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La historia de la inflación en México se remonta a épocas muy antiguas.

Analizaremos el fenómeno en diversos episodios a partir de la Revolución Mexicana.


Aunque no hay registros contables de la experiencia, se dice que nuestro país vivió un
episodio de hiperinflación durante la segunda década del siglo XX. La razón para este
fenómeno es la misma que hemos explicado en los párrafos anteriores: diversos
grupos revolucionarios comenzaron a emitir papel moneda para financiar sus gastos.
La inflación aumentó a niveles que nunca se han vuelto a observar en nuestro país.

La hiperinflación mexicana cedió en cuanto los grupos revolucionarios llegaron a un


acuerdo. Un momento crucial en la historia de nuestro país es el surgimiento del
Banco de México, institución que nace en 1925 por iniciativa del Presidente Plutarco
Elías Calles y que es la encargada de emitir la única moneda de curso legal. Aunque
ciertamente la creación del Banco de México redujo notablemente la inflación
respecto al pasado, persistía un problema: el banco central mexicano no era una
institución independiente, sino controlada a la Secretaría de Hacienda y Crédito
Público y, por lo tanto, podía ser conminada a emitir papel moneda para financiar el
déficit público.

En los siguientes años, la inflación tuvo un comportamiento errático. México padeció


la influencia de la Gran Depresión de Estados Unidos y observó una fuerte recesión en
1932, la cual estuvo acompañada de una caída de los precios. Más adelante, como
consecuencia de los conflictos mundiales que surgieron a fines de los años treinta, la
inflación se aceleró y llegó a niveles de dos dígitos a fines de los años cuarenta. En
1954, bajo la presidencia de Adolfo Ruiz Cortines, México adoptó un sistema de tipo
de cambio fijo, el cual duraría hasta 1976. La fijación del tipo de cambio buscaba
controlar la inflación a través de lo que se conoce como un ancla nominal –el tipo de
cambio, en este caso.

Entre mediados de los años cincuenta y 1970, México vivió una etapa de crecimiento
económico elevado con baja inflación. Nuestro país exportaba bienes primarios
agropecuarios y petróleo y, al mismo tiempo, había impuesto un sistema de tarifas a
las importaciones de productos industriales principalmente de uso final. Con este
sistema de sustitución de importaciones, el objetivo era que surgiera una sólida
industria nacional, lo que sólo en parte se logró. Cuando las exportaciones del sector
agropecuario comenzaron a perder dinamismo, a fines de los años sesenta, el
financiamiento que éstas proveían se sustituyó por endeudamiento externo, el cual
financiaba un déficit público creciente. El descubrimiento de nuevos yacimientos de
petróleo y la expectativa de un precio más elevado de este hidrocarburo, sobre
endeudó al país. El tipo de cambio sufrió entonces un ajuste en 1976 y más adelante,
en 1982, se tuvo que ajustar de manera muy abrupta.

Sin el ancla nominal del tipo de cambio, y con el creciente déficit público de las dos
décadas previas, la inflación se destapó (de un promedio anual de 29% en la
presidencia de José López Portillo a un promedio de 83% en el gobierno de Miguel de
la Madrid).

En 1989, el Presidente Carlos Salinas de Gortari logró una renegociación de la deuda


externa mexicana. Con ello fue posible volver a utilizar el tipo de cambio como un
ancla nominal para controlar la inflación, la cual bajó en forma considerable en los
siguientes años, a un promedio en este período de cerca de 17%. Sin embargo, esta
inflación sobrevaluó el peso mexicano y entre finales de 1994 y el año de 1995 tuvo
que volver a haber un ajuste macroeconómico, con lo cual la inflación volvió a subir a
niveles de poco más de 50% en 1995.

Un cambio estructural de gran importancia ocurrió en 1993, cuando se estableció la


independencia del Banco de México. Con ella, el banco central tiene prohibido
financiar el déficit público. Por lo anterior, el episodio inflacionario de la crisis de
1995 duró poco tiempo y también, por lo mismo, ha sido posible que la inflación que
México observa actualmente sea sólo de entre 3 y 4%.

Una política que ha sido exitosa es la que tiene que ver con el tipo de cambio. Esta
variable ha dejado de ser un ancla nominal para bajar la inflación y, en cambio, flota
libremente. El Banco de México ha pasado de un sistema en el cual tenía un cierto
control de la oferta de dinero, a uno en el que se controla una tasa de interés de
referencia, como en los países más desarrollados.

Aún cuando el Banco de México sea una entidad autónoma, la amenaza de la


inflación existe si las finanzas públicas sufren un severo desajuste. Si la deuda que
tiene el gobierno es en su propia moneda, y de pronto se ve imposibilitado para pagar
el principal y/o los intereses de dicha deuda soberana, el banco central es la entidad
que tendría que rescatar al gobierno.

Actualmente, México tiene una inflación bastante controlada pero el crecimiento


económico es muy bajo. Para incentivar la actividad económica, el gobierno ha
puesto en marcha un ambicioso programa de reformas estructurales, cuyo objetivo
es incrementar el crecimiento de largo plazo. Asimismo, con objeto de salir del
estancamiento económico del presente, las autoridades fiscales han decidido
aumentar el déficit público en forma temporal, mientras que el banco central ha
reducido la tasa de interés interbancaria a un mínimo de 3%.
Las reformas estructurales muy probablemente tendrán un efecto positivo sobre el
crecimiento de largo plazo y son bienvenidas. Las políticas de incremento del déficit
público y reducción de tasas de interés pueden incidir en un mayor crecimiento de
corto plazo. No obstante, al inducir un aumento en el gasto público e incentivar el
consumo privado (por hacer el ahorro menos atractivo) corren el riesgo de generar
mayor inflación tanto en el presente como en el futuro.

Una vez que comienza la inflación, se crean mecanismos de protección contra ella. El
más conocido es el de la indización, que es la práctica de incrementar algunos
precios y la mayoría de los salarios por adelantado previendo una inflación futura. El
ajuste al alza en las tasas de interés que hace el banco central en presencia de
inflación también se considera un mecanismo de indización, el cual tiene dos
objetivos: por una parte desanimar el consumo, y así reducir las presiones sobre el
crecimiento de precios, y por otra parte proteger el ahorro del impuesto
inflacionario.

REFERENCIAS

Arana, A. R. (2016, mayo 9). #EconomíayDinero La historia de la inflación. Letras

Libres. https://letraslibres.com/revista-espana/economiaydinero-la-

historia-de-la-inflacion/

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