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Desarrollo:
El proyecto a presentar surge como un ejercicio entre las disciplinas del
arte, de la terapia y de la salud mental comunitaria (desde donde se instala),
buscando hacer dialogar los particulares modos de abordar las distintas esquinas
desde donde se miran los procesos y las personas, para generar reflexiones
individuales y colectivas y buscar anhelos comunes.
La elección del formato de testimonio responde a la posibilidad de éste de
interlocutar de modo directo, permitiendo el ejercicio del habla y de la escucha de
las voces del territorio con menos inferencias e interferencias. El testimonio, ha
tenido en la historia latinoamericana un carácter de revisión y de búsqueda de
cambios sociales (Beverley, 1987).
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COSAM es una unidad de salud comunitaria pública y gratuita que brinda atención ambulatoria en
especialidad de salud mental a personas y familias con problemas y trastornos mentales de moderada a alta
complejidad en todas las etapas del ciclo vital. Ver Modelos de Gestión Centro de Salud Mental Comunitaria
(2018)
El ejercicio realizado en COSAM, consiste en una pregunta que se abre
para ser respondida y es a propósito de la salud mental, que es el ámbito y
territorio desde donde surge la obra como tal. Los testimonios obtenidos
corresponden a las respuestas a esa pregunta que como actividad se enmarcan
en las acciones propuestas de desarrollo del enfoque comunitario de la institución.
El desarrollo de la salud mental comunitaria en nuestro territorio está ligada
a los procesos histórico y políticos de nuestro continente. El tema de la salud
mental comunitaria en Chile pareciera tener un antes y un ahora, con un tiempo
casi de detenimiento, de sensación de quiebre e interrupción.
Según Maritza Montero (2006), es posible encontrar en diversos lugares y
en el mismo momento temporal algunas expresiones de los inicios de la psicología
comunitaria en Latinoamérica, que según ella, habrían estado puestos más en la
acción transformadora y menos en un hacer académico. Este movimiento en Chile
(años 1960 a 1973), buscaba generar transformaciones y cambios sociales, en un
adherir a un proyecto político, para el cual la salud se proponía como un saber que
debía incorporar lo social (Carrasco & Yuing, 2014). Gran parte de estos
desarrollos de la Salud Mental Comunitaria se vieron interrumpidos por el
advenimiento de gobiernos militares en Latino América (Leiva, 2012); a su vez la
escasez de recursos destinados a ello generó una merma que permaneció hasta
el momento del retorno a la democracia.
Según Pablo Norambuena (2016), en Chile, se propone a partir de los años
90, con el restablecimiento de la democracia, nuevas formas de asumir y de
hacer la salud, relacionadas a las transformaciones que se necesitaba en ese
momento implementar; donde el enfoque comunitario sería la nueva propuesta de
abordaje desde las políticas públicas. Lo que el autor marca es el posicionamiento
de “lo social” como un nuevo conocimiento, no quedándose sólo con el
conocimiento biomédico o clínico de la enfermedad mental. El Plan Nacional de
Salud Mental (MINSAL, 2019) propone la participación comunitaria como factor
protector en salud mental.
Según Carrasco & Yuing (2014) el desarrollo de lo comunitario sitúa a los
equipos de trabajo en medio de procesos de cambio de las formas tradicionales
del hacer en salud, visualizando el desafío de lo comunitario como aquello a lo que
se espera llegar, algo que se sabe “distinto” al modo usual de trabajo, y que
requiere de su consolidación. Quedaría entonces mucho por dialogar en torno a lo
que implica, dibujándose por ahora como un posicionamiento frente a lo biomédico
y donde la participación sería el componente básico de la acción (Montero, 2006)
y sería la que promueve la transformación social. Estas dificultades ponen a los
equipos en situaciones a veces complejas para el desarrollo de las acciones
comunitarias en salud.
COSAM Independencia inicia de modo más intencionado, desde el año
2016 un trabajo con foco en la participación comunitaria como objetivo estratégico
a desarrollar. En esta interacción con la comunidad el uso de los recursos
creativos ha sido una plataforma que ha facilitado el diálogo entre las personas y
hacia la institución. Actividades comunitarias de pintura, literatura, expresión
plástica y corporal y la actividad de vídeo colectivo se configuran como una
estrategia que genera cercanía y apertura a las temáticas emergentes.
Claudia Bang (2016) analiza los cruces y las posibilidades que suceden con
las actividades creativas en el trabajo en salud mental comunitaria; donde
posiciona a partir de la experiencia en Argentina el rol de las artes y lo creativo
como estrategia metodológica comunitaria: propone tres conceptos que ella
considera fundamentales en la salud mental comunitaria: por un lado el arte, la
creatividad y el juego en el espacio público, como primer elemento; luego la
participación comunitaria como un segundo elemento: y la promoción de la salud
comunitaria como un tercer componente. La creatividad colectiva es la estrategia
que ella propone y resalta como posibilidad de mirada crítica y como alternativa
que podría superar la precariedad de recursos y la necesidad de formación de los
equipos, los que según ella se guían hacia lo comunitario orientados por la
intuición y la improvisación (2014).
Proyecto Vídeo-testimonio:
Estas etapas del proyecto que se visualizan, son más bien una continuación
de una misma propuesta que en los tiempos de confinamiento definió el territorio
de diálogo a partir del formato virtual, ampliando con ello las posibilidades que
antes estaban limitadas por el espacio físico y ahora abiertas a quienes quisieran
participar. El momento de pandemia llamó a una interrogante más específica:
indagar cómo se vivía la salud mental hoy.
Conclusiones.
El arte en su rol comunicador puede ser una potente herramienta que abre
espacios de debate transversal y de reflexión sobre las nociones de salud al
interior de los espacios institucionales, entendiéndolas como parte de las prácticas
de trabajo en salud mental , funcionando a modo de herramienta que activa los
discursos e intercambios, convirtiéndose en un articulador de procesos
participativos y en un estimulador y facilitador de los diálogos entre las
comunidades y la institución, permitiendo incluir y acercar el saber del usuario de
salud al saber del profesional, reconociendo en este ejercicio integrador y de
transformación un potencial de salud.
El incorporar prácticas de la salud mental comunitaria a través del arte
facilita un modo de relacionarse en un lenguaje sensible, más cercano, que
propicia la posibilidad de apertura, de reflexión y de mira crítica. La distribución del
saber que en la clínica tradicional está en manos del profesional, en el espacio del
arte podemos proponer otros modos de relacionarnos para compartir esa cuota de
poder.
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