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Síntesis Segundo Corte Ética y Sociedad
Síntesis Segundo Corte Ética y Sociedad
AUTOR(ES):
20202379129
DOCENTE:
ÉTICA Y SOCIEDAD
BOGOTÁ
AGOSTO 02 DE 2022
EL RENACIMIENTO:
El Renacimiento fue un movimiento cultural y social que se dio en Europa a partir del siglo
XV y se le considera la etapa de transición entre la Edad Media y la modernidad. Aunque se
debate el inicio exacto del Renacimiento, se suele usar la caída de Constantinopla en 1453
como la fecha de inicio de esta época. Nuevos esquemas sociales y políticos fueron dejando
atrás el mundo feudal y la economía agrícola, dándole paso a la economía mercantil y a
nuevos ordenamientos en la sociedad. Así, el Renacimiento no fue solo un cambio en la
estética artística sino un cambio en la mentalidad de las personas.
De suma importancia anotar que el hombre es quien está ahora en el centro de interés,
desplazando las creencias teocentristas en las que Dios era el centro de todo. Así mismo, la
ciencia adquiere un valor nunca visto, y gracias a la observación se desarrollan y amplían
disciplinas como la astronomía, la medicina, la biología, y la botánica, entre otras; de la
misma manera la observación misma inyecta un optimismo por los avances técnicos y nuevas
posibilidades que estos ofrecen para el hombre y su calidad de vida.
La política:
El Renacimiento es una época en la que el sentido de renovación política se siente como una
necesidad. Aparecen nuevas ideologías que rechazan el sentido del Estado y del poder
medieval, como el Humanismo, y se impone una nueva clase social, la burguesía, que será
quien impulse esa ideología. Esta burguesía es principalmente mercantil, y aunque es
capitalista, continúa aceptando la posición social que ocupa.
Los pensadores políticos de la Edad Moderna son muchos: Erasmo de Rotterdam, Tomás
Moro, Lutero, Calvino, Maquiavelo, Hugo Grocio, Thomas Hobbes, John Locke,
Montesquieu, Rousseau, David Hume, Burke, Thomas Paine, Jeremy Bentham, James Mill
o Herbert Spencer.
El absolutismo es una doctrina política que afirma que el rey es el único con poder para crear
leyes. El rey ejerce el poder sin restricciones, ya que le viene de Dios. Esta es la doctrina
política que impera en la mayoría de los países europeos. En el siglo XVI se forman tres
grandes países absolutistas, Inglaterra, Francia y España.
Para autores como Tindale y Garner, la rebelión es siempre condenable, ya que la autoridad
ha sido instituida por Dios, y la obediencia a los reyes es un deber natural. El rey representa
la imagen de Dios en la tierra. Se condena no sólo la rebelión contra el rey sino también
contra el orden social establecido.
Los pensadores que sustentan esta ideología, que llega a ser popular, son, principalmente,
los letrados que estudian en las universidades. La Iglesia se aparta un poco de esta idea,
puesto que supone anteponer la autoridad del rey a la del papa, en realidad lo que defiende la
Iglesia es el absolutismo del papa.
Humanismo renacentista:
La utopía:
La génesis de la utopía ha nacido como vehículo de la crítica social, no será fruto de la
casualidad. El Renacimiento es una época de recuperación de los clásicos, sobre todo de la
obra de Platón, acrisolada con la doctrina cristiana; pero a la vez es una etapa de invectiva
contra la tradición, efectuada desde una nueva ciencia que analiza el mundo con sentido
crítico. Es un período de secularización de la cultura en el que se renueva la fe en las
capacidades del hombre para hacerse dueño de su destino, siendo entonces la utopía una
fórmula más que ayude en la búsqueda de una ansiada felicidad terrenal que se anticipe a la
recompensa celestial que promete la religión. Hacia 1550, se manifiesta en Europa un nuevo
paradigma científico conocido con el nombre de pansofia, que pretende aunar religión y
razón, aspirando a extender y ordenar el conocimiento para a partir de él organizar la política,
la economía y el gobierno. Los nuevos filósofos no sólo reflexionan sobre el estado de las
cosas, sino que, bajo el signo de la Reforma y la Contrarreforma, comienzan a trazar
proyectos globales renovadores a fin de lograr la supervivencia del Cristianismo.
En este ambiente, Tomás Moro, humanista, religioso y político inglés (trabajó como abogado,
como embajador y como sheriff), en 1516 propuso un patrón literario que sería aceptado y
seguido por otros muchos autores para así constituir el género utópico. Su obra De optimo
reipublicae statu deque nova insula Utopia, que conoce un número de ediciones similar al
de la Biblia, consta de dos libros. El primero de ellos encierra un diálogo de carácter crítico
con la Inglaterra (y por extensión con la Europa), de la época; en el segundo, el diálogo se
centra en la descripción de una sociedad ideal que habita una lejana ínsula a la que el
protagonista, Rafael Hytlodeo, llega tras un naufragio. Esa nova insula descubierta por
Hytlodeo goza de unas condiciones de vida ejemplares: el clima es agradable, el agua y el
pasto abundantes, los animales dóciles y la tierra productiva.
El modelo social de Utopía se revela al lector a través de la descripción de su capital
Amauroto; así, muchas utopías se presentarán como una visita guiada a la capital de un
Estado ideal. La sociedad utopiense se sustenta en un sistema jerárquico cuya base es la
familia patriarcal; además, Utopía plantea un modelo antifeudal donde los héroes guerreros
no gozan de gran relevancia social. El arquetipo propuesto por Moro otorga amplias
libertades a los ciudadanos (teniendo en cuenta la época en que fue redactada), predominando
un orden fundamentado en el respeto y la tolerancia. De este modo, los utopienses se rigen
por verdades políticas y morales procedentes de la ley natural. Con todo, Moro no concibe
una sociedad edénica, puesto que los nativos de la isla deben trabajar para sobrevivir (si bien
lo harán de una forma placentera, el trabajo sigue considerándose un castigo para el hombre),
y subsiste el crimen.
Reforma liberal:
El liberalismo es un concepto individual de la sociedad y la política. Por lo
tanto, no hay liberalismo sin individualismo. Sin embargo, la idea de que el hombre es
un "individuo" y no simplemente un "compuesto" de un organismo mayor, como la
sociedad, surgió antes del liberalismo. En definitiva, sus orígenes se remontan
al Renacimiento. Sin embargo, fue la Reforma y algunos elementos doctrinarios extraídos de
ciertas tradiciones humanistas medievales los que promovieron el individualismo y la idea
del hombre como “libre” y con ciertos “derechos naturales” siendo
determinantes e irreversibles.
EL RACIONALISMO:
El racionalismo floreció en los siglos XVII y XVIII, y su autor más notable fue René
Descartes. Aunque también fue ampliamente desarrollado por autores como Spinoza
y Pascal. Esta corriente va en contra del empirismo, porque el empirismo puede llevarnos a
engañar y confundir nuestros sentidos. Más bien, la racionalidad, y según sus autores, es la
doctrina correcta de acceso al verdadero conocimiento. En su Discurso del
método, Descartes propone un proceso para adquirir un conocimiento auténtico. Para ello,
propone lograrlo a través del escepticismo, llamando al método "método cartesiano".
Inspirado en las matemáticas y la ingeniería para desarrollar. Tal como el autor lo desarrolló,
su ambición era crear un método universal, es decir, aplicable a todas las ciencias. Esto
incluye cuatro reglas, que deben seguirse en el orden indicado. Como tal, estas reglas
son: evidenciar, analizar, sintetizar y verificar.
Thomas Hobbes:
Hobbes estudiará así los componentes de la sociedad y luego la sociedad recompuesta en el
Estado.
Comienza considerando una situación hipotética, la de los hombres en estado de
"naturaleza", la cual (de haber existido) habría reunido las siguientes características:
1. Todos los hombres son iguales y no tienen necesidad alguna de "estar juntos"
(igualitarismo y no-sociabilidad natural).
2. Todo hombre tiene derecho a todo, sin limitación alguna (el derecho natural, coincide
con el poder)
3. Movidos por la competencia, la inseguridad y la gloria, viven en guerra permanente.
4. Consecuentemente no es posible la seguridad, ni la industria, ni la agricultura
(situación pre-cultural)
5. Al no haber aún ley, no existe la injusticia.
Consecuentemente, si el poder está repartido por igual, sobreviene el caos y la guerra.
El Estado, genera un contrato. Si el "derecho natural" supone una libertad absoluta, las leyes,
imponen obligaciones:
1. La primera ley, impone buscar la paz y seguirla.
2. La segunda ley, renunciar al derecho natural y a la libertad en favor de la paz, en la
medida en que los otros hombres están también dispuestos.
3. La tercera ley, obliga a respetar los pactos establecidos
Ahora bien, Hobbes señala que las leyes no bastan para garantizar la paz, es necesario otorgar
todo el poder a un hombre o asamblea de hombres que puedan reducir todas las voluntades a
una sola voluntad. Entonces, se establece el contrato social que origina al Estado: "es una
verdadera unidad de todos los hombres en una idéntica persona, hecha por pacto de cada
hombre con cada hombre" Levitan, Hobbes.
En principio, la teoría del contrato social se refiere únicamente al origen del poder, no a la
forma de gobierno, y su intención es reemplazar la doctrina medieval de origen divino del
poder para otorgarle una fundamentación popular, aunque no necesariamente supone una
defensa de la democracia, en efecto, a través de ella, Hobbes justifica el absolutismo y niega
la conveniencia de repartir los poderes. Por otra parte, el pacto se realiza entre los súbditos y
no entre los súbditos y el soberano y supone una cesión irrevocable de derechos.
Baruch Spinoza:
Spinoza es un racionalista radical, absoluto, pues parte de la idea de que, mediante la razón,
el ser humano es capaz de comprender la estructura (racional) del mundo que le rodea.
Esta visión determinó no sólo el contenido de la filosofía de Spinoza, sino también su forma.
Los racionalistas, en su búsqueda de un conocimiento puro y exacto, se fijaron en las
matemáticas y la lógica, de ahí que no sea extraño, por ejemplo, que la gran obra de nuestro
protagonista sea Ética demostrada según el orden geométrico, en la que Spinoza explica sus
teoremas mediante definiciones y axiomas.
Por otra parte, no sólo de racionalismo cartesiano vive Spinoza. En su obra encontramos
también conceptos de la escolástica (ockamismo y escotismo), de la tradición hebrea (la
Biblia, el Talmud, la Cábala o las obras de Maimónides) y de Grecia (principalmente
estoicismo). A todo ello hay que sumar ideas de la ciencia natural contemporánea, como las
de Giordano Bruno, y la teoría política de Thomas Hobbes.
Spinoza es un determinista. El hombre no es libre. Todo lo que le ocurre es necesario y está
escrito de antemano. Todo lo que acontece en su vida, especialmente lo relacionado con sus
pasiones, sigue el curso de la naturaleza. ¿No hay entonces manera de que seamos libres? La
hay –dice Spinoza–: el conocimiento. Cuando el hombre comprende que no es libre y acepta
su esencia, es cuando puede realmente acercarse a la libertad. La razón es, por tanto, la
herramienta que nos permite conseguirlo, que lo hace posible. Es mediante la razón que
podemos alcanzar el conocimiento, y con él la libertad. El Ser del hombre es saber que no es
libre y que tiene que vivir de acuerdo con su naturaleza (Dios). Si buscábamos la influencia
estoica en Spinoza, aquí la encontramos, en la forma de su principal dogma: sólo la
obediencia a Dios nos hace libres.
Podemos concluir de todo esto que la filosofía no es otra cosa que un saber divino. Es el
modo supremo del conocimiento. Y en ella, además, es donde residen tanto la libertad como
la felicidad que tanto perseguimos en la vida. La ética spinoziana culmina, como hemos visto,
en el amor intelectual a Dios.
LA LEGITIMIDAD POLÍTICA
Junto a Hobbes, Locke es uno de los teóricos de referencia de la teoría del contrato
social. Además de la relación personal con los intereses políticos de Shaftesbury, Locke es
testigo de sucesivas crisis políticas y vive la emergencia de un pensamiento
progresista, centrado en la libertad individual, y que empieza a desembarazarse de las
ataduras religiosas. Son, efectivamente, dos tratados de teoría política, el primero de los
cuales va dirigido a rebatir la teoría conservadora que un acendrado absolutista, Robert
Filmer, había desarrollado en la obra Patriarcha. Lo que Locke se propone es elaborar una
teoría que legitime la autoridad política y al mismo tiempo establezca los límites de la misma.
Para ello parte de una concepción de la naturaleza humana como «un estado de perfecta
libertad «estado de naturaleza» donde reinan la igualdad y la libertad. Como el resto de los
filósofos del contrato social, el estado de naturaleza es pensado como una hipótesis que
establece los derechos básicos de la persona, una hipótesis necesaria para razonar a favor de
la legitimidad de la vida política o, como la llama Locke, la sociedad civil.
LIBERTAD Y PROPIEDAD
«No he encontrado la propiedad mejor explicada en ningún lugar que no sea el libro titulado
Dos tratados sobre el gobierno civil», Locke dice que los hombre tienen un derecho natural
desde que nacen, derecho a su preservación.
Da cuenta de la confianza de su autor en una organización social y política fundada en la
libertad individual. Mientras tal regla se cumpla, el derecho de propiedad será justo, porque
se producirá una espontánea distribución de los bienes necesarios. Si, por el contrario, la
codicia de algunos lleva a acumular riqueza, acumulación que vendrá propiciada por la
aparición del dinero, el derecho de propiedad acabará siendo la madre de todas las
desigualdades. Locke, que confiesa en algún lugar no conocer a fondo a Hobbes, defiende
como éste un contrato con el que todos consienten, si bien, en este caso, los motivos son
distintos.
Hume, aquí sí, igual que sus contemporáneos, relaciona la necesidad de la justicia con el
derecho de propiedad, y la describe, junto con la obligación de cumplir las promesas y la
obediencia a la ley, como una «virtud artificial», en contraste con la virtud natural de la
benevolencia derivada directamente de la simpatía. Un componente esencial de la justicia es
la utilidad, pues la virtud de la justicia determina las leyes que conviene obedecer sobre la
base de que son útiles para el conjunto de la sociedad. Es necesaria la justicia porque es un
requisito para el bienestar de la humanidad y para la existencia de la sociedad. Todas las
instituciones que dan soporte a la justicia son una necesidad social.
Existen otras virtudes sociales más instintivas o «naturales» que nacen de las relaciones
estrechas entre las personas, las relaciones filiales o de amistad, pero la virtud social de la
justicia tiene un origen distinto porque su propósito es la felicidad no de los más allegados,
sino de toda la sociedad y aun de toda la humanidad, el bien general. Las leyes derivadas de
la virtud de la justicia son convencionales, pero no en el sentido de que dependan de una
promesa o contrato, se refiere al cálculo de utilidad como criterio de una moralidad social.
LA SOLEDAD DE ROUSSEAU
Pero el filósofo que más destaca en la defensa del individuo auténtico y singular, que quiere
ser él mismo distinguiéndose intelectual y moralmente del resto de sus contemporáneos, es
Jean-Jacques Rousseau . Más original que ninguno de los filósofos de su generación, también
más ególatra, Rousseau vive en continuo conflicto y tensión consigo mismo. Esa vuelta al
interior de sí mismo le distancia también de los enciclopedistas ilustrados que ven en
Rousseau demasiados vestigios religiosos y rechazan su aceptación de una especie de instinto
moral que refleja el orden establecido por Dios. Voltaire, por lo mismo, reacciona perplejo
al envío de Rousseau del En el interior de su ser más auténtico, Rousseau quiere descubrir la
naturaleza escondida del hombre.
Rousseau se separa, por un lado, de la fábula bíblica de la caída y del pecado original.
Rousseau carece de contaminación social y de todo lo perverso que hay en la sociedad.
EL ORIGEN DE LA DESIGUALDAD
El pensamiento ético de Rousseau está contenido, más que en ningún otro de sus escritos, en
el Discurso sobre el origen y fundamentos de la desigualdad entre los hombres y en Sobre el
contrato social. Rousseau se apresura a responder a la pregunta con este discurso, en el que
distingue entre una desigualdad natural que es inofensiva porque tiene sus raíces en factores
incontrolables, como la edad, la salud o la fuerza, y una desigualdad moral y política que es
causada por la voluntades más poderosas. Rousseau no es nostálgico por la bondad perdida,
ni busca volver al mundo original.
KANT, LA AUTONOMÍA MORAL
La filosofía moral moderna culmina su proceso de búsqueda de un fundamento para la moral
en la razón humana con Immanuel Kant. Hume y los moralistas ingleses le enseñan que hay
un sentido moral innato, no exclusivo de los sabios, y que el ser humano es capaz de encontrar
la medida del bien en sí mismo, aunque ese sentido moral a Kant le parece insuficiente para
proporcionar una base sólida a la universalidad de la ley moral, que es lo que un racionalista
como él quiere justificar. La vida de Kant fue larga y sosegada . Lo cuenta su íntimo amigo
Thomas de Quincey en el jugoso librito Los últimos días de Kant, donde se deshace en
elogios a la cortesía, sensibilidad e incluso sentido del humor del filósofo, que gustaba de la
buena compañía, era buen conversador, leal con sus amigos y benevolente con todos.
EL PESIMISMO DE SCHOPENHAUER
Schopenhauer, hipótesis a partir de la cual las esperanzas del proyecto ilustrado sólo pueden
verse como un fracaso por haberse propuesto organizar la sociedad sin tener en cuenta el
dolor y la desgracia de la condición humana, por querer dar sentido a lo que no puede tenerlo.
Schopenhauer es contemporáneo de Hegel, a quien considera su gran rival. Entendiendo que
el punto de partida de la filosofía es el dolor y la destrucción, Schopenhauer aborrece no sólo
a los profesionales de la filosofía en general, sino también a aquellos que, como es el caso de
Hegel, son complacientes con su época y buscan consuelo en la metafísica. Schopenhauer
enmienda el pensamiento kantiano con la tesis de que el principio y origen de todo no es ese
yo teórico de la apercepción trascendental, sino la voluntad, una voluntad que produce el
peor de los mundos posibles porque todo es sufrimiento.
EL SALTO A LA FE DE KIERKEGAARD
Nacido en Copenhague en 1813, Søren Kierkegaard es educado en un ambiente opresivo de
luteranismo estricto y rígido, muy marcado por la figura de su padre, un hombre de carácter
severo, atormentado por las ideas de culpa y pecado que le agobian a él y transmite a su hijo.
En el fondo de todas las decisiones de Kierkegaard sigue habiendo móviles religiosos como
se echa de ver en las páginas de su Diario.
Kierkegaard es una filosofía totalmente vinculada a su propia experiencia vital, por lo que su
biografía es una pieza ineludible para comprenderla. Sólo desde ella se puede interpretar un
pensamiento dominado por la convicción de que es vana toda idea que no se vea refrendada
por la vida misma de cada persona. No es la racionalidad lo que cuenta, pues ésta sólo vale
para la ciencia, sino la decisión y la elección individual. La cercanía o el alejamiento de la
religión es lo que determina los modelos de vida que Kierkegaard establecerá con su teoría
de los tres estadios.
Cada estadio es un modo de vivir que define la forma como el sujeto encara su existencia y
determina su carácter personal. El primer estadio, el estético, se caracteriza por la ausencia
de compromiso, la búsqueda del placer y el goce inmediato, lo caracteriza la frivolidad de la
persona que sólo vive y disfruta del instante. Los estadios de Kierkegaard no son las etapas
de la dialéctica hegeliana que se reabsorben sucesivamente siendo cada una de ellas superada
por la etapa superior. Kierkegaard, cada estadio es una alternativa, un dilema entre «o esto o
aquello», una opción de vida.
Así, la apuesta por la ética, el segundo estadio, es la opción por la seriedad que representa la
ley, contra la frivolidad del estadio estético. Es el estadio en que se sitúa el hombre que hace
suyo lo que hay de común en el género humano, el lado opuesto de la aventura romántica.
De hecho, el estadio ético es visto como una etapa inferior que debe ser superada en nombre
de la fe. La elección religiosa no es una elección entre el bien y el mal, sino a favor de una
existencia más auténtica.