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JOSE P. BARRAN
BEilJAIIIN NAHUTTI
tsBN 84-8291-099-X
5
Todo esto parecer'í¿ indicar que el afán innovado¡ del batllismo
había sido frenado desde mucho antes de su gran derrota ele¿toral
del 30 de julio de 1916. Ella, y Ia escisión anterior de los 11 sena-
dores en 1913, estaban, tal vez, llevando al plano político la fuerza
de la mera inercia con que las viejas estructuras jaqueaban el cambio.
O mostrando, es otra posibilidad no necesariamente opuesta a la an-
terior, la dehiliilad congénita del grupo político que impulsaba las
modificacionr:s.
Lo cual podría resumirse en una frase que suscribirían con calor
sociólogos y antropólogos: la materia menos maleable a las manipu-
laciones de los políticos reformadores y aún revolucionarios es ]a re'
ferida al "orden rural". Allí reina, soberana, "la historia de larga
duración".
6
Secdón I
tA AGRITLIURA
Y SU SOCIIDAD
Capítulo I
El crecimiento de la agricultura
I
Además, aunque su avance fuera cierto, su significación en re-
lación a la superficie del país seguía siendo relativa. En 1899-1903
ocupó el 2,5 /o del territorio nacional, en 1908 4,25 %, en 19I3-I4
el 5,03 %. E" los primeros quince años del siglo, pues, si bien du-
plicó su extensión, ásta apenas sobrepasaba el 5 /a del territorio na-
cional: seguía siendo Ia "Cenicienta" de nuestra economía (1). Frentc
a ella ---en espacios y sociedades similares-, la provincia de Buenos
Aires tenía 5 millones de hectáreas cultivadas, la de Santa Íe 2,6 y toda
la Argentina 13,6 millones. La competencia fue imposible y resultó
casi inevitable la subordinación de nuestra producción agrícola a la
del vecino (2).
2 Gausas de la expansién
-
Varios fueron los factores que contribuyeron a provocar esie
crecimiento. Como ya observamos anteriormente, por estos años eI
Uruguay fue un país en expansión y también la agricuitura fue arras-
trada hacia un mayor desarrollo.
En primer lugar se debe mencionar el aumento de precio de los
cereales. Tanto en el mercado interno como en el internacional, el
trigo y el maiz subieron sus cotizaciones. Aunque las analizaremos en
detalle más adelante, cabe adelantar aquí que entre 1895 y 1913 el
trigo subió 2L,9 % y entre 1900 y 1913 el maíz incrementó su pre-
cio en 54/o.
También había crecidola población urbana y su correspondien¡e
de.manda de artículos alimenticios debía ser satisfecha con
un corre-
Iativo aumento de la producción. Montevideo tenía 300.000 habi-
tantes en 1908 lo que significaba un 15 /o más que en 1900, y las
ciudades del interior mayores de 1.000 habitantes, sumaban 156.000
Il,ersonas. En todas se había incrementado el consumo de prodr.rctos
alimenticios diferentes a la carne, como lo prueban las cifras de im-
portación de arroz, papas, azúcar, aceites, leche, queso, manteca. El
Director de la Escuela de Agronomía, Dr. Alejandro Backhaus, se
quejaba precisamente de que, teniendo tierras aptas en el país, hu-
biera que pagar precios exorbitantes por conseryas de frutas y ver-
duras francesas, dulces en lata del Brasil, o leche condensada
.una de
Suiza (3). Este aumento de la demanda, revelador también de ele-
vación del nivel de vida, va a impulsar la diversificación de la agri-
cultura en rubros tales como horticultura, fruticultura, artículos de
granja, etc.
L0
Ir
El desarrollo de una ganadería mejorada con la cría de puros y
mestizos también incidió sobre la expansión agrícola al requerirle
rnayores cantidades de forrajes. Si bien ese requerimiento {ue lento, no
cabe duda que nuevas tierras fueron sembradas con alfalla y avená
para ese destino (+). Arte la impostergable necesidad que las cabañas
tenían de reforzar Ia alimentación de animales finos, el cultivo de fo-
rrajes halló una salida más segura y mejor paga que la proporcio'
I
I nada por los cereales tradicionales.
Para ello también {ue un apoyo y un estímulo 1a política pro-
agrícola del gobierno. No era una novedad, pues la vimos ponerse en
práctica desde la presidencia de Julio Herrera y Obes, pero su con-
tinuación a través de los años resguardó el mercado interno para la
producción uruguaya y protegió al agricultor.
En este caso específico, los gobiernos batllistas siempre se ne'
garon a permitir el ingreso de forrajes argentinos, más baratos quo
Ios nuestros, a pesar de los reiterados pedidos de la Asociación Rural
y de los cabañeros para que se permitiera su importación con exen-
ción de impuestos. Los agricultores reaccionaron vivamente contra
la Asociación Rural por este hecho, acusánilola de defender los inte-
reses de los ganaderos en perjuicio de los sulos
(;). Sin duda ha-
]]aron en Ia venta de forrajes una manera de compensar los magros
beneficios obtenidos en otros rubros, por lo que fueron ampliando sus
cultivos.
En Ia región del litoral, especialmente en Colonia, otro hecho
influyó en el aumento del área agrícola. Fue Ia presión por la tierra
provocada por el crecimiento demográfico de los colonos valdenses
y suizos. Habían sido capaces de crear prósperas chacras de estilo
europeo por sus conocimientos agrícolas y la práctica de la ayuda
mutua. La multiplicación de las familias hizo imperiosa la obten-
ción de nuevas tierras, especialmente Ias más cercanas y fértiles de los
departamentos de Colonia, Soriano y Río Negro. Coincidió esa ne-
cesidad con el deseo de algunos propietarios ingleses de deshacerse de
sus extensos latifundios, cuyo sistema extensivo no compensaba el va-
lor creciente que estaba adquiriendo la tierra (0). (*) The River Plate
(8) Entre 190? y 1913 ocurrió una esi)ecie de fiebre por 1a liquidación
rie las estancias aie propietarios ing:leses, especialmente sociedades anóni-
r¡as. situadas en el litoi'al urug:uayo. Su explotació11 extensiva que requerl¿
l'i.ó hectáreas para cada vacuno aduito, los escasos rendimientos obteni,Cos
frente aI subido valor de la tierra, 1as queJas continuadas de Ios pequer-ros
granjeros contra esos enormes fundos improductivos que los aho€iaban y
no dejaban expandirse, fueron factores que los impulsaron a vender, y a
'.'endef en fracciones que pudieron ser compracl¿s por los hijos de los co-
lonos de la región. IDsa serie de ventas fue segilrramente la que convencit5
11
Estancia Co. Ltd., Tl¡omas Bell, Juan y Carlos Drabble, procedieron
a fraccionar y rematar las estancias Miguelete, San Peáro, Estan.
zuela, Campana, Santa Emilia y otras, que sumaban más de 50.000
hectáreas. A ellos se agregaron, con similares intenciones. Alejo Rossei
y Rius y Alfonso Seré, con otras 10.000 hectáreas (s). En total, más
de 60.000 hectáreas fueron fraccionadas y vendidas a estos colonos
que como tenían ya cierta posición económica desahogada, pudi€ron
contar con el apoyo creditioio de los Bancos de la República e Hi-
Potecario(o) (*).
Otro elemento que debió influir en la exteusión de la agricultura,
pero con incidencia sobre todo zonal, fue la const¡ucción de carre-
teras en el sur del país y de algunas vías {érreas com'r Ia dei Este que
fue a Maldonado. y la de Algorta a Fray Bentos. en Río Negro. De-
cimos influencia zonal porque los fletes elevados del ferrocarril no ie
dieron a la agricultura el impulso que ésta siempre necesitó para la
salida de su producción. Pero en las fértiles resiones del Litoral una
agricultura dil,ersificada, del tipo de la granja eulopea. o ia gran
empresa agrícola, seguramente pudieron extenderse confiando en ei
ferrocarril como medio rápido de transporte. Dirá un periodista de
"El Siglo" en 1911 : "El, ram,al d,e Ia, línea f érlea entre -4lgorto y Fray
BenÍo,s empieze a dar sus frutos. . . La lacilidad del transporte ha he-
clto fa.Aíble iniciatiuas que pertnanecían latentes. . . Sobre toio la
agricubura, qt+e reinará en absoluto en oquellos com.pos ierdces, ütt. to-
mando cuerpo..." Í1r1. En otras regiones, en cambio. las c¡íticas a
las empresas ferroviarias se hicieron más intensas precisamente porque
Ia agricultura ya se había extendido y necesitaba vitalmente la rebaja
de tarifas que hiciera factible su consolidación (12).
Una de las particularidades de Ia agricultura urugual'a, como
se demostrará más adelante, fue su elevado rendimiento por hectárea,
que se incrementaba cuanto más diversi{icada fuera la producción.
Ante la suba constante ilo los arrendamientos por e1 aumento del va-
Ior de la tierra, hubo un desplazamiento significativo de la actividad
ganadera por la actil-itlad agrícola, especialmente en las zonas más cer-
canas por 1o tanto, caras- a los centros poblados. EI ingeniero agró-
-y
a,Batlle de que '¡la subdivisión de l¿ propiedatl", corno é1 Ia llamaba, ven-
drla sola y con ella la gradual y pacÍfica eliminación del latifundio. Claro
que a.unque la superficie fraccionada era lmportante, nada significab.l frente
al total ocupad.o por los grandes propietarios en el pafs y menos todavͿ
por cuanto et ejemplo de eso8 ingleses apenas si fue seg:uido por otros
coterráneos y nuestros criollos. Las referencias Derioalfsticas a este ferró-
meno tan particular fueron numerosas (?).
(') Que existla verdadera Dr"esión por Ia tierra lo Drueb¿ el hecho
siguiente: para los ?8 ]otes en que se subdividió la estancia San Pedro hubo
más de 700 interesados en el año del remate: 1912. (10).
t2
nomo Carlos Praderi describió en 1913 ese traslado de las distintas ex-
¡--lotaciones rurales, empujadas por la suba del arrendamiento: "... au-
mentando los precios fde la tierral, se aumentaban los arrendamientos,
é-stcs que signit'ícaban el ínterés d.e ese precío de las ,iienas debían
ir por
lo menos paralelos a la suba de la producción. Y se a,o. entonces de l,t
proximirlatl de Monteuideo y otras ciu.dad,es, la ganaderí^rt; e:xtensiua,
a sírnple base,de pdstoreo; y se sustituye por la agrianltura extensita:
trigo y ma,íz- Autnenta el precio de los úerrenos y prosigue la diaisiót¿
de Ia propiedad.; el tnoaimiento de transmigración se sig.te p,ercibiendo
¡rara Canelnnes, Colonia, San losé, y ,se ad,tu instalando los nueuos
c€ntras a.urícolns en diaersos campos ltasta ayer ganaderos.., Sigue la
suba. La agricultura extensiua no da: .,*iene ln lechería, que hoy misnto
si.{ne octtpan¿o terrenas dejados por agricultores de San losé y Ca-
nelones. Y aún más que la lech,ería se llega a la granja agropecuoria
', st¿rgen las ch,acras con. montes Jruta,les, c*iñed,os, huertas, criad,o-
res tle cerdos y o.oes..." (rB). Esto contribu¡-e a explicar que la agri-
,,ultuia se hubiera concentrado en los alrededores de los mercados de
rr¡rlsumo más importantes por su población. r- también que el área
acrícola se siguiera extendiendo para responder a esa acrecida de-
manda. Con{irmaba un contemporáneo: "lt{o es cierto... que la gana-
deríct aaya inoadiendo las :onas agrícolas de cada departamento. Ocu-
rre y ocurrirá lo contrario con la eleuación de los precios de arren-
danienfo, _que ya obliga 'a los ganoderos a btrscar carnpos en parajes
ntús aleiados" (t+).
La sequía que se abatió en 1910 sobre el país causó una impor-
iante mortandad cie ganado vacuno. En algunos establecimientos ]as
:,érdidas fueron muy considerables, y ante el eler-ado costo de Ia re-
r,r,blación, se optó por de icarse aunque fuera transitoriamente, a ia
.r¡r'icuitura. Ello extendió el área de cultivo y aún cuando segura-
riente toda esta nueva superficie sembrada no tuvo carácter perma-
r.:nte. por Io menos sirvió para compensar los vacíos dejados por el
r¡rado. Así lo interpretó "El Día": "La situaeión crítica ile los ga-
:;a¿leros por falta de ganados pa,ra poblar sus ca,trLpos, proro"* robr"
it\.! o en, este año, und cotrlrynsa.ción, poniendo en cul¡it¡o tierr.as que
:.c, puerlen, ocuryr con animalo,t. Segin int'ormaciones qu.e tenetnos la
.nti.tlatl de',tien,a entregaila etu estos mom,entos a la agrícultura es
'¡iut' superíor a la d,e los años wnterio¡es..." (15).
También por estos años algunos estancieros pensaron en la co-
lr,nización parcial de sus estancias. IJnos, como negocio fácil y rápido
Ies permitía vender pequeños lotes de tierra a precios elevadísimos;
':1ue
13
I
74
dad, el objetivo principal era el de plantar {orrajes para sostener los
ganados de invernada que abundaban en el preáio, pero además se
impulsó la siembra de trigo, maiz, avena y lino, con el propósito de
llegar a la "oerd,adera granja: fo,ajes, frutales, lechéría,'"rrior, or"r,
elc,, que se conlpensan entre sí". Su fórmula de trabajo era Ia me_
rlianería *mitad de la producción para el dueño de la tierra y mitatl
para el colono-, pero dotando a éste de los materiales ,"""ru..o.
para Ia siembra, lechería y avicultura.,Creía Schauricht q.ue "allí re-
sid,e, en la colaniaarihn parcial, esa, combinación, d,e la ganadprí,a y
la agricultura, lns ueld,afleros medios de , compensar ambas indus-
trias. . .'¡ (20).
15
mentada de una naciente industria aceitera y azucarera. Tami¡ién hay
que considerar como significativo el aumento de los cereales, no tanto
por'sd porcentaje sino por su extensión en superficie, ya que sobrepa-
só las 100.000 hás. t:gr.
También se amplió consiile¡ablemente la viticultura. como resul-
(23).
ta tlel siguiente cuadro
CRECIMIENTO DE LA VITICULTURA
% aumento
1905 1S09 1913 sobre '1905
16
Por ello, y por la conveniencia de estar cerca de lós mercados de
consumo más irnportantes, es que esta actividad tuyo sus mayores ex-
tensiones'en los departamentos de Montevideo, Canelones, Colonia, Sal-
to, Maldonado y Paysandú (26).
Otro cultivo que también se extenüó notoriamente fue el de Ia
fruta. Durazneros, naranjos, perales y manzanos se repartían las 27.000
hectáreas de frutales que había relevado el Censo de 1908. También era
una producción repartida en pequeñas explotaciones y concentrada cer-
ca de los centros de consumo urbanos. Así, Nlontevideo, Canelones, Sal-
to, San José y Soriano ocupaban más de los doc tercios de la superfi
cie dedicada a ella en el país. La colocación en ei mercado tropezó,
empero, con serias dificultades. Así las resumió el }finisterio de Indus-
trias en 19]3: ". ..si la fruta es caro. etu la Repúblioa, es por razones
xarías. Primeramente, por la t'aha general de la misma, no sólo en el
paí*, sino también en las rtacionps t¡ecinas. Además, por kt, ausencia
de tmríeda.des en rwestro, lruticubura, en bt, que el durazno absorbe
por sí casi uda la, producción. Fahan las peras r manzonas que síguen
¿ los duraznos, cu«ndo tenecelo, époco de éstos: 1' fc,&an los cere¡ds,
ciruelas y frutillos que los preceden. Y iinclmente, por lo ousencio d,e
buerw organizacíón en el corlsurno, llue se üeta a ca.bo por nuÍLerosos
comisionistas" Q7).
Este último rasgo era un inconveniente común para los fruticul-
tores y los horticultores. La intermediación que traía los productos a
Ia ciudad, y luego el puestero que los vendía al detalle, obtenían ga-
nancias que generalmente superaban el cien por ciento. Así, por ejem-
plo, en 1912 los intermediarios compraban la papa en el mercado agrí-
cola a 3 pesos los I00 kilos y la vendían a 6 centésimos eI kilo; las ce-
bollas a 7 y las vendían a 15 centésimos; los zapallos a 3 y eran ven-
didos a 5 ó 6 centési¡¡6s (28). La parte del agricultor puede calcularse
en un quinto o menos del precio final, con 1o que sucedía el fenómeno
tan conocido del perjuicio en las dos puntas del circuito: el productor
recibía poco ,p,or sus artículos y el consumidor los pagaba caros. Las
protestas de éste nunca disminuían las. ganancias del intermediario si-
no que contribuían'a rebajar los precios al productor. Un intento de
superar este problema se llevó a cabo con Ia instalación de ferias fran-
cas €n las ciudades donde el productor podía ofrecer su mercadería
directamente.
Otra producción relacionada con la anterior de frutas y verduras,
fue la de aves y huevos. Era reveladora su expansión de la elevación del
nivel de vida urbano y del aumento de la población. Lentamente el
t7
hombre de la ciudad ser iba apartando del exelusivo consumo de c¿rne
para demandar también los productos típicos de 1as granjas a la euro-
¡:ea. La avicultura estaba concentrada en los departamentos agrícolas
y se explotaba conjuntamente con hortalizas. frutas. quesos y dulces. En
Canelones existía el foco principal. seguido por San José, Colonia,
Montevideo, Florida y Lavalleja. Un censo de 1908 denotaba la eris-
tencia de 3 millones de ates, y en 1913 la producción anual de huevos
ascendía a 300 millones de unidades que representaban .1.5 millone¡
de pesos. El principal mercado de consumo era \{ontevideo. pero tam-
bien re registraba una fuerte exportación a la populosa Bueno¡
Aires (20),
Todos estos rubros de la explotación agrícola tienen una conside-
rable importancia. Demostraban que finalmente se había abandonado
el exclusivismo cerealero y que la agricultura se estaba diversificando.
Con ello conseguía abastecer un abanico más amplio de las necesida-
des urbanas y al mismo tiempo liberarse de la situación miserable que
había sido tradicionalmente la del productor exclusivo de cereales. Si
'frutas, aves y huevos empezaban a extenderse lentame¡:te
) a ocupar
mano cle obra, otro tanto acontecía con los cultivos más relacionados
con la industria, como la viticultura ya citada. o ia erplotación de la
remolacha para nuestra naciente industria azucarera.
Con relación a esta última, en 1903 había empezado a {uncionar
una fábrica de azúcar en La Sierra, departamento de ]laldonado. pro-
piedad del empresario francés Felix Giraud. Producía azúcar de retno-
Iacha y trabajaban en ella diariamente cerca de 400 obreros. Pa¡a la
proilucción de remolacha disponían de 4.000 hectáreas donrie trabaja-
ban 400 cultivadlores que ganaban un promedio de un peso ¿i".io (:'oi.
Para ampliar Ia producción, en 1905 Giraud ofreció tierra,s a 20 farni-
lias más. proporriérrdoles dedicar l-0 hectáreas al cultivo de remolacha
y otras 10 para Ia subsistencia familiar. Si se obtenían 20 toneladas
por hectárea no se les cobraría arrendamiento por la tierra (31). Cuen-
do años más tarde el promedio de producción por há. se ubicó en las
35 toneladas, esos amendatarios quedaron exonerados del pago de la
renta anual (ü).
El Estado se preocupó desde el primer momento por impulsar es-
ta nueva inilustria mediante exoneraciones y privilegios. Algunos su-
culentos, como el que extrajo Giraud de Ia refinación ilel azúcar bruto
extranjero, que le dejó suficientes ganancias como para permitirie
montar Ia fábrica ya citada (sai.
1B
En 1905 se insistió en esa protección, esta vez bajo la forma de
primas.anuales a quienes alcanzaran la producción de rernolacha y la
fabricación áe azicat en determinados volúmenes. El objetivo esencial
era la extensión del cultivo y la consolidación de un grupo social cada
rez más numeroso que a él se dedicaba: "Los wtrilicíos hechos por el
Esta.tlo redundarán así exclusiuamenle en benelicín de los que se arries-
guen d, d,comerer l,a, empresa de implnnar en nuestro territorío el. cul:li-
t,o de la remolach.a en escala, bastante para prod,ucir una cantid,ad d,e
relatíua importancía, de azú*ar nacíonal,..'t i34\.
Se reforzaba de esa manera la política favorable a la agricultura
clue venía desar¡ollando el batllismo, a fin de estimular la extensión de
cultivos que ocuparan mano de obra, asentaran la población, "tranqui-
lizaran" la campaña y permitiesen diversificar la producción rural.
4 Zonas de expansién
-
La región agrícola .estaba situada fundamentalinente en la zona sur
del país. El departamento de Canelones era ei único donde la tierr¿
dedicada a la agricultura \55% ) superaba a la ocupada por la gana-
dería. Lo seguían en orden decreciente }fontevideo 116%), San José
t26,1/o) y Colonia (2llb de su superficie a la agricukura). E-.tos cua-
tro departamentos totalizaban el 54,8()L del área agrícola censada en
l90B: 836.000 hás. ,o sea 4,25/o de la superficie nacional.
Pero a estos cuatro departamentos, que podían considerarse ya
cor¡o el área agrícola tradicional, se habían agregado con yalores re-
lativos importantes otros del sur, todos cercanos a Montevideo, con ex-
cepción de Soriano. Esta fue la novedad del período estudiado.
Ellos eran Soriano, con el 5,9c/o de su superficie dedicado a ia
agricultura, Florida \5,6%'). .v Lavalleja 15,2%1. Estos cuatro totali-
zaban el 20,1% del área agrícola censada en 1908.
Sumándolos a los primeros, apreciamos que los B tenían el 74,9/t:
de toda el área agrícola nacional, o sea las 3/4 partes.
El 25% restante de Ia superlicie agrícola se Io repartíani los otros
11 departamentos, siendo por tanto muy débil la agricultura en ellos
o casi inexistente. Manchones de cierta entidad había en Cerro Largo,
3.1/o de su suelo a la agricultura aunque poseía el 5/o ilel territorio
nacional; Rivera, 3/o d,e tierra agrícola, co., 3,2/a de la superficie
nacional; y Tacuarembí, 3,2% de agricultura con 5,7/o de la super-
ficie total del país. Si estos departamentos habían desarrollado alguna
agricultura, ello se debió seguramente al alto costo del trigo, las hari.
19
LA AGRICULTURA EN I9O8
Artigas
Ccñrest¿do
o
o
o
Salto Rivera
o o
o
o
o
o
o
Tacuarembó o
o o
Paysandú o o o
o o
o
o Cerro Largo
o
o
o
RÍo Negro
o o o
Durszno Treinte y Tres
Oo
o
o o o
o Oo
Sorlano Flores oo
ooo o o
o Florlde Rocha
Lavalleje
o
o oo ooo o o oo o
o
oC olonia
oo
o
oo o9
o OO
o c
o o
ldonado
o o o
Montev
20
nas y el maíz enviados desde la lejana Montevideo, al enorme atrasi¡
agríoola del cdrcano Río Grande, y por lo tanto, a la necesidad de
atender, en alguna medida, al autoabastecimiento para cubrir las esca-
sas necesidades de una población fundamentalmente carnívora.
Algo similar, pero con entidad todavía menor Io que su re-
-poragricultura re-
levamiento resulta desdeñable- ocurrió con la pequeña
ducida al ejido de sus pueblosl en Artigas, Durazno, Flores, Pavsandú,
Río Negro, Rocha, Salto y Treinta y Tres. Debe retenerse, sin embar-
go, que en Paysandú y Río Negro se pueden detectar algunas empresas
agrícolas grandes, así como en Salto importantes plantaciones de r-i-
ñedos (35).
Esta expansión fue notada en Paysandú, por ejemplo, donde se
expresaba que "...se ha. despertado entre los colonos del Sur un uiuo
interés por los cafiLpos de este departamento. Ya hemos dicho. . . qrle
en. el breue término de un año se han cofiLprddo y arrenilad,o más ¡Je
l.AA0 luis. de campo de pastoreo para translormarlos en hermosa re-
gión de produ,ccíón agríaola,... Casi todos esos compraá,ores y arren-
clatarios proceden del Sur, donde los campos colonizables adqu.ieren
cada tez más una ualorización f.r1"n pronunciada que resul'ta desaento-
josa para el ppqueño colono, que no pueáe pagar subidos arrerulamíen-
tos. . ." (1ti) .
Este es un motivo de la expansión hacia el Centro y el Litoral quc
se repite en numerosos testimonios contemporáneos: Ia elevación de la
renta en los campos más cercanos a la capital fue empujando a los
agricultores cerealeros hacia tierras más alejadas pelo más baratas.
"Al experimentarse la suba de los arrendamientos, parte de la gente
nuestro, busca campos baralos; ua lwcia el Centro, aa hacia. eL Norte
d.el país; de ahí las tierras rotas en grd,n Wrte del departamento d,e
IÍinas, Fbrida, Durazno, Soriano,, .." (37).
Así muchas tierras en el sur fueron ocupadas por explotaciones
más rentables que podían alrontar las subas de alquiler, tales como ie-
chería, horticultura, fruticultura, avieultura ,v viticultura, con 1o que se
acentuó el proceso expansivo motivado, en 1o esencial, por el ascenso
del precio de la tierra.
Tal {enómeno era clarísimo para el ingeniero agrónomo Ca.rl.'s
Praderi, quien insistía en 1913 que se estaba produciendo "...allí don-
de la dtuisión de la propied.ad, en, el aumento ilel ualor de la tíena, tra-
¡'endo pr eso el atlnlenlo de l,os arrendalarios, itnpuso cu.híuos más in-
tensíuos...". Y confirmando 1o ya señalado en un parágrafo anterior.
añadía: "...aan ol aen.tro y al norle del país muchas lamilios de agri-
2L
cultores del sur, Erc han, permüílo el ax*rrce del arado en ditersas es-
tancias colonízadas ínteriorm¿nte o en las grandes ertensiones tranl,t'e¡-
m.ados en coloftias por arlentlaaríos en Ceno l,argo, Treinta y Tres.
Durazno, Florida, Soríano,. ." r3s).
Es clecir que la expansión de la agricultura cerealera a zonas qu€
antes no la habían experimentado encuentra su explicación en la suba
pronunciada de los arrendamientos en el sur que pro'r-ocó el desplaza-
miento de esos agricultores y su sustitución por quienes explotatran ru-
J,,ros más ¡,aliosos de tipo granjero. Sin embargo. dehen anotarse como
ilconr,enientes de esa expansión, el traslado a las nuelas zonas de los
mi-.mos sistemas de explotación rutinarios del sur. p¡¡,pios cle ]a agri-
cultura cerealera, que agotaban rápidamente las nuevas tierras ,v a vc-
ces Ias inutilizaban.
Como prueba final de que la región cerealela es la que hemos cles-
crito aI iniciar el parágrafo, podemos citar ia cantidad de máquinas
trilladoras utilizadas para las cosechas de 1906 v 1913. L,rs departa-
mentos que las poseían en mayor número eran los de Colonia. San Jo-
sé, Canelones. Soriano. Florida y Lavalleja. Colonia. con 1J3 máqui-
nas" utilizó el 26,43/o del total de las empleadas en e1 pais; Canelo-
nes, con I14, el 21.07%; San José, con 103. el 19.(13%: Soriano. con
56, el 10,35f?:; Florida con 35. el 6"65/c; ¡-finalnrente Laralleja. con
33 máquinas, el 6,60/c del total (30).
Esa era la región agrícola {undamental del pais. 'r' .¿r1r-o alguna
ercepción. eran los departamentos más poblados r- más cercanos
mejor comunicados- con Ia capital de la República. prinr'ipal centr't -o
do consumo y exportación.
22
Capítulo ll
La sociedad agrícola
23
De él se puede deducir 1¿ existeneia de cuatro grandes grupos de
agricultores, correspondientes a las siguientes formas de explotación
y tenencia de la tierra:
A) EI minifundio cerealero, cuyo centro estaba en Canelones
aunque también gravitó en San, José, Colonia ;- Florida. Fue en Cane-
lones donde los predios menores de 100 hectáreas ocuparon la mayor
área departamental de todo e1 país, rn AO.¡L; donde {ueron más nu-
merosos, 7.382; y donde, según la estimación del lngeniero agróno-
mo Jewdiuxow en 1913, dividiendo ese número entre las hectárcas
dedicadas a la agricultura, se obtienen las chacras más pequeíras de
toda la región agrícola: un promedio de 34, hectáreas ]ral'a cada una.
Esa agricultura cerealera realizada en minifundios sólo podía ,lar
origen a la miseria, tal como 1a describió el presbítero Fernando Da-
miani en 1912. Después de ocho años de convir.ir con estos campesi'
nos, pintó su situación oon los colores más negros: "Trabajan de sol a
sol y de Ener,o a Emera y sw labor pesdda continua no arroia a su !a-
uor, saloo muy contadas excepciones, saldo alguno. J[ut lejos da ¡tro'
gresar, ÍLuestros ogricultores .uíuen catla uez ntás o-<obiados t eru más
extrema y precaria sítuación...".
Las causas a que atribul'ó este estado eran dir-ersas: en primer lu'
gar, la suba del arrendamiento de las tierras: "lVo entro a juzgar si es
real o licticio el tsalor extraordinario que ha adqutri4o eft estos úkimos
tiempos la propiedad runal, pero el hecho es palpable. De aquí que los
arrendam,ientos de los campos hayan aum,entado considero,blemeüe y
tenentos que d,e'$ 1¡§() y.$ 2,5o en que oscílaban, han subido a S 4,2tj,
$ 5p0 y $ 6, y sadgrnos de algunos que pdgdrl S 7,.j¡t por hectárea.
Se impone el milagro pe,r(t, E& el labrador pueda dar cuntpümíento u,
eslos enortrles compromísos. . .".
Además, se sumaba la carestía de la vida r la forma en tlue el
agricultor satisfacía su consumo: "Las ruinosos consecuencias tle la
gran carestía de La uída, que en todas partes se hacen sentir y que
alectan muy particularmente a las clases ¡;roletarias, alcanzan con
todo su rigor a la la,boriosa clase ngrícola. . . El labrador tonT'a gene'
ralmente l¡¡s artí.culos, tnnto de consu¡ruo cotno de úestir, a cttenta tle
lo qwe ha de cosechar y claro que en esa Jornm el com,erciante recargd,
el precio y si no da cumplimiento al lin del aíío económico se le re-
uoig, un ínterés sobre el nlonto de lo que adeu.'ha..."
También había que contar con los enemigos tradir:ionales de la
agricultura: las plagas y el clima: "Un granizo, una helada a des'
24
ti,em,po, ww prol,ongoáa sequía, o w¡ta llut¡ía excdsiua.. . ¿Qué os diré
rle la langosta? . . . ¿Qué os d,iré 'del agouwniento de los tieras? . . ."
Asimismo gravitaba la absoluta falta de crédito y el sometimien-
to del agricultor a los prestamistas y usureros de campaña'. "No es
la rnenor la lalta de crédito, plecto trisfísimo, pero lógico y necesario,
del terribl,e aislamiento en que uíoen n.u¿stros agricultores; pero ana
de las más perniciosas caus&s productoras de su tristísíma sitttación son
las tiraní,o,s de la wura. Esta plaga pes& conlo una moniaña enorrne
sobre la agrícultura de nuestro Wís y el desalentador aislamiento en
que uiue... faaorece... l.os ¡lanes de ese régímen de aejaciones e
injustícias de tddo'tamaño... Tendría, qwe hablar muclto ttempo, em-
pezaná,o por los contrq.tos de o.rrendaminnto y siguiendo por l,os de
cotnpra y t)enta, pu,es a todo extiend,e sus terribles imposí,ciones y exi-
gencilts brutales. . .". (40)
A todo ello debía sumársele "la falta de cultura profesional
agrícola y comercial de nuestros labradores", por 1o que se mantenían
los mismos cultivos rutinarios de tres o cuatro décadas atrás que,
sobre tierras cansadas, disminuían la producción de la tierra y agra'
vaban la miseria del labrador. La falta de crédito para maquinarias,
abonos, buena semilla, impedía eI cambio.
Esta era la agricultura tradicional, dedicada al cereal, y que vege-
taba en la miseria. Todos los testimonios coinciden en señalar sus
males y sus carencias, que transformaban al agricultor en "permanen-
te habilitado" todavía en 1930: "Habilitad,os en la tieta que ocupctn,
habllindos en su capital de máquinas de labores y cosecha, habilita'
rlos para llzs necesidailes de la uida en tados los artículos alimenticios,
en los combustibks, bolsas, efe., etc,, l.a única base que garante aque'
ll,a economía ld,esprouistal en absoluto de crédi,to, es el posible año de
abunilanle cosecha. An solo año norm,al no basta, a ueces' para cumpiir
con todas escis obligaciones; una mnlo agraua, con inmediata restric'
ci.ón general de dtchas lu,entes de crédito, bs posibilidades de un tra-
bajo futuro. . ." (41)
Esa deficiente situación empujaba a veces a la emigración, fenó-
meno perceptible sobre todo en los departamentos del Litoral, donde
se hacía sentir la atracción de las tierras argentinas, baratas y con
medios de transporte más accesibles. El senador Blas Otero 1o denuncié
err 1909: "Lo más airiJ, la sauin nu,eua se ad, a, las regiones donde es
¡nsible nloüer los braeos sim ser éstrechndo por el lindero, donde la
tterra barata produce, sin abonos, cosechas que permíten pagarla t
red,imirl.a etu pocos años, doide cad,a Jamilia, en üez de o-iuir de pres-
25
tailo, agregada a los pd,res, es dueñ¿ absoluta. de su desino. . . lo que
faha laquíf es tierra barota, agríailtura infensi,-a r laciüdades polrr'
(12\
l.a exportnciótut'.
El problema de ia agricultura cerealera seguía. a través de las
décadas, sin solución. Minifundio. ar¡endamientos elevados, transpor.-
tes caros, ausencia de crédito. atraso técnic(r. eran los elementos ne-
gativos de una situación que la política pro-a:rrícola del batllismo fue
incapaz de superar, aunque tal vez sí de paliar.
B) El minifundio dedicado a la horticultu¡a. {ruticultura, viti-
cultura y productos de granja. predominante en \Iontevideo y sur
de Canelones, permitió obtener un eler-ado rendimiento por hectárea
y fue la única salida productiva de la pequeria prc,piedad, la menor
de 100 hectáreas. Por su rendimiento'r- -.u ubicación en las más caras
tierras del departamento capitalino .v del de Canelone.. se trató de una
pequeña explotación que colocó a su poseedo¡ casi en el ruisrno rango
social que al ir.rtegrante de Ia clase rnedia a.ritola. srupo que anali.
zarelros inmediatamente después.
Su gravitación creció en este período, como hrrn,-,s tisto. debido
al aumento de la demanda de las poblaciones urbanas que empezaban
a 'r.ariar su dieta carnívora -ceguramente emrrujada. p1,r la elevación
de su nivel de vida entre otras cosas. tlirersiiica la alimenta-
ción- y los distintos -Que,
hábitos de consumo del innrigrante europeo. cuvo
numer,oso aporte se hizo sentir más agudamente por estos años. Fil
predominio de esta forma de explotación en los departamentos más
densamente poblados es una prueba de ello.
C) La clase media agrícola, dedicada a la ascr.iación de la agri-
cultura y de la ganadería, el típico trabajo de granja. la llamada
"agropecuaria" en la época. Con asiento en Canelone:. San José. So-
liano v sobre todo. Colonia.
En Colonia, el centro geográfico de este srupo. los preilios pe-
queños eran sólo el 57,8/o del total contra el 87.8.i en Canelones, lo
que permite suponer que hubo explotaciones agrícolas superiores a las
100 hectáreas. Del cuadro publicado por el ingeniero agrónomo Jen'-
dixow en 1913 se tleduce tpre los 1.399 predios a"-rícolas de Colonia
tenían una extensión promedio de 84 hás.. y los 432 de Soriano una
extensión promedio de 109 hás., las más elevadas del país. seguidas
luego por San José. con una extensión promedio para los 2.166 pre-
dios agrícolas de 76 hectáreas.
Fue aquí donde se obtuvieron los mejores resultados del trabajo
asrícola. Pr,ecisamente en esta región los agricultores pudieron com-
26
t
prar las estancias fraccionadas por los grandes propietarios ingleses,
como ya se vio.
En 1910 se realizó un cálculo de la productividad y rentabiridacl
de estas explotaciones agrícolas colonienses que demuestra lo antedi-
cho. La colonia suiza abarcaba una extensión territorial aproximada
de 20.000 hectár'eas y contaba con unas 200 granjas trabajadas pr-rr
otras tantas familias. Su producción de trigo, maí2, cebada, verduras,
frutas, forrajes, queso, manteca, vinos y productos de cerdo, se calcu-
Ió para ese año en 4.40.000 pesos. (43) Eso significó una producción
por irectárea de fi 22, y de $ 2.200 por granja 1- por año. Ninguna
t¡tra acli'idad agropecuaria e, el país se aproximaba siguiera a estas
cifras: ni Ia ganadería vacuna, ni Ia ovina, ni mucho menos la agri-
cultu¡a cerealera. La única que se acercaba era ia que en Montevideo
v Canelones explotaba algurros rubros iguales: vides. r'erduras y frutas.
Otro cálculo contemporáneo, hecho por el ingeniero agrónomo
'i-eodoro Alvarez, de la División de Agricultura. demuestra
igualmen-
te ios bene{icios que podía dar este tipo de explotación. Se trata de
una estimación de rendimiento de una chacra coloniense de 100 hec-
táreas, donde el capital inicial por gastos de instalación se calculó en
2.{20 pesos, y los gastos anuales por cultivo de trigo. lino y maí2, se
apreciaron en $ 1.309. Aun cuando no se inclu)'eran en esta estimación
que siempre acontecía en la vida real- rubros tan comunes en
-lo
Ia zona como Ia lechería o la quesería, el producto bruto debía alcan-
zar a ios $ 2.088, y la ganancia líquida. por tanto. a ii1,40 pesos, o
sea, el 32lb d,eI capital invertido (aa).
Con esos o similares rendimientos, no era ertrailo que existiera
en colonia una clase media agrícola bien asentada. Liberaáa por otros
culti'os y el mayor tamaño de su fundo de ia dependencia miserable
del cereal en pequeña escala, este grupo social pudo convertirse en
lrropietario de la tierra que trabajaba y extender su influencia hasta
airebatar tierras a la ganadería explotada por los estancieros britá-
nicos.
D) La gran erplotación agrícola, poco difundida, pero de cierta
importancia en los excelentes suelos de Soriano, r,inculada de segur_o
¿ la abundancia de reproductores puros que exigía ciertos cultivos
{orrajeros en ese departamento, así como a la creciente demanda de
t'.'igo que daba excelentes resultados en sus tierras vírgenes. No sólo
indicaría esa existencia el tamaño promedio de los predios en Soriano
hectáreas, el más elevado del país-, sino también la Estadís-
-109
27
tica Agrícola del Ministerio de Industrias del año L915, (4;) que men.
ciona 12 predios de entre 500 a 1.000 hás. dedicados a la agricultura
en 1912-L3, gue suben a 19 en 1914-15, y los mayores de 1.000 hás.,
que eran 9 en la primera fecha y bajaron a 6 en la segunda.
Este raro, pero real, "latifundio agrícola", se dio también en otro
departamento, y poseemos la .descripción de uno situado en las cer-
canías de la capital, el establecimiento "El Condado", situado sobre
la orilla izquierda del arroyo Pando, en el departamento de Canelo-
nes. Eran 1.500 hás. dedicadas en parte al plantío de árboles madera-
bles y de frutales, tales como eucaliptus, álamos. sauces. durazneros
.y manzanos. Más de 300 hás. se dedicaron al triso, maíz y lino, em-
pleando 30 arados, 3 desgranadoras de maí2. 2 sembrado¡as. una en{ar-
dadora de pasto, y cortadoras de pasto que se utilizaban en las 600
hás. de prados naturales y alfalfares con que contaba el predio. EI
contingente animal estaba integrado con bueves aradoles. caballos de
servicio, doce vacas lecheras, regular majada de ovejas )' una piara
de cerdos Yorkshire. El establecimiento daba trabajo a un aclminis-
trador, dos capataces y 25 peones, con un presupuesto anual tle gas-
tos de $ 3.000. También contaba con dos grandes galpones de 38
por 9 mts., uno destinado a depósito de cereales. )'el otro a la guarda
y reparación de la maquinaria a-qrícoia utilizada. (a6)
La descripción basta para comprender que estamos en presencia
de un establecimiento agrícola en gran escala, muy alejado de lc,.s
analizados anteriormente, y que, por la escasez de su número en ei
país, no dio lugar a la formación de un grupo social importante en
]a nación. Ciertos factores conspiraban contra esta forma de explota-
ción: Ia gran necesidad de mano de obra requerida por la agricultura,
en un medio donde era cara y escasa sur del país-; la direc-
-el y la vigilancia ejercida
ción del establecimiento debía ser competente
directamente por su propietario, condiciones ambas difíciles de hall¿r
entre Ios miembros de la clase alta rural; el gran capital era reacio
a la empresa agrícola por lo azaroso de sus resultados, mientras ha-
Ilaba seguridad y buenos rendimientos en la clásica ganadería exten-
siva'
>r ,< *
¿A qué se debió esta diferenciación social de los distintos grupos
de agricultores, con matices regionales?
Para explicar el atraso de la región cerealera minifundista, y el
alance de la región granjera y lechera de la clase mediao debe hacer-
se hincapié en dos factores.
i
28
En primer término, las formirs de propiedad de la tierra. El mini-
fundio canario fue sinónimo de cultivo de cereales y atraso tecnoló-
-rico; sólo dio lugar a la miseria o, por lo menos, a una situación
económico-social crítica. En cambio, la propiedad media en Colonia
se identificó con cierto desahogo económico, diversi{icación de la pro-
ducción y claro avance tecnológico. Estos lazos entre tamaño de los
predios, situación social de sus poseedores y sistemas de explotación
sorl lógicos. El minifundio cerealero, ante el magro beneficio que pro-
porcionaba, impedía la tecnificación y sumía en la rutina. La pro-
piedad media, dando buenas utiiidades, fomentaba la tecnificación y
acicateaba la propensión al cambio.
En segundo término, influyeron también los diferentes rasgos de
las colectividades extranjeras. En Colonia. por provenir los agriculto-
res de regiones europeas avanzadas y est¿r unidos, también, por un
ideal religioso, el avance fue notable. Si a ello se agregaba la posesión
de predios medianos, habituales en Colonia. el resultado era la apari-
ción en ese departamento de un "polo de desarrollo" agrícola.
Los descendientes de las colectividades más pobres y atrasadas,
eanarios y gallegos, se ocuparon preferentemente de la agricultura ce-
realera: los "d,escendientes de españoles, también en su mayoría...
son los que han caracterizado el sistema. de mono y bicultura de trigo
y maíz y ocuparl una, erctens& región de parte de Canel.onu, San losé
y Colonia". (42) Como a ello se unía el minifundio como forma predo-
rninante de posesión del suelo, el resultado era Ia miseria.
Los italianos y sus descenilientesr por tradición y ocupar Ia re-
gión más cercana a Montevideo, explotaron en cambio el minifunrlio
más lucrativo: nluertas, frutas, vid: ". ..italianos, o hijos de éstos, pre-
d,aminan en el traba"jo de quintas, lu.rertas, títicahura, arborbultura
Jrutal,, etc...." (48) (-).
Con los años, la población agrícola se fue nacionalizando progre-
sivamente. En 1892, el 5\,45o/o de los empresarios -Janto propieta-
rios como arrendatarios- eran extranjeros; en 1894, la cifra bajó a
43,78%; en 1905-06, fue de 41,50%, y en 1914.15, sólo el 23,74jb
de los empresarios agrícolas eran extranjeros. (ag) Este hecho reveló
ciertas realidades, sobre todo porque coincidía con la arribada masi-
(") Según el Censo de 1903, los italianos fueron los que dedlcaron la
porción mayor de las tierras que cada colectiyidad posefa a la agricultur¿,
el 28%, contra un 70% de las tierras propiedad de españoles y só1o 57o
Ce Ias posefdas por 1os urug:ueyos. En eI extremo opuesto, las colectivi-
dades más ricas en tie¡ras y brasileños- fueron las que tneno§
-ingleses
practicaron la agricultura,: 77o de sus cantpos.
29
va de inmigrantes que se produjo entre 1905 y 1914. Resultaba para-
dojal que el suelo se fuera nacionalizando en el preciso momento en
que aumentaban Ios extranjeros deseosos de afincarse en é1. La expli-
cación de su fracaso es múltiple. Un factor estaba dentro del país:
la falta de tierras baratas; eI otro, en el propio inmigrante: su incapa-
cidad como agricultor.
Los inmigrantes pobres, que entre 1850 y lB90 buscaron la tierra
y la hallaron dificultosamente, no encontraron ubicación en la ya carí-
sima región agrícola, debiendo por tanto permanecer an Montevideo.
Por otro lado, el sistema de explotación practicado por ios er-
tranjeros más numerosos, italianos y españoles, acostumbrados en Eu-
lopa a trabajar pequeñas parcelas, no era el más apto para nuestro
suelo que requería técnicas extensivas, abonos ,v uso dle animales y
maquinaria.
Por ello, varios documentos de la época señalaron la inadaptación
de la furmigración ítalo-hispana, al trabajo eficiente de la tierra, r- la
mejor labor del.criollo, o de los descendientes de extranjeros, que do-
minaban ya el suelo nacional. Decía al respecto un testigo contemPo'
ráneo: [os inmigrantes europeos] "Totlos dícen que son agricultores,
pero llegado el momento de poner el yugo en el pescuezo de los bueyes,
corlo se lwce en el país, y de rnaneiar el arailo, declaran que son
openús jorrwleros ile las ald,eas de ltalia o de España, donde no hicieron
otra cosc- qwe ca,rpir el suelo y recoger las cosechas.. ." (i0)
Y corroboraba otro observador: ". , .le grúL mctyoría de l,os pre'
ctios fudicad,os a la, agrianltura en nuestro país, están en manos de
criollos; fyl ililiere en m.ucho de las chacras dírigidas por extranie-
ros. Estoi,' como ca,si todos los cultíuadores europeos, son proliioi y
hacen m.onailas en tn. rd,ucido 'espcio d.e tí¿rua f,tabaian o,
-que
nxa.tlo* Wrqtle las necesidades de allcnd,e el Atlántico los h,o,n obliga-
do a "comprimírse", Wro s4 uen doblemenle atailos an'te I'a grarl ex'
tensión que ln agrícultura exige, lyf porque es imprescindible el uso
¡le animales a cuyo rnaneio no esián' acostumbrailes... "(51)
***
El total de la población agrícola activa, según el Censo, ascendía
en 19OB a 60.827 personas. De ellas, 24.L29 eran empresarios, o sea
41,4%; y 35.698 eran peones y jornaloros, o sea, 58,6% de proleta-
riado agrícola.
30
De seguro la mayoría de este último estuvo constituida no por
asalariados reales sino poq familiares del empresario, dados los rasgos
de la pequeña explotación donde era tradicional que minifundio y
ayuda familiar marcharan en pareja. Pero también con seguridad, eu
Soriano, 'Colonia y aún en Canelones, las formas de explotación, exten-
siva en el caso del primero, más intensiva en el caso de los otros,
rrecesitó la colaboraciur de jornaleros en épocas de cosecha y de peo-
nes permanentes para cuidar cultivos que requerían mucha mano de
otrra (vid, frutales, verduras).
Descontando de este grupo, pues" a los familiares del agricultor.
se rwela que el proletariado agrícola era numéricamente más débil
que el ganadero, aunque estuvo más concentrado que éste. Pero ade-
más, y esto es importante, explica que los enfrentamientos sociales no
ocurrieran dentro de los grupos dedicados a la agricultura, como entre
éstos y los sectores que la utilizaban en su proyecho, Nos referimos
en primer lugar, al propietario de Ia tierra, que extraía de los agricul-
tores med,iante el arriendo o la aparcería las rentas más elevadas dei
país; y en segundo lugar, a los intermediarios. desde las fuertes casas
comerciales que compraban las cosechas en flor mientras financiaban
Ia subsistencia del agricultor, hasta las {irmas expoftadoras que fija-
ban precios bajos para los productos agrícolas, pasando por la inter-
mediación comercial de los vendedores en los mercados urbanos. Con
ellos, y con los industriales que compraban para sus fábricas las mate-
rias primas producidas por el agricultor, fue que éste se enfrentó. lo
que revela que la mayoría de los agricultores --que eran minifundis-
tas: propietarios, arrendatarios o aparceros- formaban parte de las
clases populares del país. En su caso hablar de una distinción entre
"ernpresarios" y "proletariado agrícola" no tiene mayor sentido, pues
la debilidad económica de la categoría aparentemente más fuerte, la
áe empresarios, y el tono "familiar" que revestía la mano de obra
empleada, colocaban las tensiones sociales fuera del grupo agrícola y
no dentro.
2 Tenencia de la tierra
-
En los cuatro departarnentos agrícolas, la
pequeña propiedad
a 100 hectáreas- ocupó un área importante. En Canelo-
-inferior
nes, ñ/o de su superficie; en Colonia, 14,2%; en San José, 19,7/o;
y en Montevideo, casi todo el departamento.
31
EI arrendamiento (y la medianería, que muchas veces se asimiló
a él) tuvo amplia difusión en el sector agrícola. El cuadro siguiente
es ilustrativo:
EMPRESARIOS AGRICOLAS
,,
dd
Artigas, Rivera, Tacuarembó, Treinta y Tres ,v Cerro Largo) valía en
promedio $ 19,54, en 1911-13 llegó a costar S 32.84, o sea un 68/o
más. Fue cla¡o el aumento, pero mu\- lejano del de las tierras agríco-
las que duplicaron y luego cuadruplicaron su precio.
' El Dr. Alejandro Backhaus, en Ia Rer-ista de la Sección Agrono-
mía de la Universidad de Montevideo. atribul-ó el hecho a la conjun-
ción de varios factores: abundancia de uredio-s de transporte en los
departamentos sureños, mejor calidad de la tier¡a dedicada a la agri-
cultura (no se podían explotar zonas pedre:osa-<. como en la ganade-
ría), y el esfuerzo del hombre en Ia mejora de la tierra. todo 1o cual
influía en su valorizaciín. Sin embargo. de:tacaha. r' con razón, que
"..,estos ntim,eros, que in.di,can el talor acfttal rlel terreno en el Üru-
guay, se encuentran ser nluy eleuados, siendo éste un enorme det'ecto
pata el desarrollo ,ile la cuhura en la República..." \i2)
Ello era cierto pues traia aparejacla. entre otras consecuencias, el
encarecimiento de los arrendamientos en las zonas agrícolas, una de
las principales dificultades con que tropezaban los lab¡adores que no
podían acceder a la pro,piedad. Se preguntaba ur1 colresponsal de
"El Día" en 1906: "¿Cómo abonarán los arrentlatarios el íntporte det
arrendamien:to? El aalot siempre creciente de la tierra ha prod,uci-
d,o... el a,umento ri,e los arrendamientos, que giran sobre un, precio
medio d,e $ 3 lo lui., precio que la t'alta de cosecias r el bajo oalor
de las mismas, irnposibilinn al arrend,atario pra cbonarlo. J[ien¡ras
tod,os los grentios industriales y obreros se agitan l-poro) mejorar Iü
remuneración y las horas del trabajo, el labrador atado al suelo que
no responrle a sus latigas, t)e aurnentar cada día el porcentaje que
reclnma el propiatario del terreno, y aminorar el ralor de lo que
produce. No existe paro esa clase benemérita de la producción... !r,
igualrlad que reclaman y obtienen para sí todos los demás agentes del
trabrtjo humano.. ." (53)
Además de la sugestiva comparación con la situación de los obre-
ros urbanos, hay que retener el hecho de que el precio del alquiler
se Ilevaba la mejor parte del esfuerzo del agricultor. Por este medio
era que el propietario de la tierra se convertía en el enemigo y adver-
sario social de Ia clase chacarera.
Tal situación también dio lugar a la realización de ávidos nego-
ciados gue siempre tenían al agricultor como víctima. Por ejemplo, el
relativo al subarrendamiento, como lo afirmó "EI Siglo" en 1909: mu-
chos propietarios "tienen arrentlailos sus ca,m,pos a 2 y 3 pesos la há. y
34
I
hrcgo esos arrendsatarios subarriend,anl esos c@ffLpos diaididos en parce-
Ias, a 4, 5 y 6 pesos caila hectáree..." (54).
otras denuncias similares denotaban la irritación que esos hechos
producían: "...m¡"rcltos propietarios tie catnpos los hai arrenúad,o en
conjunto y por un ¡trecio módi¿o a wlgunos agiotistas sin conciencia, qwe
a su oez lns ha,n subanendado después de t'raccíonarlos i,ilealmente y e
-\u gusto, con una pequeña utílidad d,e un i0 ó fi%. Estos especulaúo-
res zsiuen com,o príncipes en. la. capüal de la República, sin más renÍas
que las que le prod,uce ese "pequeño negocio". En C,anelones, Mhtas,
Soríano, etc., etc., los negocianles .de esta especie arríend,an urw exten-
sión de caffLpo cotl un contrato de diez años a razón de "d,os pesos la
hectárea"; y la subarriendan, por fracciones, a razón de "tres pesos o
3,50 ld, cutdra". Y algunos tienen el coraje de ltaa,-rles lirmar con*ra-
tos ltasta por um año. ..tt (55).
Si a la valorización enorme cle la tierra se le sumaba la consiguien_
te suba del arrendamiento, y a éste, todar-ía Ia especuiación con los
subarrendamientos, es fácil comprender que la situación de los agricui-
tores colocados en esta encrucijada fuese de una dependencia fatal. Im-
posible, en esas condiciones, que pudieran en algún momento acurnular
el capital ¡recesario para convertirse en propietarios. sobre tocio si, co-
mo sucedía con la mayoría, esLaban atados al cultir.o rutirario del trigo
y el maiz.
Pero no era ésta la única desventaja del sistema de arriendos. Otra
que gravitaba era su corta duración. De Ia estadística oficial elaborada
por Senén Rodríguez en 1910 extraemos el caso de tres departamentos
típicamente agrícolas, Canelones, San José y Colonia. entre 1907 y 1910.
En el primero, de los arrendamientos registrados. 12 e-stablecían un pia-
zo menor a 3 años, 83 de 3 a 6 años,,v sólo 11 de T a I0 años. En
San José, los contratos respectivos eran B. 58 v 15: v en Canelones, so-
bre 49 arrendamientos, 2 eran menores de 3 años, 39 entre J y 6, y B
¿ntre 7 y B años. En total, los que duraban menos de 3 años sumaban
un 9/o de los contratos relevados y los de duración intermedia a6
años- llegaban al 76% del total. -3
Es por demás conocida la incidencia negativa que tiene sobre el
agricultor y la tierra que trabaja el arrendamiento a cotto plazo. No
había interés en realizar mejoras permanentes, ni en proteger a la
tierra del desgaste y la erosión, ni en plantar árboles maderables o
frutales, ni en realizar innovaciones que el breve tiempo de esta-
día impedía que fuesen aprovechailas por quien realizl el esfuerzo de
implantarlas. Al contrario, el sistema impulsó al uso extremado de la
35
tierra. a su empobrecimiento a través de continuaclos cultivos agotan-
tes, a extraer el máximo ¡endimiento posible dentro del corto plazo de
que se disponía. Lo expuso un técnico nada radical, por cierto. el inge-
niero agrónomo Carlos Praderi en 1913: "L'n ogriailtor cu)o conÍ,ra,-
to de arrenrldmiento es corlo, obligado a sacqr el mayor ¡trot,eclt.o po-
sible en el ¡nenor tiempo, maltrata la ¿ierra sin resultados apreciables.
Vienen los sisternas de mono y bicultura, trígo. maí:. etc. que al cons-
tíÍuir el. único renglón. cle las productos se halla e.rpuesto al priner
contíngente desfauorable, una lluuia excesiua, una sequía prolongada,
la langosta, etc., para sumirse en la crisis más espantosa..\'o piensa en
árbol,ss lrutales porque apenqs si tendrá tiempo de terlos ctecer; tam-
poco en alt'alfares cuya durabiliclat! mayor aproL'echaría el pro¡tietario;
tam¡toco en la ad,quisicíón de planteles leclrcros, Lle cer,los. etc,, porquc
suponen lmsLa cierto ¡tunto t'ijeza, continuitlad en la etplotación, situa-
ción contrat'ia al estat[.o en clue se lrulls el arrentlafario cosi t'loúanle,
Itasta imposibilitatlo por eso de intertenír en socieio¡les t cooperdtíl)ds.
IYo se ¡tiensa en gran.des máqu,inas, construc,:itin ric' talpones, abonas
especíales, etc," (:tit .
36
juieios e inconuenienites que, según ellos, trae Wra ln, propiedacl el de-
di,car ésta a la ogricul.tura" (5a).
De ello resultaba, o pocas tierras disponibles para arriendo, c, ele-
vados alquileres para compensar el "daño" que el cultivo causaba a
tierras ganaderas, o ventas en fracciones pequeñas para extraer la ma-
ror ganancia posible.
3 La tensión entre arrendatarios y propietarios
-
La situación descripta tenia que provocar un generalizado males-
tar en las zonas cerealeras de Canelones, San José y Coionia, pero el
agrjcultor nunca había intentado ninguna acción de tipo colectivo para
superar su angustia, agravada periódicamente cuando a las contrarie-
dades "normales" se sumaba la pérdida de la cosecha.
Por ello interesa destacar que hacia fines de l9l2 y principios de
1913 se produjo el primer intento de una acción colectiva de párte de
los agricultores para, tomando prestado de los obreros urbanos su ar.-
ma tradicional, la huelga, procurar resolver algunos de los problemas
¡eseñados. Fue un movimiento autóctono que surgió a ejemplo del que
simultáneamente se estaba dando en las provincias cerealeras argentinas.
-Allí ese episodio se conoció con el nombre de Grito de Alcorta y
estalló en junio de 1912. Alcorta era una población agrícola de santa
Fe que, c,omo muchas oiras de Buenos Aires r Córdoba, se veía afec-
tada por la suba sin pausa de lt¡s arriendos. las condicio,es ieoninas de
ia aparcería y las malas cosechas. una revista inglesa de época explicó
cuaies eran las condiciones a que estaban sometidos esos arrendatarios
\ aparceros su mayoría italianos como "máquinas de
producción" por-enlos propietarios: "Los colonos
-usadosarrendatarios pagan al
propietario el 33/o de la cosecha con granos eiegidos, trillados, embol-
sados y entregados en la estación del ferrocarril; sólo se les permite tri-
ilar sus cosechas con máquinas proporcionadas por el terráteniente, le
compran las bolsas y no pueden vender sus productos a terceros sin su
ccnsentirniento; caso contrario tienen que vendérsela a é1, Sólo pueden
utilizar el 10/o del carnpo para pastaje, que pagan a raz6n de $ 30 po,
.-'uadra y por año... Todas las provisiones tienen que ser obteniáas
en el almacén que indica el dueño. De los 4 cerdos que se les permi-
te tener, uno es entregado al dueño; éste lo elige por sí mismo, con la
larantía de que no debe pesar menos de 120 kilosr (5s). Todas estas
.-.ondicionantes, dice una historiadora argentina, le "daban al trabajo ru-
:al el carácter de una ocupación semiservil" (60), y más que a los vi-
37
.t*a#F-
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oo
do
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I
I
idea ha sido fauorablem.ente acogida y ae ase;ura que no qued,ará, un
arrend,aiario que no se plegue al" mouimíento" (64\.
El descontento de los agricultores arrendatarios colonienses había
Ilegado a su máxima expresión aI punto que se amenazaba con una
acción que no tenía precedentes en el medio rural uruguayo, aunque ya
estaba siendo muy utilizada por esos años en la capital por los s@tores
obreros. Este ejemplo, sumado al de los labradores santafesinos, fue
seguramente lo que indujo a una acción colectiva de esta naturaleza.
En enero de 1913, "El Siglo" observó alarmado qre:. "Se están
prodwciendo en disúnns puntos de lns zonas agrí.colas del país, moai-
míentos qwa hasta hoy se desconocían en el Uruguay... Nos relerimos
a las huelgas agrí,colas, rgcordan o ln que inlormnm,os ya sobre prin-
cipios de ellas en Carmelo... Hate días un colega ínt'ormabo de l.a
preparación de un gran ¡nooimiento popular en Conel,ones, de la fornra-
ción de una federa,ción, con sub-com,isiones, del concurso solicitaclo o
díuersos elem,entos de signifbacün, para poder llegar a solicitar o im-
poner La baja de los arrendwmientos".
El üario, insospechable por "conservador", sostenía que las cau-
'-sasde estos hechos eran fácilmente explicables: "Producida ia aalori-
zo,ción del suelo... l,os cosechas, por mn)a prepracióru de lo tierra, se-
milla i.nptra, lolta d,e rotación, sistema. de mnno o bíoaltura, etc., el
rend,imiemo no abanza w Wgd,r los arrend.ami¿ntos".
A ello se sumatran, como si no fuera ya bastante: "...los aÍren-
tlamien:tos cortos que impí.den plantar á,rboles, introducír mejoras; la
Jaln d,e créd.ito agrí,cola y asociación hace que el agril:ultor no apro-
aeche d'a l,a suba de los pnecins de los productos que ya están ett. m.a-
nos de los consigna.tarins cuauJo se recogen las uenlajas de la ley d'e
la oferta T la deman^da" $st.
Era una correcta descripción del cú-ulo de desventajas con que
tropezaban los campesinos arrendatarios. Si los contratos de arrenda-
miento que aquí conocemos no eran tan leoninos como los santafesi-
nos, no cabe duda que la situación de los labradores orientales no era
por ello mucho mejor: la dependencia del propietario de la tierra, su-
mada a otras que veremos más adelante, no daban margen para que el
arrendatario cerealero pudiera evadirse de su condición miserable.
Todavía al mes siguiente, febrero de 1913, el diario montevideano
anunciaba "alg'unas noticias graves". Se trataba esta vez de la posible
conexión entre los movimientos agrarios y los activistas urbanos: 'Zs-
39
tamos abocados a una,tendencia, que proaocaría gra.u*es daños a la cam-
¡nña praductora: lns huelgas urbanas, los obneros de las fábricas y ta-
lleres, harían causa cotnúru en un momento dado con los dgricuhores
arrendatarios que intimarán la baja de los alquileres. Así lo prueba el
lrccho de que en4 el mouimiento que debía estallar el 8 tlel corriente en
San Antonio (Canelones) y que después se generalizaría en todas las
zonas agrícolas, actuarían algunos oradores pedidos expresarnent¿ a
los centros nlontenilleanos que s,e lwn destacado por su. interuención ac-
liua. . ," ta'J'¡.
10
ros agrónomos que de ese Minis,terio dependían detuvieron el descon-
tento explicando que la solución no consistía tanto en la rebaja. de
Ios arrendamientos cuanto en la mejora de la producción. Solución
obvia, sin duda, pero que como todas las soluciones obvias de los téc-
nicos escamoteaba el contorno social y económico del problema para
reducirlo a meros términos de producti.r.idad. Incluso en el futuro los
propios agricultores agitados iban a tener dudas sobre si esos térmi-
nos eran tan simples como se planteaban. Lo cierto es que esa propa-
ganda persuasiva fue aceptada. La explicación puede ser múltiple: inex-
periencia en luchas sociales, ingenuas esperanzas de mejorar dentro
de la misma condición, o, 1o que es más r-aledero. obsesivo anhelo de
convertirse también ellos algún día en propietarios.
Es típica de esta labor de convencimiento la conferencia brirrtlad¿
por el ingeniero agrónomo ,Carlos Praderi en Colonia E,.treila lColo-
nia), en noviembre de 19L2, tal como la refiere ia prensa: "Dijo: que
la, suba de los arrendantientos debía ir seguida de la suba de la produc-
ción, lo que se lograría, duplicando la cosecha por hectárea de trigo,
maí2, lino, etc,, me.rli.ante unq, mejor prept.ración de la tierra, ernpleo
de semillns sel,eccionad,as, trabajos culturales y demás. Pero que llega-
ría un ntomento en que aún esta o,gricultura cíentíiica de cereales, no
claría lo suliciente para estas tierras, y iería menester ir a cultiaos mas
húensiuos: lrutas, legum,bres, oiticuhura y lecherío. Hizo notar córno
las que ya trabajan en esta lorma ganaban más que los agricultores.
Indicó en seguida la siguien:te lórrnula pa.ra etitor las huelgas por los
motiuos que se anunciaban: Fo'mentar m,ás ln producción cle cereales,
p,ra lo cua,l co¡ruendría establecer granjas modelos t' dar cont'erencias
ed,ucatiuas. Procurar con las propíetarios la prolangación d,e los con-
tratos de arrendamientos. Procurar con los propietarios la adopción
de contratos en los cuales liguren cláusulas que permüan trabajar ert
lorrna más intensíua (frutales, alJaffa para lechería, etc.) beneliciando
al propietario y al arrend,a,tar;o. Con la resolución de los tres punto.s
anteriores llegar a las granjas agropecuaria.s" (6?).
El ingeniero Praderi no dijo, ni los deslumbrados agricultores que
estaban escuchando se lo preguntaron, cómo se podía pasar del cereal
a la viticultura y la lechería, sin conocimientos técnicos, sin capital y
sin préstamos bancarios, mientras se seguían pagando elevados arren-
damientos.
41
La encrucijada de la agricultura cerealera nacional no se resolví¿
con conferencias; éstas no podían sustituir al crédito barato, a las bue-
nas semillas seleccionadas ni a las maquinarias al alcance de todos los
productores. Tampoco pod.ian convencer a los propietarios de la tie-
rra para que rebajaran el arrendamiento, ni para que alargaran el pla-
zo del contrato, ni para que indemnizaran al arrendatario por las mejo-
ras que éste dejaba en cl campo al retirarse.
El batllismo como partitlo político, cuya actuación estudiaremos en
un próximo aabajo, entrevió una actitud más realista.
También confió en Ia educación técnica del empresario para sa-
earlo de la miseria; por algo estas conferencias fueron promovidas
desde eI Ministerio de Industrias. Pero procuró. mediante un serio es-
fuerzo tecnológico a cargo del Estado estaciones experimentales
de agronomía- brindar un modeio de -las explotación al agricultor cerea-
lero; a la vez que faciiitarle créditos fundando en 1912 la Sección
Crédito Rural del Banco de la P"epúbiica. El núcleo dei problema
tenencia de la tierra- -Ia
era objeto de algunos enfoques radicales por los
jóvenes del Partido, pero aún no habían llesado al líder en la Pre-
sidencia.
42
Capítulo lll
La explotación agrícola
1
- Productividad agrícola y ganadería (r'8)
43
brado contribuyó también a proteger y diversificar los cultivos. La
confianza que daba tal protección permitió intensi{icar los plantíos.
Otro factor a tomar en cuenta es la producción anual en pesos
por hectárea, que surge de Ia división del valor monetario de la pro-
ducción rural por el número de hectáreas dedicadas a las actividacles
agropecuarias. El resultado arrojaba en 1908 un prolnedio nacional de
$ 2.2f . Todos los departamentos agrícolas lo superaron: Canelones,
$ 9,33; Colonia $ 6,66 y San José $ 4,81. Comparativamente a las su-
perficies sembradas fueron los colonienses los que llevarr¡n la rielantera.
debido a sus cultivos de tipo granjero. Esto se comprueba porque San
José, que tenía el mismo número de hectáreas dedicadas a la aglicul-
tura, ¡egislraba un rendimiento un tercio menor ante el pobre resul-
tado obtenido en la cultura cerealera (maíz v trigo r. Lo mismo sucedía
en la comparación con Canelones ya que éste dedicaba a la agricultura
el doble de superficie que Colonia.
Otro cálculo similar, deducido tlel cuadro publicado en 1913 por
el Ing. Agr. M. Jewdixow, se puede realizar considerando las inversio-
nes de capital por hectárea con relación a edificios rmedia nacional:
$2,90), mejoras ($ t,OO), animales ($ 11,10t, máquinas ($ 0,50) y
circulación ($ 1,70).
Los departamentos agrícolas son los únicos ubicados muy por en-
cima de esos promedios en edificios, mejoras. máquinas y circulación.
y, obviamente, muy por debajo en animales. He aquí 1as cifras:
DEPARTAMENTOS
Canelones Golonia San José
lnversión en
Edificios $ 10,6 § 7.5 $ 6,5
Mejoras 7,3 " 3.2 3,6
Animales 5,3 " óe 8,8
Máquinas 2,3 " 1,6 0,8
Circulación 5,7 " 2.3 4,6
44
El capital en mejoras, máquinas y bienes de circulación era inhe-
rente a la agricultura. Sin esos elementos la labor agrícola no podía
Ilevarse a cabo. La abundancia de alambrados, carros y arados, ,o
tanto un síntoma del gran progreso de la agricultura nacional como"ru de
cuán imprescindibles resultaban para todo trabajo de la tierra.
Pero, a pesar de esta alerta, esas cifras adquieren otra dimensión
I
si las comparamos con las bajísimas que muestra la ganadería exten-
si'a. El valor cle los edificios en canelo.es, por ejemplo, era siete veces
su¡,rerior al de Artigas; sus mejoras doce veces más costosas por hec-
tárea^ lo misrno que sus máquinas" r' los bie'es de circulación casi diez
veces más elevados.
Si ya no cabe duda que la agricultura requería ma),or capital por
hectárea que la ganadería. debemos preguntarnos ahora cuánto ,".rdíu
lror hectárea rnás que ésta. Los resultados son los siguientes: mientras
Caneiones producía $ 9,33 por há.. Artigas llegaba a sólo $ 1,38, o sea
..iete veces menos. Pero mientras Canelones ha]¡ía inverticlo $ 31,20 por
há., Ar:igas kr había hecho sólo por valor de S'll.{8. de los cuáles
.$ 11,70 era ganado, casto que no correspondía a un desembolso real
en Ia mayoría de las explotaciones del país. Si deducimos de ambos
departamentos ese gasto en sanado. Canelones inr.irtió en total $ 25,90
por hectárea, mientras que la cifra de Artigas {ue de S 2.78. Por lo
tanto, 'Canelones, con una inversión de $ 25.90 obtur-o una producción
dc $ 9,33 por há., o sea el 361í de beneficio. Y -\rtigas. con una rn-
versión de $ 2.78 obtuvo una producción de .< 1.38 por 1.rá., o sea el
5A(.t;, de beneficio.
Aún cuando Ia inversión del agricultor canario fue 9.3 veces ma-
r or que la del estancieroartiguense, retiró un bene{icio menor que
éste. He allí el drama de la agricultura cereaiera nacional en cifras.
*¡k*
45
Del análisis de la potrlación activa por hectárea, resulta que la agri-
cultura empleaba 27 veces más mano de obra que la ganadería: l po-
blador activo cada L3,7 hectáreas en agricultura; uno cada 366 hectá-
reas en ganadería.
La enorme difercncia pone de reliwe el carácter trailicionalmente
poblador de la agricultura, y explica la política batllista en su favor:
poblar era tranquilizar la campaña, sedentarizar al gauchr,,, irnpedir
las revoluciones.
Por encima del nivel nacional agrícola de ocupación pol hectárea
(1 hombre cada 13,7), se hallaba el departamento de ]Iontevideo con
uno cada 1,8 hectáreas. Esa era la consecuencia de I,-,s cultivos espe-
cializados realizados en la capital: frutas, leeum]rre=. r'id. etc.. los que
requerían abundante mano de obra.
En cambio, Ia menor ocupación por hectárea se dio en los depar-
tamentos de Soriano (1 hombre cada 33,1 hás. r )' C¡,ionia (1 hornbre
cada23,5 hás.), lo que ratifica la hipótesis de que allÍ Ia agricultura
se hacía tanto en mediana como en gran e.cala. \' que en Colonia es'
taba vinculada a la lechería y la granja.
Una diferencia se puede anotar con relación a la nacionalidacl de
la población activa en agropecuaria: los ertranjeros eran más impor-
tantes en la agricultura que en la ganatlería
-28,95jt-
del total. Ello está indicando -17,79%-
que todar.ía en estos ar-ros los e,.casos in-
migrantes que iban a Ia campaña fueron absorbido. por la actividad
menos lucrativa, y rechazados por la ganadería, monopolizacia por el
grupo poseedor de Ia tierra.
Por fin, hay que reiterar lo ya afirmaiio en relación a la producti-
vidad de la agropecuaria por hombre y por hectárea: en agricultura,
la productividad por hombre era baja y por hectárea alta: eu ia gala-
dería, exactamente al revés: alta la productividad por honrbre y beja
por hectárea.
Consideraremos tres regiones típicas del país: agrícola, lepresen-
tada por el departamento de Canelones; vacuna, promediando los cin
co departamentos que se dedicaron fundamentalmente al ganado ma-
).or; y ovina, promediando los datos de siete departamentos que tra-
bajaron predominantemexte con el lanar.
En Canelones, la producción anual por hectárea la hemos calculado,
de acuerdo a datos del Censo de 1908, en $ 9,33; al emplearse un
hombre cada 12 hás., éste produjo $ 112.
.i6
En Ia zona de ganado mayor, la producción anual por hectárea
era de $ 1,37; al necesitarse t hombre cada 595 hecüáreas, este pro-
dujo $ 815,15.
En los departamentos ovejeros, Ia producción anual por hectárea lle-
gaba a § 2,20; y como se empleaba un hombre cada 277 hectáreas, éste
produjo $ 609.40.
Es decir, que la productividad por hombre en la agricultura era
casi B veces menor que en los departamentos vacunos y casi 6 veces
menor que en los departamentos ovejeros. Ello se debía aI mayor re-
quef,imiento de mano de obra por parte de la agricultura.
La productividad por heetárea está incluida en la exposición ante-
rior: Canelones $ 9,33; departamentos vacunos S 1,37; departamentos
ovejeros ff 2,20. Ella fue casi B veces ma)'or en Canelones que en la
zona vacuna y 4 veces mayor que en la zona orina. En ello incidía ei
uso total que de Ia tierra hacía la agricultura. o en otras palabras, es
la demostración de su mayor intensividad con relación a la ganadería.
47
política. Al requerir 27 veces más mano de obra por hectárea que Ia
ganadería tradicional, la agricultura aparecía como el desideratum pa-
ra todo partido político uruguayo en el poder que vivía, a comienzos
clel siglo XX, temiendo las revueltas rurales. La mayor inversión que
."q,r"iíu conduciría a la subtlivisión de la tierra, la desaparición del
iatifundio (en manos habitualmente del enemigo políticol 1 el afian'
zamiento de una {uerte clase media y de pequeños propietarios, ideal
-social con el que el batilismo se iclentificaba.
El desajuite entre la realidad económica favorecía a la ga-
-que
nadería- y los proyectos batllistas -que veían la solución final en
la granja- halla su explicación en lo expuesto. lluchas ilusiones mo-
rirían ante esta contradicción'
2 Técnicas de exPlotación
A ) Máquínas agrícolns. -
El uso de la maquinaria agrícola se intensificó. De seguro la me-
jor situación general de los agricultores propietarios. 1' la solvencia
económica que les dio a muchos la diversificación de cultivos. los ca-
pacitó para ensanchar la mecanización.
Otra era la situación c{el arrendatario o del minifundista cerealero,
que por Ia pobreza en que vivía la casi total {alta de crédito-
no podía pensar en otro útil que el -vmodesto arado. Por lo demás, en
una pequeña extensión como la que explotaba. la máquina no hubiera
sido rentable.
El Censo de 1908 reler'ó la e:ristencia de un considerable parque
agrícola r6e):
-to
to en su importación y utilización. Ello prueba ra capacitación econó-
mica de los sectores agrícolas mejor situados y el áumento del área
cultivada.
Así, entre 1905 y 1911 se importaron casi 2.500 de ellas, con Io
que su proporción con relación a 1904 subió en l.lW% (71). No todas
sin embargo, fueron a manos de los productores. Era tradicional que
ia trilla la re¿lizaran empresarios que efectuaban direc[amente su im-
portación y contaban con un parque importante de maquinarias. Tanto
era así que a ellos se les encomerrdó el censo agrícola y no a los culti-
vadores-
De cuaiquier manera, ya fuera propiedad cle los agricultores o
arrendada por éstos, la maquinaria agrícola se incrementó notoriamen-
te en ¡elación a épocas anteriores, y contribuyó tanto a la diversifica-
ción de los cultivos como al aumento de la producción agraria.
Debe también destacarse que el aumento notable de segadoras, ata-
doras y trilladoras ----<omplementarias en su función de cosechadoras
-
{acilitó Ia extensión aI gran fundo de los cultivos cerealeros. Se dis¡ni-
nuyó así, en parte, la enorme necesidad de mano de obra que Ias
cosechas implicaban.
B) Clima y plagas.
La agricultura permaneció tan dependiente de ros factores natura-
Ies como en el período anterior. Muy poco o nada había modificado
el homl¡re la acción de la naturaleza para disminuir sus efectos nocivos
de lo humanamente posible- sobre ros cultivos. Era funda-
-d¿¡¿¡6que el clima acompañara la germinación,
mental el crecimiento y la
cosecha para que el rendimiento fuera bueno. si había exceso de llu-
vias, o por el contrario sequía, si sobrevenía el granizo o ra helada, si
aparecía la langosta, ya podía despedirse el agricultor del esfue¡zo cle
todo un año.
En este período, y para los dos curtivos principares y tri-
go- los años buenos alternaron equitativament" .o., lo. malos.
-maizFu".o¡r
años_de buen tiempo para el maíz 1908, Ll, lZ y 13; y malos, 1907,
9y10.
- Par-a el trigo, que necesita
fueron buenos años 1909, tL y
veranos secos y primaveras lluviosas,
L2; y malos, L906,7, B y l0{zzl.
Esa alternancia fue una de las causas más claras dL Ia irregula-
ridad de las cosechas, de los rendimientos, de la exportación, de Ia
producción de harinas, y también de la condición miserable del agri-
cultor cerealero que parecía estar embarcado en un juego de azar.
49
Una esperanza se le abrió parcialmente en 1912, cuando se fundó
el Banco de Seguros del Estado. Era la que lo protegería del {lageio
del granizo mediante el seguro de sus cultivos. ){o había encontrado
hasta ese momento tal defensa porque las compañías aseguradoras, casi
todas extranjeras, o no ofrecían ese tipo de seguro o cobraban por él
primas elevadísimas que lo colocaban fuera del alcance del produc'
tor. La aparición del Banco estatal modificó la situación. por lo menos
en este plano, que no era desdeñable porque las eranizadas eran {re-
cuentes y sus efectos arruinaban a más de un agricuhor.
En el primer año de su funcionamiento. 1912. Ios seguros contra cl
granizo se elevaron a 2 millones de pesos. cubriendo una superficie
áe 80.000 hectáreas de cereales y 2.000 de liñas. Es:e hecho revela
que estaba cumpliendo con una clara necesidad de la asricultura- Aun'
que el resultado obtenido era alentador, decía la Rel'ista del Ministe-
¡io de Industrias, " . . .abordand'o sin ua,cilaciones una rama del segu'
ro que han hnll¡tdo espinosa las compañías particulares- no es ni sí'
qwiera aproximddo, todauía, al que corresponde a la eÉensión y aaPa-
i¿¿r¿ ¿, las sem¿ntera.s . . ." (73) ¡ por lo que el Banco se proponía 11e-
var adelante una amplia labor de propaganda que difundiera el bene-
ficio. Que 1o fue cumpliendo 1o revelan las cifras de sus tres pritneros
años de funcionamiento: L9l2-13-14: número de pólizas emitidas.
(1"r)-
7.L92; capital asegurado, $ 5.630.000; hectáreas aseguradas. 287.000
Pero no había seguro ni protección elicaz contra 1a laneosta. A ella
hiCimos referencia en tomos anteriores y tenemos que Yolvel a hacer-
la en éste porque fue un mal crónico.
En este período, por lo que sabemos, invadió en 1906. 1907, 1908
y 1911. Su incidencia {ue departamental o nacional según la intensidad
de la invasión y la duración de su actividad en el país. Los relatos
que los contemporáneos han dejado sobre ella resultan d¡amáticos: "Por
Wrsonas llegadas de San losé se tíenen naÍícias de los estragos que
esttí causando en todo el deytrtam,enlo la inuasión de la saltona, .1qtyo
ox)atuce incesante no cotusíg&en detener sino en, parte y a duras pena§
bs esfuerzos de |,rc au,toridad'es l,ocales, con el concurso de los uecínos
ilúeresad,os. . , Esta, se preseniq, por toilas partes en, grandes y cottl''
pectas flwngas y h.a destruido ya rnuchas plfrftÍaciorues de maíz ' ' '" '
O esta otra noticia desde Paysandú: ". ..a Wsar de las barreras
de rinc, la, soltona a,üa,nza triw,Júmenta por tod'os lados, am.enazanilo
intqdir la,s quintos y las calles d,e la ciudad,, ni más ni menas l[rc en
oños anteriores. Las obros de d,efen'sa que se hiríeron oporlun&tnente
l
I
50
Wrece que han resultndo o están resultando inú;tilcs. Las ruangas que
rodean, la población son nufit¿rosisi,rnas y es irun,ensa la cantid,ad, d,e
langosta que i.e ha enseñoreaclo de los suburbíos, caasando serios per-
juicí,os a l$ s¿sin6s" (75J.
Si tales perjuicios causaba en los centros problados es fácil imagi-
narse su labor destructiva sobre las chacras, sobre todo ias de los
agricultores pobres que plantaban maiz, porque como el flagelo llega-
ba en los últimos meses del año, cuando el maía estaba verde, no
quedaba una sola planta en pie.
Tampoco en este caso marcharon de consuno agricultores y gran-
des propietarios de estancias. El latifundio era uno de los principales
responsables del desarrollo del insecto. Entrando por el norte del país,
se establecía en las inmensas estancias despobladas donde desovaba y
se reproducía sin ser molestada, y luego se lanzaba a la destrucción
de los cultivos sureños.
Esa era una realidad muy conocida en la República. Lo denuncié
la Cámara Mercantil de Productos del País en 1908 en nota al Minis-
tro de Industrias: "La práctica ha, dem,ostrado la escasa et'icacia d,e
los trabajos realizad,os en las zonas agrícolns para e.ttinguir la lan-
gosta,, cuando en grand,es predios inmedíatos dedícados a la ganatlería
no se le ha combatido dbbidam.ente. . . Es sabido que las in.,*asiones tle
ktngoslts se prod,ucen por ln Wrte norte ). noroeste de nuestra fron-
tera, internánclose y desouand,o l,a uoladora en las grandes eslancias d,e
nuestra zona, gatwdera, donde no es oigilada ni se le o¡tone obstát:ulo
alguno, y de dond,e más tarde d,eriuan sobre las :onas cultiltad,as lss
grandes fiur,ngas d,e sa.horw, resultando impotente todo esluerzo par{r
extinguirlas".
Concluía el informe expresando: "...opina esta, Cámara que es
tle intperiosa necesidad obligar al hacendado bajo puro, ,errror, a
ejercer en sus cd¡npos l"o, ma,yor uigilancia y a denunciar inntetliata-
mente tod,a inaasión, que se prod,uzca, así canto a dar comienzo ct l.a
destrucciÁn d,e ln plaga con su persorwl. ..".
De no ser así " . . .con toda segurídod que iríamos a otro lracaso
lamentabl¿ y rJe consecucrwies prot'undamente perturbailoras para toda
la ecotwnía, d,el país, si en uez de atacar la, plaga en sus prol:ios ui-
ueros, constituíd,os en los grandes canlpos bald,íns ded,i,cad,os al pasto-
reo, y en período n/i; oryrtutuo, la d,ejárantos desarrollarse para inten-
tar combatirla,
después cuando ya es sal,tona¡' $6).
Los argumentos expuestos eran sólidos y fueron tomados en cuen-
ta más tarde, cuando se legisló al respecto para intensificar la lucha
51
contra el flagelo. No sólo nadie los rebatió sino que hasta Ia propia
Asociación Rural tuvo que reconocer en forma indirecta-
su veracidad en nota elevada al Poder-aunque
Ejecutivo en 1909: la langosta
"no sólo nos iruuarJe ya wño tras año sino que, por lo Erc parece, se
lwt acli¡na¿ado en el país, pues se dice que algu.nas rutngas inuernan,
en la región del norte".
Ese "se dice" era ya \oz popular, pues Ia experiencia indicaba a
cualquier campesino que el latifundio era la zona de "despegue" dei
rnsecto, ante la desidia del hacendado que experimentaba perjuicios
nrínimos en comparación con los del agricultor.
Para combatir la langosta no aparecieron métodos nuevos aunque
proliferaron los inventores de aparatos extraños. En general" se siguió
matándolas a latigazos, pasándoles caballos por encima. empleando el
duego, embols'ándolas para tirarlas en pozos, 6¡¿ndo las tierras para
dcstruir los huevos, y hasta pagando el kilo de lansostas muertas por
el método llue fuer¿ (?7).
***
Frente a la magnitud de la invasión del año 1906. el Presidente
Batlle instituyó por decreto la creación de una Comisión Central de
iucha contra la langosta el 5 de ootubre de ese año. Fue integrada con
representantes de la Asociación Rural del Uruguar'. Ia Asociación de
Ganaderos, e ingenieros agrónomos del Departarnente de Ganadería y
Agricultura (?s). Esa Comisión designó a su rez comisiones departa-
mentales. envió asesores a las zonas perjudicadas. distribur'ó dinero e
i¡¡slrucciones para intensificar el cornbate contra la plaga. Pero l¿s
instrucciones no diferían mucho de los métodos tradicionales que des-
cribimos, así que es fácil supo rer que la tarea --{on medios tan prr-
mitivos- era tiempo perdido. Si al acridio no s€ lo atacaba en el
momento del desove, es decir, antes de que se multiplicara y se pro-
dujera la invasión, los resuliados de la lucha no poatÍan ser sino ¡ne-
diocres.
Ya existía una ley 1891- que declaraba obligatoria para
-dela participación en la lucha contra la lan-
los habitantes de la campaña
gosta. Vimos en tomos anteriores que había sido hecha en beneficio
de los propietarios porque compelía al "pobrerío" de la eampaña a
prestarles servicios gratuitos,
La situación cambió con el nuevo equipo dirigente en el poder.
I-lna primera modificación surgió en el proyecto de ley que el Poder
Ejecutivo, con la firma de Claudio \ffilliman y Julián de la Hoz, envió
52
a las Cámaras el 29 de setiembre de 1908. Allí se estableció "gue los
propietarios u ocupantes a cualquier título de terrenos invadidos por ia
langosta se hallan obligados a destruir la que exista en sus respectivos
predios". Fue un reconocimiento de la verdad del aserto de que era la
desidia de los hacendados la gue permitía el libre procreo del insecto.
Para compensar esa limitación a la libertad indi'idual del hacen-
lldo y que no se viera en la ley un ataque dirigido contra é1, se esta-
bleció que "...el ocupante de un prediá irt,adid,o, com,o primer inte-
resad,o en la d,efensa de su propiedad, debe go:,or de absoiu,ta liber¿atr
en, l,o eíección, cle los meclios de det'ensa". Además, y esta sí era una
modificación imporlante (si no en los rnedi,¡s de lucha corltra la lan-
gosta, sí en la protección al trabajo del pobrerío rural), se dispuso
que {uera rernunerada la labor del perso.al afec'racl. a ra de{ensá de
los predios particulares: "cuando las comisianes o autori¿ades exigie-
ren el corucurso personal de los uecínos parc reali:ar trabajos etu pre-
rlios ¡tartículares... gozarán como minimum de un jornal de $ 0,;rl
r1ue abotwrá el beneliciado y atlenás su alintentación. . ." ti!.t.'
Este proyccto se convirtió en ley alqu;las r.e{ormas melto-
rss- sl 27 de octubre de 1908. Por decreto -con cie 9 de nor.iembre se re-
glamentó estableciendo ia creación de una "Comisión Central de Er-
tinción de Langosta". con nueve miembros desi'nados por el poder
lijecutivo y c'misiones departamentales presididas po. loi Jefes políti-
cos. El artículo 17 de esta reglamentación disponía que "Los uecinos
qu"e concurra¡L a realizar trabajos en pre,Jios particulares..- gozaran
como minim¡m de jornal de 50 centésintos t ,l¿ lo los m,enores de li
atios, gue abonará el bencliciarlo lo mismo que to, ¿.astos Je ali¡ncnÍa-
cianes..." (30). Las disposiciones relativas a la lucha contra la plaga
no experimentaron innor,aciones de importancia. aunque cabría señaiar
c¡ue quedaban exentos del pago de derechos de importación los apara-
tr¡s desiinados a la ciestrucción del acridio.
En 1911 cuando amenazaba una nue\-a invasión-
Ejecuti'o quiso-yorganizar más ampliamente la lucha contLa el Poder
todas las
plagas de la agrrcultura, langosta incluida. Para ello se presentó a las
Cámaras un proyecto de Iey que creaba una "Comisión Centr.al tle De-
{ensa Agrícola" con los siguientes fines: "...asumírá las t'unciones que
por el Códlgo Rural y leyes especiales en maleria de ptagas de la agri-
cultura están cometídas a, otros luncionaríos y etu general proaeerá to-
¡lo lo necesario para prevenir o reprim,ír la inaasihn y propa.gación de
anim.oles y uegetales perjutlíciales".
53
Además de un Director General se nombrarían 19 Inspectores de
Defensa Agrícola, "petmanentes, rentados y técnicos". que acudirian a
las distintas zonas de la campaña y presidirían comisiones locales inte-
-(radas por propietarios y capataces. Sería obligación de estos, así
como de todo ocupante de tierras, denunciar dentro de ias -18 horas Ia
aparición de langostas en su predio aportando todos los dato-i que con-
tribuyeran a su pronta erradicación. El Delegado local de la Defensa
Agrícola quedaría encargado de dirigir la lucha. cu\-os costos estarían
a cargo del propietario omiso en avisar.
Asimismo se reiteraba la exención de impuestos para la importa-
ción de aparatos destinados a la extinción, )' se e-.tablecía el
-para de
cumplimiento de los fines de la 'Comisión- un impuesto adicional
medio por mil a la Contribución Inmobiliaria ¡ls l¿-. propiedades su-
]¡urbanas y rurales.
El proyecto fue aprobado entre agosto I' setiembre por ambas Cá-
maras (s1) y el Ejecutivo lo promulgó el 28 de octubre de 1911 con la
{irma de Batlle y Ordóñez ,r* Eduardo Acevedc, 'tr .
La preocupación del batllismo por organizar la lucha contra la
irlaga fue, como se ha 'r,isto, permanente, Ella. emperc,. r- dadas las ca-
rencias tecnológicas de la época, no eliminó el peligro que se cernía
sobre el agricultor. De poco le valía a éste que el clima fuera benigno
si, cuando estaba a punto de levantar la cosecha. aparecía el acridio.
Por ello, Ia langosta ,v el clima fueron factores decisir os en ia posi-
]rilidad de obtener, o no, buenas cosechas, y por Io tan:o. en la situa-
ción económica del agricultor y) en menor medida. del país. Con tan-
tos escollos por salvar no resulta extraño que Ia acricultura fuera con-
siderada como una emllresa riesgosa, sujeta a la lel del azar.
Y eso que todavía no terminamos con el recuent,-r de sus rnales,
porque si los descritos pueden ser atribuiilos a Ia naturaleza, también
Ios había derivados de Ia acción sería decir la omisión- de
]os hombres. -mejor
C) Las semillas.
El problema de las semillas utilizadas en la agricultura ----espe-
cialnrente en los cultivos de trigo y maíz- se venía arrastrando des-
de hacía décadas. El empleo constante de los mismos tipos, la falta
cle selección y renovación, muchas veces la ignorancia del uso adecua-
do, haeían que perdiera capacidad germinativa y diera plantas débi-
Ies 1, r¡¿1.6rrformadas. con escaso rendimiento y mucho deshecho. En
54
el pasado, varias veoes intentó el Estado solucionar los inconvenien-
tes admitiendo sin cargo la importación de semillas extranjeras; pero
éstas presentaban el doble problema de su inadaptación al suelo uru-
guayo y de que los agricultores no estaben en condicioneq de pagar
los altos precios que los importadores exigían por ellas.
En t905 el 'Congreso Rural elevó una petición al Ejecutivo paia
que mejorara las semillas de trigo que se cultivaban "kts que deben
cambiarse por otras aclímatadas, seleccionadas y libres de impurezas,
c$Wces d,e aumentar nuestros qctuales rendinlieüos" t83).
Al año siguiente, fueron los labradores de San José los que hi-
cieron una petición a las Cámaras ¡eclamando algún apoyo moneta-
rio y Ia exoneración de derechos para la importación de semillas des-
tinadas a la próxima siembra (8a).
Comc¡ la Cámara de Representantes aprobó el pro-vecto que auto-
rizaba al Ejecutivo a invertir $ 50.000 en la adquisición de semilla de
trigo, la Sala de Comercio de Productos del País reforzó aquella pe-
tición en nota qu€ expresaba la necesidad de proceder a esa compra
todos los años, y no uno solo, para que los aqricultores pudieran pro-
har ia semilla que mejor conviniera y renovar las que va no servían,
única manera de aumentar los rendimientos '.1 '.
Pero estas eran soluciones transitorias, que no resolr-ían el pro-
blema. Así lo entendió el Dr. Alberto Boerger quien. luego de actuar
un año y medio en el país y siendo profesor de la Estación Agronó-
mica de Cerro Largo, se refirió al tema en 1913 sosteniendo que to-
davía no había pasado la época en que los agricultores vendían io
mejor de sus cosechas y dejaban el deshecho para utilizar en la siem.
bra siguiente como semilla. Citaba la opinión del ex-ministro Eduardo
Acevedo: "Nu,estra agricul.lwro.-. que no sobe lo que es selccción de
!a.s semillas, corlo que generalmente reserua, para el surco lo que ha
rechazado la pla.za...". De ello resultaba que por Ia mala calidad d;
]a semillas se encontraran en "la cosecha de los trigales unos 30 a
48/o d,e yuyos y malezas". También había culpa de los agricultores
decía, que habían rechazado ofrecimientos de asesoramiento de la
Escuela Granja de Toledo, por lo cual, en todo el país y dejando de
iado los estableeimientos oficiales, sólo podía señalar un establecimien-
to particular que poseyera instalaciones para limpiar y clasificar las
semillas: el de Reyles y Schauricht, "El Paraíso", en Durazno.
Pero aún esa selección era solamente mecánica, y todavía falta-
ba la base ----señalaba- para la formación de una "semilla de pedi-
{ree", que él venía experimentando en Toledo desde I9L2 y en ese
55
mornento en la Estación de ,Cerro Largo. "Después de un trabajo de
uno o tlos años, tendrenT.os Wr prhnera cez en'todo el Río de la Plata,
semill,a de "pwra sangre" en gran escala para librarla al agricultor in-
leresado {}at.
Mientras el trabajo de este pionero no se completara l.adquirie-
ra la amplitud ne'cesaria para cubrir las necesidades de Ia agricultu-
ra nacional, ¿que podía hacer el productor? En primer lugar,
)¡ esto era lo más difícil, convencerse de 1a necesidad de reltovar
su semilla, hecho contra el que conspiraban Ia ignorancia r' la rul.ina.
lJna vez decidido, podía comprarla en los Esiabiecimientos de Toletlo
o Ia Estanzuela, o soiicitarla a la Comisión de Semillas. o adquirirla
a uno de los comerciantes importadores. La situación con relación
a años anteriores había, pues, cambiado. La preocupación del Esiado
por desarrollar estaciones agronómicas aún por traer a1 país téc-
-y ernpezando a prot'lucir efec-
nicos de la taiia del Dr. Boerger-, estaba
tos positivos que dependía del agricultor saber apt'ovechar. Pero el
problema de Ia agricultura cerealera no radicaba sóI,¡ en la semilla:
era pori clemás sabido en la época que de nada valía una buena sc-
milla si las técnicas de cultivo segnían siendo las antieuas.
56
tas adoenticia,s, tan propagadas en nf,Lestra,s tie*os de labranza, con
eI propósito de obtener proilu,ctos limpios. . . ; la selección d,e semilla,s
a lin de obtener buenos prodtrctos y limüar su proporción de cuerpos
exf,raños; la rotación alternada y strcesiua de los cultíuos sobre l,a ba-
se d,el maíz por ser este cereal el qne consuÍLe fiLetuos tsustancias fer-
tilizantes, lacilitando ¡t. la uez la destrucción de lns pla,ntas o.d.aenti.cias
por l,a.s repetidas carpídas y aporcadurd,s que requiere para mantener
los sembra.d,as en buenas condiciones; el empleo, en general, de abo.
nas, cotno por ejemplo los a base de fosfotos, fáciles de adquirír en
plaza a precios módicos pués se producen en el ¡nís; en fin, toilas
estas m.edid,as que ind,íco, lleuadas a la práctica, mod,íficarínn las
condiciones productoras d,e nuestros terrenos y et,itarí,a,n, su pronto
agotarniento. hecho que t'atalmente se está producíendo en algunas re-
giones de nu,estro terrítorio".
, _Es_ta relación, que había sido escrita en 190ó. la ],rizo suya en
1913 el nue'o diroetor de esa oficina estatal. Rrcardo Bla,co w-ilson:
ios problemas subsistían tal y corno los había descrito Arechavaleta.
El resultado fue que los rendimientos de trieo en Lrusuav eran de
los más bajos del mundo. Con un rendimiento 1;or hectáiea de 4,5 en
rejación a lo sembrado, estábamos en la terce'a parte cle lo recogidc
por Canadá, en la mitad de Estados Unidos. r-por debaio de países de
tierras cansadas como Italia ) España ts;).
_ .l\o era un problema derivado de ]os suelos del país, si,o de sus
téc¡icas. La pruebe la daban exportadores ertranjerás como Drerfus
1' ca. que, manejando trigos de todo el munclo. en 19cg-09 habían for.
mado con la producción uruguaya el "tipo \lonter-ideo,, ,,que se cles_
tacaba q9r j" peso específico extraordinario. su magní{ico color y
lirnpieza". Pero luego de las lluvias de 1909 t."fuo había peüidc"u
calidad y peso, por lo que bajó su cotización. "lhecho qu" expor-
tadores franceses atribuían "al inconcebible atraso de- la "ro.
agriculiura
uruguaya, que dejaba el trigo en rastrojo en vez de ernparvarl6,, (s8r.
Ante dificultades de Ia cosecha de trigo en 1918. un corresponsal
de "El Siglo" admitió que el clima no hab'ía sido bueno ese uño, p"ro
afirmó que la cosecha era "tan mala" porque ios agricultores no co_
¡rocían las técnicas modernas del cultivo: "liuestras-tie*as no son la-
brad,as ni acondicionadas, en la form,a requerida... Arailas muy su-
perticialm.enÍe, cdrecen tlel londo requerido para er alm;acetwÁiento
y conseruación d,e la humedad,.,. Después de esto, nuestros agrícul-
tores no se preoc.u.Wn tanlryco de la semilla. . . Em,plean habiuruL
mente los trigos de su chacra degenerados e irnpuroi, sembránclolos
57
al ooleo, malam,ente, en una, proporción arbitraria, paLes lo nlismo pone
{, sus tielas 80 ó 90 lcílos por lui., que 60 o que .10. . . En tales con-
dbiones, aún en los m.ejores años, ,las cosechas no puederu ser si.no
pobres o a, mucllo conceder, mediocres, pero nunca buenas... Tluel-
uo a repetirlo: es cu)estión de un poco d.e ntás preparación y más tra-
b"jo... Labores más prolun"das, siembras akernldos. buena, semi-
lla... y nuestros rendirn"ientos habrá,n d,uplica,4o o triplicado. .." (8r)
También incidían en esta realidad la falta de rotacióu de cultivo"
y el poco uso de abonos. Con un grano tan a-sotador de la tierra
como el trigo, la rotación se imponía. Pero si el minifundista so-
bre todo el arrendatario- se empeñaba en plantar el mismo-ycereal
año tras año era porque su condición económica le imponía un pro-
ducto de fácil colocación y escasa inversión inicial. EI ¡esultado no
podía ser otro que el agotamiento de las tierras. fenómeno denunciado
por Arechavaleta y llue ]*a estaba ocurriendo en ciertas zonas de
Canelones. 'Iambién hubiera resultado compensatorio para eI suelo el
uso abundante de los abonos producidos en el país. E¡a el caso de la
harina o polvo de huesos y del guano, subproductos tradicionales de
nuestros saladeros que se exportaban por ciento-. de miles de kilos.
Sin embargo. en Ia Cámara de Representantes se denunció que aún
cuando el Saladero de Tabárez producía un millón de kilos de guano
sólo había podido vender en el país 32.000 k., r' que el saladero Punta
Yeguas de Pedro Ferrés y Cia,, que producía otro millón. a pesar de
estar rodeado de chacras apenas si con grandes esluerzos colocaba
70.000 k. (00)
5B
en 1913 descendió a I48. Su valor absoluto por hectárea siguié esa
misma evolución: fi 16,77,luego $ 33,30 y finalmente g 19,89. ¿Quién
podía prever Ia obtención de una cosecha, la recuperación de la in-
versión o Ia ruina?
La comparación con otros países era desaientadora. En un cua-
clro publicado por el Ministerio de Industrias en 1911 que contenía
el rendimiento promedio por hectárea en el quinquenio 1904-08, el
Lrruguay queclaba ubicado en los últimos puestos con 725 k. de trigo
frerrte a los 2.780 de Dinamarca. 2.100 de Nueva Zelandia, 1.030 de
Italia, 810 de España y i76 de Argentina. (e3)
Ni en ei plano interno (consumo) ni en eI internacional (expor-
tación) podía asegurarse ni preverse nada.
Algo similar, y todar,ía podríamos decir que más dramático ya
que se trataba de un cultivo menos valioso. practicado de preferencia
por los pobres y extendido en todo. el país. suceclía con el maí2.
En 1906 se cosecharon 81 miilones de kilos. que subieron al do-
bie, 169, en 1909, y volvieron a bajar a casi Ia mitad, 92, en 1911.
El chacarero minifundista de los ejidos urbanos departamentales, que
lo plantó esperanzado, observó que su vaior absoluto por hectárea
{ue en el primer año de $ 14,19, que subió iueco a S 21.51, para vol-
'r'er a bajar a $ 19,94, finalmente. (ea)
Por departamentos, los resultados agrícolas cerealeros elan simi-
]ares a los anotados en el tomo III. En la zona del litoral, con tierras
nueyas y descansadas, los rendimientos fueron -cuperiores pero las
supe,rficies destinadas no muy amplias. Con todo. se nota un incre-
mento destacable de su producción, fruto de una maquinación más
.seneralizada y dei afianzamiento de Ia clase media que no dependía
sólr.r clel cereal.
En las tiemas sureñas, donde las superficies destinadas al cultivo
erair grandes, los rendimientos no eran buenos por el cansancio del
suelo sometido al cultivo continuado de grane5 agotadores. Además,
era aquí donde se agudizaban los problemas dei minifundio y el arren-
rianriento. Aun cuando el labrador fuviese conocimientos técnicos, mal
poclría ampliar su producción cuando su pequeño predio Ie impedía
acumular el capital necesario para la inversión. Lograron zafarse de
esa encrucijada quienes diversificaron su cultivo, se volcaron a la
explotación granjera, o a Ia vid.
Pero, aunque su número aumentó por estos años, seguían siendo
ios mexos. La rutina y la debilidad económica ataban al mono o al
Licultivo.
59
Capítulo lV
Los mercados de la producción agrícola
1 El m:rcado internacional
-
A) Volúmenes y preclos.
60
l¡arinas argenlinas. Esa condw:ta se origína en la de las t'uertes casa,s
exportad,oras d,el tecino país, que celebran contrqlo con las enxpresd,s
de naoegaciín, ürcluyendo una chí¡tsuh prohibítiaa que les impide
recibir el artículo en Monteoideo". (e5)
{ FJlo hacía que buena parte de nuestra producción tuviera que
trasladarse al puerto bonaerense con el consiguiente encarecimiento
iis fletes para ser reexportada desde allí bajo el ¡ótulo de produc-
tión argentina; por estos años, como veremos, la Argentina se llevó
-'rada menos que el 52/o del trigo uruguayo. Era obvio, frente a su
propia abundancia, que no iba allí para ser consumido, sino para
ia reexportación.
AI lado cle este obstáculo externo había otro interno: la irregu-
iaridad de nues'tra producción era tal que no nos permitía mantener
lringún mercado. Para que éste estur.iera asegurado era imprescindible
que el fiujo de abastecimientos de trigo, harina o maiz fuera cons-
tante. Por lo que ya sabernos de Ia discontinuidad de la producción
agrrícola uruguaya, esa condición era imposible de cumplir. Ventaja
que aprovecharon los argentinos para desplazarnos de los mercados
exteriores basados, no sólo en el mayor vol ,men sino sobre todo en
la regularidad de su producción.
Editorializó "El Día" en 1910: "La cau,sa del desánimo y de !.tr.
exigüílad, de las exportaciones de h¡trina es mucho más lundamental
que lo que se h^we radicar etu un{l, senci4a caestün de flctes. . ,, flo
exryrt&mos ha,rina en grande escaln, ni at la escala progresiao, por-
Ete sencillannente no producilnas trigo en cantidad, sufi.ciente. . ,, €fl
consecu.encia el ilesenuolutmien*o de nuestra erportación de harinas
su,jeto a la, protiuccíón d.e trigo no pod,rá, desentolo*erse a despecho d,e
la interueru:íón del, Esnd,o en el asunto Jhtes, tnienlras no se des-
arrolle la prodwcci'n dgrtcola". {ea)
Todo ello se comprueba analizando los principales mercados de
exportación para nuestros trigos, maiz y harina de trigo, y ias osci-
laciones de las cantidades exportadas.
;
I Entre 1905 y 1913, del cultivo fundamental, el trigo, Argenüna
se llevó el 52% de nuestra exportación por las causas ya anotadas;
t Brasil 8,9/o; Reino Unido 8,5/o y Bélgica ocupó el segundo }ugar
con 2A/o del total.
Con respecto a la harina de trigo, nuestro prineipal y casi único
mercaclo fue Brasil a lo largo de estos años, a pesar de las dificulta.
61
des para su conservación gue después analizaremos. El maiz tenía otra
vez a Argentina como destino principal y por las mismas razones que
el trigo: mayor facilidad en la obtención de bodegas y por tanto
reexpontación. Algunas partidas importantes pero aisladas fueron a
Europa, y otras mucho menores pero más continuadas a Brasil.
Analizando la evolución tle todos esos rubros a través del tiempo,
podemos hacernos una clara idea de la discontinuidad de la produc-
ción y exportación ya señalada, y de la muy relativa importancia de
sus volúmenes en el área platense.
La exportación de harina de trigo en períodos anteriores fue Ia
siguiente:
62
Algo similar se desprenile del análisis de Ia exportación luego de
1900:
63
Por lo cual Ia magnituil de la cosecha, fuer¿ la que fuese, no le
otorgaba al productor ning'una salida venturosa. Las cifras que siguen
(07).
¡rrobarán lo antedicho
El precio del trigo en Montevideo registró la siguiente evolución:
1e05 § 2.85
1905 " 3.36
1907 " 3.r8
1908 " 3.3b
1909 " 3.r+
1910 " 3.82
1911 " 3.o!r
1912 " 3.39
1913 " +.42
I905 1.93
1906 ooo
L-<»
1907 ooq
L.OA
1908 o-c
A. IJ
1909 2,58
1910 2,35
I911 4,35
1912 3,r3
I913 3rM
64
El precio promedio para el qui:rguenio anterior, 1900-1904, fue
de $ 1,89. El precio promedio para este período, lmb-1913, fue de
S 2,91, o sea que se produjo un aumento global de S4yo. l
- Tanto el trigo (.2L,9%) como el maiz (54/o) habían experimen-
tado pues, unaisuba notoria. Esto explica en parüe la extensión de los
cultivos y el hecho de que mejorase la situacián del agricultor, sin de-
jar de ser precaria, Io que constituye la novedad más destacable en
comparación con las decadas pasadas.
Limitándonos a las cifras,más relevantes, para que se aprecie con
claridad el fenómeno que queremos ¡esaltar ahora, hay que indicar
r¡ue los años de gran producción de maíz por tanto, de exporta-
ción- fueron 1909, 1910 y 1912. El factor -,vinternacional que intérvino
entonces hizo que.sus precios fueran S 2.58, S 2,35 y $ 3,13, con un
prtrmedio de $ 2,68.
Los años de escasa producción fueron 1906. 1908 \" 1911..Aquí ri-
gieron los precios del mercado interno que se establecieron así: $ 2,88,
S 2,75 y $ ,4,35, con un promedio de $ 3.32.
Con ¡elación al precio promedio determinado por Ia exporta-
ción # 2,6&--, hubo un aumento de $ 0.61. o sea de 2J,B/o en
nrás de- los años de cosechas escasas sobre los años de cosechas abun-
clantes, funcionando el mismo mecanismo que recién observamos para
el trigo.
Resulta evidente que la agricultura cerealera no pudo escapar a
t=te dilema. La conjunción de los factores internos ----examinados en
el capítulo,urls¡i6¡- y de los externos que estamos exponiendo, con-
formó una trama demasiado resistente para que el productor nacional
pudiera romperla, ni aún con el concurso del batllismo. Si su situa-
tión mejoró, ello se debió sobre todo al aumento de los precios origi-
.ado en la expansión de la economía mundial. pero no ,rru -oái-
íicación de las condiciones estructurales dentro de ras"r,cuares {un-
, ionaba.
65
Respecto a este último problema Ia prensa montevideana infor-
mó en 1905 que la exportación de 1.000 sacos de harina provocaba
gastos por $ 61,80 al exportailor uruguaYo' y que en ese momento,
ante la perspectiva de la duplicación del derecho aduanero brasile-
ño, los gu"toi ." incrementarían en $ 44 más. 1o que haría muy di{í-
cil penetrar en aquel mercado (e8).
Para oscurecer más el panorama, también se noticiaba que Esta-
dos unidos había mandado a Río de Janeiro un comisionado para
obtener un trato preferencial en las tarifas aduaneras. Las harinas es-
tadounidenses haÉían desaparecido del mercado brasileño durante al'
gunos años como resultado de cosechas insuficientes para la exporta-
áón, absorbidas por su consumo interno. Pero en ese año parecían
haber recobrado su anterior capacidad, 1o que atemorizó a nuestro3
molineros (eo).
El mercado brasileño ya se había perdido para el maíz ante la
(100). Se trata-
irregularidad e insuficiencia de las partidas remitidas
bu [re no ocurriera ]o mismo con el trigo -v sus derivados. Para ello
la piensa especializacla y los produc{ores sostur-ieron que la solución
debía encontrarse en la firma de un tratado de comercio que nos
¿Lsegurara la entrada de nuestra producción en las mejores conilicio-
nes posibles.
El Brasil no deseaba tal vez podía- acceder a este reque'
-ni
rimiento uruguayo. Su proilucción de café encontraba colocación en
el mercado estadounidense, y era natural que. a cambio de ventajas
arancelarias para éste, concediera a aquellos facilidades para la co-
locación de sus harinas y trigo. Eso hizo en 1901 el gobierno brasi-
leño al rebajar en tn 20/o la tarifa para las harinas estadounidenses.
Lo volvió a repetir en 1910 cuando Ia reducción llegó al 30/c.
Sin embargo, aún así, Estados Unidos no e\trajo mayores ven-
tajas en la captación del mercailo brasileño porque tenía un rival po'
deroso y muy celcano al Brasil, la Argentina. cuva exportación en
los primeros años del siglo consiguió estabiiizarse en 100.000 tonela-
das anuales (101i.
Compárese ese volumen con los nuestros, oscilantes entre las 4
y 9.000 toneladas anuales (un sólo aí,o, L912, se llegó a 21.000), y
se comprenderá que sólo concurríamos a llenar los vacíos que en al'
gunas ciudades brasileñas dejaba la producción argentina.
Para superar en alguna medida esta situación recuperar lo
-y
que había sido un mercado floreciente para nuestras harinas a fines
66
del siglo XIX- fue que el diputado Gabriel Terra presentó e1 30 ie
junio de 1910 un proyecto de ley que las exoneraba del pago cle los
derechos de exportación.
Sostenía que la inclustria molinera estaba pasando por una críti-
ca situación que era conveniente combatir porque la "harina supone
una interuencíón del trabajo del hombre, la, uida ciuilizadora de una
júbrica. . .".
Clara defensa de la industria que no llama la atención por pro-
lenir de un hombre cercano a las ideas de Batlle en este momento.
Como la 'Cámara terminaba de aprobar un proyecto similar des-
gravando la exportación de las carnes conservadas y congeladas, afir-
maba que se daban aquí ias mismas razones para que se procediera
con igual criterio.
La Comisión de Hacienda de Representantes consultó a la Cáma-
ra Mercantil de Productos del País. Esta contestó que la desgravación
era lo maros que se podía hacer en favor de la industria molinera,
]lero con mayor conocimiento de causa que el proponente, destacó
que allí no estaba Ia solución de la crisis ya que mientras la agri-
cultura no se desarrollara a la par con la industria molinera, el pro-
blema subsistiria. "Cosechamos anualmenf,e u.nos 320.000 tonel¡tdas de
trigo y nuestros molinos tí.enen capacid,ad ¡;ara ela,borar en, igual pc-
ríod,o 450.000 toneladas [,a agricultura no hn. dcompañad,o en su desa-
rrolla a la, molinería y de altí el d,esequilibrio".
La 'Comisión admitió la sensatez de esta observación y aunque no
reconoció la desgravación propuesta como su{iciente, la respaldó. Pero
no se privó de reseñar la serie de obstáculos que dificultaban el acce-
¡o de los molineros uruguayos al mercado brasileño, empezando con la
potencia de sus competidores, Argentina y Estados Unidos. A aquella
ia favorecían sus tierras excelentes y baratas. la inexistencia de im-
puestos a la exportación, Ia buena ubicación de sus molinos sobre los
muelles, lo que evitaba gastos de transporte. A aquél, el convenio tari-
fario que ya conocemos con Brasil.
En cambio Uruguay tenía una producción cara por el mayor va-
lor de la tierra, derecho de importación de $ 1,35 por 100 kilos de tri-
go extranjero (era la ley proteccionista de I89I), ubicación inconve-
niente de los molinos para realizar embarques directos ya que se ha-
bían establecido cuando no teníamos muelles modernos, mayores fle-
tes para las harinas uruguayas por el casi monopolio que ejercían
--co-
mo sabemos- los exportadores bonaerenses sobre los buques de ul-
67
t¡amar que llegaban al Plata, y finalmente. el derecho de exportación
del l/o que era el que se proponía eliminar'103'.
Si Ia lista de escollos enunciados resulta interesante por ser com-
pleta no escapó a los miembros de ia Comisión. que la supresión del
último obstáculo (el impuesto del llt ) poca fuerza podía hacer para
invertir Ia situación de los molineros. Sin enrbargo. era la única re-
forma gue estaba al alcance de los parlamentarios. \' en ese concep-
to la aprobaron. El preldente Batlle promulgó Ia lev el 23 de mayo
de I911 (los).
Al comentar esta iniciativa parlamenta¡ia. "El Sielo". diario de
las "clases conservadoras", le prestó apoyo aunque también 1o consi-
deró insuficiente para revitalizar la industria mc,linera. Según el dia-
¡io debía recurrirse a una vieja idea que siempre había levantado ar-
duas disputas entre molineros y agricultores: la libre admisión de tri-
gos argentinos (104). Si la agricultura nacional no producía Io sufi-
ciente para abastecer a plena capacidad a la industria. el volumen
faltante debía ser llenado por la producción argentina. Eso coloca-
ría a los industriales en condiciones competitivas. \ a que ese trigo era
más barato que el nu6tro.
Pero a ello se opusieron siempre los labrad,rre! porque el trigo
extranjero en manos de los molineros les serr'ía a éstos para cleprimir
el precio del producto nacion¿I. En lugar de complementar, el trigo
argentino vendría a competir, y exitosamente. puesto que su precio
era más bajo. Ya la ley proteccionista de 189I. ,,,bra del cirilismo {i-
nisecular que tantos puntos de contacto tiene en materia económica
con el batllismo. había cerrado nuestro mercado al trigo extranjero
reservándolo para el agricultor uruguayo.
Otro obstáculo debían además salvar los molineros: las casas ex-
tranjeras exportadoras de cereales del Río de la Plata que. actuando a
nivel internacional y dominando varios mercados a la r-ez. constituían
una fuerza incontrastable.
Las que funcionaban en Montevideo por estos años eran tres: Louis
Drey{us y Cía., Ernesto A. Bunge y J. Born: r'Brauss. Mahan y Cía.
Sostuvo el Centro de l\{olineros en l90B: "Estos cnsas, de, acuerdo con
las oscifurciones del mercúlo uniae¡5s!, fijan cada día. el. precio fd.el
trigol" {r0;), dominando así el mercado exportaclor uruguayo. Este, por
ei volumen que )'a le conocemos, ocupaba un lugar menor dentro dcl
área productora rioplatense. La firma Bunge y Born, que actuaba en am-
bas márgenes del Plata, no deseaba, sin embargo. que por ningún resqui-
cio escapara Ia producción triguera a su control. Así lo denunció en
6B
1912 el Cónsul uruguayo en Santos, José R. Milhomens: "La eaída
d,e las dos grandes fírma.s lmolinzras) monteuideatws Podestá, y Gia-
nelli señala el conienzo del triunlo de las harinas argentüws al sur
el casi monopolio ejercido por la
d.el BrasiJ. De§d,e ertonces data casa
Bunge y Born, de Bu¿nos Airos, que tiene ramili.caciones aquí mismo,
con tendenci,as bí¿n cq,racterístí,ms hacia un trust qu¿ tuo pÑía menos
que resu)tar perjud,íníal p,ra nuestro industria y nuestro con,er-
(106).
cia...'¡
Ese 'trust", según el funcionario consular. imponía en sus contra-
tos de gompra y venta en la Argentina una cláusula prohibitiva para
mandar trigos argentinos al Uruguay (10i). con lo que su maniobra
podía develarse fácilmente: habiendo monopolizado con las harinas y
trigo argentinos el mercado del sur brasileño, Le era vital impedir que
Ilegara materia prima barata a sus posibles competidores: los moline-
ros uruguayos.
Si a todas estas desventajas internas v externas le sumamos la
competencia de esta gran empresa, es fácil comprender el por qué de
la crisis de nuestras harinas en el mercado brasileño. Si éste no ee
eerró del todo, y aún experimentó un repunte en el último cuatrienio
del período estudiado, ello se debió a la excelente calidad del producto
exportado y el aliento que dio q la industria Ia política batllista.
69
conseguir en el mercado externs lo buscaron en el interno. Para ello
llegaron incluso a comprar la "inactividad" de molineros competidores,
alquilándoles los molinos que dejaban paralizados para que no destru'
yeran el convenio.
Había 14 establecimientos involucrados en el "trust", con ramifi-
caciones en la campaña, pues los montevideanos se comprometieron a
no competir con los molineros locales a cambio de la abstención de és-
tos a enviar harina a la capital. Como se aprecia. el convenio reunía
r,arias de las características de los "cártels": acuerdo de precios, fija-
ción de cuotas de producción, reparto de mercados de consumo. Por
más que alegaran ná estar perjudicando a nadie. resulta obvio que todo
,lr;ur1.rrro áe es¡e tipo su monopolizacilrt del mercado y fija-
-por
ció.*n arbitraria de preciots constituía un riesgo para Ia sociedad. Es-
te "cártel" no escapó a esa norma. Y menos a las críticas cuando el
precio de la harina empezl a subir regularmente en 1906. 1907 y 1908,
iiasando de $0,03 a $ 0,05 y $ 0,06 el kiio.
Las primeras protestas vinieron de los panaderos, quienes eE
1908, al ver encarecida la materia prima con que trabajaban, recla-
(10et.
maron la introducción libre de impuestos de ]rarinas extranjeras
Ese pedido tenía antecedentes; enhe otros: en 1906 se solicitó ai
Poder l,egislativo la modificación de la ley proteccionista de 1891, pa-
ra permitir ia importación de harinas y forrajes. 1o que hubiera favore-
cido al consumo urbano en el primer caso, v a los hacendados en eI
segundo. Pero la oposición de los agricultores, v sobre todo de los mo-
linlros, frenó la iniciativa. Cubiertos por una ier- cu1-o principal ob'
jetivo era la defensa de la t¿n necesitada agricuitura, los molineros
aprovecharon ese momento (cuando Ia exportación no existía o era
muy débil) para imponer su monopolio dent¡o de fronteras. Resuira
eviáente que atacaron la ley vimos en tomos a¡teriores- cuando
-lo
podían exportar y necesitaban para eilo trigos argentinos; pero si esa
posibilidad no existía, les convenía defenderla Para no tener comPe-
ierrcia en el mercado i¡terno y queilar como únicos provee¿lores ds
harina.
Contra eso apuntó el furioso corresponsal de "EI Siglo" que es'
cribió ,en febrero de 1907: "A raí,2 de oqtel friunlo lla negatiua gw
bernamental, a modilicar la mcncionada ley proteccionistaf, los moli'
neros celÉbra,ron una entente para trabaj,ar trlenos y gotar mas, y co'
mo el ensayo parece que d,io resultado, este es el momento etu que ,o-
ilos los rnolinas de la cwpüal y l.a campañn se han ligad,o para tijar a
la harirw un precin uniforme, In, consoctt¿ncia de eso "conuención gre-
70
ntial" es que f,os précíos del trigo y l,a harina están en d,esp'roporcíón
inusítatla y, . . el Wn sea, reWioamente c@ro. Para cornprender esa
aberracíón económíca... ba*,a compar&r nuestros precios con los de
Buenos Aires. Mientras lps trigos abanzen tlna cotiz{tción igtwl, o mwy
aproximada en ambos merca.d,os, la harina que allí odlc $ 3,70 los 10C
l;ílos, se uende laquí7 a $ 4.40, o sea corl urw difererwi.o, de 19o/o a
costa del pweblo con4sumidor y en lauor de ¡westros molineros "hueL
guistas". Relsulta pu¿s, qtle a la. sombra de nuestro proteccionismo a la
agricultura es quc medran esta.s cotrlbinacíones usurarias, sin que el la,-
brc.llor aproueclrc wn ápice de ellas.. .z (110 ¡.
Esto último era exacto: disminuída la erportación, los que queda-
ron para fijar el precio del trigo en la piaza de Montevideo fueron los
molineros.,AIlí empezaba el juego "a la baja", pagando cada vez me-
nos por un trigo del que eran los únicos compiadores. El agricultor,
rlue no tenía silos ni galpones donde retener el cereal que muchas
veceq,debía venderlo antes de la cosecha para subsistir- -y no podía es-
pelar a que el precio mejorara: lo daba por Io que quisieran pagarle.
Quedaba así desvirtuado el fin proteccionista de la lev de 1891. Llena-
tlos los dep,ósitos de los molineros, comenzaba Ia suba, encareciendo
las harinas y el pan. Perjuicio en las dos puntas del ci¡cuito econó-
mico: para el productor y el const,midor.
"El Día", portavoz del ba¡llismo gobernante. denunció con acritud
sin igual, en una larga campaña periodística, e-:tos hechos. Considera-
ba que el trust molinero con tales manejos comprometía Ia tranquilidad
de las clases consumidoras: "Antes que la vida de los molinos está el
bienestar del pueblo". Demoslraba que con esas maniobras los moli¡e-
¡os tenían "una módi¿a ganancia de once raLitos pr bolsa de Z0 ki-
los. De m,o,,Jo que un molino qu.e elabore 200 bolsas por tlía y trabaje
solnmenÍe cunlro dí.as por serrTo,rw, o sea 208 días al año, ganará
.\, 45.760 sacados boni;tamente d,el estómago del pueblo..." (111).
Los perjuicios para los sectores populares eran tan sensibles que
el gobierno decidió intervenir. En mayo de 1908 el Presidente de la
República, Claudio Williman, lanz6 la idea de la creación de un gran
molino nacional o municipal, para abaratar la hari¡a. "De esta ÍL&rlera
el Esndo aendría a hacerle cornpetencía a ln liga nl,obnera, cotnpeten-
cia ruinosa sin duda, qae la obligaría, a ilisolt¡erse dejando la produc-
ción h,arinera y sus precios de plnza al arbi¡rio tle La líbre conctt-
¡¡sn¿in" GL2).
Bastó la arner,aza para que algunos mie,mbros del "crártel" se ¡eti-
raran. En 1909 el "acuerdo" no pudo ser renovado. "El Día expresó
71
su satisfacción enumerando las ventajas de su desapariciónl. "...traerú.
cotlo consecuencia inmed'iata el abaratamiento ile la harh.a y por con-
siguiente el del p,n, esfo sin contar que los agricwltores obtendrán
mejores precios y cond,iciones más desahogadas en la oenta de sus tri-
?os" Q13).
Sin embargo, cabe sospechar que otros factores pesaron mucho
en Ia desaparición del "cártel", tales como Ia fuerza que algunas fir-
¡nas estaban alcanzando sobre las menores y la reanudación, a partir
de 1910, de la corriente exportadora de harinas al Brasil.
72
cobra los mísm,os precios, m,ás o menas, sin beneJiciar d,e esa suba. que
solo acrece las gannncias de los "í¡úermed,iaririt" y uerduleros. . . d,es-
d.e hace algún ti,empo ha. aparecí.do y se destaca un nuel)o factor: el, "ín.
termpdbrio" que no es qwintero, qrc tuo es puestero, que no es aer-
dwlero, y que sin embargo se ha constüuido en á,rbüro db l,a sittncióm
del meruáo. . . ni siquiera dispone ni necesita capital, pues el negocio
,,Jiario se redondw ocaprando las ,-erduras en block, por canastones y
daalhúnáola"s aJ más riguroso contado.. ." (116).
Ya tuvimos ocasión de comprobar cómo de esta manera se dupli-
caban los precios al consumo, y se elevaba ia protesta del montevidea-
no que veía encarecer su subbistencia. Lo que ahora importa señalar
es gue otra vez, como en el caso del agricultor triguero, o del chaca-
rero tabacalero, la esquilmación de la intermediación disminuía el be-
neficio del productor, y s convertía en la cuenta final del largo ro-
sario de penurias gue enlrentaba en su tarea. A1 arrendamiento eleva-
do (quita del propietario de la tierra), a Ia pequeñez de la parcela
cultivada, a l¿ {alta de crédito para tecnificarse. a las variaciones del
ciima y el azote de las plagas, a la carencia de conocimientos técnicosn
debían sumarse todavía las quitas de i¡dusrriales v comereiantes in-
termediarios.
Por ello sostenía el presbítero Fernando Damiani en 1912 que:
"por su inexperiencia. comffcial, el agricultor no se da cuenta, de! ualor
raal de los productos que coftipra, e ignora generalrnente los wrd,ade-
ros precios d.e los que uend,e. . . Por consiguiente está enleramente a,
m.erced de los ínterntedi,arios, d,e los que uno sór.dida especulación ha
prd,uciáo lo que podrí,am.os ll.a,m.ar utw clase esrycial, uerdaderos pa-
rásitos del com,ercio ltonraáo, ban lunesto para éste como para los
agricubores. . ." (1L7).
Por más preocupación que el batllismo demostrara por la agricul-
tura, muchos de los problemas planteados no tenían sino soluciones de
fondo. Con su escasa gravitación gremial y su reducido peso eronó-
mico en un país esencialmente ganadero, los agricultores no podían
imponer ese tipo de reformas. Había que conformarse y recoger las mi-
gajas de la prosperidad general del país que alcanzaran a Ia agricul-
tura. Contrariamente a décadas anteriores, y a pesar de todos los ma.
les reseñ¿dos, esa prosperidad se hizo sentir en grado suficiente como
para afianzar la creación de una clase media agrícola que, aunque pe-
queña y limitada geográficamente, estaba indicando las posibilidades
de desarrollo que podía tener una agricultura liberada de algunas de
sus crónicas dificultades.
?3
I
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I
I
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Scetién ¡l
BAilCOS Y CREDIIO RURAT
Capítulo I
El tsanco de la República
lntroducción
77
de la economía nacional, no debe llamar la atención que en estos años
se logre consolidar la Institución y dilatar su campo de influencia.
En dos puntos insistirá el batllismo a fin de lograr sus propósitos:
llevar a la práctica el monopolio de emisión en la Carta
-prevista
Orgánica, ley de 1896-, y ampliar el capital irara que sirviese al in-
crementado movimiento económico.
Ambas metas están vinculadas a una soia idea: {ortalecer al Ban'
co del Estado significaba {ortalocer al Estado mismo y ayudar a }os
grupos sociales que el nuevo equipo dirigente pretendía representar
(clases medias urbanas y rurales, industriales ¡- agricultores). Teórica-
mente, para éstos se había fundado el Banco. Pero ]a incidencia de los
factores políticos y económicos que analizamos en ei tomo III le hicie'
ron torcer el rumbo en el período anterior. Empezó a servir al cam-
po, pero sólo a los grandes del campo. Veremos si en este período esa
conducta fue modificada, y si la ideología del batllismo coincidió con
la política crediticia concreta del Banco o{iciai. Porque -) eso sóio ei
ejercicio del poder lo prueba- una cosa era acceder al gobierno y do-
minarlo, y otra, bastante más difícil y compleja. dirigir equiiibrada-
mente las finanzas y tener {uerza bastante para quebrar la tradición
monetaria orista de la nación uruguaya,
78
emisión del Banco de Londres y al futuro monopolio en tal campo deL
República (120). Profesaban en ese sentido las mismas ideas del Presi-
dente de la Cámara de ,Comercio, Joaquín C. Márquez, quién, por su
parte, fundamentó su oposición y la del organismo que presidía.
Empezó diciendo Márquez que era "malo y perturbador,, cual-
quier sistema bancario que contrariase las costumbies comerciales del
país, que fuese contra "las nociones admitidas y las opiniones domi-
nantes", esto es, contra los intereses del círculo orista urbano que se
hahía_opuesto con tenacidad a la fundación del República y seguía mi-
rándolo con desconfianza todavía en estos -o*".rtor. Para sus inte-
grantes "el billete bancario representa ... una parte del encaje meiá-
lico de los bancos", negáadole su rol par.a superar la escasez de nu-
merario o como papel de crédito destinado a supiirlo. Esto podía dar
Iugar al temible "papelismo", a una desvincuiación del billete con su
encaje oro, el mayor mal que el alto comercio podía imaginar. La
prueba de la "seriedad" de los bancos emisores privados radicaba en
gue su emisión siemprs había estado por debajo de su existencia
mdálica. Esto lo revelaba la publicación relieiosamente puntual de
sus balances mensuales, cosa que el República no hacía 1- no contri-
buía por tanto a tranquilizar al círculo orista.
"Sustituír la, plur,alid.ad de emisiones por la emisíón única dei
Banco de la, Repúbtica sosteniendo Joaquín C. Márquez-,
dunque se m.antengan las -seguía
prescripciones L^igentes sobre encajes metá-
licos y conuertibilida.d de l.de billetes, tne Wrece atenturado. La inno-
wcíón perjud,iraría, principalm,ente wl Banco de la República que, no
porEte la, l,ey d,e su creaci.ón le ha,ya concedido el priuilegío d,e ln
etnisün única, podrá cambía,r las há,bi¡os de la plaza, la,s costunxbres
rlel país, y las lwnciones del billete de banco entre nosotros, el cual...
sirae para representar una parte de la eristencía de ln, moneda d,e oro
y no pdrd, aunTentar la, circuhción monetari.a. htada ganará, por consi.
guícnte, emi¡iendo más el Banco priuilegiado. . . si al lin d,ebe man-
tener constq,ntenlenüe un encaje de oro superior a su emisión".
Era ésta una opinión muy representativa del círculo orista: el bi-
]lete sólo debía ser el representante del oro encajonado en lo.s sótanos
de los bancos tradicionales, nunca un instrumento de crédito ni un
estimulante de la economía; no era concebible que el República actua-
ra de otra manera, y por lo tanto, se deducen de nada le serviría mo.
nopolizar la emisión. En todo el razonamiento la idea básica es la mis-
ma: el temor al "papelismo", es decir a emitir por encima ilel encaje
79
oro; a la posibilidad de que empez¿ra a circular un billete que no
estuviera totalmente respaldado por el metal, único elemento de plena
confianza para el cí¡culo orista.
De sus miem.bros podía decirse gue seguían aferrados a estrechos
coneeptos monetarios que anulaban el crédito en la campaña pero en-
riquecían a lo,s prestamistas particulares mediante la usura. A pesar
de la actuación pacata y conservadora del República hasta ese mo-
m€nto, no le tenían confianza: seguía siendo un banco oficial, y por
lo tanto los fantasmas del papelismo, la especulación y el derroche se-
guían planeando sobre su futuro (").
Más adelante Márquez deslizó una amenaza velada. Sostuvo que
la pluralidad de emisiones creaba cierta solidaridad entre los bancos:
"Esa uittculación de intereses, inuisíble pero real. desaporece con la
etnisión úníca: el Banco emkor, usulructuario de un prioilegio que
los atros consideran injusto, estorá aíslado, )' menos que nunca podrá
utilizar el billete camo instrument,o d,e crédito". Que el Banco de la
República pudiera quedar "aislado" guería decir que los otros le iban
a hacer "la guerra", como ya se la habían hecho antes. cuando se fun-
dó, como se la hicieron al Banco Nacional en 1887. La táctica no era
nueva: el billete oficial no otorgaba confianza y por lo
-decían-,
tanto lo llevaban diariamente a la conversión. lo que era capaz de ago-
tar al banco mejor plantado. Con ello se comlatia al banco oficial
impidiéndole la continua extracción de capital- desarrollar una
-poramplia, que era lo que más temían quienes habían
política crediticia
monopolizado el crédito en el país antes de su fundación.
Por fin, Joaquín C. Márquez consideraba "¡trudente y preuisor
elimínar de la carta orgánica d,el Banco de la Repúbüca la. lacultad
de la emisión úníca" (121). La saiida era. pues. modificar la ley para
quitarle al Banco el monopolio de la emisión. Posición más opuesta ai
sentir de los homlres que fundaron el Banco. ¡' de los que estaban ro-
deando al Presidente Batlle en esos momentos. era imposible pedir. Lo
único que a ese grupo que Márquez representaba no se le podía repro-
char era incoherencia. al contrario, fue la argumentación de siempre:
la enarbolada contra el Banco Nacional en 1887. Ia que se utilizó
contra el República en 1896, y la que se seguirá empleando cada vez
BO
¡
l
gue el Banco, o el Gobierno que lo oriente, tenga intenciones de mo-
dificar su conducta apartándola de la 'tradición orista de} alto comer.
r-io y la fuerte banca privada nacional o extranjera (*).
Tambien los dos bancos privados se presentaron ante el Senado
¡;idiendo la conservación de su facultad de emitir billetes. El de Lou-
<lres y el Italiano elevaron una nota conjunta en la que establecían:
"sólo nos empeñamos en conservarla por cuanto pueda interesar al
¡rantenimiento del régimen monetario, que tan justo renombre da a
este país, y a robustecer la confianza en vez d,e agitar y alarmar",
Atribuían a la pluralidad de emisiones la bondad del sistema moneta-
rio uruguayo que se había mantenido por largos años y que se basa-
ba, según ellos, "en la conversión constante de todo billete ban-
(193).
cario"
La coincidencia con la Cámara de Comercio era completa, / no
podía ser de otra manera. Juntos, habían formado el viejo círculo
,lrista que durante mucho tiempo tuvo en la exclusiva posesión del
oro _-y del crédito- la base de su poder económico y político. Si fra-
casaron en el mantenimiento de tal monopolio ante la apertura de un
Banco oficial (una fuente de crédito que escapaba a su control), no
querían aho¡a volver a ser derrotados, perdiendo el manejo de la
emisión de billetes. De ahí su petición al Senado y de ahí también el
reverdecimiento de los antiguos argumentos que habían esgrimido con-
tra el Banco de la República.
La emisión en las solas manos del República Ie daría a éste ma-
,vor contralor del crédito, porque aumentándola por encima de su es.
tricta reserva oro- como lo permitía la ley de tB96- habría más
billetes, y por tanto, más crédito. Esto obligaría a los Bancos .par-
ticulares a liberalizar su actuación para no vers€ desplazados, y les
haría perder el control de la plaza. Además, tendrían que aceptar y
manejar el papel moneda emitido por su rival y, aunque lo convirtie-
B1
¡en diaria o periódicamente a oro, deberían basar en é1 sus negocios,
¡ometiéndose aunqu€ {uese indirectamente, a la política que la Insti'
tución oficial quisiera desarrollar. Era ponerse en las manos de un
rival al que peor- no se le tenía con{ianza.
-paraconflictiva derivó en polémica en Ia prensa. Allí se
Esta situación
pusieron de relieve las fuerzas en pugna. Alberto Guani, miembro del
coloradismo conservador, hizo desde "El Siglo" una defensa a ultran-
za del orismo. Señaló que era un error pensar que "dentro de nuesfra
régimen bancario emitir papel es labricar moneda. !{ada más falso.
Los actuales Bancos em*ores no hacen más que entegar emisíón ett
pago d,el oro que reciben. Es, pues, una uerdadera cuenta corrie-nte
que se establece entre el Banco y sus clientes, dando aquel en aez de
un recibo de depósito por el oro que se le entrego. biVetes conuerti'
bles a la ulsta...". Esto era lo que los miembros del círculo orista
llamaban "seriedad" y función de los bancos del país: simplemente
prestar a quien ya tenía, manejarse con negocios sesuros. no alejarse
nunca de la firmeza inconmovible que daba el oro. Por ello es que
las ernisiones privadas gozaban de plena confianza. en la plaza y etr
el exterior; pero no ocurría 1o mismo con la emisión del República,
seguía diciendo Guani, porque en el extranjero"cuando se tratq, de r_e'
aibir luertes sunlas se pide qu,e los pagcis sean hechos en oro o en bi'
lletes de los otros bancos".
Así funcionaba Ia solidaridad internacionai de los poseedores del
oro, de dentro y fuera del país: alto comercio e inversores extranjeros,
principalmente británicos.
Enseguida recurría Guani al argumento tradicional: el monopolio
de ernisión dejaba la puerta abierta al papeiismo. al curso {orzoso.
Y realizando la confusión tan propia de las clases altas de creer que
ellas solas eran la sociedad, añadía: "Nuestro comercio, nuestro pue-
b,lo, nuestrds costumbres inueteradas rechazan enérgi,camente el empa-
pelamien:to. Es este un .país ilonde h.asta los compromisos conffattua-
les se realizan bajo lónnulas ,sacramentales que son uerdaderas leta'
nías rigurosas contra "toda otra clnse d,e moneda creada o por crear"
que ni ,r, el oro sellad,o y a ueces ,hasra ta übra esterlirw especifica-
da. No hay ejempl,os que o&lgan contra el instinto y La' tendencin con'
seruailora de nuestra socieda.d etu es& materia" (1e+). No era la socie-
dad, era el círculo orista el que temía. Los grupos sociales que pugna-
ron por la creación del Banco de la República, estancieros, industria-
les, agricultores, no podían acompañar ese miedo pues de él provino
la estrecha política que siempre les había negado el crédito.
82
. Fue un buen recurso dialectico, empero, apelar a "ese miedo al
curso forzoso'l ya que Ia mayoría de los uruguayos huía del papel
sin respaldo oro como de la peste. Ese recurso identificaba dos cosas
que ni el batllismo radical de Batlle ni el más conservador de Willi-
man iban a perrnitir que se vineularan: el monopolio de la emisión y
el curso forzoso. Estaba en discusión sólo el primero, ya que todos.
gobierno y oposición, alto comercio y agricultores, grandes y pellue-
ños hacendados, deseaban una moneda "sana y fuerte" basada en el
oro y la libre convertibilidad del papel. En lo que realmente se disen-
tía era en cuanto al rol que le correspondía ai Banco de la Repúbli-
ca en la regulación del crédito: mínimo para los sectores enriqueci-
dos, máximo para el partido de gobierno v los miembros débiles de
las distintas clases sociales del país.
La defensa del monopolio de emisión v por tanto del Banco de
la República correspondió a Gabriel Terra. Comenzó atacando la asocia-
ción que hacía Guani de dos conceptos distintos: "La primerq, razón
(lue se inaoca sosteniend,o la tesis de la plurali4ad de la emisión con-
siste en considerar quc el úLonopolio es sinónimo de curso torzoso,
que es el fantasm,a aterrador de rutestro contercio grande y pequeño".
-{firmando la falsedad de tal conclusión. relató que hacía unos años,
ante la posibilidad de un aumento de ia emisión de los billetes oficia-
les, ". .,so hizo correr el rum,or de que se trataba de una tenfatit¡a de
empapelamienlo y que erd el primer WSo que se daba hacia el curso
iorzoso... eso bastó para obtener un coro de t'oces unísono, en el
que Wrecen como prím,erús Wrtes los gerenfes tle casas bancarias ri-
t,ales del B'anco de ln Repúblil:a, que se apresuroron a denuncíar pá,-
ní,cos futuros. . . ". La denuncia de Terra- demostraba que la lucha
contra el Banco oficial estaba encabezada no casualmente- por
los Bancos privados rivales qu veían con -,v temor su posible desplaza-
rniento. Todos los ataques al República. incluído éste contra el mono-
polio de emisión, dis{razaban a ese enemigo. El crecimiento ,v desa-
rrollo de la Institución oficial fue visto como competitivo por la ban-
c'a privada y el círculo orista. Al estar mul cercano el ejemplo del
{racaso del Banco Nacional había dejado a tantos doloridos-
-quede convicción en defensa del interés
:us argumentos parecían revestirse
x.-eneral.
Gabriel Terra trató de calmar temores. recordando que todo el ca-
piial del Banco oficial respondía en primer término a la emisión, y {ue
,:ontaba subsidiariamente con la garantía del Estado. Bien mirado, te-
83
ruía que ser por fuerza el Banco más sólido de plaza, y la prueba más
clara de ,ello residía en eI poderío con que había atravesa-
-intacto-
do dos revoluciones formidables (125). Nada le impediria al Banco,
pues, llenar con sus billetes el 1acío que se produciría con el retiro de
ias emisiones privadas. Estos argumentos no podían hacer mglla en el
círculo orista y sus defensores porque lo que ellos discutían en el
fondo, no era la mera solidez, sino la propia existencia del Banco
oficiai.
d<**
B4
ma criticando Ia extrerna cautela del Banco en cumplir con sus obliga-
ciones: "..-.repüo con prot'undo conuicción: er Bánco de ra Repúiri-
ha pod,i.do y no ha_sabido, puede aún y no quiere suplir a la'plaza
1a
lo qwe ellw necesita. En gtnnto al, límíte -lijado- por el precepto de te-
ner un encaje del aoo/o de lns obligaciones a la, uisra..-. noii" preten-
rle que el Banao de la Repúbl,ica lo falsee, pero está actua,lmrit" ton
lejos de ese lbníte qde podrí,a emítir "uarios millones,, d.e billetes con-
tra ualores de lirmas de prilruer orúen, sin alcanzarlo" o28).
Para Batlle, el Banco actuaba en forma por demás conservadora.
En nuestro Tomo III probamos que esto venía ocurriendo ante una
conjunción de factores sociales y políticos que ahora no vamos a re-
cordar. Pero interesa dejar sentado desde yá que tal política se man-
tenía. si a pesar de ella el Banco seguía siendo objeto de las críticas
oristas era que en la carta {undacional de la institución había aristas
que herían poderosos intereses de ese círculo. Si el alto comercio y
ia fuerte banca privada no habían logrado impedir el establecimientr.¡
del Banco, si habían intentado logrado en cierta medida- copar-
-y Ia tarea de neutralizar algu.rai
lo por dentro, todavía les quedaba de
las metas de sus fundadores monopolio de emisión. po. eiemplo-
que -el
ni los contemporáneos directorios conservadores podían eliminar
porque formaban parte de la ley fundadora de 1896.
***
En 1907 se repitió la situación confricti'a gue anarizamos porcrue
en agosto vencía Ia concesión de emisión para el Banco Italiano del
uruguay, que también debió ir retirando sus birletes en la sesunda
mitad del año.
Esta vez fue Eduard-o Acevedo quien criticó ar novel gobierno de
Claudio Williman desde las columnas de ,,El Tiempo,,, ,";""l"rilo qu"
el retiro de los tres millones de pesos der Banco It'aliano de la circu.
lación produciría un desequilibrio en la plaza. Amenazó al República
con el recuerdo de lo acontecido al Banco Nacional: ,,Cuando i.ace 1g
é 20 oños se anu'ncíó que se concedería al Banco Nacional, el mo-
nopolio de la emisíón, se habló de una. represali.a ineuitable y hasta
c1m9 de_una garantía preuisora, de que [os Bancos,particulares en-
oiarían d,í.aríamente a la cow¡ersión loi biiletcs det battco prbilegi.d,o,
sín perjuic-io de gue dg uez en ,¡:uando inferrwnpiríao lrls
furiione,
norma)cs de aquel esublecímiento con una demanda abuhadá y brus-
ca'de oro, tod,o la ctnl cabe en el proced,imiento regular de la,s ins-
títueiones de crédíto y ni puede impedirse, ni tampico puede censu-
B5
rarse, porque enira en lo que \es noffinl y corriente, Basta que d,esa'
Nrezca, la buena aohtntaiÍ, Wr& que un Banco priuilegiad,o pueila que'
dar en la mÁ.s molesta e incómoila de las sítuaciones. . .t¡ (72c1
No había veladuras: de concretar el Banco de la República su mo-
nopolio de emisión, se enfrentaría a la misma gu€rra que la banca
privada y el círculo orista le habían declarailo al Nacional y qu'e, co'
ilro yu analizamos en el Tomo II, tan poderosamente contribuyó a su
caídá. Quien formulaba tal advertencia era ur.ra perJsonalidad de rele-
vancia en el plano financiero, en esos momentos nada menos qle di-
rector clel Bánco Comercial, el paladín del círculo orista. Eduardo
Acevedo proponía que hasta que no se convirtiera el República en una
institución Ái*tr, .t decir, con participación del capital privado, como
1o había previsto su ley cle fundación, eI régimen cle emisión continua'
ra siendo plural.
"El Día" salió a la defensa del Banco oficial recordando las con-
secuencias que había tenido para el país la solución de la crisis del
90 impuesta por el círculo orista: "Com.prentlemos que "El Tiempo",
como d,iario conseruaclor llue es, rleJienda a su clienlela y proatre
asustarla con el '"-ieio I'antasma del cuiso lorzoso. . . Por lo que nos
es personal podemos alirmar que es nuestra creencia más sólida, que
si lo,s estadistas del 90 hubieran teníito el'u^alor tle ir al curso forzoso,
se lrubiera ahona¡lo al país esa liquidación ígnomíníosa de 7,4 años,
que sembró la miseria por toilos los hogares, que quebrantó las Juerzas
más potlerosas de la nación, que anonadó las energías más puiantes,
Ete istattcó el progreso y qbe, coffLo consecuencia, trajo el tlesastre
político,
'el porglue los males económícos han sido siempre entre nosotros
origen inaariable d,e nuestros grandes derrumbes políticos. . . ,Eo
cambio el orismo a outrance sólo siruió Wra enriquecer a los u,sureros,
G cuatro especuladores que lanzarorl srl,oro de las caias Wr& ttcaparar
la riqueza púbtica malbarüad,a an.te las exígencias del honor, d,e la mi'
sería y de la desesperación cle centenares de larniliat s¡i¿n¡sl¿5" o3,,) '
Fue éste un audaz pero sintético juicio acerca de la actuación del
círculo orista durante Ia crisis de 1890.
Sin embargo, lo que ese círculo antes pudo hacer resultaba ahora
irnposible y en cierto sentido, también innecesario. Laq críticas al mo-
rropolio de emisión que hemos reseñado parecían partir más del ala
ultraconservadora del orismo, que de la totalidad de este. El círculo
orista, globalmente considerado, sabía que por el momento podía con'
tar con las tendencias "prudentes"' de los gobiernos de Batlle y Wi-
Iliman en materia financiera Y, Por consiguiente, monetaria. También
B6
era cierto que los tianpos habían cambiado y. las fuerzas sociales que
se oponían al orismo eran más fuertes. Por lo demás, nunca estuvo en
discusión real el mantenimiento del patrón oro sino el rnonopolio de
la emisión en manos de un Banco de Estado que eI Batlle radical de-
seaba cauto en lo financiero.
La ley de creación del Banco de la República que establecía el
monopolio de emisión para cuando cesaran las facultades de los ban-
cos particulares, se cumplió en 1907. Se selió así la derrota de la fac-
ción orista ultra.
El Banco fue llenando paulatinamente el vacío de moneda creado
por el retiro de las emisiones privadas, dentro de los límites de emisión
que fijaba su Car-ta Orgánica: el doble de su capital realizado. En I90B
-.us billetes pasaban apenas Ios I0 millones de pesos, los que sumados
a Ios 2,6 millones que todavía circulaban del Banco Italiano, hacían un
nurnerario global de 12,7 millones.
Frente a la capacidad total de emisión de los tres bancos (que
nuncaise .alcanzó) de 16,3 millones, la diferencia era impertante (1311.
Scilo quedaba una salida: modificar la Carta Orgánica del República
aumentando su capital y posibilitar así una emisión ma)-or.
B7
Banco oficial. Por tanto, a medida que se fuera integrando esa segun-
da serie con capital que el gobierno proporcionase, el banco se iría
estatizando, es decir, pasando, de hecho, a manos del Estado,
Ello fue comprendido por los contemporáneos, quienes vieron en
los sucesivos aumentos de capital otros tantos pasos hacia la compie-
ta estatización del organismo.
'Como una ,de las concesiones hechas por el gobierno de Idiarte
Borda a la oposición para lograr su fundación había sido la de otor-
gar al Poder Legislativo in,tervención en el tratamiento de los puntos
claves de la Carta Orgánica, todos los aumentos de capital fueron el
resultado de leyes aprobadas por aqué1.
La primera correspondió a un Mensaje del Poder Ejecutivo {ir-
mado por el Presidente Claudio l[illiman y su Nfinistro BIás Vi-
dal (h) de 7 de mayo de 1907, en la que se pedía autorización al
Cuerpo Legislativo para que el Banco de la Repúbiica pudiera au-
mentar su capital en un millón de pesos extraídos dei superávit co-
rrespondiente al ejercicio presupuestal de 1906-1907. En la funda-
mentación se establecía que la emisión del Banco alcanzaba en esos
momentos a un poco más de 9 millones de pesos. "de manera gue
por cualquier aum,ento de operaciones o pdra otend.er las nueuas ne-
cesid,ades del mercado en materia de monedq, fíduciaria, que será" lq
consecuencia, del retiro de los billetes d.el Banco ltaliano del Aruguay, la
emisién locaría el límíte tnáximo con los incont:enientes consiguíenles
para la plaza y para el B'anco" G32).
Con este proyocto el Banco podía aumentar la emisión de bi-
lletes mayores de l0 pesos en dos millones más, ,v la de billetes meno-
res a es€ valor en medio millón más; es decir que se r-olcarían a Ia
plaza un total de 2,5 millones de pesos en biiletes de toda deno-
minación.
Además, ese millón cedido por el Estado empezaba a cubrir las
acciones correspondientes a la segunda serie, con Io que se iniciaba
su estatización total.
El proyecto fue aprobado por ambas Cámaras, y el Poder Eie-
cutivo promulgó la ley el 17 de julio de 1907 (133).
En febrero del año siguiente el senador Juan Blengio Rocca pre-
sentó un nuevo proyecto que no se convirtió en ley, pero constituye
un claro antecedente de la nueva Carta Orgánica del Banco de la
República de 1911. Dos son los puntos fundamentales de ese proyec-
to. En primer lugar, disponía que, luego de cub¡ir el servicio anual
de intereses y amonización del Emprestito Uruguayo de 1896 (funda-
88
cional del Banco) y de servir la cuota destinada a la construcción
del Palacio L,egislativo ($ 50.000), las restantes utilidades anuales
del Banco se destinarau a su capitalización.
Decía al respecto: "La incorporación en utu nomento dado de
utt capítal considerable al Banco podría guizás ser perju.dícial a la
euolución lenta pero segura y próspera de la institución; por ello
será prelerible adoptor el temperarnento que ensayq, el proyecto, de
aprooechnr una parte de las util,idades. . ." con 1o que se demostraba
partidario de una capitalización prudente de la Institución. Calcula-
ba que si las utilidades del Banco se mantenían al mismo nivel que
Ias del último balance, 300.000 pesos, en el transcurso de 10 ó 12
años el organismo tendría integrado todo su capital. La fórmula era
{inancierame¡te inobjetable pero, como se verá. semejante lentitud
no se compaginaba con el planteo más audaz de Batlle.
Por un segundo artículo, el prol.ecto proponía que Ia facultad
de emisión mayor del Banco fuera elevada al triple de su capital rea-
lizado. Esto fue 1o que hizo escollar al pro,vecto del senador Blengio
Rocca porque el Poder Ejecutivo se opuso, temeroso de que tal lil¡e-
ralidad pudiera minar la confianza en el billete del Banco, al existir
mayor distancia entre su emisión y su capital. Sin embargo, la argu-
mentación del senador en favor era sólida: "Desde !!ue se curnpLan
con rigor lns disposíciones de h ley sobre las garantía,s de la emisión
con ,el' enca,ie meta.lico, aquelln, faculnd, [oasi] iümiada no puede
olrecer peligro alguno, pues el mercad,o es el que reguln.., sus pro-
pias necesídailes: el m)onto del, medio circulante. Así, cuando la emi-
síén lid,ucinrí.a exceda de las neceqídades de ta plaza, automática-
mente t¡uelaen a las cajas del Banco emisor los billetes que hubiesen
sido emitídos excediend,o hs necesld,aá¿s del m¿rcad,o". Y citaba en
su apoyo la práctica similar que llevaban a cabo el Banco de Ingla-
terra, el Banco Imperial Alemán y eI Banco Austro-Húngaro. Como
se mantanía el límite d.el 4A/o de encaje oro sobre la emisión y los
depósitos a la vista, que el Banco tuviera la posibilidad de emitir
h¿sta el triple de su capital no Ie paregla en absoluto arriesga-
d6. tre+¡. Pero el Poder Ejecutivo fue de otra opinión y al vetar eI
artículo segundo, el proyecto quedó encarpetado en la Comisión de
Hacienda del Senado.
Pero Ia primera idea no fue desechada. En setiembre de 1908
el Poder Ejecutivo envió un nuevo proyecto de ley que disponía
la capitalización del Banco de la República con las utilidades que
produjera anualmente. En el Mensaje que acompañaba al proyecto,
B9
el Presidente Williman y el Ministro Vidal sostuvie¡on:"Cualqwíer
aporte de capüal para el Banco tiene aerd'aáeru ímportancia, pues le
permite llenar una de lns wigencias má.s apremiantes ile sus oper{r-
ciones, que es el aumento de su emísión,.. Un aunlento d,e cien mil
lplr.sos etu el capüal del Banco sígnilica... la posíbilidad de emitir
200.000 en emisión nayor y 50.000 en emisión menor. Las u,tilidades
deben crecer proporcional,mente a, las integraciones del capital, y por
lo tanto con el cumplimíenÍo de la ley prol'ectada, en pocos años po-
clrá el Banco de la,Repúblirca tener el capi.tal tctal de 1t¡2 míüones que
lija la Carta Orgánica. Cuanilo llegue esa situación, nuestro mercado
linanciero dispondrá de un gran, organismo tle crédíto Ete seruirá de
regulnd,or general de loa negocios..." (135).
Ambas Cámaras se mostraron de acuerdo. Salvo la especi{icación
de que las utilidades debían cubrir primero el sen-icio del Empréstito
Uruguayo y la cuota para la construceión del Palacio lrgislativo, el
proyecto fue aprobado sin discusión, y promulgado por el Poder Eje'
cutivo el 17 de noviembre de 1908 (136).
Ahora sí quedaba abierto el camino para la absoluta estatización
del Banco; esta ley implicaba la renuncia deliberada y definitiva a
contar con el capital privado, y la autocapitalización automática de
la Institución, Era, por 1o tanto, una reforma esencial a la Carta Or-
gánica original.
Se necesitaba, ahora, introducir en ella las modificaciones que se
habían hecho y acoger la nueva realidad de un Banco ya no mixto
(por lo menos en teoría), sino totalmente del Estado.
90
men establecido en la ley de 17 de noviembre de I90B: aplicar las
utilidades al aumento de capital. 'Con ello desaparecía la posibilidad
de que el Banco pudiera convertirse en mixto "y se establece de una
nanera definitiva la situación de Banco de Estado". Consideraba ino'
portuna Ia discusión de este punto porque las leyes de 1907 y 1908
hahían zanjado Ia cuestión en favor de esta solución.
En cuanto al segundo punto de emisión-, la Comisión
t,pinó que "La relación qwe pwede-régimen
existír entre el capí:tal y la emisión,
no está. sujeto a reglas liias ni 'tienen éstas oarácter cient'ítíco. La gu'
rantía de la emisión reposa en el encaje 1' en la seriedad de la cartera
rlel Banco. Et, que se alteren esas relaciones de la emisíón con el ca'
'fienenen na/la puede alectar I'a solidez del
¡,iita!, Banco, destle que se_n1'an'
en Lq. b{tse 10a. las disposiciones rela¡ita a proporción d,el en'
caie con la emisión circulante y con los depósitos a Ia aista". Esfas
afirmaciones eran lógicas: si el Banco seguía manteniendo el encaje
oro de 40'/c con relación a Ia emisión v depósitos. que tuviera la fa-
cultad de emitir hasta el triple de su capital realizado no deberia
provocar desconlianza en su billete. Este seguiría respaldatlo por el
jOiá ¿" oro, tanto si doblaba como si triplicaba su emisión en rela-
ción al capital. La ventaja de tripicarla era oblia pues el incremento
,le numerário permitiría conceder más créüto a ma,vor número de
usuarios, con lo que aumentarían las ganancias del Banco y por ende
su capital.
Aprobadas por ambas Cámaras estas reformas casi sin discusión,
lo que demuestra el consenso que había ganado el Banco en sus 15
arlos de actuación, la nueva Carta Orgánica quedó estructurada.
El Banco pasaba a ser completamente del Estado, fijándose su
capital en 20 millones de pesos que se integrarían de esta forma: a
los $ 8.268.076,37 del capital existente y reservas. se le sumarían las
utilidades anuales, previo los descuentos legales -va anotados, hasta lle-
gar a los 12 millones de pesos.
Para integrar el capital entre 12 r- 20 millones se aplicaría el
5}r7b de las utilidades líquidas anuales, y el otro 5O/o se acreditaría
al Tesoro Público, a la orden del Poder Ejecutivo.
Integrados los 20 millones, el 50% de las utilidades pertenecien-
Les al Banco se dedicarían a formar un fondo de reserva de 5 millo-
nes de pesos; el oúo 5A/o y la totalidad de las utilidades cuando se
hubiera cubierto el fondo de reserva, irían al Tesoro Público y po'
drían ser retiradas por el Ejecutivo.
91
Es decir que para pasar de I a t2 millones eI Banco empleabe
la totalidad de sus ganancias; de 12 a 20 millones, sólo la mitad;
despues de 20, esa mitad constituiría un fondo de reserva de 5 y iue-
gq todas ellas se vertirían en el Tesoro Nacional.
En cuanto al régimen de emisión, se mantenía Ia facuitad de enli-
tir billetes menores de 10 pesos hast¿ la mitad de su capital realizado;
y se innovaba al triplicar esa facultad para los billetes de 10 pesos o
mayores, siempre con la obligación de conservar un encaje oro no in-
ferior al 40/o de Ios depósitos a Ia vista y de la emisión mayor en
circulación.
El Estado garantizaba toilas las operaciones. depósitos y emisio'
nes que realizara el Banco. El Directorio se integraría con un Presi-
dente y seis vocales designados por el Ejecutivo con la venia del Senado.
También se aurnentaban los créditos personales máximos:
$ 120.000; descuentos de conformes, $ 200.000: anticipos con cau'
ción prendaria de títulos, $ 500.000, para colocar a la Institución al
nivel requerido por el crecimiento económico del país. Con el mis-
mo fin se elevó a un millón de pesos el capital de la Caja Nacionai,
dependencia del Banco. (137).
Luego de la sanción legislativa, el Poder Ejecutivo puso el cúm-
plase a la ley el 17 de julio de 1911 (138).
Con la nueva Carta Orgánica la estatización se consagraba por
ley. La experiencia diría si la lenta forma de integración del capi-
tal era compatible o no con el.avance de Ia Institución y el acelerado
crecimiento de la economía nacional.
{<**
o,
Recogida la aspiración por el Ejecutivo, éste la transformó en
proyecto de ley que fue remitido a la Asamblea General el 23 de
abril de 1913, con la {irma del Presidente Batlle y Ordóñez y su Mi-
nistro de Hacienda Pedro Cosio.
El Mensaje respectivo se iniciaba con una exposición del papel
t¡ue debería ocupar el Banco en la economía uruguaya. El Banco de-
bía ser, para el batllismo, el instrumento del Estado encargado de re-
gular la moneda, el crédito e independizar al país de las oscilaciones
financie¡as gue provocaban las plazas extranjeras. De ese "eje regu-
lador" dependería la mayor o menor expansión de los negocios y el
dr,sarrollo autónomo a que podíamos aspirar en nuestra situación de
dependencia.
Partiendo de esa concepción, era imprescindible que el Banco
estuviera habilitado financieramente para cumplir con su cometido.
Si bien el Ejecutivo reconocía la bondad de la reforma de 1911, que
había permitido hacer frente a las necesidades de "los dos últimos
¿ños de intensa crisis monetaria", la consideraba insuficientq ya en
esos momentos, y aún más para el porvenir: "...si el Banco de la
República ,ha ile responder siempre en uncl jusu proporción o las ne-
cesid,ades crecientes del crédito. . , detig acrecer su capítal en rela-
ción a las exigencias correlatiuas d¡e ese mouímiento de progreso. A es-
io puede decirse que'\se opone ln forma. en que la Carta Orgánica del
Banco prescribe ta integraci,ón del capital". Y luego de analizar ese
m@anismo, que ya conocemos, conciuía afirmando: "En tal forma, la
m.orcipí.dad, consiguíente agraaará la situación ya dilícit del Banco d,el
Estad,o paro llcnar cumplidamerxe sus lines de regulador del, créilí-
to nacíonal, Es lácil cal,cular que se requ.ierc el 'transcurso de 1A
años, m,á.s o tnenos, Wra, que alcance a ,integrar los 20 millones, . .
Y sín embargo, el capital de 20 tnillones es lo menos que necesita ac-
tualmente el Banco de ln Repúblico para pod.er ateniler a las mós
imperiosas y aínles demandas del crédüo".
En abono de esta aserción, el Ejecutivo analizaba distintos índi-
ces demostrativos del crecimiento de la economía nacional y la pa-
ralela evolución del Banco. Por ejemplo, citaba la valorización de ia
propiedad raíz que "ha seguido en los últimos años un curso inusita.
do", estampando cifras que revelaban su duplicación entre 1908 y
l9I2: de 7M a 7.558 millones de pesos. Casi la misma expansión,
aunque en un período más largo, se manifestaba en el volumen del
comercio exterior entre 1902 y l9l2: de 57 a 100 millones de pesos.
93
El Banco reflejaba ese desarrollo: los descuentos de valores enlre
1908 y 1912 habían pasado de 23 a 45 millones; los créditos en cuen-
ta corriente, de 9 a 24; los bene{icios de Ia Institución. de 7 a 2,3
millones de pesos.
Por todo ello, creía el Ejecutivo que cabía "la posibiliáad, de
que, a n'La,yor desarrollo econórnico del país en dos o tres años más,
la capaci.dad bancaria de la, instüucíón nacionnl decline sensibl¿men-
t" "oi posirioo perjuicio de los intereses públícos" )-a que "las fun-
cíones del créd,ito, para eiercer en, todo nonlen'to su saludable accién,
ti,enen que seguir de cerca ese tlesarrollo progresit;o..,",
La argumentación era sólida y no parecía estar basada en ulla
visión en exceso optimista de la realidad nacional por parte del Po'
der Ejecutivo. Cualquiera fuera la posición que tuvieran los parla'
mentarios {rente a la conducta que debía seguir el Banco estatal, era
evidente que necesitaba refuerzos que lo permitieran acompañar el
crecimiento económico. La clase alta rural, por ejemplo, tan hostil
a Batlle por otros motivos, estaba más interesada que nailie en url
Banco con amplia capacidad crediticia y apor-ó la postura del Ejecu'
tivo a este respecto.
Como la cobertura del capital debía ser rápitla. e1 Ejecutivo
planteó la posibilidad de un empréstito extranjero. a pesar de "la si-
tuación de expectatiaas que en' los grandes centros linancieros euro'
peos ha creado la cuesdón de Oriente, des,le la .querra ítalo-lurca
h.a,sta l.a acción todaaía no ternlinada d,e los países balcánicos". Esth-
mos en abril de 1913 y, como ya sabemos, la tensión polítiea euro-
pea repercutía en el mundo entero.
En el articulado del proyecto del Poder Ejecutivo figuraba, pues,
en primer lugar, la autorización para emitir 9 millones de pesos 9a
una Deuda dól Estado que se denominaría "Empréstito Uruguayo 2'1
serie, 1913", cuyos títulos devengarían 5/o de interés anual y lcia d'e
amortiaación acumulativa.
Su producido se entregaría al Banco de la República para integrar
el capital autorizado de 20 millones, junto a su capital efectivo al 31
de diciembre de 1912, $ 11.075.872, y las utilidades del año 1913.
Integrados los 20 millones de capital con los recursos anterio-
res, los excedentes que pudieran resultar se destinarían también a
aumeutar el capital del Banco.
De las utilidades anuales de su gestión se retiraría primero 1o
necesario para cubrir el servicio del Empréstito de 1896 y la cuota
94
Dara el Palacio Legislativo; el resto se dividiría por mitades: una
Dara aumentar el capital del Banco y la otra para constituir su fondo
de ¡eserva.
Cuando rpor este medio el fondo de reserva llegase a los I0 mi-
ilones de pesos, todas las utilidades liquidas se aplicarían a engrosar
el capital. (140).
Tales eran los puntos fundamentales del proyecto del Poder Eje-
-utivo que pasó al Senado. Buscando simplificarlo, éste 1o desglosó eu
Jos leyes distintas. La primera se refería al empréstito de 9 millones,
manteniendo sus características financieras. La segunda recogía las
modificaciones a la Carta Orgánica y agregaba otras: el capital se
:levaba a 25 millones de pesos y estaría integrado con el capital exis-
tente, el resultado del empréstito y los beneficios líquidos anuales.
Lna vez cubierto, los beneficios integrarían un fondo de reserva de
10 millones de pesos, luego 'de lo cual otra ley "determinará eI des-
tino de los beneficios anualesf'.
El Ejecutivo aceptó esas modificaciones porque resuitaba wi-
,Jente que su proyecto involucraba cuestiones de diferente orden, co-
rno eran el empréstito y las reformas a la Carta Orgánica. También
ro entendió así la Cámara de Diputados, que dio su aprobación.
EI Ejecutivo promulgó la primera ley el 27 de junio de 1913. Se
le autorizaba a emitir el empréstito de 9 millones, cuya colocación
,,'orrespondería al propio Banco de la República, dentro o fuera del
país.
La segunda ley, aprobada en Ia misma fecha por Ia Asamblea
General, incorporaba a la ,Carta Orgánica las siguientes disposiciones:
el capital del Banco sería de 25 millones de pesos; formaría un fond.o
Je reserva de 10 millones; amtros en la forma va expuesta. Los des-
,,uentos de conformes a cada firma podrían llegar u $ ZOO.OO0 y lo.
,-¡éditos en cuenta corriente a $ 150.000; el Banco respaldaría la for-
maciól de Cajas Rurales, de acuerdo a la ley de 19 de enero de
1912, que ya veremos; el crédito al Poder Ejecutivo se ampliaba a
I millones. Una disposición t¡ansitoria establecía que todas estas mo-
,.lificaciones entrarían en vigencia una yez cobrado el nuevo Emprés-
tito Uruguayo, segunda serie, 1913.
El Ejecutivo observó la ley por una disposición que admitía la
oresencia de extranjeros en el Directorio, y mientras consideraba con
el Legislativo Ia solución de este punto, estalló la crisis financigra
,Je julio de 1913 que, corno vimos, en el Tomo V, provocó una fuer-
te conmoción en la plaza montevideana y una corrida al Banco de ia
95
República. La situación internacional empeoró y no hubo posibilidad
de colocar el Empréstito con lo que las re{ormas a la Carta Orgáni-
ca tuvieron que quedar en suspenso , como lo establecía la disposición
transitoria.
Recién al año siguiente, el 26 áe agosto de 1914, el Poder Eie'
cutivo retomó el asunto, notificando al l,egislativo que daba por pro-
mulgada la ley y simultáneamente enviaba otro proyecto para dero'
gar la disposición transitoria que impedía la entrada en vigencia de
Ia Carta Orgánica modificada. La Asamblea lo sancionó y el Ejecutivo
lo promulgó el 2l de setiembre de 1914; rocién entonces el Banco
pudo contar con las modificaciones impuestas a su funcionamiesto.
Pero ya había estallado la Guerra Mundial y el panorama, tanto de
la nación como del mundo, había cambiado (141). La crisis de 1913 ha-
bía bloqueado uno de los más caros proyectos del batllismo en mate'
ria crediticia y bancaria.
La integfación de un capital creciente para el Banco de la Re'
pública se concretó sobre todo por el autofinanciamiento, incorporan'
do sus bene{icios, producto de su mayor actividad, de la ampliación
de sus negocios y del fuerte apoyo que los gobiernos batllistas le
prestaron en todo momento. Era claramente un Banco nacional, y
aunque con dificultades, fuo creándose los medios para llegar a inci-
di¡ en el desenvolvimiento de la economía uruguaya. Cabe ahora pre'
guntafse si sirvió, como era su destino, a los productores rurales, a
los industriales y a los agricultores. Limitado en sus medios por la
crisis mundial, veamos como empleó los que poseía.
96
t
La fundación del Banco había sido resistiria por el círculo orista
porque le hacía perder el monopolio de la moneda y del crédito; pe-
¡o había sido reclamada por la clase alta rural otros sectores so-
-y
ciales aliados- precisamente para romper ese monopolio. Cuando el
Ba¡rcc¡ se estableció {ue a costa de una transacción: habría otra {uen-
te de crédito, pero se mantendría el sistema monetario a oro; habría
Banco de Estado, pero siempre que adoptara la conducta conservado-
ra y restrictiva de Ia banca tradicional v aceptara las prácticas usua-
Ies de Ia actividad bancaria establecidas por las empresas privadas.
De tal hecho surgió un Banco oficial distinto del que se había
rluerido fundar: exigió enormes garantías. valoró más las propiedades
urbanas y rurales del solicitante que la {inaiidad del mismo al pedir,
prestó a los que ,va tenían bienes ,v relaceó o negó crédito a los que
sólo contal¡an con su trabajo y honestidad personal; en suma, casi
se comportó como los fuertes bancos prir-ados io habían hecho siem-
]lle en el país: restrictivo. "tacaíro", "usurero".
Sostu'imos que esa conducta derivaba del acuerdo o transacción
entre la ciase alta rural y el círculo orista efectuado bajo la presi-
clencia de Cuestas. El Banco fue dominado desde dentro por repre-
:er¡tantes de esa oligarquía urba¡ro-rural, que le impusieron .q,rlllu
conducta. Por eso decíamos que, como herramienta de la poiíti.u
ccu,ómica de cada Administració,, ei Banco habría de reflejai a los
xlupos sociales que estuvieran representados en ésta. o la dominaran.
i3ajo Cuestas fue conserl,ador. ¿Podrían querrían- las fuerzas
-)' conr-ertirlo en liberai?
s,rciales clue lespaldaron los gobiernos batliistas
Ya en 7907, el diario del Gobierno reconocía que la conducta del
Banco debía camhiar. "'Iodos los días se oye vociferar a la génre
c.¡ntra lamarcha demasiado cautelosa dei Banco del Estado...".,'El
Día" de{endía la actuación ante¡ior del Banco atribuyéndoia a Ia ne.
r esidad que había tenido al principio de ganarse la confianza pú-
hlica, pues "esa gestión administrativa severa y prudente qo. l"
replocha". le permitió ganar crédito y seriedad de una manera "" de-
linitiva (r+:). Sostenía. empero, que era hora de camliar de actitud:
" . ..es el tnomento de pens'ar en dar al Banco de ta. Repúblico ma-
tor uuelo, más empuje, más oigor; es el momento de pensar en, dar-
le todo, la repnesentación, todo el p,o.der, totla la signilicacün que
iel¡e naturalmenf.e fener una institu.cihn de esa ¡la¿¡1ysl,slr" Qa».
Como bases para esa modificación señalaba la honestidad del
nuer.o Gobierno, la tranquilidad pública que reinaba, el gran desa-
97
rrollo de las transacciones comerciales que la reclamaban. "No hay,
pues, motiaos para, continuq.r restringiend,o los créditos y realizar ope-
racíones de la índ,ole d,e las que elecninn los usureros. . . El monxen¡.o
es propicio para, gue sin abandonar del todo la norma de conducta pra-
dmte que siruió con prwecho a la ínstitución en sus prirneros pasos,
se adopte para el poruenir una, m,tís amplía, más en armonía con eI
comercio moderno. . ." (144) .
Los historiadores oficiales del Banco, Raúl Montero Bustamante
y Octavio Morató, personalizaron las razones del cambio refiriéndo'
las al nombramiento de un nuevo Gerente, Jorge West. Este había te-
nido una larga actuación en un banco privado capitalino y extensa
vinculación en el mundo de los negocios, que aportaron numerosa
clientela al organismo y le permitieron establecer una "vinculación
solidaria... con las demás instituciones de crédito de la plaza"-
También destacaron la importancia de que los tipos de interés se hu-
bieran mantenido por debajo de los cobrados por los demás bancos, y
que la atención a las operaciones de cambio le hubieran permitido
duplicar su monto entre 1906 y 1907: de 7 a 18 millones de pc-
sos (145).
Sin perder su característica prudencia, el Banco se iba liberali-
zando lentamente. Factor esencial para ello fueron los continuos au-
mentos de capital que le permitieron incrementar su emisión y con
ella, los créditos. Ya en los primeros días de 1909 se especulaba con
que, si la ganancia del Banco en el año anterior ascendía a cerca de
$ 300.000, al incorporárselos al capital estaría en condiciones de
emitir casi un millón de pesos, "de los cuales podrá colocar eru oí)e'
raciones prod,uctiaas gratu Wrte, la mind por ejenr,plo..." (146)
Los contemporáneos vieron el asunto con mayor profundidad, al
no reparar tanto €n sus ganancias y sí en su acción como "regulador
,del crédito y de la moneda". En 1911, "EI Día" valoró sa "presün
mod,erad,ora sobre el tipo del in¡erés del dinero, sobre ,todo en Ia, cam-
pañ;a, .donde la usura hacía estragos impunem.ente etu otra époco. No
cabe ninguna d,uda de que lue el Ranco con sus préstamos eru cotttpa-
ña a interés bancarío, que de§erró la usura que hacía pagar a fír-
ma; buenas y ile responsabilid,ad, intereses h.asta de 78 y 24 % al aíío,
en más de un casd' $47).
Sin compartir ese entusiasmo por la acción del Banco ra'
zones que veremos más adelante- es indudable que pudo-por eliminar
98
las formas más usurarias del préstamo en el campo, no tanto por lo
que Ia Institución misma prestó, sino por su mera aparición como
ente testigo en materia crediticia.
Incluso, y esto deriva de lo anterior, por ser el iniciador, aunque
con suma cautela, del tan reclamado "crédito personal" donile se to-
maban en cuenta principalmente "las condicione,s morales y de labo-
riosidad del solicitante" antes que sus propiedades o bienes mue-
bles (14e).
En resumen, no cabe duda que el Banco modificó su actuación
aunque no en profundidad; el nuevo en{oque del equipo gobernan-
te, el vigoroso impulso de la economía nacional. la "seriedad" demos-
trada con anterioridad, las facultades que lo fueron engrandeciendo
(rnonopolio de emisión, aumentos de capital ). todos fueron factores
que lo empujaron y habilitaron para llevar adelante ciertos cambios
de orientación.
**{<
99
considerar el aumento de su capital y reforma de la Carta Orgáni-
ca en 1913. En esa ocasión el diputado socialista Emilio Frugoni sos'
tuvo, refiriéndose al Banco, que ". ..instituciottes cle esta naturalé,za
sólo laoorecen « und parte determinada 'de los elementos actiaos de
la población; sób lauorecen de un tnodo d,irecto qI menos, a un{t
cl.aseo a la clase capitalista, mientras se leoantan grandes difícul'tades
par6 otorgar crédüos a los elententos nwtlestos de trabajo, a los hnm-
bres que necesitan pequeñas cantidad.es para tlar mayor deserusolai-
miento ct sus nep;ocios. , . se otorgan en. canbío lacilidades enorn'Les y
se conceden, crédítos a. Wrsonas en airtud tle las ¡tosicíones expecta,-
bles Ete ocupon o de la situación política de que t'ietten gozando".
El diputado Pedro Díaz, al discrepar con esa opinión. reconoció
eml:)ero qre: "La m,ejor mrtnera de hacer que el Bonco pueda ejercer
su acción. econónica en un sent.ído más o menos tlemocrático, es ha-
cer carla, día tnás fuerte su capital. Si el capítal del Banco de la Re-
¡:tíblica es peqtLeño, si tiene que tener tenlores [)or -.tt uida económí'
ca, colocará su capital. en. tnenos de capitelistas tle sobencia extraor'
dínaria; atondo tenga fuerza de sobra, es entonces que potlrá arríes-
gar su capiLal en. los créditos personales, en las Cajas Rurales, en los
peclueños préslantos a los induslri',r.les. . ."
Iil Ministro de Hacienda Pedro C,rsio. presente en Sala, al con'
teslar a Frugoni reconoció explícitamente la iealidad de la acusación
tlue éste hahía lanzado al expresar: "El Banco ic la Repiblica distri-
buye el crédito rl,ent.ro de los elementos que presenton g,arantías eli-
cientes, I¡orqu\e esa es la base de la cortcesión tle Íodo crédito: las ga'
rantías. Sin ellas no puede cotr¿el¿¡;¿ crédito dcntro de nuestro ré'
ginten tle Ilqnco de Estado...' (1;I).
Es decir que era opinión generaiizada, y' fundada, puesio que la
sostenía¡,. los jerarcas del Banco ,v el propio Jfinistro de Hacienda, guo
el Organismo prestaba sobre todo a quienes poseían bienes suficien-
tes como para respaldar esos crléditos. Tal hecho era la continuación
cie su política del decenio anterior. r por lo tanto decepcionaba a los
sectores sociales más rnodestos que si bien lo veían dar más dinero
no lograban colocarse en condiciones de acceder a é1.
Esla opinión se confirma analizando los balances de la Institu-
ción, El cuadro siguiente demuestra que los préstamos hipotecarios,
únicos créditos ,usuales que alcanzaban a los pequeños productores
rulales (estancieros o agricultores), eran ínfimos en relación a los
100
L
EXPANSION DEt BANCO DE LA REPUBIICA: 189ó-1914
CASAS CENTRALES, SUCURSATES Y AGENCIAS
Artigas (1898)
Límite Contestado
Bivera (1897)
Salto (1896)
bó (1897)
lvle I o
Paysanoú(.1896) (r 896)
a
Carmelo (1
Florida
o( 1 896) Minas
rio a (1896 Rocha
a (1898
1
a
Colonia 1 897) oCanelon
e6) San Ca o 6)
a
101
créditos otorgados en cuentas corrientes, valores descontados y caucio-
nes, las formas más corrientes de operar utilizadas por los comercian-
tes de campaña, los barraqueros y los grandes estancieros.
$ % $ %
1 905 183 4 4.892 96 5 076
1 906 149 2,5 5.883 07tr 6 033
1907 131 2 7.656 oa 7 787
1 908 133 1,5 8.958 98,5 I 092
1 909
'1
13 1 9.880 oo I 991
1910 111 1 12.444 oo 12 555
191 1 100 0,5 18 . 614 99,5 18 715
19"12 223 1 23.552 oo 23 776
1913 224 1 20.258 oo 2A 480
1914 352 2 18.451 98 18 803
Del análisis de estas cifras surge con claridad que la parte de ca..
pital bancario estatal que correspondió a los pequeños y medianos
productores fue muy escasa. El Banco no modificó notoriamente su
posición de la decada anterior. Es cierto, sin embargo, que los ma-
yores volúmenes de préstamos, derivailos de los aumentos sucesivos
de su emisión más que de su ,política, le permitieron llegar en este
período a mayor núme¡o de usuarios.
I-a emisión mayor creció de casi ? millones de pesos en 1905 a
16 rrillones en 1913, con un tope de 23.5 en 7912, lo que significó
un incremento muy considerable (153). Pero por un lado la valla irn-
puesta por la Carta Orgánica de tener un UJlc d,e encaje oro conro
respaldo, por otro la política prudente del Banco, que 1o ilevó a su-
perar.¡ie,mpre ese porcentaje 1905 y 1913 osciló entre 48 y
-entre de desarrollo al circulante
65/o (tz+)-, le restaron posibilidades y
por tanto al crédito.
Por eso creemos que, según lo sugieren las cifras y los testi-
monios contemporáneos, los nuevos clientes que el Banco consiguió
pertenecían más a la clase alta rural y al comercio poderoso de las
ciudades del interior, que a los sectores moilios y bajos del campo
o a Ia pequeña industria urbana.
102
- Otras pruebas complementarias abonan esta hipótesis, No es la
de menor importancia el hecho de que los propios ganaderos sintie-
ran las deficiencias del crédito rural y reclamaian Á varias oportu-
r¡idades una mayor aetuación del Banco oficial con relación a la cam-
paña y sus productores.
Tal fue lo que se expresó en el Congreso Ganadero rzunido en
IIinas en abril de 1906, donde se aprobó una moción para que el
Congreso se dirigiera al Ministro de Hacienda "encareciándo l,n o"-
cesidad de que el Banco de la República concoda a los ganaileros y
agricultores créditos de habilitación" (155).
Es también ilustrativa la opinión de "El Siglo", autotitulado ór-
gano de "las clases conservadoras", cuando apoyó la reorganización
del República en 1911, mostrándose de acuerdo con el incremento de
ea¡:ital porque habría de necesitarlo para "aumentar" su apoyo a las
tiases produs¡o¡¿s (156).
La prueba final del conservadorismo del Banco se halla al ana-
lizar los nornbres de sus principales directores. De 1907 a 1910 1o pre-
sidió el Dr. Juan Carlos Blanco más tarde integró el
-que del riverismo-, deala
servadora del Partido Colorado dentro
con-
I 1910 a
tr916, Joaquín C. Márquez, ex-presidarte de la Cámara de Comercio,
I guien vimos combatir con fervor el monopolio de emisión para el
Banco oficial que luego drrigiría. Tales hom_bres representaron los
i¡ltereses y Ias opiniones económicas de las clases altas urbana y ru-
ral. Era difícil que en sus manos pudiera el Banco transformar por
entero su conducta ,r1s¡i6. (157).
*>r*
Parece evidente que el batllismo fue consciente de ias limitacio-
nes con que el Banco siguió actuando. F-s conocida Ia frase atribuida
a Batlle y ordóiez: IJn gobierno progresista necesita, como contra-
peso, un banco conservador. La impresión que Ia crisis de 1890 ha-
bía dejado en el nuevo equipo de gobierno. ei cultc que todos los
uruguayos rendían al oro y la estabilidad monetaria, ü estabilidad
financiera de Ia que el batllismo hizo un timbre ,de hono¡ el temor
a herir intereses poderosos dentro y fuera del país si se fomentaba
una política crediticia liberal mediante emisionei peligrosamente cer-
canas al encaje oro, todo ello influyó para que el Banco de la Repú-
blica- siguiera administrado por homlres que merecían,- por lo gene-
la de las clases altas del país y r,, .oiori orista-, así
'al, deconfianza
como los tenedores de nuestra deuda pública en Londres.
103
El desamollo económico de la nación, el {ortalecimiento de sus
clases populares y medias del batllismo- debían lograrse
-objetivos
a través del autofinanciamiento o de los empréstitos a largo plazo
del extranjero. Nunca mediante la emisión sin respaldo o el mero
riesgo de que así lo pareciese. De esta manera el batllismo pagaba
tri"buto al afán de seguridad tan notorio en la sociedad oriental y en
sus propias bases políticas: el funcionariado público. los pequeños
artesanoi e industriales, el naciente proletariado ,v los agricultores.
A pesar de lo antedicho, débese señalar un intento real de am-
pliar la acción dei Banco a sectores que no la habían recibic{o, o .por
lo menos, no la habían recibido con pro{undidad. Nos re{erimos a ia
creación de la Sección de Crédito Rural del Banco de la República
por ley de 19 de enero de 1912.
Esta iniciativa, producto de esa política favorable a la agricul-
tura que fomentaron los Gobiernos batllistas. estuvo unida en su ori-
gen q la creación de Cajas Rurales, €§to es, sociedades de crédito que
debían formar los pequeños y medianos productores rurales en su
propio beneficio.
Los proyectos de ley fueron firmados por el Presidente José
Batlle y Ordóñez y su Ministro Eduardo Acevedo. .v datados el 10 cle
julio de 1911. Por el primero se establecía una nue\-a sección dentro
del Banco oficial que llevaría el nombre de Crédito Rural, con "el
doble cometido de estimular la asociación de los productores y de
otorgar préstamos a las Cajas Rurales que resuitasen de esa propa-
ganda estimuladora".
El Ejecutivo afirmaba en su Mensaje que la administración del
crédito r'ural era un asunto delicado, porque suponía entre el ad-
ministrador de capitales y el pequeño productor un conoqfuniento
personal y estrecho, que no estaba en condiciones de satisfacer una
Institución de crédito radicada fuera del centro de producción. Pero
además, bastaba algún desastre natural para que el crédito más sóli-
do se tornara incobrable. Por ello, la solución debía consistir en que
el Banco de la República prestara, "no al prod,uctor sino a la asocia-
ción de pro.iluctores. Alentarí,a a los agricultores ile tal distrito a que
se dgru.Wsen, a, que designosen su ,cornisíón directiua, a, que orga'
n.izasen una Caja Rural sobre ln base de pequeños aportes periódi-
cos, y und, uez creada la Coia Rural se .entendería excl,Lrsiuanlente
con ella. . .".
104
Esta desempeñaría así algunas de las funciones de la cooperativa
de producción, y facilitaría la compra de maquinarias y semillas, la
construcción de depósitos y talleres, etc.
Con am-bos proyectos, el Ejecutivo se proponía impulsar el pro-
greso de Ia aglicultura: "El d,esarrollo del crédito Rural tiene una
rela,ción íntima, con el desenuoh¡imiento de ln agricul.tura, industria
esencial,mente poblatlora y cbilizad,ora, y que exíste el mayor interés
nacional en. que progrese fápidamente". La intención política de ese
impulso era comprensible en el hombre gue había derrotado la últi-
ma gran revolución rural asentada en el movedizo suelo de la gana-
dería extensiva,
El articulado del primer proyecto establecía el capital inicial
(S 500.000) de la nueva Sección, con la aclaración de que podría ser
aumentado por el Directorio del Banco cada vez que 1o juzgara qon-
r.eniente. Sus fines serían: estimular la más amplia y eÍicaz distribu-
ción del crédito entre los pequeños hacendados ,v agricultores; pro-
vocar la organización de Cajas Rurales; inspeccionarlas y fiscalizar-
las; abrir créditos que no excedieran del doble de su responsabili-
dad declarada; conceder préstamos por límites mavores para op€ra-
ciones de carácter colectivo, con o sin garantías; hacer préstamos hi-
potecarios amortizables sobre tierras suburbanas o rurales. con plazos
no mayores de 10 años ni montos superiores a S 2.000 por asocia-
do de Caja Rural, ni interés superior al 6/c; los intereses de los
préstamos a las Cajas tendrían un tope del 4.5j? anual.
El Poder Ejecutivo no esperaba resistencias a Ia aprobación de
este proyecto porque, como 1o señalaba, era un complemento de dis-
posiciones expresas de la Carta Orgánica del Banco que no se habían
desarrollado hasta entonces para no distraer parte de su reducido
capital de los préstamos de carácter come¡cial. Pero como el capital
se había elevado (en 1911), tal inconveniente desaparecía y se po-
día llevar a Ia práctica el necesario fomento a la producción rural en
la forma propuesta.
Junto a este proyecto fue el de organización de las Cajas Rura-
les (153).
105
yo" (15e). En efecto, esa suma sólo representaba el 2,5/o del capital
autorizado del Banco, y había demasiados agricultores y pequaños
hacendados necrsitados de crédito como para poder satisface-r las ne'
cesidades de la gran masa.
"EI Siglo" coincidió en reconocer al proyecto el carácter de
"simple ensayo", y destacó la dificultad que iba a encontrar eI Ban-
tales créditos: "Sin poner corno eiemplo las regiones
"o "r, "orr""der
dond,e totl,auía se hace ganadería extensiua, donde es posible tecorÍer
legwas y leguas sin un mísero rancho, es indud'able ER b
"r"ánffo,
,f,l*inui, población det país obstaculizará, la reunión de productores
y su asociación..." (t6o).
Más tarde, al cumplirse el primer año de aprobación de Ja ley,
comprobaba que "poco se ha andado por esa vía", en la qu.e volvía a
halár obstáculos que sólo el tiempo permitiría salvar: "Las diferen-
cias d,e interés, por apreciables Erc ellas sean, no bastarán par& catu'
seguir que el piqueño proilu'ctor deriae desde el mostra¡lor del pul'
pero ha,sta la t¡entanilkt d,el Banco,.. Nuestros carn'pesinos, de-extrqg'
-d,inaria
intelígencia nalural, pero tambiht' de escasísima cuhura, rw
abandonarán sus cosfumbres añlejas, , . sino ante la prédica y et
eientPlo.. ." (161).
106
pro{Juctores, pero dado nuestro régimen extensiao dc inilustrin pe-
cueria, y la,s proporcionesde las establecimientos ganaáeros, se con7.
¡trend.e ¡que las cajas rural,es no prestaran sert¡itios a la, ganaderí,a na-
cional, y sol.q.mente pod,rían prestarlos a la agriculrura". Por ello, con-
cluía, y aquí estaba la base de su argumentación: "...conoiene dejar
constancia d,e que para,nttestros ganaderos y agriculiores eru gran es-
calo., ku uertl'aderas cajas rurales están represenladas por las sucur-
sales actuales, que defurían otorgar crédito etl nlctyores proporcíones
y can un interés rnenor del que exigen etl ln actuolidd¿...2 (164)
Esta fue una opinión generalizada dentro del gran sector ganad-e-
ro: en lugar de colocar capitales a disposición de las Cajas Rurales,
haría mejor el Banco serviría los intereses de los estancieros- si
-y
los colocara en las sucursales de campaña: para proporcionarles a
ellos los mayores créditos con menores intereses. Se sabía que las su-
cursales sólo prestaban a los fuertes estancieros que tenían muchas
cabezas de ganado o grandes extensiones de tierra que ofrecer en ga-
rantía de sus operaciones. Ese no era eL caso de los agricultores o
pegueños hacendados, a quienes sólo r-imos Ileea¡ una rnínima parte
de las colocaciones de las sucursales del Repúhlica. Pa¡a este sector
social, lo importante era satisfacer las necesidades del gran produc-
tor y no las del pequeño. Era aquél quien pensaba en la econornía na-
cional y no éste. Como dijo el mismo Praderi: "...el iactor capital
¡to h,ace lalta sólo al pequeño ¡trotluctor, sino sl gran productor que
si d,esea cambiar d,e sistema extensíuo en semi-infensít'o, necesita "li-
jar" un capital que h.oy no posee" (t6ó).
Hubo una oposición concordante con ésta. aunque mirase el pro-
blema desde otro ángulo. Al discutirse el aumento de capital del Ban-
co y la modificación de su Carta Orgánica en 1913, los senadores
colorados que ya se habían separlado de Batlle para formar el ala co*-
servadora del Partido, plesentaron objeciones a la incorporación in-
definida de las ganancias al eapital del Banco. En la opinión del s¿-
r¡ador Varela Aceveclo, apoyado por Pedro Manini Ríos, una vez qu€
el Banco alcanzase un desenvolvimiento considerable, esas ganancias
debían "contribuir a los gastos tlel Tesoro y al aliuío de toi irnpues-
tos indirectos que pesatu sobre la población, contríbuyendo al enca-
recimiento de la aüla" (100). Tal posición era natural en ese grupo
político tan vinculado a la clase alta rural de filiación colorada. Se
tiñó incluso con un populismo que la hacía atray ente al electorado
en un momento en que casi toda la prensa del país atribuía el alza
en el costo de vida a los crecidos impuestos. El objetivo e lograr era
107
múltiple: el Banco ya era fuerte si se pensaba que debía ¡eguir sir-
viendo sólo a aquellos a quienes hasta ahora había sido útil: los gran-
des hacendados. Seguir ampliando indefinidamente su capital para
incluir entre los beneficiarios del créditos a los sectores medios r" po-
pulares urbanos y rurales *como lo deseaba el batllismo- e1'a co-
rrer el riesgo de debilitarlo. situación tanto más absurda a los ojos
del ¡iverismo cuanto ese dinero, de verlelse en el Tesoro público, ah-
viaría la carga impositiva que todos pagaban. en particular la que pe-
saba sobre los propietarios y que el batllismo t'eía como Ia pan¿ss¿
fiscal: la Contribución Inmobiliaria.
La coincidencia con la opinión de Prade¡i ¡eside en la clefensa de
los mismos intereses por caminos diferentes. Frenar' 1as Cajas Rurales,
que no serlvían a los estancieros grandes: t rolcar las ¡¡anancias del
Banco en el Tesoro nacional para no aumentar los impuestos, eran
dos puntas de una misma política beneficiaria de los hacendados ricos
en detrimento de los otros sectores de la producción rural.
Al batllismo no le bastó "querer", también tenía que "poder" tor-
cer el rumbo de la Institución. Lo que pudo fue nrás modesto que lo
programado, ante Ia oposición de los sectores conserr-adores t' sug
propios temores a revivir situaciones de anarquía monetaria corno la
acontecida en lB9O. Si las moilestas "Cajas Rurales" levantaban sus-
picacias, ¿qué no hubiera sucedido de haberse modilicaclo por ente'
lo el rumbo del crédito?
108
Gapítulo ll
El Eanco Hipotecario:
rer¡acimiento y estatización
109
mitió al Banco realizar en cond,iciones aenÍaiosí^sí¡nos los que puso ha-
ce dos tleses a retlate, . ." (167) ) decía "Diario Nuevo" en mayo
de 1905.
IJnos días más tarde, era el propio Directorio de la Institucién el
que en su Memoria establecía que la valorización de la propiedad
inmueble había hecho subir la cotización de los títulos, que éstos ha-
bían comenzado a encontrar colocación y que. luego de varios aíros
de emitida. la serie E estaba empezando a venderse. Para quienes re-
cordaban la postración del Banco en los años anteriores, tal vuelco re-
vistió las características de un milagro. Los nuevos títulos hipoteca-
rios se cotizaron de inmediato en la Bolsa al tipo de 90, e incluso el
Banco redujo su comisión en 1/o para estar en condicioltes de corn-
petir con los capitales que habían reaparecido en plaza o{reciéndose
a un tipo medio de 6/o en los préstamos pequeños !r';s).
Este resurgimiento era conveniente para cierto tipo de negocios,
especialmente el rural que podría beneficiarse más que ninguno de
Ios largos plazos concedidos por la Institución. Conocidas las activi-
dades de estancieros y agricultores, era esencial para ambos no estar
acuciados por vencimientos rápidos. La tarea de refinamiento cle ga-
nados, o los avatares de la pérdida de una o varias cosechas, implica'
ban la necesidad de contar con plazos larsos que permitieran ex-
traer frutos del capital solicitado. Expresó "El Día" en 1906: "...el
crédito que olrece el Banco Hipotecario reúne am¡;liamente esas cua-
li.da.des y olrece 'tod,a la latítud que podría desearse en las condicianes
más liberalesl un crédito que rep'resenta, el talor tle los 2/,3 partes
d,el campo a, pagarse en 30 añ.ds por pequeñas anualí<latles será. en
aerdad una solución inesperada para m.uchos espírittr,s ernprendetlores
qwe tienen que luchar contra la lalta de copí.tal. contra la usura o can'
tra la ausencia de créd,ito en form,aaceptable" ttte).
Los avisos publicados en la prensa por el propio Bauco eran un
ilamado de atención y una invitación atractila para los posibies clien-
tes: anunciaban préstamos de $ 100 para arriba sin limitación de
cantidad, con un plazo de 30 aíros v ia única obligación de abonar
$ 7,61 mensuales por interés y amortización de cada mil pesos
(170).
oro
En 1908 las Cámaras introdujeron una modificación en la Carta
Orgánica del Banco que contribuyó a fomentar su renacimiento. El
monto de la nueva serie de cédulas a emitir, que siempre se había fi-
jado en 5 millones de pesos, quedaba ahora sujeto a la opinión del Di-
rectorio de Ia Institución (171) Las consecuencias de esta modificación
110
l
fueron importantes: en el pasado, euando se emitían 5 millones por
sexie, y ésta no se había cerrado, el compraclor de los títulos no sabía
córno iba a seguir siendo la marcha del Banco ni con que criterios
continuaría concediendo c¡éditos el Directorio. Este se renovaba anual-
mente, y bien podía cambiar su política previsora por una especula-
tiva. Ahora, al emitirse cédulas en menor cantidad y por hipotecas ya
realizadas, el poseedor de la cédula no podía abrigar ninguna duda
sobre los papeles que tenía en la mano porque ia serie estaba cerrada
y se conocían Ias propiedades afectadas a su respaldo. Es decir, que
se ofreció mayor seguridad al tenedor de cédulas, y como sabemos,
éste fue el requisito imprescindible que siempre reclamaron los inver-
sionistas nacionales. Su interés por los valores hipotecarios se acentuó.
Entre 1905 y 1908 se colocaron títulos de Ia serie E por 3,3 mi-
Ilones de pesos. Ese ingreso de capitales r la l'enta de las viejas pro-
piedades procedentes de la crisis de 1890, permitieron incrementar el
capital destinado a los préstamos. En el ejercicio 190;-1908 se reali-
zaron 200 hipotecas urbanas con un valor de tasación cercano a los
tres millones de pesos y préstamos concedidos por la suma de 1,3 mi-
lones, o sea, menos del 5O/o de la tasación. También se concretaron
76 hipotecas rurales, con un valor de tasación que sobrepasaba los
tres millones y préstamos concedidos por 1.6 millones. o sea. menos
cle los dos tercios de su tasación. La división de ésta por el número
de hipotecas revela que el grupo social más beneficiado en la campa-
[a fue la clase alta rural, ya que el valor promedio de los inmuebles
afectados se elevaba a $ 37.000, tasación que implicaba la propie-
dad de por lo menos 2.000 hectáreas.
La actividad era importante, por Io menos si la comparamos con
su desmayada actuación previa, aunque su incidencia e¡r la economia
nacional, como veremos, fuera parca.
En 1911 el Banco se afianzó al lograr una importante coiocación
cle títulos en el exterior. Los corredores kssa ,v Nfondino obtuvieron
que el Banco de París y los Países Bajos comprase un millón de pe-
sos en cédulas del Hipotecario al tipo de 97;Ac, que era muy eleva.lo.
"El Dia" observó: "...es muy signiliu.ttiao para el crédito nacional
que los extranjeros abram su Bolsa para adquirir títulos no gctran-
tidos por el Estddo, acdstum,brados como ostán a no int¡ertir su dine-
ro sino en papeles que cuentan con aquella excepcional garantí,a(172\.
Fue esta una ,prueba tangible de la recuperación del Banco y
del país.
111
2 Estatización del Banco Hipotecar¡o: 1912
-
Ya en 1908 el Directorio hizo una propuesta al Poder Ejecutivo
para que el Banco fuera oficializado (173). El planteo no encontró eco
efl ese momento. pero la idea de pasarlo a manos del Estado fue ga-
nando adeptos.
En I9I2, por una circunstancia especial. tal iniciativa se concre-
tó aunque no en la forma imaginada por algunos accionistas de la
institución. Ese año se efectuó una tormentosa asamblea de accionis-
tas dón.rle se enjuició la especulación a que se dedicaban varios di-
rectores. Se había desatado con Ia cédula hipotecaria una peligrosa
maniobra de jugadas bolsísticas que sólo buscaban la {ácil ganancia,
¡ colocaban en peligro la propia estabilidad {inanciera del Banco.
La importancia que éste había alcanzado. su función de regula-
clor del crédito hipotecario, su influencia tanto en la industria de la
ccll-.tr'ucción corno en los negocios territoriales de I medio rural, el
nllmeroso grupo de ahorristas pequeños y medianc,s que había depo-
sitaclo su dine¡o en esos valores. todo ello era denrasiado importante
para que el batllismo 1o descui,dara. En ese conte\to nació la estati-
zación.
La intervención {ue rápida y se concretó el el provecto de lcy
de 23 de ma1'o de 1912. {irmado por el Pre-.idenic Batlle v O¡tlóñez
r su Ministro de Hacienda José Serrato. Cc,n él se buscaha la estati-
zación del Banco me,diante la compra por el Estado de sus 35.490
acciones; si la adquisición se verificaba con el corisentimiento del
accionista. se le pagaría por cada acción el 115', de su valor nomi-
nal: si se negaba a la venta, el Poder Ejecutiro iniciaría juicio de
expropiación de esas acciones (17{). Como se le. ela un provecto sim-
ple y tajante, mu]' propio de la mentalidad ejecutir,a pero también
uada raCical del ingeniero Serrato.
Más expiícito fue el Mensaje que acompañó al proyecto. En él
se expresaba la decisión del Poder Ejecutivo de estatizar al Banco
"desde hace algún tiempo". Pero " ...cuando se lprorlujeronl en la
última asamblea de acciottistas hechos que lcrearon] una situación
anormal ...", el Estado cleyó llegado ei rnornento de pasar a la acción
para impedi! una posible repetición de lo acontecido al Banco Na-
cional. No alcanzaba para controlarlo la designación que eI Ejecutivo
hacía del Presidente del Banco porque las resoluciones se tomaban
por mavoría: j esa ma,voría era la que desigrraba a los avaluadores
112
.Iue realizaban las tasaciones de las propiedades hipotecadas. por esa
vía ocurrjían y_ maniobras que el presidente del Banco, y
-negociados
por ende el Pode¡ Ejecutivo, no podían impedir.
Además, " . . .la instüución no tiene aicíonisns de uerdad, con
in¿erés pernw¡Lenie e? ltus p)rogresos, desde q,e es notorio que la es-
¡¡eculación bursátil h¡t hecho a s,s acciones materia del jiego más
desent'renado. Los tnás aud,aces son, pues,
,los que en determinto nro-
mento llegan a, tener la dírección del Banco..." Erto comprometía la
solidez del Banco y con ella su futuro porque "la estabiiidad es su
¡trirnera condícióin".
. Por otra parte, "es ya un ntim.ero crecido de graniles y Wque-
íí-os-capinlistas_los que han hech,o conlianza etu esoi papeles, cierirués
de fui,berl.a, perdi.d,o con el derrumbe d,el Banco l\,acional';.
Todos esos motivos fueron los que impulsaron al Gobie¡no a to-
¡nar Ia determinación de estatizar la Institución. Con ello se cumplían
fines sociales y económicos. con respecto a los primeros, era
le la intención de proteger a los sectores sociales medios que "uid"o-
habían
invertido sus ahorros. con respecto a los segundos. era prioiitario fre-
¡lar la especulación con las cédulas, darles estabilidad i- solidez. for-
rvra de afianzar el valorj de la tierra rural ,v urbana. pudiéndose lo-
grar con una política crediticia bien pensada claros objetivos del bat-
llismo: el fomento de la construcción en Montevideo, el de Ia agri-
cultura y la ganadería intensiva en el medio ru¡ai.
justificar el precio de la expropiación ($ 115 por acción),
- _Para
el Ejecutivo sostuvo que las cotizaciones áe la Bolsa estaban infladas
por la especulació-n proximidad del pago de un dividendo, por
Io que el precio de ¿_!a IIB que había alca¡rzad-o la acción en mayo-de
1912 no debía ser ofertado por el gobierno.
Al precio ofrecido, el total de acciones importaría para el Esta-
do una erogación de $ 4.081.350, que este ofrecla cub¡ir retirando de
Rentas Generales o recurriendo a lréstamos ba¡carios o descontando
tretras contra Ia Tesorería nacional ir;¡r.
Al pasar el proyecto a la Cámara de Representantes, su Comi_
sión de Hacienda lo informó favorabremente, expresando criterios
que
revelan Ios objetivos batllistas: "La acción y juiciosa del Ban-
co ackr,ando como debe sobre "orr"ito
lo ,;qrnía'púhhia, no sóto
-Hipotecario,
oalorizará l,a tíerro entregando ese taror cu.antíoso, ai torreite cir"u-
lalorio, sino que además alianzará bdos ros progresos rwcionares,
y
eso no se-pted,e lngrar sin un* estabilí.dad kdísiutida y un cúmula
de gara*ías tsl como sólo las puede olrecer la Naciói... No d,ebe
113
ni pwede l)erse en Qsta inicia.tiuü otro propósito que el, que queila
enunciad,o, pues rlo se buscan ni se desean ideas de lucro, en lo que
,tl Tesoro Público se reÍíere. El Esnd,o no se propone, cotu este pensd'
miento aumen'ta¡ en modo alguno sus reculsos o sus rentas' sino tan
sólo ser el garante in'term.ed,iario, Tue debe esistir entre los presta'
mistas y los prestatarios"
(176).
tt4
Se visualizará mejor la incidencia que el Banco tuvo en la plaza
a través del siguiente cuadro. EI expresa el número de hipotecas reali-
zadas en la Institución y el porcentaje que representaron dentro del
total de hipotecas en eI país. (180)
115
que podía concederse, y luego de varios y prolongados informes y
consultas, se otorgaba el préstamo. Consignaba "El Tiempo" en 1908:
"Sin embargo, el particdar, que no concede lab largos plazos ní cobra
el ínsignílicante interés del Banco, Wro que en cambio es ¡nás libe-
ral en la aprecíación del oalor adjudica"do a Ia propiedad h,ipotecúa,
apeno; h,a recibid,o el inlorme de su escribano sobre los títulos, y lw
aisitado kt casa,'terreno o cafftw en cuestiótu de horas-
-problema
entrega el d,ürcro. El Banco, que ,debía, ser enemigo) perseg1.Lí.dor, aní-
quilw.dor de la ulsura, ln t'aoorece en anmbio con hs form,as soktnnes
y contplicadas d,e sw trámüe. .." (1s3)
Alii radicaba, annque no era el único. u¡o de ios obstáculos prin-
cipales para que el Banco extendiera su acción, sobre todo entre los
productores rural€s medianos y pequeños que no podían "hacer vida
de oficina" en Montevideo.
Otras vallas eran la competencia de los prestamistas y Bancos
privados en el terreno de las hipotecas 1' Ia dificultad de colocar Ias
cédulas en los mercados exteriores (1e{) Con ¡elación al primer pun-
to, ya vimos que se desprende del cuadro a¡terior: era conocida Ia
afición de nuestros capitalistas por el préstamo con hipoteca, el más
seguro y confiable. A él siempre dedicaron lo mavor de sus inversio-
nes, tanto más en estos años cuando el camino de la deuda pública
ya no o{recía los atractivos del pasado: especulación v bajo tipo "le
compla. La cornpetencia de Ia banca privada era natural. En un mo-
nrento de tranquilidad política y auge económico. como ocurrió des-
pués de 1905, nadie deseaba seguir "embotijando" sus capitales y los
bancos en especial estaban a la búsqueda de colocaciones redituables.
Finalmente, la dificultad para colocar los títulos hipotecarios en el
exterior (salvo alguna operación aislada va res€ñada), impidió que
la Institución se {ortaleciera con el aporte de capitales extranierca,
eomo pudo hacerlo desde siempre, en cambio. su similar argentina.
4 El Banco y la campaña
-
El Banco en sus dos etapas, como institución pr.ivada y luego es-
tatal, volcó buena parte de sus pré§tamos hacia el campo. En 1908,
realizó hipotecas urbanas por 1,2 millones de pesos y rurales pot 2,2
millones, tomando a mayor tasación los campos que las propieilades
(185)
urbanas.
Y ya antes, cuando so repartieron en lotes las estancias de Drabbie,
eu el departamento de Colonia, el Banco fijó ias cantidades de édtrlas
116
qug se emitirían en hipotecas sobre cada. propiedad. En este caso con-
cedió el 6A% & Ia tasación en cédulas, a gÓ años de plazo. (18ti)
En la Memoria de 1907 el Di¡ectorio expresaba cuál era su orier¡-
tación: "...ha continuada lacilinndo con prelerencia los préstamos
rurales que constítuyen casi los dos ,tercios del'total de ,uesiros nega-
cias,- por creer, (fie las operaciones sobre campos son las de
¡nayor
sglidez y ¡tor,enir, tlado su aalor creciente, y que es en la carnpaña
dond,e princípalmente ilebe desarrollarse la aciión del Banco, áesde
que las demás instituciones de crédito que actúan en la mpital, llegan
tneft.os t'ácilmente a elkt,, dado su cará.cter comercial, y ta condícíón
furulamen:tal d,e nuestros préstatnos de amortización ienta, armoniza
meior con la'naturaleza y exigencias de nu,estras principales índustrias:
la ganaderta y la agricufuu¡a,". Íai¡
Esa política se concretó en hechos 1'
no quedó e, meras declara-
ciones del Directorio. El cuadro siguiente
demuestra tanto Ia evolu-
ción de los préstamos como su inclinación hacia el sector rural.
117
sólo una débil ayuda pudo proporcionar a los pequeños productores.
Üra vez era el gran plopietario territorial quien estaba en mejorcs
condiciones para acced.er a los capitales que la Institución ofrecía, y
olra vez,, a semejanza del Banco de la República. los pequeños produc-
tores quedaron casi marginados de un apoyo crediticio que les era vital.
En tercer lugar, el cuadro destaca la evolución de la actividad
del Banco. Entre 1906 y 1909 se percibe el lento resurgimiento que
habíamos ya advertido, producto del empuje económico del país, de
la valorización de sus tierras, del entusiasmo despertado por la con-
secución de la paz interna. Hay. sin embargo. una detención en 1907,
resultado de la crisis {inanciei'a mundial.
Ent¡e 1909 y 1912 las colocaciones se dupiicaron. El afianza-
miento del Banco, que le permitió recuperar Ia confianza pública, faci-
iitó la colocación de sus cédulas y eler'ó sus c,,rtizaciones. El capital
a{luyó con persistencia y el organismo quedó habilitaclo para expan-
¿lir sus negocios.
Entre 1912 y 1914, cuando -ya el Bar.rc. era del Estado, volvie-
ron a duplicarse sus préstamos. La garantía solida¡ia del Estado, su-
rnada a las que otorgaban las propiedades afectadas. 1o ubicaron cn
inmejorable situación para lecoger capitales nue\Lri l desarrollar los
créditos, Tal expansión, sin embargo. no pudo ile-.envolverse por en-
tero ante la crisis financiera mundial de 1913 que. como sabemos, frertó
muchas de Ias iniciativas del Estado batllista r perjudicó la estabilidad
de sus organi..mos crediticios.
118
Capltulo lll
El uédito rural
119
Y sin embargo de todos estos elementos auspiciosos, la situación
del crédito rural no se modificó en sustancia porque siguieron obser-
r.ándose casi las mismas pautas de conducta bancaria que destaca-
mos en el pasado: se prestaba al gran propietario territorial, al fuefie
comerciante o al tenedor de propiedades urbanas, v se descuidaba
al pequeño estanciero, al agricultor o al naciente industrial.
No cabe duda de que había más dinero, y aún más crédito, y to-
das las fuentes de la época coinciden en esta afirmación: pero sienr-
pre estaba orientado hacia el mismo sector social: la clase alta, ya
fuera urbana o rural. La vieja obsesión de antaño por Ia seguridad,
el temor a inversiones no conocidas (como la industria) o temidas
(como Ia agricultura), el largo plazo que necesitaban las actividades
rurales, la mixtión social entre los Directorios de todos ios Bancos y
Ia clase propietaria, y Ia mentalidad conservadora de los poseedores dc
capital, son las iazones que explican el mantenimiento de esa conducta
bancaria y financiera, y también ayudan a comprender el lento, imper-
{ecto y parcial desarrollo de las actividades productoras del medio
rural.
"En el país hay mucho dinero", c'lecía "El Sielc," en mayo de
1905, "pero dinero improductivo para la econumía nacional. (1e3) He
ahí Ia afirmación que se estampaba reiteradamente en la prensa mon-
teviileana y que nadie se atrevía a cuestionar. Eramos "la F¡ancia
sudamericana" por nuestra abundancia de or,r pero también los rnás
tímidos en usarlo.
Insistiendo sobre el hecho y sus moti'acio,es. afirmaba el diarro:
"Nuestras ínstituciones bancarias han adolecido en todo tíernpo, como
a,lolecen al présente, del mnt endémico de la desconfianza; nunca lu.e-
ron liberales y ile eso latta o de ese error económíco que los detíen.e
en su propím prosperid,atl, twce el lenímeno de la pobreza nacíona!,
cuanclo todo el mundo proclama a los cuatro uientos cardinales, que
en, el ymís hay exhuberancía de clinero, llue sotÍLos ricos. Y n.o sólo
está pobre el industrial y hasta el mismo propietario d,e la tierra, sino
el Estado, que teniendo d,erecho al desahogo relatiuo que marca la
riqueza de la nación, tdnúo en dinero cotno en propíedad raí2, se oe
asobiado de obligaciones Wra cuyo curnplimíento tiene que a¿udir
ol recurso tle los empréstitos, porque el sístema tributarío no le rínde
lo bastanf,e".
Si una de Ias causas de esa paralización del capital era la "descon-
fianza" tradicional de los bancos, reconocida por el portavoz o{icial
de las clases conservadoras, otra era la exención impositiva que goza-
124
ban los capitales nacionales, según la opinión de uno de los raros
directores "radicales" que tuvo "El Siglo", Julio Piquet: "El capita-
lísn que ue líbre .de grauam.en su ilinero no se dedica q, otras especu-
laciones que a las del présta.rno hipotecario, y abandona genera.l,mente ,
las luentu de produccíín más noble, )'a porque la costum,bre de en-
tregar cantiúades a intereses le ha hecho incapaz Wra explotar aqu,e-
llas luentes o porqtle no conlía en Ia capacídad de otros para explo-
tarbs, y así se llega a la atonía fínanciera, cuyo resukado euiden¿e
es la, inercía de la, industria,". Íe4)
La desconfianza de los bancos" Ia prudencia del capital, hacían
que el crédito sólo vivificara a los va fuert*. Lo dij o en 1909, uno de
los miembros más antiguos de Ia Asociación Rural. Luiz Cluzeau Mor-
tet: "...|as ínstituciones de crédito sólo autilian o lauorecen al rico;
el pequeño garuad,ero y el agricul:tor no ¡xteden as¡;irar a la ¡trotección
de la alta banca y qued,an por tanto a mercetl de los agíofistas y usu-
reros que tanto abundan eru eL pais. . . El créclito ogrícoia 7' ganadero
que tanto,t bíenes produce etu los países pretísores y cit,ili:ad.os..,
por ahora es entre nosotros completamente desconocido..." \7ez)
Descontando la cuota de exageración a que lo llevaba su apasio-
namiento, la realidad no estaba lejos de sus aseveraciones. Los pe-
queños productores estaban en su mayoría al margen del respaldo
Iinanciero que podía proporcionar la banca nacional. tanto priva-da
como estatal.
La Cámara Mercantil de Productos del País, todavía en 1911,
coincidía con las afirmaciones anteriores en llota elwada al Ministro
de Industrias: "V.8, conoce las condícíones precarías en que se rJesen-
uuelae el crédito entre nosotros, esrycia,lmente por la escasa liberali-
dad, de nuestras instituciones bancarias. P,ero este mal se a,centúa con
respecto a la campaña en la que nuestro ganadero y nuestro agricul-
tor - , - tienerú en muchos ,c@sos que enajenar parte d.e sus produetos
por anticipado o com,proneter su, uerlta, y cuando lo obtienen a cré-
tlito es cotl url interés exhorbitante. ..2 (1so)
Parecen repetirse las descripciones de la usura tradicional en la
campaña que observamos con tanta frecuencia en las décadas anterio-
res. ¿Pero es que no incidieron en la mejora de esta situación, ni la
estatización del Banco Hipotecario ni Ia actuación del Banco de la
República? ¿Es que la política crediticia del batllismo ilistinta
-tan
en sus postulados de la q,ue se había practicado hasta entonces- no
pudo modificar la realidad financiera del medio rural?
121
La contestación a estas preguntas implica valorar con justeza los
documentos de época. La respuesta, por lo demás, debe estar sujeta
a una revisión que la futura investigación se encargará de encarar.
No cabe duda que hubo más crédito en el país, e incluso que hubo
más crédito al campo. Los cuadros del Banco Hipotecario son ilus-
trativos al respecto, así como las sucesivas ampliaciones de capital
del Banco de la República y la acción de sus sucursales en el interior.
Pero las modalidades de los préstamos no cambiaron lo suficien-
te como para impulsar el fortalecimiento de la clase media ganadera,
o mejorar notoriamente la precaria situación del agricultor. El grug-
so del capital disponible siguió prefiriendo la hipoteca. buscó más
la garantía de la tierra que Ia "honorabilidad". Ia "honestidad perso-
nal" o la "capacidad de trabajo" del posible deudor. Ya vimos cómo
no prosperó eI tímido "crédito personal" lanzado por el Banco de la
República. Es que el ambiente financiero v bancario de la plaza le
fue cerradamente hostil. El capitalista nacional no buscaba más que
la seguridad, I esa seguridad se concretaba en ia qarantía de la tierra,
de las casas, de las estancias, de los productos comerciales; nunca,
o casi nunca, en las sementeras del agricultor. en el deseo de refinar
del pequeño estanciero, o en el taller del incipiente industrial. La ban-
ca oficial, al actuar dentro de esa plaza 'r- de esa mentalidad, encontró
difíciles escollos cuando quiso romper con esa concepción.
Sin embargo, no podemos dejar caer en el olvido los repetidos
intentos que el batllismo concretó para cambiar este panorama. .De
1907 a 1913, el capital del Banco de la Repúbiica por sucesivas leyes
ampliatorias pasó de 5 a casi 20 millones de pesos; en 1912 se creó
Ia Sección de Crédito Rural y se estatizó el Banco Hipotecario; todos
ellos eran serios intentos de modificar ----aunque fuera parcialmente-
Ia realidad bancaria nacior?al. Por los resuitados obtenidos fueron,
€mpero, intentos fracasados. Fracasados si se esperaba de ellos una
modificación total de la realidad económica. fracasados si el Gobier-
no supuso que bastarían para impulsar el agro. la industria y afianzar
a los sectores sociales medios, tal cual lo reclamaba su propia ideo-
logía.
¿Cuáles fueron las razones profundas de este fracaso? Las cau-
sas externas no deben descuidarse. en particular la gravísima crisis
financiera de 1913 que bloqueó al batllismo acentuada luego por Ia
Primera Guerra Mundial. Entre las internas habría que señalar tanto
la hostilidad de las clases altas como la particular conducta financiera
del novel equipo de gobierno.
122
Con relación a lo primero, es necesario recordar que siguió fun-
cionando durante todo este período una administración del Baneo de
la República que respondía a los intereses de la oligarquía urbano-
tural, temerosa de toda política crediticia más o menos liberal.
El círculo orista, que embretó al Banco de la República en Ia
conducta tradicional de las empresas privadas? podía permitir que am-
pliara sus créditos siempre que éstos fueran a los grandes propieta-
rios territoriales, los únicos que ofrecían la seguridacl del reintegro en
oro. Por su parte, la ciase alta rural. gue era la principal beneficia-
ria del capital del República, no vio nunca no Io veía ahora-
-y para atender nece-
con buenos r,jos. que el Banco distrajera su capital
sic]acles que no fueran las propias. ahandonando las <lel mediano gana-
ciero o agricultor. Fue notoria su oposición a la Sección de Crétlito
Rural porque su destino era senir al productor de escasos r'ecursos.
Tarnbién influy'ó en el fracaso la peculiar conducta {inanciera clei
batllismo. Quizás por la ¡ecesidad de ganar la confianza v el respeto
de las clases altas, quizá-s por la con'r'icción de su líder de que "uu
gobierno progresista necesita un banco conservador". lo cierto es que
Ia actitud financiera dei batllismo fue siempre ortodoxa v respetuosa
de las concepciones oristas. Las administraciones que encabezó Batlle
-v Ia de Williman. pruclentes, mesuradas. minuciosas hasta en el con-
trol del gasto más pequeño, no fueron osadas en lo monetario. como
Io fueron en el plano político con el ideal del colegiado o en el social
con la le,v de 8 }ioras de labor. De seguro {ue esa mesura y esa
prudencia eran también reflejo de la mentalidad conservadora de las
clases medias integrantes del batllismo que. según José Serrato, debían
ser su base social.
123
l
§ección I ll
EXPAilSMil DE I.OS IRAilSPORTES
Capítulo I
La expansién ferroviaria y sus causas
1 La expansión
-
E, estos años hubo un crecimiento importante de las líneas fé-
rreas.
.La _ld
19 amplió un 28/c; en relación a la existente en 1905,
es decir, 557 kilómetros, Ilegando a completar todo el sistema al fina-
lizar 1913 los 2.527 kilómetros de recorrido.
Ar{quiere ¡elieve este afán constructivo si lo comparamos con Ia
época de auge del riel. En ella (1884-1892) se tendiáron i.371 kil¿-
metros en 9 años, lo que da un promedio de 152 por año. En ésta
el promedio alcanzl a 70 kilómetros anuaies.
El período intermedio entre ambos, que va de lg93 a 1905, fue
el de más lentos progresos, ya que sólo se detecta Ia construcción de
un gran ramal, el Ferrocarril del oeste, que conectaba la capital con
colonia y Mercedes. La extensión aproximada arcanzó tos i+o til¿-
Inetros, 1o que da un promedio de 26 por año.
* x
-cronológicamente,
Ia primera nueva línea tenclida fue a Melo par-
tiendo desde Nico Pérez. El contrato fue firmado por el represenl¿¡¿s
del Ferrocarril central y el Ministro de Fomento.- Ingeniero Juan A.
capurro, el B de noviembre de 1905. En él se establecía que el ter-
minal de la vía sería el Paso de centurión v no la viila áe Artigas
(actual Río Branco) "en razón d,e que allá será más
lácil ra construc-
ción de un puente por mei[,io del cual pueda empalntar er
luturo ra-
mal ferrouiarío con los lerrocarriles brasileros, lo que atraerá apare-
ja.do un intercatnbio actiuísimo con los productoi de uno y otro
Wís. . ."
(107)
La elección del punto terminal suscitó una agitada polé-
mica parlamentaria y periodística. Estaban en juego intereses econí¡-
micos y políticos.
727
Terminar la línea en Centurión significaba que la producción
de los departamentos de Cerro Largo y Treinta y Tres tenía que pasar
obligatoriamente por Montevideo, así como el comercio de tránsito
con el litoral riogran'dense. Esto saüsfacía el interés de la Empresa
del Ferrocarril Central, siernpre deseosa de captar el mayor tráfieo
posible, sobre todo el limítrofe, así como el del comercio montevi'
deano, que sería el intermediario obiigado de tal corriente económica.
Además, acentuaba el dominio político y militar de Montevideo, colo-
cando aquellas regiones bajo su dependencia directa mediante Ia rno-
derna conexión vial.
la líuea concluyera en Artigas (actgal
Los partidarios de que
Río Branco), argumentaban que ia zona del Paso de Centurión era
desértica y que en cambio, frente a nuestra villa, cruzando el Río
Yaguarón, se alzaba una próspera población brasileña con la cual
era posible mantener un activo comercio' Adem'ás, siendo el Yagua-
rón navegable en toda su extensión y abierta en un futuro próximo la
barra dei Río Grande, la producción de los departamentos eteños de1
Uruguay hallaría fácil y barata salida por los puertos brasileños al
Océano. Esta solución tenía, en el momento de su exposición, dos in'
convenientes graves que finalmente la hicieron fracasar: 1) las aguas
del I aguaró" y de la l,aguna Merín eran de exclusivo dominio del
Brasil; 2) los puertos por donde saldría esa producción uruguaya,
serían brasileñoi. La competencia que éstos le harían al puerto de
(1es)
Montevideo sería perjudicial al interés nacional.
La disousión, por lo tanto, se resolvió a favor de terminar la 1í'
nea en Centurión, según la ley firmada por José Batlle y Ordóñez y
su Ministro Juan Alberto Capurro el 3 de abril de 1906. trssl
Más tarde 1909- cuando convenios internacionales con eI
Brasil nos den el -encondominio de aquellas aguas, eI Gobierno urugua-
yo modificará su decisión y la línea arribará a Río Branco. (3o0)
De todas maneras, esa discusión versaba sobre un problema de
f'uturo porque el primer tramo de la línea llegó sólo a Melo. Era
interés fundarnental del Gobierno ----tomo veremos- que así fuera.
La línea se inauguró el 17 de octubre de 1909, mediante un viaje
oficial que el Presidente de la República y su comitiva realizaron en
t horas. (201) il[s¡6s afortunados serían los viajeros que tomaran el
tren regular ya que, saliendo de Central los domingos, miércoles y
rriernes a las 10 y 25 de la noche, llegarían a Melo a las 2 y 23 ile
Ia tarde del día siguiente: 15 hor-as y 58 minutos para recorrer los
728
LA EXPANSION FERROVTARTA: t}67-tgl4
Coñlestado
(1 892)
( 1891)
Predra Sola
ú (1890)
sAr les
Algorla Melo (1
de los Toros
Ftay OS r 1 887)
Tr P,-ta y 191 1)
Dura:no (i I
N,co
(1 eg
Colonia (1901)
a Sierra
(1910)
129
421 kms. que los separaban de la capital de Cerro Largo. (202) Velo-
cidad promedio (disminuida por las múltiples paradas intermedias) :
26 kms. por hora; precio del boleto de ida en primera clase: $ 11,42.
La segunda línea gue se construyó en este período fue la de Ls
Siera a Maldonado. Se inauguró el 15 de diciemble de 1910 y su
extensión era de 63 kms. Suscitó muchos problemas su tendido por-
que el trayecto atravesaba una de las zona, más quebradas del país,
Io que requería numerosos terraplenes y "obras de arte" (como se
las llamaba en la época) que encarecían la const¡ucción. Pero final-
mente se concretó la comunicación vial con el Departamento de Mal-
donado y se preparó la próxima conexión con Rocha. eniazando los
departamentos del litoral atlántico con la capital.':"3r
La tercera línea fue Ia extensión de Algorta a Frav Bentos, nuer.o
ramal del Ferrocarril Midland cuyas obras se iniciaron el B de no-
viembre de 1908 y se inauguraron el 18 de julio de 1911. La línea
fue trazada por Carlos Young, tenía una extensión de 140 kms. y su
costo aproximado fue de 600.000 libras esterlinas. Significaba el en-
lace de una nueva capital departamental con ia red {erroviaria: Fra,v
Bentos, centro del rico departamento ganadero de Río Negro, puefto
principal del Río Uruguay y viable competidor del centralismo monte-
(zoa)
videano.
La cuarta línea construida fue la que conectó \ico Pérez con
Treinia y Tres. Ya figuraba en el contráto firmado por el Gobierno
y la Empresa del Ferrocarril Central en 1905- al lado de Ia extensión
a Melo. (20ó) Su trayecto abarcaba 103 kns. r' iue inaugurada el 29
de octubre de 1911. (206) Era otra capital departanlental fronteri-
za- que se conectaba con, y también pasaba a depender-yde, l\4onte-
video.
Finalmente, en 1913 se tendió el pequeñc, ¡amal de Piedra Sola
a Tres Arboles, con 60 kms. de extensión. que conectaba las líneas
del Ferrocarril Central con las del Litoral del Ferrocarril Midland.
Todas estas líneas, que superan el medio millar de kilómetros de
extensión construidos en menos de un decenio. hablan del afán cons-
tructivo que en materia ferroviaria caracterizó a nuestro período. NIúl-
tiples razones explican este fenómeno.
2 Motivaciones
-
En primer lugar se debe recordar el nuevo ciclo de prosperiilad
que conoció la economía eulopea entre 1895 y 1914. Los países cen-
tros volvieron a tener capitales sobrantes para invertir en los perifé-
130
ricos, y una de las mejores colocaciones proporcionaba sali-
-porque
das a su industria pesada y aseguraba segura ientábiúdad a su capi-
tal- era ia extensión de Ias líneas férreas. Las empresas estableci-
das en nuestro país, especialmente el Central, retomáron el impulso
que habían tenido en la época del auge.
En segundo término, la expansión significaba para las empresas
Ia posibilidad cle obtener mayores dividendos debido al crecimiento
económico del país por esos años. Ello se prueba, como tenclremos
oportunidad de observar más adelante, en el mayor volumen de lana
transportado: ] en el número creciente de ganados conilucidos por
vía férrea para los saladeros primero y los frigoríficos después. No
sólo aumentaron las cargas, también lo hizo el número de pasajeros
conducidos.
Ambos hechos aseguraban rentabilidad elevada a la inversión
ferroviaria.
En tercei Iugar, Ia paz política a{ianzada en la derrota de{initiva
de los blancos en 1904, proporcionó a los accionistas extranjeros com-
pleta tranquilidad y seguridad para sus inversienes. Si toda la carn-
paña sufría con las revoluciones. también el ferrocarr-il las resentía:
no tanto por los destrozos que se pudieran hacer en las vías. sino
por Ia interrupción del tráfico comercial desde r- hacia el inter.ior. ¡
con é1, de las ganancias de Ias empresas.
También fue elemento decisir-o de Ia erpansión e1 deseo de los
Gobiernos- batllistas de adquirir control efecti'o sobre todo el terr.i-
torio nacional. En especial, sobre Ia región fronteriza con el Brasil,
desde la que partían las revolucio.,e.. Del total de ió7 kilómetros de
vía construidos en el período, 293, o sea más de la mitad, se dedi-
S_aron 1
esa zona para ligar Montevideo con ]lelo r. Treinta y Tres.
En el Primer Congreso Nacional de Vialidad. realizaclo en IbI3, el
Ing. Agr. carlos Praderi criticó el tendido de nuestros ferrocarrires
señalando que se había tenido más en cuenta los centro de población
urbana para trazarlos, que los centros de producción. Es que al Esta-
do Ie había interesado más, en primera instancia. hacer áel ferroca-
rril un elemento efectivo de dominación y vinculación al Poder Cen-
tral, y ello sólo podía lograrse tendiendo líneas directas a los centros
de población políticamente más inquietos. El mismo Praderi recono-
ció este aserto al sostener que: ". ..esto en parte está explicado por
la ímperiosa necesid,ad ile los primeros tiempas, de unír los centros de
(zozt
Población".
131
Ot¡as dos líneas de este período ligaron Montevideo con capita-
les departameatales: las que llegaron a Maldonado y Fray Bentos;
hasta ese mom€nto aisladas por ferrocarril de la sede ilel Gobierno.
Luego de este períoilo, sólo Rocha, en el lejano Este, se encontraría
-y por poco tiempo- en esas condiciones. El ferrocarril, para el
batllismo, además de significación económica. tenía interés político,
y este empuje ferroviario lo demostró. La misma seguridad gue las
elnpresas inglesas buscaban para hacer prosperar sus negocios, la es-
taban otorgando al anudar los departamentos con la capital. Sólo el
deseo de controlar todo el te¡ritorio nacional. puede explicar, por
otra parte, que los gobiernos batllistas. tan hostiles al empresismo
inglés, le hayan concedido a compañías de ese ori-een los privilegios
habituales: 3,5fa de interés sobre un capital ficto de 5.000 libras
esterlinas por kilómetro, y en el caso del ferrocarril La Sierra-Maldo-
nado. aún más.
IJna quinta causa de la expansión ferroviaria fue la presión de
los hacendados de las zonas más aisladas del país para vincularse al
mercado capitalino. De Cerro Largo, Rocha .' Río \egro, llegaban
demandas de conexión ferroviaria para vivificar la economía departa'
mental 1 asegurarle saliila regular y permanente. i:rr:r Esas necesida-
des rlo sólo habrían de ser atendidas por el Estado. sino que además
fueron atentamente escuchadas por las empresas ferroviarias, porque
signi{icaban la obtención de nuevas cargas v una garantía de benefi-
cios seguros.
En este aspecto, los casos más claros los constituyen las líneas
Algorta-Fra,v Bentos y Piedra Sola-Tres -\rboles. Por la primera se
daba vía fét'rea al rico departamento ganadero de Río Negro y una
desembocadura portuaria al anémico ferrocarril N{idland, que la tenía
en Paysandú y Salto, pero muy reducida por las dificultades de nave-
gación del Río Uruguay a eea altura.
Esta línea ie daba autonomía al }lidland en relación a Ia Empre-
:a del Central ]¡a que la producción del noroeste del país podía salir
a ultramar pol Fray Bentos ). no necesariamente por el puerto cle
Montevideo a través del sistema controiado por el Central. También
esos departarnentos podían abastecerse de procluctos importatlos sin
¡:ecur¡ir a Montevideo. En teoría. se evitaban dos monopolios: el de
h{ontevideo y el de la empresa británica más poderosa.
En Ia Nfemoria del Ministerio de Obras Públicas de 1907 se ex'
presó el beneficio de tal línea: "...1a car€;a llue traiga un buque de
uttrarnar para Fray Bentos o llara los departamenios ínmedíatos, tie-
732
ne que soportar lrcy el recorrido kilométrico desde Montet¡i.d,eo lwsts
el Paso de bs Toros con luertes tarifas. . . Pero luncionanilo er
ferr.o-
carril de Fray Bentos a Algorta, eso carga podría d,esembarcar dire*
tamente en el puerto de Fray Bentos, clonde qlracan buques de 11
p_í1s, con_ t'letes sensiblemente íguales a los que se
Wgan di Europ a
Monteaideo, ahorrándose la mercad,ería el llete kilométrico ya inilica.
do. De Fray Bentos .se internaría en la cam.paíía por el nueao ferro-
carril o los d,el Noroeste. La ex¡tortación. Etedaría aligerada asími.srno
de iclénticos gastos. . ."
Pero además, ese ramal iba a Ia Empresa der Midla,d,
que al tener la línea trazada en forma 'i'ificar
paralela al iío uruguay sufría
la competencia de la navegación fluvial v ra presión finanlieá de la
Empresa del Central. Por ello tal compañí¿ -.iempre había sido una
.:arga pesada para el Estado, que debía cubrir la
.:arantía clel mínimo
de interés pactado en las concesio,es ferro'iarias: "Lo importancio
econótnica 'de esta uía férrea, puede también aprecíors"... ,i se riene
en cuenta, que está tlestinada al serr^icio de una región intportante d,el
jYorte de la República, dando cabecera propia
,l FerroroiriL l,tidrsn¡t
del_ uruguay que al'rastrand,o hoy una tida precaria d.e suborrlinación,
oblíga- t'atalmente al Estado a seruir íntegro el monto de la garantía
estipulada en su Jauor. . ." (2oe)
Por su parte, la línea Piedra Soia-Tres _{rboles tanbién tenía urr
obvio significado económico. vinculaba los tro.cos principales de 1as
Empresas del ,Central y del Midland, poniendo en relación las zonas
Centro,_ Norte y Oeste del país. Abría la posibiiidad de que parte de
la producción rural del Centro y Norte de la República, ási corno lae
importaciones del exterior que necesitaba. utilizaran la línea del ivlid-
land que desembocaba aho¡a en el puerto ultramarino de Fray Ben-
tos, y no necesariamente I¿ del Central con terminal en el puerto de
Montevideo. Esto haría que los productores ahorraran gastos de tras-
iaci6n de cargas, la Compañía ampliara sus beneficios y el Estado
r«lujera el pago de la garantía en consecuencia.
*4c!
133
Capítulo ll
El ferrocarril y la producción rural
1 Fenocarril y ganadería
-
En tomos anteriores destacamos que Ia política ferroviari¿ de
fletes elevados, aunque negativa para la proilucción rural, había podi-
do mantenerse debido al alto valor comercial de ios principales ru-
bros exportados: lana y cueros. En este período ]a situación cambió
gracias a la conjunción de dos factores: el aumento muy significativo
áel precio del gánatlo vacuno y la estabilizaci'n de las tarifas durante
,r, irpro prolongado, seguramente con el afán de captar todo el trans'
porte de la producción rural.
Los cuadros siguientes lo prueban. En ellos resalta la me¡ror inci-
dencia del flete ferroviario sobre el valor comercial de los productos
transportados al compararse las tarifas y los precios de los -proiluc-
tos e; 1897 del período anterior- con los de 1907,
-representativos
representativos de este.
134
En primer lugar, debe observarse que se produjo un descenso de
Ias tarifas que osciló entre el I,7 y el 16lo. Estas iebajas no se apli_
caron con un criterio vinculado a la mayor o menor distancia, ya que
si se anotan apreciables para las regiones alejadas coroo Tucuarembó
(1L%) y Rivera (76%), también Canelones con Monre.
video- Ias experimentí (lS%). -limítrofe
En segun'do lugar, el porcentaje de incidencia de las tarifas en el
valor comercial del cuero también se redujo, más por aumento del
precio del producto transportado gue por descenso tarifario. Pero am-
bos elementos contribuyeron a incrementar el uso del ferrocarril por
el estanciero.
135
TARIFA FERROVIARIA PARA VACUNOS EN PIE EN 1907 Y f913
Vagín de 18 reses
Porcentaje de
Porcentaje de inci- incidencia so-
dencia sobre valor bre valor co-
comercial de 18 mercial de 1B
' novillos: $ 366,66 novillos: pesos
Desde A Montevideo Flete en 1907 668,16 en'1913
136
Además. como los fletes se mantuvieron sin variantes hasta 1916
(2r0), el gran aumento del precio del novillo a partir de 1912-1913
hizo aún menor la incidencia de la tarifa en el valor venal del gana-
do, beneficiándose así los hacendados ante esta política de la empresa
británica que primero rebajó para captar todas las haciendas y luego
tardó en reaccionar ante su mayor cotización.
A pesar de estas rebajas, los pequeños y medianos hacendados no
obtuvieron los mismos beneficios que los grandes. Dadas sus escasas
producciones era difícil que pudieran llenar uno o varios vagones con
novillos, y fue a los vagones completos que las empresas dieron prefe-
rencia en sus pedidos. A Ios producio¡es débiles, pagando el flete por
animales sueltos, el descenso de las tarifas casi no les alcanzaba. para
superar esta situación en 1909 el Consejo Provisorio de la Federación
Rural: ". ..inició una gestión tendiente a que se pusieran al seruicio
¡xiblico, los uagones chicos y medianos, retircd,os del tráfico, no obli-
gando así, a los cargadores de un reducid,o número d,e animales, que
abund,an, especialmente después de las exposiciones ferias, a aerse
precisados a utílizar las grandaes jaul.as y 'o, tener, con1,o es consiguicn-
úe, m.ás gastos en el transporte. Esta gestión, desgraciadamente, no se
t¡ío coronada por el éxito, pues la empr¿5a adujo que las rebajas ante-
riormente concedidas, dejaban las tarifas bastanfe reducidas". (2t1)
Como señalamos en el tomo anterior. era esta otra razón para la
desaparición paulatina del minifundista ganadero. trabado en este caso
por la tarifa ferroviaria que beneficiaba a los {uertes.
** *
137
Ello probaba que ya existía en el país un mercado nacional de
haciendas, es decir, la concentración de la producción pecuaria en el
principal centro de consumo, elaboración y exportación de ganado:
Montevideo. De tal hecho fueron dos los elementos responsables: Ia
implantación en la capital de la industria frigorífica luego de 1905,
que con su demanda atrajo noviiladas y caponadas, y la expansión
ferroviaria analizada que tendía pesar de ciertas buenas intencio-
nes- a concentrar Ia vida en el-a gran puefio.
2 Ferrocarril y agricultura
-
En relación a los productos los cereales tenían dos
pecuarios
desventajas: ocupaban mayor espacio y su valor comercial era menor.
Por eso las t¿rifas ferroviarias incidían tanto en el precio de venta
del producto q,ue resultaba poco rentable enviarlo por tren desde dis-
tancias medias o alejadas del centro de consumo v exportación: Monte-
video.
En este período, donde las tarifas para cereales se mantuvieron
casi inalter¿das con relación al anterior la situación
no se rnodificé en lo sustancial. He aquí-1895-190"1-,
ios cuadros demostrativos.
Porcentaje de
incidencia so-
Porcentaje de inci- bre valor co-
dencia sobre valor mercial de l0f)
comercial de 100 kilos: $ 3,61
kilos: $ 3.85 en valor promedio
Desde A Montevideo Flete 1897 de 1905 a 1913
138
TARIFAS FERROVIARIAS PARA EL MAIZ EN 1907
Por 100 kilos
Porcentaje qe
incidencia so-
Porcentaje de inci- bre valor co-
dencia sobre valor mercial de 100
cornercial de 100 kilos: $ 2,91
kilos en quinquenio valor promed¡o
Desde A Montevideo Flete '1900-1904: $ 1,89 de '1905 a 1913
Ganelones 43 kms $ 0,14 7,410h 4,81c/0
San José 96 " o,za 10,58% 6,870/o
Minas 124 " 0,21 11,11"/" 7,220/o
Durazno 205 " o,25 1s,23% 8,59%
Nico Pérez 230 " 0,26 13,76% 8,93%
Cardozo 308 " 0,30 15,87% 10,31%
Tacuarembó 448 " 0,36 19,0s% 12,37"/"
Rivera 567 " 0,41 21,69yo 14,09o/o
139
pequeños oryraciones l,ocal*, y en muchos casos, dejarlas pod,rir írre-
misiblem,ente en sus trojes y graneros". (273)
F,sta no fue, pues, una de las causas menores de la exclusiva pro-
&ucción ganadera en el do¡rartamento de Artigas. Pero el problema
no se planteaba sólo en las regiones alejadas. También en departa-
mentos tan cercanos como San José, la dificultad de Ia elevada tarifa
adquiría gravedad.
IJn consignatario de cereales de aquella zona comunicó a "El
Día" en setiembre de 1909, que el transporte {lui-ial era más barato
que el ferroviario y por tanto, el que más se empleaba: El lerrocarril
cobra por cargas de mercaderías de printera clase tle Monteoi.deo a
San losé a razón de "cinco pesos" la tonelatla t la tía lluuial cobra
de Monteuideo al Pu,erto llores que es la misma distancia (por t"a
flavial) $ 1,,80. . ." (274)
La Cámara Mercantil de Productos del País. en nota de 1911 ai
Ministro de Industrias realizó una comparación con las tarifas de los
{erocarriles argentinos. Concluyó que el trigo. el maíz r- el lino uru-
guayos pagaban q 0,29, $ 0,41 y $ 0,29 respectivarnente más caro
que sus similares platenses. (21;)
En Argentina, entre 1BB4 y 1909, el flete ferr',,r.iario para los pro-
ductos agrícolas había descendido en casi un 3u'. :lij' ' y realizanclo
otra comparación vez con un país europeo. -{iemania-_ la cá-
tedra de la Sección -estaAgronomía de la Lniversidad de Montevideo
desempeñada por el Dr. Alejandro Backhaus. sostenía que las eleva-
das tarifas ferroviarias conspiraban contra el desarrollo agrícola del
(21?)
País.
Ih suma, es necesario reiterar conclusiones a que habíamos l.le-
gado para etapas anteriores. El ferrocarril ingiés no benefició a ia
agricultura nacional, salvo a la periférica de Jlontevideo; en el nor-
te la obstaculizó contribuyendo a consolidar la monoproducción gana-
dera. Demás está decir que éste no fue el factor decisivo para que tal
cosa ocurriera, pero no debe subestima¡se su importancia ya que
toda la política pro-agrícola del batllismo estaba destinaila a obtener
un muy relativo éxito si Ia salida de esa producción no podía asegu-
rarse en contliciones de rentabilidad.
J§ j( 'lr
Cabe relacionarla situación descrita con otra que aparentemen-
te no debería tener ubicación dentro de este capítulo: el transporte
de pasajeros. Sin embargo, consideramos esclarecedor decir algo a
ese respecto porque ayudará a comprender el porqué del manteni-
miento de las altas tari{as para la agricultura.
140
TARIFAS PARA PASAJEROS
Del cuadro se deduce que hasta los 200 kms. (Durazno), las tari-
fas se mantuvieron sin cambios. A partir de esa distancia experimen-
taron una rebaja progresir.a que significó para Nico Pérez el J,45rb,
para Cardozo el 9,6lllt, para Tacuarembó el 17,86% r,- para Rivera
el 23-24(7t.
Igual que er1 el caso del ganado en pie. ia rebaja aumentaba con
- distancia,
la 1o que obedecía al deser.¡ áe ia empresa de captar los
pasajeros de las distancias medias v largas.
El contraste entre ,estas tarifas v las aplicadas a la producción
eerealera es evidente. u,a conclusión se impone: las empresas britá
nicas no estaban demasiado interesadas en el transporte de cereales: ocu_
paban mucho espacio (en sus escasos \-agones.l ri proporcionaban poca
garrancia. Mas les convenía el traslado de los productos pecuarios (de
menor volumen y mayor ,precio por Io que podian absorber cómoda-
¡nente el flete), vacunos en pie (cuyo precio en ascenso los convertía
er] una valiosa mercadería), y pasajeros que. atraídos por la regula-
ridad y rapidez dei ferrocarril (en relación a la diiigencia) no vaci-
lahan en llasar para llegar seguros y prontamente a destino. Es decir,
que como empresa que buscó el lucro concentró sus esfuerzos en Ia
captación de los rubros más redituables. Así como las cifras de trans-
porte de ganado en pie aumentaron un L43lc en relación al período
anterior, el número de pasajeros se incrementó un 76(/b: pasó de
318.000, media anual transportada entre 1895 y 1904 a 1.439.000 en-
tre 1905 y 1913.
141
Capítulo lll
El Ferrocarril como empresa y sus ganancias
t42
ordinarias y acciones con un interés fijo del 6/o. Presentadas como
deuda no integraban el capital que era {also-, y se les desti-
-losi eran parte de la empresa
naba el grueso de la ganancia. Pero ---romo
capital- para dividir el resto de la ganancia obtenida (apartando
su 6%) entre ellas y las acciones ordinarias. No es extraño que de
tal forma, las acciones ordinarias apenas recibieran dividendos: eI
grueso se lo llevahan las otras. Exhibiendo la escasa retribución que
lograban las acciones ordinarias, era que la Empresa argumentaba a
favor del aurnento de tarifas.
Ante ello el senador Otero pidió corlocer la integración del capi-
tal de la ,Compañía. Le contestó el Ministro Pittamiglio establecien,lo
que las acciones ordinarias del Ferrocarril Central sus líneas
-sin con el in-
dryendientes- representaban $ 9.400.000. las obligaciones
terés del 5%, fi 6.767.283, las obligaciones ccn interés del 6/o, $
1.232.86I^70 ¡, las acciones de 5['i preferidas ) 3.;U0.U0U. Es decir
que $ 11.100.000. o el 54/o del capital. estaha inte-rad,¡ con accioncs
(u obligaciones, como prefería ilamarlas la impresa pala cali{icarlas
como deudas) preferidas que cobraban siempr. entre un 5 r un 6fá
de interés anual. Ese interés se extraía de la ga:rancia. r- lo ciue so-
braba de ésta se repartía entre los 9.400.000 pesos r.bl capital. repre-
sentado por las acciones ordinarias por 1o que ésta: colrraban un magro
dividendo.
Lo expresó así elSenador Otero: "La Ent¡tresa cubre printera-
mente el interés asegura.do a las obligaciones ^, q las acciones de pre-
lerencia y deja a las acciones ordinarias s¿r/e1.cs a la etentualid,ad
rle Ete l"a línea d,e o no de beneficios. De ahí esos pequeños bene-
icitos, con los que se &.rguÍLenta para eletar las tarífas, . , En otros
'f
143
¡:nidenses habían proporcionado en 1902 y 1903 de 5,60 a 5,9A/o y
los alemanes, entre 1880 y 1900 dividendos de 5,35 a 6,75/o, corrsi'
derados óptimos por los entendidos en este ramo.
Pero además, -y esta parte de su exposición fue meilular, seña1ó
que las empresas ferroviarias no eran similares a otras de tipo indus'
tiial o comercial: no corrían los riesgos del capital circulante, no
operaban con créditos acuciantes, trabajaban cobrando al contado, no
tenían competencia; en suma, una serie de factores que implicaban
ejercer el monopolio que por si mismo constituía un beneficio y pro-
porcionaba una seguridad inapreciable: "Uno de I'os errores que co-
¡net.en los tltte sostienen los renilímienfos altos, es el de equíparar esla
ind,ustria de transportes a las expl,otacíones industriales en general,
como lo han hecho los abogados de Ia Ernpresa del Central. El ferro-
carril no tiene los riesgos d,el capital circulante síno en mínima pofte;
to,l,o o casi l,odo su capital qstq en t¡alores ,l¿ "¡ou.t repos"; la línea
sícmpre está al,lí, como está una finca. No opera con el crédi;to, sino
ltor excepcíón, T a largos plazos, en formn. pública. lio fía, a no ser
limitadam,ente y etu casos ÍLuy raros; tiene su zona de inlluencia ím-
puesta por su exístenci<t mlsmtt, que aleia Las concurrencias rocíona'
les; no está,,pues, en el caso de lns explotaciones industriales erL ge-
neral, que son transforrnad,oras ile müerías prím-as en productos y
que corretu inlinitos riesgos que no es del coso enumer,tr".
Finalmente, Otero rebatió otro argumento levantado por los abo-
gados del Central: el que comparaba los intereses que daba la Com'
pañía con los corrientes en nuestro medio. Sostuvo que debían tomar-
ie en cuenta, no los intereses de plaza. locales, sino aquellos habitua-
les en el mercado financiero tlonile se emitían los títulos representa-
tir.os del capital de la empresa. es decir, Londres: "El propío Presi-
dente del Directorio local úel Ferrocarríl Central ha tlicho en su últi'
ma etposición que "antes, cua,nd,o el interés en Inglaterra era de 2a/2 ó
:)0/6, iesuttaba u.n buen negocío recíbír diuí.d,endos de 4 o S/r".tzt*t
***
Este manejo aparentemente irracional que hacían las empresas con
su capital no sólo perjudicaba al país (ya que mantenían altas tari{as
.- aú,i pugrraban por elevarlas), sino que también perj 'rlicab-a a los
pequeñás accionistas ingleses, aquellos que no comprendían. - las ma-
,ioirut financieras de alto vuelo del Directorio de Ia Compañía y sólo
poseían acciones ordinarias. La división del capital en acciones ordi-
.,arias. preferidas. obligac:rnes, debentures y demás nombres utiliza'
t44
dos a para marear a los no iniciados, sirvió (como ocurrió en
'eces
similares empresas monopólicas en los propios países capitalistas in-
mersos en el auge de la segunda Revolución Industrial) para bene-
ficiar a determinados sectores de inversores err perjuicio de una ma-
voría. De seguro los más fuertes y vinculados a los directorios rie
ias empresas, para quienes por lo general se reservaban las emisiones
de acciones o títulos preferenciales.
Los ingleses reconocieron que Ia ¡nanera de distribuir dividendos
que tenían estas empresas ferroviarias, era por lo menos "peculiar".
El serio e informado "South American Journal" sostuvo en L9L7: "Et
Noroeste ;del Uruguay no pagó mos que el
,Jo/s sobre sus primeras
occiones preferíd,as de 60/o, dejando m.,ís de f, 400.000 de capital sin
interés, mientras que el diuí.dendo del ,Norte del [Jrugtny, debi.do a
la ma.nera peculía,r ,en que se d,it¡iden las ganancias, sólo llegó at lüL
sobre sus accinnes preleridas tte 7o/s acumulatiuo, contra et 2/o del
añ,o anferíor, aun cu.and,o los debentures gozaron de un interés algo
nwyor que ,h.we un año. Las f 1p0.00O ,en accíones ordínari,as de esto
Compñín siguen sin di¡¡íd.endor". (e1e) Muchos de los accionistas que
poseían las acciones ordinarias se estarían preruntando que pasaría
en la ec,onomía de ese lejano país (Uruguav) para que durante va.
rios años no pudieran recibir el más pequeño diridendo. Más tam-
bién los pocos poseedores de los debentures y Ias acciones preferidas,
estarían satisfechos con los resultados de su inversión en tierras leja-
nas que resultaban más prolíficas que la propia.
2 Utitidades
-
Los dividendos confesos distribuidos por el Ferrocarril Central
en estos años acusaron un aumento considerable,
En los siete ejercicios que van de 1896-97 a 1903-04, el prome-
dio de dividendos fue de 2,3%. En los ocho ejercicios transcurridos
entre 1904-05 y 19I1-I2, ese promedio se duplicó holgadamente alcan-
zando a 4,9/o ttzo¡; en el último año incluso se registró un 6/o. Es-
tos dividendos deben considerarse como excelentes si se les compara
con los del extranjero ya citados. También se debe recordar que elios
se sirvieron a las acciones ordinarias, es decir, luego de haberse cu.
lrierto el 5,57/z y 6/o d,e las preferidas.
Los ingleses corroboraron la alta rentabilidad de Ia inversión.
En un artículo de "The South American Journal" de noviembre de
1911 se sostuvo quel- "La perspectiua para el año actual es decidi.da.
14
m.enle halagüeño. . . Sus acciones ileberían ser codicindas por los capi-
talístas ingléses..." Luego detalló eI último dividendo. correspondien-
te al ejercicio 1910-1911, otorgado por las seis empresas inglesas, dis-
criminándolo de esta rnanera: Ferrocarril Central, 51,7',t; Ester St/acio;
Norte, 41/+%; Midland, nada; Noroeste: 3lÍ sobre las acciones pre-
feridas; l{orte del Uruguay, L7/2/o sobre las pre{eridas. Añailió, corr
el típico desdén británico hacia el resultado de sus inrersiones extran-
jeras, que lo que se había obtenido hasta ese momento no era "natla
que se parezca, a, uru interés ad,ecuado sobre los dineros inaertidos",
pero acotó ilos hechos que podían explicar 1o macro de ciertos resul-
rados; "La ,tendencia h.a, sido en general hocia mayores construccio'
nes...", es decir, que parte importante de las sanancias no fueron
distribuidas porque se dedicaron a la reinr-ersión. Io que contribuye
a explicar la expansión ferroviaria de estos años. En segundo lugar,
y refiriéndose al 57/a/o otorgado por el Central. anotó: ". ..cotrlo
esle úhi¡no dit¡íd'endo lue declarado con deducción del Income Tax,
mientras que los anteriores lueron libres de ese ímpuesto, la cantidad'
neta, que recibieron los accionistas en 1970-11 fue de L 4 78s 70d.,
t/2o/6 lmenosf comparado con, 5/o en el año anterior. de manera que
hubo en aerda.d, utw disminacíón en lis ganancias netast'
(22rt
146
tíempo atrás se nofui gue un grupo tle grancles capinlistas nortea,nl,e-
ricanos uiene aca¡nranilo las acciones del Ferrocarril Central del Uru-
guay. Esta gro,n opera,ción, que hasta ahora se lw ueniilo haciendo
"sotto uoce", facilí,tada por el carácter anónimo de la compañía, es lo
que prod,ujo la última alza en el precío .de esas acciones. . .". (223)
No sabemos si tales capitalistas lograron obtener un stock accio-
nario importante o no; pero sí nos interesa destacar, como prueba de
la buena rentabilidad de las empresas ferroviarias inglesas en el país,
eI hecho de que inversionistas de otras potencias emp.ezaran a dispu-
tarles lo que había sido hasta entonces su coto de caza privado.
3 La subvención estatal
-
Por la Ley de Trazado General de Ferrocarriles de 1884 se c.on.
cedió a las empresas el pago por el Estado del i/o de interés sobre
un costo máximo de f 5.000 por kilómetro de vía en explotación.
Tal sub'r,ención fue uno de los privilegios que se consideró necesario
ofrecer en la época para atraer a los capitales extranjeros necesarios
para la implantación del Ierrocarril.
Analizamos en tomos anteriores cómo funcionó el sistema
-in-
ciuso la rebaja del interés al 3lz% en 1891-, 1 qué gravoso resultó
para el país servir anualmente la garantía, casi siempre a su nivel
máximo, pues las empresas. con su contabilidad doble demostraban no
llegar su ganancia a dichos intereses. debiendo el Estado cubrir las
diferencias.
Las cifras que yan a continuación. extraídas de la llemoria de
1908 del Ministerio de Obras Públicas. demuestran que el pago de
garantías estatales fue disminuyendo, lo que cor¡obora la afirmación
heoha sn el parágra{o anterior de que las sanancias de las empresas
habían crecido de manera tan notoria gue era imposible ya ocultar-
Ias por entero.
sERVICr0 E GARANTIA A LAS EMPRESAS FERROVIARIAS
BRTTANICAS (221)
Ejercicio 1897-98 $ 854 322
1898-99 " 817 397
1899-00
'l900-01
" 787 792
" 816 744
1 901 -02 " 765 366
1 902-03 " 733 657
1 903-04 " 701 730
1904-05 " 669 731
1 905-06 " 712 660
1 906-07 " 658 160
147
En estos 10 ejercicios la garantía bajó en $ 20t).000, es decir
an 23/o. Aún así es obvio lo oneroso de un servicio que represen-
taba el doble de Io que costaba a la nación la administración de jus-
ticia, según el Presupuesto General de Gastos del ejercicio 1908-09.
Interesa saber si las sumas pagadas por el Erario correspondían
a la inversión real de las empresas en su instalación y explotación,
Lidaguemos para saber si fue real Ia sospecha de los conternporáneos
de que los costos fueron "inflados" por las compañías inglesas para
elevar Ias garantías.
En 1908, a raiz de concederse la construcción de la línea La
Sierra-Maldonado, se suscitó un amplio debate parlamentario gue xe-
sulta esclarecedor por los datos que los senadores intervinientes apor-
taron, fundarnentalmente Francisco J. Ros,
Para entender el problema debemos tener presente dos hechos.
En primer lugar, si el costo de construcción del kilómetro de vía no
e¡a de f 5.000, como figuraba en los contratos de todas las conce-
siones, sino menor, la garantía real que r.ertía el Estado no sería de
"i9/" sino. una mucho mayor.
F¡ segundo lugar, hay que recordar que a cáusa de la crisis de
1890, el gobierno de Julio Herrera y Obes logró la rebaja de la ga-
rantía del 7 al 3,5/o. Tal hecho se consideró en la época como un
gran triunfo del país. El se¡rador Ros lo cuestionó en 1908 al intro-
dueir una precisión gue cambió los términos del problema.
Sostuvo que: ". ,.a.Wrentemente hbim,os urw operación en qwe
el Estado resulta modit'icando sus coúLpronxrras o su t'aaor, es decir,
pagando el 3,5</a en't)ez del 7o/s que hatía conueni.do; y sin embar-
go, fso no es ci¿rto, porlry paga b mísmo o quiz,ls wt poco m'ás,
,lesrle qtrc el ;'7 habi.a, que pagarlo sobre el xabr que resultase ite h
suma de cctsto cle cada uno ¡le los kilóme¿ros construidos; y el 3r5o/a
lo paga sobre el aalor arbitrario d,e t 5.000, establecid,o paro cd,a
uno y todos ios lcilómetru,
Esta afirmación de Francisco J. Ros fue confirmada expresamen-
ie por'[ el ex-Presidente Julio Herrera y Obes en un artículo publicado
:n "El Siglo" durante el transcurso de este debate parlamentario. Las
,-;.C00 iibras era un precio máximo, pero luego de 1891 las empre-
--as 1o aCoptaron como real, aunque no lo fuera, pare extraer el ma-
r,,r L'ene{icio posrhie.
Fn otros términos, las empresas británicas aceptaron reducir a
la r:itad el interés que debía abonar el Estado porque sabían .que
t:i,¡a¡^ar Lo uiismo percibiendo eI 3,5/o sobre un valor t'iao de f 5.000
1.O
a=u
por kilómetro, que lo que cobraban cuanclo el interés era de i/c per-o
sobre el valor real de kilómetro construido. Ello s¡gis¡r que el ver-
cladero costo del kilómetro nunca fue de f 5.000 sino otro menor2
quizás la mitad. La presentación que hicieron de costos elevados au-
mentó las garantías pagas por el Estado y por tanto, incrementó sus
eanancias.
Refiüéndose concretamente a la línea en discusión en ese mo-
mento Francisco J. Ros 1o demostró. Luego de prolijos exámenes de
sus planos, obras y costos, llegó a la conclusión de que el costo de
cada kilómetro de esa línea sólo podía ilegar a t 3.000, de las cuales
el Estado uruguayo contribuía "a título gratuito" con S 750. El resul-
tado era qúe "Gara,ntiéndose el 3,5/o sobre un costo calculado d,e
L 5.A00 y no ínvirtiérudose por los constructore.s sino [ 2.250, resulta
que éstos obtendr,ht, una garantí,a real de 7,78(¡'t, sobre los capitales
propios que inuiertan en la construcción. , ."
Si nosotros hiciéramos un cálculo sirnilar para la garantía que se
pagaba antes de 1891, llegaríamos a la conclusión de que, en lugar
del pactado 7/o, la garantía del Estado ascendía a 7A,5lt sobre km.
construido (y todos lo fueron en la base inamovible, en la práctica.
de f 5.000).
Los costos "inflac{os" d,e construcción de los {errocarriles }iicie'
ron subir vertiginosamente las sumas pagadas por el Er'ario en con-
cepto de garantía. Hasta 1891" cuando 1o pactado era e7 7',t, en rea-
lidad se pagaba el l0.5lb: después de 1891. cuando 1o pactado era
el 3,5(/a, en realidad se abonaba el 7,78!c txi'
149
Capítulo lV
Las deficiencias del servicio
150
t
marítimos, pero de cualquier forma, que la travesía transatlántica re-
sultara más barata que el recorrido de un par de cientos de kilóme-
tros por trar, demuestra hasta qué punto la empresa cobraba caros
sus servicios.
***
Es cierto que et valor incrementado de le lana o los animales
permitió al estanciero absorber con mayor facilidad los fletes; pero
también era necesario que los productos llegaran en buenas conilicio-
nes y a tiernpo al mercado, hecho que con frecuencia no ocurría.
En primer lugar, porque Ia tasa de desinfección de vagones
pagaban los ganaderos- sólo se destinaba a limpiarlos cuando -queés-
tos arribaban a estaciones terminales; en las intermedias, donde tam.
bién se tlejaban o leyantaban animales, no se hacía ningún tipo de
iin.rpieza, Io que difundía la garrapata, la tristeza y la aftos¿. (231)
En segundo lugar, los vagones conductores de novillos no esta-
ban acondicionadas para esa carga. Muchos animales se golpeaban
y herían en el transcurso de los largos viajes, y al llegar a Tablada
eran decomisados por las autoridades, no permitiéndose su comer-
cialización por hallarse casi moribundos. (e3:r) La Municipalidad de
Montevideo en ]908 llamó Ia atención del Ministerio de Industrias sobre
"el exceso rle decomi;sos que se han producldo lebído a las malas
can,tliciones en que el t'errocanil Cen¡ral transportaba el ganado que
llega a Monteuideo, con procedencia de carnpña".l2tzt
El hecho tenía su origen en que los vagones parecían erizos: lle-
nos de cla-vos y tornillos salientes producían heridas, en los tablones
sueltos los animales enredaban sus cuernos. A ello se añadía que si
los viajes duraban más de 24 horas --cosa que ocurría con frecuen-
cia- el animal sufría de hambre 1 sed. También sucedía que la Em-
presa amontonara a los vacunos en Ia menor cantidad posible de va-
gones, ante las quejas provocadas por Ia falta de éstos.
El perjuicio para los hacendados era alarmante. En un estudio
lealizado en 1913 por Ricardo Blanco \Yilson, se denunció que en
7 ¡neses de 1910 se habían perdido 250 animales por muerte o contu-
siones, y en 1911, 653, todo Io cual significaba una pérdida de más
de 1ó.000 pesos. Concluía el autor sosteniendo que "la lorma de
transporte de haciendas, ad,obce de delectos alta¡nmte serios, que tle-
bem ser estuiliados detenidamente Wt lis 'au'tori.dües técnicas. . , a
(231t
Jiru de que se euiten los perjuicios actuales".
151
Si los vagones eran deficientes, un problema aún mayor residía
en que eran escasos. En 1905, al sabe¡se que la Empresa del Central
construiría 57 vagones para ganado, sostuvo "El Siglo" qre "...no
serán sut'icietutes, pues el transporÍe de ganado en pie ¡tara la Tabtada
y los salad,eros hará necesario la construcción de 200 üagones n¡fi,s". (2t;r
Y esto en vísperas de gue comenzara a funcionar el primer {rigorí-
fico y antes de que apareiera el segundo.
Un fuerte saladerista capitalino aJirmaba que erl algunas de las
líneas era tan reducido el número de vagones de ganado, "...que los
troperos se uen obligados a pastorear los animales durante 10 o mós
tlí.as a la espera d,e medios d,e'tr.ansporte; que en la iaena de 1g7g-ii
Jueron utilizadr¡s 101,.200 oainos proceden de los esta.blecimientos del
Norte, pero que el número habría, podido eletarse a 1i0.000 cobezcs,
si el sert¡icio del Midland, hubiera sido mejor" r:30). Las empresas oca-
sionaban así un doble perjuicio: a los industriales. por insuficiencia
de materia prima; y a los ganaderos, por limitación de sus merca-
dos de venta.
Desde 1906 empezaron a llover sobre Ia piensa quejas sobre
carencia de vagones para el transpofte de frutos y vagones. Expre-
saba "El Dia": "Las notici,,ts que se reciben de todos los departamen-
tos... no pueden ser en electo más terminantes. Todos los transporles,
tanto de ganados como de pro.dtrctos de l,a ganadería 1. la lagricultura
se efectúan con las m,ayores dilicultades y estrecheces. S,u.bemos que
lmy estacionds en que exüte demanda cofil,o Wra .)0 tagones de car-
ga.,. y a La,s ctrules la, empresa dpena,s puede remitir un r^,tgón... En
cudnto al gonado eru pie. . . lwy hacenilados que tienen que pedir t:a-
ganes con serwuts d,e anti,cipación para obtenerlos",1231)
_ "El Siglo" empleó un lenguaje más duro: "...1a empresa del
Ferrocarril central, con su deliciencia en eI sert'icio cle traisporte de
cdrgos, por la oarencia de coches, aiene a, agralrar la sítuación de la
exportación. Hoy dí^a no pueile un uendedor o cornprador de frutos
d,el país 'tener la más mínima seguridad, de u*er cu.mplidas sus obliga-
ci_ones de entrega ,o recibo, por la talta de tdgones, que la empresa
alega, para el transporte a, puntns conaenidos';. Las dificultades que
esto provocaba a la comercialización de los productos del país eran
olrvias: "¿Quién resarce los da,ños de la,s mcrcaderías expuestas a la
intemperie. - . en kts estacíones d,e oampaña Wra su guarda? ¿Quién
ind.emniza al uend,edor por l.a rescisión del con'trato pedid,a por el,
cornprador al uer'transcurrir con exceso el tíentpo en que debía, ha-
cerse cargo de la m,ercaderí@". (238)
152
I
I
A medida que nos adentramos más en el período estuiliado, y
que las cosechas crecen y los productos pecuarios abundan, las que-
jas van arreciando. En 1908, un consignatario de frutos del país no
vacila en calificar de "detestable" el servicio del Ferrocarril Central.
"Ya no es solamente la escasez de oagones lo que panaliza el moui-
mienio comercial. Ahora hay que egregar la supresíón d,e los depó-
sitos po,ra la recepción de carga... Hoy comerciantes en la loaalidad,
lSanta Rosa) que desde hace 4 úLeses esryran los prometidos aago-
nes que nunca llegan, Wra co,rgar cersales que'se está,n apolillando".
Pidió la intervención del Gobierno "a lin de mejorar eL ¡tésimo serai-
cio y las despíadadas tarit'as con que nos dgobia la empresa rXel Ferro-
ca¡ril Central". (23s)
Las quejas provenían del norte de la República, pero también de¡
sur, porque en el propio Montevideo, "hay en la Estación Bella Vista
nurneroses uagones atestodos de lanas, que no se despachtan Wr no
tencr el ferrocarrtl los operarios que ht tarea requiere'¡, \24o)
Quizás sea bien demostrativo de este muestreo de Ia prensa dia-
ria montevideana las palabras iniciales de un editoriat de "El Siglo"
en diciembre de 1908: "Pocos -ueces se ha oíd,o contra nad.a, ni contra
nadie, un coro m,tís unánime de ytrotesias, que el que prou^oca ho,r,
en totia ia. República, la con.ducta de la Entpresa del Ferrocarril Cen-
tral en el transporte de lanas. Llueuen sobre. nueslra m.esc, de redac-
ción, y seguro,m.ente ocurre lo mismo a todos los colegas. las cartas
de los perjud,irad,os por aquella, que lorman legión en la campaña
y en Montetsideo. Así es que, moti.dos por tan poderoso acicafe, todos
los d,iarios urbanos y rurales atacatu la mísma note, produciéndose
gracías a ht obra de ía referi.do. empreso, el ¡,rodi.gio de la unanítnidacl
de la prensa, que, según creemos, señalan las elémerides nacionales a
razón d,e uno Wr década'. ea1',
Ese "prodigio de la urranimidail" se centraba en la escasez de
locomotoras, vagones y depósitos. La paralización consiguiente de los
envíos hacía fluctuar Ios precios de la lana en }fontevideo: a días de
escasaz correspondía una suba artificial, a días de enorme abundan-
cia, el descenso. Con ello, el productor comprometía el esfuerzo de
todo un año de labor.
Lo mismo, o aún peor, porque satisfacían necesidades diarias de
la población, sucedía con los productos agrícolas: "El trigo, maí2,
alla\a, etc., lals entrada,s escasean en l,a misnta proporción que la, dc-
manda crece: Los precios se elel),an rápidamente, 20, 30, 50 cts. l,os 100
kilas. El m,olinero) el lidelcro, el proaeeilor de forrajes, tiene que satis-
153
lacer l,as exigencins diarias de su clieruela. Suben el artículo etu pro-
porción a La suba, de la, maeria prima; la oenta se restringe; todo el
mundo protesta, todos se perjudican. Tiene un lren de carga; d,espués
otro; en d,os días se congestiona el mercad,o con 70 ó 15.000 bolsas
y oarios milcs de lardos cle forrajes, a¡tí¿ulo que ha estado reteüilo
en Los diuersos puntos de carnpaña, sin m.ás causa, que el mal seruirio
relerido, y 'tenenlos un bajón en, kt plaza, que retrotrae de golpe l,as
cosas pl primitiuo esla.do, esto es,0,50 cts. menos de lo que se ha
estado pagando por el artículo. , . esto mismo ocurre. casi itwariable-
nl,ente, todos los años em la época de las cosechos. y no ti.ene ota
causa que la. escasez d,e elementos de la empresa del Felocanil, en
lo que respecta al material rodante, depósitos. desLíos y personaf'. {2u)
La Cámara Mercantil de Productos del País en 1911 resolvió to-
mar cartas en el asunto haciendo llegar una funCamentada protesta
al Ministerio de Industrias. Sostuvo "...qu" las empresas de lerroca-
rriles y principalmente la del Central, carecen del materíal rod,anle
necesario para utu buen seraicio; de depósiios suiicientemente amplios
en las estaciones pdra resgwrrdar las mercaderías: )'agrega que esas
deliciencias causern notables demoras en. los entíos t. agolpan en un
moÍtuento dado el arribo de lotes de dilerentes fechos, con lo cual
los consigruttarios se uen ímposibilitados para hacer el retiro d,entro
d,e las 24 horas y el meroado d,e lrutos pasa de la esca'sez más extrc-
ma a la nlayor abundancia, con las obligadas iluctuaciones de precios".
Ese certero resumen de males provocó Ia inquietud del Ministro
de Industrias, quien promovió una encuesta entre los hacendados para
conocer su opinión. Las respuestas fueron en un todo coincidentes:
"...qu" el seraicio lerrouíario es deficiente; que lds tarilas son ele-
uad,as; que es frecuenf,e l¡t dernora d,e diez 7. mds dtas para l.a remi-
sión d,e Dagones destín'tid,os al transporte de animales a la tablada; que
dwrante la zafra es lrecuente el espectáculo de las cfi.rretas que no
pu¿den descargar y de las lanas apiladas, y cosí a la intenr.perie por
(z+z't
taba de Do.gones T depósitos".
Relacionando la lentitud de los trenes ]' la acumulación de las
cargas en las estaciones a Ia espera de }os vagones que vinieran a trans-
portarlas. se denunciaba que lanas despachadas de la estación Ped¡e-
ra, a 56 kms. de Montevideo, habían demorado 8 días en llegar a
destino; otro embarque, proveniente de Mansavillagra, seguramente ba-
tió un récord, porque tardó 18 di¿5. tz+*¡ Esto no sólo imposibilitaba
cumplir con los compromisos comerciales contraídos, también tenía
un inconveniente impensado: Ios carreros que llevaban los productos
t54
a ]as estaciones intermedias, y que debían esperar días o semanas
para trasbordarlos al ferrocarril, subían sus fletes en consonancia con
Ias jornadas perdidas en la espera: "De Achar nos escriben que los
cerreros se rehusan a cargas pla la Estacíón, pues q,un cobrando el
,Joble de los fletes normalcs, no realizan ganancia algurw d,ebido a
clue los tienen 7 u I días sin poder descargar sus carretas".(24t)
En 1912 poco ha variado esta situación: "Frente a la Estación
tlei Ferrocat'ril se encuentran 40 carretas cargadas de lana a la es-
pera tle lonas y uagones. Carrero que contrate el oiaje a I Wsos, pre-
cio general, y que ten,ga que gastarse el doble en mantención, perma-
neciendo inactiao unct, quincena, no auelt'e con carga sino se la pagan
o doble y tercio del precío actual. Esr-t, es una de las much,as gangas
(on que obsequi.a el Fenocarril a sus Jauorecedores". (24G)
Por ot¡a parte, y esto es comprensible. ei carácter. rafral de nues-
lr'a producción agravaba los problemas de transporte. A la escasez de
\ asones, a Ia insuficiencia de depósitos, había que agre3ar la aglome-
rar,ión de la producción rural entre los meses de crctubre y diciem-
lrre. La esquila de la lana en octubre v las cosechas de cáreales en
cliriembre, se disputaban los escasos medios disponibles. establecién-
,l.rse una rivalidad llue a veces se convertía en lucha. Así Io expresaba
, ,,* {ranqueza un consignatario de cereales en .oviembre de 1911, con-
tento por Ia ertraordinaria cosecha que prer-eía, pero preocupado por
c.ncontrar ]a manera de trasladarla, r-a que desde octubre vagones y
iieirósitos estaban ocupados por la lana "perlurbando todo el movi-
nriento de transportes". Esto dificultaba la erportación de cereales por-
rlue "/os cargadores ponen su mercaderw en las estaciones tle camry-
ño en espera de los uagones del lerrocarril y éstos nunca llegan pues
lc enr,presa los Í,iene ocupados en lq contlucción de la lana, que le ab-
.,c¡rl¡e cantídad tle ellos, pues a u-eces WrffLanecen hasta un rnes y tnás
.¡in rel.irar, siruiend,o los uagones d,e d,epósüo para aqu.el producto. Así
ps que no podemos lmcer negocíos a
¡iazo lijo por la imposibili"dad.
,!e cumplir en que nos coloca esa lalta de aagones". (2t7\
2 * Realidades
155
Los datos que poseemos permiten responder negativamente a lag
dos preguntas.
El material rodante de los ferrocarriles experimentó esta evolu-
ción. (248)
AÑOS
1906-07 o/o de aumento
1 891-92
73 '133 82
Locomotoras
Vagones de carga 1.458 2.449 68
156
días, dejaban el embarque para Ia semana siguiente, con lo cual el
transporte se congestionaba en 3 días, y permanecía casi desocupado
en los 4 restantes.
Otra costumbre de los consignatarios --que les evitaba alquilar
costosos depósitos- era dejar las mercaderías que llegaban a sus
¡:ombres en los mismos vagones que las traían. Hasta que no las reti-
raran, los vagones no podían volver al servicio activo, y a veces
esperaban semanas en los desvíos o estaciones cercanas a la eapital.
Se hizo sentir la necesidad de un Mercado de Frutos nacional o
municipal que paliara este gravísimo inconveniente. Algunas vocqe
se elevaron en ese sanüdo, descargando de culpas a la empresa ferro-
viaria con el argumento de que los vagones no eran pocos sino que
estaban ocupados con carga. En 1913, un artículo de Ricardo Blanco
W.ilson aparecido en la Revista del Ministerio de Industrias expresaba
que el peligro que se cernía sobre la producción rural "...no obe-
dece actualmente al paco material rod,ante; sí a la intnoailización úe
ü@gones cargad,os d,e lrutos en los puntos terminales de las líneas ferro-
aat'rileras, pon ausencia de graniles galpones y de mercad,os dónd,e
depositar las cargas". {.2ast
3,a Asociación Rural expresó por medio de uno de sus miembros
m el Congreso Rural de 1913: ".. -dentro de un mismo período de
tiempo se inicia en toda la República el transporte del trigo, o del
moíz o de l,as lanas. De ahí que se acumulen en determinadas techns
y al mismo tiempo, el tolal, casí, del m.onfo d* las cosechas... ¿es
posible, mejor dicho, es justo exigir a las empresas del lerrocatil que
&umenten sus aagotues y sus depósüos hasta que puedatu conductr y
recibír ilentro de determínado período de tiempo (15,30 días ó 60)
tado el trigo, todo el ntaí2, toda la lana que ha producíd,o el pús en
un año? Euí.dentemente ser'ta pretender un irnposible... Luego, pues,
¿qué debe hacerse para remeilíar el mal? Las enpresas de ferrocarri-
les deben arnpliar sus depísitos, construir tinglados en campaña y
extender o agrandar sus anilenes o playas de carga y descarga... El
Esaado d,ebe construir a la breaed,ad, posible, urgentenxente, el merca-
do d,e früos porque sin ese gran d'epósito. . . no hay ni tendren¿os
jarnás ni oagones bastanles. . . ni depósítos ni carretas sulicientes para
conducír en los períotlos de zat'ra lo que producen nuestros caÍn-
Ws, . ."
(25o).
t57
Pero también resulta claro que una empresa más dinámica se hubiera
preocupado de incranentar el número de sus vagones .r' depósitos para
que por lo menos aumentaran al mi:mo rirmo que la producción. De
haber sido conducida con un agresiyo espíritu de ganancia estaba en
su conveniencia ampliar el tren rodante para captar' la totalidati de
Ia producción rural. Si rebajó algo sus tarifas para lograr tal obje-
tivo, ¿no hubiera sido coherente que aumentara sus medios de trans-
poúe para monopolizar la conducción de frutos? Quizás tai coutra-
dicción no existiera en la mente de sus directores: la empresa estaba
segura de monopolizar ese transpofie porque la ép,rca de los troperos
y las carretas había pasado. La rapidez y Ia se:ulidad. su conexión
directa con los mercados de exportación v de cr)nsumo. su red que
cubría Ia mayor parte del país, sus tarifas más ac¡'esibles, la conver-
tían en el medio de transporte casi obligado de ia mar oría de los prc-
ductores. Sin embargo, la navegación {luvial abría todavía una bre-
cha en ese monopolio. La empresa con esta política no pudo cenarla.
La conclusión a llue arribamos en tomos anteliores parece impo-
netse otra vez: el ferrocarril inglés se sirrió de 1a economía nacionai
más de 1o que la economía nacional llegó a deberle al ferrocarril inglés.
158
ts
Capltulo V
Caminos y carreteras
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No bastaba con trazar vías férreas si a la yez no se construían
buenos caminos hacia las estaciones.
Lo que para el estanciero era una dificultad, para el agricultor
se transfor:rnaba en impotencia. Junto al latifundio que rodeaba a los
pueblos y colonias agrícolas y al clima azaroso, hay que ubicar como
principal responsable del fracaso colonizador a la falta de vías de comu-
nicaciórr. Datos recogidos sobre colonias establecidas en Salto lo demues.
tran con claridad. Para elpueblo de Belén, por ejemplo, "elrío no es nu'
oegable, y el acceso mas lácil es el camino de la estación Sanfa A¡w sobre
la uía. del Ferromrril Noroeste que se halla o 30 kms... y ese es el
tnayecto portierra lque) d,uplica el costo de los lletes y trae el, emfu.
tazo consiguiente..." El resultado era que las chacras habían pasado
a manos de estancieros que las habísn convertido otra vez en camPos
de pastoreo.
La Colonia Lavalleja presentaba un aspecto similar: "...está ma.l
situnda en lo que dice a cotnuni,ca.ci.ones láciles y la prod,uccihn que
no puede movilizarse lácilmente ru¡nbo al mercado, es producción que
d,isminuye o se malbarar¿". Constitución, fu¡dado en 1852, üopezaba
"con el abstáculo fundam.ennl optlesto al adelanto del nueuo pueblo:
su aislamiento por t'dta de bue¡tas uías de dcceso. . . Después oini¿ron
los esÍancieros, grandes terratenientes, a agraL-ar el problema cerran-
d,o caminos y terudiend,o alambrad,os". (!5:) La-s colonias quedaban asi
ahogadas. En 1913, se informaba sobre otra colonia "...ubicad,a a 3A
kms. de Melo, debiendo q,traúesar un camino imposible en üerano y...
más imposíble aún en inuierno. Calcúl¿se que se pagan de fletes 0*30
cts. los 1OO kilos erl üerano, y 0,50 los 100 kilos en inuierno, y aúo
.así no encucntran carreros. Si ilurante este üerano no se ptwile por
ln ntenos hacer una conlrystur& del camino, la c'olonio desoparecerá el
año próximoz. (2ó3) "El Siglo" ütuló significativamente esta informa-
ción: "Otras colonias con el fracaso ad-porta,.!".
En el Mensaje enviado en 1905 por Batlie y su Ministro Juan A.
Capurro al Poder kgislativo para que se votara un empréstito cle
vialidad por 3 millones de pesos, se asentaba la necesidad de un estu-
dio previo de los caminos naeionales y departamentales para obrar
con conocimiento de causa y no desperdiciar esfuerzos. Se reconocía
que los grandes camiros nacionales habrían de necesitail pocas recti-
ficaciones, pero distinta era la situación de los secundarios porque:
"Llegad'a la época de la constru.cción de los alambrados cad,a propie-
fario de campo ha propend.ida en lo posíble a desoíar o cerrar los cami-
nos que cruzaban sus estoncias, no siend,o l,os princip*l,es, para que
160
'el tránsito dentro de ell.as no perjudicase la cría, de ganado y etu mu-
.chos casos, debido a nuestro moilo d.e ser, & la, organización incom-
pleta dé una na,clón jouen y a las influencias d,e los grand,es propíe.
tarios, esos cierres y desuíaciones inconuenientes se hnn uerilícado con
perjuicio de kt. bu,ena clistribución de los carnínos públícos".
_Esa realidad que el Ejecutivo expresó en términos suaves para
no herir susceptibilidades de los estancieros, fue denunciaila con ma-
l,-or aaritud en el Prime¡ [sngreso Nacional de Via]idad efectuado en
1913. Allí se expresó que tanto los cierres de caminos como los des-
'r'íos ". ..han sido hechos en el interés .del
r:ecino, del propietario, y
gracías a la inlluencia de los interesados en cada caso y aaliénd,ose d,e
todos los medios o int'luencí,as que han 'tenido a su alcance para obte-
ner tlel Presíilente de ln Junta o cle l.a Intend,encia el que se le conced,a
los desuíos o cierres que h.a,n solicítado". Los intereses de los particu-
lares, al primar sobre los comunes de la colectividad, transfJrmaron
rnuchos. caminos en verdaderas líneas quebradas de difícil recorrido
y longitud duplicada: "el carnino que antes era de 5 leguas, hoy es
tieTóde10".
, El ingeniero Arturo V. Rodríguez hizo una denuncia aún más im-
pactante: "Yo lte uisto llegar un comino por medio-
a i0 metros de una estación cle ferrocarril -alambratlo
y lo he aisto cerrado, te-
niendo que hacer un recorríclo de 2 leguos pra rlegar a esa estcr-
ción. He sido co¡nisiono.,Jo para abrirlo, he ido ori"n de la lunta
y el propietario con una escopeta en la mano me"ooha esfaclo apuntando
y lte saloado la t¡ida miLegrosamente. Esto ha oatrrido en er Departa-
nt_en.to
_de !l9l$,
y ainieron inlluencias t ese camíno no se pudo
obrir. Yo hablaba con el jeie de la estación. que estaba a una d,istan-
cttt de unos 77 metros y sin embargo httbía que hacer un recorrí,Io
¡i,,e 2 legws ¡tara llegar a ella..." \!31). La rapidez y desorden con
que se produjo el alambramiento de los campos. la in{luencia decisiva
rlue €n los departamentos tenían los grandes propietarios, facilitaron
el corte o desvío de los caminos en perjuicio del pequeño hacendado
o agricultor:. Esa fue otra de las causas que indispuso a los grandes
propietarios (cual nueva Mesta uruguaya, en verdad) contra el arre-
glo general de caminos: tendrían que abrir sus campos'al tránslto
r ecinal.
Si el alargamiento de las distancias a recorrer ya era un inconve-
niente grave, había que sumarle otro no menos ilesalentador: el pé.
simo estado de los caminos. Los únicos medios de conclucción a las
estaciones ferroviarias eran las pesadas carreteras de cuatro ruedas
161
que podían cargar hasta 2 y 3.000 kilos. Pero ese peso, sobre cami-
nos de tierra, los destrozaba en forma constante, no alcanzando los
recursos municipales para proveer a su permanente reparación. En ol
Congfeso de \Galidad ya citado se las acusó de ser las principales
responsables pues: "La destruccíón de los caminos públicos está, en ra-
zón directa ilel daño llue co,usa cada uehículo, según el peso que con'
d,ucen... L'as carretds d,e p'értigo, tiradas por bueyes, son por exce'
lencia el elemento d,estructor de las aías públícas: prímero, por los
grandes pesos que cond,ucen; segundo, por la lentitud de las mar-
chas; y por último, porque cuando se detienen o caen en mal paso o
en'Íerrenos pesados, los gíros que eiecutan esos uehículos, sobre una
sola, de las rued,as, abren gr,andes losos donde se estanca,n las aguas
pluuiales, pdra conuertirse má,s ,ard,e en ¿anias ! pantanos. . -"
El Intendente de Rocha, Antonio Falco. presente en el Congreso,
llegó a pedir la supresión absoluta de las carretas de campo, tildán-
dolas de "armatostes prehistóricos": "Para Rocha sé d,ecir, que l,rt
carreta d,e campo es el mayor enenxígo que tiene la uialidad rural.. -"
(!55).
El ferrocarlil, principal responsable de conducir la producción ru-
ral a la capital, la recogía en las estaciones, pero ya fuese por la de-
ficiente ubicación de éstas, su €scasez, o la ausencia de buenas rutas
terrestres que las ligasen a las zonas ricas, se debían recorrer enormes
distancias en vehículos "prehistóricos".
El mal trazado de la línea férrea en el norte fue enfrentado por los
senadores Frlancisco Soca y Antonio María Rodrísuez en 1913 al pre-
sentar un proyecto de ley para la construcción de un puente sumergible
sobre el Río Negro, destinado a servir la zona encerrada entre este río,
el Tacuariembó Grande y la frontera con el Brasil. Expresaban en su fu¡r-
damentación que la referida región parte del departamento tle
Tacuarembó y casi todo el de Rivera- -gran
era una de las más fértiles dei
país, pero quedaba aislada en las épocas de grandes lluvias. "El Ferroia
'rril Central llega, sin duda, a l.a ciudad de Riuera y alrauiesa todo Tacua-
retnbó de Sur a Norte. Pero la ciudad, ile Ri,-era tiene una situacíón dc-
masiailo excéntrica., y sw estaclón siro-e ttutl o no sirue absolutamenle
al sur d,el departamento, la parte precisdmente tnas uast{l, ¡nás - rica
y rnás poblada. En cuanto a las estaciones interm,edias del Central, de
poco siruen en las épocas anormales a los departamentos d,e T'acua'
rembó (prte oriental d,el río) y Riuera, puesto que la línea pasa cons'
tantemente y en todas sus partes luera del Delta, es decir, mts alld
de ln barrera que'detíene el contercio y el tránsito" (256).
L62
El ferrocarril solo no era solución suficiente para resolver el pro-
blema vial de la campaña; sin caminos adecuados que acercaran la
producción a sus estaciones, y sin vehículos modernos que no los
destrozaran, el problema subsistiría. Cuando a la necesaria política
estatal de tendido de carreteras -1ue la situación descrita estaba re-
clamando con urgencia- se le sumó el aporte innovador del camiór;1,
el transporte de la producción pecuaria recién empezí a encontrar
soluciones adecuadas.
El transporte de pasajeros también sufría inconvenientes, en par-
ticular en el Este, adon.de el ferrocarril todavía no había llegado. Un
viaje a Montevideo desde Rocha, descrito por José R. Muiños en 1909,
adguirió tales caraoteres de aventura que se transformó en empresa
épica:
"Salimos... o las ,tres d,e la tarde, con el tirme propósito de lle-
gar a San Carlos a las 17, d,e la noche... Mientras no o,scureció, bar-
quin'azos aEtí y golpe allá, luimos marchando sin tropiezos, pero
cuando se aino la noche, de una oscuridad, ímpenetrable, erLpezaron
nuestras penurias. La pericia de nuestro cochero se estrellaba contra
la inJame con.dición del camino. Poco.antes de llegar al arroyo losé
Ignacio, nuestro hornbre d,etu¡to rápfdamente los caballos y nos pí.dió
que descendiéramos para examinar el camíno a la [uz de un farol.
Se nos heló l,a sangre. Al lrente teníamos un precipio de más d,e .1
m.etros y a derech,a e izquierda dos amplias zanjas. Suspendido el aia-
je por una lluoia fuerte, se reanudó un par de horas más tarde. A ca-
da instante teníamos que descender del carruaje para euitar una. ¡toí-
cada. Los ca:baüos patinaban en eI barro y hs ruedas del coche res-
balaban hacia los bajos. . . d,espues de míl peripecias lleganr,os a San
Carlos a las 8 de la, mañ.a,na, con los caballos completamente extenua-
dos...". ,Como el objetivo era llegar a ia estación de {errocarril La
Sierra, siguieron sufriendo incontables ¿alamidades y terminaron
siendo arrast¡ados por tres burros ("¡benditos sean los burros!") quc
finalmente los condujeron al tren, "sanos pero machuc¿f,s5". (2171.
163
Toda obra en el marco de la infraestructura vial presupone una
política dirigida a d'eterminados fines. Por razones de exposición re-
l"gur"*or su estudio a un futuro trabajo, donde aparecerá englobada
dentro de la política general que siguieron los gobiernos batllistas.
Pero no está demás recordar aquí dos afirmaciones hechas en el To=
mo III: la política pro-agrícola del batllismo irizo tlue se prestara rn¿-
lor atención a ]a vialidad en eI sur de la República (la zona cerealera
1 grarje.a) ; en segun'do lugar, se trató de clobleqar eI monopoiio fe'
i.*iorio inglés, facilitanclo la navesación fluIial. el clesarrollo carre-
tero y construyendo ferrocarriles estatales.
El avance más notable se logró en la construcclón de puentes st'-
bre ríos y arJoyos clue aislaban a regiotres enteras de sus mercados'
En este plano la política batllista demostró realismo itues sin'ió tanto
al transporte automotor por las {uturas carreteras. como a} ferror,-ta-
rio, ya que acercaba la producción a 1a-' estacit'tre.'
Bajo Ia administración de Claudio \Yilliman. de las 28 obras i:ú-
i.rlicas referidas a vialidaci que se ilelaron g c'airo en los aíros 1910 1'
lt)l]r, 24 eran p-uentes o acceso a puentes '-;''. Eu 1908 se tendieron
9 puentes, y en 1909 otros 12 (:;tr). Semej ante impulso se complementó
er 1912, bajo Batlle, con un amplio sistema cle balsas destinadas a
sei'vir 8 pasos importantes sobre otros tantos ri,-'s rle la República {!iL'.
Tal política fue reconocida e impulsar'la t¡mbién en el Prirner Con-
greso Nacional de Vialidad de 1913. -{lií el tratamiento del probler.ha
se hizo más técnico porque se discutió s,-¡bre la cunr-eniencia o no Lle
los ¡:uentes sumergibles. Estos presentaban el inconleniente de no clar
ilaso en épocas de crecida cle los ríos. pei'o tenían la enorme ventaja
áe costar menos que los insumergibles. Tal c'aracterística, habida cueu-
ta dc los recursos con que contaLa el pais para obras'r'iales hizo quc
el Congreso se inclinara por los primeros 1' recomendara su construc-
ción. Ádemás, sostuvo el ingeniero Federico Capurro, en los puentes
sunrergibles ya construíd os, "l,as obras han so¡tortado perfectam,entc
bietr, ei tránsito y se ha electttado el pasaje con tot\s, regularidad, saluo
en dos o tres crecientes por año, que los señcres con"gresales saben
se protlucen en todo la República; pero eso, Para ln campaña, d,onde
el tránsito no es fil,tly intenso todauía- no es tle una ünportoncia capí-
fu|". ()til) .
¿Qué recursos se iledicaron a la vialidacl? Comparativamente a
las necesidades, pocos. El batllismo en estos años todavía estaba obsesio-
nado pol Ia construcción de vías {érreas. El referido empréstito de 3 mi-
llones de pesos en 1905 fue la fuente principal. Los recursos regulares del
i
164
I
Presupuesto que estaban afectados eran las Patentes de Rodados y exce-
dentes de la Contribución Inmobiliaria que no alcanzaban a 500.000 pesos
anuales (262). Ello no bastaba si se deseaba un ambicioso pian carre-
tero. Esta fue Ia opinión generalizada en la Cámara de Representan-
tes cuando se discutió el empréstito. El diputado Tiscornia llegó a sos-
tener que " . . .1" com,posf,urd, y construccíón d,e ca¡ninos nacionalcs
cuesta muclto mtás de 60 millones de pesos; si se aan a construír los
camínos naciotuxles esto no alcanza ni para la aigésima Wrte" ei31 .
Refuerzos subsiguientes a esa ley le {ueron aportando sumas adi-
cionales que llegaron a 4,5 millones de pesos. Con estas fuentes {in¿n-
cieras el Poder Ejecutivo afirmó con orgullo en 1914 que descle 190ti
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Capítulo Vl
La producción ganadera
y la desmesura del sistema de transportes
166
tuvo éxito debido tanto a las di{icultades para hallar novillos que tu-
vieran el peso estipulado en el contrato como a la falta de barcos
para levantar los animales en Monteyidso. (262¡
A veces, y como una concesión especial, los barcos europeos con-
sentían en detenerse en Montevideo para proceder a la carga, pero
" . . .dado e:1, caso de conseguirlos, sería a base de un aumento de una
libra esterlina o ntá; por animal sobre los d,e Buenos Aires, d,iteren-
cia exorbitante que pa,ralízarío toda iniciotiua". (268\
Ante la gravedad del problema, la Comisión de Fomento de la
Cámara de Representantes aconsejó en l9I2 la aprobación de un pro-
yecto de ley enviado por Batlle para la construcción urgente de un
embarcadero de ganado en el Puerto de Montevideo. Se buscaba que
los animales pudieran ser cargados de inmediato, apenas hubiera un
barco disponible. Decían los miembros de la Comisión en su informe:
"Si no tenenxos todo preparado en lorm.a hal que el ganado, los fono-
jes y el agua se cd,rguen rápidamente, lwllará.n los cargailores grand,es
inconuenientes, exctgerando, si es posible, los delectos y manilestantlo
Eue en el país oecino tienen todas las uentajas y nínguna que los
a;traiga a este puerto, pudiendo d,e Buenos Aires salir directamente
para Europa. Para conlirmar esto, hay que agregar la, gran escasez
y carestí,a d,e los fletes, al extremo de que, en el año actual, algunos
exportadores d,e nuestro país, han tratado de conseguirlos y no lo han
podido obtener, porque esÍán acaparados duranfe todo el año por los
que se ded,ican al mismo negocio en la República Argentin&". (26e)
La causa principal de nuestro marginamiento con relación al
transporte marítimo la explicó "El Día" en un editorial de agosto de
]911: nuestros exportadores debían hacer pedidos anticipados de bu-
ques a las agencias marítimas "las cuales nada pueden asegurar a los
cargad,ores hasta que el buque salga de Buenos Aires y el agente ile
aquella ciudad dé ,aaiso respecto a si el buque tiene o no a,lgún hueca
sobrante en sus bodegas para los lrutos que esperan en el puerto d,e
Monteuideo. , . Esto se explica perleatamente con Los números que
arroja la estadística d,el mouimiento portua,rio en la entrada y salíd,a
tle mercad,erías. El nt.oainziento del puerto en 1g10 en toneladas d,e
carga fue:
Importadas ...7.289,797
Exportadas 375.767
Total . . 1.665.558
L67
Hay cuatro aeces más carga para traer hacia Monteuiileo que
¡nra lleuar rle aquí, lo cual es uno, cousa lunilanxetutal para que nin-
€:una cotnpañía haga seruicios cotl oapores directos de Europo a Mon
teuideo como puerto terminal: el trálico regular es d,e Europa o EE.Ua.
a puertos argentinos, y en cuanto o nuestra capital es un simple pun-
to de escala". t2iot
Esa fue la raz6n esencial: nuestra producción exportable era es-
casa comparada con los enorrnes volúmenes argentinos; las empresas
navieras hallaban más conveniente dirigirse al puerto donde segura-
mente sus bodegas se verían colmadas, y no parar en Montevideo don-
de apenas si podrían llenar algún "hueco". Aún cobranclo fletes más
caros, no era rentable detener el barco en costas uruguayas. ¿QuÉ
significaban nuestras 350 ó 400.000 toneladas de exportación freqte
a los 2 ó 3 millones de toneladas que sólo en cereales podía exportar
Argentina? Por eso carecíamos de bodegas y parte importante de Ia
producción oriental se embarcaba hacia Buenos Aires donde hallabh
transporte seguro. En 1902, el M/o de la carne conservada, el 6Biá
del tasajo, eL 94/a del lino, el 47/c del trigo, se enviaron a Buenos
Aires para ser reexportados. (2?1) La producción nacionai pasaba a
ser tributaria de la Argentina y se anudaba una doble dependencia:
de ésta y de Europa
***
168
batllista señaló cuál era a su juicio el remedio radical para el pro-
blema: "...nuestra prod,ucción agrícola exportable es todauía insignt-
licante... cabe alirmar que en el desarrollo de la agrícultura estriba
ln solucíón a que en uano hemos aspirado largos años, de obtener
un seraicio de f,ransportes entre puertos extrrlnieros de ultramar y el
puerto de Monteaideo, que haga d.e éste el punto tertnínal d,e su línea,
trayendo cargas completas para el país y lleuando igualmente cargas
completas de nuestros lrutos d,e exportacün. Sólo cuand,o una tleción
h,a podido realizar este ideal pued,e al.canzar la. inualorable conquista
d,e crear la ind,ustria 'de nauegación propia, con buques nacionales,
construid,os en astilleros propios". tzzsl Destaquemos lo certero del
en{oque en relación a la agricultura. Era exacto que Buenos Aires
debía su p,rimacía a los cereales. Un solo ejempio lo prueba: de 1904
a 1910 por ese exclusivo puerto argentino salió un promedio de 600
mil toneladas de trigo. (276) Frente a ello, ¿qué representaba la pro-
ducción uruguaya? En su punto más alto exportamos 92.000
-1909-
toneladas de trigo y rrleiz, pero al año siguiente la exportación cayo
a 9.000 y al otro a sólo 3.000. Por un lado la irregularidad y por otro
los escasísimos volúmenes con{irmaban la hegemonía portuaria bonae-
rense. Montevideo jamás se indep,endizaría con tan magros volúme-
nes, derivados directamente de nuestro exclusivismo pecuario. El dia-
rio batliista insistió acerca de este nuevo efecto negativo de la mono-
producción ganadera: "En cuanto al tonelfie tendremos una relnción
de 40 por 7, mi,entras 3,00'0 hectárea,s. . . dan en productos agrícolcs
2.000 toneladas, las mismas d,edicadas a La ganadería apenas si dan
en cu,eros, lnnas, etc., 5'0 toneladas". (2ii)
La Sala de ,Comercio de Productos del País concor.dó con esas
conclusiones. Afirmó que dado el gran costo y la magnitud de las
obras del puerto de Montevideo, no alcanzaba con la salida de 90 ó
100.000 toneladas de productos pecuarios, cantidad demasiado peque-
ña en relación a su capacidad. Era necesario triplicar el volumen ex-
portahle y p,ara ello producir cereales. De esa forma se vivificaría el
puerto, se lograría convertirlo en terminal de las líneas ultamarinas
y se evitaría la absorción comercial de Buenos Aires. Incluso esa
triplicación permitiría financiar una flota nacional: " . . .y esto sólo
pod,rá obtenerse con la exportación d.e cereales, que a su üez desarro-
lla la exportación de los prod,uctos de La nt.oliend,a...". (278)
,<**
170
,l
Para escapar a la subordinación a Buenos Aires, el país había
construido un gran puerto. Pero aquel predominio no se basaba sólo
en la tecnología portuaria avanzada, tenía detrás una gran produc-
ción que le daba vida y atraía al comercio internacional. El Uruguay
también construyó su puerto moderno. Pero no supo utiiizarlo por-
que Ie faltaba un volumen productivo adecuado a su nueva magnitud.
EI país ganadero no pudo dárselo.
171
dieron cumplir con los usuarios. Ello se debía a Ia escasez de mate-
rial rodante y era otra consocuencia de haber extendido las vías sin
el correiato lógico de incrementar el número de vagones.
En verdad, el ferrocarril en expansión s sin cargas suficientes
como para que ellas financiaran el sistema. era una consecuencia del
predominio de la ganadería exte¡sir.a. En búsqueda del comercio de
tránsito y también de lana, cueros y ganados esparcidos en los gr-an-
des latifundios al norte del río Ntgro, se habían lanzaclo las emprie-
sas garantidas por el Estado. El logro de esos dos objetivos pror.océ
la desmesura de la vía fériea. Era natural, así como la agricultura
concentra las cargas, la ganadería extensiva las dispersa y obliga a
la expansión vial sin relación lógica con su costo. ':¡01
Eran precisamente las líneas construidas al norte del río Negio
Ias que no te.rían carga suficiente como para equilihrar sus
"g."-ro"
con sus ingresos.
La Cátedra de la Sección Agronomía de la Unii'ersidad de Moii-
tevideo, desempeñada por el Dr. Alejandro Backhaus. desentrañó est¿
realidad. En 1909, luego de analizar los volúmenes de productos pe-
cuarios y agrícolas transportados por los ferrocarriles concluía quei:
"Todo este tráfico, cotu rela,ción a l.a superlicie total det país es muy
bajo, motiaado por la lalta de colonización y agricultura..." (1s1¡ '
Uná prueba adieional la proporciona el análisis de las líneas {é-
ireas que requerían garantía del Estado: eran las que cruzaban zonás
pastoriles. La ganadería que se practicaba no daba cargas su{icienfe3
como para que el ferrocarril se mantuviera a sí rnismo. De ello "El
Día'l dedujo en 1911 que: ". ..el sostenimíento de cíertas aías par.'él
Estad,o implíca un sauilicio de los cortríbu1'entes a fauor del príúi-
legiado estanciero, que puede ¿ransportor con. gran comoclidad, T eeo'.
nomía sus productos, al mismo tiempo que es un enemigo, o mái
bien, un obstáculo inaencíble del resultado iirwnciero del ferrocarrí|,
'al dilicuhar cotu su latilundio ganad,ero el inuem.ento de la poblacién
produdora y consumiilorq,, que pudiera resultar con la explotacién d.e
la industria agrícola". (282) ':
772
También cabía, por cierto, el punto de vista opuesto. El país había
pue-cto la carreta delante de los bueyes. Impulsado por el exterior
(las provincias limítrofes, la necesidad británica de vender ferrocarri-
Ies y capitales), enceguecida su clase dirigente desde 1870 por el pro-
greso que inde{ectiblemente debía pasar por el ferrocarril y el mo-
derno puerto, obsesionados sus políticos por ia paz interna que sóio
el iroder centralizador aseguraría, el Urugua-v construyó un sistema
de transportes que le quedó holgado cuando se vio reducido a sí mis-
rno, cuanclo también el esperado "salto a la granja" predicado por el
{undaclor cle la Asociación Rural. Domin"o Ordoñana, no sólo no
se ¡rrodujo, sino que se acentuó la monomanía eanadera.
Hubiera estado más cle acuerdo con el interés tracional impulsar
¡neclios de transport,es más moclestos. Pero un recuerdo tenaz nos aci-
cateaba y conciucía a la clesmesura: el de nuestro antiguo comercio
cie tránsito, Nunca es {ácil pensar en términos llue\-os.
173
Conclusiones
Rasoos orioinales
de la historia rüral urüguaya
I
l
_i
I- Una sociedad conservadora
L77
Civilización ganadera que nunca renegó de sí misma, fiel a la
tierra y al animal como hostil al cultivo; en donde el pluralismo del
grupo poseedor no impidió que se mantuviera el peso económico, so-
eial y político de los grandre propietarios: en donde el vacio demo-
gráfico había sido colmado más en apariencia que en la realidad,
puesto que la densidad de la poblacíón rural seguía siendo de las
más bajas del mundo; an donde ia diversificación de los rubros ex-
portables denlro de la ganaderí¿ acentuó Ia dependencia en vez de
¡esolverla en otros términos.
Analizada así, con la perspectiva de doscientos largos años. tles-
de 1700 cuando nacía, a 1914, cuando afianzó su "modernidad", lla-
man más la atención los rasgos estructurales inalterados que las no-
vedades. Incluso podría afirmarse, exagerando algo Ia nota, que los
cambios sirvieron en última instancia al mantenimiento del "establish-
ment" ganadero ya definido en 1800. Este conservadorismo visceral
de la historia rural uruguaya no pudo menos que re{lejarse en toda
la vida nacional, desde la economía a la política r' 1a cultura.
Conservar sí, y negarse con pasión a las transformaciones, pues-
to que toda sociedad productora de alimentos sabe que el cambio
puede poner en tela de juicio su misión primaria. Conservar tambión
porque es posible: la demanda mundial no eügía una conversión 1o-
ta1 de lo antiguo a 1o nuevo; los elementos discordantes o contesta-
tarios son expulsados del seno de la sociedail rural hacia la urbana
el extranjero- por la misma estructura ocupacional que los re-
-o
cltaza; el origen de los cuestionamientos al orden establecido
ilteracción social- es siempre débil en los medios rurales; el grupo-la
que en otras sociedades tiene el papel dinámico de promotor del cam-
bio y alterador de la €structura, en la campaíra uruguaya era numórl-
camente débil y estaba disperso en la misma medida que lo imponía la
explotación extensiva; y raz6n final pero no menos importante que las
anteriores, gozó con Ia abundancia del alimento hasta por lo menos ia
aparición del {iligorífico y los pedidos británicos de carne vacuna. Del
campesinado concentrado, pobre y culturalmente original que ofrecía la
sociedad mexicana agrícola de 1910 podía esperarse una revolución;
de las peonadas uruguayas de 1900 levantamientos como los protago'
nizados por Aparicio Sarlavia, que concluyeron por pulir y perfeccionar
el orden establecido. L9O4, ya lo hemos dicho, fue la segunda fundación
del Estado en el Uruguay, Y ese Estado estaba sólo transitoriamente
en rnanos üe un tadical
178
2 La dependencia, ¿inevitable?
-
Segundo rasgo estructural que revela la historia de larga dura-
cién: Uruguay, primero como región, la Banda Oriental, y luego como
país indepqndiente, croció, cambió o se estancó "volcado hacia afue-
ra", determinado por las fluctuaciones de la economía mundial regida
por las naciones imperiales.
Decir esto puede parecer la comprobación de lo obvio. Pero debe
formularse esta pregunta: ¿pudo caberle otro destino? ¿Es concebible
que con su débil mercado interno y su pequeñez territorial desarro-
llara una estructura económica autónoma v armónica?
Por cierto que la historia no es ciencia de los caminos posibles
sino de la ruta transitada, pero no hay que ampararse en ello para
eludir una respuesta. Los gue proclaman lo ineluctable del destrno
dependiente del Tercer Mundo ,parecen abogar veces inconsciente-
mente- por otro sino: la primacía inevitable-ade los centros impe-
riales, que entonces justifican. La historia es ciencia de virtualidades.
Todo parece simple cuando ha ocurrido pero en el presente clue se
vive los caminos s,6 sligen, tal vez dentro de coordenadas, pero no
de imposiciones absolutamente rígidas. Hubo v habrá proyectos de
concluir con la dependencia. Sus fracasos no significan necesariamcn-
te la existencia de un "destino", sino, tal vez más simplemente, io
arduo de un combate. Los economist¿s puros tienden a olvidal lo
que todo historiador sabe: un proyecto de cambio implica un en€-
migo, y ese enemigo lucha.
El batllismo, por ejemplo, no sólo fracasó en su empeño por cier'
tos trasgos peculiares de su base social y su ideología sino también
por Ia tenaz resistencia que le ofrecieron "in totum" Ias "clases con-
sewadoras" del país y el capital británico.
A pesar de lo dieho, lo evidente es que durante más de doscien-
tos años el Uruguay rural a menudo el Irruguay a secas-. vivió
al amparo y a la intemperie -y de los países imperiales, creciendo si
ellos lo necesitaban, estancándose si no erla así. Cuando las guerras
se ¿batían sobre las naciones industrializadas del siglo XIX Cri-
mea, de Secesión en los Estados Unido+- el país sacaba partido -de del
momentáneo aflojamiento de los lazos invisibles que la economía libe-
ral había tendido. Ya en Ia segunda mitad del siglo XIX su historia
económica m un apéndice de la mundial. Tend¡á pautas singulares
marcadas por el brutal acorrtecer político, pero 1o esencial de la evo-
lución coyuntural proviene del exterior: las épocas de prosperidarl
1?9
(1850-i873), depresión (1873-1895) y nuevz prosperidad (1895-1914)
que regulan la vida europea y norteamericana, también regularon }a
urug'uaya, como se ha comprobado en los tomos anteriores.
Este "volcarse hacia ofus¡¿" generó un doble juego de desafios
del mercado mundial y respuestas del país rural. Estas resPuestas,
gue nunca fueron automáticas y sin ofrecer resistencia, engendraron
un tercer rasgo estructural: país de ciclos, de productos que reina-
ban el tiempo que los imperios decidían.
180
L
Hacia 1914 el frigorífico triunfa y el tasajo es sustituido por las
carnes refrigeradas. Se dirá: aquí sí hay una muerte, e incluso un
csmbio brusco. Verdad a medias. Los dos productos remitidos partían
de la misma materia prima carne vacun&-, € incluso, como fue
comprobado, ni siquiera esa -lamateria prima había su{rido modifica-
ciones totalizadoras hacia 1914 pues de seguro más del íAa/a del ga-
nado era aún criollo. Y aunque el mestizaje iuego triunfó, la carne
re{rigerada devolvió a la antigua es¡recie vacuno- el sitial de
-eI
privilegio de que había gozado desde los tiempos de Ia colonia. Po-
dría decirse que luego del breve interludio lanar ei
viejo país volvió por sus fueros. -1860-1914---
Resulta curioso y aleccionante comparar el más remoto pasac.lo
con el presente. Hoy la nación considera como una de sus industrias
con más porvenir la del,.. cuero. Por cierto, han ocurrido carnbios
desde 1o que se denominara tan justiciieramente "l¿ edad del cuero"
en 1800. El ganado vacuno es mestizo v puro; ya no se exportan los
cueros en bruto sino elaborados, ya no importamos calzado, sino que
lo exportamos y para no dejar o¿iosa la capacidad de los curtiemblct
debemos traer cueros salados de los... Estados Unidos! Sin ernbar-
go la paradoja 1o demuestra lnejor todar,ía- lo esenciai de l¡
-y
argumentación anterior pet'rllanece en pie: desde Ii00 hasta el mo.
mento actual el medío rural no ha r.ariado en lo {undarnet.rtal -su es-
quema productivo: siempre es el ganado. r' dentro de ó1, ei papei
protagónico lo asume el r-acuno: siempre har- nii-eles de producción
que parece no se puetlen soblepasar. La altereción más signi{icati.ve
{ue la incorporación del lanar. pero ella no bastó para provocar un
cambio totalizador. Siinplemente tornó complejo io tlue ya existía.
¿A qué se debe esta inalter.abilidad del medio rural uruguayo?
Pensamos que, en 1o fundamental. a una combinación de dos fe.cto-
res: el mercado mundial y los raseos originales de nuestra produc-
ción. El rnercado mundial nunca decretó la inviabilidad totai y abso-
iuta de ninguno de los rubros erportables del Urugua,v. Ello permitió
su mantenimiento. No lo hizo porque la producción uruguaya deri-
vada de la ganadería satisfizo y satisface necesidades primarias del
hombre en Ia civilización contemporánea: calzado, r,estimenta, alimen-
taoión.
¿Qué consecuencias trae este hecho? La primera es obvia:1a
demanda mundial en una compleja combinación de fuerzas, a la vez
que promueve ca&bios, refuerza permanencias. Ello consolida las teu-
181
deacias conservadoras de toda sociedad rural. I,a demanda mundial
Ias santifica pagándolas. En el Utuguay todo lo viejo halló sitio al
Iado de lo nuevo.
Y como cada ciclo engendró una respuesta social y política, y
ninguno de ellos murió nunca definitivamente, eI país fue siernpre
c¿rmpo donde se dieron cita las formas eonómicas más avanzadas
con las que en apariencia resultaban más anacrónicas, y las formas
políticas y sociales que habían nacido amparadas por la demand¡
mundial del cuero y el tasajo perduraron luego en el país de la lana
y sobrevivieron incluso en el de la carne refrigerada. Cuántas coexis
tencias, en efecto, se dan en el LTruguay contemporáneo. La gama
es infinita pues pasa desde Ia granja a la europea, abundante en el
departamento de Colonia, de producción diversi{icada, dirigida con
mentalidad empresarial, a Ia gran estancia casi cimarrona en los
departamentos de Artigas, Tacuarembó y Rivera. en donde Ia mono-
producción ganadera se hermana con una mentaiidad donde conviv-e,n,
€n extraño maridaje, el cálculo para lograr la máxima ganancia, y el
afán ---<ro capitalista-, de gastar y ostentar en lez de invertir.
182
mún, por otra parte, a todas las naciones hispanoamericanas que es-
taban en su etapa de aprendizaje político? ¿Acaso la indefinición
elel sentimiento nacional, Ia debilidad del Estado como {actor coacti-
vo y Ia "internacionalización de los partidos" uruguayos con los ar-
gentinos y riogranilenses, no cumplieron también un rol destacailo
,en Ia génesis de ese período turbulento?
El gran ciclo del cuero y eI tasajo (1700-1860) tuvo una influen-
cia más di¡ecta y obvia en la forma de propiedad dominante: el lati-
fundio. La ganadería vacuna extensiva llevaba de la mano al latifun-
dio. Y no era posible otra si el mercado mundial sólo compraba el
euero y abandonaba la carne al consumo de las poblaciones esclavas
y pobres de Brasil y Cuba. Para usar una terminología técnica: ia
€scasa renta por unidad de producción (hectárea de pradera natural)
hallaba su compensación concentrando el suelo.
Luego de la Guerra Grande aconteció eI cambio más preñado en
consecuencias: la iniciación del ciclo lanar gue iba a dar la tónica
al medio rural hasta 1914.
Vi¡culada Ia transformación otra vez a la presión acuciante del
mercado mundial eI momento en que la industria textil europea
-en
veia desaparecer el algodón ante la Guerra de Secesión en los Esta-
dos Unidos-, el lanar se implantó triunfalmente en el Uruguay ca
sólo 10 años (18ó0-70). Pero... al lado del vacuno.
Posiblemente no hubo en toda nuestra historia rural una trans-
Iormación más ¡adic¿I.
Al lanar aparece vinculada Ia paz política 1'la consolidación del
poder estatal. Enriqueció a los estanc.ieros 1- al país, le dio un valor
permanente y elevado a Ia producción rural de colocación ahora "e-
-§aura€n el mercado internacional. Ello cambió Ia óptica de los hacen-
elados frente a las guerras civiles, siempre destructoras de riqueza,
pero antes en realidad, de riqueza sólo teórica. Matar un novillo, de
difícil colocación en eI saladero penüente de la escasa demanda cu-
bana y brasileña, vaya y pase. Destruir un rebaño, eso no, sonaba
a herejía. Pero. ¿cómo desdeñar otros elementos que contribuyeron
tambien a la pacificación interna de la nación? El avance tecnoló-
gico de los medios de represión, trlansporte y comunicación puestos a riis-
posición de la autoridad central; la profesionalización del Ejército en ias
campañas del Paraguay y Ia Revolución de las Lanzas; la consolidación
eomo estados de Argentina y Brasil luego de la Guerra del Paraguay;
el afianzamiarto del sentimiento nacional uruguayo; el peso de los
inversores extranjeros y el alto comercio montevideano deseosos de
x83
orden a toda costa; la sanción del Código Rural que fijó la estruc-
tura vigente de la propiedad de la tierra; todo ello, en verdad, se
conjugó con el cambio rural reseñado para fortalecer al Estado y con-
solidar un determinado orden económico-social.
Al lanar apareoen más directamente vinculados otros fenómenos
de índole social y económica.
El vacuno explotado extensivamente en praderas naturales sólo
era rentable en la gran,propiedad. El ovino, explotado también exten-
sivarnente, es rentable tanto para el grande como para el mediano
propietario. A una sociedad rural sin opciones para el ,sector qus
deseaba la propiedad, sucedió otra que las o{recía. La clase media
rur¿l halló en el lanar su mejor asidero, su tabla de salvación. La re-
Iación gran propiedad-vacuno y pequeña y mediana propieclacl-ovino,
es una constante en nuestra historia rural. La expansión del lanar está
en la base de la pluralidad de la sociedad rural propietaria que su-
cede al tono uni{orme de esa misma sociedad cuando predominaban
el vacuno o¡iollo y el latifundio. Ese es el hecho. Explicar el surgi-
miento y,afianzamiento de una clase media a través de estt sol¿ modi-
ficación del esguema productivo, ya es harina de otro costal.
elementos jugaron su papel. El ovino erigió más mano de
- Otros
.obra que el vacuno y mano de obra especializada.-En los primeros
20 años de su implantación (1850-70), hubo que pagar un preio
muy caro por ese requerimiento: puesteros habilitados, con el tercio
o Ia mitad de las pariciones como retribución, arrendamientos a quió*
sabía explotar el nuevo animal, todos escalones para el ascenso sácial,
La clase media rural que había atravesado indemne el período de las
revoluciones partiendo de los pocos repartos coloniales ecuánimes, se
vio fortalecida por un animal que exigiendo 5 r,eces menos campo
que el vacuno rendía por hectárea prácticamente lo mismo. También
ocurrió que la mayoría de los grandes estancieros del norte del liíc
Negro se negaron a aceptar el lanar con la rapidez que les hubiera
permitido aprovechar lo mejor de Ia coyuntura internacional (situaria
entre 1861 y LB67). Quién la aprovechó fue la clase media y los gran-
des hacendados "progriesistas" del litoral. casi todos de reciente orige.n
inmigratorio: vascos, británicos, franceses, alemanes.
Es también un hecho que el mercado mundial no había decreta,
do la inviabilidad del vacuno criollo, sino que simplemente había
abierto una alternativa que por el momento era más lucrativa. Menta-
lidad rutinaria de la mayoría de los latifundistas y mercado se com-
binaron para ofrecer esta oportunidad, esta brecha, a la clase media,
184
El ovino al valorizar la producción de la tierra impulsó la ocu-
pación total de la misma. Tendieron a desaparecer, a ser expulsados,
los "ocupantes" que marginaban las grandes y medianas estancias. La
tierra ahora tiene dueño, tal vez no legal pero históricamente muy
re¿l. A ello se agregó un hecho tecnológico para ampliar el drama
social: el alambramiento de los eampos v ia desocupación derivada.
Apropiarse dei suelo exigía delimitarlo : trabajar con el ovino
implicaba mestizar. Nada de esto se podía hacer sin el alambrado. El
cercamiento, etapa lógica en la evolución de este capitalismo ru-
ral, llevó consigo la desocupación de buena parte de la mano de
obra ¡ural. Ocurrido entre 1875 y IB90 turo una consecuencia ines-
perada: creó una masa dispuesta al abigeo primero, a la guerra civrl
después. Las revueltas de Aparicio Saravia parecerán anacrónicas a
los observadores argentinos llue las contemplan. No 1o son. El Uru-
guay no ofrecía ninguna alternativa ocupacional a la masa rural des-
plazada por el cerco. Aquí no sucedió la contemporánea revolución
del cereal que cubrió de alfalfa, trigo y maíz a Ia Pampa argq:rtina.
Sólo quedaban como rutas transitables la protesta y la miseria. Dei
'camino a seguir, de la elección que la masa de los desocupados adop-
te, serán responsables tanto Ia vida política del país como Ia mayor o
menor fortaleza del Estado. Si las reivindicaciones de la oposición
no hallan salida legal como en 7897 y 1904, Ia guerra cir.il se tran-
sita. Si el Estado es fuerte y la oposici6n comienza a ser oída iegai-
mente, Ia guerra civil se sofoca v queda como único destino ia mise-
ria: así sucedió en 1910. Per-o. ;cuidaclo!. esas guerras civiles ¡o
tuvieron contenido social. Lucharon blancos v colorados. no rebeicles al
orden establecido contra sus defensores. Había proletarios. si el tér-
rnino cabe en aquella ganadería uruguala: no había proletariado.
Por último, el lanar tuvo otra consecuencia en Ia historia rural
del país: diversi{icó sus rubros exportables v sus países compr¿d6-
res. En otras palabras que de inmediato explicaremos: otorgó a toda
el área del Plata (en este caso debe también incluirse a la Argen-
tina) una capacidad de maniobra relativa pero eficaz-
-siempre
frente a los imperios mundiales, como nunca la tuvieron las otras
naciones ]atinoamericanas.
Al cuero adquirido por los Estados Unidos e Inglaterra; al tasajo
por Brasil y Cuba, se sumó Ia lana comprada por Francia, Alemania
v Bélgica. ¡Qué distinto fue el panorama del Brasil atado al ca{é y
Ios Estados Unidos, o el Chile del salitre y la Gran Bretaña!
185
AlUruguay y la Argentina Ixrrece tocarles en suerte desde 1&70
a L9L4la menor dependencia dentro de la dependencia; dicho eon
otro juego de palabras: la mayor autonomía dentro de las regiones
gue carecen de ella. Autonomía relativa que constituye el guinto ras-
go de la historia rural del país.
186
.1
i
.l
I
Ia situación política rioplatense. Además la inversión era demasiado
cuantiosa puru *áro". la atención. Si se hubiera querido con-
"oriro uruguayo habría que haber invertido de 4 a 6 veces
trolar el suelo
el valor de todas las colocaciones británicas, desde los ferrocarriles
a las aguas corrientes. Y sin Ia seguridad que ofrocía la inversión en
eervicios públicos monopólicos. Competir con el inmigrante y el na-
tivo que adoraban la posesión del suelo y le asignaban más valor que
el tenal pues rendían un culto a la tierra, no era rent¿ble ni lógico.
Por ello la tierra quedó en nuestras manos. Por ello buena parte de
Ias utilidades de la exportación permanecerán dentro de las naciones
ganaderas y las vivificarán.
Esa acumulación de riqueza estuvo en la base, es lo que permi-
tió, el nacimiento de las experiencias railicales australiana, rleozelan-
desa y batllista urugua)'a. ¿Motivación ú¡ica? Naturalmente que no.
También influyó el que fueran sociedades más abiertas, donde el apor-
te inmigratorio, por reciente, era esencial para conformar actitudes
receptivas al cambio. Pero la estructura económica no pude ser olvi'
clacia.
187
fundos el cuidado de la especie mayor. Pero la coyuntura, eso tan
olvidado, Ia había justamente debilitado en esos mismos instanles:
1914 fue un año terrible para el ovino por las excesivas lluvias, rnás
de un tercio del rebaño nacional se perdió. En cambio, la espocie
mayor, ¿¡¿ndo se produjo el alza increíble del precio del gana"rlo
(1912-1919), estaba ya en poder de los gdandes hacendados. Estos
adanás, poseían los rnejores campos, en calidad de suelo e irriga-
ción. Resultaban los aptos no sólo para criar sino v sobre todo para
invernar, De todo lo cual se deduce que los modelos teóricos reciben
su corrección en la realidad histórica concreta. tal vez porque sea
imposible tener en cuenta todas las variables.
Sean cuales sean las interpretaciones, los hechos subsisten. En el
Uruguay del novecientos, frigorífico, vacuno y sran propiedad fueron
una trinidad indisoluble.
¿Basta ello para entender la persistencia del latifundio y los sis-
temas de explotación "arcaicos"? ¿Merecen ese calificativo sistemas
de explotación todavía rentables si tenemos en cuenta el mínimo cs-
fuerzo de dirección personal y la casi nula inversión que exigían?
La rutina, nota siempre presente en toda civilización agraria. re-
cibe del mercado diferentes sanciones. Este puede decretar su invi¡-
bilidad total o parcial, castigar al productor que se resiste al caml¡io
lel mestizaje, la pradera mejorada o artilicial en este caso) negándose
a recibir sus lanas, carnes y cueros, o puede simplemente premiar nie-
jor el esfuerzo de los "progresistas" sin dejar de acoger el de los
"arcaizantes".
De seguro ese caso final fue el del Lruguar-. Por una combina-
ción de circunstancias ya explicadas (instalación del frigorífico a raiz
de la pugna estadounidense-británica, demanda de inmediato ampliada
por la Primera Guerra Mundial), el mercado ni siquiera exi¡;ió a los
€stancieros el total mestizaje de su hacienda. Por lo demás, la carne
vacuna no eliminó, como ya hemos enfatizado. Ios ciclos preceden-
tes. Cuero y lana seguían aceptándose. Incluso los mercados tasajeros
sobrevivieron mal que bien hasta 1930 por lo menos.
¿Es suficiente ,este análisis, covuntural en algunos planos, para
dar cuenta de la permanencia del latifundio v el "arcaismo"?
Tal vez no. Concluida la Primera Guerra Mundial e implantado
con rigor el poder del trust frigorífico, los hacendados tuvieron que
terminar Ia tarea del mestizaje. Hacia 1930-35, la Federación Rural
estimó concluido el proceso. ¿Y su complemento agronómico, la pra-
dera mejorada?
188
El "establishment" ganadero demostró una pa,<mosa facilidad pa:,
adaptarse al mercado. La división del trabajo entre criadores e in-
vernadores sustituyó en buena medida a la pradera artifi:ial. Es;q'=:-
ble que ello significara una solución antieconómica par3 ei ¡,i. r.-
¡nado en su totalidad, pero era una solución muv econórr:ca p,'. ,'.-
titulares concretos de la tierra y el ganado. Coincidía. adema-i.- c,,::
s¿¡ estilo de vida, sus valores, y el peso de una geografía dealenta,i¡'-
ra. La agricultura tenía mala fama en €sta tierra de clima azaro$ 1'
suelo no pampeano. Para otros, no lo olvidemos, era una herej ia.
pasarse al bando del enemigo. Durante doscientos años habíamos sido
r¡n pueblo ganadero, de pastores. La tradición alimentó una mentah-
dad y el mercado nunca decretó su total inviabilidad. Las fuerzas ia-
lernas que deseaban el cambio eran débiles pues la misma estructura
cle la sociedad ganadera las había expulsado de su seno, urbanizán-
dolas o haciéndolas emigrar al extranjero.
Desde los lejanos días del coloniaje nuestra pradera natural posi-
bilitó la obtención de los bienes económicos con la menor fuerza
demográfica y técnica posibles. Desde este ángulo fue una bendición.
Pero al no actuar nunca como un desa{ío que exigiera la ¡es-
Iruesta inventiva del hombre e impusiera su activa intervención, obró
como un anestésico. Dio vida a uno de los aspectos específicos de
nuestra civilización ganadera: el apego a los "dones de Ia naturaleza".
Rrcreó un viejo mito de los pueblos primitivos y lo alimentó con el
óxito económico que nacía de su fiel observancia: sólo la tradición
es sabia.
Desde este ángulo la "bendición" era diabólica: hizo posible des-
deñar el cambio y mantener lo esencial- las estructuras anti-
-en el día de hoy desde el siglo XVIII.
guas de la explotación rural hasta
Estableció la "ganadomanía", el descuido del suelo, el cuidado del
animal: el protagonista de la explotación no es la tierra, es el vacuno.
Unido a la pradera natural y la mentalidad, el latifundio.
En el mundo del siglo XVIII, al que nacimos como región, s-ólo
el vacuno importaba. Era el que a menor costo proporcionaba el úni-
co a¡Lículo con valor exportable para esa etapa del desarrollo euro-
peo: el cuero. Su influencia más directa y obvia cristalizó en una
forma de propiedad dorni¡ante: el latifundio, como ya explicamos.
El latifundio se convirtió en otra constante de la historia rural, tiñen-
do a toda la sociedad con sus rasgos: desocupación, es¿asa población,
tecnica de explotación primitiva, resistencia al cambio, mentalidad "ar-
caizante", dificultad para irnplantar un moderno sistema de transpor-
tes ante el escaso volumen de la producción.
189
La gran propiedad recibió el espaldarazo del mercado mundial
hasta Ia irrupción del lanar en 1860. Luego, como dijimos, hubo op-
ciones. Mas ese espaldarazo no significaba gue el mercado hubiera
aprobado al latifundio real y cotucreto que ya se había enseñoreado
de la nación en 1B0o. Este tenía otros orígenes: la legislación agra-
ria española, el favoritismo practicado por autoridades arbitrarias, el
control del estado por los ocupantes de las tierras fiscales, la ambi-
ción de los poseedores de extensiones grandes como "Reynos".
De haberse quebrado ese latifundio concreto ¿el acrecentamien-
to del grupo posedor hubiera dado una tónica distinta al desarrollo
económioo, .o.irl y político del país? Es mur posible. Por-ello la
derota de la política agraria artiguista de 1815 ante ia invasión por-
tuguesa de 1816, puede verse como Ia pérdida de una alternativa, de
un camino diferente para la sociedad rural ,v el país todo, del que his-
tóricamente se recorlió. El batllismo deseó dar otro golpe de timón,
idealizando a la pequeña y mediana propiedad. Pero 1900 no es 1800.
El enemigo era ahora fuerte. Se sabía consolidado. Se sentía. además,
respaldado por un mercado que lo premiaba con excelentes precios a
ratz de la pugna inter{rigotífica primero y la Guerra Mundial des-
pués. Había creado, en otras palabras, un "modelo" que. por el rnomento,
generaba el éxito económico.
Pradera natural, latifundio y mentalidad "arcaica" se convirtie-
ron en otro de los rasgos permanentes que revela la historia de iarga
duración. Nutriéndose el uno al otro, conformándose mutuamente,
aceptados en su origen por el mercado mundial. nunca condenados
sino a lo sumo obligados a cambios que mantenían sus esencias por
las demandas de los países industrializailos, sobrevir.ieron incluso
cuando la gran revolución del lanar pareció ponerlos en tela de jui-
cio. El lanar, en la situación histórica en que se implantó, diversi-
ficó al grupo dueño de la tierra, pero los grandes propietarios siguie-
ron dominando por lo menos la mitad del suelo aprovechable. I11
frigorífico, más tarde, como hemos observado, los fortificó.
Dentro de esa perspectiva, el batllismo, con sus planes mucho
más confusos gue los artiguistas en materia de tierras (también la si-
tuación era más compleja, por cierto) y sus bases sociales ende-
bles, fue, tal vez, un mero accidente, un movimiento incapaz de alte-
rar "la larga iluración".
Decir esto no es, por supuesto, decirlo todo,
Hay otros posibles y complementarios ángulos de en{oque. La
historia comparada pueile brindar uno muy significativo.
190
7 Razones geográficas e históricas que
- explican el Uruguay rural consen¡ador.
Un eiercicio de historia comparada
191
É
ridad con los descubrimientos geográficos de los siglos XV y XVI.
Baste ese ejemplo para comprender lo que queremos significar al ha-
blar de geografía humana.
Dicen que Michelet iniciaba sus lecciones en el Colegio de Fran-
cia sobre la historia de Inglaterra diciendo poco más o menos: "Se-
ñores, Inglateua es una isla. Pues bien, ahora ustedes saben casi
tanto como yo sobre ella". Era un buen principio. digrro de la mejor
historiografía francesa, la que enseña ![ue a veces hay que planear
alto aun a riesgo de caer. Sigamos el consejo de Lutero y pequemos
con exceso. Por las tres mil páginas anteriores muchos nos han acu-
sado, tal v€z con razón, de pecar poco, de atenernos demasiailo al
dato, realizando una historia coJ'untural cuandr, el análisis de las
estructuras era lo que imporiaba. Es posible. También es casi s€gurc)
gue no tengamos el mismo concepto de estructura que nuestros crí-
ticos. Esttuctura sí, pero ]a que revela "la iarga duración", no só]o
la económica.
La primera gran diferencia en el punto de partida entre Australa
y la Argentina, entre Nueva Zelandia y ei Lrugua,v, es precisarnente
de naturaleza geográfica: el carácter i¡sular de los dos pueblos de
origen británico, el estar inmersos en un continente de los dos riopla-
tenses.
Nueva Zelar'dia fue y es isla, pradera... 1- carbón. Lo prirnero
hizo que su sociedad tuvier¿ una cápacidad formidable de autodetgr'
minación en materia de elección de políticas; Io último implieó que
el sector ganadero hallase enfrente, disputándole el poder, otro sector
casi tan fuerte y viable económicamente como é1: el minero.
Uruguay fue y es, según feliz definición que no nos pertenece,
pradera, frontera y puerto (283). Su carácter de frontera deriva de su
condición continental y su pequeñez territorial. Eilo le restó posibiliria-
des de autodetergninación, lo sumergió )- sumerge en Ia vida conünental.
Territorio en eterna disputa, primero entre España y Portugal,
luego entre sus herederos, Argentina y Brasil, nuestro país vio di{i-
cultada la construcción de su estado y la consolidación del sentimien-
to nacional por ser todo é!, desde Colonia a Rivera, una frontera
entre dos Imperios y luego entre dos naciones. La construcción del
Estado nos insumió más tiempo ,y recursos que los que insumió a los
neozelandeses. Estos en 30 años (desCe 1&1O hasta el fin de la gue'
rra contra los Maories hacia 18?0) lograron un nivel aceptable do
seguridad y cohesión. El Uruguay, habiendo iniciado antes el Proce-
192
I
I
I
l
I
I
l
so, lo culminó más taráe, recién en 1904. Un avance de 40 años en
una historia de doscientos es mucho. No podemos dejarlo de lado.
Pero no fue sólo la di{erente manera y el diferente "tempo" con
que se logró el orden internc. Fue 1, es también el distinto nivel de
opciones permitidas con que cada socieriad contó y cuenta, la capa-
cidad de autodeterminación. Nuestros r ecinos y los sistemas políticos,
sociales y económicos que encarnan en cada etapa de su historia,
vigilan la evolución uruguava. Dos injerencias del norte, por ejem-
plo, guebraron posibles modelos urugua\ os diferentes al que luego
prevaleció: Ia invasión portuguesa de 1816 destruyó Ia experiencia
revolucionaria artiguista y un primer reparto de tierras; la invasióa
iirasileña de 186-tr, arruinó lo que en potencia parecía el primer es-
fuerzo "modernizado¡": el gobierno de Bernardo P. Berro.
*r< *
País-frontera, también país-puerto.
Por estar colocado a la entrada de un poderoso sistema hidro-
gráfico que regaba la parte más poblada de América del Sur en el
siglo XIX, Montevideo rigió los destinos del Uruguay en la misma
medida en que pretendió hacerlo Ia campaña. Pero no es la vieja anti"
nomia ciudad-campaña o civilización y barbarie la que queremos re-
vivir sino otra, de índole económica. Al lado del sector ganadero, otr.o
sector alto y dominante, el mercantil, que esquilmó y debilitó al primero.
En Nueva ZeTandia el sector que contrabalanceó el poder de lo¡
ganaderos fue el minero e industrial, el cual vivía de sí mismo, no
corno el mercantil uruguayo a costa de la riqueza ganadera. Entonces
Io que limitó fue el poder de los grandes terratenientes, no el de Ia
ganadería que resultó afianzada en la misma medida en que forta-
Ieció a una riea clase media rural.
La historia de los comerciantes montevideanos muestra el reverso
de esta política. Tiene dos capítuios fundamentales: los empréstitor
usurarios al Estado, los agricultores y los hacendados; y la quita de
ia intermediación a la producción. Lo hemos analizado en tomos ante-
rio¡es. Tratamos incluso de medirlos cuantitativamente y liegamos a
sorprendentes resultados. En relación a las zafras laneras, por ejem-
plo, una de cada cuatro, cinco u ocho (dependía de las épocas), pasó
a poder de la intermediación. Era la ganadería Ia expoliada, sobr-e
todo el sector medio, ya que algunos de ]os latifundistas {ueron tarn-
bién barraqueros y bangueros.
19-1
Adenrás, y
dado el grado de ausentismo de nuestros grandes pro-
pietarios urbanizados, el sisterna de tenencia de la tierra hizo otra
sangría cuantiosa a la ganadería: la renta. Como decía el fundador
de la Asociación Rural, Domingo Ordoñana, el lujo de Montevideo
(que era el de sus cúspitles sociales, merc¿ntiles y terratenientes) se
sostenía con la renta de la tierlra, la intermediación y Ia usura.
Nueva Zelandia ofreció otro panorama. En sus dos grandes islas,
diversidad ,de puertos y eercanía a Ia producción; bajo costo del
transporte y competencia dentro del sector mercantil en primer lugar;
debilidad del mismo en segundo lugar por cuanto sólo contaba con
la producción neozelandesa para lucrar. ¡Qué di{erente es el panora-
ma uruguayo con el monopolio de Montevideo, su lejanía del norte
del Río Negro y el formidable poder financiero de zu "alto comercio"
basado en el control del Uruguay, la Mesopotamia argentina y Río
Grande del Sur!
Nueva hlandia vende la lana en remates públicos ya en 1858;
los hacendados uruguayos se quejan de la desinformación sobre el
precio,internacional de sus lanas y la riqueza desorbitada de los barra-
queros franceses y alemanes instalados en Montevideo todavía en 1914.
*rr
La riqueza diversa del suelo en minerales y recursos energéticos
también decretó diferencias fundamentales entre los países de Austra-
lasia y los del Plata.
Oro en Australia y Nueva Zelandia descubierto respectivamente
en 1851 y 1862: depósitos de carbón; recursos hidroelectricos fácil-
mente aprovechables. Srrrge una fuente de riqueza al lado de la pasto-
ril que se contrapone a ella y lucha contra la forma aberrante del
latifundio. Bien asentada, sobre bases sólidas, no como el penoso
desarrollo de l¿ industria liviana en los países del Plata, amparado en
barreras aduaneras y las buenas intenciones de los gobiernos que
procuraban diversificar la economía.
Cuando el poder de la gran propiedad estuvo por consolidarse
en Australia, lo impidió hacia 1860 una coalición formada por ele-
mentos heterogéneos pero fuertes: gobierno imperial británico, inrni-
grantes que atraídos por el oro no habían hecho fortuna con él y
áeseaban tierras, industriales y obreros fortalecidos por el desarroilo
!
del mercado interno en expansión. Algo similar ocurrió en lrlueva Ze-
landia cuando la crisis de 1890 colocó en el gobierno a las mismas
{uerzas sociales.
194
La geografía no agota en lo preredente sus irflu::r.:res.
Aceptando en lo que - debe el s.luara,it T,.:.i"::. ,:.,1._,r,,,
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británico fue forzado a dar una repusta al de=al:, ,::¿ r-.-:r..: :=,-
zelandés, quebrado y boscoso. le impuso: d p,a,<', :;i -,,.-::.:-:i- :.rje
el comienzo, desde la primera mitad del siglo \I\.
En Uruguay, como ya Io hemos dicho, rigió e¡,-¡-i,: -:, i.::-
dición diabólica de lo fácil. La pradera natu¡al no exigió i¡:::::..,,i
del suelo, éste ya estaba dado.
Los dones de la naturaleza son peligrosos: promueyen e. quie-
I tismo gue se asienta también, . al menos en el Uruguay, en ,r, .ólido
razonamiento: sin riesgos ni inversiones se obtiene *"rro. que coo
ellos, pero se obtiene siempre bastante. En este sentido el ú-rug,ruy
fue y es tierra de opciones, se puede elegir entre lo espontáne" j- ló
plantado, el prado natural y el artificial. La elección depende d" ia.
exigencias del mercado mundial y la evolución de su cáyuntura, ras
características del grupo poseedor de la tierra y las fuerzas internas
gue im,pulsen los cambios, Demasiadas alternativas y condicionantes,
en verdad. Tanto más cuanto que si la agricultura es en Nueva Ze-
Iandia poco riesgosa dadas las ca¡acterísticas estables de su clima, en
el uruguay es actividad peligrosa dado el rasgo por demás incierto
de- sus precipitaciones pluviales. Con el mismt promedio de aguas
caídas (10@ mm. al año), las dos naciones presentan un hermoso
ejemplo de lo que se oculta detrás de realidades matemáticas. En el
Uruguay lo regular es lo irregular: la variación del promedio de un
año para el otro en tn 25/o. Más grave aún para cualquier clase de
cultivo: las variaciones intermensuales, un año cada dos, por ejem-
plo, exceso de lluvia en época de siembra. Inundaciones y -equías se
alternan cada 5 años. Pocas veces el resultado es dramático, pero bas-
ta para desalentar. Heladas blancas, sobre todo en primavera, y grani-
zo acentúan la inseguridad.
***
Al lado de la geografía, algo más claramente humano, la histo-
ria. (*)
El Ministro de Su Majestad Británica en 1909, tan absurdo en
su racismo, había señalado empero, un dato obvio: Nueva Zelandia
(.) Bespecto a Nuela Zelarrd.ia, algunas de las id.eas que siguen nos
:ueron sugeridas por el sociólogo Germán 'W'. Ra.ma, a quien agradecemos
su generosidad inteleattlal,
195
fue hija de la Gran Bretaña del siglo XIX, eI Uruguay de la España
del XVIII.
Nada Ie costó a Nueva Zelandta su independencia, nada le costó
hasta 1914 la defensa de su soberanía, 9oz6 desde el principio de los
créditos más baratos de la City y la protección del Colonial Of{ice,
recibió por fin, un legado cultural, a trai'és cie la inmigración esco'
gu1..u e inglesa, llcno de experiencia política y de valores y
".ru,
cc,nductas típicas del más avanzado capitalismo de1 siglo XIX-
En 1853-54 logró su primera Constitución, en 1907 la calidad
de Dominio. No hubo lucha. Es un proceso 1ógico en las colonias
ingiesas de poblamiento del Imperio Británico. iQué maravilla ser
coionia inglesa... cuando los ingleses la habitabanl Ai LTruguay, si
es que la independencia puede cousiderarse obtenida en 1828, ella Ie
impiica trB tremendos años de destrucción de su riqueza ganadera,
de su actividad mercantil, sangrías demográ{icas. I' heridas psicoló-
gicas que estarán en la base de los futuros bandos tradicionales et
que la nación se dividió.
La flota imperial defendió la soberanía de las colonias británicas
sin costo algurrá para ellas hasta por lo menos la Primera Guerra
Mundial. Jos"eph Chamlrerlain lo reprochó a canadienses, australianos
y neozeland"."u "n una de las primeras conferencias imperiales eu
isOZ. S"¡ol¿ también cuán distinto era el caso de las repúblicas sud-
americanas. Estaba en lo cierto.
tiempo, esfuerzos y recursos distrajo el ^área platense
'en la¿Cuánto
defensa de su soberanía política iuego de 1830? Recordemos
sólo las intervenciones francesas e inglesas de 1838 a L862 en nuec'
tro país. Fero no olrridemos tampoco las amenazas est¿ilounidenses e
i'.alianas.
Varias cleudas especiales, con rentas predeterminadas y fijas dei
Presupuesto General de Gastos, tuvieron que ser pagas a los residen-
tes franceses, brilánicos e italianos entre 1360 y 1870. ¿Cuál fue el
costo real, en dinero, en atraso del proceso de consolidación del Esta-
do y el sentimiento nacional, de la gran iniervención franco-ingiesa
durante la Guerra Grande? Todavía en 1911 el gobierno de José Bat'
lle y Ordóñez debió retroceder en su política contra los monopolios
extranjeros ante la amenaza diplomática de Gran Bretaña: fue el fa-
moso caso de los seguros ,v la creación fallida del monopolio de los
mismos a cargo del Estado urugua,§o.
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desprecio al trabajo manual y búsqueda afanosa del ennoblecimiento i
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determinación, no desafiando la capacidad inve¡rtiva del hombre y co¡
un sector lati{undista fuerte, se asentalon colonos del Imperio más
débil de los siglos xvIII y XIX, que tuvieron que luchar contra el
rnás fuerte y su propia escala de valores arcaicos'
Todo lá anterior es como el telón de fondo de la historia rural'
El bosgue que creemos haber descripto luego de pasar revista pormení¡-
rizada y fatigosa a los árboies.
Una sociedad agraria que se enmarc¿ en eI seno de otras muchas,
visceralmente conservadora: dependiente. r'olcada hacia afuera; con ci-
clos que nunca desaparecen del todo r aiimentan el aforismo típico del
,".p"io al orden establecido: sólo ia tradición es sabia; con produc-
.iones competitivas de las euroPeas \- en manos del capital local, 1o
que permite ciertas audacias sociales r políticas. {renadas al menor
,ilrbá d" coyunturas difíciles: trabada en su desarrolio por las quitas
de ]os parásitosr el sector de mercaderes Í renlistas. los imperios cle
turno y una estructura de la propiedacl de la tierra que alimenta ia
inercia en la misma medida en que la geogra{ía Io hace'
Una sociedad ganadera que ha sabido eliminar el peligro tlel cre'
cimiento demográfico (ya que no ofrece Puestos de trabajo en el sec-
tor rural), urbanizando o haciendo emigrar. Que ha dispersailo a las
peonadas en la extensión del gran fundo. disminuyendo su pe-so nu-
*é.i"o con cada avance tecnológico. Lna sociedad en Ia que el peón,
luego de las "patriadas" de Aparicio Sararia. quedó reducido a de'
cor"af como escültura la puerta de entrada de la fuociación Rural dei
LTruguay. Una sociedad ganadera que gana batalias atrincherada en la
,l"f*i.u-de lo "nacional" identificado con la "campaña". Una sociedad
a la quele resta, sin embargo. un último riesgo por conju-rar: lo que opi-
,r", á" su viabilidad la sran ciudad que ha contribuído a crear y. el
nrercado mundial.
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CUADRO N9 4
EMPRESARTOS
206
IT OTAS
ACLAft.ACIONES
1
1i...\.Ii,: Iie\-ist¿i a[e ]a. Asoci¿rcióil Il.ural del
fi. M. 1. : Reyista deI Ministerio de f ndustrias. Ui.uguay.
rt.A.u.M.: Revista de Ia sección Agronomfa de ra uni'e¡sictad ire ]ronte-
vid.eo.
lI.M.I. : flenlori¿ dol t{inisterio de Inrlustiias.
¡1..{.: .Itstadfstic¿ agrÍcola ario 191u, publicación del f,[iniste].io rle rndus-
trias, Monte]/ifleo, 1916.
D. S. C. R'. :Diario de Sesiones c1e la Cáma¡a de Re],resentantes.
D.S.C.S.: Diario de Sesiones de la Ctántar¿r ete Seriadores.
El nombre de los diarios de-_]fontel-ideo y el interior se ha puesto entr:
comillas v se indica la localidad siempre' que no se trate de -Mónterjideo;
ya seguido .1e1 tftulo dc los ¿rrtlculos cit¿rt1ós.
- (1)y de
tivos
Las cif¡as fueron extxafdas de 10s Anuarios Estadfsticos respec-
Ia E.A.
(2) MartÍn C. -\Iartfnez: .,La renta territorial,,, Montevideo, 191g, pág.. 194
(3) 1-i,.A.U.f,,f .: juliu 190? y aB.osto 1909, iágs. 9 y 5J.
(4) l\[ens¿je de] Presidente Claudio Wiilímán a 1a ]A,samblea Generel,
}{ontevideo, ¡'Ff lS de febrero de 1911, pág:s.61-62.
--_-(5).Los forrajes. Sig:to", 5 abril 1906: Libr.e-introducción 11e cereales; 26 enero
1911:
(6) J-l.A.U.ft.; diciembt.e 110S, prrss. S r. ,.
,.Lna (?) .'.t.:1. Sigio",
\-cnta .r0, 12. ti ¡. :'i iebreró 190t: A\.iso: Culonización;
de gran irnportancia; La colonización ale la Estanzuela; -lái. Colo-
¡ización de la Ilstancia, _ltiEaue1ete. Itr.A.Il .; J0 abrit f S0?, p¿á. -iiebigs. .,Itrf
'tiempo", 2E abrit 1t09: Ch¿cras a plazos; iU -á,¡"it L91t: 'tfañños
"El l)fa", 38 julio 1909: -1{ás coloniCs agropecuarias. -,,ú' SlÁlior,- Z
1!()9: last¿rncia S¿rnt¿ Adelaid¿1 . Su prúxima irilouizar:iórr; ;ó\,iáil¡ü ""i"¡.e
Tierras; 1? febrero 1U10: I¡raccionamiento de carnpos; Z7SZ ubrit 1911: Aviso:
fgOS:
tultrrra.
(72) "El Tiempo", 3 agosto 190n: Tarifas terrocarrilerás.
(13) 'trl Sislo", 2 agosto 1913: EI valor de las tierras.
(14) ''tr1l Sis1o", 10 setiembre 1910: La, inalustria a,grfcola; 4 norien)br É
1911: Aviso: Finsanche del ejido cle ]fercedes. ¡'81 Dfa,', 16 setiembre ti.,rt.
Remate de chaeras a plazos.
209
(15) "EI Dfa", 18 Julio 1913: La situación econÓmlca.
(16) "El Tiempo", 28 octubre 1913: Las "rancherfas".
(fZi "El Sielo",'15 febrero 1906: ColonizaciÓn espontánea; 1o ¿6"11
1909: La ¡'El tr'ederación Rur¿l.
(18)
-19i Siglo", 28 iunio 1913: I-os agricultores rusos.
D.s.C.R.;' sesió; del 5 ale julto 1913, Tomo l{c 226, páss. 137-148;
sesión del 8 julio 1913, Tomo Nc 226, pács. 1??-206; sesiÓn del 9 julio 1913,
Tomo No 226, páes. 210-242. "El Siglo",26 abril 1913: Inmicración ruse;
5 junio 1913:- óef Dr. Alberto Nin. sobre colonizaciÓn; 4 noviemb're 191' :
- (20) ¡'El 24 enero 1912: Colonos
Colonización; austrfacos.
Sigto",4 Julio 1913: El vacfo de los campos;6 Julio 1913:
probierÁas actuaies;'8 febrero 1908: tr'omento agrfcola. R.}f.I.; mayo 1913,
págs.100-105. Album "Pur SanS:", Ton]o II, ]frrnteYideo,191?-1918, pág§'
142-43, 342-43, 356-57, 363-64.
(21) E.A., pás:.20.
(22) M.M.l.. año 1912, Dá9. 145.
(23) Libro tlet Centenarlo, pá9. 182.
(24) ¡'EI Stclo", 22 noviembre 1905: Notas de Fénix.
(25) R. Lloyd -M. y otros, ob' cit., pá.9. 252.
ir6i Carlos Vaeso: "'Tlerra de promisiÓn', ff rntevideo, 1904, páEs'
775-7?.
(27\ R.M.I.; mayo 1913, -pács. 13?-140.
itÁi ;Ei ii"", ia abrii 1912: Lo que valen y l,r que cuestan ln.c
verdura§.
(29) R.1{.I.; mayo 1913, páss. 15-16.
(30) "El Siclo", ? enero 1903: Nuestro zzlca.r.
isl) "I)iario Nuevo". 20 Junto 19oí: Sobre colonizaciÓn.
(32) "El Stelo", 1? abrll 1909: La remolacba.
iSei D. s. C. S. ; sesiÓn dei 12 julio abrii 1905, Tom,r No q'1, Dágs. 44s'495'
iá¿i O.S.C.S. i séstón del 10 1905. Tomo \o S5. pás:s 410-414
¡rmaná UBón y ot"ns: i'Co-piláói<in de le]'es r- decreios", Tomo No 25
págs. ?1-?2. "Ill Sigto", 15 enero 1905: Notas ru:ales.
(35) Todos eitos datos han sido elaborados con la base de los pro-
fro""io.á,lo" por el Censo de 1908, publicarlo e: el Anuario E§ta'dfstico
resp ectivo.
(36) "El Siglo", 5-12 abril 1910: Ecos de la camf'añ¿ Pa]'sandú.
iáti "ri siálo'l iulio 1913: ProErresos e\tensiYos; I asosto 1913'
Tás ranche"fas.
(3S) "El Siglo", 10 agosto 1913: Las rancherías. If.
tági analás-- aei Departamento de Ganaderfa r- -{sricult-ura, '31 octu' .191i,
¡re'isóG, pác. 265. If.M.r.; año 1913, páss. á32'93. P'']f 1'; 1ño
IráC.
- 732.
(40) Sema,na, Social tlel UruE:uav, lfonte§ideo. 1919, t)áqs' 131-151'
(41i F. Gómez Haetlo y E. Soarez Netto: "CÓmo estabilizar la agrl-
-- - (4-2\naclonal", Montevideo,
cultura 1932. páas. 9-12.
D.S.C.É.;-1f¡n9 dél ? ju;io-
- 1909. Tomo ]io 94, qács. 425-448i
sestón hel 9 iunio """ió, Como N.o 94, 'á-q. i:¡r-;1. Primer Congreso Ns''
--- -i+si-de \¡ialidaal, lfontevideo. 1914, Eágs.
elonal 1{9-13.
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1910, DáEl. 398.
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(45) II.4., rráF.9.
ilol "EI siálo", 21 abrll 1905: EI deiartamento de cánelones. IllI
Conalaalo.
(47\ "El Sisto", 10 aeiosto 1913: Las ¡ancherfas. II.
(48) Itlem.
(49) Cuadros cstadrstieoc y Ccn5¡ rre 1trlq.
(50) "La, Razón",8 marzo 1909: Et peón criollo es superior al extran'
jero.
- (i1) "La Razór.", I marzo 1909: El agricultor crlollo enfrento del
€xtraniero.
(i2\ R.A.U,M.: agosto 1909. Dáss. 9-55.
(53) "El Dfa", 10 marzo 1906: Asricultum.
(54) "El Slslo", 22 dliciembre 1909: Arrentlamlentos y subarrendamlen-
tós asrfcolas.
(55) '¡rfl Sislo", 1? abril 1909: Notas de Fénlx.
(56) ''trll Slslo". 13 ju¡io 1913: Pásina de la Campa.ña.
(5?i "El Dfa", ? noviembre 1911: Iza protlucción a8:rfcola.
210
(58) D.§.C.R.; Besión alel 4 octubre 1906, Tomo No 188, pág:s. 462-60
y sesión alel 15 junio 190?, Tomo No 191, páei. 188.
(59) Cltado por James R,. Scobie: "Revolución en las pampas", Buenos
Aires, 1968, páeis. 194-95.
(60) iiliana I(usnlr de W'inkler: " Los forjadores del cerea.l", No 49
de la serie "Polémica", Buenos Aires,19?1, pác.240.
(61) James R. Scobie, ob. cii., Dág:s. 194-eó. "ljI siglo", 30 junio 191¿:
Notai de X'énix. Huelaa agraria;12 julio 1912: La, agitacin agraxia.
(62) James It. Scobie, ob. cit., pá8is. 194-9ó y Kusnir de \yinkler, ob.
cit., págs. 240 y sig:uientes
(63) "EI SiEilo", 10 novlembre 1912: ¿Crisis agrfcola?.
(64) "81 Si8:lo", 5 noviembre 1912: Agitación agraria en Carmelo; l:l
noviembre 1912: Colonia. CuestiÓn agrarla.
(65) "El Sieilo", 31 enero 1913: Ituelga a8:r&ria conjurada.
i66) "EI Sielo", ? febrero 1913: Más sobre la huelga agraria.
iOZl "Et Sic]o", 23 noviembre 1912: Colonia.parágrafo Reunión de ae;ricultore.{.
iOsi Totlas las cifras que figuran en este han sido elabcr
radas ana,lizando el Censo de 1908.
(69) Censo de 1908.
(?0) Anuarios Estadfsticos respectivos.
iiti ralem. E.E', pási.40. ''El Sigio", 10 enero 1910: Arados y máqui-
nas para la ag:ricultura.
- (-7i¡-' ca,tedrático tle Climatologí¿
-de del profesor LulsX'. Morandi,Eaedo
Traba-jo
<Ie ]d, Éacultatl Agrónomfa, en: Gómez y E. Soarez Netto, ob'
pács. 1 10-41.
cit..'(?3)
R.M.L, diciemhre 1913, pág 125.
it+i l-. Góniez Haedo y E. Soarez Netto, ob' cit., pá9. 51.
ifS) ''E1 Siglo", 18 enero 1908: I¿ lángosta. Estragos en camp¿R&
tié) "EI S1álo"; 2o setlembre 1908: Contra la langosta. Nota de I¿t
Cámira
- lfercantil; 24 noviembre 1909: Derechos de exportación.
<77) ''EI Sieio", 10, 13, 14, 16' l7' 20 v 26 octubro 1906; 2'5 v 28 no'
viemlré 1906: -' dxtiáctOi Oó ia ta,irsoéta; i4 diciembre 1908: DestrucciÓn
iá"Áó"tá. 'lEl Tiempo", 27 diciembre 1907: Extinción de la laneio§t¿¡'
"EI Dfa", 4 €nero 1906: Aparato para caza,r lanÉlostas.
-- «zai ' "ot Sielo", ? octubre 1906: La langiosta. l'iombramiento de un
Comité Central.
(?9) Memorla del Ministerio ale Industrias, Trabajo e InstrucciÓn I'ú'
trl¡ca, á¡os 190?-08, págs. 425-30 v 437-40.
(80) Idern, Pács. 442-48.
i8ii ñ.-S.b.S.; oét ts octu¡re 1911, Tomo No 100,^pács' 2E5-291'
iszi A. Ugón v"u"io, otros, ob. cit., Tomo -\o 31' págs 3:ti-330'
isg I "El §lglo'r, 10 agosto 1905: Con8;reso Bural'
San José'
i8;i ''ri S'iáio", zs a-¡"it 1906: T-os asricultoresdodesemillas
isá) "El §ialo';, 13 mavo 1906: Adquisición de trlgo'
(86i Il,.If.I.; ag:osto-setiembre 1913, págs. 104-06.
(8?) R.M.I.,noviembre 1913, págs. 40-41.
(88) M.M.I., año 1911, Pá.cs.26'27.
iss) ''El Siálo", 5 mzrzo 1913: Nuestras ymalas pa.p-as.^en cosechas.
isoi ''El siálo"; 10julio €nero 1913: E1 trlgo las Paysantlú'
D.S.'C.R., sesión del 3 1913, Tomo No 225, pá8is. 533'48.
(91) Todas estas cifras h¿n si.do extraldas de nuestros Cu¿dro§ E-§-
tadfstlcos.
(92) Libro del Centenarlo, pág. U5.
(93) M.M.I., año 1911, Pá8;s.3?8-80.
(94) Libro del Centenarlo, pá9. 1?6.
(95) ¡'El Siglo", 5 junio 1910: Exportación de harinas.
(96) "EI Dfa", 13 junio 1910: La cuestión de las harin¿s.
(91) Todos los datos utilizados en estas demostraciones correspondelt
a: Llbro del Centenarlo, págs.175-?6 para 1a producciónt II.A. para lor:
precios; y a los Anuarlos Estadfsticos.
(98) ''El Diario", 20 julio 190,5: La*s harlnas.
(99) ''El Diario", 15 octubre 1.905: La harina en e1 Brasll.
(100) ''El Siglo", 23 julio 1905: La conferencia alel Dr. Susviela Guarclt.
(101) James R. Scoble, ob. elt., págs. 143-44 y Cuadro 2.
<LOZ) D.S.C.R., sesión de1 30 junio 1910, Tomo No 205, págs 1-:l;
sesión del 30 marzo 1911, Tomo No 208, páss. 532-37.
(103 ) A. Usón y otros, ob. clt., Tomo No 31, págs. 140-41.
(10{) "El sislo", 8 y 10 ju}to 1910: La industria harinera
2tt
I
(105) ¡'El Si8:to", 8 febrero 1908: El Centro de Molineros al público.
(106) "EI Siglo", 4 abril 1912: Nuestras harinas en el Brasil.
. (107) "El Siglo", 19 febrero 1913: EI conflicto del dfa.
(108) ''El Sislo",4,5,8,9,14,18 y 19 febrero 1908: El Centro de
lfoline_ros- al público; 22 enero 1907: Acuertlo de molineros. ,.E1 Tiempo",
15 diciembre 190?: Los molineros y . el trust.
' (109) ''IlI Siglo",22 enero 1908: f,a cosecha de trigo. ale loc
panaderos; 22 matzo 1908: Et convenio de 1os molinero-s. ^\ctitud
(110) ¡'Ei Si8:1o", 21 febrero 1907: T"igo ]. harina-
(111) "EI Dfa", 76,22,26 J* 29 enero, 4, 14 ,v 19 febrero 1908: EI trrist
rl e molineros
(112) ''EI Dfa", 18 nayo 1908: Rompienclo tmsts.
(113) 'rEI DÍa", 1"5 enero 1909: E1 trust de 1os molineros. Su cese
delinitil o.
(114) "81 Sig1o",4 al)ril 1906: Forrajes f- cereales; 2? enero 1912:
Iros cerealistas. Lrrl convenio.
(115) D.S.C.R., sesión ctel !3 nosiembl'e 1905. Tomo No 184, págs.46-65.
(116) "E1 Dia", 26 abril 1f'1:: Lo rluE Ialen I 1o clue nos cuestan
Jas Yerd uras.
(117) Semaua Sor:i¿rl del Lrugual', llonterideo. 131: págs. 111-ó1.
( 118 D.S.C.1l .. sesión de1 96 junio MS. Tomo:§o::ó, Dáqs.273-294.
19 "El Si8i1o", I I ma]'o 1905: ]Ic,r'imier:to bancario de abril.
20 "E1 Sig1o". 1S abril 1905: Il€simen bancario.
2l "El Sig1o". 7 abril 1905: E1 régiaren t,anc3rio.
22 "E1 Si€ilo", 29 abril 19[r5: \uesrr,:, ¡Égin]en bancario.
''El Siglo ', 2-¡ marzo 190á: lil rÉSi:::¿r i-,ancario. I-os bancos par-
ticulares emisores.
' (L24) "El Sislo", 18 ma¡'o 190i: Del Dr. -{1'oÉrr,r Guani. lI1 privilegio
de la emisión y el Banco del Estado: 1.1 ma¡.'r 1lrri: El Ba|co del Estado
y eI privilegio de la emisión.
(125) "EI Sialo", 14 ma-vo 190ó: Del Dr. (ia¡riÉ1 Terra. La, ernisión
única.
(126) "E1 Sig1o", 3 enero 1906: La e-cr.asez ,iÉ rlinero.
<72'í) "1I1 Sig1o", 4 enero 1906: La. escasez rle dinero: otra opinión:
10,11 y 12 encro 1906: La escasez de dinercr. P,Éplim de Price.
(128) '¡El SiE:1o", 6 enero 1906: La cuesrlón d¿1 tlÍa. Dscasez del me-
\ dio r.irculante.
(129) "El Tiempo",5 enel'o:t007: Dific,-t1ra.irs ntonetarias; 16 marzo
190;: La (.r'isir móilctÍlrifl.
(130) "El Dfa",28 abril 1907: Sintomiriicn:
(131) D..S,C.S., sesión del 19 febrero 1f'(r!. T.,m,r \o t1, págs.431-3¿
(132) D.S.C.R. Año 1907, Tomo No 1t'1. párs. 1í;-;c.
(133) Armancl üeón y otros, ob. cit., Tomo 5o 1;. ¡jrgs. 153-54.
. (134) D.S,C.S. Sesión del 19 febrero 1!0S, Tomo \o t1, Dáas..181-S5.
( 13,5 ) D.S.C.R. Sesión del 22 octubre 1ÍrtrS. Tomo \.o 196, páAs. 454-56.
(136i) Arrnand IIBón y otros, ob. cit. Tomo \.o :S. p¿igs. 5;3-5?0.
(137 ) D.S.C.C,, Sesión del 1"2 julio 1911, Tomo \o 99. páSs.553-570.
(138 ) Arrland Ugón y otros, ob. cit., Tomo \.o ltt. p¿'rgs. 227-34.
(139 ) P.aúI ]fontero Bustamante f,' Octalio ffo¡ató: ¡'Banco c1e la Re-
pflblica Or'iental deI Uruguay", Montevideo, 1ti1E, páAS.3.18 y sig:uientes-
(140) D.S.C.R. Sesión del 26 junio 1913, Tomo No 2:;., Dirgs.2?3-294.
(141) Montero Bustamante y O. Morató, oil. cit., DáCs.:4S-250.
(L42) "E1 Dfa", 6 julio 1907: E.l Banco de la RepÍrblica. -{Lrmento de
capital.
(143) Idem.
(L44) "¡li Dfa.", 3 fel:róro 190'3: El Banco de la Repfiblica.
(145) Montero Bustamante y O. Morató, ob. cit.. páeis. S9-91.
(146 ) "El Dfa", 25 enero 1909: El Banco de la Reprlblica. Alre.dealor
de sus uti idades.
I
(147) "lil Dia", 2; enero de 1911 : El Banco (1e 1a l)"epflblica.
(148) '¿El DÍa", ? y 11 marzo 1910: El crédito personal; 14 marzo
1910: Los bancos populares.
(149) "EI Dfa", 5 en€ro 191?: El crédito rural.
(150) Octavio trforató: "¿Qué es el crédito rural? ¿Que son las Cajas
lauIales?", flontevideo, 1C'l 2, pá9. ?.
(151) D.S.C.E'. Sesión de1 26 junio 1913, Tomo No 225, págs.273-294.
(752) Mortelo Bustama.nte y O. Morató, ob. cit., págs.33? y 339.
(153) ldem.
212
( 1á4 ) Idem.
(155) ':Ei Siglo",8 y 10 abril 1906: Congreso Ganadero de }finas.
_ (1,_b§) "EI Sig1o", 30 mayo 1911: La reorganización del Banco d.e, la,
RepútrIica.
(157) Montero Bustámante y O. f,Iorató, ob. cit., pács. 89 y 92.
(158) D.S.C.S. Sesión del Z1 agosto 1911, Tomo Nb 100, pág:s.,b,5-6.{.
(159) D.S.C.R. Sesión del 18 enero 191:, Tomo No 21,1,'p¡LsS. be+-SO,
(160) "EI Sig1o", I llratzo 1911: Crédito rural.
(1q1) .fEl §islo", 21 marzo 1913: La rrarcha det Banco de ta Repúb1ica.
(192¡ "Ir1 Sieilo", 21 f ebrero 1913: Las Irf ime¡a,< Ca jas Ruralcs.
(163) '¡EI Dfa", 22 ma,yo 1913: La prime¡a caja, rú¡at.
(164) "El Siglo", 10 ag:osto 1913: Sobre las Cajas P.umii-,..
(165) "EI Dfa", 14 noviembre 1Ír1::Las C¿1jas p,u:ai¿s.
(166) D.S.C.S. Sesión del 2E ma:'.¡ l!11. Tr.r.,.,.\o 1,r3, NL-. !:.t,-:04.
(16?) "Diario Nuevo ', 10 mayo 19rr5: El B: n . , Hil.rr-."rrio. }k.-i-u,.iúlL
que prospera.
(168) "El Dfa", 18 nor.iembre 1i!,rrl: El ljr:::-.., I{rro:..3riu -., e'r i,r.É-
dito rural,
(169) ''El Siglo",3 y ? ma]'o llrir;: _{§is¿: Banco Ifiirotecario.
(170) ¡'El Si8lo", 2? setiembre 1ir0S: La cédu1a hipoiecaria.
(171) ¡¡EI Sig1o", 5 ma]'o 1!,r!: Ban:o IIipotecario. Asamblea de ac-
rion istas-
(172) ''El Dfa", 5 setiembre 131i: If,tportante o!eración de tÍiulos
hipotecarios; 8 setiembre 1911: Tftulos hipotecarios.
(173) "El S'ig:lo", 16 julio 13rtS: Banco l{¡potecario. El pro}'ecto r'!e
nac ionalizaci ón.
(174)¡¡El Siglo",:.1 ma]'o 1912: Banco llipotecario. Su atlquisición
Por el Estado.
(175) D.S.C.S. Sesión det 2S mayo 1912, Tomo No 101, págs. 828-352.
(1?6) Il .S.C.R. -qesión del 4 junio 1912, Tomo No 91?, peg. ZOO.
(177) D.S.C.S. SesÍón del ? junio 1912, Tomo No lO1, pag". +lS-+i¡.
(178) Armand Ugón y otros, ob. cit., Tomo No gZ, páss. 2gO-gf. -
(1?9) "El Siglo", 16 ]- 99 jutio 1908: Banco Hipoteóaiio.
(180) Libro del Centenario, Dás. A8T.
(181) ¡'El Tiempo", 17 mayo 1908: Con los nuevos Directores deI Banco
-
Ifipotecario.
(182) "Et Sig1o", 11 setiembre 190E: Boletln Comercial. Nuestros tÍ-
tulos de deuda
(183) "Er T iem Do''', 2? maf'o I908: Trámite breve.
(184) ,,El Siglo", 18 oetul¡re 1907: La cé11uIa hipotecaria.
(185) "E1 Día", 97 enero 1909: Los tltulos hipotecarios.
186) ,¡El Sig1o", 30 abril 190?: Ill Banco Hil)otecario.
.,El Tiempo", ? julio 1907: Banco Hipotecario. fTemorla 11e su
o.
188) I-ibro del Centenario, pág. 415.
18!) "E1 Dfa" 6 enero 1912: Ventas e hiDotecas e¡ iliciembre. ¡'El
Tiempo".25 aLrril I t 0S: If ipotecas y aleiuileres. '',l}] -qig1o". ! alrril 190I
Avisos de ,,81 Ios B ancos.
(190) Si glo", 8 enero 1903: -\f iso: 2 octuble 190S: B:rrrco de
Préstamos Inmobi liarios.
(191) ''Diario Iiuevo", 14 junio 1905: IrI Banco Itali¿no.
(192) ¡'E1 Sig1o", I mzrzo 190?: Banco EsDañot alel RÍo de la pl¿rta.
(193) 'El Sig1o", 16 rna]'o 190;: Crértito agrfcola-ganadero.
(194) "E'1 Siglo", 16 ma]-.) 11li:)5: \:iejos sisterrurs.
_ (19;) "EI Sieilo",18 y 20 julio 1909: La Federación itural y la pro-
duc.ión ag:ropecuaria.
(196) "E1 Sig1o", 2, abrit 1911: Nota a1 ffinistro de Ir]dlrstrias.
(19?) "E]l Sig1o", I noviembre 1905: FerrocarriL a, Melo.
(198) "E1 Sig:1o",26 abril 1906: Un error deptorable;28 julio 1906:
l'errocarril a Melo; 29 octubre 1905: Ferrocarril a llelo. D.S.C.S. Sesiún
clel 2 abril 1906, Tomo No 87, Dá€rs. 320-Zil5.
(199) Armand UCón y otros, ob. cit., Tomo No 26, pág.
(200) "trl Día", 20 octubre 1908: Ferrocarril a Treinta v Tres. D.S
C.S. §esión de1 8 abril 1910, Tomo No 96.
(201) "81 Siglo", 17 octubre 1909: trerrocarrit a Melo. Partida del
Fresidente a1e 1a R,epública.
(202) "El Sig1o", 10 juiio 1909: El ferrocarr¡I a lfelo. Inauguraciór]
de ia lÍnea.
213
\?0^1) junio 19O5: tr'errocarriles y g¿rantfas.
llEl §lg_toll, 24 ju.tio
_ (204).¡'81_SiBIo',,29 1910: Los prog:resos ael pars; 20 julio 19I1:
Inauguración del ferrocarril Algorta-¡'ray Bentos.
<205) "EI Si8lo", 9 noviembre 190i: Ferrocarril a MeIo. t irma del
eonvenio.
(206) "El Dfa", 30 octubre 1911: El ferrocarril a Treinta y Tres.
(207 ) P¡imer Cong¡s56 Nacional de Vialitlad, 6-14 octubre 1018, Mon.
tevideo 1914, pág. 81.
(208) "EI Sislo", 10 agosto 1905: Congreso Rural; 9 lebrero l91r:
lmporta,nte operación.
(209) Memoria del Ministerio d.e Obras púb1icas, año 1902, pács. 91.:-
916. "lr1 Tiempo", 23 mayo 190?: Una 1lnea fértea de provecho.
(210) Fuentes para tarifas ferroviarias de cueros vaclrnos secos
y lan¿s; Almanaque de "El Siglo", año 190?, pág;.3?{: Tarifas del Ferro-
canil C:ntra.l. Están dadas por 1000 kiIos. Las hemo5 reducido e, 100 kilos
Dara facilitar comt)aración con !erfodo anterior, año 1Sg?. Según el Ministro
rle Obras Pf¡blicas, Ilumbeitcr Pitt¿rmiHlio "desde l9(r1 las ¿arifas fer¡(r-
carrilera,s no hallfan sufrido aumento de ninguna naturaleá,,hasta 1916,
información b}indaria en eI Senado de 1a Rep(rblica: ..1á interl.ención del
Estado en las tarifas ferroviarias", Cámara de Senadores, Montevid.eo
7922, Dá.9. 75. Tarifas ferroviarias para vacunos en pie: .llma,naques de
"E1 Sigto", año 1397, págs.738-740;190?, páCi.3?01 1912: pá8.260.
(211) "}]I Si8:1o", 7 noviembre 1909: Federación Ru¡¿l.
(272t Anuarios Estadfstieos respectivos.
(213) "El Dla" 27 abril 1909: Fletes excesivos ]- 1e].es.lue no se cumplen.
(27+) "Il1 Dfa" 3 setiembre 1909: EI ferrocarril ¡' 1a agriculturá de
San José.
(11;) '¡El Siglo",23 abril 1911. Ileducción <Ie tarifas descargas y flete§-;
13 mayo 1911: A propósito de una iniciativa del flinisterio de Industrtas.
(216) E. Gallo y R. Cortés Conde: "Historia Argentina. La l.epfiblica
Con-servadora", Bue¡ros Aires, 1972, Tomo V, páA. 1:9.
(217) R.A.U.lI., agosto 1909, págs.9-5é.
(21E) Cámara de Senadores: ''La intervención del Estado en las ta-
rlfas ferroviarias", I{ontevideo, 1922, págs. 120-?3 }- 1ZS-31.
1219) '¿.trl Siaio", 24 diciembre 1911: tr'errocarriles urugiuayos.
(220) Cámara de Senadores, ob. cit., págs. 118-119.
(227> "EI Siglo", 24 diciembre 1911: Ferrocarriles urug:uayos.
(222) r'EI SiAlo", 10 junio 1912: Las acciones del Ferrocarril Central.
(223) ¡El Tiempo",25 junio 1912: PersDectivas angustiosas.
(224) Memoria deI Ministerio de Obras pfiblicas, año 1908, págs. 901-0i.
<225) D.S.C.S. Sesión del 10 julio 190S, Tomo No f,? págs. 4tZ-42á.
(22§) D.S.Cr.S. Sesión del 14 jutio 190S, Tomo \o 9A, páás. tzi-lil.
(227) ¡'EI Sieilo", 13 abr1l 1911: Nuestros ferrocarriles.
(228) D.S.C.S. Sesión d.e1 15 mayo 190S, Tomo No 92,
y 121-138; sesión deI 11 julio 1908, Tomo No 92, págs. lBt-LqZ y Dáeis.
Z4-Sf
sesión alel
13 julio 1908, Tomo No 92, págs. 459-4i6.
(229) R.A.It.,30 junio 1906, páeis. B84-390.
(230) M.M.I. año 1911, pács. E5-88.
(231) ''El Siglo", 2l m^rzo 1905: Los 1'agones de ferrocarril.
(232) "lll Siglo", 17 noviembre 1911: El transporte de ganado.
(233) "}]l Siglo", 26 julio 1908: El transporte de ganádo.
\Ze+¡ R,M.I., junio 1918, págs.49-J2: Los ferrocarriles y la pro-
-alucción.
(235) "El Siglo", 3 junio 1905: tr'errocarril Central.
(236) M.It.I. año 191-1, pács.85-88.
(237 ) "El Dfa", 1? diciernbre 1906: La producción 1, los transporte¡
(238) "EI Sifito", 12 y 14 diciemhre ltud: La ext)oriación en peligro.
(239) ¡'El Siglo", 14 mayo 190S: El Fer.ocarril óentrat y eL § e rvici o
de cargas.
§¡s-1.11, 13 diciembre 190S: Los ferorcarrites y ta zafra.
l?19! .:D1 Siglo",18
--,^(241,) "81 diciembre 1908: Et ferrocarril y laé lanas;6 enero
1909: l]l transporte de cargias. "El Dfa", 28 diciembre"190g: El tia,nsporte
de la producción.
(212) "El Siglo", 6 mayo 1911: lteglrmento de tráf ico de f errocarrile.s.
(243) M.M.I. año 1911, páss.85-88.
<244) "El Día". 17 diciembre 1909: Las dificultades del transporte en
€l Ferrocarril Central.
274
(245) "El Sigto", ? diciembre 1909: Las cargas en las €sta.iones del
ferrocarrll.
----izlo>
"EI Siglo", 19 noviembre 1912: De la campaña. \'
(247) "}]I Siglo", 18 noviembre 1911: Las cosech¿s de lana -Y cerealeJ.
(¿+s) Ealuardo Acevedo: "Anales Históricos ale 1a Bepública Orlental
del UruS:ua,y", Tomo v, pág§' 456 y 4i7. Mensaje alel Presidente de la Re'
pf¡blica, Claudio williman a la Asamblea General, 15 febrero 1911,- tr{onte-
v¡Oeo, p¿s. gg. "El SiE;lo", 5 marzo 1912: I)1 !'errocarril Central del Uru'
guay.
(249) It.M.1. junio 1913, pás§.4?-49.
(250) ¡'Ei Siclo", 2? febrero 1913: Tmnsportes ferrocarrileros; 10 §e-
tiembre 1909: La próxima, z,afra;16 setiembre 1909: I¿ cuestiÓn de la zafrz
y el ferrocarril.
(251) "Et §iglo", 12 mavo 1906: Ferrocarril a Cerro Largo'
izSZ> J. lf. -Feráández Saltlaña y César Miranda: "Historia general
Oe ti ciuOa,n y el clepartamento tlel Salto", Montevideo, 1920, páEs. -324-24'
(253) "Ei Sic1o", 16 setiembre 1913: Otra,s colonias con eI fracaso
ad-portas.
(254) Primer Cong:reso Nacional de Yialidatl, ob. cit', págs' 159-16:i'
(2ó5) Itlem, pá8:s. 25ts y 27 7.
275
-'tI
IND¡CE
Introducc¡ón 5
Capítulo l. EI crecimiento de la
agricultura q
'I Expansión del área agrícola I
, 2- Causas de la expansión ... 10
3- Cultivos sobre los que se basó el crecimiento agrícola tc
4- Zonas de expansión 19
-
Capítulo IL La sociedad agrícola 23
1 Los grupos sociales 23
2- Tenencia de la tierra . qa
Notas N7
HISTORIA RURAL DEL URUGUAY MODERNO
OBRA EN 7 TOMOS
1851 - 1914
TOA O I
- Historia Rural del Uruguay Moderno. 185 I - 1885.
(agotado).
TOMO ll-La crisis económica. .I88ó- .l894. (agotado).
.l895
TOMO lll - Recuperación y dependencia. - 1904,
TOMO lV-Historia social de las revoluciones de 1897 y 1904
(agotado).
TOA O V-La prosperidad frágil. 1905 -1914.
TOMO Vl - La civilización ganadera baio Batlle. 1905 - 1914.
TOMO Vll-Agricultura, crédito y transporte baio Batlle. I905-
1914.
Se terminó de imprirnir e1
20 de junio de 19;B
en Ia Imprenta Rosgal S -q..
Ejido 1622, tetéf. 90 5{ Aa
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