zao
na,Co de cría para repoblar campos azotados por la sequía,
toros o carneros puros para mestizar, y alambrar sus campos.
La norma fue Ia hipoteca a un año de plazo con pacto cle
letroventa y ejecución inmediata si no se cumplía con las
"condiciones leoninas" de1 prestamista. Cuando a el1o se
unían dificultades de colocación de los productos rurales en
los mercados exteriores y descenso en sus precios, los deu-
¡lores no podían cumplir. La crisis de 1Bg0 fue el episodio
en. que mejor se conjugaron todos estos elementos para pro-
\iocar la ruina de numerosos grandes hacendados y eI cambio
cle mano de los fundos: eI circulo orista los ocupó. Lo de-
nunció "81 Siglo" en 1894; ya lo había hecho en la Cámara
Ce Senarlores en 1892, Angel Floro Costa: " . . .las ejecuclo-
Í1es son pues zneuitables en estos ntomentos E ellas son o
ttnenazan ser la rutna del propietario urbuno y del hacen-
:!ado, cuyas propíedades pasan a manos del capitalista auaro
o a lns del propr,o acreedor hipotecario por la cuarta o quinta
:¡Arte de SU üAIOT)t $i0.
Una segunda oleada de nuevos grandes propietarios sus-
:ituyó en muchos departamentos a los que a su vez habían
.:dquirido las tierras a1 patriciado arruinado durante Ia Gue-
-'l'a Gran'de.
Pero, 1o advertimos, los sucesos no tenían por qué tener
-,rs contcrnos dramáticos de 1Bg0 ui sus rasgos masivos. La
:,uita del sector mercantil al productor realizada a través
ie la intermediación cuando se vendía Ia zafra lanera, debi-
-itaba a toda Ia clase media rural y aún a algunos grandes
- r'opietarios. Ella permitía, a mediano plazo, concentrar ca-
.rtal en el comercio de campaña o la barraca montevideana.
debilitar a multitud de pequeños, medianos y grandes pro-
:ietarios. Estos, siempre deudores de aquéllos, terminaban
:'aspasándoles sus tierras. TaI camino de renovación de Ia
iigarquía terrateniente era permanente y se debía al sis-
ema de comercialización de 1a producción rural. Por esta
- -ita ya no era eI mero cambio de titulares del mismo in-
-.ienso fundo 1o que acontecía, sino Ia formación de nuevos
--rtifundios al agruparse en manos del háb'il pulpero, o su
.rnulo montevideano más respetado socialmente barra-
-iiero-, varias propiedades de la clase media rural. -el
Cabe anotar, por fin, que el estiio de vida de la clase alta
-lral condujo a muchos de sus miembros a Ia ruina y a su

289
desplazamientopor "nuevos propietarios capaces de obtener
un beneficio mayor"l6it. Para los hacendados participantes
del 9s Congreso Rural celebrado en 1910, ese "estilo" fue una
de las causas centrales que explicaban la ruina de las viejas
fortunas. Daniel García Acevedo hizo Ia historia de una ti-
pica familia "rica" a la "antigu&", y explicó e1 por qué de su
desaparicióyt: "Una F)ersona es dueña de una regular extezt-
tensiór¿ de tr,erra, que trabaja en fortnü que alcanza pcr*
sustentur hasta can lujo a toda la família, por lo que su p1'a-
pietarr,o, que & la uez tiene much,os hLjos, canszdera que nü
hay necestdad de darles instrucción o enseñat'les a tro.baiar, y
los cría con holganzu. A la ntuerte del padre, cada híio qtte-
da propietario de una parte de la estancia, pero, esa parte"
no ttene poblaciones, por ejemplo, o hay qu.e hacerlas, hur¡
que completarle al.gunas líneas de alombrado, comprar ani-
males de trabajo, matertal, de díuersas closes, todo Lo qu.e
obligaría a consid,erables gastos que el nueuo propietario, si;t
espíritu de empresa, sr,n conocimiento exacto del negocto, rta
se atreue a afrontar por el momento. De proyecto en pra'
gecto, deja pasar el, tiempo, gastando a crédíto, hasta que
las abultadas cuentas del "pulpero" A de atros que le han fa-
ctlítado dtnero para utuir, le hace refleríanar sobre la rea-
lid,ad. No ttene mós remedto que htpotecor sLL tierra; mas
como no la trabaja y sr, lo hace, su zgnorancio, le causa nu.e-
uas pérdzdas, ytronto unü nueua lupoteca lo obltga a uend.e^,'
apresuradamente su cavnpo. He aquí aL hijo del, rico estaa-
czero, que jamás pensó en que llegaría el, día en que tendría
que trabajar para ganarse la atda por s1"L propto esfuerzo, he
aquí que le queda xLna suma de dínero bastante red.uctdu 3¡
no sabe qué hacer con ella. Ensaya un negocío, g natut"al'-
mente le ua mal; ensaya otro, con igual resultado. . . A eR-
tonces tenemos ga un derrotado. . . [un] hombre lleno rie
desagrados, que Da, d.erecho a buscar distracción en el juego
y en la bebtda...". Añadió, para mayor claridad: "Este es
un tipo que se encuentra en todo el país. Conozco cosos cle
descendientes de hombres de gran fortuna, g algunos d.e lté-
roes nactonales dignos de la recordación monumental, que se
encuentran hoy en piena derrota, uíuiendo de fauor en l{ts
tierrqs de leguas E leguas que poseAeron sus magores. . .".
Coineidieron en un todo con este punto de vista, eI rico
hacendado y abogado, Francisco N. Oliveres, de Treinta .y

290
Tres, y el Jefe Político de Flores, coronel Leandro T. \riia
ú¡J. Atrapado entre eI gasto suntuario, la necesidad "de man-
tener el rango", y los hábitos "urbanizados" de sus hijos o
nietos, el latifundista asistía a un espeetáculo del que ya no
era actor: su extinción. Sin embargo, otra vez aparecía la
figura del "pulpero" reconstruyendo el escenario.

a El origen social de los nuevos


lerralen¡entes.

La sociedad rural poseedora de la tierra no era, por tan-


to, inmutable. Vivía en permanente transformación. La ve-
locidad del cambio de las posiciones sociales dependía de
fluctuaciones económicas, políticas y aún del mantenimiento
de estructuras mentales "arcaicas".
A principios del siglo XX podemos brindar un cuadro
sugerente, cuyos porcentajes deben ser tomados como apro-
xirnativos, acerca del origen de ia nueva clase latifundista
que sustituyó a Ia antigua. Conocemos con relativa certeza
las fuentes de capital de 109 de las 177 grandes fortunas te-
rritoriales descriptas hacia 1916-1917 en el "Album Pur-Sang".
Hemos dejado de lado a las 11 familias cuya posesión del suelo
es anterior a la Guerra Grande pcr ser las sobrevivientes Ce
Ia antigua oligarquía terrateniente. A las gB restantes, 1os
nuevos ricos, las hemos agrupado en el cuadro que sigue:
FAMIIIAS DE INMIGRANTES OUE INGRESAN A tA PROPIEDAD DE tA TIERRA:
I Con capitales propios: ingleses, alemanes y franceses 25 o/"
ll Sin capifal: vascos. Forlunas provenienles del trabaio rural, casi
siempre como oveleros 20 "A 45 o,'o

FAMITIAS QUE INGRESAN A tA PROPIEDAD DE [A TIERRA, POSEYENDOI.A


YA EN OTROS PAI§E§:
lll Brasileños 25 9/"

FAI\IIILIAS QUE INGRESAN A [A PROPIEDAD DE TA TIERRA DESDE ET MEDIO


COMERCIAI Y URBANO:
lV Orientales que lograron sus campos por alianzas matrimoniales o
servicios al Esiado .. 6 a/o

V Familias vinculadas al comercio rural-urbano: troperos, pulperos,


barraqueros, saladeristas y banqueros 24 .k 30 9i,

100 'b

291
Este cuadro puede rehacerse desde otra perspectiva tanto
o más sugestiva que la anterior:
FAMITIAS QUE INGRESARON A TA PROPIEDAD OE tA IIERRA SIN CAPITAI. PROPIO:
I Por trabajo en el medio rural: vascos oveieros 20 %
II Por matrimonio o servicios al Estado 6 % 26 %

FAMITIAS QUE INGRESARON A LA PROPIEDAD DE TA TIERRA CON CAPITAT PROPIO:


l Grandes propietarics brasileños en Rio Grancle 25 2/o
ll Fuertes comercianfes urbanos o rurales, salacieris'ias y barralueros 24 %
llI lngfeses, alemanes y franceses con irnportante capifai ;niciai, a
menudo {ruto de la especulación nrercanill previa en el medio
urbano nacional o extranjero 25 % 74 ak

i00 %

De ello se deduce: a) Que el trabajo en e1 medio l:ural


fue una vía secundaria de acceso a la gran propie,Cad. De he-
cho só1o eL 20 7,, los vascos ovejeros, probaban que ese ca-
mino, aunque angosto, no era imposible de transitar. Pero
como aparece vinculado aI primer auge del lanar en el Uru-
guay cuando debió contemplarse, compensan-
do bien-1860-1870-,
económicamente, a Ia mano de obra extranjera espe-
cializada en eI manejo de una especie que el gran hacendado
tradicional desconocía, este factor tuvo cada vez menor peso.
b) Quedaba sí, expedito eI recurso de1 matrirnonio del joven
pobre pero con brillante futuro universitario o político con
la rica heredera del gran estanciero. Aunque surgieron ejem-
plos relevantes a principios de siglo, su incidencia fue escasa
como este mismo cuadro 1o comprueba. c) Casi las 3/4 partes
de los "nuevos latifundistas" no eran, en rigor de verdad,
" nuevos ricos". La cuarta parte tenía también grandes pro-
piedades en Río Grande del Sur y formaba dentro de esa
clase de "barones" de ia tierra del sur brasil.eño. Casi la
mitad 49 li-, había hecho fortuna previa en el colner-
cio, a -el
veces rural, otras urbano, en ciertas ocasiones eran
orientales, en otras, inmigrantes británicos, alemanes o fran-
ceses.
Ei papel de la intermediación mercantil y Ia usura de-
bían dar este resultado. Del comercio en sus más variadas

292
formas_.
-tropero,
pulpero, barraquero en las capitales depar-
tamentales o, en Montevideo, saladerista, prestamista pár ti-
cular o banquero, se pasaba luego a Ia inveisión en tierias.
Los contemporáneos confirman 1o ancho de este camino.
Escribió Martín C. Martínez en 1g1B: ,,EL fenómeno más Jre-
cuente es el de comerciantes o índustriales que desalojan a
propietarios. .Iüo se consolida, felizmente, una aristocracia te-
$¡:] *).
rritOris.l . ..)' (
En 1914, el famoso debate en la Cámara de Dinutados
reveló otla vez el relevo.de la vieja oligarquía por una nueva:
"Sr. Almada (Amadeo): . . .eL hech,o d"e la suma moai-
lizac_ión la propiedad no quiere d.ectr que el, suelo esté mug
-ae
subdtuidrdo. Es ssbádo que aquí las grañd.es fortunas son te-
rritoriales. Es sabido, además, que los ex:cesos de renta que
produce la índustria, se ernytlean en la tiema.
Sr. lMora Magariños: Eso es cterto. Tambíén DoA a, ocu-
pa,rme de ese punto y demostraré que donde se hácen las
grandes fortunas es en el comercio, A que de ahí uan a la
tierra.
Sr. Almada: Sí, pero se emplean en la tierra...
Sr. Mora Magariños: Sí, pero las fortunas se hacen en
otro lado.
Sr. Almada: ._..A se producen los latifund,íos por otros
cuminos que en Inglaterra.
Sr. Mora Magariños: Es exacto en cíertos cosos... Mu_
ch,os de los que hacen grandes fortunas en el comercio la
acdF,aran. .)) 6tí.
. . La puede
gírico,
breve biografía de un gran hacendado, casi un pane_
proporcionarnos un ejemplo cáncreto : ',,Don

(*) A comienzos de i90ó, al rematarse el gran fundo de Urtubey en Soriano


iuno de los pocos que quedaban de origen patr¡cio), hubo un ,,torneo del oro,,
enlre los ". . . miembros de nuestro mundo banrario, personalidades del alro co-
mercio uruguayo y conspicuos representantes del gremio de hacendados., en procura
cie adquirirlo. No eran nuevos ricos los que se disputaban esos campos, s¡no,
sn todo ceso "nuevos terratenientes". ,,El Tiempo,, comunicó al día siguiente del
¡emate: "Pergonas que pueden saberlo, nos informaron que los capitales poseídos
aclualmente por (el) grupo de personas que asistió (al acto) arroiaron un resperable
rotal de más de 52 millones de pesos oro"- Añadló el cronisra, con inocult¿ble
¿dmiración ánte ese despliegue de oro: "lmagínemos ese capilal en esrerlinas.,.
las II.063.830 piezas de oro puesras en €onracto diametral formarían un reguero
de 243 kilómetros 404 metros de largo...u.(65a)

293
Blós Solori era genooés... Se dedtcó desde temprana ed"«d
aL comercio A a la ganadería, hacténdose cargo & los 20 añ,os
de la c«sa comercaal de su padre don José Solarz ya estable-
cido en la cíudad de Mercedes. La basa comercial llegó a
ocupar una m,anzana cuadrada, toda de su proniedad. .. co'
rresponsal, g agente pagador del' sal,adero Liebig's. ... allí
ttegZ,é1. también cor¿ s?ts negoci,os A q,creditó su firma a'la par
d.el rná.s acredttado de los barraqueros..."6í6. El gran im-
portador y luego saladerista, Pedro Ferrés, recorrió un ca-
mino simiiar6:'? El banquero francés Luis Supervielle fundó
en 1904 un imperio territorial (más de 30.000 hectáreas),
partiendo del capital que Ie brindó su institución de crédito
montevideana 658.
Era menos frecuente, en cambio, eI tránsito de industriai
a terrateniente. Ello se debia al todavía incipiente desarro-
llo de esa actividad en eI país, lo que impedía concentrar
capitales de entidad para poder comprar los inmensos fundos.
Pero ciertas excepciones confirman que, con el tiempo, ellas
se transformarían en regla. Las industrias con tradición en
el país permitían hacia 1900 acumular fortunas y convertir
al empresario en gran propietario rural. Fue el caso de las
curtiembres (la de los Hnos. Lanza, la más antigua) y el
de los molinos: Ios hermanos Peirano en 1907 compraron
7.000 hectáreas en Soriano, pertenecientes a la vieja firma
inglesa Drabble y Brown 65e, y er 1911 adquirieron }a Ca-
baña que en Melilla poseía Carlos Reyles 606.

La clase alta rural en l-914 ofrecía, por tanto, una nueva


imagen. Un 50 ')b de sus miembros hacía a lo sumo dos ge-
neraciones que poseía el suelo. Un 50 /o provenía del medio
mercantil en sus diversas formas. La movilidad ver:tical que-
da demostrada. El latifundio persistió, aunque atenuó su do-
minio sobre el país. Pero los latifundistas no eran los mismos
¡r todo indicaba que la renovación de la titularidad de los
fundos persistiría por mucho tiempo aún. La tierra atraía a

294
todas las grandes fortunas, tuvieran el origen que tuvieran,
Porque era rentable, pero también porque propórcionaba se_
guridad y posición social.
Los Iazos entre los fuertes terratenientes y Ia burguesía
n:.ercantil y banquera se anudaron. Las cúspides, por ló me_
nos, estaban en todos los sectores económicos a la vez. Esto
desdibujó, urbanizando, a buena parte de Ia clase alta ru-
ral. *( ).

(.) De los l2 miembros que como titulares, suplentes o integrantes de la


Comisión de cuentas se incorporaron en ,¡905 a la comisión Directiva de la Aso-
::ación Rural del Uruguay, 9, por lo menos, tenían una destacada actuación en
j¡ vida económica y social montevideana. El Dr. Aleiandro Gallinal era,
además
ie médico y riquísimo hacendado, director del Banco Comercial; José Shaw, fuerte
lmportador y ex-presidente del Club Uruguay; Carlos A. Arocena. fundador del
ú¿lneario carrasco e integranre del direciorio del Banco de la Bolsa; Manuel Lessa,
;no de los hombres de negocios más poderosos de la capital, co-fundacior de ,,La
'cigorífica Uruguaya" iunto a otro gran hacendado, Luis lgnacio García; Joaquín
C. Márguez presidía la Cámara de Comercio; Pedro Ferrés, importaclor y salade-
rista; Alfonso seré, importador y Director del Banco comercial; Horacio García Lagos,
vinculado al Ferrocarril Cenlral del Uruguay.
otros prominenles rurales ¡nregraron el Direciorio de algunos de tos poderosos
:-oncos de Ia plaza, cuando no eran directamente propietar¡os/ costando distinguk
en su caso lo que ya era una unidad, el cdrácter urbano-rural o rural-urbano del
.apiial: Lu¡s J. Supervielle, dueño del Banco Francés y director de la compañía de
Automóviles de Montevideo; Felix Buxareo oribe, director del Banco de cobranzas,
;ocaciones y Anlicipos; Rafael rabares, sataderista y director de la compañía de
Automóviles de Montevideo; Richard Hughes, importador; Nicolás peirano, moti-
,:ero y director del Banco comercial; osorio y Lino silveira, directores del Banco
:ie Préstamos Inmobiliarios. Augusto Hoffmann, pres¡dente de la liebig's Extract of
l,a'eat co. Lrd. y del Banco comercial; Antenor pereira, presidente del directorio
¡iel Banco Popular; Thomas Howard, director del Banco de Crédito; José A. Fe-
'reira, presicente del directorio del Banco de cobranzas. solo uno de los bancos
racionales, el ltaliano, aparentemente e:capó a esta alianza ya estrecha entre el
',elo círculo orista y la nueva "aristocracia ter¡aieniente". Debíase eilo, de seguro,
:-i carácter de esa institución, apoyada en la inmigración que menos recursos eco-
.ómicos tenía al arribar al país.
Fue símbolo esclarecedor de esta alianza enrre grandes hacendados, fueries
:cmerciantes, banqueros y ricos industriales, el hecho de que el presidente de la
i¡oclación Rural, Dr. José lrureta Goyena, redactase la petición co¡:tra el prcye*o
::rlllsta de ley de I horas que elevaron a ias Cámaras banquercs, industria, fri-
,oríficos, comerciantes y. .. la Asociación Rural del Uruguay (ü61¡.

295
Capítulo lll
La región de la clase alta rural y el vacuno

I - La región donde dominó la gran propiedad


Determinar con los datos del Censo de 1908 en qué de-
partamentos del país dominó la gran propiedad, la mediana _v
Ia pequeña, y en qué otros sus áreas se equilibraban, fue tarea
engorrosa de cuyos resultados dará cuenta eI cuadro inserto
en este capítulo.
Los criterios utilizados para confeccionar los Cuadros I
y II del Capítulo I, referentes a la distribución de Ias formas
de propiedad en todo el país, no se adecuah al análisis de su-
perficies más pequeñas. Los errores, que se compensan en el
ámbito nacional, satren a luz en el más reducido de los depar-
tamentos. En particular ocurre ello cuando es importante en
un departamento la pequeña propiedacl y 1a mediana; en esos
casos, las medias matemáticas de cada tramo multiplicadas
por el número de predios dan una superficie total superior a
Ia censada. En otras palabras, para obtener una idea aproxi-
mada de Ia distribución de 1a propiedad de Ia tierra por re-
giones debimos recurrir a métodos más complejos que la sin,-
ple media matemática. EI latifundio tampoco la admitía si cie*
seábamos una radiografía a escala departamental. Hemos se-
guido dos criterios a la vez para que las diferencias entre
ambos denoten, a simple vista, el posible margen de error.
Por el criterio que denominaremos 1, partimos del hecho
real de que el minifundio no pesa en Ia distribución de la tie-
rua, pero sí 1o hace el latifundio. Por e1lo aplicamos la me-
dia matemática a la pequeña propiedad (menos de 100 hectá-
reas), eI promedio de 1961 también para 1908- a los
fundos medianos (entre 101-realy 2.500 hectáreas), y, luegb de
sumar las superficies obtenidas mediante Ia multiplicación de1
número Ce predios en cada tramo por departamento entre 0,1
y 2.500 hectáreas por la media y el promedio, restamos a la
296
superficie censada este resultado. Ei producto de esa resta :o
hemos considerado como área ocupada por la gran propiedad.:
predios mayores de 2.501 hectáreas.
Por el criterio que denominaremos 2, partimos del hechc
también real de que en algunos departamentos, 1a 1:equeña
y Ia mediana propiedad era importante: Canelones en pli-
rner térmitro, y luego San José y Colonia. La media mate-
mática no da idea de su área ya que aI serle aplicada, la pe-
queña y la mediana propiedad no dejan sitio para la grande.
cuando el propio Censo indica su existencia en esas zonas,
aunque el número de latifundios es bajo. Por eI criterio 2,
entonces, aplicamos la media matemática a los predios mayo-
res de 2.501 hectáreas y a los menores de 100 hectáreas y 1a
multiplicamos por eI número de fur¡dos en esos tramos. Su-
madas las áreas obtenidas luego de esas multiplicaciones, res-
tamos a la superficie departamental censada ese resultado. E1
producto de esa resta 1o hemos considerado como el área ocu-
pada por Ia mediana propiedad, la ub'icada entre 101 y 2.500
hectáreas ( * ).
En el caso extremo de Canelones, por ejemplo, éste es
el único criterio que revela la incidencia del latifundio ( el
70 % del área departamental), ya que de acuerdo aI criterio
1 la gran propiedad no existió en Canelones, mientras el Cen-
so la describió. Et otro 90 /o deL área se 1o repartirían, en pro-
porciones que no hemos determinado, entre la pequeña y 1a
mediana propiedad. En los casos de San José y Colonia, en
cambio, este criterio simplemente agrega otra variante a Ia ya
conocida. En esos departamentos el criterio 1 dejó un margen
de superficie censada que fue atribuido al latifundio. El cri-
terio 2 revela una influencia mayor de la gran propiedad y un
menor margen de Ia superficie censada para Ia mediana.
Por eIIo en el cuadro que sigue se mencionan, en porcen-
tajes, Ias áreas ocupadas en los departamentos donde el lati-
fundio predominó o compartió el suelo con los predios me-
dianos, de acuerdo al criterio 1 y al 2. La diferencia entre
ambos indica si eI margen de error es grande o estrecho. Cuan-
do ese margen es escaso, eI error no viciaría eI resultado en
1o fundamental; cuando es importante, la estimación del peso
(*) Estos criterios también sirven para explicar Ios cuadros que utilizaremos
en el siguiente capítulo, al describir la región dominada por la clase media rural
y aquella en que la pequeña propiedad tenía peso específico.
,ot7
CUADRO I
DEPARTAMENTOS DONDE DOMINA E[ TAIIFUNDIO

Artigas Paysandú Río Negro Salto facuarembó

Predios enlre 0,1 y I00 hás


§9 predios 366 678 196 359 80ó
7o del total deptal. 36,6 54,3 28,8 28,5 37,5
sup. ocupada 't,8
70 l,l 1,2 0,7 o,ó
P¡edios entre I0l y 2.500 hás.
§9 predios 504 199 362 731 I l4t
7o del total deptal. 50,4 58 53
/o sup. ocupada
según criterio I 3r,9 23,8 26,4 27,4 44,2
/e sup. ocupada
según criferio 2 27,8 34,8 15,3 43,4 48,2
Predios mayores de 2,50I hás.
§9 predios I33 l3r r32 157 145
o/o del total deptal. I3,3 10,2 18,7 t2 6,7
/q sup. ocupada
según criterio I 67 75 73 72 54
o/o sup. ocupada
según criterio 2 7t 64 84 s6 50

DEPARTAMENTOS DONDE SE EQUITIBRAN PROPIEDADES NAEDIANAS Y TAIIFUNDIO

Cerro Largo Rivera §oriano

Predios entre 0,I y 100 hás,


§9 predios I 038 857 s29
70 del tofal deptal. 43,4 47,3 3ó,5
/o sup. ocupada 2,6 2,6 2,7
P¡edios enl¡eIOI y 2.500 hás.
't
§9 predios 192 8ó8 843
7o del total deptal. 49,7 A8 58,3
Yo sup, ocupada según crilerio 1 é0,4 48,9 5l ,3
7" sup. ocupada según criterio 2 43,4 69,4 50,7
Predios mayores de 2.50I hás.
10
§9 prsdios 122
7o del total deptal. 5 4,6 E¡)
Y" sup, ocupada según criterio'l 37 48,5 46
7o suP. ocuPada segÚn criterio 2 54 46,6

de la propiedad grande o Ia mediana por departarnento debe


considerarse sólo como un intento de aproximación a la rea-
lidad, uno de los pocos posibles de acuerdo aI estado actual
de nuestros conccimientos. Si suponemos que los porcentajes
marcan tendencias y no buscamos precisión absoluta, eíite cua-

298
dro puede utilizarse, tanto más cuanto que otros de época,
que luego expondremos, lo corroboran ( * ).
El Cuadro II corrobora aI anterior. Está realizado con da-
tos exclusivamente contemporáneos y muestra la superficie
pnomedio de los fundos por departamento en 1908. En la p¡i-
¡r¡era columna, esa superficie es la de los fundos ganaderos,
según criterio del ing. agr. M. Ieudikow expuesto en 1913 pero
i:asado en eI Censo de 1908; en la segunda, la superficie pro-
medio corresponde a la de todos los fundos (ganaderos, agrí-
co1as, mixtos), y ha sido proporcionada por Ia propia infor-
n:ación censal Hemos seguido un orden decreciente toman-
do en cuenta para elaborarlo sólo los datos oficiales:
CUADRO II
Superficie promedio de Superficie promedio de
Oeparlamentos predios ganaderos en hás. todos los predios en hás.
S:ito 1 .852 428
Rio Negro r.ó13 392
Árligas r .583 I l5
p"-Y§an
dÚ L 820 059
I ¡:uarembó '|
.0r4 718
ireinla y Tres ó88 ór0
710
Ssriano 802 559
Cerro Largo 891 546
iurazno 577 522
I lvara OJJ 520
lccha 53ó 379
i avalleia 409 3l I
! iorida 408 303
Colonia 175
,^"ialdonado 235 170
S¡n José 543 'tó9
Canelones 195 46
?rcmedios en toda la República 747 39t

El acuerdo entre los dos cuadros es total en lo que se


iefiere a los departamentos donde dominó eI latifundio. La
(-) Después de varics meses Ce esfuerzos penosos, asesorados siempre por
*x-integrantes Cel lnstilulo de Economía, comparando sus sugerencias con nuestro
¡cnocimienlo histórico, hemos llegado a la convicción de que ésle es uno de los
pocos caminos que nos permiten conocer cuál fue la distribución de Ia propiedad
ocr departamentos. lnvestigadores perfeccionados en finas fécnicas matemáticas, con
el adecuado conocimienlo histórico, podrén brindar resultados mas sati!{aciorios que
éslos, aunque, tal vez, no por entero divergentes.

299
más elevada superficie promedio de los predios ocurre en aqué-
llos en que hemos hallado el mayor porcentaje de área ocu-
pada por la gran propiedad en el Cuadro I: Salto, Río Negro.
Artigas, Paysandú y Tacuarembó. Hay ciertas diferencias que
no parecen de entidad en aquellos 3 donde la gran propiedacl
se equilibró con Ia mediana: Cerro Largo, Rivera y Soriano.
Por este cuadro, esos departamentos son sobrepasados en su-
perficie promedio de los predios por Treinta y Tres y Rocha.
Pero es que la superficie promedio oculta Ia realidad; los pre-
dios pequeños y medianos pueden compensar, con su número.
la debilidad de 1os grandes y ocupar éstos, sin embargo, ma-
yor superficie que aquéIios. Por eso este cuadro sólo es vá-
lido en Ia medida en que se combine con otros, o los extre-
mos y gran propiedad- predominen claramente en
los -pequeña
departamentos. Esto sólo ocurrió en el caso de los 5 pri-
merosylos3últimos.
El Cuadro III, elaborado también en b'ase aI Censo de 1908,
permite deducir el predominio de1 latifundio de 1a compara-
ción entre varios porcentajes: el de la superficie departamen-
tal censada dentro del área nacional, y los de los fundos mayo-
res de 2.501 y 5.000 hectáreas existentes en eI departamento
en relación a los existentes en todo el país. Si 1os porcentajes
de los fundos mayores de 2.501 y 5.000 hectáreas son mayores
al porcentaje de Ia superficie departamental censada dentro
del área global, tenemos derecho a suponer que en esos de-
partamentos eI latifundio era la forma de propiedad dominante.
CI,ADRO III

7o deptal. del N9 predios 7o deptal. del N9 predios /o deptal.


área nacional mayores de tolal nacional mayores de del toral
Deparfameiltos censada 250I hás. 5000 hás. nacional

Artigas 6,78 9,5 ól 13


't3,5
P aysandú l3r 9,38 ó3
Río Negro 5,59 132 9,45 5l II
'10,45 157 11,2 67 14
Salto
Tacuarembó 9 145 14,4 l'l
Cerro Largo 7,59 122 8,7 54 1l
ivera 5,46 78 5,58 J 0,6
R

Sor ia no 4,74 \, l9 4

De nuevo sucede en los 5 prirneros que el polcentaje de


grandes fundos es muy superior al del área departamental en
relación a la superficie censada. En los 3 últimos esa diferen-

300
,ra. como era de suponer, se atenua. Estos 5 departamentos
:'lmeros concentraron eI 49,63 % de los latifundios, ocupan-
,:,r sólo el 39,63 % det área nacional censada.
En 1918, Martín C. Martínez ofreció otro cuadro con las
.'rperficies ocupadas por las propiedades mayores de 1.000
- de 5.000 hectáreas en cada departamento, de acuerdo a los
-::tos del empadronamiento concluído de 1913 a 1914 ('6r. Esa
,::iormación es de suma importancia ya que, por provenir de
-,:ra fuente que no es eI Censo de 1908 y ser la única de época
-.11 que se calculó la superficie ocupada por 1os grandes predios
-;t cada departamento, será Ia prueba final de la validez de
-.-;-estros criterios al confeccionar el Cuadro I.
CUADRO IV

/o de la superficie ocupada por los predios mayores


l: pa rtamentos de I.000 hás. dentro del área departamental
an dú 80,8 3
lrJegro 78
7 5,76
68,36
57,64
-: c Largo 57,13
? re 56,79

La correspondencia con el cuadro I es total. Pero como en


=- IV se consideran los predios mayores de 1.000 hectáreas (y
--rsotros hemos denominado gran propiedad a la que superaba
-:rs 2.501 hectáreas), eI siguiente servirá para ilustrarnos acer-
-.r del área ocupada por las que superaron las 5.001 hectáreas.
,itra vez el cuadro se elabora en orden decreciente:
CUADRO V

7o de la superficie ocupada por los predios mayoret


D 9p artamenlos de 5.001 hás, dentro del área deparlamental
:: . sanciÚ 40
: : Negro 40
. . CAS 34,69
:: _o 3 i,83
-::uarembó 20,93
- - azno 20,10
: , era 18,21
::_:no 16,43
'15,8 t
l:.ro Largo

301
cia. como era de suponer, se atenua. Estos 5 departamentos
::'imeros concentraron eI 49,63 % de los latifundios, ocupan-
do sóIo e1 39,63 7o del área nacional censada.
En 1918, Martín C. Martínez ofreció otro cuadro con las
t sr-rperficies ocupadas por las propiedades mayores de 1.000
v de 5.000 hectáreas en cada departamento, de acuerdo a los
l .latos del empadronamiento concluído de 1913 a 79L4 6Gr. Esa
\ ,nformación es de suma importancia ya que, por provenir de
u¡ra fuente que no es eI Censo de 1908 y ser la única de época
erl que se ca1culó la superficie ocupada por los grandes predios
en cada departamento, será la prueba final de Ia validez de
nuestros criterios aI confeccionai e1 Cuadro L
CUADRO IV

o/o de la superficie ocupada por los predios mayores


D e parlamentos de I.000 hás. denlro del área deparlamental
i eysandú 80,83
i ro lrlegro 78
:, ..r ig as 75,76
S¡lto ó8,3ó
Scriano 57,64
Serro Largo 57,13
r- ivera 56,79

La correspondencia con el cuadro I es total. Pero como en


el IV se consideran los predios mayores de 1.000 hectáreas (y
rlosotros hemos denominado gran propiedad a la que superaba
las 2.501 hectáreas), eI siguiente servirá para ilustrarnos acer-
ca de1 área ocupada por las que superaron las 5.001 hectáreas.
Ctra vez el cuadro se elabora en orden decreciente:
CUADRO V

7o de la superficie ocupada por los predlos mayores


De parlamenlos de 5.001 hás. dentro del área departamental
P e,r,Sa ndú 40
i
I R ic Negro 40
i 34,69
: Salto ,83
3',r
'i¡cua rem bó 20,93
-lurazno 20,10
livera I 8,21
Soríano 't6,43
'15,8 r
Ceiro Largo

301
Con ia excepción de Durazno, estas cifras prueban la exac-
titud del Cuadro I. Esa excepción, por 1o demás, es sólo apa-
rente. Que una quinta parte del suelo Ia ocupara el latifundio
no quiere decir por necesidad que dominase todo el departa-
mento, sobre todo cuando los cuadros restantes informan tr
contrario. Es de las correspor¡dencias existentes entre los 5
cuadros que deben extraerse las conclusiones.
Los contemporáneos, en sus impresiones, también estuvie-
ron acordes en señalar que " . . .en ci.nco departamentos, Ta'
cuarembó, Salto, Arttgas, Río Negro y PaEsond{t, imperan en
absoluto las grandes propíedades" tat.
Si combinamos los resultados de los 5 cuadros podemos
ofrecer una radiografía aproximada de Ia región dominada prr
eI latifundio, y 'de aquella otra en que esa forma de propie-
dad compartía eI suelo con la mediana.
Los d.epartamentos de "absoluto" dominio de 1a gran -Ír1'ü-
piedad eran 5: Artigas, Paysandú, Río Negro, Salto y Tacur-
rembó. Su área conjunta era de 66.777 kmr., es decir, e1 35.6?
por c,iento de 1a superficie total de la nación.
De acuer.Co al Cuadro I, en ellos 1a pequeña propiedad era
escasa. Aún así, alreCedor del 30 o 4A ?'o de ios predios eran
rnenores de 100 hectáreas, pero sólo ocupaban el I i'c de I¿r
superficie departamental. La mediana poseía mayor entidad,
los predios entre 101 y 2.500 hectáreas eran un 50 lá de1 tc-
tal y ocupaban del 2A al 40 l. La grande reinaba: un 10 -ri
de los predios ocupaba del B0 al 60 li. de Ia superfice depar-
tamental. El Cuadro II demuestra que eran esos 5 departa-
mentos los únicos en que la extensión promedio'de los predios
superaba ias L.000 hectáreas. El III prueha que, ocupando el
35,67 % del territorio oriental, en esos 5 departamentos se
concentraba el 50 % de los predios mayores de 2.501 hectá-
reas, y el 62,5 ,cá de los que superaban las 5.000. El IV indica
que las propiedades mayores de L.000 hectáreas ocupaban en-
tre eI B0 y eI 70 % del suelo, y eI V que las que superaban
las 5.000 hectáreas ocupaban entre eI 40 y el 20 ,;.
Los departamentos donde se equilibraban la mediana y
Ia gran propiedad requieren una caracterización más matizada.
Entre los tres, Cerro Largo, Rivera y Soriano, tienen un área de
33.979 km2., es decir, el 18,17 fl, de la superficie del país. De
acuerdo aI Cuadro I, la pequeña propiedad tenía cierta enti-
dad, un 45 % de los predios, y ocupatra un poco más del 2,5

302
1]or ciento del suelo. La mediana era tan fuerte como la gran-
de. Sin ninguna duda en Soriano, donde los márgenes de érror
son nimios; más hipotético es el equilibrio en Cerro Largo
donde las cifras parecen indicar un leve predominio del laii-
fundio; en Rivera, en cambio, aunque las posibilidades de error
son grandes, eI equilibrio entre las dos formas parece una de-
ducción lógica. Los predios medianos, un 50 % de\ total, ocu-
par:ían en los tres, cerca dei 50 % aet área, y los grandes, un
5 )i:, el ctro 50 c/L . El Cuadro II prueba que en esos tres de-
partamentos Ia superficie promedio de los predios superó las
500 hectáreas. Si consideramos sóIo la de los predioi gana-
deros, estos 3 sumados a los 5 ya analizados, serían los rini-
cos en que ese promedio sobrepasó las 800 hectáreas. El Cua-
dro III indica que ocupando ei 18,17 % de Ia superficie del
Uruguay, concentraban el 79,48 % de los predios mayores
de 2.501 hectáreas y el 15,6 % de los que superaban las 5.000.
El IV prueba que las propiedades mayores de 1.000 hectáreas
ocupaban eL 57 |L aproximado del área departamentai. EI V
o.ue l:s mayores de 5.000 ocupaban entre eI 18 y el 75 t,t,.

2* lazos enlre gran propiedad y explotación del .racuno

Lo señalado como tendencia en eI Tomo III, 1o prob'ó el


Censo de 1908: una identidad casi total entre Ia región doncle
dominó el latifundio o equilibró sus fuerzas con la propiedad
mediana, y Ia región donde predominó eI vacuno sobre eI ovi-
no. Si bien la explotación conjunta de las dos especies ocurría
en todas las estancias del país, Ia clase alta rural puso su acen-
to en el bovino y la media en eI lanar. Ello fue una conse-
cuencia natural del sistema de explotación extensivo que tenía
por única base para alimentar el ganado a 1a pradera natural.
Sólo el gran dominio era capaz de mantener el suficiente nú-
mero de vacunos como para hacer rentable Ia estancia. La cría
del bovino era el privilegio de unos pocos que ocupaban mu-
cho campo. El ovino, en cambio, que necesita por cabeza 5 ve-
ces menos campo que la especie mayor, era la gran tabla de
salvación de los pequeños y medianos hacendados, aquella que
Ies permitía sobrevivir y aún fortalecerse económicamente, co-
mo sucedió en estos años.

303
La región con predominio vacuno agrupaba a 7 departa-
mentos del país, aquellos donde 1a densidad de bovinos por
km:. era muy superior a Ia media nacional (43 cabezas), o sien-
clo levemente inferior (como en Tacuarembó, con 36 cabezas),
ocurría que los ovinos estaban todavía más por debajo de Ia
meCia nácional (Tacuarembó con 84 y eI país con 140). El
otro rasgo de esta región, 1a baja densidad de ovinos por km:',
muy infer.ior a la nacional, ocurría en 5 de 1os 7 departamen-
tos. Las excepciones, Río Negro y Satto (152 ovinos por kmr.),
su1:eraban a la media por muy escaso margell. De esos 7 de-
partamentos, 6 ocupan toda el área situada a1 norte de} Río
Negro. Tres se hallan en eI litoral norte: Salto, Paysandú y
Río Negro; tres en la frontera con Brasil: Artigas, Rivera y
Cerro Largo; uno en e1 centro-norte: Tacuarembó. Con 91.473
km:., o sea el 48,9 % del territorio nacional, en esos 7 depar-
tarrrentos pastaban 4.555.000 bovinos, el 55,5 ?b de La existen-
cia total y sóIo 10.187.000 ovinos, el 38,7 % del stock lanar
del país.
De esos 7 departamentos, en 5 'dominó el latifundio (Ar-
tigas, Salto, Paysandú, Río Negro y Tacuarembó), y en los
cios restantes Ia gran. propiedad se equilibró con la mediana
(Cerro Largo y Rivera).
EI único departamento que escapa a este vínculo entre
gran propiedad y explotación bovina es Soriano' EIlo tiene
áir,"rr*. motivaciones. La demanda de los frigoríficos argenti-
nos por capones de razas inglesas, la actitud burguesa de sus
estancieros favorecida por eI origen europeo de muchos y las
buenas pasturas características de1 'departamento, así como eI
fuerte peso de la rica clase media rural que controlaba. un poco
más del 50 % del suelo, explican esta excepcionalidad' Pero
ella debe ponernos sobreaviso para evitar tipificaciones rígi-
das. Gran propiedad y bovino se sustentaron mutuamente; em-
1:ero, la ubicación geográfica, y el espíritu de enlpresa de
los
hacendados, generado en múltiples factores, podían modificar
esa ecuación. Más adelante, cu"rdo analicemos los vínculos en-
tre progreso tecnológico y gran propiedad, estas razones nos
obligarán a matizar los rasgos de la región del latifundio y eI
vacuno.

304
De cualquier manera, eI Censo de 1908 prueba que en
-l de los 5 .departamentos clás,icos del latifundio. Artigas. Saito.
Paysandir y Río Negro, Ia densidad de bovinos pcr kmr. fue ia
más alta del país, 57, 60, 53 y 60 r,espectivamente.

Tarnbién el Censo permite deducir que existió una estre-


cha relación entre Ia región del vacuno y eI latifundio, y eI
predominio de los propietarios sobre Ios arrendatarios. El 53,7
por ciento de los propietarios del país explotaban sus predios.
De los 7 departamentos de la región, en 6 ese promedio na-
cional se sobrepasó con holgura: en Paysandú y Cerro Largo,
rnás del 70 % son propietarios; en Artigas, Rivera, Salto y
Tacuarembó, más del 60 %. Só7o en Río Negro el índice baja
al 48 %, pero elIo no significó que los arrendatarios fueran
rnuchos 33 /o para un promedio nacional del 35,4 lL-
sino que-un
la tercera categoría del Censo fue aquí la más ele-
vada: un 19 % de propietarios-arrendatarios, es decir, propie-
tarios que además de su fundo, arrendaron otro.
Este nexo claro entre latifundio, explotación vacuna y
tierra en propiedad, prueba 1o que todos los contemporáneos
sabían: que era muy difícil acceder a la propiedad a través
cle Ia explotación del bovino. Este requería grandes extensio-
nes y, por tanto, elevados arriendos. Pocos hombres de for-
tuna estaban dispuestos a abonar una renta anual que Ies hu-
biera permitido, de ser acumulada un par de años, comprar
cuando menos 500 hectáreas. EI primer peldaño del ascenso
social arrendatario-, difícilmente se subía explotando
-ser
\¡acunos. Latifundio, vacuno y propiedad de la tierra apare-
cían como tres caras de un mismo sistema económico.

3 - [a tecnología en la región de la gran


propiedad y e! vacuno

Motivaciones económicas y escala de valores se conjuga-


rcil para hacer de 1a región dominada por ).a gran propieCad
y el vacuno, la más arcaizante del país. Ei latifundio explota-
do extensivamente dejó tan fueites ganancias en manos de su

305
único propietario que desalentó el cambio y el espíritu inno-
vador. La estructura mental de Ia clase alta rural consolidó
esas tendencias rutinarias.
En líneas generales, e} atraso tecnológico en alambrados,
potreros, plantaciones forrajeras, montes y aguadas artificia-
les, mestizaje del vacuno y eI ovino, fue mucho mayor en los
7 departamentos citados que en eI resto de la nación.
EI Censo de 1908 informa que en todo el país había un
promedio de L5,9 kilómetros de alambrados y 3,9 potreros cada
1.000 hectáreas. En los 5 departamentos de "absoluto" domi-
nio de la gran propiedad y el vacuno, ese promedio descendía
a 9,8 kms. y 1,8 potreros; es decir que la extensión media de
los potreros era áe 555 hectáreas. Estas cifras ya se elevaban
algo más en los 2 departamentos en que la mediana y la gran
propiedad se equilibraban: Cerro Largo y Rivera. En ellos hu-
bo 3,2 potreros cada 1.000 hectáreas, o sea que los potreros
tenían habitualmente 300 hectáreas cada uno.
En relación a 1o que el Censo denominó "producción anual
en pesos", Ios 7 departamentos de Ia región vacuna tenían una
cifra por hectárea inferior a ia media nacional. De 1os 6 de-
partamentos que poseían Ia producción anual en pesos más
b'aja del país, 5 estaban en esta región y uno solo, Treinta v
Tres, en la ovejera. Estos 5 son: Artigas, Cerro Largo, Rivera.
Salto y Tacuarembó, con un promedio anual por hectárea cle
$ 1,09, mientras eI nacional era de § 2,21.
Según el estudio del ing. agr. Miguel Ieudikow sobre e1 ca-
pital invertido por hectárea en edificios, mejoras, máquinas y
circulación, los 7 departamentos deI vacuno son los que no ai-
canzan el promedio nac,ional. Comparten otra vez esa caracte-
rística con eI ovejero Treinta y Tres. En estos 7, en cambio,
se sobrepasó a Ia media nacional en eI capital en animales
por hectárea 66r.
La sensación de atraso se convierte en certidumbre cuan-
do se analizan las cifras que el. Censo de 1908 proporciona
sobre eI mestizaje bovino y ovino. Ya hemos demostrado que
ningún contemporáneo creyó en eIlas, pero tampoco nadie ne-
gó que reflejaran la realidad departamental en sus tendencias
más notorias. Precisamente fueron los porcentajes elevados
de ganados puros y mestizos que el Censo asignó a los depar-
tamentos ,de obvia rutina zootécnica como Artigas o Tacua-
rembó, los que alertaron a los críticos del Censo acerca de Io
dudosas que eran tales cifras. Ellas, sin embargo, denotan
más que otras eI arcaismo que imperaba en Ia regióñ de la gran
propiedad y eI vacuno. El corazón de esa región estaba en este
caso constituido por Artigas, Salto, Tacuarembó, Cerro Largo
y Rivera. Allí, eI 47,5 % de los vacunos era todavía criollo
en 1908. mientras en todo el stock nacional e1 porcentaje des-
cendía a\ 32,84. Algo parecido sucedía con los ovinos. Con la
excepción de Tacuarembó, los otros 4 departamentos tenían
un 9,5 % ,de lanares criollos, cuando e1 porcentaje de criollos
dentro del rebaño nacional era sólo del 5,21.
Por fin, existía un estrecho e innegable vínculo entre Ia
región de la gran propiedad y el vacuno con eI ausentismo del
dueño de la estancia. Los 5 departamentos que presentan un
porcentaje mayor de propietarios no residentes son, en orden
decreciente, Paysandú, con eI 24 ,i de ausentismo, Río Ne-
gro, con el 22, Salto, el 20, Cerro Largo. eI 16, y Artigas, e1
15. Ello tenía causas Iógicas pero consecuencias negativas en
la generalidad de los casos. La gran propieCad era la única
que daba 1os medios económicos como para residir en la capi-
tal de Ia Repúblic_a o fuera del país; fue en 1a región del va-
cuno y eI latifundio donde más abundaron los propietarios ex-
tranjeros, que por su propia condición vivían en elevada pro-
porción fuera de la nac,ión. Las colectividades extranjeras que
presentaron eI mayor índice de ausentismo fueron justamente
las que poseían más tierra por establecimiento: L,ritánicos,
un 40 % de ausentismo; alemanes, 75 %, y brasileños, lL /r.
Debe suponerse que enviaban sus utilidades al extranjero.

4 - Subregiones denlro el área de la gran


propiedad y el vacuno

,El panorama debe matizarse. Rutina, latifundio y expio-


tación del vacuno se hermanaban. Pero e1 primer rasgo, Ia ex-
plotación extensiva arcaica y sin mejoras, podía suirir alte-
raciones de importancia cuando la gran propiedad se hallaba
e11 manos de estancieros con mentalidad empresarial alimenta-
cla por su origen europeo y Ia excelente ubicación geográfica
cle sus inmensos fundos. Si esas razones eran suficientemente
,roclerosas como para contrarrestar la inclinación natural del
gt'an propietario a la rutina, debía surgir una subregión lati-

?n7
fundista y vacuna pero... "progresista". En cierto sentido
ello ocurrió en el litoral, en los departamentos de Paysandú
y Río Negro. En Soriano y Colonia, que ofrecen rasgos tecno-
iógicos avanzados más acentuados todavía, el latifundio del eu-
ropeo que existió, vio fortalecido su impulso innovador por Ia
existencia de una rica clase meclia rural.
Esta subregión latifundista y progresista asentada en Río
i§egro y Paysandú presentaba diferencias notorias con e1 atra-
so que reinaba en Artigas, Salto y Tacuarembó, los otros 3 de-
partamen"tos que constituian el centro deI latifundio nacional.
Mientras en Artigas, Salto y Tacuarembó, había 8,3 kms.
de alambrados y 1,7 potreros cada 1.000 hectáreas, en Paysan-
dú y Río Negro las cifras se elevaban a 11,9 y 2 respectiva-
mente. Los potreros de la subregión litoraleña tenían una ex-
tensión promedio de 500 hectáreas cada uno, mient¡as los de
Ia región rutinaria tenían casi 600 hectáreas. La producción
a"nual en pesos por hectárea era un 69 fá superior a Ia obser-
r.ada en eI área rutinaria. Diferencias similares aI comparar
el capital invertido en edificios, mejoras, máquinas y circula-
ción. A los $ 3,59 de Artigas, Salto ¡z Tacuaremb'ó, se oponen
los $ 4,60 de Río Negro y PaysanCú. Debe hacerse notar que
e1 capital en edificios era muy elevado en el litoral, 1o que
indicaría fuentes transforman el tiempo condicio-
-sf,1¿s Ia existencia de una clase latifundista no
nal en afirmativo-
sóIo rica sino también habituada aI confort.
Paysandú, Río Negro y Soriano ( este último, típico de-
partamento ovejero) son Ios 3 departamentos que constituyen
e1 núcleo del más avanzado mestizaje vacuno del país. Pay-
sandú y Río Negro, de acuerdo aI Censo de 1908, poseían un
86,88 % de vacunos puros y mestizos y un escaso 73,2L Jb
de criollos. Es decir que se mestizó allí 4 veces más que en Ia
región del latifundio rutinario. Algo similar ocurrió con los
ovinos. El 96,88 % eran mestizos y puros y sólo e\ 3,12 ib
criollos En este caso se mestizó 3 veces más que en Salto, Ta-
cuarembó y Artigas.

Aunque las formas dominantes de la propiedad en el de-


partamento elan 1as que mayormente incidían para tornarlo
proclive aI cambio o reacio al mismo, otros factores también
jugaron su papel e introdujeron variantes que impiden arri-

308
-.: a conclusiones mecanicistas. El latifundio engendraba 1a
-:-¡:'cia y Ia mediana propiedad eI avance del sistema de ex-
'--::ación. Pero si el latifundio estaba en manos de empresa-
,'-;s de origen europeo y bien ubicado en el litoral centro y
:-11-: o si la mediana propiedad se hallaba en manos de hacen-
,,:Cos de origen brasileño y situada en e1 norte y este, los ras-
-,,s anotaCos experimentaban variantes de entidad. Hubo una
:ii:región latifundista y progresista como hubo otra subre-
--:ór-r. que luego analizaremos, de mediana propiedad y ruti-
.::ria. Srn embargo, el atraso tecnológico protagonizado por ia
:lase media rural nunca alcanzí los niveles de arcaísmo a que
.-egó eI protagonizado por el latifundio en Artigas o Tacua-
:'et::bó, 1o o^ue prueba que aunque las variantes existiercn, el
rrechc protagónico del proceso de cambio económico fr.ie Ia di-
-,'ersa manera de poseer el suelo.
El litoral centro y sur Río Negro, So:iano y
Cclonia- tenía características -Paysandú,
propias que influyeron paqa di-
-¡renciarlo y convertirlo en un polo de desarrollo dent::o del
;aís. Su sistema de cornunicaciones con Montevideo, Buenos
Alres e inciuso Europa, se vio facilitado, desde mucho antes
ciue apaleciesen en eI país los ferrocarriles, por la navegación
iluvial sobre eI Río Uruguay. Las Iíneas férreas llegaron tern-
,rrano a sus capitales departamentales: Paysandú, 1890, Colo-
.ria. 1901, MerceCes, 1902. A una rápida integración de su eco-
nomía al mercado mundial facilitada por esta situación geo-
q.ráfica, se agregaron los nexos estrecños con la plaza bona-
erense y su selectiva demanda. Allí hicieron sentir su peso los
f:'igoríficos porteños impulsando eI mestizaje ovino y vacuito
clesde 1895.
A estos factores debe sumarse Ia instalación en esa región
de la mayoría de los inmigrantes de origen británico, francés
v alemán. Por provenir de las zonas más desarrolladas ,de Eu-
ropa y traer a menudo fuertes capitales, tuvieron una men-
talidad burguesa y medios para aplicarla. Todo ello hizo de1
litoral una región de excepción. Si eI latifundio Ia dominaba
como en Paysandú y Río Negro, se dinamizaba. Pero si la clase
rnedia rural compartía los campos con la a1ta, como en Soriano.
el empuje crecía unos grados. Aún más, si la clase media gane-
dera y agrícola la controlaba, como en Colonia, el resultado
era convertir a ese departamento en el mejor integrado econó-
micamente del país, así como el más avanzado en tecnología.

309
¡Qué panorama diferente presentaba eI norte y Ia fron-
tera con Brasil!
Desde Artigas a Salto, en el litoral norte, hasta Rivera,
Cerro Largo, Treinta y Tres y Rocha en la frontera, o el in-
menso pero demasiado cercano a Río Grande, Tacuarembó,
y e} pequeño pero pobre en suelos y más aún en comunicacio-
nes, Maldonado, todo conspiraba en esa región contra eI de-
sarrollo.
En el norte y el este, la vía fluvial dejamos de lado
-si
a Salto- no era un camino, sino un obstáculo a franquear.
EI Río Negro fue Ia línea divisoria de la República hasta que
eI ferocarril io cruzó en 1886. EI ferrocarril arribó tarde a
Ia mayoría de estas capitales: Cerro Largo, 1909, Treinta y
Tres, 1911, Maldonado, 1910, Rocha, 1917. En cuanto a las
comunicaciones desde el este hacia y desde Montevideo por
el Atlántico y eI Río de Ia Plata, todos los capitanes de na-
víos Ios pasajeros y las mercaderías- sabían de 1o azaroso
-y viajes hacia Rocha o Maldonado, en medio de los ban-
de los
ccs de arena y 1os escollos peligrosos, hecho que contrastaba
coir el apacible recorrido del Río Uruguay hasta Fray Bentos
o Paysandú.
A su aislamiento de los dos poLos de desarrollo del país
y eI litoral centro-sur-, vino a sumarse Ia fa-
-Montevideo
cilidad con que toda esta región se comunicaba con el atrasado
Río Grande del Sur. Mientras el litoral recibió la demanda
frigorífica argentina desde 1895, el norte y el este exportaron
sus ganados en pie a los saladeros riograndenses hasta por 1o
menos 1974. La primera .demanda fortalecía Ia tendencia al
cambio; la segunda consolidaba a1 viejo país criollo.
Otro factor se añadió a éstos y contribuyó a acentuar e1
arcaismo: la inmigración brasileña. Los grandes "barones" de
Río Grande del Sur con campos en Rocha, Treinta y'Tres, Ce-
rro Largo, Rivera, Tacuarembó, Salto y Artigas, provenían de
un medio económico-cultural más primitivo que el orierrtal.
Su único capital eran sus tierras en Río Grande. Sus hábitos
mentales los convirtieron en una rémora que detuvo todo cam-
bio.
Cuando estas características se unían a Ia mediana pro-
piedad, como sucedió en Maidonado, Rocha y Treinta y Tres,
el. resultado era Ia explotación ovejera con bajos rendimientos,
majadas poco, mestizadas y escasa receptividad al cambio;

310
cuando se unían a Ia mediana y Ia gran propiedad. caso de
Rir.era y Cerro Largo, el vacuno dominaba y los avances téc-
r:icos eran mínimos; cuando eI latifundio recibía el impacto
del aislamiento, Ia demanda saladeril riograndense, y eI due-
ño de la tierra era de origen brasileño, ocurría 1o peor: eI
vacuno criollo era rey? Ios potreros tenían 600 o 1.000 hectá-
leas y las resistencias aI cambio adquirían un tono casi pato-
lógico. Ese era el mundo en Artigas, Salto y Tacuarembó.
Los que hicieron el Censo de 1908 estuvieron obsesiona-
cios por esta problemática y de ahí 1o detallado de sus datos
sc¡bre eI comportamiento de las diferentes nacionalidades en eI
piano económico. Porque e1 censo pudo no dar eI área ocupa-
cia por eI latifundio, pero brindó una lujosa información acer-
ca de cuántos Hereford puros tenían los ingleses, cuántos
Shorthorn Ios alemanes o cuál era ia extensión media de los
potreros poseídos por los brasileños. Para muchos contempo-
r'áneos no hubo dudas: si en vez Ce poblarnos Ios riogranden-
ses en el irorte y este, hubiésemos tenido una inmigración de
"calidad", británica, germana o francesa, el modelo rural ex-
tensivo hubiese cambiado. En verdad, estaban pagando un
i:recio demasiado elevado por esta sobrevaloración racial. Esta
óptica les impedía observar que aunque estos factores tuvie-
i'an peso, más grande lo tenía ia peculiar distribución de la
i::'opiedad de 1a tierra.
EI análisis por nacionalidades de 1a propiedad de Ia tierra
-,- el ganado permite comprobaciones de interés. El nexo entre
iatifundio y vacuno se afianza. Las colectividades más ricas
en tieras se dedicaron de preferencia al bovino. Los británicos
.iue por establecimiento poseían 3.796 hectáreas, eran el 0,23
.ror ciento de los estancieros, controlaban el 2,2 ib d,e Ia su-
perficie censada, eL 2,45 % del total de vacunos, y sólo eI
r.51 ,/o de los ovinos. Les seguían los brasileños que por es-
tabl.ecimiento poseían 1.169 hectáreas, eran eI 6,9 f7o de los
estancieros, controlaban el 21,6 /o de La tierra, el 20,23 ,)í de
los bovinos y sóIo eL 12,78 (/o de los ovinos. Los alemanes,
:amb,ién ricos individualmente (907 hectáreas por estableci-
rliento), aun cuando casi equilibraban sus preferencias, acen-
tuaron más Ia explotación del vacuno. En las restantes nacio-
rralidades Ia oriental- poseedoras de menos tie-
-incluyendo eI ovino predominaba.
I'r'a por establecimiento,

311
También se comprueba otra vez el víncu1o entre gran
fundo, vacunos, y tenencia de la tierra en forma de propie-
dad. Las colectividades latifundistas poseían el más alto por-
centaje de propietarios: alemanes, 77, británicos, 72 y brasi-
1eños, 74, y el menor de arrenda-tarios.
Lo más interesante del estudio por nacionalidades es, em-
pero, Ia relación entre éstas y las regiones rutinarias o avan-
za,C.as del país.
La colectividad brasileña poseía el grueso de sus vacu-
i1os, un 74 7o, en los 5 departamentos arca-izantes: Artigas,
Cerro Largo, Rivera, Salto y Tacuarer¡bó. Un porcentaje de
cierta importancia se hallaba en Paysandír (.9 %), el más
atrasado d-e los progresistas. No tenía entidad en Río Negro.
Soriano y Colonia, eI núcleo del mestizaje vacuno.
Las colectividades europeas, en cambio, se hallaban con-
centradas en Paysandú, Río Negro, Soriano v Colonia. Los bri-
tánicos poseían eL 57 c)b de sus bovinos y 1os alemanes el 50
¡:or ciento en 1os departamentos latifundistas avanzados: Río
Negro y Paysandú. El resto de sus haciendas pastaban en
grandes estancias de Soriano, Colonia y Flores.
Otros datos prueban mejor aún la relación entre las di-
versas necionalidades y el grado de avance tecnoiógico. Mien-
tras los eurcfleos (británicos, alernanes y franceses) poseían
un promedio de 20,6 kms. de alambrado y 3"2 potreros cada
1.000 hectáreas, es decir que sus potreros tenían 300 hectáreas
cada uno, ios brasileños poseían un promedio de 8,23 kms. de
alambrado y 1,4 potreros cada 1.000 hectáreas, es decir que
sus potreros tenían 715 hectáreas. Los europeos alambraron
y dividieron sus campos en potreros en una proporción que
hizo algo más que duplicar la acción de los b,rasileños.
También fueron los europeos Ios que más y mejor mesti-
zayon aI vacuno. Su promedio de bovinos puros es del 4,60 (;i
y el de mestizos del 86,49 /o. Entre puros y mestizos, los
europeos declararon poseer eI 91,09 7á de sus rodeos, mientras
en todo eI país ese porcentaje sóio alcanzaba al 63,53. Los
brasileños dejamos de lado a los italianos que no mes-
tizaron por-si
dedicarse a la agricultura- f¿s¡e¡ los que menos
mestizaron al vacuno. Su porcentaje de bovinos puros era del
1,12 veces menos que los europeos- y el de mestizos
-tres
apenas alcanzó al 52,75 %, vn 34 Ib menos que 1os europeos.
El 46,13 fá de sus vacunos seguían siendo criollos contra só1o

312
un 13,51 % de criollos poseídos por los europeos. Los grandes
estancieros orientales dijeron poseer un 32,66 % de vacunos
:rioilos, casi el mismo porcentaje que dio eI Censo para todo
el país, es decir, un 13,47 /o menos de criollos que los bra-
sileños y un 19,15 % más que 1os europeos.
Similares conclusicnes en relación aI mestizaie ovino.
I-cs europeos poseían eI menor número de ovinos criollos, un
7.2 (,i:los brasiieños, e1 mayor, un 10,22 ?L. Las orientales,
un 5,36 ;'/c, casi la media nacional. Los europeos mestizaron sus
cvejas 10 veces más que los brasileños y 5 veces más que lcs
oiientales. Todo elio se reflejó en Ia carga ]:ovinc-ovino pc::
irectárea. Sin mejoras y con potreros que parecían estancias,
la colectividad brasileña voivió a deraostrar su atraso técni-
co: mientras 1a carga nacional de bovinos y cvinos por irect:i-
iea. era de 0,88, la de ios propietarios brasitreños resultó Ia más
baja: 0,70. En relación a Ia producción anual por hectárea,
r¡r-rientras los británicos obtenían $ 2,17 y 1os aiernanes $ 1,91,
lcs brasileños apenas alcanzaban la initad: $ 0,98.

Pero, arcaizante o progresista, en manos cle bras,ileños o


europeos,la gran propiedad seguía practicando la explotación
extensiva. Más alambrados, potreros v rrrestizaje cuidadoso
permitían aumentar la carga de animales pcr hectárea e in-
crementar la producción de carne, pero la pradera natural
era siempre la reina de las pasturas en todas las estancias
Cetr país.
Los rasgos más notables de la explotación extensiva: Ce
bilísima densidad de población activa, bajo rendimiento ecc-
nómico por hectárea y elevado por hombre ocupado, se man-
tenían tanto en Artigas y Tacuarembó como en Río Negro v
Paysandú.
En los 7 departamentos de Ia región vacuna y donde la
gran propiedad dominaba (cinco) o compartía su suerte con
la mediana (dos), se dio el más bajo índice nacional de per-
sonal ocupado por hectárea: t hombre cada b54. En los Z cie-
partamentos ovejeros, como observaremos, había J- persona
activa cada 277 hectáreas; 1a región ovejera proporc,ionaba
trabajo al doble de personas que la bovina.

313
Pero esos 7 departamentos no eran, como hemos visto,
exactamente iguales. En 1os dos en que coexistían Ia propie-
da,C mediana y e1 latifundio Largo y Rivera-, se re-
quería más mano de obra: t-Cerro
hombre cada 416 hectáreas. En
los 3 en que dominaba 1a gran propiedad y 1a rutina, Salto,
Artigas y Tacuarembó, se utilizaba t hombre cada 474 hectá-
reas. En la subregión litoraleña progresista y'Río
Negro-, sóIo se requirió t hombre cada 778 -Paysandú
hectáreas. En-
tonces, 1o que aparecía como rasgo "progresista", denotaba
su faz despobladora. Estos departamentos avanzados emplea-
ban la mitad de Ia mano de obra de aquéllos en que eI iati-
fundio y 1a clase media se equilibraban, y un tercio menos que
ia región del latifundio "arcaico".
EI avance tecnológico no iba de la mano con la ocupa-
ción plena. Por el contrario, causaba desempleo en mayor me-
dida que la explotación rutinaria. Esto era una consecuencia
natural de dos hechos coaligados: a) La explotación en Río
Negro y Paysandú se racionalizó, y el empresario, para re-
ducir gastos, usó la mano de obra imprescindible; en Ia estan-
cia tradicional e1 mayor número de peones era otro índice de
arcaísmo y conducta económica preburguesa de1 hacendado;
b) La estancia avanzada del litoral alambró y mestizó, pero
al no mejcrar sus prados naturales (en parte porque en esa
región los tenía excelentes, en parte por otras motivaciones),
dejó a mitad de camino e1 modelo económico que eI batllismo
y la Asociación Rural una vez de acuerdo- Ie propu-
-por
sieron: hacer cultivos forrajeros para alimentar adecua'damen-
te sus nuevos novillos mestizos. Esta era 1a tinica reforma
que hubiera implicado contratar más personal.
La producción en pesos por hectárea era la más baja de1
país en Ios 7 departamentos analizados. Se obtenía $ 1,30,
cuando en los departamentos ovejeros la cifra se elevaba casi
al doble, § 2,20, y en el Canelones agríco1a ascendía a $ 9,33,
multiplicándose por seis. Los 5 departamentos rutinarios ofre-
cían un guarismo aún más bajo: $ 1,09. Los dos del litoral
elevaban la cantidad a $ 1,84, un 68 % de incremento.
La producción por hombre era, en cambio, Ia más elevada
de la nación. En ios 7 departamentos cada hombre producía
por hectárea $ 707,20 anuales; en los 5 rutinarios, $ 490,50,
y en 1os dos dei litoral, $ 1.431,52. La región progresista, en
314
ilar:te por serlo y en parte por emplear ia mitad o eL tercio
de personal de los otros 5 departamentos, producía 3 r'eces
más por hombre que la rutinaria.

Resumiendo, los grandes estancieros que vivían preferen-


teinente del vacuno dominaban el norte del Río Negro. Los
'"plogresistas", impulsados por su origen europeo y la ubica-
ciór: geográfica de sus inmensos funcios, redujeron las mejo-
ras a alambrar y mestizar. Los arcaizantes ni siquiera hicie-
ron bien eso. Ambos continuaban viviendo de la pradera na-
tural y proporcionando trabajo a muy escasas personas. La
baja inversión les permitía obtener una elevada renta Io que,
dacia su mentalidad, desalentaba innovaciones de mayor sig-
nificado económico y social. El Censo de 1908 no registró las
grairdes estancias que hacían agricultura forrajera; sí 1o hizo
eI "Album Pur-Sang" de 1916-1917. Aunque la selección de
los establecimientos mayores de 3.000 hectáreas estuvo viciada
de antemano pues sólo se dio noticia de los evolucionados, sor-
1:rer:de cuán poco merecían ese calificativo. De las 76 que per-
miten un estu,dio de este tipo, en sólo 15 se hacía agricuitura
forrajera, es decir, un 19 f,c. Pero esta cifra tamb'ién engaña,
pues de las 15, en sóio 4 el número de hectáreas dedicadas al
cnltirro sobrepasó las 500 hectáreas; en las 11 restantes se sem-
br-aron Ce 50 a 200 hectáreas para la alimentación de los
llul'os de pedigree, o el frutal ¡r la huerta añexos aI casco del
establecimiento. E1 porcentaje baja así aL 5 't'c. Los autores
ciel Aibum dan cuenta con "asombro" que en una estancia de
Salto existía la unica máquina perforadora para construir po-
zos semisurgentes que vieron en su entera recorrida del país
irt;''. Q¿rlos M. Maeso en la descripción de 43 de los más gran-
dies y "progresistas" establ,ecimientos de la nación realizada
en 1910, anota Ia existencia de montes art,ificiales en sóIo 6
casos, es decir, el 74 %, y la de molinos en 5, lo que reduce
el i:orcentaje al 11 ooo.
En la estancia del gran hacendado "progresista" se vivía
en medio del refinamiento y a veces del 1ujo667. El ganado
estaba mestizado y abundaban los potreros, el casco po'día
presentar, desde las alturas que dominaba, el moderno aspecto
de un chalet como los del contemporáneo Carrasco e incluso

315
de un palacio, a veces se contaba con agua corriente y los
dormitorios 10, 12- se alhajaban con muebles importa-
dos de ParÍs.-9,
Había una quinta con frutales, un jardín y 4 o 5
galpones para herramientas, esquila, dormitorio de peones y
establo para animales de pedigree. El teléfono ponía en comü-
nicación al casco con los puestos, Ia capital departamental 5'
la comisaría más próxima. Un auto aguardaba ya en las co-
cheras.
No había agricultura forrajera, a no ser algunas cuadras
sernb¡:adasde alfalfa o avena para eI toro de raza. El perso-
nel era escaso. A veces b'astó con menos de L hcmbre cad.a
663.
1.000 hectáreas
La gran estancia del hacendado rutinario seguía tenien-
do cierta sencillez patriarcal, ahora reducida a la frugalidacl
de sus dueños; 1a vieja y amplia generosidad de antaño se
retrajo a1 tono hospitalario cotl que se recibía a los viaje-
ros.. . pudientes. Ya no se guarecían en el1a Ios gauchos po-
bres, ni el costillar estaba pronto para cualquiera que llegara'
La carne cada día se vendía mejor. El alirnento había pasado
a ser el monopolio de 1a clase dueña de1 ganado. Alejandro
Backhaus describió en 1909 una de ellas "ubicada al norte del
Río Negro", eu€ ocupaba 3.400 hectáreasl "...con ur¿ suelo
de primera clase, cTue tiene wn metro de tterra negrd, pera-
cubierto d.e guEos, can bañudos y erosíones, todo muy Jó.cii
de mejorar. En esta zond se regzstran 1.300 mm. de lluuia cotz
posibíl,idad, de riegos, en unü palabra, can excelentes cottdi-
crones naturales. La gente de muy buen carácter, pero sín ca-
nocímientos g sin la más leue cul,tura. Se dice que el, propieta'
ri,o tíene grandes fond.os guardadas en eL Banco A maAores
sún en el, colchón de su cama. La hactendü se compone cle
7.25A uacunos criol,los, flacos. .. L.6A0 oueias con sarna E 50
caballos como o;rpas. EL personal para trabaiar estss 3.48Ú
hectáreas son el propietario, el hzio nxaAar como cap&taz, com
un sueldo de $ 12 mensuales y 2 peones a # 5 cada uno. Con
otro sistema de cultiuo g otra educación podrían utuir en rL¡-t.
casttl,lo, mzentras la resídencia actual, que he fotografiado, es
un rancho mi,serable. Fuí reci.bido rnuA amablemente en ells:
las señori.tas me siruíeron con mucha gentr,leza el, mate, y el
híjo se ofrecíó a acompiañarme a caballo, en lo que tuue mtt''
cho placer, si,ntíendo que ese hermoso muchacho, de aspecto
fuerte, con cua,lxdades físicas admírables, no tuaiera otra edu'
316
:.Lción que la de algunos años de enseñanza primaria en 7Ln
;olegi,o situado a tres leguas de su casa. Le pregunté si no
¡Ltería uenír conmígo a Monteuideo & pasarse dos altos g es-
.ud.íar agronorruía moderna, a lo que me contestó diciendo que
:ebía criar bíen las üacas A que no necesitaba más y que l,a
:eoría no tenía oalor nznguno. Estog conuencido de que cott,
ct" uiejo no se puede hacer nada, no quiso aceptar mt consejo
cle plantar árboles porque no tenía casi noda., fue absolutamente
i:ontrario a la organtzación de una chacra, a la cura de la
:iÍrna", etc.. . .68D.
El panorama ofrecido por la ciudad de Treinta y Tres en
i909, rodeada de un ejido pobre y de ricos fundos, puede ser,
con ligeras variantes, eI de toCa la región fronteriza, dominio
¿iel fuerte estanciero y del ganado, pero no de1 hombre:
''Es sabi.do que en el, departamento de Tretnta g Tres la agrí-
cultura es tan sumamente escoso que puede decirse que no
-,a
hag; apen&s sí en contadas estanctas se cultíuan algunas
=\,ortüliza,s para alíutar el gasto de la casa, dismínuyendo el
consumo ercesiuo E constante de La carne, g se siembra LL't"L
toco de maíz y alfalJa para eL gasto del establecLmíeruto. Fuera
cíe este casa, A de al.gunos reduct'dos sentbrados qtLe se ad-
;ierten en los alrededores de La capital del departamento, que
l,or su esc&sez se erpenderu a precios elexadísímos. Zos prodirclos
de la tierra, los cereales, son Lle»ados de Zos d.epartamentos
ltectnos, espectalmente del de Canelones, de donde oan las
jropas, zapallos, moniatos, y porotos... La distancia ü reco-
;rer, los Jletes de las ssrretas, encü1'ecen de tctl manera esos
'aroductos, qu,e solamente la.s personas pudientes pueden darse
ta satísfacción de comprarlos. Algunos de primera necesldad
como La lech,e, las aues, los hueuos, se uenilen a precios altí'
-rirnos, E éstos, como los cereales a qrle me he referzdo, cons'
Litll?len en cierta época del año aerdaderos artículos de lu'
jo..."oto,

317
Capítulo lV
Las cúspides de la clase alta rura!:
cabañeros e invernadores

I - Pluralismo de la clase aha rural

La clase alta rural no era un todo homogéneo. Los gran-


ries hacendados rutinarios, ubicados de preferencia en el más
Iejano norte cercano aI Brasil (Salto. Artigas, Tacuarembó),
y sus compañeros de clase asentados en el litoral "progresista"
(Paysandú, Río Negro y Soriano), encarnaban dos formas de
explotar el ganado y manejar 1a estancia: reacios aI mestizaje
los primeros, proclives a la racionalización y la cruza, los se-
gundos. A veces sus intereses chocaron. Como hemos relatado
en el Tomo III, a1 imponer el baño obligatorio del ganado va-
cuno para eliminar Ia garrapata, eI gobierno de Batlle en 1903
oyó a los "progresistas" pero debió suspender el decreto ante
eI clamor de los arcaizantes. La polémica duró hasta 1906'r?'
Pero Ia oposición no era, por cierto, frontal. Indicaba más una
diferencia de enfoque que una fractura social derivada de po.
derosos intereses materiales.
En cambio, el nuevo modelo económico rural que iba 1:e.
netrando con lentitud en la campaña (mestizaje, cuidadosa
preparación de los vacunos para la más exigente industria fri'
gorífica), determinó que dentro de Ia clase alta rural se afian.
zara un modo de explotación especializado en Ia cría y venta
de reproductores de pedigree aI grueso de los hacendados
(grandes y medianos), así como otro dedicado aI engorde en
campos b'ien empastados y cercanos al corazón de Ia nueva in-

a1q
dustria de carnes, el frigorífico, que se había instalado en
Montevideo. De estas dos formas económicas eI país 1-a tenía
noticias. Cabañeros e invernadores no nacieron en estos años
como hemos comprobado ya en nuestro Tomo II (1886-1894r.
pero sí se diferenciaron más níti.damente de la gran masa
compradora de toros que era incapaz de producir, como de
aquella que se reducía cada día más al simple papel de criadora.
Aunque los cabañeros y sobre todo 1os invernadores Iu-
craron con e1 grupo social que menos fuerza poseía ms-
dianos hacendados-, también lograron transformarse -lssen las
cúspides de la clase alta rural, amasando las más rmponentes
fortunas. Esto creó tensiones entre los integrantes del otrora
homogéneo sector latifundista. El gran hacendado que desea-
ba mestizar no tenía más remedio que comprar 1os puros de
pedigree a 1os que ya en 1910 constituían el oligopolio de
1as cabañas nacionales. Pero en este caso, aunque hubo en-
frentamientos, ellos se vieron limitados por la propia índo1e
de Ia especializac,ión factible aunque no fácil romper
-era
el oligopolio importando eI reproductor directamente- y, lo
que es más importante, por Ia lentitud con que el mestizaje
avanzaba. Las resistencias al cambio de1 gran hacendado "ar-
caico" quebraban las alas de cualquier grupo monopolista que
quisiera imponer condiciones leoninas a sus clientes.
Muy distinto se perfilaba eI papel y \a fuerza del tam-
bién pequeño grupo invernador. Este sí comenzó ahora a po-
der fijar sus condiciones al criador. Al mediano, sin discusio-
nes ni resistencias. AI grande, doblegándolo con mayor difi-
cr.¡ltad pero también sometiéndoIo. Para esta élite dentro de
otra, el tiempo jugaba a su favor. La demanda cada día más
selectiva de Ios frigoríficos convertiría a los dueños de las
mejores praderas naturales del país en los lógicos monopoli-
zadores de la hacienda de cría, imposible de engordar en cam-
pos corrientes. Claro que, como ob,servaremos, al gran hacen-
dado cr:iador le quedaba una salida, vedada por obvios moti-
vos económicos al mediano: comprar o arrendar buenas pas-
turas e invernar é1 su propio ganado de cría.
De cualquier manera, las modificaciones lentas de Ia ga-
nadería bovina (el mestizaje), y la instalación, ésa sí, rápida,

319
de la industria frigorífica, dividieron a Ia clase alta rural;
cierto pluralismo sucedió a la vieja homogeneidad caracte-
ristica del país criolio.

2 - los cabañeros
a ) Su" ohgopolío.

EI gran capital requerido para montar y mantener una


cabaña, 1o azaroso del negocio ante ias resistencias del grupo
comprador, y las dificultades zootécnicas propias de la espe-
cialización, se combinarotl para que fuera entre los grandes
propietarios que se reclutara la élite cabañera. De las 25 ca-
bañas descritas en 1910 por Carlos M. Maeso, sólo 2 o 3, d_e-
dicadas aI ovino y no aI boüno por Io demás, eran propiedad
de medianos hacendados. EI grueso estaba enclavado en cam-
pos que sobrepasaban con hoigura las 3.000 hectáreas o?2.
El análisis de las importaciones de puros de ias principa-
1es razas bovinas y ovinas prueba Ia concentración de los re-
productores en muy escasas manos: la élite cabañera.
De 1905 a 1913 se importaron e inscribieron en los Regis-
tros Genealógicos de Ia Asociación Rulal, 1,768 llereford. De
ellos, 1.263, o sea el 7L %, fueron adquiridos por 31 firmas
ganaderas 6?3. Esas 3l- firmas eran el O,l3 % de los ganade-
ros censados en 1900. EI estudio merece ser continuado pues
revela el grado de concentración del oligopolio: el 58,3 %
fr-re inscripto por 15 firmas y eI 35 lb por sólo 5, el 0,02 ií
de los ganaderos del novecientos (*).
Similar es el caso en la importación de Shorthorn. De las
1.004 cabezas inscriptas entre 1905 y 1913, eI 69 %, es decir,
690, 1o fue por 38 firmas, las que representaban el 0,16 '7'o

(*) Las l5 firmas más imporfantes fueron: Thomas Betl; Aleiandro Gallinal;
C. F. Lahusen; Sociedad Anónima de Bienes Rurales Nueva fi\ehlen; Liebig's Ex-
iract of Meat Co. Ltd.; The River Plafe Estancia; Margarila Urlarte de Heber Jack-
:on,. J. Clauzolles; ElchancJi y Caillai,a; Julio Muró (h); A. Sienra; Braqa llnos.; No-
r!ega, Castaños Hrios.; Arturo Hetrer; Cía. Rural Bremen. Los "cinco grandes" eran:
C. F. Lahusen; Msrgarita Uriarte c.le Hebe¡ i-¡rJ<¡on. Er.iland¡ y Caillava, Julio liluró
1r) y Tire River Piale Estencia.

320
cle los ganaderos censados en 1900. El 58,6 , á fue adquirido
prrr 23 establecimientos, y el 26,4 /o por sólo 4. el 0.01 , ,
ile 1os ganaderos del novecientos 1't'¡.
EL 70 '/o de 1os importadores de bovinos puros poseía sus
estab'lecimientos en eI litoral centro y sur, donde dominaba
la gran estancia "progresista".
La importación de ovinos puros ofrece las mismas carac-
terísticas. De 1901 a 1913 se inscribieron 1.434 merinos. De
ellos, 861, o sea eI 62 f,, fueron adquir,idos por 18 firmas
ganaderas que representaban el 0,07 ,)b de los hacendados ei1
1900 1xr'¡.
De 1905 a 1913 se inscribieron 3.498 ovinos de razas in-
glesas. De el1os, 2.515, o sea eI 7L % fueron adquiridos por 42
firmas ganaderas que representaban e1 0,18 de las censadas
en 1900 ( >r ;r:! ) .
El 60 % de los importadores de ovinos poseía sus estable-
cirnientos en el centro y sur de1 país, donde dominaba Ia clase
media rural.
Treinta y una firmas controlaban el 7l tb de los Hereford
puros ,importados; 38, eI 69 7i, de Ios Shorthorn; 18, el 62 ?í,
cle Ios ovinos merinos; 42, el 7L '/o de los ovinos de razas
inglesas Estas cifras disimulan la concentración ya que, como

(*) Las 23 firmas más imporfantes {ueron: D, Watson Bell; Alejandro Ga-
Ilinal; C. F. Lahusen; Prange's Eslancia; Carlos Reyles; The River PIate Estancia; J. M.
ce Wilson; Signoré y Benausse Hnos; B. Riet Correa; Francisco Piria; B. y N. Solari;
¡,4. M. de Supervielle; Carlos Arocena; J. Villamll y Casas; Julio Clauzolles; José
A. Ferreira; Sociedad Anónima de Bienes Rurales Nueva Mehlen; Federico R. Vi-
a;ella; Alberio Urtubey; Hounié Hnos.; Liebig's Extract of Meat Co. Ltd.; C. Castro.
Lcs "cualro grandes" eran: Prange's Estancia; The River Plate Estancia; Signoré y
Senausse; Federico R. Vidiella.
(**) La; I8 firmas eran: Miguel Bidart; C. F. Lahusen; Salvador Etcheverry,
Jorge y Suc. Pacheco; Sociedad Anónima de Bienes Rurales Nueva Mehlen; Roberlo
C1|o Feller, José A. Carulla; Siemens y Such; Aleiandro Beisso; Frick, Barrán y Cía.;
Federico Spalding; Margarita Uriarte de Heber Jackson; S. San Martín; Blás Cortés;
S¡irauricht e hiios; Pedro J. Pochintesta; Octavio Terra; Braga Hnos.
(***) No daremos esla vez la extensa lista, sino la de aquellas firmas que
importaron nlás de 50 puros cada una: Aleiandro Gallinal; The River Plate Estancia;
..1¡sla M. de Wilson; Manuel Quintela; Alejandro Roux; Aleiandro Victorica; E.
Sánchez; Santos Ur¡oste; Liebig's Exfract of Meat Co. Ltd.; Prange's Estancia; Ha-
i:iaga Hnos.; Sociedad Anónima de Bienes Rurales Nueva Mehlen; Alves Pereyra;
Áramendía Hnos.; A. Tidemann; Malls y Cía.; Juan Gaynor; José E. Sardá; Lorenzo
S ¡ ivo.

321
se habrá observado en las notas al pie, muy a menudo eran los
mismos hacendados los que traían Hereford, Shorthorn, meri-
nos y Lincoln.
En 1910, en ocasión del 9s Congreso Rural, Carlos A.
Arocena, alertó a sus miembros sobre Ia división que se ad-
vertía entre los estancieros del país: "Se Jueron marcando dos
clases, o dos índoles o dos fines, meior dtcho, en las opet&-
ctones ql-Le se realizaban en los Concursas ganaderas: el pri'
nl,ero, eL que seguía el grupo más reducído, que utíltzaba, com'
praba lo mejor, lo sobresaltente de los productos nacíonal'es y
enriquecía aún sus establecimtentos cott, ptroductos extranie-
ros, stn detenerse nLlnca, procurando mejorar rnas A más, para
uencer en los Concursos st,guíentes, para obtener los premtos
que estímulaban e incitaban al perfeccíonamtento contíntto.
EL segundo grupo, formado por la ínmensa tnayoría, sóIo se
dedtcaba a. colnprar algunos reproductores, generalmente rle
los hacendados del primer grupo, para nxeiorar algo s?rs gr¿'
nados, pero renuncíando espontó.neamente a obtener premtos.
HoE existen bzen caracterizados esos dos grwos: el prírnero,
puede decírse que ha monopolizado todos los premíos,' el se-
gundo, se halla formado por elementos aparentemente stn am-
btczones de ninguna especie. Esúo se puede demostrar hacíen-
do un poco de estadísttca. . .".
En efecto, eI monopolio de los premios era otro indica-
dor de la concentración de las mejores sangres en muy re-
ducidas manos. Si analizamos los titulares de los primeros pre-
mios en las exposiciones departamentales celebradas entre 1905
y 1909, llegamos a estas conclusiones: de un total de 91 pri-
meros premios discernidos a 1os ejemplares Hereford, 71, o
sea el 78 c/", se los llevaron sólo 10 expositores; de los 95 dis-
cernidos a 7a raza Shorthorn, 52, o sea el, 55 %, se adjudica-
ron a 5 expositores. De los 39 primeros premios a1 merino, 28,
es decir, el72 %, fue a 4; y de los 31 discernidos aI Lincoln,
19, es decir, el 6L /a, fue a 3 expositores (*').

(") Esta élite la formaron: Aleiandro Gallinal; The River Plafe Esfancia; José
Elorza; Barry F. Thomas; Julio Muró (h); C. F. Lahusen; Marión y Petil Hnos.; Hi'
lario Helguera; Establecimiento Los Merinos; A. Risso; Carlos Reyles; Carlos A. Aro'
cena; C. Hughes; Esfancia San Pedro; Pedro Nazabal; Miguel Bidart; E. Sánchez.
José Elorza dominaba las razas y especies más importantes del país, pues arrebató
el 16oA de los premios al Hereford y el 537" de los discernidos al merino.

ooo
Carlos A. Arocena, preocupado por 1o que tal situación
revelaba acerca del estado de nuestra ganadería, sóIo vio este
aspecto .del problema, sin duda también é1 relevante. Pues
". . .los estanczeros, Los cabañeros que he nombrado, constítu-
'yen relatíuümente, un pequeño grupo que desde hace 5 o 10
ctñ.as fíguran casí anualmente en las curteles del tríunJo. Con'
tínúan perJeccionando cada aez más sus ganados; se han acre-
clítad.o enormernente en el país; pero el, resto, representodo
par mtl,es E mzles de estancieros, s.penas st, dan un pclso o
gastan un peso, y se ttenen sin síquíera tntentar llegar hasta
lü uictoTiü', 6'i1.
Esta era una de las caras de la moneda: eI avanee zoo-
técnico concentrado en 20 o 30 firmas, v la rutina impe-
rando en Ia masa de los productores rurales. Había otra: tar-
de o temprano Ia masa tendría que depender de esos pocos.

b) El cabañero como emqresarxo


De todas las actlvidades ganaderas, la cabaña era Ia qr-te
irnplicaba la más alta dosis de espíritu de empresa. La técnica
de explotación debía variar, y con e1Ia, 1a mentalidad. La es-
tancia tradicionai prescindía de los libros de contabilidad y
se anotaba, a 1o sumo, el número de animales cuando se pro-
cedía a los recuentos anuales, o en ocasión de la esquila. Para
el cabañero, 1o que podía ser una alternativa del simple ha-
cendado en procura de una organización eficiente, se conver-
tía en necesidad. EI costo del reproductor era el resultado de
Ia suma de diversos factores que se debían conocer para de-
terminar el precio de venta; el manejo del delicado ctuzamieir-
to exigía inscribir en "el libro diario" las fechas de nacimien-
to, las diversas sangres, su ubicación,en los potreros, y hasta
la numeración de cada uno de los animales t'en las astas" 6i¡.
En la "Cabaña Alemana" de Sehauricht Hnos., ubicada en
el departamento de Canelones y poseedora de los mejores
merinos del país, " . . .el regtstro de nacxmxentos, de defuncio-
nes, de entradas, de salídas, los detalles más tnsigntficantes
de la fíliación de cada animal, los accidentes todos que se re-
lacíonan con el rebaño, están consígnad,os g controlados en lí-

ÓZJ
bros que, sin erageraczón, pudteron compararse al protocolo
del más escrupuloso guardiá.n de la fe públt'ca. . ." (ii(i. Como
1o declaró uno de ellos en l9l0: "La ganadería no es un iue-
go de azar co'Írlo se ha creído hasta hoy; es una profesíón..."
6it. La administración debía tecnificarse para ser racional. Fue-
ron }os cabañe¡:os quienes impulsaron, desde Ia Asociación
Rural del Uruguay, Ia confección de manuales sobre cómo
"plantear y administrar una estancia moderna" ois, y 1o logra-
ron en 1909 y 1911. Los cottsejos allí conteniCos muestran aI
hacendado ideal rigiendo 1a "empresa rural", haciendo prime-
ro eI inventario de sus recursos en capital propio y crédito,
"empleando luego con tino" el dinero, distribuyéndolo entre
"l.os prtmeros trabajos mas necesarlos como las alambrados,
caminos ínteriores, galpones g construccr,ones, bañaderos; o sea
Ias llamadas mejoras fijas"., y la adquisición de animales y úti
les que comprenden los "gastos de expiotación". Asimismo de-
bía,destinarse una parte del capital "& los seguros A reser'
uas para impreuístos. Por último añadía- haE que con'
sultar otro punto Jundamental: las-seaptitudes y conoctmientos
d.e la persona que píensa ponerse aL frente de la estctnciu",
pues, "el establ,ecímtento de campo moderno erige una di,-
rección competente, como toda empresa tndustrial o comer'
gigl...'tato.
Esta mentalidad que el trabajo de la cabaña alimenta-
ba e imponía, condujo a sus titulares a1 uso de eficaces y
modernos métodos tanto zootécnicos como empresariales.
La "publicidad" mediante el "emp'leo de tarjetas posta-
les con reproduccíones de fotografías de los anímales dígnos
de conocerse", yz era recomendada por Ja Federación Rural
en 1909 y adoptada desde Ias páginas de Ia Revista de Ia
Asoc,iación Rural en su sección rtArriaot" 680.
EI "remate" del reproductor deb'ía sustituír a Ia nego-
ciación directa entre vendeCor y comprador. EI viejo sis-
tema era típico de sociedades primitivas, en que el precio re-
sultaba fruto del regateo. Los toros de pedigree eran dema-
siado valiosos para que Ia transacción ocurriera en eI silencio
y el misterio. EI "remate" era, además, otra forma de pu'
blicidad. Los "martilleros" se hicieron famosos recorriendo
toda la República y sus exposiciones: Victorica y Muiños,
Rodolfo Ponce de León; Ponce de León y Dutra 6s1.

324
El nuevo sistema 'de comercialización condujo a 1a ge-
reralización de Ias exposiciones-ferias departamentaies. IJn
Congreso Rural reunido en 1909 en Molles fijó su calendario
;;ara impedir las yuxtaposiciones6s2; en 1905 se obtuvo una
tarifa preferencial de la empresa ferroviaria británica para
eI transporte de Ios animales 6Er; .en 1912 funcionaban 2l
locales en todo eI país propiedad de sociedades rurales re-
gionales o departamentales destinados a este tipo de concur-
sos se discernían premios-, y feria, pues se vendian
-pues
reproductores. Galpones y locales eran primitivos, pero en
i0 de los 21 había básculas 1o que indica 1a creciente impor-
tancia de la tenta al, peso6s4. De 1909 a 1913 se efectuaron
casi 20 exposicion,es-ferias; se vendieron 31.000 animales pro-
medio por año; y si en 1909 et producto de las ventas apenas
alcanzó al medio millón de pesos, en 1912 y 1913 casi se
llegó al mi}lón (i'\;. Este esfuerzo debía culminar en Ia orga-
nización d,e una gran exposición nacional en Montevideo, que
sirviera de centro de atracción para todos Ios hacendados del
país a la vez que de magnífica oportunidad "publicitaria".
Ya en setiembre de 1908 hubo un intento de esta índo1e er-r
e1 llamado "Campo Eúskaro" 6s6. Con posterioridad. la Aso-
ciación Rural y el Estado conjugaron sus esfuerzos: ésta la
organizó, y eI gobierno construyó e1 local de1 Prado. El 25
de agosto de 19J,3 se inauguró oficialmente la "Exposición
l{acional de Ganadería", primera muestra montevideana de
}a ganadería uruguaya desde 1BB3 ( " ).
EI oligopolio formado por Ios cabañeros nacionales les
permitió aumentar el precio de los productores puros de pe-
digree. Si los hacendados se conformaban la mayoría 1o
-y
hacía de buen grado- con productos deficientes, puros por
cruza no bien definidos, o mestizos importados, podían com-
irrar toros a $ 300 ó $ 400; si encaraban con s'eriedad la cruza,
la inversión inicial se elevaba a los $ 1.000 ó $ 2.000 por un
Shorthorn, y $ 800 ó $ 1 .000 por un Hereford 68s. Los ovinos
puros podían ob,tenerse a la mitad o eI tercio 'del valor mí-
r-iimo de un buen Hereford ( $ 200 ó $ 400 ) ; Ios productos

(*) El primer premio campeón y el reservado campeón Hereford al igual que


el premio campeón Lincoln, le fueron adiudicados a la cabaña "El Carclo", de José
Elcrza e hiio; Ios premios campeones Shorthorn a Diego W. Bell y Federico R.
!'idrella; el premio campeón de Merinos a Pedro J, Pochintesta. 1t3S?¡

325
de las mejores cabañas podían alcanzar en Ia raza merina
hasta los $ 1.000 ó $ 2.000 6sf,. Si comparamos estos precios
con los vigentes en eI período anterior hubo
una duplicación. Las cabañas reputadas y-1895-1904-
serias ofrecían ex-
eelentes animales de pedigree; estos animales eran costosos y
su mantenimiento requería elevada invers,ión y dedicación
personal absorbente, por completo excepcional observada Ia
conducta de los otros miembros de la clase alta rurai.
Los meCianos y pequeños hacendados no podían cruzar
al vacuno con estos precios: tal vez sí, mestizarlo. Más a su
alcance, como siempre, estaba la mejora de Ia majada. No
es de extrañar, por tanto, que en el 5s Congreso Rural, de-
legados de Ia Junta Económico-Administrativa de Colonia, tí-
pico departamento de clase media, propusieran a los ". . .po-
deres públicos la creación de cabañas nacional,es como medio
de faclli,tar eL refinamiento de las razas ganaderas en el país,
pontendo al alcance de los pequeítos hacend,ados la adqutsí-
ción de reproductores de sangre" 6'0 ( >r ).

e) Cabañeros g hacendados en tensión


;i
En plena propaganda pro-mestizaje que partía de las
más diversas esferas dei propio mercado i¡lgrn¿sis¡¿l-,
el deseo por cambiar-yel ganado criollo ganó a más de un
(*) Otro índice de la agresividad empresarial de nuestros cabañeros {ue su
lucha con las cabañas argentinas por la conquisla del mercado riograndense. lni-
ciada en la década anterior, prosiguió con crec¡ente intensidad a partir de I905.
Teníamos a nuestro favor un argumento de peso, que la Federación Rural usó con
sabidu¡ía en I9l0: "la orientación zootécnica de los ganaderos riograndenses debe
ser regida ngcesariamente por la naturaleza y la calida.d de sus campos, y esios
Ies imponen la adopción de razas fuertes. de fácil aclimatación, para perfecc'onar
;u ganado ctiollo. Nuest¡a ptoducción, en razas qué reunen esas <ualidades, puede
cámpararse sin desmerecer a la de nuestros vecinos platenses, que se han espe-
cializado sob¡e lodo en Ia cría y perfeccionamiento del ganado Durham, cuyas
exigencias quizás no se adapten ni al clima ni a los campos brasileños... Nues.
lros cr;adores. favorecidos por la semeianza de clima y dedicación que han apli.
cado a la cría de razas que por razones económicas dsben ser preferidas por lcs
ganaderos riograndenses, ayudados además por !a vecindad, que abaráta los
transportes... tienen una amplia y segura base para afirmar el <rédito ganadero
del país y reinar, sin competencia ¡acional posibls,.. el vaslo mercado de Río
Grande. (Hay que empezar) pcr la concurrencia de nueslras cabaías a las expo-
sic;ones brasi!eñas y (abrir) nuéstros <oncursos a los productos de aquel país, <omo
medida inicial de un vasto plan de acción futura...'(601).

326
estanciero. Ya hemos observado que, aunque con lentitud,
e} porcentaje de hacienda mestiza bovina se e1er,ó en este
ireríodo al doble de Io que fuera en 1900. Crecimiento más
irnportante todavía, el ocurrido en eI ovino.
La demanda se amplió. La oferta aprovechó esta cir-
cunstancia. Muchos cabañeros inescrupulosos, basándose en
el desconocimiento total que los compradores tenían de 1o que
eia un toro puro importado, un toro mestizo importado, un
Dlrro por cruza auténtico (fruto de 10 o más cruzamientos) y
i-u:. toro por cruza fruto de 4 ó 5, "metían gato por lieb're a
ciiestro y siniestro", como lo denunció el hacendado Alberto
-fin desde las páginas de la Revista de la Asociaeión Rural
err 1"909. Añadió: "Yo entiendo que eL cabañero A el hacen-
cicdo son dos enttdades tan distrntas como eL sol g la luna.
La cabuña requiere ciencíu y mucho capital para poder es-
perar los años que se necesltsn para que une uaca dé u,n
produ,cto y llegue éste aL estad,o de oenderse g ntás que cíen-
cia y capi,taL juntos, el cabañero tiene que ser muy honrado
A no conxerciante, porque como a éste, no le es dado apro-
;echarse de las circunstancias, ni de Las sorpresos Já.ciles a
ict zgnorancig" {:e).

Lo apoyaron algunos de los más escrupulosos cabañeros


aquellos para quienes el proceder de sus colegas no sólo era
condenable por lesivo para Ia ganadería, sino por despresti-
giar a todo el gremio y aI propio mestizaje. Dijo Carlos A.
Arocena en 1909: "Hemos presenciado Dentds clasificadas
pllros por mestzzación (origtnal clastJicacíón) g los com[)ra-
ciores han creído, en uerdad, Ll.euar puros por cruza. Los re-
tnates g teri,as se llenan de esos ganados así cl,asi,ficados g no
es ertraño, entonces, que la generalídad de los rnestízadores,
r¿ los 5 o 6 años de comenzar se hagan tambi.én presentad.o
l'endtendo productos clasiftcados de pwros como si éstos ptt-
ci-ieran saltr de mestzzos entre sí A con esa rapidez de Jabrt-
,r--acíón. . ."
Entonces sobrevenían las justificadas quejas de los es-
:ancieros ". ..A el desaliento pa.ra. segLLir la mesttzacíón'
risúos los resultados conseguídos por los reprodwctores que
¡e les uendieron como pllros por cruzamiento, stn haber po-
cl,ido tener, en realtdad, un dntecesor ¡trt':o..."
La lucha entre cabañeros "comercÍantes", y hacendados
¡' cabañeros nucleados en la Asociación Rural del Uruguay,

327
se entabló en 1905 y 1906 a raíz de la concesión de1 Premio
Campeón. "EL gremto del comercio Carlos A.
Arocena- requería los premLos sin -denunció
dtsttnciones, basándose
en que, de lo contrario, les sería dzfícr,l la uenta de las cate-
gorías r,nf erzores. . .". Nacían así sociedades-ferias departa-
mentales o regionales que daban premios campeones "a mes-
tizos" 6e3. Los cabañeros "comerciantes", apoyados por la
Asociación de Ganaderos fundada en 1905, deseaban que e11
todas las exposiciones-ferias departamentales o regionales se
coneedieran premios campeones, expusiéranse los productores
que se expuiieran, tuvieran o no Ia calidad zootécnica ade-
óuada pará m,erecer 1a distinción. EI Premio Campeón era
un galárdón muy codiciado por 1os cabañeros pues signifi-
caba distinción, pub'licidad, y venta segura del ejemplar a
excelente precio oti+. ¡* Asociación Rural, apoyada por 1os Con-
gresos Rurales anuales, buscó discernir un solo Premio Cam-
peón anua1, determinando de antemano en qué exposición-
feria se conferiría. Los animales participantes debían ser pu-
ros de pedigree o por crrtza, inscriptos en los Registros Ge-
neaiógióos, y Suzgaáos de acuerdo a r'eglas zootécnicas, en 1o
posible por personalidades contratadas en el extranjero (Ar-
gentina, por ejemplo), para evitar el subjetivisrno y 1a "in-
fluencia 6"1 *"¿iotr eo;. La Asociación Rural logró imponer
su punto de vista. La ganadería nacional quedó amparada en
esté plano. Pero eI gremio de los cabañeros só1o había sido
saneado; se puso un freno a Ios inescrupulosos. EI problema
central quedó en pie: eI oligopolio.
No era fácil, ni siquiera para los hacendados ricos, en-
tablar negociaciones diiectas con 1os vendedores británicos
de ganado de raza y romper el virtual monopolio de 1os ca-
bañéros uruguayos. A la ausencia de comp'etencia para juz-
gar el producto se sumaban las dificultades prácticas que to-
áa impórtación implicaba. Una sola puerta se abría: las ca-
bañas argentinas. Contra eIIas, a veces con bien fundadas
razones, áirigieron sus armas los cabañeros del país. Cerrarla
era asegurarie el dominio del mercado y Ia fijación del "pre-
cio de monopolio".
Las cabañas argentinas poseían varias ventajas sobre las
nacionales, Io que les hubiera asegurado un fácil triunfo en
nuestro suelo. Mas antiguas, sus toros Shorthorn y carneros
Lincoln, en particular, éran de los mejores del mundo. El

328
factor que más incidía en la formación del costo del repro-
ductor era b'arato en Argentina y caro en Uruguay: el forra-
je. Alfalfares inmensos y abundante mano de obra generada
por la inmigración, facilitaban la alimentación de toros y car-
neros puros a precio muy reducido. Los cabañeros urugua-
-vos no plantaban casi alfalafa por motivos ya analizados; otros
forrajes, como la avena, de más fácil adaptación a nuestro
suelo, tampoco eran cultivados. La resistencia a arar eI cam-
po fue en este gremio casi tan fuerte como entre 1os demás
estancieros del país. Preferían abastecerse en el mercado 1o-
cal, dejando esa labor a los agricultores de Colonia, San José
y Canelones, o importar desde Buenos Aires. Como 1a pro-
ducción forrajera era escasa y variable, e1 precio del ali-
mento se elevaba mucho en época de sequía. Siemp::e que
ello sucedía, los cabañeros, a través de la Asociación Rural,
solicitaban la entrada al país, libre de derechos de aduana,
de alfalfa, avena y rnaí2. EI batllismo, protector de la agri-
cultura, se opuso sistemáticamente a tales franquicias. Bajo
estas condiciones, el único camino que 1e quedaba a 1os ca-
bañeros orientales era cerrar la entrada a la temible compe-
tencia argentina.
Lo lograron en abierta lucha con los hacendados que
no eran a su vez cabañeros.
Dos instancias fueron decisivas en este enfrentamiento:
ia ocurrida en 1905-1906 cuando una cabaña argentina, eI
"Campo de Aclimatación", se trasladó a Paysandú, y Ia su-
cedida en 1910 en ocasión de la admisión de reproductores
argentinos a Ia Exposición Feria celebrada en Salto.
A fines 'de 1905, algunos de los principales hacendados y
cab,añeros de Entre Ríos, Santa Fe y Buenos Aires
E. Anchorena, José M. Llovet, Lisandro de la Torre,-TomásHéctor
Cobo, Eduardo Acosta y Carlos A. Venzano- se vincularon
al ex-cabañero orientai Luis NIongrell y fundaron la "S A.
Campo de Aclimatación". Compraron en Paysandú Ia vieja
cabaña de este último y trajeron de Entre Ríos unos 200
reproductores Shorthorn. De inmediato, apoyados por e1 Club
Fomento de la Sociedad Rural sanducera, pidieron franqui-
cias para traer forrajes desde Argentina. Según los propa-
gandistas de la sociedad, sus toros estaban inmunizados con-
tra la tristeza, por Io cual los hacendados del norte uruguayo
donde esa enfermedad hacía estragos, podían adquirirlos sin

329
temor; incluso se los entregaban "garantidos por un año" 6e0.
Lo cierto fu,e que esos animales se vendieron en 1906 a un
cuarto del precio fijado por las cabañas nacionales mas acre-
ditadas: José Elorza, Hiiario Helguera y Carlos Reyles 607.
De inmediato los cabañeros orientales iniciaron su cam-
paña contra la competencia. Esta, por cierto, ofrecía fácil
blanco. D,esde la Revista de la Asociación Rural y el Parla-
mento, se lanzaron acusaciones que Ia sociedad argentina no
pudo levantar. Los cabañeios argumentaron que les querían
hacer pasar a los hacendados "gato por liebre"; los toros no
eran püros sino mestizos y Io d,e la "aclimatación" resultaba
en extremo discutible. AI parecer, garrapata y tristeza no per-
donaban a nadie 6es. Desde este ángulo la competencia era
eliminable. No 1o sería, en cambio, si obtenía Ia franquicia
para traer forraje libre de de;echos desde Argentina, Lle-
gada Ia solicitud de la Sociedad aI Parlamento, con el apoyo
áel gremio de hacendados d,e Paysandú, la discusión reveló
cuan viva era Ia pugna entre los cabañeros orientales, que
no querían perder su privilegiada posición en eI mercado,
y loi hacendados, que deseaban escapar aI oligopolio.
AI diputado b'}anco, Aureliano Rodríguez Larreta, co-
rrespondió la defensa de 1os cabañeros. Dijo que si se con-
cedía la franquicia, se cometería " . . .unu grandísima injus-
ticia porque pi'oduce unü enorme desigualdad entre los pro-
pzetarios de este establ,ectmtento y numerosos propietarios
de establecímtentos nacional,es que se dedican a una tarea
eractamente Lguel & q1-Le p,retende dedícarse ia nueua ínsta'
lación. En el departamento de Paysandú y en el de Río Ne-
gro haE. . . nuffLerosos establecimíentos que se hun ocupado
de acltmatur ganado, que los han aclímatado después de gran-
des sacrificias g que hoy uenden sus reproductores tnmunes
para la reproducczón en eL pdís g en eL ertraniero. . . S¿
estos cabañeros nacionales lo han hecho pagando d,erechos d"e
importación parcl La altmentación de sus gonados criad"os a
campo 71 en cabaña, g lo han h,echo al, t'ntrodu,cír sus repro-
ductores, sometiéndose a todas Las reglas establ'ectdas por
nuestras reglamentos, ¿Por qué un establecímiento que se
ctea de nlteDo, que no ua a hacer cosa distt'nta de la que
han hecho todos esos cabañeros nacional,es ha de gozar de
esas franqutci,as g de esas preferencias. . . ?" 0ee.

330
Los hacendados respondieron d,esde la misma tribuna par-
j.amentaria. Ya eI CIub Fomento de la Sociedad Rural de Pay-
sandú, al apoyar Ia exención impositiva, había sosteniáo
"...que a ertsttr algunos perjudtcados serían muq pocos, A
iio es posible que La H. Cámara sacríJtqlle urL znterés general
u tan escosos conuenzenctas partículares" too. Luis Alberto de
Herrera (blanco) y Julio Muró (colorado), aunaron sus vo-
ces a las de los hacendados. Herrera fue terminante: "Es
oasible que Los cabañeros del país suJran perju.icios
-dijo- de esta liberalidad, pterjuicios bien egoístas,
pcr la ssncíón
qu.e se pueden concretar en la sígui,ente forma: Los cabañeros
ael país tienen toros, ttenen reproductores para uender, y
parque entran en el país 500 toros más, se asustan y dicen:
''Ustedes nos perju"d?can". Pero, ¿por qué los perjudicemos?
"Porctrue el gobíerno de la Repúbltca fomentando el desa.rrollo
ri.e la índu,strta aumenta la cantidad de elementos reprodzLc-
iolesJ" Julio Muró agregó, poniendo el dedo en la llaga:
" ¿Pueden hacer objeczones los cabañeros que e?1, muA pe-
queña cantidad etisten en la República, sobre todo ul Norte?".
Las Cámaras, finalmente, contrariando la posición del
Foder Ejecutivo ejercido por Batile. no acordaron 1a fran-
c¡uicia aduanera. Influyó en ello una hábi1 maniobra de los
cabañeros que la Asociación Ru:aI apoyó: si 1a liberación de
derechos ,de aduana se concedía, eue se hiciera extensiva a
todos los cabañeros y no a una empr,esa sola. Esto hubiera
significado la muerte económica para los agricultores que
pl.antaban forrajes. Ante esa posibilidad, e1 batllismo dio
:uarcha atrás 701.
La Sociedad "Campos de Aclimatación" desapareció. Sin
franquicias, con reproductores desacreditados, no resistió. Que-
cló expedito otra vez eI camino para los cabañeros uruguayos.
En 1910 debía celebrarse en Saito un gran concurso de
ganadería. que Ia Asociación Rural e Hípica departamental
iieseó fuera internacional, estableciendo por primeia vez pre-
:rlios en metálico y abriendo eI mercado uruguayo a los re-
i:roductcres argentinos. Los hacendados apoyaron con calor
ja iniciativa. Debía, por 1o menos, quebrarse eI oligopolio.
üecía "La Tribuna Sa1teña" en 1909: "Si los ganados de la
Repúbli,ca no están en condicíones de competzr con los er-
t,t"anjeros, es una razón má.s ytara que estímulemos la com-
petencia. . . Las cabañas uruglLz.y§.s tzo pueden ttspzrar al cie-

331
rre de los pluertos o Zos Productos del ertranjers";0:. Un
estanciero agregó: "Yo sabía que nuestros ccLbañeros, no co-
nozco ninguna ercepictón, repudian las internacíonales. . ." ;0¿.
Desde la página que el diario "El Siglo" reservaba a la
Fe,Ceración Rural, los cabañeros hicieron oír su indignada vcz.
Era injusto que los dineros del país se 1os llevara e1 extran-
jero, tanto mas cuanto que "...los pró.cticas argentínss soll
zdénticas a las ru.Lesf1¿s exposictones son ncLcionsles-
no adm'¿ten a concurso -s2¡5
nuestros ganados, A €fl la feria le
cterran la puerta también ptrd que no aumente la oferta..."
i0.1..

También esta vez triunfaron los cabañeros. El gobierno


debió clausurar nuestros puertos aI ganado argentino ante e1
temor a un renacimiento de 1a aftosa ?0;. EI premio camp,eór-r
de la raza Shorthorn se discernió a un producto de la Cía.
Rura1 Bremen con campos en Colonia. Los alemanes, con sll
peculiar sentido deI humor, 1o habían bautizado "Máximo
§q¡ki" 7o';.

3 El oligopolio de los invernadores

a) Causas de la consolxdacxón de la éltte inuernadora


Fue Ia industr,ia frigorífica y su demanda exigente Ia que
consolidó la división de1 trabajo entre hacendados criadores
e invernadores, que los saladeros y el abasto de Montevidec
sólo habían gestado.
Es preciso anotar, sin embargo, que esa demanda recié¡t
se volvió selectiva en extremo aI combinarse los embarques
de carne congelada con los de carne enfriada. Esta últim:.
que nuestro país comenzó a exportar en muy modestos vo-
lúm,enes en 1915, triunfó sob're eI congelado sólo aI concluír
la Frimera Guerra Mundial 707. La carne enfriada, a cei'o
grado, gustosa como la fresca, se destinó al consumo exclu-
sivo del exigente mercado inglés y requirió por ello los rne-
jores novillos. Eran aquellos en que el mestizaje alcanzaba
el grado perfecto y la distribución de las masas de carne se
hacía en función del rendimiento en lomo y cuadril. y no
en grasas. La corta vida de la carne enfriada implicó eI aba,s-
to regular al frigorífico. El carácter zafral de ia producción
eto
:a]ladera antigua debía ser matizado. Ese rasgo correspoi-rdía
-. 1a época de1 tasajo y Ia carne congelada o enlatada, de dura-
ción casi indefinidas. Por esto es que rec,ién a partir de 1915, y
:::ás precisamente desde 1921 para el Uruguay, 1os frigoríficos
:irpusieron. con su demanda permanente de excelentes novi-
liadas ei oficio de "invernador". Lo impusieron, y como 1o
,:ecesitaban, Ilegar_an a beneficiarlo con precios más elevados
c,ue los pagados a sus otros proveedores. Entonces sí, Ia se-
pa:"ación entre criadores e invernadores fue neta ?0*.
Aun con esta salvedad, los hechos prueban que Ia mera
eirtrada del frigorífico en e1 mercado de haciendas en 1905,
cüii su elaboración exclusiva de carnes ovinas y bovinas con-
geiadas que por ello mismo se adaptaban a la producción
z;.f.ral, dio un fuerte impulso a Ia invernada como negocio;
lin espaldarazo definitivo, como nunca 1o había recibido ni
ciei saladero ni del s,electivo mercado montevideano.
Los novillos "freezey5" *js5finados a la congelación-
cl:tenían excelentes precios si eran engordados en las mejo-
res pasturas naturales de1 país, luego de ser criados en las
corrientes 70r'. Como el mestizo no fue seguido del aifalfar
argentino- ni de ningún tipo de pradera mejorada,
-caso
Ie era necesario al criador uruguayo someterlo a un año d,e
sobrealimentación. Esa función sólo podían cumplirla los que
tenían buenos carnpos cercanos aI asiento de la industria fri-
gorífica: Montevideo. Utilizando categorías económicas del
economista inglés del siglo pasado David Ricardo, se puede
afirmar que 1os invernadores ganaban una "renta diferencial"
ploducto de Ia conjunción de dos factores "natural,es": exce-
lentes gramíneas y predios ubicados en los departamentos que
l'odeaban Ia Capital. De ninguno de ellos eran responsables.
Ei. prim,ero les daba un virtual monopolio, pues los prados
r-¡aturales "excelentes" eran pocos en eI Uruguay; eI segundo,
limitaba todavía más el área de esos prados: cuanto mayor fue-
ra Ia cercanía a Montevideo, menor eI flete ferroviario a pagar
y Ios kilos que el nov,illo perdía en eI traslado.
A veces la excelencia de Ia prad,era compensab.a la le-
janía de Rio Negro o Paysandú-. Pero el ideal era
-casos
poseerlas en San José, Florida, Lavalleja, Soriano o Durazno.
El resto del país tenía un destino prefijado: ser criadorrl0.
333
Conocemos el origen departamental del 52 l/a de los bo-
vinos faenados por los frigorífieos montevideanos entre 1908
y 1912. Ei siguiente cuadro prueba la concentración de ia
invernada en seis departamentos ?11 '

Departamenlos Porcentaies de bovinos enviados a los frigorífitos en:


1908 '!909 I9l0 19t I ¡ 9! ?

Lavallela 'li l3 13 17
San José 37 30 27 a)
Soriano 8 l1 5
Florida 0,9 22 20 9 !1
Durazno 5 6 2 J
'18
Paysandú ó 7

77,9 ; 72 ót

Desde seis departamentos) cinco cercanos a Montevideo y


sóIo uno alejado (Paysandú), se envió a los frigoríficos un
75 % del total de bovinos faenados. Esos seis departa,mentr--rs
poseían únicamente el 32 % del stock bovino nacional. tr-os
otros once departamentos ganaderos, en que pastaba e1 68'ri-,
de la hacienda, remitieron eI 25 /c restante. Ellos er:an los
criadores, en particular: Artigas, Cerro Largo, Río Negro,
Rivera, Rocha, Tacuarembó y Treinta y Tres; los seis del
cuadro que antecede, los invernadores. La invernada se coir-
centraba más aún. San José, por su cercania y pasturas e::a
el departamento ideal: con e1 2,6 r'" del stock, remitió e1
26,2 7b del total del bovinos faenados por el frigorífico.
Fue eI bovino el que provocó y protagonizó la concell-
tración geográfica del área invernadora. En primer Iuger,
la especie mayor requería, por cabeza, más y mejores pas-
turas que la ovina; en segundo lugar, el fiete ferroviaio
por ser más elevado por cabeza bovina que por lanar, desa-
lentó a los invernadores de los departamentos lejanos y fa-
voreció a los cercanos a Montevideo. En este caso, el factor
"renta diferencial" jugó ,en toda su plenitud. Se necesitaban
los mejores campos en la tierra limítrofe a la capital, y esto
empequeñecía eI área de invernada. El grupo social que dis-

334
frutara de las dos condiciones naturales estaba destinado a
enriquecerse a costa de los criadores.
La situación fue diferente para los ovinos pues las exi-
gencias de los frigoríficos eran menores y no se necesitaban
tan buenas pasturas para eI engorde de capones. Por ello se
operó de otra forma. La figura del hacenda,Co invernador,
gran propietario e intermediario casi forzoso entre eI cria-
dor de novilladas y eI frigorífico comprador, no dominó la
comercialización de1 ovino. Era posible engordar aI capón
en los buenos potreros que casi todas las estancias poseían.
La dispersión de la oferta fue tan grande que "La Frigorífica
IJruguaya" nombró compradores en campaña para que bus-
casen los mejores lanares ?12. EI anáiisis de las firmas remi-
tentes entre 1905 y 1907 prueba que ese comercio no lo aca-
pararon los grandes invernadores. Los comisionistas José
María Garmendia, Dionisio A1emán v Segundo Espino, re-
mitieron el 43 % del total, comprando"las óses en Paysándú,
Durazno. Flor,ida, Flores, Tacuarembó y Río Negro. Só1o un
gran hacendado remitió cantidades importantes de capones,
un 6,4 %, pero éI era a la vez principal accionista de "La
Frigorífica lfruguaya": Luis Ignacio García. En síntesis, si
hubo zonas donde se invernaron ovinos, no existió un gremio
de invernador:es del ovino ni departamentcs especializados en
esa tarea. El cuadro que sigue lo comprueba. EI es el re-
verso del anterior 713:
DEPARTAMENTOS QUE REMITIERON MAS OVINO§ A
"TA FRIGORIFICA URUGUAYA" ENTRE I9O5 Y I9O7

Departamentos I905 t 906 1907

Soriano 35 25 5,6
D ura zno t3 5 5,6
Flores 6 3 5
Iaval Ieia 2,6 7 5
San José I
Florida '10
l1 23
Río Negro 5,6 Ió 4
Paysandú 14 IO
Tacuarem lcó 'ló ,I9
5

92,2 93 81,2

335
De estos nueve departamentos, sóIo seis se hallaban en
el sur cercano a Montevideo, 1o que prueba que, a diferencia
de 1o sucedido con eI vacuno, Ia proximidad del mercado no
determinó la creación de ningún área invernadora. Los nue-
ve departamentos que remitieron eI BB,B % del total de ca-
pones faenados por "La Frigorífica lJruguaya", poseían el
67,5 % C-eI stock ovino ,del país y, por Io que otras fuentes
indican, concentraban eI 90 ')L d.e las caponadas de raza in-
glesa, preferidas por eI frigorífico. Por consiguiente, fue la
región criadora Ia que envió las caponadas. El ovino no ge-
neró la espec,ialización y el enriqu,ecimiento del grupo inver-
nador. Lo hizo, sí, eI vacuno.

b) Riqueza A concentración de poder del grupo tnuernador

No todos los miembros de la clase alta rural eran inver-


nadores pero todos los invernadores eran grandes terrate-
nientes.
A un latifundista criador Ie era posible escapar a la in-
termediación del invernador, convirt,iéndose é1 mismo al ofi-
cio. A diferencia de la otra especialización cabaña-,
no se requerían ni conocimientos ni dedicación -lapersonal ex-
clusiva; bastaba con poseer eI capital suficiente para arren-
dar o comprar las mejores tierras. EI análisis de 146 estan-
cias mayores de 2.500 hectáreas descriptas en eI "Album Pur
Sang" en 1916-1917, muestra que casi el 50 % de los pro-
pietarios (70 con exactitud), eran dueños de una inmensa
área en la que criaban en Cerro Largo, Treinta y
-ubicada
Tres, Tacuarembó, Artigas, Rocha, Río N,egro, Paysandú o
pu¡¿2n6- ¡r de otra, a veces un poco más pequeña, en Ia
que invernaban, situada en las inmediaciones de 1a primera
o en el privilegiado sur: Florida, San José, Lavalleja, So-
riano, Flores. En el 54 ib de los casos adquirieron en pro-
piedad el área para invernar, en eI 46 % la arrendaron rra.
Por supuesto que el grueso de la clase alta rural no se
transformó en invernadora, pero su propia riqueza la puso
a salvo de las maniobras habituales de la nueva éIite. En
cambio, la clase media y los pequeños hacendados cayeron en
sus manos. Como no tenían capacidad económica para espe-

336
rar un aumento en e1 precio de Ias novilladas, su única al-
ternativa era vender pronto. Poseían generalmente los cam-
pos corrientes del país, buenos para Ia cría de ovejas pero
no para la invernada de vacunos. Si su novillo no estaba
1:reparado para el frigorífico, se imponía 1a intermediación
del invernador.
Los invernadores eran poderosos por monopolizar una
excelente ub,icación geográfica, las mejores tierras .del país,
v poseerlas en gran extensión. Esto último era una necesidad
observando el sistema de explotación extensiva imperante:
para engordar en un año un novillo mestizo se necesitaba

el enorme fundo tapizado con excelentes gramíneas permitía


obtener el suficiente número de novillos gordos como para
satisfacer a Ias empresas frigoríficas y ferroviarias, recibiendo
de elIas, como observaremos, tratamiento preferencial. Exis-
te una prueba del estrecho vínculo entre latifundio ,e inver-
nada. Conocemos con relativa exactitud 1a extensión ocu-
pada por 13 de los 19 principales remitentes de ganado va-
cuno a los frigoríficos: la sup,erficie total era de 832.000
hectáreas, es decir, un promedio, por establecimiento inve:-
nador, de 25.500 hectáreas.
EI núcleo del rico grupo invernador estaba compuesto
lror cerca de 200 firmas ganaderas, el 0,4')t dei total de
predios rurales censados en 1908. Pero de esas 200, sóIo 1g
fueron realmente importantes pues remitieron a lcs frigorí-
{icos, entre 1908 y 1912, eI 63,3 ,/o del total de vacunos fae-
nados. Once firmas de 1as 19, enviaron a su vez eI 5l,B /r,
del total He ahí el cogollo de la oligarquía invernadora,
asentada en San José, Florida, Lavalleja, Soriano y Paysandú.
La concentración de poder económico que los invernadores
comenzaron a poseer a raíz del triunfo frigorífico queda más
en claro si analizamos al departamento especializado por ex-
celencia, San José, el que remitió eL 26,2 % de Ios faenados
por las empresas entre 1908 y 1912. Cuatro firmas enviaron
2/3 de las noviliadas maragatas: Francisco Macció, el más
fuerte de todos los invernadores del país, algo más del ter-
cio; eI resto: Reyes Hnos., J. Ordeig Pérez y Urbano Etche-
nique. Igualmente notable ,era la concentración de 1os envíos

337
desde Paysandú, pues, uno, Luis Ignacio García, remitió el
79,3 7L de 1o que ese departamento produjo. Si tomamos co-
mo referencia a todo eI país, 7 firmas remitieron el 40,6 '-i
del total faenado por los frigoríficos: Francisco Macció y
Cía. (10 ib); Luis Ignacio García (7 %); Santos L. Urioste
(.5,41i, ); Osorio Silveira y Carve {4,7 lL); Familia Masca-
renhas (4,6'/l );Aramendía Hnos. (4,5',;¿.);y Alejandro Ga-
llinai (4,4 tl ) "".

c ) Pri,ur.legios A gananc?a del grzLpo inuernador

Estaba en eI interés de las ,empresas frigoríficas favo-


recer con precios más elevados al grupo invernador.
Esto, que ocurrió en la Argentina recién cuando 1os fri-
goríficos compraban novillos para el "enfriado", sucedió en
nuestro país desde 1905, en que sólo se congelaba la res. La
vaz6n de1 diferente procedimiento de las empresas en los dos
países es fácil de comprender: Ia atrasada ganadería orien-
tal debía ser acicateada, diferenciándose los precios con cla-
ridad, premiándose al que ofrecía los mejores productos 1,
castigándose aI que los ofrecía mediocres. La ganadería ar-
gentina, en cambio, con su mestizaje ya completo y sus al-
falfar.es, no requirió estos estímulos hasta que surgió Ia exi-
gente demanda de novillos "chillers", únicos aptos pará el
enfriado.
Como los ganaderos razones variadas sobre las
que volveremos- se neg_aron-por
a mejorar sus praderas, el ma-
yor pr:ecio cayó sob,re eI pequeño grupo que detentaba las
gramíneas naturales privilegiadas. EI estímulo, en vez de
impulsar eI cambio económico, simplemente consolidó el vie-
jo sistema de explotación, diferenciando a la sociedad rural
y dando más poder a ciertos grandes propietarios que poseían
lo que la naturaleza les había donado: buen pasto y cerca-
nía al mercado.
Al
premio en eI precio, los frigoríficos sumaron un sis-
tema de compras que benefició a los estancieros que se com-
prometían de antemano a proporcionarles determinada can-
tidad de novillos de buena calidad. El invernador no remi-
tía a Tablada dependiendo de la demanda que en ella rigiese,
sino que, visitado por los comisio'nados de los frigoríficos,
338
-.'endía su producción anual con anterioridad, mediante con-
1 rato iri.
También 1o convirtieron en un ser privilegiado las com-
-:añias feroviarias británicas.
Invernadores y frigoríficos eran clientes muy importan-
:es para el Central o eI Midland. Ya Ia fábrica de carnes
Liebig's había obtenido "una tartfa espectal para los gana-
:ios quu se fie enutabanl", ante Ia cual se sintieron perju-
Cicados saladeristas del litoral y hacendados que les vendian
a ellos irs. No podemos afirmar rotundamente que los frigo-
rificos hayan alentado por estos años tarifas diferenc,iales fe-
lroviarias. Es posible que 1o hayan hecho, dado ei gran vo-
lumen de ganado que comenzaroyr a manejar. Así, por 1o
n-!enos, 1o creyó el senador Otero en 1920 cuando preguntó
si: "¿haE tarifas parttculat"es, públ,icas o reseruados?", sin re-
cibir respuesta precisa del Ministro deI ramo que confesó su
ignorancia, aunque sugirió que ella se debía a falta de pruebas
v no de sospechas ?1t'.
Tenemos pruebas precisas, en cambio, de que por meras
razones económicas, las empresas ferroviarias f avorecieron
aI gran invernador en detrimento del pequeño, así como a1
gremio de los invernadores frente al de 1os criadores. La
explicación es . sencilla: los ingleses otorgaron tratamiento
privilegiado a sus mejores y más grandes clientes, en lógico
detrimento de los que proporcionaban menores o esporádicas
cargas. Pero esta "Iógica económica" tenía consecuencias so-
ciales du' entidad.
Los grandes invernadores contrataban "trenes de ganado
completos", de 12 o más vagones rnfnimo de 240 rc-
-u¡sin parar en las esta-
ses. Estos trenes partían "expr,esos",
ciones intermedias entre el punto de partida y Montevideo;
el ganado llegaba rápidamente a la capital, sin experimentar
demoras que 1o hacían debilitarse por falta de agua, sin su-
frir machucones, caídas ni muertes, frecuentes en los casos
en que los trenes eran mixtos y ganado-, y en
-pasajeros
cada estación eI convoy se detenía media hora o quince mi-
nutos, enganehándose o desenganchándose vagones con los
consiguientes trastornos para la hacienda transportada. Los
invernadores pequeños, que no podían cargar todo un tren
expreso, debían sufrir estos inconvenientes que enflaquecían
sus haciendas y hasta disminuían eI número de reses que

339
llegaban vivas a Tablada. Quien remitiese de uno a siete
vagones (20 a 140 reses), salía de rnadrugada y llegaba a
Montevideo de noche, cuando 1a Tablada ya estaba cerrada.
A los problemas anotados, debia sumar el pago de pastoreo
nocturno en algún campo montevi,deano en espera de la aper-
tura de Ia Tablada al otro día. Todo ellc lo denunciarcn corl
indignación "comerciantes y hacendados de Cerro Largo" en
extenso petitorio aI Presidente de Ia República en 1911. Di-
jeron con claridad: "Y esos inconuenientes seró.n sufrtdos en
su rna,Aor parte por los pequeños inuernqdores y h.acendados
que enȒan sus ganados u Tsblada aprouechando los trenes
de pasajeros. . . A Los grandes int¡ernodores o hacendados de
importancia no los afecta. . ." 1!t¡.
En 1909 sequía- la Asociación y Federación
-plena
Rural gestionaron del Ferrocarril Central una rebaja de la
tarifa de transporte de ganados. La empresa británica acce-
dió el 15')b de ¡ls5g¿s¡fq- siernpre y cuando los
-concedió
hacenCacios cargaran más de 12 vagones, es decir contrata-
.ran un "expreso" ?;:1. Como la Compañía pidió que la Fede-
ración Rural garantizase con su firma que se trataba de ga-
nados flacos enviados a potreros mejoi' empastados para ser
salvados de1 harnbre, conocemos el ncmbre y número de los
beneficiados con la reb,aja ,en los 6 meses que rigió durante
i909. Dada la exigencia de los 12 vagones como mínimo, el
¡rúmero fue exiguo: B. De eIlos, 6 eran grandes inver-
nadores ?rl.
En 1909, la Federación Rural gestionó y obtuvo del Fe-
rrocarril Central otra rebaja en la tarifa para el transporte
de ganados. El petitorio se refería a los recorri.Cos menores
de 100 kilómetros, ya que hasta ese momento se abcnaba
una tarifa uniforme de $ 10 pcr vagón de ganado en los pri-
meros 100 kilómetros de recoirido. La empresa concedió una
tarifa diferencial y progresiva: de 1 a 49 kms: $ 5; de 50 a
59kms.: $6; de60a69kms.: $7; de70a79: $Byde
B0 a 89: $ 9. Los invernadores de San José estaban de para-
bienes pues la mayoría se encontraban a una distancia infe-
rior a lcs 100 kilómetros de Montevideo... pero "esta reba-
jaes sclamenie para 1os vagcnes grandes", aquellos que cal:-
gaban 20 reses; Ics "chicos y med;ianos" fueron suprimidos.
Para enviar 10 reses, un invernador pequeño debía abonar,
de hecho, la tarifa anterior. EI beneficio) como 1o denunció

340
la Federación Rural, sólo era tal para los que remitían mu-
cho ganado ?:3.
En síntesis, frigorificos y empresas ferroviarias consoli-
daron con su política de precios diferenciales aI grupo de los
fuertes invernadores. Este fue otro elemento que-tomaron en
cuenta los criadores pequeños, media,nos y grándes para juz-
gar a los invernadores como sus antagonistas naturales. IIa-
bía, por cierto, otros motivos de tensión entre Ias dos fuerzas

Para los estancieros criadores, el invernador puro era


un comerciante, no un hacendado. No necesitaba inquietarse
adquiriendo sementales, mejorando y vigilando los rocleos,
correr con los riesgos que supone La crianza de 1os novill-os,
pariciones, castración y epidemias 7:+. Aquí, como en Ia Ar-
gentina, lcs invernadores "r¿o gozaron de mucha s.nnpr¡¡itL srr-
tre el gremio ganad.ero" 725. El mayor porcentaje de ausentis-
rnos se daba entre ellos pues muy poco había que hacer en
esas estancias; el criador, sobre todo mediano, era, en cam-
bio, e1 típico "hornbre de campo".
Pero las diferencias no derivaban sólo de la especializa-
ción y la psicolcgía. Para el criador, el invernador usufruc-
tuaba de un privilegio obviamente inmerecido: la cercanía
aI mercad.o, la buena pradera. El criador dependía del precio
que le marcaba un grupo reduc,ido de hacendados interme-
diarios entre éI y el frigorífico. .A1 invernador " . . .no le
preocu,paba tl.nto el precio absoluto de su mercadería com-o
eL margen del precto de costo. . . ,Su deseo de comT)rar ganado
bcrato lo enfrentaba a. ueces con el crta.dar g lo altneaba jun-
to a los frígoríÍicos"¡za. En otras palabras, para los inverna-
dores Ia ganancia residía en Ia diferencia entre el precio- de
costo de venta del criador-, y la cotización del frigo-
rífico. -el
A ésta había que amoldarse pues con los monopolios
no se lucha, se transa; aquél podía imponerse, puesto que dis-
frutaban a su vez de otro monopolio, el de las mejores pra-
deras naturales de1 país.
El cuadro que sigue muestra cómo invernada y saladero
eran ya incompatibles entre 1905 y 1911, por lo que eI rena-
cimiento de la invernada se debió aI auge de Ia demanda
frigorífica ?:7:

341
CUADRO I

lnvernador del sur, ganado de cía oriental del norte, y saladero: 1905-19lt
,l905
Costo del novillo cie cría en 14,25
Promedio arrendamienlo anual de 1t/z hás. en Soriano, Flo-
rida y San José hacia i90ó-1910 4,21
por ferrocarr¡l desde Salto a San José y de San José
Transporte
a Monfevideo a S 53,25, vagón de 20 vacunos. Por cabeza 2,66
Gastos gen:rales máximos 0,30 21,42

Precio promeclio paqo por I novilio en Tablada de Montevideo


s 18,93

La pérdida para eI que invernaba novillos orientaies y


vendía a los saladeros de Montevideo indica, como ya 1o se-
ñalamos en eI Tomo III, que invernada y saladero eran in-
compatibles debido aL alza de1 costo. Dos factores principales
1o causaban: el aumento constante del arriendo, reflejo del
valor de la tierra en ascenso; y eI incremento de precio del ga-
nado de cría, reflejo de la progresiva mestlzación.
Existió una salida para evitar }a pérdida: seguir com-
prando las baratas novillada-s de Entre Ríos y Corrientes. La
estadística aduanera prueba que en estos años se repitió eI pro-
ceso deI decenio anterior a 1905: la importación de vacunos de
cria entrerrianos y sobre todo correntinos fue importante hasta
1910-19L1. A partir de estas fechas, en parte porque Ia indus-
tria frigorífica aumentó su demanda y 1a cotización, en parte
porque la hacienda de aquellas provincias argentinas también
se mestizó y creció en valor, este comercio disminuyó.
Por estos años, eI invernador de ganados mestizos orien-
tales sólo obtenía utilidades todavía- vendiendo
al único frigorífico existente: -escasas
"La Frigorífica Uruguaya".
CUADRO II

lnvernador del sur, ganado de cría oriental del norte, y frigorífico: I9O5.I9ll
Costo del novillo mestizo de cría en 1909. precio promedio $ 15.00
y gastos generales, de acuerdo a Cua-
Arrendamiento, lransporte
dro l. 7,17 S 22.17

Precio promedio pago por "La Frigorífica Uruguaya" de 1905


a 1910: 5 0,05 el kg. en pie. Un novillo de 5 años y 50O kgs. $ 25.00

Ur¡lidád neta: $ 2,83.


Ganancia sobre capital invertido ($ 22,17)t l2 7o en un año

342
La utilidad era superior a la lograda si se colocaba eI di-
nero en hipotecas. No fue, empero, deslumbrante, si pensamos
que con Ia explotación de ovinos en una estancia criadora po-
día obtenerse taI vez el doble, según hemos comprobado aI
analizar las ganancias de los hacendados. Pero debe anotarse
que: a) El negocio en estos años no impiicaba riesgos ante
el alza permanente de1 valor de los novillos para frigorífico;
b t La seguridad de1 beneficio era mayor que para los criado.
res; precisamente 1o que estos siempre reprocharon a los inver-
nadores fue no tener necesidad de pasar los trabajos y vivir
los azares de la crianza del vacuno; y c) Hemos supuesto que
el estanciero invernador fuera arrendatario y abonara el ele-
vado arriendo que se cobraba en eI sur del país. La mayoría
cle los invernadores eran propietarios (los dos ejemplos en que
hemos basado este cáIculo lo fueron). Si bien es natural asig-
na¡ a 1a tierra una renta dado el sistema capitalista imperante,
eI invernaCor concreto no la abonó.
Ob'servemos ahora eI negocio de invernada a raíz del au-
ge frigorífico notorio desde 1912.
Un primer caso, el del invernador que habiendo compra-
clo novillos de cría en 1911, Ios vendió a los dos frigoríficos
que ya había en 1912, aI nuevo precio que comenzó a regir
a fines de 1912.
CUADRO III

lnvernador del sur. ganado de sría orlental del norre. y frigorífico en 19I2

Ccsto del novillo mestizo de cría, promedio 1910-l9i I ' . . .. . $ 2o.oo


Arrendamiento de I 7z hás. en Soriano, Florida o San José, valor
promedio onual de l9ll a 1913 4,57
Tr¿nsporfe y gastos generales de acuerdo a deialle en Cuadro I 2,96 $ 27,53

Drecio abonado por los frigoríficos en noviembre de 1912 por


:cvillo invernado:81 milásimos el k. Un novillo de 500 kgs.7:ls $ 4o,so
Utilidad netar $ 12,97.
Ganancia sobre capital invertido ($ 27,53):47 o/o en un año.

Fue el invernador eI primero en aprovechar el insospe-


cirado ascenso en Ia cotización del vacuno provocado por Ia
entrada aI mercado del Frigorífico Montevideo. La eLevada
q'anancia era la prueba de1 tono especulativo del negocio.

343
Algunos criadores, alertados por e1 alza y contando con
la escasez de ganado de cría provocada por la sequía de 1910,
aumentaron en 1912 el p:ecio del ganado de cría hasta $ 30
por cabeza. Pero para la zafra 1913-1914 los frigoríficos a su
vez habían empujado de nuevo 1os precios para los buenos
ejemplares hasta $ 45. La utilidad de 1os invernadores des-
cendió a $ 7,47 por cabeza y la ganancia sobre eI cap,ital inver-
tido fue del 20 ',';. El negccio ya estaba asentado. Ese fue el
porcentaje mínim,o que el sector: invernador arrebató al cria-
dor. Mínimo porque, ante la e>:plosiva demanda frigorífica, su-
cedió que los más fuertes invernadores compraron sóio gana-
dos Eo inuernados en regiones de buenas pasturas pero aleja-
das de N{ontevideo. La "reinvernada" en campos .de San José.
Fiorida o Canelones, dejaba una ganancia del 20 'l , pero...
en seis meses. EI interés anual sobre eI capital invertido era
entonces el 40 '/e,

Cabañeros e invernadores fueron 1os o,ue rnás directamen-


te recibieron el. beneficio derivado del triunfo frigorífico y
los buenos plecios de los años 1912-1919. Los primeros, por-
que controlaban los sementales para el, ahora sí, imprescin-
dible mestizaje. Los segundos, porque monopolizaban las me-
jores pasturas del país. La distancia social se acrecentó entre
estos miembros privilegiados 'de la clase alta rural y el resto
de los hacendados, en particular, los rfumerosos miembros de
la clase media.

344
Capítulo V
!-a región de la clase media rural y el ovino

I - [a región donde dominó la propied,ad rnediana


Diversa y compleja como todas ias estructnras sociales
rnedias, la rural abar,có una gama muy amplia de situaciones
económicas y comportamientos. El 40,5 %: de los predios cen-
sados en 1908 poseían entre 101 y 2.500 hectáreas.
-17.165-
Según ios Cuadros I y II del Capítulo I, octtparon de un 51,65
a t¿n 53,9 rr'í de la superficie censada. "Gtanjas y pequeño-s
explotaciones ganadelas" hasta 500 hectáreas. "establecimien-
tos de campo toCavía mediancs" de 501 a 1.000, y "propiedad
ganadera ya importante" entre 1.001 y 2.500 hectáreas, eran
ios tres tramos en que este grupo social se subdividía, segúrn
la clasificación de Martín C. Martínez en 1918. Tambo y agri-
cultura podÍan dominar Ia explotación del primer grupo de
predios, pero en todos e1 ovino complementaba o era el pra-
tagcnista. E1 vacuno, importante en los dos trarnos superiores.
siempre cedía ante Ia especie menor. La dimensión de los pre-
dios fue la causa de esta preferencia cuando no la pobreza ctre
la pradera natural. Fue esa clase media eI factor dinamizador
del ámbito rural, como hemos ya comprobado. A ella se debió
el avance del mestizaje ovino, la desmerinización progresiva
en procura de las razas doble propósito (lana y carne), el ern-
potreramiento de1 fundo, Ia lucha contra la sarna y la im-
plantación del alambraCo de 7 hiios y, por fin, el comienzo cle
una explotac,ión que denotaba espíritu de empresa: 1a lechería.
Así corno, en líneas generales, aI norte del Río Negro el
latifundio había sentado sus reales, al sur lo hizo la clase me-
dia rural. Esta un tanto simplista regionaliza.ción 'del país
admite todos los matices- tenía motivac,iones históricas
-que
v geográficas.

345
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\ooo €,€,É:.!'9
El sur se había colon,izado primero que eI norte. ya en
tiempos de Ia dominación española fueron esas las tierras mas
disputadas-por su cercanía a los puertos y 1a mayor seguri-
dad que a la vida y la propiedad se ofrecía. Hubo alli faciores
que valorizaron eI suelo desde épocas tempranas: Montevideo
¡r su cinturól agrícola, los primeros ferrocarriles, y ahora. en
estos años, las primeras carreteras. La densidad demográfica
a raíz de estas circunstanqias siempre fue mayor que en el
norte. La presión por la tierra provocó su parcelamiento. La
inmigración que arribó al sur exceptuamos Colonia y So-
-si
¡i¿¡s- no fue la rica de las colectividades brasileña, alemana
o británica, sino la más pobre, compuesta de españoles e ita-
lianos. Elio desalentó la concentración de la propiedad en Ia
rlis¡na medida en que la alentó el ,'b,arón,, brasileño. por fin,
algunos de los suelos más aptos para eI ovino se hallaban en
sur 7:!, pero como también los había aI norte creemos gue
-ese
las causas determinantes fueron históricas y geográficas y no
agronómicas.
Con las nlismas limitaciones metodológicas y conceptua-
les que expusimos en el Capítulo III los cuadros que mostraban
el dominio de la gran propiedad, observaremos, én los de este
capÍtulo, cuáles fueron los departamentos en que dominó la
mediana.
El Cuadro II busca corroborar aI Cuadro L Se elaboró
e¡r base al Censo de 1908 y permite deducir el dominio de Ia

CUADRO II

7o departamental N9 de predios entre 7o departamental


\ del área nacional tOl y 2,50O hás. denrro total nacional
DeFarlamentos censada de esos predios

C:,¡e lones ana 1005 5,6


Colania 3,31 I 343 7,5
]u'az n o 6,46 14 10 8
2,78 532 ,o
i t:¡ida 5,62 1464 8,2
i1;iConado 2,53 1051 5,9
::vslleia 5,ó8 Ió9r 9,s
:. s:ha 5,15 1379 7,7
S¡: José 2,89 708 3,9
-':inla y Tres 5,76 I 0ó3 5,9
f

347
mediana propiedad de la comparación entre dos porcentajes:
eI de la superficie departamental censada dentro del área na-
cional, y el de los fundos comprendidos entre 101 y 2.500 hec-
táreas en el departamento en relación a los existentes en todc¡
e1 país. Si eI primero es siempre inferior aL segundo, tenemos
derecho a suponer que en estos departamentos ia propiedad
mediana era la forma dominante.
En todos 1os casos sucede que eI porcentaje Ce predios
medianos es superior aI del área departamental en relación
a 1a superficie nac,ional censada. Incluso ocurre que en aque-
llos dos en que la diferencia es escasa, Treinta y Tres y Flo-
res, también e1 Cuadro I mostrab,a cierta debiliCad de ias ca-
pas sociales medias.
Estos diez departarnentos, que ccnstituían el 42,45 i,i de1
área nacional censada, pcseían el 65.1 ili de los predios com-
prendidos entre 101 ¡z 2.500 hectáreas. y ocupaban 86.230 km-.,
es decir, el 46,7 ',i de la superficie nacicnal.
Si analizamos más detenidamente arnbcs cuadros pcdemos
ofrecer una imagen de la región dominada por la clase ined,ia
rural.
Los diez departamentos se encuentran situados aI sur deL
Río Negro. De ios 13 que se ubican en esa zona, si elimina-
mos a la Capital por razones obvias, sólo dos Largo
v Soriano- quedarían fuera deL dominio de la -Cerro
clase media..
Pero esos dos precisamente mostraban un equilibrio entre ei
Iatifundio y la mediana p:opiedad, equilibrio que se rompía
Ievemente, en el caso de Soriano, a favor de la clase naedia..
según las cifras proporcionadas en el Cuadro I del Capítulo III.
Se pueden distinguir tres suhregiones de acuerdo a} peso
que en cada una de ellas tuvo el grupo social analizado: a\
La zona donde dominó con claridad la estructura de 1a prc-
piedad d-e la tie:ra, integrada por Canelones, Coloiria, Duraz-
no, Florida, Maldonado, Lava1leja, San Jcsé y Rocha. Entre
predios pequeños y medianos, el área ocupada, de acuerdo a
los dos criterios utilizados para calcularla, superó siempre el
60 1/. de la departamental. Era ab,soluto e1 dominio de la clase
media rural en: Flori,da, Maldonado, Lavalleja y Rocha. Corn-
partía el suelo con la pequeña explotación agrícola o tambera
en Canelones ¡r San José. En estos 6 departamentos el lati-
fundio, que existía, estaba reducido a su mínima expresión
dentro del país; b) En Treinta y Tres y Flores, el domjnio de

348
-a prop,iedad media fue menos neto, aunque rea1. Un 35 o 45
-cr ciento de1 suelo, de acueido a1 criterio que hemos llamado
l. estuvo en manos de la gran propiedad. La pequeña casi no
,enía fuerzas, su área fue, en los dos departamentos, Ia más
':aja
de los diez analizados 1un 1,8 para Flores, un 2,1 para
It'einta y Tres ) ; c ) Un departamento en que el equilibrio en-
:re iatifundio y mediana propiedad parece quebrarse a favor
ie esta ú1tima: Soriano. EI Cuadro I expuesto en el Capítuio
.II muestra una escasa d,iferencia entre los criterios 1 y 2 en
relación al área ocupada por los predios medios: 51,3 o 50,7 %.
Si deseamos una radiografía que muestre la región en que
iiominaba la clase media rural poderosa (fund.os entre 1.001
¡-2.500 hectáreas), y aquella en que el grueso del grupo social
-o constituían los poseedores Ce predios menores de 1.000 hec-
:áreas, debemos recurrir a otro análisis.
En Durazno, Flores, Florida, Rocha, Treinta y Tres y So-
:'iano, eI número de predios entre 1.001 y 2.500 hectáreas era
tle los mayores en la región situada al sur de1 Río Negro. En
eilos habitaban los integrantes fuertes de la clase media, que
)'a coqueteaban con la gran propiedad.
En Canelones, Colonia, Mal,Conado y San José, daban el
tono los propietarios que poseían entre 101 y 1.000 hectáreas,
el núcleo más auténtico, del grupo social que estudiamos.
Lavalieja ofrecía un panorama singular: presentaba un
..levado número de predios de las dos categorías. HabÍa a1lí ex-
cepcional integrac,ión entre miembros poderosos y estancieros
"todavía medianos", como llamara en 1918 Martín C. Martínez
a los que poseían entre 500 y 1.000 hectáreas.

2- lazos enlre clase med,ia y explolación del ovino

La región ovejera comprendía ocho departamentos situa-


dos aI sur del Río Negro: Durazno, Flores, Florida, Lavalleja,
llaldcnado, Soriano, Treinta y Tres y Rocha. De acuerdo aI
Ceirso de 1908, allí la ,Censidad de ovinos pcr km?. era muy
superior a la media nacional (140 cabezas), y la Ce vacunos
era inferior a esa misma media (43 cabezas), o 1a superaba
levemente, corro en Tre,inta y Tres, dcnde alce.nz6 48 cabezas.
Otrcs dos departarnentcs, al norte del Río Negro, Salto
y Río Negro, poseían una densiCad de ovinos por km!. algo
349
superior a la nacional, 752 cabezas en los dos, pero e1 vacuno
dominab,a pues alcanzaba la densidad más elevada de1 país:
60 cabezas por km:.
En los ocho ovejeros, en cambio, el número de ovinos por
km2. sobrepasaba con holgura esa media, alcanzando 1os más
elevados guarismos en Flores, con 333, Maldonado, 247, Sc-
riano, 22a y Durazno, 191 cabezas; a la vez, las cifras más
bajas en vacunos por km:. se daban en Durazno, 32 cabezas,
Lavalleja, 34 y Florida y Rocha, 35.
El lazo con la clase media rural es de meridiana ciaridacl:
en siete de esos ocho, 1a mayor área departamental la ocupó
este grupo social y en Soriano compartió e1 suelo con 1a grau
propiedad aventajándola algo. Estos ocho departamentos que
ócupaban eI 41,3 '1, de la superficie nacional, poseían el 55.9
por ciento del stock ovino y sóIo el 35 % dei bovino.
En los otros tres departamentos que hemos considerado
como dominados por Ia clase media rural y los pequeños em-
presar,ios San José y Q6]s¡i¿-, Ia granja, el
tambo y Ia -Q¿ngl6nss,
explotación ovina se combinaron para sustentar
a este §rupo social. Por ello no se hallan dentro de la región
ovejera. Allí la clase media creó formas diversificadas y no-
vedbsas de Ia agropecuaria y no basó su vida económica ex-
clusivamente en la ganadería tradicional.
La preferencia de Ia clase media rural por el ovino t,o
impiicó el abandono del vacuno sino un cambio de acento
de la especie mayor a Ia menor, impuesto por la escasa tierra
poseída y a veces por la naturaleza de los suelos. El lanar
óonsolidó a esa clase media que debió soportar e1 formidable
peso de Ia intermediación de los barraqueros montevideanos,
el no menos oneroso de invernadores y cabañeros, así como las
dificultades derivadas de Ia renuente política crediticia del
Banco de la República para este sector social'
A pesar de esas circunstancias adversas, la clase media
se fortaleció en estos años ante eI notab'Ie incremento del pre-
cio de Ia 1ana, su rubro esencial. Hasta L911 por lo menos, ese
incremento sobrepasó al experimentado por los novillos. Será
recién con el triunfo absoluto de1 frigorífico 1912-
1914- que la tendencia se invertirá, pasando a-desde
ser más ren-
table el bovino que el lanar.
El lanar permitió también mantener explotaciones gana-
deras pequeñas, auténticos rninifundios. Fue en los departa-

350
mentos de la región ovejera donde esa forma de propiedad
pudo persist,ir; en los de Ia zona dominada por el vacuno, eI
carácter antieconómico típico de ta1 sistema de explotación
disminuyó el minifundio ganadero a porcentajes irrelevantes.
Minifundio ganaderos menores de 100 hectáreas-
y explotación -predios
extensiva eran términos antitéticos si se trata-
ba de mantener bovinos; no 1o eran si se trabajaba eI lanar.
Según eI ing. agr. Miguel Ieudikow, e1 29,5 ',i, de los estable-
blecimientos ganaderos de1 país eran menores de 100 hectáreas,
v el 61,5 !/c menores de 500, la superficie mínima, según las
técnicas de 1a época, para que la ganadería bovina fuera ren-
table. En los 5 departamentos de absoluto dominio de1 vacuno
¡' el latifundio, eI porcentaje de predios ganaderos inferiores
a 100 hectáreas fue eI más bajo del país: Paysandú, 27; "la-
cuarembó, 22; P"ío Negro, 18; Salto, L5; Artigas, 14.
EI lanar, en cambio, permitió la pequeña explotación ga-
nadera, aunque en condiciones técnicas arcaicas y con ren-
climientos mediocres. Los fundos menores de 100 hectáreas
dedicados a la ganadería alcanzaron sus mayores guarismos en
Maldonado,77'/r; Rocha,54'/i; Flor,ida,37 i,í y Flores,30 tí.
En estos cuatro se daba el mayor número de ovinos por kmr.
(Maldonado y Flores) y eI menor de bovinos (Rocha y Flo-
rida ). Si analizamos los establ.ecimientos ganaderos entre 101
y 500 hectáreas, e1 porcentaje más elevado se encuentra en
6 de los departamentos ovejeros del país: Durazno, 42 ')L; Flo-
rida, 39 %; Lavalleja, 44 fl; Soriano, 4l l<,; Treinta y Tres,
41 ',/u y Flores, 25 iL.
Desde este ángulo, eI lanar no sólo consolidó a la clase
media rnral, sino que permitió la supervivencia de una especie
social aparentemente reñida con el carácter extensivo que po-
seían todas las explotaciones del país: eI pequeño propietario
ganadero. No todos tuvieron que "cambiar el lazo por la co-
yunda", al decir de1 fundador .de Ia Asociación Rural, Domin-
go Ordoñana. La oveja hizo posible que eI minifundista siguie-
ra diciendo no a la agricultura.
Aunque económicamente -,como luego comprobaremos-
estos minifundios empobrecían a sus propietarios y aI país dado
lo rudimentario de su técnica y la escasez de1 capital, también
es cierto que introducían un mayor pluralismo en Ia sociedad
ganadera. De no ser por el lanar, ésta se hubiera reducido a
s¡óIo dos clases sociales fuertes: poseedores de 500 o 1".000 hec-

351
táreas, y poseedores de más de 2.500. El 1anar, y en la cuenca
lechera, eI tambo, permitieron a los propietarios de menos de
500 hectáreas seguir dedicando sus fuerzas a la ganadería.
También eI lanar fue factor decisivo para que eI ascenso
sccial dentro de la actividad ganadera siguiera ocurrien.Co. EI
primer paso era convertirse en arrendatario; pues bien, hubo
un nexo claro entre la región ovejera y la abundancia de
arrendatarios, exactamente e1 reverso de lo ocurrido en la re-
gión de1 vacuno. En todo el país, el 35,4 '7 de 1os predios se
arrendaban. Sólo 4 departamentos ganaderos superaron esta
Eredia, estando dos de ellos en eI centro de Ia región ovejera,
Durazno y Florida con un 38 '7i, de arrendatarios; Flores casi
la igualó con el 35 iá ('¡').
Este hecho tenía su 1ógica. La oveja, por requerir menos
tierra, facilitaba comenzar como arrendatario de un mediano
fundo para luego convertirse, si la coyuntura auxiliaba, en
propietario. Por 1o general, el vacuno vedó este camino del
ascenso sociaL.

3- La tecnología, en la región del ovino


y la clase media rural
Impulsada por la necesidad de sobrevivir con 1o que po-
seía, la clase media rural no pudo adoptar Ia actitud del gran
prop,ietario que compensaba su atraso técnico con la elevaCa
renta dejada por sus miles de hectáreas.
Para la clase media rural sóIo había una manera de au-
mentar la renta: hacer más intensiva Ia explotación; para e1
latifundista, la amplitud del fundo le hacía olvidar 1o que de-
jaba de percibir por no alambrar, empotrerar o mestizar.
En relación a los kilómetros de alamb,rados cada 1.000 hec-
táreas, Ia media nacional, de acuerdo a1 Censo de 1908 era de

(t) Sucedió lo confrario en otros lres departamentos ove¡eros.. Maldonado con


cn de arrendatarios, Rocha, 19a/o y Treinta y Tres, 24 /o, poseyeron los
17o1'o
guarismos más balcs del país. De eslo sólo debe deducirse que allí los pequeños
v meriiancs hacendacios, que dominaban, eran en su mayoría propietarios, pero
ro que el arrienCo y el lanar se contradiieran.

a i.)
i5.9 kms. Los únicos departamentos ganaderos que sobrepa-
saban con holgura esa med,ia eran siete, ubicados en la región
iel ovino. El único que estando dentro de ella no Ia alcanzó
^ue Treinta y Tres.
El análisis es más ilustrativo si tomamos en cuenta Ios
seis departamentos dominados por la clase media y el ovino
a la vez (Durazno, Flores, Florida, Maldonado, Lavalleja y
Rocha), excluyendo a Soriano donde esa clase superaba sóló
levemente a la alta. En esos seis, el promedio de kms. de alam-
brados cada 1.000 hectáreas llegaba a 22; en los cinco domi-
nados por el latifundio y eI vacuno ( Salto, Río Negro, paysan-
ciir. Artigas y Tacuarembó), eI promedio sóIo ilegó a 9,8-kms.
Es d.ecir que la clase media ovejera alambró algo más del do-
bie que Ia aita.
EI número de potreros cada 1.000 hectáreas prueba otra
r-ez el avance del sur y el retraso del norte. Los séis departa-
mentos dominados por la clase media ovejera tenían un pro-
r¡edio de 5,6 potreros, o sea potreros de una extensión pro-
:uedio de 178 hectáreas. En los cinco departamentos domina-
clos por el latifundio y e1 vacuno, eI promedio descendía a 1,8,
o sea potreros de 555 hectáreas. El primer grupo social hizo
3 r,eces más potreros que eI segundo.
Si pasamos a describír la producción anual en pesos por
irectárea, hallamos las mismas sugestivas oposicionei. Sóió 4
iepartamentos ganaderos sobrepasaron eI promedio nacional
S 2,27), todos ellos ovejeros: Flores, $ 3,79; Florida, $ 2,g7;
Lavalleja, $ 2,34; y Soriano, $ 3,67. Estos cuatro, con un
o:omedio de $ 3,03, duplican con amplitud eI obtenido en 1os
cinco departamentos de la región de1 vacuno y el latifundio:
_s 1.36.
Los otros cuatro departamentos ovejeros (Durazno, Rocha,
flaldonado y Treinta y Tres) también sobrepasan, aunque de
manera men.os espectacular, a los cinco del. norte.
En reiación al capital empleado por hectárea en edificios,
rlejoras, máquinas y circulación, con Ia excepción de Treinta
v Tres, en los siete departamentos ovejeros restantes se so-
brepasó la media nacional, particularmente en el rubro mejoras.
Un papel más matizado tuvieron estos departamentos en
io que al mestizaje se refiere. Aún cuando 4 de ellos prota-
:onizaron el proceso tanto para el ovino como para eI vacuno
Soriano, Flores, Durazno y Lavalleja), los otros ofrecían una

353
imagen de mayor atraso, aunque superaban en porcentaje de
mestizos a los cinco departamentos dominados por eI latifundio.
En relación aI personal ocupado, en los departamentos
ovejeros existía el mayor índice de población activa por hec-
tárea. De los ocho ovejeros, en siete se ocupab'a a un hombre
cada 277 hectáreas. La excepción fue Soriano, precisamente
donde la gran propiedad y eI vacuno equilibraban casi a Ia
clase media y el lanar. Si recordamos que en los cinco depar-
tamentos del latifundio se daba trabajo a un poblador cada
595 hectáreas, se advertirá que en los ovejeros se requirió e1
doble de mano de obra.
El análisis puede afinarse. En cuatro departamentos ove-
jeros Durazno, Treinta y Tres y Rocha- Ia clase
med.ia -F1ores,
rural era rica, ocupando mayor área los establecimien-
tos de l-.001 a 2.500 hectáreas. AIIí se requirió t hombre ca-
da 321 hectáreas. En tres Lavalleja y Florida-'
abundaban o predominaban-Maldonado,
los establecimientos de 101 a 1.000
hectáreas. Allí se requirió t hombre cada 219 hectáreas. De
esto se deduce que no era sólo la explotación del lanar 1o qile
generaba más ocupación, sino que también incidía el tamaño
del fundo. La clase media rica y fuerte, con criterio empresa-
rial, daba trabajo sóIo a los que necesitab,a para manejar una
especie que requería más cuidados que Ia bovina. La elase me-
dia débil practicaba un tipo de explotación donde tenían ca-
bida todos los integran:es de la generalmente numerosa fa-
milia del hacendado.
Por último, cabe anotar que en los ocho departamentos
ovejeros, eI porcentaje de propietarios ausentistas era bajo'
Promedialmente el 12 c/o, mientras en los cinco 'departamentos
dominados por Ia gran propiedad ascendía aI 19 %.Estas ci-
fras ocultan, sin emb rrgo, eI ausentismo de Ios grandes pro-
pietarios que poseían establecimientos en eI área de Ia clase
media ovejera. Por elIo es más revelador el dato extraido de1
"Album Pur-Sang". AI hacer Ia descripción de 45 estancias
menores de 2,500 he'ctáreas hacia 1916-tgl7, ninguna de eJlas
apareció dirigida por "encargados", todas se hallaban contro-
ládas por sus dueños. Como era de esperar, en este caso la
historiá confirma Ia lógica: el ausentismo estaba reñido con
la mediana explotación. Ello fue otro factor que Ia dinamizó'
354
4 - Subregiones dentro del área dominada
por la clase media rural

Se pueden distinguir tres grandes subregiones.


La primera, ocupada por los departamentos de Canelo-
nes, San José y Colonia, presentaba una diversificación del
sector agropecuario originalísima en Ia nación: agricultura ce-
realera, granja, lechería, y ganadería tradicional con el acento
puesto en el ovino. Será descripta con detención al analizarse
la agricultura. La posición de Ia clase media era allí fuerte.
no tanto por las áreas poseídas por cada estab'lecimiento como
por la rentabilidad excepcional de ia granja y la lechería. En
Colonia llegó a suceder un fenómeno insólito: el latifundio
cedió ante la presión que por la tierra hizo esa clase media
Cescendiente de inmigrantes suizos y valdenses. Las grandes
propiedades de súbditos británicos.desaparecieron en estos años.
Fue el único departamento en que "eI hambre de tierras" de
los colonos, fruto del crecimiento demográf,ico, se conjugó con
una elevada capacidad económica como para comprar, sub-
divididos, los enormes fundos de las sociedades anónimas br-i-
tánicas.
La segunda estaba formada por Flores, Durazno, FloriCa
y Lavalleja. Allí la clase media era rica. Los predios entre 101
y 2.500 hectáreas dominaban tanto aI tatifundio como a los
pequeños. El ovino reinaba. EI avance tecnológico obtenido en
materia ganadera se comparaba y llegaba a sobrepasar eI al-
canzado por la gran propiedad progresista en Río Negro y Pay-
sandú; se alambró eI doble, se empotreró el triple. La prod.uc-
ción anual por hectárea era Ia más elevada de la región ga-
nadera; el capital en máquinas, mejoras y circulación, también.
El capital en edificios sobrepasab,a aI de los otros departamen-
tos ovejeros, probando otra vez Ia existencia de una clase me-
dia acomodada. En Flores, el nivel del mestizaje ovino era el
más elevado del país; Ie seguía, muy de cerca, Lavalleja. En
Flores, Durazno y Florida, la existencia de vacunos puros ,v
mestizos era tan alto como en los tres departamentos del li-
toral en manos de la gran propiedad progresista o una fuerte
clase media: Paysandú, Río Negro y Soriano.
En esta segunda subregión, la clase media ofrecía una ima-
gen no tradicional del Uirrguay. Económica y socialmente se
creía vivir en el futuro, en el país de la ganadería arranzacla

355
y Ia riqueza mejor repartida. Algunas sombras empañaban ese
aparente paraíso: la pradera no había sido mejorada; la ten-
dencia a buscar en la extensión 1o que eI cultivo intensivo hu-
biera proporcionado ganó también a ese sector de Ia clase me-
dia rica, tan cerca de la alta en este plano de 1a estructura
mental.
La tercera subregión poseía dos rasgos que Ia emparen-
taban con Ia anterior: la preferencia por el ovino y eI predo-
minio de la clase media. Pero otro la singularizaba: su atraso
en el mestizaje. Ubicada en eI este del país, Ia formaban los
departamentos de Maldonado, Rocha y Treinta y Tres. En
alambrados y potreros el panorama no difería mucho del exis-
tente en Durazno o Lavalleja. EI mestizaje, en cambio, presen-
taba deficiencias notorias. En Maldonado y Treinta y Tres, el
porcentaje de ovinos criollos era de los más altos del país:
B,30 y 11.97 respectivamente, cuando eI promedio nacional ape-
nas alcanzó en 1908 el 5,27',,t.En Maldonado, Rocha y Treinta
y Tres, e1 porcentaje de bovinos criollos también era a1to, so-
b'repasando aI promedio nacional con mucha ampli-
tud MalConado 63,2, y acercándose -32,84-
más a éI Treinta y Tres
con eI 44,2 y Rocha con el 40,2. La situación de1 mestizaje
ovino y bovino en esta subregión no diferia mayormente de
la que existía en e1 arcaico norte dominado por eI latifundio.
Por ello es natural que la producción anual en pesos por hec-
tárea, que alcanzó en la segunda subregión un promedio de
$ 2,78, sólo ilegara en ésta a $ 1,40, prueba de la mala calidad
de majadas y rodeos. Similares diferencias entre las dos sub-
regiones y el capital que en ambas se invirtió en edificios, me-
joras, máquinas y circulación.

Las subregiones que aquí consideraremos son las dos úi-


timas debido a su dedicación casi exclusiva a la ganaderia.
¿Por qué la clase media pudo convertir en un polo de de-
sarrollo el centro-sur del país y perdió parte todc- su
dinamismo, en el este? -ns
Otra vez, como sucedió aI analizar Ia gran propiedad pro-
gresista y Ia rutinaria, juegan su papel una serie de factores.
Las formas de posesión de Ia tierra influyeron. En Treinta
y Tres, el latifundio era más fuerte que en cualquier otro de
J)r)
. :,s diez departamentos que hemos atribuido a la clase media:
ie un 35 a un 42 %' de su área la ocupó Ia gran propiedad.
'n Maldonado, por el contrario, el latifundio era casi inexis-
.3nte, pero el peso del minifundio ganadero era inmenso: un
lf i de los establecimientos de campo tenía menos de 100
,'.ectáreas, el porcentaje más elevado del país. Latifundio y
:rinifundio conspiraron para impedir el avance técnico. La
:-¡eba se obtiene analizando el otro departamento rutinario:
:,;cha. Alli la clase media era fuerte: eI resultado fue que en
f':cha el porcentaje de bovinos criollos era el más bajo de 1os
--es departamentos, y el de ovejas crio1las, uno de los mei-ro-
::s de la nación.
El sistema de comunicaciones sumió al este en el arcaís-
.:ro. Fue Ia última región del país en recibir aI ferrocarril.
:ste liegó a Maldonado e'n 1909, a Treinta y 'Tres en 1911 y
., Rocha en 1917. El arcaísmo no sólo perduró en la estructura
=conómica sino, como es sabido, en Ia expresión lingüística.
:n el caso ,de Rocha y Treinta y Tres, la vecindad del atrasa-
.io Río Grande del Sur y la inmigración brasileña se hicieron
sentir con singular peso. Luego de Artigas, Salto, Tacuarem-
¡ó, Ceruo Largo, Rivera y Paysandú, era en Rocha y Treinta
-'' Tres donde la comunidad brasileña más hacía sentir su peso.
Poseía eL 6 7i, de los vacunos y ovinos de Rocha y el 5 fÍ. de
los vacunos y ovinos de Treinta y Tres. Esa comunidacl pasaba
casi inadvertida, en cambio, en Durazno, Flores, Lavalleja y
Florida.
Un panorama por completo diferente ofrecía el avanzado
ceirtro-sur ovejero formado por Ios cuatro departamentos que
acabamos de mencionar.
La cercanía del puerto-capital br,indó siempre seguridad
-.- facilitó las comunicaciones. El ferrocarril llegó a Durazno
en 1874, a Lavalleja en 1BB9 y a Nico Pérez en 1891. Las for-
rras de propiedad también incidieron: la clase media era po-
derosa en los cuatro, dominando mayor área 1os predios entre
1.001 y 2.500 hectáreas que los menores de 1.000. La inmigra-
ción eurcpea, "progresista" cuando proce,día de regiones avan-
zadas, tenía cierto peso. Los alemanes controlaban e1 45 %
d.e los ovinos y ei 15 % de ios bovinos en Flores; los franceses,
más dispersos, influían en Durazno, con un 19 ?Í- de los ovinos
1'un 10 7á de los bovinos, así como en Flores (lL % de ios
ovinos y 5 % de los bovinos) y Florida (B % de las dos es-

357
los diez departamentos que hemos atribuido a la clase media:
de un 35 a un 42 % de su área la ocupó la gran propiedad.
En Maldonado, por el contrario, el latifundio ira cási lnexis-
tente, pero eI peso del minifundio ganadero era inmenso: un
7l ;to ¿" 1os establecimientos de campo tenía menos de 100
hectáreas, e1 porcentaje más elevado del país. Latifundio y
minifundio conspiraron para impedir el avance técnico. Lá
prueba se obtiene analizando el otro departamento rutinario:
Rocha. Altí la clase media era fuerte: eI resultado fue que en
Rocha el porcentaje de bovinos criollos era eI más bajo de 1os
tres departamentos, y el de ovejas criollas, uno de 1ós meno-
res de la nación.
El sistema de comunicaciones sumió aI este en eI arcaís-
mo. Fue la liltima reg,ión de1 país en recibir aI ferrocarril.
Este llegó a Maldonado en 190g, a Treinta y Tres en 1g11 y
a Rocha en 1917. El arcaísmo no sólo perduró en la estructura
e_conómica sino, como es sabido, en Ia expresión lingüística.
En eI caso de Rocha y Treinta y Tres, la vécindad del atrasa-
do Río Grande de1 Sur y ]a inmigración brasileña se hicieron
se¡ltir con singular peso. Luego de Artigas, Salto, Tacuarem-
'r:ó, Cerro T,árgo, Rivera y Paysandú. erá en Rocha y Treinta
¡' Tres donde la comunidad brasileña más hacía senti. .r., p".o.
Poseía eL 6 % de los vacunos y ovinos de Rocha ¡, el 5 ii de
_vacunos y ovinos de Treinta y Tres. Esa comunidad pasaba
los
casi inadvertida, en camb'io, en Durazno, Flores, Lavalieja y
Florida.
Un panorama por completo diferente ofrecía eI avanzado
centro-sur ovejero formado por los cuatro departamentos que
acabamos de mencionar.
La cercanía del puerto-capital br,indó siempre seguridad
-.- facilitó las comunicaciones. El ferrocarril
1legó u D=rrarrro
:rr 1874, a Lavalleja en lBBg y a Nico pérez en 18gt. Las for_
lr. as de propiedad también incidieron: la clase med.ia era po-
iierosa en los cuatro, dominando mayor área los predios entre
1.001 y 2.500 hectáreas que los menores de 1.000. La inmigra-
:ión europea, "progresist-a" cuando procedía de regiones avan-
zadas, tenía cierto peso. Los alemanes controlabán e1 48 %
,1e. los ovinos y el 15 % delos bovinos en Flores; los franceses,
:rás dispersos, influían en Durazno, con un 1g % de los ovinos
-.' un 10 7á de los bovinos, así como en Flores (11
% de los
-r'inos y 5 % de los bovinos) y Fiorida (B % de las dos es-

357
pecies). Los estancieros de origen vasco-francés cumplieron el
papel más destacado entre las colectividades europeas explota-
doras del lanar. Ello era un reflejo de su pertenencia a la clase
media rural, ya que el promedio en hectáreas de sus estabtre-
cimientos alcanzaba las 604, mientras que alemanes y britá-
nicos, dedicados al vacuno, poseían 907 y 3.796, respectiva-
mente. Esta diferencia la conocían los contemporáneos. Escri-
bió José Virginio Diazen 1916: ". . -enla campaña delUruguag'
los mejores explotadores de la tterra g crzadores de oueius
son los ?-,oscos, o nattaos híios de oriundos de las prouincias
uascongadas. Se di.súinguen par su buena dzrección g szstema
de explotactón, mejoras, ht,gtene, abundancía, humantdad con
el personal subalterno, hospztalzdad con el' transeúnte, y por
la plantación de bosques artzfícía!,es maderables. Los estable-
ctmientos dtrigídos por íngleses o descendtentes de ht'ios de
la nación britántca, sobresalen en la cría del ganado n'Ldgor,
y en ellos se disfruta de las comodtdades g el confort mós
aptetecible..."730.

Brasileños, hritánicos y alemanes integraban en fuerte


proporción Ia clase alta rura}. Los primeros, poseedores del
c/g del
6,9 % de los establecimientos, eran propietarios del 21',6
suelo; los segundos, un escaso 0,23 %, eran dueños de1' 2,2 )i;
y los terceros, el 0,24 %, controlaban eI 0,6 % de Ia superfi-
cie censada en 1908. Las 3 colectividades eran dueñas del 23,30
por ciento de los bovinos y del 14,89 /o de los ovinos del país.
Franceses y españoles generalmente se integraron a la
clase meCia. Los primeros, eI 9,8 % del total de propietarios,
poseían eI 2,9 % de la superficie censada, el 2,58 iá de los
bovinos y el 3,49 % de los ovinos. Los españoles, el 12 c/o
colectividad extranjera propietaria más numerosa- controla-
-la
ban el 10,3 % de Ia tierra, el 11,39 % de los bovinos y el 11,19
pcr c,iento de los ovinos.
El núc"leo de la clase rnedia lo formaron los orientales.
Aunque también fuesen mayoría en Ia alta, allí, brasileños,
británicos y alemanes, les hacían sombra. La propiedad me-
dia, en cambio, con un leve tinte español y francés, 1a poseye-

JJÓ
ron nacionales. Sus establecimientos alcanzaban un promedio
de 332 hectáreas cada uno. Aunque esta cifra esté artificial-
mente disminuída por Ia presencia del minifundio agrícola,
el acento que pusieron en eI ovino es la mejor prueba de la
¡rertenencia de la mayoría a Ia clase media. Siendo el 65,4 %
cle los propietarios, controlaron eI 55,4 ,,b de la tierra y e1
53,53 tb de los vacunos, pero alcanzaron a poseer et 63,63 f.'
cle los lanares.

5- Modelos agropecuarios del Uruguay en 19O8.


Ventaias del modelo oveiero

De acuerdo con los datos brindados por eI ing. agI. Mi-


guel Ieudikow en 1913 y las cifras del Censo de 1908, hemos
elaborado los siguientes cuadros que caracter,izan los moCelos
agropecuarios vigentes en el Uruguay del novecientos, antes
cle que hiciera irrupción Ia demanda frigorífica en toda su
amplitud.

A) EXPTOTACION VACUNA

l) Departamento de Artigas: ganadería vacuna, dominio del latifundio rutinario


:versión po: há. en edificios, mejoras, máquinas y circulación $ 2,78
:versión por há. en animales " 11,7o

lnversión total $ 14,48


Producción anual por há.: $ 1,38.
Resuhado de la inversiónt 9,5 "/".
Prcductividad por hombre en pesos:
Al requerir:e I hombre cada 49ó hás. y
producir 'l há. al año $ 1,38: $ 684,48

Dspartanronlo de Río Negro: ganadería vaauna, dominio del latifundo "progresista"


:rsión por há. en eCificios, meioras, máquinas y circuleción s 4.-
:'sión por há. en animales ..... " 11 ,70

!nversión total .. S I s,7o


Produccrón anual por há.: $ I,80,
la inversión:11,4 oA.
Resultacio cJe
por hombre en pe:os:
ProductividaC
'I hombre caCa -778 hás., o sea: $ 1.400,40.

359
B) EXPTOTACION OVEJERA

l) Departamento de Rocha: ganadería ovina. dominio de la clase media ¡utinaria


lnversión por há. en edificios, me¡oras, máquinas y circulación ,.,....., $ 5,92
lnversión por há. en animales " 1li,70
lnversión tofal . . s 17,62
Producción anual por há.: $ I,55.
Resultado de la inversión: 8,8 7o.
Productividad por hombre en pesos:
I hombre cada 338 hás. o sea: $ 523,90.

ll) Departamento de Flores: ganadería ovina, dominio de la clase media "progresista"


lnversión por há. en edificios, meioras, máquinas y circulación $ 6,77
lnversión por há. en animales t¡ 1a _

lnversión total . . í18,77


Producción anual por há.: $ 3,79.
Resultado de la inversiónt 20,2 lio.
Productividad por hombre en pesos:
I hombre cada 317 hás., o sea: $ 1.201,43.

c) ExPtoTAcloN AGR|cotA
Depártamento de Canelones: único con predominio absoluto de la agricultura y
coexisteñcia del minifundio y Ia propiedad mediana.

lnversión por há. en edificios, meioras, máquinas y circulación $ 2s,90


lnverssión por há- en animales " 5,3A

lnversión toial ... $ 3 r,20


Producción anual por há.: $ 9,33.
Resultado de la inversión: 29,9 7o.
Productividad por hombre en pesos:
I hombre cada l2 hás., o sea: $ Il'1,9ó,

La comparación entre estos cinco departamentos permite


deducir cuál era eI modelo rural que ofrecía más ventajas eco-
nómicas y sociales dadas las característieas demográficas de1
país y la situación del mercado mundial en este período.
A) En relación aI resultado de Ia inversión por hectárea,
los cinco modelos se agrupan de este modo creciente:
1) B,B 7b en Rocha, departamento ovejero de clase me-
dia rutinaria.
2) 9,5 % en Artigas, departamento vacuno de latifundio
rutinario.

360
LAS REGIONES GANADERAS EN 1908

s Lím contestadc

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t{E 0

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r,!ON TEUI

Depa¡Em€nt.s dond€ predomina el vacsno

OepaFEmento doñde p.edomi¡a et IáñáF

ffi DeparEmentqs doñde coexisten gañadería t agricultu.a

361
3, 11,4 % en Río Negro, departamento vacuno de lati-
fundio avanzado técnicamente.
4) 20,2 % en Flores, departamento ovejero de clase me.
dia avanzada técnicamente.
5) 29,9 % en Canelones, departamento agrícola de clase
media y minifundistas.
En la actividad ganadera se ccmprueba lo obvio: Ia ex-
plotación rutinaria, practicada tanto por Ia clase media oveje-
ra como por eI gran propietario de vacunos, fue Ia que obtuvo
peores resultados de sus inversiones. Las avanzadas técnica-
mente los obtienen mejores, pero Ia diferencia resalta más to-
davía entre la explotación vacuna latifundista "progresista"
y la ovejera de clase media "progresista": esta última ob'tuvo
casi el doble por hectárea que la primera. Dentro de Ia activi-
dad ganadera, el modelo económico presentado por eI depar-
tamento de Flores era el ideal.
EI caso de Canelones, y la explotación agrícola que re-
presenta, aparentemente constituiría eI modelo triunfante. Pe-
ro, como observaremos aI estudiar la región agrícola, estas ci-
fras ocultan profundas debilidades estructurales, alguna de las
cuales quedará de manifiesto al proseguir este anáIisis.
B) En relación aI capital por hectárea requerido para
lograr el beneficio (sin contar el valor de Ia tierra):
, $" 15,70 en Río Negro.
L 14,48 en Artigas.

, " \7 162 efI Rocha.


4 ,,
.J,8,77
en Flores.
5) " 3L,20 en Canelones.
La explotación del vacuno en eI área del latifundio insu-
mió las menores inversiones por hectárea del país. Ei rubro
'ocapital en animales" fue el esencial, las mejoras, casi inexis-
tentes. En Artigas, latifundio rutinario, eL ganado representó
eI B0,B % de la inversión, en Río Negro, "progresista", eL 74,5
por ciento. La elevación del porcentaje de mejoras de Arti-
gas (79,8 %) a Río Negro (25,5 %) es Ia prueba del tono
avanzado de éste.
La explotación del ovino en el área de Ia clase media, au-
mentó mucho ei nivel de la inversión en mejoras; en Flores,
éste fue el 36 % de1 capital invertido, sin contar la tierra; en
Rocha, eL 33 %.

362
Comparando los promedios de las dos zonas |¿-
:-rndista y ovejera de la clase media- la región-y¿gu¡¿
ovejera in-
.tió 20 '¡b rr,ás que Ia vacuna pero obtuvo de mayor rendi-
'..ento 68 %.
La explotación agrícola puso de manifiesto en este punto
, -'. primera debiiidad. En Canelones hubo que invertir 106 9b
is que en la zona del vacuno y 7!,5 7o que en la del ovino.
's.: incremento de Ia inversión no era el resultado del ca-
-...rter técnicamente avanzado de la expiotación agrícola, sino
-,lto de la necesidad pura y simple de los minifundistas de
-;:nbrar y tener más medios de circulación y edificios que
-. otros propietarios. Aunque la agricultura produjera por hec-
: ea 4BG 'ft más que 1a ganadería bovina y 250 /o más que
.. ovina, era también la actividad que mayores inversiones re-
,,ería. En e1 Uruguay avaro de sus capitales, un modelo que
..-o sobreviviera con esa elevada inversión no tenía futuro
:'omisorio. Lo sostuvo eI ing. agr. Alvarez Vignoli en 1909:
l«s causas que han detentdo el desarrol'l,o de la agricultura
'. nuestro país no son conao se pretend,e sostener que la agrí-
ttura sea naenos remunerattua, g cito en &poAo de esta tesís,
.': altos precios A gran demanda que en los últtmos d,os años
::n tenzdo los prapietaríos que fracctonando grandes predios
':naderos los han dedtcado a la agricultura. Los agricultores
'-: nuestro país, contrariamente a lo que pas& con nuestros
:;rto.deros, carecen de capztal de erplotactón, cuando la agrt-
:i,t'üra precisa 3 o 4 ueces más capíLtal por hectárea que la
;inadería; ésta ha stdo quizás una de las cousos que mú.s ha
',flutdo para detener su desarrollo.. ." ?31. De nuevo prueba
s-i supremacía económica eI modelo de la clase media ovejera.

C) En relación a Ia producción por hombre ocupado.


1) $ 1"11,96 en Canelones, que utilizaba t homb,re cada
12 hás.
2) $ 523,90 en Rocha, que utilizaba t hombre cada 338
hectáreas.
3) $ 684,48 en Artigas, que utilizaba un homb,re cada 496
hectáreas.
4) $ 1.201,43 en Flores, que utilizaba t hombre cada 317
hectáreas.
5) $ 1.400,40 en Río Negro, que utilizaba t hombre cada
778 hectáreas.

363
LA PROPIEDAD DE LA T¡ERRA EN 1908

' . .-:.1,.l
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A Bl]

Mf)HTEU

DeFarEmen¿os donde predomi¡a lá g.an p.opie- Opto . donde * equ¡l¡b.añ l3 p¡opiedad 6ediaña
d¿d: predios mayores de 2.501 Has.
mm lpredios €nt.e 1C'l y 2.5OO H¿5.1 y la Pequena
(predios menores d€ 10O Has:)

Optos donde * equilibr.ñ la gra¡ Propiedad


Deparhmentos donde p.edom;ña la P.oF¡edad
mediana (predi6 erire 1O1 y 2.5OO Has l ffiilffi] tp¡edios máyores de 2 5O1 H¿s.) y la nédiañ¿
(entre 101 y 2.501 Has )

364
TECNOLOG¡A Y REGIONES GANADERAS EN 1908

Irrlt contestacio

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I Oep¡rt¡mentos donde s€.dvieÉe ruti¡a recnolóq¡c¡ e¡ la erplo-


tacion vacuna y lanar

Oeparhmentosdonde se edv¡erte avancetecnológico eñ la exr¡o-


_ü tación vacuñ¡ y lana¡

365
Surgen otra vez las debiii'dades de la agricultura en un
país con baja densidad de población. Por hombre ocupado, Ca-
nelones producía 12 veces menos que el departamento ovejero
avanzado, y 14 veces menos que el vacuno "progresista". La
mayor producción por hectárea de Canelones se anula hrstó-
ricamente las condiciones concretas del Uruguay del no-
1¡ggis¡fq5--en
por su bajísima producción por hombre. De ahí
eL escaso atractivo que ejercía Ia agricultura más común en
Canelones: Ia cerealera. Era sin duda actividad pobladora, pe-
ro también de rentabilidad por hombre casi miserable.
¿Cuál era la región que combinaba una elevada prodtlc-
ción por hectárea y por hombre, a la vez que ocupaba mucha
mano de obra por hectárea y requería inversión escasa, acor-
de con el Uruguay avaro de sus capitales?
Esas cuatro condiciones sólo concurrían a distinguir la re-
gión ovejera avanzada, dominada por Ia clase media rural. SLr-
cedía incluso algo que'debía alertar para el futuro: el depar-
tamento latifundista "progresista", Río Negro, que tenía una
producción por hombre sólo levemente superior a Flores, ob-
tenía por hectárea un resultado muy inferior a1 ovejero y pro-
porcionaba menos trabajo que Artigas, practicante de la ex-
plotación vacuna "arcaica".
Desde eI punto de vista económico, por su elevado rencli-
miento con escasas inversiones; desde el social, por poblar dos
veces más que el vacuno; desde el político, por servir de base
a una clase media rural fuerte, que limaba asperezas y ten-
siones, eI modelo ovejero avanzado era eI ideal para la nación
que la mayoría de los contemporáneos deseaba construir en ese
momento.
Claro que estos datos po'dían variar si el mercado inter-
nacional 1o decidía. Los frigoríficos señalaron desde 1912-1914
una nueva ruta, revitalizando la explotación vacuna y, por con-
siguiente, aI grupo social que, por el tamaño de sus fundcs,
estaba más capacitado para beneficiarse con ella: 1os gran-
des propietarios.
En el ínterin, la clase media vivía su "béIle époque".

366
Capítulo Vl
Peonadas y pobrerío rural

Debilidad del proletariado rural

La sociedad rural uruguaya, practicante de la ganadería


extensiva, ofrecía una distribución muy original de las clases
sociales.
De acuerdo con cifras de1 Censo de 1908 y otras fuentes.
hemos elaborado el cuadro que sigue. En él no se toma en
cuenta la totalidad de la población rural que vivía de Ia ga-
nadería, sino a 1os que podían calificarse como "cabezas de
familia" dentro de cada clase. Los datos sólo admiten esta
cuantificación que, aunque aproximada, es significativa:
o/o dentro del
total de la sq
Número ciedad ganadera

A) G:upos poseedores de la tierra en


explotaciones ganaderas
i) Minifundio: según el ing. agr. M. luedikow,
el 24 o/o del total de explotaciones menores
de 100 hás., eran ganaderas. O sea, par-
fiendo del total censado en 1908: . . . . , . 5. 85ó 8
ll Clase media: número de predios entre l0l y
2.500 hás. 17.765 24,5
: Clase alta: número de predios de más de
2.50.l hás. 'I
.39r 25.A12 2 34,5
-l) Grupos proletarios ocupados o marginados
por la ganadería
' Peonadas: población activa en ganadería
.1908
según Censo de 41.ó00 57
-' Pobrerío: número de familias "pobres" se-
gún Censo levantado por el 99 Congreso
Rural de l9l0 . . ó.300 47.900 8,5 ó5,5

367
Los porcentajes se han calculado sobre 72.912 "cabezas
de familia", fruto de sumar eI grupo poseedor y e1 pro-
letario ( * ).
Lo sorprendente es la debilidad del proletariado: de cada
tres titulares o jefes de familia en la sociedad ganadera, uno
poseía la tierra y dos la trabajaban o estaban, como los cIási-
éos "ejércitos de reserva" de la industrializada Europa, a Ia
espera de ocupación. Si analizamos los grupos desposeídos en
sí, el 87 '7'o etan peones y eI 13 fá marginados.
Sería falso deducir de estos porcentajes que la sociedad
ganadera tendía a una mayor nivelación, hecho que en apa-
iiencia alientan las bajas cifras del proletariado rural. Nada
más lejos de la verdad. Como ya 1o hemos comprobado, Ia pro-
piedad de la tierra estaba concentrada, y si Ia clase media po-
ieía algo más del 50 1,i del suelo explotable, los 1'391 titulares
de Ia alta controlaban eI resto.
El proletariado ganadero era numéricamente débil porque
el sistema de explotación extensiva requería escasa mano de
obra. El ing. agr. Alvarez Vignoli hacía notar en 1922 1o que
el Censo piobaia en 1908: "La ganaflería, tal como se practi-
ca, en el, país, es una tndustrta sumamente extensttsa, en con'
secuencta el em.pleo de mqno de obra es sllmarnente límttado,
a tal punto que en muchos de nuestros establecimientos no 13:¿' se
atcania la proporcíón de un peón por cada L.000 hectáreas"
EI porcentaje correspondiente al proletariado ganadero de-
bería réba¡arse si conociéramos con exactitud la composición
cle las peonadas, ya que en los establecimientos de Ia clase
media éra frecuente que los hijos varones del dueño de la es-
tancia fueran a Ia vez sus peones y capataces. Sin tomar en
cuenta esta consideración, peones, puesteros y capataces, cons-
tituían sólo eI 57 % de). total de titulares de la sociedad rural.
Frente a ellos, el grupo poseedor, aunque estuviese integrado
por buen número de minifundistas, era numéricamente fuerte,
34,5 %.

(.) Así como sospechamos que los I.391 predios mayores de 250,l rectá'
reas correspondieron a un número inferior de propietarios por tanlo, de fa'
-y
milias-, el número de peones, 4l . ó00, no debió corresponder tampoco al de
"cabezas de familia", ya que era relativamente frecuente el peón soltero' Se
adoptó, sin embargo, el criterio de que todos son cabezas de familia porque
era el únicc que permilía una aproximación a la realidad'

368
A la debilidad numérica, este proletariado unía otra tam-
}:,ién derivada del sistema de explotación dominante: la dis-
persión de la mano de obra en los inmensos fundos de Ia clase
¿rlta o en los menores pero también extensos de 1a media. I.[a-
cta que pudiera compararse, entonces, a la situación vivida por
e). proletariado industrial urbano, concentrado en las fábricas
y en Montevideo, o a la del jornaiero agrícola de Canelones,
Colonia ¡, San José.
De 1a debilidad numérica derivaba su escaso peso dentro
cle la sociedad ganadera y su mínima incidencia en la sociedad
uruguaya considerada en conjunto. La ganadería extensiva ha-
iria generado una paradoja: Ia coexistencia de una estructura
económica basada en eI monocultivo agropecuario, y una es-
tructura del empleo que parecía reflejo de una sociedad in-
ciustrializada. Eso es Io que muestra eI Censo de 1908: e} sec-
tor primerrio (ganadería, agricultura, industrias extractivas,
i:esca) ocupaba el 25,9 fi: de la población activa; el secunda-
rio (industria) el 25,5 '¡t, y eI terciario (comercio, servicios
irúblicos, etc.) el 31,4 % i3:r. Había 35.000 personas trabajando
en los servicios personales y domésticos, es decir, ¡una cifrá
cie "sirvientes" casi comparable a Ia de peonesl
De la dispersión de la mano de obra nacía el otro rasgo
cle este proletariado: ausencia total de conciencia de sus inte-
leses. Luis Aiberto de Herrera, en informe que sobre la con-
clición de las peonadas preparó para la Federación Rural en
1920, anotó que la mayoría de los hacendados consultados res-
t-, ndieron que eI peón "no ambicionaba nada", ni siquiera un
i'ambio de su situación, si es que Ia comprendía. El estanciero
-liejandro Rose Young 1o consideró "el ser más feliz sobre la
:ierra", pero adviértase, añadió Herrera, "...q1,1e funda su
userto en eL hecho euidente de que eL jornalero rural no tiene
t:spit'uciones; a gusto aegeta; no ahorra, poco ptensa; no esta-
l:iece dtferenctas entre et presente g el poruenír; uiue al día"
-
"'. IJn trabajo de campo realizado en 1967-1968 entre los ha-
,;itantes más pobres del medio 1¡¡¡¿] de los rancheríos-
:odavía denota más agudamente este -]ss
rasgo: "Preguntada la
:ablaczón adulta de rancheríos sobre " ¿Cómo expltca la dtfe-
:'erucía entre Lo que gand un peón y lo que gdna un patrón?",
tas de cada cinco respuestas uáhdus (descartadas los sin ínfor-
'¡ación E los no sabe) la erplícan "porque los patrones no so??
;,ftragsnrr"; uno de cq.da tres, por la capacídad, la intelígencía

369
o eL ma.Aor estudio de los patrones; A uno de cada cínco por
la mayor respbnsabih,dad que tzenen. Estos resultados fueron
corroborados por las respuestas a la pregunta sobre " ¿Cuáles
E cuántas son las cl¿ses sociales?" Más de la m,ttad de las uá-
lidas señaló que había dos o aarias closes por raz,ones de es-
tudio: erl'ttr'tl 30 %, aprorimadamente,la diuisíón se hacía se-
gún el di,nero. Resulta sorprendente, a przmera utsta, qLLe un
gran número de entreutstados se conszderen a sí mismos como
tncl,uíd,os en unü posible "clo.se media". Mostrada que les fuera
una gráfi,ca que representaba una escalera can szete esculones,
y aL soli,citárseles se colocasen en uno de ellos sqlrsl ¿17
el cual se sintzeran socialmente en ese ntomento- -sndos de cads
tres lo hici,eron entre los numerales tres E cuatro, exactamen-
te en l"a mítad,' 73í.
En 1905, el gran movimiento huelguístico en los salade-
ros de Montevideo casi fue quebrado por la contratación de
marginados rurales. Eran el terror de todos los gremios orga-
nizados de Ia capital: obreros saladeristas, personal de ba-
rracas o portuarios. Dijo con alborozo el conservador periodis-
ta de "El Siglo" en mayo de 1905, comentando el aporte ru-
ral a 1a tranquilidad urbana: "La huelga ha producido u,n fe-
nómeno transitori,o que es muE probable se tncorpore con co,-
rácter permanente al desarrollo de nuestras actiaidades pro-
ductoras. En otra ocasión ú,nieron brazos d.e la campaña para
cüntrarrestar, corno así sucedió, el retrai,miento del personatr
de las barracas; al presente, hag ga funci.onando en faenas del
puerto aartos grupos de i,gual yrocedencía, animados del me-
jor espíritu, por más que la nuela uída dífi,era en las costum-
bres y en eL ambiente cam.pestres. Esa gente anímoso., eü€
aporta su esfuerzo a Monteuideo en ci,rcunstancias dtfíciles, se
adapta fáci,l,mente a trabajos que requzeran utgor g destre-
zd. . .'2. Algunos de los marginados contratados, aI conocer 1os
motivos de su viaje a la capitai, se plegaron a los obreros en
huelga, más que nada por "Iealtad", viejo valor rural. Pero
". . .la m,agoría de los que uenían con ellos fueron a traba-
tse.
iar"
EI saladero de Rosauro Tabares no había interrum-
pido la labor- tuvo la precaución de-que
traer mucho antes "gen-
te de campdña"Faz. En 1906, 1907 y 1908 se repitió esta tácti-
ca patronal y muchas huelgas fracasaron, habiendo violentos
incidentes entre "peones contratados en los departamentos del

370
interior" y los obreros Í3s. Los diarios conservadores se felici-
taban. Editolializó "El Tiempo" en L907: ". ..después de las
huelgas rJeL año anteríor los elementos de campaña entraron
a
_ocupar actiuamente los puestos índustriales más uariadas,
reaelando siempre condíci,ones de luboriosidad, de resistencia
E de tnteligencia superíores al término medio de l.as clases obre-
T{ts en general. . ."?ije.
Esta actitud del proletariado rural hizo decir al diputaclo
i:atllista Domingo Arena, en la exposición-feria de Tacuarem-
bó en 1908, ante un auditorio más bien asombrado por el atre-
virniento del orador: "Las conquistas retuindtcadoras a faaor
cle los humzldes que se han alcanzado penosamente en la capi-
tal. *g u l.as cual,es me debo por entero han llegado ni
prometen l,legar hasta la campaña. Afirmo esto, no tanto por
las ref erencias más o menos erageradas que parten de la cant-
pa,ña misma, sino por la uol'acídod con que he pis+"o a los pai-
sanos arrojurse sobre puestos mezqur,nos en montentos de h,u.el-
ga, decidiendo alguna uez la lucha en contra de sas heyntanos
de catLsa, los obretos. Las conquisto.s reiuindicadoras no ho,¡t,
ttlc&nzado a la campaña, no por culpa de los propietarios
n.adte más conxencido que Ao de que eL altruísmo no es-puescarsc-
terísttca exclustua de las ciudades- sino por culpa de los sis-
temas de erplotación" 71o. Arena editorializó en "EI Día", advir-
tiendo a los obreros huelguistas de los saladeros en 1908: "Lo
primero que deberían tratar de auerigu.ar los directores cle una
Ituelga debería ser lo que padríamos llamar estado del merca-
tlo, o sea. la menor o maqor facilídad con que Los patrones pu.e-
clen sustítuir a l,os ltombres que uan al paro". Añadió, en tono
:'ealista, dada la situación rural del Uruguay en eI novecientos:
"Los obreros no deben oluidar que dentro del actual sistema
;ocíal el peor enemigo del obrero es eL obrero m,ismo. Sea cual
:ircre la modesta aszgnación de un hombre que tiene empleo,
hag siempre detrds de él una cola de hombres que se encuen-
-ran en peor situ,ación E que esperan la oportunidad de sus-
-ttutrlo. Los puestos de los saladeros resultan uerdaderas ca-
'onjías para los peanes de las estanctas de nuestra campq.-
-
¡t_. . .t'7!7-

J¡I
El personal rural, dados los rasgos de Ia explotación, era
débil e incapaz de advertir sus lliopios intereses. Podía ser
"insolente", "holgazán", nómade, pero no constituía un ene-
migo socialmente peligroso para los hacendados. La terminolo-
gía vigente en e1 medio rural es reveladora: eran peones, no
obreros. Allí, según los estancieros, no tenía sentido hablar
de "proletariado".

2- lncremento de las fuentes de trabaio

A partir de 1905 una serie de factores se conjugaron para


disminuir eI número de desocupados rurales, secuela ya tradi-
cional de Ia ganadería uruguaya.
El crecimiento del área agrícola y ei de1 personal dedi-
cado a esa actividad fue la causa básica. Aún cuando será ana-
Iizado este hecho en otro trabajo, algunas cifras se adelanta-
rán para que se comprenda Ia trascendencia del mismo. Ha-
cia 1892-1894, la población activa agrícola era de 44.000 per-
sonas; en 1908 el Censo nos reveló 60.827, y en 1914-1915,Ia
estadística elevó el número a 98 301 7I. Los números indican
ia duplicación en 20 años, siendo notorio el aumentc sobre todo
a partir de 1908. En conjunto una demanda de 54.000 nuevos
trabajadores.
También incidió la expansión deI lanar. Este siempre ha-
bía requerido más mano de obra que el vacuno; el Censo de
1908 prueba que necesitó eI dobtre. Partiendo de una existen-
cia de 18.608.717 ovinos de acuerdo al Censo ganadero de 1900,
llegamos a las 26.002.391 cabezas en 1908. De acuerdo a di-
versas fuentes de época, puede atribuirse L peón para eI cui-
dado de 1.000 lanares, lo que debió elevar la necesidad de ma-
no de obra de las estancias en 7.500 nuevas personas ( * ).

(*) De acuerdo al anélisis que de diversas estancias del país hizo Aleiandro
Backhaus en 1908, combinando explolaciones grandes y medianas, se utilizaba al
peón cada 580 v¿cunos y 1000 lanares. Otro razonamienlo conduce a confirmar
Ia cifra de 7.500 nuevos empleos rurales qenerados por el incremento o'vino. Si
parfimos ciel Censo de l908, cuyo análisis revela que el lanar ocupaba doble per-
sonal que el bovino, se puede sostener que 2/3 de la mano de obra requerida
por la ganadería, unas 28.000 personas, eran necesilados por el lanar. Si
26.0O2.391 cabezas se cuidaban con 28.000 peones, 18.ó08.717 cabezas habrían re'
querido en 'l900 sólo 20.050 peones. Le diferencia es otra vez 7.500(7'1:l).

cDo
¿tL
Otra cantidad, imposible de cuantificar, requirió 1a t¡,a-
ciente cuenca lechera cuyo afianzamiento ocurrió precisa-
mente en este período.
Fuera de la actividad productora rural, Ia mano de obra
de campaña halló empleo sirviendo aI Estado. Ejército y poii-
cía fueron duplicados de 1903 a 1914. EI batllismo vio en ello
Ia mejor salvaguar,dia contra las revoluciones blancas. De 4.209
soldados y 1.500 policías hacia 1900, se pasó en 1914 a 9.180
soldados y 3.000 poiicías. En total, 6.500 nuevos empleos que,
por tradición y bajos sueldos pagados, ocupó el pobrerío rural.
EI avance de la industria en Montevideo fue importante.
Parte de1 personal obrero se reclutó en campaña Lo afirmó
1a Cámara Mercantil de Productos del Pais en 1911: "HalJ
una tendencia rnug general"ízadu en todas p«rtes, g que entre
nosotros empieza a presentar inuA prentatu,ramente sus tnoní-
Jestaciones, znquíetantes para los que se preocupan del porae-
nir. Es ell,ct La concentt'ución de la gente de campo en l.as gran-
des ctudades. . . Entre nosotros se denuncia ga el Jenómeno,
por el crecitníento ercesiuo de nuestra metrópoLi en relación
al resto del país. . . La ciudad atrae demasiado con sus como-
dido.des, con su htjo, con sus desbot'des, en fodas los ntanites-
t$cíones de la uida. Hag que atenuar, pues, pot'lo menos, los
rigores de la oida rural ..."'í11. Se quejaron del hecho en 1913
los hacendados de Paysandú: "El, fenóT"teno no es rectente.
Se uíene produciendo hace algunos años, en perjuício de las
ind.ustrias madt'es del país. . . Antes había gente que se iba
ofreciendo en campaña como peón en las estanctas, hoy, en
cambio, es el propietario el que debe procurarse el peón o los
peones que necestta. Por un lado Zos salr¿rios relati,uantente re-
ductdos que se pagan, ?l pDr otro la cit'cunstancía de que una
.c¡ran parte de ese el:mento ha emtgrado del campo parü esta-
blecerse en lcts cíudades, atraído por una remu.neración más
halagadora, el. hecho es que hoy por hoE no se encuentran
brazos para las tareas ru1"ales, muchas Deces a níngún pre-
c;ot' 'í4i.

Es imposible, en eI estado actual de nuestros conocimien-


tos, cuantificar esta migración interna. Sabemos que el núrne-
ro de obreros en Montevideo era de 10.886 en 1897 y se elevó
a. 27.022 en 1913. La triplicación del crecimiento in-
-índice europeos y pobla-
oustrial-, se hizo en base a inmigrantes
.1 /ó
dores de 1a campaña, pero desconocemos en qué proporción
concurrieron a cubrir esos 17.000 nuevos empleos ambos gru-
posir6 (*).
La construcción de carreteras en el sur y de líneas férreas
en el litoral y el este, proporcionó trabajo a importantes con-
tingentes integrantes del pobrerío rural. Aún cuando la em-
presa b,ritánica prefirió al inmigrante europeo z+0, muchos "hi-
jos del país" hallaron un jornal decente en e1 tendido de los
rieles a tr'ray Bentos, Me1o, Treinta y Tres y Maldonado. Lo
comentó la prensa en 1908: " . . .las obras que se están realz-
zando desde hace tr,empo han redimtdo de la barbarie a un
centenar de mdiui,duos que hacían uzda semisaluaje en Las se-
rranías de [Treznta y Tres]. Esas gentes, que se d,ed"zcaban al
cuatrerismo, hactendo tncursiones en las estancias, se han pre-
sentado solícttando trabajo en las pandillas que lleuan a cabo
aquellas obras ferroutartas. Los capataces de éstas han orcedt-
do al pedtdo, A es éste eL momento en ql-te los temzbles serro-
nos de Treinta g Tres se entregan a la aLda del trabajo h,on-
y9fl6, . .t"tóo.
También estaba abierto para los desocupados rurales o los
peones, eL camino de la emigración. Se ensanchó a partir de
1"911-1912 cuando un entredicho entre los gobiernos de Italia
y Argentina sobre 1as condiciones en que viajaba Ia "emigra-
ción golondrina", paralizó por un tiempo Ia corriente italiana
que levantaba anualmente la enorme cosecha cerealera de1

(*) Las muieres del pobrerío rural también iniciaron la emigración a la ca-
piral. Aunque las s¡rvientas preferidas eran las españolas, muchas criollas res-
pondieron a la demanda de Ias clases alra y media urbanas, aumentada por la
c¡rcunslancia de que la mano de obra femenina tenía ahora meior salario en las
^
nacientes fa¡ricas textiles. El Direcfor del Aloiamienlo de lnmigrantes, Juan F.
Rolandc, describió la demanda capitalina por sirvienies en l9l2:'?l cabo de la
semana no bajan de 28 los que se me dirigen (porque) necesitan personas de
servicio. Tengo registrados ya 400. Y todos ellos de familias conocidas donde
los inmigranles enconlrarán un bieneslar que están muy leios de poseer en las
reglones nativas. En Galicia, por eiemplo, una ioven pastora o iornalera, some- l

rida a Ia rudeza de la vlda de campo, percibe un sueldo de ó a 7 duros anuales,


Ocioso fuera comparar esa precaría situaclón con la que obtienen de inmed¡'alo r

en MonteviCeo. Una criada, por mala y respondona que resulte, no percibe nonca
mcnos de I pesos (duros) al mes. De esa can?idad a¡¡iba llegamos hasta los I8,
,
muy eomuner actuatrmente y con un régimen de vida casi señorial . . .". (47)r La ¡
I
demanda había originado en 1905 que la "Asociac;óx protecfora Ce la ioven" tu- I
¡
viera su casa pi'opia, auféntica escuela de sirvienies (748). I
!
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J
374 ¡
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I
/
vecino país. En l"91L, "Ei Siglo" anotó: "Este año empieza Aa
q, sentirse La falta de brazos para d.ar ctma a 'Las tareas que
ta estación presente i,mpone a nuestra campaña... En czettos
departamentos del Litoral La escasez es tanta que, según infor-
mes proceclentes de Pagsandú, estableczmLentos que antes ocu-
paban 25 ttjeras para la esquita de sus majadas, se uerá.n ablí-
gados a trabajar con 70, 72 o menos aún. . . EL empleo d.e
trabajo que todos Los años ofrece la cosecha argent'Lna, obrará.
en éste con más luerza por el entredtcho con ltalía, que ha
prohibido l,a emígractón a estos países, g las perspectr,uas que
señalan para la agricultura del país oecíno u:n, rendzmtento
ercepcional, ejerciendo con sus olúos jornales una atracctón
irreszsttble ¡tara nuestro obrero..."7".1. En 1913 ese tipo de
ernigración creció 7¡r. El ing. agr. Carlos Praderi estimó en
1913 que por 1o menos 60.000 ". . .u,r1tgu,auos se hallan en
fArgentinal g entre elios 17.000 en eL Chubut, cutdando oae-
josl" z;;.
A la mayor ocupación brindada en la campaña por el au-
ge agríco1a y lanar, se sumaron los requerimientos de1 ejército
y Ia policía, la industria, que triplicó sus necesidad.es de mano
de obra, Ia construcción de importantes vías de comunicación,
y eI atractivo de los buenos joinales de la cosecha argentina.
De este modo disminuyó Ia presión que ejerció siempre ese
iiamado "ejército de reserva", compuesto de los marginados
por la ganadería bovina extensiva. Mientras Ia población del
país aumentó un 40 7b entre 1900 y 1914 rrn, la demanda de
brazos creció, por ejemplo, un 100 7o en el ejército y la policía.

3- Vida material de las peonadas

El aumento de Ia capacidad de empleo en Ia economía na-


cional tuvo de inmediato repercusiones. Ya con anterioridad
hemos señalado la poIítica: la nación se pacificó en parte por-
que el pobrerío, masa de los alzamientos de 1897 y sobre todo
1904, disminuyó. Fue sintomática la escasa resonancia de Ia
revuelta blanca de 1910.
El orden volvía a reinar y la campaña a ser "habital:1e",
como en Ia época d,e Latarre, pero ello se debía ahora tanto
al aumento de las fuerzas de Ia policía y el ejército ccmo a
37:'
la demanda de brazos. Todavía en 1905 y 1906, la prensa se
quejaba del abigeato e incluso 'de algún asalto a las grandes
estancias del norte ?;5. Eran secuelas de la guerra civil recién
finalizada. La situación estab'a cambiando rápidamente. Lo
prueba Ia estadística: entre 1899 y 1902 hubo de 700 a 600
presos anuales por abigeo; en 1907, Ia cifra bajó a 327; en 19L3'
a tB2. En el ínterin, debemos recordarlo, 1a población del país
había crecido un 40 % 7¡6.
En 1913 y 1974, ante eI aumento del precio de la carne.
volvieron a producirse d.enuncias de los diarios opositores al
gobierno comentando un recrudecimiento del abigeato 757. Pero
la estadística y otras fuentes ponen en su lugar estas quejas.
Comentó un periodista de Paysandú: "EI' problema de la ca'
restía d.e la carne adquíere singulares caracteres en lo. cam-
paña.. . Iüo se come carne, no se encuentra quíen la uenda *í
a peso d.e oro. . . El al.zq; de los precios eqterimentad.a por eL
ginado E su relatiua e§casel, hace que los estancieros se resís-
ian a uender en parttdas pequeñds par'a el consumo, E de aquí
que una gran parte d,e la población rural, no sólo eL pobr-erío,
stno muchos uecínos pudi.entes, qlle no son ganaderos, posefl
par necesidades m&gores que en los pueblos donde sí bien
iara, la carne nunca falta. Y de esta escasez, rruejor dtcho de
esta miseria, de la cual se hace partíctpe al uiaiero, baste citur
un ejemplo: en una fonda establect'da en el Paso de la Cruz
se co.recía de comída el domtngo último. EL transeúnte teníu
que conformarse con conseraas... Mús sdelante, en una pul.'
pería que uísitamos, se uiuía desde hacía 3 días a base de con-
serua E gatteta. Y para conformidad del estómago, se almor-
zaba en un comedor con uístas al' campo, donde se contempla'
ba un rodeo d.e reses gordas pertenecientes a un rícacho ha'
cendado Lindero...". Añadió, comprobando eI cambio operado
lentamente desde 1904: "Después de esto hay que conuenzr
en que la gente pobre de camryaña es hoy míl ueces más hon-
rada g mús respetuosa de la propíedad aiena que díez o reinte
años atrá"s. Hoy, en medio de las neceszdades que soporta, no
se oAe hablar casi de la. perpetrd'ción de un abigeato..."7i3.
Paz, y r.espeto a Ia propiedaC del ganado, eran bienes que
agradaban q los estancieros. Pero la disminución del pobre-
río ávido de empleo tuvo otra consecuencia menos grata para
la clase poseedora del ganado: eomenzó a sentirse en algunas
J /r)
regiones del país ( ei sur del Río Negro y eI litoral ) y en ciertas
ocasiones (la esquila sobre todo), falta de mano de obra.
Hubo, incluso, que doblegarse ante "exigencias" de Ia existente.
Desde 1911, prensa y revistas especial,izadas r,ecogían, ca-
da vez con más frecuencia, el temor de los hacendados ante Ia
escasa e inestable mano d.e obra otrora tan dóciI. En 1912, la
Asociación Rural de1 departamento de Río Negro, ". . .tenten-
do en cuenta el, trastorno que para los i,nterese s rurales ím-
porta la absoluta carencia de brazos", resolvió abrir un regis-
tro en que se anotarían los que necesitaran jornaleros para Ia
esquila y la cosecha. Luego prorratearía Ia escasa oferta. En
Soriano se dijo: ". .es(L falta de brazos es más grande que
en cualquier' otro lado, debido ct lu dtfusión que la agrtcultwa¡
ha tenido este año" ?;e. En 1913, las quejas alcanzaron su c1i-
max al llegar la época de la cosecha de cereales v 1a esquila,
que agudizando el problema, casi coincid{¿¡1 760. Un indignado
hacendado de Soriano escribió: "El, obseraador que ha cano-
ctdo trabajadores se espanta. Todo lo que antes no seruía, los
haragames, los toht*res, los ebrzos, lo.s rateros, los refugiados,
todo esto es lo que hoE se hace rogar, A lo que percibe tnme-
recidos salarios. Los peones buenos se buscun con candil. Has-
to, las pandillas munr,cipales, hasta l"a inspeccr,ón técnica, hasta
l,as comtsarías de campaña, están faltas de personol". Entrevió
la solución: debíase recurrir a lo que todavía quedaba de po-
brerío en eI rutinario norte fronterizo; el "ejército de reser-
va" debía utilizarse: "¿No hay medr,o de repop¿r la po[lo.-
ción tragendo trabajadores tL este SudT No [se] encuentra fac-
tible exhortar aL mintsterio o. que obtenga de Los Jerrocarríles
trenes de ercursi,ón co.tl boletos de ída y uuelta uálidos por el,
tiempo de la cosecha y de las esquilas, f)arcL que Los compatrio-
tas fronterizos acudan al sud g se retiren o süs pogos, carto los
ertranjeras que hacen lo mzsmo a la Argentr,na después de
cru,zar para ello el océano? ¿O es que todo el, país está. tgual?"
Llegó a proponer ; " ¿No se pueden soltar los más fieles de las
regimientos, a formar comparsas de esqutladores, como slLce-
día en casos d.e zncend.to, de langosta, de inundactón, en cuai-
quier caso de calamídad púbiica, como cuando nos gobernaban
los míLitares? ¿Can qué gente üamos a esqutlar €ste ttñ.a7" r'sr.
Como consecuencia lógica de la escasez de mano de obra,
la situación de peones y esquiladores comenzó a mejorar. AI
i ,ao
ot ¡
I
I
finalizar este período se comprueba cierto inclemento del sa-
Iario ncminal.
Eran cosa del pasado, aquellos "sueldos mezquinos de indio,
de 3 a $ 5 mensuales, y hasta por la comida solamente", que
denunció en la Cámara de Representantes, Francisco J. Ros en
19027{r!. A partir de 1905, eI salario rural comenzó a diferen-
ciarse. En el norte fionterizo, la región del vacuno, la gran
propiedad y el pobrerío todavía numeroso, eI sueldo dejó de
ser nominal, pues a Ia manutención se agr:egaban siempre los
ya cIásicos $ 5 mensuales. No obstante, allí la presión de los
desocupados y la escasa demanda de personal que la explota-
ción bovina dominante generaba, cambiaron en muy poco la
situación de la mano de obra. Todavía en 1909 una encuesta a
200 establecimientos ganaderos reveló que, por ejemplo, en
Treinta y Tres, se abonaban $ 3 mensuales. Los puesteros a
$ 10 y los capataces a $ 15, cornpletaban el panorama 76;r.
A1 Sur del Río Negro, Ia p,erspectiva era más alentadora
para eI trabajador. EI predominio del ovino y Ia exteirsión del
área agrícola conducían a una mayor demanda de rnano de
obra; el pobrerío, allí escaso, reducía Ia oferta. Los sueldos
mensuales de las peonadas se elevaron hasta $ 6 y $ 10, siencio
el más frecuente $ B; los puesteros alcanzaron Ios $ 12 o $ L5,
y los capataces se contrataban por un salario mínimo de $ 20,
que podía ascender a $ 25 o $ 30. En situaciones especiales,
de seguro auténticos "mayordomos", hasta $ 50 mensuales 76a.
El panoraina salarial de 1os esquiladores era más comple-
jo. La difusión de 1as máquinas permitió duplicar el número
de lanares esquilados por día; a pesar del intento de alguncs
hacendados por hace;' valer esta circunstancia para rebajar el
pago por cabeza, éste siguió s,iendo eI habitual: $ 0,03. A mano,
haciendo un promedio de 35 o 40 animales diarics, el esqui-
lador obtenía nn jornal de $ 1,20; a máquina, con B0 piezas,
el jornal se duplicaba: $ 2,40 765.
Peones y esquiladores, ante esos imprevisibles aumentos
y requerimientos, cambiaron de actitud. Los hacendados mos-
traron su disgusto; no era sólo la faita de mano de obia lo que
los molestaba, sino eI hecho de no poder elegir los "respetuo-
sos", debiendo someterse a las exigencias de los "inso1entes".
Escribió un estanciero en L913: ". ..entre ese escoso personal,
poco zdóneo por lo generai, se ua acentuando un marcado sello
qno
dro
cte altanería e irrazonable ambicíón en eL p,recio de sus diorios
jarnales, piden jornules desmedídos, desean ganar en un día
-[a
que antes en LLn mes, tmponen condíciones rLdíutlas.. .i' ?60.
Los viejos tiempos quedarcn nostálgicamente atrás'. "Ya no
h"ay trabajo aL saltr de ínuierno de Las 7 de La mañana. La tnen-
ts,d,a sobriedad de nLLestros criollos ua síendo un mito. Ya no
se encuentran peones de chacra mensuales. Tanto T)or arar,
tonto por sembrar, por recoger, por deschalar.. .2'1{ii.
Las comparsas de.esquiladores, sabiéndose pocas e impres-
cindibles, empezaron a caracterizarse según el pun-
-siempre
t,o de vista de los poseedores del rebaño-: "...por sus eri-
Eencias extraordznarias. La escasez de brazos da lugar a que
se cometan grandes abzsos; a que los estsncíeros se encLlen-
iTen amenazodos constantemente con nu"eDas impostcíones des-
¿¡¡$¿llsflsg,' tis.
El proletariado rural no recurrió a los métodos del urba-
:1o para imponerse a sus patrones. La dispersión y eI inmenso
fundo 1o habituaron a conductas individualistas y a la soledad,
vio a Ia vida gremial. Su protesta asumió las formas de la "in-
solencia" o e1 abandono del empleo en medio de la zafra y la
cosecha. Para evitar esos inconvenientes los estancieros comen-
zaron a pensar en regular la relación laboral mediante con-
tratos de trabajo que los pusieran a cubierto de la "irrazo-
nable ambición" y eI aba.ndono del empleo ?6e. La inestabili-
dad de la mano de obra era su principal preocupación; en mu-
chos estableeimientos "el 60 7o de los empl,eados no duran un
ttiío". La campaña estaba de nuevo poblada de nómades "an-
claxiegos" en busca de quien ofreciera el mejo:' trato y jornal.
"Don Aniceto Patrón nas reJiere que del lzbro diarío lleuu-
tio en su estancia resulia que, en 7916, L.400 Jorasteros hzcieron
¡tache bajo su alero. . ." 7'ío.

Se elevaron los salarios, pero las condiciones de trabajo


se mantuvieron inalteradas.
La jornada, de "sol a sol". El descanso a medicdía era
»or Io general de dos horas, pero eI día se iniciaba a las 4 112
cle la mañana, concluía Ia primera etapa a las 12, y se reini-
ciaba Ia labor a las 2 de Ia t¿rde hasta las 7 de la nocire. Diez

379
o doce horas era Ia jornada habitual revelada por 1a enclles-
ta del In-"tituto de Agronomía a 200 establecimientos rurales
en 1909.
La manutención fue, si no escasa, invariable, monótona:
puchero de oveja con pirón en el verano, de vacuno con pirón
en el invierno, o asado, al mediodía; de noche, el guiso de
atroz, porotos y nuevamente carne. Verduras y frutas tan au-
sentes de su mesa como, a menudo, de la del patrón. Yerba y
azucar ampliaban Ia dieta, rica en proteínas y grasas; pobre
en vitaminas. El trabajo aI aire lible compensaba aigunas de
esas.deficiencias 7?1, peroengendraba afecciones renales frecuen-
tes, debidas a1 frío y las largas cab,algatas.
EI alojamiento, miserable, sobre todo en e} norte del pais.
Lo describió J. Virginio Díaz en 1916: "...los peones duer-
men entre los cu"eros, en un galpón cusi deslnantetado, o ey¿ el,
suelo sobre sus recaditos camperos, en algún cuq.rtucho malolíen-
te, después de haberse nutrtdo con una altmentación detestable
y defzctente. . . En La maEoría de las estancias se utilizct mug
poco jabón, no extsttendo baños ní seruictos saniturios en LLn
porcento"je abrumador. . .t' 772.
Por 1o demás, ¿en qué medida el aumento del salario, no-
torio en el sur, escaso en el norte, guardaba relación con eI
aumento del precio de 1a carne o 1as utilidades de1 hacendado?
Ifna "rara avis" argumentó en 1912. "(y€€,trlos que estalnos
en momentos d"e hacer reformas, que ha llegado ls hora de ha-
cer justi,cta, que el país está en época de bnllayúe prosperidad,
que los cdmpos están como nu,nca, que h,a llegad.o el momento
de hacer plata, mucha plata. sin oluídar que es justo que la
hugan también los que trabajan a nttestro alred.edor. . . Es
momento de introducir rnejoramientos. ¡Ganaderos E agricul-
tores! Mejorad el salario del buen obrero rural,, es tiempo qu.e
su triste suerte cctmbie, no erplotéis más el abundonte s"ud"or
que se desprende a chorros de su frente, esti,mulad uuestra gen-
te con arreqlo & su üaler g ueréís cómo uuestras ganyncios se
dupli.can. .)' 7'í3.
Mientras de 1905 a 1913 el precio de 1a carne vacuna au-
mentaba 750 iÍ, el salario rural se elevó de S 5 a $ 8, es de-
cir, 60 %. Can un salario de $ 5 en 1905, el peón necesitai:a
3 meses de lab.or para comprar un novillo vendido por su pa-
trón aI saladero; en 1913, con un salario de $ 8, necesital:a
380
5 rrreses; eI novillo iba ahora aI frigorífico. En verdad. no
existía la menor relación entre 1o que habían subido los pre-
cios de 1os productos que los estancieros vendían, y los salarios
"míseros", aI decir de uno de e}los, que pagaban.

4 - El pobrerío

Sobre Ia base de la seria encuesta que hizo er, 1910 eI Con-


greso Rura1 respuestas de jefes políticos, inspectores de
-1.200 intendentes municipales, comisarios, maes-
instrucción pública,
tros y presidentes de las sociedades rurales departamentales-
se llegó a la conclusión de que las familias "pobres" en la cam-
parla eran 6.300, " . . .de manera que mniltiplicando por 5.50
lpues el número de hijos Jluctuaba entre 5 g 6l tenemos cosi
35.000 coma número mínímo de personas pobres en el, país".
La mayoría se ubicaba en la región del vacuno y Ia gran pro-
piedad: Salto, Artigas, Tacuarembó, Cerro Largo y Rivera 774.
Se trataba de los marginados por eI avance tecnológico
cletenido a mitad del camino: la estancia alambrada p.ero sin
c'"ritivos; el ferrocarril, que barrió con diligencias y troperos;
ei crec,imiento demográfico que no había hallado eco sino muy
tarde en las posibilidades de empleo ofrecidas por los modos
de producción rurales. Este número de desocupados, como he-
l-l:os sostenido antes, debió ser mayor en el novecientos cuando
r:i e1 ovino ni la agricultura ni eL ejército ni las fuerzas poli-
ciales, habían dado los espectaculares saltos hacia adelante que
¡egistraron a partir de 1905. EI "ejército de reserva" al que
l-odían recurrir los empleadores en 1900 se redujo a menos de
l:r mitad hacia 1910 77:'.
Aunque 1os "pobres" de Ia campaña descendieron en nú-
:rero, siguieron viviendo igual que en 1890 o 1900. En los eji-
cirs de los pueblos había auténticos "pueblos de ratas". En sus
-lmediaciones, los "rancheríos": "Sacachispas", legua y media
:rr.i+ies de llegar a Santa Clara de Olimar Grande, sobre el ca-
--r-iino real que conducía de Nico Pérez a Me1o, con 70 ranchos
'.- dos "boliches"; "San Jacinto", cerca de Sarandí de1 Yí; "Las
Casillas", próximo a Paso de los Toros"; "Poncho Verfle", ¿
liico Pérez. En 1os caminos nacionales, a Ia vera de alguna gran
,:iopiedad, tierra en litigio o fiscal, se ubicaban otros de pin-
: resco nombre que eI mapa de ia República nunca regis-
DOI
dut
nu'nea fue premiado. Los grupos sociales confían en la suerte
cuando la estructura económica y social les hace depender
deI azar i":.

Peo¡radas y pobrerío intercambiaban con frecuencia sus


papeles. EI jornalero que no hallaba trabajo vivía en los su-
burbios de las ciudades del interior; el habitante de los "pue-
blos de ratas" era el esquilador habitual. Otros nexos 1os
ligaban. Los estancieros no admitían, por 1o general, aI
peón casado y con hijos; el resultado fue que la mujer
habitó el rancherío, la famiiia se disgregó y además c1e
ilegítima sólo válida desde ur1 ángulo cu1-
-calificación
tural urbano- fue inestable; los hijos no tenían padre co-
nocido.
Los nacimientos ilegítimos mostraron una leve tenden-
cia a disminuir en todo eI país, fruto del más eficiente con-
trol administrativo y también de cierta elevación del nivel cle
vida: 1902: 26,3 %;7908,25,6 (¡,,; 1913, 23,7 i(. Pero la fa-
milia sólo era estable en los departamentos agrícolas. Cane-
lones y San José ofrecían los más bajos índices y el descenso
era notorio: 1902: 12,1 )1c; l90B:. 10,2 '¡L; 1913'. 8,7 %. En los
departamentos donde eI pobrerío era numeroso, dominio de la
.gran propiedad y eI vacuno, Sa1to, Artigas, Tacuarembó, Ri-
'.-era, Cerro Largo y Río Negro, la ilegitimidad fue pasmosa-
:nente elevada, aunque decreció: 7902: 39 iL; 1908: 33 c;L;
1913: 31,2 c/b13:1. Cada 10 hijos, uno era ilegitimo en Canelo-
:es y San José, tres o cuatro en el norte fronterizo (*).
También iigaba al pobrerío y las peonadas el analfabetismo.
Las estadísticas en este caso falseaban una realidad de
-,ntcrnos más dramáticos que 1o que 1as cifras frías mostra-
..n. En los pueblos del interior y en la capital el índice de
:alfabetismo fue bajo; en 1a campaña era elevadísimo. Hasta
-i. de hecho, la escuela 'no 11egaba73¡. A1 ocupar en 1913
Dr. Baltasar Brum el Ministerio de Instrucción Pública. hu-
una polémica entre un diario de Salto y el estanciero Juan

') la región agrícola había alcanzado hacia 1gCB la eslabilidad {amili¿r


:s países avanzados de Europa. El porcentaje de nacimienfos ilegítimos en
- : : f ue en 1907 del 7,5o/o y en Alemani a del 9,3o/o. (731) Canelones y San
- :on el 10,39á hacían buena figura.

909
d0d
Schauricht acerca del nivel educacional en el medio rural. EI
hacendado puso e1 dedo en }a llaga al declarar que eI B0 ,Í,
de Ia pobiación campesina era analfabeta: "Yo me reJerí
a la "población rural" A no a los muchachos q1¡.s
-aclaró-
u&n (L lct escuela en Las ctudades. Si ese señor conociera la cam-
pañct aería qlLe no sólo eL 80 7 stno eL 99 1/" es analfabeto.
¿Que ntttchos saben firmarl Eso no pru,eba nada, pues debe
saber usted que pard l&s elecciones se prepüralx o les prepa-
Tan pdra echar su
firma. bLen o mal , pero no saben nada más.
Hace díez años que estoy en contacto con esa gente; tengo cer-
ca de 700 hombres aqtLí en la estqncía; he preguntado cuavldo
Ins esquilas, ltierras, etc., A siempre he recibido la desconsola-
doru contestación de qtLe nadie sctbe leer ni escríbír; a.lgunos
habían tenido nociones cuando niños pero hoy están comple-
tanTente oluidados. . .i:7§ij.
Los hermanaba, por fin, Ia miseria.
La mortalidad infantil muertos menores de un
año- mostraba cierta tendencia -niños
a decrecer en toda Ia Rep.ú-
blica: del 106 y 108 por mil entre 1900 y 1907, pasó a 93 por
mil en 1913. Era evidente ese descenso en 7a zona agrícola,
Canelones y San José: 1900: 102 por mil; 1904: 73; 1913: 72.
Superaba a la media nacional y no descendía, en cambio, en la
típica región de Ia gran propiedad, el vacuno y eI pobrerío:
1900: 109; 7904: 102;1913: 104rs7.
A la ausencia de atención médica, notoria en las zo-
nas rurales y aún en los pueblos de1 interior 7§s, se sumaba el
curanderismo ya endémico ?Ee, y Ia alimentación deficiente en
niños y madres 7¡J0. En el departamento de Rivera, las maes-
tras Laura y María Barrera hailaron que: "Los ntños tienen
'LLna rara aaguedad en todas sus ideos y el menor esJuerzo
los fattga. Esta ínercza, este como índiferenttsmo de todo, pue-
de tenel' una causct oculta... Cuando la sangre es pobre, to-
dos los órganos se resíenten, y de ahi esa uaguedad en Las
ídeas, consecTlencia lógica de la debiltdad ertrema en que se
encuentra la maEoría de esto §obre gente. Muchas ueces se
nos han desmaEado los niños en clase por falta de alímentos.
Este cuadro no es una rureza..."t-tt7. Ya en 1905 el joven bat-
llista Amadeo Almada había llamado Ia atención sobre un pro-
blema nuevo en eI país, que destruía otro de los viejos mitos:
"Nu,estru raze es, en general, hermosa g fuerte. Sin embargo,
la palabra fuerte debe ser tomada en LLn sentido bastante re-
384
l,atíuo. Obséraese a este r_especto lo que paso. con la Empresa
constructora del Puerto, la que se ue obtígad,a a reclutar sus
abreros, en la capztal uecina, por la fatta d,e utgor g resisten-
cia de los obreros crtollos. Estos se otrecen a cénteñares,
F,ero
na resisten más de un día eL trabajo abrumador de las cánte-
ras gr los talleres. Las lnspecctones Técnicas Regtonales, obli-
gad"as
_a emplear elementos del poís, luchan con grand.es dtf í-
cu,Ltades pwra llenar las cuadrillas, cttEo ptersonal se renueua
tanstanten"¿ente. HaE flojedad en los rnúsculos g ésta es LLna
señal inequíaoca de decadencta.. ." is).
La dieta rica en proteínas salvaba a los peones de estan-
cia, pero no a sus hijos ni mujeres. Las clase§ populares rura-
.[s'5 su nivel más bajo- estaban condenádis a ]a inJe-
-sn intelectual por sus carencias alimenticias.
ricridad No tardaría
en, surgir quien extrajera de este hecho una conclusión pere-
g-rina: el pobrerío rural no se podía regenerar, la holgazanería
lo había llevado a la miseria; ésta eri un Iógico curÍigo . su
i¡:ferioridad "natural". Así pensaban ya algunos hacóndados
el1 1910 7eB.

385
PARTE II
ESTRUCTURA MENTAL Y COMPORTAMIENTO
ECONOM¡CO DE LA CLASE ALTA RURAL

Las clases altas no sólo monopolizaron la atención de1


quehacer historiográfico durante años y en todas Ias socieda-
des, sino que, por ser cultas y ricas, dejaron más testimonios
acerca de sus ideas, prejuicios, hábitos mentales e intereses,
que
- Es los restantes grupos sociales.
en parte debido a ello que abundan las fuentes escritas
sobre su conducta y mentalidad, tanto como escasean referert-
cias para el pequeño productor canario, eI integrante de1 pro-
letariado rural y eI de Ia clase media.
Por eIIo, toda historia corre e1 riesgo de ser la historia
de las clases altas y no la de la totalidad deI edificio sociaL.
En las páginas anteriores hemos i.ntentado salvar este obs-
táculo describiendo, en la medida en que las escasas fuentes
lo permiten, la mentalidad y Ia conducta de los restantes gru-
- que
pos integraron la sociedad ganadera.
Pero la clase alta rural merece una atención particular
por dos motivos. En primer lugar, al controlar más del 40 i'i
del territorio nacional y más del 50 % de los animales a los
que el porvenir frigorífico del país apuntaba fusvins5-,
eila da6a la tónica al quehacer económico -]65
rural. En segundo
lugar, dada su posición rectora dentro de Ia sociedad uruguaya,
actuaba como modelo para los otros grupos sociales de Ia na-
t'civi-
ción. Por estas razones hemos acentuado su estudio. La
Iización ganadera", como le gustaría decir a Fernand Braudel,
}a tuvo de protagonista.

386
Capítulo I
Los grandes estancieros de la campaña

I Culto a la tierra

Creemos que en historia nada es mecánico ni automático.


No por cambiar los estímulos económicos la sociedad varía
de Ia noche a Ia mañana su comportamiento. Es más, puede
suceder que 1a persistencia de conductas anacrónicas desde el
punto de- vista del sistema económico vigente, concluya por
influir sobre la vida económica misma, cristalizándo1a o en-
lenteciendo el ritmo de los cambios.
Escribió Lucien Febvre en 1"924: "Para mucllos econo-
tlr,ístas, las acctones económzcos sol¿ accíones razonadas, fun-
dadas todas en utilídad e interés, resu,ltado d.e toda una serie
de cálculos, ualuaciones, A comparaciones entre la necesid,ad
senttda E el sacríftcto erigido para satisfacer tal necesídad.. y
con demasiada frecuencia, la ciencia económica ha sido fat-
seada precxsctmente por la manera ctbstracta corno se ha conce-
bido eL h,echo económtco A por la tendencia ínuencible det ct-
t:iLizqdo contemporá.neo & red,ucír todo el desarrollo hutnano
u factores stmples, como la necesidad. En realidad, hace tiem-
,o que algunos espíritzLs penetrantes. . . han notado qLLe lcl
.tcturalezs. económzca es xariable de hombre a hombre. Es un.,
:esultado de la educactón g la costumbre. No es la misma et¿
¡cdos los i,ndturd,uos, ni en tadas las closes soci,oles...,,, ni en
cdas las culturas, ni en todos los momentos de la evolución
lel hombre, de las clases y de las civilizaciones ?g+.
Dos valores eran supremos en la sociedad rural urugua-
-'a: Ia posesión de la tierra y el ganado. Sobre el sentido cl.e
iimero va hemos informado aI intentar exptricar e1 incremen-
,, del valor venal de Ia tierra. La posesión de ésta brindaba

387
seguridad, status y bienestar económico. ¿CuáI de los tres ele-
mentos pesó más? Si formulamos así la pregunta corremos
eI riesgo de equivccarnos sobre la estructura mental dominan-
te en eI medio rural: Ios tres eran diferentes aspectos de Ia
divinidaC única.
Partiendo de ese enfoque, la pradera artificial, por ejem-
plo, era una herejía. Contrariaba los principios básicos de la
estructura mental del gran hacendado: extenderse era siern-
pre preferible a mejorar 1o que ya era suyo. Era, como diría
con propiedad un psicoanalista, más "gratificante" desde el
triple ángulo de la seguridad, el status y el rendimiento, com-
prar carnpo que invertir en eI poseído. Las grandes ganancias
que el negocio de la estancia dejó en estos años fueron uti-
lizadas para Ia compra de más tierras. Dentro del país, buena
parte de las estancias de los riograndenses pasaron a manos
orientales. Fuera de é1, invadimos la pampa argentina y sobre
todo Río Grande del Sur. Los campos situados aI norte del
Cuareim se ofrecían en nuestros diarios y atraían a 1os hacen-
dados uruguayos más que la inversión en praderas 7e;.
Modesto Cluzeau Mortet, conocedar admirable de la psi-
cología d.e los grandes estancieros, director del Departamen-
to de Inmigración y Colonización, escribió en 1907: ". . .Ios
ricos propzetarios que poseen grandes úreas de cam.po, no quie-
ren, bajo preterto algu,no, desprenderse de ellas... Hoy, la
nTaAor parte de nuestros ganaderos, en üez de mejorar las con-
diciones productoras del suelo, 9&Le pcr ahora es lo que más
se necesita, aspíra tan sól,o a lc adquistción de nueuos cam.pos
Vtara poder auntentar, sin recurrir a la estabulación, el núme-
ro de sus ganados...".
Corroboró otro perspicaz observador, Santiago Maciel, en
1912: "Es bien sabido que el espíritu conseruad"or d.e los pro-
p,etarzos de tierras es refractario de un modo absoluto a la
enajenación. EL campo es, en cr¿si todos los cosos, und pro-
piedad heredada g rnantenída a todo euento. Predomína; po,rtt
que eso sea así, un cúmul,o de circunstanctas... que están ti-
gadas a ciertas cualidades del carácter natíuo, de procedtmíen-
tos rutinat'ios, de temperamento, de ys7s. . ." 7e6.
Se rendía un culto profano a Ia tierra.
Comentaba "El S,iglo" en 1908: "Las compras de campos
realtzads.s por compatrzatas nuestros en el uecíno Estada bra-
silero, desde el año 19A4 hasta la fecha, representan unos dos

óoó
millones d,e pesos oro. Hoy casz todos los grandes hacendad"tss
de nuestro país poseen grandes ertenstones de campo en la
regr,ón llaruada Cima Da Cerra, aL norte de Santa María Da
Boca Do Monte. . . ". EI precio de los campos en Río Grand-e
y en las provincias argentinas alejadas era inferior en un
50 % al vigente en el Uruguay. Eso atraía. En la Pampa Cen-
tral, en San Luis, nuestros hacendados habían compra'Co con-
siderables fundos. Eran importantes las sumas confiadas a "lQS
bancos de esta plaza" para que cumpliesen Ia "tarea de colo-
callas en Buenos ,A'l¡gs" ?e7.
Algunos cre)¡eron advertir en la crisis de 1913 una mani-
festación de esta corriente: e1 oro no sólo había escapado del
país por el déficit de la balanza de pagos con Gran Bretaña, si-
no también por la exportación de capitales hacia las Repúblicas
vecinas. Estos se colocaban en hipotecas y "en compra de cam-
pos". Gabriel Terra participó de esta opinión. Dijo en octubre
de 1913: "Los Bancos de nuestra plaza, que ttenen sucursa'
les en los dos países ltmítrofes, i.nstrumentos del drenaje de
ora, Dodrían darnos cuenta eracta de las grandes sumus sa'
tidas det país que han ll,eaado esos destinos; por lo prónto yo
sé decir que en estos dos años he interuentdo yofestonalmente
en operaciones par cerca de 7 mtllón de pesos de capítales que
han ido a colocarse en la Argentína y en el. Brasil..."7trs.
Interrogados esos gerentes de los "Bancos de plaza" por e1 cro-
nista de "El Siqlo", responCieron que hab'ían emigrado a }a
Argentina 6 o 7 millones de pesos oro "en los últimos tres
años", todos buscando colocaciones seguras en hipofecas y com-
pra de estancias ?ee ( * ).
Pero la tierra no alcanzaba a ser una "monomanía" pues
había otra: e1 ganado.

(*) Para una sociedad de mentalidad conservadora, la meior inverslón es la


nás segura. La compra de tierras resulta así, la panacea. Del valor que a ella
se le sigue asignando, da cuenfa esie aviso de los rematadores "Sixto J. Dutra
S. en C.", aparecido en el diario "EI Paíe" el l8 de abril de l974: "No hay
meior inversión que la tierra. Así ha sido en lodos los tiempos. fa tierra no
piarde su valor. La tierra no se desvaloriza, 5i el peso baia. la lierra sube.
Y a veces sube porque lo que produce vale mucho. Como ahora. Si los novillos
:iquen valiendo, los campos se van af doble o a más. Siempre hemos sido v
seguiremos siendo, un país de vacas/ y lo seguiremos siendo por mucho liempo.
Valgan o no valgan las vacas. Ni nuestra generación ni las próximas verán l.r
ú!f,;ma vaca. Nuestras vaca3 s necesilan en lodo el mundo. , . Valgan o no val'
gan las vacas, siempre necesitarán una cuadra de campo para vivir, o dos pata

389
2- La ganado.ma,nía

Desde este ángulo, Ia actitud de los grandes hacendados


tenía puntos de contacto con la de Ios pueblos pastores pri-
mitivos. La etnología nos puede ilustrar. Observemos esta des-
cripción del nómade en el Sudán nigeriano: "LcL natlLrdleza
sal,a qlimenta los rebüñas, aL compá.s de las estactones. Gor-
dos o Jtnes de inuierno, enflaquecen progrestuamente durante
la estactón seca. Pero, sobre todo, eL rasEo característtco es
que estos pastores, moros tuaregs o peuls, no uenden nunc&
sus ani,males en período de crecímiento; esúos anzmales no for-
Tnan un capttal . - . stno una reserüg: no se recu,rre a ellos sino
cuando se está. uerduderamente necesttado; se deja enuejecer
a las bestías en el rebuño en el" qtLe ftguran muchas Dacas
muy aiejas, esquelétr,cas, g uetustas o'uejas cuyo pelo o lana se
d,esprende en pl.acas.. .". No desean jamás disminuir su rebaño,
observado lo cual éste no es su ráquezo sino su seg?,úro s00.
¿Es que acaso pretendemos retornar a la vieja expiicación
de Sarmiento acerca de los rasgos nomádicos de los pueblos
ganaderos rioplatenses? No precisamente, aunque hay que ad-
mitir que esos grandes pensadores del siglo pasado, con sus
visiones totalizadoras de una realidad que vivían, a veces pro-
porcionan al investigador de1 presente una visión más certera
de la estructura social, política y económica, que los estudios de
Ia historia §escriptiva o puramente cuantitativa ('r ).
Hay diferencias, y de monta, entrs los pueblos pastores
primitivos y Ios grandes estancieros uruguayos. Estos produ-
cen para un mercado, aquellos no; éstos tienen más desarro-
llada e1 a.nsia de ganancia así como el de la posesión deI sue-

engordar. Es así y no hay vuelta que darle. Hay que mantener viva la gallina
de los huevos de oro, que produce déla¡es. Hay impromes, hay impuestos, llueve
demasiado o no llueve nunca, ¿Hay otra inversión que no tenga "contras"?
Hay olra inversión tan segura como la tierra? Con la iierra uno se puede hacer
rico. Si la trabaja y si riene iuicio. De todos modos, es algo concreto y tan.
gible para deiar a los hijos".
En esta época de propaganda sofisticada y subliminal, llama la atención ésfa.
lan literaria y sobreescriia. Pero es que tales frases responden a la psicología
"profunda" del inversor uruguayo.
(*) Esta noción nos fue grabada para siempre en las brillantes clases que
recibiéramos de Rogelio Srito Srífano en el lnstituto de Profesores "Arfigas" hace
ya más de 20 años.

390
lo; aquellos viven en una economía donde conservar e1 alimen-
to para la subsistencia es eI objetivo supremo y en la que jamás
la posesión del suelo adquiere las tendencias maníacas adver-
tidas entre los uruguayos.
Pero también hay similitudes, las que derivan de una men-
talidad conformada y que a su vez da forma al sistema de ex-
piotación. EI rey es en ambos casos el ganado; y no su cali-
dad, sino su cantidad. Los ojos del nómade se llenan de or-
gullo aI contemplar el número de sus rebaños, los de1 gran
estanciero también. Envía sus vacas y novillos aI saladero o
ai frigorífico, pero su mayor satisfacción es observar los cam-
pos "colmados".
Dijeron Ios ganaderos "progresistas" de la Federación
Rural en 1910, describ,ien,Co a sus congéneres "rutinarios":
''Ninguno de los n1,uA nut'rLerosos estancteros que actualmente
trabajan a Lu antr,gua quteren conaentr que sus ca.mpos han
rlesmejorado. . . A es por eso A con la esperanza, de alcanzar
grtrndes beneticzos, que los recqrgan de ganado..."st'1. En
1912, Ia misma g.ueja, 1os campos están "recargados", los ha-
cendados cifran sus esperanzas en eI número, no en la cali-
dad ¡i02.

La ganado-manía condujo aI mestizaje y en etapas lentas


por cierto, prueba del conservadorismo. Pero nunca a la me-
jora de 1a pastura.
Cluzeau Mortet 1o dice en 1904: "Lo que qur,eren nues-
t.¡-as estancieros es uiuir tranqutlos, y con ese mottuo, tod,o
trabajo que no tengo, relación con la construcción de tajama-
ies, A lcl de alambrados y su constante reuisactón, la hierra
a la murcaci,ón, la esqutla, eL aparte de ganados... Juera de
Ltt mestízactón que a duras penas ua adoptando, todos los de-
n:lits trabajos (praderas, establos) ios conszdera como gastos
inú.trles !! ercesos d,e lujo. . . Con tales productores no es er-
:¡'año, pues, que muchas E extensas zonas de nuestro terrítorio
:e encuentren aún como a medtadns del siglo prórimo pasa-
:)a. erpil,otadas por persanas que no cultiuan una sola hortah.za,
1ue uiuen pura A exclu,stuamente de carne A po,rs. las cuales
'u galleta o el, pan duro suele aparentar a Deces la forma de
':eTd(tderas golosznas.. . " so3.
En 1910 el panorama ha cambiado algo, pero 1o sustancial
-rermanece. EI estudiante Alvarez Vignoli escribe sus impre-
.:ones al visitar Cerro Largo y cuenta acerca de las mejoras

391
introducid-as en eI ganado y aún en la vivienda del gran prc-
pietario, pero queda asombrado de la total aus.encia de "agr:i.-
cultura forrajera". Piensa que la causa de este atraso
no condice ni con el grado de refinamiento "urbano" observado-que
entre algunos grandes propietarios ni con el mestizaje ava:1-
zado- reside en la "ignorancia". Anota un dato "curioso":
"Los prropíetarios prohtben hacer agri,cultura en sus cam"pos
bajo eL pretexto de que la agricultura las echa a perder. . .
este prejuzcio por desgracia tan propaEado en el país, ha cun-
dído na s6lo entre el, elemento retardatario, síno también en
las esferas clue creen darle impulso. . . " so+.
En efecto, todo para el ganado, nada para la tierra.
La Asociació-n Rural 1o comprcbó en 1906 referido a los
estancieros que habían adquirido toros de pedigree: "Ha su-
ceclído muchas üeces com,prar un reproductor, A no teníend.a
nada para darle de con'Ler, soltailo en el c&rtupo, con la ha-
cienda, recomendúndolo a un pabre moreno; al mes atene e'1,

dueño, pregu,nta por eL toro y eL cutdador, no sabíend,o qué


contestar, 'n¿ont& a caballo g Da, en busca del animal, tr)ero a
Ls, noche uwelüe stn notícias, al, día sr,gur,ente sucede lo rnisneo
E al tercer día llega dando la notictu de que el toro estaba
en un pajonal, nxuerto acüso, de hambre...r's0;.
Porque la actitud de pueblo pastor conduce en este casc
a la contradicción. El ganado mestizo sólo rinde eI máximo de
sus posibilidades bien alimentado, eI puro de pedigree puerie
rnorir si Ia pradera natural es su único sustento, al menos en
los primeros meses. Pero alimentar bien quiere decir modifi-
car el suelo, cometer Ia herejía de ararlo s06.
Un agudo observa,Cor anotará en L916 las "preocupacio-
nes" habituales de1 gran hacendado norteño: "...sus ide¿s
Erarán dentro de un círculo ltmttado de noctones, conceptas
E percepctones, todas ellas en relacíón estrecha con su m.edia:
la partcíón de la majada, la seca, la sarna, eL precto de la lana
o de los noaillos, la peste, las tnuernadas, eL refugo, el, precío
de Los clteros) rndrcrls A señales, el estado de los co,n'Linos, iLL-
gadas de taba A carreras, bailongos, heladas, creci,entes, anday¿-
zas d"el cdci,que, caudtllo o conaandante del pago' chínxtas g chi-
nerío, mortandad de haci,endas, haza.ñas heroícas de gauchos
bellacos, patnadas A reüueltas. . .".
De los 20 temas anotados, 13 se refieren directa o inCi-
rectamente al ganado, 4 a las diversiones, y 3 a la vida polí-

392
tica. La escala de valores que reflejan "diversiones" v "vida
política", es 1a que corresponde a un grupo social que rincie
culto al- valor, la destreza física y el juego con eI ganado,
"las carreras", esa lacra del medio rural, al decir de Javier
de Viana. Es un "todo" que só1o tiene coherencia dentro de
una civilización ganadera, primitiva y todavía violenta.
Todos se agitan en ese mundo, desde "eI ventrudo terra-
teniente con residencia permanente en Ia gran campaña", hasta
los "míseros peones, agregados o cruzacampos desocupados".
Otra temática pecará por anormal: "De sementeras, la-
boreo de tierras, semzllas, de la educación e ínstrucczón de los
hijos, se hablará en nLuA rdro ?J cantado casa, por ercepczón
ertremadamente notorza. La ls.bor agt ícola no ?nteresa, g más
qu,e la cría, engorde E buen desarrolla de los híjos, se hablará
del buen procreo de los ganados.. .".
De la ganado-manía se deriva la alimentación exclusiva a
base de carne y la creencia de que cualquier otro ingrediente
es "indigno" del hombre. De nuevo Ia escala de valores es la
de Ia sociedad pastora, aquella que la etnología describ'e entre
los nómades mongólicos, aquella que la historia atribuye a los
hunos: "Quzen esto escrtbe [en 7916] se ha uísto obtigado a
reszd"ir por espacío de uartos años en la grdn campaña deL
Uruguag E puede atestíguar que ha pasado nl,eses sin probar
bocado de uerduras, pa.pos, ensaladas o Jrutas. El "menú" es
reducído A casx znuari,able: puchero de espínazo d.e capón, asa-
d.o de capón,bifes, guíso, o asado de bueE, Daca o nauitlo; éste
es el género d.e altmentactón de las personüs acomodada,s,' Ios
peanes, puesteros y agregados, sólo consunlen la ,,tumbd, her-
ttd,a en agua con sal, g el osado o churrasco sangur,nolentos. . .,'
Cuando se recomienda una dieta variada, ". ..el rutinarío la-
ttfundista por tod.a respuesta me contestó secamente: ,,Ya no me
mantengo corl AuAos.. . " 807.

3- Culto a la seguridad y el oro

A 1os componentes tierra y ganado, debe agregarse eI cul-


to a Ia seguridad y el oro.
El culto a la seguridad conducía aI inmovilismo. Todcrs
1o denunciaron. "Arcaísmo", lo denominó la Asociación de Ga-
naderos en 1905. "Incurable apatía", decía el diario conser-

393
vador "EI Siglo" en 1909'. "Nuestra ro,za conserua todauía la
pesadez con que salíera de la larga síesta colontal . . . Vzue
la magoría d.e la poblactón rural entregado, sr.n d,efensa, sín
pretender stqulera deJenderse, a las fuerzas ciegas de Lu na-
tut"alezu...". Y los que debían dar eI ejemplo, "Ios más ricos,
los más cultos, Ios más ilustrados", no lo daban pues "viven
aferrados a ideas y procedimientos primitivos" siis. U'n gra'n
estanciero 1o confesó desde el órgano blanco "La Democracia"
en 1913: "Todos dejamos corcer los dodos a la moda musul-
mana. Es el, mal del país. El que lanza una intciatíua se estre-
lla ante el muro de la críti,ca mós obsttnada. ¿Qutén es el ca-
paz de cambzq.r esta característtca de nuestros compatrio-
,ú¿s?)'sot.
De ahí la resistencia a1 cambio, excepto cuando éste ser-
vía para consolidar los bienes que b'rindaban satisfacción a
esta mentalidad. El alambramiento de los campos, por ejemplo,
significó apoderarse de los dos valores supremos y asegurarlos:
tierra y ganado. El mestizaje será adoptado la parsiuro-
nia y deficiencias ya anotadas- porque es -con
1a mejora de1 ga-
nado. La pradera artificial, en cambio, contradice las fuerzas
más profundas que se agitan en esa estructura cultural. Se asi-
mila a la traición, es un pasarse a1 bando del enemigo, el
agricultor.
La ansiosa búsqueda de seguridad que este "arcaísmo"
denota, condujo a un peculiar uso de los capitales. Antes que
nada, aI atesoramiento.
Atesorar está en Ias antípodas de invertir. Es uno de ios
rasgos psicológicos 'de1 hombre en Ia sociedad precapitalista.
Decía en L904 eI comentarista rural de "El Sig1o", aludiendo
a la inercia de los grandes estancieros frente aI mestizaje y la
resistencia a asociar la agricultura con la ganaderíai "Hombres
de capttal: abandonad uuestra inercía; sacad el oro de las
cajas en que duernxe; no os conforméis con el eú.gu,o interés
que hoy os produce; erplotad auestros cam,pos en Dez de arren-
darlos; formad legíón de hombres úttles; trabaiad por el pro'
greso del país..."s10. Se sostuvo en eI mismo diario'en 1906:
"El estanciero señor de grandes extensiones de tierras A nu-
n'¡,erosos rebaños. . . tiene más confíanzo. en sí mzsmo que en
cualquier banco. . . g guardd sus economías. Estos dineros cuan-
do uen la Luz del día, salen generalmente de una n1,ano a otru
que rdrcl uez los lleua al Banco. Están síempre a la expectati'

394
x& d"e una colocación Jauoro,ble en tierras o gonado-.. D¿-.:;--
tenxos tr)ues, ese factor siempre refractario a la circulcc:::: d¿.
clinero qu,e tiende a mantener estancado. No debe €cho¡-r¿ er
ol¿;ido nuestra idiosincracta cri,olla. . . El estanciero. señor se-
mí-feudal, acostumbrado a mandar hombres es, sino conseruc-
tlar en toda la extensión de la palabra, índudablemente pre-
xisar U puede guardar abundantes dineros..."s11.
Por ello ios financistas de Ia época, Eduardo Acevedo,
]r,Iartín C. Martínez, José Serrato, mencionab,an el dinero "em-
botijado" en las cajas fuertes particulares y "enterrado" en
ia campa.ña.
Cuando no se atesoraba, se buscaban las colocaciones más
seguras: tielras, inmuebles urbanos, deuda púbiica. Porque Ia
oi:sesión de este poseedor de capitales que no llega a ser un
capitalista, es la seguridad ('t).
Decía la Federación Rural en 1909: "En cudnto a la
ttbündqncia de capítales, éstos, por cterto, no faltan en el país,
pero se encuentran en manos de personas que poco se preo'

(-) Existen múlt¡ples puntos de contacio entre la mentalidad descripla y la


ie las cla;es aitas montevidenánas representadas por su sector mercantil. El te-
!¡ci a io desconocido, el apego a {ormas y procedimienlos tradicionales/ eran
rasgos notables del alto comercio importador capiialino. Así lo vio en l9l2 un
ob:ervador inglés, W. H. Coates, con años de residencia en el paísr "Es cosa
sabida por los comerciantes que trafican con el Uruguay que aparte de los an.
ticuados modos de proceder, caracterizados por una decidida tendencia a adop-
tar [o eslablecido y conocido de antiguo, el mercado uruguayo se distingue por
su buena fe y Ia puntualidad en cumplir sus compromisos comerciales. . . A no
ser que se lrale de un artículo de fama mundial, es casi inútil pensar que una
c¿sa establecida de antiguo... pueda dedicarse a preslar especial atención al lan.
zamíento de un nuevo arfículo.,.'. (§lr) Un delegado de la industria barcelonesa
ce la seda recibió impresiones similares al visiiarnos en'1904: "El comercio (de
Montevideo) es más sano que el de Buenos Aires. . . las casas importadotas, casi
todas extranieras, son muy fuertes, lienen mucho dinero.,.", (§13) ''El Siglo" en
1913, editorializó sobre esfas características: "5e ha dicho con frecuencia que
nuestro comercio es el más sano y sólido de Sud América; el que con mayor
serledad resisie a los estímulos arrificiales... y es evidente que la índole pacata
y rímida de nueslra sociedad en lo relativo a aventuras económicas y financieras
si bien ha podido ser, en algunas ocasiones, rémora del adelanto general, nos
ha preservado de los sacud'mientos intensos que sufren otras plazas... Come¡cio
gailego, e ha dicho muchas veces, en lono despectivo, para caracterizar esa
ldiosincracia especial de nuestra plaza" (s1l). Por todo ello poco importó que,
::r¡o hemos ya comprobado, buena parte de la nueva clase alta rural tuvlera su
:"i:en en el comercio. EIlo no cambió sus hábitos ni sus obsesiones. Por el
::-irario, las fortaleció.

395
cupan del adelanto g prosperzdad de la campaña g que sól.o
piensan en colocar sus dineros en l,a adqtLi,síción d.e Jr,ncas rw-
rales y urbanas a fin de arrendarlas g percíbir con seguridcd,
d,espu,és, unu renta m.ás o menas crecida. . ." 315.
La "honesta" conducta financiera del equipo batllista
ella misma de los valores que estamos exponiendo-
-reflejo
convirtió en valores firmes a los títulos de 1a deuCa púb.lica.
Se observó entonces, un fenómeno insólito en los países lati-
noamericanos, pero comprensible en este Uruguay: la "Conso-
lidada" radicada en Londres comenzó a ser importada por lcrs
capitalistas nacionales, aunque sóIo proporcionaba un magrü
6 % de interés anual s16. De 1892 a 1896, 2,5 millones de libras
esterlinas de un total de 20 estaban radicadas en Montevideo.
De 1903 a L907 se pasó a los 6,5 millones. La tercera parte de
la deuda externa más importante (1a Consolidada de 1891 ), se
hailaba en manos de capitalistas nacionales, fuertes comerciaii-
tes ¡r grandes propietarios de tierras 317.
Esa angustiosa búsqueda de Ia seguridad llevó a los r*-
rales a rechazar siempre que podían el billete papel
todo si era del Banco de} Estado-, prefiriendo Ia incómoda -59fo¡q
pe-
ro firme libra esterlina de oro. Lo dijo José Irureta Goyena en
7905: "En campaña, donde por ineducación financtera eriste
la gente mó.s refractaría al crédito, los billetes del Banco cle
Londres han lograd,o hacer desuanecer las reseruas del estatL'
cíero, m'¿entras los del Banco de la Repúbli,ca, no obstante la
ma.IJol' tacilidad que la difustón de las sucursales ofrece para
su conüeTSi,ón, siguen siendo sospechados". Añadió. revelando
eI crigen de1 temor: "Este fenómeno nada ttene de insól,ita.
Un banco de estado en países como el nuestro es con'Lo ana
niña inerpe,rta conftada a la tutela de un uiejo ltbetf,xnl" ¡ts.
El fantasma que a todos horrorizaba era perder el oro ante un
posible decreto de inconversión de la moneda dictado por eI
gobierno.

Esta estructura mental combinaba factores de diversa ín-


dole. El afán de acrecentar tierra y oro revelaba un denon'ri-
nador psicológico común: el atesoramiento en procura de na
seguridad y el placer de la posesión. Había allí un el.emento
pre-burgués que podía las fuerzas económicas y sociales
-si y generar una conducta econó-
eran potenfss- ¡sg6¡vertirse

396
mica burguesa. La ganado-manía, en cambio, era la traducción
iei orgullo del pastor. Pero todos los componentes de la estruc-
t¡.¡ra mental tenían un origen común, é1 sí, difícil de recon-
vertir.
Tierra en exceso, ganado que la t'co1mara", oro "emboti-
jado" en cajas fuertes o colocado con mil cerrojos en Ia deu-
ela pública y fincas urbanas, eran facetas derivadas del miedo.
EI temor nutría a esta clase alta, e invadía a toda ia .sociedad
uruguaya a través del modelo que ella oflecía.
EI mieclo a los cambios tenía como origen uno común a
todas las sociedades agrarias: los cambios podían romper eI
equilibrio al que se debía la supervivencia y el alimento; Ia
rinica garantía era el respeto a las tradiciones 811'. Pero el caso
del Uruguay ela singular y ofrecía también otras perspectivasj
Temor a que los avatares de Ia vida política nacional, tan
plena .de contrastes hasta 1904, los arruinara; temor a que Ia,
e::isis, como Ia formidable del noventa, destruyera sus fortu-
l:as; temor a retroceder socialmente. Decía José R. Muiños en
7904: "Aferrados muchos d"e nuestros hombres de capita| a las
riejas prácticas g aL medío ambiente en que se han desarro-,
Itrcdo, consider&n que uíuen aún en La época de formación de
n.uestro país. Criados en la economía, y tormada su Jortuna
entre priaacíones g ahorros, juzgan qLLe o. esa medida debem
*3ustar sus p:ocederes" E20. La imagen está, sin duda, idealiza-
ria, "privaciones" y "ahorro", pero también espíritu de ave
rle rapiña, como la historia de la tierra fiscal Io demuestra;.
§1as no deja de ser exacta en un plano; casi todos recordaban
s¡.¡s modestos orígenes, y algunos ni querían oir hablar de
elios. Temían caer. Por esto Ia seguridad era un artículo dé
fe y e} riesgo una herejía.
Esta mentalidad generó una conducta económ,ica en ei mc"
dio ru¡al. Ciertos cambios eran "locuras". La pra,Cera mejo-
iada, por ejemplo, desafiaba a toCos ios componentes de la es-
tructura mental del gran hacendado: contradecía su tendencia
a extenderse, traicionaba al pastcr que en é1 subsistía pues lo
canvertía en agricultor, obligaba a invertir impidiendo ateso-
i ar, y hacia correr riesgos a hombres que rendíau culto a la
.eguridad.

397
Tales supues-tos inconscientes terminaron racionalizándo-
se y se transformaron en ideología. Surgieron justificaciones de
la rutina, argumentos que se querían lógicos para fundamentar
lo que era una reacción defensiva de los dueños de la tierra
y ei ganado agredidos en 1o más íntimo de su personalidad
social por sus colegas t'burgueses", los técnicos agrónomos y
eI inquietante batllismo.
El diputado y hacendado Fermín Hontou, explicó ante su
Cámara los "inconvenientes" de asociar 1a ganadería con la
producción de forrajes. Luego de citar el discurso ya analizaclo
de Carlos Arocena, en que éste aconsejaba abandonar la al-
falfa por razones agronómicas y económicas, strictu-sensu, cle-
formó e1 pensamiento del Presidente de la Asociación Rural al
sostener que éste también había condenado los avenales pues
t'cuestan más que el valor de la tierra en algunas zonas". Aro-
cena había probado precisamente 1o opuesto. Eran los alfalfa-
res, no los avenales, los que costaban "más que eI valor de la
tierra en algunas zonas" s:1.
Hilario Helguera, fundador de Ia Asociación de Ganade-
ros en 1905, sostenía hacia 1920 que de su cxperiencia surgía
la verdad de un hecho: los animales criados a pasto natr.lral
producían ". . .rlna carne más apetecxble, más ssbrosa, más fiL-
ctl de dr,gerír, que la carne producr,da por los arutmales cria-
dos en la praderl" artifi,ctal", aunque debió añadir: esta ú1ti-
ma "era menos sobrosa pero mó,s nutritiua" s22. Obsérvese que
Helguera no mencionaba el engorde a establo, s,ino 1a sencilla
pradera mejorada con alfalfares o avenales. EI sabor, en efec-
to, podía variar y hasta beneficiarse con el pasto natural; el
rendimiento, nunca. Hilario Helguera concluyó aconsejando
mantener la "especificidad de nuestras carnes" y rechazar todo
alimento artificial.
Hasta algunos ingenieros agrónomos se contag,iaron. En
1909, uno de los más lúcidos, Teodoro Alvarez, citando otra
vez mal a Carlos Arocena escribió: ". .ese ejemplo p&rece
demostrarnos que el período de engorde a base de farrales
artiJictales no habría llegado todauía para nuestra país, consi-
derando los precios [actuales] de nuestras carnes'2 s23.
Todos los argumentos, se habrá observado, cuidan las re-
glas del razonamiento vigente en una sociedaC capitalista, qtre
quiere producir para eI mercado de la mejor manera posib'1e y
al menor costo. Para F. Hontou y ?. Alvarez, el costo de la
398
pradera no estaba en relación ni con eI precio de la tierra ni
con el del ganado en la Tablada; para H. Helguera
lógico que sus pares- se trataba de que nueslras carnes -menosno
perdieran su incomparable "sabor". He aquí la racionalización:
justificar mediante las reglas de juego de1 contrario, 1o que
era un rechazo visceral al cambio, Ia asociación de ganadeiia
y agricultura en este caso. Porque desde el punto de vista de
un estanciero-empresario en "estado de pureza,,, la pradera
avenada se imponía. Lo habían demostrado con números y ex-
periencias los estancieros atípicos y los técnicos de la Escuela
de Agronomía.

399
Capítulo ll
La clase alta rural urbanizada

I EI ausentismo

Hemos descrito Ia mentalidad de 1os grandes propietarios


residentes en campaña. Pero buena parte de la clase alta rural
vivió en las capitáles departamentales, Montevideo e incluso
Europa. Su escá1a de valores tenía puntos de contacto con Ia
de süs pares d'e tierra adentro a Ia tierra, Ia segu-ri-
dad y ñostilidad al cambio- pero -culto
también divergía de ella'
No en balde se urbanizó.
Era de peso el número de los integrantes de Ia clase alta
rural que emigraron a Montevideo luego de 1905. Confiados
-duplicadorenta
en la espléndida qtle podían obtener de campos cuy-o va-
lor "ha y hasta tiiplicado", optaron por arrendarlos
"estableciéitdose cón sus familias en Ia capital de ta Repúbli-
ca". Así 1o describió "EI Tiempo" en editorial de 1910 3r+, y lo
aseveran otras fuentes. La Comisión de Hacienda de ia Cárna-
ra de Senadores, en informe elevado a sus pares a fines de
L903, aseguró; "De algún ttempo a esta parte, se estó prod'u'
cíendo eñ ta República ese hecho tan periudicial a la indus-
tría rura! y a ta rzqueza públíca, que s2;. se l'l'ama el ausentismo
de los propietaríos de los can'Lpos.. . " En 1909, e1 Director
de Ia Escuela de Agronomía, Dr. Aiejandro Backhaus, opinó
que t'el ausentismo" eia uno de los graves males que afecta-
ban la explotación ganadera: <'...es una regla rnu'A genera-
lízad.a [eti que los dueños de grandes erplotacíones uiuen la
rrlaAor parte del año en las capítales del Departartento, o en
Monteuideo '!! parte en el ertrafi,iero" sz+:.
De acuerclo al Censo de 1-903, y eso que los estancieros
fabricaron sus declaraciones pala no eparecer como ausentis-
tas en un momento en que esa práctica recibía violentos ata-

400
ques de1 equipo gubernamenlal, un 9,7 ,,L de Ios propietarios
uruguayos no res,idía en sus campos. Ese guarismo se eievaba
aL 7L 7c para los b,rasileños, aI 15 % para los alemanes y ai
4ü ,;' para los ingleses. Estas tres colectividades extranjeras
eran las ricas en tierras, poseedoras de latifundios, como eI
propio Censo prueba. A cada británico le correspondían en pro-
¡nedio 3.796 hectáreas, a cada alemán, 907 y a cada brasile-
ño, 1.169. Débese anotar, empero, que la mayoría de los esta-
blecimientos ingleses y alemanes erall sociedades anónimas,
io que "fotzaba" al ausentismo. En cambio, los brasileños eran
propietarios individuales 1o mismo que los uruguayos. Es por
ellos que el ausentismo revelado en el Censo debe ser medido.
Ausentismo y gran propiedad se aliaron. Mientras el por-
centaje de propietarios ausentistas fue del 9,7 /o para todo
eL país, se elevó en los típicos departamentos dominados por
,a gran propiedad y eI vacuno: Paysandu: 241' Río Negro: 22;
Salto: 20; Cerro Largo: 16; Artigas: 15. El "Album del SaLto",
,:ublicado en 1910, ofrece un pequeño mu,estreo de 12 grandes
estancias; pues bien, en 5 e1 propietario vivía en la ciudad
c1e Salto o en Montevideo be7. EI "Album Pur-Sang" de 1916-
i917, es mejor testimonio que el Censo ya que 1os hacendados
no temieron confesar al encuestador privado que su campo 1o
aciministraba un encargado. De las 76 propiedades mayores de
11.000 hectáreas descritas, eI propietario deciaró su ausentismo
eri L9, es decir, e\ 25 ')( .

2- Ennoblecimiento a fravés de la cuhura

En la ciudad el gran estanciero buscó ennoblecerse, es de-


:-r, acercarse a la escala de valores que eI viejo patriciaCo
:;emplificaba. Esto 1o condujo a veces a Ia carrera política;
r'iras, a la búsqueda del refinamiento por el camino de la crea-
,ión cultural o el asentamiento definitivo en Europa; las más
,ie las oportunidades, a la obtención del único título que nues-
-',: plebeyo orden social otorgab'a: eI de doctor.
Nuestra sociedad se nutría en una tradición y en una es-
-'uctura económica y social que facilitaban, si es que no im-
,irían por estos años, formas de ascenso social y búsqueda
- prestigio que pasaban todas por la obtención de ,,cultura',.
401
t

La tradición colonial, el viejo sistema de valores impe-


rantes en España, dejó su huella incluso en esta tierra de po-
bres canarios y pulperos que amasaron su fortuna de "a vin-
tén", aI decir de uno de sus descendientes, José Batlle y Ordo-
ñez. Los reyes de España sustituyeron los títulos de nobleza
por los nornbramientos, más honoríficos que específicos, de
capitanes o coroneles de "milicias", como 1o señaló en 1800 el
Barón de Humboldt al describir las colonias sudamericanas y
Méjieo. El desprecio a1 trabajo manual recibió temprano ali-
mento en un Montevideo que desde 1791 se convirtió en puerto
introductor de esclavos negros. Independizada ia República, etr
patrisi¿¿e remozó pero no cambió este esquema rnental. Arrui-
nado en nuestras guerras civiles, mantuvo contra viento y ma-
¡s¿ momento más riesgoso 1o vivió con eI ascenso de Lo-
renzo-s]Latorre al poder en 1876- un virtual monopolio de ia
vida política. Presidentes, ministros, senadores, diputados, sa-
trieron casi íntegramente de su seno hasta 1890 §28. El joven
descendiente de "las principales familias del país", io dijo An-
gel Floro Costa todavía en 1905, ". . .acababd por hacerse
tyushum{Lnte, desde la polítíca al presupuesto g desde el pre-
supuesto a la polítio6"82e. La actividad política ennoblecía;
todas las restantes, no. EIla otorgaba poder y jerarquía social,
implicaba un nivel intelectual elevado, y 1a puesta de1 hory-
bre aI servicio del Estado y la Nación. No tenía desde
-siempre
el punto de vista de los valores ideales- el rnenor punto de
contacto con la sordidez del comerciante, hacendado o indus-
trial. Era eI ejercicio donde se comb.inaban el buen sueldo -v
la gloria. Nada mejor, entonces, si uno queiía adaptarse al si-
glo del "materialismo" y a la vez mantener sus "principios"
anti-burgueses.
El patriciado no dejó caer la bandera que nos legara Es-
paña. La afianz6, adaptándola. Como clase dirigente contribu-
yó a dar 1a tónica a toda la nación. Estaba en 1a cúspide
davía en 1890, muchos de ellos aún en 1900 y 1910- y Ia-to- con-
ducta de la cúspide social, 1o enseña la sociología, es imitada,
aunque a veces resulte deformante Ia imitación, por las clases
altas, dueñas de1 oro, la tierra y el ganado, 1as clases medias
y aun las populares. Todos en la medida de sus posibilidades.
La herencia colonial había dejado una marea indeleble. Es-
cribió Amadeo Almada en 1905, bajo el sugestivo título de
t'El problema nacional": "...esa herencía ptor otros concep-

402

.J
tos glortosa... nos hu legado can su lengzta bella g so?'¿oro
los h,ábrtos de la molici.e. [En nuestros hogares] se educa a los
níños en el desprecio por las artes manuales. [Ellas son] poca
honrosas.. ." srio. Sostuvo t'El Día" en 1907 que debíamos reac-
cionar contra ese ". ..menasprecio qtLe se experiment* par los
jóuenes que se dedican al, camercio, a las industrias, a l.a ga-
nad,ería, u la agricultura y que las hace juzgar infertores a los
que ostentan eL pomposo blasón de doctor.. . " s:i1.
Las paiabras u,sadas sugieren más de 1o que clicen: "las
artes manuales" son "poco honrcsas", en cambio, el títu1o c1e
doctor es "un blasón". La terminclogía de los hriialgc,s espe-
ñoles revive en las lejanas costas americanas. Ei Rec¡or de 1¿
Universidad, Eduardo Acevedo, sos-futo en i906 ciue el "títuir,
de doctor" confería, por "ve:daclera superstición", una "carta
cie nobleza intelectual" s3r.
Fero no era sólo herencia, naturalrnente. Ella se lr¡ante-
nía viva en parte fundamental porque Ia situación eccnómica
y soc,ial del país la alimentaba. Monlevideo era tierra de inrn:-
grantes, en estos el deseo de ascenso social era obsesivo, sii
propia condición 1o revelaba: habían huído del Viejo }fundo
para mejorar. ¿Qué caminos ofrecía ia socied.ad uruguaya de
1.910 si uno quería escapar de su clase, Ia media o Ia proletii-
ria? La industria, sin duda, pero era riesgosa. EI ccmercio
aL detalle, ya que el "alto" estaba monopolizaCo de:<ie hacja
Iargos años por viejas firmas. Era un camino lento, apto para
Ia primera generación más humilde que la segunda. ¿La tie-
rra? La ganaciería era actividad de los ya ricos; 1a agricultu-
ra, como el comercio minorista, un primer escalón, aunque más
r"iesgoso aún dados el clima y las dificultades propias de esa
explotación en eI Uruguay. Quedaba un ataio, el que faciiitaba
:r rápido al encuentro del éxito: Ia educación y el ansiado doc-
torado. El gobierno batllista, además, había deciicado el má-
>rimo de sus esfuerzos precisamente a la difusión de Ia ense-
tianza. La gratuidad de ésta era, para la clase rned¡a y las po-
i:ulares, en que tantos inmigrantes había, la auténtica Améri-
ca. La educación cumplió en el Uruguay 1a rnisma función
que eI Lejano Oeste en la sociedad norteamericana y la Pam-
ila en Argentina. Escuela primaria, enseñanza secundaria y Fa-
cultades de Derecho y Medicina, fueron nuestra "frontera".
Todas eran válvulas de seguridad que disminuían la tensión
lnterna pues permitían eI ascenso social. Fero, ¡qué diferen-

4C3
tes estructuras estaban denotandol E1 inmigrante que busca-
ba en ios Estados Unidos Ias tierras vírgenes deI Oeste, áfian-
zaba la,economía capitalista y la mentalidad burguesa vigentes
en la costa Atlántica. Entraba aI sistema colrro ganadero, agr,i-
cultor o minero; no despreciaba eI trabajo manual pues de é1
vivía; producía según las reglas que el mercado Ie dictaba o
desaparecía. En e1 lJruguay, ,el "doctorismc" reforzaba las ten-
Cencias aristocratizantes heredadas de España, parecía con-
firmar que ei éxito no pasaba por la ruta de las actividades
económicas productivas sino por ia menos "sórdida" de la
cuitura.
Y si no era Ia {JniversiCad, ya 1o era el empleo público.
Las otras ralrras de Ia actividaC ofrecían, como hernos observa-
do, escasas oportunidades de ascenso rápido y seguro. La ca-
rrera b.urocrática no era eI despreciado oficio manual; dejaba
tiempo libre para eI ocio y el placer, valores supremos de la
clase alta ennoblecida a Ia que se procuraba imitar; eI sueldo,
aunque mezquino, permitía diferenciarse del proietariado y pa-
receise a Ios envidiados modelos. Decía J. Virginio Díaz en
19L6: " ¿Qué caminos se ofrecen a un jouen de la clsse medta,
hijo de un p'ropietario, tnilttar, comerciante, médíco, abogado,
burócrata, ltacendado, etc., que no curse estudáos uniuersíta-
rios? Desde ya pwede asegurarse que ese jouen no dedicará
sus energías ü un trabajo rtanual, el, mismo ambíente lo &rras-
tt"ará, a buscar eL empleo público; no tiene, desgracíadamente,
otro camino; éste es eL más fácil., pues no etige preparación
especíal, la remutleración es crectda y puede h,olgar bastante,
pues las horas de Labor son pocos y no Jatt'gantes; puede oestir
correctamente, lr,uronear por las calles y plazas, dísfrutar de
teatros y p\agas, lleuando la atda superficial A Dana de nuestru
jtt'.*entud, stn ídeales. . . Nuestro estado socía'!" metropolítano
ll,eua a estos dos ert¡'e'mos: el doctorismo o a la empleomanía,
cít"culo de hierro . . .".
EI títu1o de "doctor" fue, empero, Ia suprema aspiración
de los estratos medios y populares. A veces se denunciaba la
tendencia por el mal que ella causaba al país, tor¡ándose en
este caso eI síntoma por Ia enferryredad, 1a consecuencia por
la causa: "Nuestra clase medta tzene la obsestón del, docto-
rzsmo; el hijo del almacenero, del empleado jefe de ofict'na, de.L
proptetario, delhacendado, quteren graduarse de doctores. Aun
-cuando
no tgnoran que todas las uías están ocupadas stguen ade'

404
I
iI

lante con los farales. . . " s3:j. Eir 1907, el diario del gobierlo
editorializó i " . . .los que constituAen las clases medias ll llasto
pobres de la socied"ad, tienen como suprema aspiraciói¡, U lle-
gan a" las mayores sacrtfzcios Ftara que eL hijo conquiste el. tí-
tulo ambicionad.o, con la esperanza que salga de la penutnbra
g de fas estt'echeces en que e'l,los han uiuido; las clases inte-
Lectualmente más tnf eriores, los pectrueños comerciantes,los que
centési,mo a centésimo han ido acumulando el tesoro de una
pequ,eña fortuna que Aü les permite cierto bíenestar g ciertas
smbiciones, sól,o encuentran cortl.o coronamiento a sus anhelos
A a sl"ts o.fanes hacer del hr.jo un doctor que tlustre el apellido
oscuro e tgnorado. . .)) §;ir. En otras ocasiones, esas inclinacio-
nes de los hijos de los pobres se criticaron desde posiciones
conservadoras. Para Carlos Ma.rtínez Vigil, en 1905, la Unive-r-
sidad era una peligrosa "niveladora", que permitía con facili-
dad escapar de1 lugar que cada uno tenía asignado en la so-
ciedad. Había "...erl Ias clases tnJeriores [un] aÍdn desme-
dtdo. . . par iguaiar a las personds que ocupan las más al.tus
ierarquías. Los hijos del más tnodesto obrero hun de ubrazar
las carreras liberales; las htjas del, más hwnílde hogar desde-
ñan q los hambres de su posición social 7¡ asp*an ct unirse en
tnatrztmor¿to con abogados, rnédtc.os e ingeníeros. [Ese] afán de
salir de la esfera en que uno uíue... es nLuA legítimo, pero
las attstas de mejoramzento en la forma que quedan refendas
se traducen en un pasitiuo rmal...."s3ii. Si el "afán de salir
de la esfera en que uno vive" se traducía "en un positivo maI",
ia legitimidad quedaba anulada.
Sea desde eI punto de vista liberal del partido que estaba
en el gobierno, o del conservador de 1a clase a1ta, lo cierto
es que todas las fuentes coinciden en señalar a la enseñanza como
la gran ruta de ascenso elegida por las clases medias y popu-
iares. Para el1as, podría ser "ilustrar" el t'apellido oscuro e ig-
norado". Para los estratos superiores de la sociedad uruguaya
terrateniente, grandes comerciantes, ricos profesiona-
-clase
les- se trataba de dorar: con la pátina que Ia educación pro-
|lorgiq¡¿, las fortunas ásperas, cuyo olor era fuerte por reciente.
Por ello es que la Universidad fue "1a suprema aspira-
ción de todas las clases en nuestra sociedad". Para Ias popll-
iares y las medias, una vía de ascenso. Para los ricos, de en-
robiecimiento. Editorializó "El DÍa" en 1908 : "Los estall.cieros

40 5
quieren uer a sus híjos conuertídos en médi,cos o en aboga-
dos... iVo se les ocurrzrá, hacer de ellos jamá.s uetertnartos e
ingenieros agrónomos; los m,édzcos g abogados desean que su
apellzdo contínúe figurando en el, cuerpo médíco nactonil o en
eL foro; los comerciantes canstderun buena su p1.oÍesión psrs.
amontonar dinero, pero les parece m,ejor para" ILLS híjos, que
ya Lo tienen amontonado, una carrerü lzberal, que les d"é ftgu-
raclón social" y renornbre, d,tfíctl de obtener en la ruda tarea
diari{t f,,e la comysra-uenta de artícu,los. . . " 8:r0.
Aquí residía eI nudo de1 problema: Ia.s clases ricas ter-
minaban avergonzadas de la fortuna habida en la "ruda tarea
diaria". La sociedad debía olvidar 1cs orígenes clel oro. Fara-
fraseando a F. Braudel, se podría decir que en cuanto la bur-
guesía uruguaya se establecía, fascinada por ios esplendores
de la vida del patriciado y los valores coloniales, su único
pensamiento era la traición. Traición a sí misma corno cIase,
a sus orígenes, vergüenza por elIos. Sóto Ia "carrera liberal"
¡r eI ansiado títu1o de doctor fls¡ssho, en medicina- te-
nían la virtud de limpiar el -sr¡ oro, pues otorgaban "figuración
social y renombre". Tend,encias viejas, por cierto, ya señaladas
por Francisco Piria en 1898: "EL estanctero sólo fdesea] que
sus hijos [sean] doctores, A qué setzsfacción tener un'hzjc doc-
tor, aunque [se¡1] un burro!" s37, pero tendenc.ias que hacían
daño a 1a nueva estructura económica que pugnaba por nacer.
Ya no era posible, decían técnicos y gobierno batllista
haber dicho, ya no era d,eseable- seguil rigiendo
-debieron
la gran estancia con el antiguo criterio que producía buenos
resultados en 1850 o L870. lWodernizarse resultaba imperioso
para controlar eI ciuzarniento, mejorar Ia pradera, y conducir
racionalmente a la estancia-empresa.
En 1909, luego de su prolija "enquéte', a 200 estableci-
mientos rurales, el Director de la Escuela de Agronomía, Dr.
Alejandro Backhaus, afirmó: ". . .de las 20.A00 expZatacíones
ügrapecuarias de cterta tmportcncia que extsten en eL Tlrwguay,
no san d.zrígidas ni el 7 % ccwto d,ebe ser, por zngenzeros a.gró-
rlalnas las grandes, í)or perztas, las mediss, xJ por capú+Laces
d.iplom-ad.os, las pequeños". En Europa y Estados UniCos, un
50 % estabe en mancs de perscnal especializaCo s3s. Pero, ¿có-
mo caml:iar el panorama rural "...s7, los hájos de ios estün-
cíeros se incl,znan ntás a atra.s cüTyerds como eL derecho, medi-
cina o & ocwar puestos públ,ícos?" sae. l

l
!
4AE I
I
Algunos ejemplos, por 1o notables, más que excepciones,
confirman la regla. Los dos principaies ideólogos de la clase
alta rural en estos años Reyles y José I¡ureta Goye.
-Carlos hombres vinculados a "la
¡¿- f¿s¡6n, antes que estancieros,
cultura". EI primero, un escritor que compuso su mayor éxito
Iiterario en España; eI segundo, fundador de ia Academia Na-
cional de Letras, ensayista sagaz, se autcdefinió como "estan-
ciero entre los abcgados y abogado entre los estancieros" S1o.
Hay pruebas mat,emáticas de que estos ideales de vid-a
campeaban en toda la socie.dad uruguaya. De 1916 a 1918, un
escaso 10 9á de los jóvenes que concurrieron a Ia Enseñanza
Media estatal, eligieron "1as escuelas y cursos industriatres".
Más de1 90 fá pretirió la "cultura hurnanista" brindada por Ia
Sección Secundaria dependiente de Ia Universidad, único tlam-
polín hacia las carreras liberales. Los pases expedidos desde
Secundaria a las respectivas Facultades y Escuelas, revelan que
de 1911 a 1914, sóIo entre 13 y 3 % del alumnado eligió agro-
iiomía y veterinaria. La abrumadora mayoría, más del B0 %,
se ineiinó por el título de doctor proporcionado por los estu-
clios de Derecho y Medicina s11. En 7924, 1,925 y 1926, eI pano-
rama no ha variado, sino para empeorar. Vetelinaria y Agro-
nomía agrupan apenas del 2,06 aL2,07 9b deL alumnado univer-
sitario total 3a:.
El camino de1 ennoblecimiento pasaba por la carrera Ii-
beral, y si ésta era seguida de Ia política, los "blasones" esta-
ban asegurados para siempre. Decía J. Virginio Díaz en 19i6:
" ¿Se quzere que un jouenc:tto se& LLn hombre de poruenir? Doc-
torarlo. ¿Se quzere casarl"o bzen, hacténdolo dueño, como por
arte de magia, de una buena fortuna cansistenie en propte-
clades o est(Lncxa? Dactorarlo".
Las noveias de lIenry James relatan cómo las ricas here-
ieras norteamericanas buscaban, por el novecientos, ilustrar
sus apellidos uniénciose en matrimonio ccn jóvenes lores arrui-
nados. En el Uruguay ocurrieron sucesos similares, pelo para
:ruestra sociedad, quien hacía carrera en estas "mesalliances"
eran las dos partes: tanto el hombre doctorado, ahora enri-
quecido, como la joven estanciera, ahora ennob'Ieciria. Reiató
.ira yez Diaz en 7916: "Las mujeres pertenecíentes [a la clase
nús eleaadal dueña d.e la tíerra, la propíedad g el ca?ital. . .
:on dtficultad pueden hallar un marido elue '[,0.s sostetzgt en eL
.¡"en de gastos que su uzd,a aparatosa denta'¡'tCa; si acasa lo en-

tU¡
cuevltran entre el, doctorísmo necesitado y precario: a cambia
del, título, el,las dan la riqueza.. ." s13. Este párrafo da a enten-
d.er que es eI hombre el beneficiado pero varios ejemplos de
la sociedad del novecientos parecerían probar 1o contrar¡o. T-a
mujer creía haber recibido más de Io que daba oro-. si
haliaba un esposo doctor y a la vez político. Muchos -el de los
principales hombres públicos que militaron luego en eI colo-
iadismo independiente Manini Ríos, Juan Campiste-
guy-, o se apartaroú de1-Pedrobatllismo ortodoxo
-Gabriel
fs¡r¿-.
ilustran con sus casamientos 1o antedicho. Las alianzas co, las
ricas familias terratenientes de los Rodríguez, Macció e Ilarraz.
socialmente fueron vistas más como un éxito de éstas que de
ellos. E1 valor supremo de Ia cultura y la figuración poIítica
eclipsó de tal modo a 1a tierra y el oro.

3- Ennoblecimiento a través del estilo d:e vida

Un moralista escribió en 1905: "El uhorro entre el ele-


m,ento nscional es la excepctón. Cada uno uzue fuera de la ót'-
bita d"e sus recursos, descontando stempre el poruenír, gastan-
d,o n¡,ás de lo que ganü A sattsJecho con tener las aparzencias,
no la realidad det bíenestar. El uiuír fuera de la esfera propia,
la necesidad de aparecer, ca'tno se dice en el argot soc¡,a.l, tt
cuantos rebaia,mxentos del cerárter no conduce . . . ! Y estcs
hábttos d,e tmpreutszón se obserüan especialmente en las cluses
med,ias [urbanas¡J. . . En cambio,las cic¿ses ricas, suelen pectff
d.el exceso contrarío,llegando a l,a auaricia que ercluye hasta
el d,esarrolla d,el luio en escala suftcíente püra' qLLe pueda uttir
A f)rosperar d su sombra, coffLo eYL otras partes, gra? c9nttdod
áe poblacl,ón labori,osa.. . Todo esto, como es natural, st'n ced'er
d,e-sus pujos de artsilccratas, tan rtdículos en una democracia
e.omo ta nuestrct, en que todo es de ager A en que es tan Jó.cil,
encontrar el, modesto abolengo de cada LLno.. ." 814.
La observación era, en esencia, correcta. En ambas clases
empero, el guardar las "apariencias" o los"pujos de aristócra-
tasi' conducían a una cierta ostentación. Ella era síntoma pre-
cioso de status, ta1 vez eI único visible si se carecía 'de cultu-
ra poseyendo riqueza. Por esto, aunque nuestras clases altas,
tanlo uibana como rural, nunca prodigaron eI escandaloso "1u-
jo" que se estilaba entre sus pares bonaerenses, é1, sin embar-
408
go, existió. Medido, circunspecto, pero distrayei-rdo ios capita-
Ies del uso reproductivo.
El rico mercader o hacendado que vivía en }ilontevideo
rindiendo pleitesía aI oro y la seguridad, no invertía en nin-
guna empresa ri.esgosa, pero gastaba. . . Gastar sin invertir era
un rasgo típico de Ia conducta económica nobiliaria, de la tra-
dicional herencia colonial. Los antiguos ideales de v,ida ciel
patriciado estaban contagiando a los nuevos ricos, emparenta-
dos mediante lazos matrimoniales con las vie'ias famiiias del
país criollo. "Lü aieja clase siguzó ml.rcaltdo un mel.ancólico
magisteri,o .de modales) rLn tnuisíble canon del gusto...') s!¡5.
Gasto dispendioso y a veces ostentoso, aunque siempre me-
dido con eI patrón uruguayo, que difiere de1 argentino.
Otro moralista, de tendencias conservadoras, llegó a jus-
tificar el lujo en Ia medida en que respondía a 1a riqueza de
una clase social que podía y debía permitírselo, aunque no
cuando era la simple irnitación que 1os grupos sociales sin re-
cursos utilizaban para 'raparentar". Editorializó "El Siglo" en
7972: "El lujo, el lujo fastuoso e tnmoderado que ha hecho
presa en la uectna capital . . . se extendtó un día hasta nuestra
nxod,estd, soctedad. Las familtas de fortuna pudíeron perJecta-
nxerLte hacer frente a lcLS nueuas exr,gencr,as de las costuntbres.
Las de rnenares rendimientos r¿o se reszgnaron, como debieran, d
soportar los dts'tíngos qu"e los nueuos usos imponíam, E qui.ste-
ran a todo trance, conserodr la igualdad de ranea, conquístada
durante las épocas patriarcales en que acaudalados E humil-
des no ur.ajaban szno en trantsía, u en que las níñss acudían
o los paseos con uestidos de percal ...". Esta "criticable com-
petencia con las clases acaudaladas" fue 1o que mereció repro-
ches del director de "El Siglo", e1 diario de las "clases conser-
\¡adoras", ,es decir, las t'acaudaladas". El lujo en sí, era legí-
timo s{6'
+ )F *
Todavía en L903, el diario representativo de Ios jóvenes
b'atllistas podía sostener que nuestra importación era mode-
rada debido a las "costumbres parsimoniosas de las clases aco-
modadas d'el país"; a que "Ias personas ricas, también en ge-
neral, cercenan sus erogaciones con un espíritu de severa eco-
].fomía" 8'17.

En 1908, "El Día" señalaba que "si cada habitante uru-


guayo comercia menos que un argentino, ahorra en cambio

409
rriuchc más" s4B. En 1,912, García Morales desde "El Sig1o"
afirmaba que nuestro consumo suntuario ni de cerca podía
compararse al existente en Ia época de Reus, cuando Ia socie-
dad montevideana se "descontroló".
El anáIisis de las importaciones por rubros, factible só1o
hasta 1911, no desmiente estas af,irrnaciones pero las matiza.
Era cierto que el aumento ". . .qLLe hog se nota en las tmpor-
iaciones puede zrnputarse, en bt¡.ena parte, a la maEor entrada
d.e maquinarias, instrumentos y matertales para las tndwstrtas"
¡ie. En 1904, hierro y acero figuraban con $ 1.398.000; dentro
del total de 1o importado pesaban un escaso 6,59 ,b. En 19L1,
ia suma subió a $ 4947.000 y el porcentaje ai 11,04 %. Pero
las bebidas, típico consumo suntuario, se duplicaron en nú-
meros absolutos de 1904 a 1911 '!io. No era la "época de Reus"
ciertamente, pero tampoco los frugaies años que la siguieron.
A partir de 1900, las clases altas comenzaron atra vez a vivir
de acuerdo a "su posición social". Asentada Ia paz política y
la prosperidad económica en 1904, 1os frenos desaparecieron,
y los moralistas, como hemos apreciado, surgieron.
Los gerentes de los Bancos de Ia capital estaban muy
enterados de Ia situación de las fortunas familiares. Los pe-
didos de préstamos se acentuaron, y eI uso que aI dinero se
daba, según e1los, era cada día más improductivo. Fedelico R.
Fernández, gerente del "Banco de Galicia y Buenos Aires",
entrevistado en 1912, dijo: ". ..nos hallamos en un tren de
gastos que, algunos años hace, habría alarmado o los mzsmos
que saboreo?¿ s¿¿s encantos... Un deta"lle, 1.000 automóuiles,
podríamas decir, 4 míllones de ytesos, su,straídos a la esfera
de los negocíos, ruedan por nuestras calles con 7Ln gasto men-
swal mo infertor a $ 750.000. Cott esta necesidad, nueua U s?¿s
cancomítantes, el, ambzente económzco de ls uzda prtuada se ha
metamorfoseado. . . ". Otro gerente atribuyó la escasez de nu-
merario que ia plaza vivía, E! " . . .tren que estdmos dá,ndonos
en la capital. IVos hemos ouelto emgentes y cómodas en pro-
pot'ciones no sospech,ad,as seguramente hasta pocos uños
atrá,s..." 851.

¿Exag,eraciones de miembros avarcs de ias clases acaud.a-


ladas, ante el mal ejemplo de alguno cle sus pares? ¿Real cam-
bio de hábitos y costumbres, en aras del auge eeonómico y la
imitación de la "bé11e époque" europ,ea?

410
Las cifras de la importación dieron ya una pauta de jui-
cio. El movimiento de Ia construcc,ión en la capital proporcio-
:ra otla. EI nrimero de permisos expedidos por la Municipali-
ciad de Montevideo para construir, reedificar y cercar, da una
idea exacta de Ia evolución: de 1885 a 1889 se vivió la euforia
que precedió a la crisis de 1890: 1.000 a 1.500 permisos anua-
Ies; de 1890 a 1898, Ia retracción y ,eI ahorro forzoso: 600 a
-$00 permisos; en 1899 comienza eI alza, todavía modesta; en
1902 se llegó a los 1.250 permisos 852; a partir de Ia adminis-
tración Wiltiman y bajo Ia segunda presidencia de Batlle, otra
r:ez asistimos a la fiebre constructiva: casi 1.500 permisos en
1909, casi 3.000 en 191-1. Buena parte cle ias importaciones de
hierro y acero que habíamos creído ingenuamente prueba del
desarrollo industrial, estuvieron d-estinadas a Ia construcción
cie paiaci.os en Ia capital.
Es c.ierto que la ciudad creció por el loteo de sus subur-
i:ios realizacio con espíritu de empresa y escaso cuidado urba-
::ístico por esp,eculadores y rematadores (Francisco Piria, Jai-
n:e Maeso, Ántonio Zorrilla). Inmigrantes, obreros y clase me-
dia poco acornodada hallaron la vivienda propia en Ia treinte-
na de barrios fundados entre 1907 y 1911, e hicieron de Mon-
tevideo una de 1as ciuCades más extendidas del mundo s53.
Pero también 1o es que muchas de 1as nuevas constn;c-
.^i.ones eran obra de t'Ias clases acaudaladas", que al vivir en
"palacios" hacían decir a otro moralista en 1906: ". ..los ca-
pitoies nacionsles [se dzfunden] hacia negoci,os U empresqs
qLLe no estó.n uinculados dírectamente con La producción fpues
lodos] esos pyogresos [pa,lacíos, etc.] se estún reali.zando a er-
rensos del capitat nacional.. ." s54.
La fieb¡e de Ia construcción en Montevideo hizo que el
precio de los terrenos se duplicara de 1905 a 1910, mientras
en Ia campaña el incrernento só1o alcanzó a1 79,8 /o. En 79A5,
el metro cuadrado en Ia Ciudad Vieja se vendía a 100 pesos;
ilientras eI metro cuadrado en Ia campaña ccstaba 2 milési-
¡nos. Es decir que la tierra en la capital valía 50.000 veces más
.lue en el medio ru;al. Hacia 1870, de Ia comparación entre
ambos precios, surgía una Ciferencia de 10.000 veces st;. La
Cistancia se ensanchó. Eila era fruto tanto de la concenti'a-
ción de la pob'lación en Ia capital y la ccrriente inmigratoria
asentada en la ciudad, como del uso de los capitales. Estos

471
preferían la colocación urbana por segura, rentable, y eu el
caso de "las clases acaudaladas", por ser el exponente de su
status s5s.

En 1909, "EI Siglo" elaboró una lista de edificios cll''a


construcción sobrepasó Ia inversión de $ 100.000. De los !6,
siete correspondían al Estado, contándose entre ellos las Fa-
cultades de Derecho, Medicina, Agronomía, diversos cuarteles
y e). Palacio Legislativo. Otros siete eran teatros; once, "enr-
presas industriales" y "comerciales"; tres, "palacios parti-
culares": el deI Dr. Alejandro Gallinal, estanciero; r:1 del ba:-:-
quero y hacendado Luis Supervielle; y eI del gran comerciante
importador español, Ortiz de Taranco, hoy transformado por
eI Estado en Museo.
Suponiendo que el dinero deI Estado hubiera sido utili-
zado con fines "reproductivos" (1o que no sucedió, de acuerdo
aI criterio imperante en Ia época, aI menos con e} más costcs<r
de los edificios públicos, eI Palacio Legislativo) sólo un 60 ''á
de las construcciones aparecía vinculado a la industria, e1 co-
mercio, la enseñanza y el mantenimiento de la seguridad. E1
otro 40 ,'./o ( teatros y palacios particulares ) era fruto de Ia iii-
versión para eI gusto de "Ias clases acaudaladas" ( los teatrcs l
o su particular goce (los palacios) §¡i.
El "Palacio Taranco", eüe llenó de orgullo a "El Di¿l".
había significado eI gasto de $ 321.000. Cuadros, tap,ices y es-
culturas lo embellecían. Poseía, además, un pequeño jarclín
en plena ciudad vieja, en la zona donde eI terueno costaba -,-a
más de $ 100 eI metro cuadrado srs. Fé1ix Ortiz de Taranco con-
cluía sus días en una residencia que sirvió para aibergar: a1
Príncipe de Ga1es en los años veinte del siglo actual. EI costo
de1 palacio significaba la mitad de 1o que e1 país gastaba por
año en Ia importación de reproductores puros para proceder al
mestizaje.
También es de esta época Ia "Sociedad Anónima Balnea-
rio de Carrasco". En 1912 se la autorizó a construir eI Hotei
Casino, cuya piedra fundamental se colocó eI 18 de ma5zs ¡1.
1913. El Balneario, lugar de desca.nso veraniego de "Ias clases
acaudaladas", fue diseñado por el arquitecto paisajista francés
Carlos Thays síe.
Otro índice del ccnsumo suntuario 1o revela la importa-
ción de automóviles. Debe aclararse que no eran vehículos para
Ia clase media o los empresarios industriales, sino de estricto
472
¡

i
t
paseo. Como sostenía "El Día" en 1972: "¡Qué señores auto-
r¡zauil.es! Nánguno baja de 3.000 pesos. HoA todos son esplén-
cJtdos Renc¿ults, magníJicos Meycedes, poderosos Pope Hartjotd
E Daimler, que iragan Latas g latas cle bencina A consurnen
ct;¡titales eru Eotnss" 86.'. Este vehículo, eI símbolo más reciente
v costoso de pertenencia a las clases altas, había hecho su "tí-
n-licla aparición eir i901" 5t'1. A partir de 1903, la estadística
a¿iuanera registra un aumento vertiginoso e ininterumpido de
su importación. De 1903 a 1909, la media anual es de 34, en
i9i0 ascienCen a 155, en 1911 a 436 ¡i{r:r. En $ 4.000.000 estimó
-iii costo total e1 gerente de un Banco en 1912, es decir, una
cantid.ad sólo algo menor a Ia que ios hacendados gastaron en
ia irnportación de puros de pedigree en todg el período 1905-
1913.
Amueblamiento y "ménage" de las residencias constituían
e.totrc rubro que confería distinción. Para "Ias clases acauda-
lacias", los dormitor,ios "franceses de nogal, Luis XV", los co-
n:eclores del mismo origen, los juegos de sala "ingleses de cao-
Ira". o franceses -:uis XV, Luis XVI o Imperio, todo impor-
tado. Para Ias clases medias, los mismos estilos pero "de1 país".
La mueblería Caviglia surtía a buena parte de la élite y a tcda
la ciase rnedia que buscaba "aparent¿¡" sG:r.
El alhajamiento de una residencia con muebles importa-
cios. considerando que el promedio de dormitorios nunca bajaba
cle cuatro. a lo que debía sumarse comedor, sala y escritorio,
alcanzaba los $ 2.000. A este gasto se añadió todo el ccstoso
"l:énage" y Ia "bijouterie" de Ia época: cortinas ¡r alfombra-
clo,s de Bruselas, pianos de concierto, vitrinas "con bibelots
fines", espejos, mesas "con incrustaciones de bronce y piedra
ór:lx", jarrones "pompeyanos chinescos", sillas doradas y mue-
l¡ies de fantasía, arañas a gas de bronce, chiffonier, chaise lon-
g,-re. e1 "rico escritorio hamburgués", Ia infaltable, aunque pe-
qrleña, galería de cuadros y alguna que otra copia de las fa-
;rlosas y académicas esculturas de1 siglo XIX s6+ ( ):r ).

t.) En 1954 se realizó en el Salón Nacional de Bellas Artes, én Montevideo,


r.s exposición de 4ó tapices f lamencos de los siglos XVI, XVll y XVlll, "algunos
de propiedad del Estado, de embajadas y legaciones, y la mayoría de propiedad
particular". En efecto, 28 pueden ser atribuídos a "las clases acaudaladas" gue
i¡¡iaron su fortuna en la estancia, la banca, el comercio o la industria. Las fa-
r,';ias García, Supervielle, Peirano, Mailhos, Beisso y Saenz, todas ellas ya con
,i;s:re trayectoria rural, proporcionaron los mas antiguos y hermosos eiemplares.

413
)

I
i
{
t
En r.lgunos establecimientos rurales de1 litoral y el sur,
eI lujo tamb,ién ganó las res,idencias de sus felices propietarios.
AI refinamiento y eI buen gusto burgués que reinaba en las
estancias de ingleses, alemanes y franceses, a veces se sumó
eI lujo un tanto insolente del gran hacendado de origen brasi-
Ieño. La estancia "El Buen Retiro" de Fiancisco León Barreto,
situada en Paysandú, que ocupaba 27.000 hectáreas, es un caso
ilustrativo. La mansión de los dneños fue la más grande y fas-
tuosa de las edificaciones a fines de estos años: 3 piscs en
una manzana de exfensión. antepatios y cocheras, un patio prin-
cipal rcd.eado de r /luirrnas jónicas. tcdo embald-osado con "de-
corativos mosai. :". fuentes v cascaias artificiales en e1 jar-
dín; los cuart- de baño tenían el. confort u-rbano y el agua
corría por c* :rías que alimentaban todo eI edificio; grutas .'i
estanques ¿. ..rficiales con peces de colores junto al rnohiliari,¡ l

estilo inglé: ¡r al dínamo que proporcionaba electricidad, corn-


pletaban el pancrama de lo que el asombrado cronista de 1916 t
I
dijo ser: "IVIó.s que una casa-habttación rural, es el castillo tLt?
suntuoso palacio, dígno por todos los conceptos de figurlr en- I

I
tve los más regios de la capital del, país". Contrastaban con es- {
tos rasgos dos hechos reveladores del viejo sistema de explc- I
tación extensiva sostenedor de este tren de vida: en las 27.000 i
heetáreas trabajaban 24 peones; los ganados eran muy "refi-
nados" pero no se hacía agricultura forrajera. Oscar Da Por-
ciúncula en Durazno con 37.900 hectáreas; Arturo Heber Jack-
son en Florida y Canelones con 43.000 hectáreas, y i\fanuel 1'. i
García en Río Negro con 6.000 hectáreas, poseían resid.encias I
rurales similares a la descrita s6;. Todos los casos citados se 1
ti
referían a propietarios ausentistas. Oscar Da Porciúncu1a, por
ejemplo ". . .resi,de habi,tualmente en Monteuideo, pero hace J
!
largas temporadas en este establecimíento, Ttasando general- I
;l

mente los inuíernos en srl espléndido palacio de Río de Janeiro". i


I

Arturo Heber Jackson había hecho construir sobre Ia margerl


izquierda del río Santa Lucía ".. .'t.LrL espléndido di.que para
dar acceso a un gacht de su propied.ad. De tal" maner& realizn
por el río uíajes desde Monteuideo c. su estan¿is" 866.
*>l>l

Hábitos y costumbres se europeizaron por entero. En el


campo de Ia música, Ia colonia italiana había unido su gusto al
de nuestros orígenes hispánicos e impuso la ópera verdiana, el

4i4
"verismo" yla más reciente moda: puccini, que en esos años
nos visitó y fue aclamado como hérce. En eí dL ta sociabilidarl
masculina predominaba eI mcdero ing).és. "El crub', reunía a
los señores_y ia "juventud. dorada,,, en particular el ,,Clu]:
Urug.uay". I-as directivas del ,,Jockáv Cl;b,, denunciaban la
rnixtión d_e-Ia burguesía mercantir, e1 patriciado todavía en fun-
ciones públicas, y J: clase alta rural l*).
, Lo:
cular
"sportsmr 1,, surgían entre ese grupo social, en parti_
el vinculad ar medio rura1. carrós iteyles aáquiió e,,
1905 para su ha .s de l\telilla un noble produáto ingtés en tair
elevado precio S 45.000), que mereció el comentlriá au .r'
per_iódico esp álizado de 1a capital británica. Era .,...e1 c¡:t_
balla de más úta clase que haita eL p.resente lzaya síd.o aít.-
quirido para la América d.et sur. Dura.nte el corrrlente a.ño el
s3ñoy Regles ha adquir^id.o y enui,ad.a a ltfonteui,d.eo, 1g
de uíenbe [además]" se s i x r; ¡ Eeguus
.

Otro gran estanciero, Arturo Heber Jackson, mantuvo en


su stu-d "Los Cerrillos,,, lo.s mejores caballos deí país. Impor_
tados de Gran Bretaña y Argeniina, dirigido eI
to por quien entrenara aI ganador der "Gian Frernio "sirb1u"i*i"rr-
NaciÁna.i,,
argentino en 1911, el stud fue el foco d.esde el cual irradial:a
su británica. presencia uno de 1os más ricos noÁ¡res -J" la
Repúbtrica. como no podía ser de otra manera, este hacendado
concluyó por vivir de una renta vitaricia en r"rápr. sio -caln-
ilos se Ia proporcionaban s7o.
Pu"o,lo que probaba eI refinamiento de hábitos, costurir-
,_--_
bres y cultura pasaba, desde hacía años en el Uruguáy, por
ia
luta de Francia. Si olvidamos Ia Guerra Grande, -""í"r'"ooo
en este momento histórico esa influencia fue ían profunda.
"Las clases acaudaladas" se halraban. en rigor, en'situáción
parecida a la de los protagonistas de ras ,rovélus
rusas finise-
culares: el súpremo rasgo de clistinción era er afrancesamiento.

(*) En I904 fueron sus t¡iulares el Dr. José pedro


Ramírez, Alberto N. C¿-
lamet, Emilio Avegno, J. M. Uriarfe y Juan Victorica.
Como supientes, Enrlcue
Clivera Calamet, Dr. Anclrés Lerena, Adolfo Artagaveytia, piñeyrúa, peCro
Enrique
Risso, Julio Lamarca, efc. (S67)
(**) No conservamos mucho tiempo el galardón.
A fines de ese mismo añc,
el "sporfsman argentino lgnacio Correas,,.oipró en lnglaÍerra
mond Jubilee", del rey Eduardo Vll, en 30.00b grineu.,
el padrillo ,.D,:-
es decir, )48.000 pes::
oro' Este precio era 8 veces mayor ar arcanzado por er toro
campeón shorri":-¡
sn la úliima exposición de patermo. (869¡
Afrancesamiento de1 idioma. En el novecientos, en e§a
piaza mercantil que Montevideo todavía era, el idioma vivc
ext::anjero que más se estudiaba en los cursos secundarios
'fr¿rncés
era e1 y no eI inglés, 1o que hubiese tenido más 1ó-
gica dadas nuestras retraciones comerciales y financieras con
Gran Bretaña. A1 aprobarse el plan de estudios para 1os liceos'
departamentales según 1ey de 7972, el francés aparecía otra
vez como e1 único idioma extranjero estudiado desde primer
año. Ocurrió en las ciu'dades del interior un hecho singular.
Mientras era d"ifícil hallar profesores capacitados en materias
técnicas como dibujo o ". ..ctencias físíco-químic,f,s.. una de
las asígnaturas
-es
que meior se lza ensei'-udo en la mayaría de los
liceos szn duáa alguna la del idioma Jrancés. Los prof eso-
res) en. general, hacíendo uso del método dtrecto, han sabído
colocsrsé en condzciones de ser comprendídos por st¿s alumnos.
EL d,esarro'Llo contíntto de la can»et'sación entre eI' profesor S
eL alumno educa de 'tnmediato el oido de éste. . . Pu,edo afir-
m&r _.concluía su informe eI decano de la Sección Secunda-
ria de Ia Universidad, Dr. Lapeyre- que en algunos Liceos
la preparaczón demostrada en esta asignatura por la casz tata-
Uaád. de los alumnos mereció con toda justtcia la nota honrosa
de sobresaltente o de muy b¡¡€ng" sir.
En el plan cie estudios secundarios de 1889, mientras arit-
mética, física, química, historia universal, historia americana
y nacional, Iatín, filosofía y dibujo lineal, se daban en dos
áños, historia natural, gramática castellana y francés requerían
tres. En Ia reforma de 1910 de los planes para Ia enseñanza
secundaria, d.ecretada en 1911, francés se enseñaba en 1os cua-
tro años de iiceo. Inglés o alemán aparecían como optativos
desde segundo hasta cuarto. Ese predominio se mantenía in-
variable en 1os cursos de preparatorios s?r.
Nada tiene de extraño, por consiguiente, que los galicis-
mos empezaran a abundar en nuestra lengua y que palabras
francesÑ fueran de uso recibido en el lenguaje cotidiano, la
prensa y las revistas de época. En lo que -se refería a vesti-
mentas,-productos de lujo y piezas de mobiliario, ciertos nom-
bres frañceses eran ya irreemplazables y se habían incorpora-
do at ]éxico corrienie: "chic", "dorure ancienne", "toilette",
ttfumoir",
"parfumerie", ttlingerie", "robes de chambre", sacos
En las revistas para consumo femenino que trataban de
"i..srs.
asuntos "mundanos" con una cuota de literatura, ésta era in-

416
variablemente de origen francés. A veces sucedía intercalar
toda una página en ese idioma, sin el menor intento de tra-
ducción. En 1915, en crónica titulada "Las niñas del día", el
escritor analizó las lecturas que se estilaban en la sociedad
femenina culta montevideana y anotó el cambio: "...no hay
que lctm,entar los tiempos idos, uíendo que nuestras lújas son
itn prim.or de edtrcación g espíritu práctr,co, que no pierden
el tiempo consagrand,o frecuentes ueladas del hogar para leer
a, Fernán Caballero, aWalter Scott g a Edmundo D'Amicis. . .
No hom,bre, no! conuénzase usted que ahora es menester de-
dicar las noches a usxstír al, teatro francés E util.ízar los roúos
perdzdos, tomando un aperittuo g comentando a Baudelaire"
:;{ (>!).
Nada de particul.ar que esta galo-filia, fuera sentida por
los representantes de otros estados europeos como galo-manía.
Las observaciones del Ministro alemán así 1o testimonian. En
junio de 1914 escribió a su gobierno sob,re la influencia fran-
cesa que se extendía desde "...el Presidente, que otrora uíuió
'¡ttucho tiempo en, París [a todos] los uruguagos cultos, que
de Europa casz lo único que conocen es París". Existía un "pre-
juicio" a favor de Francia "que se debería combatir", aña-
dió s76. En L909 otro representante alemán comprobaba con
igual desencanto ese rasgo de la sociedad uruguaya, en parti-
cular de sus clases altas: << . . .prescindtendo de la natural in-
clinactón que el térmzno medi,o de los sudameri,canos stente por
La família de los pueblos lutlnos E especialmente por la repu-
blícana Francia, el wuguago todauía en farn'ta mug especial
se entusi,asma por todo lo francés. . . A ello se agreg& lo fácil
que se puede comprender a los huéspedes franceses...". I{o
se necesitaban intérpretes para ellos s77.
DeI ennob ecimiento a1 refinamiento, todos lcs caminos
conducían a Francia. Una minoría de ia clase alta rural siguió
la ruta hasta el fin: emigró a Europa era París- y
allí vivió de sus rentas. -f,u¡sp¿

(.) a. -renus' d'e tu. pr;n.ipJ". ;"r,.: , cenas se pre:entab3n totatmente


escrirosen f rancés. Como este "Souper de Noel" of recido en el Parque I'iotel
en l9l5: "Consommé glacé. Consonnmé Riche; Fetiles Bcuchées de Crevettes Ame.
¡icaine; Cótelettes d'Agneau Maréchale; Petit¡ Pois Bonne Femme. Buflet Froidr Jam.
bon D'York; i.angue de Boeuf; Galantine de Volaille; Supremes de Dinde Jea.
netie; Salade Rusoe. lrlacádoinc de Sruils rafralchis au M5:asch!ne; Creme de Noel;
Cre¡ne au Chocolat; Giace a»x Fraises; trlandises". (§7;)

477
No vivían t'a la argentina", pero comenzaban su imita-
ción. En 1907, José Serrato sostuvo en ia Cámara de Sena-
dores que la riqueza de las naciones europeas se nutría de sus
exportaciones, las rentas recibidas por sus inversiones y el tu-
rismo. Mencionó que el año anterior habían partido desde la
Argentina, en "viaje de placer" hombres de "fortuna" que de-
jaron en Europa más de 30 millones de pesos oro s7s.
Los ricos uruguayos eran más modestos pero ésta fue
la época de los "adelantados". El viaje a Francia, facilitado
por las grandes compañías navieras y sus paguebotes, poco a
poeo se'convirtió en hábito. De Montevideo a Marsella en pri-
mera clase se podía viajar por $ 240, es decir, un 10 l/u de
Io que costaba alhajar una casa de "Ias clases acaudaladas"
870, o €1 valor de 6 novillos vendidos a los nuevos precios que
abonaban los frigorificos en 1913 y 1914. Con motivo de la
Exposición Universal de París en L900, fue tanta la afluencia
de grandes estancieros uruguayos a Ia capital ga1a, que nues-
tro cónsul, Evaristo Ciganda, aprovechó la oportunidad y pro-
movió la "Jormación de una soctedad anóntma para efrportctr
ganado en píe a todos los prznci.pales puertos de Europs" 880.
En 1908, otro cónsul, Luis Mongrell, informó acerca deI
establecimiento definitivo de algunos grandes hacendados en
París: "Mucha gente uíue en Europu de los arrendamientos
de sus canxpos lJ casas, que no dejan un centésimo en eL país.
Esas proptedades no mejoran A no se uenden, porque la renta
es mlLA buena, n'¿uA superíor a la que se obtendría en Europa
por el capital que esas propiedades representon..."tt'.
Fueron, tal vez, casos excepcionales, los que habían re.
corrido toda la ruta, Ios que habían llevado el ennoblecimien-
to al extremo, El grueso de la clase alta rural se conformaba
con el brillo de Montevideo, Ia quinta ciudad latinoamericana
en el novecientos s8r.
>r ;:< >N

Esta estruetura mental de1 gran propietario urbanizado


generó un uso "patricio" de los capitales, con ciertos puntos
de contacto con eI uso burgués, y otros en que se colocaba,
como hemos apreciado, en sus antípodas. Cultura y "figuración
social" brillaban tanto como eI oro; gastar y refinarse impor-
taba más que invertir y producir.

418
Capítulo lll
Fundamentos de la mentalidad "arcaica"

I - [o que enseña la historia


Describir una mentalidad no es explicarla. Empero, de-
bemos hacerlo a pesar de las deficiencias metodológicas y el
todavía insuficiente aporte de las fuentes.
Ya intentamos vislumbrar sus orígenes históricos al ana-
lizar el valor excepcional que a la posesión de la tierra asig-
naron las clases altas del país. Seguro contra las crisis polí-
ticas y económicas, tan frecuentes en nuestro más reciente
pasado, proporcionadora de "prestigio" social" ante la escala
de valores heredada de España, 1a tierra no valía Io que sus
frutos, sino mucho más.
También la historia nos instruye acerca de Ia ganado-ma-
nía. Desde los tiempos de la colonia hasta 1900, casi doscientos
años, el sistema de explotación respondía, en 1o fundamen-
tal, a obtener el cuero de los vacunos. La carne-tasajo agregó
escaso valor venal al noviilo. Desde este ángulo, la economía
había alimentado una mentalidad en que el prado natural y
el número de los ganados eran los protagonistas, y no la me-
jora de la tierra o la calidad de las carnes.
EI ovino, es cierto, abrió una brecha profunda en ese sis-
tema de explotación tradicional. Pero Io que durante 40 años
el mercado nos exigió de él fue lana, no carne. Y la lana de-
pende más del número y el cuidado mestizaje de las majadas
clue de Ia implantación de pasturas mejoradas.
En suma, hasta 1900, funcionó una estructura económica
clue concedía más valor aI número de animales y en último
caso a la mejora interna de los mismos, que a 1a modificación
de Ia tierra. Fueron las razas ovinas de carne y los vacunos
mestizos los que, en teoría, hacían neeesario mejorar la a1i-

479
mentación. EI merino y eI vacuno criollo se habían desarro-
llarlo con la existente. En ese sentido, Ia historia sirvió de sus-
tento a Ia estructura mental.

2- Lo que enseña la sociología

También ocurrió ocurre- que las sociedades rura-


les son en todo el mundo -y proclives a mantener incambiados
los modelos políticos, soeiales, culturales y económicos. Su
conservadorismo ha sido descrito por Ia sociología y funda-
mentado por la etnología.
En eI medio tural, el hombre, por depender más que en
la ciudad "de Ios procesos elementales de 1a naturaleza", tiene
tendencia a creerla una fuerza tanto más poderosa cuanto ma-
yor es esa dependencia. El hombre soporta esa influencia y-con-
óluye por créer inevitable lo que la técnica puede modificar.
EI volumen y la densidad de población son siempre es-
casos en las comunidades rurales, en particular en las ganade-
ras.De eIIo se deduce que uno de los principales motores del
cambio interacción social- se enlentece o desaparece en
-la Los contactos entre hombres, y entre hombres de
ese ámbito.
diversas profesiones, grados de cultura y origen, escasean. El
resultado es cierta inercia. La escasa posibilidad de confron-
tar opiniones y modos de vida genera una psicología conserva-
dora s33. EI aporte inmigratorio a la sociedad uruguaya es un
excelente ejemplo de 1o antedicho. Fue esencial en la ciudad,
de escasa entidád en Ia campaña. En la región donde infiuyó
litoral-, For provenir de los países avanzados de Europa
-el
(Gran Bretaña, Francia, Alemania), se convirtió en factor de
su rasgo pionero, aunque incidieran también otras motivacio-
nes. Deleznable ese aporte en el norte frontetizo, o prove-
niente de zonas ganaderas tanto o más atrasadas que las nues-
tras Granile del Sur-, contribuyó a hacer de esa regién
-Río
Ia más resistente a todas las innovaciones.

3- [o que enseña la geografía

Herencia cultural española mantenida enhiesta por eI pa-


triciado aún en la declinación cte ese grupo social; crisis po-
líticas y económicas del siglo XIX; sistema de explotación que

420
mal que bien se adecuaba a las exigencias del mercado hasta
1900; todo elIo generó una estructura mental. Esta se mantur-o
más allá de 1o que téórtcamenúe la economía mundÍal hubiese
permitido. ¿Por qué?
Lo que teóricamente fue considerado eI ideal
-mejorar
Ia alimentación del ganado para incrementar su rendimien-
to- no era imperzoso convertirlo en realidad. La raz6n de este
aparente contrasentido estaba está- en una característica
-y
geográfica originalísima del Uruguay: la pradera natural irri-
gada, de la -o,ue no hay igual en el mundo. Ella actuó como
una "bendición diabólica" porque el mestizo podía utilizarla
sin que fuera tmprescíndible modificarla. Si se la mejoraba o
convertía en artificial, se lograrían obvias ventajas económi-
cas, como ya hemos expuesto. La ganancia sería mayor, aun-
que desdeñable comparada con los riesgos que temían los ha-
cendados: hacer agricultura, quedar sometidos a sus plagas ¡r
a un clima azaroso, invertir fuertes capitales sin 1a seguridad
de1 éxito. Si, como vimos, se rendía culto a Ia seguridad y eI
oro, no era éste el camino que Ia inmensa mayoría querría
recorrer.
Perc además, si Ia pradera natural permitía continuar con
el viejo sistema d9 explotación y posibilitaba la lenta adapta-
ción a las nuevas exigencias de1 mercado mundial, ¿para qué
arriesgarse a cambiarla? EI mestizo igual se vendía a qué
precios!- aungue no fuera tan precoz ni estuviera-¡ytan bien
preparado como sus pares ingleses o argentinos.
Desde los lejanos días del coloniaje, nuestra pradera posi-
bilitó ta obtención de los bienes económicos con la menor fuer-
za demográfica y técn,ica posibles, dándole al país una situa-
ción privilegiada en el concierto mundial. Desde este ángulo
fue una bendición.
Pero aI no actuar nunca como un desafío que exigiera
la respuesta inventiva de1 hombre e impusiera su activa inter-
'¿enc,ión, obró como un anestésico. Dio vida a uno de los aspec-
tos específicos de esta civilización ganadera: su apego a los
"dones de Ia naturaleza". Recreó un viejo mito de 1os pueblos
primitivos y 1o alimentó con el éxito económico que nacía de
su fiel observancia: sóIo la tradición es sabia.
Desde este ángulo la "bendición" era "diabólica": hizo
posible desdeñar eI camb.io y mantener 1o esencial- 1as
estructuras tradicionales de Ia explotación-enrural.
tot
.t/. L
Pierre Chaunu ha realizado un hermoso diagnóstico sobre
Ias culturas precolombinas, buscando explicar su inercia y su
muerte. Como se observará, tiene un singular sentido leerlo a
continuación de nuestras afirmaciones: "Después del maí2,
La mandtoca es und de las claues de las Juertes densidades ame-
ríndtas. Ellas no pudr,eron reszsttr a la Conqutsta. Se ha pa-
dido calnular con una gr&n certidumbre el rendímzento de lu
mandíoca con eL ststema del cttlttuo de azada ¡)or "conltco"
sobre suel.o uolcd,nico, 50 o 60 quintales por hectárea, tal uez
más. Sz acordamos o esos 50-6A qutntales un ualor alímenticio
r.gual a la mttad del, trigo, llegamos a un poder de producczón
en nutrición medtocre 5 ueces superíor al rendtmiento medio
de ia agricultura europeü en el siglo XVI. Una hectá.rea de
"conl.tco" equíualía & una hectárea de arrozal, pero con me-
nos trabajo A menos técnica. La producción de mand.ioca dto
uerosímílmente el más alto rendtmiento por hora de trabajo
agrícola antes de la "reuolución uerde". Las ciutltzactones ame-
rindzcts fueron sofocadas, murt,eron sofocadas, por la enornxe
tnasu de ocio que no supieron usar, proporcionada por esta ex-
cesiua producttuídad, sectortalmente acantonada, emT)ero, en
un solo dominto. Esos paraísos terrestres fueron ínfíernos, en
la mísma medida en que es uerd.ad que la maldición bíbltc{t,
"ganarós el, pan con el sudor de tu Jrente", fue una bendtctón,
una condición tndr,spensable para el progreso de los sistemas
de ctuili,zaci,ón emergentes del, Medi,terráneo g Europd" 884.
La distancia temporal entre nuestra civilización ganadera
y esas culturas es inmensa, pero ¡qué similitudes, en cambio,
si comparamos la bendición diabólica de Ia pradera natural uru-
guaya con el efecto sobre el conjunto de 1a cultura de los al-
tos rendimientos obtenidos casi sin esfuerzo en las islas anti-
Ilanas al arribo de los españolesl

4 - Lo que enseña Ia psicología

Comr¡ una vez dijo Lucien Febvre, "la naturaleza econó-


mica" en el hombre no es inmutable ni intemporal. Lo que al-
gunos economistas llaman "necesidad" y "Iógica" expresa más
la necesidad y la lógica del sistema capitalista que del hom-
bre en sí. El gran propietario, en particular, no se adaptó au-
tomáticamente a las reglas teóricas del nuevo mercado. Con-

422
tradecían demasiado sus supuestos mentales, sedimentados a
1o largo de 200 años, para que el cambio fuera inmediato. La
contradiceión era tan honda que nuestros grandes estancieros
hicieron todo 1o posible para llegar a un "modus vivendi" con
ese mercado que les permitiera mantener indemne s6sl¿
-¿ de
cte ciertas concesiones como eI mestizaje- lo fundamental
sus hábitos. EI conservadorismo emanado de las comunidades
rurales ganaderas buscó cristalizar la vida pastoril. La estruc-
tura mental resistiría los embates del mercado tanto más tiem-
po cuanto éste no decretara su absoluta inviabilidad. Se esta-
ba lejos de ello todavía,
Es que mientras la evolución económica en seguida
veremos hasta qué punto- marchaba de acuerdo -y a un ritmo.
todos los demás factores 1o hacían de acuerdo a otros más len-
tos. La observación 1o prueba: no hay un tiempo histórico.
sino, según los niveles y sectores sociales, una multipiicidad
de elIos, más o menos rápidos. Con frecuencia, el tiempo eco-
nómico es el más rápido, en relación a é1 se retarda ya el tiem-
po social y más 1o hace todavía el "tiempo de las mentalida-
des", esa "prisión de larga duración", según ajustada defini-
ción de Albert Soboul ss;.

5- Lo que enseña la economía

Tampoco era igual la naturaleza económica de una clase


social a otra (y en nuestro país, incluso de una región a otra).
Los grandes hacendados, por su fuerte posición económica,
podían permitirse e1 lujo de oponerse por más tiempo a las
presiones de1 mercado que la clase media rural. Y los gran-
des hacendados, que según datos deducidos del Censo de 1908
controlaban por lo menos eI 43 /, de la tierra y eran dueños
de más cie la mitad de los vacunos del país, daban la tónica
a Ia evolución.
La clase media rural, que compartía la mayoría de los
valores de la alta,.se veía obligada a avanzar más rápido que
ésta. Su relativa deb'ilidad se 1o imponía. Fue ella Ia gran
riinamizadora de todos los cambios del período, como hemos
i-a visto. Alambró más, mestizó su especie, eI ovino, más y
:rrejor que 1o que había hecho el gran hacendado con eI vacu-
r:o. Pero al igual que éste, no mejoró eI suelo. En este caso,
la estructura mental se nutría de cierta incapacidad económica

423
específica de este grupo social. La pradera mejorada requería
una inversión de cuantía que Ia clase media difíeilmente hu-
biese podido emprender. Ni siquiera lo intentó: en su caso Ios
valores tradicionales hallaron un sustento complementario erl
xazones puramente económicas.
Era cierto que Ia demanda mundial por carnes nos pedía
productos que, para satisfacerla y satisfacernos (ganando másl,
debíamos no só1o mestizar sino también alimentar mejor. Pero,
esa demanda Ilegó a1 país con rasgos muy peculiares en 1912,
a raíz de la introducción del capitai estadounidense en la in-
dustria frigorífica, y se tornó más original todavía a raíz dei
estallido de Ia Primera Guerra Mundial. La lucha entre 1os
industriates de la carne y Ia escasa selectividad de 1a demanrla
entre 1914 y L918, hicieron alzar, como hemos comprobado,
Ia cotización de fodos los ganados: criollos, mestizos alimenta-
dos "a pasto" y alimentados con "prados temporarios". Sin du-
da que lcs úItimos recibían eI rnejor precio, pero es que in-
eluso los primeros se abonaban bien, y muy bien, dado su re-
ducido costo.
Si eI gran hacendado con su monomanía ganadera logral:a
utilidades inmensas, Ia propia economía parecía alentar por
ahora su resistencia aI cambio. Lo obvio fue que, contra todas
las previsiones de los estancieros "progresistas", los "arcai-
cos" no se arruinaron ,con el arribo del frigorífico. Por eI con-
trario, sus utilidades, seguras y garantidas, que llegaban sin
esfuerzo personal del empresario, eran una renta "pura". Pa-
ra el criador "progresista", riesgo y trabajo de dirección hacían
de parte de las ganancias una remuneración por 1a conduc-
ción de la empresa.
La coyu'ntura tan esencial para explicar estructuras
que son temporales- -eso
había decretado Ia modificación pero no
Ia inviabilidad del antiguo sistema de explotación pastoril.
Concluída la guerra mundial, la crisis de 1920-1924, t,izo que
los hacendados buscaran reducir sus costos de explotaeión.
Podía resultar absurdo pensar en ese momento en mejorar 1a
tierra: el mercado mundial se empobreció y disminuyó súbita-
mente. Los años de recuperación no fueron s¡-r-
ficientes para alterar los hábitos,-L925'1929-
tanto más cuanto que éstos
volvieron a recibir el espaldarazo del mercado a raíz de tra
gran crisis de 1929. No iremos más allá. A otros corresponderá
ésa tarea. Pero 1o cierto es que por llegar tarde al apogeo del

424

J
Imperio británico y la economía liberal que fue su contracara,
nuestras carnes se recibieron en un mercado difícil e inse-
guro. En esas condiciones, la ganado-manía se fortaleció; el
culto a la tierra y Ia seguridad, se a{ianzaron. Ese mercado
alentaba las transformaciones sólo cuando era próspero -v no
jugaba a Ia autarquía.

Sin embargo, ciertas fuerzas trabajaban desde adentro de


Ia socierlad uruguaya, erosionando la vieja mentalidad de la
clase alta rural.
La clase media fue la principal Pero también Ia más ex-
puesta a los avatares de la cotización internacional. Nada per-
rnitía suponer que el futuro iba a fortalecerla.
Dentro de los t'acaudalados", 1os antiguos hacendados "pro-
gresistas" siguieron el rumbo de la cabaña y eI tanto o más
propicio de la invernada. Invernadores y cab'añeros, debido
al alto grado de especialización económica que su actividad
r"equería, debieron crear su propio modelo de valores, mucho
rnás cercano aI de la burguesía que aI de los estancieros "ar-
caicos". Los invernadores eran t'comerciantes en ganado", pfo-
curaban siempre comprar al menor precio al criador y, con-
tando con su cercanía y excelentes pasturas, vender aI mejor
precio aI frigorífico. Su negocio poco tenía que ver con las
labores típicas de Ia hacienda, y sí mucho con Ia especulación
rcercantil. Los cabañeros estaba'n llamados a una conducta em-
presarial debido también a la índo1e de su oficio. Criar y ven-
der reproductores puros exigía proceder racionalmente, uti-
lizar criterios matemáticos en procura del ansiado puro por
cÍ1)za, y a la vez entrar a concurrir en eI mercado casi en las
mismas condiciones que un industrial urbano: su producto
era una máquina de hacer carne o lana, que valía por 1o que
rendía. Para ambos grupos integrantes de la clase alta rural, Ia
estructura mental "arcaica" era un lujo cuyo mantenimiento
podía costarles Ia ruina. Por ello Ia abandonaron.
Pero, ¿eran estas fuerzas suficientes para destruir 1a ga-
nadería rutinaria? ¿O, mediante alianzas sóIo en apariencia
contradictorias, no terminarían por consolidar las tradiciones?
Los cabañeros mejoraban el reproductor y en este sentido no
modificaban la ganado-manía; los invernadores, usufructuan-
do la posesión privilegiada de las mejores pasturas naturales
425
del país, eran el complemento ideal de 1a estancia criad.ora
¡' pdstora: 1o que éstf no hacía por carecer de "prados tém-
porarios", 1o haeía el invernador. Así se reforzó su posición en
el proceso productivo y se reafirmó su explotación tradicional.
Llegó a suceder, Io hemos visto, que algunos de los más ricos
y sagaces criadores tuvieron en eI feraz litoral o en el sur,
ótro -establecimiento dedicado sóIo aI inverne de sus ganados
flacos de1 norte.

Ante este cúmulo de circunstancias internas y externas,


la clase alta y Ia pradera natural pudieron bloquear eI desa-
rrollo de la civilización ganadera uruguaya. A la larga, sóIo
el mercado internaqional podía obligarla a cambiar su sistema
de explotación. Pero a esta fuerza, nuestra civilización siem-
pre opondría su inercia, que radicaba tanto en la naturaleza
del régimen de propiedad dominante, como en su peculiar base
geográfica y la estructura mental conservadora de sus miem-
bros. Mientras la gran propiedad y los pastos que crecían aI
amparo de Dios dieran buenos beneficios, ¿para qué lanzar-
se a buscar otro lucro?
La vida consistía en ganar. . . y gozar de Io ganado. Lo
dijo en 1907, buscando caracterizar a nuestros estancieros, eI
administrador de las colonias estatales de Artigas, Enrique
Faget: "...Ios eleuados anendami.entos que hog en día-se
abonan por los campos de pastoreo, permíten o sus propzeta-
t'ios el disfrutar de todas las comodídades de la uida de ciu'
clad, libres de las múLtzples atenciones E cuidados que regute-
ren los estableci,mientos rurales". Y ello aunque esto signifi
cara no obtener "todo el beneficio que lógicamente habría
que esperar" de Ia tierra si en vez de gozar de eIla, se la
trabajara ss6.

1¿O
CUADROS ESTADISIrcOS
Excepto para los cuatro últimos
cuadros, las
de los demás fueron cifadas en el
fuentes..
Tomo ll de esta obra.
CUADRO N9 I
EVOTUCION DEt PRECIO DE I.A T¡ERRA EN IO5 ESTABTECIMIENTOS R,URATES
t905-t913 (Precio en pe$3 por hectárea)

190ó-¡9ro r9¡r.r9¡3

rONA SUR

Cenelones 72,84 l3l,00


San José .. ó0,0ó 'l3l
,33
Flcres 52,60 54,65
PROMEDIO ó r,83 I05,óó
Forceniaie de aumenlo o descenso +81 + 70,8

ZONA IITORAI
Peysandú 29,21 40,00
R io Negro 33,39 50,óo
Soriano .. . 58,82 74,27
Cclonia , . . 64,94 i39,r0
PROMEDiO 46,59 75,99
Pcrcenla¡e de aumento o descenso + 88,5 + ó3,r

ZqNA NORTE

23,80 34,70
P n¡gas 20,81 33,14
Rivera . 14,29 28,86
T;cuarembó 20,86 38,03
Treinra y Tres ... 18,37 30,47
Cerro Largo 19,66 o I,oo
PROMEDIO 19,54 32,84
F*rcentaie de aumenfo o descenso + 82,i +ó8
ZONA CENTRO

Laval lej a 27,75 FA nl


Durazno 32,81 s/d.
A'leldonado 27,78 s/d.
Fiorida 41, ¡3 84,85
I ¡..h, 20,90 23,66
PROMEDIO 30,07 53,57
Porcenfaie de aumento o descenso + ós,l + 78,1

FROMEDIO DE TODO EL PAIS 39,45 67 ,01

PORCENTAJE DE AUMENTO O DESCENSO + 7e,B + 70

429
CUADRO N9 2

EVOTUCION DEt PRECIO DEI. ARRENDAMIENTO EN TOS ESIABTECIMIENTOS RURATES


1905-I913 (Precio en pésos por hectárea)

I906-I9IO t9tr-t9"!3

ZONA SUR

Canelones 4,50
San José 3,26 ó,24
Flores .. 2,21 3,02
PROMEDIC, 2,75 4,49
Porcentaie de aumenio o descenso + 30,3 + 63,2

ZONA TITORAL

Paysandú I,50 0,67


Río Negro 1,92 2,16
Soriano . 2,93 2,84
Colonia . 3,30 6,13
PROMEDIO 2,41 ao7
Porceniaie de aumenlo o descenso + r5ó,3

ZONA NORTE

Salto . . 1,26 1 ,77

Artigas . 1,33 1,62


Rivera . 0,88 1,08
Tacuarembó 1,16 1 11
Treinia y Tres .,. I ,14 s/ d.
Cerro Largo 1 ,17 1,89
PROMEDIO '1,t5 I,55
Porceniaie da aumento o descenso + 34,7

ZONA CENTRO
Lavalleia ..... I,O/
Durazno...... 1,74 2,31
Maldonado . . . '1,ó
I s/ d.
rtorroa .. .. ,.. u1, 3,09
Rocha I,JJ s/ d.
PROMEDIO . .. 1,71 nEn
Porcentaie de aumento o descenso . ., . . + 47,7

PROMEDIO DE TODO EL PAIS 2,00 2,88

PORCENTAJE DE AUMENIO O DESCENSO +44

430
CUADRO N9 3

EXISTENCIA DE GANADOS EN TODA tA REPUBIICA {número de cabezasj

BOVINOS ovtNoS EQUINOS

1 905 ó . 028 .980 18.559.10ó 577.ói"

I 908 I .192 .602 26.286.296 55ó.307

't91ó 7 .842 .442 \1.472.852 567.15!

Nota: los dafos del año 'I905 fueron exlraídos de las declaraciones iuradas para el
pago de Ia Contribución lnmobiliaria. Los de 1908 y )916, de fos Censcs
oficia le s.

lD l
1J r
CUADRO N9 4
EXISIENCIA DE GANADOS POR DEPARIAi/IENTO

r908 I9t6
Bovinos Ovinos Bovinos Ovinos

Artigas ó5¡.818 1.505.292 607.30? 742.114


57 132
Canelones I 90. 70ó 17) 172.041 6t.771
^q'
40 3ó
Cerro Largo 678.862 1 .479 .662 ó5ó.9ó r 710.t26
45 99
Colonia 3i 3.023 750.627 2to. t31 250.487
132
Durazno 458. 889 2.734.494 522.362 ¡.009.791
¿z l9l
F Iores tg2. 152 1 .505.994 203.190 8',t8 . 918
40 333
San José 221 .173 463.956 226.137 276.656
32 67
Florida 4t8.00ó 2.061 .982 441.O32 9s4.394
35 170
Mal¿ionado 157.919 i . 01 5.8ó3 179.639 515. r2l
38 247
Lava lleia 423.982 2.'t16.693 406.630 899.496
at 1é9
Paysandú 706.857 1.574.809 517 .934 517.721
53 119
Rio Negro 504.358 1 .289.769 541 .621 530.244
ó0 152
R ivera 500. óó 1 óó7.105 440.734 207.892
5t ó8
Rocha 391.099 1 . 585. 537 464.751 704.233
35 143
Saho 758.470 1 .914.731 670.887 839.454
ó0 152
Soriano 389. 523 2.0ó4.940 430.822 l il 1.32ó
224
Tacuarembó 753.932 L 755. 3óó 711.224 774.273
3ó 84
Treinta y Tres 456.769 1.622.234 372.664 5r0. I43
48 170
Montevídeo 34.403 5. t90
E' I
República 43 'ko

Noia: Para 1908 hemos hallaCo la densidad del ganado por km2., cantidad ubicada
debalo de la existencia por departamento.

432
CUADRO N9 5

FAENA P.ARA CONSUMO DE MONTEVIDEO (en miles de cabezas)

Bovinos Ovinos

'1905 124

I 90ó t3t ó1

1907 146 69

't908 158 77

'r909 170 90

'1910 't
8l 104

l9l1 l9ó 127

t9t2 172 117

1913 't43 8l

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433
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435
CUADRO N9 8

IMPORTACION DE GANADO DE PEDIGREE POR RAZAS BOVINAS

R azas 1905 190ó 1907 1908 1909 lgto l9ll l9l2 ¡9t3

Hereford 460 188 470 I l3 83 115 40 132 167

'109 't57 166 120 54 53 175


Shorthorn

'l r l5
Normanda 6 12 7 13

Polled Angus 2 'lo 7 1 2 ló I

CUADRO N9 8 bis

IMPORIACION DE GANADO DE PEDIGREE POR RAZAS OVINAS

Raz¡s 1905 1906 1907 t908 1909 t9lo r9ll 1912 l9r3

'104
Merino 75 220 55 159 217 130 JJJ 50

Romney Marsh 22 ó0 146 l3t 31 14 óo

Linco ln qñ 100 290 248 57 ó9 67 445 400


I

Sh ropsh ire l1ó 245 302 7 6 'I


I 'I

Hampshire 58 2A 30

436

ü
'CUADRO N9 9

IMPORTACION DE GANADO COIIUN (en número de c¡bezas y valor de aforo)

PROCEDENClA

ARGENIINA BRAgIt

Años Vacunos Ovinos Vacunos Ovinos


N9 $ Ne$ Ne$ Net

r 905 192.295 1.447.614 49.968 43.7 t5 1.102 6.027

190ó 39.1 l0 331 .8 I4 34.522 44.335

t9a7 26.510 225.435 54.536 ó l.338 15 78

r 908 5.779 43.418 't0.807 9.661

r 909 30.983 253.6ó5 10.173 1ó.398 20 90

I9t0 10.599 81.790 7.083 'r0.ó39

l9r l 44.335 316.44e 16.789 I9.35ó

437
CUADR,O N9 IO

BOVINOS .ARRIBADOS A TA TABIADA DE MONÍEVIDEO


POR PROCEDENCIA DEPARIA'VI€NTAI

abásto saladeros abaslo sáhdércs


Departamenlos T9I I 1912

Artigas 76 295 475 854

Canelones 14. ¡81 21.O28 10.429 r3..002


7Y" ó o/" 6 o/"

Cerro Largo I 3. 843 50.140 9. 385 31 .737


15 Yo 5 "/o 13 a/"

Colonia 5.204 5.79ü 2.315 3.262


3y" 1% I o/"

Durazno t4 .549 19 .494 ¡0.9¿ I ¡ r.994


8% 6 o/" 6 o/"

Flores 5. ¿80 4.79ó 3.809 3.427


I ori,

Florida 30.092 41 .817 3l . 70,¡ 35.425


15 yo 13 o/" 19 o/o 14 o/o
Maldonado 2.O14 5.837 2.406 3.004
1/" I o/" lYo
Lavalleia 19.231 32.s39 19.251 r9. l8r
10 1o lO yo Il o/o I "/o
Montevideo 9.573 7.949 9. ó06 5.85ó
5yo 6 o/o 2yo
Paysandú 8,931 ¡0.07 I 8.8ó3 ¡ 1.034
3Yo 57o 4 o/o

Río Negro 1 0.809 7.249 7.198 4.567


5 o/o 40Á
Rivera 2.270 7.769 ¡.358 9.10ó
1% o,5 yo I o/o

Rocha 2.659 16.945 I.ó35 5. óOó


5Yo lYo
Salto 1.971 4.870 5. 305 8.0t9
1 o/o 2 o/o 3 o/o

San José 16.8s3 2t.883 I 2. 5ó3 22.292


904 7 o/" I o/o 9T"
Soriano 21.660 18.321 t7.368 2s.354
17 o/o l0% 10 1o
Tacuarembó t2.o77 32.969 I3.213 20.955
6 o/o lo o/" I o/o 8Yo
Treinta y Tres 4.243 20. 330 4.522 I 3.43ó
2% 6 o/o

Total 195.716 330.092 172.345 247.711

438

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440
CUADRO N9 I¡1

CARNES BOVINA Y OVINA PRODUCIDAS PON tog FRTGORIÍICOS

CARNE BOVINA CARNE OVINA

Kilo¡ 7o (dentro del Kilos 7o (dentro del


(en miles) rotal producido) (en miles) total prod¡¡cido)

1 904- I 905 t. l8ó 35,7 o t ?a 64,3

¡905-190ó l.¡58 15,4 I .390 54,6

tco6-1907 4.084 58,3 2.915 41,7

I907-1908 6.270 70,4 2.643 29,6

1908-1909 7.587 70 3.236 JU

1909-t9t0 8.674 ó1,8 5.372

t9l0-t9t ¡ 5.732 48,5 5.9ó8 51,5

19il-'t9 ¡2 t7 .342 69,4 7 .610 30,ó

l9l2- t 9l3 38. 070 83,ó 7.504 16,4

FUENTE: Eduardo Acevedo: "Anales. .,", ,t. v, p. 59ó. En l9i2-I3, la cantidad ha sido
eslimada de acuerdo al rendimiento promedio de los animales faenados. Vacunos: 270
kilos por animal faenado y ovinos 2ó kilos por animal faenado.

441
NOIAS
trCI.ARACIONES

?.A.R.: Revisia de la Asociación Rural del Uruguay.


R.A .G .: Revista Anales de la Asoci¿ció^ de Ganaderos.
R.U.l.U.: Revista de la Unión lndustr¡al Uruguaya,
R.S.A.: Revista de la Sección Agronomía de la Universidad de la República.
R. I.A .: Revisra del lnstituto de Agronomía de Montevideo.
D. S. C. R. ¡ Diario de Sesiones de la Cámara de Representantes.
D.S.C.S.: Diario de Sesiones de la Cámara de Senadores.
/f,. At. L : Memoria del Mlnisterio de Industrias.

El nombre de los diarios de Montevideo y el interior se ha puesio entre comillas


y se indica la localidad siempre que no se trate de Monf evideo. Es seguido del
fítulo de los artículos. Si no hay aclaración, la edición cilada en todos los casos
es la matutina.

{1) Véase nuestros Cuadros Estadísticos.


\2) D.S.C.S. Tomo 95. sesión del 5 iulio 1909, pág.33. Corroborado enr R.A.R.
marzo l9l I, págs. lól-62: El Min¡ster¡o de Agricultura.
(3) "El Tiempo", 4 iunio l9O7: Editorial. El peligro económico.
(4j D.S.C.R. Tomo I84, sesión del 7 diciembre 1905, págs. ló3-93. Discurso del
representante Martín C. Martínez.
D.5.C.R. Iomo 228, seslón del 4 noviembre 1913, págs. 7ó-9,
(ó) D.S.C.R. Tomo 228, sesión del 4 noviembre )913, págs. 79 en adelanie:
,l913"14,
Mensale sobre Contribución lnmobiliaria para el eiercicio
(7) "El Siglo", 22 iunio l9l3: La grande y la pequeña explotación.
(8) M.M.l. año 1912, págs.497-507: lnforme de la lnspección de lnmigración
y Cclonización,
(e) D.S.C.S. Tomo 8ó, sesión del ló lulio .l905. págs. Ió0-óó. Petición de Ia
Asociación de Ganaderos.
( tü) D.S.C.R. Tomo 174, sesión del l0 diciembre 1903, págs. 156.77.
(t r) R.S.A. Agosto 1909, págs.9-55. Artículo lirmado por Aleiandro Backhaus
y José Macchiavello.
(l?) "El Siglo", l7 fulio 1900. Aviso comercial: Venta de un campo.
03) República Oriental del Uruguay. Ministerio de Hacienda. Proyecf o de Con.
tribución lnmobiliaria para los departamentos del litoral e interior de la
República, Montevideo. I910.
(ta¡ Véase nuestros Cuadros Estadísticos.

445
(r5) "Diario del Plata", 1ó mayo I9l3: Los ganados para exportación.
(tó) R.A.R. Mayo I908, págs.2l8-19: El desasfre ganadero. Extraído de "l-a
Campaña" de Fray Bentos.
( l7) Aldo E. Solari: Sociología Rural Nacional, Montevideo, I958, págs. 302-03.
( l8) Cifras obtenidas en base a datos proporcionaclos por: República Oriental del
Uruguay. Ministerio de Hacienda. Proyecto de Contribución lnmobiliaria, ob.
cit. año I910.
D.S.C.R. Tomo 210, sesión del 24 iunio l9'l I, págs. 3ó4-78. Discurso del
represeniante Mendívil.
"El Siglo", 25 abril 190ó: Transacciones rurales.
(le) R.A.R. Febrero 1912, págs. 79-82; Notas de actualidad. Paradoias económicas.
(20) "El Siglo", I0 abril i9Oó: Exposición de Minas.
(2r) Archivo de la Escribanía de Gobierno y Hacienda. Protocolos del escribeno
Fructuoso Leal, año 1907, folios l3l v. a I32 v.
(22) "El Siglo", l2 iunio 19'l3. Página de la Campaña. Editorial¡ El arrendatario.
(23) M.M,l. año l9l'1. págs. 17-22; Duración de los contratos de arrendamien-
to. "El Día",23 iunio 1909: Cuáles son los defectos de nueslro sislema Ce
cultura. Artículo del ing, agr. Carlos Praderi.
124) "?l Día",29 lulio 1907: Las colonias de Artigas.
(2s) "El Día", l8 noviembre 190ó. Editorial: El Banco Hipotecario y el crédito rural.
(2ó) D.S.C.S. Tomo 8ó. sesión del Ió lulio I905, págs. 160óó.
(27') J. Fred Rippy: British lnvestmenls in Latin America. 1822 - 1949, Mineápo-
lis, 1959, pá9. Id5.
(28) Primer Congreso Nacional de Vialidad. ó a l4 de octubre de l913, Monle-
video, págs. 258-267: Un proyecto de impuesto destinado a {omentar lo:
recursos para vialidad. Artículo de Aleiandro Beisso-hacendado.
(2e) Los cuadros de este capítulo fueron confeccionados en base a datos propor-
cionados por el hacendado Aleiandro Beisso en l9'13. Cuando faltaron p;rra
completar el balance, se recurrió a los diarios de época y al Anuario E;ra-
dístico de l9l3-'I9'l4.
(30) Este cuadro y el siguiente se hicieron en base a las mismas fuentes que lcs
anteriores. Para calcular el capital tierra recurrimos a su precio venal Ce
acuerdo a nuestros Cuadros Estádísticos.
(3r) Véase nuesfro Tomo l, págs. 592 en adelante y Tomo Il, pág. ló3.
(32) D.S.C.R. Tomo 23'l, sesión del 3 iunio I9,l4, págs. l2ó-138.
(33) Atvarez Vignoli: Tratado de Economía Rural, Montevideo, 1922, págs. 225'2ó.
(34) Criadores del Uruguay. Cincuentenario de la fundación de los Registros Ge-
nealógicos de la Asociación Rural del Uruguay, Montevideo.1937. ,l934,
(35) Eduardo Acevedo: Anales Históricos delUruguay, Tomo V, Montevideo,
págs. 589-90. En lo futuro se citará como "Anales".
(3é) Memoria del Ministerio de Hacienda, Montevideo, 1904, pá9.28'29.
$7) D.S.C.S. Tomo 82, sesión del 4 enero 1904, págs.5l9ó9.
(38) Armand Ugón y otros: Compilación de Leyes y Decretos, Tomo 25, págs.
255-79.
,l909: Contribución lnmobilíaria.
(3e) ,'El Siglo", l9 enero
(40) D.S.C.S. Tomo 82, sesión 4 enero 1904, págs. 519-ó9.
(4 1)República O. del Uruguay. Ministerio de Hacienda. Proyecto de ConribuclSn
lnmobiliaria, ob. cit.
\42) D.S.C.R. Tomo 184, sesión del 7 diciembre 1905, págs. ló3-93.
(43) ''El Siglo", l9 enero I909: Conlribución lnmobiliaria.

446
u4) Mensaie del Presidente de la República Dr. Don Claudio Williman a la
Asamblea General, l5 febrero ¡911. Montevideo, 1911, págs. 39-40. Eduar-
do Acevedo: Anales, Tomo V, pág. 490.
145) "El Siglo", 20 octubre l9l l: Contribución lnmobiliaria para campaña. Men-
saie del Poder Eiecutivo.
(46) D.S.C.R. Tomo 214, sesión del 2l diciembre i911, págs. 252-58.
(47\ ldem, págs. 303-305.
(48) "El Siglo",2O octubre l9ll; Los nuevos aforos. Zonas del departamenlo de
Canelones; 2ó octubre; Colonia; 27 octubre: Soriano y San José,' 28 octu-
bre: Dur¿zno y Flores; 29 octubre: Florida, Río Negro y Minas; 3l octubre¡
Salto y Paysandú,. l9 noviembre: Maldonado y Rocha; 3 noviembre: Artigas
y Tacuarembó; 4 noviembre: Cerro Largo y Treinta y Tres; 5 noviembre: Rivera.
l4e) "El Sigloi', 22 octubre l9ll: Contribución lnmobiliaria, Los aforos de la pro-
piedad rural.
(50) Armand Ugón y otros, ob. cit. Tomo 32, págs. 90-181.
(51) "El Día",14 octubre l9l3: Ley'de Conlribución lnmoblliaria para el litoral
e intérior.
(s2) D.S.C.R. Tomo 228, sesión del 4 noviembre 1913.
(53) D.S.C.R. Íomo"l74, sesión del 9 diciembre 1903, págs. 130-50.
(54) Eduardo Acevedo: Anales. Tomo Y. pág. 494.
(55) R.U.l.U. 30 iunio 1912. pá9.3149r Exportación.
(5ó) "El Tiempo", 3l octubre I907, Editorial: Avalúos de exportación.
(57) "El Siglo", I7 mayo 1913. Editorialr La exportación de ganado en pie.
(58) R.A.R. I9 ógosto 1907, pá9. 403: Crónica.
(5e) Eduardo Acevedo; Anales. Tomo V, pág, ó35. Corroborado en nuestros Cua-
dros Esiadísticos.
(ó0) Este cuadro se con{eccionó en base a dalos que figuran en el "Libro clel
Centenario", pá9. 374.
(ól) Este cuadro y el siguiente se con{eccionaron en base a datos que figuran en:
Reginald Lloyd y olros: lmpresiones de la República del Uruguay en el
siglo XX, Londres, 1912, págs. 322, 323 y 325.
Mensaie del Presidente Claudio Williman, ob. cit. págs. 37 y 43,
Eduardo Acevedo: Anales, Tomo V, págs. 486, 487, A8B, 632, ó33 y ó3.f.
(62) Edu¡rdo Acevedo: Anales, Tomo V, págs. 486 y ó33.
"El Día", I4 octubre I9l3: Ley de Contribución lnmobiiiaria para el litoral
e interior.
(ó3) Primer Congreso Nacional de Vialidad, ob. cit., págs. 258-267.
(ó4) ldem, págs. 272-273. Recursos para vialided propueslos por los intendentes
de Salto, Manuel J, Jacottet y de Paysandú, M. Triani.
(ó5) Carlos Real de Azúa: El impulso y su freno. Tres décadas de batllisrno, Mon-
tevideo, 1964, pá9. 29.
(óó) D.S.C.R. Tomo 23I, sesión del 15 iunio l9)4, págs. 291-92,295 y 298.
(ó7) "El Siglo", 2ó setiembre l9O9; Página de la Federación Rural: de Rivera a
Bagé.
(ó8) 79 Congreso Rural Anual celebrado en la Asoci¿ción Rural del Uruguay, Mon-
tevideo, 1908, págs. 89-98: Consideraciones sobre la industria frigorífica en
el Uruguay, por D. E. Salmón.
(ó9) Revista "Agros", noviembre y diciembre 19'13, págs. 394-398: La ganadería
del Uruguay y sus relaciones con el mercado, ariículo de Eduardo P. F.
Facelli Villar.

447
(70) "El Día", l4 octubre 19.l3: Ley de Contribución lnmobiliaria Para el lito-
ral e interior.
(7 l) "El Siglo". 4, 5 y 7 mayo I9l2: Actualidad financiera-
(72) "El Siglo", l2 abril 1908: Boletín de Ganadería. Crónica Ganadera' La éx-
posición de Minas.
"El Tiempo",2O iunio 1907: La crisis ganadera'
(73) "El Siglo", 3 l diciembre
'l9l 1¡ Ganadería. RetrosPecto.
(7 4) "El Siglo",2 iulio I909: Página de la Federación Rural. Editorial: Notas ru'
rales. El proyecto del diputado Rucker.
(75) Véase nueslros Cuadros Estadísticos.
(76) Cifras en nuestros Cuadros Esfadísticos.
(77) "El Siglo", 8 enero 1908r Sanidad de animales. Bañaderos oficiales.
(78) Promedios obtenidos en base a cifras de nuestros Cuadros Estadísticos.
(7e) "El Día", 17 mayo 1908: Un problema ganadero' Un hacendado opina.
(80) R.A.R. agosto 1911, pá9s. 574-577: El grado de mestizacición de nuestrr
ganado bovino.
Datos conf irmados por:
Anuario Estadísiico de 19'l3-'1914. Precios promedios del ganado en la Ta'
blada Norte de Montevideo de 1905'1914.
/V\inislerio de lnduslrias: Estadística agrícola. Año 1915, pág.95. Precio de
los novillos despachados por la Tablada de Montevideo segÚn la calidad
del ganado. De 1905 a 1915.
R.A.R. t5 enero l9Oó, pág. 29¡ Transacciones rurales.
"El Siglo",3 agosto I906: Ganaderí4.
.l907:
lmPorlanles ventas.
"El Tiempo", 2l noviembre Ganado en Tablada.
"El Siglo", I3 abril 1907: Movimiento de ganado vacuno'
(8 l) R.A.R. l5 enero 1905, págs.2S26: Crónica rural. Cabaña Sanla María.
(82) M./vl.1. año 1912, págs.3ó5'431: lnforme del iefe de la sección ln{or-
maciones Agronómicas, J. A. Alvarez Vignoli'
(83) "El Siglo",3'l diciembre l9l2: Tablada. Los negocios de ayer.
A. Ruano Fournier: Estudio económico de la producción de las carnes del
Río de la Plata, Montevideo, I93ó, pá9. Ió2.
(84) Pedro Seoane¡ La indusfria de las carnes en el Uruguay, Montevideo, sin
fecha, pá9. l8ó.
(8s) Ricardo M. Orl¡z: H¡sloria Económica de la Argeniina, Buenos Aires, I955,
Tomo ll, págs. 6647.
"El Siglo", I5 iunio 1902r Del ingeniero Serrato. Problemas económicos'
Critchell y Raymond; A History of the frozen meat lrade, Londres, 1912,
oágs. 93-95.
(8ó) R.Á.R. l5 mayo 1905, pág. 233: Exportación de ganado.El avalúo de los
carneros.
(87) Promedics obtenidos en base a nuestros Cuadros Estadísticos.
(88) R.A.R. l9 mayo 1908, págs. 205-09: Correspondencias argentinas'
"El Siglo", ló noviembre Igll: Soriano desde el ferrocarril. Notas de viaie'
(8e) R.l,A. Montevideo, 1917, págs. 83-85: Evolución histórica de la ganadería
en el Uruguay, tesis para optar al título de ingeniero agrónomo por Juan
Alvarez Vignoli.
(e0) Confeccionado en base e dalos ciiados por: Eduardo Acevedo: Anales, To'
mo V, pá9. 59ó.

448
?r) "El Siglo", 29 marzo '1908: Boletín de Ganadería. Cartas al Director. El capón
merino.
R.A.R. l9 diciembre 1907, págs.598-99: La raza merin¿.
R.A.R. l5 agosto I90ó, pág.5'15: Ecos de la campaña.
1a\ Véase nuestros Cuadros Estadísticos'
i93) A. Ruano Fournier, ob. cif., pá9. 88.
i9.j) C¡ncuentenario de la f undación de los Registros Genealógicos, ob. cit.. Ios
promedios nos pertenecen.
{.9s) Este cuadro y el siguiente tienen como fuente al Herd Book publicado en
la obra anferior.
(eó) "El Siglo", 29 marzo 1908: Boletín de Ganadería. Hereford versus Durham'
lc7) R.A,R. abril 1912, pág. 24&55: lndustrias de carnes. Notas sueltas.
(e8) agosfo l9l l: Exposiciones ferias ganaderas.
'El Siglo", 24,l912,
M.M.l. año págs. 365-431.
(ee) R.A.R. 3l diciembre I905, págs.709-712: Sobre mis impresiones de las ex.
posiciones de Mercedes y Palermo, artículo de Barry F. Thomas.
(100) Mensaie del Presidente de la República Claudio Williman, ob. cit., pág. 54.
( tor) R.A.R. 28 {ebrero'190ó, págs. l20-21: Razas mochas.
(t02) Promedios en base a nuestros Cuadros Esfadíslicos.
(i03) Esfe cuadro y el siguiente se hicieron tomando como fuentes a: Cincuente.
nario de la fundación de los Registros Genealógicos, ob. cit., publicación
del Herd Book.
El Herd Book publicado en la R.A.R. que conliene además del nombre de
cada uno de los estancieros ¡nscr¡ptores, la ubicación geográfica de sus cam-
pos: 3l diciembre I904, págs. 393-94, 31 diciembre 1905: págs. 750-53; 3l
diciembre i90ó, págs. 944-946; l9 noviembre 1908, págs. é,26631; l9 iunio
i909, pá9s. 465-469. Esta +uente nos permitió ubicar el origen o destino de
ó.000 bovinos puros, el 33 % de los I8.000 ¡nscriptos desde 1887 a 1914,
porcentaie que creemos representativo.
(104) M.M.l. año 1912, págs. 445-4ó.
(r05) "El Día", 3 enero .l913: Un asunto importónfe. Defectos de la conducción
de ganados,
(r0ó) ,\1.M.l. año 1913, págs. l7ó-78.
(i07) "El Síglo", 3 mayo 1905: Notas rurales. Progresos ganaderos.
(r08) "El Siglo". 24 agosto l9ll: Exposíciones ferías ganaderas.
M.M.l. año 1912, págs. 3ó5-431.
(l09) Mensaie del Presidente de la República Claudio Williman, ob. cit., pá9.55.
(1 io) Promedios en base a nuestros Cuadros Estadísticos.
(lI.I) Las cifras de la difusión del merino y las razas inglesas ovinas puras pro-
vienen del anál¡sis de 4.174 cabezas registradas en el Herd Book por pro.
pietario y ubicación geográfica¡ enl
R.A.R. 3l diciembre I905, págs.754-55;31 diciembre l9Có, págs. 951-55;
l9 noviembre )908, págs. 632-36; ls iunio 1909, págs. 472-77.
(r12) Congreso Rural Anual celebrado en la Asociación Rural del Uruguay,
89
Montevideo, 1909, págs. 45-ó4¡ Problemas de Ia ganadería en el Uruguay.
Conferencia del director de la Escuela de Agronomía, Dr. Aleiandro Backhaus.
(r r3) Anuario Estadístico de I908. Censo de'1908.
0 14) Por eiemplo. Eduardo Acevedo en sus Anales, Tomo Y, págs. 460-62.
(r rs) "El Siglo", ó iulio l9l0: Página de la Federación Rural: Censo ganadero.
¿De dónde sale tanfo puro?,' y 9 iulio i9)0: Prodigios de la estaCística,

449
(11ó) R.A.R. 19 mayo 1909, págs.322-333¡ La producción de ganados puros y
mestizos en el Río de la Plata, ariículo de Carlos A. Arocena.
0 I7) "El Tiempo", 2ó iunio '1907: Editorial. La refinación de las razas.
(r r8) Memoria del Ministerio de lndusf rias, Trabaio e lnstrucclón Pública, años
1907-1908, págs. 341-370.
¡e) D.S.C.R. Tomo 209, sesión del 1l de mayo 1911, págs.349-350.
20) "El Día", 1l iulio 1908: El lasaio en Europa.
2 Revista "Agros", noviembre-diciembre 1913, págs.394-398; art. cii.
22) "El Siglo",24 noviembre I909. Asociación Rural del Uruguay.
23) "El Siglo", '10 setiembre I9l0: Página de la Federación Rural. Editorial. Nues-
fros progresos ganaderos,
(r24) "El Siglo", 24 iunio 19.l0: Página de la Federación Rural. Editorial. Charla rural.
025) Véase nuestro Tomo Recuperación y dependencia, pá9.1ó0.
lll,
(126') D.S.C.R. Tomo 200, sesión del 30 iunio 1909, págs. 43-47.
"El Siglo", 17 iunio 1905: Nolas rurales. Venta de ganados.
1127',) R.A.R. iulio I9ll, págs.500-50.l: El grado de mestización de nuestro ganado
bovino.
(r28) R.A.R. iunio 1, págs. 401-417. Memoria. Ganadería. Invesligación sobre
l91
la de
ganado vacuno mestizo.
existencia
(r2e) "El Siglo", 5 mayo I9l'l: Cámara Mercantil de Productos del País. Nota ai
Ministro de lndustrias. Contestando una consulla.
(r30) Juan Oddone y Blanca Paris¡ La Universidad uruguaya desde el militarismo
a la crisis: I885-1958, Tomo ll, pá9. 567.
( l3l) Juan Oddone y Blanca Paris. ob. cit., págs.58l y siguientes.
(132) R.A.R. I9 mayo 1909, págs.322-333, artículo citado.
R.A.R. I9 febrero I908, pá9s.52-53: El ganado Durham, artículo de Carlos
Reyles; R.A.R. febrero '1912, págs. '109-ll3r Cruzamienfo, artículo del Dr,
Daniel lnchaustí.
033) R.A.R. I9 mayo 1909, págs. 322-333, arlículo citado.
(r34) R.A.R. l9 lulio )909, págs. 497-500: Ganados puros y puros por cruza.
Véase confirmación en: D.S.C.R., Tomo l8ó, sesión del 22 mayo 190ó, págs.
124-131. Petición del Club Fomento de PaysandÚ.
(r35) 79 Congreso Rural Anual celebrado en la Asociación Rural del Uruguáy,
Montevideo, I908, págs. 89-98: Consideraciones sobre la industria frigorífica
en el Uruguay. Corroborado en:
A.R.U. I9 oclubre 1908. págs. 5ó4-óó: Sección oficial. Desembarco de ga-
nados argentinos y carnes congeládas del Uruguay en Capetown.
(r3ó) "El Día", l4 iunio l9l2: Editorial. Problemas de la exportación.
037) ,'El Dia", 28 noviembre 1909: Nuestras carnes conservadas. Un informe del
Dr, Suwiela Guarch.
038) Pedro Seoane, ob. cit., págs.39l-4'10.
(13e) "El Día", l0 iulio l9l l: Las carnes congeladas. La antigua Frigorífica Uru-
guaya. Programa de la nueva compañía.
(r40) "El Siglo", 24 noviembre l9l1: Exportación de ganado en pie. Los mer-
cados del Mediterráneo.
(r41) "El Siglo", l9 {ebrero l9l2: Nuestro ganado en Trípoli. Ia propuesta ilali¿na.
(142) "El Siglo",7 abril 1912: La exportación de ganados a ltalia. Dificultades
que presenta,
(r43) Hugo Mongrell: Luis Mongrell. Vigo, España, 1958, págs.42l-24.
(1 44) "Diario Nuevo", 5 febrero 1905: Negocios de ganados. Empresa que promete.

450
"El Día", l8 iunio I908: La producción nacional.
"El Tiempo", 8 octubre I9l3: Ia situación económica del país, artículo de
Gabriel Terra.
Véase nuestros Cuadros Estadísticos.
'.ró) "El Siglo",21 marzo 1907: Editorial. El Tasaio.
"El Siglo", 27 mayo 1905: El impuesio fronterizo al ganado.
r J8) "El Siglo", 30 mayo 1905: El impuesto fronterizo aI ganado.
r 149) "El Día", 9 agoslo 1908: Nuestro comercio con el Brasil_
"El Tiempo",7 diciembre 1907. Editorial. lmpuesro sobre el ganado.
1150) "Diario Nuevo", 17 enero 1905: El impueslo al ganado.
R.A.G. agosto l5 de'1905, págs.67-74: Tratado de Comercio con el Brasil.
lnforme del Sr. Cosio.
(r5I) ''ElSiglo", 29 agosto 190ó: El tasaio y el Tratado de Comercio.
(152) "El Siglo", I febrero 1907: En la frontera. Crisis ganadera y comercial.
"El Tiempo", l7 enero 1907: Ediforial. Nuestro tasaio en el Brasil.
(153) "El Tiempo", 23 iulio .l907: La producción ganadera. Desaloiada de los mer-
cados brasileros.
(154) "El Tiempo", l4 mayo I9O7: Comercio con et Brasil.
R.A.R. '19 febrero ,l908, págs. ó0-ól: El impuesto sobre el ganado en el
Brasi l.
R.A.R, I9 mayo 1908, págs. 2lB-19: El desastre ganadero.
(155) "El S¡glo", 23 enero 19.I0: Tablada.
(15ó) "El Siglo", 7 abril l9l2: La industria que muere. El tasaio uruguayo exclui
do del Brasil.
0 s7) Horacio C- E. Giberli: Historia económica de la ganadería argentina. Buenos
Aires, l9ó1, pá9. 179.
Ricardo M. Ortiz, ob. :it., Tomo Il, págs. 59-ó0.
(r58) Critchell y Raymond, ob. cit., pág.249.
( l5e) Eduardo Acevedo: Anales, Tomo V, págs. 4ó3-ó4.
(ró0) R.A,R. l9 diciembre 1909, págs. 935-938: Liberación de derechos de expor.
tación a los subproductos vacunos y lanar.
(ról) "El Siglo", l9 {ebrero 1905: El Frigorífico.
R.A.R. 28 febrero I905: La Frigorífica Uruguaya.
(162) R.A.R. setiembre l9ll, págs. 659-668: Conferencias. El frío artificial y sus
aplicaciones industriales, por el Dr. Rafael Muñoz Ximenez.
(163) Eduardo Acevedo, Anales. Tomo lV, pág. 308 y Tomo y, pág. 466.
(ró4) Promedios en base a: Ministerio de lndustrias. Estadística agrícola. Año I915,
pás. 55.
R.A.R. agosio l9l l. págs. 574-77: Grado de mestización.
Anuario Estadístico de l9l3-1914. Clasificación y peso del ganado despachado
para abasto desde el 15 de agosto de I904 at 3l de diciembre de 1914.
''El Siglo", l9 {ebrero ,l908: Tablada.
ó5) "El Siglo", l9 iulio l9ll: Editorial. La protección a la indusiria de carnes.
66) Revista "Agros", iulio 1912, pá9s. 4ó-52: Algunas consideraciones sobre la
evolución ganadera en el Uruguay, por el Dr. O. Guth.
67) A. Ruano Fournier, ob. cit., pág. 357.
ó8) Pedro Seoane, ob. cit., págs. 195-98.
óe) Porcentaies en base a cifras contenidas en:
"EI Tiempo", 4 iulio 1907: Comercio. Ganado en Tablada; 2l iulio 1907: Comercio.
"El Siglo", 1ó febrero 1908: Tablada.

451
(170) "EI Siglo",3 marzo l90B: Tablada. Una entrada colosal; véase también el
eiemplar del 4 de marzo: Tablada.
(l7l) "El Siglo", 22 marzo 1908: Tablada; véase lambién el eiemplar del l5 marzo:
Tablad a.
(1t-2\ "El Siglo", 2,tr noviembre I905: Nof as Rurales.
(173) R.l.A. octubre 1911, págs.79-109: El problema moderno de la ganadería
uruguaya, por el Dr. O. Gulh.
(17 4) "El Día",12 iunio l9O9: Sobre agronomía. Las ideas que marchan;14 iunio:
Un tema de actualidad; 18 iunio: ¿Cuáles son las meioras exPerimóntadas por
nuestro sislema de cultura?; 23 y 28 iunio: ¿Cuáles son los defecfos de nues'
tro sistema de cultura? Artículos de Carlos Praderi.
(175) "El Día", 17 mayo l90B: El problema ganadero. Un hacendado opina'
"El Siglo", l9 setiembre 1909: Página de la Federación Rural Cómo se con-
seguiría la rápida mestización de los ganados. Artículos de A' B Larriera'
(r7ó) "El Siqlo", l7 agosto 1909: Página de la Federación Rural' Editorial' La crisis
ganadera actual es consecuencia de una imprevisión.
áevista "Agros", noviembre-diciembre 1913, págs. 394-98, artíc' cit
077) R.A.R. l9 mayo'1909, págs.340-345: Los concursos de rendimiento de car'
ne en lnglaterra.
0 78) R.A.R. l9 abril 1909, págs.3l3-315: La estancia argenlina de 1845
a 1908'
Galto y Cortés Conder La República conservadora, Tomo V cle la "Historia A¡'
gentina", Buenos Aires, 1972, pág. 108.
79) R.A.R. setiembre 1912, pá9s. 641-42r El ccncurso de novillos gordos'
80) Alfrecio Ramos Montero: Manual de Ganadería y Agricuitura, Mcntevideo,
'1915, pá9s.620'2'l y 625.
(r8r) Reelizado en base a cifras del 89 Congreso Rural Anual celebrado en la
Asociación Rural del Uruguay, Montevideo, 1909, págs.7ó-87: Slstema cul'
lural de pasforeos agronómicos. Conferencia del ing. Carlos A. Arocena'
(r82) R.S.A.diciembre 1907, págs. l-18: Cultivo de forraies en el Uruguay'
Artículo de Aleiandro Backhaus.
(r83) Carlos /v1. Maeso: El Uruguay a través de un siglo, Monievideo, 19'l0, pág' 483'
(r84) "El Siglo", l9 abril l9lIr Temas rurales. Carta Ce un hacendado'
(lB5) D.S.C.R. Tomo 208, sesión del 4 abril l9l l, pá9s. 578-9ó. Petitorio de Ia
Asociación Rural al Ministro de lndusf rias f irmado por Jul!o Muró (h) y R.
Hughes.
(r8ó) ' El Siglo", l l iunio 'l9l l: La chacra en la estancia. Aplicación de los arados
mofcreS.
087) "EI Siglo". ó abril 'l9l l: Abaratamiento del combustible para molores, arados
y sembradoras a tracción, Artículo del ing. D. Kasdorf.
(l88) "El Siglo", 5 seliembre 191I: Del señor Carlos Arocena.
(18e) Anuario Estadístico de 191 I: lmportación por artículos.
(1eo) "El Sigto", l9 iunio i9l l: Las nuevas máquinas rurales; '18 oclubre l9l2:
lnstituio de A4aquinaria agrícola,
(le1) M.M.t. año I911. págs.9-'l0: Cursos y concurscs de motores.
(re2) "EI Siglo", 3l diciembre l9l l: Ganadería. Retrospecto.
('r 93) R.A.R. febrero '191 1, págs. l2ó-28: Sección Oficiat. Rebaia y exención cle
cierechos a varios produclos.
(ie4) Libro del Centenario, pá9. I78.
R.A.R. diciembre I9l l. págs. 928'9332 Estadística de cereales y oleaginosos'

452
Ministerio de lndustrias, Estadística Agrícola, año I915, ob. cit.. pág. 30
Revisla del Ministerio de lndustrias, agosfo-setiembre 1913, pág. 95: Las plan-
tas forraieras. Artículo de M. leudikow.
R.S.A. diciembre 1907, págs. 1-18, arfículo cif ado.
r ?Á\ "El Siglo", 5 abril 190ó: Libre introducción de cereales. Nuevas protesios.
i97) AIbum Pur Sang, Tomo l, Montevideo, 1916-1917, página 5)3. Dirección: Amé-
rico H. Fernández.
, ¡:o./ Cámara de Senadores: La intervención del estado en las iari{as ferroviarias,
Montevideo, 1920, pá9. 145.
(lee) "El Siglo",3 enero 1911, Página de Ganadería y Agricultura: Nuestro pro-
blem: foreslal.
1200) "EI Srglo", 8 febrero i 907: Editorial. Monfes.
(20 1) "El Tiempo". 2l agcsto 1913: Página Resonancias de la Vida Rural. Editorial.
A la Comisión Día del Arbol. La tala de bosques.
(.202) "El Siglo", 5 setiembre 1905: Un pedazo de la campaña. De Molles a San
Jorge; 28 noviem[:re: Notes rurales.
(203) "El Siglo",23 iunio l9l2: De la campaña. Arti-c1as.
Qa4) "El Siglo",3 iulio 19)3: El estado de la ganadería nacional. Una conversa'
ción con el señor Aleiandro Victorica.
(20s) "La Democracia", 12 enero'1913: El problema ganadero.
"Diario del Plata", l7 mayo 1913: Los ganados para exportac¡ón.
(20ó) Véase nuestros Cuadros Esradíslicos y ''El Siglo", 7 mayo l9l2: Tablacla.
Qa7) Carlos M, Maeso: El Uruguay a lravés de un siglo, ob. cil., pág. 464.
(208) "El Siglo", 12 abril l9l2: De la campaña. Salto.
(209) "El Día",29 enero I9l3: La sifuación ganadera. lmpresiones de un entendido.
"EI Siglo", 3'l enero '1911: Editorial. Langosta, seca, etc.
(210) D.S.C.R. Tomo 208, sesión del 4 abril l9l'1, págs.578-596.
(21r) Sobre el problema de los pastoreos y la seguía, véase:
"El Siglo",26 enero l910: Página de la Federación Rural. Los campos cle
Paysendú;21 mayo I9l1: El transporle de haciendas;2 iulio 19ll: Port¿das
y pastoreos;6 agoslo 1912: Congreso Rural Permanenfe. Servldumbre de
pastoreos.
(212) Fco. Gómez Haedo y Edmundo Soarez Netto: Cómo estabilizar la agricul-
tura nacional, Montevideo, l932, págs.14G43.
1213) "La Democracia", 12 enero l9l3: El problema ganadero.
{214) "El Día", 23 febrero l9l2: Editorial. La situación económica; l8 iulio 1913:
Edilorial. La situación económica.
(215) M.M.l. año 1912, pág. 159. lnforme del lnspector Nacional de Policía
Sanltaria Animal, Rafael Muñoz Ximenez.
"El Tiempo", 25 iulio 1912: De Río Grande. La crisis del ganado.
(216j "El Día", 19 abril I9l2: Ia matanza de vacas.
(217) "El Siglor', l4 mayo I9l2: Asociación Rural del Uruguay; l2 abril l9i3: Ma-
fanza de vacas.
"El Día",16 y 29 mayo 1912: La mafénza de vacas.
(21e) M.M. l.
año 1912, págs. 719-23: lnforme de la Sección Estadísiica Agrícola
de Ricardo Blanco Wilson.
(2te) Ministerio de lndustrias, Esiadística Agrícola, ob. cit., págs. ó8-70.
(220) Véase nueslro Tomo lll, pág. 174.
(221) "El Siglo", 10 setiembre I9l0; Página de la Federación Rural. Nuestros pro.
gresos ganaderos.

453
(222) "El Siglo", 2ó noviembre 1913: Editorial de Página de Ia Campaña. Pasos
atrás. La industria lanar; 27 noviembre¡ lnsistiendo sobre la industria lanar.
(223) A. Ruano Fournier, ob. cit., pág. 88.
(224) Ver el Censo de 1908 en el Anuario Estadístico de ese año.
A. Ruano Fournier, ob cit., pág. 89.
(22s) En 1912, un arfículo del "Diario del Plata" reproducido por A.R.U. de mar-
zo Ce 1912, págs. 229-231: Las Lanas, estimó el rendimiento en kilos 2,700
por cabeza en base a lo exportado de la zafra I9ll-12. Para l9ló A. Ruano
Fournier en ob. cit. pág. 89 esfimó k. 2,800 por cabeza.
(226) Revista "Anales del Departamento de Ganadería y Agricultura de la Repú-
blica Oriental del Uruguay", Montevideo, 28 febrero'190ó; Ganadería.
(227) R.A.R. l9 noviembre 1907, pég.5ó9: Noias sueltas. lntroducción de lana
auslrali¿na.
"El Siglo",29 marzo ,l908: Boletín de Ganadería. Qué debemos hacer para
obfener mayores beneficios en la producción de lanas.
(228) "El Sigloi". l2 abril l90B: Boletín de Ganadería. Las ventaias de la selec.
ción en rodeos y maiadas.
R.A.R. l9 diciembre I907. pá9s. ó10-l1: De todas partes. Inglaterra.
"El Siglo",'15 marzo 1908: Boletín de Ganadería. Ventaias del refinamientc
de lss maiadas.
(22e) R.A.R. l9 diciembre 1907, págs. ó07-08: Las fases de la lana.
(230) "El Siglo",8 iulio 1909: La Federación Rural.
(23i) Crilchefl y Raymond, ob. cit., pág.284.
(232) R.A.R. l9 diciembre I907, pá9s.598-99: La raza merina.
(233) "El Día", l5 diciembre l9l3: Las lanas uruguayas. Su comercio en Amberes.
"El Siglo",'19 y 3 noviembre )910: Página de la Federación Rural: Precio
de las lanas. Ariículos de Ciro Sapriza Vera.
(234) "El Siglo", l2 octubre l9ll: La esquila;2ó febrero: Consultas rurales. R. Lloyd
y otros, ob. cif., pág. 247.
(2s5) Anuarios Esladísticos, años respeclivos: lmporfación por artículos. Máquinas
de esquilar.
(236) "El Siglo", l5 marzo 'l908: Boletín de Ganadería. Noias sueltas.
(237) D.S.C.R. Tomo 212, sesión del l0 oclubre 1911, pá9. 499.
"El Día", 30 mayo 19ll: La fabricación de sarnífugos.
(2s8) Revísta del Min¡ster¡o de lndustrias. iunio i913, págs. 152-53r La lucha con'
tra Ia sarna de los ovinos.
(239) "El Siglo", 30 setiembre l9l l: El impuesto a los sarnífugos.
(240) M.M.l. año 1913, pá9. 18.
(241) "El Siglo", l4 lulio 1909: Contra la sarna del ganado lanar.
(242) "El Siglo", l9 setiembre 1908r Editorial. Con motivo del Congreso; ó agosto
1909: Página de la Federación Rural. La sarna; 29 iulio 1909: Editorial: Cues-
tión interesanie.
(243) "El Siglo", 3 seiiembre 1908: Editorial. [a cuestión de la sarna en el Con-
greso Rural.
{244) "El Siglo", l0 agosto l9l0: Página de la Federación Rural. Editorial. El Có-
diqo Rural.
(245' "El Siglo", l2 abril l9'l Ir Los servicios de policía sanitñ¡a.
(246) "El Siglo", l5 marzo I9l'l: Colaboración. La sarna en los ovinos.
(247) "El Siglo", 2 setiembre 191l: La lucha contra la sarna.
(248) M.M.l. año 19.l3, págs.797-982 Proyeclo de reglamentac¡ón contra la sarna.

454
liQl D.S.C.R. Tomo 223, sesión del 22 febrero l9't3, págs.85.91 y sesión del
27 tebrero, págs. lll-1.l9.
"El Siglo/',8 abril l9l0r Página de la Federación Rural. Sin legislación rural.
I 250) "El Siglo",8 mayo 190ó: Congreso Ganadero de Minas.
i25 1) "El Siglo", l0 marzo l9l2: Cercos de alambrado en la campaña.
M.M.l. año
1912, págs. 59-ó5.
(..253) "El Si9lo", 20 agosto l9l2:
Congreso Rural. Alambrado de 7 hilos; 29 agosto
Congreso Rural Permanenie. La sesión de ayer.
(2s4) D.S.C.S. Tomo I03, sesión del l9 mayo 1913, págs. 449-54.
Armand U9ón y olros, ob. cit., págs. I0l-104.
(255) D.S.C.R. Tomo 221, ses¡ón del 24 octubre 1912, págs. 55-73.
(256) "El Siglo",2 agosto 1905: Asociación de Ganaderos.
'190ó:
<2s7) "El Siglo", 30 agosto Editorial. Premura inexplicable; 3 noviembre: Una
enqueie ¡nteresante.
(258) M.M.l. año 1912, págs.53-59: Marcas y señales.
(25e) D.S.C.S. Tomo'103, sesión del l3 diciembre 1912, págs.68-75.
Armand Ugón y otros. ob. c¡1., Tomo 33, págs. 185-190.
(260) Revist¿ del Ministerio de lndusirias, ocfubre I913, págs.1l8-122. lnforme del
lnspector Nacional de Policía Sanitaria Animal, Ernesto A. Bauzá.
(261) "El Siglo", Il enero 1905: La huelga ferroviar¡a. Trastornos.
(26?) Revista del MinisÍerio de lndustrias, octubre lgl3, págs. I34-35.
(26o) Promedios obtenidos en base a cifras expueslas en el trabaio de Oscar Mou-
rat:La inmigración y el crecimienfo de la población del Uruguay. lB3O-lg3O,
en "5 Perspectivas del Uruguay Moderno", Montevideo, 19ó9, págs. 15 y ló.
(264) Francisco Soca: Selección de discursos. edición de "Clásicos Uruguayos.,,, Tomo
l, prólogo del Dr. Héctor R. Muiños. Montevideo, 197S.
(2ó5) Revista del Ministerio de lndustrias, iulio I913, págs. I05-09: lndustria le-
chera. Consideraciones económicas, Arfículo de Mauricio Demolin; mayo 1913,
págs. 42-44: Nuestra industria lechera-
(266) M.M.l. año 1912, págs. I34-13ó: lmportación de cremas y mantecas,
D.S.C.R. lomo 223, sesión del 22 febrero 1913, págs. 75-85.
(267) "El Siglo", I0 agosto l9l3: Página de la Campaña. Editorial. Las Rancherías.
(2ó8) Revista "La Campaña", I0 iunio l9ll, págs. l5-17: La industria lechera en ei
Uruguay, conferencia de Carlos Praderi.
(26e) Corroborado por la descripción de lecherías ,,modelo,, publicado en el Album
Pur Sang, ob. c¡t., Tomo ll, págs. 244-46.
(27o) Revista del Ministerio de lnduslrias, mayo 1913, pá9s. 143-'l47; noviembre
'1913, páss.94.98.
(27 t) Corroborado en "El Siglo", l5 enero I905: Notas rurales.
(272) "El Siglo", II octubre l9l3: Página de la Campaña. Editorial. Cambios brus-
cos y peligrosos; 10 octubre '1905: Cremerías cooperativas,
(273) "El Siglo". l9 enero 1905: Valor de los campos.
(274) Revista del Minister¡o de lndustrias, octubre 1913. págs. I30.31.
127 s) "El Siglo", 22 ivnio I9l0: Página de la Federación Rural. Editorial. El ferro-
carril y la leche.
(276) R.A,R. seliembre l9ll, pág. ó59: 109 Congreso Rural. Conclusiones aprobadas.
(277t Mauricio Demolin: Tratado de lechería y cremería, Montevideo. 1913, pág. 139.
1278) M.M.l. año I9l l, págs. 189-194.
i27g',t "El Siglo", 10 setiembre l9l I: Consultas rurales. Consumo y precios de la
manteca.

455
(2Eo) "Diario Nuevo",30 setiembre 1903: Vida urbana.
"El Día", ó iunio I9ll: Las industrias ganaderasi ó febrero I9l2; A iravés
de los números.
Revista del Ministerio de lndustrias, mayo 1913, págs.42-44: Nuestra in-
dustria lechera,
(28i) Carlos M. Maeso: EI Uruguay a través de un siglo, ob. cit., págs. 35,l-52.
(282) "El Día",4 enero 1910: El problema agrícola. El proyecto del Poder E¡ecuiivo.
(283) Carlos M. Maeso, ob. cit., págs.35l-52.
(284) M.M.l. año l9ll, págs. 189-94.
(285) "El Siglo", lI octubre l9'13: Página de la Campaña. Cambios bruscos peligroscs"
(28ó) Minislerio de lndustrias. Estadística Agrícola, ob. cit.
,l913,
1287) Revista del Ministerio de lndustrias, ociubre págs. l18-27; corrobara¿o
en artículo de iVlauricio Demolin de iulio 1913, págs. 105-l19.
(288) M.M.l. aáo 1912, págs. 719-23t ln{orme dei Director de la Sección Estadís-
tica Agrícola, Ricardo Blanco Wilson.
Qee) Carlos M. Maeso, ob. cit., págs.35l-52.
(290) Mensaie del Presidente de la República, Claudio Williman, ob. cit., pég.5,1.
/rot\ "El Siglo", 24 agosfo l9ll: Exposiciones ferias ganaderas.
(2e2) Muchas de estas observaciones nos han sido sugeridas por vieios taml¡eros,
entre ellos el padre de uno de nosotros: Pedro Barrán.
(2e3) Revista del Ministerio de lndusfrias, octubre I913, págs, I l8-27.
(294) Promedios en base a nuestros Cuadros Esfadísticos.
(2e5) ¡'El Sigto", I6 {ebrero'l9lI: Nuevo saladero en el departamenfo de Rocha;
26 febrero I9l3: Los grandes negocios. Venia del saladero Livramento; l1
marzo I9l3: El saladero Novo Quarahy;21 setiembre l9l2: Arrendamiento
del saladero Concordia-
(2e6) "El Siglo",18 iulio I9ll: Protección al tasaio. A propósito del proyecto clel
Dr. Acevedo. La opiníón de los saladeristas. Nota f irmada por Jaume Hno:.,
José R. Amaro, Fco. Fregeiro, R. Méndez Rodríguez, R. Tabares y A. Ssr*3
María.
(297) "El Siglo". 20 lulio I9ll: Editorial. La cuestión del tasaio.
(2e8) Eduardo Acevedo: Anales. Tomo V,págs. 594-95,
(2ee) "El Tiempo",9 iunio'1907: Editorial. Las matanzás saladeriles.
Eduardo Acevedo: Anales, Tomo V, pág.31ó.
(300) "El Tiempo", 26 ionio 1907: Editorial. La refinación de las razas.
"El Siglo", I7 octubre l905: Los derechos al tasaio.
(30'! ) "El Siglo", l3 iulio 1905: Asociación de Ganaderos.
(302) "El Siglo". 4 octubre 1905: Nueslro tasa¡o en el Brasil. i
(303) "El Tiempo",22 agosfo 1907: Editorial. El problema ganadero.
"El Siglo",25 setiembre I907: Editorial. Comercio con el Brasil,.28 setiem-
bre: Editorial;5 octubre: Tratado comercial con el Brasil.
(304) Leslie Manigaf: L'Amerique Latine au XX Siécle. 1889-1929, París, 1973,
pás. I09.
(305) "El Siglo", 15 iunio'1905: Editorial. Un problema difícil.
R.A.R. 30 setiembre 190ó, págs. 621-22t Come¡cio de tasaio. Los derechos
en el Brasil,. l5 enero 1907, págs. 23-24t lmporlación de tasaio platino en el
Bras il.
(30ó) "El Tiempo", I agosto 1907: La emigración saladeril.
"El Siglo", 22 agosto i9l3: Posición de los saladeros y {rigoríficos del Río
de la Plata, Brasil y Paraguay.
Revista Do Archivo Publico Do Rio Grande Do Sul, Porto Alegre, diciembre
I922, Ne 8, págs.240-45.

456
t

I (307) R,A.R. l9 diciembre 1907, págs. ó17-18: lndustria pecuaria de Río Grande
del Sud; I? setiembre 1907, págs. 453-54 El saladero se va; 15 marzo 190ó:
El porvenir del tasaio; diciembre 191'I, págs. 940-42: lndvs'f¡ia saladeril.
"El Día", 2l octubre I90ó: Editorial. El problema del tasaio.
,I905.
"El Siglo", 23 iulio La conferencia del Dr. Susviela Guarch.
(3c8) Promedios en base a nuestros Cuadros Estadísficos.
(309) "El Tiempo", l4 setiembre I907¡ Editorial. El saladero se va.
(310) D.S.C.R. Tomo 203, sesión del 8 marzo 1910, págs. 144-162, Discurso del
diputado Gabriel Terra.
(31 1) "El Siglo", ló marzo I9l3: La carestía de Ia vida en el Brasil. El charque.
Un artículo del "Jornal Do Brasil".
\J z.l J. C. Williman: El Dr. Claudio Williman. Su vida pública. Montevideo,'1957,
r

pág:. ó91 en adelante.


(313) "El Siglo", 20 iulio 191l: Editorial. La cuestión del tasaio.
(3i4) Este cuadro ha sido elaborado consultando las siguientes {uenles:
"El Si9lo", 22 marzo I90ó: La Política Aduanera. Bras¡1, Uruguay, Argentina.
Eduardo Acevedo: Anales, Tomo V, págs.3ló y 595.
''El Telégrafo Marítimo", diario montevideano que f ue compulsado todos los
días de enero descle l90T a I9,I3. Se promediaron los valores en reis y el
tipo de cambio respectivo.
Otras fuentes corroboran Ias cifras:
"El Tiempo", I7 enero 1907; Editorial. Nuestro tasaio en el Brasil; 20
enero: Nuestro comercio con el Brasil,
"El Siglo",'19 diciembre 190ó: El lasaio;27 abril I9l0: El cambio en el Brasil.
R.A.R. abril 1911, pégs. 31'l-3'l2r El mercado brasileño de tasaio; l9 {ebre'
ro'1909: Crónica.
Memoria del Ministerio de lndustrias, Trabaio e Instrucción PÚblica, años 19C7-
I909, pá9s.341-370.
(s 15) "El Siglo", 7 abril 1912: La industria que muere.
(31ó) D.S.C.R. Tomo 203, sesión del I marzo l9lO, págs. 144-62.
(J /.¡ Leslie Manigat, ob. cit., pá9. 110.
r

(318) R.A.R. marzo 191'1, págs. 1ó9-75: Algunas observaciones sobre la cuestión
del tasalo.
(3 le) Revista Hi*órica, publicación del Museo Histórico Nacional, Montevideo, marzo
1972, Nos. 127-129: ln{ormes diplomáticos de los represenfantes del lmperio
Alemán en el Uruguay, pág. 467.
(320) Ernesio Guhl: Cuba, bosqueio de su geogralía política. Universidad Nacional
de Colombia, 1969, pá9. 31.
(32r) R.A.R. l5 mayo 1906, págs.280-82: El mercado de ganado vacuno;19 lurrio
I909, pá9s.404-07: Nuestro tasaio en Cuba.
(322) R.A.R. 30 abril 190ó, págs.262-64: La indusfria pecuaria en Cuba;31 agosto
I90ó, pá9s.540-41: El comercio de ganado con Cuba disminuye; l9 ociubre
1907, págs. 500-01: Notas sueltas. La ganadería en la isla de Cuba.
"El Día",2.l enero l9l0: Condensadas. El tasaio en Cuba; I5 abril; El tasaio
en Cuba y los derechos de importación.
"El Tiempo", ó febrero l9l0: Derecho al tasaio.
(323) "El Tiempo", l4 iunio I907: Editorial. El tasaio y sus rivales.
(324) R.A.R, seiiembre y octubre 1910, págs. 749-7732 Los mercados antillanos para
los productos del Uruguay. Conferencia de Rafael J. Fosalba.

457
I
;
I

&
(325) R.U.l.U. 28 {ebrero 1910, págs. 2645-46: Los derechos al tasaio en Cuba.
Editorial de Pedro Cosio.
Pedro Seoane, ob. cit., págs. 195'98.
(32ó) '19 agosto 1910, págs. ó15-18: Nuestro tasa¡o en Cuba.
R.A.R.
(327) "El Tiempo", 4 ociubre 1907: Centro de saladeristas; 8 octubre: Del Centro
Saladeril.
(328) M.M.l. año 1912, págs. 171-74: La exportación de tasaio.
(32e) R.A.R. 15 mayo 190ó, págs. 277-78: Nuestras induslrias de carnes'
(330) Hugo Mongrell, ob. cit., pá1s' 427-31.
"El Siglo", 5 setiembre 1908: Notas rurales.
(331) Ricardo Massera: El tasaio. Amberes. 191'1, págs. 77'79 y 128'
Los problemas del "gusto" y la resistenc¡a euroPea al tasaio fueron tralados
exfensamente en nuesÍro Tomo l, págs. I I l''l§.'
(332) "El Tiempo", ó noviembre 1908: Nuevo mercado para el tasaio'
(3s3) R.A.R. l9 ociubre 1909, pág. 793. Resolución del Poder E¡ecutivo'
(334) Ricardo Massera, ob. cit., Pá9. 80.
(335) "Et Tiempo", 22 iulio 1908: Mercados para el tasaio. Transcripción de "L'ltalia
al Plala".
(33ó) "El Siglo", l8 noviembre 190ó: Nueslras carnes. Una reunión importante'
l5 mayo l9O8¡ Nuesiro tasaio. Su ¡ntroducción en el Congo-
(337) R.A.R. l9 ¡unio 1909; págs. 404-07: Nuestro tasaio en Cuba.
R,A.R. l9 agosto 1909, pá9s. ó18-19: lmportación de tasa¡o en Portugal y
en el Africa del Sur.
(338) "El Día", 2l abril 1909: Nuestro tasaio en Porlugal'
(33e) M.M.l. año 1911, págs. 33-34.
(340) "El Día", ó iulio 191l; Protección al tasalo; 5 iulior Nuevas formas de la'
saio; 2l iulio: En de{ensa del tasaio.
(34 1) "El Siglo", l8 iulio 'l9l l: Protección al tasaio.
(342) "El Siglo",27 setiembre lg0T: Edirorial. Comercio con el Brasil.
(343) "El Tiempo",3l iulio 1907: La emigración de la industria saladeril.
"El Siglo", l9 diciembre'1909: Página de la Federación Rural. Los saladeros
del Cuareim y Sanla Ana; 22 agosto 1913: Posición de los saladeros y fri-
goríficos del Río de la Plata, Brasil y Paraguay.
(344) "El Siglo", 23 iunio l9l2: Más allá de las fronferas patrias.
(345) "El Tiempo", ó setiembre l90Tr Editorial. El saladero se va.
(34ó) R.A.R. diciembre lgl3, págs.849-850: EI charque y los saladeros.
"El Tiempo",8 iunio I907: Editorial. Las grandes matanzas.
(347) Ricardo M. Orriz, ob. cit.. Tomo ll, págs. 59-ó0.
"El Siglo",2'l iulio I905: Notas de Fénix.
(348) "El Siglo/',3 iulio l9l3: El estado de la ganadería nacional. Una conversa-
ción con el señor Aleiandro Victorica;7 iulio I9l0: Notas de Fénix.
(34e) Pedrc Cosio: Aduanas de Fronleras. Montevideo, 1905, págs' ó8'ó9.
(350) Promedio en base a nuestros Cuadros Estadísticos.
(351) "El Día", 22 ab¡il I9l0: Editorial. Situación ganadera.
R.A.R. l9 set¡embre 1907, págs. 453-55: El salade¡o se va.
(352) ^'El Día", l'l setiembre I9l2: Por el Cerro. Los saladeros y el mal olor.
(353) R.A.R. marzo I9ll, págs. ló9-75 artículo citado.
(354) "El Día",8 setiembre lgllr Jaurés. La visila al saladero Tabares'

458
R.A.R. l5 iulio'190ó; págs.45l-52: Matanza por saladero hasta el 30 de
iunio; 30 iunio 1907, págs. 380-8lr Matanzas en el Río de la Plara y Río
Grande hasta el de iunio.'15
Eduardo Acevedo: Anales, Tomo V, pág. 4ó3.
Precio promediado en base a datos diarios de "El Telégrafo Maríf imo", sec.
ción Tablada, meses de enero de 1905 a l9ll.
358) "El Si9lo", 8 marzo 1907: Edirorial. El peligro ganadero.
,359) D.S.C.R. Tomo 180, sesión del '14 marzo 1905, págs. I90-208. Discurso det
diputado M. Tiscornia.
r 3ó0) D.S.C.R. Tomo 180, sesión del 14 marzo l905, págs. 175"188.
(3ó r) "El Siglo",29 iunio l9l0: Aviso;'19 diciembre'1908: Venta de un saladero.
i 3ó2) R.A.R. marzo de l9li, págs. ló9-175: Algunas observaciones sobre la cues-
tión del tasaio.
R. Lloyd y ofros, ob. cit., pág, 287.
i3ó3) "El Siglo",29 diciembre 1908r El saladero Liebig's.
(3ó4) D.S.C.R. Tomo 180, sesión del l4 maeo 1905, págs. 194-209. Discurso del
diputado Gregorio L. Rodríguez.
(3ós) 'El Tiempo", 13 iunio '1907: Editorial. La exportación de carnes,
(36ó) Promedios en base a nuesiros Cuadros Estadíslicos.
(3ó7) "El Siglo", 4 iulio 190ó: Notas de Fénix.
"EI Tiempo", l9 ¡unio 1907: Editorial. Dividendos que prestigian al país.
(3ó8) "El Siglo",2l agosto 1909: Página de la Federación Rural. Estancias de la
Cía. Liebig's; 'l
I iulio: La fábrica Liebig's.
"El Tiempo",28 iulio )908: lmportanre operación.
C. Maeso, ob. cit., pág. 324.
(3óe) "El Siglo", 20 iunio l9ll: De la Campaña. Las faenas de Liebig,s aguí y en
la Argentina.
(170) D.S.C.R. Tomo 180, sesión del II marzo 1905. págs. t75-88.
(37]) D.S.C.S. Tomo 88, sesión del l l iulio 190ó, págs. 344-51,
Armand Ugón y otros. ob. cit., Tomo 27, págs, 117-18.
(372) 'El Tiempo". 3l marzo 190ó. Editorial.
(373) D.S.C.R. Tomo l80, sesión del l4 marzo 1905, págs. 175-lBg. Discurso del
diputado M. Tiscornia.
(374) D.S.C.R. Tomo l8l, sesión del 2 mayo 1905, págs.,l33-144. Discurso del
diputado Angel Floro Costa.
"El Si9lo",29 diciembre 1908: El saladero Liebig'+
(37ó) Critchell y Raymond, ob. cit., págs. 255-57.
\377) Gallo y Cortés Conde, ob. cit., pá9s. ll9-.I20.
"El Siglo", l0 octubre l90l: Nolas de Fénix.
(378) "El Siglo", l3 octubre 1903: Editorial. Comercio con Sudáfrica.
{37e) "El Siglo",22 octvbre 1904: Telegramas. La escuadra rusa en ruta al paci
fico, de tan corla vida en verdad, se abasteció con carne argenlina.
(s8o) R.A.R.3l diciembre I903. págs.584-85: El frígorífico uruguayo.
(38 I) Critchell y Raymond, ob. c¡i., pág. 84.
(382) "El Siglo", 23 febrero lg02: Editorial.
Exportación de carnes.
(383) "El Siglo",8 iunio 1902: Del ingeniero Serrafo. Economía rural,
(384) "El Siglo", I2 y t5 iunio l9O2: Del ingeniero Serraio. Economía Rural.
(3S5) D.S.C.S. Tomo 80, sesión del l2 setiembre 1902, págs. Ióó-194. Discurso
del senador Alfredo Vásquez Acevedo.
(38ó) D.S.C.R. lomo 167, sesión del ó marzo 1902, págs. 164-67.

459
(387) D.S.C.R. Tomo ló8, sesión del 22 mayo 1902, págs. 194-96.
(388) Matías Alonso Criado: Colección Legislativa de la República Oriental det
Uruguay, Iomo 25, págs. 3l9-20.
"El Siglo", 20 marzo 1902: Exportación de carnes congeladas; 30 agosio 19C3:
Sociedad Frigorífica Uruguaya.
(38e) D.S.C.R. Tomo Ió9, -sesión del 14 agosto 1902, pá9. 69.
(3eo) "El Siglo",24 abril I902: La empresa frigorífica; II iulio: El frigcrífico.
(3e l) "El Siglo", l3 mayo 1905: La exporfación de carneros. Nuevo aforo;19
{ebrero' El frigorífico.
(3e2) "El Tiempo", 29 noviembre I907: La Frigorífica Uruguaya y Ias carnes ccn-
geladas.
D.S.C.S. Tomo 91, sesión del 23 diciembre 1907, págs. 38C-83.
(3e3) D.S.C.R. Tomo 192, sesión del 24 diciembre 1907, pá9.822.
Armand Ugón y otros, ob. cit., Tomo 28, pá9. 48-
(3e4) "El Siglo", l9 iulio 1909: la induslria frigorífica.
(3e5) D.S.C.R. Tomo 200, sesión del 28 iunio §A9, págs.22'24.
D.S.C.S. Iomo 96, sesión del 22 abril 19i0, págs. 558-59.
(3eó) Armand Ugón y otros, ob. cir.. Tomo 30, págs. ll3-14.
{397) D.S.C.R. Tomo 203, sesión del 5 mayo 1910, pá9s. 127'130.
(3e8) "El Siglo", 22 febrero I9l1: La Frigorífica Uruguaya. Algunas inexactiiudes
que se deslizaron en este artículo, atribuibles a errores de imprenta, puciie-
ron ser corregidas en base a la información que el mismo diario brinCó
en 1902.
(3ee) "El Siglo". 20 marzo '1902: Empresa f rigoríf ica; 24 abrih La empresa lri-
gorífica.
(400) R.A.R. l5 marzo 1902, págs. I l3-14: Frigoríficos.
(4ol) "El Siglo", 12 mayo l904: La Frigorífica Uruguaya. Su asamblea de ayer.
R.A.R. I5 iunio 1903, págs. 271-72t El Frigorífico Uruguayo.
"La Tribuna", 1l iunio 1902: Los Frigorí{icos.
ua2) "El Siqlo", 4 diciembre 192: El f rigoríf ico; l3 diciembre: El Frigoríf ico Uru-
guáyo.
(403) "'El Siglo", I9 febrero l9O5: El frigorífico; l8 iunio 1904: En el FrigoríIicc
Uruguayo.
(404) "El Siglo", 'l I iunio I902: El frigorífico. Su establecimiento en el país.
(405) "El Siglo",23 febrero I902: Editorial. Exportación de carnes.
R.A.R.28 febrero I902: Frigorífico Uruguayo.
(406) "El Siglo", 25 iulio 1902: Los frigoríficos'
(4c7) "El Siglo", l5 agosto 1902t El saladero Cibils. Su arrendamiento.
(408) R.A.R.31 octubre I902, pá9s.50ó-08: A propósito de {rigoríficos.
"El Siglo",2ó octubre 1902: Frigorífico Montevideo.
(409) "rEI Siglo", I8 octubre 1902: El frigorífico. Dónde debe establecerse.
(4r0) "El Siglo", 23 febrero I902: Editorial. Exporlación de carnes.
(41 1) "EI Siglo". 20 febrero l903: El frigorífico,' 2 abril: La Frigorífica Urugu:ya.
(412) La Frigorífica Uruguaya. Memoria Anual, Montevideo, I905, 17 páginas.
"El Siglo", 2l diciembre '1904: El frigorífico; 25 diciembre: El frigorí{ico.
(4r3) "El Siglo", 9 marzo I905: El frigorífico;12 mayo, igual título.
(41 4) "El Siglo", I9 febrero 1905: El frigorífico; 3 enero 1903: Notas americanas.
Anton¡o M. Poy Costa: Los Frigoríf icos, Universidad Nacional de Buenos Ai-
res, 1918, págs. 29-34.

460
- ti) 'El Siglo", l9 {ebrero 1905: El Frigorífico; '12 iunio ,l903: Et Frigorífico Uru-
guayo.
rtó) "El Siglo", 3 enero l90ó: El Frigorífico; 31 diciembre ig0T: La Frigorífica
Uruguaya.
"El Tiempo", 29 noviembre 1907: La Frigorífica Uruguaya y las carnes con-
gelad as.
Eduardo Acevedc: Anales. Tcmo V, págs. 4ó3-ó4.
"El Sigio", 30 diciembre 1908: La Frigorífica Uruguaya.
(4i8) D.S.C.R. Tomo 200, sesión del 28 iunio 1909. págs- 22-24. Fundamentos
del proyecto de ley presentaCo por el diputado Conrado Rucker.
(; I9) 79 Congreso Rural Anual celebrado en la Asociación Rural del Uruquay, lv1on.
tevideo, i908, págs. 89-98: Consideraciones sobre la induslria frigoríf!ca en
el Uruguay, por D. E. Salmón, pres¡ctente de la Comisión de Veferinaria de la
Asociación Rural.
La Frigorífica Uruguaya, Memoria Anual, 1905, ob. cit.
(42 i) "El Siglo", l9 agosio 1905; La Frigorífica Uruguaya.
La Frigorífica Uruguaya, ob. cit.
(122) Critcheli y Raymond, ob. cit., págs. 100"'l0l y 78-79.
(423) "El Siglo",30 diciembre 1908: La Frigorífica Uruguaya.
(421,) 'El Siglo", 29 diciembre '1910: Los colosos de la industria necionat. La Fri-
gorífica Uruguaya.
(425) "El Siglo", 22 fe'orero l9l l: La Frigorífica Uruguaya.
{426} Antonio M. Poy Costa, ob. cit., pág. 1.l0.
i42V) Precios obtenidos en base a la consulta de las siguienles {uenfes:
La Frigorífica Uruguaya, Memoria Anual, I905. ob. cit.
"El Tiempo",3l diciembre l90T: La Frigorífica Uruguaya.
Critchell y Raymond, ob. cit., pág, 417,
79 Congreso Rural Anual celebrado en la Asociación Rural del Uruguay, Mon.
tevideo, '1908, págs. 89-98.
R.A.R. l5 marzo 190ó, págs. 138-142: Nuestro comercio de carnes con el
Reino Unido; 19 diciembre 1909, págs. 935-38: Liberación de derechos de
impcrtación a los subproductos vacunos y lanares.
"EI Siglo", l9 agosto 1905; La Frigorífica Uruguaya,. 22 setiembre 1905: No-
tas de Fénix; 2l octubre I908: Economía y {inanzas; 24 noviembre I909:
Derechos de exporfación; 3 agosto i9l 1r Venta¡as de Ias carnes enfriadas
sobre las congeladas.
(¡28) "El Siglo", 30 diciernbre 1908: La Frigorífica Uruguaya.
(42e) "'EI Tiempo", ó marzo 1907: La Tablada.
,l907¡
i430) "El Siglo", 8 marzo Editorial. El peligro ganadero.
(43 I) "El Tiempo", l2 noviembre 1907. Editorial.
Cotización de los novillos en "El Telégrafo Marítimo", sección Tablada, ene-
ro 1907 y I908, precios promediados diariamente de los dos meses.
(432) "El Siglo", l0 marzo I907¡ Reunión de saladeristas;3 octubre: Los saladeristas.
"El Tiempo". l0 octubre I907: Perspectivas halagúeñas,
\4J J, "El Siglo", I3 noviembre l9l0: Esiatutos Ce la Unión Saladeril;10 octubre
1909: Unión Saladeril.
Carlos M. Ijlaeso, ob. cit., págs. 524-25.
143.1) "EI Tiempo", 27 cctvbre I9C7: Entre ganaderos y saladeristas; 5 noviembre:
Buzón del público. Venl¿ del ganado en Tablada.
"El Siglo",25 oc'iubre 1907r Eriitorial. Las ventas de ganado en Tablada.

46L
(435) "El Tiempo", l9 noviembre 1907r Entre saladerislas y ganaderos.
(43ó) "El Siglo",29 octubre 1907: Los vendedores de ganado.
(437) "El Siglo",25 octubre'1907: Los vendedores de ganado;2ó octubre: Edi-
iorial: Las ventas de ganado en Tablada; 27 octubre: Editorial, igual lítulo.
(438) "El Tiempo", I3 noviembre 1907: Ventas de ganado en Tablada.
(439) "El Siglo", l7 iulio 1909: Página de la Federación Rural: Rosauro Taberes;
ll noviembre I908: Nolas rurales. El comienzo de la zafra saladeril.
{440t "Diario del Plata", ló noviembre 1913: Sobre el irust saladeril.
(44r) "El Siglo",25 setiembre '1907: Editorial. Comercio con el Brasil.
(442) "El Siglo",'19 febrero'1908: Tablada. Estado de los negocios;8 marzo: Bo'
letín de Ganadería. Carlas al Director.
(443) "El Siglo", 5 marzo l9l3: Las venlas de ganado.
(444) Carlos M. Maeso, ob. cit,, pá9. 324.
(44s) Promedios y porcentaies en base a cifras de nuestros Cuadros Estadístlcos.
(446) Peter Winn: El imperio informal británico en el Uruguay en el siglo XlX, Edi-
ciones de la Banda Oriental, 1975, pá9. 65.
,I80,
(447) D.S.C.R. Tomo sesión del 2l marzo 1905, págs.2ó8-78; sesión del ó
abril l905, págs. 4óó-89.
(448) D.S.C.R. Tomo'18O, sesión del 14 marzo 1905, pá9s. 194'208.
"El Siglo",29 diciembre 1908: El saladero Liebig's.
(44e) D.S.C.R. Tomo'180, sesión del ó abril 1905, págs.4óó-89. Discurso del di-
putado Gregorio L. Rodríguez.
(450) "El Siglo", 19 febrero 190ó: Transacciones rurales: l8 enero 1907: Ganadería
y Agricultura. Transacciones rurales; ló enero '1909' La faena de Liebig's¡
l4 enero l9l0: Ecos de la camPaña.
(45r) D.S.C.R. Tomo l80, sesión del la marzo 1905, págs. l90-208. lntervención
del representanle Pelayo.
(4s2) "El Siglo", l7 enero 1908: El precio del ganado.
(¿53) "El Siglo", 5 abril 1908' Boletín de Ganadería. La crisis ganadera de Entre
R íos.
(454) D.S.C.R. Tomo lB0, sesión del 21 marzo l905. pá9s.2ó8-78.
(455) "El Siglo", l9 agosto 1908: La Frigorífica Uruguaya.
(45ó) Hugo Mongrell, ob. cit., pá1s.421-24.
(4s7) "El Siglo",'17 enero l905: Notas rurates;23 marzoi Notas rurales; l9 abril
l9l0: Página de la Federación Rural: Ecos de la campaña. Paysandú'
(4s8) "El Sig!o", 5 setiembre '1905: Exposición del Salto. Discurso de Hilario Hel-
guera, presidenle de la Asociación de Ganaderos'
(4se) La cotización de los novillos para el abasto de Montevideo la hemos relevado
del diario "El Siqlo". De 1905 a 1907 {igura muy espaciadamente. A Part¡r
det l9 de febrero de I908 los precios son casi semanales y Por tanto muy
representativos. Además se indicaba el número de reses, el departamento
de origen y el propietario cuando se trataba de "ganados especiales", datos
que hemos utilizado para la probanza de otros hechos en esie trabajo. La
sección del diario se titulaba: "Tablada". Esos "Ganados especiales" se des-
tinaban al Abasio y al frigorífico, pero la cotización abonada por este últi-
mo no aparecía en esa sección. Ella es mucho más difícil de conocer. L: em-
presa {rigorífica y los estancieros se entendían privadamente y hasta 1911-
l9l2 era inlrecuente que los precios fueran publicitados. Empero, en ar'
tículos de diarios y revistas se deslizan año por año diversos precios que
permilen conocer con relativa solidez la evolución de la cotización. He aquí

462
la ubicación de las fuentes ufilizadas para conocer el .l908:
precio de los vacunost
"El Siglo", 27 enero 1905; El frigorifico; l9 oclubre Notas rurales; 2ó
.l909:
enero 1909: Tablada; I4 febrero Tablada; ó iunio 1909: La carne. Su
prec¡o actual; 29 ociubre I9ll: La Frigorífica Uruguaya.
R.A.R. l5 enero l9Oó, pág. 29: Transacciones rurales.
79 Congreso Rural Anual celebrado en la Asociación Rural del Uruguay. Mon-
,evideo, 1908, págs. 89-98.
''El Tiempo", l3 noviembre 1907: Nolas rurales;21 setiembre l90Z: Comer-
cio. Ganado en T¿blada.
El precio pago por las caponadas fue conocido a través de est¿s oiras fuentes:
"El Siglo".30 diciembre 190ó: Ganadería y Agricultura. Transacc¡ones rura-
les; 19 y l9 enero '1907: Comercio-Capones para frigorífico; 23 enero ,l907:
La Frigorífica Uruguaya; ó febrero 1907: Capones para frigorífico; l4 febrero
'l
909: Notas rurales. Venta de caponadas; 29 octubre I 9 I I : La Frigorífica
Uruguaya.
R.A.R. 30 noviembre 1905, págs. ó55-5ó: Transacciones rurales.
"El Tiempo", 'l I setiembre 1907: Comercio. Ganado en Tablada.
(4ó0) Promedios y porcentales en base a cifras en nuestros Cuadros Estadísticos.
.l902,
(4ó 1) D.S.C.R. Tomo -1ó8, sesión del 3 iunio págs. 270-90; sesión del 5
iulio, págs. 664-696. Discurso del diputado Francisco J. Ros.
(462) D.S.C.R. Tomo ló8, año 1902, págs. 70ó-08.
(4ó3) D.S.C.R. Tomo 203, sesión del 5 marzo 1910, págs. 127-30.
(464) "El Día", i2 iulio l9ll: En defensa del tasalo.
(4ó5) D.S.C.R. Tomo '180, sesión del I I marzo I905, págs. 175-88 y 8 abril 1905,
pá7s.497-509.
,l80, sesión
(466) D.S.C.R. Tomo del 9 mayo 1905, págs. 184-200.
(467\ Cifras en el Anuario Estadístico de I908.
(4ó8) D.S.C.R. Tomo I80, sesión del 4 marzo 1905, págs. 2ó8-78.
(469) "El Tiempo", l9 abril 1908: Sequía en los campos.
(47o) "El Siglo", '19 febrero I908: la huelga de sal¿deros.
(47 1) "El Siglo", 20 enero l9l0: La insurrección. Tiroteo en el Cerro.
(472) "El Tiempo", 3 enero 1907: Movimiento ob:ero.
(473) "El Día", lO enero 1908: La huelga en los saladeros.
<474) "El Siglo",4 enero 1908: La huelga en los saladeros. Sus verdaderas causas.
(475) "El Tiempo", 3 enero 1907: Movimienlo obrero.
(476) R.U.l.U. setiembre 1907, págs. 2081-2090: Datos sobre sueldos y salarios
Por gremios.
(477) "El Siglo", 2 abril 1909: En la {ábrica Liebig's. Huelga fracasada.
(478) Para el salario-hora del obrero francés véase: V. L. Tapié y L. Genet: Le monde
contemporain, París, 1962, pá9. t0.
Para el precio de los alimentos y la vivienda:
"El Día", ó noviembre 1907: Editorial. La suba del pan; II enero '1908: Los
i vendedores de carne;15 enero 1909: El trusi de los molineros; ó iunio 1911:
Las industrias ganaderas.
"El Siglo", 22 noviembre 190ó: Boletín Comercial. Artículos de consumo;
I ó iulio 1907: La carestía del pan; lg enero I908: Año nuevo.
"Diario Nuevo",30 setiembre ]903: Vida urbana. Los artículos de primera
,I904: Problema
necesidad,. l9 noviembre de alimentación; 22 iunio I9C5:
La cuestión social.
R. Lloyd y olros, ob cit., pá9.101.

463
(479) D.S.C.R. Tomo 231, sesión del 3lunio 1914. Párrafos del Mensaie del Poder
Eieculivo sobre proyecto de ley fiiando la Contribución lnmobiliaria para la
Capital.
"El Dí¡",8 iunio 1909r De Jacobo Bertillón.
(480) "Diario Nuevo", l9 enero 1904: Ei precio de la vida en Europa.
(481) "El Dia", I0 enero 1908: La huelga en los saladeros.
(482) "El Día",21 abril 1908: Las ocho horas. La opinión de Ios obreros.
(483) "El Día", l0 enero 1908, artículo cirado.
(484) "El Día",23 enero l9li: La ciudad lamentable.., A fravés de los conventillos.
Para el precio de las casas "baias" en el Montevideo de la época, véanse
los avisos que publ¡caba en el diario "El Siglo", el "Banco de Cobranzas,
Locaciones y Anticipos", por elemplo, el del '17 de octubre de 1905.
Alfredo Castellanos: H¡sloria del desarrollo edilicio y urbanístico de Monte-
video. 1829-1914, Montevideo, 197.I, págs. 258-59. Allí se informa que el
Censo de 1908 dio cuenta de fa existencia de 59ó viviendas de más de 20
piezas, es decir, "inquilinatos" o "conventillos".
(485) "El Día", ló febrero 1908: Movimiento obrero. Varaleros del Cerro.
(48ó) "El Siglo", 28 marzo 1905: Movimienfo obrero. Varaleros y peones de sala-
dero; 4 y 5 enero I908: La huelga en los saladeros. Sus verdaderas caus¿s.
(487) "El Día", 4, 5 y 10 enero '1908: A{ovimienlo obrero. La huelga en los sala-
deros;17 febrero: Movimiento obrero. Cbreros Cesolladores;2C febrero: La
huelga en los saladeros.
"El Siglo",3 enero l908: La huelga en los saladeros.
(488) "El Tiempo", 4 oclubre 1907r Centro de saladeristas.
"El Siglo",8 enero 1908: Los saladeristas,'ló eneror Faena Saladeril.
@es) "EI Siglo", 29 y 31 enero 1908: La Tablada; 12, 13, 14 y 15 febrero: T¿blada.
(4eo) "Ef Siglo", 18, 19 y 2l febrero I908: Tablada.
(4e r) "El Siglo", 25 febrero '1908: Tablada. Terminación de la huelga saladeril.
(4e2) D.S.C.R. Tomo I80, sesión Cel 'l I marzo 1905, págs. 175-188. Discurso del
diputado Carlos Roxlo.
(493) "El Siglo", 2 abril I909: En la fábrica Liebig's. Huelga fracasada.
(494) A. Ruano Fournier, ob. cit. Estados de exportación al final del libro, en página
sin numerar, J
(49s| Anuarios Estadístícos de los años respec?ivos.
(496) Anuarios Estadísticos de los años respect¡vos. El Cesfase de un año se explica
porque el tasaio era carne desecada, que pesaba la mitad de la fresca. De
este modo los frigoríficos pudieron sobrepasar en exporiación a los salade-
ros en l9'13 y recién lo hicieron en número de reses faenadas al año siguienfe.
(4e7) Ricar<jo M. Ortiz, ob. cit., Tomo ll, págs. I0-l l y I3.
(498) R.A.R. l5 ciiciembre 190ó, pág.845: Los frigoríficos de Buenos Aires. Los
porcentaies nos perfenecen,
(4ee) "El Siglo",3, l0 y 22 {ebrero 1911: La Frigorífica Uruguaya;2l marzo I9l2;
La Frigorífica Uruguaya.
Critchell y Raymond, ob. cit., págs. 81-83.
(500) "El Siglo",29 iunio 191'I¡ La producción de la industria de carnes,
(501) Armand Ugón y otros, ob. cit., Tomo 31. págs.2l3-14.
R.A.R. iulio I9l !, pá9. ó'l3: Protección de la industria de preparación de
carnes.
(s02) D.S.C.R. Tomo 211, sesión del l3 iulio )91'I, pá9s.35ó-359.
D.S.C.S. Tomo 99, sesión del I3 iulio l9ll, pégs. 597-98.

464
-13) "El Día",23 iunio l9l0: Sobre la exporlación de carnes. La venida de Mr
Ariuro Mecker-
5C.r) "El Siglo", 2l iulio l9l I: El Frigorífico Montevideo.
505) "El Siglo", 19 agosto 191 l: Estatutos de la sociedad anónima Frigorífico
Monlevideo.
50ó) ''El Día", 24 abril l9l2: El Frigorífico Monievideo.
"El Si9lo", 29 y 30 iunio l9l2: El Frigorífico Montevideo,. 2 setiembre l9l I:
El Frigoríf ico Montevideo.
(507) "El Día", ló octubre 1912: El nuevo frigorífico. Iniciación de sus faenas.
(s08) R.A.R. iunio l9i 1, págs. 472-74 El comercio ganadero.
(50e) Ricardo M. Ortiz, ob. cit., Tomo ll, págs. 17-18.
(s'r0) "El Siglo", 3 octubre 1909: Página de la Federación Rural. Por los merca-
dos extranieros.
(511) Edward C. Kirkland: Historia económica de los Estados Unidos, Méiico, 1947,
pá9.717.
(512) Anfonio M, Poy Costa, cb. cit., pá9s. l9-21.
(s13) Gallo y Cortés Conde, ob. cif., pá9. 125.
"El Siglo",3 enero '}903r Notas americanas. Los establecimientos Armour
en Chicago.
(5 14) "El Siglo",7 agoslo )913: Página de la Campaña. Editorial. El trust de la
carne. Arfículo de Carlos Praderi.
(515) "El Día",24 enero 1913: Una obra de riqueza y de trabaio: el Frigorífico
Montevideo.
(5 1ó) Peter H. Smith: Carne y Política en la Argentina, Buenos Aires,19ó8, págs.
63-64.
(517) "El Siglo", l0 mayo l9l3: Carnes congeladas en Londres; 14 mayo: El trust
de las carnes; l4 mayo: La indusiria de carnes en la Argeniina; 19 iunio:
La cuestión de la carne.
Ricardo M. Ortiz. ob. cit., Tomo ll, pág. 23.
Gallo y Cortés Conde, ob. cit., pá9.'128.
(5r8) Peter H. Smith, ob. cit., págs. 49-50.
(5re) "El Siglo". 28 iunio l9l3: El trust de la carne.
(520) "El Siglo", l5 mayo 1913r El precio de los ganados en la Argentina.
(52 r) Peter H. Smith, ob. cit.. págs. óó-ó7.
(s22) "El Día", l7 setiembre '1907; Editorial. EI problema de la carne; 'l I enero
l90B: Los vendedores de carne.
(523) "El Siglo", ó y Il setiembre l9l0: Tablada.
(524) "El Siglo",5 iulio l9l0: Página de la Federación Rural. Editorial. Los gana-
deros a merced de los abastecedores.
(525) "El Día", l0 iulro l9l2: De la sociedad Unión de Vendedores de Carne;5
setiembre l9'l I: La carne cara.
(s26) 'El Tiempo", 4 iulio 1912: Lo que ganan los abastecedores.
(s27) "El Siglo", l1 iulio 1909: Los productos del Frigorífico; 4 setiembre 1909:
Página de la Federación Rural. Las franquicias a los frigoríficos y la carne
para el consumo de la población.
(528) "El Siglo",29 marzo 1908: Boletín de Ganadería. Desarrollo y porvenir de
la industria argentina de carnes congeladas y refrigeradas.
"EI Tiempo", 28 iunio l9l2: Editorial. El asunto de la Frigorífica.
(s2e) "El Día", 25 octubre l9ll: El abastecimiento de carnes.
(530) "El Tiempo",25 agosto l9l2: Aviso comercial de "La Frigorífica Uruguaya".

46s
(53 l) "El Tiempo", l1 iulío l9l2: Lo que ganan los abastecedores.
(532) "EI Tiempo",20 iunio l9l2: Editorial, La Frigorí{ica y los abaslecedores.
(533) "El Tiempo", Ió iunio I9l2: La carne a baio precio;5lulio'1912: Editorial.
Sobre el mismo temai ó iulio I9l2r Editorial: Rematando la suerte; 25 ágosto
I9l2: Aviso comercial de "La Frigorífica Uruguaya". El director de este dia-
rio era Víctor Pérez Petit.
(534) ''El Día", 25 lunio '1912: Del doctor lrureta Goyena.
(535) "El Día",2ó iunio l912: Del doctor lrureia Goyena.
(53ó) "El Día", 3 iulio 1912: Del doctor lrureta Goyena.
(537) "El Día",20 iulio 1912: De la sociedad Unión de Vendedores de Carne.
(538) "El Día",1ó iulio i9l2: Carta abierta al señor Presidenfe de la República
de la Unión de Vendedores de Carne.
(53e) "El Día",1,l iulio l9l2: La cuestión de la carne; 12 iulio: Cómo se vende
la carne.
(540) "El Día", 1ó iulio 1912 y 25 y 2ó iunio 1912, artículos citados.
'11
(54 1) "El Siglo", iulio l9l2r La Frigorífica Uruguaya y los abastecedores.
"El Tiempo", l1 lulio I9l2: La Frigorí{ica Uruguaya; l3 iulio: Los abaslece-
dores y la Frigorífica; I4 iulio: Caricatura.
(s42) "El Día", 23 agosto I9l2: Editorial. La Junta y lo: abasfecedores.
(543) "El Tiempo",27 agosto l9l2: Editorial. ldea equivocada.
(544) "El Tiempo",20 agosto'19'12: La Fi'igorífica Uruguaya y los abastecedores.
(545) ''El Siglo", 15 mayo y 23 iulio: Tablada;'ló octubre: Carnes {rigorificadas.
(546) "El Tiempo", I4 febrero I9l3: El gran problema del día. La carestía de la
vida.
(547) "El Siglo", l0 a3osto l9l3: La carestía de Ia carne.
(548) "El Tiempo", 28 agosto l9l3: La Frigorífica Uruguaya y las ferias francas.
(54e) "El Tiempo",29 noviembre'1913: De Paysandú. El precio de Ia carne.
(550) "El Siglo",'15 iulio 1913: La industria saladeril. Transcripto de "El Telégra-
fo" de Paysandú.
(55r) La Frigorífica Uruguaya S. A. Memoria y Balance correspondientes al e¡ercicio
terminado el 30 de nov¡embre de 1913, Montevideo, 1914, 9 páginas.
(552) Peter H. Smtih, ob. cit., pá9. 73.
(55s) "El Siglo", 24 diciembre I9l3: El trust de la carne.
1554) La Frigorífica Uruguaya S. A. Memoria y Balance correspondientes al eier-
cicio terminado el 30 de noviembre de 1914, Montevideo, '19'15, l l pégines.
(555) "El Siglo", 7 febrero l9l3: La venta de ganado al peso.
Album Pur-Sang, ob. cit., Tomo ll, págs. 509 y 59ó.
Pedro Seoane, ob. cit., págs. 475-77.
(55ó) "El Siglo", 8 setiembre 1910: Página da la FeCeración Rural. Las carnes ar.
gentinas y el trust norteamericéno. Traducción de un artículo del "Evening
Post" de New York.
(557) 'El Siglo",2 marzo i9l1: Los frigoríficos arg3ntinos y el capital norteame-
ricano. Transcripción de "un diario bonaerense".
(558) R.A.R. iunio 19'l I, págs. 472-74: El comercio ganadero. De "La Nación" cie
Buenos Aires.
(55e) "El Siglo", l9 marzo 19t0r Página de la Federación Rural. La cría del ganado
en la Argeniina. Traducción de un artículo de "The Times" de Londres.
(5óo) "El Siglo",3 diciembre 1907: Monopolio de la carne. El trust yankee en el
Río de la Plata.
(5ól) ''El Siglo", 3 noviembre I908: Economía y finanzas. EI trust de Ia carne.

"166
(s62) "El Siglo", 30 marzo l9l0: Editorial. Saladeros y frigoríficos; 10 iulio I909:
El lrust de las carnes. Compra de los frigoríficos argentinos.
(5ó3) "El Día", 9 setiembre 1909: El trust de las carnes.
(.564) "El Siglo", l4 agosto l9l0: Reunión de ganaderos. Previniéndose contra los
trusts.
(5ó5) "El Siglo", 23 mayo l9l l; El trust de Ios frigoríficos.
(5óó) R.A.R. abril 1912, págs. 245-255: Notas sueltas. tndustria de carnes.
(s67) "El Siglo",20 mayo l9l3r Editorial. El impuesto a los ganados y el trust
de la carne.
(5ó8) "El Siglo",3l mayo l9l3: Editorial. Problemas ganaderos. El trust de la
carne.
(5óe) Eduardo Acevedo: Anales, Tomo V, págs. 583-84.
(570) M.M.l. año 1913, páss. 24-25.
(57',I) D.S.C.S. Tomo 80, sesión del l2 setiembre 1902, págs. lóó-84.
(s72) "El Siglo",4 iulio 19'13: Página de la Campaña, Una iniciativa imporfanfe.
(s73) "El Siglo:', 4 octubre l9l3: Frigorífico del Norte.
(574) "El Siglo", 25 noviembre l9'13: El proyectado Frigoríf ico del Norte.
(575) "El Siglo".3 iulio l9l3: La Página de la Campaña. El estado de la gana-
dería nacional.
Posiciones coincidenles en:
"Ef Siglo", 24 iunio l9l3: Editorial. Sobre el trust de las carnes; 5 iulio
'1913: Ia Página de la Campaña. Problemas actuales, artículo de Carlos Pra-
deri, El trust de las carnes.
(s76)
"El Siglo",15 lulio l9l3r El contrapeso del trust.
(s77) Promedios extraídos de nuestros Cuadros Estadíst.cos.
,l913,
(578) M.M.l. año págs. 1ó5-óó.
(57e) "El Siglo", l7 noviembre l9l2; Venta de novillos.
Corroborado en:
"El Día",3l agosto 191l: La carne cara.
"El Siglo", l7 noviembre 1911: De campaña; '12 diciembre l9i 1: Tablada; ló
noviembre 1912; l72.OO0 5 en novillos;12 marzo l9l2: Tablada; 12 ociubre
l9l2: Actividades ganaderas; '19 octubre 1912t Zafra saladeril; 3l diciem-
bre l9l2: Tablada.
(580) "El Siqlo", l9 noviembre l9l3: El Centro de Tasaio.
(58r) "El Tiempo", ó diciembre l9l3: Página Resonancias de Ia vida rural. Edito-
rial. El saladero Tabares. Licenciando su personal.
(582) Revista del Ministerio de lndusrrias, iunio 1913, págs. 49-52t Los ferrocarriles
y la producción.
"El Siglo", 3 agosto l9l2: La venta de ganado.
(58s) "EI Siglo", l3 marzo 1913: Tablada.
(584) M.M.l. año I913, pá9. 6A2.
(585) "El Día", 24 abril I912: El Frigorífico Montevideo.
(s8ó) "El Siglo". 2l iulio l91l: El Frigorífico Montevideo.
"El Día", I7 abril 1912: La cuestión del tasaio. Opinión del señor Vellozo.
A. Ruano Fournier, ob. cit., pá9. 14ó.
(587) "El Siglo", 3l octubre 1912t El saladero San Miguel.
"El Día", Ió abril l9l2: La cuestión del tasaio.
"Diario del Plata", I2 noviembre l9l3: El frust saladeril.

467
(588) M.M.l. año I9'13, págs. 25-2ó.
R.A.R. l9 noviembre I909, pá9s.8ól-ó9: Las carnes uruguayas en la lsla
de Cuba.
"El Día", I0 iulio I9l'l: En defensa del tasaio;29 octubre l9i2: El mercado
de New York; 9 abril l9l2: Nueslro tasaio en Cuba; 30 diciembre 1912: Los
derechos al tasaio;29 enero l9l3¡ La situación ganadera.
Para Ios precios del lasaio en Brasil véase nuestra nota 314.
(58e) "El Siglo", 27 agosto'1913: lndustria saladeril.
"El Día",17 al>ril l9l2: La cuestión del tasaio; ló seliembre 1912: La zafra
saladeril.
(5eo) '"Diario del PIala", l4 noviembre l9l3: El lrust del tasa¡o.
R.A.R. l5 iulio i90ó, págs.433-34: La garrapata y las carnes en Cuba.
R.U.¡.U.3l diciembre 1913, págs.3457-58: NuesÍro tasaio en riesgo de
perder el mercado cubano.
(5et) "La Democracia", l4 diciembre l9l2: Entre saladeristas y estancieros.
"Diario del Plata", l8 noviembre l9l3: Sobre el trust de los saladeros.
(se2) "EI Siglo",24 noviembre l9l2: Tablada;2ó noviembre I9l2: lnteresa a los
ganaderos;2ó octubre l9l3: El Centro de Tasajo.
"Diario del Plata", 2l noviembre l9l3: Saladeros y ganados.
(593) "El Siglo",4 agosto l!12: La venta de ganado al peso.
'"El Día", l8 diciembre l9l3: La venta de ganado al peso en Ia Tablada.
Pedro Seoane, ob. cit., págs. 4ó4-ó5.
(5e4) "El Día",23 marzo l9]2r Las ventas oe ganado al peso.
"EI Siglo", 24 enero 1913: La venta de ganados en Tablada; ó {ebrero: La
venta de gonado al peso.
(5e5) R.A.R. 15 iulio 188ó, pá9.294-96: Corral-báscula; marzo 1912, págs. ló2-ó3r
La venta de ganado al peso.
"El Siglo". 27 iulio 1905: Congreso Rural; 19 setiembre '1909; Página de Ia
Federación Rural: Cómo:e conseguiría la rápida mestización de los gana-
dos?; I5 iunro l9'12: La Asociación Rural; B febrero l9l3; La venta de ga-
nado al peso.
89 Congreso Rural Anual celebrado en la Asociación Rural del Uruguay, Mon-
ievideo, 1909, págs. 93-104: Conclusiones definitivas aprobadas.
"El Tiempo", 6 y 7 abril '1907: Los ganados en Tablada; 30 iunio I9l2: La
Frigorí{ica y el Abasto;9 lebrero 19,I3: La venta de ganado.
(59ó) "El Siglo", 20 agosto y 3 setiembre 1909: Página de la Federación Rural:
Venfa de los ganados al peso.
(se7) 'El Día", 3l octubre '1902: Editorial. Las venfas de ganado.
(5e8) "El Siglo", ló noviembre 1912:17Z.OOO $ en novillos;27 noviembre 1912:
Tablada.
(599) "El Siglo", 2ó octubre l9l3: Ofro convenio; 8 noviembre 1913r Los sala-
deristas de la frontera.
(ó00) "El Siglo" 25 y 26 setiembre 1913: lndustria saladeril; 8 octubre: lndus-
iria saladeril; 'ló octubre: Los saladeros de la frontera.
"Diario del Plata" , 14 noviembre '1913: El frust del tasaio.
(ó01) "El Siglo", l2 noviembre l9l3: El Centro de Tasaio.
(602) ''Diario del Plata",9 noviembre l9l3: La constituc¡ón de un trusf saladeril;
20 noviembre; Sobre el convenio saladeril; 2l noviembre: El convenio saláderil.
"El Siglo", l4 noviembre l9l3; El Centro de Tasaio.

468
_1) "Diario del Plata", I3 noviembre l9l3: La liga de los saladeristas; ló y l8
el lrust saladeri!.
noviembre: Sobre
"EI Siglo",21 diciembre 1913: Saladeristas y ganaderos.
"El Siglo", ló diciembre l9l3: La zafra ganadera en los departamentos
del norte.
á,tó) "El Siglo", l9 noviembre l9l3: Estado de los ganados en el Salto y Artigas.
507) ''El Tiempo", l8 noviembre l9l3: La crisis del tasaio.
"EI Siglo", 23 diciembre l9l3; La zafra saladeril; 30 diciembre: lmportanre
negocio; 22 octubre l9l2: La próxima zafra de Liebig's.
ó08) R.A.R. agosto y sefiembre 1913, pág. ó71: Matanza general en el Río de
la Plata y Río Grande.
"EI Tiempo", ó diciembre l9l3: Editorial de la Página Resonancias de la Vida
Rural: El saladero Tabares.
(ó0e) "El Siglo". 7 y 23 diciembre l9l3: La zafra saladeril.
(ó r0) M.M.l. año 1913, pá9. ó05.
(ó11) "El Tiempo", ó diciembre l9i3: El saladero Tabares.
"Diario del Plata",25 noviembre 19,I3: Saladeros y ganados.
{612) 'l'El Tiempo", 1ó iunio I9l2: La cuestión de la carne;17 iulio l9l2: La
Frigorífica y los abastecedores; I4 febrero l9l3: EI gran problema del día;
28 agosto 19 3: La Friqorífica Uruguaya y las ferias francas.
1

"El Día", ó febrero I9l2: A través de los números; i1 iulio l9l2; La cues-
tión de la carne.
"El Siglo", 14 marzc 191'l: Los empleados públicos y la caresría de la vida;
3 agosto '1912: Aviso comercial de La Frigoríf ica Uruguaya.
(óls) Revista del Minisferio de lndusirias, diciembre 1913, pág.40.
(614) Porcentaies y cifras inferidos del Censo de 1908 publicado en el Anuario
Estadístico de 1908.
(ó15) "El Día",24 enero I9l-?: Una obra de riqueza y de irabaio: El Frigorífico
Montevideo.
Pedro Seo¿ne, oL:. cit., pá9s. ?ó4-70.
Ricardo M. Ortiz, cb. cit., Tomo ll, págs. 42-44.
A. Ruano Fournier, ob. cit., páqs. 182-83.
(óró) Pedro Seoane, ob. cii., páq. 281.
(ó17) Pedro Seoane, ob. cit., páqs. 417-22.
(ó18) A. Ruano Fournier, ob. cit, páq. 180.
(ó l9) "El SicJlo",8 marzo I907: Editorial. El peligro ganadero.
R.A.R. merzo l9ll, págs. ló9-75: Algunas observaciones sobre l.r caresiía
del tasaio.
A. Ruano Fournier, ob. cit., oág. 14.
(620) A. Ruano Fournier. ob. cit., páqs. 15ó y I60-ó1.
(621) "El Siqlo", l5 noviembre I9l3: El Cenfro de Tasalo. Trr:sf confra Trusf.
''El Dia", 2ó diciembre I907: La zafra saladeril.
{ó22) Revista del Ministerio de lndustrias, diciembre 1913, pág. 41.
M.M.l. año .l913, páq. ó04.
ró21\ M.M.l. año ,l913, pás. ó02.
ló24\ Pedro Seoane. ob. cit., págr. 195.98,
ró25) Pefer H. Smith, ob. cit.. páq.48.
(626) "El Siqlc". l9 enero 'l910: Páqina de la Federación Rural. El comercio de
carnes enfriadas y congeladas.
1627) Antonio M. Poy Costa, ob. cit.. pá9. 13.
Ricardo M. Ortiz, ob. cif., págs. 10 y 92.

469
(628) "El Siglo", 20 marzo 1902: Empresa f rigoríf ica.
(62e) R.A.R.30 abril 1905, pág.192: La Frigorífica Uruguaya.
(ó30) Critchell y Raymond, ob. cit., págs. I44 y 258-59.
(ó31) Critchell y Raymond, ob. c¡t., págs. 100-101.
(632) Critchell y ob. cit., pá9s.400-01.
Raymond,
(ó33) Peter H. Smilh, ob. cit.¡ Pá9. 43.
Horacio C. E. Giberti, ob. cit., pá9. 177.
(ó34) Ricardo M. Ortiz, ob. cit., Tomo ll, pá9.2,I.
(ó35) Gallo y Corfés Conde, ob. cit., pág' I17.
(ó3ó) Alberlo Methol Ferré: ¿Adónde va el Uruguay?, ariículo en Revista "Tribuna
'1958, nos. 6'7 , pá9. 163,
Universitaria", Morrtevideo, noviembre
M.M.l. año 1913, pá9. ó03.
"El Siglo", 9 iulio 1909: El frigorífco ferminó su zafra.
(637) "El Día", 8 setiembre 1908: La propiedad rural-
(ó38) Aldo E. Solari, ob. cit., Pá9. 283.
(ó3e) Revista del Ministerio de lndustrias, setiembre 1913, págs' 85-8ó'
(ó40) Martín C. Marlínez: La renta territorial, Montevideo. 1918, págs' 184-8ó'
(641) ''El Día", 8 sefiembre 1908: La propiedad rural; 20 diciembre l9l2: Editorial:
Conlribución Inmobiliaria.
(642) "El Tiempo", 9 enero l9l0: Editorial: La ley agraria.
(643) M. C. Marlínez, ob. cit., pá9s. 188-20I.
(644) Cifra estimativa en base a maPas publicados por: N. de la Torre. Julio C' Ro-
dríguez y Lucía Sala de Touron en: La revolución agraria art¡guista, Monfe-
video, 1969, páss. 248'49, 296"97, 347, 375'76, 392'93 v 415'
(64s) M. C. Martínez, ob, ci!., Pá9. 27.
(646) D.S.C.R. Tomo I80, sesión del 21 marzo 1905, págs' 255-267'
(647) D.S.C.R. Tomo 231, sesión del 10 iunio 1914, pág' 238'
(ó48) M. C. Martínez, ob. cit., págs, 225'26.
(64e) José pedro Barrán: Apogeo y crisis del Uruguay pastoril y caudillesco. 1839-
1875. Ediciones de la Banda Oriental, Monfevideo, 1974, págs' 48-49'
(ó50) Tomo ll de nuestra Hisforia Rural del Uruguay Moderno, págs. 494-95'
(ó51) D.S.C.R , Iomo 228, sesión del 4 noviembre 1913, págs' 7ó-79'
(6s2) R.A.R. setiembre-oclubre l9lO.99 Congreso Rural Anual lnforme del Dr'
Daniel García Acevedo, págs. 773-865.
(ó53) M. C. Marlínez, ob. cit., págs- 226-27.
(ó5¿) "El Tiempo", l'l enero 190ó: El gran remate de ayer.
(ó55) D.S.C.R. Tomo 231, sesión del I0 iunio 1914, pág',226.
(65ó) Album Pur-Sang, ob. cit., Pág' 304.
(6s7) Carlos M. Maeso, ob. cit,, Pá9.482.
(ó58) R. Lloyd y otros, ob. cit., págs. 235-246.,
(ó5e) R.A.R. l5 febrero '1907, págs. 95-9ór Eslancia Sanfa Emilia.
(óó0) "El Siglo", 5 mayo lgll: La Cabaña Reyles.
(óó 1) Almanaque de "El Siglo", año 1891, avisos comerciales en págs' 328, 358, 384,
38ó, 390; año 1890, Págs. 41O Y 422.
R. Lloyd y olros, ob. cit., pá9. 334.
Carlos M. Maeso, ob. cit., Pá9. 374,
"El Siglo", l9 iulio l905: Asociación Rural; 5 iulio: Notas Rurales; 25 octu-
bre, El Ferrocarril central; I2 diciembre: Aviso: compañía de Automóviles
cle Montevideo; 2 iulio lgl l: El impuesto a los sarnífugos; l9 agosto 19l i:
Nueva manufaclura de carnes; 24 agosio 1911: Congreso Rural Anual'

4?0
a52. ,ti. C. Martínez, ob. cit., pá9.200.
5ó3) M. C. Mariínez, ob. cit., pá9. 198.
áó.1) Revista del M¡nisterio de lndustrias, agosto-setiembre 1913, pá9. 90. Artículo
del ing. agr. Miguel leudikow titulado: Condiciones de explolación del suelo
de la República, págs.83-95.
óó5) Album Pur-Sang, ob. cit., Tomo l, pá9. 170.
ióóó) Carlos M. Maeso, ob. cit., págs. 445-500.
t667) Album Pur-Sang, ob. cit., Tomo l, págs.7Q-71; Tomo ll, pá9s.298 y 383.
\6ó8) ''El Siglo",20 d:ciembre 1905: Aviso. José B. Gomensoro, Campos de Urtu-
bey en el departamenlo de Soriano.
Album Pur-Sang, ob. cit., Tomo l, págs. 70-71.
(,669) 89 Congreso Rural Anual celebrado en la Asociación Rural del Uruguay, Mon-
tevideo, I909, pá9s. 45-ó4: Problemas de la ganadería, conferencia dictada
por el Director de la Escuela de Agronomía, Dr. Aleiandro Backhaus.
(670) D.S.C.R. Tomo I98, sesión del ló febrero i909, págs. ló'18¡
(ó71) "El Dlario", l2 ago3lo l905: Asunlo garrapatas,'30 agosto: Sobre garrapa-
tic¡das; l9 oclubre: Los baños garrapaticidas; l0 octubre: Experiencias ga-
r rapaticidas.
,}905,
"El Siglo",7 y 17 {ebrero ,l905 y 21,26 y 31 marzo }8 abril 1905,
l3 iunio 1905: Nofas rurales,' 2ó y 28 iulio 1905, l9 agosto 1905: Con-
greso Rural; 5 setiembre 1905: Exposición del Salto,' 14 enero 190ó: Noias
rurales;25 enero l90ó: Los grandes negocios.
(672) Carlos M. Maeso, ob. cit. Análisis en base a descripciones existentes en pá-
ginas 445 a 500.
(673) Las cifras y porcenia]es que siguen fueron elaboradas partíendo de Ios dato¡
en bruto ofrecidos por: Criadores del Uruguay, ob. cit.
(67 4) R.A.R. setiembre-ocfubre 1910, págs. 722-32: 9s Congreso Rural. Conveniencia
en modiflcar la distribución de premios en los concursos ganaderos.
(67 5) Album Pur-Sang, ob. cir., Tonro ll, págs. l9ó-97.
"El Siglo", ó noviembre 1909: Página de la Federación Rural. Ed¡iorial. Un
poco de economía rural.
(676t "¡l gi9lo", 3 iunio 190ó: La Cabaña Alemana, de Schauricht Hnos.
(677) R.A.R. l9 marzo 1910, págs. 178 79: El problema de la invernada.
(678) "El Siglo", l5 diciembre 190ó: Aviso. Asociación Rural del Uruguay. Llamado
a concurso.
(67e) R.A,R. noviembre 1911, págs. 810-ló: Sección ganadería. Un¿ estancja bien
organ izada.
AlfreCo Ramos Montero: Manual de Ganadería y Agriculiuro, Montevideo, I909,
714 páginas.
Revista de la Cámara Mercantil de Productos del País, I I iunio y 9 iulio
'1909: Cartilla de Ganadería, por Alfredo Ramos Monfero.
(ó80) R.A.R. I9 enero 1910, págs. l2-13: Sección de ganadería. La ganadería como
empresa comercial.
(ó8 l) 'El Siglo", 25 enero 190ó: Lo: grandes negocios; 1'l febrero 1909: Noias
rura I e s,
"El Día", 8 no.riembre '190ó: Negocios en campos,. Aviso de Viciorica y Mui-
ños: Una gran novedad.
(ó82) "El Siglo",8 enero 1909: Notas rurales.
(ó83) "El Si9lo", l9 y 29 iunio 1905: Asociación de Ganaderos.

111
(óS4) M.M.l. año 1912, págs. 3ó5-431: Exposiciones ferias.
(ó85) "E¡ Siglo", ó noviembre 1909; Página de la Federación Rural. División de
Ganadería; 3 setiembre
'191
l: Exposiciones ferias ganaderas; 3 mayo 1912t
Las exposiciones ferias en 1911.
"El Día", l7 agosto 1909r Nuestra ganadería.
Revista del Ministerio de lndustrias, mayo 1913, pá9.92.
M.M.l. año 1912, Págs.3ó5'431.
Eduardo Acevedo, Anales, ob. cit., Tomo V. págs. 588-89'
(ó8ó) ''El Siglo", l3 setiembre 1908: La exposición anual de campeonatos de Mon-
fevideo.
(687) "Él Siglo", 27 agoslo 1913: La exposición nacional de ganadería'
(ó88) Critchell y Raymond, ob' cit.
R.A.R. l5 mayo 1905, págs.234-235: La {eria ganadera del Salto; l9 setiem-
bre 19A7, págs. 462-63: Crónica.
"El Día", l7 agoslo 1909: Nuestra ganadería.
"El Sigto", ó noviembre l9O9: División de Ganadería; 1'l y I4 enero 1910: .--
Venta de reproductores; 25 iunio l9l0: Página de la Federación Rural' La
internacional argentina; l3 seiiembre l9l1: Exposiciones ferias ganaderas; 10
iunio i9'11: La consanguinidad de ios reproducfores'
M.M.l. año 1912, Págs. 3ó5-431.
Revista del Ministerio de lndustrias, mayo 1913, pág' 92'
(ó89) "EI Siglo", i5 febrero 190ó: Ganadería; 4 mayo: Exposición de Minas; I3
setiembre I9l 1: Exposiciones ferias ganaderas.
M.M.l. año 1912, Págs. 3ó5-431.
(ó90) "EI Siglo", 24 iunio 190ó: El Quinto Congre:o Rural Anual'
(ó91) 'El Sigto", ó octubre lglO: Nuestra producción ganadera; 17 agosfo !905:
Notas rurales; l3 iulio l9l1: Los ganados para el Brasil.
(ó92) R.A.R. 19 iulio 1909, pá9s. 497-500¡ Ganados puros y prros por cruza'
(ó93) R.A.R. I9 mayo 1909, págt. 322333, La producción de ganados puros y
mestizos en el Río de la PIata.
(694) "El Si9lo", 4 y 24 agosto I90ó: Asociación de Ganaderos' Premios Campeón'
(ó95) "El Siglo", l9 enero I905: Notas rurales; '10 octubre I9C5: Congreso Rural
,)90ó: Sobre
de PaysanclÚ; l9 agosto l90ó: El premio Campeón;22 agosio
campeonalos en 1906; 28 agosto 190ó: Asociación de Ganaderos'
(ó9ó) Hugo Mongrell, ob. cit., págs. 396-97.
"El Siglo",27 diciembre 1905: Nolas de Fánix;31 mayo 190ó: Notas rurales'
(697) "El Siglo", 7 octubre l90ór Erposición de PaysandÚ.
(ó98) R.A.R. 30 iunio i90ó, págs. 384-390: Sobre el Campo de Aclimatación'
(ó99) D.S.C.R. Tonro I85, sesión del 24 abril 190ó, págs. 407'424'
Discurso reproducido por la R.A.R. 30 abril 190ó, pá9s 257'261: El Campo
de Aclimalación de Paysandú.
(7OO) D.S.C.R. Tomo l8ó, ses¡ón del 22 mavo 1906, págs. 124-131'
(701) D.S.C.R. Tomo 185, sesión del 24 abril 1906, pá9s.407-424'
(702) "El Siglo", 30 seiiembre 1909: Página de la Federación Rural.
,l909:
(703) 'El Sigio", 19 octubre P.igina c1e !a Federación Rural; 21 setiembre 1909:
Pá9ina de la Federación Rural. Editorial. Los grandes concursos'
(704) "El Siglo", l2 y l4 setiembre 1909r Página de l¿ Federación Rural' Hay
argún interés en internaclonalizar las exposiciones-{erias?; 24 iunio l9l0: Char-
la rurat;'10 y l1 iunio 1910: Página de la Federación Rural. Editorial. Nuestras
cabañas se van.. Ayer Lahusen y Reyles, hoy Bell'

472
'El Siglo", 24 setiembre 1910: Página de Ia Federación Rural. Nota. No hay
mal que por bien no venga.
"El Siglo", I8 setiembre l9l0: La internacional Cel Salto.
A. Ruano Fournier, ob. cit., pá9. 3ó9.
Horscio C. E. Giberli, ob. cit., págs. 1ó9-70.
Pedro Seoane, ob. cit., págs. 374'79,
Critchef l y Raymond, ob. cit., pá9. 295.
Peter H. Smith, ob. cil., págs. 49 Y 73.
R.A.R. setiembre 1911, pág. ó59-ó8; Conferencias, El frío artificial y sus
aplicaciones industriales.
- l9) Peter H. Smith, ob. cü., Pág' 43.
7il.)\ R.A.R. 28 febrero '190ó, pág. l3l: Ganado lanar para el frigorí{ico; agosto
l9ll, págs. 574'77: El grado de mestización de nuestro ganado bovino.
"El Siglo", 2ó enero 190ó: Notas rurales.
7r 1) Este cuadro confeccionado recogiendo la información diaria publi'
ha sido
cada por "El Siglo", en su sección Tablada. Se clasificaron, por departamenfo,
91.557 vacunos, es decir. el 52 "k de los 172.362 faenados por los frigoríficos
de 1908 a 1912. La muestra es por tanlo muy signi{icaiiva.
t712\t "El Siglo", ó ma¡zo 1907: Capones para frigorífico.
17l3) Este cuadro ha sido confeccionado recogiendo la información diaria pu.
cada por "El Siglo" en su sección: Crónica Comercial. Tablada del Norlé' Se
clasificaron, por departamenro, 141.212 lanares, es decir, el 45 7o de los
307.818 faenados por "La Frigorífica Uruguaya" enfre 1905 y 1907.
\711,) Porcentaies en base al anátisis de las l4ó estancias descriptas en el Album
Pur-Sang, ob. cit., mayores de 2.500 hectáreas cada una.
(715J Datos tomados de: Carlos M. Maeso: Tierra de Promisión, Montevideo, '1904'
Album Pur Sang, ob. cit.
(7'ló) Anátisis en base a cifras diarias de "El Siglo" ya citadas en nota 7l l.
(717i "El Siglo", 8 noviembre '1911: Tablada.
(718) "El Siglo",30 diciembre l9l3: lmporlante negocio.
(Zl9) Cámara de Senadores¡ La intervención del Esfado en las farifas ferroviarias.
ob. cit., pá9" Ióó.
(720) "El Siglo", I4 noviembre l91l: Ferrocarril a Melo,' 27 febreto l9l3: Trans-
portes ferrocarrileros.
(721) "El T¡empo", 19 mayo 1908: Rebala de fleies a los ganados.
"El Siglo", ó abril 1909: La Federación Rural;7 abril: Los ganados flacos;
l9 enero Igll: Asociación Rural del Uruguay; 10 enero: Los ganados {lacos.
(722) "El Siglo", 4 agosto 1909: Página de la Federación Rural. La Federación Rural
y la empresa del ferrocarril.
(723) "El Día", 10 iunio 1909: Entre la Federación ganadera y el Ferrocarril Central'
"El Siglo".13 enero y 19 abril 1909: La Federación Rural.
(724) Ricardo M. Ortiz, ob. cit., Tomo ll, págs.30-31.
(725) Horacio C. E. Giberri, ob. cit', págs. Ió4-ó5.
(72ó) Peter H. Smith, ob. cif ., págs. 5l'54.
(727) Precios del ganado de cría para éste y los restantes cuadros del capítulo en:
"El Siglo", 9 febrero 1905: Notas rurales; l8 octubre I905; Ganadería y
agricultura; I8 enero 1907: Ganadería y agricuhura;11 y l8 marzo I909: Ta-
blada; 10 sel¡embre 19ll: Novillos de invernada;22 octubre l9l3: Los aforos
de los ganados.
R.A.R. l5 enero 190ó: Transacciones rurales.

473
Promedio de arrendamiento extraído de nuesiros Cuadros Estadísiicos.
Fleie ferroviario de: Almanaques de "El Siglo" en los años respectivos.
Gastos Generales, exagerados sin duda, de acuerdo a estancia criadora de
Aleiandro Beisso, expuestos detalladamente en el Capítulo I de la Sección l.
Precios pagos en Tablada de: "El Telégrafo Marítimo" en su sección Tabl¿Ca
y el Anuario Estadístico de 1913"1914.
(728) i'El Siglo".2ó noviembre 1912: Tablada.
(72e) Esleban F, Campal: La pradera, Colección Nuestra Tierra, Montevideo, l9ó9,
páS§. 23 y siguientes.
(730) José Virginio Díaz: Problemas sociales del Uruguay, Montevideo, I9ló. pág. 9ó.
(731) "El Tiempo",25 diciembre l90g: El proyecto del Eiecutivo y la petición de
la Asociación Rural.
(732) J. Alvarez Vignoli: Tratado de economía rural, Montevideo, 1922, pág.- 228.
r/33) Germán Rama: El ascenso de las clases medias. Enciclopedia Uruguaya N9
3ó, págs. ll4 y lló. Montevide'"-sin fecha.
(734\ Luis Alberio de Herrera: La encu \.r.rqal. Estudio sobre la condición econó-
mica y moral de las clases trabajau- 'de la campaña, aprobado por una-
nlmidad por el Congreso de la Federación Rural, reunido en Tacuarembó el
2l de marzo de 1920. Montevideo, sin fecha, Tó pp.
(735) Germán Wettstein-Juan Rudolf : La sociedad rural. Colección Nueslra -Jierra.
NQ ló, Montevideo, '19ó9, pá9. 27.
(736) "El Siglo",3l mayo .l905: Notas de Fénix. La huelga. Los obreros Ce
campaña.
1737) "El Siglo", 8 iunio l905; Las huelgas.
(738) "El Siglo",27 febrero 1907: Policía. El suceso del Cerro.
(73e) "El Tiempo", 7 marzo 1907: Editorial. Sobre colonización.
(740) "El Día", 2ó octubre I908: Exposición de Tacuarembó.
(741) "El Día", 25 febrero I908; La cuest¡ón obrera.
(742) Minísterío de lndustrias. Estadística agrícola, ob. cit.. páS.9.
"El Día", ló agosto l9l0: Los pobres de la campaña.
(743) R.S.A. diciembre I908, pá9s. 22-50. Artículo del Dr. Aleiandro Backhaus.
(744) "El Siglo", 9 mayo l9l1: Cámara Mercantil de Productos del País.
(745) "El Siglo", ló diciembre l9l3: Las faenas rurales. Escasez de brazos. Trans-
cripción de "El Telégrafo" de Paysandú.
1746) Eduardo Acevedo: Anales, ob. cít., Tomo V, págs. 197 y 616.
(747',) "El Siglo",28 abril I9l2: Con el señor Juan F. Rolando.
(748) "El Siglo", l8 marzo 1905: Notas de Fénix.
(74e) "El Tiempo", l2 mayo 1907: Desde Nico Pérez. El ramal férreo. Trabaio p:ra
los exiranieros.
(750) "El Tlempo",4 agosto I908: Hacia la civilización.
"EI Siglo",5 marzo 1905: Notas rurales. Ley de caminos.
(75 r) "El Siglo", 27 oclubre l9ll: Ganadería y agricultura, Falta de brazos.
(752\ "El Tiempo",2l diciembre I9l3: Corroborando nuestros informes.
(7 53) "El Siglo", I2 setiembre l9l3: El gobierno y la producción nacional.
17s4l Eduardo Acevedo: Anales, ob. cit., Tomo V, págs. ló0 y 5ló,
(755) "El Siglo", 3 marzo I905: Notas rurales; Il iulio 190ó: En Cerro Largo. Asa!ro
a una estancia,
(7 561 Anuarios Est¿díslicos de I907 y 19.l3.
(757) "El Siglo".20 setiembre I9l3: Las policías rurales;28 setiembre: El abi-
geáto en auge.
"Diario del Plata",3l mayo l9l3; lntereses rurales.

474
ts8) "El Siglo", II iunio I9l3: Página de la Campaña. Falta carne para comer,
'7
59) "El Día", 24 octubre l9l2: Inlereses rurales.
R.A.R. diciembre 1912, págs. 87ó"880: Colonización y expropiación.
t.760) "El Siglo",'14 setiembre 1913: Página de la Campaña. Edirorial. El gobierno
y la colonización.
(761) "El Siglo", ló agoslo 1913: Página de la Campaña. El reportaie al doclor
Acevedo.
(762) Véase nuestro Tomo ll de la Historia Rural del Uruguay Moderno, pá9. 24.
(7ó3) R.l.A. diciembre 1909, págs. 7l-117.
"El Día", 2 noviembre I908: Edito,rial. El problema de la población y el pro.
blema del latifundio.
(764) "El Siglo",7 noviembre 191-l: \. profesor Backhaus; I2 noviembre 'l9l l:
Del doctor Schroeder;8 diciembre \ll; Falta de brazos; ó agosto l9l3: Co-
laboración. Las 8 horas en camparr, \
R.A.R. noviembre l9ll, págs.847-..t9: Creación de estaciones agronómicas.
Luís Alberto de Herrera, ob. cit., págs, 37-39.
(765) R.S.A. diciembre 1908, págs. 22-50.
R.l.A. diciembre I909, págs. 7l-l17.
L. A. de Herrera, ob. cit,, págs. 46-4E.
766) "El Tiempo", 14 diciembre 1913, Página Resonancias de la vida rural. Edito-
rial. La recolección de cosechas.
1767t "El Siglo",1ó agosto 1913: Página de la Campaña. El reporfaie al doctor
Acevedo.
(7ó8) "El Si9lo",28 setiembre l9l3: Labores rurales. Reproducido de "La Tarde"
de Salto.
17óet Revista "La Campaña", l0 octubre I9ll, N9 23, pá9. 7: Nuevos contrafos
entre patrones y iornaleros,' Nq 28, 25 diciembre l9ll: Cómo opina el señor
Mendibehere.
07a) L. Alberto de Herrera, ob. cit., pá9. 44u
(77 1) R.l.A. diciembre 1909, págs. 7l-'l 17.
(772) José V. Díaz, ob. cit., págs. 26-27¡ revista anleriormente citada.
(773) Revista "La Campaña",25 febrero 19'12, N9 32: El salario del obrero rural.
(.774) R.A.R. set¡embre-oclubre l9l0: 99 Congreso Rural, págs. 773-8ó5' lnforme
i
del doctor Daniel García Acevedo.
(77 5) Véase nuestro Tomo lV de la Historia Rural del Uruguay Moderno, págs. 28
l y siguientes.
"El Siglo",27 enero 1912: La mendicidad en campaña.
i
1776) José V. Díaz, ob. cit., págs. 71-74,
(777) "El Día", I9 febrero l9ll: La vivienda en campaña.
j
(778) R.A.R. setiembre-octubre'1910: 99 Congreso Rural, informe c¡fado.
(77e) D.S.C.S. Tomo 95, sesión del 5 iulio I909, págs. 34-35.
(780) D.S.C.R. Tomo'185, sesión del 20 frebre¡o I90ó, págs. l0-ló.
(78r) D.S.C.R. Tomo I90, se:ión del 7 marzo 1907, págs, ó8'70.
(782) [. Alberto de Herrera, ob. cit., pág. 48.
"El Tiempo", 2l agosto l9l3: A la comisión Día del Arbol.
(783) Anuarios Estadísticos de I908 y 1913.
"El Siglo", l6 abril l9l0: Natalidad de hiios ilegílimos: 72 marzo l9l2: La
natalidad ilegítima.
1784) R.l.A. diciembre 1909, págs. 7l-117.
(785) José V. Díaz, ob. cit., págs. 54, 57, 57-59 y 63.

415
(78ó) "El Siglo", 22 iulio 1913: Página de la Campaña. El analfabetismo en campaña.
"El Día", 23 agosto 1907: Los analfaberos en la República en I900.
(787) Anuarios Estadísticos de 1904,1907 y ,I913.
"El Siglo", 27 iulio l9l0: Mortalidad infantil en la República; 20 enero 1912t
El coeficiente de mortalidad;13 iunio l9'12: El crecimienlo de la población
en los departamenfos de campaña.
(788) '''El Siglo",5 iunio 'l909: Notas de Fénix. Sin médico;7 diciembre 1909:
Página de la Federación Rural. Plausible iniciativa de la Liga del Trabalo
de Molles.
(78e) "El Siglo", 2l abril '1909: Notas de Fénix. Matasanos.
(7e0) "El Día", 19 febrero 191l: La vivienda en campaña.
(791) R.A.R. setiembre-octubre 1910, informe citado.
(7e2) Am:deo Almada: El problema nacional, Montevideo, 1905, pág. 92.
(793) R.A.R. setiembre-octubre 1910, págs. 773-865, informe citado.
(794) Lucien Febvre: La tierra y la evolución humana, Méiico, 1955, pág. '159.
(7e5) "El Siglo",8 iulio 1909: Aviso. Campos en venta en la Provincia de Río Gran-
de del Sur.
(7e6) Revista Anales del Departamento de Ganadería y Agricullura, marzo y abril
de 1907, pá9s. 9ó-98. Sección lnmigración y Colonización.
M.M.l. año 1912, pá9s. 497-507.
(797) "El Siglo", 30 agosto 1908: Boletín Comercial. El capital uruguayo en el ex-
traniero; l2 noviembre 191l: Del doctor Schroeder.
(7eB) "El Tiempo",8 octubre l9l3: La situación económ¡ca del país. Interesantes
manifeslaciones del Dr. Gabriel Terra.
(7ee) "El Si9lo",4 mayo l9l2: Actualidad financiera.
(800) Lucien Febvre, ob. cit,, pá9s.255-25ó.
(8ol) "El Siglo", 5 marzo l9l0: Página de la Federación Rural. Ganados y forraies.
(802) "El Siglo",3 noviembre 1912: Agricultura forraiera y engorde de novillos.
Conferencia del ing. agr. Jaime Molina (h).
(803) Revista Anales del Departamento de Ganadería y Agricultura, 3l enero 1904,
págs. 9-18: Sección Inmigración y Colonización.
(804) Revista "Agros", abril 1910, págs.265-270.
(805) R.A.R. 30 iunio 190ó, pá9s.384-390: Sobre el Campo de Aclimatación.
Album Pur-Sang, ob, cit., Tomo ll, pág. 201.
(80ó) Alfredo Ramos Monlero,. Manual de Gan¿dería y Agricultura, Montevideo,
1915, pá9. 37.
(807) -losé V. Díez, ob. cit., págs. 19-20, 3O-A0, 91.92.
(808) "El Siglo", 28 mayo 1909: Editorial. Con la seca. . .

(8oe) "La Democracia",12 enero l9l3: El problema ganadero.


(8ro) "El Siglo", 'l 'l diciembre 1904: Notas rurales. Los grandes problemas.
(81I) "El Si9lo", l0 enero 190ó: La cuestión del día. Escasez de medio circulanre.
(8 l2) R. Lloyd y otros, ob. cit., págs. 2ó0-óó.
(8r3) "El Siglo",17 marzo 1904: España en el Uruguay.
(814) "EI Siglo". 8 febrero 1908: Perspectivas económicas.
(8ls) "El Siglo", I8 iulio 1909: Página de la Federación Rural. La Federación Rural
y la producción agropecuaria.
(8 1ó) "El Siglo", I0 enero 190ó: La cuesr¡ón del día. Escasez de medio circulanre.
(817) "El Tiempo",28 iunio 1907: Edltorial. Circulación de la deuda pública.
(8',r8) "El Siglo",24 mayo 1905: Unidad y pluralidad de emisión.

476

t.l:
'3 l9)Varios aufores: Auiourd'hui l'histo¡re, París, 1974. Artículo de George Duby,
pá9. 214.
-ó20) "El Si9lo", I I diciembre 1904: Nof as rurales. [os grandes problemas.
,t2l) D.S.C.R. lomo 209, sesión del 22 iunio 19'l1, págs. 32.|-35.
r322) Pedro Seoane. ob. cif., págs" 44-51.
.823) "El Tiempo", l5 iunio ,l909: El proyecto sobre estancia modelo. Observacio-
nes del ingeniero T. Alvarez.
1.824) "El Tiempo",22 abril l9l0: Editorial. La siiuación
,l904,
económica.
(825) D.S.C.S. Tomo 82, sesión del 4 enero págs. 519-ó9.
"El Día",29 iulio 1907: las colonias de Artigas.
(82ó) R.S.A. agoslo 1909, págs. 9-55, artículo ciiado,
"El Día", 23 iunio I909, artículo ciiado de Carlos Praderi.
(e27) Véase el Censo de '1908 en el Anuario Estadístico respectivo y el "Album
de Salto", Salto, I910.
(828) Carlos Real de Azúa: El patriciado uruguayo/ Monievideo,196'1, pág.120.
(82e) D.S.C.R. Tomo 180, sesión del 21 ma¡zo 1905, págs. 255-67.
(830) Amadeo Almada, ob. cit., págs. 17-29.
(831) "El Día",24 abril 1907: Editorial. La enseñanza nueva.
(832) "El Día", l9l abril '1907: Editorial. El Bachillerismo.
(833) José V. Díaz, ob. cif., págs. I08 y 112.
(834) ''El Día", 3 abril '1907: Editorial: No. No es eso.
(835) Carlos Martínez Vigil: El problema nacional, Montevideo, 1905, pá1s.22-29.
(83ó) "El Día", l9 enero 1908: Editorial. La reorganización universitaria. Urgencia
de la sanción de la ley.
(837) Francisco Piria: El socialismo friun+ante, Montevideo, 1898, pág. 252.
Véase además: Fernand Braudel: Civilización material y capiialismo, Barcelona,
1974, pás. 420.
(838) R.l.A. diciembre 1909, págs.7l-l17, artículo citado.
(83e) R.S.A. agosto 1909, págs.9-55, artículo citado.
"El Día", 28 lunio '1909: Sobre Agronomía. Artículo de Carlos Praderi.
(840) Carlos Real de Azúa: Antología del ensayo uruguayo contemporáneo, Monte-
video, l9ó4, Tomo l, págs. 85 en adelanfe,
(841) Libro del Centenario. Montevideo, págs. 492 y 535. Porcentaie en base a sus
cifras.
$42) Porcenlaies en base a cifras proporcionadas por Eduardo Acevedo: Anales,
ob. cit., Tomo Vl, pág. 39ó.
(843) José V. Díaz, ob. cit., págs. 102-03 y 141-42.
.844)Amadeo Almada, ob. cit., pág. 29-35.
(845) Carlos Real de Azúa: El patriciado uruguayo, ob. cit., pág. 122.
Tomo I de esta Historia Rural del Uruguay Moderno, págs. 342 en adelante.
(84ó) "El Siglo",24 diciembre I912: Editorial. Motivos económicos. El valor ferri-
torial y los consumos de luio.
(847) "Di¿rio Nuevo", 20 setiembre '1903: Enquete comercial.
1848) "El Día", 5 febrero l9C8: Edifori¿1. Comercio exter¡or.
(B4e) "El Siglo", I4 mayo 1912: Editorial. La actualidad económica.
(850) Anuarios EsfEdísticos de 1904, 1908 y 1911. lmporiación por artículos.
(851) "El Si9lo",7 mayo l9l2: Actua?idad financiera.
(852) "El Siglo", 22 eneto 1903: Antaño y ogaño.
(853) Alfredo Castellanos: Historia del desarrollo edilicio y urbano de Monlevi-
deo, Montevideo, 1971, págs. 247 y 25A.

41i
(854) "El Siglo", 2 iunio190ó: Exportación e importación.
(855) Véase el Tomo I de esfa Historia Rural del Uruguay Moderno, pág, 214.
(85ó) "El Siglo",8 iunio 1905: Valor de la propiedad; l8 agosto l9)0r lmpor.
tante operación.
"El Día", 23 abril 190ó; Aviso. Juan B. Gomensoro.
(8s7) "El Siglo", l8 seliembre l909: En marcha.
(858) "La Mañana", 23 mayo l9ó8¡ Buenas tardes lenga ud.
(85e) Alfredo Castelianos, ob. ciI., págs. 270-71.
(BóO) 'El Día", I7 {ebrero l9l2: Automóvlles y chauffeurs.
(8ó l) Alfredo Castellanos/ ob. cit., pág. 243.
.l903
(8ó2) Anuarios Estadísticos, a l9ll: lmportación
por artículos.
(8ó3) "El Siglo", 19 setiembre 1906¡ Aviso. Muebles importados. Mueblería Caviglia.
(8ó4) "El Siglo", l9 abril I90ó: Aviso. Alberto Savagno y J.J¿bin. Remater 2T
abril ,l905: Obras de Arte. La galería de Julio Herrera.
(8ós) Album Pur-Sang, ob. c¡t., Tomo l, págs. 70-7'l y 298; Tomo Il, pá9. 383.
(8óó) Album Pur-Sang., ob. cit., Tomo l, págs. 178-79 y 288-89.
(Bó7) "El Siglo", 77 marzo 1904: Jockey Club.
(8ó8) "El Siglo", 3 agosfo I905: Haras Reyles.
(8óe) "El Siglo", | 3 diciembre 1905: Notas rurales.
(870) Album Pur-Sang, ob. cit., Tomo l, págs.30l-02.
(87 r) Oddone y M. Blanca Paris de Oddone: Historia de la Universidad de
J. A,
Monfevideo. La Universidad vieia: 1849-1885, Montevideo, l9ó3, pá9. 50ó.
Edu¡rCo Acevedo: Anales, ob. cil., Tomo V, págs. 87 y 223,
Alfredo R. Castellanos: Contribución de los liceos departamentales al desa-
rollo de la vida nacional, Montevideo, 1967, págs, 135-145.
$72) Libro del Cenienario, ob. cit., págs, 489-9O.
(873) Revista "Selecta", Año l, N9 'l l, marzo l9l8: Avisos. England. En poCer
de los autores,
(87 4) Revista Album Artístico, social, liferario, sportivo, y de actualidades: "Anales
Mundanos", mayo de l9l5: Avisos: Aux Galeries Lafayette; The England; Mue-
blería Caviglia; Maison Bourlez; Hoiel La Alhambra. En poder de los autores.
(875) lnvitación en poder de los aurores.
(876) Revista Histórica, ob. cif. Montevideo, 1975, Nos. 13ó-138, pág. 175.
(877) Revista Histórica, ob. cit. Montevideo. I972, Nos. 127-129, pá9. 447.
(878) D.S.C.S. Tomo 94, sesión del 7 de lunio de 1909, págs. 425-448.
(879) "El Si9lo", 19 iunio I90ó: Avisos. Socieié Genérale de Transports Maritimes
a Vapeur,
(880) "El Siglo", l9 noviembre l900: Exportación de ganaCo en pie.
Luis Enrique Azarola Gil: Ayer. 1882-1952, Lausana, 1953, pá9. 73-74.
(88 r) Hugo Mongrell, ob. cit. pá9.413.
(882) Nicolás Sánchez Albornoz: La población de América Latina, Madrid, 1973,
págs. 20ó-07.
(883) Aldo E. Solari, ob. cit. págs. 33 y siguientes.
(884) Pierre Chaunu: Hisioire, Science Sociale. París, 1974, pág. 152.
(88s) Varios autoresr Au¡ourd'hui l'histoire, Paris, 1974. Artículo de Albert So-
boul, pá9.267.
(88ó) "El Día", 29 lulio 1907: Les colonias de Artigas.

478
INDIEE
lntroducción 7

SECCION l: [A GANADERIA: DEL LANAR Y Et VACUNO


CRIOLIO A¡. MESTIZO I
PARTE I. EL NEGOCIO DE LA ESTANCIA II
Capítulo I La valorización de la tierra: ¿acicate o freno? . . 1t
I_ El ascenso vertiginoso del precio de la tierra y sus
CAUSAS II
2- El valor de la tierra y los cambios económicos ]9
Capítulo ll. Las ganancias del estanciero 27

Capítulo lll. EI modelo fiscal batllista y los estancieros 43


'I La ieoría batllista ... 43
2 -- El aumento de la Contribución lnmobiliaria 45
3- Impuesto a las exportaciones: estancamiento y des-
censo . 50
4 - La magra contribución de los hacendados al presu-
puesto del Estado. 52

PARTE II. LA GANADERIA: LOS CAMBIOS Y SUS LIAAITES .. 58

Capítulo l. lmpulsos al mestizaie 58


I - Del vacuno (o
2 - Del ovino ... ó5

481

2t
Capífulo ll. La difusión de las razas inglesas 72
'72
I - El vacuno
2- El ovino . 79

Capífulo lll. El pausado avance del mestizaie bovino 84


I - Evaluación cuantitativa . 84
2- Evaluación cualilativa . . 90
3- Criollos, "mestizones" y mestizos . . . 98

Capítulo lV. ¿Prados naturales o artificiales? 103

1 El complemento leórico del mestizaie: la pradera me-


'r03
iorada
2 Las escasas meloras a la tierra en el Uruguay del
novecientos 112
J El debilitamienfo del stock vacuno 117

Capítulo V. El dinamismo de la explotación ovina . . . 121

I - Progresiva desmerinización y aumento de la pro-


ductividad 121
2- Tecnificación de la explotación . 123

Capítulo Vl. El nacimiento de la cuenca lechera . . . . . 129


I - Causas del desarrollo . . . 129
2- Rasgos originales de la explotación lechera I3l
3- Características y deficiencias del tambo rural r38

§ECCION ll: HACIA EL TRIUNFO DEt FRIGORIFICO . 143

PARTE I DIFICULTADES EN LA INDUSTRIA DE CARNES.


1905-1911 .... 145

Capítulo I El estancamiento de la vieia industria 145


I_ ¿Estancamiento o crisis en la producción tasaiera? 145
2- Causas del estancamiento . 147
3- El renacimienfo del mercado cubano 152
4- A la búsqueda de soluciones para el estancamiento t55
5- Los saladeros como empresa 162
6- La Liebig's y las fábricas de carne conservada . . . . . 164

t 482
l::,iulo ll. "La Frigorífica Uruguaya": el difícil comienzo ró8
I - Causas de su fundación . . ló8
2 - Orígenes del primer frigorífico 173
3 - Del difícil comienzo al afianzamiento: .l905-.l911 . . 176

:3pífulo lll. Las fuerzas en pugna: industriales, hacendados y


obreros de la carne 180
t- lndustriales de la carne y hacendados . . . r80
La lucha entre los industriales de la carne I88
3- Obreros y empresarios ... 194

PARTE II TRIUNFO DEL FRIGORIFICO Y CRISIS SALADERIL:


19 12-19 I 4 206

Capí tulo Auge de las empresas frigoríficas extranieras 206


t- La revolución frigoríf ica 206
2- La exfranierización de la indusfr¡a . . . 208

Capítulo ll. La guerra inter-frigorífica y el temor de los ha-


cendedos al trust de la carne 214
t- lrrupción del capital estadounidense en la industria
rioplatense de carnes ..... 214
l- Repercusión del conflicto en Uruguay 220
J_ La reacción de los hacendados y el gobierno urugua-
yo ante el frust norteamericano . . . 229

Capítulo lll. La crisis de los saladeros uruguayos 240


'l * Motivaciones 240
I
2- Defensa y decadencia . 245

I
Capítulo tV. Valoración del cambio ocurrido en la industria
de carnes 251
I_ El aporte técnico 251
2- Las empresas que sustentaron el cambio y los nue-
vosproblemas... 256
*)- El momento en que recibimos el frigorífico y nuestra
evolución futura 263

483
SECCION I¡I. tA SOCIEDAD GANADERA 267

PARTE I. DISTRIBUCION DE LA TIERRA Y CLASES SOCIALES 269

Capítulo I Formas dominanles de la propiedad de la tierra 269


I - El Censo de 1908 y Ia distribución de Ia tierra 269
2- La sociedad rural pluralista . . 275

Capítulo ll. ¿Cristalización o movilidad de la clase alfa rural? 282


I - Del latifundio colonial al de principios del siglo XX 282
2- La "ruina de las vieias familias" . . 284
3- El origen social de los nuevos terratenientes . . . . . . 291

Capítulo lll. La región de la clase alta rural y el vacuno .. 296


I - La región donde dominó la gran propiedad 296
2 - Lazos entre gran propiedad y explotación del vacuno JUJ
3- La tecnología en la región de la gran propiedad y
el vacuno 30s
4 - Sub-regiones dentro del área de la gran propiedad
y el vacuno 307

Capítulo lV. Las cúspides de la clase alta rural: cabañeros


e invernadores . . 3r8
I
- Pluralismo de la clase aha rural 3r8
2 - Los cabañeros 320
c El oligopolio de los invernadores 322
-
Capítulo V. La región de la clase media rural y el ovino .. 345
I - La región donde dominó la propiedad mediana . . . . 345
2 - Lazos entre clase media y explotación del ovino . . 349
3 - La tecnología en la región del ovino y la clase me-
dia rural
4 - Sub-regiones denfro del área dominada por la clase
media rural 1E:8,

5 - fulodelos agropecuarios del Uruguay en 908.


'l
Ven-
tafas del modelo oveiero 359

484
Capítulo Vl. . Peonadas y pobrerío rural . . . 367
'l
- Debilidad del proletariado rural . . 367
2 - lncremento de las fuentes de irabaio 372
3 - Vida material de las peonadas . . 375
4 - El pobrerío 38.l

PARTE II ESTRUCTURA AAENTAL Y COMPORTAAAIENTO ECO.


NOAAICO DE LA CLASE ALTA RURAL . .. . 38ó

Capitulo I . Los grandes estancieros de la campaña 387


I - Culto a Ia tierra 387
2- La ganado-manía... 390
3- Culto a la seguridad y el oro 393

Capítulo Il. La clase alta rural urbanizada 400


i El ausentismo . . 400
2 Ennoblecimiento a través de la cultura 401
3 Ennoblecimiento a través del esfilo de vida 448

Capitulo lll. Fundamentos de la mentalidad "arcaica" 419


I -Lo que enseña la historla 419
2-Lo que enseña la sociología 420
3-Lo que enseña la geografía 420
4-Lo que enseña la psicología 422
5-Lo que enseña la economía 423

Cuaclros estadísticos 427

Noias 443

485
HISTORIA RURAL IDEL URUGUAY MODERNO

TOAO l - Historia Rural del Uruguay Moderno. l85l-1885


(agotado).

TOA O ll - La crisis económica. 188ó-1894.

TOA^O lll - Recuperación y dependencia. 1895-1904.

TOMO lV - Historia social de las revoluciones de Ig97 y 1904.

TOMO V - La prosperidad frágil. i905-1914.

TOMO Vl - La civilización gonadera baio Batlle. I905-.l9.l4.

ToA^o vll - Agricultura, crédito y transporte baio Batlle. rg05-


1914. (De próxima aparición).

487
Mientras Batlle conmovía a la nación con sus leyes y proyec_
tos, detrás suyo, casi invisibfe pero imponente, se alzaba en el
medio rural una estructura económica, social y mentat que bien
merece el nombre de "civilización ganadera». Esa civilización
¿ambientó, permitió o trabó al batllismo y su afán renovador? De
su estudio en profundidad es que surge la respuesta a esa cru-
cial interrogante.

llustración de la portada: Matrimonio de estancieros del Dpto. de


Rivera. Fotogralía de 1911.
PORTADA: VILLA

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