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UNIVERSIDAD DE PANAMÁ

CENTRO REGIONAL UNIVERSITARIO DE VERAGUAS

FACULTAD DE ARQUITECTURA Y DISEÑO

CISIS DEL HUMANISMO ABSOLUTISMO Y BARROCO

ELABORADO POR:

DAVID ABREGO

EDUARDO ROJAS

AMILKAR GONZALEZ

FACILITADOR:

ISMAEL ORTEGA

CURSO DE:

URBANISMO Y ARQUITECTURA

AÑO LECTIVO:

1
Introducción:
El Barroco es el término que da nombre a una corriente artística que se desarrolla tras el Renacimiento, durante el siglo
XVII y principios de XVIII. Nace en Italia y se extiende a otros muchos países europeos. El Barroco no se considera
como una fase decadente del Renacimiento, sino como una creación importante, representativa de una época.

El humanismo empezó cuando la sociedad europea estaba en peores condiciones. Fue un movimiento en la Edad
Moderna que inició en Italia en el siglo XIV y se fue expandiendo a toda Europa para causar así un importante impacto a
lo largo de la historia.

El absolutismo consiste en que el monarca concentra todos los poderes del Estado y, por lo tanto, todo en el Estado
emana de él y le pertenece. Esta soberanía recae en el monarca no sólo por derechos dinásticos históricos (familiares)
sino también por derecho divino. ... Por eso eran súbditos del monarca y no ciudadanos .

CRISIS DEL HUMANISMO: ABSOLUTISMO BARROCO


¿Qué es el humanismo?

El humanismo fue un movimiento intelectual surgido en el Renacimiento entre los siglos XIV y XVI, que reivindicaba el
pensamiento racional propuesto en las antiguas civilizaciones griega y romana. Esta nueva interpretación de la realidad
fue una manera de deslastrarse del pensamiento medieval, también conocido como “la edad oscura”, debido a que fue
una época en la que todo indicio de pensamiento científico o racional fue descartado, mientras que se exaltaba el valor
de la religión, los textos sagrados y la teología. Mientras que en la época medieval se aseguraba que Dios era el
epicentro desde el cual todo debía ser discutido, en el humanismo renacentista esta visión cambia y le da al ser humano
un lugar protagónico como la nueva medida de todas las cosas. Si bien el término humanismo fue creado a partir del
siglo XIX para conceptualizar los cambios estéticos e intelectuales surgidos en el Renacimiento, fue en este período
histórico en el que se comenzó a utilizar la palabra “humanista”, para referirse a quienes dominaban y enseñaban las
letras y la cultura clásicas. Algunos de los principales representantes de la escuela humanista fueron Cosme de Medici,
fundador de la Academia Platónica Florentina, considerada cuna del humanismo, Nicolás Maquiavelo, el impulsor del
autoritarismo monárquico y Martin Lutero, el teólogo alemán responsable de la reforma protestante que generó una
división definitiva en la Iglesia católica. El humanismo tradicional ha visto "lo esencial humano" en la vida racional del
hombre expresada en todas las dimensiones de la misma (intelectual, valorativa, moral, emocional, estética, social y
política). Lo esencial del hombre (lo que lo especifica y lo distingue de los animales) es la razón, el logos. Pero he aquí
que, en la modernidad, la razón ha entrado en crisis (y, con ella, el humanismo). Esta crisis de la razón comenzó en el s,
XVII, con un empirismo radical que la negaba en sus productos más típicos (ideas universales, principios morales
absolutos, conocimiento y existencia de las nociones metafísicas -esencia, substancia, causa, fin último, etc.-). En el s.
XVIII, la filosofía de Kant vino a reforzar esta postura, que se consumó en el s. XIX con el positivismo y el materialismo.
Todo ello ha llevado al neopositivismo del s. XX, que ha propiciado el actual postmodernismo, con su pensamiento
"flojo", poco amigo del razonamiento riguroso.
Este empirismo, negador de todo asomo de racionalismo, ha tenido dos consecuencias para el pensamiento: 1) el
prescindir de todo el ámbito metafísico o de principios racionales, con lo cual hoy día ya no se habla de ideales
universales, de la razón de ser de las cosas, de normas morales absolutas, de la noción de verdad, del sentido del
mundo, del fin último del hombre, etc.; 2) la pérdida de la noción de naturaleza (o esencia de las cosas) y, por
consiguiente, de la noción de "naturaleza humana", con lo cual se desvanecen conceptos tales como la "ley natural", la
"moral natural" y el "derecho natural" (en la ciencia jurídica, el iusnaturalismo es substituido por el positivismo jurídico).
Este movimiento intelectual ha cambiado el concepto de hombre y ha asestado un duro golpe al humanismo tradicional.
No es que éste desaparezca totalmente, pues quedan algunos aspectos suyos (amor al saber, esteticismo,
interdisciplinariedad) que no se ven afectados por la moda empirista; pero sí han quedado afectados los rasgos más
hondos del humanismo, como son la eticidad, la trascendencia del conocimiento, los principios racionales absolutos, el
fin último del hombre y otros atributos esenciales de la naturaleza humana.
Ante este hecho, otros síntomas de pérdida de humanismo, como es la menor relevancia atribuida al conocimiento y
estudio de las Humanidades, no revisten tanta importancia. Pero la tienen también, porque significan una degradación
de la estima en que se tienen unas piezas que son esenciales en la constitución de lo "humano".

Características del humanismo

El humanismo, como escuela de pensamiento, tiene las siguientes características:


 Concepción antropocéntrica

En el humanismo, es el hombre quien pasa a ser el centro desde el cual parte todo sistema de pensamiento, creencias y
estética. Se valora la individualidad del ser humano y el uso de la razón para interpretar la realidad.

 Regreso a los clásicos

El humanismo promueve un rescate y revisión de la literatura, filosofía y saberes heredados de los griegos y los
romanos, a quienes se consideran cánones del pensamiento racional, las ciencias y las artes. El neoplatonismo, la
filosofía estoica, los mitos griegos y romanos tuvieron un papel fundamental en el pensamiento humanista.

 Rechazo a los dogmas religiosos

Contrario a lo que ocurrió en el período medieval, en el Renacimiento se promovió el uso de la razón por encima de la
religión. También se instituyó la tolerancia religiosa como un medio para garantizar la convivencia social.

En ese sentido, vale destacar el aporte del teólogo holandés Erasmo de Rotterdam, quien a pesar de mantenerse
apegado al dogma católico, mantuvo siempre un criterio independiente que se expresó en sus obras, especialmente en
Elogio de la locura, en el que critica abiertamente la corrupción moral en la que se hallaba la Iglesia católica.

 Vulgarización del saber

Los humanistas promovieron la difusión y la expresión de todos los saberes en un lenguaje llano, de tal forma que
cualquier persona tuviese acceso al conocimiento.

La crisis del absolutismo: fue un cambio de sistema político que se dio desde mediados del siglo XVII y tuvo su
máxima expresión con la Revolución francesa. Estaba relacionada con los conflictos externos entre las diferentes
potencias y las guerras de sucesión. Los estados absolutistas se desarrollaron en Europa a medida que el feudalismo
iba disminuyendo Los monarcas absolutos creían que gobernaban por derecho divino, una idea establecida por el obispo
Jacques Bénigne Bossuet (1627-1704). Estos reyes centralizaban su poder, con la ayuda de brillantes asesores,
procurando aumentar los ingresos del Estado y asumiendo un mayor control de la Iglesia.

Los monarcas absolutos tenían la capacidad de hacer leyes, gravar impuestos, administrar justicia, controlar a los
funcionarios del estado y determinar la política exterior. El absolutismo se desarrolló más ferozmente en Francia. El
pueblo francés exigía un líder fuerte después de años de conflictos religiosos y hambruna devastadora.
El surgimiento del absolutismo

     En la Edad Media, el poder político había estado dividido dentro de un mismo Estado en una multiplicidad de
poderes locales menores, como los condados y ducados, dónde los nobles tenían a su cargo las funciones de justicia y
de recaudación de impuestos. De este modo, existían, dentro de cada territorio, pequeños poderes a cargo de nobles
que se manejaban de manera independiente.

     Desde mediados del siglo XVI (dieciséis), la nobleza europea enfrentaba un doble problema para mantener su
poder: por un lado, una profunda crisis económica y demográfica dificultaba el control sobre los campesinos que
llevaban a delante las tareas productivas; por otro, en la ciudades un nuevo grupo social crecía constantemente y
competía en poder y riqueza con los nobles, realizando importantes actividades comerciales: la burguesía.

     Ante esta crisis que debían afrontar los nobles, entre 1550 y 1650 el poder político se reorganizó en torno de la
figura del rey. De este modo, surgieron en los gobiernos de Europa tendencias denominadas absolutistas, es decir,
basadas en la pretensión de los monarcas europeos de centralizar el poder en el Estado, reuniendo y unificando las
atribuciones políticas, antes dispersas, y convirtiéndose en figuras políticas indiscutidas.

El absolutismo monárquico: Reyes por derecho divino

     Los monarcas europeos del siglo XVII (diecisiete) retomaron el pensamiento de los emperadores romanos -“la
voluntad del príncipe es la ley”-, e impusieron su autoridad por sobre las instituciones del Estado.

Las guerras y los conflictos religiosos provocaron en la Europa de la época serios períodos de crisis, que se agravaron
con una inevitable secuela de hambrunas y de levantamientos generales.

     La necesidad de imponer el orden favoreció entonces, el autoritarismo real. Así, el soberano encarnó la unidad del
país y obtuvo poderes absolutos que se sustentaron en el derecho divino de la monarquía. Esta teoría consideraba al
soberano como el representante de Dios en la tierra: Dios le otorgaba la potestad de reinar y la autoridad para ello. Era
un elegido y, como tal, sólo  a Dios rendía cuenta de sus actos.

Absolutismo en Francia

Enrique IV fue el primer rey borbónico de Francia; trató de aliviar las tensiones religiosas con el Edicto de Nantes (1598),
el cual concedía a los protestantes franceses cierta libertad para la adoración religiosa en las ciudades fortificadas.

Enrique equilibró el presupuesto francés en solo 12 años y pagó la deuda real. Su asesinato en 1.610 dejo a Francia en
más de una década de turbulencia política.

El heredero del trono Luis XIII y su consejero el cardenal Richelieu condujeron a Francia a la Guerra de los Treinta Años,
en un intento de aumentar el poder y prestigio francés.

El plan funcionó, convirtiendo a Francia en la nación más poderosa de Europa. Cuando Richelieu murió, el cardenal
Mazarin asumió el cargo de consejero principal de Luis XIII, pero rápidamente ocupó el papel de líder de la nación
cuando Luis XIII murió en 1643, dejando a su hijo de cinco años, Luis XIV, en el trono.

El joven Luis XIV aprendió una valiosa lección sobre la conducta de la nobleza francesa durante la Fronda (1648-1653),
un levantamiento que le enseñó que la aristocracia no era digna de confianza, una lección que nunca olvidó.
Cuando tenía 23 años, Luis XIV tomó el control de Francia y comenzó su gobierno personal. Vendió títulos de nobleza a
muchos franceses de clase media alta y luego les otorgó puestos de trabajo en el gobierno.

Estos nuevos nobles eran ciegamente leales a su rey. Siempre desconfiado de la alta nobleza, Luis construyó el palacio
en Versalles y se aseguró de que los aristócratas estuvieran demasiado ocupados y distraídos como para causar
problemas. Luis también revocó el Edicto de Nantes y permitió la persecución abierta de la disidencia francesa.

Causas de la crisis del absolutismo

Debido a las inmensas ansias de poder de Luis XIV se desencadenaron una serie de guerras que marcaron  crisis del
absolutismo y entre las más destacadas se listan las siguientes:

La guerra de devolución (1667-1668)

Tras la muerte de Felipe IV (1665). Luis XIV afirmó que las posesiones españolas en los Países Bajos le habían sido
transferidas a través de su esposa, María Teresa de Austria – hija de Felipe IV.

El nuevo Rey Carlos II, rechazó esta imposición, por lo que los franceses invadieron en 1667 los Países Bajos
españoles.

En respuesta, los holandeses, los ingleses y los suecos formaron una alianza para proteger el equilibrio de poder en la
zona y finalmente indujeron a Luis XIV a aceptar el Tratado de Aquisgrán.

Mediante el cual Francia conservó algunas ciudades fortificadas en los Países Bajos españoles, pero acordó renunciar a
reclamar a los Países Bajos españoles en su conjunto.

La guerra holandesa (1672-1678)

Los holandeses representaron una barrera para la expansión francesa y fueron un importante rival comercial, lo que los
convirtió en un objetivo estratégico.

Luis XIV se dispuso a aislar a los holandeses de Inglaterra y Suecia. Firmó tratados con los ingleses y los suecos, e
invadió los Países Bajos.

Los ejércitos de España, Austria y Brandeburgo se movieron contra Luis XIV. Después de años de lucha, Luis XIV
conquistó los siguientes territorios: el Franco Condado de España, el Territorio Imperial Alsacia-Lorena y Luxemburgo.
La guerra de los nueve Años o la Guerra de la liga de Augsburgo (1688-1697)

Después de la guerra holandesa, otras naciones europeas se opusieron cada vez más al apetito de Luis XIV por el
poder.

En 1686, Baviera, el Sacro Imperio Romano, el Palatinado, Sajonia, España y Suecia formaron la Liga de Augsburgo
para oponerse a las políticas expansionistas de Luis XIV.

La guerra comenzó en 1.688 cuando Luis XIV nuevamente forzó la expansión al noreste. Francia dominó la mayoría de
las batallas terrestres, mientras que la Liga de Augsburgo resultó victoriosa en el mar.

Las batallas se extendieron a las posesiones coloniales españolas, inglesas y francesas en el nuevo mundo. Como
ambos lados se quedaron sin dinero para librar la guerra, negociaron el Tratado de Ryswick en 1697.

Luis XIV tuvo que renunciar a gran parte del territorio conquistado y Francia ganó muy poco después de nueve años de
conflicto.

La guerra de la sucesión española (1701-1713)

Fue la última y más funesta guerra en la que se vio involucrado Luis XIV. Cuando el rey español Carlos II murió en 1700
y ante la falta de un sucesor evidente, Europa quedó a la expectativa por saber quién heredaría el trono español.

Luis XIV había reclamado el derecho de su hijo Luis de Francia (1661-1711) de ser el heredero legítimo ya que su madre
María Teresa de Austria, era hermana del rey Carlos II. Sin embargo, el emperador romano Leopoldo II, también se
había casado con una de las hermanas de Carlos II y afirmaba que el trono debía pertenecer a su dinastía. Antes de la
muerte de Carlos II, las dos facciones en disputa acordaron particiones que dividirían las tierras españolas. Justo antes
de fallecer, Carlos II tuvo una última voluntad no dividir  el territorio español, razón por la cual designó como heredero de
todas las posesiones españolas a Felipe de Anjou, el nieto de Luis XIV, quien se convirtió en Felipe V, lo que dio a una
ya poderosa Francia con una enorme cantidad de tierras y recursos en Europa y el Nuevo Mundo.

Ninguna nación Europea quería que los franceses heredaran el trono español, por lo que los adversarios al reinado
francés instauraron una guerra para intentar restablecer el equilibrio de poder en el continente y detener los intereses
comerciales de Luis XIV en el extranjero.

Guiados por el británico William III, las naciones europeas formaron la Gran Alianza de 1701, compuesta por Inglaterra,
Holanda y el Sacro Imperio Romano. España se alió con los franceses para honrar la voluntad de Carlos II e impedir la
división del territorio español.

La lucha comenzó en 1702, con una guerra lenta y estratégica. La Gran Alianza logró cosechar muchas victorias claves
gracias a las capacidades de sus calificados líderes militares.

El general John Churchill, Duque de Marlborough (1650-1722), dirigió a las tropas inglesas y colaboró con el líder de los
Habsburgo, el príncipe Eugenio de Saboya (1663-1736) para derrotar a los franceses en Blenheim en 1704 con un
ataque sorpresa. Los ingleses también adquirieron la importante ciudad portuaria mediterránea de Gibraltar en 1704.

Después de otras victorias aliadas, Luis XIV inició las negociaciones para un acuerdo de paz en 1708. Sin embargo, las
demandas de sus enemigos eran demasiado duras y Luis XIV no las aceptaba. Los diversos estados en guerra
continuaron luchando por sus propias razones, ya que la guerra atravesó la mayor parte de Europa.

El cual concedió el trono de España al nieto de Luis XIV, Felipe V, pero con el entendimiento de que los tronos franceses
y españoles nunca serían heredados por la misma persona. El tratado también repartió otras tenencias españolas.

Los austríacos adquirieron la mayor parte de los territorios mediterráneos conquistados: Nápoles, Cerdeña, Milán y los
Países Bajos españoles.
El Duque de Saboya ganó Sicilia y el Duque de Brandeburgo se convirtió en Rey de Prusia. Francia se vio obligada a
abandonar muchos de sus territorios norteamericanos y dejó de lado sus ambiciones de expandirse a los Países Bajos.

Los británicos adquirieron Gibraltar, la Isla de Menorca en el Mediterráneo, y muchos de los territorios perdidos por
Francia en Norteamérica, todos los cuales aumentaron el poder de Gran Bretaña.

Los británicos también adquirieron de España los derechos de abastecer a la América española con esclavos africanos y
los tratados restablecieron la política de equilibrio de poder en Europa.

Las frecuentes guerras de Luis XIV, junto con sus gastos desordenados, habían llevado a Francia al borde de
bancarrota. Todos estos eventos desencadenaron el declive de la monarquía absoluta, dando paso a nuevas teorías de
gobierno basadas en la soberanía del pueblo, monarquías constitucionales o incluso en repúblicas parlamentarias.

LA CRISIS DEL  BARROCO

En el siglo XVII, debido a la forma de pensar que tenía la gente, hubo una gran crisis que no solo afectó a España sino
que también a toda Europa y fue una crisis global, es decir, cultural, moral, económica y política.
En los siglos anteriores todo era positivo, esto es, eran muy optimistas. El siglo XV fue una época de grandes cambios.
En el siglo XVI, España se convirtió en un gran imperio, dominaba una actitud vitalista pero ahora todos eran muy
pesimistas y tenían una visión de la vida triste y escéptica.
Hubo un montón de enfrentamientos entre católicos y protestantes, lo cual creaba un ambiente de intolerancia y
persecuciones. Como consecuencia de la recesión económica, se paralizó el desarrollo del comercio y de los burgueses,
y las ciudades se plagaron de mendigos, pícaros y delincuentes.
La gente tenía afán por aparentar, les gustaba mucho el espectáculo y tenían una enorme desconfianza hacia la
naturaleza humana.

La literatura en el barroco tenía mucha importancia debido al gusto por el espectáculo que se vivía en la sociedad. Su
visión pesimista se reflejaba en los temas habituales de la literatura Barroca, entre los que destacaban la muerte, el
desengaño de la vida… y eran muy frecuentes los contrastes en los que se manifiesta una naturaleza equívoca de la
realidad y provocan en el escritor un afán de originalidad, para lo que desarrollan un estilo complejo en el que abundan
los recursos retóricos.
En esta época surgen dos corrientes literarias:
 El culteranismo que busca la belleza formal mediante uso de cultismos. El escritor más destacado es Luis de
Góngora. Luis de Góngora escribe fundamentalmente dos tipos de poemas: los populares y los cultos. Entre los
populares destacan los romances y las letrillas. Y poemas cultos son composiciones de arte mayor, siendo la obra
más conocida la “Fabula de Polifemo y Galatea”.
 El conceptismo se basa en utilizar el ingenio y son frecuentes las paradojas, la ironía, la caricatura, el doble
sentido… Destaca el autor Francisco de Quevedo. Fue probablemente el mejor escritor de este siglo. Tenía dominio
magistral del lenguaje y un juego permanente del mismo. Sus composiciones solían tratar de poemas amorosos,
morales y filosóficos,  y satíricos y burlescos.

¿Cuáles fueron las características principales de la crisis del siglo XVII?  


La crisis del siglo XVII supuso el estancamiento de la población, el retroceso de la actividad agraria, dificultades para la
industria urbana y para el comercio tradicional. Aunque, tal y como han reflejado algunos historiadores, la situación no
fue homogénea ni social ni económica ni regionalmente. La crisis del siglo XVII polariza a los países, los sectores
económicos y las clases sociales.
A mediados del siglo XX, la historiografía consideró que el concepto de crisis general era el más adecuado para definir
los rasgos básicos de dicho periodo. Pero posteriormente surgieron historiadores que criticaron la formulación de esa
crisis. Así, historiadores como M. Morineau habló de crisis de diferente intensidad y amplitud más que de crisis general.
Otros como Hobsbawn defendieron que fue la última fase de la transición del feudalismo al capitalismo. Sobre esto
podrás conocer más en el apartado sobre las causas de la crisis del siglo XVII.

Beneficiaros de la crisis del siglo XVII


Pero en la crisis hay también beneficiarios. Los grandes beneficiarios son los sectores de la economía que reconvirtieron
su estructura productiva y su organización social: la agricultura holandesa e inglesa, el comercio holandés e inglés y la
industria rural de diversas áreas.

La demografía en la crisis del siglo XVII


Más que un retroceso general de la población, lo que se produjo fue el fin de la etapa de intenso crecimiento
demográfico que se había producido en el siglo XVI. En números, algunas fuentes indican que se pasaron de 100
millones de habitantes a inicios de siglo hasta 115 millones de habitantes a finales de siglo.
Las principales causas que explican este estancamiento demográfico son la paralización del crecimiento de la
producción agraria debido a diversos factores. Estos fueron un cambio climático, la aparición de malas cosechas, los
movimientos migratorios hacia América, la difusión de epidemias y las guerras. Entre estas, sobre todo la Guerra de los
Treinta Años (1618-1648), que acabó con la Paz de Westfalia.

SOCIEDAD DE LA CRISIS DE SIGLO XVII

La coyuntura social refleja también durante el siglo XVII una situación de crisis, no tanto a causa del retroceso
productivo, sino debido al asalto de la renta, es decir, una mayor recaudación de impuestos, que protagonizan las clases
dominantes y el Estado (sobre todo a causa de las guerras, que requerían un incremento de los impuestos).

Los resultados de esta crisis en la sociedad fueron una degradación de las condiciones sociales, que dan lugar a
empobrecimiento; una mayor diferenciación social; endeudamiento de la población y limitaciones y privaciones de tipo
económico y jurídico. Tampoco hay que olvidar que aún nos encontrábamos ante una sociedad estamental, diferente a
la sociedad que tenemos en la actualidad.
Estos deterioros en la sociedad provocaron conflictos sociales y revueltas populares. El siglo XVII contabiliza una
excepcional proliferación de levantamientos campesinos y movimientos urbanos, que se suelen catalogar como la
respuesta social a la crisis. Las revueltas y conflictos son variados, abarcando diversas regiones y que en ocasiones
necesitó de la intervención de los ejércitos estatales para su represión.

El mercantilismo
En el siglo XVII, frente a la crisis económica, aparece el nacimiento del mercantilismo. El mercantilismo es un conjunto
de ideas económicas que considera que la prosperidad de una nación o estado depende del capital que pueda tener, y
que el volumen global del comercio mundial es inalterable. El capital, representado por los metales preciosos que el
estado tiene en su poder, se incrementa sobre todo mediante una balanza comercial positiva con otras naciones (que las
exportaciones sean superiores a las importaciones). El mercantilismo lleva por tanto a una política estatal proteccionista
sobre su economía, favoreciendo la exportación y desfavoreciendo la importación.
Los gérmenes de la revolución industrial
En el transcurso del siglo XVII, la organización de la industria siguió llevando un retraso con respecto al comercio. Sólo
en Inglaterra y Holanda la industria pudo responder más ágilmente a las exigencias de la demanda. En Inglaterra y en
Holanda se producen cambios en la actividad económica que supusieron que en el siglo XVIII se produjera la revolución
industrial, en el caso de Inglaterra. La crisis de la manufactura urbana de carácter tradicional supuso una
reestructuración del sector industrial, apoyado por la sociedad rural, la cual debía encontrar otros medios para su
subsistencia debido a la crisis agraria.
Así, empezó a haber un cambio progresivo en la organización y en la localización de la actividad industrial, reforzando su
control por parte de los sectores empresariales y trasladando su ubicación al mundo rural. Ésto sentaría las bases de la
industria de siglos posteriores. A ésto se añade la proliferación en el uso del carbón en Inglaterra, que desde el siglo XVI
empezó a sustituir a la madera como combustible.

Causas de la crisis del siglo XVII


Las explicaciones de cada uno acerca de esta crisis y sus causas está relacionada con las diferentes tendencias
historiográficas del siglo XX. Por un lado, Eric Hobsbawn y Peter Kriedte eran de la escuela marxista. Debido a este
motivo tendrán una visión de la historia más próxima a la lucha de clases. Por otro lado, Mousnier era conservador
católico, opuesto a las teorías de la escuela de Anales y las marxistas.

La explicación de Eric Hobswan


Eric Hobsbwan se concentró en explicaciones sociales y económicas. Para él era una crisis estructural y no coyuntural.
Es decir, era una crisis dentro de la última fase de la transición de la economía feudal a la capitalista. Según Hobsbawn
la estructura social feudal limitó en el siglo XVII el crecimiento al creciente mercado del siglo XVII, es decir, al
capitalismo.

Eso sí, la concentración de recursos que provocó esta crisis benefició a los que supieron reaccionar y adaptarse, como
las economías holandesa e inglesa. Inglaterra sería la gran beneficiaria de esta crisis, ya que se creó una situación
propicia para que la revolución industrial fuera un éxito.

Los argumentos de Morineau


Morineau rebajó la importancia de la crisis. Este historiador habló más de una serie de crisis de diferente intensidad y
amplitud que de una recesión generalizada. Esta serie de crisis afectó en distinta manera a los estados europeos,
afectando más a los estados mediterráneos y de Europa oriental.

También alegó, para ello, que la llegada del metal americano no disminuyó en la segunda mitad del siglo XVII; todo lo
contrario, se acrecentó. Por tanto, los metales no afectaron tanto a los precios como argumentaban otros autores. La
subida de precios se deberían, pues,

Kriedte y el feudalismo tardío


Finalmente, Kriedte, en su libro “Feudalismo tardío y capital mercantil”, habla de que la “crisis del siglo XVII no fue solo
una crisis maltusiana, sino también una crisis social.” La crisis de subsistencia se agudizó por un mayor acceso a los
productos agrarios por parte de los poderes feudales. Estos, al ver como disminuían sus tasas feudales, empezaron a
encontrar sustitutos a ellas. Aquí se nota la escuela marxista de Kriedte, ya que habla ya de crisis del sistema feudal y
de transición al capitalismo, lo que provocaría conflictos entre clases.

a otros factores, como los ajustes de la oferta y la demanda del mercado


Conclusión

Es la denominación de un régimen político, un periodo histórico, una ideología y una forma de gobierno o de
Estado (el Estado absoluto), propios del Antiguo Régimen; caracterizados por la pretensión teórica (con
distintos grados de realización en la realidad) de que el poder político del gobernante no estuviera sujeto a
ninguna limitación institucional, fuera de la ley divina.

Es una manifestación ideológica y literaria del renacimiento. El humanista descentralizo su pensamiento de la


figura de Dios para centrarse en el hombre esto junto a los descubrimientos geográficos y técnicos crearon el
orgullo y el individualismo del hombre renacentista

La iglesia católica usó para sus fines litúrgicos la grandiosidad y la complejidad barrocas. La iglesia también
alentó a los artistas para que se alejaran de los temas paganos y la burguesía para hacerse propaganda que
los beneficiasen

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