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Para pensar el suicidio más allá de la enfermedad

y los diagnósticos: un enfoque contextual-fenomenológico.


To think suicide beyond disease and diagnostics:
a contextual-phenomenological approach.

Juan García-Haro (1), Henar García-Pascual (2), Marta González González (3),
Sara Barrio-Martínez (4) y Rocío García-Pascual (5).
(1) FEA Psicología Clínica. Centro de Salud Mental de Adultos. Pola de Siero. Asturias.
Servicio de Salud del Principado de Asturias. Asturias. España.
(2) Enfermera Especialista en Salud Mental. Servicio de Salud del Principado de Asturias.
(3) Psicóloga Interna Residente. Servicio de Salud del Principado de Asturias.
(4) Psicóloga General Sanitaria.
(5) Psicóloga. Profesora Asociada Área Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológico. Universidad de León.

Resumen: El objetivo de este artículo es presentar una alternativa conceptual al enfo-


que diagnostico-céntrico del suicidio, así como esbozar una propuesta de análisis no
dualista del dato que dice que el 90% de los suicidios se deben a un trastorno mental.
Se concluye que un enfoque diagnosticocéntrico es limitado respecto a la explicación-
comprensión y ayuda-prevención del suicidio. Se sugiere un cambio radical en el modo
de pensar el suicidio. Pasar de una lógica que prioriza la idea de enfermedad, diagnós-
tico y sintomatología clínica, a un enfoque que sitúe a la persona y su circunstancia,
con su subjetividad, sufrimiento, problemas y dramas, en el centro de comprensión del
fenómeno suicida.

Palabras clave: diagnóstico, enfoque contextual-fenomenológico, factores de riesgo,


intento de suicidio, psicopatología, prevención del suicidio, suicidio.

Abstract: The objective of this article is to present a conceptual alternative to the diag-
nostic-centric approach to suicide and present a non-dualistic proposal of analysis the
data that says that 90% of suicides are due to a mental disorder. It is concluded that
a diagnostic-centric approach is limited regarding the explanation-understanding and
help-prevention of suicide. A radical change in the way of thinking about suicide is su-
ggested. Move from a logic that prioritizes the idea of disease, diagnosis and clinical
symptomatology, to an approach that places the person and his circumstance, with his
subjectivity, suffering, problems and dramas, at the core of understanding of the suicidal
phenomenon.

Key words: diagnosis, contextual-phenomenological approach, risk factors, suicide pre-


vention, psychopathology, suicide attempt, suicide.

Norte de salud mental, 2020, vol. XVI, nº 62: 42-51.


Para pensar el suicidio más allá de la enfermedad y los diagnósticos: un enfoque contextual-fenomenológico

Introducción da, o que la había dejado justo unos días antes.


6) Si la persona tomaba la medicación según la
Es común encontrar en la literatura científica
indicación, se dirá que, quizás, esa medicación
la cita que dice que el 90% de los suicidios se
no era la adecuada y que habría otras combi-
deben a un trastorno mental (WHO, 2014). Se
naciones mucho mejores. 7) Si falla lo anterior,
insiste en este dato para resaltar la influencia
se acabará diciendo que, ¡bueno!, un % de las
“decisiva” que tienen los trastornos mentales en
personas con ese diagnóstico tienen esa evo-
el suicidio y las conductas suicidas (Bobes Gar-
lución fatal hacia el suicidio y que no se podía
cía, et al., 2004). También, para justificar que la
haber evitado de ninguna manera. Conclusión: 7
mejor estrategia de prevención del suicidio es la
argumentos para mantener, a capa y espada, el
vía indirecta, a través de la reducción del factor
postulado de que el suicidio es siempre cosa de
diagnóstico: detección precoz y tratamiento de
padecer un trastorno mental.
los trastornos mentales. Se partiría de un enfo-
que diagnosticocéntrico, que coloca las ideas Se ha realizado ya una crítica al enfoque diag-
de “enfermedad-diagnóstico-medicación” en nosticocéntrico y a la falacia de la causalidad
el centro de la explicación-comprensión y tra- psiquiátrica (García-Haro et al., 2019 en prensa).
tamiento-prevención del suicidio. Este enfoque
está profundamente instalado, cual programa El objetivo de este artículo es presentar una al-
informático, en nuestras instituciones sociales ternativa conceptual al enfoque diagnóstico-cén-
(sociedades científicas, sistemas sanitarios, uni- trico del suicidio, así como esbozar una propues-
versidades, etc.), teorías, prácticas, e incluso en ta de análisis no dualista del dato que dice que
la vida cotidiana de la población general. Desde el 90% de los suicidios se deben a un trastorno
este modo de pensar se llega a conclusiones mental. Se cierra el trabajo con las principales
parciales, o inciertas, sobre la relación suicidio- conclusiones.
trastorno mental, como la idea de una causali-
dad psiquiátrica del suicidio. Más allá de la enfermedad y los diagnósticos:
Habría al menos 7 argumentos guardianes de un enfoque contextual-fenomenológico
esta supuesta causalidad psiquiátrica del suici- del suicidio
dio. Para verlos, imagine el lector estar ante la Partir del factor diagnóstico como explicación del
noticia en televisión del suicidio de un personaje suicidio y de las conductas suicidas no satisface
famoso. Los 7 argumentos serían los siguien- ni la explicación, ni la comprensión del fenóme-
tes: 1) se empezaría por resaltar, por encima o no; significaría dejar en la sombra las siguientes
en detrimento de otras circunstancias, el hecho preguntas: ¿Qué es esa cosa que llamamos tras-
de que la persona en cuestión padecía un diag- torno mental? ¿A través de qué mecanismos pro-
nóstico de una enfermedad mental. Con ello se duce el trastorno mental las ideas y conductas
apuntaría a que el diagnóstico psiquiátrico es suicidas? ¿De dónde viene el trastorno mental?
“la” explicación del acto-decisión suicida. 2) Si
no existiera un diagnóstico oficial, se apuntará a 1. Las conductas y experiencias que catalo-
ciertas características anormales de la persona gamos, desde un a priori biomédico, como
que ya-estaban-ahí y que encajarían con un tras- “síndrome-trastorno-enfermedad mental”,
torno mental sin diagnosticar. 3) Si la persona pueden ser vistas desde otras perspectivas
no seguía un tratamiento farmacológico, se indi- más ajustadas incluso a la evidencia y a la
cará que esa es “la” explicación del suicidio; la justicia social; véase a modo de ejemplo la
ausencia de un tratamiento farmacológico. 4) Si propuesta de la División de Psicología Clí-
la persona seguía un tratamiento farmacológico, nica de la Sociedad Británica de Psicología.
se apuntará que quizás el seguimiento no era el Propone entender las quejas y el sufrimiento
adecuado, porque podría estar con un médico de psico(pato)lógico como respuestas-estrate-
atención primaria y no con un psiquiatra. 5) Si la gias de supervivencia-afrontamiento, con una
persona realizaba un correcto seguimiento con función-sentido esencialmente adaptativa-
un psiquiatra, se indicará que quizás, la persona autoprotectora (frecuentemente de comuni-
no tomaba la medicación según la pauta indica- cación del sufrimiento, de búsqueda de ayuda

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Juan García-Haro, Henar García-Pascual, Marta González González, Sara Barrio-Martínez y Rocío García-Pascual

y de regulación emocional, de control del self, tractas-descriptivas-genéricas-estadísticas. En


la identidad y la autoestima, etc.), ante ame- cambio, si mediante una “autopsia psicológica”
nazas de contextos vitales problemáticos (de (Martin-Fumado y Gómez-Durán, 2017), pode-
invalidación, rechazo, conflicto, trauma, con- mos inferir los motivos concretos que incidieron
fusión, etc.) (Johnstone y Boyle, 2018). en el suicidio del sujeto A, esos motivos concre-
tos no nos valdrán para entender el suicidio del
2. I nteresa señalar que, dentro del modelo bio- sujeto B. Para entender el suicidio de un sujeto
médico, los mecanismos por los cuales un particular, habría que ir de lo general-nomotético
determinado diagnóstico incide en el com- (partiendo de una teoría general del suicido) a
portamiento suicida no han sido suficiente- lo individual, y de lo individual-idiográfico (con-
mente estudiados. Se dice tautológicamente junto de motivos biográficos personales) a lo
que el “suicidio patológico” es aquél que es general. Se trataría de partir desde un enfoque
“causado” por una “enfermedad mental”, idiográfico a partir del cual establecer genera-
sin discriminar los modos o vías a través de lizaciones nomotéticas válidas para otros suje-
la cuales cada diagnóstico “produce” la con- tos, y lo contrario: apoyarse en conocimientos
ducta suicida. nomotéticos para indagar asuntos individuales.
¿Permite el modelo diagnosticocéntrico del CIE/
3. Desacreditadas las opciones genética y cere-
DSM ir de lo general-diagnóstico a lo particular-
bral como explicaciones etiológicas del suici-
idiográfico?
dio (no hay ninguna evidencia causal por más
que exista sobreabundancia de correlatos La etiqueta diagnóstica funcionaría como una
biológicos), desde un punto de vista contex- pseudoexplicación del suicidio; desorienta más
tual-fenomenológico (García-Haro et al, 2018; que explica. Se sabe que el factor diagnóstico es
González González et al., 2019), se entiende un mal predictor del suicidio (O’Connor y Nock,
que, lo que llamamos “trastorno”, sería el 2014). Habría que ir, entonces, más allá del diag-
emergente clínico de una situación vital de lu- nóstico, a los factores psicológicos; véase la
cha o intento de salir de un mar contextos pro- desesperanza, los estilos y sesgos cognitivos
blemáticos y dramáticos en los que ha caído (O’Connor y Nock, 2014), o mejor aún: al drama
el sujeto (la circunstancia adversa: social, re- individual de esa persona que es su “mundo vi-
lacional, existencial y hasta biológica) y en los tal” (García-Haro et al., 2018), o “situación vital”
cuales bracea sin encontrar solución, sentido (Lewin, 1978), para encontrar la explicación-com-
o esperanza. El resultado es ese naufragio que prensión de una crisis y el paso al acto suicida.
llamamos suicidio. Véase la monografía de
Rendueles (2018) y de Estruch y Cardús (1982) En nuestra experiencia clínica, a menudo nos
para visualizar algunas de estas problemáti- sucede que, cuando descendemos el análisis
cas biográficas que ahogan existencialmente desde los pisos superiores de los síntomas y
al sujeto. los trastornos mentales, al nivel del suelo de la
biografía individual (los conflictos, carencias, di-
Desde esta perspectiva contextual-biográfica, lemas, adversidades, amenazas y pérdidas, las
cabe pensar que las personas con diagnóstico de relaciones interpersonales, las experiencias vivi-
trastorno mental que se suicidan, lo hacen por el das, los significados, los valores, las estrategias
drama de sus mundos existenciales individuales, de afrontamiento, los estilos y modos de ser y de
no por el diagnóstico o la enfermedad mental. En pensar, etc.), la importancia de los diagnósticos
efecto, la mayoría de personas con diagnóstico se nos difuminan a la luz de un nuevo sentido
psiquiátrico no se suicidan (Hjelmeland, 2016; clínico: el drama existencial de la vida humana
O’Connor y Nock, 2014). Los diagnósticos psi- individual.
quiátricos al uso (véase los sistemas DSM/CIE),
cuestionados además científicamente (Allsopp Sin embargo, la estrategia biomédica de preven-
et al., 2019; Deacon, 2013; Timimi, 2012, 2013, ción del suicidio se dedica a elaborar rankings
2014), por más individualizados que sean, no va- de qué diagnóstico psiquiátrico está más aso-
len para explicar-comprender el suicidio de una ciado, y cuánto de asociado lo está, con la con-
persona concreta individual. Son categorías abs- ducta suicida. Se parte de la premisa de que lo

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Para pensar el suicidio más allá de la enfermedad y los diagnósticos: un enfoque contextual-fenomenológico

importante es comprender el suicidio dentro de diferente del sufrimiento clínico. Este sufrimien-
la psicosis, dentro de la depresión, etc. Así, es to tendría su piedra de toque en las experiencias
común en la literatura biomédica del suicido ha- y significados de pérdida, vacío y desesperanza
cer recuentos de porcentajes de muertes asocia- (Paris, 2007). Es por ello que, no resulta una ca-
dos a cada categoría diagnóstica, para estimar el sualidad que sea precisamente la “depresión por
riesgo asociado a cada trastorno. Así, se dice que desesperanza” una de las condiciones clínicas (y
la depresión es el diagnóstico más relacionado existenciales) más relacionadas con el suicidio
con el suicidio y que, el riesgo de suicidio en la (Abramson, Metalsky y Alloy, 1989; Beck et al.,
depresión, es 20 veces superior al esperado en 1990; Dyer y Kreitman, 1984).
población general; en la esquizofrenia es 8-13
veces superior, etc. (Ayuso-Mateos et al., 2012; Como decía Shneidman (1993), “Todos nuestros
Chesney et al., 2014). Del mismo modo, los ma- esfuerzos pasados para relacionar el suicidio con
nuales (Bobes García, et al., 2004) y congresos variables no psicológicas simplistas, como sexo,
de suicidiología se estructuran en torno a los edad, raza, nivel socioeconómico, elementos del
diagnósticos. Con ello, se estaría buscando en historial del caso, categorías psiquiátricas, es-
el diagnóstico psiquiátrico una esencia explica- taban condenados a fallar precisamente porque
tiva del suicidio o de la conducta suicida, como ignoraban la única variable que se relaciona cen-
si ahí “dentro” estuviera la causa “etiológica” tralmente con el suicidio, a saber, el dolor psico-
del fenómeno o la comprensión del mismo. Sin lógico intolerable”.
embargo, esta esencia intra-diagnóstica no exis-
En realidad, puede que el diagnóstico psiquiátri-
te. La esencia del suicidio (si la hay) puede estar
co y la sintomatología clínica no sean más que
más en lo que comparte con otros diagnósticos
un correlato clínico de contextos biográficos aso-
(comunalidad), que en lo que hay de diferente
ciados al estrés y al sufrimiento. Siendo así, en
dentro de cada uno de ellos (distintividad). No
lugar de decir que los trastornos mentales están
en vano, el suicidio y las conductas suicidas apa-
en la base de la conducta suicida, habría que
recen en muchos diagnósticos psiquiátricos de
concluir que los trastornos mentales dibujan la
muy diferente topografía (prácticamente puede
dovela de múltiples nervios de sufrimiento vital-
aparecer en todos), e incluso aparece asociado
psicológico. Como dijo una paciente: “el sufri-
a discapacidades físicas y a enfermedades mé-
miento vital es la causa de la depresión”.
dicas. Sería como buscar en cada pueblo de la
costa asturiana la explicación de su clima lluvio- En contra de lo que se dice, mientras no se asu-
so y vientos galerna, en lugar de hacerlo mirando ma que la gente no se suicida porque está de-
las características climáticas del mar Cantábrico. primida, tenga alcoholismo, o un trastorno límite
Se estaría buscando en lo particular de cada de personalidad, sino porque vive atrapada en
trastorno, la explicación de un problema que la cárcel de contextos vitales problemáticos de
no estaría-ahí, sino en lo común o transversal sufrimiento-límite, ellos mismos causantes de
(transdiagnóstico) a todos ellos. Es decir, habría, sintomatología clínica (desmoralización, consu-
a nuestro juicio, una tercera variable o hilo invisi- mo de alcohol, vivencias de vacío e impulsividad,
ble en la relación trastorno-suicidio que pasaría etc., incluyendo las conductas suicidas), puede
desapercibida, y que convendría explicitar. Esta estar lejos la prevención. En palabras de Shneid-
tercera variable se refiere al sufrimiento o dolor man: “La depresión nunca causa el suicidio, sino
psicológico (Sheidemam); eso sí, no se trataría que merece tratamiento por sí misma, y afirmar
de cualquier sufrimiento psicológico (condición que el suicidio es causado por presentar depre-
necesaria pero no suficiente), sino aquél que sión es un error lógico, una confusión concep-
tendría unas características distintivas; aquel tual” (Shneidman 1993).
que es vivido de forma “intolerable, inescapa-
ble e interminable” (Chiles, Strosahl y Roberts, Las políticas sanitarias de prevención deberían
2019), y donde la persona siente que no tiene la tener en cuenta este enfoque contextual-feno-
capacidad para regular este dolor experimenta- menológico si realmente se quiere hacer una pre-
do (Verrocchio et al., 2016). Se trataría pues de vención integral del suicidio. De acuerdo con esta
un sufrimiento, cualitativa y existencialmente, perspectiva, se trataría de abordar y solucionar

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Juan García-Haro, Henar García-Pascual, Marta González González, Sara Barrio-Martínez y Rocío García-Pascual

los contextos vitales problemáticos, agujeros por gundos estuvieran inoculados frente a la psico-
donde se infiltra el sufrimiento psicológico, y no patología por el hecho de enfrentar problemas
sólo achicar los síntomas que inundan el barco de de la vida (y no sufrieran por ello cierta limita-
la vida. ción en su capacidad de libertad). Se trata de una
falsa dicotomía: patología-normalidad. Todas las
Desvelando una posición dualista del suicidio experiencias y conductas usualmente llamadas
“síntomas” las tienen, y tenemos, las personas
Con todo, quizás, lo más importante de la cita sin diagnóstico formal, porque en realidad no
del 90%, sea lo no dicho. Se refiere a que desde son “déficits” o “trastornos” sino, como dice el
el mismo enfoque biomédico se admitiría que, Marco de Poder, Amenaza y Significado (Johns-
hasta un 10% de las personas que se suicidan, tone y Boyle, 2018), respuestas-estrategias de
estarían libres de determinación psiquiátrica. supervivencia-afrontamiento, con un sentido bá-
De este 10%, que según algunos estudios sería sicamente adaptativo-protector que se activan
mucho más (Hjelmeland, et al., 2012; Hjelmeland ante contextos problemáticos (de invalidación,
y Knizek, 2016, 2017) ni se habla ni se teoriza. rechazo, conflicto, trauma, confusión, etc.). No
¿Por qué? Porque hacerlo llevaría a formular en vano, hay estudios de autopsia psicológica
una compleja red de argumentos en ataurique, que revelan que las persona que se suicidan sin
que colisionarían frontalmente con la casuística trastorno mental aparente también tienen sín-
del 90%. Por eso, cuando se trata el asunto, el tomas clínicos y características de personalidad
modelo biomédico sale por la tangente: se dice similares a las de los sujetos diagnosticados con
que ese 10% (de los adolescentes que se suici- trastorno mental que han realizado actos suici-
dan, de los homicidas-suicidas “machistas”, de das (Hawton y Heeringen, 2009). Nada extraño
los suicidas ante desahucios, de los suicidas que hay en ello; pues siempre hay una continuidad
enfrentan una enfermedad terminal inminente, dinámica entre sufrimiento psicológico normal
etc.) no corresponde a suicidios patológicos. y clínica mental. Es por ello que proponemos
En efecto, la mayoría de defensores del mode- hablar de “psico(pato)logía” de los suicidios. Y
lo biomédico, explican las tentativas y suicidios es que el riesgo de suicidio asociado a los tras-
consumados de los adolescentes como una di- tornos adaptativos (los que padecemos todos
ficultad para solucionar estresores vitales. “En en algún momento) es 14 veces superior al de la
estos casos no detectamos patología mental. población general (Harris y Barraclough, 1997).
Es simplemente que tienen dificultad para solu- Es decir, que el riesgo de suicidio asociado a la
cionar los problemas y reaccionan de una forma vida humana misma es ya de 14. El suicido sería
inadecuada. La solución que se aplica es un en- entonces, antes que un problema clínico, un fe-
trenamiento psicoterapéutico con un psicólogo y nómeno inherente a la condición humana, esto
la familia para que aprendan que se puede ac- es, a su vulnerabilidad existencial y empírica da-
tuar de otra manera ante la frustración” (Palao das unas circunstancias determinadas.
Vidal, 2018). Con este modo de pensar, se llega
a una posición dualista respecto del suicidio: En esta línea de ampliar el cedazo del modelo
libertad-determinismo, problema-enfermedad, biomédico y diagnosticocéntrico de salud men-
decisión-síntoma, biografía-biología, sociogé- tal, centrado en la presencia o no de “enferme-
nesis-biogénesis, político-patológico (DSM-5), dad mental” como condición para la asistencia
desarrollo-proceso (en sentido de Jaspers), etc. de la ayuda sanitaria, se sitúa: 1) la Guía breve
Se acabaría concluyendo que unos (el 90%) se de diagnóstico psiquiátrico, elaborada por la Or-
suicidan porque tienen una “enfermedad men- ganización Mental Health Europe (2019) y espe-
tal” (por tanto, sin ninguna “libertad”), y otros cialmente 2) la propuesta Marco de Poder, Ame-
(el 10%), porque tienen problemas que no saben naza y Significado, elaborada por la División de
afrontar o que sobrepasan sus recursos, pero Psicología Clínica de la Sociedad de Psicología
son responsables, en definitiva. Como si los pri- Británica (Johnstone y Boyle, 2018). Esta última
meros no tuvieran problemas vitales atascados propuesta, aboga por el abandono definitivo del
por el hecho de estar “enfermos” (y manejaran modelo de “enfermedad-diagnóstico-medicali-
cierta capacidad de responsabilidad), y los se- zación” en los sistemas de atención a la salud

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Para pensar el suicidio más allá de la enfermedad y los diagnósticos: un enfoque contextual-fenomenológico

mental. Propone una reorientación sustancial bricada entre ambos polos. “Pseudosuicidio”
y existencial del sufrimiento psicológico en su (suicidios sin implicación intencional, véase el
contexto vital, y donde las experiencias y con- acto suicida en plena crisis psicótica) y “suicidio
ductas que usualmente llamamos “síntomas”, racional” (suicidios comprensibles psicobiográ-
se pueden entender mejor (con más evidencia y ficamente, véase la persona con diagnóstico de
justicia social), como respuestas-estrategias de cáncer terminal) serían los extremos imagina-
supervivencia-afrontamiento con un sentido-fun- rios de un campo dinámico siempre en tensión.
ción básicamente adaptativo-protector, frente a Ni hay decisiones libres puras, ni deja de exis-
contextos problemáticos (sociales, relacionales, tir siempre un coeficiente, siquiera mínimo, de
existenciales, biológicos), amenazantes o inva- acción-decisión. Los suicidas del subgrupo del
lidantes, en lugar de verlos como “síndromes- 10%, se situarían, de acuerdo a las coordenadas
trastornos-enfermedades mentales” a “tratar” o anteriores, más cerca del polo de la libertad de-
“curar”. cisional que del polo del trastorno mental, eso sí,
sin exclusión de elementos de adversidad y sufri-
Para superar el dualismo miento (incluyendo el azar), pues estos siempre
están presentes en más/menos. Y lo contrario:
Frente a este modelo dualista, y tautológico (son los suicidas del 90%, se situarían más cerca del
suicidios patológicos los que están causados por polo del estado mental disfuncional (que no “en-
enfermedades mentales y son suicidios raciona- fermedad mental”), sin exclusión de elementos
les los que no), se precisaría un enfoque alter- de acción y libertad, pues, como se dijo antes,
nativo que sirva para la comprensión y ayuda siempre hay, incluso en las situaciones más lí-
(cuando sea el caso) del 100% de las personas mites, grados de decisión-acción. Invirtiendo el
que presentan crisis suicidas. dicho existencialista: En el peor de los casos, y
cuando la existencia pareciera reducida a una
El comportamiento humano es siempre multi- única y trágica salida, siempre se puede elegir
determinado. No se puede hablar sin ingenuidad seguir adelante con la vida. Esta idea, de coefi-
en Psicología Clínica ni en Psiquiatría de unicau- ciente de acción-decisión, invalidaría cualquier
salidad ni de linealidad, sino de complejidad determinismo o causalidad biológica o psicoló-
(Morin, 1994, 2005). En un acto de conducta gica. Las dimensiones de la libertad y la fatalidad
singular, idiosincrásico, personal (véase aquí la son como las fibras invisibles que, entrelazadas,
conducta suicida), convergen múltiples y labe- enhebran la cuerda de la vida humana.
rínticos factores, tanto optativos como condicio-
nados. Entre los factores optativos destacarían Frente al enfoque esbozado, habría líderes de
las razones para actuar (individuales y sociales). opinión del modelo biomédico, que afirmarían
Entre los condicionados estarían los coeficientes que las “enfermedades mentales son enferme-
de adversidad y de contingencia, incluyendo los dades de la libertad” (Suárez, 2010). Bajo esta
contextos sociales (pobreza), familiares (abuso), afirmación, funcionaría una reducción de la con-
relacionales (falta de apoyo) y biológicos (enfer- ducta suicida a pura irracionalidad o pura fisio-
medad física), que inciden en la subjetividad y el patología. Sin embargo, para aliviar a los super-
comportamiento. vivientes de la vivencia de culpa postsuicidio,
se defenderá la idea del coeficiente de libertad
En clínica, como en el resto de la vida humana, antes referido. Se conjugaría así (y acaso sin con-
las cosas no son nunca todo o nada. Siempre hay ciencia de ello) dos ideas incompatibles sobre el
una franja gris o campo procesual. Se precisa un suicidio (elección o enfermedad) sin problemati-
enfoque de la complejidad, dimensional, dinámi- zar la cuestión de fondo.
co y multifactorial. Las crisis, ideas y conductas
suicidas ni son pura enfermedad, sintomato- Sea como fuere, no queda claro qué se entien-
logía, irracionalidad o locura; ni tampoco pura de desde el modelo biomédico por “libertad”,
decisión, libertad indeterminada o racionalidad y lo más importante: cuáles son los criterios
(epitomizado este extremo por el suicidio de los para reconocerla. Invocar la idea de que los
estoicos o de los románticos), sino que hunde trastornos mentales (sin más matices) anulan
su lógica y sentido existencial en la tensión im- la “libertad”, tiene sus riesgos. Es importante

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Juan García-Haro, Henar García-Pascual, Marta González González, Sara Barrio-Martínez y Rocío García-Pascual

establecer controles de garantía sobre el modo ción psico(pato)lógica de la imputabilidad en el


en el que debe determinarse esta cuestión, pues ámbito forense, no se trataría tanto de verificar
conlleva el peligro de abrir la puerta a vulnera- si la persona está capacitada para tomar decisio-
ciones de derechos humanos fundamentales nes, sino, si no lo está y hasta qué punto no lo
como el derecho a decidir morir. Cuando estos está; y el criterio establecido oficialmente por los
autores usan la palabra “libertad” (contexto de expertos para decidir si no lo está, es cuando o
uso), parece que piensan en un estado mental bien la persona no sabe lo que hace o no puede
alterado (se pone el ejemplo prototípico de la impedir(se) hacer lo que hace. Como si, una per-
depresión grave melancólica), que distorsiona sona diagnosticada de depresión grave, que in-
la percepción de la realidad (se habla de lógica tentara suicidarse, por el hecho de hacerlo, fuera
suicida: sesgos, distorsiones, visión túnel, etc.), un mero autómata que no comprendiera lo que
y que, por tanto, según ellos, comprometería la hace o estuviera poseída por un impulso suicida
capacidad para tomar decisiones “racionales” y descontrolado.
“razonables”, eso sí, según los parámetros del
consenso social. Con esta manera de pensar el suicidio (reducción
fisiopatológica, sin subjetividad, ni contexto), se
El problema está en que, si a priori se define y abona el terreno a prácticas de vigilancia de la
acepta, que el trastorno mental (véase depre- intimidad (propagación de escalas de detección
sión) es por definición una entidad patológica y estimación del riesgo en los diferentes servi-
que compromete la “libertad” del sujeto, luego, cios, códigos de alarma, etc.), tratamientos far-
a posteriori, resulta imposible saber si la deci- macológicos preventivos, y en última instancia,
sión de morir de un sujeto diagnosticado de de- a intervenciones restrictivas, sino directamente
presión es voluntaria (atribuible a su yo “puro” perjudiciales, como los ingresos involuntarios, la
con independencia del trastorno), o es depen- contención mecánica o la terapia electroconvul-
diente del trastorno mental y es acaso hasta uno siva; que de paso, aumentarían el estigma y la
de sus “síntomas”. Caemos presos de la trampa discriminación.
de nuestro pensamiento, que es disyuntivo y,
además, tiende a ser reduccionista, cuando la Para terminar, el peligro de bascular demasiado
cosa es más compleja. la definición del suicidio hacia el polo de la enfer-
medad mental, es caer en un reduccionismo ma-
Pero insistimos, ¿cuáles son los límites-fronteras y terialista infra-sujeto (Pérez-Álvarez, 2017, 2018).
los criterios de demarcación entre tener un estado El suicidio quedaría reducido a un mero epi-fenó-
mental alterado, una enfermedad mental y una in- meno de mecanismos cerebrales, bioquímicos o
capacidad para tomar decisiones? Se estaría con- genéticos-hereditarios anómalos que anulan la
fundiendo peligrosamente la condición del sufri- capacidad de ser-sujeto y, por tanto, de ser así,
miento psico(pato)lógico con la incapacidad para paradójicamente nada tendría que ver con la ca-
la toma de decisiones. Ahora bien, comprometer pacidad de decisión-acción-acto de una persona-
no es anular. Se podría pensar, por los mismos en-contexto. Entonces, no tendría sentido en tér-
motivos, que una persona que acaba de recibir minos existenciales hablar de suicidio como un
la noticia de la muerte trágica de un ser querido fenómeno intencional-comportamental-contex-
tiene también una “enfermedad de la libertad”. El tual, a no ser que admitamos que los genes, los
amor y el desamor serían también ejemplos de lo polimorfismos, la serotonina, el colesterol, etc.,
que aquí se quiere referir. Véase la persona que ha encierren un yo psicológico en su interior al estilo
sido aceptada tras una larga espera por la perso- de los genes “egoístas” de Dawkins (1993) que pi-
na amada y vive en un limbo de felicidad o lo con- lotan la vida humana hacia la muerte. No faltarían
trario, la persona que ha sido rechazada. Acaso por lo demás autores que navegarían con remos
existan millones de personas en el mundo que, sin ideológicos más que científicos en esta dirección.
saberlo, padezcan “enfermedades de la libertad”.
A modo de conclusión
Al igual que sucede en la ciencia, donde no hay
criterios de verificabilidad de las hipótesis, sino Se concluye que un enfoque diagnosticocéntrico
de refutabilidad (teoría de Popper), en la evalua- es limitado respecto a la explicación-comprensión

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Para pensar el suicidio más allá de la enfermedad y los diagnósticos: un enfoque contextual-fenomenológico

y ayuda-prevención del suicidio. 1. Deja fuera del frimiento, problemas y dramas, en el centro de
análisis y de la ayuda a una cantidad de perso- comprensión del fenómeno suicida. Desde el
nas en riesgo considerable, bajo el comentario punto de vista de la ayuda y prevención, se pre-
lapidario de que no son suicidios patológicos. 2. cisaría orientar la ayuda profesional no sólo ha-
Cae en un dualismo según el cual el suicidio pa- cia el control de “síntomas clínicos”, sino hacia
tológico quedaría reducido a un mero epi-fenó- el abordaje de los contextos vitales problemá-
meno de una enfermedad-como-cualquier-otra ticos y dramáticos que ahogan la existencia de
que en última instancia anularía la capacidad de la persona, lo cual remite no sólo a cuestiones
ser-sujeto. 3. Abona el terreno a prácticas de vi- individuales sino también sociales, culturales y
gilancia de la intimidad. existenciales. Se precisaría un enfoque contex-
tual-fenomenológico que permita “volver a las
Se sugiere entonces un cambio radical en el cosas mismas”, que en nuestro campo son las
modo de pensar el suicidio. Pasar de una lógica personas-ahí-en-el-mundo-haciendo-su-vida.
que prioriza la idea de enfermedad, diagnóstico
y sintomatología clínica, a un enfoque que si-
túe a la persona y su circunstancia, con su su-

Contacto
Juan García-Haro ✉ juanmanuel.garciah@sespa.es ✆ 687 215 167
C/ Alonso Ojeda, 9, 6º B • 33208 Gijón • Asturias, España

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