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INTRODUCCION:
315. Hablar del contrato, como me propongo hacer en el capítulo siguiente, necesita
como apoyo indispensable explicar, aunque sea en forma breve, el negocio jurídico,
con lo cual, aparte de ser fiel a mi convicción de la importancia que reviste, estaré
siguiendo la sistemática que, a mi juicio, sigue en esta materia el Código Civil.
317. Valía y vigencia del Código Civil. Quiero, con idéntica intención, tratar de
reinvidicar la valía y vigencia del Código Civil frente a otras leyes importantes
y necesarias, que conciben quizá de manera diferente la institución del negocio
jurídico. Para ello intentaré deslindar los conceptos de: hecho jurídico, acto jurídico
y negocio jurídico, lo que me llevará directamente al negocio jurídico contractual o
contrato. Reconozco la dificultad del asunto, dada la larga tradición doctrinaria
y legislativa, que como firme atadura cómoda y generalmente aceptada, se aferra a
concepciones tan amplias del hecho y del acto jurídico, que dejan muy poco espacio
para instituir frente a ellos al
negocio jurídico como concepto diferente aunque íntimamente ligado a ambos.
Actos jurídicos.
322. Los actos jurídicos son, pues, las conductas o manifestaciones de voluntad en
las que su autor quiere ciertos resultados fácticos, meramente de hecho. No busca
deliberadamente determinados efectos jurídicos, pero éstos se producen por estar
de antemano establecidos en la norma legal para el caso de que alguien,
actuando de manera consciente y libre, los provoque con su comportamiento.
Es decir, no se quiso el resultado jurídico, pero sí fue querida la conducta de la
cual dicho resultado es efecto inevitable previsto por la ley.
a)Lícitos.
b)Ilícitos. Estos últimos son, a su vez: 1.Culposos: son los constituidos por
manifestaciones de voluntad o conductas inicialmente compatibles con la ley
(es decir, lícitas), pero cuya ejecución descuidada, temeraria o carente de
pericia, origina responsabilidades civiles de resarcimiento de daños y perjuicios.
2. Dolosos: son las manifestaciones de voluntad o conductas en las que el agente
causa intencionalmente un daño o transgrede deliberadamente la norma legal.
De esa naturaleza son, por ejemplo:
324. Destaco, por la importancia que adelante tendrá, que en el acto jurídico
su autor no busca deliberadamente las consecuencias de derecho; y que
dichos actos jurídicos pueden ser lícitos o ilícitos. Es decir que, el contenido
de las consecuencias del acto jurídico, lo determina exclusivamente la ley. Por
el contrario, el contenido de las consecuencias del negocio jurídico, lo determina la
voluntad de la persona o las personas que lo celebran, desde luego sin
lesionar o transgredir la ley.
325. Es el artículo 1251 la norma fundamental que destina el Código Civil al negocio
jurídico. Dicha norma dice: “El negocio jurídico requiere para su validez:
capacidad legal del sujeto que declara su voluntad, consentimiento que no
adolezca de vicio y objeto lícito”. Con ello exige:
1. Cuando falte totalmente la capacidad del o los sujetos que declaran su voluntad.
Este es el caso de las incapacidades absolutas establecidas en los artículos 8
párrafo tercero, 9 y 12 del Código Civil, relativa a los menores de catorce años
de edad, los declarados en interdicción por padecer enfermedad mental que les
priva de discernimiento, los que por abuso en el consumo de bebidas alcohólicas o
de estupefacientes se exponen a sí mismos o a su familia al riesgo de sufrir
quebrantos económicos graves, y los ciegos o sordomudos que no puedan
manifestar su voluntad de manera indubitable.
327. Mérito del legislador. La inclusión del negocio jurídico en el Código Civil,
máxime si se toma en cuenta la fecha en que dicho cuerpo legal fue emitido,
constituye mérito indiscutible del legislador, pues fue capaz de comprender que
antes del contrato, y como género de éste, está esa amplia y fecunda fuente de
obligaciones civiles que es el negocio jurídico. Y es que el contrato deja fuera de su
ámbito cualquier acuerdo que no tenga contenido material, económico, es decir,
cuyo objeto no recaiga sobre cosas o servicios enajenables. Por eso es que
instituciones como la adopción, el matrimonio, el otorgamiento de la nacionalidad
guatemalteca a un extranjero, y otros relevantes acuerdos de profundo contenido
humano, social y moral, en los que el contenido económico es indiscutiblemente
secundario, no constituyen contratos pero sí importantes negocios jurídicos
bilaterales.
328. En mi opinión, los negocios jurídicos son las declaraciones de voluntad,
unilaterales o bilaterales, lícitas, conscientes y libres, dirigidas de manera
intencionada y específica a crear, modificar, transmitir o extinguir obligaciones.
330. De ello proviene también que todo contrato es un negocio jurídico, pero
no todo negocio jurídico es un contrato, pues a diferencia de éste que
necesariamente es bilateral (está constituido por lo menos por dos declaraciones de
voluntad), el negocio jurídico puede ser unilateral. Además, el contrato recae
siempre sobre bienes o servicios de naturaleza económica, transferibles,
enajenables. El negocio jurídico, en cambio, puede recaer sobre asuntos
relativos al patrimonio ideal, no disponible, no enajenable, es decir, ajeno al
patrimonio material o dinerario.
a) Unilaterales y bilaterales;
b) Recepticios (cuando celebrados por uno tienen por destinatario a otro. Ejemplo,
la promesa de recompensa); y no recepticios (cuando no van dirigidos a
ninguna persona, sino que interesan únicamente a quien los celebra. Ejemplo, el
cambio de nombre);
c) Extrapatrimoniales (como el matrimonio, la adopción); o patrimoniales (como
los contratos civiles y mercantiles).
d) Entre vivos y por motivo de muerte (Estos últimos pueden ser unilaterales, como
el testamento o la donación por motivo de muerte; o bilaterales, como los
contratos de seguros de vida o los contratos de servicios funerarios)
CAPITULO III: LOS NEGOCIOS JURÍDICOS UNILATERALES.
La promesa de recompensa.
Consecuencias jurídicas.
336. Hallazgo. De conformidad con el artículo 597 del Código Civil “El dueño que
recobre lo perdido o su precio, está obligado al pago de los gastos y a abonar a
quien lo halló el diez por ciento del valor de la cosa o del producto de la venta”. De
manera entonces que, si la promesa de recompensa consiste en una suma de
dinero a favor de quien encuentre y entregue a su dueño algún objeto que éste ha
extraviado, quien lo haga podrá optar entre exigir la recompensa a tenor de la
promesa, o el importe del hallazgo de conformidad con la norma antes transcrita.
Artículos 1630, 1634 del Código Civil.
Concursos con premio.
337. Consecuencias jurídicas
a) Es necesario que se fije plazo para la presentación de las obras que concursan.
b) Las personas designadas para calificar los trabajos u obras, tienen obligación de
decidir a quién debe entregarse el premio, o si ninguna de las obras lo merece.
c) El promitente podrá exigir la propiedad de la obra premiada, únicamente
cuando expresamente hubiera estipulado esa condición en las normas del
concurso. Esta norma protege adecuadamente los derechos de autor de quienes
presentaron sus obras al concurso. Guarda congruencia con el artículo 470 del
Código Civil, concerniente a que: “el producto del trabajo o industria lícitos, así como
las producciones del ingenio o del talento de cualquier persona, son propiedad suya
y se rigen por las leyes relativas a la propiedad en general y por las especiales
sobre estas materias”; y, con los artículos 18, 19 y 21 de la ley de derecho de autor
y derechos conexos, referentes a que: “El derecho de autor comprende los derechos
morales y patrimoniales, que protegen la paternidad, la integridad y el
aprovechamiento de la obra. El derecho moral del autor es inalienable,
imprescriptible e irrenunciable. El derecho pecuniario o patrimonial, confiere al titular
del derecho de autor las facultades de utilizar directa y personalmente la obra, de
transferir total o parcialmente sus derechos sobre ella y de autorizar su utilización o
aprovechamiento por terceros”.
338. Los define el Código Civil como aquellos que no están expedidos a
favor de persona determinada, contengan o no la cláusula al portador. La
obligación que de ellos se origina consiste en que quien tenga el título en su poder
puede reclamar del emisor la prestación debida. Aquí se está ante la peculiaridad
de que, desde el principio (desde la emisión), está determinado o identificado el
deudor (emisor). Cada portador sucesivo es un acreedor potencial, pero el
verdadero acreedor se determina o identifica hasta el momento en que el último
portador comparece a reclamar la prestación, en cuyo acto exhibe y entrega el
título a cambio. Resulta, evidente, por lo tanto, que la obligación nace de la sola
manifestación de voluntad del emisor, quien se constituye deudor desde el
momento en que emite el título. rtículos 1628, 1639, 1640, 1641, 1642, 1643
(párrafo primero, por razón de que el párrafo segundo, según el artículo V de
las normas derogatorias y modificatorias del Código de Comercio, no será aplicable
a las obligaciones mercantiles) y 1644 del Código Civil.
El pagaré.
339. De conformidad con el artículo 490 del Código de Comercio, el pagaré debe
contener, además de los requisitos establecidos por el artículo 386 de dicho cuerpo
legal, lo siguiente: lo. La promesa incondicional de pagar una suma determinada de
dinero, y el nombre de la persona a quien deba hacerse el pago. Nótese que
únicamente el deudor suscribe el pagaré. Es decir, él solo se declara deudor de la
cantidad de dinero que expresa, a favor de la persona a quien él mismo dice
se la pagará. Artículos 918, 920, 1304 del Código Civil; 462 y 479 del Código
Procesal Civil y Mercantil.
La gestión de negocios
340. Incluyo la gestión de negocios como negocio jurídico unilateral, a sabiendas de
que a diferencia de éstos, el gestor no busca intencionadamente consecuencias de
derecho, no trata de alcanzar un resultado jurídico específico, como sería por
ejemplo establecer una relación jurídica con el propietario del negocio. Su actitud
espontánea y desinteresada busca únicamente ser útil, colaborar con otro, auxiliar
de buena fe a alguien imposibilitado temporalmente de atender algo que le
concierne o interesa. Esa actitud desprovista de toda intencionalidad jurídica
asemeja de manera tenue la gestión de negocios con los actos jurídicos, cuya
característica principal, como antes se dijo, es la obtención de resultados de
hecho. Quizá es por eso que el Código Civil la regula como”hecho lícito sin
convenio ”. Sin embargo, los propósitos esenciales de la gestión: obtener
beneficios para el propietario del asunto o al menos evitarle daños o perjuicios,
unidos a la circunstancia de que la ley vincula al gestor de forma tal que una vez
iniciada la gestión queda obligado a atender el negocio en provecho del dueño, sin
que pueda separase antes de que se persone éste o su representante, dota
a esta institución de características muy próximas a las de negocio jurídico. Por
tales razones creo que la gestión de negocios constituye un negocio jurídico
unilateral suigéneris , susceptible de convertirse en negocio jurídico bilateral
(contrato), si el propietario la ratifica de manera expresa o tácita, en cuyo caso
estará dando su anuencia para que quien inició las diligencias como gestor
de negocios las continúe con carácter de contratante (con las obligaciones y
derechos del mandatario) .
345. Lo primero que debe destacarse es que la obligación civil que nace de la
gestión es a cargo del gestor, tiene como único origen la sola voluntad del
gestor y consiste en que, por haberse inmiscuido voluntariamente en negocios
ajenos, debe dirigirlos y manejarlos de manera útil y provechosa para el
dueño. Es, por o tanto, la decisión unilateral del gestor, la que lo vincula al
negocio con severos deberes y responsabilidades.
b) Propietario del negocio. Puede ser cualquier persona, sin que importe si es o no
capaz. Si no lo fuere, todo lo concerniente a la gestión deberá atenderlo su
representante legal. En el inicio de la gestión el propietario del asunto no tiene
conocimiento de ella, ignora las diligencias que comenzó a ejecutar el gestor. Si
las sabe y no las prohíbe estaría celebrando tácitamente un contrato con el
gestor.
348. El asunto debe ser lícito, puesto que no puede admitirse que el gestor sustituya
al propietario en una actividad contraria a la ley. Debe, asimismo, ser susceptible de
atención por persona distinta de su propietario. Por consiguiente, no pueden ser
materia de la gestión los asuntos personalísimos o estrictamente privados del
propietario. Es decir, todos aquellos en los que la ley exige comparecencia o
actuación personal del propio interesado.
d) Espontaneidad del gestor. No es gestor de negocios quien actúa por encargo del
propietario o por deber legal. La actuación del gestor debe ser, pues, por su propia
y exclusiva voluntad.
353. Adviértase que las obligaciones del propietario son de naturaleza contractual,
pues nace a partir de que ha dado su anuencia a la gestión mediante la ratificación
expresa o tácita que de ella hace.
a)Cuando sin conocimiento del obligado a prestar alimentos, los diese un extraño,
tendrá derecho éste a reclamarlos de aquél, a menos que los haya dado por
motivo de piedad y sin ánimo de reclamarlos. Aquí el “negocio abandonado”
lo constituye la necesidad urgente de uno o varios alimentistas, cuyo
alimentante no se encuentra en el lugar. El Código Civil adopta, indudablemente,
la tesis de que toda persona no obligada que da alimentos lo hace pietatis
causa, salvo que expresamente reserve su derecho de reclamar el reintegro.
b)Los gastos funerarios suministrados por quien no tenía obligación, y en
relación a la posición social de la persona y a los usos del lugar, deberán ser
satisfechos con los bienes del causante, y si éstos no fueren suficientes o no
hubiere dejado, responderán las personas que en vida habrían tenido la
obligación de alimentarla. El “negocio abandonado” consiste, en ésta situación,
en los funerales de una persona cuyo obligado a sufragarlos no está presente. El
Código Civil acepta aquí la tesis de que la obligación de pagar funerales
constituye una extensión de la obligación de dar alimentos, y es por eso que
obliga en primer lugar a quien en vida tendría la obligación de alimentar al fallecido
y, sólo en defecto de dicha persona, hace recaer la obligación en los
herederos del difunto.
La razón de haber regulado el Código Civil de manera expresa los dos casos de
gestión de negocios mencionados en los párrafos precedentes, consiste en que
ambas situaciones exceden del interés meramente individual o particular, y
trascienden a la sociedad en su conjunto. Son, por consiguiente, asuntos de
orden público. Artículos 1605, 606, 1607, 1608, 1609,1610,1611, 1612, 1613, 1614,
1615 del Código Civil.
356. Impuesto sobre la renta. El artículo 3 de la Ley del Impuesto sobre la Renta
enumera quienes son contribuyentes del impuesto y menciona expresamente entre
los mismos: la gestión de negocios. El artículo 2 del reglamento de la ley del
impuesto sobre la renta regula la inscripción ante la Administración Tributaria
a los contribuyentes del impuesto, y en el numeral 7 dice “que los encargos de
confianza o de gestión de negocios deberán acreditar su inscripción en el
Registro que de conformidad con la legislación aplicable proceda, presentando
fotocopia legalizada del acto o contrato de su creación”.
Artículos 918, 920, 1304 del Código Civil; 462 y 479 del Código Procesal Civil y
Mercantil.
357. Concluyo este tema, reiterando que el Código Civil tiene el mérito de haber
creado la amplitud y flexibilidad necesarias para comprender y clasificar mejor las
fuentes de las obligaciones civiles, permitiendo la inclusión del negocio jurídico
unilateral y bilateral, cuyo estudio es verdaderamente necesario y útil. He
aprovechado, entonces, el referido acierto del legislador para exponer lo
concerniente al negocio jurídico bilateral y me valgo también del mismo, para
exponer a continuación lo que creo pertinente del negocio jurídico bilateral o
contrato.
363. Los elementos fundamentales del negocio contractual los enumera, como
antes quedó establecido, el artículo 1251 del Código Civil, y son: la capacidad legal
de los sujetos que declaran su voluntad, el consentimiento que no adolezca de
vicios y el objeto lícito. Dicha norma es imperativa o de orden público, es decir,
inmune absolutamente a la voluntad de los contratantes. Por razones que adelante
explicaré, incluyo la causa en la misma categoría de los tres que enumera la norma
legal citada. Capacidad legal de las partes.
365. Toda persona con capacidad civil general se presume, asimismo, capaz para
contratar. Así lo establece el artículo 1254 del Código Civil al decir: “Toda persona
es legalmente capaz para hacer declaración de voluntad en un negocio jurídico,
salvo aquéllas a quienes la ley declare específicamente incapaces”. Desde luego,
cuando el contrato conlleve enajenación, gravamen o limitación de bienes o
derechos se debe tener, además, capacidad de disposición, tal como lo exige el
artículo 1383, primera parte, del Código Civil al decir: “Para hacer pago válidamente
en las obligaciones de dar en que se ha de transferir la propiedad de la cosa, es
necesario ser dueño de lo que se da en pago y tener capacidad para enajenarlo”.
Por otra parte, deben tenerse presente también los casos en los que los
representantes de menores, incapaces o ausentes, necesitan previamente a
contratar por sus representados, la expresa y pertinente autorización del juez
competente.
Consentimiento.
371. Nadie pide o proclama actualmente una libertad absoluta para contratar. Nadie
concede, hoy en día, una jerarquía suprema a la autonomía de la voluntad. Lo
que sí se espera con justificada razón es que, cuando el legislador la limite se
apoye en razones verdaderamente justificadas, y que lo haga con la delicadeza y
mesura que merece ese valor jurídico excelso denominado libertad individual.
Mazeaud36, lo explica diciendo que “En todo caso es necesario que el legislador
no considere sino como excepciones las restricciones que impone a la libertad del
individuo, por seguir siendo ésta la regla, siempre que no perjudique al orden
público, al bien común. Si aquél debe dar pruebas de extrema reserva cuando
interviene en la formación del contrato, el respeto de la palabra dada le dicta mayor
prudencia todavía en sus intervenciones relativas al cumplimiento del contrato. La
moralidad dejaría de reinar en el derecho de los contratos, las partes celebrarían
convenciones a la ligera y con la secreta esperanza de no mantener sus
compromisos, si el legislador los liberara constantemente de sus promesas.
La ley debe intervenir para proteger al débil contra el fuerte; pero no a
ciertas categorías de ciudadanos, por ser los más numerosos o los más influyentes;
porque el derecho, si es tributario de las necesidades sociales, debe estar a salvo
de los fines políticos y electorales”.
373. Algunos estudiosos han creído encontrar en el segundo párrafo del artículo
1694 del Código Civil la posibilidad de celebración de contratos consigo mismo.
Dicho artículo dice “No se puede ejercer al mismo tiempo poder de varias
personas cuando entre éstas hay colisión de derechos. Tampoco puede un solo
mandatario otorgar contratos, representando a la vez los derechos o intereses
de las dos partes contratantes, sin autorización de los mandantes”.
Para explicar el párrafo segundo de la norma transcrita supongamos que la persona
A, que desea vender una casa, confiere mandato a B para ese fin; y que la persona
C, que quiere comprar dicha casa, otorga mandato también a B para tal
propósito. Si ambos mandantes lo autorizaron expresamente puede B comparecer
(solo él) ante el notario y celebrar la escritura pública en la cual en representación
de A vende la casa, y en representación de C, la compra. Lo anterior no significa
que B haya contratado consigo mismo. Lo efectuado es sencilla y
simplemente que A (vendedor) y C (comprador) contrataron entre sí valiéndose
de un mismo mandatario. Eso queda claro si se repara en que la norma antes
referida indica que el mandatario debidamente autorizado puede representar a la
vez los derechos o intereses de las dos partes contratantes. Es decir, hay dos
partes contratantes, no una persona contratando consigo mismo. Artículos 1251,
1252, 1253, 1254, 1517, 1518, 1541 del Código Civil.
La oferta.
Oferta al público.
Messineo, citado por Garrido y Zago37, dice que: “En el contrato, las dos
declaraciones de voluntad de las cuales es él la resultante, se presuponen
mutuamente; de manera que una sola de ellas no es un negocio jurídico
unilateral, sino un fragmento del negocio jurídico bilateral”.
La aceptación.
385. Si el contrato se está celebrando entre personas que están en el mismo lugar,
en ese sitio y en el preciso momento del acuerdo pleno de voluntades se habrá
formado el consentimiento. Pero si las personas están en lugares diferentes en
los que no es posible que se comuniquen en forma directa, debe determinarse
con exactitud en qué momento y lugar se formó el consentimiento, por los
importantes efectos jurídicos que de dicha determinación nacen. Omitiendo por
inadmisibles en nuestro sistema legal la teoría de la declaración o agnición, y la de
la emisión o expedición, considero que son únicamente dos los puntos de vista que
merecen tomarse en cuenta: el primero concerniente a que el consentimiento
se forma en el momento en que el oferente recibe la respuesta afirmativa,
aunque aun no se haya enterado de ella (teoría de la recepción); y el
segundo, referente a que el consentimiento se forma hasta que el oferente
haya conocido la respuesta afirmativa, esa decir, hasta que se haya enterado
de la anuencia (teoría del conocimiento, información o recognición). El Código
Civil se refiere, sin mucha claridad a este asunto, diciendo en el artículo 1523:
“Cuando la oferta se haga a persona ausente, el contrato se forma en el momento
en que el proponente recibe la contestación de aquélla dentro del plazo de la oferta.
Si la oferta se hiciere sin fijación de plazo, el autor de ella quedará ligado durante
el tiempo suficiente para que la contestación llegue a su conocimiento”. La
imprecisión terminológica es notoria.
386. Creo que lo razonable es entender que el consentimiento queda formado desde
que el oferente recibe la respuesta afirmativa en el lugar y en el tiempo establecidos
en la oferta o en la ley; y que debe presumirse que, si recibió la respuesta la
misma es ya de su conocimiento, salvo que demuestre de manera fehaciente
que alguna causa no imputable a culpa suya, le impidió enterarse del contenido
de la respuesta a pesar de haberla recibido.
387. Debe tenerse presente que el negocio jurídico entre ausentes (personas
distantes) únicamente es posible en aquellos casos en los que la ley no exija
formalidades que necesariamente deban cumplirse de manera simultánea.
Singular excepción a esto lo constituye la donación entre vivos, en la cual es
posible que el donante la otorgue en escritura pública en la que no
comparece el donatario; y que éste la acepte en acto posterior, en otra escritura
pública en la que no comparece el donante. Artículos 1857 y 1858 del Código Civil.
Lugar de formación.
389. Respecto del lugar de formación del consentimiento el artículo 1524 del Código
Civil indica que “El contrato celebrado por teléfono se considera celebrado entre
presentes, y tanto en este caso como el del artículo anterior (que se refiere al
contrato entre personas ausentes), el contrato se reputa celebrado en el lugar en
que se hizo la oferta”. Es preciso indicar que la tendencia actual, sobre todo
tomando en cuenta las posibilidades de contratación a distancia que va
permitiendo cada vez más frecuentemente la tecnología avanzada con la que se
cuenta, se está orientando a regular que el contrato se repute celebrado en el lugar
donde se dio la aceptación, cuidando desde luego quede constancia fehaciente de
la recepción y fidelidad de las transmisiones que contengan tanto la oferta como la
aceptación. Creo que, en los casos en que la ley no expresa nada al respecto,
el uso reiterado irá formando una costumbre obligatoria.
391. Boffi38 indica que “El acto voluntario necesita tres elementos internos (el
discernimiento, la intención y la libertad), y uno externo (la exteriorización). Cada
elemento puede ser privado de vigencia o solamente de plenitud”.
392. El Código Civil les denomina vicios de la declaración de voluntad (por mi parte
prefiero la denominación tradicional de vicios del consentimiento por considerarla
más amplia y, por lo tanto, comprensiva no solo de los defectos de la
exteriorización de la voluntad, sino también de los defectos en la formación de
la misma). En el artículo 1257 califica como vicios de la declaración de la voluntad:
el error, el dolo, la simulación y la violencia. En mi opinión la simulación si bien
puede ser causa de anulabilidad del contrato, no lo es por constituir vicio del
consentimiento, sino porque las partes acordaron consciente e
intencionadamente distorsionar las declaraciones recíprocas de voluntad, a
efecto de fingir haber contratado o aparentar un contrato diferente del verdadero.
Error.
393. Consiste sencilla y llanamente en la equivocación, atribuible a sí mismo, que
sufre uno de los contratantes, o ambos. Incide en el discernimiento. Puede recaer:
a) en la naturaleza del negocio o en su causa (error in negotio); b) en la
identidad de la cosa (error in corpore); c) en la sustancia o cualidades de la
cosa (error in substantia); d) en la identidad o las cualidades de las personas (error
in persona); e) En la existencia, significado, alcances o vigencia de una
determinada norma jurídica, circunstancia en la que se trataría de un error de
derecho.
a) Error obstativo o impediente, cuando recae sobre la naturaleza del negocio. Sería
el denominado error in negotio. Ejemplo: A propuso la celebración de un contrato
de arrendamiento, y B entendió la celebración de un contrato de comodato. En
este caso realmente no hubo consentimiento. La nulidad resultante tendría que
ser nulidad absoluta. Este tipo de error no lo contempla el Código Civil.
b) Error esencial o error nulidad, cuando recae sobre la substancia de la cosa que
sirve de objeto al contrato, entendida la substancia como la cualidad principal
de la cosa según el interés del adquirente en la misma (sería el caso, por ejemplo,
de quien compró ganado creyendo que era apto para producción de leche y resultó
que es ganado para engorde); o sobre cualquier circunstancia que fuere el motivo
determinante de la negociación (es decir, sobre la causa del contrato). Esta clase
de error da lugar, de conformidad con el artículo 1258 del Código Civil, a la
nulidad relativa (anulabilidad) del contrato. Pertenece también a esta categoría
el error que recae en la persona, cuando la consideración a ella hubiere sido
el motivo principal del contrato. Sería el caso, por ejemplo, de una persona
que dona un inmueble a su nieto a quien no ha visto desde su nacimiento; pero
luego se entera que donó el bien a una persona que tiene nombre idéntico, pero
que no es el nieto a quien deseaba favorecer. Se trata, indudablemente, de los
denominados contratos intuitu personae, que son aquellos en los que la identidad
o las cualidades de la persona constituyen el motivo determinante de la
contratación, razón por la que se quiere contratar con determinada persona, no con
ninguna otra. Es decir, aquí la persona del contratante es insustituible, y la
equivocación en su identidad dará lugar, como dice el artículo 1259 el Código
Civil, a la invalidez (anulabilidad) del contrato. En los contratos de otra naturaleza
carecerá de importancia el error en la persona.
c) Error indiferente, cuando recae en aspectos secundarios, no sustanciales del
negocio. Por razón de que no afecta el consentimiento, el objeto ni la causa, no
invalida el contrato y solo da lugar a su corrección. El Código Civil lo contempla, en
forma demasiado limitada, en el artículo 1260, que dice: “El error de cuenta sólo
dará lugar a su corrección”.
Dolo.
399. Regulación legal. Para el Código Civil el dolo es toda sugestión o artificio que
se emplee para inducir a error o mantener en él a alguna de las partes. Es decir,
puede servir para provocar el error, o para impedir que quien se equivocó se de
cuenta de ello. Admite el código el dolo por acción (dolo activo): decir o hacer
para engañar; y el dolo por omisión (dolo pasivo): callar, no advertir, para
provocar el engaño. Admite expresamente el dolo simple: de un contratante hacia
el otro, o de un tercero con uno de los contratantes, contra el otro. No menciona
el dolo doble o recíproco (ambos contratantes se engañan). Por supuesto que si
se diera, con mayor razón habría vicio del consentimiento, y cada contratante podría
demandar la anulación del contrato, invocando como causa, obviamente, el dolo
que sufrió, nunca el dolo que causó. Acerca de esto último un importante sector de
doctrina opina que en el dolo doble ninguno de los contratantes es digno de la
protección de la ley y, por lo tanto, ninguno tiene acción para invalidar el contrato.
Obviamente no comparto dicho criterio, pues fomenta la inmoralidad en la
contratación.
400. Algunos autores han opinado que en el dolo, como en el error, la voluntad es
insuficiente por el engaño, en el primero, y la equivocación en el segundo.
Dicen que, por consiguiente, el fundamento del dolo (y del error) es de orden
psicológico. Otros autores argumentan que el fundamento del dolo es de orden
moral, pues no debe admitirse la mala fe en la contratación. Opinan que el dolo,
cualquiera que sea su naturaleza o su gravedad, debe ser causa de anulabilidad
del contrato. Esta debiera ser la posición del Código Civil tomando en cuenta que
en su artículo 1519 indica que “Los contratos deben ejecutarse de buena fe
y según la común intención de las partes”; y considerando, además, que la Ley
del Organismo Judicial establece, en su artículo 17, que “Los derechos deben
ejercitarse conforme a las exigencias de la buena fe”. Sin embargo, es diferente
su posición.
403. Prueba. Quien invoca como motivo de anulación del contrato haber sido
engañado, debe probar el dolo de su contraparte. El que procedió dolosamente no
puede demandar la anulación del contrato invocando su propio dolo. Artículos 1261,
1262, 1263, 1310 del Código Civil.