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Absolutismo

Se llama absolutismo a una forma monárquica de gobierno que se estableció en


Europa a lo largo del siglo XVII, en un proceso histórico que contó con fuerzas
favorables y fuerzas que lo resistieron. El absolutismo fue un movimiento que
abarcó a todas las monarquías europeas del período, pero en cada una de ellas sus
resultados fueron dispares.
Es continuación del proceso de concentración de la autoridad en la monarquía que
comenzó en el siglo XV.

Autoridad única conferida por Dios


La expansión europea en otros continentes, la incorporación de nuevos mercados,
los cambios económicos y sociales que conllevaron y las guerras entre los Estados
contribuyeron a acrecentar el poder del rey como representante y gobernante de la
nación. A partir del siglo XVI, monarcas de países como España, Francia e
Inglaterra concentraron cada vez más la autoridad en sus manos y afirmaron que
esta era absoluta, es decir, que no debían rendir cuentas ante nadie más que Dios.
Los defensores de la autoridad real absoluta sostenían que la única fuente de poder
legítimo era Dios, y que el rey ejercía la soberanía por mandato divino. Esta idea
colocaba al monarca en un lugar diferenciado del resto de la sociedad. Ya no era,
como a fines de la Edad Media, el principal noble, el primero entre "pares" o
semejantes, sino una figura sagrada. El resto de la población, más allá de sus
diferencias estamentales y sociales, estaba por debajo: formaba el conjunto de
súbditos que debían acatar las decisiones del rey.
Una monarquía absoluta suponía, entonces, el ejercicio de la autoridad indiscutible
del rey. Como único titular del poder legítimo, solo el monarca podía establecer las
leyes del reino, dirigir la economía, disponer impuestos, otorgar títulos de nobleza,
reclutar y dirigir ejércitos, declarar la guerra o la paz y, en definitiva, decidir sobre
la marcha de la nación y los asuntos del Estado.

Absoluto, pero no solo


Los reyes no podían ejercer por sí solos todas las funciones del Estado. Para cobrar
impuestos, ejercer justicia y hacer la guerra, entre otras funciones, debían contar
con instituciones de gobierno. Desde hacía dos siglos, los reyes gobernaban con un
aparato burocrático de funcionarios y varias instituciones (judiciales, legislativas,
etc.). La dificultad de los monarcas que pretendían ser absolutos residía,
justamente, en afirmar su autoridad sobre todas estas instituciones.
El problema más complejo para los reyes siguió siendo imponerse sobre la
nobleza, que aún conservaba espacios importantes de poder. Por ejemplo, los
principales cargos estatales (la comandancia de los ejércitos, los puestos en el
consejo privado del rey, los ministerios, etc.) estaban reservados para los nobles.
Desde esos puestos en la administración real, siempre buscaban dirigir las
políticas, imponer decisiones o conseguir privilegios para ellos o sus familias. En
muchas ocasiones, los nobles participaban en intrigas o complots para forzar al rey
a tomar alguna decisión, por ejemplo, en cuestiones de política exterior o el
nombramiento de ministros.

ESTO PERO QUE SE VEA MEJOR

Mercantilismo
El mercantilismo fue una doctrina y una práctica económica que llegó a
su punto culminante en el siglo XVII. Como doctrina, sostenía que la
riqueza de un reino se basaba en la cantidad de metales preciosos con
que contara. Además, entendía que el volumen general de la riqueza del
mundo era inmodificable, es decir que no se podía incrementar. Como el
oro y la plata, en los intercambios mercantiles (de ahí el nombre de esta
doctrina), para el mercantilismo la riqueza no se creaba, solo pasaba de
mano en mano, circulaba entre las naciones (a través del comercio y las
conquistas de territorios), y si un país prosperaba era porque lograba
quedarse con la mayor parte de ella. De acuerdo con esta concepción,
toda la economía de un reino debía orientarse a conseguir y atesorar esos
metales preciosos. Pero como la cantidad de plata y de oro en el mundo
era finita (es decir, que no se podía generar más de lo ya existente), en
definitiva, cada país debía conseguir esos recursos a costa de los demás.
¿Cómo hacer eso?

 Uno de los caminos para obtener metales preciosos era la adquisición


de sus minas, para lo cual se impulsaba el dominio colonial sobre zonas
con yacimientos de oro y plata (como África y América). Esto, por
supuesto, significaba disputar esos territorios a reinos rivales, lo que
llevaba inevitablemente a las guerras.
 Otro factor era promover las industrias manufactureras del reino. De
esta manera se reducían las importaciones, que significaban un gasto de
oro y plata.
 Además se promovían industrias clave para el poderío militar, como
astilleros para construir barcos y arsenales para fabricar armas.
 La promoción de las industrias locales también se orientaba a
aumentar las exportaciones de los productos manufacturados (siempre
más caros que los agrícolas). De esta manera aumentaba la cantidad de
metales preciosos que ingresaba al reino.
 Como la riqueza del reino se vinculaba al poderío del Estado, y ambos
a la autoridad real, se consideraba que la promoción del comercio y de
las manufacturas era un privilegio que otorgaba el rey. Se realizaba a
través de la adjudicación de monopolios a determina-das empresas y
comerciantes. Así, además, los monarcas se aseguraban el cobro de
impuestos por estas actividades.
 Para favorecer las exportaciones y desalentar las importaciones, los
reinos aplicaban fuertes aranceles (altos impuestos) a los productos
importados, de manera de proteger las industrias locales. Esta política es
llamada proteccionismo. El mercantilismo se practicó en todos los reinos
europeos durante los siglos XVI y XVII. Para aplicar estas políticas
debían contar con una importante y eficaz burocracia estatal, y tener
fuerza militar con la cual competir con otros Estados rivales.

Una sociedad estamental


A pesar de esa mayor complejidad, con la aparición de nuevos grupos
que se iban diferenciando, la sociedad europea del siglo XVII
conservaba una característica que venía de la Edad Media: la división
entre los nobles (los antiguos señores), el clero (los sacerdotes, monjes y
monjas) y los comunes (el resto de la población). Cada uno de estos
grupos formaba un estamento, es decir, un "nivel" de la sociedad, al que
se atribuían obligaciones y derechos diferencia-dos. En Francia, estos
estamentos eran llamados "estados" u "órdenes".
La principal división entre los nobles y los comunes consistía en que los
primeros gozaban del privilegio de no pagar impuestos y rentas. En
cambio, los campesinos, los trabajadores urbanos y los burgueses (sin
importar su riqueza) estaban obligados al pago de impuestos a los reyes
y, en el caso de los campesinos, de rentas a los nobles. Otros privilegios
de la nobleza consistían en la preferencia para ocupar ciertos cargos de
la burocracia estatal, el derecho a ser recibida en la corte real y a que se
le diera un trato especial en público y privado, entre otros. A su vez, ser
noble exigía ciertas condiciones. Un noble no debía trabajar
manualmente y por lo tanto tenía que contar con servidumbre, a la que
debía pagar. También se esperaba que mantuviera una mansión y un
nivel de vida ele-vado, todo lo cual era muy costoso y no todos podían
afrontarlo. A lo largo del siglo XVII, muchas familias nobles se
empobrecieron debido a la reducción de sus rentas y el aumento de sus
gastos, y se endeudaron con prestamistas burgueses.
Esta situación abrió algunas grietas en la división estamental. Algunos
burgueses ricos lograban acceder a la nobleza mediante el matrimonio
con un miembro de una familia noble empobrecida por las deudas.
También podían llegar a convertirse en nobles si obtenían cargos como
funcionarios de los Estados monárquicos.
La sociedad europea
La sociedad europea moderna compartió características propias del
mundo medieval, pero también se observaron algunos cambios,
especialmente vinculados con las transformaciones económicas y con el
resurgimiento de la vida urbana. Si bien la sociedad continuó dividida en
estamentos, cobraron mayor importancia los grupos urbanos, cuyo
estatus social ya no estaba marcado por su origen, sino por sus
posibilidades económicas.

Las ciudades y sus habitantes se convirtieron en un símbolo de los


cambios económicos y sociales que caracterizaron el comienzo de los
tiempos modernos.
La nobleza
Los nobles conservaron muchos de los privilegios que los caracterizaron
durante el período medieval. La riqueza de la nobleza feudal provenía de
la explotación de sus grandes propiedades rurales y del cobro de cargas
y tributos a los que sometían a los campesinos que trabajaban en ellas.
Con el surgimiento y la consolidación de las monarquías absolutas, los
nobles perdieron gran parte del poder político que tenían, pero no su
condición de grupo privilegiado. La mayoría de sus integrantes estaban
eximidos del pago de impuestos y, en caso de cometer una falta, eran
juzgados con leyes especiales. Sin embargo, no fueron inmunes a la
crisis que provocó que muchos se empobrecieran como consecuencia de
la disminución de sus rentas.
Los campesinos
La mayoría de la población europea era campesina. Sus condiciones de
vida eran muy precarias ya que, además de tener que pagar tributos
abultados a los señores y a los reyes, muy a menudo se encontraban
expuestos a malas cosechas y a los saqueos de los ejércitos que
participaban en las frecuentes guerras. Existía un grupo minoritario de
campesinos propietarios de sus tierras que si bien vivían un poco más
holgados que sus vecinos, no tenían representación política ni privilegios
como los nobles.
Burgueses y artesanos
Los burgueses constituían un grupo muy heterogéneo, con marcadas
diferencias de prestigio y de poder, y en estrecha relación con las
actividades que cada uno realizaba y la fortuna que poseía.
En forma paralela a la centralización del poder real, los burgueses
continuaron ampliando sus actividades, que superaron el espacio de las
ciudades y se expandieron por los reinos y también fuera de ellos. En la
medida en que crecieron sus negocios, los burgueses se diversificaron,
destacándose como comerciantes, financistas, negociantes, funcionarios
o profesionales. Muchos ingresaron en el aparato burocrático (la nobleza
de toga, sobre la que leíste).
Los maestros artesanos que integraban las compañías y las
corporaciones que controlaban la producción eran quienes ejercían el
control político de la ciudad. Detrás de estos sectores se ubicaban los
mercaderes, relacionados con el comercio interno, y los artesanos de
menor jerarquía, como los oficiales y aprendices.
El mercantilismo
El mercantilismo fue una teoría económica que sostenía que para mantener Estados
unificados era fundamental centralizar y planificar toda la actividad económica,
desde el comercio hasta la producción. El objetivo último era fortalecer el poder
del rey al aumentar sus ingresos. Para tal fin, era necesario impedir la salida de los
recursos materiales hacia el exterior del reino, ya que eran la principal fuente de
maniobra con la que contaban los Estados: atesorar metales preciosos permitía a
las monarquías poder actuar con rapidez y disponer de dinero para resolver los
problemas que pudieran surgir.
Para mantener una balanza comercial positiva, es decir, que la cantidad de metales
que ingresaba a las arcas del Estado fuera mayor que la que salía de él, era
fundamental que la monarquía participara en el comercio y como un gran inversor
en las industrias. De lograrse estos objetivos, el Estado lograría gran independencia
económica y se fortalecería el poder del monarca. No es casual que el lugar donde
se haya llevado a cabo más fielmente un programa mercantilista haya sido en
Francia, bajo el dominio de Luis XIV.
Relaciones sociales y económicas
en la Europa del siglo XVII
Durante el siglo XVII, Europa vio modificadas las relaciones sociales y los
espacios económicos. Esta etapa permitió que algunos grupos sociales y sectores
económicos privilegiados aprovecharan las oportunidades que, para ellos, ofrecía
la crisis económica. Los perjudicados fueron los campesinos, cuyas tradiciones y
posibilidades de subsistencia habían sido modificadas. Miles de personas murieron
como consecuencia del hambre y de las pestes y los sobrevivientes tuvieron que
desplazarse a las ciudades, donde las condiciones de vida no eran mucho mejores
que en sus lugares de origen.
La importancia de la nobleza se mantuvo, aunque ahora amparada bajo la
protección de las monarquías cada vez más absolutistas. La propiedad, en estos
casos, siguió concentrada en manos de la nobleza, que no hacía una explotación
plena de ella. A esta pervivencia de las viejas estructuras económicas
contribuyeron en gran medida las monarquías que, mediante el control de todas las
actividades, evitaba cambios profundos que pudieran volverse en su contra o
escapar de su control. Mientras que en siglos anteriores, como el xv, la burguesía
fue la principal aliada de las monarquías en su lucha por recuperar y centralizar el
poder que había sido descentralizado en sistemas feudales durante la Edad Media,
una vez recuperado su esplendor, lo único que importó a las monarquías fue
perpetuar esa posición de privilegio.
El único caso que escapó a la regla fue Inglaterra, en donde se instauró una
monarquía parlamentaria y, por lo tanto, los burgueses y pequeños campesinos
representados en ambas cámaras pudieron impulsar medidas que los beneficiaron,
como la liberalización del comercio y la abolición de gran parte de los impuestos.
En consecuencia, los burgueses ingleses fueron quienes lograron mejores
oportunidades para ampliar el mercado y obtener mayores beneficios.

El capitalismo: principio del fin de las monarquías


El proceso de centralización política y de fortalecimiento de las monarquías
fue fundamental para el desarrollo de los Estados-nación y para la intervención del
Estado en la economía. Fue el paso previo para el desarrollo capitalista que
comenzaría definitivamente en el siglo XVIII.
Las nuevas relaciones económicas que se comenzaron a desarrollar implicaron
cambios en el mercado de trabajo, el intercambio entre los países y las funciones
del Estado. Los burgueses se convirtieron en una clase social que reclamó
representación política, entre otras razones, porque necesitaban la anuencia del
Estado para desarrollar el libre comercio, y porque la diferencia de intereses con
las monarquías y los nobles se hizo cada vez será más notoria. Este choque de
intereses se daría fundamentalmente a fines del siglo XVIII y principios del XIX,
con revoluciones que implantarían nuevas formas de gobierno.

La principal división entre los nobles y los comunes consistía en que los
primeros gozaban del privilegio de no pagar impuestos y rentas. En
cambio, los campesinos, los trabajadores urbanos y los burgueses (sin
importar su riqueza) estaban obligados al pago de impuestos a los reyes
y, en el caso de los campesinos, de rentas a los nobles. Otros privilegios
de la nobleza consistían en la preferencia para ocupar ciertos cargos de
la burocracia estatal, el derecho a ser recibida en la corte real y a que se
le diera un trato especial en público y privado, entre otros. A su vez, ser
noble exigía ciertas condiciones. Un noble no debía trabajar
manualmente y por lo tanto tenía que contar con servidumbre, a la que
debía pagar. También se esperaba que mantuviera una mansión y un
nivel de vida ele-vado, todo lo cual era muy costoso y no todos podían
afrontarlo. A lo largo del siglo XVII, muchas familias nobles se
empobrecieron debido a la reducción de sus rentas y el aumento de sus
gastos, y se endeudaron con prestamistas burgueses.

Privilegiados

No pagaban impuestos

Preferidos para ocupar cargos


públicos

Trato especial

No privilegiados
Artesanos y burgueses: obligados
al pago de impuestos a los reyes

Campesinos: obligados al pago


de impuestos a los reyes y de
rentas a los nobles

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