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EMPIRISMO

El empirismo es una corriente de pensamiento que sostiene la primacía de la sensibilidad en


la cuestión del conocimiento. Los pensadores incluidos en esta corriente se oponen al racionalismo,
y se enfrentan a él con diversos grados de escepticismo. Desconfían de la posibilidad de un
conocimiento absoluto sobre la realidad, como pretenden los racionalistas (se debe recordar la idea
del panóptico de Leibniz).
No se trata de que los empiristas desconfíen de la razón, esto sería una pretensión excesiva,
y tampoco tendría sentido porque, a fin de cuentas, los empiristas pretenden estar realizando
afirmaciones racionales sobre lo real y sobre el conocimiento humano. Sencillamente desconfían de
unas pretensiones racionalistas que consideran excesivas, porque cargan todo el peso del
conocimiento y la verdad en la razón, devaluando la sensibilidad. La cuestión es que el modo en
que nos enfrentamos a lo real es con nuestros sentidos. No se percibe ninguna cosa sin emplear los
sentidos: la razón conoce; pero las cosas que conoce entran por los sentidos. Podría oponerse la idea
de que hay objetos que no existen y se componen en la imaginación; pero esto no haría una objeción
sólida, porque el material que la imaginación emplea para construir ideas ha salido, precisamente,
de la sensibilidad.
Si tuviésemos que escoger un grupo de tesis básicas, que representasen las ideas
fundamentales del empirismo, serían las siguientes:
• LA SENSIBILIDAD COMO ORIGEN DEL CONOCIMIENTO: un empirista no acepta la
premisa del racionalismo: que haya un contacto inmediato entre la realidad y la
razón. Este es el principal motivo de discrepancia entre ambas corrientes. Un
empirista nunca aceptará que existan tal cosa como “intuiciones intelectuales” acerca
de la realidad, porque eso implicaría que la razón tiene algún tipo de contacto directo
con las cosas; pero el hecho es que no se puede aducir ningún ejemplo claro de este
contacto. Se podría alegar la existencia de ideas innatas: el problema es que es justo
el hecho de que sean innatas lo que se pone en duda, y lo que es necesario demostrar.
¿Cómo conocemos las cosas? Por experiencia directa. No hay otro modo. Se dirá que
conocemos realmente las cosas cuando conocemos su concepto, pero no hay modo
de componer ningún concepto como no se tenga algún tipo de experiencia de la cosa.
No hay modo de que mi mente “toque” la cosa: tengo que leer sobre ella; me la
tienen que explicar; tengo que haberla visto de algún modo; o tal vez tengo que
imaginarla, pero incluso este acto de imaginación empleará elementos que han
surgido de mi experiencia.
• LA MENTE ES “TABULA RASA”: los empiristas niegan las ideas innatas, es decir,
entienden que la mente es como un folio en blanco, que se va rellenando con las
experiencias que vamos adquiriendo a lo largo de la vida. Se compara a veces con
una tablilla de cera, en la que se van imprimiendo las experiencias: al principio no
hay marca en ella, y se va llenando a lo largo de la vida, porque toda impresión deja
marca en ella.
• LA EXPERIENCIA DETERMINA TAMBIÉN LAS RELACIONES ENTRE NUESTRAS

PERCEPCIONES: si el conocimiento debe remitirse necesariamente a la experiencia,


entonces no queda más remedio que reconocer que nuestra experiencia también
determina, no solo el contenido de nuestras ideas, sino las relaciones que se
establecen entre nuestras percepciones. La fuerza de la costumbre, y el modo en que
nuestras percepciones suelen relacionarse en nuestra vida, determina el modo en que
interpretamos nuestra experiencia. Que todas las mañanas veamos salir el sol, nos
invita a pensar que esto seguirá ocurriendo necesariamente en el futuro; las
reacciones de las personas de nuestro entorno nos acostumbran a relacionarnos de
determinado modo con los demás.

Hay que comprender una cosa en toda esta disputa entre el empirismo y el racionalismo: si
se oponen es, en primer lugar, porque parten de algunas cuestiones comunes, y desde ellas, ofrecen
respuestas diferentes. Lo que esto quiere decir es que, si se puede hablar de oposición, en general,
es porque entre los dos términos que se oponen existe un punto de partida común. Si esto no fuese
así, ni tan siquiera se podría hablar de opuestos, a lo sumo se hablaría de “diversos”.
Este punto de partida común es, precisamente, la transformación que se imprime en la
modernidad en el pensamiento: la preocupación pasa de ser el ente a ser la verdad. Es decir, la
pregunta fundamental ya no es por el ser de las cosas; es por el órgano de conocimiento y, por tanto,
por la verdad y sus caracteres. Que lo importante es investigar acerca de lo que sea la razón y cómo
quede constituida la verdad, eso los empiristas nunca se lo discuten a los racionalistas; lo que les
discutirán es, precisamente, la definición de razón y de la verdad. En la modernidad, la prioridad
pasa a ser la razón y la verdad, sobre el ente y la realidad.

BONUS TRACK: CRÍTICA A LA NOCIÓN DE CAUSALIDAD.

Cuando contemplamos la lógica desde la perspectiva de la experiencia, nos surgen al paso


algunas revelaciones de gran interés. Un racionalista (y no solo un racionalista) tendría la lógica
como una estructura esencial e inamovible: de ella, Kant llega a decir que, con las investigaciones
de Aristóteles, se han descrito ya las leyes fundamentales del funcionamiento de la lógica de
predicados, y que no cabe ya ampliarla más (Kant era idealista, no racionalista). La cuestión para
un racionalista es que la lógica se trata de una estructura primaria de la razón, y solo cabe avanzar
en ella por deducción desde unos principios innatos, que serían independientes de la experiencia.
Pero, si aceptásemos que el conocimiento nace de los sentidos, la cuestión dista de estar clara. Si se
acepta esto, las ideas innatas dejan de tener sentido, porque son más hipótesis que deben
demostrarse que hechos de los que se pueda partir sin más. Y entonces vamos a parar a un hecho
bastante cotidiano y sencillo: la noción de causa. No se trata de una sabiduría que haya que buscar
en un manual, sino del hecho cotidiano, de la palabra que todos empleamos en nuestro día a día:
causa y efecto. Si el agua se calienta, hierve; si sube la glucosa en sangre, el páncreas segrega
insulina; si suelto un cuerpo, este se dirigirá hacia el suelo; si envejezco, moriré algún día. Tenemos
bien asentada la idea de que todo evento tiene, necesariamente, una causa, es decir, para toda cosa
que pueda ocurrir, debe existir una causa, de lo contrario, tendríamos que admitir que las cosas
pueden ocurrir sin más y sin nada que las produzca (y de la nada, nada viene, ex nihilo nihil fit, así
que esto no puede ocurrir). Sin embargo, partiendo de las premisas del empirismo, solo podemos
considerar conocimiento todo aquello que podamos remitir a las impresiones. Y aquí es donde el
principio de causalidad se nos escurre entre los dedos: es que no tenemos ninguna impresión de la
necesidad. Decir que a todo efecto lo antecede necesariamente una causa, es una idea que no
podemos remitir a ninguna impresión, porque ese “necesariamente”, no transparece en ninguna
sensación que podamos tener, sino que es un presupuesto lógico. Este es uno de los descubrimientos
más geniales de Hume: que la causalidad es, en realidad, una asociación de ideas que hacemos por
nuestra experiencia, no un principio lógico previo a la experiencia.

ÍTEMS RELEVANTES
1. LA SENSIBILIDAD ES EL ORIGEN DEL CONOCIMIENTO
2. LA MENTE ES “TÁBULA RASA”
3. LA EXPERIENCIA DETERMINA LAS RELACIONES ENTRE NUESTRAS PERCEPCIONES
4. “NO EXISTEN LAS IDEAS INNATAS”
5. ORIGEN DEL EMPIRISMO

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