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Nicola Abbagnano

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DICCIONARIO DE

F I L OS OF I A
por

N icola Abbagnano

FONDO DE CULTURA ECONOM ICA


México
Prim era edición en italiano, 1961
P rim era ed ició n en esp añ o l, 1963
.Segunda ed ició n en esp añ o l, 1974
D écim a re im p re sió n , 1993

T ítu lo original:
Dizionario di filosofía
© 1961, U n io n e T ip o g ráfica E ditrice T o rin e se , T u rín

D. R. © 1963, Fondo de C ultura Económica


D. R. © 1986, Fondo de C ultura Económica , S. A. de C. V.
C a rre te ra Picacho-A jusco 227; 14200 M éxico, D. F.

ISBN 968-16-1189-ti

tiitpii-Hi rn MrJUáif

h t t p s : / / t i n y u r l . c o m /y 7 9 4 d g g v
h t t p s : / / t i n y u r l . com /y9m alm m m
ganzl912
PREFACIO

La finalidad de este Diccionario es la de poner a disposición de cualquier


persona u n rep erto rio de las posibilidades de filosofar ofrecidas p o r los con­
ceptos d d lenguaje filosófico, tal com o se ha venido constituyendo desde
los tiem pos de la antigua G recia h asta los nuestros. Ei D iccionario nos
m u estra cóm o algunas de estas Dosibilidades han sido desarrolladas y ex­
plo tad as h asta el agotam iento y cóm o o tras, en cam bio, han sido insuficien­
tem ente elaboradas o dejadas de lado. De tal m anera p resen ta un balance
del tra b a jo filosófico, desde el p u n to de vista de la fase actual de este tra­
bajo.
Al servicio de esta finalidad está dirigida la regla fundam ental a que
obedece la redacción de los térm in o s: la de individualizar las constantes
de significado que pueden ser dem ostradas o docum entadas con citas
textuales, au n en d o ctrinas aparen tem en te diferentes. Pero las constantes
de significado pueden se r individualizadas solam ente si los significados
diferentes, com prendidos bajo un m ism o térm ino, se reconocen y distin ­
guen claram ente y tal exigencia de claridad es la que se considera funda­
m ental en una o bra com o ésta y la que, en realidad, es condición esencial
p ara que la filosofía pueda e jercer una función cualquiera de aclaración
y de guía en relación con los hom bres. En un período en que los conceptos a
m enudo se confunden y m istifican, h asta el punto de re su lta r inservibles, la
exigencia de una rigurosa precisión de los conceptos y de su articulación
in tern a adq u iere vital im portancia. E spero que el Diccionario, que ahora
p resen to al lector, se halle a la a ltu ra de esta exigencia y contribuya a di­
fundirla. restitu y endo a los conceptos su tuerza recto ra y liberadora.
Procede ah ora cum plir con la grata obligación de re co rd a r aquí a tas
personas que m e han ayudado en el cum plim iento de esta tarea.
El p ro feso r Giulio P reti h a redactado p a ra m i un determ inado núm ero
de térm inos de lógica (el principal de los cuales es p r e c ís a m e le Lógica)
que llevan todos las siglas G. P. y m e ha dispensado su ayuda en la com pila­
ción de algunos otros que llevan ju n ta s sus siglas y las m ías.
Todos los artículos principales del D iccionario han sido discutidos, a ve­
ces larga y m inuciosam ente, con un g rupo restrin g id o de am ig o s: N orberto
Bobbio, Eugenio G arin. C. A. Viano, Pietro Rossi. P ietro Chiodi.
O tros am igos m e han ayudado a e n c o n trar o co n fro n tar textos de difícil
acceso y así lo han hecho GrazJella Vescovini Federici, G raziella G iordano,
Sergio R uffino.
Mi esposa, M anan Taylor, m e h a ayudado eficazm ente en la corrección
d e las pruebas,
A todas estas personas quiero ex p resar mi m ás cordial agradecim iento.
Pero el trab a jo de este Diccionario no hubiera sido iniciado ni llevado a
térm ino sin la ayuda clarividente de la grande v benem érita Casa E ditora
que ah o ra lo publica. A ella expreso ñ o r lo tanto, mi g ratitu d .

N ico la Abbagnang
Turin, 11 de octubre de 1960

vil
M.
-------------------------- T------------T

ganzl912
LISTA DE ABREVIATURAS
Aristóteles
An. post.................. Analytica posteriora, ed. Ross, Oxford, 1949.
An. p r..................... Analytica priora, ed. Ross, Oxford, 1949.
Cat.......................... Categoriae, ed. Minuo-Paluello, Oxford, 1949.
De cael.................... De cáelo, ed. E. J. Alian, Oxford, 1936.
De gen. an.............. De generatione animalium, ed. Bekker.
De parí, an............. De partibus animalium, ed. Bekker.
El. sof..................... De sophisticis elenchis, ed. Bekker.
Ét. nic..................... Ethica nicomackea, ed. Bywather, Oxford, 1957.
Fis........................... Physicorum libri VIII, ed. Ross, Oxford, 1950.
M et.................. Metaphysica, ed. Ross, Oxford, 1924.
Poet............... De arte poética, ed. Bywather, Oxford, 1953.
Pol........................... Política, ed. W. L. Newman, Oxford, 1887-1902.
R et.......................... Rethorica, ed. Bekker.
Top......................... Topicorum libri VIH , ed. Bekker.

Arnauld
Log.......................... La logique ou Varí de penser, 1662, en Oeuvres
philosophiques, 1893.
B acon, F.
Nov. org................. Novum organum, 1620, trad. esp. por C. H. Bal-
mori, con estudio prelim inar y notas por R.
Frondizi, 1949.
De augni. scient. De augmentis scientiarum, 1623.

B ergson
Evol. créatr. . .. L’évolution créatrice, 1907, 8? ed., 1911; hay tra­
ducción esp.
Deux sources .. Deux sources de la morale et de la religión,
1932; hay trad. esp.
B oecio
Phil. cons........... Philosophiae consolationis libri V, 524; trad.
esp. por Manuel Esteban de Villegas.
C ampanella
Phil. rat.............. Philosophia rationalis, París, 1638.

Cicerón
Acad.................... Academicoriim reliquiae cum Lucullo, edición
Plasberg, 1923; trad. esp.
De finibus.......... De finibus bonorum et malorum, ed. Schiche,
1915.
De leg.................. De legibus, ed. Mueller, 1897.
De nat. deor. . .. De natura deorum, ed. Plasberg, 1933.
* D e o ff................... De officis, ed. Atzert, 1932.
*- De rep................. De república, ed. Castiglioni, 1947.
^ Tuse..................... Tusculanae disputationes, ed. Pohlens, Leipzig,
1918.
tx
«

LISTA DE ABREVIATURAS

Cusa , N. de

De docia ignor................ De docta ignorantia, 1440.


Descartes
Discours.......................... Discours de la méthode, 1637, trad. esp. de
M. García Morente y tam bién de R. Frondizi.
Méd.................................. Méditations touchant la premiére philosophie,
1641; trad. esp. de M. García Morente.
Princ. phil....................... Principia philosophiae, 1644; trad. franc. por
Picot, 1647; trad. esp. por J. Izquierdo y
Moya y tam bién por G. Halperín.
D iels
Diels ............................... Die Fragmente der Vorsokratiker, 5? ed., 1934.
La letra A se refiere a los testimonios, la le­
tra B a los fragm entos; el número es, en
todos los casos, el dado por Diels en su orde­
namiento.
Diógenes Laercio (siglo
Dióg. L............................ Vitae et placita philosophorum, ed. Cobet, 1878.
D uns S coto
Rep. Par.......................... Repórtala Parisiensia, en Opera, al cuidado de
L. Wadding, vol. XI.
Op. Ox............................ Opus Oxoniense, en las Opera, al cuidado de L.
Wadding, vol. V-X. Las partes publicadas
de esta obra con el título de Ordinatio en
los prim eros cuatro volúmenes de las Opera
Omnia, editadas al cuidado de la Comisión
Vaticana en 1950, han sido citadas en el tex­
to seguido en esta últim a edición.
F ichte
W issenschaftslehre .. Grundlage der gesammten W issenschaftslehre,
1794, en W erke, al cuidado del hijo I. H.
Fichte, 8 volúmenes, 1845-46. También las de­
más obras de Fichte están citadas (salvo
diferente indicación) en esta edición o en la
de las Nachgelassene Werke, al cuidado del
mismo hijo, 1834-35 (citadas en el texto como
Werke, IX, X. X I ) ; trad. esp. en los tomos 36,
37 y 38 de la Biblioteca Económica Filosófica,
Madrid, s. a.
H egel
Ene. Encyklopadie der philosophischen Wissenschaf-
ten irn Grundrisse, 2? edición, 1827, ed. Las-
son, 1950. En las citas de esta obra ha sido
adoptada a menudo la versión italiana de
B. Croce, 1906; trad. esp. por Ovejero y Mau-
ry, s. f., reed. 1942, Madrid.
i
LISTA DE ABREVIATURAS

Fil. del derecho .......... Grundlinien der Philosophie des Rechts, 1821;
trad. esp. por Benítez de Lugo, 1878, Madrid.
Phanomen. des G eistes. Phanomenologie des Geistes, 1807. Cuando no
se da otra indicación, las obras de Hegel es­
tán citadas en la edición originaria: Werke,
Volstándige Ausgabe, 1832-45; trad. esp. de
parte de la Fenomenología del espíritu, 1935.
H obbes
D ecorp................. De corpore, 1655.
De hom ................. De homine, 1658.
Leviath................. Leviathan, 1651; trad. esp.: Leviatán, México,
1940, F.C. E.
H ume
Inq. Conc. Moráis Inquiry Concerning the Principies of Moráis,
1752, ed. por T. H. Green y T. H. Grose, 1879.
Nueva ed.. 1912; trad. esp., 1941 (Investiga­
ción sobre los principios de la moral).
Inq. Conc. Undcrst. Inquiry Concerning Human Understanding,
1748; trad. esp., 1939 ( Investigación sobre
el entendim iento humano).
Treatise ................. A Treatise of Human Nature, 1738; ed. Selby-
Bigge, 1896; trad. esp., 1923 ( Tratado de la
naturaleza humana).
H usserl
Ideen ..................... Ideen zu einer reinen Phdnomenologie und
phanomenologischen Philosophie, ed. W. Bie-
mei, Haag, 1950; trad. esp.: Ideas relativas
a una fenomenología pura y una filosofía
fenomenológica, por J. Gaos, México, 1949,
F. C. E., reed., 1962.
Méd. Cari Méditations Cartésiennes, Introduction a la
phénomenologie, 1931; trad. esp. del m anus­
crito alemán de las meditaciones I a IV :
Meditaciones cartesianas, por J. Gaos, Méxi­
co, 1942, F. C.E.
JASPEES

Phil................... Philosophie, 3 volúmenes, 1932; 3? edición,


1956.
K ami
A ntr................... Anthropologie in pragmatischer Absicht, 1798 ;
trad. esp.: Antropología en sentido pragmá­
tico, por .1. Gaos, Madrid, 1935.
Crít. del Juicio K ritik der Urteilskraft, 1790; trad. esp.: Crítica
del juicio, por M. García Morente, Madrid,
1933.
Crít. R. Práctica K ritik der praktischen Vernunft, 1787; trad.
esp.: Crítica de la razón práctica, varias
trad., entre ellas la trad. de M. García Mo­
rente, Madrid, 1934.
XI
LISTA DE ABREVIATURAS

C rít.R .P ura K ritik der reinen Vernunft, 1? edición, 1781;


2? edición, 1787. Las citas se refieren a
la 2? edición, salvo indicación co n traria; trad.
e sp .: Crítica de la razón pura, varias tra­
ducciones, entre ellas por M. García Moren-
te, Madrid, 1934.
Met. der Sitien M etaphysik der Sitien; trad. esp.: Metafísica
de las costumbres, por M. García Morente,
Madrid, 1932.
Prol................. Prolegomena zu einer jeden künftigen Meta­
physik, die ais W issenschaft wird auftreten
komnen, 1783; trad. esp. (con un prólogo de
E. Cassirer) por Julián Besteiro, Madrid,
1912.
Religión Die Religión inerhalb der Grenzen der blossen
Vernunft, 1793.
A veces se indican entre corchetes las pá­
ginas según la edición de la Academia Pru­
siana. En tal caso, en lo que se refiere a la
Crítica de la razón pura, se indica con A
a la 1?, con B a la 2? edición.
K ierkegaard
W e r k e ......... Gesammelte Werke, trad. al cuidado de E.
Hírsch, 1957 y ss.
Leibniz
Disc. de Mét. Discours de Métaphysique, 1686, ed. Lestienee,
1929; trad. esp.: Discurso de metafísica, por
J. Marías, Madrid, 1942; en 1946 (acom pa­
ñada de varios opúsculos): Tratados funda­
mentales.
Monad. .. Monadologie, 1714; trad. esp. por P. de Az-
cárate (reunida con otros opúsculos) en
Opúsculos filosóficos, 1919.
Nouv. ess. Nouveaux essaís sur Ventendement humain,
1703; trad. esp. por P. de Azcárate, Nuevo
tratado sobre el entendimiento humano,
1928.
Théod. Essais de Théodicée sur la bonté de Dieu, la
liberté de l’homm e et l'origine du mal, 1710;
trad. esp., 1928.
Las dos obras precedentes y muchos otros
escritos de Leibniz están citados en Opera
Philosophica, ed. J. E. Erdmann, Berlín, 1740.
También están citadas en las dos coleccio­
nes : M athematische Schriften, ed. C. J. Ger-
hardt, 7 volúmenes, Berlín, 1848-1863; Phi-
losophische Schriften, ed. C. J. Gerhardt,
7 volúmenes, Berlín, 1875.
Locke

Essay An Essay Concerning Human Understandíng,


1690, ed. al cuidado de A. Campbell Fras-
XIF
4
Y

LISTA DE ABREVIATURAS

er, 1894; trad. esp.: Ensayo sobre el entendi­


miento humano, por E. O’Gorman, México,
1956, F.C. E.
Lucrecio (siglo i a. c.)
D erer.n a t....................... De rerum natura, ed. Bailey, 1947; trad. esp.
por H. A. J. Munro (3 vol., 1866, reim pr. del
vol. II, 1928).
OCCAM
In Sen t............................. Quaestiones in IV libros sententiarum, Lug-
duni, 1495.
Orígenes (siglo ii)
De princ........................... De principiis.
In Johann........................ In Johannen.

P ascal
Pensées ......................... Los números se refieren al ordenam iento de la
ed. Brunschvicg.
P.G ................................... Migne, Patrología Griega, el prim er núm ero in­
dica el volumen.
p L................................... Migne, Patrología Latina, el prim er núm ero in­
dica el volumen.
Peirce, C. S. (1839-1914)
Coll Pap.......................... Collected Papers, volúmenes I-VI, editados por
C. H artshorne y P. Weiss, 1931-35; volúme­
nes VII-VIII, editados por A. W. Burks, 1958.

P edro H ispano (Papa Juan XXI, siglo x m ).


S u m m .lo g ....................... Sum m ulae logicales, ed. I. M. Bochenski, 1947.

P latón
Ale., I, II ....................... Alcibiades, I, II.
Ap..................................... Apología Socratis.
Carm................................ Charmides.
Conv................................. Sym posium .
Crat.................................. Cratylus.
Crit................................... Crito.
Crida................................ Cridas.
Def.................................... Definitiones.
E p ..................................... Epistulae.
E utid ................................ Euthydem us.
E u t................................... Euthyphro.
Fed................................... Phaedo.
Fil..................................... Phitebus.
Gorg................................. Gorgias.
Ion ................................. Ion.
Lach................................. Laches.
Leyes ............................. Leges.
OM
LISTA DE ABREVIATURAS

Men................................... Meno.
Parm. ............................. Parmenides.
Pol.................................... Politicus.
Prot.................................. Protagoras.
Rep. ............................... República, ed. Chambry, 1932.
S o f.................................... Sophista.
Teet.................................. Theaethetus.
T im ................................... Timaeus.
Los textos se hallan citados según la edición
de Bum et, Oxford, 1899-1906; hay varias
trads.
P lotino
E nn................................... Enneades, ed. Bréhier,1924; hay trad. esp.

S an Agustín
D eciv.D ei ..................... De civitate D ei; hay varias trads. esp.
Conf.................................. Confessionum libri X I I I ; hay varias trads. esp.

S anto T omás
S. T h .............................. Sum m a Theologiae, al cuidado de P. Caramello,
Turín, 1950; hay varias trads. esp.
Contra Geni.................... Sum m a contra Gentiles, Turín, 1938; hay va­
rias trads. esp.
De ver............................... Quaestiones disputatae de vertíate, Turín, 1931;
hay varias trads. esp.
SCHELER

Formalismus ............... Formalismus in der E thik und die materiale


W ertethik, 1913-16; trad. esp.: Ética, I, 1941;
II, 1942, por H. Rodríguez Sanz, Madrid.
Sym pathie ................... W esen und Formen der Sympathie, 1923; trad.
franc. Lefebvre, 1928; trad. esp.: Esencia y
form as de la simpatía, por J. Gaos, Buenos
Aires, 1942.
SCHELLING

W erke ........................... Sam m tliche Werke, al cuidado del hijo K. F. A.


Schelling: I serie (obras éditas), 10 volúme­
nes; II serie (obras inéditas), 4 volúmenes,
1856 y siguientes. Algunas traducidas al es­
pañol.
SCHOPENHAUER

D ieW elt ....................... Die W elt ais Wille und Vorstellung, 1819;
2? edic., 1844; trad. ital. Savi-López y De Lo­
renzo, 1914-30; trad. esp.: El mundo como
voluntad y como representación, por E. Ove­
jero y Maury M adrid, 1928.
•Scoto E rigena ( si"lo ix)
LISTA DE ABREVIATURAS

SÉNECA

E p ..................... Epistolae morales ad Lucilium, ed. Beltrami,


1931; hay varias trads. esp.
S exto E mpírico
Adv. m ath......... Adversas mathematicos, ed. J. Mau, Leipzig,
1954.
Hip. Pirr.......... Pirroneion hypotyposeon libri tres, ed. Maut-
schmann, 1912.
S pinoza
E th .................... Ethica more geométrico demónstrate, 1677, en
Opera, al cuidado de C. Gerhardt, 1923; trad.
esp.: Ética, por Óscar Cohan, México, 1953,
F. C. E.
S tuart M ill
L o g ic ............... System of Logic Ratiocinative and Inductive,
1843.
T elesio
De rer. nat. . . . De rerum natura iuxta propria principia, I-
II, 1565; III-IX, 1586; ed. V. Spampanato,
1910-1923.
W ittgenstein
T ra c ta tu s........ Tractatus logico-philosophicus, 1922.

WOLFF
Cosm................................ Cosmología generalis, 1731.
Log.................................... Philosophia rationalis sive lógica, 1728.
Ont.................................... Philosophia prima sive ontologia, 1729
Otras abreviaturas no se registran por ser las comúnmente usadas por
los estudiosos o porque son fácilm ente comprensibles, tal como Ap. por
Apéndice; Fit. por Filosofía o Phit. para Philosophie o Philosophy; Intr.
por Introducción o In troduction; Met. por Metafísica o Métaphysique o
tam bién por Metaphysics o M etaphysik; Op. por Obras; schol. por scholium,
etcétera.
r
1

A
A. I) Las primeras letras mayúsculas indubitable. Dice Boutroux: “El princi­
del alfabeto; A, B, I\ fueron usadas por pio de identidad puede ser expresado
primera vez por Aristóteles, principal­ así: A es A. Yo no digo el Ser, sino
mente en los Analíticos, para indicar simplemente A, o sea cada cosa, cual­
los tres términos de un silogismo. Sin quiera absolutamente, susceptible de
embargo, debido a que en su sintaxis ser concebida, etc.” (De l'idée de loi
el predicado se coloca antes del sujeto naturelle, 1895, p. 12).
(A úrtaoxe* ii" B, "A es inherente [o 5) En el simbolismo de Lukasiewicz
‘pertenece’] a B”) a menudo en los Ana­ la letra "A” se usa como el símbolo
líticos los sujetos son B y r. En la de la disyunción, para la cual se adopta
lógica de la edad moderna, debido a por lo común el símbolo “V” (cf. A.
la costumbre de escribir "A est B”, Church, Introduction to Mathematical
A resulta normalmente el símbolo del Logic, nota 91). G. P.-N. A.
sujeto.
2) A partir de los tratadistas esco­ Abaliedad, véase ASEIDAD.
lásticos (al parecer en las Introduc- Abderitismo (del alemán Abderitismus).
tiones de Guillermo de Shyreswood, Kant llamó así a la concepción que con­
siglo x iii ), la letra A es usada en la sidera a la historia siempre en el mismo
lógica formal “aristotélica" como sím­ estado, por lo tanto ni en progreso ni
bolo de la proposición universal afir­ en retroceso. Desde este punto de vis­
mativa (véase), según los conocidos ta la historia humana no tendría más
versos llegados hasta nosotros a través significado que la historia de cualquier
de varias redacciones. En las Sum- especie animal y sólo sería más fati­
mulae de Pedro Hispano (edit. Bo- gosa (Si el género humano está en cons­
chenski, I, 21) dicen así: tante progreso hacia lo mejor, 1798).
A affirrnat, negat E, sed universaliter Abílti ción (gr. anayu)yi]; lat. reductio;
ambae,
I firmat, negat O, sed particulariter ingl. abduction; fran. abduction; alem.
ambae. Abduction; ital. abduzione). Es un pro
cedimiento de prueba indirecta, semi-
3) En la lógica modal tradicional, la demostrativa (teorizado en ..rist., Tóp.
letra A designa la proposición modal, VIII, 5, 159 b 8, y 160 a lls s .; An. Pr. II,
que consiste en la afirmación del modo 25, 69 a 20 ss.), en el cual la premisa
y en la afirmación de la proposición. mayor es evidente, la menor en cambio
Así, por ejemplo: “Es posible que p" es sólo probable o de todos modos más
en la cual p resulta una proposición fácilmente aceptada por el interlocutor
afirmativa cualquiera (Amauld, Lóg., que la conclusión que se quiere demos­
II, 8). trar. Si bien se trata en sustancia de
4) En la fórmula "A es A’” o “ A - A", un procedimiento dialéctico más que
usada desde Leibniz como tipo de las apodíctico, ya había sido admitido por
verdades idénticas y que fue adoptada Platón (cf. Menón, 86ss.) para la ma­
posteriormente por Wolff y Kant como temática y llegaría asimismo a ser apro­
expresión del denominado principio de bado como método de demostración
identidad (véase), A significa un objeto matemática por Proclo (In Eucl., 212,
o un concepto cualquiera. Fichte de­ 24).
cía : “Cada uno ajusta la proposición Peirce ha introducido el término ab­
A es A (como asimismo A = A ya que duction o retroduction para indicar el
éste es el significado de la cópula ló­ primer momento del proceso inductivo,
gica) sin pensar en lo más mínimo que es el de la elección de una hipó­
acerca de si se reconoce como plena­ tesis que pueda servir para explicar
mente cierta e indubitable” (Wissen- determinados hechos empíricos (Coll.
schaftslehre, 1794, 1). La fórmula ha Pap. 2, 643). G. P.
quedado largo tiempo como expresión
del principio de identidad y asimismo Ah esse ad posse. Es una de las conse-
como tipo de verdad absolutamente quentiae formales (véase c o n s e c u e n c ia )
1
Abierto
Absolutismo
de la lógica escolástica: Ab esse ad re su vida por amor de mí, la salvará”.
posse válet (tenet) consequentia o, con Por lo tanto, la noción de abnegación
mayor rigor, ab illa de inesse valet no es, en los Evangelios, una noción de
(tenet) illa de possibili; o sea: de “ ‘p’ moral ascética; más bien expresa el
es verdadera” resulta " ‘p’ es posible”. acto de la renovación cristiana, según
el cual de la negación del hombre viejo
Abierto (ingl. open; franc. ouvert; ital. nace el hombre nuevo o espiritual.
aperto). Adjetivo frecuentemente adop­
tado en sentido metafórico en el len­ Absolutismo (ingl. absolutism; franc. ab-
guaje común y en el filosófico para solutisme; alem. Absolutismus; ital.
indicar aptitudes o instituciones que assolutismo). Término acuñado en la
admiten la posibilidad de una partici­ primera mitad del siglo xvm para in­
pación o comunicación extensa o, sin dicar toda doctrina defensora del "po­
más, universal. Un "espíritu abierto” der absoluto” o de la "soberanía abso­
es un espíritu accesible a sugestiones, luta” del Estado. En su sentido político
consejos, críticas que le formulan los originario el término designa: 1) el
otros, y que está dispuesto a tener muy A. utopista de Platón en la República-,
en cuenta, o sea sin prejuicios a tales 2) el A. papal, afirmado por Grego­
sugestiones. Una “sociedad abierta” es rio VII y por Bonifacio VIII, reivindi­
una sociedad que no limita la participa­ cando para el Papa, como representante
ción a las instituciones que la caracte­ de Dios sobre la Tierra, la plenitudo
rizan, a un grupo privilegiado. Bergson potestatis, o sea, la soberanía absoluta
denominó sociedad abierta a la que sobre todos los hombres, comprendi­
"abraza a la humanidad entera” (Deux dos los príncipes, reyes y emperadores;
sources, 1932, I). C. Morris ha hablado 3) el A. monárquico del siglo xvn, que
de un "yo abierto” ( The Open Setf, encuentra su defensor en Hobbes; 4) el
1948) y A. Capitini de una "religión A. democrático, teorizado desde Rous­
abierta" (Religione opería, 1955). seau en el Contrato social, y que en
Marx y los escritores marxistas se ca­
Ab invidia. Así llama Wolff a "las ra­ racteriza como "dictadura del prole­
zones mediante las cuales se suscita el tariado”. Todas estas formas del A. de­
odio contra las opiniones de los demás” fienden igualmente, aunque con motivos
(Log. § 1049). Es el argumento prefe­ o fundamentos diferentes, la exigenci
rido por los "perseguidores” o sea por de que el poder estatal sea ejercido
aquellos "q .e bajo el pretexto de defen­ sin limitaciones o restricciones. La exi­
der la verdad buscan llevar a sus ad­ gencia opuesta, propia del liberalismo
versarios hacia el peligro de perder la (véase), es la que intenta prescribir lí­
fama, la fortuna o la vida” (Ibid., 1051). mites y restricciones al poder estatal.
En el uso filosófico corriente, el tér­
Abnegación (gr. óuidij'viiai;; lat. abnega- mino no está restringido ya para indicar
tio\ ingl. sel)denial-, franc. abnégation; una determinada doctrina política, sino
alem. Verleugnung-, ital. abnegazione). que se va extendiendo para designar
Es la negación de sí y la disposición todo o cualquiera pretensión doctrina­
a ponerse al servicio de los demás o ria o práctica del absolutismo, en cual­
de Dios, con sacrificio de los propios quier campo que se dé. Dice, por ej.,
irtereses. Ésta es la noción que se en­ Reichenbach (The Theory of Próbabil-
cuentra en el Evangelio: "El que quiera ity, p. 378): "Debemos renunciar a
venir en pos de mí, niéguese a sí mismo todos los residuos del A. para compren­
y tome su cruz, y sígame" (Mateo XVI, der el significado de la interpretación
24); "Si alguno quiere venir en pos de en términos de la frecuencia de una
mí, niéguese a sí mismo, tome cada aserción de probabilidad en torno a un
día su cruz y sígame” (Lucas IX, 23). caso en particular. No hay puesto para
Esta negación de sí mismo no es, sin el A. en la teoría de las aserciones de
embargo, la pérdida de sí mismo, sino probabilidad que conciernen a la rea­
más bien el reencuentro del verdadero lidad física. Tales aserciones se usan
"sí mismo", como se explica en el ver­ como reglas de conducta, como reglas
sículo siguiente del Evangelio de San que determinan la conducta más logra­
Lucas: "porque quien quisiere salvar da posible en un determinado estadio de
su vida la perderá; pero quien perdie­ conocimiento. Quien quiera hallar algo
2
Absoluto

más en estas aserciones, descubrirá fi­ significado es menos dogmático que el


nalmente que ha perseguido una qui­ primero. Así responder “Absolutamente
mera.” El A. filosófico no es tanto el no” a una pregunta o a un requirimien-
que habla de lo Absoluto o reconoce su to, significa simplemente estimar que
existencia, como el que pretende que este "no” se halla sólidamente apoyado
lo absoluto mismo apoye sus palabras por buenas razones y, por lo tanto, será
y les otorgue una incondicionada garan­ mantenido. Estos usos comunes del tér­
tía de verdad. En este sentido, el idea­ mino corresponden al uso filosófico que
lismo romántico es el prototipo del genéricamente es el de "sin límites",
A. doctrinario. Según dicha teoría, en "sin restricciones” y, en consecuencia
la filosofía no es el filósofo como hom­ "ilimitado” o "infinito”. Es muy pro­
bre el que se manifiesta y habla, sino bable que la difusión de la palabra, que
lo Absoluto mismo, que llega a su cono­ surgió en el siglo xvm (aun cuando Ni­
cimiento y se manifiesta a sí mismo. colás de Cusa definiera a Dios como
el A.; Docta ignor., II, 9) sea debida al
Absoluto (ingl. absolute; franc. absolu; lenguaje político y a expresiones como
alem. Absotut; ital. assoluío). El térmi­ “poder A.”, "monarquía A.", etc., en las
no latino absolutas (suelto de, separado cuales la palabra significa claramente
de, o sea libre de toda relación, inde­ "sin restricciones” o “ilimitado”.
pendiente) corresponde probablemente La gran boga filosófica del término
al significado del término griego kath- se debe al romanticismo. Fichte ha­
’autó (o por sí) con referencia al cual bla de una “deducción A.”, de “activi­
dice Aristóteles: "Por sí y en cuanto él dad A.”, de "haber A.", de "reflexiones
mismo es significa la misma cosa; por A.”, de “Yo A.", para indicar, bajo esta
ejemplo, el punto y la noción de recta última expresión, el Yo infinito, crea­
pertenecen a la línea por sí, porque per­ dor del mundo. Y en la segunda fase
tenecen a la línea en cuanto línea” (An de su filosofía, al querer interpretar al
post., I, 4, 73b30ss.). En este sentido Yo como Dios, abusa de la palabra hasta
la palabra calificaría una determinación llegar a los límites del ridículo: "El
perteneciente a una cosa por la misma A. es aquello que es absolutamente, re­
sustancia o esencia de la cosa, y por posa sobre y en sí mismo absolutamen­
lo tanto, intrínsecamente. Éste es, de te”, “Él es lo que es absolutamente
los dos significados de la palabra dis­ porque es por sí mismo... porque al
tinguidos por Kant, el que cree más lado del A. no queda nada^de extraño
difundido, pero menos preciso. En este pero en cambio se desvanece todo lo
sentido “absolutamente posible” signi­ que no es el A." (Wissenschaftslehre,
fica posible "en sí mismo” o "intrínse­ 1801, §5y8; Werke ["Obras”], II, p. 12,
camente" posible. Partiendo de este sig­ 16). La misma inflación de la palabra
nificado, Kant distingue otro, aue cree se encuentra en Schelling, el cual, como
preferible, según el cual la palabra sig­ el Fichte de la segunda época, adopta
nificaría "bajo toda relación”, y en tal por lo demás el sustantivo “A.” para
caso "absolutamente posible" significa­ designar el principio infinito de la rea­
ría posible bajo todo aspecto o bajo toda
relación (Crít. R. Pura, Diál. trascend., lidad, o sea a Dios. El mismo uso de
Conceptos de la razón pura, sec. II). la palabra se encuentra en Hegel para
Estos dos significados se mantienen quien, como para Fichte y Schelling, el
aún en el uso genérico de la palabra, A. es al mismo tiempo objeto y sujeto
pero el segundo prevalece, quizás por­ de la filosofía y, aun cuando diferente­
que resulta menos dogmático y no apela mente definido, se caracteriza por su
al misterioso en sí o a la naturaleza in­ infinitud positiva en el sentido de ha­
trínseca de las cosas. Por ejemplo, decir llarse fuera de toda realidad finita y
"Esto es absolutamente cierto” puede de comprender en sí toda realidad fi­
querer decir "Esta proposición contie­ nita. El principio expuesto en la Feno­
ne en sí misma una garantía de ver­ menología (Pref.): “El A. es esencial­
dad” ; pero también puede querer decir mente el resultado y que él solo en
"Esta proposición se ha verificado am­ fin, es lo que es en verdad” lleva a
pliamente y no hay todavía nada por Hegel a denominar Espíritu A. a los
lo que pueda considerarse como fal­ grados últimos de la realidad, aquellos
sa", de lo que se deduce que el segundo en los cuales la realidad se revela a
3
Absorción, leyes de
Abstracción
sí misma como principio autoconscien- sí mismo de modo necesario e infa­
te infinito en la religión, en el arte lible.
y en la filosofía. El romanticismo ha
fijado así el uso de la palabra, ya (ingl. Law of Absorp-
A b s o rc ió n , ley e s d e
sea como adjetivo o como sustanti­ tion\ franc. Loi d’absorption). En la
vo. Según este uso la palabra signifi­ lógica contemporánea se da este nom­
ca "sin restricciones”, "sin limitaciones”, bre a los dos teoremas del álgebra de
"sin condiciones”; 'y como sustantivo las proposiciones:
significa la Realidad que se halla pri­ pxpqmp; p(pv<?)*p,
vada de límites o condiciones, la Reali­
dad suprema, el "Espíritu” o "Dios”. Ya y los dos correspondientes teoremas
Leibniz había dicho: "En rigor, el ver­ del álgebra de clases :
dadero infinito no es más que el A.”
(Nouv. Ess., II, 17, § 1). Y en realidad avab = a; a( a v b) = a.
el término puede ser considerado como
sinónimo de "Infinito" (véase). Dado La A. es, en estas expresiones, la posi­
el puesto central que la noción de in­ bilidad lógica de sustituir p a pxpq
finito tiene en el romanticismo (véa­ o a p ( p v q ) en las primeras expre­
se) se entiende la manera en que este siones ; o a a avab o a a ( a x b ) en las
sinónimo ha encontrado acogida y boga segundas (cf. Church, Intr. to Mathe-
en el periodo romántico. En Francia la matical Logic, 15, 8). Fuera del lengua­
palabra fue importada por Cousin, cu­ je de la lógica, la ley significa que si un
yas relaciones con el romanticismo ale­ concepto implica otro concepto, aquél
mán son notorias. En Inglaterra fue absorbe a éste, en el sentido de que
introducida por William Hamilton, cuyo la aserción simultánea de los dos equi­
primer escrito fue un estudio acerca vale a la aserción del primero o puede
de la Filosofía de Cousin (1829) y la ser, por lo tanto, sustituida por la
noción resultó la base de las discusio­ aserción de éste cada vez que aquél
nes sobre la cognoscibilidad del A., ini­ acuda. Véase t a u t o l o g ía .
ciadas por Hamilton y Mansel y conti­
A b s tra c c ió n (gr. dupaípem?; lat. abstrae-
nuadas por el evolucionismo positivista
(Spencer, etc.) que, como estos dos pen­ tio; ingl. abstraction; franc. abstraction;
sadores afirmó la existencia y al mismo alem. Abstraktion; ital. astrazionc). Ope­
tiempo la ircognoscibilidad del Absolu­ ración mediante la cual cualquier cosa
to. En la filosofía contemporánea la es elegida como objeto de percepción,
palabra ha sido usada con amplitud pre­ atención, observación, consideración,
cisamente por las corrientes que más investigación, estudio, etc., y aislada
estrechas relaciones tenían con el idea­ de otras cosas con las cuales se en­
lismo romántico, o sea por el idealismo cuentra en una relación cualquiera. La
A. tiene dos aspectos: 1J aislar la cosa
anglo-americano (Green, Bradley, Roy- elegida de las otras con las cuales se
ce) e italiano (Gentile, Croce), para de­ halla en relación (el abstraer de);
signar la Conciencia infinita y el Espí­ 2) adoptar como objeto específico de
ritu infinito. consideración aquel con que éste queda
La palabra se mantuvo, por lo tanto, aislado (A. selectiva o prescisión). Estos
ligada a una fase determinada del pen­ dos significados ya habían sido distin­
samiento filosófico, precisamente a la guidos por Kant (Logik, § 6) que inten­
concepción romántica del Infinito, que tó, sin embargo, reducir la A. sola­
comprende y resuelve en sí toda rea­ mente a la primera de estas formas.
lidad finita y que por lo tanto no está La A. es inherente a cualquier proce­
limitado o condicionado por nada, al no dimiento cognoscitivo y puede servir
tener nada fuera de sí que pueda limi­ para describir todo procedimiento de la
tarlo o condicionarlo. En su uso común misma naturaleza. Con esta finalidad
tanto como en el filosófico el término ha sido utilizada desde la antigüedad.
ha quedado para significar ya sea el Aristóteles explica mediante la A. la
estado de aquello que, bajo cualquier formación de las ciencias teóricas, o
título, se encuentra privado de condi­ sea de la matemática, de la física y de la
ciones y de límites, o ya sea (como filosofía pura. "El matemático —dice—
sustantivo) aquello que es realizado por despoja a las cosas de todas las cua­
4
Abstracción

lidades sensibles (peso, ligereza, dure­ miento de la A. con la función sim­


za, etc.) y las reduce a la cantidad bólica del lenguaje. "Por medio de la
discreta y continua; el físico prescinde A. —dice— las ideas tomadas de seres
de todas las determinaciones del ser particulares se convierten en represen­
que no se reduzcan al movimiento. De tativas de todas las de la misma espe­
análoga manera el filósofo despoja al cie; y sus nombres se convierten en
ser de todas las determinaciones par­ nombres generales, aplicables a todo
ticulares (cantidad, movimiento, etc.) y cuanto exista y que convenga a tales
se limita a considerarlo sólo en cuanto ideas abstractas... Así, al advertir hoy
ser” (Met., XI, 3, 1061 a 28 ss.). Según en el yeso o en la nieve el mismo co­
Aristóteles, la totalidad del procedi­ lor que ayer recibió la mente al percibir
miento cognoscitivo puede ser descrito la leche, solamente considera esa apa­
por la A.: "El conocimiento sensible riencia, la convierte en representativa
consiste, en efecto, en adquirir las for­ de todas las de su clase y habiéndole
mas sensibles sin la materia, como la dado el nombre de ‘blancura’, significa
cera adquiere la impronta del sello sin por ese sonido la misma cualidad don­
el hierro o el oro de que está com­ dequiera que pueda imaginarse o en­
puesto” (De An., II, 12, 424 a 18). Y el contrarse ; y es así como se forman los
conocimiento intelectual recibe las for­ universales, ya sean ideas, ya sean
mas inteligibles abstrayéndolas de las los términos para expresarlas” (Essay,
formas sensibles en las cuales están II, 11, § 9). Sobre la base de estas
presentes (Ibi d, III, 7, 431 ss.). Santo observaciones de Locke, Berkeley llega
Tomás reduce el conocimiento intelec­ a la negación de la idea abstracta y
tual a la operación de la A., la cual es de la misma función de la abstrac­
un abstraer la forma de la materia in­ ción. Niega, en otros términos, que el
dividual y de tal manera poner en evi­ hombre pueda abstraer la idea del co­
dencia lo universal de lo particular, la lor de los colores, la idea del hombre
especie inteligible de las imágenes sin­ de los hombres, etc. En efecto, no exis­
gulares. De la misma manera como te la idea de un hombre que no tenga
podemos considerar el color de un algún carácter particular, como no hay
fruto prescindiendo del fruto, sin afir­ en realidad un hombre de tal especie.
mar por ello que el color esté separado Las ideas generales no son ideas pri­
del fruto, podemos conocer las formas vadas de todo carácter particular (o
o especies universales del hombre, del sea "abstractas”), sino id"as particu­
caballo, de la piedra, etc., prescindiendo lares admitidas como signos de un gru­
de los principios individuales a que van po de otras ideas generales entre ellas
unidas, aunque sin pretender que exis­ afines. El triángulo que un geómetra
tan separadas de éstos. Por lo tanto, tiene presente para demostrar un teo­
la A. no falsifica la realidad, sino que rema no es un triángulo abstracto, sino
sólo hace posible la consideración sepa­ un triángulo particular, isósceles por
rada de la forma y con ello el conoci­ ejemplo; pero como ya de tal carácter
miento intelectual humano (S. Th., I, particular no se hace referencia en el
q. 85, a. 1). Éstos u otros conceptos curso de la demostración, el teorema
afines se hallan en toda la escolástica. demostrado vale para todos los trián­
La Lógica de Port Royat (1,4) ha resu­ gulos indistintamente, cada uno de los
mido muy bien el pensamiento de la cuales puede tomar el lugar del trián­
escolástica y la estrecha relación del gulo considerado (Princ. of Hum. Know.,
procedimiento abstractivo con la natu­ Intr., 16). Hume repitió el análisis ne­
raleza del hombre, diciendo: "La limi­ gativo de Berkeley (Treatise, I, 1, 7).
tación de nuestra mente hace que no Tales análisis no niegan, sin embargo, la
podamos comprender las cosas com­ A., sino más bien su noción psicológica,
puestas, sino considerándolas en sus en favor del concepto lógico-simbólico
partes y contemplando las diferentes de ella. La A. no es el acto mediante el
caras que nos enfrentan y esto es lo cual el espíritu piensa ciertas ideas se­
que se suele denominar generalmente paradamente de otras; es más bien la
conocer por A.” función simbólica de determinadas re­
Locke fue el primero en poner a la presentaciones particulares. Kant sub­
luz la estrecha relación del procedi­ raya, no obstante, la importancia de
Abstracción

la A. en el sentido tradicional ponién­ jeto infinito" (Phil. der Religión [“Fi­


dola al lado de la atención como uno losofía de la religión"], II, en Werke
de los actos ordinarios del espíritu y ["Obras"], ed. Glockner, XVI, p. 226).
destacando su función de separar una “[Lo] absoluto es, a su vez, esto en
representación de la cual se es cons­ cuanto algo concreto, no como abs­
ciente, de las otras con las cuales se tracción, sino como unidad de lo
encuentra ligada en la conciencia. Aun general y lo particular; esta concien­
cuando Kant ejemplifique en forma cu­ cia concreta es, en primer lugar, la
riosa la importancia de este acto (“Mu­ verdad” (Geschichte der Phil., III, en
chos hombres son infelices porque no Werke, ed. Glockner, XIX, p. 99; trad.
saben abstraer." "Un soltero podría ha­ esp.: Historia de la filosofía, III, Méxi­
cer un buen matrimonio en caso de co, 1955, F. C. E., p. 108). Pero es claro
saber abstraer la verruga del rostro o que Hegel entiende por abstracto lo que
la falta de un diente de su amada” comúnmente se denomina concreto—las
[Antr., §3], es claro que la totalidad cosas, los objetos particulares, las rea­
del procedimiento de Kant tendiente lidades singulares ofrecidas o testimo­
a aislar (isolieren) los elementos a niadas por la experiencia— en tanto
priori del conocimiento o en general llama concreto a lo que el uso común
de la actividad humana, es un procedi­ y filosófico ha denominado siempre
miento abstractivo. "En una lógica tras­ abstracto, o sea, el concepto; y lo deno­
cendental —dice, por ejemplo— nosotros mina concreto por constituir, para él,
aislamos el intelecto (como más arri­ la sustancia misma de la realidad (con­
ba, en la Estética trascendental, la forme a su principio "Todo lo que es
sensibilidad) y destacamos de todo racional es real y todo lo que es real
nuestro conocimiento solamente la par­ es racional”). De cualquier manera, esta
te del pensamiento que tiene su origen inversión del significado permitió a bue­
únicamente en el intelecto” (Crít. R. na parte de la filosofía del siglo xix
Pura, Div. de la Lóg. trascend.). pronunciarse a favor de lo concreto y
Con Hegel se asiste al extraño fenó­ en contra de lo abstracto, incluso cuan­
meno de la sobrevaloración de la A. y do lo "concreto” de que se trataba cons­
la devaluación de lo abstracto. Hegel, tituía en realidad una simple A. filo­
en efecto, se opone a la opinión de que sófica. Gentile, por ejemplo, hablaba de
abstraer signifique solamente sacar fue­ “una lógica de lo abstracto" o del pen­
ra del concepto, para nuestra ventaja samiento pensado y de una “lógica de lo
subjetiva, tal o cual nota que constituya concreto” o del pensamiento pensante
el concepto, de otras que seguirían sien­ (Sistema di lógica, I, 1922, pp. 119 ss.).
do reales y válidas fuera del concepto, Croce hablaba de lo "concreto” del con­
en la realidad misma. "El pensamiento cepto como inmanencia en las repre­
que abstrae —nos dice— no se puede sentaciones singulares y de lo "abs­
considerar como el apartar a la mate­ tracto” de las nociones consideradas
ria sensible, que no quedaría dañada extirpadas de particularidades (Lógica,
por esto en su realidad; es más bien 4* ed., 1920, p. 28). Bergson constante­
el superar y el reducir esta materia, que mente ha opuesto el tiempo "concreto"
es simple fenómeno, a lo esencial, de la conciencia al tiempo "abstracto" de
que solamente se manifiesta en el con­ la ciencia y, en general, el procedimien­
cepto” (Wissensch. der Logik ["La cien­ to de la ciencia, que se sirve de con­
cia de la lógica"], III. Del concepto en ceptos o símbolos, o sea de "ideas abs­
general). El concepto al que se llega tractas o generales” al procedimiento
por la A. es, por lo tanto, según Hegel, intuitivo o empático de la filosofía (cf.,
la realidad misma, esto es, la sustancia por ejemplo, La pensée et le mouvant,
de la realidad. Por otra parte, lo abs­ 3* ed., 1934, p. 210). Parecidos temas
tracto es considerado todavía por Hegel polémicos han sido discutidos con fre­
como lo que es finito, inmediato, no cuencia en la filosofía de los primeros
puesto en relación con el todo, no re­ decenios de nuestro siglo. Y por cier­
suelto en el devenir de la Idea y, por to, la polémica contra la A. ha sido
lo tanto, producto de una perspectiva eficaz como pugna contra la tendencia
ilusoria y falaz. "Lo abstracto es lo a entificar sus productos, o sea, a con­
finito, lo concreto es la verdad, el ob­ siderar como sustancias o realidad en-
6
A b stra c c io n is m o
A bst ra c to r
tidades que no tienen otra función que A b s tra c c io n is m o (ingl. abstractionism;
la de hacer posible la descripción, la franc. abstractionnisme; alem. Abstrak-
clasificación y la utilización de un con­ tionismus). De este modo denominó
junto de datos. Pero por otro lado, la William James (Tne Meaning of Truth,
misma polémica ha hecho olvidar a 1909, cap. XIII) al uso ilegítimo de la
veces la función de la A. en todo tipo abstracción y, en particular, a la ten­
o forma de actividad humana, en cuan­ dencia a considerar como reales los
to tal actividad no puede obrar sino productos de la abstracción.
por la vía de selecciones abstractivas.
Mach ha insistido acerca de esta fun­ A b s tra c ta s , c ie n c ia s, véase CIENCIAS, CLA­
ción de la A. en las ciencias, afirmando SIFICACIÓN DE LAS.
que es indispensable, ya sea para la
observación de los fenómenos, ya sea A b s tra c ta s, id e a s, véase ABSTRACCIÓN.
para el descubrimiento o búsqueda de
los principios (Erkenntniss und lrrtum, A b s tra c tiv o , c o n o c im ie n to (lat. COgnitio
cap. VIII; trad. esp.: Conocimiento y abstractiva-, ingl. abstractive knowled-
error, 1948). A este respecto, Peirce ha ge; franc. oormaissance abstractive-,
distinguido oportunamente una doble alem. abstrahierende Erkenntniss). Tér­
función de la A.: la propia de cada mino que Duns Scoto adoptó, simétrica
operación selectiva y la que da naci­ y opuestamente al de conocimiento in­
miento a las verdaderas y propias enti­ tuitivo (cognitio intuitiva) para indicar
dades abstractas, en la matemática, per una de las especies fundamentales del
ejemplo, "El hecho más ordinario de conocimiento: la primera de las cuales
la percepción, como por ejemplo, ‘hay “abstrae de toda existencia actual” en
luz' implica A. selectiva o selección. tanto la segunda "se refiere a lo que
Pero la A. hipostática, la A. que trans­ existe o a lo que está presente en una
forma el ‘hay luz’ en ‘hay luz aquí’, que determinada existencia actual” (Op. Ox.,
es el sentido que comúnmente otorgo II, d. 3, q. 9, n. 6). La distinción fue
a la palabra A. (desde el momento que aceptada por Durando de Saint Pour-
selección indica la A. selectiva) es un qain (In Sent., Prol.; q. 3, F) y por Oc-
modo especialísimo del pensamiento. cam, quien la volvió a interpretar a
Consiste en tomar cierto aspecto de un su manera, entendiendo por conocimien­
objeto o de varios objetos perceptibles to intuitivo el conocimiento mediante el
(luego de haber sido seleccionado por cual se conoce con evidencia la reali­
los otros aspectos de tales objetos) o dad o la irrealidad de una cosa o cual­
de expresarlo en forma proposicional quier otro atributo empírico de la cosa
mediante un juicio" (Coll. Pap., 4 235; misma; en general, por lo tanto, "toda
cf. 3 642; 5 304). Esta distinción, que noción simple de un término o de una
ya había sido apuntada por James pluralidad de términos de una cosa o
(Princ. of Psychol., I, 243) y aceptada de pluralidad de cosas, en virtud de la
por Dewey (Logic, cap. 23; trad. esp.: cual se pueda conocer cualquier verdad
Lógica, México, 1950, F. C. E„ pp. 513- contingente especialmente en torno al
514), no quita que la selección y la objeto presente” (In Sent., Prol., q. 1,
A. hipostática sean especificaciones de Z). Y entendió por conocimiento abs­
la función selectiva general que tradi­ tractivo el que prescinde de la realidad
cionalmente ha sido indicada mediante o irrealidad del objeto y es una especie
la palabra "abstracción”. Paul Valéry de imagen o copia del conocimiento
ha insistido en forma poética acerca de intuitivo. Nada se puede conocer abs­
la importancia de la A. en toda cons­ tractivamente, dice, que no haya sido
trucción humana y, por lo tanto, en el conocido intuitivamente, de otra mane­
a rte : "El hombre, te digo, fabrica por ra también el ciego de nacimiento po­
A., ignorando y olvidando buena parte dría conocer los colores (Ibid., I, d. 3,
de las cualidades de lo que emplea, q. 2, K). Esta doctrina del conocimiento
aplicándose solamente a condiciones intuitivo es la primera formulación de
claras y distintas que pueden, en el la noción de experiencia en el sentido
mejor de los casos, ser simultánea­ moderno del término (véase e x p e r i e n ­
mente satisfechas no por una, sino por c i a ).
una pluralidad de especies de mate­
rias” ( Eupalinos, trad. i tal., p. 134). A bstracto:-, véase OPERADOR.

7
A b s tru s o
A b u rrim ie n to
A b s tru s o (Iat. abstrustís [= escondido] ;se diferencia de la demostración osten­
ingl. abstruse; franc. abstrus; alem. siva, porque adquiere o admite aquello
abstrus-, ital. astruso). Término peyora­ que, con la reducción al error recono­
tivo para calificar cualquier noción inu­ cido, quiere destruir; la demostración
sitada o de difícil comprensión; o, como ostensiva, en cambio, parte de premisas
dice Locke (Essay, II, 1?, 8), "las [ideas] ya admitidas. Leibniz denominó demos­
más alejadas... de la sensación o de tración apagógica al razonamiento por
cualquier operación de nuestra propia A. y lo creyó útil o por lo menos difícil­
mente”. El término es aplicado princi­ mente eliminable, en el dominio de la
palmente a nociones abstractas; pero matemática (Nouv. Ess., IV, 8, §2).
igualmente se aplica a nociones que se Kant, que adopta el mismo nombre, lo
alejan más o menos del universo ordi­ justificó en las ciencias, pero lo excluyó
nario del discurso. de la filosofía. Lo justificó en las cien­
cias porque en ellas es imposible el
A b s u rd o (gr. arojiov, aSúvatov; lat. üb- modus ponens de concluir la verdad
surdw n; ingl. absurd; franc. absurde; de un conocimiento de las verdades de
alem. Absurd-, ital. assurdo). Por lo sus consecuencias; en efecto, sería ne­
general, aquello que no encuentra lu­ cesario conocer todas las consecuencias
gar en el sistema de creencias al que posibles, lo que es imposible. Pero si
se hace referencia o que se halla en de una proposición puede ser obtenida
contradicción con alguna de tales creen­ incluso una sola consecuencia falsa,
cias. I-os hombres y los filósofos siem­ la proposición es falsa. Por lo tanto, el
pre han hecho abundante uso de esta modus tollens de los silogismos conclu­
palabra para condenar, destruir o, por ye al mismo tiempo con rigor y con
lo menos, alejar de ellos creencias (ver­ facilidad. Pero este modo de razonar
daderas o falsas) o también hechos u sólo carece de peligro en las ciencias
observaciones perturbadoras, incómodas en las cuales no se puede cambiar lo
o en todo caso extrañas a los sistemas objetivo por lo subjetivo; es válido, por
de creencias por ellos aceptados o en lo tanto, en las ciencias de la natura­
pugna con ellos. No debe llamarnos la leza. En cambio en la filosofía tal true­
atención, por lo tanto, que también ex­ que es imposible; es decir, puede ocu­
periencias o doctrinas que más tarde rrir que sea subjetivamente imposible lo
serían reconocidas como verdaderas, ha­ que no es objetivamente imposible.
yan sido por mucho o poco tiempo con­ Y, por lo tanto, el razonamiento apagó-
sideradas aosurdas. Así, por ejemplo: gico no lleva a conclusiones legítimas
los antiguos creían que era A. la creen­ (Crít. R. Pura, Disciplina de la razón
cia en las antípodas, porque no teniendo pura, IV).
la noción de la relatividad de las de­
terminaciones espaciales, creían que en Ab universali ad particularem. Es una
las antípodas los hombres deberían vi­ de las consequentiae formales (véase
vir con la cabeza hacia abajo. En este consecuencia) de la lógica escolástica:
sentido la pdlabra significa "irracio­ ab universali ad particularem, sive in-
nal”, o sea contrario o extraño a lo definitam sive singularem valet (tenet)
que se puede razonablemente creer, o ccmsequentia; esto es, de "cada A es B”
también "inconveniente”, "fuera de lu­ valen las consecuencias "algún A es
gar”, etc. B”, "A es B”, "S (si S es un A)
En sentido más restringido y preciso es B”. G. P.
la palabra significa "imposible” {ady-
naton) por ser contradictorio. En este A b u rrim ie n to (ingl. boredom; franc. en-
sentido Aristóteles hablaba de un ra­ nui; alem. Langweite; ital. noia). Mora­
zonamiento por A. o de una reducción listas y filósofos han insistido a veces
al A., esto es, un razonamiento que en el carácter cósmico o radical de
adopta como hipótesis la proposición este sentimiento. "Sin la diversión
opuesta a la conclusión que se quiere —decía Pascal— caeríamos en el A. y
demostrar y hace ver que de tales hi­ éste nos llevaría a buscar un medio
pótesis resulta una proposición contra­ más sólido para huir de él; pero la
dictoria con la hipótesis misma (An. Pr., diversión nos deleita y así nos hace
II, 11-14, 61 a ss.). La demostración por llegar inadvertidamente a ia muerte"
A., agrega Aristóteles (Ibid . 14, 62 b 27), {Pernees, 171). Schopenhauer observa-
8
A c a d e m ia
A c a d e m ia f lo r e n tin a
ba que "apenas la miseria y el dolor (gr. ’Axa6r)gEia; lat. Academia;
A c a d e m ia
conceden al hombre una tregua, el A. ingl. Academy; franc. Académie; alern.
se acerca tanto en seguida que por Akademie). Es, en sentido estricto, la
necesidad tiene deseos de un pasatiem­ escuela fundada por Platón en el gim­
po” y, por lo tanto, veía oscilar con­ nasio, que tomó su nombre del héroe
tinuamente la vida entre el dolor y el Academo y que después de la muerte
A. (Die Welt, I, §57). Con mayor pro­ de Platón fue dirigida por Espeusipo
fundidad y anticipándose al existencia- (374-339 a. c.), por Jenócrates (339-314
lismo, Leopardi vio en el A. la expe­ a. C.), por Polemón (314-270 a. C.) y por
riencia de la nulidad de todo lo que Crates de Atenas (270-268 a. c.). En esta
es: "Ahora bien: ¿qué es el A.? —se fase la Academia continuó la tradición
preguntaba—. Ningún mal ni dolor par­ platónica, ligándola cada vez más es­
ticular (aun, más bien, la idea y la trechamente al pitagorismo. A ella per­
naturaleza del A. excluye la presencia tenecieron matemát'cos y astrónomos,
de cualquier mal o dolor en particular), entre los cuales el más famoso fue
sino la simple vida plenamente sentida, Eudosio de Cnido. A la muerte de Cra­
ejercida con conocimiento, plenamente tes la Academia cambió de rumbo con
presente en el individuo-y ocupándolo” Arcesilao de Pitanes (315 o 314-241 o 240
(Zibaldone, VI, p. 421). Heidegger ha a. c) encauzándose hacia un probabi-
repetido estas anotaciones, vislumbran­ lismo que tenía sus raíces en la afir­
do en el A. el sentimiento que revela mación de Platón acerca del conoci­
la totalidad de las cosas existentes, en miento de las cosas naturales que al
su indiferencia. “El verdadero A. —ha no poseer estabilidad y solidez no pue­
dicho— no es el que resulta de un libro, den dar origen a un conocimiento es­
de un espectáculo o de una diversión table y sólido, sino a un conocimiento
que nos cansan, sino el que nos invade probable. Este punto de vista fue ex­
cuando ‘nos aburrimos': el A. profundo tendido a la totalidad del conocimiento
que, como niebla silenciosa, se recoge humano en el periodo que se llamó de
en los abismos de nuestro ‘ser ahí’, la "Academia media” después de Ar­
mancomuna hombres y cosas, a nos­ cesilao y de sus sucesores (de los cuales
otros mismos con todo lo que está en sabemos muy poco). La "nueva Acade­
derredor nuestro, en una singular in­ mia” comienza con Carnéades de Cirene
diferencia. Es éste el A. que revela (214 o 212-129 o 128 a. c.); este rumbo
lo existente en su totalidad” ( Was de sesgo escéptico y prohibilista fue
ist Metaphysik? [¿Qué es metafísica?], mantenido hasta Filón de Earisa, quien
5- ed., 1949, p. 28). El A. en este senti­ en el siglo i a. c. inició la IV Academia
do se halla muy cercano a la náusea con una dirección ecléctica, en la cual
(véase) de que habla Sartre y que tam­ se inspiró sobre todo" Cicerón, Pero la
bién es la experiencia de la indiferencia Academia platónica duró todavía mu­
de las cosas en su totalidad. Su pre­ cho tiempo y renovó aún su dirección
cedente puede verse quizás en la melan­ en el sentido religioso-místico que es
colía (Schwermut) que, según Kierke- propio del neoplatonismo (véase). Muy
gaard. es la desembocadura inevitable a comienzos del año 529 el emperador
de la vida estética. “Si se pregunta a un Justiniano vetó la enseñanza de la filo­
melancólico acerca de la razón para ser sofía y confiscó el cuantioso patrimonio
así y qué es lo que le pesa, responderá de la Academia. Damacio, que era su
que no lo sabe, que no lo puede expli­ jefe, se refugió en Persia con otros
car. En esto consiste la infinitud de compañeros, entre los cuales se cuenta
la melancolía” (Aut Aut; o Entweder- a Simplicio, autor de un vasto comen­
Oder L‘‘0 lo uno o lo otro”), 1843, en tario a Aristóteles, pero de allí volvie­
Werke [“Obras”], II, p. 171). En este sen­ ron desilusionados al poco tiempo. La
tradición independiente del pensamien­
tido la melancolía es la accidia medie­ to platónico llegó a su término de tal
val (Ibid II, 168) y es considerada por manera.
Kierkegaard como “el histerismo del
espíritu” así también como el pecado Fue fundada por
A c a d e m ia f lo r e n tin a .
fundamental, por cuanto “es pecado no iniciativa de Marsilio Ficino y de Cosme
querer profunda y sentidamente” (lbids de Médicis y reunió un círculo de per:
p. 171). sonas que veían la posibilidad de reno-
9
I

A c ae c er
A c c id e n te
var al hombre y a su vida religiosa 3) cualquier determinación o cuali­
mediante un retomo a las doctrinas dad de un sujeto que pertenezca, o no
genuinas del platonismo antiguo. En pertenezca, a su esencia necesaria.
estas doctrinas los partidarios del pla­ Los dos primeros significados del tér­
tonismo y especialmente Marsilio Ficino mino han sido elaborados por Aristó­
(1433-1499) y Cristóbal Landino (que vi­ teles. “Accidente —nos dice (Top.. I,
vió entre 1424 y 1498) veían la síntesis 5, 102 b 3)— no es ni la definición ni el
de la totalidad del pensamiento reli­ carácter propio ni el género, pero no
gioso de la antigüedad y también el del obstante pertenece al objeto; o también
cristianismo y, por lo tanto, la más alta es aquello que puede pertenecer y no
y verdadera religión posible. Con esta pertenecer a un solo y mismo objeto,
vuelta a la antigüedad se relaciona otro cualquiera que sea.” Ya que la defini­
aspecto de la Academia florentina, el ción expresa la esencia necesaria de
anticlericalismo; contra las pretensio­ una realidad, o sea la sustancia (véase
nes de supremacía política del papado d e f i n i c i ó n ), el accidente cae fuera de
la Academia defendía el retomo a la la esencia necesaria y, por lo tanto,
idea imperial de Roma y, por lo tanto, puede o no puede pertenecer al objeto
en ella era objeto de frecuentes comen­ al cual se halla referido. No obstante, el
tarios y discusiones la obra De mo- accidente puede tener una relación más
narchia de Dante (véase r e n a c i m i e n t o ). o menos estrecha con el objeto al cual
queda referido, conform'e con la causa
A c a e c e r (gr. aunfteprixóg; lat. accidens; de esta relación; y Aristóteles, por lo
ingl. occurrence; franc. evénement; tanto, distingue dos significados del
alem. Vorfalí; i tal. accadimento). Un he­ mismo, los cuales son adoptados en
cho o un evento que tiene cierto carác­ el curso del Órgano y de la Metafísica:
ter accidental o fortuito o del cual, por 1) El accidente puede ser casual en
lo menos, no se puede excluir tai ca­ cuanto a que su causa es indetermi­
rácter. nada: por ejemplo, un músico puede
A c a ta le p sia (gr. áxaxoú.ryi|>ia; ingl. aca- ser blanco, pero ya que esto no sucede
talepsy; franc. acatalepsie; alem. Akata- necesariamente o en la mayoría de los
lepsie; ital. aeatalesia). Es la nega­ casos, el ser blanco será, para un mú­
ción de la representación comprensiva sico, un "accidente”. Del mismo modo
(cfavxaaía xaxaJ.rinxixri) formulada por es accidental encontrar un tesoro en
Pirrón y pe ■los demás escépticos anti­ el caso de que una persona excavara la
guos. Significaba el conocimiento que tierra para plantar una planta; ya que
permite comprender y aprehender el encontrar un tesoro no sigue necesaria­
objeto que, según los estoicos, era el ver­ mente a la excavación de un hoyo ni
dadero conocimiento. La acatalepsia es sucede a menudo en similar circuns­
la postura del que declara no compren­ tancia. En este significado (Met., V, 30,
der y, en consecuencia, suspende su 1025 a 14), por lo tanto, el accidente
consentimiento, o sea, no afirma ni nie­ es todo lo que sucede por azar, o sea
ga (Sexto Emp., Hip. Pirr., I, 25). debido al juego y al entrecruzamiento
de diferentes causas, pero sin una causa
A c c id e n te (gr. ovixftepTixós; lat. accidens; determinada que asegure el acaecer
ingl. accident; alem. Accidenz). Se pue­ constante o por lo menos relativamente
den distinguir tres significados funda­ frecuente, pero hay además: 2) el ac­
mentales del término, a saber: cidente no casual, o accidente por sí, o
1) una determinación o cualidad ca­ sea el carácter que aunque no pertenece
sual o fortuita que puede o no perte­ a la sustancia, y queda, por lo tanto,
necer a un sujeto determinado, al ser fuera de la definición, sí pertenece al
completamente extraña a la esencia objeto debido a lo que el objeto mismo
necesaria (o sustancia) de él; es. Por ejemplo, el tener los ángulos
2) una determinación o cualidad que internos iguales a dos rectos no perte­
aun sin pertenecer a la esencia nece­ nece a la esencia necesaria del trián­
saria (o sustancia) de un sujeto deter­ gulo, como lo expresa su definición; por
minado y que está, por lo tanto, fuera lo tanto, es un accidente. Pero es un
de su definición, se halla relacionada accidente que pertenece al triángulo no
con su esencia, y deriva necesariamen­ por un azar, o sea por una causa inde­
te de su definición; terminable, sino a causa del triángulo
10
Accidente

mismo, esto es, por lo que el triángu­ sustancia, en cuanto su modo de ser
lo es; y es, por lo tanto, un accidente es el ser inherente (inesse) a algún
eterno (Met., V, 30, 1025 a 31 ss.). Aris­ sujeto, en oposición al subsistir de la
tóteles ilustra la diferencia del siguien­ sustancia que no tiene necesidad de apo­
te modo (An. Post., 4, 73 b 12ss.): "Si yarse en otra cosa para existir, el tér­
mientras uno camina relampaguea, esto mino accidente coincide con el de cuali­
es un accidente, ya que el relámpago dad en general, sin referencia al carácter
no ha sido causado por el caminar... casual y gratuito del mismo, que Aris­
Si en cambio un animal muere dego­ tóteles le había atribuido. La termino­
llado a causa de la herida, diremos logía de los escolásticos se adhiere
que ha muerto porque ha sido dego­ habitualmente a este último significa­
llado, y no que accidentalmente le haya do, que de ellos pasa a los escritores
ocurrido morir degollado.” En otros modernos, en cuanto utilizan el len­
términos, el accidente por sí se rela­ guaje escolástico. Aun más cercana a
ciona causalmente (y no casualmente) la definición aristotélica que al uso es­
con las determinaciones necesarias de colástico es la definición de Stuart Mili,
la sustancia aun cuando no sea parte para quien los accidentes son todos los
de ella. Y en tanto no hay ciencia en el atributos de una cosa que no se encuen­
accidente casual, porque la ciencia es tran comprendidos en el significado del
sólo de lo que es siempre o habitual­ nombre y no se hallan en conexión ne­
mente (Met., X, 1065 a 4) y busca la cesaria con los atributos indivisibles de
causa, en tanto que la causa del acci­ la cosa misma (Logic, I, 7, 8).
dente es indefinida (Fis., II, 4, 196 b Locke y los empiristas ingleses usan,
28), el accidente por sí entra en el ám­ la mayoría de las veces, en vez de la
bito de la ciencia como se indica en el palabra accidente la de cualidad (véa­
ejemplo geométrico del cual se ha vali­ se). Pero su insistencia acerca de la
do Aristóteles en la Met., V, 30, y en inseparabilidad de las cualidades de
numerosos textos de los Tópicos. la sustancia, que sin ellas se esfuma
A este segundo significado aristoté­ en la nada, influye sobre el uso ulte­
lico de la palabra se puede ligar el rior de la palabra en cuestión: uso que
tercer significado, según el cual desig­ tiende a reducir o anular la oposición
na, por lo general, las cualidades o los entre accidente y sustancia y a consi­
caracteres de una realidad (sustancia) derar los accidentes como la misma
que no pueden estar sin ella, porque su manifestación de la sustanc'a. En ver­
modo de ser es “inherente” (inesse) dad este uso se puede encontrar tam­
a la realidad misma. Quizás este uso bién en Spinoza, si se admite que la
haya sido iniciado por Porfirio, que de­ palabra “modo" que adopta sea sinóni­
fine el accidente así (Isag., V, 4 a 24): mo de accidente, sinonimia que parece
"Es lo que puede generarse o desapare­ sugerir la definición que da del modo
cer sin que el sujeto sea destruido.” Esta (Eth., I, def. 5), como “aquello que es
definición se refiere obviamente a la de­ en otra cosa, por lo cual también se la
finición aristotélica del accidente como concibe”. De cualquier modo el cambio
"lo que puede pertenecer y no perte­ de significado se halla claramente en
necer a un solo y mismo objeto”. Santo Kant y Hegel. Kant dice (Crít. R. Pura.
Tomás anota correctamente (Met., V, Analítica de los principios, Primera Ana­
1143) que en el segundo de los dos sig­ logía): “Las determinaciones de una
nificados aristotélicos el accidente se sustancia, que no son más que modos
opone a la sustancia. En virtud de esta especiales de su existencia, se llaman
contraposición el accidente es "lo que accidentes. Éstos son siempre reales,
es en otro” (S. Th., III, q. 77, a. 2 ad 1?), porque se refieren a la existencia de la
o sea en un sujeto o sustrato sin el cual sustancia. Ahora bien, si a este real que
el accidente, en el curso ordinario de la está en la sustancia (por ejemplo, al
naturaleza (y, por lo tanto, prescindien­ movimiento como accidente de la ma­
do del orden de la gracia que se mani­ teria) se le atribuye una existencia
fiesta en el sacramento del altar), no especial, esta existencia se llama inhe­
puede subsistir (Ibid., II, q. 77, a. 1 rencia para distinguirla de la existen­
ad 1?). Tomado en este significado, se­ cia de la sustancia que se llama sub­
gún el cual el accidente se opone a la sistencia.” Este fragmento adopta la
11

1
9

Accidentis fallada
A cción
terminología escolástica con un signi­ za la operación misma. En este signi­
ficado diferente, ya que los accidentes ficado la extensión del término se halla
son considerados como "modos especia­ cubierta por la categoría aristotélica
les de existir” de la sustancia misma. del hacer (jcoieív) que tiene su opuesto
I Análoga noción se encuentra en Hegel, en la categoría del padecer o de la
I quien dice (Ene., §151): "La sustancia afección (véase). Se habla, por tanto,
es la totalidad de los accidentes en los de la A. del ácido sobre los metales
i que se revela como su absoluta negati- o del “principio de A. y reacción” o
vidad, esto es, como potencia absoluta de la A. del DDT sobre los insectos;
y conjuntamente como la riqueza de o bien se habla de la A. libre, volun­
todo contenido.” Lo que significa que taria o responsable, o sea propia del
los accidentes, en su totalidad, son la hombre y calificada por condiciones
revelación o manifestación misma de determinadas. Producir, causar, elegir,
la sustancia. Por lo demás, Fichte ha­ crear, destruir, iniciar, continuar, ter­
bía expuesto un concepto análogo al minar, etc., son acepciones que entran
aseverar, siguiendo a Kant, que "nin­ en este significado genérico de acción.
guna sustancia es pensable si no se halla 2) Aristóteles fue el primero que tra­
referida a un A... Ningún A. es pensa­ tó de obtener de este significado ge­
ble sin sustancia” (Wissenschaftslehre, nérico un significado específico para
1794, 4 D, 14). Así, pues, el uso de este referirse únicamente a las operaciones
término ha sufrido una evolución para­ humanas. De tal manera comenzó ex­
dójica en el curso de su historia: ha cluyendo de la extensión de la palabra
comenzado significando las cualidades las operaciones que se realizan de un
o determinaciones menos estrechamen­ modo necesario, o sea de modo que no
te ligadas a la naturaleza de la reali­ puede ser diferente de lo que es. Estas
dad, desde luego gratuitas o fortuitas; operaciones constituyen el objeto de las
y ha terminado significando todas las ciencias teóricas, matemática, física y
determinaciones de la realidad y, así, filosofía primera. Esta ciencia se re­
la realidad misma en su totalidad. fiere a realidades, hechos o eventos que
no pueden ser diferentes de lo que son.
AeddeiitU fallada. Aristóteles (El. sof., Fuera de ellas queda el dominio de lo
5, 166 b) señaló ya la falacia fvéase) posible, o sea de lo que puede ser de
que deriva del hecho de identificar una un modo o de otro modo; pero tam­
cosa con su accidente o atributo acci­ poco todo el dominio de lo posible per­
dental ("Si Coriseo es diferente de Só­ tenece a la acción. De dicho dominio, en
crates y Sócrates es hombre, Coriseo efecto, es necesario distinguir el de la
es diferente de hombre”). Cf. Pedro producción, que es el dominio de las
Hispano, Sttmm. log., 7, 40 ss. G. P. artes y que tiene su carácter propio y
Accidia (lat.acedía; ingl. accidie; franc. su finalidad en los objetos producidos
(Ét. Nic., VI, 3-4, 1149 ss.). Santo Tomás
accidie; alem. Acedie). El aburrimiento distingue la A. transitiva (transiens)
o náusea del mundo medieval: el tor- que pasa del que obra a la materia
por o inercia en que caían los monjes
dedicados a la vida contemplativa. Se­ externa, como quemar, aserrar, etc.;
gún Santo Tomás, consiste en “entris­ y la A. inmanente (immanens) que per­
tecerse del bien divino” y es una especie manece en el agente mismo, como
de torpor espiritual que impide iniciar sentir, entender, querer (S. Th., II, I,
el bien (S. Th., II, II, q. 35, a. 1). La ac­ q. 3, a. 2; q. 111, a. 2). Pero la deno­
cidia tiene en común con el aburri­ minada A. transitiva no es más que el
miento el estado que la condiciona, hacer o producir del que habla Aris­
estado que no es de necesidad, sino de tóteles (Ihid., II, I, q. 57, a. 4). En estas
satisfacción. Véase a b u r r i m i e n t o . notas tomistas, como en las aristotéli­
cas, existe la tendencia a reconocer la
A cción (gr. jiofííjiis; lat. actio; ingl. ac- superioridad de la A. denominada in­
tion; franc. action; alem. Tat, Hand- manente que se consuma en el interior
lung; ital azione). 1) Término de sig­ del sujeto operante; A. que después de
nificado muy general, que denota cual­ todo no es más que la actividad espiri­
quier operación, considerada a partir tual, el pensamiento o la vida contem­
del término del cual se inicia o comien­ plativa. Santo Tomás dice, en efecto.
12
I

A c ció n e líc ita y a c c ió n o rd e n a d a


A c ció n , filo s o f ía d e la

que sólo la A. inmanente es "la perfec­ en filosofía como base para la compren­
ción y el acto del agente”, en tanto que sión de la A. en los diferentes campos
la A. transitiva es más bien la perfec­ en que la filosofía se interesa, esto es, en
ción del término que sufre la A. (Ibid., el campo moral, jurídico, político, etc.
II, I, q. 3, a. 2). Por otra parte Santo
Tomás distingue, dentro de la A. vo­ A cció n e líc ita y a c c ió n o r d e n a d a (lat. ac-
luntaria la A. imperante, que es la orde­ tus elicitus et actus imperatus). Según
nada por la voluntad, por ejemplo, ca­ los escolásticos, la A. voluntaria elícita
minar o hablar y la A, elícita de la es la operación misma de la voluntad, el
voluntad que es el mismo querer. El úl­ querer, en tanto la A. ordenada es la que
timo fin de la A. no es el acto elícito está dirigida, iniciada y controlada por
de la voluntad sino el imperante, ya que la voluntad, como, por ejemplo, caminar
lo primero apetecible es el fin al cual o hablar (S. Tomás, S. Th., II, I, q. 1,
tiende la voluntad y no la voluntad mis­ a. 1).
ma (Ibid., II, I, q. 1, a. 1, ad. 2°). Estos
conceptos han permanecido inmutables A cció n , filo s o f ía d e la (ingl. philosophy
y resultan presupuestos de la denomina­ of action; franc. philosophie de Vac­
da filosofía de la A. (véase infra), la tion). Con este término se indican al­
cual si bien tiende a exaltar la A. como gunas manifestaciones de la filosofía
camino para entrar en una comunica­ contemporánea, caracterizadas por la
ción más directa o en una más segura creencia de que la A. constituye el ca­
posesión de la realidad o de lo absoluto, mino más directo para, conocer lo Abso­
no se preocupa mucho de suministrar luto o el más seguro modo de poseerlo.
un esquema conceptual de ella, esque­ Se trata de una filosofía de derivaciones
ma que determine las constantes. Esta románticas: el moralísmo de Fichte es­
tentativa, en cambio, ha sido hecha' por taba fundado en la superioridad meta­
las ciencias particulares y especialmen­ física de la A. (véase m o r a l í s m o ). La
te por la sociología, en vista de sus exi- primacía de la razón práctica, de la que
gehcias. Así, Talcott Parsons, por ejem­ Kant había hablado, no tenía signifi­
plo, ha determinado el esquema de la cado fuera del dominio moral, pero con
acción. La A. implicaría: 1) un'agente Fichte esta primacía significa que sólo
o un actor; 2) un fin o futuro estado en la A. el hombre se identifica con el
de cosas respecto al cual se orienta el Yo infinito. El símbolo de la filosofía
proceso de la A.; 3) una situación ini­ de la A. se puede ver expresado en la
cial que difiera, en uno o más aspectos frase de Fausto, en la obra xle Goethe,
que proponía traducir el In principio
importantes, de la finalidad a la cual erat
tiende la A.; 4) un determinado conjun­ comoVerbum"Al
del Evangelio de San Juan,
principio era la A.”.
to de relaciones recíprocas entre los
precedentes elementos. "Dentro del área estos La filosofía de la A. se relaciona con
de control del actor —dice Parsons— fía adquiere supuestos románticos. Tal filoso­
una forma religiosa en
los medios empleados no pueden por lo Francia, por obra de Ollé-Laprune (1830
general ser considerados como elegidos 1899) y Blondel (1861-1949). Para ella
al azar o como dependientes exclusiva­ la A. es el núcleo esencial del hombre
mente de las condiciones de la A., sino v sólo un análisis de la A. puede de­
que deben hallarse sujetos de alguna mostrar las necesidades y las deficien­
manera a la influencia de un determina­ cias del hombre, tanto como su aspi­
do factor selectivo y dependiente, cuyo ración al infinito, la que a su vez puede
conocimiento es necesario para la com­ ser satisfecha sólo por la A. gratuita
prensión del desarrollo concreto de la v misericordiosa de Dios. La suprema­
A.”. Este factor es la orientación nor­ cía de la A. en el dominio religioso fue
mativa, que no falta en ningún tipo transportada al dominio social y polí­
de A. efectiva, aun cuando pueda ser tico por Georges Sorel (1847-1922), para
orientado en forma diversa (The Struc- quien la A. quedaba desligada de toda
ture of Social Action, 1949, pp. 4445). limitación de hecho o racional y se re­
Este esquema analítico propuesto por conocía como capaz de crearse, por sí, y
Parsons indudablemente responde muy mediante el mito, su propia justifica­
bien a las exigencias del análisis socio­ ción (Réflexions sur la violence, 1906).
lógico, pero puede también ser tomado La creencia de que la A. puede producir
13
A cció n m ín im a
A c ció n r e f l e ja
por sí misma las condiciones de su éxi­ a adoptarlo. En el Ensayo de Cosmo­
to y justificarse de manera absoluta logía Maupertuis escribía: "Es éste el
por sí, constituye el activismo (véase) principio tan sabio, tan digno del Ser
propio de algunas corrientes filosóficas supremo: en cualquier cambio que se
y políticas contemporáneas. produzca en la naturaleza, la suma de A.
Por una de esas no raras ironías de gastadas en este cambio será lo más pe­
la historia del pensamiento, precisa­ queña posible." Sin embargo, el principio
mente una de las corrientes que perte­ no tiene en la mecánica el significado fi­
necen a la filosofía de la A. debería nalista que Maupertuis le atribuía. En la
llevar la noción de la A. a sus límites exposición formulada por Lagrange (Mé-
y encauzarla en una nueva fase inter­ canique Anatytique, II, 3,6) resulta claro
pretativa. Esta corriente es el pragma­ que expresa la conservación no solamen­
tismo (véase). Si en un primer tiempo te del mínimo sino también del máximo
la A. fue declarada por William James de A. y que por lo demás, tanto el mí­
como medida de la verdad del conoci­ nimo como el máximo deben ser consi­
miento y, por tanto, llevada a justificar derados de modo relativo y no absoluto.
proposiciones morales y religiosas teó­ Desde este punto de vista, Hamilton
ricamente injustificables, los análisis generalizó el principio bajo la forma de
empiristas de James y, mejor aún, los "principio de la A. estacionaria” y bajo
de Dewey, deberían poner a la luz el esta forma el principio dice solamente
condicionamiento de la A. por parte de que en cierta clase de fenómenos natu­
las circunstancias que la provocan, su rales el proceso de cambio es tal que
relación con la situación que constituye alguna magnitud física apropiada resul­
el estímulo y, en consecuencia, los lí­ ta un extremo (o sea un mínimo o un
mites de su eficacia y de su libertad. máximo, con mayor frecuencia un míni­
Pero desde este punto de vista, la A. mo). Pero el saber cuál sea la magnitud
deja de hallarse ligada únicamente al en cuestión y cuál su mínimo o máximo
sujeto y de encontrar únicamente en es cosa que puede cambiarse de un
él o en su actividad (voluntad) su prin­ orden de consideraciones a otro.
cipio. Pierde la posibilidad de consumar­ Acerca del principio de la mínima ac­
se y de terminarse en el sujeto mismo ción se ha hablado a veces en psicolo­
y de tal manera resulta un comporta­ gía, en estética y hasta en ética (cf.
miento, cuyo análisis debe prescindir James, Princ. of Psychol., II, pp. 188,
de la división de las facultades o de 239 ss.; Simmel, Einleitung in die Moral
los poderes del alma, en tanto que debe Wissenschaft ["Introducción a la cien­
tener presente la situación o el estado cia moral”], 1892, I, p. 58). Tal princi­
de cosas a que debe adecuarse. Véase pio no debe confundirse con el principio
ACCIÓN ; COMPORTAMIENTO. metodológico de la economía, que con­
cierne a la elección de los conceptos y
(ingl. least action; franc.
A cció n m ín im a de las hipótesis para la descripción de
moindre action; alem. kleinsten Ak- los fenómenos naturales, y no a la ac­
tion; ital. azione mínima). El principio ción de la naturaleza o de Dios. Véase
de que “la naturaleza no hace nada ECONOMÍA.
inútilmente" (natura nihil facit frustra)
y sigue el camino más breve y econó­ A c ció n re c íp ro c a , véase RECIPROCIDAD.
mico. La máxima se encuentra en Aris­
tóteles (De An., III, 12, 434 a 31; De A c ció n r e f le ja (ingl. reflex action; franc.
cacl., I, 4, 271 a 32; De Parí. Anim., I, action réflexe; alem. reflexe Bewegung;
5, 645 a 22), es repetida por Santo To­ ital. azione riflessa). En general, una
más (In III An., 14) y retomada en los respuesta mecánica (involuntaria), uni­
tiempos modernos por Galileo, Fermat, forme y adecuada, del organismo a un
Leibniz, etc. Maupertuis formuló en el estímulo externo, o interno al organis­
año 1732 el principio desde el punto de mo mismo. Un reflejo es, por ejemplo, la
vista matemático y lo introdujo en la contracción de la pupila al ser estimu­
mecánica con el nombre de "ley de eco­ lado el ojo por la luz o la salivación
nomía de la naturaleza” (Lex Parsi- al ser estimuladas las papilas gustativas
tnoniae). Pero también para Maupertuis por el gusto o la vista de un alimento.
el principio conservaba el carácter fi­ El arco reflejo se distingue del reflejo,
nalista que había llevado a Aristóteles así entendido, porque es el dispositivo
14
Acción refleja

anatómico-fisiológico destinado a poner forma. Por ejemplo, si se presenta un


en acción el reflejo. Tal dispositivo está pedazo de carne a un perro, este estímu­
formado por el nervio aferente o centrí­ lo provoca en el animal una abundante
peto que sufre el estímulo, por el nervio salivación. Si la presentación del trozo
eferente o centrífugo que produce el mo­ de carne se ha asociado en numerosas
vimiento y por una conexión entre estos ocasiones a otro estímulo artificial, al
dos nervios, establecida en las células sonido de una campanilla o a la apari­
nerviosas centrales. La importancia fi­ ción de una luz, por ejemplo, este se­
losófica de esta noción, primeramente gundo estímulo terminará por producir,
elaborada por la fisiología (siglo xvm) por sí solo, el efecto del primer estímu­
y más tarde por la psicología, está en lo, o sea la salivación en el perro. Es
el hecho de que ha sido tomada como evidente que la combinación y la su­
esquema explicativo causal de la vida perposición de los reflejos condiciona­
psíquica; al principio, de los mecanis­ dos puede explicar numerosos compor­
mos involuntarios solamente (instintos, tamientos que a primera vista no se
emociones, etc.) y después también por relacionan con reflejos naturales o ab­
los de las actividades superiores. Todo solutos. Más recientemente se ha visto
lo que puede ser conducido de la vida también en el reflejo condicionado la
psíquica a la A. refleja puede ser expli­ explicación del comportamiento huma­
cado, en efecto, causalmente a partir no denominado simbólico, o sea el com­
del estímulo físico que pone en movi­ portamiento dirigido por señales o sím­
miento el arco reflejo. Dada la unifor­ bolos, lingüísticos o de otra naturaleza.
midad de tal A., es previsible a partir Por ejemplo, el viajero que encuentra
del estímulo, lo que significa que está un cartel en el camino que le advierte
causalmente determinada por el estímu­ que éste se interrumpe más adelante,
lo mismo. Así, pues, la A. refleja no es obra (porejemplo, volviendo hacia atrás)
más que el mecanismo mediante el cual precisamente como si ya hubiera visto
la causalidad física se inserta en la cau­ la interrupción del camino. Aquí el sím­
salidad de la naturaleza, como parte bolo (el cartel indicador) ha sustitui­
de ella. do como estímulo artificial al estímulo
Estas nociones se han venido elabo­ natural (la vista de la interrupción).
rando a partir de la segunda mitad del Pavlov y muchos otros sostenedores de
siglo xix, o sea desde que la psicología la teoría de los reflejos condicionados,
se constituyó como ciencia experimen­ han tenido fe en el principia que enun­
tal (véase p s ic o l o g ía ). Conforme a la cia que todo reflejo que entra en la
dirección atomista que durante mucho composición de un reflejo condicionado
tiempo ha sido propia de la psicología, es un mecanismo simple e infalible,
se ha intentado resolver los reflejos realizado por un determinado circuito
complejos en reflejos simples, depen­ anatómico. Por lo tanto, también la teo­
dientes de circuitos nerviosos elemen­ ría del reflejo condicionado, en la forma
tales. La doctrina de los reflejos condi­ expuesta por Pavlov, se inscribe en los
cionados, fundada por Pavlov sobre ba­ límites de la que hoy se suele denomi­
ses experimentales (a partir de 1903; nar "teoría clásica del acto reflejo”, o
cf. los escritos de Pavlov recogidos en sea de la interpretación causal de la
el volumen I riflessi condizionati, Tu- A. refleja.
rín, 1950), obedece a la misma exigencia Un imponente conjunto de observa­
y, además, durante algún tiempo con­ ciones experimentales, realizadas por la
tribuyó a reforzarla, haciendo nacer la fisiología y la psicología en los últimos
esperanza de que también los compor­ decenios a partir de 1920, aproximada­
tamientos superiores se pudieran expli­ mente, han hecho cada vez más difícil
car por la diferente combinación de entender la A. refleja en su esquema
mecanismos reflejos simples. Un reflejo clásico. En primer lugar se ha compro­
condicionado es aquel en el cual la fun­ bado que la A. de ios estímulos com­
ción excitadora del estímulo que habi­ plejos no es previsible a partir de la
tualmente lo produce (estímulo incon­ de los estímulos simples que la com­
dicionado) es asumida por un estímulo ponen y, por lo tanto, que los denomi­
artificial (condicionado) con el que el nados reflejos simples se combinan en­
primero ha estado asociado en alguna tre sí de modo imprevisible. En segundo
15
A cen to
A rrihia
lugar, el mismo concepto de ‘‘reflejo pues por lo general no significa "escla
elemental”, o sea el reflejo que entraría recimiento”, sino que indica el proceso
en la composición de los reflejos com­ mediante el cual se lleva cierto sus­
plejos, ha sido juzgado como ilegíti­ trato de conciencia o de experiencias
mo; y, en efecto, todos los reflejos ob­ vividas a la claridad conceptual. En
servables son complejos y un reflejo este sentido precisamente, Husserl ha
"simple”, o sea no descomponible, es hablado de "método de la A. (Klarung)”
una simple conjetura. En tercer lugar, (Ideen, I, §67, 125). Husserl ha insistido
las mismas observaciones sobre los re­ en el hecho de que la A. exige no sola­
flejos condicionados demuestran la irre­ mente que se haya logrado hacer reinar
gularidad y la imprevisibilidad de deter­ una perfecta distinción lógica, sino que
minadas respuestas; irregularidades e también "hay que lograr un resultado
imprevisibilidades que Pavlov explicaba análogo en la subcapa básica convirtien­
mediante la noción de inhibición, la que do todo lo no vivo en vivo, toda con­
todavía no es más que un nombre para fusión en distinción, pero también todo
indicar el hecho en el cual una deter­ lo no intuitivo en intuitivo” (Ibid.,
minada reacción esperada, no se verifi­ § 125). A su vez Jaspers ha adoptado el
ca (Goldstein, Der Aufbau des Organ- término Erhellung para indicar la rela­
ismus [‘‘La estructura del organismo”], ción entre existencia y razón. La C. es
1927; Merleau Ponty, Structure du com- siempre "C. existencial”, o sea existen­
portement, 1949). Éstos y otros órdenes cia que intenta resultar evidente a sí
de observación, revelados sobre todo por misma y de tal manera aclararse como
la psicología de la forma (cf., por ejem­ razón. "La C. existencial —dice Jas­
plo, Katz, Gestalt-psychologie ["Psicolo- pers— no es conocimiento de la existen­
gía de la forma”], cap. III), demuestran cia, pero formula un llamado a sus
que el reflejo no puede entenderse como posibilidades” (Vemunft und Existenz,
una A. debida a un mecanismo causal. ["Razón y existencia”], II, 7). Esto signi­
Se habla de reflejo siempre que se pue­ fica que "la razón no existe como pura
de determinar, en relación con un cierto razón, sino que es el hacerse de la exis­
estímulo, un campo de reacciones sufi­ tencia posible” (Ibid., II, 6); y precisa
cientemente uniformes para ser previs­ mente este hacerse es la clarificación.
tas con un alto grado de probabilidad.
Las A. reflejas constituyen, desde este A contrario. Forma de argumentación
punto de vista, una clase de reaccio­ dialéctica por analogía: de lo contrario
nes, y más precisamente la reacción ca­ se concluye el contrario. (Si a A con­
racterizada por la alta frecuencia de viene un predicado B, a no-A es proba­
uniformidad de las reacciones mismas; ble le convenga un predicado no-B.)
pero con esto la noción de reflejo se G. P.
sustrae al esquema causal para volver
a entrar en el esquema general de con­ Acosmisme (ingl. acosmism; franc. acos-
dicionamiento. Véase c o n d i c i ó n . misme-, alem. Akosmismus). Término
adoptado por Hegel (Ene., §50) para
A c en to (gr. ,tpoo(y6ía; lat. accentus; ingl. caracterizar la posición de Spinoza y
accent; franc. accent; alem. Prosodie; rebatir la acusación de "ateísmo” fre­
ital. accento). Según Aristóteles (El cuentemente formulada a este filósofo.
Saf., 4, 166 b), a quien siguieron los ló­ Spinoza, según Hegel, no mezcla a Dios
gicos medievales (cf. Pedro Hispano, con la naturaleza y con el mundo finito,
Summ. Icg., 7, 31), de la diferente acen­ considerando al mundo como Dios, sino
tuación de las palabras, en enunciados que más bien niega la realidad del mun­
escritos, puede derivarse un equívoco do finito afirmando que Dios, y sólo
que puede causar paralogismos. Dios, es real. En este sentido su filoso­
fía no es a-teísmo sino a-cosmismo, y
A cervo, a r g u m e n to d e l, véase SORITES. Hegel irónicamente anota que la acusa­
ción contra Spinoza surge de la tenden­
(ingl. clarifica-
A c la ra c ió n o c la rific a c ió n cia a creer que se puede negar más fá­
tion; franc. éclaircissement; alem. Klar- cilmente a Dios que al mundo.
ung, Erhellung; ital. chiarificazione).
En el uso filosófico contemporáneo este Acribia (gr. óxpípeia). Exactitud o pre­
término tiene un significado específico, cisión. En el sentido moderno, escrúpu-
16
A c ro a m á tic o
A c titu d n a tu r a l
lo al seguir las reglas metódicas de vos, y el segundo cuando la respuesta
cualquier investigación científica. En al estímulo es un determinado impulso
el sentido platónico, "lo exacto en sí” a la acción. Stevenson denomina A. a
( ¿uto toxoiPbc) es el justo medio (tó este impulso a la acción, que es cali­
pétpiov), o sea lo conveniente o lo opor­ ficado, aunque no se sepa por qué, como
tuno en cuanto objeto de una de las “emotivo”, pero considera muy difícil
dos ramas fundamentales del arte de la definir estrictamente la A. que, por lo
medida, esto es, de la que interesa a tanto, adquiere un significado más ge­
la ética y a la política. La otra rama nérico de disposición a la acción (Ethics
del mismo arte es la matemática en sen­ and Language, 1950, p. 60). Una delimi­
tido estricto que concierne al número, tación de significado no muy exacta,
a la longitud, a la altura, etc., (Pol., pero conforme con las anotaciones arri­
284, d-e). ba transcritas, es la dada por Richards,
que considera las actitudes como "acti­
Acroamático (gr. áxcoapaTutó;; ingl .acro- vidades imaginables e incipientes o ten­
amatic; franc. acroamatique; alem. dencias a la acción” (Princ. of Literary
akroamatisch). Se da este nombre, en Criticism, 1924; 14? ed., 1955, p. 112).
virtud de estar destinados a los oyen­ Por otro lado, Jaspers ha usado la
tes, a los escritos de Aristóteles que palabra en el mismo significado funda­
constituían las lecciones dictadas por mental de disposición en su Psicología
él en el Liceo. Todas las obras aristo­ de las concepciones del mundo (1925).
télicas que poseemos son acroamáticas, "Las actitudes —ha dicho— son dis­
ya que los escritos que redactó para un posiciones generales susceptibles, por lo
público numeroso, casi todos en forma menos en parte, de investigación obje­
de diálogo, cayeron en desuso cuando tiva, como las formas trascendentales
los escritos de las lecciones, llevados en el sentido kantiano. Son las direc­
por Sila a Roma, fueron reordenados ciones del sujeto y se sirven de un de­
y puH'cados por Andrónico de Rodas terminado enrejado de formas trascen­
hacia la mitad del siglo i d. c. Véase dentales” (Psychotogie, Introd., § 4).
ESOTÉRICO. Con mayor precisión, se puede definir
la A. como el provecto de elecciones
Actitud (ingl. attitude; franc. attitude; para enfrentar cierto tipo de situacio­
alem. Einsteltung; ital. atteggiamento). nes (o de problemas 1; o como un pro­
Término ampliamente usado en la filo­ yecto de comportamiento que permita
sofía, en la sociología y en la psicología efectuar elecciones de val~r constante
contemporáneas para indicar la orienta­ frente a una determinada situación. En
ción selectiva y activa del hombre en este caso diremos, por ejemplo, oue
general, en relación con una situación "x tiene una A. contraria al matrimo­
o un problema cualquiera. Dewey con­ nio”. lo que significa decir que x pro­
sidera la palabra como sinónima de yecta no casarse; por lo tanto, en gene­
hábito (véase) y de disposición (véase) ral, la A. de x para S es un provecto
y, en particular, supone que designa “un de x con referencia al comportamiento
caso especial de predisposición, la dis­ a tener en relación con situaciones en
posición que espera irrumpir a través las cuales S es posible <cf. Abbagnano,
de una puerta abierta" (Human Nature Próbtemi di sociología, 1959, cap. V).
and Condíict, 1922, p. 41). De análoga
manera Lewis sostiene que en la A. exis­ Actitud n a tu r a l (alem. natürlicher Ein-
te lo que se halla presente y aferrado stellung). Husserl ha denominado así
en su significado práctico y precursor, a la A. que consiste en aceptar como
como un indicio de lo que se encuentra existente al mundo común en el que
fuera de ella, en el futuro (An Anatysis vivimos, formado por cosas, bienes, va­
of Knawtedge and Valuation, p. 438). lores, ideales, personas, etc., tal como
Stevenson se ha servido ampliamente se nos ofrece. De esta A. pretende salir
del término en su distinción entre "sig­ la filosofía fenomenológica, mediante
nificado descriptivo” y "significado emo­ una duda radical, que consiste en sus­
tivo” de las palabras; el primero de los pender la A. natural, n sea en vetar todo
cuales se obtendría cuando la respuesta juicio acerca de la existencia del mundo
al estímulo está constituida por un con­ y todo lo que hay en él. Sólo esta nueva
junto de procesos mentales cognosciti­ A. sería el punto de partida de la inves-
17
A c tiv id a d
A c tiv ism o
tigación filosófica (Ideen, I, §§27ss.). pararlas unas de otras.” La noción de
Véase e p o c h é ; s u s p e n s i ó n d e l j u i ­ A. como espontaneidad pura o absoluta
c io . en el sentido de poder creador, está en
el centro de la filosofía de Fichte. "La A.
Actividad (ingl. activity; franc. activité; del yo consiste en el ilimitado poner­
alem. Tatigkeit o Aktivitat; ital. atti- se —dice Fichte— (Wissenschaftslehre,
vitá). Este término tiene dos signifi­ 1794, II, 4) y poniéndose a sí, pone al
cados, que corresponden a los dos mismo tiempo también al mundo exte­
significados de la palabra acción. En rior como propio límite y condición.”
efecto, por un lado se adopta el térmi­ Desde Fichte en adelante la filosofía
no para indicar un conjunto más o me­ moderna ha tenido como uno de sus
nos homogéneo de acciones voluntarias temas preferidos "la A. creadora del
(con referencia al significado 2 de la espíritu”, de la que algunas filosofías,
palabra acción), como cuando se dice como el actualismo de Gentile, han
que “x ha desarrollado intensa A. polí­ hecho su tema dominante. Es evidente
tica”; por otra parte, se adopta para que en estas formas extremas, la noción
indicar el modo de ser de lo que elige de actividad pierde su significado, que
o tiene en su poder la acción, como se deriva de la relación con la no­
cuando se dice "el espíritu es activo ción de pasividad, en cuanto designa la
en el conocer”, para indicar que no es posibilidad y el poder de acción frente
simplemente receptivo o pasivo. Lo con­ a determinados límites o condiciones;
trario de A. en este segundo sentido es en tanto que donde la A. es infinita, no
"pasividad”, en tanto que lo contrario subsisten los límites o condiciones y
de A. en el primer sentido es "inercia” entonces la distinción entre A. y pasi-
o “inacción". sividad no tiene sentido.
El uso filosófico coincide con el uso
del lenguaje común y, por lo tanto, re­ A c tiv ism o (ingl. activism; franc. activis-
sulta también doble. Pero prevalece, me; alem. Activismos; ital. attivismo).
sobre todo en el uso moderno, el se­ Este término tiene un significado dis­
gundo significado. Malebranche (Re­ tinto al de actualismo (véase); éste
cherche de la vérité, II, 7), algunos designa la teoría metafísica según la
ideólogos franceses y Galliuppi (Filoso­ cual la realidad es acto o actividad, en
fía delta volontá, I, 6, 60) se sirven del tanto que el término en cuestión indica
término A. para designar el modo de la actitud (a veces racionalizada en la
elegir de 1p voluntad; pero también teoría filosófica) que toma como prin­
en este caso el significado del término cipio el de subordinar todos los valores,
es el segundo y no el primero. Este se­ incluida la verdad, a las exigencias de
gundó" significado se puede remontar la acción (la acción política, casi siem­
a Locke, que distingue la "pasividad” pre). El A. se relaciona, por lo tanto,
de la mente, mediante la cual ésta con el uso deliberado de los mitos
recibe todas sus ideas simples, de la A., (véase), que son, precisamente, cons­
con la que “ejerce varios actos propios” trucciones teóricas que no ofrecen ga­
por los cuales "ejerce su poder sobre sus rantía alguna de verdad, y en algunos
ideas simples” (Essay, II, 12, 1). Leibniz casos resultan decididamente falsos, a
(Nouv. Ess., II, 21) y Kant usan a este pesar de lo cual son o se consideran
propósito y con el mismo significado, aptos para llevar la acción al éxito.
la palabra espontaneidad (véase) aun
cuando en la Antropología (I, §7) adop­ A., en este sentido, es la doctrina de
te Kant la palabra "A.” : "En lo que Georges Sorel (Réflexions sur la violen-
concierne al estado de las representa­ ce, 1908), para quien la filosofía social
ciones, mi espíritu es activo y entonces (y en particular la que predice la "huelga
demuestra un poder (facultas), o bien general”) es un mito para unir e inspi­
es pasivo y entonces posee una sensi­ rar a los trabajadores en su lucha con­
bilidad (receptivitas). Un conocimiento tra la sociedad capitalista. Formas de
recoge en sí ambas cosas, y la posibi­ A. han sido, en este sentido, el fascis­
lidad de tenerlo lleva el nombre de mo, el nazismo y el stalinismo (cf. K.
poder cognoscitivo de la parte más ex­ Mannheim, Ideologie und Utopie, 1929,
celente, o sea de la A. del espíritu III, § 2, trad. esp.: Ideología y utopía,
en ligar las representaciones o en se­ México, 1941, F. C. E., pp. 123 ss.).
18
V

A cto
A cto d e f u n d a m e n ta c ió n o A cto f u n d a d o r
Acto (gr. Eveoyeia, évxeXéxeia; lat. actus; dominado durante siglos al pensamien­
ingl. act; alem. A k t ; i tal. atío). Este to occidental y han entrado a formar
término tiene dos significados: 1) el de parte del lenguaje común. Santo Tomás
acción, en el significado restringido y vuelve a proponer estas distinciones,
específico de esta palabra, como opera­ con su consabida claridad, a propósito
ción que emana del hombre o de un de la diferencia entre A. y acción, di­
poder específico a él inherente (véase ciendo: "El A. es doble, o sea, primero
a c c ió n , 2). En efecto, decimos “A. vo­ y segundo. El A. primero es la forma y
luntario”, “A. responsable” o "A. del inte­ Contra geni., II, 59). En otros términos,
lecto”, "A. moral”, etc.; pero no decimos la integridad de la cosa (forma et
"A. de los ácidos sobre los metales” integritas rei); el A. segundo es la ope­
o "A. destructivo del DDT”, etc., si bien ración (operado)" (S. Th., I, q. 48, a. 5;
usamos la palabra “acción” en estos toda realidad como tal es A. y, por lo
casos; 2) el de realidad que se ha rea­ tanto, es A. también la acción, por ejem­
lizado o se va realizando, del ser que ha plo, una operación de la voluntad o del
logrado o va logrando su forma plena y intelecto, si bien no se trata, en este
final, en cuanto se opone a lo que es caso, de un objeto existente.
simplemente potencial o posible. En la concepción aristotélica la dis­
En el segundo sentido la palabra hace tinción entre materia y A. determina
referencia explícita a la metafísica de el ordenamiento jerárquico de la tota­
Aristóteles y a su distinción entre po­ lidad de la realidad, que va desde un
tencia y acto. El A. es la existencia extremo límite inferior que es la ma­
misma del objeto: está con respecto a teria (véase) prima, pura potencialidad
la potencia "como el construir al saber indeterminada, a Dios, que es A. puro,
construir, el estar despierto al dormir, sin mezcla de potencialidad. En efecto.
el mirar al tener cerrados los ojos aun Dios es el Primer Motor inmóvil de los
teniendo vista, v como el objeto sacado cielos y como el movimiento de los cie­
de la materia y elaborado perfectamen­ los es continuo, su motor no sólo debe
te está a la materia en bruto y al ob­ ser eternamente activo, sino que, por su
jeto aún no terminado” (Met., IX, 6, naturaleza, debe ser actividad, absolu­
1048 a 37). Algunos A. son movimientos, tamente privado de potencia. Y dado
otros acciones; son acciones aquellos que la potencia es materia, también se
movimientos que tienen su fin en sí hallará privado de materia y será A.
mismos, por ejemplo, el ver o el enten­ puro (Met., XII, 6, 1071 b 2"*). La noción
der o el pensar; en tanto que aprender, de A. puro ha quedado como algo fun­
caminar, construir, tienen su finalidad damental para la elaboración de la idea
fuera de sí, en la cosa que se aprehen­ de Dios en el pensamiento occidental.
de, en el punto a que se quiere llegar, Mediante ella se rehacen algunas mo­
en el objeto que se construye. La acción dernas "filosofías del A.”, como la de
perfecta, que tiene su finalidad en sí Gentile, que es entendida como la rea­
es denominada por Aristóteles A. final lización de la rigurosa y total inmanen­
o entelequia (véase). En tanto el movi­ cia de toda realidad en el sujeto pen­
miento es el proceso que lleva gradual­ sante, o sea en el pensamiento en acto
mente al A. lo que en principio estaba (Teoría general detlo spirito come A.
en potencia, la entelequia es el término puro, 1916) o la de Louis Lavelle (El
final (telos) del movimiento, su cum­ A., 1937), en la cual Dios es definido
plimiento perfecto. Como tal es también como A. participante y la existencia del
la realización completa, por lo tanto, la hombre como A. participado.
forma perfecta de lo que deviene, la es­
pecie y la sustancia. El A. precede a A cto d e f u n d a m e n ta c ió n ó A cto f u n d a d o r
la potencia tanto respecto al tiempo (alem. begründender Akt). Expresión
como respecto a la sustancia, ya que si adoptada por Husserl (Ideen, §7) para
la semilla está antes que la planta, en indicar el procedimiento que permite
realidad no puede derivar sino de una garantizar la validez de una ciencia.
planta. Lo que en el devenir es último, Para el naturalista el A. de fundamen­
es sustancialmente primero: la gallina tación es la experimentación que fija
viene antes que el huevo (Ibid., IX, 8, un existente empírico; para el geóme­
1049 b 10ss.). Estas distinciones han tra, que no busca la realidad sino posi-
19
A c to m o n o té tic o y a c to p o lité tic o
A d e c u a c ió n
bilidades ideales, tal A. es la visión de sas mediante nuestras ideas, compara­
la esencia. mos estas ideas entre s í; y encontrando
que algunas se hallan de acuerdo en
A cto m o n o té tic o y a c to p o lité tic o (alem. tanto otras no, las ligamos y las desli­
monothetischer, polythetischer Akt). Así gamos, lo que se llama afirmar o negar
ha llamado Husserl a la conciencia que y, por lo general, juzgar” (Lóg., II, 3).
se constituye en su singularidad trans­ La noción fue al mismo tiempo usada
formando los elementos plurales en una por Locke para definir el conocimiento
unidad objetiva y a los mismos elemen­ en general, entendido como "la percep­
tos coaligados sintéticamente en la con­ ción de la conexión y acuerdo o del
ciencia "plural”, respectivamente (Ideen, desacuerdo y repugnancia entre cuales­
I, §119). quiera de nuestras ideas” (Essay, IV, 1,
§2). La noción fue criticada por Leib-
A cto , p s ic o lo g ía d e l (ingl. psychology of
niz: “El acuerdo o el desacuerdo no es
the act; franc. psychoíogie de l’act; propiamente lo que se encuentra expre­
alem. Akt Psychoíogie). La psicología sado por la proposición. Dos huevos se
propuesta por Franz Brentano en su obra hallan de acuerdo y dos enemigos es­
Psychoíogie von empirischen stand- tán en desacuerdo. Se trata aquí de un
punkt (1874; trad. esp.: Psicología, 1935) modo de acuerdo o de desacuerdo asaz
dirigida a la consideración del A. inten­ particular” (Nouv. Ess., IV, 5). Spinoza
cional que ofrece un determinado con­ ha hablado de acuerdo (convenientia)
tenido, más bien que este mismo conte­ entre la idea y su objeto. "La idea ver­
nido; por ejemplo, sentir, imaginar, que­ dadera debe concordar con lo ideado
rer, más bien que las sensaciones, las por ella, esto es, lo que está conteni­
imágenes y las cosas queridas. Véase do objetivamente en el entendimiento,
INTENCIÓN.
debe darse necesariamente en la natu­
Actualismo (iiigl. actualism; franc. ac- raleza” (Eth., I, 30). Pero para este
tualisme; alem. Aktualitatstheorie ; ital. significado véase verdad .
attualismo). Toda doctrina que reco­
nozca como sustancia o principio del Adecuación (lat. adaequatio; ingl. ade-
quation; franc. adéquation; alem. Über­
ser un acto o una actividad. Toda doc­ einstimmung; ital. adequazione). Uno
trina de este género es una forma de de los criterios de verdad es precisa­
idealismo y, más precisamente, de idea­ mente aquel por el cual un conocimien­
lismo romámico. A. es, por lo tanto, la to es verdadero si es adecuado al ob­
doctrina de Fichte, que reconoce como
principio la actividad del Yo infinito. jeto, al
es decir, si se asimila y corresponde
objeto reproduciendo la naturaleza lo
A. es asimismo la doctrina de Hegel, mejor posible. La definición de la ver­
para quien la Idea es actualidad perfec­ dad como "adecuación del intelecto y
ta de conciencia. En Italia el término de la cosa” fue formulada por vez pri­
A. ha quedado restringido al idealismo mera por el filósofo hebreo Isaac Ben
de Gentile, en cuanto resuelve toda rea­ Salomón Israeli (que vivió en Egipto
lidad en el acto del pensamiento, en el entre los años 845 y 940) en su Líber
"pensamiento en acto” o "pensamiento de definitionibus. La definición fue adop­
pensante” ( Teoría generale dello spirito tada por Santo Tomás, quien dio una
come atto puro, 1916). En este sentido, exposición clásica (S. Th., I, 16, 2; Con­
Gentile hablaba de la “actualidad” o tra Gent., I, 59; De ver., q. 1, a. 1). Las
"actuosidad” del espíritu como "auto- cosas naturales, de las cuales nuestro
posición”, "auto-creación” o "autocti-
sis”. Este término se considera diferen­ intelecto recibe la ciencia, constituyen
te del de activismo. la medida del intelecto, ya que éste po­
see la verdad sólo en cuanto se con­
A c u e rd o (ingl. ae¡eement; franc. con- forma a las cosas. Las cosas mismas
venance; alem. Übereinstimmung; ital. están, en cambio, medidas por el inte­
accordo). Esta noción ha servido en la lecto divino, en el cual subsisten sus
edad moderna para definir la natura­ formas del mismo modo que las formas
leza del juicio o de la proposición en de las cosas artificiales subsisten en el
general. La Lógica de Port Royal afir­ intelecto del artífice. Por lo tanto, Dios
ma: "Luego de haber concebido las co­ es la verdad suprema, ya que su pen-
20
A decuado
A d iá fo ra
sar es la medida de todo lo que es y ital. adeguato). El significado de este
de todo otro entendimiento. La no­ adjetivo no se relaciona siempre con
ción de adecuación (acuerdo, conformi­ el del sustantivo correspondiente. Puede
dad o correspondencia) es presupuesta significar, por lo general, “proporcio­
y adoptada por muchas filosofías, más nado a”. En este sentido decimos que
precisamente por las que consideran al una descripción es adecuada cuando
conocimiento como una relación de no olvida ni omite ningún elemento
identidad o semejanza (véase c o n o c i ­ importante de la situación descrita, o
m i e n t o ). Locke afirma que "nuestro co­ que una compensación es adecuada si
nocimiento sólo es real en la medida se encuentra en proporción con la im­
en que existe una conformidad entre portancia de la prestación, etc. Spinoza
nuestras ideas y la realidad de las co­ ha hecho un uso constante de la no­
sas” (Essay, IV, 4, §3). Kant mismo ción de idea adecuada, definida por él
declara presuponer "la definición nomi­ en la siguiente forma (Eth., II, def. IV ):
nal de la verdad como acuerdo del "Por idea adecuada entiendo la idea
conocimiento con su objeto”, y se pro­ que, en cuanto se considera en sí, sin
pone el ulterior problema de un criterio' relación al objeto, tiene todas las pro­
"general y seguro para determinar la piedades o denominaciones intrínsecas
verdad de cada conocimiento” (Crít. de una idea verdadera. Digo intrínsecas
R. Pura, Lógica trasc., Intr., III). Hegel para excluir la que es extrínseca, a
hace uso en forma explícita de la idea saber, la concordancia de la idea con
de la correspondencia (Ene., §213): lo ideado por ella.” Aquí, según se ve, la
"La idea es la verdad, ya que la verdad noción de adecuado es tomada de modo
es la respuesta de la objetividad al completamente independiente de la no­
concepto, no ya que cosas exlernas res­ ción de adecuación (véase supra). Spi­
pondan a mis representaciones; éstas noza niega explícitamente que la idea
son solamente representaciones exactas verdadera sea la que concuerda con lo
que tengo como este individuo. En la ideado por ella, ya que en tal caso sólo
idea no se trata ni de esto, ni de repre­ se distinguiría de la idea falsa por la
sentaciones, ni de cosas externas.” Aquí denominación extrínseca y no existiría
Hegel distingue entre la exactitud de diferencia entre idea verdadera e idea
las representaciones finitas, propias del falsa en cuanto a su realidad y perfec­
individuo, en cuanto corresponden a ción intrínseca (Ibid., II, 43, Scol.).
objetos finitos, y la verdad del concepto
infinito, al cual sólo puede responder Ad hominem. La lógica ael siglo XVII
la idea infinita: "Lo singular por sí no llamó así a la argumentación dialéctica
corresponde a su concepto: esta limita­ que consiste en oponer al adversario las
ción de su existencia constituye la afi­ consecuencias de las tesis menos pro­
nidad y la ruina de lo singular.” Tanto bables concedidas o aprobadas por él
en uno como en otro caso el criterio (Jungius, Lógica, 1638, V, 1, 8; Locke,
se mantiene como el de la correspon­ Essay, IV, 17, 21, etc.).
dencia. De acuerdo con la dirección Adiáfora (gr. áSiacfOQÚ; ingl., franc.,
lingüística de la filosofía analítica con­ alem.: Adiaphora). Los cínicos y los
temporánea, la noción de la correspon­ estoicos denominaron adiáfora, o sea
dencia se mantiene como relación de indiferentes, a todas las cosas que no
semejanza entre lenguaje y realidad. contribuyen ni a la virtud ni a la mal­
Así, por ejemplo, dice Wittgenstein: dad. Por ejemplo, la riqueza o la salud
"La proposición es la imagen (Bild) de pueden ser empleadas tanto para el bien
la realidad... La proposición, de ser como para el m al; resultan, por lo tan­
verdadera, nos muestra las cosas como to, indiferentes para la felicidad de los
son” (Tractatus, 4 021, 4 022). La coin­ hombres, no por el hecho de que dejen
cidencia de doctrinas tan diferentes a los hombres indiferentes (en realidad,
acerca de esta noción de verdad, se suscitan sus deseos) sino porque la fe­
debe a la interpretación del conocimien­ licidad consiste sólo en el comporta­
to como relación de asimilación. Véase miento racional, o sea en la virtud
c o n o c i m i e n t o ; verdad .
(Dióg. L„ VII, 103-104).
Adecuado (lat. adaequatus; ingl. ade- Los estoicos distinguían tres signifi­
quate; franc. adequat; alem. adaquat; cados de la indiferencia. El primer sig-
21
A d ia fo rís tic a , c o n tro v e rs ia
Ad judicium
nificado se refiere a todo aquello res­ dum quid ad dictum simpliciter non
pecto de lo cual no se siente deseo ni valet consequentia-, esto es, si A es B
repulsión, por ejemplo, el hecho de que en relación con cualquier cosa, no se
los cabellos de la cabeza o las estrellas deduce que A sea B en sentido absoluto
se encuentren en números pares. El (Arist., El Sof., 168 b 11; Pedro Hisp.,
segundo, a aquello por lo que se siente Summ. Log., 7, 46). G. P.
atracción o repulsión, pero no más una
que otra, como en el caso de dos mone­ Ad ignorantiam. Locke llamó así al ar­
das idénticas, de las cuales es necesario gumento que consiste en "exigir al ad­
escoger una. En tercer sentido, se deno­ versario que admita la prueba alegada,
mina indiferente "todo aquello que no o que ofrezca una mejor” (Essay, IV,
otorga ni felicidad ni infelicidad, como 17, 20).
la salud y la riqueza o, en otros térmi­
nos, aquello de que puede hacerse un A d iv in a c ió n (gr. (icrvTEÍa; lat. divinatio;
buen o mal uso” (Hip. Pirr., III, 177). ingl. divination; franc. divination; alem.
Kant utilizó el término para indicar las Wahrsagung; ital. divinazione). La pro­
acciones que se creían moralmente indi­ fecía del futuro fundada en el orden
ferentes, esto es, ni buenas ni malas necesario del mundo. Fue admitida por
(Religión, I, O b serv acio n es y nota los estoicos que la consideraban, más
pertinente). Véase l a t i t u d i n a r i o ; r ig o ­ bien, como una prueba de la existen­
r i s m o ). cia del destino. En efecto, Crisipo
afirmaba que las profecías de los adi­
(ingl. adhia-
A d ia fo rís tic a , c o n tro v e rs ia vinos no serían verdaderas si todas las
phoristic controversy; franc. controver- cosas no estuvieran dominadas por el
sie aphoristique; alem. adiaphoristen destino (Eusebio, Praep. Ev., IV, 3, 136).
Streit). La controversia surgida entre De análoga manera, para Plotino, la A.
los luteranos acerca del valor de las es posible debido al orden total del
prácticas religiosas, tales como la misa, universo, gracias al cual cada cosa
la extremaunción, el bautismo, etc., que del universo puede ser tomada como
Lutero había declarado "indiferentes” signo de las demás; y en particular los
para la salvación, y que Melanchton ha­ astros son como cartas escritas en el
bía aceptado por espíritu de compromiso cielo que, aunque cumplen otras fun­
o de paz. La controversia concluyó con ciones, también tienen la de predecir
la "fórmula de concordia” de 1577-1580 el porvenir (Enn., II, 3, 7). La A. fun­
que confirmaba el carácter indiferente dada en el determinismo astrológico
o neutro de los ritos y de las cere­ fue admitida por los filósofos árabes,
monias. especialmente por Avicena, y de ellos
pasó a algunos de nuestros aristotélicos
Adición lóiíi'u (ingl. logteal addition\ renacentistas, Pomponazzi, por ejemplo
franc. addition logique; alem. íogische (De incantationibus, 10).
Adition; ital. addizione lógica). En el
álgebra de la lógica (véase) se llama (lat. adjectivum; ingl. adjec-
A d je tiv o
así a la operación "a + b", que tiene tive; franc. adjectif; alem. Eingen-
propiedades formales análogas a las de schaftswort; ital. aggettivo). En la ló­
la adición aritmética (es muy impor­ gica tradicional, el nombre que indica
tante la excepción "a + a = a"). Inter­ un modo de la cosa significada en cuan­
pretada como operación entre clases to distinta o distinguible de la cosa
"a + b” llega a formar la clase que misma indicada por el sustantivo (Pe­
contiene todos y sólo los elementos, dro Hispano, Summ. log., 6.02; Amauld,
comunes y no comunes, de la clase a Log., II, 1). En la lingüística moderna
y de la clase b. Interpretada como ope­ el A. es la clase de palabras definibles
ración entre proposiciones, "a + b" in­ por su función de caracterizar la sus­
dica la afirmación disyuntiva ("a o b"). tancia, que se dividen en descriptivas
G. P. o limitativas, según sigan o precedan
al nombre (cf. Bloomfield, Language,
A dicto gecundum quid ad dictum gimpli- 1933, pp. 202 ss.).
citer. Es una de las cansequentiae for­
males (véase c o n s e c u e n c ia ) de la lógica Ad judicium. Locke llamó así al argu­
aristotélica escolástica: a dicto secun- mento que consiste "en el empleo de
22
A d m ira c ió n o a s o m b ro
A d m isió n
pruebas sacadas de algunos de los fun­ la contemplación imperturbable y beatí­
damentos del conocimiento o de la fica de la relación necesaria de todas
probabilidad”. Es la única argumenta­ las cosas en la sustancia divina. Para
ción válida (Essay, IV, 17, 22). Aristóteles y para Descartes la A. es,
en cambio, la actitud que se halla en
Admiración o asombro (gr. Bcupá^Eiv; lat. las raíces de la duda y de la búsque­
admiratio; ingl. wcrnder-, franc. admira- da, y el tomar conciencia de no com­
tion; alem. Bewunderung, Staúnen; ital. prender lo que se tiene delante y que,
ammirazione). Según los antiguos, la también en el caso de otras relaciones
A. es el principio de la filosofía. Dice familiares, se nos revela en determi­
Platón: "Esta emoción, esta A. es inhe­ nado momento como inexplicable y ma
rente al filósofo. La filosofía no tiene ravilloso. Kant hablaba de la A. con
otro principio, fuera de éste, y quien referencia a la finalidad de la natura­
afirmara que Iris es hija de Taumante, leza, en cuanto no puede ser explicada
a mi manera de ver, no ha trazado equi­ mediante los conceptos del intelecto
vocadamente la genealogía” ( Teet., 11, (Crít. del Juicio, §62). A su vez Kierke-
155 d). Y Aristóteles: "En virtud de gaard definía la A. como "el sentimien­
la A. los hombres empezaron por vez to apasionado del devenir” y la juzgaba
primera a filosofar y aún ahora filo­ como propia del filósofo que considera
sofan en virtud de ella; desde el prin­ el pasado como un signo de la no ne­
cipio comenzaron por admirar las cosas cesidad del pasado. "Si el filósofo no
en torno a las cuales resultaba más admira (¿y cómo podría admirar una
fácil la duda, más tarde y poco a poco construcción necesaria sin contradic­
dudaron también de las cosas mayores, ción?) es por ello extraño a la histo­
como por ejemplo, de las inclinaciones ria; ya que donde entra en juego el
de la luna y todo aquello que concierne devenir (que está ciertamente en el
al sol y las estrellas y lo relativo a la pasado), la incertidumbre de lo que
generación del universo. El que duda
y admira sabe que ignora; por lo tan­ ha devenido con certeza (la incerti­
to, el filósofo es también amante del dumbre del devenir) no puede expre­
mito: el mito está formado, en efec­ sarse sino por medio de esta emoción
to, por cosas admirables” (Met., I, 2, necesaria al filósofo e inherente a él
982b 12ss.). A principios de la edad (Philosophische Brocken ["Migajas fi­
moderna, Descartes expresó el mismo losóficas”], p. IV. §4).
concepto: "Cuando se nos presenta al­
gún objeto insólito, y que creemos nue­ A d m isió n (ingl. admission; franc. ad-
vo o diferente de lo que antes conoci­ mission; alem. Aufnahme; ital. ammis-
mos o supusimos que existía, este objeto sione). Una proposición que se acepta
hace que lo admiremos y que quede­ de otros (en cuanto ya propuesta o a
mos sorprendidos; y esto ocurre antes punto de ser comúnmente aceptada)
de que nosotros sepamos si el objeto a fin de fundar sobre ella un razona­
nos es útil o no; la A. me parece ser miento cualquiera o de efectuar una
la primera de todas las pasiones y inferencia cualquiera a partir de ella.
carece de opuesto, porque si el objeto O bien: el acto de tomar una proposición
que se presenta no tiene en sí nada que semejante. La proposición admitida pue­
nos sorprenda, no tenemos afección por de ser considerada verdadera, falsa,
él y lo consideramos sin pasión” (Pos- probable o indiferente; si se la consi­
sicms de l’áme, II, 53). Acerca de este dera verdadera es denominada axio­
punto la diferencia entre Descartes y ma; si se la considera probable, una
Spinoza es grande. Spinoza consideró la hipótesis; indiferente, un postulado.
A. sólo como la imaginación de una cosa Pero puede ser admitida también sólo
singular, en cuanto se halla sola en el con el fin de ser impugnada, mediante
alma (E t h I I I , 52, scol.) y se negó a una reducción al absurdo. La A. se dis­
considerarla como una emoción prima­ tingue de la asunción (véase), en cuan­
ria y fundamental, y menos aún como to concierne a una proposición cuya
una emoción filosófica que diera origen elección o propuesta como base de un
a la filosofía. La única actitud filosófica razonamiento ha sido ya hecha por
es, para él, el amor intelectual de Dios, otros.
23
Adopcionismo
Afección
(ingl. adopticmism; franc.
A d o p c io n is m o guirse de ellos partiendo de su uso
adoptionisme; alem. Adoptkmismus; predominante en la tradición filosófi­
ital. adozicnismo). La doctrina que ca, uso que se debe a su mayor exten­
considera a Cristo, en su naturaleza sión y generalidad, ya que designa todo
humana, como Hijo de Dios sólo por estado, condición o cualidad que con­
adopción. Esta doctrina ha aparecido sista en reatizar una acción o en ser
en diferentes ocasiones en la historia influido o modificado por ella. En este
de la Iglesia. Fue propuesta por Teo­ sentido, un afecto, que es una especie
doro, obispo de Mopsuestia hacia el de emoción (véase) o una pasión, es
año 400; surgió de nuevo en el siglo vm una A. en cuanto implica una acción sú­
en algunos obispos españoles, pero fue bita, pero tiene otros caracteres que
combatida por Alcuino y condenada por hacen de ella una especie particular
el Sínodo de Francfort de 794. Esta de afección. Decimos comúnmente que
doctrina implica la independencia de un metal se afecta por el ácido o
la naturaleza humana respecto a Dios que una persona tiene una afección pul­
y, por lo tanto, un dualismo de natura­ monar, en tanto reservamos las palabras
leza humana y divina: dualismo in­ "afecto” y "pasión” para situaciones hu­
admisible desde el punto de vista de la manas, que, sin embargo, presentan un
dogmática cristiana. determinado grado de pasividad en
cuanto son estimuladas u ocasionadas
A d v e n im ie n to , véase H E C H O . por agentes externos.
En este amplio sentido entendió Aris­
A d v e n ir (ingl. future; franc. avenir-,
tóteles la palabra nado;, que consideró
alem. Zukunft). Acerca de la primacía como una
del advenir sobre las otras determi­ plificó conde“llegar las diez categorías y ejem­
cortado, llegar que­
naciones del tiempo en algunas formas mado” (Cat. 2 a 3); y llamó afectivas
de la filosofía contemporánea, véase (naOriTixat) a las cualidades sensibles
TIEM PO .
dado que cada una de ellas produce
Ad verecundiam. Nombre dado por Loc- una A. de ios sentidos (Ibid., 9 b 6).
ke al argumento que consiste "en invo­ Aristóteles declaró, por lo demás, al
car las opiniones de hombres que, por principio del De Anima, que la fina­
su inteligencia, por su doctrina, por su lidad de su investigación era conocer,
eminencia, por su poder o por alguna además de la naturaleza y la sustancia
otra causa, han adquirido fama y han del alma, todo lo que en ella sucede,
establecido su reputación en grado de es decir, tanto las A. que parecen serle
autoridad ante la opinión” (Essay, IV, propias, como aquellas que tiene en co­
17, 19). Es, pues, el apelar a la auto­ mún con el alma de los animales (De
ridad. An., I, 1, 402 a 9). En dicho texto la
palabra A. (Jtá9ri) designa todo lo que
Afasia (gr. ácpaaía; ingl. aphasia; franc. sucede en el alma, es decir, cualquier
aphasie-, alem. Aphasie). En sentido modificación que sufra. El carácter
filosófico se da este nombre a la acti­ pasivo de las A. del alma, carácter que
tud de los escépticos en cuanto se abs­ parecía amenazar su autonomía racio­
tienen de pronunciarse, esto es, de afir­ nal, llevó a los estoicos a afirmar que
mar o negar algo en tomo a todo lo todas las emociones son irracionales y,
"oscuro”, es decir, que no mueva la sen­ por lo tanto, malas (Dióg. L., VII, 110).
sibilidad de modo que produzca una De aquí la connotación moralmente ne­
modificación que lleve necesariamente gativa que asume la expresión "A. del
a asentir. La afasia es así la abstención alma” y que se revela claramente en
del juicio relacionada con la suspen­ expresiones tales como perturbatio ani-
sión del asentimiento (véase) (Sexto mi o concitatio animi, usadas por Cice­
Empírico, Hip. Pin., I, 20, 192ss.). rón (Tuse., IV, 6, 11-14) y por Séneca
(Ep., 116) y que San Agustín (De Civ.
A fe c c ió n (gr. jtáGog; lat. passio; ingl. Dei, IX, 4) toma expresamente como
affection; franc. affection; alem. Af- sinónimos de affectio y affectus (emo­
fektion; ital. affezione). Este término, ciones). Pero tanto San Agustín como
que a veces se usa en vez de afecto los escolásticos mantuvieron el punto
(véase) y pasión (véase), puede distin­ de vista aristotélico de la neutrali­
za
Afección

dad de las A. del alma desde el punto sión clásica en su obra Passions de
de vista moral, en el sentido de que l’dme (I, 1, 1650): “Todo lo que se hace
pueden ser buenas o malas, según o que sucede de nuevo es generalmente
que sean moderadas o no por la razón; llamado por los filósofos una afección
punto de vista que Santo Tomás defen­ respecto al sujeto al cual sucede y una
dió recordando precisamente a Aristó­ acción con referencia a aquéllo que lo
teles y a áan Agustín (S. Th., II, I, hace suceder; de tal modo que aunmr.
q. 24, a. 2). el agente y el paciente sean a menudo
La noción de modificación sufrida, muy diferentes, la acción y la afección
sea de cualidad o condición, por una no dejan de ser siempre una misma
acción exterior se mantiene en la tra­ cosa que tiene estos dos nombres en
dición filosófica y en la mayoría de los virtud de los dos sujetos diferentes a
casos se expresa con la palabra passio, los cuales se puede referir." En sentido
que adquirió su significado moderno análogo, Spinoza adoptó el término para
(véase pasión) sólo en la segunda mi­ definir los que él llama affectus y que
tad del siglo xviii. Así Alberto Magno nosotros llamamos emociones o senti­
entiende que la A. es el "efecto y la mientos. Las emociones, en cuanto pa­
consecuencia de la acción” (S. Th., I, siones, o sea A., constituyen la impo­
q. 7, a. 1). Santo Tomás, que da idéntica tencia del alma y el alma las vence
definición (Ibid., I, q. 97, a. 2), distingue transformándolas en ideas claras y dis­
tres significados del término: “El pri­ tintas. “Un afecto—dice Spinoza (Eth.,
mero, que es el más característico, es V, 3)— que es una pasión, deja de ser
cuando cualquier cosa es alejada de lo una pasión tan pronto como nos for­
que a ella conviene según su natura­ mamos de él una idea clara y distin­
leza o su inclinación propias, como ta." En tal caso, en efecto, la idea se
cuando el agua pierde su frío por la distingue sólo racionalmente de la emo
acción del calor o cuando el hombre ción y se refiere sólo a la mente; así
se enferma o se entristece. El segundo deja de ser una A. (Ibid., V, 3): "Todas
significado, que es menos caracterís­ las ideas, en cuanto se refieren a Dios,
tico, es cuando se pierde una cosa cual­ son verdaderas... Dios está exento de
quiera, sea o no sea conveniente; y en pasiones, y no es afectado por ningún
tal sentido se puede decir que sufre afecto” (Ibid., V, 17). En el mismo
una acción (pati) no solamente aquel sentido se expresa Leibniz (Monad.,
que se enferma, sino también el que § 49): "Se atribuye la acción a la mó­
se cura o en general cualquiera que sea nada en cuanto tiene percepciones
alterado o cambiado. En un tercer sen­ distintas, y a la A. en cuanto tiene
tido se dice cuando aquello que se percepciones confusas." Y en el mismo
encontraba en potencia recibe lo que él sentido se expresan también Wolff
era en potencia sin perder nada; y en (Ontol., §714) y Crusius (Vermmft-
tal sentido de todo aquello que pasa wahrheiten ["Verdades necesarias de
de la potencia al acto puede decirse razón”], § 66).
que sufre una acción, aun cuando se En un texto de la Antropología (§7)
perfecciona" (Ibid., I, q. 79, a. 2). Cada Kant ha expresado de la manera más
uno de estos significados distinguidos clara la noción de A. como recepción
por Santo Tomás, y que son resumidos pasiva: "las representaciones en rela­
en la noción general de A., se pueden ción con las cuales el espíritu se com­
encontrar en el uso ulterior del térmi­ porta pasivamente, por medio de las
no. Passio animi llamaban algunos es­ cuales el sujeto sufre, pues, una A.
colásticos (cf. Occam, In Sent., I, d. [Affectionl (o de sí mismo o de un
II, q. 8C) a la species intelectiva, o objeto), pertenecen a la sensibilidad; en
sea al universal o concepto. La passto, cambio aquellas que incluyen una ver­
en general, es definida por Campanella dadera elección {el pensamiento) perte­
(Phil. Radon. Dialéctica, I, 6) como "un necen al poder cognoscitivo intelec­
acto de impotencia que consiste en per­ tual. Aquél es llamado también poder
der la propia entidad. Sea esencial o cognoscitivo inferior, y éste poder cog­
accidental, sea en el todo o en la parte, noscitivo superior. Aquél tiene el ca­
y en recibir una entidad extraña”. Des­ rácter de la pasividad en el sentido
cartes ha dado a esta noción su expre­ interno de las sensaciones; éste, el'
25

J
Afectivo
Afirmación
carácter de la espontaneidad de la aper­ tura emotiva de la existencia humana
cepción, o sea de la conciencia pura, en general. Véase s e n t i m i e n t o .
de aquel elegir que constituye el pen­
samiento; y pertenece a la lógica (esto Afecto (lat. affectus; ingl. affection;
es, a un sistema de reglas del intelec­ franc. affection; alem. Affektion; ital.
to) así como aquél pertenece a la psi­ affetto). El uso común entiende con
cología (o sea al conjunto de todos los este término las emociones positivas
actos internos sometidos a leyes natu­ que se refieren a personas y que no
rales) y funda una experiencia inter­ tienen el carácter dominante y totali­
na”. Estos conceptos resultan funda­ tario de la pasión (véase). En tanto
mentales para toda la Crítica de la que las emociones pueden referirse a
razón pura, especialmente para la dis­ personas o cosas, hechos o situaciones,
tinción entre estética y lógica, que des­ los A. constituyen esa clase restrin­
cansa en el siguiente principio: "Todas gida de emociones que acompañan al­
las intuiciones, en cuanto son sensi­ gunas relaciones interpersonales (entre
bles, reposan sobre A.; los conceptos, en padres e hijos, entre amigos, entre pa­
cambio, sobre funciones” (Crít. R. Pura, rientes), limitándolas a esa tonalidad
Analítica de los conceptos, I, sec. I). que indica el adjetivo "afectuoso”
Estas anotaciones kantianas se hallan y que, por lo tanto, excluye el carácter
en desacuerdo con la tesis de la escue­ exclusivo y dominante de la pasión. La
la leibniziana-wolffiana, según la cual la palabra designa el conjunto de actos o
sensibilidad consistía en las represen­ de actitudes tales como la bondad, la
taciones indistintas y la intelectualidad benevolencia, la inclinación, la devo­
en las representaciones distintas; lo ción, la protección, el cariño, la gra­
que, según anotaba Kant (Antr., §7, titud, la ternura, etc., que en su conjun­
nota), significa que la sensibilidad.con­ to pueden ser caracterizadas como la
siste en una falta (falta de distinción), situación en la que una persona "toma
siendo así que tiene algo de positivo y cuidado de” o “tiene solicitud para”
de indispensable para el conocimiento otra persona, o en la que esta otra
intelectual. responde positivamente al cuidado o a
En conclusión el término A. entendi­ la solicitud de que es objeto. Lo que
do como recepción pasiva o modifica­ comúnmente se llama "necesidad de A."
es la necesidad de ser comprendido,
ción súbita no tiene necesariamente una asistido, ayudado en las propias difi­
connotación emotiva y aunque haya cultades, seguido con la mirada benévola
sido frecuentemente adoptado a propó­ y llena de confianza. En este sentido
sito de emociones y afectos (por el el A. no es más que una de las formas
carácter claramente pasivo de ellos), del amor (véase).
debe considerarse extensible a toda de­
terminación, incluso cognoscitiva, que A fin id a d (ingl. affinity; franc. affinité;
presente caracteres de pasividad o alem. Affinitiit; ital. affinitá). Kant
que pueda, de todos modos, contener ha denominado "ley de la afinidad de to­
una cualidad o alteración. dos los conceptos” a la regla de la razón
que prescribe "el paso continuo de una
Afectivo (ingl. affective; franc. affectif; especie a otra por medio del aumento
alem. affektiv; ital. affetivo). El sig­ gradual de su diferencia” (Crít. R. Pura,
nificado de este adjetivo no se relacio­ Apéndice a la dialéctica trascendental).
na con el de la palabra “afecto", ya que Esta ley, que resume en sí a las otras
designa por lo general todo lo que se dos de homogeneidad (véase) y de
refiere a la esfera de las emociones. especificación (véase) constituye, con
"Estado A.”, "función A”, "condición A.” ellas, la determinación de lo que debe
significan estado, función o condición ser el uso regulador de las ideas de la
de carácter genéricamente emotivo y razón pura.
pueden referirse a cualquier emoción o A firm a c ió n (gr. xaxácpaaig; lat. afirma­
afecto. El mismo significado genérico do; ingl. a ffirm a tio n ; franc. affir-
tiene la expresión "vida A.” y la adop­ mation; alem. Bejahung; ital. afferma-
tada por Heidegger "el encontrarse A.” zione). Término que puede designar
(Befindlichkeit) para indicar la estruc­ tanto el acto de afirmar, como el con-
26
A fo ris m o
A g n o io lo g ía
tenido afirmado, o sea la proposición A fortiori. Esta expresión significa sim­
afirmativa, definida por Aristóteles co­ plemente "a más fuerte razón” y no
mo "enunciación de algo sobre algo” indica un modo específico de argumen­
(De Interpret., 17 a 25). De acuerdo con tar. Algún lógico designa con ella las
esta misma teoría aristotélica, une inferencias transitivas del tipo "x im­
dos conceptos en un concepto com­ plica y, y implica z, por lo tanto x impli­
puesto. ca z” (cf. Strawson, Introduction to
La tradición lógica posterior ha con­ Logicat Theory, 1952, p. 207).
servado sustancialmente esta doctrina y,
por lo tanto, este significado del término Á fric a (ingl. Africa; franc. Afrique;
A.; solamente los seguidores de la teo­ alem. Afrika). Los filósofos han intenta­
ría del juicio como asentimiento (Ros- do a veces justificar "especulativamen­
mini, Fr. Brentano, Husserl) conside­ te”, o sea de acuerdo con su filosofía, la
ran la afirmación como un acto de repartición de los continentes, consi­
asentimiento (consentimiento, acepta­ derándola no como casual o convencio­
ción, Bejahimg) respecto a una repre­ nal, sino como esencial y racional. Así,
sentación o idea. En la lógica mate­ según Hegel la división del viejo mundo
mática contemporánea, Russell, seguido en tres partes: Á., Asia y Europa, res­
por muchos lógicos, ha introducido un ponde a los tres momentos de tesis,
símbolo especial de A. ("K”) que ante­ antítesis y síntesis. África representaría
pone al símbolo de la proposición afir­ en esta tríada el momento en el que el
mativa; pero este uso ha sido controver­ espíritu no ha logrado aún alcanzar
tido, por cuanto, como en la tradición la conciencia y el hombre permanece
terminológica medieval, las expresiones embrutecido en la pasividad y en la
"es verdadero que ‘p’ " y "p” (donde "p” esclavitud (Philosophie der Geschichte,
es el signo de una proposición) han de ed. Lasson, pp. 203 ss.). De la misma
ser considerados sinónimos. G. P. manera, Gioberti vio en la raza africana
"la más degenerada de las tres estirpes
(gr. óupopiagó? = determinación,
A fo ris m o humanas”, ya que “el negro es priva­
delimitación; ingl. aphorism; franc. ción de la luz” (Protología, II, p. 221).
aphorisme; alem. Aphorismus; ital. afo­
rismo). Proposición que expresa de (ingl. agapism). T érmino adop­
A g a p ism o
manera sucinta una verdad, una regla tado por Peirce para designar la "ley
o una máxima concerniente a la vida del amor evolutivo”, en vir id de la
práctica. Al principio la palabra fue cual la evolución cósmica tendería a
usada casi exclusivamente para indicar incrementar el amor fraterno entre los
las fórmulas que expresan, de manera hombres (Clumce, Love and Logic,
pp. 266 ss.).
abreviada y mnemotécnica, los preceptos
del arte médico: por ejemplo, los A. de (ingl. agathology; franc. aga-
A g a to lo g ía
Hipócrates. Bacon expresó en la forma thologie; alem. Agathologie). Nombre
de A. sus observaciones contenidas en usado raramente para designar la doc­
el libro I de su Novum Organum, "acer­ trina del bien como parte de la ética
ca de la interpretación de la naturaleza (véase).
y sobre el reino del hombre” : probable­
mente para subrayar el carácter prác­ A g e n te (gr. ítoiexoió;; lat. agens; ingl.
tico y activo de estas observaciones, agent; franc. agent; alem. Tatige). En
dirigidas a la preparación del dominio general, quien toma la iniciativa de una
del hombre sobre la naturaleza. Schopen- acción o aquel de quien emana o resul­
hauer llamó A. sobre la sabiduría de la ta la acción, en contraposición a pa­
vida (en los Parerga und Paralipome- ciente que es quien la sufre. Los
na; trad. esp.: Parerga y paralipomena, términos son propios de la filosofía
Madrid, 1926) a sus preceptos para escolástica (véase a c c i ó n ). Para enten­
dimiento A., véase e n t e n d i m i e n t o .
hacer más feliz, o menos infeliz, la exis­
tencia humana, conservando de tal ma­ A g n o io lo g ía (ingl. agnoiology). Palabra
nera el significado de la palabra como introducida por J. F. Ferrier (Institutes
máxima o regla para dirigir la activi­ of Metaphysics, 1856, p. 48) en corre:
dad práctica del hombre. lación con la de epistemología (véase),
27

k.
A g n o sia
A g u s tin ism o
para indicar las dos esferas en que se conciencia; el pensamiento racional y
divide la investigación filosófica. La A. el origen del lenguaje; la libertad del
es la doctrina de la ignorancia, como querer), frente a los cuales el hombre
la epistemología es la doctrina del sa­ estaba destinado —en su opinión— a
ber. La esfera de la ignorancia se defi­ pronunciar un ignorabimus, ya que la
ne, así, en relación con la esfera del ciencia no podría llegar nunca a resol­
saber, siguiendo el mismo procedimien­ verlos. En el mismo periodo, la pala­
to que más tarde utilizó Spencer para bra fue aplicada también a la doctrina
determinar los límites de lo Incognos­ de Kant, pues sostiene que el noúmeno
cible (véase). o cosa en sí se encuentra fuera de los
límites del conocimiento humano (véa­
(gr. ¿yvcoaía; ingl. agnosy; franc.
A g n o sia se n ó u m e n o ). Sin embargo, esta am­
agnosie; alem. Agnosie). La actitud de pliación de la palabra no es del todo
quien profesa no saber nada, por ejem­ legítima, dada la concepción kantiana
plo, Sócrates, que afirmaba "sólo sé del nóumeno como concepto-límite. For­
que nada sé” (Platón, Apot., 21 a) y que ma parte integrante de la noción de A.
el escéptico Arcesilao reforzaba dicien­ la reducción del objeto de la religión
do que no sabía ni siquiera eso (Cic., a simple "misterio", respecto del cual
Acad., I, 45). son absolutamente inadecuados los sím­
bolos utilizados para interpretarlo.
A g n o s tic is m o (ingl. agnosticism; franc.
agnosticisme; alem. Agnosticismus). El A g o n ístic o (gr. dYümoTixó;; ingl. agonis-
término fue acuñado por el naturalista tic; franc. agonistújue). Una de las dis­
inglés Thomas Huxley en 1869 (Collected tinciones extraídas por Diógenes Laercio
Essays, V, pp. 237 ss.) para indicar la de los Diálogos platónicos. El A. y el
actitud de quien se rehúsa a admitir ejercitativo serían las dos especies del
soluciones en los problemas que no pue­ diálogo zetético o inquisitivo; y el diá­
den ser tratados con los métodos de la logo zetético y el expositivo serían las
ciencia positiva, y señaladamente, los dos divisiones fundamentales de los diá­
problemas metafísicos y religiosos. Hux­ logos platónicos (Dióg. L., III, 49).
ley mismo declaró haber acuñado el
término "como antítesis de lo ‘gnósti­ A g re g a d o (ingl. aggregate; franc. agré­
co’ de la historia de la Iglesia que pre­ gate alem. Aggregat; ital. aggregato).
tendía sa' er mucho acerca de las cosas Por lo general, una reunión, un conglo­
que yo ignoraba”. El término fue adop­ merado, un reagrupamiento, una suma
tado por Darwin, que se declaró ag­ o una cantidad de cosas que, sin em­
nóstico en una carta fechada en 1879. bargo, conservan aún su individualidad.
Desde entonces, el término ha sido El término tiene un uso extenso en la
usado para designar la actitud de los matemática y en la lógica matemática
científicos de dirección positivista fren­ contemporánea (véase c o n j u n t o ) y en
te a lo Absoluto, al Infinito, a Dios y general en las ciencias naturales que
a los problemas correspondientes, posi­ lo adoptan para indicar, en general, ma­
ción señalada por la negativa a profesar sas o agrupamientos de elementos que,
públicamente cualquier opinión sobre hallándose juntos, conserven las propie­
tales problemas. Así, puede llamarse dades que tienen separadamente.
agnóstica la posición que Spencer adop­ A g u s tin is m o (ingl. augustinianism; franc.
ta en la primera parte de sus Primeros augustinism-, alem. Augustinismus). Ba­
principios (1862), donde pretendió de­ jo este término se entiende, más que la
mostrar la inaccesibilidad de la reali­ totalidad de la doctrina original de San
dad última, o sea, de la fuerza miste­ Agustín, el conjunto de elementos doc­
riosa que se manifiesta en todos los trinarios agustinianos que caracterizan
fenómenos naturales. El fisiólogo ale­ una de las direcciones de la escolástica
mán Du-Bois Raymond en un escrito (véase), que fuera seguida preferente­
de 1880 hablaba de Siete enigmas del mente por los doctores franciscanos, en
mundo (el origen de la materia y de polémica con la dirección aristotélico-
la vida; el nacimiento de la vida; la tomista de los doctores dominicos.
orden ación finalista de la naturaleza; La fisonomía general del A. medieval
el surgimiento de la sensibilidad y de la puede ser expresada por los siguientes
28
t

A lii
A lb e d río o A rb itrio
puntos (cf. Mandonnet, Siger de Bra- lenguaje de la tradición filosófica al ins­
bant, 2‘ ed., 1911, I, pp. 55 ss.): a) falta tante como límite o condición del tiem­
de una distinción precisa entre el do­ po, por lo tanto diferente de momento
minio de la filosofía y el de la teo­ (véase) que es una especie de encuentro
logía, o sea, entre el orden de las verda­ entre la eternidad y el tiempo. Según
des racionales y el de las verdades Aristóteles, A. es el presente instantá­
reveladas; b) teoría de la iluminación neo, sin duración, que hace las veces de
divina, según la cual la inteligencia límite móvil entre el pasado y el futuro
humana no puede actuar sino por la (Fis., IV, 11, 219a 25). La noción re­
acción iluminadora e inmediata de Dios, aparece con frecuencia en las especu­
y no puede encontrar la certeza de su laciones medievales acerca del tiempo.
conocimiento sino a través de las re­ A veces, el A. fue concebido como una
glas eternas e inmutables de la ciencia res fluens que en seguida se corrompe
divina; c) preeminencia de la noción y falta y que es sustituida por otra
de bien sobre la de lo verdadero y, por (cf. Pedro Auriol, In Sent., II, d. 2, q. 1,
lo tanto, de la voluntad sobre la inte­ a. 3). Esta concepción fue combatida
ligencia, ya sea en Dios o en el hom­ por Occam, que identificó al instante
bre ; d) reconocimiento de una realidad con la posición del móvil cuyo movimien­
positiva a la materia, en contraposición to se considera como medida del tiem­
con Aristóteles, que ve en ella una pura po (Summutae in libros physicorum, IV,
potencialidad; de lo que se deduce, por 8). En la filosofía contemporánea, el
ejemplo, que el cuerpo humano posee término ha sido adoptado por Husserl
ya su realidad o actualidad, o sea, una para indicar el horizonte temporal de
■forma, independientemente del alma, y las vivencias. Ya que ninguna vivencia
que el alma es, por lo tanto, una forma puede cesar sin la conciencia del cesar
ulterior que se agrega al compuesto vi­ y del haber cesado, esta conciencia es
viente y animal; de allí la denominada un nuevo instante presente o un ahora.
pluralidad de las formas sustanciales "Esto quiere decir que todo A. de viven­
en lo compuesto. cias tiene un horizonte de éstas que
Estos fragmentos unen a los grandes tienen precisamente la forma originaria
maestros de la escolástica franciscana, del ‘A.’ y, en cuanto tales, constituyen
como Alejandro de Hales (c. 1200), Ro­ el horizonte originario y uno del yo
berto Grossatesta, San Buenaventura, puro, el ahora originario y total de la
Roger Bacon, Duns Scoto y muchos conciencia” (Ideen, I, §82).
otros menores. Algunos de estos rasgos
pueden reconocerse asimismo en doc­ A isla r (alem. isolieren). En el sentido
trinas filosóficas modernas y contem­ de abstraer, tal como lo adopta Kant,
poráneas, a las que han llegado a tra­ véase a b s t r a c c ió n . Wundt distingue la
vés de la tradición medieval o directa­ abstracción aislante que consiste en se­
mente de la obra de San Agustín. parar una parte determinada de una
apariencia compleja, de la abstracción
A hí (alem. Da). Según Heidegger, el generalizante, que consiste en dejar de
ahí del 'ser ahí’ (Dasein) indica no lado, intencionalmente, algunas notas
sólo el hecho de que el 'ser-ahí' (= el conceptuales (Logic., II, pp. 11 ss.).
hombre) se encuentra aquí o allí, esto
es, en cualquier lugar del espacio, sino A lb e d río o A rb itrio (lat. arbitrium ; ingl.
especialmente la apertura del hombre free wilt; franc. arbitre; alem. Willkur).
a la espacialidad, o sea al mundo en El principio de acción en los animales
general (Sein und Zeit, §28; trad. esp.: y en el hombre. Por lo tanto, A. es un
El ser y el tiempo, México, 1962, F.C.E.). término más general que el de voluntad
En otros términos, "ser ahí" significa (véase), que sólo puede ser atribuida
'ser en el mundo', y el ‘ser en el mundo’ al hombre. Dice Kant: "A . es simple­
está caracterizado por el encontrarse y mente animal (arbitrium brutum), lo
por la comprensión (véase). que no puede ser determinado sino
mediante estímulos sensibles, o sea pa­
A h o ra (gr. r6 vOv; lat. nunc; ingl. now; tológicamente. Pero lo independiente de
franc. instant; alem. Jetzt; ital. ora). estímulos sensibles y que, por lo tanto,
Con este término se entiende en el puede ser determinado por motivos que
29
Alegoría

no sean representados, sino por la ra­ lada por Hugo de San Víctor en De
zón, se denomina libre A. (arbitrium scripturis, I II ): significado literal, sig­
liberum) y todo lo que se relaciona nificado alegórico y significado anagó-
como principio o como consecuencia gico. He aquí la forma en que Dante,
es denominado práctico” (Crít. R. Pura, agregando el significado moral, expone
Doctr. trascendental del método; El la doctrina: “Las Escrituras se pueden
canon de la R. Pura, sec. I). El A. im­ entender y se deben exponer cuando
plica así una posibilidad de elección, más en cuatro significados. Uno se
que no es, sin embargo, libertad. Para llama literal y es el que no se extiende
libre A. véase l ib e r t a d . más allá de la propia letra; el otro se
denomina alegórico y es aquel que
A le g o ría (gr. á>J.r)YOQÍa; lat. allegaría; se esconde bajo el manto de estas fá­
ingl. allegory, franc. allégorie; alem. bulas, es una verdad oculta bajo una
Allegorie; ital. atlegoria). En su primer bella m entira... El tercer significado
significado específico, esta palabra in­ se denomina moral y es el que los lec­
dica un modo de interpretar las Sagra­ tores deben promover intensamente,
das Escrituras y de descubrir, más allá tratando de que las Escrituras les re­
de las cosas, de los hechos y de las sulten útiles, tanto a ellos como a sus
personas de que tratan, verdades per­ discípulos. El cuarto sentido se deno­
manentes de naturaleza religiosa o mina anagógico, o sea, sobre el sentido,
moral. La primera aplicación importan­ es decir, cuando se expone espiritual­
te del método alegórico es el comen­ mente una Escritura que, aunque sea
tario al Génesis de Filón de Alejandría verdadera en el sentido literal, signifi­
(siglo i). Filón no vacila en contra­ ca, para las cosas significadas, cosas
poner el sentido alegórico al sentido supremas de la gloria eterna: como se
literal y declarar "necio" ( e 8 t| 0 t i s ) a este puede ver en el canto del Profeta que
último. He aquí un ejemplo: “Y rema­ dice que en la huida del pueblo de
tada en el día sexto toda la obra que Israel de Egipto, Judea se hace santa
había hecho, descansó Dios el séptimo y libre. Aunque, según la letra, esto
día” (Génesis II, 2). Es absolutamente resulte ser manifiestamente cierto, no
necio creer que el mundo ha surgido es menos cierto lo que resulta de ella
en seis días o, en general, en el tiem­ espiritualmente, o sea, que en la huida
po. ¿Por qué? Porque todo tiempo es un del pecado, el alma se hace santa y libre
conjunto Je días y de noches que son en su potestad” (Conv., II, 1). Pero de
producidos necesariamente por el movi­ estos tres significados, como Dante mis­
miento del sol que se encuentra más mo lo expresa, el fundamental, tanto
arriba y más abajo de la tierra: pero para el teólogo como para el poeta, es
el sol es una parte del cielo, de modo el alegórico. Y en efecto, el Medioevo
que se reconoce que el tiempo es más utiliza la A. como modo de entender
reciente que el mundo." (All. leg., I, 2).
A su vez, Orígenes, el primer autor de la de
función del arte y especialmente
la poesía. Juan de Salisbury decía
un gran sistema de filosofía cristiana,
distinguía tres significaciones en los que Virgilio "bajo la imagen de las fá­
textos bíblicos: la somática, la psíquica bulas expresa la verdad de la filosofía
y la espiritual, que se relacionan entre en su totalidad", y Dante (Vita Nuova,
sí como las tres partes del hombre: el 25) definía así el deber del poeta: "Se­
cuerpo, el alma y el espíritu (De princ., ría vergonzoso para aquel que rimara
IV, 11). Pero en la práctica, oponía al cosas bajo el ropaje de figuras o de
significado corpóreo o literal el signi­ colores retóricos, no saber, al ser pre­
ficado espiritual o alegórico, y sacrifica­ guntado, desnudar sus palabras de tal
ba resueltamente el primero al segun­ ropaje, de manera que pudieran tener
do, en virtud de que sólo el significado veraz entendimiento”.
alegórico constituye la verdad racional En el mundo moderno la A. ha per­
que las Sagradas Escrituras contienen dido su valor y se ha negado que pueda
(Ibid., IV, 2). Más tarde, en la Edad expresar la naturaleza o las funciones
Media, llegó a dominar la distinción de la poesía. Se ha visto en ella la
entre tres significados de la Escritura aproximación de dos hechos espiritua­
(como se encuentra, por ejemplo, formu­ les diferentes, el concepto por un lado,
30
A le g ría
A le ja n d rin a , c u ltu r a
la imagen por otro, entre los cuales Pero quizá precisamente por esta con­
establecería una correlación convencio­ notación de “exceso”, el término "jú­
nal y arbitraria (Croce); y sobre todo, bilo” ha sido a menudo preferido en
se la ha acusado de olvidar o de hacer el lenguaje religioso. Dante denomina
imposible la autonomía de la imagen constantemente júbilo a la A. de los
poética, que carecería de vida propia bienaventurados (Par., V, 107, 136; VI,
ya que quedaría subordinada a las exi­ 119; VIII, 85; etc.) y asocia el júbilo
gencias del esquema conceptual al que a la contemplación intelectual: "Luz
debería dar cuerpo. Buena parte de la intelectual llena de amor, Amor de
estética moderna declara a la alegoría, verdad lleno de júbilo, Júbilo que tras­
por ello, fría, pobre y fatigosa; y más ciende toda dulzura” (Par., 30, 40).
bien insiste, para la interpretación de La definición de A. ha seguido siendo
la poesía y en general del arte, en el sustancialmente la misma entre los fi­
valor del símbolo (véase) que puede lósofos modernos. Descartes la conside­
resultar vivo y evocador, dado que la ra como “una emoción placentera del
imagen simbólica es autónoma y tiene alma que consiste en el gozo del bien
un interés en sí misma, esto es, un que las impresiones del cerebro le re­
interés que no cambia por su referen­ presentan como suyo” (Passions de
cia convencional a un concepto o a l’áme, II, 91). Locke repite esta defini­
una doctrina. Sin embargo, si se tiene ción (Essay, II, 20, 7), mientras que
en cuenta la potencia y la vitalidad de Spinoza le da un sentido metafísico:
algunas obras de arte de clara estruc­ "el gozo es una alegría acompañada por
tura alegórica (por ejemplo, de la Di­ la idea de una cosa pretérita que suce­
vina comedia y de muchas pinturas dió sin que se la esperase” (Eth., III,
medievales y renacentistas) es preciso Affectuum, def., 16), en tanto que “la
reconocer que la A. no hace imposible alegría es la transición del hombre de
necesariamente la autonomía y la leve­ una menor a una mayor perfección"
dad de la imagen estética y que, en (Ibid., III, def., 2). La relación de la A.
algunos casos, también la relación es­ con la previsión de un bien futuro ha
tricta entre la imagen y el concepto sido subrayada por Bergson (Essai sur
puede no ser mortificante para la pri­ les données immediates de la cons-
mera ni quitarle vitalidad al arte o cience, p. 8). Desde este punto de vista,
la poesía. T. S. Eliot ha hecho, justa­ lo opuesto a la A. es la tristeza, que
mente con referencia a Dante, una se debe a una previsión de'agradable
defensa de la A. en este sentido (The para el futuro. Véase e m o c i ó n .
Sacred Wood, 1920, trad. ital., pp. 241 ss.).
(ingl. alexandrian-
A le ja n d r in a , c u ltu r a
Alegría (gr. x«qú ; lat. gaudium; ingl. ism; franc. alexandrisme; alem. Alexan-
joy\ franc. joie; alem. Freude; ital. drismus). Se da este nombre a la cul­
gioía). Una de las emociones funda­ tura del periodo posterior a la muerte
mentales del hombre, tal como han sido de Alejandro Magno (323 a. C .), quien
tradicionalmente enumeradas, a saber, unificó al mundo antiguo bajo el signo
la que consiste en una tonalidad pla­ de la cultura griega y había hecho capi­
centera difusa, a causa de la previsión tal de Egipto a la nueva ciudad de Ale­
de' un bien sobreviniente. Los estoicos jandría. La dinastía de los Ptolomeos
oponían la A. al júbilo como un estado quiso hacer de esta ciudad un gran cen­
de ánimo no patológico. Dice Cicerón, tro intelectual en el cual confluyeran
expresando la doctrina: "Cuando tene­ a un tiempo las culturas griega y orien­
mos la impresión de hallarnos en po­ tal, unidas por medio de una lengua que
sesión de un bien, se presentan dos se había convertido en común patrimo­
casos: cuando el alma prueba esta im­ nio de los sabios: el griego. Hombres de
presión de modo conforme a la razón, ciencia y sabios de todos los países se
conservando el estado de calma y de alojaban en el Museo y tenían a su dis­
equilibrio, tal condición se denomina posición un material científico y biblio­
A.; cuando, en cambio, el alma exulta gráfico excepcional para aquellos tiem­
sin fundados motivos y sin medida, tal pos. Más adelante, al Museo se le agregó
condición se puede denominar júbilo la biblioteca, cuyo primer núcleo se cree
exultante o excesivo” (Tuse., IV, 6, 13). que estaba formado por las obras aris-
31
A le j a n d r is m o
Á lg e b ra d e la ló g ic a
totélicas conservadas y que más tarde principio y fin del mundo (Apocalip
resultó riquísima, hasta reunir 700 000 sis I, 8; XXI, 6; XXII, 13, etc.).
volúmenes. La cultura alejandrina se
caracteriza por el divorcio entre ciencia la lógica (ingl. logical alge­
Á lg e b ra d e
y filosofía. En tanto que las investiga­ bra ; franc. algebre de la togique; alem.
ciones científicas, la determinación de Algebra der Logik). Ya Leibniz había
sus métodos y la sistematización de sus intuido la posibilidad de un cálculo
resultados adquieren una gran impor­ literal afín al del Á. ordinaria, en el
tancia en este periodo, la filosofía re­ cual, definidas mediante axiomas (muy
nuncia al deber que constituyó su gran­ similares a les axiomas algebraicos)
deza en la época clásica: la búsqueda ciertas operaciones lógicas (adición, sus­
libre de los caminos y las formas de tracción, multiplicación, división, ne­
una existencia propiamente humana. Se gación) y determinadas relaciones (im­
obstinó en la pretensión de garantizar plicación, identidad) fundamentales e
al hombre, a toda costa, la paz y la indicadas con símbolos tomados de la
serenidad del espíritu; y así se convir­ matemática, era posible extraer de ta­
tió en privilegio de los pocos sabios que tos axiomas, mediante cálculo, todas
logran aislarse del resto de la vida y las reglas de lá silogística tradicional.
de los problemas que la dominan, y se Pero (debido quizá al primado de pre­
desinteresan, por lo tanto, incluso de la ocupaciones de contenido intensivo, de
investigación científica. La ciencia de origen filosófico, acerca de la idea pura
la época alejandrina nos ofrece grandes del cálculo) no había llegado a resul­
figuras de matemáticos (Euclides, Ar- tados satisfactorios. Y no más afortu­
químedes, Apolonio); de astrónomos nadas fueron las tentativas de sus conti­
(Hiparco y Ptolomeo); de geógrafos nuadores, por ejemplo, Lambert. Sólo
(Eratóstenes); de m édicos (Galeno). los ingleses del siglo xix (Hamilton,
La filosofía se nos presenta dividida en Boole, Jevons, Venn) e, independiente­
dos grandes escuelas: epicureismo (véa­ mente de éstos, Schroder, lograron fun­
se) y estoicismo (véase) y en dos direc­ dar una verdadera y propia Á . de la
ciones filosóficas sostenidas por escue­ lógica. Se entiende esta lógica como
las diferentes: el escepticismo (véase) un cálculo literal bivalente, caracteri­
y el eclecticismo (véase). Durante este zado : 1) por el hecho de que las ecua­
periodo surge la noción, que a veces ciones pueden adquirir solamente los
predominr aún en el habla corriente, de valores 0 o 1; 2) por los axiomas “a +
que la filosofía es una actividad con­ + a = al’ y “a .a = a" (con todas las
soladora y tranquilizadora que impi­ consecuencias que de ello resultan);
de al hombre mezclarse en las cosas de 3) por la ausencia de operaciones indi­
la vida común y trata de garantizar la rectas, como la sustracción (ya que no
imperturbabilidad del espíritu. es posible equiparar a la sustracción
la negación "— a", no obstante el axio­
A le ja n d ris m o (ingl. alexandrinism; franc.
ma, enunciado por Leibniz en su mo­
alexandrinisme; alem. Alexandrinism- mento: “a -—<z= 0”). Este mero cálculo
us). Nombre dado, durante el Rena­ literal no significa nada en sí, ya que
cimiento, a la doctrina de Alejandro se trata de un puro juego simbólico
de Afrodisia sobre el entendimiento ac­ (precisamente, una "A. booleana” entre
tivo (véase). muchas posibles) pero es susceptible de
A le tio lo g ía (alem. Alethiologie). Nombre
una doble interpretación, que interesa
a la lógica. En primer lugar, los sím­
dado por Lambert a la segunda de las bolos a, b, c ... indican clases; los sig­
cuatro partes de su Nuevo órgano (1764). nos " + ”, " . ”, indican operaciones entre
Se trata de aquella que estudia los ele­
mentos simples del conocimiento y tie­ clases (véase a d i c i ó n ; m u l t i p l i c a c i ó n
l ó g ic a ) ; a < b se interpreta “la clase a
ne la forma de una especie de anatomía se halla incluida en la clase b” ; el sig­
de los conceptos, cuya finalidad es el
logro de los conceptos más simples e no negativo "—a” o “a"’, indica la clase
indefinibles. formada por todos los individuos que
no pertenecen a la clase a; 0 indica la
A lfa -O m e g a . Expresión adoptada en el clase vacía, 1 la clase total o universo
Apocalipsis para designar a Dios como del discurso (véase). La segunda inter­
32
Algo
A lm a
prefación es, en cambio, la preposicio­ la (x), o sea, corresponde a la disyun­
nal ; los símbolos a, b, c ... indican pro­ ción "/ (a) o f (b) o f ( c) o ...”. De donde
posiciones ; los signos " + ", " . ”, indican si f ( x) es un predicado, equivale a la
operaciones sobre proposiciones; “a<.b" fórmula habitual "algún x es / ” o tam­
indica la implicación {“a implica £>”); bién "algunos x son f" de la lógica tra­
"— a (o a')" indica la negación de la dicional. Ya en los Analíticos de Aris­
proposición a; finalmente 0 se inter­ tóteles, ti; (por lo común en el dativo
preta como "falso”, 1 se interpreta co­ ti vi en la fórmula tó A xm x(j) B ÚJxápxEI>
mo "verdadero”. De tal manera se funda "A es inherente a algún B”) es usado
una interpretación del cálculo lógico- con este preciso valor, como signo de
algebraico que absorbe en sí, transfor­ la proposición particular afirmativa.
mándola en disciplina formal y deduc­ En el latín medieval, al volver a entrar
tiva, la silogística tradicional. La lógica como forma normal de proposición la
matemática, fundada por Frege y Rus- fórmula homo currit, el xls griego, que
sell, y más tarde la lógica simbólica ya en Aristóteles se refería siempre al
contemporánea, que absorbe los elemen­ sujeto lógico de la proposición, fue
tos más vitales del A. de la lógica, la traducido con el adjetivo aliquis y se
han hecho actualmente insólita. G. P. hizo concordar gramaticalmente con el
sujeto (así aliquis homo currit, pero
Algo (gr. xí; lat. aliquid-, ingl. some- aliqui homines currunt, si bien en ló­
thing; franc. quelque chose; alem. Etwas; gica las dos formas resulten perfecta­
ital. qualcosa). Un objeto indetermina­ mente sinónimas), de lo que resulta
do. Dice Wolff: "A. es aquello a lo nuestro "A.” y "algunos". Sin embargo,
que responde una noción determinada” fue la lógica medieval la que le reco­
(Ont., §59), lo que significa que es noció claramente la función de opera­
aquello a lo que corresponde una noción dor, esto es, de signo no significante
que no incluye contradicción. Baum- que sólo tiene la tarea de modificar
garten se vale de este último rasgo para la denotación del término que sirve de
definir el A. (Met., §8). Y Kant decía: sujeto. G. P.
"La realidad es A., la negación no es
nada” (Crít. R. Pura, Anal, de los Princ., A lg u n o s, véase supra.
Nota a las anfibolías de los conceptos
de la reflexión). Y Hegel: "El ser de­ Alma (gr. tpux"ñ: lat- anima; ingl. soul;
terminado, reflejo en sí en este carácter franc. áme\ alem. Seele; ’tal. anima).
suyo, es lo que existe, A." (Ene., §90). En general, el principio de la vida,
El concepto se usa actualmente en la de la sensibilidad y de las activida­
lógica. Véase c u a n t if ic a d o r . des espirituales (entendidas y clasi­
ficadas en la forma que fuere), en
A lg o ritm o (ingl. algorism; franc. algo-
cuanto constituye una cantidad por sí
rithme-, alem. Algorithmus). Cualquier o sustancia. Esta última nota es impor­
procedimiento de cálculo. El término tante, porque el uso de la noción de
se deriva del nombre del autor árabe A. se halla condicionado por el reco­
del tratado que introdujo en Europa, nocimiento de que cierto conjunto de
en el siglo ix, la numeración decimal operaciones o de sucesos, precisamente
y, al principio, designaba los procedi­ los denominados "psíquicos" o "espiri­
mientos del cálculo aritmético. Más tuales” son las manifestaciones de un
tarde se generalizó, de modo que abarca principio autónomo, irreducible por su
todo procedimiento de cálculo. originalidad a otras fealidades, si bien
A lg u n o (ingl. some; franc. quelque-, está en relación con ellas. El hecho de
alem. einige; ital. quatche). En la ló­ que el alma sea incorpórea o que tenga
gica contemporánea, "A." o "algunos” es la misma constitución de las cosas
un operador de campo, en el cual el corpóreas, es un problema de menor
símbolo más usado es "( 7 x)”, por ejem­ importancia, ya que la solución mate­
plo, en fórmulas como "(Hx). f (x)", rialista está a menudo igualmente fun­
que se lee "existe por lo menos un x dada, lo mismo que su opuesta, en el
tal que f ( x ) es verdadero”. Ello co­ reconocimiento del A. como sustancia.
rresponde a una suma o disyunción lógi­ Esta fundamental significación del alma
ca que obra en el campo de validez de la considera, la mayoría de las veces.
33
Alma

como ‘sustancia’, entendiéndose precisa­ misma, que vive y da vida, y la realidad


mente con este término una realidad corpórea, que tiene caracteres opuestos.
por sí misma, o sea, que existe inde­ Y estas determinaciones hubieron de
pendientemente de las demás (véase servir de base a todos los ulteriores
s u s t a n c i a ). El reconocimiento de la rea- tratamientos filosóficos del alma.
lidad-A. parece dar sólido fundamento Entre ellos, es el de Aristóteles el
a los valores relacionados con las acti­ de mayor importancia, porque las de­
vidades espirituales humanas, que, sin terminaciones que Aristóteles atribuye
ella, parecerían quedar suspendidos de al ser psíquico, de acuerdo con su con­
la nada, por lo que la mayor parte cepto sobre el ser, habrían de servir, por
de las teorías filosóficas tradicionales mucho tiempo, como modelo de buena
consideran la sustancialidad del alma parte de las doctrinas acerca del alma.
como una garantía de la estabilidad y Según Aristóteles, el A. es la sustancia
permanencia de dichos valores. Tal ga­ del cuerpo. La define como "el acto
rantía se refuerza a veces por la creen­ final (entelequia) y primero de un cuer­
cia de que el A. es, en el mundo, la po que tiene la vida en potencia”. El A.
realidad más alta y última y, en oca­ se halla respecto al cuerpo como el acto
siones, el principio mismo que ordena de la visión respecto al órgano visual:
y gobierna al mundo. Dadas estas ca­ constituye la realización de la capaci­
racterísticas de la noción del término, dad, que es privativa de un cuerpo or­
la historia filosófica del mismo es un gánico. Como todo instrumento tiene
tanto monótona, porque la reiteración su función, que es el acto o actividad
de la realidad del A. se nos presenta, de del instrumento (como, por ejemplo, la
preferencia, en términos de los concep­ función del hacha al cortar), de tal ma­
tos que cada filósofo usa para definir nera el organismo, en cuanto instru­
la realidad misma. Así, por ejemplo, mento, tiene la función de vivir y pen­
para Anaxímenes (Fr. 2, Diels), lo mis­ sar, y el acto de esta función es el
mo que para Diógenes de Apolonia A. (De an., II, 1, 412 a 10). Por lo tanto,
(Fr. 5, Diels), el A. es aire, pues ambos el alma no es separable del cuerpo o
ven en el aire el principio de las cosas; por lo menos no son separables del
para los pitagóricos (Arist., Pol., VIII, cuerpo las partes del A. que constituyen
5, 1340b 19) es armonía, ya que con­ la actividad de las partes del cuerpo, ya
sideran la estructura misma del cosmos que nada impide que sean separables
como la armonía expresada en núme­ las partes del A. que no son actividad
ros; es fuego para Heráclito (Fr. 36, del cuerpo (Ibid., II, 2, 413 b 26). Como
Diels) que ve en el fuego el principio acto o actividad, el A. es forma y co­
universal; para Demócrito se halla for­ mo forma es sustancia, en una de las
mada por átomos esféricos, que pueden tres determinaciones de la sustancia,
penetrar fácilmente en el cuerpo y que puede ser forma, materia o el com­
moverlo (Arist., De an., I, 2, 404, 1) y puesto de materia y forma. En efecto,
así sucesivamente. Es probable que Pla­ la materia es potencia, la forma es acto
tón no hiciera más que expresar un y todo ser animado se halla compuesto
pensamiento explícito en estas deter­ de ambas cosas; pero en tanto el cuerpo
minaciones, al afirmar que el A. se no es el acto del A., el A. es la activi­
mueve por sí. Precisamente le sirvió dad de un cuerpo determinado, es de­
para definir el A.: "Todo cuerpo que cir, la realización de la potencia que es
desde fuera sea movido es inanimado; propia de este cuerpo; por lo que se pue­
al contrario, todo cuerpo que de dentro de decir que no existe ni sin cuerpo
se mueva de por sí y para sí será ani­ ni como cuerpo {Ibid., 414 a 11).
mado; que tal es la naturaleza misma Estas determinaciones aristotélicas
del alma" (Fedro, 245 d). El A. es, por constituyeron, por muchos siglos, el
lo tanto, la causa de la vida (Crat., proyecto total de la "psicología del A.”.
399 d) y en consecuencia es inmortal, ya Según los diferentes intereses (meta-
que la vida constituye su misma esen­ físico, moral, religioso) que han presi­
cia (Fed., 105 dss.). Por medio de estas dido el desarrollo de la psicología, en
determinaciones Platón distinguía, pre­ su historia se ha insistido acerca de una
cisamente, entre la realidad del A., sim­ u otra de las determinaciones aristoté­
ple, incorpórea, que se mueve por sí licas, las más importantes de las cuales
Alma

son: el A. como sustancia, o sea, reali­ que el A. es cuerpo y la que sostie­


dad en el más pleno sentido del térmi­ ne que el A. es forma del cuerpo (Erm.,
no; y el A. como principio independien­ IV, 7, 2ss.; IV, 7, 8, 5). El motivo es
te de operaciones, o sea, causa. La uno solo: Plotino no quiere que el A.
finalidad de estas determinaciones es tenga ningún nexo con el cuerpo y su
garantizar un apoyo sólido a las activi­ única preocupación es la de definir la
dades espirituales y, por tanto, a los va­ realidad justo en términos de su depen­
lores producidos por tales actividades. dencia del cuerpo y de todas las de­
La segunda serie de determinaciones terminaciones corpóreas. Por consi­
son las de la simplicidad e indivisibi­ guiente, Plotino acentúa los caracteres
lidad, cuya finalidad es garantizar la divinos del A. y, por lo tanto, su uni­
impasibilidad del A. respecto a las mu­ dad, indivisibilidad, ingenerabilidad e
taciones corpóreas y, por medio de la incorruptibilidad, caracteres negativos
corruptibilidad, su inmortalidad. La ter­ todos ellos, como son, por lo demás,
cera determinación importante es su caracteres negativos los que Plotino
relación con el cuerpo, definida por atribuye a Dios. Pero ¿cuál es el camino
Aristóteles como relación de la forma de acceso a la realidad del A. así en­
con la materia, del acto con la poten­ tendida? Plotino responde que para exa­
cia. La primera determinación no es minar la naturaleza de una cosa es
negada ni aun por los materialistas. necesario considerar la cosa en su pure­
Epicuro, que concibe el A. como com­ za, porque todo lo agregado a la cosa
puesta de pequeñas partículas sutiles, misma es un obstáculo para su cono­
difusas por todo el cuerpo, como un cimiento. Por consiguiente, para exami­
soplo cálido, cree, no obstante, que el nar lo que es el alma, es necesario
A. tiene la capacidad causal de las sen­ quitarle todo lo que le sea extraño, es
saciones, capacidad preparada por el decir, es necesario mirarse a uno mismo
cuerpo y de la que éste participa, pero y retirarse a la propia interioridad. De
que en cierta medida es independiente tal modo, la noción de conciencia, en­
del cuerpo mismo, ya que cuando el A. tendida como introspección o replega-
se separa de él, el cuerpo no tiene ya miento sobre sí, o reflexión interior, co­
sensibilidad (Ep. a Erod., 63ss.). De mienza, por obra de Plotino, teniendo
tal manera, el A. no es simple ni inmor­ su mejor expresión en la noción del A.,
tal (se disuelve en sus partículas con ya que el A. misma queda reducida al
la muerte del cuerpo); pero es, sin movimiento de la introspe ción. “La
embargo, una realidad en sí misma, sabiduría y la justicia —dice Plotino—
dotada de capacidad causal propia, in­ no se pueden ver saliendo del A.; el A.
dispensable a la vida misma del cuer­ ve estas cosas en sí misma, en su re­
po. De manera análoga, los estoicos flexión sobre sí misma; en su primer
sostienen que el A. es un soplo congé- estado las ve en sí como estatuas que
nito a nosotros; como tal es cuerpo, el tiempo ha enmohecido y que ella
porque si no lo fuera no podría unirse limpia. Es como si se tratara de un
al cuerpo ni separarse de él, pero puede oro que tuviera un A. y se liberara del
ser, no obstante, inmortal, de la misma fango que lo cubriese; al principio, en
manera que el A. del mundo, que es su ignorancia de sí, no se vería como
inmortal, de la que forman parte las oro, pero luego se admiraría a sí mis­
de los seres animados y las A. de los sa­ mo, al verse aislado, y no desearía te­
bios (Dióg. L., VII, 156-57). En este ner otra belleza extraña, sino que sería
caso la corporeidad del A. no le quita tanto más fuerte cuanto más se lo
la simplicidad ni la inmortalidad; como dejara librado a sí mismo” (Enn., IV,
tampoco se las quita en la concepción 7, 10). Estas palabras de Plotino abren
de Tertuliano, que también la consi­ las puertas a la otra alternativa de la
dera como un soplo o flatus de Dios y, doctrina del A., o sea, aquella por la cual
por lo tanto, generada, corpórea e in­ terminaría siendo sustituida por el con­
mortal (De an., 8ss.). cepto de conciencia. Aquí el recogerse
La aceptación casi universal de la en sí mismo, el abandonarse a sí mis­
doctrina aristotélica del A. tiene una mo, la mirada a la propia interioridad,
excepción en Plotino. Plotino critica de la actitud de reflexionar sobre sí mis­
igual manera la doctrina que afirma mo, resultan expresiones que sirven
35
Alma

para definir un tipo de investigación cuerpo, con el fin de garantizar su in­


que prescinde completamente del cuer­ mortalidad. La única innovación que
po y, por lo tanto, también de aquello presenta la escolástica agustiniana fren­
con lo que el cuerpo nos pone en rela­ te a esta teoría, y en contraste con la
ción, o sea de las cosas y los demás dirección aristotélico-tomista de la pro­
hombres (Ibid., V, 3, 1-2). pia escolástica, concierne a la relación
Los neoplatónicos y los Padres de la entre A. y cuerpo: la admisión de una
Iglesia oriental repiten las determina­ forma corporeitatis inherente al cuer­
ciones neoplatónicas: la inmaterialidad po como tal, con anterioridad a su
y la unidad del A. son los caracteres unión con el A. y que lo predispone a
fundamentales que le reconocen Por­ tal unión. La forma corporeitatis es
firio (Stob., Ecl., I, 818) y Proclo (Inst. la realidad que posee el cuerpo humano
íheol., 15) como también San Gregorio como cuerpo orgánico, independiente­
de Nisa (De an. et resur., pp. 98 ss.). mente de su unión con el A. (Duns
Pero es, sobre todo, San Agustín quien Scoto, Op. Ox., IV, 11, q. 3; Occam,
recoge la herencia del neoplatonismo Quodl., II, q. 10). Esta admisión se halla
y la trasmite al mundo cristiano, con ligada al reconocimiento de que la ma­
el reconocimiento de la interioridad teria en general no es pura potencia,
espiritual como camino privilegiado de sino que posee, ya como materia, cierta
acceso a la propia realidad del alma. realidad actual que es precisamente la
Este camino de acceso es la expe­ forma corporeitatis. Véase a g u s t i n i s m o .
riencia interior, la reflexión acerca de Pero la escolástica del siglo xiv nos
la propia interioridad, la "confesión” ofrece, con Occam, una innovación muy
como reconocimiento de la propia rea­ radical, la duda acerca de la realidad
lidad íntim a: en una palabra, lo que del A. intelectiva. En efecto, dice Oc­
en moderno lenguaje se denomina con­ cam (Quodl., I, q. 10) que por A. inte­
ciencia (véase). En los Soliloquios lectiva se entiende "una forma inma­
(I, 2) San Agustín declara que no desea terial e incorruptible que está en su
conocer otra cosa aparte de "Dios y totalidad en la totalidad del cuerpo y
el A.". Pero Dios y el A. no requieren, la totalidad en cada parte, y no es posi­
para él, dos investigaciones paralelas o ble conocer con evidencia, ni por la
de algún modo diferentes, porque Dios razón ni por la experiencia, que seme­
se halla en el A. y se revela en la más jante A. sea forma del cuerpo y que el
reposada ’-iterioridad del A. misma. entendimiento sea propio de tal sus­
"No salgas de ti, retoma a ti mismo, en tancia”. Las razones que se pueden
el interior del hombre habita la ver­ aducir para la demostración de tal for­
dad; y si encontraras cambiante tu na­ ma son, por lo demás, dudosas; y en
turaleza, también trasciendes tú mismo” cuanto a la experiencia, todo lo que
(De vera reí., §39). Esta actitud, que experimentamos son la intelección, la
domina toda la búsqueda agustiniana, volición, etc., operaciones que bien pue­
debería dar frutos más tarde, comen­ den ser propias de una "forma extensa,
zando por la escolástica tardía. Pero la generada y corruptible”, o sea del cuer­
escolástica está dominada en su con­ po mismo. Occam relega a materia de
junto por la doctrina aristotélica del fe, por lo tanto, no solamente la inmor­
A., que se vuelve a proponer en los talidad del A. (como ya lo había di­
mismos términos a partir de Scoto Erí- cho Duns Scoto), sino aun la propia
gena (De divis. nat., II, 23) hasta Duns realidad extensa del alma intelectiva,
Scoto (Op. Ox., IV, 43, q. 2), quien se como supuesto sujeto de operaciones
limita a agregar que puesto que el A. espirituales, de las que tenemos expe­
es la forma del cuerpo, según decía riencia. Esta negación se hace, precisa­
Aristóteles, no puede subsistir al des­ mente, a base de la experiencia que se
truirse el cuerpo y, por lo tanto, la tiene de los propios actos espirituales
inmortalidad es sólo materia de fe. Las (intelectivos y volitivos), experiencia
mismas notas de Santo Tomás (S. Th. que, para Occam, es un conocimiento
I, q. 75; C. Gent., II, 19 ss.) no agrega­ intuitivo de naturaleza espiritual (cog-
ron nada a la doctrina aristotélica del nitio intuitiva intellectiva) por el cual
A., a no ser la mayor insistencia acerca se hallan inmediatamente presentes los
de la independencia del A. respecto al actos o las operaciones espirituales, en
36
Alma

sus singularidades y en sus relaciones ciente” (II Rép., def. I), o sea dudar,
recíprocas (In Sertt., pról. q. 1; Quodl., comprender, concebir, afirmar, negar,
I, q. 14; II, q. 12). Mediante estas notas querer, no querer, imaginar, sentir, etc.
se introdujo en la historia de la filo­ De tal manera, la conciencia es una
sofía el concepto de una experiencia vía de acceso privilegiada, segura de
interna, diferente de la experiencia sen­ ser absolutamente indubitable, a una
sible o externa, en tanto que se ponía realidad, la sustancia A., que a su vez
en duda la realidad a la que tal expe­ resulta privilegiada, porque puede ser­
riencia debía dar acceso, o sea la rea­ vir como principio para conocer las
lidad del A. La experiencia interna se otras realidades. La misma conciencia
convertiría con Descartes en el punto es, por lo demás, en cuanto es testi­
de partida de la filosofía moderna. monio del carácter pasivo de la facul­
La noción del A. como sustancia so­ tad sensible, lo que hace pensar en una
brevivió a la crisis del Renacimiento. sustancia o realidad diferente del A. y
Ni el materialismo de Telesio ni el de que actúa sobre ella, o sea, en una sus­
Hobbes fueron verdaderas y propias ne­ tancia corpórea o extensa que, luego,
gaciones de la sustancialidad del alma. hace cierta el principio de la veracidad
Telesio admite una sustancia intelecti­ divina. De tal manera, Descartes ha
va, directamente creada e infundida determinado el desarrollo subjetivista
por Dios en el hombre, sólo para ex­ de la interpretación del A. como sus­
plicar la vida religiosa del hombre, su tancia. Los atributos tradicionales del
aspiración a la trascendencia (De rer. A., tales como la simplicidad, la in­
nat., V, 2), pero considera el mismo destructibilidad, la unidad, etc., subsis­
"espíritu animal” del que se vale para ten. Pero el camino de acceso a la
explicar la sensibilidad, la inteligencia realidad del A. tiene el privilegio de
y también la vida moral del hombre, ser el más cierto, porque posee la cer­
aun siendo de naturaleza corpórea y teza del cogito. Con referencia a esta
producido por el semen, como realidad certeza, la de las otras cosas, o sea la
en sí, como "sustancia” (Ibid., V, 10). de las sustancias extensas, resulta se­
En cuanto a Hobbes, declara ilegítimo cundaria y derivada, por ser precisa­
el paso, formulado por Descartes, de la mente mediata de la conciencia. Ahora
proposición “Yo soy una cosa que pien­ bien, este planteamiento es el que do­
sa”, que es indubitable, a la proposición mina en todas las doctrinas modernas.
"Yo soy una sustancia pensante”, ya Spinoza y Leibniz traducen ei concepto
que no es necesario que la cosa que cartesiano del A. a términos de su con­
piensa sea pensamiento, pues puede ser cepto de realidad. Para Spinoza, el A. es
el cuerpo mismo (III Objections, 2). "la idea de una cosa singular existente
La interpretación materialista del A. no en acto” (Eth., II, 11), o sea, la con­
niega que sea una "cosa”, es decir, una ciencia correlativa a un cuerpo orgáni­
realidad. co. No se puede decir que el A. sea
Por lo que se refiere a la noción de sustancia, porque la sustancia es una
alma en el mundo moderno, el des­ sola y es Dios. Pero como idea, el A. es
arrollo decisivo se debe a Descartes, en parte del entendimiento divino infini­
cuya doctrina la reafirmación de la rea­ to, es decir, es una manifestación
lidad del A. se une al reconocimiento necesaria de la sustancia divina (Ibid.,
de un privilegiado camino de acceso a II, 9) y por lo tanto es eterna (Ibid., V,
tal realidad. Este camino de acceso es 23). Para Leibniz el alma es una sustan­
el pensamiento o, mejor dicho, la con­ cia espiritual, una mónada que, como un
ciencia (véase). El cogito ergo sum espejo, representa en sí la totalidad del
revela en forma evidente, según Des­ mundo, pero en sí misma es simple, o
cartes, la sustancia pensante, o sea, sea, sin parte e indivisible (Manad.,
revela "un ser cuya existencia es más § 1, 56). A diferencia de las otras móna­
conocida que la de los demás, de mane­ das, que son los átomos espirituales
ra que puede servir como principio que componen todas las cosas del uni­
para conocerlos” (Lett. a Clercelier, en verso (comprendidas las corpóreas), el
Oeuvres, IV, 443). Ahora bien, el cogito A. es espíritu, esto es, razón, en cuanto
comprende "todo lo que está en mí y posee las verdades necesarias y puede,
de lo cual soy inmediatamente cons­ de tal manera, elevarse a los actos
37
Alma

reflexivos que constituyen los objetos objetos externos, con todo, se parece
principales de nuestros razonamientos mucho y puede llamársele con propie­
( Theod., pref.; Manad., §30). Pero se dad sentido interno" (Ibid., II, 1, 4).
trata de una diferencia de grado, más Con esto Locke ha admitido dos cami­
que de calidad: el A. es solamente una nos de acceso, paralelos e independien­
mónada más activa y perfecta, en la tes, a dos realidades que se presuponen
cual las apercepciones, o sea las percep­ independientes y paralelas, o sea el
ciones claras y distintas, tienen una cuerpo y el alma. Hume no ha presu­
parte mayor frente a las pequeñas per­ puesto la distinción de estas dos rea­
cepciones o percepciores oscuras y con­ lidades ni, consecuentemente, ha admi­
fusas. La doctrina de Leibniz represen­ tido la distinción entre los dos caminos
ta, de tal manera, una reducción al de acceso respectivos. La realidad sus­
límite, en el sentido espiritual, del prin­ tancial, ya sea de las cosas materiales
cipio cartesiano que daba privilegio a como la del A. o del yo, es una cons­
la conciencia. La “psicología racional” trucción ficticia, que toma el principio
de Wolff, que fue objeto específico de de las relaciones de semejanza y de
la crítica de Kant, no es más que la causalidad de las percepciones que exis­
expresión sistemática de la doctrina ten entre ellos (Treatise, I, 4, 2 y 6;
de Leibniz. Inq. Conc. Underst., XII, 1). Pero los
A partir de Descartes, el concepto de ingredientes elementales de dichas cons­
"conciencia”, o sea de totalidad o mun­ trucciones, ingredientes que constituyen
do de la experiencia interna, va gra­ el único dato cierto de la experiencia,
dualmente obteniendo la primacía en están constituidos por impresiones y
el concepto tradicional de A. Ya Des­ por ideas y, por lo tanto, son suminis­
cartes y Leibniz, aun refiriéndose a trados por la experiencia interna o
las determinaciones del A. como sus­ conciencia. De tal manera, mientras
tancia, acaban por interpretar a su Hume realiza la demolición escéptica
modo la noción de sustancia: la reali­ de la noción de A. como realidad o
dad que ellos atribuyen al A. es la sustancia, contribuye, en igual medida,
revelada y testimoniada por los actos, al establecimiento de la supremacía
o por el acto fundamental de la con­ de la conciencia, cuyos datos se reco­
ciencia como pensamiento, apercepción, nocen como los únicos elementos cier­
etcétera. Locke, que consideraba que tos del conocimiento humano.
"nos es desconocida la sustancia del La rivalidad entre las dos nociones de
espíritu (como, por lo demás, la del cuer­ A. y de conciencia llega a su punto cul­
po) (Essay, II, 23, 30), ha estimado minante en la crítica que Kant formula
cierta, de manera privilegiada, la con­ a la psicología racional, esto es, a la
ciencia que el hombre tiene de su pro­ noción de A. en sus atributos tradicio­
pia existencia, atribuyéndola a un "co­ nales de sustancialidad, simplicidad,
nocimiento intuitivo” que no es más unidad y posibilidad de relaciones con
que la conciencia de los propios actos el cuerpo (Crít. R. Pura, Dial, trasc.,
espirituales (Ibid., IV, 9, 3). Por lo de­ Paralogismos de la razón pura). La
más, Locke ha reconocido en la expe­ crítica kantiana afirma que toda la psi­
riencia interna o reflexión, una de las cología racional se funda en un "para­
fuentes del conocimiento y la ha con­ logismo", o sea en un error formal de
siderado como "la percepción de las razonamiento o en un "equívoco", en
operaciones interiores de nuestra pro­ el sentido de tomar como objeto de co­
pia mente al estar ocupada en las ideas nocimiento, al cual se aplica la catego­
que tiene”. Tales operaciones son la ría de sustancia, el “Yo pienso”, que
percepción, pensamiento, duda, creen­ es simple "conciencia” y que constituye
cia, razonamiento, conocimiento, volun­ la primera condición del uso mismo de
tad, etc., o sea, por lo general, todas las categorías. "La unidad de la con­
las diferentes actividades de nuestra ciencia —dice Kant— que sirve de
propia m ente... de que se tiene con­ fundamento de las categorías, es toma­
ciencia. "Esta fuente de origen de ideas da aquí por intuición del sujeto, tomado
—agrega Locke— la tiene todo hombre como objeto y al que se aplica la cate­
en sí mismo; y aunque no es un sen­ goría de sustancia.” Es necesario obser­
tido, ya que no tiene nada que ver con var que la conciencia a que hace refe'
38
Alma

rencia Kant es la expresada por la rísticas tradicionales (sustancialidad,


proposición empírica “Yo pienso”, que inmaterialidad), pero en el sentido de
contiene en sí la proposición "Yo exis­ que estas características puedan ser
to” (Ibid., Impugnación al argumento referidas a la conciencia. "El A. —nos
de Mendelssohn, nota) y, por lo tanto, dice— no es inmaterial solamente por
la conciencia de la propia experiencia sí, sino que es la inmaterialidad uni­
como determinante, a través de un con­ versal de la naturaleza, su simple vida
tenido empírico dado, o sea, como ideal. Es la sustancia y, por lo tanto,
"espontaneidad” intelectual que no pue­ el fundamento absoluto de toda par­
de obrar sino sobre un material sumi­ ticularidad o individualización del es
nistrado por la experiencia. Es, por lo píritu, de modo que el espíritu tiene en
tanto, diferente del conocimiento de sí el A. la totalidad de la materia de su
mismo, el cual, como todo otro conoci­ determinación y el A. continúa siendo
miento, es posible sólo mediante la la idealidad idéntica y predominante de
aplicación de las categorías a un con­ ésta. Pero en tal determinación todavía
tenido empírico y es, por lo tanto, tam­ abstracta, el A. es solamente el sueño
bién conocimiento fenoménico" {Ibid.., del espíritu, el nous pasivo de Aristó­
Analítica de los conceptos, §25). De teles, que bajo el aspecto de la posibi­
tal manera la crítica kantiana a la lidad, es todo” {Ibid., §389). En otros
psicología racional y al concepto de A., términos, que el A. sea inmaterial sig­
que constituye su eje, consiste en decla­ nifica solamente que la materia no exis­
rar ilegítima la transformación de la te porque "la verdad de la materia es
conciencia en sustancia y, por lo tanto, el espíritu” ; y que el A. sea sustancia
en la eliminación de la noción mis­ sólo significa que el espíritu es también
ma de A. como realidad subsistente individualidad, o sea conciencia indivi­
por sí misma. dual. Las determinaciones tradicionales
En cierto sentido esta crítica ha son conducidas aquí a significaciones
sido decisiva en la historia de la filo­ diferentes, condicionadas por la reduc­
sofía, no por el hecho de que los filó­ ción del A. a la primera fase del espí­
sofos dejaran de hablar del A. en algún ritu consciente.
sentido, sino porque ese tipo o especie Por otro lado, y con otra intención,
de realidad que al A. se atribuye, es el positivismo efectuaba la misma re­
entendido en términos de conciencia, a ducción del A. a la conciencia, adop­
partir de Kant e incluso reducido, a me­ tando y continuando la doctrina del
nudo, a la conciencia misma. Esta in­ empirismo clásico y especialmente la
versión de la relación entre el A. y de Hume. La intención, aquí, era pre­
la conciencia, mediante la cual la con­ parar y fundar una "ciencia" de los
ciencia, como camino de acceso a la hechos psíquicos que tuviera el mismo
realidad-A. se transforma en esta mis­ rigor que la ciencia de la naturaleza.
ma realidad, resulta evidente asimismo En esta dirección el término "A.” apa­
en las dos grandes corrientes de la rece ya como impropio y a menudo es
filosofía del siglo xix, el idealismo y sustituido por el de espíritu o mente
el positivismo. Hegel, por ejemplo, con­ (véase); y, en este sentido, dice Stuart
sidera al A. como el primer grado del Mili, por ejemplo, que el espíritu (mind)
desarrollo del Espíritu, que es la con­ es la "serie de nuestras sensaciones”,
ciencia en su grado más alto, esto las cuales, además, poseen "una infinita
es, conciencia de sí y la configura como posibilidad de sentir” (Examination crf
"Espíritu subjetivo”, o sea, como el es­ Hamilton’s Philosophy, pp. 242 ss.) o, en
píritu en el aspecto de su individuali­ términos más simples, "lo que siente”
dad : "En el A. se despierta la concien­ (Logic, VI, IV, 1). Los "fenómenos psí­
cia; la conciencia se da como razón quicos” o “los estados de conciencia”,
que se despierta inmediatamente al co­ que se explican mediante las diferentes
nocimiento de sí; y la razón, mediante asociaciones de sus elementos más sim­
su actividad, se libera haciéndose obje­ ples (véase a s o c ia c io n is m o ), constituyen
tividad, conciencia de su objeto” {Ene., el objeto de la psicología. Tal “psico­
§ 387). El primero de estos momentos, o logía sin A.” preside los comienzos de
sea el despertar de la conciencia, es la psicología científica y fue bandera
el A. Hegel le reconoce las caracte­ polémica para eliminar del campo la
39
Alma bella

noción tradicional del A. como sus­ nas, etc., que constituyen una uni­
tancia. versidad se preguntara qué es una
El término fue y aún es usado para universidad y dónde tiene su sede.
indicar el conjunto de las experiencias La universidad no es una unidad que
psíquicas, al ser recogidas en una uni­ se agregue a los organismos o a los
dad. Así lo entendió Wundt ( Logik, II, miembros que la constituyen y que po­
pp. 245 ss.), que comprendió el término sea, por lo tanto, una realidad aparte
unidad como unidad de la conciencia. de tales organismos o miembros. De la
Y así lo entiende también Dewey: "En misma manera el A. no tiene realidad
conclusión, se puede afirmar que cuan­ fuera de las manifestaciones singulares,
do la palabra A. queda libre de todas de los comportamientos particulares su­
las huellas del animismo materialista periores que la palabra designa en su
tradicional, denota las cualidades de las conjunto.
actividades psicofísicas en la medida En conclusión, aun antes de esta últi­
en que están organizadas en una uni­ ma condena, la noción tradicional del
dad. Ciertos cuerpos tienen almas en la A. como una especie de realidad en sí,
misma forma destacada y patente en principio y fundamento de los hechos
que otros tienen fragancia, color y soli­ denominados psíquicos o mentales, ha­
dez. .. Decir con énfasis de una persona bía sido abandonada y reducida a la
particular que tiene A. o mucha A. no noción de una unidad funcional o de
es proferir una vulgaridad aplicable por una especie de coordinación y de sín­
igual a todos los seres humanos. Es ex­ tesis entre tales hechos. Pero bajo esta
presar la convicción de que el hombre forma, la noción nos remite a la no­
o la mujer en cuestión tiene en alto ción de conciencia (véase).
grado las cualidades propias de capa­
cidad de participar sensitiva, rica y Alma bella (gr. xa^tj ipuxfi; franc. belle
coordinadamente en todas las situa­ áme; alem. schóne Seele). La expre­
ciones de la vida. Igualmente tienen sión tiene origen místico. Ya Plotino
A. ciertas obras de arte, musicales, poé­ hablaba del A. bella, que es el A. que
ticas, pictóricas, arquitectónicas, mien­ retorna a sí misma o es sí misma
tras que otras son muertas, mecánicas” (Enn., V, 8, 13), recordando quizá a "la
(Experience and Nature, pp. 293 ss.; belleza en las almas” de la que hablaba
trad. esp.; La experiencia y la Natura­ Platón refiriéndose a la forma de be­
leza, México, 1958, F. C. E.). Pero el lleza superior a la belleza corporal
A. en este sentido ya no es "un habi­ (Conv., 210 b). La expresión se encuen­
tante del cuerpo"; designa un conjunto tra más adelante en los místicos es­
de capacidades o de posibilidades, de pañoles del siglo xvi. Una expresión
las cuales cada hombre en particular equivalente (Beauty of the Heart) y la
o cada cosa participa más o menos. misma expresión (belle ame) se en­
La última crítica a la noción de A. es la cuentran en Shaftesbury y en La nueva
formulada por Ryle (Concept of Mind, Eloísa (1761) de Rousseau, respectiva­
1949) que ha bautizado a la concepción mente. Pero en su significación espe­
del A. que remonta a Descartes, como cífica, la expresión fue usada por vez
"espectro en la máquina". En realidad primera por Friedrich Schiller para in­
la noción es mucho más antigua, según dicar el ideal de un A. no sólo “virtuo­
se ha visto, y debe su fuerza, más que sa” (esto es, cuya voluntad se halle
a su capacidad explicativa, a la garan­ determinada por el deber), sino "gra­
tía que otorga o parece otorgar a de­ ciosa”, en el sentido de que en ella la
terminados valores. Ryle piensa que la sensibilidad concuerde espontáneamen­
noción es fruto de un error categorial, te con la ley moral. "Se denomina A.
que considera que los hechos de la vida bella —dice Schiller— aquella en la que
mental pertenecen a un tipo de catego­ el sentimiento moral ha terminado por
ría (o clase de tipos o categorías) ló­ asegurarse todas las afecciones del
gica (o semántica) diferente de la cate­ hombre, al punto de poder abandonar
goría a la que pertenecen. Tal error es sin temor a la sensibilidad la dirección
parecido al que comete la persona de la voluntad, sin correr nunca el
que, luego de haber visitado las aulas, riesgo de hallarse en desacuerdo con
laboratorios, bibliotecas, museos, ofici­ las decisiones de ésta... Un A. bella
40
Alma del mundo

no tiene más mérito que el de existir. burla, designando la actitud del que
Con facilidad, como si el instinto eli­ vive satisfecho con su propia y presunta
giera por ella, ejecuta los deberes más perfección moral, ignorando o descono­
penosos para la humanidad, y el sacri­ ciendo los problemas efectivos, las di­
ficio más heroico que arranca al ins­ ficultades y las luchas que dificultan
tinto natural aparece como libre efecto el ejercicio de una actividad- moral efi­
de tal instinto” (Werke ["Obras”], ed. caz. Este viraje de apreciación se debe
Karpeles, XI, 202. Cf. Pareyson, L’este- probablemente a Nietzsche, quien en su
tica detiIdealismo tedesco, pp. 239 ss.). Genalogía de la moral (I, § 10) descri­
Kant no rechazó resueltamente este bió a los puros de corazón, a las A. be­
concepto de Schiller y, aun atenuán­ llas que se envuelven poéticamente en
dolo, no negó que la virtud pudiese o sus virtudes, como "hombres del resen­
debiese estar acorde con la gracia timiento” en quienes vive un subterrá­
( Religión, I, obs. nota). Sin embargo, en neo espíritu de venganza contra los que
la Antropología (I, § 67) adoptó la expre­ encarnan la riqueza y la potencia de
sión A. bella entendiendo como tal, el la vida. Véase r e s e n t i m i e n t o .
"punto central, en torno al cual el jui­
cio estético recoge todas sus aprecia­ (gr. peyáM! tyuxÉ; Iat.
A lm a d e l m u n d o
ciones acerca del placer sensible, en anima mundi; ingl. world-soul; franc.
cuando éste puede unificarse con la ame du monde; alem. Weltseele; ital.
libertad del entendimiento”. El concep­ anima del mondo). Noción que por lo
to adquirió gran importancia en el ro­ común se apoya en la cosmología tra­
manticismo. Hegel lo adoptó en la Feno­ dicional, que concibe al mundo como
menología del espíritu (VI, C, c): el "un gran animal”, dotado, por lo tan­
A. bella es una conciencia que "vive to, de un A. propia. Así describió Platón
con ansia de empañar con la acción al mundo en el Timeo e imaginó que el
y con el ser la honestidad de su inte­ demiurgo había construido y distribui­
rior”; que al no querer renunciar a su do geométricamente su alma (Tim.,
refinada subjetividad se expresa sólo 34 b). La noción fue adoptada por los
mediante palabras y que, si desea ele­ estoicos, que identificaron a Dios con
gir, se pierde en absoluta inconsisten­ el mundo y lo concibieron como “un
cia. Goethe dedica el VI libro de Los animal inmortal, racional, perfecto, in­
años de aprendizaje de Wilhelm Meister teligente y feliz" (Dióg. L., VII, 137).
a la "confesión de un A. bella”, y la Para Plotino, el A. del m .ndo es la
hacía hablar así: "Yo no recuerdo nin­ segunda emanación del Uno o Dios y
guna orden; nada se me aparece bajo procede del Entendimiento, que es la
figura de ley; es un impulso el que me primera emanación y que también pro­
guía, siempre justo; yo sigo libremente cede del Uno. El A. universal ve por un
mis disposiciones y sé tan poco de li­ lado al entendimiento y por el otro
mitaciones como de arrepentimientos.” a las cosas inferiores o materiales que
El A. bella es una de las figuras típicas ordena y gobierna (Enn., V, 1, 2). En la
del romanticismo: la encamación de la escolástica, el A. del mundo es identi­
moralidad, no como regla o deber, sino ficada a veces con el Espíritu Santo.
como efusión del corazón o del instinto. Así lo hicieron Abelardo (Theot. Christ.,
Scheler, aun dándose cuenta del deca­ I, 17) y algunos representantes de la
dentismo de esta noción romántica, Escuela de Chartres, como Bernardo
cree, sin embargo, que “la antigua Silvestre y Teodorico de Chartres. Du­
cuestión acerca de la relación entre rante el Renacimiento esta doctrina fue
el A. bella que quiere el deber ser aceptada ñor Giordano Bruno, que con­
ideal y que lo realiza no como deber sideró a Dios como el entend^iento
sino por inclinación, y el comporta­ universal "que es la primera y principal
miento ‘por deber' al que Kant reduce facultad del A. del mundo, que es forma
todo valor moral, se resuelve en el sen­ universal de él [del mundo mismo]”
tido de que el A. bella no sólo es de (De la causa, III). Fue aceptada en
parecido valor, sino que tiene un valor general por todos los que admitían la
superior” (Formalismus, p. 226). Pero validez de la magia y que, por cierto,
en el uso contemporáneo la expresión constituyeron un gran número (Corne-
ha adquirido un significado irónico y de lio Agripa, Paracelso, Fracastoro, Car-
41
A lm a, p a r te s d e l
A lte rn a c ió n
daño, Campanella, etc.), ya que la A lte rid a d (gr. ¿teootti;; lat. alteritas,
consideraban como la "simpatía univer­ alietas; ingl. othemess-, franc- altérité-,
sal” entre las cosas del mundo, que el alem. Anderheit; Anderssein; ital. al-
mago utiliza para sus encantamientos teritá). El ser otro, el colocarse o
y para sus acciones milagrosas. Schel- constituirse como otro. La A. es un
ling se sirvió del concepto del A. del concepto más restringido que el de di­
mundo (Sobre el A. del mundo, 1798) versidad y más amplio que el de dife­
para demostrar la continuidad del mun­ rencia. La diversidad puede ser, asi­
do orgánico y del inorgánico en un mismo, puramente numérica, lo que no
todo que, a su vez, es un organismo sucede con la A. (cf. Aristóteles, Met.,
viviente. Hegel negó, en cambio, el "A. IV, 9, 1018 a 12). Por otro lado, la dife­
mundial”, ya que para él, el A. "tiene rencia implica siempre la determinación
su verdad efectiva sólo como indivi­ en la diversidad (véase d i f e r e n c i a ) , en
dualidad, subjetividad” (Ene., §391). tanto la A. no la implica. Aristóteles
Con el predominio de la ciencia y de la cree que la distinción de un género en
concepción mecánica del mundo, la no­ diferentes especies y la diferencia de es­
ción de A. del mundo resultó inope­ tas especies en la unidad de un género,
rante por razones obvias. implica una A. inherente al género mis­
mo, o' sea, una A. que diferencia al
A lm a , p a r t e s d e l, véase FACULTADES. género y lo hace intrínsecamente dife­
rente (Met., X, 8, 1058 a 4ss.). Plotino
Alógico (ingl. alógicat; franc. alogique; utilizó el concepto de A. para señalar
alem. alogisch). 1) Lo mismo que irra­ la diferencia entre la unidad absoluta
cional. del primer Principio y el entendimiento,
2) Todo lo que no puede ser reducido que es la primera emanación de él;
a un tipo particular de racionalidad o siendo el entendimiento pensante y pen­
de lógica. El sustantivo alógico ha sido sado al mismo tiempo, entendimiento
adoptado por Jaspers en este sentido: en cuanto piensa, ente en cuanto es
"En este punto nace una A. racional pensado, se halla marcado por la A.
(vernunftige Atogik), o sea el movi­ además de la identidad (Enn., V, I,
miento verdadero de la razón que logra 4). Hegel se sirve del mismo concepto
su finalidad solamente quebrando la y en una manera análoga para definir
lógica del entendimiento” (Vernunft la naturaleza con respecto a la Idea,
que es la totalidad racional de la rea­
und Existenz ["Razón y existencia”], lidad. La naturaleza es "la idea en la
1933, IV, 2, trad. ital., p. 128). forma de ser otro (Anderssein)". De tal
(gr. aXAoíojai?; ingl. alteration;
A lte ra c ió n manera, es la negación de sí misma y
franc. attération; alem. Alteration-, ital. es exterior a sí misma: de suerte que
alterazione). Según Aristóteles, una de la exterioridad constituye la determi­
las formas del cambio, más precisa­ nación fundamental de la naturaleza
mente la de la categoría de la cua­ (Ene., §274). Pero más en general pue­
lidad : entendiéndose por cualidad no de decirse que, según Hegel, la A. acom­
paña al desarrollo dialéctico total de la
solamente la esencial a una sustancia Idea, ya que es inherente al momento
y expresada en la diferencia específi­ negatiw, que es intrínseco a este des­
ca, sino la que una sustancia o realidad arrollo. En efecto, en cuanto se hallan
recibe o padece (Fís., V, 2, 226 a 23 ss.). fuera del ser indeterminado que tiene
En otros términos, la A. es para Aristó­ como su negación la pura nada, las
teles la adquisición o la pérdida de cua­ determinaciones negativas de la Idea
lidades accidentales; como, por ejem­ resultan a su vez algo determinado, o
plo, hallarse ora en buena salud, ora sea, un "ser otro” de aquello mismo
en mala (Met., VIII, 1, 1042 a 36). Este que niegan. "La negación —no ya como
significado de “cambio cualitativo” ha la nada abstracta, sino como un ser
quedado en el uso filosófico de la pala­ determinado y un algo— es solamente
bra en cuestión, aun cuando no siempre forma para este algo, es un ser otro”
se ha atenido a la limitación aristo­ (Ene., §91).
télica que excluía de la A. las cualida­
des esenciales. A lte rn a c ió n , véase ALTERNATIVA.

42
A lte rn a tiv a , p ro p o s ic ió n
A m b ie n te
(ingl. alterna-
A lte rn a tiv a , p ro p o s ic ió n tra los del Estado. Comte, al igual que
tive proposition; franc. proposition al- todo el romanticismo (véase), obedece
temative; alem. alternative Proposi­ a la exigencia opuesta, que se afirma
tion). Con este nombre se suele en el valor preminente de la autoridad
indicar, precisamente, la proposición estatal y, por lo tanto, su,ética pres­
molecular disyuntiva "p o q” ("por lo cribe pura y simplemente el sacrificio
menos p es verdadero, por lo tanto si del individuo. Así, pues, no debe asom­
no es verdadero p es verdadero q"). brarnos que las doctrinas interesadas
Pero a menudo, en uso no muy rigu­ en la defensa del individuo hayan con­
roso, los componentes de la disyuntiva siderado con hostilidad y desprecio a la
molecular se denominan "alternativos”, moral del altruismo. Nietzsche, identi­
uno respecto del otro. Parece que la ficando el amor hacia el prójimo con
palabra alternatio, introducida por los el A., lo hace condenar por Zaratustra.
autores latinos para indicar la propo­ “Vosotros vais hacia el prójimo huyen­
sición disyuntiva, proviene del lenguaje do de vosotros mismos y querréis ha­
jurídico. G. P. cer de esto una virtud; pero yo leo bien
a través de vuestro A... Vosotros no
(ingl. a ltr u ism ; franc. al-
A ltru is m o sabéis soportaros a vosotros mismos y
truisme; alem. Altruismus; i tal. altruis­ no os amáis lo bastante: y he aquí que
mo). El término fue creado por Comte, queréis seducir a vuestro prójimo in­
en oposición a egoísmo (véase) para duciéndolo al amor y haceros querer
designar la doctrina moral del positi­ de su amor” (Also sprach Zarathustra,
vismo. En el Catecismo positivista cap. acerca del Amor del prójimo; trad.
(1852) Comte enunció la máxima fun­ esp.: Así hablaba Zaratustra, Madrid,
damental del A .: vivir para los otros. 1932). En un terreno más objetivo y
Esta máxima, según sostiene Comte, no científico Scheler (Sympathie, II, capí­
es contraria a todos los instintos del tulo I; trad. esp.: Esencia y formas de
hombre indistintamente, ya que éste la simpatía, Buenos Aires, 1942, Losada)
posee, junto a los instintos egoístas, ha negado la identificación (presupues­
instintos simpatéticos, que la educación ta también por Nietzsche) del A. y el
positivista puede desarrollar gradual­ amor. Scheler ha observado que los
mente hasta hacerlos predominar sobre actos que se dirigen hacia los demás,
los otros. En efecto, ya las relaciones en cuanto otros, no son siempre nece­
domésticas y civiles tienden a contener sariamente "amor”. La envidia, la mal­
los instintos personales, cuando éstos dad, la alegría maligna, se refieren
suscitan conflictos entre los diferentes igualmente a los otros en cuanto tales.
individuos, y a promover las inclina­ Un amor que hace completa abstracción
ciones benévolas que se desarrollan es­ de sí mismo se apoya en un odio aún
pontáneamente en todos los indivi­ más primitivo, o sea el odio hacia sí
duos. El término fue inmediatamente mismo. "El hacer abstracción de sí mis­
aceptado por Spencer, en los Principios mo, el no poder soportar el coloquio
de psicología (1870-72), quien cree que consigo mismo, son cosas que nada
la antítesis entre egoísmo y A . se halla tienen que ver con el amor.” En reali­
destinada a desaparecer con la evolu­ dad la máxima del A.: "vivir para
ción moral, y hará que la satisfacción los otros”, tomada al pie de la letra,
de lo particular coincida cada vez más haría de todos los hombres medios para
con el bienestar y la felicidad de los un fin que no existe; es, por lo tanto,
demás (Data of Ethics, §46). Como es contraria a uno de los teoremas mejor
evidente, el fundamento de la ética establecidos de la ética moderna (y de
altruista es naturalista, ya que apela la ética en general), o sea aquel que
a los instintos naturales que llevan al afirma que el hombre no debe nunca
individuo hacia los demás y pretende ser considerado como un simple me­
promover el desarrollo de tales instin­ dio, sino que debe tener siempre tam­
tos. Su polo opuesto se halla en la ética bién valor de fin.
individualista del siglo xvm, en cuanto A m a b im u s, véase PURPÚREA.
es una ética que reivindica los valores
y los derechos del individuo contra (ingl. environment; franq.
A m b ie n te
los de la sociedad y en particular con- milieir, alem. Mittel). En el significado
43
Ambiente

corriente del término, el conjunto de no se entiende ya según un esquema


relaciones entre el mundo natural y mecánico, o sea como una relación de
los seres vivientes, que influye sobre determinismo causal absoluto. La ac­
la vida y el comportamiento del propio ción selectiva que el ser sobre el que
ser viviente. En este sentido la palabra obra el A. ejerce a su vez en relación
(milieu ambiant) fue probablemente in­ con el A. mismo, ha sido muy subra­
troducida en el uso común por el bió­ yada. "El A. de un organismo —ha dicho
logo Geoffroy St. Hilaire (Études pro Goldstein— no es algo completo, sino
gressives d'un naturaliste, 1835) y acep­ que se forma continuamente a medi­
tada y adoptada por Comte (Cours de da que el organismo vive y obra. Se
philosophie positiva, lee. 40, §§13ss.). podría decir que el A. ha sido extraído
En los escritores antiguos encontramos del mundo de la existencia del orga­
observaciones acerca de la influencia nismo, o mejor, para expresarse más
de las condiciones físicas, y especial­ objetivamente, que un organismo no
mente del clima, sobre la vida de los puede existir si no logra encontrar en el
animales en general y, en particular, mundo, recortarse en él, un A. adecua­
sobre la vida humana; lo mismo que do, naturalmente a condición de que
acerca de la vida política del hombre el mundo le ofrezca tal posibilidad”
(cf. Aristóteles, Pol., VII, 4, 7), obser­ (Aufbaii des Organismos [“Estructura
vaciones que luego han sido repetidas del organismo”], 1934, p. 58). De análoga
en numerosas ocasiones. El mundo mo­ manera, con referencia al A. histórico-
derno debe a Montesquieu (Libro XIV social, Toynbee ha dicho: “El A. total,
de L’Esprit des Lois, 1748) el principio, geográfico y social, en el cual se en­
que desarrolló sistemáticamente, de que cuentre comprendido ya sea el elemento
‘‘el carácter del espíritu y las pasiones humano o el no humano, no puede ser
del corazón son extremadamente dife­ considerado como un factor positivo del
rentes en los diversos climas” y que, por cual hayan surgido las civilizaciones. Es
lo tanto, "las leyes deben corresponder evidente que una combinación virtual­
a la diferencia de estas pasiones y a la mente idéntica de los dos elementos
diferencia de estos caracteres”. El po­ del A. puede originar una civilización
sitivismo del siglo xix atribuyó al en un caso y no originarla en otro, sin
A. físico y biológico el valor de causa que por nuestra parte nos sea posible
determinante de todos los fenómenos explicar esta diferencia absoluta de su
estrictamente humanos, desde la lite­ surgimiento, por una diferencia sustan­
ratura hasta la política. La obra litera­ cial en la circunstancia, por cuanto se
ria y filosófica de Taine contribuyó a pueden definir con exactitud los tér­
la difusión de esta tesis, según la cual el minos de la comparación” (A Study
ambiente físico, biológico y social de­ of History, I, p. 269). Es obvio que esto
termina necesariamente todos los pro­ no significa que el A. no pueda obrar
ductos y los valores humanos y los efectivamente sobre la vida y sobre las
explica. En la Filosofía del arte (1865) creaciones de los hombres, sino que sólo
Taine afirmó que la obra de arte es el resulta más bien la condición de la cau­
producto necesario del ambiente y que, sa. Los filósofos han subrayado este
en consecuencia, se puede deducir de nuevo significado del A. Mead ha di­
él no solamente el desarrollo de las cho : “El A. es una selección que se
formas generales de la imaginación hu­ halla en dependencia de la forma vi­
mana, sino también la explicación de viente” (Phil. of the Act, p. 164). Hei-
las variaciones de los estilos, las dife­ degger, por otra parte, ha caracterizado
rencias de las escuelas nacionales, y su análisis del 'ser en el mundo’ (que
hasta los caracteres generales de las es determinación esencial de la existen­
obras individuales. En el mundo con­ cia) como una puesta de manifiesto en
temporáneo, la noción de A. permanece que hace bien visible en el ‘ser en el
fundamentalmente en las ciencias bio­ mundo’ una modalidad existenciaria del
lógicas, antropológicas y sociológicas, ‘ser en’ que la biología no hace más que
pero se ha transformado poco a poco presuponer (Sein und Zeit, §12; trad.
ya que la relación entre el A. y el or­ esp.: El ser y el tiempo, México, 1962,
ganismo, el hombre o el grupo social F. C. E.).
44
A m b ig ü e d a d
A m é ric a
A m b ig ü e d a d (ingl. ambiguity; franc. am- en un escrito del año 1768 denominado
biguité; alem. Ambiguitdt; ital. ambi- Recherches philosophiques sur les Amé-
guita. 1) Lo mismo que equívoco ricains. En manos de Hegel las anota­
(véase). ciones de Buffon y de De Paw re­
2) Referido a hechos o situaciones: sultaron, conforme a su sistema y su
posibilidad de interpretaciones diferen­ espíritu, "determinaciones absolutas”,
tes o presencia de alternativas que se verdades necesariamente deducidas. A.
excluyen. es un mundo nuevo en el sentido de
hallarse inmaduro y débil; la fauna
A m b ig ü e d a d (alem. Zweideutigkeit). Se­
es más endeble, pero en compensación
gún Heidegger, una de las manifesta­ la vegetación es monstruosa. Faltan en
ciones esenciales, al lado de las ha­ ella los dos instrumentos del progreso
bladurías y de la avidez de novedades civil, el hierro y el caballo (Ene., §339,
(véanse), de la existencia anónima coti­ Apénd.). Por lo tanto, A. es un mundo
diana. En la A. “todo tiene aspecto de nuevo en el sentido de ser joven e
genuinamente comprendido, captado y inmaduro. Hasta el archipiélago entre
dicho y en el fondo no lo está, o no A. del Sur y Asia "muestra una inma­
tiene aspecto de tal y en el fondo lo durez física también en cuanto a su
está”. Esta A. "presenta siempre a origen". Por todo esto, "A. siempre se
la avidez de novedades el espejismo ha mostrado, y sigue mostrándose, fí­
de lo que busca y les da a las habla­ sica y espiritualmente impotente” (Phil.
durías la ilusión de que todo está re­ der Geschichte ["Filosofía de la histo­
suelto en ella” (Sein und Zeit, §37; ria”], ed. Lasson, pp. 122 ss.). Y si bien
trad. esp.: El ser y el tiempo, México, esta inmadurez es cierta, quizá precisa­
1962, F. C. E.). mente por ella, A. es "el país del porvenir,
Ambivalencia (ingl. ambivalence; franc. donde se revelará, en los tiempos que
ambivalence; alem. Ambivalenz; ital. tenemos por delante, y quizá en el con­
ambivalenza). Estado que se caracte­ flicto entre la A. del Norte y la del Sur,
riza por la presencia simultánea de el centro de gravedad de la historia uni­
valoraciones, de actitudes contrastan­ versal”. Pero Hegel agrega de inme­
tes u opuestas. El término es usado diato: "Como país del porvenir, A. no
especialmente en psicología para indi­ nos atañe en absoluto. El filósofo no se
car ciertas situaciones emotivas que ocupa de profecías. Desde el punto de
implican amor y odio y, en general, vista de la historia tenemos que ocu­
actitudes opuestas con referencia al pamos más bien del pasado y del pre­
mismo objeto (cf. E. Bleuler, Lehrbuch sente, en tanto que la filosofía no se
der Psychiatrie ["Tratado de psiquia­ ocupa tampoco ni de aquello que sólo
tría”], !'■ ed„ 1918). ha sido ni de aquello que sólo será,
sino únicamente de lo que es y es
América (ingl. America; franc. Améri- eterno: de la razón; y con esto ya tiene
que; alem. Amerika). Los filósofos del bastante que hacer” (Ibid., ed. Lasson,
romanticismo han tenido parte desta­ p. 129). Schopenhauer, a su vez, repetía
cada en lo que se llamó la “disputa las observaciones (si así pueden lla­
del Nuevo Mundo” que se inició hacia marse) acerca de la inferioridad de la
mediados del siglo xvm, y se puede fauna americana y de los indígenas y
decir que perdura aún con referencia agregaba, en el lenguaje florido de sus
a la inferioridad o superioridad de apostrofes, una descripción de los Esta­
América. La tesis de la debilidad o dos Unidos como un país próspero, pero
de la "inmadurez” de la América nace dominado por un vil utilitarismo y por
con Buffon que, al examinar en forma su ineludible compañera, la ignorancia,
comparativa las especies animales en que ha abierto el camino a la estúpida
A. y en Europa, concluyó que en A. "la mojigatería anglicana, a la necia pre­
naturaleza viviente es mucho menos ac­ sunción y a la brutal vulgaridad unida
tiva y mucho menos variada y, se a una estulta veneración por las muje­
puede decir, mucho menos fuerte” (CEu- res" (Die Welt, II, 44; Parerga, II, VI,
vres, ed. 1826-28, XV, 429). Las tesis §92). Tampoco se sustrae a la misma
de Buffon ampliaban polémicamente las tendencia denigradora la otra rama del
que el abate De Paw había formulado romanticismo, el positivismo, que por
45
Amistad

boca de Comte desvaloriza la impor­ ción que resulta de un hábito (VIII, 5,


tancia de las revoluciones americanas, 117 b 28). El amor es acompañado por la
ve en los Estados Unidos una "colonia excitación y el deseo, que son extraños
universal” y considera su civilización a la A. Al contrario de la A., el amor es
esencialmente privada de originalidad provocado por el gozo que otorga la vis­
y simple copia de la civilización in­ ta de la belleza (IX, 5, 1166 b 30). La A„
glesa. (Cours de phil. positive, V, 470-71; asimismo, se distingue de la benevolen­
VI, 60 n). Por otra parte, el mismo cia, ya que ésta puede dirigirse aun a
romanticismo inspiraba a Emerson una personas desconocidas y también per­
exaltación mística de A. tanto o más manecer oculta; lo que no acaece con
fantástica y arbitraria que las denigra­ la A. (IX, 5, 1167 a 10). La A. es una
ciones de los románticos europeos ( The especie de concordia, pero una concor­
American Schotar, 1837; The Young dia que no reposa en la identidad de
American, 1844). Ya Humboldt anota­ las opiniones, sino más bien, como la
ba (Ansichten der Natur ["Ideas de la concordia de las ciudades, en la armo­
Naturaleza”], 1807) el carácter arbitrario nía de las actitudes prácticas. A justo
y fantástico de aquellos escritos que título se denomina “A. civil” a la con­
pretendían ser "científicos" o “especu­ cordia política (IX, 6, 1167 a 22). La A.
lativos” y que solamente eran prejui­ es, así, ciertamente, una comunidad, en
cios dogmatizados. Pero, con todo, los el sentido de que el amigo se comporta
elementos de la polémica alrededor del con el amigo como consigo mismo (IX,
Nuevo Mundo perduraron mucho y qui­ 12, 1171 b 32). Existen tantas especies de
zás todavía hoy subsistan los que hemos amistades como de comunidades, que
apuntado. (Para mayores detalles, cf. A. son las partes de la sociedad civil: las
Gerbi, La disputa del Nuovo Mondo, existentes entre navegantes, entre sol­
Milano-Napoli, 1955; trad. esp.: La dispu­ dados, entre los que efectúan cualquier
ta del Nuevo Mundo, México, 1960, trabajo común (VIII, 9, 1159b 25). Pue­
F. C. E.). de existir también A. entre el amo y el
esclavo, en el supuesto de que el esclavo
A m ig a d(gr. cpi/.ía; ingl. friendship; sea considerado como un hombre y no
franc. amitié; alem. Freundschaft; ital. como un mero instrumento animado.
amicizia). En general, la comunidad Solamente en las tiranías existe escasa
de dos o más personas ligadas entre sí amistad, o incluso nula, ya que en
por aptitudes concordantes y por afec­ ellas no existe nada en común entre
tos positivos. Los antiguos tuvieron de el que manda y el que obedece, y la
la A. un concepto mucho más amplio amistad resulta tanto más fuerte cuan­
que el que actualmente se admite y to mayor sea el número de las cosas
adopta por lo común, como se observa comunes entre iguales (VIII, 11, 1161b
por el análisis que de ella diera Aris­ 5). Existen, asimismo, tantas A. como
tóteles en los libros VIII y IX de la formas de amor: de padre a hijo, del
Ética a Nicómaco. La amistad, es, para joven al anciano, del marido a la espo­
Aristóteles, una virtud o algo estrecha­ sa. Esta última es la forma más natural
mente enlazado con la virtud. De todos y en ella confluyen la utilidad y el pla­
modos, es lo más necesario a la vida, cer (VIII, 12, 1161b 11). El fundamento
ya que los bienes que ésta ofrece, tales de la A. puede ser la utilidad recíproca,
como la riqueza, el poder, etc., no se el placer o el bien. Pero mientras la A.
pueden ni conservar ni utilizar bien sin fundada en la utilidad o el placer está
los amigos (VIII, 1, 1155 a 1). La A. se destinada a concluir cuando el placer
distingue, en primer lugar, de las dos o la utilidad terminan, la A. fundada
cosas a las cuales parece ser más afín, sobre el bien es la más estable y firme
o sea, del amor y de la benevolencia. Se y, por lo tanto, la verdadera A. (VIII,
distingue del amor (cpü.riaig) en virtud 3, 1156 a 6ss.). Este análisis aristotélico,
de que éste es similar a una afección que es el más bello y completo que la
(véase) en tanto la amistad es similar filosofía haya dado del fenómeno de
a un hábito (véase). Así, pues, el amor la A., se engarza en los siguientes pun­
también se puede dirigir a cosas in­ tos : 1) la A. es una determinada co­
animadas, en tanto que el reamor, que munidad, o sea una participación soli­
es inherente a la A., implica una elec­ daria de personas en actitudes, valores
16
Amor

o bienes determinados; 2) la A. se halla A m or (gr. ügcos, dvónij; lat. amor, cari­


en conexión con el amor y sigue sus for­ tas; ingl. love; franc. amour; alem.
mas, pero no se identifica con él; 3) la Liebe; ital. amore). Los significados
A. se acerca más bien a la benevolencia de este término en el lenguaje común
y, por lo tanto, se encuentra ligada con son múltiples, diferentes y contrastan­
los afectos positivos, que son los que im­ tes; e igualmente múltiples, diferentes
plican solicitud, cuidado, piedad, etc. y contrastantes son los que presenta en
La A., concebida de tal manera, es, se­ la tradición filosófica. Comenzaremos
gún Aristóteles, más amplia que el indicando los usos más corrientes del
amor, que es limitado y está condicio­ lenguaje común, a fin de seleccionarlos,
nado por el goce de la belleza. Y es ordenarlos y servimos de ellos como
diferente al amor, por su carácter acti­ criterio para seleccionar y ordenar los
vo y selectivo, lo que hace decir a Aris­ usos filosóficos del término mismo:
tóteles que el amor es una afección a) la palabra A. designa, en primer
(jtá0o;), o sea una modificación súbita, lugar, la relación entre los sexos, cuan­
en tanto la A. es un hábito (como lo es do esta relación es selectiva y electiva
la virtud), o sea una disposición activa y se halla acompañada, por lo tanto,
y comprometida de la persona. Después por la amistad y por efectos positivos
de Aristóteles la A. encontró sus más (solicitud, ternura, etc.). En este sen­
grandes exaltadores en los epicúreos, tido, se distingue a menudo entre el A.
que hicieron de ella uno de los pilares y las relaciones sexuales de base pura­
de su ética y de su conducta práctica. mente sensual, que se fundan no en la
Pero en esta escuela adquiere un ca­ elección personal sino en el anónimo
rácter aristocrático; constituye una de e impersonal deseo de relaciones sexua­
las manifestaciones de la vida del sabio les. Pero a menudo el mismo lenguaje
y no es, como sostenía Aristóteles, inhe­ común extiende también a este tipo
rente a las relaciones humanas como de relaciones la palabra A., como cuando
tales. En los testimonios epicúreos que se dice “hacer el A.” ; b) en segundo
nos han quedado, reaparecen algunas lugar la palabra A. designa una vasta
notas-aristotélicas, ésta, por ejemplo: gama de relaciones interpersonales, co­
“La A. ha nacido de la utilidad, pero es mo cuando se habla del A. del amigo
un bien por sí misma. No es amigo el hacia el amigo; del padre hacia el hijo
que busca siempre la utilidad, ni tam­ o recíprocamente, de los ciudadanos en­
poco el que no la liga nunca con la A. tre sí, de los cónyuges entr sí; c) en
El primero considera la A. como un tercer lugar se habla del A. con refe­
tráfico ventajoso, pero el segundo des­ rencia a cosas y objetos inanimados:
truye la confiada esperanza de ayuda, por ejemplo, el A. al dinero, a los
que también es parte importante de la cuadros, a los libros, etc.; d) en cuarto
A.” (Sent. Vat., 39-24, Bignone). lugar se habla del A. por objetos idea­
Con el predominio del cristianismo les: por ejemplo, el A. a la justicia; al
decae en la literatura filosófica la im­ bien, a la gloria, etc.; e) en quinto
portancia de la amistad como fenóme­ lugar se habla del A. por actividades
no humano primario. El concepto más o formas de vida: A. al trabajo, a la
profesión, al juego, al lujo, a la diver­
extendido y más importante resulta ser sión, etc.; f) en sexto lugar se habla
el del amor, el amor hacia el prójimo, del A. por comunidades o entes colec­
falto de los caracteres selectivos y es­ tivos: por ejemplo, A. a la patria, al
pecíficos que Aiistúieles había recono­ partido, etc.; g) en séptimo lugar se
cido en la A. En efecto, el “prójimo” es habla de A. al prójimo y de A. a Dios.
aquel con el que nos encontramos o que Es indudable que algunos de estos
se encuentra en relación con nosotros, significados pueden eliminarse como
en la forma que fuere, como amigo o impropios, va que pueden expresarse
enemigo. La máxima aristotélica de la y designarse más adecuadamente por
A. "comportarse con el amigo como otras palabras. Así: a) en lo que se
consigo mismo”, ver en él "otro sí mis­ refiere a la relación intersexual se pue­
mo" (Ét. Nic., IX, 9, 1170 b 5; IX, 12, de llamar A. sólo cuando tiene una base
1171b 32), es extendida por el cristia­ electiva e implica el compromiso per­
nismo a todos los prójimos. sonal recíproco. Se podrá así evitar 11a­
47
Amor

mar "A.” a la relación sexual ocasional Los griegos vieron en el A. ante lodo
o anónima. En lo que se refiere a los una fuerza unitaria y armonizadora y
usos indicados bajo la letra c) (o sea A. lo entendieron como fundamento del
a objetos inanimados), resulta claro A. sexual, de la concordia política y de
que aquí la palabra "A." se usa para la amistad. Según Aristóteles (Met., I,
designar un deseo de posesión, cuando 4, 984 b 25 ss.), Hesíodo y Parménides
tal deseo adquiere la forma dominante fueron los primeros en sugerir que el
de la pasión. Y en lo que concierne a A. constituye la fuerza que mueve las
los usos indicados bajo la d) (A. a ob­ cosas y las lleva y las mantiene juntas.
jetos ideales) es también evidente que Empédocles llama A. a la fuerza que
la palabra "A.” indica aquí cierto com­ mantiene unidos los cuatro elementos,
promiso moral que señala límites y y discordia a la fuerza que los separa:
condiciones a la actividad del indivi­ el reino del A. es la esfera, la fase
duo. Por fin, en lo que se relaciona culminante del ciclo cósmico, en la
con la e) (A. a la actividad, etc.), la cual todos los elementos quedan liga­
palabra "A.” indica un determinado in­ dos dentro de la más completa armo­
terés más o menos dominante, es decir, nía. En esta fase no existen ni el sol, ni
más o menos incorporado en la persona­ la tierra, ni el mar, porque no hay otra
lidad del individuo, o asimismo una cosa que un tono uniforme, una divini­
"pasión". Por lo tanto, pueden consi­ dad que goza de su soledad (Fr., 27,
derarse como significados propios e irre­ Diels). Platón nos ha dado el primer
ductibles de la palabra "A.” los usos estudio filosófico del A.: en él se reco­
indicados bajo las letras a), b), f), gen y conservan los caracteres del A.
g). Estos usos revelan de inmediato sexual, pero, al mismo tiempo se genera­
algunas afinidades de significado, a lizan y se subliman. En primer lugar, el
saber: 1) el A. designa en cada caso A. es conciencia, insuficiencia, necesi­
un tipo específico de relaciones huma­ dad y, a la vez, deseo de conquistar
nas, caracterizado por la solidaridad y conservar aquello que no se posee
y por la concordia entre los individuos (Conv., 200 a ss.). En segundo lugar, el
que de él participan; 2) el deseo, y A. se dirige hacia la belleza, que no es
particularmente el deseo de posesión, otra cosa que el anuncio y la apariencia
no es necesariamente constitutivo del del bien y es, por lo tanto, deseo del
A., ya que si es discutible si entra o no bien (Ibid., 205 e). En tercer lugar, el
en el A. ’.exual, se debe excluir sin A. es deseo de vencer a la muerte (como
más en los significados expuestos en queda demostrado por el instinto de
las letras b), f), g); 3) el carácter generar propio de todos los animales)
específico de la solidaridad y de la con­ y es, por ello, la rula por la que el ser
cordia constitutivos del A. no puede mortal intenta salvarse de la mortali­
determinarse de una vez por todas, ya dad, sin permanecer siempre igual, co­
que resulta diferente conforme a las mo es el ser divino, sino dejando tras
formas o las especies diferentes del sí, en vez de lo que envejece y muere,
A., e implica también diferentes gra­ algo nuevo que se le asemeja {Ibid.,
dos de intimidad, de familiaridad y 208 a, b). En cuarto lugar, Platón dis­
de forma emotiva. Por ejemplo, el A. tingue tantas formas del A. como formas
entre hombre y mujer, el A. entre padre de belleza, comenzando por la belleza
e hijo o el existente entre ciudadanos u sensible para terminar con la belleza de
hombres que se consideran como “pró­ la sabiduría, que es la más alta de to­
jimos”, tienen diferentes fases biológi­ das y cuyo A., la filosofía, es pues el
cas, culturales y sociales y no se pue­ más noble (Ibid., 210 a ss.). El Fedro es
den reducir a un mismo tipo o forma justo un intento de demostrar la ruta
de solidaridad, de concordia o de co­ por la que el A. sensible puede resultar
participación emotiva. Por lo tanto, será amor de sabiduría, o sea filosofía, y
necesario tener presente esta diversidad el delirio erótico convertirse en virtud
en la consideración del uso que del tér­ divina, que aleja al hombre de los mo­
mino han hecho los filósofos, ya que, a dos de vida común y lo lleva a la difícil
menudo, este uso se modela en uno búsqueda dialéctica (Fedro, 265 bss.).
o más tipos particulares de experiencia Esta doctrina platónica del A., en la
amorosa. medida en que contiene los elementos
48
Amor

de un análisis positivo del fenómeno, rística sería ampliamente aceptada por


nos ofrece también el modelo de una la filosofía medieval. Al término de la
metafísica del A. que habría de ser filosofía griega, el neoplatonismo adop­
adoptada en muchas ocasiones por la tó la noción del A. no para definir la
historia de la filosofía. Aristóteles, en naturaleza de Dios, sino para indicar
cambio, se detiene en las considera­ una de las fases de la ruta que con­
ciones positivas del A. Para él el A. es duce a Él. El Uno de Plotino no es A.,
el A. sexual o el afecto entre consan­ ya que es una unidad inefable, superior
guíneos o personas ligadas por una rela­ a la dualidad del deseo (Enn., VI, 7,
ción solidaria; es, asimismo, la amistad 40); el A. es el camino preparatorio
(véase). En general, el A. y el odio, que conduce a la visión de Él, ya que
como todas las otras afecciones del el objeto del A., según la doctrina de
alma pertenecen, no a ésta como tal Platón, es el bien y el Uno es el bien
sino al hombre en cuanto compuesto supremo (Ibid., VI, 7, 22). El Uno, por
de alma y cuerpo (De An., I, 1, 403 a lo tanto, es el verdadero término y el
3) y por lo tanto resultan menores cuan­ objeto último e ideal de todo A., porque
to menor sea la unión de alma y cuerpo el hombre no se une a Él por la vía
(Ibid., I, 4, 408 a 25). Aristóteles, por del A. sino por la vía de una intuición,
lo demás, reconoce ese fundamento de una visión, en la cual el vidente y el
deseo, imperfección o deficiencia, que visto se funden v se unifican (Ibid.,
Platón había destacado refiriéndose al VI, 9, 11).
A. La divinidad, nos dice, no tiene El cristianismo transforma la noción
necesidad de amistad ya que halla su del A.; por un lado se lo entiende como
propio bien en sí misma, mientras que una relación o un tipo de relaciones que
el bien nos viene de otro (Ét. Eud., debe extenderse a todos los "prójimos”;
VII, 12, 1245 b 14). El A. es, por lo por otro lado, se transforma en un man­
tanto, un fenómeno humano y no nos damiento que no tiene conexión con
debe sorprender que Aristóteles omita las situaciones de hecho, que se propone
hacer uso de él en su teología. El A. transformar estas situaciones y crear
es una afección, o sea una modifica­ una comunidad que aún no existe, pero
ción pasiva, en tanto que la amistad que deberá transformar a los hombres
es un hábito, o sea una disposición en hermanos: el reino de Dios. El A.
activa (Ét. Nic., VIII, 5, 1157b 28). al prójimo se convierte en la orden de
En el A. se unen la tensión emotiva no-resistencia al mal: "Am..d a vues­
y el deseo: nadie es invadido por el A. tros enemigos y orad por los que os
si no ha sido primeramente conmo­ persiguen" (Mateo V, 44); y la parábola
vido por el gozo de la belleza; pero este del buen Samaritano (Lucas X, 29ss.)
gozo por sí mismo no es todavía A., tiende a definir a la humanidad no en
pues éste existe solamente si se desea sentido general, sino en particular, a la
el objeto amado cuando está ausente o que debe dirigirse el A., como toda per­
si se lo anhela cuando está presente sona con la que se tenga contacto y
(Ibid., IX, 5, 1167a 5). El A., que se que, como tal, apela a la solicitud y al
encuentra ligado al placer, puede co­ A. del cristiano. Por lo demás, en la con­
menzar y terminar rápidamente pero cepción cristiana Dios mismo responde
puede también dar lugar a la voluntad al A. de los hombres con el A., por­
de vivir juntos, y en este caso adquiere que su atributo fundamenta! es el de
la forma de la amistad (Ibid., VIII, 3, “Padre”. Las Epístolas de San Pablo,
1156 b 4). Si el análisis' aristotélico al identificar el reino de Dios con la
del A. se encuentra exento de referen­ Iglesia y al considerar ésta como "un
cias metafísicas y teológicas, es necesa­ solo cuerpo en Cristo” del que los cris­
rio recordar que la ordenación finalista tianos son los miembros (Romanos XII,
del mundo y la teoría del primer motor 5ss.), hacen del A. (la caridad, ávó*n)
inmóvil conducen a Aristóteles a decir la condición de la vida cristiana, ya
que Dios, como primer motor, mueve que es el vínculo de la comunidad
otras cosas "como objeto de A.”, o sea religiosa. Sin él, los demás dones del
como término del deseo que las cosas Espíritu, como la profecía, la ciencia, la
tienen para lograr la perfección de él fe, nada significan. "La caridad todo
(Met., XII, 7, 1072b 3). Esta caracte­ lo excusa, todo lo cree, todo lo espera.
49
Amor

todo lo tolera... Ahora permanecen de cada criatura tiene su término en


estas tres cosas: la fe, la esperanza, la Dios” (De Divis. Nat., 1, 76). Y Duns
caridad, pero la más excelente de ellas Scoto sostiene que Dios genera al Ver­
es la caridad (I Corintios XIII, 7-13). bo, al conocer su propia esencia y
La elaboración teológica que el cristia­ exhala al Espíritu Santo amando esta
nismo formuló en el periodo de la esencia. De tal modo, el A. eterno es
Patrística no utilizó desde el principio la el origen y la causa de toda comunica­
noción del A. En los grandes sistemas de ción de la esencia divina, y aunque este
la Patrística oriental (Orígenes, San Gre­ acto no sea "natural” por tratarse de
gorio de Nisa) la tercera persona de la un acto de voluntad, es siempre nece­
Trinidad, el Espíritu Santo, es conside­ sario (Op. Ox., I, dist. 10, q. 1, n. 2). En
rada como una potencia subordinada la corriente mística (véase m i s t i c i s m o )
de carácter incierto; de allí surgen las hallamos afirmaciones análogas; en
frecuentes disputas trinitarias que el cambio, en la corriente aristotélica es
Concilio de Nicea (325) no consiguió mucho más restringido el uso teoló­
eliminar del todo. Solamente por obra gico de la noción de A., y se prefiere
de San Agustín, que identifica el Espí­ ilustrar la naturaleza divina a partir
ritu Santo con el A. (en tanto que Dios de los conceptos de ser, sustancia y
Padre es el Ser y Dios Hijo la Verdad), causalidad. La Escolástica acepta las
se introduce éste explícitamente en la afirmaciones aristotélicas acerca de la
propia esencia divina y resulta un con­ amistad, modificadas oportunamente, de
cepto teológico, además de moral y re­ tal modo que resulten adecuadas para
ligioso. El A. de Dios y el A. al prójimo caracterizar la naturaleza del A. cris­
se unen en San Agustín hasta formar tiano (caritas). Así, Santo Tomás afir­
casi un único concepto. Amar a Dios ma que es común a cada naturaleza
significa amar al A.; pero, dice San poseer alguna inclinación, el apetito na­
Agustín, "no se puede amar al A., sino tural o el amor. Esta inclinación es
se ama a quien ama”. No es A. lo que diversa en las diferentes naturalezas y
no ama a nadie. El hombre, por lo hay, por lo tanto, un A. natural y un
tanto, no puede amar a Dios, que es A. intelectual. El A. natural es asimismo
el A., sino ama a los otros hombres. El un recto A., ya que se trata de una
A. fraterno entre los hombres "no sólo inclinación que Dios ha puesto en los
deriva de Dios, sino que es Dios mis­ seres creados; empero el A. intelec­
mo” (De T in., VIII, 12): es la revela­ tual, que es caridad y virtud, es más
ción de Dios, en uno de sus aspectos perfecto que el primero y, por lo tanto,
esenciales, a la conciencia de los hom­ al agregársele, lo perfecciona (S. Th.,
bres. En San Agustín, la noción del I, q. 60, a. 1). El A. intelectual, o sea la
A. sigue siendo la de los griegos: una caridad, es definido por Santo Tomás
especie de relación, unión o vínculo como "la amistad del hombre hacia
que liga a un ser con otro; casi "una Dios”, entendiéndose por "amistad”,
vida que une o tiende a unir a dos conforme al significado aristotélico, el
seres, al amante y lo que se ama” A. unido a la benevolencia (amor bene-
(Ibid., VIII, 6). volentiae), o sea, aquel que quiere el
Las notas agustinianas reaparecen bien del que se ama y no quiere apro­
con frecuencia a lo largo del desarrollo piarse simplemente del bien que se ha­
de una de las principales corrientes de lla en la cosa amada {amor concupis-
la escolástica medieval: el agustinismo cientiae) como sucede a quien ama al
(véase), desde Scoto Erígena hasta vino o a los caballos. Pero la amistad
Duns Scoto. Scoto Erígena afirm a: "El no sólo supone la benevolencia, sino
A. es la conexión y el vínculo, por medio también el mutuo A. y de tal manera
del cual la totalidad de las cosas se se funda en una determinada comu­
halla unida en inefable amistad y en nión que, en el caso de la caridad, es
indisoluble unidad... A justo título la del hombre con Dios, que nos comu­
Dios es denominado A., porque es causa nica Su beatitud (Ibid., II, 2, q. 23,
de A. y el A. se difunde a través de a. 1). Esta comunión es, según Santo
todas las cosas y a todas las recoge Tomás, lo propio del A.: una especie
y une y las lleva de nuevo a su inefable de unión o vínculo (unió vel nexus) de
punto de partida: el movimiento de A. naturaleza afectiva, que es similar a
50
Amor

la unión sustancial, en cuanto que el en cuanto se la ejerce sobre sí mismo;


que ama se comporta hacia el amado así se puede amar y conocer a otro
como hacia sí mismo. Es también el ser sólo cuando se conoce y se ama uno
efecto del A. una unión real; pero se a sí mismo (Ibid., II, 5, 1, a. 13). En
trata de una unión que no altera o todas las cosas finitas las tres catego­
corrompe a los que se unen, sino que rías se mezclan con sus contrarios: el
se mantiene dentro de los límites opor­ poder con la importancia, la sabiduría
tunos o convenientes: por ejemplo, ha­ con la ignorancia, el A. con el odio.
ce que hablen o dialoguen juntos o Solamente en Dios, que es infinito, se
se reúnan en forma semejante (Ibid., excluyen tales contrarios y los tres exis­
II, 1, q. 28, a. 1, ad. 2?). En cuanto ten en su pureza y absolutez (Ibid.,
"amar” significa querer el bien de al­ VI, proem.). Se trata, según se ve, de
guien, el A. pertenece a la voluntad notas que nos recuerdan las agustinia-
de Dios y la constituye. Pero el A. de nas. Y en realidad, es posible conside­
Dios es diferente del humano, porque rar el uso metafísico y teológico de la
en tanto este último no crea la bon­ noción de A., en la tradición filosófica,
dad de las cosas sino que la encuentra como un producto del agustinismo; por
en el objeto que lo suscita, el A. de lo menos hasta el romanticismo, a par­
Dios infunde y crea la bondad en las tir del cual esta noción adquiere nueva­
cosas mismas (Ibid., I, q. 20, a. 2). mente un sentido panteísta, cuyo prece­
En el platonismo renacentista retoma dente más importante es Spinoza. Ade­
la especulación teológica acerca del A., más, es necesario tener presente que el
pero acentúa la reciprocidad del A. en­ uso teológico de la noción de A. implica
tre Dios y el hombre, conforme a la no sólo que Dios sea objeto de A. (lo
tendencia, propia del Renacimiento, a que no niega ninguna concepción cris­
insistir sobre el valor y la dignidad del tiana de la divinidad), sino que Él
hombre como tal. Marsilio Ficino afir­ mismo ame: lo que significa una cosa
ma que el A. es el vínculo de unión completamente diferente y que justo
del mundo y tiende a abolir la indig­ hallamos sólo en el agustinismo, en
nidad de la naturaleza corpórea, que el romanticismo y en algunas concep­
es rescatada por la solicitud de Dios ciones tales como las de Feuerbach
( Theol. Plat., XVI, 7). El hombre no o las del positivismo moderno, que tien­
podría amar a Dios si Dios mismo no lo den a identificar a Dios con la huma­
amase; Dios se dirige al mundo y me­ nidad. En realidad el A., en su con­
diante un libre acto de A. lo toma a cepto clásico, modelado sobre la expe­
su cuidado y le da vida y acción. El riencia humana, tiene como primordial
A. explica tanto la libertad de la acción condición la carencia y, por tanto, el
divina como la de la acción humana, ya deseo y la necesidad, de aquello que
que es libre y nace espontáneamente se ama; difícilmente puede ser, por lo
de la libre voluntad (In Conv. Plat. de tanto, atribuido a Dios, que en su tota­
Am. Comm., V, 8). Los mismos acen­ lidad e infinitud se sustrae a toda
tos vuelven a escucharse en los Diálo­ deficiencia. La concepción panteísta del
gos de A. de León Hebreo, que tuvie­ A. en Spinoza, Schelling v Hegel, por
ron vasta difusión en la segunda mitad ejemplo, resuelve esta dificultad sólo
del siglo xvi. Pero también el natura­ mediante la interpretación del A. como
lismo renacentista vuelve a veces a unidad o conciencia de la unidad, es
concebir el A. como fuerza metafísica decir, en una forma que no es posible
y teológica. Campanella considera que comparar con un tipo cualquiera de
las tres categorías del Ser (o sea los experiencia amorosa. Sea o no cons­
principios constitutivos del mundo) son ciente de sí, la unidad no tiene nada
el Poder, la Sabiduría y el A. (Met., que ver con el A. y es más bien la
VI, pról.). El A., en efecto, pertenece negación de éste, ya que excluye la re­
a todos los entes, porque todos aman lación y la comunidad que constituyen
su ser y desean conservarlo [Ibid., VI, al A. en todas sus manifestaciones. Es
10, a. 1). En las tres categorías, la evidente que donde hay una sola cosa
relación de un ser consigo mismo pro­ no existe ni amante ni amado.
cede a su relación con otro; puede Es posible referir a la tradición agus-
ejercerse una fuerza sobre otro ser sólo tiniana las famosas palabras de Pascal:
51
Amor

"El Dios de Abraham, de Isaac y de tiene por la gloria, el pobre por el di­
Jacob, el Dios de los cristianos, es un nero, el ebrio por el vino, un hombre
Dios de A. y de consolación, es un Dios brutal por una mujer que desea violar,
que llena el alma y el corazón de aque­ el hombre de honor por el amigo o
llos que Él posee y les hace sentir por la mujer y un buen padre por sus
interiormente la propia miseria y Su hijos, son especies diferentes de A. y,
misericordia infinita” (Pensées, 556, no obstante, similares. Las primeras
Brunschvicg). Pero es dudoso que en son A. sólo de la posesión de los objetos
éste o en textos similares de Pascal a los que se dirige la emoción y no son
pueda verse algo más que la noción A. de los objetos en sí mismos; las
de que Dios es, en primer lugar y otras, en cambio, se dirigen hacia estos
sobre todo, objeto de A. Malebranche, objetos mismos deseándoles el bien
por su parte, afirma que Dios ha creado {Ibid., 82). La amistad tiene también
al mundo "para procurarse un honor esta naturaleza; además la amistad se
digno de Él" (Recherche de la vérité, halla ligada a la estima de la persona
IX) y hace decir al Verbo: "La causa amada, y por ello no se puede tener
de todo, tanto del bien como del mal, amistad por una flor, un pájaro o un
es mi poder... por lo tanto, me debes caballo, sino solamente por los hom­
amar sólo a mí, porque sólo yo pro­ bres {Ibid., 83). Por lo general, si es­
duzco en ti los placeres que experimen­ timamos el objeto del A. menos que
tas por todo lo que sucede en tu cuer­ a nosotros mismos, sólo tenemos por
po" (Méditations chrétiennes, XII, 5), él un simple afecto {véase); si lo es­
palabras que parecen excluir la doctrina timamos como a nosotros mismos senti­
de Dios como A. mos amistad y si lo estimamos más que
Son importantes las notas de Des­ a nosotros mismos sentimos devoción.
cartes en torno al fenómeno del A. lle­ El principal objeto de esta última es,
vado a la escala humana. "El A. —nos obviamente, Dios, pero también puede
dice— es una emoción del alma, pro­ dirigirse a la patria, a la ciudad y a
ducida por el movimiento de los espíri­ cualquier hombre que estimemos mu­
tus vitales, que la incita a juntarse cho más que a nosotros mismos {Ibid.,
voluntariamente con los objetos que le 83). La misma línea sigue el análisis
parecen convenientes.” Al ser produci­ de Hume, según el cual el A. es una
do por los espíritus, el A., que es una emoción indefinible, pero cuyo mecanis­
afección y depende del cuerpo, se hace mo puede entenderse. Su causa es siem­
diferente del juicio que también induce pre un ser pensante (ya que no se
al alma, en su libre voluntad, a unirse pueden amar objetos inanimados) y el
con las cosas que cree buenas (Pass. mecanismo por el cual esta causa obra
de l'áme, II, 79). El A. se distingue tiene una doble conexión: una conexión
asimismo del deseo, que se dirige hacia de ideas —entre la idea de sí y la
el futuro; el A., en cambio, permite idea del otro ser pensante— y una re­
considerarnos súbitamente unidos con lación emotiva entre la emoción del
aquello que amamos "de manera tal A. y la del orgullo (que es la emoción
que imaginamos un todo del que somos que nos pone en relación con nuestro
sólo una parte y del que la cosa amada yo); o entre la emoción del odio v la
es la otra parte” (Ibid., 80). Descartes de la humildad {Diss. on the Passions,
rechaza la distinción medieval entre A. II, 2). Por lo general los escritores del
de concupiscencia y A. de benevolencia siglo x v i i i insisten acerca de la relación
porque, según nos dice, esta distinción del A. con la benevolencia; que es el
se refiere a los efectos del A., pero no rasgo que ya había destacado Aristó­
a su esencia; en cuanto nos encontra­ teles a propósito de la amistad. Leibniz
mos unidos voluntariamente con cual­ ha expresado en forma bien clara otra
quier objeto, de la naturaleza que sea, noción del A., que sería repetida en
tenemos por él un sentimiento de bene­ numerosas ocasiones por la literatura
volencia, que es uno de los principales del siglo x v i i i : “Cuando se ama sin­
efectos del A. {Ibid., 81). Hay, sin em­ ceramente a una persona —nos dice
bargo, varias especies de A., referidas (Op. Phil., ed. Erdmann, pp. 789-790)—,
a los diferentes objetos que podemos no se busca el propio beneficio ni un
amar: el A. oue un hombre ambicioso placer separado del de la persona ama-
52
Amor

da, sino que se busca el propio placer por la máxima cristiana "Ama a Dios
en la satisfacción y en la felicidad de sobre todas las cosas y al prójimo como
esta persona y si esta felicidad no a ti mismo”. Según Kant, el A. de Dios
placiera por sí misma sino a causa como inclinación es imposible, porque
de la ventaja que podría resultar para Dios no es un objeto de los sentidos.
nosotros, no se trataría ya de un A. Y un A. semejante hacia los hombres
sincero y puro. Es necesario, pues, que es perfectamente posible, pero no pue­
pueda encontrarse un placer inmediato de ser ordenado, ya que nadie puede
en esta felicidad y sentir dolor ante la amar a otro por precepto. "Amar a
infelicidad de la persona amada, ya que Dios” puede significar, por lo tanto,
aquello que da placer inmediato por solamente "seguir voluntariamente sus
sí mismo es también deseado por sí mandatos”, y “amar al prójimo” sola­
mismo, pues constituye (al menos en mente "poner en práctica voluntariamen­
parte) la finalidad de nuestros propó­ te todos los deberes hacia él”, pero aquí
sitos y es algo que entra en nuestra la palabra “voluntariamente" expresa
propia felicidad y nos da satisfac­ que la máxima cristiana no impone
ción.” Esta noción del A., según Leibniz, más que una aspiración a este A. prác­
elimina el contraste entre dos verdades, tico, sin que pueda lograrse por parte
o sea entre aquella que enuncia la de los seres finitos. En efecto, sería
imposibilidad de desear cosa alguna inútil y absurdo "mandar” aquello que
aparte de nuestro propio bien y aque­ se hace "voluntariamente”; por lo tan­
lla que dice que no hay A. sino sólo to, el precepto evangélico presenta la
cuando buscamos el bien del objeto intención moral en su perfección total
amado por sí mismo y no en beneficio "como un ideal de santidad que no
nuestro. Según Leibniz, esta noción tie­ puede lograr ninguna criatura y que,
ne también la ventaja de ser común al sin embargo, constituye el modelo al
A. divino y al A. humano porque expresa cual debemos procurar acercarnos en
todo tipo de A. "no mercenario” como un progreso ininterrumpido, pero infi­
es, por ejemplo, la caritas o "benevo­ nito” (Crit. R. Práct., I, I, cap. 3) {véa­
lencia universal” (Op. Phit., p. 218). De se FANATISMO).
esto resulta que en dicho sentido el A. La doctrina de Spinoza presenta dos
puede dirigirse sólo a "aquello que es conceptos del A., en el segundo de los
capaz de placer o de felicidad” ; de tal cuales sería utilizado por los románti­
manera no se puede decir, sino metafó­ cos. En primer lugar, el A como toda
ricamente, que amamos las cosas in­ otra emoción (affectus) es una afec­
animadas que nos placen (Nouv. Ess., ción del alma (passio) y precisamente
II, 20, 4). Afirmaciones de esta natura­ consiste en la alegría acompañada por
leza son muy frecuentes en los escritores la idea de una causa externa (Eth., III,
del siglo x v i i i . Wolff dice que el A. es 13 esc.). En este sentido se debe decir,
“la disposición del alma para gozar de la hablando propiamente, que Dios “no
felicidad de los demás (Psichol. empíri­ ama a nadie, ni tiene odio a nadie.
ca, §633). Y Vauvenargues afirma: "El Pues Dios no es afectado pr ningún afec­
A. es complacerse en el objeto amado. to" {Ibid., V, 17 corol.). Pero existe
Amar una cosa significa complacerse en además un "A. intelectual de Dios" que
su posesión, en su gracia, en su aumen­ es la concepción de todas "las cosas
to, temer su privación, sus decaimien­ como contenidas en Dios y como nece­
tos, etc.” (De Vesprit humain, §24). sidad de la naturaleza divina... bajo
Ninguno de los escritores del si­ la especie de la eternidad... y sus
glo x v i i i pone en duda el fundamento ideas implican la esencia eterna e in­
sensible del A., fundamento que lo finita de Dios” {Ibid., V, 29 scol., 32
diferencia de la amistad. Así, por corol.). Este A. intelectual es el único
ejemplo, dice Vauvenargues: "En la eterno y es aquel con el cual Dios se
amistad, el espíritu es el órgano del ama a sí mismo, ya que el A. intelec­
sentimiento, en el A. son los sentidos” tual de la mente hacia Dios es parte
(Ibid., 36). Y Kant parece admitir este del A. infinito con el cual Dios se ama
supuesto al distinguir con precisión el a sí mismo. "De aquí se sigue —dice
A. sensible o "patológico” del A. "prác­ Spinoza— que Dios, en cuanto se ama
tico” o sea moral, que está dirigido a sí mismo, ama a los hombres y, por
53
Amor

consecuencia, que el A. de Dios a los puede eludir, resultan el grado mínimo


hombres y el A. intelectual del alma de aquel Espíritu o, según los casos, la
a Dios es uno y lo mismo" (Ibid., V, letra extrínseca del mismo o cualquier
36 corol.). Este A. es lo que en los cosa no amable y privada de amor. No,
libros sagrados se llama "gloria” y es es el Soplo divino el que nos conmueve
lo que nos otorga nuestra salvación o en los sonidos de la música, que no se
beatitud o libertad (Ibid., scol.). Es deja tomar por la fuerza ni aprehender
evidente que no se trata ya de un afec­ mecánicamente, sino que atrae amable­
to ni de una emoción en el sentido que mente por la belleza mortal que en ella
Spinoza había dado a tales términos; vela; también las palabras mágicas de
es la pura contemplación de Dios, ya la poesía pueden hallarse penetradas
que la mente que contempla a Dios y animadas por su fuerza. Pero en la
no es otra cosa que un atributo de poesía donde no está o no está plena­
Dios; este A. no es otro que la contem­ mente, no existe en efecto. Es una Sus­
plación que Dios tiene de sí, como uni­ tancia infinita y no adhiere y no dirige
dad de sí mismo y del mundo. Aquí el su interés solamente a las personas, a
concepto del A. cesa de referirse a la ex­ las ocasiones, a las situaciones o a las
periencia humana y se convierte en el tendencias individuales; para el verda­
concepto metafísico de la unidad de dero poeta, todo esto, aun en el caso
Dios consigo mismo y con el mundo, de que su alma se hallara íntimamente
por lo tanto, con todas las manifesta­ presa, es solamente el indicio del Altí­
ciones del mundo, comprendidos los simo, del Infinito, es el jeroglífico del
hombres. único eterno A. y de la sagrada plenitud
Este concepto llega a ser central y de la naturaleza formadora” (Prosai-
dominante en el romanticismo (véase) schen Jugendschriften ["Escritos juve­
de la primera mitad del siglo xix, cuyo niles en prosa”], ed. Minor, II, p. 371).
eje es la tentativa de demostrar la uni­ La poesía resulta así algo análogo al
dad (esto es, la total identidad e inti­ A. y el A. como anhelo de lo Infinito,
midad) de lo finito y del Infinito. esto es, de Dios, del Universo, de lo
Schleiermacher hace de esta unidad el Eterno, puede apagarse y encontrar su
fundamento de la religión en tanto se paz en lo finito, en las criaturas del
revela bajo la forma del sentimiento. mundo. En los Discípulos de Sais de
Fichte, Schelling y Hegel hacen de la Novalis, Jacinto, que había partido en
misma un;iad, que ellos consideran búsqueda de Isis, diosa velada, termina
como principio de la razón, el funda­ por hallar bajo el velo de la diosa a
mento de la filosofía. Pero justo esta Florecilla de rosa, o sea a la joven
unidad permitió a los románticos ela­ amada que había abandonado para ir
borar una teoría del A., según la cual en busca de Sais. El sentimiento y, en
el A. mismo, aun dirigiéndose a cosas particular, el A. revela el último miste­
o criaturas finitas, ve o escoge en ellas rio del Universo. Hegel ha expresado
las expresiones o los. símbolos del In­ en las fórmulas más rigurosas y densas
finito (o sea de lo Absoluto o de este concepto del amor. Ya en uno de
Dios). En efecto, para la unidad de lo sus escritos juveniles de inspiración
finito y del Infinito, la aspiración al romántica, cuyos supuestos están pre­
Infinito puede llegar a su satisfacción cisamente en Schleiermacher y F. Schle­
aun en el mundo finito, por ejemplo, en gel (Nohl, Hegels theologische Jugend-
el A. hacia la mujer. A., poesía, unidad schr. ["Escritos juveniles teológicos de
de finito y de Infinito y sentimientos de Hegel”], pp. 379 ss., trad. en De Negri,
esta unidad resultan sinónimos para los Princ. di Hegel, pp. 18 ss.), el "verda­
románticos. Friedrich Schlegel es quizá dero A.” se identifica con la "verdadera
quien mejor ha expresado estos concep­ unificación", que tiene lugar sólo "entre
tos. "La fuente y el alma de todas las vivientes que son iguales en poder" y
emociones —nos dice— es el A.; y el que en todo y por todo viven el uno
espíritu del A. debe hallarse presente para el otro y, por lo tanto, en ningún
siempre en la poesía romántica, ya sea aspecto están muertos el uno para el
invisible o visible... Las pasiones ga­ otro. El A. es un sentimiento infinito
lantes que la poesía de los modernos, por el cual "el viviente siente al vivien­
desde el epigrama hasta la tragedia, no te". Los amantes "son un viviente ple­
54
Amor

no”. Son recíprocamente independientes gar a vicisitudes interiores que nos com­
sólo en cuanto "pueden morir”. El A. es placemos en seguir en detalle, exage­
superior a todas las oposiciones y a rando su valor y su importancia. Forma
toda multiplicidad. Estas notas román­ parte también del A. romántico, ya que
ticas vuelven a aparecer en las obras su propio objeto es lo infinito, o mejor,
de madurez de Hegel. “El A. —nos la infinita unidad e identidad, la insis­
dice— expresa en general la conciencia tencia del A. como aspiración, deseo o
de mi unidad con otro, y de tal manera anhelo, que en vez de encontrar satis­
yo, por mí mismo, no me encuentro facción en el acto sexual, teme dismi­
aislado, sino que mi autoconciencia se nuirse o debilitarse por este acto y
afirma sólo como renuncia a mi ser tiende a evitarlo. La "lejanía” es con­
para sí y a través de saberme como la siderada por los románticos como un
unidad de mí con otro o del otro con­ medio que favorece los sueños volup­
migo” (Fil. del der., § 158, adición). “La tuosos; por lo tanto, el A. romántico
verdadera esencia del A. —dice toda­ se enfría por lo general ante la presen­
vía Hegel en sus Lecciones de estéti­ cia del objeto amado.
ca— consiste en abandonar la concien­ Pero la concepción romántica del A.
cia de sí, en el olvidarse en otro de se encuentra también en filosofías y
uno mismo y, aún más, en el reencon­ direcciones diferentes del romanticis­
trarse y poseerse verdaderamente en mo o por lo menos que no comparten
este olvido’ ( Vortes. über die Aesthetik, todos sus caracteres. Schopenhauer dis­
ed. Glockner, II, p. 149). El A. es tingue con precisión el A. sexual (?oa>;)
"identificación del sujeto con otra per­ y el A. puro (áyajiri). El A. sexual es
sona” ; es "el sentimiento por el que simplemente la emoción de la que se
dos seres no existen más que en una sirve el "genio de la especie” para favo­
unidad perfecta y ponen en esta iden­ recer la obra oscura y problemática de
tidad toda su alma y el mundo entero” la propagación de la especie (Metaf. del
(Ibid., p. 178). “Esta renuncia a sí mis­ A. sexual). Pero el "genio de la especie”
mo para identificarse con otro, este no es más que la ciega, maligna y de­
abandono en el cual el sujeto encuen­ sesperada "voluntad de vivir”, que cons­
tra todavía la plenitud de su ser, cons­ tituye la sustancia del universo, su
tituye el carácter infinito del A." (Ibid., "nóumeno”. El A. sexual es, pues, sólo
p. 179). Desde este punto de vista, He­ la manifestación en forma fenoménica
gel dice también que la muerte de y, por lo tanto, bajo la apai.encía de la
Cristo es "el A. más alto”, en el sen­ diversidad y de la multiplicidad de los
tido de que expresa "la identidad de seres vivientes, de la única fuerza que
lo divino y de lo humano” ; y es así rige al mundo. En cuanto al A. puro
"la intuición de la unidad en su grado no es más que compasión, y ésta es el
absoluto, la más alta intuición del A.” conocimiento del dolor de los demás.
(Phil. der Religión ["Filosofía de la Pero el dolor de los demás es también
religión”], ed. Glockner, II, p. 304). Esta el dolor del mundo, el dolor de la mis­
noción romántica que ve en el A. la ma voluntad de vida dividida en sí
totalidad de la vida y del universo bajo misma y luchando contra sí misma en
la forma de un “sentimiento infinito” sus manifestaciones fenoménicas, más
que es fin en sí mismo, se vuelve a allá de las cuales el A. como compa­
encontrar en toda la tradición literaria sión es la percepción de la unidad fun­
del Romanticismo y especialmente en damental (Die Welt, I, §67). De tal
la narrativa, comenzando por la Lucin­ manera, en la teoría de Schopenhauer
da de Schlegel. Puede decirse que esta persiste la noción romántica del A. co­
misma noción ha penetrado también mo sentimiento de la unidad cósmica.
en el estilo y en la vida de los pueblos Y también subsiste en el análisis de
occidentales hasta nuestros días; aún uno de sus discípulos, Eduard von Hart-
feoy el adjetivo "romántico” parece ser mann, quien la hace más explícita al
el más apto para definir la naturaleza afirmar que el A. es la identificación del
de un sentimiento exaltado y que tiende amante y del amado; una especie de
a hacerse infinito, en el cual el aspecto ensanchamiento del egoísmo mediante
espiritual y el aspecto sensual se entre­ la absorción de un yo por parte del otro
lazan y limitan mutuamente, dando lu­ yo, por lo que el sentido más profundo
55
Amor

del A. consiste en tratar al objeto tienen sus raíces en las inhibiciones de


amado como si fuera, en su esencia, la libido y en sus contenidos objeti­
idéntico al yo que ama. Si no existiera vos. En cambio, la sublimación es el
esta unidad y esta identidad, afirma resultado de separar la libido de su
Hartmann, el A. mismo sería una ilu­ contenido primitivo, o sea de la sensa­
sión. Pero Hartmann considera que no ción voluptuosa y de los objetos que
se trata de una ilusión porque la iden­ con ella se relacionan, para concen­
tidad que el A. se propone o realiza por trarse sobre otros objetos, que de este
lo menos en parte, es la identidad del modo serán amados por sí mismos,
Principio inconsciente, de la Fuerza independientemente de su capacidad de
infinita que rige al mundo (Phano- producir sensaciones voluptuosas. Se­
menologie des sittliche Bewusstseins gún Freud, todos los progresos de la
["Fenomenología de la conciencia mo­ vida social, el arte, la ciencia y la ci­
ral”], 1879, p. 793). vilización en general, por lo menos
Podemos decir, en líneas generales, cuando tales progresos dependen de
que todas las teorías que reducen el A. factores psíquicos, se fundan en la su­
a una fuerza única y total, o que de blimación de la tibido. Para Freud todas
un modo u otro lo hacen derivar de una las formas superiores del A. no son más
fuerza semejante, participan, en alguna que sublimaciones de la libido inhibi­
medida, de la noción romántica del A. da. De tal manera, la teoría freudiana
como unidad e identidad. En este as­ del A. parece plantear una única alter­
pecto se debe reconocer un trasfondo nativa: el primitivismo social por una
romántico aun en la teoría de Freud, parte, el ascetismo total, por la otra; ya
según la cual el A. es la especificación que las formas generales del A. y en
y la sublimación de una fuerza instin­ general de la actividad humana, no po­
tiva originaria, la libido. La libido no drían producirse sino al precio de la
es el impulso sexual específico (o sea inhibición y de la sublimación de la libi­
dirigido hacia un individuo por uno do. Esta alternativa nos parece falsa en
del otro sexo), sino simplemente la ten­ los hechos y muy inquietante desde
dencia a la producción y a la repro­ el punto de vista moral. Pero quizá lo
ducción de sensaciones voluptuosas re­ más grave de la doctrina de Freud sea
lacionadas con las denominadas "zonas que no contiene elemento alguno capaz
erógenas” ; tendencia que se manifiesta de explicar la elección, presente en to­
desde los primeros instantes de la vida das las formas del A., y que falta por
humana. El impulso sexual específico completo en los comportamientos ins­
es una formación tardía y compleja, tintivos que son ciegos y anónimos. Sin
formación que, por lo demás, no llega embargo, el mismo Freud insiste acerca
nunca a ser completa, como lo demues­ del valor de la elección en su críti­
tran las perversiones sexuales, nume­ ca del A. universal. "Algunas personas
rosas y variadas. Estas perversiones no —dice Freud— se independizan del con­
son, por lo tanto, según Freud, desvia­ sentimiento del objeto por medio de
ciones de un impulso primitivo normal, un desplazamiento del valor, es decir,
sino modos de comportamiento que se trasladando sobre su propio amor el
remontan a los primeros instantes de la esfuerzo unido primitivamente al he­
vida, que se sustrajeron a un desarrollo cho de ser amado; se protegen de la
normal y se han fijado en la forma de pérdida de la persona amada tomando
una fase primitiva (véase psicoanáli­ por objetos de su A. no ya a seres
s i s ). Las formas superiores del A. se determinados, sino a todos los seres hu­
desarrollan, según Freud, de la libido, manos, en igual medida; evitan, por
mediante la inhibición y la sublima­ fin, las peripecias y las decepciones
ción. La primera tiene la misión de inherentes al A. genital, desviándolo
mantener la libido dentro de los lími­ de su finalidad sexual, y transformando
tes compatibles con la conservación los impulsos instintivos en un senti­
de la especie; y de ella proceden las miento de finalidad inhibida. La vida
emociones morales, en primer lugar interior que se crean por este medio,
las de vergüenza, pudor, etc., que tien­ esa manera tierna, igual y desprovista
den a inmovilizar y contener las mani­ de sentimiento, inaccesible a toda in­
festaciones de la libido. Las neurosis fluencia, no guarda mucha semejanza
56

J
Amor

exterior, aunque proceda de ella, sin cuentra lugar en la doctrina de Freud,


embargo, con la vida amorosa genital, fundada en el principio del carácter
con sus agitaciones y sus tempestades” instintivo de la libido de la que deriva
(Civilisation and its Discontents, p. 69; todo A.
trad. esp.: Malestar en la civilización, La crítica de Freud al "A. universal”
Santiago de Chile, 1933, ed. extra, pp. 67- es importante y, en cierto aspecto,
6 8 ). Las objeciones que Freud formula decisiva en la orientación contemporá­
a este tipo de A. son dos: "en primer nea acerca del problema del amor. Sin
lugar, un A. que no hace elección, nos embargo, Freud ha dirigido esta crítica
parece que pierde una parte de su pro­ contra un blanco equivocado, el pre­
pio valor en tanto que se muestra in­ cepto evangélico del A. al prójimo; su
justo para con su objeto; en segundo verdadero blanco es la noción moder­
término, no todos los seres humanos na, de origen positivista, del A. univer­
son dignos de ser amados. Si amo a sal. Podemos encontrar el origen de
otro —dice Freud—, éste debe ser acree­ esta noción en Feuerbach, en quien
dor a ello por algún título... Él merece tiene estrecha relación con la noción
mi A. cada vez que por aspectos singu­ romántica del A. y en particular con
larmente importantes se me parece de la de Hegel. Feuerbach parte del su­
tal manera que yo pueda ~en él amarme puesto de que el objeto al cual un
a mí mismo. Lo merece si es de tal sujeto se refiere esencial y necesaria­
manera más perfecto que yo que me mente, no es otra cosa que la natura­
ofrece la posibilidad de amar en él leza objetiva del sujeto mismo y que,
mi propio ideal; debo amarlo si acaso por lo tanto, el hombre se contempla
es el hijo de un amigo, porque el dolor a sí mismo en el objeto y llega, debi­
de un amigo, si le sucede una desgra­ do a él, a conocerse a sí mismo: la con­
cia, sería también mi dolor y debería ciencia del objeto no es más que la
compartirlo. Por el contrario, si me es autoconciencia del hombre (Wesen des
desconocido, si acaso no me atrae por Christentum ["La esencia del cristianis­
ninguna cualidad personal y no ha des mo”], 1841; trad. franc. p. 26). Ésta no
empeñado ningún papel en mi vida afec­ es más que la misma noción de la
tiva, me es sumamente difícil sentir unidad de lo subjetivo y de lo objetivo
afecto por él. Haciéndolo cometería del yo y del otro transferida del Infi­
aún una injusticia, ya que todos los nito (al que la referían los románticos)
míos aprecian mi A. por ellos como al hombre en su finitud. nero a pesar
una preferencia y resultaría injusto de esta transferencia, la noción sigue
acordar a un extraño idéntico favor. siendo la misma; y el A. es entendido
Ahora, si debo repartir cuerdamente los por Feuerbach románticamente, en efec­
sentimientos de ternura que experimen­ to, como comunidad e identidad: "la
to entre el Universo entero... con toda unidad de Dios y del hombre, del es­
seguridad no podría acordarle tanto píritu y de la naturaleza”. El A. "no
cuanto la razón me autorizara a guar­ tiene plural”, la encarnación misma,
dar para mí mismo” (Ibid.,\ trad. esp., tanto para Feuerbach como para Hegel,
pp. 68-79). En conclusión, "el manda­ no es más que "el A. puro, absoluto, sin
miento ‘ama a tu prójimo como a ti agregado, sin distinción entre el A. di­
mismo’ proporciona a la vez la medida vino y el humano” (Ibid., p. 82). A
de defensa más fuerte contra la agresi­ partir de esta noción Feuerbach ha deli­
vidad y el ejemplo mejor y más claro neado la progresiva extensión del A. del
de los procedimientos antipsicológicos objeto sexual, al niño, al hijo, del hijo
del super-yo colectivo. Este mandamien­ al padre y finalmente a la familia, a la
to es inaplicable, una inflación de esta gente, a la tribu, etc.; tal extensión
manera grandiosa del A. no logra más se debería a la multiplicación de las
que rebajar su valor, pero no descartar acciones recíprocas y, por lo tanto, a
el peligro” (Ibid., trad. esp., p. 134). Estas la recíproca dependencia de las institu­
consideraciones presuponen de manera ciones de los intereses vitales. El último
obvia que el amor implica una elección término de esta extensión progresiva
motivada por el valor reconocido o atri­ sería "la humanidad en su conjunto”,
buido al objeto amado; pero precisa­ que, como tal, es el objeto más alto,
mente este elemento de elección no en­ del A. y el ideal moral por excelencia.
57
Amor

Los escritores positivistas, especialmen­ mente al núcleo válido de las cosas, al


te Comte y Spencer, han fundado su valor: tiende a realizar el valor más alto
ética en el A. extendido a toda la posible (y esto es ya un valor positivo)
humanidad. También la ética del neo- o a suprimir un valor inferior. Se pue­
criticismo alemán tal como la expresa de dirigir a la naturaleza humana, a la
Cohén, por ejemplo, se basa en él. persona humana y a Dios, en lo que
Los términos “humanidad” y “A.” re­ tienen de propio, o sea como otro de
sultan sinónimos en estas direcciones, aquel que ama. Scheler reconoce con
porque significan la unidad de los seres Freud que “el A. sexual representa un
humanos y asimismo, alguna vez, la factor primordial fundamental, en el
unidad cósmica según el concepto ro­ sentido de que todas las otras varie­
mántico. Desde este punto de vista, las dades del A. vital o de la vida instintiva
formas del A. se clasifican de acuerdo derivan su fuerza y su vitalidad de tal
con la mayor o menor extensión del A.” (Ibid., II, cap. VI, §5). Pero no se
círculo de objetos a los que se extiende reduce al instinto sexual, porque impli­
el A. Así el A. a la patria sería infe­ ca elecciones, que en principio se orien­
rior al A. a la humanidad, el A. a la tan hacia las cualidades vitales que
familia inferior al A. a la patria y denominamos más "nobles”. Pero si el
el A. a uno mismo inferior al que se A. sexual domina la esfera vital, exis­
siente por un amigo. Scheler ha demos­ ten otras formas de A. correspondientes
trado en su Esencia y formas de la a la esfera espiritual y a la religiosa y
simpatía (1933) el carácter ficticio de estas formas constituyen variedades
esta jerarquía que pretende reducir las cualitativamente diferentes, cualidades
variedades autónomas del A. a una primordiales e irreducibles unas a otras,
forma única que tendría grados dife­ que hacen pensar en una preformación,
rentes conforme a la extensión del en la estructura psíquica del hombre,
círculo humano que constituye su' ob­ de las relaciones elementales que exis­
jeto. Sus observaciones a este respecto ten entre hombre y hombre (Ibid.).
coinciden sustancialmente con las que Entre estas formas no está todavía el
apuntara Freud: el valor del A. dismi­ A. a la humanidad. La humanidad
nuye y no aumenta a medida que el puede ser amada como individuo único
A. se extiende a un número de objetos y absoluto solamente por Dios; el de­
mayores, ya que, por lo general, el A. nominado A. a la humanidad es, por
a lo próxirr o a nosotros tiene más va­ lo tanto, sólo el A. del hombre medio
lor que el A. a lo lejano, por lo menos de una determinada época, o sea de los
en tanto se dirige a un ser viviente; y valores corrientes en esta época, que
Nietzsche no ha tenido razón al oponer interesan a los sostenedores de esta
en Así hablaba Zaratustra el A. al forma de A. Dicha forma, según Scheler,
lejano al A. al prójimo. Scheler ha ne­ no es más que resentimiento, o sea
gado el supuesto mismo de la doctrina odio por los valores positivos implícitos
del A. universal: la noción románti­ en "pueblo natal", "pueblo”, "patria”,
ca del A. como unidad o identificación. "Dios", odio que al sustituir a estos
El A. y, en general, la simpatía en portadores de valores específicamente
todas sus formas, implica y, al mismo superiores por la humanidad, busca
tiempo, funda la diversidad de las per­ darse y dar la ilusión del A. (Ibid.).
sonas (véase s i m p a t í a ) . El sentido del Los análisis de Scheler constituyen,
A. consiste precisamente en no consi­ dentro de la filosofía contemporánea,
derar y en no tratar a otro como si la primera tentativa de sustraer la no­
fuera idéntico a uno mismo. "El A. ver­ ción del A. al ideal romántico de la
dadero —dice Scheler (Sympathie, I, absoluta unidad. La sugestión y la ac­
cap. IV, §3)— consiste en comprender ción de estos ideales pueden vislum­
lo bastante a otra individualidad mo­ brarse, sin embargo, en dos doctrinas
dalmente diferente de la mía, en poder­ contemporáneas aparentemente hetero­
me poner en su puesto aun considerán­ géneas: la doctrina del A. místico de
dola otra y diferente a mí y afirmar, sin Bergson y la doctrina del A. sexual
embargo, con calor emocional y sin re­ de Sartre. Según Bergson, la fórmula
servas su propia realidad y su propio del misticismo es la siguiente: "Dios
modo de ser.” El A. se dirige necesaria­ es A. y objeto de A." (Deux sources de
58
Amor

la morale et de la religión, III, trad. jetivo de todos los valores” (L'étre et


ital., p. 275). Aun cuando se pueda du­ le néant, p. 436). La voluntad de ser
dar acerca de la exactitud de la pri­ amado es así la voluntad de valer para
mera parte de esta fórmula, porque el otro como el infinito mismo. "La
difícilmente puede encontrarse en los mirada del otro no me penetra de fini-
místicos la tesis de que Dios ame al tud, no inmoviliza más mi ser en aque­
hombre (lo que Dios ofrece al hombre llo que soy simplemente; no podré ser
que lo ama es la salvación y la bea­ visto como malo, como pequeño, como
titud y la participación de su “gloria”), vil, porque estos caracteres representan
lo que Bergson quiere decir es que el necesariamente una limitación de he­
arranque místico se realiza como una cho de mi ser y una aprehensión de mi
unidad entre el hombre y Dios. "No finitud como finitud” (Ibid., p. 437).
hay ya separación completa entre el Pero para que el otro pueda conside­
amante y el amado: Dios está presen­ rarme así, es necesario que pueda que­
te y la alegría es ilimitada” (Ibid., rer, es decir, que sea libre: por lo
p. 252). Debido a esta unidad, el A. del tanto, la posesión física, la posesión
hombre hacia Dios es el A. de Dios del otro como cosa es, en el A., insatis­
por todos los hombres. "A través de factoria y desilusionante. Es necesario
Dios, con Dios, ama a toda la humani­ que el otro sea libre para quererme
dad con A. divino.” Pero este A. no es amar y para ver el infinito en mí. Lo
la fraternidad del ideal racional ni la que quiere decir que es necesario que
intensificación de una simpatía innata se mantenga "como pura subjetividad,
del hombre por el hombre: es "la pro­ como el absoluto por el cual el mundo
secución de un instinto” que está en viene al ser” (Ibid., p. 455). Pero pre­
las raíces de la sensibilidad y de la cisamente aquí se encuentra el conflicto
razón como de todas las otras cosas y y el descalabro inevitable del A., ya
se identifica con el A. de Dos por su que, por un lado, el otro exige de mí
obra, A. que ha creado todas las cosas la misma cosa que yo exijo de él, o
y que está en situación de revelar el sea el ser amado y valer para mí como
misterio de la creación al que sepa la totalidad infinita del mundo; y por
interrogarlo. A este A. corresponde per­ otra parte, precisamente por querer es­
feccionar la creación de la especie to, por amarme, "me desilusiona radi­
humana (Ibid., IV, pp. 356-57) y volver calmente con su mismo A.: yo exigía
a dar al universo su función esencial, de él que fundara mi ser c mo objeto
esto es, la de ser "una máquina desti­ privilegiado, manteniéndose como pura
nada a crear dioses". El carácter spi- subjetividad con referencia a mí; y,
noziano, romántico y panteísta de estas desde el momento que me ama, me
afirmaciones resulta evidente y pone reconoce en cambio como sujeto y se
en claro la noción que tales afirmacio­ abisma en su objetividad frente a mi
nes presuponen, o sea la del A. como subjetividad" (Ibid., p. 444). En otros
unidad que es identidad. términos, en el A., cada uno quiere ser
Si el "A. divino” de Bergson tiene para el otro el objeto absoluto, el mun­
un sello romántico, no es menos ro­ do, la totalidad infinita, pero para que
mántico el "A. profano" de Sartre. El esto sea posible es necesario que el
supuesto del análisis sartreano es con­ otro quede como subjetividad libre e
siderar al A. como tentativa o, mejor igualmente absoluta. Pero ya que am­
dicho, como proyecto de realizar la bos quieren exactamente la misma cosa,
unidad o la asimilación entre el yo y el único resultado del A. es un conflicto
el otro. Esta exigencia de unidad o de necesario y un descalabro inevitable.
asimilación es, en lo referente al yo, Existe, sin embargo, otra forma de
la exigencia de que él sea una totali­ realizar la asimilación del uno y del
dad, un mundo, un fin absoluto para otro, que es exactamente la inversa de
el otro. El A. es fundamentalmente un la que se acaba de describir: en vez
querer ser amado; y querer ser amado de proyectar absorber al otro conser­
significa "querer situarse fuera de todo vándole su alteridad, puedo proyectar
el sistema de los valores puesto por hacerme absorber por el otro y perder­
los otros, como la condición de toda me en su subjetividad para desembara-,
valorización y como el fundamento ob­ zarme de la mía. En este caso, en vez
59
Amor

de buscar el existir para el otro como como una realidad garantizada por el
objeto-límite, como mundo o totalidad A., resulta en Sartre un proyecto inevi­
infinita, buscaré hacerme tratar como tablemente destinado al descalabro. El
un objeto entre los otros, como un ins­ de Sartre es un romanticismo desilu­
trumento que utilizar, en una palabra, sionado y conocedor de su quiebra.
como una cosa. Se tendrá entonces la Sin embargo, en la filosofía contem­
actitud masoquista. Pero el masoquis­ poránea resulta evidente la tendencia
mo es y debe ser un descalabro porque antirromántica tendiente a quitarle al
se tendrá que querer convertir en un A. el carácter de infinitud, o sea, a
simple instrumento inanimado, una co­ quitarle su naturaleza "cósmica” o "di­
sa humilde, ridicula u obscena; se vina” y a circunscribirlo dentro de
deberá, precisamente, quererlo o sea límites más restringidos y precisos.
valer, a esta finalidad, como subjeti­ Russell ha sacado a luz la fragilidad
vidad libre (Ibid., pp. 346-47). No existe, del A. romántico que pretende ser la
por lo tanto, salvación en el A.: el totalidad de la vida y que, en cambio,
conflicto y el descalabro le son intrín­ se dirige rápidamente al encuentro del
secamente necesarios. Por lo demás, agotamiento y de la quiebra. “El A. —ha
Sartre ve un conflicto análogo también dicho— es aquello que da valor intrín­
en el simple deseo sexual, cuyo "ideal seco a un matrimonio y, como el arte
imposible” define así: "Poseer la tras­ y el pensamiento, es una de las cosas
cendencia del otro como pura trascen­ supremas que hacen que la vida sea
dencia y, sin embargo, como cuerpo: digna de ser vivida. Pero si bien no
reducir al otro a la simple facticidad, hay un buen matrimonio sin A., los
porque él está entonces en medio de mi mejores matrimonios tienen una fina­
mundo, pero hacer que esta factici­ lidad que se encuentra fuera del A.
dad sea una representación perpetua El A. recíproco de dos personas es muy
de su trascendencia nulificadora” (Ibid ., circunscrito, muy separado de la comu­
pp. 463-64). Y así como el A. puede nidad para ser, por sí mismo, la finali­
tender al masoquismo como hacia una dad principal de una buena vida. En sí
ilusoria solución de su conflicto, así el mismo no es una fuente suficiente de
deseo sexual tiende al sadismo, o sea actividad, no es lo suficientemente pros­
a la falta de reciprocidad de las rela­ pectivo como para constituir una exis­
ciones sexuales, al goce de ser "poten­ tencia en la que encontrar una satis­
cia posesi i y libre en las relaciones de facción última. Más temprano o más
una libertad aprisionada por la carne” tarde, resulta retrospectivo, es una tum­
{Ibid., p. 469). No hay duda de que el ba de alegrías muertas, no es una fuen­
análisis de Sartre, asaz rico en suges­ te de nueva vida. Este mal es inse­
tiones y referencias, representa un parable de cada fin que sólo pueda
examen sin prejuicios de ciertas for­ lograrse por una única emoción supre­
mas que el A. puede adquirir y ad­ ma. Las únicas finalidades adecuadas
quiere, y de los conflictos inherentes a son aquellas que insisten y se proyectan
ellas. Pero se trata de las formas del hacia el futuro, que no pueden ser nun­
A. romántico y de sus degeneraciones. ca plenamente logradas, sino que se
El A. del que habla Sartre es el proyecto encuentran siempre in crescendo e in­
de la fusión absoluta entre dos infinitos, finitas como la infinitud de la búsqueda
y dos infinitos no pueden más que humana. Sólo cuando el A. se encuen­
excluirse y contradecirse. Para Sartre, tra ligado a cualquier finalidad infinita
querer ser amado significa ser la tota­ de esta naturaleza, puede tener la se­
lidad del ser, el fundamento de los riedad y la profundidad de que es
valores, el todo y el infinito: o sea el capaz" {Principies of Social Recon-
mundo o Dios mismo. Y el otro, el ama­ struction, p. 192). Esto no niega el
do, debería ser un sujeto igualmente A., sino que vuelve a conducir a los
absoluto e infinito, capaz de dar ca­ límites que lo definen. "Un hombre
rácter de absoluto e infinito a quien —dice todavía Russell— que no haya
lo ama. Los supuestos románticos de nunca visto las cosas bellas en compa­
esta impostación resultan evidentes. La ñía de la mujer amada, no ha conocido
unidad absoluta e infinita que el roman­ en su plenitud el mágico poder que
ticismo clásico postulaba ingenuamente tales cosas poseen. Por lo demás, el
60
Amor

A. se encuentra en situación de romper des y relativas funciones emotivas que


la dura corteza de su propio yo por­ pueden constituir su base objetiva. “Re­
que es una especie de colaboración lación finita” significa relación no de­
biológica en la que las emociones del terminada necesariamente por fuerzas
uno son necesarias para la satisfacción ineluctables, sino condicionada por ele­
de los instintivos propósitos del otro” mentos y situaciones capaces de expli­
(La conquista de la felicidad; trad. carnos las modalidades particulares.
ital., p. 42). En tal sentido no requiere, Significa, por lo demás, relación sujeta
sin embargo, el sacrificio de las perso­ tanto al acierto como al fracaso y aun,
nas que se aman, sino que constituye en los casos más favorables, suscepti­
más bien un enriquecimiento y un cum­ ble de resultados sólo parciales y de
plimiento de la personalidad. No re­ estabilidad relativa. Es evidente que,
quiere tampoco el entumecimiento del en este caso, el A. no es nunca "todo”
espíritu crítico de ambas partes, sino y no constituye la solución de todos
más bien el respeto de la recíproca los problemas humanos. Cada tipo o
autonomía y la fidelidad a los com­ especie de A. y, en cada tipo o especie,
promisos contraídos. Por esta razón, es cada caso de A. estará delimitado y
indispensable la realización de la igual­ definido, en las relaciones constituti­
dad de condiciones morales y jurídicas vas, por aquellos intereses, necesidades,
entre los sexos y también una trans­ aspiraciones, preocupaciones particula­
formación y liberalización de las reglas res, etc., cuya coparticipación constitui­
morales que ahora restringen e inhiben rá, de vez en vez, la base o el motivo
de manera muy rígida las relaciones del A. Específicamente el A. podrá
sexuales. Por otra parte, no obstante, definirse como el control emotivo de
"la relación sexual sin A. tiene un tales tipos o modos de coparticipación
valor mínimo y debe ser considerada y de comportamiento correspondientes.
como un primer experimento, como El valor de este control emotivo puede
para dar un concepto aproximado del ser objeto de observación. Por ejemplo,
A.” (Marriage and Moral, cap. TX; la fidelidad en el A. no tiene valor si
trad. ital., p. 118). no es resultado del control emotivo de
Una mirada de conjunto a las teorías una fría noción del deber, y, por otra
a que se ha hecho referencia, nos mues­ parte, algunas infidelidades no mellan
tra que en ellas concurren dos nocio­ necesariamente al A. Dentro de estos
nes fundamentales del A., a una u otra límites, en los que el A. .esulta un
de ellas pueden referirse fácilmente fenómeno humano, la descripción de
cada una de estas nociones. La primera términos tales como "unidad”, todo”,
es la del A. como una relación que no “infinito”, "absoluto”, se hallan fuera
anula la realidad individual y la auto­ de lugar y el A. pierde sustancia cós­
nomía de los seres entre quienes se mica, pero gana en importancia huma­
presenta, sino que tiende a reforzarlas na, y su significado, objetivamente con-
mediante un intercambio recíproco emo­ firmable, es fundamental para la for­
tivamente controlado de servicios y de mación, la conservación y el equilibrio
cuidados de todo género, intercambio de la personalidad humana. La no­
en el cual cada uno busca el bien del ción del A. en este sentido es la que
otro como si fuera su propio bien. En han ilustrado Platón, Aristóteles, Santo
este sentido el A. tiende a la recipro­ Tomás, Descartes, Leibniz, Scheler,
cidad y es siempre recíproco en su Russell.
forma lograda, que, sin embargo, podrá La segunda teoría sobre el A. es la
denominarse siempre una unión (de que ve en él una unidad absoluta o
intereses, de intentos y de propósitos, infinita, o bien la conciencia, el deseo
de necesidades, tanto como de sus emo­ o el proyecto de tal unidad. Desde tal
ciones correlativas), pero nunca una punto de vista, el A. cesa de ser un
"unidad” en el sentido propio del tér­ fenómeno humano para resultar un fe­
mino. En este sentido, el A. es una nómeno cósmico, o mejor aún, la natu­
relación finita entre entes finitos, sus­ raleza del Principio o de la Realidad
ceptible de la más grande variedad suprema. El logro o el fracaso del A.
de modos, de conformidad con la varie­ humano resulta indiferente y, aún más,
dad de intereses, propósitos, necesida­ el A. humano como aspiración hacia la
61
A m o r a u n o m is m o
A m o ra l, a m o ra lis m o
identidad absoluta o como tentativa por soportar el incurrir en pecado para li­
parte de lo finito de identificarse con brar del pecado al prójimo (S. Th., II,
el Infinito, se halla condenado de ante­ II, q. 26, a. 4). En la edad moderna,
mano al fracaso y reducido a una as­ Malebranche (en la Premiére lettre au
piración unilateral, por lo que la reci­ R. P. Lamie) adoptó la distinción entre
procidad es desilusionante y se contenta amor propio y A., considerando al pri­
en navegar como vaga forma de un mero como la fuente de todos los des­
ideal fugitivo. Dos son las consecuencias arreglos humanos, y al segundo, en
de tal concepto del A. La primera es la cambio, como el principio de todos los
infinitud de las vicisitudes amorosas, esfuerzos por cumplir con el deber. La
que al ser consideradas como modos distinción fue adoptada asimismo por
o manifestaciones de lo Infinito, ad­ Vauvenargues (De Vesprit humain, 24):
quieren un significado y una importan­ “El A. a nosotros mismos permite bus­
cia desproporcionada y grotesca, sin car la propia felicidad fuera de nosotros.
relación con la importancia real que Se puede amar cualquier cosa fuera de
tienen para la personalidad humana y nosotros más que la propia existencia
sus relaciones con los otros. La segunda y no es el único objeto el ser para uno
es que todo tipo o forma de A. humano mismo. El amor propio, por el contra­
se halla destinado al fracaso; y el pro­ rio, subordina todo a las propias co­
pio éxito de tal A., que se confirma en modidades o al propio bienestar y tiene
la reciprocidad, en la posibilidad de la en sí mismo el único objeto y el único
coparticipación, se considera como el fin; de tal manera en tanto que las
signo de este fracaso. Estas dos posi­ emociones que resultan del A. nos ofre­
ciones se pueden hallar fácilmente en cen las cosas, el amor propio quiere
la literatura romántica acerca del A. que las cosas se nos den a nosotros
Esta noción del A. es la que defienden y hace de ello el centro de todo." Los
Spinoza, Hegel, Feuerbach, Bergson, análisis de Scheler (Sympathie, II,
Sartre. cap. 1 , § 1 ) han confirmado este punto
de vista. “El A. se orienta hacia los
A m o r a u n o m is m o (gr. qjiXauTÍa.; ingl. valores y, por medio de ellos, hacia
selftove; franc. amour de soi; alem. los objetos que son sus portadores, sin
Eigenliebe; ital. amor di sé). Esta ex­ preocuparse por saber a quién pertene­
presión no debe confundirse ni con cen estos valores, si a ‘mí’ o a los
"amor propio" que significa vanidad ‘otros’." Por lo tanto el A. a uno mismo
o, en el mejor de los casos, sentido de no se distingue, en principio, del amor
altivez o de orgullo, ni con egoísmo a los otros y no tiene nada que ver con
(véase). Aristóteles distinguió la filau- el egoísmo (véase).
tia, que es una virtud, del egoísmo
vulgar del que se ama a sí mismo en A m o r fa ti. Expresión usada por Nietz-
tanto quiere atribuirse la mayor parte sche como "fórmula para la dimensión
del lucro, de los placeres y de los hono­ del hombre”; significa: "No desear na­
res. "El fitautos —nos dice— es más da diferente de lo que es, ni en el
bien el que se apropia de la belleza y futuro, ni en el pasado, ni para toda
del bien y se da a ellos con señorío y los la eternidad. No sólo soportar lo nece­
obedece en todo" (Ét. Nic., IX, 8 , sario, sino amarlo.” La fórmula expresa
1168 a 28). En otras palabras, el que se la postura propia del superhombre y la
ama a sí mismo en el verdadero senti­ naturaleza del "espíritu dionisiaco" en
do, no pretende la mayor parte de los cuanto es aceptación integral y entu­
placeres, de los honores o del lucro, sino siasta de la vida en todos sus aspectos,
la mayor parte del bien y de la belleza, aun en los más desconcertantes, tristes
o sea el ejercicio de la virtud. En sen­ y crueles (Ecce Homo, passim; Wille
tido análogo, Santo Tomás afirma que sur Machí, ed. Króner, I, § 282; trad.
el hombre se ama a sí mismo cuando esp.: La voluntad de dominio, Madrid,
ama su naturaleza espiritual, no su na­ 1932). Véase destin o .
turaleza corpórea, y que en tal sentido
debe amarse a sí mismo después de A m o ra l, a m o ra lis m o (ingl. amoral, amor-
Dios, pero antes que a cualquier otro; alism; franc. amoral, amoralisme; alem.
de tal manera, por ejemplo, no puede amoralisch, Amoralismus). El adjetivo
62
A n a g ó g ic o
A n á lisis
‘A.” designa precisamente todo lo indi­ sico, cuando pasa de las plantas a los
ferente a las valuaciones morales: en animales o de los seres menos perfec­
este sentido un hombre A. es un hombre tos a los más perfectos. El orden ana­
sobre cuya conducta los juicios acerca lítico va por el camino opuesto y es
del bien y del mal no tienen ninguna inherente al físico o al ético, en cuanto
influencia y que, por lo tanto, se regula este último pasa de las consideraciones
independientemente de ellos. El térmi­ del fin a las de la acción honesta (.Lógi­
no "amoralismo” designa en cambio ca Hamburgensis, 1638, IV, cap. 18). A
una profesión de amoralidad y, por lo partir de Descartes, el análisis y la sín­
tanto, la pretensión de prescindir de los tesis dejaron de considerarse como mé­
valores de ¡a moral corriente, sustitu­ todos de enseñanza y fueron vistos
yéndolos por otros valores; en este sen­ como procedimientos de demostración.
tido el término ha sido adoptado a Dice Descartes: “La manera de demos­
menudo para designar la posición de trar es doble: se demuestra por el A.
Nietzsche. Véase trasmutación de los o disolución, o por la síntesis o com­
VALORES. posición. El A. muestra la ruta verda­
dera mediante la cual metódicamente
(gr. ávaytoyixó;; ingl. anagog-
A n a g ó g ic o se ha inventado la cosa y hace ver la
ic; franc. anagogique; alem. anagoge). manera en que los efectos dependen de
Uno de los significados de la Escritura la causa... La síntesis, por el contrario,
(tal como los distingue, por ejemplo, examinando las causas en sus efectos
Hugo de San Víctor, De Scripturis, III), (si bien la prueba que contiene va a
más precisamente el que consiste en menudo de las causas a los efectos),
ir de las cosas visibles a las invisibles demuestra claramente, en verdad, lo
y, en general, de las criaturas a su contenido en sus conclusiones y se sirve
Causa primera. Véase alegoría. de una larga serie de definiciones, pos­
A n a g ó g ic o , a r g u m e n to , véase ABSURDO.
tulados, axiomas, teoremas, problemas”
(Rép. aux II Ob.). Descartes mismo
A n á lisis (gr. aváXvois; lat. analysis; ingl. señala que los antiguos geómetras se
analysis; franc. analyse; alem. Analyse; sirvieron de preferencia de la síntesis,
ital. analisi). Por lo general, la descrip­ en tanto él gusta del A. porque este
ción o interpretación de una situación camino "parece el más verdadero y el
o de un objeto cualquiera, a partir de más adecuado a la enseñanza”. Hobbes
los elementos más simples de la situa­ repitió sustancialmente esta considera­
ción o del objeto en cuestión. La fina­ ciones (De Corpore, VI, §§ 1-2) y la Ló­
lidad de este procedimiento es disolver gica de Port Royal denominó "método
la situación o el objeto en sus elemen­ de invención” al A. y "método de com­
tos, así se dice que se ha logrado un posición” o "método de doctrina" a la
procedimiento analítico cuando se ha síntesis (Lóg. IV, 2). Este punto de vista
realizado tal disolución. Este procedi­ sancionó la superioridad del procedi­
miento había sido adoptado ya por miento analítico en la filosofía moder­
Aristóteles en la lógica de la demostra­ na. Tal superioridad fue presupuesta
ción (apodíctica) con el objeto de di­ también por Leibniz, quien formula una
solver la demostración en el silogismo, definición del A. desde el punto de vista
el silogismo en las figuras, las figuras lógico-lingüístico: “El A. significa esto:
en las proposiciones (An. pr., I, 32, que cualquier término dado sea disuelto
42 a 10). La lógica del siglo xvn empezó en sus partes formales, esto es, se dé su
a exponer la diferencia entre análisis y definición; que estas partes sean, a
síntesis como diferencia entre dos mé­ su vez, disueltas en partes, o que se dé
todos de enseñanza. ‘‘El orden didascá- la definición de los términos de la de­
lico —decía Jungius— es sintético, es finición, y así sucesivamente, hasta los
decir, compositivo, o analítico, es decir, términos indefinibles” (De Arte Com­
disolutivo.” El orden sintético va "de binatoria, Op., ed. Erdmann, p. 23 a-b).
los principios a lo fundado, de los cons­ Con otras palabras Newton expresaba
tituyentes a lo constituido, de las lo mismo: "Mediante el camino del A.
partes al todo, de lo simple a lo com­ podemos proceder de los compuestos a
puesto” y es el que adoptan el lógico, el los ingredientes y de los movimientos
gramático, el arquitecto y también el fí­ a las fuerzas que los producen; y en
63
Análisis

general, de los efectos a sus causas o tándose en cada caso de determinar


de las causas particulares a las gene­ los elementos verdaderos o efectivos
rales, de manera que el razonamiento que condicionan estas actividades, en
termina en las más generales” (Opticks, contraste con los elementos aparentes
1704, III, 1, q. 31; ed. Dover, p. 404). o ficticios ("dialécticos”). Naturalmen­
Wolff oponía el método analítico al sin­ te el método analítico no tiene nada que
tético en el mismo sentido: Se denomina ver con los juicios analíticos. "El mé­
analítico el método según el cual se dis­ todo analítico, en cuanto se opone al
ponen las verdades en el orden en que sintético, es algo muy distinto de un
fueran halladas o, por lo menos, en el conjunto de juicios analíticos; quiere
orden en que pudieran ser halladas. decir solamente que se parte del objeto
Se denomina sintético el método se­ de la cuestión, como algo dado, para
gún el cual se disponen las verdades remontarse a las condiciones que lo ha­
de modo que cada una pueda ser más cen posible” (Pról., §5, nota). Hegel
fácilmente entendida y demostrada a fijó de análoga manera el carácter fun­
partir de la otra" (Lóg. 885). El signi­ damental del procedimiento analítico,
ficado que Kant dio a la oposición al escribir: "Aun cuando el conocimien­
entre los dos métodos, no es diferente. to analítico procede de relaciones que
Kant distingue, particularmente en su no constituyen una materia dada exte-
De mundi sensibilis atque intellegibilis riormente por determinaciones del pen­
forma et ratione (L §1, nota), dos samiento, continúa, sin embargo, siendo
significaciones del A.: uno cualitativo, analítico, en cuanto que por ello tam­
que es el "retroceso a rationato ad bién estas relaciones constituyen datos”
rationem", otro cuantitativo (del que {\Vissenschaft der Logik ["La ciencia
declara valerse) que es "el retroceso del de la lógica"], III, III, II, A a; trad.
todo a sus partes posibles, o sea, a las ital., p. 295). En efecto, el reconocimien­
partes de las partes, y de tal manera to de datos puede tomarse como ca­
el A. no es la división, sino la sub­ rácter fundamental del procedimiento
división del compuesto dado”. Kant se analítico, como el que más claramente
vale de este procedimiento en sus tres lo distingue del sintético. Véase f i l o ­
obras principales, en cada una de las s o f ía .
cuales la parte positiva fundamental En la filosofía y, en general, en la cul­
se halla constituida por una "Analí­ tura moderna y contemporánea, la ten­
tica”. Segú._ Kant, el procedimiento dencia analítica, o sea la tendencia a
analítico es el propio de la "lógica reconocer en el A. el procedimiento de
general” en cuanto "disuelve todo tra­ la investigación, se ha extendido am­
bajo formal del entendimiento y de pliamente y ha resultado fecunda. Esta
la razón de sus elementos y expone tendencia coincide sustancialmente con
estos elementos como principios de toda la tendencia empirista (en el sentido
valuación lógica de nuestro conocimien­ metodológico del empirismo, véase) al
to” (Crít. R. Pura, Lóg. trasc., Intr., 3). restringir la investigación a los “he­
El mismo procedimiento es propio tam­ chos observables” y a las relaciones
bién de la lógica trascendental que entre tales hechos; tendencia que en
aísla el entendimiento, es decir, a la todo caso implica la exigencia de indi­
parte del conocimiento que tiene su car el método o el procedimiento me­
origen sólo en el entendimiento (cono­ diante el cual efectivamente puede ob­
cimiento a priori), y más precisamente servarse el hecho. En este sentido, el
de la Analítica trascendental que es "la procedimiento analítico lleva a la eli­
disolución de todo nuestro conocimien­ minación de realidad o de conceptos
to a priori en los elementos del cono­ “en sí”, o sea, absolutos e independien­
cimiento puro intelectual”. El procedi­ tes de toda observación o verificación
miento analítico ha sido, por lo demás, y presupuestos como realidades o ver­
adoptado por Kant en la Crítica de la dades "últimas”. En este aspecto la
razón práctica con el fin de aislar los física relativista y la mecánica cuán­
principios prácticos, o sea morales, y tica, pueden ser consideradas como re­
en la Crítica del juicio, con el fin de sultados del procedimiento analítico.
determinar los fundamentos del juicio Cuando Einstein observó que para
estético y del juicio teleológico, tra­ hablar de "hechos simultáneos” es ne-
64
Análisis

cesado ofrecer un método para obser­ total y amorfo y tiende a disolverse en


var la simultaneidad de tales hechos operaciones naturales. En la filosofía
(dando así la clave de la teoría de la de Husserl, el A. se dirige al mundo de
relatividad), no hizo más que llevar a la conciencia como intencionalidad (véa­
buen fin el A. de la noción de "hechos se) y es "análisis intencional” dirigido
simultáneos”. Y cuando Niels Bohr y a la determinación de las estructuras
sus discípulos sacaron a luz el hecho de la conciencia y a las "formas” esen­
de que toda observación física va acom­ ciales de sus contenidos objetivos. En
pañada por un efecto del instrumento la filosofía de Heidegger, el A. se diri­
observador sobre el objeto observado, ge a la existencia, o sea a las situa­
no hizo más que llevar a buen término ciones más comunes y reiterables en
el A. de "observación física”, y de este las que el hombre se encuentra en el
análisis ha nacido toda la mecánica mundo. En el empirismo lógico, el A.
cuántica. De análoga manera, la re­ es A. del lenguaje y tiende a eliminar
nuncia a postular un medio de tras­ las confusiones mediante la determina­
misión no observable de los fenóme­ ción y el examen del significado o modo
nos electromagnéticos (el denominado de uso de los signos. Estas tendencias
"éter”) puede ser considerada como un analíticas de la filosofía contemporánea
resultado del refuerzo del procedimien­ se encuentran más o menos en polé­
to analítico. En matemática, el mismo mica con la metafísica tradicional y
procedimiento ha prevalecido, ya que tienden a dar un método riguroso a la
ha renunciado a discutir el significado investigación filosófica, para la com­
de los pu’itos, las rectas, los núme­ probación y el control de sus resulta­
ros, en sí y se ha limitado al análisis dos. Al mismo tiempo, todas llevan
de las relaciones corrientes entre estos más o menos a cierto entumecimiento
términos y los postulados que las ex­ metafísico; al hablar de “datos últi
presan. Desde este punto de vista, el mos”, por ejemplo, como lo hace Berg­
A. se ha extendido y reforzado en per­ son, de "formas o esencias necesarias”,
juicio de lo que se denomina “meta­ como lo hace Husserl, de "estructuras
física”, o sea, del dominio de las rea­ necesarias”, como dice Heidegger, de
lidades absolutas y de las verdades "proposiciones atómicas” o de "hechos
necesarias. En el campo de las ciencias atómicos”, como lo expresa el empi­
históricas, Dilthey opuso al método me- rismo lógico, etc. Se puede afirmar
tafísico y a priori, adoptado, por ejem­ aun que la tendencia de las filosofías
plo, por Hegel, el método analítico y analíticas y de la dirección analítica
descriptivo, propio de la psicología; en de las ciencias consiste en la progre­
consecuencia, se habla hoy del “A. his­ siva eliminación de puntos firmes, o
tórico” que tiende a comprender un sea, de elementos o estructuras que por
hecho histórico en sus elementos y en su sustancialidad y necesidad bloquean
la conexión de tales elementos. Se habla el curso ulterior del A. y lo inmovilizan
también de "A. sociológico” en el sen­ en resultados que se admiten como
tido de un método que tiende a disol­ definitivos y se sustraen, por lo tanto,
ver una realidad social en les compor­ a todo control ulterior. Esta tendencia
tamientos, en las actitudes y las insti­ es, por lo tanto y al mismo tiempo,
tuciones que constituyen los elementos tendencia a la determinación y a la
observables. utilización técnicas de testimonios y
En el dominio de la filosofía contempo­ de controles que sean susceptibles de
ránea, el A. adquiere diferentes formas, corrección y rectificación continuas.
sea conforme a los instrumentos con los Desde este punto de vista el A. es, en
cuales se realiza, sea conforme a los ob­ la ciencia y en la filosofía contempo­
jetos o a los campos de experiencia a los ránea, el equivalente del procedimiento
que se dirige. En la filosofía de Bergson, del empirismo tradicional puesto al
el A. se dirige a la "conciencia”, o sea día, y a él se opone la metafísica, en
a la experiencia interior y tiende al el sentido clásico del término, como
reencuentro de los datos últimos, in­ ciencia o pretendida ciencia de lo que,
mediatos, de tal experiencia. En la por ser "necesariamente” y "en sí”, no
filosofía de Dewey, el A. se dirige a tiene necesidad de ser analizado, o sea,
la experiencia humana en su carácter descrito, interpretado o comprendido
65
A n a lític a
A n a litic id a d
mediante procedimientos verificables. miento” (Inq. conc. Underst., IV, 1).
Véase filosofía . La característica de esta operación es
que no depende de los hechos; se trata
A n a lític a (ingl. analytics; franc. analiti- de una característica negativa que bien
que; alem. Analitik). En general, se da poco dice acerca del fundamento de
este nombre a una disciplina o parte la A.
de una disciplina cuyo procedimiento 2) Una cierta relación de implicación
fundamental es el análisis (véase su- entre sujeto y predicado. Así lo hace
pra). Aristóteles denominó A. a aquella Kant, que define el juicio analítico
parte de la lógica que tiende a disolver como aquel en el cual "el predicado B
todo razonamiento en las figuras fun­ pertenece al sujeto A como una cosa
damentales del silogismo (Primeros cualquiera contenida (implícitamente)
Analíticos) y toda prueba en los silo­ en este concepto A" (Crít. R. Pura, Intr.,
gismos mismos y en sus principios IV). Pero acerca del carácter de esta
primeros que constituyen sus premisas implicación nada se nos dice y el fa­
evidentes (Segundos Analíticos). Kant moso ejemplo adoptado por Kant en la
denominó "A. trascendental” a la pri­ proposición, "los cuerpos son extensos”,
mera parte de la "doctrina de los ele­ que sería analítica frente a la propo­
mentos” en la Crítica de la razón pura sición, "los cuerpos son pesados", que
y en la Crítica de la razón práctica sería sintética, no aclara el concepto,
(la segunda parte de ésta es la Dia­ ya que no se ve por qué la extensión
léctica); entendiendo por A. la deter­ deba hallarse contenida implícitamen­
minación de las condiciones a priori te en el concepto de cuerpo, y no la
del conocimiento y de la acción mo­ pesantez.
ral. La Crítica del juicio contiene por 3) La tautología. En este sentido,
lo demás una A. de lo bello, una A. Wittgenstein ha considerado las pro­
de lo sublime y una A. del juicio teleo- posiciones analíticas como tautologías.
lógico, que determinan las condiciones “La tautología —dice— no tiene condi­
a priori, las dos primeras del juicio ciones de verdad porque es incondicio­
estético y la otra del juicio sobre la nalmente verdadera” (Tractatus, 4 461).
finalidad natural. Heidegger habla de Pero, por otra parte, no es una "repro­
una "A. ontológica del ser”, o sea de un ducción de la realidad”, ya que "permite
análisis de la existencia como ser en el toda situación posible” (Ibid., 4 462).
mundo, como acercamiento y prepara­ Esta definición se ha difundido amplia­
ción para la ontología, esto es, para mente en la filosofía contemporánea.
poner en libertad la interpretación más Camap la ha expresado diciendo que
original posible del ser en general (Sein "un enunciado se denomina analítico
und Zeit, § 5; trad. esp.: El ser y el cuando es una consecuencia de la clase
tiempo, México, 1962, F. C. E.). nula de enunciados (y así, una conse­
A n a lític a , p s ic o lo g ía , véase PSICOLOGÍA, E ). cuencia de todo enunciado)” (Logische
Syntax der Sprache ["Sintaxis lógica
A n a litic id a d (ingl. analyticity; franc. del lenguaje”], § 14). Esto significa que
analyticité; alem. analyticitat; ital. un enunciado es analítico en tanto su
analiticita). La validez de las proposi­ negación sea contradictoria: caracterís­
ciones que no dependen de los hechos. tica que es adoptada por otros autores
El concepto es moderno y nace con la para definir la A. y que hace de las
distinción establecida por Hume entre verdades analíticas "verdades necesa­
relaciones de ideas y cosas de hecho, rias" (Reichenbach, The Theory of Prob-
y con la establecida por Leibniz entre ability, 1949, §4, p. 20; Lewis, Analysis
verdad de razón y verdad de hecho of Knowledge and Valuation, 1950,
(véase e x pe r ie n c ia ; h e c h o ). Según las p. 89, etc.). La verdad analítica de la
ocasiones han sido dados como funda­ tautología resulta del hecho de que
mento de la A. los siguientes: agota el rango de las posibilidades y
1) Una determinada operación del es­es, por lo tanto, evidente, a base de
píritu. Así lo hace Hume, afirmando la simple forma del enunciado. Por
que las proposiciones que conciernen ejemplo, la afirmación "ayer fue vier­
a las ideas "se pueden descubrir me­ nes o jueves” puede no ser verdadera;
diante una simple operación del pensa­ pero sí es verdadera, a partir de sus
66
Analogía

mismos términos, la afirmación "ayer na y contemporánea. El uso medieval


fue lunes o martes o miércoles o jue­ del término sirve de transición entre
ves o viernes o sábado o domingo" in­ uno y otro significado.
cluyendo todos los días de la semana. 1) Platón adoptó el término para in­
Aún hoy los lógicos tienden a la dis­ dicar la igualdad de las relaciones —de
tinción entre la verdad lógica y la 2 en 2— entre las 4 formas de conoci­
verdad analítica. Por ejemplo, la pro­ miento que distinguiera en La República
posición "ningún hombre no casado es (VII, 14, 534 a 6 ), o sea entre la ciencia
casado” es una tautología y es, por lo y la diánoia, que pertenecen a la es­
tanto, una verdad lógica; pero la pro­ fera de la inteligencia (que tiene por
posición "ningún soltero es casado” ya objeto el ser) y la creencia y la conje­
no es tautología, sino una proposición tura, que pertenecen a la esfera de la
analítica, fundada en la sinonimia en­ opinión (que tiene por objeto el de­
tre “soltero” y “no casado”. (Cf. Quine, venir). "Como el ser está en el devenir
From a Logical Point of View, 1953, —dice Platón—, así la inteligencia está
cap. II.) en la opinión; y como la inteligencia
4) La sinonimia. Ésta puede estable­está en la opinión, así la ciencia está
cerse: a) mediante definiciones, como en la creencia y la diánoia en la con­
se hace por lo común en las matemá­ jetura.” Aristóteles adopta la palabra
ticas o en todos los lenguajes artifi­ en el mismo sentido de igualdad de
ciales; b) según el criterio de la inter- relaciones. Nos dice, pues, que las co­
cambiabilidad, mediante el cual Leibniz sas en acto no son todas iguales entre
define la misma identidad (véase); en sí, pero son iguales para la A., en el
tal caso se llaman sinónimos los tér­ sentido de que tienen todas la misma
minos que pueden intercambiarse en relación con los términos que funcio­
un mismo contexto sin alterar la ver­ nan respectivamente como potencias.
dad de éste; c) mediante reglas semán­ “No es necesario —dice Aristóteles— re­
ticas, como ocurre también en los len­ querir la definición de todo, sino tam­
guajes artificiales. Debe hacerse notar bién mirar a la A. y, por lo tanto, ver
que la dificultad de establecer por me­ que el construir está con la habilidad
dio de estos procedimientos el signi­ de construir en la misma relación que
ficado exacto de sinonimia y, por lo la vigilia está con el dormir, el ver
tanto, de A., ha conducido a algunos con el tener los ojos cerrados, la ela­
lógicos modernos a . negar la existen­ boración del material con el material
cia de una precisa distinción entre mismo y la cosa formada con la cosa
A. y sinteticidad (Morton White, The informe" (Met., 9, 6 , 1 047 b 35 ss.). De
Analytic and the Synthetic: An Unten- la misma manera, Aristóteles afirma
abte Dualism, en Sidney Hook, ed., que los elementos y los principios de
John Dewey, Nueva York, 1950; W. V. las cosas no son los mismos, sino que
O. Quine, From a Logical Point of son sólo análogos, en el sentido de
View, Cambridge, 1953, cap. II). que son iguales las relaciones que tie­
nen entre sí. Por ejemplo, "en el caso
Analogía (gr. dvaXoyía; lat. atwlogia; del color la forma será el blanco, la
ingl. analogy; franc. analogie; alem. privación el negro y la materia la su­
Analogie). El término tiene dos signi­ perficie; en el caso de la noche y del
ficados fundamentales: 1) el sentido día la forma será la luz, la privación
propio y restringido, requerido por el será la oscuridad y la materia será el
uso matemático (para el que vale pro­ aire” (Ibid., 12, 4, 1070 b 18). Es obvio
porción) de igualdad de relaciones; que el blanco, el negro y la superficie
2 ) el sentido de extensión probable del no son lo mismo que la luz, la oscu­
conocimiento mediante el uso de seme­ ridad y el aire, respectivamente; pero
janzas genéricas que se pueden aducir es idéntica la relación entre estas dos
entre diferentes situaciones. El téimino ternas de cosas (como entre muchas
fue usado por Platón y Aristóteles en otras temas), relación que se expresa
el primer significado, y aún hoy es usa­ mediante los principios de forma, pri­
do por la lógica y por la ciencia. En su vación y materia. En este sentido, o
segundo significado, el término ha sido sea como igualdad de relaciones en
y es adoptado por la filosofía moder­ todos los casos en los que se realizan,
67
Analogía

tales principios se denominan analógi­ el término en el sentido de una exten­


cos. Fuera de la metafísica, la más sión probable del conocimiento, aun­
célebre aplicación del concepto de A. que tal significado fuera siempre ex­
es la que Aristóteles hace en la ética, traño a la escolástica misma, que hizo
con referencia a la justicia distributi­ un uso metafísico-teológico de la pala­
va. Ésta consiste en dar a cada uno bra utilizándolo para distinguir y, al
según sus méritos y está, por lo tanto, mismo tiempo, conectar el ser de Dios
constituida por proporciones que guar­ y el de las criaturas, que, a partir de
dan entre sí las recompensas y los la escolástica árabe y especialmente
méritos respectivos de las personas a de Avicena, se contraponían como el
las que se confieren. Se trata, anota ser necesario, que no puede no ser, y
Aristóteles, de una proporción geomé­ el ser posible que puede no ser y que,
trica no continua, ya que no sucede por lo tanto, necesita del ser necesario
nunca que la persona a la cual se atri­ para existir. Así Guillermo de Auvemia
buye cualquier cosa y la cosa que se dice que el ser de las cosas creadas y
le atribuye constituyan un término que el ser de Dios no son idénticos ni tam­
se pueda expresar numéricamente como poco diferentes, sino análogos, y de
uno (Ét. Nic., V, 5, 1131 a 31). Aristó­ algún modo se asemejan y se corres­
teles hizo más tarde frecuente uso del ponden sin tener el mismo significado
concepto de A. en sus libros de historia (De trin., 7). De manera más precisa,
natural, llamando análogos a los órga­ Santo Tomás distingue entre el ser
nos "que tienen la misma función” de las criaturas, separable de su esen­
(De part. an., I, 5, 645 b 6 ). Este concep­ cia y, por lo tanto, creado, y el ser
to sería de fundamental importancia en de Dios, idéntico con la esencia y, por
la biología del siglo xix cuando, con lo tanto, necesario. Estos dos significa­
Cuvier, sirvió de base y de punto de dos del ser no son unívocos, o sea
partida de la anatomía comparada. idénticos, y ni siquiera equívocos, sino
De acuerdo con este significado, que simplemente diferentes; son análogos,
no hace referencia a la noción de pro­ o sea iguales, pero de proporciones dis­
babilidad sino a la de proporción, el tintas. Sólo Dios tiene el ser por exce­
término ha sido actualmente adoptado lencia; las criaturas tienen el ser por
por la lógica. Las “A. formales” que participación; en cuanto son, son simi­
ésta considera se hallan condicionadas lares a Dios que es el primer principio
por el carácter transitivo de las rela­ universal del ser, pero Dios no es si­
ciones cuya igualdad se establece. Por milar a ellas: esta relación es la A.
ejemplo, si decimos "x es un antepa­ (S. Th., I, q. 4, a. 3). La relación ana­
sado de y e y es un antepasado de z, lógica se extiende a todos los predicados
por lo tanto x es un antepasado de z”, o que se atribuyen al mismo tiempo a
bien “x es parte de y e y es parte Dios y a las criaturas. Por ejemplo, el
de z”, la conclusión resulta exacta, pero término “sabio” referido al hombre sig­
no resulta tal si en vez de las relacio­ nifica una perfección distinta del ser
nes "antepasado de” o "parte de” se y de la existencia del hombre, en tanto
pone, por ejemplo, la de “padre de”, que, referido a Dios, mienta una per­
“ama” u “odia”, etc. No se puede decir, fección que es idéntica a su esencia y
por lo tanto: "x es padre de y e y es a su ser; referido al hombre, hace com­
padre de z, por lo tanto x es padre prender lo que quiere significar, en
de z”. La A, vale, por lo tanto, sola­ tanto que referido a Dios deja fuera
mente para las denominadas “relacio­ de sí la cosa significada, que trasciende
nes transitivas” cuyo principio puede los límites del entendimiento humano
expresarse así: las aserciones de que x (Ibid., I, q. 13, a. 5). El diferente sig­
se halla en relación transitiva con y y nificado que un término puede tener
que y se halla en relación transiti­ según su atribución a esta o aquella
va con z implican la aserción de que x realidad fue llamado posteriormente por
se encuentra en relación transitiva los escolásticos A. de atribución. Este
con z (cf. Russell, Intr. to Math. Phi- tipo de A. se verifica no solamente con
losophy, 1918, cap. VI; Strawson, Intr. referencia a las atribuciones de un
to Logical Theory, II, 2, 11). mismo término a Dios y a las criatu­
En la escolástica se empezó a usar ras, sino en muchos otros casos, como
68
Analogía

por ejemplo, cuando se dice que una por semejanza” ( 8 id jmpatSo/.f); o 8 iá


medicina es sana y es sano un animal ¿hoióttítos). Aristóteles dice: "La pro­
en cuanto la medicina es causa de la babilidad aparece también en el proce­
salud que se halla en el animal (Ibid., dimiento por semejanza cuando se
I, q. 13, a. 5). La A. de proporcionalidad expresa lo contrario del contrario: por
se refiere, en cambio, solamente a la ejemplo, si es necesario hacer bien a
analogía de significado entre el ser de los amigos, se puede decir por seme­
Dios y el ser de las criaturas y fue janza que es necesario hacer mal a
tema de polémica en la escolástica los enemigos” (Tóp., I, 10, 104 a 28;
del siglo xm y de la primera mi­ cf. El. Sof., 173 b 38; 176 a 33 ss.). Es
tad del xiv. A menudo los tomistas obvio que este procedimiento no tiene
(y el propio Santo Tomás) toman la nada que ver con la A. La relación es
A. de proporcionalidad de Aristóteles, diferente (como "hacer mal” es dife­
pero en realidad éste había comenzado rente de "hacer bien”), y entre las dos
reconociendo diferentes sentidos del situaciones, por lo tanto, no hay igual­
ser, pero sólo para llevarlos a modos dad de relaciones sino solamente una
y especificaciones del único sentido semejanza genérica. Aristóteles aconse­
de la sustancia, o sea del ser en cuanto ja el uso de este procedimiento para
ser, del ser en su necesidad, que es el fines polémicos ( Tóp., VIII, 1, 156 b 25),
objeto de la metafísica. Aristóteles, por pero Euclides de Megara le había ne­
lo tanto, no distinguía ni podía distin­ gado validez lógica. En efecto, "repu­
guir entre el ser de Dios y el ser de diaba el procedimiento por semejanza,
las otras cosas: por ejemplo, Dios y la diciendo que se vale de cosas similares
mente son sustancias en el mismo sen­ o de cosas disímiles. Si se vale de
tido (Ét. Nic., I, 6 , 1 096 a 24). El mayor cosas similares es mejor dirigirse ha­
crítico y opositor del tomismo en este cia las cosas mismas que hacia aque­
punto fue Duns Scoto, que, volviéndose llas a las que son similares y si son
precisamente a Aristóteles, consideró disímiles es inútil la comparación"
la noción de ser común a todas las (Dióg. L., II, 107). Se ha consideiado
cosas existentes y, por lo tanto, tanto la inducción de los epicúreos como
a las criaturas como a Dios. Así, pues, razonamiento por analogía. Los epicú­
la consideró unívoca por el motivo fun­ reos defendían la validez subordinán­
damental de que, si así no lo fuera, dola al postulado de la uniformidad de
sería imposible conocer nada de Dios la naturaleza. Dice Filodemo. “Cuando
y determinar cualquier atributo de Él, juzgamos: 'ya que los hombres que se
remontándose por la vía causal de las hallan a nuestro alcance son mortales,
criaturas (Op., Ox., I, d. 3, q. 3, n. 9). todos los hombres son mortales', el
De tal manera restableció, asimismo, la método de la analogía sólo será válido
unidad de la ciencia del ser, o sea la me­ si admitimos que los hombres que no
tafísica, que para el tomismo había se encuentran a nuestro alcance son, en
quedado dividida en ciencia del ser todos sus aspectos, similares a aquellos
creado (metafísica) y en ciencia del que están a nuestro alcance, y de tal
ser necesario (teología), redujo, pues, manera debe presuponerse que también
la teología a ciencia práctica (dirigida ellos son mortales. Sin este presupues­
no hacia el conocimiento, sino a ser­ to el método de la analogía no es
vir de guía al hombre hacia su propia válido” (De Signis, II, 25). En la fi­
salvación). losofía moderna, la primera defensa
2) El segundo significado del térmi­ de la analogía es probablemente la de
no, como extensión probable del cono­ Locke, que en el IV libro del Ensayo
cimiento mediante el paso de una pro­ incluye la A. entre los grados del asen­
posición que expresa una determinada timiento; y la considera precisamente
situación a otra proposición que expre­ como la probabilidad que concierne a
sa una situación genéricamente simi­ cosas que trascienden la experiencia.
lar, o como extensión de la validez de La A., según Locke, es la única ayuda
una proposición de una determinada de que disponemos para lograr un co­
situación a una situación genéricamen­ nocimiento probable ya sea de los
te similar, era conocido por los anti­ "seres finitos inmateriales que están
guos bajo el nombre de "procedimiento fuera de nosotros” o de “seres mate-
69
Analogía

ríales que, ya por su pequeñez en sí como sigue el sentido según el cual


mismos, ya por su lejanía a nosotros, estos principios se denominan análo­
nuestros sentidos no sean capaces de gos. En matemática, las A. son fórmu­
advertir”, o en fin de "lo que se refiere las que expresan la igualdad de dos
a la manera de operación en la mayor relaciones cuantitativas y resultan
parle de las obras de la naturaleza”, siempre constitutivas, es decir, cuando
que se ocultan a la experiencia humana son dados tres miembros de la propor­
directa (Essay, IV, 16, § 12). Leibniz ción, viene dado también el cuarto, que
estuvo de acuerdo con Locke en ver por lo tanto puede ser construido. En
en la A. "la gran regla de la probabi­ filosofía, en cambio, la A. es la igual­
lidad”, en cuanto lo que no puede ser dad entre dos relaciones no cuantita­
atestiguado por la experiencia, puede tivas, sino cualitativas, lo que significa
parecer probable si se halla más o me­ que dados tres términos de la propor­
nos de acuerdo con la verdad esta­ ción, el cuarto término no viene dado
blecida. Leibniz agrega algún ejemplo con esto, sino que lo único dado es
acerca del uso que los hombres de cierta relación con ellos. Esta relación
ciencia han hecho de la A. y recuerda constituye una regta para buscarlo en
que Huygens, fundándose precisamente la experiencia y un signo para descu­
en ella, juzgó que el estado de los otros brirlo. De tal manera, el principio de
planetas es similar al de la Tierra, sal­ la permanencia de la sustancia, el prin­
vo en cuanto a las diferencias produci­ cipio de causalidad y el principio de
das por la diferente distancia respecto reciprocidad de acción no constituyen
al sol (Nouv. Ess., IV, 16, 12). En verdaderamente los objetos de experien­
realidad, los hombres de ciencia de los cia, sino que valen solamente para des­
siglos xvn y xviii hicieron gran uso cubrirlos y para situarlos en el orden
de la A., y Kant ha utilizado el tér­ universal de la naturaleza. Estos prin­
mino no sin razón para expresar algu­ cipios son a priori y, por lo tanto, cier­
nos principios fundamentales que re­ tos de manera indubitable, pero al mis­
gulaban la ciencia de su tiempo. Kant mo tiempo se hallan privados de
entendió por A. una forma de prueba evidencia intuitiva, en tanto que los
teorética (véase prueba ) y la definió "axiomas de la intuición” (véase axio­
como "la identidad de la relación en­ m a ) y las "anticipaciones de la percep­
tre principios y consecuencias (entre ción" (véase a n tic ipa c ió n ) son princi­
causas y tíectos) en cuanto tiene lu­ pios constitutivos, porque enseñan "cómo
gar, no obstante la diferencia específica los fenómenos, ya sea en lo que se re­
de las cosas o de las cualidades en sí fiere a su intuición, o sea con referencia
(es decir, consideradas fuera de dicha a su realidad percibida, pueden ser pro­
relación), que contienen principios de ducidos según las reglas de una síntesis
parecidas consecuencias" (Crít. del jui­ matemática” (Crít. R. Pura, Anál. de
cio, §90). Kant enumeró cuatro "ana­
logías de la experiencia”, que enunció los princ., III, 3). Según se ve, en este
de la siguiente manera: a) el princi­ uso kantiano de la A. se mantiene su
pio de la permanencia de la sustancia, significado como igualdad entre rela­
que se expresa diciendo: "En cada mu­ ciones, pero tales relaciones son deno­
tación de los fenómenos la sustancia minadas "cualitativas" en el sentido de
permanece y la cualidad de ella en la que por medio de ellas no se dan los
naturaleza no aumenta ni disminuye” ; objetos, sino que solamente permiten
b) el principio de la serie temporal se­ descubrirlos y ordenarlos en unidad.
gún la ley de la causalidad, que se ex­ Y, por lo demás, los principios de per­
presa así: "Todos los cambios suceden manencia de la sustancia, de causalidad
según la ley del nexo entre causa y y de reciprocidad no dan a conocer
efecto” ; c) el principio de la simulta­ nada, sino que sirven para descubrir
neidad según la ley de la acción recí­ los objetos cognoscibles y para orde­
proca, que se expresa diciendo: "Todas narlos en la unidad de la experiencia
las sustancias, en cuanto pueden ser según sus nexos. En tal sentido, la
perceptibles como simultáneas en el es­ A. es un instrumento y, más aún, uno
pacio, se hallan entre sí en acción recí­ de los instrumentos fundamentales para
proca universal.” Kant ha aclarado extender el conocimiento de los fenóme-
70
I

Analysis situs
A n a m n e s is
nos naturales bajo la guía de sus co­ trico, de palancas perfectas, de gases
nexiones determinantes. ideales, etc. Cada modelo constituye
La lógica y la metodología de la cien­ un ejemplo de A. en el primer sentido,
cia del siglo xix mostraron desconfian­ porque lo característico de un modelo
za frente a la A., considerándola por lo es reproducir, entre los propios elemen­
general como una extensión de la gene­ tos, las mismas relaciones de los ele­
ralización inductiva que va más allá de mentos de la situación real. Pero los
los lím ites en que ofrece garantía físicos hablan también actualmente de
de verdad. Stuart Mili consideró el A. como de condiciones o de elemento
razonamiento por A. como “una infe­ integrante de las hipótesis y de las teo­
rencia de que lo que es verdadero para rías científicas. Según esta dirección,
un caso determinado es también ver­ la A. entra en la constitución de una
dadero para un caso en cierta manera hipótesis en cuanto "las proposiciones
semejante, pero no exactamente para­ de una hipótesis deben ser análogas a
lelo, o sea no similar en todas las cir­ algunas leyes conocidas”, en este sen­
cunstancias materiales. Un objeto tiene tido, la A. no es sólo una ayuda para
la propiedad b ; otro objeto no tiene la la formulación de una teoría, sino que
propiedad b, pero es similar al primero resulta parte integrante de ella. “Con­
en una propiedad a que no está ligada siderar la A. como una ayuda para las
con b ; la A. llevará a la conclusión teorías es tan absurdo como considerar
de que este objeto tiene también la la melodía como una ayuda para la
propiedad b. Se dice, por ejemplo, que composición de una sonata. Si la satis­
los planetas están habitados porque la facción de las leyes de la armonía y los
tierra está habitada". Según S tu art principios formales de desarrollo fueran
Mili, este modo de argumentar sólo todo lo que se exige para componer mú­
puede aumentar, en grado no determi- sica, todos seríamos grandes composito­
nable, pero en todo caso muy modesto, res; pero es la ausencia del sentido
la probabilidad de la conclusión; mas melódico lo que nos impide lograr exce­
en compensación puede dar lugar a lencia musical por el simple medio de
muchas falacias (Log., V, 5, 6 ). adquirir un manual de música” (N. R.
Pero la lógica y la metodología de Campbell, Physics: The Elements, 1920,
nuestro siglo son mucho menos des­ p. 130). Por lo tanto, la A. correspon­
confiadas con referencia a la A., quizás dería en la física a lo que es el sentido
porque la vuelven a llevar al primer musical en la música; garantizaría la
significado, o sea, a igualdad de rela­ adecuación de una hipótesis científica
ciones. Por ejemplo, uno de los proce­ a las uniformidades expresadas o formu­
dimientos analógicos consiste en la ladas por las leyes.
creación de símbolos que tengan una
semejanza mayor o menor con las si­ Analysis situs, véase TOPOLOGÍA.
tuaciones reales, y cuyas relaciones pro­
duzcan las inherentes a los elementos (gr. ávánvr)oi?; ingl. reminis-
A n a m n e s is
de tales situaciones. Tales símbolos re­ cence; franc. réminiscence; alem. Re-
sultan alguna vez modelos mecánicos, o miniscenz; ital. anamnesi). El mito de
sea diseños, esquemas o máquinas que la A. fue expuesto por Platón en el
reproducen las lalaciones en que me­ Menón, como antítesis y corrección del
dian elementos reales; tales son, por “principio heurístico”, de que no es po­
ejemplo, los modelos del sistema solar, sible al hombre investigar lo que sabe
de la estructura del átomo, del sistema ni lo que no sabe, ya que sería inútil
nervioso, etc. Otras veces tales modelos investigar lo que se sabe e imposible in­
se obtienen mediante el denominado vestigar cuando no se sabe qué investi­
proceso de extrapolación, que consiste gar. A este discurso que “puede ha­
en llevar al límite el comportamiento cemos perezosos y resulta grato a los
de un conjunto de casos ordenados en flemáticos”, opuso Platón el mito según
serie, en la que se suponen eliminadas el cual el alma es inmortal y, por lo
gradualmente las influencias perturba­ tanto, ha nacido y renacido en muchas
doras. Así, por ejemplo, se habla de ocasiones, de modo que lo ha visto todo,
velocidad infinita o de velocidad cero, sea en este mundo o en otro, por lo que,
de masas reducidas a un punto geomé- en determinadas circunstancias, puede
71
A nanquism o
A n a rq u is m o
recordar lo que sabía al principio. "Ya Por lo tanto, hay luz. 2) Si es de día
que toda la naturaleza es similar y el hay luz. No hay luz. Por lo tanto, no es
alma ha aprehendido todo, nada impide de día. 3) Si no es día es noche. Es día.
que recuerde una sola cosa (que es, por Por lo tanto, no es noche. 4) O es día o
lo demás, lo que se llama ‘aprender’), es noche. Es día. Por lo tanto, no es
encuentre en sí todo lo demás si tiene noche. 5) O es día o es noche. No es no­
valor y no se cansa en la búsqueda, ya che. Por lo tanto, es día (Hip. Pirr., II,
que buscar y aprender no son más que 157-58; Dióg. L., VII, 80). Adoptando es­
reminiscencia” (Men., 80e-81e). Croce tos razonamientos como fundamento de
ha llamado A. al proceso del conoci­ la dialéctica, esto es, del arte mismo
miento histórico, ya que su sujeto, el de razonar, los estoicos redujeron al
Espíritu absoluto, no tiene otra cosa razonamiento A. hipotético o disyunti­
que hacer sino recordar o hacer retor­ vo, que tiene siempre dos términos, toda
nar aquello que se encuentra en él; y otra especie de razonamiento, negando
las fuentes de la historia (documentos implícitamente que tuviera valor au­
y restos) no tienen para el caso más tónomo el razonamiento demostrativo
que esta función de llamada al recuerdo de tres términos, o sea el silogismo
(Teoría e storia della storiografia, 1917, aristotélico.
pp. 12 ss.; La storia come pensiero e Leibniz usó como sinónimo de este
come azione, 1938, p. 6 ; trad. esp.: La término el de asilogístico, para indicar
historia como hazaña de la libertad, un tipo de razonamiento no silogísti­
México, 1960, F. C. E., pp. 11-12). co. “Es necesario saber —nos dice—
que existen consecuencias asilogísticas
A n a n q u is m o (ingl. anankism). Término buenas, que no se podrían demostrar
usado por Peirce para indicar el prin­ en rigor mediante un silogismo sin cam­
cipio de la necesidad absoluta en la biar un poco los términos y este mismo
evolución del mundo (Chance, Lcrve cambio de los términos hace que la con­
and Logic, II, 5; trad. ital., p. 201). secuencia sea asilogística." Por ejem­
plo: “Jesucristo es Dios; por lo tanto, la
Anapodíctico (gr. ávajioSEÍxxiCoc;); lat. madre de Jesucristo es la madre de
in dim ostrativus; ingl. an a p o d tictic; Dios”, o bien "Si David es el padre
franc. anapodictique; alem. anapodik- de Salomón, Salomón es el hijo de
tisch; ital. anapodittico). Literalmente: David” (Nouv. Ess., IV, 17, 4).
no demostrable. Aristóteles denominó
así a las primeras premisas del silo­ Anarquismo (ingl. anarchism\ franc.
gismo, que llamaba asimismo inmedia­ anarchisme-, alem. Anarchismus; ital.
tas (É t. Nic., VI, 12, 1 143 b 12; An anarchismo). Doctrina que postula al
post., I, 2, 72 b 27 ss.). Pero la teoría de individuo como única realidad, que, por
los razonamientos apodícticos fue des­ lo tanto, debe ser absolutamente libre,
arrollada por los estoicos precisamente de modo que toda constricción ejer­
en contraste con la teoría silogística de cida sobre él es ilegítima; de donde
Aristóteles. En tanto que los silogis­ resulta la ilegitimidad del Estado. El
mos y razonamientos apodícticos sacan nacimiento del A. se suele atribuir a
de premisas evidentes una conclusión Proudhon (1809-65), cuya principal pre­
no evidente, los razonamientos anapo- ocupación fue la de demostrar que la
dícticos tienen una conclusión evidente justicia no puede ser impuesta al indi­
y constituyen la base de todos los otros viduo y es, en cambio, una facultad del
razonamientos, que siempre pueden re­ yo individual, que, sin salir de su fuero
ducirse a ellos (Sexto E., Hip. Pirr., II, interior, siente la dignidad de la perso­
156; cf. Cicer., Tóp., 56-57). Los estoicos na del prójimo como la de su misma
enumeraban cinco tipos fundamentales persona y, por lo tanto, se ajusta a la
de razonamientos anapodícticos y creían realidad colectiva, aun conservando su
que podían reducir a ellos todos los de­ individualidad (La justicia en la revolu­
más, de donde Sexto Empírico deduce ción y en la Iglesia, 1858). Proudhon
que si se eliminaran, toda la dialéctica quería que el Estado se redujera a la
quedaría destruida. He aquí la manera reunión de grupos, formados cada uno
de ejemplificar tales tipos fundamenta­ por el ejercicio de una función especial
les: 1) Si es de día hay luz. Es de día. y luego reunidos bajo una ley común y
72
A n fib o lia
A n g u s tia
an idéntico interés (Justice, I, p. 481). hecho de que una frase sea expuesta
Este ideal presupone la abolición de la en forma ambigua por su defectuosa
propiedad privada, que en un célebre construcción gramatical. El término A.
escrito ¿Qué es la propiedad? (1840) de­ ha sido entendido, por lo general, como
finía como un "hurto”. En el dominio una palabra que significa dos o más
de la filosofía, el más importante teó­ cosas (Sexto Empírico, Hip. Pirr., II,
rico del A. fue Max Stimer (seudónimo 256). En Kant, el término A. es usado
de Kaspar Schmidt, 1806-56), autor de en la expresión "A. de los conceptos de
una obra intitulada Der einzige und reflexión", para indicar el equívoco que
sein Eigentum (1845); trad. esp.: El nace de la confusión entre el uso em­
único y su propiedad, Madrid, 1901. pírico intelectual y el uso trascendental
La tesis fundamental de Stimer es que de los conceptos de reflexión, tales
el individuo es la única realidad y el como "unidad” y "multiplicidad”, "ma­
único valor y, por lo tanto, la medida teria” y "forma”, y similares (Crítica
de todo. Subordinarlo a Dios, a la hu­ R. Pura, An. de los Principios, Apén­
manidad, al Estado, al espíritu, a un dice). G. P.
ideal cualquiera, así sea el mismo ideal
del hombre, es imposible, ya que todo A n fib o lo g ía , véase ANFIBOLIA.
esto es diferente y opuesto al yo sin­
gular; es un espectro del que acaba A ngeles (gr. &yyeloi; lat. angelí; ingl.
por resultar esclavo. Desde este punto angets; franc. unges; alem. Engels).
de vista, la única forma de conviven­ La teología cristiana dio este nombre a
cia social es la de una asociación pri­ las "criaturas incorpóreas”, admitidas
vada de toda jerarquía en la cual el por el neoplatonismo, que sirven de inter­
individuo entra para m ultiplicar su mediarias entre Dios y las criaturas cor­
fuerza y que para él es sólo un medio. póreas (véase dios ). La fuente de la ange-
Esta forma de asociación puede nacer lología medieval es el escrito del seudo
solamente de la disolución de la socie­ Dionisio Areopagita acerca De la jerar­
dad actual; y es, para el hombre, el quía celeste (sec. V). La jerarquía celes­
estado de naturaleza, que puede ser sólo te está formada por nueve órdenes de Á.
el resultado de una insurrección que agrupados en tríadas. La primera tría­
logre abolir toda constitución estatal. da es la de los serafines, los querubines
Los anarquistas rusos destacaron más y los tronos; la segunda es la de las
adelante el carácter revolucionario del dominaciones, las virtudes y las potes­
A. El principal de ellos fue Mijail Ba- tades ; la tercera es la de los principa­
kunin (1814-96), autor de numerosos es­ dos, los arcángeles y los ángeles. Esta
critos entre los que se cuenta el inti­ doctrina fue aceptada por Santo Tomás
tulado Dios y el Estado (1871) en el (S. Th., I, q. 108, a. 2); y adoptada por
cual afirma la necesidad de destruir Dante en su Paraíso.
todas las leyes, las instituciones y las
creencias existentes. La tesis anarquis­ Angustia (ingl. dread, anxiety; franc.
ta de la neta y radical oposición entre angoisse; alem. Angst). En su signifi­
todos los órdenes políticos y sociales cado filosófico, o sea como actitud del
existentes, considerados como el mal hombre frente a su situación en el
mismo, y el nuevo orden libertario del mundo, el término fue introducido por
porvenir, considerado como el bien to­ Kierkegaard en su Concepto de la A.
tal, ha sido presentado de nuevo por (Begrebet Angst, 1844). La raíz de la
G. Landauer (Die Revotution, 1923; cf. A. es la existencia como posibilidad
K. Mannheim, Ideologie und Utapie, (véase e x ist e n c ia ). A diferencia del
1929, IV, § 1; trad. esp.: Ideología y uto­ temor y de otros estados análogos que
pía, 1941) se refieren siempre a algo determinado,
la A. no se refiere a nada preciso: es el
(gr. áncpifloÁía; lat. amphibo-
A n fib o lia puro sentim iento de la posibilidad.
lia; ingl. amphiboly; franc. amphibolie; El hombre vive, en el mundo, de posi­
alem. Amphibolie). Aristóteles (El Sof., bilidades, ya que la posibilidad es la
4, 166 a) dio este nombre a uno de los dimensión del futuro y el hombre vive
sofismas in dictione, más precisamente proyectado de continuo hacia el futuro.
a la falacia (véase) que resulta del Pero las posibilidades que se presentan
73
Angustia

al hombre no tienen ninguna garantía mismo. El temor sobrecoge partiendo


de realización. Sólo una ilusión pia­ de lo que es dentro del mundo. La A.
dosa le permite verlas como posibili­ se destaca del 'ser en el mundo’ en
dades placenteras, felices o victoriosas; cuanto yecto ‘ser relativamente a la
en realidad, como posibilidades huma­ muerte’" (Ibid., § 6 8 b). La A. no es
nas, no ofrecen ninguna garantía y tampoco el pensamiento de la muerte,
ocultan siempre la alternativa inma­ o la espera o preparación para la muer­
nente del fracaso, el descalabro y la te. Vivir para la muerte, angustiarse,
ríiuerte. "En lo posible todo es posi­ significa comprender la imposibilidad
ble”, dice Kierkegaard; lo que quiere de la existencia en cuanto tal. Y com­
decir que una posibilidad favorable no prender tal im posibilidad significa
tiene mayor seguridad que la posibili­ comprender que todas las posibilidades
dad más desastrosa y horrible. Por lo de la existencia, en cuanto consisten en
tanto, el hombre que se da cuenta de anticipaciones o proyectos que preten­
esto, reconoce la vanidad de toda capa­ den trascender la realidad de hecho, no
cidad y no tiene frente a sí más que hacen más que volver a caer en ella.
dos caminos: o el suicidio o la fe, o Por lo tanto, el verdadero significado
sea el recurrir a "Aquel para el que de la A. es el destino, o sea la elec­
todo es posible”. Según Kierkegaard, la ción de la situación de hecho como una
A. es parte esencial de la espirituali­ herencia de la cual no se puede huir,
dad, que es propia del hombre, ya que y el reconocimiento de la imposibili­
si éste fuera ángel o bestia no conoce­ dad o nulidad de toda otra elección que
ría la A.; en efecto, el hombre cuya no sea la aceptación de la situación en
espiritualidad es muy débil llega a po­ la cual se está ya. En otros términos, la
nerle una máscara o a esconderla. En A. como comprensión existencial hace
cuanto reflexión acerca de la propia posible al hombre hacer de la necesidad
condición humana, la espiritualidad del virtud, aceptar, mediante un acto de
hombre se encuentra ligada a la A., o elección, aquella situación de hecho,
sea al sentimiento de la amenaza inmi­ que es su destino y que sin la A. bus­
nente a toda posibilidad humana como caría vanamente trascender. La coinci­
tal. dencia de necesidad y libertad parece
En la filosofía contemporánea, Hei- ser así el significado de la A. heideg-
degger ha hecho de la A. el eje de su geriana (Ibid., § 74). En este sentido,
análisis exisienciario (véase em o c ió n ). Heidegger dice que la A. "libra [al
La A. es la situación afectiva funda­ hombre] de las posibilidades encintas
mental del "encontrarse capaz de man­ de ‘no ser' y [le] permite quedar libre
tener patente la amenaza constante y para las propias” (Ibid., § 6 8 b).
absoluta que para el ser más peculiar Sin embargo, no es solamente la filo­
y singularizado del ‘ser ahí’ asciende de sofía existencial la que considera la A.
éste mismo, es decir, la amenaza de la como la revelación emotiva de la situa­
muerte”. En la A. el ‘ser ahí’ "se en­ ción humana en el mundo. Una rica
cuentra ante la nada de la posible impo­ literatura psicológica ha esclarecido el
sibilidad de su existencia”, en este sen­ carácter importantísimo de la A., que
tido la A. constituye esencialmente lo es distinta del miedo, del temor y de
que Heidegger llama “el ser relativa­ otros estados emotivos que tienen ca­
mente a la muerte”, o sea la aceptación rácter episódico y que se refieren a
de la muerte como "la posibilidad más situaciones particulares. En cambio, la
peculiar, irreferente, irrebasable, cierta A. parece un ingrediente constante de
y en cuanto tal indeterminada” del ‘ser la situación hum ana en el mundo,
ahí’ (Sein und Zeit, §53; trad. esp.: de cualquier manera que se quiera ex­
E l ser y el tiem po, México, 1962, plicar su origen. Desde un principio,
F. C. E.). Pero esto no significa que la Freud atribuyó el estado de A. al que
A. sea el temor a la muerte o a los reproduce el estado afectivo de la tem­
peligros que pueden mostrarla. Dice prana impresión del acto del nacimien­
Heidegger: "El temor tiene la ocasión to, o sea del acto "en el que se da aquel
que lo suscita en los entes de que se conjunto de efectos de displacer, ten­
cura en el mundo circundante. La A., dencias de descarga y sensaciones físi­
por lo contrario, surge del 'ser ahí’ cas, que constituye el prototipo de la
74
A n h e la
A n o m a lía
acción que por un grave peligro ejer­ A n im is m o(ingl. animism; franc. ani-
ce sobre nosotros” (Eiführtmg in die misme; alem. Anim ism us). Término
Psychoanalyse, 1917, III, 25; trad. esp.: usado por Tylor (Primitive Culture, I,
Introducción al psicoanálisis, en Obras, 1934, pp. 428-29) para indicar la creen­
II, Madrid, 1948, p. 264). Después, y en cia, difundida entre los pueblos primi­
forma genérica, Freud ha considerado tivos, de que todas las cosas naturales
la A. como "la reacción del Yo al peli­ se hallan animadas; es decir, la tenden­
gro" o mejor "a un peligro instintivo cia a explicar los acontecimientos por
desconocido” ; esta situación ha sido la acción de fuerzas o principios ani­
también definida por él como una si­ mados. Tylor vio, en el animismo así
tuación "de impotencia". Dice Freud: entendido, la forma primitiva de la me­
"Esperamos que se produzca una situa­ tafísica y de la religión. Esta doctrina
ción de impotencia, o recordamos partía del supuesto de que la primera
sucesos traumáticos anteriormente ex­ y fundamental preocupación del hombre
perimentados, y anticipando el trauma primitivo era la de explicar de algún
nos proponemos conducimos como si modo los hechos que lo rodeaban. La
ya hubiera surgido, no obstante ser observación sociológica ha demostrado,
tiempo aún de eludirlo. Así, pues, la no obstante, que no es así y que el pri­
A. es, por un lado, una espera del mitivo se halla interesado sobre todo
trauma, y por otro, su reproducción por la caza, la pesca, los hechos y fes­
mitigada” (Hemmung, Sym ptom und tividades de la tribu y que ligado con
Angst, 1926, cap. XI, B; trad. esp.: In­ estos intereses está, no el A., sino más
hibición, síntoma y angustia, en Obras, bien la magia (véase). La doctrina que
I, 1948, p. 1 272). El estudio de las sostiene que la actitud mágica ha dado
personas en las que la A. se manifiesta nacimiento a la religión y que, asimis­
en sus formas más impresionantes ha mo, constituye el eje de la cultura
llevado, por lo demás, a algún hombre primitiva, ha sido denominada preani­
de ciencia a definir la A. como "im­ mismo (acerca de lo expuesto, cf. Ma-
posibilidad de ponerse en relación con rett, The Threshold of Religión, 1909;
el mundo” y de "realizar una tarea co­ J. G. Frazer, The Golden Bough, 1911-
rrespondiente a la esencia del organis­ 1914; trad. esp. [de la ed. abrev. por
mo” (por ejemplo, en casos de personas el autor]: La rama dorada, México,
1951, F. C. E .; Malinowski, Magic Scien­
que sufren lesiones cerebrales; cf. Gold- ce and Religión, 1925).
stein, Der Aufbau des Organismus [“La
estructura del organismo”], 1934), con­ (ingl. anoetic; franc. anoéti-
A n o é tic o
siderándola así como el caso límite de que\ alem. anoetik). Adjetivo que a
las "reacciones de catástrofe” que acom­ veces es usado para designar las fun­
pañan a la lucha del organismo con el ciones o los actos psíquicos diferentes
mundo. e independientes del entendimiento, por
ejemplo, la sensibilidad, las emocio­
A n h e lo (alem. Sehnsucht; ital. sospiro). nes, etc.
Aspiración que se consume en sí mis­
ma. Kant definió el A. como "el deseo (ingl. anomaty; franc. anoma-
A n o m a lía
de poder salvar el tiempo entre el de­ lie; alem. Anomalie). Por lo general,
seo por el objeto y su posesión” (Antr., todo hecho o elemento que se aparta
§73). Pero resulta una actitud funda­ del modelo uniforme, comprobado cons­
mental de la edad romántica. Así Hegel tantemente, de determinado género de
lo vio encarnado en Novalis: "Este A. hechos o elementos; por ejemplo, un
propio de un alma bella lo encontramos cuerpo viviente presenta una A. si la
en las obras de Novalis. Esta subjeti­ estructura de alguno de sus órganos
vidad no penetra en lo sustancial, se se aleja de la que se encuentra uni­
esfuma dentro de sí y se aferra a este formemente en cuerpos de la misma
punto de vista, dando vueltas alrede­ naturaleza. Un hecho anómalo es un
dor de sí misma” (Geschichte der hecho que contraviene la previsión
Philosophie, III, III, C, 3, c; trad. esp.: probable, fundada en la observación
Historia de la Filosofía, México, 1955, dé uniformidades coincidentes. Véase
F. C. E„ p. 484). ANORMALIDAD.

75
A n o m ia
A n tig u o s y m o d e rn o s
(ingl. anomy; franc. anomie;
A n o m ia sofos usan A. en sentido peyorativo, para
alem. Anomie). Término moderno, usa­ indicar una hipótesis gratuita, no con­
do preferentem ente por sociólogos firmada por la experiencia (Nov. Org.,
(Durkheim, por ejemplo) para indicar I, 26). En Kant las Antizipationen der
la ausencia o deficiencia de organiza­ Wahrnehmung (“A. de la percepción")
ciones sociales y, por lo tanto, de reglas designan el segundo grupo de princi­
que aseguren la uniform idad de los pios sintéticos a priori del entendimien­
acontecimientos sociales. to, que dependen de la regla a priori
de que, "en todos los fenómenos, el
A n o rm a lid a d (ingl. abnormdlity; franc. objeto real de la sensación tiene una
anorm alité; alem. Unregelmassigheit; cantidad intensiva, o sea un grado”
ital. anormalita). Lo contrario a una Véase concepto . G. P.
norma y que, por lo tanto, se sustrae,
en alguna medida, a la función o al Antífasis (gr. úvxícpaai;). En Aristóteles
fin que la norma tiende a garantizar (An. Post., 72 a 12-14, passim), significa
o a lograr. El término tiene un signi­ “contradicción”, esto es, "una oposición
ficado diferente que el de anomalía (entre dos enunciados) que excluye todo
(véase), ya que ésta no siempre cons­ camino intermedio". Así, pues, el silo­
tituye una anormalidad. La anomalía gismo por A. es, para Aristóteles, el
es una variante imprevista, un caso que concluye en una contradicción. En
que se aleja de la uniformidad reco­ la lógica estoica es el razonamiento
nocida; puede o no puede ser una que concluye en un dilema, como "es
anormalidad. Por ejemplo, un órgano de día o bien no es de día" (en cam­
anómalo es anormal sólo en el caso de bio, en Aristóteles: "si es día, entonces
no hallarse en situación de cumplir con no es día”). G. P.
la función que le es propia. Véase pato­
lógico. (ingl. ancients and
A n tig u o s y m o d e rn o s
módem s; franc. anciens et modemes;
(ingl. antecedent; franc.
A n te c e d e n te ital. antichi e modemi). La disputa
antécédent; alem. Antezedens). En lógi­ acerca de la superioridad de los A. o
ca, el primer término de una conse­ de los modernos comenzó en el si­
cuencia (véase). G. P. glo xvn y se prolongó durante mucho
(lat. antepraedica-
A n te p re d ic a m e n to s
tiempo. Nacida en Italia con los Pen-
menta; ingi. antepredicament; franc. sieri diversi (1620) de Alessandro Tas-
anteprédicam ent; alem. Anteprddica- soni, se desarrolló principalmente en
ment). En la Edad Media se designaba Francia e Inglaterra y versó sustancial­
a menudo con el nombre de A. la Isago­ mente en tomo al concepto de la his­
ge a las Categorías de Porfirio. Por lo toria como progreso. La noción de
demás, la misma palabra se aplicaba, progreso, a su vez, tiene su origen pre­
naturalmente, a las quinqué voces (o cisamente en esta disputa y especial­
categorías de la lógica) tratadas preci­ mente en el Diálogo de tos muertos
samente en la Isagoge-, género (véase), (1683) de Fontenelle. El concepto ela­
especie (véase), diferencia (véase), pro­ borado en tales discusiones había sido
pio (véase), accidente (véase). G. P. ya expuesto por Giordano Bruno al
afirmar que “nosotros somos más vie­
A n tic ip a c ió n (gr. nQÓA.Titpi;; lat. atltici- jos y tenemos más edad que nuestros
patio-, ingl. anticipation-, franc. anticipa- predecesores”, porque el juicio se ma­
tion-, alem. Anticipation; ital. antici- dura con el tiempo (Cena delle ceneri,
pazione). Los lógicos estoicos y epicú­ en "Op. It.". I, 31-32); concepto que
reos designaban con este término los Bacon había expresado a su vez con el
conceptos generales (de género y es­ lema veritas filia temporis, tomado de
pecie) en cuanto permitían a la mente Aulo Gelio (Nocí. Att., XII, 11): "La
"anticipar” los datos de la experiencia antigüedad —decía Bacon— fue antigua
(Dióg. L., VII, 1, 54). En la filosofía y mayor con referencia a nosotros, pero
moderna, y siguiendo las huellas de la nueva y menor con referencia al mun­
polémica epicúrea contra el papel asig­ do; y precisamente de la misma mane­
nado por los estoicos a la A. en el co­ ra que podemos esperar mucho mayor
nocimiento, Francis Bacon y otros filó­ conocimiento de las cosas humanas y
76
’l
Antihistoricismo
Antinomias
mayor madurez de juicio en un hombre (ingl. antilogism; franc. an-
A n tilo g is m o
anciano que en un joven —por la expe­ tilogisme; alem. Antilogismus). Térmi­
riencia y el gran número de cosas que no acuñado con palabras griegas (ávxí,
ha visto, oído y pensado—, asimismo de "contra” y /.Ó7 0 ;, "razón”) e introducido
nuestra edad (si tuviera conciencia para indicar actitudes filosóficas hos­
de sus fuerzas y quisiera darse a la tiles a la razón discursiva.
experimentación y a la comprensión)
sería justo esperar un mayor número A n tim e ta fís ic o (ingl. antim etaphysic;
de cosas que de los tiempos A., ya franc. antimétaphysique; alem. Anti-
que para el mundo ésta es la mayor metaphysik). Término usado por los
edad, ayudada y enriquecida por infi­ modernos para indicar una actitud o
nitos experimentos y observaciones” una dirección de pensamiento contra­
( Nov. Org., I, 84). Este concepto, repeti­ ria a las pretensiones de la metafísica
do por Fontenelle, fue el primer núcleo clásica y que, por tanto, rehúsa admi­
de la noción de progreso (véase). (Acer­ tir la validez de una búsqueda que esté
ca de la disputa de A. y modernos, más allá de los confines de la experien­
cf. Rigault, Histoire de la querelle des cia y se base en afirmaciones no veri-
Anciens et des Modernes, 1856; J. B. ficables en términos de experiencia.
Bury, The Idea of Progress, 1932, Véase m eta físic a .
cap. IV).
(ingl. antinomies; franc.anti­
A n tin o m ia s
(ingl. antihistoricism;
A n tih is to ric is m o no mies ; alem. Antinómica; ital. antino
franc. anlihistoricisme; alem. Antihis- rnie). Con este término, o con el de
toricismus). Término adoptado sobre paradojas, se denominan las contradic­
todo por Croce para designar a la ‘Ilus­ ciones que inician el uso de la noción
tración’ que como "racionalismo abs­ de todos en la matemática y en la
tracto” consideraba "la realidad dividi­ lógica. Las A. en este sentido no eran
da en superhistoria e historia, en un ignoradas por la Antigüedad, pues for­
mundo de ideas o de valores y en maban parte de los razonamientos inso
un bajo mundo que los refleja, o los lubles o convertibles, en los que se
ha reflejado hasta aquí, de modo fu­ complacían los megáricos y los estoi­
gaz e imperfecto, al que será conve­ cos y que, a veces, fueron llamados
niente imponerlos de una vez, haciendo también dilemas (véase d ilem a ). Tales
que a la historia imperfecta o a la his­ razonamientos son tratados en las co­
toria sin más, suceda una realidad ra­ lecciones de lnsolubilia o de Obliga­
cional perfecta” (La storia, p. 51; trad. toria, durante la tardía escolástica, y
esp.: La historia como hazaña de la el más famoso de ellos es el embustero
libertad, México, 1960, F. C. E., p. 53). que ya recordaba Cicerón: “Si tú di­
Desde este punto de vista, son "anti­ ces que mientes, o dices la verdad y
históricas” todas las doctrinas que dis­ entonces mientes, o mientes y entonces
tinguen lo que es de lo que debe ser y dices la verdad” (Acad., IV, 29, 96; trad.
que, por lo tanto, no admiten la iden­ esp.: Cuestiones académicas, México,
tificación hegeliana de realidad y racio­ 1944, F. C. E.). Esta paradoja era dis­
nalidad. En realidad, la Ilustración no cutida por Occam en el siglo xiv
es "antihistoricismo” sino más bien (Summa Log., III, 38). En la lógica
"antitradicionalismo”, en cuanto cons­ contemporánea, la primera contradic­
tituyó la primera y más radical conde­ ción de tal naturaleza fue sacada a
na de la tradición como portadora y luz por Burali Forti en 1897, se refería
garantía de verdad. Véase ilu st r a c ió n ;a la serie de los números ordinales
tradición . si la serie de todos los números ordi
A n tilo g ía (gr. ávxdoYla; ingl. antilogy; nales tiene un número ordinal, por
franc. antitogie; alem. Antilogie). Con­ ejemplo, co, también co será un número
tradicción (véase). A veces, el término ordinal, ya que la serie de todos los
equivale a disputa o a arte de la dispu­ números ordinales tendrá el número
ta, porque ésta consiste en oponer un m f 1 , más grande que to y co no será
argumento a otro. Antilógicos fue el tí­ el número ordinal de todos los ordina­
tulo de una obra de Protágoras (Dióg. les ("Una questione sui numeri trans-
L., III, 37). finiti”, en Rend. del Circoto Matemático
77
Antinomias

di Palermo, 1897). Pero la paradoja ma de la exclusión de las definiciones


más famosa, que llamó la atención so­ impredicativas (véase), o sea, de las
bre las demás, fue la de Russell, que definiciones que implican un círculo
concierne a las clases de todas las cla­ vicioso.
ses que no son miembros de sí mismas. Pero esta simple exigencia negativa,
Existen clases que no son miembros de respecto a la cual todos los lógicos
sí mismas, como por ejemplo, la clase están de acuerdo, no es suficiente, por­
de los hombres, la cual, no siendo un que no suministra un criterio exacto
hombre, no es miembro de sí misma. para distinguir el uso legítimo de la
Existen, en cambio, clases que son palabra todos del ilegítimo. Los lógicos
miembros de sí mismas, como la “clase no están de acuerdo respecto al criterio.
de los conceptos”, que es ella misma un Se pueden distinguir, no obstante, dos
concepto. Ahora bien, la clase de todas tipos de soluciones que pueden remon­
las clases que no son miembros de sí tarse a Russell y a Frege, respectiva­
mismas: ¿es o no miembro de sí mis­ mente.
ma? Si la respuesta es afirmativa, la i) La primera solución consiste en
clase contiene un m iembro que es distinguir varios grados o tipos de con­
miembro de sí mismo y, por lo tanto, ceptos y en limitar la predicabilidad de
no es ya la clase de todas las clases un tipo respecto a otro. La teoría de los
que no se contienen a sí mismas como tipos de Russell responde a estas exi­
miembro. Si es negativa, será una de gencias. Según tal teoría se deben dis­
las clases que no se contienen a sí tinguir conceptos de tipo cero, que son
mismas como miembro y, por lo tanto, los conceptos individuales, o sea los
debe pertenecer a la clase de tales cla­ nombres propios; conceptos de tipo
ses. Esta paradoja, publicada por Rus­ uno, que son propiedades de individuos
sell en 1902, dio posteriormente lugar (por ejemplo, blanco, rojo, grande, etc.);
a la reorganización de la lógica mate­ conceptos de tipo dos, que significan
mática hecha por Whitehead y Russell propiedades de propiedades y así suce­
en los Principia Mathematica (1910-13). sivamente. Según esto, la regla para
Otras paradojas son las de Kónig (1905), evitar la A. es la siguiente: un con­
Richard (1906), Grelling (1908) y Jour- cepto no puede nunca funcionar como
dain (1913). Pero, como ha observado predicado en una proposición cuyo ob­
Russell, puede existir un número inde­ jeto sea de tipo igual o mayor que el
finido de paradojas, todas con la misma concepto mismo. Esta teoría fue ex­
característica, la auto-referencia o la puesta por Russell en el apéndice de
reflexibilidad. En cada una de ellas sus Principies of Mathematics, en 1903.
se expresa algo de todos los casos de Inmediatamente después de esta teo­
un género determinado y de lo que ría de los tipos, Russell mismo insertó
se dice nace un nuevo caso que es y una teoría de los grados, dando lugar
no es de la misma naturaleza de aque­ a la denominada teoría ramificada de
llos a los cuales el todos se refiere. Por los tipos que expuso en 1908 (en el
lo tanto, la solución obvia de la A. es la artículo anteriormente citado) y que
de plantear reglas dirigidas a impedir es la base de los Principia Mathema­
la referencia autorreflexiva de la que tica. Según esta teoría, son de grado
nacen las A. cero o elementales las funciones pro
Tal es el principio adoptado por Rus­ posicionates (véase) o predicados que
sell: “Todo lo que implica la totalidad no contengan ninguna variable aparente
de una colección, no debe ser un tér­ (entendiendo por variable aparente la
mino de la colección” o, a la inversa: que recurre a una función indepen­
"Si, admitiendo que una determinada diente, no en el sentido de tener el
colección tiene una totalidad, la misma mismo valor para cada valor de la va­
tuviera miembros definibles sólo en tér­ riable, sino en el sentido de que sus
minos de dicha totalidad, entonces di­ valores particulares no cambian la na­
cha colección no tiene totalidad” ("Ma- turaleza de la función). Son de grado
them atical Logic as Based on the uno las funciones preposicionales su­
Theory of Tvpes”, 1908, en Logic and ministradas por una variable aparen­
Knowledge, p. 63). La misma exigencia te, cuyo rango de variación es un con­
fue propuesta por Poincaré bajo la for­ junto de. objetos individuales. De grado
78
Antinomias

dos son las suministradas por una va­ grados tendía a eliminar (acerca de
riable aparente que se halla en lugar tales críticas, cf. A. Church, Introduc-
de una función proposicional de grado tion to Mathematical Logic, §59, 588).
uno, y así sucesivamente. De tal ma­ El propio Bertrand Russell, en la In­
nera, se establece la regla de que no se troducción a la segunda edición de los
pueden tratar en el mismo plano pro­ Principia Mathematica (1925), recomen­
posiciones sacadas de funciones de gra­ dó el abandono del axioma de reduci­
do diferente. Por ejemplo, la A. del bilidad.
embustero depende del hecho de que Ramsey propuso, entonces, una divi­
la frase "yo miento" sea interpretada sión de las A. en dos categorías: las
en el sentido: "Cualquiera que sea mi antinomias lógicas (en sentido estric­
presente afirmación x, x es una menti­ to), que son las ejemplificadas por
ra", y que esta frase, que denomina­ Russell y que no hacen referencia a la
mos y, se identifique con la afirma­ verdad o falsedad de las expresiones; y
ción x. Pero en realidad y es de grado lcS A. sintácticas, ejemplificadas por la
diferente que x, porque x es la variable A. del embustero, que son las que nacen
aparente contenida en y: por lo tanto, de la referencia semántica y pueden,
no puede ser identificada con y. En por lo tanto, llamarse también semánti­
otras palabras, cuando se dice "yo mien­ cas o epistemológicas {Fornidations of
to”, no debe entenderse que la frase Mathematics, 1931). Ramsey observó
misma "yo miento" sea una mentira, que las categorías de la segunda espe­
sino que es una mentira cualquier otra cie no se presentan en los sistemas lo-
frase a la cual ella haga referencia. Sin gísticos, sino solamente en los textos
embargo, para hacer posible en mate­ que los acompañan y que, por lo tanto,
máticas ese tipo de aserciones impropia­ pueden ser omitidas por la lógica, en
mente expresado con la frase (que da cuanto ésta tiene por objeto la cons­
lugar a la A.) “todas las propiedades trucción de sistemas simbólicos. Para
de x", Russell introdujo el axioma de las A. lógicas, en cambio, Ramsey ob­
las clases o axioma de reducibilidad. servó que basta la teoría simple de los
Russell decía: “Sea tpx una función, de tipos, cuya regla fundamental, siguien­
cualquier orden, de un argumento x do sus sugestiones, formulara Carnap de
que puede ser o un individuo o una la siguiente m anera: "Un predicado per­
función de cualquier orden. Si tp perte­ tenece siempre a un tipo diferente al de
nece al orden inmediatamente superior sus argumentos (o sea, pe tenece a un
a x, escribimos la función en la for­ tipo de nivel más alto); y, por lo tanto,
ma cp ! x ; y en tal caso denominaremos un enunciado no puede tener nunca la
a cp una función predicativa. Así, la forma 'F (F )’ ” {The Logical Syntax of
función predicativa de un individuo es Language, § 60 a). Esta regla basta para
una función de primer orden; y por evitar las definiciones impredicativas
argumentos de tipo más alto, las fun­ (véase): de tal manera la teoría de los
ciones predicativas toman el lugar que tipos simples es la que hoy es aceptada
las funciones de primer orden toman generalmente por los lógicos, en lo con­
con referencia a los individuos. Admi­ cerniente a las A. lógicas.
timos, entonces, que cada función es 2) La segunda solución fundamental
equivalente, respecto a todos sus valo­ de las A. se refiere, en cambio, a las
res, a cualquier función predicativa del A. sintácticas, o sea, semántico-episte-
mismo argumento” (Mathematical Lo­ mológicas, que son aquellas en las cua­
gic, etc., op. cit., pp. 81-82). Russell les concurren los conceptos de verdade­
pensó que de este modo salvaba el ro y falso. Esta solución consiste en
concepto de clase de la A., y al mismo considerar dichas A. como proposicio­
tiempo creía hacerlo utilizable en su nes indecibles, es decir, como proposi­
función fundamental, que sería la de ciones acerca de cuya verdad o falsedad
reducir el orden de las funciones pre­ la estructura del lenguaje, mediante el
posicionales ; pero el axioma suscitó cual son formuladas, no permite decidir
muchas críticas, que demostraron es­ ni en un sentido ni en otro. Mediante
pecialmente que tenía por efecto res­ una extensión del lenguaje considerado,
taurar la posibilidad de las definicio­ tales proposiciones pueden resultar sus­
nes impredicativas, que la teoría de los ceptibles de decisión; pero a su vez tal
79
Antinomias kantianas

extensión puede dar lugar a otras pro­ logía racional, o sea, de la doctrina que
posiciones indecisas. tiene por objeto la idea del mundo.
Occam había propuesto ya una solu­ Esta idea, como todas las ideas de la
ción de esta naturaleza cuando, al ana­ razón pura (véase id e a ), nace de la ten­
lizar la paradoja del embustero, reco­ tativa, ilegítima según Kant, de aplicar
noció el carácter indecidible de los las categorías a sí mismas, esto es, del
enunciados autorreflexivos. De tal ma­ uso reflexivo de las categorías. La idea
nera, Occam afirmó que no es legítimo de mundo es, en efecto, “la unidad in­
sostener que A signifique “A significa condicionada de las condiciones objeti­
lo falso”. Es ciertamente posible que A vas de la posibilidad de los objetos en
signifique lo falso, pero precisamente general”. Las "condiciones objetivas,
porque es posible, y solamente tal, no etcétera”, son las categorías y los prin­
significa ni lo verdadero ni lo falso cipios derivados de ellas, y la unidad
(Summa Log., III, 38). es también una categoría. Las A. que
Este punto de vista se ha reforzado surgen de este modo son, según Kant,
actualmente por el denominado teore­ naturales o inevitables: naturales por
ma de Godel, según el cual es imposible cuanto la idea de mundo que les da
probar la no contradicción de un siste­ origen, aun cuando esté privada de vali­
ma logístico mediante los medios de dez empírica y por tanto cognoscitiva,
expresión contenidos en el mismo siste­ es formada por la razón por un proce­
ma. (“Uber formal Unentscheidbare dimiento natural que consiste en aplicar
Sátze der Principia Mathematica und a las categorías las mismas categorías,
verw andter System e”, en Monatsh. que deberían en cambio ser aplicadas
Math. Phys., 1931). Así, puede entender­ solamente a los fenómenos; inevitables,
se cómo las A. sintácticas nacen cuando porque una vez formada la idea de mun­
los predicados verdadero y falso, refe­ do como la totalidad absoluta, incon­
ridos a un lenguaje determinado S, se dicionada, de todos los fenómenos y de
usan dentro de este mismo lenguaje. sus condiciones, no se puede de manera
Por otra parte, la contradicción puede alguna evitar llegar a proposiciones con­
evitarse adoptando los predicados ‘ver­ tradictorias. Kant enumera cuatro A.
dadero (en Si)' y ‘falso (en Si)’ en una que corresponden a Jos cuatro grupos
sintaxis de Si que no es formulada en de categorías, o sea a las categorías
el lenguaje S¡ sino en otro lenguaje S2 según la cualidad, la cantidad, la rela­
(Camap, L. gical Syntax of Language, ción y la modalidad. He aquí las cua­
§60b). Esto equivale a decir que la tro A.:
afirmación "yo miento” puede ser ver­ D Antinomia. Tesis: el mundo tiene
dadera en el nivel de un determinado un principio en el tiempo y, en el es­
lenguaje y falsa en el nivel de otro len­ pacio, se encuentra cerrado dentro de
guaje; y que, por lo tanto, queda inde­ límites. Antítesis: el mundo no tiene
cisa hasta que no se determine el nivel ni comienzo en el tiempo ni límite en
del lenguaje al que es referida. Solucio­ el espacio, sino que es infinito tanto
nes sustancialmente similares a éstas en el tiempo como en el espacio.
han sido propuestas por Quine (Mathe- 2? Antinomia. Tesis: toda sustancia
matical Logic, 1940, cap. V II; cf. From compuesta consta de partes simples y
a Logicaí Point of View, VII, 3) y por no existe más que lo simple o lo que
Church (Introduction to Mathematical resulta compuesto por lo simple. Antí­
Logic, §57). tesis : no existe en el mundo ninguna
cosa compuesta de partes simples y no
A n tin o m ia s k a n tia n a s (ingl. kantian anti- existe en ningún lugar una cosa simple.
nomies; franc. antinomies kantiennes\ 3? Antinomia. Tesis: la causalidad, se­
alem. Kants Antinomien). La palabra A. gún leyes de la naturaleza, no es la
significa precisam ente "conflicto de única mediante la cual puedan expli­
leyes” (Quintiliano, Inst. Or., VII, 7, 1), carse los fenómenos del mundo. Es ne­
pero fue extendida por Kant para indi­ cesario admitir para explicarlos también
car el conflicto en el que se encuentra una causalidad de la libertad. Antíte­
la razón consigo misma en virtud de sis: no hay libertad alguna, ya que en
sus mismos procedimientos. Kant ha­ el mundo todo ocurre únicamente según
bló de las A. en el campo de la cosmo­ las leyes de la naturaleza.
80
Antiperístasis

4" Antinomia. Tesis: en el mundo hay conflicto a que da lugar el concepto de


algo que, ya sea como parte o como sumo bien: "O el deseo de la felicidad
causa, es un ser absolutamente necesa­ debe ser la causa motora para la máxi­
rio. Antítesis: En ningún lugar, ni en ma virtud o la máxima virtud debe ser
el mundo ni fuera del mundo, existe la causa eficiente de la felicidad” ; y
un ser absolutamente necesario como su una A. del juicio teleológico (Crítica del
causa. juicio, § 70), formada por la tesis “Toda
Tanto la tesis como la antítesis de producción de las cosas materiales es
cada una de estas A. es demostrable con posible según leyes puramente mecáni­
argumentos lógicamente indiscutibles: cas” y por la antítesis “Algunos produc­
entre una y otra es imposible, por lo tos de la naturaleza no son posibles se­
tanto, decidir. El conflicto, en conse­ gún leyes puramente mecánicas”. Hegel
cuencia, sigue en pie, y demuestra la interpretó las A. kantianas en el sentido
ilegitimidad de la noción que les ha de que Kant habría querido eliminar la
dado origen, o sea la idea de mundo. contradicción del mundo en sí mismo,
Esta idea, al hallarse fuera de toda y atribuirla a la razón. Y agregó: “Es
experiencia posible, se mantiene incog­ ésta una muy grande ternura para con
noscible y no puede suministrar ningún el mundo, querer alejar de él la contra­
criterio apto para decidir a favor de dicción, para transportarla en cambio y
una u otra de las tesis en conflicto. dejarla subsistir sin solución en el es­
La ilegitimidad de la noción de mundo píritu, en la razón. En realidad es el
resulta evidente por el hecho de que la espíritu el que es tan fuerte como para
tesis de las A. presenta un concepto soportar la contradicción, pero también
demasiado pequeño para el entendi­ es el espíritu el que la resuelve” (Wiss.
miento, en tanto la antítesis presenta der Logik ["La ciencia de la lógica”), I,
un concepto muy grande para el enten­ sec. II, cap. II, C, nota 2). En realidad,
dimiento mismo. Así, si el mundo ha el método dialéctico (véase dialéctica )
tenido un principio, retrocediendo em­ que, según Hegel, es el método propio
píricamente en la serie de los tiempos, de la razón, procede precisamente me­
se haría necesario llegar a un momento diante el paso de la tesis a la antítesis
en el que este retroceso se detiene; y y exige, por lo tanto, siempre la contra­
éste es un concepto del mundo muy dicción, pero es una contradicción que
pequeño para el entendimiento. Si, en se resuelve continuamente en la sínte­
cambio, el mundo no ha tenido un prin­ sis y, por lo tanto, no es nunca una A.
cipio, el retroceso en la serie del tiempo Discutidas e interpretadas de diver­
no puede nunca agotar la eternidad, y sas maneras, las A. kantianas no han
éste es un concepto demasiado grande dado origen, sin embargo, a estudios
para el entendimiento. Lo mismo se profundos acerca de su herencia lógica.
puede decir de la finitud o infinitud Aun entre los neokantianos no todos
espacial, de la divisibilidad o indivisi­ han reconocido su validez. Renouvicr,
bilidad, etc. En cada caso se llega a por ejemplo, aceptó sin más las tesis
una noción del mundo que restringe de las A. y rechazó las antítesis, reco­
dentro de angostos límites la posibili­ nociendo así la finitud del mundo en
dad del entendimiento de ir de un tér­ el espacio y en el tiempo (Essais de
mino a otro en la serie de los aconte­ critique général, I, p. 282). No obstante,
cimientos o extiende estos límites al el resultado logrado por la discusión
punto de hacer insignificante esta mis­ kantiana de las A. es importante. Tal
ma posibilidad. Por lo tanto, la solución resultado ha sido poner en cuarentena
de la A. no puede consistir sino en la idea tradicional del mundo como
admitir la idea del mundo ya no como totalidad absoluta y haber enseñado el
realidad, sino como una regla que pide uso crítico del concepto de mundo
al entendimiento regresar en la serie (véase).
de los fenómenos sin detenerse nunca
en algo incondicionado (Crítica R. Pura. A n tip e rís ta s is (gr. ávri.ieyíaTaoi;) lat. an-
Antinomias, sec. 8 ). Kant agregó a es­ tiparistasis). Uno de los modos tradi­
tas A. de la razón pura, una A. de la cionales de explicar el movimiento de
razón práctica (Crítica R. Práctica, I, los proyectiles. Como la naturaleza no
libro II, cap. II, § 1), que consiste en el permite el vacío, cuando un cuerpo sale
81
A n títe sis
A n tro p o lo g ía
velozmente del lugar en que se encon­ y ha sido una parte de toda la filo­
traba, el aire se precipita en este lugar sofía; pero como disciplina específica
e impulsa al cuerpo mismo, el cual pasa y relativamente autónoma nació hasta
de tal manera a otro lugar, y así suce­ los tiempos modernos. Kant distinguió
sivamente, en toda la extensión del mo­ una A. fisiológica, que considera lo que
vimiento. Aristóteles objetó esta expli­ la naturaleza hace del hombre, y una
cación ya que, según él, no tiene en A. pragmática, que considera, en cam­
cuenta el hecho de la existencia de un bio, lo que el hombre hace como ser
cuerpo que no es movido por otro: el libre, o bien lo que puede y debe hacer
cielo (Fts., VIII, 10, 267 a 12). La noción de sí mismo (Antr., Pref.). Esta distin­
fue criticada por los que elaboraron la ción se ha mantenido y hoy se habla
doctrina del ímpetu (véase); por Buri- de una A. física, que considera al hom­
dán, por ejemplo (Quaest. super phy- bre desde el punto de vista biológico
sicam., VIII, q. 12; cf. también Bovillo, y, por lo tanto, en su estructura somá­
De Nihito, en Opera, 1510, f. 72 v.). tica, en sus relaciones con el ambiente,
en sus clasificaciones raciales, etc., y
A n títe sis (gr. ávTiOtcns; ingl. antithesis; una A. cultural, que considera al hom­
franc. antithése; alem. Antithesis-, ital. bre según las características que resul­
antitesi). 1) Contraposición: Aristóteles tan de sus relaciones sociales. La A.
dice que la contradicción es una A. que física se suele dividir, a su vez, en
no tiene término medio (An. post., I, paleontología humana y somatología;
2, 72 a 10). la A. cultural en arqueología, etnología
2) Uno de los términos de la contra­y lingüística. La paleontología humana
posición, el que se opone a la tesis. trata del origen y de la evolución de la
En este sentido, Kant denominó A. al especie humana, y parte principalmente
segundo miembro de la antinomia (véa­ de lo que nos revelan los fósiles. La
se) y Hegel denominó A. al segundo somatología trata todos los aspectos fí­
momento del procedimiento dialéctico, sicos del hombre. La arqueología y
denominado precisamente "momento la etnología corresponden, en el cam­
dialéctico” o "negativo racional” (véase po cultural, a las dos ciencias prece­
DIALÉCTICA). dentes; y la lingüística tiene su propio
objeto no sólo en el análisis y en la
A n tité tic a 'alem. Antithetik). Kant en­
clasificación de las lenguas, sino en
tendió con este término "un conflicto la comprensión, a través de las len­
de conocimientos en apariencia dog­ guas, de la psicología individual y de
máticos (thesis cum antithesi), a nin­ grupo (cf. The Science of Man in the
guno de los cuales se atribuye un prefe­ World Crisis, 1945, 1952; editada por
rente derecho al consentimiento”. La R. Linton; cf. también R. Linton, The
A. se opondría de tal manera a la tética Study of Man, trad. esp.: Estudio del
(véase). En particular, la A. trascen­ hombre, México, 1961, F. C. E.).
dental es "una búsqueda en torno de Los filósofos han subrayado a menu­
la antinomia de la razón pura, sus cau­ do la importancia de la A. como cien­
sas y su resultado” (Crít. R. Pura, Dia­ cia filosófica, o sea como determina­
léctica, libro II, cap. II, sec. II). ción de lo que el hombre debe ser en
A n titip ia (gr. ávTixuraa; lat. antitypia; relación con lo que es. Humboldt, por
ingl. antitypy). Término de origen epi­ ejemplo, quería que la A., que se enca­
cúreo (Sexto, Adv. Math., I, 21) adop­ minaba aun a determinar las condicio­
tado por Leibniz para indicar el atributo nes naturales del hombre (temperamen­
de la materia por el que "ésta está en to, raza, nacionalidad, etc.) tendiese a
el espacio” y por el cual, por lo tanto, descubrir, a través de ellas, el ideal
un cuerpo es impenetrable a otro cuerpo mismo de la humanidad, la forma in­
(Op. ed. Erdmann, pp. 463, 691). condicionada, a la que ningún individuo
se ajusta perfectamente nunca, pero
A n tro p o lo g ía (ingl. anthropology; franc. que sigue siendo la finalidad a la que
anthropologie; alem. Anthropologie). La todos los individuos tienden a acercar­
exposición sistemática de los conoci­ se (Schriften ["Escritos”], I, pp. 388 ss.).
mientos que se tienen acerca del hom­ En tal sentido ha sido entendida la A.
bre. En este sentido general, la A. es por Scheler (Die Stellung des Menschen
82
A n tro p o m o rfis m o
A p a rie n c ia
in Kosmos, 1928; trad. esp.: El puesto El término fue creado por J. P. V. Trox-
del hombre en el cosmos, Madrid, 1929) ler para indicar la doctrina natural del
que, por lo tanto, la coloca en un puesto conocimiento humano (Naturlehre der
intermedio entre la ciencia positiva y menschlichen Erkenntnis ["Doctrina de
la metafísica. Más específicamente, el la naturaleza del conocimiento huma­
deber de la A. filosófica debería ser no”], 1928) y adoptado por R. Steiner
el de considerar al hombre no ya sim­ en 1913, al alejarse del movimiento teo-
plemente como naturaleza, como vida, sófico, para subrayar la importancia de
como voluntad, como espíritu, etc., sino la doctrina en tomo a la naturaleza
precisamente como hombre y, por lo y al destino del hombre. Cf. Steiner,
tanto, referir el conjunto de las con­ Die Ratsel der Philosophie ("Los enig­
diciones o de los elementos que lo cons­ mas de la filosofía”), 2 vols., 1924-26.
tituyen a su modo específico de exis­ Véase t e o s o f ía .
tencia. Tal es la exigencia planteada
por Biswanger, por ejemplo (Ausgewahl- A ñ o g ra n d e , véase CICLO DEL MUNDO.
te Vortrage und Aussatze, I, p. 176). Y A p a g ó g ic o , p r o c e d im ie n to , véase ABDUC­
en tal sentido la obra An Essay on Man CIÓN; REDUCCIÓN.
(1945; trad. esp.: Antropología filosófi­
ca, México, 1963, F. C. E.) de Cassirer, A p a rie n c ia (gr. xó qpcuvopEvov; lat. ap-
es una investigación de A. filosófica parentia; ingl. appearance; franc. appa-
que se centra en el concepto del hombre rence-, alem. Erscheinung; ital. apparen-
como animal symbolicum, o sea como za). Este término ha tenido en la historia
animal que vive en un universo simbó­ de la filosofía dos significados simétri­
lico, en el cual la lengua, el mito y la camente opuestos. F.1 término ha sido
religión ocupan una buena parte. entendido: 1) como ocultamiento de la
realidad; 2) como manifestación o re­
A n tr o p o m o r f is m o (ingl. anthropomor- velación de la realidad misma. Según
phism ; franc. anthropomorphisme-, el primer significado, la apariencia vela
alem. Anthropomorphismus). Este nom­ u oscurece la realidad de las cosas, ya
bre señala la tendencia a interpretar que ésta no se puede conocer sino pro­
todo tipo o especie de realidad en los cediendo fuera de la A. y prescindien­
términos del comportamiento humano do de ella. De acuerdo con el segundo
o por semejanza o analogía con este significado, la A. es lo que manifiesta
comportamiento. Por lo común, se de­ o revela la realidad misma, puesto que
nomina "creencias antropomórficas” o ésta encuentra en la A. su verdad, su
"antropomorfismos” a las interpretacio­ revelación. Basándonos en el primer
nes de Dios en términos de conducta significado, conocer significa liberarse
humana. Ya Jenófanes de Colofón cri­ de la A .; de acuerdo con el segundo
ticó tal A.; los hombres, dice, creen significado, conocer significa confiarse
que los dioses han nacido y tienen voz a la A., dejarla aparecer. En el primer
y cuerpo parecidos a los de ellos (Fr. 14, caso, la relación entre A. y verdad es
Diels), así, pues, los etíopes hacen a de contrariedad y de oposición; en el
sus dioses romos y negros, los tracios segundo, de semejanza o de identidad.
dicen que tienen ojos azules y cabe­ Estas dos concepciones de la A. se han
llos rojos, y los bueyes, los caballos, los entrelazado varias veces sn la historia
leones, si pudieran, imaginarían sus dio­ de la filosofía occidental. Por un lado,
ses a su semejanza (Fr. 16, 15). Pero ésta ha nacido del esfuerzo por lograr
el A. no se limita al dominio de las un saber más sólido, que vaya más allá
creencias religiosas. Toda la ciencia de la A., o sea, de las opiniones, de los
moderna se ha formado mediante una sentidos, de las creencias populares o
progresiva liberación del A, y el esfuer­ míticas. Por otro lado, ha buscado, con
zo por considerar las operaciones de la igual constancia, dar cuenta de las A.
naturaleza no según su semejanza con (“salvar los fenómenos”), reconociendo
las del hombre, sino juxta propria prin­ así que de alguna manera se manifies­
cipia. ta en ellas la realidad misma.
El contraste entre A. y realidad fue
A n tro p o s o fía (ingl. anthroposophy; franc. establecido por vez primera, de manera
anthroposophie; alem. Anthroposophie) neta y tajante, por Parménides de Elea,
83
V

Apariencia

al oponer el "camino de la verdad y pia investigación científica, la cual,


de la persuasión, que tiene por objeto al como es evidente por lo que los mate­
ser, su unidad, inevitabilidad y necesi­ máticos hacen con referencia a las A.
dad”, al "camino de la opinión” que astronómicas, debe partir de las A. físi­
tiene por objeto al no ser, o sea al cas y, por lo tanto, de las observaciones
mundo sensible en su devenir. Pero, de las cosas vivientes y de sus partes,
según Parménides, el mundo de la opi­ para pasar después a la consideración
nión y el mundo de la A. coinciden: de las razones y de las causas (De part.
"También aprenderás esto: cómo son anim., I, 1, 639 b 7). En otros términos,
verosímilmente las cosas aparentes pa­ la A. es el punto de partida para la bús­
ra quien las examine en todo y por queda de la verdad, la cual, no obstan­
todo" (Fr. 1, 31, Dieis). Platón presu­ te, sólo llega a ser reconocida en su
puso la misma coincidencia entre la A. necesidad mediante el uso de los prin­
y la opinión, entre la opinión y la sen­ cipios necesarios del entendimiento.
sación, que interpreta el principio En el último periodo de la filosofía
protagórico del homo mensura en el griega, la noción de A. adquiere una
significado de que "las cosas se me importancia predominante. Por un lado,
aparecen tales como son para mí” y, los escépticos hacen de la A. el criterio
por lo tanto, como si se identificaran de la verdad y de la conducta, y creen
conocimiento y sensación (Teet., 152a). imposible proceder fuera de ella y juz­
Por otra parte, el mundo de la opinión garla (Sexto Emp., Hip. Pirr., I, 21-24;
es, según la República, el mundo sen­ II, 18-21). Por otra parte, los neoplató-
sible dividido en sus dos segmentos de nicos son llevados a considerar todo
sombras e imágenes reflejas y de las el mundo sensible como A., o sea como
cosas y los seres vivientes (Rep., VI, manifestación, del mundo inteligible, y
510). De este mundo de las A. sensibles este último como la A. o la imagen
no se puede tener, según Platón, más de Dios mismo. Este pensamiento que
que conocimiento verosímil o probable, heredará Scoto Er ígena: "Todo lo
dada su naturaleza incierta y fugitiva; que se entiende y se siente no es
conocimiento que difiere del conoci­ más que la aparición de lo aparente,
miento científico o racional que tiene la manifestación de lo oculto” (De
por objeto el ser, no en grado, pero sí divis. nat., III, 4). Desde este punto
en calidad (Tim., 29). Sin embargo, el de vista, "el mundo es una teofanía,
mismo Platón, al afirmar que el objeto cada obra de la creación manifiesta la
de la opinión es con respecto al obje­ esencia de Dios que, por lo tanto, re­
to del conocimiento como la imagen res­ sulta aparente y visible en ella y por
pecto a su modelo (Rep., VI, 510a), ella” (Ibid., I, 10; V, 23).
admite una relación de semejanza o A lo largo de uno u otro de estos
de correspondencia entre A. y realidad. dos caminos pasa lo que se podría lla­
Pero el paso decisivo fue realizado por mar la revalorización de la A. en el mun­
Aristóteles, al reconocer la neutralidad do moderno. Sigue el primero lo que se
de la A. sensible: esta A., como sen­ podría llamar la revalorización empi-
sación o como imagen, puede ser tanto rista. Ya en la escolástica del siglo xiv,
verdadera como falsa. Es así cierto Pedro Aureolo, partiendo de la negación
que se han equivocado los que creen que de toda realidad universal y con la in­
es verdadero todo lo que aparece, ya tención de eliminar la species como
que deberían admitir también la rea­ intermediaria del conocimiento intelec­
lidad de los sueños; y, con referencia tual, afirmaba que “las cosas mismas
al futuro, no podrían establecer dife­ son vistas por la mente y lo que se ve
rencia alguna entre el parecer del ex­ no es una forma cualquiera racioci­
perto (por ejemplo, el del médico que nada, sino la cosa misma en su ser
formula el pronóstico) y el parecer del aparente (esse apparens), este ser apa­
ignorante (Met.. IV, 5, 1010 b lss.). rente es lo que llamamos concepto o
La A., por lo tanto, no contiene ninguna representación objetiva” (In Sent., I,
garantía de verdad y solamente el jui­ d. 9, a. 1). La distinción entre el sen­
cio intelectual acerca de ella puede tido y el entendimiento no depende, por
(Certificarla o impugnarla. Pero por lo lo tanto, de la naturaleza del objeto
demás, es el punto de partida de la pro­ aprehendido, sino del modo de apre-
«4
Apariencia

hender. Las cosas se aparecen al sen­ rencia de las A. mismas, por un lado, y
tido y a la imaginación en su condición la posibilidad de predecir los fenóme­
cuantitativa, en tanto que el entendi­ nos futuros por medio de los pasados
miento abstrae de ellas lo cuantitativo y presentes, por el otro (Op., ed. Erd-
y material (Ibid., I, d. 35, a. 1). Pero mann, pp. 44344).
sólo en el mundo moderno, y a partir Con esto, la A. perdió su carácter
del siglo xvn, reconoce la filosofía ex­ engañoso y así pudo abrir el camino
plícitamente el carácter real de la apa­ a la distinción kantiana entre A. (Er-
riencia. Hobbes fue quizá el primero scheimmg) y parecer (Schein). Las A.
en formular claramente este reconoci­ son los fenómenos en cuanto objetos
miento. “De todos los fenómenos que de la intuición sensibles y de la expe-
nos circundan —dice— el más mara­ iencia en general y los fenómenos son
villoso es precisamente el de la aparien­ realidades, es más, las únicas realida­
cia. Es cierto que entre los cuerpos des que el hombre puede conocer y de
naturales algunos poseen en sí los ejem­ las cuales puede hablar. "Yo no digo
plares de todas las cosas, en cambio —afirma Kant— que los cuerpos puedan
otros no poseen los de cosa alguna. Por simplemente ser externos o que mi al­
consiguiente, si los fenómenos son los ma simplemente pueda darse en mi
principios para conocer las otras cosas, conciencia de mí, cuando afirmo que las
es necesario decir que la sensación es cualidades del espacio y del tiempo,
el principio para conocer los principios según las cuales, como condición de
mismos y que de ella resulta toda la su existencia, pongo aquéllos y ésta,
ciencia. Para investigar las causas de están en mi modo de intuir y no en es­
la sensación, no se puede, por lo tanto, tos objetos. Sería el mío un error, si
partir de otro fenómeno que no sea la hiciera un puro parecer de lo que debo
sensación misma” (De corp., 25, §1). considerar como fenómeno” (Crít. R.
De tal manera, la A. real es identifi­ Pura, Estética trascendental, Observa--
cada por Hobbes con la sensación y ciones gen., 3). La afirmación: "Los
es así puesta como punto de partida sentidos nos representan los objetos
para la investigación de las cosas no como aparecen, el entendimiento como
creadas por el hombre (del mismo son”, es interpretada por Kant en el
modo, las definiciones constituyen el sentido de que el entendimiento repre­
punto de partida de la investigación senta a los objetos en la relación uni­
de las cosas creadas por el hombre, o versal de los fenómenos 'lo que no
sea los entes matemáticos y políticos). significa que sean independientes de la
Estas palabras de Hobbes fundamentan relación con la experiencia posible y,
el empirismo moderno. El empirismo, por lo tanto, de las “A. sensibles”)
a la vez que subrayaba el carácter rela­ (Ibid., Analítica de los principios, capí­
tivo y subjetivo de las A. sensibles, las tulo III). La A. fenoménica es, por lo
admitía como el único fundamento del tanto, denominada así sólo para sub­
conocimiento humano. Locke observa­ rayar las conexiones con las condiciones
ba que "si nuestros sentidos se viesen subjetivas del conocer y para distinguir­
alterados y fuesen más agudos y des­ la del hipotético conocimiento nouméni-
piertos de lo que son, las A. y el trazo co, con el fin de poder establecer clara­
de las cosas tendrían un aspecto muy mente los límites. Véase f e n ó m e n o .
diferente para nosotros; .. .que no con­ Por otro lado, la negación misma del
vendría a nuestro ser, o por lo menos, carácter engañoso de la A. ha sido uti­
.. ,a nuestro bienestar en esta parte del lizada en la filosofía moderna para
universo en que habitamos” (Essay, II, remachar el carácter absoluto del co­
23, 12). “A. sensibles” son las ideas de nocimiento humano. Así, Hegel ve en
que habla Berkeley (Principies, 33) y la A. fenoménica a la propia esencia.
las. impresiones de que habla Hume A. y esencia no se oponen, sino que se
( Treaíise, II, 5). "Fenómenos o apari­ identifican: la A. no es más que la esen­
ciones” son, según Leibniz, todos los cia que existe en su inmediatez. “La
datos de que dispone el sujeto pensan­ A. —nos dice— es la determinación
te, y la distinción entre A. reales y por medio de la cual la esencia no es
A. ilusorias se hace sólo considerando ser, sino esencia y el aparecer desarro­
la vivacidad, la multiplicidad y la cohe­ llado constituye el fenómeno. La esen­
85
Apatía

cia, por lo tanto, no está detrás o los cuales era interpretada a menudo,
fuera del fenómeno; sino que precisa­ tal como el dualismo entre sensación
mente porque la esencia es lo que y pensamiento o el dualismo entre sub­
existe, la existencia es el fenómeno” jetividad y objetividad, etc. La relación
(Ene., §131). Es cierto que, como de­ total se coloca en el plano objetivo de
terminación "inmediata", la A. está las diferentes experiencias o de los di­
destinada, según Hegel, a ser absor­ ferentes grados de experiencia. Un filó­
bida o superada por otras determina­ sofo que levanta sus construcciones so­
ciones, reflejas o mediatas en el des­ bre un grupo de experiencias o sobre
arrollo dialéctico de la Idea absoluta; un determinado tipo de realidad, al
pero es cierto que toda la doctrina de que, por lo tanto, da primacía y con­
Hegel se apoya en el pensam iento sidera fundamental de algún modo, es
de que no existe realidad tan recón­ llevado a considerar como menos rea­
dita que de algún modo no se mani­ les o significativas o como simplemen­
fieste y aparezca. En la filosofía con­ te “aparentes”, las otras formas de ex­
temporánea este punto de vista ha periencia o los otros tipos de realidad. Y
encontrado su mejor expresión en la así, por ejemplo, el que da primacía
obra de Heidegger. “Como significa­ a la experiencia interior o conciencia,
ción de la expresión ‘fenómeno’ hay es llevado a considerar como menos
por ende que fijar ésta: lo que se mues­ significativa o de algún modo sólo "apa­
tra en sí mismo, lo patente. Tal mos­ rente” la experiencia externa o sen­
trarse lo llamamos ‘parecer ser' (Schei- sible y viceversa. Pero en todo caso,
nen) y así tiene también en griego la también lo que se declara aparente es
expresión phainomenon, esta significa­ adoptado como A. de alguna cosa; por
ción: lo que ‘tiene aspecto de...’ lo que lo tanto, dotada, ya como A., de un
parece ser.. / . .Sólo en tanto algo en solo grado o medida de la realidad.
general pretende por su propio sentido De manera que la relación entre rea­
mostrarse, es decir, ser fenómeno, pue­ lidad y A. se llega a configurar como
de mostrarse como algo que ello no relación entre realidad e imagen o rea­
es, puede 'no más que tener aspecto lidad y símbolo, y en todo caso, entre
de. . . . .Nosotros reservamos termino­ dos grados o determinaciones objetivas.
lógicamente el nombre de ‘fenómeno’ a
la significación primitiva y positiva de Apatía (gr. cutáBsia; ingl. apathy; franc.
phainomen n, y distinguimos fenómeno apathie; alem. Apathie). El término
de 'parecer ser...’ [A.] como la modifica­ significa, propiamente, insensibilidad,
ción privativa de fenómeno” (Sein ünd pero el uso filosófico antiguo lo aplicó
Zeit, § 7 A; trad. esp.: El ser y el tiempo, al ideal moral de los cínicos y de los
México, 1962, F. C. E.). Esto no quiere, estoicos, o sea la indiferencia hacia to­
sin embargo, decir que la filosofía das las emociones y el desprecio de
contemporánea haya identificado el ser ellas; indiferencia y desprecio logrados
con la A.; más bien ha vuelto a plan­ mediante el ejercicio de la virtud. En
tear en nueva forma el problema de su este sentido, según el cual la insensi­
relación, pasando a considerar esta re­ bilidad no es una dote congénita y
lación en forma objetiva u ontológica, natural, sino un ideal de vida difícil
esto es, sin referencia a cualquier sub­ de lograr, los cínicos y los estoicos vie­
jetivismo idealista. No sin razón la ron en la A. la felicidad misma (Dióg.
última obra importante en la que se L., VI, 1, 8-11). Kant vio en la A. un
ha debatido el problema de la relación ideal noble, pero agregó que la natu­
entre A. y realidad en la forma tradi­ raleza fue sabia al dar al hombre la
cional, pertenece a un idealista. F. H. simpatía, para guiarlo provisionalmen­
Bradley (Appearance and Reality, 1893). te y antes que la razón alcanzara su
Sobre todo debido a la influencia del madurez en él, como una ayuda o apo­
planteamiento fenomenológico (véase yo sensible a la ley moral y como un
f e n o m e n o l o g í a ), la consideración de la sucedáneo temporal de la razón (Antr.,
relación entre el aparecer y el ser ha §75). La edad moderna y contemporá­
sido sustraída completamente tanto al nea, a pesar de la gran sugestión que
dualismo entre estos dos términos, la ética estoica ha ejercido siempre
como a los otros dualismos, mediante en ella, no es favorable al ideal de la
i

A p eiro n
A p e rc e p c ió n
A., y a q u e t i e n d e a r e c o n o c e r e l v a l o r "debe acompañar todas mis represen­
p o s itiv o d e la s e m o c io n e s y a e v ita r , taciones, ya que de lo contrario sería
p o r lo t a n t o , l a c o n d e n a s u m a r i a y to ­ necesario imaginar en mí algo que no
ta l d e la s m is m a s , in c lu id a e n la n o c ió n pudiera ser pensado, lo que significa
d e a p a t í a . Véase e m o c i ó n . que la representación sería imposible
o, por lo menos para mí, lo sería en
Apeiron (gr. obteipov). El infinito, lo absoluto” (Crít. R. Pura, Anal, de los
ilimitado. Según Anaximandro de Mi- conceptos, § 16). La característica fun­
leto, el principio y el elemento primor­ damental de la A. pura es su objetivi­
dial de todas las cosas. El A. no es dad; es, por lo tanto, el fundamento
una mezcla de los diferentes elemen­ de la constitución unitaria de los ob­
tos corpóreos, que los comprendería, jetos y de las relaciones que éstos tie­
cada uno con sus cualidades determi­ nen entre sí. En efecto, la unidad de
nantes, sino más bien una materia en un objeto en particular o de los objetos
la que los elementos son aún indis­ entre sí no está constituida por la rela­
tintos y , por lo tanto, más que infini­ ción subjetiva entre las representaciones,
ta es indefinida o indeterminada (Fr. o sea por la relación que las represen­
Diels, A, 9). Esta doble determinación taciones encuentran en la A. empírica
de infinitud en el sentido de inextin- (o conciencia intuitiva), sino por la re­
guibilidad y de indeterminación ha que­ lación objetiva, cuya posibilidad es la
dado, durante mucho tiempo, unida al A. pura o conciencia discursiva (re­
concepto de infinito (véase). flexiva). En efecto, a base de la A.
A p e rc e p c ió n (ingl. apperception; franc. empírica sólo se podría decir: "Cada
apperception; alem. Apperzeption; ital. vez que levanto un cuerpo, siento una
apperceziane). El significado específico impresión de peso”, y establecer así
de esta palabra fue aclarado por vez una relación puramente subjetiva, si
primera por Leibniz como conocimiento bien constante, entre el levantamiento
de las propias percepciones. Dice Leib­ de un cuerpo y la impresión de peso
niz: “La percepción de la luz o del (o sea entre dos representaciones). Esto
color, por ejemplo, de la que tenemos no autorizaría a decir objetivamente:
la A., está compuesta de muchas pe­ "El cuerpo es pesado.” Sólo es posible
queñas percepciones de las que no te­ enunciar esta afirm ación porque el
nemos la A.; y un rumor que percibi­ acuerdo entre el cuerpo y la pesantez
mos, pero al que no prestamos atención, se ha establecido objetivamente por
resulta aperceptible en caso de sufrir medio de la A. pura (Ibid., § 19). En
un pequeño aumento” (Nouv. Ess., II, este sentido, la A. pura es "el principio
9, 4). En tanto que las percepciones son de la unidad sintética” que condiciona
propias también de los animales y las toda otra síntesis, esto es, todo otro
plantas, la A. es inherente al hombre, conocimiento, porque todo conocimien­
en cuanto que sus percepciones van to es, según Kant, una síntesis entre
acompañadas por la "capacidad de re­ un dato sensible y una forma a priori.
flexión". Sin embargo, cuando el hom­ La A. es el principio originario del
bre queda reducido a un estado de conocimiento en cuanto es la condi­
letargo, la reflexión y la A. cesan (Ibid., ción del uso empírico de las categorías.
II, 9, 14). En el mismo sentido fue Kant ha insistido acerca del carácter
considerada la A. por Wolff, que la defi­ puramente formal de la A. pura, enten­
nió como la actividad por la cual nos diendo que no es una realidad psico­
percibimos a nosotros mismos como lógica o de otra naturaleza, sino una
sujetos que perciben, y nos distingui­ posibilidad, la de la unificación de la
mos, por lo tanto, de la cosa percibida experiencia, considerada como "espon­
(Psychol. ration., § 13). Ahora bien, ésta taneidad” o actividad subjetiva, es de­
es, según Kant, la A. empírica, que se cir, de la inteligencia (Ibid., §25). En
distingue de la A. pura. Con la primera otras palabras, es solamente “la concien­
“acompaño con la conciencia a cada cia pura de aquella actividad que cons­
una de las representaciones” ; con la tituye el pensamiento” (Antr., §7). De
segunda "las compongo todas, una con la interpretación de la A. pura en senti­
otra, y conozco su síntesis”. La A. pura do realista, o sea "'e entenderla no
o “trascendental” es el*"Yo pienso” que como condición o úlidad del co-
87
Apetito o apetencia

nocimiento, sino como actividad crea­ también a la religión y al arte. El tér­


dora del conocimiento mismo, Fichte mino ha caído en desuso en la filosofía
dedujo la noción del yo como concien­ contemporánea.
cia absoluta de sí, creadora de su mun­
do, con la que se inicia el idealismo A p e tito o a p e te n c ia (gr. ópeti;; lat. ap-
romántico (véase id e a l is m o ; v o ). En petitio, appetitus; ingl. appetite; franc.
sentido psicológico-metafísico, el con­ appétit; alem. Begierde; ital. appetizio-
cepto de A. fue asimismo entendido ne). En general, el principio que impe­
por Maine de Biran, que denominó le a la acción a un ser vivo, por mor
"A. interna inmediata” a la conciencia de la satisfacción de una necesidad
que el yo tiene de sí mismo como "cau­ o de un deseo o la realización de un
sa productora” en el acto de distinguirse fin. Así Aristóteles consideró el A., que
del efecto sensible que su acción deter­ puso junto al sentido y al entendimien­
mina (CEuvres inédites, ed. Naville, I, to, entre las partes directoras del alma
p. 9; III, pp. 409-10). (Ét. Nic., VI, 2, 1139 a 17). "Lo que está
Herbart usó un nuevo concepto de en el pensamiento —agrega— es la afir­
la A. como fundamento para entender el mación y la negación, en el A. el per­
mecanismo de la vida representativa. seguir y el huir.” El A. es el principio
Entendió la A. como la relación entre de acción último; ya que si es cierto
masas diferentes de representaciones, que los motivos de la acción parecen
lo que hace que una masa se apropie ser dos, el A. y el entendimiento prác­
de la otra de la misma manera en que tico, es también cierto que este último
las nuevas percepciones del sentido ex­ induce a la acción en cuanto su prin­
terno son recogidas y elaboradas por cipio es apetecible (De An., III, 10,
las representaciones homogéneas más 433 a 21). Al A. pertenecen el deseo, la
antiguas. Este fenómeno, por el cual irascibilidad y la voluntad (Ibid., II,
una masa representativa denominada 3, 414 b 2). El A. puede ser unas veces
apercipiente recoge y asimila una o guiado y otras no guiado, puede dirigir­
más representaciones homogéneas, de­ se al bien aparente o al bien real y,
nominadas apercibidas, es el fenómeno por lo tanto, diferentes A. pueden ser
de la A. que Herbart identificó con el contrarios a veces, como sucede cuan­
sentido interno (Psychol. ais Wissen- do el deseo y la razón se combaten.
schaft ["La psicología como ciencia”] El A. como principio de acción puede,
II, §, 125). ” sta noción fue extensamen­ por lo tanto, ser controlado ya sea por
te usada por la psicología y la pedago­ la elección racional, ya sea por los sen­
gía del siglo xix, sobre todo para tidos, por cuanto la naturaleza superior
esclarecer el fenómeno del aprendizaje tiende a dominar (De An., III, 10-11,
y para reconocer las condiciones psico­ 433 ss.). Tomando como base estas úl­
lógicas que lo facilitan. Wundt destacó timas afirm aciones aristotélicas, los
el carácter activo de la A. como el acto escolásticos distinguieron un A. sensi­
por el cual un contenido psíquico es ble y un A. intelectivo, y Santo Tomás
llevado a una más clara comprensión. afirma que son dos diferentes potencias
Wundt habló asimismo de una "psico­ del alma, una pasiva y la otra activa
logía de la A.” que debería oponerse (S. Th., I, q. 80, a. 2). A ejemplo de San
a la psicología asociacionista por en­ Gregorio de Nisa (De homin. opif., 8 ) y
tonces imperante, precisamente por la de San Juan Damasceno (De fide orth.,
mayor importancia que se reconocía a II, 12), los escolásticos admitieron tam­
la actividad directiva y ordenadora de la bién la diferencia entre A. irascible
A. (Physiologische Psyckologie ["Psico­ y A. concupiscible: el concupiscible in­
logía fisiológica”], II, p. 454). Wundt clina a perseguir el bien sensible y a
habló asimismo en su Elemente der rechazar lo que es sensiblemente noci­
Vólkerpsychologie (1911-1920; trad. esp. vo, el irascible es aquel por el cual el
del compendio Elementos de psicología hombre se resiste a las acciones noci­
de los pueblos, Madrid, 1925) de una vas y elige frente a todo lo que es di­
"A. animadora" como función psico­ fícil (cf. Santo Tomás, S. Th., q. I, 81,
lógica específica y que consiste en que a. 2 ).
todas las cosas están vivas, función que Estas notas se han mantenido poco
serviría de base al mito y, por lo tanto, menos que inmutables durante siglos.
88
Apocatástasis

Hobbes- dice que el A. y la fuga difieren Según Orígenes, el mundo


d e l m u n d o ).
del placer y del dolor como el futuro sensible se ha formado por la caída
difiere del presente: son placeres y de las sustancias intelectuales que ha­
dolores no presentes, aunque previstos bitaban en el mundo inteligible, caída
o esperados (De hom., 11, 1). Spinoza que se debió a un acto libre de rebelión
relaciona el apetito con el esfuerzo a Dios, en la que participaron todos los
(conatus) del alma para perseverar en seres suprasensibles, a excepción del
el propio ser, durante un tiempo inde­ Hijo de Dios. De esta caída y de la
finido: "Este esfuerzo —dice— cuando degeneración subsiguiente, los seres se
se refiere al alma sola, se llama volun­ habrían vuelto a levantar expiando, me­
tad, pero cuando se refiere a la vez al diante una serie de vidas sucesivas y
alma y al cuerpo, se denomina apetito-, en varios mundos, su pecado inicial y
por ende no es nada más que la esencia al final serán restituidos a su condición
misma del hombre, de cuya naturaleza primitiva (In Johann., I, 16, 20). Orí­
se sigue necesariamente lo que sirve genes admite así una pluralidad sucesi­
para su conservación; y, por tanto, el va de mundos, pero corrige al estoi­
hombre está determinado a obrar esto” cismo en el sentido de que estos
(Eth., III, 9, scol.). Leibniz vio en el mundos no son repetición unos de
A. la acción del principio interno de la otros. La libertad que se ha dado a los
mónada que obra el cambio o el paso hombres impide tal repetición (Contra
de una percepción a otra (Manad., § 15). Cels., IV, 67-68).
Kant definió el A. como "la determi­ Una concepción análoga fue expues­
nación espontánea de la fuerza propia ta por San Gregorio de Nisa (o Ni-
de un sujeto, que llega por medio de la seno), que interpretó la sucesión de los
representación de una cosa futura con­ mundos como el teatro de la progresiva
siderada como efecto de la fuerza mis­ reeducación de los seres hacia su beata
ma” (Antr., §73). El A. constituye, por condición originaria. Gregorio afirmó
lo tanto, lo que en la Crítica de la asimismo, y resueltamente, el carácter
razón práctica Kant denomina “facul­ universal de la A.: "Hasta el inventor
tad inferior de desear”, que siempre del mal (o sea el demonio), unirá su
presupone un objeto empírico como mo­ voz al himno de gratitud al Salvador”
tivo determinante, a diferencia de la (De hom. opif., 26). En la edad mo­
facultad "superior” de desear, determi­ derna, Renouvier sostuvo una doctrina
nada por la simple representación de la análoga en su Nueva m onadología
ley (Crít. R. Práctica, libro I, cap. I, (1899). Renouvier adoptó de nuevo la
§ 3, scol. I).
En la filosofía moderna y contempo­ tesis expuesta por Orígenes de una
ránea el término A. ha caído en des­ pluralidad de mundos sucesivos y del
uso y ha sido sustituido por otros, tales tránsito de uno a otro, determinado por
como "tendencia” o "volición”, a los el uso que el hombre hace de la liber­
que a veces se refieren las determina­ tad en cada uno de ellos, y expresó
ciones que la filosofía antigua había que dicha tesis se corrige en el sentido
atribuido al A. de que "el final alcanzado se reúne
con el principio, no en la confusión
Apocatástasis (gr. ójioxaxáaxamg; lat. res- de las almas, sino en la humanidad
titutio; ingl. apocatastasis) franc. apo- perfecta, que es la sociedad humana per­
catastasis; alem. Apokatastasis). Teoría fecta”. La doctrina de la A. se distingue
propia de los Padres orientales, que de la concepción clásica de los ciclos
prevé el retomo final del mundo y de del mundo en dos puntos principales:
todos los seres a la condición perfecta 1) los mundos que se suceden no son
y feliz que tenían en el origen. Se tra­ repetición idéntica uno del otro, por­
ta, por lo tanto, de una noción dife­ que a través de ellos se realiza progre­
rente a la del movimiento cíclico del sivamente el restablecimiento del esta­
mundo, propia de los antiguos (pitagó­ do perfecto originario; 2 ) el suceder-
ricos, Anaximandro, estoicos, etc.) y que se de los mundos no es sin principio ni
interpreta la vida del mundo como el fin, porque comienza con la caída de las
retomo de un ciclo siempre idéntico, inteligencias celestes y termina con la
que se repite infinitamente (véase c ic l o apocatástasis.
W
Apodíctica
A p o lín e o -d io n isia c o
(lat. apodíctica; alem. Apo-
A p o d íc tic a (ingl. apophantic). Término
A p o fá n tic a
diktik). Parte de la lógica que tiene adoptado por Hamilton para la doctri­
por objeto la demostración. El nombre na del juicio {Lectures on Logic, I,
fue usado por algunos lógicos del si­ 1866, p. 225).
glo x v i i , Jungius, por ejemplo: "Entre
las partes especiales de la lógica —de­ A p o fá n tic o (gr. ójiocpavTixó;; ingl. apo­
cía— precede por su dignidad la que phantic; franc. apophantique; alem.
tiene por objeto la verdad necesaria, o apophantisch). En Aristóteles, el discur­
sea la verdad propiamente dicha, y que so o proposición (kóy0 5 ) que afirma o
nos conduce a través de la apódosis, niega algo de cualquier cosa (un pre­
o sea la demostración, a la ciencia, y dicado de un sujeto) y, a diferencia
así ha sido justamente llamada a veces de la pregunta, de la plegaria, etc., es
apodíctica, y otras, epistemónica (Lógi­ verdadero o falso. G. P.
ca Hamburgensis, 1638, IV, I, cap. I, § 1). A p o fá tic a , te o lo g ía , véase TEOLOGÍA NE­
Este nombre ha sido raramente usado GATIVA ( 4 ) .
después (cf., por ejemplo, Bouterwek,
Ideen zu einer Apodiktik ["Ideas acerca (gr. cbwxpa-cutóg; ingl. apopha-
A p o fá tic o
de una apodíctica”], 1799). tich; franc. apophatique; alem. apo-
phatich). Negativo, o sea, según Aristó­
A p o d íc tic o(gr. áncoSeixTixóg; lat. apodic-teles, que "separa una cosa de otra”, esto
tic; franc. apodictique-, alem. apo- es, niega que un predicado pertenezca
diktisch). 1) Demostrativo, éste es el a un sujeto {An. Pr., 1,1,24 a, 19). G. P.
significado general y fundamental del
término; mismo que tiene en Aristó­ A p o lín e o -d io n isia c o (ingl. apollonian-
teles, ya sea cuando lo refiere a la dhmysian-, franc. apollinisme-dionysis­
proposición {An. Pr., I, 1, 24 a 30) o me; alem. apollinisch-dionysisch). La
cuando lo refiere a la ciencia, defini­ antítesis entre apolíneo y dionisiaco fue
da como “hábito demostrativo” {Ét. expresada por Schelling como la antí­
Nic., VI, 3, 1139 b 31). tesis entre la forma y el orden, por
2) Necesario. Kant introdujo este se­ un lado, y el oscuro impulso creador,
gundo significado como significado pri­ por el otro. Estos dos aspectos, al decir
mario, al llamar A. a los juicios en los mento de Schelling, se reconocen en todo mo­
poético {Phit. der Offenbarung
que la afir nación o la negación se con­ ["Filosofía de la revelación”], 24, en
sidera como necesaria. “La proposición Werke ["Obras”], II, 4, p. 25). Hegel
A. —escribe Kant— piensa el juicio aser- a su vez se refirió a esta antítesis afir­
tórico determinado por leyes del en­ mando: "Lo verdadero es un triunfo
tendimiento mismo y, por lo tanto, báquico, donde no hay quien no esté
afirmado a priori, y expresa así una ebrio; y porque este triunfo resuelve
necesidad lógica” (Crít. R. Pura, §9, 4). todo momento que tiende a separarse,
Es obvio que ésta no es la necesidad así es también una transparente y sim­
de la demostración. Pero Kant tam­ ple quietud” {Phdnom. des Geistes,
poco excluye el significado tradicional, Introd., III, 2; trad. ital., p. 40). Adop­
al dividir las proposiciones apodícticas tada de nuevo por Richard Wagner {Die
en demostrables e inmediatamente cier­ Kunst und die Revolution ["El arte y
tas (Ibid., Doctrina del método, cap. I, la revolución”], 1849) la antítesis fue
secc. I [A 736. B764]). Husserl ha con­ más tarde difundida, expuesta y popu­
tinuado el uso kantiano al hablar de larizada por Nietzsche, que se valió de
"ver A.” y de “evidencia A.” {Ideen, ella en el Origen de la tragedia (1871)
I, § 137) y de la apodicticidad como de para explicar el arte y la vida de la
la "autocomprensión” o "autojustifica- antigua Grecia. El espíritu apolíneo do­
ción” (Die Krisis der europaischen Wis- mina en las artes plásticas, que son
senschaften ["La crisis de la ciencia armonía de formas; el espíritu dioni­
europea”], 1954, p. 275). siaco domina la música que, en cambio,
está privada de forma, ya que es ebrie­
A p ó d o sis, véase d e m o s t r a c ió n . dad y exaltación entusiasta. Según
Nietzsche, los griegos lograron soportar
A p o fa n sis, véase e n u n c ia d o . la existencia sólo en virtud del espíritu
90
I

A p o lo g e ta s
A p o rta
dionisiaco. Bajo la influencia de la ver­ de que se tiene noticia (y de la que
dad contemplada, el griego veía en queda sólo un fragmento) es la defensa
todas partes el aspecto horrible y ab­ presentada al emperador Adriano, ha­
surdo de la existencia; el arte vino cia 124, por Cuadrato, discípulo de los
en su socorro, transfigurando lo horri­ Apóstoles. Justino es el principal de
ble y lo absurdo en imágenes ideales, los Padres A. Otros autores de apolo­
en virtud de las cuales la vida se hizo gías son Taciano, Atenágoras, Teófilo,
aceptable (Geburt der Tragodie, §7; Hermias. Con los Padres A. comienza
trad. esp.: El origen de la tragedia, la actividad filosófica cristiana. La te­
Madrid, 1932). El espíritu dionisiaco, sis común que defendían es que el cris­
modulado y disciplinado por el espíritu tianismo constituye la única filosofía
apolíneo realizó y dio origen a la trage­ segura y útil y es el resultado último
dia y a la comedia. Más tarde, Nietz- al que debe llegar la razón. Los filó­
sche vio en el espíritu dionisiaco el sofos paganos conocieron semillas de
fundamento mismo del arte en cuanto verdad, pero no las pudieron entender
éste "corresponde a los estados de vi­ plenamente; los cristianos conocen la
gor animal” (Witle zur Machí, §361, verdad plena pues Cristo es el logos,
ed. Króner, 802; trad. esp.: La voluntad o sea la razón misma, de la cual parti­
de dominio, Madrid, 1932). El estado cipa la totalidad del género humano.
apolíneo no es más que el resultado La apologética de estos Padres consti­
extremo de la ebriedad dionisiaca, una tuye, por lo tanto, la primera tentativa
especie de simplificación y concentra­ de inserción del cristianismo en la his­
ción de la ebriedad misma. El estilo toria de la filosofía clásica.
clásico representa este estado y es la
forma más elevada del sentimiento de (gr. (huma; ingl. aponía; franc.
A p o n ía
dominio. A ejemplo de Nietzsche, aponie; alem. Aponie). La ausencia de
Spengler ha denominado apolínea al dolor, como placer estable y, por lo
"alma de la cultura antigua que ha ele­ tanto, éticam ente aceptable, según
gido el cuerpo individual presente y la ética de Epicuro (Fr. 2, Usener).
sensible como tipo ideal de la exten­
sión”. Son apolíneos "la estática mecá­ (gr. axóo\\\ia; ingl. aporem;
A p o re m a
nica, los cultos materiales de los dioses franc. aporéme; alem. Aporem). Aris­
del Olimpo, las ciudades griegas polí­ tóteles (Tóp., VIII, 11, 162 a) lo define
ticamente aisladas, el destino de Edipo como un razonamiento dialéctico que
y el símbolo de la falta” (Untergang concluye en una contradicción y que, por
des Abendtandes, I, 3, 2, § 6 ; trad. esp.: lo tanto, no permite establecer cuál de
La decadencia de Occidente, Madrid, las dos partes de la contradicción mis­
1934). Esta caracterización, como la del ma se deba elegir.
faustismo (véase), que es correspon­ A p o ré tic a (ingl. aporetic; franc. aporeti-
diente, es perfectamente arbitraria y que; alem. Aporetik). Así denomina
fantástica. Ñicolai Hartmann (de aporia = duda)
A p o lo g e ta s, véase APOLOGISTAS. al estadio de la investigación filosófica
en que se sacan a la luz los problemas,
A p o lo g é tic a (ingl. apologetics; franc. o sea, todos los aspectos de los fenó­
apologétique; alem. Apotogetik). La dis­ menos que no han sido comprendidos
ciplina que tiene por objeto la defensa y que, por lo tanto, constituyen las
(apología) de un determinado sistema aportas naturales (Systematische Phi-
de creencias. El término se refiere casi losophie ["Filosofía sistemática”], §5).
siempre a la defensa de las creencias
religiosas, por ejemplo, "A. cristiana”. A p o ría (gr. ¿utopía; ingl. aporta; franc.
aporie; alem. Aporia). Este término ha
A p o lo g ista s (ingl. apologists; franc. apo­ sido usado en el sentido de duda racio­
logistas ; alem. Apologeten). Con este nal, es decir, de dificultad inherente
nombre se designan los Padres de la a un razonamiento, y no de estado sub­
Iglesia del siglo I I que escribieron en jetivo de incertidumbre. Por lo tanto,
defensa (apología) del cristianismo con­ es la duda objetiva, la efectiva dificul­
tra los ataques y las persecuciones de tad de un razonamiento o de la con:
que era objeto. La primera apología clusión, a la cual pone fin un razona-
91
A posteriori
A p re n d iz a je
miento. Por ejemplo, "Las A. de Zenón mero en ilustrar esta noción, por medio
de Elea sobre el movimiento”, “Las A. de su teoría de la anamnesis: "Siendo
del infinito”, etcétera. congénita la naturaleza en su totalidad
—decía— y habiendo el alma aprehen­
A posteriori, véase A PRIORI. dido todo, nada impide que el que re­
A p re h e n s ió n (lat. apprehensio; ingl. ap-
cuerda una cosa en particular —que es
prehension; franc. appréhensian; alem. lo que se llama conocimiento— encuen­
tre a través de ella todo lo demás, siem­
Apprehenzion; ital. apprensione). Térmi­ pre
no introducido por la escolástica del de laque tenga constancia y no desista
siglo xiv para designar el acto mediante aprehender no porque
búsqueda,
son
la búsqueda y el
más que reminis­
el cual se apresa o adopta como objeto
un término cualquiera (concepto, pro­ cencia” (Men., 81 d). El A., por lo tanto,
posición o cualidad sensible), en cuan­ se las
debe, según Platón, a la asociación de
cosas entre sí, que permite al alma,
to distinto del asentimiento (véase) con luego de haber afirm ado una cosa,
el cual se lo juzga, es decir, se lo afir­
ma o se lo niega. Occam dice: "Entre aprehender otra que con ella se liga.
La teoría sostenida por Herbart no es
los actos del entendimiento, uno es el sustancialmente diferente. El A., para
aprehensivo, que se refiere a todo lo que Herbart, es una apercepción (véase) y
se lleva a cabo como acto de la poten­ ésta es el fenómeno por el cual una
cia intelectiva, y el otro, que puede de­
nominarse judicativo, ya que mediante "masa de representaciones” recoge en
sí una nueva representación, que puede
él el entendimiento no solamente apre­ conectarse con las demás de algún
hende el objeto, sino que también asien­ modo (Psychot. ais Wissenschaft ["Psi­
te o disiente con él” (In. Sent., Pról., cología como ciencia”], 1824, II, 125 ss.).
q. 1, 0). El acto aprehensivo puede con­ Análoga teoría fue expuesta e ilustrada
sistir tanto en la formación de. una por Wundt (Grundriss der Psychologie,
proposición como en el conocimiento 1896, pp. 249 ss.; trad. esp.: Compendio
de un conjunto ya formado (Quodl., V, de psicología, Madrid, s. a.) y de Wundt
q. 6 ). La palabra ha sido asimismo pasó a toda la psicología psicofísica.
adoptada por Wolff (Log., §33) y Kant En la psicología contemporánea, el
se valió de ella en la primera edición concepto de A. como asociaciones ha
de la Crítica de la razón pura (Deduc­ sido ilustrado y colocado sobre bases
ción de los conceptos puros del intelec­ nuevas por Thomdike, que formuló su
to), al habiar de una "síntesis de la A .” doctrina a partir de la observación de
que consistiría en recoger lo múltiple organismos animales, pero cuyas con­
de la representación, de manera que de clusiones fueron pronto extendidas al
ella surgiera "la unidad de la intui­ hombre. Según Thomdike, el A. es un
ción”. El uso moderno opone, a veces, proceso de tanteo (trial and error)
la A. a comprensión, como conocimien­ guiado por la operación de premio y
to primitivo y simple que no contiene castigo. Las primeras reacciones a una
ninguna explicación o valoración del situación problemática son dadas por
objeto aprehendido. el azar. Cuando una de estas reaccio­
A p re n d iz a je (gr. náBriai;; ingl. tearning; nes tiene éxito, se elige a través de prue­
franc. apprendre; alem. Erlernung; ital. bas sucesivas, logrando, por fin, elimi­
apprendimento). La adquisición de una nar a las demás. Thomdike ha formu­
técnica cualquiera, simbólica, emotiva lado a este respecto la denominada ley
o de comportamiento, es decir, un cam­ del efecto, según la cual la respuesta
bio de las respuestas del organismo al a un estímulo queda reforzada si es
ambiente que mejore tales respuestas objeto de premio. Según el mismo
a los fines de conservación y desarrollo Thomdike, estos dos factores, la repe­
del organismo mismo. Tal es el con­ tición de la reacción adivinada y el
cepto que la psicología moderna otorga premio, bastan para explicar todos los
al A., aun dentro de la variedad de teo­ procesos del A. y, por lo tanto, la con­
rías que presenta. Este concepto, por lo ducta total del hombre (cf. Animal In-
demás, sólo es la generalización de una telligence: Experimental Studies, 1911;
antigua noción del A., considerado como The Psychology of Wants, Interests and
forma de asociación. Platón fue el pri­ Attitudes, 1935, especialmente la p. 24).
92
*

A p re s e n ta c ió n
A priori, a posteriori
Más recientemente estas mismas ideas otros” y "lo que es anterior y más noto­
han sido generalizadas por Hull, quien rio por naturaleza”, distinción que Aris­
ha insistido en los motivos del A., ca­ tóteles aclaraba de la siguiente m anera:
racterizándolo como un estado de nece­ "Al decir anterior y más notorio con
sidad. Un estímulo condicionado puede referencia a nosotros quiero referirme
quedar unido a una respuesta que lo a lo que es más cercano a la sensa­
sigue, en caso de que ésta produzca ción ; al decir, en cambio, anterior y
una disminución de la necesidad (Prin­ más conocido absolutamente, quiero re­
cipies of Behavior, 1943). ferirme a lo que se halla más alejado
Los psicólogos no se han puesto de de la sensación”. Y ya que los objetos
acuerdo en el sentido de considerar más alejados de la sensación son los
que esta doctrina sea capaz de explicar universales, en tanto los más cercanos
el A. humano (cf. la discusión perti­ a ella son los singulares, lo primero
nente, en E. R. Hilgard, Theories of absolutamente, o lo primero por natu­
Learning, 1948; trad. esp.: Teorías del raleza, es precisamente lo universal {An.
aprendizaje, México, 1961, F. C. E.). La post., I, 2, 72 a lss.). A partir de Alfa-
duda se refiere al problema de si el rabi, la filosofía árabe formuló la distin­
A. consiste simplemente en dar res­ ción entre la demostración propter quid
puestas adivinadas o si implica tam­ y la demostración quia, que desde Al­
bién la elección inteligente de tales berto de Sajonia fueron denominadas
respuestas a partir de determinados demostraciones a priori y demostracio­
por qué. Parece difícil excluir del pro­ nes a posteriori, respectivamente. "La
ceso humano del A. las elecciones inte­ demostración es doble —dice Alberto—:
ligentes guiadas por las relaciones ex­ una es la que procede de las causas
presadas por los signos "si”, "pero”, al efecto y se denomina demostración
"como”, "no menos”, etc. Desde este a priori, demostración propter quid o
punto de vista, el hecho de que el hom­ demostración perfecta y esta demostra­
bre comprenda la relación entre los ción hace conocer la razón por la cual
signos y las respuestas, constituye un el efecto es. La otra es la demostración
elemento de A. no reducible a la pura que procede de los efectos a las causas
ley del efecto (cf. M. Wertheimer, Pro- y se llama demostración a posteriori,
ductive Thinking, 1945). demostración quia o demostración no
perfecta y esta demostración nos hace
A p re s e n ta c ió n (ingl. a p p re se n ta tio n ;
conocer las causas por las cuales el
franc. apprésentation; alem. Appresen­ efecto es” (In An. post., I, q. 9). Los
tation). Término adoptado por Husserl dos términos fueron usuales en toda
para designar la experiencia indirecta la escolástica hasta el siglo x v i i , pre­
que el yo tiene de los otros yo. La A. cisamente en este sentido, para indicar
"nos da aquello que, en los otros, les dos especies de demostraciones.
es inaccesible en el original” ; por ella, 2) A partir del siglo x v i i , por obra
"otra mónada se constituye en la mía”. de Locke y del empirismo inglés, los
Es una "apercepción por analogía" (Mé- dos términos adquirieron un significa­
ditations Cartésiennes, 1931, §50ss.). do más general, designando, el a priori
A priori, a ^posteriori. Estos dos térmi­ los conocimientos logrados mediante el
nos han servido para designar los ejercicio de la razón pura y el a poste­
elementos de las tres siguientes distin­ riori, en cambio, los logrados a través
ciones : 1) la distinción entre la demos­ de la experiencia. Hume y Leibniz es­
tración que va de la causa al efecto y tán de acuerdo en oponer, en este sen­
la que va del efecto a la causa; 2) la tido, a priori y a posteriori. Dice Hume:
distinción entre los conocimientos ase­ "Oso afirmar, como proposición gene­
quibles mediante la pura razón y los ral que no admite excepciones, que el
conocimientos obtenibles mediante la conocimiento de la relación de causa
experiencia; 3) la distinción entre tau­ a efecto no es, en ningún caso, lograda
tologías y verdades empíricas. razonando a priori, sino que surge por
1) La primera distinción, que se re­ entero de la experiencia, cuando obser­
monta a la escolástica, se relaciona con vamos que algunos objetos particulares
la distinción aristotélica entre "lo que se encuentran constantemente unidos
es anterior y más conocido por nos- con otros” (Inq. Conc. Underst., IV, 1).
93
A priori, a posteriori

Y Leibniz opone constantemente el "co­ sisten elementos a priori, como lo de­


nocer a priori" al "conocer por experien­ muestran la Crítica de la razón práctica
cia” (Alouv. Ess., III, 3, §15; Mortad., y la Crítica del juicio. La noción kan­
§ 76); "la filosofía experimental que pro­ tiana del a priori ha sido adoptada y
cede a posteriori" y la "pura razón” que presupuesta en buena medida por la
"justifica a priori" (Op., ed. Erdmann, filosofía moderna. El idealismo román­
p. 778 b). Wolff, con su característica tico la corrigió en el sentido de admi­
claridad, expresaba el uso dominante en tir que la totalidad del saber es a priori,
sus tiempos, manifestando: "Lo que o sea producido enteramente por la
aprendemos con la experiencia, decimos actividad productora del Yo. Así lo sos­
conocerlo a posteriori; lo que es conoci­ tuvieron Fichte y Schelling. Hegel cree
do por el razonamiento decimos cono­ que el pensamiento es, esencialmente,
cerlo a priori” (Psychol. emp., §§ 5, la negación de un existente inmediato,
434 ss.). por lo tanto, de todo lo que es a poste­
La noción kantiana del a priori, como riori o fundado en la experiencia. El
conocimiento independiente de la expe­ a priori, es, en cambio, la reflexión y
riencia, pero que no precede (en el la mediación de la inmediatez, o sea, la
sentido cronológico) a la experiencia universalidad, el "estar del pensamien­
misma, es en ciertos respectos la misma to en sí mismo" (Ene., §12). En la
de Leibniz y los wolfianos. "Hay —decía filosofía moderna, el a priori conserva
Leibniz— ideas que no nos vienen de habitualmente el significado kantiano.
los sentidos y que hallamos en nosotros Y con tal significado se relaciona, no
sin formarlas, si bien los sentidos nos obstante todas sus diferencias, la noción
den la ocasión de apercibirlas” (Nouv. de a priori material de Husserl. Esta
Ess., I, 1, §1). Kant hizo más rigurosa noción se relaciona con la de las onto-
la noción, al distinguir los conocimien­ logías regionales, ya que, según Husserl,
tos a priori puros, que, además de no "habría que entender por conocimientos
depender en absoluto de experiencia sintéticos a priori los axiomas regiona­
alguna, están privados de todo elemen­ les, y tendríamos tantas clases irredu­
to empírico. Por ejemplo, agregaba, la cibles de semejantes conocimientos co­
proposición “todo cambio tiene su cau­ mo regiones” (Ideen, I, § 16). Ahora
sa” es una proposición a priori, pero no bien, regiones del ser son, por ejemplo,
es pura, perqué 'cambio' es un concepto los conceptos de objeto material, con­
que puede ser obtenido sólo a través ciencia, animalidad, sociedad, etc.; y
de la experiencia (Crít. R. Pura, Intr., los axiomas referentes a cada una de
1). Pero la originalidad de la noción tales regiones, implican la referencia
kantiana estriba en la función atribui­ a su contenido específico y son, por lo
da al a priori. El a priori no constituye tanto, materiales.
un campo o dominio aparte de conoci­ 3) La filosofía contemporánea niega
mientos, sino la condición de todo co­ por lo común la existencia de un a priori
nocimiento objetivo. El a priori es la en el sentido kantiano o hegeliano.
forma del conocimiento, como el a pos­ Reichenbach dice, por ejemplo: “No
teriori es el contenido. En el a priori hay nada que se parezca a la autoevi-
se fundan los conocimientos de la ma­ dencia sintética; las únicas fuentes ad­
temática y de la física pura; pero el misibles del conocimiento son las per­
a priori no es por sí mismo conocimien­ cepciones sensibles y la autoevidencia
to, sino la función que condiciona uni­ analítica de las tautologías” ( The Theory
versalmente todo conocimiento, ya sea of Probability, p. 372). A veces, se ha
sensible o intelectual. Los juicios sinté­ defendido una "concepción pragmática”
ticos a priori son posibles, en efecto, en del a priori, según la cual consistiría
virtud de las formas a priori de la sen­ preferentemente en los conceptos defi-
sibilidad y del intelecto. El a priori nitorios y en las estipulaciones conven­
es, para Kant, el elemento formal, o cionales de las que se sirve la ciencia
sea, al mismo tiempo condición y fun­ (cf. C. I. Lewis, "A Pragmatic Concep-
damento de todos los grados del cono­ tion of the ‘a priori'", en Readings in
cimiento; y no solamente del conoci­ Philosophicat Analysis, 1949, pp. 286 ss.).
miento, ya que también en el dominio Pero la mayoría de las veces se entiende
de la voluntad y del sentimiento sub­ por a priori simplemente el enunciado
94
A p ro p to sía
Á ra b e , f ilo s o fía

tautológico o analítico, y por a pos- ceptible de muchas interpretaciones y


teriori la verdad empírica. Véase a n a l i - todas las discusiones en tomo a él
tic id a d . tienden más bien a defenderlo o a re­
futarlo. Es sobre todo desconcertante
(gr. ájiQOjrra>0 Ía). Según los
A p ro p to s ía la expresión adoptada por Pascal “os
estoicos, la libertad de la precipitación, embrutecerá" (vous abétira). Y no ha
o sea la capacidad de detener el con­ faltado quien haya intentado quitarla
sentimiento o de negarlo (Dióg. L., VII, del texto pascaliano, leyendo en cambio
1, 46). alestira que significaría “rendirá pronto
provecho” (Gaillard, "Une nouvelle le-
(gr. djtooojtxioola). La liber­
A p ro s p to s ía qon d’un mot célébre de Pascal”, en
tad del error (cf. Alejandro de Afrodi- Annates de l'Univsrsité de Grenoble,
sia, De an., 150, 35). XXI, 13). Pero en realidad la expresión
pascaliana no pretende reducir la fe al
Aptitud (ingl. aptitude; franc. aptitude; embrutecimiento, sino que se refiere a
alem. Eigming; ital. attitudine). No uno de los puntos fundamentales de la
debe confundirse con actitud (véase). doctrina pascaliana, según la cual la fe
El término A. designa la presencia de debe investir no solamente el espíritu
determinados caracteres que, en su con­ del hombre, sino también la máquina,
junto, hacen al individuo particular­ el autómata que está en el hombre
mente apto para una tarea determinada. (Pensées, 250) o sea el conjunto de los
La orientación profesional se funda en hábitos que fijan la fe misma y la sus­
las determinaciones de las A., lo que traen de la duda. El abétira se refiere
significa la selección y el encauzamien- a este segundo aspecto, sin el cual la
to del individuo para este o aquel tra­ fe misma es incompleta.
bajo, conforme con sus aptitudes.
Aquilcs (gr. ’AyüJ.evz; lat. Achilles; ingl.
(ingl. wager; franc. parí) alem.
A p u e sta Achilles; franc. Achille; alem. Achil-
W ette; ital. scomessa). Nombre dado leus). Se da este nombre al segundo
al famoso argumento de Pascal a favor de los cuatro argumentos de Zenón de
de la fe. Ya que no es posible demos­ Elea contra el movimiento. Dicho argu­
trar la existencia de Dios, Pascal mues­ mento fue expresado por Aristóteles
tra que es conveniente apostar acerca de la siguiente manera: "F 1 más lento
de la existencia de Dios. "Vuestra ra­ en la carrera no será nunca alcanzado
zón no recibe mayor daño al escoger por el más veloz: ya que aquel que per­
una cosa o la otra, pues es necesario sigue deberá comenzar por alcanzar el
elegir. He aquí un punto liquidado. punto desde el cual ha partido el fugi­
Pero ¿vuestra beatitud? Pensemos la tivo, de modo que el más lento se en­
ganancia y la pérdida apostando a cara contrará siempre en ventaja” (Fís., VI,
o cruz el sentido de la existencia de 9, 239 b 14). El supuesto de este argu­
Dios. Valoramos los dos casos: Si ga­ mento, como el de todos los demás, es
náis, ganáis todo, si perdéis no perdéis la infinita divisibilidad del espacio.
nada. Apostad, por lo tanto, acerca de (ingl. arabic philosophy;
Á ra b e , filo s o f ía
su existencia, y sin dudar” (Pensées, franc. phitosophie arabe; alem. arabi-
233). Pascal agrega que una vez decidi­ sche Phitosophie). Se da este nombre
dos a apostar, será fácil creer, “hacien­ a la filosofía de los árabes de los
do todo como si se creyera, tomando el siglos vm a x i i , y cuyos principales
agua bendita, haciendo decir misas, etc. representantes son Alkindi (siglo ix),
Ello os hará creer y os embrutecerá Alfarabi (siglo ix), Avicena (sigloxi), Al-
(abétira) (Ibid.)’’. El argumento fue gazali o Algazel (siglo xi), Averroes
repetido por W. James en su Voluntad siglo x n ). Como su contemporánea, la
de creer (1897). James interpreta el filosofía del mundo cristiano, la árabe
pasaje pascaliano en el sentido de que es una escolástica (véase), es decir, una
es irracional correr el riesgo de perder utilización de la filosofía griega, y espe­
la verdad, aun no incurriendo eventual­ cialmente aristotélica, a fin de enten­
mente en error (The Will to Believe, der o demostrar las verdades religiosas
cap. I). del Corán. La filosofía griega fue cono­
El argumento pascaliano no es sus- cida por los árabes a partir del califato
Árbol de Porfirio

de Harón el Raschid, cuando comen­ aristotelismo y en particular de Ave


zaron a traducirse al árabe las obras rroes, de colocar la filosofía por encima
de Aristóteles y de otros autores grie­ de la religión, atribuyéndole la contem­
gos que ya habían sido traducidas al plación como fin y reservando la reli­
siriaco. Éntre las obras que ejercie­ gión al dominio de la acción. Esta ten
ron mayor influencia sobre el pensa­ dencia fue interpretada por los escolás­
miento árabe, aparte de los escritos de ticos latinos como "doctrina de la doble
Aristóteles, tuvo importancia una Teo­ verdad”, es decir, de la independencia
logía atribuida al Estagirita que es una recíproca entre la verdad filosófica y
miscelánea de fragmentos sueltos de la verdad religiosa, que, por lo tanto,
las Enneadas de Plotino y del Líber podrían hallarse en contraste. Es obvio
de causis, traducción de los Elemen­ que este punto de vista era la negación
tos de teología de Proclo. Por lo demás, de la propia escolástica occidental, cuyo
se tradujeron al árabe las obras de propósito era la justificación filosófica
Euclides, Tolomeo y Galeno, los comen­ de las verdades religiosas.
tarios aristotélicos de Alejandro de 4) La filosofía A. ofrece con Algazali
Afrodisia y algunos Diálogos de Platón. (siglo xi) la reacción del espíritu reli­
Los principios capitales elaborados gioso contra la filosofía. Algazali afirma
por los árabes y que, en cierto modo, contra Alfarabi y Avicena la libertad
representan las características de su fi­ de la naturaleza divina y el carácter
losofía, son los siguientes: arbitrario de las creaciones. A su obra
1) La noción de Dios como ser nece­ Destrucción de tos filósofos, respondió
sario, o sea que no puede no existir, Averroes con una Destrucción de la
y del mundo como derivando de Dios destrucción.
su propia necesidad. Todos los aconte­ La filosofía A., además de tener im­
cimientos del mundo son, a su vez, ne­ portancia por sí misma, en cuanto acom­
cesarios, en cuanto producidos por una paña al máximo florecer del Imperio
Causa primera necesaria. Los árabes árabe en el Mediterráneo, ha tenido
admiten una ininterrum pida cadena notable influencia sobre la escolástica
causal que va de Dios, como Primer latina. En primer lugar, ha suminis­
motor, a las Inteligencias celestes y a trado a esta escolástica buena parte de
los cielos, y por último a los aconte­ su material que le llegó en traducción
cimientos terrestres y al hombre. Por latina de las traducciones árabes de
lo tanto, justifican la astrología, expli­ las traducciones siriacas de las obras
cando los desacuerdos observados por de autores griegos. En segundo lugar,
el imperfecto grado de observación. le ofreció un constante punto de refe­
2) La doctrina del entendimiento (in­ rencia polémico, llevándola a organi­
telecto) agente o activo como una sus­ zarse como filosofía de la libertad fren­
tancia de naturaleza divina, separada te a la filosofía de la necesidad del
del alma humana; doctrina que Ave- mundo musulmán. El mismo aristote­
rroes modificó al considerar como se­ lismo, al aparecer por vez primera en
parado del hombre, y divino, también el mundo occidental, fue identificado
al entendimiento pasivo o potencial que con su interpretación A.; y sólo gracias
Alkindi y Alfarabi consideraban propio a San Alberto Magno y a Santo Tomás
del hombre. Según Averroes, al hombre se adaptó más adelante a las exigen­
pertenece sólo una especie de reproduc­ cias de la escolástica cristiana. Véase
ción o de imágenes del verdadero en­ ESCOLASTICA.
tendimiento. El único entendimiento
divino se multiplica en las diferentes Á rb o l de P o r f i r i o (lat. arbor Porphyria-
almas humanas, como ia luz del sol se na; ingl. tree of Porphyry; franc. arbre
multiplica distribuyéndose sobre los va­ de Porphyre; alem. Baum des Porphyr-
rios objetos que ilumina. Esta doctrina, ius). Célebre esquema o modelo de defi­
que ponía en duda la inmortalidad del nición por dicotomías sucesivas, que
alma humana, en cuanto separaba de descienden del género más general a
ella y atribuía a Dios su parte más alta las especies ínfimas (sustancia: corpó­
e inmaterial, fue denominada doctrina rea, incorpórea; sustancia corpórea
de la unidad del entendimiento. [cuerpo!; animado, inanimado; cuerpo
3) La tendencia característica del animado: sensible, insensible; cuer-
96
A rc a n o
A ris lo te lis m o
po animado sensible [animal]: racio­ a la mente a asentir a cualquier cosa”
nal, irracional; animal racional: mor­ {De ver., q. 14, a. 2, ob. 14); y en la de
tal, inmortal; animal racional mortal Pedro Hispano que adopta la expresión
[hombre]: Sócrates, Platón, etc.). Si de Cicerón: "A. es una razón que hace
bien tal "árbol” no se encuentra precisa­ fe de una cosa dudosa” {Summ. log.,
mente en los manuscritos de Porfirio, 5.02). En el mismo sentido es usada la
fue construido a partir del texto porfi- palabra por Locke, al definir la proba­
riano (Isag., 4, 20) y se encuentra en bilidad: "la probabilidad es la verosi­
todos los tratados medievales de lógi­ militud de que una cosa sea verdadera;
ca (cf., por ejemplo, Pedro Hispano, el término mismo denota una proposi­
Summ. Logic., 2, 10), de donde ha pa­ ción para la cual existen A. o pruebas
sado a los textos modernos de lógica que la permiten pasar o ser recibida
tradicional. G. P. como verdadera” {Essay., IV, 15, 3); y
Hume, a su vez, dividía los A. en de­
A rc a n o , véase ARCHEUS. mostraciones (puram ente conceptua­
A rc ó n tic o (alem. archontisch). Así ha
les, pruebas (empíricas) y probabilida­
llamado Husserl al carácter dominante des {Inq. Cañe. Underst., VI, nota). En
y unificador de una vivencia, en cuanto este sentido, A. es cualquier cosa que
tiene, normalmente, no uno sino varios "hace fe”, según la excelente expresión
"caracteres de posición ligados en el de Cicerón, o sea que produzca siempre
modo de la fundamentación; entre [es­ un grado cualquiera de persuación.
tos varios] hay necesariamente uno 2) De acuerdo con el segundo signi­
A. . .. que unifica y domina todos los
ficado, A. es el tema o el objeto (ingl.
demás” {Ideen, §117). Véase v iv e n c ia . subject matter, alem. Aufgabe) de un
discurso cualquiera, aquello en tomo a
Archeus. Según Teofrasto Paracelso, es lo cual versa o puede versar el discur­
la fuerza que mueve los elementos, o so. A este segundo significado del tér­
sea el espíritu animador de la natura­ mino se relaciona su uso en la lógica
leza. Como todas las cosas, para Pa­ y en la matemática, para indicar los
racelso, están compuestas de tres ele­ valores de las variables independientes
mentos (azufre, sal, mercurio), de igual de una función. A. es en este sentido
manera las fuerzas que las animan aquello que llena el espacio vacío de
están constituidas por sus arcanos, o una función o aquello a lo que debe
sea por la actividad inconsciente del A. aplicarse la función para tener un valor
(Meteor., pp. 79 ss.). determinado. La palabra ha sido usada
por vez primera en este sentido poi *G.
A re to lo g ía (ingl. aretology; franc. areto- Frege, Funktion und Begrijf ["Función
logie; alem. Aretologie). Término muy y concepto”], 1891. Véase f u n c i ó n .
poco usado: la doctrina de la virtud.
A ris to c ra c ia véase GOBIERNO, FORMAS DE.
A rg u m e n to (gr. Xóvog; lat. argumentum;
ingl. argument; franc. argument; alem. A ris to te lis m o (ingl. a r is to te tia n is m ;
Argument; ital. argomento). I ) En un franc. aristotélisme; alem. Aristotetis-
primer significado, A. es cualquier ra­ mus). Con este término se designan
zón, prueba, demostración, dato, moti­ algunos fundamentos de la doctrina
vo, apto para captar el asentimiento y de Aristóteles que han pasado a la tra­
para inducir a la persuasión o a la dición filosófica o han inspirado las
convicción. A. comunes o típicos o es­ escuelas o los movimientos que surgen
quemas de A., son los lugares ( t ó j i o i , más directamente del propio Aristóte­
loci) que constituyen el objeto de los les, como la escuela peripatética, el A.
Topicorum de Aristóteles. Cicerón, en árabe, el A. cristiano-medieval, el A. del
efecto, definía los lugares como las Renacimiento y varias otras tendencias
sedes de las cuales provienen los A., que del mundo medieval y moderno. Tales
son "las razones que hacen fe de una fundamentos pueden ser resumidos de
cosa dudosa” {Tóp., 2, 7). El significado la siguiente manera:
muy general de la palabra A. resulta 1) La importancia acordada por Aris­
claro también en la definición de Santo tóteles al mundo de la naturaleza y
Tomás: "A. es lo que convence (arguií) el valor y la dignidad de las investiga-
97
A ritm é tic a
A rm o n ía
ciones que a él se dirigen. En tanto 3) a + (b +c) = (a + b)+c (ley asociati­
que, para Platón, tales investigaciones va de la adición);
no pueden lograr más que un cierto 4) a(bc) = (ab)c (ley asociativa de la
grado de probabilidad inferior al cono­ multiplicación);
cimiento científico ( Tim., 29 c), Aristó­ 5) a(b +c) = ab+ac (ley distributiva).
teles cree que en la naturaleza no hay La formulación de la A., o sea la re­
nada tan insignificante que no valga la ducción de la A. a un sistema lógico
pena de ser estudiado, dado que en cada fundado en pocos axiomas, fue realizada
caso, el verdadero objeto de la investi­ por vez primera por Peano, quien se
gación es la sustancia de las cosas. valió de algunos conceptos de Dedekind.
Véase s u s t a n c i a . Peano presupuso como nociones primi­
2) El concepto de la metafísica como tivas las de cero, conjunto de números
filosofía primera y teoría de la sustan­ naturales y sucesión, expresada con la ex­
cia y, asimismo, como fundamento de presión el sucesivo de. Hizo observar que
toda la enciclopedia de las ciencias. todas las proposiciones de la A. se pue­
Véase m e t a f í s i c a . den deducir de los axiomas siguientes:
3) La doctrina de las cuatro causas 1) 0 es un número natural;
(formal, material, eficiente, final) y la 2) si x es un número natural, el nú­
del movimiento como paso de la poten­ mero sucesivo es también un número
cia al acto, que permitieron a Aristó­ natural;
teles la interpretación de la totalidad 3) si x e y son números naturales y si
de la realidad natural (véanse las voces el sucesivo de x es idéntico al sucesivo
correspondientes). de y, entonces x e y son idénticos;
4) La teología, su concepto de Primer 4) si x es un número natural, el nú­
Motor y de Acto puro. Véase d io s . mero sucesivo de x es diferente de 0;
5) La doctrina de la esencia sustan­ 5) si 0 pertenece a un conjunto a y
cial o necesaria, que sirve de base a si el sucesivo de un número natural
la teoría del conocimiento y a la lógica. cualquiera pertenece también a este con­
Véase a l m a ; e s e n c ia ; s e r . junto, el conjunto de los números na­
6 ) La importancia atribuida a la lógi­ turales es una parte de a.
ca de la que Aristóteles es el primer Bajo la expresión aritmetización de
expositor s is te m á tic o , como instru­ la matemática, se entiende a veces la
mento de todo conocimiento científico. exigencia que surgió hacia la mitad del
Véase c onc p t o ; l ó g ic a ; s i l o g i s m o ; t ó ­ siglo xix en el campo de la matemá­
p i c a ; etc. tica, por obra, sobre todo, de Weier-
Las diferentes corrientes del A. se strass, de dar unidad y rigor lógico al
han ordenado, habitualmente, en torno análisis matemático, fundándolo en una
a algunos de estos fundamentos y ello teoría de los números reales. Esta teo­
explica por qué el A. ha aparecido a ve­ ría fue posteriormente desarrollada por
ces como una metafísica teológica (en Georg Cantor (1845-1918) y por Richard
la escolástica medieval), otras como Dedekind (1831-1916). Cf. las memorias
naturalismo (en el Renacimiento) y de lógica matemática de Peano, ahora
algunas veces como esplritualism o recogidas en Opere Scelte, Roma, 1958.
(en algunas interpretaciones modernas, Cf., asimismo, B. Russell, Introduction
tales como, por ejemplo, las de Ravais- to Mathematical Philosophy, 1918. Véa­
son o Brentano). se m a t e m á t ic a ; n ú m e r o .
A ritm é tic a (ingl. a rith m e tic ; franc. Armonía (ingl. harmony; franc. harmo-
arithmétique; alem. Arithmetik). La nie; alem. Harmonie; ital. armonía). El
teoría matemática de los números natu­ orden o la disposición, organizados en
rales, o sea de los números enteros forma finalista, de las partes de un todo,
positivos. Por leyes de la A. se entien­ por ejemplo, del mundo o del alma, fue
den, por lo común, las siguientes pro­ denominada “A.” por los pitagóricos en
posiciones o reglas: cuanto proporción o mezcla de los ele­
1) a + b =b+a (ley conmutativa de la mentos corpóreos (cf. Plat., Fed., 8 6 c).
adición); Leibniz usa el término en la expresión
2) ab=-ba (ley conmutativa de la mul­ A. preestablecida para designar un sis­
tiplicación) ; tema particular de comunicación entre
98
A rq u é
A rq u ite c tó n ic a
las sustancias espirituales (mónadas) pertenece porque es activo y porque
que componen el mundo. Leibniz con­ aspira; porque conserva y venera; por­
sidera que tales sustancias no pueden que tiene necesidad de liberación. A
influirse recíprocam ente, hallándose esta trinidad de relaciones correspon­
cada una “cerrada en sí misma" y, por den tres especies de historia, y así se
lo tanto, excluye la doctrina común­ pueden distinguir: el estudio de la his­
mente admitida de la influencia recí­ toria desde un punto de vista monu­
proca. Asimismo excluye la doctrina que mental, desde un punto de vista arqueo­
llama de la asistencia y que es propia lógico y desde un punto de vista críti­
del sistema de las causas ocasionales co." La historia monumental es la que
de Guelingx y de Malebranche, según el considera los grandes acontecimientos
cual la comunicación entre las diferen­ y las grandes manifestaciones del pasa­
tes mónadas sería establecida de vez do y las proyecta como posibilidad para
en cuando directamente por Dios. La el porvenir. La historia A. considera, en
A. preestablecida es la doctrina según cambio, lo que ha sido en el pasado la
la cual las diferentes mónadas, como vida de cada día y radica en ella la me­
relojes perfectamente construidos, es­ diocridad del presente. La historia críti­
tán siempre de acuerdo entre sí, aun ca sirve, en cambio, para romper con el
siguiendo cada una su propia ley. Así el pasado, para renovarse. Véase h ist o r ia .
alma y el cuerpo viven cada uno por
su cuenta y, no obstante, de acuerdo, en (lat. archetypus; ingl. arche-
A rq u e tip o
virtud de que Dios ha coordinado las type; alem,. Archetyp, Urbild). El modelo
leyes de la una y del otro. El cuerpo o ejemplar originario o el original de
sigue la ley mecánica, el alma sigue su una serie cualquiera. Las ideas platóni­
propia espontaneidad: la A. entre ellos cas han sido denominadas A., en cuanto
ha sido predispuesta por Dios en el acto son modelos de las cosas sensibles, con
de la creación (Phil. Schriften, ed. Ger- mayor frecuencia se llama así a las
hardt, IV, pp. 500 ss.). ideas existentes en la mente de Dios,
En la filosofía moderna el término como modelos de las cosas creadas.
se presenta con frecuencia en el esplri­ Pero Locke en su Ensayo (Essay, II, 31,
tualismo, especialmente en Ravaisson. § 1) adoptó la palabra A. para consi­
Whitehead, en la filosofía contemporá­ derarla sólo como modelo: "Llamo ade­
nea, se ha valido de él para explicar la cuadas a las [ideas] que representan
belleza, la verdad, el bien y también perfectamente aquellos A. de donde la
la libertad y la paz y toda "la gran mente supone que han sido tomadas;
aventura cósmica’. "La gran A. —nos ideas con las que se propone la mente
dice (Adventures af Ideas, p. 362)— es significar dichos A., y a las cuales que­
la A. de individualidades duraderas li­ dan referidas." En este sentido, A . son
gadas en la unidad del fundamento. Por las fuerzas naturales, las ideas simples
esta razón, la noción de libertad nunca o las ideas complejas que se adoptan
abandona a las más altas civilizaciones, como modelos para medir la adecua­
y la libertad, en cada uno de sus mu­ ción de las otras ideas. Véase ectipo .
chos sentidos, es la exigencia de una
vigorosa autoafirmación.” A rq u ite c tó n ic a (gr. ágziTEKTOvníii tÉX'T] ;
ingl. architectonic; franc. architectoni-
A rq u é , véase PRINCIPIO. que; alem, Architektonik; ital. architet-
tonica). En general, el arte de cons­
A rqueológica, h isto ria (ingl. archeologi- truir en cuanto supone la capacidad de
cal history; franc. histoire archéologi- subordinar los medios al fin y el fin
que; alem. archáologische Geschichte). menos importante al más importante.
En la segunda de sus Unzeitgemasse En este sentido utiliza la palabra Aris­
Betrachtungen (1873-1875); trad. esp.: tóteles {Ét. Nic., I, 1, 1094 a 26), quien
Consideraciones intempestivas (Sobre habla también {Ét. Eud., I, 6 , 1217 a)
la utilidad y la inconveniencia de los de una “inteligencia A. y práctica”, o
estudios históricos para la vida, Madrid, sea constructiva y operativa. La pala­
1932), Nietzsche distingue tres formas bra fue empleada por primera vez como
de historia: “La historia —dice— perte­ nombre de una disciplina filosófica por
nece al viviente bajo tres formas: le Lambert que la usó como título de una
99
A rq u ite c tó n ic a , b e lle z a
A rte
obra (Arquitectónica, 1771) y la consi­ yo conciba otro que lo sea” (Ibid., ed.
deró como “la teoría de los elementos Rat, III, p. 28).
simples y primitivos del conocimiento En sentido análogo se expresa Kierke-
filosófico y matemático”. Kant adoptó gaard, quien veía en el A. el punto cul­
la palabra para indicar "el arte del minante de la vida ética y al mismo
sistema” al que dedicó un capítulo tiempo la señal de su conflicto inter­
(el III) en la segunda parte principal no. El A. es inherente a la elección
de la Crítica de la razón pura. Para que, en la vida ética, el hombre hace
él, el sistema es “la unidad de conoci­ de sí mismo. “Elegimos a nosotros mis­
mientos múltiples recogidos bajo una mos es idéntico a arrepentimos de nos­
única idea”, o sea una organización otros mismos... También el místico se
finalista, que crece desde el interior, arrepiente, pero se arrepiente fuera de
como el organismo viviente. A ejemplo sí y no dentro de sí: se arrepiente
de Kant, C. S. Peirce habla de una metafísicamente y no éticamente. Arre­
arquitectura de las teorías científicas pentirse éticamente es repelente porque
y filosóficas, a las que intenta darles es un melindre; arrepentirse metafí­
reglas (Chance, Love and Logic, II, sicamente es cosa inútil y fuera de lu­
1 ; trad. ital, pp. 116 ss.). gar, porque no es el individuo el que
ha creado el mundo y no es necesario
A rq u ite c tó n ic a , belleza, véase GRACIA. que se tome tan a pecho la vanidad del
A rq u ite c tu ra , véase ARQUITECTÓNICA.
mundo mismo” (Entweder-Oder ["O lo
uno o lo otro”], en Werke [“Obras”],
A rre p e n tim ie n to (lat. paenitentia', ingl. II, p. 223; Furch und Zittern [“Temor
repentance; franc. repentir; alem. Reue; y temblor”], en Werke ["Obras”], III,
ital. pentimento). El afligido reconoci­ p. 143). Cf. M. Scheler, “Reue und Wied-
miento de una culpa propia. Ésta es la ergeburg” ("A. y renacimiento”), en Vom
definición en la que coinciden los filó­ Ewigen im Menschen (De lo eterno en
sofos, aunque la expresen con palabras el hombre; trad. esp. de parte de la
diferentes (Santo Tomás, S. Th., III, obra, 1940), 4* ed., 1954.
q. 85, a. 1; Descartes, Passions de Váme, Ars magna, véase COMBINATORIA, ARTE.
III, 191; Spinoza, Ética, III: Defini­
ción de las pasiones, 27; Hegel, Werke Arte (gr. Texvij; lat. ars; ingl. art;
["Obras”], e '. Glockner, X, p. 372; etc.). franc. art; alem. Kunst; ital. arte). En
Los filósofos también están de acuerdo su significado más general, todo con­
en admitir el valor moral del arrepen­ junto de reglas idóneas para dirigir
timiento. Spinoza, aun cuando conside­ una actividad cualquiera. En tal senti­
ra que el A. "no es una virtud, o sea, no do habla Platón del A. y, por lo tanto, no
nace de la razón” y que, por lo tanto, establece una distinción entre A. y
"el que se arrepiente de lo que ha hecho ciencia. Para Platón el A. es el A. del
es dos veces miserable o impotente” razonamiento (Fed., 90 b) como la filo­
(una vez porque ha obrado mal y la sofía misma en su grado más alto, o
segunda por afligirse) reconoce que sea la dialéctica (Fed., 266 d); el arte
el que está sometido al A. se puede es la poesía, aun cuando a ésta le sea
conducir mucho más fácilmente que indispensable una inspiración delirante
los otros "a vivir finalmente conforme (Ibid., 245 a); la política y la guerra
a la guía de la razón” (Eth., IV, 54). constituyen A. (Prot., 322 a); la medi­
Montaigne, que dedicó al A. uno de sus cina es A., y el respeto y la justicia,
más notables ensayos (Essais, III, 2), sin los cuales los hombres no pueden
había señalado, sin embargo, que el A. coexistir en las ciudades también son
no debe transformarse en el deseo “de A. (Ibid., 322 c, d). Todo el dominio del
ser otro”. "El A. —escribió— no toca conocimiento está dividido en dos A.,
propiamente las cosas que no están en el A. judicativo (xoirixij o yv<aotixti) y el
nuestro poder, como no las toca la dispositivo o imperativo (émTaxTixfi o
nostalgia. Yo imagino infinitas natura­ ÉmaTaxotT)). El primero consiste simple­
lezas más altas y más reguladas que mente en conocer, el segundo en diri­
la mía, fiero con ello no mejoro mis gir, a base del conocimiento, una deter­
facultades, como mi brazo o mi espí­ minada actividad (Pol., 260a,b; 292c).
ritu no resultan más vigorosos porque De tal modo, el A. comprende para Pla-
100
Arte

ton toda actividad humana ordenada como la medicina y la agricultura, y


(incluida la ciencia) y en su conjunto de las A. prácticas, como la retórica
se distingue de la naturaleza (Rep., y la música que tienden a obrar sobre
381 a). Aristóteles restringió notable­ los hombres, haciéndolos mejores o
mente el concepto del A. así enunciado. peores (Enn., IV, 4, 31).
En primer lugar sustrajo la esfera de A partir del siglo i se denominaron
la ciencia del ámbito del A., ya que esta "A. liberales” (o sea dignas del hombre
esfera es la de la necesidad o sea de lo libre) en oposición a las A. manuales,
que no puede ser diferente de lo que nueve disciplinas, algunas de las cuales
es. En segundo lugar, dividió lo que cae eran para Aristóteles ciencia y no arte.
fuera de la ciencia, o sea lo posible (que Estas disciplinas fueron enumeradas
"puede ser de una manera o de otra”) por Varrón: gramática, retórica, lógi­
en lo que pertenece a la acción y lo ca, aritmética, geometría, astronomía,
que pertenece a la producción. Objeto música, arquitectura y medicina. Más
del A. es solamente lo posible que es tarde, en el siglo v, Marciano Capella
objeto de producción. En este sentido en las Bodas de Mercurio y de la filo­
se dice que la arquitectura es un A. ; logía redujo a siete las A. liberales
y el A. se define como el hábito de pro­ (gramática, retórica, lógica, aritmética,
ducir cualquier cosa, acompañado de la geometría, astronomía, música), elimi­
razón (Ét. Nic., VI, 3-4). Así, pues, nando las que le parecían innecesarias
el ámbito del A. se restringe en buena a un ser puramente espiritual (incor­
medida. La retórica y la poética son póreo), o sea la arquitectura y la medi­
A., pero no es A. la analítica (la lógica) cina, y estableciendo de tal manera el
cuyo objeto es necesario. Son A. las curriculum de estudios que se manten­
manuales o mecánicas, como también dría inmutable durante muchos siglos
lo es la medicina, pero no es A. ni la (véase c u l t u r a ). Santo Tomás estable­
física ni la matemática. Éste es por ció la distinción entre A. liberales y
lo menos el punto de vista del Aris­ A. serviles, basándose en que las pri­
tóteles maduro, ya que las páginas con meras se dirigen al trabajo de la razón
las que se abre la Metafísica parecen, y las segundas, en cambio, "a los traba­
en cambio, establecer una distinción jos ejercitados con el cuerpo, que en
meramente de grado entre el A. o la cierta manera son serviles, ya que el
ciencia, colocando al A. mismo como cuerpo se halla sometido servilmente
intermediario entre la experiencia y la al alma, y el hombre es .ibre confor­
ciencia. Sin embargo, esas páginas con­ me al alma” (S. Th., II, 1, q. 57, a. 3,
cluyen con la afirmación de que la ad. 3). La palabra A. sirvió, sin em­
sabiduría es más bien conocimiento teo­ bargo, para designar, por mucho tiem­
rético que A. productivo (Met., I, 1, po, no solamente las A. liberales sino
982 a lss.). Pero esta distinción aris­ también las A. mecánicas, o sea los
totélica no fue heredada en todo su oficios; como ocurre todavía al enten­
rigor por el mundo antiguo y medie­ der por A. o por artesano un oficio o a
val. Los estoicos ampliaron de nuevo quien practica un oficio. Kant resumió
la noción de A., afirmando que “el las características tradicionales del con­
A. es un conjunto de comprensiones”, cepto, al distinguir, por un lado, el A.
entendiendo por comprensión el asenti­ de la naturaleza y, por el otro, el de la
miento o una representación comprensi­ ciencia; y distinguió en el A. mismo,
va (Sexto E., Hip. Pirr., III, 241; Adv. el A. mecánico y el A. estético. Acerca
dogm., V, 182); y esta definición, en de este último punto dice: “Cuando el
efecto, no permite distinguir el A. de la A. conforme con el conocimiento de un
ciencia. Plotino, en cambio, formuló objeto posible, cumple solamente las
la distinción, ya que quería conservar el operaciones necesarias para realizarlo,
carácter contemplativo de la ciencia, es A. mecánico; si por el contrario tiene
distinguiendo las A. a base de su rela­ por finalidad inmediata el sentimiento
ción con la naturaleza. Por lo tanto, de placer, es A. estético. Éste es A. pla­
distingue la arquitectura y las A. aná­ centero o A. bello. Es placentero cuan­
logas, que tienen su término en la do su finalidad es hacer que el placer
fabricación de un objeto, de las que acompañe a las representaciones en
se limitan a ayudar a la naturaleza, cuanto simples sensaciones; es be-
101
A rtífic e in te r n o
A s e n tim ie n to
lio cuando su finalidad es unir el placer ta horror a sí mismo, mortifica y olvida
a las representaciones como modos del al propio cuerpo” y se castiga en lugar
conocimiento” (Crít. del juicio, §44). de arrepentirse moralmente, o sea de
En otros términos, el A. bello o las tomar la resolución de corregirse (Me-
bellas A., es una especie de representa­ taph. der Sitien, II, §53). Schopenhauer
ción que tiene su finalidad en sí mis­ ha dado un significado metafísico a la
mo, dando, por lo tanto, un placer A., en la que ve "el horror del hombre
desinteresado, en tanto las A. placen­ por el ser del que es expresión su propio
teras tienden solamente al goce. fenómeno, por la voluntad de vivir, por
No obstante que aún hoy la palabra el nudo y la esencia de un mundo
A. designa toda especie de actividad reconocido como lleno de dolor (Die
ordenada, el uso culto de ella tiende a Welt., I, § 6 8 ); es, por lo tanto, el único
hacer prevalecer su significado como instrumento de liberación de que dis­
A. bello. Disponemos, en efecto, de pone el hombre.
otra palabra para indicar el procedi­
miento ordenado (o sea conforme a A sc e tism o (ingl. asceticisnr, franc. as-
reglas) de cualquier actividad huma­ cétisme; alem. Asketismus). La prác­
na: la palabra técnica. Este término en tica de la ascesis.
su significado más amplio designa to­ A se id a d (lat. aseitas; ingl. aseity; franc.
dos los procedimientos normativos que
regulan los comportamientos en cada aséité; alem. Aseitat-, ital. aseita). Cua­
campo. Técnica es, por lo tanto, la pa­ lidad o carácter del ser que tiene en
labra que continúa el significado origi­ sí mismo la causa y el principio del
nal (esto es, platónico) del término A. propio ser, o sea de Dios. Abaliedad
Por otra parte, los problemas relativos es la cualidad contraria, o sea la del
ser que tiene en otro su causa. Vocablos
a las bellas A. y a su objeto específico, usados por la escolástica tardía.
caen actualmente en el dominio de la
estética \véase). A s e n tim ie n to (gr. ai)Y5taTÚ0 £ai;; lat. as-
A rtífic e i n te r n o . Nombre dado por Gior- semus; ingl. assent; franc. assenti-
dano Bruno, en De la causa, principio ment-, alem. Beifall o Zustimmung;
y uno, al entendimiento universal, que ital. assenso). Término correlativo al
es “la facultad íntima, más real y pro­ de aprehensión (véase), que designa el
pia, y part potencial del alma del acto mediante el cual se juzga acerca
mundo” porque “forma a la materia y del objeto aprehendido, o sea se siente,
la configura desde dentro”. se disiente o se duda. Los primeros en
elaborar la teoría del A. fueron los
A scesis (gr. Say.riaig; ingl. ascesis; estoicos. El A. es la reacción del alma
franc. ascése-, alem. Askese). La pala­ a la acción de la cosa externa, que
bra significa ejercicio y originariamente graba sobre ella la representación. "Así
se aplicó al entrenamiento de los atletas como es necesario que el plato de la
y a sus reglas de vida. Con los pitagó­ balanza se baje cuando sobre él se han
ricos, los cínicos y los estoicos, empezó puesto las pesas, de la misma manera
a aplicarse esta palabra a la vida moral, es necesario que el alma asienta a la
por cuanto la realización de la virtud evidencia” (Cicer., Acad., III, 12, 37).
significa limitación de los deseos y re­ Recibir la representación es cosa invo­
nuncia. El sentido de renuncia y de luntaria, ya que ver blanco depende del
mortificación resultó, por lo tanto, pre­ color blanco que se tenga delante, y
dominante; A. significó en la Edad así sucesivamente. Pero el asentimien­
Media la mortificación de la carne y to a la representación se halla en el
la purificación de las relaciones cor­ que acoge la representación misma.
póreas. La rebelión contra el ideal as­ Por lo tanto, el A. es voluntario y es
cético se inició con el Renacimiento, o parte integrante de la representación
sea con la revaluación de los aspectos cataléptica (véase cataléptica ) en la
corpóreos y sensibles del hombre. Kant cual "si se quita el A. se quita también
considera la ascesis moral como "el la comprensión" (Sexto E., Adv. math.;
ejercicio firme, valiente y audaz de VIII, 397-98). La noción del A. sirvió
la virtud” y la opone a la A. monacal más tarde, en la filosofía cristiana,
“que por temor supersticioso o hipócri­ para definir la fe. Juan de Damasco
102
A se rc ió n
A sn o d e B u r id á n
definió precisamente la fe como "A. no proposición como verdadera en vista de
acompañado de la investigación” (non argumentos o pruebas que logran per­
inquisitivas asscnsus, De fide orth., IV, suadirnos de recibirla por verdadera,
12). Refiriéndose a este concepto, Santo pero sin ofrecemos un conocimiento
Tomás definió la fe como un "pensar seguro de que lo sea” {Essay, IV, 15,
con asentimiento”. A este respecto dice: 3). La misma fe es una especie de A.,
“El entendimiento puede asentir a una aún más, "un A. fundado en la más alta
cosa de dos modos. En el primer modo, de las razones” {Ibid., IV, 16,14). En for­
al ser impulsado a asentir por el mismo ma análoga, Rosmini consideró el A.
objeto, ya sea por haber sido acuñado como un acto libre que sigue al conoci­
por sí mismo, como ocurre en los miento, o sea a la simple aprehensión
primeros principios de los que tenemos de la cosa {Scienza Morale, ed. naz.,
inteligencia, o por ser conocido a través 1941, p. 109). La gramática del A. (1870),
de otro, como resulta de las conclusio­ de Newmann, distingue el A . real, que
nes de las que tenemos ciencia. En se dirige a las cosas, del A . nocional,
el segundo modo, el entendimiento que se dirige a las proposiciones. El
asiente a cualquier cosa, no porque A. nocional es lo que se denomina pro­
haya sido suficientemente impulsado fesión, opinión, presunciones, especula­
por su propio objeto, sino por una ción; el A. real es la creencia. El A.
elección voluntaria que lo inclina hacia nocional hacia una proposición dogmá­
una parte más que hacia otra. Ahora tica es un acto teológico. El A. real
bien, si esto ocurre junto con la duda a la misma proposición es un acto
y con el temor de que la otra parte sea religioso. Las dos cosas no se contra­
verdadera se tendrá la opinión; si en dicen, pero sólo el A. real otorga al
cambio ocurre con certeza y sin tal credo dogmático los sentimientos y
temor, se tendrá la fe” (S. Th., II, 2, las imágenes que condicionan su vali­
q. 1, a. 4). Al finalizar la escolástica, la dez religiosa. De estas ideas de New­
doctrina del A. fue elaborada por Oc- mann, readoptadas y desarrolladas por
cam. Según Occam, el acto del A. acom­ Ollé-Laprune y por Blondel, surgieron
paña al acto de aprehender. "El que los brotes de la filosofía de la acción
aprehende una proposición —dice (In {véase).
Sent., Pról., q. 1.55)— asiente, disiente
o duda de ella.” La teoría del A. es A s e rc ió n (ingl. statement; franc. asser-
sustancialmente la teoría del error. Se­ tion; alem. Behauptung; Lal. asserzio-
gún Occam, cuando una proposición es ne). En la mayoría de los casos, sinó­
empírica o racionalmente evidente, el nimo de afirmación {véase), o también,
A. está garantizado por su evidencia, en por lo general, de enunciado (véase). De
tanto que si falta esta evidencia, acuerdo con una acepción que procede
el A. es más o menos voluntario y de este último significado, la lógica
va al encuentro de la posibilidad del contemporánea usa A. como "enunciado
error {Ibid., II, q. 25). En Descartes indicativo o declarativo", o sea, un enun­
se encuentra una doctrina análoga. Para ciado que puede ser verdadero o falso, y
juzgar se requiere en primer lugar el cuyo contenido es una proposición {véa­
entendimiento, dado que no se puede se). Debe ponerse de manifiesto que al
juzgar sobre lo que no ha sido aprehen­ considerar la lógica moderna la propo­
dido y, en segundo lugar, la voluntad sición negativa como proposición mo­
por la que se asiente a lo que ha sido lecular (función de verdad de la pro­
percibido (Princ. Phil., I, §34). La po­ posición-base), el término A -statement
sibilidad del error se funda en la mayor (enunciado de aserción) puede ser usa­
amplitud de la voluntad, o sea en la do indiferentemente para cubrir tanto
posibilidad de que el A. sea dado tam­ las afirmaciones como las negaciones.
bién a lo que es aprehendido de modo G. P.
evidente {Ibid., §35). Locke elabora la A silo g ísiic o , véase a n a p o d íc t ic o .
doctrina del A. en relación a la de los
grados de probabilidad. "Se llama creen­ A sn o d e B u r id á n (ingl. Buridan's ass;
cia, A. u opinión —dice— [al trato que franc. áne de Buridán; alem. Esel des
la mente otorga a ... proposiciones] que Buridán; ital. asino di Buridano). Juan
consiste en la admisión de cualquier Buridán, maestro y rector de la Uni­
103
Asociación de ideas

versidad de París en la primera mitad el contraste son las uniformidades o las


del siglo xiv, fue discípulo de Occam leyes fundamentales de la A., que ya
y adquirió importancia por algunas de fueran reconocidas por Platón (Fed.,
sus observaciones que anticipan el prin­ 76 a) y por Aristóteles (De memoria et
cipio de inercia en la mecánica moder­ reminiscentia, II, 451 b 18-20). El fenó­
na ( véase í m p e t u ). El caso del A., que, meno no atrajo luego, durante mucho
colocado en medio de dos montones tiempo, la atención de los filósofos,
de heno iguales, se moriría de hambre pero su estudio resurgió en la edad
antes de decidirse a comer uno u otro moderna. En 1651, en el Leviathan Hob-
de ellos, no se encuentra en realidad bes dedica un capítulo (el III) a la A.
entre sus obras, aunque sí las premisas de las imágenes, pero fue Locke quien
de ello. En efecto, Buridán cree que creó la expresión "A. de ideas” e
la voluntad sigue necesariamente el introdujo el fenómeno relativo como
juicio del entendimiento; por ejemplo, principio de explicación de la vida de
se decide por el bien mayor, en caso de la conciencia. La importancia que la
que así lo juzgue el entendimiento. A. adquiera por obra de Locke surge
Pero cuando éste considera iguales dos del supuesto atomístico de su filosofía:
bienes, la voluntad no puede decidir todo lo que es conciencia es, en sus
ni por uno ni por otro: no hay elección diferentes manifestaciones, por la varia­
(ln Eth., III, q. 1). Éste es “precisa­ da combinación de los elementos sim­
mente” el caso del asno. Sólo que Buri­ ples suministrados por la experiencia,
dán cree que el hombre puede no morir o sea, de las ideas. "Algunas de nuestras
de hambre como el A.: puede, en efecto, ideas —dice Locke— tienen una natural
suspender o impedir el juicio del enten­ conexión y correspondencia mutua y es
dimiento (Ibid., III, q. 4). El origen oficio y excelencia de nuestra razón
del caso (aunque no referido al A.) se descubrir esas ideas y mantenerlas jun­
encuentra en Aristóteles: “Se dice que tas en esa unión y correspondencia, que
el que se encuentra muy sediento o se fundan en su ser peculiar. Además,
hambriento, en caso de hallarse a igual hay otra conexión de ideas que se debe
distancia de la comida y de la hebida, completamente al azar o a la costum­
necesariamente queda inmóvil en el lu­ bre” (Essay, II, 33, §5). Algunos fenó­
gar donde se encuentra” (De Cael., II, menos aberrantes, como la locura, las
13, 295 b 33). Y tampoco Dante refiere simpatías o antipatías irracionales,
el caso a ui. A.: "Intra dúo cibi, distanti las supersticiones, etc., se deben a estas
e moventi — D’un modo, prima si mor- combinaciones accidentales o consue­
ría di fame — Che líber uom l’un si tudinarias de las ideas. En cambio, to­
recasse a’ denti” [Entre dos comidas, das las operaciones del espíritu humano
distantes y movientes — De un modo, se fundan en las conexiones naturales:
antes se moriría de hambre — Que el el conocimiento en sus diferentes gra­
hombre libre a uno de ellos le hincase dos, la imaginación, la voluntad, etc.
el diente] (Par., IV, 1-3). En realidad, la Para Locke, sin embargo, la A. de ideas
discusión en tomo al caso del A. de adquiere formas muy diferentes. Hume
Buridán fue propia de un periodo (la úl­ la redujo, en cambio, a tres formas
tima escolástica) que acentuó el carác­ principales: la semejanza, la contigüi­
ter arbitrario de la elección voluntaria dad en el tiempo y en el espacio y la
y se entendió la libertad del hombre causa y efecto (Inq. Conc. Vnderst.,
como "albedrío de indiferencia” (véase III). Abandonada, después de Kant,
l ib e r t a d ). como principio explicativo de la tota­
lidad de la vida espiritual, la A. ha
(ingl. association of
A so cia ció n d e id e a s quedado como principio explicativo
ideas; franc. assotiation des idées; de la psicología científica a partir de
alem. Ideenassoziaticm). Con esta ex­ mediados del siglo xix hasta principios
presión se indica la conexión recíproca de nuestro siglo.
de los elementos de la conciencia, rela­ En el periodo contemporáneo, la psico­
ción por la que tales elementos, cuales­ logía de la forma o Gestaltpsychologie
quiera que sean, se atraen naturalmente (véase) ha impugnado el mismo presu­
según uniformidades o leyes reconoci­ puesto atomístico en que se fundaba la
bles. La semejanza, la continuidad y teoría de la asociación.
104
Asociacionismo
Astrología
A s o c ia c io n is m o (ingl. a s o c ia tio n is m ; Astrología (gr. uaxQoXuyía; lat. astrolo-
franc. associatkmnisme; alem. Associaz- gia; ingl. astrology; franc. astrotogie;
ionstheorie; ital. associazionisme). La alem. Astrotogie). La creencia en la
dirección filosófica y psicológica que influencia del movimiento de los as­
tiene como principio explicativo de la tros sobre el destino de los hombres
totalidad de la vida espiritual la asocia­ y la ciencia, o supuesta ciencia, fun­
ción de ideas (véase). El presupuesto dada en esta creencia. La A. está liga­
del A. es el atomismo psicológico, o da al nacimiento de la astronomía en
sea, la resolución de todo hecho psí­ el mundo oriental y ha acompañado
quico en elementos simples, que son a la astronomía en la primera parte de
las sensaciones, las impresiones o, más su historia. Los caldeos, al decir de F.
genéricamente, las ideas. El fundador Cumont, fueron los primeros en conce­
del A. es Hume, pero uno de sus mayo­ bir la idea de una necesidad inflexible
res difusores fue el médico inglés David que regula al universo y en sustituir
Hartley (1705-57) para quien la asocia­ con tal idea la que preconizaba un
ción de ideas es para el hombre lo que mundo regido por dioses y en confor­
la gravitación es para los planetas, o midad con sus pasiones. La idea les
sea la fuerza que determina la organi­ fue sugerida por la regularidad de
zación y el desarrollo dql todo. El A. los movimientos de los cueipos celestes
fue objeto de otras manifestaciones (Cumont, Oriental Religions in Román
importantes en la obra de James Mili Paganism, trad. ingl., p. 179). Esta
(1773-1836) que se sirvió de él en el creencia condujo a establecer una re­
análisis de los problemas morales, ex­ lación entre el macrocosmos (mundo)
plicando mediante la asociación entre y el microcosmos (hombre), en virtud
el placer propio y el ajeno el paso de la de la cual los acontecimientos del uno
conducta altruista a la conducta egoís­ se reflejarían en los advenimientos del
ta; y la de Stuart Mili (1806-73) que otro, y sería posible, partiendo del cono­
se valió de él en la consideración de los cimiento de los primeros, predecir de
problemas morales y lógicos. Pero des­ alguna manera los segundos. La A. se
pués de Stuart Mili, el A. cesó, de ser difundió en Occidente durante el perio­
una doctrina filosófica viva y sólo ha do grecorromano. La filosofía árabe la
quedado como hipótesis operante en el justificó, lo mismo que los antiguos
campo de la psicología científica, de caldeos, basándose en la necesidad uni­
la que sólo ha sido excluido en los versal que relaciona en su conjunto
últimos decenios, por obra de la psico­ todos los acontecimientos del mundo
logía de la forma (véase p s ic o l o g ía ). y que desde Dios, como primer motor,
va hacia los acontecimientos humanos.
A so m á tic o (ingl. asomatous; franc. aso- Esta cadena necesaria pasa a través de
matique; alem. Asomatisch). Privado los acontecimientos celestes: los acon­
de cuerpo o descamado. La condición tecimientos terrestres y humanos, no
del alma después de su separación del se hallan determinados directamente
cuerpo, o la de las sustancias angélicas. por Dios, sino que éste los determina a
través de los acontecimientos celestes,
A sp ec to (ingl. aspect; franc. aspect-,
o sea de los movimientos de los astros.
alem. Aspekt; ital. aspetto). Punto de De suerte que tales movimientos son
vista o ángulo visual desde el cual los que determinan inmediatamente los
puede considerarse una observación o acontecimientos del mundo sublunar y,
un hecho. Objetivamente, el lado que por lo tanto, del mundo humano; y el
presenta el hecho o la situación. conocim iento de ellos hace posible
A s p ira c ió n (ingl. aspiration; franc. as- la previsión de éstos. Las creencias
piration; alem. Sehnsucht; ital. aspi- astrológicas eran corrientes durante la
razione). Posición que se adopta frente Edad Media, no obstante las condenas
al ideal (véase), o sea frente a una eclesiásticas. Dante mismo participaba
perfección en cuya posible realización de ellas (Conv., II, 14; Purg., XXX,
no se tiene confianza. La A. no es 109 ss.). En el Renacimiento tales ideas
por sí misma activa y operante y pue­ fueron defendidas y justificadas por
de permanecer en el estado de veleidad hombres como Paracelso, Bruno, Cam-
patética. panella. Este último dedicó una obra
105
A s tu c ia d e la ra z ó n
A te ísm o
a ía A., Astrologicorum Libri VII (1629) truir la decrépita libertad; su persona
y se valió de ella para confirmar su pereció en la lucha, pero lo necesario
vaticinio del inm inente retomo del permaneció: la libertad según la idea
mundo a la unidad religiosa y política yacía más profundamente que el acae­
(Atheismus triumphatus, 1627). Otros cer externo” (Phit. der Geschichte [Fi­
filósofos fueron hostiles a la astrología, losofía de la Historial, ed. Lasson,
aun admitiendo la validez de la magia, pp. 83-84; trad. ital., p. 98).
entre ellos Pico della Mirándola, que
escribió las Disputationes adversas As­ A s u n c ió n (gr. L ip p i; ; lat. sumptio; ingl.
trólogos, en las cuales acusa a la A. de assumption, sumption; franc. assomp-
hacer siervos y miserables a los hom­ tion; alem. V ordersatz; ital. assunzione).
bres; también Jean Baptista van Hel- La proposición que se elige como pre­
mont, quien negó la influencia de los misa del razonamiento; o bien el acto
astros en los acontecimientos humanos de elegir una proposición con este fin
(De Vita Loriga, 15, 12). (cf. Cicerón, De divinatione, II, 53, 108).
La A. ha perdido su fundamento cien­ Más precisamente, la proposición que
tífico con el advenimiento de la ciencia se elige como primera premisa del silo­
moderna, la que exige, para poder afir­ gismo y que a veces se denomina lema
mar cualquier relación causal, que tal (véase) (cf. Ham ilton, Lectures on
relación sea uniforme en un número Logic, I, p. 283).
de casos suficientemente grande. La re­ La A. no implica necesariamente la
lación causal entre los movimientos de verdad de la premisa que se adopta.
los astros y los acontecimientos huma­ Se puede admitir una proposición ver­
nos podría, por lo tanto, reconocerse dadera, una hipótesis o también una
como tal sólo a base de observaciones proposición falsa con el fin de refutar­
repetidas y repetibles, que sacaran a la. El término es equivalente al de
luz todos los anillos intermedios, de tal posición (véase).
manera que se pudiera comprender el
mecanismo. Nada de esto se ha verifi­ (ingl. a th a natism ; franc.
A ta n a tis m o
cado en la A., que todavía se funda en athanatism e; alem. Athanatism us).
antiguos textos y tradiciones, en sim­ Nombre dado a la doctrina de la in­
bolismos no susceptibles de control y mortalidad del alma por algunos auto­
en creencia'- mágicas o teosóficas. Por res del siglo xix.
lo demás, las creencias astrológicas es­ A ta ra x ia (gr. ¿xaga^ía; ingl. ataraxia;
tán muy difundidas en el mundo con­ franc. ataraxie; alem. Ataraxie). Tér­
temporáneo, tan impregnado de espíritu mino usado por vez primera por Demó-
científico; quizá el espíritu contempo­ crito (Fr., 191) y más tarde por los
ráneo encuentra en ella un correctivo
a la ausencia de seguridad, que es ca­ epicúreos y por los estoicos, para desig­
racterística de su situación, y en las nar el ideal de la imperturbabilidad
predicciones astrológicas, un camino o de la serenidad del alma, derivado
para limitar, así sea de modo arbi­ del dominio sobre las pasiones o de su
extirpación (véa^e a p a t ía ). De análoga
trario y fantástico, las previsiones en manera, "El fin del escepticismo es
tomo a su destino próximo o lejano. la A. en las cosas opinables y la mode­
(ingl. astuteness of
A stu c ia d e la ra z ó n
ración en las cosas que son por necesi­
the reason; franc. astuce de la raison; dad” (Sexto E., Hip. Pirr., I, 25).
alem. List der Vernunft; ital. astuzia A te ísm o (gr. áOeóxrig; lat. atheismus;
delta razione). Así denominó Hegel el ingl. atheism; franc. athéisme; alem.
hecho de que la Idea universal utiliza Atheismus). Por lo general, la negación
en la historia las pasiones de los hom­ de la causalidad de Dios. El primero
bres como instrumentos suyos y los y más bello análisis del A. que recuer­
hace desgastarse y consumirse para de la historia de la filosofía es el de
sus propios fines. "La Idea paga el tri­ Platón en el libro X de las Leyes. Pla­
buto de la existencia y de la caduci­ tón considera entre las formas de A.:
dad, no de su bolsillo, sino con las i) la negación de la divinidad; 2) la
pasiones de los individuos. César debía creencia de que existe la divinidad, pero
cumplir lo que era necesario para des­ que no se preocupa de las cosas hu-
106
A te ísm o

manas; 3) la creencia de que la divini­ siderarse, como formas de A. filosófico,


dad puede ser propiciada con dona­ el escepticismo, el pesimismo y el pan­
ciones y ofertas. La primera forma es teísmo.
el materialismo, que se basa en la opi­ 1) En la edad moderna la coinciden­
nión de que la naturaleza precede al cia entre el materialismo y A. ha sido
alma, esto es, que la materia "dura y afirmada por Berkeley, a quien precisa­
muelle, pesada y ligera" precede a "la mente esta coincidencia indujo a sos­
opinión, la previsión, el entendimiento, tener la irrealidad de la materia (véase
el arte y la ley”. Éste es el error de to­ i n m a t e r i a l i s m o ) . Si se admite que la
dos los filósofos de la naturaleza que co­ materia es real, la existencia de Dios
locan el agua, el aire o el fuego como resulta inútil porque la materia mis­
principios de las cosas y los denomi­ ma resulta causa de todas las cosas y
nan "naturaleza”, pretendiendo que son de las ideas que tenemos. La existen­
el origen de ella (Leyes, X, 891 c, 892b). cia de la materia es el principal funda­
Para impugnar al materialismo no hay mento del A., del fatalismo y de la mis­
más que demostrar que, en contra de ma idolatría (Princ. of Hum. Knowtedge,
lo que piensan los filósofos de la natu­ §§ 92-94). En líneas generales, se puede
raleza, el alma precede a la naturaleza decir que uno de los fundamentos del
misma; y Platón lo demuestra haciendo A. no es el reconocimiento de la reali­
ver que el mismo movimiento de los dad de la materia, sino el reconoci­
cuerpos presupone un Primer Motor in­ miento de la materia como única rea­
material (véase d io s , p r u e b a s de s u e x i s ­ lidad. El materialismo del siglo x v i i i
t e n c i a ). La segunda forma de A., que de La Metrie y de Holbach, tanto como
consiste en creer que la divinidad no se el del siglo xix de Ludwig Buchner, de
ocupa de las cosas humanas, es rechaza­ Emest Haeckel y de F. Le Dantec, tie­
da por Platón mediante el argumento de nen precisamente este fundamento. Se
que equivaldría a admitir que la divini­ elimina a Dios como principio meta-
dad es perezosa e indolente y así creerla físico de explicación, ya que se admite
inferior al más común de los mortales, a la materia como tal.
que siempre quiere perfeccionar su obra, 2) La segunda forma de A. filosófico
por grande o pequeña que sea. En fin, es la escéptica, que encuentra su pri­
la peor aberración es la de los malvados mera manifestación en el neoacadémico
que creen poder propiciarse la divini­ Carnéades de Cirene (214-129 a. c.). Car-
dad mediante donaciones y ofertas. néades no sólo hace ver la debilidad
Éstos ponen a la divinidad misma al de las pruebas que se aducen a fa­
nivel de los perros que, amansados por vor de la existencia de la divinidad,
los regalos, permiten depredar los re­ sino que muestra las dificultades inhe­
baños, y por debajo de los hombres rentes al concepto de divinidad. Car­
comunes, que no traicionan a la justi­ néades dice, por ejemplo: "Si existen, los
cia aceptando regalos delictuosamente dioses son vivientes y si son vivientes
ofrecidos. Platón es tan severo con esta sienten... Si sienten, reciben placer o
última forma de A. que, para evitarla, dolor. Y si reciben dolor son capaces
quisiera impedir toda forma de sacri­ de turbaciones y mudanzas en su de­
ficio privado y admitir sólo los efec­ trimento y de tal manera son morta­
tuados en los altares públicos y con el les” (Sexto E., Adv. math., IX, 139-40).
ritual establecido (Leyes, X, 9Ó9d). En la edad moderna, Hume elaboró un
El análisis de Platón sólo llega a punto análogo al de Carnéades en sus
manifestar que la única forma de A. Diálogos sobre la religión natural. Hume
filosófico es el materialismo naturalis­ cree que una prueba a priori de la exis­
ta que pone al cuerpo antes que el tencia de Dios es imposible, porque la
alma; las otras dos formas son más existencia es siempre materia de he­
bien Amigares prejuicios que creencias cho. En cuanto a las pruebas a pos-
filosóficas (si bien la primera de ellas, teriori, rechaza la validez de una prue­
el indiferentismo de los dioses, habría ba cosmológica, considerando ilegítimo
de ser formulada por los epicúreos). preguntarse por la causa de una colec­
Una ojeada al curso ulterior de la filo­ ción de individuos. “Si en un conjunto
sofía occidental, nos demuestra que —dice— de veinte partículas de materia
al lado del materialismo pueden con­ te muestro las causas particulares de
107
*

A te n c ió n

cada una individualmente, me parece­ gobierno divino del mundo”, en el cual


ría muy falto de razón que después me identificaba a Dios con el orden moral
preguntases por la causa de las veinte del mundo. La polémica que siguió a
juntas. Queda ella suficientemente ex­ este artículo obligó a Fichte a renunciar
plicada al explicarse la causa de las como profesor de la Universidad de
partes” {Works, II, 1827; trad. esp.: Jena. Fichte, como Spinoza, rechazaba
Diálogos sobre religión natural, México, la acusación de A.; y como quiera que
1942, F. C. E., p. 106). Esto quiere decir se juzgue el asunto, lo cierto es que el
que no tiene sentido preguntarse por la panteísmo no es A. profesado.
causa del mundo en su totalidad. La 4) A. profesado es, en cambio, y en
prueba físico-teológica tiene mayor valor, algunas de sus formas, el pesimismo.
pero ésta sólo permite remontar a una El desorden, el mal, la infelicidad del
causa proporcionada al efecto; y ya mundo son, para Schopenhauer, obs­
que el efecto, o sea el mundo, es im­ táculos insuperables ya sea para la afir­
perfecto y finito, de la misma manera mación del Dios personal que exige el
la causa debería ser imperfecta y finita. teísmo, como para la identificación del
Pero si se reconoce que la divinidad es mundo con Dios que exige el panteísmo
imperfecta y finita, falta el motivo para {Setected Essays, trad. ingl., Belfort-
reconocerla como única. "Son muchos Sax, p. 71). Teísmo y panteísmo pre­
los hombres que se unen para construir suponen' un optimismo que no sólo es
una casa o un navio, para levantar una desmentido por los hechos, por cuanto
ciudad... ¿Por qué no hemos de creer vivimos en el peor de los mundos posi­
que son varias las deidades que inter­ bles, sino que es también pernicioso
vienen para trazar y armar un mundo?” ya que no hace más que ligar a los
{Ibid., II, 1827, p. 413; trad. esp., p. 69). hombres a la desesperada y cruel vo­
Por último, la disputa entre teísmo y luntad de vida {Die Welt, etc., II,
A. resulta una cuestión de palabras: cap. 46). En la actualidad, la filosofía
"El teólogo admite que la inteligencia de Sartre representa un A. pesimista,
original es muy distinta de la razón puesto al día mediante nuevas direc­
humana; el ateo admite que el princi­ ciones de la especulación. El fundamen­
pio original de orden guarda cierta to de este pesimismo no son el mal
remota analogía con ella. ¿Vais a reñir, o el dolor como tales, sino más bien
señores, acerca de los grados, y embar­ la ambigüedad radical, la incertidum­
caros en una controversia que no tolera bre de la existencia humana arrojada
precisión de sentido, ni, consecuente­ en el mundo y dependiente sólo de la
mente, ninguna determinación?” {Ibid., propia libertad absoluta que la condena
p. 535; trad. esp., p. 153). Este tipo al descalabro. Según Sartre, no hay
de escepticismo no es, sin embargo, Dios, pero sí un ser que proyecta
como a menudo lo es el materialismo, ser Dios, o sea el hombre; proyecto que
una forma de profesión de A., pues es a la vez el acto de la libertad hu­
tiende, según se ve, a quitar todo valor mana y el destino que la condena a
dramático a la disputa acerca del A. y la quiebra {Étre et néant, pp. 653 ss.).
mostrarla, al final, como insignificante.
3) La tercera forma de A. es el pan­Atención (ingl. attention; franc. atten-
teísmo {véase). Tampoco aquí se trata tion; alem. Aufmerksamkeit; ital. at-
de una profesión de A., sino más bien de tenzione). Noción relativamente recien­
la acusación que a menudo se formula te (siglo x v i i ) que m ienta, por lo
contra quienes identifican a Dios con general, el acto mediante el cual el es­
el mundo. Durante mucho tiempo se píritu toma posesión, en forma clara
lanzó la acusación de A. contra Spinoza, y vivida, de uno de sus posibles obje­
por su Deus sive Natura; en realidad, tos ; o la presentación clara y vivida
como señala Hegel, se debería haber de uno de tales objetos posibles al
hablado más bien de acosmismo {véa­ espíritu. La noción de A. se encuentra
se). Acusaciones de A. le fueron formu­ en Descartes, que la considera como el
ladas asimismo a Fichte, después de acto mediante el cual el espíritu toma
la publicación de un artículo en el en consideración un único objeto du­
Diario filosófico de Jena (1798), "Sobre rante algún tiempo {Passions de t'dme,
el fundamento de nuestra creencia en el I, §43). Locke denomina “A.” a la A.
108
A tlá n tid a
A tó m ic o
pasiva, mediante la cual el espíritu es había narrado a Solón la historia Je
atraído por ciertas ideas, en tanto que la isla A., situada más allá de las
llama "reflexión” a la A. activa, por la Columnas de Hércules; es una historia
cual elige determinadas ideas como que se refiere al periodo precedente al
propios objetos privilegiados (Essay, II, diluvio universal. En esta isla había
I, § 8 ). Así dice: "Cuando se repara en una gran monarquía, que dominaba toda
las ideas que se ofrecen a sí mismas Libia hasta Egipto, y en Europa hasta
y cuando se registran, por así decirlo, Etruria. Esta monarquía trató de ven­
en la memoria, se trata de la A.” (Ibid., cer y esclavizar también lo que entonces
II, 19, §1). Leibniz, en cambio, otorga era la ciudad de Atenas, que combatió
un sentido activo a la A.: "Nosotros por sí misma y logró triunfar sobre los
prestamos A. a los objetos que distin­ invasores y asegurar la libertad a los que
guimos y que preferimos a los demás." habitaban más acá de las Columnas de
Y como formas de la A. enumera la Hércules. Más tarde la Atlántida se
consideración, la contemplación, el es­ sumergió en el mar y desapareció, ha­
tudio, la meditación (Nouv. Ess., II, ciendo impracticable e inexplorable el
19, §1). La A. constituye la transición mar en el cual se hallaba s itu a d a
de las pequeñas percepciones a la aper­ (Tim., 24ss.).
cepción (Ibid., prefacio). El mismo ca­ La Nueva A. es una obra postuma de
rácter activo conserva la A. en Wolff Bacon, publicada en 1627 (The new
(Psychol. emp., §237) y en Kant (Antr., Atlantis) trad. esp.: Nueva Atlántida,
I, §3), quien la define como "el esfuer­ en Utopias del Renacimiento, México,
zo de las propias representaciones para 1941, F. C. E.). Es la descripción de
resultar conscientes.” una sociedad en la que la ciencia, pues­
A partir de la segunda mitad del si­ ta al servicio de las necesidades huma­
glo xix, con el advenimiento de la nas, ha descubierto o va descubriendo
psicología científica, la A., considerada las técnicas que harán del hombre el
como una de las condiciones de la dueño del universo. La Nueva A. es,
vida psíquica, cae bajo la égida de esta por lo tanto, un paraíso de la técnica,
ciencia. Su concepto sigue siendo el donde se llevan a su cumplimiento las
mismo que los filósofos habían formu­ invenciones y las investigaciones de
lado; y los psicólogos distinguen una todo el mundo; tiene el aspecto de un
A. espontánea, pasiva o involuntaria, enorme laboratorio experimental cuyos
por la cual el objeto se impone a la habitantes intentan "extender los con­
conciencia, y una A. activa, voluntaria fines del imperio humano todo lo posi­
o controlada por la cual es el sujeto ble”. Los númenes tutelares de la isla
el que elige al objeto de su atención. son los grandes inventores de todos los
La psicología contemporánea conside­ países y las reliquias sagradas son
ra la A. como la adaptación activa a los ejemplares de todas las más raras
una situación, como la orientación se­ e importantes invenciones.
lectiva en las relaciones de los objetos
por percibir (cf., por ejemplo, D. O. A tó m ic o (ingl. atomic; franc. atomique;
Hebb, The Organization of Behaviour, alem. atomik). Elemental, no reducible
1949, p. 4). Esta noción de la A. se a partes constitutivas más simples. He­
adapta al esquema general predominan­ cho A.: con esta expresión se ha traduci­
te en las ciencias antropológicas, según do lo que Wittgenstein había denominado
el cual toda actividad del hombre cons­ "estado de cosas” (Sachverhalte), o sea
tituye su respuesta a un conjunto de­ el hecho en cuanto constituye el último
terminado de estímulos (situaciones o elem ento del mundo (Tract. logico-
problemas). En tal forma, la A. queda phitos., 1922, 2). Proposición A.: la pro­
sustraída al dominio de la pura inte­ posición elemental, o sea la que "asevera
rioridad y es reconocida como una la existencia de un hecho A." (Ibid., 4,
forma de comportamiento (véase). 21). Corresponde a la propositio cate­
górica de la lógica escolástica: es una
Atlántida (gr. ’AxXavTÍg; ingl. Atlantis; proposición inmediatamente verdadera
franc. Attantide; alem. Atlantis-, ital. o falsa (precisamente como imagen de
Atlantide). Según el Timeo de Platón, un hecho A.), no desintegrable en otras
un sacerdote de la diosa egipcia Sais, proposiciones más simples. G. P.-N. A.
109
A to m is m o
Á to m o
A to m is m o (ingl. atomism; franc. ato diendo por tal la proposición que expre­
misme; alem. Atomismus). Este térmi­ sa un hecho, o sea que afirma que una
no se aplica a tres doctrinas diferentes cosa tiene determinada cualidad, o que
que tienen diferentes finalidades, a sa­ determinadas cosas tienen determina­
ber: 1) al A. filosófico o naturalismo das relaciones; y había denominado
atomístico; 2) la teoría atómica; 3) la "atómico” al hecho expresado por la
concepción atomista de la realidad psí­ proposición atómica. Estos conceptos
quica, social o del lenguaje. constituyen también los fundamentos
1) El A. filosófico fue enunciado por del Tractatus Logico-Philosophicus
Demócrito y Leucipo, los epicúreos y (1922) de Wittgenstein.
Gassendi. Es una filosofía de la natu­
raleza que no tiene mayores bases expe­ A to m ís tic o , véase a t o m is m o .

rimentales que la física aristotélica. Á to m o (gr. c í t o u o v ; ingl. atom; franc.


Véase á t o m o . atóme; alem. Atom; ital. atomo). La
2) La teoría atómica (ingl. Atomic noción de Á. ha ofrecido a la filosofía
theory; franc. Théorie atomique; alem. occidental una de las más importantes
Atomtheorie) fue formulada por prime­ posibilidades de especulación y de in­
ra vez en la ciencia moderna por Dal- vestigación. Ha sido, en efecto, el prin­
ton, y da cuenta del modelo que la cipal instrumento para la explicación
ciencia se ha forjado del átomo (véase) mecanicista de las cosas y, en general,
en cada ocasión. del mundo (véase m e c a n i c i s m o ). Leu-
3) La concepción atom ista (ingl. cipo y Demócrito elaboraron esta no­
Atomistic Idea', franc Idée atomisti- ción en el siglo v a. c. El 4. es un
que; alem. Atomistisches Denken) con­ elemento corpóreo, invisible debido a
siste en proponer, como la explicación su pequeñez y no divisible. Los Á. difie­
de la vida de la conciencia, de la socie­ ren sólo por su forma y tamaño; unién­
dad o del lenguaje, una hipótesis aná­ dose y disgregándose en el vacío deter­
loga a la formulada por el A. filosófico minan el nacimiento y la muerte de las
o por la teoría atómica, considerando cosas, y disponiéndose en forma dife­
que la conciencia, la sociedad o el len­ rente determinan la diversidad. Aris­
guaje están constituidos por elementos tóteles (Met., I, 4, 985 b 15 ss.) los com­
simples y reducibles, cuya diferente paró a las letras del alfabeto, que
combinación explica todas las modali­ difieren entre sí por su forma y que dan
dades. Asi lo hace el asociacionismo lugar a palabras y a discursos diferen­
(véase) respecto a la vida de la con­ tes, al disponerse o combinarse en for­
ciencia y el individualismo (véase) res­ ma diferente. Las cualidades de los
pecto a la vida de la sociedad. Por lo cuerpos dependen, por lo tanto, de la
tanto, se habla de A. asociacionista (por figura de los Á. o del orden o movi­
ejemplo, James, Psychology, I, 1890, miento de ellos. Por tanto, no todas las
p. 604 y Katz, Gestaltpsychologie [“Psi­ cualidades sensibles son objetivas y per­
cología de la forma”], cap. I). La ex­ tenecen verdaderamente a las cosas
presión "A. social” se usa con frecuencia que las provocan en los otros. Son
para designar las doctrinas individua­ objetivas las cualidades propias de los
listas que creen que la sociedad se di­ Á.: la forma, la dureza, el número, el
suelve por entero en los individuos que movimiento; en cambio el frío, el calor,
la componen. Por último, la expresión los sabores, los colores, los olores son
"A. lógico” fue adoptada por Russell solamente apariencias sensibles provo­
en 1918 como nombre de su filosofía. cadas por especiales figuras o combina­
"La razón por la que llamo a mi doc­ ciones de A., pero no pertenecen a los
trina A. lógico —decía— es que los Á. mismos (Demócrito, Fr. 5, Diels).
átomos a los cuales deseo llegar como El movimiento de los Á. está determi­
residuos últimos del análisis son áto­ nado por leyes inm utables: "Nada
mos lógicos y no átomos físicos” / ‘The —dice Leucipo (Fr. 2)— ocurre sin ra­
Phil. of Logical Atomism”, en The Mon- zón, sino que todo ocurre por una razón
ist, 1918, ahora en Logic and Knowledge, y por necesidad." El movimiento origi­
Londres, 1956). Ya en su libro Método nario de los A., haciéndolos rodar y
científico en filosofía (1914) había ha­ chocar en todas direcciones produce un
blado de "proposición atómica”, enten­ torbellino, en el cual las partes más
110
Átomo

pesadas son llevadas al centro y las los cuerpos están compuestos de par­
otras, en cambio, rechazadas hacia la tículas duras" y formulaba la hipótesis
periferia. Su peso, que tiende a llevar­ de que "Dios, al principio, haya dado
los hacia el centro, es, por lo tanto, un a la materia la forma de partículas
efecto de su movimiento vertiginoso. sólidas, dotadas de masa, duras, im­
De esta manera se forman infinitos penetrables y móviles, de tales dimen­
mundos que se generan y se disuelven siones y figuras, y con tales propiedades
sin cesar. y en tales proporciones con el espacio,
Estos fundamentos, propios del anti­ que les es posible adaptarse a la fina­
guo atomismo, se mantuvieron inmu­ lidad para la que las ha formado” (Op-
tables en las otras formas de atomis­ ticks, III, 1, q. 31); pero es muy cierto
mo. La física de Epicuro es una que estas y similares especulaciones
repetición de la física de Demócrito. En caían fuera de la ciencia y pertenecen
efecto, la variante de Epicuro que con­ sólo a la esfera de las opiniones priva­
sidera que los Á. caen en línea recta das de los científicos. En realidad, la
y se encuentran y producen torbelli­ hipótesis atómica ingresa en la ciencia
nos cuando, sin causa, se desvían de sólo a principios del siglo xix, por obra
la trayectoria rectilínea, no tiene mucha de la química. La ley de las propor­
importancia (Cicerón, De fin., I, 18; ciones múltiples, formulada por John
De nat. deor., I, 69). La Edad Media no Dalton, expresaba el hecho de que cuan­
utilizó la noción de Á., ya que entonces do una sustancia entra en combinación
la única teoría física aceptada era la con cantidades diferentes de otra sus­
aristotélica de las cuatro causas (véase tancia, estas cantidades se hallan entre
f í s i c a ). Y en los principios de la edad sí como los números simples, es decir,
moderna, aun cuando la noción aparece se comportan como si fueran partes
en ocasiones —por ejemplo, en Nicolás individuales. Pero las partes indivisi­
de Cusa y en Giordano Bruno {De mí­ bles no son otra cosa que átomos.
nimo, I, 2)— no es utilizada como ins­ Por lo tanto, la hipótesis de la compo­
trumento de una teoría sistemática sino sición atómica de la materia, como
a partir de Pierre Gassendi. Pero éste, explicación de la ley de las proporcio­
al admitir que los Á. son creados por nes múltiples, había sido adelantada
Dios, que los dota de movimiento y guía por Dalton en 1808. Aun cuando sus­
y ordena mediante una especie de alma citara de inmediato vivaz oposición,
del mundo, hace que la física epicúrea porque parecía el retorno * una vieja
pierda su carácter materialista y me­ doctrina metafísica, o sea una derrota
cánico y la transforma en una física de la ciencia por la metafísica, en rea­
espiritualista y finalista (Syntagm a lidad era a la sazón una hipótesis invo­
Philosophiae Epicuri, 1658). Mientras cada para dar razón de un hecho bien
tanto, Descartes había hecho surgir el comprobado. Y más que una hipótesis,
mecanismo no atomista y había consi­ la noción misma apareció como una
derado imposible la noción misma del realidad cuando en 1811 la teoría de
átomo. "Si los Á. existieran —dice—, Avogadro (acerca de la uniformidad del
deberían necesariamente ser extensos y número de partículas contenidas en un
en tal caso, aun cuando los imaginára­ determinado volumen de gas) permitió
mos muy pequeños, podríamos siempre establecer el peso de los Á. con referen­
dividirlos con el pensamiento en dos o cia al Á. de hidrógeno, considerado
más partes menores y, por lo tanto, como unidad, lo que dio a los Á. una
reconocerlos como divisibles” {Princ. realidad física (mensurable). La noción
Phil., II, 20). Es probable que a base de Á. debería sufrir una transforma­
de esta consideración, Leibniz haya ción radical a partir de la segunda mi­
aceptado la noción de un Á. no físico tad del siglo xix, con el estudio de los
sino psíquico, o sea la mónada (véase). fenómenos de los gases enrarecidos y
La ciencia moderna, aun siendo me- de las emanaciones radiactivas. El Á.,
canicista, no se vale del átomo en un indivisible para la química, no era ya in­
principio. Es cierto que, en la parte divisible para la física. Hacia 1904
final de la Óptica (1704), Newton adujo Thompson imaginó el primer modelo
un conjunto de razones, es decir, de de A., constituido por una pequeña bola
experiencias, para admitir que “todos electrizada positivamente que encerrase
111
Á to m o p rim e v o
A trib u to
en su interior un determinado número hierve a 100°C” (B. Erdmann, Logik.
de electrones. Pero algunas experien­ I, 48, 307).
cias de Rutherford demostraban que la
materia es mucho menos compacta de y r e tr ib u tiv a , ju s tic ia (lat. jus-
A trib u tiv a
lo que había hecho suponer el modelo titia attributix, justitia expletrix). Hugo
atómico de Thompson. Por lo tanto, Grocio distinguió dos especies de jus­
Rutherford imaginó hacia 1911 la es­ ticia que corresponden al derecho im­
tructura del Á. como un sistema solar perfecto y al derecho perfecto, respec­
en miniatura constituido por un núcleo tivamente. La justicia A., que concierne
central electrizado positivamente (com­ al derecho imperfecto, consiste en dar
parable al sol) y por varios electrones a otro lo que no tiene derecho a pre­
que giran a su alrededor (comparables tender: por lo tanto, atribuye algo que
con los planetas). Una ulterior innova­ antes no tenía la persona. La justicia
ción del modelo del Á. se debió a Bohr, retributiva concierne al derecho per­
quien, teniendo presente el descubri­ fecto y consiste en dar a otro lo que
miento del quantum (cuanto) de ac­ tiene derecho a pretender, es decir, la
ción, imaginó que el electrón recorre recompensa debida (De iure belli ac
en derredor del núcleo un número pacis, I, 1, 8).
determinado de elipses, pudiendo sal­
tar de una elipse a otra, y liberando A trib u to (lat. attributum; ingl. attri-
con este salto un quantum de energía. bute; franc. attribut; alem. Attribut).
El descubrimiento del principio de in­ El término latino corresponde proba­
determinación (véase) demostró, sin blemente a lo que Aristóteles llamaba
embargo, que no es posible observar en "accidente por sí mismo” (An. post.,
toda su integridad la trayectoria de un I, 22, 83 b 19; Met., V, 30, 1025 a 30).
electrón y que, por lo tanto, la noción Indica, por lo tanto, un carácter o una
misma de trayectoria no tiene signi­ determinación que aun sin pertenecer
ficado físico (nada que no sea observa­ a la sustancia del objeto, como se ve
ble o mensurable tiene significado fí­ por la definición, encuentra su causa
sico). Pero entonces el modelo mismo en esta sustancia (véase a c c i d e n t e ). La
del Á. de Bohr perdía su significado escolástica usó el término casi exclusi­
físico y dejaba de tener la pretensión vamente para indicar los A. de Dios,
de constituirse en la imagen exacta del como la bondad, la omnipotencia, la
Á. De 192? en adelante, o sea desde la justicia, la infinitud, etc., que también
fecha en la cual Heisenberg descubrió son denominados nombres de Dios (cf.
el principio de indeterminación, la cien­ Santo Tomás, S. Th., I, q. 33). Este
cia ha abandonado prácticamente toda uso terminológico fue modificado por
tentativa de describir el Á. o de definir­ Descartes, quien extendió el término a
lo de un modo cualquiera. En el estado las cualidades permanentes de la sus­
actual de las cosas, el adjetivo "ató­ tancia finita. En efecto, Descartes en­
mico” se usa solamente para designar tiende por A. las cualidades en cuanto
la escala en la que ciertos fenómenos “inherentes a la sustancia". Por lo tan­
pueden ser observados y medidos. to, "en Dios decimos que no existen
propiamente modos o cualidades, sino
Á to m o p rim e v o (ingl. primeval atom). solamente A., porque en Él no debe
La hipótesis cosmogónica que presenta concebirse ninguna variación. Y lo mis­
al universo como el resultado de la mo en las cosas creadas, lo que en
desintegración radiactiva de un átomo ellas no se comporta nunca de manera
(G. Lemaitre, The Primeval A., An diferente, como la existencia y la dura­
Essay on Cosmogony, 1950). Véase c o s ­ ción, no debe ser llamado cualidad o
m o l o g ía . modo de lo que existe y dura, sino que
debe ser llamado A.” (Princ. Phil., I,
A trib u tiv a , p ro p o s ic ió n (ingl. attributive §56). Esta terminología fue adoptada
proposition; franc. proposition attribu­ literalmente por Spinoza con la sola
tive; alem. attributáre Satz). La pro­ corrección de que, desde el momento
posición que atribuye al sujeto una en que no existen sustancias finitas,
cualidad, una condición, una actividad los A. sólo pueden ser de Dios. “Por
o una pasividad; por ejemplo, “El agua A. —dice Spinoza— entiendo aquello
112
A u m e n to y d is m in u c ió n
A u té n tic o , p r o p io
que el entendimiento percibe de la sus­ salto. Kierkegaard opuso el aut aut,
tancia en cuanto constituye la esencia o sea la forma de la alternativa, a la
de la misma” (Eth., I, 4, def.). "Dios, o forma de la dialéctica de Hegel, en
la sustancia, que consta de infinitos la cual existe siempre conciliación, sín­
A., cada uno de los cuales expresa su tesis y armonía entre los opuestos. Véa­
esencia eterna e infinita, existe necesa­ se DIALÉCTICA.
riamente” (Ibid., I, 11). Pero de tales
infinitos A. solamente conocemos dos, A u té n tic o , p r o p io (ingl. authentic; franc.
o sea el pensamiento y la extensión authentique; alem. authentisch). Tér­
(Ibid., II, 1-2). Por su inmutabilidad y mino adoptado por Jaspers, conjunta­
su conexión con la sustancia divina, mente con el simétrico y opuesto de
los A. a su vez son eternos e infinitos inauténtico (impropio), para indicar
y de su naturaleza absoluta se siguen el ser propio del hombre, en oposición al
los entes infinitos (los modos de la sus­ extravío de sí o de su propia natu­
tancia) necesariamente (Ibid., I, 21-23). raleza, que es la inautenticidad o im­
En la filosofía moderna y contempo­ propiedad. "La A. —dice Jaspers— es
ránea la palabra A. es usada raramente, lo que es más profundo, en oposición
excepto en el significado lógico-grama­ a lo que es más superficial; por ejem­
tical de predicado. plo, lo que toca al fondo de toda exis­
tencia psíquica en contra de lo que aflo­
A u m e n to y d is m in u c ió n (gr. a ú ll e n ; x a í ra epidérmicamente, o sea lo que dura
qpOícn;; lat. auctio et diminutio; ingl. en contra de lo momentáneo, lo crecido
increase and diminution; franc. aug- y desarrollado con la persona misma en
mentation et diminution; alem. Ver- oposición a lo que la persona ha acatado
mehrung und Verringerung). Según o imitado” (Psychologie der Weltan-
Aristóteles, una de las cuatro especies schauungen ["Psicología de las concep­
del cambio, más precisamente, el cam­ ciones del mundo”], 1925, Intr., §3, 1).
bio según la categoría de la cantidad, Heidegger ha expresado la misma opo­
reducible como todas las demás, a la sición, en otros términos: "Y por ser
mutación de lugar (Fís., IV, 211 a). en cada caso el 'ser ahí’ (o sea el hom­
bre) esencialmente su posibilidad, pue­
A ura vitalis. Término adoptado por Jean de este ente en su ser, ‘elegirse’ a sí
Baptista Helmont (1577-1644) para indi­ mismo, ganarse y también perderse, o
car la fuerza que mueve, anima y orde­ no ganarse nunca o sólo parecer ser’
na los elementos corpóreos. que se gana” (Sein und Zeit, 1927, §9;
A u s e n c ia , v é a se NADA.
trad. esp.: El ser y el tiempo, México,
1962, F. C. E.). La posibilidad propia
A u ta r q u ía (gr. avTápKeia; ingl. self-suf- del "ser ahí” es la m uerte: por lo tanto,
ficiency; franc. autarchie; alem. Au- "El ‘ser ahí’ es propiamente él mismo
tarkie; ital. autarchia). La condición en la singularización original del 'es­
de autosuficiencia del sabio, a quien le tado de resuelto’ silencioso y presto a
basta ser virtuoso para el logro de la fe­ la angustia” (Ibid., §64). Por otra par­
licidad, según los cínicos (Dióg. L., VII, te, la existencia inauténtica está caracte­
11) y los estoicos (Ibid., VII, 1, 65). rizada por "las habladurías, la avidez de
novedades y la ambigüedad” que cons­
A u t a u t (Lo uno o lo otro). Título en tituyen el modo de ser cotidiano "anóni­
latín de una de las primeras obras mo” del hombre y representan, por lo
de Kierkegaard (Enten-Eller; 1843), con tanto, "el ‘estado de caído’ ‘de’ sí mis­
el que expresa la alternativa de dos mo” (Ibid., §38). Pero debe advertirse
formas de vida que se ofrece a la exis­ que la distinción y la oposición entre
tencia humana o, como expresa Kierke­ autenticidad e inautenticidad no impli­
gaard, de dos "estadios fundamentales ca valuación preferencial alguna. La
de la vida” : la vida estética y la vida inautenticidad forma parte de la estruc­
moral. Entre estos dos estadios, como tura del ser, con el mismo título que
entre ellos y el estadio religioso, que la autenticidad. "El ‘estado de caído’
Kierkegaard analizó en Temor y tem­ del ‘ser ahí’ tampoco debe tomarse, por
blor (1843), no hay transición ni posi­ ende, como una caída desde un ‘estado
bilidad de conciliación, sino abismo y primitivo’ más alto y puro. De esto no
113
A u tism o
A u to c o n c ie n c ia o c o n c ie n c ia d e sí
sólo no tenemos ónticamente experien­ turaleza privilegiada, sino que es la con­
cia alguna, sino tampoco otológica­ ciencia que tiene de sí un Principio
mente posibilidades ni hilos conducto­ infinito, condición de toda realidad. El
res de exégesis" (Ibid., §38). La filosofía término, por lo tanto, no tiene nada que
contemporánea usa ambos términos en ver tampoco con el término conocimien­
sentido análogo al de Jaspers o Heideg- to de sí {véase) que designa el conoci­
ger. miento mediato que el hombre tiene de
sí como de un ente finito entre los
A u tism o(ingl. autism; franc. autisme-, demás.
alem. Autismus). Término creado por En este sentido se puede decir que
Bleuler (Lehrbuch der Psychiatrie la historia del término comienza con
[‘‘Tratado de psiquiatría”], 1923) para Kant, que lo ha usado de modo inter­
indicar la actitud que consiste en la ab­ cambiable con el término conciencia.
sorción del individuo en sí mismo, con Kant mismo ha resumido su doctrina
la consiguiente pérdida de todo interés al respecto en una nota de su Antro­
por las cosas y por los demás. Es un pología (§4): “Si nos representamos la
egocentrismo {véase) patológico. acción (espontaneidad) interna por
A u to c e n tra liz a c ió n (ingl. self-centrality;
la cual es posible un concepto (un pen­
franc. autocentralité; alem. Selbstcen- samiento), o sea la reflexión y la sen­
tralitat). Expresión adoptada por Dil- sibilidad (receptividad) por la cual es
they en el escrito intitulado La estruc­ posible una percepción {perceptio) o
turación del mundo histórico. "Como el una intuición empírica, o sea la apre­
individuo, así también todo sistema cul­ hensión, todas ellas dotadas de concien­
tural, toda comunidad, tiene un centro cia, la conciencia de sí mismo {apper-
en sí misma. En ellos la captación de ceptio) se puede dividir en la de la
la realidad, la estimación de valor, la reflexión y en la de la aprehensión.
producción de bienes se enlazan en un La primera es una conciencia del enten­
todo” {Gesam. Schrift. [‘‘Obras comple­ dimiento, la segunda del sentido inter­
tas”], V I I , p. 154; trad. esp.: El mundo no; aquella es denominada apercepción
histórico, vol. V I I I de Obras, México, pura (y falsamente sentido íntimo), és­
1944, F . C. E„ pp. 178-179). La A. de
ta, apercepción empírica. En la psico­
logía nos investigamos a nosotros mis­
las estructuras históricas se revela mos según las representaciones de
de manera eminente en las épocas, nuestro sentido interno; en la lógica,
cada una de las cuales tiene "un hori­ en cambio, según lo que la conciencia
zonte cerrado... en el sentido de que intelectual nos ofrece. Así se nos apa­
las personas que viven en ellas tienen rece el yo como doble (que puede ser
el patrón de su acción en algo común... contradictorio): 1) el yo como sujeto
una afinidad... El modo de sentir la del pensamiento (en la lógica) al cual
vida anímica, los impulsos que así na­ se refiere la apercepción pura (el yo
cen, son parecidos. Y también la volun­ que solamente reflexiona) y del cual
tad escoge fines semejantes, se afana nada se puede decir salvo que es una
por bienes similares y se encuentra representación totalmente simple; 2) el
vinculada de modo análogo” {Ibid., yo como objeto de la apercepción y, por
trad. esp., p. 179). lo tanto, del sentido interno, que inclu­
A u to c o n c ie n c ia o c o n c ie n c ia d e sí (ingl. ye una multiplicidad de determinacio­
self-consciousness; franc. autoconscien- nes, que hacen posible una experiencia
ce\ alem. Selbstbewusstsein; ital. auto- interna.” La A. no es, por lo tanto, la
coscienza). Este térm ino tiene un conciencia (empírica de sí) sino la con­
significado y una historia diferente al ciencia puramente lógica que el yo tie­
de conciencia {véase). En efecto, dicho ne de sí como sujeto de pensamiento en
término no significa "conciencia de sí" la reflexión filosófica. Kant habló del
en el sentido del conocimiento (intui­ yo del que se tiene conciencia en la
ciones, percepciones, etc.) que el hom­ apercepción pura, en la primera edición
bre tiene de sus propios actos o de sus de la Crítica de la razón pura, como del
propias manifestaciones, percepciones, “yo estable y permanente que constituye
ideas, etc.; ni tampoco en el sentido de el correlato de todas nuestras represen­
vuelta a una realidad "interior” de na­ taciones” ; en cambio, en la segunda edi-
114
A u to c o n se rv a c ió n
A u to d e te rm in a c ió n
ción de la obra, el mismo resulta una pedéutica filosófica (Doctrina del con­
pura función formal, privada de reali­ cepto, §22) decía: "Como A. el Yo se
dad propia, y, sin embargo, condición mira a sí mismo, y la expresión de ésta
de todo conocimiento, más bien "prin­ en su pureza es: Yo = Yo, o bien: Yo
cipio supremo del conocimiento” en soy Yo”, y en la Enciclopedia (§424):
cuanto posibilidad de la síntesis objeti­ "La verdad de la conciencia es la A., y
va en que consiste el conocimiento. Pre­ ésta es el fundamento de aquélla; de
cisamente por su naturaleza funcional o tal manera en la existencia la concien­
formal, el yo puro o A. trascendental cia de otro objeto es A.; yo sé al objeto
no es un yo "infinito” y no tiene poder como mío (él es mi representación), por
creador; puede ordenar y unificar el lo tanto en él yo soy yo mismo.” En su
material, pero este material debe serle forma más alta, la A. es "A. universal”,
dado y, por lo tanto, debe ser un mate­ o sea razón absoluta. “La A., o sea la
rial sensible. Fichte transforma este certeza de que sus determinaciones son
concepto funcional kantiano en un con­ tan objetivas —determinaciones de la
cepto sustancial; hace un Yo infinito, esencia de las cosas— como sus pro­
absoluto y creador y, por lo tanto, con­ pios pensamientos, es la razón, la cual,
sidera a la A. como autoproducción en cuanto tiene semejante identidad, es
o autocreación. La A. resulta así el no sólo la sustancia absoluta, sino la
principio no solamente de la concien­ verdad como saber” (Ene., §439): o sea
cia, sino de la realidad misma y prin­ la razón como sustancia o realidad úl­
cipio no en el sentido de condición, sino tima del mundo.
en el sentido de fuerza o actividad pro­ La A. como autocreación es, por lo
ductiva. Produciéndose a sí mismo, el tanto, creación de la totalidad de la rea­
Yo produce al mismo tiempo el no-yo, lidad y queda como noción dominante
es decir, el mundo, el objeto, la natu­ en el Idealismo romántico, no sólo en
raleza. Dice Fichte: "No se puede pen­ su forma clásica (a la cual se ha alu­
sar absolutamente en nada sin pensar dido), sino también en las formas simi­
al mismo tiempo en el propio Yo como lares de la filosofía contemporánea, o
consciente de sí mismo; no se puede sea en el idealismo anglosajón y en el
nunca abstraer de la propia A.” (Wis- idealismo italiano (véase i d e a l i s m o ).
senschaftstehre, 1794, § 1, 7). Pero tal Fuera del idealismo, la noción no puede
A. es en realidad el principio creador ser utilizada y tampoco p. asenta pro­
del mundo: "El Yo de cada uno es en blemas, ya que los problemas filosó­
sí mismo la única Sustancia suprema", ficos, psicológicos y sociológicos inhe­
dice Fichte, criticando a Spinoza (Ibid., rentes a la conciencia de sí surgen
§3, D 6); "La esencia de la filosofía obviamente sólo cuando por tal con­
crítica consiste en que un Yo absoluto ciencia entendemos una situación,
es puesto como absolutamente incondi­ condición o estado de hecho limitado
cionado y no determinable por nada y determinable, no una autocreación
que esté más arriba.” absoluta que es la autocreación del
Esta noción de la A. fue el funda­ mundo.
mento del idealismo romántico. Dice
Schelling: "La A., de la cual partimos, A u to c o n s e rv a c ió n (lat. sui conservado',
es acto uno y absoluto y con el acto ingl. self-preservation; franc. conserva-
uno, no solamente es puesto el Yo mis­ tion de soi; alem. Selbsterhaltung; ital.
mo con todas sus determinaciones, sino autoconservazione). Es el bien supremo
también toda otra cosa que es puesta al que tienden todos los seres de la
en general por el Yo... El acto de la naturaleza, según Telesio (De rer. nat.,
A. es al mismo tiempo real e ideal IX, 2). Herbart denomina A. a la reac­
y lo es absolutamente. Gracias a ello, ción de un ente a la acción de otro
lo que ha sido puesto realmente, re­ ente: en el alma el acto de A. es una
sulta idealmente también real y lo que representación (Attgemeine Metaphysik
se pone idealmente es puesto también ["Metafísica general”], 1878, II, §234).
realmente” (System des transzenden-
talen Ideal ["Sistem a del idealismo A u to c tisis, véase ACTUALISMO.
trascendental”], 1800, sec. III, adverten­
cia). En cuanto a Hegel, ya en la Pro­ A u to d e te rm in a c ió n , véase LIBERTAD.

115
Autoevidencia
Autoridad
(ingl. self-evidence; alem.
A u to e v id e n c ia ha quedado como concepto clásico de
Setbstevidenz). Término adoptado a ve­ la A. En forma más genérica se habla
ces para indicar el cogito cartesiano, en hoy de un "principio autónomo”, por
cuanto es la evidencia o la manifesta­ ejemplo, en el sentido de un principio
ción inmediata del yo a la conciencia que tenga en sí, o ponga por sí mismo,
(véase). su validez o su regla de acción.
(ingl. autologi-
A u to ló g ic o , h e te ro ló g ic o A u to o b s e rv a c ió n , a u to r r e f le x i ó n , a u lo s c o -
cal, heterólogical; franc. autalogique, p ia , véase i n t r o s p e c c i ó n .
hétérologiqiie; alem. autologisch, hetero-
logisch). A. es el adjetivo que denota (ingl. sel f -ref erence).
A u to -re fe re n c ia
una propiedad que él mismo posee: Con este término, equivalente a reflexi­
como polisilábico, común, significan­ bilidad (véase), se indica en los Princi­
te, etc. Heterológico es, en cambio, el pia Mathematica (Introd., cap. II, p. 64)
adjetivo que denota una cualidad que de Whitehead y Russell la característica
él no posee, como: vivo, inútil, ambi­ común de las antinomias lógicas, en el
guo, etc. La pregunta de si el adjetivo sentido de que éstas nacen del proce­
heterológico es a su vez A. o heteroló­ dimiento por el cual un concepto o nom­
gico, hace nacer una de las antinomias bre es aplicado a sí mismo. Véase a n t i ­
n o m ia s .
lógicas, que fue expuesta por K. Grelling
("Bemerkungen zu den Paradoxien von (lat. auctoritas; ingl. author-
A u to rid a d
Russell und Burali-Forti” ["Observacio­ ity; franc. autorité; alem. A u to ritá l:
nes a las paradojas de Russell y Burali- ital. autoritá). 1. Cualquier poder ejerci­
Forti”], en Abhandlungen der Frieschen do sobre un hombre o grupo humano por
Schule, 1908). Véase a n t i n o m i a s . otro hombre u otro grupo. El término
A u tó m a ta , véase MECANICISMO.
es muy general y ño se refiere sola­
mente al poder político. Además de
Autónimo, véase uso. “la A. del Estado”, hay “la A. de los
partidos”, "la A . de la Iglesia” o tam­
(ingl. autonomy; franc. auto-
A u to n o m ía bién "la A. del científico x", al cual
nomie; alem. Autonomie; ital. autono­ se atribuye, por ejemplo, el predominio
mía). Término introducido por Kant provisional de determinada doctrina.
para designar la independencia de la En general, la A. es, por lo tanto, cual­
voluntad de todo deseo u objeto de quier poder de control de las opiniones
deseo, y su capacidad de determinarse y de los comportamientos singulares o
conforme a una ley propia, que es la colectivos, a quienquiera que perte­
de la razón. Kant opone la A. a la he- nezca.
teronomía, por la cual la voluntad está El problema filosófico de la A. es el
determinada por los objetos de la facul­ concerniente a su justificación, o sea
tad de desear. También los ideales mo­ al fundamento en que puede apoyarse
rales de la felicidad o de la perfección su validez. Se pueden distinguir a este
suponen la heteronomía de la voluntad, respecto las siguientes doctrinas fun­
ya que suponen que ésta está determi­ damentales : 1) el fundamento de la A.
nada por el deseo de lograrlos, y no es la naturaleza; 2) el fundamento de la
por una ley propia. La independencia A. es la divinidad; 3) el fundamento
de la voluntad de cada objeto deseado de la A. es dado por los hombres, es
es la libertad en el sentido negativo, en decir, por el consentimiento de aquellos
tanto su legislación propia (como "ra­ sobre los cuales se ejerce.
zón práctica”) es la libertad en el senti­ 1) La teoría de que la A. fue estable­
do positivo. "La ley moral no expresa cida por la naturaleza es la teoría aris­
más que la A. de la razón pura prác­ tocrática, propia de Platón y de Aris­
tica, o sea de la libertad” (Crít. R. tóteles. Según esta teoría, la A. debe
Práct., I, § 8). En virtud de tal A. "Todo pertenecer a los mejores y la natura­
ser racional debe considerarse como leza es la que se encarga de decidir
fundador de una legislación universal" quiénes son los mejores. Platón, en
(Grundlegung zur Met. der Sitien \_Fun- efecto, divide a los hombres en dos
¿lamentación de la metafísica de tas clases: los capaces de ser filósofos y
costumbres], II [ B A 7 7 ] ) . Esta noción los que no tienen capacidad Dara ello
116
Autoridad

(Rep., VI, 484 b). Los primeros son mo­ doctrina expuesta en el capítulo XIII
vidos por una tendencia irresistible a de la Epístola a los romanos de San
la verdad, por naturaleza (Ibid., 485 c); Pablo: “Todos habéis de estar someti­
los otros son “las naturalezas viles e dos a las A. superiores, que no hay A.
iliberales” que no tienen nada en co­ sino por Dios, y las que hay, por Dios
mún con la filosofía {Ibid.., 486 b). La han sido ordenadas, de suerte que quien
división entre los destinados a poseer resiste a la A., resiste a la disposición
y ejercer la A. y los destinados a su­ de Dios, y los que le resisten se atraen
frirla es, por lo tanto, obra de la natu­ sobre sí la condenación. Porque los
raleza; la educación de los filósofos no magistrados no son de temer para los
hace más que salvaguardar y desarro­ que obran bien, sino para los que obran
llar lo puesto por la naturaleza. Esta mal. ¿Quieres vivir sin temor a la A.?
radical desigualdad de los hombres co­ Haz el bien y tendrás su aprobación,
mo fundamento natural de la A. forma porque es ministro de Dios para el
parte de la doctrina de Aristóteles. "La bien. Pero si haces el mal, teme, que
naturaleza misma —dice— ha ofrecido no en vano lleva la espada. Es minis­
un criterio discriminatorio haciendo tro de Dios, vengador para castigo del
que entre un mismo género de per­ que obra el mal. Es preciso someterse,
sonas se establezcan diferencias entre no sólo por temor del castigo, sino por
los jóvenes y los viejos y entre éstos conciencia” {Ad Rom. XIII, 1-5). Este
unos están destinados a obedecer y documento ha sido fundamental para
otros a ordenar” {Pol., 1333 a). Pero la la concepción cristiana de la A., defen­
diferencia entre jóvenes y viejos es sólo dida por San Agustín {De Civ. Dei, V,
una diferencia provisional; los jóvenes 19; cf. V, 21); por San Isidoro de Sevi­
se volverán viejos y a su vez manda­ lla {Sent, III, 48) y por San Gregorio
rán. La diferencia sustancial y funda­ Magno, que insiste en el carácter sa­
mental es la existente entre el pequeño grado del poder temporal, al punto
número de ciudadanos dotados de vir­ de hacer del soberano un representan­
tudes políticas y que, por lo tanto, es te de Dios en la Tierra. La misma tesis
justo que ocupen los cargos de gobier­ fue adoptada sustancialmente por San­
no, y la mayoría de los ciudadanos to Tomás: "Todo dominio deriva de
mismos, privada de tales virtudes y Dios, como primer dominante", dice
destinada a obedecer {Ibid., II, 2, {De Regimine Principum, III, 1). Esta
1261 a). El teorema fundamental de concepción coincide con la primera en
esta concepción de la A. es, por lo tan­ su carácter negativo, o sea al hacer
to, la división natural de los ciudada­ que la A. resulte completamente inde­
nos en dos clases, de las cuales sola­ pendiente del consentimiento de los
mente una posee como dote natural el sujetos. Pero se diferencia de la prime­
derecho de ejercer la autoridad. El cri­ ra también por un carácter fundamen­
terio por el que se distinguen las dos tal que es la justificación de toda A.
clases tiene poca importancia desde ejercida de facto. En tanto la primera
este punto de vista; lo importante es no exige que la clase destinada a man­
la distinción. Todo aristocratismo está dar mande siempre de hecho (y para
de acuerdo con este teorema y con Platón, en efecto, no sucede, así), la
esta concepción de la autoridad. Tam­ segunda, en cambio, implica que toda
bién está de acuerdo con ella el racis­ A. ejercida de hecho, al ser puesta o
mo, por ejemplo. Y la comparte Tón- establecida por Dios, es siempre plena­
nies al afirmar que existen tres especies mente legítima. Éste es el teorema típi­
de dignidades o A.: “la dignidad de la co de la concepción en examen, teorema
edad, la dignidad de la fuerza, y la dig­ que permite reconocerla aun en las for­
nidad de la sabiduría o del espíritu, mas más o menos reconocidamente mis­
que se encuentran unidas en la digni­ tificadas. Cuando Hegel afirma, por
dad del padre cuando protege, exige ejemplo, que el Estado es “la realiza­
y dirige” {Gemeinschaft und Gesell- ción de la libertad” o “el ingreso de
schaft, 1887, I, 5; trad. esp.: Comunidad Dios en el mundo” {Fil. del derecho,
y sociedad, 1947). §258, Adición), hace coincidir la que
2) La segunda teoría fundamental es para él es la más alta A. con la realidad
la que funda la A. en la divinidad. Es la histórica del Estado, lo que justifica
117
Autoridad

todo poder de hecho, según la máxima Digesto admitían, por lo tanto, que la
de su filosofía: "Entender lo que es única fuente de la A. es el pueblo ro­
el deber de la razón, porque lo que mano (R. W.-A. J. Carlyle, History oj
es, es la razón” (I b i d Pref.). Desde Medieval Political Theory in the West,
este punto de vista, A. y fuerza coin­ 11, I, 7; trad. ital., pp. 369 ss.; cf. Politi-
ciden y el que posee la fuerza para ha­ cal Liberty, trad. esp.: La libertad po­
cerse valer no puede dejar de gozar lítica, México, 1942, F. C. E., p. 40). Tal
de una A. válida, ya que toda fuerza es es la forma que adquiere en la Edad
querida por Dios o es divina. Media la doctrina del fundamento hu­
3) La tercera concepción de la A. se mano de la A. Dice Dante: "El pueblo
opone precisamente a este teorema. La romano, por derecho y no mediante la
A. no consiste en la posesión de una usurpación, admitió la misión del mo­
fuerza, sino del derecho de ejercerla; narca, que se denomina imperio, sobre
y tal derecho resulta del consentimien­ todos los mortales" (De Mon., II, 3).
to de aquellos sobre los cuales se ejer­ De la misma manera Occam afirmaba
ce. Esta doctrina es obra de los estoi­ que "el Imperio romano fue ciertamen­
cos y halló su primer gran expositor te instituido por Dios, pero a través de
en Cicerón. Su presupuesto fundamen­ los hombres, o sea a través de los ro­
tal es la negación de la desigualdad manos" (Dialogus Ínter magistrum et
entre los hombres. Todos los hombres discipulum, III, tract. II, lib. I, cap. 27;
tienen, por naturaleza, la razón, que es en Goldast, Monarchia, II, p. 899). Oc­
la verdadera ley que manda y prohíbe cam creía que la misma A. papal estaba
rectamente y, por lo tanto, todos son limitada por las exigencias de los dere­
libres e iguales por naturaleza (Cicer., chos y por la libertad de aquellos sobre
De Leg., I, 10, 28; 12, 33). En tal sen­ los cuales se extiende y es, por lo tanto,
tido, sólo de los hombres mismos, de la A. de un principado ministrativus y
su voluntad concorde, puede nacer el no dominativus. Y a la pregunta de
fundamento y el principio de la A. cuáles son los derechos y las liberta­
“Cuando los pueblos m antienen por des que deben ser respetados por la
entero su propio derecho —dice Cice­ misma A. papal, Occam respondió que
rón—, nada puede ser preferible, nada son los que corresponden incluso a
más libre, más feliz, desde el momento los infieles, ya sea antes o después de
en que son amos de las leyes, de los la encamación de Cristo, ya que los fie­
juicios, de la guerra, de la paz, de les no deben ni deberán hallarse en
los tratados, de la vida y del patrimo­ condiciones peores en que se encontra­
nio de cada uno” (Resp., I, 32, 48). ban los infieles, ya sea antes o des­
Cicerón creía que sólo un estado seme­ pués de la encamación de Cristo (Ibid.,
jante podía ser denominado legítima­ IX). Marsilio de Padua afirmaba clara­
mente república, es decir, "cosa del mente la tesis general implícita en
pueblo” (Ibid., I, 32, 48). Pero, a veces, análogos reconocimientos: “El legisla­
el reconocimiento de que la fuente dor, o sea la primera y efectiva causa
de la A. se encuentra en el pueblo, se eficiente de la ley, es el pueblo o el
une al reconocimiento del carácter ab­ conjunto de los ciudadanos o bien
soluto de la A. misma. Así sucede en el la parte sobresaliente de ellos, la que
Digesto, donde Ulpiano dice: “Lo que manda y decide por su elección o por
gusta al príncipe tiene valor de ley” su querer, en una asamblea general, en
aunque agrega en seguida: "Ya que términos precisos que determinados ac­
mediante la ley regia, con la cual regula tos humanos se deben cumplir y otros
su poder, el pueblo le confirió toda su no bajo pena de penalidades o de puni­
A. y todo su poder” (Dig., I, 4, 1). Uno ciones corporales” (Defensor pacis, I,
de los típicos teoremas de este punto de 12, 3) Nicolás de Cusa afirmaba no
vista es el carácter de ley que se reco­ menos explícitamente, refiriéndose a la
noce a las costumbres. En efecto, si las A. eclesiástica: "Ya que todos los hom­
leyes no tienen otro fundamento que el bres son naturalmente libres, cualquie­
juicio del pueblo, las leyes que el pue­ ra A. que disuada a los súbditos a
blo aprueba, aun sin escribirlas, tienen hacer el mal y limite su libertad con
el mismo valor que las escritas (Ibid., temor de sanciones, resulta sólo de la
I, 3, 32). Los grandes ju rista s del armonía y del consentimiento de los
118
A u to s u fic ie n c ia
A v e rro ísm o
súbditos, ya sea recibida en la ley es­ concilio, una afirmación bíblica, la sen-
crita o en la viviente representada por tentia de un Padre de la Iglesia. El
el regidor" (De Concordantia catholica, recurso a la A. es una de las caracte­
II, 14). En el mundo moderno, el pre­ rísticas de la filosofía escolástica, en
dominio del contractualismo {véase) la cual el filósofo particular quiere sen­
y del iusnaturalismo {véase) ha deter­ tirse apoyado y sostenido por la respon­
minado la prevalencia de esta doctrina. sabilidad colectiva de la tradición ecle­
Y no obstante que actualmente el con­ siástica. No faltan tampoco en la esco­
tractualismo y el iusnaturalism o no lástica rebeliones contra la A. en este
pueden ser invocados como justifica­ sentido, como la de Abelardo, quien afir­
ciones suficientes del Estado {véase) mó que la A. sólo tiene valor en tanto
y del derecho {véase), no se pone en la razón está oculta, pero que resulta
duda la tesis del origen humano de la inútil cuando la razón puede comprobar
A. La misma doctrina de Kelsen, quien por sí la verdad {Theol. christ., III,
atribuye la A. al ordenamiento jurídi­ ed. Migne, col. 1226). La filosofía mo­
co, no es más que una especificación derna se caracteriza por el abandono
de la tesis tradicional. Dice Kelsen: del principio de la A., por lo menos
“El individuo que tiene o ha tenido como principio explícitamente adopta­
una A. debe haber recibido el derecho do para la disciplina y la guía de la
de emitir órdenes obligatorias, de tal investigación. De cualquier modo, la A.
modo que otros individuos se vean obli­ en filosofía representa la voz de la tra­
gados a obedecer. Tal derecho o poder dición religiosa, moral, política y tam­
sólo puede ser conferido a un individuo bién filosófica, e incluso cuando esta
mediante un ordenamiento normativo. voz no está apoyada por la fuerza de
Por lo tanto, la A. es originalmente la las instituciones políticas que en ella
característica de un ordenamiento nor­ se fundan, influye en la investigación
mativo” {General Theory of Law and filosófica, ya sea en forma explícita
States, 1945, II, cap. VI, C, h; trad. —mediante el prestigio que confiere a
ital., p. 389). las tesis que apoya— o en forma sola­
Pero fuera de este punto de vista for­ pada y escondida, impidiendo y limi­
mal se halla el problema de las formas tando la búsqueda y prescribiendo igno­
o de los modos mediante los cuales rancias y tabúes.
puede ser ejercido o expresado el con­
sentimiento que da fundamento a la A u to s u fic ie n c ia , véase AUT«aQUÍA.
A., así como también los límites o ex­ A v e rro ís m o (ingl. averroism; franc.
tensión que puede tener en los sectores averroisme; alem. Averroismus). La
singulares. Es evidente que la A. debe doctrina de Averroes (Ibd-Rosch, 1126-
tener una extensión mayor en la polí­ 98) tal como fuera entendida e inter­
tica que en el campo de la investigación pretada por los escolásticos medievales
científica y, en consecuencia, el consen­ y por los aristotélicos renacentistas.
timiento que la convalida debe tener Puede compendiarse en los siguientes
distintos límites y extensión y ser ejer­ puntos fundamentales: 1) eternidad y
cido y expresado en formas y caracte­ necesidad del mundo; tesis contraria
res diferentes a los del campo científi­ al dogma de la creación; 2) separación
co. Toda A. tiene como fundamento del entendimiento activo y el pasivo del
el reconocimiento que exprese acepta­ alma humana y su atribución a Dios.
ción o consentimiento; las modalida­ Esta tesis, al reconocer sólo una espe­
des, las formas y límites institucionales cie de imagen del entendimiento al
o no institucionales de tal reconoci­ alma humana, la privaba de su parte
miento pueden ser muy diferentes, y más alta e inmortal; 3) doctrina de
constituyen problemas fundamentales la doble verdad, o sea de una verdad
de política general y especial. de razón, que se puede obtener de las
2. En la filosofía medieval, auctoritas obras de Aristóteles, el filósofo por ex­
significa una opinión particularmente celencia, y de una verdad de fe, las
inspirada por la gracia divina y, por lo cuales pueden hallarse en pugna entre
tanto, capaz de guiar y corregir el tra­ sí. La mayor figura del A. latino fue
bajo de la investigación racional. Auc­ Siger de Brabante, nacido hacia 1235
toritas puede ser la decisión de un y muerto hacia 1281-84.
119
A videz d e n o v e d a d e s
A x io m a
A videz d e n o v e d a d e s(alem. Neugierde). logia propuesto para la misma ciencia
Expresión que utiliza Heidegger para (Kreibig, Psychotogische Grundlegung
designar, con las habladurías (véase) eines Systems der Werttheorie [“Fun-
y la ambigüedad (véase), uno de los damentación psicológica de un sistema
fenómenos esenciales que caracterizan de la teoría del valor”], 1902, p. 194).
el ser del ‘ser ahí’ cotidiano. “El 'ser
ahí- se deja arrastrar únicamente por Axioma (lat. axioma; ingl. axiom; franc.
el aspecto del mundo... pero la A. ... axiome, alem. Axiom-, ital. assioma).
no se cura de ver para comprender lo Originariamente la palabra significa
visto... sino sólo para ver. Sólo busca dignidad o valor (los escolásticos y
lo nuevo para saltar de ello nuevamen­ Vico adoptaron, precisamente, la pala­
te a algo nuevo... no tiene nada que bra dignidad) y fue usada por los ma­
ver con la admirativa contemplación temáticos para designar los principios
de los entes... no le importa ser lle­ indemostrables, pero evidentes, de su
vada por la admiración a la incompren­ ciencia. Aristóteles formuló el primer
sión, sino que se cura de saber, pero análisis de esta noción, entendiendo
simplemente para tener sabido. Estos por A. "las proposiciones primeras de
dos ingredientes constitutivos de la A., las cuales parte la demostración” (que
el no demorarse en el mundo circun­ son los denominados A. comunes) y,
dante de que se cura y la disipación en todo caso, los “principios que debe
en nuevas posibilidades, fundan el ter­ poseer necesariamente el que quiere
cer carácter esencial de este fenómeno, aprender algo” (An. post., I, 10, 76 b 14;
que llamamos la ‘falta de paradero’ ” I, 2, 72 a 15). Como tal, el A. es total­
(Seiri und Zeit, §36; trad. esp.: El ser mente diferente de la hipótesis y del
y el tiempo, México, 1962, F. C. E.). postulado (véanse). El principio de no
contradicción es por sí un axioma, es
A x ial, época, véase ÉPOCA. más, “el principio de todos los axiomas”
A x io c é n tric o (ingl. value-centric). Tér­
(Met., IV, 3, 1105 a 20ss.). Este signi­
mino recientemente introducido en la ficado de la palabra como principio que
filosofía norteamericana para designar parece inmediatamente evidente en vir­
la doctrina que afirma la prioridad del tud de sus mismos términos, se mantu­
valor sobre la realidad, del deber ser vo inmutable de la Antigüedad a la
sobre el sei, en el sentido de que tam­ Edad Moderna. "Los principios inme­
bién el juicio existencial implica la diatos —dice Santo Tomás (In I Post.,
distinción de valor entre verdad y fal­ Lee. 5)— no son conocidos por algún
sedad (cf. E. G. Spaulding, The New término medio, sino por el conocimien­
Rationalism, 1918, pp. 206 ss.; W. M. to de sus términos. Ya que se sabe
Urban, The Intelligible World, 1929, qué es el todo y qué es la parte, se
pp. 61 ss.). reconoce que el todo es mayor que la
parte, ya que en todas las proposiciones
A x io lo g ia (ingl. axiology; franc. axlo­ de esta especie el predicado está com­
togie ; alem. Axiologie). La “teoría de prendido en la noción de sujeto." La
los valores" fue reconocida, hace algu­ verdad del A. se manifiesta, en otros
nos decenios, como parte importante términos, por la simple intuición de
de la filosofía; aún más, se la consideró los términos que entran en su compo­
como totalidad de la filosofía denomi­ sición. El ejemplo elegido por Santo
nada “filosofía de los valores” y direc­ Tomás se presta, en verdad, para reve­
ciones conexas (véase valor) cuando, lar particularmente el carácter ficticio
a principios de nuestro siglo, se comen­ de la evidencia intuitiva, a la que con­
zó a usar, para indicarla, la expresión fiaría la validez del axioma. A poca
axiologia. Los primeros escritos en los distancia de Santo Tomás, Occam
que se encuentra tal expresión son anotaba que el principio, “la parte es
los siguientes: P. Lapie, Logique de la mayor que el todo”, no vale cuando
volonté, 1902, p. 385; E. von Hart- se trata de todos que comprenden infi­
mann, Grundriss der Axiologie [“Com­ nitas partes y que no se puede decir
pendio de axiologia”], 1908; W. M. Ur­ que en la totalidad del universo exis­
ban, Valuation, 1909. El término tuvo tan más partes que en un haba, en el
fortuna, que no tuvo el término timo- caso de que en un haba existan infinitas
120
Axioma

partes (Quodl., I, q. 9; Cent, theol., universalmente, los A. de la matemática


concl. 17, C). A partir de las investi­ no son ni verdaderos ni falsos; han
gaciones de Cantor y de Dedekind sa­ sido adoptados convencionalmente, por
bemos actualmente que este pretendido motivos de conveniencia, como funda­
A. es simplemente la definición de los mentos o premisas del discurso mate­
conjuntos finitos (véase i n f i n i t o ). Du­ mático (Hilbert, "Axiomatischen Den-
rante siglos se ha buscado la justifica­ ken” ["Pensamientos axiomáticos”], en
ción, de una u otra manera, de la Math. Annalen, 1918). De tal modo, los
validez absoluta de los A.; pero tal va­ A. no se distinguen de los postulados, y
lidez no ha sido puesta en duda. Bacon las dos palabras se usan actualmente en
cree que los axiomas se obtienen por forma alterna. La elección de los A.
vía de la deducción o de la induc­ es, en cierta medida, libre y en tal
ción (Nov. org., I, 19), en tanto que sentido se dice que los A. son “con­
Descartes los considera verdades eter­ vencionales” o "adquiridos por conven­
nas que residen en nuestra mente ción”. Pero en realidad esta elección
(Princ. Phil., I, 49), pero ambos los es limitada por exigencias ,y condicio­
creyeron verdades inmutables. Locke nes precisas, que se pueden resumir del
consideró los A. como proposiciones, ex­ siguiente modo:
perimentos, experiencias inmediatas 1) Los A. deben ser coherentes, pues,
(Essay, IV, 7, 3ss.) y Leibniz, en cam­ de lo contrario, el sistema del que de­
bio, los consideró como principios in­ penden resulta contradictorio. Y que
natos en formas de proposiciones origi­ el sistema resulte contradictorio, sig­
narias que la experiencia hace explícitas nifica que permite deducir cualquier
(Nov. Ess., I, 1, 5), pero ambos les atri­ cosa y que con ello se puede demostrar
buyeron el carácter de verdades eviden­ una proposición cualquiera, tanto como
tes. Los empiristas no han dudado más su negación. Ya que la prueba de la no
de su evidencia que los racionalistas. contradicción es imposible de obtener
Stuart Mili afirma que son “verdades en el interior de un sistema (véase
experimentales, generalizaciones de la a x io m á t ic a ), nos valemos habitualmen­
observación” (Logic, II, 5, §4). Igual­ te del sistema de la reducción a una
mente evidentes, pero a priori, son para teoría anterior, cuya coherencia nos
Kant los A., a los que define como "prin­ parece como bien establecida, por ejem­
cipios sintéticos a priori, en cuanto son plo, a la aritmética clásica o a la geo­
evidentemente ciertos”. La certeza in­ metría euclidiana. Indudablemente este
mediata, o sea la evidencia, es, para procedimiento no equivale a una demos­
Kant, la característica de los axiomas. tración de no contradicción, pero su­
La matemática posee A. porque procede ministra un dato importante. Otro pro­
mediante la construcción de los con­ cedimiento es la realización, o sea la
ceptos. La filosofía, en cambio, al no referencia del sistema a un modelo real,
construir sus conceptos, no posee A. Los sobre el supuesto de que lo que es
mismos A. de la intuición, que Kant real debe ser posible, esto es, no con­
coloca entre los principios del entendi­ tradictorio.
miento puro, no son verdaderamente 2) Un sistema de A. debe ser com­
A. según el mismo Kant, sino que con­ pleto, en el sentido de que de dos pro­
tienen simplemente "el principio de la posiciones contradictorias formuladas
posibilidad de los A. en general” (Crít. correctamente en los términos del siste­
R. Pura, Doctrina trasc. del mét., Disci­ ma, una debe poder ser demostrada. Lo
plina de la razón pura, I). que quiere decir que en presencia de
En el mundo contemporáneo la no­ cualquier proposición del sistema, ésta
ción de A. ha sufrido su más radical se puede demostrar en todo momento o
transformación. La característica que impugnar y, por consecuencia, decidir
lo definía, la inmediatez de su ver­ acerca de la verdad o falsedad en re­
dad, la certeza, la evidencia, le ha sido lación con el sistema de los postulados.
negada. Este resultado se debe al des­ En este caso, el sistema se denomina
arrollo del formalismo matemático y decidible.
lógico, o sea, a la obra de Peano, Rus- 3) La tercera característica de un
sell, Frege y Hilbert. Según el punto de sistema de A. es su independencia, o
vista formalista, ahora aceptado casi sea la irreducibilidad recíproca. Tal
121
A x io m a s d e la in tu ic ió n
A x io m á tic a
condición no es tan indispensable como final o, por lo menos, como su formu­
la de la coherencia, pero es oportuna lación última y más satisfactoria; y
para evitar que las proposiciones primi­ toda disciplina que logra cierto grado
tivas resulten muy numerosas. de rigor tiende a adquirir la forma
4) Por último, el menor número po­ axiomática.
sible y la simplicidad de los A. son El significado de la A. puede ser bre­
condiciones deseables, que confieren la vemente resumido en los siguientes
elegancia lógica a un sistema de A. puntos:
1) Axiomatizar una teoría significa
A x io m a s de la i n tu ic ió n <ingl. axioms of considerar en primer lugar, en el puesto
intuition; franc. axiomes de l’intuition; de objetos o clases de objetos provis­
alem. Axiomen der Anschauung). Con tos de caracteres intuitivos, símbolos
esta expresión, Kant indica los princi­ oportunos, cuyas reglas de uso son fi­
pios sintéticos del entendimiento puro, jadas por las relaciones enunciadas por
que proceden de la aplicación de las los axiomas. Ya que tales símbolos es­
categorías a la experiencia, y que ex­ tán privados de toda referencia intui­
presan la posibilidad de las proposicio­ tiva, la teoría formal así obtenida es
nes de la matemática y de la física susceptible de múltiples interpretacio­
pura. Todos los principios del entendi­ nes, que- se denominan modelos. Pero
miento puro tienen por función elimi­ aquí el modelo no es un arquetipo pre­
nar el carácter subjetivo de la percep­ existente a la teoría; es incluso la teo­
ción de los fenómenos, volviendo a ría concreta original que al suministrar
llevar tal percepción a la conexión ne­ los datos para el esquema lógico de la
cesaria de los fenómenos mismos, que A., no es más que uno de tales modelos.
es propia de la experiencia objetiva­ La característica de la A. es la de pres­
mente válida. Los A. de la intuición, tarse a interpretaciones o realizaciones
que corresponden a las categorías, de diferentes, de las cuales constituye la
la cantidad ya que consisten en la apli­ estructura lógica común.
cación de tales categorías, transforman 2) El método A. es un poderoso ins­
por lo general el hecho subjetivo en el trumento de generalización lógica. Uno
que podemos percibir la cantidad es­ de los modos de generalización de tal
pacial o temporal (una línea o un lapso método consiste en hacer caer sucesiva­
de tiempo, por ejemplo) percibiendo mente algunos axiomas de una deter­
sólo sucesivamente las partes, en el minada teoría deductiva, conservando
principio objetivamente válido de "que los otros, y construyendo, de tal mane­
todas las intuiciones son cantidades ra, teorías cada vez más abstractas. El
extensas” y justifican, de tal manera, sistema generado por una A. así res­
la aplicación de la matemática a la tringida es coherente en el caso de ser
totalidad del mundo de la experiencia coherente el sistema inicial, y consti­
(Críf. de la R. Pura, Anál. de los princ., tuye una generalización de éste.
cap. II). 3) La A. hace indispensable la distin­
ción de tres modos mediante los cuales
A x io m á tic a (ingl. axiomatics; franc. se pueden diferenciar entre sí las teo­
axiomatique; alem. Axiomatik; ital. as- rías deductivas. Consideremos el caso
siomalica). La A. se puede considerar de la geometría euclidiana. En primer
como un resultado de la aritmetización lugar, si se modifica uno de sus postu­
del análisis, que tuvo lugar en las ma­ lados, se obtendrán otras geometrías
temáticas a partir de la segunda mitad que se denominan afines a ella _o empa­
del siglo xix, a impulsos, sobre todo, rentadas con ella. En este sentido se
de Weierstrass. La primera tentativa de habla de una pluralidad de geometrías.
axiomatización de la geom etría fue En segundo lugar, se puede efectuar la
formulada por Pasch en 1882. A la axio­ reconstrucción lógica de cualquiera de
matización de las matemáticas ha con­ estas geometrías, de diferentes mane­
tribuido posteriormente el formalismo ras, y según A. diferentes. Estas A.
de Peano, Russell, Frege y especialmen­ serán equivalentes entre sí. En fin, si
te la obra de Hilbert. Pero la A. no se se escoge una de estas A. se podrán
limita hoy al dominio de las matemáti­ hallar para ella interpretaciones dife­
cas: la física la busca como objetivo rentes; existirán, por lo tanto, varios
122
A zar

modelos, que se denominarán isomor- Azar (gr. aÚTÓpaxov; lat. casus; ingl.
fos. Habrá así: a) una pluralidad de chance; franc. hasard; alem. Zufall;
geometrías; b) una pluralidad de A. ital. caso). Se pueden distinguir tres
para una misma geometría; c) una conceptos del término que se han cru­
pluralidad de modelos para una mis­ zado en la historia de la filosofía.
ma A. 1) El concepto subjetivista, que atri­
4) La característica fundamental de buye la imprevisibilidad y la indeter­
la A. es la elección y la clara enuncia­ minación del acontecimiento causal a
ción de las proposiciones primitivas la ignorancia y a la confusión del hom­
de una teoría, es decir, de los axiomas bre. 2) El concepto objetivista que atri­
que introducen los términos indefini­ buye el acontecimiento causal a la mez­
bles y establecen reglas de uso inde­ cla o a la intersección de las causas.
mostrables. La elección de las nociones 3) La interpretación moderna, según la
primitivas es la parte fundamental en cual el azar es la insuficiencia de pro­
la constitución de una A. Es claro, sin babilidades en la previsión. Este últi­
embargo, que las nociones mismas de mo concepto es el más general y el
“primitivo”, "indefinible”, "indemostra­ menos metafísico.
ble”, son relativas, en el sentido de que 1) Ya Aristóteles (Fís., II, 4, 196b 5)
un término indefinible o'u n a proposi­ expresaba la opinión de que la fortuna
ción indemostrable en el interior de un es una causa superior y divina, oculta
sistema, pueden resultar definibles o a la inteligencia humana. Los estoicos
demostrables si se modifican las bases equiparaban el A. al error o a la ilu­
del sistema. Por ejemplo, en la geo­ sión, ya que creían que todo sucede
metría euclidiana no se puede demos­ en el mundo por una absoluta necesi­
trar el postulado de las paralelas; pero dad racional (Plac. philos., I, 29). Es
si se renuncia a demostrar el teorema claro que si se admite una necesidad
que enuncia que la suma de los ángu­ de esta naturaleza, que se sigue de la
los de un triángulo es igual a dos rec­ divinidad inmanente en el cosmos (co­
tos, se puede admitir esta proposición mo creían los estoicos) o del orden
como un axioma y demostrar la uni­ mecánico del universo, no se puede
cidad de la paralela. Por lo demás, los admitir la realidad de los aconteci­
términos no definidos están a menudo mientos que se suelen denominar ac­
implícitamente definidos por el conjun­ cidentales o fortuitos, ni mucho menos
to de los postulados elegidos (defini­ del azar como principio o categoría de
ción por postulados). Se dice que la tales acontecimientos, y debe verse en
elección de los postulados es Ubre; en ellos la acción necesaria de la causa
reconocida en acto en el universo, ne­
realidad debe obedecer a condiciones gando como ilusión o error su carácter
particulares que la limitan notablemen­ casual. Éste es el motivo por el cual
te (para estas condiciones, véase a x io ­ Kant, que modela sus categorías y sus
ma ). principios a priori en la física newto-
5) Ya se ha expresado que el límite niana, fundada por entero en el prin­
fundamental para la elección de los cipio de causalidad, niega la existencia
axiomas es su coherencia o compati­ del A. y hace así de esta negación uno
bilidad (véase a x io m a ). Sin embargo, un de los principios a priori del entendi­
teorema de Godel (1931) ha establecido miento: "La proposición ‘nada ocurre
que una aritmética no contradictoria por un ciego azar (in mundo non datur
implica enunciados no resueltos, y en­ casus)' es una ley a priori de la natu­
tre estos enunciados se encuentra el raleza” (Crít. R. Pura, Analítica de los
de la no contradicción del sistema arit­ principios, Impugnación del idealismo).
mético. En otros términos, si se perma­ Hegel, que parte del principio de la
nece en el ámbito de un sistema no perfecta racionalidad de lo real, atri­
se puede establecer la no contradic­ buye el A. a la naturaleza y ve así en
ción del sistema mismo. Éste es uno la naturaleza "una accidentalidad sin
de los límites de la A., aparte de los reglas y desenfrenada” (Ene., §248),
que la corriente intuicionista de los ma­ pero precisamente en la medida en que
temáticos ha puesto en evidencia. Véase la naturaleza no se adecúa a la sus­
MATEMÁTICA. tancia racional de lo real está privada,
123
Azar

por lo tanto, de realidad ella misma. a un encuentro que no ha sido delibe­


De modo análogo, en la filosofía con­ rado o querido como un fin, pero que
temporánea, Bergson ha explicado el habría podido ser un fin, en tanto
A. como el cambio, puramente subje­ que en realidad ha sido el efecto ac­
tivo, entre el orden mecánico y el or­ cidental de causas que obraban en vista
den vital o espiritual: "Que el juego de otros fines. La noción de un en­
mecánico de las causas que detienen cuentro, de un entrecruzam iento de
la ruleta en el número me haga ganar series causales para la explicación del
y, por lo tanto, obre como lo hubiera A. ha sido adoptada de nuevo en la
hecho un genio benéfico que cuidara edad moderna por obra de filósofos,
de mis intereses, o que la fuerza mecá­ matemáticos, economistas, que han re­
nica del viento desprenda una teja del conocido la importancia de la noción
techo y me la arroje sobre la cabeza, de probabilidad (véase) para la inter­
esto es, obre como lo habría hecho un pretación de la realidad en general.
genio maléfico que conspirase contra Así, Coumot definió el A. como el
mi persona, en A. encuentro un meca­ carácter de un acontecimiento "debi­
nismo donde tendría que buscar o don­ do a la combinación o al encuentro de
de habría debido encontrar, según pa­ fenómenos independientes en el orden
rece, una intención: es esto lo que se de la causalidad” ( Théorie des chances
expresa al hablar de A.” (Évot. créatr., et des probabilités, 1843, cap. II), no­
8 ? ed„ 1911, p. 254). ción que resulta preponderante en el
2) Por otra parte, según la inter­ positivismo, también por el hecho de
pretación objetivista, el A. no es un haber sido aceptada por Stuart Mili
fenómeno subjetivo, sino objetivo y con­ (Logic, III, 17, §2): "Un acontecimien­
siste precisamente en el entrecruza­ to que tenga lugar por A. puede descri­
miento de dos o más órdenes o series birse mejor como una coincidencia de
diferentes de causas. La más antigua la que no tenemos motivos para inferir
interpretación de esta naturaleza es la una uniformidad... Podemos decir que
de Aristóteles. Aristóteles comienza dos o más fenómenos se reúnen al A.
anotando que el A. no se verifica ni en o que coexisten o suceden por A., en el
las cosas que suceden siempre de la sentido de que de ninguna manera
misma manera ni en las que suceden están en conexión por causación, que
de la misma manera en la mayoría de no son ni causa ni efecto uno del
las veces, sino más bien entre las que otro, ni efectos de la misma causa o
suceden por excepción y fuera de toda de causas entre las cuales subsista una
uniformidad (Fís., II, 5, 196 b 10 ss.). ley de coincidencia, ni efectos de la
De tal manera, coloca al A. correcta­ misma colocación de causas primarias."
mente en la esfera de lo imprevisible, o De análoga manera Ardigó (Opere, III,
sea de lo que sucede fuera de lo nece­ p. 122) volvió a atribuir al A. a la
sario (“lo que sucede siempre del mis­ pluralidad y al entrecruzamiento de se­
mo modo”) y de lo probable ("lo que ries causales diferentes. Esta noción,
sucede en la mayoría de los casos del sin embargo, es objetiva sólo dentro
mismo modo”). De esta manera, Aris­ de ciertos límites o, para decirlo me­
tóteles define el A. (y la suerte) como jor, sólo en apariencia. Que el A. con­
"una causa accidental en el ámbito de sista en el encuentro de dos series
las cosas que no suceden ni de manera causales diferentes significa que es un
absolutamente uniforme, ni con fre­ acontecimiento causalmente determina­
cuencia y que podrían acaecer en vista do como todos los demás, pero sólo
de una finalidad” (Ibid., 197 a 32). La más difícil de prever, precisamente
determinación del fin es esencial para porque su suceder no depende del cur­
Aristóteles, ya que el A. tiene por lo so de una única serie causal. Según
menos el aspecto o la apariencia de esta noción la determinación casual
la finalidad; como en el ejemplo del del A. es más compleja pero no menos
que va al mercado por un motivo cual­ necesaria y la imprevisibilidad, que es
quiera y allí encuentra a un deudor la característica fundamental del A.,
que le restituye la suma debida. En es debida solamente a tal complejidad
este ejemplo, se denomina A. (o for­ y no es de naturaleza objetiva. Para
tuna) al hecho de la restitución debido que sea de naturaleza objetiva, tal im-
124
Azar

previsibilidad ha de deberse, en efecto, el aparecer de cualquiera de sus lados


a una indeterminación efectiva inheren­ en particular, es igualmente probable,
te al funcionamiento de la causalidad y tal es la verdadera naturaleza del
misma. A., la de igualar por entero todos los
31 Esta última alternativa constituye acontecimientos singulares que com­
un tercer concepto del A., un concepto prende” (Inq. Conc. Underst., VI). Esta
que se puede remontar a Hume. Pa­ idea de Hume hubo de revelarse como
rece que Hume quisiera reducir el azar extremadamente fecunda en la filosofía
a un fenómeno puramente subjetivo, contem poránea. Peirce ha insistido
al decir: "aun cuando no haya en el acerca del concepto de que el A. con­
mundo cosa alguna como el A., sin em­ siste en la equipolencia de probabilida­
bargo, nuestra ignorancia de la causa des que no dejan paso a una previsión
real de todo acontecimiento tiene la positiva en un sentido o en otro. Peirce
misma influencia sobre el entendimien­ ha visto asimismo la implicación filo­
to y genera una especie parecida de sófica fundamental del concepto: la
creencia o de opinión”. Pero, en rea­ eliminación del "necesarismo”, o sea
lidad, si no existe el "A.” como noción de la doctrina según la cual todo en
o categoría por sí, no existe tampoco el mundo ocurre por necesidad (Chance,
la "causa” en el sentido necesario y Love and Logic, II, 2; trad. ital.,
absoluto del término, sino que existe pp. 128 ss.). Desde este punto de vista,
solamente la "probabilidad”. Y sobre la el A. es un ejemplo particular del jui­
probabilidad se funda lo que denomina­ cio de probabilidad y precisamente el
mos A.: "Parece evidente que cuando juicio en el cual la probabilidad mis­
la mente intenta prever para descu­ ma no tiene suficiente relevancia con
brir el acontecimiento que puede resul­ respecto a los fines de la previsibilidad
tar al tirar un dado, se considera que de un acontecimiento.

125
B
B. En la lógica medieval todos los si­ moderno el concepto de la dignidad
logismos indicados por una palabra del trabajo manual. Véase c u l t u r a ; r e ­
mnemotécnica que comience con B n a c im ie n t o .
(Baralipton, Baroco, Bocardo) son re-
ducibles al primer modo de la primera Palabra mnemotécnica usa­
B a r a lip to n .
figura (Barbara). (Cf. Pedro Hispano, da por los escolásticos para indicar el
Summ. Log., 4.20.) quinto modo de la primera figura del
silogismo, esto es, el que consiste en
(gr. pavavaía). Esta palabra,
B a n a u s ia dos premisas universales afirmativas y
que en griego significa arte mecánica una conclusión particular afirmativa,
o trabajo manual en general, implica como en el ejemplo: "Todo animal es
una valuación negativa de tal actividad, sustancia, Todo hombre es animal, Por
como cosa grosera y vulgar. Ya Hero- lo tanto alguna sustancia es hombre"
doto (II, 155 ss.) observaba que tanto (Pedro Hispano, Summul. logic., 4.08).
los griegos como los bárbaros se hallan
de acuerdo en considerar inferiores a Palabra mnemotécnica usada
B a rb a ra .
los ciudadanos que aprenden un oficio por los escolásticos para indicar el pri­
y a sus descendientes, y a considerar mero de los nueve modos del silogismo
como gente de bien a los que perma­ de primera figura, que consta de dos
necen alejados de los trabajos manua­ premisas universales afirmativas, y de
les y se dedican sobre todo a la guerra. una conclusión también universal afir­
Jenofonte (Econom, IV, 203) afirmaba mativa, como por ejemplo: “Todo ani­
a su vez que “las artes denominadas mal es sustancia, Todo hombre es
mecánicas llevan consigo un estigma so­ anima], Por lo tanto todo hombre
cial y deshonran nuestras ciudades”. es sustancia” (Pedro Hispano, Summul.
Y Platón hace decir a Calicles en el logic., 4.07; Lógica de Port-Royal, III, 5).
Gorgias (512b) que aun cuando el cons­ Palabra mnemotécnica usada
B a r b a r i.
tructor de máquinas bélicas pueda ser en la Lógica de Port-Royal para indi­
útil, "lo despreciarás a él y a su arte, car el quinto modo del silogismo de
y como un? ofensa lo llamarás banau- primera figura (o sea el Baralipton),
sus y no darías a tu hija como esposa con la modificación de tomar como
de su hijo y no querrías que tu hijo se premisa mayor la proposición en la
casase con una hija de él”. Aristóte­ que entra el predicado de la conclu­
les dice explícitamente (Pol., III, 4, sión. El ejemplo es el siguiente: Todos
1277 ass.) que el poder señorial es pro­ los milagros de la naturaleza son ordi­
pio del que no sabe hacer las cosas narios, Todo lo que es ordinario no nos
necesarias, pero las sabe usar mejor maravilla, Por lo tanto hay cosas que
que sus sometidos. El saberlas hacer no nos maravillan, que son milagros de
es inherente a los siervos, o sea, “a la naturaleza" (Amauld, Logique, III, 8 ).
la gente destinada a obedecer”, y es
cosa tan humilde que "no debe apren­ Así denominó Vico al estado
B a r b a r ie .
derla ni el buen político ni el buen primitivo, feroz, del género humano, a
ciudadano, a menos que de ellas no partir del cual el temor de lo divino
extraiga una ventaja personal”. Esta trajo paulatinamente el orden del mun­
noción de B. permitía la división de la do propiamente humano. "Retomo a
sociedad antigua en dos clases: los la B.” o "B. recurrente”, denominó
que tenían su medio de vida en el tra­ después a la Edad Media (Scienza
bajo manual y estaban destinados a nuova, dignidad, 56; trad. esp.: Ciencia
obedecer y los que se habían eximido nueva, México, 1941, F. C. E.; Carta a
de la esclavitud del trabajo manual y De Angelis, Opere, ed. Utet, p. 159).
estaban destinados a mandar.
Con algunas excepciones, esta con­ B a ro c o . Palabra mnemotécnica usada
cepción se mantuvo durante toda la por los escolásticos para indicar al
Edad Media y sólo con el Renacimien­ cuarto de los cuatro modos del silogis­
to comenzó a introducirse en el mundo mo de segunda figura, más precisamen­
126
Beatitud o bienaventuranza

te el que consiste de una premisa uni­ beata, por ser totalmente contemplati­
versal afirm ativa, de una prem isa va. A los hombres corresponde una es­
particular negativa y de una conclu­ pecie similar de vida, porque sólo de
sión particular negativa, como en el tanto en tanto se dan a la contempla­
ejemplo: "Todo hombre es animal. Al­ ción; los animales nunca son beatos,
guna piedra no es animal, Por lo tanto por carecer de actividad contemplativa
alguna piedra no es hombre” (Pedro (Ét. Nic., X, 8 , 1178 b 9ss.). Es evidente
Hispano, Summul. íogic., 4.11). que entre los hombres el sabio es el
Se ha querido derivar de esta palabra más beato (Ibid., I, 11, 1101 b 24). En la
la voz "barroco”, usada para designar filosofía postaristotélica y, sobre todo,
la forma de arte o, en general, el espí­ en la estoica, la B. del sabio es un tema
ritu del siglo x v i i . "No hay duda —ha muy difundido objeto de muchos ensa­
dicho Croce— de que la palabra se enla­ yos (cf. De vida beata de Séneca) y en
za con uno de esos vocablos artificial­ el neoplatonismo de Plotino, la crítica
mente compuestos y mnemotécnicos, de la felicidad tal como la entienden
con los que se designaban las figuras estoicos y aristotélicos (Enn., I, 4) va
del silogismo en la lógica medieval. acompañada del concepto de una B. in­
Entre dichos vocablos (Barbara, Cela- activa, ya que es diferente a toda rea­
rent, etc.) dos —por lo menos en lidad exterior. "Los seres beatos son
Italia— im presionaron más que los inmóviles en sí mismos y les basta
otros y resultaron casi proverbiales, a ser lo que son: no se arriesgan a ocu­
diferencia de los demás: el primero, parse de cosa alguna, porque ello los
o sea Barbara, porque era el primero, y haría salir de su estado, pero tanta es
además, a saber por qué, Baroco, que su felicidad que, sin elegir, realizan
designaba al cuarto modo de la segunda grandes cosas y hacen mucho al quedar
figura. Digo a saber por qué, ya que inmóviles en sí mismos" (Ibid., III, 2,
dicho térm ino no era más extraño 1). Del neoplatonismo en adelante se
que los otros, ni más retorcido el modo puede decir que el concepto de B. se ha
de silogismo que señalaba: quizá con­ distinguido en forma cada vez más pre­
tribuyó a ello la aliteración con Barba­ cisa del de felicidad, relacionándose
ra" (Storia dell’etá barocca in Italia, estrechamente con la vida contempla­
1925, 2* ed., 1946, pp. 20-21). Aun cuando tiva, con el abandono de la acción y
esta terminología haya sido comúnmen­ con la actitud de la reflex'ún interior
te aceptada, carece de documentación y del retomo a sí mismo. La tradición
y las únicas pruebas disponibles indican cristiana obró en el mismo sentido, rela­
que la palabra barroco se deriva de cionando la B. con una condición o
barocchio, que en Florencia era una estado independiente de las visicitudes
forma de estafa o fraude. Tal es el mundanas, aunque dependiente de la
origen de la palabra en una carta de disposición interna del alma. La doctri­
Magliabechi de 1688 (cf. Franco Ventu- na aristotélica de la felicidad propia de
ri, "La parola Barocco”, en Rivista la vida contemplativa, sirvió de modelo
Storica Italiana, 1959, pp. 128-30). a los escolásticos para la elaboración
del concepto de B. Santo Tomás dice
B e a titu d o b ie n a v e n tu r a n z a (gr. gazacpía; que la B. es "la última perfección del
lat. beatitudo; ingl. blessedness; franc. hombre”, o sea la actividad de su más
béatitude; alem. Seligkeit; ital. beati- alta facultad, el entendimiento, en la
tudine). El significado de este término contemplación de la realidad superior,
puede distinguirse del de felicidad o sea la de Dios y de los ángeles. "En
(véase), del que es sinónimo, porque la vida contemplativa el hombre se
designa un estado de satisfacción com­ comunica con las realidades superiores,
pleta, perfectamente independiente de es decir, con Dios y con los ángeles, a
los problemas del mundo. Aristóteles, los cuales se asimila también en la B.”
que a veces usa indistintamente este Por lo tanto, el hombre obtendrá la
término y el de felicidad, relaciona la B. perfecta en la vida futura, que será
B. con la contemplación y la aplica a totalmente contemplativa. En la vida
la medida que en los diferentes seres terrena el hombre sólo puede alcanzar
vivientes tiene la actividad contempla­ una B. imperfecta, en primer lugar
tiva. Así, toda la vida de los dioses es por la contemplación y en segundo
127
Behaviorismo

lugar por la actividad del entendimien­ observado y descrito en términos obje­


to práctico que ordena las acciones y tivos. Puede decirse que el fundador de
las pasiones humanas, esto es, por la esta dirección es Iván Pavlov, el autor
virtud (S. Th., II, I, q. 3, a. 5). En de la teoría de los reflejos condicio­
la edad moderna el concepto de B. y el nados, quien realizó por primera vez in­
de felicidad se han diferenciado cada vestigaciones psicológicas que prescin­
vez más, refiriéndose el primero a la dían de cualquier referencia a los
esfera religiosa y contemplativa y el se­ "estados subjetivos” o "estados inter­
gundo a la esfera moral y práctica. Se nos”. "¿Quizás debamos, para compren­
puede decir que el único filósofo que der los nuevos fenómenos —se pregun­
unió estos dos significados, y no por taba Pavlov en 1903—, penetrar en el
mera confusión, fue Spinoza, para quien ser interior del animal, representarnos
la B. "no es nada más que la satisfac­ sus sensaciones a nuestro modo, y re­
ción misma del ánimo que nace del presentamos sus sentimientos y deseos?
conocimiento intuitivo de Dios” (Eth., Para el experimentador científico la
IV, cap. 4), a la que identifica con la respuesta a esta última pregunta puede
libertad y con el amor constante y ser, me parece, una sola: un no cate­
eterno del hombre a Dios, o sea con el górico” (Los reflejos condicionados,
amor de Dios a los hombres en cuanto 1950, trad. ital., p. 17). En el labora­
se ama a sí mismo (Ibid., V, 36, scol.). torio de Pavlov (como cuenta él mismo
Pero dado que la intuición de Dios o [Ibid., p. 129]) fue prohibido, hasta con
el amor intelectual de Dios significan multas, el servirse de expresiones psico­
para Spinoza el conocimiento del orden lógicas tales como "el perro adivinaba,
perfecto de las cosas del mundo (Ibid., quería, deseaba, etc.” ; y Pavlov no duda
V, 31-33), el carácter místico-religioso en definir como “desesperada”, desde el
o contemplativo de la B. se identifica punto de vista científico, la situación
con el carácter mundano y práctico de de la psicología como ciencia de los
la felicidad. El mismo significado tie­ estados subjetivos (Ibid., p. 97). Pero
ne la B. en la obra de Fichte Intro­ el primero que enunció claramente el
ducción a la vida beata (1806). Aquí programa del B. fue J. B. Watson en
se define la B., en forma tradicional, un libro intitulado El comportamiento,
como la unión con Dios, pero Fichte introducción a la psicología comparada,
se preocupa de despojarla de su signi­ publicado en 1914. Esta dirección reci­
ficado coniemplativo tradicional, consi­ bió de Watson su nombre mismo y la
derándola como el resultado de la mo­ pretensión fundamental de limitar la in­
ralidad operante misma y no como un vestigación psicológica a las reacciones
"sueño devoto” (Werke ["Obras”], V, objetivamente observables. La fuerza
p. 474). del B. consiste precisamente en la exi­
En el pensamiento moderno la no­ gencia metódica que ha hecho valer,
ción y la palabra B. han dejado de exigencia por la cual no se puede hablar
tener un uso propiamente filosófico. científicamente de lo que escapa a toda
Aparte de su significado religioso, al­ posibilidad de observación objetiva y
gunos psicólogos la consideran útil para de control. A menudo el B. ha sido
indicar determinados estados patológi­ interpretado, desde un punto de vista
cos de alegría, que se caracterizan por polémico, como la negación de la "con­
el completo olvido de la realidad ciencia", del "espíritu", o de los "esta­
(Pierre Janet, De L'angoisse á l’extase, dos internos”, etc. En realidad, es
III, cap. II). simplemente la negación de la intros­
pección como legítimo instrumento de
(ingl. behaviorism; franc.
B e h a v io ris m o investigación, una negación que ya
comportamentisme; alem. Behavioris- Comte había formulado (véase in t r o s ­
mus; ital. comportamentismo). La di­ p e c c i ó n ). Tal es, además, el deliberado
rección de la psicología contemporánea reconocimiento del comportamiento co­
que tiende a restringir el campo de la mo objeto propio de la investigación
psicología misma al estudio del com­ psicológica. En sus primeras manifes­
portamiento (véase) eliminando toda taciones el B. permaneció ligado a la
referencia a la "conciencia”, al "espíri­ dirección mecanicista, para la cual el es­
tu” y en general a lo que no puede ser tímulo externo es la causa del compor­
128
Bello

tamiento, en el sentido de hacerlo infa­ supuesta cada vez que se fija como ta­
liblemente previsible. Pavlov mismo rea del arte el perfeccionamiento moral.
subrayaba esta infalibilidad (Ibid., 2) La doctrina de lo B. como mani­
p. 133). Pero este presupuesto, de na­ festación de la verdad es propia de la
turaleza ideológica, ha sido hoy aban­ edad romántica. "Lo B. —decía Hegel—
donado por el B., que se ha hecho se define como la aparición sensible de
profundamente permeable a la investi­ la Idea.” Esto significa que belleza y
gación antropológica moderna (psico­ verdad son la misma cosa y que se dis­
logía, sociología, etc.). Véase p s ic o l o g ía .
tinguen sólo porque la verdad es la ma­
nifestación objetiva y universal de la
Bello (gr. tó xaXóv; lat. pulchrum; ingl. Idea en tanto que lo B. es su manifes­
beautiful; franc. beau; alem. Schón; tación sensible (Vorlesungen über die
ital. bello). La noción de bello coin­ Aesthetik, ed. Glockner, I, p. 160; trad.
cide con la noción de objeto estético esp.: Estética, Madrid, 1908). Con excep­
sólo a partir del siglo xvm (véase e s ­ ción de Hegel, sólo raras veces se ha
t é t i c a ). Antes del descubrimiento de la presentado este punto de vista en forma
noción de gusto, lo B. no se contaba tan terminante. Reaparece, sin embar­
entre los objetos producibles y por lo go, en casi todas las formas de la es­
tanto la noción correspondiente caía tética romántica y constituye induda­
fuera de lo que los antiguos denomina­ blemente una definición típica de lo B.
ban poética, o sea ciencia o arte de la 3) La doctrina de lo B. como sime­
producción. Se pueden distinguir cinco tría fue expuesta por vez primera por
conceptos fundamentales de B., defen­ Aristóteles. Lo B. se halla constituido,
didos e ilustrados tanto dentro como según el Estagirita, por el orden, por
fuera de la estética, a saber: 1) lo B. una simetría y por una grandeza que es
como manifestación del bien; 2) lo posible abarcar en su conjunto de un
B. como manifestación de lo verda­ solo vistazo (Poética, 7, 1450 b 35 ss.).
dero; 3) lo B. como simetría; 4) lo Esta doctrina fue aceptada por los es­
B. como perfección sensible; 5) lo B. toicos, por ejemplo, por Cicerón: "Así
como perfección expresiva. como en el cuerpo existe una armonía
1) Lo B. como manifestación del bien de formas bien proporcionadas y unidas
es la teoría platónica de la belleza. Se­ y una buena disposición, que se deno­
gún Platón, únicamente a la belleza, en­ mina belleza, así en el alma la unifor­
tre todas las sustancias perfectas, "le ha midad y la coherencia de I .s opiniones
caído en suerte la de ser de vez lo más o de los juicios, unida a una deter­
esplendoroso y lo más amable” (Fedro, minada firmeza e inmutabilidad, que
250 e). Por lo tanto, en la belleza y en es consecuencia de la virtud o contiene
el amor que suscita, el hombre en­ la esencia misma de la virtud, se deno­
cuentra el punto de partida para el mina belleza” (Tuse. Disp., IV, 13, 31).
recuerdo y la contemplación de las sus­ Esta doctrina se hizo tradicional. La
tancias ideales (Ibid., 251 a). Esta doc­ continuaron los escolásticos (por ejem­
trina de lo B. adquiere en el neoplato­ plo, Santo Tomás, S. Th., I, q. 39, a. 8 ),
nismo un carácter teológico o místico, y la siguieron muchos escritores-artis­
porque el bien o las esencias ideales de tas del Renacimiento, al querer des­
las que hablaba Platón, se hipostasían cribir lo que su arte intentaba: por
y se unifican, para Plotino, en el Uno o ejemplo, Leonardo en su Tratado de la
sea en Dios; y el Uno y Dios son defi­ pintura.
nidos como "el Bien”. "El Bien —dice 4) La doctrina de lo B. como perfec­
Plotino—, que suministra la belleza a ción sensible es la que da nacimiento y
todas las cosas”, porque lo B. en su afirma a la estética. "Perfección sensi­
pureza es el bien extendido y todas las ble" significa por un lado "representa­
otras bellezas son adquiridas, mezcla­ ción sensible perfecta”, por el otro "pla­
das y no primitivas, porque resultan cer que acompaña a la actividad sensi­
de él (Enn., I, 6 , 7). Esta forma mís­ ble”. En este primer sentido es concebido
tica o teológica no siempre implica la sobre todo por los analistas alemanes y
doctrina de lo B. como manifestación particularmente por Baumgarten (Aes-
del bien, pero es obvio que tal doctrina thetica ["Estética"], 1750 §§14-18). En el
se halla explícita o implícitamente pre­ segundo sentido lo entendieron especial-
129
B e n e v o le n c ia
B ie n
mente los analistas ingleses, en primer miento" entre las otras dos facultades
lugar Hume (Essay Moral and Political, (reconocidas desde tiempos de Aristó­
1741) y Burke (A Philosophical Inquiry teles): la teórica y la práctica. Véase
into the Origin of Our Ideas of the g u sto ; s e n t im ie n t o .
Sublime and Beautiful, 1756), quienes 5) Como perfección expresiva o cum­
intentaron determinar los caracteres plimiento de la expresión, lo B. es, im­
que hacen del placer sensible lo que plícita o explícitamente, definido por
se suele denominar "belleza”. Kant uni­ todas las teorías que consideran el arte
ficó esas dos definiciones complemen­ como expresión (véase e s t é t ic a , 3). Cro-
tarias de lo B. e insistió sobre lo que ce ha dicho: "Nos parece lícito y opor­
aún hoy parece ser su carácter funda­ tuno definir la belleza como expresión
mental, o sea el desinterés. En conse­ lograda o, mejor aún, expresión sin
cuencia, definió lo B. como "lo que más, ya que si la expresión no es logra­
gusta universalmente y sin conceptos” da, no es expresión” (Estética, 4? ed.,
(Crít. del Juicio, § 6 ) e insistió acerca 1912, p. 92). Y aun cuando, en la obra
de la independencia del placer y lo de Croce, la teoría del arte como expre­
B. respecto a todo interés, sea sensible sión se encuentre combinada o confun­
o racional. "Cada uno llama placentero dida con la del arte como conocimiento,
—dice— a lo que le satisface, B. a lo la definición que da de la belleza puede
que le gusta, bueno a lo que aprecia ser sostenida como propia por cualquier
o aprueba, o sea que les da un valor teoría del arte como expresión.
objetivo. El placer vale también para
los animales irracionales, la belleza B e n e v o le n c ia , véase BONDAD.
existe sólo para los hombres en su B e n th a m is m o , véase UTILITARISMO.
calidad de animales racionales, y no sólo
en cuanto racionales sino también en B e rg s o n is m o , véase ESPIRITUALISMO.
cuanto animales a la vez. Lo bueno
tiene valor para todo ser racional en B e rk e le ís m o , véase INMATERIALISMO.
general” (Crít. del Juicio, §5). Kant (ingl. biconditional; franc.
B ic o n d ic io n a l
distingue asimismo entre lo B. libre biconditionnel). Este nombre o el de
(pulchritudo vaga) y lo B. adherente
(pulchritudo adhaerens). El primero "equivalencia material” designa por lo
no presupone un concepto de lo que el común, en la lógica contemporánea,
objeto debe ser; por ejemplo, las flores la conectiva "si y sólo si” simbolizada
son bellezas naturales libres. El segun­ a veces mediante el signo = (cf. Quine,
do sí presupone este concepto, por ejem­ Methods of Ixxgic, §3). Es evidente que
plo, la belleza de un caballo, de una el B . equivale a la conjunción de los
iglesia, etc., presupone el concepto de dos condicionales "si p entonces q" y
la finalidad a la que se destinan tales "si q entonces p”.
objetos (Ibid., § 16). B ie n (gr. áyaOóv; lat. bonum; ingl. good;
En la doctrina kantiana el concepto franc. bien-, alem. Gut; ital. bene). En
de lo B. quedó reconocido dentro de general, todo lo que posee valor, precio,
una esfera específica, y así resultó un dignidad, mérito, bajo cualquier título
valor, o mejor dicho, una clase de valo­ que lo posea. B., en efecto, es la pala­
res, fundamental. Vino a constituir, al bra tradicional para indicar lo que en
lado de lo Verdadero y lo Bueno, tri­ lenguaje moderno se denomina valor
nidad ideal, que corresponde a las tres (véase). Un B. es un libro, un caballo,
formas de actividad humana, reconoci­ un alimento, cualquier cosa que se pue­
das como propias del hombre; el enten­ da vender o comprar; un B. es también
dimiento, el sentimiento y la voluntad. la belleza o la dignidad, la virtud hu­
Aun cuando esta división triple fuera mana o una acción virtuosa en particu­
considerada por mucho tiempo como lar, un comportamiento aprobable. De
un dato originario de hecho, testimo­ acuerdo con esta extrema variedad de
niado por la "conciencia” o la “expe­ significados, el adjetivo Inteno tiene
riencia interior", es en realidad una igual variedad de aplicaciones. Pode­
noción nacida en la segunda mitad del mos hablar de "un buen destornilla­
siglo x v iii , y derivada históricamente dor” o de "un buen automóvil”, como
de la inserción de la "facultad de senti­ también de "una buena acción” o de
130
Bien

"una persona buena”. Asimismo deci­ con un título cualquiera (Ibid., V, 4,


mos "un buen plato” para indicar al­ 1). Estas nociones fueron corrientes
guna cosa que coincide con nuestro en la filosofía medieval, que identificó,
gusto o “un buen cuadro” para indicar según el ejemplo neoplatónico, al B. con
un cuadro logrado. Dios mismo, de manera que puede de­
En esta esfera de significado general, nominarse “bueno” sólo aquello que
de acuerdo con el cual la palabra se de algún modo es semejante a Dios
refiere a todo lo que tiene un valor (Santo Tomás, S. Th., I, q. 6 , a. 4).
cualquiera, es posible recortar la esfe­ El teorema característico de esta con­
ra del significado específico, de acuerdo cepción del B. es el que afirma la iden­
con el cual la palabra se refiere par­ tidad de lo bueno y de lo que existe.
ticularmente al dominio de la morali­ "Bonum y ens son la misma cosa en
dad, o sea de los mores, de la con­ realidad —dice Santo Tomás—, ya que
ducta, de los comportamientos huma­ uno y otro pueden distinguirse racio­
nos intersubjetivos, y designa, por lo nalmente. El B., en efecto es el ente
tanto, el valor específico de tales com­ en cuanto objeto de deseo, lo que no
portamientos. Con este segundo signi­ es el ente” (S. Th., I, q. 5, a. 1). Por lo
ficado, o sea como B. moral, el B. es tanto, "todo ente, en cuanto ente, es
objeto de la ética, y el registro de sus bueno” (Ibid., I, q. 5, a. 3). En efecto,
diferentes significados históricos debe todo ente en cuanto tal es en acto, y
ser hecho, precisamente, con referencia en cuanto es en acto es perfecto, pero
a la voz ética (véase). En este lugar lo perfecto es también apetecible y
debemos, por lo tanto, ocupamos de bueno. Este teorema revela la natura­
la noción del B. sólo en el primer leza de la concepción metafísica del
sentido, es decir, en su acepción más B., cuyo principio es que el B. es ape­
general. Podemos ahora distinguir dos tecible sólo en cuanto realidad perfecta
puntos de vista fundamentales, que se o perfección real. Se puede, por lo tan­
han cmzado en la historia de la filoso­ to, reconocer una teoría metafísica del
fía: 1) la teoría metafísica, según la B. precisamente en este fragmento, que
cual el B. es la realidad y justo la rea­ subordina la apetencia a la realidad
lidad perfecta o suprema y es deseado y considera por último como realidad
como ta l; 2) la teoría subjetiva, según suprema el B. mismo. Así lo hace
la cual el B. es lo deseado o lo que Hegel, por ejemplo, cuando afirma que
gusta, y es tal sólo en esta relación. "la realidad efectiva coinciue en sí con
1) El modelo de todas las teorías el B.” (Philosophische Propádeutick
metafísicas es la teoría de Platón, según ["Propedéutica filosófica”], III, §83);
la cual el B. es lo que da la verdad a o que el B. es "la libertad realizada, la
los objetos cognoscibles, el poder de absoluta mira final del mundo” (Fil.
conocerlos al hombre, luz y belleza a del derecho, § 129). Todas las formas
las cosas, etc.; en una palabra, es la de idealismo y de espiritualismo cons­
fuente de todo ser en el hombre y fue­ tituyen otras tantas doctrinas metafí­
ra de él (Rep., VI, 508e-509b). El B. es sicas del B., ya que todas identifican
comparado por Platón con el sol, que el B. con la realidad y, en el límite
da a los objetos no sólo la posibilidad de con la realidad suprema; así lo hace,
ser vistos, sino también la de generar­ por ejemplo, Rosmini al identificar el
se, crecer y nutrirse; y lo mismo que ser y el bien (Principi delta scienza
el sol que, a pesar de ser la causa de morale, ed. nac., p. 78), lo mismo que
estas cosas, no es ninguna de ellas, así Gentile, al identificar el B. con el espí­
el B., fuente de la verdad, de lo bello, ritu en acto: "El B. o valor moral no
de la cognoscibilidad, etc., y, en gene­ es otra cosa que la realidad espiritual
ral, del ser, no es ninguna de estas en su idealidad, como producción de sí
cosas y se halla fuera de ellas (Ibid., misma o libertad” (Lógica, I, p. 110).
509b). En forma análoga, Plotino ve Algunas filosofías contemporáneas que
en el B. la primera hipóstasis, o sea prefieren hablar del valor más que del
el origen de la realidad, Dios mismo, B., considerando al valor como reali­
y lo considera como causa del ser y dad absoluta y última, se inscriben en
de la ciencia a la vez (Enn., VI, 7, 16) la misma concepción tradicional del
y, en general, de todo lo que es o vale bien.
131
Bien

2) Por otro lado, la teoría subjetivista fección objetiva a que se referían las
del B. es lo inverso simétrico de la tablas de valores de la concepción clá­
teoría metafísica. Para ella, el B. no sica griega.
es deseado porque sea perfección o rea­ Olvidada durante toda la Edad Me­
lidad sino que es perfección y realidad dia, la concepción subjetivista del B.
porque es deseado. El ser deseado, o retoma en el Renacimiento, con las
apetecido, define al bien. Así lo defi­ alusiones a una ética del movimiento
nió siempre Aristóteles (Ét. Nic., I, 1, ( véase é t ic a ). Pero fue afirmada por
1094 a 3). Pero la doctrina no se pre­ Hobbes en su forma más decidida. ‘Lo
senta en él sin conexiones o mezclas que de algún modo —dice— es objeto
con la doctrina opuesta. En efecto, de cualquier apetito o deseo humano,
cuando debe determinar los criterios es lo que con respecto a él se llama
de preferencia entre varios bienes, re­ bueno. Y el objeto de su odio y aver­
curre a la noción metafísica de perfec­ sión, malo; y de su desprecio, vil, e
ción, o sea a la noción que es el fun­ inconsiderable o indigno. Pero estas
damento de la teoría del bien opuesta. palabras de bueno, malo y despreciable
Así, por ejemplo, dice que lo que es B. siempre se usan en relación con la per­
absolutamente es más deseable que lo sona que las utiliza. No son siempre
que es un B. para alguno, por ejemplo, absolutamente tales, ni ninguna regla
el curar es preferible a sufrir una ope­ de B. y de mal puede tomarse de
ración quirúrgica; que lo que es un B. la naturaleza de los objetos mismos”
por naturaleza, por ejemplo, la justi­ (L e v i a t h I, 6 ). Spinoza aceptó con
cia, es preferible a lo que es B. por entusiasmo este punto de vista. "No
adquisición, por ejemplo, el hombre jus­ nos esforzamos por nada, ni lo quere­
to. Y además "es más deseable lo que mos, apetecemos ni deseamos porque
pertenece a un objeto mejor y más pre­ juzguemos que es bueno, sino que, por
ciado; así lo que pertenece a la divini­ el contrario, juzgamos que algo es bue­
dad es preferible a lo que pertenece al no porque nos esforzamos por ello,
hombre y lo que corresponde al alma a lo queremos, apetecemos y deseamos”
lo que corresponde al cuerpo” (Tóp., (Eth., III, 9, scol.). Y en el Prefacio al
III, 1, 116 b 17). De tal manera, Aristó­ IV libro recalca: “Por lo que atañe a
teles delinea un sistema de preferen­ lo bueno y a lo malo, tampoco indican
cias, que parece orientarse por el ca­ nada positivo en las cosas, por lo me­
rácter de perfección que objetivamente nos consideradas en sí mismas, y no
poseen los bienes y que, por lo tanto, son sino modos de pensar o nociones que
se concilla mal con la definición del B. formamos porque comparamos las co­
como objeto de deseo. sas unas con otras. Pues una sola y
Esta definición se hizo válida por pri­ misma cosa puede ser al mismo tiempo
mera vez y en todo su rigor en los estoi­ buena y mala, y también indiferente.”
cos, quienes, en efecto, consideraron al A su vez, Locke afirmó que "aquello
B. exclusivamente como objeto de elec­ que tiene la capacidad de producimos
ción obligatoria o preferencial; y, por placer es lo que llamamos un B. y lo
lo tanto, fueron también los primeros que tiene capacidad de producimos do­
en introducir la noción de valor (véa­ lor llamamos un mal” (Essay, II, 21,42);
se) en la ética. “Así como es propio del definiciones que encontraron asenti­
calor calentar y no enfriar, es propio miento en Leibniz: "Se divide al B. en
del B. beneficiar y no dañar”, decían honesto, placentero y útil, pero en el
ellos (Dióg. L., VII, 103). B. en sentido fondo creo que debe ser placentero por
absoluto es solamente lo que es con­ sí mismo o servir para algo que nos
forme a la razón y, por lo tanto, tiene dé un sentimiento de placer; y, por lo
un valor en sí; pero también son B., tanto, el B. es placentero o úiil y lo ho­
aun cuando subordinada o mediatamen­ nesto mismo consiste en un placer del
te, las cosas que apelan a la elección espíritu” (Nouv. Ess., II, 20. 2). Kant
y que en cuanto tales tienen valor, como aceptó estas notas, agregándoles un ele­
el ingenio, el arte, la vida, la salud, la mento importante, esto es, la exigencia
fuerza, etc. (Ibid., 104-05; cf. Cic., De de una referencia conceptual., "El B.
Fin., III, 6 , 20). Esta tabla de los valo­ —dice— es lo que mediante la razón
res prescindía completamente de la per­ place por el puro concepto. Denomina-
132
B ie n s u m o
B io lo g ism o
mos buena para, a cualquier cosa (útil) mas relaciones sistemáticas. En el te­
cuando place sólo como medio; a la rreno de la noción de valor renacerá,
que gusta, en cambio, por sí misma, sin embargo, en forma apenas alterada,
denominamos buena en sí. En ambas la alternativa entre una concepción ob-
se halla siempre implícito el concepto jetivista y una concepción subjetivista,
de una finalidad, la relación de la ra­ alternativa que aún hoy constituye uno
zón con la voluntad (al menos, posible) de los temas fundamentales de la dis­
y, en consecuencia, el gustar queda cusión moral (véase v a lo r ).
ligado a la existencia de un objeto o
de una acción, es decir, a un interés” (gr. TáyaB óv; lat. summum
B ie n s u m o
(Crít. del Juicio, §4). La presencia del bonum; ingl. supreme good; franc.
concepto o de la norma, es decir, del fin souverain bien-, alem. das hochste Gut).
hacia el cual tiende la cosa o a lo que Noción introducida por Aristóteles para
debe ajustarse, respectivamente, es lo indicar lo deseado por sí mismo y no
que distingue a lo bueno de lo placen­ en vista de un B. ulterior. Un B. sumo,
tero. Kant anota que un alimento agra­ cualquiera que sea, es necesario para
dable, aun en caso de ser considerado evitar el proceso al infinito (É t. Nic.,
como "bueno", debe gustar también a I, 2, 1049 a 18). Para Aristóteles el sumo
la razón, esto es, debe ser considerado B. es la felicidad. Los escolásticos apli­
con referencia a la finalidad de la nu­ caron la expresión a Dios mismo (Santo
trición y de la salud corporal. Sin em­ Tomás, S. Th., I, q. 6 , a. 1). Kant estima
bargo, lo agradable y lo bueno están que el adjetivo "sumo” es equívoco,
ligados, por el hecho de que entrambos ya que puede significar 'supremo’ (su-
dependen, por su objeto, del interés y premum) o ‘perfecto’ {consummatum).
también “lo que es B. absolutamente El B. supremo es la condición primera,
y bajo todo concepto, el B. moral, in­ originaria de todo B. y, en consecuencia,
cluye el más alto interés. Ya que el es la virtud. Pero el B. perfecto es el
B. es el objeto de la voluntad, es decir, que no es parte de un B. mayor de
de una facultad de desear, determi­ la misma especie, y en tal sentido la
nada por la razón. Pero querer alguna virtud no puede ser el B. perfecto que
cosa y encontrar placer en su existen­ es, en cambio, unión de virtud y felici­
cia, es decir, tomar interés por ella, dad (Crít. R. Práct., Dialéctica, cap. I I ) .
resultan la misma cosa” (Ibid., in fine). (alem. biogenetisch.es
B io g e n é tic a , le y
En este sentido, el B. es lo que se apre­
cia, se aprueba y aquello a lo que se Grundgeseíz). Así denominó el biólogo
reconoce "un valor objetivo" {Ibid., § 5). alemán Emst Haeckel (1834-1919) al
De este modo, en el seno mismo de la paralelismo entre el desarrollo del em­
teoría subjetivista del bien, Kant ha brión individual y el desarrollo de la
hecho valer la exigencia objetiva que especie a la que pertenece. En lo que
constituía la fuerza de la teoría meta­ se refiere al hombre, "la ontogénesis,
física. El bien, para Kant, no es tal o sea el desarrollo del individuo, es
sino por su relación con el hombre, o una breve y rápida repetición (una re­
sea en relación con un interés que el capitulación) de la filogénesis, o evolu­
hombre tiene en su existencia. Pero ción de la especie a la que pertenece”
esta circunstancia no lo hace total­ (Natürliche Schópfungsgeschichte, 1868;
mente subjetivo, lo que significa que trad. esp.: Historia de la creación natu­
no lo identifica pura y simplemente ral, Valencia, 1905).
con el placer, debido a que al recono­ (ingl. biologism; franc. bio-
B io lo g is m o
cimiento del B. está ligada la valora­ logisme; alem. Biologismus). 1) La in­
ción conceptual de su eficiencia con terpretación del mundo físico o del hu­
referencia a determinados fines, lo que mano por analogía con el organismo
significa constituir el B. como "un va­ {véase o r g a n i c i s m o ).
lor objetivo”. 2) Lo mismo que vitalismo {véase).
Después de Kant, la noción de valor 3) La metafísica de Hans D riesch
tiende a suplantar la noción de B. en (1867-1941), en cuanto es una "filosofía
las discusiones morales y puede ser con­ de lo orgánico”. Driesch, en efecto, di­
siderada como heredera del concepto vide a la filosofía en "doctrina del
subjetivo de B., ya que posee sus mis- orden” que tiene por objeto la totalidad
133
B io s fe ra
B u d is m o
del mundo inorgánico, y "doctrina de ras es de modo múltiple y dividido"
la vida", que tiene por objeto el mundo (S. Th., I, q. 47, a. 1). Las discusiones
orgánico. El presupuesto de esta sub­ de los siglos xvn y xvm en torno a la
división es que el organismo no es re- B. de Dios como motivo de la creación
ducible a forma o manifestación del (cf. Leibniz, Theod., II, § 116 ss.) se fun­
orden inorgánico o, en otras palabras, daron en un significado más restringi­
no es una máquina. Lo que el organis­ do del término, expresado claramente
mo posee a más de lo que tiene una por Baumgarten: “La B. (benignidad)
máquina, es la entelequia, concebida —dice— es la determinación de la vo­
por Driesch como una especie de mó­ luntad para hacer bien a los demás. El
nada en el sentido leibniziano, que de­ beneficio es la acción útil para otro,
termina todo el desarrollo de un ser sugerida por la B.” (Met., §903). En
viviente. La entelequia es supraindivi- este sentido, la B. se identifica con lo
dual y suprapersonal: el nacimiento de que Aristóteles llamaba benevolencia
un hombre no es más que la manifesta­ (eúvoia; Ét. Nic., VIII, 2, 1155b 33).
ción de una entelequia, manifestación Los dos significados del término son
que termina con la muerte. Los indi­ vigentes en el uso común.
viduos son solamente partes de la vida
suprapersonal de la entelequia (Philo- B o v a r is m o ( franc. bovarisme). Término
sophie des Organischem ["Filosofía de derivado del nombre de la famosa he­
lo orgánico"], 1908-1909; Ordnungslehre roína de Flaubert (Madame Bovary,
["Doctrina del orden”], 1925). 1857) para indicar la actitud del que
se crea a sí mismo una personalidad
B io sfe ra (franc. biosphére). Así deno­ ficticia y busca vivir conforme a ella,
minó Le Roy a la vida en su totalidad, en colisión con su propia naturaleza
en cuanto tiene con los individuos la y con los hechos. El término fue crea­
misma relación que el pensamiento con do por Jules de Gaultier (Le bovarisme,
las ideas que produce; en cuanto es la 1902).
fuerza o el principio creador de ellos
(L'exigence idéalistique et te fait de B ra q u ilo g ía (gr. Po“XV/.ovía). En el Pro-
l’évolution, 1927). Con la aparición del tágoras de Platón, Sócrates opone a la
hombre sobre la tierra comienza el rei­ tendencia de Protágoras de sostener
no de la nmsfera, esto es, el reino del largos discursos, su exigencia de res­
progreso espiritual que el hombre reali­ puestas breves y sucintas, porque es
za en todos los campos, mediante el obvio que solamente por el cambio de
poder inventivo de su pensamiento in­ frases concisas se hace posible la dis­
tuitivo (La pensée intuitive, 1929-30). cusión dialogada (Prot., 334c-335a).
B ira n ism o , véase ESPIRITUALISMO. B ru tis m o (franc. brutisme). Término
adoptado por St.-Simon para indicar la
B o c a rd o . Palabra mnemotécnica usada concepción mecanicista de los fenóme­
por los escolásticos para el quinto de nos y que, por lo tanto, es equivalente
los seis modos del silogismo de ter­ a mecanicismo (véase).
cera figura, esto es, el que consta de
una premisa particular negativa, de una B u d ism o (ingl. buddhism; franc. boud-
premisa universal afirm ativa y de dhisme; alem. Buddhismus). La doctri­
una conclusión particular negativa, co­ na religiosa y filosófica originada en
mo en el ejemplo: "Algún hombre no es las enseñanzas de Gautama Buda (563-
piedra; Todo hombre es animal; Luego 480 a. c. aproximadamente) y que luego
algún animal no es piedra” (Pedro His­ fue desarrollada en numerosas direc­
pano, Summul. Logic., 4.15). ciones en India, China y Japón. Los
principales textos del B. son escritos en
B o n d a d (lat. bonitas; ingl. Goodnes; lengua pali, denominados Tipitaka, y
franc. bonté; alem. Gütigkeit; ital. bon- divididos en tres grupos o canastas,
tá). En su significación más extensa: la que son: 1) el Sutapitaka, que compren­
excelencia de un objeto cualquiera (cosa de los Sutras, o sea los discursos o
o persona). Así, por ejemplo, dice San­ sermones atribuidos a Buda; 2) el Vina-
to Tomás: “La B. que en Dios está yapitaka, que comprende las reglas de
simple y uniformemente, en las criatu­ disciplina monástica; 3) Abhidhamma-
134
*

B u e n a v o lu n ta d
B u e n s e n tid o
pitaka, que es la canasta de la meta­ puede ser obtenida por todos los fieles
física, es decir, la sección doctrinaria mediante la piedad y la caridad hacia
de la recopilación. las otras criaturas; de lo que resulta
El B. es el mayor ejemplo de una que el nirvana deja de ser la única li­
religión perfectamente atea. Su doctri­ beración individual, para resultar la
na fundamental se puede resumir en liberación del género humano y, en
las cuatro nobles verdades, que son: general, del mundo. El gran vehículo
1) la vida es dolor; 2) la causa del se difundió, sobre todo, en Tibet, China
dolor es el deseo; 3) la cesación del do­ y Japón (cf. Das Gupta, A History of
lor se obtiene con la cesación del deseo; Indian Philosophy, I, 1922, pp. 78 ss.;
4) existe un sendero óctuple, que con­ G. Tucci, Storia delta filosofía indiana,
duce a la cesación del dolor. A su vez 1957, pp. 64ss.; como también la biblio­
el óctuple sendero consiste: 1) en la grafía contenida en estas obras).
justa vista; 2) en la justa intención;
3) en el lenguaje justo; 4) en la con­ B u e n s e n tid o(ingl. good sense; franc.
ducta justa; 5) en la vida justa; 6) en bon sens). Esta expresión, que no debe
el justo esfuerzo; 7) en la justa men­ confundirse con la de sentido común
talidad; 8) en la justa concentración. (véase), fue usada por Descartes como
El hombre, según Buda, está someti­ sinónimo de razón en la frase que abre
do a la ley del incesante fluir de la el Discurso del método: "la facultad
vida (dharma) que lo lleva de deseo de juzgar bien y distinguir lo verdade­
en deseo, de dolor en dolor, de encarna­ ro de lo falso, que precisamente se lla­
ción en encarnación. Hasta que el hom­ ma B. sentido o razón, es por naturaleza
bre no se libere del deseo, estará someti­ igual en todos los hombres”. Esta sino­
do al ciclo del renacer (samsara). La nimia no podría ser actualmente ad­
liberación del deseo, obtenida median­ mitida. Por un lado, la razón se aplica,
te las reglas morales referidas y la cada vez más, a técnicas específicas
disciplina ascética (que el B. compartía (véase r a z ó n ) ; por otro lado, el B. sen­
con el brahamanismo y con la práctica tido designa un determinado equilibrio
yogui), se alcanza solamente con la di­ y una determinada moderación en el
solución de la ilusión producida por el juicio acerca de los asuntos ordinarios
deseo (lo que es el karma), con la eli­ de la vida y en el modo cotidiano de
minación del deseo mismo y con la comportamiento. Sin embargo, a menu­
destrucción del apego a la vida, que es do sucede que lo que parece extrava­
el nirvana. gante o paradójico al B. sentido, tenga
Las numerosísimas escuelas, sectas, mayor valor de lo que a él se conforma.
direcciones filosóficas que se han origi­ Porque el buen sentido no puede hacer
nado en el B. se suelen reagrupar en otra cosa que referirse al sistema esta­
dos grandes categorías, denominadas blecido de creencias y de opiniones y
pequeño vehículo (hinayana) y gran no puede juzgar sino a base de los valo­
vehículo (mahayana), respectivamente. res que en él se incluyen. Con mucha
El pequeño vehículo es el que perma­ frecuencia tanto la ciencia como la filo­
nece estrechamente fiel a las enseñan­ sofía deben prescindir del B. sentido,
zas de los textos palis. La salvación aunque no puedan prescindir nunca o
queda reservada al monje, esto es, al enteramente de los asuntos cotidianos
que ha seguido el camino de la medita­ y pequeños entre los cuales el B. senti­
ción y que ha logrado el nirvana. Las do debería hallarse cómodamente.
escuelas del pequeño vehículo se han
difundido sobre todo en India, Birma­ B u e n a v o lu n ta d , véase VOLUNTAD.
nia, Siam, Cambodia y Laos. En cam­
bio, según el gran vehículo, la salvación B ueno, véase b ie n .

135
c
C. 1. En la lógica medieval, todos los do, no solamente con el cristianismo,
silogismos indicados con palabras mne- sino también con las doctrinas de Pi-
motécnicas que comienzan con C son tágoras y de Platón, cuyo precedente
reducibles al segundo modo de la pri­ más antiguo sería (De hominis dignita-
mera figura (Cetarent) (cf. Pedro His­ te, fol., 138 r). Acerca de la C. cf. H.
pano, Summ. Log., 4.20). Sérouya, La Kabbale, 1947; 2* ed., 1957).
2. En la notación de Lukasiewcz se
usa para indicar el condicional o la im­ C ada (lat. omnis; ingl. any; franc. cha­
plicación lógica, por lo común simboli­ qué ; alem. jeder; ital. ogni). En la
zada mediante ‘‘V’ (A. Church, Introduc- lógica contemporánea, "C.” es un opera­
tion to Mathematical Logic, n. 91). dor de campo, del cual el símbolo más
usado es *(x) por ejemplo, en fórmu­
Cabala. Una de las fuentes de la filo­ las como ' (x)-f (x) que se lee "para
sofía judaica medieval. Kábalah (= tra­ cada x, f (x) es verdadero”. Correspon­
dición) es una doctrina secreta trasmi­ de a un producto lógico (o conjunción
tida al principio oralmente, y expuesta lógica) operado en el campo de vali­
después por algunos rabinos en cierto dez de la (x), o sea a la conjunción
núme' j de tratados, de los cuales dos 7 («) y 1 (b) y / (c ) y ...’. En donde f (x)
nos han llegado íntegra o casi íntegra­ es un predicado, ésta equivale a la
mente: El libro de la Creación (Yezi- fórmula usual ‘C. x es /’ o también
rah) y el Libro del Esplendor (Zohar). ‘todos los x son f de la lógica tradi­
Estos libros (cuya fecha de composición cional. En el latín medieval, entrando
se desconoce) exponen una doctrina pa­ como forma normal de proposición la
recida a la de los neoplatónicos y a fórmula 'homo currit', el jtá? griego
la de los neopitagóricos de los primeros (que ya en Aristóteles se refería siem­
siglos de nuestra era. Dios es, en sí, pre al sujeto lógico de la proposición)
inaccesible, huye a todo conocimiento es traducido mediante el adjetivo omnis
y rechaza toda determinación: es la y se le hace concordar gramaticalmen­
negación de toda cosa determinada, te con el sujeto (así "omnis homo cur­
el nada de .oda cosa. La luz divina se rit"), de donde resulta nuestro "C." Sin
concentra y se proyecta en rayos que embargo, fue la lógica medieval la que
constituyen las sustancias emanadas o reconoció claramente la función de ope­
Números (Sephirot) que forman los rador, esto es, la de signo significante
seres intermedios y el mundo. Las pri­ que tiene solamente la misión de modi­
meras dos sustancias son la Sabiduría ficar la denotación del término que
( Sephir) y la Inteligencia (Logos) que tiene la función de sujeto.
con Dios forman las primeras tres hi- La lógica terminista aclaró particular­
póstasis, como también el mundo invi­ mente el significado de C. como signo
sible que es modelo del mundo visible. distributivo, distinguiéndolo del signi­
Los dos mundos se hallan ligados por ficado colectivo, por el cual omnis se
el amor: el mundo inferior tiende al adopta en plural, y entendió por sig­
superior y, en respuesta a este impul­ nificado distributivo el significado por
so, el mundo superior desea y ama al el cual se indica una disposición de la
inferior. La C. tuvo mucho éxito tam­ cosa que puede obrar como sujeto o
bién en el periodo del Renacimiento, predicado (Pedro Hispano, Summ. Log.,
sobre todo entre los platónicos, en par­ 12.06).
ticular, en Pico della Mirándola, que En la lógica moderna Frege (Grund-
intentó unificar y organizar, con un gesetz der Arithmetik, 1893, 1, §17) y
nuevo espíritu, la totalidad del saber Russel han hecho valer la distinción
tradicional, viendo en la C. el instru­ entre C. y todo. Russell considera que
mento adecuado para penetrar en los tal distinción consiste en el hecho de
misterios divinos y, en consecuencia, que una aserción que contenga una
la guía para la interpretación de las variable x, por ejemplo, ‘x = x', puede
Sagradas Escrituras. Por lo tanto, con­ hacerse valer para todos los ejemplos
sideraba las doctrinas de la C. en acuer­ o para uno cualquiera de los ejemplos,
136
Caída
Cálculo
sin decidir a cuál ejemplo se hace v e rá n a lle v a r a la a r m o n ía o rig in a ria
referencia. En este segundo caso, se d e l u n i v e r s o . Véase a p o c a t á s t a s is .
hace uso del operador cada. Así, en las
demostraciones de Euclides se conside­ Caído, estado de (alem. Verfallenheit).
ra, para razonar, un triángulo cual­ Con este término designa Heidegger la
quiera ABC, sin determinar la especie caída del 'ser ahí' "de sí mismo en sí
del triángulo. En tal caso, el triángu­ mismo, en la falta de base y el 'no ser'
lo ABC vale como una variable real: de la cotidianidad impropia” [el 'es­
es cualquier triángulo, aun cuando siga tado de movimiento' del ‘ser ahí' en su
siendo el mismo a través de la demos­ ser peculiar!... "La caída no se limita
tración. El operador todos en cambio a ser una determinación existenciaria
se basa en variables aparentes que son del ‘ser en el mundo’. .. hace patente
aquellas que no cambian el valor de al par el carácter de 'estado de movi­
la función, de cualquier manera que miento’ y ‘yección’ del ‘estado de yecto’,
sean determinadas. Russell considera que en el encontrarse del ‘ser ahí’ puede
que la distinción entre todos y C. es imponérsele a este mismo.” El estado
necesaria para el razonamiento deduc­ de C. es aquel en que "vuela el ‘ser
tivo (Mathematical Logic as Based on ahí' a un extrañamiento en que se le
the Theory of Types, 1908, en Logic and oculta el más peculiar 'poder ser' ”
Knowledge, pp. 64 ss.; cf. Principies of [que es la muerte] y se abandona al
Mathematics, §§ 60-61; Principia Mathe- ‘estado de abierto', la cotidiana forma
matica). G. P.-N. A. de ser "caracterizada por las habladu­
rías, la avidez de novedades y la ambi­
C a íd a (gr. ?>u«omg; lat. casus; ingl. fatt; güedad” (Sein und Zeit, § 38; trad. esp.:
franc. chute', alem. Fatt; ital. cadutd). El ser y el tiempo, México, 1962, F.C.E.).
El mito de la C. del alma humana de
un estado originario de perfección, en (ingl. calculas ; franc. calcul;
C á lc u lo
el cual contemplaba beatamente la ver­ alem. Berechnung; ital. calcóla). Ac­
dad, cara a cara, fue expuesto en el tualmente este térm ino señala todo
método o procedimiento deductivo, o
Fedro (248 a ss.) de Platón y repetido sea el adecuado para efectuar inferen­
por Plotino {Eren., VI, 9, 9) y por otros cias sin recurrir a datos de hecho. C.,
neoplatónicos, como tam b ié n por el por ejemplo, son los proced'mientos de
gnosticismo {véase) y por los Padres de la matemática y de la lógica. Este sig­
la Iglesia oriental. Orígenes explicó la nificado generalizado del término ya
formación del m undo sensible por había sido adelantado por Hobbes, que
la caída de las sustancias intelectua­ definía la razón misma como un cálcu­
les que habitaban en el mundo inteli­ lo. "Porque razón —decía— no es más
gible; C. debida a su pereza y a su que un cómputo [C.] (es decir, suma
repugnancia al esfuerzo que la práctica y sustracción) de las consecuencias de
del bien exige. Dios estableció que el los nombres generales convenidos para
bien dependiera de su voluntad y, por la caracterización y significación de
lo tanto, la dejó libre. Su C. (por lo nuestros pensamientos” {Leviath., I, 5).
tanto, la formación del mundo sensi­ Leibniz denominó "C . filosófico” a la
ble) depende exclusivamente del mal ciencia universal o característica uni­
uso de esta libertad {De princ., II, 9, 2; versal {véase), en la que veía el ins­
Fr. 23 A). Los gnósticos, en cambio, trumento de la invención conceptual
negaron tal libertad. En el mundo {Op., ed. Erdmann, pp. 82ss.). Carnap
moderno, la teoría de la C. ha sido re­ distingue entre el C. y el sistema se­
adoptada por Renouvier {Nueva mona- mántico, en el sentido de que “en tanto
dotogía, 1899). El hombre, salido de los enunciados de un sistema semántico
las manos de Dios como criatura libre, son interpretados, afirman alguna cosa
ha provocado, por el uso de su libertad, y en consecuencia son verdaderos o fal­
su propia caída y al mismo tiempo la rui­ sos ; en cambio, en un cálculo los enun­
na del mundo armonioso creado por ciados son considerados desde un punto
Dios. De la C. podrá aliviarse mediante de vista puramente formal". Para sub­
la libertad misma y mediante un suce- rayar tales distinciones, a veces se lla­
derse de pruebas dolorosas que lo vol- ma fórmulas- a los elementos de un
137
C á lc u lo c o m b in a to rio
C am po
C. y proposiciones a los elementos de certeza y proidmidad, la fecundidad y
un sistema semántico (Foundations of la pureza del placer (Principies of Moral
Logic and Mathematics, §9). and Legislation, 1789). Véase d e o n t o -
El mismo Carnap ha observado que l o g ía .
los cálculos pueden tomar el nombre
de los signos o expresiones que en ellos C a le n d e s . Palabra mnemotécnica usada
recurren, y en tal sentido se denomina por la Lógica de Port-Royal para indicar
cálculo de los enunciados o de los pre­ el sexto modo del silogismo de primera
dicados, o bien, cómo es más frecuen­ figura (o sea el Celantes), con la modi­
te, de sus designaciones, o sea de los ficación de tener por premisa mayor la
objetos a los cuales se refieren (Intro- proposición en la que entra el predica­
duction to Sem antics, 2a ed., 1959, do de la conclusión. El ejemplo es el
p. 230). En este segundo sentido, el siguiente: “Todos los males de la vida
C. proposicional es el estudio forma­ son males pasajeros; Todos los males
lizado de los conectivos lógicos (véase pasajeros no son de temer; Luego nin­
c o n e c t iv o s ), y sus teoremas están cons­ guno de los males que son de temer es
tituidos por fórmulas que pueden ser un mal de esta vida” (Arnauld, Logique,
derivadas de las fórmulas primitivas, III, 8 ).
mediante la aplicación sucesiva de las Calor y frío (gr. BequÓv '/ai ijxy.nóv; lat.
reglas primitivas de inferencia. El C. calor frigusque). Esta oposición, corres­
funcional, en cambio, tiene por objeto pondiente a la oposición entre luz y
las funciones proposicionales (véase tinieblas, fue introducida por Parmé-
f u n c i ó n ) y adopta, además de las co­
nides como principio de explicación de
nexiones, el cuantificador universal la apariencia sensible (Fr. 8-9, Diels).
(véase o pe r a d o r ). El C. de las clases o Dice Aristóteles; “Parménides toma por
álgebra de las clases, se ocupa de cla­ principios al C. y al frío, aunque él los
ses o conjuntos determinados por medio denomina fuego y tierra” (Fís., I, 5,
de funciones proposicionales o predica­ 188 a 20). En el Renacimiento, Bernar­
dos y, de preferencia, de fórmulas que do Telesio adoptó la teoría, conside­
son expresiones en las que acude el rando al C. y al frío como dos fuerzas
símbolo = o ■ (desigual). El álge­ o "naturalezas activas” que determinan
bra de las clases es isomorfa con el el Universo, una de las cuales reside
C. función- ’, al coincidir con él en su en el sol y la otra en la tierra (De Rer.
significado (véase álgebra de la l ó g ic a ). Nat., I, 3).
En fin, el álgebra de las relaciones es
el estudio formalizado de las relacio­ C alvo, a r g u m e n to d e l, véase SORITES.
nes (véase).
C a m b io , véase MUTACIÓN.
C á lc u lo c o m b in a to r io , véase COMBINATO­
RIA, ARTE. Palabra mnemotécnica usa­
C a m e stre s .
da por los escolásticos para indicar el
(ingl. hedonic calcu­
C á lc u lo h e d o n ís tic o segundo de los cuatro modos del silo­
las). Así denominó Bentham a la tabla gismo de segunda figura; esto es, el que
completa de los impulsos de la acción consta de una premisa universal afir­
humana, con el fin de servir de guía mativa, de una premisa universa] nega­
a toda futura legislación. La tabla com­ tiva y de una conclusión universal ne­
prende la determinación de la medida gativa, como en el ejemplo: "Todo
del dolor y del placer en general; en hombre es animal; Ninguna piedra es
segundo lugar, una clasificación de las animal; Luego ninguna piedra es hom­
diferentes especies de placer y de dolor; bre” (Pedro Hispano, Summul. logic.,
en tercer lugar, una clasificación de las 4, 11).
sensibilidades al placer y al dolor, que C a m p o (ingl. field) franc. champ; alem.
poseen los individuos. En el primer as­ Feld). Conjunto de condiciones que
pecto, el placer y el dolor son conside­ hacen posible un acontecimiento o lí­
rados como entidades susceptibles de mite de validez o de aplicabilidad de un
ser pesadas y medidas y, por lo tanto, instrumento. El concepto de C., que
sujetas a un C. riguroso. Este C. versa­ ha llegado a tener una importancia
rá acerca de la intensidad, duración, cada vez mayor en la física, se usa
138
Canon

actualmente con frecuencia en nume­ aquel término está en determinada rela­


rosas disciplinas. En física, significa "la ción {dominanti inversi) (véase r ela ­
distribución continua de cualquier con­ c i ó n ). El concepto ha sido también
dición preponderante a través de un usado para la teoría del significado
continuo”, en donde la palabra "condi­ (cf. A. P. Ushenkon, The Field Theory
ción” indica una magnitud cualquiera, of Meaning, 1958).
que puede variar según el problema
de que se trate. Cuando la condición es Canon (gr. xúvcnv; ingl. canon; franc.
descrita adecuadamente a cada punto canon; alem. Kanon; ital. canone). Cri­
del espacio por un número simple (o terio o regla de elección para un campo
sea, por un gradiente), se tiene lo que cualquiera de conocimiento o de ac­
se conoce como gradiente de campo. ción. Epicuro denominó canónica a la
Por ejemplo, la temperatura es la con­ ciencia del criterio, que para él es
dición de un C. y, por lo tanto, la distri­ la sensación en el dominio del conoci­
bución de la temperatura a través del miento, y el placer en el dominio prác­
volumen es un ejemplo físico de gra­ tico (Dióg. L., X, 30). El término fue
diente de C. (D’Abro, New Physics, adoptado por los matemáticos del si­
cap. X). De análoga manera en la glo xvin y Leibniz lo aplicó a "las
psicología, por ejemplo, en la psicología fórmulas generales que dan lo que se
de la forma, se ejemplifica así: “Lo demanda” (Math. Schriften ["Escritos
que determina la impresión de color que matemáticos”], VIII, 217), por ejem­
sentimos en un punto circunscrito del plo, la que da dos números cuya suma
C. visual es el estado excitante global y la diferencia se conocen o la que da
del C. visual; lo que determina la im­ las raíces de una ecuación. Stuart Mili
presión de un peso que alzamos no es denominó C. a las reglas que expresan
solamente la tensión del grupo muscu­ los cuatro métodos de la investigación
lar inmediatamente ligado al levanta­ experimenta], o sea los de concordancia,
miento del peso, sino también el tono diferencia, residuos y variaciones con­
de todo el resto de la musculatura” comitantes (Logic., II, 8 , 1 ss.). Kant
(Katz, Gestaltpsychologie ["Psicología entiende por C. el recto uso de una
de la forma”], 3; trad. ital., pp. 29-30). facultad humana en general; por lo
Con mayor precisión K. Lewin ha defi­ tanto, considera a la lógica general co­
nido el C. entendido como el "espacio mo un C. para el entendim^nto y para
vital” de un organismo, como “la tota­ la razón con referencia a la forma (ya
lidad de los acaecimientos posibles”, que prescinde de todo contenido); con­
definición general de la cual derivaría sidera a la analítica trascendental como
el comportamiento del organismo mis­ "el C. del entendimiento puro” y deno­
mo (Principies of Topological Psychol- mina "C. de la razón puta” al conjunto
ogy, 7* ed., 1936, p. 14). Dewey adopta de los principios a priori del recto
la palabra en sentido genérico: "Siem­ uso de determinadas facultades cog­
pre existe un C. en el que tiene lugar noscitivas en general. Donde no es
la observación de éste o aquel objeto posible el recto uso de una facultad
o acaecer. Se hace la observación de no hay C. y, por lo tanto, la dialéctica
estos últimos a los fines de encontrar trascendental, o sea el uso especulativo
qué sea este C. por referencia a alguna de la razón, no tiene un C. o por lo
respuesta activa de adaptación, que ha­ menos no tiene un C. teórico, sino
brá de darse al llevar adelante un que sólo puede tener uno para el uso
curso de comportamiento” {Logic, Intr., práctico (Crít. R. Pura, Doctr. del mé­
cap. IV ; trad. esp.: Lógica, México, todo, cap. II). Por otra parte, habla
1950, F. C. E„ p. 83). de un C. del juicio moral que se ex­
Con mayor precisión es usada la no­ presa diciendo: "Obra en tal forma
ción en lógica, donde por C. de una re­ que la máxima de tu acción pueda ere-
lación se entiende el conjunto del domi­ girse en ley universal” (Grundlegung
nante y del dominante inverso de la zur Met. der Sitien ["Fundamentación
relación; esto es, de los términos que de la metafísica de las costumbres”],
están en una determinada relación con II). En la filosofía moderna y en la
este o con aquel término (dominanti) filosofía contemporánea se adopta más
y de los términos con los cuales este o frecuentemente el término criterio (véa-
C a n tid a d
C a n tid a d d e la s p ro p o s ic io n e s
se). Pero C. es también usado a veces un determinado campo de investiga­
en el sentido tradicional. Dewey deno­ ción y que depende de la oportuna elec­
mina C. a los principios lógicos de ción de la unidad de medida. Por lo
identidad, de contradicción y de terce­ tanto, la C. como categoría o concepto
ro excluido (Logic, cap. XVII; trad. muy general, cae actualmente fuera
esp.: Lógica, México, 1950, F. C. E., del ámbito de la ciencia y a lo más se
p. 382). puede decir que constituye el rasgo ge­
neral en el que coinciden los objetos
C a n tid a d (gr. itooóv; lat. quantitas; ingl. diferentes de las ciencias positivas: es
quantity; franc. quantité-, alem. Quan- decir, su posibilidad de ser sometidos
titát; ital. quantita). En general, la a medida.
posibilidad de la medida. Éste es el con­ La tendencia general del pensamien­
cepto que de ella tuvieron Platón y to científico hacia la reducción de la
Aristóteles. Platón afirmó que la C. está cualidad a C. fue interpretada de ma­
entre lo ilimitado y la unidad y que nera singular por Hegel, que habló de
solamente ella es el objeto del saber; una "línea modal de las relaciones
es, por ejemplo, experto en sonidos no de medida”. El cambio gradual de la
quien admite que los sonidos son infi­ C. llevaría a un punto determinado
nitos ni tampoco quien trata de redu­ ("punto” o "línea nodal”), a un cambio
cirlos a un único sonido, sino aquel que de la cualidad y el cambio gradual de
conoce la C., esto es, su número (Fil., esta nueva cualidad llevaría hacia otro
17a, 18b). A su vez Aristóteles definió punto nodal y así sucesivamente. Hegel
la C. como lo divisible en partes deter­ observó que desde el punto de vista
minadas o determinables. Una C. nume­ cualitativo, el paso hacia una nueva cua­
rable es una pluralidad, divisible en lidad "es un salto: las dos cualidades
partes discretas. Una C. mensurable es son extrínsecas una con referencia a
una magnitud divisible en partes con­ la otra”. Y, por lo tanto, la gradua­
tinuas en una, dos o tres dimensiones. ción del cambio cuantitativo no permi­
Una pluralidad finita es un número, una te comprender al devenir (Wissenschaft
longitud finita una línea, una extensión der Logik íLa ciencia de la lógica], I,
finita un plano y una profundidad fini­ sec. 3’, cap. 2, B; trad. ital., I, pp. 446-
ta un cuerpo (Met., V, 13, 1027 a 7). 447). Con lo expresado negó que el paso
Estas noMs aristotélicas fueron repe­ de la C. a cualidad o viceversa sirviera
tidas en la escolástica y entraron a para cosa alguna. Esto no impidió, sin
formar parte también de las nociones embargo, a F. Engels considerar como
comúnmente aceptadas a principios de ley fundamental de la dialéctica "la
la Edad Moderna. Hasta que el desarro­ conversión de la cualidad en C.” y ver
llo de la matemática misma no demos­ en Hegel al descubridor de esta ley
tró lo restringido e impropio de la (Dialektik der Natur ["Dialéctica de
definición aristotélica, no había duda la naturaleza”], trad. ital., pp. 57 ss.).
de que la matemática se podía definir, Véase d ia l é c t ic a ; n o d a l , l í n e a ; sa l t o .
como lo había hecho Aristóteles, como
■"ciencia de la C.” (véase m a t e m á t ic a ). C a n tid a d d e la s p ro p o s ic io n e s . El neopla-
Con intención matemática Wolff definió tónico Apuleyo (véase c u a l id a d d e la s
en el siglo xvm la C. como "aquello p r o p o s i c i o n e s ) fue quien llamó por vez
por lo que las cosas similares, dejando primera C. a la división de las propo­
a salvo su semejanza, pueden diferir siciones en universales y particulares,
intrínsecamente” (Cosm., §348), defini­ individuales e indefinidas (Arist., De
ción que se podría invertir fácilmente, Int., 7; An. Pr., I, 1). Kant redujo a
diciendo que la C. es aquello por lo tres las clases de los juicios según la
que las cosas disímiles, dejando a salvo C. y precisamente a las proposiciones
su desemejanza, pueden ser similares. universales, particulares e individuales
Pero en esta forma, que respondería (Crít. R. Pura, §9). Hamilton habló
mejor a los conceptos matemáticos asimismo de la C. de los conceptos,
modernos, se definiría no la C. sino la distinguiendo entre la C. intensiva, que
magnitud. En la matemática, en efec­ es la intención o comprensión, y la C.
to, el término C. ha resultado sinónimo extensiva que es la extensión o deno­
del de magnitud, que es específico de tación (Lectures on Logic, I, pp. 140ss.).
no
Caos-
C a r á c te r
Caos (gr. x« oj; ) . La palabra significa es, "una ley de su causalidad, sin la cual
abismo abierto. El estado de completo no sería causa”. Un objeto del mundo
desorden anterior a la formación del sensible tiene en primer lugar un C. em­
mundo a partir del cual, según los mi­ pírico por el cual sus actos, como fenó­
tólogos, se inicia tal formación. Hesíodo menos, se relacionan causalmente con
dice: "Antes de todos los seres estaba los otros fenómenos, conforme a leyes
el C., luego la tierra de ancho seno” naturales. Pero el mismo objeto puede
{Teog., V, 116). Aristóteles combatió también tener un C. inteligible "por el
esta noción (Fis., IV, 208 b 31 ss.), ya que cual es la causa de dichos actos como
admitía la eternidad del mundo. Kant fenómenos, pero por sí mismo no está
se sirvió de ella para indicar el estado sujeto a condición sensible alguna y no
originario de la materia, del que más es fenómeno". Del C. inteligible se
tarde se originaron los mundos (Allge- puede decir "que por sí mismo comien­
meine Naturgeschichte und Theorie des za sus efectos en el mundo, sin que la
Himmels [“Historia general de la na­ acción comience en él mismo” ; y me­
turaleza y teoría del cielo”], 1755, Pref.). diante esta distinción Kant cree haber
puesto de acuerdo a la libertad y a la
(gr. yuQ(ív.Tr\Q i|0o;; lat. char-
C a rá c te r naturaleza (Crít. R. Pura, Antinomias
acter; ingl. character; franc. caractére; de la razón pura, § 3). Menos metafísica-
alem. Charakter; ital. caraítere). El mente (y con más claridad), distinguió
signo o el conjunto de signos que distin­ en la Antropología un C. físico que es
gue a un objeto y que permite recono­ el signo distintivo del hombre como
cerlo fácilmente entre los demás. En ser natural y un C. moral que es
particular, el modo de ser o de compor­ el signo del hombre como ser racional,
tarse habitual y constante de una per­ provisto de libertad. El C. físico dice
sona, en cuanto individualiza y distin­ “lo que se puede hacer del hombre, el
gue a la persona misma. En este sentido C. moral dice lo que el hombre es ca­
decimos que "Una persona tiene un C. paz de hacer por sí mismo” (Antr.,
bien marcado” o "bien decidido”, o sim­ II, a). Schopenhauer ha utilizado la
plemente "Es un C." en el sentido de distinción kantiana entre C. empírico
que su modo de obrar revela orienta­ y C. inteligible para negar la libertad:
ciones habituales y constantes. Por opo­ todo lo que el hombre hace sería la
sición, describimos como "falta de manifestación de un C. inteligible in­
C .” o "C. débil”, "incierto” o "inconstan­ nato e inmutable (Die W It, I, §55;
te” un comportamiento debido habitual­ Neue Paralipomena, §220).
mente más bien a elecciones casuales La distinción kantiana de un doble
o caprichosas que a una orientación de­ C., uno natural e inmutable, otro mo­
terminada y constante. ral y libre, ha sido abandonada por
Los antiguos poseían esta noción. He- la antropología contemporánea que, sin
ráclito dice que el C. (ri8 og) de un hom­ embargo, otorga gran importancia a la
bre es su destino (Fr. 119, Diels). Y el noción de carácter. Pero en la inter­
aristotélico Teofrasto nos ha dejado en pretación de esta noción, puede decir­
el escrito intitulado Los C. la descrip­ se que la antropología contemporánea
ción de treinta tipos de C. morales (el adopta uno u otro de los dos conceptos
importuno, el vanidoso, el descontento, en que Kant había distinguido a la
el fanfarrón, etc.) descritos precisamen­ noción misma y, por ello, entiende
te por sus manifestaciones habituales. el C. como formación natural inevita­
Olvidada durante la Edad Media, cuan­ ble que el hombre lleva consigo y no
do la palabra sirvió preferentemente pa­ puede modificar, o como una forma­
ra designar la indestructibilidad de la ción consecuencia de las elecciones del
ordenación sacerdotal (Santo Tomás, hombre y, por lo tanto, libre y modifi-
S. Th., III, q. 65, a. 1 ss.), la noción re­ cable. Anotaremos sólo algunas de las
apareció en el siglo x v ii y fue puesta principales tomas de posición en uno
en circulación por La Bruyére (Les ca­ u otro sentido. La teoría de los tipos
racteres, 1687). Kant la utilizó en la psicológicos de Jung pertenece a la
tentativa de conciliar la causalidad na­ primera dirección, porque considera
tural y la causalidad libre. Cada causa al C. como una orientación predomi­
eficiente debe tener un carácter, esto nantemente inconsciente, debida a dis­
141
Carácter

posiciones orgánicas o de fundamento de C. es en él la de una determinación


instintivo. El C. de un hombre es la o conjunto de determinaciones origina­
dirección en la cual adviene el encuen­ rias e inmodificables, esto es, perma­
tro entre este hombre y el mundo, o nece fijada al significado que la hace
entre este hombre y la sociedad, y, por afín a temperamento (véase). Este con­
lo tanto, el conjunto de actitudes o dis­ cepto del C. hace de la libertad y del
posiciones para elegir o reaccionar en determinismo en la personalidad huma­
una determinada dirección. Ahora bien, na dos fuerzas diferentes y recíproca­
en el encuentro entre el hombre y el mente autónomas, una de las cuales
mundo, son posibles dos posiciones fun­ reside en el yo y la otra en el C.
damentales : el hombre intenta dominar (o en el temperamento), reproducien­
al mundo, o sea a los objetos externos, do, en lenguaje diferente, el dualismo
y adquiere una actitud activa, positiva, kantiano de C. inteligible y empírico.
creadora, o bien busca simplemente La doctrina de Adler había escapado,
defenderse de él, retirándose a sí mis­ en cambio, a este dualismo. Para Adler
mo en cuanto es posible. La primera el C. es la manifestación objetiva, re-
actitud es la extrovertida que produce velable a través de la experiencia social,
apertura, sociabilidad, o sea frecuencia de la personalidad humana misma. No
de relaciones con los demás; la se­ solamente el C. es un "concepto social”
gunda es la introvertida, que indica en el sentido de que se puede hablar de
clausura, timidez y en todo caso re­ C. refiriéndose a la conexión de un hom­
pugnancia a las relaciones con los otros bre con su ambiente, sino que también
y con las cosas (Psychotogischen Typen, los rasgos o las disposiciones inheren­
1921; entre las trad. esp.: Tipos psico­ tes al C. resultan relevantes sólo social­
lógicos, Buenos Aires, 1943, Sudameri­ mente. Las manifestaciones del C. “son
cana). Esta clasificación de Jung ha similares a una línea directiva a la que
adquirido celebridad y es adoptada por se adhiere el hombre como a un esque­
lo común aun sin referirla a sus bases ma y que le permite, sin reflexionar
teóricas. La misma noción de C. como mucho, expresar su original personali­
un dato irreducible, estructura origi­ dad en cada situación” (Menschen-
naria y congénita, no modificable por kenntnis, 1926, II, 1; trad. esp.: Cono­
las elecciones de los individuos, ha cimiento del hombre, Madrid, 1931).
sido aceptada por Le Senne, para quien No expresan ninguna fuerza o sustrato
el C. es "ti sistema invariable de las innato, pero son adquiridas temporal­
necesidades que se encuentran, por así mente. El C. es sustancialmente el
decirlo, en el confín de lo orgánico de modo en que el hombre toma posición
lo mental” (Traité de caractérologie, frente al mundo natural y social; y
p. 1). Sólo que para Le Senne el carác­ Adler funda la valoración de ese modo
ter no constituye la totalidad del hom­ en dos puntos de referencia: la volun­
bre ; es solamente uno de los elementos tad de dominio y el sentimiento social,
de su personalidad, la cual comprende, que con su acción recíproca constitui­
además del C., también elementos li­ rían los aspectos fundamentales del
bremente adquiridos que pueden con­ carácter. "Se trata —dice— de un jue­
tribuir a la especificación del C. mismo go de fuerzas cuya forma de manifesta­
en un sentido o en el otro. El C. es, pol­ ción exterior caracteriza lo que nos­
lo tanto, un límite objetivo intrínseco otros denominamos C.” (Ibid., 1926, II,
a la misma personalidad, de la elección 1). Scheler, en cambio, formula una
que la personalidad puede hacer libre­ distinción radical entre persona y C.
mente de sí misma; pero como límite La persona es el sujeto de los actos
tiene algo de congénito y, en sí mis­ intencionales y es, por lo tanto, el co­
mo, de inmutable. La determinación de­ rrelato de un mundo, más precisamente
bida al C. no es para Le Senne, por lo del mundo en el que vive. El C., en
tanto, una determinación necesaria, no cambio, es la constante hipotética x
obstante su originalidad y su inmuta­ que se adopta para explicar las accio­
bilidad relativa. Aun cuando acerca de nes particulares de una persona. Por
este punto Le Senne se adhiere a un lo tanto, si un hombre obra de manera
fundamento establecido por Adler (del que no corresponde a las deduccio­
cual hablaremos en seguida), la noción nes que liemos obtenido de la imagen
142
C a rá c te r p o é tic o
C a ra c te rís tic a
hipotéticamente adquirida de su carác­ halla en las determinaciones emotivas,
ter, estamos dispuestos, en buen de­ existenciales, prácticas y en general va-
recho, a cambiar esta imagen. Pero lorativas de los elementos que constitu­
la persona no puede cambiar; por lo yen el otro factor de la experiencia
tanto, no pueden tocarla los cambios misma. De tal manera son C. el placer,
de C., como tampoco la afecta la en­ el dolor, el ser, la apariencia, lo segu­
fermedad psíquica.que sólo la encubre ro, lo inseguro, etc., en tanto que son
(Formalismiis in der Ethik, pp. 501 ss.). elementos las sensaciones (sonidos, co­
Esta precisa separación entre C. y lores, etc.).
persona, que en Scheler surge de la
primacía metafísica que atribuye a (alem. CJuirakterismen).
C a ra c te ris m o s
la persona, no encuentra resonancias Según Kant, "designaciones de los con­
en la antropología contemporánea. Los ceptos por medio de signos sensibles
rasgos más comunes e importantes de concomitantes” como las palabras, los
esta antropología en lo que se refiere gestos, los signos algebraicos, etc. (Crít.
a la doctrina del C., se pueden recapi­ del Juicio, §59).
tular en la siguiente forma: 1) el C. es (lat. cluiracteristica). Leib-
C a ra c te rís tic a
la manifestación objetiva de la persona­ niz denominó C. o C. universal a la que
lidad humana o es esta misma perso­ en un primer momento (1666) había
nalidad en su aspecto objetivo, tal como llamado “arte combinatoria”, o sea "el
se deja ver a través de la común expe­ arte de formar y de ordenar los caracte­
riencia humana o de las técnicas de res de manera que se refieran a los pen­
investigación de la personalidad misma samientos, esto es, de manera que ten­
(véase p e r s o n a l id a d ) ; 2) el C. se dife­ gan entre sí la misma relación que
rencia del temperamento (véase) por­ existe entre los pensamientos mismos”.
que no es un dato puramente orgánico Los caracteres no son otra cosa que los
como este último y porque no es un signos escritos, dibujados o esculpidos.
elemento inmutable y necesario, sino Los fundamentos del arte C. han sido
el resultado de las elecciones efectua­ expresados por el mismo Leibniz en su
das por un individuo y consiste en las escrito Fundamenta calculi ratiocina-
constantes observables de sus eleccio­ toris (Op., ed. Erdmann, pp. 92 ss.) de
nes; 3) tales elecciones no son absoluta­ la manera que a continuación se deta­
mente libres y necesarias, sino que están lla. Todos los pensamientos humanos
condicionadas por elementos orgánicos, se pueden reducir a pocas nociones pri­
ambientales, sociales, etc., y en sus cons­ mitivas ; si tales nociones se expresan
tantes observables delinean un programa con caracteres, o sea con símbolos, se
de comportamiento en el cual coinciden pueden formar más tarde los símbolos
el C. y la personalidad del hombre. de las nociones derivadas y de tal
Según Vico, los pri­
C a rá c te r p o é tic o . manera se procede a deducir todo lo
meros hombres concibieron, al princi­ implícito en las nociones primitivas y
pio, las cosas mediante "C. fantásticos en las definiciones. De esta manera,
de sustancias animadas y mudas”, esto será posible proceder con certeza mate­
es, mediante actos o cuerpos que tu­ mática, ya sea en la adquisición de
vieran alguna relación con las ideas y nuevos conocimientos, ya sea en con­
luego con “C. divinos y heroicos, des­ trol de los conocimientos ya adquiri­
pués explicados con palabras vulgares” dos, y será posible también determinar
(Scienza nuova, 1744, passim; trad. esp. anticipadamente las experiencias o nue­
[en compendio]: Ciencia nueva, Méxi­ vas nociones necesarias para los ulte­
co, 1941, F. C. E.). Es obvio que en tales riores desarrollos del conocimiento. La
pasajes se utiliza la palabra "carácter” C., por lo tanto, debería formar un
en el sentido de signo o símbolo. cálculo lógico, provisto de símbolos y
reglas propias. Kant comparaba la ca­
(alem. Charakters). Avenarius
C a ra c te re s racterística universal de Leibniz con
(Kritik der reinen Erfahrung [“Crítica el tesoro escondido de que habla una
de la experiencia pura”], 1888-90) dio fábula de Fedro: los hijos, a los que el
este nombre a uno de los dos factores padre, en su lecho de muerte, había
que componen el mundo de la expe­ confiado la existencia del tesoro, remo­
riencia y, precisamente, a aquel que se vieron la tierra y la hicieron fértil y
143
C a r a c te r o lo g ía
C a rte s ia n is m o
éste fue el único tesoro que encontra­ el hombre y Dios. Santo Tomás defi­
ron (Nova Dilucidatio Principiorum ne la C. como "la amistad con Dios”
Metaphysicae, 1755, prop. II). Sin em­ y dice; "Esta sociedad del hombre con
bargo, la idea de Leibniz y las dife­ Dios, que es casi una conversación fami­
rentes tentativas de realizarla son el liar con Él, comienza en la vida pre­
precedente histórico inmediato de la mo­ sente mediante la gracia y se perfec­
derna lógica simbólica. ciona en el futuro mediante la glo­
ria; y una y otra cosa son sosteni­
C a ra c te ro lo g ía (franc. carac té r o lo g ie ; das por la fe y por la esperanza”
alem. Charakterologie o Charakterkun- (S. Th., II, 1, q. 65, a. 5). Acerca del
de). Nombre incorporado al uso, en la concepto del amor cristiano, véase a m o r .
segunda mitad del siglo pasado, para En el lenguaje común la palabra es
indicar la ciencia del temperamento adoptada, a veces, en lugar de benefi­
o del carácter. Véase c a r á c t e r ; e t o l o g ía . cencia, esto es, se aplica a la actitud
(lat. cardinales vir­
C a rd in a le s , v irtu d e s del que quiere el bien de los demás
tudes; ingl. ca rd in a l v ir tu e s; franc. y se comporta generosamente en rela­
vertues cardinales; alem. Kardinaltu- ción a ellos. Pero también el lenguaje
genden). Así llamó San Ambrosio (De común conoce y adopta el correcto sig­
crff. ministr., I, 34; De Par., III, 18; nificado del término, como cuando se
De sacr., III, 2) a las cuatro virtudes de dice que es “Necesario un poco de C.",
que habla Platón en la República, que con referencia al que juzga a su próji­
son algunas de las que Aristóteles deno­ mo con mucha severidad; aquí es obvio
minaba virtudes morales o éticas, o que C. significa amor o comprensión.
sea la prudencia, la justicia, la tem­ C a rn e (gr. oóqí; lat. caro; ingl. flesh;
planza y la fortaleza. Santo Tomás franc. clmir; alem. Fleisch). En la ter­
trató de mostrar lo adecuado de este minología del Nuevo Testamento, y
nombre, demostrando que todas las vir­ especialmente en San Pablo, algo dife­
tudes morales pueden denominarse C. rente al cuerpo. La C. o carnalidad
o principales, porque sólo ellas exigen es, en efecto, la aversión o la resisten­
la disciplina de los deseos ( reetitudo cia a la ley de Dios, y por lo tanto, el
appetitus) en la cual reside la virtud pecado o la inclinación al pecado (por
perfecta; así, pues, debe darse este ejemplo, San Pablo, Ad. Rom. VII, 14;
nombre a aquellas virtudes morales a VIII, 3, 8 , etc. Cf. Bultmann, Theologie
las que se reducen todas las demás, des N. T., 1948, p. 223). El término ha
o sea las cuatro mencionadas (S. Th., conservado el mismo sentido en el
II, 1, q. 51). Véase virtud. lenguaje común y en la prédica mo­
C a rid a d (gr. áyójtri; lat. caritas; ingl.
ralista.
charity; alem. Ndchstenliebe; franc. C a rte s ia n is m o . El conjunto de funda­
charité; ital. carita). La virtud cristia­ mentos que se consideran tradicional­
na fundamental, ya que consiste en la mente como típicos de la doctrina de
realización del precepto cristiano fun­ Descartes, y a los que a menudo se
damental "Ama a tu prójimo como a hace referencia, ya sea para aceptarla
ti mismo”. San Pablo, en especial, in­ o para refutarla. Pueden ser resumi­
siste en la superioridad de la C. sobre dos de la manera siguiente: 1) el ca­
las otras virtudes cristianas, la fe y la rácter originario del cogito como auto-
esperanza. "[La C.l todo lo excusa, todo evidencia del sujeto pensante y princi­
lo cree, todo lo espera, todo lo tolera... pio de toda otra evidencia; 2 ) el carác­
Permanecen estas tres cosas: la fe, la ter universal y absoluto de la razón, que
esperanza, la C.; pero la más excelente con sus propias fuerzas, a partir del
de ellas es la C.” (I Cor. XIII, 7 y 13). cogito, puede llegar al descubrimiento
La C. es sustancialmente, para San de toda verdad posible; 3) la función
Pablo, el lazo que mantiene unidos a subordinada de la experiencia con res­
los miembros de la comunidad cristia­ pecto a la razón. La experiencia (o sea
na y hace que esta comunidad sea el la observación y el experimento) es útil
propio "cuerpo de Cristo”. Por ello, sólo para decidir en los casos en los
la filosofía cristiana ha visto en la C., que la razón proyecta alternativas equi­
sobre todo, al lazo que existe entre valentes; 4) el dualismo de sustancia
144
C asas d e lo s p la n e ta s
C a ta lé p tic a , r e p re s e n ta c ió n

pensante y de sustancia extensa, dua­ aplicación de las normas morales y


lismo por medio del cual cada una religiosas a las vicisitudes de la vida.
de ellas se comporta según sus leyes En la antigüedad tuvieron una C. los
propias: la ley de la sustancia espiri­ cínicos y los estoicos. Ha habido y hay
tual, que es la libertad, y la ley de la una casuística cristiana, contra la cual,
sustancia extensa, el mecanismo. a partir de Pascal (Cartas provincia­
En sentido estricto, el C. encontró les, 1657) se ha formulado la acusación
sus representantes en Holanda (Enri­ de moralidad relajada y acomodaticia.
que Reggio, 1598-1679; Pierre Daniel Kant se enfrentó a la exigencia de una
Huét, 16301721; Gilbert Voetius, 1598- C. moral, y esclareció'su concepto de la
1676). Más tarde, a través de los Padres manera siguiente: "La ética, debido al
del Oratorio y los jansenistas (Antoine amplio margen que concede a los debe­
Amauld, 1612-94; Pierre Nicol, 1625-95), res imperfectos, conduce inevitablemen­
nació la Lógica de Port-Royal; y, en te al juicio hacia cuestiones que la
fin, tuvo acogida entre los ocasionalis- impelen a decidir la forma en que
tas (Arnold Geulingx, 1624-69; Nicolás la máxima debe ser aplicada en casos
Malebranche, 1638-1715) ( véase o c a s io ­ particulares o qué máxima particular
(subordinada) puede a su vez suminis­
n a l i s m o ; e s c o l á s t ic a ). En un sentido
más amplio, se pueden considerar como trar (de esta manera, podemos en todo
desarrollos del C. las doctrinas de Spi- momento preguntar por el principio de
noza, Leibniz y también de Locke, que aplicación de estas máximas, según los
dedujeron del C. uno o varios de sus casos que se presenten); de tal manera,
fundamentos. En la filosofía moderna la ética desemboca en una C." La C. no
el C. se caracteriza mediante los 1) es ni una ciencia ni parte de una cien­
y 4) fundamentos, principalmente. cia, porque en tal caso sería dogmática.
Es más bien "un ejercicio que enseña
C a sa s d e los p la n e ta s (lat. domus plane- la manera en que debe buscarse la ver­
tarum). Los astrólogos han denomi­ dad" (Met. der Sitien, II, Intr., 18,
nado C. de los planetas (cf. Pico della nota).
Mirándola, Adv. Astrol. Divin., VI, III)
a los doce lugares en que se encuentran C a ta lé p tic a , re p re s e n ta c ió n (gr. (pavxaoía
los planetas y conforme a los cuales, xaTaXr).Tnxri; lat. fantasía comprehensi­
al decir de los astrólogos, ejercen su va; alem. kataleptische V o rste llu n g ;
influencia sobre los acontecimientos hu­ ital. rappresentazione cal lettica). El
manos. criterio de la verdad, según los estoi­
cos, quienes denominaron C. o sea com­
C a s u a lís m o (ingl. casualism; franc. ca- prensiva a la representación evidente
suatisme; ital. casuatismo). La doctrina o que hace evidente al objeto que la
según la cual el acaso o casualidad no produce. Según un testimonio de Cice­
es solamente la expresión de la igno­ rón (Acad., II, 144), Zenón fijaba el
rancia humana con referencia a las significado de la representación C. en
causas de ciertos acontecimientos, sino su capacidad de aprehender o compren­
una condición o situación objetiva de der al objeto; por lo tanto, comparaba
indeterminación en las cosas mismas. ila mano abierta a la representación
Peirce denominó tiquismo a esta doc­ pura y simple, la mano en actitud de
trina (Chance, Lave and Logic., II, 3; asir al asentimiento, la mano cerrada
trad. ital., p. 144), de túct, que en en puño a la comprensión C. y las dos
realidad significa fortuna. Wittgenstein manos estrechadas mía sobre otra, a la
sostiene un C. radical: “Fuera de la ciencia. Según Diógenes Laercio (VII,
lógica todo es azar”, dice (Tract. Logico- 46) y Sexto Empírico (Adv. Math.,
Philos., 6.3). Y se debe recordar que la
lógica tiene que ver solamente con tau­ VII, 248), la representación C. es la
tologías (véase), que no significan nada. que nos llega de una realidad subsis­
tente y está impresa y marcada por ella
C a su ístic a (ingl. casuistry; franc. casuis- de tal manera que se conforma a ella.
tique; alem. Kasuistik; ital. casistica). En otros términos, la representación C.
El análisis y la clasificación de los es el acto del entendimiento que apre­
"casos de conciencia" esto es, de los pro­ hende al objeto o también el acto del
blemas que nacen en el curso de la objeto impreso en el entendimiento; y
145
Catarsis

tanto en uno como en otro caso garan­ en lenguaje embellecido y que tiene
tiza la presencia del objeto y la confor­ diferentes especies de adornos distribui­
midad de la representación con el ob­ dos en sus varias partes, imitación cum­
jeto. Los escépticos, de Arcesilao en plida por actores y no en forma narra­
adelante, pusieron en duda el criterio tiva y que, suscitando el terror y la
de la representación C., negando que piedad, logra la purificación de tales
pudiera tenerse la seguridad de la ver­ afecciones” (Poét., 1449 b 24 ss.). Es
dad de una representación cualquiera curioso que Aristóteles, no obstante
(Sexto E„ Adv. Math., VII, 162-64). examinar uno a uno todos los elemen­
tos de la tragedia, no se detenga, en
Catarsis (gr. jíaSáprn;). La liberación de cambio, a explicar el significado de la
lo extraño a la esencia o naturaleza C., lo que quiere decir que adopta aquí
de una cosa y que, por lo tanto, la per­ la palabra en el sentido general co­
turba o corrompe. El término es de rriente de serenamiento y de calma,
origen médico y significa "purga”. Pla­ aun sin una total ausencia de emocio­
tón define la C. como "la elección que nes; sentido que se encauza en lo que
conserva lo mejor y expulsa lo peor” dice en la Política a propósito de la
( Sof., 226 d). Por lo demás, recuerda música. Aquí observa que cuando algu­
la existencia da los libros de Museo y nos son fuertemente sacudidos por emo­
Orfeo según los cuales "los adeptos ciones tales como la piedad, el, miedo, el
celebran sacrifici os y persuaden no sólo entusiasmo y oyen cantos sagrados que
a los individuos en particular sino tam­ impresionan al alma "se encuentran en
bién a las ciudades, de que existen ab­ las condiciones del que ha sido curado
soluciones y purificaciones de los actos o purificado". Asimismo todas las de­
injustos por el camino de sacrificios más emociones pueden sufrir una “puri­
y de juegos placenteros, tanto para los ficación y un alivio placentero”. Y "las
vivos como para los muertos". Empé- músicas adecuadas particularmente pa­
docles llamó Purificaciones (xáBapgoi) ra producir purificaciones otorgan a
a uno de sus poemas, inspirado precisa­ los hombres una inocente alegría” (Pol
mente en el orfismo. En Platón el térmi­ VIII, 7, 1342 a 17). Entre las muchas
no tiene una significación moral y me­ interpretaciones que de la C. estética
tafísica. El término designa en primer se han dado, prevalece la de Goethe
lugar la liberación de los placeres (Fed (Nachlese zu Aristot. Poetik ["Releyen­
67 a, 69 c); u.i segundo lugar la libera­ do a Aristóteles. Poética”], 1826), según
ción del alma del cuerpo como un se­ la cual consistiría en el equilibrio de
pararse y retirarse del alma de las ope­ las emociones que el arte trágico in­
raciones corpóreas y la realización, ya duce en el espectador después de haber
en vida, de la separación total que es la despertado en él las emociones mismas
muerte (Ibid., ble). Sobre esto último y, por lo tanto, en el sentido de la
insistiría Plotino, según el cual la virtud serenidad y el apaciguamiento que pro­
purifica al alma de los deseos y de; cura. Si bien algo parecido se encuen­
todas las demás emociones, en el sen - tra en Aristóteles, es necesario observar
tido de que separa el alma del cuerpo que para él la significación de la C.
y obra de manera que el alma se recoj a estética no es diferente de la de la
en sí misma v resulte impasible (Enrv. C. médica o m oral: una especie de cura
I. 2, 5). de las afecciones (corpóreas o espiritua­
En sus escritos de historia natural, les) que no llega a abolirías, sino que las
Aristóteles usó mucho el término en lleva a la mesura en que son compati­
su significado médico de purificación bles con la razón.
o purga. Pero lo amplió también por En la cultura moderna el término C.
vez primera y lo aplicó a un fenómeno ha sido adoptado casi exclusivamente
estético, esto es, a esa especie de libe­ en relación con la función liberadora
ración o de sosiego que el hombre siente del arte. Freud ha denominado en algu­
por obra de la poesía y particularmen­ nas ocasiones C. al proceso de sublima­
te por obra del drama y de la música. ción de la libido (véase a m o r ), por el
“La tragedia —dice— es imitación de cual ésta se separa de su primitivo
una acción de carácter elevado y com­ contenido, o sea de la sensación volup­
pleto, de una determinada extensión, tuosa y de los objetos que con ella se
146
C a ta silo g is m o
C a te g o ría
relacionan, para concentrarse en otros tibie de hacerse explícito o de desarro­
objetos que serán amados por sí mis­ llarse (Met. der Sitien, II, Intr., § 18,
mos. A este proceso de C. (de "subli­ nota). Sostiene, asimismo, que es indis­
mación”) se deben, según Freud, todos pensable un C. moral que debió prece­
los progresos de la vida social, del der al C. religioso y es independiente
arte, de la ciencia y de la civilización de él (Ibid., §51). El positivismo del
en general, por lo menos en la medi­ siglo xix demostró cierta predilección
da en que dependen de factores psí­ por los C. filosófico-políticos. Saint-
quicos. Véase p s i c o a n á l i s i s . Simon compiló uno (C. de los indus­
triales, 1823-24) y también uno, que fue
Catasilogismo (lat. catasyllogismus; i tal. famoso, Auguste Comte (C. positivista,
catasillogismo). Contrademostración. El 1852). La causa de ello fue que el posi­
término fue usado por Juan de Salis- tivismo se presentó a menudo como una
bury (Metalogicus, IV, 5) con referencia religión "científica”, que debería sus­
al verbo contrademostrar adoptado por tituir a la religión tradicional.
Aristóteles (An. Pr., II, 19, 66 a 25).
C a te g o re m á tíc o (lat. categoremata', ingl.
Catástrofe (ingl. catastrophe; franc. ca­ categorematic; franc. catégorématique;
tas trophe ; alem. K a ta s tr o p h e ; ital. alem. kategorematisch; ital. categore-
catástrofe). Esta noción es recogida por matico). En la gramática y en la lógica
toda teoría que trate de explicar el des­ medievales se dio este nombre a las
arrollo de una realidad cualquiera me­ partes del discurso significantes por sí
diante trastornos radicales y totales que mismas, como el sujeto o el predicado,
se sucederían periódicamente. Cuvier en tanto que se denominaron sinca-
(Discours sur les révolutions du gtobe, tegoremáticas (véase) las otras. Es pro­
1812) explicó la extinción de las espe­ bable que la expresión se derive de la
cies animales fósiles mediante C. gene­ distinción que los estoicos hacían (Dióg.
rales que habrían destruido periódica­ L., VII, 63) entre "discurso perfecto”,
mente las especies vivientes de cada que es el sentido concluido (por ejem­
especie geológica, dando ocasión a Dios plo, "Sócrates escribe”), y discurso im­
de crear nuevas. En 1833 el geólogo perfecto, al que le falta algo (por
inglés Lyell en sus Principies of Geol- ejemplo, "Escribe”, que hace nacer la
ogy, propuso la tesis, más tarde umver­ pregunta "¿Quién?”). En la forma en
salmente aceptada, de que el estado que se generalizó en la lógica me­
actual de la tierra se debe, no a una dieval, la distinción aparece por vez
serie de C., sino a la acción lenta, primera en el tratado anónimo, del si­
gradual e insensible de las causas que glo xn, De generibus et speciebus,
de continuo obran ante nuestros ojos. editado por Cousin (CEuvres inédites
En el dominio político la teoría de la d’Abélard, p. 531). Tal forma fue des­
C. fue aceptada por Sorel (Réflexions pués constante en la lógica (cf. Pedro
sur la violence, 1906) que concibió el Hispano, Summ. Log., 1.05).
paso del capitalismo al socialismo como
una “C.” cuyo trastorno rehuye cual­ C a te g o ría (gr. xaxevoQÍa; lat. praedica-
quier descripción. Es cierto que Sorel mentum; ingl. category-, franc. caté-
agrega que no es indispensable que tal gorie-, alem. Kategorie-, ital. categoría).
C. se realice (no se ha realizado ni En general, cualquier noción que sirva
siquiera en la espera de los primeros como regla para la investigación o para
cristianos), pero basta que actúe como su expresión lingüística en un campo
un "mito”. Véase a c t i v i s m o ; m i t o . cualquiera. Históricamente el primer
significado atribuido a las C. es rea­
Catecismo (ingl. catechism; franc. ca- lista; son consideradas como determi­
téchisme; alem. Katechismus; ital. cate- naciones de la realidad y, en segundo
chismo). Kant dividió el método del lugar, como nociones que sirven para
interrogatorio (o erotemático) en mé­ investigar y comprender la realidad
todo catequístico, que se dirige sola­ misma. Así las entendió Platón, quien
mente a la memoria del interrogado, y las denominó "géneros sumos” y enu­
método dialógico o socrático, que se meró cinco de ellos: el ser, el movi­
dirige al contenido de la razón del miento, la quietud, la identidad y la
interrogado y, por lo tanto, es suscep- alteridad (So/., 254 ss.). Como algunos
147
Categoría

de estos géneros están mutuamente li­ plejos” verdaderos o falsos {De corpore
gados en su conjunto y otros no, de la Christi, 35; In Sent., I, d. 30, q. 2, I).
misma manera las partes del discurso, Por lo tanto, su distinción no implica
o sea las palabras, se ligan en su con­ una distinción igual entre los objetos
junto, y cuando tal mezcla corresponde reales, ya que no siempre cosas distin­
a la realidad el discurso es verdadero, tas corresponden a conceptos o palabras
de otra manera resulta falso (Ibid., distintas. Las C. de sustancia, cualidad
263 ss.). Esta concordancia entre la rea­ y cantidad, aun cuando sean distintas
lidad y el discurso, por el trámite de como conceptos, significan la misma
las determinaciones categoriales, cons­ cosa {Quodl., V, q. 23). Esta relación
tituye también la base de la teoría de radical de la realidad de las C. se basa
Aristóteles, quien, sin embargo, parte en la negación total que el nominalismo
de un punto de vista lingüístico y de medieval hacía de toda realidad uni­
tal manera las C. son los modos por los versal. Este punto de vista significa
que el ser se predica de las cosas en considerar las C. como simples nombres
las proposiciones y, por lo tanto, los que se refieren a grupos de objetos.
predicados fundamentales de las cosas. La doctrina de Kant nada tiene en
Aristóteles enumera diez que ejempli­ común con este nominalismo, aun cuan­
fica de la manera siguiente: 1) Sustan­ do se sustraiga igualmente al realis­
cia, ejemplo: hombre y caballo; 2) Can­ mo de la concepción clásica. Para Kant
tidad, ejemplo: dos codos; 3) Cualidad, las C. son los modos por medio de los
ejemplo: blanco; 4) Relación, ejem­ cuales se manifiesta la actividad del
plo: mayor; 5) Lugar, ejemplo: en el entendimiento, que consiste esencial­
liceo; 6) Tiempo, ejemplo: ayer; 7) En­ mente "en ordenar diversas representa­
contrarse, ejemplo: sentar; 8) Tener, ciones bajo una representación común”,
ejemplo: lleva los zapatos; 9) Accio­ esto es, en juzgar. Por lo tanto, son las
nar, ejemplo: cortar; 10) Sufrir, ejem­ formas del juicio, o sea las formas en
plo: ser cortado ( Tóp., I, 9, 103b 20ss.; las que el juicio se explica indepen­
Cat., 1 b 25 ss.). La relación entre la C. dientemente de su contenido empírico.
y el ser es explicada de la siguiente Por esta razón, las C. pueden ser saca­
manera: "Desde el momento en que el das de las clases del juicio enumeradas
predicado afirma una vez lo que una por la lógica formal. "De tal modo
cosa es, oLa vez su cualidad, su canti­ —dice Kant— surgen precisamente tan­
dad, su relación, lo que hace o lo que su­ tos conceptos puros del entendimiento
fre y el lugar donde está o el tiempo, que se aplican a priori a los objetos de
resulta que todos éstos son modos del la intuición en general, cuantas funcio­
ser” {Met., V, 7, 1017 a 23 ss.). Este con­ nes lógicas hubiera en todos los juicios
cepto de C. como determinación perte­ posibles de la tabla precedente [o sea,
neciente al ser mismo, de la cual debe en la clasificación de los juicios] por­
servirse el pensamiento para conocerlo que dichas funciones agotan completa­
y expresarlo en palabras, ha perdurado mente al entendimiento y miden todo
por mucho tiempo y por un largo pe­ su poder” (Crít. R. Pura, Anal, de los
riodo las escuelas filosóficas o los filó­ conceptos, § 10). Las C. son los concep­
sofos sólo estuvieron en desacuerdo con tos primitivos del entendimiento puro
respecto al número y a la distinción de y condicionan la totalidad del conoci­
las categorías. Así, los estoicos las re­ miento intelectual y la misma experien­
dujeron a cuatro- sustancia, cualidad, cia; pero no se aplican a las cosas en
modo de ser y relación (Simpl., In cat., sí y el conocimiento que se vale de ellas
f. 16 d). Plotino volvió a los cinco (esto es, la totalidad del conocimiento
géneros sumos de Platón (Enn., VI, 1, humano) no puede extenderse, por lo
25). En la Edad Media la única alter­ tanto, a tales "cosas en sí” o "noúme­
nativa en la doctrina del fundamento nos”. Sin embargo, las categorías son
real de las C. era el carácter puramente condiciones de la validez objetiva del
verbal de ellas, sostenido por el nomi­ conocimiento y, por lo tanto, del juicio
nalismo. Occam afirmó resueltamente en el cual se concreta el conocimien­
que las categorías no son más que sig­ to. En efecto, un juicio es una conexión
nos de las cosas, signos simples a partir entre representaciones, pero tal conexión
de los cuales pueden constituirse "com­ no es subjetiva, por lo tanto, no vale
1 4 8
Categoría

sólo para el sujeto particular que la del ser” fue readoptado por el idealis­
efectúa tan sólo por el hecho de que mo romántico y, particularmente, por
se haga de conformidad con una cate­ Hegel, quien consideró las categorías
goría, esto es, según un modo, una como "determinaciones del pensamien­
regla que es igual para todos los su­ to” y alabó a Fichte por haber afirmado
jetos y que, por lo tanto, da necesidad la exigencia de sus “deducciones”, esto
y objetividad a todo lo que se reúne es, de la demostración de sus necesida­
en la percepción (Prol., §22). La doc­ des (Ene., §43). Pero, en realidad, para
trina de Kant sobre las categorías puede Hegel las determinaciones del pensa­
reducirse a dos puntos fundamentales: miento son, al mismo tiempo, las deter­
1) las C. se refieren a la relación minaciones de la realidad (debido a la
sujeto-objeto y, por lo tanto, no se apli­ identidad de realidad y razón que sos­
can a una eventual “cosa en sí" que tiene) y habitualmente denomina "mo­
caiga fuera de estas relaciones; 2) las mentos" más bien que C. a estas deter­
C. constituyen las determinaciones obje­ minaciones. La única C. que reconoce
tivas de esta relación y, por lo tanto, en verdad como tal es la realidad-pen­
son válidas para todo ser pensante samiento, o sea la autoconciencia, el
finito. Kant enumeraba doce C., en Yo o la Razón. En la Fenomenología
cuatro grupos, que correspondían a las (I, cap. V, § 2) dice: "El Yo es la única
doce clases de juicios, a saber: 1) C. de pura esencialidad del ente o la C. sim­
cantidad: unidad, multiplicidad, tota­ ple. La C. que de otro modo tenía el
lidad; 2) C. de cualidad: realidad, nega­ significado de ser esencialidad del ente,
ción, limitación; 3) C. de relación: esencialidad indeterminada del ente en
inherencia y subsistencia (sustancia y general o del ente frente a la concien­
accidente), causalidad y dependencia cia, es ahora esencialidad o simple uni­
(causa y efecto), comunidad (acción dad del ente en cuanto éste es solamen­
recíproca); 4) C. de modalidad: posi­ te realidad pensante; o sea que la
bilidad-imposibilidad, existencia-no exis­ C. consiste en el hecho de que auto-
tencia, necesidad-contingencia. conciencia y ser tienen la misma esen­
El concepto kantiano de las C. domi­ cia." Lo que quiere decir que la C. debe
na aún la filosofía moderna y contem­ ser considerada como la conciencia y,
poránea si bien los filósofos que más por lo tanto, como la realidad misma
estrechamente observan las normas y no como una determinación del ser
kantianas no se han puesto de acuerdo en general. Esta teoría d^’ Yo, de la
acerca de la "tabla" de las categorías. Conciencia o del Espíritu como única
En general los neocriticistas han inten­ C. se ha convertido en lugar común de
tado simplificar y unificar esta tabla. todas las formas del idealismo román­
Renouvier, por ejemplo, ha considerado tico. Simétrica y opuesta a la de Hegel
la relación como C. fundamental (ya es la doctrina de Heidegger, para quien
que la conciencia es relación) y ve las la C. es la determinación del ser de
otras C. (número, extensión, duración, las cosas y no de la autoconciencia o
cualidad, devenir, fuerza, finalidad, per­ del Yo. Heidegger distingue, en efecto,
sonalidad) como determinaciones y es­ a los caracteres existenciarios (Existen-
pecificaciones de la primera (Essai de tialen) que son las determinaciones del
critique génerale, I, 1854, pp. 8 6 ss.). ser y de la realidad humana, del 'ser-
H. Cohén considera como C. fundamen­ ahí’ (Dasein), de las C. que son “deter­
tal la de sistema, porque la unidad del minaciones del ser del ente que no tiene
objeto sobre la cual se funda la unidad la forma del ‘ser-ahí’: eso es, determi­
de la materia, es una unidad sistemá­ naciones del ‘ser ante los ojos’ (Sein
tica (Logik, p. 339). Aun cuando no hay und Zeit, §9; trad. esp.: El ser y el
filósofo de inspiración kantiana que no tiempo, México, 1962, F. C. E.).
haya querido dar su tabla de las C., el La filosofía contemporánea nos ofre­
concepto kantiano de las C. ha perma­ ce, pues, tanto una vuelta a la concep­
necido inmutable dentro de la filosofía ción clásica y a la concepción kantiana
moderna inspirada en Kant. Pero tal de la C., como alguna nueva generaliza­
concepto no es único en la filosofía ción de su significado: 1) La concepción
moderna y contemporánea. El concepto clásica de la C. como "determinaciones
tradicional de C. como "determinación del ser” ha sido adoptada por N. Hart-
149
Categorial

mann, que considera las C. como estruc­ cífica. También existen, por lo tanto,
turas necesarias del ser en sí. Tales "C. del sustrato” {Ibid., § 14) que se
estructuras producen la estratificación diferencian en las precedentes C. “sin­
del mundo en una serie de estratos. tácticas” (o sea derivadas) en virtud
Existen las C. fundamentales, que per­ de referirse a sustratos no derivables,
tenecen a todos los estratos del ser o sea de naturaleza concreta e indivi­
y son las C. modales; existen también dual: la esencia última dotada de con­
las C. opuestas (cualidad-cantidad, con­ tenido material y el esto que está
tinuo-discreto, forma-materia, etc.), y aquí, que es el puro caso individual sin
en tercer lugar existen las C. de la forma sintáctica {Ibid., §16). En esta
esfera real que determinan los carac­ concepción husserliana de la C., preva­
teres de la efectividad y que se dividen lecen los rasgos realistas, aun cuando
en cuatro grupos, correspondientes al el objeto o las regiones ontológicas de
principio del valor, al principio de que habla Husserl sean siempre objetos
la creencia, al principio de la predeter­ de la intencionalidad de la conciencia.
minación y al principio de la dependen­ 3) En alguna otra corriente de la filo­
cia (Aufbau der reaten Welt, 1940; trad. sofía contemporánea, en el empirismo
esp.: La fábrica del mundo real, Onto- lógico por ejemplo, las C., en cambio,
togía, III, México, 1959, F. C. E.). 2) La son consideradas como las reglas con­
concepción kantiana de la C. como con­ vencionales que presiden el uso de los
dición del objeto y además el encauza- conceptos. Así lo hace Ryle, por ejem­
miento a la concepción instrumental de plo, que denomina “tipo o categoría
la C. misma, aparecen unidas en la lógica de un concepto al conjunto de
doctrina de Husserl. Para Husserl los modos en que, por convención, es
la noción de C. se relaciona con la de lícito servirse del respectivo término”
región ontológica y designa, en general, (Concept of Mind, Intr.,; trad. ital.,
el concepto que sirve para definir una p. 4). En verdad, ésta es la noción
región en general o el que entra a menos dogmática y más general de C.
definir una región particular (por ejem­ que la filosofía haya formulado hasta
plo, "la naturaleza física”). Los con­ ahora; pero contiene aún cierto dogma­
ceptos que entran a definir una región tismo, porque limita las C. a las ya
en general (adoptados, por lo tanto, en establecidas por el uso lingüístico co­
los axiomas lógicos) son llamados por mún, negando implícitamente la validez
Husserl "C. lógicas” o "C. de la re­ de toda nueva propuesta. Y, sin embar­
gión” Tales son los conceptos de pro­ go, los hombres de ciencia y los filó­
piedad, cualidad, relación de cosas, re­ sofos y, en general, los investigadores
laciones, conjunto, número, etc. Afines han ejercido siempre el derecho a pro­
a estas C. son las denominadas "C. del poner nuevas C., esto es, nuevos ins­
significado” inherentes a la esencia de trumentos conceptuales de investigación
la proposición. Las C. lógicas y las y de expresión lingüística. De aquí la
C. del significado son analíticas. En necesidad de formular la noción de ca­
cambio, los conceptos que entran en la tegoría precisamente como la de tal
construcción de los axiomas regionales instrumento, noción que presenta sobre
son denominados C. sintéticas por Hus­ todo la ventaja de caracterizar igual­
serl. "Los conceptos sintéticos funda­ mente bien las funciones efectivas de
mentales o C. —dice Husserl— serían todos los conceptos de C. históricamen­
los conceptos regionales fundamentales te propuestos.
(referidos esencialmente a la determi­
nada región y a sus proposiciones sin­ C a te g o ria l (ingl. categorial; franc. caté-
téticas fundamentales), y tendríamos gorial; alem. kategorial; ital. catego-
tantos distintos grupos de C. como re­ riale). Que concierne a las categorías
giones haya que distinguir” {Ideen, I, o se refiere a ellas; por lo tanto, es
§ 16). Las C. tienen para Husserl un diferente de categórico {véase infra)
carácter siempre objetivo, ya que las que significa una determinada especie
regiones ontológicas, que sirven para de justicia. Así N. Hartmann ha deno­
expresar los axiomas son luego las for­ minado "análisis C .” al análisis de los
mas de la objetividad, de la objetividad estratos del ser determinados por las ca­
en general o de una objetividad espe­ tegorías (Der Aufbau der realen Welt,
150
C a te g ó ric o
Causa sui
1940; trad. esp.: La fábrica del mun­ sean cuales fueren sus deseos (Grundle-
do real, Ontología, III, México, 1959, gung zur Met. der Sitien, II). Véase
F. C. E.). Y se habla de "error C.” para IMPERATIVO.
indicar el cambio de una categoría por
otra (por ejemplo, Ryle, Concept of C a ie n o te ís m o (ingl. kathenotheism; ital.
Mind, I, §2). catenoteismo). Término inventado por
el historiador de las religiones Max
C a te g ó ric o (gr. xaTriYOpmj; ingl. catego- Müller para indicar la doctrina de que
ricat; franc. catégorique; alem. ka- existe un solo dios por turno, o sea
tegorisch; ital. categórico). En general, el monoteísmo de los Vedas, según los
una proposición o un razonamiento no cuales un solo dios gobierna el mundo
limitado por condiciones. Se empezó a por vez, en tanto las otras divinidades
llamar C. al silogismo aristotélico (Sex­ esperan su turno.
to E., Hip. Pirr., II, 163), después de
que los estoicos elaboraron la teoría C a u sa e je m p la r . La idea en Dios de las
del razonamiento hipotético (véase a n a - causas que se propone crear. Véase
p o d íc t ic o ). Es muy probable que los IDEA.
estoicos hayan considerado que la teo­
ría aristotélica del silogismo quedaba C a u sa i n s tr u m e n ta l ( l a t . causa strumen-
absorbida por la teoría de los razona­ talis; ital. causa strumentate). Esta cau­
mientos hipotéticos elaborada por ellos, sa fue agregada a las cuatro causas de
de la misma manera que consideraban Aristóteles (véase c a u s a l id a d ) por el
absorbida en su teoría de los axiomas médico Galeno, quien admitía, sin em­
o proposiciones la teoría aristotélica de bargo, la superioridad de la C . final
la interpretación (véase). Pero la lógica sobre todas las otras. Designa lo que
posterior (especialmente los aristotéli­ es C. en virtud de cualquier otra cosa,
cos) agregó simplemente las determina­ como el aire, que puede ser C. del
ciones estoicas a las aristotélicas, ha­ calor, al ser a su vez calentado por
blando así de una proposición C. o de el fuego (cf. Santo Tomás, S. Th., I,
una proposición hipotética, de un silo­ q. 45, a. 5).
gismo C. y de un silogismo hipotético.
Esta terminología fue introducida por Causa sui. 1. La libertad como autode­
Marciano Capella (De nuptiis, §§404ss.) terminación. En este sentido, la no­
y por Boecio en la tradición latina. ción proviene de Aristótel s (Ét. Nic.,
Dice Boecio: "Los griegos denominaron III, I, 110 a) y ha sido constantemente
proposiciones C. a las que se pronuncian adoptada para definir la libertad abso­
sin ninguna condición, en cambio son luta o incondicionada. Véase l ib e r t a d .
condicionales las del tipo ‘si es de día 2. Plotino definió la In te lig e n c ia
hay luz’, que los griegos denominaron como "la obra de su misma actividad"
hipotéticas”. De la misma manera el (iavxov ávÉoynpa) en cuanto "tiene el
silogismo C. o "predicativo” es el for­ ser de sí y para sí misma” (Enn., VI, 8 ,
mado por proposiciones C., en tanto que 16). A través del neoplatonismo árabe,
el que consta de proposiciones hipoté­ especialmente de Avicena, y también
ticas es hipotético, esto es, condicional de la tradición filosófica judaica, este
(De syll. hypot., I, en P. L. 64, col. 833). concepto llega a Spinoza, que da co­
Esta terminología se ha conservado mienzo a su Ética, definiéndolo; "Por
a lo largo de toda la tradición lógica C. de sí entiendo aquello cuya esencia
de Occidente y fue aceptada por Kant implica la existencia, o sea, aquello
(Crít. R. Pura, Analítica de los concep­ cuya naturaleza no puede concebirse
tos, §9), quien a su vez extendió la sino como existente" (Eth., I, def. 1).
distinción misma aplicándola a los im­ Se trata de una de las muchas expre­
perativos, o sea a las máximas de la siones de la necesidad de la naturaleza
voluntad. Denominó C. al imperativo divina, según el concepto que precisa­
de la moralidad, que no está sometida mente el neoplatonismo árabe formó
a condición alguna y tiene, por lo tan­ de Dios (véase). Hegel adoptó la expre­
to, una “necesidad incondicionada ver­ sión spinoziana y le agregó que toda C.
daderamente objetiva", en consecuencia es "en sí y por sí C. sui", en cuanto se
vale para todos los seres razonables, reduce a la C. infinita, que es la sus­
151
Causalidad

tanda racional del mundo (Ene., § 153). de la noción de causa se encuentra en


Esto es lo que quería decir Spinoza. El Aristóteles, quien fue el primero en afir­
uso de esta noción para designar a mar (Fís., I, 1, 184 a 10) que conoci­
la divinidad es, por lo tanto, moderno miento y ciencia consisten en darse
y está relacionado con la orientación cuenta de las causas y que fuera de
panteísta, como resulta evidente de la esto no son nada. Pero al mismo tiem­
observación de Hegel (l.c.) de que po anota que si requerir la causa signi­
C. sui es equivalente a effectus sui. fica requerir el porqué de una cosa,
tal porqué puede ser diferente y, por
C a u sa lid a d (gr. aixía, aítiov; lat. causa; lo tanto, existen varias especies de cau­
ingl. causality; franc. causalité; alem. sas. En un primer sentido es causa
Causalitat; ital. causalita). En su sig­ todo aquello de que está hecha una
nificado más general, la relación entre cosa y que permanece en la cosa, por
dos cosas, en virtud de la cual la segun­ ejemplo, el bronce es causa de la esta­
da es unívocamente previsible a par­ tua y la plata de la copa. En un segundo
tir de la primera. Históricamente esta sentido, la causa es la forma o el mode­
noción ha adquirido dos formas funda­ lo, esto es, la esencia necesaria o sus­
mentales: I) la forma de una relación tancia (véase) de una cosa. En este
racional, por la cual la causa es la ra­ sentido, es causa del hombre la natu­
zón de su efecto que, por lo tanto, es raleza racional que lo define. En un
deducible de ella. Esta concepción des­ tercer sentido, es causa lo que da co­
cribe a menudo la acción de la causa mienzo al cambio o a la quietud, por
como la de una fuerza que genera o ejemplo, el autor de una decisión es la
produce necesariamente el efecto; 2) la causa de ella, el padre es causa del
forma de una relación empírica o tem­ hijo y, en general, lo que produce el
poral, por la cual el efecto no es dedu­ cambio es causa de éste. En un cuarto
cible de la causa, pero es previsible a sentido, la causa es el fin, por ejemplo,
partir de ella, por la constancia y uni­ la salud es la causa para la persona
formidad de la relación de sucesión. que pasea (Ibid., II, 3, 194 b 16; Met.,
Esta concepción elimina de la relación V, 2, 1013 a-b). Causa material, causa
causal la idea de fuerza. A ambas for­ formal, causa eficiente y causa final
mas les es común la noción de la pre­ son, por lo tanto, todas las causas posi­
visibilidad unívoca, esto es, infalible, bles según Aristóteles. Tres teoremas
del efecto, a partir de la causa y por fundamentales aclaran esta teoría aris­
lo tanto de la necesidad de la relación totélica de la causa: 1) la contempo­
causal. raneidad de la causa actual con su
1) La primera forma de la noción efecto, por ejemplo, de la acción cons­
de causa puede decirse que comienza tructora del arquitecto y de la casa:
con Platón, quien considera la causa contemporaneidad que no se encuentra
como el principio por el cual una cosa en las causas potenciales; 2) la jerar­
es, o resulta, lo que es. En tal sentido quía de las causas, por lo cual es ne­
afirma que la verdadera causa de una cesario buscar siempre la causa supe­
cosa es lo que para la cosa es "lo rior: por ejemplo, el hombre construye
mejor”, es decir, la idea o el estado porque es constructor, pero es cons­
perfecto de la cosa misma, por ejem­ tructor por el arte de construir; este
plo, la causa del dos es la dualidad, arte es, por lo tanto, la causa superior;
de lo grande la grandeza, de lo bello 3) la homogeneidad de la causa y del
la belleza; y en general el bien es causa efecto, por lo cual los géneros son cau­
de lo que hay de bueno en las cosas sas de los géneros, las cosas particula­
y de las cosas mismas (Fed., 97 c ss., res de las cosas particulares, el escultor
esp. 101 c). Platón admitió posterior­ de la estatua, las cosas actuales de
mente, al lado de estas causas "pri­ cosas actuales, las cosas posibles de co­
meras” o "divinas” las concausas, que sas posibles (Fís., II, 3, 195 b 16 ss.).
son las limitaciones que la obra crea­ Pero la nota fundamental es que las
dora del demiurgo encuentra y que cuatro causas no están en el mismo
constituyen los elementos de necesi­ plano; hay una causa primera o funda­
dad del mundo mismo (Tim., 69a). mental, un porqué privilegiado que es
Pero el primero y verdadero análisis el dado por la esencia racional de la
152
Causalidad

cosa, de la sustancia (De parí, an., siona una pequeña fuerza en virtud de la
I, 1, 639b 14). La sustancia es la esen­ cual el efecto se produce con facilidad,
cia necesaria, eternamente actual, prin­ como cuando se agrega un tercero para
cipio de realidad y también del devenir ayudar a sostener un peso que dos perso­
en cuanto éste es el paso de la poten­ nas llevan fatigosamente. Para los es­
cia al acto. La necesidad causal depende toicos la causa por excelencia es la
de la sustancia. "En las cosas artificia­ sinéctica y, en este sentido, Dios es
les —dice Aristóteles—, siendo la causa causa y constituye el principio activo
una cosa determinada, es necesario ne­ del mundo (Dióg. L., VII, 134; Séneca,
cesariamente que las otras cosas deter­ Ep., 65, 2). La filosofía medieval innovó
minadas hayan sido hechas o existan. poco o nada en lo que se refiere al
Así también en la naturaleza, si el hom­ concepto de la estructura causal (por
bre es esto hará estas cosas y si hace ser sustancial) del mundo. Su contri­
estas cosas sucederán estas otras" (Fís., bución mayor fue la elaboración del
II, 9, 200 a 35). En otros términos, la concepto de causa primera en un sen­
necesidad por la cual obra una cosa tido diferente al aristotélico, esto es,
cualquiera (de las que Aristóteles dis­ no como tipo de causa fundamental,
tingue) es la necesidad misma por la sino como primer anillo de la cadena
cual una sustancia (por ejemplo, el hom­ causal. La elaboración de este concepto
bre como animal racional) es lo que es. fue obra de la escolástica árabe y en
La necesidad causal es, por lo tanto, la particular de Avicena. Sustituyó la es­
del ser sustancial, la necesidad por tructura sustancial del mundo, cuya ne­
la cual lo que es no puede ser dife­ cesidad intrínseca constituiría la C., por
rente a como es. A esta necesidad es­ el ordenamiento jerárquico de las cau­
capa solamente lo accidental o causal. sas que tienen su centro en la Causa
Véase azar. primera. Dice, en efecto, Santo Tomás
La doctrina de Aristóteles demuestra (S. Th., II, 1, q. 19, a. 4): "En todas
la estrecha relación entre la noción de las causas ordenadas, el efecto depende
causa y la de sustancia. La causa es el más de la causa primera que de la
principio de inteligibilidad, porque com­ causa segunda, porque la causa segunda
prender la causa significa comprender no obra sino en virtud de la causa pri­
la articulación interna de una sustan­ mera." El teorema fundamental que
cia, y ésta es la razón por la que una rige esta universal concatenación cau­
sustancia cualquiera, por ejemplo, el sal y su carácter jerárquico es el que
hombre, Dios o la piedra, es la que es y Santo Tomás expresa diciendo: "Cuan­
no puede ser u obrar en forma diferen­ to más alta sea una causa, tanto más
te. Por ejemplo, si el hombre es "ani­ se extiende su poder causal” (Ibid., I,
mal racional" lo que él es o hace de­ q. 65, a. 3), teorema dé franco origen
pende de su sustancia así definida, que neoplatónico, ya que los neoplatónicos
obra como fuerza irresistible para pro­ habían reconocido precisamente junto
ducir las determinaciones de su ser y con el carácter universal de la necesi­
de su obrar. dad causal la jerarquía de las causas
Para los estoicos, la causa es una fuer­ mismas a partir de la causa primera
za productiva, esto es, "aquello por obra (Proclo, Ist. teol., 11). Un fruto de esta
de lo cual nace un efecto”. Según Sexto doctrina es el ocasionalismo (véase),
Empírico (Hip. Pirr., III, 14-15), los según el cual la única causa verdadera
estoicos distinguieron entre las causas, es Dios y las denominadas causas se­
las sinécdoques, las concausales y los co­ gundas o finitas son solamente ocasio­
operantes. Las sinécdoques son las cau­ nes de que se sirve Dios para hacer
sas verdaderas y propias, "presentes las efectivos sus decretos (Malebranche,
cuales está presente el efecto, elimina­ Recherche de la vérité, VI, 2, 3).
das o disminuidas las cuales queda El concepto aristotélico-árabe de un
eliminado o disminuido también el efec­ orden necesario en el mundo, en el
to”. Las concausales son las causas que cual todos los acontecimientos encuen­
se refuerzan recíprocamente en la pro­ tren su puesto y su concatenación cau­
ducción de un efecto, como en el caso sal, es defendido, en el Renacimiento,
de dos bueyes que tiran del arado. La por los aristotélicos como presupuesto
cooperante es, en fin, la causa que oca­ esencial de su naturalismo. Así Pom-
153
J
Causalidad

ponazzi quiere llevar al orden necesario causas” {Secondes Réponses). Lo que


de la naturaleza aun los acontecimien­ quiere decir que la causa es lo que per­
tos más extraordinarios y milagrosos, mite deducir el efecto. Y que explicar
y se vale, para hacerlo, del determinis- por la causa signifique "dar razón” de
mo astrológico de los árabes {De incan- lo que existe es, ni más ni menos, la
tationibus, 10). La noción de un orden significación del "principio de razón su­
causal del mundo (alguna vez referido ficiente", formulado por Leibniz como
a Dios como causa primera), según el base de las verdades de hecho. “Nada
concepto neoplatónico y medieval es ocurre —dice Leibniz (Théod., §44)—
también presupuesto y trasfondo de la sin que haya una ca’usa o por lo menos
primera organización de la ciencia por una razón determinante, o sea algo que
Copémico, Kepler y Galileo. Este tras­ pueda hacer posible la razón a priori,
fondo fue expresado en términos meca- porque lo que existe, existe más bien
nicistas por Hobbes y en términos teo­ que no existe, y porque existe así y no
lógicos por Spinoza, pero, no obstante, de otro modo." Indudablemente este
quedó inalterable. Hobbes cree que la punto de vista no constituía una nove­
relación causal se reduce a la acción dad en la historia de la noción de
de un cuerpo sobre otro y que, por lo causa: el predominio que Aristóteles
tanto, la causa es lo que genera o des­ reconoce a la sustancia como esencia
truye un determinado número de cosas racional (logas) o forma, significa pre­
en un cuerpo {De corp., IX, 1). La cau­ cisamente la exigencia de que la causa
sa perfecta, o sea la causa de la cual fuera la razón de la cosa o, en otras
sigue infaliblemente el efecto, es el palabras, hiciera cognoscibles a priori,
agregado de todos "los accidentes acti­ esto es, deducibles, la existencia y los
vos" en su totalidad y con ella el efecto caracteres de la cosa misma. Cuando
está ya dado {Ibid., IX, 3). La conca­ Leibniz dice que la naturaleza de una
tenación de los movimientos constituye "sustancia individual” basta "para com­
el ordenamiento causal del mundo. Por prender y hacer deducir todos los pre­
su parte Spinoza, al ver la única sus­ dicados del sujeto del que es atributo"
tancia en Dios, ve también en él la (Discours de Métaphysique, § 8 ), consi­
única causa, de la cual resultan todas dera tal naturaleza como la razón o
las cosas y los acontecimientos del causa de los caracteres y de la exis­
mundo (los "modos” de la Sustancia) tencia de la sustancia individual, que
con necesidad geométrica {Eth., I, 29). pueden ser reconocidos a priori, es de­
La necesidad causal, que para Hobbes cir, deducidos de ella. En esta afirma­
es una concatenación de los movimien­ ción de Leibniz se expresa con toda
tos, es para Spinoza una concatenación claridad la exigencia que Aristóteles
de razones, esto es, de verdades que ya había encarado, o sea que la causa
constituyen una cadena ininterrumpi­ y particularmente la "causa primera”
da. Por lo demás, el carácter mecá­ (en el sentido aristotélico y no en el
nico de la C. no disminuye, en el sentir sentido medieval) constituyera el prin­
de Hobbes, su naturaleza racional; más cipio de la deducción de todos sus efec­
bien, Hobbes considera al mecanicismo tos posibles. Véase f u n d a m e n t o .
como la única explicación racional del Este concepto sigue siendo vigente en
mundo; si en el cuerpo y en el movi­ la filosofía moderna, tanto en las doc­
miento ve los dos únicos principios de trinas idealistas o aprioristas, como en
explicación y no reconoce otras reali­ las doctrinas materialistas y mecani-
dades fuera de ellas, ello ocurre porque cistas. Fichte identifica la C. con la
tanto en Hobbes como en Spinoza, pre­ actividad creadora del Yo infinito que
valece la identificación de causa con se despliega y realiza conforme a una
razón, aceptada por Descartes. La causa absoluta necesidad racional (Wissen-
es la que da razón del efecto y demues­ schaftslehre, 1794, § 4, C-D). Hegel con­
tra o justifica la existencia o las de­ sidera la causalidad como la sustancia
terminaciones. De tel manera la conci­ misma “en cuanto se refleja en sí"
be Descartes cuando afirma, al definir {Ene., § 153), o sea, internamente ar­
como analítico el método que ha adop­ ticulada en su necesidad. “La causa
tado, que tal método "hace ver la forma se pierde en su otro, en el efecto; la
en que los efectos dependen de las actividad de la sustancia causal queda
154
Causalidad

perdida en su obrar” (Wissenschaft der ducción a priori. Expresan, en efecto,


Logik, III, 2, 1 B). Pero la sustancia el ideal de un saber que puede prever
causal es la razón misma y, por lo tan­ todo advenimiento futuro, por pequeño
to, la realidad en su esencia explicada. o grande que sea, deduciéndolo me­
En estas notas la C. parece ser idéntica diante leyes inmutables y necesarias.
a la racionalidad sustancial del mun­ Algunos decenios más tarde, Claude
do o es también considerada como una Bernard, en su Introducción al estudio
parte, momento o manifestación de ella. de la medicina experimental (1865),
De cuando en cuando sirve para definir negaba, obedeciendo al mismo ideal, el
la naturaleza de la racionalidad o para hecho de que la ciencia, aun en su radi­
ser definida por ella. Hegel, tomando cal exigencia de crítica, pudiera poner
la raíz etimológica de la palabra Ur- en duda el principio causal, al que
sache (causa) ve en la causa la “cosa denominaba principio del determinis-
originaria” (Ene., § 153), o sea la cosa mo absoluto. “El principio absoluto de
que es origen o principio de las otras, las ciencias experimentales —decía (In-
o de la cual las otras derivan; resul troduction, I, 2, 7)— es un determinis-
tan, se entiende que racionalmente, de mo necesario y consciente en las con­
tal modo que constituyen con ella el diciones de los fenómenos. Si un fe­
sistema total de la razón. Aquí el sentido nómeno natural, cualquiera que sea, es
asignado a la C. es el de racionalidad dado, nunca un experimentador podrá
pura y el sentido asignádo a la racio­ admitir que haya una variación en la
nalidad es el de la deducción necesaria. expresión de tal fenómeno, sin que
La relación causal es una relación de al mismo tiempo hayan sobrevenido
deducciones. De la causa debe poderse nuevas condiciones para su manifesta­
deducir el efecto y, efectivamente, se de­ ción; a lo más tiene la certeza a priori
duce. de que estas variaciones están deter­
Más o menos por el mismo periodo, minadas por relaciones rigurosas y ma­
los hombres de ciencia elaboraban, a temáticas. La experiencia nos muestra
partir de la explicación mecánica o me- solamente la forma de los fenómenos,
canicista del mundo, un concepto de pero la relación de un efecto con una
C. análogo al de Hegel, esto es, coin­ causa determinada es necesaria e inde­
cidente con él en su naturaleza de pendiente de la experiencia y forzosa­
relación o deducción. El astrónomo La- mente matemática y absoluta.” Pero no
place expresó el ideal de la explicación obstante estas afirmaciones „an cortan­
causal en su Teoría analítica de las tes de uno de los mayores científicos
probabilidades (1812), de la siguiente y metodólogos de la ciencia del si­
manera: “Debemos considerar el esta­ glo xix, la ciencia misma siguió otro
do presente del universo como el efec­ curso con referencia a la elaboración
to de su estado anterior y causa del y al uso de la noción de causalidad.
estado que seguirá. Una inteligencia Los progresos del cálculo de probabi­
que en un estado dado conociera todas lidades, algunas teorías físicas (espe­
las fuerzas de que está animada la cialmente la teoría cinética de los
naturaleza y la situación respectiva de gases), después la mecánica cuántica,
los seres que la componen, en caso abrieron un lugar cada vez mayor a la
de ser tan vasta como para someter noción de probabilidad y, por último,
estos datos al cálculo, abrazaría en la precisamente la mecánica cuántica ten­
misma fórmula los movimientos de los dió a sustituir por el uso de esta noción
más grandes cuerpos del universo y la noción de C. que parecía indispensa­
los del más ligero átomo; de tal ma­ ble a los científicos y metodólogos del
nera para ella nada sería incierto y el siglo xix. Se puede decir que la última
futuro, tanto como el pasado, estaría manifestación filosófica de la teoría
presente ante sus ojos.” Estas palabras clásica de la C. es la doctrina de Nicolai
fueron lema de la ciencia del siglo xix Hartmann, quien considerando la reali­
y expresan adecuadamente la estrecha dad dividida en planos estratificados,
relación, que la interpretación raciona­ cada uno de los cuales obedece a su
lista de la C. ha establecido a partir propio determinismo, modela todo tipo
de Descartes, de la C. misma con la o forma de determinismo sobre la C.
previsión infalible y de ésta con la de­ necesaria de la física del siglo xix, en­
155
Causalidad

tendida en su forma más rigurosa, como quedaran quietas o que la primera vol­
negativa de toda posibilidad o libertad viera hacia atrás o escapara de uno
(Mbglichkeit und Wirklichkeit, 1938; de los lados en una dirección cualquie­
trad. esp.: Posibilidad y efectividad, On- ra. Todas estas suposiciones son cohe­
tología, II, México, 1956, F. C. E.). rentes y concebibles y la que la expe­
2) La segunda forma que la noción riencia demuestra como verdadera no
de C. ha adquirido en la historia de la es más coherente y concebible que las
filosofía es aquella que la reduce sus­ demás." La conclusión es que "todos
tancialmente a la relación de previsi­ nuestros razonamientos a priori no
bilidad cierta. Las críticas que con ra­ prueban derecho alguno a esta prefe­
ros intervalos sufrió la noción de C. en rencia” ; y que "en vano pretenderemos
la filosofía antigua, tienden a reducir predecir cualquier advenimiento en par­
esta noción a la de sucesión o conexión ticular o inferir cualquier cosa o efecto,
cronológica constante, base de la pre­ sin la ayuda de la observación y de la
visión de los acontecimientos. Así el experiencia” (Inq. Cono Underst, IVj 1).
filósofo árabe Algazali (siglo xi) que Sin embargo, la observación y la expe­
intentaba reservar sólo a Dios el poder riencia, con la repetición de determi­
causal, negándolo a las cosas, observó nados acontecimientos semejantes, esto
que el único nexo aceptable entre las es, con la uniformidad que revelan,
cosas es una cierta conexión temporal hacen nacer el hábito de creer que tales
y que, por ejemplo, decimos que la com­ uniformidades se verificarán también
bustión ha sido causada por el fuego, en el futuro y hacen posible, por lo tan­
únicamente porque se nos aparece con­ to, la previsión sobre la cual se funda
juntamente con el fuego (Averroes, la vida cotidiana. Pero a esta previsión,
Destructio destructionum,!, dub. 3). Con según Hume, no la justifica nada. Aun
otra intención Occam, en el siglo xiv, después de haber realizado la experien­
se anticipó a la crítica de Hume, afir­ cia, la relación entre causa y efecto
mando que el conocimiento de una cosa continúa siendo arbitraria (ya que cau­
no lleva consigo, y bajo ningún título, sa y efecto son dos acontecimientos
al conocimiento de una cosa diferente, distintos) y, por lo tanto, sigue siendo
de manera que "una proposición como arbitraria la previsión fundada sobre
‘el calor calienta’ de ningún modo se aquella conexión. "El pan que comía
puede demostrar por silogismo, y el co­ anteriormente me nutría; esto es, un
nocimiento de ella sólo puede ser obte­ cuerpo con ciertas cualidades sensibles
nido por la experiencia, ya que si no se estaba dotado de fuerzas secretas en
experimenta que a la presencia del calor tal momento, pero, de esto ¿se deduce
sigue el calor en otra cosa, no se puede que otro pan me deba alimentar asi­
saber que el calor produce calor aun mismo en otro momento y que cuali­
cuando se sepa que la blancura produce dades sensibles similares deban hallarse
blancura” (Sumnrn Log., III, 2, 38). acompañadas en todo momento de igua­
Aquí se encuentra claramente anticipa­ les fuerzas secretas? La consecuencia
do el punto fundamental de la crítica de no parece del todo necesaria” (Ibid.,
Hume, o sea la no deducibilidad del IV, 2). La conclusión de Hume es que
efecto de la causa. Hume comienza, la relación causal es injustificable y
en efecto, negando que entre causa y que la creencia en ella se puede ex­
efecto exista tal relación. plicar sólo por el instinto, o sea por la
"Nosotros tenemos la ilusión —dice necesidad de vivir que la exige. Este
Hume— de que en caso de ser traídos análisis de Hume planteó el problema
de improviso a este mundo, podría­ de la C. en la forma que aún conserva
mos de inmediato deducir que una bola en la filosofía contemporánea. El cri­
de billar puede comunicar el movi­ terio adoptado por Hume para demos­
miento a otra.” Pero, en realidad, “aun trar la insuficiencia de la teoría clásica
suponiendo que me nazca por azar el es el de la presunción. La relación cau­
pensamiento del movimiento de la se­ sal debe hacer previsible el efecto, pero
gunda bola como resultado de su cho­ ninguna deducción a priori puede hacer
que, yo podría concebir la posibilidad previsible un efecto cualquiera; la de­
de otros miles de acontecimientos dife­ ducción es, por lo tanto, incapaz de fun­
rentes, por ejemplo, que ambas bolas dar la relación causal. La repetición
156
J
Causalidad

empíricamente observable de una rela­ creer que el sentimiento de poder sea


ción entre dos hechos es, pues, el único la misma potencia motora. La condi­
fundamento para afirmar una relación ción que acompaña a un hecho, y que
causal y el modo que hace posible tal es ya un efecto de este hecho, es pro­
afirmación. Tal hecho es el problema yectada como su ‘razón suficiente’."
que hoy se encuentra en la base de Para Nietzsche la total concepción me­
todas nuestras nociones de C., de con­ cánica del mundo no es en realidad
dicionamiento, de inducción, de proba­ más que un lenguaje simbólico para
bilidad, etc. Kant creyó haber respon­ expresar "la lucha y la victoria de cier­
dido a la duda de Hume en cuanto al tas cantidades de voluntad” (Wille zur
valor de la C., haciendo de la C. misma Machí, ed. 1901, §296; trad. esp.: La
una categoría (véase), o sea un concep­ voluntad de dominio, Madrid, 1932).
to a priori del entendimiento, aplicable Esta relación de la noción de C., como
a un contenido empírico y determinan­ fuerza productiva, con la experiencia
te de la conexión y del ordenamiento interna del hombre y, por ende, como
objetivo de tal contenido. Pero en rea­ transcripción o conceptualización antro-
lidad, esta solución sólo podía ser pos­ pomórfica, fue sostenida por numero­
tulada en forma de un concepto a priori sos filósofos en el siglo xix, aun cuan­
y, por lo tanto, de un “principio puro do ya fuera criticada y rechazada por
del entendimiento” (la segunda analo­ Hume (Inq. Conc. Underst., VII, 1). Se
gía de la experiencia) como solución intentó, por lo tanto, “purificar” de sus
al problema propuesto por Hume, aun­ referencias antropomórficas la noción
que sin salvar sus dificultades. Al decir de C., y la más importante tentativa
Kant que la naturaleza nunca podrá des­ a este respecto fue realizada por Comte.
mentir al principio de causa, ya que por Comte cree que la idea misma de
el hecho de ser naturaleza debe ser causa como fuerza productiva o agente
pensada como naturaleza y la causali­ es propia de un estado superado por
dad es una condición del pensamiento la ciencia, o sea del estado metafísi-
(Crít. R. Pura, § 26; Prol., §36), no hace co; y, en cambio, considera propia del
más que decir que la naturaleza, para estado positivo la noción de causa como
ser tal, debe estar ordenada por rela­ "relación invariable de sucesiones y de
ciones causales, es decir, que no hace semejanza entre los hechos". Tal no­
más que dar una definición de la natu­ ción era suficiente, según 2 omte, para
raleza que ya incluye esta relación. Por hacer posible la tarea esencial de la
lo tanto, la solución kantiana, aun cuan­ ciencia que es la de prever los fenó­
do haya sido sugerida por la exigen­ menos en vista de su utilización; la
cia de salvar o garantizar la validez relación constante, una vez reconocida
de la ciencia newtoniana fundada en la y formulada en una ley, hace posible
noción de causa, tiene el carácter de prever un fenómeno al verificarse el
una solución verbal y de un dogmatis­ fenómeno con el cual está relacionado
mo disfrazado. Al debilitamiento de y la previsión hace posible, a su vez,
este dogmatismo contribuyeron, en el la elección acerca de los fenómenos
siglo xix, el reconocimiento del carác­ mismos (Cours de Phil. positive, I,
ter antropomórfico del concepto de cau­ cap. I, §2). Este concepto de la previ­
sa y, desde fines de siglo hasta nuestros sión como tarea fundamental de la
días, las limitaciones crecientes que el ciencia, que Comte derivaba de Bacon,
uso de este concepto ha encontrado en pero que él hizo prevalecer ampliamen­
el pensamiento científico. Acerca del pri­ te en la investigación moderna, debería
mer punto nos limitaremos a anotar la resultar dominante como criterio de la
opinión de Nietzsche, para quien la no­ validez y de la eficacia de la ciencia
ción de causa no es otra cosa que la y, por lo tanto, también de la capaci­
transcripción simbólica de la voluntad dad y del significado del principio de
de poder, o sea del sentimiento inter­ causalidad. La noción de C. y la de pre­
no de fuerza o de alegre expansión. visión estuvieron, pues, estrechamente
"Fisiológicamente —dice Nietzsche— la relacionadas, tanto en Comte como des­
idea de causa es nuestro sentimiento pués de él. Mach, que parte de esta
de poder, en lo que se llama voluntad, conjunción entre las dos nociones, qui­
y la idea de efecto es el prejuicio de so sustituir el concepto tradicional de
1S7
Causalidad

causalidad por el concepto matemático principio de C., como casos particula­


de función, o sea de "dependencia de res de previsiones probables. Escribía
los fenómenos entre sí o más exacta­ Heisenberg en 1930: "Nuestra descrip­
mente dependencia de los caracteres ción habitual de la naturaleza y, en
distintivos de los fenómenos entre sí" particular, el pensamiento de una rigu­
(Analysis der Empfindungen, 9* ed., rosa C. en los hechos de la naturaleza,
1922, p. 74; trad. esp.: Análisis de las reposan en la admisión de la posibili­
sensaciones, Madrid, 1925). Pero ni dad de observación del fenómeno sin
Comte ni Mach pusieron en duda el ca­ influirlo de manera sensible... En la
rácter necesario de la C. y el determi- física atómica cada observación está
nismo riguroso que comporta en el relacionada, por lo general, con una
mundo de los fenómenos naturales. perturbación finita y hasta cierto punto
Por consiguiente, no pusieron en duda incontrolable, hecho que debería tener­
la previsión cierta e infalible de los se en cuenta desde el principio en la
hechos naturales cuyas relaciones cau­ física de las más pequeñas unidades
sales sean conocidas. Solamente los existentes. Ya que, por otra parte, toda
desarrollos de la ciencia contemporá­ descripción espacio-temporal de un he­
nea han puesto en duda estas dos cosas cho físico va ligada a una observación
y han provocado, por lo tanto, la crisis del hecho, se deduce que la descrip
definitiva de la noción de C. ción espacio-temporal de los hechos,
En la segunda mitad del siglo xix, por un lado, y la clásica ley causal, por
la formulación matemática de la teo­ el otro, representan dos aspectos com­
ría cinética de los gases, debida a plementarios, que se excluyen recípro­
Maxwell y a Bolzmann, sirvió para in­ camente, de los acontecimientos físi­
terpretar estadísticamente el segundo cos (Die physikalischen Prinzipien der
principio de la termodinámica, según Quantumtheorie ["Los principios físicos
el cual el calor pasa sólo de un cuerpo de la teoría cuántica”], IV, § 3). En 1932,
de temperatura más alta a un cuer­ von Neumann resumía el estado de la
po de temperatura más baja. La teoría cuestión de la siguiente manera: "En
cinética interpretaba este hecho como física macroscópica no hay experiencia
un caso de probabilidad estadística y, alguna que pruebe el principio de C.,
por primera vez, se utilizó la noción debido a que el orden causal aparente
de probabilidad, hasta ese momento li­ del mundo macroscópico no tiene otro
mitada al dominio de la matemática, origen fuera del de la ley de los gran­
en el dominio de la física. Sin em­ des números y, por lo tanto, inde­
bargo, la teoría cinética de los gases pendientemente del hecho de que los
no representaba todavía una infracción procesos elementales (que son los ver­
al principio de C. dominante en todo el daderos procesos físicos) sigan o no
resto de la física. Sólo los desarrollos leyes de C. . .. Sólo en la escala atómi­
de la física subatómica y el descubri­ ca y en los procesos elementales la
miento del principio de indetermina­ cuestión de la C. puede realmente ser
ción, debido a Heisenberg (1927), dieron objeto de discusiones; pero en tal es­
el golpe decisivo al principio de C. La cala y en el estado actual de nuestros
imposibilidad, establecida por tal prin­ conocimientos, todo está en contra de
cipio, de medir con precisión una mag­ ella, ya que la única teoría formal que
nitud sin menoscabo de la precisión se relaciona más o menos con la expe­
en la medida de otra magnitud con riencia, resumiéndola, es la mecánica
ella relacionada, hace imposible prede­ cuántica, que está en pleno conflicto
cir con certidumbre el comportamiento lógico con la C. ... No hay actualmente
futuro de una partícula subatómica y razón alguna que permita afirmar la
sólo autoriza previsiones probables, pre­ existencia de la C. en especie y ninguna
visiones fundadas en comprobaciones experiencia puede darnos la prueba”
estadísticas, acerca del comportamien­ (Les fondaments mathématiques de la
to de tales partículas. Como conse­ mécanique quantique, trad. franc., 1947,
cuencia de ello, la física tiende hoy a pp. 143 ss., 223-224, etc.). Algunos años
considerar las mismas relaciones de más tarde, Reichenbach ( Theory of
previsión en el campo de los objetos Probability, 1949, p. 10) afirmó: "El des­
macroscópicos, lo que dio origen al arrollo histórico de la física conduce
158
J
C a v e rn a , a le g o ría d e la
C e r tid u m b r e o c e rte z a

a la conclusión de que el concepto de Celantes. Palabra mnemotécnica usada


probabilidad es fundamental en todas por los escolásticos para indicar el sex­
las aserciones acerca de la realidad y to modo de la primera figura del silo­
que, hablando estrictamente, no es po­ gismo, esto es, el que consta de una
sible una sola aseveración acerca de la premisa universal negativa, de una pre­
realidad cuya validez pueda ser afir­ misa universal afirmativa y de una
mada como algo más que probabilidad.” conclusión universal negativa, como
Estos desarrollos de la ciencia han in­ por ejemplo: “Ningún animal es piedra;
utilizado la descripción de los filósofos Todo hombre es animal; Por lo tanto
acerca del fundamento, el alcance y ninguna piedra es hombre” (Pedro His­
los límites del principio de causa. Este pano, Summut. logic., 4.08).
principio ya no es aceptado, ni en su
forma clásica ni en su forma moderna. C e la re n t. Palabra mnemotécnica usada
El concepto del saber y de la ciencia por los escolásticos para indicar el se­
como "conocimiento de las causas” ha gundo modo de la primera figura del
entrado en crisis y ha sido práctica­ silogismo, es decir, el que consiste de
mente abandonado por la misma cien­ una proposición universal negativa,
cia. Una nueva terminología se va ela­ de una proposición universal afirma­
borando, terminología en la que los tiva y de una conclusión universal
conceptos de condición (véase) y con­ negativa,- como por ejemplo, "Ningún
dicionado (véase), definibles median­ animal es piedra; Todo hombre es ani­
te los procedimientos en uso en las mal ; Por lo tanto ningún hombre es
diferentes disciplinas científicas, toman piedra” (Pedro Hispano, Summul. logic.,
el puesto del venerable y actualmente 4.07).
inservible concepto de causa.
Celotipia (lat. Zelotypia). Según Baum-
la. Mito expuesto garten, amor que desea que el amor
C a v e rn a , a le g o r ía d e
por Platón en el libro VII de la Repú­ del ser amado sea proporcionado al
blica, según el cual la condición de los propio amor (Met., §905).
hombres en el mundo es parecida a la
de los esclavos atados dentro de una C e ro (ingl. zero\ franc. zéro\ alem. Nuil;
C., que pueden distinguir solamente las ital. tero). El cero ha sido introducido
sombras de las cosas y de los seres mática número
como solamente en la mate­
moderna. Peano lo incluyó en­
que están fuera de la caverna y que
se proyectan en el fondo de la misma. ma tre las nociones primitivas de su siste­
La filosofía es, en primer lugar, la sa­ ha definidológico (véase a r i t m é t i c a ). Russell lo
lida de la C. y la observación de las como “la clase cuyo único
cosas reales, del principio de la vida miembro es la clase nada” (Introduc-
tion to Mathematical Philosophy, III;
de ellas y de su cognoscibilidad, esto trad. ital., p. 35).
es, del sol (el bien [véase]) y, en se­ En sentido metafórico, se dice a veces
gundo lugar, el retorno a la C. y la punto cero para indicar el punto de
participación en las obras y valores pro­ encuentro o de equilibrio de diferentes
pios del mundo humano (República, posibilidades. Dice Kierkegaard: “Lo
519 c-d). que yo soy es nada y esto me procura
a mí y a mi genio la satisfacción de
C a v e rn a , ídolos de la, véase ÍDOLOS.
conservar mi existencia en el punto
cero, entre el frío y el calor, entre la
C a v ila ció n (lat. cavillatio; ingl. cavil;
sabiduría y la estupidez, entre algo y
ital. cavillo). El término fue propuesto la nada, como un simple quizá” (Werke
por Cicerón como traducción de la pa­ ["Obras"], IV, p. 246).
labra griega sophisma, que luego fue
traducida comúnmente por falacia (véa­ C e rtid u m b re o c e rte z a (gr. ¡h:f5uium|Z; lat.
se) (De Orat., II, 54, 217; cf. Séneca, certitudo; ingl. certitude, certainty-,
Ep., 111; Quintiliano, Inst. Or., IX, 1, franc. certitude; alem. Gewissheit; ital.
15). El término reapareció, con este certezza). La palabra tiene dos signifi­
mismo sentido, en el siglo xvu (cf. cados fundamentales: 1) la seguridad
Jungius, Lógica Hamburgensis, 1638, VI, subjetiva de la verdad de un conoci­
1 , 16). miento; 2 ) la garantía que un cono­
159
Certidumbre o certeza

cimiento ofrece de su verdad. La pa­ el objeto que mejor se adapta al enten­


labra ha sido y es usada en ambos dimiento hunano y es menos cierta
significados, que el inglés distingue por la fe (S. Th., II, 2, q. 4, a. 8 ). Es obvio
medio de dos palabras diferentes: cer- que la C. considerada en su causa es
titude, que se refiere al primero y la C. subjetiva, esto es, la seguridad
certainty, que se refiere al segundo subjetiva de la verdad de la creencia,
[que son equivalentes a los términos en tanto la C. considerada en su ob­
españoles C. y certeza]. Los do* signi­ jeto es la C. objetiva y, en efecto, Santo
ficados no siempre son alternativas que Tomás atribuye la primera C. a la ac­
se excluyan y a menudo son comple­ ción de la voluntad y no a la de la
mentarias. Pero en el pensamiento clá­ razón (Ibid., II, 2, q. 2, a. 1 ad 3?). La
sico prevalece el segundo significado, filosofía moderna ha identificado ver­
que es el objetivo, y la garantía a la que dad y C. a través de Descartes. La
se hace alusión constituye la solidez o primera regla cartesiana: "No aceptar
estabilidad del conocimiento verdade­ como verdadero sino lo que se reconoce
ro. Según este concepto, que Platón ha evidentemente como tal” establece, en
expresado claramente, la estabilidad efecto, esta identidad, de la cual el
del conocimiento depende de la estabi­ Cogito mismo es el acto o la mani­
lidad de su objeto y de tal manera se festación que permite, a través de la
pueden conocer en forma estable (o C., que el yo obtenga el principio mis­
sea con C.) sólo las cosas estables, en mo de la verdad de la propia existencia.
tanto las cosas no estables, o sea cam­ Esta identidad es también evidente en
biantes, pueden ser objeto sólo de cono­ Locke que distingue dos clases de C.
cimiento probable ( Tim., 29b-c; Fileb., "Hay C. de la verdad” cuando las pala­
59 b). La C. en este sentido no es más bras están unidas en las proposiciones
que un atributo de la verdad: es el de manera que expresen exactamente el
carácter estable, o sea no sujeto a des­ acuerdo o el desacuerdo de las ideas
mentido, de la verdad misma. En el que significan, según realmente es. La
mismo sentido entendieron la C., Aris­ "C. del conocimiento” consiste en per­
tóteles (Met., IV, 1008 a 16; 1011b 13; cibir el acuerdo o el desacuerdo de las
etcétera) y Sexto Empírico, quien aso­ ideas, según han sido expresadas en
ció la C. a la verdad y a la ciencia cualquier proposición” (Essay, IV, 6 , 3).
(Hip. Pirr I, 191; II, 214; Adv. math., Aquí se incluye como elemento de la
VII, 151, etc.). verdad a la relación con la expresión
La noción subjetiva de la C. y los lingüística, pero la C. es idéntica a la
problemas inherentes a ella nacieron verdad. "A esto es a lo que comúnmente
cuando, con la importancia atribuida llamamos conocer —dice Locke— o el
por el cristianismo a la fe, se reconoció estar ciertos de la verdad de cualquier
la posibilidad de una seguridad subje­ proposición” (Ibid., IV, 6 , 3). Estas afir­
tiva del saber, no garantizada por un maciones fueron aceptadas por Leibniz
criterio objetivo de verdad. Pero obvia­ (Nouv. Ess., IV, 3), quien, no obstante,
mente el reconocimiento de esta posi­ distinguía asimismo la “C. absoluta”
bilidad conducía a reconocer la otra —que verosím ilm ente comprende las
posibilidad de la garantía objetiva y no dos especies de C. distinguidas por
a negarla. Los dos conceptos de C., por Locke— y la C. moral, que puede lograr­
lo tanto, siempre se esclarecen unidos se por las pruebas de la verdad de la
y complementariamente en la tradición religión (Théod., Discours, §5). La doc­
filosófica. Santo Tomás distingue dos trina de Vico está contra la identidad
modos de considerar la certidumbre. cartesiana de lo verdadero y de lo cier­
El primero consiste en considerar su to (que Spinoza confirmaba con su teo­
causa y bajo este aspecto la fe posee rema "el que tiene una idea verdadera
más certeza que el saber, la ciencia sabe al mismo tiempo que tiene una
y el entendimiento, en virtud de fun­ idea verdadera y no puede dudar de la
darse en la verdad divina, en tanto los verdad de ello” [Eth., II, 431), lo mismo
otros tres se fundan en la razón huma­ que en pugna con la distinción de
na. En el segundo modo, la C. se puede Leibniz entre C. absoluta y C. moral.
considerar desde el objeto (subjectum) Vico distingue entre lo verdadero, que
y de esta manera resulta más cierto se identifica con el hecho (en cuanto se
160
C e sa re
C ib e rn é tic a
tanto, ha denominado Urdoxa, o Ur-
puede conocer con verdad sólo lo que
se hace y de lo que, por lo tanto, se glaube (creencia primitiva o protodoxa
sabe la causa), y lo cierto, que se funda [véase]) (Ideen, I, §104). Se ha habla­
en la tradición y en la autoridad y que, do, asimismo, de "C. moral”, poniendo
al no ser susceptible de demostración como ejemplo a Leibniz (Ollé Laprune,
necesaria, tiene el rango de probable. La certitude morale, 1880), para indicar
“Los hombres que no saben la verdad una C. no garantizada por un criterio
de las cosas —dice— procuran atenerse obejtivo o racional, como es, precisa­
a lo cierto, porque, al no poder satis­ mente, la C. de la fe; pero la identifica­
facer al entendimiento con la ciencia, ción establecida por la filosofía carte­
por lo menos hacen reposar la voluntad siana entre C. y verdad no ha sido
en la conciencia” (Scienza Nuova, 1744, nunca abandonada. A su vez Heidegger
degn. 9). La filosofía, según Vico, no la ha confirmado, diciendo': "La C. se
puede fundarse, como pretenden los funda en la verdad o es inherente a
cartesianos, solamente en lo verdadero; ella con igual originalidad que ella mis­
debe utilizar también el concepto de ma.” Y ha hecho una distinción de
cierto, que está constituido por el con­ los dos significados, que corresponden
junto de conocimientos preparados por al subjetivo y al objetivo de C.: "el
los que Vico llama "filólogos”, o sea, ‘ser cierto’ como una forma del ser
por los historiadores, críticos, gramáti­ del ‘ser ahí’ ” (o sea del hombre) y la
cos, que se ocupan de las costumbres, C. del "ente, de que puede ser cierto
de las leyes y de las lenguas de los el 'ser ahí’ ” que es derivada de la pri­
pueblos (Ibid., degn. 10). Pero en gene­ mera (Sein und Zeit, §52; trad. esp.:
ral, la distinción entre C. y verdad se El ser y el tiempo, México, 1962, F. C. E.).
ha mantenido firmemente en la filo­
sofía moderna. Kant denominó C. a la Cesare. Palabra mnemotécnica usada
creencia objetivamente suficiente, esto por los escolásticos para indicar el
es, a la suficientemente garantizada primero de los cuatro modos del silo­
como verdadera (Crít. R. Pura, Canon gismo de segunda figura, esto es, el
de la razón pura, sec. 3). Por lo de­ que consiste en una premisa universal
más, Kant ha distinguido entre la C. negativa, una premisa universal afirma­
empírica, que puede ser originaria, o tiva y una conclusión universal negati­
sea relacionada con la propia experien­ va, por ejemplo: "Ninguna piedra es
cia histórica o derivada de una expe­ animal; Todo hombre es n im a l; Por
riencia ajena; y la C. racional, que se lo tanto ningún hombre es piedra” (Pe­
distingue de la empírica por la "con­ dro Hispano, Summul. logic., 4.11).
ciencia de la necesidad” y, por lo tanto,
puede ser denominada apodíctica (Logik, Cesarismo (alem. Casarismus; ital. ce-
fntr., §IX). Hegel mismo aceptó la sarismo). Spengler llamó así "a la espe­
identificación de C. y de conocimiento cie de gobierno que, no obstante todas
y ejemplificó los dos aspectos, subje­ las formas del derecho público, está
tivo y objetivo de la C. sensible, de la aún totalmente desprovisto de forma
siguiente manera: “En la C. sensible, en su naturaleza interna”. Aparece al
un momento es puesto como lo que final de determinados periodos, una
simple e inmediatamente es, como la vez muertas las instituciones políticas
esencia: y esto es el objeto. El otro fundamentales, aunque se conserva mi­
momento es puesto como lo inesencial nuciosamente su apariencia; durante
y mediato, que no es en sí, sino me­ estos periodos nada tiene significación,
excepto el poder personal ejercido por
diante algo de otro: y esto es el Yo, un el César. "Es el retorno de un mundo
saber que sabe el objeto solamente por­ que ha logrado su forma a lo primiti­
que el objeto es, un saber que puede ser vo, a lo que es cósmicamente ahistóri-
o también no ser” (Phaenomen. des co” (Der Untergang des Abendlandes,
Geistes, I, A, I). De análoga manera II, 4, 2, §14; trad. esp.: La decadencia
los dos significados han sido distingui­ de Occidente, Madrid, 1934).
dos y aceptados por Husserl, que ha
considerado como originario el fenóme­ C ib e rn é tic a (ingl. cybernetics). La pa­
no de la C., relacionado con la misma labra significa precisamente arte del
actitud de la creencia y que, por lo piloto, pero el norteamericano Wiener
161
C iclo d e l m u n d o
C ielo
la usó para designar "el estudio de los porque es lo que eternamente debe
mensajes y particularmente de los men­ retornar, porque es el devenir que no
sajes que efectivamente ordenan, a los conoce saciedad ni disgusto ni fatiga”
fines de construcción de las máquinas (Wille zur Machí, ed. 1901, § 385; trad.
calculadoras" (C., or Control and Com- esp.: La voluntad de dominio, Madrid,
munication in the Animal and the 1932). Y limitada al mundo de la his­
Machine, 1947). toria, la noción fue adoptada por Speng-
ler, quien ve la historia misma como
C iclo d e l m u n d o ( gr. x ú x /.o ;;
ingl. cos- una sucesión de civilizaciones, que
mic cycle; franc. cycle cosmique; alem. como organismos vivos nacen, crecen,
kosmischer cyclus; ital.ciclo del mondo). declinan y mueren, y tienen, por lo
La doctrina que sostiene que el mundo tanto, la marcha de su C. orgánico en
retorna, después de un cierto número común (Der Untergang des Abend-
de años, al caos primitivo, del cual landes, I, 1932, pp. 23 ss.; trad. esp.:
saldrá nuevamente para recomenzar su La decadencia de Occidente, Madrid,
curso siempre igual. La doctrina fue 1934). Véase h i s t o r i a .
sugerida a los más antiguos filósofos
por las vicisitudes cíclicas confirma- Cielo (gr. oupavóc; lat. caelum; ingl.
bles : la alternancia del día y de la no­ heaven; franc. ciel; alem. Himmet;
che, de las estaciones, de las genera­ ital. cielo). Aristóteles distingue tres
ciones animales, etc. La noción del C. significados del térm ino: 1) La sustan­
cósmico se encuentra en el orfismo, en cia de la circunferencia externa del
el pitagorismo, en Anaximandro (Hip., mundo, o sea el cuerpo natural que está
Refut. omn. haeres., I, 6 , 1) en Empé- en la extrema periferia del universo; en
docles (Fr. 17, Diels), en Heráclito este sentido se da el nombre de C. a
(Fr. 5, Diels) y, además, en los estoi­ la región en la que, según se cree, tiene
cos, según los cuales: "Cuando los as­ su sede la divinidad. 2) El cuerpo que
tros han vuelto en su movimiento al ocupa el puesto más cercano a la cir­
mismo signo y a la latitud y longitud cunferencia externa del universo y en
en la que cada uno se hallaba al prin­ el cual se encuentran la luna, el sol y
cipio, ocurren, en los C. de los tiempos, algunos astros, los cuales, en efecto, se
una conflagración y destrucción tota­ dice que están en el "C.”. 3) En fin,
les; luego se vuelve desde el principio todo el cuerpo encerrado en la circun­
al mismo c.den cósmico y de nuevo, ferencia externa y, por lo tanto, el mun­
moviéndose los astros igualmente, todo do mismo en su totalidad (De cael.,
acontecimiento acaecido en el prece­ I, 9, 278 b 10). Este último significado
dente C. vuelve a repetirse sin diferen­ es el que Platón atribuyó a la palabra
cia alguna. Existirán, en efecto, nueva­ (Tim., 28 c). La doctrina aristotélica
mente Sócrates, Platón y de nuevo, cada fundamental con referencia al C. es la
uno de los hombres con los mismos ami­ de la incorruptibilidad. Aristóteles cree
gos y conciudadanos, las mismas creen­ que el C. está formado por una sustan­
cias y los mismos argumentos de dis­ cia diferente de la de las cosas sub­
cusión, cada ciudad y pueblo volve­ lunares, esto es, por el éter (véase). El
rán igualmente. Este retorno universal éter, que se mueve sólo circularmente,
se realizará no solamente una vez, sino no puede sufrir ni generación ni co­
muchas veces, hasta el infinito” (Neme­ rrupción. La generación y la corrupción
sio, De nat. hom., 38). de los cuerpos se deberían, al alternar­
En la filosofía moderna esta doctrina se de los dos movimientos opuestos
reaparece en Nietzsche, para quien el (desde el centro y hacia el centro), a
eterno retorno es el sí que el mundo que están sujetos los elementos (agua,
se dice a sí mismo, la voluntad cós­ aire, tierra y fuego) que componen los
mica de reafirmarse y de ser ella mis­ cuerpos sublunares; de tal manera el
ma, la expresión cósmica, por lo tanto, C., que se mueve circularmente y que
del espíritu dionisiaco que exalta y no tiene un opuesto, es incorruptible
bendice la vida. "El mundo —dice Nietz­ e ingenerable (De cael., II, lss.). La
sche— se afirma por sí, incluso en su doctrina de la incorruptibilidad de los
uniformidad que permanece igual en el C. dominó toda la física antigua y
curso de los años, se bendice por sí, medieval. El primero en ponerla en
162
Ciencia

duda fue Occain, en el siglo xiv, quien en actitud de huida y, en efecto, las
negó la diversidad entre la materia que opiniones “desertan del alma humana
compone los cuerpos celestes y la ma­ y de tal manera no tienen gran pre­
teria que compone los cuerpos sub­ dicamento hasta tanto alguien logre li­
lunares, y admitió como única diferen­ garlas con un razonamiento causal”.
cia entre éstos y aquéllos, el hecho de Pero "cuando se ligan resultan C. y
que la materia de los cuerpos celestes permanecen fijas. He aquí por qué la
no puede ser transformada por la ac­ C. —concluye Platón— es más válida
ción de agente creado alguno y para tal que la recta opinión y difiere de ella
finalidad se requeriría la acción direc­ por su conexión” (Men., 98 a). La doc­
ta de Dios (In Sent., II, q. 22 B). Pero trina aristotélica de la C. es mucho más
esta crítica de Occam fue ignorada por rica y circunstancial, pero obedece al
sus mismos discípulos y sólo fue resu­ mismo concepto. La C. es "conocimien­
citada después de un siglo por Nicolás to demostrativo”. Por tal se entiende el
de Cusa, quien afirmó que la generación conocim iento que permite "conocer
y la corrupción que se verifican en la la causa de un objeto, esto es, cono­
Tierra, se verifican probablemente tam­ cer por qué el objeto no puede ser dife­
bién en los otros astros, porque no rente de lo que es” (An. Pr., I, 2, 71b
existe diversidad de naturaleza entre 9ss.). Por consiguiente, el objeto de
ellos y la tierra (De docta ignorantia, la C. es lo necesario (véase) y, por lo
II, 12). Sin embargo, el fin de la doc­ tanto, la C. se distingue de la opinión
trina fue la crítica que Galileo formu­ y no coincide con ella, ya que si coin­
lara en los Diálogos acerca de los dos cidiera "estaríamos convencidos de que
máximos sistemas (1632). un mismo objeto puede comportarse en
forma diferente a la que se comporta
Ciencia (gr. é.-uo-nigri; lat. scientia; ingl. y estaríamos convencidos al mismo
Science; franc. Science; alem. Wissen- tiempo de que el objeto no podría com­
schaft; ital. scienza). Un conocimiento portarse en forma diferente” (An. Post.,
que incluye, en cualquier modo o me­ 1, 33, 89 a 38). Por lo tanto, Aristóteles
dida, una garantía de la propia validez. excluye que pueda existir C. de lo no
Damos aquí la limitación expresada con necesario: de la sensación (Ibid., 31,
las palabras "en cualquier modo o me­ 87b 27) y de lo accidental (Met., VI,
dida” a fin de hacer aplicable la defini­ 2, 1027 a 20), pues identifica el cono­
ción a la C. moderna, que no tiene cimiento científico con el conocimiento
pretensiones de absoluto. Pero el con­ de la esencia necesaria o sustancia
cepto tradicional de la C. es aquel en (Ibid. VII, 6 , 1031b 5). La más perfecta
el que incluye una garantía absoluta de realización de este ideal de la C. fueron
validez y es, por lo tanto, como cono­ los Elementos de Euclides (siglo m a.c.).
cimiento, el grado máximo de la certe­ Esta obra, que ha querido realizar la
za. Lo opuesto a la C. es la opinión matemática como C. perfectamente de­
(véase), caracterizada precisamente por ductiva, sin apelar para nada a la expe­
la falta de garantía acerca de su vali­ riencia o a la inducción, fue por muchos
dez. Las diferentes concepciones de la siglos (y en algunos aspectos sigue sien­
C. se pueden distinguir conforme con do) el modelo mismo de la C.
la garantía de validez que se le reconoz­ Los Elementos de Euclides trasmitie­
ca. Esta garantía puede consistir: 1) en ron la concepción de la C. de Platón
la demostración; 2 ) en la descripción; y de Aristóteles con mayor fuerza que
3) en la corregibilidad. ía declinación teórica de Aristóteles. Los
1) La doctrina que enuncia que la antiguos no se apartaron de tal deli­
C. garantiza la propia validez demos­ ncación. Los estoicos la repitieron afir­
trando sus afirmaciones, o sea estruc­ mando que "la C. es la comprensión
turándolas en un sistema o en un orga­ segura, cierta e inmutable fundada en
nismo unitario en el cual cada una de la razón” (Sexto Emp., Adv. Math.,
ellas sea necesaria y ninguna pueda ser VII, 151), o bien "es una comprensión
dejada de lado, agregada o cambiada, segura o un hábito inmutable para
es el ideal clásico de la ciencia. Platón acoger representaciones, fundado en la
comparaba la opinión (véase) a las es­ razón” (Dióg. L., VII, 47). Santo Tomás
tatuas de Dédalo, que siempre están repitió las notas aristotélicas (S. Th.,
163
Ciencia

II, 1, q. 57, a. 2) y Duns Scoto acentuó una unidad, un todo... Las proposicio­
el carácter demostrativo y necesario nes particulares en general no son C.,
de la C., excluyendo de ella todo cono­ sino que llegan a ser C. solamente en
cimiento privado de tales caracteres y, el todo, gracias a su lugar en el todo,
por lo tanto, todo el dominio de la fe a su relación con el todo” (Ueber den
(Op. Ox., Prol., q. 1, n. 8 ). También Begriff der Wissenschaftslehre ["Sobre
la escolástica posterior, con Occam, el concepto de la teoría de la ciencia”],
mantuvo en pie el ideal aristotélico 1794, §1). Schelling repetía: “General­
de la C. (In Sent., III, q. 8 ). mente se admite que a la filosofía con­
El surgimiento de la C. moderna no viene una particular forma suya que
ha puesto en crisis este ideal. Por se denomina sistemática. Presuponer
un lado, la necesidad aristotélica fue una forma tal no deducida corresponde
aceptada también por sus adversarios; a otras C., que ya presuponen la C. de
por el otro, persiste la sugestión de la la C., pero no ya a ésta que se propone
matemática como C. perfecta por su como objeto la posibilidad de una C.
organización dem ostrativa y Galileo semejante” (System des transzenden-
mismo colocaba las "demostraciones ne­ talen Idealismos ["Sistema del idealis­
cesarias” junto a la "sensata experien­ mo trascendental”], 1800, I, cap. I;
cia” como fundamento de la C. (Opere, trad. ital., p. 27). Y Hegel afirmó en
V, p. 316). El ideal geométrico de la C. forma perentoria: "La verdadera forma
domina también en las filosofías de en la que existe la verdad puede ser
Descartes y Spinoza. Descartes quiso sólo su sistema científico. Colaborar a
organizar todo el saber humano sobre que la filosofía se acerque a la forma
el modelo de la aritmética y de la geo­ de la C. —es decir a la meta, alcanzada
metría, únicas C. que reconoció como la cual pueda abandonar el nombre de
"faltas de falsedad y de incertidumbre” amor del saber para ser verdadero sa­
por estar enteramente fundadas en la ber— he aquí lo que yo me he pro­
deducción (Regulae ad directionem in- puesto” (Phanom. des Geistes, Prefacio,
genii, II). Y Spinoza denominó C. intui­ I, 1). Fichte, Schelling y Hegel conside­
tiva a la extensión del método geo­ raban que sólo el saber sistemático, por
métrico a todo el universo, extensión lo tanto sólo la C., era filosofía. Pero el
mediante la cual "este conocimiento concepto de sistema sirvió para carac­
procede desde la idea adecuada de la terizar la C. en general y, por lo tanto,
esencia fon..al de ciertos atributos de también la C. de la naturaleza, a muchos
Dios hasta el conocimiento adecuado filósofos del siglo xix. H. Cohén vio en
de la esencia de las cosas” (Eth., II, el sistema la categoría más alta de la
40 scol. 2o). Kant aplicó a este viejo naturaleza y de la C. (Logik, 1902,
ideal un nuevo término, el de sistema p. 339). Husserl consideraba como ca­
(véase). "La unidad sistemática —de­ rácter esencial de la C. la "unidad
cía— es, en primer lugar, lo que hace sistemática” que en ella encuentran los
de un conocimiento común una C., es conocimientos en particular y sus fun­
decir, de un simple agregado hace un damentos (Logische Untersuchungen,
sistema”; añadía que se debe entender 1900, I, p. 15) e indicaba en el sistema
por sistema "la unidad de múltiples el ideal mismo de la filosofía, si quiere
conocimientos reunidos bajo una úni­ organizarse como "C. rigurosa" (Philo-
ca idea” (Crít. R. Pura, Doctrina del sophie ais strenge Wissenschaft, 1910-
método, cap. III; cf. M etaphysische 1911; trad. esp.: La filosofía como cien­
Anfangsgründe der Naturwissenschaft cia estricta, 1951). El ideal de la C. como
["Principios metafísicos de las ciencias sistema ha seguido vivo aún mucho
naturales”], Prefacio). Este concepto tiempo después de que las C. naturales
de la C. como sistema, introducido por se hubieron alejado de él y hubieron
Kant, se convirtió en lugar común de comenzado a polemizar en contra del
la filosofía del siglo xix y, aún hoy, "espíritu de sistema”.
recurren a él las filosofías de carácter Aunque hoy puede considerarse des­
teológico y metafísico. Ello ha sucedido aparecido el ideal clásico de la C. como
sobre todo porque el romanticismo lo ha sistema cumplido de verdades necesa­
hecho suyo y lo ha repetido hasta la rias por evidencia o por demostración, no
náusea. Decía Fichte: “Una C. debe ser se pueden considerar, no obstante, des­
164
Ciencia

aparecidas todas sus características. Que declaró inútil el espíritu de sistema,


la C. sea, o tienda a ser, un sistema, tanto para la C. como para la filosofía.
una unidad, una totalidad organizada, “Todas las C. —decía—, reducidas en
es una pretensión compartida a veces lo posible a los hechos y las consecuen­
también por las otras concepciones de cias que de ellos se puedan deducir,
la C. misma. Lo que esta pretensión nada conceden a las opiniones, excepto
conserva de valedero en todos los casos en el caso de no poder ser evitadas.”
es la exigencia de que las proposiciones La C. se reduce así a la observación de
que constituyen el cuerpo lingüístico de los hechos y a las inferencias o a los
una C. sean compatibles entre sí, esto cálculos fundados en los hechos. El
es, no contradictorias. Esta exigencia es, positivismo del siglo xix no hizo más
sin duda, mucho más débil que la que que apelar al mismo concepto de la
pretende que tales proposiciones consti­ C. Dice Comte: “El carácter funda­
tuyan una unidad o un sistema; más mental de la filosofía positiva es el de
bien, hablando con exactitud, es una considerar todos los fenómenos como
exigencia totalmente diferente ya que la sujetos a leyes naturales invariables,
no contradictoriedad no implica en mo­ cuyo descubrimiento preciso y cuya re­
do alguno la unidad sistemática. Sin ducción al menor número posible son
embargo, en el lenguaje científico o las finalidades de todos nuestros es­
filosófico corriente, la exigencia siste­ fuerzos, en tanto consideremos como
mática se reduce a menudo a la de la absolutamente inaccesible y privada de
compatibilidad. sentido la búsqueda de las que deno­
2) La concepción descriptiva de la C. minamos causas, sean éstas primarias
se ha venido formando a partir de Ba- o finales” (Cours de phil. positive, I,
con por obra de Newton y de los filó­ 4; vol. I, pp. 26-27). Pero el positivismo
sofos de la Ilustración. Su fundamento insistió también acerca del carácter de
es la distinción baconiana entre anti­ la C. que ya Bacon había aclarado, o
cipación e interpretación de la natura­ sea el carácter activo u operativo, que
leza ; esta última consiste en "conducir permite al hombre obrar sobre la natu­
a los hombres frente a los hechos par­ raleza y dominarla mediante la pre­
ticulares y a sus órdenes” (Nov. Org., visión de los hechos que las leyes hacen
I, 26, 36). Newton estableció el concep­ posible (Ibid., II, §2; p. 100). Por lo
to descriptivo de la C., oponiendo el tanto, el ideal descriptivo de la C. no
método del análisis al método de la sín­ implica que la misma consista en el
tesis. Este último consiste "en conside­ reflejo o en la reproducción fotográ­
rar que las causas han sido descubier­ fica de los hechos. Por un lado, el
tas, en colocarlas como principios y en carácter anticipatorio del conocimiento
explicar los fenómenos partiendo de ta­ científico, mediante el cual dicho cono­
les principios, considerando como prue­ cimiento se concreta en previsiones fun­
ba esta explicación”. El análisis con­ dadas en las relaciones comprobadas
siste, en cambio, "en hacer experimentos entre los hechos, le quita el carácter
y observaciones, en obtener conclusio­ fotográfico: en efecto, no se puede foto­
nes generales por medio de la induc­ grafiar el futuro. Por otro lado, la mis­
ción y en no admitir en contra de las ma C. positivista ha aclarado el carácter
conclusiones objeciones que no resulten activamente orientado de la descripción
de los experimentos o de otras verda­ científica. Las consideraciones de Clau-
des ciertas” (Opticks, III, 1, q. 31). de Bemard a este respecto son particu­
La filosofía de la Ilustración exaltó y larmente importantes: "La simple con­
difundió el ideal científico de Newton. firmación de los hechos —dice— nunca
“Este gran genio —decía D'Alembert— podrá llegar a constituir una ciencia.
vio que era el tiempo de excluir de la Se pueden multiplicar los hechos y las
física las conjeturas e hipótesis vagas observaciones, pero tal cosa no lleva
o, por lo menos, de concederles sola­ a comprender nada. Para instruirse es
mente lo que valen y someter esta C. necesario razonar sobre lo que se ha
sólo a las experiencias y a la geome­ observado, juzgar los hechos y compa­
tría" (Discours prétiminaire de l'Ency- rarlos con otros hechos que sirven de
clopédie, en CEuvres, ed. Condorcet, control” (Intr. a t'étude de la médecine
p. 143). Al mismo tiempo, D’Alembert experiméntale, 1865, I, 1, §4). Desde
r

Ciencia

este punto de vista, una C. de observa­ sentidos, las relaciones se convierten


ción será una C. que razone sobre en objetos de la investigación y las cua­
hechos de la observación natural, esto lidades se relegan a un segundo plano,
es, sobre hechos pura y simplemente desempeñando un papel únicamente en
confirmados, en tanto una C. experi­ la medida en que ayudan al estableci­
mental o de experimento razonará sobre miento de relaciones” (Logic, VI, § 6 ;
hechos obtenidos en las condiciones que trad. esp.: Lógica, México, 1950, F. C. E.,
el experimentador ha creado y deter­ pp. 134-135). Ahora bien, las relaciones
minado por sí mismo (Ibid., 1865, I, no son más que otro nombre con el
1, §4). que se designan leyes, ya que la ley
La doctrina de la C. de Mach no no es más que la expresión de una rela­
podría denominarse descriptiva, si por ción y de tal manera el mismo concepto
descripción se entendiera la reproduc­ de C. se puede hallar en todos los au­
ción fotográfica de los objetos, pero sí tores que reconocen como tarea de la
puede denominarse así en el sentido ciencia la formulación de la ley. Dice
ahora aclarado. Dice Mach: "Si exclui­ Dingler: "La tarea principal de la C.
mos lo que no tiene sentido buscar, consiste en lograr el mayor número de
veremos aparecer más nítidamente lo leyes posible” (Die Methode der Physik
que realm ente podemos tomar me­ ["El método de la física”], 1938, I,
diante las C. particulares: todas las §9). Y más recientemente R. B. Braith-
relaciones y los diferentes modos de re­ waite ha afirmado: "El concepto fun­
laciones de los elementos entre sí” damental de la C. es el de la ley
(Erkenntniss und Irrtum, cap. I; trad. científica y la finalidad fundamental
esp.: Conocimiento y error, 1948). La de una C. es el establecimiento de le­
innovación de Mach consiste en su con­ yes. Para comprender de qué modo
cepto de los elementos; tales elementos obra una C. y de qué modo suministra
son, para él, comunes tanto a las cosas explicaciones de los hechos que inves­
como a la conciencia y diferentes en tiga, es necesario comprender la natu­
la conciencia y en la cosa, solamente raleza de las leyes científicas y el
en cuanto pertenecientes a diferentes modo de establecerlas" (Scientific Ex-
conjuntos (Ibid., cap. I; cf. Die Analyse planation, Cambridge, 1953, p. 2).
der Empfindungen, 9* ed., 1922, p. 14; 3) Una tercera concepción es la que
trad. esp.: Análisis de tas sensaciones, reconoce como única garantía de la
Madrid, 1925). La función económica validez de la C. su autocorregibilidad.
que Mach atribuye a la C. o, con mayor Se trata de una concepción que ha
precisión, a los conceptos científicos, asomado en las vanguardias más críti­
por lo tanto, no niega el carácter des­ cas o menos dogmáticas de la meto­
criptivo de la C., reconocible en la dología contemporánea y que no ha lo­
tesis de que tiene por objeto las rela­ grado desarrollarse en la medida que
ciones entre los elementos. Precisamen­ las dos concepciones precedentes, pero
te por considerar las relaciones entre que es significativa —aun así— ya sea
los hechos, la C. es una descripción por partir del abandono de toda pre­
económica y abreviada de los hechos tensión a la garantía absoluta, ya sea
mismos (Die Mechanik ["Exposición porque abre nuevas perspectivas al es­
histórico-crítica de la evolución de la tudio analítico de los instrumentos de
m ecánica”], 1883; trad. ingl., 1902, investigación de que disponen las C.
pp. 481 ss.). Del mismo modo, Bergson El presupuesto de esta concepción es el
reconoce el carácter convencional y falibilismo (véase) que Peirce reconoció
económico de la C. por el hecho de como inherente a todo el conocimiento
que, por tener la C. como órgano a la humano (Coll. Pap., I, 13, 141-52). Pero
inteligencia, se detiene en las relacio­ la tesis en cuestión ha sido expresada
nes entre las cosas y las situaciones y por vez primera por Morris R. Cohén:
no en las cosas (Év. créatr., 8 ? ed., "Podemos definir la C. como un sis­
1911, pp. 161, 356). El ideal descriptivo tema autocorrectivo... La C. invita a
de la C. se encuentra aún en escritores la duda. Si puede desarrollarse o pro­
recientes. Dewey afirm a: "Como en la gresar no es solamente porque sea frag­
C. los sentidos son determinados en mentaria, sino también porque ninguna
razón de su relación recíproca como proposición suya es, en sí misma, ab-
166
C ie n c ia , d o c tr in a d e la
C ie n c ia n u e v a
solutamente cierta y, así el proceso de la autocorregibilidad constituye induda­
corrección puede obrar para encontrar blemente la garantía menos dogmática
pruebas más adecuadas. Pero es nece­ que la C. puede exigir de su propia
sario anotar que la duda y la corrección validez. Permite un análisis menos pre­
siempre están de acuerdo con los cá­ juiciado de los instrumentos de com­
nones del método científico y de tal probación y de control de que disponen
manera esta última es su nexo de con­ las C. particulares.
tinuidad" (Studies irt Phitosophy and
Science, 1949, p. 50). Más recientemen­ C ie n c ia , d o c tr in a d e la (ingl. Science of
te, M. Black ha adoptado un punto de Science; franc. doctrine de la Science;
vista análogo: "Los verdaderos princi­ alem. Wissenschaftslehre ■, ital. dottrina
pios del método científico deben ser della scienza). Expresión, con la que
considerados, en sí mismos, como pro­ Fichte designó a "la C. de la C. en
visionales y sujetos a ulteriores correc­ general”, esto es, la C. que expone de
ciones, de modo que una definición de modo sistemático el principio funda­
'método científico' se verificaría en mental en el que se apoyan todas las
cualquier sentido del término” (Prob- demás ciencias. "Toda posible C. tiene
tems of Analysis, 1954, p. 23). En térmi­ un principio fundamental que no pue­
nos aparentemente paradójicos, pero de ser demostrado en ella, sino que
equivalentes, K. Popper había afirmado debe ser cierto ya antes de ella.
en la Lógica de la investigación (1935) Ahora bien, ¿dónde demostrar este
que la armazón de la C. se dirige, no principio fundamental? Sin duda en
hacia la verificación, sino hacia la de­ la C. que debe fundamentar a todas
mostración de la falsedad de las pro­ las C. posibles” (Über den Begriff der
posiciones científicas. "Nuestro método Wissenschaftslehre ["El concepto de la
de investigación —dice— no está diri­ teoría de la ciencia”], 1794, §2; trad.
gido a defender nuestras anticipaciones ital., pp. 11-12). Fichte identificó la
para probar que tenemos razón, sino, doctrina de la C. con la filosofía y vio
por el contrario, se dirige a destruir­ su principio fundamental en el Yo.
las. Usando todas las armas de nuestro La expresión es aún hoy usada sobre
arsenal lógico, matemático y técnico, todo con referencia a Fichte. Todavía
intentamos probar que nuestras antici­ B. Bolzano la adoptó como título de una
paciones son falsas, para adelantar, en obra, para indicar la doctrina que ex­
su puesto, nuevas anticipaciones injus­ pone las reglas para la división del
tificadas e injustificables, nuevos ‘tos­ campo del saber en las C. particulares
cos y prematuros prejuicios’, como los y para el aprendizaje del saber mismo
llamaba Bacon irrisoriamente” (The Lo­ (Wissenschaftslehre, 1837, I, § 6 ; cf. IV,
gic of Scientific Disccnrery, 2> ed., 1958, §§392ss.). Pero para la disciplina que
§ 85, p. 279). Con esto, Popper ha que­ considera las formas o los procedimien­
rido señalar el abandono del ideal tos del conocimiento científico se usan
clásico de la C.: "El viejo ideal cien­ con mayor frecuencia las palabras gno-
tífico del epísteme, del conocimiento seología (véase) y metodología (véase).
absolutamente cierto y demostrable se
ha revelado como un ídolo. La exigen­ Ciencia n u e v a . Expresión que G. B . Vico
cia de la objetividad científica hace aplicó a su obra principal, publicada
inevitable que toda aserción científica por vez primera en 1725 y en nuevas
sea siempre tan sólo una tentativa.” ediciones en 1730 y en 1744. El título
El hombre no puede conocer, pero sí completo, Principios de una ciencia nue­
sólo conjeturar (Ibid., pp. 278, 280). va en torno a la común naturaleza de
Afirmar que los instrumentos de que las naciones, nos habla de la intención
dispone la C. se dirijan a demostrar de la obra. Vico se propuso instaurar
como falsas sus aserciones es otro modo una C. que tuviera por finalidad la in­
de expresar el concepto de la autoco- vestigación de las leyes propias del
rregibilidad de la C., ya que probar mundo de la historia humana, del mis­
como falsa una aserción significa, en mo modo que la C. natural busca leyes
efecto, sustituirla por otra aserción, aún del mundo natural. Vico quiso ser el
no probada como falsa y que, por lo Bacon del mundo de la historia y se
tanto, corrige la primera. La noción de propuso hallar el orden de tal mundo
167
Ciencias, clasificación de las

y expresarlo en leyes. Las notas fun­ ción. Es obvio que también las enciclo­
damentales que da de la C. nueva son pedias de las C. pueden ser conside­
las siguientes (cf. especialmente S. N. radas como simples clasificaciones, pero
de 1744, I, Del método; cf. trad. esp. han sido mucho más eficaces en rela­
de la 1? ed.: Ciencia nueva, México, 1941, ción al mismo trabajo científico algu­
F. C. E.): nas clasificaciones simples presentadas
1) la C. nueva es una "teología civil por los filósofos del siglo xix. La más
razonada de la providencia divina”, o famosa de todas es la propuesta por
sea la demostración del orden provi­ Ampére en C. del espíritu o naológicas
dencial que se va realizando en la so­ y C. de la naturaleza o cosmológicas
ciedad humana a medida que el hombre (Essai sur la philosophie des Sciences,
se levanta de su caída y de su miseria 1834). Esta clasificación ha sido muy
primitiva. Vico opone esta teología civil aceptada y a veces adoptada con otros
a la teología física de la tradición, que términos, por ejemplo, como distinción
demuestra la acción providencial de entre C. culturales (humanistas) y C.
Dios en la naturaleza; naturales (Du Bois-Reymond, Kultur-
2) la C. nueva es "una historia de las geschichte und N aturwissenschaften
ideas humanas, sobre la cual parece ["Historia de la cultura y ciencias na­
actuar la metafísica de la mente hu­ turales”], 1878). A su difusión contribu­
mana”, es, por lo tanto, la determ ina­ yó sobre todo Dilthey, quien en su
ción del desarrollo intelectual humano Einleitung in die Geisteswissenschaften
desde sus toscos orígenes hasta la "ra­ (1883; trad. esp.: Introducción a las
zón toda explicada”. En este sentido es ciencias del espíritu, México, 1949,
también una "crítica filosófica que de­ F. C. E.) insistió acerca de la diferencia
muestra el origen de las ideas humanas entre las ciencias que intentan conocer
y su sucesión” ; causalmente el objeto, que permanece
3) en tercer lugar, la C. nueva tiende externo, esto es, las C. naturales, y las
a describir "una historia ideal eterna, que, en cambio, tienden a comprender
por la cual transcurren oportunamente al objeto (que es el hombre) y a re­
las historias de todas las naciones en vivirlo intrínsecamente, o sea las C.
sus orígenes, progresos, estados, deca­ del espíritu. A su vez, Windelband dis­
dencias y fines”. Como tal, la C. nueva tinguió entre C. nomotéticas, que
es también una C. de los principios intentan descubrir la ley y conciernen
de la historia universal y del derecho a la naturaleza, y C. ideográficas, que
natural universal; tienen en cambio como mira lo singu­
4) la C. nueva es, por lo demás, una lar en su forma históricamente deter­
filosofía de la autoridad, o sea de la minada y tienen por objeto la historia
tradición, ya que de la tradición dedu­ (Geschichte und Naturwissenschaften
ce las pruebas de hecho (o filológicas) ["Historia y ciencias de la Naturale­
que logran el orden de sucesión de las za”], 1894, más tarde en los Práludien
edades de la historia. ["Preludios”]). En forma más lograda,
Acerca del concepto de la historia Rickert expresó la misma diferencia,
en Vico, véase h is t o r ia . afirmando que las C. de la naturaleza
tienen carácter generalizader en tanto
C ie n c ia s, c la s ific a c ió n d e la s (ingl. clas- que las C. del espíritu tienen carác­
sification of Sciences-, franc. classifica- ter individualizader (Die Grenzen der
tion des Sciences-, alem. Klassifikation naturwissenschaftlichen Begriffsbildung
der Wissenschaften-, ital. classificazione ["Los límites de la conceptuación natu­
delle scienze). En tanto que una enci­ ralista”], 1896-1902, pp. 236 ss.). Véase
clopedia (véase) es la tentativa de dar HISTORIOGRAFÍA.
un cuadro completo de todas las dis­ Desde otro punto de vista, Comte dis­
ciplinas científicas y fijar de modo tinguió dos especies de C. naturales:
definitivo sus relaciones de coordina­ las C. abstractas o generales que tienen
ción y subordinación, una clasificación por objeto el descubrimiento de las
de las C. tiene solamente la intención leyes que regulan las diferentes clases
más modesta de dividirlas en dos o más de los fenómenos y las C. concretas,
grupos según la afinidad de sus objetos particulares, descriptivas, que consisten
o de sus instrumentos de investiga­ en la aplicación de estas leyes a la
168
C ie n tific is m o
C ín ic a , f ilo s o fía
historia efectiva de los diferentes seres tratados separadamente” (Kleines Lehr-
existentes (Cours de phil. positive, 1830, buch des Positivismus [“Pequeño ma­
I, II, §4). Spencer adoptó esta distin­ nual del positivismo”), 1939, V, 7).
ción y a su vez dividió a todas las C. en
abstractas (lógica formal y matemáti­ C ie n tific is m o , véase infra c i e n t i s m o .
ca), abstracto-concretos (mecánica, fí­ (ingl. scientism; franc. scien-
C ie n tis m o
sica, química) y concretas (astronomía, tisme; ital. scientismo). 1) La actitud
mineralogía, geología, biología, psicolo­ propia del que se vale de los métodos
gía, sociología) ( The Classification of y de los procedimientos de la ciencia.
the Sciences, 1864). Wundt simplificó Éste es el significado que el término
esta clasificación reduciéndola a dos tiene especialmente en inglés (cf. tam­
grupos: el de las C. formales (lógica bién Le Dantec, Contre ta métaphysique,
y matemática) y el de las C. reales 1912, p. 51).
(las C. de la naturaleza y del espíritu) 2) La actitud del que da una impor­
(System der Philosophie, 1889; trad. tancia preponderante a la ciencia, muy
esp.: Fundamentos de la metafísica. por encima de las otras actividades hu­
Sistema de la filosofía científica, Ma­ manas, o considera que no existen
drid, 1913). Poco diferente es la límites para la validez y la extensión
clasificación triple de Ostwald en C. del conocimiento científico. En este
formales, C. físicas y C. biológicas sentido, el término equivale a positi­
(Grundriss der Naturphilosophie ["Bos­ vismo, pero con una connotación pe­
quejo de filosofía de la naturaleza"), yorativa. Dice Bergson: “Nosotros sólo
1908). La distinción entre C. formales hemos pedido a la ciencia que siguiera
y C. reales aún es muy aceptada. R. siendo científica, que no se envolviera
Carnap ha vuelto a proponerla basán­ en una metafísica inconsciente, que se
dose en que las C. formales contendrían presenta entonces a los ignorantes o a
solamente aserciones analíticas y las los semidoctos bajo la máscara de la
C. reales o factuales contendrían tam­ ciencia. Durante más de medio siglo
bién aserciones sintéticas (en Er- este C. ha obstaculizado el camino de
kenntniss, [“Conocimiento y error”), la metafísica” (La pensée et te mou-
1934, n. 5; nuevamente publicado en vant, 1934, 3? ed., p. 83).
Readings in the Phitosophy of Science,
1953, pp. 123 ss.). Así interpretada, la Cifra (alem. Chiffre). Es, s gún Jaspers,
clasificación deja intacta, como señala "el lenguaje de la trascendencia”, o sea
Carnap, la unidad de la C., ya que el símbolo mediante el cual el ser tras­
"las C. formales de hecho no tienen cendente puede presentarse a la exis­
objeto y son sistemas de aserciones au­ tencia humana sin adquirir, no obstan­
xiliares sin objeto y sin contenido" te, caracteres objetivos y sin entrar a
{Ibid., p. 128). formar parte de la existencia subjetiva
Estas últimas palabras de Carnap se (Phil., III, p. 137). Una cosa, una per­
explican teniendo presente que a la dis­ sona, una doctrina, una poesía pueden
tinción entre las diferentes C. no se valer como símbolos o C. de la tras­
le puede dar actualmente un carácter cendencia; símbolos y C. son también
absoluto o riguroso. Las siguientes pa­ las situaciones-límite (véase).
labras de Von Mises expresan bien el
C in e m a to g rá fic o , m e c a n is m o ( f r a n c . mé-
punto de vista más difundido acerca
del tema: "Toda división y subdivisión canisme cinématographique). Nombre
de las C. tiene solamente una impor­ dado por Bergson al procedimiento del
tancia práctica y provisional, no es pensamiento con referencia al movi­
miento; el pensamiento tomaría ins­
sistemáticamente necesaria y definiti­ tantáneas inmóviles en el movimiento
va, o sea que depende de las situaciones y les agregaría un movimiento artificial
externas en las cuales se cumple el externo. En este procedimiento se fun­
trabajo científico y de la fase actual daría “la ilusión mecanicista” (Évol.
cié desarrollo de las disciplinas en par­ Créatr., cap. IV).
ticular. Los progresos más decisivos a
menudo han tenido origen en la aclara­ Cínica, filosofía (ingl. cynicism; franc.
ción de problemas que se encuentran cynisme', alem. Cynismus; ital. cínica).
en el límite de los sectores hasta ahora La doctrina de una de las escuelas
169
C írc u lo
C írc u lo d e V ie n a
socráticas, más precisamente la fun­ debe ser confirmado sobre la cosa in­
dada por Antístenes de Atenas (siglo IV vestigada tiene necesidad, a su vez, de
a. C.) en el Gimnasio Cinosargo. Es ser encontrado por medio de la cosa
posible que los cínicos derivaran el investigada” (Hip. Pirr., I, 169; cf. Dióg.
nombre de su escuela del de este Gim­ L., IX, 89). A su vez, Sexto Empírico
nasio, o bien, como lo sostienen otros, cree que todo silogismo es una petición
de su ideal de vida conforme a la sim­ de principio ya que siempre predomina
plicidad (y a la desfachatez) de la vida la premisa mayor, por ejemplo, “Todos
canina. La tesis fundamental del ci­ los hombres son mortales” presupone
nismo es que el único fin del hombre la conclusión "Sócrates es mortal” como
es la felicidad y que ésta consiste en la ya comprobada (Hip. Pirr., II, 195 ss.).
virtud. Fuera de la virtud no existen Esta crítica olvida un punto- fundamen­
bienes, y fue característico de los cíni­ tal de la lógica aristotélica, o sea que
cos su desprecio por las comodidades, las premisas del silogismo no se han es­
el bienestar, los placeres y la ostenta­ tablecido por inducción, sino que expre­
ción del más radical desprecio por las san la causa o sustancia necesaria de
convenciones humanas y, en general, las cosas. Por ejemplo, cuando se dice
por todo lo que aleja al hombre de la “Todos los hombres son mortales” no
simplicidad natural de la que los ani­ se expresa la observación de que A, B,
males dan ejemplo. La palabra "cinis­ C sean mortales, sino un carácter que
mo” ha quedado en el lenguaje común pertenece a la sustancia o esencia ne­
para designar precisamente cierta des­ cesaria del hombre y que, por lo tanto,
fachatez o descaro. es la causa o razón de ser de la con­
clusión.
C írc u lo (gr. ñiúXLiy.og /.Ó7 0 ; ; lat. El C. es tomado a menudo como sig­
circulus; ingl. circle; franc. cerote; no de la incapacidad de demostrar.
alem. Zirketbeweiss; ital. circolo). La Hegel observó, sin embargo, que "La
demostración en círculo o recíproca filosofía forma un C.”, ya que cada
es, según Aristóteles, la que consiste una de sus partes debe iniciar algo
en deducir de la conclusión y de una de indemostrado, que a su vez es resultado
las dos premisas de un silogismo (esta de alguna otra parte de ella misma
última tomada en la relación de predi­ (Fil. del derecho, §2, Apéndice). A su
cación inve-sa), la otra conclusión del vez Rosmini (Lógica, 1854, p. 274 n)
silogismo mismo (An. Pr., II, 5, 57bss.). habló de un "C. sólido”, en el cual el
Aristóteles admite la plena validez de conocimiento de la parte supone el co­
este procedimiento y establece los lími­ nocimiento del todo y a la inversa. Y
tes y las condiciones a propósito de Gentile, volviendo a tales ejemplos,
cada figura del silogismo. El C., por cree que el C. —tal como Sexto Em­
lo tanto, no tiene nada que ver con el pírico lo demostró respecto al silogis­
"C. vicioso” o "petición de principio”, mo— es la característica propia del
que él enumera entre los sofismas extra "pensamiento pensado", esto es, del pen­
dictionem, o sea, no dependientes de la samiento como objeto de sí mismo.
expresión lingüística, y que consiste en "Este C. —dice—, que ha sido siempre
tomar como premisa la proposición que el espantajo del pensamiento, será, más
se quiere probar (El. Sof., 5, 167 a 36). bien es, la muerte del pensamiento
Únicamente los escépticos identifica­ pensante; pero es la vida, la misma ley
ron las dos cosas y creyeron que no fundamental del pensamiento pensado,
sólo todo silogismo es un C., es decir, sin la cual es imposible concebir al
una demostración recíproca, sino que pensamiento pensante” (Log., I, par­
es un C. vicioso, una petición de prin­ te II, VI, §3).
cipio. Adoptaron en este sentido la
palabra diallele, y la enumeraron entre C írc u lo d e V ie n a (ingl. Vienna Circle;
los tropos, o sea entre los modos de franc. Cercle de Vienne; alem. Wiener
suspender el juicio. Sexto Empírico Kreis; ital. Circulo di Vienna). Se da
atribuye este tropo a los que denomina este nombre al grupo de filósofos y
"los escépticos más recientes", entre científicos que se reunió en torno a
los que incluye a los discípulos de Moritz Schlick, profesor de la Univer­
Agripa: "Nace el dialele cuando lo que sidad de Viena, entre 1929 y 1937, grupo
170
C ire n a ic o s
C iv iliza ció n

que comprendía, entre otros, a Kurt otro orden se habla de "C. de la técni­
Gódel, Philip Franck, Friedrich Waiss- ca", expresión cuya misma especifica­
mann, Otto Neurath y Rudolf Carnap. ción implica que no se trata de la
Con el C. de Viena se relacionaba el “C.” sin adjetivos. Es evidente que esta
grupo de Berlín, cuyas cabezas visibles noción se funda en la preferencia que
más importantes fueron Hans Reichen- se da a determinados valores. En pri­
bach y Richard von Mises. La revista mer lugar se prefieren determinadas
Erkenntniss, publicada de 1930 a 1937 y formas particulares de actividad o de
dirigida por Carnap y Reichenbach, fue experiencia humana, y en segundo lu­
el órgano de esta corriente. Al disol­ gar se prefieren los grupos humanos
verse el grupo, con la iniciación de las en los que tales formas de experiencia
persecuciones raciales (1938), sus miem­ y de actividad aparecen más favorable­
bros se dirigieron casi en su totalidad mente. Así, no hay duda de que, desde
a los Estados Unidos, donde conti­ el punto de vista de la noción expues­
nuaron fructíferamente su actividad. ta, la única verdadera y propia forma
Uno de los inspiradores del C. de Viena de C. es la del Occidente cristiano,
fue Ludwig Wittgenstein. Sobre las porque sólo entre los pueblos del Occi­
ideas filosóficas sostenidas por el C. de dente cristiano han gozado la religión,
Viena, cuya dirección fue antimetafí­ el arte y el “saber desinteresado” de la
sica y empirista, véase e m p i r i s m o ló ­ ciencia del más relevante favor, salvo
g ic o . Para ulteriores noticias acerca de periodos relativamente breves.
este punto, cf. B a r o n e , II neopositivismo El historicismo relativista y particu­
logico, Turín, 1953. larmente la obra de Spengler han res­
quebrajado el conjunto de certidumbres
Nombre dado a una de las
C ire n a ic o s. en las que se apoyaba tal noción. Si
escuelas socráticas, fundada por Aris- bien Spengler ha visto en la civilización
tipo de Cirena (siglo IV a. c.) y a la que la forma más alta y madura de una
pertenecían Teodoro el Ateo, Hege- cultura determinada, también ha visto
sías el Abogado de la Muerte y otros. en ella el principio de su fin y ha mos­
El interés de los cirenaicos se dirigía, trado que la cultura no es única y que
como el de los cínicos, preferentemen­ todas las culturas nacen, crecen y mue­
te a la moral. Colocaban el criterio de ren como organismos vivos. A su obra
la verdad en la sensación y el criterio se debe la generalización de' concepto de
del bien en el placer. La finalidad del cultura y, también por lo tanto, del
hombre es, en efecto, el placer, y la concepto de C. que sería una fase deter­
felicidad no es otra cosa que "el siste­ minada de la cultura misma. Así entró
ma de los placeres" pasados, presen- en crisis la noción de C., fundada sobre
y futuros. La conclusión de esta acti­ una determinada jerarquía de valores.
tud es el consejo de pensar en el hoy, El nombre de C. ha comenzado a usar­
o sea, en el hoy con referencia al se en plural. Así lo hace, por ejemplo,
momento en el cual cada uno obra o Toynbee, que lo opone al de "sociedad
piensa, dada la radical incertidumbre primitiva” para indicar las sociedades
del futuro. Hegesías dedujo de este que han constituido o constituyen
punto de vista consecuencias pesimis­ mundos culturales relativamente autó­
tas, afirmando que la vida es indife­ nomos. Toynbee enumera diferencias
rente para el hombre sabio. Cf. las fuen­ puramente extrínsecas entre C. y socie­
tes recogidas en G. Giannantoni, I Ci- dades primitivas. El número de C.
renaici, Florencia, 1958. conocidas es exiguo; Toynbee mismo
enumera veintiuna. El número de so­
C iv iliza ció n (ingl. civilizaíion; franc. ci- ciedades conocidas es grande: en 1915
vilisation; alem. Zivilisation; ital. civil- L. T. Hobhouse y otros enumeraron
la). En el uso común, este término seiscientas cincuenta. Las sociedades
designa las formas más altas de la vida primitivas están restringidas en cuanto
de un pueblo y, por lo tanto, la reli­ al número de sus miembros y a su
gión, el arte, la ciencia, etc., que se con­ extensión geográfica, y tienen una vida
sideran como señales particularmente breve, a menudo violentamente tron­
claras del grado de formación humana chada. Las C., en cambio, son extensas
o espiritual lograda por ese pueblo. En y perdurables; en una palabra, las dos
171
Claridad y distinción

especies se relacionan entre sí como tífico (o sea objetivo y neutral) de esta


los elefantes con los conejos (Toynbee, palabra (uso indispensable para el es­
Study of History, I, C, III, a). tudio y comprensión de las múltiples
En realidad, tanto el significado de C. dispares de las que tenemos recuerdo
la palabra C. como el de la palabra histórico, y de las múltiples fases di­
cultura se van generalizando cada vez ferentes que cada una de ellas ha atra­
más y al igual que la cultura, la C. ha vesado y atraviesa), exige que se in­
sido definida como un "sistema histó­ cluyan en el concepto de C. solamente
ricamente derivado de proyectos de las características generales y formales
\ ida explícitos e implícitos, que tienden de los instrumentos que el concepto
a ser compartidos por todos los miem­ designa, prescindiendo de toda referen­
bros de un grupo o por los especial­ cia a un sistema de valores (como
mente calificados” (R. Linton, The podrían ser los de la C. cristiana u
Science of Man, Nueva York, 1952, T ed., occidental y de la C. islámica, etc.). Es
p. 98; cf. también The study of man-, necesario entonces, en primer lugar, te­
trad. esp.: Estudio del hombre, México, ner en cuenta la eficiencia de las
1961, F. C. E.), así la C. debe ser definida armas que una C. pone a disposición
como el aspecto tecnológico-simbólico de la cultura a la que pertenece, para su
de una cultura determinada. En este conservación y progreso ulteriores. Y
sentido generalizado, los dos términos, es evidente que debido a la mutación
C. y cultura, pueden ser aplicados a los incesante de las condiciones que una
pueblos y a los grupos humanos más cultura debe afrontar, y la imprevi-
dispares. La C. constituye, se puede sibilidad de estas mutaciones, las posi­
decir, el armamento, o sea el conjunto bilidades de éxito de los instrumentos
de instrumentos de que dispone una técnico-simbólicos que constituyen una
cultura para conservarse, para afrontar determinada civilización o una fase de
los casos imprevistos de situaciones ella, no dependen de la figura particu­
nuevas y peligrosas, para superar las lar que hayan adquirido en esta fase
crisis y para renovarse y progresar. (aun en el caso de que esta figura
Si puede entenderse una cultura (se­ haya permitido su buen éxito), sino más
gún el esquema de Toynbee) como la bien de su capacidad de autocorrección,
"respuesta” dada por un grupo de hom­ esto es, de su adaptabilidad a circuns­
bres al "desafío” que les plantean las tancias siempre nuevas y variables. Esto
particulares condiciones de la realidad quiere decir que las posibilidades de
biológica, física, social, en que llegan éxito de tales instrumentos dependen
a encontrarse, se puede decir que una esencialmente de las reglas metodo­
"C.” es el conjunto de armas que lógicas que prescriben y dirigen su
una cultura fabrica para afrontar el adaptación a circunstancias o hechos
"desafío”. Estas armas están constitui­ diferentes y dispares, permitiendo, en
das, en primer lugar, por las técnicas, cada ocasión, estructurarlos oportuna­
que van desde las más simples y ele­ mente a favor de tales circunstancias
mentales del trabajo manual y primitivo o hechos con el objeto de mantener y
a las más complejas de las ciencias y aumentar la eficacia. Desde este punto
de las artes; y en segundo lugar, por de vista, la presencia activa y operante
las formas simbólicas, o sea del cono­ en todos los campos de la metodo­
cimiento, del arte, de la moralidad, de logía de la investigación científica —en
la religión, de la filosofía, que condicio­ el sentido más extenso, que incluye el
nan y al mismo tiempo son condi­ cortocimiento de las limitaciones o de
cionadas por estas técnicas. El entrecru­ las insuficiencias de esta metodología
zamiento y las combinaciones de las en toda su fase histórica— es el índice
técnicas y de las formas simbólicas (o objetivo que mide el grado de C., o
espirituales), que pueden considerarse sea la potencia del armamento de que
a su vez, bajo este aspecto, como otras dispone una cultura para su propia con­
técnicas, sirve de base a las institucio­ servación y progreso. Véase c u l t u r a .
nes económicas, jurídicas, políticas, re­
ligiosas, educativas, etc., en las que se (ingl. clearness and
C la rid a d y d is tin c ió n
piensa por lo común al hablar de C. o distinetness; franc. clarté et distinc-
de civilización. En realidad el uso cien­ tion; alem. Klarheit und Deutlichkeit;
172
C la rific a c ió n
C lase
ital. chiarezza e distinzione). Los dos mismo la acepta, aunque no la crea
grados de la evidencia, en el sentido suficiente para establecer la diferencia
subjetivo, tal como se la ha entendido entre el conocimiento sensible y el co­
a partir de Descartes. Dice Descar­ nocimiento racional. Dice: "La con­
tes : "Llamo clara a la percepción pre­ ciencia de las propias representaciones,
sente y manifiesta en el espíritu del cuando basta para diferenciar un ob­
que le presta atención, del mismo mo­ jeto de otros, se denomina claridad.
do que denominamos claras a las cosas La conciencia que aclara la composición
que tenemos presentes ante el ojo que de las representaciones se denomina, en
las mira.” En cambio, se denomina dis­ cambio, distinción. Solamente esta úl­
tinta la percepción que "siendo clara, se tima puede hacer que una suma de re­
encuentra desunida y separada de todas presentaciones resulte un conocimiento
las otras cosas, al punto de no contener en el que se piense el orden de la
absolutamente en sí cosa alguna fuera multiplicidad” (Antr., I, § 6 ).
de lo que es claro” (Princ. Phil., I, 45). Esta doctrina de la diferencia entre
Esta distinción cartesiana no es muy C. y distinción como grados de la evi­
precisa, por lo menos en lo que se re­ dencia, no ha conservado la misma im­
fiere al concepto de distinción, y Locke portancia en la filosofía contemporá­
no la precisa más al reproducirla (Es- nea, que ha vuelto al antiguo concepto
say, II, 29, §4). Leibniz, en cambio, sí objetivista de la evidencia. Sin embar­
lo hace, al considerar clara la noción go, actualmente Husserl se ha valido
que permite discernir a la cosa repre­ del concepto de C. para definir la con­
sentada y oscura a la que no lo con­ ciencia, a la que le es dado el objeto
siente, como cuando recordamos una "pura y totalmente como es en sí mis­
flor o un animal que hemos visto, pero mo. .. En el caso de la plena oscuridad,
no lo bastante como para distinguirlo polo opuesto de la plena C., no llega a
de los demás y reconocerlo. La distin­ darse absolutamente nada, siendo la
ción es, en cambio, un grado muy su­ conciencia una conciencia oscura, ya
perior de evidencia y, en general, un que no intuye nada, en que ya no se 'da'
grado que pertenece específicamente a nada en el sentido propio del término”
la evidencia racional. En efedto, es (Ideen, I, §67).
confusa una noción que no permite
distinguir sus notas constitutivas y, por C la rific a c ió n , véase ACLARACIÓN.
ejemplo, los olores, los sabores, los co­ Clase (ingl. class; franc. cL.sse; alem.
lores, aun cuando puedan ser clara­ Klasse; ital. classe). En sentido socio­
mente reconocidos, no pueden ser des­ lógico, corresponde a lo que los antiguos
critos y definidos basándonos en sus denominaban "parte de la ciudad” y
rasgos constitutivos y tan es así que a designa a un grupo de ciudadanos de­
un ciego no podemos explicarle qué finidos por la naturaleza de la función
es el color. En cambio, las nociones que cumplen en la vida social y por
distintas son aquellas que nos permi­ la medida de las ventajas que de tal
ten obtener la definición nominal de función obtienen. Platón admitía tres
sus rasgos, es decir, la enumeración C., o para decirlo mejor, tres partes de
de sus notas suficientes. Así, el cono­ su ciudad ideal: la de los gobernantes
cimiento que del oro tiene un químico o filósofos, la de los guerreros y la
es un conocimiento distinto. El conoci­ de los agricultores y artesanos, y con­
miento distinto es indefinible sólo cuan­ fiaba a la primera de ellas el deber
do es primario, es decir, no derivable de de asignar a los individuos una u' otra
otros (Op., ed. Erdmann, p. 79). La dis­ C. (Rep., III, 412 bss.). Aristóteles
tinción así establecida por Leibniz es enumera ocho C.: agricultores, artesa­
muy importante, porque es la distinción nos, comerciantes, siervos agricultores,
misma entre el conocimiento sensible guerreros, jueces, ricos y magistrados
y el conocimiento racional. El conoci­ (Pol., IV, 4, 1290 b 37). Pero si se tiene
miento sensible puede llegar a la C., presente lo que dice acerca del trabajo
pero es siempre confuso; el conocimien­ manual (véase ba nausía ), se puede decir
to racional es el conocimiento distinto. que, en realidad, Aristóteles considera
La filosofía alemana, desde Leibniz a sólo dos clases —aparte de la de los
Kant, conservó esta distinción y Kant esclavos, es decir, los "instrumentos
173
C lase
C lásico
animados” (véase s ie r v o y a m o )— , constituye más que el paso a la aboli­
los constreñidos al trabajo manual y los ción de todas las C. y a la sociedad sin
que se han liberado de tal necesidad. C.” (Marx-Engels Correspondente, p. 57).
“La mejor constitución —dice Aristó­ La C. tiene para Marx esa especie de
teles— nunca admitirá en el gobierno sólida unidad sustancial que Hegel atri­
de los ciudadanos a un artesano. Pero buía al espíritu de un pueblo (Volks-
si éste es ya ciudadano, debemos atri­ geist), es decir, obra en la historia
buir las virtudes del ciudadano no a como una unidad y subordina al indi­
todos indistintamente, ya que para ello viduo que cuenta únicamente como
casi bastaría la condición de hombre miembro de su C., que le proporciona
libre, sino sólo a los que no están obli­ sus modos de pensar y de vivir, sus
gados a dedicarse a los trabajos nece­ sentimientos y sus ilusiones.
sarios para las necesidades diarias” Esta rigidez del concepto de C., que
(Ibid., III, 5, 1278 a 8 ). hace de ella una sustancia única y
La noción de C. se acentúa fuerte­ necesaria, se ha mantenido en la ideo­
mente en el siglo xvm por obra de la logía comunista y es, más que un con­
Revolución francesa y de todo el mo­ cepto científico, un instrumento de
vimiento cultural que la promovió y lucha política. Un concepto, condicio­
la acompañó. En filosofía adquiere im­ nado él mismo por una particular si­
portancia sólo por la obra de Hegel que tuación histórica: la del advenimiento
cree que la división dé las C. obedece del industrialismo que parecía dividir
a una articulación necesaria de la so­ a la humanidad en dos C. hostiles, cuya
ciedad civil, debida sea a una inme­ intercomunicación parece difícil, la de
diata base particular, es decir, al ca­ los capitalistas (o de los gobernantes
pital, sea a la actitud de los individuos, a del Estado colectivista) y la de los tra­
su vez condicionada por el capital, sea, bajadores. Pero tal concepto rígido de
por fin, a circunstancias contingentes C. no se presta para comprender las
debidas a la diversidad de las disposi­ situaciones que se presentan en las so­
ciones y de las necesidades materiales ciedades en las que el proceso de indus­
y espirituales (Fil. del derecho, §200). trialización ha superado sus fases ini­
Hegel atribuyó a las C. la función de ciales.
mediación entre el gobierno y el pue­
blo; su determinación, dice, exige en C lase (ingl. class; franc. classe; alem.
ellas tanto el sentido y el sentimiento Klasse-, ital. classe). Si bien el concepto
del Estado y del gobierno, como el de de " C .” fue afrontado en el pensamien­
los intereses de los círculos particula­ to lógico medieval, el término no entra
res y de los individuos (Ibid., §302). El en uso hasta el siglo xix, especialmente
concepto de C. elaborado por Hegel fue por obra de los lógicos ingleses, como
utilizado por Marx como fundamento Hamilton, Jevons, Venn, etc., preocupa­
de su doctrina de la lucha de clases. dos por el problema de la cuantifica-
En el rigor de la verdad, ya los eco­ ción de la lógica. “C.” es introducida
nomistas ingleses Malthus y Ricardo entonces para designar la extensión de
habían reconocido la posibilidad de un término, o sea el conjunto de los
oposición entre las C. como consecuen­ individuos que caen bajo una misma
cia del funcionamiento de las leyes denominación. Por ello, como ha de­
económicas. Marx acepta de estos eco­ mostrado Russell, seguido por la mayor
nomistas el concepto del fundamento parte de los lógicos, es necesario dis­
económico de la lucha de C., y de Hegel tinguir el concepto lógico de " C .” del
el carácter necesario (esto es, históri­ concepto matemático de “conjunto"
camente necesario, para toda sociedad (véase), en cuanto la primera es defi­
no comunista) de la división en C. En nida mediante un concepto-clase (véa­
una carta de 1852 expresa así su pen­ se) que no es necesario al segundo.
samiento : “1) La existencia de las G. P.
C. está simplemente ligada a fases C lase e le g id a , véase É L I T E .
históricas particulares del desarrollo
productivo; 2) La lucha de C. conduce C lásico (lat. classicus; ingl. classic;
inevitablemente a la dictadura del pro­ franc. classique; alem. klassische; ital.
letariado; 3) Esta dictadura misma no classico). La latinidad tardía aplicó
174
C la s ific a c ió n
Cogito
este adjetivo a lo excelente en su clase (cualesquiera que sean) en clases co­
o que pertenece a una clase excelente ordinadas o subordinadas, utilizando
(especialmente a la clase militar). Aulo criterios oportunamente elegidos. Ya
Gelio (Nocí. Att XIX, 8, 15) oponía que el concepto de clase es generalísi­
el escritor C. al escritor "proletario” mo y comprende todos y cada uno de
(proletariiis). Pero la difusión de la los conceptos bajo el aspecto de la
palabra para designar un modo o estilo extensión, la operación de C. es igual­
particularmente excelente —y propio de mente muy general y puede compren­
los antiguos— en el arte y en la vida der cualquier procedimiento de divi­
se debe al romanticismo, que gustó de sión, distinción, ordenamiento, coordi­
definirse y entenderse especialmente nación, jerarquización, etc. Debido a
en relación con el "clasicismo’’. Según este carácter general, que le quita en
Hegel, lo clásico se define por la com­ gran parte el carácter individualizador,
pleta unificación entre el contenido los lógicos contemporáneos no le pres­
ideal y la forma sensible. El ideal del tan ya la atención que recibió de los
arte encuentra en el arte C. su reali­ lógicos del siglo xix (cf., por ejemplo,
zación perfecta: la forma sensible ha Stuart Mili, Logic, I, 7; IV, 7).
sido transfigurada, sustraída a la fini-
tud y conformada perfectamente a la C la s ific a c ió n d e la s c ie n c ia s, véase C IE N ­
infinitud del Concepto, o sea al Espíritu CIAS, CLASIFICACIÓN DE LAS.
consciente de sí. Sucede así porque en C la s ific a c ió n d e los ju ic io s , véase JU I­
el arte C. la Idea infinita ha encon­ CIOS, CLASIFICACIÓN DE LOS.
trado la forma ideal para expresarse, es
decir, la figura humana. Sin embargo, Clavis Aurea. Nombre dado al método
el defecto del arte C. es el de ser arte, de interpretación de las Sagradas Es­
arte en su totalidad, pero nada más. crituras, defendido por Flacius y otros
Frente a él, el arte romántico-cristiano autores de las Centurias de Magde-
se alza a un nivel superior porque en él burgo (1559-73), método que consistía
la unidad de la naturaleza divina y en explicar cada pasaje por medio del
de la naturaleza humana (o sea de lo sentido total de la Escritura.
infinito y de lo finito) es consciente
de sí y, por lo tanto, no se expresa Clavis Universalis. Este término fue usa­
ya en una forma externa, sino en una do en los siglos xvi y xvii para refe­
expresión interiorizada y espiritualiza­ rirse a la técnica de la memoria y de
da. En el arte romántico la belleza no la invención, que tiene su precedente
es ya corpórea y exterior, sino puramen­ más ilustre en el Ars magna de Lulio
te espiritual porque es la belleza de la y su mayor florecimiento en la Carac­
interioridad como tal, de la subjetivi­ terística universal de Leibniz (cf. Paolo
dad infinita en sí misma (Vorlesungen Rossi, Clavis universalis, 1960). Véanse
über die Aesthetik ["Lecciones sobre CARACTERÍSTICA; COMBINATORIA, ARTE M N E ­
estética’’], ed. Glockner, II, pp. 109 ss.). MOTECNIA.
De estas notas hegelianas, repetidas en
forma poco diferente por numerosos C lin a m e n , véase DECLINACIÓN.
escritores del periodo romántico, nació C o c o d rilo , d ile m a d e l, véase DILEMA.
el ideal convencional del clasicismo
como medida, equilibrio, serenidad y C o e x is te n c ia , véase “ SER A H Í CON” .
armonía, contra el cual se levanta la
distinción de Nietzsche entre espíritu Cogito. Forma abreviada de la expre­
apolíneo y espíritu dionisiaco (véase sión cartesiana "Cogito ergo sum" (Dis-
a p o l ín e o -d i o n i s i a c o ) , como primera re­ cours, IV; Méd., II, 6) que expresa la
acción. Cf. los artículos de Tatarkiewicz autoevidencia existencial del sujeto pen­
y otros en la Revue Internationale de sante, esto es, la certeza que el sujeto
Phitosophie, 1958, 1 (n. 43). pensante tiene de su existencia en cuan­
to tal. Se trata de un movimiento del
C la s ific a c ió n (ingl. classification; franc. pensamiento que se ha presentado en
classification. alem. Klassification; ital. diferentes oportunidades a través de la
classificazione). La operación que con­ historia, así fuera para fines distintos.
siste en repartir un conjunto de objetos San Agustín se valió de él para refutar
175
Cogito

el escepticismo académico, es decir, trad. esp.: El ser y el tiempo, México,


para demostrar que no es posible man­ 1962, F. C. E.).
tenerse en la duda o en la suspensión Frente a una aceptación tan amplia,
del asentimiento. El que duda de la las críticas han resultado muy escasas.
verdad está cierto de dudar, es decir, Se puede pensar en la crítica de Vico,
de vivir y de pensar; obtiene en la pero es fácil comprobar que no es, en
duda misma, por lo tanto, la certidum­ verdad, una crítica del C. Vico niega
bre que lo lleva a la verdad (Contra que la "conciencia” del propio ser pue­
Acad., III, 11; De Trin., X, 10; Solil., da constituir la "ciencia” de él, o por
II, 1). La misma actitud de pensamien­ lo menos el principio de esta ciencia. La
to pasa de San Agustín a algunos esco­ ciencia, en efecto, es conocimiento de
lásticos, Santo Tomás, por ejemplo; causa y el C. cartesiano sería principio
"Nadie —dice— puede pensar con asen­ de ciencia sólo en el caso de que la
timiento [o sea creer] que no existe, conciencia fuera la causa de la existen­
porque en cuanto piensa algo, percibe cia (De antiquissima Itálorum sapien-
que existe” (De ver., q. 10, a. 12, ad. 7). tia, I, 3). Pero con esto Vico no niega
Él principio cartesiano fue adoptado al que el C. sea una certidumbre válida,
mismo tiempo por Campanella (Met., se preocupa más bien de corregirlo,
I, 2, 1). Aun cuando este movimiento afirmando que Descartes habría debido
de pensamiento haya servido a fines di­ decir no "yo pienso, luego soy” sino
ferentes (San Agustín lo utiliza para "yo pienso, luego existo” (Primera res­
demostrar la trascendencia de la Ver­ puesta al Diario de los literatos, 3). La
dad [que es Dios mismo] y la presencia crítica de Kierkegaard se dirige al
de ella en el alma humana; Campanella alcance del C. cartesiano más que a su
para demostrar la prioridad de una "no­ validez; "El principio de Descartes 'yo
ción innata en sí” sobre toda otra espe­ pienso, luego soy’ es, a la luz de la
cie de conocimiento, y Descartes para lógica, un juego de palabras, porque
justificar su método de la evidencia) y tal ‘yo soy’ no significa lógicamente
su preciso significado sea, por lo tanto, sino que 'yo soy pensante’ o bien ‘yo
diferente de un filósofo a otro, pocas pienso’ ” (Diario, V, A. 30). En otros
veces se ha dudado de su validez gene­ términos, según Kierkegaard, la pro­
ral. Para toda filosofía que apele a la posición cartesiana es puramente tauto­
conciencia (véase) como instrumento lógica, ya que su supuesto es la iden­
de la investigación filosófica, el C. tiene tidad de la existencia con el pensa­
que parecerle indubitable, ya que en miento. Sin embargo, una tautología
realidad no es más que la formulación es una proposición válida. En 1868, Peir-
del postulado metódico de una filoso­ ce respondía negativamente a la cues­
fía semejante. Pero también filosofías tión de "si tenemos una autoconciencia
que no reconocen tal postulado hacen intuitiva', en la que la palabra auto-
uso del C. y lo consideran válido. Por conciencia significaba "conocimiento de
ejemplo, Locke ve en él "el grado más la propia existencia”. Peirce no se en­
alto de certidumbre” (Essay, IV, 9, 3). frentaba a la validez del C., pero con
Y así lo considera Kant, para quien es pruebas psicológicas e históricas creía
la misma apercepción pura (véase) o poder concluir que "no hay necesidad
conciencia reflexiva. Husserl utiliza ex­ de suponer una autoconciencia intui­
plícitamente el C. como punto de par­ tiva, desde el momento en que la auto-
tida de su filosofía (Ideen, I, §46; Méd. conciencia puede fácilmente ser el
cart., § 1) y recurre a él de continuo resultado de una inferencia” (Coll. Pap.,
en el curso de su análisis, considerán­ 5.263). Pero tampoco ésta es, propia­
dolo como la estructura misma de la mente hablando, una crítica del C. Por
vivencia (Erlebniss) o conciencia. Aun lo tanto, la crítica más simple y deci­
Heidegger no pone en duda la validez siva a esta noción es la de Nietzsche;
del C. aunque reproche a Kant haber " ‘Se piensa, luego hay algo que piensa’:
hecho retroceder al yo a encerrarse a esto se reduce la argumentación de
en un "sujeto lógico”, aislado, "sujeto Descartes. Pero esto significa sólo acep­
que acompaña a las representaciones de tar como verdadera a priori nuestra
un modo ontológicamente por completo idea de sustancia. Decir que cuando se
indeterminado” (Sein und Zeit, §64; piensa es necesario que haya algo
176
C o h e re n c ia
C o lec tiv ism o

que piense’ es simplemente la formu­ C o h e re n c ia (ingl. coherence; franc. co-


lación de la costumbre gramatical que hérence; alem. Zusammenhang; ital.
a la acción agrega un actor. Breve­ coerenza). 1) El orden, la relación, la ar­
mente, aquí no se hace más que formu­ monía de un sistema de conocimiento.
lar un postulado lógico-metafísico, en En este sentido Kant atribuía a los
lugar de contentarse con verificarlo... conocimientos a priori la tarea de po­
Si se reduce la proposición a esto: ‘Se ner orden y C. en las representaciones
piensa, por lo tanto hay pensamien­ sensibles (Crít. R. Pura, 1! ed., Introd.,
tos’, resulta una simple tautología y §1). En tal sentido, la C. ha sido con­
la 'realidad del pensamiento’ queda fue­ siderada por algunos idealistas ingleses
ra de la cuestión, ya que en esta forma como criterio de la verdad. Según Brad-
se nos ha llevado a reconocer la ‘apa­ ley, por ejemplo, la realidad es una
riencia’ del pensamiento. Pero Descar­ Conciencia absoluta que abraza, en for­
tes quería que el pensamiento no fuera ma de C. armoniosa, la totalidad múl­
una realidad aparente, sino que fuera tiple, dispersa y contradictoria de la
un en sí” ( Wilte zur Machí, ed. 1901, apariencia sensible (Appearance and
§260; trad. esp.: La voluntad de domi­ Reality, 2‘ ed., 1902, pp. 143 ss.). La C.
nio, Madrid, 1932). Estas consideracio­ en este sentido es mucho más que la
nes de Nietzsche constituyen una crítica simple compatibilidad (véase) entre los
al principio del C., que muchos filósofos elementos de un sistema; implica, en
contemporáneos aceptarían. A ella, en efecto, no sólo la ausencia de la contra­
efecto, hace explícita referencia Car- dicción, sino también la presencia de
nap, que la repite sustancialmente. "La relaciones positivas que establecen una
existencia del yo —dice— no es un armonía entre los elementos del sis­
originario estado de hecho del dato. tema. En esta acepción el término no
Del C. no resulta el sum; de ‘Yo soy tiene significado lógico.
consciente’ no resulta yo soy, sino so­ 2) Lo mismo que compatibilidad. Este
lamente que hay una experiencia cons­ significado se toma frecuentemente del
ciente, una vivencia (Erlebniss). El yo término italiano y del término fran­
no pertenece a la expresión de las cés, ya que en estas lenguas el vocablo
vivencias fundamentales, sino que se compatibilidad no se presta como ex­
constituye más tarde, esencialmente con presión del carácter del sistema privado
el fin de delimitar su ámbito del ám­ de contradicciones y design", más bien,
bito del otro... En lugar de la expresión el carácter de no contradicción recípro­
de Descartes habría que poner esta ca de los enunciados.
otra: ‘Esta experiencia consciente; por Coincidentia oppositorum. Expresión usa­
lo tanto hay una experiencia conscien­ da por primera vez por Nicolás de Cusa
te’, pero esto sería una pura tautología" para hablar de la trascendencia y la
(Der Logische Aufbaa der Welt [“La infinitud de Dios, el cual sería C. de
estructura lógica del mundo”], 1928, lo máximo y de lo mínimo, del todo
§163). y de la nada, del crear y de lo creado,
Digamos, sin embargo, que esta crítica de la complicación y de la explica­
está bien lejos de ser compartida por los ción, en un sentido que no puede ser
mismos empiristas lógicos, y Ayer, por entendido ni aprehendido por el hom­
ejemplo, confirma sustancialmente la bre (De docta ignor., I, 4; De coniec-
validez del principio cartesiano como turis, II, 1). En el mismo sentido, usa­
verdad lógica, aun limitando sus pro­ ron la expresión Reuchlin (De arte
yecciones. "Si alguien pretende saber cabalística, 1517) y Giordano Bruno, la
que existe y que es consciente, su pre­ utilizó para definir al universo, que
tensión debe ser válida simplemente identifica con Dios. El universo "com­
porque el ser válida es una condición prende todas las contradicciones inhe­
de su ser formulada” (Problem of rentes a su ser en unidad y convenien­
Knowledge ["El problema del conoci­ cia” (cf. Della causa).
miento”], 1956, p. 53). La posición de
Nietzsche acerca de este punto era C o le c tiv ism o (ingl. collectivism; franc.
más radical y, probablemente, más co­ collectivisme; alem. Kotlectivism us:
rrecta. Véase '■j o n c k n c i a . ital. coltettivismo). 1) Este término fue
177
C o lig a c ió n
C óm ico
acuñado en la segunda mitad del si­ C ó m ic o (gr. ye/.oiov; lat. comicus; ingl.
glo xix y aplicado al socialismo no comic; franc. comique; alem. komisch;
estatal frente al estatal. En este sen­ ital. comico). Lo que hace reír, o la
tido, fueron colectivistas los socialistas posibilidad de hacer reír, por la solu­
reformistas de la pre-guerra y es colec­ ción imprevista de una tensión o de
tivista el laborismo inglés, en cuanto un contraste La más antigua defini­
quiere una sociedad sin desequilibrios ción de C. es la de Aristóteles, que lo
de clase, o sea colectivizada, pero no consideró como “algo equivocado o feo
controlada por la fuerza de una élite que no procura ni dolor ni daño” (Poét.,
privilegiada que goce de un nivel de 5, 1449 a 32ss.). Lo "equivocado" como
vida radicalmente diferente al de la po­ carácter de lo C. significa el carácter
blación. imprevisto, y por tanto no razonable,
2) En sentido más amplio, se entien­ de la solución, que lo C. presenta, de un
de por C. toda doctrina política que se contraste o de una situación de ten­
oponga al individualismo y que, en par­ sión. Fstas anotaciones han perdurado
ticular, sostenga la abolición de la pro­ sustancialmente a lo largo de la histo­
piedad privada y la colectivización de ria de la filosofía. Hobbes insistió acer­
los medios de producción. En este sen­ ca del carácter inesperado de lo C. y
tido son colectivistas tanto el socialis­ lo relacionó con la conciencia de la
mo como el comunismo, en todas sus propia superioridad (De homine, XII,
formas. §7). Kant reduce lo C. a la tensión
y, por lo tanto, a la solución inespe­
C o lig a c ió n (ingl. colligation; franc. colli- rada : “En todo aquello que es capaz
gation; alem. Koltigation; ital. colliga- de excitar una viva explosión de risa,
zione). Operación descriptiva invocada debe haber algo absurdo (en lo que, en
por Whewell (Navum organum reno- consecuencia, el entendimiento por sí
vatum, 1840, II, caps. 1 y 4) para expli­ mismo no puede encontrar placer algu­
car el modo por el cual se pueden no). La risa es una afección que resulta
recoger cierto número de particulares de una expectativa en tensión, que de
en una sola proposición. Stuart Mili repente se resuelve en nada. Justamen­
(Logic, III, 2, 4) adoptó esta noción te esta resolución, que por cierto no
ligándola a la de inducción. “La afir­ tiene nada que pueda regocijar al en­
mación de que los planetas se mueven tendimiento, alegra poriun instante con
en órbitas elípticas fue un modo de re­ mucha vivacidad" (Crít. del Juicio, § 54).
presentar hechos observados, por lo tan­ La Ilustración vio en lo C. y en la risa
to una C.; la afirmación de que son que lo expresa, un correctivo contra el
atraídos hacia el sol es la afirmación fanatismo a la par que la manifesta­
de un hecho nuevo, inferido por induc­ ción del “buen humor” que Shaftesbury
ción." La palabra ha caído en desuso consideraba como el mejor correctivo
en la lógica contemporánea. del fanatismo mismo (Letter on Enthu-
(lat. Ars combinato­
C o m b in a to ria , a r te
siasm, II). Hegel, en cambio, lo consi­
ria). Leibniz da este nombre al pro­ deraba como la expresión de una pose­
yecto, o mejor al ideal, de una ciencia sión satisfecha de la verdad, de la
que partiendo de una characteristica seguridad que se tiene al sentirse fuera
universalis (véase c a r a c t e r í s t i c a ) , o sea de las contradicciones y de no hallar­
de un lenguaje simbólico que asignara se en una situación cruel y desgraciada.
un signo a toda idea primitiva, com­ Lo identificaba, en otros términos, con
binara estos signos primitivos de to­ la felicidad segura de sí, que puede,
dos los modos posibles, obteniendo así por lo tanto, soportar también el des­
todas las ideas posibles. El proyecto, en calabro de sus proyectos. Y en esto lo
parte fruto de las ideas expuestas por distinguía de lo simplemente risible,
R. Lulio en su Ars Magna, ya había en lo que veía "la contradicción por la
seducido a muchos pensadores de los cual la acción se destruye por sí y
siglos xvi y xvn (Agripa de Nettesheim, la finalidad se anula realizándose” (Vor-
A. Kircher, P. Gassendi, G. Dalgarno, lesungen über Aesthetik ["Lecciones
entre otros) y fue parcialmente culti­ sobre estética], ed. Glockner, III,
vado también por continuadores de p. 534). Esta noción hegeliana de lo C.
Leibniz, como Wolff y Lambert. G. P. es, sin embargo, una idealización ro-
178
C o m ie n z o
C o m o si
mántica del fenómeno más que un dice). De todos modos lo Absoluto se
análisis del mismo; es la exageración encuentra, según Hegel, más bien en el
de ese sentimiento de superioridad resultado que en el C. porque éste
que ya Aristóteles notó en lo C. al con­ "como desde el principio e inmediata­
siderar la comedia como "imitación mente es pronunciado, es sólo lo uni­
de hombres innobles” (Poét., 5, 1448, versal”, y lo universal en este sentido
32). La noción tradicional de lo C. se es sólo lo abstracto que no puede valer
confirma nuevamente con el análisis como concretidad y totalidad; por ejem­
que de ella ha hecho Bergson (Le rire, plo, las palabras "todos los animales”
1900), noción que sigue siendo la más que expresan lo universal de que se
rica y precisa. Bergson anota que lo C. ocupa la zoología, no pueden valer como
se produce cuando un cuerpo humano la totalidad de la zoología (Phaenom.
hace pensar en un simple mecanismo des Geistes, Intr., II, 1). Con todo, la
o cuando el cuerpo toma ventaja al filosofía ha buscado a menudo el C.
alma, la forma sobrepasa a la sustan­ absoluto, para hacerlo coincidir con el
cia y la letra al espíritu; o cuando la mismo "principio” de ella y de allí
persona nos da la impresión de una la búsqueda del "primer principio” del
cosa; casos, todos ellos, en los cuales filosofar.
lo C. es puesto en una expectativa
que al traer una solución imprevista C om o si (alem. Ais ob). Expresión que
provoca desengaño y, como habría di­ se halla frecuentemente en las obras de
cho Aristóteles, equivocación. Del mis­ Kant, para indicar el carácter hipoté­
mo modo, lo C. de las situaciones y de tico o simplemente regulador de deter­
las expresiones, que resulta cuando una minadas afirmaciones. Por ejemplo, las
situación puede interpretarse de dos cosas en sí pueden ser pensadas por
maneras diferentes o por lo equívoco analogía “como si fueran sustancias,
de las expresiones verbales, es, precisa­ causas, etc.” (Crít. R. Pura, Dialéctica,
mente por ello y en todo momento, una V, d). El imperativo categórico ordena
equivocación, una solución irracional obrar "como si el ser racional fuera un
dada a una expectativa de solución. miembro legislador en el reino de los
Bergson también atribuye a lo C. un fines” (Grundlegung zur Met. der Sit­
poder educativo y correctivo. "Lo rígi­ ien, II). Nosotros debemos tratar las
do, lo terminado, el mecanismo en opo­ máximas de la libertad " orno si fue­
sición a lo ágil, a lo perennemente ran leyes de la naturaleza” (Ibid., III).
mutable para el ser viviente, la dis­ La facultad del juicio considera a los
tracción en oposición a la previsión, en objetos naturales "como si la finali­
fin, el automatismo en oposición a la dad de la naturaleza fuese intencional”
actividad libre, he aquí lo que la risa (Crítica del Juicio, 68). El "como si”
subrava y quisiera corregir” (Ibid., kantiano no es una mera ficción; es
cap. II, in fine). simplemente la interpretación, en tér­
minos de operaciones o de comporta­
C o m ie n z o (lat. inceptio; ingl. beginning; mientos, de proposiciones cuyo sentido
franc. début; alem. Anfang-, ital. co- literal y metafísico queda fuera de la
minciamento). Precisamente, la inicia­ confrontación y de la confirmación, por
ción de una cosa en el tiempo; que lo tanto, inexistente. En cambio, Hans
puede coincidir o no con el principio Vaihinger en su Filosofía del como si
(véase) o con el origen (véase) de la (1911) interpretó el "como si” como fic­
cosa misma. Esta distinción es impor­ ción. Según Vaihinger, todos los con­
tante en algunos casos; así, por ejem­ ceptos y las categorías, los principios
plo, según Santo Tomás, la creación y las hipótesis de que se valen las cien­
como C. del mundo en el tiempo es cias y la filosofía, son ficciones (véase)
materia de fe, pero no lo es como pro­ privadas de validez teórica, a menudo
ducción de la nada por parte de Dios íntimamente contradictorias, que son
(S. Th., I, q. 46, a. 2). Hegel ha afir­ aceptadas y mantenidas sólo en función
mado que el C. de la filosofía es re­ de su utilidad. Otro kantiano, Paul
lativo, en el sentido que lo que nos Natorp, restringió el como si al domi­
parece C es, desde otro punto de vista, nio del arte, que representaría a las
resultado (FU. del derecho, §2, Apén­ cosas como debían ser o como si lo
179
C o m p a ra tiv o
C o m p a tib ilid a d
que deben ser fuera también en realidad Frente a esta tradición, existe otra,
(Die Religión innerhalb der Grenzcn der que ve en la C. un elemento negativo
Humanitat, 1894; trad. esp.: Religión de la vida moral. Esta segunda tradi­
y humanidad, Barcelona, 1914). ción se inicia con los estoicos (Estobeo,
Ecl., II, 6, 180) y nos llega a través de
C o m p a ra tiv o (ingl. comparative; franc. Spinoza, que cree que "la conmisera­
comparé; alem. vergleichend; ital. com­ ción en el hombre que vive conforme
parativo). Los lógicos tradicionales de­ a la guía de la razón es por sí misma
nominaron C. al problema por el que mala e inútil”, porque no es más que
se pregunta si alguna cosa es mayor o tristeza; de donde "el hombre que vive
menor, mejor o peor, etc., que otra, por según el dictamen de la razón se es­
ejemplo: "Si debe preferirse la justicia fuerza, cuanto puede, en no dejarse do­
a la fortaleza” (Jungius, Lógica, V, 2, minar por la C.” como no hallará cierta­
42). La Lógica de Port Royal denominó mente nada que sea digno de odio, risa
C. a las proposiciones que instituyen o desprecio, porque sabe que todo se si­
una comparación semejante (Amauld, gue de la necesidad de la naturaleza di­
Logique, II, 10, 3) y esta expresión se vina (Eth., IV, 50, corol., scol). Esta
mantuvo en la lógica tradicional (cf. B. valoración encuentra su extrema expre­
Erdmann, Logik, I, §§40, 229). sión en la invectiva de Nietzsche contra
la C.: "Este instinto depresivo y conta­
C o m p a s ió n , c o n m is e ra c ió n (gr. íleog ; lat.
gioso debilita a los demás instintos que
commiseratio; ingl. pity; franc. com- quieren conservar y aumentar el valor
passion-, alem. Mitleid; ital. compas- de la vida; es una especie de multi­
sione). La participación en el sufri­ plicador y conservador de todas las
miento de los otros, en cuanto diferente miserias y por lo tanto uno de los ins­
de este mismo sufrimiento. Esta última trumentos principales de la decadencia
limitación es importante porque la C. del hombre” (Anticristo, Ap. 7). El ras­
no consiste en padecer el mismo sufri­ go común de estas condenas a la C. es
miento que la suscita. La emoción sus­ considerarla en sí misma como miseria
citada por el dolor de otra persona se o dolor, e incluso, según la expresión
puede denominar C. sólo si es el senti­ de Nietzsche, como algo que conserva
miento de una solidaridad más o me­ o multiplica la miseria y el dolor.
nos activa, pero que no tiene nada que Scheler ha demostrado el equívoco de
ver con una identidad de estado emo­ este presupuesto que en realidad con­
tivo entre el que compadece y el que es funde a la C. (que es simpatía y parti­
objeto de compasión. Aristóteles definió cipación emotiva) con el contagio emo­
la C. como "el dolor causado a la vista tivo. Por el contrario, anota Scheler, "la
de algún mal, destructivo o penoso, que C. se halla ausente siempre que existe
golpea a uno que no lo merece y que po­ contagio del sufrimiento, ya que enton­
demos esperar pueda golpear asimis­ ces el sufrimiento no es ya el de otro
mo a uno de nosotros o a alguna per­ sino el mío, y creo poderme sustraer
sona querida” (Ret., II, 8, 1385 b). Defi­ a él evitando el cuadro o el aspecto del
nición que es repetida casi a la letra sufrimiento en general” (Sim pathie,
por Hobbes (Leviath., I, 6), Descartes cap. II, § 3). Al definir la C. al principio
(Passions de l'áme, III, §185), Spinoza de este artículo, se ha tenido presente
(Eth., III, 22 scol.). La C. es, según justo esta advertencia fundamental.
Adam Smith, un caso típico de la simpa­
tía que es la estructura de todos los sen­ C o m p a tib ilid a d (ingl. consistency; franc.
timientos morales ( Theory of Moral Sen- compatibilité; alem. Widerspruchslosig-
timents, III, 1; trad. esp.: Teoría de keit; ital. compatibilitá). La ausencia de
los sentimientos morales, México, 1941, contradicción como condición de vali­
F . C. E.). Para Schopenhauer, la C. es dez de los sistemas deductivos. "Toda
la esencia misma de todo amor y soli­ verdad —decía Aristóteles— debe ha­
daridad entre los hombres, porque el llarse de acuerdo consigo misma en
amor y la solidaridad se explican sola­ todas las relaciones” (An. Pr., I, 32,
mente a partir del carácter esencial­ 47 a 8). Sin embargo, solamente en la
mente doloroso de la vida (Die Welt, matemática moderna, a partir de Hil-
I. §§ 66-67). bert, la C. interna de un sistema de-
180
Complejo
Complicación, explicación
ductivo se ha convertido en el único medieval el término se generalizó y se
criterio de validez del sistema mismo. entendió como un término compuesto
Desde este punto de vista, se dice que de voces diferentes, tales como "hom­
hay C. en un sistema en el que no bre blanco", "animal racional", etc., o
existe teorema alguno cuya negación sea también como una proposición simple
un teorema, o en el cual no todo enun­ compuesta del nombre y del verbo (por
ciado es un teorema. Esta segunda ejemplo: "el hombre corre", etc.). En tal
fórmula es todavía más general (cf. A. caso lo opuesto de C., indicado con el
Church, Introduction to Mathematical término incomplexum (o sea "simple”)
Logic, 1956, §17). La demostración de es el término aislado, o también cual­
la C. resulta, desde este punto de vis­ quier término de la proposición, aun
ta, la demostración misma de la validez en el caso de estar compuesto por dos
de un sistema, como asimismo de la o más términos (como, por ejemplo, el
existencia (véase) de las entidades sujeto "hombre blanco” en la proposi­
al cual hace referencia. Y la demostra­ ción "el hombre blanco corre”) (Exposi-
ción de la C., en el sistema de Hilbert, tio super artem veterem, fol. 40 b). Es­
no debería hacer referencia a un infini­ tas nociones vuelven a encontrarse en
to número de propiedades estructurales forma poco diferente en Vicente de
de las fórmulas o a un infinito de ope­ Beauvais (Speculum doctrínale, 4) y
raciones conformes. La demostración en Armando de Beauvoir (De declara-
debería ser, en este sentido, finita, por­ tione difficilium terminorunr, I, 1 ).
que sólo en este caso sería absoluta. Cf. Santo Tomás, S. Th., II, 2, q. 1,
Pero precisamente la no posibilidad de a. 2 .
una absoluta demostración de la C.
de los sistemas deductivos fue probada (ingl. complementa-
C o m p le m e n ta rie d a d
por el teorema de Gódel (1931). Este rity; franc. com plém entarité; alem.
teorema no excluye que se pueda probar Komplementárheit; ital. complementa-
la C. de un sistema deductivo adqui­ ritá). Expresión tomada de la geome­
riendo la C. de otro sistema deductivo tría (se denominan complementarios
tomado como modelo, pero a su vez la dos ángulos cuya suma es igual a un
validez del modelo no podrá ser de­ ángulo recto). Se llaman complementa­
mostrada. Por lo tanto, se ha expulsado rios dos conceptos opuestos pero que
a la C. "absoluta” del dominio de las se corrigen recíprocamente y se inte­
matemáticas por obra del teorema de gran en la descripción de m fenómeno.
Godel, que establece por sí mismo los Así, por ejemplo, se han denominado
límites del denominado formalismo. complementarios los conceptos de onda
Ningún sistema formalista puede, en y de corpúsculo, para la descripción de
efecto, ofrecer la garantía de la propia los fenómenos ópticos en la mecánica
compatibilidad absoluta. Cf. W. V. O. cuántica moderna. El principio de C.,
Quine, Methods of Logic, 1950; J. La- formulado por Bohr, expresa, por lo
driére, Las limitations internes des tanto, la incompatibilidad de la mecá­
formalismos, 1957; E. Nagel-J. R. New- nica cuántica con la concepción clásica
mann, Gódel's Proof, 1958. Véanse mate ­ de la causalidad (véase). Tal principio
mática ; PRUEBA. se expresa de la siguiente m anera: "Una
descripción espacio-temporal y una se­
C o m p le jo (gr. ctv' pte .-tXevu Évov ; lat. com- cuencia causal rigurosa de procesos in­
plexum; ingl. complex; franc. complexe; dividuales no pueden ser realizadas
alem. Komplex; ital. complesso). Los simultáneamente, pues debe sacrificarse
estoicos, que introdujeron el término, una o la otra" (D’Abro, New Physics,
lo aplicaron a las proposiciones com­ p. 951).
puestas constituidas ya sea por una
sola proposición tomada dos veces (por (lat. complica-
C o m p lic a c ió n , e x p lic a c ió n
ejemplo, "si es de día, es de día”) o tio, explicado). Términos adoptados por
por proposiciones diferentes ligadas en­ Nicolás de Cusa para indicar la relación
tre sí por uno o más conectivos (por entre el ser y sus manifestaciones, en
ejemplo, "Es de día y hay luz”, "Si hay cuanto tales manifestaciones están con­
día, hay luz”, etc.). Sexto E., Adv. Math., tenidas en el ser y éste se explica o
VIII, 93; Dióg. L., VII, 72). En la lógica m anifiesta en ellas. El cardenal de
181
Comportamientismo
Comprender
Cusa dice que la unidad infinita es "Es cierto que lo que no es, no ha
"la C. de todas las cosas”, que el movi­ sido y no será, no es, en efecto posible,
miento es “la explicación de la quie­ si posible es tomado por composible...
tud” y que Dios "es la C. y la explica­ Puede ser que Dicdoro, Abelardo, Wi-
ción de todas las cosas y, en cuanto cleff y Hobbes hayan tenido esta idea
es la C. de ellas, todas las cosas se en la cabeza sin aclararla bien” (Op.,
hallan en Él y, en tanto es la explica­ ed. Erdmann, p . 719). Véase p o s ib l e .
ción, Él mismo está en todas las cosas
por lo que ellas son” (De Docta Ign., C o m p o sic ió n (ingl. composition; franc.
II, 3). composition; alem. Komposition; ital.
composizione). En los lógicos medieva­
C o m p o rta m ie n tis m o , véase BEHAVIORIS- les (por ejemplo, Pedro Hispano, Sum-
M O. mul. Log., 7.25). compositio designa el
paralogismo o falacia (véase) deducida
C o m p o rta m ie n to (ingl. behavior; franc. de un uso sintáctico que hace ambigua
comportement; alem. Verhalten; ital. a la frase. Es, por lo tanto, una especie
comportamento). Toda respuesta de un de anfibotia (véase). G. P.
organismo viviente a un estímulo cual­
quiera: 1) objetivamente observable me­ C o m p re n d e r (lat. intelligere; ingl. und-
diante un medio cualquiera; 2) unifor­ erstanding-, franc. comprendre; alem.
me. El término C. fue introducido por Verstehen-, ital. comprendere). La no­
Watson hacia 1914 y actualmente es de ción de C. como actividad cognoscitiva
uso corriente en el significado ya ex­ específica, diferente del conocimiento
puesto. El término sirvió originariamen­ racional y de sus técnicas explicativas,
te para subrayar, en forma polémica, la puede ser considerada en dos fases his­
exigencia de que la psicología y en tóricas distintas, la primera en la filo­
general toda consideración científica sofía medieval y en la escolástica en
de las actividades humanas o animales, general y la segunda en la filosofía
tuviera como objeto propio elementos contemporánea.
observables objetivamente, esto es, no 1) Toda la escolástica gira en torno
accesibles sólo a la "intuición interna” al problema de "C.” la verdad revelada.
o a la "conciencia”. Dicho término es Pero acerca del valor de este C. los
diferente: /) de acción, porque a dife­ escolásticos mismos no se han puesto
rencia de és.a, el C.: a) es una mani­ de acuerdo. Algunos identificaron el
festación de la totalidad del organismo C. con el conocimiento racional y con
animal y no una manifestación de un su técnica demostrativa y la compren­
principio particular, por ejemplo, de la sión de los dogmas les parecía, desde
voluntad o de la actividad práctica; este punto de vista, como la posibili­
b) está constituido únicamente por ele­ dad de demostrarlos, o sea, de equi­
mentos observables y descriptibles en pararlos a verdades racionales. Anselmo
términos objetivos; c) es uniforme, o y Abelardo parecen estar de acuerdo en
sea, constituye la reacción habitual entender así al inteligir, que creen in­
y constante del organismo a una situa­ dispensable para la fe misma. Es obvio
ción determinada; 2) de actitud, que que en este caso el inteligir no es, en
es el C. específicamente humano y absoluto, un C. en el sentido especí­
que incluye, por lo tanto, elementos an- fico del término. Una esfera específica
ticipadores y normativos (proyecto, pre­ del inteligir como C., en su diferencia
visión, elección, etc.); 3) de conducta, con el conocimiento demostrativo, fue
la que puede carecer del carácter de delineada, en cambio, por Santo Tomás,
uniformidad. en su tentativa de determinar la tarea
de la razón frente a la fe. Esta ta­
(franc. compossible; alem.
C o m p o sib le rea consiste: 1) en demostrar los preám­
kompossibet; ital. compossibile). Leib- bulos de la fe; 2) en esclarecer, me­
niz designó con este término lo posible diante similitudes, la verdad de la
que concuerda con las condiciones de fe; 3) en controvertir las objeciones que
existencia del universo real, es decir, se hacen contra tales verdades (In Boet.
la posibilidad real. Lo posible es lo De Trin., a. 3). Es obvio que la segunda
concebible en cuanto privado de contra­ y la tercera parte de esta tarea, que no
dicción, lo C. es lo que puede ser real. son de naturaleza demostrativa, cons­
182
Comprender

tituyen la esfera del C. Y, en efecto, sarias. Ya que, cuando en los últimos


según Santo Tomás, las verdades de fe decenios del siglo xix, las ciencias
fundamentales, la Trinidad, la encarna­ históricas o, como entonces se decía, las
ción, la creación, son comprensibles en "ciencias del espíritu”, que habían lo­
este sentido: no son demostrables (y en grado en ese momento suficiente soli­
tal caso serían verdades de razón), pero dez de métodos y gran riqueza de re­
pueden ser aclaradas mediante analo­ sultados, comenzaron a proponerse el
gías y, especialmente, sostenidas contra problema de su método e intentaron
las objeciones. Esta posición tomista aclararlo críticamente, se presentó la
constituye la mejor y más difundida so­ exigencia de ligar este método a téc­
lución del problema del C. en el plano nicas y procedimientos diferentes de
de la escolástica. Sería defendida aún los que se hallaban en uso en las cien­
en el siglo xvm por Leibniz, contra las cias naturales. En tal sentido, el "C.”
objeciones de Bayle y de Toland. Según como procedimiento propio de las cien­
Leibniz el dogma es "incomprensible” cias del espíritu, se opuso al "explicar”,
solamente en el sentido de que no pue­ fundado en la causalidad e inherente
de ser demostrado, pero se puede decir a las ciencias naturales.
que concuerda con la razón en el sen­ Dilthey fue el primero en formular
tido "que puede mostrarse la necesidad claramente esta distinción en su In­
de que no haya contradicción entre el troducción a tas ciencias del espíritu
dogma y la razón, refutando las obje­ (1883). Dilthey observó que nuestras
ciones de los que pretenden que el relaciones con la realidad humana son
dogma mismo es un absurdo” (Théod., totalmente diferentes de nuestras rela­
§60). ciones con la naturaleza. La realidad
2) En la filosofía contemporánea, la humana, como aparece en el mundo
distinción entre la esfera del C. y histórico social, es tal que nosotros po­
la del conocer racional, nació de la demos comprenderla desde dentro, por­
exigencia de distinguir el procedimien­ que podemos representarla con el fun­
to explicativo de las ciencias morales damento de nuestros propios estados. La
o históricas del de las ciencias natu­ naturaleza, por el contrario, es muda
rales. Tal exigencia surge de la dificul­ y queda siempre como algo externo.
tad de aplicar la técnica causal, propia Por lo tanto, en las ciencias del espí­
de la ciencia natural del siglo xix, al ritu, que precisamente tienen por objeto
dominio de los acontecimientos huma­ la realidad humana, el sujeto no se
nos, como son los hechos históricos y, halla frente a una realidad extraña,
en general, al dominio del hombre sino frente a sí mismo, ya que es hom­
y a las relaciones interhumanas. A base bre el que indaga y el que es indagado.
de tal técnica, se considera "racional­ "El C. —dice Dilthey— es un reencuen­
mente explicado” aquello de lo que se tro del yo en el tú ... El sujeto del saber
puede demostrar la génesis causal ne­ es aquí idéntico a su objeto y éste es
cesaria, o sea, aquello de que se puede el mismo en todos los grados de su
demostrar que acaece en forma necesa­ objetivización” (Gesammelte Schriften,
ria o infaliblemente previsible, cuando VII, p. 191; trad. esp.: Obras, México,
es dada la causa (véase causalidad). El 1944-1954, F. C. E.). Desde este punto
carácter necesario de la génesis cau­ de vista, Dilthey agregó como instru­
sal conforme a una ley inmutable, y mento propio del C. el Erletmis, o sea
el carácter de uniformidad mecánica la vivencia, experiencia vivida o revi­
que los acontecimientos causalmente ex­ vida, que permite tomar la realidad
plicables adquieren por efecto de tal histórica en su individualidad viviente
ley, hacen muy difícil trasferir este y en sus caracteres específicos. Después
tipo de explicación al mundo del hom­ de Dilthey, en la corriente del histo-
bre y hacen muy difícil explicar los ricismo alemán que continúa su obra,
hechos históricos y, en general, todo el C. sigue siendo el órgano del cono­
hecho que consista en una relación con cimiento histórico y, en general, del
el hombre. La aplicación de la técnica conocimiento interpersonal, en cuanto
causal a tales hechos, implicaría su re­ no es susceptible de explicaciones cau­
ducción a casos de uniformidad mecá­ sales. Sin embargo, no existe acuerdo
nica, debido a la acción de leyes nece­ acerca de la naturaleza misma del C.
183
Comprender

Rickert entiende por C. el aprehender abandonarse el concepto clásico de cau­


"el sentido de un objeto, esto es, la salidad en la ciencia misma. Entre tan­
relación del objeto mismo con un va­ to, la sociología empezaba a reconocer la
lor determinado” (Die Grenzen der exigencia de una técnica cognoscitiva
naturwissenschaftlichen Begriffsbildung diferente de la técnica explicativa cau­
[“Los límites de la conceptuación na­ sal. Znaniecki invocó un "coeficiente
turalista”], 1896-1902). Simmel conside­ humanístico” en la investigación socio­
ra que el C. se dirige a reproducir la lógica y subrayó la importancia de la
vida psíquica de otra personalidad y experiencia vicaria como fuente de da­
es, por lo tanto, el acto de proyección tos sociológicos (Method of Sociology,
mediante el cual el sujeto cognoscente 1934, p. 167). Sorokin consideró que el
atribuye su estado representativo o vo­ método causal era inaplicable a la inter­
litivo a otra personalidad (Die Probleme pretación de los fenómenos culturales
der Geschichtsphilosophie ["El proble­ (Social and Cultural Dynamic, 1937,
ma de la filosofía de la historia], 1892, p. 26). Y Maclver reconocía, a su vez,
p. 17). A su vez, Max Weber, a pesar de la inaplicabilidad de la fórmula cau­
insistir acerca de la diversidad de la sal de la mecánica clásica a la conducta
explicación histórica y de la explica­ humana (Social Causation, 1942, p. 263).
ción causal, quiso salvar o disminuir Por su parte, los filósofos, al no hallar
el abismo que se abría entre ambas, lugar para el comprender entre las acti­
afirmando que la explicación histórica vidades racionales que parecían mono­
es, por sí misma, una explicación causal, polizadas por las técnicas de la explica­
pero una explicación causal específica ción causal, terminaron por relacionar­
que intenta reconocer el nexo particular lo con la vida emotiva. Así lo hicieron
y singular entre determinados fenóme­ Scheler y Heidegger, principalmente, a
nos y no su dependencia de una ley los cuales se deben, sin embargo, las
universal. "Nuestra necesidad causal más importantes determinaciones de la
—escribe— puede encontrar en el aná­ noción del comprender. Tal noción sir­
lisis de la actitud humana una satis­ vió a Scheler para fundar las relaciones
facción cualitativamente diferente, que humanas —que son, por lo demás, aque­
implica al mismo tiempo una entona­ llas por las que el yo reconoce al otro
ción cualitativamente diferente del con­ yo— sobre la base de los fenómenos
cepto de racionalidad. Por su interpre­ expresivos y no sobre una inferencia o
tación podemos proponernos la finali­ sobre la proyección que el yo haga de
dad, por lo menos fundamentalmente, no sus propias experiencias internas en el
sólo de hacer penetrable a la actitud otro. Así, Scheler afirma que "la exis­
misma, como posible en relación a tencia de las experiencias internas, de
nuestro saber nomológico, sino también los sentimientos íntimos de los demás,
comprenderla, o sea, descubrir un mo­ nos es revelada por los fenómenos de
tivo concreto que pueda ser revivido expresión; esto es, adquirimos el cono­
internamente y que nosotros comproba­ cimiento de modo inmediato, mediante
mos con diferente grado de precisión, una ‘percepción’ lógica originaria y pri­
según el material de las fuentes” (Ge- mitiva y no al cabo de un razonamiento.
sammelte Aufsatze zur Wissenschafts- Nosotros percibimos el pudor de alguien
lehre ["Recopilación de obras sobre en su sonrojo, la alegría en su risa”
teoría de la ciencia”], 1951, p. 67). Sin (Simpathie, I, cap. II). Por lo tanto, no
embargo, el concepto de causalidad in­ es cierto que de los demás conozcamos
dividual, sobre el cual insistió Weber, en primer lugar el cuerpo, y que sólo
es poco sólido, ya que la causa, como partiendo de él podamos inferir la exis­
lo que hace infaliblemente previsible el tencia del espíritu en otros. Solamente
efecto, tiene con el efecto mismo una el médico y el naturalista conocen el
relación necesaria y constante, y por lo cuerpo, porque hacen artificialmente
tanto, esencialmente uniforme y uni­ abstracción de los fenómenos de expre­
versal. La exigencia planteada por sión que son la manifestación primaria
Weber, de eliminar o disminuir el con­ e inmediata del espíritu de otros; pero
traste entre la explicación científica precisamente tales fenómenos son la
v la comprensión histórica o inter­ base de la comprensión emotiva. Ésta
humana, pudo hallar satisfacción al debe distinguirse, según Scheler, de la
184
Comprender

fusión emotiva, porque implica la alte- rencia del C. a la vida emocional, formu­
ridad de los sentimientos. Por ejem­ lado por Scheler y Heidegger, surge del
plo, el sufrimiento de mi vecino y la hecho de que la vida racional les parece
comprensión simpática de él, son dos entregada a técnicas que poco o nada
hechos diferentes, y esta diferencia esta­ tienen en común con el C. Los resul­
blece justo la posibilidad de la com­ tados obtenidos por Scheler y Heideg­
prensión, en tanto nada tiene que ver ger son muy importantes: los primeros,
con ella el hecho de que tanto yo como al permitir sustraer al C. de la esfera
mi vecino suframos la misma afección. de lo inmediato y lo inexpresable, son
Los análisis de Scheler han contribuido negativos; los segundos son positivos, al
a fijar los puntos siguientes: 1) el C. permitir relacionar al C. mismo con
no implica la identidad de las personas la noción de posibilidad. En el análisis
entre las que intercede o la identidad de Heidegger, no solamente ha sido
de sus estados de ánimo o sentimien­ generalizado el C., ya que resulta apli­
tos ; más bien implica la alteridad entre cable a las cosas además de las perso­
las personas y entre sus estados respec­ nas, sino que también, por lo mismo, ha
tivos; 2) la comprensión se funda en dejado de ser antagónico al concepto
la relación simbólica que existe entre de explicación. Comprensión y explica­
las experiencias internas- y sus expre­ ción pueden, en efecto, ser identificados
siones, relación que constituye una es­ con la noción de posibilidad y, entram­
pecie de "gramática universal”, válida bos, entendidos como declaraciones de
para todos los lenguajes expresivos y la "posibilidad d e...’’, de donde lo que
que suministra el criterio último de la se ha dejado en suspenso puede ser
comprensión interhumana. Como Schel­ llenado por diversas especies de proyec­
er, Heidegger conecta el fenómeno de tos y previsiones, en los diferentes cam­
la comprensión con la esfera emotiva pos de investigación. Pero este acerca­
sobre todo, pero agrega una nota de miento entre explicación y compren­
fundamental importancia al análisis de sión y la unificación de ambos en el
este fenómeno, relacionándolo con la concepto de "posibilidad de...” fue san­
noción de posibilidad. En efecto, Hei­ cionado por el mismo desarrollo de las
degger considera la comprensión como ciencias de la naturaleza que, al aban­
esencial a la existencia humana (al donar la noción clásica de causalidad,
ser ahí), ya que significa que la exis­ abandonaban, por lo tanto, el ancla de
tencia es esencialmente posibilidad de la técnica explicativa caudal. La física
ser, existencia posible. "A veces usamos relativista y la teoría cuántica dieron
hablando ónticamente la expresión ‘C. el paso decisivo hacia la eliminación
algo’ en el sentido de ‘poder hacer de la antítesis entre explicación y com­
frente a una cosa’, ‘estar a su altura’, prensión. Como anota Carnap, en la
poder algo’. .. En el C. reside existen- mecánica cuántica "C. una expresión, un
ciariamente la forma de ser del ‘ser enunciado, una teoría, significa la capa­
ahí’ como ‘poder ser’. El ‘ser ahí' no es cidad de usarlo para la descripción de
algo ‘ante los ojos’ que posea además hechos conocidos o para la previsión
como dote adjetiva la de poder algo, de hechos nuevos” (Founríations of
sino que es primariamente ‘ser posi­ Logic Mathenwtics, 1939, §25). La "ca­
ble’.” Por lo tanto, "el C. tiene en sí pacidad de” es, por lo tanto, lo que
mismo la estructura existenciaria que expresa el significado de la compren­
llamamos la proyección" (Sein und Zeit, sión en la física misma. Pero actualmen­
§31; trad. esp.: El ser y el tiempo, te la explicación científica se reduce
México, 1962, F. C. E.). La existencia a la posibilidad de la previsión probable
humana, como posibilidad y proyecto, (véase e x p l ic a c ió n ). De tal modo, la
posee en sí misma una transparencia diferencia radical que parecía haber
que Heidegger denomina ‘ver a través’, sido sólidamente establecida por la me­
‘estado de iluminado’ y que es la pri­ todología científica del siglo xix entre
mera manifestación de la comprensión. ciencias del espíritu y ciencias de la
" ‘Intuición’ y ‘pensamiento’ son ambos naturaleza, ha desaparecido. Lo que
derivados ya lejanos del C.” (Ibid., estos dos grupos de disciplinas inten­
§ 3 1 ). tan hacer, en relación con sus objetos
Es suficientemente claro que la refe­ respectivos, es fundamentalmente la
135
Comprensión
Comunicación
misma cosa: determinar las posibilida­ notación-denotación. Aparte de la ten­
des de descripción o de anticipación tativa para distinguir la C. de la conno­
(proyección, uso, fruición) que sus ob­ tación (véase) como esfera de todas las
jetos consienten. notas posibles, además de las expresa­
mente connotadas por la definición, la
C o m p re n s ió n (ingl. understanding; franc. noción de C. permaneció en la lógica
compréhension; alem. Versteherr, ital. del siglo xix.
comprensione). El acto o la capacidad 2) A veces, la lógica contemporánea
de comprender (véase). toma la C. como análoga de la denota­
ción o de la extensión, en vez de serlo
C o m p re n s ió n (ingl. co m p reh en sio n ; de la connotación o intención. De esta
franc. compréhension-, alem. Inha.lt-, manera define Lewis la C. de un tér­
ital. comprensione). 1) La Lógica de mino, como "la clasificación de todas
Port Royal introdujo la distinción en­ las cosas coherentemente pensables y
tre C. y extensión del concepto; distin­ a las que el término se aplique correc­
ción idéntica grosso modo a la expre­ tamente” donde por “coherentemente
sada por Stuart Mili mediante la pensable” se entiende todo aquello cuya
pareja connotación-denotación o por aserción de existencia no implique, ex­
la lógica moderna con la pareja inten­ plícita o implícitamente, una contra­
sidad-extensión. Decía Amauld, en efec­ dicción. En este significado, el térmi­
to: "En las ideas universales es im­ no se distinguiría del de denotación o
portante distinguir perfectamente dos extensión, porque ésta es la clase de
cosas, la C. y la extensión. Denomino todas las cosas reales o existentes a las
C. de la idea a los atributos que ella que el término se aplica correctamen­
incluye en sí y que no pueden quitár­ te. La denotación quedaría, por lo tanto,
sele sin destruirla; así la C. de la idea incluida en la C., pero no ésta en aqué­
de triángulo contiene extensión, figura, lla. La C. de "cuadrado” incluye no
tres líneas, tres ángulos y la igualdad solamente los cuadrados existentes (que
de estos tres ángulos con dos rectos, son denotados) sino también todos los
etcétera. Denomino extensión de la idea cuadrados posibles o imaginables excep­
a los sujetes a los cuales conviene esta tuando los no cuadrados (Analysis of
idea; aquellos que también se denomi­ Knowledge and Vatuation, 1950, pp. 39-
nan los infeñores de un término gene­ 41).
ral que, con referencia a ellos, es lla­
mado superior; así la idea del triángulo C o m ú n , s e n tid o , v é a se SENTIDO COMÚN.
en general se extiende a todas las dife­ C o m u n e s , n o c io n e s (gr. y.oivou ívvoiai; lat.
rentes especies de los triángulos” (Logi- notiones communes). Los estoicos de­
que, I, 6 ). Esta distinción tenía ciertos signaron con esta expresión los concep­
precedentes en la lógica medieval, pero tos universales o anticipaciones (véase)
había sido formulada sólo aproximada­ que se forman en el hombre natural­
mente a partir del siglo xvi (por ejem­
plo, por Cayetano, In Porphyrii Praed., mente, y no como productos de una
instrucción específica (Aezio, Plac., IV,
ed. 1579, I, 2, p. 37; cf. Hamilton, 11). La expresión fue adoptada en los
Lectures on Logic, I, 1866, p. 141). La Elementos de Euclides para designar
determinación de la relación inversa los principios evidentes, más tarde de­
que existe entre C. y extensión así de­ nominados axiomas. Véase axioma .
finidas estaba relacionada con la distin­
ción misma; a medida que la C. se Comunicación (ingl. c o m m u n ic a tio n ;
empobrece, esto es, resulta más general, franc. communication; alem. Kommuni-
la extensión se enriquece, es decir, el kation; ital. comunicazione). Los filó­
concepto se aplica a un número mayor sofos y los sociólogos se sirven actual­
de cosas y recíprocamente. Estas dis­ mente de este término para designar
tinciones y notas tomadas por la lógi­ el carácter específico de las relaciones
ca, especialmente la alemana del si­ humanas en cuanto son, o pueden ser,
glo xix (cf., por ejemplo, Lotze, Logik, relaciones de participación recíproca o
1843, § 15), perduraron y a veces fueron de comprensión. Por lo tanto, el tér­
expresadas, especialmente por autores mino viene a resultar sinónimo de "co­
ingleses, mediante el par sinónimo con­ existencia” o de "vida con los otros”
186
Comunicación

e indica el conjunto de modos espe­ al interior de otro. El 'ser ahí con’ es


cíficos que puede adoptar la coexis­ esencialmente ya patente en el ‘coencon­
tencia humana, con tal que se tra­ trarse’ y en el 'cocomprender’ ” (Seirt
te de modos "humanos”, o sea modos und Zeit, §34; trad. esp.: El ser y el
en los que quede a salvo una cierta tiempo, México, 1962, F. C, E.). Para
posibilidad de participación o de com­ Heidegger, en otras palabras, la C. es
prensión. En este sentido, la C. no tiene ya coexistencia porque la coparticipa­
nada que ver con la coordinación y ción emotiva y la comprensión de los
con la unidad. Las partes de una má­ hombres entre sí llega a constituir la
quina —ha observado Dewey— se hallan realidad misma del hombre, el ser del
estrechamente coordinadas y forman ‘ser ahí’. Jaspers, que se encuentra sus­
una unidad, pero no forman una comu­ tancialmente de acuerdo con Heideg­
nidad. Los hombres forman una co­ ger, polemiza contra las ciencias empíri­
munidad porque se comunican, esto cas (psicología, sociología, antropología)
es, porque pueden participar recíproca­ que pretenden analizar las relaciones de
mente de sus modos de ser, que de tal comunicación. Su defecto es, según Jas­
manera adquieren nuevos e imprevisi­ pers, que deben limitarse a considerar
bles significados. Esta participación dice las relaciones humanas y no las posi­
que una relación de C. no es un simple bles, en tanto que la C. es, precisamente,
contacto físico o un encuentro de fuer­ posibilidad de relaciones. En este senti­
zas. La relación entre el pirata y su do, puede ser aclarada sólo a través de
presa, por ejemplo, no es una relación la filosofía (Phil., II, cap. III). Por el
de C., aun cuando a veces puede pre­ contrario Dewey, que comparte con Hei­
sentarse entre los hombres. La comuni­ degger y Jaspers el punto de vista de
cación en cuanto característica especí­ que la C. constituye esencialmente la
fica de las relaciones humanas, delimita realidad humana, la considera como
la esfera de tales relaciones a aquellas una forma especial de la acción recí­
en las que hay cierto grado de libre proca de la naturaleza y cree, por lo
participación. La importancia del con­ tanto, que puede o debe ser estudiada
cepto de C. en la filosofía contempo­ a través de la investigación empírica
ránea se debe: 1) al abandono de la (Experience and Nature, cap. V; trad.
noción romántica de conciencia infinita esp.: La experiencia y la naturaleza,
de sí, Espíritu Absoluto o Superalma, México, 1948, F. C. E.).
nociones que por implicar la identidad Si la filosofía del siglo xix, por la
de todos los hombres inutiliza, por ra­ importancia de las concepciones abso­
zones obvias, el concepto mismo de C. lutistas (el propio positivismo hablaba
interhumana; 2) al reconocimiento de de la Humanidad como de un todo)
que las relaciones interhumanas impli­ eliminaba la noción de C., la filosofía
can la alteridad entre los hombres mis­ de los siglos xvii y xvm había elaborado
mos y son relaciones posibles; 3) al ya la noción, aunque en respuesta a un
reconocimiento de que tales relaciones problema diferente. El problema era
no se agregan en un segundo momento el de la "C. de las sustancias”, esto
a la realidad ya constituida entre las es, de la sustancia alma con la sustan­
personas, sino que la constituyen como cia cuerpo y recíprocamente, problema
tal. nacido con el cartesianismo, que dis­
En estos términos el concepto de C. tinguió por vez primera de manera pre­
penetra en diversas filosofías. Según cisa las dos especies de sustancias. El
Heidegger, el concepto de C. debe ser mismo Descartes había admitido como
entendido “en un amplio sentido onto- válida la noción corriente de una ac­
lógico”, esto es, como una "C. existen- ción recíproca entre las dos sustan­
ciaria”. "En esta C. se constituye la cias, que según creía se tocaban en la
articulación del ‘ser uno con otro’ glándula pineal (Passions de l’áme, I,
comprensor. Ella despliega lo que hay 32). Por otra parte los ocasionalistas
de ‘común’ en el 'coencontrarse’ y en sostuvieron que era imposible la ac­
la comprensión del ‘ser con’. La C. ción de una sustancia finita sobre otra,
no es nunca nada como un trans­ porque ninguna sustancia finita puede
porte de vivencias, por ejemplo, opinio­ obrar, es decir, ser causa; y creían, por
nes y deseos, del interior de un sujeto lo tanto, que Dios mismo interviene
187
C o m u n id a d
C o m u n is m o
para establecer la relación entre el alma ción el término no ha tenido buen
y el cuerpo, o entre los diferentes cuer­ éxito.
pos o entre las diferentes almas, sir­ 2) En cambio el término fue adop­
viéndose de la ocasión ofrecida por el tado por el romanticismo, a partir de
cambio ocurrido en una sustancia para Schleiermacher, para indicar la forma
producir cambios en las otras. Ésta era de vida social caracterizada por un nexo
la teoría de las causas ocasionales, sos­ orgánico, intrínseco, perfecto entre sus
tenida, entre otros, por Malebranche miembros. En tal sentido la C. ha sido
(Recherche de la vérité, III, II, 3). Leib- opuesta a la sociedad en una obra de
niz, que considera imposible la primera Ferdinand Tónnies, C. y sociedad, publi­
teoría y milagrosa la segunda, entendió cada en 1887. "Todo lo confiado, íntimo,
la C. como armonía preestablecida (véa­ vivo en su conjunto exclusivamente
se) y la hizo abarcar la relación entre —decía Tonnies— está comprendido co­
todas las partes del universo, o sea mo vida en comunidad. La sociedad es
entre todas las mónadas que lo com­ lo público, es el mundo; por el con­
ponen ; la armonía es preestablecida trario, uno se encuentra en C. con sus
por Dios de manera tal que a cada propios familiares desde el nacimiento,
estado de una mónada corresponde ligado a ellos para bien o para mal. En
un estado de las otras mónadas (Op., la sociedad se entra como en una tierra
ed. Gerhardt, IV, pp. 500-501). Por razo­ extraña. A la adolescencia se la pone en
nes obvias, la doctrina de Leibniz no guardia contra la mala sociedad, pero
es una solución al problema de la C.; la expresión ‘mala C.’ suena como una
más bien, su finalidad es hacer inútil contradicción” (Gemeinschaft und Ge-
a la C. misma garantizando la relación selleschaft, I, 1). Así expresado este con­
preordenada de las mónadas entre sí. cepto contiene obvias connotaciones de
El propio Leibniz anota que su doctrina valor, que lo hacen poco apto para un
hace del alma una especie de máquina uso objetivo, ya que es bastante claro
inmaterial (Ibid., p. 548). Este frag­ que no existe una C. pura ni una so­
mento nos revela que su doctrina está ciedad pura y que la necesidad de
muy lejos de la noción contemporánea formular una distinción en ese sentido
de C., la cual, según se ha dicho, no es ha sido sugerida por la aspiración a un
nunca automática y no puede subsistir ideal y no por la observación. Por lo
tanto, tal como lo usan los sociólogos
entre los a tomatas o entre las partes posteriores (entre los cuales se hallan
de un autómata. Simmel, Cooley, Weber, Durkheim y
otros) este significado se ha ido trans­
Comunidad (ingl. c o m m u n ity ; franc. formando
communouté; alem. Gemeinschaft; ital. corriente en hasta adquirir el significado
la sociología contemporá­
comunitá). 1) Kant designó con este nea, de distinción entre relaciones so­
término la tercera categoría de la re­ ciales de tipo localista y relaciones de
lación, más precisamente la de la acción tipo cosmopolita, que es una distinción
recíproca, como también la correspon­ puramente descriptiva entre comporta­
diente tercera analogía de la experien­ mientos ligados a la C. restringida, en
cia (o principio de la C.) expresada de la cual se vive, y comportamientos
esta manera: "Todas las sustancias en orientados o abiertos hacia una socie­
cuanto pueden ser percibidas en el espa­ dad mayor (R. K. Merton, Social Theory
cio como simultáneas, se hallan entre and Social Structure, 1957, pp. 393 ss.).
sí en una acción recíproca universal.”
Y anotaba a este respecto: "La palabra C o m u n is m o (ingl. communism; franc.
Gemeinschaft tiene un doble significa­ co m m u n ism e ; alem. Kommunismus;
do que puede indicar tanto communio ital. comunismo). La ideología política
como commercium. Aquí nosotros nos que encuentra su programa en el Mani­
servimos del segundo sentido, como fiesto comunista, publicado por Marx
coijiunión dinámica sin la cual tam­ y Engels en 1847, tal como fue desarro­
poco la espacial (communio spatti) po­ llado en las obras de Marx y Engels, y
dría ser conocida nunca empíricamen­ también en las de Lenin y Stalin. Tal
te" (Crít. R. Pura, Analítica de los ideología puede ser resumida en los si­
principios, 3? analogía). En esta aplica­ guientes puntos fundamentales: 1) la
138
C o n a to
C o n c e p c ió n

dependencia de la personalidad huma­ pretados o establecidos por sus diri­


na de la sociedad históricamente dete- gentes.
minada, a la que pertenece, dependencia C o n a to (lat. conatus). El renacimiento
que anula la personalidad fuera e in­ dio este nombre a la ormé estoica (Dióg.
dependientemente de la sociedad mis­ L., VII, 85), o sea el instinto (véase) o
ma ; 2) la dependencia de la estructura
de una sociedad históricamente deter­ la tendencia de todo ser a su propia
minada de las relaciones de producción conservación. Este concepto encontró su
y de trabajo, propias de tal sociedad, y forma clásica en Spinoza, según el cual
que determinan todas sus manifestacio­ "el esfuerzo por conservarse es la esen­
nes: moral, religión, filosofía, etc., ade­ cia misma de una cosa” (Eth., IV, 22,
más de las formas de su organización cor.). Este esfuerzo "cuando se refiere
política. Estos dos puntos constituyen al alma sola se llama voluntad, pero
la doctrina del materialismo histórico cuando se refiere a la vez al alma y al
(véase); 3) el carácter permanente y cuerpo se denomina apetito; por ende,
necesario de la lucha de clases en todas no es nada más que la esencia misma
y cada una de las sociedades capita­ del hombre” (Ibid., III, 9, scol.). Vico
listas, esto es, en toda sociedad en la adoptaba la palabra en el mismo sen­
que los medios de producción sean pro­ tido: “La naturaleza comenzó a existir
piedad privada; 4) el paso necesario e por un acto de C.; en otros términos,
inevitable de la sociedad capitalista, el C. es la naturaleza (como también lo
una vez logrado un máximo de concen­ dicen las escuelas) en todo devenir, a
tración de la riqueza en pocas manos punto de llegar a la existencia” (De anti-
y de pauperización y nivelación de to­ quissima Italorum sapientia, 4, § 1).
dos los trabajadores, a la sociedad Hobbes dio un nuevo concepto del tér­
socialista que posee y ejerce directa­ mino; entendió por C. el movimiento
mente los medios de producción y que, instantáneo, esto es, "el movimiento en
por lo tanto, no tiene clases; 5) la un espacio y tiempo menor de todo
existencia de un periodo de transición espacio o tiempo dado” (De corp., 15,
entre la sociedad capitalista y la socie­ §2). Leibniz entendió en un primer
dad comunista, durante el cual el pro­ momento el C. en el mismo sentido:
letariado se hará dueño del poder del "El conatus —dice— es al movimiento
Estado y lo ejercerá, como lo había como el punto al espacio, o sea como
hecho el capitalismo, en su propio in­ la unidad al infinito: es la iniciación
terés. Véase d ic t a d u r a d e l pr o l e t a r ia d o . o el fin del movimiento” (Hypothesis
De estos puntos fundamentales, el C. Physica Nova, 1671, Op., ed. Gerhardt,
ruso ha subrayado principalmente el IV, p. 229). Pero de seguido identificó
último, secundario en las obras de Marx al C. con la fuerza activa, o sea con la
y de Engels. Y lo ha subrayado trans­ energía con la cual reduce a la ma­
formándolo, en el sentido de entender teria misma: "La fuerza activa, que
la dictadura del proletariado como dic­ se suele llamar, sin más, fuerza, no se
tadura del partido comunista y confian­ puede concebir como la simple potencia
do al partido mismo la función de van­ vulgar de la escuela, o sea como una
guardia del proletariado. El partido recepción de acción, sino que implica
resulta de tal modo el instrumento fun­ un conatus, o sea una tendencia a la
damental para la realización de la nue­ acción, y de tal manera, resulta la ac­
va sociedad y pretende subordinar a sí ción, en caso de no haber impedimento”
mismo, controlar y dirigir toda acción (Mathematische Schriften ["Escritos
dirigida a esta finalidad. Tal predomi­ matemáticos”), ed. Gerhardt, VI, p. 100).
nio del partido, ya teorizado por Lenin, El mismo concepto se encuentra en
fue llevado al extremo por Stalin con Wolff (Cosm., §149). Véase e s f u e r z o .
la afirmación de la necesaria "toma C o n c a u s a (gr. ercvaitía). Platón indicó
de partido” de la ciencia, del arte, de la con este término la causa natural que
filosofía y, en general, de toda activi­ concurre con la ideal a la formación
dad intelectual, toma de partido que de las cosas del mundo (Tim., 6 8 e).
no significa otra cosa que la subordi­
nación de tales actividades a los inte­ C o n c e p c ió n (ingl. conception; franc. con-
reses del partido, tal como son inter- ception; alem. Konzeption; ital. conce-
189
C o n c e p c ió n d e l m u n d o
C o n c e p to
zione). Este término designa (tanto el mismo nombre. Por lo demás, el C.
como los términos correspondientes de no es un elemento simple o indivisi­
percepción y de imaginación) el acto ble, sino que puede estar constituido
de concebir o el objeto concebido, por un conjunto de técnicas simbólicas
pero de preferencia más el acto de extremadamente complejas, como el
concebir que el objeto, para el que caso de las teorías científicas que tam­
se reserva el término concepto {véase). bién puede ser denominadas C. (el
Hamilton ya había hecho esta observa­ C. de la relatividad, el C. de la evo­
ción (Lectures on Logic, I, p. 41) que lución, etc.). El C. no se refiere ni
a veces se repite en la filosofía con­ siquiera necesariamente a cosas o he­
temporánea: "En cuanto un objeto es chos reales, ya que pueden ser C. de
simbolizado por nosotros, nuestra ima­ cosas inexistentes o pasadas, o cuya
ginación lo reviste de una C. privada y existencia no sea verificable o tenga un
personal, que sólo por un proceso de sentido específico. En fin, el alegado
abstracción podemos distinguir del con­ carácter de universalidad subjetiva o
cepto público y comunicable” (Susan la validez intersubjetiva del C. es en
K. Langer, Philosophy in a New Key, realidad simplemente su comunicabili­
cap. III). dad de signo lingüístico, y la función
primordial y fundamental del C., al ser
C o n c e p c ió n d e l m u n d o (alem. Weltan- la misma que la del lenguaje, es la
schauung). Este término puede tradu­ comunicación.
cirse como "intuición del mundo” ; acer­ La noción de C. da origen a dos pro­
ca de la filosofía como "I.” o "visión blemas fundamentales: el de la natu­
del mundo”, véase f i l o s o f í a . K. Jaspers raleza del C. y el de la función del
ha escrito una Psicología de las concep­ C. mismo. Estos dos problemas pueden
ciones del mundo, en la que distingue coincidir, pero no coinciden necesaria­
entre la imagen espacio-sensorial del mente.
mundo, la psíquico-cultural y la meta­ A) El problema de la naturaleza del
física (Psychologie der Weltanschauun- C. ha tenido dos soluciones fundamen­
gen ["Psicología de las concepciones tales: 1) en la primera el C. es la
del mundo”), 1925; trad. ital., Roma, esencia de las cosas y precisamente
1950). su esencia necesaria, aquello por lo que
no pueden ser diferentes de lo que son ;
C o n c e p to (gi. loyos; lat. conceptus; ingl. 2) en la segunda solución el C. es un
concept-, franc. concept; alem. Segrí//; signo.
ital. concetto). En general, todo proce­ 1) La concepción del C. como esen­
dimiento que posibilite la descripción, la cia es la del periodo clásico de la filo­
clasificación y la previsión de los obje­ sofía griega, en el cual el C. es tomado
tos cognoscibles. Entendido de tal ma­ como lo que se sustrae a la diversidad
nera, el término tiene un significado o a la mutación de los puntos de vis­
muy general y puede incluir toda espe­ ta o de las opiniones, porque se refiere
cie de signo o procedimiento semántico, a aquellos rasgos que, por ser consti­
cualquiera que sea el objeto al que se tutivos del objeto mismo, no son alte­
refiera, abstracto o concreto, cercano rados por un cambio de perspectiva. En
o lejano, universal o individual, etc. Se los pródromos de la filosofía griega, el
puede tener un C. de la mesa tanto C. apareció como el término conclu­
como del número 3, del hombre como sivo de una búsqueda, que prescinde
de Dios, del género y de la especie en lo posible de la mutabilidad de las
(los denominados universales [véase)) apariencias para dirigirse hacia lo que
o como de una realidad individual, por el objeto es "realmente”, esto es, a su
ejemplo, de un periodo histórico o de "sustancia” o "esencia”. Esta búsque­
una institución histórica (el "Renaci­ da se presentó a los griegos como el
miento” o el "feudalismo”). Aun cuando deber propio del hombre como animal
el C. sea indicado normalmente por un razonable, o sea como la tarea propia
nombre, el C. no es el nombre, ya de la razón; y, en efecto, el C. y la
que nombres diferentes pueden expre­ razón son designados por los griegos
sar el mismo C. o diferentes C. pue­ con el mismo término, logos. Aristóte­
den ser indicados, por equivocación, por les atribuye a Sócrates el mérito de
190
Concepto

haber descubierto “el razonamiento in­ “sinolo” o compuesto de materia y for­


ductivo y la definición del universal, ma), aunque no del individuo conside­
dos cosas que se refieren entrambas al rado en su materia, que es indeter­
principio de las ciencias” (Met., XIII, minada y por lo tanto indefinible y
4, 1079b). El mismo mérito es recono­ que, por ejemplo, el C. de un hombre
cido a Sócrates por Jenofonte (Mem., es el alma (Met., VII, 11, 1037 a 26);
IV, 6 , 1): Sócrates demostró cómo el distingue C. comunes y C. propios (De
razonamiento inductivo lleva a la defi­ an., II, 3, 414b 25) y habla de “C. mate­
nición del C., y el C. expresa la esencia riales” como son las emociones, que
o la naturaleza de una cosa, lo que la se definen por los movimientos del cuer­
cosa verdaderamente es. Platón hace po que las suscita (Ibid., I, 1, 403 a 25).
del universal socrático la realidad mis­ En el ámbito de esta identificación
ma. Lo bello, el bien, lo justo son del C. con la esencia, no es una inno­
sustancias o sea realidades, es más, rea­ vación decisiva el derivar, como lo
lidades en el sentido pleno del término, hace Epicuro, al C. mismo de las sen­
realidades absolutas. Platón adopta los saciones, ya que tal derivación, por el
mismos términos (sustancia, especie, carácter necesariamente verídico de las
forma o simplemente entes) para indi­ sensaciones, garantiza la realidad del
car las realidades últimas, tal como C. (Dióg. L., X, 32). Por otro lado, la
son "en sí mismas” y como son "en disputa medieval sobre los universales
nosotros” (o sea como C.). La mente (véase) —término que se aplica a los C.
humana contiene “la verdad de los en­ de género y especie— es en realidad la
tes” (Men., 8 6 a-b); encuentra ya como disputa entre las dos concepciones fun­
suyas las sustancias que constituyen la damentales del C., la platónico-aristo­
estructura fundamental de la realidad télica y la estoica; el realismo repre­
( Fed., 76d-e). Aristóteles no hace en senta la primera de tales concepciones,
este punto más que reproducir, y ar­ el nominalismo la segunda. No nos
ticular en una doctrina mucho más debe sorprender que la escolástica haya
compleja, el punto de vista platónico. elegido la solución realista del proble­
El C. (logas) es lo que circunscribe ma de los universales, afirmando la
o define a la sustancia o esencia nece­ realidad del C. como elemento cons­
saria de una cosa (De an., §11, 1, titutivo o esencial de la realidad mis­
412b 16); por lo tanto, es independien­ ma que, por lo demás, había nacido y
te del generarse y corromperse de las se había desarrollado, desde el punto de
cosas y no puede ser producido o des­ vista lógico y gnoseológico, bajo el sig­
truido por tales procesos (Met., VII, no del neoplatonismo agustiniano y del
15, 1039 b 23). En otros términos, el aristotelismo. Santo Tomás dice: “Ya
C. es, para Aristóteles, idéntico a la sus­ que todo conocimiento es perfecto en
tancia, que es la estructura necesaria la medida en que existe semejanza
del ser, aquello por lo cual todo ser no entre el que conoce y lo conocido, su­
puede ser diferente de lo que es (véase cede que en tal sentido hay una seme­
s u s t a n c i a ). Estas determinaciones han janza de la cosa sensible con referencia
perdurado como típicas de la concep­ a sus accidentes, pero en el entendi­
ción del C. como esencia. Con referencia miento hay la semejanza de la cosa
a ella, el carácter de la universalidad entendida en cuanto a su esencia"
parece secundario y derivado; por uni­ (Contra gent., IV, II). El C. “penetra
versal, dice Aristóteles, entiendo "lo en el interior de la cosa” (Ibid., IV,
inherente al sujeto en cada caso y por 1 1 ), recoge la esencia o la sustancia de
sí y en cuanto un sujeto es lo que es” ella, ya que no existe nada más que
(An. post., I, 4, 73bss.). Ahora bien, esta sustancia abstracta de la cosa mis­
"lo inherente al sujeto en cada caso ma. A través de la interpretación de
y por sí, etc.”, no es más que la esencia la sustancia aristotélica como esencia
necesaria del sujeto mismo, ya que él necesaria, Duns Scoto vuelve a afirmar
no puede no ser; de tal manera la uni­ la misma tesis: el C. tiene por objeto
versalidad es para Aristóteles la sustan- una "naturaleza común” que es el quod
cialidad o necesidad del concepto. Por quid erat esse de Aristóteles. “No es
lo tanto, Aristóteles dice que puede tan universal como el C. ni tan indi­
haber C. también del individuo (del vidual como la cosa, pero es funda­
191
Concepto

mentó del uno y de la otra” (Op. Ox., "La naturaleza de lo que es es ser, en
II, d. 3, q. 1, n. 7). Este realismo no el propio ser, el propio C. —dice Hegel—
sufre tampoco cambios importantes en y en esto está, por lo general, la nece­
la filosofía moderna. La identidad de C. sidad lógica” (Phanom. des Geistes,
y realidad, posiblemente presupuesta Pref., §3). La Idea absoluta o infinita,
por Descartes, es explícita en Spinoza: la Razón autoconsciente que es la sus­
“Un círculo existente en la naturaleza tancia del mundo, no es otra cosa que
y la idea del círculo existente, que "el C. como C." (Ene., §213). "El C.
también es en Dios, es una sola y misma —dice todavía (Hegel— no es lo que a
cosa explicada por diversos atributos” menudo se llama de tal modo y es
(Eih., II, 7, scol.). Un realismo del C., solamente una abstracta determinación
limitado aún a la realidad fenoménica intelectual, es únicamente lo que tiene
(que por lo demás es la única accesible realidad, de manera que él mismo pue­
al hombre) es la doctrina de Kant. En da darse la realidad (Fit. del Derecho,
efecto, si los C. empíricos se refieren §1). En la concepción hegeliana la
a las cosas sólo a través de una sensa­ estructura necesaria de la realidad ha
ción, los C. puros o categorías consti­ resultado devenir y progreso y se colo­
tuyen las cosas mismas en cuanto son ca como Razón infinita y creadora. Aun
percibidas, o sea aparentes en la expe­ cuando parezca grande la distancia en­
riencia. Los C. puros o categorías son tre ésta y la concepción clásica, no lo
al mismo tiempo, en efecto, "formas es desde el punto de vista de la teoría
del entendimiento" y "condición de los del C. Para Hegel, como para Aristó­
objetos fenoménicos", y, en consecuen­ teles, el C. es la esencia necesaria de
cia, constituyen los mismos objetos fe­ la realidad, aquello que hace que no
noménicos, esto es, los objetos de toda pueda ser diferente de lo que es. En la
experiencia posible (Crít. R. Pura, Ana­ filosofía contemporánea el idealismo
lítica de los conceptos, § 10). La doctri­ ha adoptado la interpretación hegeliana
na fundamental del kantismo es, preci­ del C. como realidad necesaria o ne­
samente, el carácter constitutivo de los cesidad real. Así Croce, por ejemplo, lo
C. puros, carácter en el que se funda el concibe como desarrollo, devenir y sis­
carácter representativo mismo de los tema, actividad racional y concreta, es­
C. empíricos (Ibid., § 16, nota). Es indu­ píritu o razón (Lógica come scienza
dable que, p 'ra Kant, el C. no constitu­ del C. puro, 1908).
ye toda la realidad y no es creador de Puede considerarse que la fenomeno­
la realidad misma; constituye el orden logía de Husserl es una vuelta a la for­
necesario, por el que la realidad se re­ ma clásica de la interpretación del C.
vela a la investigación científica como en Aristóteles. Husserl acepta la polé­
sometida a leyes inmutables. Pero pre­ mica del logicismo moderno contra el
cisamente por esto, constituye la es­ psicologismo, que ve en el C. una forma­
tructura ósea, la armazón necesaria de ción psíquica (véase). Formación psí­
la realidad empírica, es decir, de la rea­ quica es, por ejemplo, la representación
lidad única que el hombre puede inda­ que varía de un momento a otro y de
gar y conocer. Desde este punto de vis­ uno a otro individuo; pero el C. de
ta, la totalidad del armazón del criti­ número es siempre el mismo y es una
cismo parece dirigirse a la confirmación entidad intemporal. Los C., por lo tan­
de la tesis clásica, platónico-aristotélica to, deben ser considerados idénticos a
acerca de la naturaleza del C., su iden­ las esencias y es mejor hablar, más que
tidad con la sustancia necesaria de la de C., de esencias (que son objetos) y
realidad. Y esta misma tesis, sin las li­ desde el punto de vista subjetivo, de
mitaciones del fenomenismo kantiano, “intuición de esencias" como acto aná­
se encuentra en el idealismo romántico, logo a la percepción sensible (Ideen,
aunque éste acentúa la función creadora I, §§22-23). Así, en la que es la última
del C. y la identifica con el Principio ra­ formulación histórica de la interpreta­
cional infinito, creador y organizador de ción del C. como realidad necesaria, el
la misma realidad. Es lugar común de término mismo de C. es abandonado
la filosofía hegeliana que el C. no es una por impropio, de análoga manera a lo
pura representación subjetiva, sino la que ocurre en el desarrollo de la segun­
esencia misma de las cosas, su "en sí”. da interpretación del concepto.
192
Concepto

2) Conforme a la segunda interpreta­dos de otra cosa—, y consideró al C.


ción, el C. es un signo del objeto (cual­ mismo como un sermo (discurso). A
quiera que sea éste) y se encuentra en diferencia de la vox, el sermo implica
relación de significación con el objeto. la referencia semántica a una realidad
En esta interpretación, que se presenta significada, referencia que la escolás­
por vez primera en los estoicos, la doc­ tica posterior denominara suppositio.
trina del C. resulta una teoría de los La realidad significada no es, según
signos. No puede haber signo, según Abelardo, ni una sustancia universal
los estoicos, ni de las cosas evidentes ni una clase de cosas singulares, sino
ni de las cosas absolutamente oscuras el estado común en el cual converge un
y puede haberlo solamente de las co­ grupo de cosas. En este sentido, Abe­
sas oscuras por el momento u oscuras lardo dice que “la causa común” del
por su naturaleza. A estas dos especies universal "hombre” es el status de hom­
de cosas corresponden dos especies de bre que no es ni una cosa ni una sustan­
signos: i) los signos rememorativos cia, sino más bien aquello en que todos
que se refieren a las cosas oscuras por los hombres convergen en cuanto tales
el momento; 2) los signos indicativos (Phiíosophische Schriften ["Escritos fi­
que se refieren a las cosas oscuras por losóficos”], ed. Geyer, pp. 19-20). La
naturaleza. Se trata de un signo re­ doctrina fue adoptada más tarde, hacia
memorativo cuando se dice, por ejem­ mediados del siglo xm, por la lógica
plo: "Hay humo, hay fuego”, aun no terminista, que encontró su formula­
viéndose el fuego. Un signo indicativo ción escolástica en la Summulae Logi-
es un movimiento del cuerpo, por ejem­ cales de Pedro Hispano (hacia media­
plo, en cuanto expresa un estado del dos del siglo x m ). En las Summtdáe,
alma. En consecuencia, se entiende por la función del término, ya sea univer­
signo “una proposición que, siendo ante­ sal, ya sea particular, es definida por
cedente en una verdadera relación, es la noción de suposición (véase), se­
descubridora del consecuente”. En otros gún la cual los términos están en vez
términos, se tiene un signo si se tiene de la cosa supuesta y, de tal manera, en
una proposición condicional del tipo la proposición "el hombre corre”, por
"S i... entonces”, la cual satisface dos ejemplo, el término “hombre” está en
condiciones: 1) debe iniciarse en lo vez de Sócrates, Platón y así sucesiva­
verdadero y terminar en lo verdade­ mente (Summulae Log., 6.^3). La esco­
ro, esto es, tanto el antecedente como lástica del siglo xiv señala el definitivo
el consecuente deben ser verdaderos; abandono del realismo o formalismo,
2) debe ser descubridora, o sea, debe que había prevalecido en Santo Tomás
decir alguna cosa no inmediatamente y Duns Scoto, y un retomo a la teoría
evidente. Por ejemplo: "Si es de día, estoica del concepto. Este concepto es
hay luz”, dicho cuando es de día, no denominado intentio animae, como todo
es todavía un signo, en tanto que sí es acto o elemento de conocimiento (ya
un signo la proposición: "Si ésta tiene que el conocimiento se refiere siempre,
leche, entonces ha parido", donde el por sí, a alguna cosa de otro) y es
antecedente es descubridor del conse­ definido como “signo predicable de múl­
cuente (Hip. Pirr., II, 97 ss.; Adv. Dogm., tiples cosas”. Según Occam, el concepto
II, 141 ss.). Esta doctrina estoica de posee, además, otro carácter fundamen­
los signos (acerca de la cual véase s ig ­ ta l: es un signo natural. Y así dice:
n if i c a d o ) ha quedado como modelo de "El universal es doble. Uno es el univer­
la segunda alternativa fundamental que sal natural, que es un signo predicable
encontró históricamente la doctrina del de múltiples cosas, del mismo modo que
C. Trasmitida por Boecio a la escolás­ el humo naturalmente significa fuego, el
tica latina, inicia su siguiente etapa gemido del enfermo el dolor y la risa
en la lógica de Abelardo (siglo x i i ) la alegría. Tal universal es sólo una
quien, acentuando el carácter predica­ intención del alma, ya que ninguna
tivo del C., negó que pudiera ser consi­ sustancia fuera del alma y ningún ac­
derado ya sea como una cosa (res) ya cidente fuera del alma es un universal
sea como un nombre (vox) —ya que semejante... El otro es el universal ins­
ni la cosa ni el nombre (que es asi­ tituido por arbitrio (per voluntariam
mismo una cosa) pueden ser predica­ institutionem) y, en este sentido, la voz
193
Concepto

proferida, que, sin embargo, es una cua­ del neocriticismo alemán contemporá­
lidad única, es universal porque consti­ neo (y, sobre todo, en la Escuela de
tuye un signo instituido arbitrariamente Marburgo a la que pertenecen Cohén,
para significar pluralidad de cosas” Natorp y Cassirer) y había sido re­
(Summa Log., I, 14). La función lógica afirmada como indispensable para las
del C. es la suposición, por la cual el formulaciones del pensamiento mate­
C. mismo, en todas las combinaciones mático y, en general, del pensamiento
en que entra, está en vez de las cosas científico, a partir de Bolzano y su Doc­
significadas. Debido a la realidad que trina de la ciencia (1837). La elabora­
el C. mismo posee en el alma como ción matemática de la lógica llevó a
intentio animae, Occam no se muestra insistir acerca de la naturaleza objetiva
interesado en decidir y parece inclinar­ y no psicológica del C., como también
se tnás bien por la doctrina extrema que acerca de su naturaleza simbólica. Es­
sostiene que ei C. no tiene realidad al­ tos dos aspectos del C. fueron subra­
guna en el alma y que solamente existe yados por Frege. En un escrito de 1890,
eri ella objetivamente, esto es, a título Frege manifestaba que "el C. es algo
de representación o de imagen (In Sent., objetivo, que no es construido por obra
I, d. 2, q. 8 E.). La doctrina de Occam nuestra” y que, por lo tanto, una pro­
es típica de la posición empirista con posición como “el número 3 es un
referencia a la naturaleza del C., po­ número primo” es "algo completamente
sición que tiene, en forma constante, independiente de la circunstancia de
dos principios fundamentales: 1) la na­ hallarnos despiertos o dormidos, vivos
turaleza significante del C.; 2) su rela­ o no; una cosa que vale y que valdrá
ción causal con las cosas, de las que objetivamente y por siempre, indepen­
sería natural producto en el hombre. dientemente de la existencia o no exis­
Esta doctrina, en efecto, se vuelve a tencia de seres que reconozcan o no
encontrar en Locke (Essay, II, 3,§§6-9), esta verdad” ( Ueber das Tragheits-
en Berkeley (P rin cip ie s of H um an gesetz [“Sobre la ley de la inercia”],
ICnowledge, Intr., §§12ss.) y en Hume 1890; en Aritmética e lógica, ed. Gey-
( Treatise, I, 1, 7). Hume invoca a la monat, pp. 211-12). Desde este punto de
costumbre para explicar la génesis psi­ vista, Frege definía al C. como "el
cológica del C. (Ibid., I, 1, 7); James significado de un predicado" ( Ueber
Mili invoca a la ley de la asociación Begriff und Gegenstand ["Sobre con­
psicológica ;Analysis of the Phenomena cepto y objeto”], 1892, §2; ed. Gey-
of the Human Mind, 2■ ed., 1869, I, monat, p. 199) y el significado mismo
pp. 78 ss.) y análogamente lo hace tam­ como el objeto designado por el signo,
bién Stuart Mili (Examination of Phií. distinguiendo el significado del sentido
of Hamilton, p. 393). que denota "el modo por el cual el ob­
Es propio del empirismo considerar jeto nos es dado” ( Ueber Sinn und
la explicación psicológica de la géne­ Bedutung ["Acerca de sentido y signi­
sis del C. como justificación de su ficado”], 1892, §1, ed. G eym onat,
validez, esto es, considerar demostrada pp. 216 ss.). Estas anotaciones de Frege
la validez del C. y la legitimidad de su son muy importantes porque señalan
uso, en virtud de haber demostrado el comienzo de la disolución, lograda
cómo se forma el C. en el hombre, me­ en buena parte por la filosofía contem­
diante el acto de la abstracción (como poránea, de la noción de C. en la noción
pensaba Locke) o de la asociación psi­ de significado. Ya Husserl (aunque sos­
cológica, como lo sostuvieron los empi- tenía un realismo conceptualista) consi­
ristas de la primera mitad del siglo xix. deraba los C. como significados (Bedeu-
Pero ya Kant había insistido acerca de fungen: cf. Ideen, I, §10). "Términos
la diferencia entre las dos cosas, dis- o sentidos” denomina a los C. Dewey,
tingiliendo entre la “derivación fisio­ quien los clasifica bajo este título
lógica” de los C., intentada por Locke, (Logic, cap. XVIII; trad. esp.: Lógica,
y la “deducción” de los C. mismos, o México, 1950, F. C. E., pp. 388 ss.). E
sea de la demostración de su validez identificando al C. con el objeto, en el
(Crít. R. Pura, § 13). La distinción entre mismo sentido de Frege, R. Camap en­
validez lógica y realidad psicológica de tendía por C. "todo aquello sobre lo cual
lói C. se mantiene en todas las escuelas se puedan formular proposiciones” (Der
194
Concepto

Logische Aufbau der Welt [“La estruc­ do aparece fuera de nosotros” (Dióg.
tura lógica del mundo”], 1928, §5). L., X, 33). Esta función descriptiva o
Susan K. Langer, en 1942, dejaba cons­ reconocedora del C. no es señalada
tancia de la identificación lograda entre a menudo, por ser la más obvia. Re­
C. y significado, demostrando la conver­ cientemente G. Bergmann ha denomi­
gencia de muchas corrientes de la filo­ nado a los C. palabras-caracteres (Char-
sofía contemporánea hacia el reconoci­ acter-Words) para indicar sus funciones
miento del simbolismo en la ciencia, en descriptivas o referenciales (Philosophy
el arte, en la filosofía y, en general, of Science, 1957, p. 13).
en todas las formas culturales huma­ 2) La segunda función atribuida al C.
nas (Philosophy in a New Key, 1942, es la económica. A esta función está
cap. III). Quine ha indicado el punto ligado el carácter clasificador del C.
crítico de la transformación de la no­ mismo. “La variedad de las reacciones
ción de C., al expresar que "el signifi­ biológicamente importantes —ha dicho
cado es lo que pasa a ser la esencia al E. Mach— es menor que la variedad de
divorciarse del objeto de referencia y los objetos existentes. Por lo tanto, el
contraer nupcias con la palabra” (From hombre ha sido llevado a clasificar los
a Lógical Point of View, II, 1). hechos en los conceptos. El mismo pro­
Debe anotarse, sin embargo, que el cedimiento se reproduce en una profe­
término C. o sentido es referido con sión, cuando se afrontan hechos que
mayor frecuencia para indicar la con­ no ofrecen más interés biológico inme­
notación y con menor frecuencia para diato (Erkenntnis und Irrtum ["Cono­
indicar la denotación. Así Carnap en sus cimiento y error”], 1905, cap. V III; trad.
últimos escritos ha entendido por con­ franc., p. 136). Con este aspecto, los
cepto la propiedad, el atributo o la fun­ C. son "signos recopiladores e indica­
ción (Introduction to Semantics, 1942; dores de las reacciones posibles del
2r- ed., 1959, §37). Esto constituye una organismo humano en relación con los
excepción a la terminología propuesta hechos” (Mechanik, 1883, p. 510). Éste
por Frege, excepción que actualmente es el carácter en el que se han basado
es recomendada por los lógicos (cf. A. algunos filósofos para negar el carác­
Church, Introduction to Mathematical ter teórico de los C. científicos, a favor
Logic, §01, n. 17). Véase s i g n i f ic a d o . de una forma superior o privilegiada de
B) La función del C. puede ser con­ conocimiento. De tal manera, Bergson
cebida de dos maneras fundamentales ha opuesto la intuición al C. como sim­
diferentes: como final y como instru­ ple esquema económico a los fines de
mental. La interpretación del C. como la acción (Évolution Créatrice, 8 ed.,
esencia le atribuye función finalista, ya 1911, pp. 247ss.). Croce ha denominado
que por esta interpretación el C. no tie­ por este motivo seudo-conceptos a los
ne más función que la de expresar C. científicos, reservando el nombre
o revelar la sustancia de las cosas. La de C. a la Razón misma (Lógica,
función se identifica desde este punto cap. II).
de vista con la naturaleza misma del 3) La tercera función del C. es la
concepto. En cambio, cuando se admi­ de organizar los datos de la experien­
te la teoría simbólica del C. se admite cia, de tal manera que se establezcan
con ello su instrumentalidad, y esta entre ellos relaciones de naturaleza ló­
instrumentalidad puede ser aclarada y gica. Un C., un C. científico sobre todo,
descrita en sus múltiples aspectos. Los no se limita por lo común a describir
aspectos principales son los siguientes: y clasificar los datos empíricos, sino
}) La primera función atribuida al C. que posibilita la derivación deductiva
es la de describir los objetos de la expe­ de ellos (Duhem, La théorie physique,
riencia a fin de permitir su reconoci­ pp. 163 ss.). Es éste el aspecto por el
miento. Ésta era la función principal que la formulación conceptual de las
que los epicúreos y los estoicos atri­ teorías científicas tiende a la axioma-
buían a las anticipaciones (o prolepsis). tización, ya que la generalización y el
Según los epicúreos, la anticipación es rigor de la axiomatización tienden a
"una comprensión, recta opinión, pensa­ llevar al límite al carácter lógicamente
miento o noción universal ínsita en nos­ organizador del concepto.
otros como memoria de lo que a menu­ 4) La cuarta función del C., conside-
195
C o n c e p to -c la se
C o n c ie n c ia
rada actualmente como la fundamental para designar al C. mediante el cual
en las ciencias físicas, es la previsión. se define una clase (véase), o, más
Como ya reconocían los estoicos, la exactamente, la función proposicional
finalidad de un signo es, por lo general, “Fx” cuyas raíces forman la clase, de
la de prever y el nombre de anticipa­ manera que la condición necesaria y
ción, que los epicúreos y estoicos daban suficiente para que un individuo a sea
al C., expresa precisamente esta fun­ un elemento de una clase (“pertenezca
ción. Por ella, el C. es un medio o a la clase”) definida mediante una
procedimiento anticipatorio o proyecta­ función "Fx” es que la proposición "Fa”
dos Para Dewey, anticipa o proyecta la sea verdadera. G . P.
solución de un problema exactamente
formulado {Logic., XX, §1; cf. XXIII, C o n c e p tu a lis m o (ingl. conceptualista;
§1; trad. esp.: Lógica, México, 1950, franc. conceptualisme; alem. Concep-
F. C. E.). Para otros, la función anticipa- tualismus; ital. concettualismo). Nom­
dora del C. es el instrumento del cual bre dado en el siglo xix por los histo­
se sirve la ciencia “para predecir la riadores de la filosofía medieval a la
experiencia futura a la luz de la expe­ corriente de la escolástica medieval que
riencia pasada” (Quine, From a Logical los escolásticos mismos denominaran
Point of View, II, 6 ). nominalismo (véase), a fin de distinguir
Los tipos fundamentales de los C. entre el nominalismo extremo de Ros-
científicos, que no son ni descriptivos celino, para el cual el concepto univer­
ni clasificadores, cumplen actualmente sal es una simple vox o flatus vocis, y
las funciones de organización y previ­ el nominalismo de Abelardo, para el
sión. Estos tipos son los modelos, los cual el universal mismo es un discurso
C. matemáticos y los construidos. (sermo) predicable de varias cosas, y
Los modelos constituyen simplifica­ también el nominalismo posterior que
ciones o idealizaciones de la experien­ se inspira en Abelardo. Véase n o m i n a ­
cia y se obtienen llevando al límite los l is m o ; UNIVERSAL.
caracteres o atributos propios de los ob­
jetos empíricos. En este sentido, son (gr. ouveíSriaic; ; lat. conscien-
C o n c ie n c ia
modelos los C. de velocidad instantá­ tia; ingl. conscioussness = C. teórica,
nea, de sistema aislado, de gases idea­ conscience = C. m oral; franc. conscien-
les y en general los modelos mecánicos. ce; alem. Bewusstsein = C. teórica,
Los C. matemáticos son simplemente gewissen = C. moral; ital. coscienza). El
artificios para introducir procedimien­ uso filosófico de este término tiene
tos especiales de cálculo y, en este sen­ poco o nada que ver con su significado
tido, son instrumentos de previsión. El común como conocimiento (véase) que
C. de "onda de probabilidad” inherente el hombre tiene de los propios estados,
a la mecánica cuántica, pertenece a percepciones, ideas, sentimientos, voli­
esta especie, como también pertenecen ciones, etc., conocimiento por el cual
a ella los de "campo tensorial”, "espacio decimos que un hombre "es consciente”
curvo”, etc. o "tiene C.” cuando no está adormeci­
En fin, los construidos {véase) son do o desvanecido, ni distraído por otros
C. de entidades que no son dadas en la hechos, de la consideración de sus mo­
experiencia y tampoco tienen semejanza dos de ser o de sus acciones. El signi­
con objetos dados, y cuya existencia ficado que este término tiene en la
consiste simplemente en la posibilidad filosofía moderna y contemporánea, aun
de ser usados como instrumentos de suponiendo genéricamente esta acepción
previsión en el contexto de una teoría. común, es mucho más complejo: es el
Ejemplo de construidos son los C. de de una relación del alma consigo mis­
campo, de éter, etc. (P. W. Bridgmann, ma, de una relación intrínseca al hom­
The Ix)gic of Modem Physics, 1927, bre "interior" o "espiritual”, por la cual
cap. II; M. K. Munitz, Space, Time and se puede conocer de modo inmediato
Creation, 1957, IV, 2). y privilegiado y, por lo tanto, se puede
juzgar a sí mismo de manera segura
C o n c e p io -c la se (ingl. class-concept). Tér­ e infalible. Se trata, por lo tanto, de
mino introducido en la lógica por Rus- una noción en la cual el aspecto moral
sell {The Principies of Mathematics) —la posibilidad de autojuzgarse— se
196
Conciencia

relaciona estrictamente con el aspecto hecho originario y privilegiado es aquí,


teórico, la posibilidad de conocerse por lo tanto, el lenguaje, no la inte­
de manera directa e infalible. También rioridad del alma. Por otro lado, cuan­
históricamente los dos aspectos de este do Platón quiere refutar, en el Filebo,
significado se han venido determinando la tesis de que el bien consiste en el
paralelamente. Cristianismo y neo-plato­ placer, haciendo ver que esta tesis re­
nismo elaboraron en forma parecida la duciría la vida humana a la de un
noción de la relación puramente pri­ molusco encerrado en su concha, enu­
vada del hombre consigo mismo, esto mera los elementos o los aspectos de
es, una relación en la cual el hombre la vida que en tal caso faltarían al
se separa de las cosas y de los demás hombre, a saber: el recuerdo del placer
y "retorna a sí mismo”, testimonián­ gozado, la opinión verdadera, que es el
dose a sí mismo y dando lugar a una saber del gozo mientras se goza y el ra­
investigación puramente "interior" en zonamiento, que permite la previsión
la cual pueda conocerse con absoluta del gozo futuro (Fil., 21c). Así, según
verdad y certeza. La determinación his­ Platón, lo que constituye lo que nos­
tórica del concepto de C. es así corre­ otros denominamos C. (en el sentido
lativa a la de una esfera de la interiori­ de conocimiento de nuestros estados)
dad como un campo específico en el no es más que recuerdo, opinión y razo­
cual sea posible efectuar investigaciones namiento, o sea el conjunto de las
o búsquedas que conciernen a la última actividades cognoscitivas generales. Y
realidad del hombre y, muy a menudo, es apenas necesario observar que cuan­
lo que en esta última realidad se revela, do Platón insiste en el hecho de que
es decir, Dios mismo o un principio algunos procedimientos y, en primer
divino. En este sentido el término C. lugar, el juicio en cuanto se vale del
significa, por lo tanto, no simplemente "es” o del "no es”, no pueden ser atri­
la cualidad de conocimiento poseída a buidos más que al alma misma, la cual
través de los contenidos psíquicos (ya indaga por sí sola sobre lo que hay
sean percepciones extemas o actos autó­ de común en las sensaciones (Teet.,
nomos del espíritu), sino la actitud del 185 ess.), no hace referencia a una
"retomo a sí mismo”, de la investiga­ esfera de la interioridad, sino que pre­
ción dirigida a la esfera de la interiori­ tende insistir en la independencia de
dad. El uso filosófico de la noción de los procedimientos racionales de los
C. presupone el reconocimiento de la datos sensibles. "El alma sola por sí’
realidad de esta esfera y el de su natu­ se opone al alma que sufre las impre­
raleza privilegiada. Solamente debido siones sensibles y depende de ella. Tam­
a la existencia de una esfera de la poco se encuentra en Aristóteles una
interioridad, que es una realidad privi­ noción cualquiera de interioridad espi­
legiada, esto es, de naturaleza superior ritual. En efecto, Aristóteles atribuye
o de todos modos más accesible o el conocimiento de las percepciones
más cierta para el hombre, la C. es un sensibles a los sentidos mismos, por una
instrumento importante de conocimien­ parte y, de tal manera que, por ejem­
to y de orientación práctica. plo, sentir ver pertenece al sentido de
En verdad, no parece que la filosofía la vista, como sentir oir, al sentido del
griega clásica haya reconocido la reali­ oído. No es posible que el conocimiento
dad privilegiada de la interioridad es­ de ver pertenezca a un sentido dife­
piritual. La noción que en la filosofía rente al de la vista, ya que en este caso
de Platón se acerca más a la de una existiría una infinita serie de órganos
relación del alma consigo misma es sensibles: el sentir del sentir del sen­
la definición que da de la opinión (o tir ... de ver (De An., III, 2, 425 b 12).
pensamiento en general) como "el diá­ Por otro lado, la noción de "pensamien­
logo interno del alma consigo misma” to del pensamiento”, mediante la cual
( Teet., 189 e; Sof., 263 e); pero lo verda­ define la vida de Dios, nada tiene que
deramente notable en esta definición ver con la interioridad de conciencia;
es que se vale del lenguaje para definir expresa solamente la exigencia de que
al pensamiento y, precisamente, del len­ el pensamiento (que, en el hombre,
guaje como pregunta y respuesta, o puede tener por objeto también las
sea como diálogo o comunicación. El cosas peores) no tenga por objeto, en
197
Conciencia

Dios, sino la cosa más excelente, que rior del hombre. En efecto, afirma que
es el pensamiento mismo (Met., XII, existen muchas actividades, visiones y
9, 1074 b 30 ss.). acciones muy bellas que no van acom­
El reconocimiento de una realidad pañadas por el conocimiento; así, por
interior privilegiada surge solamente en ejemplo, el que lee no tiene necesaria­
las filosofías que adoptan como tema mente el conocimiento de estar leyendo,
el contraste entre “interioridad” y "ex­ sobre todo si lee con atención; el que
terioridad”, o sea las que se entregan obra con valentía no tiene el conoci­
a la tarea de separar al hombre de sus miento de obrar con valentía en tanto
relaciones con las cosas y con los otros cumple su acción y así sucesivamente.
hombres (o sea con la naturaleza y con El conocimiento corre el riesgo de debi­
el mundo histórico-social) y hacer de él litar las actividades que acompaña:
un “sabio", para quien tal relación es "Por sí solas estas actividades tienen
indiferente, y nace en la filosofía pos­ más pureza, más fuerza y más vida, de
aristotélica, comenzando por el estoi­ tal manera que, en el estado de no
cismo. Sabemos que Crisipo había insis­ conocimiento, los que han logrado la
tido ya acerca de la distinción entre sabiduría tienen una vida más intensa,
el pensamiento y la C. (mrvEÍSricns) del que no se dispersa en las sensaciones,
pensamiento (Galeno, Hipp. et Plat. sino que se recoge enteramente en sí
dogm., V, 215). Esta distinción, con la misma” (Ibid., I, 4, 10). Precisamente
que se inicia también el uso de la pa­ este "recogerse en sí mismo” es la C.
labra C. en sentido específico, resulta como actitud o condición del sabio que
un lugar común de la predicación mo­ prescinde de lo externo (de las cosas
ral estoica y luego el tema dominante y de los otros hombres) y mira sólo
y central de la filosofía neoplatónica, hacia lo interno. Contra los estoicos,
que acentuó la separación entre el hom­ que si bien aconsejan recogerse en uno
bre y el mundo y elaboró, por lo tanto, mismo (Epicteto, Diss., III, 22, 38; I,
como lo hacía paralelamente el cris­ 4, 18 ss.), toman las cosas exteriores
tianismo, la noción de un testimonio como objeto de voluntad, Plotino dice
interior privilegiado. Filón hizo uso que después de haber dirigido su volun­
de la noción de C. en sentido moral tad hacia sí mismo, el sabio no puede
(De virtutibus, 124; De special legibus, buscar la felicidad en las manifesta­
II, 49), que aparece, con el mismo sen­ ciones externas ni buscar el objeto de
tido, en el lit.o del Eclesiastés (X, 20) su voluntad en las cosas externas (Enn.,
V en las Epístolas de San Pablo (Rom. I, 4, 11). Lo que debe hacer es “mirar
II, 15; XIII, 15; II Cor. IV, 2; V, 11). dentro” y ¿qué es este mirar dentro?
En estas últimas significa un testimo­ Plotino lo dice con referencia a la bús­
nio moral autónomo, una manifestación queda de lo Bello —se entiende que es
dirigida por la ley o por una verdad de lo Bello inteligible detrás de lo cual
cualquiera al hombre. Pero la elabora­ está el Bien mismo, o sea Dios—. Es
ción decisiva de la noción de C. es obra necesario “retom ar a uno mismo” y
de Plotino. En él aparece claramente convertirse en lo que se quiere ver.
la diversidad, y alguna vez la oposi­ "Nunca podrá el ojo ver al sol sin
ción, entre el conocimiento, como de­ hacerse semejante al sol, ni un alma
terminada cualidad de los contenidos podrá ver lo Bello sin ser bella. Por
psíquicos, cualidad que Plotino denomi­ lo tanto, quien quiera contemplar a
na con-sensaciones (cnrvaí<j0 r]fTi?) o con­ Dios y a lo Bello debe antes hacerse
secuencia ( j m p a >co?.oij0 t it is ), y el "retorno semejante a Dios y a lo Bello” (Ibid.,
a sí mismo”, el "retomo a la interiori­ I, 6 , 9). En este caso la conciencia se
dad” o también a la "reflexión sobre identifica con la condición misma del
sí” que constituyen la C. propia y verda­ sabio, "el cual extrae de sí mismo
dera (Enn. V, 3, 1; IV, 7, 10). Aun lo que revela a los demás y se mira
cuando el mismo término (aóvem g) sea a sí, ya que no sólo tiende a unificar­
a veces adoptado para las dos cosas se y a aislarse de las cosas exteriores,
(Enn., V, 8 , 11, 23), Plotino establece sino que se vuelve a sí mismo y en­
una oposición entre conocimiento y C., cuentra en sí todas las cosas” (Ibid.,
entre la advertencia de lo que se siente III, 8 , 6 ).
o se hace y el acceso a la realidad inte­ Esta actitud de autoauscultación inte-
198
Conciencia

rior, que para la filosofía pagana era carácter objetivo. El análisis que del
privilegio del sabio, es, en cambio, en término C. hace Santo Tomás, está
la filosofía cristiana, accesible a todo dirigido a aclarar sobre todo su as­
hombre como tal. San Agustín obra pecto moral, en relación con el concep­
esta conversión a términos cristianos, to de sindéresis; fuera de este signi­
o sea universalistas, de la actitud aris­ ficado la C. es para Santo Tomás el
tocrática del sabio. El hombre espiritual simple conocimiento. "El nombre C.
de que hablaba San Pablo (/ Cor., II, —dice— significa la aplicación de la
16) era el verdadero protagonista de su ciencia a cualquier cosa, de donde
filosofía, cuyo tema fundamental se ex­ conscire es casi un simul scire. Cual­
presa en las célebres palabras: "No quier ciencia puede aplicarse a cualquier
salgas de ti, vuelve a ti mismo, en el cosa, por lo tanto, la C. no indica un
interior del hombre habita la verdad, hábito o una potencia especial, sino el
y si encuentras mudable tu naturaleza, acto mismo que aplica un hábito o una
ve más allá de ti mismo” (De vera reí., noción a cualquier acto particular. Aho­
39). San Agustín insiste precisamente ra bien, una noción se puede aplicar
en este ir más allá, en esta trascen­ a un acto de dos maneras: en primer
dencia, dirigida no hacia lo exterior lugar, para considerar si el acto está
(las cosas y los hombres) sino hacia o ha estado y, en segundo lugar, para
Dios en cuanto principio, norma y me­ considerar si el acto es correcto o no
dida de la realidad interior misma del lo es. En el primer modo decimos que
hombre. Dios, en efecto, se refleja en tenemos C. de un acto en cuanto sa­
el carácter autorreflexivo del alma hu­ bemos que tal acto ha sido o no ha
mana, que refleja la Trinidad divina sido hecho, y así en el uso lingüístico
en las tres facultades, memoria, enten­ común se dice: "No tuve C. de este
dimiento y voluntad. "Yo —dice Agus­ hecho” en el sentido de que no sé si
tín (De Trin., X, 18)— recuerdo tener ha ocurrido o no... En el segundo
memoria, entendimiento y voluntad; modo, la ciencia se aplica a un acto
entiendo entender, querer y recordar, y para dirigirlo, como cuando se dice que
quiero querer, recordar y entender." la C. nos empuja, nos induce o nos
De tal manera no solamente el alma en obliga, o también para examinar el
su conjunto, sino cada aspecto o facul­ acto hecho, como cuando se dice que
tad del alma se mira a sí misma y la C. nos acusa o nos remuerde, en
se define en su relación puramente cuanto encuentra que lo hecho está
intrínseca consigo misma. Una relación en desacuerdo con la ciencia con la
interior del alma consigo misma es, cual es examinado o bien que la C.
por su carácter inmediato y privile­ nos defiende o nos acusa en cuanto se
giado, también el conocimiento más encuentra que la acción está conforme
cierto. “En efecto, nada conoce la men­ con la ciencia misma” (De ver., q. 17,
te tan bien como lo que le es más a. 1). Lo notable en este análisis de
accesible (praesto) y nada hay tan cer­ Santo Tomás es que aquí toda la noción
cano a la mente como ella misma” de C., ya sea en el significado teóri­
(Ibid., XIV. 7). Este tema estaba des­ co de conocimiento o en el significado
tinado a convertirse en uno de los más práctico de sindéresis o C. moral, es
repetidos en la filosofía medieval y reducida a la aplicación de conocimien­
moderna: la certidumbre que lo anima, tos objetivos ("ciencia”). El carácter
el pensamiento, la razón, brota de la privilegiado de la relación intrínseca
propia existencia en la C. de sí, presente de la mente consigo misma es reco­
la estructura de la C. misma, como re­ nocido, sin embargo, por Santo Tomás:
lación intrínseca, directa y privilegiada "Nuestra mente se conoce a sí misma
que no puede ser perturbada, destruida por sí misma en cuanto conoce su pro­
o falsificada por nada. En la Edad pia existencia; en efecto, en cuanto
Media, el tema reaparece sobre todo percibe su propia actividad, percibe su
en la tradición agustiniana, lo repiten propia existencia” (Contra Gent., III,
Scoto Erígena (De divis. nat., IV, 9), 46). Pero esta certidumbre privilegiada
San Anselmo (Mon., §33) y otros. El se halla limitada al simple hecho de la
tema tiene, sin embargo, menor relieve existencia del alma; en cambio el alma
en la corriente aristotélica, debido a su no tiene ningún conocimiento privile­
199
Conciencia

giado de sí misma, en cuanto a su no es un hecho o un grupo de hechos


esencia y a sus modos de ser. particulares, ni un aspecto particular
Que la relación del alma consigo o una actividad particular del alma,
misma sea la condición de la relación sino la vida espiritual del hombre en
del alma con las cosas o, en otros tér­ todas sus manifestaciones del sentir, el
minos, que la C. inmediata de sí condi­ razonar, el querer; 2) su esfera es, por
cione a la C. de las otras cosas, es lo tanto, la misma del yo como sujeto
doctrina defendida por Telesio y Cam- o sustancia pensante; 3) es la auto-
panella a principios de la Edad Mo­ evidencia existencial del yo o, si se
derna. Telesio dice: “El sentido es la prefiere, el yo es, para ella, la evidencia
percepción de las acciones sobre las de su propia existencia; 4) la auto-
cosas, de los impulsos del aire, como evidencia existencial del yo es el modelo
también de las propias afecciones, de y el fundamento de toda otra eviden­
las propias modificaciones y de los pro­ cia, o sea, de todo conocimiento válido;
pios movimientos y de éstos, sobre 5) la autoevidencia del yo hace pro­
todo. El sentido, en efecto, percibe tales blemática toda otra evidencia, incluso
acciones sólo cuando percibe estar in­ aunque logre por último fundarla. Estos
fluido, modificado y conmovido por fundamentos sirven como punto de par­
ellas” (De rer. nat., VII, 3). Campanella tida de la filosofía moderna y el se­
denomina “conocimiento inmediato de gundo, que en cierto modo resume a
sí mismo” {Met., VI, 8 , a. 1) o "sabidu­ los demás, determinó la dirección sub-
ría innata” ( Teol., I, 1 1 , a. 1 ) al cono­ jetivista de esta filosofía. No debe olvi­
cimiento originario de sí que todas las darse, no obstante, que la fecundidad
cosas poseen y que es trámite o condi­ de la filosofía cartesiana consistió, no
ción de los conocimientos que ellas ad­ tanto en la única certeza que daba, o
quieren de las otras cosas. Pero la sea en el Cogito, sino en las muchas
noción de C. sólo adquiere con Des­ certezas que restaba, esto es, en el
cartes los caracteres con los que debe­ hecho de que desde el punto de vista
ría ser aceptada después universalmen­ del Cogito, muchas realidades indiscuti­
te, por mucho tiempo, en la filosofía das hasta entonces (desde la del "mun­
occidental. El cogito ergo sum es, en do exterior”) adquirieron un carácter
efecto, la autoevidencia existencial del problemático y dieron comienzo a nue­
pensamientc esto es, la garantía que vos tipos o direcciones de investigación.
el pensamiento (como C.) tiene de su Y, en efecto, el concepto mismo de ex­
propia existencia. Dice Descartes: "Bajo periencia elaborado por Locke coincide
el nombre de pensamiento entiendo en líneas generales con el de C. ("Puesto
todas las cosas que advienen a nos­ que todo hombre es consciente para sí
otros con C., en cuanto tenemos C. mismo de que piensa y siendo aquello
Así, no solamente entender, querer, ima­ en que su mente se ocupa, mientras
ginar, sino también sentir, es aquí lo está pensando, las ideas que están allí,
mismo que pensar. Ya que si digo: yo no hay duda de que los hombres tienen
veo o yo camino, por lo tanto soy y en su mente varias ideas, etc.”, Essay,
entiendo hablar de la visión o del ca­ II, 1, 1). Es muy cierto que Locke res­
minar que se hace con el cuerpo, la tringe el uso de la palabra C. a la indi­
conclusión no es absolutamente cierta, cación de la certeza absoluta que de
porque, como sucede a menudo en los su propia existencia tiene el hombre
sueños, puedo tener la creencia de ver ("En todo acto de sensación, de ra­
o caminar aunque no abra los ojos ni ciocinio o de pensamiento, somos cons­
me mueva del lugar y, quizá, sin que cientes para nosotros mismos de nuestro
exista cuerpo alguno. Pero si entiendo propio ser, y a este respecto alcanzamos
hablar del mismo sentido, o sea de la el grado más alto de certidumbre"
C. de ver o de caminar, la conclusión (Ibid., IV, 9, 3), y que a la relación
es cierta, porque entonces se refiere a entre el alma y sus propias operaciones
la mente, que solamente siente o piensa es a lo que denomina "reflexión” {Ibid.,
ver o caminar” (Princ. phil., I, 9). Las II, 1, 4), pero es también cierto que lo
características fundamentales de la doc­ que él denomina generalmente expe­
trina cartesiana pueden ser recapitu­ riencia no es otra cosa que la C. en
ladas en la forma siguiente: 1) la C. sentido cartesiano, ya que la misma
200
C o n c ie n c ia

relación con el objeto externo cae por Leibniz distingue la C., que identifica con
entero dentro de la esfera de la C., que, la apercepción (véase), de la percepción
por lo tanto, no tiene más que “ideas". de la cual es posible no estar clara­
De este planteamiento nace el problema mente conscientes (Manad., § 14) y con­
del IV libro del Ensayo, esto es, el sidera toda la vida de la mónada, o
problema de justificar la “realidad” del sea de la sustancia espiritual, como
conocimiento luego de haberlo definido puramente interna para la mónada mis­
como nada más que la percepción del ma y sólo accesible desde el interior.
acuerdo o del desacuerdo entre las Las mónadas, en efecto, no tienen ven­
ideas. “Es evidente —dice Locke— que tanas a través de las cuales algo pueda
la mente no conoce de un modo inme­ entrar y salir (Ibid., § 7) y, por lo tanto,
diato las cosas, sino únicamente por la “los cambios naturales de las mónadas
intervención de las ideas que tiene acer­ son interiores desde un principio, por­
ca de ellas. Por eso, nuestro conoci­ que una causa extema no podría influir
miento sólo es real en la medida en en su interioridad” (Ibid., §11). En la
que existe una conformidad entre nues­ vasta esfera de las percepciones de
tras ideas y la realidad de las cosas. la mónada, la reflexión recorta la es­
Pero ¿cuál será aquí el criterio? ¿Cómo fera más restringida de las apercepcio­
puede conocer la mente, puesto que no nes que constituyen el yo. “Con el
percibe sino sus propias ideas, si éstas conocimiento de las verdades necesarias
están de acuerdo con las cosas mis­ y con sus abstracciones, somos lleva­
mas?” (Ibid., IV, 4, 3). La sola presenta­ dos a los actos reflexivos que nos hacen
ción de este problema (sea cual fuere pensar en lo que se denomina yo y a
la forma en que se lo resuelva más considerar que esto o aquello está en
tarde) revela con toda claridad el fun­ nosotros, y así, pensando en nosotros,
damento conciencialista de la filosofía pensamos en el ser, en la sustancia, en
de Locke, fundamento por el cual la lo simple o en lo compuesto, en la in­
filosofía no es más que el análisis de materialidad y en Dios mismo, conci­
la C. y no puede dar un paso más allá biendo lo que en nosotros está limitado
de ella. Precisamente esta expresión es y lo que en Él es ilimitado. Estos ac­
adoptada por Hume para negar toda tos reflexivos suministran los objetos
“existencia externa”. Dice Hume: “Ya principales de nuestros razonamientos”
que nada es presente a la mente sino (Ibid., §31). Estas palabras de Leibniz
las percepciones, y como las ideas de­ expresan la tarea de toda filosofía es­
rivan de la que por primera vez se piritualista desde él hasta hoy.
presentó a la mente, resulta que para Kant distingue entre la C. discursiva
nosotros es imposible representamos o y la C. intuitiva, que son dos nombres
formarnos la idea de cualquier cosa para indicar la apercepción pura y la
que específicamente sea diferente de apercepción empírica, respectivamente
las ideas y de las impresiones. Fijemos (véase a p e r c e p c ió n ). La C. discursiva
igualmente y, en cuanto podamos, nues­ es “el yo de la reflexión”, que no con­
tra atención fuera de nosotros; lleve­ tiene en sí ningún múltiple y que siem­
mos nuestra imaginación hasta los cie­ pre es el mismo en todos los juicios, ya
los o hacia los límites extremos del que implica solamente el lado formal
universo y no avanzaremos en verdad de la conciencia. La C. intuitiva es, en
nunca, ni siquiera un paso más allá cambio, la experiencia interior, que in­
de nosotros mismos, y no podremos cluye el múltiple material de la intui-„
nunca representamos una especie de ción empírica interna (Antr., I, §7,
existencia que no sea la de las percep­ anotaciones). Pero aun cuando C. pura
ciones que se presentan en nuestro bre­ o discursiva y C. empírica comprendan
ve círculo” (Treatise, I, 2, 6 ). Esta todo lo que el hombre es o pueda lo­
imposibilidad de sobrepasar el círculo grar, Kant ha hecho el esfuerzo más
de la C. es la primera y más importante logrado para romper lo que, en la filo­
consecuencia del uso de la noción de C. sofía moderna, se puede denominar el
para delimitar la esfera de investiga­ círculo mágico de la C. y para justi­
ción de la filosofía. ficar una relación del hombre con el
Tampoco son diferentes las cosas pa­ mundo. A la observación de que “Yo
ra el nacionalismo poscartesiano. Pero tengo sólo la C. inmediata de lo que
201
Conciencia

está en mí, o sea de mi representa­ absoluta verdad y realidad y resulta


ción de Jas cosas externas” y que, por “Espíritu” o "Concepto”. La Fenomeno­
lo tanto, "queda siempre por demostrar logía del espíritu es, en efecto, la tra­
que exista o no exista algo correspon­ yectoria de la C. hacia el espíritu. "La
diente fuera de mí”, Kant responde experiencia que la C. tiene de sí no
que "tener C. de mi representación” puede, según el concepto de la experien­
significa "tener C. empírica de mi exis­ cia misma, comprender en sí menos que
tencia” y esto significa "poder estar la totalidad del sistema de la C., o sea
determinado sólo en relación a algo que del total reino del espíritu... Impul­
está fuera de mí, aun estando ligado sando a la C. misma hacia su existencia
con mi existencia”. Por lo tanto, "la verdadera, alcanzará un punto donde
C. de mi existencia en el tiempo” es se libera de la apariencia de estar afec­
la "C. de una relación con algo fuera tada por algo extraño que para ella
de mí” (Crít. R. Pura, Prefacio a la sea sólo como otro: un punto en el
2“ ed., Nota sobre la impugnación del cual la apariencia resulte igual a la esen­
idealismo). Paradójicamente, el térmi­ cia” (Phánom. des Geistes, I, Intr.,
no C. indica en Kant una relación in fine). Hegel reprocha a la filosofía
que no es interna o inherente íntima­ kantiana y también a la de Fichte, el
mente al hombre, sino entre el hombre haber , quedado como "filosofías de la C.”,
y algo externo. La apercepción pura o o sea en no haber transformado a la
trascendental (el Yo pienso) no es más C. misma en ciencia objetiva y absoluta.
que la posibilidad de la relación, cons­ “La filosofía kantiana puede ser con­
titutiva de la C. empírica, entre el yo siderada, en forma determinante, como
empírico y el objeto, posibilidad que la que ha concebido al espíritu como C.
como C. no es otra cosa que la inteli­ y solamente contiene determinaciones
gencia como espontaneidad (Ibid., §25, de la fenomenología y no de la filoso­
nota 1 ). fía del espíritu. Considera al yo como
Es evidente que para que la relación relacionado con algo que está fuera,
entre el yo y lo que no es el yo sea algo que en su determinación abstracta
efectiva y operante, tal relación no debe se denomina la cosa en sí, y concibe
recaer exclusivamente en el yo mismo, tanto la inteligencia como la voluntad
o sea en la "C.”, porque en tal caso conforme con esta conclusión... Por lo
sería una relajón interna al yo o a la C. tanto, debe ser considerada como una
y no una relación con una realidad dife­ justa interpretación de esta filosofía
rente. En otros términos, para que tal la de Reinhold, que la concibe como
relación subsista, la C. misma no debe una teoría de la C. bajo el nombre de
ser considerada como una relación in­ facultad representativa. La filosofía
terna para sí misma, esto es, como una fichteana tiene el mismo punto de vista
relación entre la C. y la C. misma (o y el no-yo está determinado solamente
algún hecho, operación o afección suya) como objeto del yo, sólo en la con­
sino como .una relación de la C. con ciencia. .. Entrambas filosofías demues­
algo que no es C., o sea, según la termi­ tran así no haber llegado al concepto
nología en uso en la filosofía contempo­ ni al espíritu, como es en y para sí,
ránea, debe ser una relación de tras­ sino sólo al espíritu como es en rela­
cendencia (véase). Esto se ve quizá ción con otro” (Ene., §415). Hegel quie­
cuando menos implícitamente en la re decir que la noción de C. implica
doctrina de Kant, resulta explícito sólo la relación de C. con un objeto que,
en una corriente de la filosofía con­ por lo menos a primera vista, no es la
temporánea. La filosofía poskantiana, misma C. sino alguna otra cosa y que
especialmente el idealismo romántico, la noción de concepto o de espíritu
se funda en la inmanencia total de la (autoconciencia) elimina esta alteridad.
realidad de la conciencia. Hegel piensa Pero se ha equivocado al equiparar el
que la C. constituye el punto de parti­ punto de vista de Kant con el de Fichte.
da de la filosofía y le suministra la Para Fichte el no-yo cae en el interior
totalidad de su contenido; así, la tarea del yo y por lo tanto su relación es
de la filosofía es la elaboración concep­ intrínseca al yo (o sea a la C.). Para
tual de este contenido, elaboración por Kant, en cambio, la relación es entre
la cual el contenido mismo adquiere el yo y algo diferente al yo. Más bien
202
Conciencia

Fichte y Hegel están de acuerdo a debe hacerse notar que las cosas re­
través del concepto de la Autoconcien­ sultarían de la misma manera en el
cia (véase), o sea de un Principio ab­ caso de que la C., en vez de ser efecto,
soluto que creándose a sí mismo crea fuera causa” (Év. créatr., ID ed., 1911,
con ello la realidad misma en su tota­ pp. 194-95). Y en realidad ésta es, según
lidad. Lo que Hegel entiende por espí­ Bergson, la verdadera hipótesis. "La
ritu o concepto es precisamente una vida, o sea la C. lanzada a través de
Autoconciencia infinita de este tipo. la materia, fija su atención sobre su pro­
La C. y la Autoconciencia resultan las pio movimiento o sobre la materia que
protagonistas de buena parte de la filo­ penetra y de tal manera se orienta en
sofía del siglo xix y de los primeros el sentido de la intuición o en el sen­
decenios del siglo xx. La alternativa tido de la inteligencia." En la primera
entre estas dos nociones es la alter­ dirección la C. se ha encontrado com­
nativa entre espiritualismo e idealis­ prendida en su envoltura y se ha res­
mo, o sea entre la dirección de los que tringido de intuición a instinto. En la
en la C., considerada como finita y segunda dirección, en cambio, al deter­
propia del hombre, buscan y creen en­ minarse como inteligencia se exterio­
contrar la manifestación, la revelación riza con referencia a sí misma, pero
o por lo menos la señal-de lo Infinito, y precisamente por adaptarse a los obje­
la de los que consideran a la C. misma tos exteriores, llega a circular entre
infinita por ser idéntica, mediata o ellos, a rodear las barreras que le opo­
inmediatamente, a lo Infinito. Todo nen y a extender indefinidamente su
el movimiento romántico de la "vuelta dominio. "Una vez liberada, puede, por
a la tradición” hace un llamado, como a lo demás, replegarse al interior y des­
su único texto y fundamento, a la con­ pertar las virtualidades de intuición
ciencia entendida como manifestación que aún dormitan en ella” (Ibid., p. 197).
o revelación inmediata e infalible de La C. es, por lo tanto, el principio
la verdad al hombre. Maine de Biran, lo creador de la realidad y al mismo tiem­
mismo que Lamennais, Galluppi, Cou- po manifiesta y revela inmediatamente
sin, Martineau, Rosmini y Gioberti, to­ tal realidad al interior del hombre.
man la C. como punto de partida y Notas semejantes a éstas son tan
fundamento de la filosofía y la conciben frecuentes y repetidas en la filosofía
como la manifestación o revelación in­ contemporánea, que es inútil apuntar­
mediata de la verdad o de la voluntad las. Aquí interesa fijar las etapas rele­
de Dios al hombre. Este principio per­ vantes del desarrollo de la noción en
manece sustancialmente inmutable en examen; y en la filosofía contemporá­
las diferentes formas del espiritualismo nea, la etapa más importante es la
contemporáneo y se puede tomar, aún, constituida por la fenomenología de
como su definición. En la más impor­ Husserl. El punto de partida y el pun­
tante de estas formas, la doctrina de to de llegada de dicha fenomenología
Bergson, la C. como actitud de intros­ es el del espiritualismo y se identifica,
pección o de auscultación interior, de por lo tanto, con la C. tradicionalmente
búsqueda de los "datos inmediatos”, entendida como actitud de autoauscul-
es la filosofía misma y es también la tación. En efecto, Husserl parte del
realidad, la sola y única realidad. "En cogito cartesiano, o sea de la considera­
toda la extensión del reino animal ción de las vivencias (Erlebnisse) "en
—dice Bergson— la C. aparece como toda la plenitud de la concreción con
proporcionada a la potencia de elección que aparecen en su conexión concreta
de que dispone el ser viviente. Ella —la corriente de las vivencias— y en
ilumina la zona de las virtualidades que se funden e integran por obra de su
que circundan al acto, mide el rema­ propia esencia” (Ideen, I, §34). Pero
nente entre lo que se hace y lo que se para aclarar la naturaleza de las viven­
podría hacer. Mirándola desde el exte­ cias, o sea de la C. en general, Husserl
rior, se la podría tomar como sim­ se sirve de la noción de intencionali­
ple auxiliar de la acción, por una luz dad, que ya había utilizado Brentano
que ilumina la acción, centella fu­ para definir el carácter de los fenó­
gaz que nacería de la fricción entre la menos psíquicos (Psychologie vom em-
acción real y las acciones posibles. Pero pirischen Standupunkt ["Psicología des-
203
f
Conciencia

de el punto de vista empírico”], 1874). cepción come absoluto y no como lo


La intencionalidad es el referirse o el idéntico de los modos de aparecer por
relacionarse del acto de C. a otro, a medio de matices o escorzos... Una
algo que no sea el mismo acto de con­ vivencia afectiva no se matiza ni es­
ciencia. Esta noción (véase in t e n c io ­ corza. Si miro a ella, tengo algo absolu­
n a lid a d ) define, según Husserl, la natu­ to, sin lados que pudieran exhibirse
raleza misma de la C. en general, la tan pronto así, tan pronto de otra ma­
cual, por lo tanto, es un trascender que nera.” La percepción inm anente es,
constituye una relación con el objeto por lo tanto, la esfera de la posición
mismo "en persona” y no ya con una absoluta e implica la imposibilidad de
imagen o representación suya. En este negarle la existencia. “La corriente
sentido, la relación con el objeto no es de vivencias que es mi corriente de
"psicológica”, no cae dentro del círcu­ vivencias, la del que piensa, podrá
lo de una realidad específica, el alma, no estar captada, tan ampliamente co­
sino que es de naturaleza lógico-tras­ mo se quiera, podrá permanecer des­
cendental, es una posibilidad que define conocida en las partes ya transcurridas
el modo de ser de la conciencia. La C. y aún venideras de su curso, pero tan
en este sentido es, para Husserl, lo pronto como dirijo la mirada a la vida
que era para Kant, o sea una relación que corre, en su presencia real, y me
con el objeto y precisamente una re­ apreso a mí mismo como el puro suje­
lación en la cual la exterioridad del to de esta vida... digo simple y necesa­
objeto es aprehendida como tal. Sin riamente : existo, esta vida existe, vivo:
embargo, Husserl no se mantiene fiel cogito" {Ibid., §46). De ello resulta que
a este concepto. En la C. distingue dos mientras el ser inmanente (o sea el
modos por los cuales el objeto puede ser de la C. refleja) es absoluto en
ser dado, modos que denomina percep­ el sentido de que para existir no tiene
ción inmanente y percepción trascen­ necesidad de nada, el ser trascendente
dente. La percepción trascendente es (o sea el mundo de las cosas) es rela­
la de la cosa en el espacio, que se da tivo a la conciencia. "El mundo espacio-
gradualmente a través de sucesivas apa­ temporal entero, en el que figuran el
riciones, pero no está nunca presente hombre y el yo humano como realida­
a la conciencia en su plena actualidad. des en sentido estricto singulares y
De ello, deriva el carácter en sí del subordinadas [es] un mero ser inten­
objeto trascendente, carácter que expre­ cional por su sentido o un ser tal que
sa la posibilidad de la C. de volver so­ tiene el mero sentido secundario y rela­
bre el objeto mismo y de identificarlo. tivo de ser un ser para una conciencia.
Pero precisamente por estar ligada a Es un ser al que pone la C. en sus
esta simple posibilidad, la existencia experiencias, un ser que por principio
de la cosa no es nunca necesaria, sino sólo es intuible y determinable en cuan­
contingente "toda cosa dada en persona to es el algo idéntico de multiplicida­
puede no existir; ninguna vivencia dada des motivadas de apariencias, pero que,
en persona puede no existir: tal es la además de esto, no es nada” {Ibid.,
ley esencial que define esta necesidad §49). Esta salida idealista de la filo­
y aquella contingencia” {Ideen, I, §46). sofía de Husserl resulta a menudo
La percepción inmanente es, en cambio, desconcertante. Y, en efecto, si la C. es
la del cogito cartesiano, que tiene por intencionalidad, si la intencionalidad
objeto las mismas vivencias (recordar, es la relación con un objeto trascen­
imaginar, desear, etc.). Éstas no son dente, siempre que se suponga tal ob­
dadas a la conciencia del mismo modo jeto como inexistente, no habrá ni in­
en que la cosa es dada a los fenómenos tencionalidad ni conciencia; la total
subjetivos, o sea a través de aparicio­ noción de “percepción inmanente” con
nes, ocultamientos, acercamientos, que todos sus corolarios, parece hallarse,
apuntan a la unidad trascendente del por lo tanto, en contraste con el con­
objeto y es, en cambio, caracterizada cepto de la C. propuesto por la feno­
por su inmediatez y absolutez. "La per­ menología.
cepción de vivencias —dice Husserl Las concepciones de la C. que depen­
{Ibid., §44)— es un simple intuir algo den de la fenomenología se pueden
que se da (o puede darse) en la per­ ordenar en dos opuestas direcciones:
204
Conciencia

la objetivista y la espiritualista. La di­ sencia para sí misma implica una esci­


rección espiritualista tiene aún y siem­ sión, una separación interna. Por ejem­
pre el cogito cartesiano como tema y plo, una creencia es, como tal, en todo
acentúa la inmanencia de la concien­ momento C. de la creencia, pero para
cia. La dirección objetivista acentúa el tomarla como creencia es necesario se­
carácter objetivo de la relación inten­ pararla de la C. en la que está presente
cional y, por lo tanto, considera al Pero nada hay o puede haber para
objeto mismo como auténticamente separar al sujeto de sí mismo. “La es­
trascendental; en su límite, esta direc­ cisión intraconciencial no es nada fuera
ción tiende a dejar de lado la misma de lo que niega y no puede tener al ser
noción de conciencia. En la dirección sino en cuanto no se la ve. Este nega­
espiritualista se coaligan las doctrinas tivo, que es la nada de ser, es en con­
de Jaspers y Sartre. Para Jaspers, el junto un poder nulificador, es la nada.
análisis existencial es el análisis de En ningún lugar podremos tomarlo en
la conciencia. "El ser ahí y la C. —dice semejante pureza. Ante todo, por otra
Jaspers—; yo soy como C. y sólo como parte, es necesario conferirle de uno u
objetos de C. son las cosas para mí. otro modo el ser en sí en cuanto nada”
Todo lo que es para mí debe entrar en (Ibid., p. 120). Al condicionar la estruc­
la C.” (Phil., I, p. 7). Y Jaspers tiene tura de la C., la nada es condición de
de la C. el concepto propio de la feno­ la totalidad del ser que es tal sola­
menología: "La C. no es un ser como mente por la C. y en ella. Pero esto
el de la cosa, sino que es un ser cuya define al ser de la C., que Sartre expre­
esencia es ser dirigido a significar el sa diciendo: “El ser por el que la nada
objeto. Este fenómeno originario, mila­ viene al mundo, debe ser su propia
groso aunque comprensible en sí mis­ nada” (Ibid., p. 59), lo que significa que
mo, ha sido denominado intencionali­ la C. es su propia nada en cuanto se
dad.” Pero la C. no está dirigida sólo determina a no ser el en sí al que se re­
al objeto, ella se refleja en sí misma y fiere. Por paradoja, partiendo de la mis­
es, por lo tanto, también Autoconcien- ma premisa que Husserl, Sartre llega
cia. "El yo pienso y el yo pienso que a la conclusión simétrica y opuesta.
yo pienso van juntos, y de tal manera Para él, como para Husserl, la C. en su
el uno no es sin el otro. Lo que parece percepción inmanente, o sea en su acto
lógicamente contradictorio es aquí real, de autorreflexión, es todo, ?s lo absolu­
esto es, que el uno no es como uno sino to. Pero por su escisión interna como
como dos y, sin embargo, no resulta negación de lo en sí, es la nada misma.
dos, sino que gracias a su singulari­ De esta manera esta conclusión es tan
dad sigue siendo uno. Éste es el con­ poco apta para expresar o comprender
cepto del yo formal en general” (Ibid., los fenómenos relativos a la C., como la
p. 8). De esta manera, Jaspers ha sub­ conclusión de Husserl.
rayado el carácter intrascendible y casi Por otro lado, Hartmann y Heidegger
místico de la C., la cual, por lo tanto, presentan la alternativa objetivista de
constituye la totalidad del campo de su la interpretación de la C. como inten­
especulación. De análoga manera, Sar­ cionalidad. Hartmann cree que la no­
tre declara explícitamente que el es­ ción de una "C. abierta” que penetre
tudio de la realidad humana debe sin límites en el mundo de las cosas,
comenzar por el cogito (L'étre et le es falsa. La C. es esencialmente clau­
néant, p. 127). La C. es, en primer sura, las cosas no entran nunca en ella,
lugar, C. de algo y de algo que no es pero permanecen fuera aún en caso
conciencia. A este algo Sartre lo deno­ de ser conocidas. “La C. no tiene co­
mina lo en sí. El ser en sí sólo puede sas sino representaciones, concepciones,
ser designado analíticam ente como imágenes de las cosas y éstas pueden
"el ser que es lo que es”, expresión coincidir o no coincidir con las cosas,
que designa su opacidad, su carácter esto es, ser verdaderas o no verdaderas.
macizo y estático por el que no es ni De ello se deduce que el conocimiento
posible ni necesario; es simplemente no es un simple acto de C., como re­
(Ibid., pp. 33-34). Frente a este ser en presentar o pensar, sino un acto tras­
sí, la C. es el para sí, esto es, presencia cendente. Un acto similar se fija al
para sí misma (Ibid., p. 119). La pre­ sujeto solamente en una parte, con
205
Conciencia

la otra sobresale hacia afuera; con esta que-proyecta es dominado por la rea­
última se junta con lo existente, que lidad que trasciende y que ya está de
por su intermedio resulta objeto. El acuerdo con ella" (Wom Wesen des
conocimiento es relación entre un suje­ Grundes ["De la esencia del fundamen­
to y un objeto existente. En esta rela­ to"], III). Al mismo tiempo la trascen­
ción el acto trasciende la C.” (Syste- dencia constituye también el sí mismo
matische Philosophie [“Filosofía siste­ propio del hombre, esto es, la identidad
mática”], § 11). De tal modo, la C. pier­ de cada hombre existente. "En la tras­
de su supremacía y su carácter de cendencia y a través de ella es posible
círculo encantado del que era imposible distinguir en el interior de lo existente
salir. El conocimiento es, para Hart- y decidir el qué y cómo es Mismo y
mann, para todos los efectos, el tras­ el qué no lo es” (Ibid., II). La relación
cender de la C. hacia un objeto que del hombre consigo mismo y con el
existe independientemente de ella. La mundo, descrita en términos de tras­
C. pierde también su carácter de infa­ cendencia, deja de tener los caracteres
libilidad y lo pierde la C. histórica y tradicionales de la C. (clausura en sí
la C. colectiva. Ésta nunca se ajusta misma, inmediatez, autorreflexión, etc.),
a sí misma como lo haría en el caso y así Heidegger puede dejar de lado
de ser una conciencia de un Espíritu hasta el término de conciencia. En un
absoluto. El espíritu histórico revela, sentido más tradicional adopta, en cam­
en la mayoría de las ocasiones, su pro­ bio, la noción de "voz de la C.”. Ésta
pia naturaleza, cuando es ya pasado. es entendida como una relación intrín­
"No aparece más a su propia C., sino seca del 'ser-ahí' del hombre y precisa­
a otra. A la suya se le esconde detrás mente como una relación por la cual
de lo que ella conoce de él” (Ibid., el hombre es reclamado detrás de la
§19). Sobre la misma línea, pero más existencia anónima y banal del "uno
radicalmente, Heidegger ha realizado un dice”, "uno hace”, etc., a su propio y
análisis de la existencia humana que auténtico "poder ser”, o sea, a su posi­
prescinde completamente del térmi­ bilidad constitutiva última, el ser-rela-
no y de la noción tradicional de C. tivamente-a-la-muerte. "Y ¿a qué resulta
(Bewusstsein). Por otra parte, ha uti­ el ‘uno mismo’ invocado?: al 'sí mis­
lizado e interpretado la noción de C. mo’ peculiar. No a lo que el ‘ser-ahí’, en
moral (Gei issen), o sea, de la "voz el público 'uno con otro’ vale, puede, ni
de la C.". La eliminación de la noción a aquello de que se cura, ni menos a aqué­
tradicional de C. se debe al uso que llo a que se ha asido, o en que se ha
Heidegger hace de la noción de tras­ comprometido, o por lo que se ha dejado
cendencia. en el análisis de la relación arrastrar. El ‘ser ahí’ tal como es, com­
del hombre con el mundo. La trascen­ prendido mundanamente para los otros
dencia no es, para el hombre, un com­ y para sí mismo, resulta pasado por alto
portamiento entre otros comportamien­ en esta invocación” (Sein und Zeit, § 56).
tos posibles, es más bien la esencia Por lo tanto, el ser-ahí que comprende
misma de su subjetividad; y el término esta invocación "oye a su más peculiar
hacia el cual trasciende el hombre es posibilidad de existencia. Se ha elegido
el mundo, que en este caso ya no a sí mismo” (Ibid., §58). También aquí,
designa la totalidad de las cosas natu­ por lo tanto, donde debemos encontrar
rales o la comunidad de los hombres, una relación interconciencial, hay una
sino más bien la estructura relacional relación de trascendencia.
que caracteriza a la existencia humana El análisis existencial de Heidegger
como trascendencia. Trascender hacia asestó un grave golpe a la primacía
el mundo significa hacer del mundo la metafísica de la C., tan tenazmente
proyección de las posibles actitudes y afirmada por la filosofía moderna y
de las posibles acciones del hombre; contemporánea. No solamente deja este
pero en cuanto es tal proyección, el análisis de hacer uso del término o de
mundo comprende de nuevo al hombre la noción de C., sino que la distinción
que se encuentra "yecto" en él y some­ entre "interno" y "externo”, entre lo
tido a sus limitaciones. "La trascenden­ que está "en la” y lo que está "fuera"
cia —dice Heidegger— expresa el pro­ de la C., resulta privada de sentido.
yecto del mundo en forma tal que ío- Pero el caso de Heidegger no es único
206
Conciencia

en la filosofía contemporánea. El natu­ a un conocimiento funcional, esto es, a


ralismo instrumentalista y el positivis­ un surgir de ideas y directivas que
mo lógico llegan a la misma negación sirven para rectificar una determinada
del concepto tradicional de conciencia. situación. De este modo, no está li­
Dewey ignora hasta este significado que, gada a la introspección o a una particu­
según se ha visto, no es el de una cuali­ lar auscultación interna o, como quiera
dad psíquica, sino más bien el de una que sea, a una actitud de "retomo a sí
actitud refleja, la actitud del retomo a mismo". Pero el hecho de la C. parece
sí mismo o de la reflexión sobre sí mis­ cumplirse, en la filosofía contemporá­
mo. Entiende por C. el simple conoci­ nea, con el análisis que Ryle ha hecho
miento: “el percatarse de objetos, estan­ de ella o, para decirlo mejor, con las
do bien despierto, alerta, atento a la im­ expresiones lingüísticas en las que apa­
portancia de los acontecimientos pre­ rece el concepto (T he C oncept of
sentes, pasados y futuros”. Este cono­ Mind, 1949). La tesis de Ryle es que
cimiento no es, como lo quiere el ninguno de los usos que en el lenguaje
realismo, una especie de luz que ilu­ corriente tienen los términos “C." y
mina ora ésta, ora aquella parte de un “consciente" autoriza a considerar la
campo dado ni, como quiere el idea­ C. misma como una especie de auto-
lismo, una fuerza que modifica los luminosidad o fosforescencia que acom­
acontecimientos. Es más bien "aquella paña ciertas operaciones del hombre y
fase de un sistema de significaciones que, por lo tanto, la C. entendida en
que, en un momento dado, está en este sentido es un mito. Todo lo que
trance de cambiar de dirección, de su­ se puede decir es que “por lo común
frir una transformación o hacer un sabemos de lo que nos estamos ocu­
tránsito”. El sistema de los significados pando, sin que sea necesario recurrir
es lo que Dewey denomina espíritu (véa­ a la historia de la fosforescencia para
se) y es una formación social. La C. es explicar el cómo; que este saber no
el punto focal en el que dicho sistema implica un incesante acto de censura
entra en crisis o sufre una transforma­ o examen del hacer y del sentir, sino
ción. “El espíritu es un contexto persis­ solamente una propensión ínter alia
tente; la C. es un foco transeúnte. El para expresarlos, si y cuando nos es
espíritu es, por decirlo así. estructural, dado hacerlo; que este saber no re­
sustancial, un constante primero y úl­ quiere que tenga que encontrarse en
timo término; la C. perceptiva es un algún hecho de naturaleza espectral”
proceso, una serie de aquís y de año­ (Ibid., trad. ital., p. 164), esto es, en la
ras. El espíritu es una luminosidad realidad “alma” que se supone inma­
constante; la C. es intermitente, es una nente al mecanismo corpóreo (véase
serie de destellos de intensidad varian­ a l m a ). La C. no es un acceso privile­
te" (Experience and Nature, pp. 260 ss.; giado al conocimiento del alma o al
trad. esp.: La experiencia y la natura­ conocimiento de sí. “De mí mismo pue­
leza, México, 1948, F. C. E., pp. 245ss.). do descubrir las mismas cosas que del
La condición de la C. es la duda, esto prójimo y con métodos no disímiles.
es, el sentido de una situación indeter­ Las diferencias que subsisten en el su­
minada, suspendida que urge la deter­ ministro de los datos requeridos hacen
minación y la readaptación. La idea, que el grado de mis conocimientos sea
que constituye el objeto de la C., que es diferente, pero no siempre en favor de
más bien la C. misma en su claridad aquéllas. En determinados e importan­
y vivacidad, no es más que la previ­ tes respectos, me es más fácil compro­
sión y el anuncio de la dirección en la bar las mismas cosas tuyas como las
cual el cambio o la readaptación es po­ de mí mismo; en otros motivos ocurre
sible; por ello Dewey dice que si la lo contrario. Pero esto solamente en la
naturaleza estuviese terminada de un rutina, ya que en principio A viene a
cabo a otro, o fuese una estructura saber de sí tanto como de B. Con la es­
mecánica o teleológica cerrada [un peranza en un acceso privilegiado se va
mundo que no tuviera inestabilidad e también al aislamiento teórico-cognos-
incertidumbre] .. .desaparecería la lla­ citivo; perdemos al mismo tiempo lo
ma vacilante de la C.” (Ibid.' trad. dulce y lo amargo del solipsismo”
esp., p. 286). La C. queda así reducida (Ibid.; trad. ital., pp. 157-58). El hecho
207
Conciencia en general

principal adoptado como sostén de esta la insurrección y la lucha contra la


tesis es que los errores son frecuentes autoridad constituida y para mostrar
en el juicio acerca de los propios esta­ el carácter incierto y problemático de
dos mentales, lo que, por razones ob­ muchas creencias y construcciones me­
vias, sería imposible en el caso de que tafísicas. Ya a Descartes le sirvió para
la C. fuera aquella inmediata e infa­ poner en discusión algunas certidum­
lible relación consigo mismo, como se bres tradicionales, por ejemplo, la de la
pretendió que fuera. La conclusión existencia de un "mundo externo” y
es evidentemente la negación de la C. para iniciar investigaciones científicas
en favor de im "conocimiento de sí” y filosóficas de gran importancia. El
que es tan poco privilegiado, directo mismo escepticismo de Hume es uno
e infalible como el conocimiento de de los resultados a que conduce la no­
cualquier otra cosa. ción de C., ya que nace del supuesto
La declinación de la noción de C. en de que el hombre no dispone de otra
la filosofía contemporánea es uno de cosa que de impresiones e ideas, o sea
los signos más evidentes de un nuevo de objetos inmediatos de C. y que, aun
planteamiento del problema del hombre. cuando se lance con el pensamiento,
Elaborada por la filosofía alejandrina, "no dará nunca un paso fuera de sí
esta noción sirvió al principio para ex­ mismo” ( Treatise, I, 2, 6). Con lo ex­
presar el orgulloso aislamiento del puesto, podemos decir que la declina­
sabio, quien, como dice Plotino, extrae ción de la noción de C. en la filosofía
todo de sí mismo y así no tiene nece­ contemporánea, se debe a las siguientes
sidad de las cosas ni de los otros hom­ condiciones: 1) la formación, en dife­
bres para conocer y vivir. Las relaciones rentes campos de investigación, de téc­
con el mundo son accidentales y se­ nicas de comprobación y de control,
cundarias para el sabio de la edad ale­ a las cuales, aún más que al testimonio
jandrina, ya que la verdad y la realidad íntimo, están hoy confiadas las instan­
las encuentra en sí mismo. El cristia­ cias negativas y limitativas de la crí­
nismo se sirvió del mismo concepto tica; 2) la consiguiente desconfianza
para subrayar la independencia del jui­ frente a certidumbres que se pretenden
cio moral de toda circunstancia externa, infalibles y directas, pero que son in­
y de su dependencia única de un prin­ comunicables y privadas y se manifies­
cipio o realidad inmutable en las cosas tan a menudo en contraste mutuo;
y en los hombres, porque es Dios mis­ 3) el abandono definitivo del ideal del
mo. La filosofía moderna utilizó el aislamiento del hombre en el mundo
mismo principio, a partir de Descartes, y de la creencia en la estructura soli­
como instrumento de duda o de libera­ taria de la realidad humana, esto es, la
ción. También ha sacado "testimonios” renuncia a comprender al hombre en
de verdades primeras, absolutas e in- sus modos de ser y en sus comporta­
derivables y de "datos últimos” u ori­ mientos efectivos haciendo abstracción
ginarios; le ha servido, por lo tanto, de sus relaciones con las cosas natu­
para erigir pesados edificios dogmáti­ rales y con los otros hombres y consi­
cos, apoyados en la base muy frágil de derándolo cerrado en sí mismo por el
una noción históricamente derivada, muro infranqueable de la conciencia.
pero tomada como estructura real u
originaria. Éste ha sido, sin embargo, C o n c ie n c ia e n g e n e ra l (alem. Bewusst-
el lado más llamativo del uso de la no­ sein iiberhaupt). Término que Kant uti­
ción de conciencia. No hay que olvidar lizó, por primera vez, para indicar el
que, a partir de Descartes, esta noción conjunto de las "funciones lógicas” co­
ha servido para introducir dudas, para munes a todas las conciencias empíri­
plantear problemas, para suscitar opo­ cas, no obstante las diferencias indivi­
siciones o rebeliones a creencias o sis­ duales de tales conciencias (Crít. R.
temas de creencias institucionalmente Pura, §20). La C. en general es, por lo
establecidos. La invocación a la C. ha tanto, idéntica a lo que Kant denomina,
servido muy a menudo para presentar en otra parte, apercepción pura o sim­
ideales o reglas morales aún no acep­ plemente C. y en la Antropología ( I ,
tadas por la moral corriente y, así, §7, nota) también "C . discursiva o re­
destinadas a sustituirla, para sostener fleja”. El término se encuentra con más
208
C o n c ie n c ia d e s v e n tu ra d a
C o n c lu s ió n
frecuencia en los Prolegómenos. "Como cambiante a la C. inmutable, de la qúe
fundamento del juicio de experiencia la primera pretende recibir todo como
está la intuición, de la que tengo C., un don gratuito. La culminación de la
o sea la percepción (perceptio) que es devoción es el ascetismo, en virtud del
toda cosa de los sentidos. Pero en se­ cual la C. reconoce la infelicidad y la
gundo lugar concurre también el juicio miseria de la carne y tiende a liberarse,
(que es cosa solamente del entendi­ unificándose con la C. inmutable (o sea
miento). Ahora bien, este juicio puede con Dios). Pero con esta unificación
ser de dos especies, según que yo con­ termina el ciclo de la C. desventurada,
fronte simplemente las percepciones y porque al reconocerse como C. inmuta­
las una en una C., en la C. de mi esta­ ble, la C. misma es reconocida como
do, o bien las ligue en una C. en general" lo que es, o sea como Espíritu o "Su­
(Prol., §20). En la filosofía contempo­ jeto absoluto" ( Phanom. des Geistes, I,
ránea el término es usado para indicar IV, B; trad. ital. pp. 185 ss.). Esta figura
la C. en su significado más general, o expresa bien el principio mismo de la
sea en cuanto diferente del significado filosofía hegeliana, según el cual la rea­
restringido y específico de C. como C. lidad es la C. como sustancia racional
clara y distinta o C. refleja. Así, para infinita, de donde C. "pacificada” o
Husserl la C. en general es la vivencia "feliz” es sólo la reconocida como tal.
(Erlebnis) (Ideen, I, §42). Para Jas-
pers es la subjetividad como condición C o n c ie n c ía lism o (ingl. conscientialism;
de todo posible objeto. "Como C. en franc. conscientialisme; alem. Konscien-
general, yo soy la subjetividad, por la tialismus; ital. conscienzialismo). El
cual los objetos subsisten como la rea­ término fue creado probablemente por
lidad de los objetos y como universal­ Külpe (Die Realisierung ["La realiza­
mente válidos” (Phil., I, p. 13). ción”], 1912) para indicar la doctrina
que reduce la realidad a objeto de con­
C o n c ie n c ia d e s v e n t u r a d a (alem. un- ciencia. En este sentido, el término
gliickliches Bewusstsein). Una de las equivaldría a idealismo. Más común­
más famosas figuras de la Fenomeno­ mente se habla hoy de C. a propósito
logía del Espíritu de Hegel. Representa de las doctrinas que hacen de la con­
la interpretación hegeliana de la filo­ ciencia el punto de partida de la filo­
sofía medieval. Hegel ve en ésta la sofía, o sea, que consideran como tarea
desembocadura del escepticismo y del de la filosofía o método de ella la
estoicismo en cuanto tales corrientes introspección o la reflexión sobre uno
están embrolladas en una contradic­ mismo, la reflexión interna o experien­
ción : la contradicción entre el afirmar cia interna, términos que significan lo
y el negar, que quieren mantener como mismo que conciencia.
dos términos externos, llegando sola­
mente a "un litigio entre jóvenes testa­ C o n c lu s ió n (lat. conclusio; ingl. conclu­
rudos, uno de los cuales dice a cuando sión; franc. conclusión; alem. Schluss;
el otro dice b, para decir b cuando el ital. conclusione). En tanto que en Apu-
otro dice a". La contradicción propia leyo y Boecio la conclusio es el término
del escepticismo resulta dramática en mediante el cual se designa la totalidad
la Edad Media como contraste entre de un discurso demostrativo, los lógi­
dos C., una inmutable, que es la divina, cos medievales lo utilizaron para tradu­
la otra cambiante, que es la humana. cir el ouiutépaaua aristotélico y la éitipogá
Este contraste constituye la C. desven­ estoica, esto es, para indicar la propen­
turada que es "la C. de sí, tanto como sión terminal del discurso demostra­
de la esencia duplicada y aún total­ tivo mismo (cf. Pedro Hispano: Est
mente enredada en la contradicción”. enim conclusio argumento vel argu-
La desventura de la C. consiste, por lo mentis approbata propositio", Summul.
tanto, en el hecho de que la C. no se Log., 5.02). En la filosofía moderna y
reconoce a sí misma como unidad de contemporánea ha mantenido el mis­
estas dos C. y, por lo tanto, no se iden­ mo sentido. Solamente los filósofos
tifica como la C. inmutable. La devo­ alemanes utilizan a menudo Schluss
ción es un primer intento para superar para indicar el silogismo en su tota­
la contradicción, subordinando la C. lidad. G. P.
209
C o n c o m ita n c ia
C o n c u p is c e n c ia
C o n c o m ita n c ia (ingl. c o n c o m ita n c e ; el crecimiento debido a la unificación
franc. concomitance; alem. Konkomi- de varias cosas. Así las C. formadas
tanz; ital. concomitanm). Uno de los por una asociación por semejanza son
cuatro métodos de la investigación ex­ ideas, esencias o "C. de discurso”, en
perimental enumerados por Stuart Mili, tanto las C. constituidas por la asocia­
más precisamente el denominado de ción por contigüidad son cosas (Cf.
las “variaciones concomitantes” expre­ especialmente Reason in Common Sen-
sado por la siguiente regla: "Un fe­ se, 1905, pp. 161 ss.).
nómeno que varía de alguna manera
cada vez que otro fenómeno varía de C o n c re s c e n c ia (ingl. concrescence).
alguna manera particular, es la causa Whitehead ha visto en la evolución
o el efecto de este fenómeno o se rela­ emergente (o creadora) un “proceso de
ciona con él por algún hecho de causa­ C.” al que contribuyen igualmente el
ción" (Logic, III, 8, §6). Mach redujo aspecto físico y el aspecto espiritual,
todos los procedimientos de la ciencia indisolublemente unidos y activos en­
a este método: "El método de las va­ trambos (Process and Reality, p. 151).
riaciones —dice— consiste en estudiar,
en cada elemento, la variación ligada (ingl. concrete; franc. con-
C o n c re to
a la variación de cada uno de los otros cret; alem. Konkret; ital. concreto).
elementos. Poco importa que tales va­ Lo contrario de abstracción (véase). Los
riaciones se produzcan por sí o que las filósofos dan habitualmente el nombre
provoquemos voluntariamente; las re­ de C. a lo que se ajusta al criterio de
laciones serán descubiertas por la obser­ realidad. Por lo tanto, C. no es siempre
vación o por el experimento" (Er- lo individual, lo singular, la cosa o el
kenntniss und Irrtum, cap. I ; trad. ser existente como se podría creer y
esp.: Conocimiento y error, 1948). Véase como es, quizás, el uso común del
CONCORDANCIA; DIFERENCIA; RESIDUOS.
término. Para Hegel, lo C. es lo Uni­
versal, la Razón, lo Infinito, en tanto
(ingl. me-
C o n c o rd a n c ia , m é to d o d e la lo abstracto es precisamente el indivi­
thod of agreement; franc. méthode de duo, el objeto en particular, etc. "Lo
concordance; alem. Methode der Ueber- abstracto es lo finito, lo C. es la Ver­
einstimmung; ital. concordanza, meto- dad, el Objeto infinito”, dice Hegel
do delía). Uno de los cuatro métodos de (Philosophie der Religión ["Filosofía
la investigac.ón experimental enume­ de la religión”], ed. Glockner, II, p. 226;
rados por Stuart Mili, más precisamen­ cf. Geschichte der P hilosophie, ed.
te el expresado por la siguiente regla: Glockner, I, pp. 52 ss.; trad. esp.:
"Si dos o más casos del fenómeno Historia de la filosofía, México, 1955,
investigado tienen una circunstancia F. C. E.,). Así Croce ha hablado de
única en común, la sola circunstancia en un "universal C.”, y Gentile del “pen­
la cual todos los casos concuerdan samiento C." Para Bergson lo C. es
es la causa, o el efecto, del fenómeno la duración real, o sea la vida de la
dado” (Logic, III, 8, §1). Un caso del conciencia en su inmediatez. Se pue­
método de la C. es su combinación con de decir que el término no tiene
el de diferencia, combinación que es otra función que la de calificar hono­
regida por la siguiente regla: "Si dos ríficamente a la realidad, verdadera
o más casos en los cuales se produce o supuesta, a la que se quiere conceder
el fenómeno tienen sólo una circuns­ privilegio.
tancia en común, en tanto que en dos
o más casos en los que no se produce, (Iat. c o n c u p isc ie n tia ;
C o n c u p is c e n c ia
no tienen en común más que la ausen­ ingl. concupiscence; franc. concupiscen-
cia de la circunstancia, la circunstancia ce; alem. Gelüste; ital. concupiscenza).
en la que los dos casos difieren, es el Según Santo Tomás (que remite a la
efecto o la causa, o una parte indispen­ definición aristotélica del placer, Ret.,
sable de la causa del fenómeno” (Ibid., I, 11, 1369b 33), es el deseo de placer
§4). Véase c o n c o m it a n c ia ; d if e r e n c ia ; (deíectatio). El placer se puede expe­
RESIDUOS.
rimentar tanto por un bien espiritual
como por un bien sensible, de los que
(ingl. concretion). Palabra
C o n c re c ió n el primero pertenece solamente al alma
acuñada por G. Santayana para indicar y el segundo al alma y al cuerpo jun-
210
Concupiscible
Condición
tos: la C. designa el deseo de esta se­ pomórficas, más tarde por la exigencia
gunda especie de placer, esto es, el de liberarlas de su carácter necesario.
deseo sensible (S. Th., II, 1, q. 30, a. 1). Claude Bemard, que creía, sin embargo,
en el carácter necesario de la causa
Una de las partes del al­
C o n c u p is c ib le . (véase c a usalidad ) decía: "La oscura
ma, según Platón. Véase facu ltad es . noción de causa debe ser confinada
al origen de las cosas y no tiene sen­
Concursus Dei. Con esta expresión se tido sino cuando se habla de la causa
designó, en los últimos tiempos de la primera o causa final. En la ciencia
escolástica, la parte debida a Dios en debe hacer lugar a la noción de rela­
la producción y en el comportamiento ción o de condición” ( Legons sur le~
de las sustancias finitas. La doctrina phénoménes de la vie, II, pp. 396 ss.).
dominante en la escolástica es la ex­ Por otra parte, Stuart Mili, al observar
puesta por Santo Tomás, que expresa que la sucesión invariable en que con­
que la causa primera, o sea Dios, es siste la causalidad rara vez se encuen­
más eficiente que las causas segundas, tra entre un consecuente y un ante­
cuyo poder resulta de aquélla (S. Th., cedente singular, sino que la mayoría
II, 1, q. 19, a. 4). Pero en la última de las veces lo está entre un conse­
fase de la escolástica y precisamente cuente y la suma de diferentes antece­
a principios del siglo xiv, se intentó dentes, requeridos "para producir al
limitar el alcance de la causalidad di­ consecuente, esto es, para que se sigan
vina, para evitar que se atribuyeran a ciertamente de él”, agregaba que: "en
Dios mismo las imperfecciones y los tales casos es común poner en eviden­
males del mundo. Así Durando de Saint cia sólo uno de los antecedentes bajo
Pourqain y Pedro Auriol sostuvieron la denominación de causa, llamando a
que el concurso de Dios con la criatura los otros solamente condiciones" (Logic,
es sólo general e inmediato; que Dios III, 10, 3). La C. sería así lo que por
crea las sustancias y les da la fuerza su cuenta no basta para producir el
de que tienen necesidad, pero después efecto, esto es, no hace cierta la veri­
las deja hacer y se limita a conservarlas ficación del efecto. Lo que corresponde
en su ser, sin ayudarlas en sus ac­ al uso de la palabra C. en la expre­
ciones. En la edad poscartesiana, tanto sión, de origen jurídico, conditio sine
los ocasionalistas como Spinoza o Leib- qua non, en la cual la C. -ignifica una
niz, volvieron a la noción tradicional causa o reserva de la cual depende la
de la total y plena causalidad divina total validez del acto jurídico, si bien
en el mundo. Leibniz, en particular, no es indudablemente su causa. Con
reexpuso a su manera la doctrina del la palabra, por lo tanto, se relaciona el
concurso divino, distinguiendo, además significado de una limitación de posi­
del concurso extraordinario o milagro­ bilidades, de manera tal que lo que cae
so, un concurso inmediato y un concur­ fuera de las posibilidades así limitadas,
so especial; el primero, que consiste en elimine o imposibilite el objeto condi­
el hecho de que el efecto no solamente cionado. Kant utiliza el término en este
depende de IMos sino que Dios concurre significado. Aun cuando la obra de Kant
a producirlo aún en su causa segun­
da; y el segundo, que se dirige no se dirija a la defensa del principio de
solamente a la existencia de la cosa, causalidad necesaria como forma o es­
sino también a su modo de existir y tructura objetiva de la naturaleza, hace
a sus cualidades, ya que lo que haya de frecuente uso de la noción de C., en un
perfecto en la cosa, no puede depender significado que no puede ser reducido
sino de Dios (Op., ed. Erdmann, p. 653). al de causa y que Kant no dilucidó dé
intento. El uso kantiano se señala en
(ingl. condition; franc. ccm-
C o n d ic ió n expresiones como las siguientes, que
dition\ alem. Bedingung; ital. condi- se encuentran frecuentemente en la
zione). Por lo general, lo que hace Crítica de la razón pura: "C. de las
posible la previsión probable de un posibilidades de los fenómenos”, "C.
acaecimiento. La noción se ha formado subjetiva de la sensibilidad”, "C. de la
en la edad moderna, al principio por posibilidad de toda experiencia", “C.
las tentativas de liberar a la noción formal de todos los fenómenos en ge­
de causa de sus implicaciones antro- neral” (el tiempo), “C. subjetivas del
211
Condicionado

pensar” (las categorías), "C. a priori un juicio de posibilidad objetiva, o


por las cuales es posible la experien­ sea un juicio acerca del curso que
cia” (las categorías), etc. En éstas y los acontecimientos habrían podido to­
parecidas expresiones lo importante es mar, en el caso de que precisamente
la relación entre "C.” y "posibilidad”. tal componente causal hubiera interve­
Alguna vez Kant dice simplemente "C.”, nido, no es más que una C. de posibi­
otras dice “C. de la posibilidad” y las lidades en el sentido kantiano del tér­
dos expresiones son equivalentes. Lo mino. Weber agrega: "Podemos enun­
que significa, según Kant, que decir: ciar iuicios generalmente válidos con
"x es la C. de y" o decir "x hace po­ referencia al hecho de que una manera
sible a y", es la misma cosa. Lo que de obrar idéntica, con determinadas
hace posible cualquier cosa (por ejem­ características por parte de personas
plo, el conocimiento, la experiencia o que afrontan determinadas situaciones,
el fenómeno) es la C. de esta cosa cual­ sea favorecida en mayor o menor gra­
quiera. Esta definición de la noción, por do, pudiendo estimar el grado en el
cierto no dada nunca explícita ni tam­ cual determinado efecto queda favore­
poco implícitamente en la obra de Kant, cido por ciertas C.” (I b i d p. 183). Es­
constituye el punto decisivo de su ela­ tas palabras expresan claramente el
boración. Un paso ulterior en el mismo concepto de la C. como limitación de
sentido fue dado por Max Weber en posibilidades objetivas y, por lo tanto,
su investigación acerca del significado como previsión probable del hecho.
del principio de causalidad para las Si la obra de Max Weber hizo pre­
ciencias históricas (1905). Aun cuando valecer el concepto de C. en las cien­
Weber adopte de preferencia la palabra cias históricas y sociales, como en
causa y hable de explicaciones causa­ realidad prevalece hoy, aunque con
les, lo que dice se refiere más precisa­ diferentes grados de conocimiento me­
mente a la noción de C, y sirve para todológico, los desarrollos de la física
ligar esta noción a la de "posibilidad que han señalado la caída de la noción
objetiva” (véase posibilidad), que, según de causa (véase ca usa lid ad ) exigen la
Weber, es indispensable para el cono­ sustitución del determinismo condicio­
cimiento histórico. "El juicio acerca nal por el determinismo causal clásico.
de la posibilidad objetiva —según We­ Si se pasa del campo de las ciencias
ber— admi*'' gradaciones por su esen­ sociales y físicas al biológico, es fácil
cia, pudiéndose configurar mediante la observar cómo solamente el concepto
ayuda de los principios aplicables en de C. está en situación de expresar las
el análisis del cálculo de probabilidad. relaciones funcionales consideradas por
Por lo general, los componentes cau­ tal ciencia; así, por ejemplo, la rela­
sales a cuyo ‘posible’ efecto se refiere ción entre estímulo y respuesta, que
el juicio, pueden concebirse aislados hoy no puede ser traducida a términos
con referencia a todas las C. que se de causalidad o sea de previsiones in­
puedan concebir como cooperando con falibles y que, en cambio, puede expre­
él. Nos podemos preguntar, entonces, sarse en términos de condicionamiento
acerca del comportamiento del conjun­ o sea de previsiones probables (véase
to de estas C., al lado de las cuales los a cció n r e f l e ja ). En conclusión, pode­
componentes aislados estaban previsi­ mos decir que se puede adoptar el
blemente adaptados para producir la término C. siempre que se esté en pre­
consecuencia posible; y tal comporta­ sencia de un campo, más o menos limi­
miento lo es con referencia a aquellas tado, de posibilidades, de las que se
otras C., junto a las cuales no lo ha­ puede establecer el índice de proba­
brían producido 'previsiblemente' ” (Kri- bilidad relativa, esto es, el grado de
tische Studien auf dem Gebiet der kul- previsibilidad para cada una, mediante
turwissenschaftlichen Logik ["Estudios oportunos procedimientos de investiga­
críticos en el campo de la lógica de ción.
las ciencias de la cultura”], 1906; trad.
ingl. en Methodology of Social Science, (ingl. conditicmed; franc.
C o n d ic io n a d o
pp. 181-82). Lo que aquí denomina We­ conditionné; alem. bedingt; ital. con-
ber "componente causal”, que sería dizionato). Aquello cuya posibilidad de­
conceptualmente aislado para formular pende de otro. Pavlov ha denominado
212
Condicional
Confesión
reflejo C. al reflejo producido por un C. entre objetos o estados de hecho. Así,
estímulo artificial. Véase a c c ió n r e f l e j a . se debería decir " ‘Si llueve’ implica ‘la
En la discusión de las antinomias de tierra se humedece’", en tanto que
la razón pura (Crít. R. Pura, Dialéc­ lo C. correspondiente sería "Si llue­
tica trascendental, cap. II) Kant ha ve, la tierra se humedece" (Methodus
usado la palabra como sinónimo de cau­ of Logic, 1952, §7).
sado. Hamilton (Lectures on Metha-
pysics, 1859-1860) ha entendido por C. C o n d ila q u is m o , véase SENSORIALISMO.
lo relativo y en este sentido ha dicho
que "pensar es condicionar", porque (ingl. conduct; franc. con-
C o n d u c ta
lo que se piensa o lo que se conoce es duite; alem. Betragen] ital. condotta).
aquello que es con referencia a las Toda respuesta del organismo vivo a un
facultades humanas, no de modo ab­ estímulo objetivamente observable, aun
soluto. Mansel ha atribuido el mismo en el supuesto de que no tenga carácter
significado a la palabra (Phil. of the uniforme, en el sentido de que varíe
Conditioned, 1866). o pueda variar en relación a una situa­
ción determinada. Debido a esta fal­
(ingl. conditionaí; franc.
C o n d ic io n a l ta de uniformidad la C. se diferencia
conditionnel; alem. bedingt; ital. con- del comportamiento (véase) y el uso del
dizúmate). Una relación del tipo S i... término resulta útil ya que, de lo con­
entonces (ejemplo: "Si llueve,la tierra se trario, no sería posible distinguirla del
humedece") comúnmente representada comportamiento.
en la lógica contemporánea por el sím­
bolo O. Esta relación fue estudiada por C o n d u c tis m o , véase C O M P O R T A M IE N T O ;
vez primera en la escuela de Megara y BEHAVIORISMO.
fue interpretada de dos maneras dife­ (ingl. c o n n e c tiv e s; franc.
C o n e ctiv o s
rentes por Filón y Diodoro. Este último connectifs; ital. connettivi). En la ló­
interpretaba lo C. como si dijera "Ahora gica contemporánea, se da este nombre
está lloviendo y la tierra se humedece­ a los símbolos impropios (o sincategore-
rá.” En tanto Filón lo interpretaba como máticos (véase)) que, combinados con
si dijera "O ahora no está lloviendo o la una o más constantes, forman o pro­
tierra se humedecerá” ; y por mor del ducen una nueva constante. Las cons­
principio de que un C. es válido sola­ tantes o formas unidas p^r los C. se
mente en caso de que tenga un ante­ denominan operadores. Un C. se deno­
cedente verdadero y el consecuente fal­ mina singular, binario, ternario, etc.,
so (Sexto Empírico, VIII, 113-17; Cicer., según el número de sus operadores.
Acad., IV, 143). En la lógica moderna Los C. son los expresados por las pa­
el concepto ha sido reexaminado por labras y, o, no, s i... entonces. Se adopta
Frege (1879) y por Peirce (1885). Este comúnmente la yuxtaposición de los
último se ha pronunciado a favor de la operadores para expresar la conjun­
interpretación filoniana que, en efecto, ción; así, "pq" significa “p y q”. Se
ha predominado en la lógica contem­ adopta el signo V para expresar la
poránea (véase i m p l i c a c i ó n ). La prin­ disyunción inclusiva; así, "p V q" sig­
cipal ventaja de esta interpretación es nifica "p o q" o ambas. Se adopta el
que permite expresar las proposiciones signo + para denotar la disyunción
categóricas y las proposiciones C. en la exclusiva; así, “p + q” significa "p o q",
misma forma. Así, por ejemplo, la pro­ pero no ambos. Se adopta el signo m
posición "Todo hombre es racional" se para indicar la negación; así, "¡» p”
puede expresar diciendo: "Para todo significa "no p”. Para el C. s i... enton­
objeto x cualquiera, es cierto que x es ces, véase i m p l i c a c i ó n . Las anotaciones
un hombre o que x es racional" (Peirce, citadas son las más comunes, pero no
Coll. Pap., 3, 439-45). son las únicas. Para otros sistemas de
En la lógica contemporánea se con­ símbolos, ver las notas al § 05 de la
sideran habitualmente equivalentes la Introduction to Mathematical Logic,
condicionalidad y la implicación. Sin 1956, de Church.
embargo, Quine ha propuesto su distin­
ción basándose en que la implicación C o n fe s ió n (lat. confessio; ingl. confes-
está dentro de las proposiciones, y lo sion; franc. confession; alem. Beichte;
213
Configuración ismo
Conjetura
ital. confessione). La palabra, por lo (véase). Hume había hablado de un C.
general, significa reconocer algo tal entre la razón y el instinto: el instinto
como es (en concordancia con el sig­ que lleva a la creencia, la razón que
nificado del verbo griego o\iokoyeiv pone en duda lo que se cree (Treatise,
usado en la traducción griega de la I, Introducción).
Biblia). Así, pues, es adoptada por San
Agustín tanto para indicar el recono­ Confusión, véase DISTINCIÓN.
cimiento de Dios como Dios (de la
verdad como verdad) como el recono­ Congruencia (lat. congruentia; ingl. con-
cimiento de los propios pecados como gruence; fra n c . congruence; alem.
tales. San Agustín dice: "Me ordenas Uebereinstimmung; ital. congruenza).
alabarte y confesarte” dirigiéndose a Adecuación o ajuste. Por' ejemplo, "re­
Dios (Conf., I, 6 , 9-10); y dice asimis­ compensa congrua”, o sea adecuada
mo: "Tiene [la casa de mi alma] cosas al trabajo o al mérito. En geometría, la
que ofenden tus ojos, lo confieso, lo C. es la coincidencia de las figuras por
sé” (Ibid., I, 5, 6 ). El significado indi­ superposición en el mismo plano. La
cado comprende los dos usos del tér­ definición de la C. es fundamental para
mino distinguidos por los estudiosos la elección de una geometría. Dice
(cf. M. Pellegrino, Le C. di S. Agostino, Reichenbach: "La elección de una geo­
Roma, 1956, pp. 9-10). Permite, además, metría es arbitraria solamente por no
explicar: 1) la composición de las Con­ haberse especificado la definición de la
fesiones, las cuales contienen solamente congruencia. Una vez establecida tal
en parte la exposición de las vicisitudes definición, el problema de saber qué
biográficas de San Agustín, pero que a geometría se ajusta al espacio físico,
partir del Libro X en adelante, son resulta una cuestión empírica” (cf. A.
puramente teóricas, esto es, dedicadas Einstein: Philosopher-Scientist, al cui­
al reconocimiento de la Verdad como dado de P. A. Schilpp, 1949, p. 295).
tal a través de la solución de las dudas Whitehead ha generalizado este concep­
y de las dificultades que se interponen to: "La C. —ha dicho— es un ejemplo
al reconocimiento mismo; 2) la coinci­ particular del hecho fundamental del
dencia de la actitud del que se con­ reconocimiento en la percepción. Nos­
fiesa, o sea reconoce en sí mismo a otros reconocemos más bien en el sen­
la verdad, ( in la actitud del retomo tido de que el reconocimiento toma
a sí mismo y del replegamiento del puesto en el presente, sin intervención
hombre sobre sí mismo, inherente a la alguna en la pura memoria, y no sim­
búsqueda a g u s tin ia n a y neoplatónica. plemente en el sentido de comparar un
Véase c o n c ie n c i a . factor natural ofrecido por la memoria
con un factor revelado por la sensa­
Configuracionismo (ingl. configuration- ción inmediata” (The Concept of Na-
ism). Lo mismo que gestaltismo. Véase ture, 1920, cap. VI; trad. ital., p. 113).
p e r c e p c i ó n ; p s ic o l o g ía , C.
Congruismo. Es la doctrina contrarre-
Confirmación, véase TESTABILIDAD; VERI- formista de la gracia eficaz, o sea, ade­
FICABILIDAD. cuada al mérito.
Conflagración (gr. ív.nvQoaiq; lat. con- Conjetura (gr. elxacría; lat. conjectura;
flagratio; ingl. conflagration-, franc. ingl. conjecture; franc. conjecture-,
conflagration; alem. Welíbrand; ital. alem. Conjectur; ital. congettura). Se­
conflagrazione). Según Heráclito (Dióg. gún Platón, el grado más bajo del
L., IX, 1, 8 ) y los estoicos (Estobeo, conocimiento sensible, el que tiene por
Ecl., I, 304), la catástrofe final que objeto las sombras y las imágenes de
cierra un ciclo del mundo con su des­ las cosas, de igual manera que la opi­
trucción total por obra del fuego. nión, en el mismo grado sensible, tiene
por objeto las cosas mismas (Rep., VI,
Conflicto (ingl. conflict; franc. conflií; 510 a 511 e). Nicolás de Cusa adoptó la
alem. W iederstreit; ital. conf litio). Con­ palabra para indicar la naturaleza de
tradicción, oposición o lucha de prin­ todo el conocimiento humano, el cual,
cipios, proposiciones o actitudes. Kant como C. sería un conocimiento por alte-
denominó "C. de tesis” a las antinomias ridad, esto es, que remite a la verdad
214
Conjunción
Connatura
como tal a partir de lo que es otra Cantor y Dedekind (Was sind und was
cosa fuera de si, y solo por tal remitir sollen die Zahlen? ["¿Qué son y qué
está en relación con la verdad y parti­ objeto tienen los números?”], 1888). La
cipa de ella. "La C. es una aserción doctrina moderna del infinito matemá­
positiva que participa por alteridad en tico está fundada en la teoría de los
la verdad en cuanto tal” (De Conjec- C. (véase i n f i n i t o ). La noción de C.
turis, I, 13). corresponde a la que en la lógica es la
noción de clase (véase) y, dada la ten­
C o n ju n c ió n (lat. conjunctio; ingl. con- dencia de la matemática y de la lógica
junction; tranc. conj o nction- alem. a la unificación, se tiende actualmen­
Konjunktion; ital. congiunzione). En la te a identificarla con la de clase. En
lógica escolástica es una propositio hy- cambio, debe ser considerada netamen­
pothetica formada por dos categorías te diferente del concepto de grupo que,
unidas por el signo "y” (“Sócrates currit en matemática, tiene un significado
et Plato sedet"). En la lógica contem­ completamente diverso. Véase g r u p o .
poránea es una proposición molecular
formada por dos (o más) atómicas uni­ (lat. commutativus; ingl.
C o n m u ta tiv o
das por el signo "V ” o “ . ** (“p.q"). commutative; franc. commutatif; alem.
Para ambas lógicas, es condición nece­ I . ansgteichend; 2 . kommutativ; ital.
saria y suficiente para la verdad de commutativo). 1. Los escolásticos de­
una C. que sus proposiciones compo­ nominaron C., porque tiene lugar en
nentes sean verdaderas. G. P. los cambios (commutationes), a la espe­
cie de justicia que Aristóteles denomi­
C o n ju n to (ingl. se t; franc. ensemble ; naba "correctiva” (xó SiooQwxixóv fiocoóov)
alem. Menge: ital. insieme). La noción la cual, a diferencia de la justicia dis
de C., ya utilizada por Bolzano en sus tributiva, que da a cada uno según sus
Paradojas del infinito (1851), ha adqui­ méritos, sirve para igualar las ventajas
rido un lugar preponderante en la teo­ y las desventajas en todas las relacio­
ría de los números por obra de Georg nes intercambiadas entre los hombres,
Cantor. Cantor definió el C. como "la ya sea voluntarias o involuntarias (Ét.
agregación de un único todo de objetos Nic., V, 4, 1131b 25). Véase j u s t i c i a .
determinados y distintos de nuestra 2. Se denomina propiedad C. o ley C.
intuición o de nuestro pensamiento, ob­ al axioma (o postulado^ por el cual
jetos que se denominan elementos del x o y = y o x. Esta ley es fundamento
C.” (Ein Beitrag zur Mannigfaltigkeits- de la suma y de la multiplicación en
lehre ["Contribución a una teoría de la aritmética y de la teoría de los núme­
multiplicidad”], 1877). Esta definición ros reales. La teoría de los moldes,
no es satisfactoria, bien porque en ella debida al inglés Arthur Cayley (1821-95),
entra una noción, la de agregado, que ha sido llamada álgebra “no C.”. Esta
se puede considerar idéntica a la de C., teoría, utilizada por la mecánica cuán­
o bien porque apelándose a "objetos tica, no obedece a la ley C. y consi­
de intuición o de pensamiento” parece dera como unidades a hileras de nú­
fundarse en la experiencia interna e in­ meros (como serían los inscritos sobre
troducir nociones de naturaleza psico­ cuadrados de un tablero, por ejemplo).
lógica. En realidad, la noción de C. no
es más que la noción muy general C o n n a tu r a (ingl. connature). Sustantivo
de coexistencia, delimitada por dos con­ creado por Spencer por analogía con
diciones: 1) la distinción de los ele­ los adjetivos "connaturado” o "con­
mentos del C.; 2) la determinación natural”. Según Spencer (Psychology,
de tales elementos en el sentido de dar II, §289), una de las tres ideas (junto
una regla que permita decidir si un con la de coextensión y la de coexis­
determinado elemento pertenece o no al tencia) implícita en el razonamiento
conjunto. En la matemática moderna, cuantitativo y precisamente la de la
la teoría de los C. en tanto intenta identidad de las cosas en cuanto a su
garantizar estas dos condiciones, pres­ especie; en tanto la coextensión signi­
cinde completamente del carácter in­ fica la identidad en la cantidad de es­
tuitivo de los C. y de sus elementos, pacio ocupado y la coexistencia la iden­
carácter acerca del cual, en cambio, tidad de presentación a la conciencia,
insistían sus fundadores, o sea el mismo en el tiempo
215
C o n n o ta c ió n
C o n o c im ie n to
C o n n o ta c ió n (Iat. connotatio; ingl. con- Stuart Mili y la de intensión-extensión
notation; fran c. c o n n o ta tio n ; ital. (véase) de la lógica leibniziana y con­
connotazione). El adjetivo connotativus temporánea. Algunas veces, sin embar­
aparece en la lógica de la escolástica go, se ha intentado distinguir entre C.
tardía con referencia a una distinción y comprensión, adoptando ambos térmi­
de los nombres en absolutos y con- nos. Así, J. N. Keynes (Formal Logic,
notativos. Según Occam, son absolutos I, 2) y Goblot (Traité de logique, 72)
los nombres que no significan alguna dieron a "C." el significado más restrin­
cosa principalmente y alguna otra se­ gido de lo que se halla comprendido en
cundariamente, por ejemplo, el nombre la definición convencional de un térmi­
"animal". Son, en cambio, connotati- no, y a "comprensión” el significado
vos los nombres que significan algo en más amplio de comprensión total, que
sentido primario y otra cosa en sentido incluye todas las determinaciones no
secundario; por ejemplo, los nombres excluidas por la definición misma. Pero
relativos, los que pertenecen al género esta distinción no ha sido seguida y el
de la cantidad y también nombres como término moderno de intensión com­
"uno", "bien", "verdadero", "intelec­ prende los significados propuestos para
to”, “potencia”, etc. (Sumiría Log., I, comprensión y connotación.
1 0 ). Esta distinción resulta habitual
en la lógica posterior. En la edad mo­ Conocimiento (gr. yva>ai-; lat. cognitio;
derna la distinción fue adoptada por ingl. knowledge; franc. connaissance;
James Mili en su Análisis de los fenó­ alem. Erkenntniss; ital. conoscenza). En
menos del espíritu humano (1829), que general, una técnica para la comproba­
usaba la palabra “connotar” en todo ción de un objeto cualquiera o la dis­
caso en que el nombre que indica di­ ponibilidad o posesión de una técnica
rectamente una cosa (la que constituye, semejante. Por técnica de comproba­
por lo tanto, su significado) incluye ción se entiende cualquier procedimien­
también una referencia a alguna otra. to que haga posible la descripción, el
El uso de la palabra fue cambiado cálculo o la previsión controlable de
radicalmente por Stuart Mili, quien un objeto; y por objeto se entiende
adoptó la palabra para expresar "el cualquier entidad, hecho, cosa, realidad
modo mediante el cual un nombre con­ o propiedad, que pueda someterse a tal
creto genera' sirve para designar los procedimiento. Técnica en este sentido
atributos implícitos en su significado”. es tanto el uso normal de un órgano
Por consiguiente, Mili distinguió la C. de los sentidos como la puesta en eje­
de la denotación: "Cada vez que los cución de complicados instrumentos de
nombres dados a los objetos aportan cálculo; ambos procedimientos, en efec­
cualquier información, esto es, cada to, permiten comprobaciones controla­
vez que tienen, en sentido propio, un bles. No es presumible que tales com­
significado, éste no reside en lo que probaciones sean infalibles y exhaus­
denotan, sino en lo que connotan. Los tivas, esto es, que subsista una técnica
únicos nombres de objetos que no con­ de comprobación tal que una vez adop­
notan nada son los nombres propios tada en las relaciones de un C. x,
y éstos, hablando estrictamente, no tie­ haga inútil su ulterior empleo en las
nen significado.” (Logic, I, 2, §5). En relaciones del mismo C., sin que éste
este sentido, los nombres de los atri­ pierda nada de su validez. El control
butos son connotativos, porque la pala­ de los procedimientos de observación,
bra "blanco” no denota todos los objetos por groseros o refinados que sean, sig­
blancos, sino que connota el atributo nifica la repetibilidad de sus aplicacio­
de la blancura. También son nombres nes, y de tal manera un C. "compro­
connotativos "el primer emperador de bable” o más simplemente un "C." es
Roma" o "el autor de la Iliada”, etc. tal en tanto subsiste la posibilidad de la
Este concepto de C. correspondía al comprobación. No obstante, las técnicas
que la Lógica de Port Royal aplicó de comprobación pueden tener los más
el término comprensión (véase). A la diferentes grados de eficacia y pueden,
pareja comprensión-extensión de la Lógi­ en su límite, tener una eficacia mínima
ca de Port Royal corresponde, por lo o ninguna, y en este caso, decaen por
tanto, la C.-denotación de la lógica de derecho propio de su rango de conoci­
216
Conocimiento

mientos. “El C. de x” significa, en efec­ bio, la identidad o la semejanza está


to, un procedimiento que puede sumi­ restringida al orden de los respectivos
nistrar alguna información controlable elementos, en cuyo caso la operación
en tomo a x, es decir, que permita del conocer consiste en reproducir las
describirlo, calcularlo o preverlo dentro relaciones constitutivas del objeto mis­
de ciertos límites. La disponibilidad mo, o sea el orden de sus elementos,
o la posesión de una técnica cognos­ y no ya el objeto. En la primera fase
citiva designa la participación personal el C. es considerado como una imagen
en esta técnica. "Yo conozco x" signi­ y retrato del objeto; en la segunda, se
fica (salvo limitaciones) que estoy en halla con el objeto en la misma rela­
situación de poner en movimiento un ción que un mapa con el paisaje que
procedimiento que hace posible la des­ representa.
cripción, el cálculo o la previsión de x. A) La primera fase es la forma en
El significado personal o subjetivo de la que aparece en el mundo antiguo la
C. debe ser considerado, por lo tanto, doctrina del C. como identificación.
secundario y derivado, ya que el signi­ Los presocráticos la expresaron con el
ficado primario es el objetivo e imper­ principio que "lo semejante conoce a
sonal arriba expuesto. Este significado lo semejante”, mediante el cual Em-
primario permite también distinguir fá­ pédocles afirmaba que conocemos la
cilmente entre creencia y C.: la creen­ tierra por la tierra, al agua por el agua,
cia (véase) es el empeño hacia la ver­ etcétera. (Fr. 105, Diels). Las afirmacio­
dad de una noción cualquiera, aunque nes de Heráclito pueden considerarse
no sea comprobable; el C. es un proce­ como variantes de este principio: "Lo
dimiento de comprobación o la parti­ que se mueve conoce a lo que se mue­
cipación posible en un tal procedi­ ve" (Arist., De an., I, 2, 405 a 27), como
miento. también la de Anaxágoras, según la
Como procedimiento de comproba­ cual "el alma conoce lo contrario por
ción, toda operación cognoscitiva se lo contrario” (Teofr., De sens., 27). Esta
dirige a un objeto y tiende a instaurar última, en efecto, parece referirse más
con el objeto mismo una relación de a una condición del C. —que presu­
la que surja una característica efec­ pone la diversidad, como diría Aristó­
tiva del objeto. Por lo tanto, las inter­ teles (De an., II, 417 a 16)— que al
pretaciones de los C. dadas en el curso mismo acto cognoscitivo, ;omo indica
de la historia de la filosofía se pueden la justificación que se le da: "lo si­
considerar como interpretaciones de es­ milar, en efecto, no puede sufrir la
ta relación, y como tales dirigirlas hacia acción de lo similar”. Pero fueron Pla­
dos alternativas fundamentales: 1) por tón y Aristóteles los que establecieron
la primera de ellas, tal relación es una esta interpretación del conocimiento so­
identidad o semejanza (entendiéndose bre bases sólidas. La coincidencia de lo
por semejanza una identidad débil o similar con lo similar, la homogenei­
parcial) y la operación cognoscitiva es dad, son los conceptos de que se sirve
un procedimiento de identificación con Platón para explicar los procesos cog­
el objeto o de su reproducción; 2) pa­ noscitivos (Tim., 45c, 90c-d): conocer
ra la segunda alternativa, la relación significa hacer semejante lo pensante
cognoscitiva es una presentación del a lo pensado. Por consiguiente, los gra­
objeto, y la operación cognoscitiva, un dos de C. se modelan sobre los grados
procedimiento de trascendencia. del ser: no se puede conocer con cer­
/) La primera interpretación es la teza, o sea con “solidez”, lo que no es
que se encuentra más comúnmente en sólido, porque el C. no hace más que
la filosofía occidental y, a su vez, se reproducir al objeto y de tal manera
puede dividir en dos fases diferentes: “lo que es absolutamente, es absoluta­
A) en la primera de ellas la identidad mente cognoscible, en tanto lo que no
o la semejanza con el objeto es enten­ es de ningún modo, de ningún modo es
dida como identidad o semejanza de cognoscible" (Rep., 477 a). De tal mane­
los elementos del C. con los elementos ra, Platón hizo corresponder al ser con
del objeto: por ejemplo, de los con­ la ciencia, que es el verdadero C.; al no
ceptos o de las representaciones con las ser con la ignorancia y al devenir, que
cosas; B) en la segunda fase, en cam­ está en medio del ser y del no ser, con
Conocimiento

la opinión, que está a medio camino en­ se unifica y se hace una sola con el
tre el C. y la ignorancia. Y distinguió objeto conocido. Si el alma y este ob­
los siguientes grados del C.: 1) la su­ jeto siguen siendo dos, el objeto queda
posición o conjetura, que tiene por obje­ exterior al alma misma y su conoci­
to sombras e imágenes de las cosas miento permanece inoperante. Sólo la
sensibles; 2) la opinión creída, pero unidad de los dos términos constituye
no verificada, que tiene por objeto las el conocimiento verdadero (Enn., III,
cosas naturales, los seres vivientes y, 8 , 6 ). La misma interpretación pre­
por lo general, el mundo sensible; 3) la valece en la filosofía cristiana y, así,
razón científica que procede por vía constituye el fundamento de las especu­
de hipótesis y que tiene por objeto los laciones teológicas y antropológicas
entes matemáticos; 4) la inteligencia más características. Según San Agus­
filosófica que procede dialécticamente tín, el hombre puede conocer a Dios, en
y que tiene por objeto el mundo del ser cuanto él mismo es imagen de Dios.
(Ibid., VI, 509-10). Cada uno de estos Memoria, inteligencia y voluntad, en
grados de C. es copia exacta de su res­ su unidad y distinción recíproca, re­
pectivo objeto; por lo que no hay duda producen en el hombre la trinidad divi­
que conocer es, para Platón, establecer na de Ser, Verdad y Amor (De Trin.,
en cada caso con el objeto una rela­ X, 18). Esta noción, con variantes en
ción de identidad o lo más cercana sus particularidades, dominó la totali­
posible a la identidad. Aristóteles sos­ dad de la teología medieval y constitu­
tuvo este punto de vista en forma aún yó, asimismo, el fundamento de la an­
más rigurosa. Según Aristóteles, el C. tropología. Pero de ella resultaba una
en acto es idéntico al objeto conocido consecuencia importante para el C. que
y, por lo tanto, la misma forma sen­ de las cosas inferiores a Dios tiene el
sible del objeto, si se trata de C. sen­ hombre. El reconocimiento del origen
sible y la misma forma inteligible (o divino de los poderes humanos (en
sustancia) del objeto, si se trata'de C. cuanto imágenes de los poderes divi­
inteligible (De an., II, 5, 417 a). La facul­ nos), hace a los poderes humanos rela­
tad sensible y el entendimiento poten­ tivamente independientes de los demás
cial son simples posibilidades de cono­ objetos cognoscibles y acentúa la impor­
cer, pero al realizarse estas posibilidades tancia del sujeto cognoscente. Para
por la acci 'n de las cosas externas Aristóteles, la facultad sensible y el
la primera, por la acción del entedi- entendimiento potencial no son más
miento activo la segunda, se identifican que sus mismos objetos "en potencia” :
con los respectivos objetos y así, oír no tienen independencia alguna frente
un sonido (sensación en acto), por ejem­ a estos objetos. Pero San Agustín afir­
plo, se identifica con el sonido mismo, ma, en cambio, que "todo C. (notitia)
como el entender una sustancia se iden­ resulta, en un todo, de lo cognoscente
tifica con la sustancia misma. Aristó­ y de lo conocido” (Ibid., XIX, 12), po­
teles, por lo tanto, puede afirmar, en niendo, de tal manera, en el mismo
general, que "la ciencia en acto es idén­ plano al objeto conocido y al sujeto
tica a su objeto” (De an., III, 7, 431 a l ) . que conoce, como condición del cono­
Esta doctrina aristotélica puede ser cimiento. Santo Tomás, aun sancionan­
considerada como la forma típica de la do explícitamente el principio de que
interpretación del C. como identidad todo C. resulta per assimilationem
con el objeto. Tal interpretación domi­ (Contra Gent., II, 77), o per unionem
na el curso ulterior de la filosofía (In Sent., I, 3, 1), de la cosa conocida
griega, con excepción de los estoicos. y del objeto cognoscente afirma que
Para Epicuro el flujo de los simula­ "el objeto conocido está en el que co­
cros (eidola) que se separan de las noce según la naturaleza del cognos­
cosas y quedan impresos en el alma, sir­ cente mismo” (De Ver., q. 2, a. 1; S. Th.,
ve precisamente para garantizar la se­ I, q. 83, a. 1) y de tal manera el peso
mejanza de las imágenes con las cosas del sujeto viene a equilibrar, en el co­
(Ep. a Erod., 51). Y Plotino se sirve nocer, al peso del objeto. Este punto de
de este mismo concepto para aclarar la vista lleva a atemperar la tesis aristo­
naturaleza del C. El C. se tiene cuando télica, según la cual el C. en acto es el
la parte del alma con la que se conoce, objeto mismo. Santo Tomás, comen-
218
Conocimiento

cando la afirmación aristotélica de que a) El idealismo romántico y sus rami­


"el alma es todas las cosas” (De an., ficaciones contemporáneas han afirma­
III, 8 , 431 b 20), la atenúa en el sentido do la tesis de que conocer significa
de que el alma no es las cosas, sino la poner, esto es, producir o crear el ob­
especie de las cosas. Pero la especie jeto; tesis que permite reconocer la
no es más que la forma de la cosa y manifestación o actividad del sujeto-
C., por lo tanto, es abstracción, abs­ en el objeto mismo. Esta tesis fue afir­
tracción de la forma de la materia indi­ mada por vez primera por Fichte. "La
vidual, de lo universal de lo particular. representación en general —dice— es
La especie, para Santo Tomás, establece inconfundiblemente un efecto del No-yo.
así el límite de la identidad entre el Pero en el Yo no puede haber absoluta­
cognoscente y el conocido, pero el co­ mente nada que sea un efecto, porque
nocer sigue siendo identidad. A su vez el Yo es lo que él se pone y no hay
San Buenaventura, a pesar de ser fiel nada en él que no sea puesto por él.
al principio agustiniano de un lumen Por lo tanto, en el mismo No-yo debe
directivum que el hombre toma directa­ existir un efecto del Yo, esto es, del Yo
mente de Dios y del cual resultan la absoluto y de tal manera no tenemos una
certeza y la verdad, admite que el ma­ acción sobre el Yo desde fuera, sino sólo
terial del C. está constituido por espe­ del Yo sobre sí mismo" ( Wissenschafts-
cies, que son imágenes, similitudes o lehre, 1794, III, §5, I). Desde este punto
"casi pinturas” de las cosas mismas de vista el No-yo, o sea el objeto, no es
(In Sent., I, d. 17, a. 1, q. 4). Si la más que el Yo mismo, o sea el sujeto,
escolástica posterior señala la preva­ y la identidad con el objeto está de tal
lencia de una diferente interpretación manera garantizada por la definición
del conocer, el Renacimiento conserva, misma del conocimiento. La cual, ob­
por lo general, la interpretación del C. viamente, es una definición arbitraria
como identidad o semejanza. Nicolás que no tiene efecto en el éxito o en el
de Cusa dice explícitamente que el en­ fracaso de los efectivos actos de C. y
tendimiento no entiende, sino que se no sirve, por lo tanto, ni para dirigir ni
asimila a lo que debe entender (De para esclarecer estos actos. El principio
mente, 3; De ludo globi, 1; De vena- afirmado por Fichte se constituyó, sin
tione sapientae, 29), y Ficino dice que embargo, en uno de los pilares del movi­
el C. es la unión espiritual con alguna miento romántico (véase r o m a n t i c i s ­
forma espiritual (Theol. Plat., III, 2). m o ) y uno de los lugares comunes más
Los naturalistas no se expresan de mo­ perniciosos y fastidiosos, el del “poder
do diferente: Bruno adopta de nuevo el creador del espíritu” encuentra en él
principio presocrático de que todo se­ su origen. Schelling no hacía más que
mejante se conoce por su semejante y aclarar su significado cuando afirma­
Campanella afirma que "nosotros co­ ba: “En el mismo hecho del saber
nocemos lo que es, porque lo hacemos —cuando yo sé— lo objetivo y lo sub­
similar a lo que es” {Met., I, 4, 1). El jetivo están tan unidos que no se puede
pitagorismo de los fundadores de la nue­ decir a cuál de los dos corresponde la
va ciencia, Leonardo, Copémico, Kepler, prioridad. No hay aquí un primero o un
Galileo Galilei, tiene un supuesto aná­ segundo: ambos son contemporáneos y
logo: el procedimiento matemático de constituyen un todo único (System des
la ciencia se justifica porque la natura­ transzendentalen Idealismus ["Sistema
leza misma tiene estructura matemá­ del idealismo trascendental"], Introd.,
tica, en el sentido de que, como expresa § 1). El concepto del conocer como pro­
Galileo, los caracteres en que está es­ ceso de unificación domina toda la
crito el libro de la naturaleza son trián­ filosofía de Hegel. La protagonista de
gulos, círculos, etc. (Opere, VI, p. 232). esta filosofía, la Idea, es la conciencia
En la filosofía moderna, la doctrina que se realiza, gradual y necesariamen­
que enuncia que el conocer es una ope­ te, como unidad con el objeto. Dice
ración de identificación adquiere tres Hegel: "La Idea es, en primer lugar,
formas principales, según que se la uno de los extremos de un silogismo en
crea efectuada mediante: a) la crea­ cuanto es el concepto que tiene como fi­
ción que el sujeto hace del objeto; b) la nalidad ante todo a sí mismo como
conciencia; c) el lenguaje. realidad subjetiva. El otro extremo es
219
Conocimiento

el límite de lo subjetivo, el mundo tanto, privilegiado en su certeza. La con­


objetivo. Los dos extremos son idénti­ sideración básica es aquí la de que el
cos en cuanto son Idea. Su unidad, y sujeto no puede conocer lo que está
en primer lugar la del concepto, que en fuera de sí, y el único C. verdadero y
ano de ellos es solamente por sí y originario es el que el sujeto tiene
en el otro solamente en sí; en segundo de sí mismo. Sobre esta base Maine de
lugar, la realidad es abstracta en uno, Biran veía en el "sentido íntimo” el
en tanto en el otro es en su exterio­ único C. posible e interpretaba los testi­
ridad completa. Esta unidad es puesta monios como verdades metafísicas (Es-
ahora por medio del conocer" ( Wissen- sais sur les fondements de la psychoto-
schaft der Logik ["Ciencia de la ló­ gie, 1812). En otras ocasiones la con­
gica"], III, 3, cap. II; trad. ital., p. 282). ciencia, también llamada conciencia
El conocer es de tal manera el proceso intuida o intuición, es interpretada co­
que unifica el mundo subjetivo con el mo la revelación que Dios hace al hom­
mundo objetivo o, mejor, que lleva a bre tanto de un solo atributo funda­
la conciencia la unidad necesaria de los mental (por ejemplo, del ser, como
dos. Todas las formas del idealismo afirma Rosmini, Nuovo saggio, §473)
contemporáneo se atienen a esta doc­ o también de su mismo proceso crea­
trina. Croce la introduce denominando dor, como lo hace Gioberti {Intr. alio
"concreto” al concepto, por cuyo ca­ studio della fil., II, p. 183). De manera
rácter se debería excluir que fuera "uni­ análoga, la intuición de que habla
versal y vacío", "universal e inexisten­ Bergson como "visión directa del espí­
te” y admitir que comprende en sí al ritu por parte del espíritu” (La Pensée
“acto lógico universal" y al “pensa­ et le Mouvant, p. 37) es un procedimien­
miento de la realidad” que, por lo to privilegiado de C., en el que el
demás, es la misma realidad ( Lógica, término objetivo es idéntico al subje­
4- ed., 1920, p. 29). Gentile afirmaba: tivo. Y cuando Husserl quiso aclarar el
"Conocer es identificar la alteridad modo de ser privilegiado de la concien­
como tal” ( Teoría generate dello Spirito, cia, denominó "percepción inmanente”
2, §4). A su vez Bradley, en forma más a la percepción que la conciencia tiene
crítica, consideraba esta identificación de sus propias vivencias, porque su
como un ideal-límite irrealizable en objeto pertenece a la propia corriente
nosotros, peí >realizado en la Concien­ de vivencias a que pertenece la percep­
cia absoluta, en la cual C. y ser, verdad ción (Ideen, I, §38). La percepción in­
y realidad coinciden (Appearance and manente, esto es, la conciencia, es
Reality, p. 181). considerada por Husserl, sobre esta
b) El espiritualismo moderno, en to­ base, como la esfera absoluta y nece­
das sus manifestaciones, considera el saria; en ella “no hay espacio para la
conocer como una relación interna de pugna, la falsa apariencia, el ser de
la conciencia, esto es, como una rela­ otra manera. Es la esfera de la posi­
ción de la conciencia consigo misma. ción absoluta" (Ibid., §46). La ejempli-
Esta interpretación garantiza la iden­ ficación hasta aquí dada puede bastar
tidad del conocer con el objeto, ya que en cuanto a este punto de vista, muy
el objeto, desde este punto de vista, nc> difundido en la filosofía contemporá­
es más que la conciencia misma o, por nea pero que es, a pesar de la variedad
lo menos, su producto o su manifesta­ de sus expresiones, igualmente uni­
ción. Schopenhauer expresaba esta doc­ forme.
trina así: "Nadie puede nunca salir de c) El positivismo lógico ha transpor­
sí para identificarse inmediatamente tado paradójicamente al lenguaje, en
con cosas diferentes de sí; todo lo que el cual ve la verdadera y propia opera­
tiene C. seguro, por lo tanto, inmediato, ción cognoscitiva, la doctrina del carác­
se encuentra dentro de su conciencia” ter identificatorio de esta operación.
(Die Welt, II, cap. I). Conciencia, sen­ Wittgenstein afirma que “la proposición
tido íntimo, introspección, intuido, in­ puede ser verdadera o falsa, sólo en
tuición, son los términos que la filosofía cuanto es una imagen (Bild) de la rea­
moderna adopta, a partir del romanti­ lidad” (Tractatus, 4.06). Wittgenstein
cismo, para indicar el C. caracterizado prueba de la siguiente manera el aserto
por la identidad con su objeto, por lo de que la proposición es una imagen de
220
Conocimiento

la realidad: “Yo, en efecto, vengo a por tanto, considera muy problemática


conocer la situación de esa representa­ la realidad de las cosas mismas, admi­
ción en caso de comprender la propo­ te, sin embargo, esta realidad como
sición. Y comprendo su proposición sin fundamento del orden y de la sucesión
que su sentido me sea explicado” (Ibid., de las ideas en el hombre; orden y
4.021). A primera vista, agrega, "no sucesión no tendrían sentido, piensa,
parece que la proposición, como es, por si no coincidieran con el orden y suce­
ejemplo, estampada en el papel, sea una sión de las cosas a las cuales se refie­
imagen de la realidad de que trata. ren las ideas (Entretien sur la Méta-
Pero tampoco la notación musical pa­ physique, I, 6-7). Spinoza, que admite
rece a primera vista una imagen de la tres géneros de C. (la percepción sen­
música ni nuestra escritura fonética sible y la imaginación; la razón con
(por medio de letras) parece una ima­ sus nociones comunes y universales; la
gen de nuestro lenguaje hablado. No ciencia intuitiva), cree que sólo las dos
obstante, estos símbolos se demuestran, últimas permiten distinguir lo verdade­
también en el sentido ordinario del ro de lo falso, porque sacan a la idea
término, como imágenes de lo que re­ de su aislamiento y la relacionan con
presentan" (Ibid., 4.011). La insistencia las otras ideas, situándola en el orden
acerca de la noción de imagen indica necesario, que es la misma Sustancia
claramente que Wittgenstein participa divina (Eth., II, 44). Locke, que define
de la vieja interpretación que concibe el C. como "la percepción de la co­
al conocimiento como operación de nexión y acuerdo, o de! desacuerdo y
identificación. En efecto, dice: "Debe repugnancia entre cualesquiera de nues­
existir algo idéntico en la imagen y tras ideas” (Essay, IV, 1, 2), exige, para
en el objeto representado, para que que sea real, que "las ideas respondan
pueda ser su imagen” (Ibid., 2.161). a sus arquetipos” (Ibid., IV, 4, 8 ) y, por
Pero este algo idéntico es la "forma lo tanto, define la verdad como "la
de representación” (Ibid., 2.17). Y la unión o la separación de signos, según
forma de representación es "la posi­ que las cosas significadas por ellos
bilidad de que las cosas estén una estén en acuerdo o en desacuerdo las
respecto a otra como están entre sí los unas respecto a las otras” (Ibid., IV,
elementos de la imagen” (Ibid., 2.151). 5, 2). Locke cree que esta referencia a
Y esto parece llevar a la interpreta­ objetos reales no es indispensable en
ción B) de la relación identificatoria. el C. matemático y moral, en cambio lo
B) La segunda fase de la doctrina es al "C. real” que tiene por objeto
del C. como identificación nace con sustancias (Ibid., IV, 4, 12). Para Leib-
la filosofía moderna, más precisamente niz, junto al conocimiento a priori,
con Descartes. El principio cartesiano fundado sobre principios constitutivos
de que la idea es el único objeto inme­ del entendimiento, hay un C. represen­
diato del C. y que, por lo tanto, la tativo, que consiste en la semejanza
existencia de la idea en el pensamiento de las representaciones con la cosa
no dice nada acerca de la existencia (Nouv. Ess., IV, 1, 1). Pero uno y otro
del objeto representado, ponía, por ra­ C. hacen del alma "un espejo viviente,
zones obvias, en crisis a la doctrina del perpetuo del universo”, porque ambos
conocer como identificación con el ob­ se fundan en la conexión que tienen
jeto: el objeto es, en efecto, y en este entre sí todas las cosas creadas; "cada
caso, claramente inalcanzable. Descar­ sustancia simple tiene relaciones que
tes había llegado a concebir la idea expresan todas las otras” (Monad., 56).
como "cuadro” o "imagen” de la cosa En todas estas anotaciones, si bien no
(Méd., III), pero ya en él aparece la se niega el carácter de semejanza o de
tendencia (cf. Regulae, V) a discernir imagen de los elementos cognoscitivos,
en el C., más que la asimilación o la el C. es entendido propiamente como
identidad de la idea con el objeto co­ identidad con el orden objetivo. El ob­
nocido, la asimilación y la identidad jeto del C. es precisamente este orden
del orden de las ideas con el orden de y el conocer es la operación que tien­
los objetos conocidos. Malebranche, que de a identificar o identificarse con él
admite que el hombre ve directamente y no ya con los elementos particulares
en Dios las ideas de las cosas y que, entre los cuales intercede. A este res­
■Conocimier to

pecto, la "revolución copemicana” de cia, es la función efectiva del C. según


Kant, no consiste en innovar radical­ esta interpretación.
mente el concepto de C., sino en admi­ Esta interpretación aparece por pri­
tir que el orden objetivo de las cosas mera vez en los estoicos, quienes lla­
se modela sobre las condiciones del C. maban evidentes a las cosas que "vie­
y no viceversa. Las categorías, en efec­ nen por sí mismas a nuestro C.”, como
to, son consideradas por Kant como por ejemplo, el ser de día, y llamaban
“conceptos que prescriben leyes a priori "oscuras” a las que por lo común esca­
a los fenómenos y, por lo tanto, a la pan al C. humano. Entre estas últimas
naturaleza como conjunto de todos los distinguían, además, a las oscuras por
fenómenos” (Crít. R. Pura, §26). Al no naturaleza, que no caen nunca bajo
ser los fenómenos "cosas en sí mis­ nuestra evidencia y las oscuras momen­
mas”, sino "representaciones de cosas”, táneamente, pero evidentes por natura­
deben, para ser tales, ser pensados y leza (así, por ejemplo, la ciudad de
así estar sujetos a las condiciones del Atenas para quien no reside en ella).
pensamiento que precisamente son las Estas dos últimas especies de cosas se
categorías. El orden objetivo de la na­ comprenden por medio de signos; las
turaleza no es, por lo tanto, según cosas oscuras por naturaleza, mediante
Kant, más que el orden mismo de los signos indicativos (por ejemplo, el su­
procedimientos formales del conocer, dor se presenta como signo de los poros
en cuanto este orden está incorpora­ invisibles) y mediante signos rememo­
do en un contenido objetivo, que es el rativos las cosas evidentes por natura­
material sensible de la intuición. Des­ leza pero oscuras momentáneamente
de este punto de vista el conocer no es (como el humo es un signo del fuego)
una operación de asimilación o de iden­ (Sexto Empírico, Adv. Dogm., II, 141;
tificación, sino de síntesis, y como tal Hipot. Pirr., II, 97-102). Son reconoci­
es considerado bajo la rúbrica del C. bles, en este planteo, dos tesis funda­
como trascendencia. Toda esta fase de mentales, a saber: 1) el C. evidente
la doctrina del C. como asimilación, consiste en la presencia de la cosa, por
por la cual el objeto de la asimilación la cual la cosa "se manifiesta por sí”
es el orden, se puede considerar como o “se comprende por sí”, o sea, se com­
situada entre la primera y la segunda prende como cosa, y por lo tanto, como
interpretación principal del conocer, es­ otra del que la comprende; 2) el C. no
to es, entre ra interpretación del cono­ evidente adviene por medio de signos
cer como asimilación y la interpreta­ que remiten a la cosa misma, sin tener
ción del conocer como trascendencia. una identidad cualquiera o una seme­
2) Para la segunda interpretación janza con ella.
fundamental, el C. es una operación Esta doctrina de los estoicos fue in­
de trascendencia. Según esta doctrina, operante durante varios siglos, como
conocer significa llegar a presencia del una posibilidad olvidada en la historia
objeto, apuntar a él, o, con el término de la filosofía. Renace solamente con la
preferido por la filosofía contemporá­ escolástica del siglo xiv, con los pensa­
nea, trascender a él. El C. es, entonces, dores que critican la doctrina de la
la operación en virtud de la cual el specics como intermediaria del cono­
objeto mismo está presente; presente cimiento. La species, como se ha visto,
por así decirlo, en persona, o presente a es una tesis típica de la doctrina de la
través de un signo que lo haga halla- asimilación; eila, en efecto, está junto
ble, describible o previsible. Esta inter­ al acto del C. y al acto del objeto (como
pretación no se funda en una admisión forma o sustancia de este último). Pero
de carácter asimilatorio o identificato- Duns Scoto distinguió un C. "que abs­
rio; los procedimientos del conocer no trae de la existencia actual de la cosa”
tienden, para ella, a convertirse en el y que denominaba abstractivo y un “C.
objeto mismo del conocer. Tienden, de la cosa en cuanto existe y está pre­
más bien, a hacer presente a este objeto sente en su existencia actual”, que
como tal o a establecer las condiciones había denominado intuitivo (que es,
que hagan posible su presencia, es de­ por un lado, el sensible y por otro, el
cir, intentan preverla. La presencia del intelectual, que tiene por objeto a la sus­
objeto o la predicción de esta presen­ tancia o naturaleza común, por ejem-
222
r
Conocimiento

pío, la naturaleza humana) y no tiene IV, q. 3). Occam se vale más tarde,
necesidad de especie porque le está di­ para ilustrar la función lógica del sig­
rectamente presente la cosa en persona. no, del concepto de la suppositio que
Sólo el C. abstractivo, esto es, el C. había sido elaborado por la lógica del
intelectual de lo universal, tiene necesi­ siglo x i i i . Véase s i g n o ; s u p o s i c i ó n .
dad de especie (Ibid., I, d. 3, q. 7, n. 2). En el siglo xvn los principios funda­
A esta doctrina hace referencia la esco­ mentales de esta doctrina fueron repro­
lástica del siglo xiv. Durando de Saint ducidos por Hobbes, para quien “las
Pour^ain afirma que la especie es inútil, sensaciones [fundamento de todo C.]
porque el objeto mismo está presente en no son otra cosa que fantasía original,
el sentido y, a través del sentido, tam­ causada... por los movimientos de las
bién en el intelecto (In Sent., II, d. 3, cosas externas sobre... nuestros órga­
q. 6 , n. 1 0 ) y que, por lo tanto, el nos” (Leviath., I, 1; De Corp., 25, §2).
C. universal no es más que C. confuso, Berkeley sustituyó la causalidad de las
en el sentido de que el que tiene el C. cosas externas (que estos filósofos atri­
universal de la rosa, por ejemplo, co­ buían al C.) por la causalidad de Dios;
noce confusamente lo que se intuye la teoría de que las cosas conocidas son
distintamente en aquel que ve la rosa signos mediante los cuales Dios habla
y que está presente (Ibid., IV, d. 49, a los sentidos o a la inteligencia del
q. 2, n. 8 ). Para Pedro Auriol, el objeto hombre, para instruirlo acerca de lo
del C. es la misma cosa externa que que debe hacer (Principies of Knowted-
por obra del entendimiento adquiere un ge, §§ 108-09), es una transcripción teo­
ser intencional u objetivo que no es di­ lógica de esta doctrina del C. En el
ferente de la misma realidad individual ínterin, con el cartesianismo y especial­
de la cosa (In Sent., I, d. 9, a. 1). Oc- mente con Locke, se vino formando el
cam, a su vez, transforma la teoría concepto del C. como operación unifi-
escolástica del C. intuitivo, en una teo­ cadora, función unificadora de ideas, o
ría de la experiencia y afirma la in­ sea, de estados que caen dentro de la
mediata presencia de la cosa en el conciencia, pero cuyo enlace correspon­
C. intuitivo. "En ningún C. intuitivo, ni de o debe corresponder al de las cosas
sensible ni intelectivo —dice— se cons­ [véase 1) B)l. Eliminada la sustancia
tituye la cosa en un ser intermedio material por Berkeley, y toda especie
entre la cosa misma y el acto de cono­ de sustancia por Hume, la conexión en­
cer, sino que la cosa misma es vista y tre las ideas llegaba a agotar las fun­
aprehendida inmediatamente y sin in­ ciones de la actividad cognoscitiva. Así
termediario entre sí y el acto” (In Sent., Hume piensa que toda operación cog­
I, d. 27, q. 3, I). El C. intuitivo per­ noscitiva es una operación de conexión
fecto, que tiene por objeto una realidad entre las id e a s: o p e ra c ió n de co­
actual o presente, es la experiencia nexión es el razonamiento por el cual
(Ibid., II, q. 15, H); el imperfecto, que se muestra la liga que las ideas tienen
concierne a un objeto pasado, deriva entre sí, independientemente de su exis­
siempre de una experiencia (Ibid., IV, tencia real, operación de conexión entre
q. 12, Ql. A su vez, el C. abstractivo, que las ideas y el C. de la realidad de he­
prescinde de la realidad o irrealidad cho. En el primer caso la conexión es
del objeto, procede del intuitivo y es cierta, porque no depende de ninguna
una intentio o signum. De tal manera condición de hecho; en el segundo
Occam reproduce la interpretación de caso, se funda en la relación de causa­
los estoicos: cuando la realidad no está lidad. Pero esta misma relación no tie­
presente en el C. "en persona” se anun­ ne otro fundamento que la repetición de
cia o se manifiesta en el signo. La una cierta sucesión de acontecimientos
validez del signo conceptual, que a dife­ y el hábito que tal repetición determina
rencia del lingüístico no es arbitrario en el hombre (Inq. Conc. U nderst.,
o convencional, sino natural, precede IV, 1).
del hecho de que es producido natural­ Este concepto del C. como operación
mente, o sea causalmente, por el objeto de conexión o coligación, que no tiene
mismo, y de tal manera su capacidad nada en común con la identificación
para representar al objeto no es más o la asimilación con el objeto, es deno­
que su conexión causal con él (Quodl., minada operación de síntesis por Kant.
2 23
Conocimiento

La síntesis es, en general, "el acto ponden como prístinas fuentes de fun-
de reunir diferentes representaciones y damentación justificativa ciertas intui­
comprender su multiplicidad en un C ." ciones en las que se dan en sí mismos
(Crít. R. Pura, § 10). Pero la síntesis y al menos parcialmente, en forma ori­
cognoscitiva, para Kant, no es solamen­ ginaria, los objetos del dominio” (Ideen,
te una operación de coligación entre I, 1). Así la experiencia, que abraza la
representaciones; es también una ope­ totalidad del C. del investigador de la
ración de coligación con el objeto de naturaleza, es una operación experimen­
estas representaciones, por medio de tal a través de la cual un objeto espe­
la intuición. "Si un C. debe tener una cífico, la cosa, es dada en su realidad
realidad objetiva —dice Kant—, o sea, originaria. La experiencia es, en este
referirse a un objeto y tener en él sentido, "un acto de jündamentación,
significado y sentido, el objeto debe, nunca reemplazable por un mero ima­
de un modo cualquiera, poder ser dado. ginar. Mas para el geómetra, que no
Sin esto los conceptos son vacíos, y si investiga realidades sino 'posibilidades
también con ellos se piensa, este pensa­ ideales’, no relaciones reales, sino rela­
miento de hecho no conoce nada y ciones esenciales, es, en lugar de la
solamente juega con las representacio­ experiencia, la intuición esencial, el acto
nes. Dar un objeto, si éste a su vez de fundamentación última” (Ibid., §7).
debe ser representado inmediatamente Considerando el C. desde un punto de
en la intuición y no ser pensado indi­ vista más general, se puede decir que
rectamente, no es más que relacionar "cada forma de ser... tiene esencial­
su representación con la experiencia mente sus modos de darse y por ende
(sea ésta real o posible)” (Ibid., Ana­ sus modos en punto al método de C.”
lítica de los principios, cap. II, sec. II). (Ibid., §79) y la investigación fenome-
Pensar un objeto y conocer un objeto nologica es, según el proyecto de Hus­
no es, por lo tanto, la misma cosa. “El serl, el análisis de estos modos de ser
C. comprende dos puntos : en primer como "modos de darse en sí mismo”.
lugar, un concepto (la categoría) por De manera análoga, el conocimiento
el cual puede pensarse, por lo general, es, para Hartmann, un proceso de tras­
un objeto, y en segundo lugar, la intui­ cendencia que tiene su término en el
ción por la que es dado” (Ibid., § 2 2 ). ser "en sí” (Metaphysik der Erkenntnis
La intuición tiene este privilegio: que ["Metafísica del conocimiento”], 1921,
se refiere inmediatamente al objeto y 4í ed., 1949, pp. 43 ss.). En este planteo
que, por medio de ella, el objeto es la contraposición entre actividad y pa­
dado (Ibid., § 1). De tal manera, no hay sividad en el conocimiento (oposición
duda de que la operación del conocer que, nacida en Kant, había sido tomada
tiende a hacer presente el objeto en su como motivo polémico por el romanti­
realidad; un objeto, se entiende, que cismo, comenzando por Fichte) ha per­
es fenómeno, ya que la "cosa en sí” es, dido todo significado. Ya no es cuestión
por definición, extraña a toda relación de distinguir en el conocer entre el
cognoscitiva. aspecto activo, que Kant denominaba
Sin esta limitación relativista, que "espontaneidad intelectual” y el aspec­
había sido sugerida a Kant y a toda la to pasivo, que para Kant era el de la
filosofía de la Ilustración por el plan­ sensibilidad. Ni siquiera se trata de
teamiento cartesiano-lockiano del aná­ reducir la totalidad del C. a la acti­
lisis del C., el concepto del C. como de vidad del yo, como lo ha hecho Fichte
la operación del referirse o del rela­ y con él toda la filosofía romántica,
cionarse con el objeto y, por lo tanto, que consideraba como "infinita”, o sea
asimismo del proceso por el cual el sin límites y, por lo tanto, creadora a
objeto se ofrece o se presenta en perso­ esta actividad y como tal la ha exal­
na, resulta propio de la fenomenología tado. La perspectiva histórica, que el
y de las corrientes que de ella derivan, mismo romanticismo ha hecho prevale­
en la filosofía contemporánea. “A toda cer, en el contraste entre la concepción
ciencia —dice Husserl— corresponde un “clásica”, o sea antigua y medieval,
dominio de objetos como campo de sus según la cual la operación del conocer
investigaciones, y a todos sus C., es estaría dominada por el objeto, y el
decir, aquí proposiciones justas, corres­ sujeto es pasivo, y la concepción mo­
224
Conocimiento

derna o romántica, según el cual el C. de que se cura" (Ibid., § 13). El conocer


sería actividad del sujeto y manifesta es, en primer lugar, la abstención de
ción de su poder creador, aparece aho­ 'curarse de’, esto es, de las actividades
ra como ficticio. Se trata, en efecto, de comunes de la vida de cada día, como
una perspectiva inherente al romanti­ el manipular, el producir, etc. Esta abs­
cismo y de un contraste que éste ha tención permite que los entes que ha­
teorizado como motivo polémico. Ni la cen frente dentro del mundo "hagan
filosofía antigua ni las modernas con­ frente no más que en su puro aspecto
cepciones objetivistas pretenden esta­ ( e I S o ? ) y como modo de esta forma de
blecer o presuponer la "pasividad” del ser, es posible dirigir la vista... en el
sujeto cognoscente. La iniciativa del co­ modo de un peculiar detenerse cabe
nocer pertenece, por cierto, al sujeto los entes intramundanos. En semejante
cognoscente; así, pues, esta iniciativa detención —como abstenerse de toda
define precisamente su subjetividad. manipulación y utilización— se lleva
Pero esto no implica ni actividad ni a cabo el percibir lo 'ante los ojos'. El
pasividad en el sentido establecido por percibir tiene la forma de llevarse a
Fichte. La iniciativa del sujeto está, en cabo del ‘decir’ de algo como algo. So­
cambio, dirigida precisamente a hacer bre la base de este interpretar en el
presente o manifiesto el objeto, a ha­ más amplio sentido, se convierte el per­
cer evidente la realidad misma, a hacer cibir en determinar. Lo percibido y
hablar a los hechos. Lo que se denomina determinado puede expresarse en pro­
abreviadamente conocer, es un conjun­ posiciones, y como así enunciado rete­
to de operaciones, a veces diferentes nerse y conservarse. Este percipiente
entre sí, que en campos diversos tien­ retener una ‘proposición sobre’. .. es
den a hacer emerger a ciertos objetos él mismo un modo de 'ser en el mundo’,
específicos en sus propias característi­ y no debe hacerse exégesis de él como
cas. Desde este punto de vista el mismo un ‘proceso’ por el que un sujeto se
"problema del C.”, como se ha confi­ procure representaciones de algo, que
gurado desde la segunda mitad del si­ como así apropiadas queden guardadas
glo xix a partir del planteo romántico ‘ahí dentro’ y en relación a las cuales
o de la polémica en su contra, como pueda surgir eventualmente la cues­
problema de la actividad o de la pasi­ tión de cómo ‘concuerden’ con la rea­
vidad del espíritu o de los caracteres lidad” (Ibid., §13). El "problema del
de su “categoría eterna” que sería la C.” y el "problema de la realidad”
actividad teórica, es un problema que ( véase r e a l id a d ), formulados por la filo­
se ha resuelto por la acción de la feno­ sofía del siglo xix, son, por lo tanto,
menología, por un lado, y de la filo­ eliminados por Heidegger. Todas las
sofía de la ciencia y del pragmatismo, manifestaciones o los grados del C.: el
por otro. En el ámbito de la fenomeno­ observar, el percibir, el determinar,
logía, Heidegger habla, en efecto, de la el interpretar, el discutir y el afirmar,
anulación del problema del conocimien­ presuponen la relación del hombre con
to. El conocer no puede ser entendido el mundo y son posibles solamente a
como aquello por lo cual "no sale el base de esta relación.
‘ser ahí’ de una esfera interna en la Esta convicción es compartida hoy
que empiece por estar enclaustrado, por filósofos de diversas tendencias,
sino que el 'ser ahí’ es siempre ya, por aun cuando a menudo se la revista con
obra de su forma de ser primaria, ahí terminologías diferentes. El fundamen­
fuera, cabe entes que le hacen frente to que la sugiere es siempre el mismo: el
dentro del mundo en cada caso ya des­ abandono del supuesto de que los “es­
cubierto” (Sein und Zeit, §13; trad. tados internos” (ideas, representaciones,
esp.: El ser y el tiempo, México, 1962, etcétera) sean los objetos primarios de
F. C. E.). Según Heidegger, el conocer es conocimiento y que sólo a partir de ellos
un modo de ser del ser-en-el-mundo, esto puedan ser (si acaso) inferidos objetos
es, del trascender del sujeto hacia el de otra naturaleza. La renuncia a este
mundo. Ello no es nunca solamente un supuesto es explícita en el pragmatismo
ver o un contemplar. Dice Heidegger; de Dewey, por ejemplo, según el cual el
"El ‘ser en el mundo’ está, en cuanto C. es simplemente el resultado de una
‘curarse de', embargado por el mundo operación de búsqueda o, más precisa­
225
Conocimiento

mente, es la aserción válida por la cual embargo, los hombres de ciencia mis­
tal operación se pone de manifiesto. mos lo reconocieron y adoptaron explí­
Desde este punto de vista, el objeto citamente sólo tiempo después. Esto
del C. no es una entidad externa que comenzó a verificarse al readoptar
deba lograrse o inferirse, sino es "aquel Mach la tesis de que el objeto del C. es
conjunto de distinciones o caracterís­ un grupo de sensaciones. "Un color
ticas que emerge como constituyente —dice Mach— es un objeto físico hasta
definido de una situación resuelta y es tanto no consideremos, por ejemplo, su
confirmado en la continuidad de la dependencia de las fuentes luminosas
investigación” {Logic, cap. XXV, II; (otros colores, calor, espacio, etc.), pero
trad. esp.: Lógica, México, 1950, F. C. E., si lo consideramos en su dependencia
p. 570). Ya que frecuentemente se usan, de la retina, es un objeto psicológico,
en determinada investigación, objetos una sensación. No es la sustancia, sino
constituidos en investigaciones prece­ la dirección de la búsqueda lo dife­
dentes, estos últimos son entendidos a rente en los dos campos” (Analyse der
veces como objetos existentes o reales, Empfindungen, 1900, 9- ed., 1922, p. 14;
independientemente de la investigación trad. esp.: Análisis de las sensaciones,
misma. En realidad, son independientes Madrid, 1925). Desde este punto de
de la investigación en la que entran vista no son los cuerpos los genera­
ahora, pero son objetos sólo en virtud dores de sensaciones, sino que más
de otra investigación de la que son re­ bien son los conjuntos de sensaciones
sultado. Sin embargo, según Dewey, este los que forman los cuerpos; en efecto,
simple equívoco es la base de la con­ éstos no son más que símbolos que in­
cepción "representativa” del C. "El acto dican tales conjuntos. Parecería con
de referirse a un objeto, que es un esto que Mach se inclinara hacia una
‘objeto’ conocido sólo en virtud de ope­ teoría representativa del C. Pero en
raciones independientes de ese acto de realidad en su teoría del concepto se
referirse, es tomado en sí mismo como reconoce claramente el carácter opera­
un caso de C. representativo a los fi- tivo del C. En efecto, el concepto cien­
ens de una teoría del C.” {Ibid.; trad. tífico es, según Mach, un signo que
esp., p. 570). reduce las reacciones posibles del orga­
Estas ideas han influido y continúan nismo humano a un conjunto de he­
influyendo rr icho en la filosofía con­ chos. Así, por ejemplo, una ley natural
temporánea y están en la base de la es una restricción de las posibilidades
disolución del problema del C. que es de expectativa, esto es, una determina­
una de sus características. La disolución ción de la previsión {Erkenntniss und
de este problema se ha producido a Irrtum, 1905, cap. XXIII; trad. esp.:
favor, por un lado, de la lógica, por Conocimiento y error, 1948). Los mis­
otro, de la metodología de las ciencias. mos conceptos habían sido presentados
Especialmente esta última es heredera, por Hertz en sus Principios de la mecá­
en la filosofía contemporánea, de pro­ nica (1894), asimismo sin el abandono
blemas tratados por lo común por la total de la concepción pictórica del
teoría del C. El punto fundamental, C. "El problema más directo, y en
que constituye el objeto de la metodo­ cierto modo el más importante, que
logía de las ciencias, es actualmente el nuestro C. de la naturaleza debe ser
carácter operativo y anticipador de los capaz de resolver —decía Hertz—, es
procedimientos de que se vale la cien­ la anticipación de los acontecimientos
cia. Anotaremos aquí sólo los primeros futuros de manera que podamos dispo­
reconocimientos históricos que se han ner nuestras cosas presentes de acuerdo
hecho de estos caracteres, remitiendo con esta anticipación. Como base para
a la voz m e t o d o l o g ía su estudio más la solución de este problema, hacemos
detallado. La ciencia los reconoce sólo uso de nuestro C. de los hechos ya acae­
en la medida en que se reconoce que cidos, obtenido a través de la observa­
su finalidad fundamental es la previ­ ción causal y del experimento preorde­
sión y no la descripción. Ya Francis nado. Al efectuar de esta manera infe­
Bacon había reconocido este fin a la rencias del pasado al futuro adoptamos
ciencia, que en la filosofía moderna fue c o n s ta n te m e n te el procedimiento si­
reafirmado por Auguste Comte. Sin guiente ; nos formamos imágenes o sím-
226
C o n o c im ie n to d e ai
C o n o c im ie n to , te o r ia d e l
bolos de los objetos extremos y la for­ conciencia” (Carm., 171 c). Kant afirmó
ma que damos a tales símbolos es la que podemos conocernos a nosotros
de necesarias consecuencias de la ima­ mismos solamente con el mismo título
gen pensada como las imágenes de las con que conocemos a las otras cosas,
necesarias consecuencias de la natura­ es decir, sólo como fenómenos; en
leza de las cosas representadas” (Prin­ efecto, el C. de sí requiere, según Kant,
cipien der Mechanik, Intr.). El desarro­ como toda otra especie de C., dos con­
llo ulterior de la ciencia ha eliminado diciones, a saber: 1) un elemento uni-
el residuo de concepción representativa ficador a priori que en este caso es el
que aún permanecía en las doctrinas yo pienso o apercepción pura (véase);
de Mach y de Hertz. Ya en el año 1930, 2) un dato empírico múltiple, que es
Dirac, uno de los fundadores de la el del sentido interior (Crít. R. Pura,
mecánica cuántica, podía afirmar: "El §24). Los que niegan la realidad de la
único objeto de la física teórica es conciencia reconocen que el C. de sí,
calcular resultados que puedan ser con­ por modalidad y certeza, no se diferen­
frontados con el experimento y, por lo cia de los C. de los otros o de las otras
tanto, es inútil dar una descripción sa­ cosas (Ryle, Concept of Mind, cap. VI).
tisfactoria de la totalidad del desarrollo
del fenómeno” (The Principies of Quan­ t e n e r (ingl. awareness;
C o n o c im ie n to ,
tum Mechantes, 1930, p. 7). Al llegar a ital. consapevolezza). En general, la
este punto, la teoría del C se disuelve posibilidad de prestar atención a los
completamente en la metodología de propios modos de ser y a las propias
las ciencias. Esto significa que el pro­ operaciones y de expresarlas mediante
blema del C. como problema de un el lenguaje. Tal posibilidad es la úni­
objeto "externo", obtenido a partir de ca base de hecho sobre la cual se ha
cualquier dato “interno”, se ha ido disol­ edificado la noción filosófica de con­
viendo y en su lugar se ha propuesto ciencia. Platón y Aristóteles, que no
el problema de la validez de los proce­ tuvieron el concepto de conciencia, co­
dimientos efectivos dirigidos a la com­ nocieron y describieron el C. Véase
probación y el examen de los objetos CONCIENCIA.
en los diferentes campos de investi­ (ingl. episte-
C o n o c im ie n to , te o r ía d e l
gación. mology, raro: gnoseology, franc. gno-
El saber objetivo,
C o n o c im ie n to d e si.
séologie, raro: epistémologie; alem. Er-
esto es, no inmediato ni privilegiado, kenntnistheorie, raro: Gnoseologie; ital.
que el hombre puede adquirir de sí conoscenza, teoria delta). La teoría del
C. es denominada, asimismo, epistemo­
mismo. El término tiene, por lo tanto, logía o con menor frecuencia, gnoseolo-
un significado diferente de autocon- gía. En alemán, el término Gnoseologie,
ciencia (véase), que es la conciencia acuñado por el wolfiano Baumgarten, ha
absoluta o infinita, y también de con­ tenido poco éxito, en tanto el término
ciencia (véase) que implica siempre Erkenntnistheorie, usado por el kantia­
una relación inmediata y privilegiada no Reinhold (V e rsu c h ein er neuen
del hombre consigo mismo, un C. di­ Theorie des menschlichen Vorstelhmgs-
recto e infalible de sí, y por lo tanto vermogens, 1789) fue comúnmente acep­
incomunicable. Platón interpretaba el tado. En inglés, el término epistemology
aforismo socrático, "Conócete a ti mis­ fue introducido por J. F. Ferrier (Insti-
mo", como invitación a tal C. (y no tutes of Metaphysics, 1854) y es el único
de la conciencia); en efecto, en el Cár- usado por lo común; gnoseology es, por
mides se lo interpreta como invitación lo contrario, muy raro. En francés se
al "saber del saber”, o sea como de­ adopta comúnmente gnoséology y muy
terminación e inventario de lo que se rara vez ep istém o lo g ie. Todos estos
sabe. "Ni nosotros mismos nos pone­ nombres tienen el mismo significado;
mos a hacer lo que no sabemos, sino no indican, como ingenuamente se cree
que buscamos a las personas compe­ a menudo, una disciplina filosófica ge­
tentes y nos confiamos a ellas; ni per­ neral como la lógica, la ética o la esté­
mitimos a los que dependen de nos­ tica, sino más bien la consideración de
otros hacer otra cosa fuera de lo que un problema que nace de un supuesto
pueden hacer bien y de lo que tengan filosófico específico, esto es, en el ám-
227
Consciente
Consecuencia
bito de una determinada dirección filo­ La teoría del C. ha perdido su pri­
sófica. Tal dirección es la del idealismo macía y también su significado desde
(en el sentido 1) véase i d e a l i s m o ), y el que se comenzó a dudar de la validez
problema cuyo estudio es tema especí­ de uno de sus supuestos, esto es, que
fico de la teoría del C. es el de la el dato primitivo del C. es "interior”
realidad de las cosas o en general del a la conciencia o al sujeto y que, por
"mundo externo”. La teoría del C. se lo tanto, la conciencia o el sujeto de­
apoya en dos supuestos: 1) que el C. sea ban salir fuera de sí (lo que por prin­
una "categoría” del espíritu, una “for­ cipio es imposible) para aprehender el
ma” de la actividad humana o del objeto. En su "refutación al idealis­
"sujeto”, que pueda ser investigada uni­ mo", agregada a la segunda edición de
versal y abstractamente, esto es, pres­ la Critica de la razón pura (1787), Kant
cindiendo de los procedimientos cognos­ demostró lo infundado de este supues­
citivos particulares, de los que el hombre to. Los analistas contemporáneos re­
dispone, tanto fuera como dentro de la chazaron también el primer supuesto
ciencia; 2) que el objeto inmediato del de la teoría del C., o sea que el C. sea
conocer sea, como lo había pensado una forma o categoría universal que
Descartes, solamente la idea o repre­ pudiera indagarse como tal; ellos, en
sentación y que la idea sea una entidad efecto, adaptaron como objeto de inves­
mental, que existe por lo tanto sólo tigación los procedimientos efectivos o
"dentro” de la conciencia o del sujeto el lenguaje del C. científico y no el
que la piensa. Se trata, por lo tanto, “C." en general. Por lo tanto, la teoría
de ver: 1) si a esta idea corresponde del C. ha venido a perder su signifi­
cualquier cosa o entidad "externa”, o cado en la filosofía contemporánea y
sea existente "fuera” de la conciencia; ha sido sustituida por otra disciplina, la
2) si en el caso de que se responda metodología (véase), que es el análisis
negativamente a tal pregunta, exista de las condiciones y de los límites de
una diferencia, y en su caso cuál, entre validez de los procedimientos de inves­
ideas irreales o fantásticas e ideas rea­ tigación y de los instrumentos lingüís­
les. Son los problemas que había ya ticos del saber científico.
debatido Berkeley, tratados de nuevo
por Fichte en la Doctrina de la ciencia (lat. co n sciu s; ingl. cons-
C o n sc ie n te
(1794) y que constituyen el tema domi­ cious; franc. conscient; alem. bewusst;
nante de una rica literatura filosófica, ital. consciente). Este adjetivo es co­
especialmente alemana, desde la segun­ múnmente adoptado en el sentido del
da mitad del siglo xix a los primeros tener conocimiento (véase); su uso fi­
decenios del siglo xx. Por su mismo losófico corresponde, sin embargo, al
origen e impostación, la teoría del C. del término "conciencia”, de donde "es­
es idealista. También las soluciones píritu consciente", por ejemplo, signi­
denominadas "realistas” son, en reali­ fica la actitud de la autorreflexión o
dad, formas de idealismo en cuanto las de la búsqueda interior.
entidades que reconocen como "reales” C o n se c u e n c ia (lat. consequentia; ingl.
son, muy a menudo, conciencias o con­ consequence; franc. conséquence; alem.
tenidos de conciencias. La denominada Konsequenz; ital. conseguenza). El tér­
Escuela de Marburgo (Hermann Cohén, mino consequentia llega a la lógica
1842-1918; Paul Natorp, 1854-1924) iden­ escolástica a través de Boecio (De in-
tificaba a la teoría del C. con la lógica terpretatione, I, P. L., 64?, col. 369). Su
y reducía a tres las disciplinas filosó­ definición, que varía según los diferen­
ficas fundamentales: lógica, ética y es­ tes lógicos, viene a decir sustancial­
tética. Des Erkenntnisproblem in der mente lo siguiente: dos proposiciones
Philosophie und W isse n sc h a ft der "p” y "q” se hallan en relación de
neueren Zeit, 4 vols., 1906-1950; trad. antecedens y consequens (relación que
esp.: El problema del C. en la filosofía se designa justo con el nombre de
y en la ciencia modernas, 4 vols., Méxi­ consequentia) cuando es imposible que
co, 1948-1957, F. C. E., de Ernest Cas- "q” sea falsa, siendo verdadera "p”. Las
sirer (1874-1945), es la obra más impor­ consequentiae se dividían en dos clases:
tante dedicada al problema del C. en formales, cuando valían independiente­
este significado tradicional. mente del significado de los términos
228
Consecuente
Constante
v por la sola disposición y forma de los cal del saber común y, por consiguien­
mismos; materiales, cuando valían úni­ te, ha dejado de ver en el C., que
camente para aquellos términos dados. afianza este saber, una garantía o un
También se enumeraban muchas reglas valor de verdad. Por lo tanto, sólo en
acerca de las consequentiae válidas y no raras ocasiones apela al consensus gen-
válidas (cf. “ab esse ad posse.ab univer- tium. Una invocación al C. es la que
sali ad particularem, a dicto secundum formula la escuela escocesa del Sentido
quid ad dictum simpliciter..."). En la Común, cuyo jefe es Thomas Reid
filosofía moderna la palabra C. tiene (1710-96) y que está en polémica princi­
múltiples significados (y a menudo palmente con el escepticismo de Hume;
también sin un significado rigurosa­ para superarlo recurre al C. universal
mente definido), pero indica siempre que apoyaría las ideas de sustancia,
al consecuente de un antecedente, al causa, etc., criticadas por Hume (Inves­
cual el primero se ligue de algún modo. tigación acerca del espíritu humano
Pero en sentido riguroso "C." es usada según los principios del sentido común,
a veces (por Husserl, por ejemplo), 1764) (véase s e n t id o c o m ú n ). La apela­
más o menos en el sentido del término ción al sentido común ha constituido a
medieval consequentia. En general, no menudo una prueba de la existencia de
obstante algunas tentativas poco felices Dios (véase d io s , p r u e b a s de s u e x i s t e n ­
de Camap (Logical Syntax of Language, c i a ). Por otro lado ha servido también
§ 14), pronto abandonadas por él mismo como fundamento a la noción de dere­
(cf. Introduction to Semantics, §37), la cho natural (véase d e r e c h o ). Pero estos
lógica contemporánea evita el término y otros usos eventuales no modifican la
"C.”, prefiriendo los diferentes y menos sustancia de la noción, que es la ten­
equívocos sinónimos de im p lic a c ió n tativa de poner al reparo de la crítica
{véase) o inferencia (véase). G. P. los conocimientos o prejuicios que se
creen absolutamente válidos, pero cu­
C o n s e c u e n te (ingl. c o n s e q u e n t; franc. ya efectiva universalidad sería difícil
c o n s é q u e n t; alem. konsequent; ital. probar.
conseguente). En lógica, el segundo
término de una consecuencia (véase). Consequentis (fallada). Es la falacia
G. P. (véase), que consiste en suponer inde­
bidamente que una consecuencia (véa­
C o n se n so u n iv e rs a l (lat. consensus gen-
se) o implicación pueda .ener recipro­
tium). En su obra, Aristóteles hace cidad, lo que por lo común no ocurre:
referencia a menudo a la "opinión de "si de A se concluye B, entonces de B
todos” como prueba o contraprueba se concluye A". (Aristóteles, El. sof., 5,
de la verdad; y en la Ética a Nicómaco 167 b 1; Pedro Hispano, Summul. Log.,
(X, 2, 1172b 36) dice explícitamente: 7.58; etc.). G. P.
"Aquello en que todos consienten, de­
cimos que es así, ya que rechazar una C o n se rv a c ió n , véase CONATO.
creencia semejante significa renuncia!
a lo que es más digno de fe.” Los es­ C o n s ig n ific a n te (lat. consignificans). Lo
toicos insistieron, a su vez, acerca del mismo que sincategoremático (véase).
valor del C. universal, por lo que las
"nociones comunes” tuvieron para ellos C o n sp e c ie (ingl. conspecies). Término
una gran importancia, debido al hecho adoptado por Hamilton para indicar
de que se forman de igual manera en las especies coordinadas del mismo gé­
todos los hombres, ya sea naturalmente nero, diferentes pero no contradictorias
o por efecto de la educación (Dióg. L., y que, por lo tanto, constituyen nocio­
VII, 51). Pero sólo los eclécticos hicie­ nes discretas o disyuntas, a veces de­
ron del C. común el criterio de la verdad minadas también diferentes (véase d i ­
y Cicerón expresaba precisamente tal f e r e n c i a ) (Lectures on Logic, I, p.209).
punto de vista al afirmar: “En todo ar­
gumento, el C. de todas las gentes debe C o n s ta n te (ingl. constant; franc. cons-
ser tenido como ley de naturaleza” tant; alem. tConstante; ital. costante).
(Tusciil., I, 13, 30). La filosofía moderna Término deducido de la matemática,
que tomó impulso con Descartes, ha donde designa la variable dependiente
pretendido instaurar una crítica radi­ cuyo valor no varía con la variación
229
C o n s titu c ió n
C o n s tru id o
de la variable independiente (véase de la razón pura, en cambio, tienen
f u n c ió n ). En general, se denomina solamente un uso regulador, esto es,
constante toda uniformidad, de impor­ "el de dirigir al entendimiento hacia
tancia relevante, que pueda ser com­ una cierta finalidad en vista de la cual
probada en un campo cualquiera. En las líneas directivas de todas sus reglas
física tales uniformidades se denomi­ convergen en un punto, el cual —aun­
nan C. cuando pueden ser expresadas que no sea otra cosa que una idea (focus
por números (cf. B. Russell, Introduc- imaginarias), o sea un punto del cual
tion to Mathematical Phil., 18; trad. no proceden en realidad los conceptos
ital., pp. 223 ss.). En la lógica contempo­ del entendimiento, por hallarse fuera
ránea el significado del término se de los límites de la experiencia posi­
modela sobre el significado matemáti­ ble— sirve por lo menos para conferirles
co. Como en matemática la C. es, sim­ la mayor unidad con la mayor exten­
plemente, el nombre propio de un nú­ sión” (Crít. R. Pura, Apéndice a la Dia­
mero, de la misma manera en lógica se léctica trascendental). Véase id e a . En
adopta el término C. para indicar un análogo sentido, Husserl adopta la pala­
nombre propio que tenga denotación. bra "constitución” al hablar de los
La variable es un símbolo que en vez de "problemas de la constitución de las ob­
tener la denotación singular de la C., jetividades de la conciencia", por ejem­
es la posibilidad de diferentes valores. plo. Tales problemas consisten, en efec­
El límite dentro del cual tales valo­ to, en ver cómo "las formas fundamen­
res pueden cambiar se denomina el tales de posible conciencia” condicionan
rango de la variable. Camap ha obser­ o, como dice Husserl, predeterminan
vado que para designar las diferentes "todas las posibilidades... (y las impo­
especies de C. y de variables se puede sibilidades)” del ser que es objeto de
hacer referencia a su valor de expre­ la conciencia misma (Ideen, I, § 8 6 ).
sión, como cuando se dice "variable A su vez Camap ha aclarado el con­
enunciativa” o "variable predicado”, etc., cepto de constitución desde el punto
o también, como resulta con mayor fre­ de vista lógico-lingüístico, con el con­
cuencia, a sus valores o designaciones, cepto de reconducción. Un objeto o
como cuando se dice "variable propo- concepto se dice reconducible a uno
sicional”, "variable individual”, "variable o más objetos si los enunciados que
numérica”, etc. (Introduction to Seman- conciernen al primero permiten trans­
tics, §37). V'ase f u n c i ó n ; n o t a c ió n . formarlos en enunciados que conciernen
al segundo. En tal caso se puede decir
C o n s titu c ió n , véase infra c o n s t it u t iv o . que el primer objeto está "constitui­
C o n s titu tiv o (gr. ovmcnixóg; lat. consti­ do” por los otros (Der Logische Aufbau
tutivas ; ingl. constitutiv; franc. cons- der Welt, §2 ["La estructura lógica del
titutif; alem . konstitutiv; ital. consti­ mundo”]). La palabra ha entrado a for­
tutivo). 1. En la lógica antigua y mar parte del lenguaje común y así se
medieval este adjetivo fue referido a la dice que tiene carácter o función C.
diferencia (véase), que es llamada cons­ todo lo que entra a condicionar a un
titutiva por referencia a la especie y objeto cualquiera del modo que sea.
divisiva con respecto al género; por C o n s tru c c io n is m o (ingl. constructional-
ejemplo, la diferencia racional, en la ism). La producción y el uso de los
definición del hombre como "animal construidos. El término es adoptado, a
racional", constituye la especie huma­ veces, por escritores norteamericanos.
na pero divide al género animal en dos (Cf., por ejemplo, M. Dummett, en The
partes, la racional y la no racional (Por­ Philosophical Review, 1957, p. 47).
firio, Isag., 10; Pedro Hispano, Summul.
Log., 2.12; Jungius, Lógica, I, 2, 45, etc.). C o n s tru id o (ingl. construct). C. o cons­
2. Desde Kant el término fue adop­ trucción lógica es un término usado
tado para designar lo que condiciona frecuentemente por los escritores anglo­
la realidad de los objetos fenoménicos. sajones para indicar entidades cu3 ra
Las intuiciones puras (espacio y tiem­ existencia se cree confirmada por la
po) y las categorías son constitutivas confirmación de las hipótesis o de los
en este sentido porque condicionan todo sistemas lingüísticos a los cuales recu­
objeto posible de experiencia. Las ideas rren, pero que no es nunca dir-’ctamen-
230
Consustanciación
Contemplativa, vida
te observable o directamente inferida tisches Leben; ital. vita contemplativa).
de hechos observables. El término ha El ideal de una vida dedicada exclu­
entrado en uso desde que Russell enun­ sivamente al conocimiento. W. Jaeger
ció el principio: "Siempre que sea po­ (Paideia. Die Formung des griechischen
sible, deben sustituir las construcciones Menschen, I, 1935; trad. esp.: Paideia,
lógicas a las entidades inferidas" (Mys- I, Los ideales de la cultura griega, Mé­
ticism and Logic, 1918, p. 155). Los C. xico, 1962, F. C. E., p. 153; cf. también:
están dotados de la que ha sido deno­ "Sobre el origen y la evolución del ideal
minada existencia sistemática, o sea, filosófico de la vida”, en Aristóteles,
del modo de existencia propio de una trad. esp., México, 1946, F. C. E., pági­
entidad cuyas descripciones son analí­ nas 467 ss.) ha sostenido que la atribu­
ticas en el ámbito de un sistema de ción de una vida puramente C. a los
proposiciones; en tanto las entidades filósofos presocráticos mediante anéc­
inferidas tendrían existencia real, es dotas y sucesos curiosos (como el de
decir, el modo de existencia atribuido Tales, que caminando con los ojos fijos
a una entidad a la cual puede referirse en las estrellas cayó en el pozo mien­
una proposición sintética verdadera (cf. tras la criada Tracia se burlaba de él
L. W. Beck, “Constructions and Infer- porque quiere saber las cosas del cielo
red Entities", en Readings in the Phi- y no ve lo que hay bajo sus pies) es
losophy of Science, 1953, p. 369). Los C. la proyección al pasado del punto de
deberían cumplir todas las funciones de vista platónico-aristotélico que exaltó
las entidades inferidas, a saber: 1) re­ la vida C. sobre la práctica, y que la
sumir los hechos observados; 2) consti­ reconoció como única digna del filó­
tuir un objeto ideal para la investiga­ sofo y, en general, del hombre. Se puede
ción, esto es, promover el progreso de- dudar de la exactitud de esta tesis en
la observación; 3) constituir la base lo que concierne a la filosofía plató­
para la previsión y la explicación de los nica. que difícilmente podría denomi­
hechos (Ibid., p. 371). Es posible, sin narse filosofía contemplativa, ya que
embargo, una convalidación empírica tenía declarada intención política, es
indirecta de los C. "La definición de ciertamente exacta en lo que se refiere
un C. empírico —d ice B ergm an— a Aristóteles (véase f i l o s o f í a ; s a p i e n ­
de campo eléctrico, por ejemplo, siem­ c i a ). Una consecuencia del ideal con­
pre suministra las instrucciones para templativo de la vida fue el desprecio
poner a prueba, es decir, para determi­ por la banausia (véase), o sea por el
nar la verdad o falsedad de las aser­ trabajo manual, y otra de sus conse­
ciones en las cuales el C. acude; por cuencias fue la superioridad que se re­
ejemplo, ‘Hay un campo eléctrico en conocía a las ciencias denominadas teó­
las cercanías del objeto B’ " ("Outline ricas sobre las denominadas prácticas
of an Empiricist' Philosophy of Physics", y, en general, de la actividad teórica.
en Op. cit., p. 27U). "Esta actividad —dice Aristóteles— es
por sí misma la más alta, ya que la
C o n s u s ta n c ia c ió n (Iat. consubstantiatio; inteligencia es la cosa más alta que
ingl. consubstantiation; franc. consubs- hay en nosotros y, entre las cosas cog­
tantiation; alem . Konsubstantiation-, noscibles, las más altas son aquellas
ital. consustanziazione). La in te rp re ­ de las que la inteligencia se ocupa."
tación del sacramento del altar que Por lo tanto, la vida C. es una vida
consiste en admitir que la sustancia del superior a la humana. "El hombre no
pan y del vino permanece junto con debe conocer en cuanto hombre, como
la del cuerpo y la sangre de Cristo, algunos dicen, las cosas humanas y
como sujeto de sus accidentes. Tal en cuanto mortal las cosas mortales,
doctrina, siempre combatida por la Igle­ sino que debe hacerse, en cuanto sea
sia, fue defendida por Occam a prin­ posible, inmortal y hacer de todo para
cipios del siglo xiv en dos escritos in­ vivir según lo más alto que hay en él,
titulados De Sacramento Altaris y De que si bien es poco en cantidad, supera
Corpore Christi, y aceptada por Lutero. en fuerza y valor a todo lo demás”
C o n te m p la tiv a , v id a (gr. 0E(OQr)Tixo; (lío;; (Ét. Nic., X, 7, 1177 b 31). Aristóteles,
lat. vita contemplativa; ingl. theoretical en el citado capítulo de la Ética, opo­
life; franc. vie théorétique; alem. theore- nía la vida teórica a la del político
Contenido
Contexto
y a la del guerrero, que, sin embargo, píritu C. que se manifestó en todas las
según los antiguos, eran las más altas. direcciones influidas por el romanticis­
Sobre esta noción debería desarrollarse mo, se ha visto muy combatido desde
toda la filosofía posaristotélica, desde la mitad del siglo xix hasta hoy. Marx
los epicúreos a los neoplatónicos, que opuso a la filosofía C. la no filosofía
tiende a exaltar la figura del "sabio”, o de la praxis, empeñada en transformar,
sea, precisamente, la del hombre cuya más que en conocer, la realidad misma
vida se compendia o se agota en la ( Tesis sobre Feuerbach, 1845, §3, 11).
contemplación. La filosofía medieval Nietzsche insistió sobre el carácter de
continúa esta tradición. Si el misticis­ renuncia y de debilitamiento vital de la
mo (véase) ve en la. vida C. el fin del vida C. y del desinterés teórico (Die
hombre y en el camino para llegar a froeliche Wissenschaft, § 345 ; trad. esp.:
ella la única actividad valiosa, toda La gaya ciencia, Madrid, 1905, El gay
la escolástica sostiene, con Santo To­ saber, Madrid, 1932). Las filosofías de
más (S. Th., II, 1, q. 3, a. 5) que la la acción y el pragmatismo han insis­
vida C. no es solamente la beatitud tido acerca de la subordinación del
última y perfecta que se obtendrá en conocimiento mismo a la acción y a
la otra vida, sino también la menor sus exigencias. En fin, el existencia-
e imperfecta beatitud que se puede ob­ lismo ha visto en las mismas situacio­
tener en ésta. Una de las caracterís­ nes denominadas cognoscitivas, modos
ticas del humanismo y del Renacimien­ de ser del hombre en el mundo, lo que
to es la ruptura de esta tradición y el priva de sentido a la distinción misma
reconocimiento del valor de la vida entre vida C. y vida práctica. El reco­
práctica o activa, del trabajo y de la nocimiento de la ilegitimidad de esta
actividad mundana. Y la Reforma, por distinción es quizá el punto más carac­
lo menos en este punto, coincide con el terístico de la filosofía contemporánea.
Renacimiento. Bacon afirmaba, en esta En efecto, por un lado, el conocer en
línea, el carácter práctico y activo del todos sus grados y formas implica la
conocimiento mismo (scire est posse, puesta en obra de métodos, técnicas e
Nov. org., I, 3) en el sentido de que instrumentos que son inherentes a la
se dirige a establecer el dominio del situación humana en el mundo y que,
hombre sobre la naturaleza. Los análisis por lo tanto, se pueden calificar como
de los empiristas ingleses de los si­ de naturaleza práctica. Por otro lado, la
glos xvn y x v í i i mostraban la relación misma vida C. no es más que una deli­
entre el conocimiento y la experiencia mitación de los propios intereses a la
del hombre y, con Hume, la subordina­ esfera de determinados problemas más
ción de la primera a la segunda. El que a otros y es, por lo tanto, una
siglo x v í i i , siglo de la Ilustración, ve práctica, elegida y deliberada dirección
esencialmente en el conocimiento un de vida. Desde este punto de vista la
instrumento de acción, un medio para exaltación de la vida C. parece más
obrar sobre el mundo y para mejorarlo bien una deformación profesional del
y, por lo tanto, parece abandonarse el filósofo, que considera su propia acti­
ideal de la vida C. Tal ideal vuelve a vidad como la más alta de todas.
prevalecer en el romanticismo, para el
cual el conocimiento es el punto final C o n te n id o , véase C O M PR EN SIÓ N .

de llegada y la vida C. es, por lo tan­ (ingl. context; franc. contex-


C o n te x to
to, la culminación del proceso cósmico, te\ alem. Kontext; ital. contesto). El
cuando tal proceso alcanza, con el co­ conjunto de los elementos que condi­
nocimiento, su realidad última. Hegcl cionan, de un modo cualquiera, el signi­
cerraba su Enciclopedia de las ciencias ficado de un enunciado. El C. ha sido
filosóficas con la frase : "La Idea, eterna definido por Ogden y Richards de la
en y para sí, se actúa, se produce y siguiente manera: "Un C. es el con­
goza a sí misma eternamente, como junto de entidades (cosas o aconteci­
Espíritu absoluto” ; y agregaba como mientos) correlacionadas de una deter­
sello de su obra el fragmento de Aris­ minada manera; cada una de estas
tóteles (Met., XI, 7) en el cual se habla entidades tiene un carácter tal que
de la vida divina como "pensamiento otros conjuntos de entidades pueden
del pensamiento”. Este renacer del es­ tener los mismos caracteres y ser co-
232
C o n te x iu a lis m o
C o n tin g e n te
nectadas por la misma relación; recu­ C o n tin g e n te (lat. contingens; ingl. con-
rren casi uniformemente” (The Meaning tingent; franc. contingent; alem. kontin-
of Meaning, 10? ed., 1952, p. 58). Esta gent; ital. contingente). 1. Los esco­
definición parece un tanto oscura, pero lásticos latinos tradujeron con este
queda aclarada por la explicación que término el aristotélico évS exópevov (De
sigue: “Un C. literario es un grupo de int., 12, 20b, 35). Boecio, a quien se
palabras, incidentes, ideas, etc., que en debe la determinación de buena parte
una determinada ocasión acompaña o de la terminología filosófica latina, ob­
circunda a lo que se dice que tiene un servaba ya que possibile y contingens
C., allí donde un C. d e te r m in a n te significan la misma cosa salvo quizá por
es un grupo de esta especie que no el hecho de que no existe el privativo
solamente recoge, sino que es de tal na­ de contingens, que debería ser incontin-
turaleza que por lo menos uno de sus gens, como existe, en cambio, el priva­
miembros está determinado por los tivo de posible que es imposible (De
otros” (Ibid., p. 58, n. 1). Otros autores interpretatione, [II], V; P. L., 64°,
llaman C. al conjunto de supuestos que col. 582-83). Sin embargo, en la tradi­
hacen posible aprehender el sentido de ción escolástica y, sobre todo, por in­
un enunciado. Dice S. K. Langer: “El fluencia de la filosofía árabe, el término
nombre de una persona, como todos C. adquirió un significado específico,
sabemos, lleva a la mente un cierto diferente de lo que se entiende por
número de acontecimientos en los que posible y vino a significar justo lo que
figura. En otros términos, una palabra aun siendo posible "en sí”, o sea en
mnemotécnica establece un C. en el su concepto, puede en cambio ser nece­
que se presenta a nosotros; y en un sario con respecto a otro, es decir, con
estado de inocencia la usamos espe­ lo que lo hace ser. Por ejemplo, un
rando que quedará comprendida con su acontecimiento cualquiera del mundo
C.” (Philosophy in a New Key, ed. Pen- es C. en el sentido que: 1) considerado
guin Books, cap. V, p. 110). En todo caso por sí, podría verificarse o no verificar­
el C. es el conjunto lingüístico del que se; 2) se verifica necesariamente por su
forma parte el enunciado y que condi­ causa. Desde este punto de vista, mien­
ciona su significado en modos y grados tras lo posible no sólo no es determi­
que pueden ser muy diferentes. nado en sí ni tampoco es necesaria­
mente determinado a set lo C. es, en
C o n te x iu a lis m o (ingl. contextualism). cambio, lo posible que puede ser nece­
La corriente del pragmatismo que acen­ sariamente determinado y, por lo tanto,
túa la movilidad temporal de los acon­ puede ser necesario. La noción de C.
tecimientos y los considera, por lo es, por lo tanto, ambigua y poco cohe­
tanto, en estrecha relación con los otros rente aunque su uso en la filosofía
acontecimientos que pertenecen al mis­ antigua y moderna sea bastante exten­
mo contexto (cf. S. C. Pepper, Aesthetic dido. Este uso fue introducido por el
Quulity: A Contextualistic Theory of necesarismo árabe y especialmente por
Beauty, Nueva York, 1938; L. E. Hahn, Avicena. "Si una cosa no es necesaria
A Contextualistic Theory of Perception, en relación consigo misma —decía Avi­
Berkeley y Los Ángeles, 1942). cena—, es necesario que sea posible en
relación consigo misma, ñero necesa­
C o n tig ü id a d , a s o c ia c ió n p o r (ingl. USSO ria en relación a una cosa diferente”
ciation by contiguity, franc. association (Met., II, 1, 2). Lo que es posible es
par contiguité; alem. Berilhrungs-Asso- siempre posible en relación consigo
ciation; ital. associazione per contigui- mismo, pero puede ocurrir que lo sea
lu). Una de las formas de la asociación en modo necesario en virtud de una
de las ideas, ya conocida por Aristóte­ cosa diferente (Ibid., II, 2, 3). De tal
les (De memoria, 2, 451 h 20). Véase modo, todo lo que es o existe, desde
ASOCIACIÓN DF. mi AS. Dios a la cosa natural más ínfima, exis­
te necesariamente según Avicena. Pero
C o n tin g e n c ia (lat. contingentia). Una de mientras Dios y las realidades primeras
las pruebas de la existencia de Dios son necesarias en sí, las cosas finitas son
es la denominada a contingentia mitndi. necesarias “para otro”, ya que en sí
Véase d io s , pruebas de s u e x is t e n c ia . mismas son posibles y en este sentido
233
Contingentismo
Continuo
son contingentes. Esta noción ha per­ designa especialmente lo que en este
manecido sustancialmente inmutable en sentido está u obra con libertad en el
toda la escolástica y también en la filo­ mundo natural. En este sentido, adopta
sofía moderna, aunque en ésta más li­ Bergson el término. "El papel de la
mitadamente. Santo Tomás, que define contingencia —dice— es grande en
lo C. como posible, es decir, como “lo la evolución. C., la mayoría de las ve­
que puede ser o no ser”, reconoce que ces, son las formas adoptadas, o más
ya en él se pueden encontrar elemen­ bien inventadas. C., relativamente a
tos de necesidad (S. Th., I, q. 86, a. 3). obstáculos hallados en tal lugar y en
Duns Scoto reproduce la noción de lo tal momento, la disociación de la ten­
C. formulada por Avicena, defendién­ dencia primordial en diversas tenden­
dola de la acusación de contradicción cias complementarias que producen lí­
(Op. Ox., 1, d. 8, q. 5, a. 2, n. 7). La neas divergentes de evolución. C. las
noción en su totalidad vuelve a apare­ detenciones y los retornos” (Év. créatr.,
cer con toda la claridad deseable en 11? ed., 1911, p. 277). En este sentido,
la doctrina de Spinoza, según el cual C. se identifica con libertad y ambas
"por ninguna razón se dice que una se oponen a necesidad; en tanto que,
cosa es C. sino con respecto a una de­ según Bergson, la posibilidad es sola­
ficiencia de n u e s tro conocimiento” mente, la imagen que la realidad, en su
(Eth., I, 33, scol. 1), ya que "en el autocreación C., o sea "imprevisible y
orden natural nada se da C. ... todo nueva, proyecta de sí misma en su
está determinado por la naturaleza di­ propio pasado” (La Pensée et le Mou-
vina a existir y obrar de un cierto vant, p. 128). El uso del término "C.”,
modo” (Ibid., I, 29). La escolástica ha­ con este significado, caracteriza a las
blaba también de "verdades C.” que corrientes del denominado indetermi­
son las que se refieren a hechos C. nismo (véase) contemporáneo; las doc­
(por ejemplo, Occam, In Sent., .prol., trinas filosóficas que interpretan a la
q. 1, Z). Leibniz decía de tales verda­ naturaleza en términos de libertad y
des C. que se distinguen de las verdades de finalidad, o sea, en términos de espí­
necesarias como los números inconmen­ ritu. A este significado vuelve asimismo
surables de los conmensurables, esto el uso que Sartre ha hecho del tér­
es, en el sentido de que lo mismo que mino, entendiendo por C. el hecho de
en los números inconmensurables se que la libertad "no puede no existir”.
puede obtener su resolución en la me­ La contingencia es, por lo tanto, la
dida común, de la misma manera en libertad en la relación del hombre con
las verdades necesarias se puede obte­ el mundo (L'étre et le néant, p. 567).
ner su reducción a verdades idénticas.
Esto, en cambio, requeriría un progre­ C o n tin g e n tis m o (ital. contingentismo).
so infinito en el caso de las verdades La palabra no tiene relación con el
C. (o de hecho), progreso que solamente significado tradicional o clásico de con­
puede ser realizado por Dios (Op., ed. tingencia, sino con el significado con­
Erdmann, p. 83). En forma análoga, se temporáneo de este término en cuanto
habla actualmente de "contingencia ló­ sinónimo de libertad (en sentido infi­
gica”, en el sentido de que las proposi­ nito o incondicionado). Por lo tanto, el
ciones empíricas no pueden ser certifi­ término se refiere, sobre todo, a las
cadas como verdaderas o falsas por diferentes formas del espirituatismo
cualquier carácter lógico de ellas. Así (véase) que afirman la presencia y la
lo hace C. I. Lewis (Analysis of Know- acción de un Principio libre (divino)
ledge and Valuation, p. 340). En el mis­ en el mismo mundo de la naturaleza.
mo sentido usa Carnap el término C o n tin u o (gr. mrvExég; lat. continuiim;
(Meaning and Necessity, §39). Véase ingl. continunus; franc. continu; alem.
m o d a l id a d ; p o s i b l e . Stetig; ital. continuo). La noción de
2. En la filosofía contemporánea y C. es de naturaleza francamente mate­
sobre todo en la francesa a partir de mática, aun cuando los filósofos hayan
la obra de Boutroux, De la contingence contribuido a elaborarla y se hayan ser­
des lois de la nature (1874), el término vido de ella a menudo. La primera
C. ha resultado sinónimo de "no-deter- definición explícita de lo C. es la dada
minado”, o sea de libre e imprevisible, y por Aristóteles (que quizá adopta un
234
Continuo

concepto de Anaxágoras, Fr. 3, Diels), Kant: "La propiedad de las cantida­


para quien lo C. es “lo divisible en par­ des, por la cual no existe en ellas parte
tes siempre divisibles” (Fís., VI, 2, que sea la más pequeña posible (es
232 b 24) y que, por lo tanto, no puede decir, una parte simple), se denomina
resultar de elementos indivisibles, o su continuidad” (Crít. R. Pura, Antici­
sea de átomos (Ibid., VI, 1, 231a 24). paciones de la percepción). 'En la mate­
Pero en Aristóteles este concepto alter­ mática moderna aparecen dos etapas
na con otro, más intuitivo y menos ma­ importantes en la definición de lo C.,
temático, según el cual lo C. es una a través de los postulados de Dedekind
especie de lo "contiguo”, en el sentido (Continuidad y números racionales,
de que son continuas las cosas, que sus 1872) y de Cantor (en los Mathematische
límites se tocan y del contacto se ori­ Annaten, de 1878 a 1883). El postulado
gina cierta unidad (Met., XI, 12, 1069 a de Dedekind se expresa así: "Divididos
5ss.). Este último concepto se encontra­ todos los puntos de una recta en dos
ba en Parménides (Fr., 8, 24, Diels) y clases, de modo tal que cada punto de
no es utilizado por el pensamiento mo­ la primera preceda a cada punto de la
derno. El único en volver a él es Peir- segunda, existe un punto, y solamente
ce, que explícitamente retorna a Aris­ un punto, que señala la división de to­
tóteles, declarando no del todo satisfac­ dos los puntos en dos clases y de la
toria la definición que de lo C. diera recta en dos segmentos.” El postulado
Cantor (Chance, Lave and Logic, II, 3; de Cantor, en cambio, es más restrin­
trad. ital., pp. 153 ss.). gido: "Dadas sobre una recta r dos cla­
La primera definición es la que ha ses C y C' de puntos tales que: 1) cada
dominado en la tradición matemática punto de C se halle a la izquierda de
hasta Leibniz. Leibniz subrayó por pri­ cada punto de C'; 2) en cualquier seg­
mera vez la importancia filosófica de mento y se pueda hallar un segmento
la "ley de continuidad” y dio una nue­ menor a y del cual un extremo sea un
va definición de lo C. Según la ley de punto de C y otro un punto de O, existe
continuidad, el reposo puede ser consi­ entonces sobre la recta r un punto de
derado como un movimiento que se separación de las dos clases." Russell
desvanece, luego de haber disminuido ha expresado el mismo concepto con
continuamente. De análoga manera, la referencia al movimiento, afirmando:
igualdad, como una desigualdad que se "El intervalo entre dos instantes cuales­
desvanece, como sucedería en el caso quiera o dos posiciones cualesquiera es
de una disminución continua del ma­ siempre finito, pero la continuidad del
yor de dos cuerpos desiguales, de los movimiento nace del hecho de que aun­
cuales el menor conservara su tamaño que sean muy cercanos las dos posi­
(Theod., II, § 348). La ley de conti­ ciones consideradas o los dos instantes,
nuidad aconseja, por lo demás, admitir hay una infinitud de posiciones aún más
grados infinitos en la constitución y cercanas, que ocupan puntos que cada
en la acción de las sustancias que com­ vez son más cercanos” (Scientific Me-
ponen el universo. "Cada una de estas thod in Philosophy, 1926, V, trad. franc.,
sustancias —dice Leibniz— contiene en p. 111). Estas definiciones del C. tienen,
su naturaleza una ley de continuidad sin embargo, carácter paradójico ya que
de la serie de sus operaciones” (Op., parece que quisieran hacer nacer lo C.
ed. Erdmann, p. 107). La ley de conti­ de la imagen misma de lo disconti­
nuidad vale igualmente en el mundo nuo, o sea de un conjunto de instantes,
de las representaciones, en el cual "las de puntos o de posiciones. En los úl­
percepciones notorias llegan, por gra­ timos tiempos, esto ha hecho nacer
dos, de las que Son demasiado pequeñas encendidas discusiones entre los mate­
para poder ser notadas” (Nouv. Ess., máticos, algunos de los cuales propen­
Introducción). En cuanto a lo C. mis­ den a retornar a una noción "intuitiva”
mo, Leibniz lo definió en el sentido que de lo C., tomado a veces como con­
en él "la diferencia de dos casos puede cepto originario. Así Brouwer, por ejem­
ser disminuida por debajo de todo ta­ plo, ve la estructura de lo C. en la
maño dado” (Mathematische Schriften "libre prosecución de la sucesión” (cf.
["Escritos matemáticos”], ed. Gerhardt, Geymonat, Storia e filosofía dell’analisi
VI, p. 129). En este concepto se basa infinitcsimale, Turín, 1947, p. 276).
235
Contracción

El uso filosófico de la noción de C. historia de la filosofía”, por ejemplo, es


tiene poco o nada que ver con estas entendida la mayoría de las veces como
especulaciones matemáticas. Entre los la permanencia, a través de ella, de
pensadores modernos, uno de los que determinadas nociones, direcciones o
más utilizan la noción es Mach, que la principios generales. Por otra parte, si
aclara de la manera siguiente: “Si una se reflexiona en que lo que Dewey de­
mente investigadora estuviera habitua­ nomina "el postulado naturalista de la
da a coaligar dos hechos a y b en continuidad” entre biología y lógica,
el pensamiento, intentaría en cuanto le es la acción condicionadora que las
fuera posible afirmar este hábito, aun situaciones biológicas ejercen sobre la
en circunstancias un tanto diferentes; impostación y el desarrollo de las inves­
por lo general cada vez que se presen­ tigaciones, se ve en seguida que la no­
te a, se pensará también b. Este prin­ ción de permanencia no es apta para
cipio, que tiene su raíz en la tendencia definir un concepto suficientemente ge­
a la economía y que a los grandes pen­ neralizado de la continuidad. Bajo este
sadores se les presenta particularmente aspecto, y limitándose al uso que la
claro, lo denominamos principio de la palabra tiene en el lenguaje filosófico
continuidad’’ (Analyse der Entpfindun- y común actualmente, se puede decir
gen, IV, §1; trad. esp.: Análisis de las que, en general, se habla de continuidad
sensaciones, Madrid, 1925). Según se ve, entre dos cosas cada vez que es posible
la continuidad es reducida aquí nueva­ reconocer entre estas dos cosas una
mente al principio humano del hábito, relación cualquiera. Por' lo tanto, rela­
pero no esclarecida conceptualmente. ciones de causalidad o de condiciona­
Por otro lado Dewey, que considera la miento, de contigüidad o de semejanza,
ley de continuidad como "el postulado pueden ser tomadas como signos, prue­
primero de una teoría naturalista de la bas o manifestaciones de continuidad;
lógica”, determina la noción de conti­ como, por otro lado, pueden ser tomadas
nuidad más negativamente y por imá­ como tales también relaciones de opo­
genes, en vez de hacerlo de modo rigu­ sición, de contradicción, de contraste o
roso. En efecto, dice que "su sentido de lucha, desde el momento en que
excluye, por un lado, la ruptura com­ tampoco tales formas de relación im­
pleta y, por otro, la mera repetición de plican un corte neto entre las cosas
identidades; excluye la reducibilidad que oponen, y, así, la falta de una rela­
de lo superior a lo inferior no menos ción cualquiera.
que la existencia de hiatos completos.
El crecimiento y el desarrollo de cual­ C o n tra c c ió n (lat. contractio; ingl. con-
quier organismo vivo desde su estado tr a c tio n ; l'ranc. c o n tra c tio n ; alem.
germinal hasta la madurez nos puede Kontraction; ital. contrazione). Térmi­
ilustrar el sentido de la continuidad” no adoptado por Duns Scoto para
(Logic., cap. II; trad. esp.: Lógica, Mé­ indicar el determinarse y el restringir­
xico, 1950, F. C. E., p. 37). Aquí, según se de la "naturaleza común” (por ejem­
se ve, además del recurso a la imagen plo, la naturaleza humana) a un indi­
del organismo viviente, no hay más que viduo determinado, ad esse hanc rem
dos determinaciones negativas, o, para (Op. Ox., II, d. 3, q. 5, n. 1). Utilizando
decirlo de otro modo, de exclusión: en el mismo sentido la expresión esco­
1) de la división; 2) de la unidad entre lástica (cf. De docta ignor., II, 4: “La
las partes de lo continuo. C. se dice con referencia a cualquier
En sentido aún más impreciso la pa­ cosa, por ejemplo, hacer esto o aque­
labra es usada cuando se habla de la llo”), Nicolás de Cusa ha denominado
continuidad de la evolución, del des­ al mundo un "Dios contraído" en el sen­
arrollo del progreso o de la historia. tido de que es, como Dios, lo máximo,
A propósito de esta última en particu­ la unidad, la infinitud, pero contraí­
lar, la noción de continuidad parece das, esto es, determinadas e individuali­
ser usada, la mayoría de las veces, para zadas en una multiplicidad de cosas
indicar la permanencia de ciertos ele­ singulares (Ibid., II 4). En la escolás­
mentos. motivos o factores, y por lo tica tardía y ciertamente por influencia
tanto cierta unidad o semejanza entre del escotismo, la palabra fue utilizada
sus varias fases. La "continuidad de la a veces para indicar el determinarse
236
Contractualismo

del género en la especie y de la especie el mismo espíritu Juan Altusio genera­


en los individuos. lizó la doctrina del contrato adaptán­
dola para explicar toda forma de aso­
C o n tra c tu a lis m o (ingl. contractualism; ciación humana. El contrato no es sola­
franc. contractualisme-, alem. Kontrak- mente contrato de gobierno que regula
tualismus; ital. contrattualismo). La las relaciones entre un regidor y su
doctrina que reconoce como origen o pueblo, sino también contrato social, en
fundamento del Estado (o de la comuni­ sentido más amplio, como tácito acuer­
dad civil en general) a una convención o do que es fundamento de toda comuni­
estipulación (contrato) entre sus miem­ dad (consociatio) y que hace que los
bros. Esta doctrina es muy antigua y individuos resulten convivientes, esto
probablemente sus primeros sostenedo­ es, partícipes de los bienes, de los ser­
res fueron los sofistas. Aristóteles atri­ vicios y de las leyes válidas en la co­
buye al sofista Licofrón (discípulo de munidad (Política methodice digesta,
Gorgias) la doctrina de que “la ley 1603). Hobbes y Spinoza pusieron la
es una mera convención” (syntheke) y doctrina del contrato en defensa del
una garantía de los derechos mutuos; poder absoluto. Así Hobbes enunciaba
doctrina que encuentra la oposición de la fórmula base del contrato: "Auto­
Aristóteles, que afirma que en este caso rizo y transfiero a este hombre o asam­
la ley "no estaría en condición de ha­ blea de hombres mi derecho a gober­
cer a los ciudadanos buenos y justos" narme a mí mismo, con la condición
( Pol., III, 9, 1280 b 12). Pero esta doc­ de que vosotros transferiréis a él vues­
trina fue adoptada por Epicuro, para tro derecho y autorizaréis todos sus
quien el Estado y la ley son resultado actos de la misma manera” (Leviath.,
de un contrato cuya única finalidad es II, 17). Ésta es, dice Hobbes, "la genera­
facilitar las relaciones entre los hom­ ción de aquel gran Leviatán, o más bien
bres. "Todo lo que la convención de (hablando con más reverencia) de aquel
la ley demuestra ser ventajoso con dios mortal al cual debemos, bajo el Dios
referencia a las necesidades que resul­ inmortal, nuestra paz y nuestra defen-
tan de las relaciones recíprocas, es justo . a. Porque en virtud de esta autoridad
por su naturaleza, sea o no sea lo mismo que se le confiere por cada hombre
para todo. En el caso de que se haga particular en el Estado, posee y utiliza
una ley que se demuestre que no res­ tanto poder y fortaleza, qui por el terror
ponde a las necesidades de las relacio­ que inspira es capaz de conformar las
nes recíprocas, entonces no es justa” voluntades de todos ellos para la paz
( Mass. cap., 37). A una concepción se­ en su propio país, y para la mutua ayuda
mejante tendía Caméades en su famoso contra sus enemigos, en el extranjero"
discurso en Roma acerca de la justicia. (Ibid., II, 17). A su vez, Spinoza cree
"¿Cuál sería la razón de que se consti­ que el Estado constituido por el consen­
tuyeran variados y diferentes derechos timiento común tiene un derecho limi­
según cada pueblo, sino el hecho de que tado solamente por su fuerza, que es
cada nación sancionó por sí misma lo la "potencia misma de la multitud"
que cree ventajoso para sí?” (Cicer., (Tractatus políticas, 2, 17).
Rep. III, 20). Pero con mayor frecuencia, el C. se
Eclipsado en la Edad Media por la adopta para demostrar la tesis de que
doctrina del origen divino del Estado el poder político es necesariamente li­
y, en general, de la comunidad civil, mitado. En este sentido lo entendieron
el C. vuelve a surgir en la edad mo­ Grocio y Pufendorf y especialm ente
derna y resulta, junto con el iusnatu- Locke, quien usó la noción para defen­
ralismo, un poderoso instrumento de der la revolución liberal inglesa de
lucha para la reivindicación de los dere­ 1688. Decía Pufendorf: “Si queremos
chos humanos. Las Vindiciae contra considerar una multitud de individuos
tyrannos, publicadas por los calvinistas que gozan de libertad e igualdad natu­
en Ginebra en 1579, readoptan la doc­ ral y quieren proceder a la institución
trina del contrato para reivindicar el de un Estado, es necesario, ante todo,
derecho del pueblo a rebelarse contra que estos futuros ciudadanos contraigan
el rey, cuando éste no cumple las obli­ entre sí un pacto, mediante el cual ma­
gaciones del contrato originario. Con nifiesten la voluntad de unirse en aso-
237
Contradicción
Contradicción, principio de no
dación perpetua y de proveer con de­ tado y, en general, de la comunidad
liberaciones y órdenes comunes a su civil. Sin embargo, entre los siglos xvi
propia salvación y seguridad. Este pac­ y xvn, la idea contractualista tuvo una
to puede ser simple o condicionado: el fuerza de liberación notable en el cam­
primero es cuando uno se obliga a par­ po político, en su cotejo con las costum­
ticipar en la asociación cualquiera que bres y la tradición. Con el uso que las
sea la forma de gobierno aprobada por ciencias y la filosofía hacen de concep­
la mayoría; el segundo, cuando agre­ tos como convención, estipulación y
ga la condición de que la forma de obligación, podría hoy la noción de con­
gobierno sea aprobada por él mismo” trato ser tomada quizá para un análisis
(De ture naturae, 1672, VII, 2, 6). A su de la estructura de las comunidades hu­
vez, Locke habla del contrato como manas, que gire sobre la noción de la
del asentimiento de los hombres "a reciprocidad de las obligaciones y del
unirse a una sociedad política” y, por lo carácter condicional de las estipulacio­
tanto, lo define como "el pacto que exis­ nes en las cuales se originan derechos
te, o se supone, entre los individuos y deberes.
que ingresan en una república o la cons­
tituyen” (Two Treatises of Government, C o n tra d ic c ió n (gr. ávTicpacn;; lat. COntra-
1690, II, §99; trad. esp. (del2oensayo): dictio; ingl. contradiction; franc. con-
Ensayo sobre el gobierno civil, México, tradiction; alem. Widerspruch; ital.
1941, F. C. E.). Criticado por Hume, el contraddizione). Aristóteles (Anal. Post.,
C. encontró en Rousseau una interpre­ I, 2, 72 a 12-14) define la C. como una
tación que equivale sustancialmente a "oposición que por sí misma excluye
su negación. En efecto, el C. presupone una vía intermedia”; en Anal. Pr., I,
que los individuos como tales tienen 5, 27 a 29, dicha relación es precisada
"derechos naturales” a los cuales re­ como relación entre una proposición
nuncian para adquirir otros, mediante universal negativa y una particular afir­
el contrato social. Rousseau cree que mativa, universal afirmativa y particu­
los individuos como tales están absolu­ lar negativa. Éstas, en efecto (AO, El),
tamente privados de derechos y que son las parejas de las propositiones
sólo los tienen como ciudadanos de contradictoriae del denominado "cua­
un Estado. Eos hombres, dice Rous­ drado de Psello” de los textos medie­
seau, resultan iguales "por convención vales de lógica. Esencial a los pares de
y derecho legal”, por lo tanto "el dere­ contradictorias es que no pueden ser
cho de cada individuo a su estado ni ambas verdaderas (principio de C.) ni
particular está siempre subordinado al ambas falsas (principio de tercero ex­
derecho supremo de la comunidad" cluido). G. P.
(Contrat social, 1762, I, 9). El contrato C o n tra d ic c ió n , p rin c ip io d e n o (gr. d^íco-
originario parecía a Rousseau más como ira xrig áviupáotcog; la t. p rin c ip iu m
un medio para "legitimar” el vínculo contradictionis; ingl. principie of contra­
social, que como una realidad (Ibid., diction ; franc. principe de contradic­
I, 1). Lo mismo es claramente afirma­ tion-, alem. Satz der Widerspruchs; ital.
do por Kant: "El acto con el cual principio di contraddizione). Nacido
el pueblo mismo se constituye en un como principio ontológico, el principio
Estado o, más bien, la simple idea de de no C. pasó al campo de la lógica
este acto, que por sí sola permite con­ sólo en el siglo xvm, para convertirse,
cebir la legitimidad, es el contrato origi­ en ese mismo siglo, en una de las "le­
nario, según el cual todos (omnes et yes fundamentales del pensamiento”.
singuli) en el pueblo deponen su liber­ Como principio ontológico fue explícita­
tad externa para retomarla inmediata­ mente admitido por vez primera por
mente como miembros de un cuerpo Aristóteles, que lo puso como funda­
común” (Met. der Sitien [“Metafísica mento de la "filosofía primera” o meta­
de las costumbres”], I, §47). Es actual­ física. Según Aristóteles, tal principio
mente difícil que la idea fundamental sirve en primer lugar para delimitar el
del C., tal como había sido elaborada dominio propio de esta ciencia, permi­
por los escritores del siglo xvm, pueda tiendo abstraer su objeto, el ser como
ser tomada como instrumento válido tal, de todas las determinaciones a las
para comprender el fundamento del Es­ que está unido, de modo análogo a
238
Contradicción, principio de no

como los axiomas de la matemática es, por lo tanto, formulado en las nocio­
y de la física permiten abstraer sus nes fundamentales de esta metafísica,
objetos (la cantidad y el movimiento, que son las de sustancia (véase), de
respectivamente) de las otras determi­ esencia necesaria (véase e s e n c i a ) y
naciones a las que están unidos (Met., de causa (véase c a u s a l id a d ). Pero el
IV', 3). Pero Aristóteles hace una doble principio posee también, para el mis­
formulación del principio. Una es la mo Aristóteles, una importancia lógica.
estrictamente ontológica, que expresa Aristóteles dice que aun cuando el prin­
diciendo: "Nada puede ser y no ser cipio de no C. no se adquiera expresa­
simultáneamente” (Ibid., III, 2, 996 b mente por ninguna demostración, se
30; IV, 2, 1005 b 24); la otra es la que constituye en el fundamento del silo­
se podría denominar lógica y que se gismo por cuanto, ya sea al poner la
expresa diciendo: "Es imposible para noción de hombre, ya sea al poner la no­
la misma cosa y en el mismo tiempo ción de no-hombre, con tal que se admi­
ser inherente y no ser inherente a una ta que el hombre es animal, siempre
misma cosa” (Ibid., IV, 2, 1005 b 20); o resultará verdadero afirmar que Calias
bien, diciendo: “Es necesario que toda es animal y no no-animal, Aristóteles
aserción sea o afirmativa o negativa” afirma asimismo que es el fundamento
(Ibid., III, 2, 996 b 29). Aristóteles cree de la reducción al absurdo (An. Post.,
que el principio no es demostrable, pe­ I, 11, 77 a 10). La estructura silogística
ro que puede ser defendido polémica­ queda así sostenida, sea en su forma
mente contra sus negadores, entre los positiva, sea en su forma negativa, a
cuales enumera a los megáricos, los cí­ través del principio de no C., lo que
nicos, los sofistas y los heraclitanos, no nos debe sorprender dado que para
demostrando que si ellos afirman una Aristóteles la estructura silogística re­
cosa determinada niegan la negación produce la estructura sustancial del ser.
de esta cosa y así se valen del prin­ Véase s i l o g i s m o .
cipio (Ibid., IV, 4). Por lo tanto, Aris­ En la forma dada por Aristóteles, el
tóteles establece el valor del principio principio permaneció por mucho tiem­
en sus relaciones con lo determinado po como fundamento de la metafísica
(tóde ti). "Si la verdad tiene un sig­ clásica. Las discusiones del siglo xm
nificado —dice Aristóteles—, necesaria­ en tomo a la manera de expresarlo en
mente el que dice hombre dice animal la forma más simple y económica, lle­
bípedo, ya que esto significa hombre. varon a la formulación de la máxima
Pero si esto es necesario, no es posible que de inmediato se denominó principio
que el hombre no sea animal bípedo; de identidad (véase), pero no hicieron
la necesidad significa, en efecto, pre­ vacilar la supremacía del principio de
cisamente esto, o sea que es imposible contradicción. Descartes (Princ. Philos.,
que el ser no sea” (Ibid., IV, 4, 1006 b I, 49) y Locke (Essay, I, 1, 4) aún lo
28). Así, el principio de no C. refirién­ admitían como verdad indudable, aun­
dose al ser determinado permite abs­ que ignoraban totalmente su valor onto-
traer de este ser aquello que es nece­ lógico, que para Aristóteles era prima­
sario: la sustancia o la esencia sustan­ rio. Pero fue Leibniz quien hizo pasar
cial; en el ejemplo del hombre, el definitivamente el principio de no C. a la
animal bípedo, que es, precisamente, esfera de la lógica y lo consideró como
la sustancia, la esencia sustancial o la fundamento exclusivo de las verdades
definición del hombre mismo. De tal de razón, en tanto que las verdades de
modo el principio de no C. lleva a hacer hecho se fundaban, en su opinión, en el
de la filosofía primera, que es la ciencia principio de razón suficiente (Monad.,
del ser en cuanto ser, la teoría de la §§31-32). Para Leibniz, estos dos prin­
sustancia. Dice Aristóteles: "Aquello cipios se encontraban como fundamento
que desde hace tiempo y ahora y siem­ de todas las verdades y, por lo tanto, de
pre hemos buscado, aquello que siempre todo el edificio del conocimiento huma­
será un problema para nosotros, ¿qué no (Nouv. Ess., IV, 2, 1). Wolff todavía
es el ser?, significa lo siguiente: ¿qué es incluía en la ontología el principio de
la sustancia?” (Ibid., VII, 1, 1028 b 2). no C., pero lo consideraba como un
El significado que en la filosofía de principio natural de la mente huma­
Aristóteles tiene el principio de no C. na (Ont., §27). Y Baumgarten halló
239
Contradicción, principio de no

para e x p re sa rlo la fórmula clásica de tal manera, si la C. es la raíz de la


A +no-A =0, a la que denominó principio dialéctica (o sea del movimiento y de
primero absolutamente, poniéndolo a la vida) no es toda la dialéctica, que
la cabeza de su ontología (Met., §7). más bien procede conciliando y resol­
Kant prefirió expresarlo, en uno de sus viendo continuamente las C. y estable­
primeros escritos, mediante la fórmu­ ciendo fuera de ellas lo que Hegel mis­
la: “Aquello cuyo opuesto es falso, es mo denomina id e n tid a d o unidad
verdadero” (Principiorum P rim orum (cf. Ibid., I, p. 100). En el mismo sen­
Cognitionis Metaphysicae Nova Diluci­ tido, Gentile hablaba del principio de
dado, 1755, prop. II, scol.). Más tar­ identidad como de la "ley fundamental
de, en la Crítica de la razón pura, lo del pensamiento” en el campo de la
expresó así: "A ninguna cosa le con­ "lógica de lo abstracto” (Sistema di
viene un predicado que la contradiga”, lógica, 1922, II, 1, §6), al hablar de
considerándolo como "principio general la unidad del Espíritu consigo mismo o
plenamente suficiente de todo conoci­ con la realidad. Éstas y similares crí­
miento analítico", eliminando de él la ticas al principio de no C. (como de
determinación temporal contenida en los otros principios lógicos) son incon­
la expresión aristotélica; porque, de­ ducentes. Por un lado, propender a un
cía, “en cuanto principio simplemente uso aún más dogmático y metafísico,
lógico no debe limitar sus expresiones de los principios mismos, del que criti­
a las relaciones de tiempo” (Crít. R. can, ya que tienden a valerse de ellos
Pura, Analítica de los Principios, cap. II para explicar "el movimiento y la vida”
sección I). Éste era sustancialmente de la realidad en su totalidad. Por otro
el punto de vista de Leibniz. Después lado, toman como blanco molinos de
de Kant el principio de no C fue con­ viento; ya que cuando Leibniz y Kant
siderado como una de las "leyes funda­ afirmaban que el principio de no C.
mentales del pensamiento” (Krug, Lo- es el fundamento de las verdades idén­
gik, 1832, p. 45; Fríes, System der Logik, ticas o analíticas no querían decir con
1837, p. 121; Hamilton, Lectures on ello que fueran fundamento de verda­
Logic, I, p. 72): una honrosa califica­ des del género "un planeta es un plane­
ción, que se ha aplicado a los principios ta”, "el magnetismo es el magnetismo”,
lógicos durante mucho tiempo y que "el espíritu es el espíritu”, como creía
aún se usa r veces. Hegel (Ene., § 115), sino que aludían
A Fichte y Kant se debe un retomo a las verdades matemáticas y lógicas
al uso metafísico del principio de no C. en cuanto reducibles a tautologías.
Ahora se trata de la metafísica subje- La renuncia a considerar los princi­
tivista del idealismo, para el que nada pios lógicos como principios de la ló­
existe fuera de la Autoconciencia racio­ gica o también como "leyes fundamen­
nal. Fichte denominó al principio de tales del pensamiento”, se confirma
no C. "principio de la oposición”, lo con rasgos nítidos en la lógica mate­
expresó mediante la fó rm u la "—A mática moderna. Ya en la obra de G.
no = A” (que se lee "no-A no igual Boole (Laws of Thought, 1854), desapa­
a A”) y creyó expresar al acto con el recieron los principios lógicos como
cual el Yo se opone a sí mismo un axiomas de la lógica y fueron susti­
no-Yo, esto es, una realidad o una cosa tuidos en esta función, por la definición
( Wissenschaftslehre, 1794, §2). Hegel de las operaciones lógicas fundamenta­
consideró el principio de no C., con el les, modeladas según las operaciones
de identidad, como “la ley del entendi­ de la aritmética. El mismo principio de
miento abstracto” (Ene., §115). Y le no C. era considerado por Boole como
oponía la ley de la "razón especulati­ un teorema derivado de una expre­
va” que sería "Toda cosa se contradice sión lógica fundamental (Ibid., cap. III,
en sí misma”. Esta ley sería la raíz de prop. IV, ed. Dover, p. 49). De Boole en
todo movimiento y de toda vida y el adelante los principios que se toman
fundamento mismo de la dialéctica como fundamento de la lógica son sim­
(Wissenschaft der Logik ["La ciencia plemente las definiciones de las fun­
de la lógica”l, ed. Glockner, I, pp. 545- ciones, de las constantes y variables
546). Pero, por otro lado, la dialéctica lógicas, de las conectivas y de los opera­
(véase) es la identidad de los opuestos; dores. Los denominados principios ló­
210
Contraposición
Convencionalismo
gicos que aún son honrados a veces con Aristóteles observa que los contrarios
el nombre de “leyes” quedan reducidos se excluyen absolutamente y que entre
a tautologías en el cálculo de las pro­ ellos no existe noción intermedia, por
posiciones (cf., por ejemplo, Reichen- lo menos cuando uno de ellos debe
bach, The Theory of Probability, §4), o pertenecer al objeto: no hay término in­
a teoremas del mismo cálculo (cf., por termedio entre enfermedad o salud, por
ejemplo, A. Church, Introduction to Ma- ejemplo, porque el organismo animal
ihematical Logic, §26, 13). debe estar necesariamente o sano o
Esto no quiere decir que la coheren­ enfermo. Hay en cambio término inter­
cia formal de un discurso, la compa­ medio entre lo blanco y lo negro, entre
tibilidad recíproca de las aserciones que el que es excelente y el incapaz, etc.,
lo constituyen, haya resultado menos porque ninguno de tales caracteres debe
importante. Quiere decir solamente que necesariamente pertenecer a un objeto
tal compatibilidad está definida, res­ (Ibid., 10, 11b 32 ss. Cf. Pedro His­
pecto a todo sistema lingüístico, por las pano, Summul. Logic., 3.32).
reglas de transformación o inferencia, 2. Al ser distinta de la subcontrarie­
de implicación o de sinonimia, que son dad (véase), la C. se halla en relación
explícitamente tomadas en el sistema entre la proposición universal afirmativa
mismo o a las cuales hace tácita refe­ (“todo hombre corre”) y la proposición
rencia el sistema. El principio de tole­ universal negativa ("ningún hombre co­
rancia (véase) en la forma que le ha rre”). Cf. Arist., De Int., 7, 17b 4;
dado Camap, afirma: “No es tarea Pedro Hispano, Summul. Logic., 1.13.
nuestra establecer prohibiciones, sino
sólo llegar a convenciones.” Esto signi­ C o n v e n c ió n , véase infra CONVENCIONA­
fica que "en lógica no existe moral LISMO.
y que cada uno es libre de construirse (ingl. conventional-
C o n v e n c io n a lis m o
su propia lógica, esto es, su forma de ism; franc. conventionalisme; alem .
lenguaje, como desee. Todo lo que debe Konventiormlismus; ital. convenziona-
hacer, si quiere discutir, es declarar lismo). Toda doctrina según la cual la
claramente sus métodos y dar las re­ verdad de algunas proposiciones váli­
glas sintácticas de su discurso, en vez das en uno o más campos, se debe al
de argumentos filosóficos” (Camap, The acuerdo común o a la estipulación (tá­
Logical Syntax of Language, § 17). cita o expresa) de los nue se sirven
de las proposiciones mismas. La antí­
C o n tra p o s ic ió n (gr. ávxí0£otc; lat. con-
tesis entre lo válido "por convención”
trapositio; ingl. contraposition; franc.
contraposition; alem . Kontraposition-, yliarlo aválido "por naturaleza” fue fami­
los griegos. Demócrito dice: "lo
i tal. contrapposizione). Una de las for­ dulce, lo amargo, el calor, el frío, el co­
mas de la conversión (véase) de las lor son tales por convención ; solamente
proposiciones y más precisamente la los átomos y el vacío son tales en
que consiste en negar lo contrario de verdad” (Fr. 125, Diels). El contraste
la proposición convertida, de tal forma mismo, limitado al campo político, fue
que se obtenga, por ejemplo, de "todo uno de los temas gratos a los sofistas,
hombre es animal”, "todo no-animal es sobre todo a los de la última genera­
n o -h o m b re” (cf. Arist., Tóp., II, 8, ción, la que aparece en los Diálogos
113 bss.). de Platón. Polo, en el Gorgias, Tra-
símaco en la República, sostienen que
C o n tra rie d a d (gr. ÉvavTiÓTrjg; lat. contra- las leyes humanas son meras conven­
rietas; ingl. c o n tr a r ie ty ; franc. con­ ciones destinadas a impedir a los más
traríete-, alem. K o n tr a r ie ta t; ital. fuertes valerse del derecho natural co­
contrarietá). 1. Una de las cuatro nectado a su fuerza. Es natural que
formas de la oposición (véase), más el más fuerte domine al más débil, y
precisamente la que intercede entre así sucede de hecho siempre que un
"aquellos términos que, dentro del mis­ hombre dotado de naturaleza idónea
mo género, distan entre sí al máximo” rompe las cadenas de la comención y
(Arist., Cat., 6, 6 a 17). Están en oposi­ de siervo se convierte en amo (Gorg.,
ción contraria lo verdadero y lo falso, el 484 A). Los escépticos sostuvieron que
bien y el mal, el calor y el frío, etc. la ley moral y jurídica es una con­
241
Convencionalismo

vención (Sexto E., Hipot. Pirr., I, 146). o explícitamente. Así, pudo formularse
El contractualismo de los siglos xvn la tesis fundamental del C. moderno:
y xviii ha hecho familiar la idea de las proposiciones originarias, de las
que el Estado y, en general, la co­ cuales procede cualquier sistema deduc­
munidad civil, así como también las tivo, son convenciones. Lo que quiere
normas y los valores que en ellas se decir: i) no pueden decirse ni verda­
originan, son los productos de una con­ deras ni falsas; 2) pueden ser elegidas
vención o estipulación originaria. Refi­ a base de determinados criterios que
riéndose precisamente a esta doctrina, dejan todavía cierta latitud a la elec­
Hume anotaba que la convención, en ción misma. Por obra del Círculo de
este sentido, deoe ser entendida, no Vierta (véase) y del empirismo lógico,
como una promesa formal, sino como el C. adquiriría la forma, que posee
"un sentimiento del interés común, que actualmente, de una tesis general acer­
cada uno encuentra en su corazón” ca de la estructura lógica del lenguaje.
(lnq. Corte. Moráis, Ap. 3) y agregaba: La Estructura lógica del mundo (1928)
"Así, dos hombres mueven las velas de Rodolf Carnap, constituye la pri­
de una nave de común acuerdo con mera presentación de esta tesis, que
fines a un interés común, sin ninguna ya había sido preparada por el Trocí a-
promesa o contrato; así el oro y la pla­ tus logico-philosophicus de Wittgen-
ta se han hecho medidas de cambio; así stein. "La lógica —dice Carnap—, com­
el discurso, las palabras, la lengua, se prendiendo en ella a la matemática,
han fijado a través de las convenciones consta de estipulaciones convencionales
y del acuerdo humano" (Ibid., Ap. 3). sobre el uso de los signos y de tauto­
Con estas palabras, quizá por vez pri­ logías que se fundan sobre estas estipu­
mera, el concepto de convención se laciones” (Logische Aufbau der Welt,
adoptó en un campo que no era el §107). Carnap ha dado sucesivamente
político. a esta tesis el nombre de “principio de
Pero la extensión del C. al dominio tolerancia de las sintaxis”, porque se
cognoscitivo se verifica sólo en la se­ trata de un principio que en tanto con­
gunda mitad del siglo xix, con el des­ vierte en inoperantes todas las prohibi­
cubrimiento de las geometrías no eucli- ciones, aconseja establecer distinciones
dianas, al desaparecer el carácter de convencionales. "En lógica —dice Car­
verdad evidente de los axiomas geomé­ nap— no hay moral. Cada uno puede
tricos. Dice Poincaré: "Los axiomas construir como quiera su lógica, esto
geométricos no son ni juicios sintéti­ es, su forma de lenguaje. Si quiere
cos a priori ni hechos experimentales. discutir con nosotros sólo debe indicar
Son convenciones. Nuestra elección está cómo lo quiere hacer, dar determina­
guiada, entre todas las convenciones po­ ciones sintácticas, en vez de argumen­
sibles, por hechos experimentales, pero tos filosóficos” (Logische Syntax der
permanece libre y se halla limitada Sprache, 1934, §17). Se puede decir
solamente por la necesidad de evitar la que esta tesis es actualmente muy acep­
contradicción” (La Science e t l'hypothé- tada, aun fuera de los lindes del empi­
se, II, cap. III). El mismo Poincaré se rismo lógico. La segunda obra de Witt-
negaba, sin embargo, al reconocimiento genstein, In v e s tig a c io n e s filosóficas
del carácter convencional de toda la (1953) la ha llevado a su extremo, afir­
ciencia y defendió polémicamente, con­ mando que todo lenguaje es una especie
tra Le Roy, tal extensión del C. (La de “juego” que parte de determinados
valeur de la Science, 1905). presupuestos de naturaleza convencio­
El desarrollo ulterior de la matemá­ nal; y reconociendo la fundamental
tica ha permitido, no obstante, exten­ equivalencia de los juegos lingüísticos.
der el punto de vista de Poincaré a Prescindiendo de esta última tesis y
toda la matemática. La obra de Hilbert tomando al C. con la limitación en'que
llegaba a ver en las matemáticas sis­ por lo común se mantiene, esto es, en
temas hipotético-deductivos, en los cua­ relación con el campo de la estructura
les se deducen las consecuencias im­ lógica del lenguaje, es preciso subrayar
plícitas en determinadas proposiciones el hecho de que no implica en nada,
originarias o axiomas, según reglas que como a veces se cree, la perfecta arbi­
los mismos axiomas definen implícita trariedad de las convenciones lingüís-
242
C o n v e n ie n c ia
C o p e rn ic a n a , re v o lu c ió n
ticas. Se pueden resumir los funda­ ejemplo, "todos los hombres son morta­
mentos del C. contemporáneo en la les”) se convierte, per accidens, en una
forma siguiente: particular afirmativa (“algún mortal es
1) la elección de las proposiciones ini­ hombre”); la particular afirmativa y la
ciales de un sistema deductivo (axio­ universal negativa se convierten simpli-
mas [véase] o postulados [véase]) debe citer, o sea mediante simple intercambio
obedecer a criterios limitativos, que de los términos; la particular negativa
tienen la finalidad de garantizar la no puede convertirse.
re-proponibilidad de la elección misma
a los fines del desarrollo deductivo; C o n v ic c ió n (ingl. conviction; franc. con-
2) la determinación de las reglas de viction; alem . U eberzeugung; ital.
deducción, de las operaciones, de los convinzione). Término de origen ju­
procedimientos, se halla igualmente su­ rídico que designa un conjunto de
jeta a una elección limitada, siempre pruebas suficientes para "convencer”
en vista de la re-proponibilidad de ta­ al reo, es decir, hacerlo reconocerse
les reglas, procedimientos u opera­ como tal. En el uso común, el término
ciones ; significa una creencia que tiene sufi­
3) las elecciones a que aluden los ciente base objetiva para ser admitida
números 1) y 2) constituyen: a) objeti­ por cualquiera. En este sentido ha sido
vamente, el campo de investigación definida por Kant: "Cuando una creen­
común en el cual los investigadores cia es válida para cada uno, sólo a
se pueden mover; b) subjetivamente, el condición de que esté dotado de razón,
compromiso común de los mismos in­ el fundamento de esta creencia es ob­
vestigadores. jetivamente suficiente y se denomina
C." (Crít. R. Pura, Canon de la razón
C o n v e n ie n c ia , véase ACUERDO. pura, sección III). El carácter objetivo
de la C. contrasta con el carácter sub­
C o n v e rg e n c ia , ley e s d e (ingl. COnver- jetivo de la persuasión (véase). Cf. Pe-
gency law). Así denomina Whitehead relmann y Olbrechts-Tyteca, Traité de
el criterio usado por el sentido común Vargumentation, 1958, §6).
y por la ciencia para obtener generali­
zaciones fundadas en la observación. C o o rd in a c ió n (ingl. coordination; franc.
"Si A y B son dos sucesos y A' forma c o o rd in a tio n ; alem. K o o rd in a tio n ;
parte de A, B' es parte de B, por lo ital. coordinazione). La idación entre
tanto, bajo muchos aspectos las rela­ objetos situados en el mismo orden o
ciones entre las partes A' y B’ serán rango en un sistema de clasificación;
más simples que las relaciones entre por ejemplo, dos géneros o dos especies
A y B. Este principio regula todos los están coordinados entre sí, pero no es­
esfuerzos por lograr una observación tán coordinados un género y una espe­
exacta” (Organization of Thought, 1917, cie.
pp. 146 ss.; The Concept of Nature, 1920, Coordenados se denominan los con­
trad. ital., p. 73). juntos ordenados de números que sir­
ven para designar entidades geométri­
C o n v e rsió n (gr. ávtujTcotpfi; lat. conver­ cas (puntos, líneas, etc.) o bien las
só} ; ingl. conversión; franc. conversión; características que se utilizan para dis­
alem. UmkehriXng-, ital. conversóme). tinguir u ordenar varias clases de ob­
En Aristóteles (Anal. Pr., I, 1, 2) y en jetos.
los tratados sucesivos de lógica clásica
(aristotélica), es la operación por la C o p e rn ic a n a , re v o lu c ió n (ingl. copemi-
cual se saca de un enunciado otro (con­ can revolution; franc. revolution co-
siderado equivalente, aunque la cosa pemicienne; alem. k o p e rn ik a n isc h e
es muy problemática) mediante inter­ Revolution; ital. rivoluzione copemica-
cambio de las posiciones respectivas de na). Se suele denominar así el cambio
los términos (sujeto y predicado). Na­ de perspectiva re a liz a d o por Kant,
turalmente esto no es siempre posible, quien, en vez de suponer que las es­
y a veces se puede hacer sólo intro­ tructuras mentales del hombre se mol­
duciendo un cambio en el cuantificador dean según la naturaleza, supone que
("todo” o "alguno”). Más precisamente: el orden de la naturaleza se moldea
la proposición universal afirmativa (por según las estructuras mentales. La re-
243
C ó p u la
C o ra z ó n
ferencia a Copémico fue hecha por el de todo lo que de ellas nace, de tal
mismo Kant en el Prefacio a la segun­ manera que el C. es guía privilegia­
da edición (1787) de la Critica de la da del hombre en el dominio de la
razón pura. Dewey ha observado a este moral, de la religión, de la filosofía
respecto que la de Kant fue más bien y de la elocuencia; 2) el conocimiento
una revolución ptolomaica, pues hizo de los primeros principios de las cien­
del conocimiento humano la medida cias y especialmente de la matemática.
de la realidad. La revolución C. debería “El C. siente que existen tres dimen­
consistir en reconocer que la finalidad siones en el espacio, que los números
de la filosofía no es "la pesquisa de la son infinitos; en seguida la razón de­
realidad y el valor absoluto inmuta­ muestra que no hay dos números cua­
bles. .., sino la busca de los valores a drados, de los cuales uno sea el doble
asegurar y de los que participarían to­ del otro, etc. Los principios se sienten,
dos porque se apoyaría en los cimientos las proposiciones se concluyen: unos y
de la vida social” (The Quest for Cer- otros tienen la misma certidumbre, pe­
tainty, 1930, p. 295; trad. esp.: La busca ro obtenida por caminos diferentes”
de la certeza, México, 1952, F. C. E., (Ibid., 282). Solamente el primero de
pp. 271-72). estos dos conocimientos privilegiados
debía continuar siendo atribuido al C.
Cópula (ingl. copula; franc. copule; por la filosofía del siglo xix. En el ín­
alem. Kopula; ital. copula). El uso pre­ terin, Kant vio en el C. solamente la
dicativo del ser (véase). tendencia natural que nos hace más
o menos capaces de acoger la ley mo­
C o ra z ó n (gr. xapfiía; lat. cor; ingl. ral (Religión, I, 2). Hegel entendía por
heart; franc. coeur; alem. Herz; ital. C. "al conjunto de las sensaciones", o
cuore). Entre los antiguos, solamente sea, de la experiencia inmediata y pri­
el pitagórico Alcmeón de Cretona (si­ mordial del hombre, en el sentido en
glos vi-v a. c.) consideró el cerebro que se dice que "los principios morales,
como sede del pensamiento ("Yo digo la religión, etc., no basta que estén
que con el cerebro nos entendemos”, sólo en la cabeza: deben estar en el
Fr. 17, Diels). Aristóteles cree que el C., en la sensación” (Ene., §400). Por
C. es la sede de las sensaciones y de otro lado, vio en la "ley del C.”, una
las emocione* (De parí, anim., II, 10, figura de su Fenomenología del espíri­
656 a; De anim. mot., 11, 703 b), doctri­ tu, más precisamente la que representa
na que a causa de la autoridad de la rebelión romántica en contra de la
Aristóteles prevaleció durante toda la realidad en acto, contra el orden esta­
Antigüedad y la Edad Media, hasta blecido. La ley del C. a su vez no pro­
el siglo xvi, cuando los nuevos estudios pone una ley determinada, sólo identi­
de anatomía pudieron demostrar que fica a la ley con las exigencias del C.
los nervios parten del cerebro. Pero la singular, y de tal manera pretende que
importancia filosófica de la noción no el particular contenido del C., como
está en este arcaico recuerdo; en rea­ tal, deba valer universalmente. En esto
lidad, quedó en la historia de la filo­ está la contradicción de la ley del C.,
sofía como indicio de exigencias diver­ porque la pretensión de hacer valer
sas. En el Nuevo Testamento significa umversalmente el contenido de un C.
la relación del hombre consigo mis­ particular choca con la pretensión igual
mo, ya sea en el deseo (San Mateo V, de todos los otros C. particulares. "Así
8, 28), en el pensamiento o en la volun­ como antes el individuo encontraba abo­
tad (I Cor. VII, 37), pero como pensa­ minable y rígida la ley, ahora encueran
miento y voluntad se consuma en sí abominables y adversas a sus e' cien-
mismo o, por lo menos, antes de mani­ tes intenciones, a los C. mismos de los
festarse al exterior. El uso moderno de otros hombres.” En realidad, según
la palabra se origina, sin duda, en Hegel, lo rígido y mortificante para el
Pascal, que subrayó la importancia C. en singular no es la realidad efec­
de las "razones del C." (Pensées, 277). tiva, sino más bien la ley de los otros
Pascal atribuyó al C. dos especies de C., contra la cual, por lo tanto, resulta
conocimientos específicos: 1) el cono­ una liberación el recurso a la realidad
cimiento de las relaciones humanas y misma (Phctnom. des Geistes, I, V. B,
244
C o rn u d o , a r g u m e n to d e l
C o rre la c ió n
b). En la filosofía rnoder. a, y en el media entre el teorema y el problema
esplritualismo especialmente, que recu­ (Pappo, 648, 18 ss.; Proclo, In Eucl.,
rre a menudo a la noción de C., ésta p. 301 F). El término fue extendido por
expresa sustancialmente exigencias de Boecio al lenguaje filosófico (Phil.
carácter moral y religioso. Lotze, en el Cons., III, 10). En el primer sentido el
Microcosmos (1856) comenzó a insistir C. fue denominado a veces ccmsecta-
acerca de las "aspiraciones del C.” o rium (Jungius, Lógica hamburgensis,
las "necesidades del alma”, "del senti­ IV, 11, 13). La diferencia entre teorema
miento” o "las esperanzas humanas”, y C. desaparece en la lógica contem­
como exigencias que debe hacer valer poránea.
la filosofía frente al mecanicismo de la
ciencia; y obviamente tales necesida­ (lat. forma corporeitatis).
C o rp o re id a d
des y aspiraciones no son más que las Según la tradición agustiniana de la
exigencias metafísicas implícitas en escolástica (véase a g u s t i n i s m o ), es
las creencias morales, como también las la realidad que el cuerpo posee como
creencias religiosas tradicionales. Las ne­ cuerpo orgánico, independientemente de
cesidades del C. fueron incluidas en la su unión con el alma, y que lo predis­
definición misma que de la filosofía pone a tal unión. Así fue definida la
da Wundt, quien veía en ella "la reca­ noción por Duns Scoto (Op. Ox., IV,
pitulación de los conocimientos par­ d. 11, q. 3; Rep. Par., IV, d. 11, q. 3).
ticulares de una institución del mundo Se trata de una noción característica
y de la vida que satisfaga las exigen­ del agustinismo, usada como arma po­
cias del entendimiento y las necesida­ lémica contra el aristotelismo, para el
des del C.” (System der Phil., 4* ed., cual el cuerpo como materia es poten­
1919, I, p. 1; trad. esp.: Fundamentos cia y, por lo tanto, carece de sustan-
de la metafísica, Madrid, 1913; Einlei- cialidad o forma.
timg in die Phil., 3- ed., 1904, p. 5; trad. C o rre c tiv a , j u s t i c i a , véase CONMUTATIVO.
esp. Introducción a la filosofía, Madrid,
1911) En estas y en otras expresiones (gr. x á J ip ó ? t i á v x i x E Í n E v a ;
C o rre la c ió n
similares que recorre la filosofía de la lat. correlatio; ingl. correlation; franc.
segunda mitad del siglo xix y los pri­ corrélation; alem. Korrelation; ital. co-
meros decenios del presente siglo, el rrelazione). Una de las cuatro formas
C. es el símbolo de aquellas creencias de oposición enumerada.' por Aristóte­
tradicionales que se pueden resumir les, esto es, la que media entre térmi­
en el reconocimiento del orden provi­ nos correlativos, como la mitad y el
dencial del mundo, o sea, de un orden doble. Los opuestos correlativos no se
dirigido a salvaguardar los valores hu­ excluyen alternativamente; más bien
manos y el destino del hombre mismo. se llaman uno a otro en el sentido de
Y a menudo, en la filosofía contempo­ que el doble se dice con referencia a
ránea, el término C. es usado recíproca­ la mitad y la mitad con referencia al
mente con el de conciencia (véase) doble. Son términos correlativos tam­
para indicar la esfera privilegiada en bién la sabiduría y la ciencia que se
que el hombre puede tomar las "reali­ dicen una en relación a la otra (Cat.,
dades últimas” con absoluta certeza. 10, 11b 23 ss.). En la lógica escolás­
C o rn u d o , a r g u m e n to d e l (gr. xfpaxmi;; tica esta relación se expresó diciendo
lat. cornutus). Nombre dado al sofisma que en ella el sujeto y el término pue­
de Eubúlides de Mileto: "Lo que no has den intercambiarse; de tal manera, por
perdido, lo tienes; no has perdido los ejemplo, David es el sujeto de la rela­
cuernos, por lo tanto los tienes” (Dióg. ción de paternidad, en tanto que es
L., VII, 187). el término de la relación de filiación,
que tiene su sujeto en Salomón; y
C o ro la rio (gr. .tó o ic u a ; lat. corollarium; recíprocamente Salomón es el término
ingl. corollary; franc. corollaire; alem. de la paternidad que está en David
Korollar-, ital. corollario). Lo que se (cf., por ejemplo, Jungius, Lógica, I,
deduce de una demostración preceden­ 8 , 6 ). Hamelin intentó sustituir la C.
te, como una especie de sobreprecio o por la contradicción, en la dialéctica
ganancia extra (Euclides, EL, III, 1); hegeliana; los opuestos de esta dialéc­
o bien, una especie de proposición inter­ tica son para él opuestos correlativos
245
C o rre s p o n d e n c ia
C osa
y no opuestos contradictorios (Essai está en la imaginación, en el corazón,
sur les Eléments principaux de la Re- en los sentidos, etc. De tal manera se
présentation, 1907, p. 35). puede decir que en esta significación
C. significa un término cualquiera de
C o rre s p o n d e n c ia (lat. adaequatio; ingl. cualquier acto humano o, más exacta­
correspondente; franc. correspondance ; mente, un objeto con el cual se tenga
alem. Übereinstimmung o Korrespon- relación de un modo cualquiera. Éste
denz; ital. corrispondenza). La doctri­ es el significado encerrado en la pala­
na según la cual la verdad consiste en bra griega pragma.
la adecuación, el acuerdo o la C. de 2) En un significado más restringido
término a término, entre el pensamien­ la C. es el objeto natural denominado
to, el conocimiento o las proposiciones asimismo "cuerpo” o “sustancia corpó­
lingüísticas, por un lado, y la realidad rea”. El uso del término de este segun­
o los hechos por el otro. Es éste el do significado es más bien reciente.
criterio de verdad propuesto por la filo­ Quizás se remonte a Descartes quien,
sofía clásica y expresado en la defini­ no obstante, al lado de la expresión
ción escolástica de verdad como corres­ "C . corpóreas” (chases corporelles) adop­
pondencia del entendimiento y la cosa. ta también “ C. que piensa” (chose qui
Véase verdad . pense), queriendo así entender la pala­
(gr. <¡p9oeá; lat. corruptio;
C o rru p c ió n bra en el significado tradicionalmente
ingl. corruption; fra n c . corruption-, propio de sustancia (Méd., II, passim).
alem. Vergehen; ital. corruzione). Se­ Locke prefirió la palabra "sustancia"
gún Aristóteles, la generación consti­ (“Las ideas de las sustancias son aque­
tuye, junto con su opuesta, la realidad llas combinaciones de ideas simples que
de una de las cuatro especies de movi­ se supone representen distintas C. par­
miento, más precisamente, del mo­ ticulares que subsisten por sí mismas”,
vimiento sustancial, en virtud del cual Essay, II, 12, § 6 ). Se puede decir que
la sustancia se genera o se destruye. sólo gracias a Berkeley el término C. ha
"La corrupción —dice Aristóteles— es suplantado definitivamente al de sustan­
un cambio que va de alguna cosa al no cia: "Las ideas impresas en los sentidos
ser de ella, es absoluta cuando va de la por el autor de la naturaleza —dice— se
sustancia al no ser de la sustancia, y denominan C. reales y las suscitadas por
específica ci. ndo va hacia la especifi­ la imaginación, que son menos regula­
cación opuesta” (Fís., V, 1, 225 a 17). res, vividas y constantes, se denominan
Para la doctrina de la C. del hombre con más propiedad ideas o imágenes de
véase c a íd a ; pecado o r ig in a l . las C. que copian o representan” (Prin­
cipies, I, 33). A partir de entonces, el
C osa (gr. :ieáYna; lat. res; ingl. thing-, término C. resulta muy frecuente para
franc. chose; alem. Ding). Este término indicar el cuerpo o el objeto natural
tiene, tanto en el lenguaje común como en general. Kant lo extiende aún más,
en el filosófico, dos significados funda­ distinguiendo las cosas tal como se nos
mentales : 1) el significado genérico, aparecen a nosotros, o sea sometidas
por el que designa cualquier objeto o a las condiciones de nuestra sensibili­
término, real o irreal, mental o físi­ dad (espacio y tiempo) de las C . en
co, etc., con el cual se tenga referen­ general o C. en sí (véase inira) (Crítica
cia de alguna manera; 2) el específico, R. Pura, § 8 ). Pero fija también el signi­
por el cual se denotan los objetos natu­ ficado del término al tratar el esquema­
rales en cuanto tales. tismo trascendental, donde a partir de
1) En el primer significado, la pala­ la cosalidad o realidad (Sachheit, Rea-
bra es uno de los términos más fre­ litat) formula el esquema fundamental
cuentes del lenguaje común y también de la categoría de cualidad, en el sen­
es muy usada por los filósofos. " C .” tido de que “ C. en general es lo que
puede ser el término de un acto de corresponde a una sensación en gene­
pensamiento o de conocimiento, o tam­ ral” (Ibid., Esquematismo de los con­
bién de imaginación o de voluntad, de ceptos puros). De entonces en adelante,
construcción o destrucción, etc. Se pue­ la historia de la noción de C. se puede
de hablar de una C. que está en la dividir en dos filones fundamentales,
realidad, lo mismo que de una C. que según que se niegue o reconozca un
246
Cosa

significado específico a tal noción. Po­ a acciones y lá acción a la duración


demos, por lo tanto, distinguir: real de la conciencia; por lo tanto se
a) La dirección por la cual el ser de tiene, si bien con cierto conocimiento
la C. es resuelto en el ser en general. de los problemas inherentes, la misma
Así, para el idealismo empírico para el reducción de la C. a un significado sub­
cual es representación o idea, la C. es jetivo. Y el significado de tales reduc-
representación, idea o conjunto de re­ c;ones de la C. a elementos subjetivos,
presentaciones o de ideas. Esta doctri­ aunque calificados (sensaciones, repre­
na, que es la de Berkeley, ha sido sentaciones, ideas, acciones, etc.) es
reproducida innumerables veces en la simplemente éste: las cosas no existen.
filosofía moderna y contemporánea. Pa­ b) La dirección según la cual el ser
ra el idealismo absoluto o romántico, de la C. tiene un significado especí­
para el cual la realidad es la razón fico. Desde el punto de vista fenomeno-
misma, la C. es un concepto de la ra­ lógico, Husserl ha insistido sobre tal
zón ; en efecto, Hegel la considera como significado, afirmando que resalta una
una categoría lógica (Ene., §§125ss.; "distinción de esencial radicalidad...
Wissenschaft der Logik, “La ciencia de entre el ser como vivencia y el ser
la lógica”, ed. Glockner, I, pp. 602 ss.). como C." y que, por lo tanto, "no puede
El significado autónomo de la noción darse una C. en ninguna percepción
no se salva por la modificación, pro­ posible, en ninguna conciencia en gene­
puesta por Stuart Mili, de la tesis del ral” (Ideen, I, §42). El modo de ser
empirismo clásico. Según Stuart Mili, específico de la C. consiste en el hecho
las C. son “posibilidades de sensacio­ de que "se da necesariamente en me­
nes” (Examination of Hamilton's Phil., ros modos de aparecer’, en que necesa­
pp. 190 ss.), pero esto no delimita riamente hay un núcleo de algo ‘real­
específicamente el modo de ser de las mente exhibido’, rodeado, por obra de
cosas. Tampoco lo delimita la concep­ apercepciones de un horizonte de algo
ción de Mach, que define la C. como ‘co-dado’ impropiamente y más o menos
conjuntos de sensaciones (Analyse der vagamente indeterminado” (Ibid., §44).
Empfindungen, 9* ed., 1922, p. 14; trad. El ser de la C. se opone así al de las vi­
esp.: Análisis de las sensaciones, Ma­ vencias o al de la conciencia (véase).
drid, 1948) aun cuando las "sensacio­ Esta oposición está presupuesta en todas
nes” de que habla Mach no son deter­ las tentativas para deter linar de mane­
minaciones subjetivas, sino elementos ra específica al ser de la cosa llevadas a
neutros que entran en la composición, cabo por la filosofía contemporánea.
tanto de la C. como de la mente. Este Y es significativo que tales intentos
punto de vista ha sido reproducido por hayan partido de dos puntos de vista
Russell, según el cual, "una C. es un independientes y aparentemente opues­
séquito determinado de apariencias, en tos, como son el naturalismo instru-
una conexión continua de unas con mentalista, por un lado, y la filosofía
otras según determinadas leyes cau­ existencial, por otro.
sales” (Scientific Method in Phil., 1926, Mead ha demostrado el enlace de la
IV; trad. franc., p. 8 6 ). noción de C. con el "mundo de la ac­
La relación del modo de ser de las ción”. Las C. se insertan en una fase
C. con la acción humana, relación so­ bien determinada de tal mundo, esto
bre la cual se funda la noción positiva es, en la que se desarrolla entre la ini­
de C., según lo veremos en seguida, es ciación de una acción y su consumación
aclarada por Bergson, que la utiliza sólo final. En otros términos, es en la fase
con la finalidad de negar la realidad de la manipulación cuando aparece o
de las cosas. "No hay C., hay solamente se constituye la C. física, que, sin em­
acción”, ha dicho (Ev. créatr., 11? ed., bargo, es universal, en el sentido que
1911, p. 270). Las C. son creaciones de pertenece a la experiencia de todos
la inteligencia en cuanto función prác­ (Mind, Self and Society, pp. 184-85).
tica que consolida el devenir, sustitu­ Dewey ha demostrado, a su vez, la es­
yendo la estabilidad ficticia de "C.” o trecha relación del modo de ser de las
de "estados” a la continuidad y flui­ C. con la investigación. "Las C. —ha
dez de la conciencia (Ibid., pp. 269 ss., dicho— existen para nosotros como ob­
296). En esta doctrina las C. se reducen jetos cuando han sido previamente
247
Cosa en sí

determinadas como resultado de la in­ und Zeit, § 15). Es indudable que Hei­
vestigación. Cuando se emplean para degger ha logrado determinar, aún me­
llevar a cabo nuevas investigaciones en jor que el instrumentalismo america­
situaciones problemáticas nuevas, son no, el modo de ser útil de las cosas, la
conocidas como objetos en virtud de categoría de la manejabilidad que lo de­
investigaciones previas que garantizan fine. A su vez Lewis ha puesto a la luz
su asertividad. En la situación nueva las implicaciones lógicas que tal con­
son medios para alcanzar conocimiento cepto de la C. lleva consigo. "Adscri­
de alguna otra C." {Logic, VI; trad. bir una cualidad objetiva a una C. —ha
esp.: Lógica, México, 1950, F. C. E., dicho— significa implícitamente la pre­
p. 138). Dewey ha afirmado resuelta­ dicción de que si obro de maneras de­
mente el carácter instrumental de las terminadas, tendrá lugar una determi­
C. y, en general, el de todos los objetos nada experiencia especificable: si yo
de conocimiento. Tanto las “C. direc­ muerdo esta manzana, su sabor será
tas” como los objetos de la ciencia dulce, si la como, será digerida y no
física "constituidos por un orden me­ me envenenará, etc. Estas y otras tan­
cánico-matemático” son "medios de ase­ tas proposiciones hipotéticas constitu­
gurar o evitar los objetos directos” yen mi conocimiento de la manza­
(Experience and Nature, p. 141; trad. na que yo tengo en la mano” {Mind and
esp.: La experiencia y la naturaleza, the World-Order, ed. Dover, cap. V,
México, 1948, F. C. E., p. 119). Estas p. 140). Las expresiones de la forma
determinaciones de Mead y de Dewey S i... entonces se refieren a posibilida­
son presentadas como resultados de aná­ des que trascienden la experiencia ac­
lisis empíricos. Heidegger presenta sus tual y que son propias del hombre como
determinaciones como resultado de un ser activo. "El significado del conoci­
análisis existencial: la noción de C. es miento —ha dicho aún Lewis a este
por él aclarada como un elemento de respecto— depende del significado de
la existencia humana en cuanto "ser- una posibilidad que no es actual. Posibi­
en-el-mundo”. Ser en el mundo significa lidad e imposibilidad, por lo tanto,
‘curarse de’ alguna C. y la C. es siem­ necesidad y contingencia, compatibili­
pre un útil (Zeug), un ‘algo para’. . . En dad e incompatibilidad y algunas otras
cuanto tal, el modo de ser de la C. es nociones fundamentales requieren pro­
el de ‘ser a la nano’ y "éste es la deter­ posiciones ‘S i... entonces', proposicio­
minación ontológica-categorial de unos nes cuya verdad o falsedad es inde­
entes tal como son en sí". Lo que quiere pendiente de la condición afirmada en
decir que el ‘ser a la mano’ no se agre­ su cláusula antecedente” {Ibid., p. 142n.)
ga como una cualidad secundaria o ( véase i m p l i c a c i ó n ). El horizonte lógico
extrínseca a la realidad de la C., sino del concepto de C. elaborado por la
que la constituye, es esta misma rea­ filosofía contemporánea es, por lo tan­
lidad. El modo de ser de la C. es el to, el de la posibilidad, expresado por
de ‘ser a la mano’, del ser útil o ins­ las proposiciones condicionales.
trumento ‘para’. .. Desde este punto de
vista, "la naturaleza no debe compren­ Cosa en sí (ingl. thing in itself; franc.
derse aquí como lo ‘no más que ante chose en soi; alem. Ding an sich; ital.
los ojos’, ni tampoco como el 'poder cosa in sé). Lo que la cosa es, inde­
de la naturaleza’. El bosque es parque pendiente de su relación con el hom­
forestal, la montaña cantera, el río fuer­ bre, para el cual es un objeto de
za hidráulica, el viento es viento ‘en conocimiento empírico, un fenómeno.
las velas’. Con el descubierto 'mundo Ni la expresión ni la noción son pro­
circundante’ hace frente la así descu­ pias y originales de Kant, como se cree
bierta ‘naturaleza’. De su forma de 'ser comúnmente, sino que corresponden al
a la mano’ [la C.) puede prescindirse y "lenguaje propio de la ciencia de la na­
determinársela a ella misma simple­ turaleza en el que h a b ía lle g a d o a
mente en su puro ‘ser ante los ojos’. echar profundas raíces a lo largo de
Mas también a este descubrir la natu­ todo el siglo x v i i i ” (Cassirer, Erkennt-
raleza le permanece oculta la naturaleza nissproblem, VII, 3; trad. esp.: El pro­
como aquello que ‘vive y crea', nos so­ blema del conocimiento, II, México,
brecoge, se apodera de nosotros” (Sein 1956, F. C. E„ pp. 685 ss.). El origen de
248
Cosa en sí

la noción puede ser, sin embargo, atri­ son dadas las C. bajo ciertas condi­
buido a Descartes, que en los Principios ciones (espacio y tiempo;. De acuerdo
de filosofía (II, 3) se expresa así: “Será con esta dirección fundamental, Kant,
suficiente observar que las percepcio­ luego de haber establecido la posibi­
nes de los sentidos sólo se refieren a lidad del concepto de C. en sí (o noú­
la unión del cuerpo humano con el es­ meno), pasa a distinguir uña doctrina
píritu, y que si bien por lo común nos positiva y una doctrina negativa de los
muestran lo que de los cuerpos externos noúmenos. "El concepto de un noúmeno
nos pueda perjudicar o b e n e fic ia r, —dice—, o sea de una C. que debe ser
no nos enseñan en absoluto, sino oca­ pensada no como objeto de los sentidos
sional y accidentalmente, lo que las C. sino como C. en sí (únicamente por el
que constituyen tales cuerpos sean en entendimiento puro), no es contradic­
sí mismas.” Esta distinción entre las torio de manera alguna, ya que de la
“C. en sí mismas” y las "C. con res­ sensibilidad no se puede aseverar que
pecto a nosotros”, esto es, como ob­ sea el único modo de intuición.” Pues­
jetos de nuestras facultades sensibles, to de esta manera, si se entiende por
resulta un lugar común en la filosofía noúmeno "al objeto de una intuición
de la Ilustración. D’Alembert (Élém. de no sensible”, o sea creadora o divina, se
Phil., § 19), Condillac (Logique, 5), Bon- tiene el concepto de noúmeno en sen­
net (Essai analytique, §242), la repiten tido positivo. Pero en realidad, este
casi con las mismas palabras, y Mau- concepto permanece vacío, porque nues­
pertuis (Lettres, IV) la expresa en tér­ tro entendimiento no puede extenderse
minos que hicieron pensar a Schopen- más allá de la experiencia sino proble­
hauer que Kant lo había plagiado. "Una máticamente, es decir, ni con la intui­
vez que estemos convencidos —dice ción ni con el concepto de una in­
Maupertuis— de que entre nuestras per­ tuición posible. Por lo tanto, "el con­
cepciones y los objetos externos no sub­ cepto de noúmeno es sólo un concepto
siste ninguna semejanza ni ninguna límite (Grenzbegriff) para circunscri­
relación necesaria, se nos deberá con­ bir las pretensiones de la sensibilidad
ceder que tales percepciones no son y, por lo tanto, de uso puramente nega­
otra cosa que simples apariencias. La tivo (Crít. R. Pura, Analítica de los
extensión, que consideramos por lo co­ principios, cap. III). Esta función pura­
mún como el fundamento de todas las mente negativa de la C. -n sí es uno
otras propiedades y que parece cons­ de los fundamentos de la doctrina kan­
tituir su íntima verdad, en sí misma tiana del conocimiento, ya que garan­
no es más que fenómeno” (cf. Scho- tiza, en tal doctrina, el carácter finito
penhauer, Die Welt, II, p. 57). (y por lo tanto no creador) del cono­
Sobre este punto, como en muchos cimiento humano.
otros, Kant no ha hecho más que ins­ Pero la filosofía poskantiana apunta
pirarse en la dirección general de la a una rápida liquidación de este con­
Ilustración. Sin embargo, su concepto cepto. Ya las Cartas sobre la filosofía
de la C. en sí no fue en su doctrina, kantiana (1786-87) de Reinhold, que eran
como tampoco en el resto de la Ilus­ una exposición del kantismo que sirvió
tración, un simple memento de la limi­ por mucho tiempo para modelar la in­
tación del conocimiento humano y una terpretación del mismo, reduciendo el
admonición para sacar al hombre de fenómeno a representaciones, conver­
las indagaciones metafísicas. Se aclara tían en dudosa o problemática la fun­
con rasgos más precisos, en cambio, ción de la C. en sí, que más tarde fue
como un instrumento técnico para cir­ resueltamente negada por Schulze y
cunscribir los límites del conocimiento Maimón, quienes se basaban en su in­
humano. Del principio al fin de la Crí­ cognoscibilidad. Pero fue Fichte quien
tica de la razón pura, Kant repite que comenzó a deducir las consecuencias
el conocimiento humano es conocimien­ de esta negación; en efecto, vio que al
to de fenómenos y no de C. en sí, ya eliminarse la condición limitativa cons­
que no se funda ya en una intuición tituida por la C. en sí, el conocimiento
intelectual (por la cual tener presentes humano resultaba creador no solamente
a las C. significaría crearlas), sino de la forma, sino también del conte­
sobre una intuición sensible, a la que nido de la realidad que constituye el
249
C ósico, e n u n c ia d o
C o sm o lo g ía
objeto, y se transformaba así en la “in­ mino adoptado por escritores marxis-
tuición intelectual” que Kant atribuía tas, para designar el fenómeno, sobre
sólo a Dios, haciendo de su sujeto, o el cual insistió el propio Marx, por el
sea del Yo, un principio infinito (VYís- cual el trabajo humano (en la econo­
senschaftslehre, 1794, §4). Estas trans­ mía capitalista) resulta simplemente el
formaciones señalan el paso del kan­ atributo de una cosa: "El carácter mis­
tismo, que es una filosofía que lleva el terioso de la forma mercancía estri­
cuño de la Ilustración, al romanticismo ba. .. pura y simplemente en que pro­
(véase) que es una filosofía del infinito. yecta ante los hombres el carácter
El romanticismo señalaba el ocaso de­ social del trabajo de éstos como si fue­
finitivo de la doctrina de la C. en sí, se un carácter material de los propios
que había sido la insignia de la Ilus­ productos de su trabajo, un don natural
tración y que le había servido para social de estos objetos y como si, por
expresar la limitación fundamental del lo tanto, la relación social que media
conocimiento humano. La noción de entre los productores y el trabajo co­
Incognoscible (véase) que el positivis­ lectivo de la sociedad fuese una rela­
mo evolucionista comparó a veces con ción social establecida entre los mismos
la C. en sí, es en realidad totalmente objetos, al margen de sus productores.
diferente. En primer lugar, tiene, de Este quid pro quo es lo que convierte
hecho, una función opuesta a la de la a los productos de trabajo en mercan­
C. en s í; sirve para ofrecer a la meta­ cía, en objetos físicamente metafísicos
física y a la religión un dominio de o en objetos sociales" (Kapital, I, I, §4;
competencia específica más bien que trad. esp.: El Capital, México, 1959,
para restringir las pretensiones del co­ F. C. E., pp. 37-38). El término C., para
nocimiento científico. En segundo lu­ indicar este proceso, ha sido usado y
gar, por consiguiente, lo Incognoscible difundido por G. Lukács (cf. Geschichte
es definido positivamente por la esfera und Klassenbewusstsein ["Historia y
de aquellos problemas que la ciencia conciencia de clase”], 1922; trad. franc.,
considera insolubles, más que negativa­ 1960, pp. 110ss.).
mente por los límites intrínsecos de
la ciencia misma. En cuanto a la filo­ (alem. Weltbegriff).
C ó sm ico , c o n c e p to
sofía contemporánea, que ha restableci­ Kant ha dado este nombre "al con­
do o que está restableciendo la doctrina cepto que versa sobre lo que interesa
del límite del conocimiento, este límite necesariamente a todos” como, por
está garantizado, según ella, por la im­ ejemplo, el de la filosofía como guía
portancia de los métodos o de los crite­ de la vida, en oposición al "concepto
rios que rigen la validez del conoci­ escolástico” (Schulbegriff) que sólo in­
miento; por lo tanto, ya no tiene teresa a quien tiende a la adquisición
necesidad de la "C. en sí”, propia de la de habilidades especiales (Crit. R. Pura,
Ilustración, para imponer moderación Doctrina del método, III, nota).
a las p re te n s io n e s cognoscitivas del C o sm o g o n ía (gr. xo<moY<ma; ingl. cosmo-
hombre.
gony; franc. cosm ogonie; alem. Kos-
(ingl. thing-sentence).
C ósico, e n u n c ia d o mogonie; ital. cosmogonía). El mito o
En la s e m ió tic a contemporánea, un la doctrina concerniente al origen del
enunciado que no designa signos, sino mundo. Véase c o s m o l o g ía ; t e o g o n ía .
cosas. Lengua C.: una lengua consti­
tuida enteramente por enunciados C. (lat. cosmología; ingl. cos-
C o sm o lo g ía
(Morris, Foundations of the Theory of mology; fra n c . cosm otogie; alem.
Sigtts, 1938, §5). Predicados C.: térmi­ Kosmologie; ital. cosmología). Así de­
nos que designan propiedades observa­ nominó Wolff, y con él la filosofía ale­
bles, o sea, términos que pueden ser mana del siglo xviii , a la filo s o fía
determinados por la observación direc­ de la naturaleza. Wolff definió la C.
ta (Camap, “Testability and Meaning”, como "la ciencia del mundo o del uni­
1936-37, en Readings in the Phil. of verso en general, en cuanto es un
Science, 1953, pp. 69 ss.). ente compuesto y modificable” y la di­
vidió en una parte científica y una
(franc. réification; alem.
C o sific a c ió n parte experimental (C. generalis, 1731,
Verdinglichung; ital. reificazione). Tér­ § 1, 4); partes que Baumgarten deno-
250
Cosmología

minó a su vez C. racional y C. empírica Aristóteles creía que el mundo es


(Met., §351). Esta terminología fue necesariamente finito, por ser perfecto,
aceptada por Kant que entendió por y estableció como rasgo fundamental
"idea cosmológica” la idea del mundo del mismo la división en dos partes
como "totalidad absoluta de las cosas cualitativamente diferentes: el cielo,
existentes” (Crít. R. Pura, Dial., cap. II, compuesto de éter, sustancia ingenera-
sec. I). Desde Kant en adelante se en­ ble e incorruptible que se mueve sólo
tiende por C. no ya la ciencia de la en movimiento circular (véase c ie l o ),
naturaleza ni tampoco la totalidad de y los cuerpos sublunares, compuestos
la filosofía de la naturaleza, sino sola­ de los cuatro elementos que se mue­
mente la parte de la filosofía o de la ven desde el centro o hacia el centro
ciencia de la naturaleza que tiene por de la tierra (véase f í s i c a ). Esta con­
objeto la idea del mundo o intenta de­ cepción fue la dominante en la Edad
terminar las características generales Media.
del universo en su totalidad. Se pueden 3) La tercera fase se inicia al fina­
distinguir cuatro fases de la C. a partir lizar la Edad Media, cuando la concep­
del momento en que se abandonaron ción clásica fue puesta en duda por
las tentativas francamente m ís tic a s Occam, al reconocer la posibilidad de
de las teogonias (cf. M. K. Munitz, la infinitud del mundo y de la existen­
Theories of the Universe, Glencoe, 111., cia de pluralidad de mundos (In Sent.,
1957), esto es: 1) la fase de transición I, d. 44, q. 1), y al negar, al mismo
del mito a la especulación; 2) la fase tiempo, la diferencia entre la sustancia
clásica de la C. geocéntrica y finitista; celeste y la sustancia sublunar (Ibid.,
3) la C. moderna heliocéntrica; 4) la II, q. 22). Las posibilidades que Occam
fase contemporánea caracterizada por dejara abiertas fueron transformadas
diferentes alternativas de interpreta­ en decididas afirmaciones por Nicolás
ción. de Cusa (De Docta Ignorantia, 1440)
1) La primera fase está caracterizada y se unieron (como se había unido el
por el abandono del mito y por la ten­ finitismo aristotélico con la astronomía
tativa de encontrar una explicación ra­ geocéntrica) con la astronomía helio­
cional o natural del mundo. Es la fase céntrica de Copémico y de Kepler en
representada por la filosofía presocrá­ la nueva concepción del mundo ex­
tica. Los pitagóricos tuvieron en este puesta y defendida por Galileo Galilei
campo los mayores méritos porque: (siglo xvn). Giordano bruno insistía,
a) entendieron el universo como un desde un punto de vista filosófico,
cosmos (véase), o sea como un orden sobre la conexión más estrecha que
objetivo, expresable en el lenguaje de existe entre la infinitud del mundo y
l» matemática, esto es, en términos la nueva astronomía heliocéntrica. La
de figura o de número; b) con Filolao física de Newton representa la expre­
(siglo v a. c.) rechazaron por primera sión de la estructura matemática de
vez la concepción geocéntrica, expre­ un mundo concebido de tal manera, y
sando que la tierra misma y todos los justo a partir de esta física intentó
otros cuerpos celestes se mueven en Kant, por vez primera, en su AUgemeine
torno de un fuego central denominado Naturgeschichte und Theorie des Him-
Hestia, presentando así la primera doc­ mets ["Teoría de los cielos”], 1755, una
trina heliocéntrica, que más tarde fue cosmogonía científica que presentaba la
defendida por Heráclides Póntico y por hipótesis de una formación de la tota­
Aristarco de Samos (siglo m a. c.). lidad del universo, a partir de una
2) La segunda fase es la de la astro­ nebulosa primitiva y basada en las le­
nomía clásica y la de la filosofía de yes de la física newtoniana. Laplace
la naturaleza de Platón y Aristóteles. presentó más tarde y en forma más
Se caracteriza por la consolidación de rigurosa la misma hipótesis limitada
la concepción geocéntrica del mundo, al sistema solar (Exposición del siste­
a través de la obra de Eudosio (si­ ma del mundo, 1796) y creyó haber
glo iv a. c.), Hiparco (siglo n a. c.) y demostrado que el mundo no es más
Tolomeo (siglo II d. C.), y de la concep­ que una máquina gigantesca, regida por
ción finitista y cualitativa de la natu­ rigurosas leyes matemáticas. Esta fase
raleza, propia de Aristóteles. En efecto, cosmológica culmina, por lo tanto, con.
251
Cosmología

el triunfo del mecanismo, cuyo ejemplo hacia el rojo’ del espectro de las ga­
más conspicuo parecen ser los cielos. laxias, ha llevado a abandonar los mo­
4) La cuarta fase de la C. comenzódelos estáticos del universo, como el
en la segunda década de este siglo y de Einstein, al que ya nos hemos refe­
se debe al uso de los nuevos instru- rido, y el de De Sitter (cf. de este
mencos ópticos y conceptuales de que último, Kosmos, 1932), a favor de mode­
se comienza a disponer en este periodo. los dinámicos, fundados en la noción
Los grandes telescopios y la teoría de de "expansión” del Universo. Eddington
la relatividad de Einstein han sido los y Lemaitre han contribuido en medida
factores fundamentales de esta trans­ eminente al desarrollo y a la difusión
formación. En un escrito de 1917, Con­ del modelo del Universo en expansión
sideraciones sobre el universo como un (A. S. Eddington, The Expanding Uni-
todo, Einstein proponía por vez pri­ verse, 1933; G. Lemaitre, The Primeval
mera una reforma radical de la con­ Atom: An Essay on Cosmogony; trad.
cepción del mundo que se había venido ingl., 1950). La diferencia entre los dife­
formando a partir del Renacimiento y rentes modelos del Universo es expre­
que parecía ya establecida; proponía, sada por el mismo Eddington en estos
por lo tanto, considerar el Universo no términos: "En un extremo tenemos el
ya como infinito, sino como finito y, Universo de Einstein sin movimiento
sin embargo, no limitado (como no es y, por lo tanto, en equilibrio. Después, a
limitado un anillo sin engarce, que medida que procedemos a lo largo de
se puede hacer girar ilimitadamente). la serie, tenemos modelos de Universo
Einstein consideraba, pues, el espacio que nos muestran una expansión cada
del Universo como un espacio curvo, vez más rápida hasta que, al otro ex­
más precisamente elíptico, en el cual tremo de la serie, llegamos al Universo
una línea recta, suficientemente pro­ de De Sitter. La proporción de la ex­
longada, volvería sobre sí misma y ter­ pansión aumenta a lo largo de la serie,
minaría por cerrarse. Las propiedades en tanto que la densidad disminuye; el
geométricas del espacio serían deter­ Universo de De Sitter es el límite en
minadas en este caso por la materia, ya el cual la densidad media de la materia
que de la diversidad de la materia de­ celeste se acerca a cero. La serie de los
pendería el grado de curvatura del universos en expansión termina enton­
espacio. Por otra parte, las observa­ ces, no por el hecho de que la expan­
ciones de Hubble, que fueron posibles sión resulte muy rápida, sino porque
gracias al telescopio de cien pulgadas, no hay nada más que pueda expandirse”
permitían resolver el problema de la (The Expanding Üniverse, 2, §4). Pero
naturaleza de las nebulosas, recono­ el modelo de Einstein no se adaptaba
ciéndolas como sistemas galácticos in­ del todo a las observaciones astronó­
dependientes y no como partes de nues­ micas, era muy pequeño para represen­
tra propia galaxia. Hubble estableció tar al Universo real. El modelo de
dos hechos de gran importancia. El pri­ De Sitter satisfacía las ecuaciones sola­
mero es que las nebulosas extragalác­ mente a base de aceptar que el espacio
ticas se distribuyen por el espacio de fuera vacío y que no existiera materia
manera uniforme y homogénea. El se­ en absoluto; por lo tanto, el modelo de
gundo es que los espectros de estas Lemaitre siguió siendo por algunos años
galaxias muestran un desplazamiento el modelo a que se hacía más frecuente
hacia el rojo ("corrimiento al rojo”), referencia.
desplazamiento tanto mayor cuanto más Después de la segunda Guerra Mun­
lejanas se encuentran las galaxias. Este dial, la C. ha sufrido una nueva trans­
segundo hecho es interpretado por lo formación. Los matemáticos ingleses
común en el sentido de que las galaxias Hermán Bondi y Thomas Gold propu­
se alejan de nosotros y al mismo tiem­ sieron en 1949 un nuevo modelo del
po unas de otras con una velocidad Universo, tomando su punto de partida
que aumenta con la distancia (Edwin en la paradoja en la que se había dete­
Hubble, The Realin of the Nebulae, nido el astrónomo alemán Olbers más
1936). de un siglo antes. La paradoja es ésta:
Este hecho, o mejor dicho, esta inter­ si las estrellas están uniformemente dis­
pretación del hecho del 'corrimiento tribuidas en el espacio y si el espacio
252
Cosmológica, prueba

es infinito, ¿por qué no nos anega su del Universo no estático, como el de


luz hasta cegamos? ¿No debería todo Bondi y Hoyle, sino “evolucionista”, por
punto de un Universo infinito recibir el cual se admite que el Universo ha
una cantidad infinita de luz? AI formu­ evolucionado del estado de gas alta­
lar esta paradoja Olbers partía del su­ mente comprimido y muy caliente al
puesto de que el carácter general del estado actual que presenta estrellas,
Universo es el mismo no sólo en todos galaxias y materia. Esta teoría admite
los lugares sino también en todos los como origen del Universo un aconte­
tiempos. Bondi y Gold partieron preci­ cimiento catastrófico, único por las con­
samente de este supuesto. Ello implica diciones en que se desarrollara (G. Ga-
que la apariencia de cualquier región mow, “Modem C.”, en Scientific Amer­
ha sido en el pasado y será siempre en ican, 1954, n. 3; D. W. Sciama, "Evolu-
el futuro lo que es en el presente. Aho­ tionary Processes in Cosmology”, en
ra bien, el único modo de conciliar este The Advancement of Science, 1955, n. 54).
postulado con el movimiento de receso Dado que estas concepciones preten­
de las galaxias (demostrado por el ‘co­ den ser puramente científicas, no son
rrimiento al rojo’ de sus espectros), es en absoluto un retorno a la vieja C. fi­
admitir que nuevas galaxias se forman nalista y tratan la creación como un
de continuo para compensar la disper­ simple “hecho” del que se puede esta­
sión de las viejas. Pero si se forman blecer matemáticamente la "entidad
nuevas galaxias continuamente, esto media”, es claro que se fundan sobre
quiere decir que de continuo se crea algunos presupuestos poco justificables.
nueva materia en el espacio. Bondi y Dejando de lado el hecho de que la
Gold calcularon que la creación de nue­ expansión del Universo sea admitida
va materia debe realizarse en la pro­ interpretando el ‘corrimiento al rojo’
porción de un átomo de hidrógeno por del espectro de las galaxias como la
hora y por cada milla cúbica de espacio recesión de las galaxias mismas (no se
intergaláctico (ver "Theories of cosmo- puede excluir que tal hecho pueda te­
logy”, de Bondi, en The Advancement ner otras interpretaciones), el postu­
of Science, 1955, n. 45; Bondi, Bonnor, lado de la uniformidad del Universo
Lyttleton y Whitrow: Rival theories of en el tiempo, lo mismo que en el es­
cosmology, Londres, 1960; trad. esp.: pacio, no es más que una expresión
El origen del Universo, México, 1962, disfrazada de la vieja id a del mundo
F. C. E.). Estas ideas fueron de inme­ como totalidad absoluta de los fenó­
diato consideradas por el astrónomo menos. Tal postulado, en efecto, no es
inglés Fred Hoyle, que modificó las verificable ni refutable y no puede ser
ecuaciones de Einstein sobre la rela­ traducido a enunciados comprobables;
tividad general, de modo que permitan por lo tanto, no hace más que expresar
la continua creación de la materia en el la idea del mundo como "totalidad ab­
espacio (The Nature of the Universe, solutamente homogénea”, una idea no
1950). menos metafísica que la de la “inco­
En los momentos en que fue formu­ rruptibilidad de los cielos” de cuño
lada, esta doctrina tenía la ventaja de aristotélico (cf. las importantes obser­
quitar toda importancia al desacuerdo vaciones de M. K. Munitz, Space, Time
de los astrónomos acerca de la edad and Creation, Glencoe, 111., 1957).
del Universo, eliminando el problema
mismo acerca de la determinación de Cosmológica, prueba (ingl. cosmological
la edad. En efecto, si la creación es argument-, franc. preuve cosmclogique;
continua y si las nuevas galaxias nacen alem . Kosmologischer B ew eis; i tal.
continuamente en el Universo, éste debe prova cosmológica). Nombre dado por
hallarse poblado de galaxias de todas la filosofía alemana del siglo xvm a la
las edades. El uso de telescopios cada prueba de la existencia de Dios que
vez más potentes pareció eliminar últi­ Santo Tomás llamaba ex parte motits
mamente las discrepancias acerca de (S. Th., I, q. 2, a. 3) y que la tradición
la estimación de la edad del Universo, escolástica había tomado de la Física
que se fiió en aproximadamente cinco (VII, 1) y de la Metafísica (XII, 7) de
billones de años. Ello persuadió a algu­ Aristóteles. Véase d io s , p r u e b a s de s u
nos astrónomos a admitir un modelo EXISTENCIA.

2S3
C o s m o p o litis m o
C o s tu m b re
C o s m o p o litis m o (in g l. cosmopolitism; adoptaba la palabra Vico: ‘“Es un dicho
franc. cosmopolitisme; alem. Kosmo- digno de consideración el de Dion Cas-
politismus; ital. cosmopolitismo). La sio: que la C. es similar al rey y la
doctrina que tiende a negar la impor­ ley al tirano y que de ello entiende
tancia de las divisiones políticas y a la costumbre razonable y la ley no
ver en el hombre, o por lo menos en el animada de razón natural” (Scienza
sabio, un "ciudadano del mundo”. "Cos­ Nuova, 1744, dignidad, 104; trad. esp.
mopolita” respondió ser Diógenes el de la 1? ed.: Ciencia nueva, México,
Cínico a quien le preguntó de dónde 1941, F. C. E.). En el lenguaje contem­
era (Dióg. L., VI, 63). Además de los poráneo se entienden por C. los usos
cínicos, los estoicos defendieron el C. (folkways), las convenciones y las prác­
en la Antigüedad. "Consideramos a to­ ticas (mores) que se diferencian entre
dos los hombres connacionales y con­ sí por la diferente intensidad de las
ciudadanos —decía Zenón—; sea la sanciones que las refuerzan.
vida una y el mundo como una grey
todo unido, criado con una ley común” C o s tu m b re (gr. E0o;; lat. consuetudo',
(Plut., De Alex. virt., I, 6 , 329). El C. ingl. habit, custom: franc. habitude;
como ideal diferente del universalismo alem. Gewohnheit; ital. abitudine). En
eclesiástico, fue también compartido general, la repetición constante de un
por Leibniz (Scritti politici, selección hecho o de un comportamiento, debido
y trad. ital. de V. Mathieu, pp. 14142) y a un mecanismo de cualquier naturale­
reaparece en la Ilustración. Kant lo con­ za, físico, psicológico, biológico, social,
sidera un principio regulador del pro­ etcétera. Se admite, en la mayoría de los
greso de la sociedad humana hacia la casos, que tal mecanismo se forma por
integración universal y, por lo tanto, repetición de los actos o de los compor­
como "el destino del género humano, tamientos y, por lo tanto, en el caso de
justificado por una tendencia natural acontecimientos humanos, por ejercicio.
en tal sentido” (Antr., H e). Decimos "las cosas generalmente se
desarrollan así” para indicar cierta uni­
C o sm o s (gr. xoanoc). El mundo como formidad de sucesos, aunque éstos no
orden (cf. Plat., Gorg., 508 a; Arist., sean humanos, y siempre y cuando
Met., I, 3, 984 b 16). Según Diógenes no sea una uniformidad rigurosa y abso­
Laercio, fueron los pitagóricos los que luta, sino solamente aproximativa y rela­
primero denominaron C. al mundo, pero tiva, susceptible, sin embargo, de auto­
él mismo anota que Teofastro lo atri­ rizar una previsión probable. En este
buía a Parménides, a Zenón y a Hesíodo sentido Aristóteles dice (Ret., I, 10,
(Dióg. L., VIII, 48). La palabra es usada 1369 b 6 ): "Se hace por C. lo que se
indiferentemente en lugar de mundo hace porque se ha hecho a menudo
y la noción relativa constituye una antes” y agrega que: “La C. es en cierta
de las interpretaciones fu n d a m e n ta ­ forma semejante a la naturaleza, por­
les de la noción de mundo. Solamente que ‘a menudo’ y ‘siempre’ resultan
Jaspers ha establecido una distinción vecinos; lo natural sucede siempre, la
entre mundo y C .; el C. es la imagen C. a menudo” (Ibid., I, 11, 1370 a 7).
del mundo que cada yo se forma, pero Según lo expresado, Aristóteles ve en
para él mismo no es el mundo como la C. una especie de mecanismo, análogo
suma total de todas las cosas y los yos a los mecanismos naturales, que garan­
existentes, o sea como totalidad omni- tiza en cierta medida la repetición uni­
comprensiva (Phil., I, pp. 79-80). Véase forme de hechos, actos o comporta­
MUNDO. mientos, eliminando o reduciendo, con
C o sm o te o lo g ía , véase TEOLOGÍA, 2.
relación a estos últimos, esfuerzos y
fatigas y haciéndolos así agradables.
C o s tu m b re (ingl. custom; franc. cou- El término ha sido y es constante­
ttime; alem. Gewohnheit; ital. consuetu- mente usado con este significado en un
diñe). 1) Lo mismo que hábito (véase). conjunto de disciplinas (biología, psico­
2) En sentido sociológico, cualquier logía, sociología) y, en la filosofía mo­
postura, esquema o proyecto de com­ derna, ha sido considerado a menudo
portamiento en el que participen varios como principio de explicación en el co­
miembros de un grupo. En este sentido tejo de problemas gnoseológicos o me-
254
Costumbre

tafísicos. Pascal adoptó por primera vez, noción de C. para explicar las obliga­
y con este sentido, el concepto en ciones morales, las que no serían exi­
cuestión. Insistió acerca de la influen­ gencias de la razón, sino C. sociales que
cia de la C. en la creencia. "La C. garantizan la vida y la solidez del cuer­
(coutume) es aquello que hace nuestras po social (Deux sources de la morále
pruebas más fuertes y más crudas: et de la religión, p. 2 1 ).
inclina al automatismo, y éste arrastra La interpretación de la C. como una
al espíritu sin que él se dé cuenta de acción originariamente espontánea o li­
ello... Es necesario adquirir una creen­ bre que luego queda fijada por el ejer­
cia más fácil, que es la de la C. (habi- cicio hasta llegar a repetirse sin la
tude), la cual, sin violencia, sin arte, sin intervención de la razón y de la con­
prueba, nos hace creer las cosas e incli­ ciencia y, por lo tanto, en forma mecá­
na la totalidad de nuestras potencias nica, ha hecho posible el uso metafísico
hacia esta creencia, de tal manera que de esta noción, uso que hallamos con
nuestra alma cae naturalmente en ella” bastante frecuencia en la filosofía mo­
(Pensée, n. 252). Éste fue el punto de derna y contemporánea, especialmente
vista que un siglo después dio base a la en el idealismo y en el esplritualismo.
filosofía de Hume. Hume definió la C. El primero que ha obtenido partido de
como la disposición (véase) producida este uso para la construcción de una
por la repetición de un acto, para re­ metafísica de la experiencia interior
novar el acto mismo sin la intervención ha sido Maine de Biran en su escrito
de la razón (Inq. Conc. Underst., V, 1). Influencia de la costumbre sobre la
Y se valió de la C. así entendida para facultad de pensar (1803). En tanto
explicar, en primer lugar, la función las C. pasivas concernientes a las sen­
de las ideas abstractas, que consideró saciones producen la disminución de la
como ideas particulares tomadas como conciencia, las C. activas que concier­
signos de otras ideas particulares se­ nen, en cambio, a las operaciones, pro­
mejantes. La C. de considerar unidas ducen su mayor facilidad y perfección
entre sí ideas designadas por un único y constituyen, por lo tanto, un instru­
nombre, hace que el nombre mismo mento de liberación del espíritu de los
despierte en nosotros, no una sola de mecanismos que tienden a formarse
esas ideas ni todas, sino la C. que tene­ mediante la repetición de sus esfuerzos.
mos de considerarlas juntas y, por con­ Esta noción de C., aun expresada en
siguiente, una u otra de ellas según la los términos de la denominada "expe­
ocasión (Treatise, I, 1, 7). Hume recu­ riencia interior” o "sentido íntimo",
rre a la C. para explicar la conexión tiene ya posibilidad metafísica, porque
causal: en virtud de haber visto mu­ Maine de Biran cree que los datos de
chas veces juntos dos hechos u objetos, esta experiencia llegan a revelar la rea­
por ejemplo, la llama y el calor, el peso lidad misma. Esta teoría encuentra eco
y la solidez, somos llevados por la C. a en la doctrina de Hegel, que le ha
esperar uno de ellos en cuanto el otro se dedicado algunos parágrafos de su sec­
nos presenta. El conjunto de nuestra ción acerca del Espíritu objetivo, en
vida cotidiana está fundado en la C. la parte dedicada al alma sensible
"Sin la C. —nos dice Hume (Inquiry, (Ene., §§409-10). Hegel dice que me­
cit., V, 1)— seríamos totalmente igno­ diante la C. el alma "tiene el contenido
rantes de toda cuestión de hecho, ex­ en su posesión y lo retiene en sí de
ceptuando aquellas que se presentan modo que en tales determinaciones no
inmediatamente a la memoria o a los está como sensitiva, no está en rela­
sentidos. No sabríamos adaptar los me­ ción con ellas, distinguiéndose de las
dios a los fines y emplear nuestros po­ mismas, ni se encuentra inmersa en
deres naturales para producir un efecto ellas, sino que las posee sin sensación
cualquiera. Toda acción daría fin e y sin conciencia y se mueve en su
igualmente la parte principal de la es­ interior. El alma, por lo tanto, está
peculación.” libre de ellas, por cuanto no se interesa
De manera análoga, pero en un cam­ y no se ocupa de ellas; y al existir
po diferente, Bergson (volviendo a una en esta forma de posesión, está en con­
idea de Renouvier, en la Nouvelle mo- junto abierta a toda actividad y ocupa­
nadologie, p. 298) se ha servido de la ción ulteriores (tanto de la sensación
255
C o s tu m b re s
C re a c ió n
como de la conciencia espiritual en ge­ nismo de la materia" y reducirlo de
neral)”. Hegel ha subrayado la impor­ nuevo a la espontaneidad espiritual.
tancia de la C. para la vida espiritual,
en lo referente a la función expresada, o (lat. mores', ingl. mores).
C o s tu m b re s
sea la de ofrecer al alma la posesión Las actitudes institucionalizadas en un
de cierto contenido, de manera que grupo social, al cual se aplican eminen­
pueda usar tal contenido "sin sensación temente los calificativos de “bueno” y
y sin conciencia”, de tal modo que sen­ "malo” y que son reforzadas por las
sación y conciencia vuelven a ser li­ más enérgicas sanciones, por ser con­
bres, esto es, quedan disponibles para sideradas como condiciones indispensa­
otras operaciones. "La C. —ha dicho— bles de cualquier relación humana. Véa­
resulta la cosa más esencial para la se ÉTICA.
existencia de toda espiritualidad en
el sujeto individual a fin de que el C o tid ia n id a d (alem. Alltaglichkeit). Tér­
sujeto exista como sujeto concreto, co­ mino introducido por Heidegger para
mo idealidad del alma, con el fin de que designar "la modalidad ónticamente in­
el contenido religioso, moral, etc., le mediata del 'ser ahí’, su indiferenciada
pertenezca como a sí mismo, como esta modalidad inmediata y regular: [que]
alma; no ya en él solo en sí (como no es una nada, sino un carácter feno­
disposición), ni como sensación y co­ ménico positivo de este ente”. Tal modo
mo representación pasajera, ni como del "ser ahí” es el punto de partida de
interioridad abstracta separada del ha­ la interpretación ontológica, lo que sig­
cer y de la realidad, sino en su ser.” nifica que tal interpretación hace refe­
Lo que significa que la C. incorpora rencia a las situaciones en que el hom­
cierto contenido en el ser mismo del bre se encuentra más frecuentemente
alma individual, como una posesión en el transcurso de la vida (Sein und
efectiva, que se traduce en acción real. Zeit, §9; trad. esp.: El ser y el tiempo,
Sobre las huellas de Maine de Biran, México, 1962, F. C. E.). Véase t é r m i n o
Ravaisson ha propuesto una verdadera m e d io .

y propia metafísica de la C., que expuso (gr. jtoíti<j i ; ; lat. creatio; ingl.
C re a c ió n
en una famosa memoria (Sobre la cos­ creation-, franc. création; alem. Schop-
tumbre, 1838). En la C., Ravaisson vio fung; ital. creazione). La palabra tiene
una idea sustancial, esto es, una idea un sentido muy genérico en todas las
que se ha trasformado en sustancia, en lenguas, sentido que indica una forma
realidad, y que obra como tal. La C. cualquiera de causalidad productora,
no es un puro mecanismo, sino una tanto la de un artesano, la de un ar­
"ley de gracia” en cuanto señala el tista o la de Dios. Pero su significado
predominio de la causa final sobre específico, como particular forma de
la causa eficiente. Permite, por lo tan­ causación, se halla caracterizado: 1) por
to, entender a la naturaleza misma la falta de necesidad del efecto con re­
como espíritu y como actividad espiri­ ferencia a la causa que lo produce;
tual, ya que demuestra que el espíritu 2) por la falta de una realidad presu­
puede hacerse naturaleza y la natura­ puesta respecto al efecto creado, además
leza espíritu. Permite ordenar todos de la causa creadora (y en este sen­
los seres dentro de una serie en la cual tido se dice que la C. es "de la nada”);
la naturaleza y el espíritu representan 3) por la inferioridad de valor del
los extremos límites. "El límite inferior efecto con referencia a la causa y, even­
es la necesidad, el destino, si se quiere, tualmente, 4) por la posibilidad de que
pero en la espontaneidad de la natu­ uno de los términos de la relación, o
raleza el límite superior es la libertad ambos, caigan fuera del tiempo. Las
del entendimiento. La C. desciende del características 1) y 2) diferencian la
uno hacia el otro, aproxima de nuevo C. de la emanación (véase) además de
estos contrarios y, aproximándolos, re­ las formas ordinarias de la causación.
vela la esencia íntima y la necesaria La característica 3) es común a la C. y
conexión.” Desde Bergson en adelante a la emanación y las diferencia, a las
estos conceptos han sido adoptados en dos, de las formas ordinarias de la cau­
el espiritualismo contemporáneo, para sación. La característica 4), de cual-
explicar de alguna manera el "meca­ quien modo que se verifique, acerca la
256
Creación

C. a la emanación (que es eterna por o en una materia que le sea indepen­


ser necesaria), pero no se verifica siem­ diente.
pre. En vista de estas exigencias, la no­
Por lo común se cree que la C. es ción de C. fue elaborada por vez pri­
una noción de origen bíblico, pero en mera por Filón de Alejandría (siglo i).
realidad no es posible sacar de la Bi­ Aun cuando Filón siga denominando
blia las determinaciones arriba expues­ "Demiurgo” o "Alma del mundo” a
tas, que la definen y que son el fruto Dios, enuncia, con algunos titubeos, la
de la elaboración que el pensamiento noción de C., afirmando que "Dios,
cristiano dio al concepto, refiriéndolo, al crear todas las cosas, no sólo las
positiva o polémicamente, a doctrinas trajo a la luz, sino, más bien, creó lo
propias de la filosofía griega. Así, en que antes no era; por lo tanto, no es
la Biblia se dice claramente que Dios simplemente constructor, sino verdade­
creó el cielo y la tierra (Génesis I, ro fundador■ ” (x-uúrais; De Somniis, I,
1; Salmos XXXII, 6 ; CXXXV, 5; Ecle­ 13). En el mismo sentido fue elaborada
siástico XVIII, 1; Hechos XIV, 14; la noción de C. por la patrística y por la
XVII, 24, etc.). Pero tampoco está muy escolástica. La patrística la elaboró de
claro que se trate de una C. de la manera más afín a los modelos clási­
nada; así, el libro de la Sabiduría (XI, cos. Ireneo reivindicaba contra los gnós­
18) habla de la C. del orbe de la tierra ticos el carácter total (ex nihilo) de
"de una materia invisible”. Por otro la C., sin el cual se atribuiría a Dios la
lado, la filosofía griega tenía cierto con­ impotencia para realizar sus proyectos
cepto de C. que no resultó compatible (Adv. haeres, II, 1, 1) pero, sobre todo
con el concepto de Dios, propio del en los padres de la Iglesia oriental, se
cristianismo. El concepto de C., dado siente la influencia del modelo ema-
por Platón en el Timeo, se ajusta a nantista, que es evidente en Orígenes
las condiciones 1) y 3), pero contra­ (De princ., I, 2, 10), lo mismo que, aún
viene la 2). La C. es, para el Dios- en los pródromos de la escolástica, en
artífice, un acto voluntario de bondad Scoto Erígena (De div. nat., IV, 7) que
que quiere el bien multiplicado (Tim., considera insoluble la conciliación en­
29 E), lo que significa que el mundo tre la eternidad del mundo y su C. por
no es necesario con referencia a su cau­ parte de Dios. La escolástica árabe,
sa. Pero la acción creadora del Demiur­ Avicena y Averroes, habí' insistido en
go está limitada: 1) por las estructu­ la necesidad y la eternidad del mun­
ras del ser, o sea, de las ideas o sus­ do, negando, con Averroes, la C., o
tancias que adquiere como modelos de reduciéndola, con Avicena, a la mera
su obra; 2) por el molde material, que anterioridad del ser necesario sobre el
con su necesidad limita la obra misma. ser contingente (Met., VI, 2). Y a este
Por lo tanto, su C. no es ex nihilo. A respecto no sirvieron de mucho las
su vez, el Dios de Aristóteles, como críticas de Maimónides, quien defendía
primer motor inmóvil del mundo, es la "novedad” del mundo, destacando los
causa del movimiento, o sea del devenir caracteres arbitrarios del mundo mis­
y del orden del mundo, pero no de su mo (Dalatat al-hairim; trad. franc.:
ser sustancial, que es eterno como Dios Guide des égarés, II, 19; trad. esp.: Guía
mismo (Met., XII, 6 , 1071b 3ss.). En de tos descarriados). La primera expo­
cuanto al Dios de los neoplatónicos y sición lúcida del concepto de C. se debe
de Plotino, su acción creadora es la de a San Anselmo. "Las cosas hechas de
la emanación, caracterizada por la nece­ la sustancia creadora —dice— son he­
sidad del proceso creador (véase e m a ­ chas de la nada; como suele decirse
n a c i ó n ). que uno ha resultado rico, siendo pobre
En estos modelos clásicos, el con­ y otro, enfermo, ha resultado sano”
cepto de C. chocaba con los atribu­ (Monologion, 8 ). Por lo tanto, salvo
tos del Dios judío y cristiano, que no Dios mismo, nada precede a la obra
es causa necesaria, sino que crea al creadora: "Lo que antes no era, ahora
mundo por un acto libre y gratuito y es” (Ibid., 8 ). Con igual lucidez, Santo
es infinito y omnipotente; por lo tanto, Tomás recapitulaba las características
no puede encontrar límites a su acción que la noción iba adquiriendo en la es­
creadora, en una estructura sustancial colástica latina. La C. es "la emanación
257
Creación

de todo el ente de la causa universal, pp. 51 ss.). Pero Hegel y el idealismo


que es Dios”. No presupone realidad romántico en general, sustituyen la no­
alguna, ya que de otra manera habría ción de C. por un concepto elaborado
una realidad no causada por Dios y en por Spinoza: la derivación racional ne­
este sentido, es ex nihilo. Ex no signi­ cesaria de las cosas, como momentos
fica aquí la causa material, como si lógicos, desde su principio, derivación
la nada fuera la materia de que está que Spinoza había identificado con aque­
compuesto el mundo, sino solamente el lla por la cual sería absurdo que se
orden de sucesiones por el que el ser dijera que Dios puede hacer que “de la
creado del mundo sigue al no ser del naturaleza del triángulo no se siga que
mundo mismo (S. Th., I, q. 45, a. 1-2). sus tres ángulos sean iguales a dos rec­
Con esto y con el reconocimiento de tos, o sea, con la necesidad geométrica”
que "no es necesario que Dios quiera (Eth., I, 17, scol.). Desde principios del
cualquier cosa fuera de sí mismo” siglo xix, a través del idealismo román­
(Ibid., q. 46, a. 1), que implica el ca­ tico y más tarde a través del positi­
rácter voluntario y gratuito de la C., las vismo evolucionista, se abre camino, en
características del concepto quedaron efecto, otra hipótesis muy diferente de la
fijadas. Santo Tomás no considera, sin que considera el origen del mundo en
embargo, que el concepto implique ne­ su totalidad. Esta hipótesis presupone
cesariamente la iniciación del mundo la noción de progreso que la Ilustración
en el tiempo. La C., como causación del siglo x v iii había elaborado con re­
del mundo por parte de Dios, podría ferencia al mundo humano y que el
muy bien ser eterna, en el sentido siglo xix extiende al mundo natural.
que San Agustín ilustraba diciendo: “Si Tal noción ha dado lugar a la de des­
un pie ha estado desde la eternidad arrollo dialéctico, por un lado, y a la
y siempre en el polvo, siempre habrá de evolución o desarrollo natural, por
habido, abajo de él, una horma in­ otro lado. La primera fue utilizada
dudablemente producida por el pie que por el idealismo romántico y la segun­
comprime; del mismo modo el mundo da por el positivismo. Ambas sustituyen
siempre fue porque siempre fue el que la noción del instantáneo fiat creador
lo creara” (De Div. Dei, X, 31). En este por la de una formación gradual y pro­
caso es obvio que las características 1), gresiva. Ambas llevan a considerar co­
2), 3), de la loción, permanecerían in­ mo "mítica” la noción misma de crea­
mutables. Santo Tomás, por lo tanto, ción. Y en realidad, son antitéticas a
admite que el comienzo del mundo en las características fundamentales de
el tiempo es pura materia de fe (S. Th., esta noción. Desarrollo (dialéctico) y
I, q. 46, a. 2). Esta doctrina fue repro­ evolución significan causación necesa­
ducida, sin variantes notables, por Duns ria, mediata, progresiva y, si no tem­
Scoto (Rep. Par., II, d. 1, q. 3, n. 8 ). poral, por lo menos coincidente con la
El uso de la noción en la filosofía sucesión temporal. La C. queda enton­
moderna y contemporánea sigue este ces como alternativa "mítica”, "meta­
paradigma. A menudo, los filósofos que física” o "religiosa” de la explicación
se han servido de la noción han insis­ del mundo, no obstante que, a menudo,
tido sobre una u otra de sus caracte­ la hipótesis de la evolución o del des­
rísticas y han agregado alguna que arrollo se presenta por lo menos tan
equivale a su negación. Descartes in­ "mítica” o "metafísica” como la de la
sistió en la continuidad de la C. mis­ creación.
ma, observando que si Dios cesara de Con todo, la noción de C. no ha sido
crear, el mundo cesaría de existir (Disc., abandonada. No solamente se vuelve a
IV; Princ. Phil., I, §21), observación presentar cuantas veces se presenta una
que no es nueva (se encuentra ya en concepción teísta o deísta del mundo,
Filón, Legis alt., I, 5) y que en la edad como ocurre a menudo por obra del
moderna se repite con frecuencia. En esplritualismo moderno, sino que tam­
cambio otros, como Hegel, insisten en bién en la ciencia, en estos últimos
la necesidad de la C., con lo que, no obs­ tiempos, a veces es presentada como
tante, implícitamente se niega el con­ un “hecho”, independientemente de to­
cepto (Philosophie der Religión [“Filo­ da creencia metafísica o religiosa. Al­
sofía de la religión”], ed. Glockner, II, gunos astrónomos modernos sostienen
258
C re a c io n is m o
C re e n c ia
que la expansión del Universo (de la procesos de la naturaleza y del arte
cual es signo el 'corrimiento al rojo’ del (S. Th., I, q. 45, a. 8 ), el uso del tér­
espectro de las galaxias) exige, para mino para calificar a estos mismos
que el estado del Universo sea estacio­ procesos es común actualmente, tanto
nario, la C. continua de nueva mate­ en el lenguaje filosófico como en el
ria. Se ha llegado a calcular que la lenguaje corriente. Pero todo lo que
proporción de la materia creada es más este uso implica es, precisamente, la
o menos equivalente a la masa de un acentuación del carácter de novedad
átomo de hidrógeno por cada litro de imprevisible que tienen algunos produc­
volumen y por cada billón de años (Bon- tos de las actividades humanas o tam­
di, Cosmology, 1952; Bondi, Bonnor, bién de los procesos naturales, sin que,
Lyttleton, Whitrow, Rival theories af cos­ por razones obvias, el término tenga
mology, trad. esp.: El origen del Uni­ en estos usos relación alguna con el
verso, México, 1962, F. C. E.; cf. M. K. significado preciso que la filosofía me­
Munitz, Space, Time and Creation, 1957, dieval había elaborado.
pp. 154 ss.). La oportunidad científica
del uso del concepto se puede poner C re a c io n is m o , véase TRADUCIANISMO.
en duda, en este caso (véase c o s m o l o ­
g í a ) ; de todos modos es evidente que
Credo quia absurdum. Frase atribuida a
su significado no tiene aquí las carac­ Tertuliano (siglo n ) y que, aun cuando
terísticas específicas que lo singulari­ no se encuentre en sus obras, expresa
zan como forma de causación, porque perfectamente el antagonismo que es­
no hace referencia a una causa, esto tablece entre la ciencia y la fe. Su
es, a un creador. En el uso que del tér­ significado se expresa igualmente en
mino hacen estos cosmólogos, significa las siguientes palabras: "El Hijo de Dios
solamente "aparición sin causa”. fue crucificado, lo que no es vergonzo­
En sentido igualmente genérico, la so aunque pudiera serlo. El Hijo de
palabra es adoptada mucho más fre­ Dios ha muerto; es creíble pues es in­
cuentemente para corregir o rectificar concebible. Fue sepultado y resucitó;
el concepto de evolución y para intro­ es cierto pues es imposible” (De carne
ducir en él los caracteres de la impre- Christi, 5).
visibilidad, de la libertad y de la no­ Credo ut intelligam. Es el lema de San
vedad. En este sentido, Bergson ha Anselmo (siglo xi) y de buena parte
hablado de "evolución creadora” para de la escolástica. La fe es el punto de
subrayar la diversidad y la compleji­ vista de la investigación filosófica y
dad de las líneas evolutivas de las for­ nada se puede entender si no se tiene
mas orgánicas y "la multiplicidad casi fe. Pero es haraganería no intentar en­
infinita de análisis y de síntesis entre­ tender y demostrar lo que se cree (Pros-
lazadas” que presuponen; diversidad y logion, 1 ).
multiplicidad que aun el hombre puede
tomar directamente en sí mismo, en C re e n c ia (gr. júcmg; lat. credere; ingl.
la experiencia de la acción. "Que la belief; franc. croyance; alem. Fürwahr-
acción aumente avanzando, que cree a halten; ital. credenza). En su signifi­
medida que progresa, puede compro­ cado más general, es la actitud del que
barlo cada uno de nosotros cuando se reconoce por verdadera una proposición
mira a sí mientras elige” (Évol. créat., y, por lo tanto, la disposición positiva
1 1 ; ed., 1911, pp. 270-71). Otros han ha­ respecto a la validez de una noción
blado en sentido análogo de “evolución cualquiera. La C. no implica por sí
emergente" (por ejemplo, C. Lloyd Mor­ misma la validez objetiva de la noción
gan en Emergent Evolution, 1923). Este que acepta ni, por lo demás, excluye
sentido de la palabra, que subraya las esta validez. De análoga manera, no
novedades y la imprevisibilidad del re­ tiene necesariamente un alcance reli­
sultado de un proceso, es el que está gioso, no es necesariamente C. en la
implícito en los usos que la refieren verdad revelada, o sea fe, pero por
a actividades humanas, como cuando otra parte no excluye esta determina­
se habla de “C. artística", "literaria" o ción y en tal sentido se puede decir
"científica”, por ejemplo. Aun cuando que una C. pertenece al dominio de la
Santo Tomás excluyera a la C. de los fe (véase); la C., por sí, implica sola­
259
Creencia

mente la disposición positiva, a cual­ dad, presente en nosotros en grado


quier título dado y para todos los efec­ mayor que las ficciones y hace que pese
tos posibles, en las confrontaciones de más sobre el pensamiento y que tenga
una noción cualqui- *a. Por lo tanto, una influencia superior sobre las emo­
pueden llamarse C. las convicciones ciones y sobre la imaginación” (Inq.
científicas y la fe religiosa, el reconoci­ Corte. Vnderst., V, 2). Hume considera
miento de un principio evidente o de inexplicable la C. misma y la entiende
una demostración, como también la simplemente como una experiencia o
aceptación de un prejuicio o de una sentimiento (feeting o sentiment) natu­
superstición. Pero no puede llamarse ral e irreductible. "No podemos —dice—
C. a la duda, que suspende el juicio ir más allá de la aserción de que la
respecto a la validez de una noción, o C. es una experiencia del espíritu que
a la opinión, en el caso que excluya las distingue las ideas del juicio de las
condiciones necesarias para un compro­ ficciones de la imaginación." Pero su
miso de tal naturaleza. análisis tuvo, entre otros resultados,
Platón denominó C. a la forma o el de poner en evidencia el específico
grado del conocimiento que tiene por carácter comprometido que el reconoci­
objeto las cosas sensibles, ya que con­ miento de una realidad cualquiera po­
tiene un compromiso respecto a la rea­ see. Kant no hizo más que aceptar y
lidad de tales cosas, a diferencia de la convalidar la generalización de Hume
conjetura que, al tener por objeto las con las aclaraciones metodológicas que
imágenes, las sombras, etc., no conlleva adujo en la sección del "Canon de la
tal compromiso (Rep . VI, 510 a). Aris­ razón pura” (en la Crítica de la razón
tóteles sostiene que la C. no es elimi- pura, cf. también la Crítica del juicio,
nable de la opinión: “No es posible §90) que dedicó a la opinión, a la
—dice— que el que tenga una opinión ciencia y a la fe. Entendió por C. "la va­
no crea en lo que piensa” (De an., III, lidez subjetiva del juicio”, esto es, la
428 a 20). En sentido análogo, pero con validez que el juicio posee "en el alma
referencia a la fe, San Agustín definió del que juzga" y reconoció tres grados:
el creer como "el pensar con asenti­ la opinión, que es una C. insuficiente,
miento” (De Praedest. Sanct., 2) defi­ tanto subjetiva como objetivamente; la
nición que Santo Tomás tomó como fe, que es una C. insuficiente objetiva­
fundamento de su análisis de la fe. mente, pero considerada subjetivamen­
"Este acto que es el creer —dice Santo te como suficiente. Y por fin, la cien­
Tomás— contiene la firme adhesión a cia, que es una C. suficiente tanto
una parte, y en esto es similar al acto subjetiva como objetivamente. Pero es­
del que conoce y entiende; sin em­ tas anotaciones y distinciones no obs­
bargo, el conocimiento del que cree tante el éxito que tuvieron, son un
no es perfecto por su evidencia y en tanto confusas. En efecto, Kant con­
esto el creer se acerca al acto de quien sidera la opinión como una especie de
duda, sospecha u opina” (S. Th., II, C., aun cuando reconoce que le falta
2 q. 2, a. 1). En la filosofía moderna, a el carácter comprometido. Por lo de­
partir de Locke, la limitación crítica más cree que sólo la fe tiene o puede
del conocimiento ha llevado a distin­ tener influencia sobre la acción, por
guir el conocimiento cierto del conoci­ lo que, como ya lo había visto Hume,
miento probable, y en el probable, va­ resulta ésta la característica propia de
rios grados de adhesión, de los que la toda C. El carácter específico de la C.
C. es el más alto (Essay, IV, 16, 9). ha sido subrayado por los empiristas
Pero fue el escepticismo de Hume el ingleses del siglo xix, por Brentano y
que generalizó la noción de C. y vis­ por los pragmatistas. Stuart Mili iden­
lumbró en la C. la actitud que consiste tificó "juicio” y "C.”. "Es necesario
en reconocer la realidad de un objeto. distinguir —dice— entre la simple suge­
"La C. —dice Hume— es sólo una con­ rencia al espíritu de determinado orden
cepción más viva, eficaz, firme, sólida entre las sensaciones o las ideas —como
de lo que la imaginación por sí sola el del alfabeto y el de la tabla pita­
nunca es capaz de obtener.” Es "el acto górica, por ejemplo— y la indicación
de la mente que representa a la rea­ de que este orden es un hecho real que
lidad, o lo que es tomado por reali­ está sucediendo o ha sucedido una o
260
Creencia

más veces o que sucede siempre en de­ algo de lo que nos damos cuenta; 2) apa­
terminadas circunstancias; que son las cigua la irritación de la duda; 3) impli­
cosas indicadas como verdaderas por ca el establecimiento de una regla de
una predicación afirmativa y como fal­ acción, o sea de un hábito. De este
sas por una predicación negativa" (Ana- concepto de la C. Peirce obtenía la re­
lysis of the Phenomena of the Human gla que más tarde fue tomada como
Mind [de James Mili], cap. IV, 4, n. 48; principio fundamental del pragmatis­
cf. también Syst. of Log., I, 5, 2). Que mo: "Para desarrollar el significado de
por lo demás el juicio importara una una cosa no hemos de hacer más que
C., había sido tesis de Hobbes (De Corp., determinar los hábitos que produce, ya
3, § 8 ), pero para él, la C. consistía que lo que una cosa significa es sim­
solamente en considerar que sujeto y plemente el hábito que implica. La iden­
predicado eran dos nombres de una tidad de un hábito depende de cómo
misma cosa. Stuart Mili, criticando a nos llevará a elegir, no solamente en
Hobbes en este punto, pretende demos­ las circunstancias que probablemente
trar que el compromiso implícito en surjan, sino también en las que aun
el juicio no es solamente verbal o lin­ siendo im probables, puedan surgir”
güístico, sino concerniente al objeto (Chance, Love and Logic, II, 2; trad.
del juicio mismo, o sea a la realidad ital., p. 32).
{Logic, I, 5, 4). Una tesis análoga fue Santayana ha aclarado la relación
sostenida por Franz Brentano desde el de la C. con la parte activa y prác­
punto de vista de la doctrina de la in­ tica del hombre, esto es, con el ham­
tencionalidad de la conciencia. Bren­ bre, el amor, la lucha o en general la
tano afirmó que todo objeto que es espera del futuro. Lo que es creído
juzgado existe en la conciencia de ma­ no es pura esencia (que como tal es
nera dual, es decir, como objeto repre­ sólo objeto de intuición), sino una cosa
sentado y como objeto reconocido o existente, y las cosas existentes son da­
negado, es decir "creído”. "Afirmamos das solamente en la "experiencia ani­
—dice Brentano— que cuando el objeto mal”, es decir, en la relación de acción
de una representación resulta objeto de y reacción, en la cual un organismo se
un juicio afirmativo o negativo, la con­ encuentra con el mundo. Por lo tanto,
ciencia se refiere a él en una especie la C. en la existencia es, según Santa­
de relación completamente nueva. El yana, una "fe animal” (Sc^pticism and
objeto está entonces doblemente pre­ Animal Faith, 1923, caps. 15-16; trad;
sente en la conciencia, como represen­ esp.: Escepticismo y fe animal, 1952).
tado y como aceptado o negado, así Por último, otro carácter de la existen­
como cuando el deseo se dirige hacia cia ha sido sacado a luz por James: la
un objeto, tal objeto está presente, al capacidad que la C. tiene para provo­
mismo tiempo, en la conciencia, ya sea car, a veces, su propia confirmación.
como representado o como deseado” James enunció esta tesis a propósito
( Von der Klassification der psychischen de C. metafísicas, las C. en el orden
Phanomene ["De la clasificación de los y en la bondad final del mundo, por
fenóm enos psíquicos”], 1911, II, 1). ejemplo (The Wilt to Believe, 1897)
Brentano distinguía, por lo tanto, al Con ello quería decir que la vida puede
juicio de la representación como una adquirir un sentido o un valor para
diferente facultad psíquica y lo consi­ quien crea que lo tiene. Pero fuera de
deraba señalado por el carácter com­ esta esfera metafísica, el fenómeno
prometido de la C. Husserl denomina de la C. que se realiza a sí misma es
"tético” a este carácter, por el cual hoy ampliamente reconocido y estudia­
la C. es un acto "ponente” del ser; a do en las ciencias sociales, como es
dicho carácter de la C. corresponde el reconocido y estudiado por estas mis­
carácter “real” de su objeto (Ideen, I, mas ciencias el fenómeno de la "C. sui­
§ 103). Los mismos rasgos son atribui­ cida”, o sea, de la C. que se destruye
dos a la C. en los análisis de Charles a sí misma.
S. Peirce, quien ha subrayado el ca­ En la filosofía contemporánea, por
rácter comprometido que para la acción lo tanto, la C. queda establecida por las
posee la C. Según Peirce, los caracte­ siguientes características: 1) la C. es
res de la C. son los siguientes: 1) es la actitud del compromiso en relación
261
C risis
C rite rio
con una noción cualquiera; 2) tal com­ en los valores y en los modos de vida.
promiso puede hallarse más o menos La creencia de que tal uniformidad ha­
justificado por la validez objetiva de ya existido y deberá retomar inevitable­
la noción, pero también no ser justi­ mente es el supuesto del buen éxito
ficado; 3) el compromiso mismo trans­ que la noción de C. ha encontrado, tal
forma la noción en lo que Peirce deno como aparece en uno de los escritos, en
minaba "hábito de acción”, o sea en que ha sido brillantemente analizada:
una regla de comportamiento; 4) como El esquema de la C. (1933), de Ortega
regla de comportamiento la C. puede y Gasset. Pero el ideal de una época
producir en algunos campos la propia orgánica, en la que no existan ni in­
realización o la propia refutación. certidumbres ni luchas, es a su vez un
mito que consuela y que aman los que
Crisis (ingl. crisis; franc. crise; alem. han perdido el sentido de seguridad, ya
Krisis; ital. crisi). Esta noción tan que ninguna época denominada orgá­
difundida en el lenguaje común y filo­ nica, ni siquiera la Edad Media, ha
sófico de nuestros días es de reciente estado exenta de conflictos políticos
origen y probablemente se remonta a y sociales incurables, de luchas ideo­
Saint-Simon. En la Introducción a los lógicas, de antagonismos filosóficos y
trabajos científicos del siglo xix (1807) religiosos que testimonian la fundamen­
Saint-Simon afirmaba que el progreso tal incertidumbre o ambigüedad de los
necesario de la historia está dominado valores de la época misma. Cuando al
por una ley general que determina la diagnóstico de la C. se añade el anuncio
sucesión de épocas orgánicas y de épo­ del inevitable advenimiento de una épo­
cas críticas. La época orgánica es la ca orgánica, cualquiera que sea, la no­
que reposa sobre un sistema de creen­ ción misma revela con claridad su ca­
cias bien establecido, se desarrolla de rácter de mito pragmático, ideológico
conformidad con tal sistema y progresa o político.
dentro de los límites por él estableci­
dos. Pero en cierto momento, este mis­ C rite rio (gr. x p i t í i p io v ■ lat. criterium;
mo progreso hace cambiar la idea cen­ ingl. criterion; franc. critére; alem. Kri-
tral sobre la cual giraba la época y teriitm; ital. criterio). Una regla para
determina así el comienzo de una época decidir lo que es verdadero o falso, lo
crítica. De tal manera, la edad or­ que se debe hacer o no hacer, etc. El
gánica de la Edad Media, por ejemplo, problema de un C. adecuado para diri­
fue puesta en C. por la Reforma y, gir al hombre se presentó solamente
sobre todo, por el nacimiento de la en el periodo posaristotélico de la filo­
ciencia moderna. Auguste Comte repi­ sofía griega, cuando la filosofía adqui­
tió esta distinción (Discours sur l'es- rió un carácter más bien práctico. Así
prit positif, §32). En la mente de Saint- Epicuro hizo de la sensación el C. de
Simon, como en la de Comte y otros la verdad y del placer sensible el C. del
positivistas, toda la época moderna es bien (Dióg. L., X, 31). Los estoicos
de C., en el sentido de que no ha lo­ hicieron de la representación catalép-
grado aún su organización definitiva en tica el C. de la verdad (Ibid., VII, 54)
tomo a un principio único, que debería y del vivir conforme con la natura­
ser dado por la ciencia moderna; pero leza el C. de la conducta (Ibid., VII,
se encamina inevitablemente a la rea­ 87). Y a su vez los escépticos, al negar
lización de tal organización. Este diag­ la validez de estos C., establecieron
nóstico ha sido compartido más tarde como su propio C. el de adherirse a
por todos los filósofos y políticos que los fenómenos y vivir según las cos­
han adoptado la actitud de profetas de tumbres, las leyes, las instituciones tra­
nuestro tiempo. Tanto los que creen que dicionales y las propias afecciones (Sex­
la nueva e ineludible época orgánica to Empírico, Hip. Pirr., 21-24). Es claro
será el comunismo, como los que creen que toda filosofía, aun en el caso de que
que tal época se caracterizará por su no elabore una doctrina explícita en
misticismo, están de acuerdo en diag­ tal sentido, tiende siempre a suminis­
nosticar la “C.” de la época presente trar un criterio que dirija al hombre
V en señalar su carácter en la falta de en sus elecciones y, especialmente, en
"organicidad”, o sea, de uniformidad las que tienen importancia decisiva para
2 6 2
C rític a
C u a d ra d o d e lo s o p u e s to s
su vida. Kant ha usado, en lugar de C., Hegel objetó que "querer conocer antes
la palabra canon (véase). de que se conozca es absurdo, tanto co­
mo lo era el sabio propósito de un
C rític a (ingl. critique-, franc. critique; escolástico que quería aprender a nadar
alem. Kritik; ital. critica). Término in­ antes de echarse al agua" (Enciclope­
troducido por Kant para designar al dia, § 10).
proceso por el cual la razón emprende Pero esta objeción es infundada, por­
el conocimiento de sí misma, esto es, que la C. kantiana no obra en el vacío y
"el tribunal que garantice a la razón con anterioridad al conocer, sino a par­
en sus pretensiones legítimas, pero que tir de los conocimientos de que el
condene a las que no tienen funda­ hombre dispone efectivamente y con
mento”. La C. no es, por lo tanto, “la el fin de determinar las condiciones y
C. de los libros y de los sistemas filo­ los límites de su validez. No se trata,
sóficos, sino la C. de la facultad de por lo tanto, de aprender a nadar fuera
la razón en general, con referencia a del agua, sino de analizar los movi­
todos los conocimientos a los que pue­ mientos de la natación con el fin de
de aspirar, independientemente de la determinar las posibilidades efectivas
experiencia” ; es también, por lo tanto, que ofrece el nadar, en relación con
"la decisión de la posibilidad o impo­ las ficticias, que sólo serían peligros.
sibilidad de una metafísica en general
y la determinación de sus fuentes, co­ C rític a , p sic o lo g ía , véase PSICOLOGÍA, B).
mo de su ámbito o de sus límites"
(Crít. R. Pura, Prefacio a la 1* ed.). La C rític a , h is to r ia , véase ARQUEOLÓGICA, H IS ­
tarea de la C. es, por lo tanto, negativa TORIA.
y positiva al mismo tiempo; negativa,
en cuanto limita el uso de la razón, C ritic is m o , véase KANTISMO.
positiva porque, dentro de estos límites,
la C. garantiza a la razón el uso legí­ Nombre dado por Gioberti,
C ro n o to p o .
timo de sus derechos (lbid., Prefacio Protologia (I, pp. 453-54), a la unidad
a la 2* ed.). La C., entendida de tal del espacio y del tiempo puros, tal
manera, era para Kant uno de los debe­ como son intuidos por el Pensamiento
res de su edad o, como dice a menudo, divino. El C. es Dios mismo porque
de la "edad moderna”, y constituía, en es la posibilidad infinita misma de la
efecto, la aspiración fundamental de la creación; está en el pensamiento di­
Ilustración que, decidida como estaba vino y es una especie de modelo eterno
a someter toda cosa a la C. de la razón, del tiempo y del espacio.
no rehusaba someter a la razón misma
a tal C., con objeto de determinar los C ru c ia l (lat. instantia crucis). El uso
límites y de eliminar de su ámbito los común que de este adjetivo se hace en
problemas ficticios (véase il u s t r a c i ó n ). expresiones tales como "experimento
Se puede decir que la Ilustración tomó C .” , "ejemplo C .” , "periodo C .” , en el
esta vía por obra de uno de sus máxi­ sentido genérico de decisivo, se remon­
mos inspiradores, o sea Locke, quien, ta a Bacon (Nov. Org., II, 36), que
como dice en la Epístola al lector que diera el nombre de instancia C. (por
antepone como advertencia a su Es- las cruces que se erigían en las encru­
say, concibió el Ensayo como dirigido cijadas para indicar la separación de
a "examinar nuestras aptitudes, y ver los caminos) a los experimentos que
qué objetos están a nuestro alcance permiten elegir, entre varias hipótesis
más allá de nuestros entendimientos”. posibles para la explicación de un fenó­
La Ilustración hizo suyo este punto de meno, la verdadera.
vista (véase cosa e n s í ).
El título que Kant había pensado dar Si se indican,
C u a d ra d o d e los o p u e s to s .
a la Crítica de la razón pura, o sea según el uso escolástico, con A, E, I, O
Los limites de la se n sib ilid a d y de la proposición universal afirmativa ("to­
la razón (carta a Mark Herz del 7 do hombre corre"), la universal negativa
de junio de 1771) e x p resa muy bien (“ningún hombre corre”), la particular
el significado que ha quedado a la afirmativa ("algún hombre corre”) y,
palabra "C.”. Contra tal signiifcado, por fin, la particular negativa ("algún
263
Cualidad

hombre no corre”) respectivamente, y sigue siendo la mejor exposición que


se disponen en C. de este modo: se pueda dar del concepto de cualidad.
1) En primer lugar se entienden por
C. los hábitos y las disposiciones, que se
distinguen entre sí porque el hábito
es más estable y duradero que la dis­
posición. Son hábitos la templanza, la
ciencia y, en general, las virtudes; son
disposiciones la salud, la enfermedad,
el calor, el frío, etc. (Cat., 8, 8 b 25;
cf. Met., V, 14, 1020 a 8-12). También la
filosofía contemporánea (cf., por ejem­
plo, C. L. Stevenson, Ethics and Lan-
guage, III, §4, 1950, 5‘ ed., pp. 46 ss.)
recurre a veces a los hábitos disposicio-
se obtienen las relaciones lógicas fun­ nales, pero habitualmente se ignora el
damentales. A y E son contrarias: pue­ precedente aristotélico.
den ser ambas falsas, pero no ambas 2) Una segunda especie de C. es aque­
verdaderas; A y O, E e / son, en cam­ lla que consiste en una capacidad o in­
bio, contradictorias: no pueden ser ni capacidad natural y en este sentido se
ambas verdaderas ni ambas falsas; I habla de pugilistas, de corredores, de
y O son subcontrarias: ambas pueden sanos, de enfermos, etc. (Cat., 8, 9 a 14).
ser verdaderas, pero no ambas falsas; Ésta es la C. que los escolásticos deno­
A e /, E y O subalternas, en el sentido minaron C. activa (cf., por ejemplo,
de que A se subalterna (implica) I, Santo Tomás, S. Th., III, q. 49, a. 2).
E se subalterna (implica) O (pero no 3) El tercer género de C. está cons­
viceversa). El origen de este célebre tituido por las afecciones y sus con­
artificio didáctico, ciertamente medie­ secuencias: éstas son las C. sensibles
val, es oscuro. Fue erróneamente atri­ propias y verdaderas (colores, sonidos,
buido por Prantl al platónico bizantino sabores, etc.) (Cat., 8, 9a 27; cf. Met.,
M. Psellos y, por lo tanto, el C. también V, 14, 1020 a 8). Los escolásticos denomi­
fue denominado "C. de Psellos”, pero naron a estas especies de C. cualidades
la documenta ion más antigua hasta pasivas (cf. Santo Tomás, loe. cit.).
ahora conocida se encuentra en las In- 4) La cuarta especie de C. está cons­
troductiones in Logicam de William de tituida por las formas o determinacio­
Shyreswood (segunda mitad del si­ nes geométricas, por ejemplo, por la
glo xm ), si bien en textos anteriores figura (cuadrada, circular, etc.) o por
no faltan ejemplos de paradigmas y la forma (rectilínea, curvilínea) (Cat.,
esquemas de esa naturaleza. G P. 8, 10 a 10).
En el curso ulterior de la historia
Cualidad (gr. jtoióttis; lat. qualitas ; ingl. de la filosofía poco o nada se ha agre­
quality; franc. qualité; alem. Qualitdt; gado a estas notas y distinciones aristo­
ital. qualitá). Cualquier determinación télicas con referencia a la cualidad.
de un objeto. En cuanto determina­ Si se quiere eliminar de ellas lo más
ción cualquiera, la C. se distingue de estrechamente relacionado con la me­
la propiedad (véase), la cual (en su sig­ tafísica aristotélica, se puede obtener
nificado específico) indica la C. que una simplificación y reducir a tres los
caracteriza o individualiza al objeto cuatro grupos precedentes, caracteri­
mismo y es, por lo tanto, propia de él. zándolos de la manera siguiente:
La noción de C. es muy extensa y di­ a) determinaciones disposicionales
fícilmente puede ser reducida a un con­ que comprenden disposiciones, hábitos,
cepto unitario. Más bien se puede decir costumbres, capacidades, facultades, vir­
que comprende una familia de concep­ tudes, tendencias o como se quiera lla­
tos que tienen en común la función mar a las determinaciones constituidas
puramente formal de poder ser adop­ por posibilidades del objeto;
tados como respuestas a la pregunta: b) determinaciones sensibles, esto es,
¿cuál? A ristó te le s distinguió cuatro las determinaciones simples o comple­
miembros de esta familia, y la suya jas que son suministradas por instru­
264
Cualidad

mentos orgánicos: colores, sonidos, sa­ impresa por Dios a la materia en el


bores, etc.; momento de la creación. Por lo de­
c) determinaciones m ensurables, o más, Aristóteles y sus discípulos, que
sea las determinaciones que se pres­ admitieron las C. ocultas, usaron este
tan a ser sometidas a métodos objetivos término en este mismo significado”
de medida: número, extensión, figura, (Cosm., § 189). La definición de Wolff
movimiento, etc. es más clara que la de Newton: una
Con esta modificación, la división fuerza es una C. oculta si de ella no se
aristotélica corresponde exactamente a da una razón suficiente natural, no
la de Locke. En efecto, las C. a) son lo es si se da una razón de tal natura­
las que Locke incluye en la tercera leza. Pero de esto resulta también que
especie de C., o sea entre las que "todos tanto la noción de C. oculta como la
admiten no ser sino potencias, aunque de fuerza se pueden referir a la misma
sean C. tan reales en el sujeto como noción de C., o sea a la C. como dis­
las que yo, para acomodarme a la ma­ posición.
nera común de hablar, llamo C., pero El mismo significado de C. está pre­
que, para distinguirlas, llamo C. secun­ sente en el concepto de calificación.
darias” (Essay, II, 8, 10). Por otro lado, "Calificar por” o "ser calificado por”
las C. b) y c) corresponden a las que significa poseer la capacidad o la com­
Locke denominaba cualidades prima­ petencia, o sea la cualidad disposicional
rias y secundarias respectivamente (véa­ para realizar una tarea determinada o
se infra). Así rectificada, la distinción lograr una finalidad determinada. A
entre las diferentes especies de C. cubre veces, sin embargo, el término "califi­
todo el campo de las discusiones y de cado” significa solamente "limitado” o
los problemas a que ha dado lugar en "caracterizado por determinadas con­
la tradición filosófica. diciones”, como resulta en el lenguaje
a) La noción de determinaciones dis- jurídico.
posicionales es aquella a la que hace b), c) Las C. en el sentido b) y en el
referencia no solamente la noción de sentido c) son las tradicionalmente dis­
C. oculta, sino también la de fuerza tinguidas como primarias y secunda­
que la sustituyó en los comienzos de la rias. Los términos "primario” y "secun­
ciencia moderna. Dijo Newton; "Los dario” se remontan a Boyle, pero la
aristotélicos dieron el nombre de C. distinción es más antigua y llega a De-
oculta, no a cualidades manifiestas sino mócrito (Fr. 5, Diels). Después de mu­
a C. que supusieron se encontraban fue­ chos siglos fue nuevamente adoptada
ra de los cuernos, como causas des­ por Galileo Galilei (cf. Opere, ed. nac.,
conocidas de efectos manifiestos como VI, pp. 347 ss.), por Hobbes (De Corp.,
serían las causas de la gravedad o de 25, 3), por Descartes (Princ. Phil., I, 57;
la atracción magnética y eléctrica o Méd., VI) y por Locke (Essay, II, 8, 9;,
de las fermentaciones, si supusiéramos que la difundió en la filosofía europea.
que se tratara de fuerzas o acciones re­ La base de la distinción es la posibilidad
sultantes de C. desconocidas para nos­ de cuantificación que las C. en el sen­
otros e imposible de ser descubiertas tido c) tienen en relación con las C. en
y de manifestarse. Tales C. ocultas im­ el sentido b): por esta posibilidad se
piden el progreso de la filosofía natural sustraen a las valoraciones individuales
y por lo tanto han sido abandonadas y aparecen como independientes del su­
en estos últimos años” (Opticks, 1740. jeto y como plenamente "objetivas” o
III, 1). Con el mismo espíritu, Wolff "reales”. Más tarde la distinción fue
definió como C. oculta a la que "está combatida (por Berkeley, por ejemplo)
privada de razón suficiente”, y agre­ sobre todo a fin de mostrar que tam­
gaba: "Una C. oculta es, por ejemplo, poco las C. primarias son objetivas, sino
la gravedad en caso de ser concebida que todas son igualmente subjetivas, o
como una fuerza primitiva o como una sea, que consisten en “ideas” (Princi­
fuerza impresa por Dios a la materia y pies of Human Knowleúge, I, §87). Se­
de la cual no se puede dar a priori gún Husserl, el significado de la distin­
razón natural de ninguna especie. Tal ción sería el siguiente: “La cosa de que
es también la fuerza motriz si se la propiamente se tiene experiencia sumi­
considera como una fuerza primitiva nistra el simple ‘esto’, una x vacía, que
265
C u a lid a d d e la s p ro p o s ic io n e s
C u a n to f r e n ia
viene a ser el sujeto de determinaciones cuantificada fue denominada indefini­
matemáticas y de las correspondientes da. En el siglo xix la exigencia de
fórmulas matemáticas y que no existe sujetar la silogística tradicional a una
en el espacio de la percepción, sino en especie de cálculo matemático indujo
un ‘espacio objetivo’, del cual es aquél a algunos lógicos ingleses (Bentham,
el simple "signo”, una multiplicidad 1827; Hamilton, 1833) a cuantificar tam­
euclidiana de tres dimensiones sólo bién el predicado, interpretando la pro­
simbólicamente representable” (Ideen, posición universal afirmativa, “todos los
I, §40). En este sentido, las C. obje­ A son B”, como "todos los A son algu­
tivas subrayarían la naturaleza de un nos B”, por ejemplo. Pero de tal modo
objeto trascendente respecto a la per­ la proposición fue unilateralmente in­
cepción sensible hacia la cual apuntaría terpretada como una relación de inclu­
el objeto. sión o exclusión, parcial o total, entre
clases. La lógica contemporánea ha
C u a lid a d d e la s p ro p o s ic io n e s ( l a t . qilü- adoptado de nuevo, integrándola, tal
litas propositionum; ingl. q u a lity of concepción. Pero en ella los cuanti-
propositions; franc. qualité des proposi- ficadores, que a c tu a lm e n te son el
tions; alem. Qualitát des Urteits; ital. cuantificador universal [en la notación
qualitá delle proposizioni). El neoplató- russelliana, "(x)." = "todos”] y el cuan­
nico Apuleyo, contemporáneo de Galeno, tificador e x is te n c ia l [c. s., "(3x).” =
fue probablemente el primero en adop­ = “existe por lo menos una x tal que...”],
tar las palabras C. y cantidad para se refieren de nuevo solamente a los
indicar la distinción de las proposicio­ argumentos o variables de una función
nes en afirmativas y negativas y en proposicional, transformando éstas en
u n iv e rs a le s y particulares respectiva­ variables a p a re n te s y las funciones
mente (De Int., p. 266; cf. P ra n tl, en verdaderas y propias proposiciones
Geschichte der Logik ["Historia de la (universales o particulares): por ejem­
lógica"], I, p. 581). Kant agregó a los plo, "x es mortal” es una fu n ció n
dos juicios tradicionales de C. el juicio "(x). 'x es mortal’ " ( = “todos los x son
infinito. Véase i n f i n i t o , j u i c i o . mortales”) es una proposición univer­
C u a lific a c ió n , véase CUALIDAD.
sal. G. P.
C u a n tif ic a c ió n d e l p re d ic a d o (ingl. quan­
C u á n tic a , fís ic u véase COMPLEMENTARIE-
tification of the predícate). W. Hamil­
dad; c o n d ic ió n ; d e t e r m in is m o ; f ís ic a ;
ton hizo prevalecer, en polémica con
INDETERMINACIÓN.
la lógica tradicional, el principio de la
C u a n tific a c ió n (ingl. q u a n tific a tio n ; C. del predicado, afirmando: 1) que el
franc. quantification; alem. Quantifika- predicado es tan extensivo como el su­
tion; ital. quantificazione). En la lógi­ jeto; 2) que el lenguaje ordinario cuan-
ca se llama "cuantificación” la opera­ tifica cada vez que se presenta el pre­
ción mediante la cual, usando símbolos dicado o directamente mediante el uso
apropiados, denominados cuantificado- de los cuantificadores (por ejemplo,
res, se determina el ámbito o extensión "Pedro, Juan, Santiago, etc., son todos
de un término de la proposición. En la los apóstoles”) o indirectamente me­
lógica aristotélica y en toda la lógica diante la limitación y la excepción, co
clásica que de ella deriva, se conoció mo cuando se dice “La virtud es la
solamente la C. del sujeto de la pro­ única nobleza”, o bien "Sobre la tierra
posición: en Aristóteles mediante los no hay nada grande sino el hombre”
operadores "todo” y "en parte" ("[el (Lectures on Logic, II, pp. 257ss.).
predicado] B pertenece a todo [el su­ C u a n tif ic a d o r , véase OPERADOR.
jeto] A” ; "B pertenece en parte a A”).
En la lógica m ed iev al o m o d ern a C u a n to f r e n ia (in g l. q u a n to p h re n ia ;
mediante los operadores "omnis" y “ali- franc. quantophrénie). Así denominó P.
quis” ("omnis A est B” ; "aliquis A Sorokin a la "manía de la cuantifica­
est B”). La proposición cuantificada ción a toda costa” en el campo de las
con “todo” fue denominada universal, ciencias psicológicas y sociales (Fads
la cuantificada con “en parte” ("algu­ and Foibles in Modern Sociology and
no”) fue denominada particular, la no Related Sciences, 1956, caps. VII-VIII).
266
C u a q u e ris m o
C u e rp o
C u a q u e ris m o (ingl. qttakerism ; franc. Durante siglos se mantuvo sin cam­
quakerisme). La más radical y liberal bios esta definición. Fue aceptada por
entre las religiones de la Reforma. El los estoicos (Dióg. L., Vil, 1, 135) que
movimiento fue iniciado en 1649 en In­ le agregaron la solidez, y por Epicuro
glaterra por George Fox y el verdadero que le agregó la impenetrabilidad (Sex­
nombre de los cuáqueros es el de "So­ to E., Hipot. Pirr., III, 39 ss.). La tradi­
ciedad de Amigos’’ (Friends Society). ción escolástica la aceptó igualmente
El n om bre "cuáquero” fue acuñado (Santo Tomás, por ejemplo, en laS. Th.,
por el juez Bennet a quien, durante I, q. 18, a. 2). Y Descartes no hace más
un largo interrogatorio de George Fox, que volver esta tradición con su defini­
éste le ordenó "temblar ante la palabra ción del C. como sustancia extensa.
del Señor”. Entre las mayores perso­ Dice: “La naturaleza de la materia o
nalidades religiosas que se adhirieron del C. en general no consiste en ser
a este movimiento se cuentan W. Penn, dura, pesada, coloreada o en cualquier
que en el periodo de las persecuciones otra cosa que afecte nuestros sentidos,
emigró a América y fundó el Estado sino solamente en ser una sustancia
de Pennsilvania, y Robert Barkley, el extensa en altura, anchura y profun­
teórico del movimiento. El C. se carac­ didad” (Princ Phil., II, 4). Esta defi­
teriza : 1) por la resuelta aversión a nición no contiene nada nuevo con re­
toda forma de culto externo, de rito, ferencia a la definición tradicional y
de predicación, etc.; 2) por el recono­ tampoco tiene nada nuevo la de Spi-
cimiento de que la única guía del hom­ noza, que la reproduce (Spinoza, Eth.,
bre es la luz in te rio r que "viene I, 15, scol.), ni la de Hobbes (De Corp.,
directamente de Dios”; 3) por el ca­ VIII, 1).
rácter activo y optimista que adquiere Sólo Leibniz aporta una innovación
tal fe interior en los cuáqueros, los al concepto de C. y distingue el "C. ma­
cuales consideran el propio pecado ori­ temático” que es el espacio que con­
ginal como una corrupción natural supe­ tiene solamente las tres dimensiones,
rable; 4) por la condena de toda violen­ del "C. físico” que es la materia y que
cia y, por lo tanto, por la aversión a contiene, además de la extensión, “la
la guerra. En las Cartas sobre los in­ resistencia, la densidad, la capacidad
gleses (1734) Voltaire exaltó la racio­ de llenar el espacio y la impenetrabi­
nalidad y la validez de la religiosidad lidad; esta última cons’rte en que un
propia de los cuáqueros (Lett., I-IV). C. está constreñido por otro C. que se
Cf. Elfrida Vipont, The Story of Quaker­ le opone, a ceder o a detenerse” (Op.,
ism, 1652-1952, Londres, 1954. ed. Erdmann, p. 53). Con esta noción de
C., Leibniz se ve conducido a negar
C u e rp o (gr. o6j(j.u; lat. Corpus; ingl. que el C. sea "sustancia” y lo que en
body; franc. corps; alem. K orper; él hay de real es solamente la capaci­
ital. corpo). El objeto natural en gene­ dad (vis) de obrar y de padecer una
ral, esto es, cualquier objeto posible acción (Ibid., ed. Erdmann, p. 445). Esta
de la ciencia natural. Como ya anotara última es quizá la repetición de una
Aristóteles (De cael., I, 1, 268 a 1), todo vieja definición que Sexto Empírico
lo que pertenece a la naturaleza está atribuye a Pitágoras (Adv. Math., IX,
constituido por C. y magnitudes, por 366). Pero, con el significado que Leib­
cosas que tienen C. y tamaño o por los niz le confiere, abre el camino a la
principios de las cosas que lo tienen. elaboración del concepto científico de
La más antigua y famosa definición C. como "masa”, como es el de la físi­
de C. es la dada por el mismo Aris­ ca newtoniana: en que la masa es la
tóteles: "C. es lo que tiene extensión relación entre la fuerza y la acelera­
en toda dirección” (Fís., III, 5, 204b 20) ción impresa, expresable por entero en
y "es divisible en toda dirección” (De términos de "capacidad de obrar y
cael., I, 1, 268 a 7). Por "toda direc­ de padecer una acción”, según la defi­
ción" Aristóteles entiende la altura, el nición de Leibniz. A lo largo de esta lí­
ancho y la profundidad: el C. que po­ nea de desarrollo que desde Leibniz
see estas tres dimensiones es perfecto lleva a la física clásica y de la física
en el orden de los tamaños (Ibid., I, clásica a la física de la relatividad, la
1, 268 a 20). noción de C., a través de la de masa,
267
C u e rp o

conduce a la noción de campo (véase). (Fed., 66 b ss ) o la exaltación del C.


Para la física contemporánea un C. es hecha por Nietzsche ("El que está des­
solamente "cierta intensidad del cam­ pierto y consciente dice: soy todo C. y
po" (Einstein-Infeld, The Evoíution of nada fuera de él”, Also sprach Zara-
Physics, I I I ; trad. esp.: La física, aven­ thustre, I, Los enemigos del C.; trad.
tura del pensamiento, Buenos Aires, esp.: Así hablaba Zaratustra, Madrid,
1943, Losada). 1932). Siguiendo la primera dirección,
Sin embargo, la filosofía no ha segui­ el mito de la caída del alma en el
do de cerca este desarrollo de la no­ C., expuesto en el Fedro platónico, es
ción en el dominio de la física. En el adoptado por la Patrística oriental y
mundo moderno y contemporáneo nos especialmente por Orígenes (De princ.,
ofrece, con referencia a la noción de II, 9, 2). Scoto Erígena, en los princi­
C., las siguientes alternativas: 1) La pios de la escolástica, lo repitió (De
alternativa idealista, según la cual los divis. nat., II, 25). También esta concep­
C. son "representaciones”, "percepcio­ ción presupone la noción de la instru-
nes”, "ideas” o conjuntos de ellas. Esta mentalidad del C.: en el estado de
alternativa, introducida por Berkeley caída, a causa del pecado, el alma tiene
y aceptada por Hume, ha sido la más necesidad del C. y le es indispensable
difundida en la filosofía moderna y valerse, de sus servicios. Pero, obvia­
domina aún en la filosofía contempo­ mente, la más cumplida y típica formu­
ránea. Por grande que sea su importan­ lación de la doctrina de la instrumen-
cia en tales filosofías, esta alternativa talidad es la de Aristóteles, para quien
no es importante desde el punto de el C. es "cierto instrumento natural”
vista de la noción de C., ya que impli­ del alma como el hacha lo es del
ca, simplemente, que los C . no existen cortar, si bien el C. no es similar al
y, por lo tanto, elimina el problema. hacha ya que "tiene en sí mismo el prin­
2) La alternativa que consiste en.con­ cipio del movimiento y del reposo” (De
siderar los C. como utensilios, instru­ an., II, 1, 412b 16). El materialismo, al
mentos o medios de los que se vale el no implicar necesariamente la negación
hombre en el mundo, y en caracteri­ de la sustancialidad del alma (véase),
zarlos por las posibilidades de acción no implica tampoco la negación de la
y de reacción que ofrecen al hombre. instrumentalidad del C.; es más, si
Esta alternatr i es inherente a la filo­ el alma es corpórea, el C. puede tener
sofía contemporánea, en la que fue in­ una función instrumental a su respec­
troducida por el existencialismo y por to. Así lo creía Epicuro, quien atribuía
el instrumentalismo norteamericano. En al C. la función de preparar al alma
este sentido la noción de C. se identi­ para ser causa de las sensaciones (Ep. a
fica con la de cosa, término con el Erod., 63 ss.), y los estoicos, para quie­
que se designa por lo común. Al res­ nes el alma es lo que domina o utiliza
pecto, por lo tanto, remitimos a la de diferentes maneras el organismo cor­
voz COSA. póreo (Aecio, Plac., IV, 21). La concep­
ción del C. en el materialismo de
C u e rp o (gr. ad>pa; lat. C o r p u s ; ingl. Hobbes no es diferente, pues al afirmar
body; franc. corps; alem. Le ib; ital. que "el espíritu no es otra cosa que un
carpo). La más antigua y difundida movimiento en determinadas partes del
concepción del C. es la que lo consi­ C. orgánico” (III Objecticms contre tes
dera el instrumento del alma. Ahora Méd. cartésiennes, 4), reconoce con ello
bien, todo instrumento puede ser apre­ mismo la instrumentalidad del C. con
ciado positivamente por la función que referencia a ese "movimiento” que es
cumple y por lo tanto elogiado, exal­ el alma. Ni el más burdo materialismo
tado o también criticado, cuando no del siglo xix, para el cual el alma sería
responde bien a su finalidad o por im­ un producto del cerebro como la bilis
plicar limitaciones y condiciones. Una lo es del hígado o la orina de los riño­
y otra alternativa han correspondido nes, obedece a un esquema interpre­
al C. en la historia de la filosofía, que tativo diferente; el cerebro, como el
nos ofrece la condena total del C. como hígado y los riñones, es siempre un
tumba o prisión del alma, según la instrumento para la producción de algo.
doctrina de los órficos y de Platón Por otro lado el espiritualismo, el de
268
Cuerpo

los neoplatónicos, por ejemplo, admite tesis metafísica, sino más bien una tesis
igualmente la doctrina de la instrumen- metodológica que prescribe la direc­
talidad: "Si el alma es sustancia —dice ción y los instrumentos de las investi­
Plotino—, será una forma separada del gaciones dirigidas a la realidad del “C.”.
C. o, para decirlo mejor, será lo que se Y precisamente en este sentido ha
sirve del C.” (Enn., I, 1, 4). La doctrina influido históricamente la tesis carte­
de la instrumentalidad domina toda la siana, que ha sido durante mucho tiem­
filosofía medieval. Dice Santo Tomás: po el supuesto teórico de las investiga­
"El fin próximo del C. humano es el ciones científicas sobre cuerpos vivien­
alma racional y las operaciones de ella. tes. Sin embargo, desde el punto de
Pero la materia es en vista de la forma vista filosófico, el dualismo cartesiano
y los instrumentos en vista de las ac­ tenía el inconveniente de plantear un
ciones del agente” (S. Th., I, q. 91, problema desconocido para la concep­
a. 3). Constituye una excepción a esta ción clásica del C. como instrumento, o
doctrina la teoría de la "forma de cor­ sea, el problema de la relación entre
poreidad” propia del agustinismo {véa­ alma y C. La concepción clásica, en
se) medieval y que consistía en recono­ efecto, ya sea con la definición del
cer una forma o sustancia independiente C. como instrumento del alma o con la
al C. orgánico. Pero el abandono defi­ del alma como forma y razón de ser del
nitivo del concepto de la instrumenta­ C., resolvía a su manera tal problema,
lidad del C, adviene sólo con el dualis­ ya que en realidad estas definiciones no
mo cartesiano. Por lo común se cree son más que soluciones postuladas por
que la separación instituida por Descar­ el problema mismo. Pero con el dua­
tes entre alma y C. como entre dos lismo entre alma y C., el problema
sustancias diferentes, tuvo como conse­ salía a luz en toda su crudeza. ¿Cómo
cuencia el establecer la independencia y por qué las dos sustancias indepen­
del C. con respecto al alma, punto de dientes se combinan para formar al
vista que no se había presentado antes hombre? ¿Y cómo el hombre que, bajo
de Descartes. En efecto, la instrumen- determinado aspecto, es una realidad
mentalidad del C. supone que el C. no única puede resultar de la combinación
puede hacer nada sin el alma, del mis­ de dos unidades independientes? La
mo modo que el hacha no sirve para filosofía moderna y contemporánea ha
nada si no se halla empuñada por al­ brindado cuatro solucio~es a este pro­
guien. Pero el reconocimiento de que blema.
el alma y el C. son dos sustancias in­ 1) La primera de ellas consiste en
dependientes implica, como dice Des­ negar la diversidad de las sustancias
cartes, que "todo el calor y todos los y en reducir la sustancia corpórea a
movimientos que hay en nosotros perte­ la sustancia espiritual. Así lo hizo Leib-
necen sólo al C., ya que no dependen niz, que concebía el C. viviente como
del pensamiento en absoluto” (Passions un conjunto de mónadas, o sea de sus­
de t’áme, I, 4). Desde este nuevo pun­ tancias espirituales, reagrupadas en tor­
to de vista, el C. aparece como una no a una “entelequia dominante” que es
máquina, una máquina que camina por el alma del animal {Manad.. §70). Des­
sí misma. "El C. de un hombre viviente de este punto de vista, "El C. es un
—dice Descartes— difiere del de un agregado de sustancia y no es él mismo
muerto tanto como un reloj u otro au­ una s u s ta n c ia ” {Op., ed. Erdmann,
tómata (una máquina que se mueve p. 107). Sustancia es solamente el alma.
por sí misma, por ejemplo) cargado Esta solución de Leibniz es el mo­
y que contiene en sí mismo el prin­ delo de otras muchas surgidas en e!
cipio corpóreo de los movimientos en curso de la filosofía moderna y con­
función de los cuales fue proyectado temporánea, sobre todo dentro de las
junto con todos los requisitos para corrientes del esplritualismo {véase).
obrar, difiere del mismo reloj o de La expresión clásica de este punto de
la misma máquina una vez rotos o vista se puede hallar en el Microcos­
cuando el principio de su movimiento mos de Lotze.
cesa de obrar” {Ibid., §6). Esta afir­ Las d o c trin a s de Schopenhauer y
mación de la realidad independiente del Bergson pueden ser consideradas va­
C. como autómata no es tanto una riantes de esta misma solución. Schopen-
269
Cuerpo

hauer identifica el C. con la voluntad, o pero no la diversidad entre alma y C.,


sea con lo que considera el noúmeno y por lo tanto, en considerar alma y
o la sustancia del mundo cuya repre­ C. como dos manifestaciones de una
sentación es el fenómeno. Dice: “Mi misma sustancia. Spinoza ha dado su
C. y mi voluntad son una misma cosa. O forma típica a esta solución, al consi­
bien: lo que yo denomino mi C. como derar alma y C. como modos o mani­
representación intuitiva lo denomino mi festaciones de los dos atributos funda­
voluntad en cuanto consciente de mane­ mentales de la única Sustancia divina:
ra totalmente diferente, no parangona- el pensamiento y la extensión. "Por
ble con ninguna otra. O bien: mi C. es C. entiendo —ha dicho— el modo que
la objetividad de mi voluntad. O bien, expresa de cierto y determinado modo
prescindiendo del hecho de que mi C. la esencia de Dios, en cuanto la con­
es representación, no es otra cosa que sidera como cosa extensa” (Eth., II,
voluntad" (Die Welt, I, §18). A su vez def. 1). Por lo tanto, "la idea del C. y
Bergson, retomando en forma parcial el C., esto es, el alma y el C. son un
a la vieja tesis, afirma que "nuestro solo y mismo individuo, concebido ya
C. es un instrumento de acción y de bajo el atributo del Pensamiento, ya ba­
acción solamente”. No contribuye di­ jo el de la Extensión" (lbiá., II, 21,
rectamente a la representación y, en ge­ scol.). Esta d o c trin a implica obvia­
neral, a la vida de la conciencia; sirve mente que el orden y la conexión de los
sólo para seleccionar imágenes en vis­ fenómenos corpóreos corresponden per­
tas a la acción, esto es, a hacer posible fectamente al orden y a la conexión de
la percepción que consiste justo en tal los fenómenos anímicos y que, por lo
selección. Pero la conciencia, que es tanto, al reconstruir el orden y la co­
memoria, es de él independiente (Ma- nexión de los unos, se puede captar el
tiére et Mémoire, esp. “Résumé et Con­ orden y la conexión de los otros. Debi­
clusión” ; ed. de Ginebra, pp. 232 ss.). Es do a la ventaja que la hipótesis spino-
obvio que el último resultado de este ziana parece ofrecer, como también por
análisis de Bergson es la reducción del el hecho de que excluye la posibilidad de
C. a la percepción (como de la con­ mezclar y confundir las dos series de fe­
ciencia a la memoria), es decir, la ne­ nómenos tomando como causa de un
gación de toda realidad propia del C. fenómeno corpóreo, por ejemplo, un fe­
mismo. nómeno anímico o viceversa, la doctrina
2) La segunda solución, bien próxima de Spinoza ha suministrado el mode­
a la primera, considera al C. como un lo de la doctrina del paralelismo psico-
signo del alma. Ésta es una doctrina físico (véase) que ha p re s id id o la
muy antigua, que Platón (Crat., 400b) formación de la psicología científica mo­
atribuye a los órficos, y que predomina derna y sirvió como hipótesis de tra­
en el romanticismo. Dice Hegel: “El bajo para la psicología misma hasta
alma en su corporeidad, formada y hace algunos decenios.
hecha en sí misma, está como sujeto 4) La cuarta solución consiste en con­
singular por sí y de tal manera la cor­ siderar el C. como una forma de ex­
poreidad es la exterioridad, en cuanto periencia o como un modo de ser vivi­
predicado en el cual el sujeto sólo se do, que tiene, sin embargo, un carácter
reconoce a sí mismo. Esta exteriori­ específico junto a otras experiencias
dad no se representa a sí, sino al alma o modos de ser. Los precedentes de
y es un signo de ésta" (Ene., §411). esta solución son las doctrinas de Scho-
Desde este punto de vista, el C. es la penhauer y Bergson, señaladas al refe­
"manifestación externa” o la "realiza­ rimos a la solución 1). Pero en tanto
ción externa” del alma; expresa, por lo tales doctrinas tienen aún resonancias
tanto, el alma en la forma de una exte­ idealistas e implican la reducción del
rioridad que como tal no es real, sino C. a espíritu, la hipótesis de que ahora
solamente "simbólica". Residuos de es­ nos ocupamos no tiene significado idea­
ta concepción se pueden encontrar en lista y evita tal reducción. Esta solu­
todas las doctrinas que ven en el C. ción ha encontrado su forma típica en
un conjunto de fenómenos expresivos. la fenomenología de Husserl, según la
3) La tercera solución consiste en ne­ cual el C. es la experiencia aislada o
gar la diversidad de las sustancias, individualizada tras sucesivos actos de
270
Cuerpo

reducción fenomenológica. "En la esfe­ percepción, el C. está allí: él es el pasa­


ra de lo que me pertenece (de la que do inmediato en cuanto aflora todavía
se ha eliminado todo lo que remite a en el presente que le huye. Esto sig­
una subjetividad extraña), lo que deno­ nifica que es, a un mismo tiempo, punto
minamos naturaleza pura y simple, no de vista y punto de partida: un punto de
posee ya el carácter de ser objetivo y, vista, un punto de partida que yo soy
por lo tanto, no debe ser confundido con y que a la vez sobrepaso hacia lo que
un estrato abstracto del mundo mismo he de ser” (L'étre et le néant, 1945,
o de su significado inmanente. Entre pp. 391-92). Merleau Ponty ha sacado
los C. de esta naturaleza reducida a a luz con toda claridad la tesis implí­
‘lo que me pertenece’ yo encuentro mi cita en este punto de vista. El C. no
propio C., que se distingue de los otros es un objeto, una cosa. "Se trate del
por una única particularidad: es el úni­ C. del otro, o de mi propio C., no tengo
co C. que no es solamente un C., sino otro modo de conocer al C. humano
mi C., y es el único C. en el interior que vivirlo, es decir, reasumir por mi
del estrato abstracto, recortado por mi cuenta el drama que lo atraviesa y con­
en el mundo al que, de acuerdo con la fundirme con él.” Pero esta experiencia
experiencia, yo coordino, de diferentes vivida del propio C. no tiene nada que
maneras, en campos de sensación; es ver con el “pensamiento del C.” o con
el único C. del cual dispongo en modo "la idea del C.”, que se forman por re­
inmediato, de la misma manera que flexión mediante la distinción del suje­
dispongo de sus órganos” (Méd. Cari., to y del objeto. Tal experiencia nos
§ 44). Así, el C. es considerado como una revela un modo de existencia "ambi­
experiencia viva, relacionado con posi­ guo": si intentamos pensar el C. como
bilidades humanas bien determinadas. un haz de procesos en tercera persona
De modo análogo, el fisiólogo Kurt (por ejemplo, como “visión”, “motrici-
Goldstein ha diferenciado espíritu, alma dad", “sexualidad”) nos damos cuenta
y C. como procesos diferentes, pero de que estas funciones no están ligadas
relacionados, que toman significación entre sí y con el mundo externo por
y relieve sólo por su conexión. Tales relaciones de causalidad, sino que todas
procesos son en realidad comportamien­ están confusamente reasumidas e im­
tos diferentes del organismo vivo. En plicadas en un drama único. Descartes,
particular, el C. es "una imagen física por lo demás, anota Mer,oau Ponty, ya
determinada y multiforme” que se pue­ había distinguido entre el C. tal como
de describir como un fenómeno de ex­ es concebido por el uso de la vida y el
presión, como un conjunto de actitu­ C. tal como es concebido por el enten­
des o como fenómenos que llegan a dimiento (Phénoménologie de la per-
todos los órganos posibles. Si el espí­ ception, p. 231; trad. esp.: Fenomeno­
ritu es el ser del organismo y precisa­ logía de la percepción, México, 1957,
mente su ser en el mundo, el conjunto F. C. E .; cf. D escartes, Opera, III,
de las actitudes vividas, el alma es su p. 690). Cabe observar que esta reduc­
tener, o sea su capacidad cognoscitiva, ción del C. a un comportamiento o a
y el C. es el devenir, que no tenemos y un modo de ser vivido, característica de
que no somos, sino que sucede en nos­ la filosofía contemporánea, no tiene sig­
otros. Este devenir es sustancialmente nificado idealista alguno; no implica la
una "lucha con e! mundo” en la cual el negación de la realidad objetiva del C.
hombre acumula sus experiencias y for­ mismo o su reducción a espíritu, a idea
ma sus aptitudes (Der Aufbau der Or- o a representación. Por el contrario,
ganismus ["La estructura del organis­ esta interpretación de la noción de C.
mo”], 1927, pp. 206 ss.). Desde este punto ha acentuado la objetividad de la esfe­
de vista, el C. no es más que un com­ ra de fenómenos en que consiste el
portamiento, o mejor dicho, un elemen­ C.; esfera de fenómenos que ha inten­
to o una condición del comportamiento tado definir en términos de posibili­
humano. Afín a esta concepción es la dades de experiencia o de comproba­
doctrina de Sartre, según la cual el C. ción, según una orientación fundamental
es la experiencia de lo "sobrepasado” de la filosofía contemporánea en la con­
y "pasado". “En cada proyecto del para­ frontación de la realidad en general.
sí [o sea de la conciencia], en cada Véase r e a l id a d .
271
Culpa
Cultura
C u lp a (lat. culpa-, ingl. guilt; franc. cul- pacidad de escoger los propios fines
pabilité; alem. Schuld; ital. colpa). Ori­ en general (y por lo tanto, de ser li­
ginalmente, término jurídico para in­ bre) es la C. Por lo tanto, solamente
dicar la infracción de una norma, reali­ la C. puede ser el último fin que la
zada “involuntariamente”, o sea sin naturaleza ha tenido razón de poner
haberla proyectado, en oposición a deli­ al género humano” (Crít. del juicio,
to (dolus) que es la transgresión proyec­ §83). Como "fin” la C. es el producto
tada. He aquí cómo expresa Kant el más que el producirse de la "geórgica
asunto: "Una trasgresión involuntaria, del alma”. En el mismo sentido, decía
pero imputable se denomina culpa; una Hegel: "Un pueblo hace progresos en
trasgresión voluntaria (esto es, unida sí, tiene su desarrollo y su declinación.
a la conciencia, lo que es propiamente Lo que más que nada se encuentra aquí
trasgresión) se llama delito” (Met. der es la categoría de la C., su exageración
Sitien, I, Introd., §4). Para Heidegger y su degeneración; esta última es, para
la culpa es "un modo de ser del ‘ser un pueblo, producto o fuente de su rui­
ahí’ ”, es decir, una determinación esen­ na” {Phil. der Geschichte ["Filosofía de
cial de la existencia humana en cuanto la historia’’], ed. Lasson, p. 43).
tal. Distingue dos significaciones de 1) En el significado que se refiere a
ser culpable (que corresponden a los la persona humana singular en su for­
dos significados del alemán Schuld, mación, la palabra corresponde aún ac­
que significa deuda [véase) o culpa): tualmente a lo que los griegos denomi­
estar en deuda hacia alguien es ser naban paideia y los romanos, de tiempos
causa, autor u ocasión de algo. "En el de Cicerón y de Varrón, humanitas: la
sentido de este ‘tener la C.’ de algo educación del hombre como tal, esto
se puede ‘ser deudor’ sin ‘adeudar’ nada es, la educación debida a las "buenas
a otro o 'endeudarse' en nada con otros. artes" que son propias sólo del hombre
A la inversa, se puede ‘adeudar’ algo a y que lo diferencian de todos los otros
otro sin tener uno mismo la C. de ello” animales (Aulo Gelio, Noches áticas,
(Sein und Zeit, § 58; trad. esp.: El ser XIII, 17). Las buenas artes eran la
y el tiempo, México, 1951, F. C. E.). poesía, la elocuencia, la filosofía, etc.,
En un sentido análogo Jaspers ha pues­ a las que se reconocía un valor esen­
to la C. entre las situaciones-límites cial para lo que el hombre es y debe
de la existencia humana, esto es, entre ser y, por lo tanto, la capacidad de
las situaciones de las que el hombre formar al hombre verdadero, al hombre
no puede huir (Phil. ["Filosofía"], II, en su genuina y perfecta forma. En
pp. 246 ss.). este sentido la C. fue para los griegos
ia búsqueda y la realización que el hom­
Cultura (ingl. culture-, franc. culture; bre hace de sí, o sea de la verdadera
alem. Kultur; ital. cultura). Este tér­ naturaleza humana. Y tuvo dos carac­
mino tiene dos s ig n ific a d o s funda­ teres constitutivos: 1) la estrecha re­
mentales. El primero es más antiguo lación con la filosofía, en la que se
y significa la formación del hombre, incluían todas las formas de la investi­
su mejoramiento y perfeccionamiento. gación; 2) la estrecha relación con la
Francis Bacon consideraba la C. en este vida asociada. En primer lugar, en efec­
sentido como "la geórgica del alma” to, y según los griegos, el hombre no
(De Augm. Scient., VII, 1), aclarando puede realizarse como tal sino a través
así también el origen metafórico de la del conocimiento de sí mismo y de su
expresión. El segundo significado indi­ mundo y, por lo tanto, mediante la
ca el producto de esta formación, esto búsqueda de la verdad en todos los
es, el conjunto de los modos de vivir dominios que le interesan. En segundo
y de pensar cultivados, civilizados, pu­ lugar, el hombre no puede realizarse
limentados a los que se suele dar tam­ como tal sino en la vida de la comu­
bién el nombre de civilización. El paso nidad, de la polis. La República de
del primero al segundo significado se Platón es precisamente la máxima ex­
produce en el siglo xvm por obra de la presión del estrecho enlace, que existía
filosofía iluminista y se precisa bien para los griegos, entre la formación
en el siguiente fragmento de K ant: "La de los individuos y la vida de la comu­
producción, en un ser racional, de la ca­ nidad, y la afirmación de Aristóteles
272
Cultura

de que el hombre es por naturaleza un esta preparación, ya que su deber, pro­


animal político, tiene el mismo signi­ pio y específico, es hacer accesibles al
ficado. Pero en uno y otro aspecto, la hombre las verdades reveladas por la re­
naturaleza humana de que se habla ligión, hacerlas comprensibles, en la
no es un dato, un hecho, una realidad medida en que esto sea posible, a su
empírica o material que existe ya, inde­ entendimiento y, de todas m an eras,
pendientemente de ese esfuerzo de rea­ suministrar las armas para su defensa
lización que es la C. Existe sólo como contra las tentaciones de la herejía y
fin o término del proceso de formación del descreimiento. En la C. medieval, la
cultural; es, en otros términos, una rea­ filosofía viene a tener una función emi­
lidad más alta que la de las cosas o nente, si bien totalmente diferente a la
de los hechos, es una idea en el sen­ que había tenido en el mundo griego;
tido platónico, un ideal, una forma que en efecto, no era ya el conjunto de las
los hombres deben tratar de conquistar investigaciones autónomas que el hom­
y de encamar en sí mismos. bre emprende y ordena con los instru­
Este concepto clásico de la C. como mentos naturales en su poder, los sen­
proceso de la formación específicamen­ tidos y la inteligencia, sino que tuvo
te humana, excluía evidentemente toda más bien un valor subordinado e ins­
actividad infrahumana o suprahumana. trumental (Philosophia a n c illa theo-
En primer término excluía las activi­ togiae), para la comprensión, la defensa
dades utilitarias, las artes, los trabajos y, hasta donde fuere posible, la demos­
y, en general, el trabajo manual al que tración de las verdades religiosas. Sola­
despreciativamente era aplicado el tér­ mente más tarde, a partir del siglo xn,
mino de banausía (véase) y juzgado comenzó a reivindicar, junto a esta
propio del esclavo (que es un “instru­ función instrumental, un campo espe­
mento animado”), ya que no distin­ cífico de investigación propio, aunque
guían al hombre del animal, que tam­ sometido a las reglas de la C. La Edad
bién debe desarrollar actividad para Media conservó, sin embargo, el carác­
procurarse el alimento y satisfacer sus ter aristocrático y contemplativo propio
otras necesidades. También excluía to­ del ideal clásico; es más, el último se
da actividad suprahumana, o sea, no acentuó y se extendió como preparación
dirigida a la realización del hombre y preludio de la contemplación beatí­
en el mundo, sino con la mira de un fica propia del alma qu^ ha alcanzado
destino ultramundano del hombre. En su patria celestial. El Renacimiento,
su primer aspecto, el ideal clásico de la en su tentativa de redescubrir el sig­
C. fue aristocrático y en el segundo fue nificado genuino del ideal clásico de la
naturalista, aunque en ambos fue con­ C., quiso llevarlo de nuevo a su carác­
templativo, al ver en la "vida teórica”, ter naturalista y concibió la C. como
totalmente dedicada a la búsqueda de la formación del hombre en su mundo,
la más alta sabiduría, el fin último de la esto es, como la formación que permite
C. La Edad Media conservó en parte al hombre vivir del modo mejor y más
y en parte modificó este concepto de perfecto en el mundo, que es suyo. La
C.; lo que conservó fue el carácter aris­ religión misma, desde este punto de
tocrático y contemplativo, pero trans­ vista, es un elemento integrante de la
formó radicalmente el carácter natura­ C., no porque prepare para otra vida,
lista. Las artes del trivio (gramática, sino porque enseña a vivir bien en ésta.
retórica, dialéctica) y del q u a triv io El Renacimiento, por lo demás, modifi­
(aritmética, g e o m e tría , astronomía, có el carácter contemplativo del ideal
música) que entonces se denominaron clásico, destacando el carácter activo
"liberales” (en cuanto, según el con­ de la "sabiduría” humana. Pico della
cepto griego, son las únicas dignas de Mirándola y Cario Bovillo insistieron
los hombres libres) constituyeron el en el concepto de que a través de la
fondo y el preámbulo de la C. medie­ sabiduría el hombre llega a su realiza­
val, cuyo fin, no obstante, fue la pre­ ción total y resulta un microcosmos en
paración del hombre para sus deberes el cual el mismo macrocosmos encuen­
religiosos y para la vida ultramundana. tra su perfección. "El sabio —dice Bo­
La filosofía fue considerada por en­ villo (De Sapiente, 8)— se conquista a
tonces como instrumento principal de sí mismo, se posee y permanece siendo
273
Cultura

él, en tanto el ignorante sigue como cas en formación. El concepto de C.


deudor de la naturaleza, oprimido por comenzó, por entonces, a significar "en­
el hombre sustancial [o sea por el hom­ ciclopedismo”, o sea co n o c im ie n to
bre que es simple cosa o naturaleza] general y sumario de todos los domi­
y no pertenece nunca a sí mismo.” Des­ nios del saber. Desde los principios del
de este punto de vista, la vida activa siglo se ha advertido la influencia de
ya no es extraña al ideal de la C.; con la este ideal enciclopedista, que, sin em­
vida activa, el trabajo comienza a ser bargo, era fruto de la multiplicación
parte de este ideal y, por lo tanto, se y especificación de los campos de la
borra su carácter puramente utilitario investigación y de las respectivas dis­
y servil. El Renacimiento mantiene, no ciplinas. Ya Croce lamentaba, en 1908,
obstante, el carácter aristocrático de la la preponderancia en los últimos cin­
C.: es "sabiduría” y, como tal, está cuenta años del “tipo de hombre que
reservada a unos cuantos, ya que el sa­ tiene no pocos c o n o c im ie n to s, pero
bio se separa del resto de la humani­ que no tiene el conocimiento; que está
dad, tiene un status metafísico y moral restringido a un pequeño dominio de
propio y diferente del de los demás hechos o distraído entre hechos de la
hombres. más diferente naturaleza, pero que, así
La primera tentativa para eliminar restringido o disipado, está privado en
el carácter aristocrático de la C. fue todo momento de una orientación o,
realizada por la Ilustración. Ésta tuvo como se dice, de una fe”. Croce pen­
dos aspectos esenciales: en primer lu­ saba, sin embargo, que este mal se
gar, intentó extender la crítica racional debía, no ya a la especificación de las
a todos los posibles objetos de investi­ disciplinas, sino a la preponderancia
gación y, por lo tanto, consideró como del positivismo, que había otorgado pri­
error o prejuicio todo lo que no pasara macía a la C. “naturalista y matemá­
por el tamiz de esta crítica. En segundo tica”. Proponía, por lo tanto, como re­
lugar, se propuso la máxima difusión medio una C. que fuera "armoniosa
de la C. misma considerándola instru­ cooperación de la filosofía y de la his­
mento de renovación de la vida social toria, entendidas una y otra en su ver­
e individual y no patrimonio de los doc­ dadero y amplísimo significado”. Pero
tos. La Enciclopedia francesa fue la éste era un remedio sugerido por el
máxima expre^;ón de esta segunda ten­ espíritu polémico antipositivista y por
dencia, aunque fue solamente uno de la particular orientación de la filosofía
los medios utilizados por la Ilustración crociana, en la cual la C. científica y el
a fin de difundir la C. entre todos los mismo espíritu científico no encuen­
hombres y hacerla universal. Este ideal tran lugar. En realidad el problema de
de la universalidad de la C. sigue la C. se ha agravado más en los cin­
siendo, para nosotros los modernos, un cuenta años transcurridos desde la diag­
aspecto esencial de la C. misma, no obs­ nosis crociana. No solamente el proceso
tante la gran influencia del romanti­ de multiplicación y especificación de
cismo que, por su carácter reaccionario las direcciones de investigación y, por
y antiliberal, intentó, de diversas ma­ lo tanto, de las disciplinas (naturalis­
neras, la vuelta al concepto aristocrá­ tas y no naturalistas) se ha extendido
tico de la C. En el ínterin, el dominio al punto de asumir proporciones impo­
mismo de la C. se iba ensanchando; nentes, sino que la creciente industria­
las nuevas disciplinas científicas que lización del mundo contemporáneo hace
se formaban y que adquirían su auto­ indispensable la formación de compe­
nomía, parecían, por ello mismo, nue­ tencias específicas, logradas sólo me­
vos elementos constitutivos del ideal diante aprendizajes particulares, que
cultural, esto es, elementos indispensa­ confinan al individuo en un campo
bles para la formación de una vida extremadamente restringido de activi­
humana equilibrada y rica. "Ser culto” dades y de estudio. Lo que más exige
ya no significaba poseer las artes libe­ la sociedad de cada uno de sus miem­
rales de la tradición clásica, sino cono­ bros es el rendimiento en la tarea o
cer en cierta medida la matemática, la en la función que se le ha confiado,
física, las ciencias naturales, además y tal rendimiento depende, no ya de la
de las disciplinas históricas y filológi­ posesión de una C. general desintere­
Cultura

sada, sino más bien de conocimientos pio mundo restringido, sin interés ni
específicos y profundos en alguna rama tolerancia por los que se encuentran
muy particular de una disciplina cien­ fuera de él. El segundo inconveniente
tífica. Ahora bien, esta situación, de­ es que los deja desarmados frente a
terminada por la acción de condiciones las mismas exigencias que nacen de
histérico-sociales cuyo cambio o fin es la especialización de las disciplinas. Y,
imposible prever, no puede ser igno­ en efecto, cuando más a fondo es lle­
rada o empequeñecida por los que se vada esta especialización, más numero­
ocupan del problema de la C. Por lo sos resultan los problemas que nacen
tanto, es perfectamente inútil erigirse en los puntos de contacto o de inter­
contra ella con espíritu profético, opo­ sección entre diferentes disciplinas, pro­
niéndole el ideal clásico de la C. en blemas que no pueden ser afrontados
su pureza y perfección, como formación en el dominio de una sola de ellas y
desinteresada del hombre aristocrático con los instrumentos que ella ofrece.
dirigida hacia la vida contemplativa. En otros términos, la misma especiali­
Por otro lado, sería igualmente ignorar zación, que es por cierto una exigencia
o empequeñecer los gravísimos defec­ imprescindible del mundo moderno, re­
tos de una C. reducida a puro apren­ quiere, en cierto grado de su desarro­
dizaje técnico en un campo específico llo, encuentros y colaboración entre di­
v restringida al uso profesional de co­ versas disiciplinas especializadas, en­
nocimientos utilitarios. Es obvio que cuentros y colaboración que, por lo
sólo con dificultad podría denominar­ tanto, van más allá de la competencia
se "C.” una cosa parecida, ya que esta específica y exigen capacidad de com­
palabra designa, según se ha visto, un paración y de síntesis, que tal compe­
ideal de formación humana completa, tencia específica no suministra.
o sea la realización del hombre en su Es cierto que estos inconvenientes y
auténtica forma o naturaleza humana. problemas no se sienten de igual mane­
Competencias específicas, h a b ilid a d e s ra y en el mismo grado de agudización
particulares, destreza y precisión en el en todos los países. Por lo general, se
uso de instrumentos materiales o con­ puede decir que en los países a rglo-
ceptuales. son cosas útiles, es más, in­ sajones, que han tenido un desarrollo
dispensables para la vida del hombre industrial y económico más rápido, ta­
en la sociedad y de la sociedad en su les problemas son más agudos y en
conjunto, pero no constituyen, ni si­ cambio lo son menos en los otros paí­
quiera de lejos, el sustituto de una C. ses. Pero también en estos últimos, Ita­
entendida como formación equilibrada lia por ejemplo, se presentarán tarde
y armoniosa del hombre como tal. Y, o temprano (y, presumiblemente, más
en efecto, la experiencia revela cada bien temprano que tarde) con la misma
día los muy graves inconvenientes de agudeza, cuando debido a las crecien­
una educación incompleta y especiali­ tes exigencias del desarrollo científico
zada, sobre todo en los países donde ha e industrial, la especialización alcance
sido conducida más a fondo, bajo el un estadio avanzado. De cualquier ma­
empuje de las ex ig en cias sociales. nera, el problema fundamental de la C.
El primer inconveniente es el de un contemporánea sigue siendo el mismo:
permanente desequilibrio de la perso­ conciliar las exigencias de la especia­
nalidad humana, encaminada en una lización (inseparables de un desarrollo
dirección única y concentrada en tor­ maduro de las actividades culturales)
no a pocos intereses y, por lo tanto, con la de una formación humana total
incapaz de afrontar situaciones o pro­ o por lo menos suficientemente equili­
blemas que vayan más allá de tales brada. Para responder a este problema
intereses. Este desequilibrio, gravísimo se discute actualmente en torno a la
desde el punto de vista individual (pue­ noción de una “C. general” que debe­
de producir y a menudo produce, den­ ría acompañar a todos ios grados y
tro de ciertos límites, diferentes formas formas de la educación, hasta la más
de neurosis), es también grave desde el especializada. Es, sin embargo, evidente
punto de vista social, ya que impide o que la solución del problema será apa­
limita mucho la comunicación entre los rente, en tanto no se hava logrado
hombres, encierra a cada uno en un pro­ una clara noción de “C. senerai". No se
Cultura

trata, por razones obvias, de oponer un continuo con las situaciones reales. Es
grupo de disciplinas a otro y de hacer claro que para la formación de una C.
valer las disciplinas históricas o hu­ que tenga estos caracteres formales, son
manistas como “C. general”, frente a igualmente necesarias la consideración
la especialización de las disciplinas "na­ histórico-humanista del pasado y el es­
turalistas”, por ejemplo. Esto sería aún píritu crítico y experimental de la inves­
más inadecuado, por cuanto las mismas tigación científica, como también es
disciplinas denominadas "humanistas” necesario que el uso disciplinado y
no se sustraen al hecho de la especia­ riguroso de las abstracciones, propio
lización y exigen también un entrena­ de la filosofía, y asimismo la capaci­
miento específico para poder ser enten­ dad de formar proyectos de vida a
didas y para ser cultivadas con pro­ largo plazo, inherente también al espí­
vecho. Y es también evidente que una ritu filosófico. Desde este punto de vis­
C. general no puede estar constituida ta, el problema de la C. general se
por nociones vacuas y superficiales, que coloca, no como delincación de un cu­
no suscitarían interés y que, por lo rriculum de estudio único para todos
tanto, no contribuirían a enriquecer y que comprenda disciplinas de infor­
la personalidad del individuo y su ca­ mación general, sino como problema
pacidad de comunicación con los de­ de encontrar, en todo grupo o clase de
más. Se pueden, sin embargo, indicar actividades especializadas y a partir
con suficiente aproximación las carac­ de ellas, un proyecto de trabajo y de
terísticas de una C. general que, como estudio coordinado con éstas o com­
la clásica paideia, se preocupe de la plementario, que enriquezca el horizon­
formación total y auténticamente hu­ te del individuo y mantenga o reinte­
mana del hombre. En primer lugar, es gre el equilibrio de su personalidad.
una C. "abierta”, es decir, una C. tal 2) En el segundo significado, la pala­
que no encierre al hombre en un ámbito bra es utilizada actualmente, sobre todo
de ideas o creencias limitado y circuns­ por sociólogos y antropólogos, para se­
crito. El hombre "culto” es, en primer ñalar el conjunto de modos de vida
lugar, el hombre de espíritu abierto y creados, aprendidos y trasmitidos por
libre que sabe comprender las ideas y una generación a otra, entre los miem­
las creencias He los demás aun cuando bros de una sociedad particular. En
no pueda aceptarlas ni reconocerles va­ este sentido, la C. no es la formación
lidez. En segundo lugar, y consecuente­ de un individuo en su humanidad o en
mente, una C. viva y formadora debe su madurez espiritual, sino la formación
estar abierta al porvenir, pero anclada colectiva y anónima de un grupo social
en el pasado. En este sentido, el hombre en las instituciones que lo definen.
culto es el que no se asusta frente a Con este significado, el término fue
lo nuevo ni rehúsa las novedades, pero usado quizá por vez primera por Speng-
sabe considerarlas en su justo valor, ler, que lo entendió como "la conciencia
conectándolas con el pasado y aclaran­ personal de toda una nación”, concien­
do sus semejanzas y desacuerdos. En cia que, en su totalidad, concibió como
tercer lugar, y por consiguiente, la C. organismo viviente y que, como todos
está fundada en la posibilidad de abs­ los organismos, nace, crece y muere.
tracciones operadoras, esto es, en la "Toda civilización, todo su surgimien­
capacidad de efectuar elecciones o abs­ to, todo progreso y todo declinar, cada
tracciones que permitan cotejos, valo­ uno de sus grados o de sus periodos
raciones totales y, por lo tanto, orienta­ internamente necesarios, tiene una de­
ciones de naturaleza r e l a ti v a m e n t e terminada duración, siempre igual, que
estable. No hay C., en otros términos, siempre se presenta bajo la forma de
sin las que se denominan comúnmente un símbolo (Untergang des Abendlan-
"ideas generales”, pero por otra parte des, I, p. 147; trad. esp.: La decadencia
las ideas generales no deben ni pueden de Occidente, Madrid, 1934). Del con­
ser impuestas arbitrariamente o acep­ cepto de la C. así entendida, Spengler
tadas pasivamente por el hombre culto, distinguía el de civilización, que es el
en forma de ideologías institucionaliza­ perfeccionamiento y el fin de una C.,
das, sino que deben poder ser formadas la realización y, por lo tanto, el agota­
de manera autónoma y relacionarse de miento de sus posibilidades cor.stitu-
276
C u ra
C u rs o d e la s n a c io n e s
tivas. "La civilización —dice Spengler— vida que tienden a ser participados por
es el destino inevitable de un cultura. todos los miembros de un grupo o de
Aquí se llega al vértice, desde el cual los especialmente designados”. Véase
se pueden resolver los problemas últi­ CIVILIZACIÓN.
mos y más difíciles de la morfología
histórica. Las civilizaciones son los es­ Cura (lat. cura; alem. Sorge). La pre­
tados extremos y más refinados a que ocupación en cuanto es, según Heideg-
pueda llegar una especie humana supe­ ger, el ser mismo del ‘ser ahí’, esto es,
rior. Son un fin: son lo devenido que de la existencia. La C. es la totalidad de
sucede al devenir, la muerte que suce­ las estructuras ontológicas del 'ser ahí’
de a la vida, la cristalización que su­ en cuanto es un ser-en-el-mundo; en
cede a la evolución. Son un término otros términos, comprende todas las po­
irrevocable, al cual se llega por una sibilidades de la existencia en cuanto
necesidad interna” (Ibid., Introd., §12). vinculadas con las cosas y con los otros
Estas anotaciones, animadas por una hombres, y dominadas por la situación.
falaz analogía entre organismo y grupo Heidegger mismo recuerda la fábula 220
humano que fue sugerida a Spengler de Higinio como “un testimonio pre-
por su explícito biologismo, no han ontológico" de su doctrina de la cura.
tenido éxito, aparte del obtenido entre La fábula termina con las palabras:
los representantes del profetismo con­ "Cura, quien primero dio forma a este
temporáneo. Pero han mostrado la uti­ ser, que mientras viva lo posea” (Sein
lidad de un término, como el de C., und Zeit, §42; trad. esp.: El ser y el
para indicar el conjunto de modos de tiempo, México, 1962, F. C. E.). Sin
vida de un grupo humano determina­ embargo, Heidegger advierte: “La ex­
do, sin referencia al sistema de los presión no tiene nada que ver con la
valores al que orientan estos modos ‘pena’, la “melancolía', la 'preocupación
de vida. C., en otras palabras, es un por la propia vida’ que se encuentran
término mediante el cual se puede de­ ónticamente en todo ‘ser ahí'. Estas co­
signar tanto la civilización más evolu­ sas son ónticamente posibles, así como
cionada como las formas de vida social la ‘incuria’ y la ‘serenidad’ porque el
más toscas y primitivas. El término es ‘ser ahí’ es, ontológicamente compren­
adoptado habitualmente, con este signi­ dido, ‘cura’. Por ser esencialmente in­
ficado neutro, por filósofos, sociólogos herente al ‘ser ahí’ el ‘ser en el mundo’
y antropólogos contemporáneos. Y tie­ es su ser ‘relativamente al mundo’ en
ne la ventaja de no conceder privilegio esencia, ‘curarse d e '” {Ibid., § 12).
alguno a un modo de vida con refe­
rencia a otro, en la descripción de un Así denominó Vi­
C u rso d e la s n a c io n e s .
conjunto cultural. En efecto, para un co a la "constante uniformidad” demos­
antropólogo, una manera rústica de co­ trada, aun dentro de la variedad de las
cinar un alimento es un producto cul­ costumbres, por la historia de los dife­
tural lo mismo que una sonata de rentes pueblos en cuanto se deja dividir
Beethoven. Puede considerarse como la en las "tres edades, que los egipcios
mejor definición del concepto de C., decían hallarse inmersas en su mundo,
dada hasta hoy, la de Kluckhohn y o sea, la de los dioses, la de los hé­
Kelly (en R. Linton, The Science of roes y la de los hombres” (Scienza
Man in the World Crisis, 1945). "La C. nuova, IV; trad. esp. [de la Ia ed.l:
es un sistema históricamente derivado Ciencia nueva, México, 1941, F. C. E.).
de explícitos e implícitos proyectos de Véase r e c u r s o .

S77
D
D. 1) En la lógica medieval, todos los cercanía absoluta (por decirlo así) en
silogismos a los que se aplican palabras que su darse es absoluto por lo que
mnemotécnicas que comienzan con D. respecta a esta serie de grados, es de­
son reducibles al tercer modo de la pri­ cir, es un puro darse la esencia mis­
mera figura (Darii). Cf. Pedro Hispano, ma”. En otros términos, la esencia
Summut. logic., 4.20. llega a ser tan transparente en la re­
2) En el algoritmo de Lukasiewicz, presentación que ya no hay ninguna
indica la no-conjunción (cf. Alonzo pantalla entre “dado” y "dado en sí
Church, Introduction to Mathematical mismo".
Logic, n. 91).
D a rw in is m o (ingl. darwinism; fra n c .
Dabitis. Palabra mnemotécnica aplicada darwinisme; alem. Darwinismus; ital.
por los escolásticos al séptimo modo darwinismo). La doctrina de la evolu­
de la primera figura del silogismo, esto ción biológica, sobre las b ases que
es, al que consta de una premisa uni­ Darwin enunciara, y fundada en dos
versal a firm a tiv a , de una premisa principios: I ) la existencia de pequeñas
particular afirmativa y de una conclu­ variaciones orgánicas, que se verifica­
sión particular afirmativa, por ejem­ rían en los seres vivientes por influen­
plo: "Todo animal es sustancia, algún cia de las condiciones de ambiente,
hombre es animal; luego alguna sustan­ algunas de las cuales, por la ley de la
cia es hombre” (Pedro Hispano, Sum- probabilidad, serían biológicamente ven­
mul. logic., 4.08). tajosas; 2) la selección natural, por la
cual en la lucha por la vida sobrevi-
Darapti. Palabra mnemotécnica aplica­ rían los individuos en los que se ma­
da por los escolásticos al primero de nifestaran las variaciones o rg á n ic a s
los seis modos del silogismo de ter­ favorables (On the Origin of Species
cera figura, esto es, al que consta 1859). Del D. forma asimismo parte in­
de una premisa universal afirmativa, de tegrante la hipótesis de la descendencia
una premisa universal a firm a tiv a y del hombre de animales inferiores (The
de una conch'sión particular afirma­ Descent of Man, 1871) y el agnosticis­
tiva, por ejemplo: “Todo hombre es mo (véase) frente a los problemas me-
sustancia; todo hombre es animal; lue­ tafísicos. Véase e v o l u c i ó n .
go algún animal es sustancia” (Pedro
Hispano, Summut. logic., 4.14). Datisi. Palabra mnemotécnica aplicada
por los escolásticos al cuarto de los
D a rii. Palabra mnemotécnica aplicada seis modos del silogismo de tercera
por los escolásticos al tercero de los figura, esto es, el aue consta de una
nueve modos del silogismo de prime­ premisa u n iv e rs a l a firm a tiv a , de
ra figura, a saber, el que consta de una p rem isa particular afimativa y
una p rem isa universal a firm a tiv a , de una conclusión particular afirma­
de una premisa particular afirmativa tiva, por ejemplo: “Todo hombre es
y de una conclusión particular afirma­ sustancia; un hombre es animal; lue­
tiva, por ejemplo: "Todo hombre es go un animal es sustancia” (Pedro His­
animal; un ser capaz de reír es hom­ pano, Summul. logic., 4.14).
bre, luego un ser capaz de reír es
animal” (P ed ro Hispano, S u m m u l. Dato (ing!. given-, franc. donné; alem.
logic., 4.07). Gegeben; ital. dato). En general, el
punto de partida o la base de una
D a rse e n sí m is m o (alem. Selbstgege- investigación cualquiera, el elemento,
benheit). Así ha denominado Husserl el antecedente, la situación de la cual
(Ideen, I, §67), a las representaciones se parte o que se toma como punto de
en las que el objeto es dado de modo apoyo para plantear un problema, efec­
claro y visible: "Hay para cada esen­ tuar una inferencia, formular una hipó­
cia, igual que para la nota que responde tesis. El D., por lo tanto, tiene carácter
a cada esencia en lo individual, una funcional; lo que se toma como D. para
278
Dato

un determinado tipo u orden de in­ no se encuentra en la iniciación del


vestigación puede ser, a su vez, puesto proceso del conocimiento, como un ma­
como problema para otro tipo u orden terial tosco, sino al final del proceso
de indagación. como su determinación final. Se consi­
La palabra m o d ern a es probable­ dera como D. el objeto que se logra
mente de origen m a te m á tic o . En determinar cumplidamente (Philoso-
la filosofía moderna, la existencia de phie, 1911, p. 60).
D. últimos, irreductibles, ha sido uti­ En la filosofía contemporánea, inte­
lizada como la de un límite del cono­ resada en establecer las condiciones
cimiento, es decir, de una condición que limitan el conocimiento, la noción
que al mismo tiempo restringe y garan­ de D. vuelve a asumir sus derechos.
tiza la validez del conocimiento mismo. El espiritualismo francés, desde Maine
De este modo fueron utilizadas las de Biran a Bergson, ha considerado al
ideas por Locke; sin ideas no es posible D. como un privilegio de la experiencia
el conocimiento que es la percepción interna, o sea de la conciencia. El
de una conexión entre las ideas mismas Ensayo sobre los datos inmediatos de
(Essay, IV, 3, 1). Y además de las la conciencia (1889) de Bergson, se pre­
ideas, según Locke, son D. —aunque senta como la tentativa de hallar el
no les dé este nombre— las condicio­ D. originario de la conciencia en su
nes de la percepción, del conocimiento pureza, liberándolo de sus superestruc­
racional y del conocimiento sensorial, turas intelectuales. Tal D. originario
que ulteriormente limitan la extensión es, para Bergson, la duración de la con­
del conocimiento, que, así, resulta más ciencia, o sea, la vida misma de la
estrecho que nuestras ideas (Ibid., IV, conciencia como autocreación y liber­
III, 6 ). tad. Para buena parte de la filosofía
Para Kant, el D. es la presencia del contemporánea el D. es, com o para
objeto a la in tu ic ió n sensible (Crít. Bergson, un D. de conciencia, que sólo
R. Pura, § 1), presencia que hace de la se puede descubrir y reconocer a tra­
intuición misma una facultad pasiva, no vés de la investigación dirigida a la
creadora como podría serlo la intuición propia interioridad. Pero para Husserl
intelectual de Dios (Ibid., IV, § 8 ). Co­ el D. adquiere un significado más ge­
mo es obvio, en este sentido el D. es neral. Según Husserl, todo procedimien­
eliminado de las filosofías que niegan to riguroso, ya sea cien ífico o filosó-
el carácter condicionado y limitado del sófico, tiene el deber de dirigirse a la
conocimiento humano y hacen de él "daticidad originaria” de las cosas y
una actividad creadora. Así, Fichte opo­ hacer hablar a las cosas mismas. "Juz­
ne el concepto de posición al concep­ gar sobre las cosas racional o cientí­
to de D.: "El Yo es fuente de toda ficamente —dice— quiere decir dirigir­
realidad. Sólo con y por el Yo, el D es se por las cosas mismas, o retroceder
el concepto de la realidad. Pero el Yo desde los dichos y las opiniones hasta
es porque se pone y se pone porque es. las cosas mismas, interrogándolas tales
Por lo tanto, colocarse (o ponerse) y cuales se dan en sí mismas (Selbstge-
ser, son una sola y misma cosa” (Wís- gebenheit) y rechazando a un lado to­
sensclmftstehere, 1794, §4, C). Por lo dos los prejuicios extraños a ellas”
demás, no solamente el idealismo ro­ (Ideen, I, § 19). La búsqueda fenomeno-
mántico elimina la noción y la función lógica, tal como la concibe Husserl, no
misma del D. El mismo neokantismo, consiste en otra cosa que ponerse en
que interpreta la doctrina de Kant como condición de que las cosas mismas
idealismo gnoseológico, niega la fun­ se dan, esto es, se revelan en su esen­
ción del D. Dice Cohén: "El pensa­ cia. Como situación total, de la cual
miento no es síntesis sino más bien se extraen los elementos para la solu­
producción, y el principio del pensa­ ción de un problema, el D. es enten­
miento no es un D. independiente de dido por la filosofía de Dewey. "Lo
él, sino es el origen (Ursprung). La ‘dado’ en el sentido estricto de esta
lógica del conocimiento puro es una ló­ p alab ra, es el campo total o situación.
gica del origen” (Logik der reinen Er- Lo dado en el sentido de lo singular, ya
kenntnis ["Lógica del conocimiento sea objeto o cualidad, es aquel aspecto,
puro”], 1902, p. 36). Para Natorp, el D. fase o parte constitutiva especial de la
2 7 9
D rlxr

situación existencialmente presente que estoicos distinguían, como nos refiere


se selecciona para localizar e identifi­ Cicerón, entre el D. "recto”, que es per­
car sus rasgos problemáticos por refe­ fecto y absoluto y que no puede encon­
rencia a la investigación que se habrá trarse sino en el sabio, y los D. "inter­
de realizar aquí y ahora. En sentido medios”, que son comunes a todos y
estricto [el D.l más bien es tomado que que muchas veces se realizan con la
dado” (Logic, cap. VII; trad. esp.: Ló­ sola ayuda de una buena índole y de
gica, México, 1950, F. C. E., p. 143). Por una determinada instrucción (De off.,
lo tanto, el uso filosófico establece dos III, 14; trad. esp.: De los deberes, Méxi­
conceptos diferentes, en la noción de co, 1945, F. C. E.).
D.: /) el D. es el punto de partida del La doctrina del D. es, según se ve,
análisis, esto es, la situación de la que originariamente propia de una ética
se parte para resolver un problema, o fundada en la norma de “vivir según
las asunciones o antecedentes de una la naturaleza”, que por lo demás es la
inferencia o de un discurso cualquiera; norma para conformarse con el orden
2) el D. es el punto de llegada de la racional del todo. Por lo tanto, no se
investigación, porque es lo que se ob­ presenta en la ética aristotélica total­
tiene liberando de prejuicios, opiniones mente fundada en el deseo natural de
o superestructuras f a ls ific a d o ra s el la felicidad y que no hace referencia al
campo de investigación y haciendo que orden racional del todo. La ética me­
aparezca y se manifieste la realidad dieval, que a su vez se modela según
misma como tal. Locke, Kant y Dewey la ética aristotélica, ignora también la
tomaron el D. en el primer sentido, y teoría del D. y se concentra en torno
en el segundo sentido, Natorp, Bergson de la teoría de las virtudes, esto es, de
y Husserl. los hábitos racionales que puedan llevar
al hombre a la felicidad y la bienaven­
Deber (gr. xó xaGíjxov; lat. officium; turanza ultramundana. El concepto de
ingl. duty; franc. devoir -, alem. Pfticht; D. se convierte de nuevo en dominante
ital. dovere). La acción conforme a un y central en la ética kantiana, que es
orden racional o a una norma. En su precisamente una ética de la normati-
primer significado, la noción tuvo su ori­ vidad. Modifica el concepto estoico del
gen en los estoicos, para los cuales es D., de conformidad al orden racional
D. toda accic-i o comportamiento, sea del todo, para hacerlo conforme con
del hombre, de las plantas o de los ani­ la ley de la razón. Para Kant, D. es la
males, que se ajuste al orden racional acción cumplida únicamente en vista
del todo. "Denominamos D. —dice Dió- de la ley y por respeto a ella y es, por
genes Laercio (VII, 107-09)— a aquello lo tanto, la única auténtica acción ra­
cuya elección puede ser racionalmente cional, es decir, determinada exclusiva­
justificada... De las acciones cumpli­ mente por la forma universal de la ra­
das por instinto algunas son por D., zón. Dice Kant: “Una acción cumplida
otras contrarias al D., otras ni obligadas por D. tiene su valor moral, no en la
ni contrarias al D. Justas son aquellas finalidad que debe lograrse con ella, si­
que la razón aconseja cumplir, como no en la máxima que la determina; por
honrar a los padres, a los hermanos, a lo tanto, su valor no depende de la
la patria y estar en paz y concordia realidad del objeto de la acción, sino
con los amigos. Contra el D. son aque­ únicamente del principio de la volun­
llas que la razón aconseja no hacer, tad que ha determinado esta acción, sin
como olvidar a los padres, no cuidarse referencia a ningún objeto de la facul­
de los hermanos, no estar en paz y con­ tad de desear.” En otros términos, "el
cordia con los amigos, etc. Ni obligato­ D. es la necesidad de cumplir una
rias ni contrarias al D. son aquellas que acción únicamente por respeto a la ley”,
la razón no aconseja ni tampoco prohí­ donde la palabra "respeto” indica la
be, como levantar una pajita, tener una actitud que prescinde de todas las in­
pluma de escribir, un cepillo, etc." La clinaciones naturales (Grundlegung zur
conformidad con el orden racional (que Met. der Sitien, 2). En este sentido,
es el destino, la providencia o Dios Kant denomina D. a la acción "objeti­
mismo) es lo que, según los estoicos, vamente práctica”, o sea a la acción
constituye el carácter propio del D. Los en la cual coinciden la máxima que
280
D eber ser

determina la voluntad y la ley moral. por tender a una forma de sociedad


"Y en ello consiste la diferencia entre perfeccionada por el amor. La persis­
la conciencia de haber obrado confor­ tencia de la ética clásica de la felici­
me con el D. y la de haber obrado por dad en nuevas formas, la aparición de
el D., o sea por el respeto a la ley.” las éticas de tendencia mística, como
La acción conforme a la ley, pero no la bergsoniana, y las tentativas de re­
por respeto a la ley, es la acción le­ ducir la ética a un conjunto de deseos
gal, la hecha por respeto a la ley es la no constructivos o de preferencias sin
acción moral. Por lo tanto, D. y morali­ motivos, han hecho que la doctrina del
dad coinciden (Crít. R. Práctica, I, 1, D., que ponía a Kant en un estado de
cap. 3). La doctrina kantiana del D. fue ánimo lírico (“¡Deber! Nombre sublime
transformada por Fichte en una verda­ y grande que nada placentero contie­
dera y auténtica metafísica. "La única ne que pueda ilusionar, sino que desea
y sólida base de todo mi conocimiento la sumisión; que, sin embargo, no ame­
—dice— es mi D. Es esto lo inteligible naza nada, etc.”, Crít. R. Práctica, I,
en sí, que mediante las leyes de la 1, cap. 3), pierda casi por completo su
representación sensible se cambia en prestigio aunque sin haber sido susti­
un mundo sensible (Sittenlehre [“Doc­ tuida por algo más racional.
trina de la moral”], ■§ 15, en Werke
[“Obras”], IV, p. 172). Esto, en el sen­ D e b e r s e r (ingl. oughtness; franc. devoir
tido de que el mismo mundo sensible etre; alem. Solten; ital. dover essere).
no tuviera otra función, al decir de Lo posible normativo: aquello que se
Fichte, que la de suministrar a la acti­ puede prever o exigir que suceda de
vidad moral los límites o los obstácu­ acuerdo con la base de una regla o nor­
los, en lucha con los cuales hallaría la ma a la que se reconoce validez. La no­
manera de desarrollar su función de ción es característica de la filosofía mo­
liberación tal actividad. derna y hace su primera aparición en
. En la ética contemporánea la doc­ Kant. "El D . ser —dice— expresa una
trina del D. continúa unida a la de un especie de necesidad y una relación
orden racional necesario o a la de una con principios que, de hecho, no se
norma (o conjunto de normas) propio encuentran en la naturaleza. En la natu­
para dirigir el comportamiento huma­ raleza, el entendimiento sólo puede co­
no. Lo que quiere decir que allí donde nocer lo que es, ha si^o o será. Es
se pone como fundamento de la ética la imposible que algo deba ser distinto
felicidad, individual o c o le c tiv a , o de lo que ha sido de hecho en sus
la perfección, o el incremento de la relaciones temporales: el D . ser, cuando
vida individual o colectiva, la noción de se le observa en el curso de la natu­
D. no encuentra lugar. En el siglo pa­ raleza, no tiene la más mínima signifi­
sado Bentham polemizaba contra el D. cación. No podemos preguntar sobre
en nombre de una ética fundada exclu­ lo que debe suceder en la naturaleza,
sivamente en el interés, considerando como no podemos buscar las propie­
inútil y carente de sentido la apelación dades que debe tener el círculo, sino
al D. (Deontology, 1834,1 ,1). En nuestro solamente lo que ocurre en aquélla o
siglo, Bergson ha polemizado también cuáles son las propiedades que posee
contra el D. en nombre de una ética éste. El D. ser expresa una acción po­
del amor. Para Bergson, el D. u "obli­ sible, cuyo principio no es más que un
gación moral” no es más que un hábito simple concepto, en tanto que el prin­
de comportamiento de los miembros de cipio de una acción natural no puede
un grupo social. Tales hábitos pueden ser sino un fenómeno. La acción de­
variar, pero su conjunto, o sea el hábito be ser posible en las condiciones natu­
de contraer hábitos, tiene la misma in­ rales cuando el D . ser se dirige a
tensidad y regularidad que un instinto ellas, pero tales condiciones no tocan
(Deux sources, p. 2 1 ). Ésta es la ética la determinación del mismo albedrío,
de la sociedad cerrada, pero hay ade­ sino solamente su efecto y consecuen­
más la ética “absoluta” de la sociedad cia en el fenómeno” (Crít. R. Pura,
abierta, que se refiere a toda la hu­ Diál., cap. II, sec. 9, §3). La esfera
manidad, que es la que continúa y hace del D . ser se esclareció como propia de
progresar el esfuerzo creador de la vida, la acción humana a través de estás
281
D eber ser

determinaciones kantianas, ya que el insertarse en la realidad y valer como


D. ser, que no tiene sentido en el mundo fuerza modificadora y rectora de la
natural, es el principio del mun­ realidad misma. Esta repulsa fue pro­
do humano. Pero este reconocimiento pia de la filosofía romántica que quiso,
equivale a admitir que en el mundo hu­ según la expresión del mismo Hegel,
mano la distinción entre lo que sucede "estar en paz con la realidad” y abdicó
de hecho y lo que se podría esperar del deber que la filosofía de la Ilustra­
que sucediera según las normas que ción se había impuesto, el de transfor­
lo regulan, debe mantenerse constante. mar la realidad misma.
Allí donde el D. ser es reconocido o La actitud frente al D. ser es, por
introducido, es reconocida e introdu­ lo tanto, una piedra de toque de las fi­
cida, por razones obvias, su diferencia losofías contemporáneas, porque revela
posible del ser de hecho y la posibilidad sus orientaciones, es decir, si siguen
de juzgar éste con respecto a aquél. la tradición de la Ilustración, o lo que
Por lo tanto, se explica por qué Hegel, es lo mismo, la clásica y renacentista,
que pone como principio de su filosofía o la tradición romántica, que es la hele­
la identidad de lo real y de lo racional, nística y medieval. Pero es necesario
niegue toda función al D. ser y lo con­ advertir que no siempre el papel domi­
sidere como un puro fantasma. "A la nante atribuido a la noción de D. ser
realidad de lo racional —dice— se opo­ es signó del carácter clásico —ilustra­
ne por una parte la visión de que las do— de una filosofía. La denominada
ideas y los ideales no sean sino quime­ filosofía de los valores'del pasado si­
ras y la filosofía un sistema de estos glo, entre cuyos principales represen­
fantasmas cerebrales; y por otra, que tantes figuran Windelband y Rickert,
las ideas y los ideales sean algo tan ex­ ha hecho centro de su especulación al
celente que no tienen realidad o tam­ D. ser, pero lo ha transformado en una
bién que son impotentes para procurár­ realidad sui generis, el valor (véase)
sela. Pero la separación entre realidad o su conciencia, considerada indepen­
e idea es especialmente grata al entendi­ diente de sus manifestaciones empíri­
miento, que tiene los sueños de sus abs­ cas y, por lo tanto, ha sido gravemente
tracciones por algo veraz y está todo infiel en sustancia a la noción kantiana
henchido de su D. ser, y que también del D. ser, en la que decía inspirarse.
en el campo político predica con gusto, De manera análoga la interpretación
casi como si el mundo hubiese esperado que del D. ser formula Nicolai Hart-
dichos dictámenes para enterarse de mann equivale a su negación. Según
cómo debe ser y no es: Y si después Hartmann, el D. ser no prescribe otra
fuera como debe ser, ¿dónde iría a pa­ cosa que la realización de lo que puede
rar la presunción de tal D. ser?” (Ene., y debe realizarse necesariamente en
§ 6 ). Las obras de Hegel contienen a cuanto nada falte a las condiciones de
menudo observaciones llenas de ironía su realización y es, por lo tanto, la mis­
y de escarnio acerca del D. ser que no ma posibilidad real que tiene siempre
es, acerca de lo ideal que no es real, efectividad, aun en el caso de no apa­
acerca de la razón que se supone impo­ recer como tal (Móglichkeit und Wirk-
tente para realizarse en el mundo. La lichkeií; trad. esp.: Posibilidad y efec­
filosofía tiene, según Hegel, la tarea tividad, México, 1956, F. C. E., p. 282).
de considerar no lo que es D. ser sino Por otro lado, la noción del D. ser ha
lo que es "real y presente” (Ibid., §38). sido convertida en base del positivismo
Es como la lechuza de Minerva que jurídico por Hans Kelsen. Dice Kelsen :
inicia su vuelo al filo del crepúsculo “El D. ser expresa el sentido específico
y por lo tanto llega siempre muy tar­ en el cual el comportamiento humano
de, cuando la realidad ha cumplido su está determinado por una norma. Todo
proceso de formación y ya está hecha lo que podemos hacer para describir
(Fil. del derecho, Pref.). En otras pala­ tal sentido es declarar que difiere del
bras, a la filosofía no corresponde otra sentido por el cual decimos que un
tarea que la de reconocer, justificar y individuo se comporta efectivamente
exaltar como "racionalidad absoluta”, de determinada manera y que algo su­
el hecho cumplido. Se trata, en sustan­ cede o existe efectivamente” (General
cia, de una repulsa de la filosofía para Theory of Law and State, 1945, I, 1, C,
2.12
J
D e c is ió n
D e d u c c ió n
a, 5; trad. ital., p. 36). Sin embargo, humana como posibilidad de la muer­
Kelsen reconoce que la tensión entre te, o sea, como imposibilidad. Véase
norma y existencia no debe pasar de un EXISTENCIALISMO; POSIBILIDAD.
determinado máximo ni bajar de deter­ 2) En la lógica contemporánea, un
minado mínimo, es decir, que la con­ problema de D. es el de hallar un pro­
ducta efectiva no debe coincidir por cedimiento efectivo o algoritmo (o sea,
completo ni estar totalmente deforma­ un procedimiento de D.) en virtud del
da por la norma que la regula (Ibid,, cual se pueda determinar, respecto a
A péndice, IV, B, c; p. 444). Véase cualquier fórmula de un sistema dado,
NORMA. si esta forma es o no un teorema, lo
que quiere decir: si la fórmula misma
D e c is ió n (gr. nQoaÍQeai^; ingl. decisión; puede ser probada o no (cf. Church,
franc. decisión; alem. Entscheidung o Introduction to Mathematical Logic,
E n ts c h lo s s e n h e it; ita l. decisione). § 15).
1) Este término corresponde a lo que
Aristóteles y los escolásticos denomi­ (gr. x/.ioig; lat. clinamen).
D e c lin a c ió n
naban elección, o sea, al momento fi­ La desviación de los átomos de la caída
nal de la deliberación, en el cual se rectilínea, admitida por Epicuro para
determina el compromiso hacia una hacer posible el choque entre los áto­
de las alternativas posibles. Aristóte­ mos, del cual se generan los cuerpos.
les definió la elección como una "ape­ Los átomos que, en efecto, se mueven
tencia deliberada que concierne a las en el vacío con la misma velocidad,
cosas que dependen de nosotros” (É í. nunca se encontrarían sin el clinamen
Nic., III, 5, 1113 a 10), y en sentido de­ (Ep., Ep. ad Erod., 61; Cicer., De fin.,
terminista Spinoza identificó la D. con I, 6 , 18; Lucr., De rer. nat., II, 252).
el deseo o "determinación del cuerpo” Gassendi, que en el siglo xvi readmitió
que se puede deducir por medio de las la física epicúrea, negó la D. de los
leyes del movimiento y de la quietud átomos.
(Eth., III, 2, scol.). Pero ya sea libre
o determinada, la decisión es entendida (gr. o v )ó , oyicím.Ó5; lat. deduc-
D e d u c c ió n
por los filósofos como el acto de se­ tio; ingl. deducticm; franc. déduction;
parar las posibilidades del compromiso alem. Déduction; ital. deduzione). La
con una de las alternativas posibles. relación por la cual una conclusión
Por lo tanto, es un acto anticipatorio, resulta de una o más premisas. En la
que se proyecta y por el cual el futuro historia de la filosofía tal relación ha
se determina de alguna manera. Estos sido interpretada y fundada de diferen­
caracteres han sido aclarados por Hei- tes maneras. De ella se pueden distin­
degger, para el cual la D., que él llama guir tres interpretaciones principales:
resolución, es "justa y únicamente el 1) la que la considera fundada en la
proyectar y determinar, abriendo la po­ esencia necesaria o sustancia de los
sibilidad fáctica del caso”. Pero para objetos a los que se refieren las propo­
Heidcgger existe una sola D. auténtica siciones ; 2) la que la considera fundada
y que es la que orienta, no hacia las en la evidencia sensible que tales obje­
posibilidades de la existencia cotidiana tos representan; 3) la que le niega un
(que son, en última instancia, imposi­ fundamento único y la considera con­
bilidades), sino hacia la posibilidad pro­ fiada a reglas sobre cuyo uso se puede
pia y auténtica de la existencia, o sea establecer un acuerdo. La interpretación
hacia la posibilidad de la muerte. Esta tradicional de la D. como "derivación
D. auténtica no es sino el ‘estado de de lo particular del universal” o como
abierto’ propio, "el silencioso proyec­ "un razonamiento que va de lo uni­
tarse, dispuesto a la angustia, sobre el versal a lo particular”, etc., se refiere
más peculiar ser deudor” o también "la solamente a la primera de estas inter­
propiedad de la cura misma curada en pretaciones y, por lo tanto, es muy
la cura y posible en cuanto cura” (Sein restringida y no abarca todas las alter­
und Zeit, §60; trad. esp.: El ser y el nativas a que ha dado origen la noción.
tiempo, México, 1962, F. C. E.). Lo que 1) La definición aristotélica de silo­
quiere decir que la D. auténtica coinci­ gismo coincide con la general de deduc­
de con la comprensión de la existencia ción. Dice Aristóteles: "El silogismo es
283
Deducción

un razonamiento en el cual, puestas al­ sino a lo que resulta “de todo hombre",
gunas cosas, otra las sigue necesaria­ o sea, por la esencia o sustancia “hom­
mente por lo mismo que aquellas son. bre", como resulta de la definición. Y
Diciendo ‘por lo mismo que aquellas por esto es por lo que Aristóteles intro­
son’, quiso decir que de ellas se deduce duce la limitación importante de que el
algo y, por otra parte, al decir ‘de ellas silogismo tenga premisas universales
se deduce algo, quiero decir que no es (Ibid., I, 27, 43 b 14). La estructura sus­
necesario agregar nada exterior para tancial de la realidad, tal como es acla­
que la D. siga necesariamente" (An. pr., rada en la metafísica es, por lo tanto,
I, 1, 24b 17 ss.). Definido en estos tér­ el fundamento de la teoría aristotélica
minos, el silogismo no es otra cosa que de la D. Las características fundamen­
la deducción de una proposición a par­ tales de la teoría deductiva aristotélica
tir de otra y, por lo tanto, tiene la son, en efecto, las siguientes: a) la
significación muy general que aun hoy multiplicidad de las premisas, resul­
se atribuye a la palabra deducción. Pero tante de la función indispensable del
Aristóteles agrega que el silogismo per­ término medio; b) la universalidad de
fecto es la D. perfecta, es decir, aquella las premisas. Ambas características son
en la cual las premisas contienen todo el fundamento sustancial de la relación
lo necesario a la D. de la conclusión deductiva. En efecto: 1) el término me­
(Ibid., §24b 23). Aristóteles distingue dio es indispensable porque la atribu­
por un lado entre la D. y la demostra­ ción de un predicado a una cosa puede
ción, y por otro lado, entre la D. y la sólo hacerse con referencia a la sus­
inducción. Se distingue de la demostra­ tancia de la cosa misma y sólo en
ción, porque la demostración es una virtud de esta referencia puede ser de­
D. particular {Ibid., §25b 26) y precisa­ terminada la cualidad (afirmación o
mente la que tiene ‘‘premisas verdade­ negación), la cantidad (universal o par­
ras, primeras, inmediatas, más conoci­ ticular) y la modalidad (esencial o
das que la conclusión, anteriores a ella accidental) de la atribución deducida;
y causa de ella” (An. post., I, 2, 71 b 2) la universalidad de las premisas se
18 ss.). Y se distingue de la inducción, deduce del hecho de que deben refe­
porque ésta está en oposición con ella rirse al objeto en su totalidad, o sea
por su estructura esquemática (An. pr., a la sustancia o esencia necesaria del
II, 23, 6 8 b 'Oss.). Como fundamento objeto mismo. Esta teoría de la D. do­
de la relación entre las premisas y la minó en la filosofía y en la lógica
conclusión, se halla la relación entre antigua, medieval y moderna (excepto
los seis términos del silogismo, que por algunos reflejos de la concepción
Aristóteles expresa con el verbo imdpxErv estoica, a que apuntaremos más adelan­
inesse = inherir) cuyo significado es te) y dado que identifica la D. con el
explícito en Aristóteles, al determinar silogismo, puede ser examinada bajo
el modo por el cual se pueden formu­ este último término.
lar silogismos y se puede adquirir "la 2) Se puede presumir que al decaer
capacidad de producirlos”. A este pro­ los presupuestos sustanciales que Aris­
pósito, dice que es necesario, en primer tóteles había tomado como fundamento
lugar, considerar al mismo objeto como de una teoría de la D. fueran deca­
tal y su característica y definición pro­ yendo también las características de la
pias, y después las nociones que se teoría aristotélica, o sea la multiplici­
deducen del objeto, aquellas por las que dad de las premisas y la universalidad
se logra el objeto y por fin las que el de las mismas. Y esto es precisamente
objeto excluye. En otros términos, es lo que ocurre en la lógica de los es­
necesario mirar a la esencia o sustancia toicos, quienes, a diferencia de Aristó­
del objeto que es precisamente la ex­ teles, son sensistas. Los estoicos divi­
presada por la definición, y a todo lo dían los razonamientos en demostrati­
que ella implica o a todo aquello en vos o apodícticos, que concluyen en
lo que está implícita. Esto también ha alguna cosa nueva, e indemostrativos o
sido expresado por Aristóteles, al decir anapodícticos (véase a n a p o d í c t i c o ) que
que es necesario mirar a la totalidad no concluyen en nada nuevo. Pero estos
de la cosa, no a la parte, no a lo que últimos preponderan porque “no tienen
surge "de algún homl*ra”, por ejemplo. necesidad de demostración para ser ha-
284
Deducción

Hados, aunque ellos mismos son demos­ desacuerdo entre las ideas, relación in­
trativos en cuanto concluyen también mediatamente percibida en la experien­
los demás razonamientos” (Sexto E., cia: "Inferir —dice— no es otra cosa
Hip. Pirr., II, 140, 156; Adv. dogm., II, sino sacar una proposición como ver­
224 ss.). Ahora bien, en los razonamien­ dadera en virtud de otra proposición
tos anapodícticos (del tipo "Si es de establecida antes como verdadera, es
día, hay luz. Es de día, luego hay luz”), decir, consiste en ver o en suponer esa
la relación que constituye la premisa, conexión de las dos ideas de la prepo­
"Si es de día hay luz” es por sí misma sición inferida” (Essay, IV, 17, 4). Tam­
clara y no tiene necesidad de demos­ bién Stuart Mili interpretó la D. como
tración; y es clara, se entiende que se­ la aplicación a casos particulares de
gún el criterio estoico, por la presencia reglas generales obtenidas por el cami­
del hecho que expresa a los sentidos o, no de la inducción. Y por lo tanto ad­
por lo menos, por su posible presencia. mitió la posibilidad de que se pueda
El fundamento de la relación deduc­ razonar aun sin el uso de proposiciones
tiva, por lo tanto, ha cambiado en esta generales (Logic, II, 3, 5ss.).
teoría; no es ya, como para Aristóte­ 3) La tercera fase o, si se prefiere, la
les, la estructura sustancial de los ob­ tercera alternativa que se ha presenta­
jetos, sino el hecho sensible o sensible­ do históricamente en la teoría de la
mente verificable, esto es, la evidencia D., es la convencionalista, aportada por
de la representación cataléptica (Dióg. la lógica contemporánea. Según esta úl­
L., VII, 45). Por lo tanto, en la teoría tima alternativa, las reglas de la D. no
estoica no hay rastro de las caracte­ están fundadas ni en la sustancia de los
rísticas que hacen de la teoría aristo­ objetos a los que hace referencia la
télica de la D. una teoría del silogismo, D., ni en la evidencia sensible de tales
o sea de la necesaria multiplicidad de objetos, ya que son elegidas arbitraria­
las premisas y de su universalidad. El mente aun cuando lo sean de manera
haber tomado los estoicos los razona­ oportuna. Éste es el punto de vista in­
mientos apodícticos como fundamenta­ troducido por Camap en la obra La
les y el haberlos considerado reconduci- estructura lógica del mundo (1928). Esta
bles a razonamientos demostrativos, sig­ tesis admite "la posibilidad de una li­
nifica que pusieron explícitamente el bre elección de las reglas de D.” y. por
dato sensible como fundamento de su lo tanto, el carácter convencional de
teoría de la D. El punto de vista del toda la lógica. Dice Carnap: "La lógica,
hecho ha sustituido aquí al punto de o sea las reglas de la D. (en nuestra
vista ontológico de la teoría aristoté­ terminología, las reglas sintácticas de
lica. Pero, no obstante lo irreconciliable transformación), se pueden elegir arbi­
de estos dos puntos de vista, el es­ trariamente, son, pues, convencionales
toico no nos ha llegado en toda su cuando son tomadas como base para la
pureza y en cambio ha sido confundido construcción del sistema lingüístico y
y conjugado con el aristotélico. En cuando la interpretación del sistema es
efecto, los peripatéticos (Teofrasto, Eu- impuesta en un segundo tiempo” (Foun-
demo) acogieron eclécticamente la doc­ dations of Logic and Mathematics, 1939,
trina estoica de la D.. colocándola junto § 1 2 ); es evidente que desde este punto
a la aristotélica y, de tal manera ha­ de vista la relación en virtud de la
blaron, en forma paralela, de "silogismo cual una proposición resulta de otra,
categórico” y de "silogismo hipotético”, no es dada de una vez por todas, pero
bajo cuya denominación, desconocida puede ser determinada en forma va­
por Aristóteles, comprendieron a los riada, mediante reglas o convenciones
silogismos fundados en los razonamien­ oportunas. A este respecto Carnap ha
tos anapodícticos de los estoicos. Boe­ distinguido dos modos diferentes de
cio, que nos da estas noticias (De syllo- D.: la derivación, que es más restrin­
gismus hypotecticis, I, P. L., 64?, col. 831) gida, y la consecuencialidad, que es más
ha trasmitido en la misma forma, o sea extensa. La derivación es una serie fini­
paralelamente, y sobre el mismo plano, ta de enunciados, en la cual cada paso
las dos doctrinas dispares. En la edad es definido, pero no es definida la
moderna, Locke, en forma análoga, fun­ relación “derivable”, que se define por
dó la D. en la relación de acuerdo o de la totalidad de * cadena de las deriva-
285
D e d u c c ió n tra s c e n d e n ta l
D e d u c tiv o
dones. En una serie de consecuencias, tuviera como finalidad demostrar "el
también cada paso de la serie (o sea la modo en que los conceptos a priori se
relación "consecuencia directa”) es in­ pueden referir a objetos” y que, por
definida. La derivación es la relación lo tanto, se distinguiera de la "D. em­
de D. usada en la lógica y corresponde pírica”, la cual d e m u e s tra "de qué
a lo que se entiende por lo común cuan­ m a n e ra es adquirido un concepto
do se dice "este enunciado se deduce de por medio de la experiencia y de la
aquél” (The Logical Syntax of Langua- reflexión sobre ella”. Así, la D. empí­
ge, § 14). rica se refiere a la posesión de hecho
Las diferentes formas de implicación de un concepto, la D. trascendental a su
(véase) reconocidas por la lógica con­ uso legítimo (Crít. R. Pura, § 13). La
temporánea, pueden ser consideradas D. trascendental consiste en demostrar
como otros muchos modos posibles de cómo los objetos de la experiencia no
la relación de deductibilidad. Algunos serían tales, esto es, no serían dados
lógicos restringen actualmente la rela­ como objetos a la experiencia si no
ción de deductibilidad a cierto tipo de fueran pensados según las categorías y
implicación y, precisamente, a la "es­ que el acto o la función por la cual
trecha” o semántica; así lo hace Lewis, pueden ser originariamente pensados en
por ejemplo (Knowledge and Valuation, las categorías es el "yo pienso” o aper­
1946, p. 212). Otros, en cambio, creen cepción pura (véase). Fichte extendió
que para establecer la deductibilidad la exigencia de una justificación así
basta la implicación material, cuyo con­ entendida a todas las proposiciones de
cepto fue aclarado en los Principia ma- la filosofía. "Todo lo demostrable debe
thematica-, así lo hace Russell (Intr. lo ser demostrado, todas las proposiciones
Mathematical Phil., cap. X I V ; trad. deben ser deducidas, excepto el primero
ital., p. 173). En realidad, todo y cual­ y supremo principio fundamental que
quier tipo de implicación puede ser es el Yo = Yo (Wissenschaftslehre, 1794,
considerado como relación deductiva, a §7). Hegel atribuía a Fichte el mérito
menos que explícitamente no se tome de esta exigencia: "A la filosofía fich-
como fundamento de la D. la sustancia teana corresponde el profundo mérito
de la cosa o su evidencia sensible, se­ de haber advertido que las determina­
gún la !■ o la 2 ’ de las alternativas con­ ciones del pensamiento deben mostrarse
sideradas. De^de el punto de vista de la en su necesidad; y que son esencial­
comer.cionalidad de la lógica, el con­ mente deducibles” (Ene., §42). En este
cepto de D. no puede sufrir restriccio­ sentido, la D. es la demostración de la
nes y, por lo tanto, debe ser extendido necesidad de una determinación y toda
a todas las formas que puedan ser to­ la doctrina de Hegel está organizada
madas por la relación de derivación o conforme con esta exigencia.
de consecuencia de una proposición a
partir de otra proposición. D e d u c tiv o (ingl. deductive-, franc. dé-
ductif; alem. deductiv; itaL deduttivo).
D e d u c c ió n tr a s c e n d e n ta l (ingl. transcen­ S iste m a D .t Se indica actualmente con
dental d e d u c tio n ; franc. d é d u c tio n este nombre un discurso que se inicia
transcendentale; alem. transzcndentale con un pequeño número de reglas toma­
Deduction-, ital. deduziotte trascenden- das como premisas y que puede regir to­
tale). Kant tomó el término D. del da proposición deducida de dicha premi­
lenguaje jurídico, en el cual significa sa y de conformidad con las reglas que
la demostración de la legitimidad de la ellas p re sc rib e n (véase a x i o m á t i c a ;
pretensión que se adelanta. En este sen­ c o n v e n c i o n a l i s m o ). Método D.: se apli­
tido habló de la "D. de la división de ca hoy este término al método que con­
un sistema” como "prueba de su cum­ siste en buscar la confirmación de una
plimiento y de su continuidad” (Met. hipótesis por comprobación de las conse­
der Sitien, I, inír., § I I I , nota). De aná­ cuencias previsibles de la hipótesis mis­
loga manera, para justificar el uso de ma. Reichcnbach ha demostrado el ca­
los conceptos puros o categorías, Kant rácter complejo de este método y su
creyó indispensable una D. (que precisa­ irreductibilidad a la verdadera y propia
mente por referirse a conceptos puros deducción. Admitir que exista una rela­
denominó trascenderá .1 [véase)), que ción D. entre una hipótesis y los datos
Definición

observados, significaría admitir que la (por ejemplo, el predicado animal, co­


implicación a i b nos autoriza a consi­ mún a todas las especies animales) y
derar a como probable, cuando es da­ por diferencia todo lo que distingue
do b (Theory of Probability, 1949, §84). una especie de otra (Tóp., I, 8 , 103 b
15).
D e f in ic ió n (gr. óoo;, ó o ia p ó ;; lat. defini- El concepto de Aristóteles sigue sien­
tio; ingl. définition-, franc. définition; do el clásico de la D., y está relacio­
alem. Définition; ital. definizione). La nado sistemáticamente con el de la
declaración de la esencia. Pueden dis­ esencia sustancial y con el ser como
tinguirse diferentes conceptos de D. con­ necesidad. Spinoza no hacía más que
forme con los diversos conceptos de expresarlo con otras palabras al decir:
esencia (véase), esto es: 1) el concepto "La verdadera D. de cada cosa no im­
de D. como declaración de la esencia plica ni expresa nada más que la natu­
sustancial; 2) el concepto de D. como raleza de la cosa definida” (E t., I, 8 ,
declaración de la esencia nominal; 3) el scol. II). A partir de Aristóteles y por
concepto de D. como declaración de influencia de la lógica estoica, el con­
la esencia-significado. cepto de D. resulta mucho más extenso
1) La doctrina aristotélica de la D.y elástico; así Boecio podía enumerar
concierne a la esencia sustancial. Aris­ perfectamente catorce especies de D.
tóteles afirma explícitamente que la D. (véase infra). La D. sustancial continuó,
concierne a la esencia y a la sustancia sin embargo, siendo considerada como
(An. Post., II, 3, 90b 30). Y los diferen­ la única verdadera y auténtica, como le
tes significados de la D. que enumera parecía a Boecio mismo (De Deffini-
se refieren en su totalidad a la esencia tione, en P. L., 64°, col. 898). Éste fue
sustancial. "La D. puede ser, en primer el primer punto de vista compartido por
lugar, la declaración no demostrable todos los escolásticos y también por los
de la esencia; en un segundo sentido, nominalistas o terministas que insistían,
puede ser la deducción de la esencia y no obstante, en la importancia de la
diferir de la demostración solamente definición nominal. Occam decía: "La
por la disposición de las palabras; en D. tiene dos significados, ya que una
un tercer sentido, puede ser la conclu­ es la D. que expresa qué es el objeto
sión de la demostración de la esencia” (quid rei) y la otra es la D. que expresa
(Ibid., II, 10, 94 a 11). En el primer qué es el nombre (quid n. minis). La D.
significado, la D. se refiere a objetos que que expresa lo que es el objeto se puede
son sustancias (al hombre, por ejem­ tomar en dos sentidos: en sentido am­
plo); en el segundo y el tercer caso se plio y en tal caso comprende la D. ver­
refiere a objetos que no son sustancias, dadera y propia y la D. descriptiva, o
sino hechos (al trueno, por ejemplo), en sentido restringido, y en tal caso es
de los que enunciar la esencia significa un discurso breve que expresa toda la
decir la causa (Ibid., 94 a lss.). En to­ naturaleza de la cosa y no contiene
dos los casos, la D. declara la esencia nada que sea extrínseco a la cosa mis­
sustancial de su objeto; dice Aristó­ ma (Summa Log., I, 26). Por otro lado,
teles : "La esencia sustancial pertenece la D. que expresa lo que es el nombre
a las cosas de las que hay definición. Y es "un discurso que declara explícita­
no hay D. cuando hay un término que mente a qué cosa se hace referencia
se refiere a cualquier cosa; en este caso im p líc ita m e n te con un enunciado”
todas las palabras serían definiciones, (Ibid., I, 26). Occam explícitamente sa­
porque las palabras indican algo y tam­ ca a las D. reales fuera de la lógica
bién 'Iliada' sería una definición. Pero porque "el lógico no trata de cosas que
hay D. solamente cuando el término no sean signos” (Ibid., I, 26), pero no
significa algo primario, lo que ocurre niega la legitimidad de tales D. fuera
cuando se habla de cosas que no pueden de la lógica. Por otra parte, le parece
ser predicados de otras cosas" (Met., "fraudulento" (trufaticum) admitir que
VII, 4, 1030 a 6 ). Ésta es la D. consti­ de un mismo objeto, por ejemplo, del
tuida por el género próximo y por la hombre, haya una D. lógica, una D. na­
diferencia específica, entendiéndose por tural, una D. metafísica.."El lógico, que
género próximo el predicado esencial no trata del hombre porque no trata de
común a cosas que difieren de especie las cosas que ni son signos, no tiene
287
Definición

por qué definir al hombre, sino que so­ triángulo” (An. Post., II, 10, 93 b 28). La
lamente ha de enseñar de qué manera distinción entre D. real y D. nominal
deben definirlo las otras ciencias que no interesaba a la lógica estoica, que no
tratan del hombre. Por lo tanto, el lógi­ asignaba a la D. el deber de declarar
co no debe asignar ninguna D. del la esencia sustancial; no se encuentra,
hombre, sino por vía de ejemplo, y en por lo tanto, en les autores que toman
tal caso la D. que se ponga como ejem­ sus materiales con preferencia del es­
plo debe ser natural o metafísica” (Ibid., toicismo, como Cicerón (Top., 5, 26ss.)
I, 26). Este punto de vista fue seguido y Boecio (De Deffinitione, P. L. 64",
por la lógica posterior. Jungius distin­ col. 901-02). También prescinde de ella
guía tres especies de D., la nominal, la Pedro Hispano. Los lógicos nominalis­
esencial y la científica, que correspon­ tas medievales se valen de ella porque
den a los tres significados del término Ies proporciona el modo de definir el
establecidos por A ristó te le s (Lógica, objeto específico de la lógica como esen­
1638, IV, II, 6 -8 ; II, 15). Leibniz reivin­ cia de los signos (véanse los fragmentos
dicaba, en contra de Locke, la distin­ de Occam expuestos más arriba).
ción entre D. nominal y D. real, diciendo Pero una teoría verdadera y propia
que “la esencia del oro es lo que lo de la D. como declaración de la esencia
constituye y lo que le da sus cualidades nominal sólo se elaboró cuando se em­
sensibles, que lo hacen reconocer y que pezó a considerar la esencia nominal
forman su definición nominal, mien­ como la única esencia posible y, por
tras que nosotros tendríamos la D. real lo tanto, su D. como la única posible.
y causal si pudiéramos explicar su es­ En este sentido, decía Hobbes; “La D.
tructura o constitución íntima” (Ncuv. no puede ser otra cosa que la explica­
Ess., III, 3, 19). Pero antes (en un ción de un nombre mediante un discur­
ensayo de 1684) había distinguido entre so.” Cuando el nombre se refiere a un
"D. nominales, que contienen solamente concepto compuesto, la D. es la resolu­
las notas para discernir una cosa de las ción del nombre en sus partes más
demás, y D. reales, por las cuales cons­ generales, de modo que se puede decir
ta que la cosa es posible” (Op., ed. Erd- que la D. es “la proposición cuyo pre­
mann, p. 80). Y de esta determinación dicado es resolutivo del sujeto, donde
se valió Wolff para decir que "la D. de la cosa es posible; y, donde no es posi­
la que no re. alta que la cosa definida ble, ejemplificativo” (De Corp., 6 , §14).
sea posible se denomina nominal, y De la misma manera, Locke dice que
de la que resulta que la cosa definida “una D. no es sino el mostrar el sentido
sea posible se dice real” (Log., §191); de una palabra por otros varios tér­
para dividir las D. nominales en esen­ minos que no sean sinónimos" (Essay,
ciales y accidentales adaptaba a su ma­ III, 4, 6 ) y cree que el mejor modo
nera, según lo declara explícitamente, de hacer una D. es “si se enumeran
las nociones escolásticas (Ibid., §192). A aquellas ideas simples que se hallan
su vez, Kant entendía por definir "la combinadas en la significación del tér­
exposición originaria del concepto explí­ mino definido” (Ibid., III, 3, 10). Den­
cito de una cosa dentro de sus lími­ tro de esta tradición, Stuart Mili afir­
tes” ; por explícito, la claridad y sufi­ maba que la D. "es una proposición
ciencia de las notas; por límites, la declarativa del significado de una pala­
precisión y por originaria, el carácter bra” (Logic., I, 8 , 1); pueden hallarse
primitivo de la determinación, que no expresiones similares en filósofos y lógi­
debe tener necesidad de una demos­ cos, aun en los recientes, expresiones
tración (Crít. R. Pura, Doctrina del que no admiten la doctrina de la sus­
método, I, secc. I, § 1 ). tancia y se inclinan hacia un punto de
2) La posibilidad de la D. nominal vista nominalista. Sin embargo, en la
fue admitida por Aristóteles, como ca­ mayoría de las ocasiones, la teoría de
mino subordinado y preparatorio hacia la D. nominal se apoya en el presu­
la D. real; "Y ya que la D. es la decla­ puesto de que no puede existir más que
ración de la esencia, existirá también una sola D. para un nombre, y este
la declaración de lo que el nombre sig­ presupuesto distingue a la teoría en
nifica u otra declaración nominal, por cuestión de la que hemos denominado
ejemplo, lo que s i ^ fíca el nom bre teoría de la esencia-significado.
288
Deidad

3) Se puede decir que esta última de investigación, es herencia de la teo­


teoría fue propuesta por los estoicos. ría estoica de la D. Y desde este punto
En efecto, Crisipo afirmaba que la D. es de vista, asimismo, no existe una esen­
una respuesta ( újió S ochc, Dióg. L., VII, cia preponderante del término (ni no­
1 , 60), entendiendo con ello que cual­ minal ni real), sino posibilidades dife­
quier respuesta que se dé a la pregunta rentes para definirlo con distintos fines
“¿qué es?” puede ser tomada como D. y todas estas posibilidades pueden ser
de la cosa. Es probable que a partir de declaradas esenciales con referencia a
esta noción extremadamente generali­ sus fines aun cuando lo sean en grados
zada de la D. se hayan comenzado a diferentes. Y también desde este punto
distinguir numerosas especies de D., tal de vista, puede ser considerada D. toda
como lo hiciera Cicerón (Top., 5, 26 ss.) restricción o limitación del uso de un
v, siguiendo sus huellas, Boecio. Este término en un contexto determinado.
último enumeró quince especies de D., La D. supone el contexto en cada caso,
dando primacía, según se ha dicho, a esto es, según ha dicho M. Black, un
la primera especie, que es la D. sus­ conjunto de presupuestos que constitu­
tancial. Las otras catorce especies son yan un preámbulo de la D.; de tal
las siguientes: 1) la D. nocional, que da manera su forma es: "Cada vez que
una determinada concepción del obje­ las condiciones sean así, el término t
to, diciendo, por ejemplo, lo que hace será usado así" (cf. M. Black, Probtems
el objeto más que lo que el objeto es; of Analysis, 1954, p. 34). La D. podrá
2) la D. cualitativa, que se sirve de una tener carácter diferente, según la natu­
cualidad del objeto; 3) la D. descrip­ raleza del preámbulo. Si el preámbulo
tiva, que se hace con los caracteres que hace referencia a lenguajes artificiales
ilustran la naturaleza de una cosa y (como los de la lógica y los de la
que es propia del orador; 4) la D. ver­ matemática) la D. será simplemente
bal, que consiste en aclarar una palabra una convención (propuesta o aceptada)
con otra palabra; 5) la D. por diferen­ acerca del uso de la palabra en tal
cia, que consiste en aclarar la diferencia lenguaje (D. estipulativa). Si el preám­
entre dos objetos, por ejemplo, entre el bulo hace referencia a lenguajes no
rey y el tirano; 6) la D. por metáfora, artificiales o solamente en parte arti­
por ejemplo, al decir que la juventud ficiales (como son el lenguaje común
es la flor de la edad; 7) la D. por priva­ y los lenguajes de las ci_ncias empíri­
ción del contrario, por ejemplo, cuando cas) la D. será la declaración del uso
se dice que el bien es lo que no es el corriente del término en cuestión (D.
mal; 8) la D. por hipotíposis, que es lexicológica), o la propuesta o acepta­
la D. fantástica; 9) la D. por compara­ ción de una oportuna modificación de
ción a un tipo, como cuando se dice este uso (redefinición) (cf. R. Robinson,
que el animal es como el h om bre; Definition, 1954). A este tercera especie
10) la D. por falta de la plenitud en el de D. pertenecen las D. de los términos
mismo género, como cuando se dice que contenidos en el presenje diccionario,
el plano es aquello a lo que le falta la que utilizan, simplifican o rectifican los
profundidad; 11) la D. laudatoria; 12) usos que de un término se han hecho en
la D. por analogía, por ejemplo, "el hom­ la lengua filosófica o científica, como
bre es un microcosmos” ; 13) la D. rela­ también en el lenguaje común.
tiva, por ejemplo, "padre es quien tiene
un hijo” ; 14) la D. causal, por ejemplo, Deidad (lat. deitas; ingl. deity; franc.
"el día es el sol sobre la tierra” (De déité; alem. Gottheit; ital. deitá). En
Deffinitione, P. L., 54°, col. 901-07). La general, la esencia o naturaleza divina.
disparidad de estas notas de Boecio En este sentido utilizaron la palabra
es tal, que cualquier respuesta a la San Agustín (De Trin. IV, 20) y Santo
pregunta: ¿qué es? puede ser tomada Tomás (S. Th., I, q. 39, a. 5, ad. 6 °). Pero
como definición. en el siglo xn, Gilberto de la Porrée
Desde este punto de vista, el concep­ identificó a Dios con la D., distinguien­
to moderno, según el cual D. es la de­ do de la D. misma, que sería la forma
claración del significado de un térmi­ o la esencia común, a las tres personas
no, o sea del uso que del término se de la Trinidad. Esta doctrina, que era
puede hacer en un determinado campo una especie de Ateísmo, ya que esta-
289
D e ific a c ió n
D e lib e ra c ió n
blecía entre las tres personas divinas de la Ilustración; deístas son casi todos
> la D. la misma relación que hay entre los iluministas franceses, alemanes e
ios individuos humanos y la humanidad, italianos. Pero no todos adoptan la pa­
fue condenada en el Concilio de París labra D. para designar sus creencias
(1147) y en el de Reims (1148), por religiosas. Voltaire, por ejemplo, usa la
obra de San Bernardo. A partir de en­ palabra "teísmo” (Dictionnaire philoso-
tonces los escolásticos evitaron el tér­ phique, 1764, art. Athée, Théiste). La
mino deitas (que se encuentra muy distinción fue claramente establecida
raramente), usando simplemente el de sólo por Kant. Las tesis fundamentales
Deus. del D. pueden ser recapituladas así:
/) la religión no contiene y no puede
Deificación (gl*. 0EUHI15; lat. d c 'ifíC U tio ' contener nada de irracional (tomando
ingl. d e ific a tio n ; franc. déification-, como criterio de racionalidad la razón
alem. Vergottung; ital. deificazione). lockiana más que la cartesiana); 2) por
La identificación del hombre con Dios lo tanto, la verdad de la religión se re­
como término y cumplimiento de la vela a la razón misma, resultando super-
ascensión mística. El término se en­ flua la revelación histórica; 3) las creen­
cuentra en Dionisio el Areopagita (De cias de la religión natural son, por el he­
eccl. hyer., 2) y fue adoptado por Scoto cho de ser racionales, pocas y simples:
Erígena (De div. nat., V, 31) y por la existencia de Dios, creación y gobierno
mística medieval. San Bernardo de divino del mundo, castigo del mal y
Clairvaux (Claraval) dice, a propósito premio del bien en una vida futura.
del éxtasis o excessus mentís en el cual Debe señalarse, no obstante, que, con
Dios desciende al alma humana y el referencia al mismo concepto de Dios,
alma humana se une a Él: "¿De qué no todos los deístas estuvieron de acuer­
manera podrá estar Dios en todas las do. En efecto, mientras los deístas in­
cosas si en el hombre queda algo de hu­ gleses atribuyen a Dios no solamente
mano? Quedará, por cierto, la sustan­ el gobierno del mundo físico (la garan­
cia, pero en otra forma, con otra glo­ tía del orden del mundo), sino tam­
ria, con otra potencia... Esto significa bién el del mundo moral, los deístas
deificarse" (De dil. Deo, 11, 28). Y Nico­ franceses, comenzando por V o ltaire,
lás de Cusa: “La eliminación de toda niegan que Dios se ocupe del hombre
alteridad y d; 'ersidad, la resolución de y le atribuyen la más radical indife­
todas las cosas en la Unidad, que es rencia en relación con su destino (Trai-
también la transfusión de la Unidad té de métaphysüjue, 9). Sin embargo, la
a todas las cosas, esto es la misma "religión natural” de Rousseau es una
theosis” (De filicatione Dei, 67, 1). forma de D. más cercana a la inglesa,
porque reconoce a Dios también la ta­
D e ísm o (ingl. d e is m ; franc. déism e; rea de garantizar el orden moral del
alem. Deismus; ital. deísmo). La doc­ mundo. En todo caso, lo propio del D.
trina de una religión natural o racional, en relación con el teísmo (véase), es
fundada en la manifestación natural precisamente la negación de la revela­
que la divinidad hace de sí misma a la ción y la reducción del concepto de Dios
razón del hombre, y no en una revela­ a las características que la simple ra­
ción histórica. El D. es un aspecto de zón pueda atribuirle. Ésta es la distin­
la Ilustración (véase) de la que es parte ción establecida entre D. y teísmo por
integrante. Pero las disputas en tomo Kant (Crít. R. Pura, Dialéctica, capí­
al D. fueron iniciadas por los denomi­ tulo III, secc. VII). Véase d i o s .
nados platónicos de Cambridge y, espe­
cialmente, por Herbert de Cherbury en D e lib e ra c ió n (gr. PoúXEucng; lat. consi-
su obra De Veritate (1624). Entre los lium; ingl. deliberation-, franc. déli-
otros teístas ingleses deben recordarse beration; alem. Ueberlegung; ital. de-
los nombres de John Toland, Mathew liberazione). La consideración de las
Tindal, Anthony Collins, Anthony Shaft- alternativas posibles que una determi­
esbury. La obra principal del D. inglés nada situación ofrece a la elección. A
fue Christianity not Mysterius (1696) de esto se refiere Aristóteles al hablar
John Toland (1670-1722). El D. se difun­ de los límites de la D. y al xcluir de su
dió fuera de Inglatecsp como elemento ámbito no solamente lo necesario (que
290
D e m a g o g ia
D e m o n io
no puede no ser), sino también el fin. de los eones o divinidades emanadas y
En efecto, observa Aristóteles, el médi­ precisamente como un “Dios o padre,
co no se pregunta si se propone o no imagen y profeta del verdadero Dios”
curar al enfermo, ni el orador se pre­ (Clemente, Strom., IV, 13, 89). En la
gunta si se propone o no persuadir edad moderna la concepción del D. ha
o el hombre político si se propone ins­ reaparecido en Stuart Mili, quien con­
tituir una buena legislación. Más bien, sidera que la potencia divina está limi­
una vez puesto el fin, se examina cómo tada por la calidad del material adop­
y por cuáles caminos se puede obte­ tado, por la sustancia o las fuerzas de
ner; y sobre estas vías o medios, por que se compone el Universo y por la
consiguiente, versará la deliberación. incapacidad de realizar del mejor modo
La D. se concluye y culmina en la los fines establecidos. La limitación del
elección. El objeto de una y otra es creador es confirmada por la falta de
idéntico, excepto que el objeto de la elec­ justicia en la naturaleza y por la im­
ción está ya definido por el proceso perfecta realización de la justicia mis­
deliberativo en el cual la elección está ma en el mundo humano ( Three Es-
en primer plano (Ét. Nic., III, 3, 1112a says on Religión, 3? ed., 1885, p. 194).
21 ss.). Estas determinaciones aristo­
télicas siguen siendo clásicas y desde D e m o c ra c ia , véase GOBIERNO, FORMAS DE.
hace siglos se vienen repitiendo con (lat. daemoniacus; ingl. de­
D e m o n ia c o
pocas variantes. monios; franc. démoniaque; alem. teu-
D e m a g o g ia , véase GOBIERNO, FORMAS DE. flisch; ital. demoniaco). En el uso co­
rriente este adjetivo se refiere exclu­
(gr. Béniovoyo?; lat. demiur-
D e m iu r g o sivamente a los d em onios malos y
gus; ingl. demiurge-, franc. démiurge; significa, por lo tanto, lo mismo que
alem. Demiurg; ital. demiurgo). El ar­ diabólico. Lo diabólico está caracteri­
tífice del mundo. La palabra tiene su zado, según Kant, por la maldad, o sea
origen en el Timeo de Platón, en el que por la intención de aceptar como mo­
se invoca como causa creadora del tivo de las propias acciones el mal en
mundo a una divinidad artesana que cuanto mal (Religión, I, 3). En cuanto
crea el mundo a semejanza de la rea­ al diablo mismo, Kant ve en él a la
lidad ideal y utilizando una materia personificación de una enseñanza mo­
informe y resistente que Platón deno­ ral puesta así al alcance de todos, o
mina “la madre del mundo" (Tim., sea, de la enseñanza de que sólo hay
51 a). La obra creadora del D . (análo­ salvación para los hombres en la acep­
gamente a la de un artífice humano) tación de los principios morales y que
no reviste los principios constitutivos a tal aceptación se opone, no ya la
de la naturaleza misma, pero los pre­ sensualidad, acusada a menudo de ello,
supone ; tales principios son: 1) las for­ sino una determinada perversidad o
mas ideales eternas; 2) la materia con falsedad simbolizada precisamente por
su necesidad; 3) el espacio, que no la astucia de Satanás, por el cual el
admite generación ni destrucción y que mal ha entrado en el mundo (Ibid.,
es la sede de todo lo que se genera II, 2).
( Ibid., 52 b). El D . es, además, para D e m o n io (gr. 8 aí|i,fflv; lat. demones; ingl.
Platón, el creador de las otras divini­ demon; franc. démon; alem. Ddmon-,
dades que tuvieron la tarea de generar ital. demone). En general, un ser divino
a los seres vivientes {Ibid., 41c). La no supremo, y al que habitualmente se
noción de D . reaparece después varias atribuye la función de mediación. Só­
veces en la historia de la filosofía. En crates reconocía, en la voz que le lla­
el siglo i, Numenio de Apamea distin­ maba al deber y le decía lo que debía
guió entre el D . y la Inteligencia, consi­ o no debía hacer, "un algo de divino”
derada como un segundo dios que obra (Sain-cóviov t i ., Ap., 31 D), expresión que
sobre la materia y forma del mundo. significa simplemente el carácter di­
El mundo sería el tercer dios (Euseb., vino o trascendente de la llamada. Más
Praep. Ev„ XVI, 5). En el siglo n fue tarde se dio frecuentemente el nombre
adoptada de nuevo por los gnósticos: de D . a las divinidades inferiores o
Valentino consideró al D . como último subordinadas, qb a menudo los filó-
291
D e m o s tra c ió n
D e e n to lo g ía
sofos identificaron con las de la reli­ general, designa una secuencia de enun­
gión tradicional. Ya Platón había admi­ ciados tales que cada uno de ellos es
tido tales divinidades creadas por el un enunciado primitivo o bien es direc­
Demiurgo (Tim., 41a). Los estoicos hi­ tamente derivable de uno o más enun­
cieron lo mismo (Dióg. L., VII, 147). ciados que lo preceden en la secuencia
Plotino dice que un D. es una “ima­ (Camap, Lógical Syntax of Language,
gen de Dios” (Erm., VI, 7, 6 ) y que los § 10). G. P.
D. tienen un segundo rango, inmediata­
mente después de los dioses, en tanto Denominación (lat. dénominatio; ingl.
que después de ellos vienen los hom­ denom ination-, franc. dénomination;
bres y los animales (Ibid., III, 2, 11). alem. Benennung; ital. denominazione).
El neoplatonismo siriaco, lo mismo que En re la c ió n a los denominativos o
Plutarco, multiplica a los D., conside­ parónimos (véase) que Aristóteles distin­
rándolos como emanaciones de la di­ gue de los equívocos y de los unívocos
vinidad suprema, aunque emanaciones (véanse), los nominalistas del siglo xiv
más o menos remotas. El cristianismo adoptaron este término para indicar
adoptó a su modo la doctrina de los la función de las "segundas intencio­
D., denominando ángeles a los D. bue­ nes", o sea de los conceptos lógicos
nos y reservando el nombre de D. a (como "concepto”, "categoría”, etc.) que
los ángeles malos. Así lo hizo Oríge­ no se refieren a cosas, sino que sirven
nes, y más tarde la obra del seudo- solamente para denominar a las cosas
Dionisio Areopagita, Sobre la jerarquía mismas. Dice Pedro Aureolo: "La ló­
celeste, puso las bases de la angelo- gica, que considera las intenciones se­
logia y demonología medievales, ilus­ gundas, trata de las in te le c c io n e s ,
tradas por la Divina comedia de Dante. no en cuanto cosas verdaderas sino en
Véase Angeles . cuanto similitudes que denominan a las
cosas mismas” (In Sent., I, d. 23, a. 1).
D e m o s tra c ió n (ingl. d e m o n s tr a tio n ; En este sentido, las intenciones segun­
franc. démonstratkm; alem. Demonstra­ das son objetos sólo "denominativamen­
tion-, ital. dimostrazione). El término te”, del mismo modo que se puede
y el concepto de D. (á:ió8 £i§is, lat. de- llamar "César” a un retrato de César.
manstratio) fueron introducidos en la La Lógica de Fort Royal usó la expre­
lógica por Aristóteles ( Tóp., I, 100 a sión "modos externos” o "D. externa”
27; Anal. Post., I, 2 y passim) que llama para indicar los modos de la sustancia
así al silogismo que deduce una con­ que no están en la sustancia misma,
clusión a partir de principios primeros sino que derivan de la acción de otra
y verdaderos y de otras proposiciones cosa, como, por ejemplo, el ser amado,
deducidas por silogismo a partir de visto, deseado, etc. (Amauld, Logique,
principios primeros y evidentes. Su I. 2).
estructura formal es la del silogismo,
pero se distingue del silogismo dialéc­ D e n o ta c ió n , véase CONNOTACIÓN.
tico porque, como dirían los lógicos Deontología (ingl. deontology; franc.
medievales, facit scire, es demostrativa déontologie; alem. Deontologie; ital.
de la esencia de las cosas a través del deontología). Término creado por Je-
conocimiento de sus "causas”. Éste es remy Bentham (D. o ciencia de la
el concepto de D. que en lo sustancial moralidad, publicación p o stu m a , de
ha pasado a la filosofía moderna, pero 1834) para designar una ciencia de lo
mientras por la parte gnoseológica se "conveniente", es decir, una moral fun­
han acentuado los caracteres de nece­ dada en la tendencia a perseguir el
sidad y evidencia intuitiva de la D. placer y huir del dolor y que, por
(Descartes, Kant), por la parte lógica lo tanto, prescinde de toda apelación
se ha puesto en evidencia el carácter a la conciencia, al deber, etc. “La tarea
de deducción formal de premisas (Des­ del deontólogo —dice Bentham— es
cartes, Leibniz) que distingue la D. (cu­ enseñar al hombre la manera de dirigir
yo tipo o ideal es siempre el de la sus emociones de modo que queden
D. matemática) de otros géneros de subordinadas, en cuanto es posible, a
prueba. En la lógic» contemporánea su propio bienestar" (Deont., I, 2). Muy
el término D. no es my usado; por lo distinto de este uso es el propuesto
2 9 2
D e re c h a h e g e lia n a
D e re c h o
por Rosmini, que entendió por “deonto- tre sí. En la historia del pensamiento
lógicas” las ciencias normativas, esto filosófico y jurídico, se han sucedido
es, las que indagan "cómo debe ser el o entrecruzado cuatro concepciones fun­
ente para ser perfecto” (Psicol., Pref., damentales en tomo a la validez del D.:
§ 19). El ápice de las ciencias deonto- 1) la que considera el D. positivo (o
lógicas sería la ética o diceosina (doc­ sea el conjunto de los D. que las dife­
trina de la justicia). rentes sociedades humanas reconocen)
como fundado sobre un D. natural eter­
D e re c h a h e g e lia n a (ingl. hegelian right; no, inmutable y necesario; 2) la que
franc. droite hégélienne; alem. hegel- considera al D. fundado en la moral
sche Rechte; ital. destra hegeliana). y, por lo tanto, lo considera como una
Las denominaciones de "D." e "izquier­ forma disminuida o imperfecta de mo­
da” hegeliana fueron adoptadas por vez ralidad; 3) la que reduce el D. a la
primera por D avid S tra u s s (Streit- fuerza, o sea a una realidad histórica
schriften ["Escritos polémicos”], III, políticamente organizada; 4) la que con­
Tübingen, 1837) para designar, con es­ sidera el D. como una técnica social.
tos dos términos, tomados de las cos­
tumbres del Parlamento francés, las
dos grandes corrientes antagónicas en 1. E l derecho natural
que se empezaban a discernir los nume­ La observación de la disparidad y
rosos discípulos de Hegel. La escisión del contraste de los D. vigentes en
se debía, sobre todo, a la actitud asu­ las distintas sociedades humanas y del
mida por ellos frente a la religión. La carácter imperfecto de tales D. condujo
D. hegeliana tendía a reconducir a bien pronto a la noción de un D. natu­
la religión tradicional la doctrina del ral como fundamento o principio de
maestro, y la izquierda hegeliana a opo­ todo D. positivo posible, o sea como
nerla a toda forma de religión. condición de su validez. El D. natural
La D. hegeliana se puede considerar es la norma constante e invariable que
como la e sc o lá stic a del hegelianis­ garantiza infaliblemente la realización
mo, como la utilización de la razón he­ del mejor ordenamiento de la sociedad
geliana (o sea, de la sistemática de la humana; el D. positivo se ajusta más
especulación de Hegel) para una justi­ o menos, pero nunca por completo, al
ficación de las verdades religiosas. Tal D. natural, porque condene elementos
es, en efecto, la tentativa principal de variables y accidentales que no son
los mayores representantes de esta D. reconducibles a éste. El D. natural es
como son Karl Friedrich Góschel, Bruno la perfecta racionalidad de la norma,
Bauer (en una primera fase de su o sea la perfecta adecuación de la nor­
actividad) y el historiador de la filo­ ma a su fin, que es garantizar la posi­
sofía Johann Eduard Erdmann. En el bilidad de la vida asociada. Los D. po­
centro, Strauss había colocado a Karl sitivos son realizaciones imperfectas c
Friedrich Rosenkranz, que fue apasio­ aproximativas de esta normatividad per­
nado biógrafo de Hegel (Vida de Hegel, fecta. Este pensamiento sostuvo duran­
1844; Apología de Hegel, 1958). (Cf. Ma­ te más de dos mil años la historia de la
rio Rossi, Intr. alia storia delle inter- noción de derecho. Podemos distinguir
pretazioni di Hegel, I, Messina, 1953). dos fases fundamentales de esta larga
historia: a) la fase antigua, en la cual
D e re c h o (gr. xó Síxcaov; lat. i u s ; ingl. el D. natural es la participación de la
law; franc. droit; alem. Recht; ital. comunidad humana en el orden racio­
diritto). En sentido general y funda­ nal del Universo. Según los estoicos (a
mental, la técnica de la coexistencia quienes se debe la primera formula­
humana, o sea la técnica dirigida a ción de la doctrina), la participación
hacer posible la coexistencia de los de los seres vivientes en el orden uni­
hombres. Como técnica, el D. se concre­ versal se efectúa por medio del instinto
ta en un conjunto de reglas (que en en los animales y por medio de la ra­
este caso son leyes o normas), y tales zón en los hombres (Dióg. L., VII, 85-
reglas tienen por objeto el comporta­ 87), por ello, el D. natural es a veces in­
miento intersubjetivo, o sea el compor­ terpretado como instinto y a veces
tamiento recíproco de los hombres en­ como razón o inclinación racional. Pero
293
D erecho

en todos los casos es entendido como ra su propia utilidad, desde el momento


participación en el orden universal que en que va cambiando conforme a las
es D. mismo o es de Dios; b) la fase costumbres y en el ámbito de una mis­
moderna, en la cual el D. natural es ma sociedad, según los tiempos y, por lo
la disciplina racional indispensable a tanto, no existe D. natural alguno; to­
las relaciones humanas, aunque inde­ dos, tanto los hombres como los otros
pendiente del orden cósmico y de Dios seres vivientes, se dirigen hacia su pro­
mismo. El concepto de una técnica que pia utilidad guiados por la Naturaleza
pueda o deba regular las relaciones y, consecuentemente, la justicia no exis­
humanas de la manera más convenien­ te o, si existe de algún modo, es el
te, se presenta con toda claridad en colmo de la estulticia ya que puesta
esta fase de la doctrina. al servicio del provecho de los otros, se
a) La fase antigua. La apelación a perjudicaría a sí misma” (Lactancio,
la naturaleza y al orden que ella pres­ Div. Inst., V, 16, 2-3; Cicer., De rep.,
cribe, con referencia a las relaciones III, 21). En estas doctrinas, la polémica
humanas es, desde un principio, una no está dirigida en verdad contra el
instancia polémica contra las leyes "con­ D. natural, sino contra su interpreta­
vencionales”, o sea contra lo que "los ción nacionalista y optimista, según la
más” denominan justicia y que es justi­ cual constituye la infalible garantía de
cia para "los más”. Tal instancia se un orden perfecto.
anticipa con frecuencia en los sofistas. Pero precisamente tal garantía infa­
Antifón aseguraba que todas las leyes lible veía en el D. natural otra comente
son puramente convencionales y, por fundamental, que va desde Platón y
lo tanto, contrarias a la naturaleza y Aristóteles a los estoicos, los juristas
que el modo mejor de vivir es seguir romanos y los autores medievales. En
a la naturaleza, o sea, pensar en la pro­ realidad, Platón definió el D. al definir
pia utilidad, reservando a las leyes de la justicia como aquello que hace posi­
los hombres un respeto puramente apa­ ble a un grupo cualquiera de hombres,
rente o formal (Oxyrhinchus Papyri, así sea una banda de asaltantes o
n. 1364, IX, p. 92). Ideas parecidas a ladrones, estar juntos y obrar con una
éstas son expresadas por algunos per­ finalidad común {Rep., 351 c). Ésta pa­
sonajes de los diálogos de Platón, como recería ser la función puramente for­
Calicles en el Gorgias (484 a) y Trasí- mal del D., por la cual es simplemente
maco y Glauccu en la República (338 e, la técnica de la coexistencia. Pero ya
367 c). Pero también en este caso, el Aristóteles califica como D. las relacio­
D. natural constituye un tribunal de nes de una coexistencia justa, o sea
apelación contra las convenciones so­ racionalmente perfecta. El D., dice, es
ciales y en el fondo es siempre conce­ "lo que puede crear y conservar, en
bido como la más alta y verdadera jus­ todo o en parte, la felicidad de la co­
ticia. En esta concepción se acentúa munidad política” {Ét. Nic., V, 1, 1129b
más bien el carácter utilitario del D. 1 1 ), de donde debe recordarse que la
natural, carácter por el cual se dirigi­ felicidad, como fin propio del hombre,
ría, no a la realización de un orden, sino es la realización o perfección de la
a la obtención de un provecho y ten­ actividad inherente al hombre, o sea,
dría, por lo tanto, carácter práctico de la razón (Ibid., I, 6 , 1098 a 3). "La
más que especulativo. Por lo tanto, esta sanción del D. —dice, por lo demás,
concepción i.o tiene siempre el carácter en la Política (I, 2, 1254 a)— es el orden
antisocial que reviste en Antifón y en de la comunidad política y la sanción
otros sofistas. No tiene tal carácter del D. es la determinación de lo que
en los que la volvieron a adoptar al es justo.” Pero un D. así entendido es
cabo de algún siglo, o sea en los epi­ solamente el D. natural, que es el mejor
cúreos y en los escépticos. Epicuro y siempre el mismo {Ét. Nic., V, 16,
decía que el D. natural es una conven­ 1135a 1). El D., fundado en la conven­
ción inventada por los hombres con ción y en la utilidad, es análogo a las
vistas a su utilidad, o sea para no da­ unidades de medida que varían de lu­
ñarse recíprocamente (Dióg. L., X, 150). gar a lugar; el D. natural es, en cam­
Los escépticos sostenían con Caméades bio, "lo que tiene la misma fuerza en
que "los hombres sancionaron el D. pa­ todas partes y es independiente de la
294
D erecho

diferencia de opiniones” (Ibid., V, 6 , naturaleza originaria. Vivían felices, go­


1135 a 17). Los estoicos hicieron explí­ zando de la recíproca sociabilidad. No
cito el fundamento de esta doctrina, eran virtuosos porque su inocencia esta­
id e n tific a n d o el D. natural con la ba hecha principalmente de ignorancia,
justicia y la justicia con la razón (Es- en tanto que la virtud es inherente al
tobeo. Ecl., II, 184; Plutarco, De Stoic. alma cultivada y experta. Pero el orden
Rep., 9). Esto encontró su expresión en que vivían era el mejor posible ya
más brillante en un fragmento famoso que era dictado por la misma natura­
de Cicerón, conservado por Lactancio: leza y en ésta se inspiraba la sabiduría
"Hay, por cierto, una verdadera ley, la de los jefes (Ep., 90). Así, el mito de la
recta razón conforme a la naturaleza, edad de oro resulta un mito filosófico,
difundida entre todos, constante, eter­ porque se une con la noción del D. natu­
na, que con su orden invita al deber ral y por ella se caracteriza. Pero aparte
y con su prohibición desvía del frau­ de este mito los juristas romanos ela­
de. .. No es lícito aportar modificacio­ boraron una doctrina del D. parecida a
nes a esta ley, ni quitarle nada ni la de los estoicos. Hacia mediados del
anularla en su conjunto... No será dife­ siglo I I , Gayo, en las primeras palabras
rente en Roma o en Atenas, o de hoy de sus Instituciones, que aparecen tam­
a mañana, sino que como única, eterna, bién en el Digesto, afirmaba: 1) que
inmutable ley gobernará a todos los existe un D. de las gentes (iusgentium)
pueblos y en todos los tiempos y una universal, que comprende principios re­
sola divinidad será guía y cabeza de conocidos por to d a la h u m a n id a d ;
todos, o sea, la que volvió a encon­ 2) que tales principios han sido ense­
trar, la que elaboró y sancionó esta ley, ñados a los hombres por la razón natu­
y quien no la obedezca huirá de sí mis­ ral y, por lo tanto, son inherentes al
mo, por haber renegado de la naturaleza género humano (Inst., I, 1; Dig., I, 1, 9;
humana misma; deberá expiar las pe­ Ibid., XLI, 1, 1). Lo que Gayo denomi­
nas más graves, aun en el supuesto de naba ius gentium era llamado D. natu­
haber esquivado lo que por lo común ral por Pablo, pero la definición era la
son denominados suplicios” (Lactancio, misma (Dig., I, 1, 11). Más tarde, en
Div. Inst., VI, 8 , 6-9; Cicer., De Rep., el siglo m , se distinguió el derecho de
III, 33). Este concepto del D. llevaba, gentes del D. natural. Según Ulpiano, el
entre otras cosas, al reconocimiento de D. natural es el que la nr*uraleza ha en­
la igualdad entre todos los hombres, señado a todos los animales y, por lo
dado que en todos los hombres, por su tanto, no es propio solamente del géne­
naturaleza racional, se revela la eterna ro humano, sino que es común a todos
ley de la razón. También en Cicerón se los animales que viven en la tierra, en
encuentra este reconocimiento (De Leg., el mar y en el cielo. De este D. pro­
I, 28). Y en él se encuentra asimismo viene la unión del macho y la hembra,
uno de los más importantes corolarios que nosotros denominamos matrimonio,
de la doctrina del D. natural, o sea la procreación y la educación de los hi­
que el principio y fundamento de todo jos, cosas todas en que los animales son
D. debe buscarse en la ley natural ema­ también expertos. El D. de gentes, en
nada antes que existiera Estado alguno cambio, es aquel de que se valen todos
y que, por lo tanto, si el pueblo o el los seres humanos y, por lo tanto, es pro­
príncipe pueden hacer leyes, éstas no pio de los hombres solamente (Dig., 1,1,
tienen un verdadero carácter de D. si 14). Esta distinción representa el pro­
no son resultado de la ley primera ducto de una ulterior instancia crítica,
(Ibid., I, 19-20, 28, 42, 45). Tales afirma­ o sea el reconocimiento de que no to­
ciones fueron ratificadas por Séneca, das las leyes universalmente recono­
quien elaboró también la teoría del cidas como tales por los hombres se
"estado de naturaleza” que dominaría hallan fundadas en el D. natural; por
por muchos siglos el pensamiento polí­ ejemplo, la esclavitud, domo anota el
tico. Según esta teoría, antes de las mismo Ulpiano (Ibid., I, 1, 4), aun
instituciones que la sociedad ha creado admitida universalmente, no está fun­
por convención, existió una edad en la dada en el D. natural porque el hombre
cual los hombres vivieron sin leyes, con­ es libre por su origen.
fiados únicamente a la inocencia de la Pero con est: distinción, el concepto
295
D erecho

de D. natural cambiaba, esto es, se demuestra lo que conviene, por ejem­


perdía el nexo entre el D. natural y la plo, "tened todo en común” o "sea una
razón. Común a todos los animales y, la libertad de todos”, etc. (Summa decr.,
por ende, también a todos los despro­ d. I, Dictat. Grat., ad I). La distinción
vistos de razón, el D. natural no podía que Graciano formula entre ley divina
ser reconocido como dictado por la y ley humana es adoptada como fun­
razón y coincidente con la racionalidad damento de la doctrina tomista del D.
misma. Por lo tanto, se volvió, siguien­ Según Santo Tomás hay una ley eterna,
do el esquema estoico, a lo que en este o sea una razón que gobierna todo el
esquema constituía el equivalente de la Universo y que existe en la mente divi­
razón en los animales, es decir, al ins­ na, y de esta ley eterna, la ley de natu­
tinto. Según los Padres de la Iglesia, raleza, que está en los hombres, es un
que en este punto continúan la tradi­ reflejo o una "participación” (S. Th.,
ción de los juristas romanos, la ley II, 1, q. 91, a. 1, 2). Además de esta ley
natural está escrita en el "corazón” eterna, que para el hombre es ley de
de los hombres como una especie de naturaleza, hay otras dos especies de le­
fuerza innata o instinto. Dice San Agus­ yes : la "inventada por los hombres y
tín: "El D. natural es lo que no ha sido por la cual se dispone de modo particu­
generado por una opinión, sino por una lar de las cosas a que ya se refiere la
fuerza innata inserta en nosotros, como ley de naturaleza” (Ibid., II, 1, q. 91,
para la religión es la piedad, la gracia, a. 3) y la divina, que es necesaria para
la o b serv an cia, la verdad” (De div. dirigir al hombre hacia su fin sobre­
quaest., 31; cf. San Ambrosio, De off., natural {lbid., a. 4). En lo que se refiere
3). Y precisamente éste fue el concepto al fundamento de todas las leyes he­
que heredó la filosofía escolástica a chas por los hombres, Santo Tomás
través de las Etimologías de San Isi­ repite la doctrina tradicional que enun­
doro de Sevilla (siglo vil). Dice San cia que no es la ley la que no es justa
Isidoro: "El D. natural es común a to­ y que, por lo tanto, “de la ley natural,
das las naciones y es lo que siempre que es la primera regla de la razón,
resulta del instinto natural y no de debe resultar toda ley humana” {Ibid.,
una constitución; por ejemplo, la unión q. 95, a. 2). En general, por lo demás,
del hombre y la mujer, la sucesión y la pertenece a la ley de naturaleza todo
educación de >os hijos, la posesión co­ aquello a lo que el hombre se inclina
mún de todas las cosas y la libertad naturalmente y Santo Tomás distingue
de todos, la adquisición de las cosas tres fundamentales inclinaciones de na­
que están en el cielo, en la tierra y en turaleza: 1) hacia el bien natural que
el mar, etc." {Etym., V, 4). No nos debe el hombre comparte con alguna sus­
asombrar, por lo tanto, que los juristas tancia, la que, como tal, desea su propia
medievales hayan considerado al D. na­ conservación; 2) la inclinación especial
tural precisamente como un instinto o a actos determinados, que son los que
una tendencia innata, que ellos inter­ la naturaleza ha enseñado a todos los
pretan como signo o impronta puesta animales, como la unión del macho y
por Dios en el hombre (Placentino, la hembra, la educación de los hijos
Summa instit., I, 2). En el siglo x i i , y similares; 3) la inclinación hacia el
Graciano dividía en dos grupos todas bien según la naturaleza racional inhe­
las leyes y atribuía las leyes naturales rente al hombre, como es la inclina­
a Dios y las leyes humanas a las cos­ ción a conocer la verdad, vivir en so­
tumbres (Decretum, d. I). La identifi­ ciedad, etc. (S. Th., II, 1, q. 94, a. 2).
cación de la ley natural con la ley Así, Santo Tomás considera el D. natural
divina constituyó el fundamento del D. como instinto y como razón al mismo
canónico. El D. natural, anotaba Rufi­ tiempo, ya que en él comprende tanto
no, comentarista de Graciano, es "una la inclinación que el hombre tiene en
fuerza (vis) impresa por la naturaleza común con todos los seres de la natu­
en la criatura humana, para dirigirla raleza y con los animales, como la
hacia el bien y para preservarla del específica del hombre. Por lo que con­
mal”. Ella ordena lo útil, por ejemplo: cierne a esta última, establece entre
"ama al Señor, tu Dios”; prohíbe lo los preceptos del D. natural y la razón
perjudicial, por ejempl ■, "no m atar”; práctica la misma relación que existe
D erecho

entre los primeros principios de las vada al mismo plano racional en el


demostraciones y la razón especulativa: cual se desarrollaban las matemáticas
estos principios, como los primeros prin­ y al cual el propio Descartes quiso con­
cipios, son "por sí notorios”, o sea evi­ ducir a la filosofía y toda otra inves­
dentes. Pero en todas sus determina­ tigación científica. Como fundamento
ciones, ya sea instintivas o racionales, el de la obra de Grocio hay una apelación
D. de naturaleza siempre es la partici­ a la razón matemática, o sea a la ra­
pación en la "ley eterna”, o sea en el zón a la cual los filósofos del siglo xvn
orden providencial o divino del mundo. creen confiada la verdad de la ciencia.
Durante la Antigüedad y la Edad Me­ La madre del D. natural es, según
dia, el D. natural conservó su función Grocio, la naturaleza humana misma,
de fundamento, y alguna vez —plató­ que conduciría a los hombres a las rela­
nicamente— de arquetipo o modelo de ciones sociales aun cuando no se nece­
todo D. positivo. Ya en esta fase de su sitaran mutuamente. Por lo tanto, el
historia, la noción de D. natural cons­ D. que se funda en la naturaleza hu­
tituyó un límite y una disciplina para mana "tendría lugar también si se ad­
toda forma de autoridad estatal o po­ mitiera lo que no se puede admitir sin
lítica y al mismo tiempo sirvió para delito: que Dios no existe o que no se
justificar la autoridad política misma. interesa por los asuntos humanos” (De
Pero nuevas tareas esperaban a la teo­ iure belli ac pacis, 1625, Pról., §11).
ría del D. natural a partir de los Por cuanto procede por legítima deduc­
comienzos del siglo xvn. Por un lado, ción de los principios mismos de la
debía ser utilizado para la justificación naturaleza, el D. natural se distingue
y la reivindicación práctica de nuevos del D. de gentes (ius gentium) que
principios normativos, como los de la nace, no de la naturaleza, sino del
tolerancia religiosa y la limitación del consentimiento de todos los pueblos o
poder del Estado. Por otro, debía ser de algunos de ellos y está dirigido a la
usado para la fundación de una nueva utilidad de todas las naciones. Por su
rama del D., el D. internacional, justa­ mismo origen, el D. natural es propio
mente en el momento en que, ei sur­ del hombre, que es el único ser racio­
gimiento de las monarquías absolutas nal, aun cuando se refiere a actos
y la aceptación más o menos explícita (como la crianza de la prole) que son
del maquiavelismo como guía de su comunes a todos los animales (Ibid.,
política, parecían hacer de la fuerza el I, 1, 11). Es definido por Grocio como
árbitro único de las relaciones inter­ “el mando de la recta razón que indica
nacionales. Pero para adaptarse a estas la fealdad moral o la necesidad moral
nuevas tareas, la teoría del D. natural inherente a una acción cualquiera, me­
tuvo que sufrir una transformación ra­ diante el acuerdo o el desacuerdo de
dical y a tal transformación la sometió ella con la naturaleza racional misma”
el iusnaturalismo moderno. (Ibid., I, 1, 10). Las acciones en tomo
b) El iusnaturalismo moderno. Para a las cuales versa el mandato son obli­
el iusnaturalismo (véase) moderno, el gatorias o ilícitas por sí mismas y, por
D. natural deja de ser el camino por lo tanto, se entienden como prescritas
el cual las comunidades humanas pue­ o vetadas necesariamente por Dios. En
den participar en el orden cósmico o esto, el D. natural se diferencia no sola­
contribuir a él, para convertirse en una mente del D. humano sino también del
técnica racional de la coexistencia. Si D. voluntario divino, que no prescribe o
aun Alberico Gentile —que antes que prohíbe las acciones que por propia na­
Grocio intentó obtener la noción de las turaleza son obligatorias o ilícitas, sino
normas del D. natural a través de la que también convierte en ilícitas algu­
consideración del estado de guerra (De nas acciones, vetándolas; otras accio­
iure belli, 1588)— utiliza el concepto nes, al ser prescritas, se hacen obligato­
de un instinto natural inmutable que rias. El D. natural es, por lo tanto, tan
mantendría unidos a los hombres en su inmutable que no puede ser cambiado
conjunto como miembros de un único ni siquiera por Dios. "Como Dios no
cuerpo, todo concepto de tal naturaleza puede hacer que dos y dos no sean
es puesto aparte por Grocio. La teoría cuatro, de la misma manera no puede
del D. natural, desde Grocio, fue lle­ hacer que aqus ' t que por su intrínseca
297
D erecho

razón es malo, no sea malo” (Ibid., y divino, ha constituido la potente pa­


I, 1, 10). Por consiguiente, la verda­ lanca que debía ser utilizada en la lucha
dera prueba del D. natural es la a priori por la libertad en el mundo moderno.
que muestra el acuerdo o el desacuerdo El mismo iusnaturalismo no siempre
necesario de una acción con la natura­ permaneció fiel, sin embargo, a las
leza racional y social. La prueba a poste- formulaciones de Grocio. Locke, en el
riori que se recoge de lo que es tomado Ensayo acerca de la ley natural, ne­
por toda la gente, o la más civilizada gaba que esta ley fuera un dictado de
de ella, y que se cree legítimo, es soia- la razón y la consideraba como san­
mer.‘° probable y fundada en la presun­ cionada e impresa por una potencia su­
ción de que un efecto universal requiera perior en los corazones humanos; de tal
una causa universal {Ibid., I, 1, 12). manera, la razón no hace más que des­
Del D. natural se distingue el D. volun­ cubrirla y no es la autora de ella, sino
tario, que no se origina por la natura­ su intérprete {Law of Nature, 1954,
leza sino por la voluntad y que puede p. 110). En esto seguía la doctrina
ser humano o divino {Ibid., I, 1, 13-15). de Hooker {The Laws of the Ecclesias-
Pero solamente el D. natural suministra tic Politycs, 1954-97, I, 8 ), quien a su
el criterio de la justicia y de la injus­ vez seguía la doctrina tomista. El se­
ticia: “Se entiende por injusto aquello gundo paso decisivo del iusnaturalismo
que repugna necesariamente a la natu­ moderno fue dado por Hobbes, por obra
raleza racional y social” {Ibid., I, 2, 1). del cual se eliminan, de la noción de
La doctrina del D. natural tuvo en D. natural, algunos fragmentos dogmá­
Grocio la más madura y perfecta formu­ ticos que aún persistían en la doctrina
lación de toda su larga historia. Por de Grocio. Para Hobbes, la ley natural
cierto, esta formulación está condicio­ es más bien “un dictamen de la recta
nada por el racionalismo geometrizante razón", pero la razón de que habla es
de la época. Una técnica racional es, en la razón humana falible. "Por recta ra­
tiempos de Grocio y Descartes, una téc­ zón en el estado natural de la humani­
nica geométrica, en virtud de la cual dad —dice— entiendo en forma dife­
una proposición está justificada sola­ rente de la mayor parte de los escri­
mente cuando puede s e r d e d u c id a , tores, que la consideran una facultad
mediante una deducción necesaria, de infalible, el acto de razonar, o sea el
uno o más pr!ncipios evidentes. Pero razonamiento propio a cada individuo,
ya al mostrar la manera en que las nor­ y verdadero con respecto a las acciones
mas del D. natural se pueden deducir que pueden llevar utilidad o daño a los
de la exigencia de que exista una otros hombres. Digo ‘propio de cada
sociedad ordenada, Grocio establece en­ individuo’ porque también si en un Es­
tre tal exigencia y las normas una rela­ tado la razón (o sea la ley civil) del
ción condicional que expresa bien el Estado debe ser creída por todo ciuda­
carácter de una técnica. El acuerdo dano, fuera de) Estado, sin embargo,
necesario entre la norma y la "natu­ allí donde nadie puede distinguir entre
raleza racional y social”, que adquiere la recta y la falsa razón sino compa­
como criterio para decidir acerca de rándola con la propia, cada uno debe
la validez de la norma misma, o sea considerar la propia razón no solamente
sobre su naturaleza, significa en rea­ como regla de sus acciones, hechas por
lidad el juicio sobre el carácter indis­ su cuenta y riesgo, sino también como’
pensable de la norma en sus confronta­ medida de la razón de los otros en
ciones respecto de la posibilidad de relación con las propias cosas. Digo
las relaciones entre los hombres. Así, ‘verdadero’, o sea deducido de princi­
el respeto de la propiedad, el respeto pios verdaderos rectamente elaborados,
de los pactos, el resarcimiento de los dado que toda violación de las leyes
daños y la imposición de penalidades naturales se resume en la falsedad de
son, para él, las condiciones indispen­ los razonamientos, o sea en la estupidez
sables de toda coexistencia humana y, de los hombres que no creen necesario
por lo tanto, constituyen las normas para su propia conservación cumplir
fundamentales del D. natural. Por lo su propio deber hacia los otros” {De
demás, el reconocimiento de la indepen­ cive, 1642, II, 1, nota). En este impor­
dencia de este D. del ?' >edrío humano tantísimo fragmento de Hobbes, aparte
298
D erech o

de la reafirmación del carácter racio­ y una rectificación empirista, en tanto


nal del D. natural, común a todo el la doctrina de Spinoza representa, fren­
iusnaturalismo moderno, se reconoce, te a ella, el papel de un retomo a la
por vez primera —lo que tiene decisiva fase clásica de la teoría del derecho
importancia— el carácter falible, o sea natural.
finito o humano, de la razón como fun­ Cuando Spinoza dice: “Cada cual exis­
damento del D. natural. Grocio había te por D. supremo de la Naturaleza y,
transferido el D. natural de la esfera en consecuencia, cada cual hace, por
de la razón divina (tal como lo consi­ D. supremo de la Naturaleza, lo que
deraran los escritores antiguos y medie­ se sigue de la necesidad de su natura­
vales) a la esfera de la acción huma­ leza” {Eth., IV, 37, scol. 2), no hace
na, pero había continuado atribuyendo más que volver a la concepción de los
un carácter infalible a esta razón. Hob- estoicos, según la cual el D. de natura­
bes da un paso más allá, negando tal leza no es más que la necesidad por
carácter. Por último, la razón "inhe­ la cual todo ser se ajusta al orden ra­
rente a cada individuo”, o sea propia cional del todo. Por otro lado, Hume
de cada uno y de todos los individuos niega el estado de naturaleza, conside­
humanos, es el tribunal que juzga acer­ rándolo una “ficción filosófica”, pero
ca de la legitimidad o “naturalidad de difícilmente puede entenderse su crí­
una ley y la juzga con referencia a su tica como una crítica al D. natural.
posibilidad de ser derivada o deducida Cuando insiste acerca de la subordina­
de principios verdaderos, que, según ción de todas las normas, ya conciernan
Hobbes, se deducen de un único y solo al estado de paz o al estado de guerra,
principio, y por lo tanto "se debe bus­ a la utilidad humana, no hace más que
car la paz cuando se puede tener, pero repetir una tesis sobre la cual han in­
cuando no se puede es necesario buscar sistido todos los iusnaturalistas moder­
ayuda para la guerra” (Ibid., II, 2). En nos, y Hobbes particularmente. El ca­
el De iure naturae et gentium (1672), rácter utilitario, esto es, eficiente, de las
Samuel Pufendorf realizaba una síntesis reglas que rigen todos los tipos de re­
feliz de las doctrinas de Grocio- y de laciones humanas, en cuanto éstas están
Hobbes, reconociendo que "la ley natu­ dirigidas precisamente a hacer posibles
ral se deduce de los dictámenes de la tales relaciones, es ilustrado por Hume
recta razón, en el sentido de que el en­ con un ejemplo que para nosotros resul­
tendimiento humano se halla en situa­ ta particularmente evidente, o sea el
ción de comprender con evidencia, por de las normas del tránsito. "Las reglas
la observación de nuestra condición, son necesarias —dice— allí donde los
que debe vivirse necesariamente de con­ hombres tienen entre sí una relación
formidad con las normas del D. natu­
ral y, al mismo tiempo, investigar el cualquiera. No pueden tan siquiera pa­
principio del que tales normas reciben sar por las calles exentos de reglas. Los
su sólida y clara demostración” {De carreteros, los cocheros, los postillones
iure nat., II, 3, 8 ). Para Pufendorf, tienen principios para ceder el paso, y
como para Hobbes, el principio supremo tales principios se fundan principalmen­
del D. natural expresa la exigencia de te en la comodidad y en la convenien­
la coexistencia pacífica entre los hom­ cia recíprocas. A veces, también son
bres {Ibid., II, 3, 8 , 10). Por obra de arbitrarios o por lo menos dependientes
Grocio, Hobbes y Pufendorf, la doctrina de una especie de caprichosa analogía,
tradicional del D. natural se transfor­ como muchos razonamientos de los
mó en una técnica racional de las abogados” {Inq. Conc. Moráis, IV, in
relaciones humanas que, pese a hallar­ fine). Así, por cierto, Hume no admite
se en estrecha dependencia con el con­ el carácter de racionalidad necesaria
cepto de racionalidad geométrica predo­ que Grocio atribuía a las normas que
minante en la época, constituye una rigen las relaciones humanas, pero com­
noción que aún hoy podría útilmente parte la noción fundamental del ius­
ser recuperada para los fines de una naturalismo moderno, en el sentido de
“teoría general del D.”. De tal doctrina, que tales normas constituyen una téc­
la teoría de Hume no es más que una nica razonable, aunque no siempre racio­
reelaboración en un lenguaje diferente nal, de las reías ines humanas.
D erecho

2. E l derecho como moral tre la esfera . urídica y la esfera moral,


señalando cor ello el paso de la teoría
La segunda concepción del D., que lo del D. natural a la teoría del D. fundado
funda en la moral, se anuncia cuando en la moralidad. Thomasius, en efecto,
comienzan a atribuirse a la moral ca­ distinguió tres “fuentes” del bien: lo
racteres que los autores hasta aquí exa­ honesto (h o n estu m ), el decoro (de-
minados atribuían al D. mismo. En to­ corum) y lo justo (iustum). Lo honesto
das las doctrinas del D. natural, ni es el bien más alto y su opuesto es lo
siquiera aparece el problema de la dis­ deshonesto. Lo justo se opone al mal
tinción entre moral y D. El D. natural extremo que es lo injusto. Y el decoro
es constantemente identificado con lo es un bien intermedio, o sea imperfecto,
bueno o justo en el orden de las rela­ como un mal intermedio e imperfecto
ciones humanas y, por lo tanto, con la es lo indecoroso (Fundamenta iuris
verdadera moralidad; por otro lado, naturae et gentium ex sensu communi
su diferencia con la que Graciano y deducía, 1705, I, 4, §89). Así, pues, "lo
Tomás denominaban la ley humana y honesto dirige las acciones intemas de
que Grocio llamaba la ley voluntaria, los ignorantes, el decoro las externas,
es la distinción entre lo justo y bueno dirigidas a adquirir la benevolencia de
en sí mismo (o sea verdaderamente los otros, lo justo las extemas, con el
moral) o lo justo o bueno solamente fin de que no turben la paz o de que
por participación y que, por lo tanto, la restituyan en caso de ser pertur­
puede no serlo y algunas veces no lo bada” (Ibid., I, 4, §90). A la norma de
es. Por lo tanto, no hay duda de que lo honesto pertenece una obligación in­
la esfera del D. natural coincidía, para terna, que es la más perfecta y que
algunos autores hasta aquí examinados, no obliga en las confrontaciones con los
con la que nosotros denominamos la otros hombres, pero sí en las confronta­
esfera de la moralidad, pero quizás ciones consigo mismo. En cambio, de
sería más exacto decir que no distin­ la norma de lo justo es propia una
guían efectivamente entre el D. natural obligación externa por la cual "ninguno
y la moral. El primer anuncio de esta tiene su propio D. en sí mismo”, dado
distinción se puede ver en la tentativa que "todo D. es extemo, no interno"
de Leibniz de hacer derivar el D. na­ (Ibid., I, 5, §§16, 17, 24). "De lo que
tural de la moral, lo que parece suponer se ha dicho —agrega Thomasius— re­
cierta distinción entre las dos esferas. sulta que lo que el hombre hace por
Dice Leibniz que el D. es una “potencia obligación interna y de conformidad
moral” y la obligación una "necesidad a las reglas de lo honesto y de lo deco­
moral” y que por moral entiende lo que roso, es dirigido por la virtud en gene­
es natural en el hombre bueno, o sea el ral y por ello se dice el hombre vir­
amor al prójimo en el sentido del gozo tuoso, no justo, en tanto lo que hace
por la felicidad de los otros. “De esta según las reglas de lo justo o por obli­
fuente —agrega— ñuye el D. natural, gación extema está dirigido por la jus­
del cual existen tres grados: el D. es­ ticia y de tal manera hace que se pueda
tricto, que es la justicia conmutativa, la decir justo" (Ibid., I, 5, §25). Con estas
equidad o caridad que es la justicia palabras se distinguen claramente la
distributiva y, por fin, la piedad o la esfera de la moralidad y la esfera del
probidad que es la justicia universal, D. y se oponen una a otra, ya que la
correspondientes a los tres preceptos primera es la esfera privada de la inte­
‘no dañar a nadie’, ‘dar a cada uno lo rioridad o, como a veces dice Thoma­
sujo’ y ‘vivir honestamente’ (o piadosa­ sius, del “corazón” (Ibid., I, 6 , §§ 15,
mente)” (De notionibus iuris et iusti- 18, etc.) y la segunda es la esfera de la
tiae, 1693, Op., ed. Erdmann, p. 119). Ya exterioridad y de las obligaciones hacia
en estas frases de Leibniz, la esfera de los otros. Por lo tanto, los deberes hacia
la moral es entendida como originaria sí mismo son tomados por Thomasius
y primaria en relación con la del D. na­ del principio de lo honesto más que del
tural. Pero fue C ristia n T hom asius principio de lo justo (Ibid., II, 2, §2);
(1655-1728) quien por vez primera ex­ el mismo principio del D. natural, del
presó claramente e hieo prevalecer en que deben deducirse todas las normas
la filosofía jurídica i distinción en­ de tal D., prefiere formularlo Thoma-
300
D erecho

sius en términos que hacen referencia trina del D., §E). Bajo este aspecto, el
a la vida moral: "Es necesario hacer D. natural y el D. positivo no difieren
todo lo que haga más larga y feliz y son diferentes sólo en cuanto que el
la vida de los hombres y que sea posible D. natural reposa exclusivamente en
para evitar todo lo que hace infeliz la principios a priori, mientras el D. posi­
vida y acelera la muerte” (Ibid., I, 6 , tivo resulta de la voluntad del legisla­
§ 21 ). dor (Ibid., Div. de la doctr. del D., §B).
La distinción entre la esfera del D. y En esta doctrina de Kant aparecen
la esfera moral resulta, después de tres puntos importantes: 1) el carácter
Thomasius, un lugar común de la filo­ primario y fundamental de la norma
sofía. Wolff aportó el primer corolario moral, que es la única ley racional y,
de dicha distinción identificando al D. por lo tanto, la derivación de la norma
natural con la teoría de la filosofía de D. a partir de ella; 2) el carácter
práctica, o sea con la ética, la política "externo”, por lo tanto, imperfecto, de
y la economía (Log., Discursus prel., la norma de D. y, en consecuencia, el
§ 6 8 ). Y Kant, que la adoptó a su mane­ carácter imperfecto e incompleto de
ra, hizo de ella uno de los fundamentos la acción legal en su confrontación
de la filosofía moral y jurídica moder­ con la acción m oral; 3) el carácter ne­
nas. Pero con el predominio de esta cesariamente coercitivo del D. Estos
distinción, la doctrina del D. natural tres puntos han tenido gran importancia
resultaba útil, el fundamento del D. era en los sucesivos desarrollos de la doc­
puesto o reconocido en la moral y el trina del D.: el primero de ellos es,
D. mismo era entendido como una for­ obviamente, el resultado de la doctrina
ma reducida o imperfecta de moralidad. del D. natural.
Uno de los puntos fundamentales de la Y es también el que inspira un nume­
doctrina de Kant es la distinción entre roso grupo de direcciones de la filosofía
legalidad y moralidad. "El puro acuerdo moderna del D. y precisamente a todos
o desacuerdo de una acción con la ley los que parten de la distinción entre
—dice—, sin referencia al que mueve la esfera externa de la acción, como
la acción misma, se denomina legalidad propia del mismo D., y la esfera in­
(conformidad con la ley) en tanto que terna de la intención o de la concien­
cuando la idea del deber, derivada de cia, como propia de la moralidad. Así
la ley, mueve al mismo tiempo a la ac­ la teoría del D. come “el m ín im o
ción, se tiene la moralidad (doctrina ético” p ro p u e sta por J e llin e k (Die
moral). Los deberes impuestos por la Social-Ethische Bedeuntung von Recht,
legislación jurídica pueden ser solamen­ JJnrecht und Strafe ["Significado ético-
te deberes externos, porque esta legisla­ social de justicia, injusticia y san­
ción no exige que la idea del deber, que ción”], 1878) implica al mismo tiempo
es enteramente interna, sea por sí mis­ la derivación del D. de la moral y la
ma motivo determinante de la voluntad reducción del D. a una esfera moral
del agente y, como tiene necesidad restringida o disminuida. Análoga con­
de impulsos apropiados a sus leyes, no cepción sostiene Croce, quien la expre­
puede admitir más que movimientos saba con la fórmula de la identidad
externos. La legislación moral, por el de la actividad jurídica con la activi­
contrario, aun cuando erija como debe­ dad económica, identidad que servía
res también las acciones internas, no para distinguir el D. de la moral y
excluye por esto a las acciones exter­ al mismo tiempo para relacionarlo con
nas, sino que se refiere en general a ella conforme a la solución general
todo lo que es deber" (Met. der Sitien, planteada por Kant (Filosofía de la
I, Intr., §3). Por lo tanto, el D. es “el práctica, 1909, pp. 370 ss.).
conjunto de las condiciones por medio Otro modo de expresar la misma no­
de las cuales el arbitrio del uno puede ción del D. puede verse en la doctrina
acordarse con el arbitrio del otro se­ de R. Stammler, quien considera el D.
gún una ley universal de la libertad” y como tendencia in m a n e n te en todo
puede ser representado como "una obli­ D. positivo y la moralidad como per­
gación general y recíproca”, de manera fección del D. recto, o sea su cumpli­
que “D. y facultad de obligar significan miento último 'Lehre vom richtigen
la misma cosa” (Ibid., Introd. a la doc­ Recht ["La tac i del derecho justo”],
301
D erecho

1902, p. 87). También sobre la misma libertad entendida como arbitrio indivi­
línea se mueve el ruso León Petrazycki dual. Hegel, como todo el romanticismo
(Introducción al estudio del D. y de la reaccionario del siglo xix, veía en la
moral, 1905; Teoría del D., 1907), quien libertad del individuo el concepto y
distinguió las normas morales que es­ la inspiración fundamental de la Ilus­
tablecen "obligaciones lib re s ”, o sea tración y de la Revolución francesa,
obligaciones que no confieren a los de­ contra los cuales pretendía levantar su
más ningún D. o pretensión, de las nor­ doctrina. Citando la definición kantiana
mas legales, que garantizan tales obliga­ del D. (véase supra), observaba: "La
ciones respecto de los demás, o sea, dan citada definición del D. contiene la opi­
a los otros el D. de pretender lo que nión, particularmente difundida después
la norma garantiza (Law and Morality, de Rousseau, según la cual el querer
trad. ingl., 1955, pp. 46-47). Y última­ debe ser fundamento sustancial y pri­
mente A. L. Goodhart reafirmaba, por mer principio, no en cuanto racional
lo menos en lo que respecta al Common en y para sí, no en cuanto es espíritu
Law anglosajón, el fundamento moral y espíritu verdadero sino en cuanto
del D., entendiéndolo como obligación individualidad particular, en cuanto vo­
o deber ser (oughtness) que no puede luntad del singular en su arbitrio par­
ser reducido a la constricción externa ticular. Una vez aceptado tal principio,
o a la sanción (English Law and the lo racional —por cierto— puede aparecer
Moral Law, 1953, pp. 18 ss.). solamente como limitador de ésta li­
bertad, por lo tanto no como raciona­
lidad inmanente, sino sólo como univer­
3. E l derecho como fuerza sal externo, formal. Esta visión se halla
De la negación del D. natural y de la desprovista de todo pensamiento especu­
conexión de la noción de D. con la de lativo y es recusada por el concepto
constricción externa o de sanción nace filosófico, en cuanto ha producido, en
la tercera concepción fundamental del los cerebros y en la realidad, fenóme­
D., que identifica al D. mismo con la nos cuyo horror tiene paralelo sola­
fuerza. La característica esencial de mente en la superficialidad del pensa­
la fuerza es que garantiza la realización miento sobre el cual se fundaban” (Ibid.,
de la norma, y de tal manera el D. §29). Así, los “horrores” de la Revolur
como fuerza es el D. realizado, o sea ción francesa son un paralelo de la
el D. que encuentra cuerpo y sustancia "superficialidad” por la cual la liber­
en instituciones históricamente existen­ tad es entendida como el deber ser de
tes. El supuesto de esta dirección es, una norma y no como una realidad
por lo tanto, la negación del D. como histórica. Por consiguiente, Hegel cree
‘deber ser’, y así, del ‘deber ser’ mismo, que el D. es algo sagrado sólo porque
es decir, la identificación de norma y es "la existencia del concepto absoluto,
realidad, de ‘deber ser’ y ser. Hobbes de la libertad consciente de sí” y que un
excluye este último punto de la direc­ D. más alto, o sea más real, subordina
ción doctrinaria en cuestión, ya que no a sí un D. más abstracto, o sea menos
identifica al ‘deber ser’ con el ser y real o imperfectamente real. Así, la
admite un D. natural que es el camino esfera del “D. abstracto” se subordina
de salida racional humano de una situa­ a la de la "moralidad” y entrambas
ción hostil que amenaza con destruirlo se subordinan a la de la "eticidad”
v no considera tal camino como infali­ que es la libertad misma "que se ha
blemente garantizado o plenamente rea­ convertido en mundo existente” (Ibid.,
lizado. La concepción del D. como fuer­ §142). Y la eticidad culmina en el Esta­
za, sobre la base de la identificación do que es la máxima realidad histórica
de deber ser y ser, nace con Hegel. y, por lo tanto, la más alta, la única
Según Hegel, el D. es "una existencia verdadera y definitiva realización del
en general que sea existencia de la D. “La irrupción de Dios en el mundo
voluntad libre” (Fil. del D., §29). Lo —dice Hegel— es el Estado; su funda­
que quiere decir que el D. es una liber­ mento es la potencia de la razón que
tad realizada, y realizada en institucio­ se realiza como voluntad. En la idea
nes históricas determir idas que, como del Estado no se deben tener presentes
tales, no tienen ya np que ver con la estados particulares, instituciones par­
302
D erecho

ticulares, más bien debe considerarse no haría más que oponer las exigencias
por sí misma la Idea, este Dios real” de su entendimiento "finito" a la ra­
(Ibid., § 258, Apéndice). Aunque Hegel cionalidad “infinita” de la historia. El
hable del Estado “en sí” que conserva Estado tiene siempre razón. Al D. no
el carácter divino aun en el caso de le queda, desde este punto de vista,
que en sus manifestaciones particulares nada más que la fuerza.
aparezca como imperfecto —como un Algunas de estas características de
hombre conserva su carácter humano la doctrina hegeliana del D., y especial­
aunque sea deforme o deficiente—, to­ mente la reducción del ‘deber ser’ al ser,
dos los estados son, para él, encama­ que es, pues, la ocultación de la norma
ciones del "Espíritu del pueblo”, por lo en el hecho, son aceptadas también por
tanto son la autoconciencia de un pue­ escuelas que no se inspiran en la con­
blo acerca de su propia verdad y de su cepción general de Hegel. Así, la escuela
propio ser, o la "cultura” de una na­ histórica del D., cuyo principal repre­
ción (Phil. der Geschichte ["Filosofía sentante es F. von Savigny (1779-1861),
de la historia”], ed. Lasson, p. 93). El al considerar al Estado como "la mani­
D. no es más que la realización de la li­ festación orgánica del pueblo” ve en el
bertad en el Estado y existe solamente D. un producto del “espíritu del pueblo”
como ley del Estado. En consecuencia, que halla su realidad en la voluntad
la libertad existe sólo como obediencia común del pueblo mismo ( Ueber den
a las leyes del Estado. “A un Estado Berttf unserer Zeit ["Del destino de
le son pertinentes las leyes y esto sig­ nuestra época”], 1814). Como última
nifica que la costumbre no s u b siste manifestación del carácter histórico y,
solamente en forma inmediata, sino por lo tanto, nacional del D., los segui­
en forma universal, como objeto de un dores de esta escuela aducen la con­
saber. El hecho de que esta forma uni­ sideración de que el D., al tender a
versal sea conocida, constituye la es­ conservar el orden nacional, contribu­
piritualidad del Estado. El individuo ye, en el campo de la historia, a con­
obedece a las leyes y sabe que en esta servar y garantizar el orden cósmico
obediencia tiene su libertad; tiene, por querido por Dios. J. Stahl dice que el
lo tanto, en ella relación con su propio D. es "el orden vital del pueblo y espe­
querer” {Ibid., p. 99). cialmente de la comunidad de los pue­
Durante mucho tiempo la doctrina blos, con miras a la conservación del
del D. natural había afirmado que la orden cósmico establecido por Dios. Es
norma de naturaleza es la voluntad un orden humano, pero al servicio del
misma de Dios o viceversa. Hegel afir­ orden divino, determinado por una je­
ma que Dios ha aparecido o se ha fatura divina y fundado en el permiso
realizado en la historia; es el Estado divino” (Phil. des Rechts ["Filosofía
mismo. La ley positiva se apodera así del derecho”], 1830, II, 1, p. 194). A
de todo el valor y el prestigio que la diferencia de Hegel y de la escuela
tradición atribuía al D. natural. Mien­ hegeliana, la escuela histórica no iden­
tras tanto, a lo largo de toda la tradi­ tifica el D. realizado (o el Estado)
ción y sobre todo en el mundo moderno, con Dios, pero hace depender de Dios
ya sea que tal D. fuera entendido como el D. mismo y lo justifica en su subor­
ley divina o como principio humano de dinación al orden cósmico establecido
razón, era un tribunal de apelación al por Dios.
que el hombre podía recurrir, y recu­ Se puede considerar que pertenecen
rría de hecho, contra la injusticia o la a la misma dirección fundamental, que
imperfección del D. positivo. En la doc­ encuentra su mejor expresión en la doc­
trina de Hegel no existe tribunal alguno trina de Hegel, todas las doctrinas del
de apelación e incluso la doctrina mis­ D. que de algún modo encuentran su
ma no es más que la negación de tal origen y fundamento en el "Espíritu
tribunal entendido como fuente de pen­ del pueblo”, la “Nación” o el "Estado”
samientos "superficiales” y de sucesos y que, por lo tanto, reducen la obliga­
“horribles". El individuo está sin de­ toriedad del D. a la fuerza coercitiva
fensa contra el Estado o el D. positi­ de una institución histórica cualquie­
vo ; no puede desobedecerlos, ni siquiera ra, considerada como un instrumento
puede discutirlos, pues discutiéndolos providencial de orden cósmico o como
303
D erecho

este orden mismo en su manifestación. para el logro de algunas finalidades


Y, en efecto, cabe observar que la acen­ y, como todo instrumento, se puede juz­
tuación o, desde luego, la exaltación gar con referencia a su eficacia, esto
del carácter "ético”, "racional” o "pro­ es, a su capacidad para garantizar un
videncial” o de alguna manera necesario orden (cualquiera que sea) de la so­
del D. positivo tiene como consecuencia ciedad humana. Bajo este aspecto, el D.
simétrica y opuesta, la atribución de debe ser reconocido como un deber ser,
los mismos caracteres al D. natural. Si o sea, como una reglamentación del
tales caracteres se reconocen al D. na­ comportamiento h um ano, a la cual
tural, al mismo tiempo basándose en tal comportamiento puede, de hecho,
ellos, se reconoce la posibilidad de dis­ también no ajustarse.
cutir, valorar y juzgar al D. positivo En esta concepción confluyen varios
y se reconoce, por lo tanto, implícita o elementos históricamente reconocibles:
explícitamente, la posibilidad y la auto­ la vieja idea del D. como utilidad, que
nomía de este juicio. Pero cuando se ya los sofistas, los epicúreos y los es­
reconocen tales caracteres al D. posi­ cépticos sostuvieron en la Antigüedad
tivo, se niega toda posibilidad de discu­ y que en el mundo moderno reaparece
tir, valorar y juzgar tal D. y, por lo en Hobbes y Hume y, especialmente, la
tanto, se niega la autonomía y la posi­ idea central del iusnaturalismo moder­
bilidad misma de cualquier juicio e no, que sostiene que el D. es la raciona­
incluso la más inocua discusión sobre lidad de las relaciones humanas (sean
el D. mismo. Y esta negación es, a o no pacíficas) y que, por lo tanto,
menudo, lo que las teorías de tal natu­ vuelve a introducir en la esfera del D.
raleza pretenden garantizar o justificar. toda reglamentación racional de tales
relaciones. Este último es asimismo el
concepto de D. aceptado por su teoría
4. El d erech o co m o té c n ic a social formal, si bien la polémica contra el
La concepción del D. como fuerza D. natural, interpretado en el sentido
niega el D. natural, porque niega todo tradicional de orden ideal y perfecto
‘deber ser’, y niega todo ‘deber ser’ de la comunidad, haya impedido hasta
porque considera al D. sólo como fuer­ ahora a tal teoría reconocerse en su
za necesariamente realizadora. No pres­ más ilustre y significativo precedente
cinde de consideraciones valorativas, y histórico. No hay duda de que la idea
de particular modo de la idea de justi­ de D. como técnica o instrumento para
cia, o sea de un tipo de perfecta coexis­ hacer posibles las relaciones humanas,
tencia entre los hombres; pero consi­ ya sea en la paz como en la guerra, idea
dera al valor o a la justicia siempre expresada en forma de imperativos hipo­
como ya realizados, porque, como Hegel téticos o proposiciones condicionales del
anotaba, la razón no es tan impotente tipo s i... entonces, es común al ius­
como para dejar de realizarse en el naturalismo clásico de Grocio, Hobbes,
mundo. Las corrientes formalistas de Pufendorf y a la de los actuales soste­
la moderna filosofía del D. tienden, nedores de la “teoría general del D.”.
en cambio, a prescindir de todo ideal Se puede ver un antecedente de esta
valorativo y por lo tanto, de la misma teoría en la doctrina de John Austin
noción de justicia, que se abandona a que definió el D. como "la regla puesta
la esfera política y social, pero que es para guía de un ser inteligente por otro
considerada extraña a la del D. El D. ser inteligente que tiene poderes sobre
natural, como delineación normativa de él”. El D., por lo tanto, sería una orden:
una condición perfecta, es, desde este la expresión de la voluntad de un indi­
punto de vista, una mera ficción y el viduo que vinculara al individuo al
único D. del que legítimamente se pue­ cual se dirige, en el sentido de obligar­
de hablar es el D. positivo, ya que puede lo a hacer lo que requiere el mando
ser objeto de consideraciones científi­ u orden (Lectures on Jurisprudence,
cas y no de deseos o aspiraciones idea­ 1861, 5: ed„ 1885, I, pp. 8 8 ss.). De tal
lizantes. Pero el D. positivo no tiene manera son dos los rasgos fundamen­
nada de perfecto ni de trascendente y tales de la doctrina de Austin: 1) la
no incluye ningún valr- último y ab­ reducción del D. a una norma vincu-
soluto. Es simplemenlr m instrumento ladora, en cuanto mando u orden; 2 ) el
304
Derecho

carácter racional, o por lo menos razo- noce bien el parentesco que su “posi­
itable de esta orden, en cuanto emana tivismo jurídico” tiene, desde este punto
de un ser inteligente y se dirige a otro de vista, con el iusnaturalismo clásico
ser inteligente. Estos caracteres se vuel­ y especialmente con la forma que tomó
ven a encontrar asimismo en doctrinas en la filosofía kantiana {Ibid., pp. 445,
aparentemente diferentes de la de Aus- 453), aunque siga diciendo que el posi­
tin. por ejemplo en la doctrina socio­ tivismo rechaza "la particular ideología
lógica de Eugen Ehrlich, para el cual de que se vale la teoría iusnaturalista
“el D. es una organización, es decir, una para su justificación del D. positivo”
norma que asigna a cada miembro de {Ibid., Apéndice. IV, B, h, p. 453). En
la asociación su posición en la comuni­ realidad no distingue bastante, entre
dad, ya sea de predominio o de suje­ la fase moderna y la fase antigua del
ción, y sus deberes” (Grundlegung der iusnaturalismo y vuelve así a conducir
Soziologie des Rechts [“Fundamenta- la misma fase moderna del mismo a /a
ción de la sociología del derecho”], noción del orden perfecto y providencial
1913, p. 18). En esta doctrina el concepto de la justicia que caracterizaba la fase
de ordenamiento prevalece sobre el de antigua y que con Grocio entrara en
mando, pero el ordenamiento mismo, crisis. Y en realidad la filosofía política
tanto como el mando u orden de Aus- y jurídica contemporánea todavía no ha
tin, es norma apta para realizar cierta logrado recuperar las enseñanzas fun­
forma de convivencia. Kelsen, actual­ damentales de la teoría del D. natural
mente el más importante sostenedor y especialmente su formulación ius­
de la teoría formal del D., recuerda naturalista de Grocio hasta Hume. La
estos antecedentes. Kelsen se separa creencia de que la teoría se funda en
de Ehrlich, porque no cree que el con­ un concepto "metafísico” o "platónico”
cepto de ordenamiento baste para cons­ de justicia, al lado de la exigencia de
tituir el D., ya que no siempre el orde­ eliminar de la consideración "cientí­
namiento tiene fuerza para vincular y fica” del D. todo ideal valorativo, ha
se separa de Austin porque cree que tal impedido y obstaculizado esta recupera­
fuerza vinculatoria consiste en el deber ción. Pero en realidad el iusnaturalismo
ser del D., o sea en la estructura nor­ moderno ha hecho hincapié, no en un
mativa del D. mismo, y no en el mando. determinado ideal de justicia, sino en la
Con mayor precisión, para Kelsen el exigencia de que el D., cualesquiera
D. es "la técnica social específica de un que sean las normas particulares sobre
ordenamiento coercitivo” y, por lo tan­ las que se concreta, resulte eficiente
to, se caracteriza por la "organización para la finalidad de hacer posibles las
de la fuerza” (General Theory of Law relaciones humanas. Según se ha visto,
and State, 1945, I, A, d; trad. ital., Grocio y Hume están de acuerdo sobre
pp. 19 ss.). Según Kelsen, la eficiencia tal exigencia, aun cuando más tarde
de esta técnica está condicionada por su puedan disentir acerca del carácter "ne­
coherencia y la coherencia puede me­ cesariamente racional” o simplemente
dirse partiendo de una "norma funda­ "útil” y, por lo tanto, razonable, del D.
mental” que es aquella a partir de la Ahora bien, lo que se requiere de una
cual han sido creadas las diferentes técnica, cualquiera que sea, es la efi­
normas de un orden jurídico particular. cacia. Y el juicio sobre la eficacia de
"El sistema del positivismo jurídico una técnica no puede fundarse exclu­
—dice Kelsen— excluye la tentativa de sivamente en la coherencia interna de
deducir de la naturaleza o de la razón la técnica misma, como lo pretende
normas sustanciales que al estar más Kelsen. Es claro que hay una condición
allá del D. positivo, puedan servirle fundamental que permite a una técnica
como modelo, tentativa que siempre se cualquiera conservar su eficacia, o acre­
logra sólo en apariencia y que termina centarla, y es la rectificabitidad de la
en fórmulas que sólo pretenden tener un técnica misma. En efecto, cuando
contenido. Examina en cambio con­ una técnica cualquiera puede ser opor­
cienzudamente los asuntos hipotéticos tunamente modificada para que sea
de todo D. positivo, esto es, sus condi­ apta a las circunstancias sin cambio
ciones m e ra m e n te formales” (Ibid., sustancial, tal t 'nica está en situación
Apéndice, IV, B, c, p. 443). Kelsen co­ de conservar e i -ementar su eficacia.
305
D e re c h o s u b je tiv o
D e sa rro llo
Por lo tanto, toda técnica eficaz debe decir que la ley atribuye el D. de hacer
ser autorrectificable y ésta es, en rea­ todo lo que no es prohibido por ninguna
lidad, la única ventaja que la técnica ley. En este sentido, el D. se refiere
de la ciencia experimental, desde Gali- a nuestra libertad; la ley, en cambio,
leo hasta hoy, posee sobre las otras. implica la obligación que limita la
Desde este punto de vista, el juicio libertad natural” (De iure naturae,
técnico acerca de un particular sistema 1672, I, 6, 3). La distinción se ha man­
de D. es el juicio sobre la capacidad de tenido hasta hoy en los mismos tér­
este sistema para corregir o eliminar minos.
las propias imperfecciones, hacerse más
agil y, al mismo tiempo, más riguroso. D e riv a c io n e s , véase R E S ID U O S .
Por lo tanto, no es un juicio que con­
cierna a la pura coherencia formal del (ingl. development; fra n c .
D e s a rro llo
sistema mismo, ni es un juicio de développement; alem. E n tw ic k lu n g ;
valor que resulte de la confrontación ital. sviluppo). El movimiento hacia lo
de dicho sistema con un preordenado mejor. Aun cuando esta noción tiene
ideal de justicia. Es, sin embargo, un su precedente en el concepto aristoté­
juicio concreto y directivo, capaz de in­ lico del movimiento (véase), como paso
fluir en los desarrollos históricos del de la potencia al acto o explicación de
derecho. lo implícito (Cicerón, Top., 9), su sig­
El cuadro precedente de las teorías nificado optimista es propio de la filo­
filosóficas del D. nos demuestra que sofía del siglo xix y está estrechamente
está fuera de lugar toda tentativa de ligado con el concepto de progreso (véa­
definir las relaciones entre D. y moral se). Su sinónimo más próximo es evolu­
de una vez por todas, entendiendo tanto ción (véase), pero este último término
el D. como la moral como dos catego­ se usa más frecuentemente para indi­
rías "eternas” del espíritu. En efecto, car el D. biológico o un D. cósmico que
D. y moral deben ser considerados idén­ obedece a las mismas causas que el D.
ticos, ya sea desde el punto de vista biológico o tiene analogías con él. Hegel
de la teoría del D. natural como desde usó el término sin referirse a este as­
el punto de vista de la teoría del D. pecto particular e hizo de él una de las
como fuerza. Obviamente, la teoría que categorías fundamentales de su filoso­
apoya el D. e.i la m o ra l lo distingue fía, ilustrándolo sobre todo con respec­
de ella, y es, en realidad, la teoría de to al mundo de la historia. Junto al
esta distinción. En cuanto a la teoría carácter progresivo del D., Hegel sub­
formal del D., probablemente permita rayó otro carácter fundamental: el D.
tanto una como otra solución. Véase presupone aquello de lo cual es D., o
ÉTICA. sea el fin hacia el que se mueve y el
principio o la causa de sí mismo. "El
(gr. xó Síxaiov; lat.
D e re c h o s u b je tiv o espíritu —dijo Hegel— que tiene como
uis] ingl. right; franc. droit; alem. teatro, dominio y campo de su realiza­
Recht; ital. diritto). Es el significado ción la historia del mundo, no gira en
que la palabra D. adquiere en expresio­ el juego extrínseco del azar sino que
nes tales como las siguientes: "Declara­ es en sí, más bien, el determinante
ción de los D. del hombre”, "La ley absoluto... Lo que quiere es alcanzar
garantiza al imputado el D. de defen­ su propio concepto, pero él mismo lo
derse”, "El D. al resarcimiento de los oscurece, se enorgullece y goza de este
daños”, etc. Pufendorf fue de los pri­ extrañarse a sí mismo” (Philosophie
meros en explicar con claridad la distin­ der Geschichte ["Filosofía de la histo­
ción entre D. en sentido objetivo, o sea ria”], ed. Lasson, pp. 131-132). En este
como "conjunto de leyes” y D. en el sentido, lo Absoluto es desarrollo. "Lo
sentido subjetivo, o sea como "facultad verdadero es lo entero. Pero lo entero
de hacer alguna cosa, concedida o per­ es solamente la sustancia que se com­
mitida por las leyes”. "Como el hombre plementa mediante su D. De lo Ab­
—dice— tiene el poder de hacer todo soluto se debe decir que es esencial­
lo que de sus facultades naturales re­ mente resultado, que solamente al final
sulta, a menos que no se . expresamente es lo que es en verdad y su naturaleza
prohibido por una le’ se acostumbra consiste precisamente en esto, en ser
306
Descalabro
D e sc rip c ió n
efectualidad, sujeto y D. de sí mismo” La verdad (o falsedad) de "el autor
(Phanom. des Geistes, Pref., II, 1). Lo de la Divina comedia era italiano” re­
que este concepto posee de nuevo con sulta enteramente establecida por la
respecto al concepto aristotélico del verificación de los tres enunciados pre­
movimiento es su aplicación al mundo cedentes. Aun cuando fuera objeto de
de la historia y su extensión a todos muchas correcciones y discusiones en
los aspectos de la realidad. Pero el ca­ sus detalles, la teoría russelliana de las
rácter finalista, providencialista y sus- D. es actualmente aceptada por la ma­
tancialista del D., tal como lo ilustra yor parte de los lógicos. G. P.
Hegel, encuentra precisa comprobación En la lógica tradicional, el término
en la doctrina aristotélica del movi­ fue empezado a usar por los estoicos, ya
miento. También ésta es finalista y que la noción era ajena a Aristóteles.
providencialista y también exige que Según los estoicos, la D. es "un discurso
lo que se desarrolla esté presupuesto que conduce la cosa a través de las
por el mismo D. De hecho, no significa impresiones de ella" (Dióg. L., VII, 1,
otra cosa la superioridad del acto sobre 60). Esto establece su diferencia con
la potencia, a la que está dedicado un la definición, ya que mientras ésta de­
célebre tratado aristotélico (Met., IX, clara la esencia, que es universal, la
8 ) . Véase a c t o . D. conduce a la cosa singular, o sea,
D e s c a la b ro , véase FRACASO.
hace referencia a la individualidad de
la cosa, lo que la distingue de las otras.
(gr. ú;ioYí>a<pii; lat. descrip-
D e s c rip c ió n De Boecio en adelante (De differentis
tio; ingl. description; franc. déscription; topicis, II, P. L., 64?, col. 1187), la D.
alem. Beschreibung; ital. descrizione). comenzó a ser caracterizada, en su con­
Esta importantísima noción que tiene frontación con la definición, por el uso
un papel fundamental en toda la cons­ de caracteres accidentales que concu­
trucción del a to m ism o lógico, fue rren en ella. Los lógicos medievales
formulada por Russell (“On Denoting", dedujeron el concepto de la Dialéctica
1905, ahora en Logic and Knowtedge, (cap. 14) de Juan de Damasco (si­
1956, pp. 39 ss.; Principia Mathematica, glo vin): "La D. se compone de acci­
I, pp. 30 ss.), en relación al hecho de dentes, o sea de caracteres propios y
que en ciertas proposiciones, que tienen accidentales, como, por ejemplo, ‘el
sentido (véase s i g n i f i c a d o ), entran fra­ hombre es capaz de reír, camina erecto
ses que no denotan. Estas últimas son y tiene las uñas largas’.” Éste es el
precisamente las D.; frases como “el concepto que también aparece en la Ló­
autor de la Divina comedia", "el rey gica de Pedro Hispano: "La D. es el
de Francia” (D. determinadas) o "un discurso que significa lo que es el ser
poeta" o "un rey" (D. indeterminadas), de una cosa mediante caracteres acci­
las cuales, por sí no significativas, re­ dentales” (Summ. Log., 5.12). En el
sultan significativas en proposiciones en mismo sentido, decía Occam: "La D.
las que entran como partes (por ejem­ es un discurso sucinto compuesto de
plo, “el autor de la Divina comedia caracteres a c c id e n ta le s y propios"
era italiano"). El análisis de estas pro­ (Sumrna Log., I, 27) y una definición
posiciones resuelve las frases en fun­ casi idéntica era aceptada y difundida
ciones proposicionales o, mejor, en pro­ por la Lógica de Port Royal ( II, 16) y por
posiciones generales y existenciales, eli­ Jungius (Lógica Hamburgensis, I, 1,
minando así la aparente referencia a 48). De esta doctrina tradicional, la
un denotado individual. Así "el autor lógica contemporánea sólo acepta el sig­
de la Divina comedia era italiano" se nificado general, es decir, el reconoci­
resuelve en la afirmación conjunta de miento del carácter individualizante de
tres enunciados: 1) existe por lo menos la descripción. Se puede definir qué
un x tal que x escribió la Divina co­ es el hombre, pero solamente se puede
media; 2) sólo una persona escribió la describir al hombre que se ha hallado
Divina comedia (es decir, "para todos por la calle en un día determinado. A
los y existe por lo menos una x tal que, esta exigencia de la individuación in­
si y escribió la Divina comedia, y = x); tentan responder los lógicos contempo­
3) no existe algún x tal que x escribiera ráneos al trat ■ la noción a que se ha
la Divina comedia y x no era italiano. hecho refe rene en la primera parte
307
D e sc rip tiv a , p sic o lo g ía
D e s e s p e ra c ió n
de este artículo. (Cf. también: Camap, D e se o (gr. émOugía; lat. cupiditas; ingl.
Meaning and Necessity, 1946, § 7; Quine, desire; franc. désir; alem. Begeheren;
From a Logical Point of View, 1953, ital. desiderio). Este término tiene dos
pp. 85 ss.). significados: i) el general de apetito,
o sea de principio que impulsa a un
D e sc rip tiv a , p sic o lo g ía , véase PSICOLOGÍA, ser vivo a la acción; para tal signifi­
B). cado véase a p e t i t o ; 2 ) el más res­
D e sc rip tiv o (ingl. descriptive; franc. dés-
tringido de apetito sensible, que corres­
criptif; alem. b esch reib en d e; ital. ponde al griego e.-uBugia y al latín
descrittivo). Además del significado ge­ cupiditas. En tal sentido el D. es, se­
nérico correspondiente al del sustanti­ gún Aristóteles, “la a p e te n c ia de lo
vo, el adjetivo tiene dos significados placentero” (De an., II, 3, 414b 6). De
polémicos, a saber: 1) aquel por el cual análoga manera Descartes lo definió
la ciencia D. se opuso, a partir del si­ como "la agitación del alma causada
glo xviii , a la ciencia explicativa o al por los espíritus que la disponen a que­
"espíritu de sistema” que pretendía ex­ rer para el porvenir las cosas que ella
plicar los fenómenos recurriendo a las se representa como c o n v e n ie n te s ”
causas de la metafísica tradicional (cf., (Passions de l'áme, § 86). Y equiva­
por ejemplo, D’Alembert, Discours de lente a ésta es la definición de Spinoza:
l'Encyclopédie, CEuvres, ed. Condorcet, "Esta tristeza [por la falta de lo que
pp. 156-157); 2) aquel por el cual, D., en por amor se tiene deseo], en cuanto
la terminología contemporánea, se opo­ mira a la ausencia de lo que amamos,
ne a persuasivo, como calificación de se llama nostalgia. .. cuanto mayor
significado; distinguiendo el significado es la tristeza... con mayor deseo o
descriptivo de un signo, que consiste apetito [el hombre] se esforzará en ale­
en su disposición para producir un co­ jar la tris te z a " (Eth., III, 36, scol.
nocimiento, del significado persuasivo, cuentran III, 37, dem.). Estos significados se en­
que consistiría en producir una respues­ muchas veces repetidos en
ta de naturaleza emotiva (cf. C. L. Ste- la Algún historia de la filosofía.
nuevo significado ha adquirido
venson, Ethics and Language, 5* ed.,
1950, cap. III, especialmente p. 59). la palabra en la literatura contempo­
ránea. Dewey ha definido el D. como
Véase s i g n i f i c a o .
"la actividad dirigida a romper el di­
D e sc u b ie rto , e s ta d o d e , véase infra DES­ que que la retiene. El objeto que se
CUBRIMIENTO. presenta en el pensamiento como meta
del D. es el objeto del ambiente que
D e s c u b rim ie n to (alem. E n t d e c k t h e i t ; en caso de hallarse presente, asegura­
ital. scoprimento). Según Heidegger, ría reunificación de la actividad y res­
“la posibilidad de ser de todo ente que tauración de su u n id a d ” (H um an
no tiene la forma del '<er ahí' [o sea de Nature and Conduct, pp. 249 ss.). Hei­
toda cosa del mundo] para encontrar degger ha relacionado el D. con la na­
delante y determinar en un peculiar turaleza del hombre como ser proyec­
proceso de descubrimiento a través de tante: "El ‘ser relativamente a las
los entes que hacen frente inmediata­ posibilidades’ se m u e s tra ... regular­
mente al ser de aquellos entes [en el mente como mero desear. En el D.,
mundo]”. Es, según Heidegger, uno de proyecta el 'ser ahí' su ser sobre posi­
los caracteres fundamentales de las co­ bilidades que no sólo no se llega a
sas, en cuanto son ‘a la mano’, por lo empuñar en el ‘curarse de’ sino cuya
tanto, de la mundanidad (Sein und realización ni siquiera se imagina ni
Zeit, § 18; trad. esp.: El ser y el tiempo, espera" (Sein und Zeit, § 41; trad.
México, 1962, F. C. E.). esp.: El ser y el tiempo, México, 1962,
D e s e m e ja n z a (gr. AXXoícoaic; lat. dissimi- F. C. E.).
litudo; ingl. dissimilitude; franc. dissi- D e s e s p e ra c ió n (ingl. desperation; franc.
militude-, alem . U ngleichheit-, ital. d é sesp o ir; alem. Verzweiflung; ital.
dissimiglianza). La falta o imperfección disperazione). Según Kierkegaard es
de semejanza (véase). "la enfermedad mortal", o sea la en­
D e se n v o lv im ie n to , v i l ' IESARROLLO. fermedad propia de la persona humana
308
Designado
Destino
y que la hace incapaz de realizarse a cap. III) Bergson ha demostrado el
sí misma. En tanto la angustia se re­ carácter y la función positiva de la no­
fiere a la relación del hombre con el ción de desorden. En efecto, esta noción
mundo, la D. se refiere a la relación sólo expresa la ausencia del orden bus­
del hombre consigo mismo y en esto cado, no la ausencia absoluta de orden,
consiste precisamente el yo. En esta y la presencia de un orden diferente
relación, si el yo quiere ser sí mismo, (del mismo modo en que se dice “No
ya que es finito y por tanto insuficien­ hay versos” cuando se buscan versos y
te a sí mismo, nunca llegará al equili­ se encuentra prosa). Luego Bergson re­
brio y al reposo. Y si no quiere ser duce los tipos fundamentales de orden
sí mismo, choca también aquí con una a dos, los que al sustituirse mutua­
imposibilidad fundamental. En uno y mente, hacen hablar de D., tales son
otro caso se debate en la D. que es "el el orden geométrico y el orden vital.
vivir la muerte del yo", o sea la nega­ "De los fenómenos astronómicos se dirá
ción de la posibilidad del yo en la que manifiestan un orden admirable,
vana tentativa de hacerlo auto-suficien­ entendiéndose con ello que se pueden
te o destruirlo en su naturaleza (La prever matemáticamente. Y un orden
enfermedad mortal, 1849, especialmen­ no menos admirable se hallará en una
te parte I, C). También para Jaspers sinfonía de Beethoven, que es la genia­
la D. es uno de los aspectos fundamen­ lidad, la o rig in a lid a d y, consecuen­
tales de la existencia (Phil., II, 266 ss.; temente, la imprevisibilidad m ism a”
III, 225 ss.; cf. también Einführting in (Ibid., 8? edic., 1911, p. 244). Véase o r d e n .
Philosophie; trad. esp.: La filosofía,
México, 1953, F. C. E.). D e s p o tis m o , véase GOBIERNO, FORMAS DE.

(lat. d ’signatum; ingl. desíg­


D e s ig n a d o D e s tin o (gr. EÍnagixÉvn; lat. fatum; ingl.
nate). En la lógica contemporánea destiny; franc. destín; alem. Geschick,
se entiende bajo este término cualquier Schicksal; ital. destino). La acción ne­
objeto, existente o inexistente, que el cesaria que el orden del mundo ejerce
signo pueda denotar. Lo denotado es, en sobre cada ser particular del mundo
cambio, algo existente. Entre "desig­ mismo. En su formulación tradicional,
nación” y "denotación” se establece una este concepto implica: i) la necesidad,
distinción análoga; sin embargo, am­ casi siempre desconocida, y por lo tan­
bas significan la referencia de un sig­ to ciega, que domina a un ser particu­
no a su objeto (cf. Dewey, Logic, cap. lar del mundo en cuanto parte del
xvin; trad. esp.: Lógica, México, 1950, orden total; 2) la adaptación perfecta
F. C. E., p. 390; Morris, Foundations of de cada ser particular a su puesto, a
the Theory of Signs, 7; trad. ital. p. 69). su parte o a su función en el mundo,
Véase s e m i ó t i c a . ya que como engranaje del orden total
cada ser es hecho para lo que hace.
D e s ig n a d o r (ingl. designator). Térmi­ El concepto de D. es antiquísimo y
no adoptado por Morris para indicar muy difundido, por ser aceptado por
una especie de signo, más precisamente todas las filosofías que de algún modo
aquella por la cual "el intérprete está admiten un orden necesario del mun­
dispuesto a secu en cias de respuestas do. Aquí apuntaremos solamente a las
determinadas por un objeto que tiene que en forma explícita designan este
ciertas características" (Signs, Langua- orden con el término en cuestión. El
ge and Behavior, 1946, III, 3). Camap D. es noción dominante en la filosofía
ha adoptado el término para indicar estoica. Crisipo, Posidonio, Zenón, Boe-
"todas aquellas expresiones a las cua­ zo, lo reconocieron como la "causa ne­
les se aplica un análisis semántico del
significado, de tal manera que la clase cesaria" de todo o la "razón” que dirige
de los D. resulte más vasta o más el mundo y lo identificaron con la pro­
restringida según el método de análisis videncia (Diog. L., VII, 149). Los es­
adoptado" (Meaning and Necessity, § 1). toicos latinos adoptaron esta noción e
hicieron ver su influencia moral (Sé­
D e s o rd e n (ingl. disorder; franc. désor- neca, Natur. quaest.; Marco Aurelio,
dre; alem. Unordnung; ital. disordine). Soliloquios, IH, 15). Al D. que domina
En un famoso análisis (Ev. créatr., todas las eos. exteriores se sustrae,
309
Destino

según Plotino, solamente el alma por ca o mítica para designar a esta nece­
cuanto toma por guía a "la razón pura sidad. Fue, por lo tanto, abandonada
e impasible que le pertenece como cosa y sustituida con términos que expresan
propia", esto es, por cuanto adquiere la naturaleza objetiva y causal de la
por sí, y no del exterior, el principio necesidad del mundo, como, por ejem­
de la propia acción (Enn., III, 1, 9). plo, precisamente necesidad, dialéctica,
Según Plotino, la providencia es una determinismo, causalidad y en el do­
sola; en las cosas inferiores se deno­ minio de la ciencia la necesidad está
mina D., en las cosas superiores provi­ sometida a "las leyes eternas e inmu­
dencia (Ibid., III, 3, 5). Según Boecio tables de la naturaleza”.
(que con la Consolación de la filosofía Cuando la palabra D. retoma por obra
transmitía estos problemas a la esco­ de Nietzsche y del existencialismo ale­
lástica latina) D. y providencia se dis­ mán, tiene un nuevo significado: ex­
tinguen solamente porque la providen­ presa la aceptación y la volición de la
cia es el orden del mundo visto por la necesidad, el amor fati. Por primera
inteligencia divina y el D. es el mismo vez, Nietzsche expresó este concepto
orden desplegado en el tiempo. Pero que es muy característico de una deter­
en el fondo, el orden del D. depende de minada tendencia de la filosofía con­
la providencia (Cons., IV, 6 , 10). A la temporánea. Interpreta la n e c e sid a d
providencia y al D. sólo se sustrae el del devenir cósmico como voluntad de
libre albedrío humano porque las accio­ reafirmación; desde la eternidad el
nes que de él dependen están incluidas, mundo acepta y se quiere a sí mismo
precisamente en su libertad, en el or­ y, por lo tanto, se repite eternamente.
den del D. (Ibid., V, 6 ). Esta solución Pero el hombre debe hacer algo más
hubo de inspirar todas las soluciones que aceptar este pensamiento; debe, él
analogas de la escolástica, que conserva mismo, comprometerse en el anillo de
el mismo concepto del D. y de la pro­ los anittos: "Es necesario hacer el voto
videncia (cf., por ejemplo, Santo To­ del retomo de sí mismo con el anillo
más, S. Th., I, q. 116, a. 2). Leibniz de la eterna bendición de sí y de la
volvió a proponer la misma solución en eterna afirmación de sí; es necesario
su Teodicea (Theod., I, § 62). tomar la voluntad de querer detrás de
En la filosofía del romanticismo, en uno todo lo que ha acaecido y de que­
tanto que Scho^enhauer ve en el D. la rer en adelante todo lo que acaecerá”
acción determinante, en el hombre (Wille zur Machí, ed. 1901, p. 385; trad.
particular y en la historia, de la Volun­ esp.: La voluntad de dominio, Madrid,
tad de vida en su naturaleza desgarra­ 1932). Éste es el amor fati en el que
dora y dolorosa (Die Welt, II, cap. 38), Nietzsche ve la "fórmula de la grandeza
Hegel limita el D. a la necesidad me­ del hombre”. Heidegger no ha hecho
cánica. "La p o ten c ia —dice— como más que expresar el mismo concepto,
universalidad objetiva y violencia con­ hablando del D. como de la decisión
tra el objeto es lo que se denomina D., auténtica del hombre. El D. es la deci­
un concepto que cae en el interior del sión de volver sobre sí mismo partien­
mecanismo en cuanto el D. es denomi­ do de la ‘herencia’, que toma sobre
nado ciego, es decir, tal que su uni­ sí en cuanto yecto, de las posibilidades
versalidad objetiva no es conocida por pasadas. "La reiteración es la ‘tradi­
el sujeto en su propiedad o particula­ ción’ expresa, es decir, el retroceso a
ridad específica” ( W isse n sc h a ft der posibilidades del 'ser ahí’ ‘sido ahí’"
Logik [La ciencia de la lógica], III, II, (Sein und Zeit, § 74; trad. esp.: El ser
1, B, b; trad. ital., III, p. 199). En este y el tiempo, México, 1962, F. C. E.). En
sentido, el D. es la misma necesidad este sentido el D. es “la historicidad
racional del mundo, pero en cuanto se original del ‘ser a h í'" que "ajustándose
ignora a sí misma y es, por lo tanto, al gestarse implícito en el ‘precursor es­
"ciega”. Pero en el mismo periodo ro­ tado de resuelto’ ” es la historicidad
mántico, desde el punto de vista de propia del 'ser ahí’. "La reiteración pro­
una necesidad que es "puramente ra­ pia de una ‘posibilidad de existencia’
cional”, ya se le interprete como dia­ ‘sida’ —el elegirse el ‘ser ahí’ su héroe—
léctica o como determimv mo causal, la se funda existenciariamente en el ‘pre­
palabra D. pareció derr dado fantásti­ cursor estado de resuelto’, pues única­
310
Determinación

mente en este se hace la elección que de hombre cuando se dice ‘hombre


deja en libertad para pugnar por seguir muerto’” (Sum. Log., 7, 46). Wolff me­
y ser fiel a lo reiterable. El hacerse ‘tra­ ditó mucho acerca de esta noción y
dición’, reiterando, de una posibilidad entendió por determinado "aquello de lo
‘sida’, no abre, empero, el ‘ser ahí’ 'sido cual se debe afirmar algo” (Ont. § 1 1 2 )
ahí’, para realizarlo una vez más.” El y por indeterminado "aquello de lo
concepto reaparece en Jaspers, si bien cual aún no se puede afirmar algo por
con referencia a identidad establecida cuanto no se puedan afirmar siquiera
entre el yo y su situación en el mundo. más que los contrastes” (Ibid., § 105).
El D. es la aceptación de esta identi­ Por lo demás, relacionaba esta noción
dad: "Yo lo amo como me amo a mí con la de razón suficiente, que Leibniz
porque sólo en él estoy consciente de mismo había llamado, en este sentido,
mi existir”. Tampoco aquí el D. es otra razón determinante {Ibid., § 117).
cosa que la aceptación y el reconoci­ Spinoza expresa una implicación im­
miento de la naturaleza misma de la ne­ portante de la misma noción, cuando
cesidad, la cual es, para Jarpers, la dice “Omnis determinatio est negatio"
identidad del hombre con su situación (Epist., 59), entendiendo que cada adi­
{Phit., II, pp. 218 ss.). ción de una nueva nota a un concepto
Esta última noción de D. expresa bien hace que este concepto quede privado
ciertas tendencias de la filosofía con­ de algunos de los objetos de los cuales
temporánea. Originariamente y en su antes podía ser predicado. Acerca de
larga tradición, la noción implicaba: este enlace de la D. con la negación,
í j un orden total que obra sobre el insistió Hegel en su doctrina de la dia­
hombre en particular, determinándolo; léctica {véase). Sin embargo, la D. re­
2) el hombre en singular necesariamen­ sulta, según Hegel, de un desarrollo
te no se da cuenta del orden total ni de interno y autónomo del concepto y no
su fuerza necesaria: el D. es ciego. El de adiciones. Dice Hegel: "Lo univer­
concepto contemporáneo de D. ha eli­ sal se determina y así ello mismo es lo
minado ambas características. Y por particular. La D. es su diferencia. Así
ello: 1) la determinación necesaria no es la totalidad y el principio de su di­
es la de un orden (ni siquiera para versidad, la cual está determinada so­
Nietzsche), sino la de una situación, la lamente por él mismo” {Wissenschaft
reiteración y 2) el D. no es ciego, por­ der Logik [La ciencia c. j la lógica), III,
que es el reconocimiento y la acepta­ I, 1, B). En el lenguaje filosófico con­
ción deliberada de la situación nece­ temporáneo la palabra es usada pre­
saria. ferentemente en el sentido tradicional,
como delimitación del significado. Peir-
Determinación (gr. jroóaOemq; lat. deter- ce distingue de esta manera entre D. y
minatio; ingl. d e te r m in a tio n ; franc. definición: "Un sujeto es determinado
détermination; alem . Bestimmung o con relación a todo carácter a él inhe­
Bestimmtheit; ital. determinazione). La rente o es (universal y afirmativa­
limitación de la extensión de una no­ mente) su predicado y está determina­
ción, con el enriquecimiento de su in­ do también con referencia a la nega­
tención, o el resultado de esta limita­ ción de tales caracteres en el mismo
ción. Ya Aristóteles a d o p ta b a este respecto. En todos los otros respectos,
término para indicar la nueva adición el sujeto es indeterminado. Lo defi­
de notas o características al objeto con­ nido debe ser definido en p re s e n te ”
siderado. "Hablando de D. —dice— me {Issues of P ra g m a ticism , 1905, en
refiero al paso de la unidad que es sus­ Valúes in a Universe of Chance, p. 210).
tancia privada de posición, por ejemplo, El uso que del término ha hecho Car-
al punto en que es sustancia dotada de nap se refiere, en cambio, al valor de
posición: este paso resulta de una D.” verdad de los enunciados y dice así:
{An. post., I, 27, 87 a 34 ss.). Del mis­ "Un enunciado está lógicamente deter­
mo modo, fue entendido el término en minado si su valor de verdad, que es su
la lógica medieval. Pedro Hispano dice extensión, está determinado por reglas
que "la D. restringe el concepto de semánticas” {Meaning and Necessity,
aquello con lo que se enlaza, como la § 2 ), lo que qi ’ere decir que un enuncia­
palabra ‘muerto’ restringe el concepto do está lógica Tite determinado en ca-
311
D e te r m in a n te , ju ic io
D e te rm in is m o
so de ser analítico o tautológico, en cuyo momento en que se efectúa. El D. como
supuesto su verdad es independiente mecanismo es, en realidad, predeter­
de los hechos y, en cambio, está lógica­ minación de la acción en sus antece­
mente indeterminado si es sintético y dentes.
si, por lo tanto, su verdad depende de Desde la segunda mitad del siglo x v i i i
los hechos. en adelante, la disputa entre D. e in­
determinismo ha sido la disputa entre
D e te r m in a n te , ju ic io , véase R E F L E X IV O , filósofos de la ciencia, por un lado,
JU ICIO. y filósofos de la conciencia, por el otro;
D e te rm in is m o (ingl. determinism; franc. tal parece que la ciencia no pudiera
déterminisme; alem. Determinismus; dejar de reconocer la validez universal
ital. determinismo). Con este término del principio de causa (véase c a u s a l i ­
relativamente reciente (Kant es uno de da d ) y que, por otro lado, la conciencia
los primeros en usarlo, en Religión, I, testimoniara de modo incontestable la
Observ. generales, nota) se entienden libertad del hombre (véase i n d e t e r m i ­
dos cosas: 1) la acción condicionadora n i s m o ). Una de las primeras diserta­

o necesaria de una causa o de un grupo ciones de Kant, Principktrum primorum


de causas; 2) la doctrina que reconoce cognitionis metaphysicae nova dilucida-
la universalidad del principio causal y tio (Nueva dilucidación de los prime­
que, por lo tanto, admite también la ros principios del conocimiento meta-
determinación necesaria de las accio­ físico, 1755), dirigida a la defensa de
nes humanas, por parte de sus moti­ la importancia universal del principio
vos. En el primer sentido se habla, por de causalidad, se puede considerar co­
ejemplo, del "D. de las medicinas”, del mo una de las primeras defensas del D.
"D. de los motivos” o "de las leyes”, de (cf. especialmente Prop. IX, Confutatio
los "D. sociales", etc., para indicar rela­ dubiorum). Pero quizá mucho más efi­
ciones de naturaleza causal o condicio­ caz fue la defensa que Priestley hizo del
nal. En el segundo sentido, se habla de D. en el segundo volumen de sus Dis­
la disputa entre D. e indeterminismo, quisiciones sobre la materia y sobre el
esto es, entre los que admiten o niegan espíritu (1777), intitulado Doctrina de
la necesidad causal en el mundo en la necesidad filosófica. En esta obra,
general y en el hombre en particular. Priestley afirmaba resueltamente que
El estudio de los problemas concer­ los motivos influyen en la voluntad con
nientes al significado de D. en el primer la misma certidumbre y necesidad con
sentido debe ser buscado en las voces que la fuerza de gravedad obra sobre
CAUSALIDAD, CONDICIÓN y NECESIDAD. En una piedra y que aun cuando el hombre
el segundo sentido, la palabra D. ha sido a menudo se reproche el no haber ele­
adoptada para d e s ig n a r el reconoci­ gido de otra manera, el examen de su
miento y la importancia universal de conducta demuestra que esto era impo­
la necesidad causal, la cual sí consti­ sible y que no habría podido obrar sino
tuye un orden racional, pero no fina­ de tal modo (The Doctrine of Philoso-
lista y no se presta, por tanto, a ser phical Necessity, 2* ed., 1782, pp. 37,
designada con el viejo nombre de des­ 90 ss.). Esta tesis se repite frecuente­
tino (véase). El D. se relaciona, por lo mente en la filosofía positivista del
tanto, con el mecanismo, que es la ten­ siglo xix. El D. científico fue formu­
dencia dominante en la ciencia del lado de manera clásica por Claude
siglo xix, como también con la filo­ Bemard en su Introducción al estudio
sofía que se elabora en esta fase de la de la medicina experimental (1865).
ciencia. D. es la creencia en la exten­ "El principio absoluto de las ciencias
sión universal del mecanismo, o sea, en experimentales —decía— es un D. nece­
la extensión del mecanismo mismo tam­ sario y consciente de las condiciones
bién al hombre. Como Kant lo vio (en de los fenómenos. Si un fenómeno
la nota citada), el D. auténtico es en rea­ natural cualquiera es dado, nunca un
lidad un p r e d e te rm in ism o , o sea la experimentador podrá apreciar la exis­
creencia de que la acción humana en­ tencia de una variación en la expre­
cuentra su motivo determinante en el sión de este fenómeno, sin que al mis­
tiempo que la antecede y de tal manie­ mo tiempo hayan sobrevenido condi­
ra, no está en poder ár hombre en el ciones nuevas en su manifestación. Es
312
Determinismo

más, tiene la certeza a priori de que lidad en los acontecimientos de la na­


estas variaciones están determinadas turaleza, reposan en la admisión de la
por relaciones rigurosas y matemáticas. posibilidad de observar un fenómeno
La experiencia nos muestra solamen­ sin influir en él de manera sensible...
te la forma de los fenómenos, pero la En la física atómica, sin embargo, a
relación de un fenómeno con una causa cada observación se relaciona, por lo
determinada es necesaria e indepen­ general, una perturbación finita y has­
diente de la experiencia, es forzosa­ ta cierto punto incontrolable, cosa ésta
mente matemática y absoluta. Llega­ que era de esperarse desde el principio
mos así a ver que el principio del en la física de las más pequeñas uni­
criterium de las ciencias experimenta­ dades existentes. Ya que, por otra parte,
les es idéntico, en el fondo, al de las toda descripción espacio-temporal de un
ciencias matemáticas, porque en una suceso físico está ligada a una obser­
y otra parte este principio está expre­ vación del mismo, resulta que la des­
sado por una relación de causalidad cripción espacio-temporal de los he­
necesaria y absoluta” (Introduction á chos, por un lado, y la clásica ley
l'étude de la médecine expérimentale, causal, por el otro, representan dos as­
I, 2, 7). Explícitamente Bemard exten­ pectos causales que se excluyen mutua
día también este principio a los seres y recíprocamente, en los sucesos físi­
vivientes (Ibid., II, 1, 5), y las mismas cos” (Dic physikalischen Prinzipen der
palabras con que se expresaba hacían Quantentheorie ["Los principios físicos
ver, por un lado, el carácter de axioma de la teoría cuántica”], 1930, IV, §3).
raciona], más que de exigencia empírica, Más o menos por la misma época, Max
que revestía ante sus ojos el principio Planck, el descubridor del cuanto de
del "D. absoluto" y, por otro lado, el acción, escribía que para poder salvar
rigor con que tal principio se hacía la hipótesis del D. riguroso, era nece­
valer en el campo de la búsqueda sario pensar en un Espíritu ideal, capaz
experimental. Sin embargo, fueron pre­ de abrazar todos los procesos físicos
cisamente los desarrollos experimenta­ que se desarrollan al mismo tiempo
les de la ciencia y en general los de y, por lo tanto, de predecir con certe­
la más avanzada y más madura entre za y en todos los detalles cualquier pro­
las ciencias experimentales, la física, los ceso físico. Obviamente, desde el pun­
que condujeron al abandono de lo que to de vista de tal espíritu, el principio
Claude Bemard denominaba “el prin­ de indeterminación, debido al hecho de
cipio del criterium experimental”. Pri­ que el hombre tiene que intervenir ne­
mero la teoría de la relatividad y des­ cesariamente en los procesos naturales
pués la mecánica cuántica, pusieron para poder observarlos, no valdría, ya
en crisis la noción de causalidad nece­ que tal espíritu sería, por hipótesis, in­
saria y, así, la de “D. absoluto”. dependiente de la naturaleza (Der Kau-
En 1930 Heisenberg, descubridor del salbegriff in der Physik ["El concepto
principio de indeterminación (véase) causal en la física”], 1932, pp. 24-25).
y uno de los fundadores de la mo­ Pero tal hipótesis, como es obvio, no
derna fís ic a cuántica, escribía: “El tiene fundamento alguno, ni científico
concepto de universo que resulta de la ni filosófico. Por su parte De Broglie,
experiencia cotidiana ha sido abando­ otra de las celebridades de la física
nado por vez primera en la teoría de contemporánea, afirmaba que los argu­
la relatividad de Einstein. De ella re­ mentos de Von Neumann (véase c a u s a ­
sulta que los conceptos usuales se pue­ l id a d ) han probado que: "Las leyes de
den aplicar solamente a hechos en los probabilidad enunciadas por la mecá­
cuales la velocidad de propagación de nica ondulatoria y cuántica de los fe­
la luz puede ser considerada como prác­ nómenos elementales, leyes bien proba­
ticamente infinita... Las experiencias das por la experiencia, no tienen la
acerca del mundo atómico se restrin­ forma que deberían tener si se debieran
gen, cada vez más, a una profunda re­ a nuestra ignorancia de los valores exac­
nuncia de los conceptos hasta ahora tos de determinadas variables ocultas.
habituales. En efecto, nuestra descrip­ El único camino que quedaría abierto
ción usual de la naturaleza y particu­ para una restauración del D. en la es­
larmente la idea de una rigurosa causa­ cala atómica 'rece, por lo tanto, ce-
313
D e te r m in is m o e c o n ó m ic o
D e v e n ir
rrarse ante nosotros” (Physique et Mi- D euda(ingl. debt; franc. dette; alem.
crophysique, X; trad. ital., p. 209). Schuld; ital. debito). La deuda origina­
De tal modo, el abandono de la causa­ ria es, para Kant, el pecado original o
lidad necesaria y de la doctrina del D. mal radical, por el cual el hombre,
absoluto que hizo de la causalidad el habiendo iniciado el mal, ha contraído
principio u n iv e rs a l del conocimiento una D . que no puede extinguir y que
científico, parece ser sancionado por las es la intrasmisible, por ser la más pro­
mayores autoridades científicas de nues­ pia y personal de todas las obligaciones
tro tiempo. Sin embargo, este abandono (Religión, II, 2, C). Heidegger ha lle­
no es la aceptación automática del in­ vado la noción de la esfera moral a la
determinismo, o sea del reconocimiento esfera ontológica. Ha considerado el "es­
del azar y del arbitrio absoluto en los tar en D .” como una de las manifesta­
fenómenos naturales. Como el abando­ ciones del "tener la culpa de” (Schuld
no de la noción de causa coincide con significa tanto culpa como D .). En tal
el uso cada vez más extendido y cono­ sentido, "tener una D . es un modo del
cido de la de condición (véase), de la 'ser con' otros en el campo del ‘curarse
misma manera el abandono de la no­ de’ bajo la forma de aportar, proporcio­
ción de D. absoluto, que es paralela a nar. Modos de semejante ‘curarse de’
la primera, coincide con la aceptación son también el sustraer, el quedarse con
de una forma de D. que se aclara para­ lo prestado, el reservarse, el quitar, el
lelamente a la aclaración del concepto robar, es decir, no dar satisfacción en
de condición. Al declarar no válido el alguna forma al derecho de propiedad
concepto de causa, la física contempo­ de los otros”. Pero éstas son sólo mani­
ránea ha insistido en la posibilidad de festaciones de una culpabilidad esencial
la previsión probable y al afirmar, por lo y originaria de la existencia, que es la
mismo, la decadencia del D. absoluto, de ser el fundamento deficiente en
tiende a adoptar un D. restringido o, cuanto a su finalidad, ser el fundamento
como dice el mismo De Broglie, “dé­ de un ‘no ser’. De esta culpabilidad
bil” o “imperfecto”, fundado en el re­ ontológica son manifestaciones la cul­
conocimiento de que “no todas las posi­ pa y la D . (Sein und Zeit, §58; trad.
bilidades son igualmente probables” y esp.: El ser y el tiempo, México, 1962,
que “todo estado de un sistema micros­ F. C.E.).
cópico comporta ciertas tendencias que
se expresan por las diferentes proba­ Devenir (gr. YÍyvEaOai; lat. fieri; ingl.
bilidades de las diversas posibilidades becoming; franc. devenir; alem. Wer-
en ellas encerradas” (Ibid., p. 212). En den; ital. divenire). 1) Lo mismo que
sentido, análogo, y en el dominio de las cambio. Véase m o v i m i e n t o .
ciencias sociales, Gurvitch ha hablado 2) Una forma particular del cambio,
del D. como de una simple “contingen­ la mutación absoluta o sustancial que
cia coherente” o "coherencia contin­ va de la nada al ser y del ser a la
gente” que nunca es unívoca, sino que nada. Éste es el concepto que del D.
siempre se caracteriza por constituir tuvieron Aristóteles y Hegel. Decía Aris­
una situación in te rm e d ia entre los tóteles : "El D. se dice en varios senti­
opuestos de lo continuo y lo disconti­ dos: junto a lo que deviene absoluta­
nuo, de lo cuantitativo y lo cualitativo, mente ( ojiXüíc;), hay lo que deviene esta
de lo heterogéneo y lo homogéneo, etc. o aquella cosa. El D. absoluto es propio
(Déterminismes socimix, 1955, pp. 28ss.). de las sustancias únicamente; las otras
Por lo tanto, la palabra D., más que ser cosas que devienen tienen necesaria­
abandonada, ha sufrido en el lenguaje mente necesidad de un sujeto, ya que
científico y filosófico contemporáneo la cantidad, la cualidad, la relación, el
una transformación radical. No designa tiempo y el lugar resultan sólo con
ya el ideal de la causalidad necesaria referencia a algún sujeto y mientras
y de la previsión infalible, sino el méto­ la sustancia no se puede atribuir como
do de la relación condicional y de la predicado a ninguna otra cosa, toda
previsión probable. otra cosa puede atribuirse a una sus­
tancia como predicado" (Fís., I, 7, 190 a
D e te rm in is m o e c o n ó m ic o , véase MATERIA­ 30). Por lo tanto, los principios del D.
LISMO DIALÉCTICO. son, según Aristóteles, los opuestos, en-
314
D e v o c ió n
D ia lé c tic a
tre los cuales el D. media, y la privación el fin y da al medio un valor final
de uno de ellos, ya que de "nada se (Religión, IV, 2, 1). Esta ilusión es, a
puede decir que provenga absolutamen­ su vez, la base del falso culto a Dios,
te de la nada, sino que lo que deviene, siendo el verdadero culto sólo la buena
deviene del no-ser accidental o relativo, conducta moral. El concepto de D. como
o sea la privación de lo que es el tér­ de una particular aptitud que, si bien
mino del D." (Ibid., I, 8 , 191 b 12). relacionada con la religión, no es la
Un concepto no muy diferente fue auténtica actitud religiosa, quedó fijado
expresado por Hegel con la fórmula de en las notas kantianas. Hegel, a su vez,
que el D. es la unidad del ser y de la vio en la D. una de las manifestaciones
nada. "El D. —dice Hegel— es la ver­ de la conciencia infeliz. "Su pensar, co­
dadera expresión del resultado de ser mo D., es como un vago rumor de cam­
y nada como unidad de ellos; no es panas o como una cálida nebulosidad,
solamente la unidad del ser y de la un pensar musical que no llega al con­
nada, sino la inquietud en sí” (Ene., cepto, que sería el único e inmanente
§ 8 8 ). En la gran Lógica Hegel ilustró y modo objetivo” (Phanom. des Geistes,
defendió mucho el significado de esta I, IV, 1).
definición: “La verdadera y propia im­
portancia de la proposición: ‘de la nada (ingl. Dyadic). Este adjetivo
D iá d ic o
no viene nada, la nada es nada’, está en es comúnmente usado en la lógica con­
su oposición al devenir en general y con temporánea, pero sin hacer referencia
ello también a la creación del mundo al significado del sustantivo correspon­
a partir de la nada. Los que se acalo­ diente. Una relación D. es un hecho
ran defendiendo la proposición de que relativo a dos individuos. Por ejemplo:
la nada es la nada, no se dan cuenta el hecho de que a es similar a b, que a
que en ello se encuentran con el pan­ es amante de b, o que a y b son ambos
teísmo abstracto de los eléatas y sus­ hombres, son relaciones D., en tanto el
tancialmente también con el spinozis- hecho que a de b a c es una relación
mo. La concepción filosófica por la cual triádica (cf. Peirce, Coll. Pap., 3, 625).
vale el principio de que el ser es sola­
mente ser y la nada solamente nada, Dialéctica (gr. Sicú-extijct) xá/vr); lat. dia­
merece el nombre de sistema de la iden­ léctica ; ingl. dialectic; franc. dialecti-
tidad. Esta identidad abstracta es la que; alem. Dialektik; ital. diálettica).
esencia del panteísmo” (Wissenschaft En la historia dé la filosofía este tér­
der Logik [“La ciencia de la lógica”], mino, derivado de diálogo, no tiene una
I, libro I, secc. I, cap. I, C; trad. ital., significación unívoca, de modo que pue­
p. 76). En realidad la "nada” de Hegel da ser determinado y aclarado de una
no es muy diferente de la "privación” vez por todas, sino que ha recibido
de Aristóteles y es, en efecto, una nada distintos significados diversamente em­
privativa que, como la privación aristo­ parentados entre sí y no reducibles unos
télica, entra a constituir el D. Por lo a otros o a un significado común. Sin
tanto, todas las discusiones que ha he­ embargo, se pueden distinguir cuatro
cho nacer la definición hegeliana del significados fundamentales, a saber:
D. entre los hegelianos —y asimismo 1) la D. como método de la divi­
entre los no hegelianos— hoy nos pa­ sión; 2) la D. como lógica de lo pro­
recen totalmente ociosas. bable; 3) la D. como lógica; 4) la D.
como síntesis de los opuestos. Estos
(ingl. devotion; franc. dévo-
D e v o c ió n cuatro conceptos tienen su origen en
tion; alem. Andacht; ital. devozione). las cuatro doctrinas que han influido
Según Kant, "la disposición de ánimo en la historia del término, a saber: en
que hace capaz de sentimientos de dedi­ la doctrina platónica, la doctrina aris­
cación hacia Dios”, y que se alcanza totélica, la doctrina estoica y la doctri­
mediante las prácticas del culto (ex­ na hegeliana. Sin duda es posible, a
piaciones, mortificaciones, peregrinajes, reserva de la documentación histórica
etcétera). Asignar a tal disposición el pertinente, hacer una caracterización
mismo valor que al sentimiento de su­ muy genérica de la D. que de algún
misión a Dios es, según Kant, la ilusión modo sea resu ^en de todas las demás.
religiosa, que confunde los medios con Se puede decir, nr ejemplo, que la D.
Dialéctica

es el proceso en el cual aparece un rente a la D. “dividir según géneros y


adversario que hay que combatir o una no tomar por diferente la misma forma
tesis que refutar y que, por lo tanto, ni por idéntica una forma diferente”
supone dos protagonistas o dos tesis (Sof., 253 d). En un famoso fragmento
en lucha; o bien, que es proceso que del Sofista, Platón enumera las tres
resulta de la lucha o de la antítesis alternativas fundamentales en que pue­
de dos principios, de dos momentos o de de debatirse el procedimiento D.: 1) que
dos actividades, cualesquiera que sean. una única idea impregne y abrace a
Pero se trata, según se ve, de una ca­ muchas otras, que, sin embargo, queden
racterización tan genérica que llega a separadas de ella y exteriores una a
no tener significado alguno, ni histó­ o tra ; 2 ) que una única idea reduzca
rico ni orientador. El problema his­ a una unidad muchas otras ideas, en
tórico es más bien el de individualizar su totalidad; 3) que muchas ideas que­
claramente los significados fundamen­ den enteramente distintas entre sí (Sof.
tales y las múltiples y dispares rela­ 253 d). Estas tres alternativas presentan
ciones que se cruzan entre ellos (cf. dos casos extremos: el de la unidad
“Studi sulla Dialettica”, de autores va­ de muchas ideas en una de ellas y el de
rios, en Rivista di Filosofía, 1958, n. 2). su heterogeneidad radical y,-además, un
1) La D. como método de la división. caso intermedio que es el de una idea
Éste fue el concepto que de la D. tuvo que abraza a otras, pero sin fundirlas
Platón. Conforme a él, la D. es la téc­ en una unidad.
nica de la investigación realizada por La D. consiste en reconocer, en las
la colaboración de dos o más personas, situaciones que se presentan, las posi­
mediante el procedimiento socrático de bilidades y, entre ellas, la propia posibi­
pregunta y respuesta. La filosofía, en lidad, para proceder en consecuencia.
efecto, no es para Platón una tarea Si se observa el modo como Platón ha
individual y privada, sino la obra de aplicado el procedimiento en el Fedro,
hombres que “viven juntos” y "discuten en el Sofista y en el Político, se aclaran
con benevolencia” ; es la actividad pro­ las cosas. Una vez definida la idea, es
pia de una “comunidad de la Ijbre edu­ dividida por Platón en dos partes que
cación” (Epístola VII, 344 b). La D. es denomina la izquierda y la derecha,
el punto más alto a que pueda llegar la respectivamente, caracterizadas por la
investigación asociada y se compone presencia o por la ausencia de un deter­
de dos momentos, a) El primero con­ minado carácter; después de ello, divi­
siste en llevar a una idea única las de la parte derecha en dos partes nue­
cosas dispersas y en definir la idea pa­ vamente, que también se denominarán
ra hacerla comunicable a todos (Fedr., izquierda y derecha, utilizando un nue­
265 c). En la Repiiblica, Platón dice vo carácter y así sucesivamente (Fedr.,
que por remontarse a la idea, la D. se 266 a-b). El procedimiento puede dete­
sitúa fuera de las ciencias particulares, nerse en un punto determinado, o
ya que considera a las hipótesis de las reemprenderlo, comenzándolo a través
ciencias (que siempre hacen referencia de otra idea. En fin, se podrán recoger
a lo múltiple de la sensibilidad) como o recapitular las determinaciones así
un simple punto de partida para llegar obtenidas, desde el principio hasta el
a los principios, desde los cuales se fin (Sof., 268 c). Platón se sirve de este
puede llegar más tarde a las conclu­ procedimiento en el Fedro, para definir
siones últimas (Rep., VI, 511 b-c). Pero al amor como "manía”, dividiendo des­
este segundo procedimiento, que va de pués la manía en mala (izquierda) y
los principios (o sea de las ideas) a las buena (derecha) y buscando, además,
conclusiones últimas es, en los diálo­ las determinaciones de la manía buena.
gos posteriores, explícitamente analiza­ En el Sofista, el mismo procedimiento
do como el de la división, b) El proce­ sirve para la definición de la figura del
dimiento de la división consiste “en sofista. La característica de este proce­
poder dividir de nuevo a la idea en sus dimiento es la posibilidad de la elec­
especies, siguiendo sus articulaciones ción (que se presenta en cada paso)
naturales y evitando descuartizar las de la característica apta para determi­
partes como lo haría ur aocinero torpe" nar la división en derecha e izquierda,
(Fedr., 265 d). En es» aspecto es inhe­ de manera oportuna, es decir, de tal
3 1 6
Dialéctica

manera que pueda seguir la línea de la generalmente admitidas. “Probable —di­


articulación del concepto y no “des­ ce Aristóteles— es lo que aparece como
cuartice” al concepto mismo. Por lo aceptable a todos, a la mayoría o a los
tanto, la D. platónica no es un método sabios y entre éstos, a todos o en gene­
deductivo o analítico, sino inductivo y ral a aquellos más notorios e ilustres”
sintético, más parecido a los procedi­ (Top., I, 1, 100b 21 ss.). Por extensión,
mientos de la investigación empírica más tarde se denominó dialéctico tam­
(no obstante la pretensión de Platón bién al silogismo “herístico”, esto es, al
de que se prescinda de los "sentidos") que parte de las premisas que parecen
que a los del razonamiento a priori o probables, pero que no lo son (Ibid.,
del silogismo. Lo que Aristóteles repro­ 100 b 23 ss.). Aristóteles reconocía como
cha al método de la división, esto es, no inventor de este concepto de la D. a
tener la capacidad deductiva del silo­ Zenón de Elea (Dióg. L., VIII, 57).
gismo (An. pr., I, 31, 46 a 31 ss.) no es En efecto, Zenón parte, en su impugna­
precisamente una crítica, porque el mé­ ción del movimiento, de la tesis pro­
todo platónico no quiere ser esto. Así, bable, o sea aceptada por la mayoría, de
en efecto, de “el hombre es un ani­ que el movimiento existe. El por qué
mal” y de la consiguiente división “el del uso del término “D.” en este senti­
animal es mortal o inmortal”, no resul­ do, es explicado más tarde por el propio
ta que “el hombre es mortal”, sino Aristóteles, diciendo que "mientras la
solamente que “el hombre es mortal o premisa demostrativa es la aceptación
inmortal”, pero la finalidad de la divi­ de una de las dos partes de la contra­
sión D. no es esta deducción sino la dicción, la D. es la pregunta que pre­
investigación, la elección y el uso de senta la contradicción como una alter­
las características efectivas de un ob­ nativa” (An. pr., I, 1, 24 a 20 ss.), y así
jeto, con el fin de aclarar la naturale­ hace determinada referencia al diálo­
za o, mejor, las posibilidades (Suvágei?) go. Esta noción de la D., que fue se­
del objeto mismo. El concepto platóni­ cundaria y a veces olvidada en la pri­
co de la D. no tuvo una continuación mera edad de la escolástica (en la que
directa, si bien son evidentes las rela­ prevalece el concepto estoico de la D.
ciones que tienen con él las nociones como lógica), es adoptada de nuevo,
de D. elaboradas por Aristóteles, los pero sin eliminar la otra, a partir del
estoicos y los neoplatónicos. Entre es­ siglo x i i , cuando un conocimiento más
tos últimos, Plotino señala el paso de completo del Organo aristotélico y es­
la concepción platónica de la D. a la pecialmente de los Tópicos y de los
metafísica triple de Proclo. En efecto, Elencos sofísticos llamó la atención
dice Plotino que la D. “usa el método acerca de la D. entendida como arte de
platónico de la división para distinguir la disputa y del ejercicio lógico, arte
entre la especie y un género, para defi­ que se vale de premisas probables y que
nirlo y para llegar a los géneros prime­ es, por lo tanto, D. en el sentido aristo­
ros; con el pensamiento hace de estos télico del término. En consecuencia,
géneros combinaciones complejas hasta este significado fue admitido e ilustra­
recorrer el total dominio de lo inteli­ do asimismo por los que continuaron
gible; luego, por una marcha inversa, la considerando a la D. como lógica ge­
del análisis, vuelve al principio” (Enn., neral o ciencia de las ciencias (como,
I, 3, 4). Aquí el método platónico de por ejemplo, Pedro Hispano, Summul.
la división, que para Platón es el se­ Logic., 7, 41). Solamente Juan de Salis-
gundo momento de la D., se ha conver­ bury tiende a restringir el significado
tido en el primero y a él se agrega, de la D. a la "ciencia de las cosas pro­
como segundo momento, “el retomo al bables”. Pero precisamente en este sen­
principio”, o sea a la Unidad, apuntando tido descubre nuevas aplicaciones de
así a lo que sería el esquema de Proclo. la D. (que para él resulta inútil si no
2) La D. como lógica de lo probable. está unida a otras disciplinas), ya que
Para Aristóteles, la D. es simplemente por existir la dificultad de obtener cono­
el procedimiento racional no demostra­ cimientos necesarios en el dominio de
tivo; el silogismo dialéctico es el que, las cosas naturales, las premisas natu­
en vez de partir de premisas verdade­ rales son las ñcas a las que podrá
ras, parte de premisas probables, o sea recurrirse, y é. * son, precisamente,
317
1
Dialéctica

las de la D. (Metalogicus, II, 13). A nificado con el cual los antiguos usaron
una concepción análoga parece hacer esta denominación de una ciencia o
referencia Dante, al comparar la D. con arte, del uso que de él hicieron, se
Mercurio, que es el más pequeño y puede inferir con seguridad que la D.
velado de los planetas; en efecto, "la no era para ellos más que la lógica
D. es menor en su cuerpo que ninguna de la apariencia, o sea el arte sofís­
otra ciencia, está perfectamente compi­ tico de dar a la propia ignorancia, o
lada y terminada en el texto que se más bien a las propias ilusiones volun­
halla en el Arte antiguo y en el nuevo, tarias, el tinte de la verdad, imitando
y está más velada que ninguna otra el método de la fundación que la lógi­
ciencia, ya que actúa con argumentos ca general prescribe y sirviéndose de su
más sofísticos y probables que ninguna plancha para colorear todo modo de pro­
otra” (Convivio, II, 14). Los humanis­ ceder vacío” (Ibid., Lógica trascenden­
tas, a partir de Lorenzo Valla (Dialec- tal, Intr., I I I ; cf. Grundlegung zur Met.
ticae Disputationes, II, Prol. 693) se der Sitien, I). Por otro lado, a este
refieren por lo común a la concepción mismo concepto de la D. se liga la
de la D. como “arte de la disputa" y se noción kantiana de D. trascendental co­
acercan, por lo tanto, a la retórica, mo "crítica del entendimiento y de
con la cual Nizolio la identifica explí­ la razón con respecto a su uso hiper-
citamente (De veris pr.incipiis, II, 5). físico, con la finalidad de develar la
Por otro lado Pierre de la Ramée acen­ apariencia falaz de sus infundadas pre­
tuaba en la D. el aspecto inventivo, que sunciones” (Crít. R. Pura, Lógica tras­
ya los antiguos habían reconocido a la cendental, Intr., § IV), o en otros tér­
tópica y veía en ella el arte de la in­ minos, como un kathartikon del enten­
vención y, por lo tanto, “la luz misma dimiento (Lógica, Intr., §11).
de la razón” (Dialectique, 1555, pp. 1, 3) La dialéctica como lógica. El ter­
69-119). Mas oscilando entre la retórica cer concepto de D. se debe a los estoi­
y la doctrina de la invención, la D. se cos, que la identificaron con la lógica
mantenía en el ámbito de la noción en general o, por lo menos, con la parte
aristotélica. de la lógica que no es retórica. En
Pero la más notable etapa histórica efecto, consideraron la retórica como
de esta noción se inició con la obra de la ciencia de hablar bien en los discur­
Kant, quien partía, como lo había he­ sos que conciernen a las “vías de sali­
cho Aristóteles, de una devaluación pre­ da", en tanto la D. es la ciencia de
liminar de la D. como instrumento de discutir rectamente en los discursos
conocimiento. La D. es, para Kant, una que constan de preguntas y respuestas
“lógica de la apariencia”. Esto significa (Dióg. L., VII, 1, 42). Esta identifica­
que es "una ilusión natural e inevita­ ción de la D. con la lógica en general
ble, se fundamenta en principios sub­ resultó posible por la transformación
jetivos y los cambia por objetivos”, radical que los estoicos hicieron sufrir
ilusión que está, sin embargo, "indiso­ a la teoría aristotélica del razonamien­
lublemente ligada a la razón humana to. Siendo la demostración, para ellos,
y que, por lo tanto, perdura incluso “el hacer servir a las cosas más com­
después de descubierta la raíz” (Crít. prensibles para explicar las cosas menos
R. Pura, Dialéctica trascendental, Intr., comprensibles” (Ibid., VII, 1, 45) y sien­
I). Son objeto de la D. las tres ideas do las cosas más comprensibles las
del alma, del mundo y de Dios, de las evidentes para los sentidos (Ibid., VII,
cuales la primera es fruto de un para­ 1, 46), la base de toda demostración
logismo, la segunda muestra su ilegiti­ eran los razonamientos anapodícticos
midad al dar lugar a antinomias insolu­ (véase) que se apoyan directamente en
bles y la tercera es indemostrable. Evi­ la evidencia sensible. El razonamiento
dentemente, el significado kantiano de en general era, pues, para ellos, el que
D. se identifica con el segundo de los consta de premisa y de conclusión, y
significados del término distinguidos tal es también el silogismo (Ibid., VII,
por Aristóteles, esto es, con aquel por 1, 45). Por lo tanto, su teoría del
el cual la D. es el procedimiento so­ razonamiento no permitía la distinción
fístico. Kant mismo es' olece esta rela­ entre premisas necesariamente verda­
ción : "Aun cuando sf Eferente el sig­ deras y premisas probables, sobre la
318
Dialéctica

que se fundaba, según Aristóteles, la dis­ arte de la disputa o también del razo­
tinción entre silogismo demostrativo y namiento probable cuando este concep­
silogismo dialéctico. La D. se identi­ to, a partir del siglo x i i , se difunde en
ficó así con la lógica en su totalidad, las escuelas como efecto del mejor cono­
que para ellos era una teoría de los cimiento de los Tópicos y de los Elen­
signos y de las cosas significadas, y se cos sofísticos. San Isidoro de Sevilla
definía como "la ciencia de lo verda­ había adoptado el concepto estoico
dero y de lo falso y de lo que no es ni (Etymol., II, 22-24) y el mismo concep­
verdadero ni falso” (Ibid., VII, 1, 42). to aparece también en Rabano Mauro,
Por “lo que no es ni verdadero ni falso” que repite las palabras de Agustín: "La
entendían (como resulta del fragmento D. es la disciplina de las disciplinas:
de Cicerón citado más arriba) la rela­ enseña a enseñar, enseña a aprender y
ción de la conclusión con la premisa, en ella la razón misma manifiesta lo
cuyas condiciones de verdad establece que es, lo que quiere y lo que ve” (De
la D. Clericorum Institutione, III, 20). Abe­
Esta interpretación de la totalidad lardo defiende, a su vez, la D. con las
de la lógica como D. no es un simple mismas palabras de Agustín (Ep., 13)
retomo a la concepción platónica de la y Hugo de San Víctor la considera,
dialéctica. En realidad, la lógica estoi­ según el modelo estoico y junto con la
ca, que giraba en tomo de las deduc­ retórica, como parte de la lógica racio­
ciones anapodícticas (del tipo "Si es nal (Didascalion, I, 12). Todavía en el
de día, hay luz”) no conoce razona­ siglo xm, Pedro Hispano decía en
miento que no parta de premisas hipo­ la Summulae logicales: "La D. es el
téticas y las premisas hipotéticas son arte de las artes y la ciencia de las
las que, también según Aristóteles, dan ciencias porque tiene el camino para
carácter dialéctico al razonamiento. La llegar a los principios de todos los mé­
doctrina estoica de la D. fue la más todos. En efecto, solamente la D. puede
difundida en la Antigüedad y en la discutir con probabilidad los principios
Edad Media. La adoptó Cicerón, que de todas las otras artes y, por lo tanto,
entendía por D. "el arte que enseña a la D. debe estar en primer término en el
dividir una cosa entera en sus partes, aprendizaje de las ciencias” ( 1 .0 1 ).
a explicar una cosa escondida con una 4) La D. como síntesis de los opues­
definición, a aclarar una cosa oscura tos. El cuarto concepto de la D. es el
con una interpretación, a discernir pri­ formulado por el idealismo romántico
mero y luego a distinguir lo que es y en particular por Hegel, cuyo prin­
ambiguo y, por último a obtener una cipio aparece por vez primera en Fichte
regla con la cual se juzgue lo verdadero en la Doctrina de la ciencia, de 1794,
y lo falso y se juzgue si las consecuen­ como "síntesis de los opuestos por me­
cias resultan de las premisas conside­ dio de la determinación recíproca”. Los
radas” (Brut., 41, 152; cf. asimismo opuestos de que hablaba Fichte eran el
De or., II, 38, 157; Tuse., V, 25, 72; Yo y el No-yo y la conciliación se
Acad., II, 28, 91 [trad. esp.: Cuestiones daba, según Fichte, por la posición del
académicas, México, 1944, F.C.E.]; Tóp., No-yo por parte del Yo y por la deter­
2, 6 ). Quintiliano (Inst. or., XII, 2, 13) minación que del No-yo se refleja a
y Séneca (Ep., 1, 1) aceptan este con­ su vez sobre el Yo, produciendo la re­
cepto de la D. que igualmente se vuelve presentación en él (Wissenschaftslehre,
a encontrar en la patrística oriental, §4, E). Pero para Hegel, la D. es "la
en Orígenes y en San Gregorio el Tau­ naturaleza misma del pensamiento”
maturgo, por ejemplo (De hominis opi- (Ene., § l 1), ya que es la resolución
ficio, 16) y en la patrística latina, por de las contradicciones en las cuales
ejemplo, en San Agustín (De ordine, queda envuelta la realidad finita que,
13, 38). A través de la tradición de estos como tal, es objeto del entendimiento.
escritores y de la obra de Boecio (Ad La D. es "la resolución inmanente en la
Cic. Top., I, P. L., 64°, col. 1047) la noción cual la unilateralidad y limitación de
de la D. como lógica general, según el las determinaciones intelectuales se ex­
concepto expuesto, perdura durante to­ presa como lo que ella es, o sea, como
da la Edad Media, ya que coexiste con su negación. 1 to finito tiene de propio
el concepto más restringido de D. como el hecho de s rimirse a sí mismo.
319
Dialéctica

La D. es, por lo tanto, el alma del va. .. Divisamos, por fin, tierra; no hay
progreso científico y el principio por en Heráclito una sola proposición que
el cual solamente la relación inmanente nosotros no hayamos procurado reco­
y la necesidad entran en el contenido ger en nuestra Lógica" (Geschichte der
de la ciencia; así como en ella, sobre Philosophie, ed. Glockner, I, p. 343;
todo, está la verdadera y no extrínseca trad. esp.: Historia de la filosofía, I,
elevación sobre lo finito” (Ibid., §81). p. 258, México, 1955, F. C. E.). Por otro
La D. consiste: 1) en la posición de un lado, fue Proclo quien descubrió el ca­
concepto "abstracto y limitado” ; 2) en rácter triádico del procedimiento dia­
la supresión de este concepto como algo léctico, considerando este procedimien­
"finito” y en el paso a su opuesto; to como la derivación de las cosas del
3) en la síntesis de las dos determina­ Uno y su retomo al Uno. En efecto,
ciones precedentes, síntesis que con­ según Proclo, tal movimiento doble
serva "lo que hay de afirmativo en su consta de tres momentos: 1) la perma­
solución y en su tránsito”. Estos tres nencia inmutable de la Causa en sí
momentos son denominados por Hegel, misma; ,2) el proceder de ella el ser
momento intelectual, momento dialéc­ derivado que, por su semejanza con
tico y momento especulativo o positivo ella, permanece junto y al mismo tiem­
racional, respectivamente. Pero la D. po se aleja; 3) el retorno o conversión
no es sólo el segundo de estos momen­ del ser derivado a su causa originaria
tos; es más bien el conjunto del movi­ (Inst. Theol., 29-31). De tal modo, dice
miento, especialmente en su resultado Hegel, Proclo “no se contenta con de­
positivo y en su realidad sustancial. En jarla [la Trinidad] en sus momentos
efecto, la identidad entre racional y abstractos. Lejos de ello, examina por
real, que es el principio de la filosofía sí misma cada una de estas tres de­
hegeliana, significa que la naturaleza terminaciones abstractas de lo absolu­
del pensamiento es la naturaleza mis­ to, como una totalidad de la Trini­
ma de la realidad. La D . es, por lo tanto, dad, obteniendo así una Trinidad
no sólo la ley del pensamiento, sino la real” (Geschichte der Philosophie, ed.
ley de la realidad y sus resultados no Glockner, III, pp. 73 ss.; trad. cit., III,
son puros conceptos o conceptos abs­ p. 60, México, 1955, F. C. E.).
tractos, sino "pensamientos concretos”, En la filosofía moderna y contempo­
o sea, realidao.s verdaderas y propias, ránea la palabra D. conserva, con mu­
realidades necesarias, determinaciones cha frecuencia, el significado hegeliano.
o categorías eternas. Toda la realidad En efecto, por un lado, este significado
se mueve o deviene, según Hegel, dia­ se conserva en las numerosas ramifica­
lécticamente, y por lo tanto la filosofía ciones del idealismo romántico y, por
hegeliana ve en todas partes tríadas otro lado, adopta puntos de vista dife­
de tesis, antítesis y síntesis, en las cua­ rentes al del idealismo, pero que utili­
les la antítesis representa la "nega­ zan todavía la noción en tomo a la
ción”, "el opuesto” o "la alteridad” de cual giraba esta teoría. En la primera
la tesis y la síntesis constituye la uni­ dirección se puede observar que la de­
dad y al mismo tiempo la verdad de nominada "reforma” que Gentile se jac­
una y de otra. Hegel vio los anteceden­ tó de haber hecho a la D. hegeliana, fue
tes remotos de esta D ., cuyo precedente simplemente la distinción entre la D. de
inmediato es, según se ha dicho, Fichte, lo "pensado”, o sea del objeto del pensa­
en Heráclito y en Proclo. En efecto, miento, y la D. del “acto pensante”,
Heráclito no solamente concebía lo ab­ esto es, del conocimiento o del Espíritu
soluto como "unidad de los opuestos", absoluto. Pero cada una de estas dos D.
sino que concibió esta unidad como distinguidas por Gentile, se configura
objetiva o "inmanente al objeto", a como síntesis de los opuestos: síntesis
diferencia de Zenón, que consideraba de objetividades opuestas objetivamen­
las contradicciones como puramente te, tal como la D. de lo pensado, sín­
subjetivas y que, por lo tanto, fue una tesis del Yo y del No-yo, la D. de lo
especie de Kant de la Antigüedad. "He­ pensante (Spirito come atto puro, VIII,
ráclito —dice Hegel— es *1 primer pen­ 6 ). Pero con ello el concepto de la D.
sador en quien nos encr .ramos con la no adquiere nada nuevo. Como tam­
idea filosófica en su r n a especulati­ poco es innovado por la distinción, esta­
320
Dialéctica

blecida por Croce, entre el "nexo de los justamente este reconocimiento cons­
distintos” (o sea entre las varias catego­ tituye el punto central de la concep­
rías espirituales del pensar, del obrar ción D. de la naturaleza” (Anti-Dühring,
y de sus formas) y la “D. de los opues­ Pref. a la 2* ed.; trad. esp.: Anti-
tos", que sería la unidad y la posición Dühring, Madrid, 1932, Cénit). Según
entre bello y feo, verdadero y falso, Engels, las leyes de la D. pueden ser
bien y mal, útil e inútil, en el sentido derivadas por abstracción tanto de la
de cada forma espiritual (Lógica, I, historia de la naturaleza, como de la his­
cap. 6 ). Por otro lado, la noción de D. toria de la sociedad humana. “No son
ha sido utilizada por Marx, Engels y sus otra cosa que leyes más generales de
discípulos en el mismo sentido que entrambas fases de la evolución y del
Hegel le había atribuido, pero sin el pensamiento mismo” (Dialéctica de la
significado idealista que tenía en el sis­ naturaleza, Dialéctica; trad. ital., p. 56).
tema hegeliano. Lo que Marx reprocha Con todo ello, la noción de D. siguió
al concepto hegeliano es que la D., para sustancialmente inmutable, como ha se­
Hegel, es conciencia y permanece en guido en lo general en los escritores
la conciencia no tomando el objeto, la modernos que de ella hacen uso. Por
realidad, la naturaleza, sino el pensa­ lo tanto, se puede decir que el concep­
miento y como pensamiento. Toda la to 4) de la D. sigue estando caracte­
filosofía hegeliana vive, según Marx, en rizado por los puntos siguientes: a) la
la "abstracción” y, por lo tanto, no des­ D. es el paso de un opuesto a otro;
cribe la realidad o la historia, sino sólo b) este paso es la conciliación de los
su imagen abstracta, que finalmente es dos opuestos; c) este paso (y por lo
puesta como suprema verdad en el "Es­ tanto la conciliación) es necesario. Este
píritu absoluto” (Manuscritos económi­ último punto es el que opone en forma
co-filosóficos, III; trad. esp. en E. más radical la D. hegeliana a los otros
Fromm, Marx y su concepto del hom­ tres conceptos de D., en los cuales la
bre, México, 1962, F. C. E., pp. 180 ss.). ausencia de la necesidad constituye
Marx afirmaba, por lo tanto, la exigencia la característica común.
del paso de la D. de la abstracción a La mayor parte de los filósofos mo­
la realidad, del mundo cerrado de la dernos y de todos los que adoptan la
"conciencia” al mundo abierto de la na­ palabra, hacen referencia a estas tres
turaleza y de la historia. "El hecho tesis. La única excepció: a este respec­
de que la D. sufra en manos de Hegel to es Kierkegaard, quien solamente
una mistificación —escribe— no obsta acepta la primera de ellas. Para él la
para que este filósofo fuese el primero D. es en general el reconocimiento de
que supo exponer de un modo amplio lo positivo en lo negativo (Diario, X4,
y consciente sus formas generales de A, 456), una relación entre los opuestos
movimiento. Lo que ocurre es que la que no mengua ni anula la oposición
P. aparece en él invertida, puesta de ca­ y no determina un paso necesario a
beza. No hay más que darle la vuelta, la conciliación o a la síntesis, sino que
mejor dicho, ponerla de pie, y en segui­ permanece estáticamente en la oposi­
da se descubre bajo la corteza mística ción misma. Así, por ejemplo, dice
la semilla racional” (Capital, I, 1 , Kierkegaard: "El estar solo y el tener
Postscr. a la 2’ ed.; trad. esp.: El capi­ a todos contra sí es, en sentido dialéc­
tal, p. xxiv, México, 1959, F. C. E.). tico, tener todos para sí, porque el
Reanudando la tentativa de Marx, hecho de que todos están contra, ayuda
Engels concibió la D. como síntesis de a hacer evidente el hecho de estar
las oposiciones (aunque relativas y solo” (Ibid., VIII, A 124). Y a menudo
parciales) que la naturaleza realiza en a esta D. sin conciliación la denomina
su devenir. "El reconocimiento —de­ "D. de la inversión” o "D. doble” (Ibid.,
cía— de que estas oposiciones y dife­ VIII, A 84; VIII, A 91). Si bien no se
rencias se hallan presentes en verdad puede decir que este uso de Kierke­
en la naturaleza, pero con una validez gaard esté conforme al concepto hege­
sólo relativa, y que, en cambio tal rigi­ liano de la D., está estrechamente em­
dez y tal validez con las cuales se parentado con uno de sus elementos
presentan es introducida en la natura­ y, en todo c a \ no propone un nuevo
leza solamente por nuestra reflexión; significado de ‘érmino. Para indicar
321
Dialelo
Dianoético
la relación de oposición no concilia­ tores (Fedr., 275 c; desconfianza que
da, el término más apto es el de ten­ quizás había llevado a Sócrates a no
sión (véase). Por otra parte, el carácter escribir nada y a concentrar toda su
opuesto de la D. hegeliana, o sea el de actividad en la conversación con ami­
la unidad, ha sido tomado por Sartre gos y discípulos) establece también la
como definición de toda la D.: "La D. superioridad del D. como forma litera­
es actividad totalizadora; no tiene otras ria, que intenta reproducir el giro de la
leyes que las reglas producidas por la conversación y, en general, de la inves­
totalización en curso y éstas concier­ tigación asociada. Fue, por cierto, este
nen evidentemente a las relaciones de motivo el que indujo a Platón a man­
la unificación con lo unificado, es de­ tenerse fiel a la forma dialogada en
cir, a los modos de la presencia eficaz sus escritos y a rechazar la pretensión
del devenir totalizador en las partes del tirano Dionisio de reducir su filo­
totalizadas” (Critique de la raison dia- sofía a la forma de un sumario (Epís­
tectique, 1960, pp. 13940). tola VII, 341 b). La exigencia del D. está
La noción de D., por lo tanto, ha presente, de modo más o menos claro,
asumido en su historia cuatro signifi­ en todas las formas de la dialéctica
cados fundamentales, emparentados en­ (véase supra) y no se puede decir que
tre sí, pero diferentes. Aun cuando el esté nunca completamente ausente de
último sea el más difundido actual­ la investigación filosófica, que más que
mente en la filosofía y al cual hace ninguna otra procede por medio de la
frecuente referencia el uso de la pala­ discusión de las tesis de los otros y
bra en el lenguaje común ("D. de la de la polémica incesante entre las di­
historia”, "D. de la vida política”, "D. ferentes direcciones. Por lo demás, el
espiritual”, "D. de los partidos", etc.), principio del D. implica la tolerancia
es también el significado más desacre­ filosófica y religiosa (véase t o l e r a n c ia ),
ditado, por haber sido usado como una en un sentido positivo y activo y , por
especie de fórmula mágica que puede lo tanto, no como tolerancia de la exis­
justificar todo lo que ha ocurrido en tencia de otros puntos de vista, sino
el pasado y lo que se espera suceda como reconocimiento de su igual legi­
en el futuro. Si se ha de hacer en el timidad y como buena voluntad de en­
futuro un uso científicamente fructí­ tender sus razones. En este sentido,
fero de la pal«ora D., este cuarto sig­ el principio del D. fue una adquisición
nificado no será, por cierto, el que su­ fundamental que pasó del pensamien­
ministre las reglas de tal uso. to griego al pensamiento moderno y
que en la edad contemporánea conser­
D ia le lo , véase c ír c u l o . va un valor normativo eminente (cf.
G. Calogero, Logo e Dialogo, 1950).
Diálogo (gr. BiáX-oyos; lat. dialogus; ingl.
dialogue; franc. dialogue; alem. Dialog; (gr. S u tv o T irttx ó ; ; ingl. dianoe-
D ia n o é tic o
ital. dialogo). Para buena parte del tic; franc. d ia n o é tiq u e ; alem. dia-
pensamiento antiguo hasta Aristóteles, no'étik; ital. dianoético). Intelectual. La
el D. no es solamente uno de los mo­ palabra griega, a d a p ta d a a las len­
dos en que puede expresarse el discurso guas modernas, se usa casi exclusiva­
filosófico, sino su modo propio y privi­ mente en la expresión "virtudes diano-
legiado, porque este discurso no es he­ éticas” que, según Aristóteles, indica las
cho por el filósofo a sí mismo ni lo virtudes propias de la parte intelectual
encierra en sí mismo, sino que es un del alma, en cuanto se distinguen de
conversar, un discutir, un preguntar las virtudes éticas o morales que per­
y responder entre personas asociadas tenecen a aquella parte del alma que,
en el común interés de la investiga­ aun estando privada de razón, puede,
ción. El carácter asociado de la inves­ en cierta medida, obedecer a la razón
tigación, tal como los griegos la conce­ misma (Ét. N ic , I, 13, 1102 b). Las vir­
bían en el periodo clásico, encuentra su tudes dianoéticas son, según Aristóte­
expresión natural en el D. La descon­ les, cinco: el arte, la ciencia, la cordu­
fianza de Platón hacia lo» discursos es­ ra, la sabiduría, el e n te n d im ie n to
critos, por cuanto no r*' anden a quien (Ibid., VI, 3, 1139b 15). Acerca de ellas
los interroga ni eligen sus interlocu­ véanse las voces pertinentes.
322
D ián o ia
D ife re n c ia
(gr. fiióvoia). El conocimiento
D iá n o ia método diairético propio de la dialéc­
discursivo en cuanto procede derivando tica platónica (Platón, Gorg., 500 d;
conclusiones de premisas. Así define Pot., 302 e; cf. Leibniz, Nouv. Ess., III,
Platón a la D. (Rep., VI, 510b) y así la 3, 10).
define Aristóteles que, por tanto, ve 2) El nombre clásico (cf. Arist., Fís.,
en ella el conocimiento científico "en VI, 9, 239b 18) del primer argumento
cuanto tiene que ver con ‘causas y de Zenón de Elea contra el movimien­
principios’” (Met., V, 1, 1025b 25). La to, argumento que se puede exponer
palabra equivale, más o menos, a lo así: para ir de A a B, un móvil debe
que nosotros entendemos por razón en antes recorrer la mitad del trayecto
sentido objetivo e implica, en el uso A-B; y antes aun la mitad de esta
platónico y aristotélico, cierta contra­ mitad, y así sucesivamente, de tal ma­
dicción con el sentido específico de nera no llegará nunca a B (Arist., Fís.,
nous o entendimiento, en cuanto desig­ VI, 9, 239 b 10; Ibid., VI, 2, 233 a 20).
na la facultad, considerada superior, de
intuir los principios últimos, de los que Dictum, véase s ig n if ic a d o .
surgen los mismos procedimientos ra­ Dictum de omni et nullo. Es el princi­
cionales (véase d is c u r s iv o ).
pio en que se funda el silogismo; lo
D ia n o io lo g ía (alem. Dianoiologie). Así que se predica de todos, se predica
denominó Lambert a la primera de las también de algunos y de los singulares
c u a tro p a rte s de su Nuevo órgano y lo que no se predica de ninguno, no
(1764), esto es, la que estudia las le­ se predica tampoco de algunos o de
yes formales del pensamiento. Con ella los singulares. Por ejemplo, si todo
no hace más que reproducir la lógica hombre es mortal, también algunos hom­
formal de Wolff. bres son mortales y lo es Sócrates
como hombre singular, etc. (Arist., An.
D ia s te m a (gr. Siáarnuo). Precisamente, pr., I, 1, 24 b 26; Pedro Hispano, Summ.
intervalo. En la lógica aristotélica se Log., 4.01; Jungius, Lógica, III, 11, 4-5;
denomina D. a la conjunción del sujeto Wolff, Log., § 346; Kant, Logik, § 63;
con el predicado, o sea a la proposición Hamilton, Lectures on Logic, I, p. 303,
(An. Pr., I, 4, 26 b 21; An. Post., I, 21, etc. Véase s il o g is m o .
82b 7; etc.).
D id á c tic a m o ra l (ingl. ethical didactics;
D ia tr ib a (gr. óiaxoiflTi; lat. diatriba; ingl. franc. didactique moraie; alem. ethi-
diatribe; franc. diatribe; alem. Dia- sche didaktik; ital. didattica morale).
tribe; ital. diatriba). Breve disertación Según Kant, una parte de la doctrina
ética. El término aparece también como moral del método, que concierne al es­
título de algunas obras atribuidas a tudio de la virtud. La exigencia de
los estoicos Zenón y Oleantes y a otros una D . moral depende del hecho de que
filósofos antiguos. la virtud no es innata y, por lo tanto,
puede y debe ser enseñada (Met. der
D ib a tis . P a la b ra mnemotécnica usada Sitten, II, § 49).
por la Lógica de Port-Royal para seña­
lar el sexto modo del silogismo de pri­ D ife re n c ia (gr. 8 ia<po(>á; lat. differentia,
mera figura (o sea, el Dabitis), modifi­ ingl. difference; franc. différence; alem.
cado en el sentido de tomar por premisa Differenz; ital. differenza). La deter­
mayor la proposición en la que entra minación de la alteridad. La alteridad
el predicado de la conclusión. El ejem­ no implica, por su cuenta, determina­
plo es el siguiente: “Algún loco dice la ción alguna; por ejemplo, "a es otro
verdad; todo el que dice la verdad me­ que b”. La D. implica una determina­
rece ser seguido; por lo tanto, merecen ción : a es diferente a b en el color o
ser seg u id o s algunos que no dejan en la forma, etc. Esto quiere decir que
de ser locos” (Amauld, Logique, III, 8 ). las cosas pueden diferir sólo en c u a n
tienen en común la cosa en que di k
D ic o to m ía (gr. 8 ixoxo(úa; ingl. dicho- ren: por ejemplo, el color, la rigura, ^
tomy; franc. dichotomie; alem. Dichoto- forma, etc. Según Aristóteles, 9 ue ^
mie; ital. dicotomía). 1) La división tableció claramente estas distincn >
de un concepto en dos partes, según el las cosas d il -en en el genero si
323
D ife re n c ia , m é to d o d e la
D ig n id a d
nen la materia en común y no se trans­ zierung; ital. differenziazione). El paso
forman una en otra, por ejemplo, en de lo homogéneo a lo heterogéneo que,
caso de ser cosas que pertenecen a di­ según Spencer, es la naturaleza funda­
ferentes c a te g o ría s ; difieren en la mental de la evolución (First Princi­
especie si pertenecen al mismo género pies, cap. XV). Véase evolución .
(Met., X, 3, 1054 a 23).
La D. fue incluida por Porfirio en las D ife re n c ia l, n s ic o lo g ía (ingl. differential
cinco voces (véase) o sea, entre los cin­ psychotogy; franc. psychologie différen-
co predicables mayores. Porfirio deno­ tielte; alem. differentielle Psychologie;
minó constitutiva la D. respecto de la ital. psicología differenziate). Con este
especie y divisiva, con referencia al gé­ nombre se indica el conjunto de las
nero; por ejemplo, la racionalidad es técnicas psicológicas que sirven para
la D. que constituye la especie humana comprobar los modos y la capacidad
y la separa de las otras del mismo gé­ de reacción de un individuo y que, por
nero. Distinguió por lo demás: la D. lo tanto, pertenecen a la parte de la
común, que es la que consiste en un psicología que se ocupa de la persona­
accidente separable, por ejemplo, entre lidad y sus aplicaciones, o sea, la psi-
Sócrates sentado y Sócrates no senta­ cotecnia (véase).
do; ¡a D. propia, que es cuando una D ig n id a d (lat. dignitas; ital. degnitá).
cosa difiere de otra por un accidente Así tradujeron los escolásticos, siguien­
inseparable, por ejemplo, por la racio­ do el ejemplo de Boecio, la palabra
nalidad (Isag., 9-10). Estas distinciones axioma (cf. por ejemplo, Santo Tomás,
se reprodujeron en la lógica medieval In. Met., III, 5, 390). Vico conservó
(Pedro Hispano, Summ. Log., 2.11, 2.12). también la palabra misma, y sus "D.”
Son todavía aceptadas por lo común, expuestas en la p a rte de la Sc i e nz a
tanto fuera como dentro de la filosofía. Nuova (trad. esp.: Ciencia Nueva, Mé­
D ife re n c ia , m é to d o d e la (ingl. method xico, 1941, F. C. E.) que intituló "De los
of difference; franc. m é th o d e de la elementos” constituyen los fundamen­
différence; alem . differenz Methode; tos de su obra. "Propongamos ahora
ital. método delta differenza). Uno de aquí —dice— los siguientes axiomas o
los cuatro métodos de la investigación D. tanto filosóficos como filológicos,
experimental enumerados por Stuart unas cuantas preguntas razonables y
Mili, precisamente el que expresa la si­ discretas, con otras tantas definiciones
guiente regla: “Si un caso en el cual claras; las cuales, así como por el
un fenómeno investigado tiene lugar cuerpo animado corre la sangre, deben
y un caso en que no tiene lugar, tie­ correr y animar esta ciencia por den­
nen todas las circunstancias en común, tro, en todo lo que razona acerca de la
salvo una sola que tiene lugar única­ común naturaleza de las naciones”.
mente en el primero, la circunstancia D ig n id a d (ingl. dignity; franc. dignité;
en la que los dos casos difieren es el álem. Würde; ital. dignita). Como “prin­
efecto o la causa, o una parte indispen­ cipio de la dignidad humana” se en­
sable de la ca u sa del fen ó m en o ” tiende la exigencia enunciada por Kant
(Logic, III, 8 , § 2). Véanse concom itan ­ como segunda fórmula del imperativo
c ia ; concordancia ; residuo .
categórico: "Obra de manera de tratar
(ingl. ontological
D ife re n c ia o n to ló g ira a la h u m an id a d , tanto en tu perso­
difference; franc. différence ontologi- na como en la persona de otro, siempre
que; alem. ontotogische Differenz; ital. como un fin y nunca sólo como un
differenza ontologica). Es, según Hei- medio” (Grundlegung zur Met. der Sit­
degger, la D. entre el ser y el ente, y ien, II). Este imperativo establece, en
consiste en la trascendencia del ser ahí, efecto, que todo hombre, y más bien
esto es, en su relacionarse con el ser todo ser racional, como fin en sí mis­
mediante la comprensión de éste (Vom mo, posee un valor no relativo (como
Wesen des Grandes ["Sobre la esencia es, por ejemplo, un precio) y sí intrín­
del fundamento”], I; trad. ital., p. 24). seco, esto es, la dignidad. "Lo que
tiene un precio puede ser sustituido
D ife re n c ia c ió n (ingl. di f f r e n tia tio n ; por cualquier cosa equivalente; lo que
franc. différentiation; m. Differen- es superior a todo precio y, que por
324
D ilem a
D io n isia c o , e s p íritu
tanto, no permite equivalencia alguna, puesta del padre fuera falsa y, por tan­
tiene una £>.". Sustancialmente, la D. to, cesaría su derecho a la restitución
de un ser racional consiste en el he­ (Schol. ad Hermog., ed. Walz, IV, p.
cho de que él "no obedece a ninguna 170). Parecido D. es el que se contaba
ley que no sea instituida también por acerca de Protágoras, que demanda a
él mismo”. La moralidad, como con­ su discípulo Evatlo, de quien, por un
dición de esta autonomía legislativa pacto debería recibir honorarios en
es, por lo tanto, la condición de la D. cuanto ganara la primera causa. Pro­
del hombre, y moralidad y humanidad tágoras pensaba que Evatlo debería
son las únicas cosas que no tienen pagarle en cualquier caso: si ganaba
precio. Estos conceptos kantianos re­ la causa, por el pacto, y si la perdía,
aparecen en el escrito de F. Schiller, por la sentencia. Pero Evatlo podría
De la gracia y la D. (1793): “El domi­ responderle: "No te pagaré en ningún
nio de los instintos mediante la fuerza caso: si pierdo, por el pacto y si gano,
moral es la libertad del espíritu, y la por la sentencia". En este caso, el D.
expresión de la libertad del espíritu en era para el juez (Aulo Gelio, Noct. act.,
el fenómeno se llama D.” ( Ueber Anmut V, 10).
und Würde en Werke, ed. Karpeles, XI, En la lógica medieval los argumentos
p. 207; trad. esp.: De la gracia y la dig­ de esta naturaleza se denominaban más
nidad, 1937). En la incertidumbre de bien insotubilia u obtigaticmes (véase
las valoraciones morales del mundo con­ a n t in o m ia s ). El término se encuentra
temporáneo, acrecentada por las dos en cambio, en la lógica renacentista
Guerras Mundiales, se puede decir que (cf., por ejemplo, L. Valla, Dialect. Dis-
la exigencia de la D. del ser humano put., III, 13) y de ésta pasa a la lógica
ha superado la prueba, revelándose de Jungius (Lógica Hamburgensis, 1638,
como una piedra de toque fundamen­ III, 29, 1) y a la Lógica de Amauld
tal para la aceptación de los ideales o (III, 16). El D., en este sentido, fue
de las formas de vida instauradas o pro­ llamado por Hamilton sophisma hetera
puestas, ya que las ideologías, los par­ zeteseos o sofisma de contra-interrcga-
tidos y los regímenes que explícita o ción ( Lectures on Logic, I, p. 466).
implícitamente han contravenido este 2) Más tarde se ha denominado D.
teorema han demostrado ser ruinosos a cierta forma de inferencia del tipo
para sí y para los demás. siguiente: "Toda cosa es o P o Ai; S no
es M; por lo tanto, S es P (cf. Peirce.
Dilema (gr. S i l . T i m i a ; lat. d i l e m m a ; Coll. Pap., 3.404). Este segundo signi­
ingl. dilemma; franc. dilemme; alem. ficado de D. ya fue distinguido del
Dilemma; ital. dilemma). 1) Este tér­ precedente por Jungius (Log. Hamburg.,
mino (que significa "premisa doble”) III, 29, 10) y es descrito como "silo­
comenzó a ser usado por los gramáti­ gismo hipotético-disyuntivo” por Kant
cos y lógicos del siglo n (cf. Hermóge- (Lógica, § 79) Hamilton (Lectures on
nes, De inv., IV, 6 ; Galeno, Int. log., Logic, I, pp. 350ss.) y otros escritores
VI, 5) para señalar los razonamientos posteriores.
insolubles o convertibles (S.-eoqoi óv-
riciTQEtpovTa) que, según el testimonio (ingl. dimensión; franc. di­
D im e n s ió n
de Diógenes Laercio (VII, 82-83), se ha­ mensión; alem. A u s d e h n u n g ; ital.
llaban con frecuencia en los libros ló­ dimensione). Con este término se en­
gicos de los estoicos. Uno de estos D. tiende todo plano, grado o dirección
era denominado "del cocodrilo": un en que se pueda efectuar una investi­
cocodrilo roba a un niño y promete al gación o realizar una acción. Se habla
padre restituírselo en caso de que adi­ así de "D. de libertad" para designar
vine lo que el cocodrilo va a hacer: los grados de la libertad misma o las
restituir o no al niño. Si el padre direcciones en que puede manifestar­
responde que el cocodrilo no lo resti­ se o de "D. de una investigación” para
tuirá, nace el D. para el cocodrilo; en designar los diferentes planos o niveles
efecto, si no lo restituye haría verda­ a los cuales puede ser conducida.
dera la respuesta del padre y, por el
pacto, tendría que restituir al niño, D io n isia c o , e s | :i u(alem. diotiysischer
pero si lo restituye haría que la res- Geist). El prii no opuesto al espíritu
325
Diorisma
Dios
apolíneo (véase); fue más tarde en­ cuatro formas de distinguir histórica­
tendido por Nietzsche como la actitud mente las concepciones de D., que apa­
inherente al superhombre y como el recen en la historia de la filosofía oc­
fundamento de la “trasmutación de los cidental, tienen la ventaja de seguir
valores” que Nietzsche se proponía. En con suficiente fidelidad las articulacio­
efecto, Dionisios es, para Nietzsche “la nes históricas de la noción examinada,
afirmación religiosa de la vida total, o sea, los puntos en torno a los cuales
no renegada ni quebrada”. Es, en otros han girado las mayores polémicas.
términos, el símbolo de la aceptación
integral y entusiasta de la vida en to­ 1. Dios y el m u n d o
dos sus aspectos y de la voluntad de
afirmarla y de r e p e tir la (Witle zur El aspecto por el cual D. es causa,
Machí, ed. 1901, § 479; trad. esp.: La es el aspecto fundamental de D. Las
voluntad de dominio, Madrid, 1932). formas del ateísmo (véase) son nega­
ciones de la causalidad de Dios. Pero
Diorisma (gr. 8 iooujp,óg; ingl. diorism; tal causalidad ha sido entendida de
franc. diorisme; alem. Diorismus; i tal. modo diferente a lo largo de la his­
diorisma). Enunciación de un proble­ toria de la filosofía, y según tales di­
ma o delimitación de su posibilidad. ferencias es posible distinguir las tres
Término usado por los matemáticos concepciones siguientes: A) D. como
griegos. creador del orden del mundo, o sea
como causa ordenadora; B) D. como
Dios (gr. 0eóg; lat. Deus; ingl. God; naturaleza del mundo, o sea como cau­
franc. Dieu; alem. Goít; ital. Dio). Dos sa necesaria; C) D. como creador del
son las cualificaciones fundamentales mundo, o sea como causa creadora.
que los filósofos (y no solamente ellos) A) Dios como creador del orden del
han atribuido y atribuyen a D.: la de mundo. Esta concepción es probable­
causa y la de bien. Por la primera, D. mente la más antigua en la historia
es el principio que hace posible el de la filosofía; el primero que la enun­
mundo o el ser en general. Por la se­ ció claramente fue Anaxágoras, que
gunda, es fuente o garantía de todo lo consideró a la Inteligencia como la
que de excel nte hay en el mundo y, divinidad que ordena el mundo (Aecio,
sobre todo, en el mundo humano. Se I, 7, 14). El carácter creador de la In­
trata, como es evidente, de calificacio­ teligencia se reconoce por el hecho de
nes muy genéricas, que adquieren un que Anaxágoras negaba, como lo testi­
sentido preciso solamente en el ámbito monia Alejandro (De fato, 2) la existen­
de las particulares filosofías que las cia de un destino necesario, lo que
adoptan. Podemos, por lo tanto, dis­ quiere decir que consideraba a la Inte­
tinguir entre sí las varias concepciones ligencia misma como causa libre y,
de D. precisamente por los significados por lo tanto, creadora (véase creación ).
específicos que tales cualificaciones ad­ Pero no se trataba por cierto de una
quieren, y por lo tanto: 1) con referen­ creación a partir de la nada, como no
cia a la relación de D. con el mundo, se trató de creación a partir de la nada
respecto al cual D. es causa; y 2) con en la doctrina de Platón y Aristóteles.
referencia a la relación de D. con el Para Platón D. es el Artífice o Demiur­
orden moral, respecto al cual D. es go del mundo, cuya potencia creadora
bien. Ya que por lo demás la divinidad está limitada: 1) por el modelo que
puede ser concebida como participa­ imita y que es el mundo de las sustan­
ción de varios entes, o como propia cias o realidades eternas (Tim., 29 a);
de un ente solamente y ya que, por 2) por el molde material que con su
otro lado, se pueden admitir varios ca­ necesidad resiste su obra inteligente
minos de acceso del hombre a D., se (Ibid., 50 d ss.). Las características de
pueden considerar otras dos formas de la divinidad platónica son, además de la
distinguir las concepciones de D., a potencia superior (pero por los motivos
saber 3) con referencia a la relación expuestos, no ilimitada), la inteligencia
de D. consigo mismo . sea con su di­ y la bondad. Esta última hace de la
vinidad; 4) con ref ncia a los posi­ creación un acto libre, que tiene por
bles accesos del b >re a Dios. Estas mira la multiplicación del bien (Ibid.,
326
Dio*

29 e). La doctrina de Aristóteles no di­ VIII, 7, 1073 a 3). No es sólo inteli­


fiere sustancialmente de la platónica. gencia, como ya Platón había dicho; es
Sobre todo en los últimos diálogos (por inteligencia siempre en acto, que tiene
ejemplo, Pol., 269e) Platón había insis­ por objeto lo más alto y excelente, esto
tido acerca del concepto de D. como es a sí misma; es la inteligencia de la
primer motor o "guía de todas las co­ inteligencia o pensamiento del pensa­
sas que se mueven”, y precisamente miento (Ibid., XII, 9, 1074 b 30 ss.). En
este concepto resulta el punto de par­ efecto, la inteligencia puede también
tida de la teología aristotélica. Para adormecerse y tener por objeto cosas
Aristóteles, D. es el primer motor, con inferiores a sí misma; la inteligencia
el que comienza necesariamente la ca­ divina debe encontrarse por encima de
dena de los movimientos (Fís., VIII, 7; estas eventualidades. Por lo demás, la
Met., XII, 6 ), o la causa primera, con distinción entre potencia y acto y la re­
la que se inician las series causales, conocida superioridad del acto con res­
comprendida la de las causas finales pecto a la potencia, permiten a Aristó­
(Met., II, 2). Pero precisamente en el teles definir a D. como acto puro, o sea
sentido de causa final, D. es el crea­ actualidad absolutamente privada de
dor del orden del universo, que es com­ materia o potencialidad y dar así un
parado por Aristóteles a una familia o significado más riguroso y filosófico a
a un ejército. "Todas las cosas están la "incorporeidad” de la inteligencia
ordenadas una respecto a otra, pero no divina, ya reconocida a partir de Ana-
todas del mismo modo: los peces, los xágoras (Ibid., XII, 6 , 1071b 12 ss.).
pájaros, las plantas tienen diverso or­ Aristóteles, por lo demás, ha aclarado
den. Sin embargo, ninguna cosa está el concepto de la beatitud divina: “D.
con respecto a otra como si nada tu­ —dice— encuentra siempre un placer
viera que ver con ella, sino que todas simple y único, porque la actividad (que
están coordinadas con un mismo ser. va acompañada por el placer) no con­
Esto es, por ejemplo, lo que sucede en siste solamente en el movimiento, sino
una casa donde los hombres libres no también en la inmovilidad y el placer
pueden hacer lo que a ellos les gusta, se encuentra más bien en el reposo
sino que todo o por lo menos la mayor que en el movimiento” (Ét. Nic., VII,
parte de las cosas se hacen según un 14, 1154 b 26). En fin, la perfección de
orden, en tanto que los esclavos y los D. lo hace autosuficiente: D., a dife­
animales contribuyen muy poco al bien­ rencia del hombre, no tiene necesidad
estar común y hacen mucho por azar” de amigos: la causa de esto es que a
(Ibid., XII, 10, 1075 a 12). Del mismo nosotros el bien nos viene de otro, en
modo, el bien de un ejército consiste tanto Él es por sí mismo su bien” (Ét.
“conjuntamente en su orden y en su Eud., VII, 12, 1245 b 17). Aun cuando
jefe, pero especialmente en este últi­ muchas de estas determinaciones ha­
mo, ya que no es el resultado del orden yan sido apropiadas y utilizadas por
sino que más bien el orden depende diferentes d o c trin a s, es fácil darse
de él” (Ibid., 1075 a 13). Por lo tanto, cuenta de que están estrechamente re­
D. es el jefe de un ejército o de una lacionadas con el concepto platónico-
casa, el que produce y mantiene el or­ a ris to té lic o del c re a d o r del orden
den que constituye la bondad del con­ del mundo. La estructura sustancial del
junto. Se trata de la misma teoría universo está, tanto para Aristóteles
platónica, aunque expuesta en forma como para Platón, fuera de los límites
menos mítica, o sea fuera del mito teo- de la creación divina. Es verdad que
gónico. Aristóteles no atribuye nuevas la imagen de la divinidad que toma
características a la divinidad, pero acla­ como modelo de su acción creadora
ra y determina las que Platón había ya al mundo de las sustancias eternas, no
reconocido. Así D. no es solamente pri­ tiene ya sentido para Aristóteles (y
mer motor, es motor inmóvil y, como para Platón mismo era un "mito”, un
tal, eterno y separado de las cosas sen­ discurso simplemente “verosímil"). Pero
sibles, sin medida (y por lo tanto indi­ la estructura sustancial del universo es
visible y sin partes) y dotado de la para A ristó tele s, com o para Platón,
potencia necesaria para mover al mun­ eterna, o . 'a no susceptible de princi­
do durante un tiempo infinito (Ibid., pio y de 11. En efecto, solamente la
327
Dios

cosa individual, compuesta de materia mundo (Three Essays on Religión, 1874).


y de forma, tiene nacimiento y muerte, Más recientemente, Peirce y James han
según Aristóteles, en tanto la sustancia vuelto a proponer un concepto análogo
que es forma o razón de ser, o la que de D. Peirce se rehúsa a considerarlo
es materia, no nace ni perece (Met., en sentido propio como omnisciente y
VIII, 1, 1042 a 30). D. mismo participa omnipotente (Coll. Pap., 6 . 508-09). Ja­
de esta eternidad de la sustancia, ya mes a su vez afirma que "D. no es lo
que es sustancia (Ibid., XII, 7, 1073 a 3) absoluto sino que él mismo es parte
y sustancia en el mismo sentido en que de un sistema, y su función no es en­
son tales las sustancias finitas (Ét. Nic., teramente disímil a la de las otras
I, 6 , 1096 a 24). La superioridad de D. partes más pequeñas y, por lo tanto, a
consiste solamente en la perfección de la nuestra. Teniendo un ambiente,
su vida, no en su realidad o en su existiendo en el tiempo y obrando en
ser, ya que, como dice Aristóteles, "nin­ la historia como nosotros mismos, huye
guna sustancia es más o menos sustan­ hacia lo ajeno a todo lo humano, a la
cia que otra” (Caí., V, 2b 25). estática intemporalidad de lo perfec­
La noción de D., como creador del to absoluto” (A Pluralistic Universe,
orden del mundo, lograda cumplida­ 1909, p. 318). Si bien de esta manera
mente en Aristóteles, no es propuesta se le atribuyen a D. más caracteres
nuevamente en los mismos términos a humanos que los expresados por Pla­
lo largo de la historia de la filosofía. tón o Aristóteles, el concepto clásico de
El panteísmo estoico y neoplatónico D. ordenador, o sea limitado en su po­
primero, el creacionismo cristiano des­ tencia por ciertas estructuras sustan­
pués, han hecho prevalecer otras con­ ciales, sigue siendo el rasgo caracterís­
cepciones de D. que se alternan con tico de estas concepciones de D.
mucha frecuencia en la historia del B) Dios como naturaleza del mundo
pensamiento. A ellas, sin embargo, se Bajo esta segunda rúbrica pueden re­
pueden remontar las concepciones de agruparse todas las concepciones de D.
D. que, en el mundo moderno, tienden que de alguna manera admiten una
a reconocer una limitación de los po­ relación con el mundo, intrínseca, sus­
deres de la divinidad y a excluir de tancial o esencial, de manera que el
ella los caracteres de lo infinito y mundo es entendido como la continua­
de lo absoluto Tal es, por ejemplo, la ción o la prolongación de la vida de D.
concepción de D. que tuvieron muchos Debe señalarse que la misma concep­
iluministas y que tan bien expresó Vol- ción de D. como creador del orden del
taire: "Toda obra que muestra los me­ mundo, aun estableciendo una separa­
dios y un fin, revela a un artífice: por ción entre el mundo y D., establece
lo tanto, este universo compuesto de también su semejanza. Platón denomina
medios cada uno de los cuales tiene al mundo "el D. generado” (Tim., § 34 b)
un fin, revela a un artífice muy pode­ y Aristóteles recoge con aprobación la
roso e inteligentísimo" (Dicticmnaire creencia común de que los cuerpos ce­
philosophique, art. "Dieu” ; Traité de lestes son dioses y que "lo divino abraza
métaphysique, 2). Pero la calificación a la totalidad de la naturaleza” {Met.,
de artífice es así la única que, según XII, 8 , 1074 b 2). Pero esta conexión
Voltaire, se pueda atribuir a Dios. En resulta más estrecha y esencial en la
efecto, rehúsa admitir cualquier inter­ concepción de que ahora nos ocupamos
vención de D. en el hombre y en el y que genéricamente se puede designar
mundo moral. D. es solamente el au­ con el nombre de panteísmo. En ésta,
tor del orden del mundo; el bien y el un lazo necesario ciñe el mundo a D.
mal no son órdenes divinas sino atri­ y D. al mundo: D. no sería tal sin el
butos de lo útil o dañino a la sociedad mundo, como el mundo no sería tal sin
(Traité, 9). En el siglo xix, Stuart Mili D. Esto no implica, sin embargo, la
sostuvo una concepción análoga, según perfecta identidad y coincidencia entre
la cual un D. finito, o sea limitado en D. y el mundo, o mejor dicho, tal iden­
su potencia por la materia y por la tidad o coincidencia se verifica sola­
forma que ha adoptado, e« todo lo que mente en el sentido que va del mundo
la experiencia del mund permite con­ a D., no en el que va de D, al mundo.
cluir con referencia ■ i creador del En otros términos, el mundo no es D.
328
Dios

completamente: está incluido en la vida misma; 3) D. es superior al mundo, aun


divina como su elemento necesario, pe­ cuando sea idéntico a él en la medida
ro no la agota. La exigencia presentada en que posee orden, perfección y be­
por el denominado panteísmo (véase) lleza. Éstos son los caracteres que Plo­
es en realidad inherente a todas las tino atribuye a D. D. es lo Uno en
formas del panteísmo histórico, como relación con los muchos que de Él ema­
fácilmente se podrá confirmar en el nan (Enn., III, 8 , 9). "Él es la potencia
excursus que sigue. Más bien, en el in­ de todo; está por encima de la vida
terior del panteísmo se pueden distin­ y es causa de la vida; la actividad
guir tres modos principales de conectar de la vida, que es todo, no es la reali­
al mundo y D., esto e s: 1) el mundo dad primera, sino la derivada del Uno
es la emanación de D.; 2) el mundo es como de una fuente” (Ibid., III, 8 , 10).
la manifestación o revelación de D.; Del Uno emana en primer lugar la Inte­
3) el mundo es la realización de D. El ligencia, en la cual residen las estruc­
primero y el segundo de estos modos turas sustanciales del ser y que, por lo
van unidos por lo común, como juntos tanto, Plotino identifica con el Ser
se encuentran el segundo y el tercero; mismo; y en segundo lugar el Alma,
en cambio, no se hallan explícitamente que penetra y gobierna al mundo (Ibid.,
conectados el primero y el tercero. V, 1, 6 ). El mundo, emanado de la
El panteísmo adquirió por primera Inteligencia y gobernado por el Alma,
vez una forma cumplida en la doctrina es copia perfecta de la divinidad ema-
de los estoicos, quienes "denominaban nadora y es eterno e incorruptible como
mundo al mismo D. que es la cualidad el modelo (Ibid., V, 8 , 12); “es un D.
propia de toda sustancia, inmortal e beato que se basta a sí mismo” (Ibid.,
increado, creador del orden universal III, 5, 5). La noción de la emanación,
y que, según los ciclos de los tiempos, por la cual “el ser generado existe
consume en sí toda la realidad y de necesariamente junto con su genera­
nuevo la genera de sí” (Dióg. L., VII, dor y no está separado de Él sino por
137). Y decían que "D. penetra todo la propia alteridad” (Ibid., V, 1, 6 ),
el Universo y toma diferentes nombres hace del mundo una parte integrante
según las diferentes materias en las que de D. y de D., como origen único del
penetra” (Aecio, Plac., I, 7, 33). Los pre­ proceso emanador, algo superior al mun­
cedentes de esta doctrina aparecen ya do e inexpresable en los términos del
en la doctrina de Heráclito —el Logos mundo mismo. D. no es precisamente
o Fuego divino que todo lo penetra ni el ser o la sustancia, ni la vida ni la
(Fr., 30, 50, Diels)— y en la identifica­ inteligencia, porque es superior a ellos;
ción de D. con lo Uno y con el Todo, éstas, sin embargo, como emanaciones
realizada por Jenófanes de Colofón suyas, forman parte de Él. Proclo acuña
(Simplicio, Fís., 22). Pero la más madu­ términos especiales para expresar esto:
ra expresión del panteísmo debe bus­ "D. es suprasustancial, supravital y su-
carse en el neoplatonismo y particular­ prainteligente (Inst. theol., 115), pala­
mente en Plotino. En efecto, Plotino bras que reaparecen en los comienzos de
elabora, aun cuando sea en forma ima­ la escolástica cristiana con Scoto Eríge-
ginativa, la noción de emanación (véa­ na, para el cual D. no es sustancia, sino
se) que debía resultar indispensable al suprasustancia, no es verdad sino supra-
panteísmo, y que permitiría entender verdad, etc. (De divis. nat., I, 14). Pero,
al mundo derivado de D. como mundo al mismo tiempo, el mundo es D. mis­
que no se separa de Él. En virtud de mo, o mejor, como dice Scoto, manifes­
esta noción, la relación entre D. y el tación de D., teafanía. El proceso de la
mundo es aclarada así: 1) el mundo tec“anía va de D. al Verbo, del Verbo
deriva necesariamente de D., como ne­ al mundo y del mundo retorna a D.
cesariamente emana el perfume del De tal modo, "D. está sobre todas las
cuerpo oloroso y la luz de su fuente; cosas y en todas; sólo es la sustancia
2) por este lazo de necesidad, el mundo de todas las cosas porque sólo Él es; y
es parte o aspecto de D., si bien es una aun siendo todo en todas no cesa de
parte disminuida o inferior de Él, ya ser todo fue ^ de todas” (Ibid., IV, 5).
que el perfume o la luz que se aleja El rasgo ci cterístico de la divini­
de su fuente es inferior a la fuente dad en esta t -epción es su "supra-
329
Dios

sustancialidad”, su ser por encima del mica, el punto en el cual lo múltiple


ser (de toda especie de realidad). Por se unifica y desde el cual comienza a
este rasgo, ya D. aparece en Plotino diversificarse (Ibid., II, 5; I, 2). Gior-
como sólo accesible a través de un dano Bruno, a su vez, utiliza la tesis
vuelo excepcional o sobrenatural, esto neoplatónica y mística de la trascen­
es, el éxtasis místico (Enn., VI, 7, 35). dencia e incognoscibilidad de D. para
Por este mismo carácter, D. no puede limitarse a considerar a D. como natu­
ser objeto de una ciencia positiva que raleza. Como tal, D. es la causa y el
determine su naturaleza, sino sólo de principio del mundo; causa en el sen­
una "teología negativa”, que ayuda a tido de determinar las cosas que cons­
comprenderlo determinando lo que Él tituyen el mundo, permaneciendo dife­
no es. El concepto de teología negativa, rente a ellas; principio en el sentido
que se encuentra ya en Proclo (Theol. de entrar a constituir al ser mismo de
plat., II, 10-11), es difundido en la filo­ las cosas naturales (De la causa, II,
sofía cristiana por el seudo Dionisio el en Opp. ital., I, 177). En todo caso no se
Areopagita con su Theologia mystica. distingue de la naturaleza: "La natura­
El concepto de D. como suprasustancia leza es D. mismo o es la virtud divina
emanante, la elevación mística que cul­ que se manifiesta en las cosas mismas”
mina en el éxtasis y la teología negati­ (Summa term. met., en Opp. lat., IV,
va, son los tres aspectos fundamentales 101). Y casi al mismo tiempo Jacob
del concepto panteísta de D. como ser Boehme consideraba a D., por un lado,
que comprende en sí al mundo y es como "una nada eterna” (Mysterium
idéntico a su naturaleza última. Cual­ magnum, I, 2 ), y, por el otro, como la
quiera de estas determinaciones, al ha­ raíz misma del mundo natural, que no
cer su aparición histórica, tiende a ha sido creado de la nada sino de D.
reproducir las otras. Teología negati­ mismo y que no es otra cosa que la reve­
va y misticismo fueron, por lo qué sabe­ lación o la explicación de la esencia
mos, las características del panteísmo divina (De tribus principiis, 1, 23). No
de Amalrico de Béne y de David de tienen un significado muy diferente las
Dinant en el siglo x ii : el primero veía fórmulas con las cuales Schelling, en
en D. la esencia o forma de las cosas, el el siglo xix, ha expresado el concepto
segundo la materia de las cosas mis­ de D. desde el punto de vista de su
mas (Santo i omás, ln Sent., II, d. 17, filosofía de la naturaleza. D. es la uni­
q. 1, a. 1). Y los mismos rasgos apa­ dad, la identidad o la indiferencia del
recen en la mística del maestro Eck- espíritu y de la naturaleza, de la liber­
hart (siglo xiv), para quien D. es "una tad y de la necesidad, del conocimiento
Esencia supraesencial y una Nada su- v de lo inconsciente (Werke ["Obras”],
praesente (Deutsche Mystiker ["Místi­ I, III, pp. 578ss.). Esta identidad o
cos alemanes”], ed. Pfeiffer, II, pp. 318- indiferencia no es más que la identi­
319), y por ello, lo único que se puede dad panteísta entre el mundo y D. "D. y
decir de Él es que es una “quietud de­ el Universo —dice Schelling— son una
sierta”, si bien, al mismo tiempo, es sola cosa o son aspectos distintos de
necesario reconocerlo como la verda­ una única y misma cosa. D. es el Uni­
dera esencia de las criaturas. "Si D. se verso considerado del lado de la iden­
separara por un momento de ellos —di­ tidad y es el todo porque es todo lo
ce Eckhart— se reducirían a la nada" real, fuera de lo cual no hay nada”
(Ibid., p. 136). En el siglo xv, Nicolás (Ibid., I, IV, 128).
de Cusa adoptó la misma concepción: Pero ya la doctrina de Schelling im­
D. es la esencia o la sustancia del mun­ plica la noción de que el mundo no es
do y el mundo es un D. contraído, n el solamente la revelación de D., sino
sentido de que es un D. que se deter­ también su realización. Esta noción es
mina y se individualiza en una multi­ de origen spinoziano, aun cuando no se
plicidad de cosas singulares (De docta encuentra en Spinoza, pues es conse­
ignor., II, 4). D. es todo en todas las cuencia del racionalismo geometrizador
cosas y todas las cosas están en D. ya de Spinoza, para quien D. se identifica
que es "la esencia de ‘ idas las esen­ ya no con el mundo, sino con el orden
cias” y, por lo tanto a complicación del mundo y precisamente con el or­
y la explicación de I' ultiplicidad cós­ den racional, geométricamente explica­
330
Dios

ble, del mundo mismo. Dice Spinoza: el hombre en D.” (Ibid., §564). Desde
"En el orden natural de las cosas nada este punto de vista, la distinción entre
se da contingente, sino que todo está de­ la “Esencia eterna” y su manifestación,
terminado por la necesidad de la natu­ es un estadio provisional que es supe­
raleza divina a existir y obrar de un rado por el retomo de la manifestación
cierto modo” (Eth., I, 29). Aun cuando a la esencia eterna y por la realización
se pueda distinguir entre naturaleza na­ de su unidad. En efecto, Hegel distin­
turalizante que es D. y naturaleza natu­ gue tres momentos del concepto de
ralizada, que son las cosas que derivan D.: "en cada uno de los cuales el con­
de D. (Ibid., scol.), en realidad la na­ tenido absoluto se representa: a) como
turaleza no es más que el orden nece­ contenido eterno que queda en posesión
sario de las cosas y este orden es D. de sí en su manifestación; b) como
"Ya concibamos la Naturaleza bajo el distinción de la esencia eterna de su
atributo de la Extensión, ya bajo el atri­ manifestación, la cual, mediante esta
buto del Pensamiento o bajo otro cual­ distinción, resulta el mundo de la apa­
quiera, hallaremos un solo y mismo riencia en el cual entra el contenido;
orden, o sea una sola y misma conexión c) como infinito retorno y conciliación
de las causas, esto esu que se siguen del mundo extraño a la esencia eterna,
las mismas cosas unas de otras” (Ibid., como la vuelta de ésta, por la apari­
II, 7, scol.). Por esto, D. no es para ción a la unidad en su plenitud” (Ibid.,
Spinoza la Unidad inefable de la cual 566). La realidad plena de D. consiste
brotan las cosas por emanación, ni la en reconocerse realizado en el mundo
Causa creadora del orden, sino este or­ y a través del mundo.
den mismo en su necesidad. Lo que Este pensamiento, de que la realiza­
implica que la derivación necesaria de ción de D. ha sido confiada al mundo, o
las cosas del mundo, unas de otras, por lo menos su realización última y to­
según el ideal de la racionalidad geo­ tal, constituye la inspiración (y la se­
métrica, es la misma realización de D.: ñal) dominante en el panteísmo contem­
un pensamiento que fue hecho explícito poráneo. Bergson expresa precisamente
en el romanticismo precisamente en re­ este pensamiento al identificar a D. con
lación con la doctrina spinoziana. El el esfuerzo creador de la vida (Deux
pensamiento de que en el mundo, y sources, p. 235), esto es, con el movi­
más precisamente en la necesidad ra­ miento por el cual la vida actúa fuera
cional del mundo, se revela y, al mismo de sus formas estáticas y definidas,
timpo, se realiza D. mismo, es el pensa­ hacia la creación de nuevas formas
miento fundamental del romanticismo. más perfectas. Del amor místico por
Podemos encontrar su mejor expresión la humanidad, que es el extremo último
en Hegel, quien comienza insistiendo en del élan vital, Bergson aguarda la re­
la necesidad de la revelación de D.: si novación de la humanidad misma y la
D. no se revelara, sería un D. envidioso. reanudación "de la función esencial del
"Cuando en la religión se toma seria­ Universo, que es una máquina para
mente la palabra D., que es el conte­ construir dioses” (Ibid., p. 234). La
nido y el principio de la religión, puede expresión "máquina para hacer dioses”
y debe comenzar la determinación del es muy significativa; expresa bien la
pensamiento, y si se negara la revela­ creencia que espera del mundo la rea­
ción a D. no podría atribuírsele otro lización de D. En otros filósofos vuel­
contenido que la envidia. Pero si la ven las viejas fórmulas, como la del
palabra espíritu debe tener un sentido, mundo como "cuerpo de D.”, pero vuel­
significa la revelación de sí mismo” ven con el nuevo significado de que
(Ene., §564). Ahora bien, esta revela­ s lo incorporándose a D. se realiza co­
ción no es solamente revelación, es la mo tal. Dice Alexander: "D. es la tota­
realización de D. como la conciencia de lidad del mundo en cuanto posee la
sí que alcanza al hombre. “D. es D. cualidad de la deidad. De este ser.
sólo en cuanto se conoce a sí mismo; el mundo entero es el cuerpo, la dei­
su saber de sí mismo es, por lo de­ dad es el espíritu. Pero el poseedor de
más, su conciencia de sí en el hombre la deidad ■» es real, sino ideal; como
y el saber que el hombre tiene de D., un D. exist *e real es el mundo infi­
que progresa hasta el punto de saberse nito en nist. 'acia la deidad, o, para
331
Dios

adoptar una frase de Leibniz, en cuanto creación del .nundo. A veces, como en
está grávido de la deidad” ( Space, Hegel, D. ya es real en el mundo, en to­
Time and Deity, II, p. 535). Por lo das las determinaciones del mundo,
tanto, es el mundo el que debe parir porque es el Espíritu mismo, o sea la
a D., o, sin metáforas, es por la vía de racionalidad consciente de sí que se rea­
la evolución natural por la que en de­ liza en él como tal. Otras veces, D.
terminado momento aparecerá la cua­ es el término del proceso evolutivo, la
lidad de la deidad que encontrará sus­ fase en la cual tal proceso logra la uni­
tancia en un determinado número de dad o la perfección. En todo caso, el
seres (Ibid., p. 365). Esa misma relación panteísmo contemporáneo ha invertido
entre D. y el mundo ha sido expresada el punto de vista tradicional: no es D.
por Whitehead, con la siguiente antí­ el que da cuerpo, sustancia o realidad al
tesis: "Que D. sea permanente y el mundo, sino el mundo el que da cuerpo,
mundo pasajero o que el mundo sea sustancia o realidad a D.
permanente y D. pasajero, es cierto. C) Dios como creador. Para quienes
Es cierto que D. es uno y el mundo conciben a D. como causa creadora, D.
muchos o que el mundo es uno y D. mu­ no es solamente el primer motor y la
chos. Es cierto que el mundo es emi­ causa primera del devenir y del orden
nentemente real en relación a D. o que del mundo, sino también el autor de la
D. es eminentemente real en relación estructura sustancial del mundo mismo.
con el mundo. Es cierto que el mundo Tal estructura, constituida por las sus­
es inmanente a D. o que D. es inma­ tancias, formas o razones últimas de las
nente al mundo. Es cierto tanto que cosas, no es coeterna con él (como, en
D. trascienda al mundo como que el cambio, lo es en la concepción clásica),
mundo trascienda a D. Es cierto que sino producida por Él mismo. Y es pro­
D. crea el mundo o que el mundo crea ducida no por el camino de un proceso
a D.” (Process and Reality, pp. 527- necesario sino por una causalidad libre,
528). Estas antítesis significan que si por la cual el mundo se separa de D.
D. esDera del mundo su realización, el en el acto mismo de resultar su ser de
mundo espera su unidad por medio de Él. Por otro lado, en esta concepción D.
D. "El mundo —dice Whitehead— es la ya no es más el supraser, sino el ser
multiplicidad de las actualidades fini­ mismo del cual resulta todo otro ser. Las
tas que buscan una perfecta unidad. características de la divinidad se deri­
Ni Dios ni el mundo logran un cumpli­ van, en esta concepción, de la noción
miento estático. Ambos están asidos de creación en su significado propio y
por el último fundamento metafísico, específico (véase creación ). Y debe ha­
el avance creador hacia lo nuevo. Cada cerse notar que este significado ha sido
uno de ellos, tanto D. como el mundo, elaborado sólo mediante la tentativa de
es instrumento de la novedad del otro” distinguirlo polémicamente de la orde­
(Ibid., p. 529). También para el viejo nación y de la emanación. Las palabras
panteísmo, el mundo, como emanación que en hebreo, en griego o en latín sig­
o revelación de D., condicionaba de al­ nifican crear, tienen, como en las len­
guna manera la realidad misma de D. guas modernas, un sentido genérico
"D. no estaba antes de crear todas las que permite referirlas indiferentemente
cosas”, decía Scoto Erígena (De divis. a la obra de un artífice o a la de un
nat., I, 72), defendiendo la coetemidad creador; sólo a través de la elabora­
del mundo y de D. Y en efecto: ¿qué ción filosófica, por lo tanto, llegan a
sería un cuerpo fragante que no ema­ destacarse sus características.
nara perfume o una luz que no irradiara Tal elaboración se inicia con Filón
sus rayos a su alrededor? La no< on de Alejandría (siglo i), quien, por la
misma de emanación hace del mundo interpretación alegórica del Antiguo
y, en general, de todo lo que de D. ema­ Testamento, definió el concepto de D.
na, parte integrante de D. y condición unas veces en polémica con las doctri­
de su realidad. Sin embargo, solamente nas elaboradas por la filosofía griega
en el mundo moderno y comenzando y otras en dependencia de ellas. Por
por el romanticismo (qr atesoró las primera vez, se afirmó que D. sacó al
lecciones de Sninoza) r afirma explí­ mundo "del no ser al ser” (De vita
citamente que D. es, r lgún modo, la Mosis, III, 8 ) y que es, no solamente
332
lijo»

el Demiurgo, sino también el verdadero a partir de la nada como "un salto de


fundador del mundo mismo (De som- la nada a algo” (Mon., 8 ), e insistiendo
niis, I, 13). Pero Filón no tomó muy acerca de la imposibilidad de admitir
rigurosamente este concepto, ya que a que la materia u otra realidad cual­
veces asimila la creación a la impo­ quiera preexistiera a la obra de la crea­
sición del orden a una materia des­ ción divina. Las cosas son solamente,
ordenada y amorfa (Quis rer. div. heres., por participación en el ser, lo que quiere
32). La noción del D. creador se deter­ decir que derivan su existencia única­
mina con mayor claridad en la polémica mente de D. (Ibid., 7). San Anselmo ad­
cristiana contra los gnósticos y, así, San mitía que el modelo o la idea de las
Ireneo, por ejemplo, afirma que D. no cosas producidas estaba en la mente
tiene necesidad de intermediarios para divina, pero aunque procediera a la crea­
la creación (Adv. haer., II, 1, 1). A su ción del mundo, él mismo fue creado
vez Lactancio niega el hecho de que por D. (Ibid., 11). La doctrina de Abe­
D. tuviera necesidad, en la creación, lardo, en cambio, contradecía uno de
de una materia preexistente (Inst. div., los caracteres de D. creador (la libertad
II, 9). Orígenes afirma, contra el ema- de crear). Según Abelardo, la creación
nantismo, que D. no puede ser conside­ es un acto necesario de D., o sea, un
rado ni como el todo ni como una parte acto que no puede dejar de tener lugar,
del todo porque su ser es homogéneo, dado que D. no puede dejar de querer
absoluto e indivisible (Contra Cels., I, el bien y la creación es un bien (Theol.
23), y es superior a la misma sustancia christ., V, P.L., 178, col. 1235).
porque no participa: se participa de D., La característica fundamental de la
pero D. no participa de nada (De princ., doctrina de la causa creadora es que,
VI, 64). Por lo demás, la unicidad de por ella, D. es el ser del cual dependen
D., en la cual insisten los filósofos todos los demás seres. Pero solamente
cristianos, sea en polémica contra el a través del neoplatonismo árabe se
politeísmo pagano, sea para eliminar abre camino el corolario implícito en
todo pretexto a una multiplicidad de esta concepción y se logra la determi­
divinidades en la noción de Trinidad, nación de un atributo que más tarde,
los lleva a acentuar la separación de y en sus límites, debería ser considera­
D. respecto al mundo, ya que si D. do como primero y fundamental: el de
participara del mundo en alguna forma, la necesidad del ser di’ ;no. En efec­
participaría también de la multiplici­ to, si las cosas del mundo tienen un ser
dad y de la diversidad que lo constitu­ que se origina en D., D. en cambio, no
yen (San Gregorio Niseno, Or. catech., lo tiene sino de sí mismo, es decir, D.
1). Por el mismo motivo, se acentúa la es el ser por naturaleza o por su esen­
eternidad, o sea la inmutabilidad de D. cia, en tanto las cosas tienen el ser por
frente a la mutación y temporalidad participación o por derivación de D. Se
del mundo. Para San Agustín, D., en determina así una escisión en el ser:
cuanto es el Ser, es el fundamento por un lado el ser de D., por otro, el ser
de todo lo que es, el creador de todo. de la criaturas; por un lado, el ser por
En efecto, la mutación del mundo que sí, por otro el ser por participación;
está a su alrededor demuestra que no por un lado el ser necesario, por otro,
es el ser; por lo tanto, ha debido ser el ser posible. La distinción fue intro­
creado y ha debido ser creado por un ducida por Alfarabi (siglo ix). A través
Ser eterno (Conf. XI, 4). Antes de la de Avicena (siglo xi), prevaleció en la
creación no había tiempo y no existía escolástica árabe y cristiana y resultó
ni siquiera un "primero” ; por lo tanto, uno de sus principios fundamentales.
no tiene sentido preguntarse qué haría Avicena interpreta la relación entre ne-
D. "entonces”. La eternidad está por cesii id y posibilidad en los términos
encima de todo tiempo y en D. nada de la ,-ilación aristotélica entre forma
es el pasado y nada es el futuro. El y m aten 1. La forma, como existencia
tiempo ha sido creado junto con el mun­ en acto, es necesidad; la materia es po­
do (Ibid., XI, 13). En el siglo xi, San sibilidad. Lo que no es necesario por sí
Anselmo resumía en su Monologion los está compuesta necesariamente por po­
resultados de un trabajo ya secular, tencia y por <. «o, por lo tanto, no es
aclarando los caracteres de la creación, simple. Tal es ier de las criaturas.
333
I

Dios

En cambio, el ser que es necesario por Para Leibniz, por lo tanto, D. es sus­
sí es absolutamente simple, privado de tancia necesaria (Mon., §38). Pocas
posibilidad y de materia: es D. (Met novedades presentan a este respecto las
II, 1, 3). La distinción entre ser nece­ concepciones que la filosofía moderna
sario y ser posible y la definición de y contemporánea nos ofrecen de D. co­
D. como ser necesario fueron introdu­ mo causa creadora. Se limitan a repetir
cidas en la escolástica cristiana por los fragmentos tradicionales, comen­
Guillermo de Auvemia (De Trinitate, zando con el de necesidad, que en la
7) y constituyeron el fundamento de la mayoría de las ocasiones es tomado
teología de San Alberto Magno y Santo como punto de partida para una demos­
Tomás de Aquino. Este último expresa tración ontológica. Así lo hace Lotze,
la necesidad del ser divino como iden­ por ejemplo (Microkosmus, III, p. 457)
tidad de la esencia y de la existencia y siguen sus huellas muchos represen­
en D.: D. es el ser cuya esencia implica tantes del espiritualismo contemporá­
la existencia. En efecto, todo lo que neo. La única excepción a esta direc­
por participación se encuentra en algu­ ción son Kierkegaard y quienes lo
na cosa, debe ser necesariamente cau­ siguen en su concepción de D. Según
sado por lo que en ella se encuentra por Kierkegaard, la relación entre D. y el
esencia, por lo tanto, el ser de todas las mundo es incomprensible y sólo puede
cosas es creado o producido por lo que ser esclarecida negativamente con la
el ser por su esencia posee, o sea noción de una diferencia absoluta, de
por el ser necesario (S. Th., I, q. 2, un “salto” entre el mundo y D. (Diario,
a. 3; q. 44, a. 1). La necesidad es, en VIII, A. 414). Por lo tanto, Kierkegaard
otros términos, la naturaleza misma no se sirve de la noción de causa para
de D. Y si bien la proposición "D. es” determinar la relación entre el mundo
que expresa esta definición no es por sí y D., y evita atribuir a D. la categoría
evidente con respecto a nosotros (que de necesidad. D. es “Aquel a quien todo
podemos no entender el significado de es posible” (Die Krankheit zum Tode
D. e interpretarlo como cuerpo, por [“La enfermedad mortal”], I, c; trad.
ejemplo), es evidente en sí —nota se- ital. Fabro, p. 247): esta definición de
cundum se—, es decir, en sí misma D. posibilita la fe, porque es el funda­
necesaria (Ibid., I, q. 2 , a. 1 ). mento de la confianza en Aquel que
La carácter." tica de la necesidad, a en todo momento puede encontrar una
la que el pensamiento filosófico llegó posibilidad de salvación para el hombre,
relativamente tarde, fue la fundamental pero excluye la certidumbre que ten­
para todas las doctrinas sucesivas de dría por fundamento la necesidad de la
D. Nicolás de Cusa definía a D. como naturaleza divina. Es obvio que desde
"necesidad absoluta” (De Docta ignor., este punto de vista la misma califica­
I, 22). Alguna vez esta característica ción de D. como creador del mundo
fue tomada como punto de partida de resulta incomprensible, y afirmarla o
la prueba ontológica, como lo hizo Des­ negarla es indiferente. Lo mismo vale
cartes para quien “la existencia necesa­ para la doctrina contemporánea que
ria está contenida en la naturaleza o más se acerca a la inspiración de
en el concepto de D., por lo que es Kierkegaard en este punto: la de Jas-
verdad decir que la existencia necesa­ pers. Calificar la trascendencia del ser
ria está en D. o que D. existe” (Se- con los atributos tradicionalmente da­
condes Réponses, prop. I, Démonstra- dos a D. o como D. mismo es, según
tion). En alguna otra ocasión se niega Jaspers, anular la distancia entre la
la legitimidad de tal prueba, pero se trascendencia y el hombre, o sea, anu­
toma igualmente la necesidad como de­ lar la trascendencia como tal. La única
finición de D., como lo hace Leibni' por cifra o signo de la trascendencia es el
ejemplo. “Es necesario —dice— áuscar descalabro que el hombre sufre en su
la razón de la existencia de" mundo tentativa de llegar a la trascendencia
que es la totalidad de las co^.as contin­ misma. Tal descalabro es el único signo
gentes, y es necesario buscarla en la auténtico de la trascendencia, la cual
sustancia que lleva la iw'ín de su exis­ es más bien negada por cada tentativa
tencia en sí y que, r lo tanto, es de acercarla y de hacerla accesible, pen­
necesaria y eterna” héod., I, §7). sándola con los tradicionales términos
334
Dios

de la divinidad (Phil. ["Filosofía”], III, form a: “La virtud no tolera patrones;


3, pp. 166 ss.; cf. Einführtmg in die cada uno participará de ella más o me­
Philosophie; trad. esp.: La filosofía, nos, a medida que la honre más o
México, 1953, F. C. E.). menos. Cada uno es imputable de su
elección: la divinidad no es imputa­
ble” (Rep., X, 617 e). Y en realidad
2. Dios y e l m u n d o m o r a l el Demiurgo predispone todas las cosas
La relación entre D. y el mundo "para no ser causa de la futura maldad
moral (o mundo de los valores) es el de los seres particulares” ( Tim., 42 d).
segundo aspecto en el que pueden dis­ La virtud, tanto como el vicio y, por lo
tinguirse las concepciones de D. En tanto, la totalidad del orden moral,
este aspecto, es posible, en primer lugar, vuelve a entrar, para Platón, en la esfe­
aislar las doctrinas que no confieren a ra de causalidad de los seres creados.
D. ninguna función con referencia al Pero ser virtuoso significa asimismo
orden moral. Tales doctrinas son, sin "ser amigo de la divinidad” y ello sig­
embargo, rarísimas, porque son formas nifica “ser parecido” a la divinidad
de semiateísmo: se puede mencionar misma. “La divinidad es para nosotros
a Voltaire. De manera paradójica, Vol- la medida de todas las cosas, mucho
taire ha dicho que la divinidad se des­ más de lo que puede ser un hombre
interesa completamente de la conducta como, en cambio, actualmente se dice”
de los hombres. Tanto peor para los cor­ (Leyes, IV, 716c). De análoga manera,
deros que se dejan devorar por el lobo. según Aristóteles, la divinidad explica
"Pues si un cordero dijera a un lobo: su función solamente en el mundo na­
faltas al bien moral, D. te castigará; el tural y sólo por esta función se deter­
lobo respondería: Yo hago mi bien fí­ minan sus atributos fundamentales (Mo­
sico y parece que D. no se preocupa tor inmóvil, Causa primera, Pensamien­
mucho de que yo te coma o no te coma” to del pensamiento, etc.). Pero también
( Traité de mét., 9). Este punto de vista, admite Aristóteles, conforme con las
compartido por otros iluministas, apa­ creencias populares, que “si los dioses
rece, no obstante, rara vez en la historia se preocupan en alguna medida de las
de la filosofía, en la cual la relación cuestiones humanas, como parece, es
entre D. y el orden moral tiende a verosímil que se complazcan en que
modelarse según la de D. y el mundo haya algo excelente ei los hombres,
físico. A este respecto se pueden dis­ que tenga con ellos la mayor afinidad,
tinguir tres concepciones fundamenta­ lo que no puede ser otra cosa que la
les: a) la que considera a D. como inteligencia” (Ét. Nic., X, 9, 1179 a 24).
garantía del orden moral del mundo; La característica negativa de esta con­
b) la que lo identifica con el orden cepción es la ausencia de la noción de
moral; c) la que lo considera como el providencia, o sea de un orden racional
creador del orden moral. creado por D. o que sea D. mismo, en
a) Dios como garantía del orden mo­ el cual puedan tener un lugar los hom­
ral. Para esta concepción, el orden bres y su comportamiento. Su caracte­
moral, del mismo modo que el or­ rística positiva es que D. es garantía
den sustancial del mundo, es indepen­ del orden moral, aunque no establezca
diente de D., pero D. concurre de ma­ los caminos y los modos de su realiza­
nera más o menos eficaz para mante­ ción. Estas características se vuelven a
nerlo o para realizarlo, agregándole su encontrar en el mundo moderno entre
garantía. Ésta es la concepción de Pla­ los sostenedores de una retigión natural
tón y de Aristóteles, según los cuales (véase), esto es, de una religión sin
D., que es el creador del orden natural, re elación por parte de D. y confiada
no tiene, sin embargo, responsabilidad a k sola fuerza de la razón. Así, por
alguna en el orden moral que es con­ ejemp o, Grocio afirma que los enun­
fiado a los hombres, y se limita a apo­ ciados i>. la religión natural son cua­
yarlo y a alentarlo con las sanciones tro: "El primero es que D. existe y es
apropiadas. En el mito de Er, Platón uno. El segundo, que D. no es ninguna
hace hablar a la parca Laquesis, que se de las cosai que se ven, sino que es
dirige a las almas a punto de escoger muy superioi ellas. El tercero es que
un nuevo ciclo de vida, en la siguiente las cosas hum is son cuidadas por D.
335
Dios

y juzgadas con perfecta equidad. El no la acción de los hombres y que, aún


cuarto es que D. mismo es el artífice más, de cualquier modo es requerida
de todas las cosas extemas” (De iure por la misma autonomía de esta acción.
belíi, II, 20, 45). Similares creencias, b) Dios como el orden moral del
que excluyen un plano providencial en mundo. Esta concepción, como la otra
las cosas humanas, aun reconociendo de D. creador del orden moral, se apoya
la ayuda y la garantía divinas, son en el concepto de providencia, esto
frecuentes en los filósofos de los si­ es, en el concepto de un orden racional
glos xvn y xviii. Quizás la mejor expre­ que comprende en sí no solamente los
sión de esto se encuentra en Rous­ acontecimientos del mundo sino tam­
seau y en Kant. Según Rousseau, D. bién las acciones humanas, orden que
interviene para hacer valer "las leyes es D. mismo o es de Dios. Los primeros
del orden universal”, de modo que los en formular el concepto de providencia
que en esta vida se comportan justa­ fueron los estoicos, que dieron este
mente y son infelices sean recompen­ nombre o el de destino (véase) al go­
sados en la otra vida. La exigencia bierno racional del mundo, esto es, "la
de garantizar así el orden moral es razón según la cual las cosas pasadas
más bien, según Rousseau, el único ocurrieron, las presentes ocurren y las
motivo racional para creer en la in­ futuras ocurrirán” (Estobeo, Ecl., I,
mortalidad del alma (Emilio, IV). Del 79). Los estoicos identificaron esta ra­
mismo modo, la existencia de D. es, zón, destino o naturaleza, con D. mismo
para Kant, un postulado de la razón "presente en las cosas y en los hechos
práctica, ya que sólo D. hace posible todos y empleando así todas las cosas
esa unión de virtud y de felicidad en según su naturaleza, en la economía del
que consiste el sumo bien, que es el todo” ( Alejandro, De fato, 22, pp. 191, 30).
objeto propio de la ley moral (Crít. Desde el punto de vista de esta iden­
R. Práctica, I, cap. 2, §5). "De este tificación no debería surgir el problema
modo —dice Kant— la ley moral, me­ de la libertad humana; tal libertad
diante el concepto del sumo bien, con­ debería ser identificada con la nece­
duce a la religión, o sea al conocimien­ sidad misma del esquema providencial
to de todos los deberes como órdenes o negada como cosa imposible. La ac­
divinas; no como sanciones, es decir, ción del hombre no puede sino ade­
decretos arbiti ríos, y por sí mismos cuarse al orden racional del todo, por­
accidentales, de una voluntad extraña, que el hombre es una parte de esta
sino como leyes esenciales de toda vo­ totalidad. Y en efecto, sabemos que los
luntad libre por sí misma, pero que estoicos reconocían la necesidad de la
deben ser considerados como órdenes acción humana y solamente Crisipo ha­
del Ser supremo, porque solamente de cía intervenir como factor concomitan­
una voluntad moralmente perfecta (san­ te el consentimiento voluntario del
ta y buena) y al mismo tiempo omni­ hombre, comparándolo a la forma del ci­
potente, podemos esperar el sumo bien lindro que contribuye a hacer rodar
que la ley moral se impone el deber al cilindro mismo sobre el plano incli­
de poner como objetivo de nuestros nado (Cic., De fato, 4143). Plotino adop­
esfuerzos y, por lo tanto, podemos espe­ ta el mismo concepto de providencia:
rar lograrlo mediante el acuerdo con "De todas las cosas se forma un ser
esta voluntad perfecta.” Por consiguien­ único y una sola providencia, comen­
te, D. es para Kant: “1) Creador omni­ zando por las cosas inferiores, ella es, al
potente del cielo y de la tierra, esto principio, el destino, en la cima es sola­
es, desde el punto de vista moral, le­ mente providencia. En el mundo inte­
gislador santo; 2) Conservador del á- ligible todo es razón o, sobre la razón,
nero humano como benévolo rep mt Inteligencia y Alma pura. Todo lo que
y curador moral; 3) Custodio d „ sus desciende de allá es providencia, esto
propias leyes, o sea justo jue7 (Reli­ es, todo lo que está en el Alma pura
gión, III, II, Observaciones gen.). Esta y todo lo que viene del Alma a los seres
solución de Kant sigue siendo típica animados” (E n n III, 3, 5). La acción
de la concepción en examen, la cual emanante de D. coincide, en otros tér­
limita el poder moral ú O. a una ga­ minos, con su acción providencial; los
rantía que no determir ie modo algu­ seres traen de D. no solamente el ser
336
Dios

y la vida sino también el orden de las "una sustancia particular" diferente de


acciones en las cuales su ser y su vida este orden. Tal identificación fue fun­
se explican. Plotino intenta no impu­ damento del romanticismo. Dice Hegel :
tar el mal al orden providencial, atri­ "El verdadero bien, la razón divina y
buyéndolo a una especie de agregado universal es también potencia de rea­
accidental que algunos seres hacen al lización de sí misma. En su representa­
orden mismo de la providencia (Ibid., ción más concreta, este bien, esta razón
III, 3, 5). Pero la providencia y D. es D. ... Lo que la filosofía distingue
se identifican ya que "del Principio y enseña es que ninguna fuerza tiene
que permanece inmóvil en sí mismo ventaja sobre la del bien, esto es, la
proceden los seres particulares, de la de D., a punto de impedirle hacerse va­
misma manera que de una raíz, que ler: D. prevalece, y la historia del mun­
queda fijada en sí misma, proviene la do no representa otra cosa que el pla­
planta: es un florecimiento múltiple no de la providencia. D. gobierna al
que termina en la división de los se­ mundo: el contenido de su gobierno,
res, pero en el cual cada uno lleva la la ejecución de su plan, es la histo­
imagen del Principio" (Ibid., III, 3, 7). ria universal" (Phil. der Geschichte
Sin duda muchas de estas expresio­ ["Filosofía de la historia"], ed. Las-
nes e imágenes pudieron ser y fueron son, p. 55). No obstante la am bigüe­
adoptadas por las doctrinas que reco­ dad de ciertas expresiones, el senti­
nocen en D. al creador del orden moral, do de la doctrina hegeliana aquí re­
pero no lo identifican con este orden, capitulada es evidente: D. es la razón
aunque encuentran su significado lite­ que habita el mundo y la razón que ha­
ral solamente a partir de aquella bita el mundo es la realidad histórica
identificación. La negación de la li­ misma. De un siglo a esta parte, esta
bertad humana, o mejor, la interpreta­ doctrina ha sido reiteradamente repe­
ción de tal libertad como necesidad, es tida y a veces designada como doctrina
uno de sus corolarios. Este corolario de la "providencia inmanente". Sin
fue expresado por Giordano Bruno me­ embargo, es la vieja doctrina' de los es­
diante la doctrina de que aun cuando toicos y de los neoplatónicos, aunque
les plegarias no puedan influir sobre los adornada con el ropaje del optimismo
decretos del inexorable destino, el des­ especulativo del siglo xix.
tino mismo quiere que se le ruegue c) Dios como creado del orden mo­
para hacer lo que ha establecido hacer. ral. Esta tercera concepción está ca­
"Es más, el destino mismo quiere esto, racterizada : 1) por la distinción entre
a saber: que, si bien el propio Júpiter D. y su acción providencial, distinción
sepa que es inmutable y que no puede por la cual D. es causa libre del orden
ser distinto de lo que debe ser y será, moral; 2) por la tentativa de salvar la
no deje de atraer su destino por tales libertad del hombre. El punto de par­
medios” (Op. cit., I, 31). A su vez, tida de esta concepción es la noción
Spinoza niega que D. sea causa libre de providencia, tal como los estoicos
en el sentido de poder obrar en forma y los neoplatónicos la elaboraron.
diferente a la que obra: es libre sólo Boecio la distingue de la del des­
en el sentido que obra "por las solas tino en esta forma: "La providencia
leyes de su naturaleza" (Eth . I, 17). es la razón divina misma constituida
La noción de providencia se identifica como principio soberano de todo, que
así en Spinoza con la noción de necesi­ ordena toda cosa, en tanto que el des­
dad : la necesidad según la cual toda tino es el orden que regula las cosas
cosa deriva de la naturaleza de D., en sus movimientos y por medio del
como primera y única Causa perfecta ci '1 la providencia las relaciona, dando
y omnipotente (Ibid., I, 33, scol. 2). a c da una el puesto que le compete”
Fichte no hacía más que reproducir la (Phn. Cons., IV, 6, 10). Esta distinción
tesis espinoziana, cuando en un escrito no equ. ’ale, obviamente, a una separa­
que motivó fuera acusado de ateísmo ción: previdencia y destino coinciden
(Sobre el fundamento de nuestra fe en en último análisis, ya que el uno es la
el gobierno divino del mundo, 1798) unidad del '■¡jen visto por la inteligen­
identificaba a D. como el "vivo y activo cia divina, ei tro es este orden mismo
orden moral”, negando que D. fuera en cuanto se liza en el tiempo. Y el
337
1
Dio*

problema al cual uno y otro dan origen Bayle, los deístas y Leibniz) discutie­
es el del libre albedrío, problema ca­ ron largamente estos problemas, sin
racterístico de esta concepción de D. encontrar para ellos nuevas soluciones
Boecio anticipa el esquema de todas (véase m a l ). Por un lado, Bayle ponía
las soluciones dadas más tarde, afir­ de relieve la insuficiencia de las solu­
mando que las acciones humanas están ciones tradicionales y creía insolubles
incluidas, precisamente en su libertad, tales problemas; por otro, Leibniz vol­
en el orden providencial (Ibid., V, 6). vía a proponer las soluciones tradicio­
En forma más precisa y circunstan­ nales insertándolas en su concepto del
ciada la misma solución (a la que por mundo como órdenes espontáneamente
lo común se acoplaron los filósofos organizados y D. como principio de es­
medievales) fue nuevamente propuesta ta organización. En virtud de este con­
por Santo Tomás, quien por un lado cepto, Leibniz podía admitir un determi-
afirma el carácter integral o totalitario nismo no necesario, en lo que se refiere
de la acción providencial, y por otro a la voluntad humana en el orden pro­
cree que la providencia misma es con­ videncial (Discours de métaphysique,
ciliable con la libertad humana, que §30) y representar, en forma más plau­
vuelve a entrar en su cuadro, justo sible, la vieja tesis de que el mal no
como tal. Dice Santo Tomás: “Es inhe­ existe, esto es, que no tiene una reali­
rente a la providencia ordenar las co­ dad propia, sino que es un indispensa­
sas hacia un fin. Luego de la bondad ble, aunque incómodo, ingrediente del
divina, que es un fin separado de las mejor de los mundos posibles (Théod.,
cosas, el bien principal, existiendo en I, §21). Sin embargo, el concepto de D.
las cosas mismas, es la perfección del como "sustancia necesaria” perduraba
Universo, la cual no existiría en caso en Leibniz (Monad., §38) y este con­
de no encontrarse en las cosas todos cepto es difícilmente compatible con
los grados del ser. De aquí se concluye la causalidad libre de Dios. Una sustan­
que es propio de la divina providencia cia necesaria, como afirmaba Avicena,
producir todos los grádos del ser y, quien por primera vez enunció el con­
por lo tanto, para ciertos efectos pre­ cepto, no puede tener más que una
paró causas necesarias, para que advi­ causalidad necesaria y comunicar su ne­
nieran necesariamente, pero para otros cesidad a todo lo que depende de ella.
efectos preparé causas contingentes pa­ En su formulación tradicional esta
ra que advinieran contingentemente, concepción de D. se re v e la como
de conformidad con la condición de las una composición sincretista cuyos ele­
causas próximas." Por lo tanto, "sucede mentos no son todos mutuamente com­
infalible y necesariamente lo que la patibles. Infiere, en efecto, de la con­
providencia divina dispone que suceda
así, y sucede, en cambio, de modo con­ cepción b), el concepto de un plano
tingente lo que la providencia divina providencial, concepto que nace histó­
tiene razón de hacer que así ocurra” ricamente de la identificación de D. con
(S. Th., I, q. 22, a. 2). No se trata, el mundo o con su orden. Y combina
obviamente, de una solución exenta de tal doctrina con la de origen árabe,
dificultades, ya que no es fácil enten­ de D. como sustancia necesaria, como
der cómo la realización de un diseño también con el elemento greco-cristiano-
perfecto y minucioso pueda ser con­ judío, de D. como causa libre. No debe
fiado, así sea en parte o en parte asombramos que de la composición de
mínima, al comportamiento imprevisi­ elementos conceptuales tan heterogé­
ble de un factor arbitrario. Pero es la neos nazcan contrastes y problemas de
solución constantemente repetida en extrema dificultad. En la misma filo-
el ámbito de esta concepción, la ual fía contemporánea, las soluciones que
tiende a subrayar la libertad je la de tales problemas se ofrecen no son
causalidad divina a los fines dr la solu­ diferentes de las que se han mencio­
ción del otro problema fundair .ntal de la nado y a veces resultan aún menos
teodicea, el del mal, expresado por la vie­ convincentes al acentuar el carácter
ja fórmula: “Si Deiis est, » nde malum? necesario de la realidad divina, a cau­
Si non est, mide bonuw Los autores sa de la influencia del inmanentismo
de los siglos xvii y xvr .especialmente romántico.
338
Dios

3. Dios y la d iv in id a d la existencia de un número de motores


equivalente al de las esferas celestes,
El tercer modo por el cual es posible y como según Eudoxo, el número de
distinguir las concepciones de D. con­ las esferas era cuarenta y siete y según
siste en considerarlas con referencia a Calipo (los dos astrónomos a que hace
la relación que reconocen entre D. y sí referencia Aristóteles) eran cincuenta
mismo o, con mayor precisión, entre y cinco, admitió 47 o 55 divinidades que,
D. y la divinidad. En efecto, según aunque subordinadas al Primer motor,
que D. se distinga de la divinidad o tienen su mismo rango. Por otra parte,
se identifique con ella, surgen las dos constantemente habla de "dioses’ (Ét.
alternativas fundamentales: el politeís­ Nic., X, 9, 1179 a 24; Afe/., I, 2, 983 a 11;
mo y el monoteísmo. Si D. se distingue III, 2, 907 b 10, etc.) y aludiendo a la
de la divinidad hay una relación similar convicción popular de que lo divino
a la que existe entre la humanidad y el abraza a la totalidad de la naturaleza,
hombre y pueden existir muchos dio­ encuentra que este punto esencial de
ses, tal como existen muchos hombres. “que las sustancias primeras tradicio­
Si en cambio se identifica a D. con la nalmente son consideradas dioses" ha
divinidad, hay un solo D. como existe sido "divinamente dicho” y es una
una sola divinidad. A este respecto, es de las preciosas enseñanzas que la tra­
oportuno no tomar muy en cuenta, o dición ha salvado (Aíe/., XII, 8, 1074 a
acoger con mucha cautela, las cualifica- 38). En otros términos, la sustancia
ciones que caracterizan en general a divina es compartida por muchas divi­
los filósofos. En efecto, muchos filó­ nidades, en lo que la creencia popular
sofos son calificados como monoteís­ y la filosofía coinciden.
tas, cuando no lo son (por ejemplo: Por otro ’ado, no debe confundirse
Platón, Aristóteles, Plotino, Bergson, la insistencia de Plotino, y de los neo-
etcétera) y en realidad, según se verá platónicos en general, acerca de la uni­
por las acotaciones que siguen, el poli­ dad de D. con un reconocimiento de
teísmo está más difundido que el mono­ la unicidad de D. D. es uno, más bien,
teísmo entre los filósofos. En todos los es lo Uno, porque es la unidad del
casos, para una distinción rigurosa, se­ mundo y la fuente de la cual brotan o
rá oportuno tener presente únicamente emanan todos los órdenes de realidad.
el criterio indicado (o sea la relación Pero precisamente por silo no es solo:
entre D. y la divinidad) que es el único la unidad no elimina la multiplicidad,
que no se presta a equívocos. sino que la recoge en sí misma. La
a) Politeísmo. Como se ha dicho, de­ multiplicidad de los dioses es, por el
ben considerarse como politeístas todas contrario, para Plotino, la manifesta­
las doctrinas que admiten de algún ción de la potencia divina: "No restrin­
modo la distinción entre la divinidad gir la divinidad a un ser único, hacerla
y D., ya que, según esta doctrina, la ver múltiple tal como ella se mani­
divinidad puede ser compartida por un fiesta, he aquí lo que significa conocer
número infinito de entes. Tal fue, sin la potencia de la divinidad, capaz, aun
duda, la doctrina de Platón. En el quedando como es, de crear una multi­
Timeo, el Demiurgo delega en los otros plicidad de dioses que con ella se rela­
dioses, creados por él, parte de sus fun­ cionan, existen para ella y resultan de
ciones creadoras (Tim., 40 d) y en las ella" (Enn., II, 9, 9). Obviamente, la
Leyes la expresión “Dios” (o theós) multiplicidad de dioses en que la divi­
designa a la divinidad en general que nidad se multiplica y expande, sin per­
encuentra realidad en una multiplici­ manecer verdaderamente dividida, no
dad de dioses. Por lo demás, se reco­ t '¡luye una jerarquía y la función pro-
nocen. además de los dioses, otros seres nu inte de uno de ellos (el Demiurgo
divinos, que son los demonios. "Des­ o eb Motor de Platón, el Primer motor
pués de los dioses, el hombre inteligente de An 'óteles, el Bien de Plotino), pe­
honra a los demonios y, luego de ellos, ro el re. onocimiento de una jerarquía
a los héroes” {Leyes, 717b). Aristóte­ y de un jt'e de la jerarquía no significa
les, a su vez, considera que la misma ni siquiera “n mínima parte la coinci­
demostración que vale para la existen­ dencia de di nidad y de D. y no es, por
cia del Primer motor vale también para lo tanto, un 'noteísmo.
339
Dios

Por otra parte, no sería exacto su­ reciente que el mundo, lo mismo que
poner que el politeísmo, entendido a la el tiempo, pero D. es el anciano y el
manera expuesta, sea una alternativa Demiurgo del mundo" (Legis allegoria
inherente a ia filosofía pagana y que, II, 1-3). En las discusiones trinitarias
por lo tanto, ya no se presente a partir de la edad patrística y de la escolás­
de la elaboración cristiana del mono­ tica, la identidad de D. y de la divini­
teísmo. Incluso esta elaboración no lle­ dad fue el criterio rector para recono­
ga a eliminar la rebelión recurrente cer y combatir las interpretaciones que
del politeísmo, ya sea en doctrinas que, inclinaban hacia el triteísmo. Por cier­
como la de las cuatro naturalezas de to, la Trinidad se presenta constante­
Scoto Erígena, reproducen el esquema mente como un misterio que la razón
neoplatónico, ya sea en las interpreta­ apenas puede rozar. Pero lo que impor­
ciones trinitarias menos logradas que ta poner de relieve es que la unidad
a veces se inclinan al politeísmo. Tal divina se considera atacada solamente
fue, por ejemplo, la de Gilberto de la cuando, con la distinción entre D. y la
Porrée (siglo xn) que tomaba como divinidad, se admite, implícita o ex­
base la distinción entre deitas y Deus plícitamente, la participación de la divi­
( véase d e id a d ). Por otro lado, toda for­ nidad misma por dos o más seres
ma de panteísmo, antiguo o moderno, individualmente diferentes. La mejor
tiende a ser un politeísmo, ya que tien­ exposición de este punto de vista se
de a difundir el carácter de la divi­ puede ver en Santo Tomás, que de tal
nidad sobre un determinado número manera recapitula una larga tradición
de entes, debilitando al mismo tiempo (cf. también, por ejemplo, Ricardo de
a la separación entre estos entes y San Víctor, De Trin., I, 17). "Aquello
manteniendo la distinción entre divi­ por virtud de lo cual una cosa singular
nidad y D. Así, para Hegel, las institu­ es precisamente ‘esta cosa' —dice Santo
ciones históricas en las cuales se rea­ Tomás—, no puede comunicarse a otros.
liza la razón consciente de sí y, en Por ejemplo, lo que hace que Sócrates
primer lugar, el Estado, son verdaderas sea hombre pueden tenerlo muchos;
y propias divinidades: "El Estado —di­ pero lo que hace que sea este hombre,
ce Hegel— es la voluntad divina en sólo puede tenerlo uno. Por consiguien­
cuanto espíritu real explicándose en for­ te, si lo que hace que Sócrates seá
ma real y en la organización de un hombre hiciese también que fuese es­
mundo” (Fil. del der., §270). Las formas te hombre, por lo mismo que no puede
del panteísmo moderno son aún más haber muchos Sócrates, tampoco po­
claramente politeístas. Bergson, Alexan- dría haber muchos hombres. Pues éste
de , Whitehcad (cf. los fragmentos ci­ es el caso de D., que, según hemos
tados en 1 B), al confiar al mundo el visto, es su propia naturaleza; por lo
poder de realizar a la divinidad, re­ cual, lo mismo que hace que sea D.,
conocen explícitamente que él, en el hace también que sea este D, Por tanto,
momento de la realización, se concre­ es imposible que haya muchos dioses.”
ta'a en una multiplicidad de entes (S. Th., I, q. 11, a. 3). Éste es el motivo
'’ivinos. por el cual los teólogos medievales in­
b) Monoteísmo. Como ya se ha di­ sisten acerca de la simplicidad de la
cho el monoteísmo está caracterizado naturaleza divina; tal simplicidad sig­
por 1 1 reconocimiento de que la divi­ nifica, en efecto, nada más que la inco­
nidad es poseída sólo por D. y de que municabilidad de esa naturaleza y, por
D v la divinidad coinciden, y no por la lo tanto, la imposibilidad de ser com­
presencia de una jerarquía de seres y partida por más de un D. La historia
de un jefe de esta jerarquía. En t ,e de la filosofía no ha agregado mucho
sentido, el monoteísmo aparece f . la a estos conceptos, desde Santo Tomás
historia de la filosofía en Filón e Ale­ en adelante. La decadencia de la es­
jandría. quien afirma que "D. s solita­ peculación teológica ha hecho que los
rio, es uno en sí mismo y nada hay filósofos sean más bien un tanto impre­
similar a D." y que, por lo anto, "está cisos al respecto y, por lo tanto, las
en el orden de lo uno y •' la mónada cualificaciones de monoteísmo y poli­
o más bien es la mona en el orden teísmo son adoptadas un tanto al azar,
de D. uno, ya que tod' amero es más limitándose el politeísmo a una mani-
340
Dios

festación de la mentalidad primitiva, pleno desarrollo (Justino, Apot. sec.,


cuando, según se ha visto, es una alter­ 13). El principio de que la revelación
nativa filosófica que recaba para sí la no anula ni inutiliza la razón, dominó
totalidad de la tradición clásica y mu­ en toda la filosofía escolástica y fue
chas tentativas modernas tendientes a puesto en duda sólo por sus últimos
innovar el concepto de D. representantes, durante el siglo xiv. El
Renacimiento invierte el principio:
la revelación no llega al final a cum­
4. L a revelación de D ios plir la obra de la razón, sino que la
El cuarto y último modo de distin­ inspira y la sostiene desde el principio :
guir las concepciones de D. consiste en la razón no hace más que trasmitir
considerar el camino de acceso a D. e ilustrar la verdad que D. ha reve­
que se reconoce, o no, al hombre. A lado en tiempos remotos. Tal, por ejem­
este punto de vista hace referencia, plo, fue el punto de vista de Pico della
especialmente, la distinción y la polé­ Mirándola y de Giordano Bruno. En
mica entre deísmo y teísmo, distinción uno y en otro caso, sin embargo, la
o polémica que consiste, grosso modo, obra de la razón y la de la revelación
en reconocer a la iniciativa del hombre colaboran en conjunto y no son anti­
(deísmo) o de D. (teísmo) la manifes­ téticas.
tación de D. Por lo tanto, se pueden El deísmo del siglo xviir, tanto como
distinguir dos concepciones principales: su precedente histórico, la doctrina de
i) la que atribuye el conocimiento que la religión natural de los siglos xiv-xv
el hombre tiene de D. a la iniciativa (Tomás Moro, Herbert de Cherburv,
humana y al uso de las capacidades Locke), opone la revelación natural a
naturales de que dispone; ii) la que la revelación histórica, por obra de la
atribuye a la iniciativa de D. y a su razón y llega, con Matthew Tindall, a ver
revelación el conocimiento que el hom­ en el Evangelio solamente "una re­
bre tiene de D. Obviamente estas dos edición de la ley de naturaleza” (El
concepciones pueden combinarse y dar cristianismo, tan antiguo como la crea­
lugar a iii) por la cual la revelación ción, 1730). Obviamente, una divinidad
no hace más que concluir y llevar a su que se revela a la razón sólo tendrá
cumplimiento el esfuerzo natural del caracteres racionales; por lo tanto, el
hombre por conocer a D. deísmo restringe los atributos de la di­
De estos tres puntos de vista, el vinidad a los que pueden ser determi­
primero es el más estrictamente filo­ nados por la razón, a partir de la rela­
sófico, los otros dos son más bien reli­ ción entre D. y el mundo. Frente a él,
giosos. La filosofía griega no conoció como dice Kant, el teísmo “cree en un
más que el primero. El segundo punto D. viviente, o sea en un D. cuyos atri­
de vista se puede ver claramente ex­ butos puedan ser determinados según
presado en Pascal: "Es el corazón el la analogía con la naturaleza y sobre la
que siente a D. y no la razón. He aquí base de la revelación" (Crít. R. Pura,
lo que es la fe: D. sensible al cora­ Dialéctica, cap. III, sec. 7). Pero debe
zón, no a la razón” (Pensées, 278). Y ponerse de relieve que en la termino­
Pascal agrega en seguida: "La fe es un logía filosófica que ha prevalecido desde
don de D.” (Ibid., 279). De tal manera, el romanticismo y que es adoptada so­
la auténtica revelación de D. al cora­ bre todo por el panteísmo, la "revela­
zón del hombre es exclusivamente una ción de D.” no es un hecho histórico,
iniciativa divina, una iniciativa que el sino la progresiva manifestación de D.
hombre puede favorecer, dominando sus en la realidad natural e histórica del
propias pasiones, pero no solicitar ni mundo. Este significado domina en
provocar. El tercer punto de vista fue bi¡ na medida, además de la filosofía
iniciado por la patrística, que consi­ de x'^gel y Schelling, en las filosofías
deró la revelación cristiana como el del sV o XIX que obedecen a la misma
complemento de la filosofía griega. És­ inspirac. m. Rosmini pone como funda­
ta, como producto de la razón, o sea mento de ’a filosofía y, en general, del
del Logos que es el primogénito de D., ser human, la idea del ser, que es la
contiene verdades o gérmenes de ver­ revelación o icta a la mente del hom­
dades que el cristianismo lleva a su bre, del atn *o fundamental de D.
341
Dios, pruebas de su existencia

(Nuovo saggio, § 1055), y Gioberti con­ de las ideas innatas o constitutivas de


sidera de análoga manera a lo intuido la naturaleza racional humana. Tal
(que es la revelación de D. al hombre, fue la tesis de los neoplatónicos de
en forma inmediata) como base del Cambridge del siglo xvn (Herbert
conocimiento (Introduzione, II, p. 46, de Cherbury, Cudworth, Moore) que
1 ). Locke tiene presente en su crítica del
Esta idea penetra en doctrinas dispa­ innatismo en el Libro i del Ensayo.
res y, por último, se la puede ver tam­ Y tal fue la tesis que en el siglo suce­
bién en las que acentúan hasta el límite sivo fue defendida por la escuela es­
la trascendencia de D. y que, por lo tan­ cocesa del sentido común (Thomas
to, ven su única revelación posible en su Reid y Dougald Stewart). La afirma­
inasequibilidad. Tal es la doctrina de ción del carácter innato de la idea de
Jaspers, para el cual el descalabro D. equivale a la apelación al consensus
inevitable del hombre en su tentativa gentium, porque la presencia de la idea
de llegar a la Trascendencia, resulta la de D. en todos los hombres es la única
única revelación posible, la cifra de presunta base para admitir lo innato
la Trascendencia misma (Phit ["Filo­ de la idea misma.
sofía”), III, p. 134). 2) El argumento más antiguo y vene­
rable, que es también el más simple y
D ios, p ru e b a s d e su e x is te n c ia (ingl. ar- convincente, proviene del orden o di­
guments for God; franc. preuves de seño del mundo y la terminología mo­
Dieu; alem. Gottesbeweise; ital. prove derna le da el nombre de argumento
di Dio). Con esta expresión entendere­ ideológico o físico-teológico. Es el argu­
mos no solamente las "demostracio­ mento que había convencido a Anaxá-
nes”, sino también los indicios o las goras a admitir la Inteligencia como
indicaciones que han sido tomadas co­ causa ordenadora del mundo. Platón
mo pruebas de la existencia de D. Cada y Aristóteles hacen frecuente referencia
una de estas pruebas ha nacido en el a él. Así, por ejemplo, dice el primero:
ámbito de una concepción particular "Que la Inteligencia ordena todas las
de D. y se apoya en cierto tipo de cosas es afirmación digna del espec­
causalidad; pero toda concepción se va­ táculo que el mundo, el sol, la luna,
le asimismo de pruebas inferidas de con­ los astros y todas las revoluciones ce­
cepciones dife. rntes; de tal manera lestes nos ofrecen” (FU., 28 e). Y
cierto sincretismo es la regla de esta Aristóteles, que repitió el argumento
rama del pensamiento filosófico. Pero en su diálogo juvenil Sobre la filosofía,
hay un argumento que no se dirige adaptando el mito platónico de la ca­
hacia una particular concepción de D. verna (los hombres reconocerían la
y lo enunciaremos en primer término. existencia de D. apenas salieran de
1) La apelación al sentido común es la caverna, sólo con mirar la natura­
una prueba que aparece cada cierto leza) (Fr., 12, Rose), lo presupone al
tiempo en la historia de la filosofía. comparar a D. con el jefe de una casa
De ella se vale Aristóteles para demos­ bien ordenada o de un ejército (Met.,
trar, más que la existencia de la divi­ XII, 10, 1075 a 14). Podemos leer este
nidad, el hecho de que tiene por habi­ argumento en la formulación de Filón.
tación el primer cielo (De cáelo, I, "Si se ve una casa construida con cui­
3, 270 b 17). Pero el argumento se des­ dado, con vestíbulos, pórticos, aparta­
arrolló más ampliamente entre los pla­ mentos para hombres y mujeres y para
tónicos eclécticos del siglo i a. c. y de otras personas, nos daremos una idea
ellos, probablemente, lo toma Cicerón. del artista y no pensaremos que haya
“Para demostrar la existencia de ' s sido hecha sin arte y sin artesanos. Y
dioses, el argumento más fuerte ,ue lo mismo se dirá de una ciudad, de un
pueden aducir es que ningún pur’ ,o es barco o de cualquier objeto construido,
tan bárbaro, ningún hombre an sal­ pequeño o grande. Del mismo modo el
vaje, como para no mostrar i T jicios de que ha entrado, como en una casa o
la creencia de los dioses en su mente" en una ciudad grande, en este mundo
(Tuse., § 1 , 30). Se pued considerar y ha visto el cielo que gira en círculo y
como equivalente a este rgumento, la contiene todo, los planetas y las estre­
creencia de que la id' de D. es una llas fijas movidos por un movimiento
342
Dios, pruebas de su existencia

idéntico al del cielo, simétrico, armo­ debe haber un primer principio del cual
nioso y útil al todo, y la tierra que ha depende la totalidad de la serie. Ya
tenido el puesto central... éste con­ que la argumentación vale asimismo
cluirá que todo ello no ha sido hecho para las causas finales, conduce a ver
sin un arte perfecto y que el artesano en D. el fin último, o sea el bien supre­
de este Universo ha sido y es D.” (Alt. mo, al cual se subordinan todas las
leg., III, 98-99). Obviamente, como cosas del mundo (Ibid., XII, 7, 1072 b 2).
anotara Kant, el argumento concluye Esta prueba puede ser considerada co­
en la existencia de un Demiurgo, o mo una transición entre la prueba ideo­
sea, del creador del orden del mundo, lógica y la del movimiento y en reali­
no del creador del mundo, pero ha dad es interpretada a veces en el
sido utilizado también por los que ad­ primer sentido, y otras en el segundo
miten la causalidad creadora de D. Su sentido.
fuerza probatoria se apoya en la noción 4) La prueba considerada como más
de orden y precisamente en el carácter sólida por el mundo clásico y medieval
absoluto de esta noción (véase o r d e n ). es la deducida del movimiento. Fue
Ha sido, es y seguirá siendo el argu­ expuesta por primera vez por Platón
mento más simple y popular, pero no (Leyes, X, 894-95) y vuelta a considerar
por ello el más débil. Stuart Mili in­ por Aristóteles (Fís., VIII, 1; Met., XII,
tentó expresarlo en forma más riguro­ 7). En la escolástica latina fue intro­
sa, en cuatro partes, conforme a cuatro ducida en el siglo xi por Abelardo de
métodos inductivos: concordancia, di­ Bath (Quaest. nat., 60). Podemos leer
ferencia, residuos y variaciones conco­ su exposición más clara y sucinta en
mitantes (Three Essays on Religión, Santo Tomás. Parte del principio de que
1875, con el título "Theism”, 1957, p. 27). "todo lo que se mueve es movido por
En forma no muy diferente a la otro”. Ahora bien, “si lo que mueve
tradicional, el argumento fue adoptado a otro es, a su vez, movido, es nece­
por C. S. Peirce que consideró a D. sario que lo mueva un tercero, y a
como el Ens necessarium, creador de éste otro. Mas no se puede seguir inde­
los tres universos de experiencia (o finidamente, porque así no habría un
sea el de las puras ideas, el de las cosas primer motor y, por consiguiente, no
reales y el de los signos), cuya existen­ habría motor alguno, pues los motores
cia puede ser demostrada por el orden intermedios no se m sven más que
de estos tres mundos y por su concor­ en virtud del movimiento que reciben
dancia (Coll. Pap., 6 , 452 ss.; el escrito del primero, lo mismo que un bastón
es de 1908). Pero no debemos olvidar nada mueve si no lo impulsa la mano.
que el concepto de orden (véase) es un Por consiguiente, es necesario llegar a
concepto relativo por el cual, como un primer motor que no sea movido
observaba el mismo Peirce, “un mundo por nadie, y éste es el que todos en­
al acaso es simplemente nuestro mun­ tienden por D." (S. Th., I, q. 2, a. 3).
do real desde el punto de vista de un Este argumento fue sometido a crítica
animal con el mínimo absoluto de inte­ ya a fines de la escolástica. Occam
ligencia” y que, por lo tanto, la noción niega la validez de los dos principios
de orden difícilmente sirve para re­ sobre los que se funda. En efecto, ob­
montarse a la de un Espíritu ordenador serva, se puede afirmar racionalmente
(Chance, Lave and Logic, I, 5, 2; trad. que alguna cosa se mueve por sí, como
ital., p 83). el alma, el ángel o el peso mismo que
3) Una variante o determinación de tiende a bajar y que el proceso hacia
lo expuesto es la prueba causal que el infinito a menudo se da en la expe-
puede hallarse en Aristóteles (Met., r ncia, por ejemplo, cuando se golpea
II, 2) y que más tarde es adoptada u l . de los extremos de una longitud
por los autores árabes (Avicena) y por conw ua, la parte golpeada moverá a
Santo Tomás. Se funda en el principio la pai ' más próxima y ésta a otra
de que es imposible remontarse al y así h. sta el infinito (Cent, theot.,
infinito en la serie de las causas ma­ Concl. I, .') . También esta prueba con­
teriales y de las causas eficientes, de cluye solan ’nte en la existencia de un
las causas finales o de las consecuen­ Primer mote v no en la de una causa
cias y que, por lo tanto, en toda serie creadora y ct -sta finalidad fue adop­
3 43
Dios, pruebas de su existencia

tada por Platón y por Aristóteles. Kant debe existir necesariamente una natu­
consideró esta prueba como idéntica a raleza superior, al punto de no estar
las dos precedentes y observó la difi­ subordinada a ninguna otra como infe­
cultad de establecer una proporción rior” (Man., 4). El fundamento de esta
precisa entre el movimiento y el motor, prueba es el principio platónico de que
o sea, inducir la existencia y los ca­ todo lo que posee una determinada
racteres de una Causa infinita del orden cualidad la posee por participación de
y del movimiento. "Yo no creo —ha aquello en que la cualidad misma es
dicho— que nadie tenga nunca la osa­ inherente de modo esencial y eminente,
día de conocer la relación de la mag­ por ejemplo, todo lo que es caliente es
nitud del mundo por él observada (por caliente por participación con el fue­
extensión y contenido) con la omni­ go, que es calor por esencia (Fed.,
potencia, del orden cósmico con la 101 dss.). Tal principio fue también
suma sabiduría, de la unidad cósmica admitido por Aristóteles (Met., II, 1,
con la unidad absoluta del creador, 993 b 25), a quien remiten a menudo los
etcétera” (Crít. R. Pura, Dialéctica, ca­ escritores medievales.
pítulo III, sec. 6 ). 6) La prueba denominada por Santo
5) El argumento denominado de los Tomás ex possibili et necessario, por
grados fue expuesto por Aristóteles en Leibniz a contingentia mundi y por Kant
su diálogo juvenil más importante, el prueba cosmológica, una de las más
que lleva por título Sobre la filosofía: afortunadas, fue expuesta por vez pri­
"Por lo general, en las cosas en que se mera por Avicena y se halla estrecha­
encuentra lo mejor, también se halla mente ligada a la concepción de D. pro­
lo óptimo y ya que existe lo óptimo pia del neoplatonismo árabe. Avicena
en las cosas que de uno u otro modo (Met., II, 1, 2), en efecto, había distin­
existen, existirá también en el ser lo guido al ser en necesario y posible, y
óptimo, que podría ser lo divino” (Fr., definió el ser posible como lo que no
16, Rose). Cicerón reproducía lo ex­ existe por sí, sino que para existir tie­
puesto del modo siguiente: "No se pue­ ne necesidad de otro. Por lo tanto, si un
de afirmar que en todo orden de cosas posible existe, existe algo que lo hace
no exista un término extremo, una existir, pero si esta cosa es a su vez
perfección absoluta. Ya que para una posible reenvía aún a otra que sea cau­
planta, para un animal, vemos que la sa de su existencia y así sucesivamente
naturaleza, si no se le opone alguna hasta llegar al ser necesario que es lo
fuerza, sigue su camino y llega al tér­ que existe por sí. De esta prueba re­
mino último, y la pintura, la arqui­ sulta la definición de D. como ser nece­
tectura y las otras artes también logran sario, una definición que puede hallar
un resultado perfecto en sus obras. Lo su antecedente en Aristóteles (Met.,
mismo es para cada naturaleza y por XII, 7, 1072 b 10), pero que adquiere
razones mayores: se debe necesaria­ diferente sentido en la filosofía árabe,
mente producir y cumplir una forma porque ésta la adopta para afirmar la
absolutamente perfecta” (De nat. deor., necesidad de todo lo que existe y, por
II, 13, 35). Esta prueba fue nuevamente lo tanto, también de lo posible que, si
expuesta por San Agustín (De Civ. Dei, existe, existe necesariamente por la ac­
VIII, 6 ) y halló su forma clásica en el ción de una causa necesaria. A pesar
Monologian de San Anselmo. Dice San de la conexión entre esta prueba y el
Anselmo: "Si no puede negarse que al­ necesarismo árabe, la prueba misma
gunas naturalezas son mejores que fue aceptada por Maimónides (Dahalat
otras, la razón nos persuade que no hay al Hairin [Guía de los descarriados];
una tan excelente que no pueda tenpr trad. franc.: Guide des egarés, II, 1) y
otra superior a sí. En efecto, si e .a por la escolástica latina, en la cual fue
distinción de grados siguiera al nfi- introducida por Guillermo de Auvemia
nito, de modo que no existí' a un (De Trinitate, 7), en la primera mitad
grado superior a todos, la ra 7 n sería del siglo x i i i . A partir de entonces ha
llevada a admitir que el r .mero de sido una de las pruebas a que se recu­
estas naturalezas es infinit . Pero ya rre más frecuentemente en la historia
que ello es estimado com' absurdo por de la filosofía. Es esta prueba, y sola­
cualquiera que no esté pT ido de razón, mente ella, la repetida con frecuencia,
344
Dios, pruebas de su existencia

en efecto, en los siglos xvn y xvm, o trara solamente en el entendimiento,


sea, en el periodo en que se someten se podría pensar que estuviera también
a crítica y en que se abandonan mu­ en la realidad y, por ende, que fuera
chos conceptos teológicos y metafísi- mayor. Si, por lo tanto, aquello de lo
cos. En su esquema más simple esta que no se pudiera pensar algo mayor
prueba puede enunciarse así: "Si algo se hallara en el entendimiento sólo,
existe, debe existir un ser necesario. aquello de lo cual no pueda pensarse
Algo existe (por ejemplo, yo mismo), algo mayor es, en cambio, algo de lo
por lo tanto, existe el ser necesario.” que se puede pensar una cosa mayor.
Conforme a este esquema, fue expuesta Pero esto, por cierto, es imposible. Por
la prueba por Descartes (Secondes Ré- lo tanto, no hay duda de que aquello
ponses, prop. 3), por Locke {Essay, IV, de lo cual no se puede pensar nada
10), por Leibniz (Théod., I, §7; Mon., superior, existe tanto en el entendi­
§45) y por Clarke (Demonstration af miento como en la realidad” (Prosl., 2 ).
the Being and Attributes of God, 1705). El argumento consta de dos puntos:
La misma prueba que Berkeley dedujo 1) que lo que existe en la realidad
del principio esse est percipi, es una es "mayor” o más perfecto de lo que
variante de la prueba cosmológica: "Las existe en el entendimiento solamente;
cosas sensibles existen realmente; si 2) negar que de lo que no se pueda
existen realmente, son percibidas nece­ pensar nada más perfecto (mayor) exis­
sariamente por un espíritu infinito; por ta en la realidad, significa contradecir­
lo tanto, hay un Espíritu infinito o se. A este argumento se opuso el monje
Dios" (Dialogues Between Hylas and Gaunilo en su Líber pro insipiente (San
Philonous, II, Works, ed. Jessop, II, Anselmo había dirigido su argumento
p. 212). Kant consideró que la prueba contra el necio del Salmo XIV, "que
cosmológica era "una prueba ontológi- dice en su corazón: no hay D.”), afir­
ca disfrazada", o sea una prueba que mando en primer lugar que se puede
pasa de la conexión puramente con­ dudar de que el hombre tenga un con­
ceptual entre la noción de posible y cepto de D. y que, en segundo lugar, del
necesario a la afirmación de la realidad concepto de un ser perfectísimo no
necesaria (Crít. R. Pura, Dialéctica, puede deducirse la existencia de tal
cap. III, sec. 5). G. Boole, el fundador ser, como no se puede deducir del con­
de la lógica algebraica, transcribió a cepto de una isla muy "«erfecta la rea­
símbolos el argumento de Clarke y de­ lidad de esta isla. En el Líber apolo­
mostró que no hay conclusión dedu- geticéis, San Anselmo respondió que se
cible de las premisas que afirman la puede pensar a D. como lo demuestra
verdad o la falsedad de la proposición: la misma fe que él y Gaunilo profesan
"cualquier cosa que es, existe, por la y que, si se le puede pensar, se le
necesidad de su naturaleza”, o de la debe admitir como existente, sin que
proposición: "cualquier cosa que es, ello valga para cualquier otro ser
existe por la voluntad de otro ser", ni que, aunque sea muy perfecto, no lo
tampoco de la combinación de las dos será tanto como para que no se pueda
proposiciones (Laws crf Thought, 1854, pensar algo más perfecto. Rechazado
cap. 13). A esta prueba se debe la defi­ por la mayor parte de los escolásticos
nición de D. como ser necesario, defini­ (incluso por Santo Tomás, S. Th.t I,
ción que es una de las más comunes q. 2 , a. 1 ad 2°), que prefirieron por lo
y que, a veces, es usada tanto por los común los argumentos a posteriori, c
que se valen de la prueba relativa como sea los obtenidos por la relación de
por los que desconocen su validez. D. con el mundo, el argumento onto-
7) La prueba ontológica fue formu­lc ico ha tenido éxito en la filosofía
lada por San Anselmo de Aosta en el mi ema. En efecto, fue repetido por
siglo xr. Su característica es pasar del Dése -tes, según el cual la existencia
simple concepto de D. a la existencia de D. "tá implícita en el concepto de
de D. He aquí la formulación de San D., del lismo modo que está implí­
Anselmo: "Por cierto, no puede hallar­ cito en el ’oncepto de triángulo el que
se solamente en el entendimiento aque­ sus ángulo* Internos sean iguales a dos
llo acerca de lo cual no pueda pensarse rectos (Prm Phil., I, 14). A su vez,
una cosa superior. Ya que si se encon­ Leibniz acepti i prueba, formulándola
345
Dios, pruebas de su existencia

como la identidad entre la posibilidad de la idea de D. debe poseer por lo


y la realidad en D. D. solo, ha dicho, menos tanta perfección pomo la repre­
o sea el ser necesario, tiene este privi­ sentada en la idea y, por lo tanto, no
legio : si es posible, es necesario que puede ser sino D. mismo (Discours, IV,
exista. Y como nada puede impedir la Méd., II; Secondes Répcmses, prop. 3).
posibilidad de lo que no encierra lími­ Una forma abreviada de esta prueba
te alguno ni negación y, en consecuen­ (o de la precedente) consiste en con­
cia, contradicción, esto sólo basta para siderar la proposición “D. existe" como
conocer la existencia de D. a priori evidente de suyo, o sea como conocida
(Monad., §45). Según Kant, en cambio, por los términos mismos que la com­
la prueba misma es contradictoria o ponen. Así lo hace Duns Scoto, por
imposible: es contradictoria pues si en ejemplo (Op. Ox., I, d. 2, q. 2, n. 3) en
el concepto de D. se considera implí­ polémica con Santo Tomás. Stuart
cita su existencia, no se trata ya en Mili, que denomina a esta prueba "ar­
tal caso del simple concepto, y es impo­ gumento de la conciencia”, la conside­
sible si no se la considera implícita, ra inaceptable en cuanto "niega al
porque en tal caso la existencia deberá hombre uno de sus más familiares y
ser agregada sintéticamente al concep­ más preciosos atributos, el de idealizar,
to, es decir, por el camino de la expe­ o según se dice, el construir con los
riencia, en tanto que D. se halla fuera materiales de la experiencia una con­
de toda experiencia posible (Crít. R. cepción más perfecta que la que su­
Pura, Diál., cap. III, sec. 4). En cambio ministra la experiencia” (Three Essays
Hegel defiende la prueba, afirmando on Religión, 1875, con el título "Theism”,
que solamente en aquello que es finito P- 24).
es la existencia diferente del concep­ 9) La prueba moral va acompañada,
to y que "D. debe ser expresamente lo por lo general, de cierto escepticismo
que puede ser pensado sólo como acerca de la validez de las demostra­
existente, cuyo concepto implica la exis­ ciones racionales. Consiste en demos­
tencia. Esta unidad del concepto y del trar que la existencia de D. es una
ser constituye precisamente el concep­ exigencia de la vida moral, en el sen­
to de D.” {Ene., §51). Y de esto se tido de que para el hombre es conve­
puede ver que la prueba ontológica, niente o necesario creer en Dios. Pero
más que una pi '.eba, es la explicitación el adjetivo "moral” no indica aquí so­
del concepto mismo de D. como ser lamente la esfera a la que pertenece
necesario; en efecto, el ser necesario la prueba, sino también una limitación
existe por su esencia o por su natura­ de la validez de la prueba a esta esfera.
leza, o sea por definición. La prueba Una prueba moral de D. es la Apuesta
fue repetida frecuentemente en la filo­ de Pascal. Según Pascal no se puede
sofía moderna: Lotze, por ejemplo, la diferir el problema de D. y permanecer
repite en los mismos términos de San neutrales frente a sus soluciones. El
Anselmo (Mikrokosmus, III, 2' ed., hombre debe escoger entre vivir como
p. 557). si D. existiera o vivir como si D. no
8 ) Parecida a la precedente, pero existiera; si la razón no puede ayudar­
más antigua, es la prueba que resulta lo en esta elección, es válido que con­
de la simple presencia de la idea mis­ sidere cuál es la elección más conve­
ma de D. en el hombre. La prueba con­ niente, como si se tratara de un juego
siste en considerar que es imposible o de una apuesta en el cual es nece­
explicar esta presencia de otro modo sario considerar por un lado la apuesta,
que como una producción de D. mis­ por otro lado la pérdida o la ganancia
mo que, por lo tanto, debe ser cor '- eventual. Ahora bien, el que apuesta
derado como existente. De esta ma’ ra acerca de la existencia de D., en caso
razonaban San Justino (Apología sec., de ganar, gana todo, en caso de perder,
6 ), Tertuliano (De testimor / ani- no pierde nada; por lo tanto, es nece­
mae, 5) y San Juan Damas ;no (De sario apostar sin titubeos. La apuesta
fide orth., I, 1). Y a estr tradición es razonable cuando se trata de una
pertenece una de las prue* is cartesia­ ganancia finita y poco superior a la
nas de la existencia de ., y precisa­ apuesta; resulta, pues, más conveniente
mente aquella según I ¡ual el autor cuando la ganancia es infinitamente
346
Disamis

superior a la apuesta. Ello significa de la creencia en D. respecto a los


que la infinita distancia entre la cer­ fines de una vida moral activa y con­
tidumbre de lo que se apuesta y la in­ fiada. Bajo este aspecto D. es "el ob­
certidumbre de lo que se puede ganar jeto más adecuado de nuestro espíritu”.
iguala al bien finito, que como cierto En un universo sin D., la acción moral
se arriesga, al infinito, que es incierto. parece destinada al fracaso y, por lo
Todo jugador arriesga con certeza para demás, la acción moral y la fe en D.
ganar con incertidumbre y arriesga un pueden contribuir a reforzar la existen­
finito cierto para ganar un finito in­ cia del mundo invisible. "D. mismo
cierto sin pecar contra la razón. En puede aportar fuerza vital y aumento
un juego en el cual existen iguales de nuestra fidelidad" (Essays ott Faith
posibilidades de ganar o de perder, and Moráis, p. 30).
arriesgar lo finito para ganar lo infi­ 10) Hay, en fin, una prueba, diversa­
nito tiene, por razones obvias, la máxi­ mente adoptada, que tiene su punto de
ma conveniencia (Pensées, 233). Esta partida en un tipo de experiencia inme­
apuesta parece hablar más en el len­ diata y privilegiada que es interpretada
guaje de la mesa de juego que en el como una relación directa con Dios.
de la vida moral, pero es necesario ob­ Dice Filón: “Pero hay una inteligencia
servar que Pascal se vale de ella única­ más perfecta y más purificada, inicia­
mente para combatir la impotencia para da en los grandes misterios, que conoce
creer, que resulta de las pasiones, y que la Causa, no partiendo de sus efectos,
el resultado de la prueba debería ser el como se conoce el objeto inmóvil de su
de "trabajar para convencerse, no au­ sombra, sino que ha trascendido el efec­
mentando las pruebas de la existencia to y que recibe una clara aparición del
de D., sino disminuyendo las pasiones". ser no generado, de manera que pueda
De todos modos, es obvio que una prue­ comprenderlo en sí mismo y por sí
ba semejante no tiene más que una mismo y no en su sombra, que es la
validez moral, o sea en las relaciones razón y el mundo” (Allegaría legis, III,
del comportamiento humano; no tiene 100). Plotino y los místicos admiten
validez teórica. El mismo carácter tie­ precisamente esta forma de experiencia
ne la prueba moral de la existencia directa de D. y, según Bergson, esta
de D. formulada por Kant, para el cual experiencia suministra la única prueba
D. es un postulado de la vida moral. posible de la existencia r’t D. El acuer­
Precisamente la existencia de D., según do entre los místicos no sólo cristianos
Kant, es requerida por la realización sino también de otras religiones es
del sumo bien, es decir, de la unión de "el signo de una identidad de intuición
la virtud y de la felicidad, que no se que se puede explicar del modo más
verifica por el juego de las leyes natu­ simple mediante la existencia real del
rales. "El sumo bien en el mundo ser con el cual se creen en comunica­
sólo es posible si se admite un Ser ción” (Deux sources, p. 265). En forma
supremo que tiene una causalidad con­ atenuada, este argumento se puede re­
forme con la intención moral... Por petir usando la pura y simple búsqueda
lo tanto, la causa suprema de la natu­ de D.: la búsqueda misma, en la varie­
raleza, en cuanto es presupuesta por el dad de sus procedimientos y de sus
sumo bien, es un Ser que mediante resultados, puede ser una prueba in­
el entendimiento y la voluntad, es la trínseca de la existencia, sin que toda­
causa (por lo tanto, el autor) de la na­ vía sea definible o determinable de
turaleza, o sea D.” (Crít. R. Práct., I, manera total lo que se busca (Paul
1. II, cap. 2, sec. 5). Esta prueba, que Weiss, en Science, Philosophy and Re-
Kant ha tomado de las famosas con­ lig n, Nueva York, 1941, I, pp. 413 ss.).
sideraciones del "vicario saboyano” en Que es lo que ya había dicho Pas­
el libro vi del Emilio de Rousseau, re­ cal : . ’t solamente el celo de los que
aparece a menudo en la filosofía con­ lo busca prueba a D., sino también la
temporánea. Otra forma de la prueba ofuscaciói de los que no lo buscan”
moral es la adelantada por James, que (Pensées, a T).
ha vuelto a adoptar la apuesta de Pas­
cal [The Witl to Believe, cap. I), re­ Pala, a mnemotécnica aplica­
D isa m is.
afirmando la utilidad y la conveniencia da por los osee <ticos al tercero de los
347
Discemidora, proposición
Dispar
seis modos del silogismo de tercera rivando conclusiones de premisas, por
figura, esto es, al que consta de una sucesivos y concatenados enunciados
premisa p a r t i c u l a r afirmativa, de negativos o afirmativos'. Santo Tomás
una premisa universal afirmativa y opone este procedimiento, considerado
de una conclusión particular afirmati­ inherente a la razón humana, a la
va, por ejemplo: "Algún hombre es ciencia intuitiva de Dios, quien com­
sustancia; todo hombre es animal; lue­ prende todo y simultáneamente en sí
go algún animal es sustancia” (Pedro mismo, con un acto simple y perfecto
Hispano, Summul. togic., 4.14). de inteligencia (S. Th., I, q. 14, a. 7 ss.;
Contra geni., I, 57-58). Esta es la opo­
(franc. propo-
D is c e rn id o ra , p ro p o s ic ió n sición que se encuentra en Platón y en
sition discrétive). La Lógica de Port- Aristóteles entre razón (diánoia) y en­
Royal dio este nombre a la proposición tendimiento (nous). Los modernos han
compuesta de juicios diferentes conec­ adoptado la palabra en el mismo signi­
tados en conjunto por partículas como ficado (Hobbes, Leviathan, I, 3; trad.
“pero”, "todavía”, e tc é te ra , ya sea esp.: Leviatán, México, 1940, F. C. E.;
e x p re sa d a s o sobreentendidas; por Wolf, Lóg., § 51). Y Kant la usó tam­
ejemplo, "La suerte puede quitar las bién. “El conocimiento propio de todo
riquezas, pero no el valor” (Amauld, entendimiento —ha dicho— por lo me­
Log., II, 9). nos del- entendimiento humano, es un
conocimiento por conceptos, no intui­
(gr. uáGrjua; lat. discipliria;
D is c ip lin a tivo, sino discursivo" (Crít. R. Pura,
ingl. discipline; franc. discipline; alem. Analítica, I, cap. I, sec. 1). Kant opone
Disziplin; ital. disciplina). 1) Una cien­ constantemente, en el curso de la obra,
cia en cuanto objeto de aprendizaje o entendimiento D. o humano al hipo­
de enseñanza (véase m a t h e m a ). té tic o “entendimiento in tu itiv o " de
2) La función, negativa o constric­ Dios, que es creador de sus objetos
tiva, de una regla o de un conjunto (Ibid., §21). Véase e n t e n d i m i e n t o .
de reglas, en cuanto impide la desvia­
ción de la regla misma. Así la enten­ Dispar (lat. disparatus; ingl. disparate;
dió Kant al definirla como "Id cons­ franc. disparate; alem. Disparat; ital.
tricción por la cual la t e n d e n c i a disparato). Así denominó Cicerón a lo
constante a desviarse de ciertas reglas que está en oposición contradictoria
es limitada y por último destruida". a otra cosa, por ejemplo, el no saber al
Por lo tanto, la distinguió de la cultura saber (De Invent., 28, 42). Boecio res­
“que solamente debe conferir una ha­ tringió el término a los opuestos con­
bilidad, sin quitar otra preexistente", tradictorios, que por resultar diferen­
La D. de la razón pura es una parte tes, no tienen entre sí contradicción
importante de la doctrina trascendental alguna, como la tierra y el vestido (De
del método, ya que la razón en su uso syll. hypot., I, P. L., 64?, col. 834). El
filosófico no está limitada ni sostenida, significado propuesto por Boecio ha
ni por la experiencia (como ocurre en prevalecido en el uso común y en el
la física) ni por la intuición pura (como filosófico. D. son las cosas no confron­
sucede en la matemática) (Crít. R. ta re s por su diferencia. El concepto
Pura, Doctrina trascendental del mét., reapareció nuevamente en la lógica de
cap. I). Rodolfo Agrícola y fue elaborado por
los lógicos del siglo xvn, que conside­
D is c o rd a n te , véase DISPAR. raron los dispares y los opuestos como
(gr. SicoQicruévoc; lat. discretus;
D isc re to
las dos especies de los dissentanea. Apli­
ingl. discret; alem. diskret; ital. s- caban este término a las cosas dife­
creto). Discontinuo. Véase c o n t i n . j
rentes entre sí, al punto de no poderse
atribuir una a otra; y el de D. a las
(lat. discursivus; ing' discur­
D isc u rsiv o "realmente diferentes o de tal manera
sivo; franc. discoursif; alem. iscursiv; que una pudiera existir simplemente
ital. discorsivo). El adjetive correspon­ sin la otra” (Jungius, Lóg., V, 33, 1-3).
de al sentido de la pa' ,bra griega Leibniz denominó D. "las proposiciones
diánoia (véase), ya que signa el pro­ que dicen que el objeto de una idea
cedimiento racional ir prosigue, de­ no es el objeto de otra idea” ; por ejem-
Disposición
Distinción
pío, que el calor no es la misma cosa D is p o s ic io n a l, véase POSIBILIDAD.
que el color (Nouv. Ess., IV, 2, §. 1).
Disputado. Fue uno de los métodos fun­
(gr. S i ó Gecti c ; lat. dispositio;
D is p o s ic ió n damentales de la enseñanza universi­
ingl. disposition; franc. d isp o sitio n ; taria medieval. Sus orígenes se remon­
alem. Fertigkeit; ital. d isp o sizio n e). tan probablemente a la filosofía griega
1) La distribución de las partes en un y a Aristóteles en particular, pero sólo
todo, debida al orden del todo. Aris­ en el siglo ix comenzó el método a
tóteles entendió así la palabra (Met., V, ser regulado por una técnica ad hoc,
19, 1022 b 1). Véase o r d e n , 2). sobre el modelo del Sic et non de Abe­
2) Tendencia, inclinación o postura. lardo. La dialéctica, o sea la lógica, era
En este sentido, es decir, como entendió habitualmente considerada como la téc­
la palabra sinónimo de "hábito" (véa­ nica de este método, que Juan de Sa-
se), el propio Aristóteles (Met., V, 20, lisbury definió así: "La disputa gira
1 0 2 2 b 1 0 ) que la utilizó, a veces, para en tomo a las causas dudosas, contra­
indicar la virtud (Ét. Nic., II, 7, 1107b dictorias o que se nos propone demos­
16, 30, etc.). Los estoicos se sirvieron trar o impugnar de uno u otro modo”
constantemente del término para defi­ (Metalogicus, II, 4).
nir la virtud misma: "una D. del alma
coherente y concorde” (Estob., Ecl., II, (ingl. dysteleology; franc.
D is te le o lo g ía
7, 60; Cicer., Tuse., IV, 34). Tal signi­ dystéléologie; alem. Dysteleologie). Tér­
ficado persistió en la filosofía medieval. mino creado por el biólogo materialista
A veces, sin embargo, se distingue entre alemán Emst Haeckel para señalar la
D. y hábito. Pedro Hispano dice: "El parte de la biología que estudia los
hábito difiere de la D. porque es más hechos biológicos que contradicen la
permanente y duradero como lo son, existencia de una finalidad en la for­
por ejemplo, la virtud y las ciencias... mación de los organismos vivientes
Las D., en cambio, mudan fácilmente, (monstruosidades, abortos, atrofias, et­
como por ejemplo, el frío, el calor, la cétera) (Weltratsel, 1899, cap. 14; trad.
salud, la enfermedad, etc. Los hábitos esp.: Los enigmas del Universo, Valen­
pueden denominarse D. pero no es cia, s. a.)
válida la recíproca. Por lo tanto, se pue­ (lat. distinctin; ingl. distinc-
D is tin c ió n
de definir el hábito como una cualidad tion; franc. distinction; alem. Unter-
difícilmente móvil y la D. como una scheidung; ital. distinzione). 1) La rela­
cualidad fácilmente móvil” (Summ. ción o consideración según la cual es
Log., 3.23). El significado de la pala­ posible reconocer una alteridad entre
bra sigue siendo el mismo actualmente. objetos, cualesquiera que sean. La doc­
Dice Dewey: "La palabra D. significa trina de la D. fue elaborada por la
predisposición, prontitud para elegir escolástica con fines metafísicos y teo­
abiertamente de manera específica ca­ lógicos. Santo Tomás conoce solamente
da vez que se presente la oportunidad; la D. formal o específica, que intercede
esta oportunidad consiste en la libera­ entre dos especies diferentes, y la ma­
ción de la presión ejercida por el do­ terial o numérica, que intercede entre
minio de algún hábito patente” (Human dos cosas que pertenecen a la misma
Nature and Conduct, 1922, p. 41). especie (S. Th., I, q. 47, a. 2). Pero en
A veces se denominan D. también el siglo siguiente, Francisco Mayrone
las cualidades universales de las cosas podía enunciar siete especies de D.:
y no solamente las que expresan sim­ 1) la D. de razón (ratione) como, por
ples posibilidades, por ejemplo, soluble, ejemplo, es la D. entre Sócrates como
sino también las que parecen expresar su to y Sócrates como predicado en la
un dato de hecho, por ejemplo, roto prO|_ sición: "Sócrates es Sócrates”;
o disuelto. En efecto, como observa 2 ) la ' e x natura rei, que es indepen­
Popper, en estos casos un químico no diente l ' la acción del entendimiento,
diría que el azúcar o la sal se han como la a entre el todo y las partes, el
disuelto en el agua, sino que -íspera efecto v la -ausa, lo alto y lo bajo, etc.;
recuperar el azúcar o la sal mediante 3) la D. fe nal, que existe en tre las
la evaporación del agua (The Logic of cosas que n Dueden p re d ica rse u na
Scientific Discovery, 1959, p. 424). de la otra, poi “ m plo, en tre el hom bre

349
D is tra c c ió n
D is trib u tiv o
y el asno. Acerca de esta D. había Ya Kant, con muy buen sentido, anota­
insistido ya Duns Scoto, que la utilizó ba que es ur.a debilidad, más que una
para expresar la diferencia entre el fuerza del espíritu, el no poderse sepa­
individuo y la naturaleza común (Op. rar de algo a lo que se ha dado grande
Ox., II, d. 3, q. 6 , n. 15) y la existente y duradera atención, debilidad que si
entre los atributos divinos (Ibid., I, resulta habitual y dirigida al mismo
d. 8 , q. 4, n. 17). Según Mayrone, este objeto, puede degenerar en locura. La
tipo de D. puede ser puesta por la defi­ D. como diversión del espíritu es, por
nición, por la división (o clasificación), lo tanto, una condición de la salud
por la descripción y la demostración, ya mental. Por otro lado, el estar siempre
que lo individualizado por cualquiera distraído da al hombre la apariencia
de estos procedimientos se distingue de un soñador y lo hace inútil a la
formalmente de las otras cosas; 4) la sociedad (Antr., I, 47). En este sentido
D. real es la que existe entre las "cosas la palabra equivale a diversión (véase).
positivas", recíprocamente independien­ 2) Lo contrario de la atención (véa­
tes, es decir, tales que la existencia se): la olvidada o deficiente actividad
de una sea posible sin la existencia de selectiva en las relaciones de los obje­
la otra; 5) la D. esencial existe entre tos de un campo.
las cosas que pueden separarse, aun
hipotéticamente (por ejemplo, por la (lat. distributio; ingl. dis-
D is trib u c ió n
acción de Dios), como la materia y tribution; franc. distribution; alem.
la forma, el accidente y el sustrato, el Auftheilung-, ital. distribuzione). Una
precedente y el consecuente; 6) la D. de las doctrinas típicas de la lógica
total sustancial (subjectiva) aparece terminista medieval, que aplicó esta pa­
entre las cosas que no coinciden en labra a “la multiplicación de un tér­
ninguna realidad sustancial; 7) la D. mino común operada mediante un signo
total representativa (objectiva) existe universal, como por ejemplo, en la fra­
entre las cosas que no pueden tener se ‘todo hombre corre’; el término corre
el mismo predicado esencial (quidita- es distribuido con respecto a cualquier
tivum) (Formalitates, ed Venetiis, término inferior, por el signo todo"
1517, f. 23-24). Descartes ha simplificado (Pedro Hispano, Summ. Log., 12.01).
notablemente esta complicada tabla de Al concepto de D. se debe la gran
D., reduciéndt as a tres, o sea la real, importancia que los lógicos terministas
la modal y la de razón. La D. real apa­ acordaban al operador todo (véase).
rece entre dos o más sustancias y Aun cuando la importancia de tal ope­
existe cuando se puede pensar una sus­ rador sea reconocida a veces en la lógi­
tancia clara y distintamente sin pensar ca contemporánea, falta en ésta una
en la otra. La D. modal surge entre la doctrina de la distribución.
sustancia y su modo (o manifestación)
o entre dos diferentes modos de la mis­ (ingl. distributive; franc.
D is trib u tiv o
ma sustancia. La D. de razón es la que distributif; alem. d is tr ib u tiv ). 1) La
se establece a veces entre la sustancia justicia D . es, según Aristóteles, la que
y uno de sus atributos, sin el cual la preside la división de las reservas co­
sustancia misma no podría subsistir, o munes y de los bienes, en cuanto tal
entre dos atributos, igualmente inse­ división debe ser hecha según la con­
parables, de la misma sustancia (Princ. tribución que cada uno aporta a su pro­
Phil., I, 60-62). La doctrina de las D. ducción (Ét. Nic., V, 4, 1131b 25). Tal
no ha tenido seguidores en la filosofía tipo de justicia es, por lo tanto, similar
moderna y contemporánea. a una proporción geométrica de cuatro
2) Grado de la evidencia. Véase ca­ términos por lo menos, en la cual las
r id a d . recompensas dadas a dos personas se
relacionen entre sí lo mismo que los
(lat. distractio; : .gl. dis-
D is tra c c ió n respectivos méritos (Ibid., V, 3, 1131 a
traction; franc. distraction-, .iem. Zer- 15). Véase j u s t i c i a .
streulheit; ital. distrazione' 1) La con­ 2) Ley D. es el nombre dado a cierto
dición en la cual la atenr jn se desvía número de leyes admitidas por lo co­
de las ideas o las ocr tciones domi­ mún en aritmética y en lógica. La ley
nantes y se ve llevad ■ otras cosas. D., por la multiplicación y la adición,
350
D is y u n c ió n
D iv is ib ilid a d
tiene en aritmética la siguiente forma: D iv e rsió n (ingl. diversión; franc. diver-
tissement; alem. Zeitvertreib; ital. di­
x x (y + z) = (x x y) -1-(xx z). ver timento). Toda actividad que distrai­
ga al hombre de las ocupaciones o pre­
En el cálculo de las proposiciones y ocupaciones habituales. Pascal entendió
en el cálculo de las clases existen aná­ la D. como el medio del que se sirve el
logas leyes distributivas. hombre para sustraerse al conocimiento
D is y u n c ió n (ingl. disjunction; franc.
de la propia desdicha y, por lo tanto,
disjonction; alem. Disjimktion; i tal. yincluyó en la D. asimismo los trabajos
las ocupaciones habituales. "Al no
disgiunziorte). En la lógica escolástica haber
es una prcrpositio hypothetica, formada rancia,podido la
curar la muerte, la igno­
desdicha, los hombres han
por dos proposiciones categóricas uni­ creído mejor no pensar en ello para
das por el signo vel ("Sócrates currit ser felices” (Pertsées, 168, 131, 139, etc.).
vel Plato sedet"). En la lógica contem­ La búsqueda de ocupaciones, tanto
poránea se aplica el término a una gratas cuanto más absorbentes, demás
proposición molecular formada por dos pectáculos, de entretenimientos, etc., es­ es
(o más) atómicas unidas por el signo
"V ” ("p V q”). En ambas lógicas, la la consecuencia de esta postura, al decir
de Pascal, aunque en sí misma es de­
condición necesaria y suficiente para bilidad e infelicidad, porque hace depen­
la verdad de una D. es que, por lo diente al hombre y, por ende, proclive
menos, una de las dos proposiciones a ser perturbado por miles de acciden­
que la componen sea verdadera. G. P. tes (Ibid., 170). Voltaire, en polémica
D isy u n tiv o (gr. fiie^euytiévov; lat. disiimc- con Pascal, observaba: “Nuestra con­
tivus; franc. disjonctif; alem. disjunkti- dición es precisamente la de pensar en
ve; ital. disgiuntivo). Es el enunciado los objetos externos, con los cuales
que contiene una alternativa, sea en tenemos relaciones necesarias. Es falso
sentido inclusivo, por ejemplo, "Uno u que un hombre pueda desviarse del
otro camino conduce a Roma” ; sea en pensar en la condición humana, ya que
sentido exclusivo, por ejemplo, "O es de sea lo que fuere aquello a que aplica
noche o es de día.” Los estoicos, que su espíritu, lo aplica a algo que se
fueron los primeros en prestar atención enlaza a tal condición. Pensar en sí
a tales enunciados, los entendieron en mismo, haciendo abstri ción de las co­
el sentido exclusivo (Dióg. L., VII, 1, sas naturales, es no pensar en nada:
72). digo, entiéndase bien, en nada absolu­
El silogismo D. es el que tiene una tamente (Annotations sur les Pensées
proposición disyuntiva como premisa de Pascal, §38). A su vez, Hume reco­
mayor. Véase s il o g is m o . nocía que estas consideraciones eran
justas porque "el espíritu no puede pro­
D iv e rs id a d (ingl. diversity; franc. diver- curarse por sí solo su D., y busca natu­
sité; alem . Verschiedenheit; ita l. di- ralmente fuera de sí objetos que pue­
versitá). Toda alteridad, diferencia o dan dar una sensación vivaz y pongan
desemejanza. El término es más gené­ en movimiento sus capacidades” ( Trea-
rico que estos tres y puede indicar uno tise, II, 1, 4). Éste es un punto de vista
cualquiera de ellos o todos en conjunto. que la psicología moderna apoya tam­
Puede también indicar la simple dis­ bién.
tinción numérica que se tiene cuando
dos cosas no difieren en nada, salvo D iv isib ilid a d (gr. Staígeat;; lat. divisibili-
por el hecho de ser numéricamente tas; ingl. divisibility; franc. divisibilité;
distintas. En este sentido, la D. es la a' m. Teilbarkeit; ital. divisibilitá). La
pura y simple negación de la identidad pi iedad que tiene un todo de poder
y Wolff la definía exactamente dicien­ ser * scompuesto en sus partes; si el
do que "son diferentes las cosas que no todo b. continuo, estas partes son, a su
pueden sustituirse una a la otra, que­ vez, div. :bles (Arist., Fís., VI, 1, 231 b
dando sólidos los predicados que se 11). Seguí Kant, una de las antinomias
atribuyen a una de ellas absolutamente cosmológic. • consiste en considerar co­
o en determinada c ondi c i ón” (Ont., mo posible imposible la división al
§183). infinito y, po. ~i tanto, posible e impo-
351
1
D iv isió n
D o b le v e rd a d
sible la existencia de partes simples, conjunto, deben agotar el sujeto; 6) los
esto es, indivisibles. Según Kant la anti­ miembros divisores deben excluirse mu­
nomia se resuelve reconociendo que aun tuamente; 7) la D. debe proceder conti­
cuando el todo pueda ser dado a la nuamente a través de diferencias inme­
intuición, en cambio no es dada intui­ diatas a diferencias mediatas (Lectures
tivamente la división total, que con­ on Logic, II, 2* ed., pp. 22 ss.). El estu­
siste solamente en la descomposición dio de la D. ha desaparecido de la lógi­
progresiva o en la regresión (Crít. R. ca contemporánea, y el concepto de
Pura, Dialéctica, cap. II, sec. 9). D. ha sido sustituido por el concepto
de la disyunción, que es una de las co­
D iv isió n (gr. SiaÍQEcn;; lat. d iv is io ; nectivas lógicas. Véase co n ec tiv o .
franc. división; alem. Einteilung; ital.
divisione). El procedimiento de la D. Doble v e rd a d (ingl. double iruth; franc.
que consideró Platón como segunda fa­ double vérité; alem. doppelte Wahrheit;
se de la dialéctica (véase) y Aristóteles ital. doppia venta). Los escolásticos
dejó a un lado como "silogismo débil” latinos designaron así la doctrina de
(An. Pr., I, 31, 46 a 31), fue nuevamen­ Averroes én tomo a las relaciones entre
te introducido en la lógica por los es­ religión y filosofía, e inmediatamente
toicos, que distinguieron por primera se aplicó la expresión a todas las doc­
vez entre la D. y la .partición, y defi­ trinas que se acercaban a ella. Según
nieron la subdivisión como "una D. Averroes, "la religión propia de los
luego de la D.” distinguiendo entre filósofos consiste en profundizar el es­
D. en especie y D. por contrario o por tudio de todo lo que es; no se podría
negación (Dióg. L., VII, 61). Esta doc­ rendir a Dios un culto mejor que el que
trina, que es reproducida sin variacio­ consiste en conocer sus obras y conduce
nes por la lógica del siglo x i i i (cf., por a conocerlo en toda su realidad” (Munk,
ejemplo, Pedro Hispano, Summ. Log., Mélanges de phil. juive et arabe, p. 456).
5.45) se enriqueció notablemente en los Pero, por otro lado, la investigación
siglos posteriores (Occam, Summa Lo- filosófica no puede ser de todos y la
gicae, I, 34; Jungius, Lógica Hambur- religión del filósofo no puede ser la re­
gensis, 1638, IV, 5-7) y fue expuesta ligión del vulgo. La religión que es he­
últimamente por Hamilton, que ilustró cha para los más sigue y debe seguir
con amplitud r ;s fundamentos tradicio­ un camino "simple y narrativo” que
nales. ilumine y dirija la acción. Para Averroes
En primer lugar, la D., como D. ló­ a la filosofía corresponde el mundo
gica, se distingue de la partición, que de la especulación, a la religión el
es la descomposición de un todo en sus mundo de la acción (Destructio des-
partes, en cuanto es la distinción de ob­ tructionum, disp. 6 , fol. 56, 79). Según
jetos diferentes que pueden mentarse se ve, el punto de vista de Averroes no
con el mismo nombre. La D. puede ser tiene nada que ver con un fideísmo
hecha sólo a partir de un principio que vulgar que oponga la verdad de la
exprese un carácter esencial del objeto. razón a la verdad de la fe, y se decida
Si los miembros que resultan de una D. por ésta mediante un acto arbitrario
todavía se dividen se tiene una sub­ o en obsequio a la autoridad. Pero des­
división; si un mismo objeto puede pués la expresión de D. verdad sirvió
ser dividido a partir de diferentes prin­ precisamente para designar tal fideís­
cipios, se tienen condivisiones. En fin, mo, ya sea sincero o insincero. Así, en
si una D. tiene solamente dos miembros el último periodo de la escolástica mu­
se denomina dicotomía; si tiene tres, chas proposiciones, que se considera­
tricotomía, etc., y si tiene muchos ' li- ban imposibles de demostrar, fueron
tomía. Hamilton enunció asimisir las admitidas por la fe, y Duns Scoto deli­
siguientes reglas de la D.: 1) 1 ua D. mitó nítidamente la esfera de la fe, que
debe tener un principio; 2) d /e tener se refiere a la acción, de la esfera de la
uno solo; 3) debe ser un ca acter real filosofía, que se refiere a la especula­
y esencial de la noción divi' da; 4) nin­ ción (Op. Ox., Pról., q. 3). Con Occam
gún miembro divisor del medicado de­ y sus discípulos esta postura resultó
be por sí mismo age r el sujeto; aún más radical, con la reconocida im­
5) los miembros divid’ is, tomados en posibilidad de demostrar todas las pro­
3 S 2
D o c ta ig n o ra n c ia
D ogm a
posiciones fundamentales de la fe. Oc- callarla o ignorarla oficialmente, se en­
cam afirmaba resueltamente que "los cama, aunque sea inconscientemente,
artículos de fe no son ni principios de esa actitud que la tradición filosófica
demostración, ni conclusiones, ni pro­ ha designado como D. verdad. Tal acti­
bables” (Stcmnta log., III, 1), con lo que tud puede ser caracterizada como la
quería decir que no son ni verdades creencia en el carácter aristocrático
evidentes, ni verdades demostradas, ni de la verdad, o sea la creencia de que la
tampoco proposiciones probables. Pero verdad está verdaderamente destinada
no hay tampoco en Occam esa descon­ a pocos y que los "más” son incapaces
certante actitud propia de muchos ave- de soportarla.
rroístas de los siglos xiv y xv, que
consiste en declarar fríamente, sin la (lat. docta ignorantia).
D o c ta ig n o ra n c ia
menor justificación, que se cree lo con­ El conocimiento de los límites del pro­
trario de lo que se ha demostrado, por­ pio saber, como principio o fundamento
que así lo quiere la fe o la religión. Juan de un saber positivo. La expresión se
de Jandún (siglo xiv), por ejemplo, de­ encuentra, quizás por vez primera, en
cía : "Aunque esta opinión de Averroes San Agustín (Ep. ad Probam, 130, 15,
no pueda ser impugnada con razones §28). Aparece alguna vez en la filosofía
demostrativas, digo no obstante lo con­ medieval, en San Buenaventura, por
trario y afirmo que el entendimiento ejemplo, para caracterizar el éxtasis:
no es numéricamente uno en todos los "Nuestro espíritu es arrebatado, por en­
lugares... Pero no demuestro esto con cima de sí, casi por una docta ignoran­
ninguna razón necesaria porque no lo cia, en la oscuridad y en el éxtasis”
considero posible y si alguno sabe ha­ (Breviloquium, V, 6 ). Pero debe su
cerlo, que se regocije (gaudeat). Yo difusión a Nicolás de Cusa que intituló
asevero que esta conclusión es verda­ en esa forma una de sus obras mayores
dera y la considero indubitable por la (De docta ignorantia, 1440). Tanto en
sola fe” (De an., III, q. 7). Y también Nicolás de Cusa como en los otros, la
a propósito de otros puntos fundamen­ expresión fue referida a Dios: la D. ig­
tales de la fe cristiana repite Juan su norantia consiste en saber que no se
irónica invitación: "que se regocije el puede saber nada de Dios. Dios es, en
que sepa demostrarlo”. Es difícil creer efecto, según Nicolás de Cusa, el infi­
en la sinceridad de semejante actitud, nito; por lo tanto, está mera de toda
como es difícil creer en la sinceridad proporción con lo finito, o sea con el
de un Pomponazzi que, después de ha­ hombre; lo que hace de él algo incon­
ber demostrado lo inconciliable entre mensurable con referencia a los pode­
destino y libre albedrío, declara explí­ res humanos y de tal manera que sola­
citamente que es necesario creer en la mente puede ser entendido por el cami­
Iglesia y, por lo tanto, negar el destino no de la alteridad, o sea negando o
(De jato, Perorat.): una escapatoria a llevando al límite los caracteres cono­
la que recurrieron muchos entre los cidos por el hombre (De docta ign., I,
siglos xvi y xvn. En realidad, solamente 3; De coniecturis, I, 13; Apología, p. 13).
este punto de vista (si se puede llamar Véase ig n o r a n c ia .
tal) debería ser designado como "do­
ble verdad”, en tanto que para el otro, Dogma (gr. 8 óyaa; lat. dogma; ingl.
representado por Averroes, la verdad dogma; franc. dogtne; alem. Dogma;
es una sola, y la religión y la filosofía ital. dogma). 1) Opinión o creencia. En
no hacen más que expresarla en dos este sentido es usada la palabra por
formas diferentes, una por la especula­ Platón (Rep., 538 c; Leyes, 644 d), y los
ción, otra por la acción. En una o en est micos la oponen a la epoché o sus­
otra forma, sin embargo, la actitud de pena n del asentimiento, que consiste
la D. verdad continúa teniendo también en no . 'finir la propia opinión o creen­
hoy sus sostenedores tácitos, ya sea en cia en . a sentido u otro (Dióg. L.,
filosofía, en religión o en política. Cuan­ IX, 74). . 'ant entendió por D. "una
do se considera que no todas las ver­ proposición Erectamente sintética que
dades son dichas y proclamadas, que deriva de co ~eptos”, que es un mate­
alguna verdad puede ser peligrosa para rna. En otros -minos, los D. son "pro­
los "más” y, por lo tanto, es necesario posiciones sint ’as a priori” de natu-
353
D o g m a tis m o
D o n a tis m o
raleza filosófica, en tanto no se podrían buido y que no implica condena alguna
denominar D. las proposiciones del a la actitud relativa. "La justa posición
cálculo y de la geometría (Crít. R. Pura, dentro de la esfera de la investigación,
II, Disciplina de la razón pura, sec. 1). en un buen sentido dogmática, esto
2) Decisión, juicio, y por lo tanto es, pre-filosófica, a que pertenecen to­
decreto u ordenanza. En este sentido das las ciencias empíricas (pero no
se entendió la palabra en la Antigüe­ sólo ellas) consiste en hacer a un lado
dad (Cicer., Acad., IV, 9; Séneca, Ep., con plena conciencia todo escepticismo
94) y se la usó para indicar las creen­ juntamente con toda ‘filosofía natural’
cias fundamentales de las escuelas y ‘teoría del conocimiento’ y en tomar
filosóficas; más tarde fue aplicada a las objetividades del conocimiento allí
las decisiones de los concilios y de las donde nos encontremos realmente en
autoridades eclesiásticas acerca de ma­ ellas" (Ideen, I, §26). El D. se opondría
terias fundamentales de la fe. así a la epoché fenomenológica, propia
de la filosofía. Véase e p o c h é .
Dogmatismo (ingl. dogmatism; franc.
dogmatisme; alem. Dogmatismus; ital. D o lo r (gr. Mirn; lat. dolor-, ingl. pain;
dogmatismo). El significado del térmi­ franc. douleur; alem. Schmerz; ital.
no ha sido fijado por la oposición que dotore). Una de las tonalidades funda­
los escépticos establecieran entre los mentales de la vida emotiva, más pre­
filósofos dogmáticos, que definen su cisamente la negativa, que a menudo
opinión sobre cada punto, y los filó­ es tomada como signo o indicación del
sofos escépticos, que no la definen carácter hostil o desfavorable de la
(Dióg. L., IX, 74). Desde este punto situación en la cual se encuentra el ser
de vista, son dogmáticos todos los filó­ viviente. Véase e m o c ió n .
sofos no escépticos. Un nuevo signifi­
cado de D. fue el atribuido a la palabra D o m in a n te , véase RELACIÓN, C ), 4.
por Kant, que identificó el D. con la
metafísica tradicional y lo entendió D o m in a n te , a r g u m e n to , véase VICTORIOSO,
como "el prejuicio de poder progresar ARGUMENTO.
en la metafísica sin una crítica de la D o m in a n te s (alem. Dominanten). El
razón” (Crít. R. Pura, Pref. a la 2* ed.). fisiólogo J. Reinke aplicó este término
Este D. filosótico, que consiste en lan­ a las fuerzas de naturaleza espiritual,
zar la razón a investigaciones que están inconscientes,
fuera de sus posibilidades, por hallarse lógicamente, y pero que obran ideo­
que presiden las funcio­
más allá de la experiencia posible, en­ nes de los organismos y la vida en
cuentra más tarde un incentivo en el
"D. común” que consiste en "razonar general. Estas fuerzas serían conocidas
a la ligera acerca de cosas de las que sólo indirectamente, por sus efectos
nada se comprende y de las cuales (Die Welt ais Tat ["El mundo como
nadie en el mundo jamás entenderá Einleitungrealidad”], 1899, 1957, 7? ed., pp. 273 s s .;
nada" (Ibid.). Desde Fichte, la pala­ ["Introducción in die theoretische Biotogie
bra se aplica al punto de vista del 1902, pp. 168s s .) .a Véase la biología teórica”],
v id a ; v it a l is m o .
realismo, según el cual la representa­
ción es producida por una realidad ex­ D o n a tis m o (lat. donatismus; ingl. do-
terna y no por el yo (Wissenschafts- natism; franc. donatisme; alem. Dona­
tehre, 1794, I, teorema iv); y a partir tismus-, ital. donatismo). La doctrina
de Hegel al punto de vista opuesto de Donato de Casas Negras (siglo m ),
al de la dialéctica, o sea aquel por el que fue uno de los puntos contra los
cual "de dos afirmaciones opuestas n a cuales dirigió su polémica San Agustín.
debe ser verdadera, la otra falsa” Jnc., Tal doctrina afirmaba la absoluta in­
§ 32). Estos dos filósofos inici- on así transigencia de la Iglesia frente al Es­
la mala costumbre de denr .linar D. tado. Como comunidad perfecta, la Igle­
a un punto de vista diferen* al propio, sia no debe tener contacto con la auto­
adoptando de tal manera 1 palabra sin ridad civil y las autoridades religiosas
referencia de ninguna U ole a su uso que toleran tales contactos cometen
histórico. Más de acui1' j con este uso traición y pierden la capacidad de ad­
es el significado que T jserl le ha atri­ ministrar los sacramentos. El D. habría
354
Dóxico
D u clio p e r im p o ssib ü e
hecho imposible la formación de la je­ sentido más genérico. En su De Mona-
rarquía religiosa y, subordinando la va­ de, Giordano Bruno dicé que del Uno
lidez de los sacramentos a la pureza nace la D. como del recorrido del punto
de vida del ministro, habría expuesto brota la línea, y la D. constituye la
tal validez a una duda continua (cf. San estructura de aspectos fundamentales
Agustín, De baptismo contra ckmatistas, del Universo (esencia y ser, materia y
401; Contra titteras Petiliani donatis- forma, potencia y acto, etc,). En aná­
tae, 401; Contra ckmatistas epístola de logo significado usa el término Schel-
imítate ecclesiae, 405, etc.). ling {Werke ["Obras"], I, X, p. 263).
(alem. doxisch). De doxa (opi­
D ó x ic o D u a lis m o(ingl. duatism; franc. dualis-
nión). Husserl aplica este adjetivo a me; alem. Duatismus; ital. dualismo).
todos los caracteres inherentes a la El término fue acuñado en el siglo xvm
crencia (o doxa) {Ideen, I, §103). (aparece, probablemente por vez prime­
ra, en Thomas Hyde, Historia religionis
D u a lid a d (lat. dualitas; ingl. duality; veterum Persarum, 1700, cap. ix, p. 164)
franc. dualité; alem. Dualitát; ital. dua- para indicar la doctrina de Zoroastro
lita). Relación que liga entre sí dos que admite dos principios o divinida­
objetos cualesquiera de modo tal que des, uno del bien, el otro del mal, que
el uno pueda transformarse en el otro continuamente luchan entre sí. Bayle y
mediante operaciones oportunas. Así Leibniz adoptaron la palabra en el mis­
por lo menos se define este concepto mo sentido. Christian Wolff, en cambio,
en geometría, donde se denominan dua­ le da un significado diferente diciendo
les dos figuras que se pueden obtener que "dualistas son los que admiten la
una de la otra, o la recta y el punto, existencia de sustancias materiales y
porque trazar una recta pasando por un de sustancias espirituales" (Psychol.
punto y señalar un punto sobre una rat., §39). Este significado sigue siendo
recta son en sí mismas operaciones el más común y difundido a lo largo
duales. En filosofía la palabra no tiene de la tradición filosófica. Por ello, el
un significado tan preciso e indica, por fundador del dualismo sería Descar­
lo general, una pareja de términos en­ tes, pues reconoció precisamente la exis­
tre los cuales hay una relación esen­ tencia de dos diferentes especies de
cial: por ejemplo, materia y forma, et­ sustancias, la corpórea y la espiritual.
cétera. Pero el significado de la palabra ha sido
D u a lid a d (gr. 8 ía ;; lat. duatitas; ingl. a menudo ampliado a fin de abarcar
dyad; franc. dyade; alem. Dyas; ital. otras oposiciones reales que los filó­
diade). Es, según los pitagóricos, “el sofos han descubierto en el Universo,
principio de la diversidad y de la des­ por ejemplo, la aristotélica entre ma­
igualdad, de todo lo divisible y muda­ teria y forma, la medieval entre exis­
ble y que, ora está de una manera, ora tencia y esencia y, la de todos los
de otra” (Porfirio, Vita Pith., 52). Se tiempos, entre apariencia y realidad.
opone a la mónada que es el principio Arthur O. Lovejoy ha examinado his­
de la unidad, del ser idéntico e igual. tóricamente la rebelión contra el D.
En este sentido, Aristóteles dice que {The Revolt against Duatism, 1930)
"el número deriva de la mónada y de insistiendo acerca de la necesidad de
la D. infinita” (Met., XIII, 7, 1081 a 14), alguna forma de D. o, por lo menos,
frase que es tomada por Plotino e in­ de "bifurcación de la experiencia" que
terpretada en el sentido de que la D. justifique la distinción entre la apa-
es la Inteligencia (nous) porque ésta rie-cia ilusoria y la realidad. Véase
ya manifiesta una composición en la MOl 'M O.
multiplicidad de sus objetos y en la es­
cisión entre lo que piensa y lo que D u ctio , 'r im p o ssib ü e , o también: per
es pensado {Enn., V, 4, 2). En sentido contradic yriam propositionem. La re­
análogo, Filón había dicho que "la D. ducción al bsurdo de la tesis del adver­
es la imagen de la materia y, como ella, sario media fe la demostración de la
dividida y fraccionada” {Alt. Leg., I, contradicción que implica. Adquieie
3; cf. Dióg. L., VIII, 25). En el Rena­ la forma de lo: ’logismos Baroco {véa­
cimiento la noción fue adoptada en ur. se) y Bocardo ( -se) (Jungius, Lógica,
355
Duda

III, 14; cf. Arist., Art. Pr., I, 5, 27 a la D. una fase subjetiva de la investiga­
36 ss.). ción. Pero en realidad, la D. cartesia­
na no es un elemento de la historia
D uda (gr. ájcopía; lat. dubium\ ingl. privada de Descartes, sino la fase crí­
doubt; franc. daute; alem. Zweifel; tica de ese tipo de saber propio del
ital. dubbio). Bajo este término se en­ tiempo en que Descartes vivió y que
tienden por lo común dos cosas dife­ a través de él logra reconocer la insu­
rentes, pero más o menos conectadas: ficiencia o la labilidad de sus funda­
1) un estado subjetivo de incertidum­ mentos. Es esto lo que Descartes mis­
bre, o sea una creencia o una opinión mo reconoce: "No llegaremos a una
no suficientemente determinada o tam­ mala conclusión diciendo que la físi­
bién la vacilación para elegir entre la ca, la astronomía, la medicina y todas
aserción de la afirmación y la aserción las otras ciencias que dependen de la
de la negación; 2) una situación obje­ consideración de las cosas compuestas
tiva de indeterminación o la problema- son dudosas e inciertas, pero que la
ticidad de una situación, o, lo que es aritmética, la geometría y las otras
lo mismo, su carácter indeciso con re­ ciencias de esta naturaleza que tratan
ferencia a su posible éxito o a su posi­ rie cosas muy simples y generales, sin
ble solución. preocuparse de si existen o no en la
Aristóteles reconoció por primera vez naturaleza, contengan algo cierto e in­
(por lo menos implícitamente) esta dis­ dubitable” (Méd., I). Aun cuando la D.
tinción de significados al negar que pueda extenderse (mediante la hipó­
la duda pudiera reducirse a la “equi­ tesis de un genio maléfico que se di­
valencia de los razonamientos contra­ vierta en engañar a los hombres) tam­
rios”, ya que tal equivalencia es más bién a las ciencias matemáticas, no
bien lo que puede producir la duda. hay duda de que para Descartes éstas
"Cuando razonamos —dice— en ambas se sustraen, por motivos objetivos, a
direcciones y todos los elementos del la incertidumbre subjetiva y, por lo
discurso nos parecen desarrollarse con tanto, le permiten obtener precisamen­
pareja validez en cada uno de los dos te de ellas las reglas fundamentales
sentidos, entonces estamos en D. acerca del método (Discours, II). El carácter
de qué hacer” (Tóp., VI, 145 b 15). La objetivo de la D. es frecuentemente
"equivalencia Je razonamientos opues­ puesto a la luz en la filosofía contem­
tos” es la situación objetiva de inde­ poránea. Por un lado Husserl conside­
terminación ; la D. es la incertidum­ ra la D. como estado subjetivo, como
bre subjetiva y la incapacidad de deci­ un modo de darse "un objeto como
sión que comporta. Estos dos aspectos simple apariencia” {Ideen, I, §103).
se vuelven a encontrar, en forma más Por otro lado, para Dewey, la D. tiene
o menos explícita, en la historia de la su raíz en la "situación problemática"
filosofía, pero con predominio del as­ que estimula o determina la investi­
pecto subjetivo, que es considerado pro­ gación y que la investigación misma
pio o constitutivo de la duda. Así se debe llevar a una nueva situación. "La
deduce de una anotación de Sexto Em­ investigación, al restablecer la pertur­
pírico (Hip. Pirr., I, 7), para quien bada relación entre organismo y am­
la D. es "la vacilación para afirmar o biente (que define la D.), no se limita
negar”, aun cuando los escépticos no a remover la D. recurriendo a una
niegan los buenos fundamentos objeti­ integración adaptativa anterior. Esta­
vos de esta vacilación. Y aun sin negar blece nuevas condiciones ambientales
el fundamento objetivo, Santo Tomás que originan problemas nuevos” {Logic,
insiste acerca del carácter subj ivo cap. 2; trad. esp.: Lógica, México, 1950,
de la D. como ignorancia o de' cien­ F. C. E., p. 50).
cia de información y, por lo t ato, no El valor de la D. en la investigación
lo considera esencial en 1p elección filosófica ha sido admitido por todas
voluntaria (S. Th„ III, q. 1P a. 4). Apa­ las doctrinas que ven en la filosofía
rentemente prevalece el r ,ácter obje­ la búsqueda por la adquisición de la
tivo de la D. también er Jescartes, ya verdad más que su posesión y revela­
que el curso autobiog .ico de la in­ ción. También, a veces, se ha creído
vestigación cartesianr arece hacer de que la D. lleva consigo o implica una
356
D u d a h ip e rb ó lic a
D u ra c ió n
certidumbre originaria superior a toda D uda hiperbólica, véase supra DUDA.
D. Es éste el movimiento intelectual
que Descartes difundió en el mundo (gr. a'uov; lat. aevum; ingl.
D u ra c ió n
moderno y sobre el cual fundó la evi­ duratian; franc. durée; alem. Dauer;
dencia propia de la conciencia. Tal ital. durata). El espacio de vida de una
concepción encuentra su origen en San cosa o de un acontecimiento, esto es,
Agustín: "Todo aquel que sepa dudar, los límites de su existencia en el tiem­
sabe la verdad y está seguro de lo po. Así definía Aristóteles la D.: “El
que sabe; por lo que está seguro de término que abraza el tiempo de cada
la verdad. Por lo tanto, quien dude cosa viva y fuera del cual nada de
de la existencia de la verdad tiene en la cosa misma cae naturalmente” (De
sí mismo una verdad, la verdad de la cáelo, I, 9, 279 a 23). La duración abra­
que no puede dudar, ya que nada verda­ za, por lo tanto, la totalidad del espacio
dero es verdadero sin la verdad. Por de vida de una cosa; pero si la cosa de
lo tanto, no ocurre que dude de la que se trata es el mundo, que abraza
verdad aquel que en una ocasión pudo la totalidad del tiempo, la D. es la
dudar" (De vera religiane, 39). Y todos eternidad misma en el sentido de una
recordamos la duda total de Descar­ indefinida permanencia de la existen­
tes que se halla al principio del cogito: cia en el tiempo (lbid., I, 9, 279 a 25).
"En tanto rechazamos así todo aquello Entre los antiguos, por lo tanto, el
de lo que podemos dudar e imagina­ concepto de D. tiene dos significacio­
mos que sea falso, suponemos fácilmen­ nes, a saber: 1) los términos tempo­
te que en efecto no existan Dios, ni el rales que circunscriben la existencia
cielo ni la tierra y que no tenemos de una cosa cualquiera; 2) la prolon­
cuerpo, pero no estamos en situación gación indefinida del tiempo, o sea la
de suponer que no existimos en tanto eternidad. Aquí se considera sólo el pri­
dudemos de la verdad de todas las co­ mero de estos significados, ya que el
sas, ya que tenemos tanta repugnancia otro está comprendido en la voz eter­
a concebir que lo que piensa no existe nidad (véase).
realmente mientras piensa que, no obs­ Descartes distinguió el tiempo, como
tante todas las suposiciones más extra­ número del movimiento, de la D. en
vagantes, no sabremos impedirnos el general y vio en el tiempo solamente
creer que esta conclusión Pienso, luego “cierto modo de pensar sta D. y, por
existo no sea verdadera y consecuente­ lo tanto, comprender bajo una común
mente no sea la primera y más cierta medida la D. de todas las cosas” (Princ.
conclusión que se presenta al que con­ Phil., I, 57). Y Spinoza no hizo más que
duce sus pensamientos con orden" expresar el mismo concepto cartesiano
(Princ. Phil., I, 7). La certeza ligada al definir la D. como "la existencia de
a la D. es la misma certidumbre del las cosas creadas, en cuanto persevera
cogito y está sujeta a las mismas obje­ en su realidad” (Cogitata metaphysica,
ciones. Véase cogito . I, 5) o como "la continuación indefi­
La filosofía contemporánea, aun cuan­ nida del existir” (Eth., II, def. 5).
do ha insistido acerca del aspecto ob­ Locke, en cambio, explica la noción
jetivo de la D. y por lo tanto también de la D. a través del fundamento de
acerca de su extensión a todas las la experiencia interna. La D. sería la
situaciones que pueden constituir el generalización de esta experiencia, co­
punto de partida de una investigación mo la extensión es una generalización
cualquiera, tiende a hacer menor uso de la experiencia de la distancia obte­
de la D. “hiperbólica” (como se deno­ nida por medio de la vista o del tacto.
minó a la D. cartesiana) y a considerar “Ql nuestra noción de la sucesión y
la D. circunscrita a una situación o de i duración —dice Locke— pro­
tarea determinada. En otros términos, ceda. .. le la reflexión sobre el curso
la D. no aparece actualmente como la de las iu as que vemos aparecer una
iniciación absoluta o el primer prin­ tras otra t nuestra mente, me parece
cipio de la investigación filosófica, sino llano” (Essai II, 14, 4). A lo que Leib-
más bien como la condición por la cual niz observaba ’ue "una serie de percep­
una situación suscita o exige tal inves­ ciones despiert an nosotros la idea de
tigación. la D., pero no sustituye. Nuestras
3 5 7
Duración

percepciones nunca tienen una sucesión lectual o simbólica, o reconocido en su


tan constante y regular como para res­ fluidez originaria. En esta fluidez no
ponder a la del tiempo, que es conti­ existen estados de conciencia relativa­
nuo, uniforme y simple como una lí­ mente uniformes que se sucedan unos
nea recta”. Por lo tanto, se puede decir a otros como los instantes del tiempo
que "la D. se conoce a través del nú­ espacializado de la ciencia. Existe una
mero de los movimientos periódicos única corriente fluida, donde no exis­
iguales, de los cuales uno comienza ten cortes netos ni separaciones y en
cuando el otro termina, por ejemplo, la cual a cada instante todo es nuevo
mediante el número de las revolucio­ y todo es conservado en su totalidad.
nes de la tierra o de los astros” (Nouv. "Mi estado de ánimo —dice Bergson—,
Ess., II, 14, 16, 22). En otros términos, adelantando en el camino del tiempo,
para Leibniz la noción de D. está ligada está henchido continuamente por la D.
a la de medida del tiempo y esta úl­ que recoge y hace, por así decirlo, alud
tima está ligada a los movimientos consigo mismo” (Év. créatr., p. 2). El
periódicos uniformes. Y Kant expre­ concepto de D. así entendido es el prin­
saba sustancialmente el mismo con­ cipio de toda la filosofía de Bergson;
cepto de duración observando que "sólo es invocado como memoria, esto es,
por medio de lo permanente la existen­ como conservación integral, en Matiére
cia adquiere en las diferentes partes et mémoire para explicar la relación
de la serie temporal una cantidad que entre alma y cuerpo (véase a l m a ), co­
se denomina duración" (Crít. R. Pura, mo salto vital en la Evolución creadora
Anal. d. Princ., I Analogía). La D. es, para explicar la evolución de la vida
por lo tanto, una cantidad mensurable y su división en las dos direcciones fun­
a partir del fundamento de una perma­ damentales del instinto y de la inte­
nencia y , por lo tanto, es un atributo ligencia, y como ímpetu (élan) vital
de la sustancia en cuanto es el objeto en las Deux sources de la morale et de
mismo que permanece en el tiempo la religión, para explicar el desarrollo
(Ibid .). Por lo que se ve que, en tanto de las sociedades humanas y su diri­
que los antiguos habían hecho remontar girse hacia una sociedad mística. Es,
la idea de la D. a la de eternidad, los por fin, el objeto propio de la intuición,
modernos, en cambio, la han llevado que es el órgano específico de la filo­
a la de tien m y la han identificado sofía, destinada a recoger la espiritua­
con éste. lidad como tal, del mismo modo que
Bergson intenta sustraer la D. al la inteligencia está destinada a reco­
tiempo o, por lo menos, al tiempo men­ ger la materia, o sea la inmovilidad del
surable de la ciencia, aunque termina mecanismo. Según se ha dicho, esta
a su vez haciendo de la D. una espe­ noción de D., a pesar de estar caracte­
cie de eternidad. El tiempo de la rizada como cambio incesante, está
ciencia es, según Bergson, un tiempo más cerca de la de eternidad que de la
especializado, o sea reducido a la suce­ de tiempo, ya que en realidad conserva
sión de instantes idénticos. El tiempo todo, es todo y no tiene nada fuera
real o D. es el dato de la conciencia de sí, precisamente como el aión de
despojado de toda superestructura inte­ Aristóteles.

358
E
E. 1) En la lógica formal “aristotélica” losóficas: 1) la dirección seguida por
se utiliza esta letra como símbolo de la la escuela estoica a partir de Boezo
proposición universal negativa (Pedro de Sidón (muerto en 119 a. c.), por la
Hispano, Summ. Log., 1.21). Academia platónica a partir de Filón
2) En la lógica modal tradicional, de Arisa (siglo i a. c.) y por la escuela
la proposición modal que afirma el aristotélica a partir de Andrónico de
modo y niega la proposición, por ejem­ Rodas (siglo i a. c.), así como también
plo: "Es posible que no p”, donde p a través de sus discípulos y, en primer
es una proposición c u a l q u i e r a (Ar- término, Cicerón. El criterio del que
nauld, Log., II, 8). se valieran los eclécticos de esta direc­
3) En la notación de Lukasiewicz, ción fue el acuerdo común de los hom­
E es usada para indicar la equivalencia bres (consensus gentium); 2) el esplri­
de las proposiciones (A. Church, Intro- tualismo romántico de Cousin, que
duction to Mathematical Logic, n. 91). adoptó este término para indicar su
G. P. - N. A. método dirigido a llevar a la luz de la
conciencia las verdades que en ella
E c c e id a d (lat. haecceitas; ingl. haeccei- se hallan implícitamente contenidas
ty; franc. hecceité-, ital. ecceitá). Tér­ (Du vrai, du beau et du bien, 1853,
mino creado por Duns Scoto a partir Pref.).
del adjetivo haec, que indica una cosa
particular, para designar la individua­ (ingl. ecology; franc. ecologie;
E c o lo g ía
ción, la cual consiste en una "última ital. ecología). El estudio de las rela­
realidad del ente”, que determina y ciones entre el organismo vivo y su
"contrae" la naturaleza común (com­ ambiente, que constituye parte funda­
puesta de materia y forma) a una cosa mental de la biología; o bien el estudio
particular, ad esse hanc rem. El prin­ de las relaciones del hombre como
cipio es invocado por Duns Scoto para persona y su ambiente social, que cons­
explicar la manera como la “naturaleza tituye parte de la sociología. La pa­
común”, que es indiferente tanto en la labra es moderna y la usan principal­
universalidad como en la individuali­ mente los anglosajones
dad, origina la cosa individual. El tér­
mino no se halla en el Opus Oxoniense (gr. olxovouía; lat. oecono-
E c o n o m ía
que es el mayor comentario de Duns mia; ingl. economy-, franc. economie-,
Scoto a las Sentencias de Pedro Lom­ alem. Oekonomie, Wirtschaft; ital. eco­
bardo, pero en cambio se encuentra en nomía). El orden o la regularidad de
los Reportata parisiensia (II, d. 12, q. 5, una totalidad cualquiera, ya sea una
n. 1, 8, 13, 14); más tarde fue frecuente­ casa, una ciudad, un Estado o el mun­
mente usado por la escuela escotista. do. En el Nuevo Testamento la palabra
Véase i n d i v i d u a c i ó n . es usada a veces para indicar el plan
providencial (San Pablo, Ep. a los efe-
E c le c tic is m o (gr. éxXextixti áÍQEcris; ingl. sios I, 10). Y Orígenes denominó "E."
eclecticismo franc. eclectisme-, alem. a la encarnación del Verbo, ya que ella
Eklekticismus; ital. eclettismo). 1) La ha restituido al mundo, providencial­
dirección filosófica que consiste en ele­ mente, su orden y su regla verdadera
gir de las doctrinas de diferentes filóso­ (Contra Cels., II, 9).
fos las tesis que más se aprecian, sin Pero por lo menos por lo que se
cuidarse mucho de la coherencia de es­ refiere a las totalidades finitas, el or-
tas tesis entre sí ni de su relación cor de mejor es el que realiza el máximo
los sistemas de origen. El término se resu ‘ado con el mínimo esfuerzo y,
encuentra en Diógenes Laercio (Proem., de tal •nanera, en la historia de la filo­
21), que lo refiere a un oscuro filósofo sofía la 'egla del mínimo esfuerzo ha
de Alejandría, Potámones, y fue adop­ sido ente dida como "principio de la
tado por Brucker (Historia critica phi- E.”. Tal | incipio, como regla metó­
losophiae, II, p. 193). Se aplica por lo dica, no se onfunde con el principio
general a las siguientes direcciones fi­ de la acción mima (véase) que es, en
359
Economía política

cambio, y en un primer momento, según Mach, preside la formación de


un principio físico y metafísico y en un los conceptos, que nacen de la situa­
segundo tiempo una ley de la mecánica. ción de desequilibrio entre el número
Se puede decir que el principio de la E. de las reacciones biológicamente impor­
es formulado por vez primera por Oc- tantes, muy limitado, y la variedad, casi
cam en el siglo xiv con las fórmulas ilimitada, de las cosas existentes. El
“Pluralitas non est ponenda sine neces- concepto, al permitir clasificar oportu­
sitate" y "Frustra fit per plura quod namente tal variedad, permite afrontar­
potest fieri per pauciora”. De ello se sir­ la del modo más económico, o sea
vió constantemente Occam para elimi­ con el mínimo esfuerzo (Erkenntniss
nar muchas de las entidades admitidas und Irrtum, 1905, cap. 8; trad. esp.:
por la escolástica tradicional; así, por Conocimiento y error, 1948). Esta exi­
ejemplo, la especie —sensible o inteli­ gencia es actualmente reconocida como
gible— como intermediario del conoci­ válida en la construcción de las hipó­
miento {In Sent., II, q. 14, P). Más tesis o teorías científicas. Véase t e o r ía .
tarde fue expresado este principio, con
el nombre de navaja de Occam, me­ (ingl. political econo-
E c o n o m ía p o lític a
diante esta fórmula: "Entia non sunt my, economics-, franc. economie politi-
multiplicanda praeter necessitatem”, que; alem. politische Wirtschaft; ital.
fórmula que se encuentra a partir de economía política). Como nombre de
la Lógica vetus et nova (1654) de Clau- una ciencia particular, el término desig­
berg. A este principio hace referencia na en general la técnica para afrontar
Kant, como expresión de la exigencia las situaciones de escasez. Por situa­
de buscar en la naturaleza (o mejor, de ciones de escasez se entienden las si­
realizar en su conocimiento) la máxima tuaciones en las que el hombre, en
unidad y simplicidad posibles. “Que una presencia de objetos múltiples y de im­
tal unidad se encuentre en la natura­ portancia diversa, dispone, para conse­
leza —dice Kant— lo presuponen los fi­ guirlos, de tiempo y de medios limita­
lósofos a través de la conocida regla dos y capaces para uno u otro usos. La
de la escuela de que los principios no técnica para afrontar tales situaciones
se deben multiplicar sin necesidad. Con tiene como mira la máxima satisfac­
esto se dice que la misma naturaleza ción posible, y las reglas que constitu­
de las cosas d ' materia a la raciona­ yen tal técnica definen el comporta­
lidad y que la aparente diversidad in­ miento racional del hombre en las
finita no debe entretenemos, suponien­ situaciones de escasez. Tal comporta­
do tras ella una unidad de las propie­ miento es el objeto auténtico de la
dades fundamentales, de la cual pueda economía política, la cual, a menudo
obtenerse la multiplicidad por medio reivindica para sí un carácter descrip­
de múltiples determinaciones” (Crít. tivo porque se sitúa frente a él como
R. Pura, Dialéctica, libro II, sec. III, cualquier otra ciencia frente a su ob­
Del uso regulador de las ideas; Crítica jeto específico (cf. Menger, Grundsátze
del juicio, Introd., I). der Volkswirtschaftslehre [“Principios
La filosofía contemporánea ha insis­ de la economía de los pueblos”], 1871,
tido mucho, e insiste aún, acerca de la trad. ital., pp. 51-70; Mises, Die Gemein-
importancia de esta regla metódica. wirtschaft ["La economía común”],
Avenarius (Die Phil. ais Denken der pp. 98 ss.; Fetter, Economie Principies,
Welt gemáss dem Princip des kleinstein 1915, cap. I ; Strigl, Die okonomischen
Kraftmasses, 1876; trad. esp.: La filo­ Kategorien und die Organisation der
sofía como el pensar del mundo según Wirtschaft ["Categoría económica y or­
el principio del metior gasto de ener­ ganización de la economía”], 1923, pas-
gía, 1947) y Mach, sobre todo, an sim ; Robbins, An Essay on the Nat. and
contribuido a subrayar su impor* ncia. Significance of Ec. Se., 1935, cap. 1;
“Los métodos a través de loc cuales trad. esp.: Ensayo sobre la naturaleza
se constituye el saber —ha d cho este y significación de la ciencia económica,
último— son de naturaleza jonómica” México, 1944, F. C. E.). Se pueden dis­
(Die Principien der Warm ehre ["Los tinguir tres fases de la E. política en
principios de la termodur »ica”l, 2* ed., relación con tres diferentes fundamen­
1900, p. 39). Es este p icipio el que, tos adoptados como sostén o guía de la
360
Economía política

técnica económica, a saber: 1) El com­ richesses (1776) de Turgot. Esta doctri­


portamiento racional del hombre en na es análoga y correspondiente a la
las situaciones de escasez está garanti­ del iusnaturalismo (véase): el orden
zado por un orden natural que obra natural es un orden racional, por lo
automáticamente y que, en tanto no tanto, un orden según el cual todo
sea perturbado, garantiza a cada hom­ individuo puede lograr el máximo gozo
bre y también a todos el máximo de posible con el mínimo esfuerzo. Debido
la utilidad posible. Denominaremos a a este carácter propio, el orden garan­
esta concepción teoría del orden natu­ tiza la coincidencia del interés particu­
ral; 2) No existe un orden natural lar con el interés general ya que "el
que garantice el comportamiento eco­ mundo camina por sí mismo" y el deseo
nómico de los individuos, pero existe, del bienestar comunica a la sociedad
y puede determinarse en cada caso, una una continua tendencia al mejoramien­
distribución de los medios económicos to. Es evidente que si el orden natural
que puede realizar la máxima satis­ de los fenómenos económicos es el úni­
facción de los individuos interesados co posible, toda tentativa de intervenir
v que, por lo tanto, constituye un es­ para modificarlo es, además de inútil,
tado de equilibrio. Denominaremos a perjudicial y que, por lo tanto, la máxi­
esta segunda fase teoría del equilibrio-, ma fundamental de la política econó­
3) No tiene sentido intentar la deter­ mica debe ser la de dejarlo caminar por
minación de un estado de equilibrio sí mismo. Laisser faire, laisser passer,
que no tiene su contrapai'tida en la es el lema que los fisiócratas opusieron
realidad económica. El comportamien­ a todos los obstáculos que el ordena­
to racional del hombre en las situa­ miento, todavía en parte medieval,
ciones de escasez se puede determinar de las actividades económicas y las
solamente a partir de las condiciones mismas doctrinas mercan tilistas había
de ignorancia y falibilidad con que éste multiplicado. Adam Smith no hizo más
llega a tales situaciones. Esta tercera que aceptar el principio fisiocrático en
fase se encuentra en sus comienzos y An Inquiry into the Nature and Causes
su proyecto es la denominada teoría de of the Wealth of Nations (1776) (trad.
los juegos. Nos referiremos a ella, por esp.: Investigación sobre la naturaleza
lo tanto, con este nombre. y causas de la riqueza de las naciones,
1) Teoría del orden natural. La E. México, 1958, F. C. E.„ que por lo co­
ha surgido y se ha constituido en el mún se toma como el comienzo de la
mundo moderno basándose en esta teo­ fase científica de la economía. Según
ría. Aun cuando desde la Antigüedad Adam Smith, existe un orden armo­
se hayan recogido y expresado en for­ nioso y benéfico de las cosas, orden
ma de teoremas, leyes o consejos, un que se manifiesta allí donde la natura­
buen número de observaciones acerca leza es abandonada a sí misma. Las
de los fenómenos económicos, la E. po­ instituciones humanas han alterado o
lítica es una ciencia reciente que sur­ turbado a menudo el orden natural,
gió sólo cuando las uniformidades com­ pero éste puede aún ser reencontrado
probadas en la esfera de los fenómenos bajo las superestructuras históricas que
económicos y que se pueden llamar "le­ lo ocultan. Debe ser tarea de la cien­
yes", fueron consideradas como ejem­ cia el volver a encontrar las leyes de­
plos o casos de un orden total o suma­ terminantes de tal orden y prescribir
rio de tales fenómenos. Esto ocurrió los caminos mediante los cuales puede
en el siglo xvm cuando, con los fisió­ ser realizado íntegramente en las socie­
cratas, se reconoció la existencia de un dades humanas. Al ser abolidos los sis-
"orden natural" en ¡os fenómenos eco­ t mas de preferencia o de restricción,
nómicos. La primera definición de la "e sistema simple y fácil de la libertad
E. política fue la de Dupont de Ne­ natu. al se establece por sí mismo”. Tal
mours, quien la consideró como la sistem lleva como única regla la li­
"ciencia del orden natural” y la doc­ bertad t'!mitada de los sujetos econó­
trina de este orden fue ilustrada en micos. fc efecto, en virtud de tal
el Tábleau Économique (1758) de Fran- libertad se leja obrar esa fuerza natu­
qois Quesnay y en las Refléxixms sur ral inhereni a la naturaleza humana,
la formation et la distribution des que con su . ’ión constante en todos
361
Economía política

los hombres garantiza la realización del misma línea siguen las críticas de Sis-
orden económico y que es la tendencia mondi en sus N o u vea u x Principes
egoísta. Smith considera que los hom­ d'Économie politique (1819). Y se expli­
bres tienden a obrar, en todas las cir­ ca el surgir de las primeras doctrinas
cunstancias, conforme a su verdadero socialistas que, aun reconociendo la
interés y que al hacerlo así no sólo realidad del orden económico, preten­
realizan su beneficio privado sino tam­ den intervenir en él y dirigirlo hacia
bién el bien colectivo. El orden natural un mejor éxito. Así Saint-Simon (L'In-
obra, en otros términos (y como ya lo dustrie, 1817; L'Organisateur, 1819-20)
habían considerado los fisiócratas), co­ delineaba los principios de un orden
mo un orden providencial y la armonía económico ideal, fundado en el indus­
entre el interés general y el interés trialismo, pero exento de los defectos
privado está garantizada por anticipa­ propios del orden natural. En la nueva
do; Smith no considera posible una sociedad, organizada según este ideal,
oposición entre los dos intereses. Fue no deberían existir clases, sino sólo tra­
éste el principio clásico del liberalismo bajadores, y toda nación resultaría una
económico, del que Smith enuncia las única asociación productora, con la fi­
exigencias fundamentales, a saber: la nalidad de lograr, mediante trabajos
negación de toda tarea económica del pacíficos, la máxima prosperidad. Otros
Estado y el reconocimiento de la com­ socialistas como Owen, Fourier, Blanc,
petencia como la gran fuerza reguladora se distinguen de Saint-Simon al preco­
de los valores económicos. Los sucesi­ nizar una organización social en la cual
vos análisis de los economistas demues­ los individuos, reunidos en grupos au­
tran, sin embargo, que no en todos sus tónomos (la asociación cooperativa de
aspectos camina el orden económico por Owen, el falansterio de Fourier, el ta­
sí mismo y que no siempre la acción ller sociat de Blanc) conservan cierta
de las fuerzas que lo rigen resulta independencia y no dejan de lado el
benéfica. En An Essay cm the Princi­ poder de iniciativa como sucede en
pies of Population (1798) (trad. esp.: la asociación única de que habla Saint-
Ensayo sobre el principio de la pobla­ Simon. Sin embargo, el ataque contra
ción, 1951, F. C. E.), Malthus hacía ver el fundamento mismo del orden libe­
que el desequilibrio que tiende a pro­ ral, o sea contra la propiedad privada
ducirse entre e' crecimiento de la po­ de los medios de producción, fue formu­
blación y el crecimiento de los medios lado por Proudhon. En el escrito Qu’est-
de subsistencia (los cuales aumentan ce que la propriété? (1840), Proudhon
en proporciones muy diferentes; el pri­ afirmó que "la propiedad es un robo”,
mero supera en gran medida al segun­ no en el sentido de ser en su origen
do) no es restablecido sino a costa de el fruto de una apropiación violenta,
muy graves males, como epidemias, sino en cuanto da al que la detenta
guerras y flagelos sociales. Ricardo en el derecho de gozar y de disponer,
sus Principies of Political Economy como de algo propio, los frutos del
(1817) (trad. esp.: Principios de econo­ trabajo y de la capacidad de los de­
mía política en Obras, I, II, México, más. Sin embargo, la doctrina del orden
1958, F. C. E.) aclaraba algunos contras­ natural encontró precisamente hacia
tes esenciales entre el interés general mediados del siglo xix sus dos máxi­
y el privado. Así el fenómeno de la mos representantes en Bastiat y Stuart
renta rural demuestra que el propie­ Mili. El primero la interpretaba en
tario de la tierra está interesado en el sentido finalista, considerando que el
aumento rápido de las necesidades y orden natural está organizado con mi­
en que sean elevados los costos de 1 s ras a la perfecta autonomía social y
productos agrícolas (condiciones mae reafirmando así el principio de la esen­
aumentan la renta agraria) y P- ' t al cial bondad de las fuerzas que obran
manera lo que le beneficia a é’ empo­ en el orden mismo (Harmonías écono-
brece a los otros ciudadanos El aná­ miques, 1849). El segundo, en los Prin­
lisis del salario obrero mo .raba cla­ cipies of Political Economy (1848)
ramente el antagonismo en* e el salario (trad. esp.: Principios de ecotiomía
y el beneficio, por el cual no no puede política, México, 1943, F. C. E.), afir­
aumentar sino a expenr del otro. La maba el carácter mecánico del orden
362
Economía política

natural y veía la garantía del mecani­ nismo, sino un organismo que lleva en
cismo de este orden en la naturaleza sí una ley de sucesión según la cual
de la fuerza que lo produce: la ten­ pasa por diferentes grados de desarro­
dencia al bienestar individual. Por lo llo. Por lo tanto, la ciencia económica
tanto, las leyes de la E. y en particular debe tener en cuenta este desarro­
las leyes de la producción de los bie­ llo; debe ser la descripción' de la natu­
nes, conservan un carácter de necesi­ raleza económica y de las necesidades
dad y en sus relaciones mutuas la única de un pueblo, o sea “la anatomía y la
actitud posible es, por parte del Estado, fisiología del orden económico”. La es­
el laisser faire. En efecto, todo lo pro­ cuela histórica, que es el más importan­
ducido por el hombre debe obedecer te reflejo del romanticismo en el do­
a las condiciones impuestas por la na­ minio de la E., a veces ha acentuado
turaleza. Ya sea que el hombre lo quie­ (sobre todo por obra de Hildebrand)
ra o no lo quiera, los productos por él la diversidad de los organismos econó­
creados quedarán limitados por la suma micos nacionales, negando que la E.
de los productos anteriormente acumu­ clásica hubiera descubierto las leyes
lados (el capital) y, dada esta suma, económicas naturales válidas en todo
serán proporcionales a la energía y a tiempo y país. Pero en la misma histo­
la habilidad del hombre, a la perfec­ ria de los organismos económicos la
ción de las máquinas empleadas y al escuela intentó precisamente hallar el
juicioso uso de la división del trabajo orden único o, según dijera otro repre­
(ley del capital). Lo quiera o no lo sentante de la misma, Karl Knies, “la
quiera el hombre, una cantidad doble única ley general del desarrollo de
de trabajo no producirá, en el mismo la humanidad”, que determina la his­
terreno, una cantidad doble de produc­ toria de las naciones en particular. Si,
tos (ley de los rendimientos decre­ por lo tanto, el concepto de organismo
cientes). En cambio la distribución de permitía acentuar algunos caracteres
la riqueza es una institución exclusiva­ que el concepto del mecanicismo deja­
mente humana que depende de las le­ ba en la sombra —el desarrollo y la in­
yes y de las costumbres civiles, que dividualidad histórica de los sistemas
varían en diferentes tiempos y países económicos— y destacaba con ello la
y que pueden variar cada vez que los dificultad de lograr los lineamientos de
hombres io quieran. Stuart Mili, por un orden económico universal, la exi­
lo tanto, como toda la corriente del gencia de este orden y su descubrimien­
utilitarismo (véase), es partidario de to quedó también como fundamento
reformas radicales en este campo, a de la E. política para la escuela histó­
pesar de ser reformas dirigidas a unir rica. Permaneció como tal también pa­
el máximo de libertad individual con la ra lo que, desde determinado punto de
mayor justicia en la distribución de las vista, es la inversión de la E. clásica,
riquezas naturales. Este reconocimiento esto es, para el marxismo. Y, en efecto,
de Stuart Mili —que la distribución de el paso, según Marx inevitable y nece­
la riqueza no está determinada nece­ sario, de la sociedad capitalista a la
sariamente por el mecanismo del orden sociedad comunista, sería producido
económico— ya es una infracción grave precisamente por el funcionamiento del
al principio del orden mecánico. No obs­ mecanismo económico y su necesidad
tante, este principio y la concepción de es la misma que la preconizada por
la E. política que se basa en él, resistió las leyes de este mecanismo. Como el
los dos fuertes ataques lanzados en la capital (en el sentido exacto de la pa­
segunda mitad del siglo xix contra la E. labra, o sea como medio de procurarse
clásica por la escuela histórica y por el una plusvalía con el trabajo obrero
marxismo. La primera, fundada por c ceden te) ha nacido con la destruc-
Wilhelm Roscher (Grundriss zu Vor- ck>. del artesanado y del trabajo libre,
lestmgen über die Staatswissenschaft que i. a constreñido a las grandes ma­
nach geschichtlicher Methode [“Bos­ sas pr 'etarias a vender la fuerza de
quejo para lecciones acerca de la eco­ trabajo ’eterminando la concentración
nomía del Estado, por el método his­ y la pote cia del capital, de la misma
tórico’’], 1843) partía del principio de manera es mismo proceso de concen­
que el orden natural no es un meca­ tración y c refuerzo del capital, con-
363
Economía política

elucido al límite, se transformará en en el ámbito de un diferente plantea­


su negación. La concentración indus­ miento de la teoría económica.
trial, en efecto, alejará cada vez más 2) Teoría del equilibrio. Esta teoría,
al propietario de la empresa y hará que constituye la segunda concepción
que en la hacienda, la dirección, la ini­ fundamental de la E. política, consiste
ciativa y el trabajo estén totalmente en considerar que el objeto de esta
en las manos de los trabajadores asa­ ciencia es la determinación de la mejor
lariados y no en las de los propietarios. combinación posible de los elementos
De tal modo, la función social de la económicos, combinación que, justo por
clase capitalista vendrá a menos y su ser la mejor, se mantiene indefinida­
expropiación podrá hacerse sin que el mente en caso de no ser alterada por
organismo productivo se resienta en alguna causa, o tiende a restablecerse
lo más mínimo. Paralelamente el pro­ si es alterada y, por lo tanto, es un
letariado será adiestrado, por la misma estado de equilibrio (cf. Pareto, Man.
organización de las grandes empresas, di E. pal., III, §22). Ahora bien, la
para el logro de su gestión y dirección mejor combinación posible no es la úni­
y, por lo tanto, estará dispuesto a ad­ ca, sino una entre otras. Los supuestos
quirir plenamente la propiedad. De tal de esta teoría, por lo tanto, son dos:
modo, la socialización de los medios a) el reconocimiento de posibilidades
de producción, su traspaso de la clase o alternativas diversas en la realidad
capitalista a la clase obrera llegará con económica; b) la afirmación de que,
la “fuerza inexorable de un proceso entre las varias alternativas posibles,
natural’’ (Das Kapital, 1867, I, 24, §7; una sola (o sea la económica) es la
trad. esp.: El capital, México, 1959, más conveniente y que ésta está nece­
F. C. E.). sariamente determinada por leyes eco­
El carácter mecánico del orden na­ nómicas.
tural pareció, en un primer momento, El presupuesto a) expresa el giro
confirmado por la introducción' del decisivo que la E. política tomó alre­
lenguaje matemático en la ciencia eco­ dedor de 1870, por el abandono de uno
nómica, introducción realizada por Au- de los principios de la teoría clásica,
gustin Cournot en sus Recherches sur para mejor decirlo, el de la doctrina
tes principes mathématiques de la del valor-trabajo. La teoría clásica, que
Théorie des rich sses (1838), pero que tenía como eje el principio de que exis­
sólo algunos decenios más tarde resul­ te un orden económico natural y nece­
tó definitiva y fecunda mediante la sario, no dejaba alternativa alguna a
obra de Jevons y de Walras. El ropaje la elección de los individuos, más bien,
matemático de la E. política subra­ propiamente hablando, no reconocía po­
yaba su analogía con la física, acerca sibilidad alguna de elección. En efecto,
de lo cual insistió, entre los primeros, los individuos no pueden hacer otra
el propio Jevons. "La teoría económica cosa que seguir sus instintos económi­
—decía— presenta una estrecha analo­ cos y el orden económico es el efecto
gía con la ciencia de la mecánica está­ natural e inevitable de tal instinto. En
tica; las leyes del cambio parecen si­ un orden semejante, el fundamento de
milares a las leyes de equilibrio de una las relaciones económicas, de los cam­
palanca, tal como están determinadas bios, o sea el valor, debe ser igualmente
por el principio de las velocidades vir­ natural y necesario que el orden mis­
tuales. La naturaleza de la riqueza y del mo; por ello la economía clásica, de
valor se esclarece al considerarse can­ Smith a Marx, ve el origen o principio
tidades infinitamente pequeñas de pla­ del valor en el trabajo. El trabajo, como
cer y de pena, en la misma forma e1" señalaba Marx (Kap., I, 1, §1; trad.
que la teoría de la estática se ha ba' . esp.: El capital, México, 1959, F. C. E.),
do en la igualdad de cantidades ir .ñu­ hace posible una medida exacta del va­
tamente pequeñas de energía. Famas lor porque es exactamente mensurable
dinámicas de la ciencia de la .i pue­ en su duración temporal. Éste, se en­
den prestarse, según creo, a sr propios tiende, era el valor de cambio, ya que
desarrollos" (The Theory c Political el valor de uso había sido de igual
Economy, 1871, Pref. a la ed.). Pero manera identificado siempre con la uti­
con Jevons y con Walrr asíamos ya lidad, es decir, con la capacidad que
364
Economía política

tiene un objeto para satisfacer una ne­ Sozialwissenschaften und der politi-
cesidad. Esta teoría del valor había schen Okonomie insbesondere [“Inves­
tropezado con varias dificultades, pero tigaciones acerca de los métodos de
solamente por obra de Jevons, Menger la economía social y de la economía
y Walras, fue sustituida por una nueva política en especial”] (1883), que fue
doctrina, que es la de la utilidad mar­ una crítica decisiva a la escuela histó­
ginal. La característica de esta teoría rica de la economía. Menger observó
es que para ella el valor es "la impor­ que el punto de partida y el punto de
tancia que atribuimos a determinados llegada de toda actividad económica
bienes concretos o cantidades de bie­ están rigurosamente determinados pol­
nes por el hecho de que sabemos que la situación económica actual. En efec­
la satisfacción de nuestras necesidades to, las necesidades inmediatas de cual­
depende de la posibilidad de disponer quier sujeto económico están determi­
de tales bienes" (Menger, Grundsatze nadas por su naturaleza y por la evolu­
der Volkswirtschaftslehre [“P r i n c i- ción que ha sufrido; los bienes que
pios de la economía de los pueblos”], dicho sujeto tiene a su disposición es­
1871). El valor nace, por lo tanto, de tán igualmente determinados por la
la limitación de los bienes respecto situación económica. Entre estos dos
de las necesidades y solamente esta polos se desarrolla la actividad econó­
limitación confiere carácter económi­ mica del individuo. Ahora bien, aun
co a los bienes. Los bienes que tienen cuando los puntos de partida y de lle­
cantidad ilimitada, el aire, por ejemplo, gada de la actividad económica sean
no tienen valor económico, ya que la algo dado, no por ello está rigurosa­
disponibilidad de una fracción de tales mente determinado a priori el camino
bienes no tiene utilidad alguna. Con que el individuo debe seguir en la
estas consideraciones se establece la realidad para llegar a la satisfacción
condición fundamental para la existen­ de sus necesidades. “El albedrío, en
cia del valor económico, o sea la efecto, el error y otras causas pueden
rareza o escasez de los bienes dispo­ hacer, como de hecho lo hacen, que el
nibles. Y se establece también una re­ hombre tenga libertad para seguir dife­
lación entre escasez y valor, por la rentes caminos. Es cierto, sin embar­
cual, a medida que se aumenta el nú­ go, que dadas tales premisas, uno solo
mero de las fracciones disponibles de es el camino más conveniente” (Ibid.,
una mercancía, el valor de cada frac­ Ap. 6). Por lo tanto, si en cualquier E.
ción singular de la misma mercancía son posibles innumerables direcciones
disminuye. En este sentido el valor de la actividad del sujeto económico,
de una mercancía consiste en lo que la dirección más conveniente es sólo
Jevons denominaba “grado final de uti­ una: la económica y ella sola es riguro­
lidad” ( Theory of Political Economy, samente determinable. A la dirección
1871, cap. 3), Walras "rareza” (Ele- "realista” inherente a la escuela his­
ments of Puré Political Economy, tórica (y que tomando como objeto
1874; trad. ital., p. 103) y Marshall de consideración “los fenómenos reales
denominaría "utilidad marginal” (Prin­ de la E. humana” no podía nunca lle­
cipies of E., 1890; cf. Obras escogidas gar a "leyes exactas”), opuso Menger
en trad. esp., México, 1949, F. C. E.), o la dirección "exacta” que "examina los
sea en la utilidad de la última fracción fenómenos de la economicidad, fenó­
de la mercancía que satisface una ne­ menos rigurosamente determinados, y
cesidad. Walras definía en términos así llega a establecer no las leyes exac­
matemáticos la utilidad marginal como tas de los fenómenos reales, que en
"la resultante de la utilidad efectiva p rte son, efectivamente, antieconómi-
en relación a la cantidad poseída" (Ele- co. sino las leyes exactas de la econo-
ments of Puré Political Economy, micidad” (Ibid.). La E, exacta de que
su Corso di E. política (1896, §26) hablaba Menger fue denominada "E.
daba al mismo concepto el nombre de pura” p *■ Walras, como también por
“ofelimidad elemental”. Los supuestos Maffeo F italeoni (Principi di E. pura,
de esta teoría fueron claramente enun­ 1889) y pt Vilfredo Pareto. Este úl­
ciados por el mismo Menger en sus timo, como 'o había hecho Menger,
Untersuchungen über die Methoden der insiste acei de la necesidad de
Economía política

realizar determinadas abstracciones que pre idéntico, sino también el de la infa­


son de la misma naturaleza que las libilidad y de la omnisciencia del hom­
efectuadas por las otras ciencias. "No bre en punto a cuestiones económicas”
conocemos —dice Pareto— y no cono­ (Methode, I, cap. 7). Como teoría del
ceremos nunca, fenómeno concreto al­ equilibrio, o sea como determinación,
guno en todos sus detalles; podemos mediante leyes necesarias, del optimum
solamente conocer fenómenos ideales económico, la E. política, por lo tanto,
que cada vez se acercan más al fenó­ debe presuponer la infalibilidad y la
meno concreto" (Corso, §35). Al igual omnisciencia del sujeto económico.
que la astronomía limita las propias En este punto se revela claramente
investigaciones a la forma genérica de la analogía entre esta fase de la cien­
la tierra, la geografía suministra una cia económica y la mecánica clásica
segunda aproximación y la topografía (es decir, la anterior a la revolución
una tercera, pero ninguna descripción einsteiniana). Ésta presuponía la exis­
de la tierra logrará tener presente los tencia de un orden necesario de la
mínimos detalles, así "la E. pura nos naturaleza, determinado por leyes in­
indica la forma general del fenómeno; mutables y con él la existencia de un
la E. aplicada suministra una segunda sujeto físico, infalible y omnisciente,
aproximación que indica las perturba­ que pudiera procurarse todas las infor­
ciones producidas por causas que ha­ maciones posibles en torno a este orden
bían sido dejadas de lado en la prime­ sin interferir en él en lo más mínimo.
ra aproximación, pero ninguna teoría La E. del equilibrio presupone, de aná­
llegará nunca a decimos de qué mane­ loga manera, la existencia de un equi­
ra se regulará la vida económica de librio económico determinado por leyes
cada individuo en particular" (Ibid., necesarias y, con él, la existencia de
§35). Por consiguiente, es necesario un sujeto económico, infalible y om­
distinguir los “fenómenos principales” nisciente, capaz de procurarse todas
de los “fenómenos secundarios” y no las informaciones posibles en tomo a
debe confundirse “el estado de equili­ este equilibrio y sin interferirlo. Pero
brio con el estado de transición que es exactamente en la misma forma que
el paso de un equilibrio a otro" (Ibid., ha ocurrido en la física, estos supues­
§36). De tal mo^o, el estado de equi­ tos han chocado con dificultades de
librio resulta el verdadero y propio ob­ orden empírico. Se ha demostrado que
jeto de la ciencia económica. Ésta se los resultados logrados por la doctrina
supone dirigida a determinar, en cada del equilibrio a menudo están en opo­
caso, el optimum de la situación eco­ sición con la realidad económica o, en
nómica. A veces se han distinguido dos el mejor de los casos, son aplicables
métodos fundamentales de la teoría solamente a casos-límites muy circuns­
económica del equilibrio: el geométri­ critos. La teoría del equilibrio ha hecho
co, o método de Marshall, de los equi­ gala de su "pureza" o “exactitud", de
librios parciales; el algebraico, o méto­ su "rigor’ y de la "necesidad" de sus
do de Lausana, del equilibrio general conclusiones, pero a la vez se ha mos­
(cf. U. Ricci, Giomale degli economisti, trado incapaz de describir los fenó­
1906). Pero tanto los equilibrios parcia­ menos económicos más complicados y
les como el equilibrio general son cons­ de preverlos con suficiente aproxima­
trucciones ideales o soluciones límites ción. Ésta es una situación paradójica
de problemas, cuyos datos, si bien son en una época como la nuestra en la
tomados de la experiencia, en su con­ cual se mide la validez de la ciencia
junto reproducen sólo en forma idea­ por su capacidad de previsión que, por
lizada y corregida el curso de los fer >- lo demás, es la capacidad de obrar
menos empíricos. Desde este puntr de en el correspondiente campo de los
vista, Menger había expresado con toda fenómenos.
claridad el supuesto fundamental de la 3) Teoría de los juegos. El primer
teoría del equilibrio, al obser ir: "Pre­ asalto a la teoría clásica del equilibrio
misa de la regularidad de I s fenóme­ fue llevado a cabo por Keynes, quien
nos económicos —y, por ' > tanto, de en 1936 escribía: "Aunque la doctrina
una E. teórica— no e« alamente el [clásica] en sí ha permanecido al mar­
dogma de un interés • iwidual siem­ gen de toda duda para los economistas
366
Economía política

ortodoxos hasta nuestros días, su com­ sólo una parte, en tanto las demás de­
pleto fracaso en lo que atañe a la po­ penden de otros individuos. Pero el
sibilidad de predicción científica, ha éxito general depende al mismo tiempo
dañado enormemente al través del tiem­ de todas las variables. Ahora bien,
po el prestigio de sus defensores; por­ “esta situación —anota Morgenstem—
que al parecer, después de Malthus, los no puede ser de ninguna manera de­
economistas profesionales permanecie­ finida como un problema fundamental,
ron impasibles ante la falta de con­ cualesquiera sean las limitaciones y
cordancia entre los resultados de su las condiciones accesorias en las cua­
teoría y los hechos observados; una les se pueda pensar. Nos encontramos
discordancia que el hombre común y aquí frente a una situación lógico-ma­
corriente ha dejado de observar, con temática, que la matemática no había
el resultado de una creciente renuencia sabido hasta ahora representar de ma­
a conceder a los economistas esta mani­ nera alguna, para no hablar más tarde
festación de respeto que tiene con otros de la E. teórica. No tiene nada de
grupos científicos cuyas conclusiones común con el cálculo de las variacio­
teóricas son confirmadas por la observa­ nes, con la teoría de las funciones, etc.,
ción cuando se aplican a los hechos." En sino que constituye una novedad de
particular y con referencia al problema naturaleza efectivamente conceptual.
de la ocupación, Keynes observaba que Es necesario, por lo tanto, examinar la
"puede suceder muy bien que la teoría posibilidad de resolver el problema de
clásica represente el camino que nues­ la manera en que se debería comportar
tra E. debería seguir; pero suponer un individuo o una empresa, para que
que en realidad lo hace así es eliminar su comportamiento pueda ser conside­
graciosamente nuestras dificultades" rado ‘racional’. La palabra ‘racional’ no
(The General Theory of Employment, tiene por ahora significado alguno en
Interest and Money, 1936, cap. 3, § 3; esta construcción y lo podrá tener sola­
trad. esp.: Teoría general de la ocupa­ mente en caso de encontrar una teoría
ción, el interés y el dinero, México, que pueda ser empleada en todas es­
1958, F. C. E.). Pero el mismo Keynes tas situaciones económicas” (“Teoría
utilizaba ampliamente los procedimien­ dei giochi”, en La in d u str ia , 1951,
tos de la teoría clásica, que conside­ p. 319). Dada esta situación, la teoría de
raba verificables en determinadas con­ los juegos rechaza toda analogía con los
diciones (Ibid., cap. 24, §3). Y en sistemas físicos porque considera que
realidad, solamente en los últimos años en la física no existe nada que corres­
se ha subrayado, en el campo de la E., ponda a las situaciones típicamente
una nueva dirección que abandona re­ económicas y para elaborar sus proce­
sueltamente el presupuesto de la teoría dimientos de cálculo se sirve de un
del equilibrio, basado en la infalibili­ modelo completamente diferente, o sea
dad y en la omnisciencia del sujeto de los juegos de estrategia. En estos
económico. La denominada "teoría de juegos la victoria del individuo depende
los juegos" parte, en efecto, del pre­ más que de sus jugadas, de las de los
supuesto de que el individuo no con­ otros y de una componente casual.
trole todas las variables de las cuales Todo jugador tiene la elección entre di­
depende el resultado de su comporta­ ferentes estrategias, o sea entre dife­
miento. En efecto, no se encuentra rentes modos mediante los cuales puede
nunca en la misma condición que Ro- jugar su partida. Diremos que se com­
binson Crusoe que conoce perfectamen­ porta "racionalmente” cuando, entre
te sus necesidades y los elementos que todas, elige la estrategia "óptima”. La
deben s e r v i r p a r a satisfacerlas y determinación de esta estrategia resul­
que, por lo tanto, controla todo aquello ta de especiales procedimientos mate­
de lo cual depende su utilidad total. máticos c o n fundamento estadístico
En la realidad económica la situación (Neumann y Morgenstem, Theory of
es completamente diferente, porque en Gomes c id Economic Behavior, 1944).
ella varios individuos están en mutua Por lo ta. to estos procedimientos exi­
relación y el éxito del comportamiento gen un coi *únto de observaciones eco­
de cada uno de ellos depende de dife­ nómicas de ran riqueza, a partir de
rentes variables, de las cuales controla las cuales pi ’an ser realizadas gene-
367
E c o n ó m ic a
E dad
ralizaciones inductivas. Como quiera worth— no es el Arquetipo del arte
que se juzguen los detalles técnicos de divino, sino solamente el E. y la im­
esta doctrina, es cierto que represen­ pronta o la firma viviente de la sabi­
ta, en la economía contemporánea, la duría divina que a través de él obra
primera ruptura decisiva con los su­ exactamente, según su arquetipo y, en
puestos dogmáticos de la teoría del efecto, tampoco comprende la razón
equilibrio, y la puesta en marcha hacia de lo que hace” (The True Intellectuat
la determinación de la técnica del com­ System of the Üniverse, I, 1, 3). La
portamiento racional en las situaciones palabra fue adoptada con el mismo sig­
de escasez, que permita la predicción de nificado por Berkeley: “Reconozco un
los comportamientos efectivos. doble estado de cosas, una E. y na­
tural, el otro arquetipo y eterno. El
E c o n ó m ic a (ingl. eco n o m ics; franc. primero fue creado en el tiempo; el
éco n o m iq u e; alem. ükonomik; ital. segundo existía en la eternidad en el es­
económica). 1) Con este nombre de­ píritu de Dios” (Dial, between Hylas
signan muchos autores contemporáneos and Phitonous, ed. Jessop, III, p. 254).
la ciencia de la economía, ya que esta Y Kant distingue un intelecto arqueti­
palabra, en efecto, evita la ambigüe­ po, que es el divino, que crea a los
dad del término "economía" que puede objetos pensándolos y un intelecto E.
indicar tanto la ciencia como su ob­ que es el humano o finito, y no crea­
jeto. dor, sino discursivo (Crít. del Juicio,
2) Así denomina Croce a la parte de II, 77).
la filosofía de la práctica que tiene
por objeto las acciones utilitarias y E c u a c ió n ló g ic a (ingl. logical equation;
económicas, entre las cuales coloca no franc. equation logíque; alem. logische
sólo las acciones denominadas común­ Gleichungen; ital. equazione lógica). En
mente como tales, sino también el de­ la lógica algebraica o álgebra de la ló­
recho, la política, la ciencia, etc. (Filo­ gica (véase) se designa con este térmi­
sofía delta pratica E. ed Etica, 1909). no una fórmula que contiene el signo
Pero esta acepción del término no ha " = ", a la izquierda del cual se encuen­
tenido éxito. Véase e c o n o m í a . tran letras (términos) conectadas me­
diante operaciones lógicas y a la dere­
E c p íro s is , véase c o n f l a g r a c ió n .
cha el símbolo "0” o bien “1”. La
(gr. év-Géaig; franc. ecth ése;
E c te s is
solución consiste en la eliminación de
alem. Ekthesis; ital. ectesi). Exposi­ las incógnitas, según técnicas elabora­
ción del significado de un término das por los diferentes algebristas lógi­
(Arist., An. Pr., I, 34, 48 a 25), o presen­ cos. G. P.
tación de un ejemplo (Ibid., I, 6, 28 b E d a d (gr. yévog; lat. aetas; ingl. age;
14; Crisipo, en Stoic. Fragm., II, 7). franc. age; alem. Zeitalter; ital. etá).
Leibniz designó con este término el La noción de la sucesión de E. diferen­
enunciado de un teorema geométrico tes en la historia de los hombres sobre
y el trazado de la figura, que preparan la tierra ha sido utilizada a menudo
la demostración (Nouv. Ess., IV, 17, 3). por los filósofos. Su primer documento
Ectipo (ingl. ec ty p e ; franc. ectyp e; literario, en el mundo occidental, es
alem. Ektyp; ital. ectipo). Término probablemente el dejado por Hesíodo
introducido por los platónicos de Cam­ en Las obras y los días. Hesíodo dis­
bridge para indicar la naturaleza en tinguía cinco E. del mundo: 1) La E.
cuanto diferente y dependiente de Dios del oro, en la cual los hombres vivían
y como principio del orden y de la como divinidades, sin inquietudes, al
regularidad del mundo. Ya que Dios abrigo de la fatiga y de la miseria y en
no hace directamente todo y como, por la abundancia de todos los bienes; 2) la
otra parte, nada adviene por azar, debe E. de la plata, inferior a la primera
existir un principio (Plástic Nature, y en la cual los hombres carecían ante
Nature, Spiritus naturae) o e cumpla todo de sabiduría y rehusaban honrar
la parte de la providencia ivina en lo a los dioses; 3) la E. del bronce, en la
que se refiere a la regcl idad de los que los hombres fueron sobre todo
fenómenos. "La natural i —dice Cud- guerreros, violentos y brutales; 4) la
Edad

E. de los héroes, en la que fueron, en terpretación de la historia en su tota­


cambio, sabios y fuertes y, por lo tan­ lidad y justo una interpretación de la
to, llamados semidioses y, en fin, 5) la historia como decadencia (véase h i s ­
E. de los hombres, sujetos a toda suer­ t o r i a ) . Cuando en la filosofía moderna
te de males e inquietudes, pero que es retomada por Vico, pierde su carác­
gozan también de bienes (Op., 109-79). ter pesimista para adquirir un carácter
Estas cinco E. fueron reducidas a tres optimista y progresivo. Por lo demás
por Platón. En el Critias, al hacer la cambia el fundamento de la división
historia de la guerra entre la Atlánti de las E.; ya no es histórico-mítico,
da y el Ática, Platón narra que, en un como todavía sucedía en la narración
tiempo, los dioses se dividieron toda platónica, sino antropológico: cada E.
la tierra al azar y colonizaron así las señalaría el predominio de una particu­
diferentes regiones, criando a los hom­ lar facultad humana sobre las demás.
bres como los pastores crían actual­ Según Vico, en efecto, la sucesión de
mente al rebaño. Pero Hefestos y Ate las E. está determinada por el hecho
ñas, que habían de gobernar el Ática, o que "primero los hombres hayan obra­
sea la región "naturalmente apta para do las cosas por cierto sentido humano,
las virtudes y el pensamiento”, hicie­ sin advertirlas; mas luego, y bastante
ron nacer, autóctonos, hombres exce­ tarde, les hayan aplicado su reflexión,
lentes en los cuales infundieron la y razonando sobre los efectos, hayan
noción de una ordenada constitución contemplado sus causas” (Se. Nuova,
política. De estos hombres se han con­ 1744, I, cap. VIII). L a s d i s t i n t a s
servado sólo los nombres, en tanto que edades se diferencian y se suceden se­
los hechos, "por la extinción de los gún este principio. Cada una de ellas
que habían heredado el recuerdo y por está señalada por una naturaleza hu­
el mucho tiempo transcurrido, caveron mana específica; la divina es poderosa
en el olvido”. Y entre estos nombres sensualmente y débil de raciocinio; la
Platón enumera los de Cecrope, Erec- heroica es noble y sabia; la humana
teo, Erictonio, Erisictón, como de los inteligente y modesta, benévola y ra­
héroes que se recuerdan anteriores a cional, "ésta reconoce por leyes la con­
Teseo. Cuando a esta E. de los héroes ciencia, la razón, el deber”. A estas
mera no queda más que una oscura tres especies de naturaleza correspon­
tradición, ya que los hombres al estar den después tres espec'es de costum­
sucede la E. de los hombres, de la pri- bres, de derechos naturales, de gobier­
desprovistos por muchas generaciones nos, de lenguas, etc. (véase h i s t o r i a
de las cosas necesarias a la vida, se i d e a l e t e r n a ). En la época del roman­
han visto dominados por mucho tiem­ ticismo, Fichíe retomó la concepción
po por el cuidado de las necesidades de las E. del mundo. En el escrito
y han dejado de lado los aconteci­ intitulado Caracteres fundamentales de
mientos anteriores y remotos (Critias, la E. contemporánea (1806), Fichte dis­
109 b ss.). En esta narración, las tres tinguió cinco E. de la historia humana.
E., de los Dioses, de los Héroes y de La primera sería la del instinto, en
los Hombres se distinguen claramente. la cual la razón gobierna la vida sin la
Al adoptar Vico, en el siglo x v i i i , esta participación de la voluntad. La se­
división de las E. humanas la atri­ gunda es la E. de la autoridad (o de
buirá (Se. Nuova; trad. esp. [de la los héroes) en la cual el instinto de la
1‘ ed.]: Principios de una ciencia nueva razón se expresa a través de persona­
en torno a la naturaleza común de las lidades poderosas que imponen la razón
naciones, México, 1941, FCE. Idea de con la fuerza. La tercera es la libera­
la obra) al erudito romano Marco Te- ción del instinto y la rebelión contra
rencio Varrón, quien la habría expues­ la autoridad. La cuarta es aquella en la
to en su importante obra perdida de­ que la razón reconoce 1? propia ley en
nominada Rerum divinarum et huma- el libre arbitrio y acepta una disciplina
narum libri, pero es probable que la universal. La quinta es aquella en la
noticia procediera de Diódoro Sículo que la ley le la razón cesa de ser un
(Bibl. Hist., I, 44). simple idea, para resultar plenamente
En la Antigüedad griega la doctrina real en el m ndo justificado y santo,
de las E. constituye una auténtica in­ en el auténtic reino de Dios (Wcrke
369
É d e n tu li
E d u c a c ió n
["Obras”], Vil, pp. 7 ss.). Hegel distin­ son, sin embargo, en el uso corriente
guía, en forma más simple, tres E. y se habla de “E.” de la técnica, en tan­
correspondientes al progresivo desper­ to se debería hablar de "época” de la
tarse del Espíritu ante el conocimiento técnica.
de su poder creador. En la primera
E. el Espíritu “está todavía inmerso en É d e n t u l i , véase PURPÚREA.
la naturalidad” por lo cual "uno solo E d u c a c ió n (gr. jtai&eía; lat. educatio;
es libre”. Ésta es la E. representada ingl. education; franc. éducation; alem.
por el mundo oriental. La segunda E. Erziehung; ital. educazione). En gene­
es aquella en la que el Espíritu llega ral, este término señala la trasmisión
a conocer, pero sólo imperfecta y par­ y aprendizaje de Jas técnicas cultura­
cialmente, su libertad, por lo cual, en les, o sea de las técnicas de uso, de
ella, "algunos son libres”. Esta segun­ producción, de comportamiento, me­
da E. está representada por el mundo diante las cuales un grupo de hombres
greco-romano. En la tercera E., el es­ está en situación de satisfacer nece­
píritu se eleva "de la libertad particu­ sidades, de protegerse contra la hosti­
lar a la pura universalidad (el hombre lidad del ambiente físico y biológico,
como tal es libre), a la conciencia de de trabajar y vivir en sociedad en una
sí y al sentimiento de sí de la esencia forma más o menos ordenada y pací­
de la espiritualidad”. Esta E. está re­ fica. Ya que la totalidad de estas téc­
presentada por el m u n d o cristiano- nicas se denomina cultura (véase c u l ­
germánico (Phil. der Geschichte [Fi­ tura, 2 ), una sociedad humana no
losofía de la historia'], ed. Lasson, pp. puede sobrevivir en caso de que su cul­
135-37). Es p o s i b l e ver una división tura no sea trasmitida de generación
de las E. en la "ley de los t res a generación, y las modalidades o las
estadios” enunciada por Augusto Com- formas mediante las cuales esta tras­
te en el Curso de filosofía positiva misión se efectúa o se garantiza se de­
(1830), ley según la cual "cada una de nominan educación. Éste es el concep­
nuestras concepciones principales, cada to más generalizado de la E., concepto
rama de nuestros conocimiento's pasa indispensable en la consideración del
sucesivamente por tres estados teóricas fenómeno no sólo en las sociedades
diferentes: el estadio teológico o .ficti­ denominadas civiles, sino también en
cio; el estadio metafísico o abstracto; las sociedades primitivas o primarias.
el estadio científico o positivo”. Estes Entre estos dos tipos de sociedad, hay,
estadios se hallarían igualmente, según sin embargo, en lo que se refiere a la
Comte, en el desarrollo del individuo, forma de la E., una diferencia no ya
el cual sería "teólogo en la infancia, de desarrollo o de grado (según se cree
metafísico en la juventud y físico en comúnmente), sino de actitud o de
la edad viril” (Phil. pos., I, Iecc. I, orientación. La sociedad primitiva está
§2). Con el progresar del conocimiento caracterizada por el hecho de que en
histórico en el mundo moderno y con­ ella la E. está dirigida a garantizar la
temporáneo, la noción de E. caracteri­ inmutabilidad de las técnicas de que
zable mediante pocos trazos míticos o dispone y, por lo tanto, tiende a reco­
antropológicos y en sucesión según una nocer a tales técnicas un carácter sa­
regla constante, ha caído en desuso; grado, que permite castigar como im­
se opone, en efecto, a la dirección in- pía toda innovación o corrección. Una
dividualizadora de la moderna investi­ sociedad civil está ante todo capacita­
gación histórica. En cambio se hace da para afrontar situaciones nuevas
frecuente referencia a la noción de o en mutación y, por lo tanto, tiende a
época (véase) que es la de un periodo hacer flexibles y corregibles las técni­
histórico caracterizado por un aconte­ cas de que dispone y también a confiar
cimiento inmanente y fundamental. En a la E. la tarea de corregirlas y per­
la noción de E. lo que importa es la feccionarlas y no solamente de trasmi­
ley según la cual se suceder las E. En tirlas. Sin duda, estas dos orientacio­
la noción de época, lo que importa es nes nunca se encuentran en estado puro
el acontecimiento que d' carácter al ya que no existen sociedades tan abso­
periodo. Las dos nociD' .s han de ser lutamente primitivas que no permitan,
consideradas diferente No siempre lo así sea de trasmano, una corrección
370
E d u c c ió n
E fe c tiv id a d
o una lenta modificación de sus técni­ duos. Aquí, la E. no se define desde el
cas, como tampoco existen sociedades punto de vista de la sociedad, sino del
absolutamente c iv ile s que permitan individuo; la formación {véase) del in­
la rápida e incesante corrección de las dividuo, su cultura, resultan el fin de
técnicas más delicadas, que no son la educación. La definición de la E.
las destinadas al uso y a la producción en la tradición pedagógica de Occiden­
de los objetos, sino las que regulan la te obedece por entero a esta exigencia.
conducta de los individuos y su com­ La E. es definida como la formación
portamiento entre sí. del hombre, la maduración del indivi­
Por lo tanto, se pueden distinguir dos duo, el logro de su forma completa o
formas fundamentales de la E.: 1) la perfecta, etc., por lo tanto, como el
que se propone simplemente trasmitir paso gradual, similar al de una planta,
las técnicas de trabajo y de comporta­ pero libre de esta forma completa des­
miento que ya están en posesión del de la potencia al acto. Estos conceptos
grupo social y garantizar su relativa retoman con tal uniformidad en la
inmutabilidad; 2) la que se propone, a tradición pedagógica, que llegan a no
través de la trasmisión de las técnicas ofrecer novedad alguna desde la mira
poseídas por la sociedad, formar en filosófica. Para esta concepción la E.
los individuos la capacidad de corre­ es, pues, cultura en el segundo de los
gir y perfeccionar las técnicas mismas. dos significados fundamentales del tér­
1) El primer concepto de E. es, se­mino y los problemas generales perti­
gún se ha dicho, el que actúa en las nentes pueden ser considerados en el
sociedades primitivas y también, par­ artículo correspondiente.
cialmente, en las sociedades secunda­
rias, con preferencia en lo c le se re­ E d u c c ió n (lat. eductio; ingl. eduction;
fiere a la E. moral y religiosa. Consiste franc. éduction; alem. Eduction; ital.
en la trasmisión pura y simple de las eduzione). Término usado en la esco­
técnicas consideradas válidas y, al mis­ lástica para indicar el surgir de la for­
mo tiempo, en la trasmisión de las ma a partir de la materia, o sea el paso
creencias acerca del carácter sagrado de la potencia al acto (Santo Tomás,
y, por lo tanto, inmutable, de estas téc­ S. Th., I, q. 90, a. 2). Leibniz adopta el
nicas. En la tradición pedagógica de término en el mismo sentido {Théod.,
Occidente este concepto de E., por mo­ I, § 88).
tivos obvios, ha sido formulado y de­
fendido en muy pocas ocasiones. Entre Eféciico(gr. écpexxixós). El que practica
los que lo han defendido con mayor la suspensión del juicio, o sea el es­
decisiór y nitidez está Hegel: "El in­ céptico pirroniano. Véase e p o c h é ; e s ­
dividuo debe volver a recorrer los gra­ c e p t i c i s m o .
dos de formación del Espíritu univer­ E fe c tiv id a d (ingl. ef f ic í e n cy ; franc.
sal, también según el contenido, pero efficience;
como figuras ya depuestas del Espíri­ erfficienza). alem. W ir k s a m k e it ; ital.
Precisamente, la acción de
tu. . . Desde el punto de vista del in­ la causa eficiente. Pero el término es
dividuo, su formación consiste en la adoptado actualmente, y en todas las
conquista de lo que encuentra ante sí, lenguas, con un significado diferente
consiste en asumir su naturaleza inor­
gánica y en apropiársela” (Phanomen. que señala la correspondencia o ade­
des G e iste s [Fenomenología del espí­ cuación
ción o
de un instrumento a su fun­
de una persona a su tarea. Se
ritu], Pref., II, 3). Hegel hipostasía dice también "la E. de una organiza­
aquí, como “Espíritu universal”, el sis­ ción", para indicar la adecuación de
tema cultural de la sociedad civil, pero una organización a sus funciones y se
su concepto de la E. es el propio de la habla, en forma co rre sp o n d ie n te , de
sociedad primitiva. "ineficiencia”. En este sentido los mis­
2 ^ El segundo concepto de la E. es mos filósofos se valen a menudo del
aquel según el cual la trasmisión de término, 'i bien no se trata de un tér­
las técnicas ya adquiridas tiene, antes mino eapi -.íficamente filosófico.
que nada, la finalidad de hacer posible
el perfeccionamiento de tales técnicas E fe c tiv id a d v 'lem. Tatsdchlichkeit).
mediante la iniciativa de los indivi­ Husserl ha ’icado este término al
S71
Efectivo
Egoísmo
modo de ser del hecho, en cuanto es indicar la actitud del que concede una
esencialmente "casual” o sea en cuan­ importancia preponderante a sí mismo
to puede ser diferente de lo que es o a sus propios juicios, sentimientos o
(Ideen, I, § 2). Heidegger distingue deseos y poco o nada se interesa en
entre "la E. del factum brutum de una los demás. A menudo, el E. ha sido
simple presencia” o sea de una cosa considerado como actitud natural del
y la facticidad (véase) de la existencia hombre. Dice Kant: "Desde el día en
(Sein tmd Zeit, § 29; trad. esp.: El ser que el hombre comienza a hablar
y el tiempo, México, 1962, F. C. E.). en primera persona lleva adelante y
como puede a su apreciado yo, y el
Efectivo (ingl. actual; franc. effectif; E. progresa incesantemente, de manera
alem. wirklich; ital. effettivo o effet- escondida cuando no abierta (pues se
tuale). Lo mismo que real (véase r e a ­ opone al E. de los demás)” (Antr., I,
l id a d ) . El término castellano, el italia­ § 2). Asimismo, antes de Kant, Adam
no y el francés subrayan el carácter Smith en su Theory of Moral Sentiments
que posee la realidad frente a lo sólo (1759; trad. esp.: Teoría de los senti­
imaginado o deseado; el inglés y el ale­ mientos morales, México, 1941, F. C. E.),
mán subrayan el carácter que posee la y los m o r a l i s t a s franceses, habían
realidad frente a lo que es sólo posible. observado en el E. una de las emocio­
Efecto (ingl. effect; franc. effet; alem. nes fundamentales del hombre. Vauve-
Wirktmg; ital. effetto). El término o nargues, que denomina "amor propio”
el resultado de cualquier tipo o especie al E., lo distingue del amor a uno mismo
de causación. Véase c a u s a l id a d . (véase), que es la filautia de Aristóteles
(De Vesprit humain, 24). Kant distin­
Efluvios (gr. áutocQaí). Empédocles gue tres formas de E .: el E. lógico, que
(siglo v a. c.) explicaba el conocimien­ no considera necesario someter el pro­
to mediante la hipótesis de los E. que pio juicio al juicio de los demás; el E.
emanan de las cosas y penetran en los estético, que se conforma con el propio
sentidos por los poros, apropiados en gusto, y el E. moral, llevado por el cual
todo órgano a la especie de E. que de­ el individuo restringe todos los fines
ben recoger (Teofrasto, De Sensu, 7). a sí mismo y no ve, fuera de lo que le
interesa a él, nada útil. Además de
Ego y superego, véase P S IC O A N Á L IS IS . estas tres especies de E., Kant distin­
Egocentrismo (ingl. egocentrism; franc. gue el E. metafísico, que responde ne­
égocentrisme; alem. Egozentrism us; gativamente a la cuestión: "si yo, como
ser pensante, tengo razón al admitir,
ital. egocentrismo). Scheler ha desig­ aparte de mi existencia, también la to­
nado con este término la actitud que tal de otros seres que estén en comu­
consiste en sustituir el mundo que nos nión conmigo” (Antr., I, § 2).
circunda inmediatamente con el "mun­ La antítesis entre E. y altruismo y
do” en el sentido propio del término, la predicción del futuro triunfo del al­
o sea en la atribución falaz de una truismo, son supuestos propios de la
función universal o cósmica al propio ética positivista. El positivismo acuñó
ambiente inmediato. Scheler ha refe­ la palabra altruismo (véase) y admi­
rido el E. así entendido, tanto al so- tió, al lado de los instintos egoístas,
lipsismo, como al egoísmo y al auto- instintos altruistas destinados a preva­
erotismo. El solipsismo es la actitud lecer con el progreso moral de la
egocéntrica cuando preside la concep­ humanidad (Comte, Catéchisme posi-
ción de los objetos del mundo real; el tiviste, pp. 48 ss.; Spencer, Data of
egoísmo es el mismo E. en su aspecto Ethics, § 46). Por otro lado, Stirner y
práctico o volitivo y el autoerotismo Nietzsche han sostenido la moral del
es la actitud egocéntrica en la vida egoísmo. Stirner ha denominado E.
amorosa (Simpathie, I, cap. 4, § 2; trad.
esp.: Esencia y formas de la simpatía, absoluto a su anarquismo (véase) que
Buenos Aires, 1942, Losada). consiste en la afirmación de que el in­
dividuo es la única realidad y el único
Egoísmo (ingl. egoism; frar . egóisme; valor (Der Einzige und sein Eigentum,
alem. Egoísmos; ital. ¿oismo). 1) 1845; trad. esp.: El único y su propie­
Término creado en el r' io xvm para dad, Madrid, 1901). Nietzsche decía a
372
Egología
E je m p lo

su vez: "El E. es parte esencial del trad. esp.: Investigaciones lógicas, Ma­
alma aristocrática y por egoísmo en­ drid, 1929) para indicar todo lo que
tiendo la fe inquebrantable en que, a se refiere a las esencias, que son el ob­
un ser semejante a nosotros, deban es­ jeto de la investigación fenomenológica.
tar sujetos otros seres y deban sacri­ Véase f e n o m e n o l o g ía .
ficarse a nuestro ser” (Jenseits von Gut
und Bose, 1886, § 265; trad. esp.: Más Eidola, Véase ÍDOLOS.
allá del bien y del mal, Madrid, 1932). Eidos. Este término es uno de los
Scheler ha dado la mejor caracteriza­ que Platón aplica a la idea y Aristó­
ción del E., distinguiéndolo del amor teles a la forma. En la filosofía contem­
de sí o filautia. El E., según lo que poránea Husserl lo ha utilizado para in­
nos dice, no se dirige en efecto al yo dicar la esencia que se hace evidente
individual como objeto de amor sepa­ mediante la reducción fenomenológica
rado de todas las relaciones sociales. (véase f e n o m e n o l o g í a ). Para los signi­
El egoísta no se comporta como si es­ ficados clásicos de la palabra véase
tuviera solo en el mundo, pero está f o r m a ; id e a ; e s p e c ie .
de tal modo absorbido por su yo social
que se aferra únicamente a sus pro­ (ingl. exemplary; franc. exem-
E je m p la r
pios valores o a los que pueden resul­ plaire; alem. exemplarisch; ital. esem-
tar suyos. Esta actitud es contraria a plare). Lo que funciona como modelo
la del amor de sí,' que se dirige prin­ o arquetipo, en el sentido de ser objeto
cipalmente a los valores por sí mismos de imitación y, por lo tanto, causa for­
( Simpathie, II, cap. I, § 1; trad. esp.: mal o ideal de lo que la imitación
Esencia y formas de la simpatía, Bue­ produce. Las ideas platónicas han sido
nos Aires, 1942, Losada). llamadas a veces causas ejemplares,
2) Lo mismo que solipsismo (véase). justo por la forma de causalidad que
se les atribuye en c u a n to m odelos.
Egología (ingl. egology; franc. égoto Kant observó que algunos productos
gie; alem. Egologie; ital. egología). Se­ del gusto valen como e je m p la re s.
gún Husserl, la esfera propia del ego, "De lo que se ve que el modelo
obtenida mediante la epoché egológica, supremo, el prototipo del gusto, es una
que se abstrae de todo lo que perte­ simple idea que cada uno debe sacar
nece a los otros yoes, en el campo de de sí mismo y según m cual debe juz­
la propia experiencia fenomenológica gar todo lo que es objeto de gusto”
(Méd. Cart., § 44). (Crít. del juicio, § 17).
Egotismo (ingl. egotism; franc. égotis- E je m p la r is m o (ingl. exemplarism; franc.
me; alem. Egotismus; ital. egotismo). exemptarisme; alem. Exemplarismus;
Término de origen inglés, difundido en ital. esemplarismo). La doctrina según
el continente por Stendhal que lo usó la cual las cosas y los seres del mundo
en el título de sus recuerdos autobio­ son imágenes o copias de ejemplares
gráficos (Souvenirs d'égotisme, 1892, es­ o arquetipos que constituyen un "mun­
critos en 1832). La palabra significa la do inteligible" o subsistentes en la
excesiva importancia concedida a uno mente divina. El E. se encuentra en
mismo y a los hechos de la propia el p lato n ism o , en el neoplatonismo,
vida y la tendencia a hablar mucho de en San Agustín y en la escolástica.
sí (cf. acerca de la historia de la pala­
bra el prefacio de H. Marteneau a la E je m p lif ic a c ió n (ingl. exemplificaticm;
edición de los Souvenirs, de Stendhal, alem. exemplifizierung). En general, la
París, 1950). La palabra fue usada por referencia de un objeto cualquiera a
G. Santayana ( E g o t i s m in Germán un concepto (significado, esencia, cla­
Philosophy, 1915) en el sentido de sub­ se, etc.).
jetivismo o culto del yo.
E je m p lo (ingl. example; franc. exem-
Eidético (ingl. eidetic; franc. eidéti- ple\ alen". Beispiel; ital. esempio). En
que; alem. eidetisch; ital. eidetico). Aristótele; el itaoáSeivna es una induc­
Término introducido en la filosofía con­ ción apare* *s o retórica, que parte de
temporánea por Husserl, a partir de un enuncian particular y pasa a tra­
las Logische Untersuchungen (1900-01; vés de un eni riado general en el cual
373
Élart vital
Elección
es generalizada la primera premisa. cualquiera una posibilidad determina­
La lógica medieval usa "E." por sime­ da, con preferencia a las otras. El con­
tría con el entimema (véase), para cepto de elección está estrechamente
designar una generalización inductiva ligado al de posibilidad (véase) y de
que parte de lo particular y termina tal manera no sólo no existe E. donde
en lo particular omitiendo la premisa no hay posibilidades (ya que la posi­
universal. bilidad es precisamente lo que se ofre­
ce a una elección), sino que tampoco
É lan vital. Según Bergson, la concien­ hay posibilidad donde no hay elección,
cia en cuanto penetra en la materia ya que la anticipación, la proyección
y la organiza realizando en ella el mun­ o la simple previsión de las posibilida­
do orgánico. El É. vital pasa “de una des son elecciones. Por otro lado, el
generación de gérmenes a la genera­ concepto de E. es una de las determi­
ción sucesiva de gérmenes por inter­ naciones fundamentales del concepto
medio de los organismos desarrollados de libertad (véase).
que forman el nexo de unión entre los El concepto de elección está de con­
gérmenes mismos. Se conserva sobre tinuo presente en Platón que, en el
las líneas evolutivas entre las cuales mito de Er, hace depender el destino
se divide y es la causa profunda de las del hombre de la E. que cada uno hace
variaciones, por lo menos de las que de su propio modelo de vida: "No
se trasmiten regularmente, se suman existía —dice— nada necesariamente
y crean nuevas especies" (Év. créatr., preordenado para el alma, porque cada
8 ‘ ed., 1911, p. 95). La formación de la una debería cambiar conforme la E.
sociedad, al principio cerrada y luego que realizaba" (Rep., X, 618 b). Pero es
abierta, la religión fabuladora y la reli­ sólo Aristóteles quien nos ha dado el
gión dinámica son. según Bergson, los primer análisis exhaustivo de la E.,
ulteriores productos del mismo É. vital, distinguiéndola: 1) del deseo, que
o sea de la conciencia (Deux sources, es común también a los seres irracio­
IV, trad. ital., p. 295). Véase d u r a c ió n . nales, en tanto la E. no lo es (Ét. Nic.,
Eleatismo (ingl. eleaticism; franc. etéa- III, 2, 1111b 3); 2) de la voluntad, por­
tisme; alem. Eleatismus; ital. eleatis- que se pueden querer también las cosas
rno). La doctrina de la escuela que imposibles, por ejemplo, la inmortali­
floreció en Elea (Magna Grecia) entre dad, pero no se pueden elegir (Ibid.,
los siglos vi y v a. c., doctrina que fue 1111b 19); 3) de la opinión, que tam­
preparada por Jenófanes de Colofón, ela­ bién puede referirse a las cosas impo­
borada por Parménides y seguida y sibles, por ejemplo, a las eternas, y
defendida por Zenón y Meliso. Los fun­ que no dependen de nosotros (Ibid„
damentos de esta doctrina son los si­ 1111b 30). A estas determinaciones ne­
guientes: 1) La unidad, la inmutabi­ gativas, Aristóteles agregó la determi­
lidad y la necesidad del ser, expresada nación positiva de que la elección “va
mediante la frase: "Sólo el ser es y no siempre acompañada por la razón y por
puede no ser” (Fr. 4, Diels); 2) el ac­ el pensamiento” (Ibid., 1112a 15), a la
ceso del ser al único pensamiento racio­ cual se puede agregar la otra fúnda-
nal, la condena del mundo sensible y mental, que resulta de las determina­
del conocimiento sensible como apa­ ciones negativas: la E. sólo concierne
riencia. Estos dos principios del E. han a las cosas posibles. Esta última deter­
sido un elemento importante de la fi­ minación, que es la fundamental, fue
losofía griega posterior y en especial explícitamente subrayada por Santo
de la de Platón y Aristóteles y han Tomás, quien repite en lo sustancial
sido una de las alternativas que recu­ el análisis aristotélico (S. Th., II, 1,
rren con mayor frecuencia a lo largo q. 13, a. 5).
de la historia de la filosofía. La noción de elección ha sido siem­
pre muy utilizada por los filósofos, en
(gr. aípeois, Jtooaípeaig; lat.
E le c c ió n especial en la discusión del problema
électio; ingl. choice; fra' c. choix', de la libertad (véase), pero no ha sido
alem. Waht; ital. scelta). £1 procedi­ frecuentemente sometida a análisis. A
miento mediante el cual ¿ toma, hace partir de Kierkegaard, la filosofía de
propia, decide o r e a l i z - de un modo la existencia ha subrayado el valor
374
Elección

de la E., en lo que concierne a la per­ tanto, ha visto un acto de E. en todo


sonalidad misma del hombre o a su acto de conciencia (L'étre et le néant,
existencia. Y ha considerado a la E. pp. 539 ss.). Esto puede ser verdad, pero
desde el punto de vista de la misma de algún modo es oportuno encontrar
personalidad, sobre todo, como E. de la un sentido más específico de E., un
E. Dice Kierkegaard: "La E. es deci­ sentido por el cual no todos los actos
siva para el contenido de la personali­ sean elecciones. Este sentido puede
dad, que con la E. profundiza lo elegido ser, justo, el de la E. de la E., pero
y si no elige, se marchita por agota­ no como E. de lo ya elegido, sino más
miento’’ (Werke ["Obras”], II, p. 148). bien como E. de lo que puede todavía
Desde este punto de vista, la E. impor­ ser elegido. En tal sentido, la "E. posi­
tante no es la realizada entre el bien ble” es no solamente la E. que se ofre­
y el mal, sino entre elegir y no elegir. ce como una posibilidad, sino la E.
"Con esta E., no elijo entre el bien que, una vez realizada, se representa
y el mal, sino que elijo el bien, pero como todavía posible. Entendido en
en cuanto elijo el bien con ello elijo este sentido, el concepto de E. resulta
la E. entre el bien y el mal. La E. ori­ susceptible de tratamiento objetivo y
ginaria está siempre presente en toda E. resulta capaz de orientar el análisis
ulterior” (Ibid., II, p. 196). Este con­ de las técnicas de E. (cf. Abbagnano,
cepto ha sido frecuentemente repetido Possibilita e liberta, 1957, pp. 22, 43, 55,
en el existencialismo contemporáneo. 8 8 , etc.; Problemi di sociología, 1959,
Según Heidegger, la E. auténtica es la pp. 134, 190).
E. de lo que ya ha sido elegido, o sea, Actualmente se hace un uso muy
la E. de las posibilidades que ya están amplio de la noción de E. en todas las
en el hombre, como propias del hom­ ciencias y en especial en la matemá­
bre. "Pero buscar la E. perdida signi­ tica, en la lógica, en la psicología y
fica hacer esta E., decidirse por un en la sociología. Pero, según se ha di­
'poder ser’ partiendo del 'sí mismo’ cho, estas ciencias difícilmente la so­
peculiar. En el hacer la E., se hace meten a análisis, ya que presuponen
posible por primera vez el 'ser ahí’, su significado corriente. Por otro lado,
su 'poder ser’ propio” (Sein und Zeit, los análisis instituidos por los filósofos
§54; trad. esp.: El ser y el tiempo, no siempre rinden cuenta de los carac­
México, 1962, F. C. E.). Pero en este teres fundamentales <*e la E. misma.
sentido, la "E. de la E.” es simple­ Así, por ejemplo, Bergson ha conside­
mente la aceptación o el reconocimien­ rado las alternativas ante las cuales
to de lo que se es, con la renuncia está situada toda E. como falsas "es-
a toda pretensión de cambio o de li­ pacializaciones” de los estados interio­
beración. Y en el mismo sentido dice res de excitación y, por lo tanto, ha
Jaspers: "Yo no puedo volverme a ha­ concebido la E. como separándose, "a
cer desde el principio y elegir entre la manera de un fruto maduro”, de los
el ser yo mismo y el no ser yo mismo, estados sucesivos del yo (Les dormées
como si la libertad fuera únicamente immédiates de la conscience, 1889,
un instrumento. Pero en cuanto elijo p. 134). Pero es evidente que si las
yo soy, si no soy no elijo” (Phil., II, alternativas son ficticias, ficticia es
p. 182). Ello quiere decir que lo que la E. misma, la cual vive solamente
puedo elegir es solamente mi yo mis­ en lo posible, constituida por alterna­
mo, ese yo mismo que es idéntico a tivas. Un rasgo más auténtico de la E.
la situación, al tugar de la realidad en humana ha sido destacado por Dewey:
que me encuentro {Ibid., I, p. 245). La "La E. no es el emerger de una pre­
E. de la E. es, en realidad, la E. de lo ferencia de la indiferencia, es el emer­
que ya se es y no se puede no ser. ger de una preferencia unificada por
Este concepto de E. de la E. termina un conjunto de preferencias en com­
por eliminar a la E. misma, la cual, petencia.” Por lo tanto, la E. razonable
como lo había reconocido Aristóteles, es sólo la que unifica y armoniza dife­
siempre está ligada a lo posible. Por rentes tendencias que están en compe­
otro lado, Sartre ha insistido acerca tencia entre sí (Human Nature and
de la perfecta arbitrariedad de la E., ha Conduct, 1.11, p. 193). Dewey ha hecho
identificado E. y conciencia y, por lo caer, así, h -■ de la E. el criterio de
375
E le c c io n e s , a x io m a d e la s
E le m e n to
la racionabilidad de la E., colocándose crf Choice and of the Generalized Con-
en un plano desde el cual se pueden tinuum Hypothesis with the Axioms of
sugerir innumerables criterios. No obs­ Set Theory, 1940; L. Geymonat, Sto-
tante, tiene el mérito de haber subra­ ria e fitosofia dell’analisi infinitesima-
yado la importancia de la E. y su le, 1948).
omnipresencia. “La preferencia selec­
tiva, la E. —dice—, es inevitable siem­ Elecira (gr. ’HXáxxoa). Designación de
pre que se produce la reflexión. Esto un sofisma atribuido a Eubúlides de Mi-
no es un mal. La decepción sólo sobre­ leto (Dióg. L., II, 108) y referido por
viene cuando se oculta, disfraza o nie­ Luciano (Vitarum auctio, 22), según el
ga la presencia y la acción de la E. El cual Electra conoce y no conoce a
método empírico encuentra y señala Orestes a la vez, y cuando Orestes va
la acción de elegir como hace con hacia ella, ella sabe que es Orestes, o
cualquier otro acontecimiento” (Expe- sea su hermano, pero no lo reconoce
rience and Nature, 1926, p. 35; trad. como Orestes y, por lo tanto, no lo
esp.: La experiencia y la Naturaleza, conoce. Es una versión del sofisma
México, 1948, F. C. E., p. 29). denominado “velado” que es también
atribuido a Eubúlides y del cual habla
E le c c ió n , véase SELECCIÓN. Aristóteles {El. Sóf., 24, 179a 33).
E le c c io n e s , a x io m a d e la s (ingl. axiom Elemento (gr. axoixeiov; lat. elementum;
of choice; franc. axiome de choix; ingl. element; franc. élément; alem.
alem. Auswahlprinzip; i tal. assioma del- Element; ital. elemento). El concepto
le scelte). Con este nombre se designa ha tenido dos significados principales:
un principio enunciado por Zermelo en 1) el de componente primero de un
1904, según el cual dada una clase K todo compuesto; 2) el de término o
cuyos miembros son clases no vacías a, resultado de un proceso de análisis
b, c ... existe una función f que hace o de división. El primero de estos con­
corresponder a toda clase a, b, c, un ceptos es el más antiguo.
elemento y solamente uno de la clase 1) Aun cuando Platón (cf., por ejem­
misma / (a), f{b), f (c)... Este postu­ plo: Teet., 210 e) haya sido el primero
lado, en la forma de un axioma midti- en hablar filosóficamente del E. (como
plicador, fue nr ’vamente expuesto por nos lo testimonia Diógenes Laercio,
Russell en la siguiente forma: dada III, 24), Aristóteles fue el primero que
una clase K cuyos miembros son clases nos dio un análisis exhaustivo del con­
no vacías, que no tienen miembro al­ cepto. "Por elemento —dice— se en­
guno en común, existe una clase A cu­ tiende el primer componente de una
yos miembros son todos miembros de cosa cualquiera en cuanto sea de
los miembros de K y que tiene sola­ una especie irreducible a una diferente
mente un miembro en común con cada especie, y en tal sentido los E. de las
miembro de K. Los dos axiomas han palabras [o sea las letras], por ejemplo,
sido demostrados como equivalentes son los elementos de los que consisten
por el mismo Zermelo. Una considera­ las palabras y en los cuales se dividen
ción de tal naturaleza fue muy utiliza­ por último, porque no pueden a su vez
da por los matemáticos, pero su enun­ dividirse en partes de especies dife­
ciación explícita por obra de Zermelo rentes. Si se divide un E., sus partes
suscitó dudas y discusiones; dudas y son de la misma especie y así, por
discusiones que versan sustancialmen­ ejemplo, una parte de agua es agua, en
te acerca del concepto de "existencia” tanto que la parte de una sílaba no es
de los miembros de un conjunto. El una sílaba” {Met., V, 3, 1014 a 30). Aris­
postulado de Zermelo, al ser aplicado tóteles aclara también el sentido según
a los conjuntos infinitos, significa sim­ el cual se usó la palabra, como lo es
plemente que se puede hablar de la todavía, para indicar las partes princi­
existencia de un miembro del conjunto pales de una doctrina, o sea en el
aun en el caso de que no se dé una sentido en que se dice “E. de Eucli-
regla precisa que permita construir o des.” En efecto, dice que los E. de las
reconocer al mismo m ir ifaro (cf. K. pruebas geométricas y de las demos­
Gódel, The Consistency 4 the Axiom traciones en general son las demostra­
376
Elementos
Emanación
ciones primeras que se encuentran en las cualidades sensibles que constitu­
otras demostraciones diferentes (Ibid., yen los "conjuntos de E.” que son las
V, 3, 1014 a 35). Aristóteles anota asi­ cosas (Kritik der reine Erfahrung
mismo que metafóricamente pueden ["Crítica de la experiencia pura”], I,
ser llamadas E. las entidades más uni­ 16).
versales, porque son simples e indivi­
sibles y pueden hallarse en un número E le n c o (gr. SXeyyoq; lat. elenchtis). Re­
indefinido de casos. Y quizás precisa­ futación. E. sofísticos de Aristóteles:
mente contra esta extensión del tér­ las impugnaciones equivocadas.
mino, fue contra la que los estoicos
establecieron su distinción entre los E le u te r o n o m ia (alem. Eleutheronomie).
principios, que no pueden generarse y Palabra adoptada por Kant para indi­
que son incorruptibles y los E., que car "el principio de la libertad sobre
pueden ser destruidos en las conflagra­ el cual se apoya la legislación interna”,
ciones periódicas a las que el mundo o sea la legislación moral (Met. der
está sujeto (Dióg. L., VII, 134). Sitten [“Metafísica de las costum­
2) El segundo concepto del E. fue bres”], II, Pref.).
elaborado en el siglo xvn por Robert Élite. La teoría de la É. o clase elegida
Boyle, uno de los fundadores de la
química moderna. En el Chymista Scep- fue el
elaborada por Vilfredo Pareto en
Trattato di Sociología generale
ticus (1661), Boyle definió como E. quí­
mico al cuerpo no descompuesto que (1916) y consiste en la tesis de que
no se logra descomponer por los medios una pequeña minoría de personas es
químicos de que se dispone. Esta defi­ la que cuenta en cada ramo o campo
nición tenía la ventaja de no fijar anti­ de actividades y que también en polí­
cipadamente los cuerpos considerados tica tal minoría es la que decide en lo
como E. Puede ser generalizada fácil­ que se refiere a los hechos de gobierno.
mente con referencia a un campo cual­ Pareto entendía por É. al conjunto de
quiera, pudiéndose definir como E., en "los que tienen los índices más eleva­
este campo, lo que no se deja dividir dos en el ramo de sus actividades"
ulteriormente por los instrumentos de (Trattato, §2031) y en particular deno­
análisis disponibles en el campo mis­ minaba "clase elegida de gobierno” a
mo. Desde este punto de vista, lo que los que directa o indir itamente tienen
es "E.” en un campo puede no ser "E.” parte notoria en el gobierno. Por lo
en un campo diferente y el concepto se demás hablaba de "circulación de
define en cada caso solamente con refe­ la clase elegida” (Ibid., §2042) para
rencia a los instrumentos de análisis indicar el fenómeno del paso de gru­
pos humanos desde la clase elegida a
y a su capacidad.
Desde el punto de vista lógico, la la clase no elegida y viceversa. Pa­
noción de E. ha sido definida por reto mismo indicaba como fuente de
Wittgenstein. "Es evidente —ha di­ esta teoría la tesis de doctorado de M.
Kolabinska, La circulation des élites
cho— que analizando una proposición en Frunce, Lausanne, 1912. Esta teoría
se debe llegar a proposiciones ele­
mentales, que constan de nombres en ha sido uno de los puntos fundamen­
tales de la doctrina política del fas­
unión inmediata" ( Tract. Logico-Philos., cismo
4.221). En este sentido, la proposición y del nazismo.
elemental es el resultado de la des­ E llo o i d , véase p s i c o a n á l i s i s .
composición de las proposiciones. Se­
gún Wittgenstein, esto "afirma la exis­ E m a n a c ió n (gr. jtgoeívou, ájtogpeiv; lat.
tencia de un hecho atómico” (Ibid., enumatio; ingl. e m a n a t i o n ; franc.
4.21) y su signo característico es que émanation; alem. Emanation; ital. ema-
"ninguna proposición elemental puede nazione). Una forma de causación se­
estar en contradicción con ello” (Ibid., ñalada: 1) por la necesidad del efecto
4.211). respecto a la causa o fuerza que lo
produce; 2) por la continuidad entre
E le m e n to s (alem. Elemente). R. Ave- causa y eficito, por la cual el efecto
nartus ha dado a esta palabra un signi­ continúa sil do parte de su causa;
ficado especial según el cual indica 3) por la íb «ioridad de valor del
377
E m a n a tis m o
E m in e n c ia
efecto respecto a la causa; 4) por la rectos”, esto es, "que dada una causa
eternidad de la relación entre causa por la necesidad geométrica no se siga
emanante y efecto emanado. Las ca­ de ella un efecto” (Et., I, 17, scol);
racterísticas primera, segunda y cuar­ que por lo demás es una forma de la
ta, diferencian a la E. de la creación, causación ordinaria. Véase c a u s a l id a d .
en tanto que la tercera característica
es común a la E. y a la creación. Las E m a n a tis m o (ingl. emanaíionism; franc.
características segunda, tercera y cuar­ émanatisme; alem. E m a n a t i s m u s - ,
ta diferencian a la E. de las formas ital. emanatismo). Toda doctrina que
ordinarias de la causación. reconozca validez a la teoría de la ema­
El concepto de E. fue elaborado por nación. Deben considerarse como for­
vez primera por Plotino. "Todos los mas de E. el neoplatonismo antiguo, el
seres —dice— en tanto subsisten, pro­ naturalismo de Giordano Bruno, el pan­
ducen necesariamente a su alrededor teísmo de Schelling y otras formas del
y por su sustancia, una realidad que panteísmo contemporáneo.
tiende hacia el exterior y depende de
su actualidad presente. Esta realidad (ingl. emergence; franc.
E m e rg e n c ia
es como una imagen de los arqueti­ emergence; alem. E m e r g e n z ' , ital.
pos de los que ha nacido: así el fuego emergenza). Término adoptado por los
hace nacer de él el calor y la nieve anglosajones para indicar el carácter
no detenta el frío en sí misma. Pero creador de la evolución. Véase c r e a c ió n .
son prueba de esto principalmente los
objetos olorosos, ya que, mientras exis­ E m in e n c ia (lat. eminentia; ingl. eminen-
ten, algo emana de ellos y en tomo a ce; franc. éminence; alem. Eminenz;
ellos, una realidad de la cual gozan ital. eminenza). La prioridad ontológi-
todos los que están próximos a ellos. ca, o sea la perfección. Eminente sig­
Por lo demás, todos los seres llegados nifica "más perfecto” y eminentemente
a la perfección generan y, por lo tan­ significa "del modo más perfecto”. La
to, el ser, que es siempre perfecto, noción tiene su origen en la jerarquía
genera siempre: genera un ser eterno de los seres establecida en las Insti­
y que es menor que él” (Enn., V, 1, tuciones teológicas de Proclo y repe­
6 ). Este fragmento de Plotino contiene tida en los escritos del seudo Dionisio
la noción clás: a de E. que ha sido (cf. especialmente De div. nom., VII).
inmutable en la historia de la filosofía. Santo Tomás decía: "Al decir ‘Dios es
Y así se presenta con las mismas carac­ bueno’ o ‘sabio’ no sólo expresamos
terísticas en Proclo (Hist. teol., pági­ que es causa de la sabiduría o de la
nas 27 ss.), en Scoto Erígena (De divis. bondad, sino que estas cosas preexis­
nat., III, 17) y en todos los que utilizan ten en Él del modo más perfecto (emi-
la noción. En general, ésta señala la nentius)" (S. Th., I, q. 13, a. 6 ). En la
relación que el panteísmo antiguo (an­ escolástica tardía comenzó a darse
terior a Spinoza) establece entre Dios el nombre de via eminentiae a la prue­
como fuerza o principio animador del ba de la existencia de Dios que in­
mundo y las cosas o seres del mundo fiere la existencia del grado eminente
mismo. Emanatista es así, por ejem­ o más perfecto de todos, a través de
plo, la relación entre el artífice in­ la existencia de grados diferentes
temo, de que habla Bruno, y las cosas de perfección en el mundo (véase Dios,
naturales, que son sus manifestaciones p r u e b a s d e su e x i s t e n c i a ) : la expresión
necesarias y eternas (De la causa, I). se encuentra en Duns Scoto, por ejem­
En cambio no es emanatista, aunque plo (Op. Ox., I, d. 2, q. 2, a. 1, n. 17),
conserve algunas características de E. quien se preocupa, por lo demás, de
(y precisamente la primera, segunda y definir la palabra en el sentido de "lo
cuarta) la relación que Spinoza esta­ más perfecto y más noble según su esen­
blece entre Dios o la Naturaleza y las cia y, en este sentido, precedente” (De
cosas del mundo, relación que él iden­ primo principio, ed. Roche, p. 4).
tifica con aquello por lo cual es absur­ La palabra fue usada por Descartes
do decir que "Dios puede hacer que de en el mismo sentido: "La piedra que no
la naturaleza del triángu'o no se siga existe todavía, no puede comenzar
que sus tres ángulos se? . iguales a dos a existir ahora si no es producida por
378
Emoción

una cosa que posee en sí, formal o deseo natural (Ét. Nic., VII, 13, 1153 a
eminentemente, todo lo que entra en 14) le atribuyó la misma función de
la composición de la piedra, o sea que restitución o restablecimiento de una
contiene en sí las mismas cosas u otras condición natural y, en consecuencia,
más excelentes, que están contenidas consideró doloroso lo que aleja violen­
en la piedra" (Méd., III, 2; II Rép., tamente de la condición natural y, por
def. IV). Y a su vez Spinoza: "Entien­ lo tanto, es contrario a la necesidad y
do por ‘eminentemente’ cuando la causa a los deseos del ser vivo (Ret., I, 11,
contiene toda la realidad del efecto 1369 b 33). Precisamente desde este
más perfectamente que el efecto mis­ punto de vista, Aristóteles nos ha dado
mo” (Rep. Cart. Princ. Phil., I, ax. 8 ). en el II libro de la Retórica uno de
Al generalizar la noción y expresarla los más interesantes análisis de las E.
en términos negativos, decía Wolff: de que dispone la historia de la filo­
"Por E. se entiende al ente que, ha­ sofía. Véase, por ejemplo, lo que dice
blando con precisión, no está, allí don­ acerca del miedo (Ret., II, 5, 1382 a
de, sin embargo, hay algo que hace 20 ss.): "El miedo es un dolor o una
sus veces y que propiamente no puede agitación producida por la perspectiva
serle atribuido” (Ontol., §845). de un mal futuro que pueda producir
muerte o dolor.” En efecto, anota Aris­
E m o c ió n (gr. jrá-ftoc;; lat. affectus o pas- tóteles, no se temen todos los males
sio; ingl. emotion; franc. émotion; sino solamente aquellos que pueden
alem. Affekt; ital. emozione). En gene­ producir grandes dolores y destruccio­
ral se aplica este nombre a todo es­ nes e incluso éstos sólo en el caso de
tado, movimiento o condición por el no ser muy lejanos, sino que aparezcan
cual el animal o el hombre advierte como inmediatos e inminentes. Los
el valor (el alcance o la importancia) hombres, en efecto, no temen las cosas
que una situación determinada tiene muy lejanas: todos saben que deben
para su vida, sus necesidades, sus in­ morir, pero hasta que la muerte no se
tereses. En este sentido la E., como les avecina, no se preocupan. El miedo
decía Aristóteles (Ét. Nic., II, 4, 1105 b disminuye o se elimina igualmente en
2 1 ), es toda afección del alma acom­ condiciones que hagan menos temibles
pañada de placer o de dolor, y en la los males o los hagan aparecer cbmo
que el placer y el dolor son la adver­ inexistentes. Y, por lo .anto, la riqueza,
tencia del valor que tiene para la vida el poder, la abundancia de amigos, ha­
o las necesidades del animal el he­ cen a menudo a los hombres despre­
cho o la situación a la que se refiere ocupados de los males, audaces y des­
la afección misma. De tal modo las E. preciativos. De este análisis emerge
pueden considerarse como la reacción claramente a la luz el concepto de la
inmediata del ser vivo a una situación E. como "índice” de una situación, o
que le es favorable o desfavorable; sea del valor que ésta tiene para la exis­
inmediata en el sentido de que está tencia del hombre.
condensada y, por así decirlo, resumi­ Para Platón y Aristóteles las E. tie­
da en la tonalidad sentimental, pla­ nen un significado, porque tienen una
centera o dolorosa, la cual basta para función en la economía de la existen­
poner en alarma al ser vivo y disponer­ cia humana en el mundo. Para los
lo para afrontar la situación con los estoicos, en cambio, no tienen signi­
medios a su alcance. ficado ni función alguna. La doctrina
La primera teoría de las E. en este estoica es, a este respecto, la más típica
sentido fue quizá enunciada por Pla­ y radical entre las que niegan el signi­
tón en el Filebo: se produce el dolor ficado de las emociones. Su fundamen­
cuando la proporción o la armonía de to es que la naturaleza ha proveído de
los elementos que componen al ser modo perfecto a la conservación y al
vivo es amenazada o comprometida y bien de los seres vivos, dando a los
se produce el placer cuando tal pro­ animales el instinto y al hombre la
porción o armonía es restablecida (17, razón. Las E., en cambio, no son pro­
31 d, 32 a). A su vez Aristóteles, al vocadas por ninguna fuerza natural,
considerar el placer relacionado con son opinione' o juicios dictados a la
la realización de un hábito o de un ligera y, par ’□ tanto, fenómenos de
379
Emoción

estulticia y de ignorancia, y consisten subraya el carácter activo y responsa­


en “creer conocer lo que no se sabe” ble de las E. "La voluntad —dice— se
(Cic., Tuse., IV, 26). Los estoicos dis­ halla en todos los movimientos del
tinguían cuatro E. fundamentales, dos alma; más bien todos los movimientos
de ellas originadas en bienes presun­ del alma no son más que voluntad. Y
tos: el anhelo de los bienes futuros en efecto: "¿qué son la codicia y la
y la alegría por los bienes presentes; y alegría sino consciente voluntad por
dos originadas por males presuntos: el las cosas deseadas? ¿Y qué otra cosa
temor a los males futuros y la aflic­ sino la voluntad que rechaza las cosas
ción por los males presentes. A tres no queridas, el miedo y la tristeza?
de estas E. y justo al anhelo, a la ale­ Según la diferencia de las cosas que
gría y al temor, correspondían tres se desean o se rehuyen, la voluntad
estados normales propios del sabio, humana ora atraída ora rechazante, se
esto es, la voluntad, la alegría y la pre­ cambia y se transforma en esta o
caución, respectivamente, todos ellos en aquella E.” {Ibid., XIV, 6 ).
estados de calma y de equilibrio racio­ Santo Tomás restablece el concepto
nal. En cambio ningún estado corres­ de la E. como afección, o sea modifi­
ponde, en el sabio, a lo que es la aflic­ cación súbita, y la refiere justo a ese
ción en el necio, ya que ésta se experi­ aspecto del alma por el cual ésta es
menta por males presuntos y se debe potencialidad y puede recibir o pade­
a la falta de obediencia a la razón. Los cer una acción (S. Th., II, 1, q. 22,
estoicos reducían las demás E. a a. 1). En particular las E. pertenecen
las cuatro fundamentales, consideradas más a la parte apetitiva del alma que
todas como enfermedades (es decir, a la aprehensiva (aun cuando se en­
enfermedades crónicas), capaces a su cuentren también en ésta) y específi­
vez de generar otras E. de aversión camente al apetito sensible más que
y de deseo (Ibid., IV, 24). El supuesto al apetito espiritual, ya que a menudo
de este análisis es la tesis de la per­ están unidas a mutaciones corporales
fecta racionalidad del mundo. El hom­ {Ibid., q. 22, a. 2-3). Es importante la
bre sabio no puede hacer más que to­ distinción que Santo Tomás introduce
mar conocimiento de ella y vivir con­ entre las E. que se refieren a la parte
forme a ella, e« decir, "vivir según la concupiscible y las que se refieren a
razón". El mundo, como orden racio­ la parte irascible. La facultad concu­
nal perfecto, no tiene nada que pueda piscible, en efecto, tiene por objeto
afligir o amenazar al sabio que, por lo el bien o el mal sensible, en cuanto
demás, es el ser racionalmente perfec­ placentero o doloroso. Pero ya que a
to; por lo tanto, la aflicción o el te­ veces se encuentra dificultad o con­
mor, tanto como el anhelo o la alegría, flicto en procurarse el bien o en evitar
dependen simplemente de ver en el el mal, de tal manera el bien o el
mundo algo que no es y que no puede mal, al presentarse como difíciles de
ser: un bien fuera de la razón o un mal conseguir o de evitar, son el objeto
que pueda amenazar a la razón. Por lo de la facultad irascible. Por lo tanto,
tanto, las E. no son más que juicios las E. que se refieren al bien y al
errados, opiniones vacías y privadas de mal tomados por sí pertenecen a la fa­
sentido. El sabio es inmune por el he­ cultad concupiscible, por ejemplo, la
cho mismo de ser sabio, de vivir según alegría, la tristeza, el amor, el odio, et­
la razón, y entre el sabio y el necio, cétera. En cambio las E. que se refieren
que es víctima de tales falsas opinio­ al bien o al mal en cuanto éstos son
nes, no hay transición ni paso (Cic., difíciles de conseguir o evitar, perte­
De finibus, III, 48), necen a la facultad irascible, por ejem­
El ideal estoico de la apatía parece plo, la audacia, el temor, la esperanza,
inhumano e irrealizable a San Agus­ la desesperación, etc. {Ibid., q. 23, a. 1).
tín. "No experimentar la más mínima Las E. que pertenecen a la parte con­
turbación por el hecho de hallarnos en cupiscible se refieren al ordo executio-
este lugar de miseria —dice—, no pue­ nis, o sea al movimiento por el cual
de ser sino una gran dureza de alma se obtiene un bien o se aleja un mal,
y un gran embotamient , del cuerpo" en tanto que las que pertenecen a la
(De civ. dei, XIV, 9' San Agustín parte irascible hacen de mediadoras
380
Emoción

para la obtención de E. concupiscen­ sienta veneración por los que se las


tes, o sea condicionan su realización procuran, en tanto que, por el contra­
(Ibid., q. 25, a. 1). El significado dev rio, se entristezca cuando le faltan y
esta distinción es que en un mundo tome odio e intente destruir a los que
sub ratione ardui, o sea en el cual el intentan privarle de ellas (Ibid., IX,
bien es difícil de obtener y el mal di­ 3). De tal manera se generan las E.
fícil de evitar, la anticipación del bien fundamentales, el amor y el odio, que
o del mal y el esfuerzo para conseguir­ por lo tanto tienen su origen en la
lo o evitarlo median para las otras E. situación en que el espíritu humano
Estas anotaciones tienen la finali­ llega a encontrarse ante el mundo na­
dad de garantizar el significado, la tural. Esta situación explica también
"seriedad” de las E. humanas, sacando las otras E. que ligan al hombre con
a luz su función en la economía de la sus semejantes. En efecto, el hombre
vida humana en el mundo. Y es signi­ es llevado a la convivencia, no sólo
ficativo que tengan el mismo intento por la necesidad de satisfacer los de­
los análisis naturalistas de las E., for­ seos que no podría satisfacer por sí
mulados en los siglos xvi y xvii, los mismo, sino también por la tendencia
cuales tienen, como es obvio, imposta­ a gozar de la compañía de sus seme­
ciones metafísicas y metodológicas jantes; y por esta tendencia es llevado
completamente diferentes. Así Telesio a las relaciones sociales y a desear la
reconoce claramente la función bio­ familiaridad y la benevolencia. Tales
lógica del placer y del dolor, los dos relaciones determinan, por lo tanto,
polos de la experiencia emotiva. Al otro grupo de E., como temor, do­
cuerpo y al espíritu vital aportan dolor lor, placer, satisfacciones inherentes
las cosas que, dotadas de fuerzas pre­ al comportamiento recíproco de los
potentes y contrarias, los sacan de su hombres. Por fin, un tercer grupo de
posición y los corrompen y, en cambio, E. nace del sentimiento de orgullo y
llevan placer las cosas que dotadas de de satisfacción que el espíritu prueba al
fuerzas similares y afines los favore­ sentirse íntegro y puro y al reconocer
cen, los vivifican y les restituyen, en en los otros la integridad y la pureza
caso de haberse alejado, a la propia que para sí mismo desea. Se determina
disposición (De rer. iiat., VII, 3). De así el sentimiento del honor y su con­
este modo, las E. nacen de la situación trario, que es el de d.sprecio y otros
difícil en que el espíritu vital y el semejantes, todos los cuales se rela­
cuerpo se encuentran en el mundo. En cionan también con la situación natu­
efecto, el espíritu se encuentra situa­ ral del espíritu humano en el mundo
do en un lugar extraño y en medio de (Ibid., IX, 3).
acontecimientos contrarios, de los cua­ A este análisis de Telesio se acerca
les el cuerpo no llega a protegerlo a mucho el de Hobbes, quien colocaba
punto de evitar que se canse o que las E. entre las cuatro facultades hu­
disminuya, y el cuerpo mismo, que lo manas fundamentales, junto a la fuer­
reviste y protege, es continuamente za física, la experiencia y la razón (De
modificado y corrompido no solamen­ cive, I, 1). Hobbes relaciona las E. con
te por las fuerzas ambientales sino los "principios invisibles del movimien­
también por su mismo calor, ya que to del cuerpo humano” que preceden
en breve tiempo perecería si no se repa­ a las acciones visibles y que por lo co­
rara mediante el alimento. En esta si­ mún se denominan tendencias (cona-
tuación el espíritu vital, para poder íus). Las tendencias se llaman deseos
sobrevivir, necesita percibir y entender o apetitos, o bien aversiones respecto a
las fuerzas de todas las otras cosas y los objetos que las producen y que co­
desear y perseguir las cosas que le dan mo tales son los integrantes de todas
la manera y la facultad de protegerse las E. humanas. En efecto, lo que los
del calor excesivo, del in te n s o frío hombres desean se dice también que
y de nutrise y reponerse nuevamente y lo aman, y por lo que sienten aversión
que, en general, lo conmuevan y lo lle­ se dice que lo odian; de tal manera
ven a su nueva operación. Es necesario deseo y amor, aversión y odio, son lo
también que al tener estas cosas a su mismo exces’o que las palabras "de­
disposición las goce y que quiera y seo” y "aversi n” implican la ausencia
381
Emoción

del objeto, en tanto las palabras "odio" I, 27). Esta acción de los espíritus so­
y "amor”, implican la presencia. Lo bre el cuerpo está regulada por la glán­
que, en cambio, no se desea ni se odia dula pineal, en la cual, según Descar­
se dice que se desprecia y el despre­ tes, reside el alma y que, por lo tanto,
cio, así, es una especie de inmovilidad es también la sede de las E. (Ibid., 34).
del corazón, un retraerse a sufrir la La función natural de las E. es la de
acción de determinadas cosas. La to­ incitar al alma a permitir y contribuir
nalidad placentera o dolorosa de una a las acciones que sirven para conser­
E. garantiza su función vital. "Esta var el cuerpo o hacerlo más perfecto.
moción que se denomina apetito —di­ Por esto la tristeza y la alegría son las
ce Hobbes— y, en su manifestación dos E. fundamentales. Por la primera,
deleite y placer es, a juicio mío, una el alma queda advertida de' las cosas
corroboración de la noción vital y que dañan al cuerpo y así toma odio
una ayuda que se le presta: ^n conse­ hacia lo que le causa tristeza y desea
cuencia, aquellas cosas que causan de­ liberarse de ello. En cambio por la ale­
leite se denominan, con toda propie­ gría el alma queda advertida de las
dad, jocundas (á juvando) porque ayu­ cosas útiles al cuerpo y de tal manera
dan o fortalecen; y las contrarias mo­ toma amor por ellas y deseo de adqui­
lestas, ofensivas porque obstaculizan rirlas y conservarlas (Ibid., 137). Todo
y perturban la moción vital" (Leviath., esto supone obviamente la separación
I, 6 ). El placer o deleite es, por lo de alma y cuerpo, o sea la noción de
tanto, el sentimiento del bien, la mo­ alma como “sustancia" independiente,
lestia o desagrado, el sentimiento del ya que reduce la E. a una preocupa­
mal y todo apetito, deseo o amor está ción que el alma nutre con referencia
acompañado por un placer mayor o al cuerpo, o sea hacia su vida y con­
menor, como todo odio o aversión está servación. La diferencia entre las E.,
acompañado por un dolor mayor o según Descartes, no depende de la di­
menor. Entendidas así, las E. contro­ ferencia de objetos, sino de los modos
lan la total conducta del hombre y la diferentes en que los objetos mismos
voluntad misma, según Hobbes, no es nos dañen o nos ayuden o en general
más que "el último apetito o aversión tengan importancia para nosotros. El
inmediatamente próxima a la acción modo de acción habitual de las E. con­
o a la omisión correspondiente” (Ibid., siste en disponer al alma o desear las
trad. esp., p. 48) y la deliberación que cosas que la naturaleza nos hace sentir
precede a la voluntad no es más que "la útiles y persistir en este deseo, como
suma entera de nuestros deseos, aver­ también producir la excitación de los
siones, esperanzas y temores”. Aquí la espíritus vitales que facilita los movi­
función determinante de las E. sobre mientos corpóreos que sirven para la
la conducta total del hombre encuen­ obtención de tales cosas (Ibid., 52).
tra un primer reconocimiento. Descartes considera que existen sola­
Aun cuando Descartes comparta el mente seis E. simples y primitivas,
punto de vista estoico (según el cual esto es, el asombro, el amor, el odio, el
la fuerza del alma consiste en vencer deseo, la alegría y la tristeza y que
las E. y frenar los movimientos del todas las demás están compuestas de
cuerpo que la acompañan, en tanto su estas seis o son especies de ellas. Re­
debilidad consiste en dejarse dominar chaza la distinción tomista entre pasio­
por ellas, de manera que se ve solici­ nes que pertenecen a la parte concu­
tada en uno y otro punto y entra a un piscible y pasiones que no pertenecen
combate contra sí misma), la teoría a tal parte (Ibid., 6 8 ); y es extraño
de las E. que expone en las Pasiones que no admita el temor ni la esperanza
del alma tiene los mismos puntos fun­ en el número de las E. fundamentales.
damentales que las doctrinas de Tele- En cambio, incluye entre ellas el asom­
sio y Hobbes. Según Descartes, las E. bro, o sea “la súbita sorpresa del alma
son afecciones, o sea modificaciones que la lleva a considerar con atención
pasivas causadas en el alma por el los objetos que le parecen raros y ex­
movimiento de los espíritus vitales, es traordinarios" (Ibid., 70). Ésta es la
decir, de las fuerzas r .ecánicas que 1 única E. que no va acompañada de mo­
obran en el cuerpo (Pe .ions de t’dme, vimientos corporales porque no tiene
382
Emoción

por objeto el bien o el mal sino sola­ distintas cesan de ser afecciones (Ibid.,
mente el conocimiento de la cosa que V, 3) para resultar ideas sub specie
nos asombra. Lo que no quiere decir aetemitatis, en el orden geométrico
que esté privada de fuerza, ya que el de la Sustancia divina. Son, entonces,
asombro de la novedad, que es inhe­ determinaciones de la naturaleza divi­
rente a esta E., refuerza enormemente na y derivan de ella (Ibid., V, 29, scol.).
todas las demás (Ibid., 72). Este punto de vista coincide sustan­
Si para Descartes la E. concierne al cialmente con el de los estoicos, ya que
alma solamente por su relación con se resuelve negando la función de las
el cuerpo, para Spinoza es, en cambio, E. en la economía de la vida humana
un modo de ser total que comprende en el mundo. Y la misma negación está
al alma y al cuerpo, ya que éstos, en implícita en la doctrina de Leibniz
efecto, son para Spinoza dos aspectos que sólo ve en las E. signos de imper­
de una sola realidad. Spinoza hace deri­ fección que impiden al alma ser un
var las E. del esfuerzo (conatus) de la dios. “Se tiene razón —dice— en lla­
mente para perseverar en el propio ser mar, tal como lo hacían los antiguos,
por un tiempo indefinido. Este esfuer­ perturbaciones o pasiones aquello que
zo se denomina voluntad cuando sólo consiste en los pensamientos confusos
se refiere a la mente y se denomina que tienen algo de involuntario y de
deseo (appetitus) cuando se refiere al incógnito; lo que, en el lenguaje co­
mismo tiempo a la mente y al cuerpo mún, se atribuye, no sin razón, a la
(Eth., III, 9e, scol). De tal manera, el lucha del cuerpo y del espíritu, porque
deseo es la E. fundamental. A él se nuestros pensamientos confusos repre­
unen las otras dos E. primarias, o sentan el cuerpo o la carne y constitu­
sea la alegría y el dolor; la alegría yen nuestra imperfección” (Op., ed.
es la E. por la cual la mente por sí Erdmann, I, p. 188). Esta noción de
sola o unida al cuerpo logra una mayor las E. como “pensamientos confusos”,
perfección y el dolor es la E. por la que llegan al alma a través de su rela­
cual la mente desciende a una perfec­ ción con el cuerpo y que constituyen,
ción menor (Ibid., III, 11, scol.). El por lo tanto, la imperfección del espíri­
amor y el odio, pues, no son más que tu finito y creado, fue seguida por toda
la alegría y el dolor acompañados la escuela leibniziano-wolffiana. La no­
por la idea de sus causas extem as; de ción implica obviamente que las E.
tal manera el que ama se esfuerza no tienen un carácter propio y espe­
necesariamente en tener y conservar cífico en relación con las representa­
la cosa amada y el que odia en alejar ciones cognoscitivas y, por ello, no
y destruir la cosa odiada (Ibid., III, tienen tampoco un significado, excepto
13, scol.). En estas caracterizaciones el de representar la imperfección del
las E. se relacionan con el esfuerzo alma humana.
de la mente y del cuerpo hacia la per­ Una línea de pensamiento que va
fección, ya que, en efecto, siendo para desde Pascal, a través de los moralis­
Spinoza dos manifestaciones de la Sus­ tas franceses e ingleses (La Roche-
tancia son eternas como ésta y, por lo foucauld. Vauvenargues, Shaftesbury,
tanto, no pueden ser verdaderamente Butler), hasta Rousseau y Kant ha lle­
amenazadas por nada y, de tal manera, vado al reconocimiento de la catego­
las E. no pueden ser la advertencia ría del "sentimiento" como principio
de esta amenaza. De rílí el escaso peso autónomo de las E. y a la elaboración
que el miedo y la esperanza tienen en de la noción moderna de “pasión” co­
el análisis de Spinoza. Estas dos E. mo E. dominante, capaz de penetrar y
son reducidas al amor y al odio (Ibid., de dominar toda la personalidad hu­
III, 18, scol. 2) y reconducidas a “cau­ mana. Ya se ha visto que para Hobbes
sas accidentales" (Ibid., III, 50). Todas todas las formas de la acción volun­
las E., por lo tanto, en cuanto son taria pasan a través de las E. y están
afecciones o modificaciones pasivas determinadas por ellas, y así la volun­
(passiones), están destinadas a des­ tad misma no es más que una E. que
aparecer como tales, ya que son ideas logra tener la mejor parte. Esta tesis
confusas destinadas a resultar ideas dis­ es compartida por la dirección a la que
tintas, y una vez que resultan ideas hemos hecho "aferencia. Por primera
383
Emoción

vez Pascal ha puesto por delante "las no el animal. Todo lo que es hecho por
razones del corazón que la razón no el animal como tai es hecho solamente
conoce” ( P e n sé e s , 277), ha insistido a través de alguna afección o E. tal
acerca del valor y la función del "senti­ como, por ejemplo, el temor, el amor,
miento” como un principio por sí que el odio que lo mueve. Y ya que es im­
también es fuente de conocimientos es­ posible que una afección más débil
pecíficos (v é a s e s e n t i m i e n t o ) y ha con­ prevalezca sobre una más fuerte, de la
siderado no eliminable el conflicto en­ misma manera es imposible que allí
tre la razón y las E. o, en todo caso, donde las afecciones o E. son más
imposible de solucionar mediante la fuertes y forman, por su fuerza o su
eliminación de una de las dos partes número, el partido más considerable, el
en conflicto (Ibid., 412-13). Vauvenar- animal no se incline hacia el mismo
gues ha subrayado la naturaleza de las sentido. Según este balance de las E.,
E. de la siguiente manera: "Nosotros debe, por lo tanto, ser gobernado y con­
deducimos de la experiencia de nues­ ducido a la acción” (Characteristics,
tro ser una idea de grandeza, de placer, 1749, Treatise IV, book II, part I,
de poder, que quisiéramos aumentar sect. 3). En,otros términos, la presencia
siempre y sacamos, en la imperfección de las E. es, según Shaftesbury, lo que
de nuestro ser, una idea de peque- distingue al animal de un puro y sim­
ñez, de sujeción, de miseria que inten­ ple mecanismo de tipo cartesiano. La
tamos reprimir: he aquí todas nuestras clasificación que Shaftesbury da de las
pasiones... De estos dos sentimientos emociones (en el lugar citado) es carac­
unidos, o sea del de nuestras fuerzas terística de su moralismo optimista.
y del de nuestras miserias, nacen las En primer lugar, existen las afecciones
más grandes pasiones, ya que el senti­ naturales que conducen al bien públi­
miento de nuestras miserias nos impe­ co; en segundo lugar, las autoafeccio-
le a salir de nosotros mismos y el sen­ nes que conducen al bien privado, y en
timiento de nuestras reservas nos alien­ tercer lugar las que no tienden ni al bien
ta a ello y nos transporta con la público ni al bien privado, sino a sus
esperanza. Pero los que sienten sólo su contrarios y, por lo tanto, deben ser
miseria sin su fuerza no se apasionan denominadas afecciones innaturales. El
nunca lo suficiente, porque no osan concepto sobre el cual insiste es el del
esperar nada, n' se apasionan los que balance o del equilibrio de las E., por
sienten su fuerza sin su impotencia, lo cual habla de una "economía de las
ya que tienen muy poco que desear E.” a los fines de la conservación de
y de tal manera se presenta una espe­ las criaturas y así, por ejemplo, una
ranza de coraje, de debilidad, de tris­ criatura que no posee fuertes medios
teza y de presunción” (De l’esprit hu- de defensa e stá sujeta a un alto
main, 22). El supuesto de estas notas grado de temor, o sea de aquella E.
es que no sólo es imposible compren­ que obra de manera que pueda salvarse
der a la naturaleza y al comporta­ por la fuga frente a los peligros.
miento del hombre prescindiendo de Kant introdujo por primera vez y en
las E., sino también que las E. mis­ forma explícita la categoría del senti­
mas tienen una función rectora sobre miento como autónoma y mediadora
la conducta total del hombre y, por lo entre las tradicionalmente admitidas
tanto, tienden a resultar "E. dominan­ de la razón y de la voluntad. De tal ma­
tes”, según la expresión de Pascal nera, ha reconocido claramente el signi­
(Pensées, 106). Shaftesbury es quizá ficado y la función biológica de las
quien más ha contribuido a difundir E., no obstante ser llevado por su teoría
este punto de vista en el campo de la moral a simpatizar con la tesis de los
filosofía. "De ningún animal —dice— estoicos que consideraban las E. como
se puede decir con propiedad que obre enfermedades del alma. “Las E. —ha
sino a través de las afecciones o de dicho— es un predominio de las sen­
las E. propias del animal. En efecto, saciones, al punto que llega a suprimir­
en las convulsiones en las cuales una se el dominio del alma (animus sui
criatura se golpea o golpea a los otros, compus); por lo tanto es precipitada, o
lo que obra es un simple mecanismo, sea, crece rápidamente hasta hacer im­
una máquina, una pieza .e relojería y posible la reflexión” (Antr., §74), en lo
Emoción

que es diferente de la pasión es, en cam­ dido y condicionado por el sentimiento


bio, en que es lenta y reflexiva (véase de dolor, ligado con la necesidad de
p a s i ó n ). Para Kant el ideal de la apa­ salir del propio modo de ser. "El dolor
tía es “justo y noble”, pero la natura­ —anota además Kant— es el aguijón
leza fue sabia al dar al hombre la de la actividad y es en ésta en la que
disposición a la simpatía para guiarlo sentimos siempre nuestra vida; sin
provisionalmente, o sea antes de que dolor cesaría la vida.” Es extraño que
la razón haya alcanzado su propia fuer­ precisamente estas notas kantianas,
za, porque de esta manera también ha que no tienen otra pretensión que la
agregado un estimulo patológico (sen­ de caracterizar una situación de hecho,
sible) como subrogado temporal de la hayan sido amplificadas por Schopen-
razón al impulso moral hacia el bien. hauer para ser tomadas como funda­
También desde el punto de vista mo­ mento de su pesimismo romántico.
ral, por lo tanto, la E. tiene cierta fun­ Para Schopenhauer vivir significa que­
ción, aun cuando sea subordinada y rer, querer significa desear y el deseo
provisional. Desde el punto de vista implica la ausencia de lo que se de­
biológico, no hay duda alguna acerca sea, o sea deficiencia y dolor. Por ello
de la importancia de la emoción. La la vida es dolor y la voluntad de vida
alegría y la tristeza se ligan al placer es el principio del dolor. De la satisfac­
y al dolor, respectivamente, y éstos ción del deseo o de la necesidad, surge
tienen la función de impulsar al sujeto un nuevo deseo o necesidad o el fasti­
a permanecer en la condición en que dio de la satisfacción prolongada. En
está o a dejarla. La alegría excesiva (o esta oscilación continua, el placer sólo
sea no atenuada por la preocupación representa un momento de tránsito, ne­
del dolor) y la tristeza oprimente (no gativo e inestable, ya que es el simple
mitigada por ninguna esperanza), o sea cese del dolor (Die Wett, I, §57).
la angustia, son E. que amenazan la La distinción y especificación de los
existencia. Pero la mayoría de las veces conceptos de "E.”, "sentimiento”, "pa­
las E. ayudan y sostienen la existencia sión" se puede ver a través del hecho
y algunas de ellas, como la risa y el de que en la doctrina hegeliana la pa­
llanto, favorecen mecánicamente la sa­ sión recibe un trato privilegiado en
lud. La utilidad de las E. es dada por tanto el sentimiento y, sobre todo, la
la función ejercitada en las relaciones E., se reducen al nive’ de la "vana opi­
de la vida a través de sus tonalidades nión” de los estoicos. Hegel habla de
fundamentales, el placer y el dolor. las E. a propósito de la forma del senti­
"El placer —dice Kant (A n t r §60)— miento, que es parte del espíritu sub­
es el sentido del aumento de la vida jetivo y justo de ese momento que es
y el dolor el de su impedimento; la la “psicología”, la cual "indica en forma
vida natural del animal es, según lo han de narración lo que el espíritu y el
anotado los médicos, un continuo jue­ alma es, o sea lo que a ella sucede,
go de antagonismos entre placer y do­ lo que ella hace" {Ene., 387). El senti­
lor.” En este juego de antagonismos miento, dice Hegel, tiene la forma de
el dolor tiene primacía. En efecto, lo "particularidad accidental” ; el Espíri­
que inmediatamente, o sea por el ca­ tu encuentra en él su “forma íntima y
mino del sentido, me lleva a dejar mi peor, en la que ya no es libre, no es
modo de ser, es para mí desagradable universalidad infinita, sino que su con­
y me causa dolor; lo que, en cambio, tenido le es más bien accidental, sub­
me lleva a conservarlo (a permanecer jetivo, particular” (Ibid., 447). Obvia­
en él) es para mí placentero y me mente Hegel quiere referirse con estas
gusta. Pero ya que el tiempo huye, yen­ expresiones a las E. entre las cuales
do siempre desde el presente hacia el el sentimiento constituye la forma o
porvenir y nunca al contrario, estamos categoría universal y, por lo tanto, las
obligados a salir del estado presente E. son calificadas como "particulari­
sin saber en cuál otro entraremos y dades accidentales” y como "contenido
sabiendo solamente que será un estado accidental, subjetivo, particular”, ex­
diferente. Ahora bien, esta perspectiva presiones éstas que en el lenguaje de
es la causa del sentimiento placentero, Hegel designan determinaciones provi­
lo que quiere decir que está prece­ sionales o aparentes que encuentran
385
Emoción

su realidad solamente en la sustancia gunos movimientos voluntarios, útiles


racional. En cuanto a los “sentimientos para dar satisfacción o alivio, se ten­
prácticos”, pueden ser considerados co­ drá una tendencia a efectuar movi­
mo tales sólo los egoístas, malvados, mientos similares cuando esa sensa­
ya que sólo ellos pertenecen a la indi­ ción o deseo se presente, aun en el caso
vidualidad que se mantiene contra la de hacerlo en forma débil e incluso
universalidad; el contenido de tales aunque el movimiento expresivo no tu­
sentimientos, por lo tanto, se determi­ viera ya utilidad alguna. Movimientos
na sólo en antítesis al de los derechos de esta especie son en general here­
y deberes (Ibid., 471). Las expresiones ditarios y poco difieren de las acciones
que Hegel adopta a este respecto y que reflejas" (véase). 2) El principio de la
parecen referirse al contenido de la for­ antítesis, según el cual se tiene la ten­
ma del sentimiento, o sea a la esfera dencia a efectuar movimientos opues­
de las E., son el equivalente exacto de tos en el caso de E. opuestas y aun cuan­
la "vana opinión” de los estoicos y del do tales movimientos no tengan utilidad
“pensamiento confuso” de Spinoza y alguna. 3) El principio de la acción
de Leibniz, esto es, indican estados directa del sistema nervioso, según el
o momentos que no tienen significa­ cual cuando la sensibilidad es muy
ción propia, sino sólo el significado excitada, el exceso de fuerza nerviosa
negativo de no ser perfectamente redu- es trasmitido en direcciones definidas
cibles al juicio o, en general, a las que dependen de la conexión de las
determinaciones racionales. células nerviosas y en parte del hábito,
A partir de la segunda mitad del si­ produciendo de tal manera efectos que
glo xix, las E. son objeto de investiga­ nosotros reconocemos como expresio­
ción científica y se las considera en nes emotivas. El primero de los dos
estrecha relación con los movimientos principios apela a la acción del hábito
y los estados corporales que las acom­ y de la asociación, a la cual recurrió
pañan. La primera tentativa importante constantemente la psicología del si­
a este respecto fue la de Charles Dar- glo xix. Pero la misma dirección de
win en su escrito La expresión de tas la investigación psicológica llevaba a
E. en el hombre y en tos animales considerar los hechos psíquicos en muy
(1872), en el cual utilizó también inves­ estrecha relación con los corpóreos y
tigaciones pre identes y tomó como condujo bien pronto a ver en los esta­
punto de partida la distinción de Spen- dos somáticos algo más que la simple
cer entre sensaciones y emociones. "expresión” de las emociones. En 1884
Según Spencer (Principies of Psycholo- y 1885, James y Lange, independiente­
gy, 1855, § 6 6 ), todas las experiencias mente uno del otro, proponían la deno­
vividas (feetings) se dividen en dos minada "teoría somática de las E.”
clases: sensaciones, que son produci­ que, no obstante las críticas que de
das por un estímulo periférico v i ’., seguido suscitó, mantuvo primacía por
que son producidas por un estímulo muchos decenios y sirvió, y en parte
central. Las sensaciones y las E. se dis­ sirve aún, como útil punto de referen­
tinguen antes que nada porque las pri­ cia para ulteriores teorías. He aquí có­
meras son relativamente simples y en mo expuso James esta teoría: "Mi teo­
cambio las segundas, extremadamente ría —dice— sostiene que los cambios
complejas. No obstante, entrambas son corporales siguen inmediatamente a la
mecanismos de adaptación o de res­ percepción del hecho excitante y que
puesta a conjuntos uniformes de cir­ el sentimiento que tenemos de estos
cunstancias externas (Ibid., §216). Dar- cambios, mientras ellos se producen,
win se preocupó sobre todo de estudiar es la emoción. El sentido común dice:
los movimientos o las modificaciones perdemos nuestra fortuna, estamos afli­
somáticas que constituyen la expresión gidos y lloramos; encontramos un oso,
de las emociones. Y considera poderlas tenemos miedo y huimos; un rival nos
explicar mediante tres principios. 1) El insulta, montamos en cólera y golpea­
principio de los hábitos útiles y asocia­ mos. La hipótesis que defendemos es
dos, que expresó así: "Cuando una sen­ que este orden de sucesión es inexac­
sación, un deseo, ha producido a lo to, que un estado mental no es inme­
largo de una serie de generaciones al­ diatamente inducido por otro estado,
386
Emoción

que las manifestaciones corporales de­ orgánicos sin tener significado emocio­
ben interponerse entre uno y otro y nal alguno. La fiebre, la exposición al
que la fórmula más racional consis­ aire frío, producen a menudo acelera­
te en decir: estamos afligidos porque ción del corazón, aumento de azúcar
lloramos, irritados porque golpeamos, en la sangre, descarga de adrenalina,
asustados porque tememos, y no que erección del vello. La asfixia obra de
lloramos, golpeamos y tememos por­ la misma manera en el momento de la
que estamos afligidos, irritados o asus­ excitación. La reducción de azúcar en
tados, según los casos. Sin los estados la sangre por obra de la insulina pro­
corporales que la siguen, la percepción voca una reacción hipoglicémica, ca­
tendría una forma puramente cognos­ racterizada por palidez, aceleración del
citiva, pálida, descolorida y privada de corazón, aumento del azúcar en la ori­
calor emotivo. Podremos entonces ver na y sudores intensos. Y, por lo tanto,
al oso y juzgar oportuno huir, recibir el es difícil comprender de qué manera
insulto y decidir obrar, pero no proba­ las reacciones que no tienen en sí mis­
remos realmente ni miedo ni cólera” mas valor emocional alguno, en la
(The Theory of Emotions, 1884; trad. mayor parte de los casos en que se pro­
franc., p. 61). La fuerza de esta teoría ducen, adquirirían en otros casos el
está en la observación de que si en el carácter de verdaderas y propias E.
caso de alguna E. violenta se prescinde Pero el defecto principal de la teoría,
de todas las sensaciones de síntomas precisamente como "teoría”, es que no
físicos, no queda residuo alguno, nin­ explica efectivamente la función de las
guna (sustancia mental) emotiva, sino E. No explica, pongamos por ejemplo,
simplemente un estado de percepción por qué ver un oso y comprobar que
intelectual. "No puedo imaginar —de­ no está enjaulado ni encadenado, hace
cía James— qué es lo que quedaría temblar y empalidecer.
de la E. de miedo, si no estuviera pre­ En otros términos, no explica el ca­
sente el sentido del latido acelerado rácter biológico de las E., su finalismo
del corazón, del respirar afanoso, del parcial o relativo sea como quiera, pero
temblor de los labios, del doblarse de aún lo bastante evidente en determi­
las piernas, de la piel de gallina y nado número de casos. Precisamente
de los estremecimientos viscerales. ¿Al­ desde este punto de vista, Dewey y la
guno puede representarse un estado de escuela psicológica á . Chicago (y es­
irritación sin la ebullición del pecho, el pecialmente Stanley Hall), vuelven a
sonrojo de la cara, la dilatación de las adoptar las ideas de Darwin, conside­
narices, el apretar de los dientes, el rando las E. como el regreso modifi­
impulso a la acción violenta, esto es, cado de determinados movimientos te-
un estado de irritación que dejara in­ leológicos y las vuelven a reducir a
móviles y relajados todos los múscu­ manifestaciones residuales de instintos
los, tranquila la respiración y plácido ancestrales. Así, por ejemplo, los movi­
el rostro? En este caso de la E. no mientos para aprehender, para morder,
quedaría más que un juicio frío y des­ para rasguñar que se manifiestan en
apasionado según el cual una deter­ la cólera, serían restos de actos pro­
minada persona o ciertas personas me­ pios de los animales salvajes de los
recen el castigo por sus vilezas.” Se cuales descendemos. El movimiento de
puede decir que durante dos o tres dece­ llevar la cabeza erguida sería todavía
nios sucesivos, los estudios experimen­ un recuerdo ancestral, ya que tal mo­
tales acerca de las E. han estado inspi­ vimiento se encuentra efectivamente en
rados por esta teoría. Pero justo en el los animales con cuernos y en los pri­
dominio de los hechos experimentales meros vertebrados acuáticos o terres­
ha encontrado las primeras objeciones tres que se servían de la cabeza para
decisivas. Sherrington demostró que la alejar los obstáculos. Estas teorías in­
expresión visceral de las E. es poste­ dudablemente vuelven a integrar a las
rior a la acción cerebral que inter­ E. en su naturaleza biológica, pero
viene junto con el estado psíquico conducen a no ver en ellas otra cosa
(1908) y Cannon (Feelings and Emo­ que un residuo que ahora no tiene la
tions, 1928) observó que las E. visce­ significación de un movimiento instin­
rales se producen en muchos estados tivo, aunque originariamente signifi-
cativo. Tal residuo estaría constituido biológica y da lugar a las formas pato­
por lo que la herencia ha permitido lógicas. Freud considera también que
sobrevivir de los movimientos instin­ la situación, de la que son señal la
tivos que tenían un significado ofen­ angustia y un estado afectivo en gene­
sivo o defensivo en los animales que ral, puede no ser un acontecimiento
los poseían pero que, más tarde, han presente; puede tratarse de una impre­
dejado de tenerlos. La teoría total se sión profunda o latente y que perte­
funda de tal manera en la hipótesis nezca a la prehistoria de la especie y
de una trasmisión hereditaria de mo­ no a la individual. De tal manera se
vimientos instintivos y sobre el postu­ puede decir que el estado afectivo pre­
lado de que las E. derivan de tales senta la misma estructura que una
movimientos, más que de la situación crisis de histeria, ya que, como ésta
frente a la cual adquieren el signifi­ última, es el residuo de una reminis­
cado de reacciones o respuestas. cencia inconsciente. La crisis de his­
La referencia a tal situación consti­ teria puede compararse a un estado
tuye, en cambio, el punto caracterís­ afectivo individual de nueva forma­
tico de las más importantes teorías ción y el estado afectivo normal puede
contemporáneas. Para ellas la E. no se ser considerado como la expresión de
agota en la subjetividad como un sim­ una histeria genérica, que ha llegado
I ple "estado de alma" o conjunto de
estados de alma, ya que incluye siem­
pre una relación con circunstancias ob­
a ser hereditaria (Einführung irt die
Psychoanalyse, 1917, cap. 24; trad. esp.:
Introducción al psicoanálisis, en Obras,
jetivas que le confieren su significado II, Madrid, 1948, pp. 263-64). En otros
específico. Desde este punto de vista términos, la conducta emotiva se pro­
la E. es un comportamiento o el ele­ duce en el caso en que las E., en
mento de un comportamiento dirigido vez de transformarse rápidamente, co­
If a afrontar la situación o a huir de
ella, a resolver el problema que pre­
mo preparación para la acción, se des­
arrollan en acto afectivo como E.,
senta o a eludirlo. Se puede considerar obrando como inhibición, represión o
al psicoanálisis como un primer encau- censura del acto mismo. En tal sentido
zamiento para una interpretación de se explica su analogía con el histerismo
las E. en este sentido; en efecto, que es, a menudo, la represión para
ha puesto en evidencia el significado de no revivir un recuerdo desagradable.
los hechos psíquicos con referencia Como el sueño es a veces una fuga ante
a las situaciones que los han determi­ la decisión que hay que tomar, como la
nado. Así, por ejemplo, Freud ve en la enfermedad de ciertas muchachas es a
angustia, en primer lugar, una prepa­ veces una fuga ante el matrimonio, así
ración para afrontar el peligro, que se la cólera es frecuentemente la fuga
manifiesta con la exaltación de la aten­ ante una situación desagradable y el
ción sensorial y de la tensión motriz. desvanecimiento debido al miedo es
Este estado de espera o de preparación la fuga ante una perspectiva desagra­
es biológicamente útil ya que sin él dable, la búsqueda de un refugio ilu­
el sujeto se encontraría expuesto a sorio.
graves consecuencias. De él derivan, En sentido análogo, Janet ha carac­
por una parte, la acción motriz, la fuga terizado la E. como la "reacción del
y, en grado superior, la defensa activa; descalabro”. La E., para Janet, es el re­
por otra parte, lo que es experimentado troceso brutal hacia una forma de con­
como estado de angustia. Si el desarro­ ducta inferior, menos apta para la
llo de la angustia está contenido dentro situación e incapaz de afrontarla. Ya
de límites restringidos, la angustia mis­ que el más bajo de los comportamien­
ma no es más que un apéndice, una tos psíquicos es la agitación convulsiva
simple señal de peligro y la totalidad acompañada por modificaciones de las
del proceso de transformación del es­ funciones respiratoria y circulatoria,
tado de preparación angustiosa en ac­ la E., cuando es suficientemente pro­
ción, se cumple rápida y racionalmente. funda, origina precisamente convulsio­
Cuando, en cambio, el desarrollo del nes o simples modificaciones viscera­
estado de angustia excede ciertos lími­ les. Pero no se trata de un nuevo
tes, resulta contrario a la finalidad retroceso mecánico: un idiota no pro-
388
Emoción

Daría E. alguna al encontrar al oso con una reacción de orden superior, se


de que hablaba James, y muchos en­ repliega en una acción inferior y pri­
fermos en el "estado de vacío’”, cesan maria, mucho más vulgar, pero capaz
de tener las E. que habrían tenido en de darle cierta protección inmediata.
otra ocasión en las mismas circuns­ "Los comportamientos reflejos, las sim­
tancias. Por lo tanto, se trata de una ples convulsiones desordenadas, sirven
reacción activa, de una forma de regu­ a muchas generaciones de seres para
lación de la acción que tiene su punto alejar los contactos nocivos y para lle­
de partida en la reacción del sujeto. var su alimento a la boca. ¿No es na­
Pero se trata también de una reacción tural que en una determinada época
interior y desordenada que denuncia la los seres en vías de perfeccionamiento,
represión y la incapacidad de afrontar pero aún incapaces de utilizar de ma­
una situación y, por lo tanto, equivale nera constante los procedimientos per­
a la conciencia del descalabro frente a feccionados, vuelvan instintivamente a
tal situación. Así, por ejemplo, una estos actos primitivos?” (Ibid., p. 471).
jovencita a la cual su padre dice que Pero si la E. verdadera y propia, o sea
está enfermo del brazo y que teme el choc emotivo, es la vuelta a una
una parálisis, se pone a llorar, grita, se forma vulgar y primitiva de reacción,
agita y cae en convulsiones, que se re­ el sentimiento es una forma de E. me­
piten con algunos días de intervalo. jor organizada y menos violenta que
En el curso del tratamiento médico acompaña al total desarrollo de la
confiesa que la idea de cuidar al padre acción bajo la forma de esfuerzo, fati­
y llevar la vida de enfermera domés­ ga, tristeza, alegría. El sentimiento es
tica le había parecido insoportable. En parte esencial de la reacción bien orga­
este caso, la E. representa efectiva­ nizada. La E. contiene confusamente
mente una conducta de descalabro de­ elementos que pertenecen a los senti­
ducida de la incapacidad de afrontar mientos, pero los contiene en desorden
la situación que se plantea (De l’angois- y, por lo tanto, no se identifica con
se á l’extase, 1928, pp. 450 ss.). Por otra ninguno de los comportamientos senti­
parte, los estados afectivos de elación mentales. "Son los incidentes insigni­
o triunfo y de alegría constituyen, se­ ficantes, los pequeños desacuerdos, los
gún Janet, reacciones de éxito, aunque que conducen a las grandes perturba­
no justificadas. La alegría no siempre ciones emocionales. E probable que
es correcta y no corresponde siempre a el serio peligro despierte el instinto
un aumento real de las facultades, vital, el amor de las personas queri­
a una creación real, como la han consi­ das, el amor de la propiedad y que
derado en cambio los filósofos. Puede estas tendencias potentes lleguen en
ser errónea y aparece simplemente socorro del acto defectuoso producien­
cuando el hombre se comporta como do la reacción del esfuerzo y la pre­
si hubiera vencido y cuando este sencia de esta reacción elimine la de
comportamiento de triunfo, verdadero las E., que no es de la misma natura­
o falso, libera fuerzas que son bien o leza” (Les obsessions et la psychasté-
mal utilizadas. Es más bien un com­ nie, I, pp. 5, 578). Sin embargo, entre
portamiento de desgaste, por el cual las E. y los sentimientos, que son sus
las fuerzas utilizadas en la acción, o formas superiores, deben admitirse to­
por lo menos sus residuos, se expan­ dos los grados intermedios y en el
den por el organismo y son empleadas fondo se trata de una cuestión de pa­
para otras acciones requeridas por es­ labras, ya que "adoptamos la palabra
tímulos urgentes o que se desarrolla­ E. cada vez que se produce un cambio
ban ya dentro de límites restringidos brusco de la conducta luego de una
(Ibid., p. 408). circunstancia imprevista, pero todos los
Desde este punto de vista, la E. apa­ sentimientos pueden nacer en estas con­
rece como nociva, al suprimir la acción diciones” (De l'angoisse, p. 474).
eficaz y sustituirla con convulsiones La psicología de la forma ha pre­
absurdas. Pero tiene, según Janet, cier­ cisado y perfeccionado aún más la teo­
ta utilidad o por lo menos cierta fun­ ría de las E. en este sentido, sobre
ción, en cuanto su sujeto, en la im­ todo por obra de Lewin y Dembo. La
posibilidad de responder a la situación E. es interpretada cómo la "ruptura
389
Emoción

de una forma” y la reconstitución de lo demás en considerar a las E. como


otra forma que valga como subrogado formas de comportamiento específico
de la primera. La forma es una deter­ que expresan un modo de ser funda­
minada situación que presenta un pro­ mental inherente al hombre. Scheler
blema cuya solución puede encontrarse —que entre los filósofos contemporá­
sólo en una dirección determinada. neos es el que más se interesa por la
Cuando la búsqueda y el esfuerzo di­ vida emotiva y que ha intentado fun­
rigidos a esta solución se interrumpen, dar sobre un análisis apropiado de ella
el sujeto se refugia en actos subroga- la totalidad de su filosofía— parte de la
torios o bien intenta evadirse del campo distinción entre estados emotivos y
o encerrarse en sí mismo, estableciendo funciones emotivas, distinción que se
entre él y el campo hostil una barrera puede expresar diciendo que los esta­
de protección. Actos subrogados, eva­ dos son afecciones (modificaciones de
siones, replegamientos en sí mismo, ta­ naturaleza pasiva) y las funciones son,
les son los comportamientos emotivos, en cambio, actividades, reacciones a
que destruyen la estructura diferencial los estados emotivos. Según Scheler, los
del problema inherente al campo snua- estados emotivos no tienen por sí mis­
cional y, por lo tanto, producen debi­ mos un carácter intencional, esto es, no
litamiento de la distinción entre lo real se refieren inmediatamente a objetos o
y lo irreal, con la consecuencia de que situaciones. Tal referencia siempre es,
los objetos del campo pierden su valor para ellos, indirecta o sea mediata a
propio y adquieren un carácter unifor­ través de una asociación perceptiva
memente negativo. Así, por ejemplo, la o representativa. Así, por ejemplo, si
cólera es un modo de evadir un pro­ me pregunto: "¿Por qué estoy hoy de
blema que no se sabe resolver, con el este humor? ¿Qué es lo que me ha cau­
recurso de una acción de naturaleza sado esta tristeza o esta alegría?”, la
inferior ya que el que se deja llevar respuesta a estas preguntas no la da
por la cólera se asemeja a un hombre el estado emocional en que me encuen­
que, al no poder deshacer los nudos tro (humor, tristeza, alegría, etc.), sino
de las cuerdas que lo ligan, se agita un acto diferente e independiente me­
convulsivamente en sus ligaduras. A diante el cual uno, basándose en la ex­
falta de una solución adecuada al pro­ periencia o el razonamiento, liga la E.
blema que la -ituación presenta, la misma con objetos o situaciones cono­
cólera intenta un subrogado, una eva­ cidos. En determinados casos, el estado
sión, que se traduce en movimientos emotivo puede resultar un signo del
incorrectos que enmascaran la falta objeto o de la situación, como cuando
de la respuesta adecuada (Guillaume, algunos dolores anuncian el comienzo
Psych. de la forme, pp. 138 ss.). de una enfermedad. Pero la relación
Las teorías que hasta ahora hemos simbólica entre el estado emotivo y
examinado son teorías "psicológicas”, sus objetos tiene siempre como media­
en el sentido de que se presentan co­ dores a la experiencia y al pensamien­
mo observaciones científicas fundadas to. El estado emotivo, en otros térmi­
en una rica serie de observaciones de nos, puede estar ligado con una situa­
casos normales y patológicos (pues es­ ción de hecho o simbolizarla, pero no
tos últimos sirven mejor que los pri­ contiene en sí la referencia intencio­
meros para ilustrar el fenómeno en nal a su propio objeto (Der Formalis-
cuestión). No obstante, las teorías filo­ mus in der Ethik, pp. 262 ss.: trad. esp.:
sóficas no se alejan mucho actualmen­ (Nuevo ensayo de Fundamentación de
te de las teorías psicológicas, ya que un personalismo ético, Madrid, 1941).
unas y otras llevan a considerar los fe­ La diferencia entre estados emotivos y
nómenos emotivos (como por lo demás fruiciones emotivas no impide que pue­
los otros fenómenos mentales) no como dan coexistir en el mismo acto o mo­
la resultante de elementos atomística­ mento de conciencia. Un hombre puede
mente considerados, sino en su totali­ ser feliz y padecer, sin embargo, un
dad, en la forma completa y concreta sufrimiento físico: podría suceder tam­
y, por lo tanto, en la situación global bién, por ejemplo, que para el verda­
en que se originan. Teorías psicológi­ dero m ártir de la fe este mismo dolor
cas y teorías filosóficas concuerdan por resulte un feliz padecimiento, pero pue­
390
Emoción

de suceder también que, desesperados lo tanto, distingue cuatro especies de


en lo profundo del alma, gocemos un valores correspondientes a los cuatro
placer sensible, e incluso lo gocemos grados del sentimiento (véase v a l o r ).
en nuestra intimidad. Pero los estados En la doctrina de Scheler lo impor­
y las funciones no se mezclan porque tante es que el valor constituye el
son dados y vividos de manera diferen­ objeto propio de las E. o, por lo menos,
te. La diferencia es la que muchos de las funciones emotivas, y es consi­
psicólogos contemporáneos formulan derado como una realidad específica,
entre emociones y sentimientos, enten­ irreductible a las realidades percibidas
diendo por estos últimos los comporta­ o conocidas y de naturaleza absoluta.
mientos emotivos superiores, que acom­ Análoga doctrina es expuesta por Nico-
pañan a la acción en lugar de bloquear­ lai Hartmann, según el cual los valores
la y que, por lo tanto, se diferencian son datos a priori en el sentimiento
del choc emotivo (que da lugar a las axiológico (Wertgefühl) que es el fenó­
neurosis). Para Scheler, se trata sobre meno auténtico de la moralidad (Ethik
todo de una diferencia de profundidad ["Ética”], 1926, 3* ed., 1949, pp. 118 ss.)
y desde este punto de vista pueden (véase s e n t i m i e n t o ). Pero cualquiera
distinguirse cuatro grados de las E. que que sea la apreciación de tales des­
corresponden a la estructura de la exis­ arrollos metafísicos, el hecho de que
tencia humana, y que son los siguien­ la E. consista en la consideración de
tes: 1) E. sensibles; 2) E. corpóreas (es­ un valor, o sea en la forma específica
tados) y sentimientos vitales (funcio­ que una situación presenta en relación
nes); 3) sentimientos psíquicos (senti­ a las necesidades, a los intereses y a
mientos del yo); 4) sentimientos los fines del hombre, es cosa que puede
espirituales (sentimientos de la perso­ ser admitida prescindiendo de cual­
nalidad). Todas estas E. tienen una quier metafísica y que expresa bien
relación fiel con el yo o la persona, los resultados de las investigaciones
pero la relación es diferente para cada psicológicas al respecto.
una de las cuatro especies anotadas La importancia del sentimiento como
y resulta más intrínseca a medida que característica esencial de la existencia
se asciende hacia los sentimientos su­ humana en el mundo, como parte de
periores. Las E. sensibles y las vitales la sustancia misma del hombre es sub­
resultan estados o funciones del yo rayada por Heidegger. 'leidegger ve en
sólo en cuanto penetramos los datos las E. no ya simples fenómenos que
corporales y aprehendemos el cuerpo acompañan a los actos de conocimiento
como nuestro, o sea como pertenecien­ y de voluntad, sino más bien modos de
te al yo psíquico. Los sentimientos ser fundamentales de la existencia pre­
psíquicos, en cambio, son ya originaria­ cisamente en cuanto es una existencia
mente una cualidad del yo. "Sentirse en el mundo o, como él, dice, un ser
triste" o más todavía "estar triste” es ahí (Dasein). Analiza a este respecto
algo más intrínseco al yo que el senti­ el fenómeno del temor, que considera
miento vital de bienestar o de mal­ constitutivo de la existencia inautén­
estar. En fin, los sentimientos espiri­ tica, o sea de la existencia en cuanto
tuales se identifican, sin más, con el es "ser yecto” y abandonada a sus vici­
yo en el sentido de que no pueden situdes. Como tal el temor no es un
constituir estados diferentes. En la bea­ fenómeno temporal parcial sino un mo­
titud y en la desesperación, e incluso do de ser esencial y permanente. "Sólo
en la serenidad y en la paz del alma, un ente al que en su ser le va este
todo estado particular del yo está co­ mismo puede atemorizarse. El temer
mo anulado, ya que estos sentimientos ‘abre’ este ente en su ‘ser en peligro’,
parecen brotar de la fuente misma del en el ‘estado de abandonado’ a sí mis­
acto espiritual y penetrar en todo aque­ mo” (Sein und Zeit, §30; trad. esp.:
llo que en estos actos es dado por el Et ser y el tiempo, México, 1962, F.C.E.).
mundo interno y externo (Ibid., pági­ En relación con el temor, pero en el
nas 355 ss.). Scheler considera el senti­ plano de la existencia auténtica, o sea
miento entendido de esta manera como de la existencia que no se abandona al
un acto intencional (véase i n t e n c i ó n ) mundo y a sus vicisitudes, sino que
cuyo objeto específico es el valor y, por busca comprenderlo en su totalidad, es­
391
I

Emoción

tá la otra situación afectiva fundamen­ tanto, su ser en el mundo. Pero no ha


tal, es decir, la angustia. En tanto se negado las otras emociones. Es lo sufi­
tiene temor frente a cualquier cosa cientemente claro que las otras E. hu­
que está dentro del mundo, que se acer­ manas, en su sistema, pertenecen al
ca amenazadoramente y que puede ser nivel de la existencia "impropia" o
eliminada, la angustia se puede expe­ "anónima”, o sea de la existencia diri­
rimentar sólo frente al mundo como gida no a comprenderse y a poseerse
tal. Por lo tanto, no es suscitada, como en esta comprensión, sino a vivir coti­
el temor, por un particular hecho o dianamente en la cura, o sea en la pre­
evento amenazador, sino por el simple ocupación sugerida por las necesidades
encontrarse en el mundo, o sea por la propias de los otros. A la utilización
situación originaria y fundamental de de las cosas y al “curarse” del mundo,
la existencia humana. Y porque es pro­ que son los dos aspectos esenciales del
pio de esta situación el que el hombre ser en el mundo, se relacionan obvia­
tenga que enfrentarse con hechos o mente todas las E. y los afectos huma­
eventos particulares, que a cada ins­ nos que, por lo tanto, son arrojados
tante pueden revelársele como amena­ de nuevo al plano impropio de la bana­
zadores, el temor se puede considerar lidad cotidiana. Pero aun cuando Hei­
como "una angustia caída en el ‘mun­ degger no trate tales afectos o E. (ni
do’, impropia y oculta como angustia siquiera el amor, de donde Sartre ha
para sí misma”. La angustia es, por observado que el Dasein, el ‘ser ahí’,
lo tanto, la situación emotiva funda- para él no tiene sexo), es necesario
I mental, la que "abre primariamente el tener presente que la existencia im­
mundo en cuanto mundo". Como situa­ propia no es para Heidegger aparien­
ción emotiva, la angustia no es sólo cia, ilusión o realidad disminuida o
angustia ‘ante qué’. .. sino también an­ empobrecida, sino un necesario modo
gustia ‘por’. .. Y como el ante qué... de ser de la existencia misma.
así el por... hace referencia al 'ser en En la misma línea del análisis de
el mundo’ mismo. En otros términos, la Heidegger se sitúa el de Sartre, quien
angustia no es tal en relación a un de­ utiliza, sin embargo, en mayor medida
terminado modo de ser o a una deter­ los análisis y las teorías de la psico­
minada posibilidad humana. La ame­ logía contemporánea. Para Sartre la
naza que plante es indeterminada, y E. es "una cierta manera de aprehen­
no puede penetrar, amenazando, en der al mundo”; es, por lo tanto y en
esta o en aquella posibilidad concreta primer lugar, “conciencia del mundo”,
y efectiva. Es más bien la liberación aun cuando se trate de conciencia in­
de la posibilidad última y propia que mediata y no refleja. "El sujeto que
comprende a todas, la de ser arrojado busca la solución de un problema prác­
en el mundo. Por lo tanto, mientras la tico está en el mundo, toma al mundo
angustia singulariza al 'ser ahí’ como en todo instante, a través de todos sus
solus ipse, este ‘solipsismo’ existencia- actos. Si fracasa en todas sus tenta­
rio no es el de un ente o el de un tivas, si se irrita, su misma irritación
objeto sin mundo, sino que más bien es un modo en el cual se le aparece el
pone al ‘ser ahí’ ante su mundo y con mundo. Y no es necesario que el suje­
ello ante sí mismo como ‘ser en el to, entre la acción que fracasa y la
mundo’ (Ibid., §40). Heidegger puede cólera, gire sobre sí mismo e intercale
afirmar, a partir de estos análisis, que una conciencia refleja. Puede haber
"todo comprender es encontrarse... un continuo paso de la conciencia no
mas el encontrarse... es la angustia” y refleja ‘mundo-actuado’ (acción) a la
ver en la tonalidad emotiva de la an­ conciencia refleja ‘mundo-odioso’ (có­
gustia la comprensión última, decisiva, lera). La segunda es una transforma­
que la existencia humana puede tener ción de la primera” (Esquisse d’une
de sí misma (Ibid., §53). Heidegger ha théorie des émotions, 1947, p. 30). Pero
concentrado su atención en la angustia el mundo, al cual se refiere la E., es un
y la ha considerado como la única mundo difícil. La dificultad es una
“E. propia” del hombre, porque es la cualidad objetiva del mundo que se
única E. que hace comprender al hom­ ofrece a la percepción y es ella la que
bre su misma existencia y, por lo determina la naturaleza de las E. Se­
392
Emoción

gún Sartre, ésta es una transformación tanciales en común. Es bien cierto que
del mundo, y precisamente una trans­ los filósofos se valen más tarde de
formación a través de la magia. "Cuan­ estas teorías para obtener tramas o
do los caminos trazados resultan muy generalizaciones de naturaleza ontoló-
difíciles o cuando de hecho no vemos gico-metafísica, pero en cierto modo
la vía, no podemos demorarnos más en éste es su derecho. La concordancia
un mundo tan urgente y difícil. Todas de estas teorías adquiere un signifi­
las vías están clausuradas y, sin em­ cado importante, porque demuestra que
bargo, es necesario obrar. Entonces in­ en el terreno del análisis interpreta­
tentamos cambiar al mundo, es decir, tivo de los modos fundamentales de
vivir como si las relaciones de las cosas experiencia, es posible llegar a un acuer­
con sus propiedades no estuvieran re­ do entre el científico y el filósofo, no
guladas por procesos deterministas sino menor que el acuerdo entre científico
por la magia” (Ibid., p. 33). Así, por y científico. Como ulterior ejemplo de
ejemplo, el desmayo frente a un peli­ este acuerdo mencionaremos la teoría
gro inminente no es más que la nega­ de las E. presentada por Kurt Gold-
ción del peligro, la voluntad de ale­ stein, médico y fisiólogo especialista
jarlo. "La urgencia del peligro ha ser­ en lesiones cerebrales (cf. Der Aufbau
vido como motivo para una intención des Organismos ["La estructura del
aniquilante que ha ordehado una con­ organismo”], 1934; trad. franc.: La
ducta mágica. Y, en efecto, yo he ani­ structure de l'organisme, París, 1951).
quilado el peligro, en cuanto estaba en Goldstein considera que la adaptación
mi poder hacerlo. No se trata de un del organismo al ambiente ocurre por
juego, sino de una creencia, de una pequeñas "reacciones de catástrofe” que
cosa seria, como queda demostrado por no pueden ser evitadas en la lucha del
las expresiones orgánicas de las E.” organismo con el mundo. Cuando estas
En la E., la conciencia tiende a com­ catástrofes o choques pasan de una
batir los peligros o a modificar los ob­ determinada medida, toman el signifi­
jetos, sin distancia y sin utensilios, cado de un comportamiento defectuo­
mediante modificaciones absolutas y so del organismo, de un peligro para su
masivas del mundo. Este aspecto del capacidad de obrar, para su existencia.
mundo es enteramente coherente, dice Se está entonces en presencia de gra­
Sartre, se trata del mundo mágico. ves reacciones de catf-trofe que desde
"Denominaremos E. a la caída brusca el punto de vista subjetivo revisten la
de la conciencia en lo mágico. O, si se forma emotiva de la angustia. La an­
prefiere, hay una E. cuando el mundo gustia se distingue del miedo por la
de los utensilios se desvanece brusca­ falta de un objeto determinado: es sin
mente y el mundo mágico toma su objeto. En el miedo nos encontramos
puesto. Por lo tanto, no es necesario en presencia de un objeto, al cual nos
ver en la E. un desorden pasajero del oponemos y del cual podemos intentar
espíritu, que vendría a perturbar desde desembarazarnos o del cual podemos
fuera la vida psíquica. Al contrario, se huir; tenemos conciencia tanto de este
trata del retomo de la conciencia a objeto como de nosotros mismos y
la actitud mágica, una de las grandes podemos examinar el modo como he­
actitudes que le son esenciales, con la mos de comportamos frente al objeto,
aparición del mundo correlativo, el fijar la mirada sobre la causa del
mundo mágico. La E. no es un acci­ miedo, que en realidad se halla en el
dente, es un modo de existencia de la espacio y ante nosotros. En la angustia,
conciencia, una de las maneras por en cambio, el enfermo "vive la impo­
las que comprende (en el sentido hei- sibilidad de ponerse en relación con
deggeriano de verstehen) su ser-en-el- el mundo, sin saber por qué. Es el sen­
mundo” {Ibid., p. 49). timiento de una sacudida que afecta
Es significativo el hecho, que resulta tanto a la existencia del mundo como
de las precedentes exposiciones, de que a la propia. No puede tomar conciencia
las teorías de las E. presentadas por los de su yo más de lo que pueda tomarla
científicos y las presentadas por los fi­ del objeto, ya que la conciencia del yo
lósofos no difieran radicalmente entre no es más que el correlato de la con­
sí y que presenten muchos rasgos sus­ ciencia del objeto... La angustia apa­
393
Emoción

rece, por lo tanto, cuando la realiza­ dos a esta situación en la medida en


ción de una tarea correspondiente a que no están protegidos contra ella, a
la esencia del organismo ha resultado causa de un enorme empobrecimiento
imposible. Éste es el peligro que ame­ de su mundo, que reduce su ser hu­
naza en la angustia” (Ibid.\ trad. mano a las formas más simples" (Ibid.,
franc., pp. 250-51). En otros términos, pp. 260-61). Así la caída del enfermo de
la angustia es el sentido de la ruptura angustia al nivel humano más bajo
entre el organismo y el mundo o, me­ es la última defensa del organismo
jor, la pérdida de la posibilidad de la que vive la imposibilidad de su rela­
relación entre el organismo y el mundo. ción con el mundo. Por otra parte, el
Y desde este punto de vista lo que coraje no es la certeza de que se rea­
conduce al miedo no es otra cosa licen las posioilidades, no es la garan­
que "el sentimiento que se siente de la tía vivida de su destino ai éxito, sino
posibilidad de una aparición de la an­ solamente el sentido de lo posible co­
gustia”. De tal manera, se puede com­ mo tal, como posibilidad de acierto
prender el miedo partiendo de la an­ o desacierto, como búsqueda, esfuer­
gustia y no viceversa. El que tiene zo, tentativa, trabajo, creación, dirigi­
miedo comprende, por determinadas da a las vías de un posible éxito.
indicaciones, que un objeto es capaz Una mirada en conjunto acerca de
de ponerlo en la situación de angustia. las teorías de las E. que se han dado
Ahora bien, la angustia no es sola­ a lo largo de la historia del pensa­
mente un estado normal. Muchos es­ miento, nos hace ver en seguida que
tados angustiosos de individuos nor­ se pueden dividir en dos grandes cate­
males no son reconocidos como tales gorías, según que consideremos a las
sólo por ser relativamente insignifi­ E. mismas como dotadas de significado
cantes para la personalidad global y o como privadas de significado.
para su existencia; pero a veces basta 1) Las teorías que reconocen un sig­
un fracaso, insignificante en sí mismo, nificado a las E., considerándolas como
para que se produzca, en situación im­ manifestaciones, indicaciones o signos
portante para el individuo, su trans­ de situaciones objetivas en las cuales
formación en angustia verdadera y el hombre se encuentra, ya sea por sus
propia, como es el caso, por ejemplo, relaciones con las cosas del mundo o
de la angustia 'i los exámenes. La ya sea por sus relaciones con los otros
medida en que la angustia se soporta hombres. Desde este punto de vista,
varía de uno a otro individuo: el en­ aparecen como los valores de las situa­
fermo de lesiones cerebrales la sopor­ ciones con referencia a las posibilida­
ta menos, el niño más, el hombre ac­ des de vida, de conservación, de des­
tivo aún más. "En este último se arrollo, de realización de los intereses
muestra el verdadero coraje, el coraje o de los deberes, que ofrecen al hom­
que es el camino de salida de la an­ bre. El supuesto del reconocimiento
gustia. Es un sí dicho a la sacudida del significado objetivo de las E. es,
de la existencia, aceptado como una obviamente, el de que no todas las
necesidad para que se pueda efectuar situaciones son igualmente favorables,
la realización del ser que le es propio. que muchas de ellas presentan carac­
Ello implica la capacidad de subordi­ teres que pueden amenazar la existen­
nar una situación particular a un con­ cia y las tareas del hombre o que, en
junto mayor, o sea una actitud orien­ otros términos, el mundo se presenta,
tada hacia posibilidades aún no reali­ la mayoría de las veces, sub ratione
zadas. Además supone la libertad de ardui (como dice Santo Tomás) o es
decidir entre estas posibilidades. Pre­ un mundo difícil (como dice Sartre).
cisamente por esto es una caracterís­ Pero un mundo difícil, un mundo en
tica del hombre; se puede, por lo tan­ el cual lo que favorece al hombre pue­
to, comprender que los heridos en el de presentarse sub ratione ardui, no es
cerebro, cuyas lesiones son una pérdida una totalidad racional perfecta, no está
de la categoría de lo posible, o sea caracterizado por la plena correspon­
una pérdida de libertad, se encuentren dencia de todos sus aspectos a un prin­
totalmente desarmados frente a una cipio único y simple que garantice la
situación de angustia; están condena­ vida y los intereses de la existencia
394
Emoción

humana. Por lo tanto, el reconocimien­ real para el hombre. El defecto de


to del significado de las E. se liga por estas teorías no consiste ya en no jus­
sistema con la negación, implícita o tificar a las E., sino en no poder expli­
explícita, de la naturaleza necesaria­ car las "vanas opiniones”, los "pensa­
mente racional del mundo en el que mientos confusos” o las “accidentali­
el hombre vive. dades insignificantes” a las que las E.
2) Por otro lado, la negación del sig­quedan reducidas. Y, en efecto, no se
nificado de las E. se encuentra en comprende cómo en un mundo racio­
todas las teorías que las consideran nalmente perfecto puedan nacer en el
como “vanas opiniones” (típica al res­ hombre, que es su parte más racional­
pecto, y entre todas, la teoría estoica). mente perfecta, errores, prejuicios o
Este punto de vista implica que el determinaciones capaces de perturbar
mundo es una totalidad perfecta, que o amenazar justo esta perfecta racio­
garantiza de modo absoluto la existen­ nalidad y la imperturbabilidad necesa­
cia del hombre y la realización de sus ria que debería acompañarla.
intereses legítimos, o sea de la parte No debe asombramos, por lo tanto,
racional y de los intereses racionales que en la investigación contemporá­
del hombre. En este caso, placer y nea, mucho más atenta a los datos y
afección, temor y esperanza, etc., están a los elementos de hecho de la con­
totalmente privados de- sentido, ya que dición humana, las teorías de las E. se
cada situación en la cual el hombre encuentren acordes en reconocer un sig­
v ien e a encontrarse es exactamente nificado propio y objetivo a las E. mis­
lo que debe ser en las relaciones de la mas. Estas teorías, y en especial las
entidad racional "hombre” y, por lo tan­ presentadas por médicos y psicólogos,
to, no hay nada por lo cual las E. tienen, por lo demás en cuenta, y en
puedan valer; como advertencia o sig­ amplia medida, los fenómenos psico­
no. La teoría que considera a las E. lógicos, lo que significa que se ha aban-
como "pensamientos confusos” (Spino- nado el prejuicio de que solamente los
sa, Leibniz, Wolff, etc.) no se distingue fenómenos denominados normales per­
sustancialmente de la de los estoicos miten entender la condición humana,
y tiene las mismas conexiones siste­ y de que subsiste una separación pre­
máticas. Un pensamiento confuso es cisa y radical entre fenómenos norma­
un pensamiento que no es tal en ver­ les y fenómenos patoló^ 'eos, de manera
dad (que por lo demás sería claro y tal que estos últimos puedan quedar
distinto) y, por lo tanto, está desti­ circunscritos en un dominio para sí,
nado a desaparecer como una opinión y declarados sin interés para la inves­
falaz o un error provisional frente a la tigación científica y filosófica del hom­
verdad. El pensamiento confuso es bre. Las teorías científicas y filo­
el equivalente de la "opinión vana" sóficas contemporáneas parten de la
de los estoicos, y el supuesto de la teo­ convicción de que no es posible com­
ría pertinente es el mismo que el de prender la existencia del hombre, ya
los estoicos, o sea la racionalidad ab­ sea como organismo, como yo o per­
soluta y perfecta del mundo que, al sona, si se prescinde de la experiencia
no contener amenaza alguna para emotiva. Están de acuerdo en conside­
el hombre, no justifica ni la adver­ rar, asimismo, esta experiencia como
tencia de esta amenaza, ni la satis­ una reacción global y total del hombre
facción o la alegría por superarla, ni a las situaciones en que viene a en­
el coraje u otras manifestaciones emo­ contrarse, o sea como un comporta­
tivas que conduzcan a esta superación. miento o una conducta. No obstante,
El mismo valor negativo tienen las parecen apuntar hacia una distinción
teorías que reducen las E. a acciden­ que no todos formulan de manera ex­
talidades empíricas, a particularidades plícita, y que conviene poner a la luz, o
insignificantes (Hegel y los hegelia- sea la distinción entre conducta emo­
nos), expresiones éstas de valor equi­ tiva y emoción-control. La conducta
valente a la de "vanas opiniones" o a emotiva se origina cuando la E. es la
la de "pensamientos confusos” y que total reacción del hombre frente a
se nutren de la misma noción de un la situación, esto es, la denominada
mundo privado de cualquier amenaza "reacción de fracaso”, "reacción mági-
i
395
E m o tiv o
E m p a tia
ca” o “reacción de desastre”. La con­ (véase d e s c r ip c ió n ), sino que contienen
ducta emotiva es, por lo tanto, siempre una prescripción, una orden, etc., co­
patológica o semipatológica, por cuanto mo, por ejemplo, las proposiciones mo­
impide o disminuye la correcta res­ rales. Pero este uso es asaz impropio
puesta del hombre a la situación, su y ha sido casi por completo abando­
adaptación a ella. Pero es evidente que nado en los últimos años.
la conducta emotiva así entendida no Tanto en el lenguaje común como
agota el dominio de las emociones. en el filosófico a menudo se da a la
La E. forma parte integrante, también, palabra E. un mero significado nega­
de la conducta no emotiva, o sea de la tivo, indicando así todo aquello de lo
que constituye una respuesta apta y cual no se sabría o podría dar un mo­
normal a la situación, y que puede ser tivo suficiente y que, por lo tanto, no
definida como "racional”. Las E. de aparece como bastante “razonable". En
coraje, de esfuerzo, de fatiga, de espe­ este sentido, se acaba por llamar E. a
ranza, de temor, de satisfacción o in­ toda elección (o deliberación) que no
satisfacción, etc., condicionan y con­ obedece al criterio vigente en el campo
trolan las formas de conducta más en el cual se realiza la elección. Así,
eficaces, libres y creadoras. Y precisa­ por ejemplo, decimos que tiene valor
mente por esto Pierre Janet ha distin­ E. o sentimental un objeto que no es
guido la E.-choc, que define la reac­ útil ni bello, pero que preferimos con­
ción de fracaso, de la E.-sentimiento, servar, o que estamos “emotivamente
que controla la reacción adecuada. Y apegados” a ciertas creencias que sobre­
Goldstein ha visto en el coraje, como entendemos que no rigen desde el pun­
"sentimiento de lo posible”, el camino to de vista racional. Tampoco aquí el
de salida de la angustia, que es el sen­ uso del término tiene ninguna rela­
timiento de la inadaptación del orga­ ción con cualquier teoría positiva de
nismo a su deber vital, a su relación la emoción.
con el mundo. En este otro aspecto o
función, la E. se puede considerar co­ (ingl. empathy; franc. empa-
E m p a tia
mo una modalidad de control del com­ thie; alem. Einfühlung; ital. empatia).
portamiento, o sea como un índice o La unión o la fusión emotiva con otros
condición de la eficacia del mismo seres u objetos (que se consideran ani­
comportamiento adecuado y normal. mados). El término alemán, que es el
Por cierto, la distinción entre conducta originario, fue adoptado por Herder
emotiva y E.-control no equivale a una (Vom E r k e n n e n n und Empfinden
separación entre esferas directas, ya [“Del conocer y del sentir del alma hu­
que siempre subsiste la posibilidad mana”], Werke [“Obras”], ed. Suphan,
de que, en cada momento, una se VIII, p. 165) y por Novalis en los Dis-
transforme en la otra; pero sus fun­ cepoli a Sais (Werke, ed. Friedmann,
ciones respectivas son diferentes y su II, p. 49). Fue usado también por Ro-
distinción es la distinción misma que bert Vischer (Das Optische Formgefühl.
existe entre enfermedad y normalidad. Ein Beitrag zur Aesthetik [“La sensa­
ción óptica de la forma. Contribución
E m o tiv o (ingl. emotive; franc. emotif; a la estética”], 1873; reimp. en Drei
alem. affektif; ital. emotivo). Por lo Abhandlungen zum ásthetischen Form-
general lo mismo que afectivo (véase). problem [“Tres contribuciones al pro­
“Significado E . ” ha sido llamada por blema estético de la forma”], 1927,
Stevenson (Ethics and Language, 1945) pp. 144); pero fue difundido especial­
la disposición de un signo lingüístico mente por Theodor Lipps, que lo utilizó
para producir, no una creencia, o sea para aclarar la naturaleza de la expe­
en general un conocimiento, sino una riencia estética (Aesthetik [“Estética”],
actitud (véase), es decir, una disposi­ 2 vols., 1903; 2* ed., 1914). Esta expe­
ción para elegir, desear, etc. De acuer­ riencia, así como también el conoci­
do con esto, se ha introducido el uso, miento de los otros yo, se daría, según
especialmente en la filosofía angloame­ Lipps, a través de un acto de imita­
ricana contemporánea, de denominar ción y de proyección. La reproducción,
"proposiciones E .” a las proposiciones debida al instinto de imitación, de las
que no describen un estado de hecho manifestaciones corporales de los de-
396
Empiria
Empiriocriticismo
más, reproduciría en nosotros mismos a priori o intelectuales a las formas o
las emociones que con ellas por lo ge­ condiciones de la experiencia misma.
neral se acompañan, poniéndonos asj 3) Por su tercer significado, E. es
en el estado emotivo de la persona a la el atributo del conocimiento válido,
cual tales manifestaciones pertenecen. esto es, del conocimiento que puede
Precisamente, tal proyección, en otro ser puesto a prueba o ensayado y se
ser, de un estado emotivo, manifes­ opone a metafísica, en cuanto que es el
tado en nosotros por la reproducción atributo de una pretensión cognoscitiva
imitativa de la expresión corpórea de infundada, o sea no comprobable. En
los demás (por ejemplo, del cuadro este sentido, el adjetivo corresponde
somático del temor o del odio, etc.), al significado 2 b) de la palabra "expe­
sería el modo de intercomunicación riencia”.
entre las personas. De análoga mane­ 4) En un cuarto sentido, E. se opone
ra, la experiencia estética consistiría en a experimental para indicar la expe­
proyectar en el objeto estético emocio­ riencia bruta o la observación no con­
nes propiamente humanas, o sea en dar trolada frente al experimento, que es
"a las cosas insensibles sentido y pa­ la observación controlada o provocada.
sión”, como decía Vico. 5) En un quinto sentido, E. significa
El concepto de E. ha sido actual­ factual y “enunciado E.” es un enun­
mente abandonado, por hallarse en ciado que se refiere a estados de he­
oposición a un número determinado cho. En este sentido, el adjetivo se
de hechos y, en primer lugar, al hecho, opone a analítico, que califica los enun­
puesto a la luz por Scheler, de que los ciados que expresan simples relacio­
fenómenos de comprensión o de sim­ nes conceptuales o lingüísticas.
patía, no tienen nada que ver con la E m p ir io c r itic is m o (alem. Empiriokriti-
E. o fusión emotiva (cf. Scheler, Sym-
pathie, I, cap. 1; trad. esp.: Esencia cismus). Así denominó R. Avenarius a
y formas de la simpatía, Buenos Aires, que concibió de
su "filosofía la experiencia pura”,
como ciencia rigurosa,
1942, Losada). análoga a las ciencias positivas de la
Para la función estética atribuida a naturaleza y que, por lo tanto, excluyen
la E., véase e s t é t ic a .. toda metafísica. La tesis fundamental
E m p ir ia , véase EXPERIENCIA. del E. es que la expr-iencia pura pre­
cede a la distinción entre lo físico y lo
E m p ír ic o (gr. eujteigixó;; ingl. empiri- psíquico y, por lo tanto, no puede ser
cal-, franc. empirique; alem. empirisch; interpretada ni material ni idealmente.
ital. empírico). Este adjetivo tiene los Los elementos de la experiencia pu­
siguientes significados principales, no ra son las sensaciones; tales sensa­
todos reducibles al significado del sus­ ciones van acompañadas de los caracte­
tantivo pertinente, experiencia (véase). res, que son calificaciones varias que las
1) Designa en primer lugar la espe­ sensaciones reciben en sus diferentes
cie de saber que se adquiere por la relaciones: por ejemplo, placer y do­
práctica, o sea por la repetición y lor, apariencia y realidad, cierto e in­
la memoria. E., en este sentido, co­ cierto, conocido y desconocido, etc. Lo
rresponde al significado 1 de expe­ que denominamos "cosa” y “pensamien­
riencia y se opone a racional, como la to” son sólo formas diferentes de posi­
experiencia se opone al arte y a ciones de los mismos conjuntos de
la ciencia. elementos, en el sentido de que sus
2) De acuerdo con el segundo sig­ diferencias sólo dependen de una diver­
nificado, E. es lo mismo que intuitivo sidad de "caracteres” y tal diversidad
o sensible y se denominan E. los ele­ depende, a su vez, de la relación bio­
mentos simples, a partir de los cuales lógica con el ambiente circundante
se constituye el conocimiento intuitivo (Kritik der reinen Erfahrung [“Crítica
o sensible. Este significado correspon­ de la experiencia pura”], 1888-1890,
de al significado 2 a j de experiencia 2 vols.). Alguna de estas tesis, y en
y su opuesto es intelectual. En este especial la de que toda cosa o pensa­
sentido Kant denomina E. al material miento está compuesto por un conjunto
de la experiencia, constituido por las de sensaciones que no son ni entidades
sensaciones, en tanto que denomina físicas ni entidades psíquicas, es acep­
397
Empirismo

tada y defendida por Mach (Analyse mejándose así a los médicos empíricos
der Empfindungen, 1900; trad. esp.: que tienen sólo práctica y nada de
Análisis de las sensaciones, Madrid, teoría. En las tres cuartas partes
1925). de nuestras acciones somos sólo empí­
ricos, por ejemplo, cuando esperamos
(ingl. empiricism; franc.
E m p ir is m o que mañana sea de día, obramos empí­
empirisme; a le m . E m p i r i s m u s - , ricamente porque deducimos lo que ha
ital. empirismo). La dirección filosó­ ocurrido siempre. Sólo el astrónomo
fica que apela a la experiencia co­ juzga el fenómeno con la razón. Pero
mo criterio o norma de la verdad y que, el conocimiento de las verdades nece­
por lo tanto, es la que adquiere la sarias y eternas nos distingue de los
palabra "experiencia” en su segundo simples animales y nos procura la ra­
significado. En general, tal dirección zón y las ciencias, elevándonos al cono­
está caracterizada por los siguientes cimiento de nosotros mismos y de
rasgos: 1) niega el absolutismo de la Dios" (Monad., §§28-29). La razón,
verdad o, por lo menos, de la verdad en este sentido, es infalible. Si como
accesible al hombre; 2) reconoce que facultad humana puede engañarse, co­
toda verdad puede y debe ser puesta mo “concatenación de las verdades y
a prueba y, por lo tanto, eventualmen­ de las objeciones en buena forma, es
te modificada, corregida o abandona­ imposible que la razón nos engañe”
da. El E., por lo tanto, no se opone a la (Théod., Disc., §65). Precisamente a
razón o no la niega sino dentro de los través de estas anotaciones de Leibniz,
límites en los que la razón misma pre­ hemos recibido con toda probabilidad
tende establecer verdades necesarias, nuestro concepto del E., del raciona­
o sea tales que valgan absolutamente lismo y, también, de su contraste. La
de manera que sea inútil o contradic­ tesis del nacionalismo (véase) es que
torio someterlas a control. Con estos la razón, no como facultad, sino como
rasgos el E. fue por vez primera carac­ "concatenación de las verdades”, es
terizado por Sexto Empírico, que a necesaria en el sentido de que no pue­
partir de ellos reconocía su parentesco de ser diferente de como es, y por lo
con el escepticismo, y estos mismos tanto, no puede sufrir invalidación ni
rasgos han seguido siendo característi­ exige confirmación. La tesis del E. es
cas fundamentales de toda doctrina que que tal necesidad no subsiste y que, por
haya sido llamada más tarde empiris- lo tanto, toda y cualquier "concatena­
ta, en sus peculiares determinaciones. ción de la verdad” debe poder ser
Dice Sexto Empírico que el médico puesta a prueba, examinada y, en algu­
empírico, o mejor dicho metódico, "no nos casos, modificada o abandonada.
afirma nada temerariamente en tomo A este rasgo fundamental del E. —a
de los hechos oscuros sino que, sin partir de él— se agregan otros, con
presumir si sean o no comprensibles, los cuales de tanto en tanto ha estado
sigue los fenómenos y de éstos toma históricamente asociado, y en especial
lo que parece beneficiar, conformán­ los siguientes:
dose a la manera de los escépticos”. 1) La negación de todo conocimien­
Es común a la medicina metódica y al to o principio innato, o sea tal que
escepticismo, agrega Sexto Empírico, haya de ser reconocido como necesaria­
la falta de dogmas y la indiferencia mente válido, es decir, independiente­
en el uso de las palabras, y es común mente de todo testimonio o examen.
también la regla de seguir las indica­ Este rasgo, establecido por Locke en
ciones de la naturaleza y las suminis­ el primer libro del Ensayo, ha sido
tradas por las necesidades corporales una de las más llamativas caracterís­
(Hip. Pirr., I, 236-41). A algunos siglos ticas del E. en el siglo xvm y a veces
de distancia, Leibniz daba el mismo ha servido para definirlo, aunque sea
concepto de E., pero oponiendo con sólo una consecuencia que de él se
precisión el procedimiento racional al deriva.
empírico: “Los hombres —escribía— 2) La negación de lo "suprasensible",
obran como las bestias, en cuanto la entendiéndose bajo este término toda
concatenación de sus percepciones se realidad que no se pueda confirmar o
efectúa sólo mediante la memoria, ase­ examinar de un modo cualquiera. Aho­
398
Empirismo

ra bien, los mejores y más directos limitación de las posibilidades huma­


instrumentos de que el hombre dis­ nas y, por lo tanto, con la limitación
pone para dar testimonio de sí mismo de la investigación a los confines seña­
y examinar la realidad por la cual lados por tales posibilidades; y, al mis­
está más directamente interesado son mo tiempo, con la decisión de proseguir
los órganos de los sentidos; de tal ma­ la investigación hasta donde tales posi­
nera el E. se presenta la mayoría de bilidades lo consientan. Bajo este as­
las veces como apelación a la evidencia pecto, el E. es sustancialmente una
sensible y como método para decidir instancia escéptica, transformada de
lo que debe ser considerado como real. duda general o permanente en la exis­
Este carácter ha sido adoptado muchas tencia de una verdad cualquiera, en
veces para definir la naturaleza del E. duda organizada y metódica para ensa­
y considerado, por lo tanto, como ras­ yar en todo campo la importancia de
go primario de esta dirección. En rea­ la verdad que el hombre puede conse­
lidad, aunque sea importante, no es guir. El E. rechaza fuera de la filosofía
primario sino secundario y derivado y de toda investigación legítima, los
por referencia al otro por el cual el problemas concernientes a cosas que no
E. es la exigencia de que toda verdad son accesibles a los instrumentos de
sea aceptada sólo en el caso de poderse que el hombre dispone. De aquí la polé­
atestiguar y examinar de modo opor­ mica constante del E. moderno contra
tuno. la “metafísica”, que es justo el campo
3) La acentuación de la importancia de estos problemas o que, por lo menos,
de la realidad actual o inmediatamente es considerada como tal por las direc­
presente a los órganos de comprobación ciones empiristas. Pero en el mismo
y examen, o sea del hecho, acentua­ dominio de las realidades accesibles
ción que es una consecuencia de la al hombre, el E. encuentra a menudo
apelación a la evidencia sensible. Es límites que considera no puede pasar;
éste el carácter que Hegel reconocía por ejemplo, la “sustancia” de que ha­
como mérito del E .: el principio de que bla Locke o la "cosa en sí” de que
“lo verdadero debe estar en la realidad hablan los empiristas del siglo xvm
y obtenerse por la percepción” y que, y el mismo Kant.
por lo tanto, "lo que el hombre quiere Estos rasgos son propios del E. mo­
admitir en su saber, debe verlo él derno, que se inicia con Locke. No
mismo y él mismo debe saberlo pre­ incluyen, según se ve, renuncia alguna
sente” {Ene., §38). Desde este punto al uso de instrumentos racionales o
de vista, la actitud empirista consiste lógicos, en caso de ser adecuados a las
en subrayar la importancia de los he­ posibilidades humanas. No incluyen
chos, de los datos, de las condiciones tampoco la renuncia a cualquier tipo
que posibilitan la comprobación de una de generalizaciones, hipótesis o teori­
verdad cualquiera, ya que la verdad zaciones, de cualquier escala o grado,
no es tal si no es comprobada como tal e implican sólo la exigencia de que
y el único medio de comprobación, si toda generalización, hipótesis o teoriza­
se refiere a cosas reales, es confron­ ción sea tal que pueda ser puesta a
tarla con los hechos en los cuales tales prueba y, por lo tanto, confirmada o
cosas se presentan, por así decirlo, en impugnada. Lo que en el orden del
persona. tiempo es la última forma del E., o
4) El reconocimiento del carácter sea el E. lógico del Círculo de Viena
humano, es decir, limitado, parcial o (véase) y de algunas corrientes ingle­
imperfecto de los instrumentos que el sas y americanas, se conforma a los
hombre posee para la comprobación y rasgos arriba expuestos. En efecto, "la
el examen de la verdad; y por otro exigencia fundamental del E. lógico es
lado, la aplicación y el uso de estos que cualquier enunciado, para tener
instrumentos en todos los campos de un sentido, debe ser, de alguna mane­
investigación accesibles al hombre, y ra, comprobado, confirmado o puesto
solamente en éstos. Este rasgo cons­ a prueba” (Camap, "Testability and
tituye el carácter limitativo o crítico Meaning” IPhil. of Science, 1953, p. 731)
del E., el cual está tradicionalmente y este principio llega a restringir la
ligado con el reconocimiento de la investigación sólo en el dominio de
399
Empirismo lógico

aq u ello s significados lingüísticos que universa], que implica siempre apela­


satisfagan la tradicional exigencia em- ción a la experiencia y, por lo tanto, el
pirista de la comprobación y del exa­ reconocimiento de la experiencia mis­
men y a declarar "privados de sentido” ma como proceso que permite compro­
todos los demás. En lo concerniente bar y examinar la verdadera realidad
al pensamiento antiguo y medieval, no de las cosas, como conocimiento in­
se puede decir que presente formas tuitivo, por ejemplo. En este sentido, la
completas de E. Se pueden encontrar doctrina de Occam es la mayor mani­
fácilmente aspectos o tendencias del E. festación del E. medieval. En fin, la
mismo, pero no se conoce y acoge nun­ antítesis establecida por Francis Bacon
ca la exigencia fundamental de que entre la anticipación de la naturaleza
toda verdad sea comprobada o exami­ que salta, sin comprobación ni exáme­
nada por un método apto. Pero en cam­ nes, de los casos particulares a los
bio se encuentra frecuentemente la axiomas muy generales, y la interpre­
característica 2, o sea el sensualismo tación de ella consiste en el ascender
que, en efecto, fue compartido por ci- "sin saltos y por grados” de las cosas
renaicos, estoicos y epicúreos. Entre particulares a los axiomas (New. Org.,
Platón y Aristóteles, el más cercano al I, 24). Es la misma acta de nacimiento
E. es Platón, no obstante el interés que del E. moderno y. de su oposición polé­
Aristóteles tuviera por el mundo natu­ mica a toda forma de racionalismo
ral y la extensión de sus investigacio­ dogmático.
nes en este campo. En efecto, lo que
Aristóteles considera como objeto pro­ E m p ir is m o ló g ic o (ingl. lógica! empiric-
pio de la investigación en todo campo ism ; franc. empirisme logique; alem.
es la sustancia, o sea la razón de ser logischer Empirismus). Con este nom­
de las cosas, de la que más tarde se bre o con el de positivismo lógico se
deducen, por vía silogística, todas las indica la dirección instaurada por el
propiedades de la cosa; y la sustancia, Círculo de Viena (véase) luego seguida
aunque sea lo que empíricamente se y desarrollada por otros pensadores, en
presenta siempre del mismo modo, no especial en América y en Inglaterra.
es comprobada y no puede ser exami­ La característica fundamental de esta
nada por la experiencia, sino que se dirección es la reducción de la filoso­
obtiene, por deducción, de los princi­ fía al análisis del lenguaje. Sin em­
pios evidentes, comunes a todas las bargo, pueden distinguirse en ella dos
ciencias y por los principios propios corrientes fundamentales, según que el
de cada ciencia (véase s u s t a n c ia ). El análisis del lenguaje se entienda co­
método dialéctico de Platón (véase dia ­ mo análisis del lenguaje científico o
l é c t ic a ) parece, en cambio, consistir como análisis del lenguaje común. Es­
justo en la comprobación y en el exa­ tas dos corrientes tienen en común su
men de las determinaciones que se elemento negativo y polémico: la nega­
adscriben a una realidad dada y, de tal ción de toda "metafísica”, que compar­
manera, tales determinaciones pueden ten con todo el empirismo moderno y
ser abandonadas, corregidas o modifi­ que justifican mediante la tesis de que
cadas en el curso de sucesivas aplica­ todos los enunciados metafisicos están
ciones del método. Pero el E. de Pla­ privados de sentido, al no poderse com­
tón puede ser reconocido sólo por los probar empíricamente. También tienen
modernos, ya que Platón oponía su en común las dos tesis propuestas por
método precisamente a la "experien­ L. Wittgenstein en su Tratado lógico-
cia” y hacía valer los caracteres en filosófico (1922), a saber: 1) los enun­
contraste con ella, como aparece con ciados factuales, es decir, que concier­
claridad en el fragmento de las leyes nen a cosas existentes, tienen significa­
(citado en el artículo e x p e r ie n c ia ), en do sólo en caso de ser empíricamente
el cual opone el procedimiento racional comprobables; 2) existen enunciados
del médico de los libres a la experien­ no comprobables, pero que son verda­
cia del médico de los esclavos (Leyes, deros por los mismos términos que los
IV, 720 c-d). En la Edad Media la ten­ componen; tales enunciados son tauto­
dencia empirista se manifiesta en la logías, es decir, no aseveran nada acer­
negación frecuente de la realidad del ca de la realidad; y la matemática
400
Empirismo lógico

y la lógica son precisamente conjun­ que antes de ser publicada (1953) había
tos de tales tautologías. circulado en Inglaterra en forma pri­
A) La tendencia que reconoce como vada y había comenzado a inspirar el
tarea de la filosofía los análisis en el trabajo filosófico de un grupo de pen­
lenguaje científico cuenta sobre todo sadores. La tesis de esta obra es que
con los nombres de Rudolf Camap y todo lenguaje es una especie de juego
Hans Reichenbach. Las obras de este que sigue determinadas reglas y que
último pertenecen a la metodología de todos los juegos lingüísticos tienen el
la ciencia. Ha estudiado los Funda­ mismo valor. Por lo tanto, la única re­
mentos filosóficos de la mecánica cuán­ gla para la interpretación de uno de
tica (1944) y la Teoría de la probabili­ estos juegos es, según Wittgenstein, el
dad (1949) como fundamento de la uso que de él se hace y ya que la filo­
inducción, considerando a la probabi­ sofía no tiene otra tarea que el análisis
lidad misma como fundada exclusiva­ del lenguaje, la aclaración de las expre­
mente en la frecuencia estadística. A siones lingüísticas en su uso corriente
su vez Rudolf Camap ha dirigido pre­ es la tarea propia de la filosofía. A
ferentemente su atención a la matemá­ esta dirección han aportado importan­
tica y a la física (La estructura lógica tes contribuciones Alfred Ayer, que ya
del mundo, 1928; La sintaxis lógica del en 1936, en su libro Lenguaje, verdad
lenguaje, 1934; Fundamentos de la lógi­ y lógica, presentó al público inglés las
ca y de la matemática, 1939; Introduc­ tesis fundamentales del Círculo de Vie-
ción a la semántica, 1942; Formali- na y Gilbert Ryle, quien, en su Concep­
zación de la lógica, 1943; Significado y to del espíritu (1949), ha analizado con
necesidad, 1947; Fundamentos lógicos este criterio la noción de espíritu, de­
de la probabilidad, 1950; La continui­ mostrando que para entender y aclarar
dad de los métodos inductivos, 1952). la expresión del lenguaje común a la
Tanto en la filosofía de Carnap como que recurre, no hay necesidad ni de
en la de Reichenbach confluye la di­ postular la realidad sustancial del alma
rección matemática de la lógica con­ ni de admitir que la conciencia cons­
temporánea y especialmente e l. forma­ tituya un acceso privilegiado a tal reali­
lismo de Hilbert, según el cual el tra­ dad. La importancia de esta corriente
bajo de las matemáticas consiste en consiste en el hecho de que intenta
elaborar deducciones, según reglas de­ aclarar, por el análi is del lenguaje
terminadas, mediante otras proposicio­ común, las situaciones más comunes
nes tomadas convencionalmente como y comentes en las cuales el hombre,
fundamentales y denominadas axiomas considerado sólo como "animal parlan­
(véase). Camap ha ampliado este prin­ te", llega a encontrarse. Bajo este as­
cipio a toda la lógica, considerándola pecto el E. lógico es auténticamente
como un conjunto de estipulaciones una forma de E. que identifica el mun­
convencionales acerca del uso de los do de la experiencia con el mundo de
signos y de tautologías que se fundan los significados propios del lenguaje
en estas estipulaciones (Logische Auf- común. Sin embargo, no siempre y no
bau der Welt ["La estructura lógica del en todos sus discípulos, presenta este
mundo”], §107) y dan así lugar al con­ carácter la dirección en cuestión: a
vencionalismo (véase) típico de la filo­ veces se esteriliza en discusiones bi­
sofía contemporánea. Acerca de las zantinas y fastidiosas acerca de la in­
contribuciones de esta dirección a no­ terpretación de expresiones lingüísticas
ciones filosóficas y científicas funda­ sustraídas a su contexto y, por lo tan­
mentales como las de concepto, causa, to, carentes del significado y del al­
número, probabilidad, como en general cance que tienen en tal contexto y
a la metodología de las ciencias y a la también de las auténticas posibilida­
lógica, ver los artículos respectivos, des interpretativas que sólo son sumi­
como también e n c ic l o p e d ia . nistradas a través del contexto. A este
B) La tendencia que reconoce como propósito Bertrand Russell (que es con­
tarea de la filosofía el análisis del len­ siderado todavía como uno de los fun­
guaje común encuentra su punto de dadores de la escuela) ha condenado
partida en la segunda obra de Wittgen- claramente la tendencia verbalista de
stein, las Investigaciones filosóficas, esta dirección, que hace inútil y tedio­
401
Enajenación

sa la investigación filosófica y ha sub­ este acto contenido el otro momento


rayado la exigencia de que la filosofía donde ella ha extraído y retomado en
mire no sólo el lenguaje, sino la reali­ sí misma esta E. y objetividad, y está,
dad misma y que, por lo tanto, se funde por lo tanto, en su ser otro como
en el saber positivo suministrado por tal, cerca de sí. Éste es el movimiento
la ciencia (cf. Hibbert Journal, julio de la conciencia, la cual en tal movi­
de 1956). miento es la totalidad de los propios
movimientos” (Phanomen. des Geistes,
(ingl. at i enat i on; franc.
E n a je n a c ió n VIII, 1).
aliénatian; alem. Entfremdung; ital. Este concepto puramente especulati­
alienazione). Este término, que en el vo es adoptado por Marx en sus escri­
lenguaje corriente significa la pérdida tos juveniles para describir la situación
de una facultad, de un afecto o de del trabajador en el régimen capitalis­
las facultades mentales, ha sido usado, ta. Según Marx, Hegel ha cometido el
a veces, por los filósofos con algún error de confundir la objetivación, que
significado específico. es el proceso por el cual el hombre se
1) En la Edad Media fue usado a convierte en cosa, esto es, se expresa
veces para indicar un grado de la as­ o se exterioriza en la naturaleza por
censión mística hacia Dios. Así, Ricar­ medio del trabajo, con la E., que es el
do de San Víctor considera la E. como proceso por el cual el hombre resulta
el tercer grado de la elevación de la extraño a sí mismo hasta el punto de
mente hacia Dios (luego de la elatio no reconocerse. En tanto la objetiva­
y de la sublevatio); consiste en que ción no es un mal o una condena por
la memoria abandone todas las cosas cuanto constituye la única ruta por la
finitas y en la transfiguración de la que el hombre puede realizar su uni­
mente en un estado que ya no tiene dad con la naturaleza, la E. es, en
nada de humano (De gratia contempla- cambio, el daño o la condena mayor
tionis, V, 2). En este sentido, la E. no de la sociedad capitalista. La propie­
es más que el éxtasis (véase). dad privada produce la E. del trabaja­
2) Rousseau adoptó el término para dor, ya sea porque escinde la rela­
indicar la cesión de los derechos natu­ ción del obrero con el producto de su
rales a la comunidad, efectuada me­ trabajo (que pertenece al capitalista),
diante el contra' social. "Las cláusulas ya sea porque el trabajo resulta externo
de este contrato se reducen a una sola: al trabajador, no pertenece a su perso­
la E. total de cada asociado con todos nalidad, "en consecuencia, no se reali­
sus derechos a toda la comunidad” za en su trabajo sino que se niega,
(Contrat social, I, 6). experimenta una sensación de males­
3) En Hegel el término indica el tar. .. sólo se siente a sus anchas, pues,
extrañamiento de sí misma de la con­ en sus horas de ocio, mientras que en
ciencia, por el cual se considera como el trabajo se siente incómodo”. En la
una cosa. Este extrañamiento consti­ sociedad capitalista el trabajo no es vo­
tuye una fase del proceso que va de luntario, sino constreñido, porque no
la conciencia a la autoconciencia. "La es la satisfacción de un deseo, sino
E. de la autoconciencia —dice Hegel— solamente un medio para satisfacer
pone, ella misma, la cosidad, de lo otros deseos. "El trabajo externo, el
que resulta que esta E. no sólo tiene trabajo en que el hombre se enajena,
un significado negativo, sino también es un trabajo que implica sacrificio y
positivo, y esto no sólo para nosotros mortificación” (Manuscritos económi­
o en sí, sino también para la auto- co-filosóficos, 1844, I, 22; trad. esp. en
conciencia misma.” A ella se debe que E. Fromm, Marx y su concepto del
lo negativo del objeto o el autosus- hombre, México, 1962, F. C. E.). Este
traerse de este último tenga un signi­ uso del término se ha hecho corriente
ficado positivo, o sea, la conciencia en en la cultura contemporánea, no sólo
sí misma; en efecto, en aquella E. por lo que se refiere a la descripción
ella se pone así como objeto o, en vir­ del trabajo obrero en ciertas fases de la
tud de la inescindible unidad del ser- sociedad capitalista, sino también con
para-sí, pone al objeto como sí misma, referencia a la relación entre el hom­
en tanto que, por otra Darte, queda por bre y las cosas en la edad de la téc­
102
Encarnación
Enciclopedia
nica: ya que parece que el predominio (ingl. encycíopedia; franc.
E n c ic lo p e d ia
de la técnica "enajena al hombre” en encyclopédie; alem. Encyklopádie; ital.
el sentido de que tiende a convertirlo enciclopedia). Este término, que signi­
en una máquina. Véase TÉCNICA. fica ciclo educativo, o sea educación
completa en sus fases y, por lo tanto,
(lat. incarnatio) ingl. in­
E n c a r n a c ió n en las disciplinas que lo fundamentan,
carnat ion) franc. incarnatkm) alem. es usado actualmente para designar el
Menschwerdung) ital. incarnazione). La sistema de las ciencias, esto es, el con­
unidad de la naturaleza divina y de junto total de las ciencias en sus rela­
la naturaleza humana en la persona ciones inmutables de coordinación y
de Cristo. Éste es uno de los dos dog­ subordinación (en su jerarquía), tal co­
mas fundamentales del cristianismo mo pueden ser reconocidas o estable­
(el otro es el de la Trinidad). Tras las cidas por la metafísica (véase) o por
discusiones patrísticas que en el si­ otra ciencia dominante. Como investi­
glo v llevaron a algunas interpretacio­ gación racional autónoma, la filosofía
nes que la Iglesia condenó como he­ ha sido la matriz de la cual han salido
réticas, este dogma fue, en la escolás­ poco a poco, y para lograr su autono­
tica, una de las piedras de toque de mía, las disciplinas particulares, y co­
la capacidad de las filosofías para ser­ mo metafísica o “ciencia primera" a
vir a la interpretación y defensa de menudo se ha reservado el derecho
las creencias religiosas. Desde este pun­ a juzgar estas disciplinas en cuanto a
to de vista, no hay duda de que el su importancia o a su alcance y pres­
tomismo, que ha dado la más simple cribirles límites y condiciones. Por lo
y elegante interpretación del dogma, tanto, la tendencia a ser o valer como
presenta la mayor capacidad en este una E. ha sido uno de los aspectos
sentido. Santo Tomás toma el princi­ fundamentales del pensamiento filosó­
pio polémico de las dos herejías simé­ fico. El primer proyecto de una E. se
tricas y opuestas del siglo v. La inter­ puede ver en los cuatro grados del
pretación de Eutiques, que insiste acer­ conocimiento establecidos por Platón
ca de la unidad de la persona de en el libro vn de la República. A los
Cristo, reduce las dos naturalezas a dos grados de opinión (conjetura y
una sola, la divina, y considera como creencia) pertenecen, pn efecto, las ar­
simple apariencia la naturaleza huma­ tes y los trabajos que tienen que ver
con las cosas sensibles o con sus imá­
na revestida por Cristo. En cambio, la genes y, por lo tanto, también la poesía
interpretación de Nestorio, que insiste y el arte imitativo. Al primero de los
acerca de la dualidad de naturaleza, dos grados racionales, o sea al de la
admite también en Cristo dos personas razón discursiva o diánoia, pertenecen
coexistentes y juntas: la persona hu la geometría, la aritmética, la música
mana como instrumento o revestimien­ y la astronomía, esto es, las discipli­
to de la persona divina. La distinción nas que parten de hipótesis y se sirven
real entre la esencia y la existencia de imágenes, aun cuando tengan por
en las criaturas y su unidad en Dios objeto puros conceptos. Al cuarto y últi­
suministraron a Santo Tomás la llave mo grado pertenece solamente la dia­
de la interpretación. La esencia o natu­ léctica, que es la ciencia propia del
raleza divina es en Dios idéntica al filósofo (Rep., VI, 510). Aristóteles im­
ser, por lo tanto, Cristo, que tiene natu­ plantaba su E. en la distinción entre
raleza divina, subsiste como Dios, o necesario y posible. Tienen lo nece­
sea como persona divina, y es una sola sario por objeto (es decir, que no puede
persona, la divina. Por otro lado, la ser diferente a lo que es) la ciencia
separabilidad entre la naturaleza hu­ teórica: la filosofía, la física y la ma­
mana y la existencia, hace que Cristo temática. Tienen por objeto lo posible,
pueda asumir la naturaleza humana las ciencias prácticas, o sea la ética, la
(que es alma racional y cuerpo) sin política y las disciplinas poiéticas (o
ser persona humana (Contra Geni., IV, creadoras), o sea las artes (Ét. Nic.,
49; S. Th., III, q. II, a. 6). Esta inter­ VI, 3-4). En tanto que los estoicos y
pretación tomista es la doctrina oficial los epicúreos estuvieron de acuerdo en
de la Iglesia católica. reducir su E. a tres ciencias fundamen­
403
Enciclopedia

tales: la lógica, la física y la ética, la simples ya que, en tanto que los fenó­
Edad Media permaneció sustancialmen­ menos orgánicos dependen de los in­
te fiel al esquema enciclopédico de orgánicos, estos últimos no dependen
Aristóteles, haciéndolo culminar en la de los primeros. La física inorgánica,
teología, a la cual todas las demás a su vez, será al principio física celeste
ciencias quedaban subordinadas (Santo (o astronomía) y más tarde física te­
Tomás, S. Th., I, q. 1, a. 5). Francis rrestre, o sea física propiamente dicha,
Bacon, en el siglo x v ii , proyectó una y química. Existiría una división aná­
E. fundada en la tripartición entre loga en la física orgánica: habrá una
ciencias de memoria, ciencias de fan­ física orgánica o fisiológica que se re­
tasía y ciencias de razón (De Augm. fiere al individuo y una física social
Scient., II, 1). Esta distinción fue acep­ (o sociología) que se refiere a la es­
tada por D’AIembert y puesta como pecie). La E. de las ciencias estaría, por
base de la Enciclopedia. Dice D’Alem- lo tanto, constituida por cinco disci­
bert: "La memoria, la razón y la ima­ plinas fundamentales: astronomía, fí­
ginación son las tres maneras diferen­ sica, química, biología y sociología. De
tes por las cuales nuestra alma obra tal E. no forman parte ni la matemá­
sobre los objetos de sus pensamien­ tica ni la psicología: la matemática
tos. .. Estas tres facultades forman las porque es la base de todas las ciencias
tres divisiones generales de nuestro y, por lo tanto, no puede tener un
sistema y los tres objetos generales de puesto aparte; la psicología, porque no
los conocimientos humanos: la histo­ es una ciencia en cuanto se funda en
ria, que se relaciona con la memoria; una pretendida "observación interior”
la filosofía, que es el fruto de la ra­ que es imposible ya que presupondría
zón ; las bellas artes, que la imaginación al individuo dividido en dos partes, una
hace nacer” (Discours préliminaire de observadora y otra observada (Cours
l’Encyclapédie, en (Euvres, ed. Condor- de Phil. Positive, I, pp. 75 ss.). Esta E.
cet, p. 112). No obstante, la E. francesa, de Comte ha sido ampliamente acep­
cuyo espíritu ilustrado se inspiraba so­ tada por la cultura moderna y contem­
bre todo en el empirismo, no insistió poránea, incluso fuera del positivismo,
acerca del carácter total y definitivo porque tiene en cuenta la situación y
del sistema de las ciencias, sino que los trabajos reales de las ciencias, aun
entendió la E. antes que nada como en los casos en que Comte pretende
tentativa de abrazar en síntesis rápida imponer a tales ciencias restricciones
y completa los resultados del saber o limitaciones insostenibles. A ella se
positivo. Y ésta fue precisamente la opuso la E. de las ciencias de Hegel
principal función de la E., a la cual que es la mayor expresión del roman­
se debió la enorme difusión que los ticismo idealista. Para Hegel existen
resultados de las ciencias y la crítica solamente tres disciplinas fundamen­
racionalista de la tradición obtuvieron tales, que son: la lógica, la filosofía
en toda Europa en el siglo xvm. Este de la naturaleza y la filosofía del espí­
mismo concepto de E. fue tomado en ritu. Todas estas ciencias tienen por
el siglo sucesivo como fundamento pa­ objeto la Idea, o sea la conciencia in­
ra la definición misma de la filosofía finita de sí: la primera considera a
por obra del positivismo, el cual, no la Idea en y para sí, o sea antes de
obstante, lo redujo con Comte a siste­ su desarrollo en el mundo; la segunda
ma, a partir de lo que consideraba su considera a la Idea en su "ser otro”,
descubrimiento fundamental, o sea la o sea en su exteriorizarse y enajenar­
ley de los tres estadios. Comte graduó se en el mundo de la naturaleza; por
las ciencias en el orden por el cual fin, la tercera considera a la Idea que
habían entrado históricamente en la "retoma a sí misma”, o sea que toma
fase positiva e hizo ver que este orden conciencia de sí como principio crea­
es también el que va desde una sim­ dor de todo (Ene., § 18). Pero en esta
plicidad y generalidad mayor hacia una E. no tenían lugar las ciencias posi­
simplicidad y generalidad decreciente. tivas, tal como se vabían venido cons­
Comienza dividiendo la física en in­ tituyendo en su a1 onomía. Tales cien­
orgánica y orgánica y observa que la cias, para Hegel, no tienen valor de
primera estudia fenómenos mucho más verdad porque todas ellas están fun-
404
Enciclopedia

dadas en elementos que Hegel denomi­ han sido meras iniciativas filosóficas
na "accidentales” y que, por lo tanto, no unilaterales, de las que se han servido
pertenecen a la sustancia racional del filósofos de determinadas tendencias.
mundo y, por lo mismo, a la Idea No han sido verdaderas y propias E. en
(Ibid., § 16). Hegel se sirve de ellas el sentido de que no han ejercido ac­
únicamente para adquirir un material ción alguna de coordinación efectiva
que más tarde elabora por su cuenta entre las investigaciones de las cien­
dentro del esquema enciclopédico que cias particulares y de integración de
se ha descrito, pero sin considerar para sus resultados en un sistema de cono­
elaborarlo los métodos de investiga­ cimiento. Algunos filósofos y científicos
ción y de comprobación de los que se contemporáneos de dirección neopositi-
han servido las disciplinas particulares. vista y neoempirista tienden a consti­
La E. positivista de Comte y la E. tuir precisamente una E. en este senti­
idealista de Hegel han constituido, en do. Para ello han trabajado y trabajan
la segunda mitad del siglo xix y en los en una E. internacional de la ciencia
primeros años del siglo xx, los dos unificada, de la cual, a partir de 1938,
modelos fundamentales a los cuales se han publicado varios volúmenes,
han hecho referencia los filósofos. Pero cada uno dedicado a los principios fun­
es necesario observar que en tanto que damentales de una disciplina científica
la E. de Comte intenta comprender en determinada. Pero es necesario obser­
sí las ciencias y disciplinas efectivas, var que en esta misma tentativa no
tal como se han venido constituyendo existe suficiente acuerdo en cuanto a
históricamente con la autonomía de sus la manera misma de entender la uni­
métodos y la complejidad y riqueza dad de la ciencia, que algunos (Neu-
de sus resultados, la E. de Hegel ex­ rath, por ejemplo) e n tie n d e n como
cluye y rebaja a simple fase prepara­ combinación de los resultados de las
toria o provisional el conjunto de tales diferentes ciencias y como intento de
ciencias, sustituyéndolas por un con­ axiomatizarlas en un sistema único; y
junto de especulaciones metafísicas que por otros, como unificación en el cam­
sólo tienen sentido a partir de deter­ po de la lógica o en el campo de la
minados supuestos. A este segundo tipo semiótica (Morris) o desde el punto
de E. pertenece también la enunciada de vista del método mismo de la cien­
por Croce a partir de la distinción de cia (Dewey) (cf. Encyclopedia of Uni-
dos formas del espíritu, la teórica y fied Science, I, 1, 1938). En realidad
la práctica y de la división de cada parece hoy utopía querer volver a en­
una de ellas en dos grados, conoci­ contrar y exponer, de una vez por
miento de lo individual y conocimiento todas (como siempre lo ha hecho la
de lo universal, volición de lo indivi­ metafísica) la unidad de las ciencias,
dual y volición de lo universal. Croce dado que las ciencias mismas no sopor­
distingue la estética, que tiene por tan por largo tiempo una disciplina
objeto el conocimiento individual, o determinada y cada una se reserva a sí
sea el arte; la lógica, que tiene por misma la más amplia libertad de in­
objeto el conocimiento de lo univer­ vestigación, de organización y de len­
sal, es decir, la filosofía; la económica, guaje. Por lo tanto, la exigencia enci­
que tiene por objeto la volición de lo clopédica de la filosofía se presenta
individual y que, por lo tanto, com­ actualmente como realizable más que
prende el estudio de todo lo útil y, en la forma tradicional de una "uni­
entre otros, del derecho, de la econo­ ficación" de las ciencias, en la forma
mía, etc., y la ética, que tiene por más libre y menos comprometedora
objeto la volición de lo universal {FU. del reconocimiento general de la posi­
delta Prat., 1909, II, cap. 1). También bilidad de las relaciones múltiples en­
en esta E. quedan excluidas y rebaja­ tre las ciencias y de la investigación
das las ciencias de la naturaleza a y de la determinación de tales rela­
simples instrumentos prácticos que su­ ciones en su campo. Y una de las ta­
ministran, m e d i a n t e "seudoconcep- reas fundamentales de la filosofía con­
tos”, el medio de economizar energía siste aún en tal reconocimiento, inves­
para la acción {Lógica, II, cap. 6 ). tigación y determinación. Véase m e t a ­
Tanto la E. de Hegel como la de Croce f ís ic a ; CIENCIAS, CLASIFICACIÓN DE LAS.

405
E n e rg é tic a
E n e rg ía
E n e rg é tic a(ingl. e n e r g e tis m ; franc. tante en el desarrollo de la noción de
energétisme; alem. Energetik; ital. ener­ E. adviene hacia mediados del si­
getismo). El monismo de la energía, o glo xix, con el descubrimiento debido
sea la reducción de toda sustancia a Mayer (1842) y a Joule (1843) del
a energía. La E. fue sostenida por principio de conservación de la E. (o
Helmholtz, que la presentaba como un primer principio de la termodinámica)
ideal de la ciencia (véase e n e r g í a ) , pe­ que establece la equivalencia entre E.
ro se difundió sobre todo en Inglaterra mecánica y calor. Esta equivalencia
por obra de William Rankine (1820-72). demostraba que el calor es una forma
Hacia fines del siglo pasado y comien­ de E. y, en consecuencia, extendía el
zos del nuestro fue defendida por el concepto de E. fuera del dominio me­
fundador de la química física William cánico. La generalización fue realizada
Ostwald (1853-1932) cuyos escritos prin­ por Helmholtz en su famosa memoria
cipales son: La energía y sus trans­ Sobre la conservación de la fuerza
formaciones, 1888; La superación del (1847). Helmholtz ha hecho prevalecer
materialismo científico, 1895; La ener­ el uso del término E. que era usado
gía, 1908; El imperativo energético, antes en forma indistinta con el de
1912. Ostwald consideraba como espe­ fuerza; por lo demás ha considerado
cificación del concepto de energía el como E. toda entidad que pueda ser
concepto mismo de vida y hacía co­ convertida en otra forma y ha carac­
rresponder, en el campo de las ciencias terizado la E. por la indestructibili­
formales, el concepto de función al con­ dad, carácter por el cual se comporta
cepto de energía (Grundriss der Natur- como cualquier otra sustancia, ya que
philosophie [“Bosquejo de filosofía de no puede ser creada ni destruida. Des­
la Naturaleza”], 1908). Véase c i e n c i a s , de este punto de vista los científicos
CLASIFICACIÓN DE LAS. comenzaron a hablar de numerosas for­
mas de E .: E. magnética, eléctrica,
E n e r g ía (ingl. energy; franc. energie; química, acústica, etc., y la E. resultó
alem. Energie; ital. energía). 1) Cual­ la segunda sustancia de la física con
quier capacidad o fuerza apta para pro­ iguales títulos que la primera, es de­
ducir un efecto o cumplir un trabajo. cir, con la materia. No obstante, tanto
En este sentido, E. es sinónimo de en la ciencia como en la filosofía, se
actividad (véase, y de fuerza (véase); ha realizado el intento de reducir tam­
se habla de E. "espiritual”, tanto como bién a E. la materia y este intento
de E. "material”, de E. “nerviosa", de dio origen a la energética (véase
E. “física”, etcétera. supra).
2) Como concepto físico, se entiende La tercera etapa conceptual impor
por E. la capacidad de cumplir un tante de esta noción se presentó con
trabajo y por trabajo se entiende el la teoría de la relatividad y con la
desplazamiento del punto de aplicación mecánica cuántica. Con la reducción
de una fuerza. Estos conceptos fueron de la materia (véase) a densidad de
claramente formulados sólo en la pri­ campo (véase) ha cesado el dualismo
mera mitad del siglo xix. Sin embargo, entre las dos sustancias tradicionales
la distinción entre E. potencial (o de de la física clásica. Por un lado, por lo
posición) y E. cinética (o de movimien­ tanto, parece que la ciencia ha acogido
to) se debe a Leibniz, que la expresaba el principio de la energética, ya que la
en 1686 en un& memoria intitulada materia ha dejado de ser una sustancia
Demonstratio erroris memorabitis Car- por sí presente. Pero, por otro lado,
tesii como la distinción entre fuerza puede decirse que la energética misma
viva y fuerza muerta. Leibniz conside­ ha quedado fuera de juego, porque el
raba a la fuerza viva igual al producto concepto fundamental no es ya el de
del “cuerpo” (o sea de la masa) por E. sino el de campo (véase), y toda
el cuadrado de la velocidad, fórmula distinción cualitativa entre materia y
que fue más tarde corregida en el sen­ E. o materia y campo no tiene razón
tido de considerar a la fuerza viva de ser (cf. A. Einstein-L. Infeld, The
como igual al semiproducto de la masa Evoluticn of Physics, I I I ; trad. esp.: La
por el cuadrado de la velocidad. física, aventura del pensamiento, Bue­
La segunda etapa conceptual impor­ nos Aires, 1943, Losada).
406
E n ig m a s
E n sí
E n ig m a s (ingl. riddles; franc. énigmes; presión en el primer sentido. Platón
alem. Ratsel; ital. enigmi). Se denomi­ habla de lo "bello mismo”, de la "se­
naron enigmas del mundo, en la lite­ mejanza misma”, etc. (expresiones que
ratura filosófica de los últimos dece­ a menudo han sido traducidas a las
nios del siglo xix, los problemas que lenguas modernas como "bello en sí”,
por ser insolubles por parte de la cien­ "semejanza en sí”, etc.) para indicar
cia, se creían destinados a quedar sin lo bello, la semejanza, etc., fuera de
respuesta. En 1880 el fisiólogo alemán sus relaciones con las cosas de que
Émile Du-Bois Reymond, enumeraba forman parte (Fed., 65 d, 75 c; Farm.,
Siete E. del mundo: 1) el origen de la 130 b, 150 c, etc.). Aristóteles adopta la
materia y de la fuerza; 2) el origen expresión en el mismo sentido, para
del movimiento; 3) el surgimiento de indicar una cualidad o una sustancia,
la vida; 4) el orden finalista de la por ejemplo, "animal”, que se consi­
naturaleza; 5) el surgimiento de la sen­ dera independientemente de las rela­
sibilidad y de la conciencia; 6) el ori­ ciones con sus especies (cf., por ejem­
gen del pensamiento racional y del plo, Met., VII, 14, 1039 b 9). Este signi­
lenguaje; 1) la libertad de querer. Fren­ ficado sirve también de base al valor
te a estos E., Du-Bois Reymond consi­ que Hegel dio a la expresión, indi­
deraba que se debía pronunciar no sólo cando con ella lo abstracto o inme­
un ignoramus, sino también un ignora- diato, privado de desarrollo, de re­
bimus. Algunos años más tarde el bió­ flexión, de relación. "En sí” es, por lo
logo Ernst Haeckel en un escrito que tanto, el concepto en su inmediatez,
tuvo enorme difusión, intitulado Die tal como es considerado por la primera
Weltratsel (1899); (trad. esp.: Los E. parte de la lógica, esto es, por la
del universo) proclamó que tales E. ha­ "doctrina del ser” (Ene., §83), en
bían sido resueltos por el materialis­ el sentido de que no es por sí (véase),
mo evolucionista (véase m a t e r i a l i s m o ). o sea no resuelto en la conciencia. En
Aun cuando la palabra se adopte toda­ tal sentido, Hegel dice: "Se dice que
vía con fines retóricos, resulta impro­ las cosas son en si en cuanto se abs­
pia para expresar la actitud del hombre traen de todo ser para otro, lo que ge­
moderno frente a los límites o a la neralmente significa: en cuanto son
imperfección de su conocimiento del pensadas sin determinación alguna o
mundo. E. significa precisamente "adi­ como si no tuvieran” ( iVissenschaft der
vinanza” y la expresión E. del mundo Logik ["La ciencia de la lógica”], I,
parece indicar que el mundo, como una I, sec. I, cap. II, B, a; trad. ital., p. 124).
gigantesca adivinanza, tiene una sola Con referencia al primer significado,
solución que, en caso de ser hallada, Hegel usó la expresión para indicar
eliminaría todo problema. Ésta es, cier­ lo que es en potencia, o sea lo que se
tamente, una visión asaz pueril. En el conoce como posibilidad, como capaci­
mundo no hay E., ni en plural ni en dad. "Distinto de lo ‘en sí’ es, en este
singular, sino solamente problemas pa­ sentido, lo ‘para sí’ que es la realidad
ra los cuales existen soluciones más o la efectividad de un objeto por el
o menos adecuadas, nunca definitivas y cual el objeto mismo, en su devenir, se
siempre sujetas a revisión. duplica, para poder retom ar a sí” (cf.
Geschichte der Philosophie, I, Intr., A,
E n o e m á tic a (ingl. ennoematic). Térmi­ 2; trad. esp.: Historia de la Filosofía,
no aplicado por Hamilton a la doctrina México, 1955, F. C. E.).
del concepto (Lectures on Logic, I, 2) En la edad moderna, comenzando
1866, p. 130). por Descartes, la expresión tomó de
preferencia el significado de "indepen­
E n sí (gr. atinó; lat. in se; ingl. in itsclf; dientemente de la relación con el suje­
franc. en soi; alem. an sich; ital. in to cognoscente”, sobre todo en la ex­
se). Lo que se considera sin referencia presión cosa en sí (véase).
a otra cosa, a saber: 1) independiente­ De manera análoga, Sartre ha enten­
mente de las relaciones con otros obje­ dido por "ser en sí” al ser objetivo, en
tos; 2) independientemente de la rela­ cuanto es exterior e independiente
ción con el sujeto considerado. de la conciencia, mientras que deno­
1) Platón y Aristóteles usan la ex­ mina a la conciencia ser para sí (L'étre
407
Ente
Entendimiento
et le néant, pp. 30, 115 ss.). En sentido cierta perfección o autosuficiencia que
más restringido, N. Hartmann ha en­ las hace orígenes de sus acciones in­
tendido como ser en sí de los valores ternas y, por así decirlo, automi incor-
su "independencia de la opinión del porei (Monad., § 18). En la filosofía
sujeto" (Ethik [“Ética”], * ed., 1935, contemporánea, el término ha sido
p. 149). Significado, éste, bastante fre­ adoptado de nuevo por el biólogo Hans
cuente en el uso filosófico. Bolzano Driesch que ha hecho girar en tomo
había hablado de una "proposición^ en de él su teoría del vitalismo (véase).
sí”, de la "representación en sí” y Para Hans Driesch la E. es el principio
de la "verdad en sí”, entendiendo por de la vida en los seres animados: un
“en sí” en estas expresiones el puro factor espiritual, irreductible a los
significado lógico-objetivo de la propo­ agentes físico-químicos (El alma como
sición de la representación o de la factor elemental de la na tu ra leza ,
verdad, independientemente de su ser 1903; Der Vitalismus ais Geschichte
pensadas o expresadas (Wissenschafts- und Lehre [“El vitalismo"], 1906).
lehre [“Teoría de la ciencia”], 1837,
§§ 19, 25, 48). E n te n d im ie n to (gr. voü;; lat. intellectus;
ingl. understanding; franc. intelligen-
E n te (ingl. being; franc. étre; alem. ce; alem. Verstand; ital. intelletto). El
Seiendes; ital. ente). Aquello que es, término ha sido constantemente usado
en cualquiera de los significados exis- por los filósofos en un doble significa­
tenciales de ser. A veces, pero rara­ do, a saber: 1) En un significado ge­
mente, la palabra es usada para desig­ nérico, como facultad de pensar en
nar sólo a Dios y así lo hace Gioberti general y 2 ) en un significado específi­
en su fórmula ideal: “el E. crea lo co, como una particular actividad o
existente" (Introduzione alio studio técnica del pensar. En este segundo
della fil., II, p. 183), donde "E.” está significado el término ha sido enten­
en vez de Dios, como ser necesario y dido a su vez de tres maneras dife­
"existente” para las cosas creadas. Por rentes, a saber: a) como E. intuitivo-,
lo común, la palabra es usada en sen­ b) como E. operativo; c) como E. com­
tido más general. Dice Heidegger: prensivo o inteligencia.
“Pero E. llamamos a muchas cosas, y 1) En general Platón y Aristóteles de­
en distinto sentido. E. es todo aque­ finieron al E. como facultad de pensar.
llo de que hablamos, que mentamos, Platón, en efecto, da el nombre de E. a
relativamente a lo que nos conducimos la actividad que piensa (Sof., 248 e-
de tal o cual manera; E. es también 249 a) y que, por lo tanto, da límites,
aquello que somos nosotros mismos y orden y medida a las cosas (Fil., 30 c;
la manera de serlo” (Sein und Zeit, Tim., 48 a) y denomina pensamiento'
§2; trad. esp.: El ser y el tiempo, ( vóticti; ) al conjunto de la ciencia y
México, 1962, F. C. E.). En este sentido de la diánoia, o sea a las actividades
muy general, se usa actualmente la superiores del alma en cuanto se opo­
palabra entidad (véase). nen a la conjetura y a la creencia,
tomadas juntas bajo el nombre de opi­
E n te le q u ia (gr. ¿vrelixeia; lat. ente- nión (Rep., VII, 534 a). A su vez Aris­
lechia; ingl. entelechy, franc. entélé- tóteles declara entender por E. "aque­
chie; alem. E n te le c h ie ; ital. ente- llo por lo cual el alma razona y com­
lechia). Término empleado por Aris­ prende” (De An., III, 4, 429 a 23). Este
tóteles para indicar el acto final o significado genérico del término había
perfecto, o sea la cumplida realización sido usado ya, por lo demás, por Par-
de la potencia (Met., IX, 8 , 1050 a 23). ménides (Fr., 16, Diels) y por Anaxá-
En este sentido, Aristóteles definió al goras (Fr. 12, Diels). Y es obvio que
alma como "la E. de un cuerpo orgá­ todos los que, como Anaxágoras, Platón
nico" (De an., II, 1, 412 a 27). El tér­ y Aristóteles, atribuyeron al E. la fun­
mino que Ermolao Bárbaro traducía ción de ordenador del universo lo en­
al latín como perfectihabia (Leibniz, tendieron, no como una actividad o
Théod., I, §87) fue adoptado por Leib­ técnica específica, sino en el signifi­
niz para indicar las sustancias simples cado más genérico de actividad pen­
o mónadas creadas, en cuanto tienen sante, esto es, capaz de elegir, coor-
408
Entendimiento

diñar y subordinar. La misma oposi­ objetos de la imaginación. El E. es


ción, tan frecuente en los antiguos y ya una facultad espiritual en reposo, inac­
presente en su forma extrema en Par- tiva, es el puro receptáculo de lo pro­
ménides (Fr. 8 , Diels) entre el E. y ducido por la imaginación y que ha
los sentidos, implica que al E. se atri­ sido determinado o está todavía por
buya el significado genérico de facultad determinarse por la razón” ( Wissen-
de pensar. De análoga manera, la sus- schaftslehre, 1794, II, Deducción de la
tancialización que el E. sufre por obra representación, III; trad. ital. p. 184).
del neoplatonismo es sustancialmente Pero fue Hegel quien hizo prevalecer
la de la facultad de pensar en general, en la filosofía la noción de un E. "in­
en todas sus múltiples formas (cf., por móvil”, "rígido”, "abstracto": "Como
ejemplo, Plotino, Enn., III, 8 , 9-10). E. —dice— el pensamiento se detiene
Este significado genérico se conser­ en la determinación rígida y en la di­
vó en la tradición filosófica hasta el ferencia de ésta con otras: este pro­
romanticismo. Santo Tomás lo expre­ ducto abstracto y limitado vale para
saba oponiendo el E. a los sentidos. el E. como siendo por sí mismo y exis­
"El n o m b re de E. —decía— implica tente” {Ene., § 80). El E. se caracteriza
cierto conocimiento íntimo; ititelligere por la inmovilidad de sus determina­
es casi un leer dentro (intus tegere). ciones (Wissenschaft der Logik, Pref.
Esto es evidente para el que considera a la Ia ed.; trad. ital., p. 5); “determina
la diferencia entre el E. y los senti­ y m a n tie n e firmes las determinacio­
dos; el conocimiento sensible concier­ nes”. Esta inmovilización es una falsi­
ne a las cualidades sensibles externas, ficación, como claramente se percibe
el conocimiento in te le c tiv o penetra por el modo mediante el cual el E.
hasta la esencia de la cosa" (S. Th., II, entiende la relación entre infinito y
2, q. 8 , a 1). Por otra parte, el mismo finito, dando lugar al "falso infinito”.
significado genérico se tiene cuando "La falsificación que el E. realiza con
el término se opone a voluntad, como lo finito y lo infinito y que consiste
sucede, por ejemplo, en Locke: "La en retener la relación de uno con el
potencia de pensar se llama entendi­ otro (como una diversidad cualitativa),
miento y la potencia de volición se lla­ en afirmarlos en sus determinaciones
ma voluntad, y a estas dos potencias como separados y, justo, como separa­
o habilidades de la mente se las deno­ dos de manera absoluta, se funda en
mina f a c u l t a d e s ” (Essay, II, 6 , 2). el olvido de lo que es para el E. mis­
Leibniz a su vez entendía por E. "la mo el concepto de estos momentos”
percepción distinta unida a la facultad (Ibid., I, I, sec. I, cap. 2, C, c.; trad.
de reflexionar, que no existe en el ital. p. 157). De tal modo el "fijar", "el
alma de las bestias” (Nouv. Ess., II, inmovilizar", el "retener”, el "determi­
21, 5). Esta noción fue más tarde to­ nar absolutamente” resultan las opera­
mada por Wolff (Psychol. empírica, § ciones mediante las cuales se describe
275). La definición del E. como "facul­ la actividad del E. al cual, como ac­
tades de pensar" es un lugar común tividad auténtica del pensamiento, se
del siglo xviii y Kant no hace más que le opone la razón, que quita la fijeza
repetirlo. El E. es, para Kant, “la fa­ y la rigidez de las determinaciones in­
cultad de pensar el objeto de la intui­ telectuales y las relativiza y las hace
ción sensible” (Crít. R. Pura, Lógica, fluidas. Esta oposición resulta un lu­
Intr., I) o "el poder de conocer en gar común en buena parte de la filoso­
general" (Antr., I, § 6 , 40). fía del siglo xix; el E., por lo tanto,
Pero de improviso, con el romanti­ decae de su rango de facultad de pen­
cismo, el E. deja de tener el valor de sar para a d q u ir ir el secundario o
facultad de conocer en general y se des­ subordinado de facultad del pensar
cubre su "inmovilidad”. Este descu­ abstracto, o sea del falso pensar. La
brimiento es realizado por Fichte. "El persistencia de este lugar común, ca­
E. —dice— es E. sólo en cuanto algo rente de toda justificación seria, se
se ha fijado en él y todo lo fijado se puede ver en el hecho que, a principios
fija sólo en el E. El E. se puede defi­ del siglo xx, Bergson volvía a proponer,
nir como la imaginación fijada por en la Evolución creadora, la crítica del
la razón o como la razón provista de E., considerado, según el esquema he-
4 0 9
Entendimien to

geliano, como la facultad que tiene por plícitamente entre E. en sentido gené­
objeto específico lo inmóvil, inerte, rí­ rico y E. como facultad específica que
gido y muerto y que, por lo tanto, es se encuentra junto al juicio y la ra­
radicalmente incapaz de comprender zón. "La palabra E. —decía— es enten­
el movimiento y la vida. De tal modo, dida asimismo en sentido más particu­
la oposición hegeliana E.-razón se sus­ larizado, cu ando e s tá subordinado,
tituía por la oposición E.-vida o E.-con- como miembro de una división, al
ciencia, que ha inspirado y aún inspira E. entendido en sentido más general,
algunas manifestaciones de la filosofía esto es, a la facultad superior de cono­
contemporánea (Evol. créatice, 1907). cer constituida por E., juicio y razón”
Sin embargo, fuera de estas antítesis {Antr., I, § 40). En este sentido espe­
estereotipadas, la noción del E. como cífico, el E. es la facultad de juzgar, y
facultad de pensar en general ya no se el juicio que le compete es el juicio
encuentra en la filosofía contemporá­ determinante, o sea el juicio cuyas le­
nea, en la cual ha sido más bien sus­ yes entran a constituir el objeto natu­
tituida por la noción de pensamiento ral en general (y precisamente la for­
o razón {véase). ma de tal objeto). Estas leyes han sido
2) El reconocimiento del significado “prescritas a priori” al E., esto es, da­
genérico de E. se ha conjugado, unas das en su mismo funcionamiento {Crít.
veces y otras, con el reconocimiento R. Pura, Analítica de los conceptos,
de un significado específico. Se pueden secc. í; Crítica del Juicio, Intr. § IV).
distinguir tres interpretaciones funda­ En este sentido específico, como facul­
mentales de la función específica del tad de juzgar, el E. no es inductivo en
E„ a saber: 1) el E. intuitivo; 2) el E. el sentido de estar en relación directa
operativo; 3) el E. comprensivo o in­ con el objeto; es pues, una relación
teligencia. mediata con el objeto porque en cuanto
a) La noción del E. intuitivo fue juicio acerca de una representación es,
elaborada por Aristóteles, quien .consi­ según la expresión de Kant, "la repre­
dera el E., además de ser, en general, sentación de una representación". Pero
la facultad "por la cual el alma razona es inductivo en el mismo sentido en
y comprende”, como una particular que es inductivo el E. específico de
virtud dianoética, o sea un hábito ra­ Aristóteles; está en relación inmediata
cional específico. Como tal, es la fa­ con leyes o principios fundamentales
cultad de intuir los principios de las que constituyen la organización de la
demostraciones, principios que no pue­ ciencia y de la estructura de sus obje­
den ser tomados ni por la ciencia, que tos. La diferencia entre el punto de
es solamente un hábito demostrativo, vista aristotélico y el punto de vista
ni por el arte y la sabiduría que con­ kantiano se puede expresar de la ma­
ciernen a "las cosas que pueden ser de nera siguiente. Desde el punto de vista
otra manera”, o sea que están privadas aristotélico, el E. tiene la tarea de for­
de necesidad (Ét. Nic., VI, 6 , 1140 b mular los primeros principios que se
31 ss.). Además de tales "deficiones utilizan en la ciencia demostrativa y
primeras”, el E. tiene también la tarea de percibir su evidencia. Desde el pun­
de intuir los "términos últimos", esto to de vista kantiano, el É., al realizar su
es, los fines a los cuales debe subor­ tarea, que es la de juzgar, pone en movi­
dinarse la acción {Ibid., VI, 11, 1143b). miento los principios que lo constituyen
Y junto con la ciencia, el E, constitu­ aun sin necesidad de formularlos explí­
ye la sabiduría "que es al mismo tiem­ citamente. Estas dos alternativas son las
po c i e n c i a y E. de las cosas más únicas que se han presentado históri­
excelsas por naturaleza” {Ibid., VI, 7, camente en la interpretación del E.
1151 b 2) y que, por lo tanto, es la más como facultad intuitiva específica.
alta realización del hombre. b) La concepción operativa del E. ha
Esta función de intuir los principios sido presentada por Bergson, que la
comunes del razonamiento, específica ha injertado en el concepto romántico
del E., fue admitida por Santo Tomás del E. entendido como facultad de lo
(S. Th., I, q. 8 , a 1) y por muchos otros inmóvil. Desde este punto de vista, el
escolásticos, junto a la genérica de E. es "la facultad de fabricar objetos
“pensar". Kant, a su vez, distinguía ex­ artificiales, en particular utensilios,
410
Entendimiento activo

para h a c er u te n s ilio s , y de variar realizar correctamente, o sea a partir


indefinidamente la fabricación” (Évot. del uso establecido o de la regla opor­
Créatr., 1911, 8 “ ed., p. 151). Es, por tuna, la referencia del signo a su re­
lo tan to , la so lu c ió n de un proble­ ferente. El entender un argumento
ma que en otra línea evolutiva ha consistirá en la posibilidad de realizar
llevado al instinto, entendido, este úl­ la relación entre sus partes, de modo
timo, como la facultad de utilizar ins­ tal que el argumento resulte válido,
trumentos organizados. Debido a su etc. El entender, en estos casos, tiene
función operativa, la inteligencia tien­ significados tan d ife re n te s entre sí
de a tomar no las cosas, sino las rela­ como son diferentes los objetos o las
ciones entre las cosas y, por lo tanto, situaciones a los que se hace referen­
su forma y no la materia de ellas, cia. En general, todo lo que puede de­
tiene por objeto principal lo sólido cirse desde este punto de vista es que
inorgánico, esto es, lo inmóvil y está el E. designa una determinada capaci­
caracterizada por una incomprensión dad de insertarse en el contexto de ta­
natural del movimiento y de la vida les situaciones y de orientarse en él.
(Ibid., p. 179). Este análisis d Bergson P) Un significado más restringido y
ha influido mucho en la filosofía con­ específico por el cual el E. significa
temporánea, la cual, en sus corrientes la comprensión de un determinado tipo
espiritualistas e idealistas ha utilizado de objeto, por ejemplo, de un hombre
a menudo sus conclusiones para afir­ o de una situación histórica. Para tal
mar que "el E. abstracto” es, a lo más, significado, véase c o m p r e n d e r .
eficaz en el dominio de la ciencia, que
también es conocimiento "abstracto”, E n te n d im ie n to a c tiv o (gr. voü? jrorr)xixó;;
pero que poco o nada vale en el domi­ lat. inteltectus agens; ingl. active intel-
nio del conocimiento efectivo, que se­ lect; franc. intellect actif; alem. acti-
ría el filosófico. Pero también fuera ver Verstand; ital. intelletto attivo).
de estas intenciones peyorativas que Noción de origen aristotélico que ha
implican al mismo tiempo al E. y a la dado lugar a un problema ampliamen­
ciencia, la función operativa- del E., te debatido por los antiguos comenta­
esto es, la función por la cual es la dores de Aristóteles, la escolástica ára­
capacidad de afrontar con éxito las be, la escolástica cristiana y el aris-
situaciones biológicas, sociales, etc., a totelismo renacentis :. El problema
las que el hombre se enfrenta, sirve nace de la distinción aristotélica entre
para caracterizar al E. mismo, en el E. potencial y E. real. "Como en toda
cual, por lo tanto, difícilmente se puede la naturaleza —dice Aristóteles— hay
ver en la actualidad un órgano pura­ algo que sirve de materia a todo gé­
mente teórico. El pragmatismo ha con­ nero y algo, en cambio, que es causa­
tribuido, por cierto, a la formación de lidad y actividad, también en el alma
este punto de vista, es ya un lugar co­ deben existir necesariamente estas dos
mún en la filosofía contemporánea. cosas diferentes. En efecto, por un
c) El tercer significado específico de lado existe el E. que tiene en potencia
E. es aquel por el cual significa com­ el ser todos los objetos, por otro lado,
prensión y para el cual la palabra es hay el E. que los produce; este último
la más apropiada (como es más apro­ se comporta como la luz, ya que ésta,
piada en francés la palabra entende- en efecto, hace pasar a acto los colo­
ment y en alemán Verstand). Esta res que están solamente en potencia.
acepción del término puede a su vez Este E. está separado y es impasible y
articularse en dos significados. sin mezcla, por lo tanto, su sustancia
a) Un significado común y genérico, es el acto mismo” (De an., III, 5, 430 a
por el cual "entender” significa apre­ 10). Aristóteles agrega que solamente
sar el significado de un símbolo, la este E. real y activo es "inmortal y
fuerza de un argumento, el valor de eterno”. De aquí el problema: tal E.
una acción, etc. En todos estos casos, ¿pertenece al alma humana o forma
la palabra expresa la posibilidad de parte, por su incorruptibilidad, eterni­
realizar correctamente una operación dad y realidad perfecta, de la misma
determinada. Por ejemplo, el entender divinidad? Tres han sido las soluciones
un signo consiste en la posibilidad de principales a este problema y son:
411
Entendimiento activo

1) La separación del E. activo del alma humana. En el alma humana, el


alma humana. Ésta es la solución de­ E. material no es más que una simple
fendida en la antigüedad por Alejandro disposición comunicada por el E. ac­
de Afrodisia, comentarista de Aristó­ tivo y más precisamente una disposi­
teles (siglo n ) que identificó al E. ac­ ción para abstraer de las imágenes sen­
tivo con la causa primera, o sea con sibles los conceptos y las verdades
Dios y que considera propio del alma universales. Al hombre no le queda,
humana: a) al E. físico o material por lo tanto, más que el E. adquirido,
(titeo) que es el E. potencial, inherente que Averroes denomina también espe­
al hombre que es capaz de aprender culativo y que consiste en el conoci­
un arte, pero que aun no está en su miento de las verdades universales (De
posesión; b) el E. adquirido (imv.xy\v.tóq, an., fol. 165 a). Esta doctrina resultó
adeptus) que es el perfeccionamiento típica del averroísmo medieval y fue
o el cumplimiento del precedente, esto defendida por Siger de Brabante (si­
es, el conjunto de las habilidades pro­ glo x i i i ) en el escrito De anima intel-
pias en el hombre educado y es seme­ lectiva (editado en Mandonnet, Siger
jante al artista que ha logrado poseer de Brabante et Vaverróisme latín au
su arte (De an., I, ed. Bruns., pp. 138- xiii» siécte, II, Lovaina, 1908). Esta so­
39). Esta solución, al negar al alma lución tuvo numerosos discípulos en el
humana el único E. inmortal y eterno, aristotelismo del Renacimiento (cf. Bru­
que es el activo, niega por un lado la no Nardi, Sigieri di Brabante nel pensie-
inmortalidad del alma misma, por otro ro del Rinascimento italiano, 1945).
acentúa la dependencia de la actividad 3) La unidad del E. activo y pasivo
intelectual humana respecto a los sen­ con el alma humana. Esta tesis fue
tidos; se halla frecuentemente en la sostenida en el siglo iv por el comen­
historia de la filosofía. En efecto re­ tarista de Aristóteles, Temistio (De an.,
aparece en el neoplatonismo árabe con 103, 6 ; trad. ital., p. 233) en polémica
Alkindi (siglo ix), Alfarabi (siglo ix) con Alejandro y más tarde (siglo vi)
y Avicena (siglo xi); este último no por otro comentarista, Simplicio, tam­
consideraba, sin embargo, que esta so­ bién neoplatónico. Fue reasumida en el
lución fuera contraria a la inmortali­ siglo x i i i , durante la polémica contra
dad del alma, ya que admitía que la el averroísmo que se desenvuelve en la
dependencia del alma respecto al E. escolástica latina de dicha época. San
activo y, por lo tanto, a Dios, se con­ Alberto Magno y Santo Tomás polemi­
servaba también tras la separación en­ zan contra la separación, averroísta y
tre alma y cuerpo y bastaba para dar alejandrina, entre E. y alma humana.
al alma la inmortalidad (De an., 10). Si bien admiten que por encima del
Admitían igualmente esta d o c trin a alma humana está el E. separado de
Avempace (sig lo xn) y Moses Ben Dios, consideran no obstante, que el
Maimón (Maimónides, siglo xn) el hombre participa de este E. y que el E.
más famoso de los filósofos judíos de activo forma parte de su alma como
la Edad Media (Guía de los descarria­ una luz que el E. divino enciende en
dos [Datalat al-hairin], I). La admitía ella (San Alberto, De intellectu et intel-
también Roger Bacon (Opus Maius, ed. tigibiti, II, 1-2; Santo Tomás, S. Th., I,
Bridges, p. 143). En el Renacimiento, q. 79, a. 4). Es probable que el De
la misma solución fue defendida por unitate intellectus contra Averroistas
Pedro Pomponazzi, que insistió acerca de Santo Tomás haya sido dirigido con­
de las condiciones sensibles del funcio­ tra un escrito de Siger y, a su vez, el
namiento del E. humano y consideró escrito De anima intellectiva de este
imposible la demostración de la inmor­ último constituya una respuesta a San­
talidad (De Immortalitate animae, 9). to Tomás. La principal objeción de
2) La separación entre E. activo y Santo Tomás es que si el E. fuera una
E. pasivo del alma humana. Ésta fue sustancia separada, no sería el hombre
la solución propuesta por Averroes. El mismo el que comprendiera, sino tal
E. material o ilico, que los sostenedo­ sustancia, a lo que Siger responde que
res de la p re c e d e n te solución atri­ el E. obra en el hombre como operans
buían al hombre, fue también conside­ in operando o sea como principio rec­
rado por Averroes como separado del tor de su actividad y no como un mo-
E n tid a d
E n tr o p ía
tor. En el Renacimiento, Marsilio Fi­ objeto respecto al cual el uso lingüís­
emo fue el defensor más vehemente tico comporte un "compromiso ontoló-
de la unidad del E. con el alma huma­ gico”. Camap ha defendido el uso del
na ( Theologia platónica, XV, 14). término, insistiendo al mismo tiempo
El problema del E. activo es espe­ en el hecho de que las E. de que se
cífico del aristotelismo y no tiene sen­ habla en lógica no son reducibles a
tido fuera de su ámbito. Por lo tanto, datos sensibles y, por lo tanto, no son
dejó de ser debatido cuando el aristo­ entidades reales (Meaning and Neces-
telismo dejó de suministrar el cuadro sity, A, 4).
general de la filosofía. Ya a fines del
siglo xm y a principios del xiv existen E n tim e m a(ingl. enthymeme; franc. en-
filósofos que niegan explícitamente el thyméme; alem. Enthymenj.; ital. enti­
E. activo y evitan, por lo tanto, propo­ mema). En Aristóteles, el évBúnrina es
nerse el problema correspondiente. Du­ un silogismo retórico que consta de
rando de Saint Pourqain dice que, del premisas probables y es usado con la
mismo modo que no se plantea un finalidad de persuación y no con la de
"sentido activo” es igualmente inútil instrucción. O también, es un silogis­
plantearse un E. activo (In Sent., I, mo que procede de signos aparentes
d. 3, q. 5, 26) y Occam afirma que la fun­ p a ra lle g a r a p ro b ab le s realidades
ción de abstraer, para la cual se invoca que están detrás de los signos. En
el E. activo, se desarrolla naturaliter, sus e je m p lo s de "signos” Aristóte­
o sea como un efecto de las nociones les omite a menudo una premisa del
sensibles y no requiere el E. activo, silogismo, premisa obvia, y por lo tan­
cuya noción subsiste, por lo tanto, apo­ to, sobreentendida, pero que puede
yada sólo en la autoridad de santos y siempre hallarse inserta y cuya omi­
filósofos (In Sent., II, q. 25). Este pun­ sión no significa cosa esencial alguna.
to de vista ha prevalecido sin duda, Pero, fue por este hecho por lo que a
desde sus principios, en la filosofía mo­ partir de los tratados medievales, en
derna, que abandona por completo la toda la lógica clásica superior “E.” se
noción en examen. usó para designar un silogismo deduc­
tivo en el cual una premisa no es afir­
E n tid a d (lat. entitas; ingl. entity; franc. mada explícitamente. G. P.
entité; alem. Entitat; ital. entita). Un E n tr o p í a (ingl. entropy; franc. entropie;
objeto existente, en el primer senti­ alem. Entropie; ital. entropía). 1.a no­
do otorgado a la palabra existencia, o ción de E. está ligada al segundo prin­
sea, provisto de un modo de ser espe­ cipio de la termodinámica, al cual dio
cíficamente definible. El término fue su primera formulación Sadi Carnot,
introducido por Duns Scoto, que se sir­ en 1824, y Clausius, en 1850, su forma
vió de él para distinguir entre el modo matemática rigurosa. Tal principio afir­
de ser del individuo, que denomina ma que el calor pasa solamente del
entitas positiva (lo mismo que haecci- cuerpo más caliente al cuerpo más frío
tas) y el modo de ser de la naturaleza y establece para toda transformación
o de la especie, que denomina entitas de energía en un sistema cerrado una
quidditativa (Op. Ox., II, d. 3, q. 6 ). E. degradación de la energía misma o sea
positiva sería Sócrates, por ejemplo. una pérdida de la energía total dispo­
E. quidditativa la especie uno. Esta nible en el sistema. Se denomina de­
terminología perduró en la escuela es- gradación al paso de una forma de
cotista y por lo común fue adoptada energía a otra que no puede ser acom­
en las disputas acerca de la individua­ pañada por la transformación inversa
ción, en el siglo xiv. A tales disputas completa. Así, el paso de la energía
hacía referencia Leibniz en uno de sus mecánica al calor es siempre posible
primeros escritos, intitulado De prin­ en el sentido de que la energía mecá­
cipio individui (1663) en el cual usa el nica puede ser transformada entera­
término en el mismo sentido. mente en calor, pero la transformación
La lógica contemporánea adopta el inversa nunca es completa porque so­
término para indicar todo sujeto del lamente una parte del calor puede ser
cual se pueda definir el status existen­ transformada en energía mecánica. El
cia!; o como también se dice, todo calor, por lo tanto, se considera una
4 1 3
Entusiasmo

forma más baja o "degradada" de ener­ de la E. creciente. Este hecho está


gía y el segundo principio de la termo­ estrechamente relacionado con el au­
dinámica es, a este respecto, denomi­ mento general de la E. del universo y
nado "principio de degradación de la es por la reiteración de este hecho en
energía”. La E. no es más que la fun­ los sistemas parciales por lo que el
ción matemática que expresa tal degra­ desarrollo de la E. en el universo nos
dación de la energía, que se verifica, indica la dirección del tiempo” (The
exactamente, en toda transformación. Direction of Time, 1956, p. 131) En
El principio de la E. ha llamado siem­ realidad la ciencia no parece actual­
pre la atención de los filósofos porque mente autorizar el paso de los sistemas
ha establecido, en el campo científico, cerrados o parciales, para los cuales
la irreversibilidad de los fenómenos na­ vale la E., al sistema general del Uni­
turales. En efecto, para las mecánicas verso. De tal manera, no es fácil saber
clásica o newtoniana todos los fenóme­ qué valor tienen las especulaciones fi­
nos son reversibles; para ellos el tiempo losóficas en tomo a esta cuestión.
puede transcurrir indiferentemente en
una u otra dirección, desde el pasado al (gr. tv Q o i'aia au ó g ; ingl. en-
E n tu s ia s m o
futuro o del futuro hacia el pasado. El thusiasm; franc. eníhousiasme; alem.
t de las ecuaciones que expresan el Enthusiasmus; ital. entusiasmo). En
comportamiento de los- fenómenos me­ sentido estricto, la inspiración divina,
cánicos es, en efecto, una variable con­ por lo tanto, el estado de exaltación
tinua que no tiene un sentido deter­ que produce y la certidumbre de po­
minado. El principio de la E. establece, seer la verdad y el bien. La primera
en cambio, un sentido en los fenóme­ crítica formulada al entusiasmo desde
nos, o sea su irreversibilidad en el el punto de vista de la filosofía es la
tiempo. Científicos y filósofos de fi­ del Ión de Platón, quien tiende a
nes del siglo pasado se entretuvieron demostrar que el arte del rapsoda, co­
a veces en predecir la muerte del uni­ mo toda otra actividad que depende
verso por la degradación total de la exclusivamente de la inspiración divi­
energía, esto es, por la llegada al má­ na, no es un arte porque, en efecto, no
ximum de E., o bien se dedicaron a es­ hace conocer nada (Ion, 538; cf. Men.,
pecular acerca de posibles caminos de 99 c). Con el predominio de la dirección
salvación del universo ante esta preco­ religiosa en filosofía, o sea con el neo­
nizada muerte (cf., por ejemplo, S. platonismo, cambia el juicio acerca del
Arrhenius, L’évolution des mondes, trad. E. y resulta, para Plotino, el camino
franc., Seyrig, 1910). Otros han hecho para lograr el estado final de la visión
un uso más filosófico de la noción, perfecta, o sea el éxtasis (Enn., VI, 9,
distinguiendo en ella la estructura fun­ 11, 13). Los neoplatónicos del Renaci­
damental del tiempo, o sea su irrever­ miento (Ficino y Pico della Mirándola)
sibilidad. Así Paci ha sostenido que adoptaron el concepto de E. en el mis­
"la irreversibilidad tomada como prin­ mo sentido. Y Giordano Bruno hizo de
cipio filosófico adquiere una forma tal él uno de los principales conceptos
que aun en el supuesto de que en el de su filosofía. En efecto, concibió la
campo de la física se hubiera descu­ filosofía como religión de la naturaleza,
bierto efectivamente un proceso de res­ y vio sus instrumentos principales en
titución a la situación originaria en los E., que designara con nombres di­
la que el proceso se origina, tal hecho ferentes (heroico furor, raptus mentís,
no incidiría en el principio filosófico contractio mentís, etc.). Asimismo se
de la irreversibilidad” (Tempo e rela- debe a Bruno la distinción entre un E.
zione, 1954, p. 8 ). Y Reichenbach ha intelectual o natural y un E. religioso;
utilizado la E. para la determinación éste es el propio de los que "para ser
de la dirección del tiempo. "La direc­ hechos tabernáculos de dioses o espíri­
ción del tiempo está expresada, para tus divinos, dicen y hacen cosas admi­
nosotros, en las direcciones de los pro­ rables sin que entiendan la razón de
cesos dadas por los sistemas parciales ellas” y por eso, en cambio, ocurre que
que son numerosos en nuestro ambien­ algunos hombres "por tener innato un
te. Todos estos procesos van en la espíritu lúcido e intelectual, por un es­
misma dirección, o sea en la dirección tímulo interno y por un fervor natu­
4 1 4
Entusiasmo

ral, suscitado por el amor a las divi­ Shaftesbury, establece por vez primera
nidades, a la justicia, a la verdad, a la el contraste entre E. e ironía, que fue
gloria, del fuego, del deseo y del alien­ uno de los temas preferidos por el
to de las intenciones aguzan los senti­ Iluminismo del siglo xvm y uno de los
dos; y en el azufre de la facultad de temas del Iluminismo de todos los tiem­
pensar encienden la luz racional con pos. Shaftesbury ha insistido acerca de
la cual alumbran más que de ordina­ la capacidad liberadora de la risa:
rio; y éstos ya no vienen, por fin, a "Estoy seguro —dice— de que existe
hablar y obrar como vasos o instru­ sólo un camino para salvaguardar a
mentos, sino como eficientes y princi­ los hombres y preservar la cordura del
pales artífices” (Degli eroici furori, mundo: la libertad espiritual. Ahora
III). Pero también este E. natural o bien, el espíritu no será nunca libre
intelectual tiene, según se ve, el mismo si no existe una libre ironía, porque
carácter que el otro: da a los sentidos contra las graves extravagancias y los
y al pensamiento una potencia sobre­ humores biliosos no existe otro reme­
humana, 'lega a abolir los límites en dio fuera de éste” (A Letter on Enthu-
los cuales el hombre se ve "ordinaria­ siasm, 2; trad. ital., Garin, p. 44). La
mente” recluido y es tomado como razón y lo sólidamente apoyado en
justificación de la infalibilidad y de la razón, no deben temer al ridículo;
la impecabilidad del hombre mismo. La pero el ridículo es una potente arma
doctrina del E. no es, por lo tanto, com­ contra la apariencia que no es sustan­
patible con el reconocimiento de los cia y, por lo tanto, contra el saber
límites propios del hombre. Cuando, ilusorio y la virtud hipócrita. La obra
desde la segunda mitad del siglo xvn de Voltaire se ha inspirado precisa­
en adelante, con el empirismo y la mente en esta directiva fundamental.
Ilustración, tales límites quedan clara­ Voltaire mismo afirmaba que el E. "es
mente reconocidos, el E. es reconocido ante todo la herencia de la devoción
también por lo que e s : una justifica­ mal entendida" y solamente reconocía
ción del dogmatismo y de la intoleran­ a los poetas un "entusiasmo razonable”
cia. Como tal lo reconoce Locke en un (Dictionnaire philosophique, art. "En-
famoso capítulo del Ensayo (IV, 19). thousiasme”, 1765). Las Cartas persas
El E., que no está fundado ni en la de Montesquieu son otra manifesta­
razón ni en la revelación divina, no ción de la misma ter. 'encia. En Kant
es más que una presunción de infali­ la crítica del E. se convirtió en la
bilidad; la luz a la que los entusiasmos crítica del fanatismo, y la lucha con­
apelan es un “ignis fatuus que los tiene tra el fanatismo fue el punto de mira
encerrados en este círculo: es una re­ fundamental de su actividad filosófi­
velación, porque lo creen firmemente ca (véase f a n a t i s m o ). Pero por una de
y lo creen firmemente porque es una las no raras ironías de la historia, esta
revelación" (Ibid., IV, 19, 10). Este lucha debería preludiar una de las ma­
círculo es, según Locke, todo lo que el yores explosiones de E. fanático que
E. llega a encontrar en su apoyo. la historia de la filosofía recuerde.
Leibniz estaba de acuerdo con Locke, Nos referimos al romanticismo. Y
al aducir cierto número de ejemplos no nos asombra encontrar la defensa
de E. fanático y observar: "Las disen­ del E. en uno de los manifiestos del
siones de estas personas entre sí debe­ romanticismo europeo, o sea en la Ale­
rían convencerlas de que su pretendido mania de Madame de Staél (De t'Alle-
testimonio interior no es efectivamente magne, 1920, p. 603).
divino, y que tiene necesidad de otras En la filosofía contemporánea, Jas-
señales para ser justificado” (Nouv. pers ha dado una definición del E.
Ess., IV, 29, § 16). Más tarde Leibniz acorde con el concepto tradicional, y
se adhería a las ideas expresadas por una apreciación positiva. “En la acti­
Shaftesburv (Récueil de diverses piéces tud entusiasta —ha dicho— el hombre
sur la philosophie, la religión naturelle, se siente tocado en su más íntima
l'histoire, les mathématiques, etc., de sustancia, en su essncialidad o —lo que
Leibniz, Clarke, Newton, etc., Lausana, es lo mismo— se siente aferrado y
3' ed„ 1759, II, pp. 311-34). conmovido por la totalidad, por la sus-
La Epístola sobre el E. (1708), de tancialidad, por la esencialidad del
415
Enumeración
Epicureismo
mundo” ( P s y c h o l o g i e der Weltan- tido, parece ser la inducción de que
schauungert ["Psicología de las concep­ hablara Aristóteles. Véase i n d u c c i ó n .
ciones del mundo"], I, C; trad. ital.,
pp. 138 ss.). Jaspers ha distinguido, sin (ingl. sentence; franc. ¿nort­
E n u n c ia d o
embargo, al E. del fanatismo en el sen­ eé ; alem. Aussage-, ital. enunciato). Los
tido de que, en tanto que el entusiasta lógicos medievales, a ejemplo de Cice­
"está obstinado en mantener firmemen­ rón (Tuse. Disp., I, 7, 14; De jato, X,
2 0 ) traducen como enuntiatio el aristo­
te sus ideas, pero se halla 1 vivo y vital
en la apercepción de lo nuevo”, el fa­ télico d . i o t f a v o i c o t.óyoq cutoqpavxLX Óg,
nático "está encerrado en una fórmula definido como ese Xóyo5 (oratio: voz
determinada o en una idea fija” (Ibid., significante, d iv isib le en partes sig­
p. 162). nificantes a su vez, las cuales están
unidas o divididas) que puede ser ver­
E n u m e r a c ió n (ingl. enumeration; franc. dadero o falso. En este sentido, "E.” es
énumération; alem. Aufzahlung; ital. sinónimo de proposición (véase). En la
enumerazione). La cuarta regla del lógica formal contemporánea, es usado
método enunciada por Descartes en a veces en ,el sentido del latín medie­
la segunda parte del Discurso: "Hacer val : enuntiatio, pero en la mayoría
en todo momento E. tan completas y de las veces (desde Camap, Logische
revisiones tan generales como para es­ Syntax, en adelante) adquiere el valor
tar seguros de no omitir nada.” Así lo de "conjunto de signos, constituido se­
expresa la regla concerniente al exa­ gún determinadas reglas sintácticas
men de los resultados del procedimien­ (propias, en cada ocasión, de cada len­
to racional, más que el descubrimiento guaje particular) mediante el cual se
de tales resultados. Un alcance aún expresa una proposición”. Sin embar­
mayor tiene la regla correspondiente go, ya que no se decía que todos los
(la VII) en las Regulae ad directionem E. expresan proposiciones (ciertamente
ingenii, en las que la E. es identificada no es así en los E. privados de sen­
con la inducción: “Esta E. o inducción tido y se discute si lo es en los E. que
es, pues, la investigación de todo lo expresan juicios de valor), "E.” indica
que se refiere a una determinada cues­ más bien algo similar a la proposición
tión, búsqueda tan diligente y cuidada de la gramática y a la fórmuta de la
hasta el punto r'j que de ella conclui­ matemática, o sea el X ó y o ; de Aristó­
mos con certeza y evidencia no haber teles o la oratio perfecta de los lógicos
descuidado nada... Por enumeración medievales: un conjunto de signos con­
suficiente o inducción entendemos so­ forme ’a ciertas reglas sintácticas y que
lamente aquella de la cual se concluye puede te n e r un significado completo
una verdad con mayor certeza que con en sí mismo. (Esta segunda condición,
cualquier otro género de prueba, salvo impuesta por los lógicos medievales, es
por la simple intuición.” Con esto pa­ aceptada por algunos contemporáneos
rece que Descartes hacía referencia al como Bloomfield y Gardiner, pero los
mismo procedimiento que Bacon ha­ lógicos puros la impugnan.) G. P.
bía denominado "E. simple”, y en el
cual había visto una forma imperfecta E o n e s (gr. o í m v e ; ) . Término adoptado
de inducción. Tal inducción es, en mente por los gnósticos (siglo 1 1 ) y especial­
efecto, para Bacon, “un expediente pue­ a Dios,por Valentín, para designar sea
ril, que da conclusiones precarias y emanan sea a los seres "eternos” que
que se expone al peligro de los casos 13.89). de él (Clemente, Strom., IV,
contrarios y concluye como puede, a
través de menor número de pruebas E p a g ó g ic o (gr. ixayttiywóc; ingl. epago-
del necesario”. A ésta, Bacon opone la gic; franc. épagogique; alem. epagogik;
verdadera inducción, que procede me­ ital. epagogico). Inductivo. Véase i n ­
diante eliminaciones y exclusiones y es d u c c ió n .
similar al procedimiento diairético de
Platón (Nov. org., I, 105). La crítica E p ic u r e is m o (ingl. epicureanism; franc.
de la inducción por E. simple fue más é p i c u r é i s m e ; alem. Epikureismus;
tarde repetida por Stuart Mili (Logic, ital. epicureismo). La dirección filosó­
III, 3, §2). La E. simple, en este sen­ fica que tiene como jefe a Epicuro de
•116
E p ie ik e ia
Época
Samos, que fundó su escuela en Atenas viéndose lo menos posible de lo sobre­
en 306 a. c. Los rasgos característicos natural, deja a la naturaleza todo lo
del E., que comparte con las otras di­ que sigue al primer comienzo” (Crít.
recciones filosóficas de la edad alejan­ del Juicio, §81). Kant mismo denomi­
drina la preocupación de subordinar nó "E. de la razón pura” a su propia
toda la investigación filosófica a la doctrina, en cuanto admite que las ca­
exigencia de garantizar al h o m b r e tegorías del entendimiento constituyen
la tranquilidad del espíritu, son las si­ el fundamento de la posibilidad de la
guientes: 1) el sensualismo, o sensoria- experiencia, en oposición con la tradi­
lismo, es decir, el principio por el cual cional, según la cual la experiencia es
la sensación es el criterio de la ver­ la que posibilita las categorías (Crít.
dad y el criterio del bien (por lo cual R. Pura, §27). Véase p r e f o r m a c ió n .
éste se identifica con el placer); 2) el
atomismo, mediante el cual Epicuro Epiquerema (gr. émxeÍQTlna; l3t. epichi-
explicaba la formación y el cambio de rema; ingl. epicheirema; franc. épi-
las cosas por la unión y desunión de los c h é r é m e - , alem. Epicheirema; ital.
átomos y el nacimiento de las sensa­ epicherema). El término, que significa
ciones como la acción de estratos de "empresa” o "tentativa", fue definido
átomos, provenientes de las cosas, so­ por Aristóteles (Tóp., VIII, 11, 162a 16)
bre los átomos del alma; 3) el semi- como "razonamiento dialéctico" (véase
ateísmo, pues Epicuro consideraba que d ia l é c t ic a ) . En realidad, el término e s
los dioses existen, pero no tienen pa­ usado más adelante por el propio Aris­
pel alguno en la formación y en el tóteles para indicar el artificio q u e con­
gobierno del mundo. siste en esconder o exponer sólo imper­
fectamente algunas premisas de la
Epieikeia, véase EQUIDAD. propia argumentación. Por esto en
la lógica moderna el término E. ha pa­
E p if e n ó m e n o ( i n g l . epiphenomenon; sado a indicar un presilogismo (véase),
franc. epiphénoméne; alem. Epiphano- cuyas premisas se han expresado en
menon; ital. epifenómeno). Algunos po­ forma incompleta. G. P.
sitivistas ingleses, como Huxley, Clif-
ford, etc., aplican este término a la E p is ilo g is m o (ingl. episyttogism; franc.
conciencia considerada como un fenó­ épisyllogisme; a l e m Episyllogismus;
meno secundario o accesorio que acom­ ital. episillogismo). Ün silogismo que
paña a los fenómenos corpóreos, pero toma como una de sus premisas la
que es incapaz de obrar sobre ellos. conclusión de otro silogismo. Este últi­
Véase m a t e r ia l is m o . mo se denominará entonces prosilo­
gismo (véase). Kant usó la expresión
E p ig é n e s is (ingl. epigénesis; franc. épi- per episyllogismos para indicar, en una
génése-, alem. Epigenese-, ital. epigene- cadena polisilogista, el sentido que va
si). Nombre dado por Raspar Friedrich hacia lo condicionado y la expresión
Wolff a su teoría acerca de la genera­ per prosyltogismos para indicar el sen­
ción de los organismos animales y tido que va hacia las condiciones. Las
según la cual los órganos de un ser dos expresiones son adoptadas en la
viviente no están preformados en el dialéctica trascendental para aclarar
óvulo o en el embrión, sino que se el procedimiento mediante el cual la
originan ex novo de una materia indi­ razón llega a las ideas trascendentales,
ferenciada (Teoría de la generación, que se tienen procediendo per prosyllo-
1759). Esta teoría que Wolff apoyaba gismos, cuando la serie de las condi­
con la observación microscópica de los ciones, o sea la totalidad de las premi­
órganos de las plantas y del embrión sas, se considera dada y c umpl i da
del pollo fue una grave objeción a la (Crít. R. Pura, Dialéctica, I, sec. 2).
teoría del preformismo, defendida en Véase p o l i s i l o g i s m o .
el mismo siglo por Malpighi y Bonnet.
Kant observó, con referencia a esta E p is te m o lo g ía , véase CONOCIMIENTO, TEO­
teoría, que ofrece la ventaja de reco­ RÍA DEL.
nocer una acción propia a la natura­
leza, naturaleza que es diferente al Época (gr. éjtoxfi; ingl. epoch; franc.
simple desarrollo y de tal modo "sir- époque; alem. Epoche; ital. época). En
117
Epoché

relación con el antiguo significado as­ los modos de pensar concretos... Y


tronómico, según el cual la É. es un cuando el historiador enjuicia, constata
punto del tiempo con respecto al cual lo que ha realizado el individuo en esta
se definen las posiciones de los astros conexión y en qué medida su visión "y
y se computan sus movimientos (cf. su alcance iban más allá de ella” (Der
Tolomeo, Alm., III, 9), la palabra es Aufbau der geschichtlichen Welt, en
aplicada a veces a un acontecimiento Gesammelte Schriften, VII, p. 155; trad.
de particular importancia que establece esp.: El mundo histórico, Obras, VII,
o permite reconocer el carácter de un México, 1944, F. C. E., p. 179). Haciendo
periodo histórico. En este sentido se suyos estos conceptos, Spengler les
dice que determinado acontecimiento agregó un carácter de necesidad. "Un
"hace É." La palabra, entonces, signi­ acontecimiento —decía— hace É. cuan­
fica el periodo histórico caracterizado do señala un recodo necesario, un re­
por el acontecimiento. El concepto se codo del destino, en el curso de una
distingue del de edad (véase), porque cultura. Un acontecimiento fortuito,
en tanto este último es el concepto de que es la imagen cristalizada de la
una ley de sucesión de los periodos superficie histórica, podría representar­
históricos, la E. es el concepto del ca­ se mediante otros casos correspondien­
rácter central y determinante de cierto tes ; la É. es necesaria y predetermi­
acontecimiento histórico. En tal sen­ nada” (Der Untergang des Abendlandes,
tido, Saint-Simon distinguía, en los pri­ I, 2, 17; trad. esp.: La decadencia de
meros años del siglo xix, entre las É. Occidente, Madrid, 1934). A este uso
"críticas” y las É. "orgánicas” (véase corresponde el significado que Heideg-
c r i s i s ). Hegel hablaba de las É. de la ger da al término: "Toda É. de la
historia del mundo, como de diferentes historia universal es una É. del error.
grados (Stufen) del desarrollo unitario La esencia epocal del ser vuelve a en­
de esta historia y distinguía la É. se­ trar en el íntimo y escondido carácter
ñalada por la unidad del espíritu con temporal del ser y caracteriza la esen­
la naturaleza, es decir, el mundo orien­ cia del tiempo pensada en el ser” (Holz-
tal; la señalada por la separación de wege ["Los caminos del bosque”],
los dos términos, que se realizó en el p. 311; cf. Chiodi, L'ultimo Heidegger,
mundo griego como ideal de la libertad 1952, p. 29; Id., L’esistenzialismo di Hei­
individual y en p’ mundo romano como degger, 2? ed., 1955, pp. 191-92). Jaspers
subordinación del individuo al Estado; habla de una É., un tiempo axial que
y la germánica realizada en el mundo correspondería a la edad histórica
cristiano y en la cual "el Espíritu divi­ que se extiende entre los siglos vm
no ha llegado al mundo, ha tomado su y II a. c., en el cual se aglomeran
puesto en el individuo que ahora es to­ las cosas extraordinarias de la histo­
talmente libre y tiene en sí libertad ria del mundo (el periodo clásico de
sustancial" (Philosophie der Geschichte Grecia; Confucio y Lao-Tsé en China;
["Filosofía de la historia”], ed. Lasson, las Upaniskadas y Buda en India; Za-
pp. 136-37). ratustra en Persia; los profetas en
Pero fue Dilthey quien introdujo la Palestina, etc.). Lo nuevo de aquella
noción de É. en la metodología historio- É. sería que, en general, en ella "el
gráfica. Según Dilthey, la É. es una hombre se vuelve consciente del ser
estructura "centrada en sí misma y en en su totalidad, de sí mismo y de sus
que, por lo tanto, las relaciones en la límites. Hace la experiencia de lo temi­
captación objetiva nos muestran una ble del mundo y de la propia impoten­
afinidad interna. Las personas de la cia. Plantea cuestiones radicales, se
É. tienen el patrón de su acción en afana, ante el abismo, por emanciparse
algo común. La ordenación de los ne­ y salvarse" (Einführung in die Philoso­
xos efectivos de la sociedad de la É. phie, 1950, cap. IX; trad. esp.: La filo­
ofrece rasgos parejos. El modo de sen­ sofía, México, 1953, F. C. E., p. 83).
tir, la vida anímica, los impulsos que
así nacen, son parecidos. El objeto del Epoché (gr. £jto//n). La suspensión de
análisis histórico será encontrar la coin­ juicio que caracteriza la actitud de los
cidencia en algo común, que rige a la escépticos antiguos, en especial la de
É., en los fines, en las valoraciones, en Pirrón, y que consiste en no aceptar
418
E q u id a d
E q u ip o le n c ia
ni contradecir, en no afirmar ni negar. de la ciencia europea y la fenomeno­
Lo contrario de tal actitud es el dogma­ logía trascendental, 1954), considerán­
tismo, por el que se asiente alguna de dola, más que como un cambio en la
las cosas oscuras que son objeto de in­ relación de la conciencia con el mun­
vestigación por parte de las ciencias do, como una diferente actitud del
(Sexto Emp., Hip. Pirr., I, 10, 13). Esta sujeto con referencia al mundo, o sea
actitud era, según el escepticismo, la como la reflexión sobre las modalida­
única posible a fin de obtener la im­ des de su vivir en el mundo. Al insis­
perturbabilidad. Y, en efecto, "el que tir acerca de este aspecto de la E.,
duda si una cosa es buena o mala por Husserl puede admitir que el sujeto,
naturaleza, ni huye ni persigue nada aun cuando se refleje en el mundo,
con el deseo y, por lo tanto, permanece continúe viviendo siempre en él de
imperturbable" (Ibid., I, 28). La E., en manera que la misma reflexión feno­
la filosofía contemporánea a partir de menológica esté sujeta a continuos en­
Husserl, y en general en la filosofía riquecimientos y profundizaciones (Die
fenomenológica, ha sido dirigida hacia Krisis der europüischen Wissenschaften,
una finalidad distinta. Aquí la E. se 1954, p. 247), cosa que, por lo demás, no
dirige a la realización de la actitud había sido nunca negada por él.
de la contemplación desinteresada, o
sea una actitud desvinculada de todo E q u id a d (gr. ¿meCxeia; lat. aequitas;
interés natural o psicológico con pre­ ingl. equity; franc. équité; alem. Billig-
ferencia a la existencia de las cosas keit; ital. equitá). La apelación a la
del mundo o del mundo mismo en su justicia en cuanto se dirige a corregir
totalidad. Con la E., dice Husserl, “nos­ la ley en la cual se expresa la justicia.
otros ponemos fuera de juego la tesis Éste es el concepto clásico de la E. tal
general inherente a la esencia de la como fuera definido por Aristóteles y
actitud natural. Colocamos entre pa­ reconocido por los juristas romanos.
réntesis todas y cada una de las cosas Dice Aristóteles: ‘‘La naturaleza misma
abarcadas en sentido óntico por esa de la E. es la rectificación de la ley
tesis, así, pues, este mundo natural en­ cuando se muestra insuficiente por su
tero que está constantemente ‘para nos­ carácter universal" (Ét. Nic., V, 14,
otros ahí delante’ y que seguirá están­ 1137 b 26). La ley tiene necesariamente
dolo permanentemente, como ‘reali­ carácter general y, p*. / lo tanto, a ve­
dad’ de que tenemos conciencia, aunque ces demuestra ser imperfecta o de difí­
nos dé por colocarlo entre paréntesis. cil aplicación a casos particulares. En
Si así lo hago, como soy plenamente tales casos, la E. interviene para juz­
libre de hacerlo, no por ello niego 'este gar, no a partir de la ley, sino a partir
mundo’, como si yo fuera un sofista, ni de la justicia que la ley misma está
dudo de su existencia, como si yo fuera dirigida a realizar. Por lo tanto, anota
un escéptico, sino que practico la E. Aristóteles, la justicia y la equidad
‘fenomenológica’, que me cierra com­ son la misma cosa; la equidad es su­
pletamente todo juicio sobre existen­ perior, no a lo justo en sí, sino a lo
cias en el espacio v en el tiempo" justo formulado en una ley que, por
(Ideen, I, §32). La E. fenomenológica razón de su universalidad, está sujeta
distingue con precisión a la filosofía al error. Basándose en un concepto aná­
de todas las otras ciencias, que se in­ logo, Kant consideraba, sin embargo,
teresan en la existencia del mundo y que la E. no se prestaba a una verdade­
de los objetos en él comprendidos, ra y precisa reivindicación jurídica, y
y, por lo tanto hace del filosofar una que, por lo tanto, concernía al tribunal
actitud puramente contemplativa, a la de la conciencia y no a los tribunales
cual puede revelarse en sentido feno- (Met. der Sitien, Ap. a la Intr., 1).
menológjco-trascendental la e s e n c i a
misma de la realidad (Ibid., §90; Méd. E q u ip o le n c ia (gr. !<Jo8 uvap,ía; lat. aequi-
cart., § 8 ; trad. esp.: Meditaciones car­ pollentia-, i n g l . equipollence; franc.
tesianas, México, 1942, F. C. E.). Pero equipotlence; a l e m . A q u i p o l te nz;
Husserl dio a la E. un sentido un tanto ital. equipollenza). La relación entre
diferente en sus escritos de publicación enunciados diferentes que tienen el
postuma (especialmente en La crisis mismo valor de verdad. La doctrina
419
E q u ip r o b a b ilis m o
E rro r
de la E. fue expuesta por primera vez E rís tic a (gr. ¿ qujtixt ) téxvti ; ingl. eristic;
por Galeno en el escrito Sobre las pro­ franc. éri st i que; alem. Eristik; ital.
posiciones equipolentes, vertido al la­ eristica). El arte de luchar con pala­
tín por Apuleyo (en su comentario al bras, o sea el de vencer en las discusio­
De interpretatione), de donde lo tomó nes. Fue cultivado en la Antigüedad
la lógica medieval (cf. Pedro Hispano, por los sofistas y por la escuela de
Summ. Log., 1.24-1.27). Jungius hacía Megara, cuyos miembros fueron deno­
la distinción entre E. gramatical que minados "los erísticos” por antonoma­
existe entre frases que tienen igual sig­ sia (Dióg. L., II, 106). Platón nos ha
nificado aun componiéndose de pala­ dado en el Eutidemo un vivaz ejemplo
bras diferentes y E. lógica que existe de cómo se ejercía este arte en sus
entre los enunciados que son simul­ tiempos. Los interlocutores del diálo­
táneamente verdaderos o falsos en go, los hermanos Eutidemo y Dionisio-
cuanto responden al mismo objeto ex doro se divierten en demostrar, por
tramental, como en el caso de los dos ejemplo, que sólo el ignorante puede
enunciados: "Algún hombre no es aprender, e inmediatamente después,
amante de la sabiduría” y "Es falso en cambio, que sólo el sabio aprende,
que todo hombre sea amante de la sa­ que se aprende sólo lo que no se sabe
biduría” (Log-, II, 10, 2-3). y después que se aprende sólo lo que
En la lógica contemporánea, la E. se sabe, etc. El fundamento de simi­
(que también se denomina equivalen­ lares ejercicios es la doctrina compar­
cia) es simbolizada con el signo =, tida por megáricos, sofistas y cínicos,
y de conformidad con la tradición se según la cual el error no es posible
la define como coincidencia de dos porque no pudiéndose decir lo que no
enunciados en su valor de verdad (W. es (que equivale a no decir) se dice
V. O. Quine, Methods of Logic, §9; siempre que es y, por lo tanto, lo ver­
Camap, Meaning and Necessity, §3). dadero.
E q u ip r o b a b ilis m o , véase INDIFERENCIA, E ro s , véase amor.
PRINCIPIO DE.
E ro te m á tic o , véase CATEQUISMO.
E q u iv a le n c ia (inel. equivalency; franc.
equivalence; ak.m. A e q u i v a l e n z ' , E ró tic a (franc. érotique; alem. Herotik;
ital. equivalenza). 1) Relación entre ital. erótica). A veces se entiende con
dos objetos que tienen el mismo valor, este término una deseada (pero no
por ejemplo, entre dos figuras planas realizada) ciencia del amor o de la
que tengan la misma área o dos figuras felicidad (Rickert, System der Philoso-
sólidas que tengan el mismo volumen. phie ["Sistema de la filosofía"], 1921)
2) Lo mismo que equipolencia (véa­ o de la vida emotiva en general.
se). E r r o r (gr. ijiEíiSog; lat. error; ingl. error;
E q u iv o c a c ió n (ingl. equivocation; franc. franc. erreur; alem. Irrtum; ital. erro-
é q u i v o c a t i o n ; alem. Aequivokation; re). El E. no pertenece a la esfera de
ital. equivocazione). El latín medieval las proposiciones (o de los enuncia­
usa aequivocatio para traducir el ¿nwvu- dos) sino a la del juicio (véase), o sea
pía de Aristóteles. Véase h o m o n im ia . a la de las actitudes valorativas. En
efecto, no consiste en una proposición
G.P. falsa, aunque la proposición falsa sea
E q u ív o c o , véase unívoco . un elemento del E., que consiste en
creerla o considerarla como verdade­
E re tr ía c o s (gr. ’E oetqixoí). Así fueron ra. Elemento del E. puede ser tam­
denominados, por la patria de naci­ bién una proposición v e rd a d e ra , en
miento de uno de los fundadores, Me- cuanto sea considerada falsa y toda
nédemos de Eretría, los discípulos de declaración valorativa —moral, estéti­
la escuela socrática' fundada por Fedón, ca, política, económica, etc.— en cuan­
el discípulo de Sócrates que da nom­ to pueda ser creída • o tomada como
bre a un diálogo platónico (Dióg. L., exacta y sea impugnada por criterios
II, 17, 126). Pero nada' se sabe acerca o reglas que se reconozcan como váli­
de las doctrinas de esta escuela. dos. Por ejemplo, es un E. creer que dos
420
Error

monedas puedan tener curso al mismo se puede negar sin negar la verdad
tiempo y en el mismo mercado, porque misma. Platón, por lo tanto, abandona
se sabe que "la moneda buena des­ la tesis eleática de la necesidad del
plaza a la mala”. El E. puede consistir, ser y define al ser como posibilidad
por lo demás, en juzgar un objeto a (dynamis, Sof., 247 e). Como posibili­
partir de un criterio extraño al objeto dad, el ser no es ni uno ni muchos, ni
mismo o, mejor, a ese campo de obje­ movimiento ni inmovilidad, etc., sino
tos al cual pertenece, o también en que puede ser una u otra cosa; y todo
juzgar a partir de un criterio apro­ está en ver cuáles son sus determina­
piado a un objeto que, sin embargo, no ciones que puedan unirse y permanecer
se deja distinguir por tal criterio. Te­ juntas y cuáles, en cambio, las no sus­
nemos un E. de la primera especie ceptibles de ello. La ciencia que estudia
cuando se quiere decidir acerca de la las combinaciones posibles de la forma
realidad de un hecho a partir de un (o géneros) del ser —ciencia análoga
criterio moral ("No debe, no puede, a la gramática que estudia las combi­
haber sido así”). Se tiene un E. de la naciones posibles de las letras y a la
segunda especie cuando se quiere deci­ música que estudia las combinaciones
dir acerca de la verdad o falsedad de posibles de los sonidos— es la dialéc­
los postulados o proposiciones iniciales tica (véase). Dicho esto, el E. es sim­
de las ciencias o de enunciados no sig­ plemente una combinación de determi­
nificativos. En general, se puede deno­ naciones del ser o de p a l a b r a s que
minar E. todo juicio o valoración que expresan tales determinaciones, combi­
contravenga al criterio que se reconoce nación que no se ajusta a las reglas
como válido en el campo a que se re­ de la dialéctica y que, por lo tanto, une
fiere el juicio, o bien a los límites de o combina aquello que no puede ser
aplicabilidad del criterio mismo. Por lo combinado o unido a partir de tales
tanto, lo contrario de un juicio erró­ reglas. Por lo tanto, el que dice una
neo no es un juicio "verdadero”, como falsedad, no dice "lo que no es” (lo
se cree comúnmente, sino más bien un que sería imposible) sino algo diferente
juicio "recto”, "correcto”, “exacto” o de lo que e s: expresa una combina­
"regular” y lo opuesto del E. se podría ción de formas (géneros y especies)
denominar rectitud o corrección. La que no está conforme con las posibili­
posibilidad del E. supone dos condi­ dades de relación objetivas de tales
ciones: a) que exista, y sea aplicable formas. El E. es como un conjunto
en la situación dada, un criterio vá­ de letras sin sentido o un conjunto de
lido de juicio; b) que tal criterio no sonidos sin armonía (Sof., 263). Esta
sea necesario e infalible. Sin la condi­ doctrina platónica del E. es adaptada
ción a) no existiría posibilidad de dis­ por Aristóteles a los principios de su
tinguir al E. de lo que no es E. Sin filosofía. Aristóteles parte de una defi­
la condición b) el E. sería imposible nición del E. que repite la platónica
desde un principio. del Sofista: "El E. es la negación de
Platón intentó satisfacer estas con­ lo que es o la afirmación de lo que no
diciones con la doctrina del E. expues­ es” (Met., IV, 7, 1011b 26). Pero "lo
ta en su Sofista. Observó correctamente que es" no es lo mismo para Aristó­
que el E. es imposible desde el punto teles que para Platón. Para Platón es
de vista de los eléatas y de sus discí­ la "posibilidad”, para Aristóteles es la
pulos, quienes consideran que "el ser "sustancia" o realidad necesaria. Por
es” y que el no ser no puede ser ni lo tanto, Aristóteles intenta definir la
pensado ni expresado. En efecto, en tal posibilidad del E. justo en las confron­
caso cualquier cosa que se diga, se dice taciones de la sustancia, tomada aquí
acerca de algo que es y, por lo tanto, se en su aspecto de esencia necesaria
dice la verdad. Pero si es así, entre (Quod quid erat esse). Aristóteles vuel­
el sofista y el filósofo, entre el charla­ ve a confirmar la tesis platónica de
tán y el investigador honesto, no ha­ que el E. es posible sólo donde hay
bría diferencia alguna y la investiga­ "combinaciones”, "síntesis” de elemen­
ción misma sería i nútil. En otros tos diferentes. Donde no hay intelec­
términos, la posibilidad del E. condicio­ ción de lo indivisible no existe posi­
na la investigación de la verdad y no bilidad de E.; esto se verifica siempre
Error

en una síntesis (o, lo que es lo mis­ siguientes: 1) El E. no existe; 2) el E.


mo, en una división) y el principio que es una fuerza que interviene para per­
realiza tal síntesis es el entendimiento turbar el funcionamiento regular del
(De art., III, 6 , 430 b 2). Ahora bien, en entendimiento: a) en la voluntad, o
tales s í nt e s i s el entendimiento está b) en la sensibilidad.
en la verdad "si enuncia la esencia 1) Entrambas soluciones del proble­
según la esencia sustancial”, pero no ma del E. se encuentran en San Agus­
está en la verdad "si enuncia una cosa tín, pero la primera es la que acaba por
cualquiera según una cosa cualquiera". prevalecer. Para San Agustín, el E. con­
En efecto, la esencia sustancial nece­ siste “en juzgar y, por lo tanto, tener
saria es para el entendimiento lo que como supremo a lo que por sí mismo
lo blanco es para el ojo: así como no es ínfimo” (De vera reí., 21); o sea en
nos engaña al percibir lo blanco, nos alejarse “del orden establecido por Dios
puede engañar al considerar que lo aun creyendo m a n t e n e r l o intacto”
blanco percibido sea un hombre; de (lbid., 20). El E. es debido, por lo
tal manera, no nos puede engañar el tanto, a una "mala voluntad", o sea
pensar al hombre “según su esencia al deliberado propósito de prescindir
necesaria”, o sea como "animal racio­ del orden divino en el mundo y tam­
nal”, pero nos puede engañar aseguran­ bién de la jerarquía de los valores que
do que "esto es un hombre” o que “este ello implica. Pero ¿cuál es la causa
hombre es músico”, o sea realizando de esta mala voluntad y de qué ma­
síntesis o divisiones que no están guia­ nera es posible en el orden divino del
das por la esencia necesaria del objeto mundo? San Agustín niega que pueda
(lbid., 430b 26 ss.). Con esto Aristóte­ tratarse de una causa positiva y efi­
les restringe la posibilidad del E. a la ciente; se trata de una causa defec­
esfera de las intelecciones que no con­ tuosa o deficiente. Y querer encontrar
ciernen a la estructura sustancial del la causa de estas deficiencias sería
ser, ya que tal estructura es aprehen­ tanto como querer ver las tinieblas o
dida en sus principios mediante un escuchar el silencio. "Las cosas que
acto análogo a la percepción de las son conocidas —dice— no en su forma
cualidades corporales, acto que como positiva sino como privación de algo,
"intelección de 'o indivisible" se sus­ son tomadas en cierta forma, por así
trae a la posibilidad del error. En otros decirlo, precisamente no conociéndolas,
términos, la estructura necesaria del tanto que si las conociéramos no las
ser excluye la posibilidad del E. en lo conoceríamos. Cuando la agudeza de
que se refiere al pensamiento del ser. la vista sensible recorre las especies
El E. está entonces circunscrito a la corpóreas, en ningún lugar ve las tinie­
esfera de las afirmaciones accidenta­ blas sino donde comienza a no ver las
les, o sea a aquellas que no encuentran cosas mismas. Así también a ningún
lugar en la ciencia. Pero en realidad otro sentido pertenece el escuchar el
también con referencia a esta esfera silencio, excepto al oído, el cual lo ad­
resulta difícil entender, desde el punto vierte cuando no oye nada. Así nues­
de vista aristotélico, la posibilidad del tra mente ve con el entendimiento las
E., ya que la necesidad de la ciencia especies inteligibles, pero donde están
silogística, al constituir la medida y en forma negativa las conoce no cono­
el control de esa parte del conocimiento ciéndolas" (De Civ. Dei, XII, 7). De tal
que no tiene tal necesidad, elimina tam­ manera, el E. es para San Agustín el
bién la posibilidad de error por esta conocimiento de un no conocimiento,
parte. Y en realidad, desde Aristóteles como el oír el silencio. En sentido
en adelante, el problema que la filo­ propio y riguroso es un no-conocimien-
sofía debe afrontar no es el de la ver­ to y un no-ser: no existe. Esta reduc­
dad, sino el del E. en el sentido de ción del E. a la nada es la característi­
que los principios a los cuales recurre ca de buena parte de las doctrinas
con frecuencia la filosofía implican que filosóficas tradicionales. Spinoza la ex­
el hombre está "necesariamente” en la presa con su habitual precisión: “La
verdad y, por lo tanto, excluye la posi­ falsedad consiste en una pr i vaci ón
bilidad del E. Por ende, las soluciones de conocimiento que implican el cono­
más comunes al problema del E. son las cimiento inadecuado de las cosas o
422
J
4r

Error

las ideas inadecuadas y confusas”. Así tad. Ya se ha visto que San Agustín
por ejemplo, los hombres se engañan comenzó por considerar al E. como un
porque c r e e n ser libres, porque son alejamiento voluntario del orden de
conscientes de sus acciones, pero igno­ cosas establecido por Dios. La idea del
ran las causas que las determinan. Así carácter voluntario del E. termina por
también erramos al considerar cerca­ prevalecer en la última fase de la es­
no al Sol porque una afección de nues­ colástica: Duns Scoto y Occam la de­
tro cuerpo implica la esencia del Sol fienden. En efecto ambos entienden la
en cuanto el cuerpo es afectado, y no voluntad como la facultad de cumplir
porque ignoremos su verdadera distan­ actos opuestos, por cuanto es absoluta­
cia (Eth., II, 35, demostr. y scol.). El mente libre. Por lo tanto, a ella co­
E., por lo tanto, no consiste en la sim­ rresponde el asentimiento dado a una
ple imaginación (que es la potencia proposición y, por ende, también la fa­
de imaginar cosas no existentes) sino cultad de asentir a proposiciones fal­
en una falta de conocimiento o sea en sas o de disentir de proposiciones ver­
la falta de la idea que excluya la exis­ daderas (Occam, In Sent., II, q. 25,
tencia de las cosas que [el alma] ima­ L). En particular Occam considera
gina como presentes para ella (Ibid., que el asentimiento de la vol unt a d
II, 17, scol.). Leibniz afirma lo mismo debe seguir necesariamente a la eviden­
aunque use otra terminología o sea la cia intuitiva de los primeros principios
terminología tradicional, reconociendo de la demostración, de las verdades
como causa del E. una causa "deficien­ empíricas o de las conclusiones de las
te”, es decir la limitación o imperfec­ demostraciones, pero que, por otra
ción de la naturaleza humana ( Théod., parte, se puede asentir a lo que carece
I, § 20). Para el idealismo romántico, el de toda evidencia (Ibid., II, q. 25, Y)
E. significa lo "finito”, lo "negativo", y precisamente en estos casos se deter­
lo “accidental”, es decir, lo destinado mina la posibilidad de error. Esta doc­
a ser borrado del medio y a "encontrar trina fue reproducida sustancialmente
su verdad” en el Infinito, en lo Nece­ por Descartes con la tesis que enuncia
sario y en lo Positivo de la conciencia que "la voluntad es más extensa que
absoluta de sí. De tal manera, propia­ el entendimiento y que, por lo tanto,
mente hablando, no existe el error. puede asentir también a aquello que
Como decía Gentile, expresando bien mediante el entendimiento no tiene cla­
la posi ci ón del idealismo romántico ridad y distinción suficientes; la volun­
acerca de este punto, "el E. es E. en tad —dice Descartes— puede de algún
cuanto está superado, en cuanto, en modo parecer infinita porque nosotros
otros términos, se enfrenta a nuestro no percibimos nada que pueda ser ob­
concepto como su no-ser. Por lo tanto, jeto de otra voluntad, ni siquiera de la
es como el dolor, no una realidad inmensa de Dios, a lo que nuestra
opuesta a la realidad que es el espíritu voluntad no pueda extenderse. Esta
(conceptus sui) sino que es la misma es la causa por la cual llevamos de
realidad desde su realización, en su ordinario la voluntad fuera de lo que
momento ideal” (Teoría dello spirito, conocemos clara y distintamente y
cap. 16, § 8 ). Ésta es la típica solución cuando abusamos de tal manera, no es
dialéctica (en el sentido hegeliano del de extrañar que caigamos en el enga­
término) del problema del E.: el E. ño” (Princ. Phil., I, 35). Análogamente,
es el momento negativo, destinado a Locke decía que "el E. no es una falla
ser "superado" o "convertido en ver­ de nuestro conocimiento, sino un equí­
dad” desde el momento positivo y con­ voco de nuestro juicio que presta su
creto: no existe como E. asentimiento a lo que no es verdade­
2) La segunda solución típica del pro­ro”. Y enunciaba cuatro razones del
blema del E. consiste en atribuirlo a asentimiento erróneo, a saber: 1) falta
una facultad que no sea el entendi­ de pruebas; 2) falta de habilidad en
miento, pero capaz de obrar sobre él emplearlas; 3) falta de voluntad para
y de desviarlo de su recto funciona­ usarlas; 4) falsas medidas de la proba­
miento. bilidad (Essay, IV, 20, § 1). También
a) La p r i m e r a alternativa en este Rosmini atribuye el E. a la voluntad
sentido es la que lo atribuye a la volun­ y considera que se debe a la ausencia
423
E s c á n d a lo
E s c e p tic is m o
del elemento ideal (Idea del ser) o del filosofía no elaboran una teoría del E.
elemento real (sentimiento o sensa­ por el mismo motivo por el cual no la
ción) de la percepción intelectiva (Nuo- elaboró Hegel, o sea porque no admi­
vo saggio, § 1356-59). Pero dado el plan­ ten la posibilidad del error. Para otras
teamiento general de la teoría de Ros- corrientes, en cambio, el motivo es
mini, que identifica la idea del ser diferente. Han reconocido la intrínseca
con la "forma de la razón”, la primera falibilidad (véase) de los procedimien­
especie de E. parecería implicar el po­ tos cognoscitivos de que dispone el
der de la voluntad para disociar la hombre y, por lo tanto, la posibilidad
razón misma de su propia "forma". En del E. no se distingue de la posibili­
fin, el mismo Croce ha aceptado esta dad misma del conocimiento. En cierto
teoría del error. "El que comete un sentido, este punto de vista significa
E. no tiene ningún poder para torcer, un retomo a la teoría platónica del E.
desnaturalizar o corromper la verdad, o, por lo menos, a su supuesto de que
que es su pensamiento mismo, el pen­ las determinaciones del conocimiento,
samiento que obra en él como en to­ como las del ser, han de ser considera­
dos y, aun más bien, en cuanto el das, no como necesidades, sino como
E. toca al pensamiento, es tocado: pien­ posibilidades (véase).
sa y no yerra. Tiene solamente el po­
der práctico de pasar del pensamiento (ingl. scandal; franc. scan-
E s c á n d a lo
al hacer, y un hacer no es ya un pen­ dale; alem. Sk a n d a t ; ital. scandalo).
sar, es abrir la boca o emitir sonidos Kierkegaard convirtió el escándalo en
a los cuales no corresponde un pensa­ una categoría religiosa, definiéndolo
miento o lo que es lo mismo, un pen­ como "el pecado de desesperar de la
samiento que tenga valor, precisión, remisión de los pecados”. Que el pe­
coherencia, verdad" (Lógica, 4* ed., cado pueda ser perdonado es, para el
1920, pp. 254-55). entendimiento humano, lo más impo­
b) La otra alternativa de esta solu­ sible de todo; la religión, desde este
ción es que el E. se debe a la sensibili­ punto de vista, es la "posibilidad del
dad o, por lo menos, a la acción de la escándalo” (Die Krankheit zum Tode
sensibilidad sobre el entendimiento. ["La enfermedad a muerte”], II, B, B;
Ésta es la doctrina de Kant al respec­ trad. ital., Fabro, p. 347; cf. Diario, X1
to. Un juicio err neo —y el E., tanto A, 133).
como la verdad, puede hallarse sólo en
el juicio— es el que confunde la apa­ (ingl. eschatology; franc.
E s c a to lo g ía
riencia de la verdad con la verdad mis­ eschatologie; alem. Eschatologie; ital.
ma. Esta confusión no sería posible si escatologia). Término moderno que se
el hombre no tuviera más facultad aplica a la parte de la teología que con­
que la del entendimiento. Pero como sidera las fases “finales” o “extremas”
el hombre tiene sensibilidad además de de la vida humana o del mundo: la
entendimiento, no puede evitar la in­ muerte, el juicio universal, la pena o
fluencia oculta de la sensibilidad sobre el castigo ultramundanos y el fin del
el entendimiento. Y de esta influencia mundo. A veces los filósofos han adop­
nace la posibilidad de cambiar lo sub­ tado el témiino para indicar la consi­
jetivo, o sea la apariencia de la ver­ deración de los estadios finales del
dad por la verdad misma (Lógica, Intr., mundo o del género humano (cf. Re-
VII). Esta teoría kantiana vuelve a nouvier, Nouvelle Monadologie, 1899,
hacerse presente en algún filósofo con­ VII, 139-40).
temporáneo. Así por ejemplo, C. I. E s c e p tic is m o (gr. axsjctixil áycoYii; ingl.
Lewis considera que el E. se debe a la scepticism; franc. scepticisme; alem.
combinación de los datos mediatos de Skepticismus; ital. scetticismo). Con
la experiencia con sus interpretaciones este término, que significa búsqueda,
o integraciones habituales, de natura­ se entiende la tesis que enuncia que es
leza intelectual (Analysis of Knowledge imposible decidir acerca de la verdad
and Valuation, p. 26). o falsedad de una proposición cualquie­
En general, la teoría del E. no re­ ra. El E. nada tiene que ver con el re­
cibe mucha atención en la filosofía con­ lativismo o con las doctrinas que enun­
temporánea. Algunas corrientes de esta cian que todo es verdadero o que todo
4 2 4
i

E s c e p tic is m o

es falso, ya que tales doctrinas pre­ porque toda la naturaleza humana se


tenden precisamente suministrar el cri­ halla siempre enmedio entre el naci­
terio de decisión cuya existencia el E. miento y la muerte y no toma de sí
niega. Sexto Empírico definió con todo más que una apariencia oscura y som­
rigor la naturaleza del E., afirmando bría, una i n c i e r t a y débil opinión"
que su principio fundamental es el si­ (Essais, ed. Plattard, I, p.-399). Mon­
guiente: "A toda razón se opone una taigne tiene a la vista, sobre todo, el
razón de igual valor". Tal principio, en carácter del E. que los antiguos escép­
efecto, impide tomar partido por una ticos denominaron investigativo y que
afirmación cualquiera o su negación y, para él es experimental: "Si mi alma
por lo tanto, permite mantener la im­ pudiera tomar pie yo no me experimen­
perturbabilidad (Hip. Pirr., I, 12). El E. taría sino me resolvería, pero ella siem­
fue defendido en la Antigüedad por pre está en aprendizaje y en prueba"
tres diferentes escuelas filosóficas: (Ibid., III, 2, p. 29). Y el mismo signi­
1) por la escuela de Pirrón, a la ficado fundamental t i ene el E. de
cual explícitamente se li gaba Sexto P. Charron, que en su libro Sobre la sa­
Empírico (siglo n ) (véase pir r o n is m o ); biduría deriva del escepticismo una
2) por la Tercera Academia o Nueva sabiduría natural y racional que serena
Academia, cuyo sesgo escéptico fue la vida y que no se halla en contradic­
iniciado por Caméades de Cirene (si­ ción con la religión. Las mismas cosas
glo i i a. C.) que, aun admitiendo la im­ fueron dichas por Francisco Sánchez
posibilidad de decidir acerca de lo en el Quod nihil scitur (1581). Pero
verdadero o de lo falso, consideraba según se ve, éstas no son formas de
legítimo el uso de criterios de creencia auténtico escepticismo. Ni tal E. se
puramente subjetivos; vuelve a encontrar en el que fuera ex­
3) por un grupo de pensadores que plícito defensor de la “filosofía acadé­
florecieron desde el último siglo a. c. mica o escéptica" en el siglo x v iii , o
hasta el siglo n d. c., y cuyos principa­ sea David Hume. "El gran adversario
les representantes fueron Enesidemo del pirronismo o de los principios exa­
(siglo i a. c.), Agripa y Sexto Empírico. gerados del E. es la acción, la activi­
Estos pensadores adoptaron el E. rigu­ dad y las ocupaciones de la vida
roso de Pirrón. Enesidemo enunció común", d e c í a Hume (Inq. Cono.
diez modos para lograr la suspensión Underst., XII, 2). Poi lo tanto, oponía
del juicio y Agripa agregaba otros cin­ al E. exagerado o excesivo el E. miti­
co (véase tropos). Por fin, Sexto Em­ gado, que consiste en la "limitación
pírico, cuyas obras han llegado hasta de nuestras investigaciones a los obje­
nosotros, ha hecho valer sus instancias tos que mejor se adaptan a la restrin­
escépticas acerca de los principales te­ gida capacidad de la mente humana"
mas de la filosofía antigua y ha reafir­ (Ibid., XII, 3). Pero tal E. no se dis­
mado el carácter investigador, suspen­ tingue de la tendencia crítica de la
sivo y dubitativo del E. (Hip. Pirr., filosofía y, por lo tanto, no puede ser
I, 7). denominado escepticismo con toda pro­
El verdadero precedente histórico piedad.
del E. antiguo es la escuela eleomegá- En la filosofía moderna la función del
rica (véase megáricos ), la cual se com­ E. ha sido doble. En primer lugar, ha
place en enunciar los argumentos in­ servido a menudo como blanco polé­
solubles que representan casos típicos mico o hipótesis de reducción al ab­
de la imposibilidad de decidir acerca de surdo, a los filósofos que se proponían
la falsedad o la verdad de una tesis fundar cualquier doctrina dogmática.
(véase a n t in o m ia s ). En la historia pos­ En segundo lugar, ha servido como ban­
terior de la filosofía, el E. nunca ha dera contra determinadas filosofías.
vuelto a su forma clásica. La Edad Así A. E. Schulze opuso el E. de Hume
Media lo ignora completamente. En el al racionalismo de Kant en una obra
Renacimiento reflorece a través de las que intituló con el nombre del escép­
meditaciones de Montaigne, como una tico antiguo E n e s i d e m o (1792). De
de las experiencias fundamentales a las modo análogo G. Rensi apeló al E. en
cuales éste hiciera frecuente referencia. contra del idealismo hegeliano italiano
“No tenemos comunicación con el ser en los primeros decenios del siglo xx
425
E sc la v itu d
E sc o ce sa , e sc u e la
(Lineamenti di filosofía scettica, 1917). varón o hembra, por que todos sois
Pero el E. de Rensi fue una curiosa uno en Cristo Jesús” {Calatas III, 28)
mezcla con el materialismo {II mate­ y no es importante ser siervos o libres,
rialismo critico, 1934) y, por fin, con basta ser "liberto del Señor” (/ Corin­
el misticismo {Testamento filosófico, tios, VII, 21-22). Solamente los estoi­
1939). cos, en el mundo antiguo, condenaron
Acerca del E. antiguo, cf. Dal Pra, sin reservas la E.: "Sólo el sapiente
Lo S. greco, 1950. Acerca del E. rena­ es libre y los malvados son esclavos, ya
centista, cf. R. H. Popkin, en Review que la libertad no es más que la pro­
of Metaphysics, 1953 y la pertinente bi­ pia determinación y la E. es la ausencia
bliografía. de la determinación propia. Hay ade­
más otra E. que consiste en la sujeción
E s c la v itu d (gr. Smi/.EÍa; lat. servitudine; o en la compra y sujeción, a la que se
ingl. slavery; franc. esclavage; alem. contrapone el padronazgo, que tam­
Sklaverei; ital. schiavitü). Entre los bién es malvado” (Dióg. L., VIL 121).
filósofos, la justificación de la E. ha Junto a la negación de la E. como ins­
revestido siempre la misma forma: la titución social, los estoicos hicieron
E. es cosa útil no sólo al amo sino prevalecer el concepto de la E. como
al mismo esclavo. Éste es el motivo estado o situación mora!. Dijo Séneca:
por el que Aristóteles considera la E. " 'Son esclavos'. Sí, pero también hom­
como una de las divisiones naturales bres. 'Son esclavos’. Sí, pero también
de la sociedad, comparable a la que compañeros de habitación. 'Son escla­
existe entre hombre y mujer. En efec­ vos’. Sí, pero t a mb i é n h u mi l d e s
to, ya que existe' "el que está natural­ amigos. 'Son esclavos’. Sí, pero tam­
mente dispuesto al m a n d o” y "quién bién c o m p a ñ e r o s de esclavitud, si
está naturalmente dispuesto a ser man­ reflexionas que unos y otros están su­
dado” su unión es "lo que hace que jetos a los caprichos de la fortuna”
ambos puedan sobrevivir”. La misma {Ep., 47). Estos conceptos son repeti­
cosa (o sea la E.) es, por lo tanto, "ven­ dos de diferente manera en la litera­
tajosa tanto para el amo como para el tura romana, aunque no se encuentren
esclavo” {Pol., I, 2, 1252 a). El propio en el derecho romano codificado, aue
Santo Tomás repitió, citando a Aristó­ hacía del esclavo la "cosa” del amo.
teles, esta consideración: "Que este F,n el mundo moderno, fue la filosofía
hombre sea siervo, en lugar de ser lo iluminista la aue convirtió en absurda
otro, es algo que desde un punto de v repugnante la noción misma de E.:
vista absoluto no tiene una razón na­ la defensa de la noción de igualdad
tural, sino solamente la razón de algu­ que llevó a cabo significa precisamen­
na utilidad, ya que es útil para el es­ te la condena de la E. en todas sus
clavo el ser gobernado por uno más f o r m a s y grados (cf., por ejemplo,
sabio y es útil a este último el valerse Vol t ai re, Dictionnaire philosophique,
del esclavo” (S. Th., II, 2, q. 57, a. 3, 1764, artículo "Egalité”).
ad. 2°). La ilustración de la figura sier­
vo-amo que diera Hegel en la Fenome­ (ingl..scottish school;
E sc o c e sa , e sc u e la
nología del espíritu obedece al mismo franc. écolc écossaise; alem. schotti-
espíritu de justificación. El señor es sche Schule; ital. scuola scozzese). Gru­
la conciencia de sí del siervo y el sier­ po de filósofos escoceces que compren­
vo es el instrumento que elabora los de a Thomas Reid (1710-96), Dugald
objetos para que el señor los goce y Stewart (1753-1828), T h o m a s Brown
también participe de la misma manera (1778-1820), W i l l i a m Hamilton (1788-
y por mediación del goce del objeto, 1856) y Henry Mansel (1820-71), cuyas
tanto como el amo participa por me­ doctrinas fundamentales son: 1) la ape­
diación de la producción del objeto lación al sentido común para garantizar
(Phanom. des Geistes, I, IV, A; trad. algunas verdades teóricas y morales
ital., pp. 168 ss.). que se consideran fundamentales para
Por lo demás el cristianismo nulificó el hombre {véase sentido c o m ú n ) ; 2) el
la E. y, en cierta manera, también su realismo natural, o sea la teoría que
condenación. Ya que "no hay ya judío enuncia que el objeto inmediato del
o griego, no hay siervo o libre, no hay conocimiento no es la idea (como se
426
Escolástica

consideraba desde Descartes a Hume), Suelen distinguirse tres grandes pe­


sino la cosa externa misma. Véase riodos en la E. medieval; 1) la alta E.
REALISMO. que va d e s d e el siglo ix h a s t a el
final del siglo xn y se caracteriza
Escolástica (ingl. scholasticism; franc. por la conf i a nza en la armonía in­
scólastique; alem. Scholastik; ital. sco- trínseca y sustancial de fe y razón
lastica). 1) En sentido estricto, la fi­ y en la c oi nc i de nc i a de sus resul­
losofía cristiana de la Edad Media. Se tados; 2) el florecimiento de la E. que
denominó scholasticus en los primeros se extiende desde el siglo x i i i hasta
siglos de la Edad Media al maestro de los primeros años del siglo xiv, que
artes liberales y más tarde al docente es la época de los grandes sistemas en
de filosofía o teología que, al princi­ la cual el acuerdo entre fe y razón se
pio, dictaba sus lecciones en la escuela considera como algo parcial, sin que,
del claustro o de la catedral y después a pesar de ello, se considere posible su
en la universidad. E. significa, por lo contradicción; 3) la disolución de la
tanto, y al pie de la letra, la filosofía E. que abarca desde los primeros de­
de la escuela. Y como las formas de cenios del siglo xiv hasta el Renaci­
enseñanza medieval eran dos: la lec- miento, durante la cual el tema fun­
tio, que consistía en el comentario de damental es precisamente la oposición
un texto, y la disputatio, que consistía entre fe y razón.
en el examen de un problema a tra­ Este concepto de la E. se inicia con
vés de la discusión de los argumentos la obra fundamental de M. Grabman,
que se pueden aducir en pro y en con­ Die G e s c h i c h t e der Scholastischen
tra, la actividad literaria adquirió en Methode ("Historia de los métodos es­
la E. de preferencia la forma de Co­ colásticos”) (1909, reimpr. 1956). No
mentarios o de colecciones de proble­ han faltado las tentativas de conside­
mas. Véase c u e s t ió n ; problema . rar a la E. como una síntesis doctrina­
El problema fundamental de la E. es ria completa en la cual confluyen y se
el de llevar al hombre hacia la com­ confunden las contribuciones individua­
prensión de la verdad revelada. La E. les (por ejemplo, por parte de De Wulf,
es el ejercicio de la actividad racional Histoire de la philosophie médiévale,
(o en la práctica, el uso de una filo­ 1900, y ed. sucesivas' Pero estos in­
sofía determinada, neoplatónica o aris­ tentos no tienen base histórica y se
totélica) con la finalidad de llegar a reducen a eliminar de la E. a un gran
la verdad religiosa, demostrarla o acla­ número de autores escolásticos y a es­
rarla en los límites de lo posible y tablecer, entre los demás, concordan­
dotarla de un arsenal defensivo contra cias y uniformidades f i c t i c i a s (cf.
la incredulidad y las herejías. La E., Abbagnano, Storia della fil., 2“ ed., 1958,
por lo tanto, no es una filosofía autó­ I, § 171, y bibliografía pertinente).
noma, como lo fue la filosofía griega, 2) Por extensión se puede denomi­
por ejemplo, y su dato o límite es la nar E. a toda filosofía que tome como
doctrina religiosa, el dogma. En su tarea la aclaración y defensa racional
misma tarea no se confía sólo a las de una determinada tradición o revela­
fuerzas de la razón, sino que llama en ción religiosa. En esta tarea una E.
su ayuda a la propia tradición religio­ utiliza por lo g e ne r a l u n a filosofía
sa o filosófica mediante el uso de las ya establecida y famosa y de tal ma­
denominadas auctoritates. Auctoritas nera, en este sentido, la E. es la uti­
es la decisión de un concilio, una sen­ lización de una determinada tradición
tencia bíblica, la sententia de un Pa­ religiosa (véase filo so fía ). En este sen­
dre de la Iglesia o también la de un tido generalizado, las E. son muchas,
gran filósofo pagano, árabe o judío. El tanto en la Antigüedad como en el
recurso a la autoridad es la manifes­ m u n d o moderno. En la Antigüedad
tación típica del carácter común y su- fueron E. el neoplatonismo, el neopita-
perindividual de la investigación E., gorismo, etc. En la Edad Media fue­
en la que el hombre en particular quie­ ron E. la filosofía de los árabes y de
re sentirse apoyado de continuo por la los judíos. En el mundo moderno es
responsabilidad colectiva de la tradi­ una E. la filosofía de Malebranche, la
ción eclesiástica. de Berkeley, la de la derecha hegelia-
427
E sc o rz o
E se n c ia
na de Rosmini, de muchos espiritua­ formas y más precisamente del super­
listas, etc. ponerse un número indefinido de for­
mas en el mismo compuesto;
Escorzo (alem. Abschattung). Término 5) el voluntarismo, o sea la doctrina
adoptado por Husserl para indicar el de la primacía de la voluntad, que
modo parcial y aproximado con el cual Duns Scoto comparte con Enrique de
la cosa extema se da a la conciencia Gante. Véase voluntarism o .
perceptiva. "El mismo color aparece
‘en’ multiplicidades continuas de mati­ (ingl. scruple; franc. scru-
E s c r ú p u lo
ces de color. Cosa análoga hay que pule; alem. Skrupel; ital. scrupoto).
decir de toda cualidad sensible y tam­ Duda para obrar, debido a una valora­
bién de toda forma espacial. Una y ción incierta de la situación, esto es,
la m i s m a f o r m a (dada en persona por el hecho de no saber si la acción
como la misma) aparece continuamen­ proyectada es correcta o incorrecta.
te ‘en otro modo’, en distinto escorzo Tal es el significado de la palabra en
de la forma. Esto es una necesidad y frases como "Ha tenido un E .” o bien
patentemente de alcance más general” "Obrar sin E ".
(Ideen, I, § 41). Escrupulosidad, por otro lado, signi­
fica la actitud del que se suscita a sí
E s c o tis m o (ingl. scotism; franc. scotis- mismo E. con el fin de realizar mejor
me; alem. Scotismus; ital. scotismo). un trabajo o desarrollar con mayor
La doctrina de Juan Duns Scoto o Es­ cuidado una actividad 'cualquiera.
coto (1266-1308) y de sus discípulos,
c a r a c t e r i z a d a por los siguientes Esencia (gr. t í écmv; lat. essentia; ingl.
puntos: essence; franc. essence; alem. Wesen;
1) la doctrina del carácter práctico ital. essenza). Por lo general, se en­
de la ciencia teológica, que no conten­ tiende por este término toda respuesta
dría verdades teóricas, sino sólo re­ a la pregunta: ¿qué es? En las si­
glas para la conducta humana con mi­ guientes expresiones, por e j e m p l o :
ras a la salvación ultramundana; "¿Qué fue Sócrates? Un filósofo”, “¿Qué
2) la afirmación de la indemostrabi­ es el azúcar? Algo blanco y dulce”,
lidad de un número relevante de pro­ "¿Qué es el hombre? Un animal racio­
posiciones filosó*” :as y teológicas. Ya nal”, las respuestas "un filósofo”, "algo
Duns Scoto consideraba imposible de­ blanco y dulce”, "un animal racional”,
mostrar, por ejemplo, todos los atribu­ expresan la E. de las cosas a que se
tos de Dios o la inmortalidad del alma. hace referencia en las respectivas pre­
En el escrito que se le atribuye (aun guntas. Alguna de estas respuestas se
cuando sea de dudosa autenticidad), limita simplemente a indicar una cua­
intitulado Theoremata, otras muchas lidad del objeto (por ejemplo, la de
proposiciones teológicas son declaradas ser blanco y dulce) c un carácter
indemostrables; (como el ser filósofo) que el objeto po­
3) la doctrina de la univocidad del dría también no tener. Alguna otra, la
ser, que el E. sostiene en polémica con que afirma que el hombre es un ani­
el tomismo, según la cual la metafísica mal racional, por ejemplo, parece indi­
es la ciencia suprema, pues tiene por car algo más, o sea un carácter que
objeto al ser en general, o sea tanto el cualquier cosa denominada “hombre”
de las criaturas como el de Dios; no puede dejar de poseer y que, por lo
4) la doctrina de la individuación, tanto, es un carácter necesario del ob­
que considera la individuación misma jeto definido. En este último caso la
como última determinación de la for­ respuesta a la pregunta: ¿qué es? enun­
ma, de la materia y de su composición, cia no simplemente la E. de la cosa
esto es, como la haecceitas (véase i n ­ misma, sino su E. necesaria o su sus­
d iv id u a c ió n ). Esta doctrina fue inter­ tancia y se puede considerar justo
pretada por la escuela de Scoto, en como definición de ésta. Por lo tanto,
polémica con la doctrina tomista que se debe distinguir: 1) la E. de una
enuncia que la individuación depende cosa, que es cualquier respuesta que se
de la materia signada, en el sentido de pueda dar a la pregunta: ¿que es?; 2)
que la individuación depende de las la E. necesaria o sustancia, que es la
428
Esencia

respuesta (a la misma pregunta), que a todas las respuestas que pueden dar­
enuncia lo que la cosa no puede dejar se a la pregunta ¿qué es? Si un hom­
de ser y es el por qué de la cosa mis­ bre responde a la pregunta "¿Qué es
ma, como cuando se dice que el hombre lo que eres?” : "Un músico”, su res­
es un animal racional y se quiere decir puesta no expresa en verdad lo que es
que el hombre es hombre porque es ra­ por sí mismo, siempre y necesariamen­
cional. Los principios fundamentales ex­ te, o sea en su sustancia. En efecto,
puestos fueron establecidos por vez pri­ podría muy bien no ser músico y ha­
mera por Aristóteles, que es el fundador biendo comenzado a serlo puede cesar
de la teoría de la E., como también es de serlo. Pero si responde que es "ani­
el fundador de la teoría de la sustancia. mal racional”, entonces expresa aque­
Es cierto que Aristóteles encontró pre­ llo que no puede no ser o que es nece­
cedentes de esta teoría en Platón, que sariamente como hombre. Expresa, por
a su vez la tomó de Sócrates. "Mien­ lo tanto, lo que Aristóteles denomina
tras te rogaba definir la virtud inter­ to ti en einai (quod quid erat esse):
na —reprochaba Sócrates a Menón— tú que es la sustancia misma considerada
te cuidas bien de decirme qué es lo fuera de su aspecto material (Met.,
que ella es y afirmas que toda acción VII, 7, 1032 b 14). Esta segunda res­
es virtud si es hecha con una parte puesta es la única que puede valer
de virtud, casi como si hubieras ya como una definición de la E. del hom­
dicho qué es la virtud en su totalidad bre, en tanto que todas las demás
y yo la debiera reconocer luego de determinaciones que pueden ser dadas
h a b e r l a tú reducido a fragmentos" por la E. no valen como definición
(Aien., 79 b). En tales palabras, la exi­ porque no expresan lo que el hombre
gencia de que Menón diga qué es la es de suyo o necesariamente (Ibid.,
virtud en su totalidad, es la exigencia VII, 4, 1029 b 13). También, por lo tan­
de enunciar la E. necesaria, o lo que to, sólo la E. necesaria o sustancia es
la virtud no puede dejar de ser en cual­ el verdadero objeto del saber o de la
quier circunstancia. Ésto es, justo, lo ciencia. En esto apoya Aristóteles la es­
que Aristóteles denominará sustancia. tructura necesaria de la realidad, lo que
Pero no toda E., o sea no toda res­ constituye el objeto específico de su
puesta a la pregunta ¿qué es?, es una teoría de la sustancia (véase).
definición de este tipo. Dice Aristóte­ Las precedentes consideraciones nos
les: "Quien indica la E., a veces in­ muestran cómo la teoría de la E., aun
dica la sustancia, a veces una cualidad, siendo diferente de la de sustancia,
a veces una de las otras categorías. puede conducir a ella y ser considerada
Cuando refiriéndose a un hombre se como su propedéutica. Por lo tanto, no
dice que es un hombre o un animal, nos debe asombrar que en la historia
se entiende su E. como sustancia. Cuan­ sucesiva del término, su significado
do, en cambio, refiriéndose al color haya sido a menudo identificado con
blanco se dice que es blanco o es un el de E. sustancial o sustancia. Tam­
color, se entiende la E. como cualidad. bién el lenguaje común, en el cual se
Igualmente si se hace referencia al sedimenta a menudo el significado fi­
tamaño de un codo, afirmando que es losófico de una larga tradición, adopta
el tamaño de un codo, se entiende que el término casi exclusivamente en el
su E. es cantidad. Y lo mismo puede sentido de E. necesaria. Así, pues, será
decirse en los otros casos” ( Tóp., I, 9, preciso distinguir los dos significados
103 b 27). Por otra parte Aristóteles enunciados, que el mismo Aristóteles
opone precisamente la E. sustancial a ha ilustrado perfectamente, a saber:
la E.: "El enunciado —dice— siempre 1) la E. como respuesta a la pregunta
concierne a algo, como también la afir­ ¿qué es?; 2) la E. como sustancia.
mación, y siempre es verdadero o fal­ 1) El significado general y fundamen­
so ; el entendimiento, en cambio, no tal del término puede ser admitido y
es tal sino que es verdadero si enuncia adoptado también por los filósofos que
a la E. según la E. sustancial, y no es no comparten la teoría de la sustancia.
verdadero si la enuncia con relación Pero los estoicos, que no admitieron
a alguna cosa” (De An., III, 6 430 b 26). la teoría de la sustancia, evitaron tam­
Con ello no pone en el mismo plano bién (según nos consta) el término E.
429
Esencia

La definición no m a n i f i e s t a para posición, o sea como cópula de los otros


ellos la E. de una cosa, sino que fue dos], significa una determinada com­
definida por Crisipo como “respuesta” posición del predicado con referencia
(apódosis). Con esto quisieron dar a al sujeto, por la cual el sujeto y el
entender que cualquier respuesta a la predicado son para el mismo objeto”
pregunta ¿qué es? puede ser tomada (Log., I, 6 ). Tal doctrina será más tar­
como definición de aquello acerca de de repetida con frecuencia en el curso
lo cual se pregunta. Y, en efecto, dije­ del siglo xiv (cf., por ejemplo, Buridán,
ron que la descripción "es un discur­ Sophismata, cap. 2, concl. 10), pero es
so que conduce a la cosa a través de Occam quien nos demuestra claramen­
sus improntas” (Dióg. L., VII, 1, 60), te el significado al mismo tiempo po­
viendo de tal manera en los enuncia­ lémico y positivo. "Proposiciones como
dos lingüísticos un modo de orientarse 'Sócrates es hombre’ o 'Sócrates es ani­
frente a las cosas mismas, y no la mal’ —dice Occam— no significan que
expresión de la sustancia de las cosas. Sócrates tiene humanidad o animali­
Desde este punto de vista, tampoco dad, ni significan que la humanidad
aparece la posibilidad del paso de la o la animalidad están en Sócrates, ni
teoría de la E. a la teoría de la sustan­ que en Sócrates esté el hombre o el
cia. Cualquier proposición o enunciado animal, ni que el hombre o el animal
no expresa nada que pueda referirse a sean una parte de la sustancia o de la
la sustancia ni, por lo tanto, declararse E. de Sócrates o una parte del con­
esencial o accidental con respecto a cepto de la sustancia de Sócrates. Sig­
ella, o de duc i bl e o no deducible nifican solamente que Sócrates es en
de ella, sino que expresa simplemente realidad un hombre y es en realidad
un estado de hecho que, si es como se animal, no en el sentido de que Sócra­
afirma, confirma la proposición y, en tes sea este predicado ‘hombre’ y este
cambio, si no lo es, la hace falsa. Por predicado ‘animal’, sino en el sentido
ejemplo, la proposición "es de día” de que es algo en lo cual se hallan tan­
es verdadera si es de día, pero falsa en to el predicado hombre como el pre­
caso c o n t r a r i o (Dióg. L., VII, 65). dicado animal: como cuando sucede
En otros términos, la relación predica­ que estos dos predicados se hallan en
tiva (o el significado predicativo de Sócrates" (Summa Log., II, 2). Esta
ser [véase]) del ser entendido, desde contraposición de la teoría de la supo­
este punto de vista, no como una rela­ sición con la teoría de la inherencia
ción de inherencia o de propiedad o no es más que un aspecto de la contra­
como cualquier relación que implique posición de la teoría de la E. a la
conexión sustancial o necesaria, sino teoría de la sustancia. Y tal oposición
como una relación de hecho que remi­ es en realidad la misma que la impos­
te a la identidad comprobable entre el tación de la lógica estoica y de la
objeto significado por el sujeto y el sig­ lógica aristotélica: la primera fundada
nificado por el predicado. Cuando, a en la enunciación de las situaciones de
partir del siglo xm, la dirección estoica hecho ("Es de día” es cierto en caso
de la lógica que hasta ese momento de ser día), la segunda fundada en
había estado más o menos obliterada la posibilidad de enunciación de la sus­
por la dirección aristotélica comenzó a tancia (“El hombre es animal racio­
tener la mejor parte, dando lugar a lo nal” porque la racionalidad es la E.
que se denominara la lógica nova o ter- necesaria del hombre).
minista (en contraste con la lógica ve­ Tras lo expresado, es fácil seguir las
tas aristotélica), el significado de la etapas salientes de esta línea de inter­
cópula fue explícitamente definido en pretación de la noción de E. en la filo­
contraste con el significado que había sofía moderna y contemporánea. El
sido atribuido a la cópula por la teoría problema que plantea la desvinculación
de la sustancia. Así Alberto de Sajorna, de la doctrina de la E. de la sustancia,
después de haber distinguido el signi­ es el de la posibilidad de una cierta
ficado existencial y el significado pre­ jerarquía entre las determinaciones que
dicativo del verbo ser, dice a propósito se atribuyen a una entidad cualquiera,
de este último: "Cuando el verbo está dado que ninguna de tales determina­
como tercer constituyente [de la pro­ ciones se puede considerar necesaria.
430
Esencia

Por ejemplo, parece que la "racionali­ de un término se dice pertenecer a la


dad’' está implícita en el significado E. de la cosa nombrada. Sin duda no
de la palabra “hombre” más de lo que tiene significado hablar de la E. de una
en ella está implícita la determina­ cosa, salvo en lo referente a ser deno­
ción de “bípedo”. Pero ¿cómo puede minada por un t é r mi n o particular"
ser así si no existen determinaciones (Analysis of Knowledge and Valuation,
necesarias o sustanciales? (Si, por lo p. 41). Y Quine, subrayando la diferen­
tanto, no se puede decir que la racio­ cia entre la doctrina aristotélica de la
nalidad es “inherente” al hombre.) La E, como sustancia y la "doctrina del
respuesta que la teoría de la E. da a significado”, observa: "Desde este últi­
este problema está contenida en la no­ mo punto de vista, se puede conceder
ción de E. nominal. Así Hobbes, por (aunque sólo sea por mor de la dis­
ejemplo, dice que la E. es simplemente cusión) que la racionalidad está implí­
"el carácter (el accidens) por el cual cita en el significado de la palabra
damos al objeto su nombre” (De corp., ‘hombre’ en tanto el tener dos piernas
8 , §23). Esta doctrina fue expuesta y no lo está, pero el tener dos piernas pue­
defendida por Locke, y por él resultó de al mismo tiempo ser considerado
dominante en la filosofía de la Ilustra­ como implícito en el significado de
ción. Locke dice que la E. "no es sino ‘bípedo’ en tanto la racionalidad no lo
la idea abstracta a la cual va anejo el está. Desde el punto de vista de la doc­
nombre [de una clase o especie], de trina del significado, no tiene sentido
manera que todo cuanto esté conteni­ decir, con referencia a un individuo
do en esa idea es lo esencial en esa real, que es al mismo tiempo hombre
clase”. Y agrega: “Ésta, aunque sea y bípedo, que su racionalidad es esen­
toda la E. de las sustancias naturales cial y el tener dos piernas, accidental
de que tenemos noticia, o por la cual o viceversa. Para Aristóteles las cosas
las distinguimos en clases, la llamo, a tienen E., pero sólo tienen significado
pesar de eso, por un nombre peculiar, las formas lingüísticas. El significa­
a saber: la E. nominal, a fin de dis­ do es lo que la E. resulta al divorciarse
tinguirla de aquella constitución real del objeto de referencia y unirse a la
de las sustancias, de la cual dependen palabra” (From a Logical Point of View,
esa E. nominal y todas las propiedades II, 1). Por otra parte Camap, no obs­
de esa clase o especie, la cual, por lo tante utilizar ampliamente la noción
tanto [o sea la constitución de las sus­ de E. y hablar más Dien de “E. cons­
tancias] puede llamarse la E. real" (Es- titutivas", reducía, en la Estructura
say, III, 6 , 2). La E. real es la sustan­ lógica del mundo (1928), el significado
cia, en el genuino sentido aristotélico, o de la E. de un objeto al criterio de
sea la constitución de las partes de verdad de las proposiciones de las cua­
materia de que dependen todas las cua­ les pueden entrar a formar parte los
lidades o caracteres de una realidad y signos de tal objeto (Aufbau, §161). La
su unión (Ibid., III, 6 , 9), pero tal E. teoría de la E. se puede considerar, por
real es, según Locke, inaccesible al lo tanto, como enteramente resuelta
hombre. La doctrina de la E. nominal en la del significado (véase). Actual­
ha sido la base de la lógica moderna. mente por E. no se entiende sino la
Stuart Mili la repite diciendo: "Una regla del uso correcto de un término.
proposición esencial es aquella que es Aun cuando el uso que del término
puramente verbal; que afirma acerca E. ha hecho Santayana no tenga como
de una cosa bajo un nombre particular punto de mira una teoría del signi­
sólo aquello que es afirmado por ella ficado, vuelve a relacionarse con este
por el hecho mismo de llamarla con significado. Las E. son los objetos de
ese nombre y que, por lo tanto, no da la actividad cognoscitiva; constituyen
ninguna información o la da sólo con un reino infinito del que forma parte
referencia al hombre, no con referen­ todo lo que puede ser percibido, imagi­
cia a la cosa” (Logic, I, VI, §4). Esta nado, pensado o, de alguna manera,
doctrina es repetida con pocas varian­ experimentado; no existen en ningún
tes en la lógica contemporánea. "Tra­ espacio o tiempo, no tienen sustancia
dicionalmente —dice C. I. Lewis— todo ni partes ocultas, pero su ser se re­
atributo requerido para la aplicación suelve en su aparecer (The Realm of
431
Esencia y existencia

Essence ["El reino de la esencia”], filósofos por el nombre de quididad;


1927; trad. esp. en Los reinos del ser, y éste es el motivo por el cual el filó­
México, 1959, F. C. E.). Las E. constitu­ sofo en el libro VII de la Metafísica
yen uno de los términos del dualismo con frecuencia nombra el quod quid
metafísico de Santayana, el otro tér­ erat esse, es decir, aquello por lo cual
mino es la existencia, que identifica algo es lo que es.” La quididad, agrega
con la materia. Pero justo por ser Santo Tomás, también es denominada
completamente distintas de la existen­ forma, o naturaleza., entendiéndose por
cia y, por lo tanto, de toda forma o este último término "la E. de la cosa
de energía, las E. no se concatenan según el orden o el ordenamiento que
entre sí y no implican necesidad al­ ella tiene en su propia operación, en
guna ni ninguna forma de ser, sino cuando ninguna cosa está privada de
que siguen siendo puros objetos de in­ su propia operación. El nombre de qui­
tuición. Esta doctrina de las E. de didad, en cambio, se toma por lo sig­
Santayana se puede considerar como nificado por la definición; el nombre
la utilización metafísica última de la de E., en cambio, significa que por
teoría de la esencia. ella y en ella la cosa tiene el ser"
2) La teoría de la E. como sustancia (De ente et essentia, 1). Esta última
puede ser caracterizada como la que distinción no es considerada firme por
restringe el uso de la palabra E. para Santo Tomás quien, por lo demás, en­
indicar la E. necesaria o sustancial. tiende por E. "precisamente lo signi­
Aristóteles, según se ha visto, no ha­ f i cado por la definición” (S. Th., I,
bía identificado las dos cosas, aun q. 29, a. 2). Pero estas determinaciones
cuando se pueda decir que para él la tomistas han seguido siendo, por si­
"ver da de r a " E. de una cosa, o sea glos, fundamento de toda teoría de la
la que la define en su modo de ser, sustancia. Esta teoría debe ser tratada
es la E. necesaria. La identificación en sí misma y para ello véase su sta n cia .
de E. y sustancia ya se encuentra en Aun cuando no conduzca a una teo­
Plotino, quien la refiere al estado de ría dé la sustancia, el uso que Husserl
las cosas en el mundo inteligible, o hace del término E. se liga a este
sea en el notts divino, pero no sola­ segundo significado de ella. “Ante todo
mente a tal estado. "Aquí —dice— todo —dice Husserl— designo E. lo que se
está en la unid 3, de tal manera son encuentra en el ser autárquico de un
idénticos la cosa y el porqué de la individuo constituyendo lo que él es.
cosa... ¿Qué cosa, en efecto, podría Pero todo ‘lo que' semejante puede
impedir esta identidad e impedir que 'trasponerse en idea’. Una intuición
constituya la sustancia de cada ser? empírica o individual puede convertir­
Así es necesariamente como lo ven se en intuición esencial (ideación) —po­
aquellos que intentan comprender la E. sibilidad que por su parte no debe
necesaria" (E n n VI, 7, 2). Santo To­ considerarse como empírica, sino como
más, en el siglo x iii , al intentar aclarar esencial. Lo intuido en este caso es la
la confusa terminología de la que se correspondiente E. pura o eidos, sea
servía la filosofía medieval hasta ese la suma categoría, sea una división
momento para traducir los términos de la misma, hasta descender a la ple­
aristotélicos, estableció los significados na concreción" (Ideen, I, §3). Para
siguientes, que implican la reducción Husserl la E. es la E. necesaria o sus­
de la doctrina de la E. a la de la sus­ tancial de Aristóteles y tal E. es apre­
tancia. "E. —decía— significa cual­ hendida mediante un acto de intuición
quier cosa común a todas las natura­ análogo a la percepción sensible (Ibid.,
lezas por las que entes diferentes son §23). Quizá esta utilización de Husserl
colocados en diferentes géneros y espe­ sea la más moderna del viejo concepto
cies, como la humanidad es la E. del aristotélico de E. sustancial. Véase
hombre y así sucesivamente. Pero ya DEFINICION; SER.
que aquello por lo cual la cosa se cons­
tituye en el propio género y en la pro­ E s e n c ia y e x is te n c ia (lat. essentia et
pia especie es lo que se entiende como esse, essentia et existentia; ingl. essen­
la definición que indica lo que la cosa ce and existence; franc. essence et exis-
es, el nombre E. fue cambiado por los tence; alem. Wesen und Existenz; ital.
432
Esencia y existencia

essenza ed. esistenza). La distinción Esta doctrina de la distinción real


real entre E. y existencia es una de ha sido considerada a menudo como de
las doctrinas típicas de la escolástica ascendencia aristotélica. En realidad
del siglo xm . Fue expuesta por vez pri­ nada tiene de aristotélica y, más aún,
mera por Guillermo de Auvemia en su contradice directamente uno de los cá­
De trinitate (compuesto entre los años nones fundamentales de la filosofía
1223 y 1228). Sus creadores fueron los de Aristóteles, precisamente, al que
árabes neoplatónicos y especialmente identifica el ser o la existencia con el
Avicena (siglo xi) que la expuso en su acto y al acto con la forma, ya que no
Metafísica (II, 5, 1). Maimónides la hay forma que no sea acto, o sea que
adaptó, a su vez, modificándola en el no exista (la forma es la existencia:
sentido de reducir la existencia a un véase a c to ; f o r m a ). En realidad la doc­
simple accidente de la E. (Dahalat trina fue introducida y adoptada con
al Hairin [Guía de los descarriados1; finalidades diferentes, que nada tienen
trad. franc.: Guide des égarées, Munk, que ver con el aristotelismo. Avicena
pp. 230-33). Pero fue Santo Tomás el la introdujo como elemento de la doc­
que dio a la doctrina su me¡ r expre­ trina de la necesidad universal. Dios
sión, retrayéndola al significado que es necesario "en sí mismo” porque en
había recibido de Avicena y negando él la E. implica la existencia; las cosas
que la existencia sea un simple acci­ finitas son necesarias "por otra” razón,
dente (Quodl., q. 12, a. 5). Por lo tanto, porque sus E. no implican la existen­
es oportuno exponer la doctrina misma cia, sino que existen solamente en vir­
en la forma que le dio Santo Tomás. tud de la necesidad divina. De tal
Santo Tomás entiende la E. en el manera, todo es necesario (cf. A. M.
significado 2), o sea como E. necesaria Goichon, La distinctkm de Vessence
o sustancial. Es la "quididad” o "natu­ et de Vexistence d’aprés Ibn-Siná, 1937).
raleza” que comprende todo lo expre­ En cambio, Santo Tomás se sirve de la
sado en la definición de la cosa; por misma distinción para señalar la dife­
lo tanto, no sólo la forma, sino tam­ rencia entre el ser de Dios y el ser de
bién la materia. Así, por ejemplo, la las criaturas, diferencia que expresa
E. del hombre, definido como “animal con el principio de la analogía del ser
racional”, comprende no sólo la racio­ {véase a n a lo g ía ), haciendo de tal ma­
nalidad (que es la forma) sino también nera que el ser mismo de las cria­
la animalidad (que es materia). De la turas, al resultar una cosa extraña a
E. así entendida se distingue el ser o su E., requiera la intervención crea­
la existencia de la cosa definida; ser dora de Dios. En otros términos, Avi­
o existencia que es algo diferente a cena vio en la distinción entre E. y exis­
la E., porque se puede saber qué {quid) tencia un instrumento para la defensa
es el hombre o el fénix, por ejemplo, del principio: “Todo lo que existe exis­
sin saber si el hombre o el fénix exis­ te por participación en el ser y este ser
ten, o sea sin saber nada acerca del ser es Dios.” La doctrina de la distinción
o de la existencia de la cosa definida real incluye dos tesis diferentes pero
{De ente et essentia, 3). Sustancias relacionadas: a) el ser y la E. están
tales como el hombre o el fénix resul­ separados en las criaturas; b) el ser
tan, por lo tanto, compuestas de la E. y la E. son idénticos en Dios. Ahora
(materia y forma) y de la existencia, bien, incluso los que no aceptan la dis­
separables entre sí; en ellos la E. y la tinción real y, por lo tanto, niegan la
existencia se encuentran entre sí como proposición a), a d mi t e n la proposi­
la potencia y el acto: la E. es potencia ción b) como la definición misma de
con respecto a la existencia, la exis­ Dios. Así lo hizo Averroes en contra
tencia es el acto de la E. Solamente de Avicena {Met., IV, 3) y Duns Scoto
en Dios, en cambio, la E. es la misma en contra de Santo Tomás {Rep. par.,
existencia, porque Dios "no sólo es su IV, d. 7, q. 2, n. 7). Occam, en cambio,
E. sino también su propio ser”, ya que negó tanto la primera como la segunda
de otra manera existiría por partici­ de las proposiciones. Con referencia a
pación, como las cosas finitas y no la primera afirma: “La E. no es dife­
sería el ser primero y la causa prime­ rente al ser o al no ser más de lo que
ra (S. Th„ I, q. 3, a. 4). no lo es la existencia, ya que como la
433
E s e n c ia l
E s f e ra
E. puede ser o no ser, de igual ma­ a’. El ‘qué es’ (essentia) de este ente,
nera la existencia puede ser o no ser. hasta donde puede hablarse de él, tiene
Por lo tanto, los dos términos signifi­ que concebirse p a r t i e n d o de su ser
can absolutamente la mi s ma cosa” (existentia)” (Sein und Zeit, §9; trad.
(Quodl., II, 7). Con respecto a la se­ esp.: El ser y el tiempo, México, 1962,
gunda, afirma que la existencia no F. C. E.). Esta "primacía de la exis­
puede estar contenida analíticamente tencia sobre la E.” no significa para
en la E. de Dios, porque se predica no Heidegger ni la separación real de los
sólo con referencia a Dios sino también elementos, que para la escolástica era
a toda otra cosa real y, por lo tanto, es propia de las criaturas, ni su identidad
más extensa que la E. de Dios y no pue­ real, que para la escolástica era pro­
de resultarle intrínseca (In Sent., I, pia de Dios; significa sólo que el modo
d. 3, q. 4, G). de ser del hombre, que es la existen­
La distinción entre E. y existencia cia, no se puede aclarar ni comprender
perduró como propia de la doctrina sino partiendo del hecho de que el
escolástica tradicional, y aun en la fi­ hombre existe; por lo tanto, existe en
losofía moderna y contemporánea sólo el mundo y entre los otros entes. Véa­
es adoptada por doctrinas que se elabo­ se EXISTENCIA.
ran a partir de aquélla, sobre todo en
la elaboración de sus conceptos teo­ (ingl. essential; franc. essen-
E s e n c ia l
lógicos. Fuera del uso teológico, la dis­ tiel; alem. wesentlich; ital. essenziale).
tinción fue adoptada por Hartmann en Este adietivo reviste, además de los
la filosofía contemporánea como uno dos significados relativos a esencia, el
de los fundamentos de su ontología. más común y genérico de "importan­
"En todo ente —dice— hay un mo­ te”. Tal es el significado del término
mento de 'ser ahí’ (Dasein). Por ést e en expresiones tales como “carácter
hay que entender el nudo 'que algo E.”, "cualidad E.”, etc., que la mayoría
es’. Y en todo ente hay un momento de las veces no hacen referencia a
de 'ser así’ (Sosein). En éste cuenta los significados específicos de "esen­
todo lo que constituye su determina­ cia”, sino que intentan solamente sub­
ción o especificación, todo lo que tiene rayar la importancia que un carácter,
de común con otros o aquello por lo una cualidad, etc., posee desde un de­
que se diferencia de otros, en resumen terminado punto de vista.
todo 'qué es alfeO' ” (Zur Grundlegung
der Ontologie, 2? ed., 1941, p. 92; trad. (ingl. essentialism; franc.
E s e n c ia lis m o
esp.: Ontología, I, Fundamentos, Méxi­ essentialisme; alem. Essentialismus;
co, 1954, F. C. E., p. 106). Aun cuando ital. essenzialismo). K. Popper ha de­
Hartmann intenta distinguir el signifi­ nominado E. metodológico a "la corrien­
cado del término que adopta —Sosein te de pensamiento introducida y defen­
('ser así’)— del significado tradicio­ dida por Aristóteles, que sostiene que
nal de essentia, tal significado coin­ la investigación científica debe pe­
cide con el que la tradición escolástica, netrar hasta la esencia de las cosas
y en especial el tomismo, atribuía a la para poderlas explicar” (The Poverty
quididad (quod quid erat esse) expre­ of Historicism, 1944, §10).
sada por la definición. Hartmann ad­ E s e n ia , véase JUDAICA, FILOSOFÍA.
mite también la distinción real entre
E. y existencia y considera la E. como E s f e ra (gr. ocpaíoa, ocpaípo?; lat. globus ;
posibilidad y la existencia como su ingl. globe-, franc. globe; alem. Spháre-,
e f e c t i v i d a d (Ibid., p. 95; trad. esp., ital. sfera). Según los antiguos la figu­
p. 108). En un sentido que nada tiene ra perfecta, que comprende en sí todas
que ver con la distinción real del neo­ las demás figuras y que es la imagen
platonismo árabe y del tomismo, la de la homogeneidad y de la perfección
relación E.-existencia ha sido, en cam­ (cf. Platón, Tim., 33 b). Parménides
bio, adoptada por la filosofía contem­ comparó el ser a una "E. perfectamen­
poránea para definir la naturaleza del te redonda”, en cuanto está definido
hombre. Dice Heidegger: "La 'esencia’ por todas partes, igual a sí mismo y
de este ente [o sea del 'ser ahí’ del tal que en ninguna de sus partes es
hombre] está en su ‘ser relativamente mayor o menor a sí mismo (Fr., 8, 41,
434
E s fu e rz o
E s p a c io
Diels). Y Empédocles denominaba E. a d iá lo g o s y d e lo s c u a l e s s ó lo p o s e e m o s
la fase perfecta del ser, aquella en la f r a g m e n t o s ) e n c o n tr a p o s i c i ó n a lo s
cual domina la amistad: "Mas por to­ e s c r i t o s acroamáticos, o s e a lo s d e s t i ­
das partes era igual y por todo infinita, n a d o s a lo s o y e n te s , y q u e e r a n lo s
la E. redonda que goza en su envol­ a p u n t e s d e l a s le c c io n e s , q u e h a n lle g a ­
vente soledad" ( Fr , 28, Diels). En el d o h a s t a n o s o t r o s . Véase acroamático .
Renacimiento, Nicolás de Cusa volvió La palabra E. se usa a veces en el
a estas especulaciones, insistiendo acer­ lenguaje común para designar los es­
ca de la perfección de la figura circu­ critos que se ocupan de ciencias ocul­
lar (De docta ignorantia, I, 21) y atri­ tas, como la magia, la astrología, et­
buyendo la forma es f é r i c a al alma cétera.
(De ludo globi, I).
E s p a c io (gr. xu)Qa, m ío;; lat. spatium;
(ingl. effort; franc. effort;
E s f u e rz o ingl. space; franc. espace; alem. Raum ;
alem. Streben; ital. sforzo). La activi­ ital. spazio). La noción de E. ha dado
dad dirigida a ve nc e r un obstáculo origen a tres problemas diferentes o,
o una resistencia cualquiera. La no­ mejor dicho, a tres órdenes de proble­
ción fue introducida en filosofía por mas: 1) el problema acerca de la na­
Fichte, que se valió de ella para demos­ turaleza del E.; 2) el que rige en tomo
trar la derivación de la realidad a a la realidad del E.; 3) el concernien­
través del Yo: “La actividad pura del te a la estructura métrica del espacio.
yo, penetrándose en sí misma, es, en La respuesta a este último problema
relación con un objeto posible, un E.; no es más que una geometría y sus di­
más bien, un E. infinito. Este E. infini­ ferentes r e s p u e s t a s constituyen las
to es la posibilidad de todo objeto al diferentes geometrías. Para este proble­
infinito y sin E. no hay objeto” (Wissen- ma, cf. GEOMETRÍA.
schaftslehre ["Doctrina de la ciencia"], 1) El primer problema concierne al
1794, §5, II; trad. ital., pp. 213-14). verdadero y propio concepto de E. y
Maine de Biran se valió de la noción es el problema acerca de la natura­
e identificó con la experiencia inme­ leza de Ja exterioridad en general, «sto
diata del E. tanto el principio meta- es, de aquello que hace posible la rela­
físico de causalidad como la libertad ción extrínseca entre los objetos. Ein-
del yo. En su origen, el E. es libertad, stein, en el prefacio a _n libro histórico
esto es, es el yo como libertad, y en sobre el concepto de E. (Max Jammer,
relación a la resistencia que se le opo­ Conceptos of Space, 1954), ha distingui­
ne es necesidad (Fondaments de la do dos teorías fundamentales del E.,
psychotogie, en (Euvres, ed. Naville, que son: a) el E. como la cualidad
II, p. 284). Se puede considerar este con­ posicional de los objetos materiales en
cepto como una c o n t i n u a c i ó n del el mundo; b) el E. como el continente
concepto más antiguo de comto (véa­ de todos los objetos materiales. A estos
se). dos conceptos se puede agregar otro,
que el mismo Einstein ha fundado;
E s o té ric o , e x o té ric o (gr. éacoTEQizo;; sijifl- c) el del E. como campo.
reoixó;; ingl. esoteric, exoteric ; franc. a) La primera concepción es la de E.
ésotérique, éxotérique; alem. esoterisch, como lugar (véase), o sea como posi­
exoterisch; ital. esotérico, essoterico). ción de un cuerpo entre los demás
El primero de estos términos se encuen­ cuerpos. Aristóteles define el E. en este
tra en tardíos escritos griegos para in­ sentido como "el límite inmóvil que
dicar doctrinas cuya enseñanza estaba abraza un cuerpo” (Fís., IV, 4, 212a
reservada a los discípulos de una es­ 20), definición que considera idéntica al
cuela y que no podían ser comunicadas concepto pl at óni c o que identificaba
a los extraños (Galeno, 5, 513; Jám- el E. con la materia (Tim., 52b, 51a).
blico, Comm. math., 18). El segundo En virtud de este concepto, no exis­
término es adoptado con frecuencia por te E. donde no existe un objeto mate­
Aristóteles (Pol., 1278 b 31; Met., 1076 a rial; por lo tanto, el teorema principal
28; Ét. Nic., 1102 a 26; etc.) para de­ de esta teoría del E. es la inexistencia
signar sus escritos populares o destina­ del vacío (cf. Aristóteles, Fís.. IV, 8,
dos al público (que tenían forma de 214b 11).
435
Espacio

Ésta fue la teoría que prevaleció en en los primeros escritos, y declara ha­
la Antigüedad y fue aceptada durante berla abandonado sólo en 1768, en el
toda la Edad Media, incluso por los escrito Acerca del primer -fundamento
adversarios de Aristóteles (cf. Occam, de la distinción de las regiones en el
Summulae physicorum, IV, 20; Quodl., espacio. En este escrito declara insu­
I, 4). Dicha teoría fue defendida en el ficiente la concepción del E. como or­
Renacimiento por Campanella (De sen- den de las coexistencias: "Las posicio­
su rerum, I, 12) y aceptada y expuesta nes de las partes del E. en relación
de nuevo por Descartes según los tér­ entre sí —dice— presuponen la región
minos de su geometría. Descartes esta­ según la cual se ordenan en tal rela­
blecía entre el lugar y el E. una diferen­ ción, y entendida del modo más abs­
cia sólo nominal, en cuanto que "el tracto la región no consiste en la re­
lugar señala la situación en forma más lación que una cosa tiene con otra en
expresa que el tamaño o la figura, y, el E. (lo que propiamente constituye el
por lo contrario, pensamos más en es­ concepto de posición), sino en la rela­
tos últimos cuando hablamos del E.’\ ción del sistema de estas posiciones con
Pero las dos cosas son idénticas: “Si el E. cósmico absoluto.” Sin embar­
decimos que una cosa está en un deter­ go, la concepción posicional del E. nun­
minado lugar, queremos decir tan sólo ca es totalmente abandonada por el
que está situada de una manera deter­ pensamiento filosófico posterior. Parece
minada con respecto a otras cosas; presupuesta, en lo que puede revelarse
pero si agregamos que ocupa un deter­ a través del carácter genérico y con­
minado E. o un cierto lugar, entende­ fuso de los conceptos adoptados, por
mos, además, que posee un tamaño y las teorías i d e a l i s t a s del E. (véase
una figura tales que pueden llenarlo infra). Y ha hallado una defensa enér­
exactamente” (Princ. Phil., II, 14). Por gica y muy lúcida en el análisis de
consiguiente Descartes negó la existen­ Heidegger, quien ha afirmado que "ni
cia del vacío (Ibid., II, 16), como la el E. es en el sujeto ni el mundo es
negó Spinoza, que compartía la misma en el E.”, pero que el sujeto mismo,
noción del E. (Eth., I, 5, scok). A su o sea la realidad humana, el ‘ser ahí’,
vez Leibniz defendió esta concepción es espacial en su naturaleza. Y es espa­
contra Newton y los newtonianos. “Si cial porque, en su ser en el mundo, en
el E. es una pr. piedad o un atributo sus relaciones con las cosas, está domi­
—decía—, debe ser la propiedad de nado por la cercanía o por la lejanía
alguna sustancia. El E. vacío limita­ del útil 'a la mano’, o sea por un con­
do, que sus sostenedores suponen entre junto de relaciones espaciales posibles
dos cuerpos; ¿de qué sustancia sería que "la intuición formal” del E. "des­
propiedad o afección?” (IV’ Lettre á cubre como el E. puro, en una serie
Cíarke, 8; Op., ed. Erdmann, p. 756). gradual que va desde la morfología
Pero la vieja concepción encontró en pura de las figuras espaciales, pasando
Leibniz una nueva y feliz expresión, la por el analysis situ, hasta la ciencia
expresión en términos de la noción de puramente métrica del espacio” (Sein
orden, que debería ser la clásica. "Yo und Zeit, §§23-24; trad. esp.: El ser y
considero al E. —decía Leibniz, pole­ el tiempo, México, 1962, F. C. E.).
mizando contra Newton y los newtonia­ b) La segunda concepción del E. es
nos— como algo puramente relativo, la que lo considera como el recipiente
del mismo modo que el tiempo, o sea gradual que va desde la morfología
como un orden de las coexistencias, Esta concepción nació con el atomis­
tal como el tiempo es un orden de las mo antiguo y su teorema fundamental
sucesiones. Ya que el E. señala en tér­ es la existencia del E. vacío y su infi­
minos de posibilidad un orden de cosas nitud. Demócrito había expresado ya
que existen al mismo tiempo, en cuanto este teorema, afirmando que los áto­
existen en conjunto, sin entrar en sus mos se mueven en el E. vacío y que
modos de existir” (III' Lettre a Clarke, este E. es infinito (Fr., 3840, Diels).
4; Op., ed. Erdmann, p. 752). La defi­ Epicuro heredó esta concepción (Epís­
nición de Leibniz fue a d o p t a d a por tola a Heródoto-, cf. Dióg. L., X, 67),
Wolff (Ontol., §589) y por Baumgarten que fue defendida por Lucrecio Caro
(Met., §239). Kant mismo la defiende, (De rer. nat., I, 950 ss.). La misma
436
Espacio

concepción del E. fue compartida por jante E. sin cuerpo es denominado


los estoicos, en particular por Zenón vacío y un vacío es, por lo tanto, una
(Dióg. L., VII, 140). extensión sin cuerpo" (Lettres á une
Borrada durante mucho tiempo por Princesse d'Atlemagne, 69, del 21-X-1760;
la concepción aristotélica, esta doctrina trad. ital., p. 228). Ya se ha visto cómo
vuelve a reconstruirse en el Renaci­ la noción newtoniana del E. terminó
miento. Telesio afirma que el E. debe por prevalecer (quizá por influencia del
poder ser el receptáculo de cualquier mismo Euler) en la doctrina de Kant.
cosa, de modo tal que, sea que las co­ Prevalece del mismo modo en toda la
sas estén en su interior o que se alejen física del siglo xix, aun cuando encon­
de él, permanezca idéntico y acoja con trara frecuentes críticas en la parte
prontitud todas las cosas que se le que se refiere al E. absoluto. Clerk
suceden y que, al mismo tiempo, sea Maxwell afirmaba que "todo nuestro
tan grande como lo son las cosas que conocimiento, tanto en el tiempo como
en él hallan lugar. El E. es, por lo en el espacio, es esencialmente relati­
tanto, infinito e incorpóreo: la exis­ vo” (Matter and Moíion, Dover publ.,
tencia del vacío es un hecho de expe­ p. 12). Mach habló de la "monstruosi­
riencia (De rer. nat., I, 25). La infi­ dad conceptual del E. absoluto" (Die
nitud del E. fue del mismo modo de- Mechanik in ihrer Entwicktung [“Ex­
endida por Giordano Bruno (De t’infi- posición histórico-crítica de la evolu­
nito, universo e mondi, I). ción de la mecánica”], 1883; 7* ed.,
Esta concepción del E. prevaleció en 1921, p. x). Esta teoría del E. fue, sin
la ciencia por obra de Newton. Decía embargo, admitida o presupuesta por
Newton: “El E. absoluto, por su propia la física hasta Einstein.
naturaleza, sin relación a algo externo, c) La tercera concepción fundamen­
es siempre igual e inmóvil. El E. rela­ tal del E. es la que Einstein ha hecho
tivo es la dimensión móvil o la medida prevalecer en la física contemporánea.
del E. absoluto y nuestros sentidos lo A primera vista y en especial conside­
determinan mediante su posición res­ rando solamente la relatividad espacial,
pecto a los cuerpos y a menudo es in­ la doctrina einsteniana del E. es un
tercambiado por el E. inmóvil: tal retorno a la teoría clásica del E. como
es la dimensión de un subterráneo, posición o lugar. Dice Einstein a este
un E. aéreo celeste, determinado por su propósito: "Nuestro I . físico, tal como
posición con respecto a la tierra. El E. lo concebimos para el trámite de los
absoluto y relativo son idénticos en figu­ objetos y de su movimiento, posee tres
ra y tamaño, pero no son siempre nu­ dimensiones y las posiciones están ca­
méricamente los mismos. Porque, si por racterizadas por tres números. El ins­
ejemplo, la tierra se mueve en un E. tante en el que se verifica el hecho
de nuestro aire, el cual relativamente es el cuarto número. A todo hecho co­
y con respecto a la tierra sigue siendo rresponden cuatro n ú m ero s determi­
siempre el mismo, en un determinado nados y un grupo de cuatro números
tiempo será parte del E. absoluto que corresponde a un hecho determinado.
el aire atraviesa y en otro tiempo será Por lo tanto, el mundo de los hechos
otra parte del mismo E." (Philosophiae constituye un continuo cuatridimensio-
naturalis principia mathematica, 1687, nal" (Einstein-Infeld, The Evolution of
I, def. 8 , scol.). La polémica de Leib- Physics, III; trad. ital., p. 217; trad.
niz contra esta doctrina no llegó a esp.: La física, aventura del pensamien­
impedir su éxito. Aproximadamente un to, Buenos Aires, 1943, Losada). En este
siglo después Euler decía: “Suponga­ concepto de E. la novedad parece ser
mos que todos los cuerpos que ahora exclusivamente la adición de la coor­
se encuentran en mi habitación, com­ denada temporal a las coordenadas con
prendido el aire, sean anulados por la las cuales Descartes definió el E. mis­
omnipotencia divina. Obtendremos en­ mo. Pero en la relatividad general el
tonces un E. que, aun teniendo el mis­ abandono de todo concepto tradicional
mo largo, ancho y profundidad de an­ es más radical. Aquí ya no tiene sen­
tes, no contiene ya cuerpo alguno. He tido hablar del E. prescindiendo del
aquí, por lo tanto, la posibilidad de una campo, que es usado para representar
extensión que no es un cuerpo. Seme­ los fenómenos físicos. Tanto los fenó­
437
Espacio

menos de inercia como los gravitacio- Dios será el lugar de todas las cosas"
nales se explican mediante cambios en (Adv. Mathem., II, 33). La filosofía ju­
la estructura métrica del campo: "En día alejandrina hace suya esta concep­
lugar de un sistema de referencia rígi­ ción, que se encuentra todavía en los
do y fijo (como se ha observado justa­ libros de la Cábala. En el siglo xvn, fue
mente) existe ahora ocasión para veri­ aceptada por Campanella (De sensu
ficar las variaciones en la curvatura rerum, I, 12), por Henry Moore (Enchi-
del E. o bien, lo que es lo mismo, el uso ridion Metaphysicum, I, 8 ) y por Spino-
de criterios no euclidianos de medida za que concibió la extensión como un
y de cálculo en diferentes partes del atributo de Dios y afirmó, por lo tanto,
campo como un todo, según las varia­ que "todo lo que es, es en Dios" (Eth.,
ciones en la densidad de la materia I, 15). Newton mismo habló del E. co­
y de la energía... Prescindiendo del mo del sensorium, o sea del órgano
campo, por lo tanto, no existe nada y, mediante el cual Dios mueve las cosas
contrariamente incluso a la relatividad (Opticks, 3* ed., q. 98; Dover publ.,
espacial, ni siquiera el E. vacío. En p. 403), concepto que fue muy criticado
este sentido el campo, en la visión por Leibniz en sus espístolas a Clarke
de Einstein, sustituye como concepción y fue aceptado en el siglo xvm por
unitaria tanto a la materia (ponderable muchos escritores, incluso Clarke mis­
o imponderable) como al E.” (M. K. mo. Se puede considerar como última
Munitz, Space, Time and Creation, 1957, manifestación de este punto de vista
VII, 1; trad. ital., pp. 112-13). Para­ la doctrina de S. Alexander, según la
dójicamente, por lo tanto, la concep­ cual el E. y el tiempo son la sustancia
ción más actual del E. no es más que misma del Universo y de Dios, y guar­
la renuncia implícita al concepto de dan entre sí la misma relación que
E. y el encaminamiento hacia el uso existe entre el cuerpo y el espíritu.
de otros conceptos, menos ligados a Desde este punto de vista, en efecto,
abstracciones tradicionales y más ap­ el E. sería el "cuerpo” de toda la rea­
tos para describir los resultados de la lidad, por lo tanto, de Dios mismo que
observación. está en la cima de la realidad (Space,
2) El problema de la realidad del Time and Deity, 1920).
E. ha dado lugar a tres diferentes b) La tesis de la subjetividad del
soluciones: a) 1 - tesis de la realidad E. fue adelantada por vez primera por
física o teológica del E .; b) la tesis Hobbes, que lo definió como "la ima­
de la subjetividad del E .; c) la te­ gen de la cosa existente en cuanto
sis de que el E. es indiferente al pro­ existente, esto es, en cuanto no se
blema de la realidad o irrealidad. considera otro accidente de ella sino
a) La tesis de la realidad física osu aparecer fuera del sujeto imagi­
teológica del E. es inherente a la filo­ nante” (De Corp., VII, §2). El análisis
sofía antigua. Ya sea que concibieran que Locke hizo del E. como de una
el E. como lugar o posición, ya que lo idea compleja de modo, tiene también
concibieran como recipiente, los anti­ por presupuesto su reducción a una
guos creyeron en la realidad del E. y idea (Essay, II, 13, 2), reducción que
lo consideraron como un e le m en to es todavía más radical en Berkeley,
o una condición del mundo o bien un por la polémica que condujo contra
atributo de Dios. En tanto que para el concepto newtoniano del E .: "La
Platón, para Aristóteles y para los epi­ consideración filosófica del movimien­
cúreos, el E. es un constituyente del to no implica el ser de un E. absoluto,
mundo, para los neoplatónicos resulta distinto de lo percibido por los sentidos
Dios mismo. Esta concepción es atri­ y referente a los cuerpos; es claro que
buida por Sexto Empírico a los peri­ tal cosa no puede existir sin el espíri­
patéticos: "Parece que para los peripa­ tu, a partir de los mismos principios
téticos, el primer dios es el lugar de que demuestran una tesis similar res­
todas las cosas. En efecto, según Aris­ pecto a todos los otros objetos de los
tóteles, el primer dios es el límite de sentidos” (Principies of Human Know
los cielos... Y desde el momento en que ledge, I, 116). A partir del mismo presu­
el límite de los cielos es el lugar de puesto, Hume afirmó que "la idea del
todas las cosas dentro de los cielos, E. o de la extensión no es más que la
458
Espacio

idea de puntos visibles o tangibles idealismo de inspiración hegeliana con­


distribuidos en un determinado orden” sidera el E. como una simple apariencia
y que, por lo tanto, "no podemos for­ (cf. Bradley, Appearance and Reality,
mamos idea del E. o del vacío donde 1893; G en t i le, Teoría generale detto
no hay nada visible o tangible” (Trea- spirito, 1916, cap. IX). Y el esplritualis­
tise, I, II, 5- ed., Selby-Bigge, p. 53). mo se coloca en el mismo camino vien­
El empirismo había afirmado así la do en el E., con Bergson, el decaimien­
subjetividad del E., reduciéndolo a un to, la dispersión o la exteriorización de
concepto empírico, o sea a una idea de la duración real de la conciencia (Essai
sensaciones. Leibniz y los leibnizianos, sur tes données immédiates de la cons-
por otro lado, al considerar el E. como cience, 1889; Évól. créatr., 3“ ed. 1934,
"el orden de las coexistencias” efectua­ pp. 219 ss., etc.) Tesis análogas a éstas
ban la misma reducción subjetiva, pero han sido y son frecuentemente repeti­
llegaron a considerar el E. como un das en la filosofía contemporánea.
concepto discursivo, o sea universal c) La tercera alternativa que el pro­
que pudiera expresar las relaciones de blema de la realidad del E. ha dejado
las cosas entre sí. A estas dos formas abierta es el rechazo del problema
de subjetividad, opuso Kant la sub­ mismo y el reconocimiento de que el
jetividad trascendental del E. mismo, E. no es ni real ni irreal, aun cuando
por la cual es condición de las percep­ en alguna de sus determinaciones mé­
ciones sensibles. "El E. es una repre­ tricas, pueda ser adoptado en la des­
sentación necesaria a priori que sirve cripción de la realidad. Este pumo de
de fundamento a todas las institucio­ vista ha venido madurando, desde que,
nes externas. Nunca se puede formar con el descubrimiento de las geome­
la representación sin que haya E., si trías no euclidianas, se ha visto la difi­
bien se puede pensar muy bien que cultad de responder a la pregunta de si
en el E. no exista objeto alguno. El una de tales geometrías sería la que
E., por lo tanto, debe ser considerado corresponde a la estructura física del
como la condición de la posibilidad mundo. Aun cuando a veces los mate­
de los fenómenos y no como una de­ máticos mismos se hayan pronunciado
terminación dependiente de ellos y es por una positiva solución del problema,
una representación a priori que es ne­ optando la mayoría dp ellos por la geo­
cesariamente el fundamento de los fe­ metría euclidiana, el carácter provisio­
nómenos extemos” (Crít. R. Pura, §2). nal y parcial de estas respuestas de­
En este sentido, el E. no es ni un muestra, mejor que c u a l q u i e r otra
concepto ni una percepción sino una cosa, la imposibilidad de resolver la
"intuición a priori" o “intuición pura”, cuestión y lleva, por lo tanto, a la adop­
o sea la condición de toda posible ción del punto de vista que prescinde
intuición externa. Así entendido, co­ de él. Se puede, entonces, afirmar que
rresponde exactamente al "E. absolu­ sólo motivos de oportunidad científica
to” de Newton, que era entendido por sugieren el uso de un esquema geomé­
éste como lo sensible de Dios y por trico particular para la descripción de
Kant como lo sensible del sujeto cog- un determinado campo de los fenóme­
noscente, o sea la condición absoluta nos. Dice M. K. Munitz a este respec­
de la posibilidad de los objetos ex­ to: “Podrá ser más conveniente y fe­
ternos. cundo usar un esquema métrico en vez
En la filosofía moderna y contempo­ de otro, pero no podemos decir que son
ránea la tesis de la subjetividad del E. los hechos los que nos empujan a ha­
adquiere la forma de su carácter apa­ cerlo. El problema es éste: ¿nos per­
rente o ilusorio. Idealismo y espiritua- mite la adopción de un valor particular
lismo insisten acerca de esta tesis. Ya para la curvatura, tomado en conjun­
Hegel afirmaba que “El E. es una mera ción con el resto de la teoría, formu­
forma, o sea una abstracción, y precisa­ lar inferencias correctas de determi­
mente la de la exterioridad inmediata” nados hechos a otros hechos? En la
(Ene. § 254), lo que no le impidió, sin medida en que la exactitud en el ám­
embargo, buscar una demostración ra­ bito de los hechos observables inferi­
cional de la n e c e s i d a d de las tres dos cuando se establecen mediante una
dimensiones del E. (Ibid., § 255). El teoría con su métrica asociada es ma-
439
Espacio vital
Especie
yor que con otras teorías podemos de­ 3) Lo mismo que forma en el senti­
cir que ‘la métrica del universo es de do aristotélico (véase f o r m a ).
esa manera’ (así y así). Pero esta últi­ 4) En relación al significado 3) y en
ma expresión no es más que un recur­ el lenguaje de la escolástica medieval,
so para apuntar la superioridad rela­ la E. es la intermediaria del conoci­
tiva de una d e te rm in a d a t e o r í a o miento, o sea el objeto propio de la
modelo del universo" (Space, Time and sensibilidad o del entendimiento, en
Creation, VII, §4; trad. ital., p. 133). cuanto es la forma que éste abstrae de
las cosas. La doctrina fue expresada
Espacio v ita l, véase CAMPO. con toda claridad por Santo Tomás,
quien, comentando el fragmento de De
Especie (gr. el8 o;; lat. sp ecies; ingl. Anima (III, 8 , 431 b 21) en el cual
kind, species; franc. espéce; alem. Art, Aristóteles dice que "el alma es de al­
Species; ital. specie). 1) Un concepto guna manera todas las cosas”, obser­
en cuanto es parte o elemento de otro va: "Si el alma es todas las cosas es
concepto. En este sentido la palabra necesario que sea las cosas mismas,
usada corrientemente por Platón (cf. sensibles o inteligibles —en el sentido
Sof., 235 d, Teet., 178 a, etc.) y Aristóte­ en el que Empédocles afirmara que co­
les (Met., X, 7, 1057 b 7; Caí., 2b 7, etc.). nocemos la tierra con la tierra, el agua
Y en este sentido, la noción de E. fue con el agua y así sucesivamente— o
ilustrada en la Isagoge de Porfirio, que sea la especie. Pero ciertamente el
da la siguiente definición: "La E. es lo alma no es las cosas, ya que en el alma,
que se sitúa por debajo del género y por ejemplo, no existe la piedra, sino
a la cual se atribuye esencialmente el la E. de la piedra”. Ahora bien, la E.
género”. Porfirio agrega: "La E. es es la forma de la cosa. Por lo tanto
el atributo que se aplica esencialmente "el entendimiento es la potencia recep­
a una pluralidad de términos que di­ tora de todas las formas inteligibles y
fieren específicamente entre sí”, pero el sentido es la potencia receptora de
observando que esta última definición todas las formas sensibles” (cf. asimis­
se aplica sólo a la "E. especialísima” mo S. Th., I, q. 84, a. 2). La doctrina
que precede inmediatamente al indivi­ de la E. o, como también se dice, de
duo, al concepto de hombre por ejem­ la similitud, que sería la intermediaria
plo (Isag., 4, 10 ss.). El concepto de entre el objeto y la potencia cognosci­
E., en este sentido, permaneció inmu­ tiva humana, domina durante el perio­
table en toda la lógica tradicional has­ do clásico de la escolástica; es acep­
ta que, al afirmarse la lógica mate­ tada por San Buenaventura (In Sent.,
mática, fue sustituido por el concepto II, d. 39, a 1, q. 2) y por Duns Scoto
de clase (véase). (Op. Ox., § I, d. 3. q. 7, n. 2, 3, 20). Pero
En el dominio de la biología, el tér­ la abandona la escolástica del siglo xiv.
mino tuvo, durante algún tiempo, un Durando de Saint Pourgain (In Sent.,
significado correspondiente al a n t e s II, d. 3, q. 6 , n. 10) y Pedro Auriol (In
descrito, entendiéndose por E. un tipo Sent., I, d. 9, a. 1) niegan sin más la
biológico bien definido por caracterís­ existencia de la E. y afirman que el
ticas hereditarias, en cuanto resulta su­ objeto del conocimiento es la cosa
bordinado a otro tipo mayor (género). misma. Esta doctrina es afirmada por
Pero en la biología contemporánea los Occam con mucha energía mediante
conceptos de género y E. han perdido el argumento de que si la E. fuera el
toda relación con los significados tra­ objeto inmediato del conocer, el cono­
dicionales y se entiende por E. una cimiento no sería conocimiento del ob­
mera clase de individuos cuya unión jeto sino de su imagen, del mismo
da lugar a individuos fértiles, lo que modo que la estatua de Hércules no
no sucede con los híbridos nacidos de conduciría al conocimiento de Hércu­
uniones entre individuos pertenecien­ les, ni permitiría juzgar de su seme­
tes a E. diferentes (C. Pincher, Evolu- janza con él si no se conociera al mis­
tion, 1950, p. 21; Kalmus, Variation mo Hércules (In Sent., II, q. 14, T).
and Heredity, 1957, p. 29). El punto de vista que permitió a estos
2) Lo mismo que idea en el sentido escolásticos abandonar la noción de la
platónico (véase id e a ). E. es el de la intencionalidad (véase)
440
E s p e c ific a c ió n
E s p e c u la c ió n
del conocer, por la cual el acto del co­ vas (o teóricas) a las ciencias natura­
nocer es una relación con el objeto les, en cuanto "consideran a la sustan­
como tal. No obstante, la doctrina car­ cia que tiene en sí misma el principio
tesiana de la idea como objeto inme­ del movimiento y de la inmovilidad”.
diato del conocimiento se puede con­ En efecto, una ciencia de este género
siderar, en ciertos aspectos, como la no es ni práctica ni productiva. La
continuación de la noción escolástica actividad productiva tiene su principio
de la E. (véase idea). en la mente o en la habilidad del ar­
tista y la actividad práctica en la deci­
E s p e c ific a c ió n (ingl. specification; franc sión del que obra. “Por consiguiente,
spécification; alem. Spezifikation; ital. si todo pensamiento es práctico, pro­
specificazione). Kant ha denominado ductivo o teórico, las ciencias naturales
"ley trascendental de E.” a la regla que son especulativas y contemplan aquello
"impone al entendimiento buscar en que tiene en sí mismo la capacidad de
toda especie que encontremos un de­ moverse" (Met., VI, 1, 1025 b 18). El
terminado número de subespecies y, objeto de las ciencias especulativas es
para cada diferencia, un determinado lo necesario, ya que solamente lo nece­
número de diferencias menores" (Crít. sario, por cuanto no puede ser diferen­
R. Pura, Apéndice a la Dialéctica tras­ te de como es, no ofrece nada qué ha­
cendental). Esta ley tiene su corres­ cer al hombre. Y el hombre encuentra
pondencia simétrica en la de la homo­ la felicidad sólo en la E. "Cuanto más
geneidad (véase), s e g ú n la cual lo se extiende la E., tanto más se extien­
múltiple es referido de continuo, a gé­ de también la felicidad y se halla ma­
neros superiores y ambas leyes con­ yor felicidad en donde hay mayor E.
fluyen más tarde en la de la afinidad Ello no sucede por casualidad sino por
(véase) de todos los conceptos, que la naturaleza misma de la E., que tie­
permite el paso continuo de un concep­ ne su valor en sí misma, de tal manera
to a otro (Ibid.). El principio de la E. que la felicidad es una especie de E."
fue denominado por Hamilton "Ley de (Ét. Nic., X, 8 , 1178 b 28).
heterogeneidad". Esta exaltación de la E., que es uno
Kant habló también de una "ley de de los modos fundamentales de enten­
la E. de la naturaleza” según la cual la der la función de la filosofía (véase),
naturaleza "especifica sus leyes gene­ fue heredada sobre iodo por el misti­
rales según el principio de una finali­ cismo neoplatónico. Plotino redujo a
dad en relación con nuestra facultad la E. toda otra actividad y afirmó
de conocer. Pero esta ley pertenece a que la generación misma dé las cosas
la esfera del juicio reflexivo, o sea no naturales es E., se entiende E. de Dios
es constitutiva de la naturaleza sino (Enn., III, 8 , 5). El misticismo medie­
simplemente prescribe una regla para val identifica la E. con la contempla­
su interpretación" (Crít. del J u i c i o , ción, que es el grado más alto de la
Intr., § V). ascensión mística antes del éxtasis (cf.
Ricardo de San Víctor, De Contempla-
E s p e c u la c ió n (gr. Oecapía; Iat. speculatio; tione, I, 3), pero Santo Tomás la iden­
ingl. speculation; franc. spéculation; tifica con la meditación, que es el
alem. Spekulation; ital. speculazione). grado precedente (S. Th., II, 2, q. 180,
El término tiene dos sig n ific a d o s: a. 3, ad. 2) En todos estos usos, sin
1) contemplación o conocimiento desin­ embargo, el significado de contempla­
teresado; 2) conocimiento ultraempíri- ción desinteresada es el predominante
co o no basado en la experiencia. En el y fundamental.
primer significado, la E. se opone a la 2) Kant introdujo, por vez primera,
acción, en el segundo a la experiencia un nuevo significado del término, que
o conocimiento "natural". es el que prevalece en el uso moderno.
1) Los antiguos entendieron por E. “Un conocimiento teórico —dice— es
la actividad cognoscitiva, en cuanto no especulativo si se refiere a un objeto o
se la hace servir a un fin cualquiera, al concepto de un objeto, al cual no
sino que tiene su finalidad en sí mis­ se puede llegar mediante ninguna ex­
ma. Aristóteles fijó el concepto de la periencia. Por lo tanto, la E. se opone
E. en este sentido, y llamó espcculati- al conocimiento natural, que se refie-
411
E s p e ra n z a
E s p ír itu
re sólo a objetos o a predicados que que la tradición histórica le ha reco­
pueden ser dados en una experiencia nocido y que p u e d e n ser resumidos
posible” (Crít. R. Pura, El ideal de la así: 1) la unicidad de la sustancia del
razón pura, sec. VII). Este significado mundo y su identificación con Dios,
se fijó en la tradición porque Hegel por la cual Spinoza aplica a la sustan­
lo hizo suyo cambiándolo de signo, esto cia mi s ma la expr esi ón "Deus sive
es, considerando como auténtico sólo natura"; 2 ) el ateísmo o, como algunos
el conocimiento especulativo. En efec­ dicen (con Hegel) el acosmismo (véa­
to, denominó especulativo o positivo se), según el cual Dios es el principio
racioiml al tercer momento de la dia­ y el orden del mundo; 3) el necesa-
léctica, o sea el momento de la sínte­ rismo, según el cual todas las cosas
sis en el que se llega a "la unidad de derivan, con absoluta necesidad, de la
las determinaciones en su oposición”. sustancia divina; 4) el geometrismo,
Esta unidad significa que “la filosofía esto es, la afirmación del carácter geo­
no tiene que ver con meras abstraccio­ métrico de la necesidad cósmica, so­
nes o con pensamientos formales, sino bre la cual se modela el método geo­
sólo con pensamientos concretos”, o métrico de la filosofía; 5) la reducción
sea con pensamientos que al mismo de la libertad humana al reconocimien­
tiempo son realidades verdaderas y to y a la aceptación de la necesidad del
propias (Ibid., § 82). Por lo demás es orden cósmico; 6 ) la defensa de la li­
propia de la filosofía especulativa la bertad filosófica y religiosa del hombre,
demostración de la necesidad de sus fundada en la reducción de la fe reli­
objetos {Ene., § 9). Ello se debe a que giosa a la obediencia. Véase f e .
el adjetivo especulativo, para Hegel, in­
dica el punto de vista que considera (ingl. spiritism; franc. spi-
E s p ir itis m o
la realidad como racionalidad, la racio­ ritisme; alem. Spiritismus). La creen­
nalidad como real y a ambas como ne­ cia en fenómenos mentales o naturales
cesidad. El adjetivo que Kant adopta inexplicables en el mundo ordinario o
para designar lo que está fuera de la científico y que, por lo tanto, deben
experiencia posible y por lo tanto, del atribuirse a la acción de espíritus, que
conocimiento efectivo, es usado por pueden ser tanto almas de difuntos
Hegel para designar el conocimiento como potencias angélicas o demoniacas.
efectivo que, en cuanto tal, está fuera Véase m e t a p s íq u ic a .
de la experiencia y de las desviaciones
que en ella aparecen. (ingl. m in d , s p i r i t ; franc.
E s p ír itu
Los significados de E. y de especu­ esprit; alem. Geist; ital. spirito). Se
lativo han sido fijados por esta alter­ pueden distinguir los siguientes signi­
nativa. Se entiende por E. un conoci­ ficados :
miento que no encuentra fundamento 7) El alma racional o el entendimien­
o justificación en la experiencia o en la to (véase) en general; éste es el signi­
observación, esto es, por un lado, mo­ ficado predominante en la filosofía
tivo para declarar ilusorio o quimérico moderna y contemporánea y en el len­
tal conocimiento y, por otro (aunque guaje común.
siempre más raramente), motivo para 2) El pneuma (véase) o soplo anima­
considerarlo superior. dor, admitido por la física estoica y
que de ella ha pasado a diversas doc­
(ingl. hope; franc. espérance;
E s p e ra n z a trinas antiguas y modernas. Éste es
alem. Hoffrtung; ital. speranza). 1) Una el significado originario del término y
de las emociones fundamentales. Véase del cual han surgido todos los demás.
EMOCIÓN. Este significado perdura aún en las ex­
2) Una de las virtudes teologales. presiones en las cuales por el E. se
Véase v ir t u d . entiende "lo que vivifica". Kant, en su
teoría estética, usó el término en este
E s p in o s is m o , s p i n o z i s m o (ingl. spino- sentido. "E. —dice— en el significado
zism; franc. sp in o zism e ; alem. Spi- estético es el principio vivificante del
nozistnus). La d o c t r i n a de Spinoza sentimiento. Pero lo que con este prin­
(Benedictus o Baruch de Spinoza o Es­ cipio vivifica el alma, la materia de la
pinosa; 1632-77) en los puntos salientes cual se sirve, es lo que confiere aliento
4 4 2
Espíritu

finalista a la facultad del sentimiento fica a veces disposición (véase) o ac­


y lo coloca en un juego que se alimen­ titud (véase), como en las célebres ex­
ta de sí y fortifica las facultades mis­ presiones de Pascal "E. de geometría”
mas de las que procede” (Crít. del y "E. de f i n e z a ” y en expresiones
juicio, § 49; Antr., § 71 b). En este corrientes como "E. religioso”, “E. de­
sentido la palabra E. ha permanecido portivo", etc.
en el uso corriente, en el cual a veces De estos cinco significados, el único
se opone a la "letra”, para indicar lo estrictamente relacionado con la pro­
que da vida o, sin metáforas, el signi­ blemática de la filosofía moderna es
ficado auténtico de alguna cosa. En el primero. Fue Descartes quien intro­
este sentido es también adoptada por dujo e hizo valer este significado. “Yo
Montesquieu en el título de su obra no soy, por lo tanto, precisamente ha­
El E. de las leyes. blando, más que una cosa que piensa, o
3) Las sustancias incorpóreas, o sea sea un E., un intelecto o una razón, que
los ángeles, los demonios y las almas son términos cuyo significado antes me
de los difuntos. En este sentido Locke era desconocido” (Méd., II). Y en la
adoptaba la palabra spirit (reservando respuesta a las segundas objeciones
mind para E. en el significado 1) y precisa, en forma de definición, el sig­
decía: "Porque, quitando unas pocas nificado del término: "La sustancia en
y, si así puedo llamarías, superficiales la cual reside inmediatamente el pen­
ideas acerca de los espíritus, que dedu­ samiento es aquí denominada espíritu.
cimos por reflexión sobre el nuestro, Si bien este nombre resulta equívoco
y de allí, lo mejor que podemos, de­ por atribuírselo también al viento y a
duciendo la idea del Padre de todos los licores muy sutiles, yo no conozco,
los E., el eterno e independiente Au­ en efecto, ninguno que sea más apro­
tor de ellos, de nosotros y de todas las piado” (II Rép., def. VI). Si bien la
cosas, carecemos de noticias ciertas de noción de sustancia resulta interme­
los demás E., hasta de su existencia, diaria entre los significados nuevo y
salvo por la vía de la revelación” viejo (sustancia incorpórea) del térmi­
(Essay, IV, 3, 27). Y Kant en los Sue­ no, en esta expresión cartesiana, por
ños de un visionario explicados por los el uso que de ella se hace, establece
sueños de la metafísica (1766) enten­ más bien su equivalencia con el tér­
día Geist en el mismo sentido: "Un mino conciencia. Sustancia pensante o
E. —dice— es un ser que tiene la ra­ conciencia, intelecto o razón, son por
zón. No es un don milagroso, por lo lo tanto los sinónimos de espíritu.
tanto, ver E. ya que todo el que ve Locke, según se ha dicho, usó en el
hombres ve seres que tienen razón. Pero mismo sentido el término mind (men­
—prosigue—, este ser que en el hom­ te) (cf., por ejemplo, Essay, II, 1, 5).
bre tiene razón es solamente una parte Leibniz decía a su vez: "El conocimien­
del hombre y esta parte, que lo vivifi­ to de las verdades necesarias y eternas
ca, es un E.” (Traiime eines Geisterse- es lo que nos distingue de los simples
hers, I, 1). Como Locke, Kant es es­ animales y nos hace tener la razón y
céptico acerca de la existencia del E. las ciencias, elevándonos al conocimien­
en este sentido y, en todo caso, consi­ to de nosotros mismos y de Dios. Esto
dera imposible demostrarla. También es lo que en nosotros se denomina alma
en este sentido la palabra E. ha per­ racional o E.” (Mon., §29). A su vez,
durado en el uso corriente ( véase An ­ Berkeley adoptó el término y estableció
g e l e s ; d e m o n i o ; e s p i r i t i s m o ). las equivalencias: "Este ser activo y
4) La materia sutil o impalpable que que percibe es el que nosotros denomi­
es la fuerza animadora de las cosas. namos mind, spirit, soul (alma) o my
Este significado, que es resultado del self (yo)” (Principies of Human Know-
estoico, se encuentra con frecuencia ledge, I, § 2). Hume entendió el término
en los teósofos del Renacimiento y, so­ como alma, intelecto o yo (Treatise, I,
bre todo, en Agripa (De occülta philo- 4, 2, ed. Selby-Bigge, p. 207). Estas
sophia, I, 14) y en Paracelso (Meteor., equivalencias se mantuvieron constan­
pp. 79 ss.). temente en el uso posterior del término
5) En fin, y en relación más estrecha y de tal manera los problemas a los
con el significado 1), el término signi­ que da origen son los relacionados con
443
Espíritu

las nociones de alma, conciencia, enten­ son el arte, la religión y la filosofía


dimiento, razón y yo. Bajo estas voces (Ibid., 486, 553). Las tres formas del
se hallará la indicación de los proble­ E. son, según Hegel, manifestaciones
mas a los que ha dado origen la no­ de la Idea, o sea de la Razón infinita,
ción E. en sus diferentes especificacio­ pero solamente en el E. objetivo y en
nes. Basta aquí con recordar que al­ el E. absoluto se realiza la Idea o Ra­
gunos usos paradójicos que a veces ha zón plenamente a sí misma o llega a
hecho del término en cuestión la filo­ su total y adecuada manifestación. Es­
sofía contemporánea, se refieren, en tas nociones caracterizan el idealismo
realidad, al significado tradicional, ins­ romántico de raíz hegeliana, en el cual
tituido por Descartes. Así, cuando L. el E. se identifica con el sujeto absoluto
Klages opone el E. al alma, entiende o con el yo universal, como lo hiciera
por E. el conjunto de las actividades Gentile (Teoría generale detto Spirito,
racionales frente a las tendencias ins­ 1920), o con el Concepto en su univer­
tintivas, representadas por el alma (Der salidad o concreción, que es la Razón
Geist ais Widersacher der Seele [“El absoluta, como lo hiciera Croce (Lógica,
espíritu como adversario del alma”], 1920, pp. 26 ss.).
1929). Y por otro lado G. Santayana También fuera del idealismo la no­
entendió el E. en el mismo sentido, ción del E. objetivo, o sea del E. como
también cartesiano, de conciencia: “Por mundo- de instituciones histórico-socia-
E. entiendo no solamente la intuición les o de valores institucionalizados o
pasiva implícita en el ser dado de toda formas de vida, ha encontrado acogi­
esencia, sino también el entendimiento da e ilustración. La noción, en efecto,
y la creencia que puede acompañar la fue aceptada por Dilthey, que la enten­
presencia de la esencia” (Scepticism dió como "la conexión estructural de
and Animal Faith, cap. 26, Dover Publ., las unidades vivas, que se continúa
p. 272; trad. esp.: Escepticismo y fe en las comunidades” y criticó el ab­
animal, 1952). Es, por lo tanto,- casi solutismo y el dogmatismo que la no­
inútil advertir que en la expresión pues­ ción misma había adquirido en Hegel
ta en boga por Dilthey "ciencias del E.” (Gesammelte Schriften, VII, p. 150;
se entiende por E. la actividad racional trad. esp.: Obras, VII, El mundo histó­
del hombre. Véa*e c i e n c i a s , c l a s if ic a ­ rico, México, 1944, F. C. E.; cf. P. Ros-
c ió n DE LAS. si, Lo storicismo tedesco contemporá­
Solamente Hegel dio una especifica- neo, 1956, pp. 104-105). En este mismo
ció diferente a la noción de E., a sentido limitado, la noción fue acep­
través de sus nociones de E. objetivo tada por E. Spranger, que entendió
y de E. absoluto. En tanto que por como ciencia del E. la disciplina que
E. subjetivo entiende Hegel el E. fi­ se ocupa de las formaciones supraper-
nito, o sea el alma, el entendimiento sonales o colectivas de la vida histórica
o la razón (el E. en el significado (Lebensformen, 1914, p. 7; trad. esp.:
cartesiano del término) (Ene. §386), Formas de vida, Madrid, 1935). Fue
por E. objetivo entiende las institucio­ aceptada también por N. Hartmann,
nes fundamentales del mundo humano, quien consideró el E. objetivo como
o sea el derecho, la moralidad y la una superestructura que se eleva por
ética y por E. absoluto entiende el mun­ encima del mundo orgánico. Al E. ob­
do del arte, de la religión y de la jetivo pertenecerían todas las produc­
filosofía. En estas dos concepciones ciones espirituales, o sea las letras, las
el E. deja de ser actividad subjetiva artes, la técnica, las religiones, los mi­
para convertirse en realidad histórica, tos, las ciencias, la filosofía, etc. Es
mundo de valores. En tanto que el E. el verdadero protagonista de la historia,
objetivo es el mundo de las institucio­ según Hartmann (Das Problem des
nes jurídicas, sociales e históricas y geistigen Seins [“El problema del ser
culmina en la ética, que comprende espiritual”], 1931, p. 262). Por encima
las tres principales instituciones his­ del E. objetivo sitúa Hartmann al E. vi­
tóricas, la familia, la sociedad civil y viente, que sería la unidad del E. obje­
el Estado, el E. absoluto es el mundo tivo y de la conciencia personal (Ibid.,
de la conciencia de sí que se revela a sí p. 259). N. Hartmann, por cierto, está
misma en sus productos más altos que aún muy cerca de la inspiración hege-
444
E s p í r it u n a c io n a l
E s p ir itu a lis m o
liana. Pero el carácter impersonal y totalidad que las sustenta. Y este E. del
subjetivo del E. es subrayado también mundo es conforme al E. divino, que es
por Dewey, que parte de supuestos filo el E. absoluto. Por cuanto Dios es om­
sóficos diferentes. “La historia entera nipresente, todo hombre es comprendi­
de la ciencia, el arte y la moral —dice do, aparece en la conciencia de todos y
Dewey— prueba que el E. que aparece ello es el E. del mundo” (Ibid., p. 37;
en los individuos no es tal E. indivi­ trad. ital., p. 44). La noción de E. del
dual. Es en sí un sistema de creencias, mundo ha sido repetida varias veces
percepciones e ignorancias, de admisio­ y, en general, se encuentra en toda
nes y repulsiones, de expectativas y concepción providencialista de la his­
estimaciones de significaciones insti­ toria (véase).
tuidas bajo la influencia de la costum­
bre y la tradición” (Experience and E s p lr itu a lis m o (ingl. spiritualism, per-
Nature, 1926, p. 218; trad. esp.: La ex­ sonatism; franc. spiritualisme; alem.
periencia y la naturaleza, México, 1948, Spiritualismus; ital. sp iritu a lism o ).
F. C. E„ p. 181). I) Se aplica este término a toda doc­
trina que practique la filosofía como
E s p í r it u n a c io n a l (ingl. national spirit; análisis de la conciencia (véase) o que,
franc. esprit d'une nation; alem. Volks- en general, pretenda inferir de la con­
geist; ital. spirito nazionate). Concep­ ciencia los datos de la investigación
to introducido por Montesquieu que filosófica o científica. La palabra fue
expresa el carácter fundamental de una puesta en boga en el siglo pasado por
nación, en cuanto resultado de una mul­ V. Cousin, que en el prefacio a la edi­
tiplicidad de factores. Dice Montes­ ción de 1853 de su obra Du vrai, du
quieu: "Muchas cosas guían a los hom­ heau et du bien escribió: "Nuestra ver­
bres: el clima, la religión, las leyes, las dadera doctrina, nuestra verdadera ban­
máximas del gobierno, las tradiciones, dera es el E., esta filosofía tan sólida
las costumbres, los usos, de donde se como generosa, que comenzó con Sócra­
forma un E. general que es el resul­ tes y Platón, que el Evangelio difundió
tado de ellas” (Esprit des lois, 1748, en el mundo, que Descartes expuso en
XIX, 4). Por lo demás, Montesquieu las formas rigurosas del genio moder­
denomina "alma universal” al E. nacio­ no, que en el siglo x v i i fue una de las
nal (Mélanges inédites, p. 160), pero en glorias y una de las f 2 rzas de la patria,
todo caso estaba bien lejos de hacer que pereció con la grandeza nacional
de este concepto una realidad por sí en el siglo xvm y que, a principios de
misma. Fue Hegel quien dio este paso este siglo, Royer Collard rehabilitó en
al concebir el E. nacional como verda­ la enseñanza nública, mientras Cháteau-
dero sujeto de 1? historia: "El E. de briand y Madame de Stáel la transpor­
la historia es un individuo de natura­ taron a la literatura y al arte ... Esta
leza universal, pero determinado, esto filosofía enseña la espiritualidad del
es, una nación en general; y el E. que alma, la libertad y la responsabilidad
le corresponde es el E. de la nación. de las acciones humanas, las obligacio­
Los E. de las naciones se distinguen, nes morales, la virtud desinteresada,
conforme a la idea de que se hacen la dignidad de la justicia, la belleza
por sí mismos, según la superficiali­ de la caridad y fuera de los límites de
dad o la profundidad con la cual han este mundo muestra un Dios, autor y
comprendido o profundizado lo que es modelo de la humanidad que luego de
el E." (Phitosophie der Geschichte ["Fi­ haberla creado, evidentemente con una
losofía de la historia”], ed. Lasson, excelente finalidad, no la abandonará
p. 36; trad. ital., I, p. 43). Cada ciert> en el desarrollo misterioso de su des­
tiem po, un determinado E. na ci onal tino. Esta filosofía es la aliada natu­
adquiere la f i gur a de "E. del mundo” ral de todas las buenas causas. Sos­
(Weltgeist), o sea de guía y de sujeto tiene el s e n t i m i e n t o r e l i g i o s o ,
único de la historia. "El Weltgeist es secunda al arte verdadero, a la poesía
el E. del mundo, tal como se entiende digna de este nombre, a la gran litera­
en el conocimiento humano; los hom­ tura; es también sostén del derecho,
bres están en él como las realidades rechaza por igual la demagogia y la
singulares están con referencia a la tiranía, etc.” Este programa del E.,
445
r
Espíritus animales o vitales
Espontaneidad
magistralmente delineado por Cousin, gunas tesis fundamentales, que provie­
ha perdurado como inherente a todas nen de su concepto de la filosofía como
las formas, muy numerosas, que esta análisis de la conciencia y que pueden
dirección filosófica ha adquirido en la ser recapituladas como sigue:
filosofía moderna y contemporánea. El 1) la negación de la realidad del
apoyo a las "buenas causas”, o sea a mundo extemo, o sea el idealismo gno-
los valores morales, políticos, sociales seológico. Esta negación puede estar
y religiosos de la tradición, ha sido más o menos condicionada o ser más
constante preocupación del E. que, en o menos indirecta, pero en último aná­
este aspecto, tiene el desarrollo y la lisis es inevitable porque una realidad
naturaleza de una escolástica (véase). externa a la conciencia sería, por de­
Y el medio mediante el cual el E. ha finición, inaccesible a ésta y estaría
intentado realizar su programa sigue en contradicción con el empeño meto­
siendo el indicado por Cousin: apelar a dológico del esplritualismo. Por lo tan­
la conciencia, o sea a la reflexión inte­ to, directa o indirectamente, esta doc­
rior o introspección, para el hallazgo trina reduce toda realidad a objeto
de los datos indispensables a la es­ inmediato de conciencia;
peculación. El apelar a la conciencia 2) la consiguiente reducción de la
relaciona, como el mismo Cousin lo ciencia a conocimiento falso, imperfec­
veía, el E. con el idealismo románti­ to o preparatorio. Los espiritualistas
co, en tanto el E. no comparte, con más sagaces, como Lotze y Bergson,
tal idealismo, la identificación, que le han reducido, precisamente, la ciencia
es propia, de la conciencia finita (hu­ a conocimiento preparatorio;
mana) con la Conciencia infinita (divi­ 3) el encuentro en la conciencia de
na). Como defensor de la teología cris­ datos adecuados para construir el mun­
tiana tradicional (la principal de sus do de la naturaleza y el mundo de la
"buenas causas”), el E. no acoge esta historia en su carácter finalista o pro­
identificación, sospechosa de panteís­ videncial ;
mo o ateísmo (véase). 4) el encuentro en la conciencia y,
La principal figura del E. en el siglo por lo tanto, en el mundo de la natu­
pasado fue Maine de Biran (1766-1824), raleza y de la historia, de datos ade­
la figura princinal de nuestro siglo es cuados para llegar a Dios o a un princi­
H. Bergson (1859 941). El E. congenia pio divino en aquella de sus especifica­
particularmente con la filosofía fran­ ciones que concuerde con la tradición
cesa, que tomó, de Montaigne y Pascal, teológica del cristianismo;
la práctica de filosofar como interro­ 5) la defensa de la tradición y de
gación a la conciencia. Pero encuentra las instituciones en las cuales encar­
en todos los países numerosas mani­ na, ya que la tradición es interpretada
festaciones no muy diferentes entre sí. como la manifestación en el mundo
Las grandes figuras de la filosofía del humano del mismo principio divino que
Resurgimiento italiano: Gallupi, Ros- se revela en la conciencia. La defensa
mini, Gioberti y Mazzini, se han ins­ de las “buenas causas” de que hablara
pirado en la tradición espiritualista. Cousin se traduce en el ámbito de esta
En Alemania la obra de Hermann Lotze corriente, y en la mayoría de las oca­
ha inspirado y guiado la vuelta al E. y siones, en el conservadurismo político.
se puede decir que el Microcosmos de II) Lo mismo que espiritismo. Este
este autor constituye la suma del E. uso es más común en inglés, pero se
en el siglo xix, defendido de modo puede hallar también en italiano, ale­
inteligente contra el cientificismo posi­ mán y español (cf., por ejemplo, la
tivista. En el mundo contemporáneo la obra de Fichte, Der neue Spiritualismus
obra de Bergson ha renovado el E. sa­ ["El nuevo esplritualismo”], 1878).
liendo al encuentro, en lo posible, de Espíritus animales o vitales, véase
las exigencias de la ciencia y volviendo PN E U M A .
a proponer sus tesis fundamentales en
relación con problemas específicos, co­ Espontaneidad (lat. spontaneitas; ingl.
mo el de la libertad, el alma, la vida, spontaneity; franc. spontanéité; alem.
la moralidad, la religión, etc. En todas S p o n ta n e ita t). El adjetivo spontaneus
sus formas, el E. tiene en común al­ es más que la traducción latina de
4 1 6
E sq u em a
E s q u e m a tis m o
¿y.oúcrio;, que significa libre. Leibniz, mente por los filósofos de acuerdo con
que introdujera el término en el len­ el significado común de forma o figu­
guaje filosófico moderno, indica correc­ ra. Sólo Kant le dio un sentido espe­
tamente su origen y significado: "Aris­ cífico al término, entendiéndolo como
tóteles ha definido bien la espontanei­ intermediario entre las categorías y el
dad, diciendo que la acción es espontá­ dato sensible, intermediario cuya fun­
nea cuando su principio está en el ción sería la de eliminar la heteroge­
agente. Spontaneum est, cuius princi- neidad de los dos elementos de la
pium est in agente (Ét. Nic., III, 1, síntesis, siendo a la vez general como
1110a 17). Así nuestras acciones y nues­ la categoría y temporal como el conte­
tra voluntad dependen enteramente de nido de la experiencia. En este sentido
nosotros” (Théod., III, §301). En otro el E., o con mayor precisión el E. tras­
pasaje, distinguió entre libertad y es­ cendental, es “la representación de un
pontaneidad diciendo que “la libertad procedimiento general, por la cual la
es la E. del que es inteligente, y de imaginación ofrece su imagen a un con­
tal manera lo que hay de espontáneo cepto" (Crít. R. Pura, Anal, de los Prin­
en la bestia o en otra sustancia pri­ cipios, cap. I). Kant distinguió varios
vada de entendimiento, se eleva a más tipos de E. según los cuatro grupos de
altura en el hombre o en otra sustancia las categorías y puso entre ellos el nú­
inteligente y se llama libre” (Op., ed. mero (E. de la cantidad) y la cosidad
Erdmann, p. 669). Pero se tenga en ( E . de la cualidad). En general, los E.
cuenta esta distinción, o no, la E. no es son determinaciones del tiempo y cons­
más que el concepto clásico de la liber­ tituyen, por lo tanto, fenómenos o con­
tad como causa sui, lo que resulta evi­ ceptos sensibles de objetos en concor­
dente también a través de la definición dancia con una categoría determinada
de Wolff, según la cual es "el principio (Ibid., Anal, de los Princ., cap. I). De
intrínseco para determinarse a obrar” modo análogo, entendió el E. Schelling.
(Psychol. empírica, §933). En el mismo que lo distinguió de la imagen (res­
sentido, Kant habló del entendimiento pecto a la cual es más general) v del
como de la “E. del conocimiento” en símbolo. Schelling entendió por E . "la
cuanto es "la facultad para producir intuición de la regla según la cual
por sí representaciones” (Crít. de la el objeto puede ser producido” y, por lo
R. Pura, Lógica trascendental, Intro­ tanto, aclaró la noción con el ejemplo
ducción, I). En este sentido, E. se opone del artesano que debe crear un objeto
a receptividad (véase) o pasividad, en de forma determinada y en conformi­
tanto es sinónimo de actividad, que dad a un concepto (System des trans-
es el término usado ahora con más zendentalen Idealismus [S is te m a del
frecuencia para indicar un proceso o idealismo trascendental], 1800, III, ca­
un cambio que es causa sui, o sea pítulo II, 3? época; trad. ital., p. 183).
que no tiene su causa fuera de sí. Hei- Este significado de Kant y Schelling
degger ha entendido también la E. co­ es el único técnico de la palabra y
mo libertad y, por lo tanto, la ha iden­ aún se encuentra en algunas ocasiones
tificado con la trascendencia en que (cf., por ejemplo, Lewis, An Analysis
consiste la libertad finita del hombre: of Knowledge and Valuation, p. 134).
"La esencia del sí-mismo (la ipseidad), Sin tal significado, el término significa
o sea la esencia de aquel sí mismo que simplemente modelo, imagen general,
yace ya en el fondo de toda E., consiste forma (como sucede, por ejemplo, en
en la trascendencia... Sólo porque la Bergson, Matiére et mémoire, páginas
libertad constituye la trascendencia se 130 ss.; Énergie spirituelle, p. 161; La
puede revelar, en el 'ser ahí’ que exis­ pensée et le mouvant, p. 216) o proyecto
te, como modo particular de la causa­ general.
lidad, o sea como autocausalidad” (Vom
Wesen des Grundes ["De la esencia del E s q u e m a tis m o (gr. cr/rinaTicuó;; ingl.
fundamento"], 1929, III; trad. i., p. 65). schematism; franc. schématisme; alem.
S c h e m a tis m u s ; i tal. schematistno).
E s q u e m a (gr. axr’iua; ingl. s c h e m e ; 1) Configuración o estructura. Éste es
franc. schéma-, alem. Schem a; ital. el significado común del término grie­
schema). La palabra es usada común­ go, al cual hizo referencia Bacon al
•147
E s ta d io
E s ta d o
hablar del E. latente como de uno de de teorías especiales (la teoría ciné­
los dos aspectos fundamentales de los tica de los gases) y más tarde para la
fenómenos naturales (el otro es el pro­ formulación de las leyes de la mecá­
ceso latente o proceso a la forma). nica cuántica. El concepto de ley E.,
Bacon entendió por E. latente la con­ o sea de la relativa uniformidad de la
figuración o estructura de los cuerpos frecuencia de un determinado hecho,
considerados estáticamente {De Augm. cuando el hecho mismo es considerado
Scient., II, 1), de manera que el estudio en una escala numérica bastante am­
del E. fue comparado por él a lo que plia, fue formulado por vez primera por
la anatomía es para los cuerpos orgá­ el astrónomo y matemático belga A. J.
nicos (Nov. Org., II, 7). Quetelet {Physique sacíale, 1869). La
2) Kant entendió por E. "el modo dirección probabilista de la ciencia mo­
de comportarse del entendimiento ha­ derna ha extendido este concepto a
cia los esquemas" (Crít. R. Pura, Anal, muchos campos de investigación. Véase
de los Princ., cap. I). Y Schelling usó c a u s a l id a d ; c o n d ic ió n ; f ís ic a ; c ie n c ia .
la palabra en sentido análogo (System
des transzettdentalen Idealismus [Sz's- E s ta d o (gr. jtoXiTEÍa; lat. república; ingl.
tema del idealismo trascendental]. III, State; franc. état; alem. Staat; ital.
cap. II, 3* época). Acerca de la doctri­ sta to ). En general, la organización
na kantiana del E., cf. E. Paci, “Critica jurídica coercitiva de una determina­
dello schematismo tráscendentale”, en da comunidad. El uso de la palabra E.
Rivista di Filosofía, 1955, n. 4; 1956, se debe a Maquiavelo (Principe, 1513,
n. 1 . §1). Se pueden distinguir tres concep­
tos fundamentales: 1) la concepción
Estadio (gr. o t ó S i o v ; lat. stadium ; franc. organicista, por la cual el E. es indepen­
stade; ingl. stadium; alem. Stadium; diente de los individuos y anterior a
ital. stadio). El último de los cuatro ellos; 2) la concepción atomística o
argumentos de Zenón de Elea en con­ contractual, según la cual el E. es una
tra del movimiento. Puede ser expre­ creación de los individuos; 3) la con­
sado del modo siguiente: Dos masas cepción formalista, según la cual el
iguales, dotadas de iguales velocidades, £. es una formación jurídica. Las dos
deberían recorrer espacios iguales en primeras concepciones se han alternado
tiempos iguales. Pero si dos masas se en la historia del pensamiento occi­
mueven hacia los extremes opuestos dental; la tercera es moderna y, en su
del E. cada una de ellas emplea, para forma pura, ha sido formulada sola­
recorrer el largo de la otra, la mitad mente en los últimos tiempos.
del tiempo que emplearía si una de 1) La concepción organicista se fun­
ellas estuviera detenida: de aquí ex­ da en la analogía entre el E. y un
traía Zenón la conclusión de que la organismo viviente. El E. es un hom­
mitad del tiempo es igual al doble bre en grande; sus partes o miembros
(Arist., Fís., VI, 9, 239 b 33). El argu­ no pueden ser separados de la tota­
mento viene a decir que, si se admite lidad. Por lo tanto, la totalidad pre­
la realidad del movimiento, se admi­ cede a las partes (o sea los individuos
te la equivalencia de un tiempo mi­ o los grupos de individuos), de lo cual
tad al tiempo doble. resulta que tiene unidad, dignidad y
Estadística (ingl. statistics; franc. sta- carácter que no pueden derivar de nin­
tistique; alem. Statistik; ital. statisti- guna de sus partes ni del conjunto. Esta
ca). La recolección e interpretación de concepción del E. fue elaborada por
los datos numéricos en un campo deter­ los griegos. Platón considera que en
minado. O bien, en general, la ciencia el E. se encuentran "escritos con ma­
que tiene por objeto los métodos de yúsculas” y, por lo tanto, más visibles,
recolección e interpretación de los da­ las partes y los caracteres que consti­
tos numéricos. Nacida en el terreno tuyen al individuo (Rep., II, 368 d) y,
de la observación de los hechos socia­ por lo tanto, comienza determinando
les, la E. se ha extendido actualmente las partes y las funciones del E. para
a numerosos campos de investigación y, proceder luego a determinar las partes
en primer lugar, al dominio de la fí­ y las funciones del individuo (Ibid.,
sica; al principio para la formulación IV, 434 e). Éste es un modo de expre­
448
Estado

sar la prioridad del E .; la estructura cista le ha reconocido siempre al E., o


del E. es igual a la del individuo, pero sea la racionalidad perfecta, la auto­
es más evidente. A su vez Aristóteles suficiencia y la supremacía absoluta,
afirmaba: "El E. existe por naturaleza pueden encontrarse recapitulados del
y es anterior al individuo, porque si mejor modo justo en la tesis de Hegel:
el individuo no es por sí autosuficien- el E. es Dios. No siempre, sin embar­
te, lo será con referencia al todo en la go, ha sido formulada la tesis organi-
misma relación en que se encuentran cista de manera tan rigurosa y extre­
las demás partes. Por lo tanto, el que ma, la primacía reconocida al E. con
no puede entrar a formar parte de una referencia a los individuos y la auto­
comunidad o el que no tiene necesidad suficiencia del E. no siempre han lle­
de nada por bastarse a sí mismo, no es vado a considerar al E. como Dios
miembro de un E. sino que es una mismo, pero siempre han llevado a
bestia o un dios” (Pol., I, 2, 1253 a 18). considerarlo como algo divino, que jus­
Estas consideraciones aristotélicas han tifica la sujeción de los individuos a
sido repetidas muchas veces en la his­ él. El fin que toda concepción organi-
toria de la filosofía (cf., por ejemplo, cista se propone siempre ha sido bien
Santo Tomás, De Regimine Principum, expresado por O. Gierke: "Sólo a través
I; Dante, De Monarchia, I, 3), pero en del valor superior del todo en relación
el mundo moderno han adquirido nue­ con el de las partes puede resultar la
va fuerza por obra del romanticismo, obligación del ciudadano a vivir y, si
que insistió acerca del carácter supe­ fuera necesario, a morir por el todo.
rior y divino del E. Ya Fichte lo había Si el pueblo fuera solamente la suma
dicho: "En nuestra edad, más que en de sus miembros y el E. solamente una
todo otro tiempo precedente, cada ciu­ institución para el bienestar de los ciu­
dadano, con todas sus fuerzas, está dadanos, nacidos y por nacer, entonces
sometido a la finalidad del E., está com­ el individuo podría —es cierto— que­
pletamente penetrado por él y se ha dar constreñido a dar su energía y su
convertido en su instrumento” (Grund- vida por el E., pero no tendría obliga­
züge des gegemvártigen Zeitalters, 1806, ción moral alguna de hacerlo” (Das
X ; trad. esp.: Los caracteres de la edad Viesen der menschlichen V erbánden
contemporánea, Madrid, 1935). Pero es­ ["La esencia de la sociedad humana”],
ta concepción fue formulada, del modo 1902, pp. 34ss.).
más simple y extremo, por Hegel, que 2) Para la concepción atomística o
identificó al E. con Dios: "El ingreso contractual, el E. es obra humana, pero
de Dios en el mundo es el E.; su no tiene la dignidad de sus caracteres,
fundamento es el poder de la razón que le han sido conferidos por los
que se realiza como voluntad. En la individuos que lo han creado. Ésta
idea del E. no deben tenerse presentes fue la concepción del E. que tuvieron
estados particulares, más bien se debe los estoicos, que lo consideraban res
considerar la idea por sí misma, este populi. Dice Cicerón: "El E. (res pu­
Dios real” (Fil. del D erecho, §258, blica) es cosa del pueblo y el pueblo no
Apéndice). El E. es un "dios en el es cualquier aglomeración de hombres
mundo”, o sea un dios inmanente y reunida de un modo cualquiera, sino
constituye la existencia racional del una reunión de gente as oci a da por
hombre. "Sólo en el E. tiene el hom­ acuerdo mutuo para observar la justi­
bre existencia racional. Toda educa­ cia y por comunidad de intereses" (De
ción tiende a que el individuo no per­ Rep., I, 25, 39). Esta concepción se ha
manezca como algo subjetivo, sino que entrecruzado con la precedente en la
resulte objetivo por sí mismo en el historia medieval y moderna. Desde
Estado... Todo lo que el hombre es, el siglo ix, constituyó el principio teó­
lo debe al E. y solamente en el E. tiene rico al que se hizo frecuente referencia
su esencia. Todo valor, toda realidad en las luchas políticas (cf. R. y A.
espiritual la tiene el hombre solamen­ Carlyle, History crf Medioeval Political
te por medio del E.” (Philosophie der Theory, I, sec. I, parte IV, cap. V;
Geschichte [Filosofía de la historia'], trad. ital., I, pp. 269 ss ). Sus manifesta­
ed. Lasson, p. 90). Y, en realidad, los ciones principales se exponen en el
caracteres que la concepción organi- artículo c o n t r a c t o a l is m o . En general,
449
Estado

esta concepción es opuesta y simétrica dio de la teoría general del Estado,


a la precedente. Por ella, el E. no tiene México, 1936), pero ha sido repetido
más dignidad o poderes que los que e ilustrado en innumerables ocasiones
los individuos le haya reconocido o (cf., por ejemplo, W. W. Willoughby,
conferido y su unidad no es sustancial The Fundamental Concepts of Public
u orgánica, no precede ni domina a Law, 1924). El aspecto sociológico del
sus miembros o sus partes, sino que es E. es, en cambio, negado por Kelsen
la unidad de un pacto o de una con­ y esta negación es la característica
vención y vale solamente dentro de los fundamental de su formalismo. El E.
límites de validez del pacto o de la es para Kelsen el mero ordenamiento
convención. A veces, sin embargo, en jurídico en su carácter normativo o
el tronco mismo del contractualismo coercitivo. “Existe un solo concepto del
se injertan las exigencias propias del or- E. —dice Kelsen—: el E. como ordena­
ganicismo; así sucede, por ejemplo, en miento jurídico (centralizado). El con­
Rousseau, cuando afirma que "la vo­ cepto sociológico de un modelo efectivo
luntad general no puede errar”. Rous­ de comportamiento orientado hacia el
seau, en efecto, distingue entre la vo­ ordenamiento jurídico, no es un con­
luntad de todos y la voluntad general: cepto del E. pero presupone el concepto
"Aquélla mira s o l a me n t e al interés del E., que es un concepto jurídico”
común, ésta mira al interés privado (General Theory of Law and State,
y es la suma de las voluntades par­ 1945; trad. ital., p. 192). En otros tér­
ticulares, pero quitad de estas volun­ minos, el E. "es una sociedad política­
tades lo más o lo menos que se des­ mente organizada, por ser una comuni­
truyen entre sí y queda, por suma de dad constituida por un ordenamiento
diferencias, la voluntad general” (Con- coercitivo y este ordenamiento coerci­
tract social, II, 3). Aun cuanto justi­ tivo es el derecho” (Ibid., p. 194). Kel­
ficada como simple suma algebraica sen no niega naturalmente que existan
de las voluntades particulares, la "vo­ hechos, acci ones o comportamientos
luntad general” de Rousseau, con su más o menos relacionados con el orde­
infalibilidad, se asemeja mucho a la namiento jurídico estatal, pero afirma
racionalidad perfecta del E. orgánico. que tales hechos, acciones o comporta­
3) Las dos concepciones precedentes mientos son manifestaciones del E. sólo
del E. tienen er común el reconoci­ en cuanto son interpretados "según un
miento de lo que los juristas denomi­ ordenamiento normativo, cuya validez
nan actualmente el aspecto sociológico debe estar presupuesta” (Ibid., p. 193).
del E., esto es, el reconocimiento de Esta doctrina se presta a definir de
su realidad social, considerado, en pri­ modo simple y elegante los elementos
mer lugar, como una comunidad, o tradicionalmente reconocidos como pro­
sea como un grupo social residente en pios del E. El territorio no es más que
un territorio determinado. Este reco­ "la esfera territorial de validez del orde­
nocimiento ha sido considerado como namiento j u r í d i c o d e n o mi n a d o E.”
fundamento de la descripción del E. (Ibid., p. 212). El pueblo no es más que
que juristas y filósofos del siglo xix “la esfera humana de validez del mismo
formularon (cualquiera que sea su con­ ordenamiento”, o sea los límites del
cepto filosófico de E.) y que se expresa grupo de individuos a los cuales se
diciendo que el E. tiene tres elementos extiende la validez del ordenamiento
o propiedades características: la sobe­ jurídico (Ibid., pp. 237 ss.). En cuanto
ranía o poder preponderante o supre­ a la soberanía, Kelsen afirma que el
mo, su pueblo y su territorio. Estos reconocerla al E. depende de la elec­
tres aspectos o elementos fueron ilus­ ción que se haga en lo que se refiere
trados y descritos por separado e inde­ a la hipótesis de la primacía del dere­
pendientemente unos de otros, como cho estatal o del derecho internacional.
también independientemente del con­ Si se acepta la primera, el E. es sobe­
cepto filosófico de E. al que hacían rano sólo en el sentido relativo de que
implícita o explícita referencia. La me­ ningún otro ordenamiento, fuera del
jor expresión de este punto de vista internacional, es superior a su ordena­
fue dada por Jellinek (A llg e m ein e miento jurídico. Si se acepta la segun­
Staatslehre, 1900; trad. esp.: Compen­ da hipótesis, el E. es soberano en el
450
Estado
Estatua
sentido absoluto y original del término o ta m b ié n m o d ific a r, n o rm a s o g ru p o s
(Ibid., p. 391). Esta doctrina repre­ d e n o rm a s d e l o rd e n a m ie n to e n q u e el
senta una notable simplificación del m i s m o c o n s i s t e . Véase p o l ít ic a .
tradicional concepto descriptivo de E.,
pues reúne todos sus elementos en la Estado (lat. status; ingl. state; franc.
noción fundamental de ordenamiento état; alem. Zustand; ital. stato). Con­
jurídico. Por otro lado, no obstante, es­ dición, modo de ser o situación. A
tablece la equivalencia de todos los esta última noción se acerca especial­
ordenamientos jurídicos en cuanto ta­ mente el significado del término en la
les, o sea de todas las formas de Esta­ expresión E. de cosas, con la cual se
do. El formalismo de Kelsen, en efecto, puede traducir el alemán Sachverhalt
no permite establecer una diferencia y el inglés State of affairs. La expre­
cualquiera entre E. absolutista y E. li­ sión alemana fue introducida por Hus-
beral, entre E. democrático, E. colec­ serl en las Logische Untersuchungen
tivo y liberal, etc. También la expresión (1901, II, 1, pp. 472ss.; trad. esp.: In­
E. de derecho, con la cual se designa vestigaciones lógicas, Madrid, 1929) y
al E. que respeta o garantiza los deno­ definida como el correlato objetivo del
minados “der echos inalienables” del juicio (cf. Ideen, I, § 6 ). La noción
individuo, resulta, desde el punto de fue aceptada por Wittgenstein, que la
vista de Kelsen, privada de sentido por entendió como “una combinación de ob­
cuanto, en su concepción, E. y derecho jetos (entidades, cosas)” ( Tractatus, 2 ).
coinciden. Sin embargo, por su mismo Ésta es la expresión que a veces se
carácter formalista, tanto la doctrina traduce como “hecho atómico”. Pero
de Kelsen sobre el E. como la del dere­ aun cuando el E. de cosas de que habla
cho (véase) dejan abierto el camino a Wittgenstein sea un elemento indivisi­
la consideración de la eficacia (y, por lo ble del mundo, la expresión “hecho
tanto, de los límites) de la técnica coer­ atómico” no traduce a la letra la ex­
citiva en cada una de sus fases o mani­ presión original.
festaciones, o sea en los ordenamientos La crítica de Bergson a la concepción
en que se concreta. Cuando Humboldt que de la vida psíquica en su conjunto
hablaba de los “límites de la acción diera la psicología del siglo xix, gira
del E." (Die Grenzen der Wirksamkeit en tomo del concepto de E., conside­
des Staates, 1851; cf. también Politi- rado por Bergson cc no una forma o
sche Denkschriften; trad. esp.: Escritos una instantánea inmóvil tomada en el
políticos, México, 1943, F. C. E.), fundó devenir (cf. especialmente Évol. Creatr.,
tales límites precisamente en la impo­ cap. IV y el análisis del "mecanismo
sibilidad en que se encuentra el E. de cinematográfico del pensamiento”). En
lograr ciertas finalidades con el único realidad, la noción de E. no incluye
medio de que dispone, o sea con la para nada la de reposo o de inmovi­
técnica coercitiva. Por tal motivo, Hum­ lidad, sino más bien la de relación de
boldt puso fuera de los límites de la objetos entre sí en el conjunto de una
acción del E. a la religión, al mejora­ situación. Para Estado de naturaleza,
miento de las costumbres y a la educa­ véase n a t u r a l e z a , esta d o d e .
ción moral, cosas que dependen de una
disposición no controlable por los ins­ Estática, véase m e c a n ic is m o , 1, a).
trumentos de que dispone el E. Por Estatismo (franc. étatisme). En sentido
otro lado, el E. como ordenamiento propio, la doctrina que considera al
jurídico sólo con dificultad podría esca­ Estado como única fuente de dere­
par al juicio (propiamente jurídico) cho. En sentido genérico, toda direc­
acerca de la compatibilidad recíproca ción política que atribuya al Estado
de las normas que constituyen tal or­ funciones o poderes preponderantes en
denamiento, al juicio (también jurídi­ cualquier campo de la actividad hu­
co) acerca de la eficacia de tales nor­ mana.
mas para el logro de sus finalidades,
que es el dado por la denominada Estatua (ingl. s ta tu e ; franc. statue;
ciencia de la legislación o, por fin, al alem. Statue; ital. statua). La hipóte­
juicio (esta vez político) acerca de sis imaginada por Condillac para de­
la oportunidad para incluir o excluir mostrar la derivación de todas las acti­
451
Estatuto
Estética
vidades psíquicas a partir de la sensa­ de su objeto mismo, poética, o sea arte
ción. "Imaginemos —dice Condillac— creadora de imágenes (Plat., Sof., 265 a;
una estatua organizada internamente Arist., Ret., I, 11, 1371 b 7), en tanto que
como nosotros y animada por un espí­ lo bello (en la medida en que no está
ritu privado de toda suerte de ideas. incluido en el número de los objetos
Supongamos asimismo que todo su ex­ que pueden crearse) caía fuera de la
terior de mármol no le permitiera el poética y era considerado aparte (véase
uso de sus sentidos y nos reservamos b e l l o ). Así, para Platón, lo bello es la
la libertad para abrirlos, a nuestra elec­ manifestación evidente de las Ideas
ción, a las diferentes impresiones de (o sea de los valores) y es, por lo tanto,
que son capaces” (Traite des sensations, la más fácil y obvia vía de acceso a
1754, pref.). tales valores (Fedr., 250 e), en tanto
que el arte es imitación de las cosas
Estatuto (ingl. statute; franc. statut; sensibles o de los acontecimientos que
alem. Statut; ital. statuto). Un conjun­ se desarrollan en el mundo sensible, y
to de normas que definen el estado, o constituye más bien una renuncia a
sea la condición o el modo de ser, de ir más allá de la apariencia sensible
un grupo social. hacia la realidad y los valores (Rep.,
Estética (ingl. aesthetic; franc. esthéti- X, 598 c). A su vez, Aristóteles consi­
que; alem. Aesthetik; ital. estética). dera que lo bello consiste en el orden,
Con este término se designa la ciencia en la simetría y en una magnitud que
(filosófica) del arte y de lo bello. El se preste a ser fácilmente abrazada en
nombre fue introducido por Baumgar- conjunto por la vista (Poét., 7, 1450 b
ten hacia 1750, en un libro (Aesthetica) 35 ss.; Met. XIII, 3, 1078 b 1), en tanto
en el cual sostenía la tesis de que el adopta y hace suya la teoría del arte
objeto del arte son las representacio­ como imitación, si bien la sustrae me­
nes confusas, pero claras, o sea sensi­ diante la noción de la catarsis, a esa
bles, pero "perfectas”, en tanto que el especie de confinamiento a la esfera
objeto del conocimiento racional son sensible a la que Platón la había con­
las representaciones distintas (los con­ denado (véase infra).
ceptos). El nombre significa precisa­ A partir del siglo xvm, las dos nocio­
mente "doctrina leí conocimiento sen­ nes del arte y de lo bello aparecen
sible” y cuando Kant, que también ha­ enlazadas como objetos de una inves­
bla (en la Crítica del juicio) de un tigación única y el enlace fue logrado
juicio estético que es el juicio acerca mediante el concepto del gusto, enten­
del arte y de lo bello, denomina “E. dido como facultad de discernir lo
trascendental" (en la Crítica de la razón bello, ya sea dentro o fuera del arte.
pura) a la d o c t r i n a de las formas La investigación de Hume acerca de la
a priori del conocimiento sensible. Ya Regla del gusto (1741) ya supone esta
para Kant, el término E., referido al identificación, como la supone la de
arte y a lo bello, deja de tener rela­ Burke, Acerca del origen de las ideas
ción con la doctrina de Baumgarten de lo sublime y de lo bello (1756; cf. V,
y hoy el nombre designa cualquier aná­ 1) y el ensayo de G. Spalletti, Sobre
lisis, investigación o especulación que la belleza (1765; cf. §§19-20). Pero fue
tenga por objeto al arte y a lo bello, sobre todo Kant quien estableció la
prescindiendo de toda doctrina o direc­ identidad de lo artístico y de lo bello,
ción específica. afirmando que “la naturaleza es bella
Se ha dicho "el arte y lo bello" por­ cuando tiene la apariencia del arte" y
que las investigaciones dirigidas a uno que “el arte no puede ser denominado
u otro de estos dos objetos coinciden o, bello sino cuando nosotros, aun siendo
por lo menos, están estrechamente en­ conscientes de que es arte, lo consi­
trelazadas en la filosofía moderna y deramos como naturaleza” (Crítica del
contemporánea. En cambio en la filo­ Juicio, §45). Finalmente, Schelling in­
sofía antigua no ocurría así, pues con­ virtió la relación tradicional entre arte
sideraba las nociones de arte y de bello y naturaleza, haciendo del arte la regla
como diferentes y recíprocamente in­ de la naturaleza, en vez de hacer de la na­
dependientes. La doctrina del arte fue turaleza la regla del arte. El arte, en efec­
llamada por los antiguos por el nombre to, es para Schelling, la necesaria y per­
452
Estética

fecta realización de esa belleza que la consistir, según sus palabras, "en el
naturaleza adquiere sólo de modo par­ análisis comparado del mecanismo del
cial y casual (System des transzenden- acto del escritor y de las otras condi­
taten Idealismus [Sistema del idealis­ ciones menos definidas que este acto
mo trascendental], 1800, VI, § 2; cf. el parece exigir” (Variété, 1944, V, p. 292).
escrito "Las artes figurativas y la natu­ Con el nombre de poética se indica a
raleza”, 1807, en Werke ["Obras”], VII, menudo hoy en día el conjunto de las
pp. 289 ss.). reflexiones que un artista hace acerca
Sin embargo, se ha realizado recien­ de su propia actividad o acerca del
temente también en Alemania, un in­ arte en general y si con el uso de esta
tento de separar la ciencia del arte de palabra no se intenta aludir a una
la doctrina de lo bello con el objeto forma menor de E., depuesta o provi­
de instituir sobre bases positivas una sional, el uso mismo no suscita obje­
"ciencia general del arte” (E. Utitz, ciones.
Grundtegung der allgemeinen Kunstwis- La historia de la E. presenta gran
senschaft ["Fundamentación de la cien­ variedad de definiciones del arte y
cia general del arte”], 2 volúmenes, de lo bello. Si bien cada una de estas
Stuttgart, 1914 y 1920; M. Dessoir, Aes- definiciones tiene por regla la preten­
thetic und allgemeine Kuntswissen- sión de expresar de modo absoluto la
schaft ["La estética y la ciencia gene­ esencia del arte, actualmente se va
ral del arte”], Stuttgart, 1923). Tal abriendo paso la idea de que la mayor
ciencia tendría como objeto el arte en parte de ellas sólo expresan tal esen­
sus aspectos técnico, psicológico, mo­ cia, desde el punto de vista de un
ral y social, dejando, en cambio, a la problema particular o grupo de proble­
E. la consideración de lo bello, consi­ mas. Por ejemplo, resulta bastante cla­
deración tradicional en ella que se con­ ro que la definición del arte como imi­
sidera, por lo demás, insuficiente para tación es la solución a un problema
explicar todos los fenómenos artísticos, totalmente diferente de aquel al que se
por cuanto al arte de los primitivos, por presenta como solución la definición
ejemplo, y buena parte del arte moder­ del arte como placer; en efecto, la
no parecen escapar de la categoría de primera concierne a la relación entre
lo bello. Estas consideraciones, sin em­ el arte y la naturaleza, la segunda a la
bargo, no parecen ser decisivas. La relación entre el arte y el hombre. Las
noción de "bello” está muy extendida teorías E. no pueden, por lo tanto, ser
en el uso común y también en el culto presentadas sino con referencia a los
(propio de los críticos de arte y de los problemas fundamentales de los cuales
filósofos) para calificar cualquier obra son (o pretenden ser) la solución, y
de arte lograda, aun cuando represente es necesario, ante todo, plantear cuá­
cosas o personas que, por sí mismas, les son dichos problemas para poder
no podrían ser consideradas "bellas” indicar, a propósito de cada uno de
según los cánones corrientes. No se ha ellos, las soluciones más importantes
reconocido, por lo tanto, lo oportuno que han sido o son propuestas actual­
de una separación entre la E. como mente. Ahora bien, los problemas fun­
ciencia filosófica de lo bello y la cien­ damentales en tomo a los cuales se
cia del arte como tal (cf. B. C. Heyl, pueden reagrupar todos los que se de­
New Bearings in Esthetics and Art baten en el dominio de la E. y que,
Criticism, 1943, pp. 20 ss.). Por lo de­ por lo tanto, permiten orientarse en la
más, problemas de orden psicológico, variedad de las direcciones de esta
moral, etc., son debatidos cada vez más ciencia son tres, a saber: 1) la relación
en el dominio mismo de la E. y no entre el arte y la naturaleza; 2) la re­
parece que exijan ser tratados aparte. lación entre el arte y el hombre; 3) la
Por lo tanto, la propuesta en cuestión tarea del arte.
ha servido solamente para subrayar la 1) Muchas definiciones del arte son
exigencia de que la E. incluya, para su determinaciones de la relación entre
consideración, tales problemas cada vez el arte y la naturaleza (o, en general, la
más. Más éxito ha tenido la propuesta realidad). Ya que se puede entender
de Paul Valéry para distinguir una el arte como dependiente de la natura­
poética en la E., poética que debería leza, como independiente de ella o co-
453
f

Estética

mo condicionado por ella, se pueden cosas por su cuenta y de agregar lo


distinguir tres concepciones diferentes que falta a las cosas naturales” (Enn.,
del arte bajo este aspecto: a) el arte V, 8 , 2). Así, según Plotino, lo que el
como imitación; b) él arte como crea­ arte agrega a la naturaleza es tomado
ción; c) el arte como construcción. de la realidad superior (inteligible) a
a) La más antigua definición del ar­la que dirige su mirada. En tanto
te en la filosofía occidental, la de que el concepto de imitación perdura
imitación, es entendida en el sentido como definición del arte, no se pone
de subordinar el arte a la naturaleza en duda el carácter pasivo o receptivo
o a la realidad en general. Platón in­ del arte mismo.
siste sobre la pasividad de la imitación b) El concepto del arte como crea­
artística: el pintor no hace más que ción es propio del romanticismo y
reproducir la apariencia del objeto cons­ Schelling lo hizo valer en toda su fuer­
truido por el artesano (Rep., 598 b); el za. "En qué se distingue el producto E.
poeta no hace más que copiar la apa­ —decía— del común producto artesa­
riencia de los hombres y de sus activi­ no, es fácil juzgarlo, porque toda crea­
dades, sin preocuparse verdaderamente ción E. es, en su principio, absoluta­
de las cosas que imita y sin la capa­ mente libre, en cuanto que el artista
cidad de realizarlas (Ibid., 599b). Para puede ser dirigido hacia ella solamente
Aristóteles, el valor del arte resulta del por una contradicción que se encuentre
valor del objeto imitado; por ejemplo, en la parte más alta de su naturale­
deben ser propios del objeto que la za, en tanto que toda otra creación
tragedia imita, o sea del mito, los ca­ surge de una contradicción externa al
racteres que garantizan el éxito de la creador y que, por lo tanto, tiene su
tragedia. "Como los cuerpos de los finalidad fuera de sí” (System, cit., VI,
seres vivos deben, para ser bellos, te­ §2). Para Schelling, el arte es la propia
ner una grandeza que en su conjunto actividad creadora de lo Absoluto, por­
pueda ser fácilmente abrazada por la que el mundo es un "poema” (Ibid.,
mirada, de la misma manera el mito VI, §3) y el arte humano es una con­
debe tener una extensión que pueda tinuación, en especial a través del ge­
fácilmente ser abrazada en conjunto nio, de la actividad creadora de Dios.
por la mente" (Poét., VII, 1451 a 2). Este concepto fue adoptado por Fichte
Desde este punt_ de vista, al artista en los escritos del segundo periodo y,
pertenece, en el mejor de los casos, sobre todo, en Los caracteres de la edad
el mérito de la oportuna elección del contemporánea (1806), en la Esencia
objeto imitado; pero, una vez elegido del sabio (1805) y en el Destino del
el objeto, no puede más que reprodu­ sabio (1811) (cf. Pareyson, La estética
cirlo en sus características propias. No del idealismo alemán, 1950; trad. ital„
implica diferencia alguna el que el ob­ pp. 388 ss.). Como se ve, la tesis román­
jeto imitado sea una cosa natural o tica del arte como creación se compo­
una entidad trascendente o inteligible: ne, a su vez, de dos tesis diferentes:
la pasividad de la imitación persiste. I) el arte es originalidad absoluta y sus
Así, Séneca dice que cuando el artista productos no se reducen a la realidad
dirige la mirada a un ejemplar por él natural; II) como originalidad absolu­
mismo concebido, este ejemplar está, ta, el arte es parte (continuación o
en realidad, contenido en la mente di­ manifestación) de la actividad creadora
vina (Ep., 65), es decir, no es creado. de Dios. Éstas son las tesis fundamen­
Del mismo modo, observa Plotino: "Si tales que Hegel ilustró en sus Leccio­
alguno desprecia a las artes porque nes sobre la estética. “Se podría ima­
no hacen más que imitar las cosas ginar —dice— que el artista debe reco­
naturales, es necesario decir, en pri­ ger del mundo externo las formas me­
mer lugar, que las mismas cosas natu­ jores y reunirlas, o debe hacer una
rales imitan otras cosas y, en segundo selección de las fisonomías, de las si­
lugar, es necesario saber que las artes tuaciones, etc., para hallar las formas
no imitan directamente los objetos vi­ más aptas a su contenido. Pero una vez
sibles, sino que se dirigen a las regio­ que hubiera recogido y entresacado así,
nes de las que ellos dependen y así se nada habría hecho aún, ya que el ar­
hallan en situación de hacer muchas tista debe ser creador y en su propia
454
r

Estética

fantasía, con el conocimiento de las naturaleza “espiritual”, o sea de con­


formas verdaderas y con un sentido ciencia, del arte. Decía a este respecto
profundo y una viva sensibilidad, debe Hegel: "La obra de arte alcanza sola­
espontáneamente y de un solo golpe mente en la superficie la apariencia
formar y expresar el significado que de la vida, ya que básicamente es pie­
lo inspira" (Vortesungen über die Aes- dra, madera, tela o, en el caso de la
thetik [Lecciones sobre la estética], ed. poesía, letras y palabras. Pero este as­
Glockner, I, p. 240). Por otro lado, pre­ pecto de la existencia externa no es el
cisamente por este su carácter de que constituye la obra de arte; la obra
creación, el arte pertenece a la esfera de arte se origina en el Espíritu; per­
del Espíritu absoluto y es, con la reli­ tenece al dominio del Espíritu, ha re­
gión y la filosofía, una de sus mani­ cibido el bautismo del Espíritu y expre­
festaciones o realizaciones en el mun­ sa sólo lo que se ha creado bajo la
do. "El arte —dice Hegel—, en cuanto inspiración del Espíritu” ( Vortesungen
se ocupa de lo verdadero tanto como über die Aesthetik [Lecciones sobre la
del objeto absoluto de la conciencia, estética], ed. Glockner, I, p. 55). Croce,
pertenece a la esfera absoluta del Espí­ a su vez, ha confinado al dominio de la
ritu y, por lo tanto, se coloca, por su “práctica” la técnica expresiva del arte,
contenido, en el mismo plano que la considerándola como simple expediente
religión y la filosofía. Ya que la filo­ de comunicación: "El artista, que he­
sofía no tiene tampoco otro objeto que mos dejado vibrante de imágenes expre­
Dios y es así una teología racional y sadas que irrumpen por infinitos ca­
un perpetuo culto divino al servicio de nales de todo su ser, es hombre íntegro
la verdad” (Ibid., I, pp. 147-48). Acerca y, por lo tanto, también hombre prác­
de este punto, Croce no hace más que tico; y, como tal, acude a los medios
repetir la doctrina de Hegel, casi a la para que no se pierda el resultado de
letra. "Como posición o resolución de su trabajo intelectual y para hacer po­
problemas (fantásticos o estéticos) el sible y fácil, a sí mismo y a los demás,
arte no reproduce algo existente, sino la reproducción de sus imágenes; de
que produce siempre algo nuevo, crea ahí que ejecute actos prácticos, que
una nueva situación espiritual y, por sirven a esa obra de reproducción. Es­
lo tanto, no es imitación sino crea­ tos actos prácticos están guiados, como
ción. De igual creación es el pensamien­ todo acto práctico, t or conocimientos
to, el cual, asimismo, no consiste en y, por lo tanto, se denominan técnicos,
otra cosa que un planteamiento y una y como prácticos, a diferencia de la
resolución de problemas (lógicos, filo­ intuición, que es teórica, aparecen como
sóficos o especulativos, según se lla­ exteriores a ésta y, por lo tanto, se de­
men) y nunca en reproducción de obje­ nominan físicos, y con tanta mayor
tos o de ideas” (Ñuovi Saggi di E., facilidad toman este nombre, cuanto lle­
1920, p. 156). Gentile, en el mismo sen­ gan del entendimiento fijados y abs­
tido, ha escrito: “Es difícil renunciar traídos” (Breviario di E., en Nuovi Sag­
a ver en el artista un libre espíritu gi di E., II, pp. 39-40). Y Gentile rema­
creador. Existirán, asimismo, dificulta­ chaba: "Puesto que el elemento estético
des, para el pensamiento común, para consiste en la subjetividad sentimental
darse clara cuenta de esta creatividad que informa por sí un pensamiento, la
del hombre; pero, aun cuando oscura, representación por la cual este pensa­
esta idea del artista que crea su mundo miento se desarrolla y actúa, se refiere
está grabada profundamente en todo únicamente a los medios técnicos de
hombre que aborda la obra de arte” la expresión. Alfieri es el mismo poeta
(Fil. delfarte, 1931, II, §4). En el en los sonetos y en las tragedias, etc.”
ámbito de la concepción romántica del (Fil. dell’arte, VII, § 8 ).
arte, el principio de que el arte es crea­ c) El concepto del arte como cons­
ción aparece como una verdad evi­ trucción surge cuando no se considera
dente. la actividad E. ni como pura recepti­
El principal corolario de esta con­ vidad, ni como pura creatividad, sino
cepción es la escasa importancia atri­ como un encuentro entre la naturaleza
buida a los medios técnicos de la ex­ y el hombre o como un producto com­
presión y la insistencia acerca de la plejo, en el cual la obra del hombre
455
Estética

se agrega, sin destruirla, a la de la libertad ilimitada —dice Schiller— el


naturaleza. Éste fue, precisamente, el hombre puede unir las cosas que la na­
concepto kantiano del arte, al concebir turaleza separó y puede separar las que
la actividad E. como una forma del la naturaleza unió... Pero posee tal
juicio reverberante, o sea, como la fa­ derecho de soberanía sólo en el mundo
cultad que permite distinguir la subor­ de la apariencia, en el irreal reino de
dinación de las leyes naturales a la la imaginación y sólo en tanto que se
libertad humana o al finalismo de la na­ abstenga escrupulosamente de afirmar
turaleza con referencia al hombre. El la existencia en el campo de la teoría,
finalismo de la naturaleza, según Kant, y en la práctica, del querer producir
no es "un concepto de la naturaleza” ni con ello una existencia efectiva” (Ibid.,
“un concepto de la libertad”, o sea, no XXVI, p. 134).
pertenece solamente a la naturaleza La apariencia E. (o esfera del juego)
ni sólo al hombre, sino al encuentro es, por lo tanto, el dominio en el cual
entre la naturaleza y el hombre, debido el hombre y la naturaleza colaboran
al hecho de que el hombre debe realizar juntos: la naturaleza limitando y con­
en la naturaleza sus finalidades y, por dicionando la libertad humana y la
lo tanto, encuentra un sentimiento de libertad humana, por su parte, proce­
placer (esto es, de liberación de una diendo a componer y unificar los datos
necesidad) cuando esta realización le naturales. Éste es precisamente el con­
parece posible, cuando la naturaleza cepto de la construcción, que no dejó
se le presenta como apta para servir de hacer su aparición en la propia E.
a los fines humanos (Crítica del Juicio, romántica del siglo xix. El más volu­
Introd., V). En el mismo concepto de minoso (y quizá el más grande) monu­
la actividad E., Kant incluía de tal mento a esta E. es la E. o ciencia de
manera el de un encuentro en el meca­ lo bello (1846-57) de T. F. Vischer, que
nismo natural y la libertad humana, aunque adopta como principio propio
encuentro por el cual el arte no pres­ del mundo del arte la Idea hegeliana,
cinde de la naturaleza, sino que la o sea la Razón consciente de sí, con­
subordina para sí y el hombre goza de sideraba la Idea misma en lucha in­
esta subordinación, como de una nece­ cesante con obstáculos e influencias
sidad satisfecha. El concepto mediante que Vischer denominaba en su conjun­
el cual Kant e: iresa con mayor fre­ to el "reino del azar”. Toda la vida
cuencia el carácter constructivo (no li­ del espíritu es, según Vischer, "la his­
mitativo ni creador) del arte es el del toria de la anulación y de la asimila­
juego. Como actividad liberal o no ción del azar” (Aesthetik oder Wissen-
mercenaria, el arte es "un simple jue­ schaft des Schonen, §41), pero sólo en
go, o sea una ocupación placentera por la belleza no se destruye el azar sino
sí misma que no tiene necesidad de que es asimilado y organizado. Ello equi­
otra finalidad” (Ibid., §43). La noción valía a ver en el arte una obra de cons­
de juego fue adoptada más tarde para trucción condicionada y no de crea­
definir algunas artes en particular, es­ ción, como la había concebido Hegel.
pecialmente la elocuencia, la poesía y En la E. contemporánea, el concepto
la música (Ibid., §51). El mismo signi­ del arte como construcción domina el
ficado tiene el concepto de juego en campo. Tal concepto ha sido explícita­
la doctrina de Schiller. El hombre, que mente definido por Valéry que, sobre
es al mismo tiempo naturaleza y razón, este fundamento, ha afirmado la exce­
está dominado por dos tendencias con­ lencia de la arquitectura sobre todas
tradictorias, la tendencia material y la las artes. "El que construye o crea —ha
tendencia formal y estas tendencias escrito Valéry—, empeñado como está,
se conciban por la tendencia al juego, con el resto del mundo y con el movi­
que tiende a realizar la forma viviente, miento de la naturaleza que perpetua­
esto es, la belleza ( Über die aesthetische mente tienden a disolver, corromper o
Erziehung des Menschen [Cartas sobre arruinar lo que él hace, debe reconocer
la educación estética del hombre], 1793- un tercer principio que intenta comu­
1795, XV; trad. ital., p. 71). La tenden­ nicar a las propias obras y que exprr
cia al juego armoniza la libertad hu­ la resistencia que quiere opongan i
mana con la necesidad natural. "Con tas al propio destino de mortal. I
456
E stética

suma, crea la solidez y la duración” tales: a) la que considera al arte como


(Eupalinos; trad. ital., p. 142). El mis­ conocimiento; b) la que lo considera
mo concepto se encuentra a menudo como actividad práctica; c) la que lo
repetido en las consideraciones esté­ considera como sensibilidad.
ticas de poetas contemporáneos (véase a) Que el arte pertenezca a la esfera
p o e s í a ) y Dewey lo expresa en la forma del conocimiento parece haber sido
más precisa de colaboración o contraste sugerido por la doctrina aristotélica,
entre el hacer y el padecer: "El arte, aun cuando (según se verá) Aristóte­
en su forma, une la relación misma de les haya atribuido explícitamente el
hacer y de padecer, la energía que va arte a la esfera de la actividad prác­
y viene, lo que hace que una experien­ tica. Pero observa que el arte surge en
cia sea una experiencia. La elimina­ esa tendencia a la imitación que es un
ción de todo lo que no contribuye a la aspecto del deseo de conocer (Poét.,
organización mutua de los factores de IV, 1448 b 5) y a propósito de la poe­
la acción y la recepción, la selección sía, en un pasaje famoso, afirma que
de los aspectos y rasgos que contri­ es más filosófica que la historia (Ibid.,
buyen a la interpenetración, hacen que 9, 1451b 5), lo que parece querer decir
el producto sea una obra de arte” (Art que tiene mayor valor teórico que la
as Experience, 1934, cap. III; trad. historia, ya que se halla más cerca de
esp.: El arte como experiencia, México, la primera ciencia teórica. Pero fue
1949, F. C. E., p. 45). L. Pareyson, al sobre todo el romanticismo el que in­
estudiar la formación de la obra de sistió acerca del valor cognoscitivo del
arte y al ofrecer la teoría, ha subrayado arte, viendo en él, y sin rodeos a tra­
los caracteres de la construcción artís­ vés de Schelling, "el órgano general de
tica. "Hacer, inventando al mismo tiem­ la filosofía” en cuanto el arte recoge
po el modo de hacer; considerar su esa "Identidad de la actividad cons­
logro como criterio de sí misma; pro­ ciente y de la inconsciente", que es
ducir la obra inventando la regla indi­ Dios mismo o lo Absoluto (System, cit.,
vidual ; hacer coincidir la invención con VI, 1). Hegel hacía retroceder un paso
la producción, la ideación con .la reali­ al arte, colocándolo por debajo de la
zación, la concepción con la ejecución; filosofía y de la religión, pero confirmó
obrar de manera que la obra de arte su valor teórico atribuyéndolo a la es­
sea al mismo tiempo la ley y el resul­ fera del "Espíritu a' toluto” que es el
tado de la propia formación: he aquí más alto conocimiento (o "conciencia
otras tantas expresiones equivalentes de sí”) que lo Absoluto puede tomar de
para designar el proceso creador del sí (Ene., §556). Tanto la E. de Croce
arte y para indicar la coincidencia de como todas aquellas que sigan tal mo­
intención y organización en el procedi­ delo afirman esta atribución. Desde
miento artístico” (E., 1954, p. 126). El la primera formulación de su doctrina,
teorema fundamental de esta concep­ Croce insistió en la definición del arte
ción del arte es la identidad de la pro­ como primer grado del conocer, o sea
ducción artística con su técnica, del "conocimiento intuitivo o de lo particu­
mismo modo que la distinción radical lar” (E., 1902, cap. I). Y siempre ha
entre técnica y producción es el teo­ insistido en la tesis de que el arte
rema característico de la concepción es "una teorización, un conocer”, que
del arte como creación. El denominado une lo particular a lo universal y
arte abstracto, que insiste más que los que, por lo tanto, tiene siempre una
otros en la identidad de técnica y pro­ impronta de universalidad y totalidad
ducción es, en su conjunto, una mani­ (La poesía, 1936). Esta misma tesis es
festación de este modo de entender también el supuesto de la E. de Genti-
el arte. le, en la cual la definición del arte
2) El segundo problema fundamental como sentimiento significa solamente
de la E. es el de la relación entre el la reducción del arte a pensamiento
arte y el hombre, o sea el de la situa­ "inactual", o sea que todavía no se ha
ción o posición del arte en el sistema realizado en el objeto (La filosofía
de las facultades o de las categorías delí'arte, 1931, cap. IV). La misma doc­
espirituales. A este respecto se pueden trina bergsoniana del arte, formulada
distinguir tres concepciones fundamen­ a propósito de la función de lo cómico,
457
r

Estética

reduce el arte a la intuición, que es el sentimiento de fuerza y de plenitud,


órgano del conocimiento filosófico (Le tal como se produce en la embriaguez.
tire, 1908, p. 160). En fin, esa dirección La belleza es la expresión de una vo­
de crítica de las artes figurativas que luntad victoriosa, de una coordinación
ha sido denominada de la "visibilidad más intensa, de una armonía de todos
pura" porque ve en las formas y en los deseos violentos, de un equilibrio
los grados de estas artes formas y perpendicular infalible. "El arte —dice
grados del ver, ha compartido a veces Nietzsche— corresponde a los estados
esta noción del arte como conocimien­ de vigor animal. Es, por una parte, el
to. Así ha dicho, por ejemplo, K. Fied- exceso de una constitución floreciente
Ier: "Sólo la verdad y el conocimiento que rebasa en el mundo de las imáge­
parecen ser la única ocupación digna nes y de los deseos; por otra, la exci­
del hombre y si se quiere asignar al ar­ tación de las funciones animales, me­
te un puesto entre las más altas tenden­ diante las imágenes y los deseos de
cias del espíritu, es necesario señalarle una vida intensificada; es una exalta­
como fin sólo el salto hacia la verdad, ción del sentimiento de la vida y un
el empuje hacia el conocer” (Aphoris- sstimulante de la vida” (Wilte zur
men”, en Schriften über Kunst ["Afo­ Machí, ed. 1901, §361; trad. esp.: La
rismos”, en "Escritos sobre arte”], 1914, voluntad de dominio, Madrid, 1932).
II, 8 , pp. 147 ss.). Es esencial al arte la perfección del
b) La atribución del arte a la es­ser, la puesta en marcha del ser hacia
fera de la actividad práctica es la tesis la plenitud; el arte es esencialmente la
explícita de Aristóteles. Debido a la afirmación, la divinización de la exis­
gran división entre ciencias teóricas tencia. El mismo estado apolíneo (véa­
o cognoscitivas, que tienen por objeto se) no es más que el resultado extremo
lo necesario, y ciencias prácticas que de la embriaguez dionisiaca: es el re­
tienen por objeto lo posible, el arte poso de determinadas sensaciones extre­
pertenece, según Aristóteles, al dominio mas de embriaguez.
práctico y constituye el objetó de la c) La atribución del arte a la esfera
poética, o sea de la ciencia de la pro­ de la sensibilidad es una tesis plató­
ducción, mientras la otra subdivisión nica que vuelve a aparecer en el si­
de la práctica es la ciencia de la ac­ glo x v i i i aunque se haya cambiado el
ción (Ét. Alie., V±, 4, 1140 a 1). No obs­ signo de valor. Platón había confinado
tante la poderosa sugestión de Aristó­ el arte a la esfera de la apariencia
teles (o quizá porque tal sugestión fue sensible y lo había caracterizado por la
anulada por la otra a la que ya nos renuncia a salir de esta esfera median­
hemos referido), la concepción del arte te el uso del cálculo y de la medida
como actividad práctica ha vuelto a (Rep., X, 602 c-d). Per o en el si­
presentarse sólo en raras oportunida­ glo x v i i i , la noción del arte como sen­
des en la historia de la E. En esta sibilidad ya no es disminución o con­
rúbrica puede ser comprendida la con­ dena: el arte aparece como la perfec­
cepción del arte como juego. Ésta fue ción de la sensibilidad misma. El naci­
expuesta por vez primera por H. Spen- miento y la elaboración del concepto
cer, que consideró al arte como un de gusto (véase), paralelo al nacimien­
juego que se ha desvinculado de su to y a la elaboración de la categoría
finalidad de aprendizaje biológico y del sentimiento (véase) condiciona la
ha resultado finalidad en sí mismo nueva apreciación de la esfera sensi­
(Principies af Psychology, 1855, §§535- ble, que es precisamente un rasgo de la
536). Con algunas variantes, la teoría filosofía del siglo x v i i i , y la asigna­
fue adoptada por K. Groos que llevó el ción del mundo del arte a tal esfera.
arte a la "experiencia sensorial del Baumgarten consideraba que "el fin
juego” (Spiele der Menschen [“Los jue­ de la E. es la perfección del conoci­
gos de los hombres”], 1889). Pero fue miento sensible en cuanto tal”, y que
sobre todo Nietzsche quien insistió esta perfección es la belleza (Aesthe-
acerca del carácter práctico del arte, tica, 1750-58, § 14). Es muy cierto que
viendo en él una manifestación de la consideraba las representaciones E. co­
voluntad de dominio. El arte, según mo representaciones claras, pero con­
Nietzsche, está condicionado por un fusas y así establecía sólo una diferen­
458
Estética

cia de grado entre ellas y las represen­ y, en general, la fantasía es tanto más
taciones racionales (que son daros y fuerte cuanto más débil es el raciocinio
distintas), lo que, como Kant observó (Ibid., I, Elementos, 36). Kant, por fin,
a menudo, no es una distinción sufi­ sellaba el acta oficial de nacimiento de
ciente entre sensibilidad e inteligencia la “facultad del sentimiento” y a tal fa­
(Crít. R. Pura, § 8 ; cf. Crít. del Juicio, cultad le atribuía el juicio E. intentando
Intr., § III). Pero es muy cierto que, determinar, por consiguiente, sus ca­
aunque con conceptos i mper fect os, racteres (Crít. del Juicio, Intr., § I II ).
Baumgarten tenía como punto de mira La E. contemporánea asigna, por lo
precisamente la reivindicación de la común, el arte a tal facultad. Según
autonomía de la esfera sensible. A Santayana, "la belleza es un placer con­
la misma esfera reducía Vico a la poe­ siderado como la cualidad de una co­
sía, en polémica con los "imaginados sa” y, por lo tanto, es siempre "una
Principios de la poesía, desde Platón emoción, una afección de nuestra natu­
y su discípulo Aristóteles hasta los Pa­ raleza volitiva y valorativa” (The sense
tricios, Escalígeros y Castelvetris de of Beauty, 1896, §11). Igualmente, para
nuestros días" (Se. Nuova, 1744, II, De Dewey, el arte no es "una forma de
la metafísica poética; trad. esp. de la sentimiento” independiente. "Es una
1? ed.: Ciencia nueva, México, 1941, emoción inducida por un material ex­
F. C. E., II, p. 12). La tesis de estos presivo. .. no es la naturaleza, pero es
autores era, según Vico, que la poesía la naturaleza transformada, al entrar
fuera "Mente motriz infinita”, o sea en nuevas relaciones que provocan una
"metafísica razonada y abstracta", en nueva respuesta emocional" (Art as Ex-
tanto la tesis de Vico es la de que la perience, 1934, cap. IV; trad. esp.: El
poesía fue metafísica "sentida e ima­ arte como experiencia, México, 1949,
ginada" en la forma que podía serlo F. C. E.).
como propia de los hombres en los que 3) El tercer punto de vista desde
"el uso nulo o escaso de raciocinio con­ el que pueden considerarse las teorías
lleva robustez de los sentidos; ésta estéticas es el de la tarea (o deber)
causa viveza de fantasía; y una fanta­ que se atribuye al arte. Todas estas
sía vivida es pintora excelente de las teorías caen dentro de dos grupos fun­
imágenes que graban los objetos en damentales que c o n s i d e r a n al arte:
los sentidos” (Ibid., 1744, II, De la me­ a) como educación; f¡) como expre­
tafísica poética; trad. esp., II, 1, p. 11). sión. Como educación, el arte es ins­
Ahora bien, según Vico los estudios de trumental, como expresión es finalidad.
metafísica (o sea conocimiento) y poe­ a) La teoría del arte como educa­
sía se hallan totalmente opuestos entre ción es, sin duda, la más antigua y la
s í: "aquélla purga la mente de los más difundida. Platón condenó el arte
prejuicios mozos, y ésta del todo la imitativo porque no lo consideró educa­
sumerge en ellos y la tiene como ver­ tivo sino más bien antieducativo (Rep.,
tida ; resiste aquélla al juicio de los X, 605 a-c), pero aceptó y defendió las
sentidos, y ésta lo toma por su norma formas artísticas en las que vio útiles
principal; aquélla enflaquece la fanta­ instrumentos de educación (Ibid., III,
sía, y ésta la exige muy corpuda; cuida 395 c). Aristóteles afirmó que "la músi­
aquélla, solícita, de no convertir el es­ ca no debe ser practicada por un único
píritu en cuerpo, y ésta no hay cosa tipo de beneficio que de ella pueda re­
en que más se huelgue que en dar cuer­ sultar, sino para usos múltiples, ya que
po al espíritu; por lo cual los pensa­ puede servir para la educación, para
mientos de aquélla son totalmente abs­ procurar la catarsis y, en tercer lugar,
tractos y los conceptos de ésta son más para el reposo, el alivio del alma y la
bellos cuanto mayor es su cobrada cor­ suspensión de las fatigas” (Polít., VIII,
pulencia. .. mas ésta se emplea en in­ 7, 1341 b, 35). Lo que dice de la música
ducir a perturbadísimos afectos” (Ibid., vale obviamente para todas las artes, y
trad. esp. cit., II, p. 65). La fantasía, también la catarsis (véase) y la diver­
que es el órgano de la poesía, es definida sión son asimismo en sí procedimientos
por Vico como la facultad que "altera educativos. El concepto del arte co­
y adultera” las cosas (Ibid., De la in­ mo educación perduró durante toda la
alcanzable facultad poética de Homero) Edad Media y no cambió sensiblemente
459
Estética

ni tampoco fue innovado por las discu­ petido por ('roce, quien reconoce que
siones estéticas del Renacimiento. La el conocimiento E. se conserva en el
acentuación del carácter catártico del conocimiento filosófico, como se con­
arte no es más que la acentuación de serva en el arte la exigencia moral o
su utilidad educativa. Tampoco Vico la conciencia del deber (Breviario de
dudaba de ella al insistir acerca de los E., III). A las teorías que ven en el
"tres trabajos que debe hacer la poe­ arte un instrumento educativo para los
sía grande, o sea el de volver a encon­ fines de la moral y del conocimiento,
trar fábulas sublimes de acuerdo al se han agregado ahora las que ven en él
entendimiento popular, y que inquieten un instrumento de educación política.
excesivamente, para conseguir el fin Estas doctrinas son las que hablan del
que ella se ha propuesto, el de enseñar compromiso (en g a g em en t) pol í t i co
al vulgo a obrar virtuosamente, tal del arte y que exigen que el artista
como ellos [los poetas] se enseñaron asuma una directiva política precisa
a sí mismos” (Se. Nucrva, II, De la que coordine su obra con las clases o
metafísica poética; trad. esp. [de la 1 ? los grupos sociales más numerosos y
ed.]: C iencia nueva, México, 1941, menos privilegiados (o con los partidos
F. C. E.). Éste es todavía el punto de que los representan o pretendan re­
vista tradicional que hace del arte un presentarlos) y le ayuden en el esfuer­
instrumento de perfeccionamiento mo­ zo de .liberación y, por lo tanto, de
ral. Pero la misma teoría del arte como conquista y de conservación del poder
conocimiento pertenece al ámbito de político. Esta tesis, que es propia de
una concepción instrumental o educa­ las doctrinas estéticas que se inspiran
tiva del arte. Hegel lo ha expresado en la ideología comunista, no es, filo­
con toda la claridad deseable. Inten­ sóficamente hablando, más escandalosa
tando determinar la finalidad del arte que las doctrinas tradicionales, que
en la introducción de sus Lecciones proponen como tarea del arte la educa­
sobre la E., eliminó las teorías por las ción moral o cognoscitiva. Es cierto
que la finalidad del arte fuera imita­ que la política tiene exigencias más
ción o expresión (y en tal casq sería cambiantes y más arbitrarias que la
verdadera la fórmula del arte por el moral o el conocimiento, y de tal
arte) o perfeccionamiento moral, para manera el engagement político corre
insistir acerca dr ' punto de que la fina­ el riesgo de limitar de manera más
lidad del arte es la educación hacia la drástica que el engagement moral o
verdad, a través de la forma sensible, cognoscitivo las direcciones en que se
con la cual el arte reviste a la verdad pueden cumplir o desarrollar las ten­
misma, y que el perfeccionamiento mo­ tativas artísticas y, por lo tanto, blo­
ral es una consecuencia inevitable de quear anticipadamente tentativas que
la educación teórica. "Es necesario ad­ podrían resultar fecundas. Pero la auto­
mitir —dice Hegel— que el arte debe nomía, o sea el carácter finalista y no
revelar la verdad en la forma de la instrumental del arte, no está garan­
representación sensible, que debe re­ tizada tampoco por la doctrina que ve
presentar la oposición reconciliada [en­ en el arte un compromiso cognoscitivo
tre forma sensible y contenido de ver­ o moral.
dad] y que, por lo tanto, tiene su objeto p) La teoría de la expresión con­
final en sí mismo, en esta representa­ siste en ver en el arte una forma final
ción y manifestación” (V o rlesu n g en de las experiencias, de las actividades
über die Aesthetik [Lecciones sobre la o, en general, de las actitudes humanas
estética], ed. Glockner, I, p. 89). Pero (véase e x p r e s i ó n ). Lo característico de
la educación hacia la verdad no es la actitud expresiva es que plantea
menor que la educación moral y el como finalidad lo que para otras acti­
deber del arte es, según Hegel, el de pro­ tudes es un medio. Por ejemplo, ver,
ducir la muerte del arte, esto es, el que es un medio para orientarse en el
paso a esas formas superiores de reve­ mundo y para servirse de las cosas,
lación de la Verdad absoluta que son resulta una finalidad en el arte, ya que
la religión y la filosofía (Ibid., III, el pintor no quiere más que ver y hacer
pp. 579 ss.). Con alguna atenuación o ver. Por lo tanto, se dice también que
confusión, este punto de vista fue re­ la expresión aclara y transporta a otro
460
Esteticismo

plano el mundo ordinario de la vida: otras, en nombre de una función mo­


las emociones, los deseos y también las ral, cognoscitiva o política del arte,
ideas o los conceptos que dirigen la significaría aumentar enormemente el
existencia humana. Dewey ha dicho: riesgo de un fracaso total, ya que nada
"La emoción que finalmente fue des­ garantiza que la tentativa más prome­
crita por Tennyson en la composición tedora no esté entre aquellas elimina­
In Memoriam no es idéntica con la das o condenadas de antemano. El ca­
pena que se manifiesta en lágrimas y rácter expresivo del arte significa tam­
pesadumbre; la primera es un acto de bién que la pos i bi l i dad de ver, de
expresión, la segunda de descarga. Sin contemplar, de gozar, que el arte rea­
embargo, la continuidad de las dos liza, los nuevos horizontes que deja
emociones, el hecho de que la emo­ entrever, cuando son expresados en la
ción E. es una emoción nativa, trans­ obra, están a la disposición de quien­
formada por el material objetivo al quiera que se halle en condiciones de
que ha sido encomendado su desarro­ entender la obra misma. La expresión
llo y consumación, es evidente” (Art es, por naturaleza, su comunicación.
as Experience, 1934, cap. IV ; trad. La capacidad de juzgar las obras de
esp.: El Arte como experiencia, Méxi­ arte de un estilo determinado se deno­
co, 1949, F. C. E., p. 71). Desde este mina gusto y el gusto tiende a difun­
punto de vista, el arte no es naturale­ dirse y a resultar uniforme en épocas
za, sino, como dice Dewey, "natura­ determinadas o en determinados gru­
leza transformada al entrar en nuevas pos de individuos. Pero es indudable
relaciones” (Ibid., 1934, cap. IV; trad. que las posibilidades c omu n i c a t i v a s
esp., p. 71), o como también se podría de una obra de arte lograda son prác­
decir retorno a la naturaleza. Y no ticamente ilimitadas y son también re­
nos debe asombrar el hecho de que a lativamente independientes del gusto
menudo, desde el Renacimiento al im­ dominante. Esto significa que no to­
presionismo, el retomo a la naturaleza dos deben ver lo mismo en una obra
haya servido para renovar profunda­ de arte o gozarla del mismo modo. Las
mente y con éxito el estilo y el gusto respuestas individuales frente a ella
artísticos. pueden ser innumerables y presentar
La concepción del arte como expre­ o no entre sí uniformidad de gusto.
sión está, quizá, oscurecida por las Pero lo importante no es esta unifor­
afirmaciones de los que insisten sobre midad, sino la posibilidad abierta a
el carácter teórico o contemplativo del nuevas interpretaciones, a nuevos mo­
arte. Pero es oscurecida de mala ma­ dos de disfrutar la obra misma. Los
nera cuando (como lo hace Croce, Bre­ que gozan una misma obra de arte
viario di E., III) al mismo tiempo se (por ejemplo, los que escuchan un
ironiza acerca de la fórmula del arte trozo de música de Beethoven) no son
por el arte, que es la mejor definición como los miembros de una secta o
del carácter expresivo del arte. Sobre los adeptos de una misma creencia.
esta fórmula han insistido poetas y Constituyen, sin embargo, una comu­
artistas modernos, que la han utiliza­ nidad ligada por un interés común y
do para defender al arte de toda ten­ abierta en el tiempo y en el espacio.
tativa de manipulación o servilismo
a fines que exigirían su completa subor­ Esteticismo (ingl. aestheticism; franc.
dinación y le quitarían toda libertad esthétisme-, alem. Asthetizismus; ital.
de movimiento. Los textos relativos se estetismo). Toda d o c t r i n a o actitud
hallarán en el artículo p o e s ía . La fórmu­ que considera los valores estéticos co­
la que defienden debe ser considerada mo los fundamentales y primarios y
como la mejor, o sea como la más reduce o subordina a ellos todos los
eficaz defensa de la actividad E. y de demás (aun los morales y sobre todo
las condiciones de su fecundidad. En éstos). En tal sentido, se puede deno­
efecto, ya que esta actividad, como minar E. ya sea una doctrina como
cualquier otra, procede por tentativas la de Novalis o Schelling que ve en el
y bien poco se puede decir anticipada­ arte la revelación de lo Absoluto, ya
mente acerca del valor de una tenta­ sea una actitud como la de Oscar Wilde
tiva, el prescribir algunas y desterrar o D'Annunzio, que dan preferencia a
461
E stilo
E sto ic ism o
los valores estéticos en la literatura Tagliabue, II concetto dello stile, 1951,
y en la vida. p. 352).
El E. fue caracterizado por Kierke-
gaard como la actitud del que vive en E s tím u lo (ingl. stimulus; franc. stimu-
el instante, o sea, del que vive para lus; alem. Reiz; ital. stimolo). Cual­
apresar lo que hay de interesante en quier objeto capaz de excitar un recep­
la vida olvidando todo lo banal, insig­ tor, o dicho de otro modo, de provocar
nificante y mezquino. El esteta, por lo una respuesta por parte de un organis­
tanto, evita la repetición, que implica mo vivo. Véase a c c ió n r e f l e j a ; p e r c e p ­
siempre monotonía y quita interés a c ió n ; RESPUESTA.
los sucesos más prometedores. El sím­
E s tip u la c ió n (ingl. s tip u la tio n ; franc.
bolo o la encarnación del E. es, por
lo tanto, Don Juan el Seductor. El stipulation; alem. Ubereinkunft; ital.
final de la vida del esteta es, según stipulazione). El acto de establecer una
Kierkegaard, el aburrimiento y, por convención o la convención misma.
lo tanto, la de s es pe r ac i ón (Werke (ingl. stoicism; franc. stói-
E s to ic is m o
["Obras"], II, p. 162). cisme; alem. Stoicismus; ital. stoicis-
Estilo (ingl. style; franc. style; alem. mo). Una de las grandes escuelas fi­
Stil; ital. stile). El conjunto da carac­ losóficas de la edad helenística —deno­
teres que distinguen una determinada minada del p ó rtic o p in ta d o (Stoá
forma expresiva de las demás. En sus poikile) por su lugar de reunión—; fue
orígenes, en el siglo xvm, la noción fundada, alrededor del año 300 a. c.,
de estilo encontró su expresión en el por Z e n ó n de Citio. Los principales
dicho francés: le style c’est l'homme maestros de la escuela fueron, además
méme y se la consideró como la apa­ de Zenón, Cleantes de Assos y Crisi-
rición, en la forma expresiva, de los po de Soli. El E. comparte con las
caracteres propios del sujeto en su rela­ escuelas de su época, el epicureismo y
ción con el material adoptado. Para el escepticismo, la afirmación de la
Hegel esta concepción era muy restrin­ primacía del problema moral sobre los
gida e incluyó en el E. las determina­ problemas teóricos y el concepto de la
ciones que resultan, en la forma expre­ filosofía como vida contemplativa, por
siva, de las condiciones propias del encima de las preocupaciones, de los
arte de que se trata, en cuyo sentido cuidados y de las emociones de la vida
se puede distinguir, por ejemplo, en la común. Su ideal es, por lo tanto, el
música, el E. litúrgico o el E. operís­ de la ataraxia (véase) o apatía (véase).
tico, en la pintura el E. histórico y el Los puntos fundamentales de la doc­
E. genérico, etc. ( Vorlessungen über trina estoica pueden ser recapitulados
die Aesthetik [Lecciones sobre la esté­ de la siguiente manera:
tica:], ed. Glockner, I, pp. 394-95). En 1) la división de la filosofía en tres
este sentido, el E. estaría en la cosa partes: la lógica, la física y la ética
misma y no en el hombre. En todo (véase f i l o s o f í a ) ;
2 ) la concepción de la lógica como
caso, sin embargo, el E. sería una de­ dialéctica, o sea como ciencia de razo­
terminada uniformidad de caracteres, namientos hipotéticos, cuya premisa
que podrían hallarse en un determina­ expresa un estado de hecho inmediata­
do dominio del mundo expresivo. “El mente percibido (véase a n a p o d íc t ic o ;
E. se nos revela como una unidad de d ia l é c t ic a ) ;
formas, de acentos y de actitudes do­ i ) la teoría de los signos, que habría
minantes en una c ompl e j a variedad , constituir el modelo de la lógica
de
formal y de contenidos”, ha escrito terminista medieval y el antecedente
Lucían Blaga, quien insistió acerca de , la semiótica moderna (véase s e m i ó ­
de
la extensión del fenómeno del E. a todo t ic a ; s ig n if ic a d o ) ;
el mundo de la cultura (Horizonte y 4) e l c o n c e p to d e u n a ra z ó n d iv in a ,
estilo, 1936; trad. ital., 1946, p. 45). Pero q, u e r i g e e l m u n d o y t o d a s l a s c o s a s
a veces se ha visto en el E. “el mo- di e l m u n d o , s e g ú n u n o r d e n n e c e s a r i o
mentó de la invención que no es inven- y; p e r f e c t o (véase d e s t i n o ; l ib e r t a d ; n e -
ción formalista de palabras o de sig- <
CESARISMO) ;
nos, sino de ideas” (G. M o r p u r g o 5) la doctrina que enuncia que así
462
Estoiqueología
Estricto
como el animal es guiado infaliblemen­ inferior. En esto consistiría la contin­
te por el instinto, el hombre es infali­ gencia de la realidad. Una concepción
blemente guiado por la razón y que la ' análoga reaparece en N. Hartmann, que
razón le suministra normas infalibles ha distinguido cuatro E. de la realidad:
de acción que constituyen el derecho el inorgánico, el orgánico, el psíquico
natural (véase d e r e c h o ; i n s t i n t o ) ; y el espiritual (Der Aufbau der realen
6) la condena total de todas las emo­ Welt, 1940; trad. esp.: La fábrica del
ciones y la exaltación de la apatía m u n d o real, Ontología III, México,
como ideal del sabio (véase e m o c i ó n ) ; 1959, F. C. E.). Hartmann también admi­
7) el cosmopolitismo (véase) o sea te que todo E. de la realidad esté re­
la doctrina que enuncia que el hombre gulado por leyes propias e irreducibles,
es ciudadano del mundo y no de un pero a diferencia de Boutroux acentúa
país determinado; la dependencia de los E. superiores a
8) la exaltación de la figura del sa­ los inferiores. Por ejemplo, las leyes
bio y su aislamiento de los demás, con del mundo psíquico no son reducibles
la distinción entre insensatos y sabios a las del mundo orgánico, sino que las
(véase s a b i o ; s a b id u r ía ). presuponen, agregándose a ellas; re­
La doctrina estoica, junto a la aris­ presentan, por lo tanto, un superdeter-
totélica, han sido las filosofías que han minismo que se agrega al determinis-
tenido mayor influencia en la historia mo de las l e y e s inferiores. Por lo
del pensamiento occidental. Muchos de tanto, la conclusión fundamentada por
los fundamentos enunciados son aún el análisis de la estratificación del ser
partes integrantes de doctrinas moder­ hecha por Hartmann no es la contin­
nas y contemporáneas. gencia, sino la supernecesidad. Véase
LIBERTAD.
Estoiqueología (ingl. stoicheiology). Así
denominó Hamilton a la rama de la (ingl. strict; franc. strict; alem.
E s tr ic to
lógica que estudia las partes elemen­ streng; ital. stretto). Este adjetivo se
tales o q u e constituyen 1 o s procesos aplica a veces al derecho o al deber,
del pensamiento. Dividió a la E. en para indicar su carácter más rigurosa­
noética, ennoemática, apofántica y doc­ mente obligatorio. Dice Kant: "Exis­
trina del razonamiento (Lectures on ten acciones conformadas de tal ma­
Logic, I, p. 72). nera que su máxima r t puede tampoco
ser concebida sin contradicciones como
Estrato (ingl. plañe; franc. plan; alem. una ley universal de la naturaleza...
Schicht; ital. piano). Esta noción se Existen otras en las que no se encuen­
usa en filosofía para designar grados o tra esta imposibilidad interna, pero
niveles del ser caracterizados por cua­ son tales que es imposible querer que
lidades propias, esto es, no reducibles su máxima sea elevada a la universali­
a las de otros grados o niveles. El con­ dad de una ley de la naturaleza, por­
cepto de E. fue, en este sentido, in­ que tal voluntad se contradiría en sí
troducido por Boutroux: "En el univer­ misma. Se nota fácilmente que la má­
so —decía— se pueden distinguir varios xima de las primeras es contraria al
mundos que forman como E. super­ deber E. o rígido (riguroso), mientras
puestos unos a los otros. Sobre el la máxima de las segundas no es con­
mundo de la pura necesidad, o sea el de traria sino al deber en sentido amplio
la cantidad sin cualidad, que es idén­ (meritorio)” (Grundlegung zur Meta-
tico a la nada, se pueden distinguir: physik der Sitien, II). En otro pasaje,
el mundo de las causas, el mundo de Kant d e n o mi n a de r e c ho E. al que
las nociones, el mundo físico, el mundo “puede también ser representado como
viviente y el mundo pensante” (De la la posibilidad de una obligación gene­
contingence des lois de la nature, 1874, ral recíproca de acuerdo con la liber­
Concl.). Todo E., según Boutroux, está tad de cada uno según leyes universa­
caracterizado: 1) por una determinada les" (Met. der Sitien, Introducción a
dependencia con el E. inferior; 2) por la doctrina del derecho, § E). Estas
la i r r e d u c i b i l i d a d de sus cualidades notas kantianas son de las más preci­
fundamentales y de sus leyes específi­ sas en esta materia y, no obstante, es­
cas a la cualidad o a las leyes del E. tán muy lejos de ser convincentes.
463
E s tr u c tu r a
É te r
Estructura (ingl. structure; franc. struc- que se funda "todo juicio de valor y
ture; alem. Struktur; ital. síruttura). toda adopción de fines” (Der Aufbau
1) En el sentido lógico, el croquis o el der geschichtlichen Wett in den Geis-
plano de una relación, de manera que teswissenschaften, 1910, VI, 2; trad.
se dice que dos relaciones tienen la esp.: Obras, VII. El mundo histórico,
misma E. cuando el mismo plano vale II ["Estructuración del mundo histó­
para ambas, o sea cuando una es aná­ rico por las ci enci as del espíritu”],
loga a la otra como un mapa es análo­ México, 1944, F. C. E., p. 161). El nexo
go al país que representa. En este sen­ efectivo o vital, en el que Dilthey viera
tido la E. es el “número-relación” y es el carácter propio de la E., fue inter­
un concepto muy general, que equiva­ pretado por Spengler mediante el con­
le a plano, construcción, constitución, cepto de organismo, del que se sirvió
etc. (Russell, Introduction to Mathe- para descubrir las épocas históricas que
matical P hilosophy, VI; trad. ital., nacen, decaen y mueren (véase é p o c a ).
pp. 74-75; Human Knowledge, IV, 3; En este sentido orgánico el término
trad. ital., pp. 362 ss.). La descripción for­ se emplea comúnmente en biología. Se­
mal de Russell concuerda con el uso gún la définición dada recientemente
corriente del término (con su uso en por un biólogo, la E. sería “la forma
la terminología de Marx y de los mar- relativa a la función”, como la función
xistas, por ejemplo). En esta termino­ sería la “E. que cambia en el tiempo”
logía, E. es la constitución económica (A. C. Moulyn, Structure, Function and
de la sociedad en que entran las rela­ Purpose. 1957, pp. 22-23). Por otro lado,
ciones de producción y las relaciones también los utensilios y las máquinas
de trabajo, mientras superestructura son objetos estructurados por el hom­
(véase) es la constitución jurídica, es­ bre, de tal modo que esta E. funciona
tatal, ideológica de la sociedad misma con vistas a un fin determinado (Ibid.,
(Marx, Zur Kritik der politischen Oko- p. 27). Tanto la E. como la función
nomie, 1859, Pref.; trad. esp.: Crítica suponen, en este sentido, el concepto
de la economía política, Madrid, 1933; de finalidad. Si se quiere precisar esta
Deutsche Ideologie "Ideología alema­ noción se puede incluir el concepto de
na”, I). Por estructuralismo o psicolo­ finalidad en la misma noción de E. y
gía estructural (especialmente en ale­ definir la E. misma como el plano cuya
mán, Strukturps,chologie) se entiende finalidad no es otra que la posibilidad
la psicología de la forma. Véase p s ic o ­ del plano mismo y cuya realización
l o g ía . tiende, por lo tanto, a garantizar esta
2) En un sentido específico, E. no posibilidad. Pa r a u n a interpretación
es un plano cualquiera de relación sino de la E. en este sentido, cf. Abbagnano,
un plano caracterizado por un orden La síruttura dell'esistenza, 1939.
finalista. Dilthey usó la palabra en este
sentido específico, designando con ella Éter (gr. ai0 í)Q; lat. aether; ingl. ether;
al instrumento explicativo fundamental franc. éther; alem. Ether; ital. etere).
del mundo humano e histórico. Habló El t érmi no, que Empédocles usara
de una "E. psíquica” entendida como como equivalente de aire (Fr., 100. 5,
"el orden con arreglo al cual se hallan Diels) y Anaxágoras (Fr., 15, Diels)
relacionados regularmente entre sí en como equivalente de fuego, fue adop­
la vida anímica desarrollada los he­ tado por Aristóteles para indicar la
chos psíquicos de distinta índole, me­ sustancia que compone los cielos, en
diante una relación ‘vivible’ ” (Gesam- cuanto se diferencia, por su ingenera-
melte Schriften, VII, pp. 3 ss.; trad. bilidad, incorruptibilidad e inalterabili­
esp.: Obras, VII, El mundo histórico, dad, de los cuatro elementos que cons­
México, 1944, F. C. E., p. 18). Y se sirvió tituyen las cosas sublunares. Aristóte­
del término para indicar sobre todo las les atribuye el uso de este término, que
unidades elementales del mundo his­ considera el más adecuado para hablar
tórico, o sea los individuos, las épocas, de los cielos como sedes de la divini­
las comunidades, las instituciones y dad, a una tradición muy antigua: "Los
los sistemas de cultura, entendiendo hombres —escribe— queriendo indicar
con él, en este sentido, un nexo efec­ que el primer cuerpo es algo diferente
tivo centrado en sí mismo, es decir, en a la tierra, al fuego, al aire y al agua,
461
Eternidad

dieron al más alto lugar el nombre go siempre vivo que se enciende a in­
de É. que resulta del hecho de que tervalos y a intervalos se apaga” (Fr.,
‘corre siempre’ por una eternidad de 30, Diels). Parménides, en cambio, ex­
tiempo. Anaxágoras, sin embargo, en­ presó el segundo: “El ser no fue ni
tendió mal el nombre, y cambió el É. será, sino que está en el presente todo
por el fuego" (De Cael„ I, 3, 270 b 20). junto, uno, continuo” (Fr., 8 , Diels).
El É. fue llamado más tarde, pero no Platón se opuso explícitamente a los
por Aristóteles, “quinto cuerpo”, "quin­ dos significados: “De la sustancia eter­
ta sustancia” o "quinto elemento” (Pía- na —dice— decimos equivocadamente
cit., I, 3, 22; 2, 25, 7; 2, 6 , 2). En el que era, que es y que será, en tanto a
mismo sentido aristotélico el Epinómi- ella en verdad no le corresponde más
des atribuido a Platón (981 c, 984 b) que el es, y en cambio el era y el será
hace mención del É. Los estoicos, a su se deben predicar sólo por la genera­
vez, identificaron el É. con el fuego de ción que procede en el tiempo” (Tim.,
Heráclito, pero atribuyéndole la mis­ 37 e). Aristóteles utilizó ambos concep­
ma función y la misma dignidad que tos. Por un lado, en efecto, el mundo
Aristóteles. "Más en alto que todos fuera del cual no hay ni espacio, ni
está el fuego, que denominamos É., del vacío, ni tiempo, abraza la total exten­
cual está constituida tanto la primera sión del tiempo y es eterno (De Cáelo,
esfera inmóvil de los cielos como las I, 9, 279 a 25). La E., en este sentido,
otras esferas móviles” (Dióg. L., VII, es duración (altúv). Por otro lado, las
137). Cicerón expresó de esta manera sustancias inmóviles, los motores del
la teoría estoica: “Del É. surgen innu­ cielo, son eternos en otro sentido: en
merables astros llameantes, de los cua­ el sentido de estar fuera del tiempo.
les el primero es el sol que todo ilu­ “Los ent es et e r nos ( t u aeí ovxa) en
mina con su luz esplendorosa y es cuanto eternos —dice Aristóteles— no
muchos tantos más grande y más ex­ están en el tiempo; en efecto, no están
tenso que la Tierra entera, después los abrazados por el tiempo ni su ser es
otros astros de desmesurado tamaño” medido por el tiempo; el signo de esto
(De nat. deor., II, 36, 92; Acad., I, 7, es que no sufren efectivamente la ac­
25; trad. esp.: Cuestiones académicas, ción del tiempo, no estando en el tiem­
México, 1944, F. C. E.). La noción perdu­ po” (Fís., IV, 12, 221 b 3).
ró en la tradición medieval en estos Esta distinción aristotélica ha per­
términos mientras se creyó en la dife­ durado como clásica Plotino identifi­
rencia de naturaleza entre sustancia có la E. (aloro) con el modo de ser
celeste y sustancia sublunar, diferencia propio del mundo inteligible, o sea con
que fue negada por Nicolás de Cusa “lo que persiste en su identidad, está
por vez p r i me r a (De docta ignor., siempre presente a sí mismo en su to­
II, 12). talidad, que ahora no es esto y luego
El nombre fue exhumado por Fres- aquello, sino que, en su conjunto, es
nel en los primeros decenios del si­ perfección indivisible, como la de un
glo xix, para designar un hipotético punto en el cual se unen todas las lí­
medio elástico que sirviera de soporte neas sin expandirse fuera de él: un
a las ondas luminosas. La hipótesis punto que persiste en sí mismo en su
del É. se mantuvo en la física hasta identidad y no sufre modificaciones,
que la teoría de la relatividad general que existe siempre en el presente, sin
de Einstein la hizo inútil. pasado ni futuro, sino que sea lo que
es y lo sea siempre” (Enn., III, 7, 3).
Eternidad (gr. ouSiórr);, alcóv; lat. aeter- Plotino repite a este propósito la ano­
nitas; ingl. eternity; franc. éternité; tación parmemdeana y platónica: eter­
alem. Ewigkeit; ital. eternitá). El tér­ no es lo que no era ni será, sino que
mino tiene dos significados fundamen­ solamente es. San Agustín planteó su
tales : 1) duración indefinida en el análisis del tiempo en la oposición en­
tiempo; 2) intemporalidad como con­ tre el tiempo y la E. (Cotif., XI, 11;
temporaneidad. La filosofía griega co­ De civ. dei, XI, 4, 6 ). Y Boecio expresó
nocía ambos significados. Heráclito correctamente la distinción entre los
expresó el primero, al afirmar que el dos conceptos de E.: “Lo que sufre la
mundo "ha sido siempre, es y será fue­ condición del tiempo —decía— aunque
465
Ética

sea como creía Aristóteles en el caso está concebida desde el punto de vista
del mundo, no tiene ni principio ni de una E. así entendida. Hegel niega
fin y, asimismo, si su vida se prolonga que la E. pueda ser entendida negativa­
en la infinidad del tiempo, no puede mente como abstracción o negación del
creerse eterno sin embargo. En efec­ t i e m p o o c o m o si llegara después
to, aun siendo infinita, su vida no com­ del tiempo (Ene., § 258). La E. es para
prende ni abraza la propia duración ín­ él el totum simul de las determinacio­
tegra, ya que no comprende ni abraza nes de la Idea. "La Idea, eterna en
todavía el futuro y ya no abraza más y para sí, se realiza, se produce y se
al pasado. Por lo tanto, sólo lo que goza a sí misma eternamente como
abraza y posee igualmente en su tota­ espíritu absoluto” (Ibid., § 577).
lidad la plenitud de una vida sin lími­ "Intemporalidad” y “presente eterno”
tes, de manera que no le falte nada son las expresiones que acuden con
del futuro y nada le haya huido del mayor frecuencia incluso en la filoso­
pasado, sólo éste es el ser que se debe fía contemporánea, al utilizar la noción
considerar eterno: necesariamente se de eternidad. La última expresión es
posee por entero en el presente y posee la que se encuentra en la obra de
en el presente la infinitud del tiempo” Lavelle, por ejemplo, intitulada El tiem­
(Phil. Cons., V, 6 , 6 -8 ). Después de po y la E. (1945) como también en otros
Boecio, la distinción se convirtió en un muchos idealistas y espiritualistas con­
lugar común de la filosofía. Santo temporáneos. Pero ya Me Taggart ha­
Tomás fijó con todo cuidado la termi­ bía observado que concebir la E. como
nología pertinente. La E. como “total, “eterno presente” es una metáfora lio
simultánea y perfecta posesión de una del todo apropiada, porque siempre sig­
vida sin límites” se caracteriza: 1) por nifica hacer referencia al tiempo, dado
la ausencia de pr i nci pi o y de fin; que el presente es una parte del tiem­
2) por la ausencia de sucesión, en cuan­ po y presupone pasado y futuro. Y
to es un eterno presente. La duración había propuesto, por su cuenta, consi­
(aevum), en cambio, es inherente a las derar lo eterno como situado en el fu­
cosas que están sujetas al movimiento turo, al final o en la consumación de
local y, por lo demás, son inmutables los tiempos (en Mind, 1909, p. 355). Y,
como lo es el cielo y es, por lo tanto, en efecto, es actualmente bastante cla­
algo intermedio entre la E. y el tiempo ro que la concepción 2) de la E. tal
(S. Th. I, q. 10, a. 1, 5). Este concepto como ha sido expresada, con impresio­
de la E. fue precisado también por el nante uniformidad desde Parménides
racionalismo moderno. Spinoza identi­ a nosotros, no es más que una imagen
fica la E. con la existencia misma de reducida del tiempo: es el tiempo
la sustancia, en cuanto está implícita mismo reducido a una de sus determi­
en su esencia y, por lo tanto, es nece­ naciones, y precisamente, a la contem­
saria. Y aclara: “Tal existencia en poraneidad (el totum simul) que, como
efecto, se concibe, lo mismo que la es sabido, no es sólo temporalidad, sino
esencia de la cosa, como una verdad temporalidad mensurable. En cuanto a
eterna y por esto, no puede explicarse la concepción de la E. como aevum,
por la duración, o el tiempo, aunque o sea como duración temporal indefi­
se conciba que la duración carece de nida, tropieza con las objeciones que
principio y fin” (Eth., I, def. 8 , expli­ ya Kant exponía en su crítica a la cos­
cación). Por lo tanto "concebir las co­ mología racional del siglo xvm. Véase
sas bajo la especie de la E. (sub specie COSMOLOGIA.
aeternitatis) es concebir las cosas en
cuanto se conciben como entes reales Ética (gr. riGixá; lat. ethica; ingl. ethics;
en virtud de la esencia de Dios, o franc. éthique; alem. Ethik; ital. etica).
sea, en cuanto implican la existencia En general, la ciencia de la conducta.
en virtud de la esencia de Dios” (Ibid., Existen dos concepciones fundamenta­
V, 30). Leibniz afirma, en contra de les de esta ciencia, a saber: 1) la que
Locke, la precedencia de una "idea la considera como ciencia del fin al
de lo absoluto” que sería el fundamen­ que debe dirigirse la conducta de los
to de la noción de la E. (Nouv. Ess., hombres y de los medios para lograr
II, 14, 27). Y toda la filosofía hegeliana tal fin y derivar, tanto el fin como los
466
Ética

medios, de la naturaleza del hombre; importantes a muchas de las discusio­


2) la que la considera como la ciencia nes en tomo a las cuales fue tejida
del impulso de la conducta humana e y que no tienen más base que la con­
intenta determinarlo con vistas a di­ fusión entre los dos significados pro­
rigir o disciplinar la conducta misma. puestos.
Estas dos concepciones, que se han 1) Las dos doctrinas éticas elabora­
entrelazado en forma diferente tanto en das por Platón, o sea la que encuentra
la Antigüedad como en el mundo mo­ su mejor expresión en la República y
derno, son fundamentalmente distintas la que encuentra su mejor expresión
y hablan dos lenguajes diferentes. La en el Filebo, se inscriben en la primera
primera, en efecto, habla el lenguaje de las concepciones que hemos dis­
del ideal al que el hombre se dirige tinguido. En efecto, la É. expuesta en
por su naturaleza y, en consecuencia, la República es una É. de las virtudes
de la "naturaleza”, "esencia” o "sustan­ y las virtudes son funciones del alma
cia” del hombre. La segunda, en cam­ (Rep., I, 353 b), determinadas por la
bio, habla de los "motivos” o de las naturaleza del alma y por la división
"causas” de la conducta humana o de sus partes (Ibid., IV, 434 e). El pa­
también de las "fuerzas” que la deter­ ralelismo entre las partes del Estado
minan y pretende atenerse al recono­ y las partes del alma permite a Platón
cimiento de los hechos. La confusión determinar y definir las virtudes par­
entre estos dos puntos de vista hetero­ ticulares, como también la que com­
géneos fue posible por el hecho de que prende a todas: la justicia que es la
ambos se presentan por lo común en correspondencia de cada parte a su
la forma aparentemente idéntica de una función (Ibid., 443 d). De manera aná­
definición del bien. Pero el análisis de loga, la É. del Filebo define en primer
la noción de bien (véase) demuestra lugar el bien como forma de vida mix­
de inmediato la ambigüedad que oculta, ta de inteligencia y de placer y con­
ya que bien puede significar lo que es siste en determinar la medida de esta
(por el hecho de ser) o lo que es ob­ mezcla (Fil., 27 d). La É. de Aristó­
jeto de deseo, de aspiración, etc., y es­ teles es, por lo demás, el prototipo mis­
tos dos significados corresponden jus­ mo de esta concepción. Aristóteles de­
to a las dos concepciones de la É. arriba termina el fin de la conducta humana
indicadas. En efecto, es propio de la (la felicidad) deduciéndolo de la na­
primera concepción la noción del bien turaleza racional del hombre (Ét. Nic.,
como realidad perfecta o perfección I, 7), y pasa luego a determinar las
real, en tanto que es propio de la se­ virtudes que son la condición de la fe­
gunda la noción del bien como objeto licidad. A su vez la É. de los estoicos,
de apetencia. Ya que cuando se afir­ con su máxima fundamental de “vivir
ma "El bien es la felicidad", la palabra según la razón”, pretende deducir de
"bien” tiene un significado por entero la naturaleza racional y perfecta de la
diferente al que adquiere en la afirma­ realidad las reglas de la conducta (Es-
ción "El bien es el placer". La prime­ tobeo, Ecl., II, 76, 3; Dióg. L., VII, 87).
ra aserción (en el sentido en que se El m i s t i c i s m o neoplatónico coloca
hizo, desde Aristóteles a Santo Tomás, como fin de la conducta humana el
por ejemplo), significa: “La felicidad retomo del hombre a su principio crea­
es el fin de la conducta humana, de- dor y la identificación con él. Según
ducible de la naturaleza racional del Plotino, este retomo es “el fin del via­
hombre”, en tanto que la segunda je” del hombre; es un alejamiento de
aserción significa: “El placer es el mó­ todas las cosas e x t e r n a s , “la fuga
vil habitual y constante de la conducta de uno solo hacia uno solo", o sea del
humana". Y puesto que el significado hombre en su aislamiento hacia la
y el alcance de las dos aserciones son, Unidad divina (Enn., VI, 9, 11).
por lo tanto, completamente diferen­ Aun cuando en sus articulaciones in­
tes, la distinción entre É. del fin y É. ternas sean diferentes las doctrinas a
del móvil debe estar siempre presente que se ha hecho referencia, su planteo
en las discusiones sobre É. Tal distin­ formal es idéntico. Proceden a) a de­
ción, aunque divide en dos la historia terminar la naturaleza, necesaria del
de la É., permite reconocer como no hombre; b) a deducir de tal naturaleza
467
Ética

el fin hacia el cual debe dirigir su con­ minación de lo que Hegel denomina
ducta. Toda la É. medieval se man­ "eticidad” (Sittlichkeit), o sea la mora­
tiene fiel a este esquema. Así, por lidad que encuentra cuerpo y sustancia
ejemplo, toda la É. de Santo Tomás en instituciones históricas que la ga­
está deducida del principio "Dios es rantizan, en tanto que la "moralidad”
el último fin del hombre” (S, Th., II, (Moralitat) es, por sí misma, simple­
2, q. 1, a. 8), principio del cual se de­ mente intención o voluntad subjetiva
duce la doctrina de la felicidad y la del bien. Pero a su vez, el bien no es
de la virtud. Se puede distinguir una más que "la esencia de la voluntad en
instancia crítica contra este planteo en su sustancialidad y universalidad” o
el punto de vista de Duns Scoto y de bien "la libertad realizada, el absoluto
muchos escolásticos del siglo xiv, o sea final del mundo" {Ibid., §§ 13942), o
que las normas morales se fundan en sea el Estado mismo. De tal manera
el puro y simple mandamiento divino, se puede decir que para Hegel la mora­
salvo precisamente la norma que im­ lidad no es más que la intención o la
pone obedecer a Dios, que sería la úni­ voluntad subjetiva de realizar lo que
ca "natural” (Op. Ox., III, d. 37, q. 1; se encuentra realizado en el Estado. El
cf. Occam, In Sent., II, q. 5 H). Y, en concepto del Estado es el punto de par­
efecto, esta apelación al arbitrio divino tida y el punto de llegada de la É. de
es el resultado de la reconocida impo­ Hegel. La É. de Rosmini se conforma
sibilidad de deducir de la naturaleza a la É. tradicional del fin, según la
del hombre el fin último de su con­ cual el bien se identifica con el ser, por
ducta (Op. Ox., IV, d. 43, q. 2, n. 27, 32). lo que la máxima fundamental de la
Pero con ello no se abrió todavía una conducta se puede formular así: "Que­
alternativa diferente a la investigación rer o amar al ser dondequiera se lo
ética. conozca, según el orden que presenta
En la filosofía moderna, los neopla- a la inteligencia” {Princ. delta scienza
tónicos de Cambridge adoptan la con­ morate, ed. nac., p. 78). Pero ya sea que
cepción estoica de un orden del Uni­ la realidad se defina como Ser o que
verso que vale también para dirigir se defina como Espíritu o Conciencia,
la conducta del hombre y, por lo tanto, la estructura de las doctrinas morales
insisten sobre lo innato de las ideas que pretenden deducir la moral de los
morales, como, ^.n general, de todas fines, demuestran una gran uniformi­
las ideas generales o directivas que el dad de procedimientos y de conclusio­
hombre posee (Cudworth, The true In- nes. Considérense, por ejemplo, en la
tell. System, 1678, I, 4; More, Enchiri- filosofía contemporánea, la É. de Green
dion, 1679, III). La filosofía romántica y la de Croce. Según Green, la Con­
dio la forma más radical a esta con­ ciencia infinita, o sea Dios, es ab aeter-
cepción de la É. Fichte exige que toda no todo lo que el hombre tiene la
la doctrina moral se deduzca de la posibilidad de llegar a ser y, por lo tan­
"determinación de sí mismo del Yo” to, el Bien o el Fin supremo que es el
(Sittenlehre {Doctrina de la moral], objeto de la buena voluntad humana;
Intr., §9). El fin de la moral es para bien que la razón tiene el deber de
él, por lo tanto, la adecuación del yo concebir y de colocar como fundamen­
empírico al Yo infinito, adecuación to de su ley (Prolegomena to Ethics,
que nunca es completa y que, por lo 3* ed., 1890, pp. 198, 214). Por lo tanto,
tanto, provoca un progreso hacia el in­ querer el bien significa querer la Con­
finito, la progresiva liberación del yo ciencia absoluta, intentar la realiza­
empírico de sus límites (Ibid., en Werke ción de lo presente en ella. Del mismo
[“Obras”], II, p. 149). Según Hegel, el modo, la actividad É. es para Croce
fin de la conducta humana, que es “volición de lo universal”, pero lo uni­
al mismo tiempo la realidad en la cual versal "es el Espíritu, es la Realidad
tal conducta se integra y perfecciona, en cuanto es verdaderamente real, o
es el Estado. Por lo tanto, la É. es para sea en cuanto es unidad de pensamien­
Hegel una filosofía del derecho. El to y de querer; es la Vida en cuanto
Estado es "la totalidad ética", Dios rea­ es tomada en su profundidad como
lizado en el mundo (Fil. del Derecho, unidad misma; es la Libertad, si una
§258, Apéndice). El Estado es la cul­ realidad así concebida es perpetuo des-
468
Ética

arrollo, creación y progreso” (Filosofía te capaces de transfigurarla gracias a


delta pratica, 1909, p. 310). Obrar mo­ individuos, cada uno de los cuales re­
ralmente significa, por lo tanto, querer presenta, como lo habría hecho la apa­
el Espíritu infinito, tomarlo como Fin, rición de una nueva especie, un esfuer­
es decir, un planteo de la É. que (como zo de evolución creadora” (Ibid.,p. 1 0 1 ).
el de Fichte, Hegel, Green) no se dis­ Bergson ha deducido, así, del ideal de
tingue de la É. tradicional que (como renovación moral, la existencia de una
la de Platón, Aristóteles, Santo Tomás fuerza destinada a promover tal reno­
y Rosmini) apela a la Realidad o al vación, como ha deducido del concepto
Ser. de una "sociedad cerrada” su noción de
Una forma más compleja y moderna la moral corriente. Su É., por lo tanto,
de la misma É. del fin se encuentra obedece al clásico planteamiento de la
en la doctrina de Bergson. Bergson ha É. de los fines.
distinguido una moral cerrada y una Cuando en la filosofía contemporánea
moral abierta. La moral cerrada es lo la noción de valor (véase) comenzó a
que se entiende comúnmente con este sustituir a la de bien, la vieja alter­
término. Corresponde en el mundo hu­ nativa entre la É. del fin y la É. de la
mano a lo que es el instinto en ciertas motivación adquirió una nueva forma.
sociedades animales y tiende, por lo El valor, en efecto, se sustrae a la
tanto, a la finalidad de conservar las alternativa propia de la noción de bien
sociedades mismas. “Supongamos un que puede ser interpretada en sentido
instante —dice Bergson— que la natu­ objetivo (como realidad) o en senti­
raleza haya querido en la otra extre­ do subjetivo (como término de apeten­
midad de la línea [o sea en la ex­ cia). El valor posee un modo de ser
tremidad de la línea evolutiva de la objetivo, en el sentido de poder ser
inteligencia en cuanto es diferente de entendido o aprehendido independiente­
la del instinto] obtener sociedades mente de la apetencia, pero al mismo
en las cuales una determinada latitud tiempo es dado en una forma cual­
fuera dejada a la elección individual; quiera de experiencia específica. El
habrá procedido de tal manera que la valor es reconocido constantemente co­
inteligencia obtenga aquí resultados mo dotado de tres caracteres: a) la
comparables, en cuanto a su regulari­ objetividad; b) la simplicidad, por
dad, a los del instinto en la o tra: habrá lo cual es indefinible e indescripti­
recurrido a hábitos. Cada uno de estos ble lo mismo que una cualidad sensible
hábitos, que se podrán denominar 'mo­ elemental; c) la necesidad o la proble-
rales', será contingente, pero su con­ maticidad. Esta última es, precisamen­
junto, o sea el hábito de contraer há­ te, la alternativa que en el ámbito de
bitos, como base misma de la socie­ la noción de valor sustituye a la alter­
dad, tendrá una fuerza comparable a nativa entre subjetividad y objetividad
la del instinto, ya sea como intensidad inherente a la noción de bien. Ahora
o como regularidad” (Deux Sources, bien, las doctrinas que reconocen la
I; trad. ital., p. 23). Pero, por otro necesidad del valor, o sea su absolutis­
lado, existe la moral de los profetas mo, eternidad, etc., tienen estrecho pa­
y de los innovadores, de los místicos y rentesco con las doctrinas éticas tradi­
de los santos. Ésta es la moral en cionales del fin, en tanto que las doctri­
movimiento, fundada en la emoción, nas que reconocen la problematicidad
en el instinto, en el entusiasmo, una del valor están estrechamente empa­
moral que es un impulso de renova­ rentadas con las doctrinas éticas de
ción coincidente con el mismo arranque la motivación. Las doctrinas de Scheler
creador de la vida. Esta dualidad de y Hartmann se encuentran entre las
fuerzas es el fundamento de toda mo­ que afirman la necesidad del valor.
ral, según Bergson. "Presión social e Scheler ha elaborado su “É. material
impulso de amor" no son más que dos de los valores” precisamente con la
manifestaciones complementarias de la finalidad de hacer a la É. inmune a
vida, aplicadas normalmente para con­ ese relativismo al que conduce una É.
servar a grandes rasgos la forma social material del bien, o sea una É. que
característica de la especie humana ve en el bien el simple objeto de la
desde su origen, pero excepcionalmen­ apetencia. Según Scheler, los apetitos
469
Ética

(aspiraciones, impulsos o deseos) tie­ lógico de Nietzsche” tiene la misma


nen sus fines en sí mismos, o sea "en e s tr u c tu r a formal, o sea, el mismo
un comportamiento o precedente senti­ planteamiento que la É. de Hartmann
miento de sus componentes axiológi- y, en general, que la É. tradicional de
cos”. Los fines de la apetencia pueden los fines, ya que se funda también en
resultar objetivos de la voluntad, cuan­ una jerarquía absoluta de valores.
do son representados y elegidos y así Scheler y Hartmann consideran que tal
se convierten en un deber ser real, jerarquía, como los valores mismos, es
esto es, en términos de una experien­ completamente independiente de la elec­
cia objetiva. Pero los valores son dados ción humana, y que más bien toda
anterior e independientemente, tanto elección la presupone, esté o no con­
por los fines como por los objetivos, forme con ella. Pero justo ésta es tam­
y así son dadas independientemente de bién la creencia de Nietzsche. Sólo
tales fines y objetivos las preferencias que, para Nietzsche, tal jerarquía es
de los valores, o sea su jerarquía. "Po­ diferente: es una jerarquía de los valo­
demos, en efecto —dice Scheler—, sen­ res vitales, de los valores en los que
tir los valores, incluso los morales, en se encama la Voluntad de dominio.
la comprensión de los demás, sin que "Los valores morales —dice Nietzsche—
se constituyan en objeto de aspiracio­ han ocupado hasta ahora el rango supe­
nes o resulten inmanentes a una aspi­ rior y ¿quién podría dudar de ellos?
ración. De manera similar podemos Pero saquemos a estos valores de su
preferir o posponer un valor a otro, puesto y cambiaremos todos los valo­
sin elegir por ello entre las aspiracio­ res : invertiremos el principio de su
nes que se dirigen a tales valores. To­ jerarquía precedente” (Wille zur Machí;
dos los valores pueden ser dados y trad. esp.: La voluntad de dominio,
preferidos sin aspiración alguna” (For- Madrid, 1932). El inmoralismo de Nietz­
malismus [Ética], p. 32). En otros tér­ sche, su “relativismo axiológico" que lo
minos, la É. no se funda ni en la convierte en crítico de la moral co­
noción del bien ni en sus fines inme­ rriente y ve en ella formas disfrazadas
diatamente presentes a la aspiración de egoísmo e hipocresía, es simplemen­
o en sus objetivos deliberadamente que­ te la propuesta de una nueva tabla de
ridos, sino en la intuición emotiva, in­ los valores fundada en el principio de la
mediata e infalible de los valores y aceptación entusiasta de la vida y en
de sus relaciones jerárquicas, intui­ la primacía del espíritu dionisiaco. Pre­
ción que sirve de base a toda aspi­ cisamente por esto Nietzsche pretende
ración, deseo y deliberación voluntaria. sustituir las virtudes de la moral tra­
Hartmann ha expresado de modo más dicional por las nuevas virtudes en las
escolásticamente claro y eficaz la mis­ que se expresa la voluntad de dominio.
ma concepción de la É. "Hay —dice— Es virtud toda pasión que diga sí a la
un reino de valores subsistentes en vida y al mundo: "la fortaleza, la ale­
sí mismo, un auténtico ‘mundo inte­ gría y la salud, el amor sexual, la ene­
ligible’ que está fuera de la realidad mistad y la guerra, la veneración, las
y fuera de la conciencia, una esfera bellas actitudes, las buenas maneras, la
ética ideal no construida, inventada o voluntad fuerte, la disciplina de la in­
soñada, sino efectivamente existente telectualidad superior, la voluntad de
y aprehensible en el fenómeno del sen­ dominio, el reconocimiento de la tie­
timiento axiológico, la cual subsiste rra y de la vida, todo lo que es rico
junto a la óntica real y a la gnoseo- y quiere dar, quiere gratificar a la vida,
logía actual” (Ethik, 1926, p. 156). El dorarla, eternizarla y divinizarla" (Ibid.,
"ser en sí” de los valores subraya su §479). Nietzsche ha deducido así, a
independencia de la intuición axiológi- través de lo que considera la natura­
ca misma por la cual son dados y, en leza del hombre, o sea de la voluntad
consecuencia, su necesidad y absolutis­ de dominio, la tabla de los valores
mo que, según la intención de Hart­ morales que deberían dirigir hacia la
mann, debería obstruir el camino del realización de la misma voluntad de
"relativismo axiológico de Nietzsche" dominio en un mundo de superhom­
(Ibid., p. 139). bres. La estructura de su doctrina, por
No obstante, el “relativismo axio­ lo tanto, no es diferente de la de otras
470
Ética

muchas que, utilizando el mismo pro­ y para lo que les sea favorable” (Anón.
cedimiento, tienden a conservar y jus­ Jambt., 6 , 3). En estas formulaciones
tificar las tablas de los valores tradi­ se tiende a sacar a luz el mecanismo
cionales, deduciéndolas de la natura­ de los móviles que son fundamento de
leza del hombre o de la estructura las reglas del derecho y de la moral:
del ser. para sobrevivir, el hombre se conforma
2) La segunda concepción fundamen­ con tales reglas y no puede obrar de
tal de la É. es la que se configura otra manera. En tales formulaciones
como una doctrina del móvil de la el móvil de la conducta humana es el
conducta. La característica de esta deseo o la voluntad de sobrevivir. En
concepción es que en ella el bien no otras formulaciones de esa naturaleza,
se define por su realidad o perfección, este móvil es el placer. Aristipo afir­
sino solamente como objeto de la vo­ maba que sólo el placer es deseado por
luntad humana o de las reglas que la sí mismo y veía la confirmación de
dirigen. Y en tanto que en la primera esto en el hecho de que los hombres,
concepción las normas se deducen del desde la infancia y sin deliberada vo­
ideal que se considera propio del hom­ luntad, buscan el placer y cuando lo
bre {la perfección de la vida racional han logrado no buscan otra cosa, en
según Aristóteles, el Estado según He- tanto que huyen del dolor, que es su
gel, la sociedad cerrada o abierta según opuesto (Dióg. L., II, 8 8 ). El mismo
Bergson, etc.), en la segunda concepción significado de simple reconocimiento
se tiende ante todo a determinar el de lo que es, de hecho, el móvil de la
móvil del hombre, o sea la regla a conducta humana, tiene el principio
la que obedece de hecho y, por consi­ de la É. formulado por Epicuro: “Pla­
guiente, se define como bien aquello cer y dolor son las dos afecciones que
a que se tiende en virtud de ese mó­ se encuentran en todo animal, una fa­
vil o que está conforme con la regla vorable, la otra contraria, a través de
por la cual se expresa. Así, cuando las cuales se juzga lo que se debe elegir
Pródico de Queos formulaba su moral y lo que se debe rechazar” (Dióg. L.,
en forma de proposiciones condiciona­ X, 34).
les o de imperativos hipotéticos, crea­ Esta concepción de la É. desapareció
ba una É. del móvil que figura entre durante toda la E^ad Media y sólo
las primeras. Decía: "Si quieres que los reapareció en el Renacimiento. Lorenzo
dioses te sean benévolos, debes vene­ Valla la presentó por vez primera en
rar a los dioses. Si quieres ser esti­ De voluptate, afirmando que el placer
mado por los amigos debes beneficiar­ es el único fin de la actividad humana
los. Si deseas ser honrado por una y que la virtud no consiste en otra
ciudad, debes ser útil a la ciudad. Si cosa que en la elección del placer (De
aspiras a ser admirado por toda Gre­ vol., II, 40). Telesio representaba la
cia, debes esforzarte en hacer bien a otra alternativa tradicional de la mis­
Grecia, etc.” (Jenof., Memor., II, i, 28). ma concepción, deduciendo del deset
Del mismo modo, es una É. del móvil de la propia conservación, que está en
la concebida por Protágoras, cuando todo ser, las normas de la É. (De rer.
reconoce que el respeto recíproco y nat., IX, 2). De modo riguroso y siste­
la justicia son las condiciones para la mático, Hobbes hizo de este mismo
supervivencia del hombre. Éste es principio el fundamento de la moral
el sentido del mito de Prometeo, que y del derecho. "El primero de los bie­
Platón hace exponer a Protágoras en nes —escribe— es la propia conserva­
el diálogo homónimo (Prot., 322 c). Y el ción. En efecto, la naturaleza ha pre­
escrito sofista que lleva por nombre visto que todos deseen el propio bien,
Anónimo de Jámblico refuerza este pero para que sean capaces de esto es
punto de vista. "Aunque hubiera, que necesario que deseen la vida, la salud
no lo hay, un hombre invulnerable, in­ y la mayor seguridad posible de estas
sensible, con un cuerpo y un alma de cosas para el futuro. En cambio, de
acero, sólo podría salvarse, ya que todos los males el primero es la muer­
de otra manera no podría resistir, alián­ te, en especial si va acompañada por el
dose a las leyes y al derecho y apo­ tormento, ya que los males de la vida
yándolas, usando su fuerza para ellas pueden ser tantos que, si no se prevé
471
Ética

cercano su fin, hacen contar a la muer­ móvil y la É. del fin, un contraste


te entre los bienes” (De hom., XI, 6 ). semejante al que existe entre razón
En esta tendencia a la propia conserva­ y sentimiento. Dice Hume: “Hay una
ción y, en general, a la obtención de controversia nacida hace poco, mucho
todo lo que beneficia, Spinoza vio la más digna de examen, en torno a los
acción necesaria misma de la Sustan­ fundamentos generales de la moral,
cia divina. "Como la razón —dice— esto es, si derivan de la razón o del
no exige nada que sea contrario a la sentimiento-, si llegamos a su conoci­
naturaleza, exige, por tanto, que cada miento por vía de una serie de argu­
cual se ame a sí mismo, que busque mentos y de inducciones o por el ca­
lo que es útil para él, lo que le es mino de un sentimiento inmediato y
realmente útil, y que apetezca todo de un fino sentido interior” (Inq. Conc.
lo que conduce realmente al hombre a Moráis, I). Hume afirma que el prime­
una perfección mayor y, sobre todo, ro en darse cuenta de esta distinción
qu^ cada cual se esfuerce, cuanto esté fue Lord Shaftesbury y, en realidad,
en él, en conservar su ser. Esto es éste habló de un sentido moral, que
tan necesariamente verdadero como que es una especie de instinto natural o
el todo es mayor que la parte” (Eth., divino, especificación en el hombre del
IV, 18, scol.). Locke y Leibniz están principio de armonía que rige al uni­
de acuerdo en el mismo fundamento de verso (Characteristics of Men, Man-
la ética. Dice Locke: "Porque, como ners, Opinions, Times, 1711). Ya Hut-
Dios unió con vínculo inseparable la chinson interpretaba el sentido moral
virtud y la felicidad social, e hizo que como tendencia dirigida a realizar "la
la práctica de la virtud sea necesaria máxima felicidad del mayor número
para la preservación de la sociedad y posible de hombres” (Investigación so­
visiblemente beneficiosa para todos los bre las ideas de belleza y de virtud,
que tengan trato con el hombre virtuo­ 1725, III, 8 ), una fórmula que harían
so, no es de sorprender que cada uno no propia Beccaria y Bentham. Y Hume
sólo confiese, sino recomiende y alabe fue quien encontró la palabra que ex­
esas reglas a otros, por las ventajas que presa esta nueva dirección: el funda­
él cosechará de la observancia que los mento de la moral es la utilidad. En
otros le presten a fichas reglas” (Essay, otros términos, la acción buena es la
I, 3. 6 ). Y Leibniz a su vez reconoce que procura "felicidad y satisfacción”
como fundamento de la moral el prin­ a la sociedad, y la utilidad atrae porque
cipio "Seguir a la alegría y evitar la responde a una necesidad o tendencia
tristeza”, pero considerándolo confiado natural, esa tendencia que inclina al
más al instinto que a la razón (Nouv. hombre a promover la felicidad de sus
E s s . I, 2, 1). Según se ve, la É. de los semejantes (Inquiry Concerning Moráis,
siglos xvn y xvm manifiesta un alto V, 2).
grado de uniformidad: no solamente La razón y el sentimiento, por lo tan­
es una doctrina del móvil, sino que to, entran igualmente en la moral, ya
tampoco su oscilación entre la "tenden­ que, según Hume: "La razón no ins­
cia a la conservación” y la "tendencia truye en las diferentes direcciones de
al placer” como base de la moral im­ la acción, la humanidad nos hace esta­
plica una diferencia radical, ya que el blecer la distinción a favor de las que
placer mismo no es más que el índice son útiles y beneficiosas” (Ibid., Ap. I).
emotivo de una situación favorable a El sentimiento de humanidad, o sea la
la conservación (véase e m o c i ó n ). Una tendencia a gozar de la felicidad del
É. semejante se opone radicalmente a prójimo es, por lo tanto, y según Hume,
la É. del fin, o sea la É. en su plantea­ el fundamento de la moral, o sea el
miento tradicional platónico-aristotéli- móvil fundamental de la conducta hu­
co-escolástico. La característica funda­ mana. Algunos años más tarde Adam
mental de la filosofía moral inglesa del Smith denominaría simpatía a este mis­
siglo xvm, que tiene particular impor­ mo sentimiento "cuando juzgamos y
tancia en la historia de la É., consiste aprobamos la conducta propia al modo
en haber iluminado y haber tomado que imaginamos lo haría un especta­
como tema principal de discusión pre­ dor honrado e imparcial” (The Theory
cisamente el contraste entre la É. del of Moral Sentiments, 1759, III, 1; trad.
4 7 2
Ética

esp.: Teoría de los sentimientos mo­ exigencia de obrar según una máxima
rales, México, 1941, F. C. E.). que los demás puedan hacer propia.
Resulta evidente que la doctrina mo­ Aun cuando esta fórmula pueda pa­
ral de Kant ha querido insertarse pre­ recer más rigurosa y al mismo tiempo
cisamente en esta tradición y ser una más abstracta que las adoptadas por
doctrina del móvil y no del fin, por el los filósofos ingleses, su significado es
hecho de que responde a las carac­ el mismo. Lo que una y oirá quieren
terísticas fundamentales de una doctri­ sugerir como principio o móvil de la
na del móvil. En efecto, en primer conducta es el re c o n o c im ie n to de
lugar, Kant considera que "el concepto la existencia de otros hombres (o como
del bien y del mal no debe ser deter­ quería Kant, de otros “seres raciona­
minado primeramente por la ley moral les”) y la exigencia de comportarse
(de la cual, al parecer, debería ser el en sus confrontaciones a base de este
fundamento), sino sólo después de ella reconocimiento. La fórmula kantiana
y a través de ella” (Crít. R. Práct., I, del imperativo, por la cual se debe tra­
1, 3). Esto quiere decir que Kant com­ tar a la humanidad, en la propia per­
parte la concepción 2) del bien, que sona tanto como en los otros, siempre
corresponde a una É. del móvil. En se­ también como fin y nunca sólo como
gundo lugar, es precisamente a partir medio, no es más que otra expresión de
de los móviles (Bestimmungsgründe) esta misma exigencia, que los moralis­
como clasifica Kant las diversas con­ tas ingleses denominaban "sentido mo­
cepciones fundamentales del principio ral” o "sentido de humanidad”. Desgra­
de la moralidad (I b i d I, 1 , § 8 , nota 2 ). ciadamente, los desarrollos que la filo­
En tercer lugar, la ley moral es consi­ sofía moral de Kant ha sufrido a partir
derada por Kant como un hecho (fac- de Fichte se han apoyado más frecuen­
tum) porque "no se puede deducir de temente en su arsenal dogmático y ab­
datos precedentes de la razón, por ejem­ solutista que en su planteamiento fun­
plo, de la conciencia de la libertad”, damental y en la sustancia de sus doc­
sino que se impone por sí misma como trinas morales Tales doctrinas, como
un sic voto, sic iubeo (Ibid., §7). De el planteo del que dependen, están de
tal modo Kant ha transferido el móvil acuerdo con la É. del siglo xvm, o sea
de la conducta del “sentimiento” a con la dirección moral de la Ilustra­
la "razón”, utilizando el otro aspecto ción; pero no está d* acuerdo con tal
del dilema propuesto por los moralistas dirección la oposición establecida por
ingleses. Con esto ha querido garanti­ Kant entre el mundo moral y el mundo
zar la categoricidad de la norma moral, natural y, por lo tanto, entre la É. y la
o sea lo absoluto del mandato, por lo ciencia de la naturaleza. En la doctrina
cual se distingue de los imperativos de Kant, este contraste es el resultado
hipotéticos de las técnicas y de la pru­ del arsenal absolutista de su É., o
dencia. Por esta exigencia, la É. kan­ sea de ese aspecto por el cual llega
tiana comparte indudablemente con la a ser la criatura predilecta de los meta-
primera concepción de la É. la preocu­ físicos moralistas del siglo xix y el pre­
pación fundamental de anclar la regla texto para innumerables (e inoperantes)
de la conducta en la sustancia racio­ disquisiciones en torno a lo absoluto
nal del hombre. Pero si se prescinde de del deber y el acceso, que éste permiti­
esta preocupación absolutista (que debe ría, hacia una Realidad superior incon­
ponerse en la cuenta del "rigorismo” dicionada (la realidad del “noúmeno”),
kantiano), la É. de Kant se presenta sin ninguna relación con la fenoménica
como muy afín a la de los moralistas y condicionada de la naturaleza. Aún
ingleses del siglo xvm (hacia los cua­ hoy, en la É. de Kant, los amigos y
les, por lo demás, no ha ocultado su los adversarios ven exclusivamente este
simpatía Kant en los escritos precríti­ aspecto la mayoría de las veces; los
cos), no únicamente en su planteamien­ primeros para exaltarla como dársena
to fundamental sino también en sus segura de todas las certidumbres con­
resultados. Si el sentimiento al que cernientes a la vida moral, los segundos
apelaban los moralistas ingleses era la para condenarla como el baluarte de
tendencia a la felicidad de los demás, las ilusiones metafísicas en el campo
la razón, a la que apela Kant, es la moral. Pero una consideración de esta
473
É., que se sustraiga de tales alternati­ a su realización, a instintos sun.páticos
vas y la observe en el cuadro de la É. que, según Comte, la educac.ón puede
del siglo x v i i i (con la cual comparte desarrollar gradualmente h a'í¿ hacerlos
el planteo y que pretende fundar con predominar sobre los instintos egoístas
necesidad rigurosa), permite quizá una (Catechisme positiviste, 1852, p. 48).
valoración más adecuada de ella. En La É. biológica de Spencer hace suya
efecto, puede abrir el camino a una uti­ esta tesis. Spencer ve en la moral la
lización de los análisis kantianos con adaptación progresiva del hombre a sus
vistas a un planteamiento de la É. como condiciones de vida. Lo que al hombre
técnica de la conducta, independiente de en particular le parece deber u obliga­
supuestos metafísicos. ción moral es el resultado de las expe­
En el ínterin, la É. del móvil adqui­ riencias repetidas y acumuladas en el
ría, en el clima positivista, la pretensión sucederse de innumerables generacio­
de valer como ciencia exacta de la con­ nes : es la enseñanza que tales expe­
ducta. Ya Helvetius decía: "He creído riencias han suministrado al hombre
que se debe tratar a la moral como en su tentativa de adaptarse cada vez
a todas las otras ciencias y hacer una mejor a sus condiciones vitales. Spencer
moral como una física experimentar" prevé también una fase en la cual las
(De Vesprit, 1758, I, p. 4). Pero esta acciones más elevadas, requeridas por
pretensión caracteriza ante todo al uti­ el désarrollo armónico de la vida, lle­
litarismo del siglo xix cuyo indiscutido garán a ser tan comunes como ahora
jefe es Bentham. Según Bentham, los lo son las acciones iríferiores a las que
únicos hechos que pueden servir como nos lleva el simple deseo; en tal fase,
fundamento del dominio moral son el por lo tanto, la antítesis entre egoísmo
placer y el dolor. La conducta del hom­ y altruismo perderá su sentido (Data
bre está determinada por la expectativa of Ethics, §46). Se puede decir que la
del placer o del dolor y éste es el É. del evolucionismo no es más que
único motivo posible de acción! Sobre la expresión, usando los términos del
estos fundamentos, la ciencia de la optimismo positivista, de aquella É.
moral resulta exacta como la matemá­ fundada en el principio de la autocon-
tica, si bien mucho más intrincada y servación que Telesio y Hobbes intro­
extensa (Introduction to the Principies dujeron en el mundo moderno.
of Moráis and Legislation, 1789, en En la filosofía contemporánea, esta
Works, I, p. V). Desde este punto de vis­ concepción de la É. no ha sufrido cam­
ta, conciencia, sentido moral, obliga­ bio ni ha realizado progresos sustan­
ciones morales son conceptos ficticios ciales. Bertrand Russell se ha limitado
o "no entidades". La realidad que tales a reproducirla en la forma más sim­
conceptos ocultan es el cálculo del pla­ ple y común, afirmando que "la É. no
cer y el dolor, cálculo en el cual reposa contiene afirmaciones ya sean verda­
el comportamiento moral del hombre, deras o falsas, sino que consiste en
y mediante el cual Bentham quiso es­ deseos de cierta clase general” (Reli­
tablecer los principios, suministrando gión and Science, 1936; trad. esp.: Re­
la tabla completa de los móviles de ligión y ciencia, México, 1951, F. C. E.).
acción, tabla que debía servir como Decir que algo es un bien o un valor
guía a toda futura legislación. En rea­ positivo es otro modo de decir "Me
lidad, la obra de Bantham inspiró la gusta” ; y decir que algo es malo sig­
acción reformadora del liberalismo in­ nifica expresar igualmente una actitud
glés y todavía hoy sus principios están personal y subjetiva. Russell considera
incorporados en la doctrina del libera­ posible, sin embargo, influir en los pro­
lismo político. El utilitarismo de James pios deseos, estimulando algunos y re­
Mili y John Stuart Mili no es más que primiendo o destruyendo otros. Y con­
la defensa, la ilustración de las tesis sidera también que "por el cultivo de
fundamentales de Bentham. El positi­ deseos grandes y generosos los hom­
vismo se inspiró en el mismo punto de bres pueden ser llevados a actuar de
vista: la moral del altruismo, de la acuerdo con la felicidad general de la
cual se hizo portavoz Comte y cuyo humanidad". Pero es claro que esta
principio es la máxima "Vivir para los posición es contradictoria: si la É. sólo
demás”, se confía también, en cuanto tiene que ver con deseos, falta todo
474
motivo a cnicrio para preferir o para f 1 r,aria
hacer prevalecer uno de ellos sobre los ' 1 - crezca
otros. Y asi, se ha perdido, en la £. 7 ’ ' ■ ¡«-quisa de
de Russell, uno de los aspectos funda la rt- .!: ¡nmu-
mentales de la É. inglesa tradicional, o tabh . !f "t-í’pncia reprobónta
sea la exigencia de un cálculo de tipo la io* ' n-u ]>*=£. mos entré­
benthamiano, es decir, de una discipli game! ■. i,.. <r. ufíi¡>: cH- mayor vita-
na de la selección entre los deseos o, lid-ui. I : »vi- vuiej:' s a ase­
para decirlo mejor, entre las alter­ gurar y V- :,;;e ¡ I » ‘parían todos,
nativas posibles de conducta. Precisa­ porque se a;-wy5rría or. los c- - •- n:os de
mente también a este punto de vista la vida social', a una pesquisa en la
tan mutilado se ha aferrado la concep­ cual ia filosofía carr-n;. aria rivales,
ción de la £. predominante en el po­ sino colaborado-os, on los hombres de
sitivismo lógico, según la cual los ju i­ buena voluntad" (T he Q uest for Cer-
cios éticos no hacen más que expresar tainty, p. 295; liad, esp.: La busca de
*los sentimientos del que habla y es, la certeza, México, 1952, F. C. E., pági­
por lo tanto, imposible hallar un crite­ nas 271-72). Estas consideraciones de
rio para determinar su validez" (Ayer. Dewey circunscriben, por cierto, el te­
Language, Truth and Logic, p. 108; cf. rreno en el que debe moverse la inves­
Stevenson, Ethics and Language, p. 20). tigación ética contemporánea, pero no
Obviamente esto no es más que el ofrecen, sin embargo, instrum entos efi­
mismo punto de vista de Russell, se­ caces para esta busca. En la E. con­
gún el cual la £. consiste en deseos temporánea falta aún una teoría gene­
y no en afirmaciones verdaderas o fal­ ral de la moral que corresponda a la
sas; es éste un punto de vista que teoría general del derecho (véa se), o
señala la renuncia a la comprensión sea una teoría que considere la moral
de los fenómenos morales más bien como una técnica de la conducta y
que un paso hacia esta comprensión. se aplique a considerar las caracterís­
Más fecundo parece el punto de vista ticas de esta técnica y las modalidades
de Dewey, cuya É. se relaciona con por medio de las cuales se realiza en
la noción de valor. Dewey comparte grupos sociales diferentes. Obviamente,
en buena medida, con la filosofía del una teoría general de la moral no par­
valor (véase), la creencia de que los tiría de una tarea preventiva en rela­
valores no sólo son objetivos sino tam­ ción con una tabla de valores determ i­
bién simples y, por lo tanto, indefini­ nada: su tarea sería sim plem ente la
bles. pero no comparte con ella la creen­ de considerar la constitución de las
cia de que sean absolutos o necesarios. tablas de los valores que se ofrecen
Los valores son, según Dewey cualidades al estudio histórico y sociológico de la
inmediatas sobre las cuales, por ende, vida moral y de descubrir, en caso de
no hay nada que decir y que sólo me­ ser posible, las condiciones form ales
diante un procedimiento crítico y re­ o generales de tal constitución. Pero
flexivo pueden ser preferidos o pospues­ podría (y debería) utilizar ampliamen­
tos (Theory of Valuation, 1939, p. 13). te la É, del siglo xvm y, en general, la
Pero son fugitivos y precarios, negativos É. de la motivación y presentarse como
y positivos y también infinitam ente di­ la continuación de tal concepción.
ferentes en sus cualidades. De aquí A propósito de las relaciones entre
la importancia de la filosofía que, como moral y derecho, se reafirma aquí lo
una ''crítica de las críticas", tiene en que se dice con referencia al derecho,
primer lugar la finalidad de interpre­ es decir, que tales relaciones pueden
tar los acontecimientos para hacerlos ser configuradas de diferentes mane­
instrumentos y medios de la estima­ ras, pero nunca especificadas com o re­
ción de los valores y, en segundo lugar, laciones de heterogeneidad o indepen­
la de renovar el significado de los va­ dencia recíproca. La £., como técnica
lores mismos ( Experience and Nature, de la conducta, parece a primera vista
Pp. 394 sí . ; trad. esp.: La experiencia más extensa que el derecho como téc­
y ¡a naturaleza, México, 1948, F. C. E„ nica de la coexistencia. Pero si s e
Pp. 324 ss.). Esta tarca de la Filosofía r e f le x io n a que to d a e s p e c ie o f o r m a
«tá condicionada por la renuncia a de la conducta e s una f o r m a o vspv-
r

É tic a s, v irtu d e s
E to lo g ía
cié de coexistencia, o recíprocamente, el aquí, la religión tiende a una exis­
se ve en seguida que la distinción de tencia fuera de aquí; 2) la ética se
los dos campos es mera materia dé con­ dirige al hombre, la religión a Dios;
veniencia para delimitar problemas par­ 3) la ética afirma la autonomía de los
ticulares, grupos de problemas o campos valores, la religión los subordina a la
específicos de consideración o de estudio. voluntad de Dios; 4) la ética se funda
en la libertad humana, la religión tras-
(gr. f|9m<h ÓQETaí; lat.
É tic a s, v ir tu d e s fiere toda iniciativa a Dios (Ethik,
virtutes morales; ingl. ethical virtues; 1926; 3? ed„ 1949, pp. 811-17).
franc. vertus morales; alem. ethische
Tugenden; ital. etiche, virtü). Son, se­ (ingl. etiology-, franc. étio-
E tio lo g ía
gún Aristóteles, las virtudes que corres­ logie; alem. Aetiologie). La búsqueda
ponden a la parte apetitiva del alma, en o determinación de las causas de un
cuanto moderada o guiada por la razón fenómeno. El término es usado casi
(Et. Nic., I, 13, 1102b 16) y que consis­ exclusivamente en medicina.
ten en el justo medio (véase m e d i a n í a )
entre dos extremos de los cuales uno (ingl. ethnography; franc.
E tn o g r a f ía
es vicioso por exceso, el otro por de­ ethnographie; alem. Etnographie-, ital.
fecto (Ibid.. II, 6 , 1107 a l ) . Las virtudes etnografía). Lo mismo que etnología
É. son la fortaleza, la templanza, la li­ (véase .infra).
beralidad, la magnanimidad, la humil­
dad, la franqueza y, en fin, la justicia E tn o lo g ía (ingl. ethnology; franc. ethno-
que es la mayor de todas (Ibid., III-V). logie; alem. Ethnotogie; ital. etnolo­
gía). Una de las disciplinas del tronco
E tic id a d (alem. Sittlichkeit). Hegel dis­ sociológico. Tiene por objeto los mo­
tingue la E. de la moralidad (Morali- dos de vida de grupos sociales todavía
tat); la moralidad es la voluntad sub­ existentes o de los que se conserva
jetiva, o sea individual o privada del una documentación abundante. La E .
bien, la E. es la realización del bien se dirige, sobre todo, al estudio de los
mismo en realidades históricas o insti­ pueblos "primitivos". No se distingue
tucionales, que son la familia, la so­ de la sociología más que por la acen­
ciedad civil y el Estado. La E., dice tuada tendencia de sus cultivadores a
Hegel, “es el coi.cepto de libertad, con­ insistir acerca de los caracteres indi­
vertido en mundo existente y naturaleza viduales de los grupos sociales estu­
de la conciencia de sí” (Fit. del dere­ diados y, por lo tanto, a prescindir de
cho, § 142). Las instituciones éticas tie­ los problemas sociológicos generales.
nen una realidad superior a las de la na­ Por este aspecto, la investigación etno­
turaleza, porque se trata de una reali­ lógica se puede considerar a mitad de
dad "necesaria o interna" (Ibid., § 146). camino entre la sociología y la historio­
La más alta manifestación de la E., el grafía.
Estado, es el mismo Dios que ha entra­ E to lo g ía (del gr. SBog; ingl. ethology;
do en el mundo, un "Dios real” (Ibid., franc. éthologie; alem. Ethologie-, ital.
§258, Apéndice). Esta distinción entre etología). Término acuñado por Wundt
moralidad y E. se ha mantenido solamen­ para designar el estudio histórico des­
te en el ámbito de la escuela hegeliana. criptivo de las costumbres y de las
[Abbagnano utiliza aquí la traducción representaciones morales (Logik, II, 2,
que Croce da de los términos hegelia- 369). El término no ha tenido mucho
nos; los krausistas, en cambio, solían éxito y es usado muy raramente. El
traducir Sittlichkeit por "moralidad” y estudio descriptivo de las costumbres
Moratitát por "ethos” (E.).] es parte integrante de la sociología.
(alem.
É t i c o - r e l i g i o s a s , a n tin o m ia s E to lo g ía (del gr. f¡0o;; ingl. ethology,
ethisch-religiosen A n tin o m ie n ). Las franc- éthologie; alem. Ethologie-, ital.
antítesis que expresan el conflicto en­ etología). Término acuñado por Stuart
tre el punto de vista ético y el punto Mili para designar la ciencia que estu­
de vista religioso. Fueron enunciadas dia las leyes de la formación del carác­
por Nicolai Hartmann del modo si­ ter. Tales leyes resultarían de las ge­
guiente; I) la ética está radicada en nerales de la psicología, aplicadas, no
476
E u b u lía
E v e n to
obstante, a las influencias que las cir­ Mesina (siglos iv-iii a. c.), autor de una
cunstancias ambientales tienen en la Sagrada Escritura, traducida al latín
formación del carácter. La E. se dis­ por Ennio, en la cual se quería demos­
tinguiría de la sociología en cuanto la trar que los dioses son hombres de
primera sería la ciencia del carácter valor, ilustres o poderosos, divinizados
individual y la segunda la ciencia del después de su muerte (Cicer., De nat.
carácter social o colectivo (Logic, VI, deor., I, 119).
5, §3). La palabra no ha tenido éxito,
en tanto la palabra caracterología (véa­ E u n o m ía (gr. Eirvogía). El "buen orden
se) ha sido aceptada casi universal­ humano” opuesto a la Ivybris, o sea
mente para designar la misma ciencia. a la actitud del que desconoce los lí­
mites de los hombres y el puesto subor­
E u b u lía (gr. eúPovXía; lat. eubulia). Es, dinado que éstos tienen en el mundo
según Aristóteles, la buena delibera­ (Plat., Sof., 216 b).
ción, o sea- el juicio correcto acerca de
la correspondencia de los medios a los E u p r a x ia (gr. evirga^ía). El comportarse
fines. El deliberar bien es propio de bien, es decir, ordenadamente o según
los sabios y la sabiduría constituye, las leyes. Jenofonte aplica esta palabra
precisamente, el juicio verdadero en al ideal moral de Sócrates (Mem., III,
tomo a tal relación de los medios al fin 9, 14). Aristóteles adopta la misma pa­
(Ét. Nic., VI, 9, 1142b 5). En el mismo labra en oposición a dispraxia, que indi­
sentido la definió Santo Tomás (S. Th., ca la conducta desordenada (Ét. Nic.,
I, II, q. 57, a. 6 ). VI, 5, 1140b 7).
Eucosmía (gr. eüxoauía). Comportamien­ (gr. Eirtalía). La conducta bien
E u ta x ia
to ordenado, buena conducta (cf. Arist., ordenada o conforme al orden cósmico.
Pol, IV, 1299 b 16). Es un co n cep to e sto ic o (Stoicorum
Fragmenta, 111,64), que Cicerón se detu­
E u c ra s ía (gr. evxqoujíoi). Temperamento. vo a ilustrar (De Officis, 1,40,142; trad.:
Más precisamente: justa mezcla de los De los deberes, México, 1945, F. C. E.).
elementos que com ponen el cuerpo
(Arist., De parí, an., 673 b 25; Galeno, E u tim ia (gr. EvOupía; lat. tranquillitas).
VI, 31, etc.). Título de una de las obras de Demó-
crito, que significab. la satisfacción
E u d e m o n ía , véase FELICIDAD. tranquila, diferente del placer, y que
consiste en la ausencia de temores, de
(ingl. eudemonism; franc.
E u d e m o n is m o supersticiones y de emociones (Dióg.
eudémonisme; alem. Eudamonismus; L., IX, 45). Los latinos tradujeron el
ital. eudemonismo). Toda doctrina que término como tranquillitas (Séneca, De
asume la felicidad como principio y tranquillitate animi, II, 3).
fundamento de la vida moral. Son eu-
demonistas, en este sentido, la ética E v a n g e lio e te r n o (lat. evangelium aeter-
aristotélica, la estoica y la neuplatóni- num). Orígenes adoptó esta expresión
ca, la ética del empirismo inglés y de para designar la revelación de las ver­
la ■
:Ilustración. Kant considera que el dades más altas que Dios hace a los
E . es el punto de vista del egoísmo sabios en todas las épocas del mundo,
(véase) moral, o sea la doctrina “del y que puede completar y corregir la
que restringe todos los fines a sí mismo revelación contenida en el E. histórico
y no ve nada útil fuera de lo que a él (De princ., IV, 1; In Johann., I, 7).
aprovecha” (Antr., I, §2). Pero este
concepto del E. es muy restringido (ingl. event; franc. evénement;
E v e n to
porque en el mundo moderno, a partir alem. Geschehen; ital evento). En la
de Hume, la noción de felicidad tiene física contemporánea, una porción del
un significado social que, por lo tan­ continuo espacio-temporal. En este sen­
to, no coincide con egoísmo o egocen­ tido una cosa, por ejemplo, un cuerpo,
trismo. Véase f e l ic id a d . es un evento. El concepto fue aclara­
do por Einstein en 1916 (Teoría especial
E u h c m c r is m o (ingl. euhemerism; franc. y general de la relatividad, § 27). Desde
evhémérisme; alem. Evhemerismus). La entonces ha aparecido como un con­
doctrina de Euhémero o Evémero de cepto fundamental de la física: el E.
477
\

E v id e n c ia

es, correctamente hablando, el objeto quiera como tal. Así entendían la E.


específico de la física, aquel al cual se los antiguos, en especial los epicúreos
refieren sus medios de observación; y los estoicos, que la tomaron como
está caracterizado por las tres coorde­ criterio de verdad. Los epicúreos iden­
nadas espaciales y por la coordenada tificaron la E. con la acción misma
temporal. "El mundo de los E. puede de los objetos sobre los órganos de los
ser descrito mecánicamente mediante sentidos (Dióg. L., X, 52). Los estoicos
una imagen que cambia con el tiempo, entendieron por E. el presentarse o
mostrada sobre el trasfondo del espa­ darse de las cosas a los sentidos o a la
cio tridimensional. Pero puede tam­ inteligencia, de tal modo que resulten
bién ser descrito mediante una imagen "comprendidas” (Sexto E., Hipot. Pirr.,
estática, proyectada sobre el trasfondo II, 7). La representación cataléptica
del continuo espacio-temporal en cua­ (véase) es, precisamente, la represen­
tro dimensiones. Desde el punto de tación evidente. Desde este punto de
vista de la física clásica, las dos imá­ vista la E. no es un hecho subjetivo,
genes, la dinámica y la estática, son sino objetivo; no está ligada a la cla­
equivalentes. Pero desde el punto de ridad y distinción de las ideas, sino al
vista de la relatividad, la imagen está­ presentarse y manifestarse del objeto
tica es más conveniente y más objeti­ (cualquiera que sea). De tal manera,
va” (Einstein-Infeld, Evolution of Phy- los mismos escépticos no rechazaron lo
sics, III; trad. esp.: La física, aventura que se presenta como evidente, aun
del pensamiento, Buenos Aires, 1943, cuando evitaran la afirmación corres­
Losada). Generalizando el concepto de pondiente (Sexto E., Hip. Pirr., II, 10).
Einstein, Whitehead ha hablado de "E. En cambio, Descartes ha dado lugar
puntiformes” que son aquellos que po­ al concepto subjetivo de la evidencia.
seen una posición el uno con respecto La "regla de la E.” que expone en el
al otro. Tales E. constituirían los pun­ Discurso prescribe "no aceptar nunca
tos de un s is te m a espacio-temporal. algo por verdadero a menos que se lo
Todo sistema tendría un grupo particu­ reconozca evidentemente como tal; o
lar de punt os propios, esto es, una sea, evitar con todo cuidado la precipi­
definición propia de la "posición abso­ tación y la prevención y no comprender
luta” (Concept of Nature, 1920, cap. 5). en los propios juicios sino lo que se
Estas anotacione se refieren a la ten­ presenta tan clara y distintamente al
tativa de Whiteh ead de traducir la propio espíritu, hasta el punto de no
física contemporánea a una metafísica haber ocasión algun a de p o n e r l o
evolucionista. Por su parte, P. W. en duda” (Disc., II). En esta regla, la
Bridgmann ha puesto en duda la im­ E. ha sido reducida a la claridad y
portancia de la noción de E., conside­ distinción (véanse) de las ideas, y los
rando que no todos los resultados de problemas pertinentes se han despla­
las medidas físicas pueden ser expresa­ zado del dominio del objeto al dominio
dos en términos de coincidencias espa­ de la idea, pero representándose en
cio-temporales. Por ejemplo, anota, la este último como problemas objetivos.
diferencia entre un electrón negativo Descartes mismo (sobre todo en las
v uno positivo no está indicada en la Reglas para la dirección del espíritu)
especificación de las coordenadas (Lo­ había enlazado la E. con la facultad
gic of Modern Physics, 1927, cap. I I I ; de la intuición y con tal término había
trad. ital., p. 153). A pesar de estas re­ entendido, no ya el testimonio de los
servas, el concepto de E. continúa sentidos o el juicio de la imaginación,
teniendo importancia fundamental en sino "la concepción firme de un espí­
la física contemporánea y continúa, asi­ ritu puro y atento, que nace de la sola
mismo, siendo considerado por los físi­ luz de la razón y que, siendo más sim­
cos como la mejor caracterización de ple, es también más segura que la de­
su propio objeto. ducción” (R egulae ad directionem
ingenii, III). La E. sería, así, el carác­
E v id e n c ia (gr. É v río y fia ; lat. evidentia; ter de la intuición y constituiría la
ingl. evidence; franc. évidence; alem. certeza propia de esta última, del mis­
Evidenz; ital. evidenza). El presentar­ mo modo que la necesidad racional
se o manifestarse de un objeto cual­ constituye la certeza de la deducción.
478
E volución

Estos conceptos han dominado buena esta expresión se pueden entender dos
parte de la filosofía moderna, por ha­ cosas diferentes: 1) la teoría biológica
ber sido aceptados por Locke, que- hace _de la transformación de las especies
depender de la intuición del acuerdo vivas, de una en otra, que es la hipó­
o del desacuerdo de las ideas “toda la tesis fundamental de las disciplinas
certidumbre y la E. de nuestro cono­ biológicas de un siglo a este parte;
cimiento” (Essay, IV, 2, 1) y por Leib- 2) la teoría metafísica del desarrollo
niz (Nouv. Ess., IV, 11, 10). El carác­ progresivo del universo en su totalidad,
ter subjetivo de la E. y su conexión que es una hipótesis admitida o presu­
con una facultad humana más o me­ puesta por muchas doctrinas filosófi­
nos misteriosa o milagrosa denominada cas modernas y contemporáneas. Aun
intuición, se ha conservado en toda la cuando estos dos significados hayan
filosofía moderna y sólo la filosofía obrado históricamente de modo recípro­
contemporánea ha retornado al antiguo co, es oportuno considerarlos por sepa­
concepto de la E. objetiva. rado. Para el segundo, véase el artícu­
La crítica de que la E. "nos grita lo EVOLUCIONISMO.
como voz mística que viene de un mun­ El término E. fue introducido proba­
do mejor: ¡aquí está la verdad!” ha blemente por Spencer en su ensayo
sido hecha por HusserI, quien define sobre el Progreso de 1857, pero ni la
la F.. como un “llenarse la intención”. palabra ni su concepto, habrían tenido
Esto significa que se tiene la E. cuan­ el éxito que tuvieron sin los éxitos
do la intención de la conciencia, diri­ del t r a n s f o r m i s m o biológico, que se
gida a un objeto, se llena por las deter­ iniciaron con el Origen de las especies,
minaciones por las cuales el objeto de Charles Darwin (1859). La obra de
mismo se individualiza, se define y, por Darwin (como lo demuestra su éxito
último, aparece presente a la concien­ sin precedentes) era, desde cierto pun­
cia misma en propia persona (Logische to de vista, más bien una conclusión
Untersuchungen, II, § 39; trad. esp.: que un principio: la conclusión de un
Investigaciones lógicas, Madrid, 1929; largo trabajo de investigaciones y de
Ideen., I, § 145; Erfahrung tmd JJrteil varias tentativas de generalización. La
["Experiencia y juicio”], p. 12). En doctrina tradicional de la inmutabili­
consecuencia, en toda la filosofía con­ dad (o fijeza) de las especies vivas
temporánea inspirada en la fenomeno­ había sido el reflejo, er. el dominio bio­
logía, la E. ha readquirido su carácter lógico, de la doctrina de la sustancia
objetivista, y con ello vuelve a designar (véase) o sea de la doctrina de la ne­
el presentarse o manifestarse de un ob­ cesidad de la estructura ontológica del
jeto como tal, cualquiera que sea el mundo. Esta doctrina prevaleció por
objeto y cualesquiera que sean los mé­ obra de Aristóteles en el mundo de la
todos con los cuales se pretenda garan­ filosofía y de la ciencia antigua y me­
tizar o certificar su presencia o mani­ dieval, y así se explica por qué la hi­
festación. En este sentido, Scheler ha pótesis de una transformación de la
hablado de "E. preferencial” para indi­ especie, presentada, aunque fuera en
car las relaciones jerárquicas objeti­ forma fant ás tic a, por Anaximandro
vas de los valores que guian y sugieren (seudo Plut., Strom., 2) y por Empédo-
las elecciones humanas (Formalismus, cles (Fr., 56-61, Diels) no dejó huellas.
p. 87). Del mismo modo a veces se lla­ Todas las formas sustanciales, según la
man evidentes proposiciones analíticas metafísica aristotélica, son inmutables
o tautológicas cuya verdad resulta de por el hecho de ser necesarias, lo que
sus términos, como, por ejemplo, "El quiere decir que no pueden ser ni crea­
triángulo tiene tres lados”. das ni destruidas. Como formas sus­
tanciales, las especies vivas participan
(ingl. evolution; franc. évo
E v o lu c ió n de tales características. Este principio
lution; alem. Evolution; ital. evoluzio- aristotélico, con la única corrección de
ne). La palabra conserva todavía su la creación divina, constituyó por mu­
sentido genérico de desarrollo (véase), chos siglos la armazón general de la
pero a menudo se la usa para designar investigación filosófica y científica.
una doctrina particular que se deno­ Sólo a partir del principio del si­
mina "teoría de la E.”. Ahora bien, con glo x v i i i algunos naturalistas comen-
«79
r

E volución

zaron a considerar la posibilidad de la virtud del principio de herencia habrá


transformación de las especies bioló­ en ellos una acentuada tendencia a he­
gicas. Buffon admitía esta posibilidad, redar los caracteres accidentales a sus
aunque se declarara explícitamente par­ descendientes. Ésta es la ley de la se­
tidario de la fijeza de la especie (His- lección natural que Darwin considera
toire natureüe, 1749-88). Es posible que como resorte principal de la E. (On the
Kant se inspirara en el mismo Buffon Origin of Species, IV, 18, 1859).
para formular la hipótesis, planteada En tanto la teoría de Darwin sufría,
en 1790 en la Crítica del juicio (§ 80), por un lado, los ataques de los parti­
de un "parentesco real” de las formas darios de la vieja metafísica y por el
vivas y de su derivación de una "ma­ otro, era extendida y generalizada a
dre común”, como también de un des­ una teoría de la E. cósmica, se presen­
arrollo continuo de la naturaleza desde taban nuevas hipótesis, en oposición al
la nebulosa primitiva a los hombres. principio de la selección natural, acer­
Sin embargo, se trataba sólo de intui­ ca de la forma en que la E. tendría
ciones genéricas, no sufragadas por un lugar. Por un lado, los neolamarkianos,
sistema coordinado de observaciones. entre los cuales se encontraban so­
El primero en plantear científicamente bre todo el francés Giard (1846-1908) y
la doctrina del transformismo biológi­ el americano Cope (1840-97) insistieron
co fue Jean-Baptiste. Lamarck en su acerca de la relación del organismo
Phitosophie zoologique (1809) en la cual con el ambiente, atribuyendo a esta re­
fundaba la E. de los organismos, sin lación la capacidad de producir las
embargo, en las diferencias producidas mutaciones orgánicas que después se­
en éstos por el mayor o menor uso de rían trasmitidas por la herencia. Por
los órganos, diferencias que más tarde otro lado, los neodarwinianos, que se
serían fijadas por herencia. Actual­ unieron en especial en torno al biólogo
mente se sabe que los cambios que na­ alemán Weissmann (1834-1914), insis­
cen de los hábitos no pueden ser here­ tieron en la importancia de la selección
ditarios; por lo tanto, el mérito de natural como principio único de la E.
Lamarck no es el de haber descubierto Ambas direcciones, en el esfuerzo de
el principio de la E., sino el de haber demostrar sus tesis, aportaron hechos y
insistido acerca de la doctrina general observaciones nuevas a favor de la teo­
en un aspecto i iportante de ella, como ría general de la E., pero ninguna de
el de la adaptación al ambiente. Fue el ellas logró, se puede decir, demostrar
Origen de las especies (1859) de Char­ la falsedad de la tesis de la otra.
les Darwin el que fundó la teoría mo­ Que la adaptación al ambiente (tesis de
derna de la E. biológica. La teoría de los lamarkianos) y la selección natural
Darwin admite dos órdenes de hechos: (tesis de los darwinianos) tienen muy
1) la existencia de pequeñas variacio­ importante función en la E. de la vida,
nes orgánicas que se verifican en los resulta un hecho cierto, pero no lo es
seres vivos a intervalos irregulares de que una lleve a la exclusión de la otra.
tiempo, variaciones que, por la ley de la En esta incertidumbre han surgido las
probabilidad, se traducen en parte en nuevas formas del vitalismo (véase)
ventajas para los individuos que las o sea de la doctrina que, por conside­
presentan; 2) la lucha por la vida que rar que la vida no es explicable, en
tiene lugar entre los individuos vivos, principio, por factores físico-químicos,
por la tendencia de cada especie a reconoce como fundamento de ella un
multiplicarse según una progresión geo­ principio espiritual que obra ideológi­
métrica. Este último supuesto le fue camente. El vitalismo insiste en lo que
sugerido a Darwin por la doctrina de parece un carácter fundamental de la
Malthus (Essays on Population, 1798; E. biológica: el finalismo. El finalis-
trad. esp.: Ensayo sobre el principio de mo, estrechamente ligado a la doctrina
la población, México, 1951, F. C. E.). De de la estructura sustancial del mundo,
estos dos órdenes de hechos resulta o sea a la metafísica aristotélica, es
que los individuos en los que se ma­ la parte de esta metafísica que más
nifiestan cambios orgánicos ventajosos se resiste a morir. Su campo privile­
tienen mayores probabilidades de so­ giado es, como ya lo anotara Kant,
brevivir en la lucha por la vida, y en justo el de los fenómenos vitales. Es­
480
Evolución

tos fenómenos no parecen verificarse racterística de la fase precedente. Los


por azar. Incluso cuando De Vries ob­ principios fundamentales de la E. pue­
servó la súbita y casual aparición de den ser recapitulados de la siguiente
nuevas variedades de plantas y tomó m anera:
este hecho como base real de la E. 1) La separación de las ideas de E.
( Teoría de las mutaciones, 1901), el ca­ y de progreso. La E. no es necesaria­
rácter casual y arbitrario de todo el mente progreso, y mucho menos pro­
proceso evolutivo pareció difícil de de­ greso unilineal, necesario y constante.
fender. En esta dificultad se han apo­ Cualquiera que sea el criterio que se
yado las teorías vitalistas. La más elija para juzgar el curso de la E., se
famosa de ellas, en el mundo contem­ hallará que la historia de la vida su­
poráneo, es la de Bergson, que atribuye ministra ejemplos no sólo de progresos,
la E. al élan vital (impulso vital) o sea respecto a este criterio, sino también
a una gran corriente de conciencia de retrocesos y de degeneraciones. Hux­
que es lanzada a la materia y tiende a ley ha sugerido como criterio objetivo
dominarla, lográndose mejor en una de progreso el de la dominación suce­
dirección, peor en otra, pero progresan­ siva de un grupo biológico, criterio que
do sobre todo en las dos direcciones llevaría a constituir una sucesión de
fundamentales del instinto de los ar­ edades: "Edad de los invertebrados”,
trópodos y de la inteligencia del hom­ "Edad de los peces”, "Edad de los an­
bre (Év. créatrice, 1907). Pero la teoría fibios”, "Edad de los reptiles”, “Edad
bergsoniana de la E., aun cuando re­ de los mamíferos” y "Edad del hom­
chace la idea de un plano total predis­ bre” (E., The Modern Synthesis, 1942).
puesto o predeterminado (que sería, Pero esta sucesión de edades tampoco
dice Bergson, "un mecanismo inverti­ es del todo objetiva, ya que ha sido
do”) es también finalista y sucumbe a sugerida obviamente por el criterio de
la misma objeción que el propio Berg­ la aproximación al hombre. Otras lí­
son hace al vitalismo, la de tomar neas de progreso pueden ser definidas
como principio de explicación la igno­ a partir de la expansión vital o de la
rancia de la explicación. Como ha ob­ adaptación al ambiente, criterio que su­
servado Huxley, atribuir la E. a un élan giere el ordenamiento de las especies
vital no explica la historia de la vida animales según la medida en que rea­
más de lo que podría explicar la atribu­ lizan mejor una u c*Ta de estas dos
ción de movimiento a una máquina de cosas. Otro criterio que los biólogos
vapor en virtud de un élan locomotif adoptan a menudo es la denominada
para explicar el funcionamiento de la ley de Willinston, según la cual “las
máquina misma. El recurrir a un tér­ partes de un organismo tienden a redu­
mino metafísico, que no hace más que cirse en su número y a especializarse
cubrir una zona de ignorancia enmas­ en sus funciones", o sea tienden hacia
carándola como saber y, por lo tanto, la simplificación más que hacia la
distrayendo o desanimando la investi­ complicación. Otros indican como cri­
gación positiva dirigida a disminuirla, terio la energía general del organismo
es también evidente en las otras for­ o el nivel del proceso vital (Sewertzoff,
mas del vitalismo contemporáneo. Así Morphologische Gesetzmassigkeiten der
Driesch recurre a la entelequia (véa­ E. ["Leyes morfológicas de la E.”l
se), un viejo concepto aristotélico al 1931). Cada uno de estos criterios lleva
que atribuye la función directriz en la a establecer un orden determinado de
construcción del organismo (Phitoso- las especies vivas o de sus grupos ma­
phie des Organischen ["Filosofía de lo yores, orden que coincide sólo parcial
orgánico”], 1908-09). y ocasionalmente con los establecidos
Los estudios de genética (véase) han por otros criterios.
encaminado la teoría de la E. hacia 2) La exigencia de que los factores
un terreno positivo de investigaciones. invocados para explicar la E. aclaren
La teoría misma ha resultado el cuadro no solamente lo que ocurre como pro­
total de los instrumentos y de las di­ grama en la organización de la vida,
recciones posibles de la investigación sino también lo que adviene por azar,
biológica, evitando la dogmatización de no sólo la adaptación sino también la
principios parcialmente probados, ca­ falta de adaptación y, en general, no
481
Evolución

sólo los aspectos favorables y progresi­ des evidentes no han sido aprovechadas
vos de las transformaciones vitales, y los intervalos entre las especies vi­
sino también los desfavorables y. nega­ vas no siempre se han llenado. "La
tivos. La primera consecuencia de regla de que todas las oportunidades
este punto de vista es el reconocimien­ de la vida tienden a ser utilizadas no
to de que es inútil y científicamente es una regla sin excepciones. La extin­
ilegítimo dar privilegio a un factor evo­ ción de los dinosaurios precedió con
lutivo, por ejemplo, a la selección na­ mucho a la readquisición de sus mu­
tural, y considerarlo como el único y chos modos de vida por parte de los
fundamental, conforme lo han hecho mamíferos y no parece que todos ha­
los neodarwinistas. La segunda conse­ yan sido readquiridos. Los ictiosaurios
cuencia es el abandono completo del se extinguieron muchos millones de
punto de vista finalista, que exige la años antes de que los delfines y sus
presencia de un objetivo final en la E. parientes hubieran aprovechado esta
(cf., por ejemplo, J. B. S. Haldane, oportunidad. No hay razón evidente
The Causes af E., 1932). para que el modo de vida de los amo-
3) La eliminación de todo prejuicio nites, tan numerosos otrora, no pueda
de necesidad en la consideración del ser seguido a c t u a l m e n t e por grupos
ciclo vital de las especies biológicas: igualmente abandonados, pero que en
su nacimiento, desarrollo y muerte no vano se buscarían hoy en el mar. Se
obedece a esquemas preestablecidos y han extinguido muchos tipos que han
mucho menos se modela según el ciclo dejado abierto un modo de vida, una
del organismo en particular. Normal­ oportunidad que no ha sido inmediata­
mente un cierto tipo de organización mente aprovechada porque ningún otro
persiste en tanto sus relaciones de adap­ grupo tiene una base estructural o una
tación al ambiente continúen siendo reserva de mutaciones apropiadas para
posibies A veces, la misma especifica­ el cambio” (Ibid., pp. 185-86). No obs­
ción de la adaptación produce la ex­ tante, el número muy alto de las posi­
tinción, ya que hace al organismo no bilidades utilizadas explica los produc­
apto para afrontar aquellos cambios del tos más logrados y complicados de la
ambiente de importancia mayor que E.; por ejemplo, entre las innumerables
los comunes. En este caso, obviamen­ soluciones al problema de la fotorrecep-
te, la extinción del grupo es provocada ción, dos soluciones resultaron mejo­
por la misma tendencia a la adapta­ res: el ojo del octopus (que es un
ción, que es un factor de supervivencia. molusco) y el del hombre. Pero tam­
4) Finalmente —y es la característi­ bién las otras funcionan muy bien a su
ca más importante de la teoría general propio nivel. Esto demuestra que la
de la E.— el uso de la noción de po­ complejidad de un órgano no ha sido
sibilidad permite evitar la dogmatiza- proyectada de antemano como un plan
ción que presentan las alternativas: por realizar, sino que es el producto
orden-desorden, finalidad-azar, y así del aprovechamiento de posibilidades
sucesivamente. La vida tiende a apro­ favorables que se han presentado.
vechar las posibilidades que se le ofre­ 5) Las características específicas de
cen. Algunos científicos han conside­ los fenómenos vitales no son ignora­
rado el aumento de la suma total de das u olvidadas por la teoría de la E.,
la materia viviente en el mundo como pero no son tomadas como funda­
la ley principal de la E. (A. J. Lotka, mento para afirmar la tesis de la "irre-
en Human Biology, 1945, pp. 167 ss.). ductibilidad” o de la "originalidad” de
Esto quiere decir que la vida parece la vida. Tal tesis, en efecto, desacon­
aprovechar todas las posibilidades dis­ sejaría continuar el sometimiento de
ponibles. Simpson, a este respecto, ha­ los fenómenos de la vida a los instru­
bla de la "naturaleza esencialmente mentos objetivos de investigación de
oportunista del proceso de la E." (The los que dispone la ciencia y, en conse­
Meaning of Evolution, 1949, cap. 12). cuencia, acabaría con la investigación
Sin embargo, tampoco en el aprovecha­ biológica. Ésta, por lo tanto, utiliza los
miento de las oportunidades que se le instrumentos a su disposición y consi­
ofrecen, aparece tal proceso como per­ dera "explicado” sólo lo que puede lo­
fectamente sistematizado. Oportunida­ grarse con ayuda de tales instrumen­
482
Evolucionismo

tos. Es éste un materialismo metódico lela” (First Principies, § 145). Esta de­
que poco o nada tiene que ver con el terminación de la evolución como paso
materialismo doctrinario del siglo xix. de lo homogéneo indiferenciado a lo
Véase v id a ; v it a l is m o . heterogéneo diferenciado, fue sugerida
indudablemente a Spencer por la evo­
E v o lu c io n is m o (ingl. e v o lu tio n is m ; lución biológica, que parece ir desde
franc. évotutianisme; alem. Evolutio- la amiba a los organismos superiores.
nismus; ital. evoluzionismo). Con este Según Spencer el sentido general de la
término debe entenderse no ya la teo­ evolución es optimista. La evolución
ría general de la evolución como cua­ es un progreso y, más aún, un progreso
dro fundamental de las investigaciones necesario que, en lo que se refiere al
biológicas (respecto a lo cual, véase hombre, terminará solamente con "la
e v o l u c ió n ), sino el conjunto de doctri­ más grande perfección y la más com­
nas filosóficas que ven en la evolución pleta felicidad” (Ibid., § 176). A dife­
el rasgo fundamental de todo tipo o rencia de lo ocurrido en la teoría de
forma de realidad y, por lo tanto, el la evolución biológica, la cual desvincu­
principio adecuado para explicar la rea­ ló muy rápidamente la noción de evo­
lidad en su conjunto. El E., en otros lución de la de progreso, en el E. filo­
términos, es una doctrina metafísica, sófico el sentido optimista y necesario
que concierne a la realidad como un de la noción de progreso siguió siendo,
todo y aun cuando se valga de las hi­ durante mucho tiempo, el rasgo funda­
pótesis y de los resultados de la teoría mental de la evolución. Tanto el E.
biológica de la evolución, su tesis va materialista como el E. espiritualista
mucho más allá de lo que cualquier comparten esta característica.
teoría científica puede legítimamente Ninguna de estas direcciones logra
hacer válido. En este sentido, el E. ha una reelaboración del c o n c e p t o en
sido tomado como esquema fundamen­ cuestión. Cuando Ardigó define la evo­
tal de muchas metafísicas, ya sea ma­ lución como "el paso de lo indistinto
terialistas o espiritualistas. El rasgo a lo distinto” (Opere, 1844, II, p. 350)
fundamental que estas metafísicas dis­ considerando, por lo tanto, más bien
ciernen en la evolución es el progreso. el desarrollo psíquico que el biológico
Para ellas, evolución significa esencial­ como modelo evolutivo, los rasgos for­
mente progreso. Así lo fue, por cierto, males de la evolució- no cambian: es
para Spencer, que inició la serie de siempre, y solamente, progreso univer­
las metafísicas evolucionistas con un sal necesario. El E. materialista encon­
ensayo publicado en 1857 con el título tró en el biólogo alemán Emst Haeckel
de Progreso. El progreso reviste, según su mayor representante. Su obra Die
Spencer, todos los aspectos de la rea­ Welt Rdtsel, 1899; trad. esp.: Los enig­
lidad. "Ya se trate —dice en el citado mas del mundo, Valencia, s.a.) fue en
ensayo— del desarrollo de la tierra, los primeros decenios de nuestro si­
del desarrollo de la vida en su super­ glo, el catecismo de este materialismo,
ficie o del desarrollo de la sociedad, que veía grados de la evolución de la
del gobierno, de la industria, del co­ materia en todas las formas de la rea­
mercio, del lenguaje, de la literatura, lidad, grados ordenados progresiva­
de la ciencia o del arte, siempre en el mente. Por otro lado, el E. espiritualis­
fondo de todo progreso está la misma ta, que ve en las diferentes formas
evolución, que va de lo simple a lo de la realidad grados de desarrollo de
complejo a través de sucesivas diferen­ un principio espiritual, se inició con
ciaciones”. En los Primeros principios, Wilhelm Wundt, que reconoció en la
Spencer daba esta definición de la voluntad este principio espiritual (Sys­
evolución: "La evolución es una inte­ tem der Phil., 1889; trad. esp.: Fun­
gración de materia y una disposición de damentos de la metafísica, Madrid,
movimiento concomitante, en que la 1913). Análogo pensamiento inspiró la
materia pasa de una homogeneidad in­ obra del francés Alfred Fouillée, quien
definida e incoherente a una hetero­ veía en la idea-fuerza el sustrato de
geneidad definida y coherente y duran­ la evolución (L'E. des idées-forces,
te la cual el movimiento conservado 1890). Pero indudablemente la más no­
se somete a una transformación para­ table manifestación del E. espiritua-
483
E x a c to
E x c e p c ió n
lista es la doctrina de Bergson, quien el contexto de la evolución biológica.
ha visto en la evolución el producto de Por lo tanto, la hipótesis de que la
un impulso vital que es conciencia, li­ realidad constituye un proceso con ta­
bertad y creación (Évolution créatrice, les caracteres no encuentra eco en el
1907). En el mismo sentido, C. Lloyd saber científico y debe considerarse co­
Morgan habló de evolución emergente mo una pura hipótesis metafísica, más
(1923), sosteniendo que cada fase de la allá de toda posibilidad de comproba­
evolución no es el mero resultado me­ ción, así sea indirecta. A partir de más
cánico de las fases precedentes, sino o menos el año 1930, con la declinación
que contiene un elemento nuevo que de la idea de progreso (véase) a cau­
evidencia el carácter progresivo y crea­ sa de condiciones culturales e histó­
dor de la evolución misma. ricas bien determinables, también el
Pero el concepto de la evolución concepto de evolución perdió mucha
como progreso constituye asimismo el de su fascinación para los filósofos,
trasfondo o supuesto de otras doctrinas los cuales, aun utilizándolo cuando tie­
que no consideraron, sin embargo, la nen necesidad de un cuadro simple y
evolución como tema fundamental de optimista para sus especulaciones, no
sus elucubraciones. Así, la n o c i ó n se detienen ya a reelaborarlo y acla­
de evolución emergente fue usada por rarlo.
Alexander en su libro Space, Time and
Deity [Espacio, tiempo y deidad] (1920) Exacto (ingl. exact; franc. exact; alem.
para explicar el desarrollo total de la exakt; ital. esatto). Se denomina así
realidad de la que espacio y tiempo un procedimiento (u operación) en el
(que se relacionan entre sí como ma­ cual se reducen al mínimo las proba­
teria y espíritu) serían la sustancia. Y bilidades del error o el margen de error
el concepto de proceso, considerado que la situación comporta. En este sen­
como fundamental por Whitehead (Pro- tido se denomina E. una medida que
cess and Reality, 1929) no es más que tiene un grado suficiente de aproxima­
el mismo concepto de evolución, mez­ ción (o sea un mínimo de error) o una
clado con el concepto hegeliano del de­ previsión que se encuentre suficiente­
venir, en tanto que la evolución en mente comprobada por los hechos. En
sentido naturalista es el trasfondo de general la exactitud en este sentido es­
toda la obra de Santayana (cf. espe­ tá garantizada por la observación de las
cialmente el Realm of Spirit, 1940; reglas técnicas que guían el uso de
trad. esp. en Los reinos del ser, México, los procedimientos válidos en un cam­
1959, F. C. E.). Estas citas deben ser po determinado, y así se denomina E.
consideradas sólo como ejemplos de la todo procedimiento puesto en acción
vastísima difusión que el E. ha tenido de conformidad con su propia técnica,
en la filosofía moderna y contemporá­ o sea según las “reglas del arte". Las
nea y, por lo tanto, en todas las for­ ciencias "E." son las que se valen
mas de la vida intelectual. La creencia exclusivamente de estos procedimientos.
de que la realidad es un proceso úni­
co, continuado y necesariamente pro­ E x c e p c ió n (ingl. exception; franc. ex-
gresivo se lee entre líneas en doctrinas ception; alem. Ausnahme; ital. eccezio-
filosóficas muy dispares y ha influido ne). 1) A pesar de que hay en la Anti­
poderosamente en el planteamiento de güedad algún rastro de una ética de
investigaciones históricas, sociológicas, la E., como la expresada por Calicles
morales, etc. Esta creencia, sin em­ en el Gorgias y por Trasímaco en la
bargo, no ha sido fundamentada y en República de Platón, o sea de una ética
el único dominio en el que se sostiene que no vale para "los más" (oi polloi),
una teoría de la evolución con prue­ sólo en la filosofía contemporánea ad­
bas de hecho, o sea en el dominio bio­ quiere el carácter de la "excepcionali-
lógico, la evolución ha perdido preci­ dad" un relieve ontológico y metafísico
samente los caracteres que los filósofos más que moral o religioso. Es un moti­
demuestran apreciar'm ás en ella: la vo introducido por Kierkegaard y Nietz-
unidad, la continuidad, la necesidad sche, el primero de los cuales ha in­
y el progreso. Ninguno de tales carac­ sistido en Temor y temblor acerca del
teres es considerado actualmente en carácter de "E. justificada” que el ele-
484
E x c e p tiv a , p ro p o s ic ió n
E x is te n c ia
gido de Dios presenta en relación a la dimiento” o la E. "en la realidad" o
ley moral (como es el caso, de Abra- de E. "en sí” (la de la sustancia) o de
ham), y el segundo ha insistido acerca E. "en otro” (la de las cualidades o
del carácter de excepcionalidad del su­ accidentes de la sustancia). Todos es­
perhombre, al cual la "voluntad de tos casos no tienen en común más que
dominio” confiere un destino en el mun­ una determinada delimitación del sig­
do que se sustrae a toda regla. Jaspers, nificado del ser, delimitación que en
entre los existencialistas, ha insistido el dominio de las ciencias exactas se
acerca de la "excepcionalidad de la exis­ hace a partir de definiciones precisas.
tencia” que siempre es individualizada, Así, en el campo de la matemática se
singular, inconfundible y que, por lo toma por "E.” a menudo y de Hilbert
tanto, no puede hacerse objetiva ni su­ en adelante, la ausencia de contradic­
peditada a límites o a normas (Phit., ción. Cuando en matemática se sostie­
II, 1932, p. 360). ne que la solución de un problema
2) En significado lógico véase c u a n - existe, se entiende solamente que nin­
T IF IC A C IÓ N DEL PREDICADO. guna contradicción impide admitir la
E. de la solución. Un teorema de E.
E x c e p tiv a , p ro p o s ic ió n (franc. proposi- es la prueba rigurosa de que la solu­
tion exceptive; ital. eccettuativa, propo- ción existe (en este sentido) aun en
sizione). La Lógica de Port Royal dio el caso de no haber sido descubierta
este nombre a la proposición "que afir­ todavía. Éste es el criterio al que sigue
ma una cosa de todo un sujeto excep­ adherida por lo menos una escuela de
tuando una parte de él”, por ejemplo: matemáticos contemporáneos, la de los
"Según los estoicos, todos los hombres formalistas, cuyo jefe es, precisamente,
son locos menos los sabios” (Amauld, Hilbert. La otra escuela, la de los
Logique, II, 10, 2). intuicionistas, cuyos jefes son Brouwer
y Heyting, toma como criterio de E.
E x c lu s iv a , p ro p o s ic ió n (franc. proposi- en matemática la posibilidad de la
tion exclusive). La Lógica de P ort construcción, y considera que no se pae-
Royal dio este nombre a la proposición de hablar de entes matemáticos que no
que afirma que un atributo conviene se puedan construir. En uno u otro
a un sujeto y solamente a é l: Por ejem­ sentido, sin embargo, el concepto de E.
plo, "la virtud es la única nobleza” se define con precisión en el ámbito
(Arnauld, Logique, II, 10, 1). de la matemática, y hablar de E. en un
E x is te n c ia (gr. tó íijiaqxEiv; lat. existen-
sentido diferente no tiene significación
tia; ingl. existence) franc. existence; alguna. Pero, por otro lado, es fácil ver
que este mismo concepto de E. no tie­
alem. Existenz, Dasein; ital. esistenza). ne
En general, cualquier delimitación o por sentido lo
fuera de la matemática y,
tanto, no puede extenderse a
definición del ser, es decir, un modo campos diferentes. Si de la matemática
de ser delimitado y definido. Este sig­ se pasa a la física, se ve en seguida que
nificado, que es el más general, puede la E. de los entes de que ella habla está
ser tomado como uno de los significa­
dos particulares del término del cual implícitamente definida y en todo mo­
pueden enunciarse tres: 1) un modo mento por las operaciones de medida
de ser determinado o determinable; o de control que sirven para establecer
2) el modo de ser real o de hecho; 3) el su observación. Análogamente, la E.
modo de ser propio del hombre. de que puede hablarse en el dominio de
1) Como modo de ser determinado la lógica es la definida por las opera­
o definido en cierta manera, el término ciones a las cuales el objeto lógico pue­
es habitualmente tomado por el len­ de ser sometido y, por lo tanto, se re­
guaje común de la terminología de las duce por último también a la ausencia
ciencias particulares. En efecto, en la de contradicción. Las ciencias deno­
matemática se habla de la E. de entes minadas "morales” se fundan asimismo
matemáticos y existe un "teorema de en definiciones implícitas o explícitas
E.”. Análogamente se habla de una E. de la E. En derecho, una ley "existe"
"lógica” o "conceptual” o también de en caso de haber sido formulada, apro­
una E. "fantástica", como los escolás­ bada y promulgada en los modos y for­
ticos hablaban de la E. "en el enten­ mas previstas por la Constitución del
4 0 5
Existencia

Estado. Y desde el punto de vista ma que el objeto x tiene una E. "pura­


jurídico un hecho existe en caso de mente fantástica” o "puramente ideal”,
poder ser "probado” en las formas o por ejemplo. Como también es difícil
modos de ley y calificado de confor­ decir el tipo de E. que compete a un
midad con las leyes mismas. De modo valor cualquiera, por ejemplo, a la be­
análogo, en la economía la E. de un he­ lleza. Pero lo que aquí interesa desta­
cho consiste en la posibilidad que el car es que también donde falta una
hecho tiene de ser observado como una determinación precisa, como sucede a
uniformidad estadística o casi estadísti­ menudo en el lenguaje común, en el
ca. En general, toda ciencia o disciplina uso de la palabra "E.” está implícita
define de algún modo, explícita o im­ en todo momento la referencia a una
plícitamente, el significado que debe limitada esfera del ser o a la posibi­
darse a la palabra E. dentro de su lidad de delimitarla. En general, pode1
ámbito. mos decir: a) la palabra "E.” posee un
A este respecto, Camap ha distingui­ significado propio en el ámbito de cada
do entre problema interno de la E. (se disciplina, significado que es explícita­
entiende interno con referencia a de­ mente expresado o definido implíci­
terminado campo, la matemática, la tamente a través de las operaciones o
física o la lógica, por ejemplo) y el pro­ procedimientos inherentes a la discipli­
blema externo de la E. misma. El na misma; b) tal significado es válido,
problema interno puede ser siempre por lo general, sólo en el ámbito al que
resuelto empíricamente (si concierne a se extienden los instrumentos o proce­
la realidad de hecho) o lógicamente si dimientos de la disciplina misma, es
concierne a proposiciones analíticas. El decir, en el campo específico de los
problema externo es, en cambio, el refe­ objetos de esta disciplina, pero no tiene
rente a "la E. o la realidad del sistema significado fuera de este campo y no
total de las entidades". Así, por ejem­ puede extenderse sin más a campos
plo, la E. de un número primo dado es diferentes que no tenga n relaciones
un problema interno de la aritmética. precisas con el campo en cuestión.
Pero la E. del sistema de los números 2) El significado por el cual la E.
o la realidad de los números en su es la E. de hecho, es decir, lo que en
conjunto es un nroblema externo que realidad es o subsiste, es el más fre­
no puede tener respuesta y que, por lo cuente en la historia de la filosofía.
tanto, es un seudoproblema, similar Aristóteles usó la palabra en este sen­
al de la realidad del mundo externo tido al decir: "La ciencia da la razón
o a la disputa entre nominalismo y de ser, sea de una cosa, sea de su
realismo, que ya el Círculo de Viena privación, aun cuando de modos dife­
había declarado privados de se nti do rentes ; la razón de ser es de ambas
(Meaning and Neeessity, A3). El ca­ cosas, pero especialmente de lo que
rácter inevitable de un compromiso existe” (Met., IX, 2, 1046 b 6 ; cf. De
ontológico, o sea de una decisión acer­ Cael., II, 14, 247 b 22). Del mismo modo
ca del significado o significados que es usada la palabra por Santo Tomás,
deban atribuirse a la E. en los dife­ que se sirve de ella para definir la
rentes campos de investigación ha sido subsistencia (subsistentia) propia de
sacado a luz por Quine, quien también la sustancia en cuanto "existe no en
ha subrayado el hecho de que tal com­ otro sino en sí misma” (S. Th., I, q. 29,
promiso ontológico no es puramente a. 2 ) o para definir "lo existente en sí”,
lingüístico, sino más bien similar a la es decir, lo que es real sin ser cuali­
aceptación de una teoría c ien tíf ica dad o accidente de otro real (Ibid., I,
(From a Logical Point of View, 1). Esta q. 75, a. 2). Obviamente, para Santo
exigencia es obviamente más fuerte en Tomás, también lo que no es "por sí”
el dominio de la investigación cientí­ puede ser denominado existente, un ac­
fica. El lenguaje común es mucho me­ cidente real por ejemplo. La esfera
nos preciso al definir el modo de ser de la E. como realidad de hecho es de­
de los objetos a los que atribuye cierta finida más explícitamente por Enrique
especie de E. Sería, por cierto, emba­ de Gante que introduce la distinción
razoso explicar con precisión qué es lo entre el esse essentiae y el esse exis-
que se quiere decir cuando se afir­ tentiae. El ser de la esencia es el grado
486
Existencia

o modo de ser que corresponde a la era suficiente para hacer de la E. el


esencia como tal, independientemente tema de una nueva especulación. Un
del ser de la E., y el ser de la E. es la paso ulterior en este camino puede ser
realidad efectiva que puede sobrevenir visto en la llamada "filosofía de la fe”
o no sobrevenir al ser de la esencia. de Hamann y Jacobi, que insiste en la
Un uso análogo de la palabra se en­ reductibilidad de la E. a la razón. Ja­
cuentra en Spinoza (Eth., I, 7) y en Leib- cobi veía en la filosofía de Spinoza el
niz (Nouv. Ess., II, 7), como también prototipo de toda filosofía que identi­
en Locke, quien para evitar todo equí­ fica a la E. con la razón y, por lo tanto,
voco habla de "E. real" (Essay, IV, niega todo puesto a la fe. Contra Spi­
3, 21). También para Berkeley, E. es noza, apela a Hume que, en cambio, ha
realidad (Principies of Knowledge, 3), identificado la E. con la fe, o mejor
lo mismo que para Hume (Treatise, I, dicho, con la creencia (Hume, über den
3, 7). Precisamente porque considera Glauben ["David Hume, sobre la fe o
a la E. como realidad de hecho, Kant idealismo y realismo”], 1787). Schelling
niega que pueda ser reducida a un se adhería a la misma tesis en la última
predicado conceptual (Crít. R. Pura, fase de su filosofía, o sea en la que él
Analítica, II, cap. 2, sec. 3, 4). En la denominara filosofía positiva y que ex­
filosofía contemporánea la palabra es pusiera en las obras intituladas Filoso­
también usada en el mismo sentido. fía de la mitología y Filosofía de la
Cuando Dewey define la metafísica co­ revelación, en S a m t l i c h e W e r k e
mo "conocimiento de los rasgos genéri­ ("Obras completas") (1856-1861). Según
cos de la E." y habla de la pretensión Schelling la razón llega solamente a
de los pensadores de "que lo que les determinar las condiciones negativas
incumbe es el conocimiento de la E., de la E., o sea las condiciones que de­
y no la imaginación”, entiende con el terminan el modo por el cual debe
término precisamente la realidad de pensarse la E., en cualquier lugar. Pero
hecho, anterior e independiente del em­ la condición positiva, aquella por la
bellecimiento o la deformación que su­ cual el ser existe, cae fuera de los lími­
fre en la descripción de los filósofos tes de la filosofía negativa o racional,
(Experience and Nature, cap. II; trad. porque es la creación, la voluntad de
esp.: La experiencia y la naturaleza, revelarse de Dios y a ésta sola concier­
México, 1948, F. C. E., pp. 47-49). Para ne el quod sit, la ¿. (Ibid., II, III,
ulteriores determinaciones de este sig­ pp. 57 ss.). La polémica de Schelling
nificado, véase s e r ; h e c h o ; r e a l id a d . estaba dirigida confa Hegel, como la de
3) El tercer significado específico del Jacobi contra Spinoza. Pero todavía en
término es el que lo restringe a la indi­ estas polémicas, la E., a pesar de con­
cación del modo de ser del hombre en siderarla sin solución en la razón o en
el mundo. A este significado hace re­ el concepto, no se identifica aún con el
ferencia el existencialismo (véase) co­ modo de ser específico del hombre y,
mo filosofía cuyo tema es justo el aná­ por lo tanto, propio de él. Este paso
lisis de este modo de ser. Ya entre los ulterior fue dado por Kierkegaard quien
siglos xvm y xix, algunos filósofos suministró, por lo demás, el instrumen­
insistieron acerca del significado es­ to fundamental para el análisis de la
pecífico de la E. como modo de ser E.: el concepto de posibilidad. Kierke­
de las criaturas finitas, de los entes gaard se dirige explícitamente a la po­
creados. Así Vico observa que Descar­ lémica —que hemos ya apuntado—
tes debería haber dicho no "Cogito, ergo contra la reducción de la E. al concep­
sum”, sino "Pienso, por lo tanto existo", to. "La E. —dice— corresponde a la
La E. es el modo de ser propio de la realidad singular (como ya afirmó Aris­
criatura, en cuanto significa ser ahi tóteles): queda fuera del concepto que,
o estar por debajo o por encima, y de cualquier manera, no coincide con
supone la sustancia, es decir, el Ser ella. Para un animal en particular, para
divino que la sostiene y la crea (Prima una planta en particular, para un hom­
Risp. al Giorn. dei Lett., §3). Esta dis­ bre en particular, la E. (ser o no ser)
tinción fue aceptada y apropiada por es algo decisivo; un hombre en particu­
Gioberti (Intr. alto studio delta fil., lar no tiene por cierto una E. concep­
1840, II, cap. 4). Sin embargo, aún no tual” (Diario, X2, A, 328). Pero la E.
487
Existencia

como singularidad es solamente la E. la filosofía contemporánea, Heidegger


humana. En el mundo animal es más fue el primero en insertar en estos ras­
importante la especie que él individuo; gos su análisis de la existencia. En pri­
en el mundo humano el individuo no mer lugar estableció con todo rigor la
puede ser sacrificado a la especie. En restricción del significado de E. al modo
este sentido, la singularidad de la E. de ser del hombre y adoptó, para indicar
hace de ella el modo de ser funda­ al ser de los otros entes finitos, el térmi­
mental del hombre. Tal modo de ser no "ser ante los ojos” ( Vorhandenheit).
ha sido analizado por Kierkegaard, en "La ‘esencia’ del ‘ser ahí’, está en su
su triple aspecto de relación con el mun­ existencia. Los caracteres que pueden
do, relación consigo mismo y relación ponerse de manifiesto en este ente no
con Dios. Pero en estos tres aspectos tienen, por ende, ‘peculiaridades’ ‘ante
la relación no tiene nada de necesario, los ojos’ de un 'ente ante los ojos' de
es inestable y precaria. En todo caso, tal o cual ‘aspecto’, sino modos de ser
por lo tanto, no está constituida por posibles para él en cada caso y sólo esto.
nexos sólidos e inmutables, sino por sim­ Todo 'ser tal’ de este ente, es primaria­
ples posibilidades que también pueden mente ‘ser’. De donde que el término
perderse. A los ojos de Kierkegaard, 'ser ahí’con que designamos este ente, no
por lo tanto, la E. como modo de ser expresa su ‘qué es’, como mesa, casa, ár­
constituido por las relaciones del hom­ bol, sino el ser” (Seinund Zeit,§9; trad.
bre consigno mismo, con el mundo y esp.: El ser y el tiempo, México, 1962,
con Dios, se presenta como analizable F. C. E.). Heidegger afirmó con igual
en un conjunto de posibilidades, cuyo claridad la disolubilidad de la E. así
carácter es justo el no poseer por sí entendida, en sus posibilidades. "El ‘ser
misma garantía alguna de realización. ahí’ —dice— es en cada caso su posi­
Es cierto que Dios puede conferir se­ bilidad y no se limita a ‘tenerla’ como
guridad e infalibilidad a tales posibili­ una peculiaridad, a la manera de lo
dades (porque para Él “todo es posi­ ‘ante los ojos’. Y por ser en cada caso
ble”), pero la misma relación del hom­ el ‘ser ahí’ esencialmente su posibili­
bre con Dios es una relación posible, dad, puede este ente en su ser ‘elegir­
privada de garantía necesaria. De esta se’ a sí mismo, ganarse, y también pue­
interpretación de la E. en términos de perderse, o no ganarse nunca, o sólo
de posibilidad su gen sus característi­ ‘parece ser' que se gana. Haberse per­
cas fundamentales, que son: angustia, dido y aún no haberse ganado sólo lo
como relación del hombre con el mun­ puede en tanto es, por su esencia mis­
do; desesperación, como relación del ma, posible ‘ser ahí' propio, es decir,
hombre consigo mismo y paradoja, co­ apropiado por sí mismo y para sí”
mo relación del hombre con Dios. Véa­ (Ibid., §9). Por lo tanto, de la natura­
se E X IS T E N C IA L IS M O . leza posible de la E. resulta, para la
Con ello las características de la no­ E. misma, la alternativa entre el modo
ción de E., en el significado en que es de ser impropio que es el de la E. coti­
adoptada en general por la dirección diana y anónima dominada por las ha­
existencialista de la filosofía contem- bladurías, por la avidez de novedades y
ránea, se hicieron estables. La E. es: por la ambigüedad (véanse) y la E. pro­
1) el modo de ser propio del hom­ pia, que es la del que reconoce y elige
bre; 2) la relación del hombre consigo la más adecuada posibilidad de su ser.
mismo y con otro (mundo y Dios); Esta posibilidad propia es la de la muer­
3) la relación que se resuelve en tér­ te y esta conclusión constituye la ca­
minos de posibilidad. Estos rasgos cons­ racterística de la filosofía de Heidegger.
tituyen la inspiración fundamental y Pero los análisis de Heidegger han sa­
común de las teorías de la E. en la filo­ cado a luz algunos rasgos de la E. que
sofía contemporánea. El segundo de han mostrado ser válidos para com­
ellos es aquel por el cual se dice que prenderla e interpretarla, aun fuera de
la E. es un modo de ser ahí, donde por los compromisos ontológicos o meta-
ahí se entiende precisamente el con­ físicos de los que estos análisis partían.
junto de las relaciones analizables que La E. como posibilidad es trascendencia
relacionan al hombre con las cosas del hacia el mundo y como tal es proyec­
mundo y con los otros hombres. En ción. Pero la proyección es al mismo
488
Existencia

tiempo inclusión del ‘ser ahí’ que se que domina a la E. en la filosofía de


proyecta en el mundo y sumisión hacia Jaspers: las relaciones del hombre con­
sus condiciones. "El proyecto de posi­ sigo mismo y con el mundo son consi­
bilidad, de acuerdo a su esencia, es cada deradas por él como formas imperfec­
vez más rico que la posesión en que el tas y aproximadas y, por último, decep­
proyectante se encontraba anteriormen­ cionantes y malogradas, de la relación
te. Pero una posesión semejante puede del hombre con la Trascendencia. Una
pertenecer al 'ser ahí’, solamente por­ relación con la Trascendencia es justo
que él, en cuanto proyectante, se siente lo que no cabe entre las posibilidades
inmerso en medio del ente. Pero con humanas y, así, estas posibilidades son
ello ya se han sustraído al ‘ser ahí’ examinadas y valoradas con el funda­
otras posibilidades determinadas como mento de lo que para el hombre es
consecuencia de su efectividad. Pero una efectiva y última imposibilidad
precisamente esta sustracción de posi­ {Ibid., III, pp. 4ss.). Posibilidad, tras­
bilidades del propio poder-ser-en-el-mun- cendencia y proyección son también los
do, implícita en la inclusión en el ente, términos con los cuales la E. es anali­
precisamente esta sustracción es la que zada por Sartre, que la concibe aún
lleva adelante al ‘ser ahí' con su mundo románticamente como aspiración al in­
las posibilidades realmente alcanzables finito, y define al hombre como “el ser
en el proyecto del mundo” (Wesen des que proyecta ser Dios” {Étre et néant,
Grundes [‘‘De la esencia del fundamen­ 1943, p. 653). Aun cuando la posibilidad
to”], III; trad. ital., p. 6 8 ). Esta inter­ existencial haya sido el tema dominan­
pretación de la E. como proyección en te del existencialismo contemporáneo,
la cual el proyectante ya está condi­ muy a menudo en este existencialismo
cionado por las cosas o por los entes, se han perdido o negado sus caracte­
sobre cuyas relaciones gira su proyecto rísticas específicas. Tales característi­
y se encuentra, por lo tanto, frente a cas pueden ser expuestas así: 1) Una
limitadas posibilidades, aparece, para posibilidad siempre tiene dos aspectos
el que mire no solamente hacia otras inescindibles por los cuales es al mis­
formas del existencialismo, sino a mo tiempo una posibitidad-sí y una
otras doctrinas filosóficas contemporá­ posibilidad-no. Nada garantiza la reali­
neas (instrumentalismo, naturalismo, zación indudable de una posibilidad,
neoempirismo) como muy importante pero tampoco nada excluye de modo
y fecunda. Y otro tanto puede decirse infalible su realización. Reducir una
con referencia al planteamiento que posibilidad a su aspecto positivo sig­
las ciencias modernas dan a sus inves­ nifica transformarla en una determi­
tigaciones acerca del hombre (biolo­ nación necesaria, en algo que no puede
gía, psicología, sociología). Tal inter­ no ser. Reducir la posibilidad a su
pretación es también la base para en­ aspecto negativo significa transformar­
tender la libertad finita del hombre. la en una determinación negativa igual­
Dice Heidegger: "Que el concreto pro­ mente necesaria, o sea en algo que no
yecto del hombre arrojándose hacia puede ser. En uno y en otro caso se
adelante adquiera fuerza y resulte una abandona el terreno de la posibilidad
posesión sólo en la sustracción [de para pasar al de la necesidad (véase).
posibilidades determinadas) es un docu­ 2) La posibilidad es una determinación
mento trascendental de la finitud de la finita, sometida a límites y condiciones
libertad del 'ser ahí’. ¿No se anuncia que en tanto la hacen efectiva o válida,
aquí, quizá, precisamente la esencia fi­ establecen su ámbito. Por lo tanto, la
nita de la libertad en general?” (Ibid., frase "posibilidad infinita” debe consi­
III, trad. ital., p. 69). derarse contradictoria: una posibilidad
Estos caracteres de la E. son recono­ infinita es, en verdad, posibilidad de
cidos, aunque con acentos diferentes, nada porque no soporta definición ni
por las otras formas del existencialis­ delimitación alguna. De manera aná­
mo contemporáneo. También para Jas- loga, la frase "todas las posibilidades”
pers, la E. es E. posible, definida por debe ser considerada sin sentido al ser
la relación consigo misma y con la tomada sin ulterior determinación (del
Trascendencia (Phil., I, p. 13). Pero tipo, por ejemplo, “estoy en posesión
la relación con la Trascendencia es la de x" o "la situación y comporta”), ya
489
E x is te n c ia ], e x is te n c ia rio
E x is te n c ia lis m o
que la totalidad absoluta de las posi­ cas que tienen en común el instrumento
bilidades constituiría la garantía infali­ de que se valen: el análisis de la exis­
ble de cada una de ellas, quitando a tencia, aunque no tengan en común los
todas justo el carácter de posibilidad. supuestos y conclusiones (que son dife­
3) Un campo de posibilidad está indi­ rentes). Estas direcciones toman la pa­
vidualizado por procedimientos dispo­ labra existencia (véase) en su tercer
nibles para distinguir entre las posibi­ significado, o sea como el modo de ser
lidades efectivas o auténticas y las propio del hombre en cuanto es un
ficticias. Los dominios de la investiga­ modo de ser en el mundo, o sea, siem­
ción científica y de la actividad hu­ pre en una situación determinada, ana­
mana en general pueden ser conside­ lizable en términos de posibilidad. Por
rados como campos de posibilidades en lo tanto, el análisis existencial es el aná­
este sentido (cf. Abbagnano, Strutíura lisis de las situaciones más comunes o
dell’E., 1939, Introduzione all'esistenzia- fundamentales en que el hombre llega
lismo, 1942, 4- ed.; trad.: Introducción a encontrarse. En tales situaciones, ob­
al existencialismo, México, 1955, F.C.E., viamente, el hombre no es nunca (y no
1956; Possibilita e liberta, 1957). incluye nunca en sí) la totalidad infi­
nita, el mundo, el ser o la naturaleza.
(alem. existen-
E x is te n c ia l, e x is te n c ia rio Por lo tanto, el término de existencia
tiell, existenzial). La diferencia entre tiene para el E. un significado del todo
estos dos términos ha sido establecida diferente de los términos que, como
por Heidegger en el sentido de que el "conciencia”, “espíritu”, "pensamiento”,
segundo de ellos significa una determi­ etcétera, sirven para interiorizar o, se­
nación constitutiva de la existencia, un gún se dice, para hacer "inmanente” en
rasgo o un carácter esencial de ella el hombre la realidad o el mundo en su
(que corresponde a lo que respecto a totalidad. Existir significa hallarse en
las cosas es una categoría) y cuya de­ relación con el mundo, o sea con las
terminación es tarea de la ontología, cosas o con los otros hombres, y ya que
en tanto el primero designa ia com­ se trata de una relación no necesaria en
prensión que todo individuo tiene de sus modos de actitud, las situaciones
su propia existencia, en cuanto decide en que toma forma pueden ser anali­
acerca de las posibilidades que la cons­ zadas solamente en términos de posi­
tituyen o elige entre ellas (Sein und bilidad (véase). Este tipo de análisis
Zeit, §§4, 9; trad. esp.; El ser y el ha sido posibilitado por la fenomeno­
tiempo, México, 1962, F. C. E.). La logía (véase), la cual ha elaborado el
analítica existenciaria de Heidegger es concepto de trascendencia (véase). Se­
tal justo por dirigirse a hallar los ras­ gún tal concepto, la relación entre el
gos esenciales y característicos de la sujeto cognoscente y la cosa conocida
existencia, o sea, a construir una onto­ o, en general, entre el sujeto y la cosa
logía que tenga por objeto al ser de la (no sólo en el conocimiento sino tam­
existencia. Frente a ella el análisis de bién en el deseo, en la volición, etc.)
Jaspers se mantiene —y quiere man­ es una relación por la cual la cosa
tenerse— en el plano existencia!. Jas­ misma no está dentro del sujeto, sino
pers, en efecto, repudia a la ontología que permanece fuera de él y se da a él
en el sentido de ciencia objetiva que "en su propia persona" (Ideen, I, §42).
considera los rasgos esenciales de la Este concepto no fue rigurosamente
existencia (Phil., I, 24) y considera que mantenido por la filosofía de Husserl,
el único análisis posible de la existencia pero ha tenido gran importancia en el
es, al mismo tiempo, elección y deci­ E., ya que por él la relación entre el ‘ser
sión, o sea pensamiento existencial ahí’ (o sea el ente que existe, el hom­
(Ibiid., I, 13 ss.; II, 1 ss., etc.). bre) y el mundo se ha configurado cons­
tantemente en la forma de la trascen­
E x is te n c ia lis m o ( i n g l . existentialism; dencia.
franc. existentiatisme; alem. Existen- Este planteamiento del problema filo­
tialismus; i t a 1. esistenzialismo). Se sófico contrapone al E. con todas las
aplica a menudo este término, a par­ formas, positivas o idealistas, del ro­
tir más o menos de 1930, a un conjunto manticismo del siglo xix. El romanti­
de filosofías o de direcciones filosófi­ cismo afirma que en el hombre obra
490
f •

Existencialismo

una fuerza infinita (Humanidad, Ra­ índice de las diferentes categorías usa­
zón, Absoluto, Espíritu, etc.) de la cual das por las dos direcciones para la
es sólo manifestación. El E. afirma interpretación de la realidad; entienden
que el hombre es una realidad fini­ por categoría un instrumento de análi­
ta, que existe y obra por su propia sis, o sea un instrumento para la des­
cuenta y riesgo. El romanticismo afir­ cripción y la interpretación de la reali­
ma que el mundo en el que el hombre dad misma. Se ha dicho que el análisis
se encuentra, como manifestación de existencial es análisis de relaciones;
la misma fuerza infinita que obra en el éstas se acentúan en tomo al hombre,
hombre, tiene un orden que garantiza pero salen inmediatamente fuera de
necesariamente el resultado final de las él (por encima de él) en virtud de co­
acciones humanas. El E. afirma que el nectarlo (de modos diferentes, que es
hombre está "yecto en el mundo", o necesario determinar) con la realidad
sea abandonado a su determinismo, que o con el mundo de que forma parte o,
puede hacer vanas o imposibles sus ini­ en otras palabras, con los otros hom­
ciativas. El romanticismo afirma que la bres o con las cosas. Ahora bien, estas
libertad, como acción del principio infi­ relaciones no son de naturaleza está­
nito, es infinita, absoluta, creadora y tica; no son, por ejemplo, solamente
capaz de producciones nuevas y origi­ relaciones de identidad, de semejanza,
nales en todo momento. El E. afirma etcétera. Las relaciones del hombre con
que la libertad del hombre es condi­ las cosas están constituidas por las po­
cionada, finita, embarazada por muchas sibilidades que el hombre posee (en
limitaciones que pueden esterilizarla en medida más o menos amplia, según las
cualquier momento o hacerla recaer diferentes situaciones naturales e his­
en lo que ya ha estado o ya está he­ tóricas) para adoptar las cosas y para
cho. El romanticismo afirma el pro­ manipularlas (con el trabajo) con vis­
greso continuo e inexorable de la huma­ tas a sus propias necesidades. Y las
nidad. El E. desconoce o ignora la relaciones con los otros hombres con­
noción misma de progreso, porque no sisten en posibilidades de colaboración,
puede discernir garantía alguna en ella. de solidaridad, de comunicación, de
El romanticismo tiene siempre cierta amistad, etc., posibilidades que tam­
tendencia espiritualista, tiende a exal­ bién tienen grados y formas diferentes,
tar la importancia de la interioridad, según las diferentes condiciones natu­
de la espiritualidad, como asimismo de rales, sociales e históricas. Ahora bien,
los valores denominados espirituales, el hecho de que algo sea posible, sig­
con menoscabo de lo terrenal, mate­ nifica que yo espero esto o lo proyecto
rial, mundano, etc. El E. reconoce sin activamente. Las posibilidades huma­
pudores la importancia y el peso que nas tienen, por lo tanto, y en general,
para el hombre tienen la exterioridad, el carácter precursor (porque están diri­
la materialidad, la "mundanidad" en gidas hacia el futuro) de la espera o
general y, por lo tanto, las condiciones de la proyección, y las reglas que las
de la realidad humana comprendidas disciplinan, desde las de la ciencia y
en estos términos: las necesidades, el la técnica a las de la costumbre, la
uso y la producción de las cosas, el sexo, moral, el derecho, la religión, etc., sir­
etcétera. El romanticismo considera in­ ven para dar a espera y proyecto cierto
significantes ciertos aspectos negativos fundamento, cierta garantía de éxito.
de la experiencia humana, como el do­ Así, por ejemplo, las reglas de la téc­
lor, el fracaso, la enfermedad, la muer­ nica sirven para garantizar que un de­
te, porque no tocan los principios infi­ terminado objeto (una casa, una má­
nitos que se manifiestan en el hombre quina) pueda ser construido o produ­
y, por lo tanto, "no existen” para ellos. cido de tal modo que satisfaga una
El E. considera que tales aspectos son determinada necesidad; las reglas de
particularmente significativos para la la moral sirven para garantizar que las
realidad humana y los toma como cen­ relaciones humanas puedan desarrollar­
tro para su interpretación. se en la forma más pacífica y ordenada
La antítesis en que llegan a encon­ posible, etc. La espera o el proyecto
trarse los temas fundamentales del E. siguen siendo, sin embargo, lo que son,
frente a los del romanticismo es un o sea posibilidades cuya realización es
491
Exietencialismo

más o menos segura, pero no infalible mor y temblor, 1843; Diario, passim.).
(una casa puede ser o resultar más De tal modo, si bien Kierkegaard plan­
o menos cómoda para sus habitantes, tea la totalidad del análisis de la exis­
una máquina puede resultar equivoca­ tencia humana en la categoría de lo
da o inservible, las relaciones huma­ posible, entiende lo posible exclusiva­
nas pueden desarrollarse del orden al mente en su aspecto amenazador y
desorden, de la paz a la hostilidad, etc.). negativo; ve en lo posible más que
Por lo tanto, la categoría fundamental, “lo que puede no realizarse”, "lo que
descriptiva e interpretativa de que se es imposible que se realice". La filo­
vale el E., es precisamente la de lo sofía de Heidegger ahonda la misma
posible. interpretación. Si bien Heidegger ha
Las diferentes direcciones del E. pue­ puesto bien a luz, en análisis que hoy
den reconocerse y distinguirse por el son clásicos, el hecho de que la exis­
significado que dan a la categoría de tencia es trascendencia y proyección,
lo posible y al uso que de ella hacen. ha hecho ver, asimismo, cómo la tras­
Por lo tanto, se pueden distinguir tres cendencia y la proyección son al final
direcciones principales, que toman res­ imposibles, ya que la trascendencia está
pectivamente como fundamento: 1) la más acá de lo que debería trascender
imposibilidad de lo posible; 2) la nece­ y la proyección está dominada y anu­
sidad de lo posible; 3) la posibilidad lada por lo que ya es o ha sido. El
de lo posible. carácter de la existencia que termina
/) Ya hacia mediados del siglo xix, por prevalecer en la filosofía de Hei­
Kierkegaard insistió sobre la importan­ degger es la efectividad o facticidad,
cia de la categoría de lo posible, y por la cual el 'ser ahí’ es yecto en el
es, por lo tanto, a Kierkegaard a quien mundo, en medio de los otros entes,
vuelven los filósofos de la existencia al mismo nivel y con ello abandonado
con mayor agrado. Pero Kierkegaard a ser lo que de hecho es. De tal modo,
insistió asimismo sobre el aspecto nuli- la existencia puede ser sólo lo que ya ha
ficador de lo posible, lo que convierte sido. Su posibilidad no es ‘estado
sn problemáticas y negativas, tanto las de abierto' hacia el futuro, recae en el
relaciones del hombre con el mundo pasado y no hace más que volver a dar
como las relaciones del hombre consigo perspectiva al pasado mismo como fu­
mismo y las relac.ones del hombre con turo. Por lo tanto, el trascender, el
Dios. En efecto, según Kierkegaard, las proyectar, es una imposibilidad radi­
relaciones del hombre con el mundo cal, una nada nulificadora. Como alter­
están dominadas por la angustia, que nativa auténtica queda solamente el
hace sentir al hombre que lo posible proyectar o precursar esta misma nada.
carcome y destruye toda expectativa Esto es el “ser relativamente a la muer­
o capacidad humana, desbarata todo te”, o sea "encontrarse ante la nada de
cálculo y destreza mediante el juego la posible imposibilidad de su existen­
del azar y las posibilidades insospe­ cia” (Sein und Zeit, §53; trad. esp.:
chadas (Begrebet angst ÍEl coricepto El ser y el tiempo, México, 1962,
de la angustia], 1844). La relación del F. C. E.). La "posibilidad de la imposi­
hombre consigo mismo, que constituye bilidad" sería una contradicción en los
el yo, está dominada por la desespe­ términos en caso de que aquí posibi­
ración, en la cual el hombre llega a lidad no significara "comprensión”. La
encontrarse porque persigue una posi­ existencia es esencial, radicalmente
bilidad luego de otra sin detenerse, o imposible; lo que es posible es la com­
porque agota sus posibilidades limita­ prensión de esta imposibilidad. El ‘ser
das y el porvenir se cierra ante él (La relativamente a la muerte' es, justo,
enfermedad mortal, 1849). La misma tal comprensión.
relación con Dios, que parece ofrecer La característica de la filosofía de
al hombre un camino de salvación de la Heidegger (por lo menos en su prime­
angustia y de la desesperación (porque ra fase, que es la única que se puede
"a Dios todo le es posible"), no puede designar como existencialista) es, según
ofrecer ni certeza ni reposo ya que, a se ha visto, la transformación del con­
su vez, está privada de absoluta garan­ cepto de posibilidad, como instrumento
tía y dominada por la paradoja (Te­ del análisis de la existencia, en el de
Exietencialismo

imposibilidad. La misma alternativa se ción absoluta o "absolutamente libre”


presenta en la filosofía de Jaspers. Des­ como la que Sartre atribuye al hombre
de el principio hasta el final de su es del todo idéntica a la "no-elección"
Filosofía, Jaspers habla de la existen­ o a la "elección de la elección” de
cia posible y su análisis es, explícita­ Heidegger y Jaspers, en el sentido
mente, análisis de las posibilidades de de que no es una elección precisa, sino
la existencia. Pero, lo mismo que para más bien la imposibilidad misma de
Heidegger, tales posibilidades no son, elegir. Una vez más el concepto de lo
en el fondo, más que otras tantas impo­ posible se ha transformado subrepti­
sibilidades. Yo no puedo ser sino lo ciamente en el concepto de lo impo­
que soy (Phil., II, p. 182), no puedo sible.
devenir sino lo que soy y lo que soy De esta dirección resulta la noción
es la situación en que me encuentro del existencialismo, como de una "filo­
y sobre la cual nada puedo (Ibid., I, sofía negativa”, "filosofía de la angus­
p. 145). Jaspers dice explícitamente que tia” o "del peligro o fracaso", noción
las expresiones "yo elijo", “yo quiero", no del todo exacta porque no puede
significan en realidad "yo debo” (Ich referirse más que a una sola de las
muss; Phil., II, p. 186), lo que quiere corrientes existencialistas e incluso sólo
decir que la posibilidad de ser, de obrar, a ciertos aspectos de ella. De esta no­
de querer, de elegir, es en realidad la ción corriente surgió más tarde el uso
imposibilidad de obrar, querer y elegir común del término, que se aplica no
de manera diferente a como se es, por sólo a ciertas direcciones literarias y
las condiciones de hecho implícitas en artísticas, sino también a costumbres,
la situación que se constituye. actitudes y hasta maneras de vestir.
El mismo predominio del concepto Este uso común, aun cuando no sea
de posibilidad y su misma transforma­ el propio de la noción corriente que lo
ción última en el de imposibilidad se ha hecho nacer, se puede explicar ob­
vuelve a encontrar en el E. de Sartre. servando que, en la mayor parte de los
Para tal E., la posibilidad última de la casos, sirve para llamar la atención,
realidad humana, su elección origina­ con fines polémicos, sobre los aspectos
ria, es el proyecto fundamental en el más desfavorables, negativos y descon­
cual vuelven a entrar todos los actos certantes de la vida humana, o sea
y las voliciones particulares de un ser sobre esos aspectos p opios de ella en
humano. Tal proyecto es fruto de una cuanto es un simple poder ser privado
libertad sin límite, o sea absoluta e de hecho de toda garantía de estabi­
incondicionada, de una libertad que lidad y de certeza. La alternativa del
hace del hombre una especie de Dios E. tiende, en efecto, a subrayar los
creador de su mundo y lo hace respon­ hechos humanos menos respetables y
sable del mundo mismo. El hombre es, más tristes, pecaminosos y dolorosos,
en efecto, definido por Sartre como "el como también la incertidumbre de las
ser que proyecta ser Dios" (Étre et empresas, buenas o malas, y la ambi­
rtéant, p. 653). Pero se trata de un güedad del bien mismo, que puede dar
Dios ausente. Su proyección se resuel­ lugar a su contrario. De manera aná­
ve en cada caso en un fracaso. Lo loga, actitudes, costumbres, formas de
que en la doctrina de Heidegger y de vestir, son llamadas "existencialistas"
Jaspers es elaborado por la necesidad en la medida en que pretenden ser
factual que limita y por último destru­ formas de protesta contra el optimismo
ye toda posibilidad de trascendencia superficial y la respetabilidad burguesa
del hecho mismo, está, en la doctrina de la sociedad contemporánea. Como
de Sartre, realizado por la infinidad de sea que se quiera juzgar estas mani­
posibilidades que se eliminan y se des­ festaciones, cuyo carácter superficial y
truyen recíprocamente en un juego grotesco es a veces evidente, pero cuya
ocioso y vano que provoca la náusea, responsabilidad no puede recaer en la
ya que ninguna de ellas posee mayor corriente filosófica de la que estamos
validez o fundamento que la otra y, hablando, es claro que el E. ha obrado
por lo tanto, resulta verdaderamente como una poderosa fuerza destructora
imposible elegir entre una y otra, sal­ del dogmatismo absolutista del si­
vo que se haga ciegamente. Una elec­ glo xix, de sus mitos optimistas y de
493
Existencialismo

su sentido de seguridad ficticia que, ne filosóficamente el defecto de ser un


por lo demás, ha sido duramente des­ panegírico de la realidad humana más
mentido en el curso de las vicisitudes que una tentativa de comprenderla, y
de los últimos decenios. No hay duda, de poner en primer plano una justifica­
por lo tanto, acerca de la función ción post factum de la experiencia hu­
resolutoria y liberadora que esta forma mana, muy similar a la intentada por
del E. ha ejercido en los tres últimos las filosofías románticas. Si se admite
decenios, pero tampoco hay duda so­ que todas las posibilidades existencia­
bre su incapacidad para suministrar les están destinadas a realizarse, en
instrumentos válidos que aporten una cuanto fundadas en el Ser o en el Va­
contribución a la solución positiva de lor, no se hace más que cubrir con
los problemas que interesan al hombre. un manto verbal los fracasos y las mi­
2) Si la primera interpretación re­serias del hombre. Si en cambio se
duce las posibilidades humanas a impo­ admite que no todas las posibilidades
sibilidades reales, la segunda interpre­ humanas están fundadas en el Ser y
tación las considera, por el contrario, en el Valor y que, por lo tanto, no
como potencias, en el sentido aristoté todas están destinadas a realizarse, nos
lico del término. Así entendido, lo encontramos frente al embarazoso pro­
posible pierde su aspecto negativo y blema de suministrar un criterio para
alarmante, ya que una potencia está reconocer cuáles son las realmente fun­
siempre "destinada a realizarse” (La- dadas, problema a cuya solución no
velle, Dn temps et de Vétemité, 1945, aporta contribución alguna el supuesto
p. 261). Esta transformación de lo po­ de su fundamento trascendente.
sible, de la categoría de la inestabili­ 3) Por último, para una tercera in­
dad y la incertidumbre problemática terpretación, propia del E. italiano, las
a la categoría de la estabilidad y la posibilidades existenciales deben ser to­
certeza, se ha realizado acoplando las madas y mantenidas como tales sin
posibilidades existenciales a una Rea­ transformarlas ni en imposibilidades ni
lidad absoluta, de la cual derivarían su en posibilidades. En tal caso, la pers­
garantía de realización infalible. Para pectiva que abre una posibilidad no es
Lavelle esta realidad absoluta es el Ser ni la realización infalible ni la impo­
{De V&tre, 1928; De l’Acte, 1937; Du sibilidad radical, sino más bien una
temps et de Vétemité, 1945; cf. tam­ búsqueda dirigida a establecer los lí­
bién la trad. esp.: Introducción a la mites y las condiciones de la posibi­
ontología, México, 1953, F. C. E.). Como lidad misma y, por lo tanto, el grado
Valor infinito es entendida, en cambio, de garantía relativa o parcial que puede
la realidad absoluta por Le Senne ofrecer. Esta dirección del E. acentúa
(Obstacle et Valeur, 1934). La realidad la tendencia naturalista y empirista ya
absoluta es también entendida por presente en las otras direcciones, aun
Marcel como Ser, aunque considera siendo esta forma imperfecta o latente
que el ser se revela sólo en el miste­ (N. Abbagnano, Struttura dell'esisten-
rio que lo circunda y que, por lo tanto, za, 1939; Introduzione all’esistenzialismo,
la única actitud posible del hombre 1942; trad. esp.: Introducción al exis­
frente a él es la del amor y de la fide­ tencialismo, México, 1955, F. C. E.; Filo­
lidad {Journal Métaphysique, 1927; £tre sofía, religione, scienza, 1948; Possibilitá
et Avoir, 1935; Du Refus á Vlnvocation, e liberta, 1956; Filosofía de lo posible,
1940). Pero como quiera que se entien­ México, 1959, F. C. E.; E. Paci, Principi
da la realidad absoluta, las posibilida­ di una filosofía dell'essere, 1939; Pen-
des existenciales, una vez que se con­ siero, esistenza, valore, 1940; Tempo
sideren fundadas en ella, se transfor­ e relazione, 1954). Según esta dirección,
man en rosadas perspectivas de éxito, en la búsqueda de los límites y de las
las cuales nada de lo que el hombre condiciones en que toda posibilidad hu­
es verdaderamente o de sus valores mana se encuentra, no puede hacerse
fundamentales se puede perder, desde sino mediante la utilización de las téc­
el momento que les está concedida una nicas de comprobación y de examen de
garantía absoluta y trascendente. Esta las cuales la investigación positiva o
corriente del E., que tiene carácter y fi­ científica dispone en cada campo. Si
nalidad preferentemente religiosos, tie­ una hipótesis, una teoría o, en gene-
494
É x ito
E x p e rie n c ia

ral, una proposición no es más que un para la consumación de la acción, se


"puede ser" que abre cierta perspectiva convierte, a causa de su carga de fati­
hacia el futuro, su validez consiste no gas y de emociones, en un estado semi-
sólo en poder ser puesta a prueba, sino patológico o patológico (P. Janet, De
en poder volver a proponerse aun des­ l'angoisse a l’extase, pp. 168 ss.).
pués de la prueba, como un "poder
ser” para el futuro. Por lo tanto, los (gr. ¿(TitEiQna; lat. experien-
E x p e r ie n c ia
criterios usados en las ciencias y, en tia; ingl. experience; franc. expérience;
general, en las disciplinas particulares, alem. Erfahrung; ital. esperienza). El
para decidir con respecto a la validez término tiene dos significados funda­
de sus proposiciones o a la realidad de mentales: /) la participación personal
sus objetos pueden ser tomados como en situaciones repetibles, como cuando
determinaciones o especificaciones del se dice: “x tiene E. de S", en donde se
criterio de la posibilidad; o recíproca­ entiende por S cualquier situación o
mente, este último puede ser tomado estado de cosas que se repite con su­
como la generalización de criterios es­ ficiente uniformidad para dar a x la
pecíficos. Desde este punto de vista, el capacidad de resolver algunos proble­
hombre no es arrojado sin defensa mas; 2) el recurso a la repetición
al encuentro de la quiebra o del fra­ de ciertas situaciones como medio para
caso, ni está destinado al triunfo final, examinar cuáles sean las soluciones que
sino que posee las garantías, parciales permiten, como cuando se dice: “La
y limitadas, que le son ofrecidas por E. ha dado razón a x", o bien "La pro­
sus técnicas y sus modos de vida expe­ posición p es verificabie por la E." En
rimentados, como también por las po­ el primero de estos dos significados, la
sibilidades de encontrar y experimen­ E. tiene siempre carácter personal, y no
tar otras nuevas, que ellas mismas le hay E. donde falta la participación de la
abren. Cf. A. Santucci, E. e filosofía persona que habla en las situaciones de
italiana, 1959. que se habla. En el segundo significa­
do, la E. tiene, en cambio, carácter
Éxito (ingl. success; franc. succés; objetivo o impersonal, ya que el hecho
alem. Erfotg; ital. successo). "Filosofía de que la proposición p sea verifica-
del É." se ha denominado a veces al ble no implica que todos los que hacen
instrumentalismo americano, dándose a esta afirmación tengan que participar
entender con esta frase que se trata de personalmente en la situación que per­
una filosofía que hace del É. la medida mite la comprobación de la proposi­
de los valores. En realidad el instru­ ción p. El elemento común de los dos
mentalismo ha acentuado también el significados es la repetición de las si­
carácter siempre relativo y provisorio tuaciones y, por lo tanto, debe ser to­
del É. "El É. —ha dicho Dewey— nun­ mado como fundamental para el signi­
ca es final o term inal... El mundo no ficado general del término. Esta de­
se detiene cuando la persona que ha ob­ terminación implica: a) que el término
tenido É. ha alcanzado su finalidad, no es adoptado con propiedad cuando
ni tampoco se detiene él mismo y la se habla de una E. "excepcional” o
especie de É. que obtiene, sino que también “única", a menos que tales
su actitud frente a él es un factor de adjetivos no sean (como lo son a me­
lo que sucederá más tarde” (Human nudo en el lenguaje común) ampliacio­
Nature and Conduct, p. 254). nes retóricas para indicar la escasa
E x p e c ta c ió n (ingl. expectation; fraile.
frecuencia de la repetición de una de­
atiente; alem. Erwartung; ital. aspetta- terminada situación o la no probabi­
zione). La anticipación de un aconte­ lidad de que se repita para el mismo
cimiento futuro (véase a d v e n ir ). Una individuo; b) que el término mismo no
de las formas de la atención, o aten­ esté necesariamente restringido para in­
ción expectante, que es la preparación dicar situaciones "sensibles", pero pue­
para la acción y los preparativos de de indicar situaciones de cualquier na­
las condiciones mentales necesarias pa­ turaleza en las cuales se pueda contar
ra afrontarla (véase a t e n c i ó n ). Cuando con una suficiente repetición. Por lo
la E. se mantiene en un estado de demás, el uso del término en el signi­
exaltación y se inhibe toda disposición ficado 2) supone una condición funda­
495
Experiencia

mental sin la cual la E. no puede ejer­ posteriores. Su tesis fundamental es la


cer acción alguna de control y, esto es, reducción de la E. a la memoria. Dice
c) que la E. a la que se apela para el Aristóteles que todos los animales tie­
control sea independiente de las creen­ nen "una innata capacidad selectiva"
cias que está llamada a controlar, de que es la sensación. En algunos de
modo que no sean las creencias mismas ellos la sensación no persiste y pa­
las que determinen el propio control. ra ellos no hay conocimiento fuera
Sin esta importante limitación, una de la sensación. Otros pueden, en cam­
ilusión repetida o repetible podría ser bio, cuando la sensación ha cesado, con­
tomada como prueba de validez. Por servar alguna huella en el alma. En tal
lo tanto, se puede hablar (como a me­ caso, cuando se han producido muchas
nudo se hace en el lenguaje contempo­ sensaciones de esta naturaleza, se de­
ráneo) de "E. religiosa” o "E. místi­ termina en algunos animales una espe­
ca”, etc., únicamente en el significa­ cie diferente de conocimiento, que es el
do 1) del término, pero no se pueden conocimiento racional. En efecto, “a
adoptar estas formas de E. para la com­ partir de la sensación se desarrolla lo
probación de las creencias de las que que denominamos recuerdo; del re­
surgen, por el hecho de que son total­ cuerdo repetido de un mismo objeto
mente dependientes de tales creencias nace la E., y así recuerdos que son
y no pueden verificarse sin ellas. De los numéricamente múltiples constituyen
dos significados enunciados, el 2) es el una sola experiencia. De tal E. más
común a todas las direcciones del em­ adelante, o del concepto universal total
pirismo (véase), en tanto que el 1) es que ha quedado en el alma como una
el históricamente anterior y aun hoy unidad que, salvo la multiplicidad, es
es compartido por algunas corrientes una e idéntica en todas las cosas múl­
de la filosofía. tiples, brota el principio del arte y de
1) La primera es la característica la ciencia: Del arte con referencia al
más evidente de la primera noción de devenir, de la ciencia con respecto
E. y está constituida por el contraste al ser" (An. post., II, 19, 100 a 4). Así
que existe entre la E. por un lado, el entendida, la E. se opone al arte y a
arte, la ciencia o en general el cono­ la ciencia por un lado, en tanto que por
cimiento racional, por el otro. Esta otro es su condición. Es su condición
oposición fue c’aramente enunciada en cuanto suscita la inteligencia de los
por Platón con referencia a la medicina. primeros principios del arte y de la
Platón dice que los médicos de los ciencia. "Estos hábitos —dice, en efec­
esclavos "no dan razón alguna de las en­ to, Aristóteles— no subsisten en nos­
fermedades” y "prescriben lo que les otros separadamente ni son productos
parece mejor según su E. como si tuvie­ de otros hábitos cognoscitivos, sino de
ran una ciencia perfecta”, comportán­ la misma sensación, del modo como,
dose "como un tirano soberbio”. El por ejemplo, cuando un ejército es
médico de los libres, en cambio, "estu­ puesto en fuga, si un soldado se de­
dia las enfermedades, tiene a los en­ tiene, se detiene también el que lo
fermos desde el principio bajo observa­ sigue y después otro y así sucesiva­
ción, busca la naturaleza del mal, esta­ mente hasta el final de la fila” (An.
blece estrechas relaciones con el mismo post., II, 19, 100 a 9). En esta compa­
enfermo y con sus familiares y al mis­ ración, la detención del primer soldado
mo tiempo aprende de los enfermos y constituye la permanencia de determi­
les enseña en cuanto le sea posible" nada sensación en la memoria, del
(Leyes, IV, 720c-d). El empirismo mo­ hombre Calías, por ejemplo; la deten­
derno reconocería como conforme a la ción de otro soldado al cabo de varias
E. el comportamiento que Platón opone filas ya constituye un concepto, por
en este fragmento a la E. misma. Pero ejemplo, hombre; y el detenerse de la
esta observación muestra precisamente primera fila corresponde a los concep­
la diferencia que separa a los dos sig­ tos últimos y simples que son los prin­
nificados de la E. enunciados. Aristó­ cipios del arte y de la ciencia e intuidos
teles dio expresión clásica a esta doc­ por el entendimiento (Ibid., II, 19, 100
trina en el primer capítulo de la Meta­ a 9). Debe anotarse que el uso mismo
física y en el último de los Analíticos del verbo "detenerse” con el cual Aris­
496
Experiencia

tóteles expresa la persistencia o esta­ constante, de determinadas situaciones


bilidad del recuerdo —que constituye memorizables.
la E. y, por último, lleva a la inteli­ Este concepto de la E. se mantuvo, a
gencia de los principios—, correspon­ lo largo de la historia de la filosofía,
de a lo que es el r a s g o o b j e t i v o como una de las alternativas posibles
de la E.: la re p e tib ili da d de las cuyos rasgos influyen también a veces
situaciones. Por la acción condicio­ sobre el otro concepto. Lo repiten los
nante que la E. ejerce en la inteligen­ escritores medievales en general (San­
cia de los principios, Aristóteles llega to Tomás, S. Th., I, q. 54, a. 5; II, 1, q.
hasta decir que "llegamos a reconocer 40, a. 5, etc.) como también Spinoza
los primeros principios mediante la in­ (Eth., II, 40, scol. 2) y Leibniz ( Theod.,
ducción y, en efecto, la sensación pro­ Disc., § 65; Mon., § 28-29).
duce así lo universal” (Ibid., 100 b 3 2) El recurso a la E. como criterio
ss.). Pero es evidente que entre el de­ o canon de la validez del conocimiento
tenerse de cualquier soldado y la deten­ es el rasgo característico del empiris­
ción de la primera fila de soldados mo y lo distingue del sensualismo (véa­
existe una radical diferencia ya que la se). Éste consiste simplemente en afir­
detención de la primera fila es la in­ mar la naturaleza intuitiva y, por lo
teligencia de los primeros principios, tanto, privilegiada, del conocimiento
verdaderos por necesidad, independien­ sensible, pero sin hacer de tal conoci­
temente de toda confirmación que la miento la guía o el control del cono­
experiencia pueda dar. Ellos son más cimiento en general. Los estoicos, por
bien indiferentes a la confirmación o ejemplo, fueron sensualistas pero no
a la refutación y justo como tales son empiristas; los epicúreos, que en cam­
el objeto de un órgano específico que bio elaboraron y defendieron una teoría
es el entendimiento. El reconocimien­ de la inducción (véase), fueron tam­
to de este órgano fue obviamente su­ bién empiristas. En el ámbito de este
gerido a Aristóteles por la exigencia de significado de la palabra se pueden dis­
fundar la validez necesaria de los pri­ tinguir dos interpretaciones fundamen­
meros principios, es decir, hacer tales tales, a saber: a) la teoría de la E.
principios independientes de toda con­ como in tu ic ió n ; b) la teoría de la
firmación o refutación empírica. Ésta E. como método.
establece el por lo g e n e r a l , no el a) La teoría de la como intuición
siempre. considera la E. como una relación in­
Por lo tanto, frente a la inteligen­ mediata con el objeto individual y, por
cia que toma los principios, el proceso lo tanto, modela la E. según la opera­
preparatorio que va desde las sensa­ ción de la visión ocular. Un objeto
ciones a la E. es puramente accidental "conocido por E." es, desde este punto
y presenta sólo la ventaja de resultar de vista, un objeto presente en persona
para el hombre el más cómodo y obvio. y en su individ ualid ad. El teorema
Pero para Aristóteles la E. sigue siendo fundamental de esta concepción es el
lo que era para Platón: consiste en siguiente: existen unidades empíricas
conocer el hecho que se presenta en for­ elementales. La concepción, por lo tan­
ma repetida, pero no la razón por la to, lleva a admitir que existen datos
cual el hecho ocurre y, de tal manera, elementales o rig in a rio s a los cuales
es el conocimiento de lo particular queda confiada en último análisis la
más bien que de lo universal y así, sa­ función de verificación del conocimien­
ber y conocer son inherentes al arte y to. A su vez, la existencia de las uni­
a la ciencia, pero no a la E. (Met., I, dades empíricas elementales permite
1, 981 a 24). Por lo tanto, falta por com­ establecer una clase privilegiada de pro­
pleto en Aristóteles la noción (que es posiciones, que son las que expresan
la del significado 2) de la E. como po­ directamente tales unidades.
sibilidad de comprobación y de control El recurso a la E. al ser formulado
de las verdades que el hombre puede por vez primera en el plano filosófico
alcanzar. Por lo tanto, Aristóteles no durante el siglo xm, fue una apelación
puede ser llamado empirista. Para él a la intuición. "Sin la E. —decía Roger
la E. se reduce a la repetición, frecuen­ Bacon— nada se puede conocer sufi­
te, pero no garantizada, absolutamente cientemente. Los modos de conocer
497
Experiencia

son dos, la argumentación (argumen■ este arte, anotó, no conoce el signifi­


tum) y la E. La demostración concluye cado de sus principios ni tampoco el
y hace concluir las cuestiones, pero no de sus conclusiones, por lo tanto, sola­
nos convence ni nos quita la duda, ya mente es perfecto el arte que conoce
que el alma no se tranquiliza en la mediante la E. los principios, que el
intuición de la verdad si no la encuen­ arte doctrinal se limita a presuponer,
tra por el camino de la E.” (Opus y las conclusiones particulares a que
Maius, VI, 1). Ya estas palabras de ellos conducen (In Met., I, q. 8). La
Bacon incluyen ese recurso a la E. que limitación de la E. a la intuición sen­
hace de la E. misma el control y la sible fue reforzada, a partir del Rena­
norma de la verdad humana. Pero in­ cimiento, por el motivo polémico anti-
cluyen también el concepto intuitivo de rracionalista. Ya que las verdades que
la experiencia. Es cierto que para Ba­ se pretendían válidas, independiente­
con la intuición no es solamente sensi­ mente de toda comprobación o control
ble; al lado <ie la sensible que es la se atribuían a la "razón”, la exigencia
fuente o criterio de las verdades natu­ de control implícito en el recurso a
rales, Bacon admite una E. “interna” la E. parecía no poder dirigirse sino a 1e
o sobrenatural debida a la iluminación intuición sensible. Ésta aparecía, poi
divina y que es la fuente de las ver­ lo tanto, como una fuente de verdad
dades sobrenaturales. Pero el carácter o de procedimiento independientes de
intuitivo de la E. había de continuar la razón aun para ejercer una acción
aun cuando, en el desarrollo ulterior de freno o de límite sobre las mismas
del empirismo, la E. sobrenatural fuera pretensiones de la razón. A partir del
dejada a un lado. Según Occam, la siglo xvi, el recurso a la E. tiene clara­
E. que es "el principio del arte y de mente el significado de un límite o de
la ciencia”, es el conocimiento intuiti­ una negación de las pretensiones de la
vo perfecto, el cual tiene por objeto las razón. Telesio justificaba el sensualis­
cosas presentes y, por lo tanto, se di­ mo identificando "lo que revela la na­
ferencia del imperfecto, que tiene por turaleza” con "lo que los sentidos tes­
objeto las cosas pasadas (In Sent., II, timonian” (De rer. nat., proem.), ba­
q. 15, H; Prol. q. 1, Z). El conocimien­ sándose en que la naturaleza misma
to intuitivo es aquel "en virtud del se revela a esa parte del hombre que
cual se puede conocer si una cosa exis­ es precisamente naturaleza, o sea a la
te o no. Si existe, de inmediato el en­ sensibilidad. Leonardo afirmaba que
tendimiento juzga que existe. Por lo "la sabiduría es hija de la E.” y que la
demás el co no c im ie n to intuitivo es E. no engaña nunca, en tanto que
aquel mediante el cual se conoce que el juicio acerca de ella puede engañar­
una cosa relaciona con otra, que un se (Cod. Atl., fol. 154 r). Pero tanto en
lugar dista de otro, que una cosa tie­ Leonardo como en Galileo aparece, jun­
ne una determinada relación con otra to a la E. sensible, otro fundamento o
o, en general, una verdad contingente canon del conocimiento humano: el
cualquiera, en especial en tomo a lo razonamiento matemático. Galileo po­
que está presente” (Ibid., Prol., q. 1, Z). nía explícitamente, junto a la "sensata
Occam considera que se puede tener E.” las "demostraciones necesarias”
conocimiento intuitivo no sólo de las de la matemática, como el otro camino
cosas externas, sino también de los es­ por el cual la naturaleza se revela al
tados internos del hombre como las hombre (Lett. alta Grand. Cristina, en
"intelecciones, las voliciones, la alegría, Op., V, p 316). Ésta era ya una limi­
la tristeza y similares, de las que el tación importante a la interpretación
hombre puede tener E. en sí mismo, de la E. como intuición sensible, pues
pero que aún no son sensibles para nos­ las d e m o s t ra c io n e s matemáticas no
otros”. (Ibid., Prol., q. 1, HH). Esta trascienden el dominio de la naturale­
segunda especie de conocimiento intui­ za (que según Galileo y Kepler está
tivo corresponde exactamente a la re­ enteramente escrita en caracteres ma­
flexión de Locke. Dentro del espíritu temáticos) y, por lo tanto, ellas mismas
del occamismo, Juan Buridán declaró constituyen la E. natural. Es, por lo
imperfecto al arte "doctrinal”, enten­ demás, significativo que el verdadero
diendo el que deja a un lado la E .: fundador del em pi ris mo moderno.
498
Experiencia

Francis Bacon, no haya sido sensualis­ ción sobre el entendimiento humano:


ta y que viera la guía del conocimiento "Si tomamos en la mano un libro cual­
humano, no en la simple E. que pro­ quiera, de teología o de metafísica
cede circunstancialmente y sin directi­ escolástica, por ejemplo, nos pregunta­
vas, sino en el experimento, que es la remos: ¿Contiene algún razonamiento
E. guiada y disciplinada por el entendi­ abstracto en tomo a cantidades o a nú­
miento (Nov. org., I, 82). La interpre­ meros? No. ¿Contiene algún razona­
tación intuitiva de la E. debería aún miento experimental en torno a cues­
preponderar en el empirismo del si­ tiones de hecho o de existencia? No.
glo x v i i i , por obra de Locke y de Y entonces arrojadlo al fuego, ya que
Hume. La teoría de la E. de Locke no contiene más que sofismas e ilusio­
puede ser recapitulada así: 1) reduc­ nes”. En efecto, para Hume todos los
ción de la E. a intuiciones de las cosas objetos de la investigación humana se
externas (sensaciones) o de los actos dividen en dos grandes clases, las reta> ■
internos (reflexión); 2) resolución, ya ciones entre las ideas y las cosas de
sea de las sensaciones tanto como de hecho. Las relaciones entre ideas “se
la intuición, en elementos simples en­ pueden descubrir mediante una pura
tendidos cartesianamente como ideas; operación del pensamiento, sin depen­
3) uso de la noción de E. como crite­ der de cosas que existen en cualquier
rio, al mismo tiempo, limitativo y base lugar del universo. Aun en caso de no
del conocimiento humano, ya que éste existir un círculo o un triángulo en la
no puede actuar fuera de la E. que le naturaleza, las verdades demostradas
suministra las ideas y al mismo tiem­ por Euclides conservarían siempre su
po recibe de la E., con el material in­ certidumbre y su evidencia” (Inq. Conc.
dispensable y con los nexos que este Underst., IV, 1). Las verdades de esta
material presenta, el criterio de su va­ naturaleza (que constituyen la geome­
lidez (Essay, IV, cap. 34). Este último tría, el álgebra, la aritmética y la ma­
punto fue valorado por Locke también temática en general) no están privadas,
como regla limitadora de las preten­ por lo tanto, de cierto control, pero su
siones cognoscitivas del hombre, al to­ control está a disposición del hombre
marlo como límite del alcance posible en cualquier momento sin recurrir a la
del conocimiento humano. Y en reali­ comprobación experimental. En lo que
dad si se considera que Locke ha hecho se refiere a los co. ocimientos de la
valer tal límite no solamente en el do­ realidad de hecho, en cambio, su único
minio del conocimiento, sino también fundamento es la relación de causa a
en el de la política, de la moral, de la efecto. Pero a su vez el fundamento
religión, en los que el concepto de una de esta relación es la E. y si nos pre­
relación directa con el objeto ya no guntamos: ¿cuál es el fundamento de
tiene sentido, se debe decir que Locke las conclusiones aportadas por la E.?
ha asumido, en el conjunto de su filo­ la respuesta que es necesario dar es,
sofía, una postura empirista que sale según Hume, la de que este fundamen­
de su teoría de la experiencia. Con to no tiene nada de racional y que es
Locke se ha delineado la concepción un simple instinto. En efecto “todas
de la E. como totalidad del mundo nuestras conclusiones experimentales
humano, o sea como conjunto de los se fundan en la suposición de que el
sistemas de control en él insustituibles, futuro estará conforme con el pasado.
que es la característica de la concep­ Pero encontrar la prueba de esta últi­
ción metódica de la experiencia. Pero ma suposición con argumentos proba­
es evidente que en Locke se encuentra bles o referentes a la existencia, debe
también y por vez primera, la defini­ ser evidentemente un círculo vicioso y
ción de las unidades empíricas elemen­ un dar por admitido aquello que pre­
tales, que son las ideas y las relacio­ cisamente es duda” {Inq., cit., IV, 2).
nes inmediatas entre las ideas. La Por lo tanto, sólo el instinto nos acon­
misma acepción se encuentra, casi con seja aceptar por buena una inferencia
las mismas palabras, en la teoría de la —la del pasado al futuro— que no pue­
E. de Hume. El punto de vista de este de tener ni justificación racional ni em­
filósofo se expresa con toda claridad pírica. El fundamento de esta crítica
en las últimas frases de la Investiga­ es la reducción de la E. a las impre­
199
Experiencia

siones y a la relación entre las im­ nap, a su vez, reasumió en la Estruc­


presiones, relación también intuida o tura lógica del mundo (1928) el intento
sea percibida aquí y ahora y, por lo de reducir todo el conocimiento cien­
tanto, privada de todo significado o re­ tífico a los términos de la E. intuitiva,
ferencia que trascienda la instantanei­ y la unidad empírica elemental a la
dad de las impresiones mismas. Hume que recurrió fue la "E. elemental vi­
ha realizado la más radical reducción vida", Elementarerlebnis (vivencia ele­
de la E. a la intuición, porque ha re­ mental), considerada como un elemen­
ducido la intuición a intuición instan­ to neutro, anterior a la distinción
tánea, que no significa nada fuera de entre lo objetivo y lo subjetivo (Aufhau,
sí. Desde este punto de vista, la cons­ § 67) según el modelo de la “sensa­
trucción de procedimientos o de es­ ción” de Mach. Pero esta concepción
quemas de previsión resulta imposible. de la E., precisamente como la de Hume
Como le reprochara Kant, Hume hacía (a la que es idéntica en el fondo) ha­
imposible la formación de una ciencia cía imposible la ciencia, al hacer im­
cualquiera. Sin embargo, justo la teoría posible también la formulación de re­
de la E. de Hume, resultó, a través de glas para la previsión de los fenóme­
Mach, el supuesto del neoempirismo nos. Ésta, precisamente, fue la crítica
contemporáneo. En efecto, Mach redu­ dirigida a Camap en el mismo ámbito
jo el hecho empírico a elementos consi­ del Círculo de Viena (cf. K. Popper,
derados como últimos y originarios: las Logik der Forschung ["Lógica de la in­
sensaciones. Un hecho físico o un hecho vestigación”], 1934; cf. también la nue­
psíquico no son más que un conjunto va edición inglesa The Logic of Scien-
relativamente constante de elementos tific Discovery, 1959). Camap, por
simples: colores, sonidos, calor, presión, consiguiente modificó su concepto de
espacio, tiempo, etc. Desde este punto posibilidad de comprobación empírica.
de vista la diferencia sustancial entre En el escrito "Testability and Meaning"
lo físico y lo psíquico tiende a desapa­ dice Camap: "Los positivistas creían
recer. "Un color —dice Mach— es un que todo término descriptivo de la
objetivo físico hasta tanto considere­ ciencia podía ser definido por términos
mos, por ejemplo, su dependencia de de percepción y, por lo tanto, que todo
las fuentes luminosas (otros colores, enunciado del lenguaje científico po­
calor, espacio, etc.), pero si lo conside­ día ser traducido a un enunciado refe­
ramos en su dependencia de la retina, rente a las percepciones. Esta opinión
es un objeto psíquico, una sensación” fue expresada en las primeras publica­
(Die Analyse der Empfindungen, 9a. ciones del Círculo de Viena, incluyendo
ed., 1922, p. 14; trad. esp.: Análisis de la mía de 1928, pero pienso ahora que
tas sensaciones, Madrid, 1925). Esta no es enteramente adecuada: la reduci-
doctrina daba a la noción de unidad bilidad puede ser afirmada pero no
empírica elemental la forma por la puede serlo la ilimitada posibilidad de
cual ha ejercido y ejerce una función eliminación y retraducción" ("Testabi­
central en el neoempirismo contem­ lity and Meaning", en Readings in the
poráneo. Wittgenstein la utilizó en el Phil. of Science, 1936, pp. 419-471 y
T r a c ta tu s togico-phitosophicus (1922). 1953, p. 67). Este reconocimiento equi­
En esta obra acepta la distinción de vale a una restricción a la tesis de la
Hume entre verdades de razón y ver­ verificabilidad empírica de los enun­
dades de hecho, expresándola en forma ciados científicos, tesis que actualmen­
de contraste entre las proposiciones de te Carnap expresa así: "Todo predi­
la matemática y de la lógica, que son cado descr ip tiv o del lenguaje de la
analíticas” o sea "tautológicas", es de­ ciencia es confirmable a partir de pre­
cir, "no dicen nada” (Trocí., 6, 1; 6, dicados-cosa observables” (Ibid., p. 70).
11) y las proposiciones elementales de La confirmabilidad, en efecto, es una
las ciencias naturales que representan exigencia más débil y menos rigurosa
los "estados de cosas” (Sachverhalte) que la testificación: un enunciado pue­
o "hechos atómicos” (Ibid., 4, 1), que de ser confirmable sin ser demostra­
no son más que las impresiones de ble; esto ocurre, por ejemplo, cuando
Hume o las sensaciones de Mach: las sabemos que u n a ob servación x nos
unidades empíricas elementales. Car- pondría en situación de confirmar o
500
Experiencia

invalidar el enunciado, pero no estamos cedimiento cognoscitivo es la "visión


en situación de efectuar la observación esencial” de la matemática más recien­
x. Pero esta restricción que ensancha te. Según Husserl la E. del investiga­
indudablemente el dominio de los enun­ dor de la naturaleza, que para él es
ciados significativos y da a la ciencia "un acto de fundamentación, que nun­
el derecho de adoptar enunciados que ca sería reemplazable por un mero
no está en situación de poner a prue­ imaginar", es sólo la visión, o sea la
ba, no constituye una rectificación del intuición de cosas y casos singulares
concepto de experiencia. El complejo (Ideen, I, § 7, 20). Un concepto que
aparato que Camap propone como un aparece co n fi r m a d o en sus escritos
instrumento de reducción de cualquier póstumos, en los cuales se dice que la
enunciado científico a enunciado de­ E. "en su primer significado tiene más
mostrable o, por lo menos, confirmable, plenitud significativa” y debe conside­
se apoya en todo momento en la creen­ rarse como "la relación directa con lo
cia de que existe u na e s t r e c h a singular” (Erfahrung und Urteil ["Ex­
correspondencia e n t r e un enunciado periencia y juicio”], 1954, § 6 ).
verdadero y una determinada E. intui­ b) La teoría de la E. como método
tiva. El modo en que define el pre­ considera a la E. misma como la ope­
dicado observable hace, en efecto, re­ ración (más o menos completa, pero
ferencia a la E. inmediata, ya que elementalmente simple) capaz de poner
Camap declara que un campo eléctrico a prueba un conocimiento y de guiar
no es efectivamente observable (Ibid.. su rectificación. Una operación apta
pp. 63-64). En otros términos, los “pre­ para esta finalidad es repetible o apela
dicados observables” constituyen, en a situaciones repetibles y, por lo tanto,
esta segunda fase del pensamiento de nunca es: 1) ni una actividad privada
Camap, las unidades empíricas elemen­ o incomunicable, subjetiva o mental,
tales que son fundamento de los enun­ por ejemplo, que no pueda ser repetida
ciados sintéticos. También en e s t a por cualquiera; 2) ni la intención y la
segunda fase permanece, por lo tanto, imaginación o el anuncio de una ope­
al lado de la distinción entre enuncia­ ración, sino la operación efectiva. En
dos y enunciados sintéticos, la noción este sentido "percibir" es una operación
intuitiva de la E. y con ésta la creen­ empírica no en cuanto es la sensación
cia en la existencia de unidades em­ de que el señor x ti ne algo rojo, sino
píricas elementales. Se ha verificado un sólo en cuanto es la operación dirigi­
único cambio en la calificación de ta­ da a comprobar o examinar si un ob­
les unidades elementales y es que ya jeto rojo se encuentra en esta habita­
no son experiencias subjetivas o percep­ ción, por ejemplo, y en cuanto también
ciones, sino determinaciones objetivas esta operación pueda ser efectuada por
o cualidades sensibles. Esta fase del cualquiera en condiciones aptas. Por
pensamiento de Camap puede ser con­ lo tanto, la "sensación” o "impresión”
siderada como el desarrollo extremo de de rojo no es un objeto empírico (como
la concepción de la E. como intuición. parece creer Camap), sino que lo es la
En efecto, el reconocimiento de Quine cosa roja, por ejemplo, el libro o la luz
acerca de los “dos dogmas del empi­ cuya presencia puede ser comprobada
rismo” (que para el caso son la natu­ en esta habitación mediante las opera­
raleza intuitiva de la E. y la distinción ciones normales de percepción (que
entre enunciados analíticos y enuncia­ pueden ser puestas en movimiento por
dos sintéticos) constituye el paso hacia cualquiera que tenga la vista normal)
una concepción diferente a la expe­ o con otros instrumentos (un espectros­
riencia. Entre tanto, es significativo copio, por ejemplo, etc.). La sensación
el hecho de que la teoría de la E. como "rojo" está fuera de la cuestión y tan
intuición sea compartida no solamente es así que el hecho de que no sea direc­
por los empiristas sino también por tamente accesible a algunos individuos
adversarios del empirismo. La compar­ (los que sufren de daltonismo) no ex­
te, por ejemplo Husserl, quien repro­ cluye que el objeto rojo sea un objeto
cha al empirismo el ignorar o desco­ empírico para todos, incluso para estos
nocer las " e s e n c i a s” y que, por lo últimos. La empiricidad del objeto
tanto, considera que el verdadero pro­ consiste en que puede ser comprobado
501
Experiencia

o examinado por cualquiera que esté dades de hecho, es decir, entre verda­
en posesión de los medios adecuados des q u e se f u n d a n únicamente en
y tener determinados medios aptos relaciones de las ideas entre sí y ver­
para examinarlo significa que éstos pue­ dades que en cambio resultan de la
dan ser puestos en acción tanto por los experiencia. La ciencia moderna, a par­
que creen como por los que no creen tir de Galileo, ignora en efecto esta
en la existencia del objeto mismo, pues distinción, que tampoco es introduci­
la eficacia de los medios no depende da por la distinción kantiana entre jui­
de una u otra de tales creencias. Ne­ cios analíticos y sintéticos, porque tal
gativamente, esta noción de E. está se­ distinción concierne no a la validez de
ñalada por: 1) la falta de distinción los juicios mismos, sino a la diferen­
entre verdades de razón y verdades de cia entre juicios explicativos y juicios
hecho o entre enunciados analíticos y extensivos, o sea entre juicios que no
enunciados sintéticos; 2) la falta de agregan nada al conocimiento del su­
postulación de una u n i d a d empírica jeto y juicios que, en cambio, agregan
elemental. nuevas notas (Crítica R. Pura, Intr., 4).
Podemos decir que esta noción de E. Kant, en efecto, elabora un concepto
ha sido destacada por la práctica mis­ de E. por el cual la E. misma es irre­
ma de la investigación científica des­ ductible a la simple intuición sensible.
de sus comienzos. La "sensata E.” de La E. es, para Kant, el conocimiento
Galileo, que nunca se separa del razo­ efectivo y, por lo tanto, incluye la to­
namiento matemático, tiene este carác­ talidad de sus condiciones. Dice Kant:
ter operativo de examen y no puede "Toda E. encierra, además de la in­
ser interpretada como recurso a la in­ tuición de los sentidos por la cual algo
tuición inmediata. El mismo fundador es dado, también el concepto de un
del empirismo moderno, o sea Francis objeto que es dado o que aparece en la
Bacon, ha entendido la E. como campo intuición y, por lo tanto, a base de todo
de las comprobaciones y de los exáme­ conocimiento experimental hay concep-
nes ejecutados intencionalmente. De­ tos_ de objetos en general como con­
cía Bacon: "La E. que se nos presenta diciones a priori y, en consecuencia, la
espontáneamente se denomina caso y validez objetiva de las categorías como
si es buscada expresamente toma el conceptos a priori se apoyará en el he­
nombre de expeiimento. Pero la E. cho de que sólo por ellas es posible la
vulgar no es otra cosa que, según se E. (según la forma del pensamiento)”
dice, una escoba desatada, un proceder (Ibid., Analítica, 14). Y todavía: "La
a tientas, como el proceder de quien E. se apoya en la unidad sintética de
camina de noche de un lado a otro con los fenómenos, o sea en una síntesis,
la esperanza de acertar el camino jus­ según conceptos, del objeto de los fe­
to, en tanto que sería mucho más pru­ nómenos en general, sin la cual nunca
dente y útil esperar el día o encender sería conocimiento, sino una rapsodia
una luz y de tal manera localizar el de percepciones que nunca se podrían
camino. El verdadero orden de la E. adaptar en conjunto en el contexto re­
comienza al encender la luz, con él gular de una conciencia (posible) en­
más tarde aclara el camino, empezan­ teramente unificada y, por lo tanto,
do por la E. ordenada y madura y no tampoco en la u n i d a d trascendental
ya por la intermitente y de cualquier necesaria de la percepción. La E. tie­
modo; p r im e ro deduce los axiomas, ne, pues, como fundamento los princi­
más tarde realiza nuevos experimen­ pios de su forma a priori, o sea las re­
tos” (Nov., Org., I, 82). En otros tér­ glas universales de la unidad de la
minos, la E. debe incluir un orden para síntesis de los fenómenos, reglas cuya
valer como fuente o control de los co­ realidad objetiva puede hallarse siem­
nocimientos y este orden es, según pre en la E. como sus condiciones ne­
Bacon, de naturaleza intelectual, aun cesarias y más bien, su misma posibi­
cuando más tarde deba servir de freno lidad” (Ibid., Analítica, 2, sec. 2). E. no
o de regla al entendimiento mismo es, por lo tanto, la "rapsodia" de las
(Ibid., I, 101). El rasgo fundamental percepciones sensibles sino el orden y
de esta concepción es la falta de dis­ la regularidad del conocimiento, ese
tinción entre verdades de razón y ver­ orden y esa regularidad que constitu­
502
Experiencia

yen la correspondencia s u b j e t i v a (o por lo tanto, un sentido restringido y


"formal”) del orden y de la regularidad la E. como método se identifica, para
de la naturaleza. Precisamente como él, con la explicación causal. En la
tal la E., o mejor, la posibilidad de la filosofía contemporánea el concepto de
E. es el criterio último de la legitimi­ la E. como método ha sido defendido
dad de todo conocimiento posible. Un por el pragmatismo y por el instrumen-
conocimiento que no es una E. posible talismo. "Nos ocupamos solamente de
no es, según Kant, un conocimiento la E. posible —decía Peirce—, de la
objetivo o sea auténtico (Ibid., Analí­ E. en la plena acepción del término
tica, II, 2, sec. 2). Pero si éste es el como algo que no solamente impresio­
concepto de la E. que Kant elabora, no ne a los sentidos, sino que también es
siempre es el concepto de que hace el sujeto del pensamiento" (Chance,
uso en el curso de su obra. Si, en efec­ Lave and Logic, II, 2; trad. ital., p. 131).
to, este significado fuera conservado A su vez, Dewey niega que la E. sea
rigurosamente, Kant no podría decir, "un contenido objetivo” o se identifi­
como dice precisamente en los comien­ que con un objeto en particular. "En
zos de la Razón Pura (Intr., 1): "Si la E. real nunca se da semejante ob­
bien todo nuestro conocimiento comien­ jeto o acontecimiento singular aislado;
za con la E. no por ello resulta todo un objeto o acaecer es siempre una
de la E.". El conocimiento no puede parte, fase o aspecto especial de un
resultar ni no resultar de la E. si es la mundo circundante experimentado, de
experiencia. De lo que se deduce que una situación. Si se destaca el objeto
la totalidad del concepto kantiano del singular se debe a su especial posición
a priori como lo "independiente de la focal y decisiva en un momento dado,
E." resulta del uso ambiguo de este en la determinación de algún proble­
término que, con derogación de la de­ ma de uso o goce que nos presenta el
finición explícita que Kant le da, se total ambiente complejo. Siempre exis­
restringe a veces a indicar la intuición te un campo en el que tiene lugar la
sensible y, así, caen fuera de su ám­ observación de este o aquel objeto
bito el orden, la regularidad, las cate­ o acaecer.” Por consiguiente, "nunca
gorías, los principios, y deben ser con­ experimentamos juicios acerca de ob­
siderados a priori. Es bastante claro jetos o acaeceres aislados, sino única­
que si la E. incluye el orden, la regula­ mente en conexión con un todo con­
ridad, etc., los principios que garantizan textual. Esto último es lo que se llama
el orden, o sea la forma de la E. no situación" (Logic, III; trad. esp.: Ló­
puede decirse a priori o sea “indepen­ gica, México, 1950, F. C. E., pp. 82-83).
dientemente de la E.", como no puede Las características que Dewey atribuye
llamarse así el contenido de la E. a la E. pueden ser recapituladas así:
misma, o sea el material sensible. 1) la E. no es conciencia, por lo
El significado de esta doctrina está tanto no puede ser reducida a intui­
en la tesis de que el conocimiento efec­ ción (Experience and Nature, 1925,
tivo es el organizado conforme al prin­ cap. I; trad. esp.: La experiencia y la
cipio de causalidad, o sea, según un naturaleza, México, 1948, F. C. E.);
orden necesario. Fichte expresaba exac­ 2) la E. no es sólo conocimiento, aun
tamente esta tesis kantiana, al aseve­ cuando lo incluya, sino que comprende
rar: "El sistema de las representacio­ todo lo que el hombre puede experi­
nes acompañadas por el sentimiento de mentar bajo cualquier título. Esta ex­
necesidad se llama también E., ya sea tensión ya había sido caracterizada por
interna o externa. Por lo tanto, la filo­ Peirce, que había entendido por E. "el
sofía tiene la tarea de dar razón a curso de la vida” (Coll. Pap., 3, 435)
toda E.” (Erste Einleitung in die Wís- o "la historia personal” (Ibid., 4, 91);
senschaftslehre ["Prim ea introducción la E. es el campo de toda posible inves­
a la doctrina de la ciencia”], 1797, § 1, tigación y de la proyección racional
en Werke ["Obras"], I, I, pp. 419 ss.). del futuro; por lo tanto, en ella "la
Desde este punto de vista, el método razón tiene necesariamente una fun­
de la explicación causal es, por excelen­ ción constructiva” (Phil. and Civiliza-
cia, el método empírico. La concepción tion, 1931, pp. 24-25). Aun cuando sean
de la E. como método tiene en Kant, importantes estos puntos que expresan
503
Experiencia

algunas de las exigencias que una teo­ más restringida, correspondiente a las
ría metodológica de la E. debería tener dos fases del pensamiento de Carnap,
presente, son un impulso demasiado con la distinción entre analítico y sin­
genérico a esta teoría. Por otra parte, tético. "Los dos dogmas —dice— son
constituye una condición preliminar de idénticos en su raíz. Vemos que, por
la misma la crítica hecha por Quine lo general, la verdad de los enunciados
a los dos "dogmas” fundamentales del depende, obviamente, tanto del lengua­
empirismo, o sea a la distinción entre je como del hecho extralingüístico y
enunciados analíticos y enunciados sin­ notamos que esta circunstancia obvia
téticos y a la reducción sensualista. termina por producir, no lógica, pero
Acerca del primer punto, Quine distin­ sí en este caso naturalmente, el sen­
gue los enunciados lógicos (ejemplo: timiento de que la verdad de un enun­
"Ningún hombre no casado está casa­ ciado es analizable en un componente
do”) cuya verdad permanece inmutable lingüístico y en un componente factual.
mientras no se cambie el uso de las Si somos empiristas, el componente
partículas lógicas (no, si, entonces, etc.) factual debe de volvemos a conducir a
y las otras verdades denominadas ana­ un conjunto de E. de comprobación. En
líticas (ejemplo: "Ningún soltero es el otro extremo, donde el componente
casado”), denominadas así en virtud lingüístico es el único que importa, un
de que determinadas palabras se toman enunciado verdadero será analítico. Mi
como sinónimos (en este caso: "sol­ sugerencia es que ésta es una necedad
tero’' y "no casado”). Ahora bien, los y que la raíz de esta necedad consiste
procedimientos para establecer la sino­ en hablar de un componente lingüís­
nimia son dos: 1) la definición, pero tico y de uno factual en la verdad de
ésta, salvo para el caso de nuevas anota­ todo enunciado individual. Tomada co­
ciones introducidas con convenciones lectivamente, la ciencia tiene una doble
explícitas, no hace más que aclarar dependencia del lenguaje y de la E.,
relaciones de sinonimia precedentes; pero esta dualidad no puede ser lle­
2) la intercambiabilidad salva veritate vada sino a los enunciados particula­
(que es el criterio propuesto por Leib- res de la ciencia” (Ibid., II, 5). Desde
niz); pero "nada garantiza que la coin­ este punto de vista, el saber puede ser
cidencia extensiva entre ‘soltero’ y comparado a un tejido gris, negro por
‘hombre no casado’ se funde en el sig­ los hechos y blanco por las convencio­
nificado más que en un estado de hecho nes lingüísticas, que se han entrecru­
accidental, como ocurre en la coinci­ zado, pero en el cual no hay hilos del
dencia extensiva de ‘criatura con un todo blancos ni tampoco hilos del todo
corazón’ y ‘criatura con riñones’ ” negros ("Carnap e la veritá lógica”, en
(From a Logical Point of View, II, 3). Riv. di Fil., 1957, n? 1), o bien a un cam­
La intercambiabilidad presupone la si­ po de fuerza cuyas condiciones limítro­
nonimia, aunque sin fundarla. Tam­ fes son la experiencia. "Un conflicto
poco la analiticidad puede estar mejor con la E. en la periferia —dice Quine—
fundada por las reglas semánticas de ocasiona un reacondicionamiento en el
un lenguaje artificial, ya que tales re­ interior del campo. Los valores de ver­
glas defínen lo analítico para el len­ dad deben ser redistribuidos sobre al­
guaje en cuestión, pero no el signifi­ gunas de nuestras aserciones. La reva­
cado de analiticidad, que es presupues­ loración de algunas aserciones implica
to. La conclusión de Quine es que "no la de alguna de las otras, en virtud de
se ha establecido un límite entre enun­ sus conexiones lógicas, no siendo a su
ciados analíticos y enunciados sintéti­ vez las leyes lógicas más que otras
cos. Que tal distinción debe ser hecha determinadas aserciones del sistema y
es un dogma no empírico de los empi- ciertos otros elementos del campo...
ristas, un artículo metafísico de fe” Pero el campo total es así determinado
{Ibid., II, 5). El segundo dogma de los por las condiciones límites, o sea por la
empiristas es la reducción de los enun­ E. ya que hay mucha amplitud en
ciados empíricos a términos de E. in­ la elección referente a las aserciones
mediata, o sea a datos sensibles. Quine que deben ser revaloradas a la luz de
muestra la relación de esta tesis, ya una E. contraria en particular” (From
sea en la forma más amplia o en la a Logical Point of View, II, 6 ). Por
504
E x p e r ie n c ia p u r a
E x p e r im e n ta l

lo tanto, también una afirmación muy actividad humana en general (teoría-


cercana a la periferia puede ser con­ práctica; lógica, lenguaje o razón-E.;
siderada como verdadera en las reali­ enunciados empíricos-unidades empíri­
zaciones de una E. reacia, considerando cas elementales; lógica centro-E. peri­
a ésta como ilusoria y reformando al­ feria). Una teoría metodológica de la
gunas de esas aserciones que se deno­ E. debería prescindir, en cambio, de to­
minan leyes lógicas (como ha sucedi­ da clasificación preliminar y en todo
do, por ejemplo, con el principio del caso de toda rigidez clasificatoria de
tercero excluido). Pero ninguna afirma­ las actividades humanas en su conjun­
ción es inmune a la revisión. Es signi­ to. Sus análisis deberían ser llevados
ficativo que precisamente uno de los hacia los procedimientos efectivos de
mayores lógicos contemporáneos haya comprobación y de examen de que dis­
liquidado el supuesto lógico de la doc­ pone el hombre, ya sea como organismo
trina de la E. como intuición y que o como hombre de ciencia. El análisis
justo uno de los mayores exponentes de estos procedimientos debería deter­
del neoempirismo contemporáneo haya minar las condiciones y los límites de
intentado liquidar este mismo concepto validez de cada uno. Sólo de este modo
de experiencia. En realidad, esta se­ el examen de los componentes lógico-
gunda iniciativa no fue llevada a su lingüísticos no estaría nunca separado
cumplimiento por Quine. Admitir res­ del examen de los componentes factua­
pecto al campo total del saber la com­ les, según la exigencia de Quine. La
posición de concepto y de sensación distinción misma entre tales compo­
que se niega a los componentes indi­ nentes debería resultar inútil, en cual­
viduales del saber mismo, puede ser quier nivel. Por desgracia, si bien la
considerado solamente una posición psicología contemporánea prosigue el
provisional. Quine habla aún del “fluir análisis de los procedimientos de com­
de E.” (Ibid., II, 6 ) en el sentido en el probación y examen de que el hombre
cual Hume podía hablar del fluir de las dispone como organismo (piénsese so­
impresiones y afirma que los objetos bre todo en las contribuciones que la
físicos, recortados en este fluir, no son psicología funcional ha dado al aná­
diferentes, por su carácter mítico, a lisis de la percepción), la metodología
los dioses de Homero. En este punto, científica, es decir, el estudio de los
está bajo la influencia de la obra de procedimientos de comprobación y de
Duhem (La Théorie Physique, 1906). examen de que el hombre dispone en la
Pero el fluir de la E. debe conside­ ciencia, está todavía en el estado de
rarse, por las mismas observaciones simple deseo. Por lo demás, es eviden­
desarrolladas por Quine, como un con­ te que desde el punto de vista de tal
cepto mítico, ya que sería una sucesión metodología, la E. sería solamente el
o corriente de intuiciones instantáneas, conjunto de los campos en los que de­
un sucederse de unidades empíricas ele­ muestren ser eficaces las técnicas de
mentales y, por lo tanto, supondría la comprobación o de examen de que el
existencia de tales unidades elementa­ hombre dispone.
les que la crítica de Quine ha contri­
buido a eliminar. E x p e r ie n c ia p u ra, véase EMPIRIOCRITI­
En conclusión, actualmente se pro­ CISMO.
yecta la exigencia de pasar desde una
teoría gnoseológica de la E. a una teo­ E x p e r ie n c ia v iv id a , véase VIVENCIA.
ría metodológica de ella. Según la
teoría gnoseológica, la E., como forma, (ingl. experimental; franc.
E x p e r im e n ta l
elemento o categoría, se ha formado expérimental; alem. experimentell; ital.
de elementos propios, característicos e sperimentale). Este adjetivo tiene sig­
irreductibles, a los cuales, directa o in­ nificados análogos a los del sustantivo
directamente, por lo tanto, se reduce correspondiente y, en consecuencia, de­
todo enunciado empírico. Una teoría signa: i) lo que hace uso del experi­
de esta naturaleza tiene como supuesto mento, o sea de la observación orde­
una clasificación preliminar y rígida nada. En tal sentido se dice: “ciencias
de las formas del conocimiento y, por E.”, "medicina E." (cf. el título de la
lo tanto, también de las formas de la famosa obra de C. Bernard, Introduc-
505
E x p e r im e n ta lis m o
E xp licació n
tion a Vétude de la médicine expéri- Expiación (gr. fiíxri; lat. expiatio; ingl.
mentale, 1865), etc.; 2) lo que hace uso atonement; franc. e x p ia tio n ; alem.
de la experiencia; en tal caso el adje­ Sühne; ital. espiazione). El efecto cu­
tivo equivale a empírico. rativo de la pena. Platón consideró la
E. como el medio para curar al alma
(ingl. experimental-
E x p e r im e n ta lis m o de sus propias enfermedades y consi­
ism\ franc. expérimentalisme; alem. deró que así como la economía libra
Experimentalismus; i tal. sperimentalis- de la pobreza y la medicina de la en­
mo). Término equivalente al de prag­ fermedad, igualmente la justicia libera
matismo o instrumentalismo. En Italia de la intemperancia y de la injusticia
el término ha sido adoptado por A. ( Gorgias, 478 a). Véase p e n a .
Aliotta para designar la siguiente doc­
trina : "El único hecho concreto, com­ Explicación (lat. exptication; ingl. ex­
probable, del cual podemos hablar, es plica tion; franc. e x p tic a tio n ; alem.
la experiencia más o menos consciente Austegung; ital. esplicazione). 1) Lo
que del mundo tiene un individuo. No mismo que aclaración (véase).
tiene sentido discutir acerca de ele­ 2) Lo contrario de c o m p lic a c ió n
mentos dados, antes o fuera de esta (véase).
síntesis” ("Mi E.”, 1929, en II mtovo
nositivismo e lo S., 1954). Explicación (ingl. explanation, explica-
tion; franc. exptication; alem. Erktar-
E x p e r im e n to (lat. experimentum; ingl. ung; ital. spiegazione). En general, todo
experiment; franc. expériment; alem. procedimiento dirigido a determinar el
E x p e rim e n t: ital. esperimento). Aun porqué de un objeto, a hacer claro y
cuando la palabra sea usada a veces accesible al entendimiento un discurso
para indicar la experiencia en general, o una situación, o a eliminar en una
su valor específico es el de experiencia situación dificultades y conflictos. El
ordenada o directa, o sea de Observa­ término, ya usado por Cicerón en este
ción (véase). Ya la Edad Media usó sentido (De Fin., III, 4, 14; De nat.
el término en este sentido (cf., por deorum, III, 24, 62; etc.), fue adoptado
ejemplo, Occam, In Sent., Prol., q. 2, por Nicolás de Cusa en el sentido de
G). Pero este significado fue precisado manifestación: "Dios es la complicación
por Bacon que op^so el E., como expe- de todas las cosas, porque todas las
rientia literata, o sea, guiada y regida cosas están en Él, y es la explicación
por una hipótesis, a la experiencia que de todas las cosas en cuanto está en
llega espontáneamente al hombre y es todas las cosas” (De docta ignor., II,
casual (Nov. Org., I, 83, 110). Wolff, 3). Bajo la metáfora de "allanar”, "ex­
a su vez, decía: "El E. es una experien­ playar” o "hacer explícito", el término
cia aue concierne a hechos de natura­ oculta, sin embargo, una multiplicidad
leza que no ocurren sino por obra nues­ de significados que pueden distinguirse
tra” (Psychot. Empir., §456). Kant ha­ conforme a las situaciones a que hace
referencia. En consecuencia:
bló en este mismo sentido de un "E. 7) en relación con un término, expli­
de la razón pura" que consiste en ver car significa determinar el significado
si la hipótesis de la existencia de lo del término, o sea interpretarlo. Véase
incondicionado conduce o no a contra­ INTERPRETACIÓN ;
dicción; si conduce a contradicción, el 2) en relación con un enunciado ana­
E. demuestra que la razón no puede lítico, explicar significa sustituir el
superar los límites del E. (Crít. R. enunciado en cuestión por un enuncia­
Pura, Prefacio a la 2* ed.). También do menos vago o más exacto o, donde
aquí se trata de un E. dirigido. Claude sea posible, propio de un lenguaje for­
Bemard dio a veces al E. el nombre malizado (Camap, Meaning and Neces-
de experiencia, entendiendo por tal sity, § 2 ).
"una observación provocada con la fina­ 3) en relación con una situación hu­
lidad de hacer nacer una idea" (Intro- mana de conflicto, explicar significa
duction á Vétude de la médecine ex- eliminar las causas o los motivos del
périmentale, 1865, I, § 6 ). conflicto mismo;
4) en relación con un objeto en gene­
E x p e r im e n to c ru c ia l, véase CRUCIAL. ral, ya sea cosa, hecho o persona, expli-
506
Explicación

car significa suministrar el por qué damental y coincide con la que se deno­
de su ser o de su acontecer. mina en términos modernos E. genéti­
De estos cuatro significados, es al ca, ya que ésta recurre a la causa
cuarto al que se refiere el problema eficiente que, en último análisis, coin­
específico de la naturaleza de la E. Las cide con la causa final. En este senti­
diferentes doctrinas que la filosofía y do, la E. causal se identifica con la
la metodología científica han propuesio demostración (véase), en cuanto es de­
acerca de la naturaleza de la E. ver­ mostración de la necesidad. Hegel no
san en su totalidad acerca del signi­ hizo más que repetir, acerca de este
ficado del porqué y sobre las posibles punto, la doctrina aristotélica al afir­
respuestas que tal significado puede te­ mar que "la demostración de la nece­
ner. Desde este punto de vista, se sidad" es tarea de la filosofía especu­
pueden distinguir dos especies funda­ lativa y ver sólo en ésta la satisfac­
mentales de técnicas explicativas, que ción de la necesidad propia de la ra­
son: A) la técnica explicativa causal; zón. Pero este concepto de la E. no
B ) las técnicas explicativas condicio­ es solamente propio de la metafísica:
nales. ha sido referido con frecuencia a la
A) Existen dos tipos de E. causal ciencia misma. Y mientras Meyerson
que corresponden a los dos conceptos afirmaba, en contra del análisis positi­
fundamentales de causalidad que se vista de la ciencia, que ésta no busca
han ido alternando en la tradición filo­ sólo la previsión sino la E. de los fe­
sófica y científica (véase ca usa lid ad ), a nómenos, reducía la E. misma a la iden­
saber: a) el concepto de la causalidad tificación, ya que sólo la identificación
como deducibilidad; b) el concepto de permite la deducción del fenómeno.
la causalidad como uniformidad. Dado “Debemos —dice—, en virtud de la cau­
que ambos conceptos de la causalidad sa o razón y con la ayuda de una pura
pretenden hacer posible una previsión operación de razonamiento, poder con­
infalible, se puede entender por esque­ cluir el fenómeno. Es lo que se deno­
ma de E. causal en general toda téc­ mina una deducción. La causa, enton­
nica que permita la previsión infalible ces, puede ser definida como el punto
de un objeto. Pero como la previsión de partida de una deducción de la cual
infalible sólo es posible cuando se tra­ el fenómeno es el punto de llegada"
ta de objetos necesarios, o sea tales que (De Vexplication dans les Sciences, 1927,
no puedan no ser o no puedan ser en p. 6 6 ; cf. Identité et realité, 1908; cf.
forma diferente de la que son, la E. también A. Caso, Meyerson y la física
causal es en todo caso la demostra­ moderna, México, 1939, F. C. E.). Por
ción de la necesidad de su objeto. Des­ otra parte, el mismo positivismo había
de este punto de vista afirmar "x ha llevado la E. al dominio de la deduc­
sido explicado” significa afirmar “x ción. Dice Stuart Mili: “Se dice que
ha sido demostrado en su necesidad” un hecho individual está explicado
y, por lo tanto, “x era infaliblemente cuando se indica su causa, o sea la ley
previsible". A partir de esta base co­ o las leyes de causación de las que es
mún, se pueden distinguir: a) la téc­ ejemplo su producción... Y de manera
nica explicativa causal que recurre a análoga, una ley o uniformidad de na­
la deducibilidad; b) la técnica explica­ turaleza se considera explicada cuando
tiva causal que recurre a la unifor­ se indica otra ley o pluralidad de leyes
midad. de las que tal ley es un caso y de las
a) La técnica explicativa que recu­ que puede ser deducida" (Logic, III,
rre a la deducibilidad es la de la meta­ 12, 1). Por lo demás, una de las más
física clásica, aristotélica en p r im e r importantes tentativas de "lógica de la
lugar. Aun cuando Aristóteles haya dis­ E." en el ámbito del positivismo lógi­
tinguido cuatro especies de causas, re­ co, la de C. G. Hempel y P. Oppenheim,
conoce a los efectos de la E. la prima­ obedece a la misma inspiración. Deno­
cía de la causa final como razón de minando exptanandum al e n un cia do
ser, sustancia o forma del objeto (De que describe el fenómeno que debe ser
Parí. An„ I, 1, 639 b, 14; 642 a, 17; cf. explicado, y explanans a la clase de
c a usalidad ). La E. finalista es, desde enunciados que son aducidos para dar
este punto de vista, la primera y fun­ cuenta del fenómeno (la preferencia
507
Explicación

por el término explanation y sus deri­ sa como uniformidad de relación de


vados está determinada, en la litera­ los fenómenos entre sí. Éste es el con­
tura anglosajona corriente, por la exi­ cepto introducido por Hume y que
gencia de reservar el término explica- Comte pone como base de la E. "posi­
tion al análisis de los enunciados), Hem- tiva” de los fenómenos mismos. Comte
pel y Oppenheim descri ben de esta opone a la tentativa metafísica de des­
manera las “condiciones lógicas de la cubrir "los modos esenciales de produc­
ed u cac ió n” : "(Rl) El explanandum ción" de los fenómenos, la tarea pura­
debe ser una consecuencia lógica del mente descriptiva de la ciencia positiva
explanans, en otras palabras, debe ser que se limita a descubrir las leyes
lógicamente deducible de la informa­ de los fenómenos, o sea sus relaciones
ción contenida en el explanans, de otra constantes (Cours de phil. positive,
manera no constituiría el fundamento 4* ed., 1887, II, pp. 169, 268, 312, etc.).
adecuado para el explanandum. (R 2 ) En el estadio positivo —decía Comte—
El explanans debe contener leyes gene­ "la E. de los hechos, reducida a sus
rales y éstas deben ser requeridas real­ términos reales no es más que la rela­
mente para la deducción del explanan­ ción establecida entre los diferentes
dum. (R3) El explanans debe poseer fenómenos particulares y algunos ne-
un contenido empírico, o sea: debe ser, chos generales cuyo número tiende a
al menos en principio, susceptible de disminuir cada vez más el progreso de
ser puesto a prueba por el experimento la ciencia" (Ibid., I, p. 5). Este punto
o por la observación.” Hempel y Op­ de vista heredó la oposición estable­
penheim agregaron a estas condiciones cida por los iluministas, en especial
lógicas una "condición empírica" que por D'Alembert, entre el espíritu de sis­
es la siguiente: "(R4) Los enunciados tema y la descripción científica de la
que constituyen el explanans deben ser naturaleza. Éste es mucho menos am­
verdaderos” ("The Logic of Explana­ bicioso que el otro, porque apela no ya
tion”, 1948, en Readings in the Philoso- a la deducibilidad de un fenómeno (o a
phy of Science, 1953, pp. 321-22). Esta su descripción) por su causa (o por un
doctrina de la E. está orientada polé­ conjunto de leyes generales), sino más
micamente contra la reducción de la E. bien a la uniformidad o constancia de
a principios o elementos familiares; a la relación entre fenómenos y, por lo
tal reducción recurren, en cambio, los tanto, a la reducción del fenómeno por
sostenedores del segundo tipo de E. explicar tales relaciones constantes. És­
causal (Ibid., p. 330). Esta misma doc­ te es el valor dado a la técnica explica­
trina fue extendida por Hempel al tiva causal, por ejemplo, por P. W.
campo de la historia ("The Function Bridgman: "La esencia de una E. cau­
of General Laws in History”, en Jour­ sal consiste en reducir una situación
nal of Philosophy, 1942, pp. 35-48) y a elementos tan familiares para nos­
Hempel mismo ha insistido acerca de otros que podamos aceptarlos como co­
la exigencia de que la E. causal sea sa obvia y satisfacer nuestra curiosi­
acompañada por la predicción infalible dad. Reducir una situación a elementos
del fenómeno explicado (Ibid., p. 38). significa, desde el punto de vista opera­
Pero se ha observado justamente que tivo, descubrir correlaciones familiares
toda la teoría de la E. puede ser ade­ entre los fenómenos que componen la
cuada a la física newtoniana, pero es situación" (The Logic of Modem Phy-
completamente incapaz de dar cuenta sics, 1927, cap. II; trad. ital., p. 50). En
de lo que debe entenderse por E. en la sentido análogo, R. B. Braithwaite ha
física cuántica (N. R. Hanson, “On the dicho: “Cuando se pregunta la causa
Symmetry between Explanation and Pre­ de un hecho particular, lo que se re­
dicaron”, en The Philosophical Review, quiere es la especificación del hecho
1959, pp. 349-58). Con mayor razón este precedente o simultáneo que, en con­
tipo de E. no puede considerarse ade­ junción con algunos factores causales
cuado en el dominio de la historia y, que tienen naturaleza de condiciones
en general, en el de las ciencias huma­ permanentes, es suficiente para deter­
nistas. Véase infra. minar el acontecer del hecho por expli­
b) El segundo tipo causal de E. es car, de acuerdo con una ley causal, en
el que recurre al concepto de una cau­ uno de los significados consuetudina-
508
Explicación

ríos de ley causal” (Scientific Explana- dirección configurada de alguna mane­


tion, 1953, p. 320). Ya que por leyes ra en forma distinta, en los puntos de­
causales Braithwaite entiende las gene­ cisivos para nuestro interés." Si se
ralizaciones empíricas que aseveran con­ puede responder afirmativamente a es­
comitancia de sucesión o de simulta­ ta pregunta, el hecho en cuestión habrá
neidad (Ibid., cap. IX), una E. que de ser considerado como uno de los
sea "conforme a una ley causal" es una factores condicionantes del proceso his­
E. que hace referencia a una unifor­ tórico y si se responde negativamente,
midad empíricamente comprobada. Es­ habrá que excluirla de tales factores
te punto de vista se encuentra repe­ (Kritische Studien auf dem Gebiet der
tido en diversas formas en la filosofía kulturwissenschaftlichen Logik ["Estu­
contemporánea, aunque no siempre se dios críticos en el campo de la lógica
le distinga con precisión del prece­ de las ciencias de la cultura"], 1906,
dente. II; trad. ital.: en II método delle scien-
B) Las técnicas explicativas causa­ ze storico-sociali, p. 223). La moderna
les, ya sea la fundada en la deducción, metodología de la historia ha abando­
o la fundada en la relación uniforme, nado unánimemente los esquemas de
pretenden dar a la E. causal un carác­ E. causal y ha aceptado un esquema
ter infalible y global, que corresponde condicional, aun cuando esté diversa­
al carácter de previsión cierta, recono­ mente configurado por los distintos me-
cido al nexo causal. La técnica expli­ todólogos. Cuando K. Popper observa,
cativa que se puede denominar condi­ respecto a la doctrina de Stuart Mili
cional elimina del esquema explicativo acerca de la naturaleza de la E., que
precisamente estos caracteres. Se pue­ "Mili y sus colegas historicistas no con­
den encontrar los fundamentos de este sideran que las tendencias generales
concepto en la doctrina de Kant, quien dependen de las condiciones iniciales
también adoptó en sentido propio el y tratan tales tendencias como si fue­
concepto de condición (véase). Kant ran leyes absolutas", en tanto que la E.
opone la E. científica de los fenómenos debe tenerse presente en cuanto es po­
a la "hipótesis trascendental" de la sible a través de las "condiciones en
metafísica. Dice: "Para la E. de los las cuales persiste” (The Poverty of
fenómenos dados, no pueden aducirse Historicism, 1944, §28), intenta trans­
otras cosas y principios fuera de aque­ formar el esquema causal en un esque­
llos que, según las leyes ya conocidas ma condicional. Pero quizá pueda con­
de los fenómenos, son puestos en rela­ siderarse como la mejor formulación
ción con los fenómenos dados. Una del esquema condicional, con referencia
hipótesis trascendental por la cual, pa­ al uso que de él puede hacerse en las
ra la E. de las cosas naturales, se disciplinas históricas, la de W. Dray.
adoptara una simple idea de la razón, "La exigencia de la E. —dice Dray—
no seria, en efecto, una E. porque lo está en algunos contextos suficiente­
que no se entiende lo suficiente con mente satisfecha si se demuestra que
principios empíricos sería explicado me­ lo que ha acaecido era posible y no hay
diante algo que no se entiende absolu­ necesidad de demostrar, por lo demás,
tamente nada” (Crít. R. Pura, Doctrina que sea necesario. Por lo que explicar
del método, cap. I, sec. 3). Pero es sobre una cosa, como dice el profesor Toul-
todo en el campo de la metodología min, significa a menudo 'demostrar que
histórica donde este tipo de E. ha sido podía ser esperada’ [The Place of Rea-
elaborado, y el primero en introducirlo son in Ethics, 1950, p. 96], y es el
de modo explícito fue Max Weber. "La criterio apropiado para un importante
consideración del significado causal de dominio de casos y, aún más que esto:
un hecho histórico —escribió— comen­ para explicar algo basta a veces con
zará ante todo con el problema siguien­ demostrar que no debía causar sorpre­
te: si excluyendo del conjunto de fac­ sa" (Laws and Exptanation in History,
tores tomados como condicionantes o 1957, p. 157). Dray opone este esque­
bien, cambiando en un sentido deter­ ma explicativo, que denomina del cónto-
minado el curso de los acontecimientos posiblemente (how -possibty), al es­
y a partir de las reglas generales de la quema causal del por qué-necesariamen-
experiencia, se habría podido tomar una te (why-necessarily), en cuanto los dos
509
E x p líc ito
Ex praecognitis et praeconcessis
esquemas son lógicamente diferentes proposición es expresarlo o volverlo a
y responden a dos diferentes especies expresar más claramente. El término
de preguntas y, de tal manera, “en el opuesto, "implícito”, significa, por lo
caso de la explicación cómo-posiblemen- tanto, lo que no está expreso, sino sola­
te exigir un conjunto de condiciones mente sugerido o no está expresado
suficientes sería cambiar el problema” claramente.
(I b i d p. 169). Este punto de vista, ela­
borado en relación con las disciplinas E x p o n ib le (ingl. exponible; franc. ex-
históricas, es igualmente adecuado pa­ ponible; alem. Exponibel; ital. exponi-
ra entender la naturaleza de la E. que bite). En la lógica medieval, exponibitia
se halla actualmente dentro del ámbi­ eran proposiciones oscuras por el hecho
to de las ciencias naturales y en espe­ de que a pesar de tener la forma gra­
cial en la más avanzada de ellas, que matical de proposiciones simples, es­
es la física cuántica. Al faltar también conden, en realidad, una composición,
en éstas, con la condición de la pre­ cuyo análisis (expositio) resuelve la
visión infalible, la relación causal nece­ oscuridad. En Kant, “E.” conserva
saria, el único esquema posible de E. el sentido análogo, pero más específi­
es la condicional que se limita a deter­ co, de proposición que consta de una
minar la posibilidad del explanandum. afirmación con una negación escondida
En tal sentido se puede decir que la E. y que la exposición hace evidente {Lógi­
es la determinación de la posibilidad ca, §31).
determinada y controlable del objeto,
en donde determinada significa indivi­ (lat. expositio; ingl. exposi-
E x p o s ic ió n
dualizada y reconocible mediante un tion; franc. expositicm; alem. Erorter-
método o procedimiento apropiado y, a ung; ital. esposizione). 1) E l análisis
veces, mensurable según un esquema de un concepto o su aclaración. Kant
de probabilidad, y controlable significa denomina E. trascendental a "la defi­
repetible en condiciones a de cua da s nición de un concepto como principio
(Abbagnano, Possibilitá e libertá, 1957, a partir del cual se pueda entrever la
VI, §§4-5; P ro b tem i di sociología, posibilidad de conocimientos sintéticos
1959, VIII, §§1-5). a priori" (Crít. R. Pura. §3). En este
En fin, debe observarse que el mis­ sentido, la E. trascendental del con­
mo procedimient j de la E. lógica, tal cepto de espacio demostrará la posibi­
como ha sido descrito por Camap y lidad de los conocimientos a priori que
Reichenbach, cae bajo la categoría de pueden derivarse de tal concepto, o sea
la E. condicional. Según Camap, la E. la posibilidad de la geometría.
consiste en sustituir un término origi­ 2) En la lógica terminista medieval,
nario llamado explicandum, que es un se da este nombre a la prueba de un
concepto vago y familiar, por un nue­ silogismo de tercera figura mediante
vo concepto exacto, que Camap deno­ un silogismo de la misma figura, en el
mina explicatum y Reichenbach expli- cual un término medio singular hace
cans. De tal manera, una E. consiste, la función que en el primero era rea­
según Reichenbach, en determinar el lizada por un término medio común.
significado del término y el significado Por ejemplo, el silogismo "Algún hom­
se reduce a una posibilidad lógica, físi­ bre está dotado de virtud; todo hombre
es animal; algún animal está dotado
ca o técnica, pero en todo caso a una de virtud” puede ser expuesto de la si­
posibilidad (Reichenbach, "Verifiability guiente manera: "Sócrates está dotado
Theory of Meaning”, en Proceedings of de virtud; Sócrates es animal; algún
the American Academy of Arts and animal está dotado de virtud” (Occam,
Sciences, 1951, pp. 46 ss.; Carnap, Mean­ Summa Log., II, 1, 13; Jungius, Log.,
ing and Necessity, §2). Véase p o s i b l e ; III, 15).
SIGNIFICADO; VERIFICACIÓN.
Ex praecognitis et praeconcessis. Fórmu­
Explícito (ingl. explicit; franc. explicite; la mediante la cual se abrevia el prin­
alem. explicit-, ital. esplicito). Expre­ cipio expuesto por Aristóteles en los
sado o claramente expresado. "Hacer comienzos de ‘los Analíticos posterio­
E.” (o también a veces "explicitar”) el res: "Toda doctrina y toda disciplina
significado de un término o de una discursiva nace de un conocimiento
SIO
Expresión

preexistente” (An. Post., I, 1, 71a 1). sar. De aquí resulta que no es necesario
Boecio subrayó la importacia de esta pensar en una semejanza recíproca en­
máxima (P .L., 64°, col. 741) que habría tre E. y cosa, no obstante mantenerse
de ser un lugar común de la escolás­ cierta analogía de todas las relaciones"
tica. Locke consideró falaz la máxima, (Quid sit Idea, Op., ed. Gerhardt, VII,
convencido de que el fundamento del p. 263). Estas notas de Leibniz señalan
conocimiento era el conocimiento in­ la extensión del término E. a toda
tuitivo (Essay, IV, 2, 8 ). Pero Leibniz especie o forma de la relación entre
reivindicó, en contra de Locke, la vali­ el símbolo y su designación y consti­
dez de la máxima, en cuanto expresa tuyen, por lo tanto, también el comienzo
el procedimiento de las matemáticas del uso del término para significar
(Nouv. Ess., IV, 2, 8 ). "frase”, "enunciado" o “fórmula”, etc.
En el fragmento citado, Leibniz ob­
(lat. expressio; ingl. expres-
E x p r e s ió n serva además que "algunas E. poseen
siorr, franc. expressiort; alem. Aus- un fundamento natural, en tanto que
druck; ital. espressione). En sentido otras, como las palabras del lenguaje
general moderno, la manifestación me­ o los signos de cualquier naturaleza,
diante símbolos o comportamientos dependen, por lo menos en parte, de
simbólicos. El término fue introducido una convención arbitraria”. Y agrega
en la terminología filosófica en la se­ que la idea es una E. en este sentido.
gunda mitad del siglo xvn, cuando Si bien la idea de la circunferencia
empezó a sustituir al término aparien­ no es similar a la circunferencia tal
cia para indicar esa relación entre Dios como es en la naturaleza, dice, se pue­
y el mundo por la cual se ve en el de, sin embargo, deducir de las prime­
mundo la “manifestación” de Dios. Spi- ras verdades, que serán sin duda con­
noza y Leibniz usan el término en este firmadas por la experiencia referente
sentido. Spinoza dice que un modo de a la circunferencia real” (lbid., p. 263).
la expresión y la idea de este modo Con ello había comenzado la historia
es “una sola y misma cosa, pero expre­ moderna del término que con Kant en­
sada de dos modos; esto parecen ha­ traba en el dominio de la estética. Kant,
berlo visto como a través de una niebla en efecto, hizo uso del concepto de E.
algunos hebreos, y son los que sienten para la clasificación de las bellas artes.
que Dios, el entendimiento de Dios y "Se puede decir en gi jeral —escribe—
las cosas por Él entendidas son une que la belleza (de la naturaleza o del
y lo mismo” (Eth., II, 7, scol.). Leibniz a arte) es la E. de las ideas estéticas; la
su vez considera a las sustancias espiri­ diferencia entre naturaleza y arte es
tuales o mónadas como "E. o manifes­ que en éste la idea puede ser ocasio­
taciones” de Dios (Disc. de Met., §9, nada por un concepto, en tanto en la
14; Mon., §60). Pero con Lebniz co­ naturaleza bella es suficiente la re­
mienza también la historia moderna del flexión sobre una intuición dada, sin el
término, que es llevado del dominio concepto de lo que el objeto debe ser,
metafísico al dominio antropológico y para suscitar y comunicar la idea de
adoptado para designar un comporta­ la que el objeto se considera como E."
miento particular del hombre, aquel por Por lo tanto, para una clasificación de
el cual el hombre habla o se vale de las bellas artes nos podemos servir
símbolos. Dice, en efecto, Leibniz: “El de "la especie de E. de la que los
modelo de una máquina expresa la hombres se sirven al hablar, para comu­
máquina misma y, así, un dibujo plano nicarse, lo mejor posible, no solamente
en perspectiva expresa un cuerpo en sus conceptos sino también las sensa­
tres dimensiones, una proposición ex­ ciones”. Y ya que esta especie de E.
presa un pensamiento, un signo un nú­ consiste en la palabra, en el gesto y
mero, una ecuación algebraica un círcu­ en el tono, Kant distingue las artes de
lo u otra figura geométrica y a todas la palabra, las artes figurativas y las
estas E. es común el hecho de que pue­ artes del bello juego (música). "Se po­
da llegarse, desde la simple conside­ dría hacer —agrega Kant— asimismo
ración de las relaciones de la E., al una dicotomía, distinguiendo, entre las
conocimiento de las propiedades corres­ bellas artes, las que expresan el pensa­
pondientes de lo que se quiere expre­ miento y las que expresan la intuición.
511
Expresión

y entre estas últimas, según la forma o E. el logro del cumplimiento de los


la materia” (Crít. del Juicio, §51). De actos significativos propios de la con­
tal modo, la noción de E. sirvió a ciencia teórica. Como tal, la E. no es
Kant para realizar la unión entre el un medio o un instrumento, sino un
arte y el lenguaje: una unión que de­ estado final, un cumplimiento. “La ca­
bería ser mantenida y revigorizada en pa de la E. no es productiva —es lo que
la estética contemporánea. constituye su peculiaridad, dice Hus­
Por otra parte, el concepto de E. era serl—, prescindiendo de que preste E.
adoptado cada vez con mayor frecuen­ a todas las demás intencionalidades. O
cia para designar la relación entre las si se prefiere: su productividad, su fun­
manifestaciones corporales de las emo­ ción matemática, se agota en el expre­
ciones y las emociones mismas: rela­ sar y en la forma de lo conceptual, que
ción que desde la obra de Darwin (La interviene como forma nueva con el
E. de las emociones en el hombre y en expresar” (Ideen, I, § 124). De tal modo,
tos animales, 1872) aparece como esen­ Husserl acogía en el ámbito de su filo­
cial en toda teoría de las emociones sofía uno de los caracteres que actual­
(véase e m o c i ó n ). Pero ni este uso del mente se reconocen como inherentes a
término ni el uso, aún más amplio, que la E .: no se limita a depender de lo
ha hecho la estética, han contribuido en que expresa, sino que, de alguna ma­
alguna medida a determinar su signi­ nera, lo cumple y lo perfecciona. Hei-
ficado. La mayoría dé las veces se le degger ha insistido acerca de este ca­
presupone en las investigaciones esté­ rácter al afirmar que "hablando se
ticas o psicológicas, pero no es puesto expresa el 'ser ahí’; no porque como
en duda ni aclarado en sus posibili­ algo 'interno' empiece por estar recluso
dades constitutivas. Por ejemplo, no relativamente a un afuera, sino porque,
aclara mucho el significado de E. la en cuanto ‘ser en el mundo’ compren­
identidad establecida por Croce, como diendo es ya ‘afuera’ Lo que equi­
fundamento de su estética, entre in­ vale a definir al hombre a partir de su
tuición y E. (Estética, cap. 1). Veremos posibilidad de expresarse que es lo que
más bien que la tendencia a identificar los griegos simbolizaron en la defini­
estas dos cosas constituye sólo la fase ción del hombre como "animal racio­
primitiva del comportamiento expre­ nal” (donde ratón vale por "discurso”)
sivo. Tampoco i jlaran mucho las de­ (Sein und Zeit, §34; trad. esp.: El ser
terminaciones de Dewey en el sentido y el tiempo, México, 1962, F. C. E.). Pero
de que la E. es “la clarificación de una las más importantes aclaraciones acer­
emoción turbia” y que, por lo tanto, ca del concepto de E. han sido hechas
la "emoción... ‘objetivada’, es estética” por Cassirer. Éste ha mostrado la fun­
(Art as Experience, 1934, cap. IV ; trad. ción constitutiva que las formas sim­
esp.: El arte como experiencia, México, bólicas tienen en la construcción de la
1949, F. C. E., pp. 69-70). Estas carac­ vida espiritual, cuyos factores condicio­
terísticas pueden atribuirse legítima­ nantes son y no aspectos accidentales
mente a la E. estética, pero todavía y derivados. Cassirer es también quien
no la describen lo bastante. Y fuente de más ha contribuido a esclarecer el ca­
confusión es, decididamente, la anota­ rácter y las condiciones de la expresión.
ción de Wólfflin: “El arte es E., la Y ha distinguido en el desarrollo de las
historia del arte es historia del alma" formas lingüísticas tres estadios, a
(Das Erkldren von Kimstwerken ["Aná­ los que ha designado como E. mimética,
lisis de las obras de arte”], 1921, §3). E. analógica y E. simbólica, respectiva­
Más útil ha sido la investigación acerca mente. En la E. mimética no hay aún
del concepto de E. llevada al campo tensión entre el signo lingüístico y el
estrictamente filosófico. Ya Dilthey contenido intuitivo al cual se refiere:
subrayaba, en la Construcción del mun­ las dos cosas tienden más bien a re­
do histórico (1910) la función de la solverse una en otra y a coincidir. "Sólo
E., y en primer lugar del lenguaje en gradualmente encontramos una distan­
los cotejos del pensamiento discursivo cia, una diferenciación creciente entre
del juicio (Aufbau, III, 1; trad. esp.: signo y contenido, y sólo entonces se
Obras, VII, El mundo histórico, Méxi­ cumple el fenómeno característico y
co, 1944, F. C. E.). Y Husserl veía en la fundamental del lenguaje, la separa-
512
E x o té ric o
É x ta sis

ción de sonido y significado. Sólo sista en la producción o en el uso de


cuando tiene lugar esta separación, se los símbolos y, por lo tanto, está ligada
constituye la esfera del significado lin­ al concepto general del lenguaje (véa­
güístico como tal. En principio, la pala­ se). Por el tercer carácter, la E. es
bra pertenece a la esfera de la mera diferente de la intuición y de toda rela­
existencia; lo que se aprende no es ción de identificación.
un significado sino más bien un ser
sustancial o una fuerza suya” (Phil. E x o té ric o , véase ESOTÉRICO.
der Symbolischen Formen ["Filosofía
de las formas simbólicas”], trad. ingl., (gr. Éxoxaai;; lat. éxtasis; ingl.
É x ta s is
I, pp. 186 ss.; II, p. 237). Del mismo ecstasy; franc. extase; alem. Ekstase;
modo el mito aparece, desde el prin­ ital. estasi). 1) La fase supraintelec-
cipio, no ya como imagen o "E. espiri­ tual de la ascensión mística hacia Dios,
tual”, sino como una realidad objetiva o sea la fase en la que la búsqueda
o parte esencial de esta realidad. Esta intelectual de Dios cede el puesto al
característica de la E. es, por cierto, sentimiento de una estrecha comunión
fundamental, y constituye la confirma­ con él, o, más bien, de una identifica­
ción en el plano antropológico, de la ción. La palabra (que en el lenguaje
diferencia entre la E. y su contenido, común significa, además, transferencia,
que ya Leibniz había sacado a luz. embobamiento o a t u r d i m i e n t o ) fue
Podemos, pues, recapitular los rasgos adoptada en el sentido indicado por
fundamentales de la E., tal como han las direcciones religiosas de la filo­
sido aclarados por la investigación mo­ sofía alejandrina y especialmente por
derna, de la siguiente manera: los neoplatónicos. Filón caracterizó al
1) La E. es cumplimiento, un tér­ É. como "transformación de la inteli­
mino final, más que un instrumento o gencia" y justo como transformación
un medio; obrada no ya en la inteligencia misma,
2) La E. consiste en el manifestarse sino directamente por Dios (All. Leg.,
mediante símbolos y es, por lo tanto, II, 31-32). Para Plotino el É. es la aboli­
un comportamiento característico y pro­ ción de la alteridad entre el que ve
pio del hombre; y la cosa vista y la identificación to­
3) La E., por lo menos en su forma tal y entusiasta del alma humana con
madura, implica la diversidad, la "dis­ Dios. "Esto no es y- sólo una visión
tancia”, o sea la alteridad, entre sím­ —dice—, sino un modo diferente de
bolo y contenido simbólico (o, como ver: É., simplificación y sumisión de sí
también se dice, entre símbolo e intui­ mismo y deseo de contacto y quietud
ción correspondiente). y comprensión de unión” (Enn., VI,
Por su primera característica, la E. 9, 11). El lenguaje del amor y especial­
se diferencia de la comunicación, que mente del amor entendido como unidad
tiene valor instrumental. El lenguaje (véase a m o r ) es a menudo adoptado
como E. no es un simple medio de co­ por los místicos para describir el estado
municación, sino un modo de ser o de de É. Así lo hace frecuentemente Plo­
realizarse del hombre. En este senti­ tino (por ejemplo, en Enn., VI, 7, 34).
do, se dice que el arte es E .: en ella, Así lo harían los místicos medievales, a
en efecto, los instrumentos comunica­ los que llega la noción sobre todo a tra­
tivos adquieren un valor último. Y en vés de las obras del seudo Dionisio
este sentido Scheler afirma que el acto Areopagita, quien veía el grado más
sexual "es un movimiento de E., no un alto de la ascensión mística en la dei­
movimiento con vistas a una finali­ ficación (véase), o sea en la transforma­
dad”. En efecto, en el amor no se ción del hombre en Dios (De mystica
quiere el acto sexual (quererlo significa theol., I, 1). De este modo entiende el
inhibirlo), sino que el acto mismo ex­ É. también San Bernardo de Claraval
presa el amor, o sea el modo de su (siglo xi), que lo denomina excessus
realización (Simpathie, I, cap. 7; trad. mentís y lo considera como el supremo
esp.: Esencia y formas de la simpatía, grado de la contemplación, aquel en el
Buenos Aires, 1942, Losada). Por el cual el alma se une a Dios como una
segundo carácter, la E. es propia de to­ gota de agua caída en el vino se di­
da especie de comportamiento que con­ suelve en él y toma el sabor y el color
513
Extensión

del vino (De diligendo Deo, 11, 28). y el tiempo, México, 1962, F. C. E.). Des­
Del mismo modo consideran el É. los pués Heidegger ha visto en los É. tem­
Victorinos. Según Ricardo de San Víc­ porales las m an i f e s t a c i o n e s del ser
tor, es la culminación del último grado (Was ist M etaphysik?, 6 - ed., 1951,
de la ascensión a Dios, o sea de la p. 14; trad. esp.: Qué es metafísica,
enajenación de la mente a sí misma Madrid, 1933). Análogamente, Sartre
(De praeparatione ad contencplationem, habla de la “relación extática interna"
V, 2). Y San Buenaventura, a su vez, ve como de la "fuente de la temporalidad”
en el É. la elevación de sí por enci­ (L’étre et le néant, p. 256). Véase t i e m ­
ma de sí, hasta llegar a la fuente del p o , 3).
amor supraintelectual. Es un estado
de docta ignorantia, en el cual la oscu­ Extensión (gr. Siáaxaai^; lat. extensio;
ridad de los poderes cognoscitivos re­ ingl. extensión; franc. extensión; alem.
sulta luz sobrenatural (Breviloquium, Ausdehmmg; ital. estensione). El carác­
V, 6 ). La noción pasó inalterada a los ter fundamental de los cuerpos físicos,
místicos alemanes del siglo xiv (Eck- en cuanto están dotados de las tres
hardt, Heinrich Suso, Tauler). Giordano dimensiones del espacio. A partir de
Bruno usó la terminología mística del este carácter, Aristóteles definió el
É. ( raptas mentís, excessus mentís) en cuerpo (Fís., III, 5, 204 b 20). Descartes
su diálogo Degli eroici furari para indi­ no hizo más que expresar este mismo
car la conjunción del intelecto "heroi­ concepto cuando vio en la E. "la natu­
co" con “el propio objeto que es la raleza de la sustancia material, como
primera verdad o la verdad absoluta” el pensamiento constituye la naturale­
(I, 4), la cual es, pues, la naturaleza za de la sustancia pensante” (Princ.
misma. Phil., I, 53). Spinoza consideró la E.
En la edad moderna, el É. en este como uno de los atributos fundamen­
sentido ha atraído sobre todo la aten­ tales de Dios, o sea de todo lo que se
ción de los psicólogos y los psiquia­ sigue de su esencia (Eth., II, 2). Pero
tras, que no han sabido ver diferencia ya Occam en el siglo xiv había sacado a
alguna, salvo en el contenido intelec­ luz el carácter fundamental de la E.
tual, entre el É. religioso y el É. de­ como atributo de los cuerpos. "Es im­
terminado por condiciones anormales posible —escribía— que la materia no
de la vida psíqui a o por drogas (cf. J. tenga E.; no hay materia que no tenga
H. Leuba, The Psychotogy of Religious una parte distante de otra parte, de
Mysticism, 1925, en especial el cap. IX). donde si bien las partes de la materia
Según Pierre Janet, el É. se caracteriza pueden unirse entre sí, tal como, por
en todo momento por tres cosas: 1) la ejemplo, las del agua o del aire, nunca
supresión casi completa de la actividad pueden existir, sin embargo, en el mis­
motriz y disposición a la inmovilidad; mo lugar. Ahora bien, la distancia re­
2) una actividad más o menos grande cíproca de las partes de la materia
del pensamiento interno; 3) un gran es la E.” (Summulae Physicorum, 1,
sentimiento de gozo (De l'Angoisse a 19). Precisamente como característica
VExtase, 1928, p. 497). del cuerpo, la E., según Hobbes, es el
2) Desde Heidegger y Sartre se ha espacio real, o sea la grandeza misma
llamado É. (en el sentido literal del del cuerpo, diferente al espacio imagi­
término, como “estar fuera” o “salir nario que es el espacio puro o simple
fuera”) a las tres determinaciones del o espacio vacío (De corp., 8 , 4). Las
tiempo, o sea el pasado, el presente y notas de Leibniz no son muy distintas.
el futuro, en cuanto cada una de ellas La E. es, junto con la antitipia (véas:),
se mueve o va hacia la otra, el presente uno de los caracteres fundamentales
hacia el pasado, el presente hacia el de la materia. Es la continuidad en el
futuro, el futuro hacia el presente. Dice espacio por la cual sus modificaciones
Heidegger: “La temporalidad es el ori­ constituyen la variedad de los tama­
ginal juera de sí, en y para sí mismo. ños y de las figuras (Op., ed. Erdmann,
Llamamos, por ende, a los caracteriza­ p. 463). Locke identificó, como ya lo
dos fenómenos del advenir, el sido y el hiciera Descartes, la E. con el espacio
presente, los É. de la temporalidad" (Essay, II, 13, 3).
(Sein und Zeit, § 65; trad. esp.: El ser Con Berkeley, la E. comienza a ser
514
E x te n s ió n e in te n s ió n
E x te n s iv o e in te n s iv o

reducida a un fenómeno subjetivo. La E. E x te n s ió n e in te n s ió n , véase INTENSIÓN


es declarada por Berkeley una idea, Y EXTENSIÓN.
que existe en cuanto es percibida (Prin­
cipies of Knowledge, I, §9), afirmación E x te n s io n a lid a d , te s is d e la (ingl. thesis
que Hume rebatió diciendo que la E. of extensionality; franc. thése dexten-
no es otra cosa que una reproducción sioncdité). Nombre dado por Russell
de alguna impresión (Treatise, I, 2, 3). (P rin c ip ia mathematica, I2, XIV, pp.
Esta subjetivización de la E., que el 659 ss.) y Camap (Logische Syntax der
empirismo del siglo x v i i i realiza desde Sprache ["Sintaxis lógica del lengua­
el punto de vista de la intuición sen­ je”], 1937, § 67; trad. ingl., pp. 245 ss.)
sible, es tomada por el idealismo ro­ a la tesis que enuncia que "para todo
mántico desde el punto de vista de la sistema no extensional hay un sistema
razón especulativa. Schelling pretende extensional, al que puede ser reducido
demostrar a priori por qué "la materia el primero”. Ya que los más impor­
debe considerarse necesariamente co­ tantes enunciados intencionales son los
mo extensa según tres dimensiones”, y modales, la tesis en cuestión afirma
efectúa esta supuesta demostración de­ la traducibilidad de los enunciados mo­
duciendo las tres dimensiones del espa­ dales a enunciados no modales. Por
cio por el modo de obrar de la fuerza ejemplo, los enunciados "A es posible”,
de atracción y de repulsión (System “A « no-A es imposible”, “A o no
des T ranszendentalen Idealismos [Sis­ A es n e c e s a r i o ”, “A es contingente"
tema del idealismo trascendental'], 1800, equivaldrían a los siguientes enuncia­
III, 2, Deducción de la materia, Cor.). dos : “ ‘A ’ no es contradictorio”, " ‘A -
De modo análogo, Maine de Biran no A ’ es contradictorio”, " ‘A o no A '
consideraba poder deducir "necesaria­ es analítico”, " ’A’ es sintético", res­
mente” la idea de E. de la idea del pectivamente (Ibid., § 69; trad. ingl.,
esuferzo y de la resistencia que impli­ pp. 250 ss.). El mismo Camap presen­
ca, en el sentido de que la E. sería tó, sin embargo, la tesis de la E. corno
una "continuidad de resistencia” (Fond. una simple suposición aunque fuera la
de la Psychologie, CEuvres, ed. Naville, más plausible y la expresó paradóji­
II, p. 272). Y una tentativa similar camente, mediante un enunciado mo­
fue realizada por Bergson, quien quiso dal: "Un lenguaje universal de la cien­
entender la E. como movimiento opues­ cia puede ser extensional” (Ibid., § 67;
to al de la vida, o sea como el movi­ trad. ingl., p. 245). Tampoco después
miento por el cual el yo, abandonán­ se pronunció Carnap acerca de la va­
dose a la fantasía, se derrama en una lidez de la tesis (Meaning and Necessi-
multiplicidad de sensaciones externas ty, 1957, § 32).
en mutua relación. La E. se ría la
distensión del esfuerzo del yo ( Év. E x te n s iv o e in te n s iv o (ingl. extensive
créatr., 8 ' ed., 1911, p. 220). Conceptos and intensive; franc. extensif et inten-
parecidos a ios expuestos por Schel- sif; alem. extensiv und intensiv; ital.
iing, Maine de Biran y Bergson son estensivo ed intensivo). La distinción
muy comunes en la filosofía de la se­ entre tamaño E. y tamaño intensivo
gunda mitad del siglo xix y de los pri­ fue hecha por Kant. Según Kant es E.
meros decenios de nuestro siglo. Pero "aquella cantidad en la cual la repre­
este tipo de especulación ha perdido sentación de las partes hace posible la
todo interés filosófico y científico en representación del todo (y que, por lo
los últimos años, debido a los cambios tanto, necesariamente la p r e c e d e ) ”;
que ha sufrido la noción de cuerpo por ejemplo, las partes del espacio y
(véase), por obra de la física relati­ del tiempo son cantidades E. en este
vista. La noción de cuerpo, como par­ sentido, porque las cantidades espacia­
ticular intensidad de un campo de ener­ les o temporales siempre están inclui­
gía, ya no tiene necesidad de ser defi­ das como agregados o multiplicidad de
nida en términos de E. o, si se prefiere, partes precedentemente dadas. La can­
la E. puede ser entendida solamente tidad intensiva, en cambio, es aquella
como la posibilidad de la medida de la "que es aprehendida solamente como
intensidad de energía en un determi­ unidad y en la cual la multiplicidad
nado campo. puede ser representada sólo por apro-
5 1 5
E x te r io rid a d , in te r io r id a d
E x tre m o
ximación a la negación = 0 ”. O sea, cia y de lo que no es conciencia. La
la cantidad intensiva es la que siem­ metafísica del espiritualismo (véase) y
pre tiene grados; por ejemplo, el rojo el método de la introspección (véase)
tiene un grado que aun cuando sea utilizan igualmente este tema tradicio­
muy pequeño nunca es mínimo, y lo nal. Sería muy fácil demostrar el ca­
mismo el calor, el peso, etc. Éstas son rácter puramente metafórico y, por lo
las cualidades continuas o, como en tanto, la ausencia de significado pre­
términos newtonianos —dice Kant—, ciso, de las expresiones a las que re­
cualidades fluentes (Crítica R. Pura, curren los términos en cuestión o los
II, 2, secc. 3, Axiomas de la intuición). correspondientes a adjetivos. "Realidad
intema” y "realidad externa”, "mun­
(ingl. exterio-
E x te r io rid a d , in te r io r id a d do intemo” y “mundo externo", “obje­
riíy, interiority; franc. extériorité, in- tos intemos” y "objetos externos”, son
teriorité; alem. Áusserlichkeit, Inner- expresiones que, estrictamente, no tie­
lichkeit; ital. esterioritá, interiorita). nen sentido, ya sea porque no se hace
El tema filosófico del contraste entre referencia al ámbito cerrado respecto
interioridad y E. nace al mismo tiem­ al cual un "externo” y un "intemo" se
po que la noción de conciencia (véase) pueda determinar, sea porque tal ám­
y expresa el contraste entre lo extraño bito cerrado, al ser determinado, no es
a la conciencia y lo que le es propio. espacial por ser la conciencia mis­
La doctrina popular estoica aprovechó ma. Hegel ha usado mucho estos tér­
por vez primera y ampliamente este minos que precisamente a través de
tema, que aparece de continuo en las su obra han penetrado en la termino­
páginas de Epicteto, Marco Aurelio y logía filosófica. Identificó lo interno
Séneca. Dice Epicteto: "Estado y se­ con la "razón de ser” y lo externo con
ñal del hombre común se tiene al no su manifestación (Ene., § 138-39). Pero
esperar nunca de sí mismo ni beneficio tuvo el buen sentido de agregar: "El
ni daño, sino esperarlos de las cosas hombre, como es exteriormente o sea
que nos hieren desde fuera. Es estado en sus acciones (por cierto no en su
o señal del filósofo esperar o temer E. solamente corpórea) es intemo y
de sí mismo cualquier utilidad o daño” cuando es sólo intemo —o sea virtuo­
(Manual, 48). Y Marco Aurelio: "Las so, moral sólo en intenciones, disposi­
cosas por sí mismas no llegan a tocar ciones, etc.— y su exterior no es idén­
el alma, ni tienen ningún acceso a tico a ello, el uno es tan vacío como
ella, ni pueden cambiarla o mudarla. el otro” (Ibid., § 140).
Es, en cambio, el alma la que por sí
sola se cambia y se mueve; y los jui­ E x tra p o la c ió n (ingl. extrapolation;
cios que ella estima como dignos de franc. extrapolation; alem. Extrapola­
hacer en tomo a las cosas externas, tion; ital. extrapolazione). 1) El cálcu­
los hace de tal forma que para ella lo de los valores de una función por
resultan dichas cosas” (Recuerdos, V, argumentos que están fuera de aque­
19). Séneca opone "la alegría que nace llos por los que ya son conocidos los
de lo interior” a la que nace de las valores de la función.
cosas externas (Ep., 23). El neoplato­ 2) Lo mismo que analogía (véase).
nismo y el cristianismo efectuaron la E x tr e m o (gr. xó Ecr/arov; lat. extremum;
identificación de la interioridad con la ingl. extreme; franc. extréme; alem.
esfera de la conciencia y de la E. con Áusserste; ital. estremo). Lo primero
la esfera del mundo al que pertenecen o último en una serie cualquiera. Así
las cosas naturales y los otros seres. fue entendido el término por Aristóte­
El tema del contraste entre interiori­ les, quien observó que los E. no son
dad y E. había de ser así el tema clá­ sustancias sino límites (Met., XIV, 3,
sico de toda filosofía que apelara a la 1090 b 9). En este sentido se dice que
conciencia como una esfera de reali­ el punto es el E. de la línea, la línea el
dad privilegiada, ya sea por su certeza del plano y el plano el del sólido. En
o por su valor. El lenguaje común ha el mismo sentido se habla de una es­
acogido los significados filosóficos de pecie E. (última) que es la más cer­
las dos palabras, que en él significan cana al individuo (Ibid., III, 3, 998 b
justo la oposición de lo que es concien­ 15). E. (último) es también el motor
516
E x trín s e c o , in tr ín s e c o
E y e c c ió n
inmóvil porque es el primero en la se­ "animal racional”. Desde el punto de
rie de los movimientos ( Fís., V I I I , 2, vista de una lógica que no se funda
244 b 4 ). E . son también los dos tér­ en la noción de esencia necesaria o de
minos del silogismo que aparecen en sustancia (véase), las determinaciones
la conclusión y cuya relación se esta­ E. o intrínsecas tienen un significado
blece por obra del término medio (An. mucho más elástico, porque son rela­
pr., I, 4, 25 b 3 0 ). Se puede decir que tivas a los diferentes significados de
la palabra ha conservado hasta hoy el un objeto cualquiera (véase s i g n i f i ­
mismo significado ( véase último). c a do ).

E x trín s e c o , in tr ín s e c o (ingl. extrinsical, Eyección (ingl. ejection; franc. ejec-


intrinsical; franc. extrinséque, intrin- tion; ital. eiezione). Término creado
séque; alem. dusserlich, innerlich; ital. por G. Clifford (Lectures and Essays,
estrinseco, intrínseco). En general se 1879) para indicar las sensaciones de
llama intrínseco lo que pertenece a la los seres diferentes a nosotros, que
naturaleza de una cosa, E. lo que le es nunca pueden ser objetos directos de
extraño. Según la lógica tradicional nuestra conciencia y son, por lo tan­
es intrínseco a un objeto el carácter to, proyecciones de la conciencia mis­
que entra en la definición del objeto ma. El término fue también adoptado
mismo, por ejemplo, la racionalidad, en por Romanes (The World as an Eject,
caso de ser definido el hombre como 1895) y por algún otro autor.

5 1 7
F
F. En la lógica medieval, los silogis­ que el oro, el empeño o el capricho les
mos cuyos nombres mnemotécnicos co­ acalorara la fantasía y de esa manera
mienzan con esta letra pueden reducir­ con sus alegorías eruditas más bien
se al cuarto modo de la primera figura las hicieron F. Los doctos no entendie­
(cf. Pedro Hispano, Summ. Log., 4. 20). ron a los primeros autores de esas F.,
ya que no los podían entender por su
F a b ric a c ió n (franc. fabrication). Según ordinaria e ignorante naturaleza y, más
Bergson, la actividad propia de la in­ bien, debido a esta misma naturaleza
teligencia. En efecto, ésta tiene "la concibieron las F. como verdaderas na­
facultad de fabricar objetos artificia­ rraciones. .. de sus cosas divinas y hu­
les, en particular utensilios para hacer manas" (Se. Nuova, II, De la metafísica
otros utensilios, y de variar indefini­ poética; trad. esp. [de la 1* ed.]: Ciencia
damente la F." Desde este punto de nueva, México, 1941, F. C. E.). Esta
vista, la verdadera definición del hom­ idea de Vico ha quedado como funda­
bre no es Homo sapiens, sino Homo mento de la moderna filosofía de las
faber (Év. créatr., 11> ed., 1911, p. 151; formas simbólicas. Véase m i t o .
Pensée et Mouvant, 3* ed., 1934, p. 97).
F a b u la c ió n (franc. fabulation). Bergson
F á b u la (lat. jabula; ingl. fable; franc. dio este nombre a la facultad o al acto
fable; alem. Fabel; ital. fabuta). A par­ creador de ficciones o supersticiones,
tir del Renacimiento, la convición de en el que consiste, esencialmente, la
que las “F. antiguas" tenían un valor religión estática, que busca, justo por
de síntoma o de revelación indirecta de medio de ficciones más o menos con­
la verdad, condujo a una reinterpreta­ soladoras, defender la vida contra el
ción de los mitos antiguos, que a veces poder disgregador de la inteligencia
se plegaron (como se ve en las obras de (Deux Sources, cap. II).
Giordano Bruno) a significados filosó­
ficos particulares. Bacon y Vico señala­ F a c tic id a d (franc. facticité; alem. Fakti-
ron las actitudes fundamentales acerca zitat; ital. effettivitá). Según Heideg-
del valor de las F. mismas. Para Bacon ger, el carácter de la existencia yecta
las F. son algo intermedio entre el si­ en el mundo, es decir, abandonada en­
lencio y el olvido de las edades perdidas tre los hechos o al nivel de los hechos
y la memoria y la evidencia de las y de su determinismo. "La ‘factici­
edades más cercanas de las que posee­ dad’. .. es un carácter del ser del ‘ser
mos testimonios escritos. "Las F. —es­ allí’ acogido en la existencia, aunque
cribió— no son ni un producto de sus inmediatamente repelido. Ante el ‘que
edades ni fruto de la invención poéti­ es' de la ‘facticidad’ no podemos encon­
ca, sino reliquias casi sagradas, consi­ tramos nunca en una intuición. El ente
deradas como brisas de tiempos me­ del carácter del 'ser ahí' es... un ‘en­
jores, que de la tradición de las más contrarse’ afectivamente de alguna ma­
antiguas naciones han llegado hasta las nera” (Sein und Zeit, §29; trad. esp.:
trompas y flautas de los griegos” (De El ser y el tiempo, México, 1962, F.C.E.).
sapientia veterum, 1609, pref.). Bacon, En este sentido, la F. es diferente de la
por lo tanto, propendía a ver en las F. efectividad (véase) que es el “factum
un significado alegórico que habría sido brutum de algo ‘ante los ojos’ ”. En
hermético de intento. Ésta es precisa­ sentido análogo, Sartre ha llamado F.
mente la tesis que un siglo después al hecho de la libertad, esto es, al hecho
negara y combatiera Vico, según el de que la libertad no puede dejar de
cual las F. son tales sólo desde el pun­ ser libre y no puede ser inexistente, por
to de vista de los doctos, en tanto que lo cual la libertad misma se identifica
para los pueblos primitivos que las con la necesidad del fracaso (L’étre et
crearon eran verdaderas narraciones. le néant, p. 567).
"Los filósofos —dice Vico— dieron a
las F. interpretaciones físicas, morales, F a c u lta d e s (gr. tyoxfj?, eífio?, pópiov; lat.
metafísicas o de otras ciencias, según facultas-, ingl. faculty; franc. faculté-,
518
Facultades

alem. Vermogen; ital. facoltá). Se da aristotélica, que acabó por prevalecer


este nombre a los poderes del alma, o hacia los fines de la escolástica y que
sea las especies o partes en que pueden se repite en muchos pensadores (por
clasificarse y dividirse las actividades ejemplo, en San Alberto Magno, Santo
o principios a los que se atribuyen ta­ Tomás, Duns Scoto, Occam), se entre­
les actividades. La distinción entre los cruza con el tipo de división que fue
poderes del alma y, por lo tanto, la no­ iniciado por San Agustín y que con­
ción misma de poder en cuanto refe­ siste en considerar que las partes del
rida al alma, nace de la obvia consi­ alma se modelan según la Trinidad di­
deración de la diversidad de las opera­ vina. San Agustín, en efecto, distinguió
ciones que se atribuyen al alma misma tres facultades del alma, memoria, inte­
y del hecho de que tales operaciones ligencia y voluntad, que corresponden
pueden encontrarse en contraste entre a las tres personas de la Trinidad, defi­
sí. Precisamente, mediante este argu­ nidas como Ser, Verdad y Amor, res­
mento Platón distinguió tres poderes, pectivamente (De trin., X, 18). Esta
que denominaba especies ( eí8ti, Rep., división, o divisiones análogas, se en­
IV, 440e) del alma: el poder racional, cuentra frecuentemente en la escolás­
que es aquel por el que el alma razona tica (se repite, por ejemplo, en San An­
y domina los impulsos corporales; el selmo, Monol., 67). A partir de Descar­
poder concupiscible o irracional que es tes, la única división admitida fue la
el poder que preside los impulsos, los que Aristóteles reconoció como propia
deseos, las necesidades y que concierne del alma intelectiva o dianoética, entre
al cuerpo, y el poder irascible, que es voluntad (o apetición o deseo) y enten­
un auxiliar del principio racional y dimiento propio y verdadero, o sea, la
que se irrita y lucha por lo que la razón división fundada en el uso práctico
considera justo {Rep., IV, 439-40). Aris­ y en el uso teórico de la razón. Para
tóteles, en cambio, distinguió: a) la Descartes, en efecto, el alma es sola­
parte ( hóqiov) vegetativa, que es la po­ mente el alma "racional”, ya que las
tencia nutricia y reproductora, propia funciones vegetativa y sensitiva no per­
de todos los seres vivientes, comen­ tenecer ni al alma racional ni a otra
zando con el hombre; b) la parte sen­ especie de alma, pues son funciones
sitiva, que comprende la sensibilidad mecánicas, que se explican a través del
y el movimiento y es propia del ani­ mecanismo corpóreo (Discours, V). La
mal; c) la parte intelectiva (dianoética) división entre entendimiento y volun­
que es propia del hombre. El principio tad es enunciada por Descartes (Fas-
más elevado puede hacer las veces del sions de t’áme) como la que existe en­
inferior, pero no viceversa. Así en el tre las acciones del alma, que compren­
hombre, el alma intelectiva cumple den todos los deseos, entre los cuales
también las funciones que en los ani­ coloca a la v o lu n ta d {Ibid., 18) y
males cumple el alma sensitiva y en las pasiones, que comprenden "todas las
las plantas la vegetativa (De an., II, especies de percepciones o formas de
2, 413 a 30 ss.). A su vez, el principio conocimiento”. La división queda me­
dianoético o alma intelectiva se divide jor aclarada por el uso que de ella hace
en dos partes, que son la parte apetitiva Descartes en su teoría del error. Éste
o práctica (la voluntad) y la parte depende del concurso de dos causas,
intelectiva o contemplativa (el entendi­ del entendimiento y de la voluntad.
miento), respectivamente (Ibid., III, X, Mediante el entendimiento el hombre
433a 14; Ét. Nic., VI, 1, 1139a 3; Pot., no afirma ni niega nada, sino que sólo
1133 a). Esta división aristotélica debía concibe las ideas que puede afirmar o
ser, durante siglos, la más aceptada y negar. El acto de la afirmación o de
difundida. Los estoicos, sin embargo, la negación es propio de la voluntad.
propusieron otra, que consta de cuatro Ahora bien, la voluntad es libre y como
principios: a) el principio rector o he- tal es más amplia que el entendimiento
gemónico, que es la razón; b) los sen­ y puede, por lo tanto, afirmar o negar
tidos; c) el semen o principio esper- también lo que éste no llega a percibir
mático; d) el lenguaje (Dióg. L., VII, clara y distintamente {Méd., IV; Princ.
157; Sexto E., Adv. Math., IX, 102). Phil., I, 34). Con ello quedó establecida
En la filosofía medieval, la división la distinción entre entendimiento y vo*
519
F «

luntad, que fue un dato generalmente sofía”]). La psicología asociacionista


aceptado, hasta Kant. Spinoza, por lo comparte este punto de vista, pero man­
demás, niega que en el alma existen F. teniendo la tesis triparticional (por
separadas, aduciendo que "son ficticias ejemplo, Bain, Mental and Moral Scien­
o no son nada más que entes metafí- ce, 1868, p. 2; Logic, II, 275) y el neo-
sicos, o universales, que solemos for­ kantismo de la Escuela de Marburgo
mar partiendo de los p a r t i c u l a r e s ” (Cohén, Natorp) reconoce sólo tres cien­
(Eth., II, 48). Pero para él esto signi­ cias filosóficas: la lógica, la estética, la
fica que "la voluntad y el entendimien­ ética, que corresponden precisamente a
to son uno y lo mismo” (Ibid., 49, las tres actividades del espíritu.
corol.), con lo cual la distinción queda Sólo en la psicología y en la filosofía
po l ém ic a m en t e presupuesta. Locke contemporánea, especialmente por in­
mismo la reconoce cuando, con refe­ fluencia del behaviorismo y de la teoría
rencia a la idea de fuerza, afirma que de la forma, la doctrina de las partes
la voluntad y el entendimiento son las del alma, de cualquier manera que se
dos potencias que explican los cambios la entienda, lia perdido su importancia
que se presentan en nuestro espíritu y no constituye ya tema de investiga­
(Essay, II, 21, §§5-6). Leibniz dice que ciones o de debates. Como objeto de
los dos principios agentes de la mónada investigación, en efecto, el comporta­
son la percepción y la apetición (Monad., miento implica el poner simultánea­
§§ 14-15). Christian Wolff reconocía, a su mente en obra y la ñisión de todos los
vez, las dos funciones del espíritu hu­ principios o partes distintas o distin­
mano en el conocimiento y en la ape­ guibles en la actividad del alma, de la
tencia, y a partir de esta división mo­ conciencia o del organismo, y de tal
delaba la de la filosofía, en las dos manera tales distinciones resultan ca­
ramas fundamentales de filosofía teóri­ rentes de interés y se habla de "com­
ca o metafísica y filosofía práctica portamiento r a c i o n a l ” o "comporta­
(Log., Disc. Proel., §§60-62). miento emotivo" en un sentido en que
Kant, mediante la suma de los aná­ la di sti nci ón misma nada tiene ya
lisis de los empiristas ingleses, inter­ que ver. Véase b e h a v i o r i s m o ; c o m p o r ­
puso entre el entendimiento y la vo­ t a m ie n t o .
luntad una tercera F. que denominaba 2) En el significado más general, lo
"sentimiento de placer y desagrado”. mismo que poder.
Con ello, las F. del alma se ampliaban
a tres (F. de conocer, F. del sentimien­ F a la c ia (gr. aóqpujpa; lat. fallada; ingl.
to, F. de desear) (Crít. del Juicio, fallacy; franc. sophisme; alem. Falla­
Introd., IX); esta división se convirtió da; ital. fallada). Término que los
en clásica y a menudo estuvo apoyada escolásticos aplicaron al "silogismo so­
por un presunto testimonio del cono­ fista" de Aristóteles. F. —dice Pedro
cimiento. Véase e m o c i ó n ; s e n t i m i e n t o . Hispano— es la idoneidad para hacer
Sin embargo, ninguna de estas doc­ creer que es lo que no es, mediante
trinas implicaba que las F. del alma alguna visión fantástica, o sea, la apa­
fueran poderes distintos e independien­ riencia sin existencia (Summul. log.,
tes. Como ya lo hicieron los antiguos, 7.03). Aristóteles había dividido los
tanto Descartes (Regulae, XII, 79), co­ razonamientos sofistas en dos grandes
mo Locke {Essay, II, 21, 6 ) o Leibniz clases, a saber, en los que se refieren
(Nouv. Ess., II, 21, 6 ), reconocieron al modo de expresarse, o como dicen
explícitamente que la división de las los escolásticos, in dictione, y los in­
F. es una abstracción que no destruye dependientes del modo de expresarse
la unidad de la actividad mental. De o extra dictionem. Los primeros son
manera que no representa una gran seis: la equivocación, la anfibología, la
novedad la crítica de Herbart a la doc­ composición, la división, la acentuación,
trina de las F. y su tesis de que las F. la figura dictionis. Los segundos son
mismas (entendimiento, sentimiento y seis también, a saber: el accidente, el
voluntad) sean simples "conceptos de secundum quid, la ignorantia elenchi,
clase” mediante los cuales se ordenan la petición de principio, la non causa
los fenómenos psíquicos (Einleitung in pro causa, el consiguiente, la interroga­
die Phil., § 159 [“Introducción a la filo­ ción múltiple {El. Sof., 4). La doctrina
520
F a la n s le r io
F a n a tis m o

de las F. fue una de las partes más en error. De tal modo desaparece el
cultivadas de la lógica medieval, pero problema total de la inducción y de
ha perdido casi toda importancia en la la validez de las leyes de la naturale­
lógica moderna. Una buena mitad de za (Logic of Scientific Discovery, § 6 ).
las Summulae togicales (siglo xm ) Cf. e x p e r i e n c i a ; v e r i f i c a c i ó n .
de Pedro Hispano está dedicada a la im­
pugnación de las F. Pero ya en la Lógi­ F a ls o (gr. jioeu8 ó; ; lat. falsiim; ingl. fal-
ca de Port Royal se le dedica un solo se; franc. faux; alem. falsch; ital.
capítulo (el xix de la parte III), que es falso). Véase f a l i b i l i s m o ; verdad .
casi la veinteava parte de la totalidad
de la obra. En la lógica contemporánea Familia (ingl. family, franc. famille;
esta parte ha desaparecido por comple­ alem. Familie; ital. famiglia). Interesa
to, ya que las antinomias (véase) no aquí registrar sólo el uso lógico y me­
pueden ser reducidas a sofismas, y de todológico de este concepto, uso muy
ellas se ocupa precisamente tal lógi­ reciente por lo demás. Una "F. de
ca. Bajo el nombre de los sofismas en conceptos” es un conjunto de concep­
particular se hallará lo que la lógica tos entre los cuales existen diferentes
antigua y medieval entendía por ellos. relaciones no reducibles, sin embargo,
G. P.-N. A. a un concepto único o principio. Es
justo lo que existe entre los miembros
F a la n s ie r io (ingl. p h a la n s te r y ; franc. de una F. humana, que no siempre
phalanstére). Término adop tado por tienen una única propiedad en común
Charles Fourier para designar su orga­ y que, aun cuando la tengan, no reúne o
nización social utópica: un grupo más agota toda la semejanza familiar. El
o menos de 1600 personas que viven uso de esta noción implica, por lo tanto,
en régimen comunista, libertad sexual la tarea de intentar la investigación
y reglamentación de la producción y de nuevas relaciones entre los concep­
del consumo de los bienes (Tratado de tos, sin que sea necesario reducir tales
asociación doméstica y agrícola o teoría relaciones a un tipo único. El primero
de la unidad universal, 1822). en proponer y adoptar la noción exami­
nada fue Wittgenstein, P h ilo so p h ica l
F a lib ilis in o (ingl. fallibilism). Término Investigations, §110. Esta obra es de
creado por Peirce para indicar la acti­ publicación reciente (1953), pero sus
tud del investigador que considera po­ conceptos fundamentales se conocían
sible el error en todo instante de su desde algunos años atrás y Waismann
investigación y que, por lo tanto, inten­ usó el concepto de F. en su Introduc­
ta mejorar sus instrumentos de inves­ ción al pensamiento matemático (Ein-
tigación y de control (Coll. Pap., 1.13; führung in das mathematische Denken,
1.141-52). Dewey ha subrayado la impor­ 1936; trad. ital., 1939). Respecto al mis­
tancia de esta actitud (Logic., cap. II; mo concepto, cf. Abbagnano, Possibilita
trad. esp.: Lógica, México, 1950, F.C.E.). e liberta, 1956, passim.
El término aparece actualmente con
frecuencia en los escritores norteame­ F a n a tis m o (ingl. fanaticism; franc. fa-
ricanos. natisme; alem. Fanatismus-, ital. fana­
tismo). Esta palabra (de fanum = tem­
F a ls if ic a b ilid a d (ingl. / a ls ific a b ility ; plo) se ha usado a partir del siglo xvm,
franc. falsificabilité; alem. Falschung- en sustitución y a la vez que entusiasmo
smóglichkeit; ital. fasificabilita). Cri­ (véase) para indicar el estado de exal­
terio sugerido por Karl Popper para la tación del que se cree penetrado por
aceptación de las generalizaciones em­ Dios y, por lo tanto, inmune al error
píricas. Según Popper, el método empí­ y al mal. En el uso moderno y con­
rico es aquel que "excluye los modos, temporáneo, " F .” ha sustituido a “en­
lógicamente admisibles, de evadir la tusiasmo", para indicar la certeza de
falsificación”. Desde este punto de vis­ quien habla a nombre de un principio
ta, las afirmaciones empíricas pueden absoluto y que, por lo tanto, pretende
decidirse sólo en un sentido, o sea en que sus palabras tengan esta misma ca­
el sentido de la falsificación y pueden lidad de absoluto. Ya Shaftesbury de­
ser sometidas a prueba sólo mediante cía: "Y es éste [el entusiasmo] lo que
tentativas sistemáticas de encontrarlas ha hecho nacer la denominación de F .
521
Fantasía

en el sentido original usado por los zación” : su ejemplo es la Revolución


antiguos, o sea el de aparición que arre­ francesa (Fil. del Derecho, §5, Apén­
bata la mente" (Letter on Entkusiasm, dice). En el campo religioso, el F.
7; trad. ital., Garin, pp. 78-79). En rea­ consiste en la subordinación del Estado
lidad ya Cicerón hablaba de "filósofos a la religión y de tal manera su lema
supersticiosos y casi fanáticos” (De div., en este campo es: "A los religiosos no
2, 57, 118). Leibniz denominó fanática les sea dada ley alguna" (Ibid., §270,
a la filosofía que atribuye todos los Apéndice). Pero Hegel no se da cuenta
fenómenos a Dios, "inmediatamente por de que la misma omnipotencia del
milagro” (Nouv. Ess., Prefacio, Op., Estado, que él teoriza, es un fanatismo.
ed. Erdmann, p. 204). Pero ciertamente La palabra F. conserva actualmente
la mejor definición filosófica del F. el significado de actitud, punto de vista
es la dada por Kant. En el sentido más o doctrina que, en cualquier campo o
general, F. "es una transgresión de los dominio, olvide o ignore los límites
límites de la razón humana, empren­ del hombre. La edad contemporánea ha
dida según principios”. Existe además conocido otra forma más siniestra de
el F. moral, que es "el sobrepasar los F.: el F. político, que aun sin ser una
límites que la razón pura práctica pone novedad desde el punto de vista doc­
a la humanidad, prohibiendo colocar el trinario, ha logrado, en el dominio po­
motivo subjetivo determinante de las lítico, .la abolición de los límites huma­
acciones conforme al deber (o sea su nos con la consiguiente exaltación o
móvil moral) en algo que no sea la ley divinización de puntos de vista políti­
misma”. El F. moral consiste en la cos y de individuos que los encama­
pretensión de hacer el bien por inspi­ ban. La misma palabra F. ha perdido
ración, por entusiasmo, por un impulso en el diccionario de algunos movimien­
naturalmente beneficioso de la propia tos políticos la connotación negativa
naturaleza y, por lo tanto, en sustituir que la distinguía desde la Antigüedad,
la virtud, que es “la intención moral para pasar a significar el aprecio de
en lucha", por "la santidad del que se una fidelidad a toda prueba, que no se
cree poseído por la pureza perfecta de preocupa de objeciones ni de límites.
las intenciones de la voluntad" (Crít. La experiencia ha demostrado la fra­
R. Práct., I, 1, 3). El F. en este sentido gilidad de esta fidelidad y también la
ha sido siempre ei objeto polémico de forma en que se invierte en su contrario
la obra de Kant, que ha individualizado a la primera ocasión. Como ya decía
y combatido las manifestaciones prin­ Kant, la razón, con el reconocimiento
cipales en su esfuerzo por determinar de los límites que implica, es la única
los límites de los poderes humanos y garantía de todo auténtico empeño teó­
la validez de tales poderes en sus lí­ rico o práctico.
mites. En un escrito de 1876: Qué sig­
nifica orientarse en el pensar, Kant F a n ta s ía (ingl. fancy; franc, fantaisie-,
ponía en guardia contra la pretensión alem. Phantasie; ital. fantasía). 1) Lo
de superar los límites de la razón ape­ mismo que imaginación.
lando a facultados o poderes supuesta­ 2) A partir del siglo xviii, el uso
mente "superiores”. Su polémica se di­ contemporáneo de los dos términos,
rigía contra Jacobi y Mendelssohn, pero F. e imaginación, favoreció una distin­
veía la misma pretensión en el spino- ción de significados, según la cual “F."
zismo, y contra spinozismo y fanatismo indica una imaginación sin regla o sin
reafirmó la exigencia de determinar freno. Ya en la Lógica de Port Rcryal
con precisión los límites de la razón. se dice que la imaginación es "la ma­
Estas observaciones de Kant parecen nera de conseguir las cosas mediante
ser, para quien las considera actual­ la aplicación de nuestro espíritu a las
mente, una crítica a n ti c ip a d a al ro­ imágenes que están grabadas en nues­
manticismo que fue, bajo este aspecto, tro cerebro” (que es un concepto carte­
el gran retomo del spinozismo. No obs­ siano expuesto en la Regula X I I ) y se
tante, el mismo Hegel habló de F., pero distinguen estas imágenes, que son las
limitándolo al campo político y reli­ ideas de las cosas, de las imágenes
gioso. En el campo político, "el F. quie­ “grabadas en la fantasía” (I, 1). En
re una cosa abstracta y no una organi­ otros términos, se oponen las imágenes
522
F a n ta s m a
F a ta lid a d o h a d o
que son ideas, propias de la imagina­ generar al organismo y a la vida" (Bre­
ción, a las imágenes ficticias, propias viario di estética, 1913, pp. 35-36). En
de la F. De manera análoga, Kant de­ un sentido análogo, Gentile denominó
cía que la F. es “la imaginación en F . a la actividad artística como puro
cuanto produce imágenes sin quererlo", sentimiento o "inactual forma subje­
de donde es "un fantástico” quien está tiva” del espíritu (Fil. dell’arte, §5).
habituado a considerar tales imágenes Con este significado romántico, la F .
a través de experiencias internas o ex­ deja de ser una actividad o una opera­
ternas (Antr., I, §28). Y observaba: ción humana, definible o descriptible
"Jugamos a menudo y gustosos con la en sus posibilidades y en sus límites,
imaginación, pero ésta, cuando es F., para resultar, como manifestación de
juega también con nosotros a menudo una actividad infinita, ella misma in­
y a veces mal” Ubid., §31, a)]. En este finita y situarse, por lo tanto, fuera
sentido, la F. es una imaginación sin de toda posibilidad de análisis y de
regla o sin freno. Éste es uno de los comprobación. Se trata, en otros tér­
significados que la palabra conserva minos, de un concepto mágico-metafí-
hasta hoy, sobre todo en el lenguaje sico que no puede ser utilizado fuera
común, que llama a la F. "la loca de del clima romántico que lo creara o
la casa”. destacara.
3) Al lado de este significado, el
romanticismo elaboró otro de acuerdo F a n ta s m a , véase IM A G E N .
con el cual la F. es imaginación crea­
dora, diferente, en calidad más que en F a p e s m o . Palabra mnemotécnica usada
grado, de la imaginación común repro­ por los escolásticos para indicar el oc­
ductora. En tal sentido, Hegel veía en tavo de los nueve modos del silogismo
la F. "la imaginación que simboliza, que de primera figura, más precisamente al
hace alegorías y poesía", por lo tanto, que tiene por premisas una proposición
"creadora" (Ene., §§456-57). Los román­ universal a fi r m a ti v a y una proposi­
ticos exaltaron la F. así entendida. ción u n iv ers al negativa y por con­
Para Novalis es "el m áximo bien” clusión una particular negativa, por
(Fragmente, 535). "La F. —decía— es ejemplo: "Todo animal es sustancia;
el sentido maravilloso que en nosotros ninguna piedra es animal; por lo tanto,
puede sustituir a todos los sentidos. alguna sustancia no t_ piedra” (Pedro
Si los sentidos externos parecen suje­ Hispano, Sumrnul. togic., 4.09; Amauld,
tarse a leyes mecánicas, la F., eviden­ Logique, III, 8 ).
temente, no está ligada al presente ni
al contacto dé estímulos anteriores” F a ta lid a d o h a d o (ingl. i a te; franc. fa-
(Ibid., 537). De tal modo, el carácter talité; alem. Fatum; ital. jato). El des­
desordenado o rebelde de la imagina­ tino según el significado 1) del término,
ción fantástica, que hacía considerar como necesidad desconocida y, por lo
a esta forma de imaginación como in­ tanto, ciega, que domina a los seres
ferior a las otras durante el siglo xviii, del mundo en cuanto partes del orden
resulta en el xix un elemento positivo, total. La noción de F . se distingue de
una virtud, la señal de una libertad la de destino, cuando se quiere acen­
creadora. La estética romántica se atu­ tuar la inclusión de la voluntad y de
vo a esta valoración de la F. Dice Cro- la acción humana entre las causas que
ce: "La estética del siglo xix elaboró constituyen este último. Leibniz opone,
la distinción, que se vuelve a encon­ en este sentido el hado mahometano
trar en no pocos de sus filósofos, entre o fatalismo (fatum mahometanum), que
F. (que sería la peculiar facultad ar­ considera los acontecimientos futuros
tística) e imaginación (que sería facul­ independientemente de lo que el hom­
tad extraartística). Amontonar imáge­ bre puede querer o hacer, a la noción
nes, elegirlas, recortarlas, combinarlas, de destino (o de providencia) por la
presupone en el espíritu la producción que lo que sucederá en lo futuro está
y la posesión de las imágenes en par­ también, por lo menos en parte, deter­
ticular y la F. es productora cuando la minado por la acción humana (Théod.,
imaginación es estéril y capaz sólo de I, §55). En sentido análogo, Kant opone
combinaciones extrínsecas y no para la F . a la necesidad condicional, por lo
523
F a ta lis m o
Fe
tanto, inteligible, de la naturaleza (Críí. linismo de la cultura antigua. El alma
R. Pura, Postulados de pensamiento fáustica tiene, como símbolo, al espacio
empírico). La noción de F. es en la puro ilimitado. Fáusticas son, según
filosofía moderna una noción polémica, Spengler, la dinámica de Galileo Gali-
que no es considerada válida por los que lei, la dogmática católica y protestan­
la adoptan y, por consiguiente, es un te, las grandes dinastías con su política
tanto bastarda filosóficamente. No tie­ de gabinete, el destino de Lear y el
ne este significado más pobre en la ideal de la Madonna en la Beatriz de
expresión amor fati, que es la defini­ Dante al final del segundo F austo
ción moderna del destino (véase). A de Goethe ( Untergang des Abendlandes,
tal significado ha intentado sustraerla I, 3, 2, § 6 ; trad. esp.: La decadencia
Peirce: "La F. —ha dicho— significa de Occidente, Madrid, 1934). Es evi­
simplemente lo que estamos seguros de dente que se trata de una caracteriza­
que se realizará y que de ningún modo ción arbitraria y fantástica.
puede ser evitado. Es una superstición
suponer que una determinada especie Fe (gr. júcrn;; lat. fides; ingl. faith;
de sucesos pueda ser sometida a la F. franc. foi; alem. Glaube; ital. fede).
y lo es también suponer que la pala­ La creencia religiosa, o sea la confianza
bra F. pueda librarse de su carácter en la palabra revelada. Si la creen­
supersticioso. La F. de todos nosotros cia erl general es el compromiso en
es morir" (Chance, Love and Logic, I, relación con una noción cualquiera, la
cap. 2, §4, nota; trad. ital., p. 41). F. es el compromiso en relación con
una noción que se considera revelada
(ingl. fatalism; franc. fata-
F a ta lis m o o testimoniada por la divinidad. En
lisme; alem. Fatalismos; ital. fatalis­ este sentido usó ya la palabra Sexto
mo). Ya Leibniz distinguió entre el Empírico, al hablar de los razonamien­
destino estoico y cristiano y el “des­ tos que parecen depender de la "F. y
tino mahometano” o "destino a la tur­ de la memoria”, como el siguiente:
ca", según el cual "los efectos se pre­ "Si un Dios te ha dicho que éste será
sentarían aun cuando se e vi ta ra la rico, éste se enriquecerá. Pero este Dios
causa, ya que están dotados de necesi­ (e indico, supongamos a Zeus) te ha
dad absoluta” (Op., ed. Erdmann, pá­ dicho que éste será rico. Por lo tanto,
ginas 660, 764). 'Yolff adoptó, para refe­ será rico." En estos casos, anota Sexto,
rirse a esta doctrina, que atribuía a aceptamos la conclusión no por la ne­
Spinoza, el término F. en el escrito cesidad de las premisas, sino por tener
De differentia nexus rerum sapientis et F. en la declaración de la divinidad
fatalis necessitatis (1723), dirigido pre­ (Hip. Pirr., II, 141). San Pablo resumió
cisamente contra Spinoza. Pero en rea­ las características fundamentales de la
lidad todas las concepciones de la fa­ F. religiosa en las célebres palabras:
talidad, hado o destino, elaboradas por "es la F. la firme seguridad de lo que
los filósofos, admiten que forman parte esperamos, la convicción de lo que no
de él, como causas que si bien deter­ vemos” (Hebreos XI, 1). Santo Tomás
minan otras causas son a su vez de­ aclaró las palabras de San Pablo de
terminadas por los antecedentes, las la manera siguiente: "En cuanto se
mismas acciones humanas dirigidas a habla de convicción, se distingue la F.
evitar o a lograr determinados resul­ de la opinión, de la sospecha y de la
tados. Por lo tanto, F. es un término duda, en cuyas cosas falta la firme ad­
polémico que los filósofos emplean ha­ hesión del entendimiento a su objeto.
bitualmente para designar la forma de En cuanto se habla de cosas que no ve­
necesidad que no comparten. Más exac­ mos, se distingue la F. de la ciencia y
tamente, el término puede usarse para del entendimiento, en los cuales algo es
designar, no una doctrina filosófica, evidente. Y cuando se dice firme segu­
sino una actitud, la actitud que se ridad de lo que esperamos se distingue
abandona al curso de los acontecimien­ la virtud de la F. de la F. en el signi­
tos sin intentar modificarlo y sin obrar. ficado común [o sea, de la creencia en
(alem. Fautismus). Según
F a tu is m o general] que no se dirige a la beatitud
Spengler, el carácter de la cultura oc­ esperada" (S. Th., II, 2, q. 4, a. 1). Los
cidental, en cuanto se opone al apo- escolásticos, con pocas variantes, se
52-1
Fe

atuvieron a esta descripción de la F. por "práctico” lo que sirve para dirigir


Con el misticismo alemán del siglo xiv la conducta y, por lo tanto, denomina
comenzó a presentarse la doctrina del práctica a toda la teología ya que las
carácter privilegiado de la F. como ca­ verdades que enseña no son teóricas,
mino de acceso original, directo e inme­ o sea necesarias y demostrables, sino
diato, a las realidades supremas y es­ que sirven únicamente para dirigir al
pecialmente a Dios. El Maestro Eckhart hombre hacia la beatitud eterna {Ibid.,
vio en la F. el medio por el cual el prol., q. 4, n. 42). La misma antítesis
hombre logra la realidad última de sí entre el habitas de la F. y el de la cien­
y de Dios: la F. —decía— es el naci­ cia fue admitida por Occam que con­
miento de Dios en el hombre. Este sideró los dos hábitos incompatibles
tema vuelve en la denominada "filo­ entre sí y observó que el que cree en
sofía de la F." del siglo xvm: Hamann algo c u y a demostración ha olvidado,
y Jacobi atribuyeron a la F. el mismo no se puede decir en verdad que tie­
status privilegiado, la misma capaci­ ne "F.", porque el objeto de su creencia
dad de poner al hombre directamente siempre es la demostración {In Sent.,
en contacto, derribando los límites y III, q. 8 R). En el mundo moderno el
las incertidumbres de la razón, con las carácter práctico de la F. fue defen­
realidades últimas y especialmente con dido por Spinoza. “La F. —dice— con­
Dios. Aun cuando Jacobi incluya en la siste en tener, en relación con Dios,
F. religiosa también la parte que pre­ esos sentimientos que al ser borrados
cisamente corresponde a la creencia quitan la obediencia a Dios y que son
("Creemos —dice— tener un cuerpo; necesariamente puestos cuando tal obe­
creemos en la existencia de las cosas diencia es puesta” {Tract. Theol.-Pol.,
sensibles”, Werke ["Obras"], IV, 211; 14). La F. es, por lo tanto, el conjunto
III, 411) funda la certeza privilegiada de las creencias que condicionan la
de la F. en su carácter religioso: toda obediencia a la divinidad, según Spi­
F. —dice— es necesariamente F. en la noza. Y éste es un concepto que habría
revelación y ésta es necesariamente F. de adoptar Kant, para quien la creen­
en Dios, o sea religión (Ibid., II, 274, cia teóricamente insuficiente puede, so­
284 ss.). Los románticos, a menudo, bre todo en su aspecto práctico, ser
reconfirmaron este status privilegiado denominada F. Kant generaliza el con­
de la fe. Así lo hizo Fichte, que exaltó cepto práctico de la reconociendo
la F. en las obras populares del segun­ en ella la actitud comprometedora que
do periodo, por ejemplo en la Misión puede dirigir ya sea a la habilidad, o
del hombre (1800) donde afirma que sea a la actividad que tiene en vista
"la F., al dar realidad a las cosas, les fines arbitrarios y accidentales, o a la
impide ser vanas ilusiones: es la san­ moralidad que tiene como punto de
ción de la ciencia" y repite la palabra mira fines absolutamente necesarios.
de Jacobi: "Todos nacemos en la F.” La F. que dirige a la habilidad es la F.
(Werke ["Obras"], II, pp. 254-55). Aná­ pragmática, que difícilmente lleva su
logos acentos resuenan a veces en los empeño hasta el fracaso. Hay, en cam­
escritos de Schelling (Werke ["Obras”], bio, una F. doctrinaria que es más
I, 10, 183) y Novalis dice que la cien­ comprometedora, pero que tampoco lle­
cia es solamente una de las mitades y ga a la certidumbre de la F. moral.
la F. es la otra mitad (Fragmente, 391). Esta última especie de F. da una cer­
Hacia fines de la escolástica se co­ teza que no se puede comunicar y no
menzó a acentuar otro aspecto de la es, por lo tanto, de naturaleza lógica,
F.: su carácter práctico, que no consis­ sino que es una "certeza moral” que se
te en su dependencia de la voluntad, apoya en fundamentos subjetivos. "Así
sino en su capacidad de dirigir la ac­ no debo decir nunca: es moralmente
ción. Duns Scoto fue el primero en cierto que existe un Dios, etc., sino:
insistir acerca de este carácter: "La F. estoy moralmente cierto, etc. O sea: la
—dice— no es un hábito especulativo, F. en Dios y en otro mundo está de
ni el creer es un acto especulativo, ni tal manera entrelazada con mi senti­
la visión que sigue al creer es una miento moral que, como no corro ries­
visión especulativa, sino práctica” (Op. go de perderlo, de igual manera no
Ox., prol., q. 3). Duns Scoto entiende temo que pueda serme quitada” {Crít.
525
F e a n im a l
F e , filo s o f ía d e la
R. Pura, Canon de la Razón Pura, sec. la posibilidad de rogar no es en si
3). La F. religiosa, según Kant, puede misma un don divino? Así hay en la F.
ser "F. religiosa pura” que es la mis­ una contradicción imposible de elimi­
ma F. moral o "F. histórica" que es F. nar y que la hace paradójica. El hom­
en las leyes estatutarias, o sea en las bre está frente a una encrucijada: creer
leyes que indican el modo en el que o no creer. Por un lado, es él quien
Dios quiere ser honrado y obedecido debe elegir, por otro lado toda inicia­
(Religión, III, I, § 6 ). tiva suya queda excluida porque Dios
Lo que los escolásticos denominaron es todo y de Él deriva también la fe.
el carácter práctico de la F. se con­ En la filosofía contemporánea, este
virtió para Kant (y para los modernos) concepto de F. ha sido readoptado por
en el carácter comprometido de la F. KarI Barth en su Comentario a la
misma, o sea el carácter por el cual Epístola a tos Romanos (1919) y por
la F. es ante todo un acto existencial, buena parte de la teología protestante.
una dirección impresa a la vida del La filosofía contemporánea parece ha­
individuo, capaz de transformarla, y no berse desinteresado de un análisis de
privada de riesgo. Estos rasgos apare­ la F. Esto no significa que no se de­
cen claramente en la última gran teo­ tenga a menudo a exaltar la F. misma
ría de la F. elaborada por la filosofía: y sus posibilidades privilegiadas (como
la de Kierkegaard. Kierkegaard con­ lo hace, por ejemplo, Jaspers, Psycho-
sidera que el cristianismo ha invertido logie der Weítanschauungen ["Psicolo­
la relación entre F. y ciencia. En la gía de las concepciones del mundo"],
Antigüedad clásica la F. era algo in­ III, § 4, C; trad. ital., pp. 391 ss.), pero
ferior a la ciencia porque se relaciona­ tal exaltación es, obviamente, una cosa
ba con lo verosímil; en el cristianismo diferente a un análisis sin prejuicios
la F. es superior a la ciencia, porque de sus posibilidades efectivas.
indica la certidumbre más alta, una
certidumbre que se relaciona con la pa­ Fe a n im a l (ingl. animal faith). Así de­
radoja y, por lo tanto, con lo inverosí­ nominó Santayana a la creencia en la
mil : es "la conciencia de la eternidad, realidad en cuanto producida en el
la certeza más apasionada que lleva al h o m b r e por experiencias animales:
hombre a s a c r i f i c a r todo, incluso hambre, sexo, lucha, etc. ( Scepticism
la vida” (Diarit,, X4, A 635). El carác­ and Animal Faith, 1923; trad. esp.: Es­
ter comprometido de la F. consiste en cepticismo y fe animal, 1952). Véase
su nexo con la existencia: tener F. C R E EN C IA .
significa existir en determinado modo.
"Para tener F. —dice Kierkegaard— es Fe, f ilo s o f ía de la (alem. Glaubensphi-
necesaria una situación y esta situa­ tosophie). Se da este nombre o el de
ción debe ser producida mediante un "filosofía del saber inmediato” a la fi­
paso existencial del individuo" (Ibid., losofía de un grupo de filósofos alema­
X4, A 114). Este paso señala la rotura nes de la segunda mitad del siglo xvm
con el mundo y con su ideal de inteli­ que formaron parte del Sturm und
gibilidad. ¿Qué significa creer? Es que­ Drang (véase). Las principales figuras
rer (lo que se debe y el por qué se de esta filosofía fueron G. G. Hamann
debe), en obediencia reverente y abso­ (1730-88), denominado “el mago del
luta, y defenderse c o n t r a los vanos Norte", G. G. Herder (1744-1803) y F.
pensamientos de querer, comprender y E. Jacobi (1743-1819), a quien se debe
contra las vanas imaginaciones de po­ la expresión "filosofía de la F." Esta
der comprender” (Ibid., X1, A 368). filosofía acepta la doctrina kantiana de
Desde este punto de vista, la F. no está los límites de la razón, sólo para afir­
hecha de certidumbre, sino de decisión mar la superioridad de la F. sobre la
y de riesgo. La F., dice Kierkegaard razón. Considera a la F. como una re­
en Frygt og Baeven (1843; trad. esp.: lación inmediata y, por lo tanto, no
Temor y temblor), es la certeza angus­ sujeta a incertidumbres o a dudas, con
tiada, la angustia que tiene certeza de las realidades supremas y especialmen­
sí misma y de una escondida relación te con Dios. Jacobi expresó estas ideas
con Dios. El hombre puede rogar a en las Cartas a Moses Mendelssohn so­
Dios que le conceda la F.: pero ¿acaso bre la doctrina de Spinoza (1785) y en
526
F e y c ie n c ia
F e lic id a d
el escrito David Hume y la F. (1787). hombres. La tesis de que la F. es el
Hegel consideró, en la lógica de la En­ sistema de los placeres, fue expresada
ciclopedia, la doctrina de Jacobi como con toda claridad por Aristipo, quien
“Tercera posición del pensamiento con distinguió también al placer de la feli­
referencia a la objetividad” y criticó cidad. Sólo el placer es el bien porque
la inmediatez en la que viera el carác­ solamente él es deseado por sí mismo
ter fundamental de la F de que hablaba y, por lo tanto, es el fin en sí. "El fin
Jacobi (Ene., § 61-74). es el placer particular, la F. es el sis­
tema de los placeres particulares, en
Fe y c ie n c ia , véase ESCOLÁSTICA. los cuales se suman también los pasa­
dos y los futuros “(Dióg. L., II, 8 , 87).
Palabra mnemotécnica aplica­
F e la p to . Hegugesias, que negó la posibilidad de
da por los escolásticos al segundo de la F., la negó precisamente por el he­
los seis modos del silogismo de tercera cho de que los placeres son muy raros
figura, a saber, el que consta de una y efímeros (Ibid., II, 8 , 94). Por otro
premisa universal negativa, de una pre­ lado, Platón negó que la F. consistiera
misa universal afirmativa y de una con­ en el placer y, en cambio, la consideró
clusión particular negativa, por ejem­ relacionada con la virtud. "Los felices
plo: "Ningún hombre es piedra, todo son felices por la posesión de la justi­
hombre es animal; por lo tanto, algún cia y de la temperancia, y los infeli­
animal no es piedra” (Pedro Hispano, ces, infelices por la posesión de la mal­
Summul. Logic., 4.14). dad”, dice en el Gorgias (508 b) y en
(gr. fü8 aipovía; lat. felicitas;
F e lic id a d
el Banquete (202 c) son denominados
ingl. happiness; franc. bonheur; alem. felices "los que poseen bondad y belle­
Glückseligkeit; i tal. felicita). En gene­ za”. Pero justicia y templanza son
ral, un estado de satisfacción debido virtudes, y la virtud es, según Platón,
a la propia situación en el mundo. Por nada más que la capacidad del alma
esta relación con la situación, la no­ para cumplir su propio deber, o sea,
ción de F. se diferencia de la de beati­ dirigir al hombre de la mejor manera
tud (véase), que es el ideal de una posible (Rep., I, 353 d ss.). De tal ma­
satisfacción independiente de la rela­ nera, también la noción platónica de
ción del hombre con el mundo y, por la F. se refiere a la situación del hom­
lo tanto, restringida a la esfera contem­ bre en el mundo y los deberes que
plativa o religiosa. El concepto de F. le competen. En cuanto a Aristóteles,
es humano y mundano. Nació en la an­ si bien insistió acerca del carácter con­
tigua Grecia, cuando Tales de Mileto templativo de la F. en su grado emi­
afirmó que es sabio "quien tiene un nente, o sea en la beatitud (véase), dio
cuerpo sano, fortuna y un alma bien a la F. una noción más extensa, defi­
educada” (Dióg. L., I, 1, 37). La buena niéndola como "determinada actividad
salud, el buen éxito en la vida y en la del alma desarrollada conforme a la
propia formación, que constituyen los virtud” (Ét. Nic., I, 13, 1102 b), la cual
elementos de la F., son inherentes a la no excluye y, por el contrario incluye,
situación del hombre en el mundo y la satisfacción de las necesidades y de
entre los otros hombres. Demócrito, de las aspiraciones mundanas. S e g ú n
modo más o menos análogo, definió Aristóteles, las personas felices deben
la F. como "la medida del placer y la poseer las tres especies de bienes, es­
proporción de la vida", o sea como pecies que se pueden distinguir según
el mantenerse alejado de todo defecto sean bienes externos, del cuerpo y del
y de todo exceso (Fr., 191, Diels). De alma (Ibid., 1153 b 17 ss.; Rol., VII, 1,
cualquier modo, F. e infelicidad perte­ 1323 a 22). Es cierto, sin embargo,
necen al alma (Fr., 170, Diels), ya que "que los bienes exteriores, como todo
sólo el alma "es la morada de nuestro instrumento, tienen un límite dentro
destino” (Fr., 171, Diels). La relación del cual cumplen su función de ser
que a menudo se ha establecido entre útiles, como medios, pero fuera del
F. y placer tiene el mismo significado, cual resultan perjudiciales o inútiles
o sea, es la conexión entre el estado para quien los posee. Y en cambio los
definido como F. y la relación con el bienes espirituales, cuanto más abun­
propio cuerpo, con las cosas y con los dantes son más útiles”. Pero en gene­
527
Felicidad

ral se puede decir que "Cada uno me­ totélica, y extendiéndolos a la genera­
rece tanta F. según la virtud, sentido lidad de los hombres.
y capacidad de obrar que posea y se A partir del Humanismo, la noción
puede acudir al testimonio de la divi­ de F. comienza a ligarse estrechamen­
nidad, que es feliz y beata no por los te —como lo había estado en los cire-
bienes exteriores sino por sí misma, naicos y epicúreos— con la de placer.
por lo que es por naturaleza" (Pol., VII, El De voluptate de Lorenzo Valla gira
1, 1323 b 8). Por lo tanto, la F. es más sobre esta conexión, y tal relación se
accesible al sabio, que se basta a sí acentúa en el mundo moderno. Sobre
mismo con mayor facilidad (Ét. Nic., ella c o n c u e r d a n Locke y Leibniz.
X, 7, 1177 a 25), pero a ella deben ten­ Locke dice que la F. "es en su grado
der en realidad todos los hombres y máximo el más grande placer de que
las ciudades. seamos capaces y la desgracia, el do­
La ética posaristotélica se ocupa, en lor mayor; y el grado mínimo de lo
cambio, exclusivamente de la F. del que llamamos F. es ese estado en que,
sabio; la precisa división que los estoi­ libres de todo dolor, se goza de un
cos formulan entre sabios e insensa­ placer presente en grado de no poder
tos hace, en efecto, obviamente inútil satisfacernos con menos” (Essay, II,
ocuparse de estos últimos. El sabio es 21, 42). Y Leibniz: "Yo creo que la F.
el que se basta a sí mismo y que, por es un placer duradero, lo que no po­
lo tanto, es el único que encuentra dría suceder sin un progreso continuo
su F. o más bien su beatitud. Plotino hacia nuevos placeres” (Nouv. Ess., II,
reprocha a la noción aristotélica de 21, 42). La noción de la F. como pla­
F. el hecho de que, como consiste, cer, como suma o mejor como "siste­
para todo ser, en el cumplimiento de su ma" de placeres, según la expresión
función y en el logro del propio fin, del viejo Aristipo, comienza a adquirir
puede aplicarse muy bien no sólo a con Hume un significado social: la
los hombres, sino también a los anima­ F. resulta placer que se puede difun­
les y a las plantas (Enn., I, 4, 1 ss.). dir, el placer del mayor número, y en
Y Plotino reprocha a los estoicos la in­ esta forma la noción de F. se convier­
coherencia de colocar la F. en inde­ te en la base del movimiento reforma­
pendencia de las cosas externas y al dor inglés del siglo xix. En el ínterin
mismo tiempo er. agregar como objeto Kant, que consideraba imposible po­
de la razón justo estas mismas cosas. ner a la F. como fundamento de la
Para Plotino la F. es la vida misma; vida moral, aclaraba sin embargo con
por lo tanto, si bien pertenece a todos eficacia tal noción, sin recurrir a la
los seres vivientes, pertenece en el de placer. “La F. —dice Kant— es
g r a d o más eminente a la v i d a más la condición de un ser racional en el
completa y perfecta que es la de la mundo, al cual, en el total curso de su
inteligencia pura. El sabio, en quien vida, todo le resulta conforme con
se realiza tal vida, es un bien por sí su deseo y voluntad” (Crít. R. Prácti­
mismo y no tiene necesidad más que ca, Dialéctica, Secc. 5). Por lo tanto,
de sí mismo para ser feliz, no busca se trata de un concepto que el hombre
las otras cosas o, por lo menos, las bus­ no obtiene de los instintos y no resulta
ca sólo por ser indispensables a las co­ de lo que en él es animalidad, sino
sas que le pertenecen (por ejemplo, al que se forma de modos diferentes y
cuerpo) y no a él mismo. La F. del cambia a menudo y, también a menu­
sabio no puede ser destruida ni por el do, cambia arbitrariamente (Crít. del
fracaso, ni por enfermedades físicas y Juicio, §83). Kant considera que la F.
mentales ni por ninguna circunstancia forma parte integrante del sumo bien,
desfavorable, como no puede ser au­ el cual es para el hombre la síntesis
mentada por las circunstancias favora­ de virtud y felicidad. Pero como tal, el
bles (Ibid., I, 4, 5 ss.): por lo tanto, sumo bien no es realizable en el mun­
es la misma beatitud de que gozan los do natural y no es realizable bien sea
dioses. La filosofía medieval insistió porque nada garantiza en este mundo
en estos conceptos y, a veces se los la perfecta proporción entre moralidad
apropió, adaptándoles (como lo hizo y F. en que el sumo bien consiste, o
Santo Tomás) la propia doctrina aris­ bien porque nada garantiza la satisfac­
528
Felicidad

ción plena de todos los deseos y ten­ noción kantiana y que la hizo inservi­
dencias del ser racional en que la F. ble, saben que la F., al depender de
consiste. En el mundo natural, por lo condiciones y circunstancias objetivas
tanto, Kant declara imposible la F. y además que de las actitudes del hom­
es remitida a un mundo inteligible que bre, no puede pertenecer al hombre
es "el reino de la gracia" (Crít. R. Pura, en su singularidad, sino al hombre en
Doctrina del método, cap. II, Secc. 2). cuanto miembro de un mundo social.
Kant tuvo el mérito de enunciar, en Y si relacionan la F. con el placer dis­
primer lugar, de modo riguroso la no­ tinguen un placer de otro, admitiendo
ción de F. y, en segundo lugar, el de la identificación sólo en el ámbito de
demostrar que tal noción es empírica­ esos placeres que son socialmente com-
mente imposible, o sea irrealizable. En partibles. En la tradición cultural in­
efecto, no es posible que se satisfagan glesa y norteamericana, la noción de
todas las tendencias, inclinaciones, vo­ F. ha permanecido así viva y ha inspi­
liciones del hombre, porque por un lado rado, además del pensamiento filosó­
la naturaleza no se preocupa de salir fico, el pensamiento social y político.
al encuentro del hombre en vista de El principio de la máxima felicidad ha
tal satisfacción total y, por otro lado, sido por mucho tiempo la base del libe­
porque las mismas necesidades e incli­ ralismo moderno de cuño anglosajón.
naciones no se detienen nunca en la La Constitución norteamericana ha in­
quietud de la satisfacción (Crít. del cluido entre los derechos naturales
Juicio, § 83). Reducida al concepto de inalienables del hombre “la búsqueda
satisfacción absoluta y total —acerca de la F.”. A esta tradición se liga Ber-
del cual insiste también Hegel (Ene., trand Russell, que ha sido uno de los po­
§ 479480)— la F. resulta el ideal de un cos que actualmente defiende la noción
estado o condición inalcanzable, excep­ de F., si bien en un libro de carácter
to en un mundo sobrenatural y por popular (La Conquista de la F., 1930).
intervención de un principio omnipo­ Lo que Russell agrega, como algo nue­
tente. Por lo tanto, no nos debe asom­ vo, a la noción tradicional de F. (ade­
brar que toda aquella parte de la filo­ más del persuasivo análisis que hace
sofía moderna que ha pasado por el de las actuales situaciones de "infelici­
filtro del kantismo haya olvidado la dad”), es una condición que considera
noción de F. y no haya utilizado para indispensable, o sea la multiplicidad de
el análisis lo que la existencia humana los intereses, de las relaciones del hom­
es y debe ser. No obstante, el empi­ bre con las c o s a s y con los otros
rismo inglés había iniciado con Hume hombres, y por lo tanto la eliminación
(como ya se ha dicho) un nuevo des­ del " eg oc en tri sm o”, del enclaustra-
arrollo de la noción en sentido social, miento en sí mismos y en las propias
desarrollo que es propio del utilitaris­ pasiones. Se trata de una condición
mo. Hume observó que "en la alabanza que coloca a la F. al lado opuesto de
de alguna persona benéfica y humana” aquella autosuficiencia del sabio, que
no se deja nunca de poner a la luz los antiguos habían destacado más.
"la F. y la satisfacción que a la socie­ Por otro lado los filósofos, al no po­
dad humana resulta de su acción y de der utilizar la noción de F. como prin­
sus buenos oficios” (Inq. Conc. Moráis, cipio de la vida moral, se han desinte­
II, 2). Y por lo tanto había identifica­ resado, por lo general, de la noción
do lo moralmente bueno con lo útil y misma. A este desinterés ha contribui­
beneficioso. Más tarde Bentham adop­ do también la tendencia, nacida con
tó, como fundamento de la moral, la el romanticismo y por largo tiempo
fórmula de Beccaria: "La máxima F. dominante, a exaltar la infelicidad, el
posible del mayor número posible de dolor, los estados de perturbación y de
personas” fórmula en la que también insatisfacción como experiencias posi­
se inspiraron James Mili y Stuart Mili, tivas e intrínsecamente gozosas. En
acentuando cada vez más su carácter efecto, la F. en los grados y en las
social. En estos autores no se encuen­ formas en que se puede considerar
tra un concepto riguroso de F., pero realizable, es un estado de calma, una
no se encuentra tampoco en ellos ese situación de equilibrio por lo menos
entumecimiento y absolutismo de la relativo, de satisfacción parcial y to-
529
F e n o m é n ic o , fe n o m e n o ló g ic o
Fenóm eno
davía efectiva, que es directamente lo nalismus; ital. fenomenísmo). La doc­
opuesto de la inquietud romántica. La trina que enuncia que el conocimiento
filosofía contemporánea no se ha de­ humano está limitado a los fenómenos,
tenido hasta ahora a analizar la noción en el significado 2) del término. La pa­
de F. en los límites en que puede ser­ labra designa, sin embargo, tanto las
vir para describir situaciones humanas filosofías que admiten la existencia de
efectivas y para orientarlas. Y sin em­ una realidad diferente del fenómeno
bargo, demuestra que se trata de una (como la de Kant o de Spencer), como
noción importante, el hecho de que al­ las filosofías que niegan toda realidad
gunas nociones negativas, tales como fuera de la del fenómeno (Renouvier,
"frustración”, "insatisfacción”, etc., tie­ Hodgson). El término fue acuñado en
nen gran importancia en la psicología el siglo xix. Pero la filosofía fenome-
individual y social tanto normal como nista nació en el siglo xvm y es la fi­
patológica. Estas nociones y otras aná­ losofía de la Ilustración.
logas indican, en efecto, la ausencia
más o menos grave de la condición, F enóm eno (gr. xá cpaivó|xeva; ingl. phe-
que la palabra F. designa tradicional­ nomenon; franc. p h én o m én e; alem.
mente, esto es, por lo menos una rela­ P hanom en; ital. fenómeno). 1) Lo
tiva satisfacción. Y la importancia de mismo que apariencia (véase). En este
las mismas para el análisis de estados sentido, el F . es la apariencia sensible,
o condiciones más o menos patológi­ que se opone a la realidad, de la que,
cos, denuncia la importancia que la co­ por otro lado, puede ser tomado como
rrespondiente noción positiva tiene la manifestación; o al hecho, al que
para las condiciones normales de la puede ser considerado idéntico (véase)
vida humana. h e c h o ). Éste es el significado que por
lo común adquiere la palabra en el
F e n o m é n ic o , fe n o m e n o ló g ic o (ingl. phe- lenguaje usual (incluso cuando alude
nomenal, p h en o m en o lo g ica l; franc. a una apariencia paradójica e insólita,
phénoménal, phénoménologiqne; alem. monstruosa por ejemplo) y es también
phanom enaí, phattomenologisch; ital. el significado que tiene en Bacon (en
fen o m é n ic o , fen o m en o to g ico ). La el De Interpretatione n a t u r a e proe-
distinción entre los dos adjetivos, que tnium, 1603), en Descartes (Princ. Phil.,
no deben confundirse, ha sido clara­ III, 4), en Hobbes (De Corp., 25, § 1)
mente expresada por Heidegger: " 'Fe­ y en Wolf (Cosm., § 225).
noménico’ se llama lo que se da y es 2) A partir del siglo xvm y en rela­
explanable en la forma peculiar de ha­ ción con la revaloración de la aparien­
cer frente al fenómeno; de aquí el cia como manifestación de la realidad
h a b la r de ‘estructuras fenoménicas’. a los sentidos y al entendimiento hu­
Fenomenológico’ se dice todo lo que manos, la palabra F . comienza a desig­
entra en la forma de mostrar y expla­ nar el objeto específico del conoci-
nar y lo que constituye los conceptos rhiento h u m a n o , j u s t o en cuanto
requeridos en esta disciplina" (Sein aparece bajo particulares condiciones,
und Zeit, § 7 C; trad. esp.: El ser y el características de la estructura cognos­
tiempo, México, 1962, F.C.E.). En otros citiva del hombre. En este sentido, la
términos, se puede hablar de “objeto noción de F. es correlativa a la de
fenoménico” o "realidad fenoménica”, cosa en sí (véase) y la exige por oposi­
pero se debe hablar de "investigación ción. A medida que se reconoce que
fenomenológica", de "epoché fenomeno los objetos del conocimiento se revelan
lógica", etc. El adjetivo fenoménico en los modos y en las formas propias
califica al objeto que se revela en el de la estructura cognoscitiva del hom­
fenómeno, el adjetivo "fenomenológico” bre y que, por lo tanto, no son las
califica el manifestarse del objeto en "cosas en sí mismas”, o sea las cosas
su "esencia”, como asimismo la inda­ como podrían ser o como son fuera de
gación de lo que hace posible este ma­ la relación cognoscitiva con el hom­
nifestarse. bre, el objeto del conocimiento huma­
no se configura como F ., o sea como
F e n o m e n í s m o (ingl. phenomenalism; cosa aparente en dichas condiciones, lo
franc. phénoménisme; alem. Phanome- que obviamente no quiere decir cosa
530
r

F e n ó m e n o o r ig n a r io
F e n o m e n o lo g ía

engañosa o ilusoria. La filosofía del si­ lo que aparece o se manifiesta en sí


glo x v i i i fue la que dio este paso. mismo o sea como es, en sí, en su esen­
Hobbes, que al principio había revalo­ cia. Es cierto que para Husserl el
rado al F. como apariencia en general fenómeno en este sentido no es una
{De Corp., 25 § 1: véase a p a r ie n c ia ) no manifestación natural o espontánea de
confirió significado limitativo o correc­ la cosa: exige otras condiciones que
tivo ninguno a la palabra F., que usa son las puestas por la investigación fi­
para designar todo objeto posible del losófica como fenomenología {véase
conocimiento humano. Maupertuis, que inira). El sentido fenomenológico de F.
en las Cartas de 1752 afirma que la como "revelación de esencia” (Husserl,
extensión es un F. como todas las co­ Ideen, I, Intr.) se agrega, por lo tanto,
sas corpóreas (CEuvres, 1756, II, 198 ss.), al significado crítico de F. sin elimi­
expresa en cambio la convicción, bien narlo. Sobre esto ha insistido Heideg-
común en su época, de una limitación ger, que considera al F. como puro y
del conocimiento humano y esta con­ simple aparecer del ser en sí y, por le
vicción impulsó a Kant para distinguir tanto, lo distingue de la simple apa­
entre F. y noúmeno. Según Kant, el riencia {Erscheimmg o blosse Erschei
F. es en general el objeto del conoci­ nung) que es el indicio o el anuncie
miento en cuanto condicionado por las del ser (el cual, no obstante, perma
formas de la intuición (espacio y tiem­ nece escondido) y que, por lo tanto, eí
po) y por las categorías del entendi­ el no manifestarse o el esconderse de
miento. Dice Kant: "F. es lo que no ser mismo {Sein und Zeit, § 7, A; trad
pertenece al objeto en sí mismo, sino esp.: El ser y el tiempo, México, 1962
que se encuentra siempre en su rela­ F. C. E.). Obviamente en este sentide
ción con el sujeto y es inseparable de la noción de F. no se opone ya a la d<
las representaciones de éste. Justamen­ cosa en sí: el F. es el en sí de la c o sí
te por ello los predicados del espacio en su manifestarse y, por lo tanto nt
y del tiempo se han atribuido a los ob­ constituye una apariencia de la cosa mis
jetos de los sentidos como tales y no ma, sino una identificación con su ser
hay en ello ilusión. Por el contrario, si Podemos entonces recapitular de
atribuyo a la rosa en sí el color rojo, modo siguiente los tres significados d'
a Saturno los anillos y a todos los ob­ la palabra F. hoy en uso: i) la apt
jetos exteriores en sí la extensión, sin riencia tosca (o el I ;cho bruto), ya s
considerar la relación de estos objetos la considere o no como manifestació:
con el sujeto, y sin limitar mi juicio de la realidad o el hecho real; 2) t
a esta relación, entonces nace la ilu­ objeto del conocimiento humano, cal
sión” {Crít. R. Pura, Estética trascen­ ficado y delimitado por la relación co
dental, § 8, Observ. gen., nota). Tal sig­ el hombre- 3) el revelarse del objet
nificado, en el cual se fijaba un difuso en sí.
filosofema del siglo x v i i i ha quedado
como uno de los significados funda­ F e n ó m e n o o r i g i n a r i o , véase U R P H a N
mentales del término, justo aquel en MENON.
relación al cual se habla de fenome-
nismo. Este significado se caracteriza F e n o m e n o lo g ía (ingl. phenomenolog'
por la limitación de validez que supone franc. phénoménologie; alem. Phánom
en el conocimiento humano. En este nologie; ital. fenomenología). La de
sentido F. no es el objeto que se mani­ cripción de lo que aparece o la cieñe
fiesta, sino el objeto que se manifiesta que tiene como tarea o proyecto es
al hombre en las particulares condicio­ descripción. El término fue acuñac
nes limitativas que esta relación con probablemente en la escuela wolffian
el hombre implica. Lambert lo adoptó como título en
3) Pero en la filosofía contemporá­cuarta parte de su Nuevo órgano {1764
nea, a partir de las Logische Unter- lo consideraba como el estudio de 1
suchungen (1900-1901; trap. esp.: Inves­ fuentes del error. Aquí se toma la aj
tigaciones lógicas, Madrid, 1929) de riencia, cuya descripción es la F., con
Husserl, el F. indica no solamente lo apariencia ilusoria. Kant, en camb
que se aparece o se manifiesta al hom­ adoptó el término para indicar la p:
bre en condiciones particulares, sino te de la teoría del movimiento q
531
F e n o m e n o lo g ía

considera el movimiento o el reposo de lógicos de sus características reales o


la materia sólo en relación con las mo­ empíricas y de llevarlos hacia el plano
dalidades en que aparecen al sentido de la generalidad esencial. La reduc­
externo (Metaphysische Anfansgrütide ción eidética, o sea la transformación
der Naturwissenschaft [Principios me­ de los fenómenos en esencias, es tam­
tafísicas de las ciencias naturales], 1786, bién reducción fenomenológica en sen­
Pref.). A su vez Hegel denominó "F. tido estricto, porque transforma tales
del espíritu” a la historia novelada de fenómenos en irrealidad {Ideen, I,
la conciencia que, desde sus primeras Intr.). En este sentido la F. constituye
apariencias sensibles, llega a presentar­ una dirección filosófica particular que
se a sí misma en su verdadera natura­ trata a la filosofía como investigación
leza, o sea como Conciencia infinita fenomenológica, esto es, valiéndose de
o universal. En este sentido identificó la reducción fenomenológica, también
la F. del espíritu con el “devenir de la denominada epoché (véase). Los resul­
ciencia y del saber” y entrevió en ella tados fundamentales a los que ha con­
el camino por el que el individuo sin­ ducido esta investigación, por obra de
gular recorre los grados de formación Husserl, pueden ser recapitulados del
del espíritu universal, como figuras ya modo siguiente: 1) el reconocimiento
depuestas o etapas de un camino ya tra­ del carácter intencional de la concien­
zado y allanado (Phánomen. des Geistes, cia (véase), de acuerdo con el cual la
Pref., ed. Glockner, p. 31). Hamilton dio conciencia es un movimiento de tras­
todavía otro significado al término, en­ cendencia hacia el objeto y por el cual
tendiendo con él (Lectures on Logic, el objeto mismo aparece o se presenta
1859-60, I, p. 17) la psicología descrip­ "en carne y hueso” o "en persona” a
tiva; en esta significación, o sea como la conciencia; 2) la evidencia de la
pura descripción de la apariencia psí­ visión (intuición) del objeto debida a
quica, preparatoria a la explicación de la presencia efectiva del objeto mismo;
los hechos psíquicos, el término ha sido 3) la generalización de la noción de
frecuentemente usado por la literatura objeto, que comprende no sólo las co­
filosófica alemana de la segunda mi­ sas materiales sino también las formas
tad del siglo xix y de los primeros categoriales, las esenciales y en general
años del xx. Eduard von Hartmann los "objetos ideales” (Ibid., I, §15);
intituló F. de la conciencia m oral 4) el carácter privilegiado de la "per­
(Phánomenologie des sittliche Bewusst- cepción inmanente”, o sea de la con­
seins, 1879) a la compilación de los ciencia que tiene el yo de sus propias
datos empíricos de la conciencia moral, experiencias, en cuanto aparecer y ser
independiente de su interpretación es­ coinciden perfectamente en esta per­
peculativa. cepción, mientras no coinciden en la
Pero la única noción de F. actual­ intuición del objeto externo que nunca
mente viva es la correlativa al signifi­ se identifica con sus apariciones a la
cado 3) de fenómeno, enunciada por conciencia, sino que permanece fuera
Husserl en las Investigaciones lógicas de ellas (Ibid., §38).
(1900-01, II, pp. 3ss.) y más tarde des­ Pero no todos estos fundamentos son
arrollada por él mismo en obras suce­ aceptados por los pensadores contem­
sivas. Husserl se cuidó de eliminar la poráneos que utilizan la investigación
confusión entre psicología y fenomeno­ fenomenológica; sólo el p r im e ro de
logía. La psicología, afirmó, es una ellos, o sea el reconocimiento del ca­
ciencia de datos de hechos; los fenó­ rácter intencional de la conciencia que
menos que considera son sucesos rea­ hace que el objeto sea trascendente a
les y se insertan en el mundo espacio- su respecto y, sin embargo, presente
temporal, junto con los sujetos que per­ "en carne y hueso”, encuentra crédito
tenecen a tales hechos. La F. (que no sólo entre estos pensadores sino
denomina "pura” o "trascendental”) es, también en un amplio círculo de filó­
en cambio, una ciencia de esencias (por sofos contemporáneos. Nicolai Hart­
lo tanto "eidética”) y no de datos de mann se ha valido de la investigación
hecho, y se hace posible sólo por la fenomenológica para fundar su realismo
reducción eidética, que tiene justo la ta­ (véase) metafísico; Scheler para su
rea de purificar los fenómenos psico­ análisis de las emociones (véase) y
532
F e r io
F e s tin o
Heidegger como método para su onto- es aquella por la cual existimos sólo
logía. Este último expresa con toda en cuanto nos manifestamos— y, por
claridad el carácter propio de la F. consiguiente, trasciende y funda el co­
cuando afirma: "La expresión ‘F.’ sig­ nocimiento que de ella se tiene” (L'&tre
nifica primariamente el concepto de et le néant, Intr., § 2). La relación entre
un método. No caracteriza el ‘qué’ ma­ la apariencia y el ser, en la ontología
terial de los objetos de la investigación fenomenológica, puede ser definida o
filosófica, sino el cómo... El título F. analizada de diferentes maneras, pero
expresa una máxima que puede formu­ no se modela sobre la relación tradi­
larse así: "¡a las cosas mismas!", fren­ cional de apariencia y realidad.
te a todas las construcciones en el
aire, a todos los descubrimientos casua­ F e rio . Palabra mnemotécnica aplicada
les, frente a la adopción de conceptos por los escolásticos al cuarto modo de
sólo aparentemente rigurosos, frente a la primera figura del silogismo, esto
las cuestiones aparentes que se extien­ es, el que consta de una premisa uni­
den con frecuencia a través de genera­ versal negativa, de una premisa particu­
ciones como problemas’ ” (Sein und lar afirmativa y de una conclusión par­
Zeit, § 7; trad. esp.: El ser y el tiempo, ticular negativa, por ejemplo: "Ningún
México, 1962, F. C. E.). Por lo tanto, lo animal es piedra; algunos hombres
que la F. nos muestra es "aquello que son animales; por lo tanto, algunos
inmediata y regularmente justo no se hombres no son piedra” (Pedro His­
muestra, aquello que... está oculto, pe­ pano, Summül. logic., 4.07).
ro que al par es algo que pertenece por F e ris o n . Palabra mnemotécnica aplica­
esencia a lo que inmediata y regular­ da por los escolásticos al sexto de los
mente se muestra, de tal suerte que seis modos del silogismo de tercera
constituye su sentido y fundamento”. figura, a saber, el que consta de una
Y en este sentido “1?. antología sólo es premisa universal negativa, de una pre­
p o sible com o fenomenología" (Ibid., misa particular afirmativa y de una
§7C). De manera análoga la F. es conclusión p a r tic u la r n e g a tiv a, por
entendida por Sartre (L’étre et le néant, ejemplo: "Ningún hombre es piedra;
Intr., §§ 1-2) y por Merleau-Ponty (Phé- algún hombre es animal; por lo tan­
noménologie de la perception, Pref.; to, algún animal no es piedra” (Pedro
trad. esp.: Fenomenología de la percep­ Hispano, Summul. logic., 4.15).
ción, México, 1957, F. C. E.). El plan­
teamiento fenomenológico de la filo­ F e s p a m o . Palabra mnemotécnica apli­
sofía no implica, por lo tanto, la reduc­ cada por la Lógica de Port-Royal al
ción de la existencia a la apariencia, octavo modo del silogismo de primera
y de ninguna manera puede cambiarse figura (o sea el Fapesmo), modificado
por fenomenismo (véase). El concepto en el sentido de tomar por premisa
mismo de fenómeno al que se hace mayor a la proposición en la cual entra
referencia es diferente en este caso. el predicado de la conclusión. El ejem­
Por lo demás, no implica tampoco la plo es el siguiente: "Ninguna virtud
eliminación de la d ife re n c ia e n tre es una cualidad natural; toda cualidad
el aparecer y el ser, si bien el viejo natural tiene a Dios como primer au­
dualismo queda eliminado sin más. Así, tor; por lo tanto, hay cualidades que
por ejemplo, dice S artre: "El fenómeno tienen a Dios por autor y que no son
de ser exige la transfenomenalidad del virtudes" (Amauld, Logique, III, 8 ).
ser. Esto no quiere decir que el ser se F e s tin o . Palabra menomotécnica apli­
encuentre escondido detrás de los fenó­ cada por los escolásticos al tercero de
menos (hemos visto que el fenómeno los cuatro modos de la segunda figura
no puede enmascarar al ser), ni que el del silogismo, esto es, al que consta de
fenómeno sea una apariencia que lleve una premisa universal negativa, de una
a un ser distinto (sólo en cuanto apa­ premisa particular a firm a tiv a y de
riencia el fenómeno es, y ello, por lo una conclusión particular negativa, por
tanto, se indica en el fundamento del ejemplo: "Ninguna piedra es animal;
ser). Pero el ser del fenómeno, aun algún hombre es animal; por lo tanto,
cuando coexista con el fenómeno, debe algún hombre no es piedra” (Pedro
rehuir la condición fenoménica —que Hispano, Summul. logic., 4.11).
533
F e tic h is m o
F id e lid a d
(ingl. fetishism; franc. fé-
F e tic h is m o sino normal y que la única alternativa
íichisme; alem. Fetichismos; ital. i en­ que deja es la de un uso informado
cismo). En sentido estricto, la creencia y astuto de las F . como tales. Obvia­
en el poder sobrenatural o mágico de mente, en este sentido la F . no es una
objetos materiales particulares (fetiche, hipótesis porque no exige ser verificada
del portugués fetico - artificial). Más y se acerca más al concepto de mito
comúnmente, la actitud de los que con­ (véase). La filosofía de la F . es uno de
sideran animados los objetos materia­ los desarrollos del concepto kantiano
les, y los tipos de religión o de filosofía en la filosofía contemporánea del co­
fundados en esta creencia. En este mo si (véase).
segundo significado el término ha caído
actualmente en desuso, y ha sido sus­ (ingl. factitious; franc. fcuotice-,
F ic tic io
tituido por el de animismo (véase). alem. Gemacht; ital. fattizio). Tér­
Los filósofos adoptan la palabra más mino usado casi exclusivamente con
a menudo en sentido peyorativo y así, referencia a la clasificación cartesiana
por ejemplo, Mach denominó F. a la de las ideas en innatas, adventicias y
creencia en los conceptos de causa y ficticias: estas últimas son las ideas
de voluntad (Popularwissenschafttiche “hechas e in v e n ta d a s ” por nosotros
Vorlesungen [“Lecciones científico-po­ (Méd., III).
pulares"], 1896, p. 269). Comte exaltó
al F. considerándolo en cierto modo F ic h tis m o , véase r o m a n t ic is m o .
afín al positivismo, en cuanto ambos
ven en todos los seres una actividad (ingl. fideism; franc. fidéis-
F id e ís m o
análoga o similar a la humana y de me; alem. Fideis m us; ital. fideísmo).
esa manera establecen esa unidad fun­ Con este término se denominó la di­
damental del mundo que se expresa en rección filosófico-religiosa sostenida en
la teoría del Gran Ser (Politique Posi- los primeros decenios del siglo xix
tive, III, p. 87; IV, p. 44). Kant, por por el abate Bautain, Huet y Lamen-
otra parte, denominó F. a la religión nais, sobre todo en la obra de este
mágica, o sea la religión del que se último, Essais sur Vindifférence en ma-
sirve de ciertas acciones que de por sí tiére de religión (1817-23), dirección que
nada tienen de agradable para Dios, o consiste en oponer a la razón “indivi­
sea de moral, como medios para con­ dual” una razón “común” que sería
quistar el favor divino y para satisfa­ una especie de intuición de las ver­
cer los propios deseos. En este sentido, dades fundamentales comunes a todos
el sacerdocio es “la constitución de una los hombres. Esta intuición remonta­
Iglesia en la que reina un culto feti­ ría su origen a una revelación primi­
chista, que se encuentra donde el fun­ tiva y se habría trasmitido mediante
damento y la esencia del culto los cons­ la tradición eclesiástica y sería así fun­
tituyen mandamientos estatutarios, re­ damento de la fe católica. La doctrina
glas de fe y observancia, y no principios intentaba justificar la primacía de la
de moralidad” (Religión, IV, sec. 2, tradición eclesiástica. En realidad, ne­
§3). gaba a la Iglesia la prerrogativa de ser
la única depositaría de la tradición au­
F ic c ió n (ingl. fiction-, franc. fiction- téntica y negaba el apoyo de la razón
alem. Fiktion; ital. finzione). Una filo­ a la tradición. Después de ser conde­
sofía de la F. o ficcionismo (Fiktiona- nado por la Iglesia (1834), el término
lismus) es la Filosofía del como si adquirió entre los escritores católicos
(1911) de Vaihinger, que se propone un significado peyorativo. Sin embar­
demostrar que todos los conceptos, las go, se continuó y se continúa usando,
categorías, los principios y las hipó­ para indicar en general toda actitud
que ve en la fe un instrumento de
tesis de que se vale el saber común, conocimiento superior a la razón e inde­
las ciencias y la filosofía, son F. pri­ pendiente de la razón misma.
vadas de toda validez teórica, a menudo
íntimamente contradictorias, que son F id e lid a d (ingl. loyalty). La voluntaria,
aceptadas y mantenidas sólo en cuan­ práctica y completa devoción de una
to resultan útiles. Vaihinger considera persona a una causa. Así definió Royce
que ésta no es una situación patológica la F . en su libro Filosofía de laF. (1 9 0 8 ),
534
Figura

considerándola como principio general negativa, la letra I para indicar la pro­


de la ética. La F. incluye, en efecto, la posición particular afirmativa y la le­
solidaridad con los otros individuos o, tra O para indicar la proposición par­
mejor, con una comunidad de indivi­ ticular negativa (de donde los versos:
duos y contiene el criterio para juzgar A affirmat, negat E, sed universatiter
acerca del valor de las causas, ya que ambae, I firmat, negat O, sed particu-
permite reconocer como perjudicial una lariter ambae), se formaron palabras
causa que haga imposible o niegue la mnemotécnicas para indicar los dife­
F. de los otros. La F. a la F. fue, por rentes modos del silogismo, o sea pala­
lo tanto, considerada por Royce como el bras cuyas dos primeras vocales indi­
criterio de la vida moral. can las premisas y la tercera la conclu­
sión. Así los nueve modos de la primera
F ig u r a (gr. o/fina; lat. fig u ra ; ingl. F. fueron indicados con las palabras:
fig u re ; franc. fig u re ; alem. Figur, Barbara, Celarent, Darii, Ferio, Bara-
Gestalt; ital. figura). 1) Este término lipton, Celantes, Dabitis, Fapesmo, Fri-
se ha aplicado tradicionalmente a las sesomorum. Los cuatro modos de la se­
formas fundamentales del silogismo, gunda F. fueron in d ic a d o s con las
distintas de los modos (véase) que son palabras: Cesare, Camestres, Festino,
especificaciones de tales formas. Aris­ Baroco. Los seis modos de la tercera
tóteles distinguió las diferentes figuras F. fueron indicados con las palabras:
del silogismo según la función del tér­ Darapti, Felapto, Disamis, Datisi, Bo-
mino medio, que es el que sirve para cardo, Ferison. Los últimos cuatro mo­
demostrar la inherencia del predicado dos de la primera F. son los que se
al sujeto de la conclusión. En la pri­ atribuyen a la cuarta F. cuando apa­
mera F., el término medio hace de su­ rece como distinta. Las iniciales de las
jeto en la premisa mayor y de predicado palabras mnemotécnicas tienen también
en la premisa menor. En la segunda un significado. Todos los modos indi­
F., hace de predicado en ambas pre­ cados de una palabra que comienza
misas, una de las cuales es negativa, y con B son reducibles al primer modo
la c o n c lu sió n es también negativa. de la primera F.; los indicados por una
En la tercera F., hace de objeto en palabra que comienza con C, son redu­
ambas premisas y la conclusión es par­ cibles al segundo modo de la primera
ticular. La tradición atribuye a Gale­ F.; los indicados co una palabra que
no, el famoso médico y filósofo aristo­ comienza con D al tercero y los indica­
télico del siglo I I d. C., la distinción dos con una palabra que com ienza
de una cuarta F., o sea aquella en la con F al cuarto modo de la primera F.
que el término medio tiene la función (cf., acerca del uso de las palabras
de predicado en la premisa mayor y de mnemotécnicas, Pedro Hispano, Summ.
sujeto en la premisa menor: los mo­ Log., 4.18 ss.).
dos de esta F. fueron comprendidos por Para los modos en particular, véanse
Aristóteles entre los de la primera. La las palabras pertinentes.
separación se hizo por haberse definido 2) Con el mismo término, que tra­
como premisa mayor la que comprende duce el alemán Gestalt, se indican las
el predicado de la conclusión y como determinaciones de la fenomenología
premisa mayor la que comprende al del espíritu de Hegel. Estas determina­
sujeto de la conclusión misma (Prantl, ciones son "figuras de la conciencia”
Geschichte der Logik ["Historia de la (P hánom en. des G eistes, Pref., ed.
lógica”], I, pp. 570 ss.). Cada F. se dis­ Glockner, p. 36 passim), "grados de la
tingue, a su vez, en cierto número de vía ya trazada y allanada” del Espíritu
modos según la cualidad o cantidad universal, o sea etapas a través de las
de las proposiciones que constituyen cuales la conciencia ha llegado a la
las premisas y la conclusión, es decir, conciencia de sí como Conciencia infi­
según que las premisas y la conclusión nita o absoluta. Según se sabe, entre
sean, cada una, universal o particular, las F. de la fenomenología, Hegel inclu­
afirmativa o negativa. Ya que en la ye también las creaciones fantásticas,
escolástica se adoptó la letra A para lo que establece una diferencia entre
indicar la proposición universal afirma­ tales F. y las categorías que constitu­
tiva, la letra E para indicar la universal yen el objeto de la Enciclopedia. Las
535
Figurae dictionis (/aliada)
F ilo lo g ía
categorías son, en efecto, determinacio­ lores, etc., pero que no son capaces de
nes necesarias y necesariamente reales. considerar lo bello como un ser por
sí mismo (Rep., V, 480 a). Kant deno­
Figurae dictionis (fallada). Paralogismo minó F. a la actitud de los que recha­
in dictione (véase f a l a c ia ), que consiste zan no solamente el método de la crí­
en un uso gramatical erróneo en las tica por él propuesto, sino también el
premisas, lo que genera consecuencias método de la fundamentación de Wolff,
paradójicas o consecuencias gramati­ que consiste en proceder estableciendo
calmente imposibles ("Omnis homo est los principios, definiendo los conceptos
albas, mulier est homo, ergo mulier y buscando el rigor en las demostracio­
est albas"). Cf. Aristóteles, El. Sof., 4, nes (Crít. R. Pura, Pref. a la 2? ed.).
166 b 10; Pedro Hispano, Summ. Log.,
7.34 ss.; Ju n g iu s, lógica Harhb., VI, F ilo g é n e sis, véase BIOGENÉTICA, LEY.
7; etcétera.
F ilo lo g ía (gr. <pü.oÁoYÍa; lat. philologie-,
(ital. fissismo). El término ita­
F ije z a ingl. philology; franc. phitotogie; alem.
liano es de difícil traducción y con él Philologie-, ital. fito lo g ía ). Platón
se indica la doctrina de la inmuta­ (Teet., 161a) entendía por esta palabra
bilidad de las especies vivientes, en "amor de los discursos”; en la edad
oposición a evolucionismo. Véase evo ­ moderna, pasó a designar la ciencia de
l u c ió n . la palabra o, mejor aún, el estudio his­
tórico del lenguaje. Vico opuso filosofía
F i l a n t r o p í a (gr. (piXavBqojiía; lat. philan- a F .: “La filosofía contempla la razón,
thropia; ingl. philanthropy; franc. phi- de donde viene la ciencia de lo verda­
(anthropie; alem. Philanthropie; ital. dero; la F. observa la autoridad del
filantropía). La amistad del hombre ha­ arbitrio humano y de ella resulta la
cia los otros hombres. Así la enten­ conciencia de lo cierto” (Scienza Nuo-
dieron Aristóteles (Ét. Nic., VIII, 1, va, degn. 1 0 ; trad. esp. [de la 1 * ed.]:
1155 a 20) y los estoicos, quienes la Ciencia nueva, México, 1941, F. C. E.).
atribuyeron a la relación natural por Tarea de los filólogos sería "el cono­
la que toda la humanidad constituye cimiento de las lenguas y de los hechos
un solo organismo. "Resulta —dice Ci­ de los pueblos". F. y filosofía se com­
cerón— también natural la recíproca plementan en el sentido de que los
solidaridad de los hombres entre sí, filósofos deberían “comprobar” sus ra­
por lo cual necesariamente un hombre zones con la autoridad de los filólogos
no puede resultar un extraño para otro y éstos deberían "aseverar" su autori­
hombre, por el hecho mismo de ser hom­ dad con la razón de aquéllos. Según el
bre” (De fin., III, 63). Diógenes Laercio concepto moderno, la F. es la ciencia
atribuye el concepto también a Platón, que tiene por finalidad la reconstruc­
que lo habría dividido en tres aspectos: ción histórica de la vida del pasado
el saludo, la ayuda, la h o s p ita lid a d a través del lenguaje y, por lo tanto, de
(Dióg. L., III, 98). En el lenguaje mo­ sus documentos literarios. Los proyec­
derno, el significado del término se ha tos y los resultados de esta ciencia, tal
restringido al segundo de los aspectos como se ha venido formando, sobre
distinguidos por Platón. La actitud ge­ todo en el siglo xix, van, por lo tanto,
neral de benevolencia hacia los hom­ mucho más allá de la modesta tarea a
bres es actualmente denominada a me­ la que quisieron confinarla los filóso­
nudo altruismo (véase). fos del idealismo romántico. Ya Hegel
polemizaba contra “los filólogos", o sea
F ilo d o x ia (gr. (pi>.o8 o|ía; lat. philodoxy; los historiadores que realizaban su tra­
franc. philodoxie-, alem. P h ilo d o x ie ; bajo a nombre de la historia filosófica,
ital. filodossia). La palabra (cuya eti­ considerándola como la única capaz de
mología significa "amor de gloria”) fue descubrir a priori el plano providencial
adoptada por Platón para indicar a los del mundo (Philosophie der Geschichte
"amantes de la opinión” en oposición [Filosofía de la historia], ed. Lasson,
a los "amantes de la ciencia" que son pp. 8 ss.). En el mismo sentido, Croce
los filósofos. Los amantes de la opi­ denominó historia fitológica a la histo­
nión son aquellos a los que place escu­ ria de los historiadores, a la cual opuso
char bellas voces, mirar hermosos co­ la historia "especulativa" que identifi-
536
F ilo s o fe m a
F ilo s o fía

có con la filosofía (Croce, Teoría e sío- Por lo tanto, es necesaria una ciencia
ria delta storiografia, 1917; La storia en la cual coincidan el hacer y el saber
come pensiero e come azione, 1938; servirse de lo que se hace, esta ciencia
trad. esp.: La historia como hazaña de es la F. (Eutid., 288e-90d). Según este
la libertad, México, 1960, F. C. E.). concepto, la F. implica: 1) la posesión
En realidad, la historia filológica es o la adquisición de un conocimiento
la historia de los historiadores, en tan­ que es, al mismo tiempo, el más válido
to la historia especulativa no es más y extenso posible; 2) el uso de este
que la concepción providencialista del conocimiento en beneficio del hombre.
mundo histórico, que nada tiene que Estos dos elementos concurren con fre­
ver con la historiografía científica (véa­ cuencia en las definiciones que se han
se h i s t o r i o g r a f í a ). El adjetivo filológi­ dado de la F. en épocas diferentes y
co no puede ser aplicado tampoco a desde diferentes puntos de vista. Se
formas romas y mal logradas de histo­ encuentran, por ejemplo, en la defini­
riografía, ya que la F. en nada es res­ ción de Descartes, según el cual “esta
ponsable de ellas. Y tampoco la función palabra, F., significa el estudio de la
de conservación y de renovación del sabiduría, y por sabiduría no se entien­
material documental y de las fuentes de sólo la prudencia en los negocios
que Nietzsche denominójiísíoriff arqueo­ sino un perfecto conocimiento de todas
lógica (véase) es un tipo inferior de las cosas que el hombre puede cono­
historia, porque sólo es posible a base cer, ya sea para la conducta de su vida,
de un interés inteligente que guíe las o para la conservación de su salud y
oportunas elecciones y le haga servir la invención de todas las artes” (Princ.
a la obra de la crítica y la reconstruc­ Phit., Pref.). Se hallan de nuevo en la
ción históricas. definición de Hobbes, para el cual la F.
es, por un lado, conocimiento causal,
(gr. <iiloaócfriua; lat. philoso-
F ilo s o fe m a por el otro utilización de este conoci­
phema; ingl. philosopheme; franc. phi- miento a beneficio del hombre (De
tosophéme-, alem . Philosophem; ital. Corp., 1, 2, 6 ) y en la de Kant, que
filosofema). En general, discurso filo­ define el concepto cósmico de la F. (o
sófico. En la lógica de A ristó te le s sea el concepto que interesa necesaria­
(Tóp., VIII, 11, 162a 15) es el "razona­ mente a todo hombre) como el de “una
miento demostrativo". Fuera de la ló­ ciencia de la relaci'n de todo conoci­
gica: concepto o lugar común filosófi­ miento al fin esencial de la razón hu­
co. En este segundo sentido es usado mana” (Crít. R. Pura, Doctr. trascen­
por el propio Aristóteles (De cáelo, II, dental del método, cap. III). Este fin
13, 294 a 19) y por la tradición pos­ esencial es la "felicidad universal” : la
terior. F., por lo tanto, "refiere todo a la sa­
biduría, pero por el camino de la cien­
F ilo s o f ía (gr. cpiA-ooocpía; lat. philoso- cia” (Ibid., in fine). No tiene signi­
phia\ ingl. p h itosophy; franc. philo- ficado diferente la definición que de
sophie-, alem. Philosophie; ital. filoso­ la F. formula Dewey, como “crítica
fía). La disparidad de las F. se refleja, de los valores”, o sea "crítica de las
obviamente, en la disparidad de los sig­ creencias, instituciones, costumbres y
nificados de " F . ” , lo que no impide usos bajo el punto de vista de su re­
reconocer algunas c o n s ta n te s. Entre percusión sobre el bien” (Experience
ellas, la que mejor se presta para re­ and Nature; trad. esp.: La experiencia
lacionar y articular los diferentes sig­ y la naturaleza, México, 1948, F. C. E.,
nificados del término, es la definición p. 331). Estas definiciones (que aquí
que aparece en el Eutidemo platónico: se aducen sólo como ejemplos) se pue­
La F. es el uso del saber para ventaja den reducir a la fórmula platónica que
del hombre. Platón observa que de na­ hemos citado al principio. Tal fórmula
da serviría la posesión de la ciencia de tiene la ventaja de no hacer referencia
convertir las piedras en oro si no nos a la naturaleza y a los límites del sa­
supiéramos servir del oro; de nada ser­ ber accesible al hombre o a las fina­
viría la ciencia que nos hiciera in­ lidades que puedan dirigir su uso. Por
mortales si no supiéramos servimos de lo tanto, tal saber se puede entender
la inmortalidad, y así sucesivamente. sea como revelación o posesión, sea
537
Filosofía

como adquisición o investigación y su filosofía. La primera alternativa afirma


uso puede considerarse como dirigido el origen divino del saber: éste es, pa­
a la salvación ultramundana o a la te­ ra el hombre, una revelación o un don.
rrenal del hombre, a la adquisición de La segunda alternativa afirma el origen
bienes espirituales o materiales o a la humano del saber, considerándolo co­
realización de rectificaciones o cam­ mo una adquisición o una producción
bios en el mundo. Por lo tanto, tal del hombre. La primera alternativa es
fórmula parece igualmente apta para la más antigua y la más frecuente en el
expresar las tareas diferentes que la F. mundo, ya que prevalece en gran me­
ha debido asumir en cada ocasión. Y dida en las F. orientales. La segunda
así, por ejemplo, expresa igualmente alternativa es la surgida en Grecia, cuyo
bien la tarea de las F. positivas o dog­ heredero es el mundo occidental mo­
máticas que la de las F. negativas o derno.
escépticas. Cuando el escepticismo an­ A) Según la primera alternativa, el
tiguo se propone llegar, mediante la saber es una revelación o iluminación
suspensión del asentimiento, a la imper­ divina cuyo privilegio ha recaído en
turbabilidad del alma (Sexto E., Hip. uno o más hombres y que se trasmite
Pirr., I, 25-27) no hace más que enten­ por tradición a un grupo también pri­
der la F. como uso de un determinado vilegiado de hombres (casta, secta o
saber para conseguir una ventaja. De iglesia). Por lo tanto, no es accesible
análoga manera, cuando en la filosofía a los mortales comunes sino a través
contemporánea Wittgenstein afirma que de sus depositarios; ni es posible a los
la finalidad de la F. es la de hacer mortales, comunes y no comunes, in­
desaparecer los problemas filosóficos crementar su patrimonio o juzgar so­
mismos y de eliminar a la propia F. bre su validez. Forma parte integrante
o de "curarse" de ella (Phitosophical de esta interpretación del origen del
Ircvestigations, § 133) no apela a un saber, la creencia de que también su
concepto diferente de F .: la liberación uso a beneficio del hombre —la ven­
de la F. es la ventaja que el uso del taja es en este caso la "salvación”—
saber (que en este caso es su rectifica­ ha sido dictado o prescrito por la reve­
ción lingüística) puede procurar. lación o iluminación divina. Parece, por
Los dos elementos reconocibles en la lo tanto, que esta interpretación elimi­
definición de la que se considera na o hace inútil el "trabajo” filosófico
adecuada para disponer el cuadro de que se ocupa precisamente en este uso.
las articulaciones principales del sig­ Pero en realidad sucede así rara vez.
nificado del término, constituyen ya La exigencia de acercar la verdad reve­
por sí mismos la primera de tales ar­ lada a la común comprensión humana,
ticulaciones. En otros términos, se pue­ de adaptarla a las circunstancias y
den distinguir los significados históri­ hacer que responda a los problemas
camente dados al término: I) con re­ nuevos o cambiantes que los hombres
ferencia a la naturaleza o a la validez se proponen, de defenderla contra nega­
del saber al que la filosofía hace refe­ ciones, desviaciones, incredulidades de­
rencia; II) respecto a la naturaleza del claradas u ocultas, hace que el trabajo
fin al cual se considera que la F. dirige filosófico encuentre, dentro de esta con­
el uso de este saber. En fin, III) se cepción del saber, un vasto campo por
pueden distinguir los significados del explicar y múltiples tareas a que hacer
término con referencia a la naturaleza frente. Pero tal trabajo es subordinado
del procedimiento que se considera pro­ y auxiliar: no es y no puede ser deci­
pio de la filosofía. sivo al tratarse de las interpretaciones
I) La filosofía y el saber. El uso del fundamentales y de las instancias últi­
saber que el hombre alcanza por cual­ mas. Encuentra en la revelación y en
quier título es, en primer lugar, un la tradición límites insuperables que le
juicio acerca del origen o de la validez prohíben toda posibilidad de desarro­
de tal saber. Y a propósito del juicio llo en direcciones diferentes de las que
sobre la validez del saber, se ofrecen ellas determinan. No puede combatir
de inmediato dos alternativas funda­ y destruir las creencias establecidas,
mentales que establecen la distinción oponerse en forma radical a la tradi­
entre dos tipos diversos y opuestos de ción, promover o proyectar renovacio­
538
Filosofía

nes totales. Su función es la de con­ de este trabajo, no pueden ser puestas


servar las creencias establecidas, no la en duda, rectificadas ni negadas. Es
de renovarlas o rectificarlas y, por verdad que estas diferentes escolásti­
lo tanto, es una función subordinada cas poseen grados de libertad diferen­
e instrumental, privada de la autono­ tes y tales grados varían a veces, de
mía y de la dignidad de una fuerza un periodo a otro, en alguna de ellas.
rectora. Así, por ejemplo, mientras Santo To­
Ya se ha dicho que casi todas las F. más confiere a la "F. humana” cierta
orientales son de esta naturaleza, lo autonomía en cuanto reconoce como
que a veces ha hecho dudar de que propias de ella la consideración y el
puedan llamarse F. Pero en realidad estudio de las cosas creadas en cuanto
el mundo oriental ofrece con frecuencia tales, o sea su naturaleza y sus propias
ejemplos de F. de esta naturaleza, aun causas (Contra Gent., II, 4), considera
cuando ninguna de ellas presente con imposible, sin embargo, que pueda con­
todo rigor los caracteres expuestos. Uti­ tradecir las afirmaciones de la fe cris­
lizando el nombre del más importante tiana, que debe verse como regla del
de estos ejemplos, puede llamarse es­ correcto proceder de la razón (Ibid
colásticas a las formas que este tipo de 1,1). Aun cuando F. de esta naturaleza
F. ha tomado en el mundo occidental. puedan obtener resultados importantes
Una escolástica, a diferencia de una F. que pasen a formar parte del patri­
de neto tipo oriental, presupone una monio filosófico común, su ámbito está
F. autónoma y se sirve de ella, pero la estrechamente limitado por el proble­
utiliza para la defensa e ilustración de ma al que se unen, de la defensa de las
una verdad religiosa, esto es, para con­ creencias tradicionales; sus posibilida­
firmar o defender creencias cuya vali­ des no se extienden hasta la rectifica­
dez se considera establecida anticipada ción y renovación de tales creencias.
e independientemente de toda confir­ B ) Para la segunda alternativa, el
mación o defensa. Una escolástica, co­ saber es una adquisición o una produc­
mo lo dice la palabra misma, es esen­ ción del hombre. El fundamento de
cialmente un instrumento de educa­ esta concepción es que el hombre es
ción: sirve para acercar al hombre, en un "animal racional” y que, por lo tan­
la medida de lo posible, a un saber to, "todos los hombres —como dice
que se considera inmutable en sus lí­ Aristóteles al comiendo de la Metafísica
neas fundamentales y por lo tanto no (980 a 21)— tienden por naturaleza al
susceptible de ser rectificado o reno­ saber”; tienden quiere decir que no
vado. Entre las tareas, por demás múl­ sólo lo desean sino que lo pueden con­
tiples, como son múltiples los caminos seguir. El saber, desde este punto de
de acceso del hombre a la verdad y los vista, no es privilegio o patrimonio
obstáculos que encuentra en estas vías, reservado a unos cuantos; cada uno
que una F. escolástica se reconoce a sí puede contribuir a su adquisición y a
misma, no existe el eventual abandono su incremento y, por lo tanto, tiene
de las creencias de las que es intér­ derecho a juzgarlo, esto es, a aprobarlo
prete. Las s e c ta s filosófico-religiosas o rechazarlo. La búsqueda y la organi­
del siglo ii a. c. (por ejemplo, los ese- zación del saber es, desde este punto
nios), las doctrinas de Filón de Alejan­ de vista, la tarea fundamental de la
dría (siglo i d. C.) y de muchos neo- filosofía. Cuando Tucídides (II, 40) ha­
platónicos, la F. islámica y judaica, la ce decir a Pericles: "Nosotros amamos
patrística y la escolástica, como tam­ lo bello con moderación y filosofamos
bién en el mundo moderno el ocasio­ sin timidez” expresa ciertamente la ac­
nalismo, el inmaterialismo, la derecha titud del espíritu griego del cual ha
hegeliana y buena parte del esplritua­ nacido la F. en este segundo significado
lismo contemporáneo, son escolásticas del término. Pericles no aludía a una
en el sentido aclarado, o sea, F. que disciplina específica, sino a la búsqueda
consisten en utilizar una determinada del saber conducido sin compromisos
doctrina (el platonismo, el aristotelis- y sin prejuicios, con el único empeño
mo, el cartesianismo, el empirismo, el de saber y poner a prueba cualquier
idealismo, etc.) para la defensa y la in­ creencia posible. En este sentido, la F.
terpretación de creencias que, a través es una creación original del espíritu
539
Filosofía

griego y una condición permanente de I) La primera concepción de la F.


la cultura occidental. Es el compro­ es la metafísica, dominante en la Anti­
miso de que toda investigación, en cual­ güedad y en la Edad Media y que toda­
quier campo, obedezca sólo a las limi­ vía hoy es propia de muchas direccio­
taciones o a las reglas que ella misma nes filosóficas. Su característica prin­
reconozca como válidas en vista de cipal es la negación de toda posibilidad
la propia posibilidad y de la propia de búsqueda autónoma fuera de la filo­
eficacia descubridora o confirmadora. sofía. Un conocimiento es conocimien­
En este sentido, la F. se opone a la to filosófico o no es conocimiento de
tradición, al prejuicio, al mito y, en ningún género. A menudo se admite
general, a la creencia in fu n d a d a o la existencia, fuera de la F., de un sa­
no justificada que los griegos denomi­ ber imperfecto, provisional o prepara­
naban opinión. El contraste entre la torio, pero se niega que tal saber posea
opinión y la ciencia, entre el amor a validez cognoscitiva por su cuenta. Así
la opinión y el amor a la sabiduría, Platón denomina "F.”, por un lado, a
es en el que con más frecuencia in­ la geometría y a las otras ciencias,
siste Platón para aclarar el concepto en especial con referencia a su función
de F. (Rep., V, 480 a). La F., como bús­ educativa {Teet., 143 d; Tim., 8 8 c); y
queda, es contrapuesta por Platón a la por otro lado considera a tales ciencias
ignorancia, por un lado, y, por otro (aritmética y geometría, astronomía y
a la sabiduría. La ignorancia es la ilu­ música) como simple propedéutica a la
sión de la sabiduría y destruye el in­ F. verdadera y propia, o sea a la dia­
centivo de la búsqueda {Conv., 204 a). léctica, la cual tendría entre otras la
Por otro lado, la sabiduría, que es la tarea de “descubrir la comunión y el pa­
posesión de la ciencia, hace inútil la in­ rentesco recíproco de las ciencias y
vestigación : los dioses no filosofan demostrar las razones por las que una
(Ibid., 204 a; Teet., 278 d). La investiga­ y otra se conectan” {Rep., VII, 531 d).
ción define el status propio de la F. Aristóteles define la F. como la "cien­
Ya Heráclito había dicho: "Es necesa­ cia de la verdad” {Met., II, 1993 b 20) en
rio que los filósofos sean buenos inves­ el sentido de que comprende a todas
tigadores de muchas cosas’’ (Fr. 35, las ciencias teóricas, o sea la F. primera,
Diels). En cuanto búsqueda, la F. es la matemática y la física y deja fuera
"adquisición”, co,.io decía Platón (Eu- sólo a la actividad práctica, aunque
tid., 288 d), "esfuerzo", como decían los ésta debe recurrir a la F. para aclarar
estoicos (Sexto Empírico, Adv. Math., su propia naturaleza y sus propios fun­
IX, 13) o también "actividad”, como damentos. Tanto Platón como Aristó­
decían los epicúreos (Sexto Empírico, teles admiten como ciencia primera una
Ibid., XI, 169). disciplina determinada, que para Pla­
Pero si la F. es el compromiso que tón es la dialéctica y para Aristóteles
hace del saber una búsqueda, condicio­ es la F. primera o teología, pero esta
na el saber efectivo, que es "conoci­ disciplina determinada es también pa­
miento" o "ciencia”. En el juicio que ra ellos la más general. En efecto, la
la F. misma hace acerca de esto, este dialéctica, según se ha visto, permite
condicionamiento puede tomar tres for­ entender la relación y la naturaleza co­
mas, que definen tres concepciones fun­ mún de las ciencias, y la F. primera,
damentales de la F., o sea la metafísi­ como ciencia del ser en cuanto ser,
ca, la positivista y la crítica: 1) para tiene por objeto específico esa esencia
la primera de ellas, la F. es el único necesaria o sustancia, que cada ciencia
saber posible, y las otras ciencias, en debe investigar en su campo particu­
cuanto tales, coinciden con ella o son lar {De parí, anim., I, 5, 645 a 1). Otras
partes o preparación de ella; 2) para veces, en cambio, la F. es resuelta en
la segunda, el conocimiento es propio las disciplinas particulares sin que nin­
de las ciencias particulares y la F. tie­ guna de ellas resulte privilegiada. Así
ne la tarea de coordinar o unificar sus lo hacían los epicúreos, que la dividían
resultados; 3) para la tercera, la F. es en canónica, física y ética (Dióg. L., X,
juicio acerca del saber, esto es, valora­ 29-30) y los estoicos, que la dividían en
ción de sus posibilidades y de sus lími­ lógica, física y ética (Aecio, Plac., I, 2)
tes, con miras a su uso humano. considerando estas tres partes unidas
540
Filosofía

entre sí como los miembros de un ani­ vilegio de ser "la consideración pensan­
mal (Dióg. L., VII, 40). te de los objetos" (Ibid., §2). El cono­
Esta concepción, que identifica el sa­ cimiento preliminar o preparatorio es
ber total con la F. y no reconoce que el que se apoya en representaciones; el
haya o pueda haber un saber auténtico conocimiento verdadero y propio se tie­
fuera de ella, ha sobrevivido también ne cuando, mediante la F., "el espíritu
en la constitución de las ciencias par­ pensante, a través de las representa­
ticulares en disciplinas autónomas y ciones y trabajando por encima de ellas,
se ha conservado sustancialmente in­ progresa hacia el conocimiento pensan­
mutable, en determinadas corrientes fi­ te y al concepto” (Ibid., §1). Es evi­
losóficas, hasta nuestros días. La defi­ dente que, expresado en esta forma, el
nición que Fichte diera de la F. como concepto de F. como totalidad del sa­
una "ciencia de la ciencia en general” ber es una profesión de soberbia filo­
( über den Begriff der Wissenschafts- sófica, extraña a este mismo concepto
lehre oder der sogenannten Philosophie en la edad clásica. En esa edad, en
["Sobre el concepto de la teoría de la efecto, tal concepto obraba como espe­
ciencia o de la llamada filosofía"], cífico empeño de las disciplinas cien­
1794, § 1 ) no deja autonomía alguna a tíficas puestas por él en la esfera de
las ciencias particulares ya que, según la búsqueda desinteresada y acicatea­
tal definición, la doctrina de la ciencia das y sostenidas en su constituirse con­
"debe dar su forma no sólo a sí misma ceptual. Pero en la concepción del idea­
sino también a todas las otras ciencias lismo romántico, las ciencias particu­
posibles" y constituir así, el "sistema lares fueron rebajadas a la función de
cumplido y único en el espíritu huma­ una mera maniobra exenta de cual­
no” (Ibid., § 2). Esta pretensión per­ quier validez intrínseca. A esta misma
maneció inmutable en todas las defini­ función reducen la ciencia tanto el
ciones que de la filosofía diera el idea­ idealismo como el espiritualismo. La
lismo romántico. No tienen distinto definición de la F. como "teoría gene­
significado las anotaciones de Schel- ral del espíritu” lleva a Gentile a con­
ling, según el cual la tarea de la-F. es siderarla como la conciencia que de sí
aclarar el acuerdo (que más tarde es mismo tiene el Yo absoluto, conciencia
identidad) de lo objetivo y de lo sub­ de la que son una falsa abstracción los
jetivo, esto es, de la naturaleza y del conocimientos empír -os, fundados en
espíritu, y en llevar así a cumplimien­ la distinción entre objeto y sujeto y
to la "tendencia necesaria de todas las de los objetos entre sí (Teoría generale
ciencias naturales” (System des Trans- dello spirito, 1916, cap. 15, §2). Y, a
zendentalen Idealismus [“Sistema del pesar de su formulación menos osten-
idealismo trascendental”], 1800, Intr., tosa, la definición dada por Croce de
§ 1 ). Hegel afirmaba explícitamente que la F. como "metodología de la histo­
"los objetos sobre que versan... las riografía", implica la misma soberbia
c ie n c ia s e sp e c ia le s son, ante todo, filosófica. Para Croce, el conocimiento
los objetos finitos y los fenómenos” histórico es el único conocimiento po­
(Geschichte der Philosophie, Intr., B, sible, dado que la historia es la única
§2;'trad. esp.: Historia de la filosofía, realidad: por lo tanto, la reducción de
México, 1955, F. C. E., I, p. 59) y que la F. a metodología de tal conocimien­
"una cosa es el proceso de origen y to equivale a negar que el saber cien­
los trabajos preparatorios de una cien­ tífico sea conocimiento, y, en efecto,
cia, otra cosa es la ciencia misma” en para Croce no es un saber sino un con­
la cual aquéllos desaparecen para ser junto de expedientes prácticos (La sto-
sustituidos por la "necesidad del con­ ria, 1938, p. 144; trad. esp.: La historia
cepto” (Ene., §246). Esto quiere decir como hazaña de la libertad, México,
que sólo la F. es ciencia porque sólo 1960, F. C. E.; Lógica, 1908, I, cap. 2).
ella demuestra "la necesidad del con­ Por otro lado, el esplritualismo con­
cepto”, utilizando y manipulando a su temporáneo sigue de preferencia el mis­
manera (como lo hiciera Hegel en rea­ mo camino. Bergson hace de la intui­
lidad) el material proporcionado por ción el órgano de la F. ya que ve en la
las llamadas ciencias empíricas. Por intuición “la visión directa del espíritu
lo tanto, Hegel reservaba a la F. el pri­ por parte del espíritu” (La pensée et
541
Filosofía

le mouvartt, 3’ ed., 1934, p. 51), o sea el F., ya que niegan a las ciencias par­
instrumento para sacar, inmediata e ticulares autonomía de estructura y
infaliblemente, esa "duración real” que de validez (Phil., I, pp. 53 ss.; Existenz
es la realidad absoluta. Su reconoci­ phil., 1938, Intr.; trad. esp.: La filoso­
miento de la ciencia como conocimien­ fía desde el punto de vista de la exis­
to adecuado del mundo material o de tencia, México, 1953, F. C. E.). Una
las "cosas” es puramente ficticio, ya que devaluación aún más radical de las
ni la materia ni las cosas tienen para ciencias particulares es realizada por
Bergson realidad como tales, porque no Heidegger, para quien los supuestos de
son más que conciencia y la concien­ la ciencia moderna constituyen el ol­
cia sólo puede ser auténticamente co­ vido del ser, la reducción del hombre
nocida por la conciencia misma: "Son­ a sujeto y del mundo a representación
deando su propia profundidad, ¿no pe­ ("Brief über den Humanismus” [“Car­
netra también acaso la conciencia en el ta acerca del humanismo”], en Platos
interior de la materia, de la vida, de la Lehre von der Wahrheit ["Doctrina de
realidad en general? Se podría contes­ Platón de la verdad”], 1947, p. 8 8 ).
tar sólo en el caso de que la conciencia 2) La segunda concepción de la F.
se agregara a la materia como un acci­ como juicio acerca del saber, es la que
dente, pero creemos haber demostrado tiende a resolverla en las ciencias par­
que una simple hipótesis es absurda ticulares, confiándole a veces la fun­
o falsa, según el lado por donde se la ción específica de unificar las ciencias
tome, contradictoria en sí m ism a o mismas o de recoger sus resultados
contradicha por los h ech o s” (Ibid., en una "visión del mundo”. El origen
pp. 156-57). El concepto de F. como de esta concepción se puede ver en
conocimiento p riv ile g ia d o (sea cual Bacon, quien concibió la F. como una
fuere el título sobre el cual se apoye ciencia que, en primer lugar, dividiera
posteriormente el privilegio) no es más y clasificara las ciencias particulares y
que una de las tantas expresiones del que luego diera a tales ciencias la pose­
viejo concepto de la F. como saber úni­ sión de sus métodos, del material por
co y absoluto. Las llamadas tenden­ disponer y de las técnicas para utilizar
cias "metafísicas” del pensamiento mo­ este material a beneficio del hombre.
derno se caracterizan precisamente por En el De Dignitate et augmentis scien-
este concepto de a F. Husserl expone tiarum (1623), al esbozar el plan de
el ideal cartesiano de la F., que de­ una enciclopedia de las ciencias sobre
clara propio, en estos términos: "Re­ bases experimentales, Bacon confiaba
cordemos su idea directriz [de las Me­ a la "F. primera”, que considera como
ditaciones de Descartes]. Su objetivo "ciencia universal y madre de las otras
es una reforma completa de la F., que ciencias”, los axiomas que no son pro­
haga de ésta una ciencia de una funda- pios de las ciencias particulares, pero
mentación absoluta. Esto incluye, para que son comunes a varias ciencias (De
Descartes, una reforma homologa de Augm. Scient., III, 1). Hobbes, a su
todas las ciencias. En efecto, éstas vez, identificó la F. con el conocimien­
son, según él, simples miembros subor­ to científico. "La F. —dice— es el co­
dinados de la ciencia universal y única nocimiento, a d q u irid o a través del
que es la filosofía. Sólo dentro de la correcto razonamiento, de los efectos
unidad sistemática de ésta, pueden las o fenómenos a partir de los conceptos
ciencias llegar a ser genuinas ciencias” de sus causas o generaciones o, recí­
(Médit. Caries., 1931, §1). Esta inter­ procamente, el conocimiento de las ge­
pretación de Descartes (que no es del neraciones posibles, adquirido a partir
todo exacta) es, en realidad, la inter­ de los efectos conocidos” (De Corp., I,
pretación husserliana de la relación §2). De este concepto de la F., en coin­
entre la F. y la ciencia, interpretación cidencia con el conocimiento científico
que hace desaparecer a las ciencias y y como tarea de aclararlo y extenderlo,
queda sola la filosofía. resultó el uso inglés del término, sobre
A este mismo concepto recurren, a el cual ya Hegel llamó la atención
pesar de reconocer la validez del mé­ (Ene., § y nota; Geschichte der Phil.,
todo científico, las consideraciones de Intr., A, 2; trad. esp.: Historia de la
Jaspers en torno a la naturaleza de la filosofía, México, 1955, F. C. E., I, p. 58)
542
Filosofía

y según el cual el término se aplicaba lizadora y unificadora de los resulta­


no solamente a la ciencia de la natu­ dos de las otras ciencias, ha sido y
raleza sino que también se llamaban está muy difundido en la F. moderna
in s tru m e n to s filosóficos determina­ y contemporánea. En efecto, ha sido
dos instrumentos físicos, tales como aceptado no sólo por las corrientes po­
el barómetro y el termómetro, como sitivistas, sino también por doctrinas
también las teorías y los principios re­ espiritualistas que, a veces, le han agre­
lacionados con la economía política, gado una determinación o condición
uso, este último, que se ha conservado limitadora: la generalización y unifica­
en los países anglosajones. Para el ción debe constituir una imagen del
mismo Descartes, la F. comprendía "to­ mundo que satisfaga las necesidades
do lo que el espíritu humano puede del corazón. Ésta es la definición de la
saber” y así, en buena medida, venía F. que diera Wundt, quien reconocía
a coincidir con las investigaciones cien­ su función en la "recapitulación de los
tíficas que, por lo demás, Descartes conocimientos particulares en una intui­
quería llevar a determinados principios ción del mundo y de la vida que satis­
fundamentales (Princ. Phil., Pref). To­ faga las exigencias del entendimiento
da la Ilustración compartió el concep­ y las necesidades del corazón” (Syst.
to de la F. como conocimiento cientí­ der Phil., 4? ed., 1919, I, p. 1; trad. esp.:
fico. "Filósofo, amante de la sabiduría, Fundamentos de la Metafísica, Madrid,
o sea de la verdad”, decía Voltaire 1913; Einleitung in die Phil., 3? ed., 1904,
(Dict. Phit., art. "Philosophe”). Y el p. 5; trad. esp.: Principios de Filosofía,
mismo Wolff admitía, junto a las cien­ Madrid, 1911). Desde este punto de
cias "racionales” en que dividía la F., vista, la F. “es la ciencia universal que
ciencias empíricas correspondientes, do­ debe unificar en un sistema coherente
tadas de un método autónomo, que es los conocimientos universales suminis­
el experimental. Por ejemplo, junto trados por las ciencias particulares",
a la cosmología general o científica, un concepto que aparece con frecuen­
Wolff admite una cosmología experi­ cia en la literatura filosófica de los
mental, “que de las observaciones sacá últimos decenios del siglo xix y de
la teoría establecida o por establecer los primeros del xx, en cuanto permite
en la cosmología científica” (Cosm., a la F. utilizar ampliamente los resul­
§4) y reconoce que es posible, aunque tados que la investig ción positiva ob­
no fácil, que toda la teoría de la cos­ tiene tanto en el campo de las ciencias
mología general resulte de las observa­ naturales como en el de las ciencias del
ciones (Ibid., §5). espíritu. A veces se tiende a acentuar,
En el ámbito de este significado, el en esta dirección, el carácter unitario
positivismo subrayó la función propia y totalitario de esta ciencia univer­
de la F. de reunir y coordinar los re­ sal y en tal caso, como en la definición
sultados de las ciencias particulares, a de Wundt, se la considera como una
manera de realizar un conocimiento uni- concepción o visión del mundo. Este
ficador y muy general. Ésta fue la tarea concepto es una determinación ulterior
que Comte y Spencer asignaron a la F. del concepto de la F. como "ciencia
Comte quiso que, junto a las ciencias universal”, o sea unificadora y genera-
particulares, existiera un "estudio de lizadora. Dice Mach: "El filósofo busca
las generalidades científicas” que hace orientarse, en el conjunto de los he­
coincidir con la "F. primera" de Bacon. chos, de manera universal y lo más
Este estudio debería "determinar exac­ completa posible... Solamente la fu­
tamente el espíritu de cada ciencia, sión de las ciencias especiales aportará
descubrir las relaciones y la concatena­ la concepción del mundo hacia la cual
ción entre las ciencias, resumir, posi­ tienden todas las especialidades” (Er-
blemente, todos sus propios principios kenntniss und Irrtum, cap. 1; trad.
en el número mínimo de principios franc., pp. 14-15; trad. esp.: Conocimien­
comunes, conformándose incesantemen­ to y error, 1948). Dilthey demostró
te con las máximas fundamentales del muy bien esta conexión entre la F. y
método positivo” (Cours de phil. posi- las ciencias especiales, al escribir: "La
tive, lección 1-, §7; lección 2*, §3). El historia de la F. trasmite al trabajo
concepto de la F. como ciencia genera- filosófico sistemático los tres proble­
543
1
F ilosofía

mas de fundamentación, estructuración mo exigencia de extender el puesto y


y conexión de las ciencias particula­ la función de la ciencia en la vida
res y la tarea del enfrentamiento con humana, Russell como unidad de mé­
esa necesidad insaciable de percatación todo, Camap como unidad formal o lin­
íntima en una conexión social e histó­ güística y Morris como doctrina general
rica. .. Constituye un sistema sobre el de los signos {Intert ational Encyclope-
ser, la razón, el valor, el fin y su tra­ dia of Unified Science, I, 1, pp. 20, 33,
bazón en la concepción del mundo, sea 61, 70). Esta disparidad de criterios
cualquiera la forma y la dirección en hace ver la dificultad de realización, en
que tenga lugar este enfrentamiento” el mundo moderno, del ideal de la uni­
{Das Wesen der Philosophie, in fine; ficación de las ciencias y pone en crisis
trad. esp.: "La esencia de la filoso­ al concepto positivista de la filosofía.
fía”, en Teoría de la concepción del 3) La tercera concepción de la F.
mundo, México, 1954, F. C. E., pp. 215- como juicio acerca del saber es la que
216). La relación entre la fundamenta­ se puede denominar crítica y consiste
ción y la unificación de las ciencias en reducir la F., en este aspecto, a
con la concepción del mundo (en que doctrina del conocimiento o a metodo­
consiste precisamente la metafísica) es logía. Según esta concepción, la F. no
configurada por Simmel como la distin­ aumenta la cantidad del saber mismo;
ción entre los dos límites que definen por lo tanto, no puede denominarse
el campo de la investigación filosófica. propiamente "conocimiento”. Su tarea
"Uno comprende las condiciones, los es más bien ensayar la validez del sa­
conceptos fundamentales, los supuestos ber, determinando sus límites y sus
de la investigación particular que no condiciones, sus posibilidades efectivas.
pueden encontrar satisfacción en ésta, El iniciador de este concepto de la F.
ya que están más bien en su base; en es Locke. Todo el Ensayo ha nacido,
el otro esta búsqueda particular es con­ como advierte en la "Epístola al lec­
ducida como complemento y conexión tor” que figura como premisa, por la
y puesta en relación con cuestiones y necesidad de "examinar nuestras apti­
conceptos que no tienen puesto alguno tudes, y ver qué objetos están a nues­
dentro de la experiencia y del saber ob­ tro alcance o más allá de nuestros
jetivo inmediato. Aquélla es la teoría del entendimientos”. Aún más exactamen­
conocimiento, és‘a es la metafísica te la F. tiende a "descubrir sus poten­
del campo particular en cuestión” (S o cias [del entendimiento]; hasta dónde
ziologie, 1910, p. 25; trad. esp.: Socio­ alcanzan; respecto a qué cosas están
logía, Madrid, 1927; cf. P. Rossi, Lo en algún grado en proporción, y dónde
storicismo tedesco contemporáneo, Tu- nos traicionan” (Essay, I, 1 , Intr., § 4 ).
rín, 1956, pp. 242 ss.). Ahora bien, la Los límites de las capacidades humanas
primera de estas tareas es la que la F. están claramente resumidos por Locke
crítica había reconocido como propia en el tercer capítulo del libro IV del
de la F. (véase infra); la segunda es, en Ensayo. Pero todavía más claramente,
cambio, la que había atribuido a la F. en lo que se refiere a la F., resultan
la dirección positivista que tiene como tales límites del último capítulo de la
raíz a Bacon. La última manifestación obra, dedicado a la división de las cien­
de este concepto de la F. en el pensa­ cias. Se distinguen en él tres ciencias
miento contemporáneo es la noción de principales: la F. natural o física, cuya
"ciencia unificada” propia del neoempi- tarea es "el conocimiento de las cosas,
rismo, a la que está dedicada la Enci­ como son en su propio ser, en su cons­
clopedia internacional de la ciencia titución, propiedades y operaciones” ; la
unificada (desde 1938 en adelante). En F. práctica o ética que es “la habilidad
esta obra, sin embargo, el concepto de aplicar bien nuestras propias poten­
mismo de unificación es incierto y cias y actos con el fin de alcanzar
es entendido de diferentes modos por cosas buenas y útiles” y la doctrina
sus diversos sostenedores. Así Neurath de los signos o semiótica (o también
lo entiende como la combinación de los lógica) cuya tarea es "considerar la
resultados de las diferentes ciencias naturaleza de los signos de que se vale
y la axiomatización de ellas en un la mente para entender las cosas, o
sistema único; Dewey lo entiende co­ para comunicar sus conocimientos a los
544
Filosofía

otros” (Ibid., IV, 21, §§2-4). En esta y determinar sus límites. El neokantis-
división de las ciencias falta la F., lo mo contemporáneo ha modificado de
que quiere decir que la F. no es para la doctrina de Kant el punto concer­
Locke una ciencia en el mismo senti­ niente a la religión y, manteniendo el
do en que lo son la física, la ética o la concepto de la F. como crítica del sa­
lógica, o sea como conocimiento de ber, reconoce tres disciplinas filosóficas,
objetos, sino juicio acerca de la ciencia a saber, la lógica, la ética y la estética,
misma, esto es, crítica. Este punto de entendiendo por lógica, la mayoría de
vista es uno de los filones principales las veces, la teoría del conocimiento.
de la F. moderna y contemporánea. Esta doctrina fue defendida por la de­
Hume reconocía la tarea de la F. aca­ nominada escuela de Marburgo (Cohén,
démica o escéptica, que profesaba, en Natorp, Cassirer), como también por el
la "limitación de nuestras investigacio­ kantismo francés (Renouvier, Brunsch-
nes de las materias que mejor se adap­ vicg). La primacía que la gnoseología
tan a la restringida capacidad del en­ o teoría del conocimiento ha tenido en
tendimiento humano" (Inq. Corte. Un- la F. contemporánea (y no solamente
derst., XII, 3). La limitación del conoci­ entre las corrientes neokantianas) es
miento es tomada por Kant como fun­ una consecuencia del concepto de la
damento de la validez del conocimiento F. como crítica del saber. La gnoseolo­
mismo, según un concepto que ya fuera gía o teoría del conocimiento (véase}
utilizado por Locke. Para Kant, en efec­ está caracterizada, sin embargo, por
to, las condiciones a priori del conoci­ supuestos y problemas particulares y,
miento (intuiciones puras, categorías), por lo tanto, el concepto de la F. como
o bien las condiciones a posteriori (el crítica del saber no implica la identi­
dato empírico o intuición), determi­ ficación de la F. con la doctrina del
nan y limitan las posibilidades cog­ conocimiento o gnoseología. En efecto,
noscitivas, en el sentido de que no tal concepto subsiste, aun después de
solamente excluyen determinados cam­ la crisis y del abandono de la gnoseo­
pos de investigación, sino que también logía del siglo xix, en forma de aná­
fundan la validez o la efectividad de lisis de los procedimientos efectivos
las posibilidades mismas. Kant expre­ del conocimiento científico y determi­
só todo el campo de la F. con las nación de sus límites y de su validez.
siguientes preguntas: 1) ¿Qué puedo Este análisis es el Urna propio de la
saber?; 2) ¿qué debo hacer?; 3) ¿qué m e to d o lo g ía (véase). Por lo tanto,
puedo esperar?; 4) ¿qué es el hombre? la metodología puede ser considerada
"La metafísica —agrega Kant— respon­ como la última encamación de la F.
de a la primera pregunta, la moral a la en el concepto de crítica del saber.
segunda, la religión a la tercera y la an­ Como parte de la metodología o como
tropología a la cuarta, pero en el fondo, ulterior restricción de su tarea, se pue­
todo esto se podría incluir en la antro­ de entender la definición de la F. como
pología, pues las tres primeras pregun­ "análisis del lenguaje”, que fue pro­
tas se refieren a la última. El filóso­ puesta por vez primera por Wittgen-
fo, en consecuencia, debe poder deter­ stein en el Tractatus logico-philosaphi-
minar : 1) la fuente del saber humano ; ctts (1922). Wittgenstein, que atribuye
2) el ámbito del uso posible y útil de "la totalidad de las proposiciones ver­
todo el saber y, por fin, 3) los límites daderas” a la ciencia natural, niega que
de la razón” (Logik, Intr., III). La la F. sea una ciencia natural y esta
objeción de Hegel a este punto de vista palabra, según nos dice, "debe signifi­
en el sentido de que "querer conocer car algo que está por encima o por
antes de conocer es no menos absurdo debajo de las ciencias de la naturaleza,
que el sabio propósito de aquel esco­ no al lado de ellas” (Trocí., 4, 111).
lástico que quería aprender a nadar an­ Entonces resulta tarea de la F. la cla­
tes de arriesgarse al agua” (Ene., § 10), rificación lógica del lenguaje. "La F. no
es una pura boutade. Ya que la F. como es una doctrina, sino una actividad.
crítica presupone el saber nadar, y que Una obra filosófica consiste esencial­
exista ya un saber constituido (el de la mente en dilucidaciones. Fruto de la
ciencia), a partir del cual se puedan F. no son las ‘proposiciones filosóficas',
investigar las posibilidades de conocer sino la aclaración de las proposiciones.
545
Filosofía

La F. debe aclarar y delimitar con pre­ han sido emprendidos con finalidades de
cisión las i d e a s que de o t r o modo lucro o de política, sino sólo por mor del
serían, por así decirlo, turbias y confu­ conocimiento. Platón mismo oponía el
sas” (Ibid., 4, 112). espíritu científico de los griegos al
II) La filosofía y el uso del saber. El amor de lucro propio de egipcios y fe­
segundo punto de vista para buscar nicios (Rep., IV, 435 e). Y el hecho
constantes en los significados atribui­ de que la búsqueda del saber no se su­
dos históricamente a la F. y, por lo bordine o se pliegue a fines extraños
tanto, realizar divisiones o articulacio­ es cosa que resulta de la misma noción
nes de tales significados, es el expresa­ de esta búsqueda, tal como se vino a
do en la segunda parte de la definición configurar en la antigua Grecia (cf. I,
que se ha tomado como punto de par­ B ). Pero ya en la narración relativa a
tida de este artículo, esto es, aquel que Pitágoras, que procede de un escrito
considera que la F. es el uso humano de Heráclides Póntico (Dióg., L., Proe-
del saber. Dos han sido las interpre­ mium, 1 2 ) en el cual se pretende jus­
taciones fundamentales dadas históri­ tificar el nombre de F., hay algo más
camente a este aspecto de la F., esto que la simple exigencia del desinterés
es: a) aquella según la cual la F. es de la búsqueda. Según tal tradición,
contemplativa y constituye una forma recogida por Cicerón en las Tusculanas
de vida que es finalidad en sí mis­ (V, 9), Pitágoras comparaba la vida a
ma; b) aquella según la cual la F. es las grandes fiestas de Olimpia, donde
activa y constituye el instrumento de algunos concurrían por negocios, otros
m o d ific a c ió n o de rectificación del para p a r t í c i p a r en las c a r r e r a s ,
mundo natural o humano. Según la otros para divertirse y, por fin, algunos
primera interpretación, la F. se agota solamente para ver lo que sucede: es­
en el individuo que filosofa; para la tos últimos son los filósofos. Aquí se
segunda interpretación la F. trasciende ha subrayado el alejamiento entre el fi­
al individuo y concierne precisamente lósofo, interesado sólo en ver, o sea
a las relaciones con la naturaleza o con en contemplar desinteresadamente, y
los hombres, por lo tanto, con la vida la humanidad común, dedicada a sus
humana asociada. Para servirse de un cosas. La superioridad de la contem­
término de claro significado histórico, plación sobre la acción se halla, por
se puede denomi ar "iluminista” a esta lo tanto, implícita en esta narración,
segunda interpretación de la F. que probablemente tenía la finalidad
a) El concepto de la F. como con­ de enaltecer mediante la autoridad de
templación es inherente, en primer lu­ Pitágoras, el concepto de la F. que se
gar, a las F. de tipo oriental que ponen formaba por entonces en la escuela
como finalidad de la F. la salvación de Aristóteles. El carácter contempla­
del hombre. La salvación es, en efecto, tivo de la F. (que nada tiene que ver
la liberación de toda relación con el con el carácter desinteresado de la in­
mundo y, por lo tanto, la realización vestigación en general), como una de
de un estado en el cual toda actividad las respuestas posibles al problema del
es imposible o carece de sentido. En uso humano del saber, fue por primera
Occidente, el concepto de la F. como vez afirmado y justificado por Aristó­
contemplación no fue la primera forma teles. Tal carácter está fundado, en
que adquirió el trabajo filosófico (fue efecto, en la naturaleza necesaria del
en cambio la de la "sabiduría" o sea, objeto de la F. que es lo que “no puede
de la F. activa y militante), pero sí fue ser sino lo que es” {Ét. Nic., VI, 3,
la primera caracterización explícita de 1139 b 19). Desde este punto de vista,
este trabajo. El fundamento de tal ca­ la F. es saber y no sabiduría, ya que la
racterización es la naturaleza "desin­ sabiduría consiste en deliberar bien,
teresada” de la investigación filosófica. pero nada hay que deliberar en tomo
Cuando Heródoto (I, 30) hace decir al a las cosas que no pueden ser de otra
Rey Creso dirigiéndose a Solón: “He manera {Ibid., VI, 5, 1140 a 30). A
oído hablar de los viajes que filoso­ partir de esta base, Aristóteles estable­
fando has realizado para ver muchos ce un contraste entre sabiduría y sa­
países” alude obviamente al carácter piencia {véase). Hombres como Ana-
desinteresado de estos viajes, que no xágoras y Tales son sapientes y no sa­
5 *6
Filosofía

bios: no indagan acerca de los bienes filosofía. Cuando Spinoza dice: “El va­
humanos, no conocen lo que les beneficia rón fuerte de ánimo considera en pri­
a sí mismos sino solamente cosas excep­ mer término que todo se sigue de la
cionales, maravillosas, difíciles y divi­ necesidad de la naturaleza divina y por
nas. "Nadie—dice Aristóteles— delibera ende, todo lo que piensa que es moles
en tomo a lo que no puede ser de otra to, malo y además todo lo que le pa­
manera o en tomo a las cosas que no rece inmoral, horrible, injusto y des­
tienen un fin o cuyo fin no es un honesto, nace de que concibe las cosas
bien realizable" (Ibid., VI, 7, 1041 b 10). mismas desordenada, mutilada y con­
Pero, desde este punto de vista: ¿cuál fusamente” (Eth., IV, 73, scol.) expresa
es el posible uso del saber? Solamente en su forma clásica el concepto con­
uno: la realización de una vida con­ templativo de la F. Y cuando Hegel
templativa, esto es, dedicada al conoci­ afirma que la F., como el buho de
miento de lo necesario. La actividad Minerva que inicia su vuelo hacia el
contemplativa es, por lo tanto, consi­ crepúsculo, llega siempre a cosas he­
derada por Aristóteles como la más chas y, por lo tanto, demasiado tarde
alta y beatífica: hace del hombre algo para decir cómo debe ser el mundo,
superior al hombre mismo porque es expresa el mismo concepto (Fil. del
conforme a lo que de divino hay en él Derecho, Prefacio). En efecto, tanto
(Ibid., X, 7, 1177 b 26). La doctrina para Hegel como para Aristóteles y Spi­
de Aristóteles ha fijado así los puntos noza el objeto de la F. es lo necesario
en tomo al uso humano del saber: 1) y su tarea es, precisamente, la de mos­
la F., en cuanto tiene por objeto lo trar la necesidad de lo que existe, o
necesario, no ofrece al hombre nada sea la racionalidad de lo real (Ene., §
que hacer y, por lo tanto, es contem­ 12) Desde este punto de vista, la F. es
plación; 2) la contemplación es una la justificación racional de la realidad,
forma de vida individual privilegiada, entendiéndose por realidad no sólo la
porque es la beatitud misma. Las dos de la naturaleza, sino también la de
tesis son típicas de esta concepción las instituciones histórico-sociales, o
de la F., que aparece con frecuencia sea las del mundo humano. No muy
en la historia del pensamiento occiden­ diferente, desde este punto de vista,
tal y domina en toda la F. griega pos­ resulta el concepto que de la F. tenía
aristotélica, que cultiva el ideal del Schopenhauer. “Reflejar abstracta, uni­
“sabio” o sea de aquel en quien se rea­ versal y limpiamente en conceptos la
liza la vida contemplativa. Epicúreos, total esencia del mundo —decía—, y
estoicos, escépticos y neoplatónicos con- así, como imagen refleja, llevarla ha­
cuerdan en considerar que sólo el sa­ cia los conceptos de la razón: perma­
bio puede ser feliz porque sólo él, como nentes y siempre dispuestos: ésta y no
puro contemplador, es autosuficiente. otra cosa es la F.” (Die Welt, I, § 68).
El fin que estos filósofos atribuyen a En la F. contemporánea el concepto
la F. es individual y privado, o sea la de la F. como contemplación perdura
realización de una forma de vida que en la fenomenología y en el espiritua-
encierra al sabio en sí mismo y en su lismo. La fenomenología es el esfuerzo
contemplación solitaria. También des­ por alcanzar, mediante la epoché, el
de este punto de vista, la F. es, obvia­ punto de vista de un "espectador des­
mente, un esfuerzo de transformación interesado”, o sea el de un sujeto que
o de rectificación de la vida humana a su vez no esté sometido a las mis­
y, por lo tanto, no es verdad al pie de mas condiciones limitativas que toma
la letra la afirmación de Aristóteles en consideración. Dice Husserl: "El yo
de que nada tiene que hacer. Esta que medita fenomenológicamente [pue­
afirmación significa solamente que no de] llegar a ser, no sólo en algunas
modifica la estructura del mundo, del particularidades, sino con universali­
conocimiento que concierne al mundo dad, ‘espectador desinteresado’ de sí
y de las formas de vida asociada, en mismo y como incluido en esto, de toda
tantc que puede modificar la vida del objetividad que ‘exista’ para él, y tal
individuo haciéndolo sabio y beato. como exista para él” (Médit. Cartés., §
A través de estos rasgos es fácil re­ 15). El punto de vista del espectador
conocer la actitud contemplativa en desinteresado es, obviamente, el punto
547
Filosofía

de vista de la contemplación, cuyo úni­ fueron, en efecto, moralistas y polí­


co objeto son las determinaciones ne­ ticos y los lemas en que condensaran
cesarias, o sea esencias y la esencia es, su sabiduría se refieren a la conducta
en efecto, el objeto propio de la con­ en la vida y a las relaciones con los
sideración fenomenológica y está ca­ hombres (veos-? sabios, s ie t e ). Pero el
racterizada por su necesidad {Ideen, primer gran ejemplo de una F. explí­
I, § 2). Por otro lado Bergson, al dis­ citamente concebida con la finalidad
tinguir la F. como intuición o con­ de transformar el mundo humano es
ciencia de la duración temporal (o sea la de Platón. La F. de Platón está to­
el devenir de la conciencia) de la cien­ talmente dirigida a modificar la for­
cia como conocimiento de los hechos, ma de la vida asociada y a fundarla
ve en la ciencia el "auxiliar de la ac­ en la justicia. La educación del filó­
ción” y en la F. una actividad con­ sofo culmina, no ya en la visión del
templativa. "La regla de la ciencia bien, sino en el “retomo a la caverna”,
—dice— es la que ha sido puesta por ya que el filósofo debe poner a dispo­
Bacon: obedecer para mandar. El filó­ sición de la comunidad los resultados
sofo no obedece ni manda: busca la de su especulación y utilizarlos para su
simpatía” (La pensée et le mouvant, guía y para su dirección. “Cada uno
3? ed., 1934, p. 158). La divinización de vosotros —dice Platón— debe a su
del "sabio”, como condición humana vez descender a la morada común y
privilegiada o perfecta, o de la F. como habituarse a contemplar los objetos en
forma final y conclusa del ser, son dos las tinieblas, porque habituándose a
de los rasgos característicos por los éstas verá mejor que los que han que­
cuales se puede reconocer la concep­ dado siempre lejos y reconocerá los
ción de la F. como contemplación. A caracteres y el objeto de cada imagen,
esta concepción pertenecen las formas porque ha visto los verdaderos ejem­
del escepticismo antiguo y moderno. plares de la belleza, de la justicia y del
Cuando Sexto Empírico agrega como bien. Así nosotros y vosotros consti­
fin de la F. escéptica la imperturbabi­ tuiremos y gobernaremos despiertos la
lidad que permite realizar (Hip. Pirr., ciudad y no ya soñando, como sucede
I, 25) o cuando Hume reduce el motivo ahora en la mayor parte de las ciuda­
de su filosofar, que considera incapaz des por culpa de los que se combaten
de obrar sobre las creencias más en­ a causa de sombras y detentan el po­
raizadas del hombre, al placer que se der como si fuese un bien” (Rep., VII,
obtiene (Treatise, I, 4,' 7; Inq. Conc. 520 c). La F. platónica está entera­
Underst., XII, 3), ambos atribuyen a mente dominada por este compromiso
la F. una función contemplativa que educativo y político y así, tarea de la
se agota en el ámbito de la vida indi­ F. no es, para Platón, la de dar a de­
vidual. Y en el mismo ámbito se ago­ terminado número de hombres la bea­
ta la función de la F. como "terapia” titud de la contemplación, sino el de
de la F., o sea como liberación de las dar a todos la posibilidad de vivir se­
dudas filosóficas, de la cual hablan gún la justicia (Ibid., 519 e). Esta con­
Wittgenstein (Philosophical Investiga- cepción activa de la F. fue inoperante
tions, § 133) y algunos filósofos ingleses por largo tiempo. Sólo en el Renaci­
discípulos s u y o s (cf. Revolution in miento fue adoptada de nuevo por los
Phil., 1956, pp. 106, 112 ss.). No parece h u m a n ista s, que entendieron la F.
efectivamente que estos filósofos atri­ como sabiduría. En el De Nóbilitate
buyan a la terapia filosófica otra fun­ Legum et Medicinae, Coluccio Salutati
ción que la de liberar al individuo de (1331-1406) decía: “Mucho me sorpren­
las dudas filosóficas y, de tal manera, de que sostengas que la sabiduría con­
permitirle "sentirse mejor”, del mis­ sista en la contemplación, de la cual
mo modo que Hume se sentía mejor sería servidora la prudencia, que se re­
con sus dudas escépticas. lacionaría con ella como un adminis­
b) El concepto de la F. como activi­ trador con el patrón, y que digas que la
dad directriz o transformadora se en­ sabiduría es la mayor de las virtudes,
cuentra ya en la leyenda de los Siete propia de la mejor parte del alma o
Sabios, por primera vez escogida por sea del entendimiento y que la felici­
Platón (Prot., 343 a). Los Siete Sabios dad consista en obrar según sapiencia.
548
Filosofía

Y agregas que, siendo la metafísica la resan a los menos, todo ha sido discu­
única ciencia libre, el filósofo quiere tido y analizado o, por lo menos, agi­
que la especulación preceda en todo a tado. Una nueva luz sobre algunos
la acción... Pero la verdadera sapien­ objetos, una nueva oscuridad sobre mu­
cia no consiste, como creen, en pura chos otros, han sido el fruto o la con­
especulación. Si quitas la prudencia no secuencia de este fervor general de los
encontrarás ni el sabio ni la sabidu­ espíritus, como el efecto del flujo y
ría ... ¿Llamarás, en efecto, sabio, al reflujo del océano es el de llevar hacia
que haya conocido cosas celestes y di­ la orilla unas cosas y alejar otras”
vinas, pero no haya procurado por sí (CEuvres, ed. Condorcet, p. 218). El
mismo, ayudado a los amigos, a la fa­ concepto ilustrado de la F. fue com­
milia, a los parientes y a la patria?” partido por Kant, según el cual la F.,
Con el mismo espíritu Leonardo Bruni al determinar las posibilidades efecti­
en el Isagogicon Moralis disciplinae vas del hombre en todos los campos,
(1424) afirmaba la superioridad de la debe iluminar y dirigir al género hu­
F. moral sobre la F. teórica. mano en su debido progreso hacia la
La afirmación de esta concepción ac­ felicidad universal (Recensión a las
tiva de la F. caracteriza el comienzo "Ideas sobre la F. de la historia" de
de la Edad Moderna. Los humanistas Herder, 1784-85; cf. Crítica R. Pura,
creían que sólo la F. moral era activa. Doctrina trascendental del método, ca­
Para Bacon tam bié: es activa la F. pítulo III, in fine).
que tiene por objeto la naturaleza, El romanticismo, que insiste acerca
porque está dirigida al dominio de la del carácter necesario (por ser racio­
naturaleza. Y Bacon no duda en deno­ nal) del ser, constituyó, en su conjun­
minar "pastoral" a la misma F. de to, una vuelta a la concepción contem­
Telesio, que mucho apreciaba y en par­ plativa de la filosofía. El m is m o
te seguía, porque le parecía que "con­ positivismo, que p re te n d ió explícita­
templaba al mundo plácidamente y casi mente reafirmarse en la doctrina ba-
por ocio” (Works, III, p. 118). Hobbes coniana del saber como posibilidad de
insistió acerca de la misma función de dominio de la naturaleza, no permane­
la F. (De Corp., I, § 6). Descartes a ció siempre fiel al reconocimiento del
su vez la consideró como dirigida a con­ carácter activo de la F. Si para el
seguir la sabiduría y la ciencia de positivismo (véase) de cuño social (St.-
todo lo que resulta útil o ventajoso al Simon, Proudhon, Comte, Stuart Mili)
hombre (Princ. Phit., pref.). La mis­ la F. es sobre todo un instrumento de
ma finalidad rectora y correctiva atri­ transformación de la sociedad huma­
buyeron a la F. Locke y los iluminis- na, para el positivismo evolucionista la
tas. Con Locke, la F. resulta crítica del F. tiene carácter más contemplativo
conocimiento y esfuerzo de liberación que activo. La defensa del misterio, que
de ignorancias y prejuicios por parte Spencer coloca entre las tareas de la
del hombre. Y así se mantiene en la F., o sea el reconocimiento de la inso­
Ilustración del siglo xvm, que ve en lubilidad de los denominados proble­
la F. al esfuerzo de la razón por cam­ mas últimos, lleva a la F. al mismo
biar el mundo humano, liberándolo de plano contemplativo de la religión. La
los errores y haciéndolo progresar. discusión en tomo a la solubilidad o
D'Alembert describió así la acción que insolubilidad de los denominados "enig­
la F. ejercía en su tiempo: "Desde los mas del mundo” cae por entero en el
principios de la ciencia profana hasta plano de la F. contemplativa. El posi­
los fundamentos de la revelación, des­ tivismo de Ardigó, tanto como el mo­
de la metafísica hasta las materias de nismo m a te r ia lis ta (Haeckel) o el
gusto, de la música a la moral, desde evolucionismo espiritualista (W undt,
las disputas escolásticas de los teólo­ Morgan, etc.) son igualmente contem­
gos hasta los objetos del comercio, de plativos. En realidad, el clima román­
los derechos de los príncipes a los tico se hace presente en el positivismo
de los pueblos, de la ley natural a las y en el idealismo y tanto aquél como
leyes arbitrarias de las naciones, en éste se dirigen hacia el concepto de la
una palabra, desde las cuestiones que F. como contemplación de una reali­
llegan a la mayoría hasta las que inte­ dad necesaria. Una protesta contra tal
549
Filosofía

concepto la constituye el "nuevo ma­ también desde otro punto de vista. Peir­
terialismo” del que se hizo partidario ce niega explícitamente el su p u e sto
Marx, polemizando, por otro lado, con­ mismo de la F. como contemplación,
tra el materialismo teórico de Feuer- o sea el carácter necesario de lo real.
bach. "Los filósofos —decía— hasta Peirce demuestra, en efecto, cómo la
ahora solamente han interpretado el regularidad y el orden de los aconte­
mundo: ahora se trata de transformar­ cimientos, lo mismo que las conexiones
lo" (Tesis sobre Feuerbach 11). Pero condicionales entre los hechos mismos,
aun cuando Marx insista acerca del nada tienen que ver con la necesidad,
empeño de transformación que debe que implicaría la posibilidad de la pre­
caracterizar a la F. como tal, el funda­ visión infalible (Chance, Love and Lo­
mento mismo de la F. como contem­ gic, II, cap. 2). La definición de la F.
plación se mantiene en su doctrina. como "crítica de los valores”, dada por
Tal fundamento es, en efecto, la ne­ Dewey (Experience and Nature, p. 407;
cesidad de lo real y para Marx la trans­ trad. esp.: La experiencia y la natura­
formación de la sociedad, esto es, el pa­ leza, México, 1948, F. C. E., p. 331) ex­
so de la sociedad capitalista a la socie­ presa, precisamente a partir de supues­
dad sin clases, tendrá lugar "con la tos establecidos por Peirce, la función
fuerza inexorable de un proceso natu­ rectora de la F. Según Dewey, la tarea
ral” (Capit., I, 24, §7; trad. esp.: El de la F. es la antigua, que se encuen­
capital, México, 1959, F. C. E.). A partir tra en el significado etimológico de la
de esta base, la tarea de la F. parece palabra, o sea búsqueda de la sabidu­
ser la de una profética f'asandra más ría, de donde la sabiduría difiere del
bien que la de promover y orientar conocimiento por ser "la aplicación de
la transformación misma. En este as­ lo conocido a la conducta inteligente
pecto, el kantismo se sustrae a veces de las cosas de la vida humana" (Pro-
al clima romántico. Renouvier, en Ucra­ blems of Man, 1946, p. 7). La definición
nia, se propone eliminar "la ilusión de dada por Morris no tiene un significa­
la necesidad preliminar por la cual el do diferente: "Una F. es una organiza­
hecho cumplido sería el único, entre ción sistemática que co m p re n d e las
todos los imaginables, que habría po­ creencias fundamentales: creencia acer­
dido acaecer” ( Ut'ironie, 2‘ ed., 1901, ca de la naturaleza del mundo y del
p. 411). La "F. analítica de la histo­ hombre, acerca de lo que es el bien,
ria” tiene, según Renouvier, la tarea sobre los métodos a seguir en el cono­
de determinar las concatenaciones ge­ cimiento, sobre el modo en que la vida
nerales de los hechos históricos para debe vivirse" (Signs, Language and
dirigir el desarrollo de la historia mis­ Behaviour, 1946, VIII, §6; trad. i tal.,,
ma (Intr. á la phit. analitique de Vhis- p. 314). En efecto, para Morris como
toire, 1864, pp. 551-52). Por otro lado, la para todo el pragmatismo, la creencia
determinación de. la F. como "concep­ no es más que una regla de compor­
ción del mundo”, determinación que la tamiento y la F., como organización
F. sufrió en la segunda mitad del si­ de las creencias fundamentales, cons­
glo xix por obra de pensadores prove­ tituye, por lo tanto, lo que Sartre ha
nientes del kantismo y del positivismo, denominado "el proyecto fundamental
tiene un claro significado contemplati­ de vida”. En la obra misma de Sartre
vo. Contra la interpretación contempla­ se puede discernir el paso de la con­
tiva de la F. se ha erigido el pragma­ cepción contemplativa de la F. expre­
tismo desde su origen, en forma polé­ sada en L'&tre et le néant (1943) a la
mica, según se puede ver en el ensayo activa o iluminista expresada en la Cri­
Cómo hacer claras nuestras ideas (1878) tique de la raison dialectique (1960).
de C. S. Peirce. En este ensayo, Peirce En el primer escrito, Sartre proyecta­
afirma que toda la función del pensa­ ba una investigación denominada "psi­
miento es la de producir hábitos de coanálisis existencial" cuya finalidad
acción (o creencias) y que, por lo tan­ era la "de sacar a luz, en una forma
to, el significado de un concepto con­ rigurosamente objetiva, la elección sub­
siste exclusivamente en las posibilida­ jetiva por la cual cada persona se hace
des de acción que define. Pero estas persona, esto es, se hace anunciar a sí
afirmaciones de Peirce son importantes misma lo que ella es" (L'&tre et le
5S0
Filosofía

néant, p. 662). El resultado de una datos y proceden a describir o analizar


investigación de esta naturaleza habría estos datos mismos. El carácter propio
debido ser, según Sartre, la clasifica­ de las F. analíticas es la limitación con
ción y la confrontación de los diferen­ que se consideran sometidas al dato,
tes tipos de conducta posibles y, por lo sea cual fuera la forma en que entien­
tanto, la aclaración definitiva de la rea­ dan posteriormente su naturaleza. El
lidad humana como tal (I b i d p. 663). carácter propio de las F. sintéticas, en
El carácter contemplativo de una dis­ cambio, está en no reconocer esta limi­
ciplina semejante es evidente. Pero, en tación y en pretender que el propio
su segunda obra, Sartre entiende la F. método es enteramente constructivo, o
como "totalización del saber, méto­ sea, capaz de agotar sin residuos todo
do, Idea reguladora, arma ofensiva y el objeto de la F.
comunidad de lenguaje", y también co­ a) El procedimiento sintético no pue­
mo un in s tru m e n to que obra, para de apelar al control de situaciones, he­
transformarlas, sobre las sociedades en chos o ele m en to s independientes de
decadencia y que puede constituir la suyo; su característica es, por lo tanto,
cultura o, aún más, la naturaleza de la de valer como control de sí mismo.
una clase en su totalidad (Critique de la El método de la F. puede ser conside­
raison díalectique, p. 17). En el primer rado sintético toda vez que considere
caso, la F. no daba nada que hacer a que la validez de los propios resultados
los hombres ya que el hombre nada depende exclusivamente de la organiza­
podía hacer. Sartre definía al hombre ción interna de la misma F. y, por lo
como "pasión inútil”, o sea como pa­ tanto, puede ser reconocida y estable­
sión imposible de ser Dios (L’&tre et le cida de una vez por todas, sin necesi­
néant, p. 708). En el segundo caso, la dad de que los resultados mismos sean
F. se inserta en el mundo como fuerza puestos a prueba y revalidados por téc­
humana finita, pero eficaz, y tiende a nicas o procedimientos independientes.
transformarlo. Sustraída al destino del En efecto, su procedimiento equivale, en
fracaso o al del éxito, la noción del pro­ este caso, a la creación o composición
yecto se presta a expresar el carácter ex novo de su objeto, en una forma
rector y operativo que a la F. atribuyen que no exige confirmaciones ni teme ser
las direcciones neoiluministas contem­ desmentida. La F. de Hegel constituye
poráneas. En efecto, un proyecto se la encamación más pura de este tipo
apoya sobre los conocimientos disponi­ de F. Cuando Hegel dice: "La F. no
bles y determina su uso posible con tiene la ventaja, de la que gozan las
el fin de garantizar la existencia y la otras ciencias, de poder presuponer sus
coexistencia de los hombres. Una F. o b jeto s como inmediatamente dados
que se proyecte en este sentido (que por por la representación y el método de su
lo demás es el aclarado por Platón) al conocimiento como ya admitido, desde
uso humano del saber es, obviamente, el punto de partida y en el proceder
la determinación de técnicas de vida sucesivo” (Ene., §1), afirma precisa­
que pueden ser puestas a prueba, rec­ mente la exigencia de que la F. cons­
tificadas o rechazadas. truya por sí y enteramente su objeto
III) La filosofía y sus procedimien­y su método. Pero produciendo por sí
tos. El tercer punto de vista según el tanto al objeto como al método, tam­
cual se pueden individualizar constan­ poco tiene que rendir cuentas a otras
tes de significado que permitan reco­ ciencias o a otros eventuales puntos
nocer articulaciones fundamentales en de vista, de sus resultados, sean éstos
las interpretaciones históricamente da­ los que fueren. Hegel insiste acerca
das del concepto de F., es el del procedi­ del carácter independiente o incondi­
miento o método que se considera pro­ cionado de su método. "El método
pio de la filosofía. Desde este punto de —dice, por ejemplo—, al igual que el
vista las F. se pueden distinguir en concepto en la ciencia, se desarrolla
a) F. sintéticas o creadoras, que pro­ por sí mismo y es solamente una pro­
ducen conceptualmente su objeto, sin gresión inmanente y una producción
reconocer límites o condiciones a este de sus determinaciones" (FU. del de­
trabajo de construcción; y P) F. ana­ recho, §31). Y todavía: "La más alta
líticas que reconocen la existencia de dialéctica del concepto es producir y
551
Filosofía

entender la determinación, no simple­ resultan de la naturaleza divina. El


mente como límite o posición, sino amor intelectual del alma a Dios es
extrayendo de ella el contenido y el el amor mismo de Dios con que Dios
resultado positivos, en cuanto única­ se ama a sí mismo (Eth., V, 36), lo que
mente con ello es desarrollo y progreso quiere decir que el conocimiento de la
inmanente. Esta dialéctica no es un necesidad con que las cosas resultan
hacer externo de un pensamiento ob­ de Dios es el conocimiento mismo que
jetivo, sino el alma propia del conte­ Dios tiene de sí. El procedimiento ma­
nido, la cual hace germinar sus ramas temático de la Ética adquiere, desde
y sus fru to s orgánicamente” (Ibid., este punto de vista, fundamental re­
§31). La diferencia entre este método lieve en la filosofía de Spinoza; no es
productivo o, mejor dicho, creador de un artificio expositivo, sino la adecua­
su objeto, y el método analítico que ción del método de la F. al procedi­
después de Descartes reconoce Hegel miento necesario mediante el cual las
como propio de las ciencias, es expre­ cosas resultan de Dios. Considerado
sada por Hegel mismo del modo si­ en esta perspectiva, el método sinté­
guiente: "El método iniciado por Des­ tico se revela en su característica más
cartes rechaza todos los métodos diri­ sugestiva: la pretensión de valer como
gidos a conocer lo que por su conteni­ una mirada divina posada sobre el
do es infinito; se abandona, por lo mundo, como el conocimiento mismo
tanto, a la desenfrenada arbitrariedad que Dios tiene de sí y de sus creacio­
de las imaginaciones y de las asercio­ nes. Es fácil advertir entonces por qué
nes, a una presunción de moralidad y esta pretensión fue a menudo adelan­
orgullo de sentimiento o a un desme­ tada por la F. “Solamente esta cien­
surado opinar y raciocinar, el cual se cia —decía Aristóteles— es divina y lo
declara del modo más enérgico contra es en un doble sentido: porque es pro­
la F. y los filosofemas" (Ene., §77). pia de Dios y porque concierne a lo
Esta concepción atribuye al procedi­ divino. Sólo ella tuvo en suerte ambos
miento filosófico la producción de su privilegios: Dios, en efecto, aparece co­
objeto y hace del objeto lo infinito mo la .causa y el principio de todas las
mismo, es decir, lo Absoluto o Dios, cosas y sólo o principalmente una cien­
que en sí resuelve o anula todo hecho cia semejante puede ser propia de Dios”
o toda cosa finití Antes de encontrar (Met., I, 2, 983 a 5). Aristóteles deno­
en Hegel su forma típica, tal concep­ minaba, por lo tanto, teología a la F.
ción había sido expuesta por Fichte primera. Es muy cierto que la F. pri­
como exigencia de que la F., como doc­ mera es tal por su universalidad y que
trina de la ciencia, diera forma siste­ es universal sólo en cuanto es ciencia
mática no solamente a sí misma, sino del ser en cuanto ser (Ibid., VI, I;
también a todas las otras ciencias posi­ 1026 a 30). Pero la misma ciencia del
bles y garantizara para todas la validez ser en cuanto ser es teología porque
de esta forma (Über den Begriff der es la ciencia de la causa o razón de
Wissenschaftslehre ["Sobre el concepto ser, y esta causa o razón de ser es Dios.
de la teoría de la ciencia”], 1794, §1). La F. aristotélica, por lo tanto, tiene
En efecto, Fichte consideraba que, a declarado carácter sintético y, aún más,
la vez que su forma, la doctrina de la puede ser considerada como primero y
ciencia debería producir también el con­ clásico ejemplo del procedimiento sin­
tenido y que el contenido de la doctrina tético. Es obvio que no lo es sola­
de la ciencia encerraba en sí todo po­ mente por tener a Dios como objeto
sible contenido que, por lo tanto, era de su investigación, sino también por­
“el contenido absoluto” (Ibid., §1). Re­ que se considera coincidente con el
montándonos hasta más lejos, la con­ conocimiento que Dios tiene de sí. Y a
cepción del método sintético se puede través de este rasgo puede ser fácil­
ver en Spinoza, según el cual el proce­ mente reconocida toda F. sintética co­
dimiento filosófico (que denomina co­ mo tal.
nocimiento intuitivo, tercer género de p) El procedimiento analítico de la
c o n o c im ie n to o amor in te le c tu a l F. se reconoce negativamente por su
de Dios) es el que tiene por objeto la falta de pretensión de valer como co­
necesidad con la cual todas las cosas nocimiento divino del mundo y positi­
552
F ilosofía

vamente, por el reconocimiento de un modelo matemático. En F. no existen


límite de sus posibilidades y un control definiciones propiamente dichas (que
de sus resultados. El procedimiento sean construcciones de conceptos) ni
analítico no es, en consecuencia, la axiomas, o sea verdades evidentes, ni de­
construcción ex novo de su objeto, sino mostraciones, esto es, pruebas apodíc-
su resolución en los elementos que per­ ticas. A propósito de estas últimas,
miten entenderlo, o sea en sus condi­ dice K ant: "La experiencia nos enseña
ciones. En estos términos, la determi­ lo que es, pero no lo que no puede
nación del procedimiento filosófico fue ser de otra manera. Principios empíri­
formulada por Kant por vez primera cos de prueba no pueden damos nin­
en un escrito precrítico de 1764, Sobre guna prueba apodíctica. De los concep­
la distinción de tos principios de la tos a priori (en el conocimiento dis­
teología natural y de la moral y des­ cursivo) nunca puede nacer una certi­
pués en la segunda parte principal de dumbre intuitiva, o sea una evidencia,
la Crítica de la razón pura. En el pri­ aun cuando el juicio pueda ser apo-
mero de estos escritos, Kant oponía dícticamente cierto" (Ibid., Doctrina
el método analítico de la F. al método del método, cap. I, sec. I). Desde este
sintético de la matemática. "A todo punto de vista, el procedimiento de la
concepto general —decía— se puede lle­ F. está bien lejos de poder dar al hom­
gar por dos caminos: e> a través de un bre un conocimiento comparable al que
enlace arbitrario de los conceptos o posee Dios. “La determinación de los
bien aislando los conocimientos que han límites de nuestra razón no puede ha­
sido aclarados por subdivisión. La ma­ cerse sino sobre principios a priori,
temática llega siempre a sus defini­ pero las limitaciones de la razón, que
ciones siguiendo el primer camino... viene a ser el conocimiento, así sea in­
Las definiciones filosóficas, en cambio, determinado, de una ignorancia nunca
son del todo diferentes. Aquí el con­ eliminable del todo, puede también ser
cepto de las cosas está ya dado, pero conocida a posteriori, es decir, aquello
de modo confuso y no suficientemente que en todo saber nos queda siempre
determinado. Es necesario subdividir­ todavía por saber” {Ibid., De la impo­
lo, confrontar en los diferentes casos sibilidad de una satisfacción escéptica).
las notas aue se han separado con el La F. nunca es una ciencia perfecta que
concepto dado, para más tarde deter­ se pueda enseñar o aprender. “Se puede
minar y completar esta idea abstrac­ enseñar solamente a filosofar, o sea, a
ta” ( Untersuchung über die Deutlich- ejercer el talento de la razón en la apli­
keit der Grundsdtze der natürlichen cación de sus principios universales,
Theologie urtd der Moral ["Investiga- para d e te rm in a d a s búsquedas, pero
ciones sobre la claridad de los princi­ siempre con la reserva del derecho de
pios de la teoloaía y de la moral”], I, la razón misma para indagar tales prin­
I, § 1). En la Crítica de la razón pura, cipios en sus fuentes y para confirmar­
Kant distinguió el conocimiento filo­ los o rechazarlos” {Ibid., Doctrina del
sófico, como conocimiento por concep­ método, cap. III).
tos, del conocimiento matemático que Estas notas de Kant constituyen un
consiste en la construcción de concep­ concepto relativamente cumplido o ma­
tos. La matemática, dice Kant, puede duro del procedimiento analítico en F.
construir conceptos porque dispone de Su precedente in m e d ia to es Locke.
una intuición pura que es la del espa­ "Nuestro negocio aquí —dice Locke—
cio-tiempo. Pero la F. no dispone de no es conocer todas las cosas, sino
una intuición pura, sino so la m e n te aquellas que tocan a nuestra conduc­
de una intuición sensible: los obje­ ta. Si logramos averiguar esas reglas
tos de la F. deben, por lo tanto, ser mediante las cuales una criatura racio­
datos y, en consecuencia, sólo pueden nal, puesta en el estado en que el
ser analizados, no construidos, por el hombre está en este mundo, puede y
procedimiento filosófico (Crít. R. Pura, debe gobernar sus opiniones y los actos
Doctrina del método, cap. I, sec. I). De que de ellas dependan, ya no es nece­
esta manera, Kant pone en guardia a sario preocuparnos porque otras cosas
los filósofos contra la pretensión de eludan nuestro conocimiento” {Essay,
querer organizar su ciencia según el Intr., §6). El concepto de la F. como
S 5 3
Filosofía

procedimiento analítico, o sea, dirigido sulta el tercero, que es quizá el más


a determinar las condiciones y por lo obvio y llamativo, por el cual este
tanto los límites de las actividades hu­ método es, entre otras cosas y en pri­
manas, inspiró toda la Ilustración del mer lugar, reconocimiento y utilización
siglo x v i i i . Pero bajo este aspecto y de datos, o sea de hechos, elementos o
con la diferencia debida a la diversidad condiciones que no son producidos por
de los medios culturales disponibles, la el método mismo. La elección de los
Ilustración adoptó de nuevo el ideal datos y su elaboración en vista de una
de la Ilustración antigua, la de los so­ posible solución constituyen el proble­
fistas y Sócrates, que entendían la F. ma (véase). Las F. analíticas se carac­
como dirigida a la formación del terizan por lo general por el hecho de
hombre en la comunidad. Aun el con­ que en ellas la noción del problema
cepto platónico de la F. puede conside­ es fundamental, en tanto que en las F.
rarse como una manifestación de esta sintéticas tal noción no existe o es con­
Ilustración, que ve en la F. un instru­ siderada secundaria y sin importancia
mento para el hombre. En efecto, Platón (como sucede en las de Aristóteles y
negaba que la F. pudiera ser propia Hegel). Una ulterior determinación de
de la divinidad. Como el amor, es ca­ esta concepción ( determinación que sólo
rencia porque es deseo de sabiduría adquiere en el campo contemporáneo)
por parte del que no posee sabiduría por es la concerniente al campo del que la
propia naturaleza. El hombre es filó­ F. puede o debe extraer sus datos y
sofo porque "está a medio camino entre con el cual puede o débe confrontarse
el sabio y el ignorante” en tanto que la la interpretación de estos datos. La
divinidad, que ya posee la sabiduría, no idea de que los resultados de la F., co­
tiene n e c e sid a d de filosofar (Conv., mo los de toda otra investigación, no
204 a-b). Por otro lado Platón concibe son definitivos, sino que necesitan ser
la dialéctica, que es el método de la puestos a prueba y ensayados, es re­
F., como análisis, o sea como un pro­ ciente. A este respecto Dewey ha deno­
cedimiento que permite distinguir el minado a la F. crítica de las críticas.
discurso verdadero del falso, mostran­ "Habrá algunos para quienes sea trai­
do las cosas que pueden combinarse ción —ha dicho— el concebir a la F.
entre sí y las qu~ no pueden combi­ como método crítico de desarrollar mé­
narse (Sof., 252 d-e). Para demostrar todos de crítica. Pero también este con­
cuáles son las cosas que pueden y cuá­ cepto de la F. aguarda que se le ensaye,
les las que no pueden combinarse, la y el ensayo que lo aprobará o conde­
dialéctica compone varias determina­ nará está en el resultado eventual. El
ciones en un único concepto y luego alcance del conocimiento que hemos
divide este concepto mismo en sus ar­ adquirido y de la experiencia asignada
ticulaciones, como lo hace un hábil por el pensamiento es el de provocar
artesano (Fedro, 265 e); presupone, por y justificar el ensayo” (Experience and
lo tanto, a cada paso, la elección opor­ Nature, p. 437; trad. esp.: La experien­
tuna de las determinaciones por com­ cia y la naturaleza, México, 1948, F.C.E.,
poner en un concepto solo y de los p. 355).
puntos en los cuales hacer caer la Sin embargo, esta exigencia resulta
división del concepto mismo, elección operante sólo cuando se determina el
que presupone, como toda otra elec­ campo del cual extrae sus datos la F. y
ción, una utilización de datos, por lo en el cual encuentra sus posibilida­
que el método platónico ha sido justa­ des de confirmación. La determina­
mente considerado como un método ción de este campo constituye la ca­
empírico (Taylor, Plato, 4* ed., 1937, racterística propia de la F. analítica
p. 377). de nuestros tiempos. Pero los campos
Las características fundamentales de a que se puede hacer referencia son
la concepción analítica de la F. son sólo dos: 1) la existencia singular;
que la F. es una actividad humana, 2) la existencia asociada.
o sea, limitada en sus alcances y en 1) Las F. que apelan a la existencia
su validez, que consiste en realizar elec­ en particular para la búsqueda de los
ciones y no ya en construir su objeto datos y para la eventual puesta a prue­
in toto. De estos dos caracteres re­ ba de las soluciones consideran habi-
554
Filosofía primera
Fin
tualmente la existencia en particular co, 1962, F. C. E.). Por último, a este
como conciencia y ven en ésta el domi­ mismo horizonte se puede llevar de
nio propio de la F. En el mundo con­ nuevo la F. entendida como análisis
temporáneo la más conocida y típica del lenguaje, en cuanto vislumbra en
F. de esta especie es la de Bergson, el lenguaje el hecho intersubjetivo fun­
organizada explícitamente com o bús­ damental y, por lo tanto, en su aclara­
queda de los "datos inmediatos de la ción y en su rectificación, el instru­
conciencia” y que utiliza estos datos mento más apto para la eliminación
para soluciones que a su vez pueden de los equívocos y la rectificación de
ser puestas a prueba sólo en el ámbito las relaciones intersubjetivas. Éste, por
de la conciencia. A este tipo de F. se lo menos, parecería ser el significado
reconduce también la fenomenología, más importante de una F. de tal natu­
concebida por Husserl como medita­ raleza. Pero no es del caso este signi­
ciones "para descubrir el muy profundo ficado, si se la entiende simplemente
sentido de su radicalismo en el regreso (como lo hacen algunos) como una "te­
al ego cogito y ... los valores de eterni­ rapia” dirigida a liberar de las dudas
dad que brotan de este regreso” (Médit. Droducidas por la F. y consideradas fic­
Cartés., §2). El defecto metodológico ticias. En este caso, ya que nadie, ex­
de este tipo de F. consiste en el he­ cepto el interesado, puede juzgar el
cho de que en ellas el dato, que debe hecho de sentirse o no sentirse sufi­
servir como limitación o control del cientemente "curado", el ensayo de la
procedimiento analítico, no es verda F. tendría como campo propio la vida
deramente independiente de este pro­ privada del individuo.
cedimiento, porque sólo puede ser des­
cubierto o tomado a partir de los su­ Filosofía primera (gr. ítyóxri cpi/.onocpía;
puestos que lo inspiran. lat. prima philosophia; ingl. first phi-
2) Las F. que apelan a la existencia tosophy; franc. philosophie premiére;
asociada se inician en la F. de Pla­ alem. ersten Philosophie-, ital. filosofía
tón, que pretendía precisamente poner prima). Aristóteles dio algunas veces
a prueba los resultados de la F. en la este nombre a la F. como ciencia del
vida asociada. Al mismo género per­ ser (o teología) para distinguirla de la
tenece la F. de Kant, según la cual los física (F. segunda) y de la matemáti­
resultados de la F. deben ser puestos ca (Fís., I, 9, 191a jó ; Met., VI, 1,
a prueba en el dominio moral y polí­ 1026 a 16; etc.). Bacon adoptó el tér­
tico, esto es, en el campo de las relacio­ mino para indicar la "ciencia univer­
nes humanas en general y constituir un sal” que es el árbol del cual salen,
instrumento de progreso en tal campo como diferentes ramas, las c ie n c ia s
[cf. el escrito Si el género humano se particulares, y que tiene por objeto los
halla en constante progreso hacia lo principios comunes de las ciencias (De
mejor, de 1728, como también el escrito Augm. Scient., III, 1). Véase supra f i ­
Sobre el Ituminismo, 1784, y los ya ci­ l o s o f ía . En el significado aristotélico,
tados en este artículo, II, b)1. La expe­ el término ha sido sustituido por el de
riencia interhumana es también la ex­ metafísica (véase).
periencia a la que hace re fe re n c ia
Dewey para el ensayo de los resultados Fin (gr. xeXot; ov Evexa; lat. finís; ingl.
de la F., esto es, de las propuestas que end, purpose; franc. fin, but; alem.
ella formula para la condücta inteli­ Zweck; ital. fine). La palabra tiene
gente en la vida (Experience and Na- los siguientes significados principales:
ture, cap. X ; trad. esp.: La experiencia 1) término, en el sentido aristotéli­
y la naturaleza, México, 1948, F. C. E.). co, como cuando se dice: "la naturaleza
Por otro lado, el existencialismo de busca siempre el fin", o sea, "huye del
Heidegger, aun cuando no proyecta po­ infinito” (De gen. anim., I, 1, 715 b,
ner a prueba los resultados de su aná­ 16, 15). En el mismo sentido usó la
lisis, toma los datos de este análisis palabra Dewey: "Podemos c o n ceb ir
de la existencia común cotidiana, "la el término, el F., como debido a la
cotidiana indiferenciación del ‘ser ahí’, realización, a la consecución perfecta,
‘el término medio’” (Sein und Zeit, a la saciedad o al agotamiento, a la
§ 9; trad. esp.: El ser y el tiempo, Méxi­ disolución, a haber algo acabado su ca­
555
Finalidad
Finalismo
rrera o desaparecido” y en otros tér­ ción de todo acontecimiento del mundo
minos los F. son sólo "finales o térmi­ consiste en aducir el fin hacia el cual
nos de episodios temporales, sean efec­ el acontecimiento está dirigido. Estas
tiva consumación o tragedia deplora­ dos tesis se encuentran a menudo uni­
ble” (Experiencie and Naíure, pp. 97 ss.; das o confundidas entre sí, pero a ve­
trad. esp.: La experiencia y la natura­ ces resultan distintas y se intenta admi­
leza, México, 1948, F. C. E., pp. 83 ss.); tir una sin admitir la otra. Según el
2) cumplimiento o perfección, en el testimonio de Platón y de Aristóteles,
sentido frecuente de la palabra griega Anaxágoras fue el primero, entre los
télos. En este sentido, se dice “llegada antiguos, en admitir la causalidad del
al F." o "llegada a buen F.” de una fin (Plat., Fed., 97 c ; Arist., Met., I,
cosa que ha sido llevada a cumpli­ 3, 984 b 18). Platón presenta su propia
miento; doctrina como una consecuencia del
3) punto de mira o causa final, en principio de Anaxágoras que enuncia
el sentido de la cuarta de las cuatro que la inteligencia es la causa orde­
causas aristotélicas (véase c a u s a l id a d ). nadora del mundo. "Si la inteligencia
En este significado la palabra espa­ ordena todas las cosas y dispone cada
ñola meta, la italiana scopo, la france­ cosa de la mejor manera —dice—, en­
sa but y la inglesa parpóse resultan contrar la causa por la que cada cosa
más adecuadas. La finalidad tiene ca­ se genera, se destruye o existe, signi­
rácter objetivo, ya sea que se la en­ fica encontrar cuál es el modo mejor
tienda como inmanente a la naturale­ de existir, de modificarse o de obrar
za, o como F. de un comportamiento para ella” {Fed., 97 c). Lo que es "me­
humano, y es el término del proyecto jor" o "excelente" es, desde este punto
0 plan al cual se refiere; de vista, la "verdadera” causa de las
4) intento o mira, o sea la finalidad cosas, en tanto son causas secundarias
en su aspecto subjetivo, como término o concausas las de naturaleza física
de una cierta intención, pero que puede que por lo común se aducen (Tim.,
ser también diferente del término al 46 d; Fil., 54 c). Pero la doctrina que
cual esta intención se dirige en rea­ ha hecho prevalecer la concepción fi­
lidad. nalista en la metafísica antigua y mo­
derna es la aristotélica. Las dos tesis
F in a lid a d , véase _IN . propias del F. son parte integrante de
(ingl. purposiveness, finality;
F in a lid a d
la metafísica aristotélica. Por un lado,
franc. finalité; alem. Zweckmássigkeit; Aristóteles afirma que "todo lo que es
1tal. finalita). La adecuación a un fin por naturaleza existe para un fin" {De
de un conjunto de cosas o hechos. Así, an., III, 12, 434 a 31) e identifica el fin
por ejemplo, la F. de un plan o pro­ con la misma sustancia "o forma o
yecto es su relación o adecuación a razón de ser de la cosa” {Met., VIII,
los fines a que está dirigido. La F. de 4, 1044 a 31). Por otro lado, considera
la naturaleza es la relación de la natu­ que el universo en su totalidad está
raleza con sus supuestos fines, etc. La subordinado a un único fin que es Dios
palabra, por lo tanto, no se aplica exclu­ mismo, de quien depende el orden y
sivamente a la causalidad de los fines el movimiento del u n iv erso mismo
{Ibid., XII, 7, 1072 b). Basándose en
de la naturaleza (a esto se aplica la esto, Aristóteles defiende la causalidad
palabra finalismo), sino que por lo ge­ del fin contra la tesis que denomina
neral designa una determinada forma de la “necesidad”, que consiste en ad­
de organización o de orden.
mitir que las cosas no suceden con
(ingl. finatism; franc. finalis-
F in a lis m o vistas a su mejor resultado, sino que el
tne; alem. Finalismus: ital. finalismo). resultado mejor es, a veces, el efecto
La doctrina que admite la causalidad accidental de la necesidad. En efecto,
del fin, en el sentido de que el fin es así como se dice que dadas ciertas
la causa total de la organización del causas ha llovido necesariamente y que
mundo y la causa de los acontecimien­ la lluvia ha producido accidentalmen­
tos particulares. La doctrina implica te la pérdida de la cosecha, sin que ello
dos tesis: 1) el mundo está organi­ fuera el fin de la lluvia, de igual ma­
zado con miras a un fin; 2) la explica­ nera se podría iptentar explicar la for­
556
Finalismo

ma de los organismos animales (Fís„ ciencia de la lógica], III, sec. II, capí­
II, 8, 198 b 17). Contra este modo de tulo III; trad. ital., pp. 216ss.). Pero en
razonar, Aristóteles observa que lo que realidad, como lo prueban los textos
sucede siempre o la mayoría de las ve­ hasta ahora citados, no existe en la
ces no se puede explicar por el azar, historia de la filosofía una doctrina de
aunque supone la necesidad de acción una finalidad extrínseca e impuesta por
del fin (Ibid., II, 9, 200 a 5). Pero en un e n te n d im ie n to extramundano, ya
Aristóteles no se encuentra esa forma que Aristóteles, tanto como los estoicos
popular de teleología que se inicia con y Santo Tomás entienden por finalidad
los estoicos y que consiste en mostrar del mundo la razón de ser propia del
que las cosas del mundo han sido he­ mundo, su necesidad inmanente, y San­
chas por la naturaleza a beneficio del to Tomás identifica explícitamente a la
hombre. El fundamento de esta teleo­ impressio de Dios en la naturaleza con
logía fue expresado por Cicerón: "¿Para la "necesidad inherente a las cosas”.
quién, por lo tanto, se podría decir que Una finalidad, si es tal, es siempre
ha sido realizado el mundo? Evidente­ inmanente a la totalidad de lo que cons­
mente para los seres vivientes dotados tituye la organización. Y como ya anota­
de razón, esto es, para los dioses y ba Aristóteles, bajo este aspecto el F. no
para los hombres; no existe nada su­ cambia, ya se trate de totalidades natu­
perior a ellos, en efecto, dado que la rales o de totalidades artificiales; en
razón es superior a todo: de esta ma­ la construcción de una casa el fin pe­
nera resulta creíble que el mundo y netra el material del que se sirve y le
todo lo que en el mundo existe ha sido pertenece de manera no diferente a
hecho para los dioses y para los hom­ la de las partes de un organismo (Fís.,
bres” (De nat. deor., II, 133). Dada su II, 9, 200 a 34). En todos los casos el
estrecha relación con la teología, se en­ F. es, para adoptar la expresión hege-
tiende por qué el F. ha sido siempre liana, el concepto mismo en su exis­
un fundamento de la metafísica teo­ tencia y la realización de un concep­
lógica. Los escolásticos insistieron acer­ to que desde el principio dirige y go­
ca de la superioridad causal del fin, que bierna esta misma realización. Por lo
denominan "causa de las causas". San­ tanto, la polémica contra "el entendi­
to Tomás, siguiendo las huellas de Aris­ miento extramundano” de Hegel, es una
tóteles, resuelve la necesidad propia de polémica teológica, la oposición de
los movimientos naturales en la causa­ una tesis panteísta a una tesis teísta,
lidad del fin. "La necesidad natural pero no concierne al F. Diferente sig­
inherente a las cosas y que las dirige nificado tiene la distinción entre fina­
—dice— llega a las cosas mismas im­ lidad interna y fin a lid a d e x te rn a
presa por Dios en cuanto las dirige a formulada por Schopenhauer, quien, sin
un fin, del mismo modo que la nece­ embargo, mantiene sin cambios el con­
sidad con que la flecha se mueve y por cepto tradicional de F., no obstante su
la que es dirigida hacia el blanco, ha tesis acerca del carácter irracional y
sido impresa a ella por quien la ha lan­ desordenado de la fuerza que rige al
zado y no pertenece a la flecha" (S. Th., mundo. Para Schopenhauer, la finali­
I, q. 103, a. 1). Éste es, justo, el pensa­ dad interna es “la armonía de todas
miento fundamental que domina y hace las partes de un organismo singular,
extraordinariamente u n ifo rm e s todas de modo tal que su conservación y la de
las teorías finalistas que enriquecen la su especie se presenta como la finali­
historia de la filosofía hasta nuestros dad de esta misma armonía" (Die Welt,
días. A Hegel le pareció una gran no­ I, §28). Por otro lado, no constituye
vedad su propia doctrina del fin, como una innovación del F. tradicional la
"concepto mismo en su existencia" y doctrina que Bergson formula al res­
la finalidad como una determinación pecto. Bergson se ha pronunciado, a
inmanente a la naturaleza misma; en propósito de la finalidad orgánica, tan­
efecto, opuso esta doctrina a la que con­ to contra el "mecanismo radical” como
sideraba propia de la tradición, de un contra el "F. radical” y en ambos ha
entendimiento "extrahumano” que des­ reconocido la negación del carácter "im­
de el exterior impone sus fines a la previsible" o "creador” de la evolución
naturaleza (Wissenschaft der Logik [La vital. La armonía —dice— debe encon­
5 5 7
Finalismo

trarse detrás más bien que delante de y, por lo tanto, un ser que produzca
esta evolución. “El futuro no está con­ en forma análoga a la de la causali­
tenido en el presente bajo la forma de dad de un entendimiento. En el primer
un fin representado. Sin embargo, una caso quiero afirmar alguna cosa del
vez realizado, explicará al presente co­ objeto y me veo obligado a demostrar
mo el presente lo explicaba, y aun me­ la realidad objetiva del concepto que
jor; deberá ser considerado más como admito; en el segundo caso la razón
un fin que como un resultado. Nuestra no hace más que determinar el uso de
inteligencia tiene el derecho de consi­ mis facultades cognoscitivas, de confor­
derarlo abstractamente desde el punto midad con su naturaleza y con las con­
de vista habitual, ya que ella misma es diciones esenciales de su alcance y de
una abstracción que resulta de la causa sus límites” (Crít. del Juicio, §75).
de la cual emana" (Évol. créatr., 8- ed., Desde el segundo punto de vista, que
1911, cap. 1, p. 57). Pero tampoco esta es el propuesto por Kant, el F. no es
determinación bergsoniana innova mu­ más que un concepto regulador del uso
cho en el concepto clásico del F., cuya del entendimiento humano, uso opor­
naturaleza no consiste, como lo cree tuno y necesario por el hecho de que
Bergson, en negar los caracteres impre­ éste encuentra límites bien precisos en
visibles o nuevos que emergen en el la explicación mecánica del mundo y
curso de la realización del fin, sino es llevado, por lo tanto, a recurrir a
únicamente en admitir la causalidad una consideración complementaria. És­
del fin mismo y en considerar esta ta, sin embargo, no puede ser válida
causalidad como principio de explica­ como una explicación y su única fun­
ción, La doctrina de Bergson no trae ción es la de ayudar a buscar las leyes
innovación alguna en estos dos puntos particulares de la n a tu ra le z a (Ibid.,
y se puede reducir, por lo tanto, a la §78). Este punto vista kantiano (que
concepción clásica del F., como vuelven recientemente ha sido renovado por N.
a la misma concepción las doctrinas Hartmann, Philosophie der Natur, 1950;
que, aun admitiendo el mecanismo, lo trad. esp.: Filosofía de la naturaleza,
consideran incluido y subordinado al F. Ontologia, IV, México, 1960, F. C. E.),
general de la naturaleza, tal como lo en tanto que niega todo valor cognos­
hacen Leibniz (Op., ed. Gerhardt, III, citivo y científico al F., le reconoce una
p. 607; IV, p. 284), Lotze (Mikrokos- especie de validez subjetiva, entre es­
mus, 1856, I) y con ellos muchos espiri­ tética y moral, validez debida a la
tualistas contemporáneos. limitación inevitable del conocimiento
Una innovación significativa del F. humano.
adviene solamente con la interpretación Obviamente la interpretación kantia­
kantiana. Esta interpretación, en efec­ na del F. se apoya en la tesis própia de
to, niega la segunda tesis del F. mis­ los adversarios del F., esto es, en la
mo, o sea la tesis por la cual explicar negación del poder explicativo del F.
un fenómeno significa aducir la fina­ mismo. Solamente esta negación cons­
lidad. Para Kant, la explicación de Jos tituye en realidad el abandono del F. y
fenómenos puede ser solamente causal sólo las razones que lo apoyan cons­
y el juicio teleológico refleja y no de­ tituyen su auténtica crítica. El F., en
termina, esto es, escoge no un elemento efecto, no es una generalización em­
de las cosas, sino un modo subjetivo de pírica a partir de la consideración de un
representárselas, inevitable para el hom­ determinado número de ejemplos te-
bre. “Hay una absoluta diferencia entre leológicos y, por lo tanto, ni siquiera
decir que la producción de determi­ una "disteleología”, o sea un elenco
nadas cosas de la naturaleza —o tam­ de casos contrarios al F., es una crí­
bién de toda la naturaleza— no es po­ tica decisiva del F. misr o. La doctrina
sible sino mediante una causa que se de Platón y de Aristóteles al respecto
determina a obrar según fines y decir y en especial la de este último, de­
que, según la particular naturaleza de muestra claramente el fundamento del
mi facultad cognoscitiva yo no puedo F., que es la creencia de que la única
juzgar acerca de la posibilidad de las explicación posible de los acontecimien­
cosas y de su producción sino conci­ tos es la que aduce la finalidad de la
biendo una causa que obre según fines que resultan. En efecto, la finalidad,
558
Finalismo

tanto para Platón como para Aristóte­ procedimiento válido de ex p licació n


les, es la forma o razón de ser de la científica.
cosa y la determinación de la finalidad Es muy cierto que siempre se ha in­
es la explicación causal de la cosa mis­ sinuado el F. en las hendiduras de la
ma. Ahora bien, sólo en la Edad Mo­ explicación mecánica del mundo y ha
derna se comenzó a dudar de este sido a menudo c o n sid e ra d o como
principio. No constituye la negación de un complemento de esta explicación
tal principio el epicureismo que, con fuera de los límites alcanzables. Ha
Lucrecio, negaba el F. aduciendo que sucedido sobre todo en el dominio de
pone primero a lo que viene después, las ciencias biológicas y en la especu­
la vista antes que el ojo, por ejemplo lación filosófica acerca de los resul­
(Lucrecio, De rer. nat., IV, 829ss.). La tados de estas ciencias. No obstante
primera crítica, en cambio, se puede los éxitos obtenidos en este campo por
encontrar en la escolástica del siglo xiv la consideración físico-química de los
por obra de Guillermo de Occam. En fenómenos biológicos, la falta de éxito
primer lugar, Occam hace ver que la o también lo inalcanzable de una re­
acción del fin no puede consistir sino ducción mecánica de tales fenómenos
en el mover y en el obrar la misma han sido frecuentemente reconocidos.
causa eficiente y, en segundo lugar, Las diferentes formas del vitalismo
hace ver que esta acción es puramente (véase) están, para el caso, señaladas
metafórica (In Sent., II, q. 3 G). Oc­ por este reconocimiento y, por lo tan­
cam observa que la acción del fin no to, por el recurso a una. explicación
podría consistir sino en el ser deseado teleológica de los fenómenos vitales.
o amado y que esto, precisamente, de­ Este recurso, sin embargo, sólo ha
muestra el carácter metafórico de tal aparecido inevitable en la medida que
acción. En las acciones naturales, que los científicos y filósofos han formu­
se verifican con uniformidad, no tiene lado hipótesis globales acerca del ori­
sentido inquirir por la causa final; por gen y de la naturaleza de la vida, ya que
ejemplo, no tiene sentido preguntarse el trabajo propiamente c ie n tífic o , al
por la finalidad por la cual se genera que se han debido los éxitos de la bio­
el fuego y, en efecto, no se requiere la logía y de la medicina contemporáneas,
existencia del fin para que el efecto no ha adoptado otros instrumentos, ma­
se produzca (Quodl., IV, q. 1). Ésta es, teriales o conceptúe, es, que los propios
p ro b ab le m e n te, la primera c rític a de las ciencias naturales. Este trabajo,
formulada al valor explicativo del fina­ por lo tanto, nunca ha tenido necesidad
lismo. de la hipótesis finalista. Por otro lado,
Algo más de un siglo después la causa la situación actual se caracteriza por:
final era completamente olvidada en 1) el reconocimiento de la originali­
la explicación que Telesio intentó dar dad de los fenómenos orgánicos res­
del mundo natural (De rerunt natura, pecto a los físico-químicos, sin que tal
1565). Y Bacon eliminó explícitamente originalidad se haga sentir en su carác­
la consideración del fin en la investi­ ter finalista (véase e v o l u c i ó n ; v i t a l i s ­
gación experimental (Nov. Org., II, 2). m o ) ; 2) el abandono del ideal de la
“La búsqueda de las causas finales —de­ explicación mecánica, y de tal manera
cía— es estéril: como una virgen con­ la diferencia radical establecida, a par­
sagrada a Dios, nunca llega a parir" tir del logro de esa explicación, entre
(De augnt. scient., III, 5). A su vez, fenómenos físicos por un lado y fenó­
Galileo Galilei (Op., VII, p. 80) y Des­ menos biológicos y antropológicos por
cartes (Princ. Phil., III, 3) eliminaron el otro, ha quedado sin efecto (véase
la consideración de la causa final en la c a u s a l id a d ; e x p l i c a c i ó n ). En virtud de
ciencia. Y Spinoza opuso la necesidad esta situación, por un lado se ha expul­
mediante la cual las cosas resultan de sado del dominio de la evolución or­
la naturaleza divina al F., considerado gánica la causalidad del fin y, por
por él como un prejuicio contrario al otro, la acción misma de esta causali­
orden del mundo y a la perfección de dad, tal como se admite en el hombre,
Dios (Eth.. I, 36, Ap.). A partir de esta puede no ser considerada diferente de
época, o sea desde los orígenes de la la causalidad natural. Acerca del pri­
ciencia moderna, el F. ha dejado de ser mer punto afirma Simpson: "La fina-
559
Fines, reino de los
Finito
lidad y el plan no son las caracterís­ razón. El reino de los F., dice Kant, es
ticas de la evolución orgánica y no “el concepto en virtud del cual todo
son la clave de ninguna de sus opera­ ser racional debe ser considerado como
ciones. Pero la finalidad y el plan son fundador de una legislación universal
características de la nueva evolución por medio de todas las máximas de su
[o sea de la evolución social o histó­ voluntad, de modo de poder juzgarse a
rica] porque el hombre tiene finalidades sí mismo y a sus acciones desde este
y formula planes. Aquí finalidad y plan punto de vista" (Grundlegung zur Meta-
entran definitivamente en la evolución, physik der Sitien, II). En tal reino,
como un resultado y no como causa de entendido como “la unión sistemática
los procesos que la larga historia de la de varios seres racionales bajo leyes
vida nos muestra. Las finalidades y comunes”, cada miembro es al mismo
los planes son nuestros, no del univer­ tiempo legislador y súbdito y vale, por
so, el cual muestra convincentes indi­ lo tanto, como “fin en sí mismo” (Ibid.,
cios de su ausencia" (The Meaning of II). Véase dignidad .
Evolution, 1952, p. 292). Pero, por otro
lado, las finalidades y los planes no Finitismo (ingl. finitism; franc. finitis-
constituyen urna forma de causalidad me; alem. Finitismus; i tal. finitismo).
aparte, que hacen del mundo en el que Con este término, muy raramente usa­
se verifican un dominio privilegiado o do, se entiende toda doctrina que afir­
especial del ser. En el mundo humano ma la finitud del mundo, o sea que
la causalidad del fin ha sido reducida hace suyas las tesis de las antinomias
a la motivación (véase) que no difiere cosmológicas expuestas en la Crítica
formalmente de la explicación causal de la razón pma de Kant.
(C. G. Hempel-P. O ppenheim , "The
Logic of Explanation”, en Readings in Finito (gr. jte tEQacrpévov; lat. finitas;
the Phil. of Science, 1956, pp. 327-28), o ingl. finite; franc. fini; alem. Endtich;
bien ha sido descrita en términos de ital. finito). El término tiene los si­
comportamiento que im p lic a n menos guientes significados principales; los
aún, la referencia a un tipo de explica­ tres primeros corresponden al signifi­
ción específica (Rosenblueth-Wiener-Bi- cado de infinito:
gelow, en "Philosophy of Science", 1943, 1) disposición o cualidad de una mag­
pp. 18 ss.). nitud, o sea lo F. en sentido matemá­
En conclusión, el F., actualmente re­ tico e s: a) lo completo o agotable, es
conocido como inútil en todos los cam­ decir, que no tiene partes fuera de sí:
pos de la explicación científica, perdura lo contrario de lo infinito potencial;
como característica de las direcciones fe) el conjunto no autorreflexivo, esto
metafísicas que consideran muy mo­ es, no equipotente a su propia parte o
desta para la filosofía la tarea de criti­ subconjunto (en el sentido establecido
car los valores para rectificarlos o hacer por la teoría de los conjuntos de Cantor
posible su conservación y, en cambio, se y Dedekind).
proponen la tarea de demostrar que 2) Lo que ha sido llevado a término,
los valores están garantizados por la por lo tanto, cumplido y perfecto. En
misma estructura del mundo en el que este sentido se habla comúnmente de
vive el hombre y constituyen la fina­ "trabajo F.” o de “obra de arte F.” para
lidad de tal estructura. El F. ha per­ significar un trabajo cuidado, que se
dido por completo el carácter cientí­ ha llevado a fondo o una obra de arte
fico que tuvo en sus orígenes en la llevada a su forma perfecta. Este sig­
antigua Grecia y queda sólo como una nificado corresponde al uso griego del
de las tantas esperanzas o ilusiones a término. Platón considera F. lo que
las que apela el hombre a falta de pro­ tiene orden, medida y armonía (FiL,
cedimientos eficaces o en sustitución 23css.). A su vez, Aristóteles afirma:
de ellos. “La cosa que no tiene nada fuera de sí
es finita y entera, porque nosotros de­
Fines, reino de los (alem. Reich der finimos lo total como aquello a lo que
Zwecke). Según Kant, la comunidad nada falta... Ahora bien, entero y per­
ideal de los seres racionales en cuanto fecto tienen la misma naturaleza, poco
obedecen únicamente a la ley de la más o menos. Pero nada es perfecto
560
Física

si no tiene término y el término es limita las posibilidades_ de proyección.


límite” (Fis., III, 6, 207 a 7). Dice Heidegger: "El proyecto de po­
3) En sentido teológico, lo que en­ sibilidad, conforme a su esencia, cada
cuentra límites u obstáculos a su posi­ vez es más rico de la posesión en la que
bilidad de ser, esto es, a su potencia. el proyectante se halla anteriormente.
Este concepto de lo F. se puede re­ Pero una posesión semejante puede per­
montar a Plotino, quien fue el primero tenecer al ‘ser ahí' sólo por el hecho
en entender lo infinito como lo ilimi­ de que él, en cuanto proyectante, se
tado de la potencia (Enn., IV, 3, 8; VI, siente inmerso en medio del ente. Pero
6, 18). Pero es sobre todo el concepto con ello se sustraen al ‘ser ahí’ otras
de F. en el cual se ha basado el roman­ determinadas posibilidades, como con­
ticismo para afirmar la realidad del secuencia de su efectividad... Que el
infinito. Para Hegel el infinito es la proyecto concreto del mundo adquiera
realidad misma en cuanto ilimitada po­ fuerza y resulte una posesión sólo en
tencia de realización, esto es, en cuanto la sustracción, resulta un documento
Absoluto. Lo F. es lo que no tiene trascendental de la finitud de la liber­
bastante poder para realizarse, el ideal, tad del ‘ser ahí'. ¿No se anuncia quizás
el deber ser (Ene., §95; Wissenschaft aquí precisamente la esencia F. de la
der Logik (La ciencia de la lógica], libertad en general?” (Vom Wesen des
cap. II, sec. I; trad. ital., I, p. 163). Grundes ["Sobre la esencia del funda­
Desde este punto de vista, lo F. es mento”], III; trad. ital., pp. 68-69). En
"irreal” y encuentra su realidad sola­ este sentido, “F.” es cualidad propia
mente en lo infinito y como infinito. únicamente del hombre o de las posi­
4) Lo que puede ser u obrar sólo bilidades humanas y finitud es el tér­
en determinadas condiciones. Éste es mino abstracto correspondiente. Toda
el sentido en el que entendió la pala­ filosofía de la existencia es una filo­
bra Kant. Éste llama al hombre un sofía de lo F. porque es la interpretación
"ser finito pensante”, en cuanto sus de la existencia en términos de posi­
posibilidades cognoscitivas están limi­ bilidades condicionadas. Véase ex ist en ­
tadas por intuición sensible, o sea por cia , 3 ).
una intuición que depende de los ob­
jetos dados (Crítica de la razón pura, Física (gr. cpiaixrj; lat. physica; ingl.
§8, VI). Desde el punto de vista mo­ physics: franc. physi^ue; alem. Physik).
ral, el hombre es un ser F., en cuanto La disciplina que tiene por objeto el
su voluntad no se identifica con la estudio de la naturaleza, cuyas carac­
razón y la ley de ésta vale para ella terísticas y métodos se relacionan, por
sólo como un imperativo (Crít. R. Prác­ lo tanto, con lo que se entienda por na­
tica, § 1, scol.). En fin, toda la facultad turaleza (véase). Como disciplina espe­
del juicio estético y teleológico está cífica, puede decirse que nació con
fundada en la naturaleza F. del hom­ Aristóteles, quien la llamó "filosofía
bre, o sea en la limitación de sus posi­ segunda” distinguiéndola, en el grupo
bilidades cognoscitivas en cuanto no de las ciencias teóricas, de la teología
determinan completamente su objeto, por un lado y de la matemática, por
sino sólo su forma (Crít. del Juicio, otro (Met., XI, 7, 1064 b 1). Se pueden
§77). Este significado de la palabra ha distinguir tres conceptos fundamenta­
quedado en expresiones tales como "en­ les de esta ciencia, que se han sucedi­
tendimiento F.”, “ser F.”, “naturaleza do históricamente: 1) el concepto de la
F.”, etc., en las cuales lo F. no expresa F. como teoría del movimiento; 2) el
una limitación espacial o temporal sino concepto de la F. como teoría del orden
el carácter condicional de determina­ necesario; 3) el concepto de la F. como
das posibilidades, que no llegan a ga­ previsión de lo observable.
rantizar la omnisciencia, la omnipoten­ 1) En su nacimiento, con Aristóte­
cia y la infalibilidad. Con el mismo sig­ les, la F. es la teoría del movimiento
nificado adopta el término el existencia- y así se mantuvo hasta los orígenes de
lismo contemporáneo. Heidegger ve el la ciencia moderna. En efecto, Aris­
carácter F. del hombre en el hecho de tóteles considera que la F. tiene por
que todo proyecto del mundo ya está objeto “esa sustancia que tiene en sí
dominado por el mundo mismo, que misma la causa de su movimiento”
S61
Física

(Met., VI, 1, 1025 b 18) y que, por lo sede natural de los elementos y a los
tanto, el modo en que la F. considera cuales, por lo tanto, los elementos
las sustancias depende de la naturale­ mismos vuelven luego de haberse ale­
za de los movimientos de que están jado. Según Aristóteles, estos lugares
dotadas. Ahora bien, de los cuatro mo­ están determinados por el peso de los
vimientos distinguidos por Aristóteles elementos. En el centro del mundo
(sustancial, o sea de generación y co­ está la tierra que es el elemento más
rrupción; cualitativo, o sea cambio; pesado (como resulta, por ejemplo, del
cuantitativo, o sea aumento o disminu­ hecho de que la piedra cae o se hunde
ción; local, o sea traslación; Fís., VIII, en el agua). Alrededor de la tierra
7, 261 a 26), el movimiento de trasla­ está la esfera del agua y en derredor
ción es el primero y fundamental y de la esfera del agua la del aire, que
todos los otros pueden efectivamente aún es más ligera, como lo demuestra
ser explicados mediante la traslación el hecho de que una burbuja de aire
de los cuerpos (Ibid., VIII, 7, 260 a-b). en el agua sale a la superficie. Alre­
La determinación de las diferentes sus­ dedor de la esfera del aire está la del
tancias físicas debe, por lo tanto, ha­ fuego, que es el elemento más ligero,
cerse a partir del movimiento de trasla­ como lo demuestra el hecho de que
ción que es propio de cada una de las llamas encendidas sobre la super­
ellas. Ahora bien, el movimiento de tras­ ficie de la tierra tienden hacia lo alto,
lación es de tres especies: de lo alto o sea hacia la esfera que está por en­
hacia el centro del mundo, del cen­ cima del aire. Sobre esta base, Aris­
tro hacia lo alto, en tomo al centro tóteles d e te rm in a los caracteres del
o circular. Los dos primeros movimien­ mundo: es único, porque los elementos
tos son contrarios entre sí y (dado que se espesan cada uno en su esfera, fi­
la generación y la corrupción consisten nito por ser perfecto y completo y,
en pasar de un contrario a otro) son como tal, también ordenado hacia un
propios de los cuerpos sujetos a la ge­ único fin, que es Dios mismo. Esta
neración y a la corrupción, o sea de los doctrina, fundada en pocas, pero co­
cuerpos terrestres o sublunares com­ munes experiencias, es admirable por
puestos de cuatro elementos: agua, aire, su elegancia y simplicidad y fue la
tierra y fuego. El movimiento circu­ mayor expresión, en el pensamiento
lar, no tiene cont arios porque moverse antiguo, de una síntesis de los conoci­
de derecha a izquierda o de izquierda mientos naturales. Frente a ella, la F.
a derecha circularmente no modifica la atomista de los epicúreos y la F. pan-
circularidad del movimiento m ism o teísta de los estoicos tienen más ca­
(De cael., I, 4); será entonces propio rácter de especulación que de conoci­
de la sustancia que compone los cuer­ miento científico. Tal es, en efecto, el
pos ingenerables e incorruptibles, o sea juicio que hicieron los científicos anti­
los cuerpos celestes, y esta sustancia guos, que las dejaron completamente
es el éter. De los cuatro elementos que de lado, para volver en cambio cons­
componen el mundo sublunar dos, aire tantemente a la F. aristotélica, en la
y fuego, se mueven de lo bajo hacia que el propio Tolomeo, en el siglo I I ,
lo alto y dos, agua y tierra, de lo alto injertó su astronomía. La F. aristoté­
hacia lo bajo. La F. aristotélica es, lica dominó sin rival por muchos siglos
por lo tanto, una F. cualitativa en el y a pesar de las dudas de algunos
sentido de que considera un determi­ escolásticos del siglo xiv; se la aban­
nado movimiento propio de un deter­ donó sólo a partir de Leonardo, Copér-
minado elemento y establece así una nico, Kepler y Galileo Galilei, a quienes
precisa división cualitativa de los ele­ se debe la primera organización de la
mentos entre sí y e n tre todos los ciencia moderna.
elementos y el éter. De esta considera­ 2) El segundo concepto fundamental
ción resulta el principio general de la de la F. es el que la considera como el
F. aristotélica que e s: "Cada elemen­ estudio del orden experimental de la na­
to, no siendo impedido se mueve hacia turaleza. A este concepto contribuye­
su esfera” (Fís., IV, 1, 208 b 10), prin­ ron los aristotélicos del Renacimiento,
cipio que implica o establece la exis­ con la defensa de la necesidad del
tencia de lugares absolutos que son la orden natural, los platónicos renacen­
5 6 2
Física

tistas y, en especial, Nicolás de Cusa, número posible son los fines de todos
con la afirmación del carácter mate­ nuestros esfuerzos, considerando como
mático del orden natural y, por fin, la absolutamente inaccesible y privada de
magia con su pretensión de aprehender sentido la búsqueda de las denomina­
y ejercer un dominio efectivo sobre la das causas, ya sean primarias o fina­
naturaleza. El concepto de la natura­ les” (Cours de Phil. Positive, lee. I,
leza, ya claro en Galileo, es el de un §4). Las leyes no son, en efecto, otra
orden objetivo, escrito en caracteres cosa que expresiones del orden nece­
matemáticos, necesaro y exento de sario de la naturaleza.
finalidad, aprehensible por la experien­ El concepto de la F. como teoría del
cia. Sobre este concepto de orden se orden natural se opone al concepto de
fundó la noción de armonía que Kepler la F. como teoría del movimiento, por
puso como base de la ciencia de la su pretensión de limitarse a describir
naturaleza (Harmonices mundi, 1619, la naturaleza en su orden, en vez de
IV, 1). La obra de Newton llevó a su exp lica rla en sus causas. A partir
madurez el pertinente concepto de la de Newton la descripción se opuso a la
F. Tarea de la F. resultó explícita y explicación, como tarea propia de la F.
únicamente la descripción del orden O bien, lo que tiene el mismo signi­
natural. La F. aristotélica, como teoría ficado, se considera la explicación a la
del movimiento, se dirigía al estudio que la F. debe aspirar legítimamente,
de las causas del movimiento, las cua­ como la determinación de una relación
les coincidían con las sustancias (for­ entre dos fenómenos de conformidad
mas o causas finales) de las cosas. a una ley, lo que es, en este caso, lo
Newton aclaró el sentido por el cual que en otro aspecto sería una simple
la determinación del orden natural de­ descripción. Este concepto de la F. tie­
be ser objeto de la ciencia, negando ne, por lo tanto, y como característica
precisamente, en polémica con la cien­ propia, el reconocimiento de las rela­
cia aristotélica, el hecho de que la F. ciones necesarias entre los fenómenos,
fuera ciencia de las causas (Optics, en los que se concreta o toma cuerpo
1740, III, q. 31). En 1764 Kant describió el orden natural, como tam b ién la
el concepto newtoniano de la ciencia creencia en la experimentación, o sea
en la forma siguiente: "Con experien­ la comprobación empírica de tal rela­
cias seguras y llegado el caso también ción. El concepto iel orden natural
con el auxilio de la geometría, se deben coincide con el de la causalidad ne­
buscar las reglas según las cuales se cesaria (véase c a u s a l id a d ) y, por lo
desarrollan determinados fenómenos de tanto, con el de la previsión infalible
la naturaleza” ( Untersuchung über die de los fenómenos naturales. Si la na­
Deutlichkeit der Grundsátze der natür- turaleza es el orden necesario, la F.,
lichen Theologie und der Moral ["La como estudio de este orden, puede es­
distinción de las bases de la teología tablecer reglas que permiten la previ­
natural y de la moral”], 1763, II). Es­ sión infalible de los fenómenos. Esta
tas reglas son las leyes naturales, leyes creencia ha constituido la base de la
que subrayan el orden de los fenómenos F. clásica hasta los primeros decenios
naturales, esto es, el modo necesario del siglo xx y ha regido, por lo demás,
y por lo tanto uniforme y constante en la hipótesis fundamental en la que se
que se relacionan mutuamente. Des­ fundaba: el mecanicismo (véase). Esta
cribir esta conexiór es la tarea de la hipótesis tenía, entre otras cosas, la
física. La Ilustración y el positivismo ventaja de hacer posible una descrip­
hicieron prevalecer este concepto de la ción visual del curso de los fenómenos,
F., en el que insistió D’Alembert (Ele- una descripción que apelaba a imáge­
ments de phit., 1759, §4) y que es la nes visuales y que pretendía represer
base de la noción de la ciencia expre­ tar con tales imágenes (o sea mediar
sada por Comte. "El carácter funda­ partículas en movimiento) la est'
mental de la F. positiva —decía este tura efectiva de los fenómenos,
último— es el de considerar todos los precisamente de esta pretensic
fenómenos como sujetos a leyes natu­ menzaron a surgir las primerr
rales invariables, cuyo descubrimiento cultades cuando, con la F. re7
preciso y cuya reducción al mínimo el concepto de campo (véase
563
Física

zó a sustituir a la representación visual siguiendo las huellas de Bacon, había


de las partículas en movimiento. "Era insistido en la exigencia de la ciencia
necesaria una valerosa im a g in a c ió n de establecer previsiones que permitan
científica —anotan Einstein e Infeld— el dominio sobre la naturaleza. “Cien­
para reconocer que lo esencial para el cia, de donde previsión; previsión, de
ordenamiento y la comprensión de los donde acción”, había dicho (Cours de
hechos pueda ser no ya el comporta­ Phil. Positive, lee. II, §3). En 1894,
miento de los cuerpos, sino el compor­ Hertz en sus Principios de mecánica
tamiento de algo que se interpone entre insistió en el mismo concepto: "El
ellos, es decir, del campo" (The Evolu- más directo y en cierto sentido el más
tion af Physics, IV; trad. ital., p. 302; importante problema que nuestra con­
trad. esp.: La física, aventura del pen­ ciencia conocedora de la naturaleza de­
samiento, Buenos Aires, 1943, Losada). be hacemos capaces de resolver es la
La F. cuántica constituyó un paso ulte­ anticipación de los hechos futuros, an­
rior en la destrucción de la posibilidad ticipación por la cual podemos orga­
de una descripción visualizante. Anota­ nizar nuestras cosas presentes a partir
ba Bohr: "En la adaptación de la exi­ de ella.” A medida que la tarea de la
gencia relativista al postulado del quan­ descripción total del orden de los acon­
tum debemos preparamos para ir al tecimientos se consideró más allá de
encuentro de una renuncia a la visua- las posibilidades efectivas de la F. la
lización (en el sentido ordinario del tarea de la previsión adquirió un relie­
término) aún más radical que la ha­ ve cada vez mayor. El poder de acción
llada en la formulación de las leyes o de transformación de la F. ha aumen­
cuánticas hasta ahora consideradas. Nos tado enormemente al limitarse a esta
encontramos aquí en el camino em­ tarea. El principio de complementarie-
prendido por Einstein al adaptar nues­ dad expresado por Bohr en 1927 señala
tros modos de percepción, inferidos el abandono definitivo, por parte de la
de las sensaciones, al conocimiento de F., de su pretensión de ser válida como
las leyes de la naturaleza, gradualmen­ teoría del orden necesario. Tal prin­
te más profundizado" (Atomic Theory cipio, en efecto, dice que: "Una descrip­
and the Description of Nature, 1934, ción espacio-temporal rigurosa y una
p. 90). La renuncia a la visualización conexión causal rigurosa de los proce­
era en realidad también la renuncia a sos individuales no pueden ser reali­
la descripción, ya que la imposibili­ zadas simultáneamente: una u otra
dad de visualizar el total curso de los debe ser sacrificada." Esto quiere de­
fenómenos no es más que la imposi­ cir que la cadena de las causas y de los
bilidad de describir su orden necesario efectos podría ser cuantitativamente ve­
en su integridad. En efecto, esta im­ rificada sólo en el caso de que la tota­
posibilidad fue reconocida en la F. con lidad del universo se considerara con
el denominado “principio de indeter­ un único sistema, pero en este caso la
minación”, introducido por Heisenberg F. se desvanecería y quedaría sólo un
(1927), con el cual por vez primera esquema matemático (Heisenberg, Die
se negó la causalidad rigurosa de los physikalischen Prinzipien der Quanten-
fenómenos físicos, debido a la imposi­ theorie [“Los principios físicos de la
bilidad de prever con exactitud el com­ teoría de los cuantos”], 1930, IV, §1).
portamiento de las partículas atómicas Desde este punto de vista, mientras
en particular (véase c a u s a l i d a d ; i n d e ­ el curso total de un fenómeno no pue­
t e r m i n a c i ó n ) . Al caer la pretensión de de ser descrito, se puede calcular con
la causalidad rigurosa y, consecuente­ exactitud el resultado de una observa­
mente, la de la descripción del orden ción futura. “En determinado momento
total de los fenómenos, la F. ya no —dice Heisenberg— se miden deter­
pudo ser entendida como una teoría minados tamaños físicos tan exacta­
del orden necesario de la naturaleza. mente como sea posible en principio;
3) El tercer concepto de la F., des­ entonces se tienen en todo instante su­
tacado a partir de 1930, se funda en cesivo tamaños cuyo valor puede ser
una determinación que ya se conside­ calculado exactamente, es decir, tama­
raba fundamental en la noción de F. ños por los cuales el resultado de una
que la precediera. En efecto, ya Comte, medida puede ser predecido con exác-
F ísic a so c ia l
F is io g n ó m ic a
titud, para que el sistema por observar puede ser traducida a ella sin cambiar
no sea sometido a alguna perturbación, su contenido" (Phitosophy and Logical
exceptuada la medida misma" (Ibid., Sintax, 1935, p. 89). Esta traducibilidad
IV, §1). Dirac ha expresado el mis­ de toda proposición significante a una
mo concepto de la F. diciendo: “El proposición de la física es lo que se ha
único objeto de la F. teórica es el de denominado F., que es la idea rectora
calcular resultados que pueden ser com­ de la Enciclopedia de la ciencia uni­
parados con la experiencia y es total­ ficada (véase e m p i r i s m o l ó g ic o ; e n c i
mente útil que se dé una descripción c l o p e d ia ). Camap, sin embargo, en u n
satisfactoria del total desarrollo del segundo momento, interpreta el F. como
fenómeno” (Principies of Quantum Me- la reductibilidad de todas las expresio­
chanics, 1930, p. 7). nes lingüísticas significativas al lengua­
La F. se ha transformado así (y por je cósico (véase), más bien que a esa
completo) en una teoría de la pre­ particular forma del lenguaje cósico
visión de los hechos observables y ha que es el lenguaje físico (“Testability
abandonado las exigencias descriptivas and Meaning”, en Readings in the Phil.
de su segunda fase, además de las ex­ of Science, 1953, pp. 69-70).
plicativas de su fase anterior. Desde
el punto de vista filosófico, este carác­ F ísic o -te o ló g ic a , p r u e b a , véase DIOS, PRUE­
ter fundamental de la F. contemporá­ BAS DE SU EXISTENCIA.
nea ha sido expresado perfectamente
por el mismo Heisenberg al decir que F is io c ra c ia , véase ECONOMÍA POLÍTICA.
la F. de nuestro tiempo ya no nos
suministra “una imagen de la Natura­ (ingl. physiognom onics,
F is io g n ó m ic a
leza, sino una imagen de nuestras rela­ franc. physiognomonie-, alem. Physiog-
ciones con la Naturaleza” (Das Natur- nomik\ ital. fisiognómica). Es el arte
bild der heutigen Phisik [‘‘La imagen de juzgar, por la apariencia visible de
de la Naturaleza en la física actual”], un hombre y especialmente por los
1955, p. 21). rasgos del rostro, su carácter, esto es,
su modo de sentir o de pensar. Aris­
F ísic a so c ia l (ingl. social physics; franc. tóteles (seguido por muchos escritores
physique sociale; alem. soziale Physik; antiguos y medievales) admitió la posi­
i tal. física sociale). Nombre dado por bilidad de juzgar la ituraleza de una
Comte al estudio de los fenómenos so­ cosa por su forma corpórea (An. Pr.,
ciales, o sea la sociología cuya auto­ II, 27, 70 b 7). Cicerón habló de un
nomía científica afirmó por primera fisonomista Zopiro, que se jactaba de
vez (Cours de Phil. Positive, lee. 46). conocer la n a tu ra le z a y el carácter
Véase s o c io l o g ía . de un hombre mediante el examen de su
físico, o sea de sus ojos, de su rostro
F is ic a lis m o (ingl. physicalism; fra n c . y de su frente (De Fato, V, 10). Pero
physicalisme; alem. Physikalismus; i tal. fue sobre todo en el Renacimiento
fisicalismo). Nombre p ro p u e sto por cuando se cultivó este arte en particu­
Neurath (en Erkenntnis, 1931, p. 393) lar, comenzando por Giambattista della
como denominación del Círculo de Vie- Porta, que en 1580 publicó un libro So­
na, que veía en el lenguaje el campo bre la F. humana. Este arte fue muy
de la investigación filosófica, para sub­ difundido por Lavater en el siglo xvm
rayar el carácter físico del lenguaje. El (Fragmentos F., 1775-78). Kant mismo
término fue aceptado por Camap para reconoció el valor de la F. (Antr., II,
indicar la primacía del lenguaje fí­ cap. III). Hegel la distinguió con ala­
sico y su capacidad de ser válido como banzas de las malas artes y de los
lenguaje universal: “El lenguaje de la estudios vanos, por afirmar la unidad
física —dice Camap— es un lenguaje de lo interno y de lo externo (Phá-
universal, que comprende los conteni­ nomen. des Geistes, I, parte I, cap. V;
dos de todos los otros lenguajes cien­ trad. ital., p. 281). Y también en tiem­
tíficos. En otros términos, toda pro­ pos modernos la F. encuentra sostene­
posición de una rama del lenguaje cien­ dores no sólo entre psicólogos y ca-
tífico equivale a algunas proposiciones racterólogos, sino ta m b ié n entre los
del lenguaje fisicalista y, por lo tanto, filósofos. Spengler ha dicho: "La mor-
565
F isio g n o s is
F o rm a
fología de lo mecánico y extenso, una mente el supuesto del argumento, esto
ciencia que descubre y ordena relacio­ es, la tesis de que el tiempo está com­
nes causales se denomina sistemática. puesto de instantes.
La morfología de lo orgánico, de la
historia y de la vida, de todo lo que (gr. noocpr], etfiog; lat. forma; ingl.
F o rm a
lleva en sí dirección y destino, se lla­ form; franc. forme; alem. Form; ital.
ma F.” ( Untergang des Abendtandes, forma). El término tiene los siguientes
I, p. 134; trad. esp.: La decadencia significados principales:
de Occidente, Madrid, 1934). R. Kass- 1) La esencia necesaria o sustancia
ner ha afirmado, por lo demás, la iden­ de las cosas que tienen materia. En
tidad de la psicología con la F. basán­ este sentido, que es el aristotélico, F. no
dose en que la vieja distinción entre sólo se opone a la materia, sino que
ser y aparecer no tiene valor: "La psi­ la reclama. Por lo tanto, Aristóteles
cología debe, por lo tanto, ser F. y cual­ adopta este término con referencia a
quier otra es tediosa y banal, ya que, por las cosas naturales que están compues­
consistir todo en la visión, nada tiene tas de materia y de F. y observa que
necesidad de ser sondeado o bien des­ la F. es naturaleza más de lo que lo
cubierto, quitando un estrato de apa­ es la materia, ya que de una cosa se dice
riencias después de otro” (Das physiog- que es lo que es en acto (la F.) más que
nomische W e ltb ild ["La imagen fi- lo que es en potencia (Fís., II, 1, 193 b
siognómica del mundo”], Intr.; trad. 28; Met., IV, 1015 a 11). Desde este
ital. en Gli elementi dell'umana gran- punto de vista, no puede decirse que
dezza, 1942, pp. 61 ss.). las F. sean sustancias inmóviles (Dios
y las inteligencias motoras) privadas
(ingl. physiognosy). Término
F is io g n o s is de materia, sino que son F. las sustan­
adoptado por Peirce para indicar el cias naturales en movimiento. De aquí
conjunto de las ciencias físicas (Coll. la polémica de Aristóteles contra el pla­
Pap., 1.242). tonismo, con el fin de afirmar la inse­
parabilidad entre materia y forma. Los
F is io lo g ía (ingl. physiology; fraric. phy- escolásti ;os no se atuvieron rigurosa­
siologie; alem. Physiologie; ital. fisiolo­ mente a esta terminología aristotélica
gía). En el sentHo en que Aristóteles y extendieron el término F. a toda sus­
y otros escritores antiguos usan la pa­ tancia, hablando de "F. separadas” para
labra, estudio de la naturaleza: lo mis­ indicar las ideas existentes en la mente
mo que física. En este sentido usó de Dios (San Alberto Magno, S. Th.,
también Kant a veces la palabra (Crít. I, q. 6 ; Santo Tomás, S. Th., I, q. 15,.
R. Pura, Doctrina trasc. del método, a. 1) y de "F. subsistentes” para indi­
cap. III). car a los ángeles, privados de cuerpo y,
por ello, de materia (Santo Tomás,
F is io lo g ía p sic o ló g ic a o p s ic o fis io lo g ía , S. Th., I, q. 50, a. 2). Los escolásticos,
véase p s ic o l o g ía , B). por lo demás, hablaban de "F. sustan­
ciales o de F. accidentales" (Ibid., I,
F le c h a (gr. óI ctto? ; ingl. arrow; franc. q. 76, a. 1), expresión esta última poco
fleche; alem. Pfeil; ital. freccia). El menos que contradictoria desde el pun­
tercero de los cuatro argumentos adu­ to de vista aristotélico. Gilberto de la
cidos por Zenón de Elea en contra del Porrée (siglo xn) distinguió en el De
movimiento. El argumento se funda sex principiis entre formas inherentes,
en dos supuestos: 1) el tiempo está correspondientes a las cuatro primeras
formado de instantes; 2) a cada ins­ categorías aristotélicas (sustancia, cua­
tante la F. no puede ocupar más que lidad, cantidad, relación) y F. asisten­
un espacio igual a su longitud. Res­ tes, que corresponden a las otras cate­
pecto a esta segunda tesis, la F. está gorías aristotélicas y resultan caracte­
inmóvil en el instante y puesto que res no constituyentes de la sustancia
todo tiempo está formado de instan­ de las cosas. En todo caso, la F. con­
tes, la F. está inmóvil durante todo el serva los caracteres que Aristóteles le
tiempo en que se mueve (Aristóteles, había reconocido: es la causa o razón
Fís., VI, 9, 239 b 29). de ser de la cosa, aquello por lo cual
Aristóteles indicó también correcta­ una cosa es y lo que es; es el acto o la
S66
Forma

actualidad de la cosa misma, por lo tan­ cuales fueren las proposiciones p y q


to, el principio y el fin de su devenir. entre las cuales media. De manera
El concepto de F. así entendido ha análoga, se dice por lo común que la
sido y es adoptado asimismo fuera del matemática es una ciencia formal, en
aristotelismo y de sus derivados. No el sentido de que lo que enseña no es
posee determinaciones diferentes de las válido sólo para ciertos conjuntos de co­
apuntadas, la F. de que habla Bacon sas, sino para todos los conjuntos posi­
como objeto propio de las ciencias na­ bles, que versan, precisamente, sobre
turales; tal F. es acto y causa eficien­ ciertas relaciones generales que consti­
te, tanto como la F. aristotélica (Nov. tuyen el aspecto formal de las cosas.
Organ., II, 17) y se distingue de ésta En este sentido, la palabra F. fue usada
sólo por el hecho de no dejarse apresar por vez primera por Tetens, quien la
por el procedimiento deductivo o por aplicó a las relaciones que el pensa­
el entendimiento deductivo (como lo miento establece entre las representa­
considera Aristóteles), sino por la in­ ciones sensibles que constituirían, por
ducción experimental. Descartes hace su lado, la "materia” del conocer (Phi-
referencia al significado tradicional de tosophische Versuche über die mensch-
la palabra, al negar que existen "esas F. liche Natur ["Ensayos filosóficos sobre
o cualidades acerca de las cuales dispu­ la naturaleza humana y su desarrollo”],
tan las escuelas” (Discours, V). Y en 1777, I, p. 336). Kant aceptó esta distin­
el mismo sentido es tomada por Berg- ción en la disertación de 1770, en la
son cuando afirma que "la F. es una cual decía: "En primer lugar, a la re­
instantánea tomada sobre una transi­ presentación pertenece alguna cosa que
ción”, o sea una especie de imagen me­ se puede denominar materia y que es
dia a la que se acercan las imágenes la sensación y, en segundo lugar, lo
reales en sus cambios o que es tomada que se puede denominar F. o especie
como "la esencia de la cosa o la cosa de las cosas sensibles, la cual sirve
misma” (Évot. Créatr., 4- ed., 1911, pá­ para coordinar, mediante una determi­
gina 327). nada ley natural del alma, las diferen­
El sentido en el que usa la palabra tes cosas que impresionan los sentidos”
Hegel se acerca a este concepto de F., (De mundi sensibilis et intelligibilis for­
es decir, como "totalidad de las deter­ ma et ratione, §4). Esta distinción
minaciones”, que, por lo demás, es la entre materia y F. _s el punto de par­
esencia en su manifestarse como fe­ tida de toda la filosofía kantiana, pero
nómeno (Ene., §129). La F., en este Kant mantiene siempre el significado
sentido, es el modo de manifestarse de F. como relación o conjunto de re­
de la esencia o sustancia de una cosa, laciones, esto es, orden. "El elemento
en cuanto tal modo de manifestarse formal de la naturaleza —escribe, por
coincide con la esencia misma. Éste ejemplo, en los Prolegómenos (§17)—
es el sentido en que Hegel usa habi­ es la regularidad de todos los obje­
tualmente la palabra, por ejemplo, al tos de la experiencia”. De manera análo­
decir: "El contenido humano de la con­ ga, la F. de los principios morales es la
ciencia, producto del pensamiento, al simple relación en la que está una ley
principio no aparece en F. de pensa­ con los seres racionales, es decir, sig­
miento, sino como sentimiento, intui­ nifica su validez para todos estos seres,
ción, representación, F. que deben dis­ su universalidad (Crít. R. Práctica, §4).
tinguirse del p e n ra m ie n to como F.” El sentido de la palabra se ha fijado, de
(Ene., §2). Éste es, justo, el sentido Kant en adelante, como el de relación
en el que Croce y Gentile han hablado generalizable, o rd en , coordinación o,
de "F. del espíritu", ya sea para esta­ más simplemente, universalidad. En tal
blecer o para negar su diversidad. sentido, Kant distinguía materia y F.
2) Una relación o un conjunto de en el concepto: "La materia del con­
relaciones (orden) que puede mantener­ cepto es el objeto; su F. es la univer­
se constante con la variación de los tér­ salidad” (Logik, Elementarlehre, §2).
minos entre los cuales media. Por ejem­ Éste es el sentido en el que los lógicos
plo, la relación "Si p, entonces q", puede utilizan actualmente la palabra para
ser tomada como la F. de la inferen­ caracterizar el objeto de su ciencia.
cia, porque permanece constante sean Peirce hacía referencia al mismo (Cotí.
567
F o r m a , p s ic o lo g ía d e la
F o rm a l
Pap., 4.611), como también más reciente­ sidera válida para un determinado nú­
mente Strawson (Intr. to Logicat Theo- mero de términos o de casos posibles, o
ry, 1952, p. 41), Prior (Formal Logic, bien cuando se prescinde de los térmi­
1955, §1) y Church (Introduction to nos entre los cuales media un orden,
Mathematical Logic, 1956, § 00). Carnap por considerar importante o significa­
ha dicho: "Una teoría, una regla, una tivo solamente este orden.
definición o similares, debe ser deno­ 3) Una regla de procedimiento. En
minada formal cuando no hace referen­ este sentido se habla de F. en el dere­
cia alguna al significado de los sím­ cho, para el cual una "cuestión de F."
bolos (de las palabras, por ejemplo) o es la que concierne a la relación del
al sentido de las expresiones (de los caso en examen con las reglas del pro­
enunciados, por ejemplo), sino única­ cedimiento y no con el problema que
mente a las especies y al orden de los constituye la sustancia o el contenido
símbolos con los cuales se construyen del caso. De manera análoga se dice
las expresiones" (Logische Syntax der “respetar las F.” para indicar el respeto
Sprache ["Sintaxis lógica del lengua­ a las reglas de las buenas maneras o
je’’], 1934, §1; ampl. en ed. ingl.: The similares. A veces el recurso o la ape­
Logicat Syntax of Language, 1937). lación a la "F." expresa la exigencia
El significado de la palabra F. (Ge- de autonomía de un procedimiento o de
stalt) se reconduce al mismo signifi­ una técnica determinada. Este es, a me­
cado de orden o relación, por inter­ nudo, el significado de la insistencia
medio de la psicología contemporánea acerca del carácter formal del arte.
que pretende subrayar el hecho experi­ Cuando, en el arte, la apelación a la F.
mental de que las impresiones simul­ no expresa la exigencia de la organiza­
táneas no son independientes unas de ción y del orden (que es una vuelta al
otras, como trozos de un mosaico, sino significado 2), expresa la exigencia de
que constituyen una unidad que tiene que los procedimientos o las técnicas
un orden definible (véase p s ic o l o g ía ). del arte sean independientes de los pro­
En el mismo sentido, Max Born ha pro­ cedimientos o de las técnicas de otras
puesto que sean consideradas como "F. actividades tales como el conocimiento,
de las cosas físicas las invariantes de las la moral, etc. (cf. Croce, Breviario di
ecuaciones, que tienen la misma reali­ Estética, p. 53). En este sentido, se
dad objetiva de Ir cosas que nos son pasa a la consideración formal, en un
familiares” (Experiments and Theory determinado campo, cuando se reco­
in Physics, 1943, pp. 12-13). En la misma noce la independencia de las técnicas
estética existe por lo menos un signi­ que en este campo se pueden adoptar
ficado de la palabra F. que la lleva y que son propias de otros campos.
al de orden u organización de las partes
y es el significado que Dewey aclara F o rm a , p s ic o lo g ía d e la , véase PSICOLOGÍA.-
así: “Sólo cuando las partes constitu­ (alem. Bildung). En el sig­
F o rm a c ió n
yentes del todo tienen el único fin de nificado específico que esta palabra ad­
contribuir a consumar una experiencia quiere en filosofía y en pedagogía, en
consciente, el designio y el modelo pier­ relación con el término alemán corres­
den su carácter superpuesto y se con­ pondiente, indica el proceso de educa­
vierten en F.” (Art as Experience, capí­ ción o de civilización, que se expresa
tulo VI; tra d . esp.: E l a rte com o en los dos significados de cultura: en­
e x p erien c ia , México, 1949, F. C. E., tendida por un lado como educación,
pp. 104-105). Al mismo significado se por otro como sistema de valores sim­
acerca el uso que de la palabra ha bólicos. Véase c u l t u r a .
hecho Focillon: "Las relaciones forma­
les en una obra y entre las diferentes F o rm a l(ingl. formal; franc. form el;
obras constituyen un orden, una metá­ alem. formal; ital. fórmate). 1) Corres­
fora del universo” (Vie des Formes, ponde al significado 1) de forma, esto
1934; trad. ital., p. 53). En general, es, es lo que pertenece a la esencia o
puede decirse que en el ámbito de este sustancia de la cosa, y significa, por
significado se pasa a la consideración lo tanto: esencial, sustancial, real. En
de la F. cada vez que se generaliza una este sentido usaron la palabra los esco­
determinada relación, esto es, se con­ lásticos, como también Descartes (Méd.,
568
F o rm a le s , c ie n c ia s
F o rm a liz a c ió n
III; II Réponses, def. IV) y Spinoza a la forma, en cualquiera de los signi­
(Eth , II, 8 ). A este significado se re­ ficados del término. Hacia fines del
fiere también el uso que del término siglo xiv se llamó "formalistas" a los
hace Duns Scoto en las expresiones partidarios de la metafísica de Duns
"distinción F." o "razón F.”. La distin­ Scoto, los cuales se oponían a los "ter-
ción F. es, en efecto, una distinción ministas", discípulos de Occam (Ger-
de esencia o naturaleza, que no im­ son, De coneeptibus, p. 806). El punto
plica una separación numérica; media, de vista kantiano en ética fue denomi­
por ejemplo, entre la naturaleza común nado F. porque apela a la forma gene­
y la individualidad de las cosas o en­ ral de las máximas, prescindiendo de
tre las diversas perfecciones de Dios los fines a los que se dirigen. En ma­
(Op. Ox., I, d. 8 , q. 4, n. 17). temáticas, se ha d e n o mi n a d o F. al
2) Corresponde al significado 2) de procedimiento que intenta prescindir
forma, esto es, lo que pertenece a una de cualquier significado de los símbo­
relación generalizadle, al orden o a la los matemáticos y, en tal sentido, la
coordinación de las partes. En este dirección de Hilbert en especial. F. se
sentido es usada la palabra en lógica, denomina asimismo a la acentuación
en la matemática moderna y en es­ de la importancia del procedimiento en
tética. el derecho o de determinadas reglas
La lógica ha usado ampliamente este de comportamiento en las relaciones
término, con un sentido intuitivo bas­ entre los hombres.
tante claro, pero no del todo deter­
minado. En la lógica medieval, for- (ingl. fo rm a lis a tio n ;
F o rm a liz a c ió n
malis tiene el significado fundamental franc. formalisation; alem. Formalisa­
de "inherente a la forma”, por lo tanto, tion; ital. formatizzazione). Este tér­
"esencial”, pero también, en consecuen­ mino es característico de la lógica y de
la filosofía de la ciencia contemporá­
cia, "universal", "válido para todo con­ neas. Con "F. de una teoría” se entien­
tenido empírico relativo a una determi­ de el procedimiento mediante el cual
nada forma” y, por ello, como último se construye un sistema meramente
significado, también “independiénte de sintáctico de símbolos S, regido por al­
la naturaleza empírica de los conteni­ gunos axiomas (y eventualmente, por
dos”. En este sentido ha pasado el reglas operativas de rormación y deri­
término a la Lógica moderna y con­ vación de las fórmulas) de los cuales,
temporánea, en la cual, a partir de según las reglas sintácticas del siste­
Leibniz, los t é r mi n o s "forma” (por ma mismo, se hacen derivar fórmulas
ejemplo, los arguments en forme en que resulten transformaciones tautoló­
la terminología leibniziana) y “F.” indi­ gicas del grupo de axiomas. Este sis­
can determinados esquemas, fórmulas, tema sintáctico puro, S, constituye una
etcétera, en los que los términos des­ F. de una determinada teoría T (por
criptivos han sido sustituidos por sím­ ejemplo, de la aritmética de los núme­
bolos ("variables”) y, por lo tanto, las ros enteros, de la teoría de los conjun­
propiedades, relaciones, consecuencias, tos o del cálculo lógico elemental),
etcétera, del esquema o fórmula rigen, cuando T r e s u l t a ser una interpreta­
independientemente de toda posible de­ ción verdadera, y posiblemente ^ver­
signación de los términos significativos dadera, de S. En g e n e r a l todas las
en ella presentes. teorías fundamentales de las matemá­
3) Corresponde al significado 3) de ticas puras contemporáneas han reci­
la palabra “forma": lo que pertenece al bido F.; pero sigue aún sin resolverse
procedimiento, ya sea legal o de urba­ del todo el problema de la F. de la ló­
nidad, etc. G.P.-N.A. gica y, en general, de los metalengua-
jes empleados para la F. por las propias
F o rm a le s , c ie n c ia s, véase CIENCIAS, CLA­ teorías matemáticas. Entre otras co­
SIFICACIÓN DE LAS. sas, una de las mayores dificultades
de tal F. de segundo grado es la dada
(ingl. fo rm a lis m ; franc.
F o r m a lis m o por un conocido teorema (el de Go-
formalisme; alem. Formalismus; ital. del) por el cual una teoría formalizada
formalismo). Toda doctrina que apela no puede contener la prueba de la pro-
5 6 9
F o rm a liz a d o , le n g u a je
F o r tu n a
pia no-contradicción (véase a x io m á t ic a ; dinales (véase), y una de las virtudes
m a t e m á t ic a ) . G. P. éticas (véase) de Aristóteles. Platón la
define como "la opinión recta y con­
F o rm a liz a d o , l e n g u a j e , véase SISTEMA forme a la ley sobre lo que se debe y
LOGÍSTICO. sobre lo que no se debe temer" (Rep.,
IV, 430 b). Aristóteles la define como
F o rm a s , p lu r a lid a d d e la s , véase AGUS- el justo medio entre el miedo y la
TINISM O. temeridad (Ét. Nic., III, 6 , 1115 a 4).
Pero como virtud que da solidez a las
(ingl. formula; franc. formu­
F ó r m u la deliberaciones, la F . es a veces enca­
le; alem. Formet; i tal. formula). 1) El recida y considerada como una de las
elemento de un cálculo (véase). En este virtudes principales. Así lo hizo Aris­
sentido la F. se distingue de la pro­ tóteles (Ibid., III, 7). Cicerón afirmó:
posición que es el elemento de un sis­ "Virtud resulta de vir (hombre) y es
tema semántico (Camap, Foundaticms la fortaleza, cuyos principales atribu­
of Logic and Mathematics, § 9). tos son el desprecio a la muerte y el
2) Lo mismo que enunciado o propo­ desprecio del dolor, viril o sea propio
sición. del hombre" (Tuse., II, 18, 43). Lo
3) Más en general: una secuencia fi­ mismo dice Santo Tomás (S. Th. II,
nita lineal de símbolos primitivos. Así II, q. 123. a. 2). En sentido biológico-
ha de f i ni do la f ó r mu l a A. Church, filosófico, la F . ha sido definida por
que ha llamado "F. bien formada” a K. Goldstein: "La F ., en su forma más
la que responde a ciertas reglas funda­ profunda, es un sí dicho al dolor de
mentales de un lenguaje (Intr. to Ma- la existencia, aceptada como una ne­
thematical Logic, 1956, § 7). cesidad, a fin de poder llevar al cum­
plimiento de la realización del ser que
Así denominó Gioberti
F ó r m u la id e a l.
nos es propio”. En este sentido, la F .
a “la proposición que expresa la Idea es lo contrario de la angustia (véase)
de modo claro, simple y preciso", es y constituye una posición orientada ha­
decir, la siguiente: “El Ente crea lo cia lo posible aún no realizado en el
existente, lo existente retorna al Ente" presente (Der Aufbaii des Organismus
(Intr. alto studio delta filosofía, 1840, ["La estructura del organismo”], 1934,
II, pp. 147, 174; n , p. 3). La F. ideal p. 198).
expresa el concepto neoplatónico de la
derivación del mundo a partir de Dios Lo que se debe a la fortuna
F o r tu ito .
y del retomo del mundo a Dios a tra­ o al azar (véase).
vés del hombre.
(gr. w / ti; lat. fortuna; ingl.
F o rtu n a
(franc. for intérieur). Esta
F o r o in te r i o r fortune; franc. fortune; alem. Glück;
expresión es traducción de la antigua ital. fortuna). Según Aristóteles, se dis­
frase francesa, todavía en vigor, y sig­ tingue del azar (véase) ya que tiene
nifica el t r i b u n a l de la conciencia lugar en el dominio de las acciones
(véase). humanas y, por lo tanto, no pueden ir
al encuentro de la F . o de la mala
F o r o n o m ía (ingl. phoronomics; franc.
suerte los seres que no pueden obrar
phoronomie; alem. Phoronomie). Pala­ libremente. “Los seres inanimados, los
bra acuñada por Lambert para indicar animales, los niños, no hacen nada por
la doctrina que estudia las leyes del
movimiento (Nenes Organon, 1764) y F. porque no tienen elección, y la bue­
adoptada por Kant en sentido análogo na o mala F. les es atribuida sólo por
(M e ta p h ysisch e Aufangsgründe der similitud, del mismo modo que Pro-
Naturwissenscha.fi ["Principios metafí- tarco dice que las piedras de un altar
sicos de las ciencias naturales"], 1786) son afortunadas porque se las honra,
en tanto que sus iguales son pisotea­
F o rta le z a , v a l o r o c o r a je (gr. úvSgeía; das" (Fís., II, 6 , 197 b 1). Este signifi­
lat. fo r titu d o ; ingl. courage; franc. cado se ha mantenido también en el
courage; alem. M u t; ital. coraggio). uso moderno de la palabra. Su con­
Una de las cuatro virtudes enumeradas cepto filosófico es, por lo tanto, el mis­
por Platón, más tarde llamadas car­ mo que el de azar (véase).
570
F ra c a s o
F u e r a d e la ley
F ra c a s o (franc. échec; alem. Schitern; gún infeliz está contento; hay personas
ital. scacco). Según Jaspers, la expe­ contentas que son pobres; por lo tanto,
riencia de la imposibilidad de la exis­ hay pobres que no son infelices” (Ar-
tencia, en sus aspectos particulares o nauld, Logique, III, 8 ).
en su conjunto y, especialmente, la ex­
periencia de la imposibilidad de supe­ F r u ic ió n (lat. fr u itio ; ingl. fr u itio n ;
rar las situaciones-límites (véase s i t u a ­ franc. fruition; alem. Genuss; ital. frui-
c i ó n ). El valor positivo del F. consiste zione). Término aplicado por la esco­
en el hecho de que manifiesta o revela lástica al gozo que el hombre o, en
(negativamente) la trascendencia del general, las criaturas racionales tienen
ser y es, por lo tanto, una cifra (véase) de Dios, en cuanto constituye su fin
de esta trascendencia (Philosophie [Fi­ último (cf. Santo Tomás, S. Th., II, 1,
losofía], III, pp. 219 ss.). Véase e x i s - q. 11, a. 3). La distinción entre la F.
TENCIALISMO. de Dios y el uso de las cosas fue con­
siderada fundamental por Pedro Lom­
F r e n o lo g ía (ingl. p h re n o lo g y ; franc. bardo y en ella basó las partes de su
ph ren o lo g ie; alem. Phrenotogie; ital. Libro de las sentencias (siglo x i i ). La
frenología). La doctrina que estudia distinción entre uso y F. aparece tam­
las relaciones entre las disposiciones bién en Hobbes: "No usamos del bien
espirituales y la forma del cráneo, sus que deseamos por sí mismo, dado que
protuberancias en especial. Esta doc­ el uso es de las cosas que sirven como
trina fue sistematizada por F. J. Gall medios o instrumentos, pero la fruitio
en su libro intitulado Anatomía y fisio­ es como el fin de la cosa propuesta”
logía del sistema nervioso (Anatomie et (De Hom., XI, § 5). A veces la palabra
physiologie du systéme nerveux, 1810). es usada en sentido análogo en la fi­
Hegel dio mucha importancia a esta losofía contemporánea, por ejemplo por
supuesta ciencia, en tanto que consi­ Dewey (Experience and Nature, 1926,
deraba mucho menos importantes cien­ cap. 3; trad. esp.: La experiencia y la
cias más serias, discutiéndolas larga­ naturaleza, México, 1948, F.C.E.). En
mente en la Fenomenología del• espíritu sentido diferente la usa S. Alexander
(I, parte I, cap. V). La Fenomenología (Space, Time and Deity, 1920), o sea
(1807) es, de hecho, anterior a la publi­ como la percepción inmediata que la
cación de la obra de Gall, pero el con­ conciencia tiene de sí misma (la per­
tenido de esta obra era conocido por cepción inmanente en el sentido de
haber sido expuesto por Gall en el Husserl) (véase c o n c i e n c i a ).
curso de sus viajes por Europa.
F u e g o (gr. jtvQ; lat. ignis; ingl. fire ;
F re u d is m o , véase PSICOANÁLISIS. franc. feu; alem. Feuer; ital. fuoco).
F ris e s o m ( o r u m ) . Palabra mnemotéc-
La sustancia de la que se compone el
nica aplicada por los escolásticos al no­ mundo según Heráclito, que consideró
veno modo de la primera figura del al F. como dotado de inteligencia y
silogismo, a saber, el que consta de una como causa primera del gobierno del
premisa p a r t i c u l a r afirmativa, de universo (Fr. 65, Diels). Parménides,
una premisa u n i v e r s a l negativa y en los discursos "según la opinión”,
de una conclusión particular negativa, consideró la dualidad F.-tiniebla (equi­
por ejemplo: “Algún animal es sustan­ valente a la de calor-frío [véase]) como
cia; ninguna piedra es animal; por lo principio de explicación de la aparien­
tanto, alguna sustancia no es piedra” cia sensible (Fr. 8 , Diels). Los estoicos
(Pedro Hispano, Summul. logic., 4.09). identificaron al F. que habita la parte
extrema del universo con el éter, del
F rise so s o m . Palabra mnemotécnica usa­ que están constituidas tanto la primera
da por la Lógica de Fort Royal para esfera inmóvil de los cielos como las
indicar el noveno modo del silogismo esferas móviles (Dióg. L., VII, 137).
de primera figura (o sea el Frisesomo-
rum) con la modificación de tomar F u e r a d e la le y (ital. eslege). Estado
por premisa mayor la proposición en estege denomina Vico a aquel en el
la que entra el predicado de la conclu­ cual “la providencia divina dio prin­
sión. El ejemplo es el siguiente: “Nin­ cipio tanto a los hombres feroces como
571
Fuerza

a los violentos, para conducir la hu­ histórico y pr o b l e má t i c o completa­


manidad y ordenar a las naciones, al mente diferente del término en cues­
despertar en ellos una idea confusa de tión y de tal manera no pueden dar
la divinidad. Y así, con el miedo a tal luz alguna sobre su significado o sus
divinidad imaginada, comenzaron a po­ problemas. Por lo tanto, entenderemos
nerse en algún orden” (Scienza Nuova, con el término F. a la acción causal
degn. 31; trad. esp. [de la 1? ed.]: infalible en cuanto: a) se considera di­
Ciencia nueva, México, 1941, F.C.E.). El ferente o independiente de cualquier
caso del estado "fuera de la ley” cons­ agente o forma metafísica; b) se consi­
tituye, según Vico, la prueba de la dere diferente o independiente de cual­
función que la religión ha tenido en quier forma o agente psíquico; c) se la
el surgimiento de la sociedad civil. considere susceptible de tratamiento
matemático. La noción de F. también
(lat. vis; ingl. forcé; franc. for­
F u e rz a debe ser distinguida de la de energía, a
cé; alem. Kraft; ital. forza). Precisa­ pesar de que los mismos científicos ha­
mente la acción causal, no en cuanto yan confundido a veces los dos térmi­
es explicativa o justificativa (como ra­ nos, hablando (como lo hicieron, por
zón de ser), sino en cuanto produce ejemplo, Mayer y Helmholtz) de con­
infaliblemente su efecto. Por lo tanto, servación de la F. cuando se trataba
y en forma más general, toda técnica de la conservación de la energía.
adecuada para garantizar infaliblemen­ En este sentido, el nacimiento de la
te un efecto o la pretensión de garan­ noción de F. puede hallarse en las ob­
tizarlo. En tal sentido se dice "el de­ servaciones de Kepler, que consideró
recho como F." o "el estado como F.” la virtud (virtus), a la que se deben
para subrayar la infalibilidad de la rea­ los movimientos gravitacionales, como
lización del derecho o de la voluntad sujeta a todas las "necesidades mate­
del Estado. En tal sentido Kant decía máticas" (Astronomía nova, III, p. 241)
que hay cuatro especies de combina­ y negó que pudiera ser identificada
ciones de la F. con la libertad y la ley: con el alma (Mysterium Cosmographi-
a) ley y libertad sin F.: anarquía; b) cum, 1621, en Opera, ed. Frisch, I, p.
ley y F. sin libertad: despotismo; c) F. 176). Pero la noción fue exactamente
sin libertad y sin ley: barbarie; d) definida al definirse con toda exacti­
F. con libertad y 1 y: república (Antr., tud el principio de la inercia como
II, Delincación del carácter del géne­ principio fundamental de la física con
ro humano, 2) En análogo sentido He- Descartes. Galileo se sirve frecuente­
gel habló de "F. de la existencia” en mente de la noción (por ejemplo, en
el dominio de las relaciones jurídicas los Disc. suite nuove scienze, en Op.,
entre los Estados, aludiendo a la frase VIII, pp. 155, 344, 345, 442, 447, etc.),
de Napoleón: "La república francesa pero no la define porque no define
no tiene necesidad de reconocimiento” tampoco la noción de inercia que tam­
(Fil. del Derecho, 331, Apéndice). bién utiliza. En relación directa con
La noción de F. debe ser considerada esta última, la F. es definida por Des­
bajo dos aspectos fundamentales, a sa­ cartes, quien dice: "La F. con la que
ber: 1) en el uso que la ciencia ha un cuerpo obra contra otro cuerpo o
hecho de ella; 2) en la interpretación resiste su acción, consiste sólo en que
que le ha dado la filosofía. toda cosa persiste mientras pueda en
1) Consideramos aquí la noción de el mismo estado en que se halla, de
F. exclusivamente tal como se ha ve­ acuerdo a la primera ley expuesta
nido configurando en los comienzos [o sea con la ley de inercia]. De tal
de la ciencia moderna, excluyendo, por manera, un cuerpo unido a otro cuer­
lo tanto, de su ámbito, las nociones de po posee una F. que impide sea sepa­
potencia, de causa eficiente o formal, rado y cuando es separado hay una F.
de cualidad oculta, etc., esto, es, todas que impide que se una ; y así, cuando
las nociones de carácter metafísico o se halla en reposo, tiene una F. para
teológico a las que puede referirse re­ permanecer en reposo y para resistir
trospectivamente el término F. y en a lo que podría hacerlo cambiar; y así,
forma un t a n t o burda. Todos estos si se mueve, tiene una F. para conti­
términos tienen, en efecto, un alcance nuar moviéndose con la misma velo­
572
Fuerza

cidad y hacia el mismo lado” (Princ. punto de vista, la interpretación de la


Phit., II, 43). Pero fue Newton el que F. como un agente causal misterioso
generalizó la noción de F., dándole una e inaccesible, tal como se encuentra,
expresión matemática precisa. El se­ por ejemplo, en Spencer (First Princi­
gundo principio de la dinámica new- pies, § 26) cae por entero fuera de la
toniana, o sea la proporcionalidad en­ ciencia.
tre la F. y la aceleración i mpr e s a Pero tampoco en su específico signi­
(F. = m a), hace de la F. una relación ficado galileano o newtoniano, realizó
entre dos magnitudes, que no tiene la noción de F. una tarea predominan­
referencia alguna a las esencias o cua­ te y a largo plazo en la ciencia. Ya
lidades escondidas, c u y a inutilidad Leibniz había descubierto y aclarado
para la física afirmaba el propio New­ el concepto de F. viva, que es el pro­
ton. “Pretendo —decía— dar solamen­ ducto de la masa por el cuadrado de
te una noción matemática de las fuer­ la velocidad, concepto que constituye
zas, sin considerar sus causas o sus el punto de partida de la moderna
sedes físicas” (Phitosophiae naturalis n o c i ó n de e ne r gí a (Mathematische
principia mathematica, 1760, p. 5). La Schriften [“Opúsculos matemáticos”],
generalización n e wt o n i a n a permitía ed. Gerhardt, VI, pp. 218 ss.). Su doc­
hablar de F. de gravedad, como de F. trina acerca de la superioridad de la
eléctrica o F. magnética y de tal ma­ F. sobre la materia, que resulta térmi­
nera, en la s e g u n d a mitad del si­ no medio para la resolución de la ma­
glo x v i i i , el concepto de F. resultó uno teria misma en la energía espiritual
de los más populares y difundidos. (véase infra) está fundada precisamen­
Pero al mismo tiempo suscitó la des­ te en este concepto de energía. Pero
confianza de los científicos, que a me­ en el siglo siguiente, el descubrimiento
nudo rehuían ver en él algo más que de la conservación de la energía (1842)
la simple relación causal. D’Alembert debido a Robert Mayer y la obra de
observó que si no se considera la rela­ Helmholtz y de Hertz, condujeron a la
ción entre causa y efecto como de formulación de lo que se denominara
naturaleza l ó g i c a , sino fundada sólo el energetismo de la mecánica (cf.
en la experiencia, la F. a distancia (o Poincaré, La science et l'hypothése, p.
sea, la gr ave da d) no representa un 148). El energetismo niega que la F.
enigma mayor que el de la trasmisión sea "causa” del movimiento y que, por
del movimiento mediante el choque y, lo tanto, esté presente antes que el
en efecto, no hace más que expresar, movimiento, y considera la idea de la
lo mismo que esta última, una relación energía anterior a la de fuerza. Esta
atestiguada por la experiencia (Ele- última se introduce a través de una
ments de phil., 1759, § 17). Por los mis­ simple definición y sus propiedades se
mos motivos, Maupertuis quería que deducen de la definición y de las le­
el concepto de F. como "causa de la yes fundamentales. Por lo tanto, en
aceleración” fuera eliminado de la me­ el energetismo la idea de F. no implica
cánica y sustituido por las simples de­ ya dificultad alguna: es un simple con­
terminaciones de la medida de la ace­ cepto convencional. En la misma línea
leración (Examen philosophique de la se hallan los Principios de mecánica
preuve de Vexistence de Dieu, 1756, II, (1894) de Hertz, que sólo consideran
§ 23, 26). Kant no hizo más que ex­ como fundamentales las ideas de tiem­
presar el mismo concepto al decir que po, espacio y masa, considerando como
"la F. no es más que la relación de la derivadas no sólo las ideas de F. sino
sustancia A a alguna otra cosa B", y también las de energía. El concepto
que tal relación sólo puede ser dada de energía conservaba, sin embargo, su
por la experiencia (De mundi sensibilis importancia en la física, sobre todo con
et intettigibitis forma et principiis, § referencia al concepto de campo (véa­
28), o que la F. no es más que "la cau­ se), mientras el concepto de F. seguía
salidad de la sustancia” o sea "la re­ siendo el que había mostrado el ener­
lación del sujeto de la causalidad con getismo: un nombre para definir de­
el efecto” (Crít. R. Pura, Anal, de los terminadas relaciones e n t r e algunas
Principios, cap. II, sec. III, Segunda magnitudes físicas. A este propósito ha
analogía de la experiencia). Desde este dicho Russell: "Se supone que la F.
573
F uerza

sea causa de la aceleración... Pero la metafísica de la F. espiritual (cf. Nouv.


aceleración es una simple ficción ma­ Ess., II, 21, § 1). Esta doctrina resul­
temática, un número y no un hecho ta el arquetipo de toda la dirección
físico... Por lo tanto, si una F. es cau­ filosófica que ha tenido como segundo
sa, es causa de un efecto que no se fundador a Maine de Biran, a princi­
produce” (Principies of Mathematics, pios del siglo xix. En efecto, Maine
1903, p. 474). de Biran adopta la percepción interna
2) Las interpretaciones fi l osófi cas e inmediata, esto es, la conciencia que
del concepto de F. siguen muy de le­ el yo tiene de sí, como F. volitiva y
jos y con poca fidelidad el desarrollo activa, como la revelación del carác­
científico del mismo concepto. Todas ter originario mismo de la realidad
ellas obedecen a un esquema uniforme que, por lo tanto, sería ella misma F.
y consisten en reducir la noción de "La percepción i n t e r n a o inmediata
F. a una experiencia humana. Esta re­ —dice— es la conciencia de una F. que
ducción puede tener no obstante doble es mi mismo yo y que sirve de tipo
significado. Puede: a) ser entendida ejemplar para todas las nociones ge­
para justificar la noción misma y ha­ nerales y universales de causa y de
cer de ella un concepto metafísico; b) F.” (Nouveaux essais d’anthropologie,
ser entendida para criticar la noción 1823-24, en CEuvres, ed. Naville, III, p.
y mostrar, con el carácter antropomór­ 5). Casi a la vez Schopenhauer dio el
fico, la falta de fundamento. Leibniz mismo paso de la psicología a la me­
es el iniciador de las tentativas en el tafísica, reconociendo como única F.
primer sentido y Locke lo es de las constitutiva de la esencia del mundo
tentativas en el segundo sentido. a la que el hombre percibe inmediata­
a) En el Systéme nouveau de la na- mente en sí mismo, o sea la voluntad
ture (1695), Leibniz dice que, después (Die Welt ais Wilte und Vorstellung,
de haberse emancipado del yugo de 1819). En ello está implícito el senti­
Aristóteles, había creído en el vacío y do de que en el hombre aparece como
en los átomos, pero que después de voluntad, la m i s m a potencia activa
muchas meditaciones se había dado que en las otras partes de la natura­
cuenta de que las unidades últimas no leza se manifiesta como F .: "Si, por
pueden ser materiales y que, por lo lo tanto, digo: la F. que hace caer la
tanto, no pueden er átomos de mate­ piedra a tierra, en su esencia, en sí y
ria sino de espíritu. "Era necesario, fuera de toda representación, es volun­
por lo tanto —agrega—, rehabilitar las tad; no se atribuirá a esta afirmación
formas sustanciales tan desacredita­ el insensato significado de que la pie­
das actualmente, pero de manera tal dra se mueve conforme a un motivo
que fueran inteligibles y que permitie­ conocido, por el hecho de que en el
ran una separación entre el uso que hombre la voluntad se manifieste de
de ellas se debe hacer y el abuso que este modo” (Ibid., I § 19). Esta iden­
se ha hecho de ellas. Hallé, por lo tificación de la F., que el hombre co­
tanto, que su naturaleza consiste en la noce por la experiencia interior, con
F. y que de esto resulta algo análogo la F. que obra en el mundo, es aún la
a la conciencia y al apetito y que de base de las filosofías espiritualistas. La
esta manera era necesario concebirlas doctrina de Bergson según la cual un
a imitación de la noción que de las élan vital, que se revela a la conciencia
almas tenemos" (Systéme, etc., § 3). humana como duración real, da origen
Esto demuestra el fundamento de la a la vida penetrando y organizando la
primacía que Leibniz concedió siempre materia (Évol. créatr., cap. I), obe­
a la noción de F. en sus interpretacio­ dece al m i s m o planteamiento funda­
nes físicas y metafísicas: la F. es algo mental. Pero a este planteo obedecen
análogo a la conciencia (sentiment) y por lo demás también las doctrinas
al apetito, esto es, a experiencias in­ materialistas; admitir, según lo hacía
ternas del hombre. Es cierto que Leib­ Haeckel por ejemplo (Die Weltrdtsel
niz entendió por F. la vis activa que, [Los enigm as del u n iv e r s o ], 1899),
según se ha dicho, es más bien energía. como única F. la que explica todo el
Pero la cosa no es diferente al punto devenir del universo y que ésta sea
de vista de su metafísica, que es una análoga a la que se revela en la con-
S74
Fuga
F u n c ió n
ciencia del hombre significa obedecer hecho de que este concepto haya per­
a la misma interpretación de la noción dido en la ciencia toda tarea lo sus­
de F. trae también al interés de la crítica
b) Por otro lado, la reducción de metodológica. Por lo tanto, el concep­
esta noción a una experiencia interna to se presenta hoy como concepto cien­
ha significado a veces una crítica de tífico anticuado, que sirve de pretexto
la noción misma, porque siempre ha (aunque cada vez más raramente) para
sido considerada como un signo de su especulaciones metafísicas (cf. M ax
c a r á c t e r arbitrario. A este respecto, Jammer, Concepts af Forcé, 1957: obra
Locke había sacado a luz la deriva­ rica de información aunque incierta
ción de la idea de la potencia activa y confusa al delimitar la noción que
(power) por la reflexión del espíritu trata).
sobre las operaciones de nuestra men­
te (Essay., II, 21, 4). Berkeley, con la F u g a (alem. Flucht). F . ante sí mismo
finalidad de defender su concepción ha denominado Heidegger el abando­
del universo como lenguaje o manifes­ narse del hombre a la banalidad de
tación de Dios, fue llevado a su vez la existencia cotidiana, el huir ante la
a extraer de los conceptos de la cien­ inhospitatidad, que permanece regular­
cia su carácter realista: "La F., la mente encubierta con la angustia (véa­
gravedad, la atracción y términos si­ se) por la cual el hombre afronta su
milares —decía— son cómodos con el 'poder ser en el mundo' propio: el ‘ser
fin de razonar y de efectuar cálculos en el mundo' (Sein und Zeit, § 40,
a c e r c a del movimiento y sobre los 41; trad. esp.: El ser y el tiempo, Mé­
cuerpos que se mueven, pero no con xico, 1962, F .C .E .). Para el concepto
el fin de comprender la naturaleza del de “ F . del mundo” cf. Abbagnano, In-
movimiento mismo” (De Motu, § 17; troduzione all’esistenzialismo, 1942, IV,
Siris, § 234). Hume a su vez demostró § 4; trad. esp.: Introducción al exis-
que ni de la experiencia interna ni de tencialismo, México, 1955, F .C .E .).
alguna otra fuente, puede obtener el
espíritu una idea clara y real de F. F u lg u r a c ió n (ingl. futguratiem; franc.
"Es c i e r t o que nosotros ignoramos fulguration). Té r mi n o que Leibniz
—dice Hume— la manera como los aplica a la derivación de las mónadas
cuerpos obran uno sobre el otro y que de Dios, en cuanto acen, "por así de­
su F. o energía nos es del todo incom­ cirlo, mediante F . continuas de la
prensible, pero somos igualmente ig­ divinidad en todo momento" (Manad.,
norantes de la manera o de la F. con § 47). El término quiere subrayar la
la cual una mente, aun la suprema, continuidad de la creación divina.
obra ya sea sobre sí misma o sobre los
cuerpos. ¿De qué cosa —pregunto— lo­ Función (ingl. function; franc. fonc-
gramos hacemos una idea?... ¿Qué tiem; alem. Funktion; ital. funzione).
cosa es más difícil concebir: que el El término tiene dos significados fun­
movimiento nazca de un ímpetu o que damentales :
nazca de un acto de voluntad? Todo 1) Operación. En este significado el
lo que sabemos es nuestra ignorancia término corresponde a la palabra grie­
profunda en ambos casos” (Inq. Cerne. ga ergon, tal como la usa Platón al
Underst., VII, 1). Esta crítica de Hume decir que la F . de los ojos es ver, la F .
se convirtió en clásica y, en determi­ de los oídos oír y que las virtudes son
nado aspecto, en definitiva. Mach con­ cada una F . de una determinada par­
sideró como un "fetichismo" el uso te del alma, y F . del alma, en su con­
del concepto de F., como por lo demás junto, es la de mandar y dirigir (Rep.,
el de c a u s a , q u e deseaba sustituir I, 352 ss.). En este sentido la F. es la
por el concepto de función (Analyse operación propia de la cosa, en el sen­
der Empfindungen, 9' ed., 1922, p. 74; tido de que es lo que ésta hace me­
trad. esp.: Análisis de Uxs senseiciones, jor que las otras cosas (Ibid., 353 a).
M a d r i d , 1925; Popularwissenschaftli- Aristóteles se vale del término en el
chen Vorlesungen [“Conferencias cien­ mismo sentido, cuando en la Ética a
tífico-populares”], 1896, p. 259; trad. Nicximaco intenta ver cuál es la F.
ingl., 1943, p. 254). Por otro lado, el o la operación propia del hombre como
575
Función

ser racional (Ét. Nic., I, 7). Por lo thode sociologique, 1895) como la rela­
demás, insiste sobre el carácter fina­ ción entre una institución y las nece­
lista y realizador de la F .: "la F. es el sidades de un organismo social, o sea
fin —ha dicho— y el acto es la F.” como la actividad por la que una ins­
(Met., IX, 1, 1050 a 21). En este senti­ titución contribuye al mantenimiento
do, la palabra tiene un uso frecuente, del organismo. Con el mismo espíritu,
tanto en el lenguaje científico como Radcliffe-Brown define la F. de una
en el común. En filosofía, Kant deno­ actividad social recurrente (como por
minó F. a los conceptos en cuanto “se ejemplo, el castigo de los crímenes o
fundan en la espontaneidad del pen­ una ceremonia fúnebre) como "la par­
samiento, así como las intuiciones sen­ te que juega en la vida social como un
sibles se fundan en la receptibilidad todo y, por lo tanto, la contribución
de las impresiones". En otros térmi­ que adopta al mantenimiento de la
nos, los conceptos son F. porque son continuidad estructural" (Structure and
actividades, operaciones y no modifi­ Ftmction in Primitive Society, 1953,
caciones pasivas como las impresiones p. 180). EL significado de operación o
sensibles. La F. conceptual es defini­ de acción dirigida a un fin y capaz de
da, por lo tanto, por Kant como "la realizarlo, predomina en todas estas
unidad del acto de ordenar diversas re­ nociones.
presentaciones comunes" (Crít. R. Pura, 2) Del significado precedente se ha
Anal, trasc., cap. I, sec. I). En sentido separado el significado matemático a
análogo, Husserl entiende por F. la ac­ fines del siglo xvn por obra del grupo
tividad de la conciencia en cuanto diri­ de matemáticos del que formaba parte
gida a un fin y de tal manera la con­ Leibniz y probablemente el mismo Leib-
sideración f unci ona l s u s t i t u y e a la niz (Mathematische Schriften [“Escri­
descripción y clasificación de las viven­ tos matemáticos”], ed. Gerhardt, I,
cias singulares, "aparece la considera­ p. 268), pero la primera tentativa de
ción de lo singular bajo el punto de una definición del concepto fue reali­
vista ‘teleológico’ de su F., hacer po­ zada por Jean Bemouilli en 1718 (cf.
sible la u n i d a d sintética” (Ideen, I, Opera, 1742, II, p. 241). Los matemáti­
§ 8 6 ). La distinción introducida por C. cos definen actualmente de diversos
Stumpf entre fenómenos y F. psíqui­ modos el concepto de F., pero, por lo
cas tiene el misino fundamento: las general, se puede decir que es una
F. son operaciones, en tanto los fenó­ regla que conecta las relaciones de un
menos son modi f i c a c i one s pasivas determinado término o de un grupo
(Erscheinungen und psychischen Funk- de términos con otro término o gru­
tionen ["Fenómenos y funciones psí­ po de términos. En la F. se distingue la
quicas”], 1907). Scheler introdujo la variable dependiente que es la F. misma
misma distinción entre estados y F. y las variables independientes o argu­
emotivas: la F. es la reacción activa mentos (véase), cuyas variaciones se
en las confrontaciones del estado emo­ admiten como dadas o determinables
tivo, en el sentido, por ejemplo, en el por arbitrio. Dice Peirce: "El que una
cual la simpatía es una F. que no pre­ cantidad sea la F. dada de determi­
supone una modificación emotiva pa­ nadas cantidades que valen como argu­
siva en la persona que la prueba (Sym- mentos, significa de c i r simplemente
pathie, I, cap. 3). El concepto de ope­ que sus valores están en una deter­
ración dirigida hacia un fin o capaz de minada relación con los valores de
realizar un fin es también el implícito los argumentos o que una proposición
en el uso que de la noción hacen las dada es verdadera del conjunto to­
ciencias biológicas y sociales. En bio­ tal de los valores en su orden. De­
logía, la F. es la operación mediante cir simplemente que una cantidad es
la cual una parte o un proceso del uria F. de otras determinadas signi­
organismo contribuye a la conserva­ fica no decir nada, ya que de todo
ción del organismo total (cf., por ejem­ conjunto de valores se puede decir lo
plo, Bertalanffy, Modem Theories of mismo. Esto, sin embargo, no hace
Development, Nueva York, 1933, pp. 9ss., inútil la palabra F., como el decir de
184 ss.). Y en sociología ha sido defi­ un conjunto de cosas que entre sí tie­
nida por Durkheim (Regles de la mé- nen alguna relación no hace inútil la
576
Función proposicional

palabra relación.” Desde este punto probada mediante operaciones de obser­


de vista, la F. es la operación de apli­ vación experimental. Por lo tanto, es
car efectivamente la regla que une las contingente, de tal modo... que dada
variaciones de dos conjuntos de canti­ la formulación de la función, se pueden
dades, de modo que puedan hallar los dar valores especiales al volumen, a
valores de algunas de estas cantidades la presión y a la temperatura única­
cuando los otros son dados (Cotí. Pap., mente por medio de operaciones inde­
4, 253). La lógica contemporánea ha pendientes de observación existencial”.
hecho suyo el concepto matemático de En cambio, en el caso de la proposi­
función. Adopta el símbolo matemáti­ ción y = x2, cualquier operación que
co de la F. f (x) para indicar proposi­ asigne un valor a x o y establece, nece­
ciones de la forma "la ballena es un sariamente, una modificación corres­
mamífero” ; en tal símbolo x está en pondiente del valor del otro miembro
vez del argumento, el sujeto del que de la ecuación y la operación de asig­
se habla (la ballena o cualquier otro nar un valor se halla determinada, por
mamífero) y / corresponde a la propie­ completo, por el sistema del que la
dad que se le atribuye (mamífero). El ecuación forma parte {Logic, cap. XX,
signo / se denomina también F. propo­ § 5; trad. esp.: Lógica, México, 1950,
sicional o predicado. El objeto al cual F. C. E., p. 456). Pero es obvio que esta
corresponde, o sea la propiedad deno­ diferencia no modifica el concepto mis­
tada, se denomina también F. situa- mo de F., que permanece en sus carac­
ciortaí. El ser mamífero es la propie­ terísticas, en el uso muy extenso que de
dad, o F. situacional, denotada por el él hacen las ciencias contemporáneas.
predicado, o F. proposicional, "mamífe­
ro”, por ejemplo. (ingl. proposition-
F u n c ió n p ro p o s ic io n a l
El uso del concepto de F. en las al f uncí ion; franc. fonction proposi-
ciencias tiende a suplantar al de causa tionelle; alem. Funktion; ital. funzione
y se puede considerar equivalente al proposizionale). Esta noción, introdu­
uso del concepto de condición. Tal con­ cida por Frege (1879) y después amplia­
cepto expresa la interdependencia de mente desarrollada por Russell y White-
los fenómenos entre sí y permite la de­ head en los Principia Mathematica es
terminación cuantitativa de esta inter­ hoy objeto de uno d- los capítulos fun­
dependencia sin presuponer o conside­ damentales de la lógica. La F. propo­
rar nada acerca de la producción de sicional es una F. de pluralidad de
un fenómeno por causa de otro. Ya en variables independientes (y según el
1886 Mach había querido que el con­ número de éstas es denominada monó­
cepto de F. sustituyera al tradicional dica, diádica, . . . , n-ádica), y si se sus­
de causalidad para comprender la de­ tituyen por símbolos denotados se ob­
pendencia recíproca de los fenómenos tienen proposiciones que se denominan
(Analyse der Empfindungen, 9* ed., 1922, valores: por ejemplo, "Sócrates es mor­
p. 74; trad. esp.: Análisis de las sensa­ tal” es un valor de la F. proposicional
ciones, Madrid, 1925). Y Cassirer, en monódica "x es mortal” ; "5 — 7” es un
un estudio de 1910 intitulado Substanz- valor de la F. proposicional diádica
begriff und Funktionsbegriff ["Concep­ "x — y", etc. Si la F. proposicional es
to de sustancia y concepto de función”], monódica se la denomina también un
mostró la reducibilidad de buena parte predicado (Russell) o una propiedad,
de las nociones científicas al concep­ de otra manera, es denominada una
to de función. Más recientemente, De- relación (diádica, triádica,. . . . n-ádica).
wey ha insistido acerca de la diferencia La F. proposicional (y aquí está su
de significado que este concepto tie­ máximo interés para la lógica) es apli­
ne en la física y en la matemática. cable también a otras operaciones, las
Cuando se dice: "el volumen de un gas cuales la transforman asimismo en sím­
es una F. de la temperatura y de la bolos designantes: así, una F. "$ x”
presión" se afirma que cualquier va­ es transformada por el operador "todos”
riación existencial en el volumen se [en la notación russelliana "(*)•”] en
halla correlacionada con variaciones en la proposición universal "todos los x
la temperatura y/o en la presión. Se son 3>” [en la notación russelliana
ha llegado a la fórmula y ha sido com­ "( x) $ x" ] ; por el operador existencial
577
Funcional
Fundamento
[en la notación russeliana "(3x)"] en Éste es uno de los principales signi­
la proposición particular "al menos un x ficados del término "causa” y justo
es í>” [en la not ac i ón r us s e l l i a na aquel por el que contiene la explica­
ción y justificación racional de la cosa
“(3x) ■í>x”]; por el operador " i ” (en la de la cual es causa. Dice Aristóteles:
notación russelliana) o X (en la nota­ "Creemos conocer absolutamente un ob­
ción más reciente) es transformada en jeto en particular —o sea, no acciden­
la descripción abstracta de la clase talmente o de modo sofista— cuando
de las x que son $ [en la notación creemos conocer la causa por la cual
la cosa es, conocer que ella es causa
russelliana “x $ x ” o "X$x”]. G. P. de la cosa y que, por lo tanto, ésta no
puede ser de otra manera” (Anal, post.,
F u n c io n a l (ingl. fu n c íio n a l; franc. I, 2, 71b 8 ). En este sentido, la causa
fonctionnet; alem. F u n k tio n a l; ital. es razón, logas (De parí, an., I, 1, 639 b
funzionale). Los significados de este 15), ya que hace comprender no sola­
adjetivo corresponden a los significa­ mente el acaecer de hecho de la cosa,
dos fundamentales del sustantivo per­ sino su "no poder ser de otra manera”,
tinente. Al significado 1) correspon­ esto es, su necesidad racional. En la
den los de las expresiones "psicolo­ doctrina aristotélica, por lo tanto, como
gía F.” o "análisis sociológico F.” o en las que dependen de ella, la causa-
"cálculo F.”. La psicología F., cuyos razón es un concepto ontológico que
principios fundamentales han sido de­ expresa la necesidad propia del ser en
fendidos e s p e c i a l me n t e por Peirce, cuanto sustancia. Hegel adopta el con­
James, Mead y Dewey, considera los cepto en este mismo sentido: "El F.
procesos mentales como operaciones por —dice— es la esencia que es en sí y
las que el organismo biológico realiza ésta es esencialmente F., y F. es sólo
la adaptación a su ambiente y el do­ en cuanto fundamento de algo, de un
minio sobre el mismo (cf. Morris, Six otro” (Ene., §121). En efecto, en este
Theories af Mind, Chicago, 1932, capí­ sentido el F. es “la esencia puesta como
tulo VI). El análisis F. en sociología totalidad” (Ibid., § 1 2 1 ), o sea la razón
tiende a mostrar “la parte que las de la necesidad de una cosa, como lo
instituciones tiene" en la totalidad de consideraba Aristóteles.
un sistema cultural”, como afirma Ma- No obstante, por obra de Leibniz la
linowski o, en otros términos, la contri­ noción adquirió un significado distinto
bución de una institución al manteni­ y específico, por el cual se distingue
miento del conjunto social de que for­ nítidamente del de causa esencial o
ma parte (Merton, Social Theory and sustancia necesaria. Es decir, pasa a de­
Social Structure, 1957, pp. 20 ss.). Por signar una relación privada de nece­
otro lado, una "correlación F.”, es una sidad y aun la que da a entender o
relación de dependencia recíproca, de justificar la cosa; el principio de esta
acuerdo al significado 2) de función. relación es denominado principio de ra­
Y el "cálculo F.” es la parte de la zón suficiente (Principium rationis suf-
lógica que analiza la estructura interna ficientis, Satz vom zureichenden Gran­
de las proposiciones, indicadas con el de). Leibniz llega a la formulación de
símbolo f(x). este principio a través de la oposición
F u n c io n a lis m o , véase PSICOLOGÍA, F ). entre la relación libre, pero determi­
nante y la relación necesaria. Dice: "La
F u n c to r (ingl. functor; franc. functor; relación o concatenación es de dos es­
alem. Funktor; ital. funtore). Los lógi­ pecies : una es absolutamente necesa­
cos aplican este término al signo de ria, de manera tal que su contrario
una función no proposicional, o sea nu­ implica contradicción, y tal relación
mérica (Reichenbach, Elements of Sym- se verifica en las verdades eternas co­
bolic Logic, 1947, p. 312; Carnap, Mean- mo son las de la geometría; la segunda
ing and Necessity, §2). no es necesaria sino que es ex hypo-
F u n d a m e n to (gr. altía, Xóyoc; lat. ratio; thesi y, por así decirlo, por accidente,
ingl. fo u n d a tio n ; franc. fo n d e m e n t; y es contingente en sí misma, ya que
alem. Grund; ital. fondamento). La su contrario no implica contradicción."
causa, en el sentido de razón de ser. Esta segunda conexión se verifica en
578
Fundamento

la relación entre una sustancia indivi­ del F. ( ratio, Grund), entendiéndose


dual y sus acciones: por ejemplo, el por F. "la razón por la cual algo es o
fundamento del hecho de que César acaece" {Ibid., §4). Pero Wolff recon­
pasara el Rubicón se encuentra indu­ ducía el principio de razón suficiente
dablemente en la naturaleza misma de a un significado necesario. Y, en efec­
César, pero ello no dice que el hecho to, distinguía entre el principium es-
fuera necesario en sí mismo y que su sendi que contiene la razón de la posi­
contrario implique contradicción. Del bilidad de la cosa y el principium fiendi
mismo modo, Dios elige siempre lo me­ (o del suceder) que contiene la razón
jor, pero lo elige libremente y lo con­ de la realidad {Ont., § 874) y distinguía,
trario de lo que elige no implica contra­ por otro lado, el principium cognos-
dicción. "Toda verdad fundada en este cendi, con el cual entendía “la propo­
tipo de decretos es contingente, aun sición mediante la cual se entiende la
siendo cierta, porque estos decretos no verdad de otra pr oposi ci ón” {Ibid.,
cambian, en efecto, la posibilidad de las §876). Ahora bien, es evidente que tan­
cosas, y aun cuando Dios, como he di­ to el principium fiendi (que luego es
cho ya, elija siempre indudablemente el principio de causalidad) como el
lo mejor, ello no impide que lo que es principium cognoscendi (que luego es
menos perfecto no sea y no perma­ la demostración) tienen un carácter
nezca posible en sí mismo, si bien no necesario. El principio adquiere el mis­
suceda, dado que no es su imposibi­ mo carácter en la obra de Baumgarten,
lidad lo que lo hace rechazar, sino su que tiende a reducirlo al de no contra­
imperfección. Ahora bien, nada cuyo dicción {Met., § 20). Esta tendencia
opuesto sea posible, es necesario” (Dis- prevalecía en el interior de la escuela
cours de Métaphysique, 1686, §13). Co­ wolffiana (cf. Cassirer, Erkenntnisspro-
mo es evidente a través de estos textos blem, VII, cap. 3; trad. esp.: El proble­
de Leibniz, el F. o razón suficiente ma del conocimiento, México, 1956,
tiene una capacidad explicativa dife­ F. C. E.) y solamente fue rechazada por
rente de la causa o razón de ser de Crusius, que insistió acerca de la dis­
Aristóteles. Esta última, en efecto, ex­ tinción entre el principio de razón sufi­
plica la necesidad de las cosas, el por­ ciente y el principio de causalidad, pre­
qué la cosa no pueda ser de otra mane­ cisamente para exch’ir el carácter ne­
ra de como es. El fundamento o razón cesario del primero (De usu et limitibus
suficiente explica la posibilidad de la principii rationis determinantis, 1743,
cosa, esto es, explica el porqué la cosa §4), corrección que Kant aceptó en
puede ser o comportarse de determi­ uno de sus primeros escritos {Princi-
nada manera. Precisamente por esta piorum P rim o ru m Cognitionis Meta-
razón Leibniz consideró el pr i nci pi o physicae Nova Dituciclatio, 1755). Pero
de razón suficiente como fundamen­ después de Crusius el carácter no ne­
to de las verdades contingentes y con­ cesario del principio de razón suficien­
tinuó admitiendo, como ya lo había te, o sea el carácter que había llevado
hecho Aristóteles, el principio de no a Leibniz a admitirlo como un prin­
contradicción como base de las verda­ cipio por sí mismo, llegó a olvidarse
des necesarias (De scientia universali, por completo. La misma distinción es­
en Opera, ed. Erdmann, p. 83). Sin tablecida por Crusius entre principio
embargo, solamente Christian Wolff re­ de razón suficiente y principio'de cau­
conoce al principio del F. (o principio salidad sirvió para considerar los dos
de razón suficiente) el rango de prin­ pr i nci pi os como dos expresi ones
cipio de la filosofía en su totalidad del principio de necesidad. Éste fue,
y de su método. Precisamente por ello justo, el camino tomado por Schopen-
Wolff definió la filosofía como "ciencia hauer en su escrito Die vierfache Wur-
de las cosas posibles en cuanto pueden zel des Satzes vom zureichenden Grun-
existir” (Leg., Disc. prael., §29) y vio de (1813) (trad. esp.: La cuádruple raíz
su tarea fundamental en dar la "razón del principio de la razón suficiente,
por la cual las cosas posibles pueden Madrid, 1911). Schopenhauer enumeró
alcanzar el ser” (Ibid., §31). Desde cuatro formas del principio de razón
este punto de vista, toda la actividad suficiente; esto es, junto a las dos for­
filosófica consiste en la determinación mas distinguidas por Crucius, colocó
5 7 9
Fungente
Furor heroico
el principio de razón suficiente del ser, contiene las condiciones que hacen po­
que regula las relaciones entre los entes sibles las otras ciencias (y en este sen­
matemáticos y el principio de razón tido Wolff denominaba Grundwissen-
suficiente del obrar, que regula las re­ schaft [ciencia del fundamento] a la
laciones entre las acciones y sus moti­ ontología). Se puede decir, por lo tan­
vos. El carácter no necesario del F. to, que en el uso moderno la palabra
está, sin embargo, oscuramente reco­ tiene un significado no diferente al de
nocido en el empleo metafísico que de condición (véase).
él se hizo. Schelling, en las Untersu- La Ilustración alemana del siglo x v i i i ,
chungen über das Wesen der menschli- que elaboró el concepto de F., elaboró
chen Freiheit (1809) [trad. esp.: La cien­ también la noción de método del F.
cia de la libertad humana, 19501 enten­ (alem. Grundlichkeit, fundamentación),
dió por F. el anhelo o voluntad de vi­ cuyas reglas dio el propio Wolff en el
vir de que depende la existencia tanto capítulo IV del Discurso preliminar de
del hombre como de Dios. El F., en este la Philosophia rationalis, y que Kant,
sentido no es, obviamente, una cosa en el prefacio a la segunda edición de
necesaria. la Crítica de la razón pura resumió
En análogo sentido ha dicho Heideg- así: "Llegará un día, en el sistema
ger: "la libertad es el F. del F." "La futuro de la metafísica, en que habrá
libertad —explica —en cuanto es el fon­ que seguir el método del célebre Wolff,
do de este F. es también el abismo (sin el más grande de los filósofos dogmá­
fondo) del ‘ser ahí'. No por ser infun­ ticos, que por vez primera diera el
dada la libre relación singular, sino ejemplo (y por tal ejemplo resultó en
en el sentido de que la libertad, en su Alemania el creador del espíritu de
esencial naturaleza de trascendencia, Grundlichkeit que aún no se ha olvi­
pone al ‘ser ahí’, como poder ser, en dado) de cómo se puede tomar el segu­
posibilidades que se distienden ante su ro camino de la ciencia estableciendo
elección finita, o sea en su destino” regularmente los principios, determi­
(Vom Wesen des Grundes ["Sobre la nando claramente los conceptos, bus­
c i enci a del fundamento"], 1928, III; cando el rigor de las demostraciones
trad. ital., pp. 77-78). En otros términos, y rehusando los saltos, para sacar las
el F. es para la istencia humana el consecuencias.” El método de la fun­
radicarse en el mundo, por el cual las damentación consiste en aducir el F.,
posibilidades proyectadas son limitadas o sea la razón justificativa, de todo
y ordenadas por el mundo mismo. El paso del filosofar y es el método del
F. expresa el condicionamiento que el cual la filosofía puede esperar aún una
mundo ejerce sobre el hombre, en vir­ salvaguardia del albedrío.
tud del radicarse mismo del hombre
en el mundo. Fungente (alem. jungierend). Término
De estos textos aflora claramente el adoptado por Husserl en los escritos
rasgo característico de la noción en inéditos, para designar los caracteres
examen, que es el de expresar un con­ de la vida consciente que ya se encuen­
dicionamiento no necesario. Éste es, tran y obran antes de ser reconocidos
en efecto, el significado más común y como tales por la reflexión fenomeno-
general del término, tanto en el len­ lógica. Así, Husserl habla de una "in­
guaje común como en el filosófico. El tencionalidad F.”, esto es, que se dirige
F. es lo que da razón de una preferen­ no solamente al objeto sino al acto
cia, de una elección, de la realización Tiismo de la intencionalidad, ya antes
de una alternativa más bien que de de ser efectuada la reflexión fenomeno-
otra. Se habla de F. toda vez que la lógica. Esta "intencionalidad F.” no es
preferencia o elección esté justificada más que la conciencia como reflexión
o la realización de la alternativa sea sobre sí misma (cf. E. Fink, en Revue
explicada. De manera similar, un prin­ Internationale de Philosophie, 1939, pá­
cipio "fundamental” es un principio que gina 266; G. Brand, Wett, Ich und Zeit
establece la condición primera y más ["Mundo, yo y tiempo”], 1955, § 6 ).
general para que pueda existir algo,
y una ciencia fundamental es la que Furor heroico, véase ENTUSIASMO.

580
fu s ió n
F u tu r ic ió n
Fusión (ingl. fusión; franc. fusión; alem. (ingl. futurition; franc. fu-
F u tu r ic ió n
Fusión; ital. fusione). Término adop­ turition). Así denomina Leibniz a la
tado por la psicología para indicar una determinación de los acontecimientos
forma de asociación. Scheler ve en la futuros, en cuanto hace posible a Dios
F. afectiva un indicio de la unidad su previsión infalible ( Théod., I, §37).
metafísica del mundo de la vida, uni­ (V éase p r e d e t e r m i n i s m o ). Or t ega y
dad que aunque no elimina exige la Gasset adopta el término para indicar
diversidad de personas ( Sympathie, I, la orientación de la vida humana ha­
cap. 4, §§3-5). cia el futuro.

581
G
Gegenstandstheorie. La teoría de los Berkeley (P rin c ip ie s af Knowledge,
objetos, especialmente en la forma que Intr., §12) y por Hume (Treatise, I,
ha tomado por obra de A. Meinong. 1, 7). Leibniz mismo aceptó la palabra y
Véase o b je t o . el concepto correspondiente, aunque
afirmara que de ellos no resulta la
(gr. yeveoi; ; lat. generado;
G e n e ra c ió n negación de las esencias universales.
ingl. generation; franc. gén éra tio n ; "La generalidad —decía— consiste en
alem. Erzeugung; ital. generazione). Se­ la semejanza de las cosas singulares
gún Aristóteles, "el cambio que va del entre sí, y esta semejanza es una rea­
no ser al ser del sujeto según la contra­ lidad” (Nouv. Ess., III, 3, 11). Stuart
dicción", esto es, el paso de la negación Mili aceptó esta terminología, distin­
de la cosa a la cosa misma. La G . puede guiendo nombres individuales o singu­
ser absoluta, y en tal caso es el paso lares y nombres G.; estos últimos, se­
del no ser al ser de la sustancia, o gún anotaba, hacen posible aseverar
calificada, y en tal caso es el paso proposiciones G., o sea "afirmar o ne­
del no ser al ser de una cualidad de la gar algún predicado de un número
sustancia (Fís., V, 1, 225 a 12 ss.). Lo indefinido de cosas a un tiempo" (Lo­
opuesto de la G. es la corrupción (véa­ gic, I, 2, §3). Este significado no pre­
se). G . y corrupción constituyen la valeció en la lógica contemporánea.
primera de las cuatro especies del cam­ Ésta considera como singular un tér­
bio, a saber, el cambio sustancial (lbid., mino cuya connotación impide su apli­
225 a 1). Véase d e v e n ir . cación a más de una cosa real y consi­
dera como general un término que en
G e n e ra l (ingl. general; franc. généraV, este sentido no es singular. "La cues­
alem. gemeingültig; ital. generóle). Es­ tión de si un término concreto es sin­
ta palabra ñie introducida en el uso gular o G. —dice Lewis—, es una cues­
moderno por el empirismo inglés que tión de su connotación, no de su de­
la aplica al resultado de una operación notación, aun en el caso de que el
de abstracción, por lo tanto, algo dife­ término singular no pueda denotar más
rente a lo univr sal, entendido como que una cosa única. ‘El objeto rojo
naturaleza originaria o forma sustan­ sobre mi mesa’ es un término singular
cial. "Las palabras —dice Locke— se y 'Objeto rojo sobre mi mesa’ es un
convierten en G . al hacerse de ellas término G., independientemente de los
signos de ideas G., y las ideas se con­ objetos rojos que se encuentran sobre
vierten en G. cuando se les suprimen mi mesa” (Analyse of Knowledge and
las circunstancias de tiempo y de lu­ Vatuadon, p. 45). En este sentido, lo
gar y cualesquiera otras ideas que pue­ G. no tiene nada que ver con lo uni­
dan determinarlas a tal o cual existen­ versal: éste se obtiene con el uso del
cia particular. Por esta manera de abs­ operador todos y se refiere a la deno­
tracción se habilita a las ideas para tación, no a la connotación de un tér­
representar a más de un solo indivi­ mino. En consecuencia, una proposi­
duo ; cada uno de los cuales, puesto que ción G. es lo que se llama una función
encierra conformidad con la idea abs­ preposicional (véase f u n c i ó n ) , en la
tracta, es, según comúnmente se dice, cual se deja el sujeto como indeter­
de esa clase” (Essay, III, 3, § 6 ). La minado. También Dewey insistió acer­
idea es G., por lo tanto, en cuanto re­ ca de la diferencia entre G. y univer­
sultado de la abstracción; la genera­ sal, negando que la proposición "si
lidad es obra del entendimiento, aun humano, entonces mortal” equivalga a
cuando le corresponda la semejanza la proposición “todos los hombres son
de las cosas naturales. Ya que no exis­ mortales”. "La conversión es ilegítima
ten naturalezas o formas universales, —dice Dewey— porque una cosa es, ló­
lo universal se reduce a lo G. y Locke gicamente, establecer pr oposi ci ones
usa a veces los dos términos como acerca de rasgos o características que
sinónimos (lbid., III, 3, §11). El tér­ describen un género con abstracción
mino fue aceptado en este sentido por de cualquier singular dado del género
582
G e n e ra liz a c ió n
G é n e ro

y otra cosa, radicalmente diferente, es­ mero de ellos ver, por ejemplo, Conv.,
tablecer una proposición acerca de abs­ 190 c; para el segundo, Conv., 191c;
tracciones en tanto que abstractas” Ale. /., 120 e). Platón aclaró en particu­
(Logic, XIX, §2; trad. esp.: Lógica, lar el tercer significado, que es el más
México, 1950, F. C. E., p. 420). estrictamente filosófico: "Toda figura
es similar a otra figura, porque en el
G e n e ra liz a c ió n (ingl. g e n e ra liza tio n ; G. todas las figuras forman un todo.
franc. générálisation; alem. Verallge- No obstante, las partes del G. son con­
meinerung; ital. generalizzazione). La trarias entre sí o son muy diversas
operación de abstracción que da lugar unas de otras” (Fit., 12 e). Este signi­
a un término o a una proposición ge­ ficado es también el más importante
neral. Algunas veces se denomina G. para Aristóteles, y por él puede deno­
también la inducción (véase) o la cons­ minarse al G. (junto con la especie)
trucción de una hipótesis (véase) que, sustancia segunda. Dice Aristóteles:
con mayor propiedad, deberían denomi­ "Sólo las especies y los G., después
narse operaciones de universalización. de las sustancias primeras, se llaman
De G. se habla sobre todo en el domi­ adecuadamente sustancias segundas y
nio de las matemáticas. "Extender un sólo ellas, en efecto, manifiestan la
dominio mediante la introducción de sustancia primera de las cosas que pre­
nuevos símbolos de modo tal que las dican. Sólo se podrá, de hecho, expli­
leyes que valen en el dominio originario car con propiedad lo que es un hombre,
continúen siendo válidas en el dominio aduciendo la especie o el G. y al decir
más extenso, es uno de los aspectos del que es un hombre se lo explicará me­
procedimiento matemático característi­ jor que llamándolo simplemente ani­
co de G. La G. de los números natu­ mal. Pero en el caso de que se aduzca
rales a los racionales satisface tanto la algún otro p r e di c a do diciendo, por
necesidad teórica de remover las res­ ejemplo, que es blanco o que corre, se
tricciones por la sustracción y la divi­ dirá algo ajeno al objeto en cuestión”
sión, como la necesidad práctica de (Cat., 5, 2b 28 ss.). En otros términos,
que los números expresen los resul­ los G. y las especies son "sustancias
tados de determinadas medidas. Tal segundas" porque entran en la defini­
extensión del término de número re­ ción de la "sustancia primera”, o sea
sulta posible con la creación de nuevos de una esencia nr-esaria (véase s u s ­
números bajo la forma de símbolos t a n c ia ). "Ya que ia sustancia es la
abstractos, como 0, 2, 3/«” (Courant- esencia necesaria y la expresión de ésta
Robbins, What is Mathematics?, II, 2; es la definición... y ya que, por lo
trad. ital., p. 109). demás, la definición es un discurso y
un discurso tiene partes, es necesario
G é n e ro (gr. yévoq; lat. genus', ingl. distinguir cuáles son partes de la sus­
genus; franc. genre; alem. Gattung; tancia y cuáles no, y si éstas son tam­
ital. genere). Aristóteles distinguió tres bién partes de la definición y así vemos
significados del término: 1) genera­ que ni lo universal ni el G. es sus­
ción, y en particular "la generación tancia” (Met., VIII, 1, 1042a 16 ss.).
continua de seres que tienen la misma El G. no es sustancia, pero sí compo­
especie”, en cuyo sentido se dice "el nente de la esencia necesaria, que es
G. humano” ; 2) estirpe o raza como la sustancia.
"primer motor” o "lo que ha llevado De este planteamiento aristotélico sur­
al ser la cosa de una misma especie” gió la disputa medieval de los univer­
y en tal sentido se habla del G. de los sales (véase). Los universales son el
helenos, en cuanto descienden de He­ G. y la especie. La otra alternativa
leno o del G. de los jonios en cuanto fundamental para la solución de la
descienden de Jonio; 3) el sujeto al disputa fue ofrecida por los estoicos,
cual se atribuyen las oposiciones o las que definieron el G., nominalmente,
diferencias específicas y en tal sentido como "la conjunción de nociones dife­
el G. es el primer elemento de la defi­ rentes y permanentes, como por ejem­
nición (Met., V, 28, 1024 a 30ss.). Estos plo, animal, que comprende a todos
tres significados habían sido usados en los animales con sus especies” (Dióg.
algunos casos por Platón (para el pri­ L., VII, 60). En la filosofía moderna
583
r

G e n é tic a

y contemporánea la palabra G., como teres del organismo. Por lo demás, los
la de especie, es todavía ocasionalmen­ genes están dispuestos en un orden
te usada, pero sin las implicaciones definido en las partes de la célula lla­
ontológicas que tenía para Platón y madas cromosomas.
Aristóteles. Por lo demás en la lógica No todas las características de un
ha sido sustituida del todo por el con­ organismo apto son determinadas por
cepto de clase (véase). los genes; por otro lado, la acción re­
cíproca entre los genes hace que algu­
Genética (ingl. genetics; franc. généti- nos caracteres tiendan a desaparecer
que; alem. Genetik; ital. genética). (y se denominan recesivos) y otros a
Una de las ci enci as biológicas más reforzarse (y se denominan dominan­
recientes y mejor organizadas, que tes). Por lo tanto, un único gene puede
más han contribuido al progreso de los ejercer efectos dispares en el organis­
estudios biológicos. Su objeto especí­ mo y el mismo efecto puede ser pro­
fico es la trasmisión de las caracte­ ducido por combinaciones dispares de
rísticas hereditarias de los organismos genes. Estas dos comprobaciones qui­
de una generación a otra y, por lo tan todo carácter de necesidad a la
tanto, también los cambios que los orga­ trasmisión de las características orgá­
nismos sufren en sus características nicas. Los genetistas aplican la palabra
hereditarias. El fundador de la G. mo­ expresividad a la medida en la cual se
derna fue el abate austríaco Gregor manifiesta el efecto de un gene deter­
Mendel, quien publicó en 1866 los re­ minado en el individuo que posee tal
sultados de algunas de sus experiencias gene. Y denominan p e n e tra c ió n de
acerca de la hibridación de varias es­ un gene al porcentaje de individuos
pecies de guisantes y formuló las que que, en posesión del gene, manifiestan
aún se llaman "leyes de Mendel”. Es­ su efecto. El uso de estos términos
tas leyes expresan un hecho experimen­ demuestra que entre la posesión del
tal, que se opuso a la creencia univer­ gene y su efecto (o sea determinada
salmente admitida hasta ese momento. característica física) no hay relación
Así, por ejemplo, se creía que de dos de necesidad, sino solamente una rela­
progenitores, uno de piel blanca y el ción estadística, mediante la cual pue­
otro con piel negra, se engendraban den determinarse las condiciones en
hijos de piel more~a y que estos indi­ cada caso. El gene mismo no obra
viduos, unidos con otros de piel more­ como causa infalible, o sea como fuer­
na engendraban vástagos morenos, co­ za que produce determinados efectos en
mo si los dos caracteres o tipos de forma necesaria. Las condiciones que
"sangre” se hubieran mezclado para delimitan sus efectos son: 1) la acción
siempre, como se mezclan la leche y recíproca de los genes entre s í; 2) el
el café, que no pueden luego separarse. ambiente.
Las leyes de Mendel, en cambio, afir­ La dirección a la cual obedecen estos
man que los vástagos provenientes de principios fundamentales de la G. mo­
la unión de individuos con caracteres derna tiene el nombre de neomende-
diferentes, si bien presentan una mez­ lismo. En oposición a ella, un grupo
cla de tales caracteres, no los trasmiten de científicos rusos ha sostenido la
a sus sucesores, en los cuales los ca­ doctrina de Michurin, a la que el apoyo
racteres mismos se separan en propor­ de Lysenko dio por algunos años la
ciones estadísticas cada vez más defi­ aprobación oficial de la ciencia soviéti­
nidas. La G. moderna indica con el ca. El michurinismo es una forma de
nombre de gene al corpúsculo germinal lamarckismo, es decir, parte de la
portador de una determinada caracte­ creencia del poder creador del ambien­
rística física. El gene es una unidad te biológico. "La herencia —dice Ly­
y, por lo tanto, no es mezclable. Las senko— es el efecto de la concentra­
características heredadas por un orga­ ción de las condiciones exteriores, asi­
nismo son el resultado de la acción miladas por el organismo en una serie
recíproca de sus genes. Habitualmente de generaciones precedentes.” Esto no
uno o dos pares de genes son los prin­ es más que el postulado de la rigurosa
cipales responsables de las variaciones causalidad del ambiente. El michuri­
que se observan en particulares carac­ nismo niega, por lo tanto, todos los
584
Genético
Genio
instrumentos conceptuales del proba- del siglo xix el adjetivo en cuestión,
bilismo mendelista, o sea la no-heren­ especialmente cuando se refiere a cien­
cia de los caracteres adquiridos y la cias o a partes de ciencias, tiene un
existencia misma del gene. Contra la te­ significado relacionado con el de evo­
sis f u n d a m e n t a l de esta doctrina, lución (véase) y se llama una teoría G.,
J. Huxley ha observado: "Los lamarc- en general, a la consideración del des­
kianos y los michurinistas tienen ra­ arrollo evolutivo de aquello a lo que
zón cuando sostienen que existe una la teoría se refiere (por ejemplo, "psi­
relación entre el ambiente y los ca­ cología G." = estudio de la evolución
racteres de adaptación del organismo. psíquica).
Pero se equivocan cuando suponen que
esta relación es simple y directa. Es Genio (ingl. genius; franc. génie; alem.
compleja e indirecta: los cambios resul­ Genie; ital. genio). A partir de la
tan completamente al azar y la selec­ segunda mitad del siglo xvn se aplicó
ción conserva los pocos que favorecen este término (que originalmente indi­
a los individuos en ese particular am­ caba, según Varrón, "la divinidad en­
biente. Es éste un dato de hecho cien­ cargada de cada una de las cosas gene­
tífico que ninguna consideración a priori radas y que tiene capacidad de generar­
puede alterar" (Soviet Genetics and las”, San Agustín, De Civ. Dei, VII, 13),
World Science, trad. ital., p. 151). En al talento inventivo o creador en sus
realidad, como ha demostrado el citado manifestaciones más altas. Ya Pascal
libro de Huxley (que es uno de los usa la palabra en este sentido: "Los
mayores representantes de la G. moder­ grandes genios —dice— tienen su im­
na), el apoyo dado por los científicos perio, su grandeza, sus victorias y no
rusos al michurinismo nada tiene que tienen necesidad de los éxitos materia­
ver con la ciencia y es ejemplo de la les que no tienen relación con lo que
sujeción política de la ciencia. ellos buscan" (Pensées, 793). Y La Bru-
yére decía: “Es menos difícil'a los
Genético (ingl. genetic; franc. généti- grandes genios e mp e ñ a r s e en cosas
que; alem. genetisch; ital. genético). grandes y sublimes que evitar toda
Que pertenece a la generación o se suerte de errores” (Caracteres, 1687,
efectúa a través de la generación. En cap. I). La noción de G. fue restrin­
este ú l t i mo s e nt i do Hobbes habló gida al campo del -te por la estética
de una definición genética o por gene- del siglo x v iii . Kant (que probable­
rationem. “La razón por la cual —dice— mente se inspira en una obra inglesa
las cosas que tienen causa y generación de Gerard, Essay on Genius, 1774) de­
deben definirse a través de la causa fiende este punto de vista. "El talento
y de la generación es ésta: el fin de descubrir —dice— se llama G. Pero
de la demostración es la ciencia de este nombre se da solamente a un
las causas o de la generación de las artista, o sea al que sabe hacer algo
cosas y si esta ciencia no se tiene y no al que conoce y sabe mucho, y
en la definición no se podrá tener no se le da a un artista que solamente
tampoco en la conclusión del silogis­ imita, sino al capaz de producir su
mo que parte de ella” (De Corp., VI, obra de manera original y, en fin, se le
§13). Más tarde la noción pasó a la da sólo cuando su obra es magistral,
lógica de Wolff, que entendió por defi­ esto es, cuando merece ser imitada
nición genética "la que expone la géne­ como ejemplo” (Antr., §57). Éste es el
sis de una cosa, o sea el modo como significado de la definición que Kant
puede realizarse” (L o g §195). El con­ da del G. en la Crítica del juicio, como
cepto de esta definición está ligado al el "talento (don natural) que da la re­
principio expuesto por Hobbes en el De gla al arte”. Como talento, el G. rehuye
Homine (X, §5) en el sentido de que toda regla, pero como creador de ejem­
sólo puede existir ciencia demostra­ plares se distingue de toda extravagan­
tiva a partir de las cosas que se pueden cia. Es naturaleza porque no obra ra­
producir (como los entes matemáticos cionalmente, y es naturaleza que da
y los entes morales o jurídicos) porque regla al arte. Kant observa que justo
de éstas se conoce la causa con segu­ por estas últimas características "la
ridad. A partir de la segunda mitad palabra G. ha sido derivada de genius,
585
G e n io

que significa el espíritu propio de un tumbres y en las acciones, en las pa­


hombre, el que le fue dado de naci­ labras y en las obras” (Ideen ["Ideas”],
miento, que lo protege, lo dirige y de 1800, §44). Si bien Schelling afirmó,
cuya sugerencia provienen las ideas ori­ con Kant, que el G. es siempre y sola­
ginales" (Crítica del juicio, §46). Este mente G. estético, al mismo tiempo hizo
punt o de vi st a f ue a c e pt a do por de la intuición estética el órgano pro­
Schopenhauer que, al considerar el ar­ pio de la filosofía y, en general, de
te como la visión de las ideas plató­ la ciencia. El G. es, por lo tanto, lo
nicas que son la primera "objetiva­ absoluto mismo que se revela en el
ción" de la voluntad de vivir, ve en hombre y que no pertenece sólo a una
el arte mi s mo la "pura contempla­ parte del hombre (Werke [“Obras”],
ción” y, por lo tanto, la esencia del I, III, pp. 618 ss.). Hegel a su vez dio
G. en la actitud que predispone a tal testimonio de que la palabra G. era
contemplación. "Ya que ésta —dice— usada para designar no sólo a los ar­
requiere un total olvido de la propia tistas sino también a los grandes capi­
persona y de sus relaciones, resulta tanes y a los hé r oe s de la ci enci a
que la genialidad no es más que la (Vorlesungen über die Aesthetik ["Lec­
total objetividad, o sea la dirección ciones sobre estética”], ed. Glockner, I,
objetiva del espíritu, que se opone a p. 378), pero por su cuenta reservó la
la dirección subjetiva, que tiende a la palabra a los artistas, definiendo al G.
propia persona, o sea a la voluntad”. como "la capacidad general de produ­
Por consiguiente, mientras para el hom­ cir auténticas obras de arte acompaña­
bre común el patrimonio cognoscitivo da por la energía necesaria para su
es "el fanal que ilumina el camino", realización” (Ibid., p. 381). Y, en rea­
para el G. es "el sol que revela el mun­ lidad, los que Fichte llamó "sabios",
do” (Die Welt, I, §36; trad. esp.: El “doctos” o "videntes” (cf. Vorlesungen
inundo como voluntad y como repre­ über die B e s t i m m u n g des Gelehrten
sentación, Madrid, 1928). Estas notas ["Conferencias acerca del destino del
de Schopenhauer son una contribución sabio”], 1794), Hegel "individuos de la
a lo que se podría denominar el culto historia cósmica" y otros, héroes (véa­
romántico del G. Es evidente que este se) no son más que diferentes expre­
culto no se limita al G. artístico. Fichte siones del mismo concepto que, en el
mostró ya la reJ'-.ión del G. con la d o m i n i o del arte, el romanticismo
filosofía. La inventiva del filósofo re­ llamó G., o sea encamación de lo In­
quiere "un oscuro sentimiento de lo finito en el mundo; mediadores (como
verdadero” y este sentimiento es el G. decía Schlegel) entre lo finito y el In­
Fichte observó que también en el caso finito, instrumentos de la realización
de que algún día la filosofía debiera o de la revelación de lo Absoluto. El
progresar hasta el punto de contener mismo Ki e r kegaar d, que por tantos
una "teoría de la invención, a tal teo­ aspectos puede ser considerado como
ría no se podría llegar sino a través antagonista del romanticismo, compar­
del G.” (Werke ["Obras”], ed. Medicus, tió este concepto del genio. "El G. —ha
I, p. 203). Fichte reconoció al G. las dicho— es un An-sich ('en sí’) omnipo­
mismas características que Kant le ha­ tente, que como tal querría agitar a
bía atribuido: la inventiva y el carácter todo el mundo. Para salvar el orden
natural. El G. "es un favor especial nace, por lo tanto, junto a él otra fi­
de la naturaleza, que no se puede expli­ gura: el destino. Pero esto es nada,
car ulteriormente” (Ibid., ed. Medicyg, porque él mismo tiende a descubrirlo
III, p. 92; cf. Pareyson, L’estética dell’ y cuanto más profundo es el genio
idealismo tedesco, I, pp. 333 ss.). El más profundamente lo descubre, por­
oscuro sentimiento de la verdad, que que esa figura no es otra cosa aue la
Fichte atribuye al G., hace de éste lo anticipación de la providencia” (Begre-
que Friedrich Schlegel denominó "el bet Angst [El concepto de la angustia],
mediador entre lo Infinito y lo finito”, 1844, III, § 2).
o sea el que "percibe en sí lo divino y El concepto de G. mantiene en la cul­
anulándose se dedica a anunciar esto tura contemporánea estas característi­
divino a todos los hombres, a com­ cas románticas a las cuales no se sus­
partirlo y a representarlo en las cos­ traen tampoco los intentos hechos por
586
G e n te s , d e r e c h o d e
G e o m e tría
algunos antropólogos y especialmente 2) A partir de Grocio se entiende por
por Lombroso, para hallar conexión en­ derecho de G. a la norma no escrita
tre G. y locura. Esta conexión estaba que regula las relaciones entre los Es­
fundada en la consideración de los de­ tados o las relaciones entre ciudadanos
nominados "fenómenos regresivos de de diferentes Estados, o sea el derecho
la evolución" conforme a los cuales a natural internacional. Véase d e r e c h o .
un desarrollo muy avanzado en una
determinada dirección acompaña, la (gr. YECünexQÍa; lat. geome­
G e o m e tría
mayoría de las veces, una detención tría; ingl. geometry; franc. géométrie;
en las otras di recci ones. Lombroso alem. Geometrie; ital. geometría). En
creía, por lo tanto, encontrar formas general, la ciencia que estudia las po­
más o menos atenuadas de locura o de sibilidades métricas de los conjuntos.
perversión en los individuos geniales Ahora bien, la estructura métrica de
(G. y degeneración, 1897), pero con los conjuntos puede ser vista: 1) como
ello no revocó la duda de la realidad única y necesaria, tal como fue consi­
del concepto mismo, presupuesta sin derada hasta el descubrimiento de las
más. Por otro lado, cuando Bergson al geometrías no euclidianas, en este caso
final de las Dos fuentes de ta moral y la G . es la descripción de las determi­
de la religión (1932) presagia el adve­ naciones necesarias de tal estructura
nimiento de un “G. místico” que pue­ (el espacio euclidia.io) y adquiriría la
da "arrastrar tras de sí una humanidad forma de un sistema deductivo único y
de cuerpo inmensamente aumentado”, perfecto; 2) como multíplice o indefi­
ve en este G. la encamación o realiza­ nidamente variable y en tal caso serán
ción de ese impulso vital que es el posibles G . diferentes, que tengan por
pr i nci pi o mi s mo del mundo (Deux objeto estructuras métricas espaciales
s o u r c e s , IV; trad. ital., pp. 343 ss.). diferentes o dotadas de diverso grado
Como todo G. romántico, también el de generalidad. La primera forma de
G. preconizado por Bergson es una en­ la G . es la que se inició con Pitágoras
camación de lo Absoluto y está desti­ y con Platón e hizo de ella el modelo
nado a realizar lo Absoluto en el mun­ de las ciencias deductivas. La segunda
do. Sin embargo, ya Kant había ad­ es la que se inició con el descubrimien­
vertido el peligro inherente al uso de to de las G . no euclidianas y que ha
este concepto que parece dispensar a encontrado su má'- clara expresión en
algunos hombres del aprendizaje, de la el "programa de hrlangen”.
investigación y de los deberes comu­ 1) Según un testimonio de Proclo
nes, y se había planteado el problema (In Eucl., 65, 11, Friedlein) fue Pitá­
de si los grandes genios contribuyen al goras quien "dio forma de educación
progreso efectivo del hombre en forma liberal al estudio de la G., buscando
más significativa que las "cabezas me­ sus principios primeros e investigando
cánicas" que se apoyan en el bastón los teoremas conceptual y teóricamen­
de la experiencia (Antr., § 58). te”. Pero sabemos que ante todo es a
Platón a quien se debe el giro concep­
G e n te s , d e re c h o d e (lat. ius gentium; tual y teórico de la geometría. Platón
ingl. law of nations; franc. droit des opone explícitamente al uso práctico
gens; alen. Volkerrecht; ital. diritto de la G., o sea al uso que la subordina
tlelle genti). 1) Identificado por Gayo a las necesidades cotidianas y, por lo
(siglo i i ) con el derecho natural, el tanto, a las exigencias de constructor
derecho de G. fue distinguido por Ul- res, estrategas, etc., el fin teórico, por
piano (siglo m ), como “aquel del que el cual tiende a conocer "lo que siem­
se vale toda la G. humana y que es pre es y no lo que nace o perece” (Rep,,
propio sólo de los hombres", del dere­ VII, 527 b). Como todas las otras cien­
cho natural, que es aquel que la natu­ cias propedéuticas, pertenecientes a la
raleza ha enseñado a todos los anima­ esfera del conocimiento r a c i o n a l o
les y que, por lo tanto, no es propio diánoia, la G. se vale de "hipótesis”
solamente del género humano (Digesto, cuya razón se desconoce y todo lo que
I, 1, 14). Esta distinción permaneció hace es e n t r e l a z a r coherentemente
sustancialmente inmutable hasta el ius- "conclusiones y proposiciones interme­
naturalismo moderno. dias” (Ibid., VII, 533 c). A su vez, Aris-
587
Geometría

tételes insistió acerca del procedimien­ es, porque es necesariamente lo que es


to a bs t r a c t i vo de que se vale la y no puede se* diferente. La necesidad
geometría. “El matemático —d i c e— intrínseca de las definiciones y de los
construye su teoría eliminando todos axiomas y lo indispensable de los pos­
los caracteres sensibles, como el peso tulados (que ni siquiera pueden ser
y la liviandad, la dureza y su contra­ cambiados) expresan, en el ámbito de
rio, el calor y el frío y los otros con­ esta fase conceptual la necesidad pro­
trarios sensibles, y solamente deja la pia del objeto de la G., o sea del espa­
cantidad y la continuidad, a veces en cio. Éste tiene una esencia necesaria
una sola dimensión, a veces en dos, cuyas determinaciones inmutables ex­
otras en tres y los atributos de estas presan los principios y cuyas determi­
entidades en cuanto cuantitativos y naciones implícitas (pero igualmente
continuos y no los considera bajo nin­ necesarias) saca a luz la deducción si­
gún otro respecto" (Met., XI, 1061 a 29). logística. La interpretación del espa­
Pero Aristóteles también dio a la G. cio, dada por Kant como "forma de la
su ordenamiento lógico y, en efecto, intuición” o "intuición pura”, no cons­
tal ordenamiento, tal como fue realiza­ tituye (y no era tampoco ésta la inten­
do en los Elementos de Euclides en ción de Kant) una innovación del con­
el siglo iii a. c., se modela según el cepto de geometría. Según Kant el
orden que Aristóteles había considera­ hecho- de que el espacio fuera una in­
do propio de toda ciencia en el Órgano. tuición pura debía servir precisamente
Parte así de principios primeros (defi­ para garantizar a la G. su papel de
niciones, axiomas y postulados) y pro­ ciencia que determina las propiedades
cede a deducir rigurosamente de estos del espacio a priori, o sea independien­
principios, sin apelar a la experiencia temente de la experiencia, y a tales
o a una intuición cualquiera. Pero este propiedades su carácter apodíctico, o
mismo planteamiento lógico de la G. sea su necesidad (Crítica de la razón
antigua aclara la naturaleza de su ob­ pura, § 3).
jeto. Como decía Aristóteles, este obje­ 2) La segunda fase conceptual de la
to es la c a n t i d a d continua y como G. surgió sólo al captarse plenamente
había dicho Platón es “algo que está el significado del descubrimiento de
siempre”, esto es, en la terminología las G. no-euclidianas. Desde la Anti­
de Aristóteles, un? sustancia o esencia güedad, el postulado V de Euclides ha­
sustancial que, precisamente por ser bía s u s c i t a d o discusiones. En el si­
tal, puede definirse y cuyas propieda­ glo x v i i i , sobre todo, por obra de Sac-
des fundamentales pueden ser intuidas cheri y de Lambert, y en los primeros
por el entendimiento que las expresa decenios del siglo xix por obra de Le-
en los axiomas. Es necesario recordar gendre, estas discusiones se acentua­
que el procedimiento deductivo o silo­ ron, a u n q u e no se llegó a ninguna
gístico debe partir, según Aristóteles, conclusión, porque se consideraba es­
de premisas evidentes, o sea intuidas candaloso admitir la posibilidad de una
por el entendimiento y que esta intui­ G. diferente de la de Euclides. Esta
ción puede existir sólo con referencia posibilidad fue reconocida y llevada a
a propiedades o deducciones necesarias la práctica solamente por Gaus, Loba-
de la sustancia. El carácter sustancial chevski y Bolyai. En 1855, una memo­
del objeto de la G. en el sentido pre­ ria de Riemann, Sobre las hipótesis que
ciso y técnico que la palabra “sustan­ están como fundamento de la G., hizo
cial” tiene en Aristóteles (véase s u s ­ ver cómo, variando oportunamente el
t a n c ia ), es el supuesto fundamental de postulado V, se podría obtener no so­
esta fase conceptual de la G. Esto lamente la G. de Euclides y la G. de
quiere decir que lo continuo espacial, Lobachevski y Bolyai, sino también una
que la G. toma por objeto, es presu­ tercera G. (que después fue denomina­
puesto, en su modo de existencia espe­ da de Riemann). El postulado V de
cífico y en sus determinaciones necesa­ Euclides exige que haya una sola para­
rias, por las operaciones geométricas lela a una recta dada; la G. de Loba­
que lo toman por objeto. Esta conti­ chevski y Bolyai exige que existan in­
nuidad es independiente de tales ope­ finitas paralelas a una recta dada.
raciones porque es una sustancia, esto R i e m a n n supone que no hay una
588
1

G estaltpsychologie
G im n o s o fis ta s
paralela a una recta dada, lo que da considerarse "geométricas" dependen
lugar a una G. simétrica y opuesta a del grupo de operaciones que se con­
la de Lobachevski y Bolyai. La G. eu- sidere como fundamental. Al variar
clidiana es válida para el espacio de este último varía también el significa­
curvatura constante nula. La G. de Lo­ do del término G. Cayley ha demos­
bachevski es válida para el espacio de trado que el grupo fundamental de la
curvatura constante negativa. La G. G. proyectiva es más amplio que el de
de Riemann es válida para el espacio de las G. métricas. Una ulterior amplia­
curvatura constante positiva. En esta ción se realiza al pasar de la G. pro­
última G., una recta no puede ser alar­ yectiva a la topología (o analysis situs
gada al infinito ya que es finita y ce­ [véase]) que estudia las propiedades
rrada; y es la G. válida sobre la super­ invariables con r e f e r e n c i a al grupo
ficie de una esfera (puesto que se muy general de las transformaciones
consideran sólo dos dimensiones) y, por continuas.
lo tanto, el modo más natural de des­ Por lo tanto, es fácil darse cuenta de
cubrir el mundo para un navegante. la diferencia del p l a n t e o conceptual
De tal manera la G. euclidiana resulta de la G. contemporánea con referencia
un caso particular de una G. mucho a la G. clásica. A diferencia de esta
más extensa y general, pero el verda­ última, la G. contemporánea no pre­
dero significado de este descubrimien­ supone el objeto de su estudio (o sea
to se aclaró sólo algunos años después, el espacio) y, por ende, no presupone
mediante la utilización de un concepto que tal objeto tenga propiedades nece­
que había usado desde sus comienzos sarias, expresables en definiciones uní­
la denominada G. proyectiva, o sea el vocas, en a xi omas evi de nt es y en
concepto de transformación. La G. pro­ postulados inevitables. En cambio se
yectiva cuyas primeras notas se en­ consideran como objetos de la G. las
cuentran en los trabajos de Gaspar propiedades que resultan invariables a
Monge (1746-1818) introdujo una nueva través de grupos de transformaciones,
operación —la proyección— que per­ pero al mismo tiempo se intenta rea­
mite transformar una figura eh otra, lizar tipos de transformaciones siem­
cuyas propiedades pueden ser deduci­ pre diferentes y considerar, por lo
das de las de la primera. El carácter tanto, invariantes caJ a vez más genera­
peculiar de tales propiedades, como fue les. La estructura lógica de esta G., ob­
demostrado por Poncelet (Tratado de viamente, nada tiene que ver con la
las propiedades proyectivas de las fi­ lógica aristotélica ni con la estructura
guras, 1822), consiste en su invariabi­ de la G. euclidiana. Poincaré describió
lidad, o sea en seguir siendo las mis­ esta estructura como la de sistemas
mas a través de las transformaciones hipotético-deductivos (véase c o n v en c io ­
que las figuras sufrían con la proyec­ n a l is m o ). Por cuanto la forma lógica
ción. En 1874 la G. de posición de de tales sistemas es extremadamente
Staudt, al realizar una exposición rigu­ rigurosa y evita acudir a elementos u
rosa de la G. proyectiva, demostraba operaciones intuitivas, ha perdido el
que ésta podría absorber en sí toda la carácter de la necesidad racional pro­
ciencia geométrica. En e s t a misma pio de la G. clásica y su objeto no es
línea, Félix Klein dio el paso decisivo una sustancia racional, sino las inva­
con su programa de Erlangen, o sea con riantes que pueden ser obtenidas a
la introducción al curso que dio en través de operaciones oportunas, pero
dicha Uni ve r s i da d en 1872. Según libremente elegidas.
Klein, la G. no es más que el estudio
de las propiedades invariables respecto G estaltpsychologie, v é a se PSICOLOGÍA.
a un grupo de transformaciones, en­
tendiéndose por grupo de transforma­ G i m n o s o f i s t a s (gr. YDgvo<io<piaTaí; lat.
ciones un conjunto de transformacio­ gymnosophistae; ingl. gymnosophists;
nes en el cual junto a cada transfor­ franc. gymnosophistes; alem. Gymnoso-
mación está c o n t e n i d a también la phisten; ital. gimnosofisti). Los "sa­
inversa (o sea la que destruye el efec­ bios desnudos" de la India; los escri­
to de la primera). Desde este punto tores griegos dieron este nombre a los
de vista, las propiedades que han de faquires (Aristóteles, Fragm., 35; Es-
589
rr
Giobertismo
Gobierno, formas de
trabón, 16, 2, 39; Plutarco, Atex., 64, hicieron del conocimiento la condición
etc.)- Pirrón, fundador del escepticis­ de la salvación, de donde les vino el
mo, debió haber visitado a los gimno- nombre, que por vez primera fue to­
sofistas en la India e i m i t a d o sus mado por los ofitas o serpentinos, que
costumbres (Dióg. L., IX, 61). después se dividieron en numerosas
sectas. Éstas utilizaban textos religio­
G io b e rtis m o , véase ONTOLOGISMO. sos atribuidos a personajes b í b l i c o s ,
por ejemplo, el Evangelio de Judas, al
G lo ria (lat. gloria; ingl. glory; franc. que hace referencia San Ireneo (Adv.
gtoire; alem. Glorie; i tal. gloria). En haer., I, 31, 1). Otros escritos semejan­
la terminología bíblica y en la de la tes se han encontrado en traducciones
escolástica medieval, la G. es, por un coptas, la más importante de las cua­
lado, el honor que el hombre rinde a les es la Pistis Sophia (editada en 1851)
Dios y por otro la recompensa que Dios que expone, en forma de diálogo en­
da al hombre admitiéndolo en el gozo tre el Salvador resucitado y sus discí­
de sí. En este último sentido, Santo pulos, María Magdalena en especial, la
Tomás dice que la G. es "la perfecta caída y redención de Pistis Sophia, un
fruición de Dios” (S. Th., III, q. 53, a. ser perteneciente al m u n d o de los
3). Y precisamente en este sentido, eones (véase), como también el cami­
Spinoza identificó con la G. de que ha­ no para la purificación del hombre me­
bla la Biblia al amor intelectual de diante la penitencia. Los principales
Dios: "y este amor o beatitud se llama gnósticos de los que tenemos noticia
en los libros sagrados G. y no sin ra­ son Basílides, Carpócrates, Valentín y
zón. Pues este amor, ya se refiera a Bardesanes, cuyas doctrinas son cono­
Dios, ya al alma, puede llamarse jus­ cidas por las refutaciones de San Cle­
tamente satisfacción del ánimo, porque mente de Alejandría, San Ireneo y San
ésta no se distingue en realidad, de la Hipólito. Una de las teorías más típi­
G.” (Eth., V, 36, scol.). cas del G. es el dualismo de los princi­
pios supremos (admitido, por ejemplo,
G n ó m ic o (ingl. gnomical; franc. gnomi- por Basílides), según las concepciones
que; alem. gnomisch; ital. gnómico). orientales. La tentativa de unión entre
Se dice de quien se expresa mediante los dos principios del bien y del mal
breves sentencias morales, como lo hi­ da como resultado el mundo, en el cual
cieran los Siete Sabios (véase s a b io s ) se unen las tinieblas y la luz, pero con
que precisamente fueron denominados preponderancia de las tinieblas.
gnómicos.
G n o s io lo g ía (lat. gnosiología). Término-
G n o s e o l o g í u , véase CONOCIMIENTO, TEO­ acuñado por Calov en sus Scripta Phi-
RÍA DEL. losophica (1650) para indicar una de
G n o s tic is m o (gr. yvüxnq; ingl. gnosti- las dos disciplinas auxiliares de la me­
cism; franc. gnosticisme; alem. Gnos- tafísica (la otra es la noología [véase]),
ticismus; ital. gnosticismo). Se deno­ a saber, la que tiene por objeto "lo
mina así la dirección de algunos grupos cognoscible en cuanto tal". Se deno­
filosófico-religiosos que se difundieron minaron gnostólogos algunos aristoté­
en los primeros siglos después de Cris­ licos protestantes que enseñaron en las
to por Oriente y Occidente y que pro­ universidades alemanas en la primera
dujeron una rica y variada literatura. mitad del siglo xvn. Sobre ellos, cf.
Esta literatura, a excepción de unos Peterson, Geschichte der aristotelischen
cuantos escritos conservados en tra­ P h ilo so p h ie im p r o te s ta n tis c h e n
ducciones copias, se ha perdido, y sólo Deutschland ["Historia de la filosofía
nos es conocida a través de fragmen­ aristotélica en Alemania protestante”),
tos citados por los Padres Apologetas Leipzig, 1921; Campo, Cristiano Wotff,
que los refutan. El G. es el primer in­ Milán, 1939, I, pp. 144 ss.
tento de crear una filosofía cristiana,
intento llevado a cabo sin rigor siste­ G o b i e r n o , f o r m a s d e (gr. av.r,naxa
mático, mediante la mezcla de elemen­ jtol.ixsíag; lat. republicae jormae; ingl.
tos cristianos, míticos, neoplatónicos y f o r m s of government; franc. formes
orientales. En general, los gnósticos de g o u v e r n e m e n t ; alem. Staatsver-
590
Gobierno, formas de

fassung; ital. forme di governo). Una de otras clasificaciones didácticas de


de las más antiguas doctrinas políti­ cuyos autores nada nos dice Aristóte­
cas, y quizás la más antigua, es la dis­ les. No obstante, la clasificación triá-
tinción de las tres formas de G. (de dica se hizo tradicional y a ella hacen
uno solo, de pocos, de muchos), que ya constante referencia los escritores po­
Herodoto enunciara haciendo discutir líticos de la Edad Media, del Renaci­
en tomo a ellas a siete personajes per­ miento y de la Edad moderna. Se debe
sas, pero exponiendo en realidad no­ a Bodino la observación de que las di­
ciones populares de sabiduría política ferentes formas de orden estatal son
griega. Herodoto se pregunta: ¿cómo diferentes formas de G., y no diferen­
podría existir un G. bien ordenado sien­ tes formas de Estado (de donde la ex­
do el dominio de uno solo, si éste pue­ presión "formas de G.” ha perdurado
de hacer lo que q u i e r e , sin rendir tanto en francés, como en español, ita­
cuenta a nadie? El monarca tiende a liano e inglés). La soberanía, que es
convertirse en tirano. Por otro lado, el el carácter fundamental del Estado, es
G. del pueblo es, por cierto, el mejor, una e indivisible, y el Estado consiste
como todo el que intenta hacer a to­ en la p o s e s i ó n de la soberanía. El
dos iguales, pero también tiende a de­ G., en cambio, consiste en el aparato
generar y a convertirse en desenfre­ con el cual se ejerce tal poder. En una
nada demagogia. Por lo tanto, la mejor monarquía la soberanía reside en el
forma de G. es una buena monarquía rey, pero éste puede delegar su poder
(III, 80-82). En la República, Platón y gobernar democráticamente, en tan­
colocó por encima de esta clasificación to que una democracia puede gobernar
el Estado idealmente perfecto, la aris­ despóticamente (Six livres de la Ré-
tocracia o G. de los filósofos. La pri­ publique, 1576). Hobbes parte del mis­
mera degeneración de la aristocracia mo principio y dice que la diferencia
es la timocracia, o sea el gobierno que de formas de G. depende de la diferen­
se funda en el honor que nace cuando cia de personas a las que se confía el
los gobernantes se apropian de tierras poder soberano. Se tiene democracia,
y de propiedades. La segunda es la aristocracia o monarquía, según que el
oligarquía, gobierno fundado en la idea poder soberano se confíe al pueblo, a
de que deben gobernar los ricos. La los nobles o al rey En cuanto a las
tercera forma es la democracia, en la denominadas degeneraciones de las for­
cual es lícito a todo ciudadano hacer mas de G. son solamente "tres deno­
lo que desee. En fin, la extrema forma minaciones diferentes dadas a las pri­
de degeneración es la tiranía, que sur­ meras por los que odiaban al gobierno
ge a menudo de la excesiva libertad o a los gobernantes" (De Cive, 7, § 1-2).
de la democracia (Rep., VIII-IX). Con Montesquieu modificó la división tra­
mayor sistematización, en el Político, dicional afirmando que el G. puede ser
Platón distinguió tres formas de regí­ republicano (un conjunto de democra­
menes políticos: G. de uno solo, G. de cia y aristocracia), monárquico o des­
pocos y G. de muchos, los cuales, se­ pótico. Cada una de estas tres formas
gún sean regidos por leyes o estén pri­ tiene un "principio" que las sostiene
vados de leyes dan lugar a la tiranía, a y que, por lo tanto, condiciona su con­
la aristocracia, a la oligarquía y a las servación y su funcionamiento. El G.
dos formas de la democracia, la regida popular se funda en la virtud cívica y
por leyes o la demagógica, respectiva­ en el espíritu público del pueblo, la
mente (Pot., 291 d-ej. Esta clasifica­ monarquía en el sentido de honor de
ción fue repetida por Aristóteles (PoZ., la clase militar y el despotismo en el
III, 7, 1279 a 27). El mismo Aristóteles temor (Esprit des tois, 1748, III). A
apunta, sin embargo, hacia otra clasi­ partir de la doctrina de Montesquieu
ficación, según la cual las formas fun­ la antigua división de las formas de
damentales s e r í a n dos, esto es, "la G. comenzó a perder su importancia.
democracia, cuando gobiernan los li­ Montesquieu, en efecto, vio claramen­
bres y la oligarquía, cuando gobiernan te que la libertad de que gozan los ciu­
los ricos y en general cuando los librés dadanos de un Estado no depende de
son muchos y los ricos pocos" (Ibid., ia forma de G. del Estado mismo, sino
IV, 4, 1290 b, 1), clasificación simétrica de la limitación de los poderes garan-
591
G ozo
G ra c ia
tizados por el ordenamiento del Estado. quoi" (A Philosophical Inquiry into the
"La democracia y la aristocracia —es­ Origin of Our Ideas of the Sublime and
cribió— no son Estados libres por su Beautiful, 1756, II, 22). Estas ideas fue­
naturaleza. La libertad política se en­ ron repetidas con frecuencia por los
cuentra en los G. moderados. Pero no tratadistas del siglo x v i i i . En un Ensa­
está siempre en los Estados moderados, yo sobre la belleza, de 1765, Giuseppe
y no perdura sino cuando no hay abuso Spalletti agregó al carácter de la G.
de poder... Para que no se pueda abu­ descrito por Burke otro carácter: el
sar del poder, es necesario que, por la de la expresividad. “Y estas cualidades
disposición de las cosas, el poder frene [o sea la agilidad y la robustez], con­
al poder. Una constitución puede ser sisten, como ya grandes autores lo ob­
de tal manera que ninguno se encuen­ servan, en plegamientos y flexiones y
tre constreñido a cumplir las acciones en la mezcla de ellos, los cuales, en
a las que no está obligado por la ley y a caso de ser acompañados de determi­
no cumplir las que la ley permita” nada transparencia, que indica la con­
(Ibid., XI, 6). Estas palabras siguen formidad a los movimientos interiores
siendo tan verdaderas como en tiem­ originados por los afectos del alma,
pos de Montesquieu. La experiencia parecerán graciosos; y esta prerroga­
histórica del mundo moderno y con­ tiva es de tanta importancia que el
temporáneo ha demostrado que la li­ afortunado poseedor del gusto natural
bertad y el bienestar de los ciudadanos lo entiende fácilmente, aunque es difí­
no depende de la forma de G. sino de cil poder explicarla” (Saggio cit., 37).
la parte que los G. otorgan a los ciu­ Pero el mayor teórico de la G. es, por
dadanos en la formación de la volun­ cierto, Friedrich von Schiller que vio
tad estatal y de la rapidez con que se en tal concepto la más lograda armo­
encuentren en situación de modificar nía de la libertad moral y de la nece­
y rectificar sus direcciones políticas y sidad natural. Schiller comienza dis
sus técnicas administrativas. Por estos tinguiendo la belleza fija o arquitectó­
motivos, en la moderna política gene­ nica, que es producida por las fuerzas
ral, la distinción o clasificación de las plásticas de la naturaleza mediante la
formas de G. no tiene relevancia sus­ ley de la necesidad, de la belleza en
tancial; esta distmción, se puede de­ movimiento, que es producida por un
cir, se mantiene u los términos enun­ espíritu en condiciones de libertad. La
ciados por Herodoto, pero ha dejado belleza arquitectónica honra al creador
de expresar un problema efectivo de la de la naturaleza, la belleza en movi­
teoría y de la práctica de la política. miento honra al que la posee. La belle­
za en movimiento se denomina así por­
G ozo, véase f r u ic ió n . que una modificación del alma no pue­
de manifestarse en el mundo sensible
G ra c ia (ingl. grace; franc. gráce; alem. sino como movimiento (Über Anmut
Anm ut; ital. grazia). Una especie par­ und Würde, 1793, Werke, ed. Karpeles,
ticular de belleza, distinguida por la XI, p. 183; trad. esp.: De la gracia y
estética del siglo x v i i i : la belleza en la dignidad, 1937). Esta segunda espe­
movimiento. Decía Edmund Burke: cie de belleza es precisamente la G.,
"La G. es una idea no muy diferente definida por Schiller como "la belleza
de la belleza y está constituida por los de una figura movida por la libertad”
mismos elementos. La G. es una idea {Ibid., XI, p. 184; cf. Pareyson, L'este-
relativa a la actitud y al movimiento: tica delVidealismo tedesco, Turín, 1950,
uno y otro, para ser graciosos, no de­ I, pp. 227 ss.). Estas notas se han con­
ben presentar apariencia de dificultad, vertido en clásicas y aún hoy se repi­
basta una leve flexión del cuerpo y ten, aunque sin el trasfondo filosófico
un acuerdo de las partes en forma tal de Schiller, que ha sido desechado to­
que no sean, una y otro, estorbadas, talmente.
y que no se dividan en ángulos brus­
cos y separados. En esta facilidad, ar­ G ra c ia (gr. xÓQig; lat. g r a t i a ; ingL
monía y delicadeza de actitud y de grace; franc. gráce; alem. Gnade;
movimiento consi st e toda la magia ital. grazia). En general, don gratuito,
de la G. y, lo que se dice, su je ne se o sea sin retribución; más específica­
■T 392
Gracia

mente, en sentido teológico, la dona­ saria de la salvación, no determina


ción que Dios hace al hombre con re­ ésta, que exige el concurso del hombre.
ferencia a la salvación o a alguna con­ Estas dos soluciones, o mejor, tipos
dición esencial de la salvación, inde­ de soluciones, han permanecido sustan­
pendientemente de los méritos (en caso cialmente iguales en la historia de la
de existir) del hombre mismo. La G. controversia, no obstante la variedad
fue descrita en estos términos en la de las expresiones, atenuaciones o ma­
Epístola a los romanos de San Pablo. tices que han recibido en el curso de
El problema del alcance y de los lími­ esta historia.
tes de la G. ha sido siempre funda­ 1) La primera solución es la sosteni­
mental en el cristianismo. Señaló un da por San Agustín en su polémica con­
punto culminante en la actividad filo­ tra Pelagio, por la Reforma protestante
sófica y teológica de San Agustín y tras y por el jansenismo. Esta solución con­
las innumerables di scus i ones medie­ siste en considerar que con Adán, y en
vales fue uno de los puntos de mayor Adán, pecó toda la humanidad y que,
oposición entre la Reforma y el cato­ por lo tanto, el género humano es una
licismo posterior al Concilio de Tren- sola "masa condenada”, ningún miem­
to. Reducido a sus términos esencia­ bro de la cual puede sustraerse al
les, el problema puede formularse del castigo pertinente sino por la miseri­
modo siguiente. La doctrina fundamen­ cordia y la gratuita G. divina (San
tal del cristianismo es que la salvación Agustín, De Civ. Dei, XIII, 14). El
no entra en las posibilidades propias fundamento de esta solución es que
del hombre. La revelación y la encar­ la verdadera libertad del hombre coin­
nación de Cristo son los instrumentos cide con la acción graciosa de Dios. La
indispensables que, al suplir la defi­ voluntad, según San Agustín, es libífe
ciencia de la naturaleza humana, dis­ sólo cuando no está esclavizada por el
minuida o corrompida por el pecado vicio y por el pecado, y esta libertad
original, le restituyen la posibilidad de sólo puede ser restituida al hombre
la salvación. Pero la revelación y la por la G. de Dios (Ibid., XIV, 11).
participación en los méritos de Cristo Desde este punto de vista, el hombre
pueden ser dadas y son dadas, en prin­ no tiene méritos propios que hacer
cipio, a todos los hombres en cuanto valer frente a Dios: sus méritos son
tales; por lo tanto, si se admite (como dones divinos y a Dios debe atribuir­
lo hacen muchos Padres de la Iglesia los el hombre, no a sí mismo (De Gra­
oriental) que al final de los tiempos fía et libero arbitrio, 6). El De Servo
todos los hombres serán salvados (doc­ arbitrio (1525) de Lutero, que admite
trina del apocatástasis [véase]), la no­ el punto de vista agustiniano, niega
ción de G. no provoca graves proble­ que el hombre sea libre. Según Lute­
mas. Pero el pr obl ema nace si, en ro, es imposible admitir a la vez la
cambio, se admite que no todos los libertad divina y la libertad humana.
hombres se salvan y que al fin de La presciencia divina y la predestina­
los tiempos existirán aun justos y mal­ ción implican que nada sucede sin que
vados y, por lo tanto, elegidos y conde­ Dios lo quiera y esto excluye que haya
nados. En este caso, en efecto, nacé libre albedrío en el hombre o en cual­
la pregunta: ¿quién es el que deter­ quier otra criatura. A la obvia obje­
mina la salvación del hombre en par­ ción de que en tal caso Dios es el
ticular: el hombre mismo o Dios? Fren­ autor del mal, Lutero responde me­
te a este problema no hay más que diante una doctrina defendida por la
dos respuestas posibles y dos son, en escolástica tardía (por ejemplo, por Oc-
verdad, las doctrinas típicas de la G.: cam, In sent., I, d. 17, q. 1M): Dios
1) la G. es determinante, esto es, es no está atenido a norma alguna, Él no
Dios mismo quien al conferirla a unos debe querer una cosa u otra por ser
y negarla a otros, determina los hábi­ justa, sino que lo que Él quiere es, por
tos y las disposiciones que harán justo ello mismo, justo (De servo arb., 152).
al hombre y lo llevarán a la salvación; Calvino no hizo más que expresar cruda­
2) la G. no es determinante, en el mente el mismo concepto, al afirmar:
sentido de que su concesión por parte "Decimos que el Señor ha decidido
de Dios, aun siendo condición nece­ de una vez, en su consejo eterno e
593
Grado

inmutable, cuáles hombres quería ad­ lible y sigue a la buena voluntad hu­
mitir a la salvación y cuáles dejar en mana. En realidad ésta y análogas dis­
ruina. A los que llama a la salvación tinciones no sirven más que para justi­
decimos que los recibe por su miseri­ ficar el carácter no rigurosamente de­
cordia gratuita, sin referencia alguna terminista de la G. en el sentido de que
a su propia dignidad. Por el contra­ ponga a salvo, como quiera que sea, la
rio, el ingreso en la vida está prohibido libertad humana y con ello también re­
a todos aquellos que quiere abando­ serve a los réprobos (y solamente a
nar a la condena y ello sucede por su ellos) la responsabilidad de su conde­
juicio oculto e incomprensible, aunque na. Toda la disputa gira en tomo al
sea justo y equitativo” (Institution de significado de libertad (véase) y ya
la religión chrétienne, 1541, 7). El Au- que ambas partes consideran la libertad
gustinus (1641) de Jansenius contiene como autocausalidad, pero ninguna de
una tesis idéntica a ésta acerca de la las dos considera tal causalidad como
G. Véase jansenismo. primaria o absoluta, la sustancia de la
2) El segundo punto de vista es el disputa se reduce a bien poco desde
que se formuló en la Edad Media y que el punto de vista conceptual. Para una
fue expuesto en la obra de San Ansel­ o para otra doctrina, la causa primera
mo, Concordia de la presciencia de la de todo y, por lo tanto, también de la
predestinación y de la G. de Dios con libertad o de la salvación humana, es
el libre albedrío (1109), por ejemplo. Dios. Pero la disputa no es verdadera­
San Anselmo afirma que la predesti­ mente conceptual sino religiosa o ecle­
nación de Dios no tiene presente la siástica. La defensa de un cierto grado
libertad humana ya que Dios no pre­ de libertad humana en relación a la G.
destina a nadie violentando su volun­ tiende a acentuar la importancia de la
tad, sino que deja siempre la salvación acción me d i a d o r a de la Iglesia, en
en poder del predestinado. Sin embar­ la cual el hombre puede hallar siem­
go, en virtud de su presciencia, no pre­ pre, desde este punto de vista, una
destina sino a aquellos de los que anti­ administración comprensiva de la G.,
cipadamente conoce la buena voluntad esto es, la ayuda sobrenatural para la
(De Concordia prescientiae, etc., q. 2, salvación. Por otro lado, la acentuación
3). Una solución análoga fue la dada del carácter determinista o necesario
por Santo Tomás. "La preparación del de la G. tiende a poner al hombre di­
hombre a la G. —dice— tiene a Dios rectamente a la vista de Dios y de su
como móvil, al libre albedrío como voluntad inescrutable, ya que el peca­
movimiento. Se puede considerar bajo do, desde este punto de vista, no puede
dos aspectos: bajo el primero, por el ser perdonado por una acción media­
cual depende del libre albedrío, no im­ dora, sino que, por lo contrario, es sig­
plica la necesidad de obtener la G. por­ no evidente de la falta de la G. y, por
que el don de la G. excede a toda lo tanto, de condena futura. También
preparación de la virtud humana. De fes comprensible que este segundo pun­
la segunda manera, por la cual tiene to de vista aparezca, como ha ocu­
como móvil a Dios, implica la necesi­ rrido con el jansenismo, en el seno
dad de obtener la G. que es ordenada fnismo del catolicismo cuando, en nom­
por Dios, aun cuando no se trate de bre de un cierto rigorismo moral, se
una necesidad resultante de coacción, quiere insistir acerca del carácter de
sino de la infalibilidad en cuanto la gravedad del pecado y no se está dis­
intención de Dios no puede dejar de puesto a considerarlo como un obs­
tener efecto” (S. Th., III, q. 112, a. 3). táculo fácil a la salvación.
En el periodo de la contrarreforma
Luis de Molina, en el escrito Liberi (lat. gradas; ingl. grade; franc.
G ra d o
arbitri cum gratiae donis, divina praes- grade; alem. Grad; ital. grado). La im­
cientia, providentia, praedestinatione et portancia de esta noción se debe a su
reprobatione concordia, volvió a pro­ relación con la de infinitesimal y, por
poner la solución tomista distinguiendo lo tanto, comienza con Leibniz que de
la G. suficiente dada a todos los hom­ ella hace un uso metafísico, aparte del
bres, como condición necesaria de la matemático y físico. Los escolásticos
salvación, de la G. eficaz, que es infa­ la utilizaron, sin embargo, al hablar de
594
Gramática

los "G. de perfección” del universo y, una determinación que en general se


por lo tanto, de la "prueba de los G." refiere a sí misma, como distinta de
para la existencia de Dios (véase Dios, su otra de t e r mi na ci ón, la cualidad
pruebas de su e x is t e n c ia ). Bacon, a su como tal. Sin embargo, no solamente
vez, habló de una "tabla de los G.” es una cualidad, sino que la verdad de
(véase tabla ). Locke se refirió a los la cualidad misma es la cantidad;
G. de las ideas simples (Essay, IV, 2, aquélla se ha demostrado como en paso
11) y en sentido más preciso y moder­ a é sta ... Para tener la totalidad se re­
no observó Galileo: "Resulta que dis­ quiere el doble paso, no solamente el
minuyéndose siempre con tal razón la paso de una determinación a otra, sino
antecedente velocidad, algún G. no sea también el paso de esta otra, su retor­
tan pequeño en velocidad, o por decir no, a la primera” (Wissenschaft der
mejor de retardo tan grande, que en Logik [La ciencia de la lógica], I, I,
él no se halla constituido el mismo secc. II, cap. III, C; trad. ital., I, p.
móvil luego de la partida del retardo 391). Engels enumeró esta tesis hege-
infinito, o sea de la quietud, etc.” liana como la primera ley fundamental
(Disc. delí e nuove scienze, III; Op., de la dialéctica (véase d ialéctico , m a ­
VIií, p. 199). Pero sólo la lex continui t e r ia l is m o ) y la interpretó en sentido
establecida por Leibniz hace de la no­ materialista: "Ley de la conversión de
ción de G. un concepto fundamental la cantidad en cualidad y viceversa.
de la matemática, de la física y de la Podemos expresarla, en lo que concier­
metafísica. Por la ley de la continui­ ne a nuestra finalidad, en el hecho de
dad se pasa, en efecto, por G. de lo que en la naturaleza las variaciones
grande a lo pequeño, de la quietud al cualitativas pueden tener lugar sólo
movimiento y viceversa, como se pasa agregando o sacando materia o movi­
por G. de las percepciones evidentes a miento (la denominada energía) y ello
las que resultan muy pequeñas para de m o d o rigurosamente válido para
ser observadas (Nouv. Ess., 1703, pref.). cualquier caso” (Dialektik der Natur,
Desde Leibniz en adelante el G. resul­ ["Dialética de la naturaleza”], trad.
ta una noción fundamental de la meta­ ital., p. 57).
física. Definido por Wolff como "can­ En la filosofía contemporánea la no­
tidad de las cualidades” (Ont., § 747) ción de G. ha sido absorbida por la
y en los mismos términos por Bau?n- de continuo.
garten (Met., § 246), la n o c i ó n fue
formulada por Kant como "principio G ra m á tic a (gr. YQttHnoiTlJtr) léxvri; lat-
de la razón pura” y expresada de la gramática; ingl. g r a m m a r ; franc.
siguiente m anera: "En todos los fenó­ g r a m m a i r e ; alem. Grammatik; ital.
menos lo real, que es objeto de la sen­ grammatica). Según una tradición re­
sación, tiene una dimensión intensiva, gistrada por Diógenes Laercio (III, 25),
o sea un G.”. Sobre este principio, en Platón fue el primero en "teorizar la
el que se basan las "anticipaciones” de posibilidad de la G.” Y, en efecto, es
las percepciones, Kant considera funda­ frecuente la referencia a la G. en los
do el concepto de continuidad, ya sea escritos de Platón; y su naturaleza es
en la matemática o en la física (Crít. definida en el Cratilo. El fundamento
R. Pura, Analítica de los principios, sec. de esta definición es la analogía entre
3, 2o). En realidad la noción de conti­ la G. y el arte figurativo. Así como
nuo y la de G. no son dos nociones un artista intenta reproducir los rasgos
diferentes. Como observó Leibniz la de los objetos, mediante el diseño y
lex c on t i n u i lleva a considerar, por los colores, así el gramático intenta ha­
ejemplo, la quietud como un G. del mo­ cer lo mismo mediante las sílabas y
vimiento y en general toda cualidad las letras. Su finalidad es "imitar la
como un G. de la cualidad opuesta. sustancia de las cosas”. Si logra rea­
Hegel expresó este teorema al hablar lizar todo lo que a esta sustancia per­
de la transformación de la cantidad tenece, su imagen será bella y si, en
en cualidad o viceversa: "A primera cambio, deja fuera algo o agrega algo
vista —dice— la cantidad aparece como no pertinente, su imagen no será bella.
tal en contra de la cualidad, pero la En este aspecto, el gramático es un
cantidad es ella misma una cualidad, "artífice de nombres, por lo tanto un le-
595
G ra n S e r
G ru p o
gislador, que puede ser bueno o malo” danos conocidos en una contemplación
(Crat., 431 b ss.). Éste es el primer teorética y expresados en frases” (Sein
concepto de la G. que se haya formu­ und Zeit, § 34; trad. esp.: El ser y el
lado y es un concepto normativo de tiempo, México, 1962, F.C.E.). Desde
esta ciencia, porque el gramático, en este punto de vista, no basta realizar
su sentir, no describe, sino prescribe: una "G. general", fundada en la gene­
es un "legislador". Un concepto aná­ ralización de las reglas de todas las
logo parece ser el de Aristóteles, que lenguas, ya que también esta G. gene­
define la G. como "la ciencia del leer ral puede ser muy restringida con re­
y del escribir” (Tóp., VI, 5, 142 b 31). ferencia a las formas lógicas según las
Este concepto se mantuvo inmutable cuales se modela. "La teoría de la sig­
hasta la Edad moderna. En la esco­ nificación —agrega Heidegger— tiene
lástica tardía comenzó a hablarse de sus raíces en la ontología del ‘ser ahí’.
una "G. especulativa” (Tomás de Er- Su prosperidad y decadencia sigue los
furt compuso una que fue atribuida a destinos de ésta” (Ibid., § 34). En otros
Duns Scoto) y Campanella incluyó tal términos, Heidegger quisiera una G.
G. en su Phitosophia Razionális (1638) que tuviera en cuenta, no sólo y no
que comprende, a la vez, la poética, la tanto la estructura de las cosas, según
retórica y la dialéctica. Un siglo des­ la cual se modela la de la proposición,
pués, Wolff incluyó entre las otras sino también, y sobre todo, la estruc­
ciencias la G. especulativa o filosofía tura de la existencia humana, en cuan­
de la G. "en la cual se dan las razo­ to es específica y diferente de la de
nes de las reglas generales que pertene­ las cosas.
cen a la G. en general, prescindiendo
de las particularidades de las lenguas Gran Ser (franc. Grand Étre). Nombre
e s peci al es ” (Log., Disc. prael., 1735, dado por Comte a la humanidad como
§ 72). primera persona de la trinidad positi­
Un nuevo concepto de la G. fue in­ vista, cuyas segunda y tercera personas
troducido por Humboldt en su famoso serían el Gran Idolo, o sea la Tierra,
escrito Sobre la diversidad de la cons­ y el Gran Medio, o sea el espacio (Syn-
titución del lenguaje humano (1836), thése subjective ou systéme universel
a partir del cual la G. comenzó a ser des conceptions propres a Vhumanité,
concebida como u a disciplina no nor­ 1856).
mativa o legislativa, sino descriptiva,
cuya finalidad es buscar en la lengua Grotesco (ingl. grot esque; franc. gro-
esas uniformidades que constituyen re­ tesque; alem. groteske; ital. grottesco).
glas o leyes. De este concepto parten Una de las especies de lo cómico, ca­
todos los estudios modernos de G. que racterizada por los tratadistas moder­
utilizan en medida cada vez mayor las nos. Santayana lo distingue como "un
consideraciones estadísticas (cf., por interesante e f e c t o producido por la
ejemplo, G. Herdan, Language as Chol­ transformación de un tipo ideal, que
ee and Chance, Gróningen, 1956). En exagere uno de sus elementos o lo com­
el campo filosófico, Heidegger se ha bine con los de otros tipos”. En tal
enfrentado a la exigencia de liberar a caso se considera “su divergencia del
la G. de la lógica modelada en las co­ tipo natural más bien que su interna
sas, o sea en lo " 'a la mano' intramun- posibilidad” (Sense of Beauty, 1896, §
dano”. “La empresa de emancipar la 64; trad. esp.: El sentido de la belleza,
G. de la lógica —ha dicho— ha me­ 1945).
nester de una previa comprensión po­
sitiva de la f u n d a m e n t a l estructura Grupo (ingl. g r o u p ; franc. g r o u p e ;
apriorística del habla en general, como alem. Gruppe; ital. gruppo). 1) En su
existenciario, sin que pueda lograrse significado matemático la palabra fue
corrigiendo y completando simplemen­ usada por vez primera por Evariste
te la tradición. A este respecto hay Galois en 1830. El concepto, elaborado
que preguntar por las formas funda­ por la matemática posterior, ha sido
mentales de una plausible articulación muy útil para la unificación de las ma­
significativa de lo comprensible en ge­ temáticas y para su aclaración concep­
neral, y no sólo de los entes intramun- tual. Un G. es una clase o un conjunto
596
Guerra
Guía, principio
dotado de los siguientes caracteres: a) en el sentido de ser el estado al que
sus elementos pueden ser entidades quedaría reducida sin las reglas del de­
aritméticas, geométricas, físicas o en­ recho, o del cual intenta salir median­
tidades indefinidas; b) el número de te estas reglas {Leviath., I, 13). Pero
tales entidades puede ser finito o in­ a pesar de estos o parecidos reconoci­
finito; c) las reglas de combinación de mientos, los filósofos se han esforzado
tal entidad pueden ser las aritméticas constantemente por iluminar y valo­
o geométricas o también pueden ser rar el esfuerzo de los hombres para
no definidas; d) la regla de combina­ evitar las G. o disminuir las ocasiones
ción debe ser asociativa, pero puede que les dan origen. También se han
ser tanto conmutativa como no conmu­ ocupado a veces de formular proyec­
tativa; e) cada elemento del conjunto tos en tal sentido {véase paz). Hegel
debe tener su inverso. La clase de los es una excepción a este propósito, pues
números enteros positivos y negativos, consideró la G. como una especie de
incluido el cero, constituye un G. en "juicio de Dios", del que se vale la
este sentido. Los dos conceptos funda­ providencia histórica para hacer triun­
mentales de la teoría de los G. son los far la mejor encarnación del Espíritu
de transformación {véase), entendido del mundo. Hegel afirmó por un lado
en el sentido más lato, y de invaria­ que “como el movimiento de los vien­
ción {véase i n v a r i a n t e ) , por el cual se tos preserva al mar de la putrefacción
denominan invariantes aquellas propie­ a la que lo reduciría una perdurable
dades de un objeto que continúan sien­ quietud, de la misma manera reduciría
do las mismas a través de la transfor­ a los pueblos una paz durable o tam­
mación. bién perpetua" {Fit. del Derecho, § 324).
2) En el significado sociológico, un Por otro lado, consideró que en el pla­
c o n j u n t o de personas caracterizadas no providencial de la h i s t o r i a del
por una actitud común y recurrente. mundo, un pueblo sucede al otro en el
Es éste el término más general para encamar, realizar o manifestar el Es­
indicar un objeto cualquiera de la in­ píritu del mundo, dominando, a nom­
vestigación sociológica: un grupo, en bre y por medio de esta superioridad,
efecto, puede ser definido de modos a todos los otros pueblos. La G. puede
muy diferentes y la diversidad de esos ser un episodio de 'ste flujo de acon­
modos garantiza las dimensiones de tecimientos, de este juicio de Dios pro­
libertad de la investigación misma (cf. nunciado por el "Espíritu del mundo".
R. K. Merton, Social Theory and So­ "A menudo —dice Hegel— se liga a
cial Structure, 3* ed., 1957, caps. VIII- ello una fuerza extema que con vio­
IX; Abbagnano, Problemi di sociología, lencia despoja al pueblo del dominio
1959, III, 8 ). y lo hace así terminar con su supre­
macía. Esta fuerza exterior pertenece,
Guerra (gr. ,-iólego;; lat. beltum; ingl. no obstante, solamente al fenómeno y
war; franc. guerre; alem. Krieg; i tal. ninguna fuerza extema o intema puede
guerra). Algunos filósofos de la Anti­ hacer valer su eficacia destructora con
güedad reconocieron a la G. un valor referencia al Espíritu del pueblo, si
cósmico, una función dominante en la éste no está ya exámine y extinto en
economía del universo. Así lo hizo He- sí mismo” {Philosophie der Geschichte
ráclito que denominó a la G. "madre y IFitosofía de ¡a historia'], ed. Lasson,
reina de todo” (Fr. 53, Diels), y afirmó p. 47). Estas afirmaciones de Hegel
que "la G. y la justicia están en dis­ equivalen a la justificación de cual­
cordia y por obra de la discordia todo quier G. victoriosa que, justo como tal,
nace o muere" {Fr. 80, Diels). Y así volvería a entrar en el plano providen­
también lo hizo Empédocles, que al cial de la Razón; constituyen, por lo
lado de la Amistad (o Amor) como t a n t o , una monstruosidad filosófica
fuerza que une los elementos consti­ que, sin embargo, no ha dejado de te­
tutivos del mundo, admitió el Odio o ner sostenedores y discípulos, tanto
Discordia, que tiende a desunirlos {Fr. dentro como fuera del círculo de la
17, Diels). Otros filósofos, como Hob- filosofía hegeliana.
bes, afirmaron que el estado de G. es
el estado "natural” de la humanidad, G u ía , p r in c ip io , véase PR IN C IPIO .

597
Gusto

Gusto (ingl. taste; franc. goüt; alem. timiento. Si en el estado sano del
Geschmack; ital. gusto). El criterio o órgano hay una completa o considera­
canon para juzgar los objetos del senti­ ble uniformidad de sentimientos entre
miento. Ya que sólo en el siglo xvm, se los hombres, podemos deducir de ello
reconoció el sentimiento (véase) como una idea de la perfecta belleza, del
facultad en sí, distinta de la facultad mismo modo como la apariencia de los
teórica y de la práctica, la noción de G. objetos a la luz del día, ante los ojos
se determinó en el mismo periodo como de un hombre sano, es considerada
la del criterio al cual adapta o debe como el verdadero y real color de los
adaptarse tal facultad en sus valoracio­ objetos, incluso si tanto de día como
nes. Bien pronto se atribuyó a la facul­ de noche el color es sólo un fantas­
tad del sentimiento la estética como ac­ ma de los sentidos” (Essays, I, p. 272).
tividad propia, y así se entendió por A su vez, E. Burke decía: "Con la pa­
gusto, sobre todo, el criterio del juicio labra G. no entiendo otra cosa que esa
estético y, con este sentido, ha quedado facultad o esas facultades de la mente
la palabra en el uso corriente. En su que se impresionan por las obras de
significado más general, el G. es defi­ la imaginación y de las bellas artes y
nido por Vauvenargues como "la dis­ que se formula un juicio acerca de
posición a juzgar rectamente los obje­ ellas” (A Philosophical I n q u i r y into
tos del sentimiento” (Intr. a la connais- the Origin of Our Ideas of the Sublime
sance de Vesprit humain, 1746, 12), y and Beautifut, 1756, Intr.; trad. ital.,
por el propio Kant, en la Antropología p. 47). Para Kant, el G. es una especie
(§ 69), donde dice: "El G. (en cuanto de sentido común (véase); es más bien
es una especie de sentido formal) lleva el sentido c o m ú n en su significado
a la coparticipación del propio senti­ más exacto, ya que se puede definir
miento de placer y dolor para con los como "la facultad de juzgar sobre lo
demás e implica la capacidad, placen­ que hace universalmente comunicable
tera por el hecho mismo de tal copar­ al sentimiento suscitado por una de­
ticipación, de sentir satisfacción, (com­ terminada representación, sin i a me­
placencia) en común con otros”. En diación de un concepto” (Crítica del
su sentido estético más estricto en­ Juicio, §40). Por lo tanto, la universa­
tendió Hume el r en algunos de sus lidad del juicio de G. no es la del jui­
Ensayos morales y políticos (1741), aun cio intelectual, porque no se funda en
c u a n d o lo relacionó estrechamente el objeto, sino en la posibilidad de la
con el sentimiento en general. La be­ comunicación con los otros. En otros
lleza es, en efecto, un sentimiento y, términos, el juicio de G. es universal
como todo sentimiento es justo, no 5 ÓI0 por el hecho de fundarse en la
refiriéndose a nada fuera de sí, todo comunicabilidad del sentimiento (Crít.
espíritu percibe una belleza diferente. del Juicio, § 39). Kant distinguió tam­
Pero esto no impide que exista un cri- bién entre el G. como facultad de
ierii del G. porque hay una especie juzgar y el genio como facultad pro­
de s e n t i d o común que restringe el ductora (Ibid., § 48). Croce identificó
valor del viejo lema "No se puede dis­ estas dos f a c u l t a d e s , considerando
tinguir acerca de G.”. Se puede deter­ idéntico el proceso de creación y el
minar un criterio del G. sólo recurrien­ de reproducción de una obra de arte
do a las experiencias y a la observación (Estética, cap. 16). Pero esto no hace
de los sentimientos comunes de la na­ cambiar el concepto del G. y, en rea­
turaleza humana, sin pretender que en lidad, la estética moderna y contempo­
cada ocasión estén los sentimientos ránea ha conservado o reproducido con
de los hombres de acuerdo con tal cri­ modificaciones sin importancia (desde
terio. "En cada criatura —dice Hume— el punto de vista conceptual) la noción
hay un estado sano y un estado defec­ de G. que los tratadistas del siglo x v i i i
tuoso y solamente el primero nos da elaboraron y cuyas características fun­
un verdadero criterio del G. y del sen­ damentales hemos expuesto.

S 9 á
H
Hábito (gr. lat. h a b í t u s ; ingl. presa así: "Esa especie de actividad
habit; franc. disposition; alem. Fertig- humana influida por la actividad pre­
keit; i tal. abito). El significado de esta cedente y que en tal sentido es adqui­
palabra debe considerarse distinto al rida, que contiene dentro de sí un
de costumbre (véase) o disposición determinado orden o una determinada
(véase) con los que se confunde fre­ sistematización de los menores ele­
cuentemente. Significa una inclinación mentos de acción; que se proyecta, di­
constante o relativamente constante a námica en calidad, dispuesta a mani­
hacer o a obrar de una manera deter­ festarse abiertamente y que obra en
minada. Por ejemplo, el "hábito de alguna forma subordinada y escondida
decir la verdad” es un acto deliberado, aun cuando no sea actividad obvia­
que en este caso resulta el empeño mente dominante. Hábito, aun en su
moral de decir la verdad. Y otra cosa uso ordinario, es el término que deno­
es la "costumbre de decir la verdad” ta más estrictamente que ninguna otra
que implicaría un mecanismo adapta­ palabra estos hechos” (Human Nature
do para hacer repetir frecuentemente and Conduct, 1921, pp. 40-41). Dewey
la acción en cuestión. Así, "el hábito consideraba que los términos "actitud”
de levantarse temprano a la mañana” y "disposición” resultaban igualmente
es una especie de compromiso que pue­ adecuados para este concepto y en rea­
de costar esfuerzo y resultar penoso; lidad estos dos últimos términos son
"la costumbre de levantarse temprano muc ho más u s a d o s que hábito y
a la mañana”, en cambio, no resulta un con significado muy semejante.
esfuerzo debido a que se transforma
en un mecanismo consuetudinario. Habladurías (alem. G e r e d e ). S e g ú n
La palabra fue introducida en el len­ Heidegger, uno de los modos de ser
guaje filosófico por Aristóteles, quien del hombre en la vida cotidiana y anó­
(Met., V, 20, 1022, 10) la definió como nima (junto con la avidez de noveda­
"una disposición de acuerdo con la des [véase] y la ambigüedad [véase]).
cual algo se halla bien o mal dispuesto Habladurías no es ,n término despec­
ya sea hacia sí mismo o hacia otro; tivo; por el contrario, indica un fenó­
así, por ejemplo, la salud es un hábito, meno positivo que constituye "la for­
ya que es una disposición semejante”. ma de ser [impropia] del comprender
En este sentido cree que la virtud es e interpretar del 'ser ahí' cotidiano. Lo
un hábito, por cuanto no es una “emo­ hablado 'por' el habla traza círculos
ción” (como la codicia, la ira, el mie­ cada vez más anchos y toma un carác­
do, etc.), ni tampoco una potencia como ter de autoridad. La cosa es así por­
sería la tendencia hacia la ira, hacia que así se dice”. (Sein und Zeit, § 35;
el dolor, hacia la piedad, etc. La vir­ trad. esp.: El ser y el tiempo, México,
tud es más bien la disposición para 1962, F.C.E.).
afrontar bien o mal emociones y po­
tencias; por ejemplo, la tendencia a Haecceitas, véase ECCEIDAD.
perdonar los impulsos de la ira o a mo­
rigerarlos (Ét. Nic., II, 5). El mismo H echo (ingl. f a c t ; franc. fait; alem.
significado es adoptado por Santo To­ Tatsache; ital. fatto). En general, una
más que lo expone del siguiente modo posibilidad objetiva de verificación, de
(Contra Gent., IV, 77): "El hábito y comprobación o de control y, por lo
potencia se diferencian en esto: por tanto, también de descripción o de pre­
la potencia somos capaces de hacer visión objetiva, en el sentido de que
algo; sin embargo, por el hábito no cada uno puede hacerla propia en las
nos volvemos capaces o incapaces para condiciones adecuadas. "Es un H. que
hacer algo, sino hábiles o inhábiles x”, significa que x puede ser verifica­
para aquello que podemos hacer bien do o comprobado por cualquiera que se
o mal”. encuentre en posesión de los medios
Hasta ahora, el concepto no ha su­ adecuados, o que puede ser descrito o
frido cambios notables. Dewey lo ex­ previsto de modo controlable. La no­
599
Hecho

ción de H. es una noción moderna, su contrario es imposible (Nouv. Ess.,


más restringida y específica que la de IV, 2, 1). Según Hume, de la verdad
realidad, y nació, sobre todo, con la de H. "siempre es posible lo contrario,
finalidad de i n d i c a r los objetos de ya que no implica nunca contradicción
la investigación científica, que deben y es concebido por el espíritu con la
poder ser reconocidos por cualquier in­ misma facilidad y claridad que si es­
vestigador capaz. El H., por lo tanto, tuviera conforme con la realidad" (Inq.
se presenta, en cuanto a su validez, con Conc. Underst., IV, 1). Tanto Leibniz
independencia de opiniones y prejui­ como Hume se hallan al final de acuer­
cios y también de juicios y valoracio­ do y consideran que el fundamento de
nes que no sean los inherentes al uso la verdad de H. es el principio de cau­
de los instrumentos apropiados para salidad. De este análisis resulta, por
comprobarlo. Se presenta, de tal ma­ lo tanto, que el hecho es: a) una rea­
nera, dotado de dos características fun­ lidad contingente tomada o testimonia­
damentales: a) la referencia a un mé­ da de la experiencia; b) una realidad
todo apropiado de comprobación o de fundada en determinada relación cau­
control; b) la independencia de las sal. Una noción de hecho configurada
creencias s ubj e t i va s o personales de de tal manera es la que hoy se deno­
quien adopta el método mismo. Preci­ minaría propiamente noción de acon­
samente por estas dos características, tecimiento, o sea de una realidad con­
la “capacidad de ver los hechos” o "de tingente, que pertenece al orden de la
tener en cuenta los hechos” o también naturaleza. Esta última calificación es
“de aceptar los hechos como son”, es la que se expresa al considerar la ver­
considerada actualmente como uno de dad de H. fundada en el principio cau­
los requisitos fundamentales no sólo sal. Por lo tanto ésta no es aún una
del hombre de ciencia y, en general, del noción de H. lo bastante extendida, o
investigador, sino de todo ciudadano. sea tal como para hacerla valer en la
No obstante la importancia que la confrontación con la extensión total de
noción ha adquirido en la cultura mo­ la investigación científica: para ella
derna, la atención de los filósofos se las verdades matemáticas no s e r í a n
ha dirigido muy rara vez a ella. La verdades de hecho. La extensión de
historia del anális! de esta noción es la noción fue e n u n c i a d a por Kant.
muy escueta. Puede decirse que se Según Kant, “los H. son los objetos
inicia en el siglo x v i i , cuando con la de los conceptos cuya realidad objeti­
distinción entre "verdades de razón" va puede probarse, ya sea mediante la
y "verdades de H.” se comienza a dis­ razón o mediante la experiencia; en
tinguir asimismo, por lo menos implí­ el primer caso, a partir de datos teó­
citamente, la esfera propia del H. Esta ricos o prácticos, en todo caso por me­
distinción fue hecha por vez primera dio de una correspondiente intuición”
por Hobbes: "Hay —decía— dos clases (Crítica del juicio, § 91). Según Kant,
de conocimiento: uno es el conoci­ en este sentido son H. las propiedades
miento de H., y otro el conocimiento geométricas de tamaño, en cuanto pue­
de la consecuencia de una afirmación den ser demostradas a priori, las cosas
con respecto a otra. El primero no es o las cualidades de las cosas que pue­
otra cosa sino sensación y memoria, den ser probadas mediante la expe­
y es conocimiento absoluto, como cuan­ riencia o mediante testimonios y tam­
do vemos realizarse un H. o recorda­ bién la idea de la libertad, cuya reali­
mos que se hizo; de ese género es el dad como una especie particular de
conocimiento que se requiere de un causalidad se puede demostrar a partir
testigo. El último se denomina ciencia de la experiencia moral (Ibid., § 91).
y es condicional..." (Leviath., I, 9). Este análisis kantiano es importante,
Lo mismo que Hobbes, Leibniz y Hume porque: a) permite distinguir precisa­
están de acuerdo en considerar que tal mente la noción de H. de la de aconte­
esfera es la experiencia. Según Leib­ cimiento, como noción más general,
niz, las verdades de H. son contingen­ que equivale a la posibilidad de uso
tes, en tanto las de razón son necesa­ de cualquier instrumento de comproba­
rias, por estar fundadas en el principio ción. Desde este punto de vista el acon­
de no contradicción y de tal manera tecimiento es una especie particular de
600
Hecho

H., precisamente es un H. natural; b) tra” (Intr. a l’étude de la médecine


permite reconocer el carácter empírico expérimental, I, 2, 7). Esta interpre­
del H. como algo diferente a su confi­ tación del hecho pareció confirmarse
namiento en la esfera de la sensibili­ cuando se vio la parte preponderante
dad: la razón misma tiene que ver con que tiene la teoría en la elaboración
H. que no le son externos e impuestos del "H. científico” (P. Duhem, La théo-
desde el exterior, sino que los halla en rie physique: son objet et sa structure,
sí misma, como condiciones de su fun­ 1906).
cionamiento. La estrecha relación del H. con la
A partir de este momento, la noción actividad racional, expresada de ma­
de H. se acerca a veces a la de fenó­ neras diferentes, es por lo general re­
meno, otras a la de un elemento o conocida en la filosofía contemporá­
condición de la razón. El H. se acerca nea. La fenomenología ha elaborado la
al fenómeno cuando se habla de “H. noción de estado de c o s a s (Sachver-
bruto", “tosco” o de "mero H.”, ya que halt) como el objeto correspondiente de
en tal caso se alude al dato inmediato, todo juicio válido y ha considerado
a la simple o basta apariencia, tal como como un H. al estado de cosas en que
se presenta prima facie. Pero es claro está implícita una existencia indivi­
que no se puede proceder fuera del dual. En este sentido una cosa no es
camino de esta identificación. El H. un H., pero es un H. que esta cosa
no es el fenómeno; veamos, por ejem­ exista, que tenga este o aquel carácter,
plo: la refracción de un bastón en el etc. (Husserl, Ideen, I, § 6 ). La noción
agua es un fenómeno, pero su rotura de estado de cosas ha sido adoptada
aparente no es un H. Y también es un en el Tractatus logico-philosophicus por
fenómeno el movimiento aparente de Wittgenstein, quien ha concebido, sin
los cielos que, desde los inicios de la embargo, de diferente manera su rela­
astronomía, se intentó reducir a "H.” ción con el hecho, porque ha visto en
de maneras diferentes. El H. implica el "estado de cosas” el elemento sim­
una sistem atización o interpretación ple que entra en la composición del H.
del fenómeno, por la cual el fenómeno Por lo tanto, el estado de cosas sería
mismo cambia de rostro, resulta sus­ el "H. atómico”, el componente ele­
ceptible de ser descrito, previsto y con­ mental de los hechas (Tract., 2). Lo
trolado. El mismo Comte, que en la que caracteriza esta interpretación es
mayoría de las ocasiones adopta una la definición del H. (y de sus compo­
u otra de las dos palabras, a veces pa­ nentes) como objeto del juicio o de la
rece apuntar a una distinción, como proposición válida. El estado de cosas
o c u r r e en el fragmento siguiente: o H. atómico no es, según Wittgen­
“Este H. general (o sea la gravitación) stein, m ás que el obj et o de una pro­
nos es presentado como una simple ex­ posición elemental (Ibid., 4, 21). Por
tensión de un -fenómeno que nos es ello se entiende cómo, en la línea de
eminentemente familiar y que, por lo desarrollo de esta concepción, los he­
tanto, c o n sid e ram o s como perfecta­ chos fueron, desde luego, identificados
mente conocido, la pesantez de los con las proposiciones. La identificación
cuerpos en la superficie de la tierra” ha sido propuesta por Ducasse (en Jour­
(Phil. Pos., I, § 4). Pero en el ámbito nal of Philosophy, 1940, pp. 701-11) y
mismo del positivismo, Claude Bernard aceptada por Camap, en el sentido de
acentuó la subordinación de los hechos que un H. sería un proposición que
a la razón. “Sin duda —escribe— ad­ sea: 1) verdadera; 2) cont i nge nt e ;
mito que los hechos son las únicas 3) dotada de determinado grado de
realidades que puedan dar la fórmula plenitud, o sea de determinación (Mean-
a la idea experimental y, al mismo ing and Necessity, § 6 , 1). Es necesario
tiempo, servirle de control, pero ello a advertir que, para Cainap, el término
condición de que la razón lo acepte... proposición no significa ni una expre­
En el método experimental, como en sión lingüística, ni un suceso mental
todo, el único criterio real es la razón. o subjetivo, sino más bien algo objetivo
Un H. no es nada por sí mismo, vale que puede o no encontrar ejemplos en
solamente por la idea con que se le la naturaleza y que, por lo tanto, es
relaciona o por la prueba que suminis­ comparable a "propiedad” (Ibid., §,6 ).
601
H e d o n is m o
H e g e lia n is m o
La "proposición verdadera” que Camap "posibilidad de comprobación” que en
identifica con el H. significa, por lo todo campo adquiere el concepto es­
tanto, simplemente un "objeto válido” pecífico debido a los instrumentos de
o un real “estado de H.”. La aclara­ investigación disponibles en el campo
ción que resulta de estas reducciones mismo, es, además y en sus confron­
lingüísticas es puramente verbal y si taciones con la razón, la condición de
bien puede tener alguna utilidad en otras posibilidades, o sea de elecciones
una consideración lógica, poco o nada o de operaciones que a su vez se de­
dice con referencia a la naturaleza y terminan o especifican según la natu­
a los caracteres del H. Denuncia, a raleza de los campos de investigación,
lo más, la tendencia a reconducir el H. en particular.
mismo a condiciones conceptuales o
lingüísticas. Por otra parte, el pragma­ H e d o n is m o (ingl. hedonism; franc. hé-
tismo ha insistido, con Dewey, acerca donisme; alem. Hedonismus; ital. edo-
del carácter "operativo” del H. en el nismo). Término que se aplica tanto
sentido de que los H. "no son meros a la búsqueda indiscriminada del pla­
resultados de operaciones de observa­ cer como a la doctrina filosófica que
ción llevadas a cabo con la ayuda de considera al placer como el único bien
los órganos corporales y de instrumen­ posible y, por lo tanto, como el funda­
tos auxiliares, sino aquellos H. ... fun­ mento de la vida moral. Esta doctrina
cionales [cuya] función es la de servir fue sostenida por una de las escuelas
como prueba y su cualidad de prueba socráticas, la cirenaica, fundada por
se juzga a base de su capacidad de for­ Aristipo, y adoptada después por Epi-
mar un todo ordenado... El nuevo or­ curo, según el cual "el placer es el
den de H. sugiere una idea modifica­ principio y el fin de la vida beata”
da. .. que da origen a nuevas observa­ (Dióg. L., X, 129). El H. se distingue
ciones cuya resultado determina un del utilitarismo del siglo xvm pornue
nuevo orden de H., y así sucesivamente éste pone el bien en el placer del "máxi­
hasta que el orden existente resulte mo número posible de personas”, o
unificado y completo” (Logic, VI, 5; sea en la utilidad social y no en el
trad. esp.: Lógica, 1950, F. C. E., p. 132). placer individual.
El análisis contemporáneo de la no­
ción ignora, por ,o tanto, la antítesis (ingl. hegelianism; franc.
H e g e lia n is m o
entre H. y razón. La eliminación de hégélianisme; alem. Hegelianismos;
esta antítesis se hace sentir indudable­ ital. hegelianismo). La doctrina de
mente también en la elaboración del Hegel (1770-1831) en la forma más di­
concepto de razón (véase). En lo que fundida y que más ha influido en la
se refiere a la noción de H. tal con­ cultura contemporánea. Tal forma pue­
cepto, en su confrontación con la ra­ de ser resumida en los siguientes fun­
zón, llega a configurarse como una damentos :
condición limitativa de las elecciones 1) la identidad de racional y real,
racionales. En un determinado campo, por la cual la realidad es todo lo que
en la física, por ejemplo, un H. es todo debe ser, esto es, se justifica absoluta­
posible objeto de observación, o sea mente en todas sus manifestaciones
todo estado o situación que pueda ser que, por lo tanto, son "necesarias” en
comprobado y controlado con los ins­ el sentido de no poder ser diferentes
trumentos de que dispone la física. de lo que son. Desde este punto de
Pero los H. físicos en este sentido son vista, oponer a la realidad misma un
los límites o las condiciones de la acti­ "deber ser”, es decir, una norma o
vidad racional en el campo de la física, un ideal a la que no se adaptaría, sig­
o sea de toda construcción teórica o hi­ nifica simplemente hacer juez de la
pótesis. Del mismo modo, en el campo realidad al entendimiento finito (o sea
de la lógica, las implicaciones analíti­ al interés o arbitrio del individuo hu­
cas o tautológicas valen como H., o mano) y no a la razón;
sea como condiciones o límites de la 2 ) la interpretación de la necesidad
investigación lógica (Abbagnano, Pos- racional en términos de proceso dia­
sibilita e liberta, VI, 7). En general se léctico, entendiéndose por d ia lé c tic a
puede decir que en tanto el H. es una (véase) la síntesis de los opuestos;
602
H e g e m ó n ic o
H e rm e tis m o
3) el reconocimiento, como término 1878) para indicar la creencia según
último de este proceso, de una concien­ la cual, aun habiendo una única y sola
cia absoluta de sí, que los discípulos divinidad para el pueblo o la nación
de Hegel llamarían también Espíritu, al que se pertenece, existen otras divi­
Concepto puro, Conciencia absolut a, nidades para los otros pueblos o las
Superalma, etc. otras naciones.
4) la interpreción de la historia co­
mo la realización de un plan providen­ H e ra c litís m o (ingl. h e r a c lite a n is m ;
cial, en el cual el pueblo vencedor en­ franc. héraclitisme; alem. Heraklitis-
carna, siempre, al Espíritu del mundo, mns; ital. eraclitismo). Con este tér­
esto es, la conciencia de sí o Dios; mino se designa la parte más llamativa
5) la interpretación del Estado como de la doctrina de Heráclito de Éfeso
encamación o manifestación del Espí­ (siglo v a. C.) y , por lo tanto, el prin­
ritu del mundo o, en otros términos, cipio del incesante devenir de las cosas,
como la r eal i zaci ón de Dios en el expresado en el famoso fragmento: "No
mundo. es posible embarcar dos veces en el
En tanto que estos fundamentos cons­ mismo río; las cosas se disipan y de
tituyen en su conjunto el espíritu de nuevo se reúnen, todo viene y va”
toda la filosofía hegeliana, no todos (Fr., 91, Diels). Sin embargo, Heráclito
entraron en la constitución del patri­ admitía un único principio en el movi­
monio de las corrientes filosóficas que miento: el fuego, y admitía asimismo
se inspiraron en el hegelianismo. La de­ un orden riguroso constante de la mu­
recha hegeliana insistió sobre todo en tación misma, que periódicamente re­
las tesis 2), 3) y 5), la izquierda en las torna.
tesis 1) y 2). El neohegelianismo in­
glés y norteamericano en las tesis 1 ) H e re n c ia so c ia l, véase TRADICIÓN.
y 2 ), el neohegelianismo italiano en las H e r m e n é u t i c a (ingl. h e rm e n e u tic s;
tesis 1), 2) y 4). Véase a b s o l u t o ; d er e ­ franc. herméneutique; alem. Hermeneu-
cha h e g e l ia n a ; id e a l is m o ; iz q u ie r d a
tik ; ital. ermeneutica). Una t éc ni ca
HEGELIANA. cualquiera de interpretación. La pala­
H e g e m ó n ic o (gr. ijvEfuoviy.óv; lat, princi-
bra es adoptada a menudo para indicar
patum). Según los estoicos, la razón blia. la técnica de intei -etación de la Bi­
que anima y gobierna al mundo. "Lla­ Véase in t e r p r e t a c ió n .
mo parte rectora o gobierno a lo que H e rm e tis m o (ingl. hermetism; franc.
los griegos llaman H., de lo cual puede hermétisme; alem. Hermetismus; ital.
y debe estar lo más excelente en cual­ ermetismo). Se da este nombre a la
quier género de cosas. De tal manera doctrina filosófica contenida en algu­
es necesario también que la parte en la nos escritos místicos aparecidos en el
que está el gobierno de toda la natu­ siglo i d. c. y que nos han llegado con
raleza sea, entre todas, la óptima y la el nombre de Hermes Trismegisto. Es­
más digna del poder y del dominio tos escritos tienden a relacionar la filo­
sobre todas las cosas” (Cicer., De nat. sofía griega con la religión egipcia y
deor., II, 29). Hermes es identificado con el Dios
egipcio Theut o Thot. Tales escritos
H e le n ís tic a , filo s o fía . Se entiende bajo tienen un acento místico y defienden,
esta expresión la filosofía de la edad contra el cristianismo, al paganismo
alejandrina —o sea la del periodo que y a las religiones orientales. En el si­
sigue a la muerte de Alejandro Magno glo xv fueron traducidos al latín por
(323 a. c.)—, que comprende las tres Marsilio Ficino e impresos por vez pri­
grandes direcciones: estoicismo, epicu­ mera en 1471 (Mercuri Trismegisti Lí­
reismo y escepticismo. Véanse los ar­ ber de Potestate et sapientia Dei, Tre-
tículos dedicados a tales direcciones y viso, 1471).
también a l e j a n d r in a , c u l t u r a . H. y el adjetivo "hermético" pasaron
posteriormente a designar cualquier teo­
H e n o te ís m o (alem. Henotheismus). Tér­ ría o doctrina abstrusas, difíciles o ac­
mino acuñado por Max Müller (Lect. cesibles sólo a aquellos que posean una
on the Origin and Growth of Religión, clave para interpretarla.
603
H é ro e
H e te ro g é n e s is d e lo s fin e s
H é ro e (gr. fieto?; lat. heros; ingl. hero; obra” (Ibid., p. 77). Thomas Carlyle
franc. héros; alem. Hetd; ital. eroe). inspiró un concepto análogo en su obra
Según Platón, los H. son semidioses, Los H. o el culto a los H. y lo he­
nacidos de la unión de un dios con roico en la historia (1841). "La historia
una mujer mortal o de un hombre universal —decía—, la historia de lo
mortal con una diosa (Crat., 398 c). Es que el hombre ha realizado en este
evidente que, con esta definición, Pla­ mundo no es en sustancia sino la his­
tón confinaba la noción de H. a la toria de los grandes hombres que han
esfera del mito, de la misma forma actuado aquí. Estos grandes hombres
que pertenece al mito esa “edad de fueron los conductores de la humani­
los H.” de que hablan Hesíodo y el dad, los inspiradores, los campeones
propio Platón ( véase e d a d ), con lo que y, en amplio sentido, los artífices de
excluía del campo de la filosofía la todo lo que la multitud de hombres
noción misma, por lo menos en for­ ha logrado cumplir y conseguir” (He-
ma implícita. A su vez Aristóteles dio ros, lee. 1). Este "culto a los H.”, como
por realizada esta exclusión al obser­ lo denominó Carlyle, tiene dos supues­
var: "Si existieran dos categorías de tos: 1) el carácter providencial de la
hombres de tal manera que la primera historia, que se cree dirigida a reali­
difiriera de la segunda en cuanto se zar un plan perfecto e infalible en cada
considerara que los dioses y los H. fue­ una de sus partes; 2) el privilegio, acor­
ran diferentes a los hombres, en espe­ dado a algunos hombres, de ser los
cial por su incomparable valor físico instrumentos principales de la realiza­
y además por las cualidades del alma, ción de este plan. Estas dos creencias
entonces, sin duda alguna, resultaría constituyen las características propias
evidente la superioridad de los gober­ de la concepción romántica de la his­
nantes sobre los gobernados, etc.” (Pol., toria, se inician con ella y terminan
VII, 14, 1332b 17). Sólo en el roman­ con ella. Véase h i s t o r i a .
ticismo se comienza a creer en la exis­
tencia de individuos excepcionales en H e ro ic a , e d a d , véase EDAD.
quienes encama la Providencia histó­
rica y que, por lo tanto, están desti­ H e ro ic o , f u r o r , véase ENTUSIASMO.
nados a realizar tareas predominantes
en la historia. E gel ve en los H. o H e te ro g e n e id a d , ley e s d e , véase HOMO­
GENEIDAD.
"individuos de la historia del mundo”
a los instrumentos de las más altas H e te ro g é n e s is d e lo s f in e s (alem. Hetero-
realizaciones de la historia. Son viden­ gonie der Zwecke). Wundt dio el nom­
tes, conocen la verdad de su mundo bre solemne de "leyes de la H. de los
y de su tiempo, el concepto, lo univer­ fines” a la no muy peregrina observa­
sal próximo a surgir y los demás se ción de que los fines que la historia
reúnen en tomo a su bandera porque realiza no son los que los individuos
ellos expresan lo que está por suceder. o las comunidades se proponen, sino
En apariencia tales individuos (Alejan­ más bien el resultado de la combina­
dro, César, Napoleón) no hacen más ción, de la relación y del contraste de
que seguir su propia pasión, o sea la las voluntades h u m a n a s entre sí y
propia ambición; pero, según Hegel, se de las condiciones obj et i vas (Ethik,
trata de una astucia de la Razón, ya que 1886, p. 266; trad. esp.: Ética, Madrid,
ésta se sirve de los individuos y de sus 1917; System der Phil., 1889, I, p. 326;
pasiones como medios para realizar II, pp. 221 ss.; trad. esp.: Fundamentos
sus fines. En cierto momento el indivi­ de metafísica. Sistema de filosofía cien­
duo muere o es llevado a la mina por su tífica, Madrid, 1913). Se puede recordar
propio éxito, pero en cambio la Idea que Vico había expresado el mismo con­
universal que lo había producido alcan­ cepto en una página famosa: "Porque
za su finalidad (Phil. der Geschichte aunque los hombres han formado este
[Filosofía de la historia], ed. Lasson, mundo con naciones (que fue el pri­
p. 83). En los H. obra la misma ne­ mer principio incontrastado de esta
cesidad de victoria y, por lo tanto, es Ciencia, después de haber desesperado
empresa vana resistirlos. "Ellos son de encontrarla en filósofos y filólogos),
llevados irresistiblemente a cumplir su como él es, sin embargo, este mundo.
604
H e te ro ló g ic o
H ilo z o ísm o
sin duda salido de una mente a me­ de la materia ni a su disolución en
nudo diferente, y a veces contraria y fuerzas o elementos espirituales (como
superior a los fines particulares que lo hace, en cambio, el panpsiquismo
los mismos hombres se habían pro­ [véase]), sino que es más bien, por lo
puesto, aquellos fines restringidos, con­ común, una expresión del materialis­
vertidos en medios para servir fines mo, o sea de la doctrina que reconoce
más amplios, los ha adoptado siempre como única realidad a la materia. La
para conservar la generación humana expresión "H." se encuentra ya en Cud-
en esta Tierra” (Se. Nuova, 1744, Concl. worth. Kant definió el H. como la for­
de la obra; trad. esp. [de la 1 * ed.]: ma de "realismo de la finalidad de la
Ciencia nueva, México, 1941, F. C. E.). naturaleza” que "funda los fines de
la naturaleza sobre la analogía de una
H e te ro ló g ic o , véase AUTOLÓGICO. facultad que obra con intención, la vida
de la materia (que está en la natura­
H e te r o n o in ía , véase AUTONOMÍA. leza misma, o bien es producida por un
principio anímico interno, un alma del
H e te ro z c te s is (lat. h e te r o z e te s is ). Lo mundo)” (Crít. del Juicio, §72); Meta-
mismo que Ignoratio Elenchi (véase). physische Anfangsgründe der Natur-
wissenschaft, Teor., 3, nota; trad. esp.:
H e u rís tic a . Palabra moderna acuñada Principios metafísicas de las ciencias
del verbo griego rvQÍmmo = encuentro: naturales, Madrid, 1921).
búsqueda o arte de la búsqueda. Dis­ En este sentido, son hilozoístas to­
tinta de erística (véase). dos los físi cos presocráticos (Tales,
H ilo m o r f is m o (ingl. h y lo m o rp h ism ;
Anaximandro, Anaxímenes, Parménides,
franc. hytomorphisme; alem. Hylomor- Heráclito, ínsitas, en
Empédocles) que consideran
el principio o en los prin­
phismus; ital. ilomorfismo). Término cipios materiales
moderno aplicado a la doctrina expues­ y la sensibilidad.queTambién admiten, el alma
son hilo­
ta por el filósofo judío Avicebrón (Aven- zoístas los estoicos, para quienes el prin­
cebral, Abengabirol, 1020-1069) en su cipio constitutivo corpóreo del univer­
Fons vitae. Según esta doctrina, toma­ so, o sea el fuego, es un soplo o espíritu
da por lo demás del Líber de causis, de animador y ordenador (Dióg. L., VII,
inspiración neoplatónica, todo lo que 156; Cicer., De Na, deor., II, 24). El
es está compuesto de materia y forma. H. antiguo fue adoptado de nuevo por
De lo que se deduce que también la la filosofía de la naturaleza y por la
sustancia espiritual, el alma, por ejem­ magia del Renacimiento. Según Tele-
plo, no es pura forma, sino un com­ sio, el calor y el frío, que son los dos
puesto de materia y de forma. Avice­ principios que obran en la "masa cor­
brón, por lo tanto, identificaba la ma­ pórea” inerte, deben estar provistos de
teria con la sustancia, esto es, con la sensibilidad porque si no percibieran
primera de las categorías aristotélicas, las propias impresiones y las acciones
en cuanto sostiene (sustinet) a las otras del principio opuesto, no podrían ni si­
nueve categorías (Fons Vitae, II, 6 ). quiera combatirse y, en consecuencia,
H ilo p a tía (ingl. hylopathy). Nombre da­ todas las cosas de la naturaleza están
do por C. S. Peirce al "monismo idea­ dotadas de sensibilidad. La doctrina es
lista", o sea a la doctrina que concibe repetida por Campanella en los mismos
a la materia como "espíritu hecho es­ términos (Del senso delle cose, I, 1) y
téril” (Chance, Love and Logic, II, ca­ por Bruno, en cuyos Diálogos latinos
pítulo I; trad. ital., p. 1 2 1 ). se encuentra, sin embargo, una acen­
tuación en sentido panpsiquista del H.
H ilo z o ísm o (ingl. hylozoism\ franc. hy- Más adelante, el H. constituyó el su­
lozoisme; alem. Hylozoismus; ital. ito- puesto de la magia, como tentativa diri­
zoismo). La creencia o la doctrina de gida a dominar las fuerzas animadas
que la materia es por sí misma viviente de la n a t u r a l e z a mediante encanta­
y, por lo tanto, posee originalmente ani­ mientos. Véase m a g ia .
mación, movimiento, s e ns i bi l i dad u Las últimas manifestaciones del H.
otro grado cualquiera de conciencia. son las del materialismo del siglo xix.
Esta doctrina no equivale a la negación Haeckel, por ejemplo, considera que los
605
H ip e rb ó lic a
H ip ó te s is
átomos mismos se encuentran anima­ 4, 1; V, 1, 10) que comparaba a la luz,
dos y que la materia y el éter están al sol y a ,a luna, respectivamente
dotados de sensibilidad y de voluntad (Ibid., V, VI, 4). La transcripción lati­
(Die Weltratsel, 1899; trad. esp.: Los na del nombre es "sustancia", término
enigmas del universo, Valencia, s. a.) que, sin embargo, fue usado en la tra­
Puede decirse que el H. ha desapare­ dición filosófica con un significado to­
cido en la filosofía contemporánea, en talmente diferente (véase s u s t a n c i a ).
tanto que aún perdura el panpsiquismo En las discusiones acerca de la Trini­
(véase), que es la metafísica del esplri­ dad de los primeros siglos, el término
tualismo (véase). en cuestión fue preferido al de persona
(jtpóacoitov) que, significando propiamen­
H ip e rb ó lic a , véase DUDA. te máscara, parecía evocar la imagen
de algo ficticio. De estas discusiones, la
(franc. hiperorganique).
H ip e r o rg á n ic o palabra de H. pasó a designar la sus­
Término mediante el cual caracterizan tancia individual, o sea, para el caso,
los autores positivistas el mundo pro­ a la persona. Dice Santo Tomás: "Hay
piamente humano, esto es, psíquico y quienes opinan que, en la definición de
social. persona, la palabra ‘sustancia’ designa
la sustancia primera o H.; y que, a pe­
Hipernranio (gr. vjiEpoiiQÓvio;). La re­ sar de ello, no es superfluo añadir ‘in­
gión "más allá del cielo” en la cual, dividual’. La razón es porque con el
seeún el mito de Platón en el Fedro nombre de ‘H.’ o ‘sustancia primera’ se
(247css.), residen las sustancias in­ excluye la idea de universal y de parte
mutables que son el objeto de la cien­ (en efecto, no decimos que el hombre,
cia. Se trata de una región no espa­ en general, sea H. ni tampoco que lo
cial, ya que para los antiguos el cielo sea su mano)" (S. Th., I, q. 28, a. 1).
encerraba todo el espacio y más allá En el lenguaje moderno y contempo­
del cielo no había espacio. La expre­ ráneo, el término es usado (aunque ra­
sión es, Dor lo tanto, puramente meta­ ramente) en sentido peyorativo, para
fórica. En la República. Platón mismo indicar la transformación falaz o su­
toma a broma a los que creen ver a brepticia de una palabra o de un con­
los entes inteligibles mirando hacia lo cepto en sustancia, o sea en una cosa
alto. "Por mi cue- i —dice— no puedo o en un ente. En este sentido se habla
reconocer a otra ciencia el poder de también de hipostasiar (franc. hypos-
hacer Que el alma mire hacia arriba, tasier) y de hipostatización.
sino a la que se ocupa del ser y de lo
invisible, pero si alguno intenta apre­ Hipótesis (gr. ímóSeci;; ingl. hypothe-
hender alguna cosa sensible, mirando sis; franc. hipothése; alem. Hypothese-,
hacia arriba con la boca abierta o con ital. ipotesi). En general, un enunciado
la boca cerrada, yo digo que no apren­ (o conjunto de enunciados) que puede
derá nada, porque no hay ciencia de ser puesto a prueba, atestiguado y con­
las cosas sensibles, y que su alma no firmado sólo indirectamente, o sea a
mira hacia lo alto, sino hacia abajo, través de sus consecuencias. La carac­
aun en el caso de que estudie descan­ terística de la H. es, por le tanto, no
sando de espaldas en la tierra o en el incluir ni una garantía de verdad ni la
mar” (Rep., VII, 529b-c). posibilidad de una confirmación direc­
H ip o le m a (ingl. hvpolemma). Nombre
ta. Una premisa evidente no es una H.
dado por W. Hamilton a la premisa sino, en el sentido clásico del término,
menor del silogismo, en cuanto es so­ un axioma. Un enunciado verificable
metida a la premisa mayor o lema es una ley o una proposición empírica,
(Lectures on Logic, I, p. 283). no una H. Una H. puede ser verda­
dera, pero su verdad puede resultar
H ip ó sta sis (gr. í'.-tórTTumc; ingl. hypos- solamente de la confirmación de sus
tasis; franc. hypostase-, alem. Hyposta- consecuencias. En este sentido enten­
se ; ital. ipostasi). Término aplicado por dió Aristóteles la H., y, aun adoptando
Plotino a las tres sustancias principa­ el término en el sentido muy general
les del mundo inteligible, o sea, el Uno, de premisa de una demostración, en
la Inteligencia y el Alma (Enn., III, algunas ocasiones (cf., por ejemplo.
606
r
H ip ó te s is

Met., V, 1, 1013 a 16; 1913 b 20; Fís., distinguir los siguientes significados es­
II, 3, 195 a 18), la definió en su signi­ pecíficos :
ficado específico excluyéndola del cam­ 1) El antecedente de una proposición
po de las premisas necesarias: "Lo que hipotética, condicional, de un razona­
es necesario que sea y es necesario que miento anapodíctico o de un silogismo
aparezca como necesario, no es una H. hipotético. La lógica estoica, a diferen­
ni un postulado”, dice (An. Post., I, cia de la lógica aristotélica, dio prefe­
10, 76b 23). Axiomas y definiciones rencia a las proposiciones hipotéticas
constituyen las premisas necesarias del y a los razonamientos anapodícticos,
silogismo e II. y postulados, las no ne­ conforme al planteamiento general de
cesarias. En particular, las H. estable­ la lógica como dialéctica. Véase l ó g ic a ;
cen la existencia de las cosas defini­ d ia l é c t ic a ; c a t e g ó r ic o ; a n a p o d íc t ic o .
das. Las definiciones, afirma, deben 2) Una proposición originaria, consi­
solamente hacemos comprender lo que derada como fundamento de un discur­
de ellas se dice; las H. establecen la so científico, por ejemplo, un postulado
existencia, para deducir las conclusio­ o axioma de la matemática. En efecto,
nes (I b i d I, 10, 76b 35 ss.). Por consi­ de tales postulados o axiomas no se
guiente, los razonamientos fundados en afirma ni se niega la verdad, sino que
H. presuponen una especie de conven­ se les reconoce como válidos en la me­
ción o acuerdo preliminar (An. Pr., I, dida en que hacen posible el discurso
44, 50 a 33) y no tienen el valor proba­ matemático. En tal sentido, las mate­
torio de los fundados en las definicio­ máticas se denominan sistemas “hipo-
nes (Ibid., I, 23, 40b 22). tético-deductivos”. Pero proposiciones
Esta determinación de la H. como análogas a los postulados o axiomas
premisa de grado o cualidad inferior, de las matemáticas y, como ellas, to­
o sea privada de la necesidad inheren­ madas hipotéticamente, se pueden ha­
te a las premisas auténticas, es caracte­ llar en todas las ciencias que han lo­
rística de la posición de Aristóteles. No grado cierto grado de elaboración con­
se encuentra en Platón. Según Platón, ceptual.
las premisas deben ser escogidas a base 3) Una condición cualquiera. Tal es
de un juicio comparativo, que se orien­ el significado del término en la expre­
ta hacia la "más fuerte" o "mejor” en­ sión ex hypothesi. Aristóteles habla de
tre ellas (Fed., 100a; 101 d). Platón lo que es "necesario or H.”, o sea en
hace observar que las matemáticas y, virtud de una determinada condición
en general, las disciplinas propedéu­ (Fís., II, 9, 199b 34ss.).
ticas, no se mueven a través de H., 4) La explicación causal de los fe­
sino que las "dejan inmóviles por no nómenos. En este sentido fue usada la
ser capaces de dar razón de ellas” (Rep., palabra a me n u d o d u r a n t e los si­
VII, 533 c). E H. se llaman, en el Par- glos xvn y xvm. Locke advertía "debe­
ménides, todas las posibles vías de la mos cuidarnos que el nombre de princi­
investigación, sin que se destaque nin­ pios no nos engañe, ni se nos imponga
guna con una designación diferente haciéndonos recibir por verdad incues­
(Parm 135 e). Platón declara a veces tionable lo que en realidad no es, en
que "indaga por el camino de las H.”, el mejor de los casos, sino una conje­
como lo hacen los geómetras, esto es, tura muy dudosa, tales como son la
razonando así: "Si se verifican algunas mayoría (casi dije todas) de las H.
condiciones se obtendrá un determina­ formuladas en la filosofía natural” (Es-
do resultado, pero si no se verifican, say, IV, 12, 13), de lo que resulta obvio
el resultado será diferente” (Aien., 87 a). que para Locke la H. es la que enuncia
El uso de las H. en filosofía establece los "principios”, esto es, las causas
una diferencia importante entre la filo­ de los fenómenos. Aún más explícita­
sofía de Platón y la de Aristóteles, en mente decía Leibniz: "El arte de des­
lo que concierne al procedimiento de la cubrir las causas de los fenómenos, o
filosofía misma y, en general, al del las verdaderas H., es como el arte de
saber científico. Pero tal diferencia descifrar, en el cual a menudo una
cae dentro de la noción general de H., ingeniosa conjetura abrevia mucho el
como más arriba se ha expresado. Y camino” (Nouv. Ess., IV, 12, 13), donde
en el ámbito de tal noción se pueden son identificadas “H. verdaderas" y
607
H ip o té tic o

"causas de los fenómenos”. La renuncia pers, p. 209; cf. P. Duhem, La theórie


de Newton ("hypotheses non fingo") se physique, 1906, pp. 80-81).
refiere, precisamente, a este significado 5) Un procedimiento especi al , que
de H. sustituye a la inducción, en la formu­
He aquí, en efecto, el texto de New­ lación de principios para ser verifica­
ton: “No he podido deducir hasta dos experimentalmente. Según Stuart
ahora de los fenómenos las razones de Mili, el procedimiento científico está
estas propiedades de la gravedad y compuesto de tres partes: inducción,
no imagino H. Todo lo que no se de­ racionalización y verificación. Ahora
duce de los fenómenos debe, en efecto, bien, "el método hipotético suprime el
denominarse H., y las H., metafísicas primero de estos tres pasos, la induc­
o físicas, ya sea de cualidades ocultas o ción, para comprobar la ley y se limita
mecánicas, no tienen lugar en la filo­ a las otras dos operaciones, raciona­
sofía experimental.” A estas H. opone lización y verificación; la ley a partir
las verdaderas causas que son las "ne­ de la cual se razona es aceptada en
cesarias para explicar los fenómenos” vez de ser probada” (Logic, III, 14, 4).
(Philosophiae naturalis Principia ma- En el mismo sentido, Peirce coloca la
thematica, 1687, in fine). Y en la Óptica H. junto a la deducción y a la induc­
(1704), Newton decía que las H. con­ ción como un tipo de razonamiento
sisten en la apelación a las cualidades válido, que se distingue de la induc­
ocultas consideradas como causas por ción en virtud de que mientras ésta
la metafísica aristotélica y a las cuales “procede como si todos los objetos que
oponía los principios (la gravedad, la tienen determinados caracteres fueran
fermentación, la cohesión), "que —de­ conocidos”, la H. es "la inferencia que
cía— considero no como cualidades procede como si todos los caracteres
ocultas, que se suponen resultantes de requeridos para la determinación de un
las formas específicas de las cosas, si­ determinado objeto o clase fueran co­
no como leyes generales de la natura­ nocidos”. "Mientras la inducción pue­
leza, por las cuales las cosas mismas de ser considerada como la inferen­
se forman y cuya verdad se nos mani­ cia de la premisa mayor del silogismo,
fiesta por los fenómenos, aunque sus la deducción puede ser considerada co­
causas no hayan sido descubiertas” mo la inferencia de la premisa menor
(Opticks, III, 1, 31). La renuncia de de las otras dos” ("Some Consequen-
Newton a las H. no es, por lo tanto, la ces of Four Incapacities”, en Valúes
renuncia a la explicación en favor de in a Universe of Chance, pp. 44 ss.).
la descripción. A me di a dos del si­ Este significado del término es ahora
glo xix, la oposición entre descripción raro.
y explicación hipotética fue rebatida 6) El argumento de un discurso, en
por el físico inglés J. Macquom Ran- cuanto puesto o colocado al principio
kine. "Según el método abstracto —de­ del discurso mismo (Aristóteles, Ret.
cía—, una clase de objetos y de fenó­ ad Al., 30, 1436 a 36; Ret., II, 18, 1391b
menos está definida por descripciones, 13).
esto es, haciendo ver que un determi­ 7) Una teoría científica o parte de
nado conjunto de propiedades es común una teoría científica. En este sentido,
a todos los objetos o fenómenos de la Mach dice: "Denominamos H. a una
clase, considerándolos como los senti­ explicación provisoria que tiene por fi­
dos nos los hacen percibir, sin introdu­ nalidad la de hacer comprender más
cir ninguna cosa hipotética y solamente fácilmente los hechos, pero que escapa
asignándoles un nombre o un símbolo. a la prueba de los hechos” (Erkennt-
Según el método hipotético, la defini­ niss und Irrtum [C o n o cim ien to y
ción de una clase de objetos o de fenó­ error], cap. 14; trad. franc., p. 240).
menos se deduce de una concepción Para este significado, véase t e o r ía .
conjetural acerca de su naturaleza.”
Y Rankine preveía el abandono gradual (gr. {ijioOexutóg; lat. hypothe-
H ip o té tic o
de las teorías hipotéticas y su sustitu­ ticus; ingl. hypotheticat; franc. hypo-
ción por las teorías abstractas ("Out- thétique; alem. hypothetisch; ital. ipo-
lines of the Sci ence of Energetics”, tetico). Este término tiene significa­
1865, en Miscellaneous Scientific Pa- dos correspondientes a los del sustan-
608
H ip o tip o s is
H is to ria
tivo. Para proposición hipotética, véase considerado, a buen juicio, como una
Para silogismo hipotético,
c a teg ó r ic o . tautología, pero en el sentido en que
véase s i l o g is m o . Véase también a n a - Heidegger ha entendido esta interpre­
PODÍCTICO; CONDICIONAL. tación (Sein und Zeit, § 73; trad. esp.:
El ser y el tiempo, México, 1962, F.C.E.),
H ip o tip o s is (gr. ú .t o t i '.t ü j o i c ; alem. Hypo- resulta meramente tautológico. Cuando
typose). Este término, que significa es­ se dice “Esto pertenece a la H.” se en­
bozo o lineamientos (en este sentido apa­ tiende, en efecto, que pertenece al pa­
rece en el título de la obra de Sexto Em­ sado y a un pasado que tiene escasa
pírico, H. Pirronianas) fue aceptado por ef i c ac i a sobre el presente. Por otro
los retóricos para indicar la figura lado, cuando se dice: "No nos podemos
por la cual un argumento está vivida­ sustraer a la H.”, se afirma que tiene
mente delineado en palabras (Quintilia- un pasado y que es fruto de este pasa­
no, Inst., IX, 2, 40). Kant adoptó la pa­ do. En ésta y similares expresiones, el
labra en análogo sentido, para expresar significado del término sigue siendo
la relación entre la belleza y la mora­ estrictamente genérico; lleva a una di­
lidad, y la H. de ella, esto es, su vivida mensión del tiempo y a las relaciones
manifestación intuitiva. En tanto que que pueden establecerse entre ella y
las palabras y los otros signos son las otras dimensiones.
simples expresiones de los conceptos, 2) En segundo lugar, la H. puede ser
las H. son exhibiciones o manifesta­ entendida como tradición, o sea como
ciones del concepto mismo en forma trasmisión y conservación, a través del
intuitiva (Crít. del juicio, § 59). tiempo, de creencias y de técnicas, sea
que tal trasmisión pueda ser contro­
H is to ria (gr. íoxooía; lat. historia; ingl. lada por la historiografía, sea consi­
history; franc. histoire; alem. Geschich- derada "evidente”, aunque permanezca
te; ital. storia). El término, que en ge­ oscura e incontrolable. Con el concep­
neral significa investigación, informa­ to de tradición puede relacionarse el
ción o informe y que ya en griego era concepto que Heidegger tiene de la his­
usado para indicar la información o toricidad propia, que es la elección,
narración de los hechos humanos, pre­ para el porvenir, de las posibilidades
senta actualmente una ambigüedad fun­ que ya han sido y que es, por lo tanto,
damental ; significa, por un lado, el un trasmitirse tak posibilidades que
conocimiento de tales hechos o la cien­ la existencia se hace a sí misma, una
cia que disciplina y dirige este conoci­ re ite ra c ió n del "estado de resuelto”,
miento (historia rerum gestarum), y que Heidegger denomina también des­
por el otro, los hechos mismos, un con­ tino. "El ‘estado de resuelto’ constituye
junto o la totalidad de ellos (res ges- la fidelidad de la existencia a su pecu­
tae). Esta ambigüedad aparece en to­ liar ‘mismo’. En cuanto ‘estado de re­
das las lenguas modernas cultas (cf. suelto’ presto a la angustia, es la fide­
H. I. Marrou, De la connaissance his- lidad al par posible respecto a la única
torique, 1954, pp. 38-39). Pero ya que autoridad que puede tener un libre
en algunas se utiliza el término histo­ existir, a las posibilidades reiterables
riografía para indicar el conocimiento de la existencia” (Sein und Zeit, § 75;
histórico en general o la ciencia de trad. esp.: El ser y el tiempo, México,
la H. (ya no el arte de escribir H.), se 1962, F.C.E.). "Si el ‘ser ahí’ sólo es
puede colocar en esta voz el estudio real ‘propiamente’ en la existencia, su
de los significados históricamente atri­ ‘efectividad’ se constituye justamente
buidos a la H. como conocimiento, y en el abierto proyectarse sobre un elegi­
comprender bajo el nombre H. sólo do poder ser. Pero lo ‘sido ahí’ ‘efectiva’
los significados atribuidos a la reali­ y propiamente es entonces la posibili­
dad histórica como tal. Tales significa­ dad existencial en que se precisaron
dos son los siguientes: 1) la H. como fácticamente el destino individual, el
pasado; 2) la H. como tradición; 3) la col ect i vo y la hi s t or i a del mundo”
H. como mundo histórico; 4) la H. co­ (Ibid., § 76). Pero a veces se entiende
mo sujeto de la historiografía. por tradición la conservación infalible
1) El hecho de que la H. haya sido y progresiva de todo resultado o con­
interpretada como pasado puede ser quista humana y en tal caso su concep­
609
Historia

to se identifica con el de la H. como dad griega. Que la repetición del ciclo


plan providencial. Véase tradición . cósmico incluyera la repetición de la
3) El tercer significado de H. es el H. humana en su conjunto, nos lo ates­
filosóficamente más importante y para tiguan los estoicos. En efecto, según
él la H. es el mundo histórico, la to­ éstos, en todo nuevo ciclo del mundo
talidad de los modos de ser y de las "existirán de nuevo Sócrates, Platón y
creaciones humanas en el mundo, o cada uno de los hombres con los mis­
bien la totalidad de la "vida espiritual” mos a m i g o s y conciudadanos, las
o de las culturas. La H., en este sen­ mismas cosas creídas y los mismos ar­
tido, se opone a “naturaleza”, que es gumentos discutidos y toda ciudad o
la totalidad de lo independiente del pueblo o campiña retomará igualmen­
hombre o que no puede ser considerado te” (Nemesio, De Nat. Hom., 38). En
como su producción o creación, pero la obra de Spengler se puede ver un
sigue emparentada con la naturaleza retorno moderno a este concepto de
misma por su carácter de totalidad, de la H. Los ciclos históricos, las cultu­
mundo. Es dentro de este concepto ras, no se repiten idénticamente, según
en donde se pueden distinguir las in­ Spengler, como lo creían los estoicos,
terpretaciones “filosóficas” de la H., pero se repiten en forma idéntica en
o sea las que constituyen la denomi­ su forma: en su nacimiento, crecimien­
nada "filosofía de la H.". Entre tales to y muerte. "Toda cultura, todo sur­
interpretaciones las principales pueden gir, todo progresar y todo declinar de
ser consideradas las siguientes: a) la ellas, cada uno de sus grados y de sus
H. como decadencia; h) la H. como ci­ periodos enteramente necesarios tiene
clo; c) la H. como reino del azar; d) una d u r a c i ó n determinada, siempre
la H. como progreso; e) la H. como igual, que siempre recurre a la forma
orden providencial. de un símbolo” (Der Untergang des
a) La interpretación de la H. como Abendlandes, 1932, I, p. 147; trad. esp.:
decadencia es propia de la Antigüedad, La decadencia de Occidente, Madrid.
que la expresó con la doctrina de las 1934).
edades (véase edad) del género huma­ c) El concepto de la H. como reina­
no. La sucesión de las cinco edades do del azar no es frecuente en la in­
descritas por Hesíodo, va desde la edad terpretación filosófica de la historia.
de oro, en la cual j s hombres "vivían Parece, sin embargo, que Aristóteles no
como dioses”, hasta la edad de los hom­ estaba muy lejos de esta interpretación
bres, en la que -están sujetos a toda al oponer el historiador al poeta, con­
suerte de males, a través de la edad siderando como inherente a este últi­
de plata, de bronce y de los héroes que mo el representar lo universal, o sea
señalan la gradual decadencia del gé­ "las cosas como podrían acaecer según
nero humano (Op., 109-79). Platón re­ verosímil necesidad”, en tanto que con­
dujo a tres las edades, enumerando sidera propio del historiador represen­
solamente la edad de los dioses, de los tar las cosas "realmente acaecidas” o
héroes y de los hombres, pero conser­ sea "lo particular" y "qué hizo Aquiles
vando el carácter de sucesiva decaden­ y qué le ocurrió”, por ejemplo (Poéti­
cia que estas edades presentan en las ca, IX, 1451 b 2-10). En efecto, es ne­
condiciones materiales y morales de cesario no olvidar que solamente lo
los hombres mismos (Critias, 109 b, universal es, según Aristóteles, objeto
ss.). Al reaparecer en el mundo moder­ de conocimiento científico y que lo par­
no (por ejemplo, en Vico, Fichte, etc.), ticular como tal cae fuera de la cien­
esta doctrina de las edades perdió su cia (Met., III, 6 , 1003 a 15). Schopen-
significado pesimista y resultó optimis- hauer decía más explícitamente: "La
tá: las edades están en un orden de H. del género humano, la multitud de
progreso más que de decadencia. Pero acontecimientos, el c a m b i a r de los
no hay duda de que, entre los griegos, tiempos, los múltiples aspectos de la
esta doctrina constituyó una interpre­ vida humana en países y siglos diver­
tación de la H. como decadencia. sos, todo esto no es más que la forma
b) La noción de la H. como ciclo casual asumida por la manifestación
está ligada a la del ciclo del mundo, de la Idea y no pertenece a ésta, en la
(véase), muy difundida en la Antigüe­ cual es sólo la adecuada objetividad
610
Historia

de la voluntad, sino sólo al fenómeno poral, o más bien las diferentes H.


que cae en el conocimiento del indivi­ temporales de los diferentes tiempos
duo y es tan extraña, inesencial e indi­ y naciones tienden a adaptarse, sin lo­
ferente a la Idea, como son extrañas grarlo nunca completamente y, a veces,
a las nubes las figuras que representan, más bien precipitándose en la confu­
a los ríos la forma de sus remansos y sión y en la ruina (Ibid., Conclusión
de sus espumas y al hielo sus figu­ de la obra). Vico entendió la historia
ras de árboles y flores” (Die Welt, I, ideal eterna como la sucesión progre­
§ 35). No se puede considerar bajo esta siva de las tres edades (de los dioses,
rúbrica, en cambio, el concepto que de de los héroes y de los hombres) y la
la H. expresara Maquiavelo, al decir permanencia indefinida en la última,
que “la fortuna es árbitro de la mitad que es la conclusión del ciclo. Voltaire,
de nuestras acciones, pero nos deja en cambio, consideró como norma y
gobernar la otra mitad, o más o me­ medida del progreso histórico la Ilus­
nos, a nosotros”, y compara a la for­ tración, la liberación de la razón hu­
tuna misma con un río que cuando mana de los prejuicios y su colocarse
se enfurece arrebata todo, pero cuyo como guía de la vida singular y aso­
ímpetu no resulta dañoso o resulta me- ciada del hombre (cf. especialmente el
rr s ruinoso cuando el hombre provee Essai sur les moeurs, 1740; Philosophie
en tiempo oportuno reparaciones y di­ de Vhistoire, 1765). Kant siguió el mis­
ques (Princ., 25). La "fortuna” es para mo criterio sugiriéndolo, sin embargo,
Maquiavelo, en efecto, el conjunto de solamente como un "hilo conductor”
condiciones que limitan, obstaculizan para orientarse filosóficamente en la
o frustran la acción del hombre en la H. de los pueblos. Escribió: “A medi­
H., pero no es la totalidad de la his­ da que las limitaciones de la actividad
toria. Antoine Augustin Coumot se sir­ personal sean eliminadas, que a todos
vió, en cambio, del azar para definir se reconozca la libertad religiosa, se
el dominio propio de la historia, opues­ producirá por grados, aunque con in­
to al de la naturaleza que es, en cam­ tervalos de ilusiones y fantasías, la ilus­
bio, el dominio del orden y de la ley tración como un gran bien que la es­
(Essai sur les fondements de la con- pecie humana puede obtener hasta de
naissance, 1851). las miras ambicio.' de poderío de sus
d) El concepto de la H. como pro­ dominadores” (Idee zu einer allgemei-
greso tiene como característica la afir­ nen Geschichte [“Idea de una historia
mación del carácter problemático o no universal en s e n t i d o cosmopolita”],
inevitable del progreso mismo, ya que 1784, tesis VIII). Según Jaspers, el úni­
si el progreso es necesario, la H. es co fin proyectable de la H. es la unidad
más bien un orden providencial cuyos de la humanidad, que se puede lograr
momentos son igualmente perfectos en no ya a través de la ciencia o de la
c u a n t o resultan todos indispensables uniformidad lingüística o cultural, sino
para la perfección o para el perfeccio­ solamente a través de "la ilimitada
namiento del conjunto. La H. como comunicación de lo que es diferente
progreso problemático es una idea de históricamente, tal como puede ser rea­
la Ilustración y supone una medida del lizado en un diálogo incesantemente
progreso mismo, o sea una norma o conducido al nivel de una lucha amo­
un ideal al que la H. intenta acercarse rosa” (Vom Ursprung und 7Jel der
o que intenta realizar, pero que no en­ Geschichte, 1949; trad. esp.: Origen y
cuentra nunca en ella una perfecta meta de la historia, 1950). Otros crite­
adecuación. G. B. Vico ha expresado rios o normas pueden, por cierto, ser
este ideal en el concepto de una H. propuestos, o han sido propuestos, como
ideal eterna "sobre la cual —dice— medida del progreso en la H., pero las
transcurren en el tiempo las H. de to­ características de esta noción no cam­
das las naciones en su nacimiento, pro­ bian mientras no se admite la inevi-
greso, estado, decadencia y fin” (Se. tabilidad del progreso.
Nuova, De principio; trad. esp.: [de la e) Con la afirmación de la inevita-
1‘ ed.j: Ciencia nueva, México, 1941, bilidad del progreso, este mismo re­
F.C.E.). La H. ideal eterna es el orden sulta inconcebible (como Hegel lo vie­
universal y eterno al que la H. tem­ ra), ya que si la H. es necesaria, todo
Historia

momento de ella es todo lo que debe crutable en sus particularidades. El


ser y no puede ser mejor ni peor que hombre religioso cree en él y en su
los otros. La concepción de la necesi­ perfección, pero sabe que no puede
dad de la H. es la concepción de la H. comprender los caminos por los cuales
como plan providencial. La noción de se realiza. Colocado frente al mal, tie­
plan providencial está implícita en todo ne confianza en que el mal no triun­
milenarismo o quitiasmo (véase); toda fará al final, pero no sabe decir lo que
doctrina de este tipo incluye la idea ocurra o lo que pueda ocurrir. Cuando
de un desarrollo necesario de los acon­ la doctrina del plan providencial de la
tecimientos humanos, hasta el logro H. se transforma en doctrina filosófica
de un estado definitivo de perfección. (en el romanticismo), el no saber re­
Éste fue el concepto que de la H. dio ligioso se transforma en certeza racio­
Orígenes, por ejemplo, quien consideró nal. Hegel afirmó varias veces que la
los mundos que se suceden en el tiem­ diferencia entre religión y filosofía es
po, como otras tantas escuelas en las que la segunda demuestra en su deter­
cuales se reeducan los seres decaden­ minación esa relación entre Dios y el
tes (De Princ., III, 6 , 3), y vio en el mundo, ese plan providencial que la
ciclo total de la H. el retomo del mun­ primera se limita solamente a recono­
do a Dios, que culmina con la apoca- cer (Ene., § 573; Philosophie der Ge-
tástasis, o sea la restitución de todos schichte, ed. Lasson, I, p. 55; trad. esp.:
los seres a su perfección originaria (In Filosofía de la Historia, Madrid, 1928).
Johann., XX, 7). Pero el primero que Sin embargo, la introducción de esta
formuló claramente el concepto del noción en filosofía es obra de Fichte.
plan providencial fue San A g u s t í n , En los Caracteres de la edad contem­
quien lo vio en la lucha entre la ciu­ poránea Fichte afirmó enérgicamente
dad celestial y la ciudad terrenal, lu­ la necesidad de la H. y su reducción a
cha destinada a terminar con el triunfo un plan providencial: "Cualquier cosa
de la ciudad celestial. A este triunfo, que realmente existe —dice— existe
según San Agustín, Dios hace contri­ por absoluta necesidad y existe nece­
buir también al mal y a la voluntad sariamente en la precisa forma en que
maligna (De Civ. Dei, XI, 17). Los tres existe” (Die Grundzüge des gegenwár-
periodos en los qu«- según San Agustín, tigen Zeitalters, IX, 1806; trad. esp.,
se divide la H. no son más que el des­ Madrid, 1935). Y en la progresiva civi­
arrollo del plan providencial. En el lización de la especie humana distin­
primer periodo los hombres viven sin guió d o s elementos: un elemento a
leyes y no existe todavía lucha contra priori que es el ptan del mundo o el
los bienes del mundo. En el segun­ orden providencial y un elemento a
do, los hombres viven bajo la ley y, posteriori, temporal o empírico, consti­
por lo tanto, combaten en contra del tuido por los hechos. El resultado de
mundo, pero son vencidos. El tercer esta concepción es que: "Nada es como
periodo es el tiempo de la gracia, en es porque Dios lo quiera arbitrariamen­
el cual los hombres combaten y vencen te así, sino porque Dios no puede ma­
(Ibid., XIX, 15-26). En el siglo xn la nifestarse de otra manera. Reconocer
profecía de Joaquín de Floris (Fiore) esto, someterse humildemente y sentir­
parte del mismo concepto de la H. y nos dichosos, en la conciencia de nues­
se modela según la división de las eda­ tra identidad con la fuerza divina, es
des formulada por San Agustín. Joa­ tarea de todo hombre" (Ibid., IX; trad.
quín, en efecto, considera que después ital., Cantoni p. 67). Con esta distin­
de la edad del Padre, que es la de la ción, Fichte parece reconocer a los
ley, y la edad del Hijo, que es la del “hechos” de la H. cierta autonomía
Evangelio, advendrá la edad del Espí­ (aunque sea ficticia) frente al plan
ritu Santo, que es la de la gracia, o providencial del cual deben formar par­
sea de la plena inteligencia de la ver­ te. Pero también esta ficticia autono­
dad divina (Concordia novi et veteris mía de los hechos desaparece en la
testamenti, V, 84, 112). doctrina de H e g e l . "Dios prevalece
Pero el plan providencial de la H., —dice Hegel— y la H. del mundo no
aun siendo infalible y necesario, es, representa otra cosa que el plan de la
desde el punto de vista religioso, ines­ providencia. Dios gobierna al mundo:
6 1 2
Historia

el contenido de su gobierno, la ejecu­ conservado la relación con la idea de


ción de su plan es la H. universal... progreso que Schelling le había reco­
La filosofía quiere conocer el conteni­ nocido. Tal conexión no le es, sin em­
do, la realidad de la idea divina y jus­ bargo, indispensable. La revelación de
tificar la r e a l i d a d vilipendiada. En Dios en la H. puede no ser gradual,
efecto, la razón es la percepción de la sino total y completa en todos los pun­
obra de Dios” (Philosophie der Ge- tos de la H. misma. Toda época, todo
schichte [Filosofía de la Historia], ed. momento de ella es en este caso una
Lasson, I, p. 55). Éste es el concepto revelación acabada de Dios, según el
de la H. que fue retomado y defendido dicho de Goethe: “El instante es la
por Croce en los primeros decenios de eternidad” y según la frase del histo­
nuestro siglo. Para Croce el sujeto riador Ranke: "Toda época está en
de la H. es el Espíritu del mundo o la inmediata relación con Dios." En esta
Razón, no el hombre (Teoría e storia forma, el concepto romántico de la
delta storiografia, 1917, p. 87). "En H. H. como orden providencial ha sido
no hay jamás decadencia que no sea aceptado también por algunos histori-
a la vez formación y preparación de cistas alemanes como E. Troeltsch (Der
nueva vida, y, por lo tanto, de progreso" Historismus und seine Probleme ["El
(La Storia come pensiero e come azio- historicismo y sus problemas”], 1922)
ne, 1938, p. 38; trad. esp.: La historia y F. Meinecke (Die Entstehung des His­
como hazaña de la libertad, México, torismus, 1936; trad. esp.: El historicis­
1960, F.C.E., p. 41). Siempre es justifi­ mo y su génesis, México, 1943, F.C.E.;
cadora, nunca justiciera, y “justiciera Vom geschichtlichen S i n n und vom
no podía hacerse sino haciéndose in­ Sinn der Geschichtc [“Del sentido his­
justa o sea confundiendo el pensamien­ tórico y del sentido de la historia”],
to con la vida” (Teoría e storia della 1939), preocupados por salvar el abso­
storiografia, p. 77). El carácter nece­ lutismo de los valores y el carácter de
sario y providencial proviene en la H., movilidad y relatividad de la H. (cf.
tanto para Hegel como para Croce, de Pietro Rossi, Lo storicismo tedesco con­
la creencia en que es la obra de una temporáneo, 1956, parte VI).
Razón absoluta que no tiene límites ni Por otro lado, no es indispensable
en su perfección ni en su potencia. que el concepto de la H. como orden
Una forma apenas atenuada de esta providencial se fur. * en la creencia en
concepción es la que considera a la H. una providencia, inmanente o trascen­
como la revelación de Dios. El concep­ dente, de naturaleza divina. "Orden
to no es extraño al propio Hegel para providencial” significa "orden necesa­
el cual la revelación de Dios en el rio y perfecto” y un orden semejante
mundo y la realización de Dios coin­ es reconocido como propio de la H.
ciden. Pero esto señala la atenuación también por doctrinas que niegan el
de la relación entre los dos conceptos concepto religioso de la providencia,
de revelación y realización. Esta ate­ como el positivismo social y el mar­
nuación ya se encontraba en Schelling, xismo. Auguste Comte consideró la H.
quien definiera a la H. como “la reve­ como el desarrollo progresivo de la
lación de lo Absoluto que se desarrolla Humanidad o Gran Ser, que es "el con­
continua y gradualmente”, distinguien­ junto de los seres pasados, futuros y
do tres periodos: el periodo en el cual presentes que concurren libremente a
la providencia aparece como destino o perfeccionar el orden universal” (Poli-
fuerza ciega, el periodo en el cual apa­ fique positive, 1854, IV, p. 30). Y re­
rece como naturaleza y, por fin, en el conoció a De Maistre el mérito de ha­
que aparece como providencia (System ber contribuido a la preparación de la
des transzendentalen Idealismus ["Sis­ verdadera teoría del progreso con su
tema del idealismo trascendental”], revaloración de la Edad Media, ya que
sección IV, Agregados, III C; trad. sólo después de esta revaloración se
ital., pp. 283 ss.). El concepto de reve­ restableció la continuidad de la tradi­
lación aparece con frecuencia en el ción pz'ovidencialista (Ibid., I, p. 64).
romanticismo tardío del siglo xix y en Por otro lado, el marxismo considera
el esplritualismo e idealismo del si­ a la H. como un proceso unilineal y
glo xx. En estas manifestaciones, ha progresivo, que necesariamente llegará,
613
Historia

a través de la lucha de clases, a la como totalidad absoluta. Por otro lado,


sociedad sin clases, que es la sociedad si la H. no es el mundo histórico, no
perfecta. Marx dice a este respecto existe la historia. Toda H., desde este
que el paso a la nueva sociedad ad­ punto de vista, es la H. de alguna
vendrá "con la fatalidad que preside cosa (un periodo, una institución, una
los fenómenos de la naturaleza" (Das personalidad), pero no es un proceso
Kapital, I, 24, § 7; trad. esp.: El Capi­ o una sustancia única o universal que
tal, México, 1946-1947, F.C.E.). Pero fa­ comprenda todo dentro de sí (cf. J.
talidad significa necesidad y se trata H. Randall, Jr., Nature and Historical
de una n e c e s i d a d providencial, por­ Experience, 1958, p. 28). Las expresio­
que de ella saldrá el modo de vivir nes "objeto histórico” o “realidad his­
definitivo y perfecto del género hu­ tórica” son, desde este punto de vista,
mano. solamente nombres comunes para in­
4) Las interpretaciones filosóficas de dicar cualquier tema de investigación
la H. gravitan casi todas sobre la no­ historiográfica. La metodología histo-
ción de la H. como totalidad o mundo riográfica contemporánea, que los his­
histórico. Solamente esta noción per­ toriadores y filósofos (en fundamental
mite. en efecto, hablar de la H. como acuerdo entre sí) han hecho avanzar
de un objeto único y simple, valoriza- notablemente en estos últimos tiem­
ble en su conjunto de una vez por to­ pos, permite reconocer los siguientes
das. La noción de mundo histórico caracteres al objeto histórico:
como totalidad y la noción misma de a) La individualidad o unicidad, por
mundo (véase) están fuera de las ca­ la cual el hecho histórico se presenta
pacidades efectivas de investigación y como algo único e irrepetible. El re­
de inteligencia de que dispone el hom­ conocimiento explícito de este carácter
bre. La H., como objeto de la historio­ se debe al historicismo alemán. Ya
grafía, nunca es un mundo en este afirmado por D i l t h e y (Gesammelte
sentido, o sea la totalidad absoluta de Schriften, V, p. 236; trad. esp.: Obras
los acontecimientos humanos. Un pe­ completas, VII, México, 1944, F.C.E.)
riodo histórico y un conjunto de insti­ fue subrayado por Windelband (Pralu-
tuciones es a veces llamado mundo dien ["Preludios”], II5, p. 145) y por
(por ejemplo: el "mundo antiguo" o el Rickert (Die Grenzen der naturwissen-
"mundo oriental”, c.) sólo en el sen­ schafilichen Begriffsbildung ["Los lími­
tido de una totalidad relativamente ho­ tes de la conceptuación naturalista”],
mogénea de culturas y no en sentido 1896-1902, pp. 251, 420, etc.) como una
absoluto. La expresión misma, "mun­ consecuencia de la distinción entre el
do histórico”, si recibe el significado de procedimiento generalizante de las cien­
"objeto general de las disciplinas his- cias de la naturaleza y el procedimien­
toriográficas”, designa, no una totali­ to individualizante de las ciencias del
dad absoluta, sino el campo relativa­ espíritu. Este carácter de la H. ha
mente homogéneo en el cual operan y suscitado a veces la desconfianza de
se encuentran las técnicas de las dis­ los metodólogos, porque parece un ca­
ciplinas historiográficas. Por lo tanto, rácter "metafísico” (cf., por ejemplo,
si se entiende por "realidad histórica” C. G. Hempel, en Readings in Philoso-
simplemente el objeto del conocimien­ phical Analysis, ed. F e i g l y Scllars,
to histórico, se renuncia ipso facto al 1949, p. 461; Gardiner, The Nature
concepto de mundo histórico como to­ of Historical Explanation, 1952, p. 43).
talidad absoluta y a todo juicio acerca Pero por otra parte, nadie niega que un
de esta totalidad. Se renuncia, tam­ acontecimiento histórico sea único en
bién, a considerar todos los hechos el sentido de estar individualizado por
como hechos históricos, ya que la afir­ dos parámetros fundamentales, la cro­
mación de que todos los hechos son nología y la geografía (cf., el mismo
históricos (que se encuentra, por ejem­ Gardiner, loe. cit., I); y muchos le reco­
plo en Croce, La storia come pensiero nocen al acontecimiento histórico, por
e come azione, 1938, p. 19; trad. esp.: lo demás, la unicidad en el sentido "de
La historia como hazaña de la libertad, ser diferente de los demás, con los
México, 1960, F.C.E.) no es más que otro cuales sería natural reagruparlo bajo
modo de expresar la noción de la H. un término clasificatorio, y diferente
614
H is to ria id e a l e te r n a
H is tó ric a s , fu e n te s
también en los modos en que interesa c) El significado o la importancia
a los historiadores cuando intentan ex­ que el hecho posee en cuanto se ofrece
plicarlo” (W. Dray, Laws and Explana- a la elección historiográfica. También
tion in History, 1956, p. 46). El carác­ este carácter es más o menos univer­
ter de unicidad resulta, para el hecho, salmente reconocido en la metodología
de las mismas técnicas historiográfi- contemporánea. Puede ser considerado
cas que sirven para comprobarlo y para como una consecuencia del carácter
ilustrarlo y es el reflejo de estas téc­ precedente ya que la importancia de
nicas. El hecho histórico parece único un hecho consiste en la capacidad, que
e irrepetible sólo cuando su ilustra­ haya demostrado, de condicionar los
ción historiográfica ha sido conducida otros hechos de un modo cualquiera,
a buen punto y de tal manera el dicho esto es, de producir en su curso varia­
"la H. no se repite” expresa con mayor ciones que pueden ser atribuidas de
exactitud el ideal historiográfico (por algún modo al hecho en cuestión. No
lo demás no fácil de lograr) que un obstante, es bastante claro que el sig­
presunto carácter del proceso histórico. nificado de un hecho (en el sentido
b) La correlación del hecho con los ahora aclarado) no es una cualidad
otros hechos, por medio de los cuales inherente al hecho mismo, de modo
el hecho mismo es "explicado” o "com­ absoluto, o que lo acompañe en algún
prendido”. También sobre este segun­ contexto historiográfico cualquiera, si­
do carácter ha logrado la metodología no que puede variar conforme, precisa­
histórica contemporánea un acuerdo mente, con los contextos o las elec­
satisfactorio. Si bien no falta quien ciones que lo rijan y de tal manera
quiera interpretar la relación entre los un hecho que es importante en uno de
hechos históricos como relación causal éstos lo es menos, o incluso nada,
(cf., por ejemplo, Hempel, loe. cií., en otro.
pp. 462 ss.), con el intento de demos­ El primero de los caracteres arriba
trar que tanto la H. como las ciencias anotados, la individualidad, puede ser
naturales hacen uso de un único tipo usado para distinguir el objeto histo­
de explicación, es actualmente bastan­ riográfico del objeto sociológico o, en
te claro que los metodólogos de la H. general, del objeto de las ciencias so­
han rechazado la explicación causal ciales, que, en cambio, posee el carácter
como la han rechazado los metodólogos opuesto de la rep ibitidad (cf. Abba-
de la física (cf., acerca de este punto, gnano, Problemi di sociología, 1959, II,
h is t o r io g r a f ía y, además, c a u s a l id a d ; 5). Y el conjunto de los tres caracteres
c o n d i c i ó n ; e x p l i c a c i ó n ). Con el rechazo sirve para distinguir el hecho histó­
del esquema causal se elimina de la H. rico del hecho de crónica, que no es ni
la noción de ley ligada a ella, ya que individualizado ni relacionado suficien­
una ley no expresa más que una suce­ temente con otros hechos, ni tampoco
sión causal de hechos. Y con la elimi­ resulta significativo.
nación del concepto de ley se elimina
también el concepto de necesidad de H is to ria id e a l e te r n a , véase HISTORIA.
la H. Es necesario recordar en este
punto que Kierkegaard fue el primero H is to ria u n iv e rs a l, véase HISTORIOGRAFÍA.
en reconocer en la H. la categoría de
la posibilidad: "El pasado no es nece­ H is tó ric a s , f u e n te s (ingl. historical SO ltr-
sario en el momento en que deviene ces; franc. sources historiques; alem.
—decía—; no ha resultado necesario historische Quellen; ital. fon ti storiche).
al devenir (lo que sería una contradic­ Con esta expresión se indica por lo
ción) y deviene aún menos a través común el material de la investigación
de la inteligencia que de él se tiene... historiográfica. Las fuentes H. suelen
Si el pasado resultara necesario a tra­ dividirse en restos y tradiciones. Los
vés de la inteligencia, ganaría lo que restos son: 1) los restos de las obras
la inteligencia perdería, ya que enton­ producidas por el hombre (casas, puen­
ces esta última entendería una cosa tes, teatros, utensilios, etc.); 2) los mo­
diferente y sería una mala inteligen­ dos de vida de las comunidades (usos,
cia” (Philosophische Brocken ("Frag­ costumbres, ordenamientos jurídicos,
mentos filosóficos"], 1844, IV, §4). políticos, etc.); 3) las obras literarias
A 15
H is to ric id a d
H isto ric is m o
y filosóficas; 4) los documentos en ge­ dente es la que ve en la historia la reve­
neral. lación de Dios en el sentido de consi­
Los restos producidos con la inten­ derar todo momento de la historia
ción de trasmitir el recuerdo de un misma en directa relación con Dios e
hecho se denominan monumentos. Ta­ impregnado de valores trascendentales
les son los documentos que tuvieron la por Él incluidos en la historia. Éste
finalidad de atestiguar en el porvenir fue el punto de vista sostenido por E.
las conclusiones de un hecho y tales Troeltsch y F. Meinecke [véase supra
son las inscripciones, las medallas, las h isto r ia , 3, e)]. Se puede denominar
monedas, etc. esta doctrina H. fideísta porque para
Por último, las fuentes de tradición ella la revelación de Dios en la historia
son aquellas por las cuales se ha tras­ adviene sustancialmente por la fe.
mitido la memoria de los hechos pa­ 3) La doctrina que ve en las unida­
sados y pueden ser orales o escritas des, cuya sucesión (épocas o civiliza­
(cf. G. G. Droysen, Grundzüge der His- ciones) constituye la historia, organis­
torik ["Rasgos fundamentales de lo his­ mos globales, cuyos elementos, nece­
tórico"], 1882, §§20-24). sariamente relacionados, pueden vivir
sólo en el conjunto y, por lo tanto,
(ingl. historicity; franc.
H is to ric id a d afirma la relatividad de los valores
historicité; a 1e m . Geschichtlichkeit; (que son justo algunos de tales ele­
ital. storicita). 1) El modo de ser del mentos) con referencia a la unidad
mundo histórico o de una realidad his­ histórica a que pertenecen y la muerte
tórica cualquiera. inevitable de ellos con la muerte de
2) La existencia de hechos en el pa­ ésta. Éste es el punto de vista de Speng-
sado. En este sentido, se dice "la ler y otros y se puede denominar H. re­
H. de Jesús”, por ejemplo, para decir lativista. Existe también, por lo menos
que Jesús fue una persona real y no como término polémico, una noción
un mito. vulgar de este H., según la cual la
3) La importancia histórica que a historia sería un movimiento incesante
veces se atribuye también a hechos pre­ que arrolla todo, incluso la verdad y
sentes o contemporáneos. los valores, apenas transcurrido el ins­
tante de su florecer. La doctrina que
(ingl ’iistoricism; franc.
H is to ric is m o más se acerca a ésta es la defendida
historicisme; alem. Historismus; ital. por J. Simmel, según la cual la vida
storicismo). Con este término, adopta­ es un fluir incesante que resuelve y
do por vez primera por Novalis (Werke concilia toda cosa dentro de s í: "El
["Obras”], III, p. 173) se pueden enten­ bien y el mal que hacemos o que reci­
der tres direcciones diferentes, a saber: bimos, lo bello que nos alienta o lo
1) La doctrina que afirma que la rea­ feo de que huimos, las series comple­
lidad es historia (o sea desarrollo, ra­ tas tanto como las interrumpidas en
cionalidad y necesidad) y que todo nuestra vida, todas estas cosas, aun
conocimiento es conocimiento históri­ cuando de hecho puedan oponerse recí­
co, tal como lo expresaron Hegel (cf. procamente, vuelven a entrar, como ele­
especialmente, Geschichte der Philoso- mentos de vida, como escenas de un
phie, I, Introd.; trad. esp.: Historia de destino, en la conexión de la experien­
la filosofía, México, 1955, F. C. E.) y cia vivida que se continúa sin pausa
Croce (La storia come pensiero e come y sin interrupción, en una vida, cuyo
azione, 1938, p. 51; trad. esp.: La histo­ sentido, justo como vida, sobrepasa to­
ria como hazaña de la libertad, México, das las oposiciones que sus contenidos
1960, F. C. E., p. 53). Esta doctrina no pueden presentar según otros criterios"
es más que la tesis fundamental del (Hauptprobleme der Philosophie (Pro­
idealismo romántico (véase ro m an ticis ­ blemas fundamentales de la filosofía'],
m o ) y supone la coincidencia de finito 1910, IV; trad. ital., p. 201). Pero el
e infinito, del mundo y de Dios y, por mismo Simmel admite algo que es más
lo tanto, considera a la historia co­ que vida (véase), o sea la forma de la
mo la realización misma de Dios. Se vida misma, que emerge de ella y a
puede denominar H. absoluto. ella retorna (Lebensanchammg [Intui­
2) Una variante de la doctrina prece­ ción de la vida], 1918, pp. 22-23).
616
Historiografía

4) La dirección de la filosofía ale­El término fue acuñado por T. Cam-


mana que en los últimos decenios del panella para indicar "el arte de escri­
siglo xix y en los primeros del nuestro, bir correctamente la historia” (Philoso-
ha debatido el problema crítico de la phiae Rationalis partes qiánque, vide-
historia. La elevación de las discipli­ licet Grammatica, Dialéctica, Rhetorica,
nas históricas, en el curso del siglo xxx, Poética, Historiographia, iuxta propria
al rango de ciencias, hizo nacer ante principia, 1638, p. 243). En inglés y en
su confrontación un problema análogo francés tiene esta significación (el ale­
al que Kant se había propuesto en rela­ mán usa Historik), en tanto en español
ción con las ciencias naturales: el y en italiano ha pasado a significar,
problema de la posibilidad de la cien­ siguiendo el ejemplo de Croce, el cono­
cia histórica, o sea el de su validez. cimiento histórico en general o el
Este problema se debatió en Alemania conjunto de las ciencias históricas. Da­
a partir de los escritos de Dilthey y da la ambigüedad reconocida del tér­
especialmente de la Einleitung in die mino historia, es oportuno disponer de
Geisteswissenschaften (1883; trad. esp.: un término adecuado para indicar el
Introducción a las ciencias del espíri­ conocimiento histórico, como distinto
tu, México, 1949, F. C. E.), en la cual de la realidad histórica.
Dilthey había intentado establecer la Las interpretaciones que se han dado
diferencia entre las disciplinas histo- de tal conocimiento son fundamental­
riográficas y las ciencias naturales y mente dos y pueden ser calificadas co­
había visto el instrumento principal de mo A) H. universal; B) H. pluralista.
las disciplinas históricas en una "psico­ La interpretación del conoc i mi e nt o
logía analítica y descriptiva” que tiene histórico como historia universal co­
como instrumento fundamental la ex­ rresponde a la interpretación de la
periencia vivida (vivencia) (véase). realidad histórica como mundo. Su
Windelband y Rickert contribuyeron a interpretación como historia pluralista
su vez a delimitar conceptualmente el corresponde a la interpretación de la
dominio propio de las disciplinas histo- realidad histórica como objeto defini­
riográficas, distinguiendo entre las cien­ ble o comprobable solamente a través
cias nometéticas o generalizantes, que de los instrumentos de investigación de
son las ciencias naturales y las cien­ que dispone.
cias ideográficas o individualizantes, A) La historia w ersal o como me­
que son las históricas (véase c ien c ia s , jor se diría cósmica (alem. Weltge-
clasificación de la s ). Los problemas schichte) es el conocimiento del plan
de la explicación (véase) y de la com­ providencial del mundo histórico (cf.
prensión (véase) de la realidad his­ Hegel, Phil. der Geschichte [Filosofía
tórica se discutieron también en estas de la historia], ed. Lasson, p. 52). Tiene
direcciones no sólo por Dilthey, Windel­ dos características fundamentales:
band y Rickert, sino también por Sim- 1) Es obra del filósofo y no del his­
mel, Trceltsch y Meineclce, pero quien toriador, cuya obra puede servirle sólo
más c o n t r i b u y ó fue Max Weber, de ayuda no indispensable. Fichte, que
quien afrontó sobre todo el problema la denomina “historiá a priori", afirma:
de la explicación histórica y de la cau­ "Comprender con clara inteligencia lo
salidad de la historia. La herencia de universal, lo absoluto, lo eterno y lo in­
esta dirección, que inició la elabora­ mutable en cuanto guía la especie hu­
ción de la metodología histórica, fue mana, es tarea del filósofo. Fijar de
recogida por les modernos metodólo- hecho la esfera siempre cambiante y
gos de la historia (acerca de ellos, mutable de los fenómenos a través de
véase infra historiografía ) (cf. R. Aron, los cuales procede la segura marcha
La philosophie critique de l'histoire, de la especie humana, es tarea del
"Essais sur une théorie allemande de historiador, cuyos descubrimientos son
l’histoire”, 2? ed., 1950; P. Rossi, Lo sto- sólo casualmente recordados por el fi­
ricismo tedesco contemporáneo, 1956). lósofo” (Grundziige des gegenwartigen
Zeitalte.rs, 1806, IX; trad. esp.: Los ca­
H is to r io g r a f ía (Iat. historiographia; ingl. racteres de la edad contemporánea, Ma­
history; franc. h’Stoire; alem. Geschich- drid, 1935). Y Hegel, en polémica contra
tc, a veces Historie; ital. storiografia). los grandes historiadores de su tiem­
617
Historiografía

po, que degrada a "filólogos" (véase primer lugar por el abandono de con­
f i l o l o g ía ), afirmó: "Para conocer l o ceptos tales como "mundo histórico” o
sustancial, es necesario acceder por "historia universal”, por el reconoci­
sí a la razón... La filosofía, en la certe­ miento de la pluralidad de las formas
za de que lo que impera es la razón, se del conocimiento histórico y de su de­
convence que lo acaecido hallará su pendencia del material documentario
lugar en el concepto y no alterará la disponible y de los principios que guían
verdad, como está de moda actualmen­ la selección historiográfica. Desde este
te y con particularidad entre los filó­ punto de vista, el conocimiento histó­
logos que, como se dice con agudeza, rico auténtico versa siempre sobre ob­
introducen en la historia elementos pu­ jetos delimitados o delimitables, nunca
ramente a priori" (Op. cit., p. 8 ). Es sobre la totalidad de la historia y nun­
lo que Croce entendía al identificar ca es juicio acerca de tal totalidad, de
historia e historia de la filosofía ( Teo­ manera que excluye como privados
ría generóle dello spirito, 1920, XIII, 14). de sentido los conceptos de progreso,
2) Es independiente de las limita­decadencia, etc., entendidos en sentido
ciones del material historiográfico y absoluto. Aun cuando la Antigüedad
de los instrumentos de investigación, griega nos haya dejado excelentes ejem­
por lo tanto puede prescindir de cual­ plos de la H. en este sentido (en la
quier historia escrita o que pueda ser obra.de Tucídides y en la de Polibio,
escrita. Fichte consideró la historia por ejemplo), los fundamentos de la que
a priori completamente independiente hoy se denomina metodología historio-
de la historia a posteriori, que es la del gráfica han comenzado a aclararse úni­
historiador (Op. cit.). Hegel afirmó que camente a partir del Renacimiento y
para conocer la realidad sustancial de han encontrado su definición, por par­
la historia es necesario "llevar consi­ te de historiadores y filósofos, sólo en
go la conciencia de la razón: no ojos los últimos años. Tales fundamentos
físicos, no un entendimiento, sino el pueden recapitularse del modo siguien­
ojo del concepto, de la razón” y, por te:
lo tanto, confiarse a un modo de pro­ 1) El conocimiento histórico es pers-
ceder rigurosamente a priori (Phil. der pectivista, aleja de sí el pasado y quiere
Geschichte [Filosofía de la historia], entenderlo en su tiempo y lugar, pero
I , p. 8 ) . Croce f j Ió de una "anam­ no asimilarlo o reducirlo al presente.
nesis" del Espíritu universal que teje El reconocimiento de la alteridad en­
la historia y por el cual las fuentes tre la experiencia histórica y la rea­
de la historia misma sirven sólo como lidad histórica, entre el sujeto histórico
ocasiones de recuerdo (Teoría e storia y el objeto histórico, entre el presen­
delta storiografia, p. 16). El mismo te y el pasado, es una de las condicio­
Heidegger comparte esta concepción de nes fundamentales de la investigación
la historia cósmica. Advierte que "his­ histórica. Constituye la contribución
toria del mundo” significa, en primer que el humanismo ha aportado a la me­
lugar, "el gestarse histórico del mundo todología histórica. En tanto que la
en su unidad esencial, existente, con Edad Media ignoraba la perspectiva
el 'ser ahí’, y en segundo lugar "el ges­ histórica, haciendo de los hechos y de
tarse histórico ‘intramundano’ de lo ‘a los acontecimientos más heterogéneos
la mano’ y lo ante los ‘ojos’ ” ; en ambos y lejanos, hechos y acontecimientos
sentidos la historia cósmica es indepen­ contemporáneos, el humanismo ha in­
diente del conocimiento historiográfico tentado entender el pasado como pasa­
(Sein und Zeit, §75; trad. esp.: El ser do, la antigüedad como antigüedad,
y el tiempo, México, 1962, F. C. E.) y una y otra cosa como una y otra cosa
de tal manera, "la ‘selección’ de lo que (cf. E. Garin, Medioevo e Rinascimen-
haya de resultar objeto posible para la to, 1954, II, 5). La exigencia de "re­
historiografía es ya hecha en la elección vivir" el pasado, de hacerlo “retom ar”
existencia! fáctica de la historicidad sería falsificadora de la historia, si se
del 'ser ahí’ en que radicalmente surge la tomase al pie de la letra (cf. H. I.
y únicamente es la historiografía” (Ibid., Marrou, De la connaissance historique,
§76). 1954, pp. 43 ss.), como sería falsifica­
B ) La H. pluralista caracterizada en dora, si se tomase al pie de la letra, la
618
Historiografía

exigencia presentada por Croce (Teoría en tales hechos, el reflejo de los ins­
e storia della storiografia, pp. 3 ss.; La trumentos que los comprueban (véase
storia come pensiero e come azione, h is t o r ia ). En primer lugar, todo hecho
1938, p. 5; trad. esp.: La historia como histórico está individualizado por dos
hazaña de la libertad, México, 1960, parámetros fundamentales, cronológico
F. C. E.), según la cual toda historia y geográfico. En segundo lugar, el ma­
debe ser entendida como “historia con­ terial documental de la Ft. tiene carác­
temporánea”. Un corolario de la exigen­ ter individualizante. Un documento,
cia de la perspectiva histórica es el una moneda, una inscripción se refieren
alejamiento del pasado, que Nietzsche siempre, cada uno, a un hecho único,
consideraba propio de la historia críti­ y lo mismo un testimonio. En tercer
ca (colocada junto a la historia arqueo­ lugar, tienen carácter individualizante
lógica que “conserva y venera” y la los criterios de selección historiográ­
historia monumental que exalta y alien­ fica, porque tienden a poner en eviden­
ta, Unzeitgemasse Betrachtungen, 1873, cia un hecho entre los demás, a sub­
I I ; trad. esp.: Consideraciones intem­ rayar el significado o la importancia y,
pestivas, Madrid, 1932), alejamiento que por lo tanto, el carácter de algún modo
Nietzsche entendió como el abandono "singular” o “único”. La unicidad del
del pasado y el encaminamiento del hecho histórico ha sido criticada a ve­
presente por nuevas rutas y que, por ces como un supuesto carácter metafí-
cierto, constituye una de las enseñan­ sico de la realidad histórica (cf. los
zas de la H. Pero hay también un ale­ textos citados en la voz h is t o r ia , 4, a),
jamiento del presente inherente a la pero no puede suscitar objeciones si se
actitud historiográfica sobre el cual in­ la entiende como el resultado del ca­
sistiera sobre todo la Ilustración y que rácter individual de los instrumentos
fuera expresado por P. Bayle con fa­ historiográficos. Se puede decir que el
mosas palabras: “El historiador —de­ grado de individualidad del hecho his­
cía— debe olvidar que es oriundo de un tórico resulta del grado del éxito que
determinado país, que ha sido criado la investigación historiográfica obten­
en una determinada comunidad, que ga. Un hecho parece irrepetible cuando
debe su éxito a esto o aquello y que es­ la investigación historiográfica ha logra­
tos o aquellos son sus parientes o sus do reconstruirlo en su individualidad
amigos. Un historiador en cuanto tal cumplida; pero est; individualidad es
carece, como Melquisedec, de padre, un ideal historiográfico más bien que un
madre o genealogía” (Dictionnaire, art. hecho.
"Usson”, rem. F.). El ideal propuesto 3) El conocimiento histórico es se­
por Bayle es difícil de realizar (por lectivo. Éste es uno de los puntos uni­
no decir imposible) ya que, como reco­ versalmente admitidos en la metodo­
nocen actualmente los historiadores logía historiográfica (R. Aron, Intro-
(cf., por ejemplo, Marrou, op. cit., ca­ duction a la philosophie de l’histoire,
pítulo II), la intervención activa de los 1948; 1952, pp. 131 ss.; P. Gardiner, The
intereses y de las orientaciones del his­ Nature of Historical Explanation, 1952,
toriador, condiciona siempre y en cual­ pp. 104ss.; M. Bloch, Apologie pour
quier medida, los resultados de su l'histoire, 1952, p. 2; cf. trad. esp.: In­
investigación y hasta el descubrimiento troducción a la historia, México, 1952,
de los hechos. No obstante, toda la téc­ F. C. E.; H. I. Marrou, De la connais-
nica de la indagación historiográfica sanee historique, 1954, pp. 209ss.; W.
tiende, no ya a desencarnar o deshu­ Dray, Laws and Explanation in History,
manizar al historiador, como lo quería 1957, pp. 98ss.; J. H. Randall, Nature
Bayle, sino a limitar y disciplinar la and Historical Experience, 1958, pp. 25,
intervención de sus intereses en la in­ 45, etc.). El carácter selectivo de la H.
vestigación. es reconocido también por K. Popper
2) El conocimiento histórico es in­ (The Poverty of Historicism, 1944, §31)
dividualizante, porque los instrumentos y por el marxista L. Goldmann (Scien­
de que se vale son individualizantes. La ces humaines et philosophie, 1952, p. 4).
individualidad o la unicidad (irrepeti- J. H. Randall ha ilustrado de la manera
bilidad) que con frecuencia se reconoce siguiente la función de la elección en
a los hechos históricos es, en realidad, la H .: "El historiador debe realizar una
6 1 9
elección. Debe elegir, entre la infinita de que estos intentos de limitación de
variedad de las relaciones que los he­ la elección historiográfica, y especial­
chos pasados revelan, aquello que es mente la marxista, han llamado polé­
importante o fundamental para su his­ micamente la atención acerca de hechos
toria particular. Si la selección no que podían ser o eran dejados de lado
debe ser sólo aquello que al historiador y, por decirlo así, han dirigido la vista
le parece importante, si no debe ser del historiador hacia una dirección in­
subjetiva y arbitraria, debe tener, sin sólita. Pero en última instancia y si se
embargo, un focus objetivo en algo que toman como principios absolutos para
deba ser hecho, en alguna cosa que con­ la limitación de las elecciones, nie­
sidere como obligatoria o impuesta a gan la pluralidad de las elecciones, im­
los hombres, en alguna Aufgabe o fa- piden su rectificación y en definitiva
ciendum, en algún trabajo que debe logran falsear la historia, ocultando es­
realizarse” (Op. cit., p. 60). La posibi­ feras de hechos que no son los que ellos
lidad de la selección no se funda en prefieren.
la posibilidad de que el pasado cambie. 4) El conocimiento histórico no se
“No se trata de que el pasado en sí dirige a la explicación causal sino a
pueda cambiar, sino que puede cambiar la explicación condicional. Aunque no
I la selección que el presente realiza del falta quien insista todavía acerca del
pasado. Lo que es significante o im­ carácter causal de la explicación his­
portante en el pasado de toda cosa cam­ tórica (cf., por ejemplo, Hempel, en
bia a medida que la cosa misma cambia Readings in Philosophical Analysis, ed.
y se desarrolla” (Op. cit., p. 36). La Feigl y Sellars, 1949, pp. 459 ss.; Gar-
elección historiográfica interesa así, en diner, op. cit., pp. 65 ss.), la opinión de
primer lugar, a los hechos, pero intere­ que las nociones de causa y de ley tie­
sa también y al mismo tiempo a las nen escasa posibilidad de aplicación en
hipótesis que se incorporan en la mis­ el dominio historiográfico (como, por
ma verificación de los hechos. La elec­ otro lado, también en el dominio de la
ción de una hipótesis no le es necesaria­ física) tiende a prevalecer entre los
mente sugerida al historiador por sus metodólogos de la historia. El escrito
propias simpatías o por sus orientacio­ citado de W. Dray es, en este sentido,
nes; algunas veces, como sucede en el particularmente importante (véase acer­
caso de Tucídide la hipótesis que pro­ ca de este punto el artículo explica ­
yecta y que encuentra verificada por c ió n ). La preferencia concedida a la
los hechos es contraria a todos sus de­ explicación condicional quita toda su
seos. El pluralismo de las elecciones, importancia al contraste entre explica­
o sea la posibilidad de efectuar dife­ ción y comprensión que pareció expre­
rentes elecciones historiográficas y de sar, durante algún tiempo, el contraste
cambiar y corregir las ya efectuadas, entre las ciencias de la naturaleza y
es una de las condiciones del conoci­ las ciencias del espíritu. En efecto,
miento histórico. Algunas veces los fi­ tanto la explicación como la compren­
lósofos han intentado limitar, en prin­ sión consisten en la determinación de
cipio, la pluralidad de las elecciones, o la posibilidad del objeto. Véase com ­
sea establecer un principio que en cada p r e n s ió n .
caso oriente, unilateralmente, la selec­ 5) El conocimiento histórico se diri­
ción historiográfica. Así lo hizo Hegel ge a la determinación de posibilidades
afirmando que la historia es "historia retrospectivas. Ésta es una consecuen­
del espíritu”, obligando, de tal mane­ cia de la renuncia de la H. al esquema
ra, a la elección del historiógrafo a causal (que supone la necesidad del ob­
detenerse en las ideas y a declarar his­ jeto histórico) y de su recurso al esque­
I tóricamente inexistente todo el resto. ma condicional. Este esquema consiste
Así lo ha hecho también el materia­ en la determinación de posibilidades
l lismo histórico (véase) al ifirmar que
la historia es, en primer lugar, histo­
o, si se quiere, de probabilidades re
trospectivas. Ya Max Weber reconoció
ria de las "relaciones de producción esta característica como propia del co­
de trabajo” y que todo el testo es "su­ nocimiento histórico: "La consideración
perestructura”, o sea que no determina del significado causal de un hecho his­
sino que resulta. No hay duda alguna tórico —decía— comenzará ante todo
020

i
H o lism o
H o m b re
con el siguiente problema: si excluimos 2) K. Popper denominó H. a la ten­
el curso de los acontecimientos del com­ dencia de los historicistas a sostener
plejo de los factores considerados como que el organismo social, como el bio­
condicionantes, o bien lo mantenemos lógico, es algo más que la simple suma
en un sentido determinado, ¿habría total de sus miembros, y es también
podido, a base de reglas generales de algo más que la simple suma total de
la experiencia, tomar una dirección las relaciones existentes entre los miem­
de algún modo diferente en los puntos bros (The Poverty of Historicism, 1944,
decisivos para nuestro interés?” (Kriti- § 7 ).
sche Studien auf dem Gebiet der kul-
turwissenschaftlichen Logik ["Estudios H o lo m e ria n o s (ingl. holomerians; alem.
críticos en el campo de la lógica de las Holomerianer). Nombre dado por Hen-
ciencias de la cultura”], 1906; trad. ri Moore a los que creen que el alma
ital-, en II método delle scienze storico- reside en la totalidad del cuerpo más
sociali, p. 223). Seguramente todo his­ bien que en una parte del mismo
toriador reconocería como insensata la (Enchiridion Metaphysicum, I, 27, 1).
tentativa, realizada por Renouvier en
Ucronia, de imaginar "el desarrollo de (gr. avGycu.io;; lat. homo; ingl.
H o m b re
la civilización europea tal como hubie­ man; franc. homme; alem. Mensch;
ra podido ser y no ha sido”. Pero, como ital. nomo). Las definiciones del H.
dice R. Aron: "Todo historiador, para pueden reagruparse bajo los títulos
explicar lo que ha sido, se pregunta lo siguientes: 1) definiciones que se sir­
que podría haber sido. La teoría se ven de la confrontación entre el H. y
limita a dar forma lógica a esta prác­ Dios; 2) definiciones que expresan una
tica espontánea del hombre común" característica o una capacidad propia
(Op. cit., p. 164; cf. Marrou, op. cit., del H.; 3) definiciones que expresan,
p. 181). Aun cuando los historiadores y como propio o inherente del H., su
los metodólogos de la historia sigan ha­ capacidad para autoproyectarse.
blando de "causa”, el sentido que dan 1) Las definiciones del primer grupo
a esta palabra no tiene nada que ver son de naturaleza religiosa o teológica,
con su significado tradicional. Por lo pero también pueden encontrarse en
tanto, sería oportuno que un cambio doctrinas que nada t^nen que ver con
terminológico siguiera al ya ocurrido lo religioso o lo teo,^gico. Toda defi­
cambio conceptual (cf. una bibliogra­ nición de esta naturaleza se formula
fía selecta acerca de la metodología a partir del dicho del Génesis "Díjose
historiográfica en Theory and Practice entonces Dios: hagamos al H. a nuestra
in Historical Study; a Report of the imagen y a nuestra semejanza” (Géne­
Committee on Historiography, 1942, y sis I, 26). Estas palabras han servido
cf. acerca de los autores considerados a menudo como punto de partida para
en este artículo: P. Rossi, Storia e sto- las especulaciones acerca del alma y
ricismo nella filosofía contemporánea, especialmente acerca de la separación
1960). del alma (véase alm a ). En realidad, es
una definición explícita del H. y como
H o lis m o (ingl. holism; franc. totalisme; tal fue considerada por los teólogos
alem. Holismus; ital. olismo). 1) Una de la Reforma. Por lo demás, ya Aris­
variante de la doctrina de la evolución tóteles, al hablar de la vida contem­
emergente (véase) que consiste en la plativa, se había referido a un "ele­
inversión de la hipótesis mecanicista mento divino” del H., que resulta exce­
y en considerar que los fenómenos bio­ lente en el compuesto que constituye
lógicos no dependen de los físico-quí­ el H., v que lo hace virtuoso y beato
micos, sino estos últimos de los pri­ (Ét. Nic., X, 6 , 1177b 26). Pero en la
meros. Esta hipótesis no es más que tradición filosófica este tipo de defini­
una forma apenas enmascarada de vita­ ción del H. ha sido siempre de inspi­
lismo. Cf. J. C. Smuts, Holism and ración bíblica. Sobre el H. como ima­
Evolution, 1927; J. S. Haldane, The gen de Dios insistieron Calvino (Insti-
Philosophical Basis of Biology, 1931; tutio, I, 15, 8 ) y Zwinglio (Deutsche
Driesch, Zur Kritik des Holismus ["Pa­ Schriften ["Escritos alemanes”], I, 56)
ra la crítica del holismo”], 1936. y el mismo concepto, a través de las
621
Hombre

ricas amplificaciones de Jacob Boehme tencia de Dios no influyen en estas


(cf., por ejemplo, Aurora oder die Mor- definiciones del H., ancladas en la rela­
genrothe im Aufgang ["Aurora, o el ción entre el H. y Dios. Así, Nietz-
orto del sol"], VI, 1), pasó a la filo­ sche, luego de haber hecho proclamar
sofía romántica alemana. Spinoza decía a Zaratustra: “¡Dios ha muerto!”, le
que "la esencia del H. está constituida hace anunciar el Super H. como lo que
por ciertas modificaciones de los atri­ está más allá del H. mismo. "La gran­
butos de Dios” (Eth., II, 10, Corol.). deza del H. está en esto, en que es un
En las lecciones acerca del Destino puente y no un fin, lo que puede ha­
del hombre y el destino del sabio, en cerlo amar es que es un tránsito y un
1794, Fichte agregó como tarea del H. ocaso” (Atso sprach Zarathustra, Pról.,
la de adaptarse a la unidad y a la in­ § 4; trad. esp.: Así hablaba Zaratustra,
mutabilidad del Yo absoluto, según la Madrid, 1932). En sentido análogo al
máxima "obra de modo que puedas con­ de Feuerbach y Nietzsche, pero con un
siderar la máxima de tu voluntad como concepto más acabado del fracaso al
ley eterna para ti" ( Über die Bestim- que el hombre está destinado, Sartre
tnung des Gelehrten, 1794, I ); pero el ha dicho: “Si el hombre posee una com­
Yo absoluto es el principio o la sus­ prensión preontológica del ser de Dios,
tancia del H. y su unidad e inmuta­ no son ni los grandes espectáculos de
bilidad no es más que la unidad y la la naturaleza ni el poder de la socie­
inmutabilidad de Dios y, de tal mane­ dad lo que se lo ha conferido, sino
ra, el mejor modo de expresar la doc­ que Dios, valor y finalidad suprema de
trina de Fichte al respecto es decir que la trascendencia, representa el límite
el H., en su principio ideal, es Dios permanente a partir del cual el H. se
y debe esforzarse para resultar tal. hace anunciar lo que él es. Ser H.
De manera análoga, para Hegel el H. es tender a Dios o, si se prefiere, el
es esencialmente Espíritu y el Espí­ H. es fundamentalmente deseo de ser
ritu es Dios. "El H. —dice Hegel— aun Dios” (L'étre et le néant, pp. 653-54).
cuando pueda ser considerado como fi­ 2) Las definiciones que expresan una
nito por sí mismo, es también imagen característica o una capacidad que se
de Dios y fuente de la infinitud en sí considera propia del H. son numerosas
mismo, ya que es ' aalidad por sí mismo y de ellas la primera y más famosa es
y tiene el valor infinito y el destino aquella según la cual el H. es "ani­
hacia la eternidad en sí mismo” (Phi- mal racional". Esta definición expresa
losophie der Geschichte [Filosofía de bien el punto de vista de la Ilustra­
la historia], ed. Glockner, p. 427). El ción griega y el espíritu de la filosofía
cristianismo es definido por Hegel jus­ platónica y aristotélica. Pero no se en­
to como la posición de la "unidad del cuentra explícitamente en Platón, quien
H. y de Dios” (Ibid., p. 416). En estas sólo dijo que el H. es animal "capaz
definiciones del H., la relación del H. de ciencia” (Def., 415 a), determinación
con Dios es tomada en modo positivo. que Aristóteles repite, considerándola
Pero la misma relación puede ser como lo propio del H. (Tóp., V, 4, 133 a
considerada de modo negativo o a la 20). Pero, en la Política, Aristóteles
inversa y seguir siendo sustancialmen­ afirma que "el H. es el único animal
te lo mismo. Así, por ejemplo, Feuer- que posee razón”, y que la razón sirve
bach consideró que el H. se revela para indicarle lo útil y lo dañoso y, por
y se define a sí mismo en su concepto lo tanto, también lo justo y lo injusto
de Dios. “El ser absoluto, el Dios del (Pol., I, 2, 1253 a 9; cf. VII, 13, 1332 b,
H., es el ser mismo del H.”, dice (Wesen 5). Aceptada por los estoicos (Sexto
der Christentum ["La esencia del cris­ Empírico, Hip. Pirr., II, 26; Estobeo,
tianismo”], §1). Lo que el H. piensa Ecl., II, 132), esta definición se con­
de D. es la definición del H.: “¿Pien­ virtió en clásica y en ella se inspiran
sas en el infinito? Y bien, tú piensas por lo común los escritores medievales
y afirmas la infinitud del peder del (cf., por ejemplo, Santo Tomás, S. Th.,
pensamiento. ¿Sientes tú al infinito? II, 1, q. 71, a. 2; II, 2, q. 34, a. 5). Ésta
Tú sientes y afirmas la infinitud de la es la única definición que ha entrado
potencia del sentimiento” (Ibid.). Las en la cultura común y también los
tesis de la existencia o de la inexis­ filósofos vuelven a ella para cambiarla
622
Hombre

conforme al sentido específico que dan 1945, F. C. E., p. 60). Esta caracterís­
a la palabra razón. Así, por ejemplo, la tica se hallaba presente, en verdad, en
definición de Rosmini, "el H. es un su­ el mismo término griego, que significa
jeto animal dotado de la intuición del razón: logos, en efecto, es el discurso
ser ideal indeterminado” (Antropología, racional o la razón que se hace discur­
§23), expresa lo mismo que la defini­ so. En la filosofía contemporánea la
ción tradicional, por cuanto, según Ros­ definición sirve para expresar el poder
mini, la "percepción del ser ideal in­ condicionante del lenguaje, esto es, del
determinado” es la razón (Nuovo Sag- comportamiento simbólico en todas las
gio, §396). La definición de De Bonald, actividades del H. Este poder difícil­
famosa durante un tiempo: "el H. es mente podría ser exagerado y la defi­
una inteligencia servida por órganos” nición en examen es, a justo título, una
((Euvres, 1864, I, p. 41; III, p. 149) no de las más difundidas y aceptadas en la
es otra cosa que una paráfrasis de la filosofía contemporánea. No obstante,
definición tradicional en cuanto en ella no puede ser entendida en el sentido de
el "servicio de los órganos" equivale prescindir de la característica de la
a la "animalidad”. Y la aún más fa­ autoproyección que el tercer grupo de
mosa definición de Pascal: "El H. no definiciones reconoce al H.
es más que un junco, el más débil de la Una segunda y más específica deter­
naturaleza, pero es un junco pensante” minación, considerada a menudo como
(Pensées, 347) puede ser considerada definición del H., es la naturaleza po­
también como una variante de la defi­ lítica, o sea sociable, del H. mismo. Ya
nición tradicional, variante en la cual mencionada por Platón (Def., 415 a),
la connotación de la fragilidad natural esta determinación está estrechamente
del H. ha tomado el lugar de la "ani­ ligada, en Aristóteles, a la naturaleza
malidad”. Por otro lado, Descartes dejó racional del H. "El que no puede en­
a un lado la animalidad y redujo el H. a trar a formar parte de una comunidad
pensamiento, como conciencia inmedia­ o el que no tiene necesidad de nada,
ta: "Yo no soy, precisamente hablando, bastándose a sí mismo, y no es parte
más que una cosa que piensa, o sea un de una ciudad: o es una bestia o es un
espíritu, un entendimiento o una ra­ dios” (Pot., I, 2, 1253 a 27). Es evidente
zón” (Med., II). Pero la animalidad, que, para Aristóteles, racionalidad y
en la definición tradicional, sirvió, por politicidad del H. esidn estrechamente
un lado, para explicar la obvia limita­ relacionadas y así permanecen para to­
ción de la actividad pensante del H. y, dos los que, más tarde, se basarían en
por otro lado, para reconocer en el H. esta definición. Hobbes, que comba­
un ser terrestre o mundano, que tiene tió esta definición, la entendió como
necesidad de órganos. Husserl, en el si significara: "El H. es apto, desde el
sentido cartesiano, ha dicho: "Si el H. nacimiento, para vivir socialmente", y
es un ser racional (animal rationale), afirmó que en este sentido es falsa, por­
lo es solamente en la medida en que que el hombre resulta apto para aso­
toda su humanidad es una humanidad ciarse solamente gracias a la educa­
racional, en la medida en que se en­ ción (De Cive, I, 2, y nota). Pero el
cuentra orientado, en forma latente, significado más cbvio de la definición
hacia la razón o bien, abiertamente, ha­ en examen es que el H. no puede menos
cia la entelequia que le es revelada que vivir en sociedad y, en este senti­
y que guía ya conscientemente, por una do, ni siquiera Hobbes duda de la exac­
necesidad esencial, hacia el devenir hu­ titud fundamental de tal significado.
mano” (Di Krisis der europaischen Wis- Sin embargo, esta definición no fue pro­
senschaften und die transzendentale puesta para determinar la naturaleza
Phanomenologie ["La crisis de la cien­ del H. en su totalidad.
cia europea y la fenomenología tras­ Con la pretensión de expresar la to­
cendental”], 1954, pp. 13-14). La última talidad del H. se presenta, en cambio,
y más novedosa versión de la vieja la definición de Bergson: "Si pudié­
definición es la del H. como animal ramos despojamos de nuestro orgullo,
simbólico, o sea como animal que habla si para definir nuestra especie nos atu­
(Cassirer, Essay on Man, cap. II; trad. viéramos estrictamente a lo que la pre­
esp.: Antropología filosófica, México, historia y la historia nos presentan co­
623
Hombre

mo característica constante del H. y todas las criaturas se contienen en él.


de la inteligencia, no diríamos quizá Entiende como el ángel, razona como
Homo sapiens, sino Homo faber. En el H., siente como el animal irracio­
definitiva, la inteligencia, considerada nal, vive como el germen, consiste de
en lo que parece ser su tarea original, alma y cuerpo y no carece de cosa
es la facultad para fabricar objetos ar­ alguna creada” (De divis. nat. III, 37).
tificiales, en particular utensilios para Estos pensamientos fueron repetidos en
hacer utensilios, y para variar indefini­ el Renacimiento por Nicolás de Cusa
damente su fabricación” (Évol. Créatr., (De visione dei, 6; Excitationes, V; De
8 “ ed., 1911, p. 151). Pero en realidad, el ludo globi, II) y por Marsilio Ficino
mismo Bergson admite, en tomo a la in­ (Theol. Plat., III, 2), que ambos trans­
teligencia, una “aureola de instinto” y firieran al alma del H.; Ficino llama
considera posible el retomo de la inte­ al alma cópula del mundo. Pero ante
ligencia al instinto mediante la intui­ todo se expresan de modo clásico en
ción, lo que querría decir que el H. no la oración De hominis dignitate de Pico
es sólo homo faber. della Mirándola: "No te he dado ¡oh,
3) El tercer grupo de definiciones Adán! —hace decir Pico a Dios— ni
comprende las que interpretan al H. un puesto determinado ni un aspecto
como posibilidad de autoproyección. propio, ni prerrogativa alguna, porque
Casi todas las definiciones del segundo tal puesto, tal aspecto, las prerrogati­
grupo, aun haciendo referencia a una vas que tú deseas, todo conforme a
determinación única del H., conside­ tu voto y tu consejo, los obtengas y con­
rada como propia o fundamental, la serves. La naturaleza limitada de los
consideran, explícita o implícitamente, demás está contenida dentro de las le­
como una posibilidad, esto es, una ca­ yes por mí prescritas. Tú las deter­
pacidad o disposición. Leibniz, al de­ minarás, sin estar constreñido por ba­
fender la definición del H. como animal rrera alguna, según tu arbitrio, a cuya
racional, observó que el hecho de que potestad te entregas. Te puse en medio
a los idiotas les falte la razón no es del mundo, para que tú escogieras todo
una objeción en contra de tal defini­ lo que de mejor se encuentra en el
ción ; basta que ellos, así sea con su mundo. No te he hecho ni celestial ni
sola figura física, muestren un indicio terreno, ni mortal ni inmortal, para
(Nouv. Ess III, o, 22). Pero en rea­ que, por ti mismo casi libre y artífice
lidad ya en Aristóteles es bastante cla­ soberano, te plasmaras y te esculpieras
ro que la razón es una posibilidad o en la forma que eligieras. Podrás de­
capacidad de juicio, no una determina­ generar en las cosas inferiores, podrás,
ción necesaria, y que sólo a este título conforme con tu querer, regenerarte
constituye la definición del H. Quizá, en las cosas superiores que son divinas”
el carácter indeterminado del H. que­ (De hom., dign., f. 131 r.). En verdad,
dara ensombrecido en el dicho de Demó- la ilimitada capacidad de autoproyec­
crito: "el H. es aquello que todos sabe­ ción del H. nunca ha sido exaltada con
mos” (Fr., 165. Diels). Pero esto se tanta elocuencia y con tanto confia­
expresó con toda claridad en las es­ do optimismo como en esta página de
peculaciones de los neoplatónicos de Pico. Aun más, el concepto iluminista
la Antigüedad y del Renacimiento acer­ del H. como razón proyectante aun­
ca de la "naturaleza media” o "central” que limitada e impedida, pero eficaz,
del H. Ya Plotino afirmó a este res­ puede considerarse como brote del con­
pecto: “El puesto del H. está en el cepto renacentista del H. Dice Kant:
medio entre los dioses y las bestias "La razón en una criatura es el po­
y él se inclina unas veces hacia unos y der de extender, más allá de los ins­
otras hacia las otras; determinados H. tintos naturales, las reglas y los fi­
se parecen a los dioses, otros a las bes­ nes del uso de todas sus actividades y
tias y la mayoría se encuentra en un no conoce límites a sus decisiones.
termino medio” (Enn., III, 2, 8 ). Este Pero la razón no obra exclusivamente,
pensamiento fue ilustrado en el siglo IX sino que procede por tentativas, me­
por Scoto Erígena: "No sin mérito diante el ejercicio y aprendiendo, para
—decía— el H. ha sido llamado la fá­ elevarse poco a poco y pasar de un
brica de todas tas criaturas y, en efecto, grado de conocimiento a otro” (Idee
624
Homeomerías

zu einer a tlg e m e in e n Geschichte in proyecto f u n d a m e n t a l del mundo


wetíbürgerlicher Absicht ["Ideas para (L’étre et te néant, p. 540). En el mis­
una historia universal en sentido cos­ mo sentido, John Dewey habló de la
mopolita"], 1784, tesis II). Por lo tan­ mutabilidad de la naturaleza humana
to, Kant considera que sólo a través y de sus mismos denominados instin­
de la historia de la especie humana tos o impulses fundamentales (Human
sobre la tierra puede realizar el hom­ Nature and Conduet, pp. 95 ss., 106 ss.).
bre su naturaleza, que es la libertad Heidegger ha insistido asimismo acer­
de autoproyectarse con su razón y es­ ca de la limitación de la proyectabili-
pecialmente la de proyectar para sí una dad en cuanto todo proyecto recaería
sociedad civil fundada por completo en y se esfumaría sobre lo que ya ha sido y
el derecho. E s t a s ideas expresaban en esto consistiría la efectividad (o
bien el punto de vista de la Ilustración, facticidad) del H. (véase p r o y e c t o ).
al que Kant mismo las refería. Toda­ Sartre ha insistido acerca de la liber­
vía con mayor claridad, Kant descri­ tad absoluta de la provectabilidad y ha
bió así el carácter de la especie huma­ considerado como puramente arbitraria
na: " Par a poder atribuir al H. su o gratuita la elección de un proyecto
puesto en el sistema de la naturaleza cualquiera (L’étre et le néant, p. 721).
viviente y de esta manera caracteri­ Por otro lado, Dewey adoptó el concepto
zarlo, no queda sino decir que tiene el iluminista de la racionalidad (que al
carácter que él mismo se hace en mismo tiempo es condicionamiento y li­
cuanto sabe perfeccionarse según los bertad) de los proyectos humanos, y so­
fines que de él mismo resultan; de bre los mismos caracteres de la autopro-
donde, como a ni ma l con capacidad yectación ha insistido el existencialismo
para razonar (animal rationabile), pue­ positivo (cf. Abbagnano, Possibilitá e li­
de hacerse por sí a n i m a l racional berta, 1956, I, 7; II, 3, etc.). Por lo
(animal raíionale)" (Antr., II, e). demás, esta concepción parece hoy ser
En la fi l osofí a contemporánea, el aceptada por los mismos biólogos. Así,
existencialismo y el instrumentalismo por ejemplo, dice G. G. Simpson: "El
norteamericano son los herederos de H. puede elegir entre desarrollar sus
este concepto del hombre. Por un lado, capacidades como anima! superior e
subrayan que el H., es lo que él mismo intentar levantarse todavía más, o de
puede o quiere hacerse, que, por lo tan­ otra manera. La el ción es su respon­
to, es constantemente problema en sí sabilidad, y solamente suya. No hay
mismo y solución de este problema; un automatismo que lo lleve a lo alto
que continuamente proyecta su modo sin elección o esfuerzo y no existe
de ser o de vivir y que este proyecto una tendencia unilateral en la justa
constituye, en cierto grado y medida, dirección. La evolución no tiene fina­
su modo de ser y de vivir efectivos. lidad alguna; el H. debe darse finali­
Por otro lado, ambas corrientes reco­ dad a sí mismo” (The Meaning of
nocen las limitaciones de esta proyec- Evolution, 6‘ ed., 1952, p. 310).
tabilidad, limitaciones que obran en
especial en el hecho de que todo pro­ H o m e o m e ría s(gr. ónoiO|.i£Q£ cu ; ingl.
yecto encuentra ya, en alguna medida, h o m e o m erie s; franc. homéoméries;
como datos (o sea como relativamente alem. Homoiomerien; ital. omeomerie).
inmodificables) los elementos de que Con esta expresión, que significa "par­
se vale: que todo lo que puede proyec­ tes similares”, se refirió Aristóteles a
tar en el futuro ya ha sido en el pasado las semillas de Anaxágoras, o sea las
de algún modo o forma y que, por lo partes (que no son elementos porque
tanto, el pasado condiciona dentro de a su vez resultan divisibles) que según
ciertos límites (considerados como más este filósofo componen un cuerpo y
o menos amplios) el futuro del hombre. que son, de preferencia, similares al
Éste es el sentido en el que Heidegger cuerpo mismo. Así, aun cuando en
ha dicho que la proyección-yecta es la todo cuerpo existan partículas o semi­
estructura existenciaria del 'ser en el llas de todos los cuerpos, en todo cuer­
mundo’ (Sein und Zeit, § 31; trad. esp.: po prevalece una determinada especie
El ser y el tiempo, México, 1962, F.C.E.) de partículas, que es la que da nom­
y en el que Sartre ha hablado de un bre al cuerpo mismo (Arist., De Cáelo,
<*25
r

H o m in is m o
H o m o lo g ía
III, 3, 302 b 3; Met., I, 3, 984 a 14; cf. nas. Denominó "ley de H.” al enuncia­
Dióg. L., II, 8 ; Lucrecio, De rer. nat., do que expresa que "Dos conceptos,
I, 830; Sexto Empír., Adv. Math., X, 25). aun cuando sean diferentes entre sí,
pueden estar siempre subordinados a
(alem. Hominismus). Tér­
H o m in is m o un concepto más alto o que, en otros
mino creado por Windelband para in­ términos, las cosas más dispares de­
dicar el relativismo, esto es, la doctri­ ben, en ciertos respectos, ser simila­
na que enuncia que el hombre es la res”. Junto a esta ley, Hamilton enun­
medida de todas las cosas. Véase rela ­ ció asimismo "la ley de heterogenei­
t iv is m o . dad”, s e g ú n la cual "todo concepto
contiene otros conceptos y, por lo tan­
Definición dada por Berg-
H o m o fa b e r. to, aun dividido, se desciende siempre
son del hombre, en cuanto vio en la hacia otros conceptos y nunca a los
inteligencia, que es la característica individuos o que, en otros términos,
fundamental del hombre, la facultad las cosas más homogéneas o similares
de fabricar instrumentos no organiza­ deben, en ciertos respectos ser hetero­
dos (La pensée et le mouvant, 1934, p. géneas o disímiles”. Estas dos leyes
105). Véase i n t e l i g e n c i a . gobiernan, según Hamilton, toda la cla­
sificación de las cosas en géneros y
H om o hom o. Es la definición que del especies (Hamilton, Lectures on Logic,
sabio dio el humanista francés Ch. § 40; vol. I, 2? ed., 1865, pp. 209-10).
Boville (1470 o 1475-1553, aproximada­
mente) en su libro Sobre el sabio. El ( gr. 6 u o i o i’ a i a,
H o m o m s ía -h o m o u s ía
sabio es la perfección del hombre por­ ógovaía). Se dice que toda la disputa
que es el hombre que se ha formado teológica que dio lugar al Concilio de
con su inteligencia y ha adquirido con­ Nicea (325) versó en torno a una iota,
ciencia de sí mismo y del mundo (De o sea a la diferencia entre la homo-
Sapiente, 22). iusía, la doctrina de Arrio que admitía
sólo una semejanza entre la sustancia
(ingl. h o m o g e n e i t y ;
H o m o g e n e id a d de Dios-Padre y la del Logos y la ho-
franc. Iwmogénéité; alem. Homogenei- mousia, o sea la doctrina de San Ata-
tat; ital. omogeneitá). La relación en­ nasio que admitía la consustancialidad
tre cosas que pert ecen al mismo gé­ de Dios-Padre y el Logos. La decisión
nero (por ejemplo, blanco y negro), del Concilio a favor de la homousía
que tienen la misma composición (por estableció el principal fundamento dog­
ejemplo, las partes de un objeto com­ mático de la teología cristiana.
puesto por el mismo material), que
tienen entre sí partes similares, o sea H o m o lo g ía (gr. óutú.oyía; ingl. homolo-
que se corresponden en sus términos gy; franc. homotogie; alem. Homolo-
(por ejemplo, dos relojes construidos gie; ital. omotogia). 1) Para los estoi­
del mismo modo). Spencer usó el tér­ cos, el término técnico que indicaba
mino en el sentido de indiferenciación el acuerdo con la naturaleza como re­
y definió la evolución como el paso de gla fundamental de la conducta (Es-
lo homogéneo a lo heterogéneo, o sea tobeo, EcL, II, 76, 3), término que Ci­
de lo indiferenciado a lo diferenciado cerón tradujo como convenientia (De
en p a r t e s entre sí diferentes (First Fin., III, 6 , 21).
Principies, § 145). 2) La H. es actualmente un concepto
Kant denominó "principio de la H.” científico definido en forma diferente
a la regla de la razón que intenta bus­ en las diferentes disciplinas. En geo­
car unificaciones conceptuales cada vez metría se denominan homólogos los
más e x t e n s a s , o sea géneros cada elementos que se corresponden en dos
vez más altos, regla que resultaría de figuras similares. En biología se de­
oposición simétrica a la regla de la nominan homólogos los órganos que se
especificación (véase) y con ésta con­ corresponden en relación con la tota­
cluiría en la ley de la afinidad (véase) lidad del organismo, aun no teniendo
(Crit. R. Pura, Apéndice de la dialécti­ la misma función (como sucede, en
ca trascendental). Hamilton repitió cambio, en los organismos análogos).
sustancialmente estas nociones kantia­ Véase a n a l o g ía .
r>26
F
H o m o n im ia
H o riz o n te
H o m o n im ia (ingl. h o m o n y m y ; franc.H o riz o n te (gr. jtepiéxov; lat. h o r i z o n ;
homonymie; alem. Homonymie; ital. franc. horizon; alem. Horizont; ital.
omonimia). En Aristóteles, se designa orizzonte). El limite que circunscribe
así la ambigüedad de un término, o sea la posibilidad de una búsqueda, de un
el hecho de que el t é r m i n o mismo pensamiento o de una actividad cual­
sea usado para denotar cosas diferen­ quiera, un límite que se puede despla­
tes. La H. de la frase se denomina an- zar, pero que se vuelve a presentar
fibolia (véase). Véase e q u ív o c o ; u n í ­luego de cada desplazamiento. El tér­
voco . mino fue introducido en filosofía por
Anaximandro (siglo vi a. c.) que con­
H o m o te ís m o (ingl. homotheism; alem. sideró al Principio (lo infinito o apei-
homotheismus; i t a l . omoteismo). Lo ron) como lo que "abraza todas las
mismo que antropomorfismo (véase). cosas y las dirige” (Arist., Fís., III, 4,
Término creado por Emst Haeckel. 203 b 11).
En el sentido moderno, el concepto
H o n o r (ingl. honor; franc. h o n n e u r ; fue aclarado por Kant, que entendió
alem. Ehre; ital. onore). Toda mani­ por horizonte el límite o la medida de
festación de consideración y estima tri­ extensión del conocimiento, y distin­
butada a un hombre por otros hombres, guió un horizonte lógico, que concierne
como también la autoridad, el prestigio a los poderes cognoscitivos en relación
o el cargo mediante los cuales se le re­ con el interés del entendimiento; un
conoce. Los antiguos consideraban el H. horizonte e s t é t i c o , que concierne al
como uno de los bienes fundamentales gusto en relación con el interés del
de la vida social, y Aristóteles recono­ sentimiento, y un horizonte práctico,
ció que existe una virtud en relación al que concierne a lo útil, en relación con
H., como hay una virtud (la liberalidad) el interés de la voluntad. En general
en relación al dinero. Tal virtud es la "el horizonte concierne al juicio y a la
magnanimidad (véase), cuyo exceso es determinación de lo que el hombre
la ambición y cuyo defecto es la estre­ puede saber, logra saber y debe saber”
chez de alma (Ét. Nic., II, 7, 1107 b 20). y puede ser objetivo, en cuyo caso es
Esta acentuación de la importancia del histórico o también racional, o subje­
H. considerado como “el premio de la tivo, en cuyo caso as universal o abso­
virtud y del hacer bien” (Ibid., VIII, luto o también p^ticular o privado
14, 1163 b 3) es resultado de la ética (Logik [Lógica1, Intrd., § VI, A).
griega, de la cual pasó a la costumbre La noción reaparece en la filosofía
y al derecho en la tradición occidental, contemporánea y, en primer lugar, en
a través de su planteamiento aristocrá­ Husserl, que entendió por H. "todo el
tico. La "respetabilidad” es, en el mun­ campo temporal y fenomenológico del
do moderno, lo correspondiente a este yo puro, que éste puede recorrer par­
antiguo concepto. Es bastante obvio, tiendo de cualquiera de sus vivencias
sin e m b a r g o , que "el bien hacer” en las tres dimensiones del antes, el
(euEQYsma) cuyo premio, además de la después y lo simultáneo” (Ideen, I, §
virtud, debería ser el H. según Aristó­ 82), y luego en Jaspers, por quien ha
teles, incluye una buena dosis de con­ pasado al uso filosófico corriente. Dice
formismo a los prejuicios dominantes Jaspers: “Nosotros siempre vivimos y
en el grupo o en la clase social que pensamos en un H. circunscrito. Por
confiere el H. y la moderna analogía el hecho mismo que se trata de un H.,
del H., la respetabilidad, no incluye tenemos el presentimiento de un H.
una dosis menor de conformismo. No más vasto, que comprende a su vez al
debe asombrarnos que el H. haya su­ H. alcanzado; surge así el problema
gerido a menudo y continúe sugirien­ de un H. que abraza a todo otro H.
do acciones inmorales, malvadas o ver­ (H. envolvente, das Umgreifende). El
daderos d e l i t o s , ya sea en la vida H. envolvente es un H. en el que se
privada o en las relaciones entre los nos ofrece todo tipo determinado de
pueblos, en los cuales el H. ha tenido realidad y de verdad, pero es también
a menudo una parte predominante en aquello en lo que está comprendido
suscitar o en mantener vivos los con­ todo H. en particular tanto como en el
flictos. H. que todo envuelve y que ya ni si-
627
Hórmica, teoría
Humanidad
quiera es pensable como H.” (Vernunft bre, en el significado aristotélico inhe­
und Existenz ["Razón y existencia”], rente a la metafísica clásica. En tal
1935, p. 29). En tanto el concepto de sentido Santo Tomás decía: "H. signi­
H. envolvente, que es el de H. de todos fica los principios esenciales de la es­
los horizontes posibles, es propio de la pecie, tanto formales como materiales,
filosofía de Jaspers, el de H. puede prescindiendo de los individuales. Pues
ser útilmente adoptado por cualquier se dice H. en cuanto que alguien es
dirección filosófica para indicar los lí­ hombre, y el hombre es alguien, no por
mites de validez de una investigación sus principios individuales, sino sólo
determinada, o el tipo de validez a la porque tiene los principios esenciales
que aspiran los instrumentos de los que de la especie" (Contra Gent., IV, 81).
se sirve (cf. C. D. Buras, The Horizon 3) El género humano, esto es, la es­
of Experience, 1934; Abbagnano, Pos- pecie humana como entidad biológica.
sibilitá e liberta, 1956, pp. 95 ss.). En tal sentido se habla de la historia
o de las vicisitudes de la H. sobre esta
(ingl. hormic theory).
H ó rm ic a , te o r ía tierra o de la evolución biológica de
Nombre dado comúnmente en la lite­ la humanidad, por ejemplo.
ratura anglosajona a la teoría según la 4 ) La síntesis hipostasiada de la his­
cual las emociones dependen de deter­ toria o de la tradición del hombre,
minados instintos fundamentales (óen'í según el concepto de Comte, que la en­
= instinto), que se hallarían en la base tiende como "el conjunto de los seres
de toda la actividad psíquica. La teo­ pasados, futuros y presentes que con­
ría ha sido sostenida por G. F. Stout, curren libremente a perfeccionar el or­
J. Dewey, S. Alexander, T. P. Nunn den universal” (Politique positive, IV,
(que usó por vez primera la expresión) p. 30). En tal sentido, la H. constituye,
y, principalmente, por W. McDougall. según Comte, un Gran Ser, o sea una
Cf. J. C. Flugel, Studies in Feeling and especie de divinidad que no es más
Desire, Londres, 1955. Véase e m o c i ó n . que el mismo mundo histórico hipos-
tasiado. Comte quiso instituir el culto
H uevo (gr. coóv; ingl. egg; franc. ceuf; de este gran ser (véase g r a n s e r ).
alem. Ei; ital. uovo). El primer prin­ 5) La naturaleza racional del hom­
cipio del mundo, según la teogonia ór- bre, en cuanto dotada de dignidad y,
fica (Orphicorum fragmenta, 53, 54 por lo tanto, en cuanto debe valer como
Kem). La consideración del mundo fin en sí misma. Éste es el significado
como un gigantesco animal sirve de que la palabra posee en la segunda
base a este mito, que tiene numerosos fórmula del imperativo categórico de
precedentes orientales. Acerca de es­ Kant: "Obra de manera de tratar a la
tos precedentes y del mito mismo, cf. H. (Menschheit), tanto en tu persona
A. Olivieri, C i v i l t a greca nell’Italia como en la persona de todos los demás,
meridionale, 1931, pp. 3-32. siempre como fin y nunca sólo como
medio” (Grundlegung der Metaphysik
(lat. humanitas; ingl. hu-
H u m a n id a d der Sitien [Fundamentación de la me­
tnanity; franc. humanité; alem. Huma- tafísica de las costumbres'], II). La H.
nitat, Menschheit; ital. umanita). El en la persona de los hombres es el ob­
término tiene los siguientes significa­ jeto propio del respeto (véase) que,
dos principales: según Kant, es el único sentimiento
1) La forma acabada, el ideal o el moral (Met. der Sitien, II, § 11).
espíritu del hombre. En este sentido, 6) La disposición a la comprensión
adoptaron los antiguos la palabra hu­ de los demás o a la simpatía hacia los
manitas, que corresponde al griego pai- demás. En este sentido el término ha
deia y de la cual ha surgido el nombre sido óptimamente definido por Kant:
y el concepto mismo de hutnanismo "H. (Humanitat) significa, por un lado,
(véase infra). En s e n t i d o análogo, el sentimiento universal de la simpa­
Humboldt consideró como fin de la tía, por el otro, la facultad para comu­
historia "la realización de la idea de nicar, íntima y universalmente, dos
la H." (Schriften, IV, p. 55; trad. esp.: propiedades que en su conjunto cons­
Escritos políticos, México, 1943, F.C.E.). tituyen la sociabilidad propia de la H.
2) La sustancia o la esencia del hom­ (Menschheit) por la cual se diferencia
Hnminiimn

del aislamiento animal” (Crít. del jui­ conocimiento de su puesto central den­
cio, § 60; cf. Antr., § 8 8 ). tro de la naturaleza y su destino de
d o m in a d o r de la naturaleza misma
H u m a n is m o (ingl. h u m a n ism ; franc. (Manetti, Pico della Mirándola, Ficino).
humanisme; alem. Humanismus; ital. 2) El reconocimiento de la historici­
umanesimo). El término es usado para dad del hombre, o sea de los nexos
indicar dos cosas diferentes, a saber: del hombre con su pasado, relaciones
I) el movimiento literario y filosófico que por un lado sirven para conectarlo
que tuvo sus orígenes en Italia en la con tal pasado y, por el otro, pitra dis­
segunda mitad del siglo xiv y que de tinguirlo y oponérsele. Desde este pun­
Italia se difundió a otros países de Eu­ to de vista, es parte fundamental del
ropa y constituyó el origen de la cul­ H. la exigencia filológica, que no sola­
tura moderna; II) cualquier movimien­ mente constituye la necesidad de des­
to filosófico que considere como fun­ cubrir los textos antiguos y de restable­
damento la naturaleza humana o los cerlos en la forma auténtica, estudian­
límites y los intereses del hombre. do y relacionando los códices, sino
I) En su primer significado, que es también la necesidad de encontrar en
el significado histórico, el H. es un as­ ellos el auténtico significado de poesía
pecto fundamental del Renacimiento o de verdad filosófica o religiosa que
{véase) y justo el aspecto por el cual contienen. La admiración y el estudio
el Renacimiento es el reconocimiento de la Antigüedad no habían sido aban­
del valor del hombre en su plenitud y donados durante la Edad Media, pero
el intento de entenderlo en su mundo, lo que constituye el signo caracterís­
que es el de la naturaleza y de la his­ tico del humanismo es la exigencia de
toria. En este sentido el H. se puede descubrir el rostro auténtico de la An­
remontar a la obra de Francesco Pe­ tigüedad, liberándola de los añadidos
trarca (1304-74). Los principales huma­ que la tradición medieval había acumu­
nistas italianos son: Coluccio Salutati lado en ella.
(1331-1406), Leonardo Bruni (1374-1444) 3) El reconocimiento del valor hu­
Lorenzo Valla (1407-57), Giannozzo Ma- mano de las letras clásicas. Éste es el
netti (13964459), León Bautista Alberti aspecto que da su nombre al H. Ya en
(1404-72), M a r i o Nizolio (1498-1576). tiempos de Cicerón de Varrón la pa­
Entre los humanistas franceses: Char­ labra humanitas significaba la educa­
les Boville (1470 o 1475-1553), Michel de ción del hombre como tal, lo que los
Montaigne (1533-92), P i e r r e Charron griegos denominaron paideia, y se re­
(1541-1603), Francisco S á n c h e z (1562- conocían en las "buenas artes” las dis­
1632), Justus Lipsius (1547-1606). Entre ciplinas que forman al hombre por
los humanistas españoles se recuerda serle propias al hombre mismo, dife­
a Juan Luis Vives (1492-1540) y entre renciándolo de los otros animales (Aulo
los alemanes a Rodolfo Agrícola (1442- Gelio, Nocí, hit., XIII, 17). Las buenas
1485). Los asuntos fundamentales del artes, que aún hoy se denominan dis­
H. pueden ser expuestos así: ciplinas humanísticas, todavía no te­
1) El reconocimiento de la totalidad nían para el H. valor de finalidad sino
del hombre como ser formado de alma de medio para la "formación de una
y de cuerpo y destinado a vivir en el c o n c ie n c ia verdaderamente humana,
m u n d o y dominarlo. El curricidum abierta en toda dirección, a través del
medieval de los estudios era realizado co n o c im ie n to histórico-crítico de la
por un ángel o por un alma desencar­ tradición cultural” (Garin, L’educazio-
nada. El H. reivindica para el hom­ ne umanistica in Italia, p. 7). Véase
bre el valor del placer (Raimondi, Fi­ CULTURA.
delio, Valla), afirma la importancia del 4) El reconocimiento de la natura­
estudio de las leyes, de la medicina y lidad del hombre, esto es, del hecho de
de la ética, en contra de la metafísica que el hombre es un ser natural para
(Salutati, Bruni, Valla), niega la su­ el cual el conocimiento de la natura­
perioridad de la vida contemplativa leza no es una distracción imperdona­
sobre la activa (Valla). Se detiene ble o un pecado, sino un elemento in­
mucho en la exaltación de la dignidad dispensable de vida y de éxito. El
y de la libertad del hombre, en el re­ reflorecimiento del aristotelismo, de la
6 2 9
H u m a n ita ris m o
H u m ild a d
magia y de las especulaciones natura­ tencia y de vanagloria (Filipenses, II)
listas (por obra de Telesio, Bruno y y vio el modelo en Cristo que se rebajó,
Campanella) es el preludio de la cien­ con la encarnación, hasta el hombre
cia moderna. (Ibid. II, 3-11). Del mismo modo, San
II) El segundo significado de la pa­ Agustín habla de la H. con preferencia
labra no siempre tiene estrechas rela­ en relación con la via humilitatis, que
ciones con el primero. Se puede decir es la encamación del Verbo para la
que para éste el H. es toda filosofía que redención de los hombres, y en tal sen­
hace del hombre, de acuerdo con el tido opone la H. cristiana a la sober­
viejo dicho de Protágoras, "la medida bia de los platónicos, que sabían mu­
de las cosas”. Precisamente en este chas cosas, pero que i g n o r a b a n la
sentido y con referencia al dicho de encamación (Conf., VII, 9). Santo To­
Protágoras, F.C.S. Schiller denominó H. más consideró la H. como la parte
a su pragmatismo (Studies in Huma- de la virtud "que atempera y frena el
nism, 1902). En el mismo sentido, pero ánimo para que no tienda sin medida
para rechazarlo, lo ha entendido Hei- hacia las cosas más altas" y vio en ella
degger, que lo ha visto como la direc­ el complemento de la magnanimidad
ción de la filosofía que hace del hom­ que "confirma el ánimo contra la deses­
bre la medida del ser y subordina el peración y lo lleva a perseguir las co­
ser al hombre, en lugar de subordinar, sas grandes según la recta razón” (S.
como debería hacerlo, el hombre al Th., II, 2, q. 161, a. 1). Pero es obvio
ser, y ver en el hombre sólo "al pastor que, en este sentido, la H. no es más
del ser” (Holzwege ["Los caminos del que la magnanimidad misma en el sig­
bosque”], 1950, pp. 101-102). En un sen­ nificado aristotélico (véase m a g n a n i ­
tido análogo, Sartre ha aceptado la m i d a d ) y que nada tiene que ver con la
calificación de H. para su existencialis- H. en el sentido que le otorgara San
mo (L’existentialisme est mi humanis- Bernardo.
me, 1949). Los filósofos han polemizado a me­
En líneas más generales se puede nudo contra la H. en el sentido medie­
entender por H. cualquier dirección fi­ val o han intentado darle un significa­
losófica que tenga en cuenta las posi­ do compatible con la ética clásica.
bilidades y límite del hombre y que, Spinoza negó que la H. fuera una
sobre esta base, proceda a una nueva virtud y la consideró una emoción pa­
dimensión de los problemas filosóficos. siva en cuanto nace del hecho de que
"el hombre considera su impotencia.
H u m a n ita ris m o (ingl. humanitarianism; Pues si suponemos que el hombre con­
franc. humanitarisme; alem. Humani- sidera su impotencia por el hecho de
tat; ital. umanitarismo), véase f i l a n ­ que entiende algo más potente que él
t r o p ía . y con este conocimiento limita su po­
tencia de obrar, ...n o concebimos sino
( gr. x o L tE iv o q p Q o o ú v ri; lat. hll-
H u m ild a d que el hombre se entiende a sí mismo
militas; ingl. humility; franc. humilité; distintamente, o sea, que es favoreci­
alem. Demut; ital. umilta). La actitud da su potencia de obrar... Por lo tan­
de voluntaria abyección, típica de la re­ to ...no es una virtud, sino una pa­
ligiosidad medieval, sugerida por la sión" (Eth., IV, 53). Kant distinguió
creencia en la naturaleza miserable y entre H. moral, que es "el sentimiento
pecaminosa del hombre. En este sen­ de la pequeñez de nuestro valor en
tido, la H. es exaltada e ilustrada por relación con la ley", y la H. espuria,
San Bernardo de Claraval: "La H. es que es "la pretensión de adquirir, me­
la virtud por la cual el hombre, con diante la renuncia a cualquier valor
verdadero reconocimiento de sí, se tie­ moral de sí, un valor moral oculto".
ne a sí mismo por vil” (De gradibus La pretensión en superar a los demás
kumilitatis et superbiae, en P. L., 182?, rebajándose a sí mismo es una ambi­
col. 942). En este sentido, la H. fue ción opuesta al deber hacia los demás
desconocida en el mundo antiguo. El y el servirse de este medio para obte­
mismo San Pablo, que adoptara por ner el favor de otros (Dios, hombre o
vez primera la palabra, la entendió lo que sea) es hipocresía y adulación
como ausencia del espíritu de compe­ (Met. der Sitien, II, § 11). A su vez.
630
Humor, o estado de ánimo
H ystero n p ro tero n
Hegel afirmó que la H. “es la concien­ La injusticia no es más que una forma
cia de Dios y de su esencia como de H. porque es la transgresión de los
amor" (P h ilo so p h isch e Propadeutik justos límites en relación con los demás
["Propedéutica filosófica”], § 207; cf. hombres. En este sentido, decía Hesío-
Philosophie der Religión [Filosofía de do: "La justicia, cuando ha logrado
la religión], ed. Glockner, II, p. 553). su término, triunfa sobre la H.: el
Por otro lado, la protesta de Nietzsche, tonto comprende solamente cuando ha
que ve en la H. simplemente un as­ sufrido” (Op„ §§216-17). Y Platón con­
pecto de la "moral de los esclavos", sideró que hay H. siempre que "la me­
está obviamente dirigida contra el tí­ dida del gusto” es superada y que, por
pico concepto medieval de la H. (cf. lo tanto, la H. tiene muchas caras, mu­
Werke, ["Obras”], VII, pp. 348 ss.). chas partes, lo mismo que muchos nom­
bres (Fedro, 238 a). Aristóteles dio un
H u m o r , o e s ta d o d e á n im o (ingl. mood; significado más restringido al término,
franc. humeur; alem. Stimmung; ital. entendiéndolo como la ofensa gratuita
umore). Un estado emotivo que no tie­ hecha a los demás por el único placer
ne objeto o cuyo objeto es indetermi­ de sentirse superior, es decir, la inso­
nable y que, por lo tanto, se distingue lencia (Ret., II, 2, 1378 b 23).
de la emoción verdadera y propia. Esta
distinción ha sido propuesta por W. Cerf lly le s e n s ib le (alem. Ely le sensuell).
("H. y emociones en el arte” en Rivista Husserl ha indicado con este término
di Filosofía, 1954, pp. 363 ss.) y parece los contenidos sensibles (colores, soni­
oportuna para individualizar, en la vasta dos o también placeres, dolores, impul­
gama de los estados emotivos, los esta­ sos, etc.) que, privados por sí mismos
dos que se encuentran bajo el nombre de referencia intencional, adquieren tal
de H. El H. no tiene objeto intencio­ referencia en la vivencia y, de tal ma­
nal, en el sentido de que no existe un nera, son distintos en su forma inten­
H. d e... como existe miedo de... o una cional y al mismo tiempo están unidos
alegría d e ..., etc. Tiene una causa o a ella (Ideen, I, §85). Véase infra h y -
una razón, pero no se refiere a un ob­ LÉTICOS, DATOS.
jeto en particular y no constituye la
advertencia del valor biológico de una H y lé tic o s, d a to s (alem. hyletische Data).
situación. En tal sentido, Cerf ha afir­ En la terminologí de Husserl, son los
mado que en el arte no existen emocio­ constituidos por los contenidos sensi­
nes sino solamente humores. bles y que comprenden, además de las
Acerca del significado existencial del sensaciones denominadas extemas, tam­
H. ya había llamado Ja atención Hei- bién los sentimientos, los impulsos, etc.
degger: "El hecho de que los sentimien­ En este sentido las consideraciones y
tos puedan trastocarse y enturbiarse só­ los análisis fenomenológicos dirigidos
lo dice que el ‘ser ahí' es en cada caso a este elemento material, se denomi­
ya siempre en un estado de ánimo”. nan hylético-fenomenológicos, así como
En el mal H. "el estado de ánimo ‘cae los relativos a los correspondientes mo­
sobre’. .. La exégesis fenomenológica mentos noéticos se denominan noético-
ha de dar al 'ser ahí’ mismo la posibi­ fenomenológicos (Ideen., I, §85).
lidad de ‘abrir’ originalmente, deján­
dole que se interprete a sí mismo” H yste ro n p ro tero n . Estos términos, co­
(Sein imd Zeit, §29; trad. esp.: El ser mo los de hysterologia y protysteron,
y el tiempo, México, 1962, Fondo de se comenzaron a usar en el siglo iv
Cultura Económica). a. c. por obra de los gramáticos grie­
gos y latinos (por ejemplo, Querobosco,
H ybris (gr. vpgig). Con este término, Trop., 27; Servio, ad Vergitium, A, 9,
que no se puede traducir a las lenguas 816) para indicar la figura retórica que
modernas, entendieron los griegos una consiste en decir primero lo que debe­
violación cualquiera a la norma de la ría ser dicho después, como cuando se
medida, esto es, de los límites que dice "Está bien y está vivo.” Leibniz
el hombre debe mantener en sus rela­ adopta el término en el mismo sentido,
ciones con los otros hombres, con la considerándolo equivalente a rebours y
divinidad o con el orden de las cosas. lo opone a círculo vicioso (Nouv. Ess.,
H ystero n p ro tero n

IV, 2, 1). Pero después, la expresión ma como premisa la conclusión misma


se usó precisamente como sinónimo de o que se vale, en una u otra forma,
círculo vicioso o petición de principio, como elemento de prueba, de lo que
para indicar una argumentación que to­ debería ser probado.

6 3 2
I
I. 1) En la lógica formal "aristotéli­ cosas se parecen a ellas y son imágenes
ca”, esta letra es usada como símbolo de ellas; y la participación de estas
de la proposición particular afirmativa otras cosas en la especie no consiste
(Pedro Hispano, Summ. Log., 1, 21). más que en ser imágenes de la espe­
2) En la lógica modal tradicional cie” (Ibid., 132 d). En el mismo diá­
I. designa la proposición modal que logo, Platón nos dice qué cosas admite
niega el modo y afirma la proposición. como I., cuáles son las que no admite y
Por ejemplo, "No es posible que p", cuáles son las que dudaría admitir:
donde p es una proposición afirmativa "¿A ti te parece que existe una seme­
cualquiera (Arnauld, Log., II, 8 ). janza en sí, separada de la semejanza
G. P.-N. A. que nosotros tenemos y uno y muchos
en sí y otras cosas por el estilo? —A
I d o e l l o , véase p s i c o a n á l i s i s . mí me parece que sí —dice Sócrates.
—¿Y admites que exista —volvió a de­
I d e a (gr. ISéa; lat. idea; ingl. idea; cir Parménides— la especie de lo justo
franc. idée; alem. Idee; i tal. idea). en sí, de lo bello en sí, del bien en sí
Este término ha sido usado con dos sig­ y de otras cosas semejantes? —Sí —res­
nificados fundamentales diferentes, a pondió Sócrates. —¿Y admites que exis­
saber: 1) como la especie única in- ta una especie del hombre separada de
tuible en una multiplicidad de objetos; nosotros y de todos nuestros semejan­
2) como cualquier objeto del pensa­ tes, una especie en sí del hombre, del
miento humano, o sea como represen­ juego, del agua? —Siempre he tenido
tación en general. En su primer signi­ dudas —respondió Sócrates— de si con­
ficado la palabra fue utilizada por Pla­ viniera o no reconocer estas especies
tón, Aristóteles, los escolásticos, Kant, como las otras. —Y de las cosas que
etcétera. En su segundo significado fue parecieran hasta ridiculas, como cabe­
empleada por Descartes, los errtpiristas llo, fango, suciedad y todas las demás
y buena parte de los filósofos moder­ que carecen de valor o son viles: ¿tú
nos; y así es comúnmente aceptada en pones en duda, ta_’bién, de que haya
las lenguas modernas. o no una especie de. cada una de ellas,
1) Según su primer significado, la I., separadas de las cosas correspondientes
como unidad visible en la multiplici­ que podamos manejar? —Ciertamente,
dad, tiene, con referencia a la multi­ no —respondió Sócrates—: estas cosas
plicidad misma, un carácter privilegia­ son tal como nosotros las vemos y
do, por el cual es considerada a me­ sería absurdo creer que exista una es­
nudo como la esencia o la sustancia de pecie de ellas” {Ibid., 130 b-d). De este
lo múltiple y a veces como su ideal o su fragmento del Parménides resulta la
modelo. Es éste, claramente, el punto existencia de tres clases de objetos:
de vista platónico. Que la I. sea la 1) Objetos de los cuales se puede afir­
unidad visible en la multiplicidad de mar con seguridad que existen I. Ta­
los objetos y, por lo tanto, también les son: a) los objetos matemáticos:
su especie (eidos) es doctrina que Pla­ igualdad, uno, muchos, etc.; b) los va­
tón atribuye a Sócrates, en el Parmé- lores: lo bello, lo justo, el bien, etc.
nides. "Creo que tú creas ser una espe­ 2) Objetos de los cuales es dudoso que
cie única cada vez que muchas cosas existan I.: tales son las cosas naturales
se te aparecen, grandes por ejemplo, como el fuego, el agua, el hombre.
y tú puedes abrazarlas con una sola 3) Objetos de los cuales se tiene la
mirada: una única y misma I. se te seguridad de que no existen I. y tales
aparece entonces como estando en to­ son las cosas viles o, en general, las que
das las cosas y, por lo tanto, consideras carecen de valor. Ahora bien, se puede
que lo grande es unidad” (Parm., 132 a). sin más tomar al pie de la letra esta
Como unidad, Platón considera la I. co­ especie de confesión platónica, ya que
mo el ejemplar de las cosas naturales: una mirada a los otros diálogos de­
"Estas especies —dice— se hallan como muestra que siempre ha hablado de I.
ejemplares en la naturaleza y las otras en los sentidos que corresponden a las
633
Idea

letras a) y b) ; que a veces ha admitido, ria y esto vale para el bien y para las
o mejor introducido, con la finalidad que Platón denominaba I., lo mis­
de formular determinadas demostra­ mo que para las otras cosas. Dice Aris­
ciones, formas naturales como el calor, tóteles: “La ciencia de una cosa con­
el frío, la enfermedad, la fiebre (Fed.. siste en reconocer la esencia necesaria
105 bss.) o formas artificiales como la de la cosa misma. Esto es cierto con
del lecho (Rep., X, 597 b), en tanto que referencia al bien como a todas las otras
nunca ha hablado, sino para excluirlas, cosas, y de tal manera si el bien no
de formas correspondientes a la ter­ tuviera la esencia necesaria del bien,
cera clase de objetos. Y de esto se pue­ no tendría el ser y no sería uno. Lo
de entender lo que Platón pensaba al mismo vale para todas las otras cosas,
afirmar (como lo hacía todavía en la fa­ las cuales son lo que son por su esencia
se crítica [Parm., 135 b] ) la existencia necesaria o no son nada, y así si su
de las I. “separadamente de las otras esencia no es, nada de ellas es" (Ibid.,
cosas”, o sea, de la multiplicidad de VII, 6 , 1031 b 6 ). En otros términos, el
las cosas mismas. Existen I. de concep­ status ontológico de las I., si poseen
tos matemáticos o de valores y las I., alguno, es el de todas las otras cosas:
por lo tanto, como Natorp lo había re­ son reales porque son sustancias y no
conocido (Platos Ideenlehre ["Doctrina por ser unidades o valores. Por lo tan­
de las ideas de Platón”], 1903), no son to, las' I. como formas o especies son,
supercosas, o sea objetos trascendenta­ según Aristóteles, ciertamente reales,
les cuya existencia se modela sobre la pero son reales sólo en cuanto las for­
de las cosas aun constituyendo una mas o especies son sustancia de las
esfera aparte, sino más bien normas, cosas compuestas (véase f o r m a ) . La
reglas o leyes. Desde este punto de teoría aristotélica de la sustancia (véa­
vista, el hecho de estar "separadas” se) hizo posible a Aristóteles el quitar
de las otras cosas, significa simplemen­ la primacía ontológica a las dos deter­
te la independencia de la regla con re­ minaciones a las que Platón, en las
ferencia a las cosas que puede juzgar. primeras fases de su filosofía, la había
Y que son reglas significa: 1) que son reservado, esto es, a la unidad o al va­
criterios para juzgar a las demás cosas lor. La teoría de las I. no tiene ya
en el sentido de eme la igualdad per­ validez para Aristóteles,' en el sentido
mite juzgar si do. josas son iguales o de que las I. no constituyen sustancias
no y de tal manera: lo bello por las privilegiadas y, mucho menos, ejem­
cosas bellas, etc., por ejemplo (Fed., plares o modelos de las cosas. Pero a
7 4 ss.); 2) que son causas de la cosa la palabra I. le reserva el mismo sig­
en el sentido de que son las razones nificado que Platón le había dado: el
por las cuales las cosas "se generan, de una unidad que es, al mismo tiem­
se destruyen y existen” en cuanto cons­ po, perfección o valor.
tituyen “el mejor modo de existir, de En el curso histórico sucesivo del
modificarse o de obrar” (Ibid., 97 c). término, las determinaciones míticas
En fin, en correspondencia con las dos y populares que el mismo había reci­
clases de I. admitidas por Platón, o bido en la filosofía platónica —como
sea las I. matemáticas y las I. valores, modelo, arquetipo, perfección, etc.— ter­
Platón admitía dos órdenes de conoci­ minaron por prevalecer. La escolástica
miento científico: el conocimiento dia- judía y platónica consideró las I., por
noético, que es propio de las ciencias tales determinaciones, como los objetos
propedéuticas, que son precisamente las propios de la Inteligencia divina y las
ciencias matemáticas y el conocimiento identificó con la Inteligencia misma.
intelectual o filosófico, que es propio Ya Filón las consideraba como las "po­
de la dialéctica (Rep., VII, 531 dss.). tencias incorpóreas" de las que Dios
La repetida crítica que de esta doc­ se sirve para formar la materia (De
trina formula Aristóteles (Met., I, 9, Sacrif., II, 126). Plotino las identificó
990 b ss.; xiii y xiv passim), está di­ con la Inteligencia misma y justo con
rigida a su punto central: las I. no la Inteligencia "en el estado de reposo,
son principio de explicación ni causas. de unidad y de calma, que luego es dis­
Causa y principio de explicación es so­ tinguida, pero no separada de la Inte­
lamente la sustancia o esencia necesa­ ligencia que contempla y piensa" (Enn.,
6 3 4
Idea

III, 9, 1). En tal sentido, la I. es el mo las del espacio y del tiempo) ni


objeto “interno" de la Inteligencia divi­ sentimientos (que pertenecen también
na y ya que ésta no se distingue del ser a la sensibilidad), sino conceptos de
y del acto del ser, son la misma cosa perfecciones a los cuales es posible
la I., la forma del ser y el acto del ser” acercarse, pero que nunca se pueden
(Ibid., V, 9, 8 ). Esta doctrina resulta lograr completamente” (Antr., §43).
un lugar común de la patrística y de Las tres I. que Kant enumera como
la escolástica. San Agustín la repro­ "objetos necesarios de la razón”, o sea
duce afirmando que el Logos o Hijo el alma, el mundo y Dios, carecen de
tiene en sí las I., o sea las formas o realidad, precisamente por estar fuera
razones inmutables de las cosas, que de la experiencia posible; son todavía
son eternas, como él mismo es eterno reglas para extender y unificar la expe­
y en conformidad con tales formas o riencia misma. Así la I. conserva en
razones se forman todas las cosas que cierto modo, para Kant, el carácter
nacen y mueren (De Diversis Quaest. regulador que Platón le había recono­
83, q. 46). Y a partir de San Agustín, cido. De todos modos, Kant considera
los escolásticos repiten, innumerables "intolerable oír denominar I. a cual­
veces, casi en los mismos términos, la quier cosa, como, por ejemplo, a la
misma doctrina. San Anselmo consi­ representación del color rojo” (Crít.
dera la I. como una especie de "palabra R. Pura, Dialéctica, sec. I). En el idea­
interior": Dios se expresa en las I. co­ lismo posromántico la noción de I.
mo el artífice en su concepto, pero esta retomó el alcance metafísico y teoló­
expresión no es una palabra externa, gico que había tenido en el neoplato­
una voz; es la cosa misma, a la cual nismo tradicional. Schelling consideró
se dirige la perspicacia de la mente las I., por un lado, como las determi­
creadora (Monol., 10). Santo Tomás naciones de la razón de Dios, por otro,
decía: "El término griego idea se dice como las formas de la objetivación cor­
en latín forma y por I. se entienden pórea; en otros términos, son el punto
las formas de algunas cosas, existen­ de encuentro y de identificación entre
tes fuera de las cosas mismas. Esta la infinitud divina y lo finito corpó­
forma puede servir para dos cosas: co­ reo (Werke ["Obras"], I, II, p. 187).
mo ejemplar de lo que esa forma es Goethe vio en la ~ la fuerza divina
o como principio de conocimiento y, formadora de la n a tu ra le z a (Werke
en este segundo sentido, las formas de ["Obras”], ed. Hempel, XIX, pp. 63,
las cosas cognoscibles se dice que están 158). Schopenhauer consideró la I. co­
en el cognoscente" (S. Th., I, q. 15, mo la primera e inmediata objetiva­
a. 1). Occam, que niega el carácter uni­ ción de la voluntad de vivir, por lo
versal de la I., no niega, sin embar­ tanto, como la "forma eterna” o "el
go, que las I. existan en Dios como "las modelo” de las cosas en particular (Die
cosas mismas producibles por Dios” Welt, I, §25). Y Hegel, en fin, vio en
(In Sent., I, d. 35, q. 5). El uso de la I. "lo verdadero en y para sí, la uni­
este concepto continuó también fuera dad absoluta del concepto y de la ob­
de la tradición platónica (Nicolás de jetividad”. En este sentido no es ni
Cusa, De Coniecturis, II, 14; Ficino, representación ni concepto determina­
Irt Parmenid., 23) que lo repite sin do. "Lo absoluto es la universal y única
variantes también en el Renacimien­ I. que, con juzgar, se especifica en el
to, por ejemplo, Bacon (Nov. Org., I, sistema de las I. determinadas, pero
23). Descartes introdujo el segundo sig­ que tienen en la única I. su verdad.
nificado del término (los cartesianos y Por este juicio, la I. es, al principio,
empiristas lo difundieron e hicieron solamente la única y universal sustan­
aceptar), pero Kant lo restituyó a su cia, pero en su forma verdadera y des­
significado platónico, entendiendo por arrollada está como sujeto, por lo tanto,
I. una perfección no real, esto es, “que como espíritu” (Ene., §213). En esta
sobrepasa la posibilidad de la experien­ forma verdadera y desarrollada, es I.
cia”. "Las I. —dice Kant— son con­ absoluta, o sea Razón consciente de sí,
ceptos racionales, de los cuales no pue­ que se manifiesta en las tres determi­
de haber en la experiencia objeto ade­ naciones del espíritu absoluto, el arte,
cuado alguno. No son intuiciones (co­ la religión, la filosofía y se realiza en el
AIS
Idea

estado, que es también denominado por "percepción”, porque "el nombre de per­
Hegel “la realidad de la I." (Fil. del cepción parece indicar que el alma pa­
Derecho, §258, Apéndice). Ésta no era dece en virtud del objeto; en cambio,
más que una traducción en términos el concepto parece expresar una acción
modernos de la identidad que el anti­ del alma” (Eth., II, def. 3). Por otra
guo platonismo estableció entre la I. parte, ya Hobbes había definido la I.
como objeto inteligible y la Inteligen­ como “la memoria y la imaginación
cia. El idealismo contemporáneo, aún de las magnitudes, de los movimien­
inspirándose en Hegel, no ha seguido tos, de los sonidos, etc., y también de
en este punto la terminología hegeliana su orden y de sus partes, cosas que si
y ha llamado a la razón consciente de bien son solamente I. o imágenes, o
sí Espíritu, Absoluto o Conciencia, más sea cualidades internas del alma, apa­
bien que I. En todos los demás as­ recen, sin embargo, como externas y no
pectos, la noción de I. sigue ligada, en d e p e n d ie n d o del alma misma” (De
este sentido, a la noción platónica de Corp., 7, § 1). Pero indudablemente la
ejemplar o arquetipo eterno y ello tanto difusión de este significado del térmi­
para los que la aceptan como para los no se debe a Locke (Essay, I, 1, 8 ), que
que la niegan. lo hizo prevalecer en el empirismo in­
2) De acuerdo con su segundo sig­glés y en la Ilustración, a través de la
nificado fundamental, el término indica cual ingresó al uso común. Para Locke,
cualquier objeto de pensamiento. Des­ como para Descartes, la I. es el objeto
cartes innovó en este sentido el signi­ inmediato del pensamiento: la I. es
ficado del término, transformándolo de "el objeto del acto de pensar” (Ibid.,
"objeto interno” del pensamiento divino II, 1, 1). En el prefacio a la 4? ed. del
en "objeto interno” del pensamiento Ensayo, Locke insistió acerca de la
humano. En este sentido, Descartes conexión de la I. con la palabra. "He
dice que por I. se entiende "la forma elegido estos términos —decía— para
de un pensamiento, por cuya inmediata designar, primero, algún objeto inme­
percepción tengo conocimiento de este diato de la mente, que ella percibe y
pensamiento” (Resp. II, def. 2). Ello tiene delante como algo distinto del
significa que la I. expresa ese carácter sonido que se usa como signo suyo, y,
fundamental del msamiento por el en segundo lugar, para dar a enten­
cual es inmediata'mente conocedor de der que esa I. así determinada, es de­
sí mismo. Según Descartes, toda I. tie­ cir, que la mente tiene en sí misma
ne, en primer lugar, una realidad como y que conoce y ve allí, está fijada sin
acto del pensamiento y esta realidad cambio alguno a un nombre, y que ese
es puramente subjetiva o mental. Pero, nombre está determinado para esa idea
en segundo lugar, tiene también una precisa" (Ibid., trad. esp., pp. 13 ss.).
realidad que Descartes denomina esco­ Estas notas se mantuvieron como fun­
lásticamente objetiva, en cuanto re­ damento de la noción, que en este as­
presenta un objeto: en este sentido, las pecto vino a identificarse con la de re­
I. son "cuadros” o "imágenes” de las co­ presentación. Decía Wolff: "La repre­
sas ( M é d ., III). Esta terminología fue sentación de una cosa se denomina I.
ampliamente aceptada en la filosofía en cuanto se refiere a la cosa, esto
poscartesiana. La Lógica de Port-Royál es, en cuanto se la considera objetiva­
la hizo suya, entendiendo por I. "todo lo mente” (Psychol. empírica, §48). La
que está en nuestro espíritu cuando Ilustración alemana aceptó este signi­
podemos decir con verdad que concebi­ ficado del término propuesto por Wolff
mos una cosa, cualquiera que sea la y que, más tarde, según se ha dicho,
manera de concebirla” (Amauld, Log., fue impugnado por Kant. Pero en este
I, 1). La aceptaron también Malebran- segundo significado el término no se
che (Rech. de la ver., II, 1) y Leibniz, distingue de representación y los pro­
que consideró las I. como "los objetos blemas relativos son los del conoci­
internos” del alma (Nouv. Ess., II, 10, miento en general. No obstante, hay
§2). Spinoza, a su vez, entendió por I. un significado por el cual la palabra I.
“un concepto del alma, que el alma (que por lo demás es la única usada
forma por ser una cosa pensante” y en el lenguaje común) continúa distin­
prefería la palabra “concepto” z la de g u ién d o se de "representación” y es
636

Id e a g e n era l
Id e a l

aquel por el cual, tanto en el lenguaje humana (Crít. del Juicio, §17). Este
común como en el filosófico, indica el concepto del I. como de una perfección
aspecto anticipatorio y proyector de concretada en un tipo o en una forma
la actividad humana o, como dice De- de vida, pero no realizada, ha resul­
wey, una posibilidad. "Una I. —dice tado un concepto común que reaparece
Dewey— es, en primer lugar, la anti­ cada vez que se acentúa la separación
cipación de algo que puede ocurrir: entre el deber ser y el ser. Hegel, que
señala una posibilidad" (Logic, II, 6 ; negó esta separación, utilizó la noción
trad. esp.: Lógica, México, 1950, F.C.E., de I. sólo en el dominio de la esté­
p. 128). En este sentido, el término con­ tica, ya que concibió al arte como “la
serva también actualmente una utili­ intuición concreta y la representación
dad específica que le es propia. del Espíritu absoluto en sí como la del
I.” (Ene., §556). El desapego a la rea­
Id e a g e n e ra l, véase GENERAL. lidad, que es la característica del I.,
queda para Hegel limitado al mundo
(ingl. ideaticm; franc. idéa-
Id e a c ió n del arte, porque en este mundo la Idea
tion; alem. Ideation; ital. ideazione). o Razón consciente de sí no llega a
Término usado por Husserl en las In­ realizarse en su forma propia, pero
vestigaciones lógicas (1900-01) p a ra aparece, en las formas sensibles de la
designar lo que después denominó "in­ naturaleza, como el I. que de algún
tuición eidética" o “in tu ic ió n esen­ modo está sobre estas formas (Vorle-
cial” (Ideen, I, §3). Véase f e n o m e n o ­ sungen über die Aesthetik ["Lecciones
l o g ía . de estética”], ed. Glockner, I, pági­
(lat. ideatum). El objeto propio
Id e a d o
nas 112 ss.). En la religión y en la filo­
de la idea (en el sentido 2). Spinoza, sofía, en cambio, que son las formas
que entiende por idea adecuada la que espirituales en las cuales la Idea tiene
tiene "todas las propiedades o deno­ su más alta realización, la noción de I.
minaciones intrínsecas de una idea ver­ no halla lugar. En la filosofía contem­
dadera”, advierte: "Digo intrínsecas pa­ poránea (la cual, a pesar de restablecer
ra excluir la que es extrínseca, á saber, la distinción entre el deber ser y el
la concordancia de la idea con lo ideado ser, propia de la filosofía del siglo x v i i i ,
por ella" (Eth., II, def. 4). rehuye considerar el deber ser, por un
lado, como encam 'o en una forma
I d e a l (ingl. ideal; franc. idéal; alem. perfecta y, por el otro, como inaccesible
Ideal; ital. ideale). Es la noción, sur­ en la realidad), la noción —que se ca­
gida en el siglo xviii, de una encarna­ racteriza por estos dos aspectos— ha
ción cabal, pero no real, de la perfección caído en desuso y ha sido sustituida
en un determinado campo. La noción por la noción de valor (véase). A este
fue claramente expresada por Kant, respecto ha dicho Dewey: "Esta noción
quien la distinguió de la de idea. "La de la naturaleza y del oficio de los
virtud y con ella la sabiduría humana, ideales combina en un todo contradic­
en toda su pureza —dice Kant—, son torio lo que hay de vicioso en la se­
ideas. Pero la sabiduría (del estoico) paración entre deseo y pensamiento...
es un ideal, es decir, un nombre que Sigue el curso natural de la inteligen­
existe sólo en el pensamiento, pero cia inquiriendo por un objeto que uni­
que corresponde plenamente a la idea fique y satisfaga el deseo, después
de la sabiduría. Como la idea da la cancela la obra del pensamiento consi­
regla, el I. sirve así de modelo... Si derando al objeto como inefable y no
bien no se puede atribuir realidad obje­ proporcionado a la acción y a la expe­
tiva (existencia) a los I., no por ello riencia presente” (Human Nature and
deben ser considerados quimeras, es Conduct, II [, 8 ; p. 260).
más, ofrecen un criterio a la razón
que tiene necesidad del concepto de lo Ideal (ingl. ideal; franc. idéal; alern.
perfecto en su género para valorar pro­ ideal, ideellc; ital. ideale). El adjetivo
porcionalmente y medir el grado y el tiene tres significados fundamentales
defecto de lo imperfecto” (Crít. R. Pura, que corresponden: 1) al significado 1
Dialéctica, cap. III, sec. I). En el domi­ de Idea, en cuyo caso designa lo for­
nio de la estética el I. es la figura mal o perfecto en el sentido de que
637
Id e a lid a d
Id e a lis m o
pertenece a la idea como forma, espe­ la doctrina platónica de las ideas. Dice
cie o perfección; 2) al significado 2 Leibniz: "Lo que hay de bueno en las
de Idea, en cuyo caso significa lo que hipótesis de lipicuro y de Platón, de
no es real porque pertenece a la re­ los más grandes materialistas y de los
presentación o al pensamiento. Hegel más grandes idealistas, se reúne aquí
mismo hace uso de este significado del [o sea en la doctrina de la armonía
término cuando afirma que el idealis­ preestablecida]” (Op., ed. Er d ma n n ,
mo consiste en afirmar que “lo finito p. 186). Este significado del término,
es I.", o sea no real (Wissenschaft der que a veces se llama "I. metafísico”
Logik [La ciencia de la lógica], I, I, en el sentido de que es una hipóte­
sec. I, cap. II, nota 2); 3) al término I., sis en tomo a la naturaleza de la rea­
en cuyo caso designa lo perfecto, pero lidad (y precisamente la que consiste
irreal. en afirmar el carácter espiritual de la
realidad misma) no ha tenido, sin em­
Id e a lid a d (ingl. ideality, franc. idéalité; bargo, fortuna. La palabra ha sido usa­
alem. Idealitat; ital. idealitá). Término da, de preferencia, en los dos signi­
introducido por Kant para designar la ficados siguientes: 1)1. gnoseológico o
subjetividad de las formas de la intui­ epistemológico, propio de diferentes co­
ción, como también la de las catego­ rrientes de la filosofía moderna y con­
rías ; en este caso se trata de I. tras­ temporánea; 2) I. romántico, que es
cendental, en el sentido de que tales una corriente históricamente determi­
formas son condiciones del conocimien­ nada en la filosofía moderna y contem­
to (Crít. R. Pura, §3). En la primera poránea.
edición de la Crítica, Kant afirmó: "La 1) En el sentido gnoseológico (o epis­
existencia de todos los objetos de los temológico) el término fue usado por
sentidos externos es dudosa. A esta in­ vez primera por Wolff: "Se denomina
certidumbre denomino 7. de los fenó­ idealistas —dice— a los que admiten
menos externos y denomínase I. a la que los cuerpos tienen sólo una exis­
doctrina de esta I.” (Ibid., 1* ed., Para­ tencia ideal, en nuestras almas y, por
logismos de la Razón Pura, IV). Hegel lo tanto, niegan la existencia real de
invirtió este concepto de I., afirmando los cuerpos mismos y del mundo” (Psy-
que con él no se entiende la negación chol. rationatis, §36). En el mismo sen­
de lo real, sino ás bien su conser­ tido dice Baumgarten: "El que admite
vación [Ene., §403). “La I. —dice— en este mundo sólo espíritus es un
puede ser denominada la cualidad de idealista” (Met., §402). Kant introdujo
la infinitud”, esto es, la cualidad de lo definitivamente en filosofía este signi­
real porque, según Hegel, sólo el infini­ ficado del término. "El I. —dice— es
to es real y en cambio lo finito no lo es la teoría que declara la existencia de
(Wissenschaft der Logik [La ciencia de los objetos en el espacio simplemente
la lógica], I, 1, cap. 2, II Pasaje). Ni- dudosa e indemostrable o falsa e im­
colai Hartmann adoptó la palabra en posible ; el primero es el I. problemático
un sentido más cercano al de Kant. de Descartes, que declara indudable só­
Distinguió entre la I. independiente, lo una afirmación (assertio) empírica,
que pertenece a objetos irreales aunque o sea ‘Yo soy'; el segundo e s el I. dog­
subsistentes en sí, como los lógicos y mático de Berkeley, que considera el
matemáticos y como los valores y la espacio con todas las cosas a las cuales
I. adherente que, en cambio, pertenece se adhiere como condiciones imprescin­
a las formas ideales que constituyen la dibles, como algo en sí mismo imposi­
esencia de lo real (las leyes o rela­ ble y declara, por lo tanto, que las cosas
ciones esenciales que lo constituyen) en el espacio son simples imaginacio­
(Metaphysik der Erkenntniss ["Metafí­ nes” [Crít. R. Pura, Analítica de los
sica del conocimiento’’], 1921, cap. 62). principios, Refutación del I.). Kant de­
nomina material a este I. para distin­
Id e a lis m o (ingl. ideatism; franc. idéalis- guirlo del I. trascendental o formal
nte; alem. Idealismus; ital. idealistrto). [Prol., §49), que es su propia doctrina
Este término fue introducido en el len­ de la "idealidad trascendental” del es­
guaje filosófico hacia mediados del si­ pacio, del tiempo y de las categorías;
glo xvii y al principio se lo aplicó a doctrina que permite justificar el rea­
638
Idealismo

lismo y refutar al I. Pero no obstante revestimientos que lo oscurecían aún


esta toma de posición (que es aún más en parte en Kant y lo puso sin más
explícita en la segunda edición de la como único principio a la cabeza de la
Crítica que en la primera, en la que filosofía; resultó así el creador del I.
falta la "Refutación”), la doctrina kan­ trascendental... El I. de Fichte es per­
tiana tomó ella misma un significado fectamente opuesto al espinozismo o
idealista, sobre todo por obra de la in­ también es un espinozismo invertido,
terpretación de Reinhold en las Cartas por cuanto Fichte opuso al objeto ab­
sobre la filosofía kantiana (1786-87) que soluto de Spinoza, que anulaba todo
interpretaban el fenómeno, o sea el ob­ sujeto, al Sujeto en su absolutez, el
jeto del conocimiento empírico, como Acto al ser absolutamente inmóvil de
representación. Schopenhauer creyó ex­ Spinoza; el yo para Fichte, no es, como
presar la esencia misma del kantismo para Descartes, un yo admitido sola­
iniciando su obra El mundo como vo­ mente con la finalidad de poder filo­
luntad y como representación, con la sofar, sino el yo real, el verdadero
tesis "El mundo es mi representación”. principio, el absoluto p r i u s de todo”
Y esta tesis, aceptada como un prin­ ( M ü n c h e n e r Vorlesungen: zur Ges-
cipio evidente por el I. romántico, es chichte der neueren Philosophie [“Con­
compartida, en la filosofía moderna y ferencias de Munich: para la historia
contemporánea, no sólo por las formas de la filosofía contemporánea”], 1834,
de tal I., sino por las diferentes co­ Kant, Fichte; trad. ital., pp. 108-09).
rrientes del kantismo y por algunas Hegel, que también denominó subjetivo
corrientes del esplritualismo. En este o absoluto a su I., aclara así el prin­
sentido son idealistas las doctrinas de cipio: "La proposición de que lo finito
Renouvier, Cohén, Natorp, Windelband, es ideal constituye el I. El I. de la
y Rickert tanto como las de Lotze, filosofía consiste solamente en esto: en
Eduard Hartmann, Ravaisson, Hamelin, no reconocer lo finito como un verda­
Martinetti, etc., pensadores que, aun dero ser. Toda filosofía es esencial­
en polémica con el I. romántico, tie­ mente I. o, por lo menos, tiene al I.
nen en común con él el supuesto gno- por principio y se trata sólo de saber
seológico f u n d a m e n t a l : la reducción hasta qué punto este principio se en­
del objeto de conocimiento a represen­ cuentre efectivamente rea liz a d o . La
tación o idea. filosofía es I. com I. es la religión”
2) En el segundo sentido, el I. es el (Wissenschaft der Logik [La ciencia de
denominador de la gran corriente de la lógica'i, I, sec. I, cap. II, nota 2).
la filosofía romántica que se originó I. subjetivo o I. absoluto se han llama­
en Alemania en el periodo poskantiano do también las derivaciones contempo­
y que ha tenido numerosas ramifica­ ráneas del I. romántico, que son sus­
ciones en la filosofía moderna y con­ tancialmente dos: la angloamericana
temporánea de todos los países. Sus ( G r e e n , Bradley, McTaggart, Royce,
mismos fundadores, Fichte y Schelling, etc.) y la italiana (Gentile, Croce).
llamaron "trascendental”, "subjetivo” A m b a s derivaciones han mantenido
o también "absoluto” a este I. El ad­ aquello que para Hegel era el rasgo
jetivo trascendental tiende a ligarlo con característico del I .: la no-realidad de
el punto de vista kantiano, que hizo lo finito y su resolución en el infinito.
del “yo pienso” el principio fundamen­ Pero mientras el I. italiano ha seguido
tal del conocimiento. La calificación más de cerca el camino hegeliano, in­
de subjetivo tiende a oponer este I. tentando establecer esta identidad por
al punto de vista de Spinoza, que si vía positiva, esto es, mostrando en la
bien redujo la total realidad a un prin­ estructura misma de lo finito, en su
cipio único (la Sustancia), entendió la intrínseca y necesaria racionalidad, la
Sustancia misma como objeto. En fin, presencia y la realidad de lo infinito,
el adjetivo absoluto tiende a subrayar el I. angloamericano ha querido de­
la tesis de que el Yo o Espíritu es el mostrar la identidad por vía negativa,
principio único de todo y que fuera de mostrando que lo finito, por su intrín­
él no hay nada. Dice Schelling, subra­ seca irracionalidad, no es real o es
yando la génesis histórica del I. ro­ real en la medida en que revela y ma­
mántico: “Fichte liberó al yo de los nifiesta lo infinito. El título de una de
6 3 9
Id e a lis m o d e la lib e r ta d
I d e n tid a d
las obras fundamentales del I. inglés, a la naturaleza misma del entendimien­
Appearance and reality ("Apariencia y to, que es bastante más propenso al
realidad”, 1893) de F. H. B r a d l e y error que al sentido” (Nouv. Org., Pref.).
revela ya el tema dominante del I. Los cartesianos y los wolffianos deno­
anglosajón. En tanto que el título de minaron I. material a los movimientos
la obra fundamental de Gentile, Teoría que, según Descartes, son aportados al
dello spirito come atto puro (1916) re­ cerebro por los nervios estimulados por
vela la inspiración fichteana y la direc­ la acción de los objetos externos que
ción subjetivista del I. italiano. Para tocan las diferentes partes del cuerpo
los rasgos característicos de todas las (cf. Descartes, Princ. de Phit., IV, 196).
formas del I. romántico, véase a b s o l u ­ Acerca de esta doctrina insistieron los
to ; ROM ANTICISM O. ocasionalistas, pero también fue acep­
tada por Wolff (Psychol. rationalis, §
(alem. Idealis-
Id e a lis m o d e la lib e r ta d 118, 374), por Baumgarten (Met., § 560)
mus der Freiheit). Uno de los tres ti­ y por Kant ( Tráume eines Geisterse-
pos fundamentales de filosofía, esto hers, erlautert durch Trdume der Meta-
es, de concepción del mundo, según physik ["Sueños de un visionario ex­
Dilthey, y precisamente el representado plicados por los sueños de la metafí­
por Platón, por la filosofía helenístico- sica"], 1766, I, 3). Idea-fuerza denominó
romana, por Cicerón, por la especula­ Fouillée "al encuentro de ío interno y
ción cristiana, por Kant, Fichte, Maine de lo externo, una forma que lo interno
de Biran y los pensadores franceses toma por la acción de lo externo y por
afines a este último, por Carlyle (Das la reacción propia de la conciencia”
Wesen der Philosophie [La esencia de (L’évotutionisme des Idées-forces, 1890,
la filosofía), 1907, III, 2; trad. esp.: p. xv), o sea la unidad psicofísica,
Teoría de la concepción del mundo, que realiza el postulado del monismo
México, 1954, F.C.E.). psicofísico. Véase m o n i s m o .
(ingl. v a r i e t y of
Id e a s , v a rie d a d d e Idencíal (alem. idential). Adjetivo crea­
ideas; franc. v a r i é t é d’idées; alem. do por Avenarius para designar el con­
Ideensmannigfáltigkeit; ital. va rie tá junto de dos de los caracteres {véase),
d’idee). Una variedad de I. se distin­ o sea la identidad y la alteridad {Kritik
gue sólo en el ár bito del significado der reinen Erfahrung ["Crítica de la
2 ) de idea, o sea el de las I. entendi­ experiencia pura”], 1890, II, pp. 28 ss.).
das como representaciones. Descartes
distinguió tres especies de I.: las in- I d e n tid a d (gr. TaÜTÓrn;; lat. identitas;
tiatas, que parecen congénitas con el ingl. i de nt i t y; franc. identité; alem.
sujeto pensante, las adventicias que pa­ Identitat; ital. identitá). De este con­
recen extrañas o llegadas desde fuera cepto se han dado tres definiciones
y las facticias formadas o halladas por fundamentales, o sea, 1) la que consi­
él mismo. A la primera clase de I. dera a la I. como unidad de sustancia;
pertenecen la capacidad de pensar y de 2) la que considera a la I. como susti-
comprender las esencias verdaderas, in­ tuibilidad; 3) la que considera a la I.
mutables y eternas de las cosas; a la como convención.
segunda clase pertenecen las I. de las 1) La primera definición es la aristo­
cosas naturales; a la tercera, las I. de télica. Ar i s t ót el es dice: "En sentido
las cosas q u i m é r i c a s o inventadas esencial, las cosas son idénticas del
(Méd., III; Lettre a Mersenne, 16 de mismo modo en que son unidad, ya
junio 1641, en (Euvres, III, 383). Esta que son idénticas cuando es una sola
clasificación parece tomar como mo­ su materia (en especie o en número)
delo la de Bacon, con referencia a los o cuando su sustancia es una. Es, por
ídolos, cuando los divide en adventi­ lo tanto, evidente que la I. de cual­
cios (adscititia) e innatos: “Los ídolos quier modo es una unidad, ya sea que
adventicios se han introducido en la la unidad se refiera a pluralidad de
mente humana a través de las doctri­ cosas, ya sea que se refiera a una úni­
nas de las sectas filosóficas o a través ca cosa, considerada como dos, como
de demostraciones hechas con método resulta cuando se dice que la cosa es
errado. Los ídolos innatos pertenecen idéntica a sí misma” {Met.. V, 9, 1018 a
640
Identidad de los indiscernibles

7). En otros términos, como por lo que "el objeto de una idea no es el
demás dice Aristóteles mismo, las co­ objeto de otra idea” (Nouv. Ess., IV, 2,
sas son idénticas sólo "si es idéntica la § 1). La lógica contemporánea ha re­
definición de sus sustancias” (Ibid., petido estas notas de Leibniz con po­
X, 3, 1054 a 34). La unidad de la sus­ cas variaciones (Camap, Der logische
tancia, por lo tanto, de la definición Aufbau der Welt ["La estructura lógica
que la expresa es, desde este punto de del mundo"], § 159; Quine, From a
vista, el significado de la identidad. Logical Point of View, 1953, VIII, 1).
Desde este mismo punto de vista, pue­ 3) La tercera concepción de la I. es
de ser, como lo anota Aristóteles, una aquella según la cual la I. misma puede
I. accidental como cuando dos atribu­ ser establecida o reconocida a base
tos accidentales, "blanco" y "músico”, de cualquier criterio convencional. Se­
por ejemplo, se refieren a la misma gún esta concepción no se puede afir­
cosa, al mismo hombre, supongamos; mar de una vez por todas el significado
pero esta I. accidental no significa de de la I. o el criterio para reconocerla,
modo alguno que el hombre (en gene­ pero se puede, en el ámbito de un de­
ral) sea blanco o músico (Ibid., V, 9, terminado sistema lingüístico, deter­
1017 b 27). Este concepto de la I. como minar de modo convencional, pero apro­
unidad de la sustancia o (lo que es lo piado, tal criterio. Esta concepción fue
mismo) de la definición de la sustan­ presentada por F. Waismann en un ar­
cia, se conservó y todavía aparece en tículo de 1936 ("Uber den Begriff der
muchas doctrinas. Hegel lo hizo suyo, Identitat" ["Acerca del concepto de la
definiendo la esencia como "I. consigo identidad”], en Erkenntniss, ["Conoci­
misma”, y, por lo tanto, la I. como miento”], VI, pp. 56 ss.), sobre todo en
coincidencia o unidad de la esencia contraposición a la definición formula­
consigo misma (Ene., §§ 115-116). Tal da por Camap y es, por cierto, la que
concepto de la I. es, por lo tanto, aná­ responde mejor a las exigencias del
logo y correspondiente a la interpre­ pensamiento lógico y filosófico. Desde
tación del ser predicativo como inhe­ el punto de vista de esta concepción,
rencia (véase s e r ) y de la esencia como lo importante es declarar, cuando se
esencia necesaria (véase e s e n c i a ). habla de I. el criterio que se adopta
2) La segunda definición es la de o al que se hace i srencia.
Leibniz, que acerca el concepto de I.
al de i g u a l d a d (véase). "Idénticas (lat. iden-
I d e n tid a d d e lo s in d is c e rn ib le s
—decía Leibniz— son las cosas que pue­ titas indiscernibilium; ingl. identity of
den sustituirse una a otra salva veri- indiscernibles; franc. identité des in­
tate. Si A entra en una proposición ver­ discernibles; alem. Identitüt der Unun-
dadera y al sustituir en ésta B por A, terscheidbaren; ital. identitá degli in-
la nueva proposición continúa siendo discernibili). El principio metafísico
verdadera, y lo mismo acaece en cual­ que excluye que en la naturaleza haya
quiera otra proposición, A y B se dicen dos cosas absolutamente similares. Ya
idénticas y, recíprocamente, si A y B conocido por los estoicos (cf. Cicerón,
son idénticas, la sustitución a que se 4cad., III, 17, 18; trr.d. esp.: Cuestiones
ha h e c h o referencia puede hacerse” académicas, México, 1144, F.C.E.), rea­
(Specimen Demonstrandi, Op., ed. Erd- pareció en el Renacimiento ("Dos cosas
mann, p. 94). Una definición análoga no pueden ser absolutamente iguales
fue aceptada por Wolff que definió en el universo"; Nicolás de Cusa, De
como idénticas “las cosas que pueden Docta Ignor., II, 11) y fue defendido e-
sustituirse una a la otra, permanecien­ ilustrado por Leibniz que se vanaglorié
do a salvo cualquiera de sus predica­ de su descubrimiento y del principio dg
dos” (Ontol., § 181). A base de este razón suficiente, como dos principios
sentido de la palabra I. se comenzó a que "cambian el estado de la metafí­
hablar con Leibniz, de proposiciones sica, que en virtud de ellos resulta real
i dént i cas, que Leibniz distinguió en y demostrativa" (/V Lett. a Clarke, Op.,
afirmativas, del tipo "Toda cosa es lo ed. Erdmann, pp. 755-56). Leibniz lo
que es"; negativas, las regidas por el expresó diciendo simplemente: “No hay
principio de no contradicción (véase) individuos indiscernibles" o "Poner dos
y dispares, que son aquellas que dicen cosas indiscernibles significa poner lo
641
I d e n tid a d , filo s o f ía d e la
I d e n tid a d , p r in c ip io d e
mismo bajo dos nombres” (Ibid., ed. tité; alsm. Identitatsphilosophie; ital.
Erdmann, pp. 755-56). "Si dos indivi­ filosofía dell’identita). Así denominó
duos fueran completamente similares Schelling a su filosofía, en cuanto de­
e iguales y, en suma, al punto de no fine lo Absoluto como la I. del objeto
poder ser distinguibles —dice—, no ha­ y del sujeto, de la naturaleza y del
bría principio de individuación y no espíritu, de lo inconsciente y de lo
habría siquiera, osaría decir, distinción consciente (Werke ["Obras”], II, 1, pp.
e n t r e diferentes individuos" (Nouv. 371 s s . ) . Véase n a t u r a l e z a , f i l o s o f ía
Ess., II, 27, § 3). Para Leibniz éste DE LA.
es un argumento contra la existencia
de los átomos (de los átomos mate­ (lat. principium
I d e n tid a d , p rin c ip io d e
riales, se entiende), que serían justo identitatis; ingl. law of identity; franc.
idénticos por definición. Aceptado y p r i n c i p e d'identité; alem. Satz der
defendido por Wolff (Cosmot., § 246-48) Identitat; ital. principio d'identitá). El
y por toda la escuela wolffiana, como reconocimiento explícito de este prin­
también, aun cuando a su manera, por cipio como uno de los principios lógi­
Hegel (Ene., § 117), el principio, en cos u ontológicos fundamentales, al
cambio, fue rechazado por Kant. “En lado de los de no contradicción y del
dos gotas de agua —decía— se puede tercero excluido, es muy reciente, ya
abstraer completamente de toda dife­ que no se remonta más allá de Wolff.
rencia interna (de cualidad y de can­ Aristóteles ignora el principio de I. y
tidad), pero basta que ellas sean intui­ lo ignora toda la tradición medieval.
das a la vez en lugares diferentes para El mismo Leibniz considera el enun­
considerarlas como numéricamente di­ ciado "toda cosa es lo que es” como
ferentes. Leibniz cambió los fenóme­ tipo de las verdades idénticas afirma­
nos por cosas en sí, por lo tanto por tivas, sin reconocer a tal enunciado la
intelligibilia o sea por objetos del en­ c a t e g o r í a de principio, que atribuye
tendimiento puro (si bien los llamó sólo al de no contradicción y al de
fenómenos porque los consideraba re­ razón suficiente (Théod., I, § 44; Ma­
presentaciones confusas) y así su prin­ nad., § 31-32, 35). Dice: "Las verdades
cipio de los indiscernibles permaneció primitivas de razón son aquellas que
inatacable” (Crít. °. Pura, Analítica de denomino, bajo un n o m b r e general,
los Principios, Apéndice). En otros tér­ idénticas, porque parece que no hacen
minos, el principio de la I. de los in­ más que repetir lo mismo sin decirnos
discernibles, sería válido para objetos nada nuevo. Las verdades idénticas
del entendimiento puro y no para fe­ pueden ser afirmativas o negativas. Las
nómenos que están ya lo suficiente­ afirmativas son, por ejemplo, como la
mente individualizados en su posición siguiente: Cada cosa es lo que es, y
en el tiempo y en el espacio. En la otros ejemplos semejantes en los cua­
filosofía contemporánea hay pocas hue­ les A es A, B es B” (Nouv. Ess., IV, 2,
llas de este principio. Algunos lógicos § 1). Por lo demás, el reconocimiento
lo admiten, pero lo interpretan a su de la certeza de las proposiciones idén­
manera. Quine, por ejemplo, lo expone, ticas era bien viejo y ya se encuentra
con el nombre de "máxima de la iden­ en Santo Tomás. "Es necesario —decía
tificación de los indiscernibles”, en este último— que sean evidentes por
esta f o r m a : "Objetos indiscernibles sí mismas las proposiciones en que se
uno de otro dentro de los términos de afirma lo idéntico de sí mismo; el
un discurso dado deben ser construi­ hombre es hombre; y también aquellas
dos como idénticos por tal discurso” en que el predicado está incluido en
(From a Logical Point of View, IV, 2). la definición del sujeto, como el hom­
Otros lo consideran indemostrable y bre es animal" (Contra Gent., I, 10).
admiten que es lógicamente posible Por otro lado, Leibniz conocía tam­
para dos cosas tener en común todas bién la fórmula general de la I., lo
sus propiedades (Black, Problems of mismo que Locke, quien la enumeraba
Analysis, 1954, I, 5). entre las máximas cuyo carácter inna­
to se llega a reconocer por la univer­
Id e n tid a d , filo s o f ía d e la (ingl. identity- salidad del asentimiento que suscitan.
philosophy; franc. phitosophie de l'iden- “ ‘Lo que es, es’ y ‘es imposible que
642
Identidad, principio de

la misma cosa sea y no sea’. Dos prin­ tradicción, y así esta fórmula comenzó
cipios... que me parece, entre todos a recibir, por parte de los lógicos del
tendrían el mayor derecho al título de siglo xiv, un reconocimiento de ese ran­
innatos”, decía Locke (Essays, I, II, go que tradicionalmente sólo había re­
4). Tanto Locke como Leibniz parecen conocido al principio de no contradic­
referirse a la fórmula de la I. como ción.
a una máxima bien conocida y recono­ No obstante, sólo con Wolff, según se
cida, pero que todavía no tiene el ran­ ha dicho, se comenzó a reconocer ex­
go de principio ontológico o lógico. plícitamente el valor de principio al
Ahora bien, tal fórmula había comen­ enunciado de la I. Wolff lo expuso bajo
zado a circular en la escolástica del si­ el nombre de "Principio de la certeza”
glo xiv y, sobre todo, en los ambientes y lo dedujo del principio de no contra­
escolásticos y occamistas, en la tenta­ dicción. "Ya que es imposible —dice
tiva de reducir el principio de no con­ en su Ontología (1729)— que una mis­
tradicción (que seguía siendo recono­ ma cosa sea y no sea al mismo tiempo,
cido como primer principio ontológico) Toda cosa, en tanto es, es; o sea: si A
a su expresión más simple y económi­ es, es también verdad que A es. Niega,
ca. Esta tentativa es una manifesta­ en efecto, que A sea, en tanto es; de­
ción característica de ese uso del prin­ bes entonces conceder que A. al mis­
cipio de economía ( v é a s e ) , tomado mo tiempo es y no es, lo que se con­
como guía metodológica por Occam y trapone al principio de no contradicción
por muchos escotistas. Dice, por ejem­ y, por lo tanto, no puede ser admitido,
plo, Antonio Andrés (muerto en 1320): a base de este principio” (Ont., § 5 5 ).
"Digo que este principio ‘Es imposible Wolff relacionó el principio con la no­
que~ la misma cosa simultáneamente ción de necesidad (Ibid., § 288) y no
sea y no sea’ no es absolutamente pri­ le reconoció el carácter originario que,
mero o sea el primer prim ero... Si en cambio, atribuyó al principio de no
se pregunta cuál es absolutamente el contradicción y al de razón suficiente.
primer conjunto y el primer primero, Baumgarten hizo dar todavía un paso
digo que es éste: ‘El ente es ente’. adelante al principio de I. acogiéndolo
Este principio, en efecto, tiene térmi­ después del de no contradicción (que
nos absolutamente primeros y últimos para él seguía sier ’ > “el primero ab­
que, por lo tanto, no se resuelven en soluto”), pero al mismo nivel, como
términos precedentes; más bien toda "Principio de posición o de I.”. Y lo
disolución de conceptos se relaciona expresó en la forma siguiente: “Todo
con el concepto del ente, como con el posible A, es A, o bien, todo lo que es,
absolutamente primero entre los con­ es; o bien, todo sujeto es predicado
ceptos esenciales" (In Met., IV, q. 5). de sí mismo" (Met., § 11). A su vez,
Buridán a l u d í a a ésta o similares Kant, en la Nueva dilucidación de los
tentativas de reducción del principio primeros principios del conocimiento
de no contradicción a una fórmula más metafísico (1755) decía: "Dos son los
simple, que más tarde sería la de la principios absolutamente primeros de
I.: "Algunos, comprendiendo la priori­ todas las verdades, uno, de las verda­
dad más bien según la simplicidad que des afirmativas, o sea la proposición
conforme a la evidencia y la certidum­ ‘Lo que es, es’, el otro de las verdades
bre, dicen que las proposiciones cate­ negativas, o sea la proposición ‘lo que
góricas preceden a las hipotéticas y que no es no es'. Y ambas proposiciones
las asertóricas preceden a las modales, se denominan comúnmente principio de
etc. Y en consecuencia ponen un único I.” (Nova dilucidatio, prop. II).
gran orden de principios indemostra­ Con esto, hizo el principio de I. su
bles. El primer principio sería 'El ente ingreso oficial entre los principios fun­
es’, de donde seguiría ‘el no ente no es’. damentales de la lógica (si bien en su
Luego vendría 'El ente es ente’, de don­ origen, con Wolff y Baumgarten, fue
de ‘el no ente no es ente', etc." (Jn un principio ontológico). Fichte lo uti­
Met., IV, q. 13). Desde el punto de vis­ lizó c o m o una proposición absoluta­
ta de la simplicidad y de la economía, mente "cierta e indubitable" (Wissen-
la fórmula de la I. parecía, por lo schaftslehre, 1794, § 1). Y como prin­
tanto, más primitiva que la de no con­ cipio i n d u b i t a b l e del pensamiento
643
Ideología

aparece también en Schelling (Werke (véase s e r , I). Otras veces lo conside­


["Obras”], I, IV, p. 116). Todo esto ran, fuera de la lógica, como un canon
dio a Hegel el derecho de decir que "el form al: ". . . la identidad significa la
principio de I., en vez de ser una ver­ exigencia lógica de que los ‘sentidos’
dadera ley del pensamiento, no es más [de los términos] sean estables en el
que la ley del entendimiento abstracto. continuo de la investigación... Pero la
La forma de la proposición la contra­ satisfacción de esta condición no quie­
dice por el hecho de que una proposi­ re decir que un determinado símbolo
ción promete también una distinción deba poseer el mismo sentido en todas
entre sujeto y predicado y esa proposi­ las investigaciones”. ( De w e y , Logic,
ción no mantiene lo que su forma pro­ XVII, § 3; trad. esp.: Lógica, México,
mete. Pero debe hacerse notar en es­ 1950, F.C.E., p. 383). Es evidente que
pecial que es n e g a d a por las otras en este sentido, el principio de I. no es
llamadas leyes del pensamiento, que ni lógico ni ontológico y no es, hablan­
constituyen ley de lo contrario de esta do con precisión, ni siquiera un prin­
ley” (Ertc., § 115). Hegel, naturalmen­ cipio: sólo una regla para el uso de
te, tenía razón, pero combatía contra los símbolos.
un molino de viento, ya que los filó­
sofos habían admitido explícitamente Id e o lo g ía (ingl. ideology; franc. idéolo-
el principio justo con la finalidad de gie; alem. Ideotogie; ital. ideología).
dar un fundamento de necesidad a las El término fue creado por Destut De
verdades idénticas. La lógica filosó­ Tracy (Idéologie, 1801) para indicar
fica del siglo xix continuó incluyendo "el análisis de las sensaciones y de las
el principio de I. entre las leyes uni­ ideas”, según el modelo de Condillac.
versales del pensamiento (cf. Hamil- La I. fue la corriente filosófica que se­
ton, Lecíures on Logic, I, pp. 79 ss.; ñaló el tránsito del empirismo ilumi-
Drobisch, Logik, § 58; Überweg, System nista al esplritualismo tradicionalista
der Logik, p. 183; Wundt, Logik, I, pp. que floreció en la primera mitad del
504 ss.; B. Herdmann, Logik, I, pp. 172 siglo xix (véase e s p i r i t u a l i s m o ) . Dado
ss., etc.), aun cuando no hayan faltado que algunos de los ideólogos franceses
los que le negaron todo significado (cf. le fueron hostiles, Napoleón adoptó el
P. Hermant y A Van de Waele, Les término en sentido despectivo, llaman­
principales théories de la togique con- do "ideólogos” a los "doctrinarios”, o
temporaine, París, 1909, pp. 116 ss.). sea a personas privadas de sentido po­
Boutroux vio en el principio de I. la lítico y, en general, sin contacto con
expresión del ideal mismo de la nece­ la realidad ( P i c a v e t , Les idéotogues,
sidad racional (L’idée de loi naturelle, París, 1891). En este momento se ini­
1895. cap. 2). Meyerson, obedeciendo cia la historia del significado moderno
a un concepto análogo, redujo todo del término que se aplica, no a una es­
proceso racional (o sea todo proceso pecie cualquiera de análisis filosófico,
que llegue a comprender o a explicar sino a una doctrina más o menos priva­
un objeto cualquiera) a la identifica­ da de validez objetiva, pero mantenida
ción (Identité et Realité, 1908; L'expli- por los intereses evidentes o escondi­
cation dans les Sciences, 1927). Por dos de los que la utilizan.
otra parte, no obstante, la lógica ma­ La noción de I., en este sentido, re­
temática se dio cuenta pronto de la sulta, en la s e g u n d a mitad del si­
inutilidad de este principio para la va­ glo xix, fundamental para el marxismo,
lidez de un razonamiento cualquiera, pues es de sus mayores instrumentos
y Peirce pudo reducir su significado polémicos contra la cultura denomina­
para expresar "que continuamos cre­ da "burguesa". Marx, en efecto, afirmó
yendo lo que hasta ahora hemos creído, la dependencia de las creencias reli­
en ausencia de toda razón en contra­ giosas, filosóficas, políticas, morales, de
rio” (Cotí. Pap., 3, 182). En la lógica las relaciones de producción y de tra­
contemporánea no existe tal principio, bajo, tal como se constituyen en toda
por lo menos en la forma de "princi­ fase de la historia económica (cf. Sa­
pio”. A veces los lógicos lo hacen coin­ grada familia, 1845; Miseria de la filo­
cidir con algún teorema que exprese sofía, 1847). Es la tesis que luego se
uno de los significados de la cópula denominó materialismo histórico (véa­
614
Ideología

se). Ahora bien, por I. se entiende, logía. Se entiende por ella, en sentido
para el caso, al conjunto de esas creen­ particular, "al conjunto de las imita­
cias, en cuanto no tienen otra validez ciones más o menos deliberadas de
que la de expresar una determinada una situación real, con cuyo exacto co­
fase de las relaciones económicas y, nocimiento contrastan los intereses del
por lo tanto, de servir a la defensa de que sostiene la I. misma”. En sentido
los intereses que prevalecen en cada más general, se entiende por I. la to­
fase de estas relaciones. Precisamente tal "visión del mundo” de un grupo
en este sentido, la I. fue por vez pri­ humano, una clase social, por ejemplo.
mera estudiada en el Tratado de socio­ El análisis de la I. en el primer sen­
logía general (1916) de Vilfredo Pareto, tido debe hacerse —según Mannheim—
a pesar de que en esta obra Pareto no en el plano psicológico; el análisis de
adopta el término I. (que sin embar­ la I. en el segundo sentido debe ha­
go, había usado en los Sistemas socia­ cerse en el plano sociológico (Ideology
listas, 1902, pp. 525-26). La noción de and Utopia, 1953 [P ed., 1929], II, 1;
I. corresponde, en Pareto, a la noción trad. esp.: Ideología y utopia, México,
de teoría no-científica, entendiéndose 1941, F.C.E.). En uno y otro caso, la
por esta última toda teoría no lógico- I. es, según Mannheim, la idea que es
experimental. Una teoría, según Pare­ capaz de insertarse en la situación, de
to, puede ser, en general, juzgada: 1) dominarla y de adaptársela. "Las 1.
por su aspecto objetivo, es decir, en —dice— son las ideas que trascienden
relación con la experiencia; 2) por su la situación y que nunca lograron, de
aspecto subjetivo, esto es, por su fuerza hecho, realizar su contenido virtual.
persuasiva; 3) por su utilidad social, o Aunque a menudo se convierten en los
sea por su utilidad para el que la pro­ motivos bien intencionados de la con­
duce o la acoge ( Trattato, § 14). Las ducta del individuo, cuando se las apli­
teorías científicas o lógico-experimenta­ ca en la práctica se suele deformar
les se valoran objetivamente, pero no su sentido. La idea cristiana del amor
en otras formas, por cuanto su finali­ fraternal, por ejemplo, sigue siendo, en
dad no es la de persuadir (Ibid, § 76). una sociedad basada sobre la servidum­
Por lo tanto, sólo las teorías no cien­ bre, una idea irrealizable y, en ese
tíficas se valoran a base de los otros sentido, ideológica, aun cuando se re­
dos aspectos. Ciencia e I. pertenecen conozca que puede i- :uar como moti­
así a dos campos separados, que nada vo en la conducta del individuo” (Ibid.,
tienen en común: la primera, al campo IV, 1). En esto la I. sería diferente de
de la observación y del razonamiento, la utopía que, en cambio, llega a reali­
la segunda al campo del sentimiento zarse. Como se ha observado a me­
y de la fe (Ibid., § 43). La importancia nudo (cf. Merton, Social Theory and
de esta distinción ha sido justamente Social Structure, 1957, pp. 489 ss.), el
subrayada; por una parte hace imposi­ criterio así sugerido por Mannheim
ble considerar como verdadera una para la distinción entre I. y utopía
teoría persuasiva o también considerar (que ha de establecerse post factum),
persuasiva (o útil) una teoría verda­ esto es, la realización, incluye un círcu­
dera y, por otro, permite "comprender lo vicioso, ya que el juicio acerca de la
antes de condenar y distinguir entre educación de la realización, es decir,
el estudioso de los hechos sociales y el la valoración de esta adecuación, po­
propagandista o el apóstol” (Bobbio, dría sólo hacerse a partir de una dis­
"Vilfredo Pareto e la critica della I.", tinción preventiva entre I. y utopía.
Riv. di Fil., 1957, p. 374). Desde el La característica de ambas doctrinas
punto de vista del análisis de la I. la mencionadas es la oposición entre la
doctrina de Pareto ha establecido un í. y las teorías positivas, o sea en­
punto importante: el de la función tre la I. y la ciencia, según Pareto,
de la I. que es, en primer lugar, la de y entre la I. y la utopía (la teoría que
persuadir, esto es, de dirigir la acción. se r e a l i z a ) según Mannheim. Aun
Este punto es dejado de lado por otro cuando Pareto distinguió el juicio acer­
t e ó r i c o de la ideología, Mannheim, ca de la validez objetiva de una teoría
quien ha distinguido un concepto par­ y el juicio acerca de su fuerza de per­
ticular y un concepto universal de ideo­ suasión v sobre su utilidad social, la
I d e o g rá f ic a s , c ie n c ia s
íd o lo s
oposición que formuló, entre I. y teo­ infundada, tanto una creencia realiza­
ría científica, lo llevó a constituir dos ble como una creencia no realizable. Lo
clases nítidamente diferentes de teo­ que hace de la I. una creencia no es,
rías. Ahora bien, resulta bastante evi­ en efecto, su validez o falta de validez,
dente que si una teoría científicamente sino sólo su capacidad de control de
verdadera no tiene por ello mismo fuer­ los comportamientos en una situación
za persuasiva (fuera del campo de los determinada.
científicos competentes), es también
claro que una teoría evidentemente I d e o g rá f ic a s , c ie n c ia s , véase CIENCIAS,
falsa desde el punto de vista científico, CLASIFICACIÓN DE LAS.
no puede tener por mucho tiempo fuer­
za de persuasión. Actualmente, por (ingl. ideoscopy). Nombre
Id e o s c o p ia
ejemplo, nadie establecería una forma dado por Peirce a "la descripción y
de propaganda cualquiera acerca de la clasificación de las ideas que pertene­
no existencia de los antípodas. La fuer­ cen a la experiencia ordinaria o que
za de persuasión de una teoría no es surgen naturalmente en relación con
atacada de modo invariable por la teo­ la vida ordinaria, sin referencia a su
ría misma, sino que depende del con­ validez o invalidez, o a su psicología
texto social en que la teoría obra o en (Cotí. Pap., 8.328).
la que se le hace servir. La verdad
o no verdad científica de la teoría (alem. Eidolologie). La doc­
Id o lo lo g ía
es, por cierto, un elemento de este con­ trina que estudia los ídolos, o sea las
texto, que constituye, como los otros apariciones en la conciencia y es, según
elementos, la fuerza persuasiva de la Herbart (Atlgemeine Metaphysik [“Me­
teoría. Es necesario, por lo tanto, sub­ tafísica general”), 1828, I, 71), una par­
rayar que el significado de una I. no te de la metafísica, junto con la meto­
consiste, como lo han considerado los dología, la ontología y la sinecología.
escritores marxistas, en el hecho que
exprese los intereses o las necesidades (gr. £Í5ü>Xa; lat. idola, simula-
Id o lo s
de un grupo social, ni consiste en su era-, ingl. idols; franc. idoles; alem.
verificabilidad o no verificabilidad em­ Idole\ ital. idoli). La doctrina de los í.
pírica, ni en su validez o falta de va­ fue expuesta en la Antigüedad por De-
lidez objetiva, sit simplemente en su mócrito y es aquella según la cual la
capacidad de controlar o dirigir el com­ sensación y el pensamiento son produ­
portamiento de los hombres en una cidos por imágenes corpóreas que pro­
situación determinada. El alcance ideo­ vienen de lo externo (Estobeo, IV, 233).
lógico del principio adoptado por Mann- Los estoicos adoptaron e hicieron suya
heim como ejemplo, el amor fraternal, esta doctrina (Ep. a Erod., 46-50; cf.
no consiste en el hecho negativo de que Lucrecio, De rer. nat., IV, 99, etc.). En
tal principio no se realice en una socie­ diferente sentido, la teoría reaparece
dad basada en la servidumbre, sino en en Francis Bacon. Los 1., según Bacon,
el hecho de que precisamente en una no son instrumentos de conocimiento,
sociedad basada en la servidumbre, tal sino obstáculos al conocimiento mismo:
principio permita controlar y dirigir la son "falsas nociones" o "anticipaciones”,
conducta de un gran número de per­ o sea prejuicios. Las especies de los í.,
sonas. según Bacon, son cuatro. Dos de ellas
En general, por lo tanto, se puede radican en la propia naturaleza huma­
denominar I. a toda creencia adoptada na y Bacon las llama idola tribus e
como control de los comportamientos co­ idola specus. Los 1. de la tribu son
lectivos, entendiendo el término creen­ comunes a todo el género humano y
cia (véase) en su significado más am­ consisten en suponer, por ejemplo, una
plio, como noción que compromete la armonía mucho mayor de la que hay
conducta y que puede tener o no vali­ en realidad en la naturaleza, en dar im­
dez objetiva. Entendido así, el concepto portancia a algunos conceptos más que
de I. resulta puramente formal, ya que a otros, etc. Los I. de la cueva depen­
puede ser adoptada como I. tanto una den de la educación, de los hábitos y
creencia fundada sobre elementos ob­ de los casos fortuitos en que cada uno
jetivos, como una creencia totalmente llega a encontrarse. Así. la importancia
646
Ignava ratio
Ila c ió n

que Aristóteles atribuyó a la lógica, lue­ enumeradas por Aristóteles (El. Sof.,
go de haberla inventado, es un 1 . de 6 , 168 a 18), más precisamente, la que
esta especie. Los I. de la plaza derivan consiste en la ignorancia de lo que se
del lenguaje, que se sirve a menudo de debe probar contra el propio adversario
nombres de cosas inexistentes (como (cf. asimismo, Pedro Hispano, Sumnud.
fortuna, primer móvil, órbita de los Log., 7.54 y Arnauld, Logique, III, 19, 1).
planetas, etc.) o de nombres de cosas Véase f a l a c ia .
que existen, pero que son confusas (co­
mo generar, corromper, grave, ligero, I g u a ld a d (gr. Uió t i ) ;" lat. aequalitas;
etcétera). Los I. del teatro, en cambio, ingl. equality; franc. egatité; alem.
resultan de las doctrinas filosóficas o Gleichheit; ital. eguaglianza). La rela­
de demostraciones erradas y Bacon los ción de sustitución entre dos términos.
llama así, porque compara los sistemas Por lo general dos términos se dicen
filosóficos a fábulas que son como mun­ iguales cuando pueden ser sustituidos
dos ficticios o escenas de teatro. A es­ uno por otro en el mismo contexto, sin
te respecto distingue tres falsas filoso­ que cambie el valor del contexto mis­
fías : la sofística, cuyo mayor ejemplo mo. Este significado de la palabra fue
es Aristóteles; la empírica, cuyo mayor establecido por Leibniz (Op., ed. Ger-
ejemplo es el alquimismo; la supers­ hardt, VII, p. 228), en tanto que Aris­
ticiosa, que es la que se mezcla con tóteles limitó el significado de la pala­
la teología y de la que Platón es el me­ bra misma al ámbito de la categoría
jor ejemplo (Nov. Org., I, 38-45). Esta de cantidad y consideró iguales a las
doctrina baconiana de los í. ha sido cosas "que tienen en común la canti­
recientemente considerada como un an­ dad” (Met., IV, 15, 1021a 11).
tecedente del moderno concepto de ideo­ La noción de I. así generalizada (o
logía (Mannheim, Ideology and Utopia, sea como sustitución), se presta a com­
1929, II, 2; trad. esp.: Ideología y uto­ prender tanto las relaciones puramente
pia, México, 1941, F. C. E.). formales de equivalencia o de equipo­
lencia, como las relaciones políticas,
Ignava ratio, v é a s e RAZÓN PEREZOSA. morales y jurídicas que se denominan
de igualdad. Así, por ejemplo, la I. de
Ig n o ra b im u s, véase ENIGMAS. los ciudadanos frente a la ley se puede
reducir a la sustitución de los ciuda­
I g n o r a n c ia (lat. ignorantia; ingl. ignor- danos mismos en la„ situaciones previs­
ance-, franc. ignorance-, alemT Unwis- tas por la ley, sin que cambie el pro­
senheit-, ital. ignoranza). La imperfec­ cedimiento de la ley misma; de tal
ción del conocimiento y, más precisa­ manera, por ejemplo, el reo de un deli­
mente, la imperfección de defecto, in­ to d en las circunstancias c puede sus­
separable del conocimiento humano y tituirse por cualquier otro reo del mis­
que se debe a los propios límites del mo delito en la misma circunstancia,
hombre. Kant distinguió la I. en obje­ sin que se modifique el procedimiento
tiva y subjetiva. La I. objetiva consiste de la ley. Del mismo modo se puede
en el defecto de conocimientos de he­ describir la I. moral o jurídica como
cho y es I. material, o en el defecto aquella por la cual un x que se encuen­
de conocimientos racionales y es I. for­ tre en determinadas condiciones posea
mal. La I. subjetiva es I. docta o cien­ prerrogativas o posibilidades no dife­
tífica, que es la del que conoce los rentes de las poseídas por cualquier
límites del conocimiento ( véase docta otro x en las mismas condiciones. Es
i g n o r a n c i a ), o es I. común, que es la I. claro que un juicio de I. se puede pro­
del ignorante. Kant agrega que la I. es nunciar solamente a base de un deter­
disculpable en las cosas en que el cono­ minado contexto y, precisamente, a
cimiento sobrepasa el horizonte común, base de la determinación de las condi­
pero es culpable en las cosas en que el ciones a las que deben satisfacer los tér­
saber es necesario y alcanzable (Lógica, minos, para poder ser reconocidos como
Intr., VI). Este estudio de Kant con­ sustituibles (cf. Peirce, Coll. Pap., 3.
serva aún hoy su validez. 42-44).
Ignoratio elenchi (gr. üyvoux). Ilación (lat. illatio; ingl. illation; franc.
Una de las falacias extra dictionem illation-, ital. illazione). En Apuleyo y
I l ía c e
I l u s t r a c ió n
Boecio, este término traduce el estoico (ingl. illusion; franc. illusion;
I lu s ió n
¿jtupoQÓ, o sea, indica la proposición en alem. Illusion; ital. illusione). Una apa­
que se concluye un silogismo. El tér­ riencia errónea que no cesa al ser re­
mino desaparece en la lógica medieval, conocida como tal; por ejemplo, ver
en la que es sustituido por el de con- quebrado un bastón sumergido en el
clusio, pero vuelve a aparecer en la agua. Es una doctrina antigua que nos
edad moderna para indicar, sea la com­ viene de los epicúreos (Dióg. L., X,
pleja operación mental-discursiva por la 51) y muy repetida también en tiempos
que se llega a establecer una determi­ recientes, la de que las I. no pertene­
nada proposición o ya sea la misma cen al sentido como tal sino al juicio
proposición. G. P. basado en el dato sensible; pero esta
consideración tiene actualmente menor
I lía c e , véase PÚRPURA. importancia, en cuanto que ni la filo­
I lim ita d o (ingl. boundless; franc. illi- sofía ni la psicología consideran útil
m ité ; alem. unbegrenzt; ital. illimitato). una distinción precisa entre datos sen­
La distinción entre infinito e ilimitado sibles y funciones intelectuales. Kant
fue formulada por Aristóteles, que de­ definió la I. como "ese juego que per­
nominó a lo ilimitado "infinito por se­ manece incluso cuando se sabe que el
mejanza”. En tanto que en lo infinito presunto objeto no es real” ( Antr.,
siempre se puede tomar una nueva §13). Y definió la I., en este sentido,
parte, parte que es siempre nueva, en como actividad dialéctica de la razón.
lo I. la parte que se puede tomar no "En nuestra razón (considerada subje­
es siempre nueva. Un anillo sin en­ tivamente como facultad cognoscitiva
garce es un ejemplo de I., ya que se humana) hay reglas fundamentales y
puede seguir siempre a lo largo de su máximas de su uso que tienen todo el
circunferencia, en efecto, pero se pasa aspecto de principios subjetivos; por
siempre por los mismos puntos (Fís., ello la necesidad subjetiva de una de­
III, 6 , 207 a 2). Esta distinción, aban­ terminada conexión de nuestros con­
donada durante siglos, ha sido adopta­ ceptos en virtud del entendimiento es
da de nuevo por Einstein, quien afir­ considerada como necesidad objetiva
mó que el mundo es finito y al mismo de la determinación de las cosas en sí
tiempo I., precisamente en el sentido mismas. I. que no se puede evitar, como
aristotélico ( Über -'ie spezielle und no se puede evitar que el mar nos pa­
die allgemeine Rela-.vitatstheorie, 1921, rezca en el centro más alto que en la
§31; trad. esp.: Teoría de la relativi­ playa porque lo vemos mediante rayos
dad especial y general, Madrid, 1928; que son más altos que éstos, o como
cf. Eddington, The Nature of the Phy- aun el propio astrónomo no puede im­
sical World, 1928, pp. 80-81). pedir que al salir la luna le parezca
más grande, si bien no se deja engañar
I ló g ic o (gr. fil-oyo?; lat. alogus; ingl. por esta apariencia" {Crít. R. Pura, Dia­
álogicál; franc. alogique; alem. Ato- léctica, Intr., I). Los calificativos "na­
gisch). Lo que carece de razón o no tural” e "inevitable" que Kant atribuye
se puede expresar o explicar racional­ a la I. trascendental, pero que son
mente: lo mismo que irracional. Éste atribuibles a cualquier I., no hacen más
es el uso clásico del término (Platón, que expresar el carácter fundamental
Gorg., 501a; Conv., 202 a; Teet., 205 e; de la I. misma, por el cual la I. (a
Sof., 238 c, sec.; Arist., Ét. Nic., X, 2, diferencia del error) no aminora al ser
1172 b 10). El término griego (lo mismo reconocida como tal.
que el latino) sirve también para desig­
nar las magnitudes inconmensurables (ingl. Entightenment; franc.
I lu s tr a c ió n
que denominamos irracionales (Arist., Philosophie des lumieres; alem. oufkla-
An. Post., I, 10, 76 b 9; Euclides, EL, rung; ital. Itluminismo). La dirección
X, def. 10, etc.). El uso moderno ha filosófica definida por el empeño en
intentado, raramente y sin éxito, dis­ extender la crítica y la guía de la
tinguir I. de irracional. razón a todos los campos de la expe­
I l u m in a c ió n , véase LUZ. riencia humana. En este sentido, Kant
ha escrito: "La Ilustración es la libera­
I lu m in is m o , véase infra il u s t r a c ió n . ción del hombre de su culpable inca­
648
Ilustración

pacidad. La incapacidad significa la donde se extiende el fenómeno, pero


imposibilidad de servirse de su inte­ no más allá de éste. La I. se señala
ligencia sin la guía de otro. Esta inca­ así, en primer lugar, por la extensión
pacidad es culpable porque su causa de la crítica racional a los poderes cog­
no reside en la falta de inteligencia noscitivos mismos y, por lo tanto, por
sino de decisión y valor para servirse el reconocimiento de los límites en­
por sí mismo de ella... ¡ Sapere aude! tre la validez efectiva de estos poderes
Ten el valor de servirte de tu propia y sus ficticias pretensiones. El criticis­
razón: he aquí el lema de la I." (Wus mo kantiano, que pretende, como dice
ist Aufkldrung?, en Op., ed. Cassirer, Kant, llevar a la razón ante el tribunal
IV, p. 169; trad. esp.: Filosofía de la de la razón (Crít. R. Pura, Pref. a la
Ilustración, México, 1943, F. C. E., pági­ 1 * ed.) no es más que la ejecución
nas 185-186; cit. por Cassirer en Die sistemática de una tarea que toda la I.
philosophie der Aufklárung, 1932). La considera propia.
I. comprende tres aspectos diferentes y Junto a esta limitación de los pode­
conexos: 1) la extensión de la crítica res cognoscitivos, que es la primera
a toda creencia o conocimiento, sin característica de la I. por ser el pri­
excepción; 2) la realización de un cono­ mer efecto del empeño de extender la
cimiento que, para abrirse a la crítica, crítica racional a todos los campos,
incluya y organice los instrumentos existe otro aspecto fundamental de este
para la propia corrección; 3) el uso mismo compromiso: no existen campos
efectivo, en todos los campos, del cono­ privilegiados de los cuales la crítica
cimiento logrado de esta manera, con racional deba ser excluida. En este se­
la finalidad de mejorar la vida indivi­ gundo aspecto la I., más que una exten­
dual y asociada de los hombres. Estos sión, es una corrección fundamental
tres aspectos, o mejor dicho tareas del cartesianismo. En efecto, Descartes
fundamentales, constituyen, en su con­ consideró que la crítica racional no
junto, una de las formas recurrentes tenía derecho alguno fuera del campo
de entender y practicar la filosofía y, de la ciencia y de la metafísica. Los
precisamente, la que ya encontró ex­ campos de la política y de la religión
presión en la edad clásica de la antigua deberían permanecer ajenos a ella y en
Grecia ( véase f i l o s o f í a ). El discurso el campo mismo de la moral pareció a
que Tucídides (II, 35-46) hace pronun­ Descartes que la r ón no tiene más
ciar a Pericles, es la más auténtica sugerencia que la sujeción a las nor­
descripción de la I. antigua. Por I. mas tradicionales. La I. no acepta es­
moderna se entiende comúnmente el pe­ tas renuncias cartesianas y su primer
riodo que va desde los últimos decenios acto fue, antes bien, el de extender la
del siglo x v i i a los últimos decenios del indagación racional al dominio de la re­
xviii , y este periodo es, a menudo, indi­ ligión y de la política. El deísmo
cado sin más como I., Siglo de las Lu­ (véase) inglés es, en efecto, la primera
ces o Iluminismo. manifestación de la I. y consiste en la
1) La I., por una parte, hace suya tentativa de determinar la validez de
la fe cartesiana en la razón y, por otra, la religión “dentro de los límites de la
considera más limitado el poder de la razón” (como dirá Kant), pero de una ra­
razón. La lección de modestia que zón que ya ha visto limitadas de ante­
el empirismo inglés, y sobre todo Locke, mano sus posibilidades sobre la base
impartieran a las pretensiones cognos­ de la experiencia. Por otro lado, los
citivas del hombre, no fue olvidada y, Tratados sobre el gobierno (trad. esp.
de este modo, el empirismo llegó a cons­ del 2o tratado: Ensayo sobre el gobierno
tituir parte integrante de la I. (véase civil, México, 1941, F. C. E.) de Locke
más adelante). La expresión típica de iniciaron la crítica política iluminisía,
esta limitación del poder de la razón retomada y llevada adelante por Mon-
es la doctrina de la cosa en sí (véase), tesquieu, Turgot, Voltaire y por los es­
que es un lugar común de la I. y que, critores de la Revolución. En el domi­
como tal, fuera compartida por Kant. nio moral, la Teoría de los sentimientos
Esta doctrina significa que los poderes morales (1759) de Adam Smith (Theory
cognoscitivos humanos, ya sean sensi­ of Moral Sentiments; trad. esp., Méxi­
bles o racionales, se extienden hasta co, 1941, F. C. E.'i, los escritos de los m o
619
Ilustración

ralistas franceses (La Rochefoucauld, se configuró como un progreso posible


La Bruyére, Vauvenargues) que sacaron (véase más adelante).
a luz la importancia del sentimiento y 2) Ya se ha dicho que el empirismo
de las pasiones en la conducta del hom­ forma parte del Iluminismo. En efecto,
bre, como también las doctrinas mora­ sólo la actitud empirista asegura la
les de Hume señalaron la apertura de apertura del dominio de la ciencia (y
este campo de investigación a la crítica en general del conocimiento) a la crí­
racional y la búsqueda de nuevos fun­ tica de la razón, ya que no consiste
damentos para la vida moral del hom­ en otra cosa que en admitir que toda
bre. Al mismo tiempo, la obra de Bec- verdad puede y debe ser puesta a prue­
caria, Dei diritti e delte pene (1764) ba, y por lo tanto eventualmente modi­
abrió a la investigación racional el do­ ficada, corregida o abandonada (véase
minio del derecho penal. Es obvio que e m p i r i s m o ). Esto explica por qué la I.
los resultados obtenidos en todos estos estuvo siempre estrechamente ligada
campos son diferentes y de distinto a la actitud empirista. El empirismo
valor. Pero el significado de la I. no es el punto de partida y el supuesto
consiste en la suma de tales resulta­ de muchos deístas; es la filosofía de­
dos, sino en haber abierto a la crítica fendida por Voltaire, Diderot, D’Alem-
dominios que hasta ese momento le bert y domina, a través de la obra de
estaban vedados y haber iniciado en Wolff, la corriente de la I. alemana
tales dominios un trabajo eficaz que hasta Kant. Ligado estrechamente a
no ha sido interrumpido a partir de la dirección empirista está el recono­
entonces. cimiento de la importancia de la cien­
La actitud crítica propia de la I. se cia, que formula la I. Con la I., la
halla bien expresada en su resuelta hos­ ciencia, último producto de la cultura
tilidad hacia la tradición. La I. ve en occidental, es candidato al primer pues­
la tradición una fuerza hostil que man­ to en la jerarquía de las actividades
tiene en pie creencias y prejuicios que humanas. La física, que encontró en
hay que destruir. Esto es lo que impro­ la obra de Newton, Principios matemá­
piamente se ha denominado el anti- ticos de la filosofía natural (1687), su
historicismo iluminista, aunque en rea­ primera gran sistematización, fue acep­
lidad es un antitradicionalismo: el re­ tada por los iluministas como la ciencia
chazo de la acepta >n de la autoridad madre o como la "verdadera” filosofía.
de la tradición y del reconocimiento de Las investigaciones de Boyle llevaron
cualquier valor independiente de la ra­ a la química al giro decisivo hacia su
zón. El Diccionario histórico y crítico organización como ciencia positiva y
(1697) de Pierre Bayle, concebido como la obra de Buffon y de otros natura­
la suma y la refutación de los errores listas señaló, también en el caso de las
de la tradición, es el mejor testimo­ ciencias biológicas, etapas de desarro­
nio de la actitud constante de los ilu- llo fundamentales. Pero también aquí
ministas de todos los países. Para ellos, lo más importante no son los resulta­
tradición y error coincidían. Y aun dos obtenidos sino más bien la direc­
cuando esta tesis pueda parecer hoy ción del camino emprendido. Todo lo
excesiva e igualmente dogmática que la que estos resultados tienen de dogmá­
tesis que identifica tradición y ver­ tico, de incumplido, de provisional, en­
dad, no se debe olvidar que sólo ella cuentra una corrección posible en la
permitió la liberación, mediante un vi­ misma tarea fundamental de la I. que
goroso impulso, de las poderosas trabas es la de no impedir en ningún campo
que la tradición oponía a la libre in­ y en nivel alguno la obra de la razón.
vestigación y logró un nuevo concepto 3) La I. no es solamente empeño crí­
(que es el que usamos hasta ahora) de tico de la razón; es además el empeño
la historia y de la historiografía. Esta en valerse de la razón y de los resul­
última, en efecto, constituyó en este pe­ tados que ella puede obtener en los
riodo los cánones que, en la medida diferentes campos de investigación pa­
de lo posible, le garantizan su indepen­ ra mejorar la vida del hombre, indivi­
dencia de creencias y prejuicios en el dual o asociada. Esta tarea no es com­
reconocimiento y en la valoración de partida en igual grado por todos los ilu­
los hechos. Por otro lado la historia ministas. Algunos de ellos no la compar­
650
Imagen

ten, a pesar de haber contribuido de mo­ se a la fuerza de la Razón histórica


do eminente al desarrollo de la crítica pretendía imprimir el sello de la eter­
racional del mundo humano. No la com­ nidad a las instituciones en las cuales
parte Hume, por ejemplo, que declara la veía encarnada. Lo que confirma que
filosofar por su propio placer, pero, por cuando la filosofía quiere emprender
otro lado, constituye la sustancia mis­ la tarea (que ya Platón le reconocía)
ma de la personalidad de muchos pen­ de transformar al mundo humano, la
sadores iluministas y también de em­ actitud iluminista y sus supuestos fun­
presas tales como la Enciclopedia, que damentales resultan las primeras con­
se echaron a cuestas la tarea de luchar diciones de esta tarea.
contra el prejuicio y la ignorancia. Es­
ta lucha, tanto como la llevada a ca­ Im ag e n (gr. (pavxaona; cpavxaaía; lat. itna-
bo contra los privilegios, que la Revolu­ go; ingl. image; franc. image; alem.
ción francesa emprendió basada en la Einbildung; ital. immagine). Similitud
tarea y doctrinas iluministas, tiene o signo de las cosas, que puede conser­
como finalidad expresa la felicidad o varse independientemente de las cosas
el bienestar del género humano. En mismas. Aristóteles decía que las I.
este aspecto la I. ha logrado dos con­ son como las cosas sensibles mismas,
cepciones de fundamental importancia excepto que no tienen materia (De an.,
para la cultura moderna y contempo­ III, 8 , 432a 9). En este sentido, la I. es:
ránea, a saber: la concepción de la to­ 1) el producto de la imaginación (véa­
lerancia y la del progreso. El principio se inira); 2 ) la sensación o percepción
de la tolerancia religiosa que no sólo misma, vista por parte de quien la
exige la convivencia pacífica de las recibe. En este segundo significado
diferentes confesiones religiosas, sino el término es usado constantemente,
que impide a la vez que la religión tanto por los antiguos como por los
resulte un instrumento de gobierno, en­ modernos. Los estoicos distinguían
cuentra por vez primera en la I. una los dos significados, adoptando dos pa­
defensa que lo establece como elemen­ labras diferentes y denominando ima­
to de la cultura occidental, no suscep­ ginación (tpavTaana) a la I. que el pen­
tible de ulteriores negaciones en el samiento se forma por su cuenta, como
ámbito de tal cultura (véase t o l e r a n ­ sucede en los sueños, e I. (tpa\xaata)
c i a ). Por otro lado, el empeño de trans­ a la impronta de 1 "osa sobre el alma,
formación propio de la I. lleva a la impronta que es un cambio del al­
concepción de la historia como pro­ ma misma. La I. verdadera y propia
greso, esto es, como posibilidad de me­ es "lo impreso, formado y diferenciado
joramiento desde el punto de vista del del objeto existente conforme a su exis­
saber y de los modos de vivir humanos. tencia y que, por lo tanto, no sería si
Voltaire, Condorcet, Turgot contribuye­ el objeto mismo no existiera” (Dióg. L.,
ron más que los otros a formular una VII, 50). Desde este punto de vista,
noción de un devenir histórico abierto las I. pueden ser sensibles o no sensi­
a la obra del hombre, susceptible de bles (como son las de las cosas incor­
recibir la impronta que el hombre que­ póreas), racionales o irracionales (como
ría darle. Esta noción sirvió para sus­ son las de los animales) y artificiales
traer a los hombres a ese sentido de o no artificiales (Dióg. L., VII, 51). Un
la fatalidad histórica que impedía to­ concepto igualmente general de la I.
mar toda iniciativa de transformación. es el de los epicúreos, quienes admi­
Más tarde, el romanticismo dirá que tían la verdad de todas las I. en cuanto
la historia es la Razón absoluta misma, producidas por las cosas, porque lo que
que en ella y en cada momento de ella, no existe no puede producir nada
todo lo que debe ser es, que el progreso (Dióg. L„ X, 32).
mismo resulta fatal o inevitable y verá Estas notas se mantuvieron durante
en la I. (que ha opuesto la historia a la la Edad Media y fueron utilizadas con
tradición y negado ésta) una concep­ propósitos teológicos, esto es, para acla­
ción "abstracta” o “antihistórica”. Pero rar la relación entre la naturaleza divi­
en realidad, el romanticismo no tendía na y la humana (cf., por ejemplo, San­
sino a declarar inútil o imposible el to Tomás, S. Th., I, q. 95). En la filoso­
empeño de transformación; confiándo­ fía moderna, reaparecen en Bacon (Da
í»5l
Im aginación

augmentis scientiarum, II, 1, §5) y que tiende, nrecisamente, a algo que


Hobbes, según el cual la I. "es el acto no está presente y de lo cual no se
de sentir y no difiere de la sensación tiene sensación actual (Ibid., 433 b 29).
más de lo que el hacer difiere del Este concepto de la I. ha permanecido
hecho” (De corp., 25, §3). Pero con inmutable por mucho tiempo. Como ya
Descartes la palabra idea (véase) y lo había observado Aristóteles, la I.
con Wolff la palabra representación confiere al alma diferentes posibilida­
(véase) vinieron a preferirse, en el uso des, activas o pasivas, sobre las cuales
filosófico, a la de I. en su significado insisten a menudo los filósofos. San
general. La preferencia por estos dos Agustín dice: "Las imágenes son origi­
términos persiste en la filosofía con­ nadas por las cosas corpóreas y por
temporánea, la cual recurre al término medio de las sensaciones que, una vez
I. en el significado 2 sólo cuando quie­ recibidas, se pueden recordar con gran
re acentuar el carácter o el origen sen­ facilidad, distinguir, multiplicar, redu­
sible de las ideas o representaciones cir, extender, ordenar, trastornar, re­
de que el hombre dispone. Así lo hace, componer del modo que plazca al pen­
por ejemplo, Bergson: "Finjamos por samiento” (De vera reí., 10, §18). To­
un instante no saber nada acerca de das éstas son posibilidades propias de
las teorías de la materia y de las teo­ la I. Y Santo Tomás, que reconoce poca
rías del espíritu y nada sobre discu­ o ninguna importancia a la I., dice que
siones en tomo a la realidad o a la está limitada, como la sensibilidad, a
idealidad del mundo exterior. Heme escoger la semejanza y no la esencia
aquí, por lo tanto, en presencia de 7. de las cosas (S. Th., I, q. 57, a. 1); en
en el sentido más vago en que esta cambio reconoce múltiples funciones a
palabra se pueda tomar, I. percibidas su producto, que es la imagen (Ibid.,
cuando yo abro mis sentidos, no perci­ q. 93, a. 9). La definición de la I. no
bidas cuando los cierro” (Matiére et cambia mucho en la historia posterior
mémoire, cap. I). del término, pero las funciones que se
le atribuyen tienden a resultar cada
I m a g in a c ió n (gr. (fnvrnoía; lat. imagina- vez más numerosas y complejas. Fran-
tio; phantasia; ingl. imagination; franc. cis Bacon, en el De augmentis scientia­
imagination; alem. Einbildungskraft; rum (1623), al diseñar el plano de una
ital. immaginaziom En general, la nueva enciclopedia de las ciencias, co­
posibilidad de evocar o producir imá­ locó a la I. junto a la memoria y a la
genes independientemente de la pre­ razón, como una de las facultades fun­
sencia del objeto al cual se refieren. damentales y precisamente aquella en
En estos términos fue definida la I. que se basa la poesía. Aún más radical­
por Aristóteles, que fue el primero en mente reconoció Descartes, en las Re-
someterla a análisis en el De anima gulae ad directionem ingenii, en la I.
fIII, 3). En primer lugar, Aristóteles la condición de actividades espiritua­
distinguió la I. de la sensación y, en les diferentes. "Esta sola y misma fuer­
segundo lugar, de la opinión. Que la I. za —decía— si se aplica con la I. al
no sea sensación resulta del hecho de sentido común se denomina ver, to­
que se puede tener también una ima­ car, etc.; si se aplica a la I. sola en
gen cuando falta la sensación, en el cuanto está cubierta por figuras dife­
sueño por ejemplo. Que la I. no sea rentes, se denomina recuerdo y si se
opinión resulta del hecho de que la opi­ aplica a la I. para crear nuevas figuras
nión implica que se crea en lo que se llama I. o representación; si, por
se opina, lo que no sucede en la I., la fin, obra por sí sola se denomina com­
cual, por lo tanto, puede ser también prender" (Regutae, XII). Hobbes vio
de los animales. El rasgo que acerca igualmente a la I. como una condición
la I. a la opinión es que, como ésta, fundamental de las actividades menta­
puede ser también falaz. Aristóteles con­ les. La consideró estrechamente ligada
sidera que la imaginación es un cambio a la sensación: "La I., en realidad, no
(kinesis) generado por la sensación y es más que una sensación delimitada
similar a ella, aun cuando no le esté o languidecida debido al alejamiento
ligado (De an., III, 428b 26). En este de su objeto” (De corp., 25, §7). Y vio
sentido, la I. es condición del apetito, en la I. la inercia del espíritu. Así
652
Imaginación

como un cuerpo en movimiento se la distinguió en productiva, que es "el


mueve, en caso de no surgir obstáculo, poder de la representación originaria
de igual manera eternamente "aun des­ del objeto {exibitio originaria) y pre­
pués que el objeto ha sido apartado cede a la experiencia", y reproductora
de nosotros, si cerramos los ojos, se­ {exibitio derivativa) la cual "lleva al
guiremos teniendo uny imagen de la espíritu una intuición empírica tenida
cosa vista, aunque menos precisa que precedentemente”. Solamente las intui­
cuando la veíamos. Tal es lo que los ciones puras del espacio y del tiempo
latinos llamaban I. ... y los griegos fan­ son los productos de la I. productiva.
tasía. Por consiguiente, la I. no es otra La I. reproductora, aun cuando se la
cosa sino una atención que se debili­ denomine poética, nunca es creadora,
ta. .. que se encuentra en los hombres porque nunca puede crear una repre­
y en muchas otras criaturas vivas, tan­ sentación sensible que no estuviera da­
to durante el sueño como en estado de da de antemano a la sensibilidad, sino
vigilia” (Leviath., I, 2). Hobbes atri­ que siempre deriva su materia de ésta
buyó a la I. la memoria, la experiencia {Antr., cap. I, §28). El concepto de una
y, por su mediación, también el enten­ I. productiva, pero que según Kant es
dimiento y el juicio (Ibid., I, 2). puramente formal porque no produce
Esta función de la I. en el ordena­ más que las condiciones de la intui­
miento general de las facultades hu­ ción (el espacio-tiempo), fue utilizado
manas resulta un dato común de la fi­ con mayor amplitud en la primera edi­
losofía de los siglos xvn y xvm. Spi- ción de la Crítica de la razón pura,
noza, a pesar de su propensión a cargar donde se hablaba de una “síntesis de
todos los errores de la mente humana la producción en la I.", considerada
a la I., consideró, sin embargo, que como la condición de la síntesis con­
la mente no yerra en cuanto imagina, ceptual de la apercepción. El idealismo
sino sólo en cuanto cree presentes las romántico, de Fichte en adelante, atri­
cosas imaginadas, que, por definición, buyó a la función productiva de la I.
no son tales (Eth., II, 17, scol.). Hume, un alcance mayor que el concebido por
que está de acuerdo con Hobbes en Kant, que la había restringido a los
lo que se refiere a la función funda­ límites de las condiciones formales. Se­
mental de la I., considera que lo que gún Fichte, la I. e ’a acción recíproca
distingue a la I. verdadera y propia de y la lucha entre el aspecto finito y el
la memoria y que está, por lo tanto, aspecto infinito del Yo, esto es, tiene
en la base de la creencia y que acom­ el aspecto por el cual el Yo pone un
paña a la memoria misma como acompa­ límite a su actividad productiva y tam­
ña a la sensibilidad, es únicamente el bién aquel por el cual lo supera y lo
hecho de que las ideas de la memoria aleja. La oscilación de este límite (que
son más fuertes y vivas que las de la I. por lo demás es la representación) del
( Treatise, III, §5). Obviamente, la fun­ producto, hace de la I. algo fluctuante
ción general atribuida a la I. con res­ entre la realidad y la irrealidad. “La I.
pecto a otras actividades del espíritu —dice Fichte— produce la realidad,
implica que esta función se diferencie pero en ella no hay realidad; solamen­
de la específica que lleva el nombre de te después de haber sido concebida y
I. y ello induce a distinguir los dife­ comprendida en el entendimiento, re­
rentes tipos de I. enumerados en el sulta su producto algo real" {Wissen-
siglo xvm. Ya Christian Wolff distin­ schaftslehre, 1794, II, Deducción de la
guía a la I. como "facultad de producir representación, III). Esta función crea­
la percepción de lo sensible ausente” dora de la I. resulta un lugar común
(Psychot. empírica, §92), de la facultas del romanticismo. Basado en ella, im­
fingendi, que consiste "en producir la plantó Hegel la distinción entre I. y
imagen de una cosa nunca percibida fantasía. Ambas son determinaciones
por el sentido, mediante la división y de la inteligencia. Pero la inteligencia
la composición de las imágenes” {Ibid., como I. es simplemente reproductora,
§138). La distinción establecida por en tanto que como fantasía es creado­
Kant fue análoga a ésta. Kant vio en ra, es "I. que simboliza, alegoriza o
la I. "la facultad de las instituciones poetiza" {Ene., §§455-5"). Hegel fundó
incluso sin la presencia del objeto” y más tarde su concepto del genio en el
I m a g in a c ió n tr a s c e n d e n ta l
Im p e ra tiv o
poder creador de la fantasía (Vorle- I m p e r a tiv o (ingl. imperative; franc. im-
sungen über die Aesthetik [Lecciones pératif; alem. Imperativa ital. impera­
sobre estética], ed. Glockner, I, pági­ tivo). Término creado por Kant, quizá
nas 378 ss.). Estas observaciones consti­ por analogía con el término bíblico
tuyeron el punto de partida para la dis­ "mandamiento”, para indicar la fórmu­
tinción entre fantasía e I., utilizada la que expresa una norma de la razón.
sobre todo por la estética romántica y Dice Kant: “La representación de un
por sus ramificaciones hasta Croce principio objetivo, en cuanto obliga a
( véase fanta sía ). Fuera de tal estética, la voluntad, se denomina un manda­
ni la filosofía ni la psicología establecen miento de la razón y la fórmula del
actualmente esa diferencia radical, de mandamiento se denomina I.” (Grundle-
cualidad más que de grado, entre I. gung zur Metaphysik der Sitien [Fun-
y fantasía o entre I. reproductora e (lamentación de la metafísica de las
I. productiva, que la estética román­ costumbres], II). Para el hombre, la
tica suponía. En particular la fenome­ norma de la razón es un mandamiento,
nología ha reconocido una especial fun­ en cuanto que la voluntad humana no
ción a la I., ya que a ella queda con­ es la facultad de elegir sólo lo que la
fiado ese representarse de las experien­ razón reconoce como prácticamente ne­
cias vividas como puros objetos de cesario, o sea como bueno. Si así lo
contemplación, que constituye la posi­ hiciera, la norma de la razón no tendría
bilidad misma de la fenomenología. carácter coactivo y no sería una orden.
Por ello dice Husserl: "en la fenome­ Así sucede en los seres dotados de vo­
nología como en todas las ciencias ei- luntad santa, esto es, de una voluntad
déticas, pasan a ocupar las representa­ que necesariamente está de acuerdo con
ciones y, para hablar más exactamente, la razón y que no puede elegir sino lo
la libre fantasía, un puesto preferente racional. Pero pudiendo el hombre ele­
frente a las percepciones” (Ideen, I, gir también conforme a la inclinación
§70). Esto se debe a que, al represen­ sensible, la ley de la razón adquiere
tarse como "libre fantasía”, las expe­ para él la forma de una orden y, por
riencias humanas revelan su verdadera lo tanto, su expresión es un I. (Crít.
naturaleza, en cuanto resultan meros R. Práctica, I, cap. III). Por lo tanto,
objetos de conté1' ilación desinteresa­ la palabra I. no es más que otro nombre
da. Desde este punto de vista, Husserl del deber (véase). Kant distinguió los
afirma paradójicamente que "la ‘fic­ I. en hipotéticos y categóricos. El I.
ción’ constituye el elemento vital de la hipotético ordena una acción que es
fenomenología” (Ibid., §70). Pero pres­ buena con respecto a una finalidad po­
cindiendo de esta función vital que la sible o real. En el primer caso es un
I. reproductora cumple en la fenomeno­ principio problemáticamente práctico,
logía, las tareas a las cuales parece res­ en el segundo caso es un principio aser-
ponder en los análisis filosóficos y psi­ tóricamente práctico. El I. categórico,
cológicos contemporáneos, no son dife­ en cambio, ordena una acción que es
rentes de aquellas a las que parecía buena en sí misma, que por lo tanto
responder en los análisis de los filóso­ es por sí misma objetivamente necesa­
fos del siglo x v iii . También hoy se ria y es, así, un principio apodictica-
insiste, a veces, en la función que la I. mente práctico. Los I. problemáti­
cumple en las ciencias y especialmente camente prácticos son los de la habili­
en la matemática (cf., por ejemplo, dad (por ejemplo, las prescripciones
Peirce, Cotí. Pap., 4.232), sin que por de un médico). Los I. asertóricamente
ello se atribuya a la misma I. el mágico prácticos son los de la prudencia: su
poder creador que la estética romántica finalidad es la felicidad. . Los I. cate­
le reconocía. góricos son los de la moralidad. Los
primeros se podrían denominar I. téc­
Im a g in a c ió n tra s c e n d e n ta l, véase IMAGI­ nicos o reglas, los segundos I. pragmá­
NACIÓN. ticos o consejos, los terceros son I.
morales o leyes de la moralidad (Grund-
Im ita c ió n , véase ESTÉTICA. legung, cit., II).
Estas notas kantianas han sido muy
I m p e n e tr a b ilid a d , véase ANTITIPIA. aceptadas en la filosofía moderna y
654
Im p e rs o n a lis m o
Im p lic a c ió n
contemporánea. Esto no quiere decir dadero y un consecuente falso. En la
que la ética kantiana del deber haya lógica medieval la palabra implicatio
sido aceptada en forma tan extensa, indica otra cosa (una proposición rela­
sobre todo tal como fue propuesta por tiva que restringe el significado de un
Kant (véase é t ic a ). El problema de término, como "homo qui est albus
si las normas morales puedan o no ser c u r r i t " ) : el mmipuévov se denomina
consideradas como imperativos es un consequentia o también propositio con-
problema fundamental que a menudo ditionalis, pero es definido (siguiendo
ha encontrado soluciones negativas. To­ las huellas de Boecio) con la misma
da la tradición utilitarista constituye un condición de verdad. Solamente en la
ejemplo de tal solución negativa. La lógica moderna el término "1." es usa­
ética de Bergson es otro ejemplo. Con­ do para designar el mismo concepto,
cebir la norma moral como I. (o de­ aunque todavía no de manera muy cla­
ber) significa considerar, con Kant, que ra. En efecto, ya en la lógica medieval
es un "hecho de la razón”, un sic voto consequentia no siempre es usada en
sic iubeo (Crít. R. Práctica, cap. I, idéntico sentido, porque algunos lógi­
§7, scol.), lo que todos no están dis­ cos agregan la condición de que el an­
puestos a admitir. tecedente i nt r oduzca, lleve consigo,
A partir de la obra de Ogden y Ri­ inferí, al consecuente; ya que, conforme
chards, The Meaning of Meaning (1923), a la definición clásica, una proposición
el I. y, sobre todo, el I. moral se ha como "si la luna es una estrella, la
considerado a menudo como una "pro­ nieve es blanca”, sería una I. correcta,
posición emotiva”, esto es, destinada en tanto que el concepto preformal de
a suscitar la acción, pero privada de I. (que corresponde al uso que se hace
significado cognoscitivo. Tal teoría, que comúnmente) requiere que el conse­
ha encontrado su mejor expresión en cuente deduzca su verdad del antece­
Ayer (Lartguage, Truthand Logic, 2* ed., dente, que sea "fundado” en él. A pe­
1948) y Stevenson (Ethics and Langua- sar de esto, en la lógica formal pura
ge, 1944), luego de una breve boga, (matemática) contemporánea reaparece
no encuentra actualmente sosténedores el concepto clásico de “I.”, se lo intro­
(Stroll, The Emotive Theory of Ethics, duce con el símbolo "p o q" y se lo
Berkeley, 1954). define de esta man a (Principia Mathe-
(ingl. impersonalism).
Im p e r s o n a lis m o matica, I, 1.01):
Término muy poco usado o usado so­ p d q = ~ p V q Df
lamente como traducción del término
inglés correspondiente, que es lo opues­ ("p implica q” equivale por definición
to a personalismo (véase): significa a "no-p o q").
simplemente materialismo (véase). De aquí resulta que, ya que "la luna
no es una estrella o la nieve es blanca”
I m p e r tu r b a b ilid a d , v é a se ATARAXIA. es una p ro p o sic ió n verdadera, " ‘la
í m p e t u , véase i n e r c i a .
luna es una estrella' implica ‘la nieve
es blanca” ’ es una I. válida. Teoría
Im p lic a c ió n (ingl. implication; franc. matemáticamente indiscutible, pero po­
im p lic a tio n ; alem. Implication; ital. co satisfactoria. Por esto Carnap ha
impticazione). En la lógica megárico- distinguido el concepto de C-implica-
estoica, el término ouvr)|i|iévov (o tam­ ción (I. sintáctica), que es la arriba
bién jiaQaauvripuévov) indicaba una pro­ definida, del concepto de ^implicación
posición compuesta de un antecedente (I. semántica). Esta última equivale
y un consecuente ligados por el nexo a la "I. estricta" (strict implication) de
íiteí, de tal forma que el consecuente Lewis, definida como la imposibilidad
resulta (úxoXoi'Oeí) del antecedente, por (contradictoriedad) de afirmar simul­
ejemplo, "si es de día, hay luz”. Al­ táneamente el antecedente y la nega­
gunos lógicos megáricos (como Filón) ción del consecuente. (Esta relación
habían determinado ya la condición de ha sido denominada entailment por
validez en el sentido de que la propo­ Moore, al que siguen muchos escrito­
sición resultante es válida si, y sola­ res ingleses.)
mente si, no tiene un antecedente ver- Recordemos también la distinción
6 5 5
I m p lic a r
In c lu s ió n
(introducida por Russell y universal­ alem. Eindruck; ital. impressicme). La
mente aceptada) entre I. material e teoría que enuncia que el conocimiento
I. iormal. La primera es colocada en­ consiste en una impronta o impresión
tre dos enunciados individuales ("si que sobre el alma hacen las cosas, nació
es de día, hay luz”, la segunda en cam­ con los estoicos. Ellos, en efecto, de­
bio entre dos funciones preposicionales cían que: “la imagen es una impronta
("si x es un hombre, x es mortal"). del alma”, usando el nombre de la
Una distinción análoga entre conse- figura que el sello imprime en la cera
quentia materialis y cansequentia for- (Dióg. L„ VII, 45). Cicerón intentó bo­
malis se encuentra también en los esco­ rrar de la I. su carácter físico (Tuse.
lásticos tardíos, por ejemplo, Guillermo Disp., I, 61). El término se difundió en
de Occam. Véase condicional . G. P. la filosofía y en el lenguaje moderno
a través de Hume, que entendió por I.
I m p lic a r (lat. involvere; ingl. involve; "todas nuestras sensaciones, pasiones
alem. involvieren; ital. involgere). Con­ y emociones, en su primera apariencia
tener. Así Spinoza decía, refiriéndose en el alma” (Treatise, I, 1,1). Y dis­
a la Causa primera, la "causa de sí”, tinguió las I. de las ideas, que son des­
que "su esencia implica la existencia” coloridas copias de ellas (Ibid., I, 1, 2).
( Eth., I, Def. 1).
I m p r o p io , sím b o lo , véase SINCATEGOREMÁ-
(ingl. implicit; franc. impli-
I m p líc ito TICO.
cite; alem. verftechten; ital. implícito).
Este adjetivo tiene tres significados I m p u ls o (ingl. impulse, urge; franc. im­
principales: 1) I. en el sentido lógico pulsión; alem. Impuls; ital. impulso).
de la implicación (véase), en este sen­ Un empuje súbito, temporal y difícil­
tido se refiere exclusivamente a enun­ mente controlable, hacia una acción de­
ciados, proposiciones o a s er ci ones ; terminada. "Impulsivo” se dice de quien
2) no explícito, esto es, sugerido por un se halla frecuentemente sujeto a im­
determinado contexto de discurso, co­ pulsos de esta naturaleza. El término
mo cuando se dice “x ha admitido no debe confundirse ni con instinto
implícitamente que...“; 3) potencial o (véase) ni con "tendencia”, que corres­
virtual. Este último uso es impropio. ponde al término tradicional de apeten­
cia o apetito (véase).
Im p o s ib le , véase POSIBLE.
I m p u ta b i li d a d (gr. altía; lat. imputatio;
Im p o s ic ió n (lat. impositio; ingl. impo- ingl. imputability; franc. imputabilité;
sition; franc. imposition; ital. imposi- alem. Zurechenbarkeit; ital. imputabili-
zione). En la lógica medieval es el ta). La posibilidad de referir una ac­
acto por el cual se destina un nombre ción a un agente (como su causa), en
para significar una cosa (cf. Pedro His­ cuanto diferente a la responsabilidad
pano, Summul. Logic., 6.03). (véase).
Im p r e d ic a tiv a , d e f in ic ió n (ingl. impredi- I n a u té n tic o , véase AUTÉNTICO.
cative definition; franc. definition im-
prédicative; ital. definizione impredica­ p ro p o s ic ió n (franc. proposi-
I n c e p tiv a ,
tiva). Poincaré aplicó con esta expre­ tion inceptive o désitive). La Lógica de
sión la definición del miembro de una Port Royal dio este nombre a la pro­
clase que hace referencia a la totalidad posición que afirma que una cosa ha
de los miembros de la clase y que, por comenzado o ha cesado de ser tal; por
lo tanto, contiene un circulo vicioso. ejemplo: “La lengua latina, desde hace
De tales definiciones surgen las anti­ muchos siglos, ha dejado de ser común
nomias lógicas que Poincaré quería evi­ en Italia” (Amauld, Log., II, 10, 4).
tar estableciendo el principio que no
permite tales definiciones (Poincaré, I n c lin a c ió n , véase TENDENCIA.
en Revue de Métaphysique et de Morále,
1906, pp. 294-317; cf. también Derniéres In c lu s ió n (ingl. inclusión; franc. inclu­
Pensées, 1913, IV). Véase a n t in o m ia . sión; alem. Ei ns c hl i e s s ung; ital. in-
clüsione). En la lógica de las clases,
(gr. twiocn;; lat. impressio;
I m p r e s ió n la relación de I. entre dos clases a y P
ingl. i m p r e s s i o n ; franc. impression; (símbolo "a-3 P”) subsiste cuando to-
656
I n c o g n o s c ib le
In c o n c e b ib ilid a d

dos los elementos de la clase a perte­ nificado por su cuenta, y lo adquiere


necen t a mb i é n a la clase (5, pero no solamente en un contexto, a cuyo sig­
necesariamente a la inversa (la I. es nificado contribuye a su vez.
reflexiva y transitiva, pero no simétri­
ca). A la relación de I. corresponde una véase C O M P L E JO .
In c o m p le x u m ,
relación de implicación entre los con­ (ingl. inconceivability;
I n c o n c e b ib ilid a d
ceptos-clases c o r r e s p o n d i e n t e s . Por franc. inccmcevabilité; alem. Unbegreif-
ejemplo, la clase hombre está incluida lichkeit; ital. inconcepibilitá). El cri­
en la clase mortal, porque todos los terio cartesiano de aceptar por verda­
hombres son mortales. G. P. dero todo lo evidente que para la razón
I n c o g n o s c ib le (ingl. u n k n o w a b le , in-
tiene, como correlato negativo, el cri­
terio de rechazar lo que no parece ser
cognizabte; franc. inconnaissáble-, alem. tal o lo que, en general, es incompatible
Unerkennbar; ital. inconoscibile). Tér­ con la razón. Éste es, precisamente, el
mino adoptado por Hamilton para in­ criterio de lo inconcebible. De tal cri­
dicar lo Absoluto o Infinito, en cuanto terio se valió sobre todo Leibniz, al
son considerados fuera de toda posi­ defenderlo explícitamente: "Yo reco­
bilidad de conocimiento y como mero nozco en verdad —escribió— que no
objeto de fe. "Pensar es condicionar está permitido negar lo que no se en­
—decía Hamilton (Discussion on Phi- tiende, pero agrego que se tiene el
losophy, 1852, p. 13)— y una limitación derecho de negar (por lo menos en el or­
condicional es una ley fundamental de den natural) lo que no es absolutamen­
las posibilidades del pensamiento... Lo te inteligible ni explicable... La con­
Absoluto no es concebible sino como cepción de las criaturas no es la medida
una negación de lo concebible." Sin em­ del poder de Dios, pero su posibilidad
bargo, la esfera de la creencia es más de concebir o fuerza de concepción es
extensa que la esfera del conocimiento la medida del p o d er de la naturaleza,
y de tal manera lo Infinito, aun cuando ya que todo lo que es conforme al
no pueda ser conocido, puede y debe orden natural puede ser concebido o en­
ser creído (Lectures on Metaph., II, tendido por cualquier criatura” (Nouv.
pp. 530-31). Esta noción fue retomada Ess., Avant-propos, Op., ed. Erdmann,
por Spencer, quien también afirmó lo p. 202). En otros términos, se puede
incognoscible de lo Absoluto y al mis­ admitir que en la naturaleza sea real
mo tiempo la necesidad de admitirlo lo que no se entiende (es decir, lo
para hacer posible lo relativo (First que no se sabe explicar), pero no lo que
Principies, 1862, §26). La noción de lo es inconcebible, o sea "incompatible
I. resulta así correlativa a la de agnos­ con la razón”. Pero Leibniz no explicó
ticismo (véase) y, como esta última, fue lo que debe entenderse por incompa­
extendida también para designar la doc­ tibilidad con la razón, cosa que no fue
trina de Kant de la cosa en sí y de su explicada por los que (y son muchos)
incognoscibilidad. Kant, no obstante, han hecho referencia al mismo crite­
no admitía lo inconcebible de la cosa rio. Una crítica de tal criterio se en­
en sí, como lo hiciera Hamilton con cuentra por vez primera en la Lógica
referencia a lo Absoluto y no admitía de Stuart Mili a propósito del uso
esa especie de relación hipotética entre que del mismo habían hecho Hamilton
lo I. y el fenómeno que Spencer deno­ (Lectures on Metaphysics and Logic,
minara realismo transfigurado (Ibid., 1859-60) y Spencer (Principies of Psy-
§50). El concepto de I. nunca ha supe­ chotogy, 1855). Stuart Mili anotó que
rado los límites del positivismo evolu­ los antípodas habían sido declarados
cionista de cuño spenceriano. Véase imposibles por los antiguos, que consi­
s í.
cosa en
deraron inconcebible que existieran per­
I n c o h e r e n c ia , véase COHERENCIA. sonas que tuvieran la cabeza en la direc­
ción de nuestros pies; y uno de los
I n c o m p a tib ilid a d , véase COMPATIBILIDAD. argumentos más difundidos contra el
sistema copernicano fue lo inconcebi­
I n c o m p le to , s ím b o lo , (ingl. incomplete ble del inmenso espacio vacío requerido
symbot). En lógica matemática se lla­ por tal sistema (ihgic, V, 3, §3; cf. II.
ma así un símbolo que carece de sig­ 5, §6; 7, §§1-3).
657
In c o n d ic io n a d o
I n c o n s c ie n te
En realidad, la incompatibilidad con qué, esos gustos, esas imágenes de las
la razón, que es la definición de lo I. cualidades sensibles, claras en el con­
no puede tener otro significado preciso junto, pero confusas en las partes; esas
que el de incompatibilidad con el sis­ impresiones que los cuerpos que nos
tema de creencias al cual se hace refe­ circundan imprimen en nosotros y que
rencia. Es evidente que tal incompati­ envuelven el infinito; ese nexo que cada
bilidad no es válida como criterio de ser tiene con todo el resto del univer­
juicio para la consideración de una no­ so” (Nouv. Ess., Avant-propos, Op., ed.
ción cualquiera. Si así, pues, por lo I. se Erdmann, p. 197). La existencia de
entiende la contradictoriedad (como a esta zona inconsciente resulta un lugar
veces sucede) es necesario recordar común en la e sc u e la wol f f i a na (cf.
que el juicio acerca de la contradicto­ Wolff, Psychol. rationalis, § 58 ss.) y fue
riedad o no contradictoriedad de dos admitida por Kant, quien respondió a la
aserciones debe hacer referencia a un objeción que Locke formulara en el sen­
campo determinado, en el cual implí­ tido de que no se pueden tener repre­
cita o explícitamente se definen las re­ sentaciones de las que no tengamos
glas de la coherencia o de la compati­ conciencia, ya que el tenerlas significa
bilidad. Puede ocurrir, por ejemplo, precisamente ser conscientes de ellas
que en f í s i c a no sea contradictorio (Essay, I, 1, 5), afirmando que "pode­
lo que sería contradictorio en matemá­ mos ser mediatamente conscientes de
tica o viceversa y así, verbigracia, la una representación de la cual no seamos
física no considera contradictorio con­ conscientes inmediatamente" (Antr., §
cebir a la vez los fenómenos electro­ 5). Pero fue Schelling quien convirtió
magnéticos como corpusculares o como a lo I. en el elemento fundamental de
ondulatorios. Pero para estos significa­ una construcción metafísica, esto es,
dos restringidos y específicos de la en uno de los aspectos esenciales de lo
contradictoriedad, lo I., con su signi­ Absoluto como identidad de naturaleza
ficado absoluto, resulta del todo ina­ y espíritu (o sea, para el caso, de I. y
daptado. Por lo tanto, la f i l o s o f í a conciencia). "Este eterno I. —decía
contemporánea lo ha abandonado, in­ Schelling— que como el sol eterno del
sistiendo no en la antítesis racional- reino de los espíritus se esconde en su
inconcebible, sino más bien en la antí­ propia luz serena y que, si bien no re­
tesis significación-ii gnificación. Véase sulta nunca objeto, imprime a las ac­
SIGNIFICADO. ciones libres su identidad, es el mismo
para toda la inteligencia y es, al mis­
In c o n d ic io n a d o (ingl. unc ondi t i one d; mo tiempo, la raíz invisible de la que
franc. inconditionné; alem. Unbedinat; todas las inteligencias no son más que
ital. incondizionaío). Ha mi l t o n (Dis- potencias; es el eterno intermediario
cassions on Philosophy, 1852) y Mansel entre lo subjetivo, que se determina a
(The Phi l os ophy of the Conditioned, sí mismo en nosotros, y lo objetivo o
1866) han denominado I. a lo Infinito lo- que intuye y es el fundamento de la
o Absoluto, o sea a Dios, en cuanto elu­ uniformidad en la libertad y de la li­
de t o d a s las limitaciones del pensa­ bertad en la uniformidad objetiva”
miento humano y es, por lo tanto, in­ (System der transzendentalen Idealis­
concebible. mos ["Sistema del idealismo trascen­
Para el significado genérico del tér­ dental”], IV, F; trad. ital., p. 280). Aún
mino véase cond ició n . más radicalmente, Schopenhauer con­
sideró I. a la voluntad de vivir que
I n c o n s c ie n te (ingl. unconscious; franc. constituye el noúmeno del mundo. "La
inconscient; a l e m . Unbewusst; ital. voluntad —decía—, considerada en sí
inconscio). El primer uso de esta no­ misma, es I .: es un ciego, irresistible
ción en filosofía se debe a Leibniz, que ímpetu, como lo vemos aparecer en la
subrayó la importancia d. las “percep­ naturaleza inorgánica y vegetal y tam­
ciones insensibles” o “pequeñas per­ bién en la parte vegetativa de nuestra
cepciones”, esto es, de las percepciones vida” (Die Welt, I, §54). Y Eduard
no acompañadas por el conocimiento o Hartmann presentó el principio de su
reflexión. Tales percepciones son las filosofía como síntesis del Espíritu ab­
que, según Leibniz, "forman ese no sé soluto de Hegel, de la Voluntad de
658
Inconsecuencia

Schopenhauer y de lo I. de Schelling, el psicoanálisis quitó a lo I. el carácter


principio que denominaba precisamente indeterminado o amorfo que había con­
I. y del cual el espíritu y la materia servado hasta ese momento en las in­
habrían sido dos manifestaciones dife­ terpretaciones de los filósofos y de los
rentes (Philosophie der Unbewussten psicólogos, para adquirir un contenido
[‘‘Filosofía del inconsciente”], 1869). A preciso y ser identificado con las ten­
la filosofía de Bergson se la puede con­ dencias sexuales inhibidas, negadas o
siderar dentro de esta misma línea de alguna manera di sí razadas o escon­
de pensamiento. Bergson defendió lo I., didas. Al principio la extensa boga, y
observando que la repugnancia para después la importancia científica que
concebir estados psicológicos incons­ el psicoanálisis alcanzó y conserva en el
cientes viene del hecho de que se con­ mu n d o contemporáneo (véase p s ic o ­
sidera a la conciencia como propiedad a n á l i s i s ), hicieron pasar a segundo pla­
esencial de los estados psíquicos. "Pero no la dificultad teórica relacionada con
—observó— si la conciencia es sola­ el mismo reconocimiento de la existen­
mente el signo característico del pre­ cia de lo inconsciente. Obviamente, la
sente, de lo que es actualmente vivido, objeción de Locke, tantas veces repe­
o bien de lo que obra, entonces lo que tida, en el sentido de que para un
no obra podrá dejar de pertenecer a estado mental "existir” significa "ser
la conciencia sin cesar necesariamente percibido” o "ser objeto de conciencia”
de existir de alguna manera" (Matiére y que, por lo tanto, un estado mental
et mémoire, cap. III, p. 147). Bergson inconsciente es una contradicción en
identificó con lo I. así entendido el los términos, ha perdido todo su valor.
recuerdo puro, esto es, la corriente de Un estado mental, una emoción, una
la conciencia que es, por lo demás, el tendencia, una volición, por ejemplo,
mismo impulso vital. puede "existir”, aunque no sea "perci­
Pero en tanto que lo I. era utilizado bido", en el sentido de que puede ser
de esta manera en la metafísica y en en su oportunidad sacado a luz y re­
tanto que, por otro lado, la psicología conocido, mediante pr oc e di mi e nt os
lo admitía como un dato de hecho, apropiados (que son justo los adopta­
aunque fuera a regañadientes, recibió dos por el psicoanálisis), como la con­
por obra de Freud un contenido com­ dición de una sitv :ión psíquica nor­
pletamente nuevo. El mismo Freud mal o patológica. Freud mismo insistió
presentó de esta manera las dos tesis a este respecto sobre la noción de sín­
fundamentales del psicoanálisis: "La toma: “El síntoma —dice— se forma
primera de [tales] extrañas afirmacio­ como sustitución de algo que no ha
nes del psicoanálisis es la de que los conseguido manifestarse al exterior.
procesos psíquicos son en sí mismos Ciertos procesos psíquicos, que hubie­
inconscientes y que ios procesos cons­ ran debido desarrollarse normalmente,
cientes no son sino actos aislados o hasta llegar a la conciencia, han visto
fracciones de la vida anímica total.” interrumpido o perturbado su curso por
El segundo principio que el psicoaná­ una causa cualquiera, y obligados a
lisis proclama como uno de sus des­ permanecer inconscientes... han dado
cubrimientos es "la afirmación de que origen al síntoma [neurótico]” (Ibid.,
determinados impulsos instintivos, que trad. esp., p. 203). Por lo tanto, lo I.
únicamente pueden ser calificados de existe, en p r i m e r lugar, a título de
sexuales, tanto en el amplio sentido síntoma. Se trata de la misma solu­
de esta palabra como en su sentido es­ ción teórica que Kant había visto di­
tricto, desempeñan un papel... en la ciendo que lo I., aun no siendo perci­
causación de las enfermedades nervio­ bido inmediatamente, puede ser percibi­
sas y psíquicas y, además, coadyuvan do mediatamente, pero esta solución
con aportaciones nada despreciables a teórica es mejorada ya que en Freud
la génesis de las más altas creaciones lo I. como síntoma no tiene necesidad
culturales, artísticas y sociales del espí­ de ser "percibido” : es un hecho que la
ritu humano” (Einfiihrung in die Psycho- observación clínica puede verificar.
analyse, 1917, Intr.: trad. esp.: Intro­
ducción al psicoanálisis, en Obras, II, I n c o n s e c u e n c ia (ingl. i n c o n s i s t e n c y ;
Madrid, 1948, pp. 63-64). De tal modo franc. i ncons équence; alem. Folge-
659
Inconsistencia
Indeterminación, relaciones de
widrigkeit; ital. inconseguenza). La au­ en un sistema más vasto, en el cual,
sencia de compatibilidad (véase) de sin embargo, renacen en otra forma. En
las proposiciones que constituyen un este sentido son I. las proposiciones
sistema simbólico. Por ejemplo, un con­ constitutivas de las antinomias lógicas
junto de proposiciones es inconsecuen­ (véase) y es I. la no-contradicción de
te cuando implica una contradicción, la matemática y, en general, de los sis­
esto es, cuando de él resulta formal­ temas simbólicos. Véase a n t in o m ia s ;
mente una determinada proposición p m atem á tica ; s is t e m a .
o la negación de p. En general, se puede 4) Toda creencia o pretensión que no
decir que la I. de un sistema cualquiera pueda ser comprobada por pruebas. És­
es la posibilidad de una contradicción te es el significado más general e inde­
en el sistema mismo. terminado de acuerdo con el cual se usa
el término con frecuencia en el lengua­
In c o n s is te n c ia , véase COMPATIBILIDAD. je común. Así se llaman I. ciertas creen­
cias religiosas y se denomina I. la pre­
I n d a g a c ió n , véase INVESTIGACIÓN. tensión de un crédito que no esté apo­
yado por documentos o testimonios.
I n d e f i n i d o (ingl. indefinite; franc. in- Aserciones que conciernen a hechos son
défini; alem. unbegrenzt; ital. indefi­ declaradas a menudo I. por la misma
nito). Lo que no tiene límites en el razón.
espacio o en el tiempo y que es, por
lo tanto, infinito en el sentido negativo I n d e p e n d íe n te (ingl. independent; franc.
del término. Éste es, por lo menos, el indépendant; alem. unabhangig; ital.
significado de la palabra tal como fue indipendente). Lo que no obtiene su
establecido por Descartes, quien, por lo ser, su validez o su capacidad de acción
tanto, distinguía entre lo indefinido de de otro. Así, un hombre o un Estado se
las cosas y lo infinito de Dios, el cual denominan I. cuando su vida o su con­
“no tiene límites en sus perfecciones” ducta no dependen de la de otro hom­
y es, por lo tanto, el único ser infinito bre o de la de otro Estado. Un hecho
(Princ. Ph.il., I, 27; 7 Résp., párrafo X). se dice I. de otro hecho cuando no de­
Por lo tanto, la palabra equivale a ili­ pende causalmente de este otro. Y una
mitado (véase). N se usa, en cambio, proposición cualquiera es I. de otra pro­
para decir “no dermido", o sea no ex­ posición o de un sistema de proposicio­
presado por una definición. nes si no es deducible una de la otra.
I n d e m o s tr a b le (ingl. unde mons t r abt e ;
El requisito de la independencia re­
cíproca se requiere para la determina­
franc. indémontrable; alem. unerweis- ción de los axiomas de un sistema sim­
lich; ital. indemostrabile). 1) Lo que bólico. En efecto, sería inútil considerar
no tiene necesidad de demostración por como axioma una proposición que se
ser su verdad evidente. En este sentido pudiera deducir de los otros axiomas
son I. los principios primeros de la lógi­ dél sistema. Véase a x io m a .
ca de Aristóteles (véase axiom a ) y los
anapodícticos de los estoicos. Véase I n d e te r m in a c ió n (ingl. indetermination;
ANAPODÍCTICO. franc. i n d é t e r mi n a t i o n ; alem. Un-
2) Las proposiciones primitivas o, en bestimmtheit; ital. indeterminazione).
general, los antecedentes de un siste­ 1) La ausencia de la determinación ló­
ma simbólico cualquiera, en cuanto ta­ gica (véase d eter m in a c ió n ). A veces lo
les antecedentes constituyen el funda­ mismo q u e vaguedad. Véase vago.
mento de las reglas de demostración 2) La ausencia de la determinación
propias del sistema. En este sentido, causal. Véase in d e t e r m in is m o .
son I. los axiomas, las definiciones y
las reglas de transformación de todo I n d e te r m in a c ió n , re la c io n e s d e (ingl. un-
sistema simbólico. certainty relations; franc. r el at i ons
3) Las proposiciones indecidibles, es­ d’indétermination; alem. Unbestimmt-
to es, las proposiciones que no pueden heitsrelationen; ital. rel azi oni d’inde-
ser denominadas verdaderas o falsas terminazione). Con esta expresión o con
dentro de un determinado sistema sim­ la de "principio de I.” se indica, des­
bólico, pero que pueden ser decididas de 1927, el reconocimiento, en la física
I n d e te r m in a d o
I n d if e r e n c ia , p r i n c i p i o d e

subatómica, de la acción recíproca en­ la falta de la libertad impida al hom­


tre el objeto y el observador y, por lo bre el ser considerado culpable, se alude
tanto, la perturbación que el observa­ a una libertad privada, no de determina­
dor produce en el objeto observado mis­ ción o de certeza, sino de necesidad y
mo. Heisenberg fue el primero en sa­ de constricción" (Théod., III, 369). A
car a luz este aspecto esencial de la su vez Kant afirmó: “No hay dificultad
física cuántica. He aquí cómo lo expre­ alguna en conciliar el concepto de la
sa: “En las teorías clásicas la interac­ libertad con la idea de Dios en cuanto
ción entre el objeto y el observador era ser necesario, porque la libertad no con­
considerada como insignificantemente siste en la contingencia de la acción (en
pequeña o como controlable, de manera el hecho de que la acción no esté de­
de poder eliminar su influencia por terminada por algún motivo, o sea en
medio de cálculos. En cambio, en la el I.), pero sí lo está en la absoluta
física atómica tal admisión no se pue­ espontaneidad, la cual sólo se halla en
de hacer, debido a que por la disconti­ peligro con el predeterminismo, ya que
nuidad de los hechos atómicos, toda por ello el motivo determinante de la
interacción puede producir variaciones acción es antecedente en el tiempo, por
parcialmente incontrolables y relativa­ lo tanto, la acción no está actualmente
mente grandes. Esta circunstancia tiene en mi poder, sino en la mano de la
como consecuencia el hecho que, por lo naturaleza y yo estoy irresistiblemente
general, las experiencias realizadas pa­ determinado por tal motivo" (Religión,
ra determinar una m a g n itu d física I, Observación general, Nota). El I. en­
hacen ilusorio el conocimiento de otras tendido en este sentido, o sea como
magnitudes obtenidas con anterioridad; negación del determinismo de los mo­
influyen, en efecto en el sistema sobre tivos, es uno de los rasgos salientes del
el cual se obra de manera incontrola­ esplritualismo francés (Ravaisson, La-
ble y, por lo tanto, los valores de las chelier, Boutroux, Hamelin, Bergson,
magnitudes conocidas con anterioridad etcétera. Cf. A. Levi, L' I. nella filosofía
resultan alterados. Si se trata esta per­ francese co n tem p o rá n ea , Florencia,
turbación de modo cuantitativo, se en­ 1904). Véase libertad.
cuentra que en muchos casos existe,
debido al conocimiento contemporáneo í n d ic e (ingl. índex). Término adoptado
de diferentes variables, un límite de por Peirce para ii ' :car la relación ob­
exactitud finito, el cual no puede ser jetiva (no mental) entre el signo y su
superado" (Die physikalischen Prinzi- objeto. En este sentido son 1. todos
pien der Quantentheorie ["Los prin­ los signos naturales y los síntomas fí­
cipios físicos de la teoría cuántica”] sicos. "Denomino 1. a uno de tales sig­
1930, I, §1). Para la influencia que el nos —dice Peirce— porque un 1. seña­
descubrimiento de las relaciones de I. lado es el tipo de la clase" (Coll. Pap.,
ha tenido en el campo científico-filosó­ 3.361).
fico, véase causalidad ; condición . I n d i f e r e n c i a , lib e r ta d d e , véase LIBERTAD.
In d e te rm in a d o , véase DETERMINACIÓN.
I n d if e r e n c ia , p r in c ip io d e (ingl. principie
(ingl. indeterminism; of indifference\ franc. principe d’indif-
I n d e te r m in is m o
franc. indéterminisme; alem. Indeter- férence; alem. Indifferenzprinzip; ital.
minismus; ital. indeterminismo). Tér­ principio d'indifferenza). Con este nom­
mino introducido en el lenguaje filo­ bre o con el de "principio de equiproba-
sófico en la se g u n d a mitad del si­ bilidad” se indica el enunciado que afir­
glo xvm para designar la doctrina que ma que todos los hechos humanos tie­
niega el determinismo de los motivos, nen la misma probabilidad cuando no
esto es, la determinación de la voluntad hay razón para considerar que uno de­
humana por parte de los motivos mis­ be suceder con preferencia a otro. Este
mos (véase d e t e r m in is m o ). Decía Leib- principio fue expuesto en el Essai philo-
niz: “Cuando se pretende que un acon­ sophique sur les probabilités (1814) de
tecimiento libre no puede ser previsto, Laplace como segundo p rin c ip io del
se confunde la libertad con la indeter­ cálculo de las probabilidades (cap.2) y
minación o con la indiferencia plena es fundamento de la teoría a priori de la
o de equilibrio, y cuando se quiere que probabilidad, esto es, de la teoría que
661
Indiferentes
Individuación
intenta definir la' probabilidad inde­ tales cosas, del hombre, por ejemplo,
pendientemente de la frecuencia de es uno e idéntico para todas, en tanto
los hechos a los cuales se refiere. El Sócrates (que tiene materia) es único”
principio ha sido, por lo tanto, abando­ (Met., XII, 8, 1074 a 33). Esta solución
nado por algunas teorías modernas acer­ fue aceptada por Avicena (In Met., XI,
ca de la probabilidad (Lewis, Analysis 1) y, a través de este último, por San
af Knowledge, 1946, cap. X; Reichen- Alberto Magno (In Met., III, 3, 10) y
bach, Theory of Probability, 1949, §68). por muchos otros escolásticos. Santo
Véase probabilidad. Tomás presentó una variante de esta
solución, afirmando que el principio de
I n d i f e r e n te s , véase ADIÁFORA. I. no es la materia común (ya que to­
dos los hombres tienen carne y rostro,
In d is c e rn ib le s , véase IDENTIDAD DE LOS IN­ y, por lo tanto, no se distinguen por
DISCERNIBLES. ello), sino la materia signada o, como
I n d is tin to . Término adoptado por Ardi- también dice, "la materia considerada
gó para definir la evolución, en sustitu­ bajo determinadas dimensiones" (De
ción de lo "homogéneo” de Spencer. La ente et essentia, 2). En otros términos,
evolución sería el paso de lo I. a lo dis­ un hombre es diferente de otro hom­
tinto, términos tomados de la expe­ bre porque está unido a un determinado
riencia psíquica, en tanto los de Spencer cuerpo diferente por las dimensiones, o
fueron tomados de la biología (Ardigó, sea por su situación en el espacio y en
Opere, II, p. 189passim). el tiempo, del de los otros hombres
(S. Th., III, q. 77, a. 2). Este mismo
I n d iv id u a c ió n (lat. in d iv id u a tio ; ingl. tipo de solución es reproducido en la
individuation; franc. in d iv id u a tio n ; edad moderna por Schopenhauer que,
alem. Individuation-, ital. individuazio- al considerar la voluntad como la sus­
ne). El problema de la I. es el proble­ tancia única y común de todos los se­
ma de la constitución de la individua­ res, vio el principio de I. en el espacio
lidad a partir de una sustancia o natu­ y en el tiempo. "En efecto —dice—,
raleza común: la constitución de este por medio del espacio y del tiempo, lo
hombre o de este animal, a partir de la que es todo uno en la esencia y en
sustancia "hombre” o de la sustancia el concepto aparece, en cambio, como
"animal”, por ejemplo. El primero en diferente, como pluralidad yuxtapuesta
formular el problema fue Avicena (véa­ y sucesiva" (Die Welt, I, §23).
se Ara be , f i l o s o f í a ) , de quien pasó a la Por otro lado, la corriente agustinia-
escolástica cristiana. El supuesto del na de la escolástica llegó a reconocer el
que nace es el principio de la necesidad principio de I. en la forma más que
de la sustancia, que Avicena expresa di­ en la materia de las cosas. San Buena­
ciendo: "Todo lo que es tiene una sus­ ventura consideró que la forma es la
tancia por la cual es lo que es y por la esencia que restringe y define la mate­
cual es la necesidad y el ser de lo que ria a un determinado ser y colocó el
es" (Logyca, I, ed. Venecia, 1508, fol.3v). principio de I. en la co m u n ic ac ió n
A base de este principio, "el animal es (communicatio) entre la materia y la
en sí algo y es lo mismo, ya sea per­ forma en cuanto el individuo es un
cibido o aprehendido por el entendi­ hoc aiiquid en el cual el hoc está cons­
miento y en sí no es ni universal ni tituido por la materia, el aiiquid por
singular” (Ibid., III, fol. 12 r.). Pero si la forma (In Sent., III, d. 10, a. 1, q. 3).
es así: ¿qué es lo que lo hace ser Al mismo tipo de solución pertenece la
individual, esto es, qué es lo que hace interpretación que muchos discípulos
que la sustancia "animal” sea este o de Duns Scoto dieron de la haecceitas
aquel animal? He aquí, según Avicena, como una forma final que completa
el problema de la individuación. Y Avi­ e integra una serie de formas consti­
cena encontró en Aristóteles mismo la tutivas del objeto natural (cf. Herveus
respuesta al problema: la individuali­ Natalis, De pluralitate formarum, 5).
dad depende de la materia. En efecto, Por último, hay una tercera solución
Aristóteles había dicho: "Todas las co­ del problema que es la auténticamente
sas que son numéricamente plurales escotista. Duns Scoto niega que la ma­
tienen materia, ya que el concepto de teria o la forma puedan ser principio
662
Individual, psicología
Individualismo
de 1. La materia, que es el sujeto in­ sí idéntica o diferente de otra” (Ex-
distinto, no puede ser el principio de la positio aurea, Líber P re d ic a b iliu m ,
distinción y de la diversidad (Op. Ox., Proemium). Cuando Leibniz en uno de
II, d. 3, q. 5, n. 1). La forma es, pues, sus primeros escritos afirmó que "to­
la misma sustancia o naturaleza común do individuo está individualizado por
que es antecedente (e indiferente) tan­ su total entidad” no hizo más que ex­
to a la universalidad como a la indi­ presar la misma posición de Occam
vidualidad. La individualidad, en cam­ en términos escotistas, como él mis­
bio, consiste en una "última realidad mo lo reconoció (De Principio Individui,
del ente” la cual determina y contrae 1663, §4), ya que la entidad total no
la naturaleza común a la individuali­ es más que la misma cosa existente en
dad, ad esse hanc rem. Esta última rea­ cuanto tal. Y la misma negación implí­
lidad, o como también la llama "enti­ cita del problema de la I. se puede
dad positiva” (Ibid., II, d. 3, q. 2) es entrever en la solución aparente que
la determinación última y cumplida Wolff da a este problema: "El princi­
de la materia, de la forma y de su com­ pio de I. es la determinación completa
puesto. Desde este punto de vista el de todas las cosas que son inherentes
individuo no está caracterizado por a un ente en acto" (Ontolog., §229).
la simplicidad de su constitución, sino Por otra parte, Locke dijo: "De cuanto
más bien por la complejidad y riqueza se lleva dicho será fácil descubrir lo
de sus determinaciones. que tanto se ha inquirido, el principium
Según se ha dicho, el problema de la individuationis, y que evidentemente es
I. nace del carácter privilegiado atri­ la existencia misma que determina un
buido a la sustancia común, que existi­ ser, de cualquier clase que sea, un tiem­
ría de algún modo antes e indepen­ po particular y un lugar incomunica­
dientemente de los individuos. El pro­ ble a dos seres de la misma especie”
blema, por lo tanto, desaparece al ne­ (Essay, II, 27, 4).
garse el carácter privilegiado de la Estas supuestas "soluciones” son en
sustancia común, lo que sucede con realidad negaciones del problema que,
el nominalismo empirista de la última salvo raras excepciones, desaparece por
escolástica. Occam reconoce en la sus­ completo en la filosofía moderna, de­
tancia común una forma de lo uni­ bido a la disoluc: 'n de su propósito,
versal y la comprende en la negación que es el de la pric«idad ontológica de
resuelta de toda realidad universal: la sustancia común.
"Nada fuera del alma, ni por sí ni por
algo real o mental que se le agregue I n d iv id u a l, p sic o lo g ía , véase PSICOLO­
y de cualquier manera que se la con­ GÍA, E).
sidere o se la entienda, es universal,
ya que es tan imposible que una cosa (lat. individualitas; ingl.
I n d iv id u a lid a d
sea de algún modo universal fuera del individuality; franc.individualité; alem.
alma (si no es por convención arbitra­ Individuatitüt; ital. individuatitá). Tér­
ria, del mismo modo que la voz ‘hom­ mino de origen medieval: el modo de
bre', que es singular, resulta univer­ ser del individuo.
sal), como es imposible que el hombre In d iv id u a lis m o (ingl. in d iv id u a tis m ;
sea el asno, por cualquier considera­ franc. individualismo, alem. Individua-
ción o según cualquier modo de ser" lismus; ital. individualismo). Toda doc­
(In Sent., I, d. 2, q. 7, S-T). Desde este trina moral o política que reconozca al
punto de vista, se disuelve el problema individuo humano un valor predomi­
mismo de la I. Dice todavía Occam: nante de finalidad respecto de las co­
"Debe considerarse indudable que cual­ munidades de que forma parte. El ex­
quier cosa existente imaginable, por sí tremo de esta doctrina es,- obviamente,
y sin que nada le sea agregado, es una la tesis que postula que el individuo
cosa singular y una de número y, de tiene valor infinito y la comunidad
tal manera, ninguna imaginable es sin­ valor nulo. Tal es la tesis del anar­
gular debido a algo que se le agregue, quismo (véase). Pero el I. es tomado
sino que la singularidad es una propie­ habitualmente en una acepción más
dad que pertenece inmediatamente a moderada y en tal sentido es el funda­
cada cosa, porque cada cosa es de por mento teórico del liberalismo en su
Individuo

primera aparición en el mundo moder­ Jeremy Bentham y James Mili. Esta


no. En efecto, es el supuesto común creencia comenzó a renovarse por la
del iusnaturalismo, del contractualis- observación de las anomalías del orden
mo, del liberalismo y de la lucha con­ económico y por el reconocimiento de
tra el Estado, teorías que constituyen que la simple limitación de los poderes
los aspectos fundamentales de la pri­ del Estado no elimina ni estas anoma­
mera fase del liberalismo (véase). lías ni el desorden o las desigualdades
1) El iusnaturalismo consiste en re­ sociales. La fase individualista del li­
conocer al individuo derechos origina­ beralismo llegó a su término y se inició
les e inalienables, que conserva, ya sea la fase que apela a la acción del Estado
en forma diversa o limitada, en todos y tiende, por lo tanto, a exaltar al Es­
los cuerpos sociales en que entra a tado mismo. Desde este nuevo punto
formar parte. Véase iu sn a tu r a lism o . de vista, el I. fue señalado y criticado
2) El contractualismo c o n s is te en como "atomista", porque pretendía ha­
considerar a la sociedad humana y al cer nacer la sociedad de un conjunto
Estado como resultado de una conven­ de átomos s o c i a l e s , los individuos;
ción entre los individuos, doctrina que como " a n a rq u is ta ”, porque pretendía
en la edad moderna, o sea comenzando que el individuo no se sujetara a la ac­
por la Vindiciae contra tyrannos (1579) ción del Estado, y como "egoísta”, por­
de los calvinistas de Ginebra ha sido que quería que las actividades econó­
adoptada a menudo como negación del micas se desarrollaran según las direc­
absolutismo estatal o como instrumento trices del interés privado. Pero de tal
para limitarlo. Véase contractualismo . modo se dejaban a un lado los motivos
3) El liberalismo económico, propio históricos que habían provocado la di­
de los fisiócratas y de la escuela clá­ rección individualista del liberalismo y,
sica de la economía política, es la sin saberlo, se preparaba el camino
lucha contra la ingerencia del Estado para nuevas victorias del absolutismo
en los asuntos económicos y la reivin­ estatal.
dicación de la iniciativa económica del
individuo. Éste es el aspecto caracte­ I n d iv id u o (gr. cítonov; lat. individuum;
rístico del liberalismo individualista. ingl. individual; franc. individu; alem.
Véase ec o n o m ía ; t íeralismo . Individuum; ital. individuo). En sen­
4) La lucha con ira el Estado y la tido físico: lo indivisible, o sea lo que
tendencia a imponer límites a la ac­ no puede ser ulteriormente reducido
ción del Estado es el carácter global mediante un procedimiento de análisis.
del individualismo. En este sentido, En sentido lógico: lo impredicable, lo
uno de los más significativos documen­ que no se puede predicar de pluralidad
tos del liberalismo moderno es la obra de cosas. Para Aristóteles el I. es, eñ
de Spencer, El hombre contra el Es­ el primer sentido, la especie, ya que
tado, en el cual se combate la ingeren­ siendo resultado de la división del gé­
cia del Estado (por lo tanto, también nero, a su vez no puede ser dividida
del Parlamento) incluso en el campo (Anal. Post., II, 13, 96 b 15; Met., V,
de la higiene y de la instrucción pú­ 10, 1018 b 5). Para caracterizar al I. en
blica, además del campo económico. la determinación de su indivisibilidad,
(The Man Versus the State, 1884.) los lógicos del siglo v agregan la de­
El postulado subyacente en todos es­ terminación de la i mpr e di c a bi l i da d.
tos diferentes aspectos del I. es la coin­ Dice Boecio: "Se denomina I. a lo
cidencia del interés del individuo con que no se puede d i v i d i r por nada,
el interés común o colectivo. El orden como la unidad, la mente o lo que no
natural que Adam Smith consideraba se puede dividir por su solidez, como
en lnquiry into the Nature and into the el diamante o, también, lo que no se
Causes of the Wealth of Nations (1776; puede predicar de otras cosas simila­
trad. esp.: Investigación sobre la natu­ res, como Sócrates” (Ad. Isag., II, en
raleza y causas de la riqueza de las P. L., 64, col. 97). Esta nota fue fun­
naciones, México, 1958, F.C.E.) propio damental para la lógica medieval, que
de los hechos económicos, servía pre­ la utilizó para definir al I.: “I. es lo
cisamente para garantizar la coinciden­ que se predica de una sola cosa, como
cia. En esta misma coincidencia creían Sócrates y Platón", dice Pedro His-
664
Individuo

paño (Summ. Log., 2.09). Santo To­ si existieran los átomos de Demócrito,
más habla de un I. vago (vagum), que pero entonces no existiría tampoco di­
corresponde a la individualidad de la ferencia entre dos diferentes I. de la
especie y de un I. singular: “El I. vago, misma figura y de la misma magnitud”
el hombre, por ejemplo, significa una (Nouv. Ess., III, 3, § 6). El supuesto
naturaleza común con un determinado de esta doctrina es que en la natura­
modo de ser que compete a las cosas leza existen solamente I. o sea cosas
en particular, esto es, que es subsis­ singulares; supuesto que, junto con los
tente por sí y distinto de los demás. otros puntos principales, fue expresado
Pero el I. singular significa, en cambio, con toda claridad por Wolff. Éste co­
algo determinado y que distingue: así mienza afirmando que el I. es "lo que
el nombre Sócrates significa esta car­ percibimos con el sentido interior, con
ne y este rostro" (S. Th„ I, q. 30, a. 4). el sentido externo o que podemos ima­
El I. vago no es, pues, más que la uni­ ginar en cuanto es una cosa particular”
dad distinguible sólo numéricamente (Log., § 43), para proceder a la defini­
de otras unidades. Y así, en efecto, lo ción del I. como “el ente determinado
definía Duns Scoto: “I., o sea uno en en todas las relaciones (ens omnimode
número, se dice a lo que no es divisi­ determinatum) o sea en el cual están
ble en muchas cosas y_que se distingue determinadas todas las cosas a él inhe­
numéricamente de toda otra” (In Met., rentes” (Ibid., § 74). Esta noción de I.
VII, q. 13, n. 17). como lo absoluta o infinitamente de­
No obstante, en el propio Duns Scoto terminado ha sido utilizada a menudo
existen las premisas de un concepto di­ por la metafísica moderna. Fue justo
ferente del I. Éste está caracterizado, esta noción la que permitió a Hegel
en su modo de ser o sea en su singula­ (y a muchos otros más tarde, siguien­
ridad, por una determinación última o do su ejemplo) hablar de "I. universal"
"última realidad" de la naturaleza que sin caer en una contradicción en los
lo constituye (véase in d iv id u a c ió n ) y, términos. "La tarea de acompañar al
de tal manera, incluye un conjunto ili­ I. desde su estado inculto hasta el sa­
mitado de determinaciones, en virtud ber —dice Hegel— debería entenderse
de las cuales la naturaleza común se en su sentido general que consistiría en
contrae hasta resultar este determina­ considerar al I. u "'versal, el Espíritu
do ente. Desde este punto de vista, el consciente de sí, en su proceso de for­
I. no se caracteriza por su indivisibili­ mación. Por lo que concierne a la re­
dad, sino por la infinitud de sus deter­ lación de esos dos modos de individua­
minaciones. Este concepto es clara­ lidad, en el I. universal todo momento
mente e x p r e s a d o por Leibniz. "Aun se muestra en el acto en que obtiene
cuando pueda parecer paradójico —de­ la forma concreta y su propia configu­
cía— es imposible tener el conocimien­ ración. El I. particular es el espíritu
to de los I. y encontrar el medio para no cumplido: una figura concreta en
determinar exactamente la individua­ todo, cuyo ser determinado domina una
lidad de una cosa, a menos que no se sola determinación y en la cual las
la considere en sí misma. En efecto, otras están presentes solamente a tra­
todas las circunstancias pueden retor­ vés de escorzos" (Phanomen. des Geis-
nar; las diferencias mínimas nos son tes, Pref. II, § 3; trad. ital., I, p. 24).
insensibles, el lugar o el tiempo más Desde el punto de vista del concepto
que ser determinantes, tienen necesidad de I. como infinitud de determinacio­
ellos mismos de ser determinados por nes, Hegel podía hablar por cierto de I.
las cosas que los contienen. Lo que es universal, ya que una infinitud de
más importante en esto es que la in­ determinaciones puede ser justo sólo
dividualidad implica a lo infinito y que de un I. absoluto o infinito. Frente a
sólo quien sea capaz de comprenderlo él el I. finito se caracteriza, como dice
puede tener el conocimiento del princi­ Hegel, por una sola determinación, ante
pio de individuación de esta o de aque­ la cual las otras están presentes sólo
lla cosa, que resulta, para comprender­ como escorzos. Bergson hace referen­
lo sanamente, de la influencia que to­ cia al mismo concepto del I., al afir­
das las cosas del universo tienen unas mar que "la individualidad comporta
sobre otras. Es cierto que no sería así una infinitud de grados y que en nin­
665
Inducción

guna parte, ni siquiera en el hombre, XIII, 4, 1078 b 28). Entre la I. y el si­


está r e a l i z a d a plenamente” (Évol. logismo, Aristóteles establece, sin em­
Créatr., cap. I, ed. 1911, p. 13). Es evi­ bargo, una gran diferencia de valor. El
dente que este concepto del I. lleva a silogismo, en caso de partir de premi­
hipostasiar la individualidad de un I. sas verdaderas, es un procedimiento in­
absoluto (como lo hizo Hegel) o a de­ faliblemente demostrativo y es necesa­
clararla inalcanzable (como lo hizo riamente verdadero. Es así porque en
Bergson). Pero esto, precisamente, de­ él el término medio se refiere a la
muestra que se trata de un concepto sustancia, y de tal manera la conexión
inservible. que demuestra entre los dos términos
En la filosofía contemporánea, el I., extremos es una relación sustancial, o
por lo tanto, como noción análoga de sea necesaria. Si se dice: "Todos los
elemento (véase), es definido con re­ hombres son animales; todos los ani­
ferencia a las exigencias que prevale­ males son mortales; por lo tanto, todos
cen en diferentes campos de investiga­ los hombres son mortales”, la relación
ción o, mejor aún, respecto a diferen­ entre “hombre" y "mortal" se logra a
tes exigencias analíticas. En el campo través del término m e d i o "animal",
moral o político el I. es la persona. En mostrando que la determinación mor­
el campo biológico, el I. puede ser para tal es inherente a la sustancia "animal”
ciertas finalidades el organismo, pa­ como ésta es inherente a la sustancia
ra otras, la célula. Pero es, sobre todo, “hombre". Estas conexiones, al ser sus­
en el campo de las ciencias históricas tanciales, son necesarias, ya que la
donde la noción de I. ha sido utilizada sustancia (véase) es la necesidad on-
por la filosofía y por la metodología tológica misma. Ahora bien, en la I.
contemporáneas. Wi nde l ba nd (Pr'álu- esta necesidad no subsiste. En la I. —di­
dien ["Preludios”], II, p. 145) y Ric- ce Aristóteles— falta el término me­
kert (Grenzen der naturwissenschaftli- dio. Lo que quiere decir que no obra
chen Begriffsbildung ["Los límites de a través de la referencia a la sustancia
la conceptuación naturalista”], p. 420) (An. Pr., II, 23, 68 b 30). Por lo tanto,
han puesto a la luz al carácter indi- si bien es más evidente que el silogis­
vidualizador de las ciencias del espíri­ mo, no tiene su mismo valor cognosci­
tu, frente al carác*~r generalizador de tivo. Puede ser usada como ejercicio,
las ciencias natur^es. El conocimien­ en la dialéctica, o con fines de persua­
to histórico tiende a representar al I. sión en la retórica (R.het., I, 2, 1356 b
en su carácter singular e irrepetible, 13), pero no constituye una ciencia,
esto es, no como el caso particular de porque la ciencia es necesariamente de­
una ley, sino como irreducible a los mostrativa (An. Post., I, 2, 71 b 19).
otros I. con los cuales está en relación En el periodo posaristotélico, los epicú­
causal. El I., que en este caso es el reos consideraron la I. como único pro­
hecho histórico (hecho, persona, insti­ cedimiento de inferencia legítima, en
tución, etc.) se caracteriza, desde este tanto los estoicos negaron su valor. El
punto de vista, por la singularidad y De Signts de Filodemo nos da cuenta
la irrepetibilidad (véase h is t o r ia ). precisa de la polémica que a este res­
pecto existió entre las dos escuelas.
(gr. ixay<í)yr\; lat. inductio;
I n d u c c ió n Los estoicos decían que no basta con
ingl. induction; franc. induction; alem. comprobar que los hombres que nos
Induktion; ital. induzione). "La I. es rodean son mortales para decir que en
el procedimiento que de lo particular todas partes los hombres son mortales;
lleva a lo universal” : esta definición de sería necesario establecer que los hom­
Aristóteles ( Top., I, 12, 105 a 11) ha bres son mortales precisamente en
sido aceptada por todos los filósofos. cuanto son hombres, para dar a esa in­
Aristóteles mismo ve en la I. uno de ferencia su necesidad (De Signis, III,
los caminos por los cuales logramos 35; IV, 10; De Lacy, Philodemus on
formar nuestras creencias; el otro es Methods of Inference, 1941, p. 31). El
la deducción (silogismo) (An. Pr., II, problema de la I. se asoma ya en esta
23, 68 b 30). Por lo demás, atribuye a dificultad planteada por los estoicos.
Sócrates el mérito de haber descubierto Los epicúreos les respondían diciendo
los "razonamientos inductivos” (Met., que, mientras tanto nada se oponga a
666
Inducción

la conclusión, la generalización induc­ cosas" (Ibid., Distrib. Op.). En otros


tiva es válida (Ibid., VI, 1-14; XIX, términos, la certeza de la I. consiste,
25-36; De Lacy, pp. 34, 66). Sexto Empí­ según Bacon, en el hecho que por últi­
rico no hizo más que presentar la crí­ mo la I. se pone al frente en la deter­
tica de los estoicos en f o r m a más minación de la forma de la cosa na­
radical, partiendo de la distinción en­ tural, e n t e n d i é n d o s e por forma “la
tre I. completa e I. incompleta. “Ya diferencia verdadera, naturaleza forma-
que quieren —decía— confirmar por vía dora o fuente de emanación" que ex­
de la I. lo universal a través de lo par­ plica el proceso latente y el esquema­
ticular, lo harán recorriendo todas las tismo oculto de los cuerpos (Ibid., II,
particularidades o solamente algunas. 1). En tal sentido, la forma no es más
Si sólo recorren algunas, la I. será in­ que la misma "sustancia” aristotélica:
cierta, haciendo posible que con lo el principio o razón de ser de la cosa.
universal contraste alguno de los par­ Aristóteles consideró que tal sustancia
ticulares dejados a un lado en la in­ se puede aprehender mediante el pro­
ducción. Si recorren todas emprende­ cedimiento silogístico, esto es, intuiti-
rán una tarea imposible, porque las vo-demostrativo; Bacon consideró que
particularidades son infinitas e ilimi­ se puede aprehender mediante un pro­
tadas" (Hip. Pirr., II, -204). Aristóteles cedimiento inductivo que seleccione y
afirmó que la I. se realiza partiendo ordene las experiencias. La verdadera
de todos los casos particulares posibles diferencia e n t r e Bacon y Aristóteles,
(An. Pr., II, 23, 68 b 29), en tanto que por lo tanto, es que Bacon cree que
los epicúreos habían afirmado el valor la nueva disciplina del procedimiento
de la I. incompleta. Por lo tanto, Ba- inductivo que propone (disciplina que
con no hizo más que volver a adoptar c o n s i s t e en la formación de tablas
la alternativa epicúrea, al declarar pue­ que elijan y clasifiquen los experimen­
ril a la I. incompleta o per enumera- tos y en la institución de procedimien­
tionem simplicem. "Esta I. —dice Ba- tos de control) hace posible sacar con
con— p u e d e ser aniquilada por una certeza la sustancia a la cual, según
instancia contraria cualquiera; por lo Aristóteles, la I. sólo se puede acercar
demás considera siempre las mismas de manera incierta o aproximativa y
cosas y no logra su fin. En cuanto a que puede ser aprehendida en su nece­
las ciencias se presenta, en cambio, una sidad solamente pe. el procedimiento
forma de I. valorativa de las experien­ deductivo. Por medio de esta interpre­
cias y que necesariamente llega a con­ tación del procedimiento empirista en
clusiones, al cabo de las debidas exclu­ términos de la metafísica aristotélica,
siones y eliminaciones” (Nov. Org., Bacon pudo reconocer a la I. incom­
Distrib. Op.). Esta forma de I. que pleta la "necesidad” que Aristóteles re­
Bacon, así sea en forma dubitativa, hace conocía al procedimiento silogístico.
remontar a Platón (Ibid., 105) debe in­ Desde este punto de vista, el problema
vertir el orden de la demostración. de la I., en los términos en que había
"Hasta ahora —dice Bacon— se esti­ sido planteado por la crítica de los es­
laba pasar rápidamente de los datos toicos y de Sexto Empírico, ni siquie­
del sentido y de las cosas particulares ra surgía. Por otro lado, el cartesianis­
a las cosas muy generales, como si és­ mo no se interesó en plantearse el
tos fueran dos polos fijos de la dispu­ problema de la I., reservándose la mis­
ta, y luego derivar todas las otras por ma función preparatoria y subordina­
el camino de las cosas intermedias. da que Aristóteles le había reconocido.
Éste es un atajo, aunque muy acciden­ “La I. por sí sola —dice la Lógica de
tado, por el cual nunca se encuentra Port Royal— nunca es un medio cierto
a la naturaleza, sino sólo problemas. En para adquirir una ciencia perfecta, por­
cambio, se deben extraer los axiomas que la consideración de las cosas en
por grados sucesivos y sólo por último particular es sólo una ocasión, para
llegar a los muy generales, que no son nuestro espíritu, de prestar atención a
simples nociones, sino hechos bien de­ sus ideas naturales, según las cuales
terminados y tales que la naturaleza juzga acerca de ¡a verdad de las cosas
los reconoce verdaderamente como su­ en general. Así, por ejemplo, es cierto
yos e inherentes a la esencia de las que yo nunca habría tomado en consi­
667
Inducción

deración la naturaleza del triángulo si dad de la naturaleza que permite la


no hubiera visto un triángulo que me generalización de las experiencias uni­
ha dado ocasión de pensar en él; sin formes. Esta solución es muy antigua,
embargo, no ha sido el examen particu­ ya que es sostenida por Filodemo en
lar de estos triángulos lo que me hizo su polémica contra los estoicos. “Del
concluir, general y ciertamente, que el hecho de que todos los hombres de
área de todos los triángulos es igual nuestra experiencia —decía Filodemo—
al rectángulo construido sobre la base son similares también con respecto a
dividiendo la mitad de la altura (ya la mortalidad, inferimos que todos los
que este examen es imposible), sino la hombres están universalmente sujetos
sola consideración de lo incluido en a la muerte, dado que nada se opone a
la idea del triángulo y que encuentro esta inferencia o nos muestra que los
en mi espíritu” (Amauld, Log., III, 19, hombres no sean susceptibles de morir.
§ 9). Por lo tanto, sólo después de Haciendo un llamado a esta semejanza
que las ciencias comenzaron a usar con declaramos que, con referencia a la
amplitud el procedimiento inductivo mortalidad, los hombres fuera de nues­
(como resulta en la segunda mitad del tra expeciencia son similares a los que
siglo xvii, en que se plantea el proble­ se manifiestan en nuestra experiencia”
ma de la I. como problema de la vali­ (De Signis, XVI, 16-29; De Lacy, Ibid.,
dez del procedimiento inductivo y del pp. 58 ss.). En este fragmento, obvia­
derecho a usarlo), éste se planteó y mente, el derecho de la inferencia in­
afrontó de nuevo. La duda escéptica ductiva se funda eir la uniformidad
de Hume p l a n t e ó claramente dicho revelada por las semejanzas. De mane­
problema. Decía Hume: ‘‘Todas las in­ ra análoga, hacia el final de la esco­
ferencias sacadas de la experiencia su­ lástica, Duns Scoto y Occam ponían el
ponen, como su fundamento, que el principio de causalidad como base de
futuro semejará al pasado y que los la I. Decía Duns Scoto: "De las cosas
poderes similares se unirán a simila­ conocidas por experiencia yo digo que
res cualidades sensibles. Si existiera al­ si bien la experiencia no se tiene de
guna sospecha de que el curso de la todas las cosas en particular ni siem­
naturaleza pudiera cambiar y que el pre, sino sólo respecto a la mayoría de
pasado no sirviera tie regla para el futu­ los casos, el experto conoce, sin em­
ro, toda experiene. ^ resultaría inútil y bargo, infaliblemente que es así, siem­
no podría dar origen a inferencia o con­ pre y en todos los casos, a base de esta
clusión alguna. Por lo tanto, es impo­ proposición que existe en el alma: todo
sible que argumentos sacados de la ex­ lo que resulta la mayoría de las veces
periencia puedan probar la semejanza de una causa no libre es el efecto na­
del pasado con el futuro, ya que todos tural de esta causa” (Op. Ox., I, d. 3,
los argumentos semejantes están fun­ q. 4, n. 9); en este fragmento, efecto
dados en la suposición de tal semejan­ natural significa efecto uniforme, por
za. Aun admitiendo que el curso de ser necesario. A su vez, Occam ponía
las cosas siempre ha sido regular, este como fundamento de la I. el principio:
solo hecho, sin ningún argumento o “Causas de la m ism a' naturaleza (ra­
inferencia nueva, no prueba que para no) tienen efectos de la misma natu­
lo futuro continuará así" (Inq. Cerne. raleza” (In Sent., Prol. q. 2 G). Stuart
Vnderst., IV, 2). Mili volvió a proponer la misma so­
El problema de la I. ha sido siempre lución en el siglo xix. El fundamento
formulado en e s t o s términos en el de la I. es el principio de las uniformi­
muqdo moderno. Tres soluciones fun­ dades de las leyes de naturaleza, y tal
damentales se le han dado: i) la solu­ principio no es más que el principio
ción objetivista; 2) la solución subje- mismo de causalidad. No pudiéndose,
tivista; 3) la solución pragmática. Esta a su vez, reducir este principio a un
última solución señala el paso de la instinto infalible del género humano
concepción necesaria (presupuesta por ni a una intuición inmediata, no puede
las otras dos) a una concepción proba- ser más que el producto de una I. "Lle­
bilista de la inducción. gamos a esta ley general —dice Stuart
1) La solución objetivista consiste en Mili— mediante generalización de mu­
considerar que existe una uniformi­ chas leyes de generalidad inferior. No
6 6 8
Inducción

hubiéramos tenido nunca la noción de forma común (entendimiento-naturale­


la causación (en el significado filosó­ za). Esta doctrina es simétrica y opues­
fico del término) como condición de ta a la de la uniformidad natural, pero
todos los fenómenos, si muchos casos su significado es el mismo. Una tras­
de causación o en otras palabras mu­ cripción en términos espiritualistas de
chas uniformidades parciales de suce­ la misma tesis fundamental es la de
sión no nos hubieran resultado prece­ Lachelier (Fundamento de la /., 1871),
dentemente familiares. La más obvia según la cual la posibilidad de la I. se
de las uniformidades particulares su­ apoya en el ordenamiento finalista del
giere y hace evidente la uniformidad universo, esto es, en el hecho de que
general y la uniformidad general, una el orden de la naturaleza es estable­
vez establecida, nos permite demostrar cido por el espíritu (Fondement de
las otras uniformidades particulares l’induction, París, 1907, p. 12). Todas
de las cuales resulta” (Logic, III, 21, las justificaciones espiritualistas o idea­
§2). La uniformidad de la naturaleza listas se reducen a este tipo de solu­
no es, por lo tanto, más que una sim­ ción.
ple I. per enumerationem simplicem. 3) La justificación pragmática ha si­
El círculo vicioso es evidente. A este do adelantada, en la filosofía contem­
círculo se reduce toda análoga solución poránea, al reconocerse la imposibili­
del problema. dad de una justificación teórica, pero
2) La segunda solución del problema no se ha llegado a negar la legitimi­
de la I. es la subjetivista o crítica, dad del problema, esto es, de la nece­
propia del kantismo. Fue formulada por sidad de una justificación. En esta
el propio Kant como respuesta a la dirección, se ha buscado la justifica­
duda de Hume acerca de la posibilidad ción mediante una interpretación pro-
de la generalización científica y con­ babilista de la I. La más simple expre­
siste en admitir la uniformidad de la sión de la regla de la I. probabilista
estructura categorial del entendimien­ es, quizá, la dada por Kneale: "Cuando
to y, por lo tanto, de la forma general hemos observado un número a de co­
de la naturaleza que de él depende. sas y encontrado que la frecuencia
Dice Kant: "Toda percepción posible, de la cosa p entre ellas es f, conside­
por lo tanto, todo lo que puede llegar ramos que P(a, P' = /, o sea que la
a la conciencia empírica —esto es, to­ probabilidad que u_a cosa a sea P debe
dos los fenómenos de la naturaleza en ser / ” (Probability and Inducticm, Ox­
cuanto a su unificación— están suje­ ford, 1949, p. 230). Lewis (Analysis oj
tos a las categorías, de las cuales de­ Knowtedge, 1946, p. 272) y Reichenbach
pende la naturaleza, considerada sim­ (Theory crf Probability, 1949, p. 446; cf.
plemente como naturaleza en general, asimismo Experience and Predication,
así como del principio originario de su Chicago, 1938, pp. 339 ss.) han dado
necesaria conformidad a leyes (como expresiones más complicadas de la mis­
natura formaliter spectata). Pero tam­ ma regla. Pero todas equivalen a decir
poco la facultad pura del entendimien­ que cuando un determinado carácter
to llega a prescribir, mediante las ca­ concurre en determinada proporción de
tegorías s o l a m e n t e , más leyes que las muestras examinadas, se puede con­
aquellas sobre las cuales reposa una siderar que esta proporción vale para
naturaleza en general como regularidad todos los otros ejemplos del caso, salvo
de los fenómenos en el espacio y en el prueba en contrario. Cuando la propor­
tiempo”. Las leyes particulares, por lo ción es igual al cien por ciento de las
tanto, deben ser deducidas de la expe­ muestras examinadas, o sea, cuando
riencia (Crít. R. Pura, § 26). Esto sig­ el carácter en cuestión concurre en to­
nifica que la naturaleza en su confor­ dos, se tiene el caso de la generaliza­
midad con las leyes o sea en su uni­ ción uniforme o completa. Éste es el
formidad, depende de las categorías, caso cuando se afirma que "todos los
esto es, de la estructura uniforme del hombres son mortales” por el hecho
entendimiento y que, por lo tanto, las de que el ser mortal se ha encontrado
uniformidades o leyes que se pueden constantemente unido con el ser hom­
encontrar en la experiencia están ga­ bre. Por otro lado, cuando el valor
rantizadas por la uniformidad de la numérico de tal proporción se toma
669
Inducción

como medida de la posi bilidad de que procedimiento inductivo tiene el carác­


el carácter en cuestión suceda en un ter de un método de trial and error
nuevo ejemplo, se tiene un juicio de (de tanteo), proyectado de tal manera
probabilidad (véase). Obviamente, la que, en las series que tengan un límite
generalización completa c> el juicio de en las frecuencias, conducirá automá­
probabilidad son aspectos de la genera­ ticamente al éxito en un número finito
lización estadística. Siendo así, la jus­ de pasos. Puede ser denominado mé­
tificación de la I. desde u n punto de todo autocorrectivo o asintótico" (Op.
vista pragmático puede ser hecha ase­ cit., p. 446, §87; cf. Kneale, op. cit.,
verando: a) que la I. es el umico medio p. 235). Contra este argumento, Black
de obtener previsiones; b) que es el ha observado que el término autoco­
único método susceptible de autoco- rrectivo no es exacto, ya que es cierto
rrección. que la I. incluye la posibilidad cons­
a) Dice Kneale: "La I. primaria es tante de la revisión, pero para decir
una directriz racional, no porque sea que las revisiones sean correcciones,
cierto que conduzca al éxito sino por­ sería necesario demostrar que son pro­
que es el único modo de intentar hacer gresivas, esto es, están dirigidas en una
lo que tenemos necesidad, esto es, pre­ única dirección y, además, en la buena
visiones exactas” (Op. cit., p. 235). dirección. Pero precisamente es ésta
Contra este argumento, que es com­ la seguridad que falta (Problems of
partido por muchos (cf., por ejemplo, , inalysis, p. 170). Ahora bien, se puede
Reichenbach, op. cit., p. 475), Black ob­ c onceder a Black que tampoco dicho
serva que si la I. es el único medio a rgumento es una "justificación" ver-
para obtener previsiones, el éxito de di idera de la I. en el sentido universal
las previsiones mismas no la confirma, o deductivo de la palabra "justifica­
como no la refuta su fracaso (Problems ción”. Pero no puede ponerse en duda
of Analysis, 1954, pp. 174 ss.). Este ar­ el hecho de que la autocorregibilidad
gumento, lo mismo que el análogo que es el carácter inherente al procedi-
dice que la I. es el único método para mie nto inductivo, como el de todo pro­
controlar los otros métodos de pre­ cedí miento científico y es, por lo de­
visión, tiene la pretensión —observa más, el carácter al cual el mismo Black
Black— de justificar deductivamente a apela para caracterizar al método cien­
la I. misma, o sea . .stificarla por me­ tífico (Op. cit., p. 23). La revisión que
dio de argumentos que tienen, como lo la I. lhace posible y a la cual, de este
reconocen los mismos proponentes, ca­ modo, todo su procedimiento está in­
rácter analítico o tautológico (Reichen­ trínsecamente subordinado, es una co­
bach, op. cit., p. 479; J. O. Wisdom, rrección en el sentido preciso del tér­
Foundations of Injerence in Natural mino, e.sto es, como eliminación de un
Science, 1953, p. 229). Los argumentos error revelado por el procedimiento
genuinamente prácticos —observa aún mismo. Una modificación que no fuera
Black— no son deductivos. En la vida revisión o corrección en este sentido,
cotidiana, en una situación que exige no seria requerida ni realizada por
una decisión, los indicios indican, con la I.
algún grado de seguridad, lo que debe­ Con todo ello, el estado actual del
ría ser la acción adecuada, pero ésta problema de la I. parece estar bien ex­
no se deduce de aquella indicación, ni presado en la conclusión de Black, en
la conducta contraria implica contra­ el sentido de que una justificación
dicción (Problems of Analysis, p. 185). de la I. no sólo es imposible, sino que,
Este tipo de argumento no ha perdido además, su problema carece de senti­
valor, por lo tanto, como justificación do, si por justificación se entiende la
del procedimiento inductivo. demostración de la validez infalible del
b) El segundo argumento fundamen­ procedimiento inductivo. "Insistir en
tal para la justificación práctica de la que debe haber una conclusión sería
I. es su capacidad de autocorrección. como decir que, ya que un buen juga­
Peirce, por primera vez, insistió acerca dor de ajedrez conoce los movimientos
de este carácter, discerniendo en él la por realizarse en una partida, debería
misma esencia de la I. (Coll. Pap., conocer también los movimientos por
2.729). Y Reichenbach ha dicho: "El realizarse en el tablero con una sola
670
I n d u c c ió n m a te m á tic a
In e rc ia
pieza. Pero éste no es un problema de definido de casos. También se denomina
ajedrez y no hay nada que tenga que principio r e c u r r e n t e o razonamiento
resolver el jugador de ajedrez. El pro­ por recurrencia (Poincaré, La science
blema de lo que debemos inferir cuan­ et Vhypothése, I, §3). Peano ha definido
do conocemos sólo el hecho de que al­ así este principio: "Si S es una clase
gunos A son B, no es un genuino pro­ y suponemos que O pertenece a esta
blema inductivo y no existe modo de clase y que siempre que un individuo
resolverlo, salvo re c o n o c e r el hecho pertenece a esta clase, también el si­
de que i n t e n t a r l o sería inoportuno” guiente le pertenece; entonces todos
(Op. cit., pp. 188-89; cf. Language and los números pertenecen a esta clase.
Phitosophy, 1952, cap. II). En otros tér­ Esta proposición se llama principio de
minos, el problema de la I. en general I.” (Formal. Mat., 10). El principio no
como problema de inferir el futuro del tiene nada en común con la I. cientí­
pasado o los casos no observados de los fica, excepto el carácter de generaliza­
observados, es un problema privado de ción (cf. Morris R. Cohen-Emest Nagel,
sentido por falta de datos. Si éstos son "The Nature of a Logical or Mathema-
suministrados, ya no existe un proble­ tical System”, § 6, en Readings in the
ma de la I., sino problemas que perte­ Phil. of Science, 1953, p. 144).
necen a los dominios de las ciencias
particulares. Se debe agregar, no obs­ (ingl. inertia; franc. inertie;
I n e rc ia
tante, que la eliminación del problema alem. Tragheit; ital. inerzia)- La his­
de la I. en su forma clásica no exime al toria de este concepto fundamental de
filósofo del análisis de los procedimien­ la mecánica moderna debe mucho a la
tos inductivos adoptados por las cien­ filosofía. Este concepto era extraño a
cias particulares, de la confrontación la física de Aristóteles, porque en ella
de tales procedimientos y de las gene­ se consideraba válido un teorema que lo
ralizaciones que de tal confrontación excluye, a saber, el teorema de que “to­
puede hacer. Sin embargo, es claro que do lo que se mueve es necesariamente
este or de n de investigaciones, hasta movido por algo" (Fís., VII, 1, 241 b
ahora no emprendidas, nunca conduci­ 24). Es obvio que si este principio es
rá a una justificación de la I. La jus­ cierto, un cuerpo no puede persistir en
tificación, en efecto, en caso de ser su estado de movimiento sin la ac­
lograda, tendría por efecto inmediato ción de otro cuerpc La teoría del ím­
la eliminación de todo riesgo de los petus, expuesta por los escolásticos del
procedimientos inductivos y la reduc­ siglo xiv, constituye la primera crítica
ción de estos procedimientos a la cer­ del principio aristotélico y el primer
tidumbre y a la necesidad de los deduc­ asomo de la noción de I. Óccam opuso
tivos. En realidad, los procedimientos al principio aristotélico el ejemplo de la
científicos y en general los comporta­ flecha, o de cualquier otro proyectil,
mientos y las directrices racionales del al cual se comunica un impulso que el
hombre, consisten en limitar el ries­ proyectil conserva sin que el cuerpo
go. esto es, hacerlo calculable, no en que lo ha comunicado lo acompañe en
eliminarlo. Los problemas filosóficos no su trayectoria (In Sent., II, q. 18, 26).
pueden, por lo tanto, ser planteados Un discípulo de Occam, Buridán (si­
de manera que su solución significara glo xiv), retomó esta doctrina y la
la eliminación del riesgo. El carácter aplicó al movimiento de los cielos: és­
quimérico de un planteamiento seme­ tos pueden muy bien ser movidos por
jante hace ver, mejor que otra cosa, la un ímpetu que la potencia divina les
ilegitimidad del problema de la justi­ comunica, ímpetu que se conserva ya
ficación de la I. que no es disminuido o destruido por
fuerzas opuestas (In Phys., VIII, q. 12).
(ingl. mathematic-
I n d u c c ió n m a te m á tic a Nicolás de Oresme y Alberto de Sajo-
at induction; franc. induction mathé- nía, que también pertenecieron a la
matique; alem. matheniatische Induk- corriente occamista que f l or eci ó en
tion; ital. induzione matemática). Con el siglo xiv en la Universidad de París,
este nombre se indica el principio que reasumieron y defendieron esta doctri­
sirve para establecer la verdad de un na. La noción de I. pasó de esta tradi­
teorema matemático en un número in­ ción escolástica a los fundadores de la
671
Inestabilidad
Inferencia
ciencia moderna, Leonardo y Galileo lo que se revela en el punto culminante
Galilei. Este último se sirvió constante­ de la experiencia mística, o sea en el
mente de la noción y la apoyó en una entusiasmo o en el éxtasis (cf. Plotino,
especie de experimento mental. Ha­ Enn., VI, 9, 11; Seudo-Dionisio, Myst.
blando del movimiento de una esfera Theol., I, 1; San Buenaventura, Itine-
perfecta sobre un plano bien liso, pre­ rarium Mentís in Deum, VII, 5; etc.).
gunta: "Ahora decidme lo que acaece­ En la filosofía contemporánea Wittgen-
ría al mismo móvil sobre una super­ stein, al final del T r a c ia tu s togico-
ficie que no fuera ni empinada ni en philosophicus (1922), admitió la exis­
declive”, y responde: "sería perpetuo” tencia de lo I .: “Existe en verdad lo I.
(Op. cit., VII, 273; cf. VIII, p. 243). Se muestra, es lo místico” (Trocí., 6,
Pero aun cuando Galileo se sirvió en 522). "Nosotros sentimos —decía— que
forma correcta de la noción de I., si todas las posibles preguntas de la
no formuló explícitamente el corres­ ciencia tuvieran respuesta, los proble­
pondiente principio; en realidad el pri­ mas de nuestra vida ni siquiera se roza­
mero en formularlo fue Descartes, que rían. Por cierto no quedaría entonces
estableció como "primera ley de la na­ pregunta alguna y ésta es, precisamen­
turaleza" el principio "Cada cosa en te, la respuesta" (Ibid., 6, 52). Y el
particular continúa en el mismo estado Tractatus se cierra con la afirmación:
mientras pueda y no lo cambia sino por “De lo que no se puede hablar, se debe
su encuentro con otras cosas” (Princ. callar” (Ibid., 7). Por otra parte, Camap
Phil., II, §37). Algunos decenios des­ habla de una "mitología de lo I.” y
pués, acogido por Newton como primer considera que esta palabra es particu­
principio de la dinámica en los Princi­ larmente peligrosa porque resulta apro­
pios matemáticos de la filosofía natural piada para producir confusiones e in­
(1687), el principio de I. hizo su ingreso certidumbres. El enunciado "Existen
definitivo en la ciencia moderna, para objetos I.”, traducido en lenguaje for­
la cual fue y sigue siendo, más que una mal, para Carnap dice simplemente:
"ley de naturaleza", en el sentido en "Existen designaciones de objetos que
que Descartes comprendía el término, no son designaciones de objetos” o
o una verdad experimental, un postu­ "Existen enunciados que no son enun­
lado o principio instrumental que per­ ciados” (Logische Syntax der Sprache,
mite el cálculo d la fuerza (véase) o 1934, §81; trad. ingl., p. 314).
de la energía (véase). Acerca de la
teoría del ímpetu, cf. Duhem, Études (ingl. inference; franc. infé-
I n f e r e n c ia
sur Léonard de Vinci, París, 1909. rence; alem. Inferenz; ital. inferenza).
En muchos lógicos medievales se halla
Inestabilidad (ingl. instability). Precarie­ el término latino inferre para indicar el
dad. Uno de los rasgos fundamentales hecho de que en una relación (o conse-
de la existencia, según algunas corrien­ quentia) de dos proposiciones, la pri­
tes contemporáneas. Dice, por ejem­ mera (antecedente) implica (o mejor
plo, Dewey: “El hombre se encuentra dicho, contiene por “implicación estric­
viviendo en un mundo aleatorio; su ta”) la segunda (consecuente). En la
existencia es, para decirlo vulgarmen­ filosofía moderna el término "I.” (pre­
te, un azar. El mundo es el teatro de ferido por los anglosajones) es usado
mil riesgos; es inseguro, inestable, ex­ sobre todo como sinónimo de "ilación”
trañamente inestable. Sus peligros son (preferido por los italianos) y, por lo
irregulares, inconstantes, no se puede demás, en un sentido muy amplio, que
contar con ellos a su tiempo y sazón” va desde el de implicación (véase), por
(Experience and Nature, cap. 2; trad. ejemplo, en Jevons y en general en los
esp.: La experiencia y la naturaleza, lógicos ingleses del siglo xix, al de
México, 1948, F. C. E., p. 40). proceso mental operativo mediante el
cual, partiendo de determinados datos,
Inexpresable (lat. ineffabilis; ingl. in- se llega por implicación o también por
expressible; franc. inexprimable; alem. inducción, a una conclusión (Stebbing,
Unaussprechlich; i tal. inesprimibile). Dewey). Dice, por ejemplo, Stuart Mili:
En la teología mística, a partir de las "Inferir una proposición de una o más
antiguas religiones de misterio, I. es proposiciones antecedentes; asentir o
6 7 2
I n f i n it e s i m a l
I n f i n it o
creer en ella como conclusión de alguna como límite de determinadas operacio­
otra cosa, esto es razonar en el más nes acerca de las magnitudes; b) el
extenso significado del término" (Lo­ concepto del I. actual, como una espe­
gic, II, 1, 1). En el mismo sentido gene­ cie particular de magnitud.
ral es adoptada la palabra por Peirce a) El concepto del I. potencial fue
(Chance, ¿ove and Logic, cap. VI) y elaborado por Aristóteles, quien negaba
por muchos lógicos contemporáneos, que el I. pudiera ser actual, es decir,
Lewis, Reichenbach, etc. Dewey ha dis­ real, ya sea como realidad en sí (sus­
tinguido entre /., como relación entre tancia), ya sea como atributo de una
signo y cosa significada, e implicación, realidad (Fís., III, 5, 204 a 7 ss.). Esto
relación de los sentidos que constitu­ quiere decir que el I. no es sustancia
yen las proposiciones (Logic, Intr.; trad. ni propiedad o determinación sustan­
esp.: Lógica, México, 1950, F. C. E., cial, sino que "existe solamente de mo­
p. 70), pero esta propuesta no ha tenido do accidental” (Ibid., 204 a 28), esto es,
fortuna. como disposición de las magnitudes.
¿Cuáles disposiciones? Aristóteles da
(lat. infinitésimas; ingl.
I n f i n it e s i m a l dos significados fundamentales de lo I .:
infinitesimal; franc. infinitesimal; alem. por el primero, es "lo que por natura­
Infinitesimal; ital. infinitesimale). Una leza no puede ser recorrido” en el
magnitud que puede ser considerada sentido en el cual la voz es lo que no
más pequeña que toda magnitud asig­ puede ser visto. En el segundo es lo que
nable o, también, como se dice con se puede recorrer, pero no del todo,
menor propiedad, una magnitud que por no tener fin y en este sentido es I.
tiende a cero. Este concepto fue cono­ por composición, por división o por am­
cido por los griegos que lo utilizaron bas cosas (Ibid., III, 4, 204a 3). Ahora
a menudo. Está presupuesto en los ar­ bien, el I. en sentido matemático es
gumentos de Zenón de Elea contra el solamente este último, o sea el que
movimiento (véase a q u il e s ; f l e c h a ; es ­ se puede recorrer pero nunca exhaus­
tadio ), y fue claramente expresado tiva o completamente. En este sentido
por Anaxágoras que dijo: “Con refe­ el I. es tal “que se puede tomar siem­
rencia a lo pequeño no hay un míni­ pre algo nuevo, y 'o que se toma es
mo, pero siempre hay algo más pe­ siempre finito pero siempre diferente.
queño porque lo que existe no puede Por ello no es necesario tomar al I.
ser anulado" (Fr. 3, Diels). El mismo como un ser en particular, un hombre
concepto fue expuesto por Aristóteles o una casa, por ejemplo, sino en el
(Fís., III, 7, 207 b 35). Los últimos esco­ sentido en que se habla de una jomada
lásticos retomaron este concepto (cf. o de una lucha, cuyo modo de ser no
para todos ellos Occam, In Sent., I, es una sustancia sino un proceso y que,
d. 17, q. 8), que más tarde fue puesto si bien es finito, es incesantemente di­
por Leibniz como fundamento del cálcu­ ferente” (Ibid., III, 6, 206 a 27). Por lo
lo I., cuyo primer documento impor­ tanto, no es I. lo que se halla fuera,
tante es la memoria del mismo Leibniz en donde no existe nada, como se con­
intitulada Nuevo método para los máxi­ sidera comúnmente, sino que, fuera de
mos y los mínimos (1682). él, siempre existe algo y, en consecuen­
cia, lo I. vuelve a entrar en el concepto
(gr. duteiQov; lat. infinitum; ingl.
I n f i n it o de parte más que en el de todo (Ibid.,
infinite; franc. infinit; alem. Vnend- III, 6, 206 b 32; 207 a 27). Este concepto
lich; ital. infinito). El término tiene aristotélico fue utilizado por Lucrecio
los siguientes significados principales, para defender la doctrina epicúrea de
emparentados entre sí: I) el I. mate­ la infinitud del espacio y lo expresó
mático que es la disposición o la cua­ por medio de la imagen de una flecha
lidad de una magnitud; 2) eI I . teológi­ lanzada desde el extremo confín del
co que es la limitación de potencia; mundo, hipotéticamente admitido: ya
3/ el I. metafísico que es la ausencia sea que la flecha encuentre un obstácu­
de conclusión. lo, ya sea que proceda fuera de él, el
1) La concepción matemática del I. límite extremo del universo ya no es
ha elaborado dos diferentes conceptos, tal, porque es sólo el punto de partida
a saber: a) el concepto del I. potencial de la flecha (De rer. nat., I, 967-982).
673
Infinito

También en esta imagen el I. es aque­ 1947, pp. 174-75). Las Paradojas del I.
llo de lo que se puede tomar siempre (1851) de Bemhard Bolzano señalan
una parte, y lo que se toma es siem­ el primer impulso decisivo hacia un
pre finito pero siempre diferente. Este nuevo concepto del I.
concepto del I. es esencialmente nega­ b) El segundo concepto del I. es el
tivo; consiste en no agotar determina­ de I. categórico o (como se dice con
das magnitudes sujetas a determinadas menor propiedad) actual, al cual sólo
operaciones que son las de la compo­ la matemática moderna ha dado for­
sición, esto es, del agregado de una ma rigurosa. A este concepto se ha
parte siempre nueva y de la división encaminado aun ella misma a través
en partes siempre nuevas. La primera de las discusiones tradicionales acer­
operación tiende a lo infinitamente ca de los denominadas paradojas del I.
grande, la segunda a lo infinitamen­ Ya Roger Bacon, para refutar la infi­
te pequeño, esto es, a lo infinitesimal nitud del mundo, hacía ver que si se
(véase): ambas definen el concepto de admite el I. se debe concluir que la par­
I. como no agotamiento de partes den­ te es mayor que el todo al cual perte­
tro de partes. Pero así entendido el nece (Opus tertium, ed. Brewer, 41,
concepto es obviamente negativo, ya pp. 141-42). Y parecidos argumentos se
que caracteriza la inagotabilidad o in­ repitieron con frecuencia en la escolás­
cumplimiento de una serie. Justo a este tica del siglo xiv. Pero tal escolástica
propósito Plotino observaba que el I. nos ofrece también, con Occam, una
es lo que no puede ser agotado en su respuesta a dichos argumentos e indi­
magnitud o en el número de sus partes ca el camino que será seguido más tar­
(Erm., VI, 9, 6). Y Kant, desde el mis­ de por la matemática de la segunda
mo punto de vista, decía: "El verdadero mitad del siglo xix. En efecto, afirma
(trascendental) concepto de la infini­ Occam: “No es incompatible que la
tud es que la síntesis sucesiva de la parte sea igual o no menor a su todo
unidad en la medición de un quantum porque ello sucede cada vez que una
nunca puede ser cumplida" (Crít. R. parte del todo es I. ... Sucede también
Pura, Dialéctica, cap. 2, sec. 2). Esta en la cantidad discreta o en una multi­
especie de I. es la que los lógicos de plicidad cualquiera, en la cual una
la Edad Media 11; aron I. sincategore- parte tenga unidades j i o menores de
mático (syncathegorematicum), que es las contenidas en el todo. Así en todo
el I. entendido como disposición (no el universo no hay partes en número
cualidad) de un sujeto y diferente del mayor que en un haba, porque en un
I. categoremático, que sería el I. como haba existen infinitas partes. De tal ma­
cualidad o como sustancia (Pedro His­ nera el principio de que el todo es
pano, Summ. Log., 12.57; Occam, In mayor que la parte vale sólo para todos
Sent., I, d. 17, q. 8). Éste es también el los compuestos de partes integrantes fi­
I. que la matemática del siglo xvm y nitas” (Cent. Theol., 17 C; Quodl., I,
de la primera mitad del siglo xix defi­ q. 9). Esta valiente limitación del valor
nió mediante el concepto de límite (o de un axioma, que por entonces parecía
sea como el campo de las series, de las evidente, no tuvo continuadores duran­
sucesiones, etc.), pero al cual los mate­ te mucho tiempo. El mismo Galileo,
máticos de esa época no reconocieron para evitar la posibilidad de una igual­
el rango de un tipo de magnitud por sí dad entre la parte y el todo (a propó­
misma. En una carta de 1831 decía sito de la relación entre los cuadrados
Gauss: "Protesto contra el uso de una y la serie natural de los números)
magnitud I. como algo completo, uso afirmó que “los atributos de ‘igual’,
que nunca es admitido en la matemá­ ‘mayor’ y 'menor' no tienen lugar en
tica. El I. es solamente una fagan de los I. sino solamente en las cantidades
parter y, si se quiere ser riguroso, debe terminadas” (Scienze nuove, Op., VIII,
hablarse en cambio de límites a los p. 79), dejando de tal manera inalte­
cuales algunas relaciones se acercan rada la verdad del pretendido axioma,
Jo que se quiera mientras a otras rela­ que cayó y fue declarado fruto de una
ciones les es permitido crecer más allá generalización falaz (cf. Russell, Prin­
de toda medida" (cf. Geymonat, Storia cipies of Mathematics, 1903, p. 360) sólo
e filosofía dell'analisi infinitesimale, cuando George Cantor (en los Mathe-
6 7 4
Infinito

matische Anrtalen, entre 1878 y 1883) nal I. que siempre había sido negado
y Dedekind (Continuidad y números como contradictorio, ingresó en la ma­
irracionales, 1872; Qué son y qué deben temática, lo que debería resultar bien
ser los números, 1888) enunciaron un pronto fuente de nuevas dificultades y
nuevo concepto del I. Éste consiste problemas, dificultades y problemas que
en considerar como definición del I. constituyen las "paradojas" de la lógi­
exactamente lo que hasta entonces ha­ ca moderna, aun cuando no fueran to­
bía parecido la "paradoja" del I. mis­ talmente desconocidos por la lógica an­
mo, o sea la equivalencia de la parte tigua (véase a n t in o m ia s ). Pero el con­
y del todo. Se puede ilustrar esta con­ cepto de I. matemático no ha sido
cepción recurriendo al ejemplo dado modificado por el estudio de estas pa­
por Royce (The World and the Indivi­ radojas ni por las sol uci ones pro­
dual, 1900-01; cf. el ensayo complemen­ puestas.
tario “Lo uno, los muchos y el I." agre­ 2) El segundo concepto de I. es de
gado al volumen I de la obra). Supon­ naturaleza teológica y surgió en el últi­
gamos que exista una carta geográfica mo periodo de la filosofía griega con
idealmente perfecta, de tal manera que Filón y Plotino. Este último distinguió
si ,4 es el objeto reproducido y A' la entre la infinitud del número que es
carta geográfica, ésta se halle en rela­ "inagotabilidad” (Enn., VI, 6, 17) y la
ción con A de modo tal que para cada infinitud de lo Uno que es, en cambio,
elemento particular de A, esto es, a, "lo ilimitado de la potencia” (Ibid.,
b, c, pueda determinarse en A' algún VI, 9, 6). Este concepto es frecuente­
elemento correspondiente a', b’, cf, con­ mente usado por la escolástica medie­
forme al sistema de proyección elegido. val, aunque con menor precisión de
Supongamos, por lo demás, que esta lenguaje. Santo Tomás, luego de haber
carta geográfica sea diseñada dentro observado que los primeros filósofos
y por encima de una parte de la super­ tuvieron razón al considerar I. al prin­
ficie de la región reproducida, por ejem­ cipio de las cosas, “considerando que
plo, de Inglaterra. Si este mapa es, co­ del primer principio emanan I. cosas”,
mo debe serlo por hipótesis, idealmente distingue el I. de la materia, que es
perfecto, debe representar todo lo que imperfección porque la materia sin for­
hay en la superficie de Inglaterra y, ma es incompleta, el I. de la forma
por lo tanto, la carta geográfica misma. que, en cambio, es perfección por ser
La representación de esta última, si propio de la forma que no recibe el
es a su vez perfecta, deberá contener ser de otro sino de sí misma, o sea
como parte de sí a su representación de Dios (S. Th., I, q. 7, a. 1). Denomi­
y así sucesivamente, sin límite. Un nar I. a la forma de por sí subsistente
sistema similar es claramente I., no parecería querer significar que el I. es
en cuanto es inagotable, sino en cuanto lo que, para ser, no tiene necesidad
es autorrepresentativo o, como mejor se de otro y, por lo tanto, es ilimitada po­
dice, autorreflexivo. En términos mate­ tencia de ser. No muy diferente es el
máticos, un conjunto autorreflexivo es sentido que parece tener la tesis de Duns
el que se puede poner en correspon­ Scoto acerca de la infinitud como modo
dencia biunívoca con algún subconjunto de ser propio de Dios. Duns observa
suyo. Éste es precisamente el caso de que si se dice que Dios es sumo, se le
la serie natural de los números, que se da una determinación que le compete
puede poner en correspondencia biuní­ con referencia a las cosas que le son
voca con sus subconjuntos, por ejem­ diferentes: es sumo entre todas las
plo, con los cuadrados, con los números cosas existentes. Pero si se dice que
primos, etc. es I., se entiende que es sumo en su
La potencia común de dos conjuntos naturaleza intrínseca, esto es, que tras­
entre los cuales existe una relación bi­ ciende todo grado posible de perfec­
unívoca es, según Cantor, el "número ción (Op. Ox., I, d. 2, q. 2, n. 17). Aquí
cardinal” de los dos conjuntos. Este la infinitud parece expresar el “quo
número se denomina transfinito cuan­ maius cogitari nequit" de San Anselmo,
do el conjunto resulta equivalente a o sea el ser las perfecciones de Dios
una parte propia o subconjunto. De tal fuera de todo grado alcanzable por las
manera, el concepto de número cardi­ perfecciones finitas. La distinción car-
675
I n f i n it o , ju ic io
I n f l u e n c ia o in f lu j o
tesiana entre I. e indefinido (véase) el mundo y lo domina y, por lo tanto,
que reserva a Dios el atributo de la es potencia ilimitada (Ene., §6). Es
infinitud, parece coincidir mejor con bien conocido el uso que el propio Hegel
la distinción entre el I. teológico y el y toda la filosofía romántica del si­
I. matemático, distinción que también glo xix han hecho de este concepto
se encuentra en Locke (Essay, II, 17, 1) del I., que ha servido para justificar la
y en Leibniz (Nouv. Ess., II, 17, 2). realidad en cuanto tal, el hecho, y
Pero en la filosofía moderna el concep­ para rechazar la pretensión del entendi­
to de I. como no limitación de la po­ miento "abstracto" de juzgar a la rea­
tencia, aparece de hecho con Fichte. lidad misma, de oponerse a ella y de
Para Fichte, el Yo es I. en cuanto "está i n s e r t a r s e en ella con un empeño
puesto por su propia absoluta activi­ de transformación. La noción de la
dad”, o sea en cuanto su actividad no infinitud de potencia, en efecto, es
encuentra límites u obstáculos. Colo­ aquella por la cual la realidad, toda
cando, al mismo tiempo, un no-Yo, el realidad, es en cualquier momento to­
Yo se limita y resulta finito. Pero por do lo que debe ser, dado que el princi­
último, "la finitud debe ser anulada: pio que la rige no carece de la potencia
todos los límites deben desaparecer y necesaria para su propia e integral rea­
debe quedar solamente el Yo, como Uno lización.
y como Todo" (W is se n s c h a fts le h r e 3) El tercer concepto del I. es el
[Doctrina de la ciencia], 1794, II, §4, equivalente metafísico del concepto ma­
D). La oposición hegeliana entre "fal­ temático tradicional del I. mismo. Ya
so I.” y “verdadero I.” constituye la se ha visto que para Aristóteles el I.
mejor ilustración de esta noción de I. nunca puede ser cumplido y que, por
en la filosofía moderna. La falsa infi­ lo tanto, no puede nunca ser un todo;
nitud es la infinitud matemática del es parte, o sea incumplimiento y no
progreso hacia el I., ya que éste "se agotamiento. Aristóteles, por lo tanto,
detiene en la declaración de la contra­ se oponía a Meliso que denominó I. al
dicción contenida en lo finito, ya que todo y daba razón a Parménides, que
éste es tanto una cosa como otra" lo había considerado finito (Fís., 6,
(Ene., § 94). El progreso al I. dirige 207 a 15). Pero tales determinaciones
más allá de lo fin5'1'), pero no alcanza son las que ya Platón había reconocido
nunca este más ah- y, por lo tanto, su como propias del I .: I. es lo que privado
negación de lo finito es un "deber de número o de medida, es suscepti­
ser" que nunca es un "ser”. El verda­ ble de lo más y de lo menos y, por lo
dero I. disuelve esta contradicción, nie­ tanto, excluye el orden y la determina­
ga la realidad de lo finito como tal y ción (Fil., 24a-25b). Éste es el concepto
lo resuelve en sí mismo. El verdadero metafísico del I. propio de los griegos,
I., en otros términos, es lo que es, es la por hallarse estrechamente relacionado
realidad; "es y es determinada mente, a su ideal moral, basado en el orden y
existe, está presente. Solamente el fal­ en la medida. Históricamente hablan­
so I. está más allá, siendo sólo la nega­ do, este concepto no ha superado los
ción de lo finito como tal... La verda­ límites establecidos por Grecia en la
dera infinitud tomada así en general, edad clásica.
como un ser puesto como afirmativo
en contra de la negación abstracta, es (alem. unendlicher Ur-
I n f i n it o , ju ic io
la realidad en un sentido más elevado teil). Kant denominó así a las propo­
que la que antes se había determinado siciones en las cuales el predicado está
como simple realidad. La realidad ha constituido por una negación, por ejem­
adquirido aquí un contenido concreto. plo, "el alma es no-mortal” (Logik, §22;
Lo finito no es real, en cambio el I. Crít. R. Pura, §9). El término I. ya
sí lo es” (Wissenschaft der Logik [Cien­ había sido aplicado por la lógica medie­
cia de la lógica], I, I, sec. I, cap. II, C; val a los nombres negativos, por ejem­
trad. ital., pp. 161-62). En este sentido plo, no-hombre (cf. Pedro Hi spano,
el I. es, para usar una frase del mismo Summ. Log., 1.04).
Hegel, la “fuerza de la existencia” (Fil.
del Derecho, §331, Apéndice), o sea la o i n f l u j o (lat. influxus, in-
I n f l u e n c ia
fuerza por la cual la razón reside en fluentia; ingl. influx; franc. influence;
676
I

In g e n io
I n h ó s p ito
alem. Einfluss; i tal. influsso). La ac­ que depende de la disposición natural
ción ejercida por lo incorpóreo sobre del sujeto y no de la enseñanza”, y
lo corpóreo. Cardano distinguía en este distinguía entre un I. comparativo y un
sentido entre I. y cambio (o mutación) I. logicizante (Antr., I, §54).
que es la acción de un cuerpo sobre
otro cuerpo, y también entre I. y aflato (ingl. naivete; franc. na'ive-
I n g e n u id a d
(soplo) que es la acción de lo incor­ té\ alem. Naivetüt; ital. ingenuitd). El
póreo sobre lo incorpóreo y que se des­ siglo x v iii empezó a usar este término
arrolla exclusivamente en el alma (De para indicar un determinado modo de
Sübtilitate, XXI, en Opera, 1663, III, expresión estética. "La I. —decía Kant—
pp. 669b-670a). El término ha sido apli­ es la expresión de la originaria since­
cado a: ridad natural de la humanidad contra
1) la acción determinante de los as­ el arte de fingir, que resulta así una
tros en el destino y en los hechos de segunda naturaleza” (Crít. del Juicio,
los hombres, como mediadora de la ac­ §54). La I. no puede confundirse con
ción divina (cf., por ejemplo, Nicolás la franca simplicidad que no disimula la
de Cusa, De Docta Ignor., II, 12; Pico naturaleza sólo por no c o mp r e n d e r
della Mirándola, Adv. Astrologiam, VI, lo que es el arte de vivir en sociedad.
2 passim); Es más bien una naturaleza que se
2) la acción de gobierno de Dios so­ asoma o que se revela en el arte mismo
bre el mundo. En este sentido Cam- (Ibid., §54). En estos conceptos se ins­
panella habla de tres "grandes I.” en piró Schiller en su ensayo Poesía inge­
las cuales se concreta la acción de Dios nua y poesía sentimental (1795-96). “Lo
y que son la necesidad, el destino y ingenuo —decía Schiller— es la repre­
la armonía (Met., IX, 1; Theol.. I, 17, sentación de nuestra infancia perdida,
a. 1); que para nosotros sigue siendo lo más
3) la acción del alma sobre el cuerpo. querido y, por lo tanto, nos llena de
En este sentido fue usada la palabra en cierta tristeza y que en su conjunto es
los siglos x v n y x v i i i . Dice Leibniz: la de la suprema perfección del ideal,
"Queriendo sostener esta opinión vul­ que, por lo tanto, nos excita en ina
gar de la I. del alma sobre el cuerpo sublime emoción” (Werke ["Obras”],
mediante el ejemplo de Dios que obra ed. Karpeles, XII, p 108). En este sen­
fuera de él se hace a Dios muy seme­ tido, a la poesía ii.^jnua se opone la
jante al alma del mundo” (IV Lettre poesía sentimental: el poeta ingenuo
a Clarke, §34). Esta doctrina es deno­ es naturaleza, el poeta sentimental bus­
minada por Baumgarten (Met., §761) ca la naturaleza (Ibid., p. 125).
"sistema de la I. física”. Y a la misma Fuera del dominio de la estética, el
"opinión vulgar" hace referencia, para término ha sido usado a veces para
rechazarla, también Kant (De mundi caracterizar las c r e e nc i a s filosóficas
sensibilis, etc., IV, § 17). del hombre común. Se llama "realis­
mo ingenuo" la creencia común en la
(lat. ingenium; alem. Witz).
I n g e n io realidad de las cosas. Y aun cuando,
Tomando de nuevo uno de los signi­ en este uso, el adjetivo tenga cierto
ficados tradicionales del término, Giam- tono despectivo, la crítica más reciente
battista Vico denominó I. a la facultad ha demostrado que no s i e mpr e las
inventiva de la mente humana. Opuso, creencias ingenuas son las más débiles.
por lo tanto, el I. a la razón cartesia­ Véase realism o .
na, y de igual manera opuso al arte I n h e r e n c ia , véase SER, 1, A).
cartesiano de la crítica fundada en la
razón, la tópica, como arte que discipli­ ((alem. unheimlich) El "sen­
I n h ó s p ito
na y dirige el procedimiento inventivo tirse I." es, según Heidegger, uno de
del I. El I. tiene más fuerza produc­ los aspectos de la angustia (véase).
tiva, respecto a la razón, conforme con Sentirse I. significa “no sentirse en
la capacidad demostrativa que posee casa propia” (“no en su casa”) en el
con respecto a ella (De nostri temporis mundo y en sede ontológico-existencial
studiorum ratione, § 5). Kant, a su vez, éste es el "fenómeno más originario"
entendía por I. al talento, o sea a “la (Sein urtd Zeit, §40; trad. esp.: El ser
superioridad del pode r cognoscitivo, y el tiempo, México, 1962, F. C. E.).
677
In in te lig ib le
I n m a n e n c ia
In in te lig ib le (lat. inexplicabilis; ingl. propósito el verbo evujtáoxei-v que sig­
unintettigibte; franc. in in te llig ib le ; nifica inherir, como parte esencial o
alem. unverstandlich; ital. inintelligi- constitutiva. Spinoza adoptó el adjetivo
bile). 1) En sentido estricto, aquello en el mismo sentido, afirmando que
cuyo porqué o cómo no se llega a "Dios es causa inmanente, pero no tran­
aprehender, o sea aquello cuya causa, sitiva, de todas las cosas”, entendiendo
condición o significado es inaprehen- con ello que “Dios es causa de las
sible: lo inexplicable (cf. Cicer., Acad., cosas que son en él” y que no hay
III, 29, 95; trad. esp.: Cuestiones aca­ ninguna cosa "fuera de Dios” (Eth.,
démicas, México, 1944, F. C. E.). El tér­ I, 18). La distinción aristotélica reapa­
mino, por lo tanto, tiene un significado reció en los wolffianos (cf. Baumgar-
diferente y más preciso que inconcebi­ ten, Met., §211). Es evidente que en
ble (véase), que indica sólo una in­ este sentido la I. significa la perma­
compatibilidad genérica con la razón. nencia del fin, resultado o efecto de
Leibniz mismo estableció la diferencia una acción, en el agente.
entre lo que no se entiende y lo incon­ 2) El segundo significado del térmi­
cebible (Nouv. Ess., Avant-propos, Op., no es el que Kant adopta con el adje­
ed. Erdmann, p. 202). Análoga diferen­ tivo correspondiente, denominando in­
cia ha sido establecida entre los dos manentes a "los principios cuya apli­
términos por Peirce (Chance, Love and cación se tiene, en todo y por todo, en
Logic, II, 2; trad. ital., p. 137). los límites de la experiencia posible”
2) También se denominan así los dis­ que, por lo tanto, se oponen a los prin­
cursos escritos o hablados que resultan cipios "trascendentes” que sobrepasan
oscuros, confusos, y no bien expresa­ estos límites (Crít. R. Pura, Dialéc­
dos a los fines de la comunicación. tica, Intr., I; Prót., §40). En este sen­
tido la I. significa la limitación del
(ingl. in m a n en ce; franc.
I n m a n e n c ia uso de determinados principios al do­
immanence; alem. Immanenz. ; ital. im- minio de la experiencia posible y la
manenza). El término puede significar: renuncia a extenderlos fuera de di­
7) la presencia del fin de la acción en cho uso.
la acción misma o del resultado de una 3) El tercer significado de I. fue es­
operación cualquiera en la misma ope­ tablecido por el idealismo poskantiano.
ración; 2) la Iir .ación del uso de Dice Jichte: "En el sistema crítico, la
determinados principios a la experien­ cosa es lo puesto en el Yo; en el dog­
cia posible y el rechazo a admitir co­ mático, aquello en que el Yo mismo
nocimientos auténticos que superen los está puesto; el criticismo es, por lo tan­
límites de tal experiencia; 3) la diso­ to, inmanente, porque pone todo en el
lución de toda realidad en la conciencia. Yo, el dogmatismo es trascendente por­
1) El primer significado es aquel se­ que llega aún fuera del Yo” (Wissen-
gún el cual los escolásticos hablaban schaftslehre, 1794, I, § 3, D ; trad. ital.,
de una acción inmanente, o sea que p. 77). Esta terminología, que es segui­
"permanece en el agente", como el en­ da por Schelling, hace del adjetivo “in­
tender, el sentir, el querer, en cuanto manente” la característica del punto
diferente a la acción transitiva (tran- de vista del idealismo absoluto, por el
siens) que es, en cambio, la que pasa cual nada existe fuera del Yo. Es, sin
a una materia externa, como el segar, embargo, evidente la analogía de este
el calentar, etc. (cf. en todo, Santo significado con el spinoziano, según el
Tomás, S. Th„ 1, q. 14, a. 2; q. 18, cual la acción de Dios es inmanente
a. 3; q. 23, a. 2; q. 27, a. 1; etc.). Esta porque no llega fuera de Dios mismo.
distinción no hacía más que expresar En este sentido la I. es la inclusión
la que Aristóteles había establecido en­ de toda la realidad en el Yo (Absoluto
tre movimiento (xívrim?) y actividad o Conciencia) y la negación de toda
(évÉQYEia) en el libro IX de la Meta­ realidad fuera del Yo. En el mismo sen­
física (6, 1048 b 18), considerando como tido, Gioberti habló de "pensamiento
movimiento a la acción que tiene su inmanente” (Protologia, I, p. 173) e in­
fin fuera de sí, y actividades a las sistió acerca de la inmanencia del
acciones que tienen su fin en sí mis­ idealismo italiano entre las dos guerras.
mas. Aristóteles había adoptado a este Es común a estos tres significados
678
Inmanencia, filosofía de la
Inmediato
del término el concepto de que lo in­ autoconciencia. En tal sentido, son doc­
manente es lo que, formando parte de trinas inmanentistas el idealismo ro­
la sustancia de una cosa, no subsiste mántico, el idealismo gnoseológico y
fuera de la cosa misma. En tal sentido todas las formas del conciencialismo.
se dice comúnmente "justicia inmanen­ 2) El término es también usado para
te” para indicar la justicia inherente indicar la doctrina de la inmanencia
al proceso mismo de los acontecimien­ en el significado 1 y en tal sentido equi­
tos, o "peligro inmanente” para indicar vale a panteísmo (véase).
el peligro propio de una situación de­ 3) Algunas veces, especialmente en
terminada. francés, se adopta el término para sig­
nificar el método de la inmanencia
filo s o f ía d e la <.ingl. ittl-
I n m a n e n c ia , (véase supra).
manence phitosophy; franc. philosophie
de Vimmanence; alem. Immanenzphilo- In m a te r ia lis m o (ingl. im m a t e r ia tis m ;
sophic; ital. filosofía dell'immanenza). franc. immatériatisme; alem. Immate-
Con esta expr esi ón señaló Wilhelm rialismus; ital. immaterialismo). Tér­
Schuppe (1836-1913) el punto de vista mino creado por Berkeley para indicar
fundamental de su filosofía, según la la doctrina de la negación de la exis­
cual "el mundo está en la conciencia", tencia de la realidad corpórea y de la
pero esta conciencia no es individual, reducción de ésta a ideas impresas en
sino "la conciencia en general”, o sea los espíritus finitos directamente por
el contenido común de las conciencias Dios (D ialogues between Hylas and
individuales (Grundriss der Erkermtnis- Philonous, I I I ; Works, ed. Jessop, II,
theorie und Logik ["Bosquejo de teo­ pp. 259 ss.). La doctrina fue denomi­
ría del conocimiento y lógica”], 1894, nada y se denomina más comúnmente
2? ed., 1910, §31). idealismo (en el sentido /.). El argu­
mento fundamental aducido por Ber­
I n m a n e n c ia , m é to d o d e la (ingl. method keley en favor del I. es que las cosas
of immanence-, franc. méthode d’im- y sus pr opi e da des no son más que
m anence; alem. Immanenzmeíhode; ideas, las cuales, para existir, tienen
ital. método dell'immanenza). Nombre necesidad de ser percibidas (esse est
dado por Blondel, Laberthonniére y percipi) y que, por lo tanto, el pensar
otros al método de apologética religio­ cosas que no sear Tercibidas equivale
sa, que tiende a demostrar que lo di­ a definirlas como no pensadas”, pre­
vino es de alguna manera inmanente cisamente en tanto son pensadas. La
en el hombre, por lo menos bajo for­ diferencia entre las ideas reales, que
ma de necesidad, aspiración o exigen- son las cosas, y las ideas simplemente
fcia (Blondel, Lettre sur les exigences imaginadas, que por lo común son de­
de la pensée contetnporaine en matiére nominadas ideas, consiste pues, según
d’A pologétique, 1896; Laberthonniére, Berkeley, en el hecho de que las pri­
Essais de philosophie religeuse, 1903). meras son producidas en nuestro espí­
Le Roy ha dado a este método una ex­ ritu por Dios y las segundas son produ­
presión aún más generalizada, denomi­ cidas por nosotros mismos. Por lo
nándolo "principio de I.” y expresándolo tanto, la más simple percepción de una
en la forma de que "todo es interno a cosa es en realidad la percepción de
todo, y que en el mínimo detalle de una acción de Dios sobre nosotros e
la naturaleza o de la ciencia el análisis implica la existencia de Dios; de don­
vuelve a encontrar toda la naturaleza de, si se admite la materia, se debe
y toda la ciencia" (Dogme et critique, atribuir a la materia la causalidad de
1907, p. 9). Véase a c c i ó n , f il o s o f ía de l a . las ideas mismas y se puede prescindir
de Dios. El materialismo es, por lo
I n m a n e n tis m o (ingl. im m a n e n tism ; tanto, el fundamento del ateísmo y de
franc. immanentisme; alem. Immanen- la irreligión, como el I. es el funda­
tismus; ital. immanentismo). 1) Se mento de la religión ( P r i n c i p i e s of
indica con este término la doctrina que Human Knowledge, I, 92 ss.).
admite la inmanencia en el significa­
do 3, o sea que niega cualquier realidad I n m e d ia to Suecos; ingl. im m e d ia te ;
o ser fuera de la conciencia o de la franc. im m é d ia t; alem. unmittelbar;
679
Inmediato

ital. immediato). Con este término se Husserl y por otro, la intuición simpa-
califica por lo general todo objeto que tética de Bergson: la primera tiene por
puede ser reconocido o afirmado sin objeto a las esencias, la segunda a la
la ayuda de algún otro objeto: por conciencia en su duración (véase i n t u i ­
ejemplo, una idea que puede ser perci­ c i ó n ). Ambas intuiciones se definen por
bida sin la ayuda de otra idea; un su carácter I.: en efecto, aprehenden
hecho que puede ser comprobado sin sus respectivos objetos, sin necesidad
la ayuda de otros hechos, una proposi­ de intermediarios.
ción que puede ser denominada ver­ Hegel, que es probablemente el crí­
dadera sin recurrir a otras proposicio­ tico más radical del privilegio de la
nes, etc. Así, Aristóteles denominaba inmediatez, denominó “filosofía del sa­
1. a la p emisa "a la que no antecede ber I.” a la filosofía de la fe de Jacobi.
ninguna otra” (An. Post., I, 2, 72 a 7). Ya Kant había polemizado contra esta
o sea la premisa cuya verdad es to­ filosofía, rehusando admitir que la fe
mada sin recurrir a las verdades de o una actividad sentimental o I. cual­
otras premisas. En un sentido análo­ quiera del hombr e pudiera proceder
go, Descartes manifestaba entender por fuera de los límites de la razón que
pensamiento "a todo lo que está de tal son, por lo demás, los mismos de la
forma en nosotros que lo percibimos experiencia posible (Was heisst: Sich
inmediatamente por nosotros mismos” in Denken orientieren? [¿Qué significa
( // Resp., def. 1), donde la palabra in­ orientarse en el pensamiento?], 1786).
mediatamente le servía, según declara, Pero la crítica de Kant se dirige en
"para excluir las cosas que siguen y especial contra el fanatismo (véase),
dependen de nuestro pensamiento”. To­ que ve implícito en esta posición. La
davía en forma análoga, Locke enten­ crítica de Hegel se dirige propiamente
día por conocimiento intuitivo la per­ contra la inmediatez. Según Hegel, la
cepción por la mente del "acuerdo o forma de la inmediatez "da a lo uni­
el desacuerdo de dos ideas por sí solas versal la unilateralidad de una abstrac­
[de un modo inmediato], sin interven­ ción y de tal manera Dios resulta la
ción de ninguna otra” (Essay, IV, 2, 1). esencia indeterminada, pero Dios no
Forma parte de un concepto de in­ puede d e n o mi n a r s e espíritu sino en
mediatez así entendido la pretensión cuanto se conoce, mediándose en sí con­
de que lo I. no tenga necesidad de sigo mismo. Sólo de tal manera es
otra cosa para al nzar el reconoci­ concreto, viviente, espíritu; el saber de
miento de su validez. Así para Descar­ Dios como espíritu contiene en sí, pre­
tes, la i n m e d i a t e z del pensamiento cisamente por ello, la mediación” (Ene.,
constituye la validez misma de la pro­ § 74). La mediación (véase) es, según
posición Yo soy, y para Locke la in­ Hegel, el retomo de la conciencia so­
mediatez de la relación de las ideas bre sí misma, la conciencia de sí, que
hace a esta relación más cierta que la es la forma última y suprema de la
mediata, o sea demostrativa (Ibid., IV, realidad y que, por lo tanto, Hegel iden­
2, 4). Es pues inútil recordar que las tifica con Dios. Negar la mediación
premisas inmediatas de Aristóteles tie­ significa, por lo tanto, según Hegel, ne­
nen validez necesaria como principios gar la superioridad de la conciencia
primeros de la demostración. Análogo de sí sobre la conciencia. Lo I. es la
privilegio es, por lo general, reconocido forma más simple de la conciencia, es
a las formas de conocimiento I., por "el intuir abstracto” que es el intuir
ejemnlo, a la intuición. Kant atribuía en el cual lo que se intuye (la concien­
a la intuición el privilegio de ser "la I. cia) se considera diferente de lo intui­
presencia del objeto” (Pról., § 8), pero do (el objeto de la conciencia). Esta
al mism^ tii mpo negaba que fuera una crítica es, según se ve, una crítica in­
intuición "no sensible”, o sea una intui­ terna de la filosofía hegeliana; forma
ción que fuera algo más que una mo­ parte integrante de esta filosofía, pero
dificación pasiva, que una afección. no es utilizable fuera de ella. En el
Pero la filosofía moderna y contempo­ mundo contemporáneo, en el cual el do­
ránea ha hablado a menudo de una minio del saber tiende a ser cubierto
intuición no sensible y basta recordar, por las diferentes disciplinas científi­
por un lado, la intuición eidética de cas, lo I. ha perdido sus privilegios,
680
Inmoralismo
Inmortalidad
aunque por razones que nada tienen lugar común en la patrística y en la
que ver con las adoptadas por Hegel. escolástica y, fuera de la disputa de los
El objeto de una investigación cientí­ aristotélicos, se conserva como lugar
fica nunca es un objeto inmediato, en común en el Renacimiento. También
el sentido de que la validez de tal ob­ los naturalistas del Renacimiento ad­
jeto no puede ser admitida sino me­ mitieron la I. (Campanella, De sensu
diante el auxilio de instrumentos o rerum, II, 24; Bruno, De Tr-iplici míni­
procedimientos más o menos complica­ mo, I, 3). Telesio mismo admite, jun­
dos, por lo tanto de modo indirecto y to al alma material que es la única
mediato. Hasta los objetos de la vista, que preside las operaciones humanas
que c o n s t i t u í a n tradicionalmente el (comprendida la moralidad) y que es
modelo mismo de los objetos I., han mortal, un alma divina, que es el su­
perdido este carácter en la psicología jeto de la aspiración del hombre a lo
contemporánea, que tiende a sacar a trascendente y que es inmortal (De rer.
luz las complejas estructuras y los pro­ nat., V, 2). La demostración de la I.
cedimientos mediatos de la percepción es una de las finalidades declaradas de
(véase}. la filosofía de Descartes y continúa
siendo un punto importante de la de
(ingl. immoralism; franc.
I n m o r a lis m o Leibniz (Théod., I, 89) y de la filosofía
im m o ra lism e ; alem. Lmmoralismus; alemana p r e k a n t i a n a (Baumgarten,
ital. immoralismo). Expresión adopta­ Met., § 776). La I. del alma permanece
da por Nietzsche para expresar su po­ estrechamente ligada también a todas
sición de antagonismo f r e n t e a las las formas monadológicas del esplritua­
relaciones de la moral tradicional y su lismo moderno y contemporáneo, ya
intento de realizar una “trasmutación que es evidente que la mónada, se la
de los valores". "Se sabe cuál es la considere creada o increada, es inmor­
palabra —decía Nietzsche— que me he tal en todo caso.
preparado para esta lucha, la palabra 2) La teoría de la I. parcial encuen­
in m o r a lis ta ; se conoce también mi tra su origen en Aristóteles. Después
fórmula: más allá del bien y del mal” de h a b e r distinguido entre entendi­
(Wilte zur Machí, 1901, § 167, c; trad. miento activo y pasivo, Aristóteles dice
esp.: La voluntad de dominio. Madrid, que "el entendimiento activo” es sepa­
1932.) rable, impasible y ■ mezcla porque es,
por su sustancia, acto y que por ello
(ingl. immortality; franc.
I n m o r ta lid a d sólo “es inmortal y eterno” (De An.,
immortalité; alem. V n s te r b lic h k e it; III, 5, 430 a 17). Por su "impasibilidad”,
ital. immortalitá). Una de las creen­ el entendimiento activo no conserva
cias más difundidas en las filosofías las determinaciones particulares, por
y en las religiones de Oriente y de Oc­ lo tanto, no se identifica con la totali­
cidente. Desde el punto de vista filo­ dad del alma humana que comprende
sófico, puede adquirir dos formas di­ también al entendimiento pasivo. Esta
ferentes : 1) la creencia en la I. de la doctrina fue incorporada por los estoi­
persona individual, esto es, del alma cos a su metafísica, según la cual el
humana en su totalidad; 2) la creen­ alma del hombre es una parte del Es­
cia en la I. de lo que la persona indi­ píritu cósmico y, como éste, es inmor­
vidual tiene en común con un principio tal (Dióg. L., VII, 156). Oleantes afir­
eterno y divino, o sea solamente de la mó más tarde que todas las almas
parte no personal del alma misma. perduran hasta la conflagración final,
Será necesario, pues, considerar como si bien Crisipo creía que sólo las al­
punto 3) las pruebas adoptadas por los mas de los sabios duran hasta aquel
filósofos en cuanto a la inmortalidad. momento (Dióg. L., VII, 157).
1) La I. del alma individual fue ad­ El aristotelismo árabe adoptó, en la
mitida por los órficos, los pitagóricos Edad Media, una doctrina parecida a
y Platón. Los eclécticos (cf. a este res­ ésta. Averroes dio un paso más allá
pecto Cicer., Tuse. Disp., I, 26-35) la que Aristóteles con referencia a la re­
admitieron igualmente, como también lación entre el entendimiento y el res­
la admitiera Plotino (Enn., III, 4, 6). to del alma humana: no sólo el enten­
La I. del alma individual resulta un dimiento activo, como lo considerara
Inmortalidad

Aristóteles, sino también el pasivo ( ma­ acción” e identificando al alma con la


terial o hítico) está separado del alma corriente del "recuerdo puro”, que no
humana, a la que no pertenece más tiene ya individualidad alguna (Matié-
que un entedimiento adquirido o espe­ re et Mémoire, Résumé et conclusión).
culativo, que es una disposición esen­ 3) La mayor parte de las pruebas
cial a participar en las operaciones del aducidas por los filósofos ccn referen­
entendimiento. Éste es, por lo tanto, cia a la I. no son lo bastante precisas
único, separado y divino, y el alma hu­ como para poder ser invocadas para
mana no tiene, por su cuenta, nada sostener una u otra de las dos creen­
que sea verdaderamente inmortal (De cias ya distinguidas. Las pruebas más
An., III, 1). Este punto de vista, se­ concluyentes (por lo menos a primera
guido por los averroístas latinos que vista) son las que se fundan en los dos
reducían, por lo tanto, la I. del alma conceptos mediante los cuales se ha
a pura cuestión de fe (por ejemplo, definido tradicionalmente la naturale­
Siger de Brabante; Mandonnet, Siger za del alma: la causalidad y la sustan-
de Brabante, II, p. 167), fue caracterís­ cialidad. Pero éstas son también las
tico también de los averroístas y ale- pruebas que han sufrido las críticas
jandrinistas del Renacimiento. Pompo- más radicales.
nazzi afirmó a este respecto que la I) Una de las pruebas más antiguas
diferencia entre el entendimiento acti­ es la deducida del movimiento. Aris­
vo o separado y el entendimiento hu­ tóteles nos dice que Alcmeón de Cre­
mano está en el hecho de que éste tona consideraba inmortal y divina al
tiene necesidad del órgano corpóreo (De alma porque está siempre en movimien­
immortalitate animae, 9). Una I. par­ to, como las cosas divinas, o sea como
cial o impersonal es también la que la luna, el sol, etc. (De An., I, 2, 405 a
Spinoza reconoce al alma humana, di­ 30). Y Platón hizo suya esta argumen­
ciendo que: “La mente humana no pue­ tación: “Toda alma es inmortal porque
de d e s t r u i r s e absolutamente con el lo que se mueve incesantemente es in­
cuerpo, sino que de ella subsiste algo mortal. Lo que mueve a otro y es mo­
que es eterno" (Eth., V, 23); el alma, vido por otro, cesando de moverse, cesa
en otros términos, es eterna en cuanto de vivir. Sólo lo que se mueve por sí,
modo o manifestación de la Sustancia y que, por lo tanto, nunca se dismi­
divina. El romanti jmo no se interesó nuye a sí mismo, nunca cesa de mo­
más de lo que lo hiciera Spinoza en verse, pero es también fuente y princi­
la I. del alma individual. Decía Hegel: pio de m o v i m i e n t o para todas las
"Para nosotros la creencia en la I. tie­ cosas que se mueven” (Fedro, 245 d).
ne como nota esencial esto: el alma La crítica a este argumento fue hecha
tiene en sí un fin eterno, totalmente por Aristóteles, quien consideró impo­
diferente de su finalidad finita y, por sible que el alma fuera móvil y que,
lo tanto, un valor infinito. Es esta nota por lo tanto, pudiera ser movida por
superior la que confiere interés a la fe otro o por sí misma (De An., I, 3).
en la supervivencia del alma” (Phil. II) El segundo argumento es el de­
der Geschichte [Filosofía de la histo­ ducido de la misma definición del alma
ria), ed. Lasson, p. 494; trad. ital., II, como sustancia: en efecto, como sus­
pp. 267-68). Y en realidad, para Hegel tancia, el alma es ser en acto y, como
lo inmortal, mejor dicho, eterno, es ser en acto, es imperecedera (Arist.,
el Espíritu del mundo que se encarna De An., III, 5, 430 a 17). Platón expuso
en los pueblos y en los Estados que este argumento en el Fedón, aunque
son sus portadores. Por lo demás, una en forma más popular, afirmando que
I. parcial o participada, que en reali­ el alma, al participar necesariamente
dad significa la eternidad de un prin­ de la idea de vida, no puede dejar de
cipio que sólo parcial o temporalmente vivir, del mismo modo que el número
encama en el hombre, ha sido admiti­ tres, que participa necesariamente de
da por todas las formas, antiguas y la idea de lo dispar, no puede dejar
modernas, de panteísmo (véase). Berg- de ser dispar (Fed., 104-07). Santo To­
son mismo parece sugerir una forma más dio expresión al argumento aris­
semejante de I., considerando al cuer­ totélico, al afirmar que "Lo que tiene
po como un simple "instrumento de el ser por sí no puede ser generado y
682
Inmortalidad

corrompido", ya que "el ser por sí es alma como en su sujeto, de lo que se


propio de la forma en cuanto acto” d e d u c e necesariamente que el alma
(S. Th., I , q. 75, a. 6). Este argumento dura siempre, en caso de durar siem­
fue criticado por Duns Scoto, quien pre la ciencia. Pero la ciencia es ver­
afirmó que el alma no tiene el ser por dad y la verdad perdura siempre, por
sí, en el sentido de subsistir por su lo tanto, dura siempre también el alma
cuenta y de no poder estar separada y no se puede decir nunca que ella
del ser bajo ningún concepto; esto sig­ muera" (Solil., II, 13). Este argumento
nificaría que ni siquiera Dios puede fue repetido por Santo Tomás (Contra
crearla y destruirla, lo que es falso Gent., II, 55) al manifestar que siendo
{Rep. Par., IV, d. 43, q. 2, n. 18-19). incorruptible el objeto del entendi­
Aún más radicalmente fue criticado miento, este mismo es incorruptible. La
por Kant, quien demostró el carácter crítica de los alejandrinos del Renaci­
sofista de la afirmación de la sustan- miento, y especialmente la de Pompo-
cialidad del alma, en cuanto tal afir­ nazzi se dirigió contra esto. "Es esen­
mación no hace más que transformar cial al entendimiento —decía Pompo-
subrepticiamente en sustancia la sim­ nazzi— e n t e n d e r a través de las
ple relación funcional que el sujeto pen­ imágenes, como resulta claramente de
sante tiene consigo mismo, o sea el la definición del alma como acto de un
Yo pienso (Crítica Razón Pura, Dialéc­ cuerpo físico-orgánico. Por lo tanto el
tica, cap. I). entendimiento, en cada una de sus fun­
III) Él tercer argumento se deduce ciones, tiene necesidad de un órgano.
de un corolario de la tesis de la sus- Pero lo que así entiende es necesaria­
tancialidad del alma, esto es, de la mente inseparable del cuerpo. Por lo
simplicidad de la sustancia alma. Al tanto, el entendimiento humano es mor­
existir esta simplicidad, el alma no pue­ tal” {De imm. animae, 9). Los filóso­
de corromperse ya que la corrupción fos modernos han repetido a veces un
(como paso de un contrario a otro con­ argumento parecido al agustiniano, con
trario) implica composición, de lo que referencia a la presencia en el alma
resulta que también los cuerpos, en humana de los valores ideales, o sea de
caso de ser simples (como los celestes) la Verdad, de la Belleza y del Bien
son incorruptibles. Santo Tomás ex­ (por ejemplo, G. H. Howison, The Li-
pone en diferentes formas este argu­ mits of Evolution, 901, cap. 6).
mento (cf. especialmente Contra Geni., V) Un argumento análogo a éste es
II, 55). Una variante fue formulada el obtenido por San Anselmo, en virtud
por Mendelssohn en el Fedón (1766) con de la presencia en el alma del amor
la tesis de que el alma, siendo simple, a Dios. El alma humana, como criatura
no sólo no puede morir por descom­ racional, “ha sido creada para amar sin
posición, sino ni siquiera por extinción. fin a la sustancia suma. Pero no po­
En efecto, no pudiendo ser disminuida dría hacerlo si no viviera siempre; por
poco a poco y luego reducida a la nada lo tanto el alma está hecha para vivir
(ya que no tiene partes) no debería eternamente y para que siempre quie­
existir espacio de tiempo entre el ins­ ra hacer aquello para lo cual ha sido
tante en el que es y el instante en el hecha. Por lo demás, no estaría de
que ya no es. A este respecto Kant acuerdo con la suma bondad, sabiduría
anotaba que, aunque el alma no tiene y omnipotencia del Creador, el reducir
una cantidad extensiva, podría y debe­ a la nada una criatura por él creada
ría tener, como la conciencia, una can­ para que lo ame y hasta tanto lo ame”
tidad intensiva, o sea un grado (Crít. (Monologium, 69).
R. Pura, refutación al argumento de VI) Un sexto argumento es el dedu­
Mendelssohn). cido del deseo natural de la inmortali­
IV) El cuarto argumento es el dedu­ dad. Dice Santo Tomás: "Todo el que
cido por la presencia de la verdad en tenga inteligencia desea naturalmente
el alma. Dice San Agustín: "Si lo que existir siempre. Pero un deseo natural
está en un sujeto (subiectum) dura no puede ser vano. Por lo tanto, toda
siempre, perdura siempre necesaria­ sustancia intelectual es incorruptible”
mente también el sujeto. Ahora bien, (S. Th., I, q. 75, a. 6). Aun cuando San­
cada ciencia (disciplina) existe en el to Tomás aduzca este argumento como
f>83
Inmortalidad

simple signum de la I., ha sido fre­ glo x v i i i , si bien otra parte de la mis­
cuentemente repetido. ma Uustracicn pensara, con Voltaire,
VII) El séptimo argumento es el queque "la mortalidad del alma no es con­
presenta a la I. como una exigencia traria al bien de la sociedad, como lo
de la vida moral del hombre. Este ar­ probaron los a n t i g u o s hebreos, que
gumento no tuvo mucho éxito en la creían en el alma material y mortal’’
Antigüedad y, más bien, fue el motivo, (Traite de Métaphysique, 6). Kant no
a menudo inconfesado, que indujo a hizo más que volver a la tesis de Rous­
los filósofos a buscar pruebas que de­ seau, tomando a la I. como uno de los
muestren la inmortalidad. Duns Scoto, postulados de la razón práctica. La I.
a este respecto, negó que las razones del alma y la existencia de Dios son,
deducidas de la aspiración del alma a según Kant, las condiciones para la rea­
la beatitud eterna y a una justicia re- lización del sumo bien, esto es, la unión
muneradora del bien y del mal fueran de virtud y felicidad. En efecto, sin la
decisivas. En efecto, debería conocer­ continuación indefinida de la vida hu­
se, por lo menos, y por obra de la ra­ mana más allá de la muerte, la reali­
zón natural, el hecho de que la beati­ zación de la santidad mediante el pro­
tud eterna resulte el fin conveniente greso indefinido no sería posible y, por
de nuestra naturaleza, pero no es así; lo tanto, el hombre no resultaría nun­
y en cuanto a la necesidad de un pre­ ca digno de la felicidad. Pero para
mio o de un castigo, se puede decir Kant el postulado no es una verdad
siempre que cada uno encuentra su teórica, sino una necesidad del ser mo­
remuneración suficiente en la acción ral finito: en otros términos, las con­
buena misma y que la primera pena sideraciones morales no demuestran la
del pecado es el pecado mismo (Op. I., pero muestran que es una aspira­
Ox., IV, d. 43, q. 2, n. 27, 32). La I. del ción legítima del que obra moralmente
alma, por lo tanto, le parecía a Duns (cf. Postulados de la Razón Práctica).
Scoto una pura verdad de fe, no sus­ VIII) En fin, un viejo argumento,
ceptible de demostración. Pomponazzi aunque siempre renovado, de la I. es el
no hizo más que asumir este punto de obtenido del consensus gentium. He
vista en su crítica del argumento mo­ aquí como lo exponía Cicerón: "Si el
ral {De imm. animae, 14). En la filo­ consenso universal es voz de la natu­
sofía moderna es .e argumento, sin raleza y todos en todas partes están
embargo, el que ha tenido más fortu­ de acuerdo en considerar que exista
na, lo que se explica fácilmente debido algo que interesa a los difuntos, tam­
a que con el declinar de la metafísica bién nosotros debemos ser del mismo
antigua, las pruebas basadas en la cau­ parecer, y si consideramos que aquellos
salidad y sustancialidad del alma han dotados de un alma superior por inge­
perdido su valor. En la "Profesión de nio o por virtud están en la mejor con­
fe del Vicario de Saboya” {Emilio, IV) dición para reconocer la fuerza de la
Rousseau llegó a afirmar la inmate­ naturaleza, porque son perfectos por na­
rialidad y, por lo tanto, la I. del alma, turaleza, es verosímil —dado que todos
basándose precisamente en la exigen­ los mejores se preocupan mucho de la
cia de una justicia que no siempre se posteridad— que exista algo cuya sen­
ve realizada en el mundo. "Aun cuan­ sación están destinados a tener después
do no tuviera otra prueba de la inma­ de la muerte” {Tuse. Disp., I, 15, 35).
terialidad del alma —decía— que el Hace tiempo que el problema de la I.
triunfo del malo y la opresión del justo ha dejado de ser un problema vivo de
en este mundo, ello sólo me bastaría la filosofía. No tanto porque su solu­
para no dudar. Una contradicción tan ción positiva esté ligada a una filosofía
manifiesta, una disonancia tan estri­ particular, la metafísica de la sustan­
dente en la armonía del universo, me cia, sino también y antes que nada por
llevaría a reflexionar que no todo ter­ dos razones. La primera es que la di­
mina para nosotros con la vida y que rección de la ética moderna ha elimi­
todo vuelve a entrar en el orden con nado de la moral toda dependencia de
la muerte’’. Rousseau fue, en este as­ una sanción ultramundana y de tal
pecto, la voz elocuente de buena parte manera ha eliminado el primero y más
de la Ilustración y del deísmo del si­ inmediato interés en la solución posi-
I n n a tis m o
In q u ie ta d
tiva del problema de la I. La segunda En este sentido, el I. reapareció en
es que la moderna dirección de la fi­ el platonismo renacentista, del cual se
losofía, al considerar ilegítimo o sin puede considerar una c ont i nuaci ón
sentido el extender el análisis filosófico el platonismo inglés del siglo xvn, con­
más allá de la esfera de existencia o tra cuyas tesis fundamentales se diri­
de experiencia aprehendible mediante gen críticas en el primer libro del En­
los instrumentos que el hombre posee, sayo de Locke. El I. fue reasumido
ha negado en principio la legitimidad en Inglaterra un siglo después por la
y la eficacia del debate mismo acerca escuela escocesa del sentido común
de la I. Por lo tanto, no nos debe (véase) y más precisamente por Reid
asombrar que este problema haya sido y Dugald Stewart. Pero ya Descartes y
tratado escasa y pobremente por la fi­ Leibniz le habían dado un nuevo sig­
losofía moderna y contemporánea, so­ nificado. Para Descartes algunas ideas
bre todo después de Kant. Su interés son innatas como "capacidad de pensar
se ha venido limitando a la esfera de y de comprender las esencias verdade­
la religión y de la apologética religiosa. ras, inmutables y eternas de las cosas"
(Méd., III; Lettre á Mersenne, 16-VI-
Innatismo (ingl. innatism; franc. inna- 1641, (Euvr., III, 383). Y Leibniz tam­
tisme; alem. Nativismus; ital. innatis­ bién consideró innatas las verdades que
mo). Doctrina que expresa que existen se revelan inmediatamente como tales
en el hombre conocimientos o princi­ a la luz natural, sin tener necesidad
pios prácticos innatos, esto es, no ad­ de otra verificación (Nouv. Ess., I,
quiridos mediante o por la experiencia 1, 21). En este sentido, el I. dejó de
y anteriores a ella. El modelo de todo ser una especie de escultura que el
I. es la doctrina platónica de la anam­ alma lleva consigo al nacer, según
nesis (véase): "Ya que el alma es in­ la imagen que Cicerón había adoptado
mortal y ha nacido muchas veces y ha (De nat. deor., II, 4, 12). Al viejo ada­
visto todas las cosas, ya sea aquí como gio escolástico: "Nihil est in intellectu,
en el Hades, no hay nada que no haya quod prius non fuerit in sensu", Leibniz
aprendido y de tal manera no nos debe agregó la limitación "nisi ipse intellec-
asombrar que pueda recordar, ya sea tus", queriendo decir con ello que el
sobre la virtud o sobre otras cosas, alma dispone por ¡ cuenta de catego­
aquello que conocía antes” (Men., 81 rías, tales como el ser, la sustancia,
c). Pero la forma con la cual el I. ha lo uno, lo mismo, la causa, la percep­
pasado a la tradición filosófica es la ción, el razonamiento, etc., que los sen­
dada por los estoicos, quienes admitían tidos no podrían suministrarle (Nouv.
como criterio de verdad, junto a la Ess., II, 1, 2). No es grande la distancia
representación cataléptica, la anticipa­ entre esta forma de I. y la doctrina kan­
ción, que es “la noción natural de lo tiana (que, sin embargo, es común no
universal” (Dióg. L., VII, 54). Cicerón designar con este término) de la no-
expuso así su punto de vista: "La na­ derivación de las formas a priori del
turaleza nos ha dado llamas minúscu­ conocimiento a través de la experien­
las y nosotros, bien pronto desgastados cia. El I. pertenece actualmente al nú­
por malas costumbres y por falsas mero de las doctrinas que no se discu­
opiniones, las apagamos para hacer de­ ten más, en virtud de no debatirse ya
saparecer la llama de la naturaleza. Y. los problemas cuyas soluciones dan.
por cierto, en nuestra índole se hallan En la filosofía moderna, cuando se ad­
innatas las semillas de la virtud y, si mite que algo precede a la experiencia
les fuera posible desarrollarse, la mis­ (como lo hace, por ejemplo, el idea­
ma naturaleza nos guiaría hacia una lismo hegeliano), este algo no es un
vida feliz” (Tuse., III, 1, 2). Esta espe­ conjunto de ideas o de virtualidades,
cie de I. se liga con la teoría del ins­ sino toda la razón o la totalidad del
tinto (véase) propia de los estoicos y espíritu. Cf. A p r i o r i .
es readoptada por doctrinas que tie­
nen la intención de poner fuera de I n q u i e t u d (ingl. uneasiness; franc. in-
duda determinadas c r e e nc i a s funda­ quiétude; alem. Unruhe; ital. inquie-
mentales de naturaleza teórica o prác­ tudine). Locke ha dado un significado
tica. filosófico preciso a este término, en-
685
Insolubilia
Instante
tendiendo por él el malestar de la men­ (véase), que es el límite o la condición
te "con motivo de la ausencia de cual­ del tiempo, ya que representa una espe­
quier cosa cuya presencia le causa un cie de encuentro o de compromiso en­
goce” (Essay, II, 20, 6). En la segunda tre el tiempo y la eternidad. Esta no­
edición del Ensayo Locke vio en la I. ción puede remontarse a Platón. "El I.
así entendida el móvil principal de la —decía— parece indicar la transición
voluntad humana. "Después de mirar entre dos cambios inversos. En efecto,
la cosa por segunda vez —decía Locke— el paso del movimiento a la quietud
me parece que lo determinante de la y viceversa, no tiene lugar a partir de
voluntad no es, según se supone gene­ una inmovilidad que es todavía inmó­
ralmente, el más grande bien a la vista, vil o del movimiento que es aún móvil.
sino que es algún malestar (y en las La naturaleza un poco extraña del I. se
más de las veces el malestar más pre­ asienta en medio de la quietud y el mo­
mioso) que el hombre experimente... vimiento, aun no encontrándose en el
A ese malestar podemos llamarle, co­ tiempo, circunstancia que lo constituye
mo lo es, un deseo, porque es un mal­ en el punto de llegada o de salida de
estar de la mente a causa de un bien lo que se müeve hacia lo estar inmóvil
ausente" (Ibid., II, 21, 31). Leibniz aco­ y de lo que está inmóvil hacia el movi­
gió favorablemente esta tesis de Locke miento” (Parm., 156 d). En otros térmi­
(Nouv. Ess., II, 20, §6)> que también nos, para Platón el I. no es ni el tiempo
fue aceptada y utilizada por Condillac ni la eternidad, ni el movimiento, ni la
(Traite des sensations I, 3, §2). quietud, sino que se halla en medio
de ellos y constituye su punto d^ en­
Insolubilia. A partir del siglo xiv, la cuentro. Esta noción reaparece en Kier-
lógica medieval aplica este nombre, o kegaard, quien vio en el I. la súbita
el de impossibilia, a los razonamientos inserción de la eternidad en el tiempo
que la lógica megárico-estoica llamaba y, por lo tanto, la súbita inserción de
ambiguos o convertibles, o también di­ la verdad divina en el hombre, o sea el
lemas (véase) y más tarde antinomias nacimiento de la fe (Philosophische
(véase). Brochen ["Migajas filosóficas”], capí­
tulo IV; cf. IV erke [“O bras”], II,
In s ta n c ia (gr. Ivcrr-aig; lat. instantia', pp. 108, 116 ss.). El carácter instantáneo
ingl. instance\ fr.„ic. instance-, alem. de la fe excluye que pueda ser suscitada
Instanz; ital. istanza). 1) En la lógica o p r o d u c i d a por procedimientos de
aristotélica, la I. es "una premisa con­ demostración o de persuasión. De allí
traria a otra premisa” (An. Pr., II, 26, la polémica de Kierkegaard contra la
69 a 36). Aristóteles enumera cuatro I. iglesia oficial danesa. Polémica que
fundamentales: el ataque a la premi­ condujo a tiavés de un periódico al
sa del adversario, una nueva premisa, que intituló, precisamente, El Instante.
una premisa contraria a la del adver­ El concepto del I. retorna en el exis-
sario y la apelación a decisiones prece­ tencialismo alemán, pero sin la reso­
dentes (Tóp., VIII, 10, 161 a 1; Ret., II, nancia religiosa que tenía en Kierke­
25, 1402 a 34). gaard. Dice Jaspers: “El I. vivido es
2) Bacon denominó I. a casos par­ el hecho supremo, calor de sangre, in­
ticulares experimentales de un deter­ mediatez, vida, presente corpóreo, tota­
minado fenómeno, del calor, por ejem­ lidad de lo real, única cosa verdadera
plo, y denominó “tablas de las I." al y concreta. En vez de partir desde el
elenco de tales casos (Nov. Org., II, presente para perderse en el pasado o
10ss.). Véase t a b l a . Stuart Mili siguió en el futuro, el hombre encuentra la
a veces esta terminología (Logic., III, existencia y lo absoluto en el I., que
9, 1, passim). sólo puede dárselo. Pasado y futuro
son oscuros abismos informes, tiempo
I n s t a n te (gr. t o e^aícpvrig; lat. momen- indefinido, en tanto el I. puede ser la
tum\ ingl. instant; franc. instant; alem. abolición del tiempo, la presencia de
Augenblick; ital. attimo). Según el sig­ lo eterno (P sych o lo g ie der Weltan-
nificado específico, propio de una de­ schauungen ["Psicología de las concep­
terminada tradición filosófica, el I. ciones del mundo”], 1925, I, 3; trad.
tiene un significado diferente del ahora ital., p. 132). El propio Jaspers pone
686
Instinto

en relación la noción del I. con la concepciones f u n d a m e n t a l e s del I.:


actitud ética caracterizada por la máxi­ 1) la metafísica, según la cual el I. es la
ma "vive en el I.’’, expresada en la fuerza que garantiza el a c ue r do de
Antigüedad por Aristipo (siglo iv a. c.), la conducta del animal con el orden del
quien prescribía "tener la mente al día, mundo; 2) la científica, para la cual
esto es, en el hoy en el I. en el que el I. es un tipo de disposición biológica.
cada uno obra y piensa alguna cosa, /) La teoría metafísica del I. fue fun­
porque sólo el presente es nuestro, no dada por los estoicos. Para ellos, el
el I. precedente ni tampoco el espe­ orden providencial del mundo, que to­
rado: uno, en efecto, está destruido y dos los seres están destinados a man­
del otro no sabemos si será” (Eliano, tener, dirige la conducta animal me­
Var. Historiae, XIV, § 6). Esta actitud, diante el I. “El I. primario del animal
que Kierkegaard denominaba "vida es­ —en cuanto el animal está dirigido,
tética", es contrapuesta a veces a la desde el principio, por la naturaleza—
que, sacrificando de continuo el pre­ es el de cuidar de sí, dice Crisipo en
sente al futuro, termina por hacer insig­ el libro primero De los fines. Dice,
nificante e instrumental la totalidad en efecto, que lo más arraigado en el
de la vida. En el siglo xviii Lessing y corazón de cada animal es la propia
Rousseau atacaron esta actitud, invi­ constitución y la conciencia de esta cons­
tando a dar a cada periodo de la vida, titución. No es verosímil que el animal
a cada día o a cada I. un valor autó­ se extrañe de sí o que de alguna manera
nomo y concluso. Esta actitud no coin­ trate de extrañarse o no cuide de sí.
cide, no obstante, con la actitud esté­ Sucede, por lo tanto, que la naturaleza
tica, porque más bien supone que a los misma lo constituye de manera que
I. de la vida se les dé el valor atri­ cuide de sí, huya de las cosas nocivas
buido a un proyecto completo de vida y persiga las cosas favorables. Por ello
y no el valor que acaso tengan. Heideg- parece ser falso lo que algunos dicen
ger ha aceptado en sentido análogo en el sentido de que el placer es el I.
la noción del I. considerándolo como primario de los animales” (Dióg. L.,
"el presente auténtico” y oponiéndolo VII, 85). A través del I. la naturaleza
al ahora que es el presente impropio conduce al animal a cuidar de sí y a
de la vida cotidiana. “El ‘ahora’ es un conservarse, con ti ” uyendo de tal ma­
fenómeno temporal que pertenece al nera a mantener ei orden del todo. Ci­
t i e mpo como ‘intratemporacialidad’: cerón dio expresión al concepto estoico
el ‘ahora’ ‘en que' algo surge, pasa o es en los términos siguientes: "Toda es­
'ante los ojos’. .. El presente manteni­ pecie animal, con el fin de conservar
do en la temporalidad propia o pre­ la vida y el cuerpo propios, evita por
sente lo llamamos el ‘I.’ [Gaos traduce naturaleza lo que le parece nocivo y de­
‘mirada’]”, es la resolución que antici­ sea y se procura todo lo necesario a la
pa la muerte, situación que, desde el vida, como el alimento, el refugio y
punto de vista emotivo, es la angus­ todo lo demás. Es igualmente común
tia (Sein und Zeit, §§68, 81; trad. esp.: a todos los seres animales el I. sexual a
El ser y el tiempo, México, 1962, F.C.E.). los fines de la procreación y un de­
2) El mismo significado que momen­ terminado cuidado de sus criaturas"
to o ahora (véase). (Tuse., I, 4, 11; De fin., III, 7, 23; De
off., I, 28, 101; trad. esp.: De los debe­
I n s t i n to (gr. óppfi; lat. instinctus; ingl. res, México, 1945, F. C. E.). El derecho
instinct; franc. instinct; alem. Instinkt: natural fue a veces asimilado a un I.
ital. istinto). Una guía natural, esto es, entendido de esta manera, ya que es
no adquirida ni elegida y poco modi- común no sólo a los hombres sino tam­
ficable, de la conducta animal y hu­ bién a los animales. En el siglo m ,
mana. El I. se distingue de la tendencia Ulpiano distinguió entre el derecho de
(véase) por su carácter biológico, ya gentes, que sólo es propio de los hom­
que se dirige a la conservación del in­ bres, y el derecho natural que es "el
dividuo y de la especie y está ligado que la naturaleza ha enseñado a todos
a una determinada estructura orgáni­ los animales y que, por lo tanto, es pro­
ca; también se distingue del impulso pio no sólo del género humano sino que
por su carácter estable. Existen dos es común a todos los animales que vi­
687
Instinto

ven en la tierra, en el mar y en el cielo. estos caracteres son también admiti­


De este derecho dependen el matrimo­ dos y defendidos por los filósofos que
nio, la procreación y la educación de tienen una concepción providencialista
los hijos, cosas todas éstas en que tam­ del mundo biológico, por ejemplo, por
bién los animales son expertos" (Dig., los filósofos espiritualistas. Hegel ha­
I, 1, 1-4). Esta concepción del I. ha bló también de un “I. de la razón"
estado siempre ligada al supuesto me- (Phánomen. des Geistes, I, cap. V, "La
tafísico de un orden providencial cuya observación de la naturaleza” ; trad.
manifestación en los animales y en los ital., I, pp. 222, 225, etc.) y atribuyó a
hombres sería el I. mismo. Santo To­ tal I. los caracteres generales arriba
más adujo como prueba de la tesis de indicados.
que la providencia se ocupa también 2) Las teorías científicas del I. son
de las cosas singulares y contingentes, de dos especies: A) teorías explicati­
el I. natural del que están dotados los vas; B) teorías descriptivas.
animales y que se manifiesta clara­ A) Existen tres teorías explicativas
mente en las abejas y en muchos otros fundamentales: a) la que lo explica
animales (Contra Gent., III, 75). Dante recurriendo a la acción refleja; b) la
expresaba perfectamente esta concep­ que lo explica recurriendo al entendi­
ción del I.: "En nosotros sembrado miento; c) la que lo explica recurriendo
e infundido desde el principio de nues­ al sentimiento (simpatía).
tra generación nace un retoño, que los a) La doctrina que explica el I. re­
griegos denominan hormert, o sea ape­ curriendo a la acción refleja es la más
tito de ánimo natural... Y esto parece antigua. Fue defendida por Spencer en
deberse a que todo animal, por el hecho sus Principios de psicología (1855). "En
de haber nacido, ya sea racional o irra­ tanto que en las formas primitivas de
cional, se ama a sí mismo y teme y la acción refleja —decía— una impre­
rehuye aquellas cosas que le son con­ sión singular va seguida por una con­
trarias y que odia" (Cortv., IV, 22; cf. tracción singular, en tanto que en las
Par., I, 112-14). Kant todavía habló del formas más desarrolladas de la acción
I. como de la "voz de Dios a la cual refleja una impresión particular es se­
todos los animales obedecen” y que guida por una combinación de contrac­
"tuvo que guiar los rimeros pasos del ciones, en ésta que nosotros llamamos
hombre primitivo" ^Mutmasslicher An- I., una combinación de impresiones es
fang der Menschengeschichte ["Presun­ seguida por una combinación de con­
to comienzo de la historia humana”], tracciones y cuanto más alto está el I.,
1786). más complejas son las coordinaciones
Los caracteres del I. en esta concep­ directivas y ejecutivas” (Princ. of Psy-
ción se han fijado del modo siguiente: chology, § 194). Esta tesis fue aceptada
1) la providencialidad; 2) la infalibili­ en sustancia por Darwin que la modi­
dad, que resulta del carácter preceden­ ficó en el sentido de que el desarrollo
te y por la cual se considera que el I. de los I. se debería a la selección natu­
se adapta, en cada caso, a garantizar la ral de los actos reflejos que constitu­
vida del animal y la continuación de yen los I. más simples. "La mayor parte
la especie; 3) la inmutabilidad que re­ de los I. más complejos —decía Dar­
sulta de los dos caracteres preceden­ win— parece haber sido adquirida me­
tes y que se considera como la no per- diante la selección natural de las varia­
feccionabilidad del I.; 4) la ceguera ciones de actos más simples. Tales
en el sentido de que el I. escapa al variaciones parecen resultar de las mis­
control del animal y lo guía sin nin­ mas causas desconocidas que ocasionan
guna iniciativa directa. Algunos de es­ las variaciones ligeras o las diferencias
tos caracteres han sido a veces adop­ individuales en las otras partes del cuer­
tados o mantenidos también en la con­ po, obran también en la organización
cepción científica del I. Pero son pro­ cerebral y determinan cambios que, en
pios de la concepción metafísica, por nuestra ignorancia, consideramos es­
ser caracteres presuntos, deducidos de pontáneos” (Descent of Man, 1871, I,
la función que se atribuye al I. en el cap. 3; trad. franc., p. 69). Esta explica­
cosmos y todos contrastan con los da­ ción del I. ha sido aceptada no sólo
tos de la observación. Por lo común, por los darwinianos y por los neodar-
Instinto

winianos, sino también por los que han arrollarlos totalmente, elementos que
elaborado la teoría de los reflejos con­ originalmente se compenetraban” (Évol.
dicionados, quienes consideran el I. co­ c r é a t r 1911, 8? ed., pp. 190-91). La evo­
mo un reflejo condicionado complejo lución vital ha alejado mutuamente
(cf. Pavlov, Los reflejos condicionados; inteligencia e I., especializando al I.
trad. ital., p. 273). El defecto de la teo­ en la tarea de utilizar o también en
ría es que las variaciones casuales di­ la de construir instrumentos organiza­
fícilmente podrían explicar la forma­ dos y a la inteligencia, en cambio, en la
ción de I. tan perfeccionados y com­ de fabricar y adoptar instrumentos no
plejos, como los I. de los insectos. organizados (Ibid., p. 152). La especiá-
b) La segunda teoría explicativa tie­ lización del I. depende, según Bergson,
ne como punto de partida la forma­ del hecho de que el I. es, precisamente,
ción de estos I. más complejos, y con­ la utilización, para un fin determinado,
sidera al I. como inteligencia degrada­ de un instrumento determinado, de un
da o mecanizada. Esta doctrina, pre­ instrumento que en general resulta de
sentada por Romanes (Mental Evojution una enorme complejidad de detalle aun
in Animal, 1883), fue muy aceptada por cuando de funcionamiento muy sim­
la psicología de fines del siglo pasado. ple. Los instrumentos fabricados por
Equivale a hacer del I. un hábito for­ la inteligencia son, en cambio, mucho
mado y perfeccionado a través dei des­ menos perfectos, pero pueden cambiar
arrollo de una especie animal. Wundt continuamente de forma y adaptarse a
en especial contribuyó a la difusión de las nuevas circunstancias. Esto expli­
la doctrina. "Los I. —dice— son movi­ ca también por qué el I. no es cons­
mientos que originalmente surgen de ciente o es consciente en mínima parte:
actos de voluntad simples o compuestos la conciencia, en efecto, mide el residuo
y que después, durante la vida indi­ entre la representación y la acción (o
vidual o en el curso de un desarrollo sea entre las diferentes posibilidades
general, se mecanizan en todo o en de obrar y la acción efectiva). En el I.
parte” (Grundzüge der physiotogischen este residuo es mínimo, ya que sólo
Psych. [“Fundamentos de la psicología una mínima parte es dejada a la elec­
fisiológica”], 4* ed., 1893, II, pp. 510 ss.; ción (Ibid., p. 157). Scheler, haciendo
cf. System der Phil., 2* ed., 1897, p. 590; referencia a esta doctrina de Bergson,
trad. esp.: Sistema de filosofía cientí­ en cuanto tiende » dar razón de los I.
fica, Madrid, 1911). Esta concepción ha más complicados (por ejemplo, el de
sido utilizada a veces por los filósofos, los himenópteros que paralizan, picán­
con miras a una metafísica espiritua­ dolos, pero sin matarlos, a arañas o
lista (cf., por ejemplo, Renouvier, Nou- escarabajos para colocar en ellos sus
velle Monadologie, 1899, p. 83), pero huevos (cf. Fabre, Souvenirs entomologi-
contra ella existe el hecho bien com­ ques, I, 3? ed., 1894, pp. 93 ss.), declara
probado de que los hábitos adquiridos considerar probable que "en jo s actos
no son trasmisibles por herencia y instintivos de esta especie, en los cua­
que no basta para explicar la formación les nos encontramos en presencia de
de I. perfeccionados la herencia de la una c onc a t e na c i ón finalista, lógica,
disposición para contraer hábitos, que de las fases de actividad de plurali­
en algunos casos parece estar compro­ dad de seres, no se trata más que de
bada (Mac Dougall). una exageración anormal de lo que es
c) La tercera teoría explicativa es la verdadera fusión afectiva en la es­
la que reduce el I. al sentimiento y en fera de la actividad humana" (Sympa-
particular a la simpatía. “I. es simpa­ thie, cap. I). Ésta es una aceptación
tía”, dice Bergson. “En los fenómenos sustancial del punto de vista de Berg­
del sentimiento, en las simpatías y son con la corrección de que lo que
antipatías irreflexivas, experimentamos Bergson denomina simpatía debe enten­
en nosotros mismos, bajo una forma si derse más bien como fusión afectiva
bien un poco vaga y todavía demasiado (para la diferencia entre las dos cosas,
penetrada de inteligencia, algo de lo véase s i m p a t í a ) . La doctrina de Berg­
que debe suceder en la conciencia de un son ha sido muy aceptada por los filó­
insecto que obra por instinto. La evolu­ sofos, pero ha hallado escasa repercu­
ción ha alejado uno del otro, para des­ sión entre los fisiólogos y los psicó­
689
Institución

logos. Sigue siendo una de las posibles esforzado” (Burt, "The Case of Human
alternativas para la explicación del I. Instincts” en la revista cit., 3* parte;
Éste, en efecto, puede ser reducido a cf. J. Flugel, Studies in Feeling and
una u otra de las dos actividades que Desire, Londres, 1955). Tal negación
por lo común se consideran directrices del I. se refiere sobre todo al hombre.
de la conducta humana, esto es, la Katz había dicho: "En el hombre, los
inteligencia y el sentimiento. La inter­ I. determinan sólo la fuerza de un
pretación b) intenta reducir el I. a la impulso a la acción y su esquema gene­
inteligencia y la interpretación c) in­ ral. Este esquema es indefinido y varía
tenta reducirlo al sentimiento. de ocasión a ocasión y en<re uno y
B) En la psicología contemporánea, otro individuo. Por ejemplo, en todos
el influjo de la dirección gestaltista, los niños, el I. del juego se desarrolla
en tanto que determina el definitivo y florece en un determinado momen­
abandono de la teoría de los reflejos to y más tarde desaparece. Pero el
que tendía a resolver el I. en activi­ modo en que los niños juegan de hecho
dades elementales (que serían justo las varía enormemente. A pesar de ello,
acciones reflejas), ha favorecido tam­ precisamente en la infancia el hombre
bién el abandono de toda teoría expli­ se halla sujeto con más fuerza a la
cativa y el recurso a teorías descripti­ influencia de los I. Más tarde su con­
vas, fundadas sobre amplia base de ducta de vida está tan controlada por
observaciones. Desde este punto de vis­ las fuerzas externas que su base ins­
ta, la descripción del I. más aceptada tintiva apenas puede distinguirse. A
es la formulada por G. E. Muller, que diferencia de los animales, no pasa su
oportunamente ha modificado una de­ vida dentro de la seguridad de los I.,
finición de MacDougall: “El I. es una pero tiene la capacidad para formár­
disposición psicofísica que depende de selos por sí mismo” (Animáis and Men,
la herencia y a menudo está completa­ trad. ingl. de la op. cit., p. 173). Así se
mente formada al nacer el animal, otras comprende por qué el I ha dejado de
veces, en cambio, se forma tras un de­ ser el factor explicativo primario de la
terminado periodo de desarrollo; esta conducta de los hombres y también
disposición guía al animal a otorgar de la de los animales. En la sociolo­
particular atencic a objetos de una gía, el I. ha sido invocado, durante
determinada especie o de un cierto cierto periodo, como factor formativo
modo y a sentir, luego de haberlos per­ dominante de la cultura o de sus as­
cibido, un impulso hacia una actividad pectos fundamentales. Pareto atribuía
determinada y en conexión con ellos” al I. las acciones "no lógicas” (Sociolo­
(cf. D. Katz, Mensch und Tier ["Hom­ gía generale, 1923, § 157). Thorstein Ve-
bre y animal”], 1948; trad. ingl., p. 171). blen recurría frecuentemente al I. en
Definiciones de esta naturaleza hacen sus explicaciones sociológicas, por ejem­
inútil hasta el nombre de I. que, en plo, al I. de la eficiencia, al I. animis-
efecto, algunos psicólogos tienden a ta, etc. (cf. The Instinct of Workman-
sustituir con otros términos menos ship and the State of Business Enter­
comprometidos por un uso secular (pro­ prise, 1904). Este punto de vista no
pensión, tendencia, por ejemplo). A puede ser ya sostenido. "La cultura
veces se insiste acerca del carácter no es instintiva en ningún aspecto: es
totalitario de la disposición instintiva, exclusivamente aprendida. A partir de
considerándola como un "esquema uni­ la publicación del I. de Bemard en 1924,
tario", que crece y disminuye como un ha sido imposible aceptar toda teoría de
todo (cf. R. B. Cattell, Personality, los I. como explicación del esquema
Nueva York, 1950, p. 195). Otras veces cultural universal o como solución de
se duda hasta de que sea oportuno algún problema cultural” (G. P. Mur-
usar el concepto de I. (acerca de este dock, en R. Linton, The Science of Man
argumento, cf. el simposio pertinente in the World Crisis, Nueva York, 7* ed.,
en el British Journal of Educational 1952, pp. 126-27; cf. también The Study
Psychol., noviembre de 1941). O tam­ of Man; trad. esp.: Estudio del hom­
bién se proyecta una concepción "esta­ bre, México, 1959, F. C. E.).
dística del I.”, según la cual es sola­ I n s titu c ió n (lat. institutio; ingl. insti­
mente "el factor de un grupo innato y tuí ion; franc. institution; alem. An-
690
I n s tn im e n ta lis m o
I n te le c tu a lis m o
statí; ital. istituzione). 1) La lógica na el valor de una magnitud como
terminista medieval da este nombre suma de partes infinitesimales conside­
a la adopción de un nuevo vocablo radas en número siempre creciente. En
en el curso de la discusión y por el biología, significa el grado de unidad
tiempo que ésta dura (cf. Occam, o de solidaridad entre las diferentes
Summ. Log., III, 3, 38). La finalidad partes de un organismo, esto es, el gra­
de esta adopción es la de hacer más do en el que tales partes dependen
conciso el lenguaje o el discutir acerca una de otra. De modo análogo, en psi­
de una cosa desconocida; también la de cología significa el grado de unidad o
engañar al interlocutor o permitirle res­ desorganización de la personalidad y en
ponder más fácilmente a las objeciones. sociología el grado de organización
En este último sentido es una de las de un grupo social.
obligaciones (véase). Spencer, en los Primeros prindpios
2) En la sociología contemporánea (1862) veía en la I. una de las caracte­
el término es de uso frecuente y ha rísticas fundamentales de la evolución
sido tomado por Durkheim, por ejem­ cósmica, en cuanto es el paso de un
plo, como el objeto específico de la estado indiferenciado, amorfo e indis­
sociología, definida justo como "cien­ tinto, a un estado diferenciado, for­
cia de las instituciones” (Régtes de la mado y unificado (F irst P rin cip ies,
méthode sociologique, 2* ed., p. xxm). §94).
La I. se ha entendido a veces como un
conjunto de normas que reglan la ac­ I n te le c tib le (lat. intellectibilis). Lo que
ción social (como para el caso lo hace no es sensible y no tiene relación con
Durkheim); otras veces y en sentido lo sensible y en este sentido es dife­
más general, como "cualquier actitud rente de lo inteligible (véase) que pue­
suficientemente establecida en un gru­ de asemejarse a lo sensible o hallarse
po social” (cf. Abbagnano, Probtemi di comprendido en él (In Porphirium I,
sociología, 1959, IV, 2). P. L., 64, col. 11). La distinción, estable­
cida por Boecio, fue readoptada por
I n s tr u m e n tá b a n lo , véase PRAGMATISMO. Hugo de San Víctor. Lo I. es lo divino
o lo que de divino hay en el hombre,
I n s t r u m e n t o (ingl. instrument; franc. el alma, por ejeL lo (Didascalion,
instrument; alem. Werkzeug; ital. stru- II, 3, 4).
mento). La palabra ha sido difundida
por Dewey que la aplica a todo medio In te le c to . Lo mismo que inteligencia.
apto para conseguir un resultado, prác­ Véase e n t e n d i m i e n t o , 2, c.
tico o teórico, en cualquier campo de
la actividad humana. Dice Dewey: “En In te le c tu a lis m o (ingl. inteltectualism;
su condición de término general, ins­ franc. intellectualisme; alem. Intellek-
trumental significa la relación de me­ tualismus; ital. intellettualismo). Tér­
dios a consecuencia, como la categoría mino aplicado por Hegel a la filosofía
básica para la interpretación de las de Plotino, interpretando el éxtasis co­
formas lógicas, mientras que operado- mo un rebasamiento del contenido de
nal representa las condiciones por las la conciencia sensible; es "el pensa­
cuales se hace que el objeto 1) sirva miento puro”. "La idea de la filosofía
como medio y 2) funcione realmente co­ plotiniana —decía— es, por tanto, un
mo tal medio al efectuar la transfor­ I. o un elevado idealismo, el cual, sin
mación objetiva que constituye el fin embargo, por el lado del concepto, no
de la investigación" (Logic, I, 2; nota; es aún un idealismo acabado” (Ge-
trad. esp.: Lógica, México, 1950, F. C. E., schichte der Philosophie, I, sec. III,
p. 28). Plotino; trad. esp.: Historia de la filo­
sofía, México, 1955, F. C. E., III, p. 38).
I n te g r a c ió n (ingl. integration; franc. in- El término es ahora usado polémica­
tégration; alem. Integration; ital. inte- mente por las filosofías de la vida y
grazione). Este término tiene signifi­ de la acción para designar la dirección
cados específicos diferentes en diferen­ contraria a ellas, esto es, aquella se­
tes ramas del saber. En matemática, es gún la cual el entendimiento (el pen­
el proceso en cuyo límite se determi­ samiento o la razón) tiene una función
691
Inteligible
Intención
predominante en el conocimiento y en de la naturaleza, por lo tanto no empí­
la conducta del hombre. Este término ricas, sino fundadas únicamente en la
ha sido muy usado por el intuicionismo razón” (Grundlegung zur Metaphysik
bergsoniano, por la filosofía de la ac­ der Sitien [Fundamentación de la me­
ción, por el modernismo, por el pragma­ tafísica de las costumbres], III). En
tismo, o sea por todas esas filosofías este sentido el mundo I. es el mundo
que tienden a disminuir el valor del moral.
entendimiento como camino de acceso En sentido más específico, se deno­
a la verdad o como guía de la conduc­ mina I. a lo que puede ser entendido
ta y a considerar mucho más impor­ o comprendido, correspondiendo a los
tantes la intuición, la simpatía, el ins­ significados 2,c, de e n te n d im ie n to
tinto, la vida, la voluntad, etc. A veces (véase).
el término se ha contrapuesto a volun­
tarismo (véase) para indicar la prima­ I n te n c ió n (lat. intentio; ingl. intention;
cía atribuida al entendimiento sobre franc. intention; alem. Gesinnung; ital.
la voluntad y en este sentido ha sido intenzione). En sentido estricto, la in­
adoptado también con la finalidad de tencionalidad en el dominio práctico,
caracterizar históricamente determina­ esto es, la referencia de una actividad
dos puntos de vista. Se ha hablado así práctica (deseo, aspiración, voluntad)
del I. de Santo Tomás y del volunta­ a su propio objeto. En este sentido,
rismo de Duns Scoto, aludiendo al di­ la intencionalidad del acto moral pue­
verso peso que tienen, para estos filó­ de ser reconocida por cualquier doc­
sofos, las dos actividades humanas fun­ trina moral. No obstante, la insistencia
damentales; se trata, sin embargo, de acerca del valor de la I. como con­
significados y caracterizaciones poco dición de la moralidad es uno de los
precisas. rasgos característicos de la ética fina­
lista, en cuanto se distingue de la ética
In te lig ib le (gr. v o t it ó ; ; lat. intelligibilis; del móvil (véase é t i c a ) . En la ética del
ingl. intelligible; franc. intelligible; móvil, en efecto, la moralidad de la
alem. intelligibel; ital. intelligibile). En acción se juzga por su eficacia para
general, el objeto del entendimiento o producir el bienestar, la felicidad, etc.
intelecto. Aristóteles dijo: "todos los En la ética finalista, en cambio, la bon­
entes son sensible o I." (De An., III, dad de la acción se mide por la direc­
8, 431b 21). Lo I. es el objeto del inte­ ción que el sujeto imprime a la acción,
lecto, al igual que lo sensible es el obje­ que es precisamente la intención. Santo
to de los sentidos. Esta simetría es man­ Tomás dice con justicia a este respecto
tenida por todos los filósofos que admi­ que "la I. es el nombre del acto de la
ten la distinción entre sensibilidad y voluntad, estando presupuesto el orde­
entendimiento. Platón denominó I. a namiento de la razón que ordena algo
la esfera del conocer que comprende la hacia un fin" y que "la I. pertenece
diártoia y la ciencia, en cuanto es dis­ primaria y principalmente a lo que se
tinta de la esfera de la opinión, que dirige hacia un fin”, por lo que ella
comprende la c o n j e t u r a y creencia es precisamente "el acto de la volun­
(Rep., VII, 534 a). Para el neoplato­ tad” (S. Th., II, 1, q. 12, a. 1). En este
nismo el mundo I. comprende las tres sentido, la I. es inherente a la ética
primeras hipóstasis, o sea lo Uno, el finalista. Por lo tanto, esta noción no
Intelecto y el Alma del mundo (Ploti- se encuentra en la ética aristotélica,
no, Enn., II, 9, 1). Según Kant, el en la cual el análisis del acto mo­
mundo I. es el mundo del cual el hom­ ral es realizado a base de una ética del
bre forma parte como "actividad pura”, móvil; tampoco se halla en todas las
o sea en cuanto no influido por la sen­ éticas del mismo género, por ejemplo,
sibilidad, sino que obra a base de la en el utilitarismo. Por otro lado, la
espontaneidad de la razón. "Por una moral teológica tiende antes que nada
parte —dice Kant— el hombre, al per­ a insistir acerca del valor de la I. Abe­
tenecer al mundo sensible está someti­ lardo decía: "Dios tiene en cuenta no
do a las leyes de la naturaleza y, por las cosas que se hacen, sino el ánimo
otra parte, al pertenecer al mundo I., con que se hacen y el mérito y el valor
está sometido a leyes independientes del que obra no consiste en la acción,
692
Intencionalidad

sino en la I.” (Scito te ipsum, 3). La nalitá). La referencia de cualquier acto


misma moral kantiana, sobre todo en humano a un objeto diferente de sí:
sus aspectos de predicación laica y por ejemplo, de una idea o representa­
edificante, insiste mucho en el valor ción a la cosa pensada o representada,
de la I.: la exaltación de la "buena de un acto de voluntad o de amor a la
voluntad” con que se inicia la Funda- cosa querida o amada, etc. La noción
mentación de la metafísica de tas cos­ se adaptó al principio en relación con
tumbres es en realidad una exaltación la actividad práctica, de donde surge el
de la I. Y la primera parte de la Crí­ significado, todavía preponderante, de
tica de la razón práctica concluye tam­ la palabra intención (véase supra) que
bién con la exaltación de la "I. verda­ designa justo la referencia de la acti­
deramente moral y consagrada inme­ vidad práctica a su objeto. El neoplato­
diatamente a la ley". Por el contrario, nismo árabe la extendió por primera
la diferencia entre la ética de la I. y la vez para designar la relación entre el
ética objetiva ha sido bien expresada conocimiento y su objeto, denominando
por Max Weber: "En la esfera de la intenciones a los conceptos. Avicena, al
conducta personal hay problemas éti­ determinar la diferencia entre la lógica
cos específicos que la ética no puede y las ciencias reales, afirmó que mien­
resolver a partir de sus propios supues­ tras estas últimas tienen por objeto
tos. Hay, ante todo, la cuestión funda­ las primeras intenciones (intentiones
mental: a) si el intrínseco valor de primo intellectae), o sea conceptos que
la conducta ética —la ‘pura voluntad’ se refieren a cosas reales, la lógica tie­
o 'la I.’ como se suele denominarla— ne por objeto las segundas intenciones
basta para su justificación según la (intentiones secundo intellectae), o sea
máxima cristiana: 'el cristiano obra conceptos que se refieren a otros con­
bien y deja a Dios las consecuencias ceptos (Met., I, 2). San Alberto Magno
de su acción’ o b) si debe tomarse en reprodujo esta distinción (In Met., I,
consideración la responsabilidad de las 1 , 1 ), que resultó familiar a los filó­
consecuencias previsibles de la acción. sofos del siglo x i i i . Santo Tomás, a su
Toda actitud políticamente revoluciona­ vez, consideró a la intención como "la
ria y, en especial, el sindicalismo revo­ similitud de la cosa pensada” (Contra
lucionario, tienen su punto de partida Gent., IV, 11), distinguiéndola a veces
en el primer postulado; toda política de la especie inte..gible por su indi­
realista en el segundo. Ambos invocan ferencia a la ausencia o presencia del
máximas éticas. Pero estas máximas objeto o por su hacer abstracción de
están en eterno conflicto, un conflicto las condiciones materiales sin las cuales
que no puede ser resuelto por medio esta última no existe en naturaleza
de la ética solamente (Der Sinn der (Ibid., I, 53); a veces, en cambio, la
Wertfreiheit der soziologischen und identifica con la misma especie in­
okonomischen Wissenschaften ["El sen­ teligible (S. Th„ I, q. 85, a. 1, ad 4?).
tido de la libertad de valor de las Pero el concepto de I. no adquirió un
ciencias económicas y sociológicas”], relieve propio sino cuando a fines del
1917; trad. ingl., en The Methodology siglo x i i i y principios del xiv se co­
of the Social Sciences, p. 16). La ética menzó a poner en duda la doctrina de
moderna y contemporánea, en cuanto la especie (véase) como intermediaria
es sobre todo ética del móvil (véase del conocimiento y se dejó de ver en
é t ic a ) da la preferencia a lo que Weber el acto cognoscitivo una "similitud", o
ha denominado el segundo postulado; sea una copia o imagen de la cosa.
en otros términos, el valor de la I. ha Durando de Saint Pourqain afirmó que
dejado de ser la única determinante el objeto mismo, y no la especie, está
del juicio moral y el proverbio “el presente al sentido y al entendimiento
infierno está empedrado de buenas I.” (In Sent., II, d. 3, q. 6 , n. 10). Y Pedro
»xpresa bien el punto de vista de la Auriol observó a este respecto que si
etica contemporánea. la especie fuera el objeto del conoci­
miento, éste concerniría a su imagen
In te n c io n a lid a d (lat. in te n tio n a lita s ; y no a la realidad. Auriol, por lo tan­
ingl. intentionality; franc. intentionali- to, consideró que el objeto del conoci­
té ; alem. Intentionalitát; ital. intenzio- miento era lo mismo en su ser inten­
Intensión j extensión

cional u objetivo, esto es, tomado como menos psíquicos entendidos como un
término de la I. cognoscitiva (Ibid., I, grupo de fenómenos que coexisten jun­
d . 23, a. 2). El esse intentionate o to con otros fenómenos denominados
esse apparens, como también lo deno­ físicos. Dice Husserl a este propósito:
mina Auriol, es el manifestarse de la “La peculiaridad de las vivencias (Er-
cosa a la I. cognoscitiva de la mente lebnisse) que se puede llamar justa­
(Ibid., I, d. 9, a. 1). Sin embargo, esto mente el tema general de la fenomeno­
le pareció a Occam una inútil esgrima logía de orientación objetiva, es la I.
entre el entendimiento y la cosa (In Es ésta una peculiaridad esencial de
Sent., I, d. 27, q. 3CC). Para Occam la esfera de las vivencias en general,
el acto cognoscitivo es una intentio, en cuanto que todas las vivencias par­
en el sentido que se refiere directa­ ticipan de algún modo en la I. ... La I.
mente a la cosa significada. Como in­ es lo que caracteriza la conciencia
tención, el concepto no es más un signo en su pleno sentido y lo que autoriza
que se halla en lugar de una clase de para designar a la vez la corriente en­
objetos, cualquiera de los cuales pue­ tera de las vivencias como corriente
de sustituir al concepto mismo en los de conciencia y como unidad de una
juicios y razonamientos en los que se conciencia” (Ideen, I, §84). Después
encuentra (Ibid., I, d. 23, q. 1, D; Husserl mismo ha hablado de "función
Quodl., IV, q. 35; Summa Log., I, 12). intencional" por la cual la vivencia se
La I., como referencia al objeto, que­ refiere no solamente a su objeto sino
dó reducida así, por la escolástica me­ también a sí misma y , por lo tanto, es
dieval, a la referencia del signo a su conocimiento de sí (véase f u n g e n t e ).
designado y, durante mucho tiempo, De todos modos, en el ámbito de la
dejó de ser utilizada como noción au­ fenomenología la I. era tomada como
tónoma. Sólo en el siglo xix, Franz la característica fundamental de la
Brentano exhumó esta noción para to­ conciencia y como tal ha quedado en
marla como característica de los fe­ buena parte de la filosofía contempo­
nómenos psíquicos (Psichologie van em- ránea, en especial en la fenomenología
pirischen Standpunkt ["Psicología des­ y en el existencialismo (véase c o n c i e n ­
de el punto de vista empírico], 1874; c i a ). El concepto de trascendencia (véa­
trad. esp.: Psicología, Madrid, 1935). se), mediante el cual Heidegger ha
Éstos se pueden lasificar según las definido la relación entre el hombre
características de sus I., o sea de su y el mundo no es más que una genera­
referencia al objeto: en la representa­ lización de la I. Dice Heidegger: "Si
ción el objeto está presente simple­ se considera todo relacionarse con el
mente, en el juicio es afirmado o ne­ ente como intencional, entonces la I.
gado, en el sentimiento es amado u es posible solamente con el fundamen­
odiado. Todos estos actos se refieren to de la trascendencia, pero, obsérvese
a un "objeto inmanente” y son actos bien, ni I. y trascendencia se identifi­
intencionales, pero su I., o sea su refe­ can, ni ésta se funda en aquélla” (Vom
rencia al objeto, es diferente en cada Wesen des Grundes ["De la esencia del
uno de ellos. Brentano fue el primero fundamento"], I; trad. ital., p. 24).
en considerar que el objeto de la I.
pudiera ser, indiferentemente, real o I n te n s ió n y e x te n s ió n (ingl. intensión
irreal y después, en la Klassification and extensión; franc. intensión et ex­
der psychischen Phdnomene [“Clasifi­ tensión; alem. S i n n und Bedeutung;
cación de los fenómenos psíquicos"] ital. intensione e estensione). Esta pa­
(1911), afirmó que el objeto de la I. es reja de términos fue introducida por
siempre real y que la referencia a un Leibniz para expresar la distinción que
objeto real es indirecta, o sea, realiza­ la Lógica de Port Royal había expre­
da a través de un sujeto que afirma o sado mediante la pareja comprensión-
niega al objeto mismo. Husserl se ins­ extensión (véase) y que la lógica de
piró en estas ideas de Brentano, to­ Stuart Mili expresaría mediante la pa­
mando la noción de I. como la defini­ reja connotación-denotación. Dice Leib­
ción de la misma relación entre el su­ niz: "El animal comprende más in­
jeto y el objeto del conocimiento en dividuos que el hombre, pero el hombre
general y no como señal de los fenó­ comprende más ideas y más formas;
694
Interacción
Interés
el uno tiene más ejemplares, el otro do el último aplicado a puntos de vista
más grados de r e a l i d a d , el uno tie­ que toman en consideración la denota­
ne más extensión y el otro más I.” ción de las proposiciones y prescinden,
(Nouv. Ess., IV, 17, § 9). El uso de en lo posible, de sus significados in-
estos dos términos fue adoptado por tensionales. Por otra parte, el adjetivo
Hamilton: "La cantidad interna de una intensional, a p l i c a d o sobre todo al
noción, su /. o comprensión está cons­ cálculo de las proposiciones o de las
tituida por diferentes atributos, de los funciones proposicionales (véase) signi­
cuales el concepto es la suma, o sea fica que se toman en consideración las
por varios caracteres relacionados por modalidades de las proposiciones, de
el concepto mismo en un individuo to­ las cuales, en cambio, prescinde la con­
talmente pensado. La cantidad exter­ sideración extensiomd, que se limita a
na de una noción o su extensión está examinar las funciones de verdad de
constituida por el número de objetos las proposiciones mismas (Camap, Lo­
pensados mediatamente a través del gical Syntax of Language, § 67; Russell,
concepto” (Lectures on Logic, t ed., Inquiry into Meaning and Truth, 1940,
1866, I, p. 142). El uso de estos dos cap. 19). Véase e x t e n s io n a l id a d , t e s i s
términos prevalece también en la lógica DE LA.
contemporánea, que los ha referido a
la distinción establecida por Frege en­ In te ra c c ió n , véase ACCIÓN RECÍPROCA;
tre sentido y significado. "Pensando TRANSACCIÓN.
en un signo —decía Frege— debemos
ligarle dos cosas distintas, es decir, no I n te r é s (ingl. in te r e s t; franc. intérét;
sólo el objeto designado que se deno­ alem. In te r e s s e ; ital. interesse). La
minará significado de dicho signo, sino participación personal en una situación
también el sentido del signo, que de­ cualquiera y la dependencia que de
nota el modo mediante el cual tal ob­ ella resulta para la persona interesada.
jeto nos es dado" ("Uber Sinn und Se trata de un concepto moderno, que
Bedeutung” ["Sobre sentido y significa­ Kant utiliza en el dominio de la esté­
do”], 1892, § 1; trad. ital., en Aritmé­ tica, con la finalidad de afirmar el ca­
tica e lógica, p. 218). Obviamente, el rácter "desinteresado” del placer esté­
objeto es la extensión, el sentido es la tico. Dice Kant: "Se llama I. el placer
intensión. La distinción es repetida o que logramos coi a representación de
presupuesta por casi toda la lógica con­ la existencia de un objeto. Este pla­
temporánea. cer, por lo tanto, siempre tiene rela­
La I. de un término es definida por ción con la facultad de desear ya sea
Lewis como "la conjunción de todos en cuanto es su causa determinante
los otros términos, cada uno de los o en cuanto es necesariamente atinente
cuales debe ser aplicable a lo que el a tal causa. Pero cuando se trata de
término es correctamente aplicable". juzgar si una cosa es bella, no se quie­
En tal sentido la I. (o connotación) re saber si su existencia importa a
está delimitada por toda correcta defi­ nosotros o algún otro, sino solamen­
nición del término y representa la in­ te cómo la juzgamos al contemplarla”
tención del que lo usa, por lo tanto, el (Crít. del Juicio, § 2). Hegel a su vez
significado primero de "significado”. al definir el I. como "el momento de
La extensión, en cambio, o denotación la individualidad subjetiva y de su ac­
de un término es la clase de las cosas tividad”, entendía con ello la presencia
reales a las cuales el término se aplica del sujeto en la acción (Ene., § 475).
(Lewis, Analysis crf Knowledge and Va- La noción de I. ha sido utilizada sobre
luation, 1950, pp. 3941). Las mismas todo en el dominio de la pedagogía. El
determinaciones son dadas por Quine: I. es aquí la participación del educando
la I. es el significado, la extensión en el saber, por la cual el saber apa­
es la clase de las entidades a las cua­ rece al educando mismo como útil.
les el término puede ser atribuido con Esta había sido una de las reglas pro­
verdad (From a Logical Point of View, puestas para la educación en el Emi­
II, 1). lio de Rousseau. Pero fue Herbart quien
Los adjetivos intensional y extensio- utilizó sistemáticamente la noción de
nal son usados en forma análoga, sien­ I., indicando como finalidad de la edu-
695
Interesante
Interpretación
qación la plurilateralidad de los inte­ I n t e r f e n ó m e n o (ingl. intcrphenomenon).
reses. Según Herbart, el I. se halla en Término c r e a d o por H. Reichenbach
medio del ser espectador de los hechos para indicar los hechos subatómicos no
y en el intervenir en ellos; en otros observables, esto es, no inmediatamen­
términos, es una participación aún no te inferibles de la observación; por
totalmente activa o comprometida. El ejemplo, el movimiento de un electrón
interés, por lo demás, se distingue del 0 de un rayo luminoso desde la fuente
deseo en el hecho de que mientras el hasta el encuentro con otra materia.
objeto de éste último no existe toda­ "Hechos de esta especie se introducen
vía, el objeto del I. está ya presente y a través de cadenas de inferencias de
real (Allgemeine Padagogik, 1873, II, tipo mucho más complicado. Se cons­
I, 2, § 3; trad. esp.: Pedagogía general, truyen bajo la forma de una interpola­
Madrid, 1935). E n t r e los pedagogos ción dentro del mundo de los fenóme­
c o n te m p o rá n e o s Dewey ha insistido nos y la distinción entre fenómenos e
acerca del valor del I., definiéndolo I. es lo análogo, en la mecánica cuán­
como “el acompañamiento de la iden­ tica, a la distinción entre cosas obser­
tificación, a través de la acción, del yo vadas y las no observadas” (Philosophic
con algún objeto o idea, por el camino Foundations af Quantum Mechanics, I,
de la necesidad de tal objeto o idea 6 ; cf. también en trad. esp.: La filo­
para el mantenimiento de la autoex- sofía científica, México, 1953, F.C.E.).
presión" (Educational Essays, ed. por J.
J. Findlay, p. 89). Desde este punto I n te r io r id a d , véase EXTERIORIDAD.
de vista, el esfuerzo que en pedagogía
se suele oponer a veces al I., implica (gr. pETaxóopa; lat. inter-
I n te r m u n d o s
una separación entre el yo y el objeto mundia). Los espacios entre los mun­
que debe ser aprehendido o dominado. dos, en los cuales, según Epicuro, ha­
Según Dewey los caracteres del I. son bitan los dioses (Dióg. L., X, 89; Cice­
la actividad, la proyectividad y la pro- rón, De Div., II, 17, 40; De nat. deor.,
pulsividad. Por el primero, el I. es di­ 16-19).
námico, es decir, lleva a la acción. Por
el segundo, el I. tiene su propia finali­ I n t e r p r e ta c ió n (gr. éop,riveía; lat. inter-
dad fuera de sí, en -'gún objeto o mira pretatio; ingl. in te r p r e ta tio n ; franc.
al cual se ata. Pv-,. el tercero, el I. in te r p r é ta tio n ; alem. Interpretation,
significa una realización interna o un Auslegung; ital. interpretazione). En
sentimiento de valor (Ibid., 90-91). Esta general, la posibilidad de referir un sig­
concepción del I., que es uno de los no a su designado o también la opera­
p u n t o s focales de la pedagogía de ción mediante la cual un sujeto (intér­
Dewey, ha influido poderosamente en prete) refiere un signo a su objeto
la teoría y en la práctica de la educa­ (designado). Aristóteles denominó I. al
ción de todos los países de Occidente. libro en el cual estudió la relación de
los signos lingüísticos con los pensa­
(ingl. in te r e s tin g ; franc.
I n t e r e s a n te mientos y la de los pensamientos con
in té r e s s a n t; alem. interessant; ital. las cosas. En efecto, para él, las pala­
ínteressante). Kierkegaard ha subraya­ bras son "signos de las afecciones del
do la importancia de este concepto, alma, que son las mismas para todos
considerándolo como “una c a te g o ría y que constituyen las imágenes de ob­
límite en los confines de la estética y jetos que son idénticos para todos” y,
de la ética y, por lo tanto, como la por lo demás, consideró como sujeto
categoría del punto crítico". Así, por activo de esta referencia al alma o al
ejemplo, Sócrates fue el más interesan­ entendimiento (De Interpr., 1, 16 a,
te de los hombres que han vivido y su 1 ss.).
vida la vida más interesante de las vi­ Boecio, a través de quien pasó esta
vidas. Pero tal existencia le fue asig­ doctrina a la escolástica latina, enten­
nada por la divinidad y, en la medida día por I. "cualquier voz que significa
en que debió conquistarla por sí, debió algo por sí misma”, incluyendo, por lo
conocer penas y dolores (Furcht und tanto, entre las I. los nombres, los ver­
Zittern [“Temor y temblor”], en Werke bos y las proposiciones y excluyendo
[' Obras1 1. I I I 131) las conjunciones, las preposiciones y,
696
Interpretación

en general, los términos del discurso les Morris ha hecho prevalecer en la


que no significan nada por sí mismos. semiótica contemporánea (Foundations
Para él, por lo tanto, la referencia del of a Theory of Signs, 1938; Signs, Lan-
signo a su designado era lo esencial guage and Behaviour, 1946). Deste este
de la interpretación (In librum de in- punto de vista, la I. tiene los siguien­
terpr. editio prima, I, en P. L., 64, col. tes caracteres: 1) no es (o no es sola­
295). mente) un h á b i t o mental, sino un
En esta concepción, la I. es la refe­ comportamiento (véase) o sea la res­
rencia de los signos verbales a los con­ puesta objetivamente observable y cons­
ceptos (las "afecciones de la mente”) tante de un organismo a un estímulo;
y de los conceptos a las cosas. Las 2) no existe diferencia entre signos
características de la doctrina pueden mentales y signos verbales, en el senti­
ser fijadas de esta manera: 1) la I. es do de que los primeros sean suscepti­
un acontecimiento que acaece "en el bles de una I. necesaria y los otros no
alma”, es decir, un hecho mental; 2) lo sean; 3) la referencia de los signos
el signo verbal o escrito es diferente a sus objetos no es ni necesaria ni ar­
de la afección de la mente o concepto bitraria, sino que está determinada por
y se refiere a éste; 3) la relación en­ el uso (en los lenguajes comunes) o
tre el signo verbal y el concepto es por convenciones oportunas (en los len­
arbitraria y convencional, en tanto que guajes especiales).
la relación entre el concepto y el obje­ Las notas precedentes conciernen a
to es universal y necesaria. la teoría de la I. en la semiótica (véa­
Estos fundamentos se mantuvieron se). Pero es necesario observar que la
inmutables durante mucho tiempo. A palabra tiene usos específicos diferen­
pesar del impulso que la lógica estoica, tes en el lenguaje científico y filosófico
medieval y moderna dieron a la teoría actual, usos que sólo indirectamente
de los signos la doctrina de la I. con­ se pueden referir al ya aclarado. Se
tinuó considerando, d u r a n t e mucho habla de I. en la ciencia cuando se hace
tiempo, el proceso interpretativo como corresponder un determinado modelo
propio del alma o de la mente, esto es, (véase) a un sistema axiomático, esto
como un proceso mental. Sólo la filo­ es, a un ejemplo concreto o un conjun­
sofía contemporánea ha proyectado otra to de entidades q» ' satisfaga las con­
alternativa, según la cual la I. es un diciones enunciadas por el s i s t e m a
hábito o comportamiento, aun cuando axiomático. En este sentido, la geome­
no falten también actualmente los que tría ordinaria puede ser la I. de un
consideran la I. como un proceso men­ determinado sistema axiomático, por
tal (C. K. Odgen-I. A. Richards, The ejemplo, de la axiomática de Hilbert.
M e a r iin g of Meaning, 1952, [la. ed., Otro uso del término es el que se hace
1923], p. 57; Ducasse, en Journal of en las disciplinas históricas, cuando se
Sym M ic Logic, 1939, n. 4), la semióti­ habla de la I. de un determinado acon­
ca americana ha presentado otra doc­ tecimiento, conjuntos de acontecimien­
trina fundamental de la I., que es la tos o de un periodo. En este caso la
del comportamiento. Los supuestos de I. es un aspecto de la elección historio-
esta doctrina se encuentran en la obra gráfica y consiste en la elección de las
de Charles Peirce, que entendió la I. características históricas que se consi­
como un proceso triádico, que se pre­ deran como dominantes y centrales,
senta entre un signo, su objeto y su con referencia a las cuales se sitúa a
intérprete, entendiéndose por este últi­ las otras en un rango subordinado y se­
mo la relación entre el primero y el cundario. En este sentido se habla, por
segundo t é r m i n o (Coll. Pap., 5.484). ejemplo, de I. materialista de la histo­
Aun cuando en Peirce perduren todavía ria cuando se consideran como prima­
muchos supuestos de la vieja doctrina, rios y fundamentales los aspectos ma­
entendió la I. no como un acto simple­ teriales (o económicos) de la historia
mente mental, sino como un hábito de misma (véase h is t o r io g r a f ía ). La I.
acción, esto es, como la respuesta ha­ puede tener otros sentidos específicos
bitual y constante que el intérprete del en otros campos de investigación y
signo da al signo mismo (Ibid., 5.475 puede también tener el de explicación
ss.). Éste es el punto de vista que Char­ (como cuando se habla, por ejemplo,
697
I n t e r p r e ta n t e , i n té r p r e t e
In tro y e c c ió n
de la I. de un fenómeno físico o, como vo al referirse a filosofías que entien­
lo hacía Bacon, Nov. Org., I, 26) de la den la filosofía como una especie de
naturaleza en general. Independiente- autobiografía enmascarada. Véase ego ­
mente de todos los significados esta­ c e n t r i s m o ; e g o t is m o .
blecidos, Heidegger la ha definido como
el desarrollo y la realización efectiva In tr ín s e c o , véase EXTRÍNSECO.
de la comprensión: "La I. no es el to­ (ingl. introspection; franc.
I n tr o s p e c c ió n
mar conocimiento de lo comprendido, in tr o s p e c tio n ; alem. Introspektion;
sino el desarrollo de las posibilidades ital. introspezione). La propia observa­
proyectadas en el comprender” (Sein ción interior, esto es, la observación
tcnd Zeit, § 32; trad. esp.: El ser y el que el yo hace de sus propios estados
tiempo, México, 1962, F.C.E.). Este con­ internos. El término empezó a ser usa­
cepto no es utilizable para el análisis do por la psicología del siglo xix, que
del uso del término en los diferentes lo aplicó al método psicológico funda­
campos. mental, considerado insustituible has­
(ingl. interpre-
I n t e r p r e ta n t e , i n té r p r e t e ta la llegada del behaviorismo (véase).
tant, interpreter). En la semiótica con­ Comte lanzó una objeción de principio
temporánea, los dos términos signifi­ contra la I. "El individuo pensante
can la disposición para responder a un —decía— no puede dividirse en dos, de
signo y el que (por lo general, el or­ los cuales uno razone en tanto el otro
ganismo) adopta el signo o se expresa lo vea razonar. El órgano observado y
mediante él, respectivamente (Morris, el órgano observador son idénticos en
Foundations of a Theory of Signs, § 3). este caso, así, pues ¿cómo podría tener
Véase s e m i ó t ic a . lugar la observación?" (Cours de phil.
positive, 1830, I, Sec. I, § 8 ). Por lo
I n te r r o g a c ió n m ú ltip le (gr. TÓ t ú JiXeíto tanto, Comte había llegado a la con­
¿QCOTÍjgaTa év jtoiEÍv jtotaitJriTriais; lat. plu- clusión de la imposibilidad de la psi­
rium interrogationum fallada; alem. cología y la había hecho a un lado en
H e te ro ze te sis). Una de las falacias su enciclopedia de las ciencias. En
extra dictionem enumeradas por Aris­ 1868, Peirce respondió negativamente al
tóteles, más precisamente la que con­ problema de “si tenemos una facultad
siste en la reduce' i de varias pregun­ de I.” y concluyó que “la única mane­
tas a una sola, jugando así con la ra de investigar un problema psicoló­
unicidad de la respuesta que el adver­ gico es a través de la inferencia de los
sario ha intentado dar (Arist., El.Sof., hechos externos” (Valúes in a Universe
30, 181 a 360; Pedro Hispano, Summ. of Chance, pp. 32-35; Colt. Pap., 5.418
L o g i c a l e s , 7.62-7.64; Jungius, Lógica ss.). Esta conclusión de Peirce es la
Hamburgensis, VI, 12, 16; Genovesi, primera señal de la salida de la inves­
Ars Logico-critica, V, 11, 12; etc.). Véa­ tigación psicológica hacia el behavio­
se FALACIA. rismo.
In tro y e c c ió n (ingl. introjectüm; alem.
I n te r s u b je tiv o (ingl. in te s u b je c tiv e ;
franc. intersubjectif; alem. intersubjek- Introjektion). Término introducido por
tiv; ital. intersoggettivo). Término usa­ Richard Avenarius (Kritik ie r reinen
do en la filosofía contemporánea para Erfahnmg [“Crítica de la experiencia
designar: 1) lo que concierne a las re­ pura”], 1888-90) para designar el proce­
laciones entre los diferentes sujetos so mediante el cual, falsificando la ex­
humanos, como cuando se dice "expe­ periencia, se reduce el objeto a una re­
riencia I.” ; 2) lo válido para un sujeto presentación interna del yo y se admite
cualquiera, como cuando se dice “con­ que también los otros individuos tie­
cepto I." o "verificación I." Véase u n i ­nen una representación interna similar.
v e r sa l , 2 ) . Tal proceso, que es una interiorización
del objeto, da origen a la engañosa
In tim is m o (franc. intimisme). La acti­ división entre experiencia interna y ex­
tud que consiste en concentrarse en periencia externa, cuando en realidad
las propias vicisitudes interiores. Se usa la experiencia, según Avenarius, es una
sobre todo al hablar de poetas y litera­ sola y está siempre en relación directa
tos y en sentido ligeramente despecti­ entre un objeto y un organismo.
698
Intuición

I n tu ic ió n (gr. émPoXri; lat. i n t u i t u s ,


tir de este momento, y hasta Kant, el
intuido; ingl. intuition; franc. intui- significado específico del término es,
tion; alem. Anschauung; ital. intuizio- precisamente, el de experiencia (véase).
ne). La relación directa (o sea sin Pero al mismo tiempo, el término
intermediarios) con un o b j e t o cual­ conserva su significación genérica de
quiera, relación que, por lo tanto, im­ relación inmediata con un objeto cual­
plica la presencia efectiva del objeto. quiera. En tal sentido, Descartes ha­
De tal manera ha sido constantemente blaba de la I. evidente (evidens intui­
entendida en la historia de la filosofía, tus) como de uno de los dos caminos
comenzando por Plotino, que usa el que conducen al conocimiento cierto
término para designar el conocimien­ (el otro es la "deducción necesaria"),
to inmediato y total que el Intelecto comprendiendo, por este término, la
divino tiene de sí y de sus propios aprehensión inmediata de un objeto
objetos (Erm., IV, 4, 1; IV, 4, 2). En mental cualquiera. "La I. de la mente
este sentido, la I. es una forma de co­ —decía— se extiende ya sea a las co­
nocimiento superior y privilegiada, ya sas, al conocimiento de sus recíprocas
que en ella, como en la visión sensible relaciones necesarias, o, en fin, a todo
sobre la que se modela, el objeto está lo que el entendimiento experimenta
inmediatamente presente. Boecio ha­ con precisión en sí mismo o en la ima­
blaba de la "intuición divina” que es ginación" (Regutae ad d ire c tio n e m
el golpe de vista mediante el cual Dios in g en ii, 12). En el mismo sentido
abraza las cosas sin cambiarlas (Phil. Locke denominaba intuitivo al conoci­
Cons., V, 6 ). Y Santo Tomás decía re­ miento “que percibe de un modo in­
firiéndose a Dios: "desde la eternidad mediato el acuerdo o el desacuerdo de
mira todas las cosas, como realmente dos ideas por sí solas, sin la interven­
presentes ante Él” (S. Th., I, q. 14, a. ción de ninguna otra” (Essay, IV, 2, 1)
13; cf. q. 14, a. 9). El conocimiento y denominó I., precisamente por su
divino se distingue por este carácter inmediatez, al conocimiento que tene­
del conocimiento h u m a n o , que obra mos de nuestra propia existencia (Ibid.,
componiendo y dividiendo, esto es, me­ IV, 9, 3). Todavía en el mismo sentido,
diante actos sucesivos de afirmación y Leibniz afirmó que se conocen por I.
negación (Ibid., I, q. 85, a. 5). El ca­ las "verdades primitivas” ya sea de
rácter intuitivo del conocimiento divi­ razón o de hecho 'ouv. Ess., IV, 2, 1),
no se opone aquí al carácter discursivo esto es, las verdades que el entendi­
del conocimiento humano (véanse d iá - miento aprehende o posee sin la me­
n o i a ; d is c u r s iv o ). diación de otras. Este significado fue
Pero ya la filosofía medieval adoptó aceptado por Stuart Mili: "Las verda­
el término para indicar una forma par­ des —decía— nos son conocidas de dos
ticular y privilegiada del conocimiento maneras: algunas son conocidas direc­
humano mismo y, en primer lugar, del tamente o por sí mismas, otras a través
conocimiento empírico. Roger Bacon de la mediación de otras verdades. Las
decía que "el alma no se aquieta en primeras son objetos de la I. o con­
la intuición de la verdad si no la en­ ciencia, las segundas de la inferencia”
cuentra por el camino de la experien­ (Logic, Intr., § 4). Kant, a su vez, se
cia” (Opus Maius, VI, 1). Duns Scoto refirió al sentido tradicional del térmi­
daba preferencia, como conocimiento no, afirmando que "la I. es la repre­
intuitivo (cognitio intuitiva), al que "se sentación tal como sería por su depen­
refiere a lo que existe o a lo que está dencia de la presencia inmediata del
presente en una determinada existen­ objeto" (Prol., § 8 ). La I., por lo tanto,
cia actual", distinguiéndolo del conoci­ es en general para Kant el conocimien­
miento abstracto (véase a b s t r a c t iv o ) to en el cual el objeto mismo está
que abstrae de la existencia actual (Op. directamente presente. Pero Kant dis­
Ox., II, d. 3, q. 9, n. 6 ). Esta noción tingue una I. sensible y una I. intelec­
fue aceptada por Durando de Saint tual. La I. sensible es la de todo ser
Pourqain (In Sent., Prol., q. 3 F) y por pensante finito, al que es dado el ob­
Occam quien, como Bacon, identificó jeto; es, por lo tanto, pasividad, afec­
el conocimiento intuitivo con ia expe­ ción (Crít. R. Pura, Anál. de los con­
riencia (In Sent., Prol., q. 1 Z). A par­ ceptos, sec. I). La I. intelectual es, en
699
Intuición

cambio, originaria y creadora; es aque­ I. y que pretende que asimismo las


lla por la cual el objeto mismo es pues­ relaciones lógicas se reduzcan a ele­
to o creado y es propia solamente del mentos intuitivos (Die Welt, I, § 15).
Ser creador, de Dios (Ibid., § 8 , in A la misma categoría de conceptos
fine; passim). La I. intelectual es, en pertenece la noción de una I., según se
otros términos, la intuición divina de observa en Rosmini, como aprehensión
la filosofía tradicional: la presencia inmediata de la idea del ser en gene­
del objeto en esta intuición es inevita­ ral (Nuovo saggio, § 1159; Antropología,
ble y necesaria porque el objeto es § 40, 505; Psicología, § 13). Y si bien
creado por la I. misma. Gioberti polemiza con Rosmini con re­
Esta distinción kantiana fue conser­ ferencia al carácter indeterminado y
vada por el romanticismo, pero sólo a vacío de la idea del ser, acepta no obs­
fin de reivindicar la I. intelectual o tante la noción de I. como relación
creativa para el hombre; I. que Kant inmediata, total y necesaria de la men­
y los antiguos reservaban a Dios. Y esto te humana con Dios y con su acción
es comprensible, ya que para los román­ creadora (Intr. alio studio delta fil.,
ticos el conocimiento humano es el II, p. 46). Entonces y en todo momen­
mismo conocimiento mediante el cual to, se trataba de una "I. intelectual".
el Espíritu absoluto o creador se cono­ Pero también es una I. intelectual la I.
ce a sí mismo o es, por lo menos, un bergsoniana, aunque vaya cargada de
aspecto o elemento del mismo. Así polémica antintelectualista o antirra-
Fichte entiende por I. intelectual "la cionalista. Como órgano propio de la
conciencia inmediata de que yo obro filosofía, posee, en efecto, los caracteres
y de lo que yo obro, y que es aquello de la I. intelectual romántica, o sea,
por lo cual el yo conoce en cuanto los de una relación inmediata o direc­
hace" (Werke ["Obras”], I, p. 463). A ta con la realidad absoluta, esto es,
su vez, Schelling afirma que “la filoso­ con la duración de la conciencia o con
fía trascendental debe ir constantemen­ el vuelo creador de la vida. La I.
te acompañada por la I. intelectual y —dice Bergson— "es la visión del espí­
que el yo mismo es 'una continua I. ritu por parte del espíritu”. "I. signifi­
intelectual’ en cuanto ‘se produce a sí ca ante todo conciencia, pero concien­
mismo’. Así como ~!n la I. del espacio cia inmediata, visión que apenas se
—agrega— sería a„jolutamente incom­ distingue del objeto visto, conocimien­
prensible la geometría ya que todas to que es contacto y, por fin, coinci­
sus construcciones no son más que for­ dencia" (La penseé et le mouvant, 3'
mas y maneras diversas para limitar ed. 1934, pp. 35-36). Los mismos carac­
tal I., de igual manera sin la I. inte­ teres formales posee la I. eidética o
lectual sería i m p o s i b l e la filosofía I. de las esencias de que habla Hus-
porque todos sus conceptos no son más serl: "La esencia (eidos) es un objeto
que limitaciones diferentes del produ­ de nueva índole —dice—. Así, como lo
cir que tiene por objeto a sí mismo, o dado en la I. individual o empírica es
sea de la I. intelectual” (System der un objeto individual, lo dado en la I.
transzendentalen Ideatismus ["Sistema esencial es una esencia pura. No se
del idealismo trascendental”], sec. I, está aquí ante una analogía meramen­
cap. I; trad. ital., p. 39). A su vez He- te superficial, sino ante una comuni­
gel identificó I. y pensamiento. "El dad radical. También la I. esencial es
puro intuir —decía— es lo mismo que rigurosamente I., como el objeto ei-
el puro pensar... Fe e I. deben ser dético es rigurosamente objeto. La ge­
tomados en sentido más alto, como fe neralización de la pareja de conceptos
en Dios, como I. intelectual de Dios, correlativos ‘I.’ y ‘objeto’ no es una
es decir, se debe abstraer precisamente ocurrencia caprichosa, sino forzosamen­
entre lo que forma la diferencia de te requerida por la naturaleza de las
I. y fe y el pensamiento. No se puede cosas” (Ideen, I, § 3). En fin, la I. que
decir que la fe y la I. llevadas a esta Croce identifica con el arte, tiene los
alta región sean, sin embargo, diferen­ mismos caracteres formales: es cono­
tes del pensamiento” (Ene., § 63). La cimiento originario e inmediato que,
misma tesis es sostenida por Schopen- por lo tanto, no distingue entre real e
hauer, que identifica entendimiento e irreal; tiene carácter o fisonomía in­
700
Intuicionismo

dividual y expresa directamente el ob­ Bemard: "La I. o sentimiento genera


jeto (Estética, cap. 1 ). la idea o la hipótesis experimental,
Recapitulando los caracteres comu­ esto es, la interpretación anticipada de
nes y diferentes que en la historia de los fenómenos de la naturaleza. Toda
la filosofía ha revestido la I., podemos la iniciativa experimental está en la
fijar los primeros así: la I. es una re­ idea, ya que solamente la idea provoca
lación con el objeto caracterizada por la experiencia. La razón o el razona­
1) la inmediatez de la relación mis­ miento sirven sólo para deducir las
ma; 2) la presencia efectiva del objeto. consecuencias de esta idea y para so­
Constantemente y por estos caracteres, meterla a la e x p e r i e n c i a ” (Intr. a
la I. es considerada como una forma l'etude de la médécine expérimentale,
privilegiada de conocimiento. Por otra 1865, I, 2, § 2). Poincaré repitió, con
parte, sus caracteres diferentes pue­ referencia a las matemáticas, lo que
den ser distinguidos así: 1) la I. puede Bemard había dicho a propósito de las
quedar reservada a Dios y ser consi­ ciencias experimentales: "Con la lógica
derada como el conocimiento que el se demuestra, pero solamente con la
Creador tiene de las cosas creadas; 2) I. se inventa... La facultad que nos
puede ser atribuida al hombre y con­ enseña a ver es la I. Sin ella, el geó­
siderada como la experiencia en cuan­ metra sería como un escritor fuerte
to conocimiento inmediato de un ob­ en gramática, pero carente de ideas”
jeto presente y, en este sentido, no es (Science et méthode, 1909, p. 137). Se­
más que percepción (véase); 3) puede gún Poincaré, la exigencia lógica lleva,
ser atribuida al hombre y considerada en las matemáticas, al planteamiento
como un conocimiento o r i g i n a r i o y analítico, la intuitiva al planteamien­
creador en sentido romántico. Todas es­ to geométrico. "Así, la lógica y la I.
tas alternativas han perdido buena parte tienen, cada una, su tarea. Ambas son
de su interés en la filosofía contempo­ indispensables. La lógica, que por sí
ránea. La primera, en efecto, pertenece sola puede dar la certeza, es el instru­
a la esfera de las especulaciones teo­ mento de la demostración, la I. es el
lógicas. La segunda tiende a ser susti­ instrumento de la invención” (La va-
tuida por el concepto de la experiencia leur de la Science, 1905, p. 29). En este
como método o como conjunto de mé­ sentido, como a veces se ha observado,
todos (véase e x p e r i e n c i a ). La tercera la I. tiene un caí ter más bien nega­
está estrechamente ligada a la metafí­ tivo que positivo: anticipa lo que no
sica del romanticismo (viejo y nuevo) resulta de la observación empírica o
y con él asciende y cae. lo que no puede ser deducido de los
En 1868 Peirce sometió a crítica el conocimientos ya poseídos. No parece
concepto de I. y negó que: 1) pudiera designar, por lo tanto, más que un de­
servir para garantizar la referencia in­ terminado grado de libertad del inves­
mediata de un conocimiento a su ob­ tigador y nada tiene que ver con el
jeto; 2) pudiera constituir el conoci­ significado filo s ó fic o tradicional del
miento evidente que el Yo tiene de sí término. En cambio, se vuelve a él
mismo; 3) pudiera permitir distinguir en el uso que del término hacen los
los conocimientos subjetivos de dife­ matemáticos intuicionistas. Véase injra
rentes conocimientos. Al mismo tiempo in t u ic io n is m o , 4 ).
Peirce afirmaba la imposibilidad de
pensar sin signos y conocer sin recu­ (ingl. iníuitionism; franc.
I n tu ic io n is m o
rrir al nexo recíproco de los mismos in tu itio n is m e ; alem. Intuitionismus;
conocimientos (Valúes in a Universe ital. iníuizionistno). Con este término
of Chance, pp. 18 ss.). Estas afirmacio­ se indican actitudes filosóficas o cien­
nes y negaciones de Peirce han sido y tíficas diferentes, cuyo común denomi­
son aceptadas por la filosofía contem­ nador es el apelar a la intuición, en el
poránea. sentido más general del término. En
Actualmente apelan a la I., más que particular, con el nombre de I. se dis­
los filósofos, los científicos y en par­ tinguen las siguientes direcciones:
ticular los matemáticos o los lógicos 1) la filosofía escocesa del sentido
cuando quieren subrayar el carácter in­ común, en cuanto admite que la filoso­
ventivo de sus ciencias. Dijo Claude fía se funda en ciertas verdades primi-
701
I n v a r ia n te
I n v o lu c ió n
tivas e indubitables, conocidas por in­ como América antes de Colón; en cam­
tuición (véase s e n t id o c o m ú n ) ; bio, lo que se inventa (como la pólvora)
2) la doctrina de Bergson, según la no existía efectivamente antes de que
cual la intuición es el órgano propio se inventara” (Antr., I, § 57). La ca­
de la filosofía; pacidad inventiva se denomina, tradi­
3) la doctrina de N. Hartmann y de cionalmente, genio (véase). Los pro­
Scheler, según la cual los valores son blemas r e l a t i v o s a la I. adquieren
objeto de una intuición que se identi­ aspectos diversos en los diferentes cam­
fica con el sentimiento (véase v a lo r ) ; pos. En la lógica se han discutido a
4) la dirección matemática fundada veces tales problemas con referencia
por L. E. J. Brouwer y que se inspira a la tópica (véase) o a la intuición
en las ideas de Leopoíd Kronecker (véase). Y en arte a propósito del genio.
(1823-91), quien consideraba como dado
a la intuición humana el concepto de (gr. ^ritriai;; lat. investiga-
In v e s tig a c ió n
número natural, aseverando que los nú­ tio, inquisitio; ingl. i n q u i r y ; franc.
meros naturales fueron hechos por Dios recherche; alem. Untersuchung; ital.
y los otros por el hombre. Las tesis ricerca). Aun cuando el concepto de I.
típicas del I. de Brouwer son las si­ a menudo se relaciona estrechamente
guientes: a) la existencia de los obje­ con el de filosofía (como sucede en
tos matemáticos está definida por la Platón, cf., por ejemplo, Teet., 196 d;
posibilidad de construcción de los ob­ Alen., 81 e), pocas veces ha sido la I.
jetos mismos, por lo tanto, "existen" misma objeto de investigación filosó­
sólo entes matemáticos, que se pueden fica. En el mundo moderno Dewey ha
construir; b) el principio del tercero considerado la lógica como teoría de
excluido no es válido con referencia a la investigación. "Todas las formas ló­
proposiciones en las cuales se hace re­ gicas —ha dicho— tal como se hallan
ferencia a magnitudes infinitas; c) las representadas por lo que se ha llamado
definiciones impredicativas no son vá­ objeto inmediato de la lógica, son ejem­
lidas. El rechazo del principio de ter­ plos de una relación y consecuencias
cero excluido implica el rechazo de la en la I. adecuadamente controlada y
doble negación; por lo tanto, del mé­ están al servicio de la I. pues se trata
todo de la prueba inr ecta. Este méto­ de formulaciones de condiciones des­
do, en cambio, es fundamento de la cubiertas en el curso de la I. misma...
dirección formalista de la matemática, a las que tienen que dar satisfacción
patrocinada por Hilbert, y conforme a I. ulteriores si pretenden a p o r t a r . . .
él la demostración de que no implica aserciones garantizadas”. En este sen­
contradicción basta para establecer la tido "así como la I. de la I. es la causa
existencia de una entidad matemática cognoscendi de las formas lógicas, la
(cf. A. Heyting, Mathematische Grund- I. primaria es, a su vez, la causa es-
lagenforschung ["Investigación básica sendi de las formas que nos descubre
matemática”], Intuitionismus und Be- la I. de la I." (Logic, 1939, I; trad. esp..
weistheorie ["Intuicionismo y teoría de Lógica, México, 1950, F.C.E., pp. 16-30).
la prueba”], Berlín, 1934). La I. es definida por Dewey como "la
transformación controlada o dirigida
(ingl. invariant; franc. inva-
I n v a r ia n te de una situación indeterminada en otra
riant; alem. invariante; ital. invarian­ que es tan determinada en sus distin­
te). Una propiedad constante y, parti­ ciones y relaciones constitutivas que
cularmente, en la teoría de los grupos, convierte los elementos de la situación
una p r o p i e d a d que sigue siendo la original en un todo unificado” (Logic,
misma bajo un grupo de transforma­ VI; trad. esp. cit., p. 123).
ciones (véase g r u p o ; t r a n s f o r m a c i ó n ).
(lat. involutio; franc. involu-
In v o lu c ió n
(ingl. i n v e n t i o n ; franc.
In v e n c ió n tion; alem. In v o lu tio n ; ital. involu-
invention; alem. Erfindung; ital. in- zione). 1) Lo opuesto de evolución. La
venzione). "Inventar algo —dice Kant— palabra fue aplicada por Kant a la teo­
es muy diferente a descubrir. Lo que ría biológica opuesta a la de la prefor­
se descubre se admite como ya preexis­ mación individual, teoría que denomi­
tente, sólo que todavía no es conocido, nó de la evolución (Crít. del Juicio, §
702
Ipse dixit
I r o n ía
81). Actualmente, con el nombre de I., e n u n c i a r genéricamente esta actitud
se indican los fenómenos opuestos a socrática cuando ve en la I. uno de los
los de evolución, esto es, los fenómenos extremos en la actitud frente a la ver­
regresivos de la evolución. A. Lalande dad. El que dice la verdad está en el
ha sostenido la tesis de que el progreso justo medio, el que exagera la verdad
en todo campo, depende del paso de lo es el jactancioso y el que, en cambio,
heterogéneo a lo homogéneo, que es la intenta disminuirla es el irónico. La
disolución o I. y no del paso de lo ho­ I., dice Aristóteles, es simulación bajo
mogéneo a lo heterogéneo, como quería este aspecto (Ét. Nic., II, 7, 1108 a 22).
Spencer (L’idée directrice de la Dis- Cicerón elaboró este concepto afirman­
solution opposée a celte de VEvolution do que "Sócrates en la disputa a me­
dans la méthode des Sciences physiques nudo se rebajaba a sí mismo y elevaba
et morales, 1898, 2'- ed., con el título a los que quería refutar y así, hablan­
Les Illuskms évotutionnistes, 1931). do en forma diferente a la pensada
2) En la lógica simbólica, el procedi­ adoptaba voluntariamente la simula­
miento que corresponde a la elevación ción que los griegos denominaban I."
a potencia en la aritmética (cf. Peirce, (Acad., IV, 5, 15; trad. esp.: Cuestiones
Cotí. Pap., 3.614-15). académicas, México, 1944, F.C.E.). Y
Santo Tomás hizo referencia a este
ipse dixit (gr. auto; Sepa). Frase me­ concepto del término, al examinarlo
diante la cual los pitagóricos solían res­ como una forma (lícita) de embuste
ponder cuando se les pedía dilucidar (S. Th„ II, 2, q. 113, a. 1).
sus doctrinas: “Él dijo". Él era Pitá- 2) La I. romántica se apoya en el
goras. Cicerón aduce este uso como supuesto de la actividad creadora del
ejemplo de la preponderancia de la au­ Yo absoluto. Identificándose con el Yo
toridad sobre la razón (De nat. deor., absoluto, el filósofo o el poeta (que a
I, 5, 10). menudo coinciden, para los románti­
cos) llega a considerar toda realidad
Ipseitas (lat. ipseitas; franc. ipséité). firme como una sombra o un juego
Término aplicado por Duns Scoto a la del Yo; por lo tanto, es llevado a de-
singularidad de la cosa individual. Véa­ valuar la importancia de la realidad,
se ECCEIDAD. a no tomarla en s ’o. Según Friedrich
Schlegel, la J. es la libertad absoluta
Ira s c ib le , véase FACULTAD. frente a cualquier realidad o hecho.
I r o n í a (gr. EioíovEÍa; lat. i r o n í a ; ingl.
"Transferirse arbitrariamente a esta o
irony; franc. ironie; alem. Ironie; ital. esa sólo
otra esfera como a otro mundo, no
con el entendimiento o con la ima­
ironía). En general, la actitud que con­ ginación sino con toda el alma, renun­
siste en atribuir una importancia mu­ ciar libremente a esta o aquella pane
cho menor que la justa (o la que se del propio ser y limitarse totalmente
considera justa) a sí mismo, a la pro­ a otra; buscar y encontrar el propio
pia situación o condición, a cosas o per­ uno en este o en aquel individuo y ol­
sonas que tienen estrecha relación con vidar voluntariamente todos los demás,
uno mismo. La historia de la filosofía todo esto sólo puede hacerlo un espí­
conoce dos formas fundamentales de ritu que contenga en sí una pluralidad
I.: 1) la I. socrática; 2) la I. romántica. de espíritus y todo un sistema de per­
1) La I. socrática es la devaluación sonas, en cuya intimidad el universo
que Sócrates hace de sí mismo en re­ que, según se dice, se halla en germen
lación con los adversarios con quienes en todo mundo, se haya desplegado y
discute. Cuando Sócrates declara en llegado a su m a d u r e z ” (Fragmente
la discusión acerca de la justicia: "Yo ["Fragmentos”], 1798, § 121). Estas no­
considero que la investigación está fue­ tas acerca de la I. encontraron una
ra de nuestras posibilidades y que voso­ sistematización conceptual en la obra
tros que sois hábiles en vez de enojaros de C. G. F. Solger, Erwin (1815), en la
deberíais tener piedad de nosotros", cual la I. fue interpretada desde el pun­
Trasímaco responde: "He aquí la ha­ to de vista de la subjetividad, que se
bitual I. de Sócrates" (Rep., I, 336 e- comprende a sí misma como cosa su­
337 a). Aristóteles no hace más que prema y que, por lo tanto, rebaja a una
703
Ir r a c io n a lis m o
I r r e v e r s ib le
pura nada todas las demás cosas, in­ ción hace que ninguno se dé cuenta
cluso lo supremo. A pesar de estar en de la primera unidad divina y en ello
contra de algún detalle, definido como está el arte para la infinitización de la
“platónico”, de la doctrina de Solger, interioridad’' (Diario, VI, A, 38, trad.
Hegel la hizo suya al describir la I. de ital., Fabro). Ya que la infinitud del
la siguiente manera: “Tomad una ley yo es aquí una mera infinitud "inte­
escuetamente, tal como es en y para rior”, o sea la acentuación al infinito
s í: por lo tanto, yo me encuentro fue­ del valor del yo en la conciencia, pero
ra de ella y puedo hacer esto y aquello. no es ya la infinitud efectiva y crea­
La cosa no es superior, sino que el su­ dora del Yo absoluto de los románti­
perior soy yo y soy, por ende, el cos, la I. queda desposeída de su signi­
patrón, que sobre la ley y sobre la cosa, ficado romántico: es sólo el contraste
bromea placenteramente con ellas, y en entre la conciencia exaltada que el yo
esta conciencia irónica, en la que dejo tiene de sí y la modestia de sus mani­
perecer al Sumo, gozo solamente con­ festaciones externas.
migo mismo” (Fil. del derecho, § 40).
La I., entendida de tal manera, como (alem. Irrationalismus).
I r r a c io n a lis m o
conciencia de la Subjetividad absoluta, Término aplicado a las filosofías de la
la que como tal es todo y frente a la vida o de la acción, es decir, a las filo­
cual, por lo tanto, todas las cosas se sofías que como la de Schopenhauer,
anulan y, asimismo, como conciencia por ejemplo, consideran el mundo como
del albedrío absoluto de tal subjetivi­ la manifestación de un principio no
dad es, según Hegel, una consecuencia racional. Véase a c c ió n , f i l o s o f ía de l a ;
de la filosofía de Fichte tal como fue VIDA, FILOSOFÍA DE LA.
entendida e interpretada por Friedrich
Schlegel (Fil. del derecho, § 140, Apén­ Irr e v e r s ib le (ingl. irreversible; franc.
dice). “Aquí el sujeto se sabe dentro irre v e rsib le ; alem. irreversibel; ital.
de sí como lo Absoluto y todo lo de­ irreversibile). Carácter de las relacio­
más es vano para él; todas las deter­ nes no simétricas y de los procesos que
minaciones que se forma acerca de lo tienen un sentido determinado. Pla­
recto y de lo bueno, las destruye de tón, en el mito del Político, afirmó la
nuevo. Puede finarlo todo, pero da reversibilidad del devenir cósmico, afir­
pruebas solamente ue vanidad, de hipo­ mando que el mundo, una vez lograda
cresía y de insolencia. La I. conoce la medida del tiempo que le ha sido
su maestría sobre todo contenido; no asignado, "vuelve a girar en sentido
toma en serio nada, y juega con todas contrario” o sea invierte el orden del
las formas” (Geschichte der Phit., III, tiempo. Es así porque el mundo es,
sec. 3, C, 3; trad. esp., Historia de la por un lado, la cosa más perfecta posi­
filosofía, México, 1955, F.C.E., p. 482). ble, pero por otro lado es cuerpo y,
Tal concepto señala uno de los as­ como tal, está sujeto al cambio. "Por
pectos fundamentales del romanticis­ lo tanto, le cupo en suerte volver a ha­
mo alemán. Kierkegaard lo interpretó cer su giro en sentido contrario, siendo
en forma atenuada o metafórica, con­ ésta ‘la mínima mutación posible de su
cibiendo por un lado la I. socrática movimiento’”, (Pol., 269 c-e). Este con­
como la superioridad de Sócrates so­ cepto, que enuncia que la reversibili­
bre la maldad del mundo (Diario, X3, dad del proceso cósmico se debe a la
A, 254), entendiendo por otro lado la I. exigencia de realizar la máxima iden­
en general como "la infinitización de tidad posible consigo mismo, fue ex­
la interioridad del yo”; pero como in­ presado por Leibniz en los términos de
finitización "interior”, en un significa­ la ciencia de su época. Decía Leibniz:
do que ya no tiene el alcance que "La sabiduría suprema de Dios le ha
Fichte atribuía a la infinitud misma. hecho elegir sobre todo las leyes del
"¿Qué es la I.? —escribe—. La unidad movimiento más aptas y más conve­
de pasión ética, que acentúa en interio­ nientes a las razones abstractas o me­
ridad al propio yo infinitamente, y de tafísicas. En el universo se conserva
educación, que en su exterior (en el la misma cantidad de fuerza total ab­
comercio con los hombres) abstrae in­ soluta o de acción, la misma cantidad
finitamente del propio yo. La abstrac­ de fuerza recíproca o de reacción, la
704
I s o m o r f is m o
I u s n a t u r a l is m o
misma cantidad de fuerza directiva. verso o el mundo, esto es, para una
Además la acción es siempre igual a la totalidad abierta o infinita. En sentido
reacción y el efecto total es siempre diferente y positivo el significado filo­
equivalente a su causa plena” (Princ. sófico de la irreversibilidad ha sido
de la nature et de la gráce, 1714, Op., ilustrado por E. Paci, Tempo e relazione,
ed. Erdmann, p. 716). Esta perfecta 1954, cap. VI passim. Véase e n t r o p ía .
equivalencia entre la causa y el efecto
significa la reversibilidad del proceso Is o m o r f is m o (ingl. isomorphism; franc.
causal. La mecánica clásica admite es­ iso m o r p h is m e ; alem. Iso m o rp h ie ;
ta reversibilidad. Las ecuaciones que ital. isomorfismo). Término adoptado
expresan el comportamiento de los fe­ en lógica y en matemática para indi­
nómenos mecánicos no dan indicación car la relación entre relaciones homo­
alguna acerca del sentido según el cual géneas de dos o más términos y que
transcurre el tiempo. El t de estas ecua­ consiste en la correspondencia de tér­
ciones es una variable continua que no mino a término entre los términos de
tiene un sentido determinado, y esto las relaciones (cf. R. Camap, Logical
significa que todo fenómeno mecánico Syntax of Language, §71c; A. Church,
es reversible. La irreversibilidad de los In tr o d u c tio n to Mathematical Logic,
fenómenos se planteó por vez primera §55).
con el descubrimiento del segundo prin­
cipio de la termodinámica (denominado (gr. laovonía; lat. isonomiá).
Is o n o m ía
Principio de Carnot, 1824), según el Según Epicuro, el perfecto equilibrio
cual el calor pasa sólo del cuerpo más y la perfecta relación de todas las par­
caliente al cuerpo más frío. En tal caso, tes o los elementos del todo en el
cuando con este paso se ha logrado el infinito. "De ello resulta la consecuen­
equilibrio no se puede volver al sistema cia de que si es bien grande la multitud
del desequilibrio térmico que es el de mortales, no menor es la de los
que hace posible el paso del calor y, por inmortales y si los elementos de des­
lo tanto, el trabajo mecánico. Con ello trucción son innumerables, también los
se llega a establecer la irreversibili­ de conservación deben ser infinitos”
dad de los fenómenos naturales, que, en (Cicer., De nat. deor., I, 19, 50).
cierto aspecto, son todos fenómenos tér­ Iu s n a tu r a lis m o . La :oría del derecho
micos. El Principio de Carnot, por lo natural, tal como tue configurada en
tanto, ha excluido la imagen de un de­ los siglos xvn y xvin a partir de Hugo
venir del mundo que, según creyeron Grocio (1583-1645) y de la cual son re­
los antiguos, se desarrolla cíclicamen­ presentantes, asimismo, Thomas Hob-
te y vuelve sobre sí mismo. La irre­ bes (1588-1679) y Samuel Pufendorff
versibilidad de los fenómenos natura­ (1632-94). Tal doctrina, defendida por
les ha hecho pensar en la muerte inevi­ numerosos escritores políticos, ha ser­
table del universo debida al logro del vido de base para reivindicar las dos
equilibrio térmico que haría imposible conquistas fundamentales del mundo
toda transformación y, por lo tanto, moderno en el campo político: el prin­
toda vida. Numerosas han sido también cipio de la tolerancia religiosa y el
las doctrinas que han formulado hipó­ de la limitación de los poderes del Es­
tesis destinadas a hacer ver una suerte tado. De estos principios, en efecto, ha
diferente para nuestro uni ver s o (cf. nacido el Estado liberal moderno (véa­
acerca de ellas Meyerson, De l’explica- se l ib e r a l is m o ). El I. se distingue de
tion dans les Sciences, 1927, pp. 203 ss.). la teoría tradicional del derecho natu­
Pero en verdad, tanto la previsión de la ral porque no considera tal derecho
catástrofe, como la de los posibles ca­ como la participación humana en un
minos de salvación, se colocan fuera orden universal perfecto que es Dios
del alcance del Principio de Carnot, mismo (como lo consideraron los anti­
como también fuera de un principio guos, siguiendo el ejemplo de los estoi­
científico. En efecto, éste vale sola­ cos) o derivado de Dios (como lo con­
mente para sistemas cerrados o por lo sideraron los escritores medievales), si­
menos relativamente aislados y es un no como reglamentación necesaria de
instrumento de previsión en el ámbito las relaciones humanas, que el hombre
de tales sistemas y no para el uni­ descubre confiándose a la razón y que.
705
Izquierda hegeliana

por lo tanto, es independiente del que­ gar a una crítica radical de los textos
rer mismo de Dios. El I. representa bíblicos y a la tentativa de reducir a
así la reivindicación, en el campo mo­ mito toda la doctrina de la religión
ral y político, de la autonomía de la (David Friedrich Strauss, 1808-1874). La
razón que el cartesianismo afirmó en religión misma fue considerada por
el campo filosófico y científico. Véase Ludwig Feuerbach (1804-72) como "la
DERECHO. autoconciencia del hombre, o sea como
Iz q u ie r d a h e g e lia n a (ingl. hegeliatl le ft; la proyección en la divinidad de lo
franc. sinistre hégélienne-, alem. Hegel- que el hombre quiere ser". En el plano
ische Linke-, ital. sinistra hegeliana). histórico-político, la I. hegeliana opuso
Mientras que la derecha hegeliana (véa­ a la concepción hegeliana de la historia
se) es la escolástica del hegelianismo, como racionalidad absoluta, la interpre­
la I. hegeliana tiende a oponer a la tación materialista de la historia mis­
doctrina de Hegel esos rasgos o carac­ ma que la considera en función de las
teres del hombre que no encontraron necesidades humanas (K. Marx, 1818-
en ella un reconocimiento adecuado. En 1883; F. Engels, 1820-95). Véase m a t e ­
el plano religioso esta tendencia da lu­ r ia l i s m o h is t ó r i c o

706
J
(ital. Borla). Vico habla de
J a c ta n c ia mayor número posible de personas en
la jactancia de las naciones, que con­ el seno de la Iglesia. El 31 de mayo
siste en creer "que algunas han encon­ de 1653 una bula del Papa Inocen­
trado antes que otras las comodidades cio X condenó las cinco proposiciones
de la vida humana y conservado las en las cuales la Facultad Teológica de
memorias de sus cosas desde el prin­ París había condenado la doctrina del
cipio del mundo” y de la jactancia de Augustinus de Jansen. Antoine Arnaud
los doctos, "los cuales creen que lo que y los denominados "solitarios de Port
ellos saben es tan antiguo como el Royal" se pronunciaron a favor de Jan-
mundo" (Scienza Nuova, 1744, D. 3, 4; sen y como consideraron que las cinco
trad. esp. [de la 1’ ed.l: Ciencia nueva, proposiciones condenadas no expresa­
México, 1941, F. C. E.). La jactancia de ban el pensamiento de Jansen, la con­
los doctos ha impedido el reconocimien­ dena, por lo tanto, no se refería al
to del mundo histórico como algo de­ jansenismo. Pascal publicó en 1656 sus
bido a "hombres bestias”, y ha condu­ Cartas provinciales en defensa de esta
cido a atribuir el origen de dicho mun­ concepción. El J. continuó circulando
do a "hombres sabios” que habrían durante algún tiempo en ambientes in­
obrado reflexivamente. telectuales y religiosos de Italia y Fran­
cia (cf. F. Ruffini, Studi sul giansenis-
J a in is m o (ingl. jainism). Una de las mo, Florencia, 1947).
sectas filosóficas de la India antigua,
que tomó el nombre de su fundador Jaque, véase FRACASO.
Mahavira (siglo v a. c.), llamado Jiña,
o sea "el Victorioso". Admite una plu­ J e r a r q u í a (gr. U(>apxí“ ; lat. hyerarchia;
ralidad de realidades o sustancias, divi­ ingl. hierarchy; franc. hiérarchie; alem.
didas en dos grupos antagónicos: las Hierarchie; ital. gerarchia). En sentido
sustancias vivas y las materiales (cf. estricto, el orden de las cosas sagra­
Tucci, Storia delta FU. indiana, 1957, das, o sea de los entes o de los valores
pp. 55 ss.). supremos. El concepto (aunque no el
término) es neopla nico (cf., por ejem­
J a n s e n is m o (ingl. jansenism; franc. jan- plo, Plotino, Enn., III, 2, 17), pero fue
senisme; alem . Jansenism us-, ital. introducido en la filosofía occidental
giansenismo). La doctrina del obispo por dos escritos del seudo Dionisio
Comelius Jansen (1585-1638) expuesta Areopagita, aparecidos a principios del
en su obra Augustinus. Tal doctrina siglo xiv e intitulados Sobre la J. celes­
es un intento de reforma católica me­ te y Sobre la J. eclesiástica. El primero
diante un retomo a las tesis de San de estos escritos contiene el orden de
Agustín con respecto a la gracia. Según las inteligencias angélicas (véase á n ­
Jansen, la doctrina agustiniana impli­ g e l e s ), el segundo hace correspon­
ca que el pecado original arrebató al der la J. angélica a la eclesiástica, que
hombre la libertad de querer y lo hizo también se divide en tres órdenes:
incapaz del bien e inclinado necesaria­ el primero, constituido por los miste­
mente al mal. Sólo Dios concede la rios: bautismo, eucaristía, sagradas ór­
gracia de la salvación a los elegidos, denes; el segundo, constituido por los
por los méritos de Cristo. Jansen opuso órganos que administran los misterios:
estas tesis a la teoría moral eclesiásti­ el obispo, el sacerdote, el diácono; el
ca, en especial la jesuíta, según la cual tercero, constituido por los que a tra­
la salvación está siempre al alcance del vés de estos órganos son conducidos
hombre, que viviendo en el seno de la a la Gracia: catecúmenos, energúme­
Iglesia, posee una gracia suficiente que nos, penitentes. En forma más general
lo salva, en caso de ser auxiliada por la se indica actualmente con este término
buena voluntad. Ésta era la tesis del cualquier orden de valores o de auto­
jesuíta español Molina (1535-1600), en ridad: por ejemplo, "la J. de los valo­
la que los jesuítas basaban su acción res", "la J. burocrática”, "la J. del
de proselitismo, dirigida a conservar el partido”, etcétera.
707
J u d í a , filo s o f ía
J u d ic a tiv a , f a c u lta d
J u d í a , f ilo s o f ía (ingl. jewish philosophy-, fase pertenecen Isaac Israelí (que vivió
franc. philosophy juddique; alem. jü- en Egipto entre los siglos ix y x), Saa-
dische Phitosophie; ital. filosofía giu- dia (siglo x), Selomó ibn-Gabirol, que
daica). La filosofía J. es una filosofía los escolásticos latinos conocieron con
de tipo escolástico (véase f i l o s o f í a ; el nombre de Avicebrón, autor de una fa­
e s c o l á s t ic a ) que consiste esencialmen­ mosa obra intitulada Fuente de la vida
te en el intento de interpretar la tra­ (siglo x i) y Moisés Ben Maimón, llama­
dición religiosa J. en los términos de do Maimónides (siglo xn), autor de la
la filosofía griega y, más precisamen­ Guia de los descarriados (Dalatat al-
te, en la neoplatónica o la aristoté­ hairin).
lica. Por lo tanto, la filosofía J. nace Los temas fundamentales de esta
cuando el judaismo entra en contacto segunda fase de la escolástica J. son
con el helenismo y, con mayor preci­ los siguientes: 1) la utilización del
sión, en el siglo II a. c. Una de sus neoplatonismo árabe, especialmente de
primeras manifestaciones es la secta la filosofía de Avicena, para la demos­
de los esenios, de la que hablan Filón, tración de la existencia de Dios; 2) la
Josefo y Plinio y a la cual parecen per­ negación de la necesidad, característi­
tenecer los documentos recientemente ca de la filosofía árabe y, por lo tanto,
encontrados en las cercanías del Mar la crítica de las dos doctrinas que sur­
Muerto (1947) y que se suelen denomi­ gían de esta necesidad, o sea: a) la
nar "rollos del Mar Muerto" (cf. Wil- eternidad del mundo, con la consiguien­
son, E., The Scrolls from the Dead Sea, te defensa de la creación como co­
1955; trad. esp.: Los rollos del Mar mienzo de las cosas en el tiempo por
Muerto, México, 1956, F. C. E., y Bur- obra de Dios; b) el riguroso determi-
rows, The Dead Sea Scrolls, New York, nismo astrológico y la reafirmación de
1956; trad. esp., México, 1956, F. C. E.). la libertad humana. Estas tesis acer­
Esta secta muestra un profunda afini­ can mucho la escolástica J. a la cris­
dad con el neopitagorismo, al punto de tiana, que defiende f i l os óf i c a me nt e
hacer suponer que se haya desarrollado creencias religiosas análogas. La esco­
bajo la influencia de los misterios ór- lástica cristiana utilizó, por lo tanto, la
fico-pitagóricos. Estaba constituida por filosofía J. y especialmente la de Mai­
varias comunidades sometidas a una mónides (cf. J. Guttmann, Die Phil. des
disciplina severa y comprendía un de­ Judentums ["La filosofía del judais­
terminado número de reglas ascéticas. mo”], Munich, 1933).
Desde el punto de vista doctrinario,
los esenios interpretaban alegóricamen­ Judicativa, facultad (gr. xpiTixóv; lat.
te el Viejo Testamento conforme con judicium o vis judicativa-, ingl. judg-
una tradición que remontaban a Moi­ ment; franc. jugement; alem. Urteils-
sés ; creían en la preexistencia del alma kraft; ital. facolta giudicativa). La po­
y en la vida después de la muerte, ad sibilidad de elección o de decisión que
mitían divinidades intermedias o demo­ define el comportamiento de los seres
nios y la posibilidad de profetizar el animados y en particular de los hom­
futuro. Filón de Alejandría (que vivió bres. Ya Aristóteles definió el compor­
en la primera mitad del siglo i d. c.) tamiento animal precisamente median­
es la mayor personalidad filosófica de te esta posibilidad, que considera "fun­
este periodo de la filosofía J. y su inten­ ción del p e n s a mi e n t o y de la sen­
to es dar una interpretación alegórica sación”, como también mediante la
de las doctrinas del Viejo Testamento posibilidad del movimiento (De an., III,
mediante conceptos de la filosofía grie­ 9, 432 a 15). En particular, vio en el juz­
ga. El resultado de esta interpretación gar a la operación misma del entendi­
es una forma de neoplatonismo muy miento (Ibid., III, 4, 429b 10ss.). Este
parecida a la desarrollada en Alejan­ significado se ha mantenido en la tra­
dría misma por obra del neoplatonismo dición filosófica y, por lo tanto, en el
(véase). lenguaje común. El juzgar consiste en
La segunda fase occidental de la filo­ preferir, elegir, decidir, anticipar, pro­
sofía J. es la que se desarrolla en la yectar cada vez que las circunstancias
Edad Media, principalmente en España, lo exigen. "Tener juicio” significa sa­
durante la dominación árabe. A esta berse manejar oportunamente en las
708
Juego

elecciones o efectuarlas según las re­ j u i c i o , la filosofía contemporánea ha


glas mejor establecidas. rechazado la identificación de juicio
La tradición filosófica se ha mante­ y proposición formulada en la edad
nido constantemente en el ámbito de poscartesiana y que se debe a una inter­
este significado. El juicio ha sido reco­ pretación particular del ser predicativo
nocido siempre como la actividad orien­ (véase s e r ). La proposición es una ex­
tadora y rectora propia del ser viviente presión lingüística que puede ser verda­
y del hombre en particular. Cicerón dera o falsa y que, por lo tanto, no es
(Acad., III, 17, 53; trad. esp.: Cuestio­ por sí misma un acto valorativo. El
nes académicas, México, 1944, F. C. E.; acto valorativo, aun cuando pueda ex­
Tuse., I, 1) y Quintiliano (Inst. Or., V, presarse eventualmente también en una
11, 36; VI, 5, 3, etc.) usan en este sen­ proposición, se puede expresar (y se
tido la palabra judicium. Y así lo hace expresa con mucha f r e c ue nc i a ) en
Boecio (P. L., 64, col. 1045). Más tarde fórmulas verbales diferentes, como re­
se denominó actus judicativus (en cuan­ glas, normas, exhortaciones, imperati­
to diferente del actus apprehensivus) lo vos, etc. y, en general, en las fórmulas
que los estoicos h a b í a n denominado que indican una elección o el criterio
asentimiento (véase) (cf., por ejemplo, de una elección. Dice Peirce: “Se deno­
Occam, In Sent., Prol., q. 10). Cuando mina creencia a un hábito cerebral de
Kant afirmó que el entendimiento no la especie más alta que determine lo
es otra cosa que la facultad de juzgar que nosotros haremos, ya sea en la fan­
(Crlt. R. Pura, Anal, trasc., I, cap. I, tasía, ya sea en la acción. Se denomina
sec. I; Prol., §22) se entroncó en una juicio el representarnos a nosotros mis­
tradición muy antigua y nunca desmen­ mos un hábito específico que de esta
tida. Esta tradición había sido rejuve­ especie tengamos” (Coll. Pop., 3. 160).
necida por Descartes, quien colocó el
juicio, como acto unido al entendimien­ J u e g o (gr. jtou8 ía; lat. jocus; ingl. play,
to y a la voluntad, entre las manifes­ game; franc. jeu; alem. Spiel; i tal.
taciones f u n d a m e n t a l e s del espíritu gioco). Una actividad u operación que
(Méd., III). Aunque Locke distinguió se ejerce o se sigue sólo con miras a
entre juicio y conocimiento, como "fa­ sí misma y no por el fin a que tiende
cultad que Dios ha concedido al hom­ o por el resultado '1ue produce. Por tal
bre para suplir la falta del conocimiento carácter Aristóteles acercó el J. a la fe­
claro y seguro” (Essay, IV, 14, 3), ya licidad y a la virtud, porque también
Leibniz observaba que "otros denomi­ estas actividades se eligen de por sí
nan juzgar a la acción que se hace to­ y no son "necesarias” como las que
das las veces que nos pronunciamos constituyen el trabajo (Ét. Nic., X, 6 ,
con algún c on o c i mi e n t o de causa” 1176 b 6 ). Este concepto ha permane­
(Nouv. Ess., IV, 14). Y en la mayoría cido inalterado. Kant mismo no hace
de las ocasiones se toma el juicio, en su más que reproducirlo al decir que el J.
significado más general, como la acti­ es "una ocupación por sí misma pla­
vidad constitutiva del entendimiento o centera y que no tiene necesidad de
el acto por el cual se concreta la fun­ otra finalidad", y oponerlo al trabajo
ción directiva u orientadora del ser que es "una ocupación desagradable
animado. Desde este punto de vista, to­ (penosa) por sí misma y que solamente
dos los aspectos que esta actividad ad­ atrae por el resultado que promete (por
quiere o bien todos los modos según ejemplo, la recompensa)” (Crít. del Jui­
los cuales son determinables y clasifi­ cio, §43). Pero también fue Kant el
c a re s las posibilidades de elección, primero en hacer un uso filosófico del
pueden ser considerados como aspec­ concepto de J. así entendido, relacio­
tos o determinaciones del juicio. Sin nándolo estrechamente con la activi­
embargo, en la filosofía contemporánea dad estética. Kant escribió- "Todo J.
el término es adoptado para indicar en variado y libre de las sensaciones (que
especial las actividades valorativas, es­ no tengan como fundamento una fina­
to es, las operaciones de elección que lidad) produce placer porque favorece
tienen efecto inmediato sobre la con­ el sentimiento de la salud, haya o no
ducta. en nuestro juicio racional un placer por
Según se puede ver en el artículo el objeto y el gozo mismo” (Ibid., §54).
709
Juego

Se pueden dividir los J. en J. de azar, como el trabajo es la manifestación del


que exige un interés, /. musical, que hombre y la creación la de Dios (Die
supone sólo la variación de las sensa­ Menschenerziehung, 1826, §23; t r ad.
ciones y J. de pensamientos, que es el esp.: La educación del hombre, Madrid,
J. propiamente estético (Ibid., §54). 1913). Por lo tanto, el J. infantil no es
Kant subrayó también más tarde la fun­ un pasatiempo, ya que las disposicio­
ción biológica del J., que sirve para nes futuras del hombre, ya sea en re­
tener despierta y para reforzar la ener­ lación con las cosas o con los otros
gía vital en la carrera con las otras hombres, se forman, gracias al J., en
energías del mundo. “Dos jugadores la primera infancia. Y Froebel quiere
—dice— creen jugar entre sí, en rea­ que toda la educación de la primera in­
lidad, en cambio, la naturaleza juega fancia se desarrolle a través del J. al
con ambos y la razón se puede conven­ cual reglamentó minuciosamente. Tam­
cer de esto cuando se reflexiona acerca bién fuera de los supuestos metafísi-
de la dificultad para los medios elegi­ cos de la doctrina de Froebel, la pe­
dos de adaptarse a su fin” (Antr., § 8 6 ). dagogía m o d e r n a y contemporánea ha
Estas anotaciones han sido a menudo reconocido al J. un carácter privilegia­
difundidas y ampliadas por el pensa­ do de condición o instrumento de la
miento moderno. Dice Schiller: "El ani­ primera educación humana, en tanto
mal trabaja si el móvil de su actividad que la psicología y la antropología le
es la falta de algo y juega si el móvil es han reconocido una función biológica
la plenitud de su fuerza, si una exube­ y social, esto es, su utilidad a los fines
rancia de vida lo estimula a la acti­ de la conservación del hombre y su
vidad” ( Uber die aesthetische Erziehung adaptación a la sociedad, y la estética
des Menschen, TI', trad. esp.: La educa­ le ha reconocido una analogía con la
ción estética del hombre, Madrid, 1932). actividad artística. Los análisis que
El J. no es tampoco extraño a la natu­ Karl Groos dedicó al J. se fundaban
raleza inanimada: la superabundancia precisamente en estos conceptos (Die
de raíces, ramas, hojas, flores y fru­ Spiete der Menschen ["Los juegos de
tos de un árbol en relación con lo que los hombres”], 1889; Die Spiele der
es necesario a la conservación del ár­ Tiere ["Los juegos de los animales"],
bol mismo y de S’ especie, es el J. de 1896). Groos utilizó también el concepto
la naturaleza vegetal. "La naturaleza de J. para definir la actividad estética
pasa, mediante la presión de la exube­ (Einleitung in die Aesthetik ["Intro­
rancia, de la necesidad o de la serie­ ducción a la estética”], 1892), pero la
dad física, esto es del J. físico, al J. es­ definición del J. siguió siendo la aris­
tético y antes de elevarse, sobre los totélica: el J. es la actividad que tiene
vínculos de todo fin, a la sublime liber­ como punto de mira sólo el placer de
tad de lo bello, se acerca por lo menos la actividad misma (Spiete der Men­
de lejos a esta independencia, en el li­ schen, p. 7). Desde este punto de vista,
bre movimiento que es finalidad y me­ el J. ha sido considerado a menudo
dio por sí mismo” (Ibid., 27). El con­ como una especie de tendencia innata
cepto, ya expresado por Kant, de que o de instinto vital, que es otro modo
el J. tiene la función biológica de adies­ de expresar la función en que debe
trar las actividades vitales, es decir, adiestrarse el hombre o, en general, el
las actividades que garantizan la con­ organismo vivo, las actividades que
servación del organismo, resulta un lu­ aseguran, desde luego, su conservación
gar común en la filosofía y en la peda­ en el mundo.
gogía del siglo xix. A la formación de Al reconocimiento de la función bio­
este lugar común ha contribuido pode­ lógica, educativa y estética del J. en
rosamente esa especie de metafísica los últimos tiempos se ha agregado
del J., de inspiración romántica y pre­ también el reconocimiento de su fun­
cisamente schellingiana, que Froebel ción social. Ya sea el J. como actividad
puso como base de su teoría de la edu­ dirigida o como espectáculo, es hoy una
cación. Según Froebel, el J. es al niño de las formas principales de emplear
como el trabajo es al hombre y la crea­ el tiempo libre de grandes masas de
ción a Dios: es la manifestación nece­ trabajadores y, por lo tanto, ejerce una
saria de la actividad del niño tanto función de corrección y de equilibrio
710
Juicio

de las actividades sociales, que espera sofos y economistas, se acentúa preci­


ser todavía estudiada en particular. samente este carácter del J., en cuanto
Como ya se ha dicho, la importancia es guiado por reglas, oportunamente ele­
cada vez mayor atribuida al J. y la gidas y establecidas para hacer posible
multiplicidad de las funciones que se la ejecución del J. y la alternativa en­
le atribuyen en diferentes campos no tre el éxito o el no éxito del J. mismo.
han modificado todavía su concepto, Wittgenstein ha apelado a tal carácter
que es sustancialmente el aristotéli­ para hablar de "J. lingüísticos", esto
co: el concepto de una actividad que es, de lenguajes diferentes regidos cada
es fin en sí misma y que ha sido per­ uno por propias reglas (Philosophical
seguida y ejercida por el placer que Investigations, I, §81). Considera, por
conlleva y no por el efecto o el resul­ lo tanto, también el lenguaje matemá­
tado de ella. Sin embargo, también este tico como un J. y entiende por jugar
concepto debe ser actualmente rectifi­ el "obrar de acuerdo con ciertas re­
cado de alguna manera. En primer lu­ glas” (Remarles on the Foundations of
gar, debe rectificarse la oposición entre Mathematics, IV, 1). En la economía
J. y trabajo, que tal concepto implica. (véase) la denominada "teoría de los
Esta oposición no se verifica siempre J." considera al J. mismo como una
y en todos los casos y nunca es tan actividad limitada por reglas que per­
radical. Muchos trabajos pueden ser miten al jugador elegir, entre estrate­
(o ser considerados) interesantes y si gias igualmente posibles, la que le ase­
lo son o si así resultan, resultan con gura la mayor v e n t a j a (Neumann
ello fines en sí mismos y adquieren, Morgenstem, Theory of Games and Eco-
por completo o en alguna medida, el nomic Behavior, 1944). En estos usos
carácter de J. Es por cierto difícil el significado de la palabra comprende:
suponer que todas las infinitas formas 1) la limitación de las elecciones que
que ha adquirido o que adquirirá el las reglas del J. imponen a la activi­
trabajo puedan hacerse interesantes y dad del jugador; 2 ) el carácter no rigu­
asimilarse al J., pero el hecho de que rosamente determinante de estas re­
por lo menos algunas de ellas lo sean o glas, que permiten la elección entre
puedan serlo, elimina la oposición de varias formas de J. y eventualmente
principio entre J. y trabajo y hace de la la determinación, en cada caso, de la
definición misma del J. la señal de una conducta mejor (o a de la que ase­
determinada posibilidad propia de al­ gura el éxito o el mejor logro del J.).
gunas actividades humanas, más que Es evidente que estas características
la expresión de la naturaleza de un gru­ no eliminan las expresadas por Aristó­
po de tales actividades. En segundo lu­ teles, sino que se agregan a ellas, las
gar, se debe rectificar un carácter que corrigen y a veces adquieren preemi­
aparecía implícito en la definición tradi­ nencia sobre ellas, como sucede pre­
cional del J. y que la filosofía moderna cisamente en el caso de la teoría del
ha acentuado: el carácter de esponta­ lenguaje como J. y de la teoría de los J.
neidad o de libertad que ha sido opues­ en la economía política. (Cf. también
to al carácter coactivo del trabajo, en G. Bally, Von Ursprung und von den
cuanto es ordenado por el fin o por Grenzen der Freiheit, 1945; trad. esp.:
el resultado que tiende a lograr. Ahora El juego como expresión de libertad,
bien, este carácter de espontaneidad no México, 1958, F. C. E.)
puede ser entendido en sentido absolu­
to, ya que todo J. tiene, en efecto, res­ Juicio (ingl. ju d g m e n t; franc. juge-
tricciones o reglas que delimitan las ment\ alem. Urteil; ital. giudizio). Ori­
posibilidades. También existen tales res­ ginaria del lenguaje jurídico, la palabra
tricciones en un J. simple e individual: latina judicium fue usada por los filó­
no se puede, por ejemplo, jugar con un sofos romanos y cristianos (como Cice­
cubo como con una pelota o a la inver­ rón, San Agustín) como traducción de
sa. En los J. colectivos las reglas defi­ una serie de palabras griegas, todas
nen y rigen el J., ya que no se puede ellas derivadas de la raíz del verbo
jugar sin reglas. Cuando, en la cultura jtp ív c ú , como i c p í o i s , ( x ó ) x p m x ó v , x p i -
contemporánea, se hace uso del concep­ t iíp io v . En Aristóteles, j ip í v e o se aplica
to de J., como lo hacen a veces filó­ a la deliberación, consejo o "elección",
711
Juicios, clasificación de los

en suma, a la decisión ("separar”, "dis­ de un predicado a un sujeto. Para la


tinguir” es, en efecto, el significado primera acepción, el "J.”, en sentido
fundamental del verbo) en torno a co­ estrictamente lógico, resulta el acto de
sas que pueden ser de una manera o asentimiento a una idea o representa­
de otra (cf. Ret., I, 2, 1357 a 4), por lo ción: esta concepción, propia de Des­
tanto, también la di s t i nci ón entre cartes y que es compartida en parte por
lo dulce y lo amargo, el bien y el mal, lo Leibniz (en algunos escritos lógicos
verdadero y lo falso; xó x o it ix ó v es la fa­ editados por Couturat), llega hasta la
cultad (perteneciente tanto a la sensi­ filosofía contemporánea (Rosmini, F.
bilidad como a la razón) de obrar la Brentano) (véase a s e n t i m i e n t o ; c r e e n ­
y-píai;, la decisión. El carácter lógico c i a ). En cuanto a la segunda acepción,
de este acto se acentuó en los estoicos, en cambio, podemos decir que se di­
para quienes xpíai; significa el acto de funde, a través de la escuela inglesa
distinción entre lo verdadero y lo fal­ (Hobbes, Locke y Hume), Leibniz y los
so (por lo tanto, la atribución de los leibnizianos del siglo xvm, la concep­
predicados "verdadero” o "falso” a una ción, que resulta de las estructuras ló­
proposición), y xoixrujiov (traducido tam­ gicas de la proposición ya puestas en
bién como judicium, por ejemplo, por evidencia por Platón, Aristóteles y los
San Agustín) la regla o también, en sucesores, del J. como comparación de
general, el principio sobre el cual se la comprensión lógica de una idea (el
funda tal distinción, principio que, se­ sujeto) con la de otro (el predicado)
gún es notorio, es para ellos la cpavxaoía y, por lo tanto, a través de la atribu­
xaxa?.r)Jtxixrj, la representación concep­ ción, como síntesis de las dos (inhe­
tual. Por lo tanto, entre los antiguos, rencia del predicado en el sujeto). Es
en su totalidad, "J.” significa: a ) el ésta la concepción en que se basan las
acto de distinguir y, por lo tanto, tam­ conocidas clasificaciones kantianas de
bién opinión, pensamiento, valoración los J. (analíticos y sintéticos, a priori
(xotm?, oírtot;, 8 ó|a); b) la facultad de y a posteriori, determinativos y atribu­
la cual depende tal acto (xó xqixixóv); tivos), a partir de las cuales se des­
c) su contenido; d) el principio sobre arrollará la doctrina idealista del J.
el cual se funda. como acto de síntesis o mediación del
En la edad moderna, por obra de sujeto (particular) con el predicado
Descartes y de los .artesianos (y espe­ (universal), distinción y al mismo tiem­
cialmente de la Lógica de Fort Royal) po identificación de lo universal y de
se introduce el vocablo judicium en la lo particular (Hegel, Wissenschaft der
lógica, tomado como sinónimo de enun- Logik [La ciencia de la lógica], III, i,
liatio o propositio (véase e n u n c i a d o ; 2; Ene., § 166 ss.; Gentile, Sistema di
p r o p o s i c i ó n ). Precisamente el J. es el Log., 2* ed., pp. 192 ss.). En la lógica
acto u operación de la mente expresa­ formal pura contemporánea, por su ac­
do en la proposición. De aquí la tra­ titud general antimental, la palabra J.
dición, muy difundida en los filóso­ ha vuelto a desaparecer, siendo susti­
fos, lógicos y gramáticos de la edad tuida por proposición. Por lo tanto, en
moderna, de usar "J.” como sinóni­ las corrientes que más tienden a hacer
mo de "proposición”, distinguiéndolos un uso filosófico de la lógica, el térmi­
cuando más como acto mental y expre­ no J. se utiliza para indicar la compli­
sión verbal respectivamente. De aquí cada serie de operaciones cuyo resul­
las dos concepciones fundamentales del tado es d e s p u é s simbolizado en las
J. que atraviesan toda la filosofía mo­ proposiciones (Dewey), o bien (escuela
derna, llegando hasta nuestros días: a na l í t i c a inglesa, Lewis, Stevenson)
a) del J. como acto mental; y b) del J. sirve para indicar a veces sólo el J. de
como facultad de juzgar. Pero también valor, en una confusión lamentable, y
en el primer punto en> ontramos dos como sinónimo de "enunciado valora-
concepciones netamente distintas, que tivo” (frase del tipo “x es bueno”).
resultan del intercambie entre los sig­ G.P.
nificados originarios de "J.” y "propo­
sición” : a) el J. como acto de distinción J u ic io s , c la s ific a c ió n d e los (ingl. clas-
(entre lo verdadero y lo falso, el bien sification of judgments; franc. classifi-
y el mal, etc.); (1) el J. como atribución cation des jugements; alem. Einteilung
712
Justicia

der U r í e i l e , ital. classificazione dei mente rechazan ser considerados como


giudizi ). 1) Con esta expresión se en­ "formas” o "categorías” espirituales.
tiende por lo común la clasificación
de las proposiciones, esto es, su divi­ Justicia (gr. bixaioaúvr); lat. j u s t i t i a;
sión en afirmativas y negativas, univer­ ingl. j u s t i c e ; franc. justice; alem.
sales y particulares, categóricas e hi­ Gerechtigkeit; ital. giustizia). En gene­
pot ét i cas, etc. Para tal significado ral, el orden de las relaciones humanas
véase p r o p o s i c i ó n . o la conducta del que se adapta a este
2) Más estrictamente, se entiende orden. Se pueden distinguir dos prin­
con esta expresión la división de las cipales significados: 1) el significado
actividades valorativas. En este senti­ según el cual la J. es la conformidad
do Kant ha distinguido entre juicio de la conducta a una norma; 2) aquel
determinativo (es decir, propiamente por el cual la J. constituye la eficiencia
intelectual) y juicio atributivo, que es de una norma (o de un sistema de nor­
teleológico o estético. Definido el jui­ mas), entendiéndose por eficiencia de
cio en general como "la facultad de una norma una determinada medida
pensar lo particular como contenido en en su capacidad de hacer posibles las
lo general”, considera que en el juicio relaciones entre los hombres. En el
determinativo está dado lo general (la primer sentido, se adopta este concep­
regla, el principio, la ley) y se trata to para juzgar el comportamiento hu­
de subordinarle lo particular (lo múl­ mano o la persona humana (y esta
tiple sensible). En el juicio atributivo última por su comportamiento). En el
es dado lo particular (las cosas na­ segundo significado se lo adopta para
turales) y se t r a t a de encontrar lo juzgar las normas que regulan el com­
general a lo cual está subordinado, esto portamiento mismo. La problemática
es, el fin al cual las cosas pueden ser histórica de los dos conceptos, aun
llevadas mediante un concepto (juicio cuando unida y confusa a menudo, es
teleológico) o inmediatamente, sin con­ totalmente diferente.
cepto (juicio estético) (Crít. dei Juicio, 1) Según su primer significado, la J.
Intr., § IV). Estas distinciones pertene­ es la conformidad de un comportamien­
cen efectivamente al plano de la divi­ to (o de una persona en su compor­
sión de los juicios, esto es, de las tamiento) a una norma y en el ámbito
actividades valorativas, en tanto que de este significa- la polémica filosó­
las otras di s t i n c i o n e s que formula fica, jurídica y política versa acerca de
Kant, como entre juicios analíticos y la naturaleza de la norma que se toma
sintéticos o las incluidas en la tabla de en examen. Ésta, en efecto, puede ser
los juicios que formula en el § 9 de la la norma de naturaleza, la norma di­
Crítica de ta razón pura, pertenecen vina o la norma positiva. Dice Aristó­
al plano de las proposiciones. La re­ teles: "En tanto que el trasgresor de
sistencia del pensamiento contemporá­ la ley es injusto, mientras que quien
neo a establecer distinciones rígidas en­ se conforma a la ley es justo, es evi­
tre las actividades humanas impide dente que todo lo que es conforme a
también el establecimiento de distin­ la ley es de algún modo justo; en efec­
ciones precisas entre las diferentes ac­ to, las cosas establecidas por el poder
tividades judicativas. Así, se habla de legislativo son conforme a la ley y de­
un juicio estético, que es diferente a un cimos que cada una de ellas es justa”
juicio intelectual o a un juicio moral (Ét. Nic., V, 1, 1129 b 11). En este
o recíprocamente, pero se habla en sentido, la J. es, según Aristóteles, la
forma análoga de un juicio económico, virtud entera y perfecta: completa, por
jurídico, etc., sin que se implique con comprender a todas las demás, perfec­
ello la diversidad o la respectiva auto­ ta porque el que la posee puede servirse
nomía de diferentes facultades del jui­ de ella no sólo en relación consigo mis­
cio. En general se puede decir que mo sino también en relación con los
una actividad judicativa toma el nom­ demás (Ibid., 1129 b 30). Pero también
bre del campo específico al que hace las dos formas de la J. particular que
referencia y de tal manera se puede Aristóteles enumera, o sea la J. dis­
hablar también de juicios que atañen tributiva (véase d is t r ib u t iv o ) y la J.
a campos muy especiales, que obvia­ correctiva o conmutativa (véase c q n -
713
Justicia

m u t a t iv o ) consisten en conformarse a recho. La proposición que enuncia que


normas y precisamente a las que pres­ el comportamiento de un individuo es
criben la igualdad entre los méritos justo o injusto en el sentido de ser
y las ventajas o entre las ventajas y jurídico o antijurídico, significa que su
las desventajas de cada uno. La defi­ comportamiento corresponde o no co­
nición de la J. dada por Ulpiano y adop­ rresponde a la norma jurídica que el
tada por los jurisconsultos romanos sujeto juzgador presupone válida, por­
(Díg., I, 1, 10), como "voluntad cons­ que tal norma pertenece a un orden
tante y perpetua de dar a cada uno lo jurídico positivo” (General Theory, cit.,
suyo”, es otro medio de expresar la I, I, A, c, 5; trad. ital., p. 14). Acerca
noción de J. como conformidad a la ley, de este concepto de J. las diferencias,
ya que presupone que lo suyo, lo de también más sustanciales, entre las
cada uno, esté ya determinado por una doctrinas del derecho, no tienen conse­
ley. Kelsen ha acusado a esta defini­ cuencia alguna. Ya sea que la norma
ción de tautológica, precisamente por se entienda como norma del derecho
no tener indicación alguna acerca de natural, o que se entienda como nor­
lo que es lo suyo de cada uno (General ma moral o como norma de derecho
Theory of Law and State, 1945, I, I, A, positivo, la J. es considerada en cada
c, 2 ; trad. ital., p. 1 0 ), y en realidad caso como conformidad de un compor­
sólo prescribe el conformarse a una tamiento con la norma.
ley o regla que establezca para el caso 2) El segundo concepto de J. es aquel
lo que a cada uno espera. La noción que refiere la J. no al comportamiento
de la conformidad a la ley como defi­ o a la persona, sino a la norma y ex­
nición de la J. se mantiene incluso presa la eficacia de la norma, o sea su
en los que polemizan contra el concep­ capacidad de hacer posibles, en gene­
to tradicional de justicia. Así, Hobbes ral, las relaciones humanas. En este
afirma que la J. consiste simplemente caso, obviamente, el objeto del juicio
en el mantenimiento de los pactos y es la norma misma y las diferentes
que, por lo tanto, donde no hay un Es­ teorías de la J. son, desde este punto
tado o sea un poder coercitivo que de vista, los diferentes conceptos del
asegure la observancia de pactos váli­ fin respecto del cual se entiende medir
dos, no hay ni J. ni : justicia (Leviath., la eficacia de la norma como regla
I, 15). Pero en este caso la J. tampoco para el comportamiento intersubjetivo.
es más que la conformidad a una re­ Platón fue el primero en insistir acer­
gla, aun tratándose de una regla sim­ ca de la J. como instrumento. "Crees tú
plemente pactada. La misma interpre­ —pregunta Sócrates a Trasímaco—, que
tación que Kant da a la definición una ciudad, un ejército, una banda de
romana, reduce la J. a una norma ya asaltantes o de ladrones o cualquier
establecida. "Si esa fórmula se tradu­ otro tropel de gente que se ponga a ha­
jera —dice Kant— en ‘dar a cada quien cer algo injusto en común: ¿podría
lo suyo’, diría algo absurdo ya que a llegar a algo en el caso de que sus
cada uno no se le puede dar lo que ya componentes cometieran injusticia unos
tiene. Para tener sentido debe ser ex­ en daño de los otros? —No, por cierto,
presada así: entra en una sociedad tal respondió Trasímaco— ¿Y si no come­
que a cada uno pueda serle asegurado tieran injusticia, no sería mejor? —Se­
lo suyo contra toda otra cosa” (Lex guramente. —La razón de ello, Trasí­
Justitiae) (Met. der Sitien, I, División maco, es que la injusticia hace nacer
de la Doctrina del Derecho, A). Por odios y luchas entre los hombres en
otra parte, también los que ven en el tanto la J. produce acuerdo y amistad”
concepto de J. nada más que una ten­ (Rep., 351 c-d). En este fragmento, la
tativa de justificación de un determi­ J. está desvinculada de todo fin que
nado sistema de valores y, por lo tan­ tenga valor privilegiado y no es más
to, pretenden excluirla de la teoría que la condición para hacer posible, en
científica del derecho, utilizan o adap­ general, el vivir y el obrar conjunto de
tan la misma noción de justicia. Dice los hombres, condición válida para cual­
Kelsen: "J. significa el mantenimiento quier comunidad humana, incluso para
de un orden positivo mediante su con­ una banda de delincuentes. Del mismo
cienzuda aplicación. Es J. según el de­ modo, en el mito que Platón hace ex­
7 1 1
Justicia

poner a Protágoras en el diálogo ho­ la solución ( y a veces la solución me­


mónimo, se dice que, hasta tanto los nos mala) de determinadas situaciones
hombres no tuvieron el arte político, humanas. Tal es, en efecto, el pensa­
que consiste en el respeto recíproco y miento de Hume que corrige acerca
en la J., no pudieron reunirse en la de este punto al iusnaturalismo racio­
ciudad y eran destruidos por las fieras. nalista de Grocio, que hacía conservar
“El arte mecánico, si bien los ayudaba a la J. su valor absoluto y a las nor­
a procurarse el alimento, no les basta­ mas que la garantizan la absoluta ra­
ba para combatir a las fieras porque cionalidad, pues consideraba que “las
no tenían el arte político, del cual es mutuas relaciones de la sociedad”, que
parte el arte de la guerra” (Prot., 322 tales normas hacen posible, eran fines
b-c). Más a menudo, sin embargo, los en sí mismas en cuanto objeto último
filósofos y juristas han medido la J. de deseo (De lure Belli ac Pacis, In-
de las leyes no por referencia a su efi­ trod., § 16).
ciencia general en relación con la po­ c) La identificación de la J. con la
sibilidad de las relaciones humanas, libertad fue formulada por Kant. "Una
sino r e s p e c t o de su eficiencia para sociedad en la cual la libertad bajo
garantizar este o aquel fin reconocido leyes externas se enlace en el más alto
como último, o sea, como valor abso­ grado posible con un poder irresistible,
luto. No ha faltado, por lo tanto, quien o sea una constitución civil perfecta­
haya considerado imposible definir en mente justa es la tarea suprema de la
este sentido la J. y se haya limitado naturaleza en relación a la especie
a plantear la exigencia genérica de que humana” (Idee zu eine allgemeinen Ge-
una norma, para ser justa, se deba schichte in Wettbürgerliche A b s i c h t
adaptar a un sistema de valores cual­ ["Idea de una historia universal en
quiera (Ch. Perelman, De la justice, sentido cosmopolita”], 1784, Tesis V).
1945; trad. i tal., 1959). No obstante, Desde este punto de vista, la Ilustra­
los fines a que más a menudo se ha ción será la condición que alcanzará
recurrido son: a) la felicidad; b) la la especie humana, mediante la pro­
utilidad; c) la libertad; d) la paz. gresiva eliminación de los obstáculos
a) Los filósofos han recurrido con opuestos a la libertad (Ibid., Tesis VIII).
frecuencia a la felicidad. Dice Aristó­ d) Por último, demás de la felici­
teles: "Los leyes se pronuncian sobre dad, la utilidad y la libertad, los filó­
todo tendiendo a la utilidad común de sofos han adoptado a menudo como
todos o a la que predomina por la vir­ medida o criterio de la J. un orden
tud o de otra manera, de suerte que normativo, la paz. Esta medida fue in­
mediante una sola expresión definimos troducida por Hobbes; para él un or­
como justas las cosas que procuran o denamiento justo es un ordenamiento
mantienen la felicidad, o parte de ella, que garantice la paz, sustrayendo a los
a la comunidad política” (Ét. Nic., V, hombres del estado de guerra de todos
I, 1129 b 4). La identificación del bien contra todos, al que los reduce el ejer­
común con la beatitud eterna es un cicio del derecho natural. Y, en efecto,
caso particular de esta doctrina (San­ para Hobbes la primera ley de natura­
to Tomás, De Regimine Principum, leza, o sea la primera de las normas
III, 3). que permiten al hombre salir del es­
b) Ya en la Antigüedad (por ejem­ tado de guerra es la norma que pres­
plo, los sofistas y Caméades) se iden­ cribe buscar la paz. "Por la igualdad
tificó la J. con la utilidad. En el mun­ de las fuerzas y de todas las otras
do moderno Hume dio validez a este facultades humanas, los hombres que
punto de vista. La utilidad y el fin de viven en el estado de guerra, no pue­
la J. —dijo— es procurar la felicidad den esperar la perduración de la pro­
y la seguridad conservando el orden pia conservación. Por lo tanto, el que
en la sociedad” (lnq. Corte. Moráis, III, se deba tender a la paz mientras brille
1). La reducción de la J. a la utilidad alguna esperanza de poderla obtener y
más que a la felicidad, tiene como que, cuando no se la pueda obtener,
nota propia el hecho de que quita a la se deban buscar socorros para la gue­
J. su carácter de fin último o valor rra, es el primer dictamen de la recta
absoluto y conduce a considerarla como razón, o sea la primera ley de natu­
715
Justicia

raleza" (De Cive, I, § 15). En nuestros dos criterios se pueden aducir como
días, Kelsen opuso a la J. como "ideal fundamento de un juicio objetivo acer­
irracional” la paz como medida empí­ ca de un orden normativo, ya que ta­
rica de la eficiencia de las leyes. "Una les criterios no son válidos como fines,
teoría —ha escrito— puede formular absolutos o relativos, sino como con­
una afirmación a partir de la experien­ diciones de validez de un ordenamiento
cia; únicamente un orden jurídico que cualquiera. El primero, ya bien cono­
no sólo satisfaga los intereses de uno cido en la tradición filosófica, es el de
a expensas de otro, sino que logre un la igualdad como reciprocidad, por la
compromiso entre los intereses opues­ cual cada uno debe poder cuidarse de
tos, que reduzca al mínimo las posibles los otros cuando los otros se cuidan
fricciones, puede contar con una exis­ de él. Siempre que la tradición filosó­
tencia relativamente duradera. Sólo un fica ha definido (como lo ha hecho a
orden semejante se hallará en situa­ menudo, de los pitagóricos en adelan­
ción de asegurar una paz social a los te) la J. como igualdad, ha creído, la
que a él se hallen sujetos, sobre una mayoría de las veces, insistir precisa­
base relativamente permanente. Y si mente en el carácter por el cual la J.
bien el ideal de J. en su significado es reciprocidad en el sentido aclarado
originario es algo muy diferente del (cf., por ejemplo, Hobbes, Leviath., I,
ideal de paz, existe una precisa ten­ 14; De Cive, III, § 6 ). El segundo cri­
dencia a identificar los dos ideales o, terio se puede sacar del carácter fun­
por lo menos, a sustituir el ideal de damental que asegura la validez del
J. por el de paz" (General Theory, cit., saber científico en el mundo moderno:
I, I, A, c, 4; trad. itál., p. 14). la autocorregibilidad. Como el conoci­
Esta tendencia, compartida por mu­ miento científico es tal sólo por el he­
chos que c o n s i d e r a n irrealizable el cho de estar organizado con miras a
ideal de J. entendido como felicidad su propio control y, por ello mismo,
o libertad, tiende a juzgar la eficacia a la p r o p i a corregibilidad, un orden
de las normas a base de su funcionali­ normativo es tal (o sea, resulta efi­
dad negativa, esto es, de su capacidad ciente como orden) sólo si se organiza
para evitar los conflictos. Sin duda con vistas a la propia corrección even­
está más conforme ” 1 espíritu positivo tual.
de una teoría del .erecho que quiera Los dos criterios apuntados pue­
considerar como objeto propio sólo la den también ser reducidos uno a otro,
técnica de la coexistencia humana. Pero con oportunas variantes. Pueden dar
en realidad ya el iusnaturalismo mo­ a la palabra J. un significado igualmen­
derno, a partir de Grocio, había lo­ te lejano del ideal trascendental y de
grado (por lo menos en este punto) una la aspiración sentimental, como de la
generalización mayor, exigiendo de las justificación interesada de los ordena­
normas del derecho natural que sirvie­ mientos en vigor. No debe olvidarse
ran tanto para la paz como para la tampoco que la defensa más eficaz y
guerra y pudieran, por lo menos en radical de un orden determinado ríe
parte, valer en cualquier condición o varietur ha sido hecha no para demos­
situación humana. Por lo tanto, tam­ trar o intentar demostrar la J. del
bién la paz puede parecer, desde el mismo, sino simplemente ignorando y
punto de vista de una teoría general eliminando la noción misma de J. Tal
del derecho, un fin muy restringido noción, por lo demás, fue completa­
para juzgar de la eficacia (o sea de la mente ignorada en la filosofía del de­
J. ) de las normas de derecho. La gue­ recho de Hegel, que considera al Es­
rra, como los conflictos individuales tado como Dios que se ha realizado en
y sociales, las competencias, etc., son el mundo y que niega hasta la posibi­
situaciones humanas recurrentes, aun­ lidad de discutir, en cualquier aspecto,
que no sean deseables y, por lo tanto, el orden jurídico. "El derecho -—decía
un juicio objetivo y libre de prejuicios Hegel— es algo sagrado en general,
sobre las normas de derecho debe me­ porque es la existencia del Concepto
dir su eficiencia también en relación absoluto” (Fil. del derecho, § 30). El
con tales situaciones y las posibilida­ uso del concepto de J. en el significa­
des de superarlas. En realidad, sólo do 2) es el ejercicio del juicio, que
7 1 6
J u s tif ic a c ió n
J u s to m e d io
debe estar en la posibilidad de todo reflexión sobre ella. La deducción tras­
hombre libre, acerca de los órdenes cendental consiste en demostrar de
normativos que lo rigen. Que tal juicio qué modo los conceptos a priori se
no pueda actualmente ejercerse a base pueden referir a o b j e t o s . La deduc­
de nociones tautológicas o ideales qui­ ción metafísica consiste, por último,
méricos es un hecho reconocido. Pero en mostrar "el origen a priori de las
es también un hecho el que puede o categorías en general mediante su per­
debe ser considerado como objeto de fecto acuerdo con las funciones lógi­
una disciplina específica que lo haga cas del pensamiento” {Crít. R. Pura,
positivo y, en lo posible, riguroso, sin § 13, 26). Para Kant, la verdadera J. de
sustraerlo de sus condiciones empíri­ un concepto es la deducción trascen­
cas. Y en esta forma el concepto de J. dental, en cuanto consiste en mostrar
puede aún reasumir la función que la posibilidad de referencia del concep­
siempre ha tenido, que es la de un to a un objeto empírico. Hegel, por lo
instrumento de reivindicación y de li­ tanto, cambió el concepto de la J. al
beración. identificarla con la exigencia de mos­
Para la distinción de las diferentes trar la necesidad del concepto. "La ra­
especies de J., véanse los artículos: zón subjetiva —dice— exige su ulterior
ATRIBUTIVA Y RETRIBUTIVA, JU ST IC IA ; CON­ satisfacción con referencia a la forma
MUTATIVO ; DISTRIBUTIVO. y esta forma es, en general, la necesi­
dad" {Ene., § 9). Y agrega: "Este pen­
J u s tif ic a c ió n (ingl. justification; franc. samiento del modo de conocimiento
ju s tific a r ía n ; alem. Rechtfertigung; que es conocimiento filosófico, tiene
ital. giustificazione). Este término, de necesidad, considerado tanto en el as­
origen teológico, fue introducido en la pecto de su necesidad como de su capa­
filosofía como sinónimo de la deduc­ cidad de conocer los objetos absolutos,
ción kantiana (véase d e d u c c ió n t r a s c e n ­ de ser justificado. Pero la J. es ella
d e n t a l ). La J. concierne a la cuestión misma un conocer filosófico que, por
del derecho a usar determinados con­ lo tanto, tiene lugar sólo dentro de la
ceptos. Tal cuestión es el fundamento filosofía” {Ibid., § 9). Por lo tanto,
del planteamiento crítico mismo de el concepto de J. da lugar a dos alter­
la filosofía kantiana. "Todos los meta- nativas según las modalidades que se
físicos —decía Kant— quedan solemne exigen a la J. misma: /) la demostra­
y legítimamente suspendidos en sus ción de la necesidad de un concepto,
funciones hasta tanto que no hayan res­ esto es, la demostración de que no pue­
pondido a la pregunta: ¿son posibles da no ser y no pueda ser más que del
los conocimientos sintéticos a priori?, modo que es; 2) la aclaración de la
ya que sólo esta respuesta puede dar­ posibilidad de un concepto con referen­
les la a u to riza c ió n para hablar en cia a un campo determinado, esto es,
nombre de la razón pura” (Prol., § 5). la determinación de la posibilidad de
Autorización, legitimación, son los tér­ uso del concepto mismo. La filosofía
minos que Kant adopta para expresar contemporánea se inclina a admitir y
la exigencia de la J. El que un con­ a usar este segundo significado del tér­
cepto sea adoptado no es, según Kant, mino, el cual es el único que rige des­
una J. del derecho a adoptarlo. Con de un punto de vista no idealista y
referencia a los conceptos es necesario considera que un concepto está justifi­
distinguir, como lo hacen los juristas, cado en los dos casos siguientes: a)
una cuestión de hecho y una cuestión cuando su uso en un contexto formal
de derecho {quid iuris). Esta última (matemático o lógico) no lleve contra­
es, precisamente, el objeto de la J. o dicciones; b) cuando el concepto pue­
deducción. Kant distingue a este res­ da ser referido a un objeto controlable
pecto una J. empírica, una J. trascen­ (como sucede en los contextos reales,
dental y una J. metafísica. La deduc­ o sea en los campos de los conocimien­
ción empírica consiste en demostrar el tos empíricos).
modo en que un concepto es adquirido
por medio de la experiencia y de la J u s to m e d i o , véase MEDIANÍA.
717
K
K. La lógica de Lukasiewicz utiliza la minar las condiciones que garantizan
letra K para indicar la conjunción sim­ (y limitan) la validez de la ciencia y,
bolizada por lo común con un punto en general, de las actividades huma­
Cf. A. Church, Introáurtion to nas; 3) la distinción fundamental, en
Mathematical Logic, n. 91. el dominio del conocimiento, entre los
problemas concernientes al origen y al
K alokagalia (gr. xaA.oxaYa6 ía). El ideal desarrollo del conocimiento del hom­
griego de la perfecta personalidad hu­ bre y el problema de la validez del co­
mana. nocimiento mismo, esto es, la distin­
Se pueden dar dos definiciones de ción entre el dominio de la psicología
este ideal: 1) como virtud interna; (Kant dice "fisiología”, Crít. R. Pura,
en este sentido, es el ideal platónico. § 1 0 ) y el dominio lógico-trascendental
Platón no usa el término en general y o lógico-objetivo, en el cual tiene lugar
cuando lo usa (quizá conforme al sig­ la cuestión de iure de la validez del
nificado corriente), lo aplica a los ri­ conocimiento, irresoluble en el terreno
cos (Rep., 569 a), pero su punto de de facto. Esta distinción equivale al
vista está expuesto en la Ética Eude- descubrimiento de la dimensión lógico-
mia (VIII, 15) y en los Magna Moralia, objetiva del conocimiento que debería
donde se dice: “No por equivocación inspirar a la filosofía de los valores,
se denomina K. a lo perfectamente bue­ a la Escuela de Marburgo, al logicismo
no. Bueno y bello se denomina en de Frege y, por intermedio de Bolzano,
efecto, lo totalmer fuerte, es decir, a la fenomenología de Husserl. En ge­
con coraje y que tiene todas las demás neral se puede decir que la polémica
virtudes... El hombre bello y bueno contra el psicologismo (véase), en la
no está corrompido por los otros bie­ que participan también la matemática
nes, por ejemplo, por la riqueza y por y la lógica modernas, encuentra su
el poderío” (Magna Mor., II, 9, 1207 origen histórico en el neokantismo; 4)
b); 2) como virtud magnánima (véase el concepto de la ética fundada en el
m a g n a n i m i d a d ). Dice Aristóteles: “Es imperativo categórico y el del impera­
difícil ser magnánimos y, en efecto, no tivo categórico como forma misma de
es posible sin K.” (Ét. Nic., IV, 3, 1124 la razón en su uso práctico.
a 4). Estos puntos fundamentales constitu­
yen los lugares comunes de todas las
(ingl. kantism; franc. kantis-
K a n tis m o formas del K. y del neokantismo. En
me; alem. K a n tia n is m u s ; ital. kan- cambio no constituyen puntos caracte­
nismo). La doctrina de Kant, cuyos rísticos o dominantes del K. los funda­
principios fundamentales han influido mentos de la doctrina kantiana acerca
en la filosofía moderna y contemporá­ del arte, de la teología y de la religión.
nea, y que se pueden recapitular del Véanse los artículos respectivos.
modo siguiente: i) el planteo crítico
(véase c r í t ic a ) del problema filosófico Karman, véase BUDISMO.
y, por lo tanto, la condena de la metafí­
sica como esfera de problemas que es­ Kennético (ingl. kennetic). Neologismo
tán fuera de las posibilidades de la ra­ acuñado por A. F. Bentley (del escocés
zón humana; 2) la determinación de la ken o kenning que significa conocer)
tarea de la filosofía como reflexión so­ que lo aplica a la investigación tran-
bre la ciencia y en general sobre las ac­ saccional (Inquiry into Inquires, 1954).
tividades humanas, con el fin de deter­ Véase t r a n s a c c ió n .
718
L
L. Pospuesto o antepuesto a términos siglos fue doctrina oficial de la Iglesia
como concepto, verdad, etc., significa y todavía en el siglo xn el canonista
lógico. En general, como dice Camap, Esteban de Tournai la expresó con ex­
un L-término, por ejemplo "L-verdade- trema precisión (Summa Decretorum,
ro”, se aplica cada vez que el térmi­ Intr.). El principio expresado en esta
no radical correspondiente, "verdade­ doctrina siguió siendo el mismo al in­
ro", por ejemplo, se aplica por razones vertirse los papeles, es decir, cuando
simplemente lógicas, en contraste con la doctrina fue invocada para defen­
las razones de hecho (Introduction to der el poder político contra el poder
Semantics, § 14). eclesiástico, como lo hiciera Juan de
París en su tratado Sobre la potestad
(ingl. taicism; franc. la'icis-
L a ic is m o regia y papal (1302-3), como lo haría
me). Con este término se entiende el Dante, algunos años más tarde, en el
principio de la autonomía de las acti­ De Monarchia y como lo hicieron Mar-
vidades humanas, o sea la exigencia silio de Padua en el Defensor Pacis
de que tales actividades se desarrollen (1324) y Guillermo de Occam en sus
según reglas propias, que no le sean escritos políticos. Es verdad que las
impuestas desde fuera, con finalidades doctrinas políticas y eclesiásticas de
o intereses diferentes a los que ellas estos escritores eran diferentes y algu­
mismas se dan. Este principio es uni­ nas veces opuestas entre sí, pero es
versal y puede ser legítimamente invo­ evidente que la teoría de los dos pode­
cado a nombre de cualquier actividad res no es más que el llamado a la au­
humana legítima, entendiéndose por ac­ tonomía de las respectivas esferas de
tividad “legítima” todas aquellas que actividades, y que este último no toma
no obstaculicen, destruyan o imposibi­ su fuerza de la particularidad de las
liten a las demás. Por lo tanto, no doctrinas, sino del reconocimiento de
puede ser entendido sólo como la rei­ la autonomía, que es el principio del
vindicación de la autonomía del Esta­ L. Este principio resulta una exigencia
do frente a la Iglesia, o para decirlo fundamental en k ida civil de las co­
mejor, frente al clero, ya que ha ser­ munas i t al i anas, francesas, belgas y
vido también, como lo demuestra su alemanas (cf. Salvemini, Studi storici,
historia, en la defensa de la actividad Florencia, 1901; Pirenne, Les Villes du
religiosa contra la actividad política y mayen áge, Bruselas, 1927; De Lagarde,
aún se utiliza con esta finalidad, en La naissance de t’esprit Idique, au dé-
muchos países; sirve también para sus­ d in du moven áge, Lovaina-París, 3*
traer la ciencia y, en general, la esfera ed., 1956); el Renacimiento y la Ilus­
del saber, a las influencias extrañas y tración no son más que dos etapas su­
deformadoras de las ideologías políti­ cesivas de su progresiva prevalencia
cas, de los prejuicios de clase o de en la vida política y civil de Occidente.
raza, etc. Pero, como se ha dicho, el principio
El Papa Gelasio I que, a fines del
siglo v, expuso la teoría de las "dos del L. no es sólo válido en las relacio­
espadas” en un tratado y en algunas nes entre la actividad política y la
cartas, fue probablemente el primero actividad religiosa. En la primera mi­
en apelar con claridad al principio del tad del siglo xiv, Guillermo de Occam
L., desconocido por la Antigüedad clá­ reivindicó con enérgicas palabras la au­
sica ya que ésta no conoció conflicto tonomía de la investigación filosófica.
alguno de principios entre las diferen­ A propósito de la condena de algunas
tes actividades humanas. La teoría de proposiciones de Santo Tomás hecha
las dos espadas, esto es, de los dos por el Obispo de París en 1277, decía:
poderes distintos, derivados ambos de "Las aserciones principalmente filosófi­
Dios, el del papa y el del emperador, cas, que no conciernen a la teología, no
sirvió a Gelasio I para reivindicar la deben ser condenadas o interdictas por
autonomía de la esfera religiosa en re­ nadie, ya que en ellas cada uno debe
lación a esa política. Durante muchos ser libre de decir libremente lo que
719
Laicismo

guste” (D ialogas ínter magistrum et da con facilidad precisamente en rela­


discipulum de imperatorum et pontifi- ción con el principio del L.: ya se apo­
cum potestate, I, II, 22). Ésta fue la ye en una confesión religiosa, en una
primera y por cierto una de las más ideología racista o clasista o en otra
enérgicas afirmaciones del principio del cualquiera, tiende en primer lugar a
L. en filosofía y se debe a un monje disminuir y por último a destruir la
f r a n c i s c a n o del siglo xiv. En el si­ autonomía de las esferas espirituales,
glo xvn, Galileo Galilei afirmó el mis­ como tiende a disminuir y a destruir
mo principio con relación a la ciencia, los derechos de libertad del ciudadano.
polemizando contra los límites y los El L., en efecto, es en el plano de las
obstáculos opuestos a la ciencia por la relaciones de las actividades humanas
autoridad eclesiástica. La Sagrada Es­ entre sí, lo que es la libertad en el pla­
critura y la naturaleza —decía— pro­ no de las relaciones de los hombres
ceden ambas del Verbo divino, pero en entre sí: es el límite o la medida que
tanto que la palabra de Dios ha debido garantiza a esas actividades la posibi­
adaptarse al limitado entendimiento de lidad de organizarse y desarrollarse,
los hombres a los cuales se dirigía, la como la libertad es el límite y la me­
naturaleza es inexorable e inmutable dida que garantiza a las relaciones
y nunca trasciende los términos de las humanas la posibilidad de mantenerse
leyes que le son impuestas, porque no y desarrollarse.
se cuida de que sus recónditas razones Reconocido en su estructura concep­
sean o no comprendidas por los hom­ tual e histórica, el principio del L. no
bres y, de tal manera, "lo que los efec­ muestra carácter alguno de antagonis­
tos naturales o la sensata experiencia mo con ninguna forma de religiosidad,
nos pone ante los ojos o lo que tam­ ni siquiera con el catolicismo. En pri­
bién las demostraciones necesarias afir­ mer lugar, ha servido a menudo a los
man, de ninguna manera debe ser pues­ católicos para defender la autonomía
to en duda, ni tampoco condenado, en de sus actividades y actualmente cons­
virtud de que fragmentos de la Escri­ tituye la política oficial del catolicis­
tura tuvieran diferente significación” mo en los países en los que no dispone
(Lett. alia Grand. Cristina, en Op., V, de un partido político, por ejemplo, en
p. 316). De esta ir lera, Galileo rei­ los países anglosajones. En segundo
vindicó la autonomía de la ciencia, en lugar, interesa a los católicos, como a
los mismos términos en que Occam todos, que la administración del Esta­
había reivindicado la autonomía de la do, las ciencias, la cultura, la educa­
filosofía. El principio del L. ha sido ción y, en general, las esferas de la
el fundamento de la cultura moderna actividad humana, se organicen y rijan
y es indispensable a la vida y al des­ por principios que puedan ser recono­
arrollo de todos los aspectos de esta cidos por todos, o sea que resulten
cultura. Los únicos auténticos adver­ independientes de la inevitable dispa­
sarios del L. son las direcciones polí­ ridad de creencias y de ideologías y
ticas totalitarias, esto es, las direccio­ que, por lo tanto, hagan eficaces y fe­
nes que pretenden adueñarse del poder cundas las actividades en las que se
político y ejercerlo con la única finali­ fundan. Es bastante evidente que una
dad de conservarlo para siempre. Tales administración política que favorezca
direcciones, en efecto, pretenden adue­ a determinados grupos de ciudadanos
ñarse del cuerpo y del alma del hom­ en perjuicio de los demás, por mor de
bre para impedirle toda crítica o re­ sus creencias religiosas, es simplemen­
belión. Aun cuando el romanticismo te una administración ineficaz y co­
del siglo xix haya animado la persis­ rrompida y no puede pretender méri­
tencia o la vivencia de tales direccio­ tos "religiosos". Del mismo modo, un
nes, actualmente quedan contrastadas poder judicial que no aplique con es­
por la misma situación objetiva que crúpulo y equidad la ley válida del
exige el desarrollo del saber positivo Estado, no ofrece garantías para nadie
en todo campo y este saber, a su vez, porque es, igualmente, ineficaz y co­
exige la autonomía de sus reglas, o sea rrompido. Una ciencia que sirva los
el L. Por otra parte, una dirección intereses de partidos, creencias e ideo­
política totalitaria puede ser reconoci­ logías, no puede considerarse mérito
720
L a m a rq u is m o
L engua
ría bajo ningún título y no es, en efec­ —dice— sin mirar al móvil de la ac­
to, una ciencia. Sería parecida a un ción misma se denomina L. (confor­
arte médico que admitiera como cri­ midad con la ley); en cambio, cuando
terio de diagnosis, prognosis y cura los la idea del deber que resulta de la ley
deseos del paciente o de otras perso­ es al mismo tiempo móvil de la acción
nas o, más exactamente, un arte mé­ se tiene la moralidad (doctrina mo­
dico semejante sería un caso de ciencia ral)” (Met. der Sitien, Intr., § III; cf.
"no laica” o sea clerical o partidista. Crít. R. Práct., I, cap. III). Esta distin­
El L. no interesa a un determinado ción había sido hecha ya, aunque en
grupo político, religioso o ideológico, forma más atenuada, por Santo Tomás
sino a todos. Se supone que el interés para distinguir la norma jurídica de la
de todos es el desarrollo armonioso de norma moral (véase d e r e c h o ) y con
las actividades que aseguren la super­ la misma finalidad la utilizó Kant
vivencia del hombre en el mundo. en la Metafísica de las costumbres.
L a m a r q u is m o , véase EVOLUCIÓN. (ingl. legalism; franc. léga-
L e g a lis m o
lisme; alem. Legalismus; ital. legalis­
L a te n te (Jat. latens). F. Bacon denomi­ mo). La actitud que insiste en la ob­
nó L. al proceso natural que va de la servancia literal de la ley. En moral
causa eficiente de la materia sensible es lo mismo que rigorismo (véase).
hasta la forma, esto es, el proceso de Fuera de la moral, consiste en dar ex­
constitución de la forma (Nov. Org., cesivo valor a las prescripciones o a los
II, 1). Los procesos psíquicos latentes procedimientos formales.
de que hablaba la psicología del siglo
pasado son los que actualmente se deno­ L e ib n iz ia n is m o , véase CARACTERÍSTICA;
minan inconscientes o subconscientes. ESPIRITU ALISMO.

L a titu d in a r io (ingl. la titu d in a r ia n ; L e k to n , véase SIGNIFICADO.


franc. latitudinaire; alem. Latitudina-
rier). Kant designó con este término L em a (gr. kr¡nii,a; ingl. temma; franc.
al que admite la neutralidad moral en lemme; alem. Lemma; ital. lemma).
algunos casos, es decir, la existencia 1) La proposición que se toma como
de actos o caracteres humanos indife­ primera premisa de un razonamiento
rentes desde el punto de vista moral. (Arist., Tóp., Vil*, 1, 156 a, 21; Dióg.
"Son L. de neutralidad —dice— aque­ L„ VII, 76; Cicer., De Div., II, 53, 108).
llos que admiten que el hombre no es En este sentido, Kant llamó L. a la
ni bueno ni malo y, por lo tanto, se proposición que una ciencia toma sin
pueden denominar indiferentistas, y de mos t r a c i ón, deduciéndola de otra
son L. de la coalición, quienes admi­ ciencia (Crít. del Juicio, § 6 8 ; Ilógica,
ten que el hombre es al mismo tiempo § 39).
bueno y malo y se pueden denominar 2) Un teorema matemático lateral o
sincretistas”. El opuesto de L. es rigo­ subordinado, fuera de la cadena deduc­
rista, es decir, el que no admite neu­ tiva (Leibniz, Nouv. Ess., IV, 2, 8 ).
tralidad moral alguna (Religión, I, Ob­
servación). El nombre se aplicó origi­ L engua (lat. l i n g u a ; ingl. language,
nalmente a los sostenedores, en la tongue; franc. langue; alem. Sprache;
Iglesia inglesa del siglo xvn, de una ital. lingua). Un conjunto organizado
interpretación lata de los dogmas tra­ de signos lingüísticos. La distinción
dicionales. entre L. y lenguaje fue hecha por Saus-
sure, quien definió la L. como "con­
L a x ism o , véase r ig o r i s m o . junto de los hábitos lingüísticos que
permiten a un sujeto comprender y ha­
(ingl. legality; franc. légalité;
L e g a lid a d cerse comprender” (Cours de linguis-
alem. L e g a lita t, Gesetzlichkeit; ital. tique générale, 1916, p. 114). La L. en
legalita). La conformidad de una ac­ este sentido supone una "masa parlan­
ción a la ley. Kant distinguió la L. te” que la constituye como una reali­
así entendida de la verdadera y propia dad social. Se pueden distinguir dos
moralidad. "El puro acuerdo o des­ especies de L.: 1) las L. históricas, que
a c u e r d o de una acción con la ley son aquellas cuya masa parlante es una
721
Lenguaje

comunidad histórica: por ejemplo, el Desde el punto de vista general o filo


italiano, el inglés, el francés, etc.; 2) sófico, el problema del L. es el pro­
las L. artificiales, que son aquellas cuya blema de la intersubjetividad de los
masa parlante es un grupo de una es­ signos, esto es, el fundamento de esta
pecífica competencia, tales son las L. intersubjetividad. No es sino una for­
de las t é c n i c a s particulares (que a ma de este problema el del "origen■’
veces, con menos propiedad, se denomi­ del L. debatido en los siglos x v i i y
nan lenguajes), por ejemplo, la L. ma­ xix: sus dos soluciones típicas no son,
temática, la L. jurídica, etc. en efecto, más que dos maneras de
garantizar la intersubjetividad de los
L e n g u a je (gr. ÁÓ7 0 ; ; lat. serttio; ingl. signos lingüísticos. Que el L. se ori­
language, speech; franc. l a n g u a g e ; gine en la convención, significa sim­
alem. Sprache; ital. linguaggio). En plemente que tal intersubjetividad es
general, el uso de los signos intersub­ fruto de una estipulación, de un con­
jetivos. Por intersubjetivos se entien­ trato entre los hombres y que el L. se
den los signos que hacen posible la co­ origine en la naturaleza significa sim­
municación. Por uso se entiende: 1) plemente que tal intersubjetividad está
la posibilidad de elección (institución, garantizada por la relación del signo
mutación, corrección) de los signos; 2) lingüístico con la cosa, o con el estado
la posibilidad de combinación de tales subjetivo, a que se refiere. Se pueden
signos en modos limitados y repetibles. distinguir cuatro soluciones fundamen­
Este segundo aspecto se refiere a las tales del problema de la intersubjeti­
estructuras sintácticas del L., en tanto vidad del L. y, por lo tanto, cuatro in­
que el primero se refiere al diccionario terpretaciones del L.: 1) el L. como
del L. mismo. La ciencia moderna del convención; 2) el L. como naturaleza;
L. (según se verá) íia insistido siem­ 3) el L. como elección; 4) el L. como
pre en la importancia de las estructu­ azar. Las tres primeras interpretacio­
ras lingüísticas, esto es, de las posibi­ nes ya habían sido distinguidas y ca­
lidades de c o m b i n a c i o n e s que el racterizadas por Platón.
L. delimita. Elementos como “Sócra­ Las dos primeras tienen en común
tes”, "hombre", "es”, "y”, "todos”, '"no”, la afirmación del carácter necesario
etc. son todos palabras, es decir, sig­ de la relación entre el signo lingüísti­
nos intersubjetivos, r o pueden entrar co y su objeto (cualquiera que sea).
en un discurso sólo con una función La tesis convencionalista, en efecto, al
determinada, o sea, pueden combinarse afirmar la perfecta arbitrariedad de
con los otros signos sólo de modo li­ todos los usos lingüísticos y, por lo tan­
mitado y reconocible. to, la imposibilidad de confrontarlos y
El L. se distingue de la lengua, que corregirlos, les reconoce a todos la
es un conjunto particular organizado de misma validez. La tesis del carácter
s i g n o s intersubjetivos. La distinción natural del L. es llevada, por otra par­
entre L. y lengua fue introducida en te, a admitir las mismas conclusiones,
la ciencia del L. por Femand de Saus- y a que todos los signos lingüísticos
sure, que la expresó del modo siguien­ son tales por naturaleza y cada uno es
te: "La lengua es un producto social suscitado o producido por el objeto
de la facultad del L. y al mismo tiem­ que expresa, todos son igualmente vá­
po un conjunto de convenciones nece­ lidos y es imposible confrontarlos, mo­
sarias adoptadas por el cuerpo social dificarlos o corregirlos. Ambas tesis
para permitir el ejercicio de esta fa­ llevan a la consecuencia de que es im­
cultad entre los individuos. Tomado posible decir lo que no es, porque de­
en su conjunto, el L. es multiforme y cir lo que no es significa no decir. Los
heteróclito; relacionado con dominios megáricos y los cínicos, que en la filo­
diferentes —el físico, el fisiológico, el sofía de los tiempos de Platón repre­
psíquico— pertenece también al domi­ sentaban las dos tesis en cuestión, te­
nio individual y al dominio social; no nían en común este teorema funda­
se deja clasificar en categoría alguna mental que deducían (como lo testigua
de hechos humanos porque no se sabe Aristóteles) del principio de que "nada
cómo determinar la unidad” (Cours se puede predicar acerca de una cosa,
de linguistique générale, 1916, p. 15). salvo su propio nombre”, principio que
722
Lenguaje

no expresa sino la necesidad de la que hoy denominamos grande?" (Crat.


relación entre el signo lingüístico y su 433 e).
objeto (Met., V, V, 29, 1024 b 33; para Este convencionalismo franco, que
los megáricos y, en particular, Estil- afirma la pura arbitrariedad de la re­
pón de Megara, cf. Plutarco, Ad Colot., ferencia lingüística, se pierde a partir
23, 1120 a). Será fácil demostrar que de Aristóteles y vuelve a presentarse
estas tesis características de las dos sólo en el pensamiento contemporáneo.
doctrinas necesaristas del L. se encuen­ Aristóteles, por vez primera, inserta en­
tran también en las formas que tales tre el nombre y su designado, la afec­
doctrinas han adquirido en el mundo ción del alma, o sea la representación
moderno. o concepto mental (la idea, la palabra
1) La interpretación del L. como con­ interior u otra cosa, como se llamará
vención tuvo su origen en los eléatas. más tarde) que escinde y articula la
La inexpresabilidad del Ser (como ne­ relación entre el nombre y su designa­
cesario y único) debía conducirlos a do. La inserción de este término per­
ver en las palabras sólo "las etiquetas mite reconocer al mismo tiempo la con­
de las cosas ilusorias”, como dice Par- vencionalidad del L. y la necesidad de
ménides (Fr. 19, Diels). Esta concep­ sus significados. Aristóteles, en efec­
ción parece ser compartida por Empé- to, afirma que "el nombre es una voz
docles (Fr. 8-9, Diels), pero únicamente semántica según convención”, enten­
Demócrito la justifica con argumentos diendo "por convención” que “ninguno
empíricos. Demócrito, en efecto, fun­ de los nombres es tal por naturaleza,
da la tesis de la convencionalidad en sino sólo cuando ha resultado un sím­
cuatro argumentos: a) la homonimia, bolo” (De Interpr., 2, 16-19; 26-28). Las
es decir, se da el mismo nombre a palabras, como sonidos vocales o sig­
diferentes cosas; b) la heteronimia, es nos escritos, no son las mismas para
decir, diversidad de nombres para una todos. Sin embargo, se refieren a las
misma cosa; c) la posibilidad de cam­ "afecciones del alma que son las mis­
biar los nombres y d) la falta de ana­ mas para todos y que constituyen imá­
logías en la derivación de los nombres genes de objetos que son los mismos
(Fr. 26, Diels). Los sofistas insistieron, para todos” (Ibid., I, 16 a 3-8). Por lo
con Gorgias, en la diversidad entre tanto, se tiene: 1 los objetos son los
los nombres y las cosas y en la conse­ mismos para todo»; 2) las afecciones
cuente imposibilidad de que a través del alma, como imágenes de los obje­
de los nombres se comunicara el cono­ tos, son las mismas para todos; 3) las
cimiento de las cosas. "El L. —decía palabras escritas o habladas no son
Gorgias— no manifiesta las cosas exis­ las mismas para todos. Así, la relación
tentes precisamente como una cosa palabra-imagen mental es convencio­
existente no manifiesta la propia na­ nal, en tanto que la relación imagen
turaleza de otra de ellas” (Fr. 3, 153, mental-cosa es n a t u r a 1. La primera
Deils). puede cambiar sin que cambie la se­
Ya se ha dicho cómo Estilpón afir­ gunda y la inmutabilidad o necesidad
mó el teorema de la impredicabili- de la segunda determina, por sí sola,
dad de una cosa de la otra, teorema la estructura general del L. que de­
que expresa la necesidad de la referen­ pende, no de la convencionalidad de los
cia del signo lingüístico al objeto. Pla­ signos, sino de la "unión y separación”
tón hace mención de los megáricos: de los signos mismos, esto es, el modo
"¿O quizás prefieras lo que dice Her- en que están unidos y separados entre
mógenes con muchos otros, o sea, que sí. Esto establece, según Aristóteles, el
los nombres son convenciones y son carácter privilegiado del L. apofántico,
claros para los que los han estipulado que es aquel en el cual tienen lugar
y conocen las cosas a que corresponden las determinaciones de verdadero y fal­
y que ésta es la justeza de les nom­ so, según que la unión o la separación
bres, y que de tal manera no importa de los signos reproduzca o no repro­
lo que se convenga según lo ya esta­ duzca la unión o la separación de las
blecido o según lo contrario y, por cosas. Aristóteles no niega que existan
ejemplo, llamar grande a lo que hoy discursos no apofánticos, por ejemplo,
denominamos pequeño o pequeño a lo la plegaria (Ibid., 4, 17 a 2). Pero dando
723
Lenguaje

preferencia al discurso apofántico, hace según se ha visto, su carácter propio


de él el verdadero L., el lenguaje so­ y la acerca a la tesis opuesta, hasta
bre el cual los otros se modelan más llegar a confundirla con ella. Tal tesis
o menos o también desde cuyo punto se reduce, en efecto, a la afirmación
de vista deban ser juzgados. Y, en de la arbitrariedad del signo lingüís­
efecto, la poética, y la retórica, que se tico aislado, de la palabra entendida
ocupan del L. no apofántico, son trata­ como sonido, pero no se extiende al
dos por Aristóteles en relación con la uso verdadero y propio de las palabras
analítica. Ahora bien, el L. apofántico (en el que consiste el L.) y, por lo
no tiene ya nada de convencional, sus tanto, a las reglas de este uso. Ello
estructuras son naturales y necesarias equivale a decir, por ejemplo, que en
porque son las mismas estructuras del el juego de ajedrez es indiferente de­
ser, que él revela. nominar peón a la torre o torre al
Este c on v e n c i o n a l i s mo aparente o peón, pero que es necesario que una
cojo, que puede combinarse con la te­ pieza determinada (peón o torre) se
sis del carácter apofántico del L., es use de una manera y que otra (torre
la forma que el convencionalismo toma o peón) se use de otra manera. El
en la Edad Media y en la edad mo­ lenguaje es el juego de ajedrez que, en
derna. El nominalismo medieval adop­ este caso, se declara necesario; la con-
ta precisamente la tesis convenciona- vencionalidad de las palabras, esto es,
lista en esta forma. Occam, por ejem­ la de los simples sonidos articulados,
plo, distingue los signos "instituidos no disminuye tal necesidad.
por arbitrio para significar pluralidad Por lo tanto, el restablecimiento de
de cosas", o sea las palabras, de los la tesis clásica del convencionalismo
signos naturales que son los conceptos se obtiene sólo con la eliminación de
(Summa Log., I, 14); y su posición no cualquier intermediario entre el signo
hace más que reproducir sustancial­ lingüístico y su designado o, en otros
mente la posición aristotélica. Idéntica términos, con la declaración de arbi­
es la posición de Hobbes, el cual, si trariedad no de los sonidos aislados,
bien insiste acerca de la arbitrariedad sino del uso de tales sonidos y, por lo
del signo lingüístico, considera que es tanto, de las reglas que lo limitan.
"una nota mediante a cual se puede Ésta es la posición de Wittgenstein en
reclamar en el alma un pensamiento la segunda forma, (en las Philosophi-
similar a un pensamiento pasado” (De sche Untersuchungen [Investigaciones
Corp., 2, 4). Esta relación entre las Filosóficasi). Wittgenstein a d mi t e la
palabras y los pensamientos es tomada arbitrariedad y, por lo tanto, la equiva­
por Locke como definición de la fun­ lencia de todos los "juegos lingüísti­
ción simbólica del lenguaje. "Y... fue cos” en uso, admitiendo que tales jue­
necesario que el hombre encontrara gos pueden tener caracteres y reglas
unos signos externos sensibles, por los muy diferentes, y de tal manera que
cuales... —dice Locke— sus pensa­ llamarlos también a todos en conjunto
mientos pudieran darse a conocer a “L.” significa sólo que tienen relacio­
otros hombres .. .Las palabras, por natu­ nes diferentes uno con otro (Philoso-
raleza tan bien adaptadas a aquel fin, phicat Investigatkms, I, 65). Desde este
vinieron a ser empleadas por los hom­ punto de vista, vuelven las tesis clási­
bres para que sirvieran de signos de cas del convencionalismo y, en primer
sus ideas; no, sin embargo, porque lugar, la imposibilidad de rectificar el
hubiere alguna natural conexión entre L., por lo cual éste debe ser declarado
sonidos particulares articulados y cier­ siempre verdadero y perfecto o, como
tas ideas, pues en ese caso no habría lo prefiere Wittgenstein, en orden: "Es
sino un solo L. entre los hombres, sino claro que todo enunciado de nuestro
por una voluntaria imposición por la L. está en orden tal como es. O sea,
cual un nombre dado se convierte arbi­ nosotros no perseguimos un ideal como
trariamente en señal de una idea deter­ si nuestros enunciados, ordinariamente
minada” (Essay, III, 2, 1). La inserción vagos, no hubieran logrado aún un sen­
del "signo n a t u r a l ”, "pensamiento” tido inexceptuable y como si un L. per­
o “idea” entre el nombre y su desig­ fecto esperara ser construido por nos-
nado quita a la tesis convencionalista, tros. Por otro lado, parece claro que
724
Lenguaje

donde hay sentido debe haber orden propiedades: 1) constituye el criterio


perfecto. Así, debe haber orden perfec­ a base del cual se puede juzgar la co­
ta en la más vaga de las proposiciones” rrección o incorrección del L. B; 2) las
{Ibid., I, 98). Desde este punto de reglas de B-S no son convencionales,
vista, el ideal lingüístico, la lengua per­ sino que son elegidas a base de datos
fecta, es algo que ya existe en el uso. de hecho suministrados por B. Camap,
"El ideal —dice Wittgenstein— debe p>or lo tanto, admite al mismo tiempo
ser hallado en la realidad. Hasta tanto la tesis de la convencionalidad del L.
no hayamos visto aún cómo se encuen­ y la tesis de la naturalidad de los
tra en ella, no comprenderemos la na­ sistemas semánticos, o sea de los L. per­
turaleza de este debe. Pensamos que fectos.
debe estar en la realidad, porque pen­ 2) La doctrina que enuncia que el L.
samos haberlo visto ya” (Ibid., 101). es "por naturaleza" y que la relación
Se puede decir que este punto de vista entre el L. y su objeto (sea cual fuere)
coincide con el de Camap. El "prin­ se establece por la acción causal de
cipio de tolerancia" o "de convenciona- este último, está asimismo caracteri­
lidad”, establecido por Camap, expresa zada por el reconocimiento de la nece­
la perfecta equivalencia de los siste­ sidad de la relación semántica. En tan­
mas lingüísticos. "En l ó g i c a —dice to que la doctrina precedente afirmaba
Camap— no hay moral. Cada uno pue­ que la relación semántica es siempre
de construir como quiera su lógica, exacta porque en todos los casos la ins­
esto es, su forma de lenguaje. Si quie­ tituye el arbitrio, la doctrina en exa­
re discutirse con nosotros, se debe men afirma que es siempre exacto,
indicar sólo cómo se quiere hacerlo y porque huye del arbitrio y es instituido
dar reglas sintáticas a cambio de argu­ por la acción causal del objeto. Esta
mentos filosóficos" (Lógica! Syntax of tesis se puede hacer remontar a Herá-
Language, § 17). Desde este punto de clito (Fr. 23, Diels; 114, Diels), pero
vista, la construcción misma de un L. fue expuesta explícitamente por los cí­
ideal o perfecto se hace a base de lo nicos, en especial por Antístenes, cuyo
que es de hecho un determinado tipo punto de vista es expresado por Cratilo
de L. "Los hechos —dice Camap)— no en el diálogo homónimo de Platón:
determinan si el uso de una determi­ "Las cosas tiene- los nombres por na­
nada expresión es correcto o equivoca­ turaleza y es ari._*ce de nombres, no
do, sino sólo lo que con frecuencia de nombres cualesquiera, sino sola­
lleva al efecto a que tiende y hacia mente del que por naturaleza es propio
cosas similares. Una cuestión en tor­ de cada cosa y que es capaz de expre­
no a lo correcto o equivocado debe sar su especie en letras y sílabas” (Crat.,
siempre referirse a un sistema de re­ 390 d-e). Sabemos, por lo demás, que
glas. En rigor, las reglas que enuncia­ Antístenes definió el L. como "lo
remos no son reglas del L. B, tal como que manifiesta lo que era o es" (Dióg.
es dado de hecho, sino que constituyen L., VI, 1, 3) y que extrajo de esta
más bien un sistema lingüístico en re­ doctrina las mismas consecuencias que
lación con B, que denominaremos el los megáricos, con Estilpón, habían ex­
sistema semántico B-S. El L. B perte­ traído de la tesis de la convencionali­
nece al mundo de los hechos... En cam­ dad, es decir, que "es imposible contra­
bio, el sistema lingüístico B-S es algo decir o también decir lo falso” (Arist..
construido por nosotros; tiene todas Met., V, 29, 1024 b 33). Esta formula­
las propiedades, y las únicas propie­ ción de Antístenes es todavía sólo una
dades que establecemos mediante las de las formas que la doctrina en exa­
reglas. Sin embargo, no construimos men puede adquirir y ha adquirido en
B-S arbitrariamente sino con referen­ el curso de su historia. Estas formas
cia a los hechos de B. Por lo tanto, se distinguen por el fundamento del
podemos hacer la afirmación empírica tipo de objeto que se toma como desig­
de que el L. B está en cierta medida en nado por el L. Todas las formas de
armonía con el sistema B-S" (Founda- esta doctrina aseguran que el L. es
tions of Logic and Mathematics, I, 4). apofántico, o sea, que de algún modo
El sistema semántico B-S tiene, por revela su objeto; difieren entre sí al
lo tanto, según Camap, las siguientes determinar el tipo de objeto que el L.
725
Lenguaje

revelaría de modo primario o prefe­ ción anterior” (De Vinégalité parmi les
rente. Se pueden distinguir así: a) la homrnes, I; cf. asimismo el ensayo
teoría de la interjección-, b) la teoría "Sobre el origen de las lenguas”, en
de la onomatopeya; c) la teoría de la CEuvres, 1877, vol. I). Pero el problema
metáfora; d) la teoría de la imagen con que se tropieza esta doctrina es
lógica. precisamente el del paso de una lengua
a) La teoría de la interjección, que constituida por simples gritos o inter­
Max Müller (Lectures on the Science jecciones a una lengua objetiva, cons­
of Language, 1861, cap. 9; trad. ital., tituida por términos generales o abs­
p. 363) llamó la teoría del puh-puh, tractos. Aun en el mundo moderno no
fue expuesta por primera vez por Epi- ha faltado quien haya visto el origen de
curo: "Las palabras —dice— no son estos sonidos en la interjección, soni­
creadas, en principio, por convención, dos que gradualmente purificados y or­
sino que es la misma naturaleza hu­ ganizados, se transforman en lenguaje
mana la que, influida por determina­ verdadero y propio. Así, por ejemplo,
das emociones y en vista de determi­ lo pensaba O. Jespersen (Language, its
nadas imágenes, hace que los hombres Nature, Development and Origin, 1923,
emitan el aire en forma apropiada a pp. 418 ss.) y con mayor rigor aún ha
sus emociones e imágenes particula­ sido presentada la misma tesis por
res. Las palabras son, en principio, di­ Grace de Laguna, que ha intentado de­
ferentes, por la diferencia de perso­ finir mejor el paso de la interjección
nas, hecho que también depende de los al L., como un proceso de objetivación,
lugares, pero después se hacen comu­ por el cual las expresiones emotivas
nes para que sus significados sean van siendo sustituidas por los aspectos
menos ambiguos y más rápidamente percibidos de las situaciones efectivas
comprensibles" (Dióg. L., X, 75-76). Lu­ (Speech, its Function and Develop-
crecio expresó el mismo concepto en ment, 1927, pp. 260 ss.). Pero lo difícil
forma más sucinta: “La natuialeza im­ de comprender es precisamente este
pele a los hombres a emitir los dife­ proceso de objetivación y purificación
rentes sonidos del L. y la utilidad de los gritos emotivos, tanto más cuan­
conduce a dar a cada cosa su nombre” to que las mismas doctrinas que ape­
(De rer. nat., V, lf*~~28). En la época lan a ellos han sacado a luz y recono­
moderna, la doctrina reapareció en Con- cido explícitamente la diferencia entre
dillac (Sur Vorigine des conmdssances las palabras y las interjecciones (que
humaines, 1746, I, §§lss.) y fue ex­ no se distinguen de los gritos anima­
puesta brillantemente por Rousseau. “El les), como también el hecho de que las
primer L. del hombre —decía este úl­ palabras se afirman en perjuicio de
timo—, el L. más universal y más enér­ las interjecciones.
gico y el único del que tenía necesidad b) La teoría de la onomatopeya, que
antes de que tuviera que persuadir a Max Müller (Lectures on the Science
los hombres reunidos, es el grito de of Language, 1861, cap. 9) denominó
naturaleza. Ya que tal grito era arran­ teoría del bau-bau, es la que afirma que
cado por una especie de instinto en las las raíces lingüísticas son imitaciones
ocasiones apremiantes, para implorar de sonidos naturales. La teoría fue co­
socorro en los grandes peligros o ali­ nocida por Platón, el cual la critica
vio de los males violentos, no era muy observando que "en tal caso los que
usado en el curso ordinario de la vida, imitan el balido de las ovejas, el qui­
en el cual reinan sentimientos más quiriquí de los gallos y el grito de los
moderados. Cuando las ideas de los otros animales darían tal nombre a
hombres comenzaron a extenderse y a los animales cuyas voces imitan” (Crat.,
multiplicarse y se estableció entre ellos 423 c). La teoría fue defendida por Her-
una comunicación más estrecha, y se der en su Tratado sobre el origen
buscaron signos más numerosos y un L. del L. (1772), pues considera los sonidos
más extenso, se multiplicaron las in­ naturales (por ejemplo, el balido de un
flexiones de la voz y se agregaron los cordero) como los signos de los cuales
gestos que, por su naturaleza, resultan se vale el alma para reconocer el objeto
más expresivos y de los cuales el sen­ en cuestión. “El sonido del balido,
tido depende menos de una determina­ anotado como señal diferenciadora, se
726
Lenguaje

convierte en el nombre del cordero. La nueva, México, 1941, F. C. E.). Los pri­
señal así entendida, por la cual el alma meros poetas, según Vico, dieron "los
se refleja claramente en una idea, es la nombres a las cosas mediante las ideas
palabra. ¿Y qué es la totalidad del L. más particulares y sensibles, constitu­
humano sino un conjunto de tales pa­ yendo las dos fuentes, la de la meto­
labras?” (Werke ["Obras”], ed. Suphan, nimia y la de la sinécdoque” (Ibid.,
V, pp. 36-37). La principal objeción en Corolarios en tomo a los tropos, 2).
contra de esta doctrina ha sido formu­ En consecuencia, los primeros hombres
lada por los filólogos: no es cierto que concibieron la idea de las cosas a tra­
el origen de todas las raíces lingüísti­ vés "de caracteres fantásticos de sus-
cas sea onomatopéyico. Ni siquiera en lancias animadas y cambiantes” y se las
la formación de los nombres de los ani­ explicaron "con actos o cuerpos que
males, en la cual podría suponerse el tuvieron relaciones naturales con las
principio onomatopéyico como más efi­ ideas (como, por ejemplo, la tiene el
caz, ha tenido, en verdad, una función acto de segar tres veces o tres espigas
dominante. En contra de esto más tar­ para significar tres años)”. Esto, según
de se presenta la objeción filosófica, Vico, es fácil de observar en la lengua
que ya Platón había adelantado, en el latina, "que ha formado casi todas las
sentido que una cosa es la imitación voces por trasposiciones de naturale­
de un sonido y otra la imposición de un zas, por propiedades naturales o por
nombre. Sin embargo, el principio de efectos sensibles”, pero "generalmente
la onomatopeya ha sido muchas veces la metáfora forma el mayor cuerpo de
utilizado por los filólogos para explicar lenguas para todas las naciones” (Ibid.,
la formación de las palabras origina­ Corolarios en tomo a los tropos, 2).
les en lenguas diferentes y su distri­ En forma menos fantástica esta teoría
bución en distintos grupos. El mismo se encuentra en Hamann, según el cual
Cassirer admite como primera fase de el L., que es "el órgano y el criterio
la expresión lingüística un estadio mi- de la razón”, no es una simple colec­
mético, en el cual "los sonidos parecen ción de signos, sino "el símbolo y la
acercarse a la impresión sensorial y revelación de la misma vida divina"
reproducir su diversificación lo más (Schriften ["Es-ritos"], II, 19, 207,
fielmente posible” (Phil. der symboli- 216). En el sigu xix la teoría de la
schert Formen [Filosofía de las formas metáfora, aun sin el planteamiento me-
simbólicas, trad. esp. en preparación, tafísico o teológico con que aparece en
F.C.E.l. 1923. I. can. 2. §21. Hamann, es el lugar común de las doc­
c) La tercera forma de la doctrina trinas denominadas del din-don, o sea
de la naturalidad del L. es la que lo del carácter resonante de la naturaleza
considera como metáfora. Las tesis ca­ humana. Así, Max Müller afirmó que
racterísticas de esta teoría son las si­ el L. es el producto de una "facultad
guientes : 1) el L. no es imitación, es creadora, que da a cada impresión,
creación. Esta tesis distingue esta teo­ cuando penetra por vez primera en el
ría de la onomatopéyica; 2) la creación cerebro, una expresión fonética”, y que
lingüística desemboca en imágenes, que los fonemas así creados más tarde se
siempre son individuales o particula­ seleccionan y combinan naturalmente
res, y no conceptos o términos genera­ por el proceso histórico de formación
les; 3) lo que la creación lingüística del L. mismo (Lectures, cit., 9; trad.
expresa no es un hecho objetivo o racio­ ital., p. 394). El carácter metafórico
nal, sino un hecho subjetivo o senti­ del L., al recurrir a términos ambiguos
mental y tal es, justo, el objeto del o equívocos, favorece (según esta teo­
lenguaje. Vico expresó, con estas ca­ ría) el origen y la formación del mito.
racterísticas, por vez primera, esta teo­ “En el L. humano —ha dicho Max
ría, afirmando que "el primer hablar” Müller— es imposible expresar ideas
no fue "un hablar según la naturaleza abstractas sino en forma de metáfora
de las cosas”, sino "un hablar fantás­ y no se exagera diciendo que todo el
tico por sustancias animadas, que fue­ diccionario de la religión antigua es­
ron consideradas divinas en su mayor taba hecho de metáforas... De aquí
parte” (Scienza nuova, II, De la lógica una fuente continua de equívocos, mu­
poética; trad. esp. [de la 1‘ ed.]: Ciencia chos de los cuales han sido consagra­
727
Lenguaje

dos por la mitología y la religión del objeto pensado” (Sexto E., Adv. Math.,
mundo antiguo” (Contributions on the VIII, 80). La característica de esta doc­
Science af Mytkology, 1897, I, 68 ss.). trina es la de que dirige su atención
Esta relación de! L. con el mito había no tanto hacia los signos singulares
sido ya formulada por Vico que, no o palabras, sino hacia sus conexiones
obstante, no había equiparado la forma­ sintácticas, esto es, hacia las reglas de
ción del mito a un vicio del L. Las su uso en las proposiciones y en los
modernas doctrinas del mito (véase) razonamientos y, por lo tanto, en las es­
niegan esta equiparación, pero mantie­ tructuras formales del lenguaje. A esta
nen la relación del mito con el L. En dirección pertenece precisamente la teo­
sentido análogo, Croce ha establecido ría que hemos denominado del conven­
la relación del L. con el arte en gene­ cionalismo aparente o cojo, o sea la
ral. El L. tiene, para Croce, una natu­ teoría que enuncia que, si bien los sig­
raleza fantástica o metafórica y, por nos lingüísticos en particular son elegi­
lo tanto, está más estrechamente ligado dos al arbitrio, sus modos de combi­
con la poesía que con la lógica. "El narse no son arbitrarios sino naturales
hombre —dice Croce— habla en todo o necesarios, porque corresponden a los
instante como el poeta, porque como el modos de combinarse de los conceptos
poeta expresa sus impresiones y sus sen­ mentales, que a su vez corresponden a
timientos en la forma denominada fa­ los modos de combinarse de las cosas.
miliar o de conversación, que no está Esta teoría, adelantada por Aristóteles,
separada de las otras formas que se ha sido reproducida varias veces por el
denominan prosa, prosa-poética, narra­ empirismo moderno y contemporáneo
tiva, épica, dialogada, dramática, lírica, (véase supra). En esta forma, la doctri­
melódica, cantada, etc., por abismo al­ na se caracteriza por la inserción, en­
guno." Un abismo existe, sin embargo tre el signo lingüístico y la cosa, del
(y Croce lo ha afirmado más tarde), concepto mental, a través del cual el
entre la expresión poética que apacigua propio signo lingüístico, en sus modos
y transfigura el sentimiento y es, por de combinación, participa de la necesi­
lo tanto, un conocimiento, y los otros dad objetiva de las cosas. Un funda­
tipos de expresión (sentimental o pro­ mento análogo contiene la afirmación
sista) que, vinculad estrechamente al de la naturalidad del L. formulada por
sentimiento y a la idea, no realizan Fichte en los Discursos a la nación
la transfiguración propia de la expre­ alemana (1808), donde sostiene que
sión auténtica y, por lo tanto, no pue­ "existe una ley fundamental según la
den tampoco denominarse L. Son, según cual todo concepto adquiere un soni­
Croce, solamente "sonidos articulados” do, a través de los órganos; un sonido
(La poesía, 1936, pp. 9ss.). Esta conclu­ preciso y no otro” (Reden an die
sión a la que Croce, no sin coherencia, deutsche Nation, IV ; trad. esp.: Discur­
ha llegado, nos muestra los límites de sos a la nación alemana, Madrid, 1900),
la teoría en examen. Ésta se encuen­ o la formulada por Hegel que anuncia
tra en la incapacidad de explicar el que "el L. da a las sensaciones, insti­
paso del L. metáfora al L. conceptual, tuciones y representaciones una segun­
del L. que es grito, gesto u otro "ca­ da existencia, más alta que la existen­
rácter poético” (según la expresión de cia inmediata, una existencia en lo uni­
Vico), al que es estructura, organiza­ versal, que tiene vigor en el dominio
ción y regla. de la representación” (Ene., §459).
d) La cuarta forma de la doctrina Pero la tesis de la naturalidad del L.
de la naturalidad del L. es la que lo reaparece en su forma rigurosa y, por
considera como la expresión o la ima­ lo tanto, en sus teoremas clásicos, sólo
gen de la esencia o del ser de las en la lógica matemática contemporá­
cosas. Esta doctrina es muy antigua, ya nea. Ésta, en efecto, ha reafirmado el
que su primera manifestación es la principio de una relación de término
teoría de Antístenes, según la cual "el a término entre los signos lingüísticos y
L. es lo que manifiesta lo que era o es” las cosas, principio que los cínicos ex­
(Dióg. L., VI, 1, 3). Los estoicos a su presaron diciendo que el L. es lo que
vez afirmaron que "hablar significa manifiesta lo que una cosa era o es.
pronunciar un sonido que significa el Este principio, que hace del L. una
728
Lenguaje

reproducción pictórica de la realidad que no tenemos directa experiencia del


o en general del ser, fue defendido por espíritu de los otros, no conocemos,
primera vez por Russell, pero ha encon­ en caso de que A sea uno de tales
trado su formulación más rigurosa en espíritus, el hecho de que “A tenga
el Tractatus logico-philosophicus (1922) esta o aquella propiedad”, sino sola­
de Wittgenstein. El principio fue ex­ mente que "Fulano tiene un espíritu
puesto por Russell en la forma siguien­ que tiene esta o aquella propiedad”. No
te: "En toda proposición que podamos obstante, si existiera un lenguaje ideal,
aprender (o sea, no sólo en aquellas tal lenguaje debería contener única­
de cuya verdad o falsedad podamos mente elementos constitutivos últimos
juzgar, sino también en aquellas que y de tal manera en él "no habría más
podamos imaginar) todos los constitu­ que una palabra, y sólo una, para cada
yentes son realmente entidades de las objeto en particular y toda cosa que no
cuales tenemos conocimiento directo” fuera simple sería expresada por una
("On Denoting", 1905, ahora en Logic combinación de palabras, cada una de
and Knowledge, 1956, p. 56; cf. Mys- las cuales se hallaría para una cosa sim­
ticism and Logic, 1918, pp. 219, 221; ple” ("The Phil. of Logical Atomism”,
The Problems of Philosophy, 1912, p. 91). Logic and Knowledge, pp. 197-198). Tal
Esto quiere decir que a todo término L. perfecto tendría solamente sintaxis
adoptado en las proposiciones debe co­ y ningún vocabulario (Ibid., p. 198). Y
rresponder un término o entidad obje­ esto resultaría igual al L. propuesto
tiva del cual se tenga conocimiento por los doctores de la Academia de
directo (acquaintance) o que debe ha­ Lagado de que habla Jonathan Swift
ber una relación de término a término en los Viajes de Guttiver, quienes que­
entre los elementos que entran a com­ rían abolir todas las palabras porque
poner las proposiciones y las entidades "desde el momento en que las palabras
de las que se tiene conocimiento di­ resultan nombres para las cosas, sería
recto. Russell observa a este respecto más cómodo para todos los hombres
que "debemos atribuir un significado llevar consigo las cosas que les son
a las palabras que usamos si queremos necesarias para expresar los hechos par­
hablar con sentido y no por pura charla ticulares sobre los que pretenden discu­
y el significado que atribuyamos a las rrir”. Estos sabio, "’evaban, por lo tan­
palabras debe ser algo de lo que tenga­ to, sacos llenos de objetos y cuando
mos previo conocimiento” (Problems of se encontraban conversaban mostrán­
Phih, p. 91). Ésta es una mera presenta­ dose recíprocamente los objetos mis­
ción nueva de la tesis de Antístenes, mos (Gulliver’s Trovéis, III, cap. 5).
según la cual hablar significa decir algo El mismo ideal fue expresado por
y precisamente algo que es, y de tal Wittgenstein (en la primera manera)
manera no se puede decir lo que no es, mediante fórmulas simples y precisas.
con el agregado de que lo que es, es He aquí algunas "El nombre significa
decir, las entidades correspondientes el objeto: el objeto es su significado”
a los términos del L., debe ser "direc­ (Tractatus, 3.203). “A la configuración
tamente conocido". Russell basa en es­ de los signos simples en la proposición
te principio su teoría de la denotación, corresponde la configuración de los ob­
según la cual "cuando existe algo de jetos en la situación” (Ibid., 3.21). “El
lo cual no tenemos conocimiento in­ nombre es el representante del objeto
mediato, sino sólo una definición por en la proposición” (Ibid., 3.22). Witt­
medio de frases denotantes, las pro­ genstein ha expresado, con toda la cla­
posiciones en las cuales este algo es ridad deseable, el concepto del L. (que
introducido por medio de una frase no es otro que "la totalidad de las pro­
denotante no contienen realmente el posiciones”, 4.001) como configuración
algo como constituyente pero, en cam­ pictórica del mundo. "A primera vista
bio, contienen los constituyentes ex­ —dice— no parece que la proposición,
presados por las diferentes palabras de tal como está estampada en el papel,
la frase denotante” ("On Denoting”, por ejemplo, sea una imagen de la rea­
según la cual "cuando existe algo de lidad que trata. Pero tampoco la nota­
lo cual no tenemos conocimiento in- ción musical parece a primera vista
Ibid., pp. 55-6). Así, por ejemplo, ya una imagen de la música, ni nuestra
729
Lenguaje

escritura fonética (en letras) parece baladizo y que, por lo tanto, sea nece­
una imagen de nuestro L. hablado. Y, sario servimos también de un medio un
no obstante, estos símbolos nos demues­ tanto ordinario, esto es, de la conven­
tran también en el sentido ordinario ción, para damos cuenta de lo apro­
del término, imágenes de lo que repre­ piado de los nombres” (Crat., 435 c).
sentan” (Ib id , 4.011). Buena parte del Los nombres de los números, por ejem­
empirismo lógico y de la filosofía con­ plo, difícilmente podrían, según Platón,
temporánea en general, comparte o ha considerarse naturales en el sentido de
compartido esta doctrina del L. como ser similares a lo que indican. Pero si
imagen lógica del mundo. La objeción ni la convención ni la naturaleza, es
fundamental en su contra ha sido muy decir, ni la desemejanza entre la pala­
bien expresada por Max Black: "No bra y la cosa ni la semejanza constitu­
hay más motivo para que el L. deba 'co­ ye el significado: ¿qué es lo que en
rresponder’ o 'semejarse' al ‘mundo’, cada caso lo constituye? El uso. Dice
que para que el telescopio con el cual Platón: "Si el uso no es una conven­
el astrónomo estudia el mundo deba ción, sería mejor decir que la semejan­
semejarse a éste” (Language and Phi- za no es el modo por el cual las pala­
losophy, V, 4; trad. ital., p. 173). bras tienen significación, sino más bien
Es interesante confirmar que en el el uso; éste, en efecto y en lo que
otro extremo de la filosofía contempo­ parece, puede tener significación tanto
ránea, o sea en el extremo metafísico mediante la semejanza como mediante
o ultrametafísico, se tiene un concepto la desemejanza” (Crat,, 435a-b). Platón
análogo del lenguaje. Heidegger no ad­ ha expresado aquí una tesis fundamen­
mite, por cierto, la relación de términos tal de la lingüística moderna: solamen­
entre sí, entre los elementos del L. y te el uso es el que establece o, para
los elementos del ser, sino que afirma, decirlo mejor, el que constituye el sig­
con igual energía que Wittgenstein, el nificado de las palabras. Pero esta te­
carácter apofántico del L. con referen­ sis presupone la otra, la del carácter
cia a la totalidad del ser. En este sen­ instrumental del lenguaje, tesis esta úl­
tido ha denominado al L. "la casa del tima que Platón ha expresado diciendo
ser”. Y ha agregado: "Discurrir acerca que el L. es un instrumento y que,
de casa del ser nc .gnifica, en absolu­ como todos los instrumentos, debe ade­
to, transferir la imagen de la cosa al cuarse a su finalidad (Crat., 387 a).
ser; algún día será posible, partiendo Desde este punto de vista, el uso es
de un adecuado pensamiento de la esen­ la elección repetida o convalidada que
cia del ser, llegar a comprender lo que ha conducido a forjar un determinado
signifiquen casa y habitar” ("Brief über instrumento lingüístico y, como todos
den Humanismus” [Carta sobre el hu­ los otros instrumentos, también los ins­
manismo'], en Platos Lehre von der trumentos lingüísticos pueden resultar
Wahrheit ("Doctrina de la verdad de más o menos perfectos y adecuados a
Platón”], 1947, p. 112). En otros térmi­ la finalidad. Se justifica así lo que,
nos, el L. es la inmediata revelación según Platón, es el fundamental teo­
del ser y el hombre tiene acceso al ser rema filosófico en tomo al L.: la fali­
a través del lenguaje. bilidad del L. mismo, la posibilidad
3) La tercera doctrina fundamental de decir lo que no es (Sof., 261b). La
del L. es la que lo interpreta como un característica común de las doctrinas
instrumento, o sea como un producto precedentes es, según se ha visto, la
de elecciones repetidas y repetibles. Es­ negación de este teorema. La tesis de
ta doctrina fue presentada por primera la convencionalidad excluye que el L.
vez por Platón. Frente a las dos tesis pueda incluir el error, porque una con­
opuestas acerca de la convencionalidad vención no puede tener más que el mis­
y de la naturalidad del L., Platón evita, mo valor que otra. La tesis de la natu­
en el Cratilo, decidirse a favor de una ralidad excluye que el L. pueda incluir
de ellas. "Me gusta —dice— que en lo el error, porque debe reconocer que el
posible los nombres sean semejantes a L. representa, en cada caso, lo que es y
las cosas, pero temo que, para decirlo está, por lo tanto, siempre en la ver­
con Hermógenes, esta atracción de la dad. Ambas tesis excluyen que el L. se
semejanza nos lleve a un terreno res­ pueda juzgar o que tenga sentido el jui-
730
Lenguaje

ció acerca de su corrección. La tesis realidad, el discurso no está compues­


del L. como operación, uso, elección, to de palabras que lo preceden, sino
incluye en cambio esta posibilidad, ya que, por el contrario, las palabras nacen
que ve en él el producto de operaciones en el discurso en su totalidad" ("Einlei-
dirigidas a constituir un instrumento tung zum Kawi-Werk” ["Introducción
eficaz y considera como no infalible a la obra Kawi], Werke ["Obras”], VII,
el logro de estas operaciones. El funda­ 1, pp. 72 ss.). Por lo tanto, 'la comunica­
mento objetivo de tal posibilidad es ción no se realiza por la palabra en
que "el discurso nace de la unión re­ particular sino por las frases y sólo
cíproca de las especies” (Sof., 259 d) éstas son los instrumentos particula­
y que las especies no son ni todas uni­ res de que está formado el L. (Ibid.,
das en su conjunto ni todas separa­ pp. 169 ss.). Estas ideas han dominado
das, sino que algunas pueden unirse y continúan dominando en la ciencia
y otras no. Las posibilidades del L. del L. Se encuentran incorporadas en
quedan limitadas, por lo tanto, por las los conceptos mismos, de los cuales se
posibilidades de combinación de las es­ vale esta ciencia, en el concepto de fo­
pecies o formas del ser (So/., 262 c). nema, por ejemplo. Un fonema es "la
Esta posición platónica fue reprodu­ unidad mínima dotada de característi­
cida por Leibniz. “Yo sé —decía— que cas sonoras distintivas” y es, por lo
se suele decir en las escuelas y en to­ tanto, una unidad de significado y no
das partes que los significados de las de sonido (Bloomfield, Language, 1933,
palabras son arbitrarios {ex instituto) 5.4). Toda lengua escoge sus fonemas,
y es cierto que no están determina­ pero esta elección no puede ser califi­
dos por una necesidad natural, que lo cada ni como "casual” o "arbitraria”
son, no obstante, por obra de razones ni tampoco como "natural” o "necesa­
naturales, en las cuales participa el ria”, porque una elección condiciona o
azar, y a veces morales, en las cuales limita a las demás y todo grupo o se­
existe una elección” {Nouv. Ess., III, rie de ellas está condicionado por la
2, 1). Herder partía de la misma consi­ exigencia de la eficacia comunicativa
deración preliminar, definiendo como del L. Los fonemas pueden, por lo tan­
abstracción la elección que se hace de to, ser reducidos a tipos que la ciencia
una cualidad del objeto, con el fin del L. se propone ’eterminar. Las de­
de nombrarlo. “El hombre se pone a terminaciones de estos tipos suminis­
reflexionar no sólo cuando percibe to­ tran el fundamento de las elecciones
das las cualidades de un objeto vivida que constituyen las estructuras funda­
y claramente, sinQ también cuando pue­ mentales del L. y que, por lo tanto,
de reconocer una o más cualidades co­ explica, en alguna medida, tales estruc­
mo cualidades distintivas... ¿Con qué turas sin que justifique su perfección
medios se efectúa este reconocimiento? o infalibilidad.
A través de su capacidad de abstrac­ 4) La cuarta concepción del L., que
ción” (Werke [“Obras”], ed. Suphan, es la que hemos denominado del
V, p. 35). En la línea de esta tradición azar, es en realidad una especificación
está la doctrina del L. formulada por de la tercera o, para decirlo mejor, una
Humboldt, doctrina que hubo de tener perspectiva de estudio abierta de la
enorme influencia en la ciencia moder­ tercera condición. Esta perspectiva es­
na del L. La formación de los instru­ tá constituida por el estudio estadís­
mentos lingüísticos es, en efecto y des­ tico del L. Es sabido que acciones que
de este punto de vista, la formación de son individualmente cambiantes e im­
conexiones, de symptoké (como decía previsibles, al ser consideradas en gran
Platón) y, por lo tanto, el L. no es un número, presentan uniformidad y cons­
conjunto atómico de palabras sino dis­ tancia. No se puede, por cierto, prever
curso organizado. Humboldt expresó si una persona en particular se pueda
claramente este concepto. "No pode­ casar al año siguiente, pero sí prevei
mos concebir el L. —decía— como em­ con suficiente aproximación el número
pezando por la designación de los obje­ de personas que se unirán al año si­
tos mediante las palabras y procedien­ guiente en una determinada comuni­
do, en un segundo tiempo, a la orga­ dad, a partir de las estadísticas de los
nización de las palabras mismas. En últimos años. Del mismo modo se pue-
731
L e n g u a je , a n á lis is d e l
L e n g u a je -o b je to
den estudiar las frecuencias estadísti­ obedecen a determinadas leyes del azar
cas mediante las cuales las expresiones y que sólo cuando se consideran gran­
determinadas se encuentran en una co­ des masas de formas lingüísticas se tie­
munidad suficientemente amplia, esto ne la impresión de una determinación
es, se pueden determinar ciertas cons­ causal en su uso. En otros términos
tantes estadísticas del L. y considerar­ sucedería aquí lo que sucede en la fí­
las como base para el estudio de las sica, para la cual el determinismo ma­
estructuras lingüísticas. Es cierto que croscópico es sólo el efecto de una
tal investigación estadística no es indis­ consideración de masa de los hechos
pensable para el estudio en masa del L. microscópicos. Los sostenedores de esta
Existe también el otro método, que concepción del L. afirman, por lo tanto,
es el de la observación sociológica, por que lo que desde el punto de vista in­
el cual el observador lingüístico puede, tuitivo aparece en el L. como una rela­
participando en la vida de una comuni­ ción de causa y efecto (la determi­
dad, describir sus usos lingüísticos. És­ nación de las elecciones lingüísticas)
te es quizás el método preferido hasta es, desde el punto de vista cuantitativo,
ahora por los filólogos, los cuales sólo solamente azar. La teoría, por lo tanto,
en raras ocasiones y casi exclusiva­ explica las diferencias entre los textos
mente en relación con las obras lite­ no con la intención de los parlantes o
rarias, han recurrido al método esta­ con un determinismo causal, sino con
dístico. Se puede recordar a este res­ las leyes estadísticas del azar (Herdan,
pecto la obra de Lutoslawski acerca op. cit., 1.4; C. E. Shannon y W. Weaver,
del estilo de Platón (The Origin and The Mathematical Theory of Communi-
Growth of Plato’s Logic, 1897) que lo­ cation. Urbana, 1949).
gró colocar sobre nueva y más segura Lo que hay de forzado en este punto
base la cronología de los escritos pla­ de vista es la oposición del concepto de
tónicos. Pero no faltan actualmente azar al de elección, oposición que tiene
proposiciones de una vuelta sistemá­ la función polémica de acentuar el va­
tica al método estadístico con miras a lor del método estadístico en la inves­
la solución de todos los problemas de la tigación lingüística. Es bastante obvio,
lingüística estructural. A este respec­ en efecto, que la consideración de las
to, dice G. Herdan: “Si consideramos la constantes estadísticas, si bien excluye
lengua como la to._,lidad de los signos la causalidad rigurosa o la libertad
lingüísticos más su probabilidad de ilimitada no excluye las elecciones in­
acudir en el discurso individual y, por tencionales y orientadas, como ocurre
lo tanto, los diferentes modos en los precisamente respecto a todas las cons­
cuales el hecho signo puede suceder, tantes estadísticas que se refieren a
al mismo tiempo que las frecuencias acontecimientos humanos, La doctri­
relativas de los diferentes signos en el na del L. como azar puede ser consi­
uso efectivo, la concepción responde a derada así como una variante o una
todas las exigencias de lo que se deno­ perspectiva de trabajo de la doctrina
mina la población estadística de tales del L. como elección.
acontecimientos o su universo estadís­
tico. Todo enunciado individual (la paro­ L e n g u a je , a n á lis is d e l, v é a se EMPIRISMO
le en la terminología de Saussure) des­ LÓGICO.
empeña el papel de muestra de tal
población” (Language as Choice and L e n g u a je c e r r a d o , v é a se LENGUAJE-OBJETO.
Change, 1956, 1.3). Desde este punto L e n g u a je fo r m a liz a d o , v é a se SISTEMA LO-
de vista, si se examinan textos dife­ GÍSTICO.
rentes de una misma lengua se en­
cuentra, por ejemplo, que la frecuencia (ingl. object-tanguage).
L e n g u a je -o b je to
relativa con la que un fonema particu­ Esta noción nace en correspondencia
lar ha sido usado por los escritores con la de metalenguaje (véase) cada
es más o menos la misma. Esto auto­ vez que se considera que un L. es "se­
riza a considerarlas como fluctuaciones mánticamente cerrado”, o sea que no
de la probabilidad constante de ese contiene también, como agregado a sus
fonema particular y en tal L. Y esto expresiones, los nombres de estas ex­
significa que el parlante o el escritor presiones o términos (como "verdade­
732
L e n g u a je s im b ó lic o
L ey
ro” y "falso”) que se refieren a ellas. Ley (gr. vÓM.0 5 ; lat. lex; ingl. law; franc.
En tal caso, en efecto, es necesario toi; alem. Gesetz; ital. tegge). Una re­
distinguir el L . del cual se habla y que gla dotada de necesidad, entendiéndose
es el argumento de la discusión y el por necesidad: 1) la imposibilidad (o
L . con el que se habla y con el cual la improbabilidad) de que lo regulado
deseamos construir la definición de acaezca de otra manera; o bien 2) una
verdad para el primer L. Este último fuerza que garantiza la realización de
es el meíatenguaje y el primero es el la regla. La noción de L. es distinta
L.-objeto. La distinción entre L.-objeto de la de regla y también de la de nor­
y el metal enguaje fue introducida por ma. La regla (que es término muy
los lógicos polacos hacia 1919 y difun­ general) puede también estar privada
dida por Tarski (cf. The Semantic Con- de necesidad; así son reglas no sola­
ception of Truth, 1944, en Readings in mente las L. naturales o las normas
Philosophicat Analysis, 1949, p. 60). La jurídicas, sino también las prescripcio­
distinción fue aceptada por Camap nes del arte o de la técnica. La norma,
(Foundations of Logic and Mathema- en fin, es una regla que concierne sólo
tics, 1939, § 3). A veces, sin embargo, a las acciones humanas y no tiene por
el L.-objeto y el metalenguaje coin­ sí valor de necesidad; por lo tanto no
ciden como cuando, por ejemplo, se son normas las L. naturales y las reglas
habla en italiano del italiano. La dis­ técnicas y una norma, de naturaleza
tinción vale sobre todo para los ten- moral, por ejemplo, no obliga del mis­
guajes formalizados. Véase sist e m a lo- mo modo que una L. jurídica. Desde
GÍSTICO. este punto de vista existen solamente
L e n g u a je s im b ó lic o (ingl. sign langua-
dos especies de L.; las L. de naturaleza
ge). Este término se aplica al lenguaje y las L. jurídicas. Ya que la noción
constituido por gestos, el cual, según de L. jurídica ha sido analizada en el
las llamadas teorías psicológicas del artículo derecho , debe analizarse aquí
lenguaje, constituye la primera fase de la noción de L. natural. Se pueden dis­
todo lenguaje. Wundt ha distinguido, tinguir las siguientes interpretaciones
a este respecto, dos especies de gestos, fundamentales de ella: 1) la L. como
el indicativo y el imitativo. El gesto razón; 2) la L. como uniformidad; 3)
la L. como conve -ión; 4) la L. como
indicativo derivaría biológicamente del relación simbólica.
movimiento de aferrar (“Die Sprache” 1) La noción de la L. como razón
[“El lenguaje”], en Volkspsychologie, surgió en la a n t i g u a Grecia, por la
I, 2* ed., p. 129; trad. esp.: Elementos transferencia al mundo natural de ese
de psicología de los pueblos, Madrid, concepto de justicia o de orden elabo­
1926). Han sido estudiadas también rado en relación con el mundo huma­
L. simbólicos en particular, como el no (cf. Jaeger, Paideia, I, cap. 6; trad.
napolitano de clase baja, el de los mon­ esp.: Paideia, México, 1962, F.C.E., I,
jes trapistas (que tienen el voto del si­ cap. VI, pp. 103 ss.). Anaximandro fue
lencio), el de los indios de América y el el primero en transferir la noción de
de algunos grupos de sordomudos. diké del mundo de la polis al mundo
L e n in is m o , véase COMUNISMO. de la naturaleza y entendió el nexo cau­
sal entre el nacer y el perecer de las
L e tic ia (gr. eóqppocnjvTi; lat. laetitia). Véa­ cosas como la L. que preside una con­
se ALEGRÍA. tienda judicial en la cual todos los
L e v ia tá n (ingl. Leviathan). Tomado del seres, según dice, "deben pagarse re­
nombre de un monstruo bíblico {Job, cíprocamente la pena de su injusticia
XL, 20). Hobbes denominó así al “Es­ en el orden del tiempo” (Fr., 9, Diels).
tado (en latín civitas), que no es sino Heráclito, a su vez, concibió esta L.
un hombre artificial, aunque de mayor como la misma razón o Logos, del cual
estatura y robustez que el natural, para según decía, “se nutren todas las L.
cuya protección y defensa fue insti­ humanas” (Fr. 114, Diels). Aun cuan­
tuido” {Leviath., Intr.; trad. esp.: Le­ do Platón (cf. Tim., 83 e) y Aristóteles
viatán, México, 1940, F. C. E.) y dio este {De Cael., I, 1, 268 a 13) usen sólo ex­
título a su obra política fundamental cepcionalmente la expresión “L. de na­
(1561). turaleza”, el concepto de la racionali-
733
1*7

dad de la naturaleza y de la expresión velo que la envuelve y los mismos fe­


de tal racionalidad en proposiciones nómenos se tacen más espirituales y,
universales y necesarias ha prevaleci­ por fin, desaparecen del todo. Los
do, precisamente por ellos, en la histo­ fenómenos ópticos no son más que una
ria de la filosofía. Lucrecio se sirvió geometría cuyas líneas están trazadas
de la expresión "pacto de naturaleza" por medio de la luz y esta luz misma
(foedus naturae; De rer. naí., V, 57; ya es de dudosa materialidad" (Sys­
924; VI, 906). Y el concepto estoico tem der Transzendentaten Ideálismus,
del destino o de lo providencia es ex­ [Sistema del idealismo trascendental],
presión del mismo punto de vista (Dióg. 1800, Intr., § 1; trad. ital., pp. 8-9). Se
L., VII, 149). Plotino admitió, tam­ puede decir que toda interpretación ra­
bién para las cosas que se sustraen al cionalista de la ciencia hace suyas, en
destino, una L. que resulta directa­ alguna medida, estas tesis de Schel­
mente del Intelecto divino (Enn., IV, ling. Desde este punto de vista, la L.
3, 15). La subjetivación de las L. de no es más que la expresión de la racio­
naturaleza formulada por Kant con el nalidad de la naturaleza y su formula­
intento de ver su "fuente” en el enten­ ción, por parte de la ciencia, no tiene
dimiento y precisamente en las formas otra finalidad que la de reducir la na­
a priori de éste (categorías) no cam­ turaleza a razón.
bia mucho el concepto de L. natural 2) La concepción de la L. natural
que sigue siendo, también para Kant, como una relación constante entre los
la expresión de la racionalidad de la fenómenos fue propuesta por vez pri­
naturaleza, y ha de ser también la de mera por Hume. La L. natural es, se­
una racionalidad que en la naturaleza gún Hume, el resultado de "una expe­
(como fenómeno) es introducida por riencia fija e inalterable” (Inq. Conc.
el propio entendimiento. "Las L. natu­ Underst., X, 1), la experiencia de la
rales —dice Kant— si se consideran "conjunción constante de objetos simi­
como principios del uso empírico del lares”, a la cual se reduce la relación
entendimiento, tienen al mismo tiem­ causal. La conexión habitual y cons­
po la impronta de la necesidad y, por tante entre hechos diferentes es la que
lo tanto, por lo menos la presunción autoriza a hablar de causalidad, per­
de una determinacié- que resulta de mite la previsión de los hechos futu­
principios válidos e. ai a priori y antes ros y excluye el milagro (Ibid., VII, 2).
de toda experiencia. Todas las L. de Esta concepción fue a d o p t a d a por
la naturaleza, sin distinción, están su­ Comte y, con él, por la ciencia positi­
jetas a los principios superiores del en­ vista. "El carácter fundamental de la
tendimiento y aplican tales principios filosofía positiva —decía Comte— es
a casos particulares del fenómeno. Es­ el considerar todos los fenómenos como
tos principios dan sólo el concepto que sujetos a L. naturales invariables, cuyo
contiene la condición y, por decirlo descubrimiento preciso y cuya reduc­
así, el exponente de una regla en gene­ ción al mínimo número posible son la
ral, pero la experiencia da el caso que finalidad de todos nuestros esfuerzos”.
está sometido a la regla" (Crít. R. Estas L. ya no consisten en exponer
Pura, Analítica de los Principios, cap. "las causas generadoras de los fenóme­
II, sec. 3). Schelling interpretó la for­ nos”, sino que sólo expresan lo que
mulación de las L. naturales como la relaciona mutuamente los fenómenos
progresiva transfiguración de la natu­ mediante "relaciones normales de su­
raleza en racionalidad. “La ciencia de cesión y de semejanza” (Cours de phil.
la naturaleza —decía— llegaría a la positive, I, lee. I, § II). Desde el mismo
cumbre de la perfección si lograra es­ punto de vista, Stuart Mili consideró
piritualizar perfectamente todas las L. las L. como casos especiales de la uni­
naturales en L. de la intuición y del formidad de la naturaleza. “Las dife­
pensamiento. Los fenómenos (el mate­ rentes uniformidades —decía—, una
rial) deben desaparecer por entero y vez comprobadas por lo que se consi­
permanecer sólo las L. (lo formal). dera como una inducción suficiente, se
Sucede por lo tanto que, cuanto más denominan, en el lenguaje común, L.
surge la L. en el campo de la natura­ de naturaleza. Científicamente hablan­
leza, con mayor fuerza se disipa el do, el título se adopta en sentido más
731
Ley

restringido para designar las uniformi­ humana no importa una precisión ab­
dades reducidas a su expresión más soluta, sino que solamente exige que
simple" (Logic, III, 4, § 1). Esta con­ la realidad sea representada en forma
cepción ha dominado todo el positivis­ aproximada, en sus relaciones con nos­
mo clásico y ha entrado en crisis so­ otros, por un sistema de constantes
lamente con el re c o n o c im ie n to del simbólicas denominadas L. (Science et
carácter económico de las L. naturales, philosophie, 1899-1900). La misma te­
formulado por Mach. sis, en una exageración casi caricatu­
3) El concepto de L. natural como resca, se puede hallar en Croce: "Pre­
convención nace con el fundamento de cisamente porque estas L. —decía—
la función económica que Mach había son nuestras construcciones y dan lo
reconocido al conocimiento científico. móvil como fijo, no solamente no son
A este respecto había afirmado el ca­ irreprensibles y sufren a veces excep­
rácter subjetivo de las L. naturales. So­ ciones, sino que, por lo demás, no exis­
lamente nuestros conceptos y nuestra te un hecho real que no sea excepción
intuición —decía— prescriben L. a la a su L. naturalista". Sucede así por
naturaleza. “Las L. naturales son las no existir uniformidades rigurosas y
restricciones que nosotros, guiados por un osezno nunca es del todo igual a
la experiencia, prescribimos a nuestra sus progenitores. "De donde se podría
espera de los fenómenos” (Erkenntniss definir: las L. inexorables de la natu­
und Irrtum [Conocimiento y error], raleza son L. que en todo momento
cap. 23; trad. franc., p. 368). El progreso son violadas y, por lo contrario, las L.
de la ciencia conduce a una restricción filosóficas son las que en todo mo­
creciente de las posibilidades de previ­ mento son observadas... Las ciencias
sión, esto es, a su creciente determi­ naturales, que no suministran conoci­
nación v precisión. Este reconocimien­ mientos verdaderos, tienen aún menor
to del carácter económico o utilitario derecho (si es lícito expresarse así) a
de la ciencia ha sido muy subrayado en hablar de previsión" (Lógica, II, cap.
la filosofía de Bergson y en el pragma­ 5; 4" ed., 1920, p. 218). Contra la natu­
tismo. La primera, al atribuir sólo a raleza convencional de las L. se ex­
la inteligencia la función vital de fa­ presó Poincaré en polémica contra Le
bricar objetos y de orientarse en el Roy. La L. no es una creación arbitra­
mundo natural, hacía de la ciencia, que ria del hombre de encia, sino la ex­
es la creación de la inteligencia, “la presión, aproximada o provisional, de
auxiliar de la acción" (Bergson, La una acción constante que permite la
pensée et le mouvant, 3* ed., 1934, p. previsión. Es muy cierto que a veces
158) y no podía reconocer a las L. cien­ alguna L. es elevada como principio y
tíficas validez teórica alguna. El prag­ de tal manera sustraída al control de
matismo, a su vez, generalizando la te­ la experiencia y a la incesante revisión
sis de la instrumentalidad del conoci­ que ésta comporta, pero en tal caso la
miento, alentó la interpretación de las L. deja de ser verdadera o falsa para
L. científicas como simples instrumen­ resultar solamente cómoda y el control
tos de la orientación práctica del hom­ continúa siendo ejercido en las rela­
bre en el mundo. Algunas formas del ciones que e x p re sa n "el hecho bru­
espiritualismo y del idealismo han in­ to de la experiencia” (La vateur de la
terpretado esta función económica de Science, p. 239). Poincaré observa tam­
la ciencia como signo de la inferiori­ bién que "el científico crea en el hecho
dad teórica de la ciencia misma (a ve­ sólo el lenguaje en el cual lo enuncia",
ces de la totalidad del pensamiento pero que, una vez enunciada una pre­
discursivo) en relación con la filosofía dicción en un determinado lenguaje,
y sus órganos específicos. Eduard Le “no depende evidentemente de él que
Roy, llevando al extremo la crítica de la predicción misma se realice o no se
Bergson, afirmó el carácter convencio­ realice" (Ibid., p. 233). La misma crí­
nal de la ciencia y, por lo tanto, la tica fue formulada a la tesis del ca­
naturaleza arbitraria de sus leyes. La rácter convencional de las L. cientí­
tarea de la ciencia es, según Le Roy, ficas de Moritz Schlik. Utilizando la
la de hallar constantes útiles y las en­ distinción entre enunciado y proposi­
cuentra por el hecho de que la acción ción, la cual es un enunciado dotado
735
L ey b io g e n é tic a
L ey p s ic o fís ic a
de significado (en cuanto cumple real­ der, con el mismo derecho que la pri­
mente la función de la comunicación), mera, el título de L. verdadera, o para
Schlik considera que "el contenido hablar más rigurosamente, de L. acep­
propio de una ley natural consiste en table” (Ibid., p. 280). Estos conceptos
el hecho de que a ciertas reglas grama­ se han mantenido básicamente inmuta­
ticales (las de una geometría, por ejem­ bles en la filosofía contemporánea. Las
plo) corresponden algunas proposicio­ observaciones de Schlick contra la con-
nes definidas, como descripciones ver­ vencionalidad de las L. naturales y a
daderas de la realidad”. Ya que este favor del carácter simbólico de las L.
hecho es totalmente invariable con re­ mismas, constituyen una confirmación
ferencia a todo cambio arbitrario de sustancial del punto de vista de Duhem.
las reglas gramaticales, no se puede Una L. es siempre un enunciado gra­
realizar la reducción de las L. de natu­ matical y presupone siempre la gramá­
raleza a meras convenciones lingüísti­ tica del lenguaje en que se expresa,
cas. Sólo las proposiciones son verda­ pero aun cuando tal gramática pueda
deras o falsas, no los enunciados. Los ser considerada como convencional, no
enunciados, en efecto, quedan sujetos lo es el significado de la L. en cuanto
a modificaciones arbitrarias, pero esto se refiere a relaciones entre hechos,
no concierne al que se preocupa del cuya constancia se puede verificar y
conocimiento de los hechos. Mediante que son tales como para hacer posible
la ayuda de las reglas de los símbolos una previsión probable. Aun cuando
(cuya gramática debe, por cierto, co- la teoría de Duhem haya sido formu­
necer porque sin ella los enunciados lada antes del reconocimiento del ca­
carecerían para él de sentido) puede rácter probabilista de la ciencia, lo que
siempre llegar hasta las proposiciones denominaba "aproximación de las L. de
genuinas, cuya verdad no depende de naturaleza", deja el camino abierto a
las p re d ile c c io n e s de los símbolos” lo que hoy se llama carácter probabi­
(Geseíz, Kausálitát, und Wahrschein- lista de las L. mismas. Más bien, la
lichkeií ["Ley, causalidad y probabili­ función que la metodología de las cien­
dad”], Viena, 1948; ahora en Readings cias tiende hoy a reconocer a la L.
in Phil. of Science, 1953, pp. 181 ss.). científica en forma cada vez mayor es
4) Las críticas de Poincaré y Schlick la capacidad de previsión. “Una pro­
a la tesis de la r uraleza convencio­ posición —ha dicho Peirce— no puede
nal de la L. científica parten de lo que ser denominada ‘ley de naturaleza' has­
se puede denominar la cuarta concep­ ta que su capacidad de previsión no
ción fundamental de la L. misma, o haya sido puesta a prueba y confirmada
sea la concepción de la L. como rela­ de tal modo que no quede ninguna
ción simbólica entre los hechos. Esta duda acerca de ella” ( Valúes in a Uni-
tesis fue expresada por vez primera verse of Chance, p. 290). Una L. es, en
por Duhem en su libro sobre la Teoría general, una fórmula para la previsión.
física y fue resumida así: “Una L. de Desde este punto de vista, la L. deja
física es una relación simbólica cuya de tener el carácter de necesidad que
aplicación a la realidad concreta exige la primera y la segunda interpretación
que se conozca y se acepte todo un le reconocían. Su validez se mide por
conjunto de teorías” (Théorie physique, su eficiencia y esta eficiencia por la
1906, p. 274). Esto quiere decir que los posibilidad de obtener con ella previ­
términos simbólicos que una ley pone siones que resulten suficientemente co­
en relación son abstracciones produci­ rrectas.
das por el trabajo lento, complicado y
concienzudo que ha servido para ela­ L ey b io g en ética, véase BIOGENÉTICA, LEY.
borar las teorías físicas y que este tra­ L ey d e lo s tr e s e s ta d io s , véase POSITI­
bajo nunca está definitivamente hecho. VISMO.
“Toda L. física —dice Duhem— es una
L. aproximada; en consecuencia, para L ey ole la m ín im a acció n , véase ACCIÓN
el lógico riguroso no puede ser ni ver­ MÍNIMA.
dadera ni falsa; toda otra L. que re­ L ey m o d a l, véase MODAL, LEY.
presente las mismas experiencias con
la misma aproximación puede preten­ L ey p sico física, v é a se PSICOFÍSICA.
736
Liberalismo

Liberalismo (ingl. lib e ra lism ; franc. individualismo. Los derechos que el


libéralisme; alem. Liberalismos; íat. iusnaturalismo había ''econocido a los
liberalismo). La doctrina que asume individuos pertenecen, según Rousseau,
la defensa y la realización de la liber­ sólo al ciudadano. "Lo que el hombre
tad en el campo político. Tal doctrina pierde por el contrato social es su li­
nace y se afirma en la edad moderna bertad natural y el derecho ilimitado
y puede considerarse como dividida en a todo lo que le tienta y que puede
dos fases: 1 ) la fase del siglo x v i i i , ca­ obtener; lo que gana es la libertad ci­
racterizada por el individualismo; 2) la vil y la propiedad de todo lo que po­
fase del siglo xix, caracterizada por el see”. Pero en realidad, sólo "la obe­
estatalismo. diencia a la ley que se nos prescribe
1) La primera fase se caracteriza por es la libertad” y de tal manera sólo
las siguientes direcciones doctrinarias dentro del Estado es libre el hombre
que constituyen los instrumentos de (Contrat social, I, 8). La afirmada in­
las primeras afirmaciones políticas del falibilidad de la "voluntad general”
L.: a) el iusnaturalismo (véase) que que resulta de la "enajenación total de
consiste en reconocer al individuo de­ cada asociado con todos sus derechos
rechos originarios e inalienables; b) el a toda la comunidad” (Ibid., I, 6) trans­
contractualismo (véase) que consiste forma lo que para el individualismo es
en considerar a la sociedad humana y la coincidencia del interés singular con
al Estado como fruto de una conven­ el interés común en la coincidencia, pre­
ción entre individuos; c) el L. econó­ liminar y garantizada, del interés esta­
mico, propio de la escuela fisiocrática, tal con el interés individual. De tal ma­
que combate la intervención del Estado nera, se reafirmaba esa superioridad
en los hechos económicos y quiere que del Estado sobre el individuo contra la
éstos sigan exclusivamente su curso cual había surgido el L. en su primera
natural (véase econo m ía ) ; d) como con­ fase. Tal superioridad es confirmada
secuencia g l o b a l de las precedentes también por Burke. "La sociedad es un
doctrinas: la negación del absolutismo contrato —decía—. Pero si los contra­
estatal y la reducción de la acción del tos pueden ser disueltos a placer, por
Estado dentro de límites definidos, me­ objetivos de interés ocasional, no se
diante la división de los poderes (véase puede considerar 1 Estado como algo
estado ). El postulado fundamental de mejor que un acue.Jo de partes en un
esta fase del L. es la coincidencia del comercio de pimienta y café... Se le
interés privado con el interés público. debe considerar con reverencia, porque
Un iusnaturalista y m o r a l i s t a como no es la participación en cosas que
Bentham cree que basta al individuo sirven sólo a la existencia animal...: es
el seguir inteligentemente su propio pla­ una sociedad en todas las ciencias, en
cer para perseguir, al mismo tiempo, todas las partes, en todas las virtudes
el placer de todos los otros. Y la doc­ y en toda perfección” (Reflection on
trina económica de Adam Smith está the Revotution in France, 1790; Works,
fundada en el supuesto análogo de la II, p. 368; cf. en trad. esp.: Textos po­
coincidencia entre el bien entendido in­ líticos, México, 1942, F.C.E.). Pero la
terés económico del individuo y el inte­ culminación de este nuevo reconoci­
rés económico de la sociedad Véase miento del Estado adviene con la doc­
INDIVIDUALISMO. trina de Hegel, según la cual es "el
2) La segunda fase del L. se inicia ingreso de Dios en el mundo” y su
cuando este postulado entra en crisis. fundamento es “la potencia de la razón
Tal crisis tiene sus precedentes en las que se realiza como voluntad” (Fil. del
doctrinas políticas de Rousseau, Burke Derecho, § 258, Apéndice). Con esta
y Hegel, como también en el hecho de exaltación del Estado concuerda la otra
que el L. individualista parecía, en el rama del romanticismo del siglo xix,
terreno político y económico, realizar el positivismo. Éste, con Comte, pre­
la defensa de una clase determinada conizó un e s t a t a l i s mo tan absoluto
de ciudadanos (la burguesía) más que como el hegeliano (Systéme de politi-
la de la totalidad de los ciudadanos que positive, 1851-54; IV, p. 65) y, con
mismos. El Contrato social (1762) de Stuart Mili, aun sin llegar a concesio­
Rousseau constituye ya la inversión del nes absolutistas, otorgó buena parte de
7 3 7
(

Libertad

la acción del Estado al dominio que del Estado (como el radicalismo inglés
el liberalismo clásico quería reservar del siglo pasado) y partidos que lo han
exclusivamente a la iniciativa indivi­ exaltado (como la denominada “dere­
dual: el dominio económico (Principies cha histórica” en la Italia del posresur­
of Political Economy, 1848; trad. esp.: gimiento), partidos que han negado
Principios de economía política, Méxi­ toda ingerencia del Estado en materia
co, 1951, F.C.E.). El ensayo Sobre la económica (como todavía lo hacen al­
libertad (1859) de Stuart Mili tendía, gunos p a r t i d o s liberales europeos) y
al mismo t i e m p o , a excluir a la li­ partidos que, en cambio, invocan la
bertad del número de las condicio­ intervención del Estado en la iniciati­
nes i ndi s pe ns abl e s para el ejercicio va y en la dirección de los negocios
de la actividad moral, jurídica, eco­ económicos, y, en fin, partidos que
nómica, etc. (según la concepción del consideran la libertad como condición
L. clásico) y a hacer de ella un ideal indispensable de toda actividad huma­
o un valor en sí, esto es, indepen­ na y partidos que la han relegado al
diente de las posibilidades que ofre­ ámbito de los puros "valores”. Estos
ce. Ello no quita que el escrito sea contrastes son la manifestación eviden­
una de las más nobles y apasionadas te del carácter complejo de la doctrina
defensas de la libertad misma. liberal. Y a su vez este carácter de­
El siglo xx en sus primeros decenios pende del estado aproximativo y con­
ha visto la continuación de este L. es- fuso con que ha sido tratada la noción
tatalista. Tanto el idealismo inglés que debería ser fundamental para el
como el idealismo italiano insistieron L.: la noción de libertad. El recurso
acerca del carácter divino del Estado. casual o subrepticio a una u otro de
Así lo hizo Bemard Bosanquet en el los conceptos de libertad elaborados en
escrito The Philosophicat Theory of la historia del pensamiento filosófico
the State (1899) y así lo hizo Gentile ha hecho confusa y oscilante la idea
identificando el estado con el Yo ab­ liberal en política y a veces la ha con­
soluto (Genesi e struttura delta societá, ducido a la defensa o a la aceptación
postumo, 1946). La inspiración hegelia- de la falta de libertad. Véase l ib e r t a d .
na prevaleció por lo demás también
en la doctrina de f'-oce, el cual, sin Libertad (gr. é / . E u á e o í a ; lat. libertas;
embargo, se manti j fiel al ideal clá­ ingl. freedom, tiberty; franc. liberté-,
sico de la libertad, de lo cual dio tes­ alem. Freiheit; ital. liberta). El término
timonio práctico en el periodo fascis­ tiene tres significados fundamentales
ta. Para Croce, en efecto, el L. es la que corresponden a tres concepcio­
doctrina misma del desarrollo dialéc­ nes que se han intercalado en el curso
tico de la historia, que todo absuelve de su historia y que pueden caracteri­
y justifica, incluso el absolutismo y la zarse del modo siguiente: 1) la concep­
negación de la libertad (Etica e polí­ ción de la L. como autodeterminación
tica, 1931, p. 290). Se puede consideraro autocausalidad, según la cual la L.
una manifestación de esta misma for­ es ausencia de condiciones y de lími­
ma de L. (con el cual se relaciona di­ tes; 2) la concepción de la L. como
rectamente a través de Hegel) al pro­ necesidad que se funda en el mismo
pio socialismo marxista. Véase mate ­ concepto que la precedente, o sea en el
ria l ism o . de autodeterminación, pero que atri­
Los partidos políticos que desde prin­ buye la autodeterminación misma a la
cipios del siglo xix en adelante han totalidad (Mundo, Sustancia, Estado)
enarbolado la bandera liberal se han a la cual el hombre pertenece; 3) la
inspirado en una u otra de las direc­ concepción de la L. como posibilidad
ciones fundamentales citadas, esto es, o elección, según la cual la L. es limi­
en el individualismo o en el estatalis- tada y condicionada, esto es, finita. No
mo. Por lo tanto, muchas direcciones constituyen conceptos diferentes de L.
políticas dispares y a veces opuestas las formas que adquiere en los dife­
han podido apoyarse en el L. (acerca rentes campos, por ejemplo, la L. me­
de ellas ver De Ruggiero, Storia del L. tafísica, la L. moral, la L. política, la
europeo, 1925). En efecto, se han ba­ L. económica, etc. Las disputas meta­
sado en él partidos que niegan el valor físicas, morales, políticas, económicas,
738
Libertad

etcétera, en tomo a la L. están domi­ determinados ni por el tiempo ni por


nadas, en efecto, por los tres conceptos el lugar, sino según la inspiración del
en examen, a los cuales se remiten, por espíritu, ya que sin duda es la volun­
lo tanto, las formas específicas de L. tad el principio de tales actos, y por
sobre las cuales versan tales disputas. ella el movimiento se expande en todos
1) La primera concepción de la L.,los miembros” (De rer. nat., II, 260).
según la cual es absoluta, incondicio­ La noción de la L. como autocausali-
nada y, por lo tanto, no sufre limita­ dad o autodeterminación (aÍTOítpavía)
ciones y no tiene grados, se expresa es también el fundamento del concepto
diciendo que es libre lo que es causa de la L. como necesidad. Los estoicos
de sí mismo. Esta concepción fue ana­ admitían la L. de las acciones que tie­
lizada por vez primera por Aristóteles. nen en sí mismas su causa o su prin­
Si bien el análisis aristotélico de la cipio: "Sólo el sabio es libre —decían—
voluntariedad de las acciones parece y todos los malvados son esclavos, ya
apoyarse en el concepto de la L. finita, que la L. no es más que la autodeter­
la definición de lo voluntario es la minación, en tanto la esclavitud es la
de la L. infinita: voluntario es lo que privación de la autodeterminación”
es "principio de sí mismo”. Aristóteles (Dióg. L., VII, 121). Epicteto, por con­
comienza diciendo que la virtud de­ siguiente, denominó "libres” a las co­
pende de nosotros lo mismo que el sas que están "en nuestro poder”, o sea
vicio. "En las cosas, en efecto —pro­ los actos del hombre que tienen su prin­
sigue—, en las que el obrar depende cipio en el hombre mismo (Diss., 1,1).
de nosotros, también el no obrar de­ Este concepto se trasmitió a la Edad
pende de nosotros y allí donde nos Media. Orígenes fue su primer defen­
encontramos en situación de decir no, sor en el mundo cristiano, aclarándolo
podemos decir también sí. De tal ma­ en el sentido de que la L. consiste no
nera, si cumplir una acción bella de­ sólo en tener en sí la causa de los
pende de nosotros, también dependerá propios movimientos, sino también en
de nosotros no cumplir una mala ac­ ser ella esta causa. Esta definición,
ción” (Ét. Nic., III, 5, 1113 b 10). Esto que se aplica a todos los seres vivien­
es lo que Platón ya había dicho en el tes, otorga un privilegio al hombre
mito de Er. Pero para Aristóteles sig­ porque la causa de los movimientos
nifica que "el hombre es el principio humanos es lo qc el hombre mismo
y el padre de sus actos, tanto como elige como móvil, por la razón de ser
de sus hijos” (Ibid.). En efecto, "sólo juez y árbitro de las circunstancias
para aquel que tiene en sí mismo su pro­ externas (De Princ., III, 5). Considera­
pio principio, el obrar o el no obrar ciones análogas se encuentran en el
depende de sí mismo" (Ibid., III, 1, De Libero arbitrio de San Agustín (cf.
1110 a 17), ya que el hombre "es el por ejemplo, I, 12; III, 3; III, 25).
principio de sus actos" (Ibid., III, 3, "Siente que el alma se mueve por sí
1112 b 15-16). Esta noción de "principio aquel que siente en sí la voluntad”,
de sí mismo” es la definición de la L. dice en otra parte (De div. quaest., 83,
incondicionada. Se encuentra en Cice­ 8). San Alberto Magno llamó libre al
rón, por ejemplo. "Para los movimientos hombre que es causa de sí y que el po­
voluntarios del alma —dice— no debe der de los demás no puede constreñir
requerirse una causa extraña, ya que (S. Th., II, 16, 1). Y para Santo Tomás:
el movimiento está en nuestro poder y “El libre albedrío es la causa del pro­
depende de nosotros, ni por lo tanto pio movimiento porque el hombre, me­
está privado de causa, dado que su diante el libre albedrío, se determina
causa es su misma naturaleza" (De Fa- a sí mismo a obrar." Santo Tomás
to, 11). La noción de L. tenía para Epi- agrega que no es necesario, para que
curo el mismo significado de autode­ haya L., que el hombre sea la primera
terminación absoluta, autodetermina­ causa de sí mismo y, en efecto, no lo
ción que, según él, se originaba en los es, porque tal primera causa es Dios.
átomos, a los cuales atribuía el poder Pero la Primera causa no quita nada
de desviarse de su propia trayectoria. a la autocausalidad del hombre (Ibid.,
Dice Lucrecio: "Nosotros podemos des­ I, q. 83, a. 1; cf. Contra Gent., II, 48).
viar nuestros movimientos sin estar La última escolástica mantuvo este
739
Libertad

concepto de L. y acentuó más bien la los fenómenos, debe, en relación a los


indiferencia de la voluntad con res­ fenómenos como hechos, ser la facul­
pecto a sus posibles determinantes. tad de iniciar por sí misma (sponte)
Duns Scoto afirma que "la L. de nues­ la serie de los propios efectos, sin que la
tra voluntad consiste en poderse de­ actividad de la causa deba tener un
terminar en actos opuestos, ya sea su­ comienzo y sin que tenga necesidad
cesivamente, ya sea en el mismo ins­ de otra causa que determine tal co­
tante" (Op. Ox., I, d. 39, q. 5, n. 16). mienzo” (Proleg., §53). La "facultad de
Y esta determinabilidad hacia actos iniciar por sí un hecho” es exactamen­
opuestos expresa la perfecta indiferen­ te la causa sui del concepto tradicional
cia de la voluntad con respecto a toda de L. Ésta es denominada también en el
motivación posible. Occam, aun negan­ mismo sentido "espontaneidad absolu­
do la posibilidad simultánea de actos ta”, esto es, actividad que no recibe
opuestos, subraya igualmente la indi­ otra determinación sino de sí misma
ferencia absoluta de la voluntad: "Por (Crít. R. Práct., I, libro I, cap. III, Dilu­
L. —dice— se entiende el poder por el cidación crítica). Pero precisamente co­
cual puedo indiferente y contingente­ mo causa sui o espontaneidad absoluta,
mente poner cosas diversas, de tal ma­ “la causa libre no puede ser sometida
nera que puedo causar y no causar el a determinaciones de tiempo en sus es­
mismo efecto, sin que exista ninguna tados, no debe ser un fenómeno, debe
diferencia salvo la que existe en este ser una cosa en sí y sólo sus efectos
poder” (Quodl., I, q. 16). Occam no deben considerarse fenómenos” (Pro­
considera, sin embargo, que se pueda leg., §53). Kant ha querido conciliar
demostrar que la voluntad sea libre en la L. humana, como poder de auto­
este sentido. La L. se puede conocer determinación, con el determinismo na­
sólo por experiencia, ya que "el hom­ tural que para él constituye la raciona­
bre experimenta que, aun cuando la lidad misma de la naturaleza; por lo
razón le dicte algo, la voluntad puede tanto, ha considerado la L. como noú­
todavía quererlo y no quererlo” (Ibid., meno, estimando que lo que desde un
I, q. 16). A este respecto Buridán ob­ punto de vista (el de los fenómenos)
servó que la L. no consiste en poder puede considerarse como necesidad,
no seguir el juicio ■*■! entendimiento, desde otro punto de vista (el del noú­
ya que si éste re a .ociera con eviden­ meno) puede considerarse como L. Pe­
cia dos bienes como perfectamente igua­ ro el concepto de L. no ha sido para
les, no podría decidirse ni por el uno nada innovado por este artificio kan­
ni por el otro; consiste, en cambio, en tiano. El mismo concepto es expresado
poder suspender o impedir el juicio del por Fichte: “La absoluta actividad —di­
entendimiento (In Eth., III, q. 1-4). Así ce— se llama también L. La L. es la
colocó las premisas del caso que se representación sensible de la autoacti-
llamó del Asno de Buridán (véase), el vidad” (Sittenlehre [Doctrina de la mo­
cual, no teniendo L., muere de hambre ral], Intr., 7, en Werke ["Obras”], IV,
en la condición en que el hombre, en p. 9).
cambio, puede suspender el juicio y rea­ Al mismo concepto recurre también
lizar arbitrariamente la elección. actualmente toda forma de indetermi­
El concepto de autopraghia o causa nismo (véase). En las formas espiri­
sui se encuentra frecuentemente en la tualistas del indeterminismo (que son
filosofía moderna y contemporánea. las más difundidas) la autodetermina­
"La sustancia libre —dice Leibniz— se ción es considerada como una expe­
determina por sí misma, esto es, si­ riencia interna fundamental, como una
guiendo el motivo del bien percibido especie de creación "interior”. Resulta
por la inteligencia que la inclina sin la misma "autocreación del yo". Dice
necesitarla: todas las condiciones de la Maine de Biran: "La L. o la idea de L.
L. están comprendidas en estas pocas tomada en su fuente real, no es más
palabras” (Théod., III, §288). Este mis­ que el sentimiento mismo de nuestra
mo concepto persuadió a Kant a admi­ actividad o de este poder de obrar, de
tir el carácter “nouménico” de la L. crear el esfuerzo constitutivo del yo”
"Si se debe admitir la L. —dice— como (Essai sur les fondements de la psycho-
propiedad de determinadas causas de logie, 1812, en (Euvres, ed. Naville, I, pá­
740
Libertad

gina 284). Una concepción análoga se luntad a los motivos sólo para sostener
puede encontrar en el Mikrokosmus de que la voluntad crea o constituye los
Lotze (I, pp. 283 ss.) y, con alguna ate­ motivos y les confiere la fuerza deter­
nuación, en la Noiivelle Mcmadologie, minante de que disponen. Pero de tal
de Renouvier (pp. 24ss.). El esplritua­ modo la autodeterminación queda como
lismo francés con Sécretan, Ravaisson, la definición de la L. La doctrina de
Lachelier, Boutroux, Hamelin, se atie­ Sartre tampoco tiene un sentido dife­
ne estrictamente al mismo concepto. rente. Para él, la L. es la elección que
"Cuando se ha comprendido bien —dice el hombre hace de su ser propio y del
Boutroux— el mecanismo, éste antes mundo. "Pero precisamente por tratar­
que envolvemos es nuestro medio de se de una elección —dice Sartre—, esta
acción sobre las cosas. Aprehendemos elección, en la medida en que se efec­
el mecanismo físico gracias al meca­ túa, designa en general otras eleccio­
nismo psíquico y al mecanismo socio­ nes como posibles. La posibilidad de
lógico, que deüenden de nosotros. El estas otras elecciones no es ni explícita
conocimiento de las leyes de las cosas ni planteada, sino subdividida en el sen­
nos permite dominarlas y así, antes que timiento de injustificabilidad y se ex­
perjudicar nuestra L., el mecanismo la presa en el hecho de lo absurdo de mi
hace eficaz.” Por lo tanto, no sólo las elección y, por consiguiente, de mi
cosas intemas dependen de nosotros, ser. Así mi L. devora mi L. Al ser libre,
como lo quería Epicteto, sino también yo proyecto mi posibilidad total, pero
las externas (De l’idée de loi naturetle, pongo, por ser libre y poderlo anular,
1895, pp. 133, 143). Desde este punto de este primer proyecto y lo confino en el
vista, el motivo no es la causa nece­ pasado” (L'étre et le néant, p. 560).
saria de la acción humana: la voluntad Pero una elección que nada tiene que
da su preferencia a un motivo más que elegir, esto es, que no está limitada
a otro y el motivo más fuerte no es tal por condiciones determinadas, es una
independientemente de la voluntad, si­ elección sólo de nombre y en realidad
no justo en virtud de ella (La contin- es una autocreación gratuita. La doc­
gence des lois de la nature, 1874, p. 124). trina de Sartre no hace más que llevar
El concepto bergsoniano de L. no hace a límites extremos el viejo concepto de
más que afirmar esta misma tesis. la L. como autoci alidad.
Bergson sostiene que el concepto de la A este concepto apelan tanto el in­
L. que defiende está situado entre la determinismo como el determinismo.
noción de L. moral, o sea de la “inde­ Lo que el determinismo niega y el in­
pendencia de la persona frente a todo determinismo afirma es la posibilidad
lo que no es ella misma” y la noción de una causa sui. Se ha visto cómo
de libre albedrío, según la cual lo li­ Kant mismo la consideraba imposible
bre "depende de sí como un efecto en el dominio de los fenómenos y la
depende de la causa que lo determina llevaba al dominio del noúmeno. Así
necesariamente". Contra esta última lo hace también Schopenhauer, que con­
concepción, Bergson objeta que los ac­ sidera válidas las razones aducidas por
tos libres son imprevisibles y que, por Priestley en su Doctrina de la necesi­
lo tanto, no se les puede aplicar la dad filosófica (véase d e t e r m in is m o ), y
causalidad, según la cual causas igua­ afirma que la L. como autocausalidad
les tienen efectos iguales. La L. sigue es sólo de la voluntad como fuerza
siendo, por lo tanto, indefinible y es nouménica o metafísica, de la voluntad
identificada con el mismo proceso de como principio cósmico (Die Welt, I,
la vida consciente, o sea con la dura­ § 55). En general, el determinismo con­
ción real (Essais sur tes données im- siste en considerar universal el alcan­
médiaíes de la conscience, 1899, pági­ ce del principio de causalidad en su
nas 131 ss.). Pero en realidad el con­ forma empírica y, por lo tanto, en negar
cepto de libre albedrío se basa precisa­ la causalidad autónoma. En este sen­
mente en la imprevisibilidad de los tido Claude Bemard afirmaba la inercia
hechos humanos (los denominados "fu­ de los cuerpos vivientes, como la de
turos contingentes”) y en la autocausa- los inorgánicos, esto es, la incapaci­
lidad de la voluntad. La doctrina berg- dad que tales cuerpos tienen de darse
soniana niega la indiferencia de la vo­ por sí el movimiento y veía en el reco­
74 1
Libertad

nocimiento de tal inercia la condición referencia es todavía el de causa sui,


para el reconocimiento del determinis- pero como tal, la L. es atribuida al todo
mo absoluto (Intr. a l’étude de la méde- y no a la parte; no al hombre en par­
cine expérimentale, 1865, II, 8). ticular, sino al orden cósmico o divino,
El equivalente político de la con­ a la Sustancia, a lo Absoluto, al Esta­
cepción de la L. como autocausalidad do. El origen de esta concepción se
es la noción de la L. como ausencia encuentra en los estoicos. Como ya
de condiciones o de reglas, rechazo de se ha visto, éstos consideraban que
toda obligación y, en una palabra, la "la L. consiste en la autodeterminación
anarquía. En la mayoría de las oca­ y que, por lo tanto, sólo el sabio es
siones este concepto es utilizado como libre” (Dióg. L., VII, 121). Pero ¿por
instrumento polémico para negar la L. qué es libre el sabio? Porque sólo él
misma. Así lo hizo por primera vez sigue una vida conforme a la natura­
Platón, en su intento de demostrar có­ leza, sólo él se conforma con el orden
mo nacen la tiranía y la esclavitud del mundo y con el destino (Dióg. L.,
mediante la excesiva L. concedida por VII, 88; Stobeo, Flor., VI, 19; Cicer.,
el régimen democrático. En efecto, el De Fato, 17). La L. del sabio coincide,
rechazo constante de todo límite y res­ por lo tanto, con la necesidad del orden
tricción "hace a los ciudadanos tan cósmico. Pero Crisipo intentó huir de
recelosos que en cuanto se propone cual­ esta consecuencia. Distinguió las cau­
quier cosa que parezca amenazar su L. sas perfectas y principales de las causas
se resienten y se rebelan y terminan auxiliares y próximas. El destino obra
por reírse de las leyes escritas o no sobre todo a través de las primeras,
escritas, porque no quieren de ningún pero entre las últimas existe el asen­
modo someterse a un amo” (Rep., VIII, timiento que el hombre da a las cosas
563 d). La L. es entendida aquí (aunque y, consecuentemente, a su acción. Su­
no por Platón, sobre el cual véase in- cede como en el caso de un cilindro en
fra) como ausencia de medida, rechazo el cual un pequeño empuje basta para
de toda norma. El ilimitado poder so­ hacerlo rodar sobre un plano inclinado:
bre todo, en el que según Hobbes con­ la naturaleza del cilindro y del plano
siste la L. en el estado de naturaleza hacen que aquél continúe rodando una
(De cive, I, §7), f .e el mismo signi­ vez que ha sido empujado, pero para
ficado. Filmer creía, en efecto, expre­ que esto suceda es necesario el empuje
sar el significado de la doctrina de previo. Del mismo modo, el orden de
Hobbes diciendo: "La L. consiste para las cosas hace que una acción conti­
cada uno en hacer lo que le parezca, núe de cierta manera una vez iniciada,
en vivir como le guste, sin estar vincu­ pero para iniciarla es necesario el asen­
lado por ley alguna” (Observations upcm timiento del hombre y este asentimien­
Mr. Hobbes’ Leviathan, 1652, p. 55). to reside en su poder (Cicer., De Fato,
Pero quizás la mejor y más coherente 18-19). Sin embargo, para Crisipo la L.
expresión de esta noción de L. es el no es tampoco más que la conformi­
Onico de Max Stim er: el individuo dad del asentimiento humano al orden
que no tiene ninguna causa fuera de del mundo; las causas auxiliares, en
sí, que es él su misma causa y la causa efecto, no caen fuera del orden nece­
de todo (Der Einzige und sein Eigen- sario del mundo con mayor fuerza que
tum, 1845; trad. esp.: El Onico y su las causas principales, y el empuje
propiedad, Madrid, 1901 y 1937). En es­ que hace rodar al cilindro pertenece a
ta forma extrema la tesis de la L. anár­ tal orden de la misma forma que el
quica es defendida muy rara vez: a cilindro y el plano sobre el cual rueda.
menudo, en cambio, está presupuesta Desde este punto de vista, negar que el
como término polémico y a ella, de hombre como tal sea libre o afirmar
buena o mala fe, se remiten las otras que es libre en cuanto manifestación
concepciones de la L. política. de la autodeterminación cósmica o di­
2) La segunda concepción fundamen­ vina, es lo mismo. Todo esto se ve muy
tal de la L. es la que la identifica con claro en la formulación spinoziana. Se­
la necesidad. Esta concepción está es­ gún Spinoza, "se dirá libre aquella cosa
trechamente emparentada con la pri­ que existe por la sola necesidad de su
mera. El concepto de L. al cual hace naturaleza y se determina por sí sola
742
Libertad

a obrar; pero necesaria, o mejor, com- Apéndice). Esta L. real que es la reali­
pelida, la que es determinada por otra dad misma del hombre es el Estado, el
a existir y operar de cierta y deter­ cual justo por ello, es considerado por
minada manera” (Eth., I, def. 7). En Hegel como "Dios real” (Fil. del dere­
este sentido solamente "Dios es causa cho, §258, Apéndice). El Estado es "la
libre porque sólo Él existe por la sola realidad de la L. concreta" (Ibid.,
necesidad de su naturaleza y obra por §260). Esto significa que "es la reali­
la sola necesidad de su naturaleza” dad en la cual el individuo tiene y
(Ibid., I, 17, corol. II), en tanto el hom­ goza su L., pero en cuanto el individuo
bre, como toda otra cosa, está deter­ mismo es ciencia, fe y voluntad de lo
minado por la necesidad de la natura­ universal. Así el Estado es el centro
leza divina y se puede creer libre sólo de los otros aspectos concretos de la
en cuanto ignora las causas de sus voli­ vida, esto es, del derecho, del arte,
ciones y de su apetito (Ibid., I, ap.; de las costumbres, de las comodidades.
II, 48). Sin embargo, el hombre mismo En el Estado la L. se realiza objetiva
puede ser llamado libre si es guiado y positivamente". Esto no significa que
por la razón (Ibid., IV, 66, scol.), esto la voluntad subjetiva del individuo se
es, si obra y piensa sólo como parte realice mediante la voluntad univer­
de la Sustancia infinita y reconoce en sal que, por lo tanto, sería un medio
sí la necesidad universal de ella (Ibid., para ella, sino más bien que la volun­
V, VI, scol.). En otros términos, el hom­ tad universal se realice a través de los
bre resulta libre mediante el amor in­ ciudadanos, que bajo este aspecto son
telectual del alma a Dios (que es pre­ sus instrumentos. "Son más bien el de­
cisamente el conocimiento de la necesi­ recho, la moral, el Estado, y sólo ellos
dad divina), amor que es el amor mis­ la positiva realidad y satisfacción de la
mo de Dios con que Dios se ama a sí L. El albedrío del individuo no es L.
mismo (Ibid., V, 36, scol.). Ninguna in­ La L. que está limitada es el albedrío,
novación aporta a este punto de vista que concierne al momento particular
la elaboración y amplificación realizada de las, necesidades” (Philosophie der
por la filosofía romántica. Schelling Geschichte [Filosofía de la historia],
afirma explícitamente la coincidencia ed. Lasson, I, p. 90). Esta coincidencia
de libertad y necesidad. "Lo Absoluto de L. y necesidaa le lleva a atribuir la
—dice— obra por medio de toda inte­ L. misma solamente a lo Absoluto o
ligencia en particular, esto es, su acción a su realización en el mundo, que es el
es también absoluta en cuanto no es ni Estado, ha quedado por un lado para
libre ni exenta de L., sino lo uno y lo caracterizar todas las doctrinas de deri­
otro al mismo tiempo: absolutamente vación romántica, y, por otro lado, ha
libre, y por lo tanto también nece­ sido utilizada, fuera del ámbito de tales
saria” (System der transzendentalen doctrinas, para la defensa del absolu­
Idealismus (Sistema del idealismo tras­ tismo estatal y el rechazo del libera­
cendental], IV, E). Las Indagaciones lismo político. Gentile y Croce compar­
filosóficas sobre la esencia de la L. hu­ tieron tal doctrina, el primerc iden­
mana (1809) del propio Schelling, tras- tificando la L. con la necesidad dialéc­
fieren a Dios, o mejor a la naturaleza tica de lo Absoluto (Teoría generale
o fundamento de Dios, el acto por el dello spirito, XII, § 20), el segundo
cual el hombre elige esa naturaleza o identificando la L. con "la creación de
fundamento por el cual se determinará las fuerzas que se denominan indivi­
toda inclinación o acción suya. La ten­ duales y que coinciden con la unidad
dencia a atribuir a lo Absoluto la L. de lo Universal” (Storiografia e idealita
y a identificarla con la necesidad, se morale, p. 58). Pero la compartió tam­
revela así como la característica propia bién Martinetti, quien afirma que la L.
de la concepción romántica. Hegel, a no es más que la espontaneidad de la
este respecto, opone “el concepto abs­ razón y que la espontaneidad de la ra­
tracto de la L ”, o sea la L. como exi­ zón no es más que la necesidad misma
gencia o posibilidad, a la "L. concre­ y, de tal manera, en cada caso se iden­
ta" que es la “L. real" o "la realidad tifican L. y espontaneidad, espontanei­
misma” del espíritu o de los hombres dad y concatenación necesaria (La li­
(Ene., §482; Fil. del derecho, §33, berta, 1928, p. 349). De manera diferen­
743
Libertad

te, la doctrina reaparece en algunas mente al ser, la sustancia, el mundo y


manifestaciones de la filosofía contem­ en el estrato político sólo al Estado, la
poránea, en el realismo de Nicolai Iglesia, la raza, el partido, etc., y atri­
Hartmann y en el existencialismo de buye a la totalidad de tal manera pri­
Jaspers, por ejemplo. Según Hart­ vilegiada un poder de autocausalidad
mann, la L. consiste en el hecho de o autocreación que es también un po­
que, para todo estrato del ser, al deter- der absoluto de coerción sobre los indi­
minismo de los estratos inferiores se viduos, que son considerados sus mani­
agrega el determinismo propio del estra­ festaciones o partes.
to mismo. En otros términos, los estra­ 3) En tanto que las dos primeras
tos son contingentes con respecto al concepciones de la L. tienen un núcleo
otro, en cuanto cada uno tiene una conceptual común, la tercera no apela
forma específica de determinismo no a este núcleo ya que entiende la L. como
reducible a la de los planos inferiores; medida de posibilidad y, por lo tanto,
la L. no es más que el superdetermi- elección motivada o condicionada. En
nismo de un plano del ser con respecto este sentido la L. no es autodetermina­
a los otros planos. Dice Hartmann: "La ción absoluta y no es, por lo tanto, un
L. en sentido positivo no es un minus, todo o una nada, sino más bien un pro­
sino un plus en la determinación. El blema siempre abierto: el problema de
nexo causal no permite un minus, por­ determinar la medida, la condición o
que su ley afirma que, una vez en curso la modalidad de la elección que puede
una serie de efectos, no puede ser de garantizarla. En este sentido, libre no
ningún modo detenida. Pero admite es lo que es causa sui o lo que se iden­
en cambio un plus —si esto existe— tifica con una totalidad que es causa
porque su ley no afirma que a los ele­ sui, sino el que posee, en un grado o
mentos de determinación causal de un medida determinada, posibilidades de­
proceso no puedan agregárseles otros terminadas. Platón enunció por prime­
elementos de determinación” (Ethik, ra vez el concepto de que la L. consiste
p. 649). En el estrato del espíritu, este en una "justa medida” (Leyes, 693 e)
plus de determinación está constituido e ilustró este concepto con el mito de
por la teleología propia del hombre, Er. En este mito se dice que las almas,
que impone a los pro'- ;os causales fines antes de encamarse, son llevadas a ele­
sacados de la esf—a de los valores. gir el modelo de vida al cual después
Pero es obvio que, en este sentido, la permanecerán ligadas. "Para la vir­
L. no es más que el agregado de un tud, anuncia la parca Laques, no hay
determinismo "superior” a los deter- amos: cada uno los tendrá más o me­
minismos inferiores y, por lo tanto, la nos según los honre o los olvide. Cada
autodeterminación de los estratos, que uno es el autor de su elección, la divi­
se agrega a la determinación externa. nidad está fuera de discusión” ( Rep.,
En el mismo sentido, Jaspers afirma la X, 617 e). Pero lo importante es que
unidad de L. y necesidad, expresada esta elección, de la que cada uno es
en la fórmula "yo puedo porque debo” autor y cuya causalidad, por lo tanto,
(en el sentido de la necesidad de he­ no puede endosarse a la divinidad, está
cho, Ich muss: Phil., II, pp. 186, 195). limitada en un sentido por las posibili­
En este caso la L. la autodetermina­ dades objetivas, o sea por los modelos
ción, pertenece a la situación existencial de vida disponibles, y en otro sentido
total, cuya expresión es el yo. Estamos por la motivación ya que, como dice
siempre en el ámbito de la concepción Platón, "la mayor parte de las almas
que identifica a la L. con la autocausa- elige según el hábito de la vida prece­
lidad de una totalidad metafísica (o dente” (Ibid., 620 a). La actuación mí­
política, social, etc.), o sea con la nece­ tica aquí ilustrada es exactamente la
sidad mediante la cual se realiza tal de una L. finita, esto es, de una elec­
totalidad. Esta doctrina ha sido defen­ ción entre posibilidades determinadas
dida a veces por filósofos o escritores y condicionadas por motivos determi­
de espíritu liberal, pero en realidad es nantes. Tal L. está delimitada por:
la insignia misma del antiliberalismo 1) el rango de las posibilidades obje­
moderno. En efecto, en el estrato me- tivas que siempre son más o menos
tafísico reconoce como sujeto de L. sola­ restringidas en número; 2) el rango de
744
Libertad

los motivos de la elección que pueden es clara: tiende, por un lado, a garan­
restringir aún, hasta la unidad, el ran­ tizar el determinismo de los motivos,
go de las posibilidades objetivas. Por negando el libre albedrío como auto-
lo tanto, este concepto de L. es una causalidad de la voluntad y, por otro
forma de determinismo, si bien no lo lado, tiende a garantizar la L. del hom­
sea de necesidad: admite la determi­ bre contra el determinismo riguroso.
nación del hombre por parte de las De mejor manera, Locke logró expresar
condiciones a las que responde su acti­ este mismo concepto en el terreno po­
vidad, sin admitir que a partir de tales lítico, negando, contra Filmer, que la
condiciones la búsqueda pueda ser infa­ L. consista en hacer lo que le parece a
liblemente previsible. cada uno y afirmando: "La L. natural
Este concepto de L. quedó totalmente del hombre debe hallarse inmune de
olvidado en la Antigüedad y en la Edad todo poder superior sobre la tierra
Media, por la preponderancia del con­ y en no someterse a la voluntad o a
cepto de L. como causa sui. Al reapa­ la autoridad legislativa de alguno, no
recer, a principios de la edad moderna, supeditada a la voluntad o autoridad
adquirió, en polémica con la noción de legislativa del hombre, sino sólo tener
libre albedrío, la forma de negación la ley de naturaleza por su norma. La
de la L. de querer y de la afirma­ L. del hombre en sociedad consiste en
ción de la L. de hacer. En esta forma no hallarse bajo más poder legislativo
es expuesto por Hobbes, quien identi­ que el establecido en la nación por con­
fica la voluntad con el apetito y afirma sentimiento, ni bajo el dominio de nin­
que no se puede dejar de querer lo que guna voluntad o restricción de ninguna
se quiere (no se puede dejar de tener ley, salvo las promulgadas por aquél
hambre cuando se tiene hambre, dejar según la confianza en él depositada”
de tener sed cuando se tiene sed, etc.), (Two Treatises on Government, II, 4,
pero se puede hacer o no hacer lo que 21; trad. esp. [del 2o tratado]: Ensayo
se quiere (comer o no comer cuando se sobre el gobierno civil, México, 1941,
tiene hambre, etc.). Existe, por lo tan­ F. C. E., p. 14). En el estado de natura­
to, una L. de hacer, no una L. 'de que­ leza, la L. consiste en la posibilidad
rer (De Homine, 11, §2; De Corp., de elección limitada por la norma de
25, §13). naturaleza, que e -na norma recíproca
Esta doctrina fue sustancialmente que prescribe reconocer a los otros las
acogida por Locke, quien dice que la mismas posibilidades que se reconoce
L. consiste "en que seamos capaces de uno a sí mismo (Ibid., II, 2, 4). En la
actuar o de no actuar, a consecuencia sociedad, la L. consiste en la posibilidad
de nuestra elección" (Essay, II, 21, 27). de elecciones delimitadas por una ley
Pero en Locke la doctrina misma se establecida por un poder destinado a
complica y resulta confusa, porque por tal efecto por consentimiento de los
un lado distingue entre el apetito y la ciudadanos. En otros términos, la L.
voluntad que considera constituida por política presupone dos condiciones:
un poder de elección, de preferencia 1) La existencia de normas que cir­
o de indiferencia (o sea de suspensión cunscriban las posibilidades de elec­
del deseo, Ibid., II, 21, 48), y por otro ción de los ciudadanos; 2) La posibi­
lado admite que tal elección, prefe­ lidad de los ciudadanos mismos para
rencia o indiferencia está determinada controlar, en una medida determinada,
necesariamente por el motivo (que iden­ el establecimiento de estas normas.
tifica en un primer tiempo con el deseo Desde este punto de vista el problema
del bien, en un segundo tiempo con el de la L. política es un problema de
malestar propio del deseo, por el bien medida, la medida en la cual los ciu­
ausente; Ibid., II, 21, 31). Por lo tanto, dadanos deben participar en el control
no se ve cómo, desde este punto de de las leyes y la medida en la cual
vista, pueda hablarse de L. de hacer tales leyes deben restringir sus posibi­
o de no hacer, dado que la elección lidades de elección. Éste ha sido siem­
misma o la preferencia acordada a una pre el problema del liberalismo clásico
u otra de estas alternativas está nece- y de todo liberalismo auténtico, anti­
riamente determinada. De todas mane­ guo y moderno. Montesquieu volvió a
ras, la intención de la doctrina de Locke proponer la doctrina de la L. política
745
Libertad

de Locke en el Esprit des tois (1748, ración de la elección, sino a sus conse­
XI, 34). Hume y la Ilustración reto­ cuencias. ¿Qué es lo que éstas tienen
maron la doctrina de la L. filosófica. de propio? Esto: que nos dan el con­
El primero afirmó: "Por L. no podemos trol de las posibilidades futuras que
significar más que un poder de obrar se nos abren. Este control es el núcleo
o de no obrar según la determinación de nuestra libertad. Sin él, somos lle­
de la voluntad, esto es, que si delibe­ vados hacia atrás, con él caminamos
ramos permanecer firmes podemos ha­ en la luz” (Human Nature and Con-
cerlo y si deliberamos movemos, lo duct, 1922, p. 311). La L. de que ha­
podemos hacer igualmente” {Inq. Conc. bla Heidegger como “trascendencia” y
Underst., VIII, 1) y al mismo tiempo “proyección” del hombre en el mundo
sacó a luz el determinismo de los mo­ es también una L. finita, por hallarse
tivos, sin el cual las leyes y las san­ condicionada y limitada por el mundo
ciones resultarían inoperantes. La Ilus­ mismo en que se proyecta (Vom Wesen
tración, al decir de Voltaire, volvió a des Grundes ["De la esencia del funda­
la misma doctrina: la L. de indiferen­ mento"], 1949, III; trad. ital., pp. 64 ss.).
cia es "una palabra privada de senti­ Esta doctrina de la L. se ha reforzado
do”, ya que significaría que en el hom­ y ha resultado más clara y coherente
bre hay "un efecto sin causa”. Se es desde que la ciencia misma a partir del
libre de hacer cuando se tiene el poder cuarto decenio de nuestro siglo, aban­
de hacer (Dictionnaire philosophújue, donó el ideal de la causalidad necesaria
art. "Liberté"). Kant mismo se valió y de la previsión infalible. La prepon­
del concepto de L. finita para definir derancia del concepto de condición so­
la L. jurídica o política: es “la facul­ bre el de causa, de la explicación proba-
tad de no obedecer a otras leyes exter­ bilista sobre la explicación necesaria,
nas excepto a aquellas a las cuales pue­ que como efecto del principio de inde­
do dar mi consentimiento" (Zum ewigen terminación se ha subrayado en la fí­
Frieden, II, art. 1, n. 1; trad. esp.: La sica atómica (véase c a u sa lid a d ; c o n d i ­
paz perpetua, Madrid, 1933). La concep­ c ió n ), ha hecho obviamente anacrónica
ción de un determinismo no necesario la conservación del esquema necesario
es tradicional en la orientación empi- para la explicación de los hechos hu­
rista. Stuart Mili d ostro que el fata­ manos. Al mismo tiempo, la oposición
lismo surge de un concepto de la nece­ entre ciencia y conciencia, entre la exi­
sidad que no se reduce al de la de­ gencia de la causalidad inherente a la
terminación. Ésta significa solamente primera y el testimonio de L. propio
“uniformidad de orden y capacidad de de la segunda, ha llegado a perder su
predicción”. Pero los sostenedores de significado. Por un lado, se ha visto que
la necesidad "sienten como si existiera la conciencia no testimonia una L. ab­
un nexo más fuerte entre las voliciones soluta ni puede hacer valer absoluta­
y sus causas, tal como si, cuando se mente un testimonio cualquiera al res­
dice que la voluntad está gobernada por pecto; por otro lado, se ha visto que
el equilibrio de los motivos, se dijera la ciencia no exige la causalidad nece­
algo además de la afirmación que se saria que autorizaría la previsión infa­
puede, conociendo los motivos y nues­ lible de los hechos, sino un determi­
tra habitual susceptibilidad hacia ellos, nismo condicionante que autoriza la
predecir el modo en que obraremos” previsión probable de los acontecimien­
(Logic, VI, 2, §2). Dewey traduce esta tos mismos. La conclusión es que el
misma doctrina a los términos del prag­ concepto de la L. como autocausación
matismo, esto es, de un empirismo (como todavía aparece en Bergson y
orientado hacia el futuro. "Se conside­ Sartre) es tan poco sostenible como el
ra a veces —dice— que si se puede de­ concepto del determinismo como nece­
mostrar que la deliberación determina sidad. De igual manera, en el plano
la elección y está determinada por el político, el concepto de la L. como po­
carácter y por las condiciones, no hay der de hacer lo que se guste y el de
L. Esto es como decir que una flor no la L. como poder absoluto de la totali­
puede llevar fruto porque resulta de la dad a la cual el hombre pertenece (Es­
raíz y del tallo. La cuestión no con­ tado, Iglesia, raza, partido, etc.) son
cierne a los antecedentes de la delibe­ igualmente engañadores. La L. es ac-
746
Libertarismo
Libertinismo
tualmente, como en los tiempos en que de los límites y de las condiciones que,
se formuló por vez primera su noción en un campo y en una situación deter­
en el mundo moderno, una cuestión de minada, pueden hacer efectiva y eficaz
medida, de condiciones y de límites la posibilidad de elección del hombre.
en cualquier campo, desde el metafí-
sico y psicológico al económico y polí­ Libertarismo (ingl. líbertarianism). Lo
tico. Se insiste actualmente en el he­ mismo que a n a r q u i s m o . Libertario
cho de que la L. h u m a n a es "una (ingl. libertarían; franc. libertaire): lo
libertad situada, una L. encuadrada en mismo que anarquista. Véase anar ­
lo real, una L. bajo condición, una L. q u is m o .
relativa” (Gurvitch, Déterminismes so
ciaux et liberté humaine, 1955, p 81; Libertinismo (franc. libertinisme). La
cf. también, en trad. esp.: La vocación corriente antirreligiosa que se difun­
actual de la sociología, México, 1953, dió sobre todo en los a mbi e nt e s de
F.C.E.). A veces se expresa este con­ Francia y de Italia en la primera mi­
cepto diciendo que la L. no es una elec­ tad del siglo xvn y que constituye la
ción, sino más bien una "posibilidad reacción, en gran parte subterránea, que
de elección”, esto es, una elección de acompaña en dicho periodo al predo­
tal naturaleza que una vez efectuada minio político del catolicismo. Tal co­
puede ser todavía y siempre repetida rriente no tiene ideas filosóficas bien
en relación a una situación determina­ determinadas. A ella, en efecto, perte­
da (Abbagnano, Possibilitá e Libertó., necieron católicos sinceramente apega­
1956, passim). En esta forma, la L. dos a la Iglesia que, sin embargo, con­
puede reconocerse como propia de to­ sideraban imposible aceptar la armazón
das las actividades humanas ordenadas doctrinaria, tales como Gassendi, Gaf-
y eficaces, también y principalmente frel, Boulliau, Launoy, Marolles, Mon-
de los procedimientos científicos, cu­ conys; p r o t e s t a n t e s emancipados de
yas técnicas de control consisten pre­ toda preocupación religiosa, como Dio-
cisamente en posibilidades de elección dati, Prioleau, Sorbiere y Lapayrére, y
en el sentido indicado. Un procedimien­ escépticos declarados, que volvían a
to válido es un procedimiento que pue­ las doctrinas del paganismo clásico o,
de ser eficazmente adoptado por cual­ por lo menos, a ' formas que habían
quiera en circunstancias adecuadas, es adquirido en el Humanismo renacen­
una " p o s i b i l i d a d de elección”, que tista, como Guyet, Luillier, Bouchard,
se presenta a quienquiera que se halle Naudé, Quillet, Trouller, Bourdelot, Le
en condiciones apropiadas. Análogamen­ Vayer. A propósito de L., no se puede
te, las L. políticas son posibilidades de hablar, por lo tanto, de un cuerpo de
elección que aseguran a los ciudadanos doctrinas coherentes, sino más bien
la posibilidad de elegir. Un tipo de de un determinado número de temas
gobierno es libre no ya si ha sido ele­ comunes, que pueden ser recapitulados
gido por los ciudadanos, sino si per­ del modo siguiente:
mite a los ciudadanos, dentro de deter­ 1) La negación de la validez de las
minados límites, una continua libertad pruebas de la existencia Dios y de la
de elección, en el sentido de la posi­ posibilidad de entender y defender los
bilidad de mantenerlo, modificarlo o dogmas fundamentales del cristianismo.
eliminarlo. Las denominadas "institu­ 2) La negación de la moral eclesiás­
ciones estratégicas de la L.”, como las tica y, en general, de la moral tradi­
L. de pensamiento, de conciencia, de cional y la aceptación del placer como
prensa, de reunión, etc., están dirigidas guía o ideal para la conducta de la
precisamente a salvaguardar a los ciu­ vida. El significado que la palabra li­
dadanos la posibilidad de elección en bertino tiene en el uso corriente pro­
el dominio científico, religioso, político, cede, precisamente, de este aspecto.
social, etc. Por lo tanto, los problemas 3) La aceptación de la doctrina del
de la L. en el mundo moderno no orden necesario del mundo, tal como
pueden ser resueltos por fórmulas sim­ había sido elaborada y defendida por
ples y totalitarias (como serían las su­ los aristotélicos del Renacimiento y, en
geridas por un concepto de L. anár­ consecuencia: a) la negación de la li­
quica o necesaria), sino por el estudio bertad humana; b) la negación de la
717
r

Libertismo
Liceo
inmortalidad del alma; c) la negación que llegó a expresarse sólo renegando
de la posibilidad del milagro, interpre­ de sí” {Le Libertinage érudit dans la
tado como fruto de la imaginación o premiére moitié du xvii siécle, 1943, I,
como hecho natural insólito. Estos pun­ p. 576).
tos de doctrina relacionan el L. con el
aristotelismo del Renacimiento. Libertismo (franc. libertisme). Término
4) La tesis de que la religión es, en adoptado por Bergson (en Revue de
general, un producto de la impostura Metaph. et de Morale, 1900, p. 661) en
de las clases sacerdotales. lugar de la expresión más común de
5) La aceptación del principio de la “Filosofía de la libertad", para indicar
"razón de Estado", o sea del maquia­ el esplritualismo francés del siglo xix,
velismo político. en el cual se inscribe la doctrina mis­
6) El desenmascaramiento de creen­ ma de Bergson.
cias y prácticas religiosas, lo irrisorio
de ellas y, a veces, su traducción en Libido. Término que aplican Freud y
imágenes obscenas. los psicoanalistas a la tendencia sexual
7) El fideísmo, o sea la declarada en su forma más general e indetermi­
aceptación, sincera o no, de las creen­ nada. En su primera época, Freud sos­
cias tradicionales, en contraste con las tuvo la tesis de que “la L. era en igual
conclusiones de la razón, según el prin­ sentido la manifestación energética del
cipio de la "doble verdad” que había amor, como el hambre la del instinto
sido propio del aristotelismo renacen­ de conservación” {Einfiihrung in die
tista (y también del averroísmo me­ Psychoanalyse, cap. 21; trad. esp.: Es­
dieval). quema del psicoanálisis, en Obras II,
8) El carácter aristocrático atribuido p. 30, Madrid, 1948). En este sentido,
al saber y, en particular, a la reflexión las primeras manifestaciones de la L.
filosófica, y los límites impuestos a su se r e l a c i o n a n con otras funciones
difusión y a su uso para evitar que vitales: en el lactante, por ejemplo, el
entraran en conflicto con los intereses acto de mamar procura un placer in­
del Estado y de las instituciones a él dependiente del placer que proporcio­
ligadas. na el alimento y que es buscado aparte.
Este último pur establece sobre Freud, por lo tanto, designó la zona
todo la diferencia radical entre L. e buco-labial como "zona erógena” y con­
Ilustración {véase) que consiste preci­ sideró el placer proporcionado por el
samente en quitar todo freno a la crí­ acto de mamar como un placer sexual.
tica racional, en llevarla a todo campo Más tarde, reconoció dos clases de ins­
(por lo tanto también al campo polí­ tintos en la vida anímica. "Ambas cla­
tico, aparte del religioso) con la vo­ ses de instintos, el Eros o instintos
luntad de hacer partícipes de sus resul­ libidinosos y el instinto de muerte, ac­
tados a todos los hombres y de dirigir­ tuarían y pugnarían entre sí desde la
los hacia el mejoramiento de su forma primera génesis de la vida.” Así, pues,
de vida. Sin embargo, no hay duda que para Freud nada se gana con admitir
el L. es un anhelo importante que con­ una única L. primordial que puede ser
juga el espíritu del Humanismo y el sexualizada o asexualizada, tal como
de la Ilustración. Su mejor historia­ lo hizo Jung (Ibid.. pp. 442 ss.; cf. C.
dor, R. Pintard, resume así su juicio G. Jung, Wandlungen und Symbole der
acerca de él: “Si se cree, como todo Libido ["Transformaciones y símbolos
conduce a admitir, que el empuje del de la L.”l, 1925).
espíritu filosófico de fines del siglo x v i i Libre albedrío, véase LIBERTAD.
es, en buena medida, continuación del
Renacimiento del siglo x v i i , es nece­ Liceo (gr. A ú x e i o v ) . Nombre dado, por
sario también llegar a la conclusión de el lugar en el que se estableció (el si­
que el L. triunfante de un Fontenelle tio consagrado a Apolo Liceo) a la Es­
o un Bayle, no habría existido sin el L. cuela de Aristóteles, o Peripato. Al
militante de un Le Vayer, un Gassendi morir Aristóteles, la escuela fue diri­
y un Naudé, que fue también un L. do­ gida por Teofrasto de Ereso, hasta su
loroso, excitante, combatido, embara­ muerte (288 o 286 a. c.), quien la enca­
zado por escrúpulos y por temores y minó sobre todo a la organización del
748
Limitación
Límite
trabajo científico y a las investigacio­ al sujeto c la proposición. W. Hamil
nes particulares. Teofrasto fue sucedi­ ton considero en cambio que la restric
do por Estratón de Lampsaco, que la ción se aplica al predicado y denominó
dirigió durante dieciocho años; des­ L. a la restricción sólo en expresiones
pués la escuela continuó su trabajo a como “La virtud es la única nobleza"
través de numerosos representantes de (Lectures on Logic, 2* ed., p. 262).
los que sólo nos quedan noticias y
fragmentos escasos. En el primer siglo Límite (gr. jtéQa;; lat. l i m e s ; ingl.
antes de Cristo, Andrónico de Rodas limit; franc. tim ite; alem. Grenzc; ital.
publicó las obras esotéricas de Aristó­ limite). Aristóteles distinguió perfec­
teles, con lo que comenzó una nueva tamente, y enumeró, los diferentes sig­
forma de actividad filosófica: el co­ nificados del término (Met., V, 17,
mentario de los escritos del maestro. 1022 a 4 ss.), que son los siguientes:
En esta actividad se destacó especial­ 1) El último punto de una cosa, o
mente Alejandro de Afrodisia, que vi­ sea el primero fuera del cual no existe
vió alrededor de 200 d. c. (cf. Wehrli, parte alguna de la cosa o más acá del
Die Schule des Aristóteles, Texte und cual está toda parte de la cosa. Ac­
Kommentar [“La escuela de Aristóte­ tualmente este concepto se expresa di­
les, Textos y comentario"], Basilea, ciendo que el L. es un punto que no
1944 ss.). puede ser logrado o que es una mag­
nitud tal que la diferencia entre ella
Limitación (lat. limitatio; ingl. limita- y los elementos de la serie infinita a
tion; alem. Limitation, Begrenzung). que pertenece, sea o siga siendo infe­
La lógica del siglo xvn comenzó a dar rior a toda magnitud asignable (cf.
este nombre a lo que la lógica medie­ Peirce, Cotí. Pap., 4.117; Jorgensen, A
val denominó restricción ( restrictio, Treatise of Formal Logic, III, pp. 87 ss.).
cf. Pedro Hispano, S u m m u l . Logic., 2) La forma de una magnitud o de
11.01) o sea a la reducción de un enun­ una cosa que tiene magnitud.
ciado a un significado más restringido. 3) El término: ya sea el terminus ad
Dice Jungius, por ejemplo: “Se dice quem o punto de llegada o a veces, el
que un enunciado queda limitado cuan­ terminus a quo, o punto de partida.
do es sustituido por otro enunciado 4) La sustancia la esencia sustan­
que declara que el predicado conviene cial de una cosa, yn que éste es el L.
al sujeto en una parte o accidental­ de conocimiento de la cosa y, por lo
mente, no inmediata pero sí media­ tanto, también de la cosa misma. En
tamente. Por ejemplo: ‘el etíope es este sentido, L. significa condición. Para
blanco' está limitado por ‘el etíope Aristóteles, la condición del conoci­
es blanco en los dientes' ” (Lógica Ham- miento y del ser mismo de la cosa es
burgensis, 1638, II, 8, 8). En el mismo la sustancia o esencia necesaria. Véa­
sentido se expresa Wolff que, sin em­ se e s e n c i a ; s u s t a n c ia .
bargo, distingue entre proposición res­ El uso que Kant hizo de la palabra
trictiva y limitada, en cuanto la L. se se relaciona con el primer significado
considera ab intrínseco, esto es, de la del término. "Un L. —escribió— en los
parte misma del sujeto, como en el caso seres extensos, presupone siempre un
del enunciado acerca del etíope, en espacio que está fuera de una cierta
tanto la restricción se toma ab extrín­ superficie determinada y la incluye en
seco, como en el enunciado “El aire sí; el confín, m cambio, no tiene ne­
es ligero con respecto a los fluidos” cesidad de esto, sino que es una pura
(Lógica, § 1106). Kant ha denominado negación que cualifica una magnitud,
L. a la tercera categoría de la cuali­ en cuanto no es una totalidad absoluta
dad, que es “la realidad unida con la y perfecta. Ahora bien, nuestra razón
negación” (Crit. R. Pura, § 11), y que ve, de algún modo, en torno a sí, un
corresponde al juicio infinito, o sea a espacio para el conocimiento de las co­
la proposición que afirma un predica­ sas en sí, si bien nunca pueda tener
do negativo (I b i d § 9). Véase i n f i n i ­ conceptos determinados y esté pura­
to , j u i c i o . mente limitada a los fenómenos" (Prol.,
En todos estos casos, la L. es consi­ § 57). En este sentido Kant denominó
derada como una restricción aplicada concepto-límite al concepto de nóume-
749
Lírico
Locura
no en cuanto sirve "para circunscribir L. profética, que es el fundamento de
las pretensiones de la sensibilidad y, la mántica, o sea del arte de predecir
por lo tanto, es de uso puramente ne- el futuro; b) la L. purificatoria, que
gativo” (Crít. R. Pura; Anál. de los consiste en alejar los males por medio
Principios, cap. 3; véase cosa e n s í ). de purificaciones y de iniciaciones en
Lo que en este sentido tiene L. es lo el presente y en el porvenir; c) la L.
finito en el significado 4? del término. poética, inspirada por las musas (Ibid.,
244 a, 245 a) y finalmente la forma
Lírico (ingl. lyric; franc. lyrique; alem. más alta o sea d) la L. amorosa, que
lyrisch; ital. Urico). Adjetivo aplicado envuelve al hombre en el recuerdo de
por Croce a la expresión artística como la belleza ideal, despertada en él por
expresión del sentimiento. "Lo que da las bellezas de las cosas del mundo
coherencia y u n i d a d a la intuición (Ibid., 249 e). Es evidente que las tres
—dice Croce— es el sentimiento: la primeras formas de L. son formas de
intuición es en verdad tal sólo porque inspiración divina, que pueden ser re­
representa un sentimiento y sólo por ducidas al en tu s ia s m o (véase). El
él y de él puede surgir... Ética y lí­ amor, en cambio, es L. en un sentido
rica, o drama y lírica, son divisiones diferente, o sea como aspiración al
escolásticas de lo indivisible: el arte es ser auténtico, revelado en su manifes­
siempre lírico, o sea ética y dramática tación "más amable y más evidente”,
del sentimiento” (Breviario di Estética, la belleza. Ahora bien, éste es ya el
1912, en Nuovi saggi di estética, p. 28). segundo significado de locura.
El lirismo constituye para Croce el 2) En el segundo significado, la L.
carácter subjetivo o romántico del arte. es, en efecto, amor a la vida en su
simplicidad, opuesta a la sabiduría ar­
Litigiosas. Nombre dado al dilema de tificiosa y árida y a la ciencia del que
Protágoras y de su discípulo Evatlo sabe todo, menos vivir y amar. El Elo­
(Aulo Gelio, Nocí. Att., V, 10). Véase gio de la locura (Stultitiae laus, 1509)
DILEMA. de Erasmo de Rotterdam es la defensa
más famosa de este segundo significa­
Lockismo (ingl. tockianism). La doctri­ do del término. He aquí como esboza
na de Locke tomad* como la expre­ Erasmo el retrato del sabio estoico:
sión típica del en .isrno (véase). "Es sordo a las voces de los sentidos,
Locuacidad (gr. á8olea-/ía; lat. loquaci- no siente emoción alguna, el amor y
la piedad no hacen ninguna impresión
tas; ingl. loquacity; franc. loquacité; en
alem. Redseligkeit; ital. loquacita). Se­ nadasusecorazón
le
duro como diamante,
escapa, nunca duda, su vista
gún Aristóteles, uno de los caracteres es de lince, pesa todo con la máxima
de los ancianos, más interesados en el exactitud, nada perdona; halla en sí
pasado que en el futuro (ya que éste mismo su felicidad, se cree
les promete poco) y que, por lo tanto, rico del mundo, el único sabio,el elúnico
úni­
gozan evocándolo en sus pláticas (Ret., co rey, el único libre; en una palabra
II, 13, 1390 a 6). se cree el todo y lo más curioso es
Locura (gr. popía; lat. stuititia; ingl. que es el único que se cree tal”. Ahora
fólly; franc. folie; alem. Wahn; ital. bien, se pregunta Erasmo, ¿quién no
pazzia). Lo que Platón denominara la preferiría en vez de este sabio, a "un
L. buena, o sea la L. que no es enfer­ hombre cualquiera, sacado de la mul­
medad o perdición, ha sido entendido titud de hombres locos, quien, aun sien­
de dos maneras diferentes, a saber: 1) do loco, supiera mandar u obedecer a
como inspiración o don divino; 2) como los locos y hacerse amar por todos y
amor a la vida y tendencia a vivirla en que fuera complaciente con la mujer,
su simplicidad. bueno con los hijos, alegre en los ban­
1) El primer significado es el que quetes, sociable con todos los que con­
Platón le atribuye en el Fedro, afir­ vive y, por fin, que no se creyera
mando que "los mayores bienes nos extranjero a todo lo humano?” (Ibid.,
son otorgados por medio de una L. que 30.) La L. de que habla Erasmo es la
es un don divino” (Fr., 244 a). Esta L. simplicidad de la vida, se contenta con
se manifiesta en cuatro formas: a) la nutrir ilusiones y esperanzas o, en el
750
Lógica

campo de la religión, son la fe y la posición, t ér mi nos , silogismo, etc.).


caridad opuestas a las ceremonias ex­ Sólo en los comentaristas peripatéti­
ternas, a los ritos mecanizados y a la cos y platónicos de Aristóteles o en los
hipocresía de los mojigatos (Ibid., 54). escritos eclécticos que a ellos se refie­
Esta forma de L. no tiene, obviamente, ren (como Cicerón o Galeno), influidos
nada que ver con una inspiración di­ unos y otros por la terminología es­
vina, pero es humana y laica y no en toica, se usa el término "L.” como si­
vano su elogio es uno de los docu­ nónimo estricto de "dialéctica" y se
mentos más significativos del Renaci­ considera como nombre de la doctrina
miento. que se centraba en los Analíticos aris­
totélicos, esto es, la teoría del silogis­
Lógica (ingl. logic; franc. l o g i q u e ; mo y de la demostración. Boecio da el
alem. Logik; ital. lógica). La etimolo­ nombre de "L.” (también aquí alter­
gía misma (de Xóvoc, que significa "pa­ nando con "dialéctica”) al conjunto de
labra", "proposición", "discurso”, pero las doctrinas contenidas en el Orga­
también "pensamiento") es equívoca non aristotélico, a las que agrega, como
como es equívoca la noción. Aristóte­ una especie de introducción general, la
les. en un grupo de escritos que, reco­ Isagoge de Porfirio. Durante la Edad
gidos en el Organon, constituyen el pri­ Media, por lo menos a partir del si­
mer estudio amplio de esta disciplina, glo xn, la exposición, el estudio y el
carece de palabra para designarlos. En comentario de la Isagoge porfiriana
el principio de los Analíticos, el escrito seguido de los libros del Organon (en
más estrictamente "lógico" de esta co­ el orden, que ha resultado tradicional:
lección, Aristóteles define, sin darle Categorías, De Interpretatiane, Prime­
nombre, a la ciencia aue se ocupa de ros Analíticos, Segundos Analíticos,
investigar, como ciencia de la demos­ Tópicos y Elencos Sofísticos), a menu­
tración v del saber demostrativo (Anal. do con los comentarios y en las tra­
Pr., I, 24 a 10 ss.) pero aquí, sin em­ ducciones o reducciones de B o e c i o ,
bargo, entre otras cosas, el texto no es constituye un ars (una de las "siete
del todo claro. Sus objetivos serían a r t e s liberales”) llamada indistinta­
los clasificados a continuación en el mente dialéctica o L. La diferencia
mismo f r a g m e n t o : la proposición introducida d u ra re el siglo x i i i , entre
(como enunciado apofántico inserto ars vetus y ars n a, no tiene mucha
en un discurso demostrativo), los tér­ importancia, ya que se trata de una
minos de ella (sujeto y predicado) y mera distinción histórica y escolástica
finalmente el silogismo. Tanto en éste entre los libros de Porfirio y de Aris­
como en otros textos (principalmente tóteles, conocidos desde mucho antes
en los Tópicos y en la Retórica) Aris­ en la traducción de Boecio (Isagoge,
tóteles distingue dos tipos de discurso, Categorías, De Interpretatiane) y los
dialéctico y demostrativo: el primero conocidos más tarde gracias a la difu­
comienza desde lo problemático y lo sión de nuevas traducciones latinas del
probable y termina necesariamente en Organon. En resumen, la enseñanza de
lo probable; el segundo, en cambio, par­ la L. a fines de la Antigüedad y en la
te de lo verdadero y termina en lo ver­ Edad Media comprendía estas mate­
dadero. Pero, aparte del valor cognos­ rias: 1) teoría de las quinqué voces o
citivo de la p r e m i s a , advierte que predicdbili (‘género, especie, diferen­
f o r m a l m e n t e los dos discursos son cia, propio, accidente); 2) teoría de las
idénticos, consisten siempre en el si­ categorías o predicados (sustancia, can­
logismo y en sus típicas estructuras. tidad, cualidad, relación, lugar, tiem­
El término A.ov:xn ( téxvti va sobreenten­ po, posición, tener, acción, pasión); 3)
dido) se encuentra en cambio en los doctrina de las proposiciones y reglas
escritos de los estoicos que lo aplican al de la conversión; 4) doctrina del silo­
arte del discurso persuasivo en gene­ gismo categórico; 5) doctrina del si­
ral ; se divide, por lo tanto, en retórica logismo hipotético; 6) dialéctica: a)
y dialéctica, y esta última contiene lo tópica; b) doctrina de los sofismas o
que será el objeto fundamental de la fallaciae. Estas materias se podían re­
L., la doctrina del discurso demostra­ agrupar en tres partes: doctrina de los
tivo y de los objetos relacionados (pro­ términos, doctrina de las proposiciones,
751
Lógica

doctrina del razonamiento (categórico blema de los universales, llega por vez
o bien hipotético, apodíctico o también primera a fijar el plano propio de la
dialéctico), A estas partes de origen L., a través de un profundo comenta­
aristotélico o (por intermedio de Boe­ rio del texto boeciano; la L. es scientia
cio) estoico, el pensamiento medieval sermocinalis, los términos de la L. son
agregó algunas doctrinas que constitu­ sermones, por lo tanto, palabras, dis­
yen un aporte original a la tradición cursos, pero no meros sonidos (flatus
lógica del Occidente —la doctrina de vocis, como parece que sostuvo Rosee-
la designación y denotación (de pro- lino), más bien palabras con una inten­
prietatibus terminorum), la doctrina de ción (intentio) significativa, es decir,
los signos lógicos y de las proposicio­ llevadas a significar cosas o mejor cua­
nes moleculares (de syncategoremati- lidades, dadas en la experiencia. Desde
bus), la doctrina de la implicación ma­ entonces se delinean en la L. medieval
terial (de consequentiis)— todas doc­ dos corrientes o métodos (viae): la
trinas que pertenecen a la parte de la via antiqua (o antiquorum) fiel a la tra­
L. que hoy se denomina "semántica". dición r e a l i s t a , ontologizante por lo
Para comprender las transformacio­ tanto, y la via moderna (o modemo-
nes ocurridas en el curso de la propia rum), que desarrolla una L. "terminis-
Edad Media, no sólo en la tradición ta”, o sea puramente sermocinalis, don­
doctrinaria sino también en el ámbito de los términos del discurso son toma­
mismo de objetos cubierto con el hom­ dos como tales, independientemente de
bre de "L.” es necesario tener presen­ toda hipótesis metafísica acerca de la
tes algunas consideraciones. Más preo­ existencia real o de la inexistencia real
cupado por crear la nueva disciplina de su objeto. Éste fue, en resumen, el
que por fundarla, y aún más preocupa­ punto de vista que se impuso en la
do por crear las doctrinas básicas con L. a partir del siglo xm y con el cual
miras a aplicarlas a problemas filosó­ se plantearon los textos escolásticos
ficos más “concretos” (principalmente de esta disciplina en uso hasta los co­
en la metafísica y en la ética) que por mienzos de la Edad moderna, tales
desarrollarlas y exponerlas sistemática­ como las Summutae Logicales de Pedro
mente, Aristóteles dejó a la L. no sólo Hispano (siglo x i i i ), habiéndose difun­
sin un nombre pro'-o, sino también dido la convicción de que el problema
equívoca en su sta s como disciplina mismo de 1os universales pertenece
y no muy bien determinada en relación más bien a la metafísica y a la gnoseo-
a su materia subiecta. ¿Qué son los logía que a la L. propiamente dicha, la
objetos de que se ocupa la L.? ¿Entida­ cual es relativamente indiferente a las
des reales, o bien pensamientos o for­ eventuales respuestas dadas a tal pro­
mas del discurso? el problema se plan­ blema. No obstante, se planteó otra
tea ya en la tardía Antigüedad. Con distinción, que en buena medida, ha
referencia a los universales (catego­ llegado hasta nuestros días, y es la re­
rías, géneros, especies) que parecen ferente al objeto mismo de la L. La
constituir propiamente los elementos discusión versa acerca de si el objeto
en que se resuelve el discurso lógico: de la L. son los hechos mentales (Duns
¿son sustancias reales o no?, Porfirio Scoto, pero también Santo Tomás y por
plantea el problema en la Isagoge, Boe­ otra parte algunos nominalistas) o si,
cio intenta una solución que, sin em­ por el contrario, no se trata de actos
bargo, se cierra en círculo y no resulta mentales sino de formas estructurales,
satisfactoria; de ahí la disputa medie­ intencionalmente dirigidas a la cons­
val entre los realistas (Bernardo de titución de contenidos semánticos, pero,
C h a r t r e s , Guillermo de Champeaux, como formas, independientes tanto de
San Anselmo de Aosta, etc.), que afir­ tales contenidos como de los actos
man la existencia real de los univer­ mentales mediante los cuales se apre­
sales y que, por lo tanto, hacen de la henden tales contenidos (Buridán y sus
L. una especie de ontología, y los no­ continuadores de los siglos xiv y xv:
minalistas (Roscelino, Abelardo y más Alberto de Sajonia, Nicolás de Autre-
tarde Guillermo de Occam), que niegan court, Marsilio de Inghen, etc.). Esta
la subsistencia ontológica de los uni­ última posición sería la que, retomada
versales. Abelardo, al discutir el pro­ en la edad contemporánea por E. Hus-
752
Lógica

erl (y de modo menos claro por B. ple, en cierto sentido, este proceso,
Russell y por L. Wittgenstein), deter­ intentando con el Novum O r g a n o n
minaría el actual renacimiento de la (cuyo nombre mismo es programático)
concepción de la L. como L. formal una reforma radical de la L., concebi­
pura. da exclusivamente como metodología
Pero entre tanto se planteó otro pro­ científica general. Descartada casi por
blema. La L.: ¿es ciencia o arte? Esto entero la tradición lógica peripatético-
e s: es una disciplina que como las ma­ escolástica (que tenía su centro en la
temáticas, por ejemplo, expone relacio­ teoría formal del silogismo), también
nes objetivas subsistentes entre sus ob­ de la L. humanista (de la Ramée, etc),
jetos (v. gr., entre las premisas del entresaca los aspectos más estrictamen­
silogismo y su conclusión) o bien ¿es te metódicos, con la finalidad de crear
una técnica para obtener discursos co­ un "instrumento” para guiar y encua­
rrectos y verdaderos? En general, los drar la investigación científica. Por
lógicos medievales consideraron que es ello cambia totalmente la antigua no­
una y otra cosa y también, como arte, ción de "L.".
al mismo tiempo una preceptiva (ló­ El desinterés por el formalismo ló­
gica docens) y un ejercicio activo de gico, y en consecuencia, el interés por
discusión, controlado por tales precep­ los problemas gnoseológicos, psicológi­
tos (lógica utens). La reacción huma­ cos y metódicos de una Lógica utens,
nista contra la escolástica lleva, en el se acentúa en el curso de la Edad mo­
campo de la L., a una exaltación de derna y así durante los siglos x v i i , xvm
este último aspecto y a una áspera po­ y xix la "L.” resulta el nombre escolar
lémica contra el formalismo tradicio­ de una serie heterogénea de enseñan­
nal (Coluccio Salutati, Lorenzo Valla, zas filosóficas y los manuales de esta
etc.). A la L. "inglesa” o (o sea termi- "materia" (de este título) exponen va­
nista), que a menudo se perdía en rias y diferentes cosas: junto a la si­
estériles argucias y cavilaciones en su logística tradicional (aunque a menudo
enseñanza y en el ejercicio escolástico reducida a pocos rasgos y conservada
(como la antigua erística en los tiem­ más por razones de tradición que por
pos de Platón y de Aristóteles), se opo­ un interés real), contienen anotacio­
nía una L. retórica, por lo común de nes metódicas, esbozos de teoría del
inspiración ciceroniana, como búsque­ conocimiento, an„ ;is de ciertos con­
da de los medios de persuasión me­ ceptos generales, etc. A este respecto
diante el discurso y, al mismo tiempo, es típico el Art de Penser de los maes­
disciplina erística que guía en la bús­ tros de Port Royal, conocido también
queda de las verdades en el campo de con el nombre de Logique de Port
las cosas naturales y humanas (histó­ Royal, que por mucho tiempo fue el
ricas y éticas). Este movimiento de re­ texto más importante de esta discipli­
forma de la L. culmina en el ramismo na y el modelo más o menos fielmente
(de Petrus Ramus, o sea Pierre de la seguido y compendiado por los otros
Ramée). Junto a esta corriente se debe tratados.
recordar también otra, de inspiración Sin embargo, el “renacimiento” de la
peripatética, que floreció en Padua en geometría euclidiana, iniciado en el si­
el siglo xvi y tuvo sus exponentes en glo xvi y triunfalmente proseguido (por
Fracastoro y Zarabella, quienes centra­ lo menos en lo que concierne al aspecto
ron sus investigaciones en el proble­ lógico-formal) casi hasta nuestros días,
ma, apenas e s b o z a d o en el estudio vuelve a proponer, junto al modelo del
aristotélico, de la inferencia inductiva, "rigor” euclidiano, el problema de fijar
de sus dificultades y de sus supuestos. las estructuras discursivas de las que
También en estos lógicos (si bien na­ resulta y que constituyen dicho rigor.
turalmente, en forma menos drástica Descartes (Regulae ad directionem in-
que en los retóricos humanistas) decre­ genii, Discours de la méthode) y más
ce el interés por las estructuras forma­ tarde Pascal (Esprit de géometrie y Art
les del discurso deductivo, a favor de de persuader) comienzan a extrapolar
una concepción pragmática y metodo­ en forma de reglas metódicas algunos
lógica de la ciencia de la L. A comien­ aspectos de ese “rigor”, basándose, aún
zos del siglo x v i i Francis Bacon cum­ en polémica con la silogística tradicio­
753
1 Á (Í M

nal, en el mismo terreno de investiga­ plo. Pero más que en estas tentativas,
ción de las formas estructurales de un quizá sobrevaloradas por los lógicos
lenguaje perfecto (en este caso, el len­ matemáticos de nuestro siglo, la impor­
guaje matemático). Por lo tanto, vuel­ tancia de Leibniz para el renacimiento
ven a plantear algunos problemas fun­ de la L. tras la crisis iniciada con el
damentales de L. formal, tales como el Humanismo, está en la idea, amplia­
problema de la definición (nominal y mente desarrollada por sus discípulos
real) y el de la validez de la reduc­ alemanes del siglo x v i i i (Lambert,
ción de axiomas. Al mismo tiempo Hob- Wolff, Crusius), de una "arquitectónica
bes, partiendo también del euclidismo de la razón” (ya no concebida psico­
de la nueva ciencia (galileana) de la lógicamente, sino de modo que preludia
naturaleza, dio un paso decisivo hacia el punto de vista "trascendental” de la
la concepción de la L. formal moderna filosofía posterior) que se explica en
pura. Hobbes, en efecto, introduce la las formas y estructuras del discurso;
muy fecunda idea del raciocinio como "arquitectónica” que constituirá el ob­
"cálculo lógico”, o sea como combina­ jeto propio de la L. La herencia leibni­
ción y transformación de símbolos se­ ziana es recogida más tarde por Kant,
gún ciertas reglas, las cuales ya pa­ el cual en la Logik distingue precisa­
recían —y cada vez lo parecerán más— mente esta disciplina, tanto de la psico­
como convencionales (de cualquier ma­ logía (con la cual tendían a confundirla
nera que se entienda más tarde tal los iluministas) como de la ontología
"convencionalidad”). Aparece, por lo (con la cual tendían a confundirla al­
tanto, en la historia del pensamiento gunos leibnizianos —en particular Cru­
ese convencionalismo destinado más sius—), afirmando el carácter de doc­
tarde a mostrarse como punto de vista trina formal pura —pero no del discur­
más eficaz para eliminar de la L. todo so y más bien del pensamiento, de don­
supuesto dogmático y metafísico, para de resulta la posibilidad de recaer en
liberarla de las contaminaciones psico- una especie de psicologismo trascenden­
logistas (que seguirían obstaculizando tal, ínsito en el kantismo. En efecto, co­
su desarrollo hasta casi nuestros, días) mo es sabido, junto a la L. formal pura,
y a colocarla como disciplina de las Kant pone una L. trascendental como
estructuras formales ^"1 discurso "rigu­ doctrina de las funciones puras del
roso” según determ ados modelos lin­ conocimiento; los idealistas, en par­
güísticos ideales. Pero el punto de vis­ ticular Fichte y Hegel, acentúan tal
ta convencionalista no estaba destinado interpretación psicológico-trascendental,
a influir inmediatamente en el pensa­ disolviendo ambas partes de la L. kan­
miento lógico moderno que, a partir tiana en la parte trascendental e inter­
de los filósofos antes nombrados, toma pretando luego esta última como una
más bien la idea del cálculo lógico basa­ especie de "metafísica de la mente"
do en la distinción de las ideas en sim­ o del “pensamiento". Desde entonces
ples y complejas y en la analogía (mera­ en vastas zonas de la filosofía contem­
mente formal) entre ciertas operacio­ poránea, todas ellas más o menos in­
nes lógicas y ciertas operaciones aritmé­ fluidas por el idealismo, el término
ticas. Representando los términos con "L.” perdió totalmente su sentido tra­
símbolos genéricos (por ejemplo, letras dicional para volver a la acepción ilus­
del alfabeto: a, b, c, ... , x, y, z; X, Y, Z ; trada de "filosofía del pensar” en gene­
y similares) y las operaciones lógicas ral. El final del siglo xix presenta pre­
con símbolos varios (a menudo toma­ cisamente este cuadro. La L. es enten­
dos en préstamo a la aritmética: +, dida como una "teoría del pensamien­
x, = ; etc.) se puede intentar el des­ to” y, por lo tanto, tratada con méto­
arrollo de una doctrina matemática dos naturalistas por los positivistas (por
(formal) del discurso. Leibniz hizo va­ ejemplo, Sigwart, Wundt, etc.), o con
rias tentativas en esta dirección, aun­ métodos metafísico-trascendentales por
que todas infructuosas y pronto aban­ los idealistas. Edmund Husserl (Logi-
donadas; tentativas de esa naturaleza, sche Untersuckungen, I, 1900-01; trad.
también infructuosas, fueron realizadas esp.: Investigaciones lógicas, Madrid,
en el seno de la escuela leibniziana, por 1929) ha criticado a fondo este punto
Lambert, Holland, Castillon, por ejem­ de vista y, volviendo a las ideas de un
7S4
Lógica

lógico checoslovaco olvidado, B. Bol- ción de un punto de vista nuevo, del


zano (Wissenschaftstehre [“Doctrina de punto de vista puramente extensional,
la ciencia"], 1838), propone de nuevo la según el cual los conceptos son consi­
idea de la L. formal pura como doc­ derados sólo como clases o colecciones
trina de las proposiciones en sí (en su de objetos, y las proposiciones son inter­
pura apofanticidad L., independientes, pretadas como inclusiones (o exclusio­
por lo tanto, ya sea de los actos psico­ nes) totales o parciales de clases en
lógicos con que son pensadas, ya sea (de) clases (“todos los hombres son
de la realidad en tomo a la cual ver­ mortales”, “la clase ‘hombre’ está inclui­
san) y de la pura deducción de pro­ da en la clase ‘mortal’ ’’). De tal modo,
posiciones por proposiciones (ensí). Ya la Analítica aristotélica (que compren­
en esta primera obra, pero más aún en de principalmente la teoría de la con­
las sucesivas (principalmente en la Fór­ versión y la del silogismo) se trans­
mate und transzendentale Logik [“Lógi­ formaba en —o era sustituida por—
ca formal y trascendental"], 1928), Hus- una especie de cálculo de las clases.
serl vuelve a adoptar la idea de la ra­ Partiendo de estos estudios una serie
zón como “razón formal”, o sea pura de lógicos y matemáticos ingleses (G.
arquitectónica del pensamiento que se Boole, Jevons, Venn, Whitehead) y al­
explica históricamente en la actividad gunos europeos continentales (Schróder,
científica por una parte y en la re­ Poretsky, Couturat) crearon una disci­
flexión lógica por la otra. plina más formalizada y más indepen­
El renacimiento de la L. formal pura, diente de la L. tradicional, el álgebra
característico de la época contemporá­ de la lógica, un cálculo ambivalente
nea, debía no obstante llegar mediante (interpretable, por lo tanto, como cálcu­
una reanudación y un desarrollo, con lo de las clases y como cálculo de las
ideas más claras y con mayor indepen­ proposiciones), completamente similar,
dencia de las doctrinas metafísicas, a en su forma exterior, al álgebra sim­
través de las abortadas tentativas leib- bólica ordinaria, aunque con algunas
nizianas para construir nuestra disci­ peculiaridades, por ejemplo, en ellas las
plina en forma de cálculo simbólico. ecuaciones pueden adquirir sólo los va­
Esta obra fue iniciada por un grupo lores 1 ("universo de discurso" o bien
de filósofos y matemáticos ingleses a “verdadero”) o C ' “clase vacía" o bien
mediados del siglo pasado. G. Bentham, "falso"), que a .a -- a y a + a —a; etc.
W. Hamilton, A. De Morgan hicieron el Esta álgebra de la L. había de suminis­
intento, históricamente decisivo, que ha­ trar los conceptos-bases y muchos mate­
bría de transformar la L. en disciplina riales doctrinales a la lógica matemáti­
matemática, superando el obstáculo ca, creada hacia fines del siglo pasado
contra el cual se habían estrellado las e inicios del presente por G. Frege,
tentativas de Leibniz, obstáculo cons­ G. Peano y B. Russell y que culmina
tituido por el hecho de que en la L. aris­ en los Principia Mathematica de B. Rus­
totélica las consideraciones cuantitati­ sell y A. N. Whitehead, publicados entre
vas se introducen sólo en relación al 1900 y 1913. En esta obra, la L. está cons­
sujeto de la proposición, pero no al pre­ tituida por dos disciplinas fundamenta­
dicado. Corresponde sobre todo a Ha­ les: el cálculo proposicional, según las
milton la denominada “cuantificación operaciones principales de la negación,
del predicado”, o sea el análisis de las disyunción o afirmación alternativa,
proposiciones según formas que intro­ conjunción o afirmación simultánea, im­
ducen cuantificadores (“todos", "algo”) plicación material y el cálculo de las
no sólo respecto al sujeto, sino también funciones proposicionales (enunciados
al predicado, que interpreta una pro­ que contienen variables); este último
posición del tipo “todos los hombres da origen a la consideración de enun­
son mortales”, por ejemplo, como "to­ ciados generales y enunciados particu­
dos los hombres son algunos morta­ lares o existenciales, mediante los ope­
les”. En realidad no se trataba de una radores "para toda x" y “existe por lo
mera "corrección” a la L. aristotélica menos un x tal que” (resp. '(x )’ . y
(en la cual la omisión de cuantificado­ ‘('3.x)’ . ). De esta última doctrina re­
res para el predicado no era, en efecto, sulta la de los símbolos incompletos:
casual), sino más bien de la introduc­ descripciones (tipo “el rey de Francia")
755
L ógica

y clases. El cálculo de las clases, por jor, el esquema general (por ser mera­
lo tanto, no es ya una doctrina funda­ mente simbólico) de tal lenguaje y se­
mental de la L., pues deriva del de las gún tal esquema se deberían construir
funciones preposicionales y, no obstan­ más adelante lenguajes o fragmentos
te, dada su importancia muchos lógi­ de lenguajes científicos, en los cuales
cos contemporáneos le dedican aún un deberían traducirse y analizarse según
capítulo aparte (y puede decirse lo mis­ las estructuras lógicas de tal lengua­
mo con referencia a las relaciones). A je los enunciados de las disciplinas par­
continuación Wittgenstein en el Trac- ticulares en examen. Bajo esta luz la
tatus, enunciará una especie de segun­ L. simbólica russelliana ya no queda
da tesis extensional para las proposicio­ estrechamente ligada a las matemáti­
nes, distinguiendo proposiciones atómi­ cas como tales: es la L. tout ccntrt,
cas (o sea simples) y proposiciones un instrumento de análisis científico
moleculares (esto es, complejas), afir­ en general. Y fue aplicada también al
mará que estas últimas dependen todas, análisis filosófico por el mismo Rus­
por su verdad o falsedad, de la verdad sell, por Wittgenstein, por Wisdom y
o falsedad de los componentes atómicos de inmediato (con un decidido aban­
más las reglas semánticas de las ope­ dono de los supuestos metafísicos del
raciones de composición (por ejemplo, atomismo lógico russelliano) por los
el enunciado "p o q" es verdadero si, y empiristas lógicos.
solamente si, por lo menos p o q es ver­ Pero el programa russelliano, centra­
dadero), de lo cual resulta un equilibrio do en la noción de lenguaje ideal, fue
del cálculo proposicional a partir de sometido a ásperas críticas, sobre todo,
determinados diagramas lógicos mera­ aunque no exclusivamente, por parte
mente combinatorios. Partiendo de es­ de los "analistas del uso" de Oxford.
tos principios, en el periodo entre las Por otra parte, en otros sectores (por
dos guerras mundiales, algunos lógicos, ejemplo, en la escuela alemana que
principalmente polacos, intentaron ela­ desciende de Hilbert y de Scholze, y
borar lógicas polivalentes, en las cuales en la escuela polaca de Lukasiewicz y
los enunciados fuera de 1 ("verdadero”) Tarski) los intereses matemáticos y el
y 0 ("falso”) pueden adquirir otros va­ interés por la L. misma como discipli­
lores intermedios. altaba todavía a na estrictamente matemática, mantu­
los Principia, dirigidos exclusivamente vieron preponderancia. De esto resultó
a la fundación de la aritmética de los una escisión (por ahora sólo parcial)
números naturales, un tratado de la de la L. en una serie de disciplinas
lógica modal, o sea un cálculo de valo­ cada vez más formalizadas y matema-
res modales, tales como "posible”, "ne­ tizadas, con los problemas, asaz com­
cesario”, etc., la cual hubo de ser inten­ plicados, inherentes a la formalización
tada más adelante por lógicos como de una disciplina matemática funda­
Lewis y Von Wright. mental (la metamatemática), por la
La L. matemática tenía dos finalida­ cual no se puede usar otro lenguaje
des primordiales: 1) constituir la disci­ formalizador sin caer en un círculo,
plina matemática fundamental, de la de donde surgieron los problemas,
que todas las otras matemáticas, según afrontados por Gódel, Hermes, Tarski
la tesis logicista sostenida precisamente y en buena parte también por Camap.
por Frege y Russell, deberían constituir En cambio, en el seno de la ex escuela
ramas más o menos complejas, pero con de Viena, ahora escuela de Chicago,
el mismo material conceptual y redu- y bajo la influencia de otras corrien­
cibles al mismo; y 2) constituir (según tes (neopositivismo inglés, pragmatismo
el programa formalista de Peano, des­ americano) la L. se ha orientado, por
arrollado más tarde por D. Hilbert) obra sobre todo de Morris, Camap y
métodos de equilibrio riguroso y de con­ Hempel, en sentido más analítico-filo-
trol lógico de las disciplinas matemá­ sófico, tendiendo a resultar parte de
ticas verdaderas y propias. La L. resul­ una disciplina mucho más amplia, la
ta así un instrumento de análisis filo­ semiótica o teoría general de los signos
sófico. Por obra de Russell y Wittgen­ (cuya teoría del lenguaje es la parte
stein constituye una especie de lengua­ más interesante), creada por Ch. W.
je ideal o perfecto, o para decirlo me­ Morris con el doble empuje de la sín-
756
Logicismo
Logoa
tesis lógica de Camap y de la Lógica na matemática por excelencia. Con
de Dewey. Abandonado todo supuesto esta convicción Dedekind, Frege y Rus­
conciencial o mental y toda veleidad sell realizaron sus célebres análisis del
metafísica, la ciencia del pensamiento concepto de "número” (entero), preci­
resulta ciencia del lenguaje, o sea de samente para definirlo sólo mediante
un típico y fundamental comportamien­ nociones (símbolos) de la lógica mate­
to humano. El análisis lógico resulta mática. Al L. se oponen el formalismo
análisis lingüístico, pero lo que la tra­ y el intuicionismo. Véase m a t e m á t ic a .
dición consideraba como dimensión
"L.” es solamente una dimensión del (ingl. logical; franc. logique;
L ó g ic o
lenguaje, o mejor dos (como distin­ alem. logisch; ital. lógica). 1) Lo mis­
guieran Morris y Camap, en una formu­ mo que racional.
lación muy aceptada, pero actualmente 2) Lo que concierne a un determi­
controvertida), la dimensión sintáctica, nado tipo de lógica. En este sentido
por la cual los signos que componen se denomina actualmente "verdad ló­
el discurso (el lenguaje) se conectan gica" a la verdad que consiste en la
entre sí según reglas de formación y enunciación de una tautología, confor­
transformación (derivación) relativas me al concepto de la lógica como estu­
sólo a la forma del discurso mismo y dio de las tautologías. Véase l ó g ic a ;
la dimensión semántica, por la cual el razón.

discurso, y los enunciados que lo com­ L ó g ic o s, p rin c ip io s , véase CONTRADICCIÓN,


ponen, puede ser verdadero o falso, o PRINCIPIO DE n o ; FUNDAMENTO; IDENTI­
sea, remite a hechos y acontecimien­ DAD, PRINCIPIO d e ; TERCERO EXCLUIDO,
tos y, en consecuencia —consecuencia PRINCIPIO DE.
que muchos filósofos, tales como los
fenomenistas, refutarían—, las palabras L o g ístic a (ingl. logistic; franc. logisti-
que lo componen remiten a cosas y que; alem. Logistik; ital. logística). En
cualidades. Éstos son los dos aspectos la Antigüedad (por ejemplo, en los frag­
fundamentales, L. matemática y L. for­ mentos del pitagórico Arquitas de Ta-
mal analítica, en que se divide actual­ rento) el término "L.” fue usado a ve­
mente la L., división que, sin embargo, ces para indicar la aritmética pura.
no significa separación en dos diferen­ Leibniz usó el te Mno como sinónimo
tes y, menos aún, antitéticas discipli­ de "cálculo lógico o "lógica matemá­
nas, sino más bien dos direcciones tica", y con este significado de "lógica
diferentes de la investigación lógica, simbólica” o "matemática” fue propues­
puestas en movimiento por dos tipos to por Couturat y Lalande al Congreso
diferentes de interés teórico. G. P. Internacional de Filosofía de París en
1904. Pero tras un cierto éxito inicial,
Logicismo (ingl. logicism; franc. logi- el término "L.” es actualmente poco
cisme; alem. Logicismus; ital. logicis­ usado. G. P.
mo). Con este nombre se designa una
corriente de pensamiento lógico-mate­ L o g ís tic o , sis te m a , véase SISTEMA LOGÍS-
mático que entre fines del siglo pasado TICO.
y los comienzos del nuestro tuvo como L o g o s (gr. ?.ó y o ; ; lat. Verbum). La ra­
primeros y máximos representantes a zón en cuanto 1) sustancia o causa del
R. Dedekind, G. Frege y B. Russell y, mundo; 2) persona divina.
en el siglo xx, muchos discípulos, sobre 1) La doctrina del L. como sustancia
todo (aunque no exclusivamente) en o causa del mundo fue defendida por
el seno del denominado "Círculo de vez primera por Heráclito. "Los hom­
Viena” (Camap). Los pensadores de es­ bres son obtusos en relación con el L.
ta dirección sostienen que la matemá­ —dice Heráclito— tanto antes como
tica (pura) es una rama de lógica, o después de haber oído hablar de él,
sea, que todas las proposiciones de las y parecen inexpertos, si bien todo su­
matemáticas puras (en particular de cede conforme al L." (Fr. 1, Diels). El
la aritmética y, por lo tanto, del aná­ L. es concebido por Heráclito como
lisis) se pueden enunciar mediante el la ley misma del mundo: "Todas las
vocabulario y la sintaxis de la lógica leyes humanas se alimentan de una
matemática, que resulta así la discipli­ divina, y de tanta fuerza que las domina
Logo»

todas, y para todas basta y prevalece otros” (San Juan I, 14). Al elaborar
sobre todas” (Fr. 114, Diels). Los estoi­ la teología cristiana, los Padres de la
cos se apropiaron esta concepción, pues Iglesia insistieron en los dos puntos si­
vieron en la razón el "principio activo” guientes : 1) la perfecta paridad del
del mundo que anima, ordena y guía Logos-Hijo con el Dios-Padre; 2) la
a su principio pasivo, que es la mate­ participación del género humano en
ria. "El principio activo —decían— es el L. mismo en cuanto razón: "Nos­
el L. que está en la materia, o sea otros aprendemos —dice Justino, por
Dios: él es eterno y a través de la ejemplo— que Cristo es el primogénito
materia es el artífice de todas las co­ de Dios y que es el L., del cual parti­
sas” (Dióg. L., VII, 134). El L. así enten­ cipa todo el género humano” {Apol.
dido, o sea como principio formador Prima, 46). Contra los gnósticos, discí­
del mundo, es identificado con el des­ pulos de Valentín, para los cuales el
tino por los estoicos (lbid., VII, 149). L. es el último de los Eones y, por ha­
En el mismo sentido afirma Plotino: llarse más cercano al mundo está des­
"El L. que obra en la materia es un tinado a formarlo, Ireneo afirma la
principio activo natural: no es pensa­ igualdad de esencia y de dignidad en­
miento ni visión sino potencia capaz tre Dios padre y el L., y la de ambos
de modificar la materia, potencia que con el Espíritu Santo {Adv. haeres.,
no conoce, pero que obra como el sello II, 13, 8). Sobre estos conceptos se fun­
que imprime su forma o como el ob­ darían las formulaciones dogmáticas
jeto que reproduce su reflejo en el del siglo iv, especialmente las decisio­
agua; así como el círculo se origina nes del Concilio de Nicea (325) en torno
desde el centro, de igual manera el a los dos dogmas fundamentales del
poder vegetativo o generador recibe, cristianismo, la Trinidad y la Encama­
por otra parte, su potencia productora, ción. Pero mientras tanto, la noción
o sea de la parte principal del alma, la de L. continuó oscilando entre la inter­
cual se la comunica modificando al alma pretación que exige la perfecta paridad
generadora que reside en el todo” {Eren., del L. con Dios y la que, en cambio,
II, 3, 17). En tal sentido, el L. es el establece una cierta diferencia jerár­
propio Intelecto divino como ordenador quica entre las dos hipóstasis. La doc­
del mundo: "De la ' ..eligencia emana trina de Orígenes —que fue el primer
el L. y emana siempre, a tal punto gran sistema de filosofía cristiana (si­
que el Intelecto está presente en todos glo m )— se inclina más bien hacia la
los seres” {lbid., III, 2, 2). Esta con­ segunda interpretación. Orígenes afir­
cepción ha servido de modelo a todas ma que del L. se puede decir que es
las formas del panteísmo moderno. Véa­ el ser de los seres, la sustancia de las
se DIOS. sustancias, la idea de las ideas. De Dios
2) La doctrina del L. como hipóstasis no se pueden decir tales cosas por estar
o persona divina encuentra su primera más allá de todas estas cosas {De
formulación en la obra de Filón de Princ., VI, 64). Por lo tanto, el L. es
Alejandría. En esta doctrina, el L. es un coeterno con el Padre, el cual no sería
ente intermediario entre Dios y el mun­ tal si no generase al Hijo, pero no es
do, el trámite de la creación divina. eterno en el mismo sentido. Dios es la
Dice Filón: "La sombra de Dios es su vida y el Hijo recibe la vida del Pa­
L., del cual se sirve como instrumento. dre. El Padre es el Dios, el Hijo es
Dios creó el mundo. Esta sombra es casi Dios {In Joann., II, 1-2). Según ya se ha
la imagen derivada y el modelo de las dicho, los concilios de la Iglesia se pro­
otras cosas. Ya que como Dios es el nunciaron contra esta interpretación,
modelo de su imagen o sombra que que siguió siendo base de tentativas
es el L., de igual manera el L. es el heréticas, a menudo renovadas en el
modelo de las otras cosas” {Leg. Alt., curso de su historia.
III, 31). El cristianismo identifica al L. La doctrina del L. ha perdurado co­
con Cristo. El prólogo del Evangelio mo doctrina religiosa. Los filósofos han
de San Juan, al lado de las funciones recurrido a ella sólo cuando han que­
que ya Filón atribuía al L., agrega la rido dar un ropaje religioso a sus doc­
determinación precisamente cristiana: trinas. Así lo hizo Fichte en la segunda
"El L. se hizo carne y habitó entre nos­ fase de su pensamiento. En la Intro-
758
r

L u c h a p o r la v id a
L uz
ducción a la vida beata (1806) Fichte, L. que resultaba de los nuevos plantea­
recurriendo al prólogo del Evangelio mientos de la ciencia. “Las palabras
de San Juan, quiere mostrar el acuerdo ‘L.’ y ‘espacio’ —decía— no significan
entre su idealismo y el cristianismo y, nada que difiera verdaderamente de los
por lo tanto, reconoce en el L. lo que cuerpos que estimamos se hallan en
denomina la Existencia o la Revelación algún L. e indican sólo su magnitud
de Dios (fuera de ella queda el Ser de y su figura y cómo se encuentran si­
Dios): o sea el Saber, el Yo, la Imagen tuados entre los demás cuerpos. Es
de la cual es fundamento la vida divina necesario, en efecto, para determinar
(Werke ["Obras”], V, p. 475). esta situación, referirse a otros cuer­
pos que consideramos inmóviles, pero
L u c h a p o r l a v id a, véase SELECCIÓN. pudiendo tales cuerpos ser diferentes,
podemos decir que una misma cosa, en
L u g a r (gr. xó.to;; lat. locus; ingl. place; el mismo tiempo, cambia y no cambia
franc. lieu: alem. Orí; ital. luogo). La de L.” (Prirtc. Phil., II, 13). Descartes
situación de un cuerpo en el espacio. usa aquí el ejemplo del hombre que se
Existen dos doctrinas acerca del L.: encuentra sentado en una barca que
1) la aristotélica, según la cual el L. es se aleja de la orilla: el L. de este
el límite que circunda al cuerpo y es, hombre no cambia con referencia a la
por lo tanto, una realidad por sí mismo ; barca, pero sí cambia con referencia
2) la moderna, según la cual el L. es a la ribera. Con estas observaciones,
una determinada relación de un cuer­ que expresan la relatividad del movi­
po con los otros. miento (relatividad galileana) se logró
1) Según Aristóteles, el L. es "el pri­ el concepto moderno de L. como refe­
mer límite inmóvil que abraza un cuer­ rencia de un cuerpo a otro considerado
po” (Fís., IV, 4, 212 a 20) o, en otros como sistema de referencia.
términos, es lo que abraza o circunda
inmediatamente al cuerpo. En este sen­ L u g a re s , véase TÓPICA.
tido se dice que un cuerpo está en el
aire porque el aire circunda al cuerpo L u lia n o , a r te (lat. ars lulliana; ingl.
y está en inmediato contacto con él. tullic a rt; f r a n c . art lullien; alem.
Esta concepción se mantuvo por mucho Lultische Kuns ' En sentido estricto,
tiempo en toda la filosofía medieval y el ars magna de *.Jmundo Lulio (1235-
es repetida, en sustancia, aun por los 1315), o sea la ciencia universal que
críticos de la física aristotélica, Oc- enseña a combinar los términos para
cam por ejemplo (Summulae in libros el descubrimiento sintético de los prin­
Phys., IV, 20; Quodt., I, 4). Según esta cipios de las ciencias. A diferencia
concepción, existen "lugares naturales” de la lógica aristotélica, el ars magna
que son aquellos en los cuales un cuer­ quiere ser un procedimiento inventivo
po está naturalmente o a los cuales que no se detiene a resolver las ver­
retoma cuando se ha alejado: "Una dades conocidas, sino que procede a
cosa —dice Aristóteles— se mueve, na­ descubrir las nuevas. La noción de este
tural o no naturalmente, y los dos mo­ arte, que halló en el Renacimiento se­
vimientos están determinados por luga­ guidores entusiastas, entre ellos Agri­
res propios y por lugares extraños. Un pa, Bovilio y Bruno, fue adoptada de
L. en el cual la cosa permanece o hacia nuevo por Leibniz, que la denominó
la cual se mueve, pero no por su natu­ Característica general. Véase c a r a c t e ­
raleza, debe ser el L. natural de alguna r í s t i c a .
otra cosa, tal como nos lo muestra la
experiencia” (De Caet., I, 7, 276 a 11). Luz (lat. lux\ ingl. light; franc. lu-
Toda la física aristotélica se apoya en miére; alem. Licht; ital. tuce). Una
este teorema. Véase f ís ic a . tradición filosófica, que probablemente
2) La teoría aristotélica de los lugares tiene su lejano origen en la tradición
fue sometida a una crítica decisiva por persa que adoró en Mitra al "Espíritu
Galileo en los Diálogos de los máxi­ de la luz” (cf. Cumont, Oriental Reli-
mos sistemas (1632, Jomada segunda). gians in Román Paganism, trad. ingl.,
Descartes expresó, pocos años más tar­ p. 155), hace de la L. una realidad pri­
de y con toda claridad, el concepto de vilegiada de naturaleza incorpórea, un
759
Luz

medio de comunicación entre las regio­ los diferentes elementos. Esta forma
nes superiores del mundo y el hombre. primera es la L. “La L. —dice— se
Las características salientes de esta difunde por sí en todas las direcciones,
doctrina son las siguientes: 1) la L. es de modo que, desde un punto luminoso,
una realidad superior privilegiada, que se genera inmediatamente una esfera
es Dios mismo o es de Dios; 2) la L. es de L. lo mayor posible, a menos de
incorpórea y resulta un intermediario que le presente obstáculo algún cuerpo
entre el mundo incorpóreo y el mundo opaco. Por otro lado, la corporeidad
corpóreo; 3) la L. es la forma general es lo que tiene por consecuencia nece­
(o sea la esencia o la naturaleza) de saria la extensión de la materia en las
las cosas corpóreas. Las primeras dos tres dimensiones” (De inchoatione for-
tesis son de carácter religioso y de ge­ marum, ed. Baur, 51-52). Roberto iden­
nuino origen oriental. Lr tercera es tificaba así la difusión instantánea de
filosófica y característica del agustinis- la L. en todas las direcciones con la
mo medieval. tridimensionalidad del espacio y, por
En la filosofía occidental, la metafí­ lo tanto, la L. con el espacio. Casi en
sica de la L. es introducida por Par- los mismos términos, San Buenaventura
ménides. "Ya que todas las cosas se afirmó que la L. no es un cuerpo, sino
denominan L. y noche, y porque la L. la forma de todos los cuerpos. “La
y la noche están presentes en esta o en L. es la forma sustancial de todo cuer­
aquella cosa, según sus posibilidades, po natural”. Todos los cuerpos partici­
el todo está lleno de L. y al mismo tiem­ pan más o menos de ella y según su
po de invisibles tinieblas y la L. y las participación tienen mayor o menor dig­
tinieblas son iguales porque ninguna nidad y valor en la jerarquía de los se­
prevalece sobre la otra” (Fr. 9). La sus- res. Es el principio de la formación ge­
tancialización de la L. se observa con neral de los cuerpos; su formación
frecuencia en las Ennéadas de Plotino, especial se debe a la llegada de otras
donde a veces no resulta fácil distin­ formas, elementales o mixtas (In Sent.,
guir entre la L. como metáfora y la L. II, d. 13, d. 2, q. 1-2). En la segunda
como sustancia (por ejemplo, Eñn., V, mitad del mismo siglo xm, la Perspec­
3, 9; IV, 3, 17). Es evidente en las es­ tiva de Witelo expuso ideas muy simi­
peculaciones de los .ósticos, que son lares. “La acción divina se realiza en
de directa ascendencia maniquea: "An­ el mundo por intermedio de la L. Las
tes de que el universo visible tuviera sustancias inferiores reciben de las su­
origen, subsistían dos principios supre­ periores la L. derivada de la fuente
mos : uno bueno, otro perverso. La se­ de la divina bondad; en general, el
de del primero, del Padre de la gran­ ser de cada cosa resulta del ser divino,
deza, se hallaba en la región de la L. toda inteligibilidad resulta del intelec­
Y se multiplicaba en cinco hipóstasis: to divino y toda vitalidad de la vida
el Intelecto, la Razón, el Pensamien­ divina. De todas estas influencias, el
to, la Reflexión, la Voluntad" (Buo- principio, el medio y el fin es la L.
naiuti, Frammenti gnostici, 1923, p. 55). divina, de la cual, por la cual o hacia
En uno de los libros de la cábala, el la cual se disponen todas las cosas”
Zohar, la L. es entendida como la sus­ (Perspectiva, ed. Baeumker, pp. 127-28).
tancia que a veces aparece como cielo La óptica, que estudia las leyes de la
y, por lo tanto, como el elemento en difusión de la L., resulta así la totali­
el que se disolverán los otros al fi­ dad de la física, por cuanto la totalidad
nal de los tiempos (cf. Serouya, La del mundo físico está determinada por
Kabbale, París, 1957, pp. 346 ss.). Esta la difusión de la L. (Ibid., p. 131). Qui­
doctrina pasó a la filosofía hebrea me­ zá la última manifestación de esta fí­
dieval y, de ella, a la escolástica cris­ sica o metafísica de la L. sea el pro­
tiana. En ésta, fue característica de yecto de Descartes de d e s c r i b i r el
la dirección agustiniana, defendida es­ mundo desde el punto de vista de la
pecialmente por los franciscanos. En el L. “Así como los pintores, que al no po­
siglo xm Roberto Grossatesta afirmó der representar en el cuadro todas las
que todos los cuerpos tienen una forma diferentes fases de un cuerpo eligen
común, la cual se une a la materia una de las principales que ponen a la
primera, antes de su especificación en L. y sitúan en la sombra a las otras y
760
Luz, lumen

la hacen aparecer sólo en el fragmen­ toda comunicación de verdad. La luz


to que se puede ver, de la misma ma­ de la verdad que, partiendo de Dios,
nera, temiendo no poder colocar en mi ilumina directamente al alma y la guía,
discurso [o sea en su proyectado libro es el concepto central de la filosofía
acerca del Mundo, que luego no pu­ agustiniana. "También los ignorantes
blicó] todo lo que tenía en el pensa­ —dice San Agustín— al ser bien inte­
miento, proyecté exponer muy amplia­ rrogados responden correctamente so­
mente sólo lo que pensaba de la L.; bre algunas disciplinas, porque está pre­
luego, en esta ocasión, agregar algo sente en ellos, en la medida en que la
acerca del sol y las estrellas fijas, por­ pueden recibir, la L. de la razón eter­
que ella deriva, casi en su totalidad, na, en la que ven las verdades inmuta­
de estas fuentes; acerca de los cielos, bles” (Retractiones, I, 4, 4). Esto sig­
porque la transmiten; acerca de los nifica que el funcionamiento natural
planetas, de los cometas y de la tierra del entendimiento humano exige la pre­
porque la reflejan y, en particular, so­ sencia de la luz divina y que, por lo
bre todos los cuerpos que hay en la tanto, el conocimiento de la verdad es
tierra porque son coloreados, transpa­ para el hombre la visión de la verdad
rentes o luminosos y, en fin, acerca misma en Dios, que se hace posible,
del hombre, por ser el espectador de en cada caso, por la iluminación di­
ello” (Discours, V). vina directa. En los principios de la
escolástica esta doctrina reaparece en
L u z, lu m e n (gr. tféyyo^', lat. l u m e n ; Scoto Erígena (De divis. nat., II, 23),
ingl. light; franc. tumiére; alem. Licht; si bien en el curso ulterior de la esco­
ital. lume). El criterio rector del pen­ lástica debía resultar uno de los má­
samiento y de la conducta del hom­ ximos puntos de disentimiento entre la
bre, comparado a una L. proveniente de escolástica agustiniana y la escolástica
lo alto o del exterior. Aristóteles com­ aristotélica. Tal hecho se puede ver
paraba con la luz, que de lo alto hace típicamente expresado en las posicio­
llegar los colores que en la oscuridad nes de San Buenaventura y de Santo
se encuentran sólo en potencia, con la Tomás. San Buenaventura se basa en
acción del entendimiento activo sobre las palabras de ^an Agustín "el cual
el alma humana (De An., III, 5, 430 a claramente y coi. -azones, demuestra
15). Los estoicos hablaban de la facul­ que la mente, en su conocimiento cier­
tad sensible y de la representación to, debe estar regulada por reglas in­
cataléptica como de una "luz de la na­ mutables y eternas, no por una dispo­
turaleza”. "Como luz de la naturaleza sición suya (habitas), sino directamente
para el reconocimiento de la verdad por estas reglas mismas, que se hallan
—decían— nos han sido dadas la fa­ sobre ella, en la Verdad eterna” (De
cultad y la representación que a través Scientia Christi, q. 4). Santo Tomás,
de ella se g e n e r a " (Sexto E., Adv. por su lado, admite que "todo lo que
Math., VII, 259). Y Cicerón decía: "La se sabe con certeza resulta de la L. de
naturaleza nos ha dado minúsculas la razón que por obra divina es innata
llamas y nosotros, bien pronto desgas­ interiormente en el hombre” (De Ver.,
tados por malas costumbres y falsas q. 11, a. 1, ad 13). Pero interpreta
opiniones, las apagamos con el fin de aristotélicamente esta L. como el co­
hacer desaparecer completamente la L. nocimiento innato de los primeros prin­
de la naturaleza” (Tuse., III, 1, 2). Plo- cipios indemostrables "que se conocen
tino a su vez habló del Bien como de por la L. del entendimiento agente”
la "luz que ilumina al intelecto” (Enn., (Contra Gent., III, 46). En otros tér­
VI, 7, 24). Pero sólo en San Agustín minos, el conocimiento humano de la
resulta fundamental la noción de L. y verdad no es visión en Dios o ilumina­
sólo a través de su obra se difunde ción directa por parte de Dios, sino
y permanece viva en la tradición oc­ que es el uso de una "forma” que Dios
cidental. San Agustín reconoce a los ha comunicado a la mente humana y
estoicos el mérito de haber visto en que, por lo tanto, constituye la "L.
Dios a "la luz de las mentes” (De Civ. natural” de ella (S. Th., I, q. 106, a. 1).
Dei, VIII, 7). Esta L. es la condición Santo Tomás distingue en esta L. na­
de todo conocimiento verdadero y de tural la L. de gloria (lumen gloriae)
761
i

Luz, lumen

que hace "deiforme” a la criatura ra­ el "buen sentido o razón” que en las
cional, esto es, la hace capaz de ver primeras líneas del Discurso del mé­
la esencia divina, y niega que la L. de todo es denominado “la cosa mejor dis­
gloria pueda ser una disposición natu­ tribuida del mundo”, y del cual dice
ral del hombre (Ibid., I, q. 12, a. 5); en los Principios de filosofía (I, 30):
y que pueda serlo el lumen gra.tiae, o "La facultad de conocer que nos ha
sea la gracia justificadora (Ibid., I, q. sido dada y que nosotros denomina­
106, a. 1). mos L. natural no percibe más que ob­
El significado agustiniano del con­ jetos verdaderos, en cuanto los aper­
cepto de L. o sea aquel según el cual cibe, esto es, en cuanto los conoce
es la iluminación continua por parte clara y distintamente”. Leibniz a su
de Dios, se conserva en las doctrinas vez afirma que "la L. natural supone
que, en el mundo moderno y contem­ un conocimiento distinto” (AToitv. E ss .,
poráneo, se basan en el agustinismo. I, 1, 21) y Christian Wolff entendía
Son las doctrinas según las cuales el por "L. del alma” la “claridad de las
conocimiento es una "visión en Dios”. percepciones” (Psychol. empírica, § 35).
Así lo era para Malebranche (Recher­ En estos usos, la expresión nada tiene
che de la vérité, III, 2, 6), para Rosmi- ya de su significado tradicional, es
ni (Nuovo Saggio, § 396) y para Gio- decir, una luz que viene de fuera o de
berti (Introd. alio studio delta fil., II, lo alto a revestir la mente humana y a
p. 175). Por otro lado, o sea a lo largo guiarla. La L. natural es aquí sólo la
de la segunda interpretación, la L. na­ claridad del pensamiento humano. Leib­
tural termina por perder toda conexión niz dice, hablando de la máxima “Es
teológica. El título que Descartes dio necesario seguir la alegría y evitar la
a un diálogo que quedó incompleto y tristeza”, que "se trata de un principio
que había de resumir su filosofía, de­ innato, pero que no forma parte de
muestra cómo entendía la noción en la L. natural, ya que no se conoce, en
examen: "Búsqueda de la verdad me­ efecto, en modo luminoso" (Nouv. Ess.,
diante la L. natural que, por sí y sin I, 2, 1). El significado que la expre­
el auxilio de la religión y de la filoso­ sión "las L." adquiere en el periodo de
fía, determina las o^'niones que debe la Ilustración es precisamente el acla­
tener un hombre ' tiesto sobre todas rado por Leibniz. Las L. son la clari­
las cosas que puedan ocupar su pensa­ dad de la crítica racional llevada en to­
miento y penetra hasta en los secretos dos los campos posibles del saber y con­
de las ciencias más curiosas”. La L. siderada como criterio rector del pensa­
natural, entendida de esta manera, es miento y de la conducta del hombre.

7 6 2
M
Macrocosmos, véase MICROCOSMOS. la consideraba Pico della Mirándola
{De Hominis Dignitate, fol. 136 v) y
Madre (gr. p/iÍTrie). Según Platón, la así la consideraban todos los naturalis­
madre del universo es la materia amor­ tas del Renacimiento, Johannes Reuch-
fa, como el padre es el modelo eterno lin, Heinrich Comelius Agrippa, Theo-
similar al cual lo crea el Demiurgo. phrastus Paracelsus, Girolamo Fracas-
"A esta madre y receptora de todo lo toro, Girolano Cardano, Giovambat-
creado, visible y sensible, no debemos tista della Porta, tienden todos por
denominarla ni tierra ni aire ni fuego igual a quitar el carácter diabólico que
ni agua ni otra cosa que nazca de és­ la Edad Media había atribuido a la M.
tos y de las cuales éstos nazcan, sino y hacer de ella la parte práctica de
más bien una especie invisible y amor­ la filosofía. Della Porta distinguió cla­
fa, capaz de recoger todo, partícipe de ramente entre M. diabólica, que se
lo inteligible y difícil de concebir” vale de las acciones de los espíritus
( Tim., 51 a-b). inmundos, y M. natural, que no sobre­
Magia (gr. paYixi) tíyyp; lat. m a g i a ; pasa los límites de las causas natura­
ingl. magic; franc. magie; alem. Magie; les y cuyas operaciones sólo parecen
ital. magia). La ciencia que pretende maravillosas por el hecho de permane­
dominar las fuerzas naturales con los cer oculto el procedimiento (M a g i a
mismos procedimientos con los cuales naturalis, 1558, I, 1). Esta distinción
se someten los seres animados. El su­ fue repetida por Campanella, quien, por
puesto fundamental de la M. es, por lo lo demás, distinguió también una M.
tanto, el animismo y su mejor defini­ divina que obra en virtud de la gracia
ción es la dada por Reinach como “la divina, como la de Moisés y la de los
estrategia del animismo” (Mythes, Cui­ otros profetas {Del senso delle cose e
tes et R e l i g i o n s , II, Introdv p. xv). della M., 1604, IV, 12). Acerca de la M.
Instrumentos de esta estrategia son los en el Renacimiento, cf. Garin, Medioe­
encantamientos, los exorcismos, los fil­ vo e Rinascime^to, 1954, cap. III.
tros, los talismanes, mediante los cua­ El progreso de . ciencia, al eliminar
les el mago se comunica con las fuer­ el supuesto de la M. o sea el animis­
zas naturales, celestiales o infernales y mo, dejó sin base alguna a la estrate­
las hace obedecerle. El carácter vio­ gia de asalto con que operaba. Francis
lento o subrepticio de las operaciones Bacon, que es también el mayor here­
mediante las cuales se lleva a las fuer­ dero de la exigencia operativa que la
zas naturales a la obediencia, es otra M. representaba, compara a la M. mis­
característica de la M., que es una es­ ma con los romances caballerescos del
trategia de asalto, que quiere conquis­ ciclo del rey Arturo y la considera como
tar de un solo golpe, a diferencia de derivado de la metafísica que indaga
lo que habría de ser la estrategia de la las formas, en tanto que de la física,
ciencia moderna, que tiende a una con­ que es la investigación de las causas
quista gradual de la naturaleza y pres­ eficientes y materiales nace, como cien­
cinde de los medios violentos o enga­ cia operativa, la mecánica {De augm.
ñosos. scient, III, 5). Por lo tanto, en el mun­
La M. es de origen oriental y se di­ do moderno, la M. ha desaparecido del
fundió en Occidente en el periodo gre­ horizonte de la ciencia y de la filoso­
corromano (cf. F. Cumont, Oriental fía. En lo que se refiere a esta última,
Religions in R o m á n Paganism, cap. constituye una excepción la obra de
VII). Perduró más o menos en forma Novalis quien, en el periodo románti­
oculta durante la Edad Media para co, defendió un "idealismo mágico" se­
retomar a la plena luz con el Renaci­ gún el cual son M. en buena parte las
miento, cuando se la consideró a menu­ actividades humanas más comunes.
do como el cumplimiento de la filosofía Dice, por ejemplo, Novalis: "El uso
natural, o sea como la parte de ella que activo de los órganos no es más que
permite al hombre obrar sobre la natu­ pensamiento mágico, taumatúrgico o
raleza y dominarla. Así, por ejemplo. uso arbitrario del mundo de los cuer-
763
f

M a g n a n im id a d
M a g n itu d
pos; en efecto, la capacidad no es más cuerpo, ya que los cuerpos pequeños
que magia, enérgica capacidad de pen­ serán graciosos y proporcionados, pero
samiento” (Fragmente, § 1731). Nova- no bellos” (Ét. Nic., IV, 3, 1123 b 7).
lis expresaba así el principio de su idea­ La insistencia sobre esta virtud es el
lismo mágico: "El mago más grande signo de la persistencia, en Aristóteles,
sería el que supiera también encantar­ de la ética aristocrática arcaica (cf.
se a sí mismo, hasta el punto de que Jaeger, Paideia, I; cap. I; trad. esp.:
sus propias magias le pareciesen fenó­ Paideia. Los ideales de la cultura grie­
menos extraños y autónomos. ¿Y no ga, I, México, 1962, F.C.E.).
podría ser éste nuestro caso?” (Ibid
§ 1744). M a g n itu d (gr. uéye Go s ; lat. magnitudo;
Pero si bien ha desaparecido del mun­ ingl. magnitude; franc. grandeur; alem.
do de la filosofía y de la ciencia, la M. Grosse; ital. grandezza). Según Aris­
se ha conservado como una de las ca­ tóteles, la cantidad mensurable, como
tegorías interpretativas de la sociología diferente de la multiplicidad (aunque
y de la psicología. Sobre la función correspondiente a ella) que es la can­
de la M. en el mundo primitivo, dice tidad num erable. Aristóteles agrega
M a l i n o w s k i : "La M. suministra al que en tanto que la multiplicidad es
hombre primitivo un número de actos divisible potencialmente en partes no
y de creencias rituales ya hechas, una continuas, la M. es divisible en partes
técnica mental y práctica definida, la continuas. M., por lo tanto, son el lar­
cual sirve para superar los obstáculos go, lo ancho, y la profundidad (Mét.,
peligrosos en toda empresa importante V, 13, 1020 a 7). Kant hizo de la M. un
y en toda situación crítica... Su fun­ principio de la razón pura, precisamen­
ción es la de ritualizar el optimismo te un "axioma de la intuición”, pero
del hombre, la de reforzar su fe en la mantuvo el concepto sin cambios: "La
victoria de la esperanza sobre el mie­ percepción de un objeto como fenó­
do” (Magic Science and Religión, ed. meno —dice Kant— es posible sólo me­
Anchor Books, p. 90). Pero la actitud diante esa unidad sintética de la mul­
primitiva no es sólo la del hombre tiplicidad de la intuición sensible dada,
primitivo: el hombre civilizado recae por la cual la unidad de composición
en ella en determir as circunstancias, de lo múltiple homogéneo es pensada
que van desde la falta de técnicas ade­ en el concepto de una M., esto es, los
cuadas para afrontar situaciones difí­ fenómenos son, en su totalidad, M. y
ciles hasta la incapacidad de encontrar mejor aún, M. extensivas, porque de­
y utilizar estas técnicas. Por lo tanto ben ser representados como intuicio­
son frecuentes en la vida de cada día nes en el espacio y en el tiempo". El
las creencias mágicas, aunque a me­ ser M. extensivas significa, según Kant,
nudo no sean confesadas. Y no sin ra­ que “las representaciones de las par­
zón Sartre ha llamado comportamien­ tes hagan posible la representación del
to mágico a la reacción emotiva pato­ todo y que, por lo tanto, la precedan”,
lógica que a veces se encuentra en la concepto que a su vez hace a la ma­
base de las perturbaciones mentales. temática aplicable a los objetos de la
Véase e m o c i ó n . experiencia (Crít. R. Pura, Anal, de los
principios, cap. II, secc. III, 1). Todo
M agnanim idad (gr. pr)Ya7oi()i'xía; lat. esto quiere decir que la M. es una
m a g n a n im ita s ; ingl. magnanimiíy; cantidad empírica a la cual puede apli­
franc. magnanimité; alem. Grossmuth; carse la matemática, esto es, es mensu­
ital. magnanimita). Según Aristóteles, rable. En el pensamiento matemático
la virtud que consiste en desear gran­ moderno la relación entre la noción de
des honores y en ser digno de ellos. M. y la de mensurabilidad se ha man­
Aristóteles destaca esta virtud ya que tenido, pero a veces se la invierte. Así
acompaña y "hace mayores” a todas lo hace Russell, según el cual la M.
las demás. "El que es digno de cosas es la “propiedad que varias cosas men­
pequeñas —dice— y se considera digno surables pueden tener en común”. Y
de ellas, será moderado, pero no mag­ agrega: “La creencia en que hay una
nánimo ; la M. es imprescindible en propiedad semejante, que pertenece a
la grandeza como la belleza en un gran cada uno de los términos de un deter-
764
Mal

minado grupo, equivale lógicamente a considerar bueno todo lo existente y en


la creencia en que hay una relación si­ reducir el M. al no ser. Esta reduc­
m étrica transitiva entre los componen­ ción resulta explícita en el neoplato­
tes de cada par de términos de tal nismo. Plotino dice: “Si tales son los
grupo" (Human Knowtedge, IV, 6; trad. entes y tal es lo que se encuentra
ital., p. 411). Véase cantidad. más allá de los entes [o sea Dios], el
M. no existe ni en aquéllos ni en éste
Mal (gr. t ó x a x ó v ; lat. m a h ita ; ingl. ya que uno y otro son igualmente bien.
e v i l ; franc. m a l ; alem. B t is e ; ital. Queda por lo tanto que, en caso de
mate). Este término tiene una varie­ existir, existe en lo que no es, y que
dad de significados tan extensa como sea una especie de no-ser y se encuen­
el término bien (véase) del que es co­ tre, por lo tanto, en las cosas, mez­
rrelativo. Desde el punto de vista filo­ clado de no-ser o participando en el
sófico, sin embargo, esta variedad se no-ser" (Enn., I, 8, 3). En este sentido,
puede reducir a las dos interpretacio­ Plotino identifica al mal con la mate­
nes fundamentales de la noción dadas ria: la materia es el no ser. “El M.
en el curso de la historia de la filosofía no consiste en una deficiencia parcial
y que son: 1) la noción metafísica del sino en una deficiencia total: la cosa
M., según la cual es: a) el no-ser, o b) a la cual falta parcialmente el bien no
una dualidad en el ser; 2) la noción es mala y puede también ser perfecta
subjetivista, según la cual el M. es el en su género. Pero cuando existe de­
objeto de un apetito o de un juicio ficiencia total, como en la materia,
negativos. entonces existe el verdadero M. que no
1) La concepción metafísica del M. tiene parte alguna del bien. La materia
consiste en considerarlo como el no- no tiene ni siquiera el ser que le haría
ser frente al ser, que es el bien, o en posible participar del bien: se puede
considerarlo como una dualidad del decir que es solamente en un sen­
ser, como una disidencia o un contras­ tido equívoco y en verdad es el no ser
te interno del ser mismo. mismo” (Ibid., I, 8, 5).
a) La concepción del M. como no La identificación del mal con el no
ser se presenta en los estoicos y fue ser es tradicional en la filosofía cris­
claramente formulada por los neopla- tiana. Aparece . Clemente de Alejan­
tónicos. Considerando que la existen­ dría (Strom., IV, ^ ) , en Orígenes (De
cia de los males condiciona la de los Princ., I, 109) y en San Agustín que
bienes y de tal manera, por ejemplo, la difunde por el mundo occidental.
que no habría justicia si no hubieran Dice San Agustín: "Ninguna natura­
ofensas, no existiría actividad si no hu­ leza es M. y este nombre no indica
biera desidia, no habría verdad si no otra cosa que la privación del bien’
hubiera mentira, etc., los estoicos, en (De Civ. Dei, XI, 22). Por lo tanto, "to­
particular Crisipo, consideraban que los das las cosas son buenas y el M. no es
denominados males no son verdadera­ sustancia, porque si fuera sustancia se­
mente tales, por cuanto son necesarios ría bien” (Conf., VII, 12). Boecio a
al orden y a la economía del universo su vez afirmaba: "El M. es nada, por­
(Aulo Gellio, Nocí. Att., VII, 1). Mar­ que no lo puede hacer Aquél que puede
co Aurelio expresó perfectamente este todo” (Phit. cons., III, 12). La escolás­
punto de vista al decir: “Se mutila y tica es igualmente unánime en este
compromete la integridad del todo, punto. San Anselmo remachó la doc­
cada vez que sacas una partícula cual­ trina del M. como no ser en los mis­
quiera del orden y de la continuidad mos términos de San Agustín (De casu
del universo... Y verdaderamente sa­ diaboli, 12-16). La escolástica judía re­
cas, según tu poder, algo del universo pite, con Maimónides, la misma tesis
cada vez que te arrepientas de lo ocu­ (Guía de los descarriados [Dahalat al
rrido; en cierto sentido condenas a Hairiri], III, 10) y en la escolástica
muerte al universo en su totalidad, en cristiana la afirman tanto los agusti-
tu deseo, al hacerlo así” (Sol., V, 8). nianos (Alejandro de Hales; S. Th., I,
Y como no se puede tener el deber de q. 18, 9), como los aristotélicos (San
amar una cosa y considerarla mala, Alberto Magno; S. Th., I, q. 27, 1;
el punto de vista estoico equivale a y Santo Tomás). "Ya que bien —dice
765
Mal

Santo Tomás— es todo lo que es ape­ bien se nutre en su absoluto formalis­


tecible y ya que toda naturaleza apete­ mo” (Teoria g e n e r a t e dello spirito,
ce su ser y su perfección, es necesario XVI, 10). A su vez Croce afirmaba: “El
decir que el ser y la perfección de cual­ M. cuando es real no existe sino en el
quier naturaleza es esencialmente el bien, que lo contrasta y lo vence y,
bien. No puede ser, por lo tanto, que por lo tanto, no existe como hecho po­
‘M.’ signifique algún ser, forma o na­ sitivo: cuando, en cambio, existe como
turaleza y, en consecuencia, significa hecho positivo es, no ya un M., sino
sólo la ausencia del bien” (S. Th., I, un bien (y a su vez tiene como sombra
q. 48, a. 1). Al M. se puede referir el al M. contra el cual lucha y vence)"
verbo ser sólc en el sentido de la "ver­ (Fil. delta prattica, 1909, p. 139). No ser,
dad de la proposición” esto es, en el nulidad o irrealidad del M. es la tesis
sentido en que se dice que “la ceguera que constantemente se presenta como
está en el ojo”, un sentido que no im­ nueva cada vez que, en una u otra
plica de modo a l g u n o la realidad forma, se formula la identidad entre
(entitas reí) (Ibid., I, q. 48, a. 2). ser y bien.
Tras las observaciones escépticas de b) La segunda concepción metafísica
Pierre Bayle acerca de la incompatibi­ del M. es la que lo considera como un
lidad del M. (en todas sus formas) contraste interno del ser, o sea como
con la omnipotencia divina y con la la lucha entre dos principios. Se trata
perfección del universo, la teodicea de de una concepción por la cual el do­
Leibniz se funda en la doctrina tradi­ minio del ser está dividido en dos cam­
cional del M. como negación del bien. pos opuestos, dominados por dos prin­
"Los platónicos, San Agustín y los es­ cipios antagónicos. El modelo de esta
colásticos —dice Leibniz— han tenido concepción es la religión persa, o sea
razón al decir que Dios es la causa la religión de Zaratustra o Zoroastro
material del M., que consiste en su par­ que oponía a la divinidad (Abura Maz­
te positiva y no en su forma, que con­ da u Ormuz) una antidivinidad (Ahri-
siste en la privación; de la misma mán) que es el principio del M. (cf.
manera se puede decir que la corriente Pettazzoni, La religione di Zaratustra,
es la causa material del retraso, es de­ Bolonia, 1921; D u c h e s n e-Guillemin,
cir, de la velocidad ' j un barco, sin Ormazd et Ahriman, París, 1953). Esta
ser causa de la foi_a del retraso mis­ doctrina constituye una solución muy
mo, esto es, de los límites de esta ve­ simple del problema del M., solución
locidad” ( Théod., I, 30). Las conside­ que, si bien limita el poder de las
raciones de Leibniz a este respecto se divinidades, no deja de pertenecer al
han mantenido como fundamento de monoteísmo ya que concibe a la po­
toda u l t e r i o r tentativa de teodicea tencia limitadora como una antidivi­
(véase). Por otra parte, la nulidad del nidad. Según esta solución, el M. es
M. se sostiene como tesis propia de real con los mismos títulos que el
las doctrinas que identifican al ser con bien y, como tal, tiene su propia causa
el bien o, en términos modernos, con la antitética a la del bien. La doctrina
racionalidad o el deber ser, como su­ evita la reducción, tan poco convin­
cede en Hegel, para el cual el M., enten­ cente para el hombre común, del M.
dido como mala voluntad, es “la nuli­ a la nada y apela al mismo tipo de jus­
dad absoluta" de esta voluntad (Ene., tificación a la que recurre la negación
§512). metafísica de la realidad del mal. El
Desde el punto de vista de un idea­ dualismo persa reapareció con el culto
lismo absoluto como el preconizado de Mitra, personaje que según el testi­
por Hegel y su escuela, se vuelve a monio de Plutarco, ocupaba un puesto
presentar el problema tradicional de intermedio entre el dominio de la luz
la teodicea, que es el de la posibilidad propio de Ahura Mazda y el dominio
del M., y la única solución disponible de las tinieblas propio de Ahrimán (De
es aún la tradicional, la nulidad del M. Iside et Osiride, 46-47, cf. F. Cumont,
mismo. Decía Gentile: "No error y The Mysteries of Mithra, cap. I). Re­
verdad, sino error en la verdad, como apareció también, algo atenuado, en
su contenido que se resuelve en la for­ ciertas sectas gnósticas de los primeros
ma; ni M. ni bien, sino M. del que el siglos de la era cristiana, en especial
7 6 6
Mal

en la de Basílides (cf. Buonaiuti, Fram- inconsciente deseo de ser, de salir de


menti gnostici, 1923, pp. 42 ss.) como la oscuridad y de lograr la luz divina
también en la secta de los maniqueos, (Werke ["Obras”], I, VIII, p. 359).
con los cuales sostuvo San Agustín Schelling afirmaba, sin embargo, que
una de sus principales polémicas (véa­ estando estos dos principios estrecha­
se m a n i q u e í s m o ) . Pero la filosofía nun­ mente unidos en Dios, no hay en él
ca ha aceptado esta solución del pro­ distinción entre bien y M., con la se­
blema del M. en la forma simple en paración de estos dos principios en el
que la había formulado originalmente hombre nace, en cambio, la posibilidad
la religión persa. Nunca admitió la del bien y del M. y también la posi­
separación de los dos principios. Cuan­ bilidad de su contraste (Ibid., p. 364).
do ha aceptado tal solución, la ha mo­ Todavía en época relativamente recien­
dificado en tal sentido que incluya te y con mayor influencia de la religión
ambos principios en Dios, esto es, con­ persa, G. T. Fechner propuso una so­
sidera tanto el p r i n c i p i o del bien lución similar del problema del M.,
como el del M. unidos en Dios, preci­ admitiendo en Dios la misma dualidad
samente en virtud de su contraste. En reconocible en el hombre entre la vo­
el siglo x v i i , Jakob Boehme, que in­ luntad racional y los instintos oscuros
sistía en la presencia de dos principios (Zend-Avesta, 5* ed., 1922, pp. 244-245).
en lucha en todos los aspectos de la Aunque de manera menos explícita, se
realidad, principios que son el bien y pueden entrever soluciones análogas
el M., atribuyó la causa de esta lucha en algunas formas del idealismo y del
a la presencia en Dios de los dos prin­ espiritualismo contemporáneos. Pero a
cipios antagónicos, que indicaba con menudo se trata de soluciones de ca­
varios nombres: el espíritu y la natu­ rácter religioso o teosófico, que difícil­
raleza, el amor y la ira, el ser y el mente pueden ser consideradas como
fundamento, etc. Estos dos principios verdaderas y propias explicaciones fi­
estarían unidos estrechamente en Dios losóficas.
en una especie de lucha amorosa. "La 2) La segunda concepción fundamen­
divinidad —decía Boehme— no.se está tal del M. es la que lo considera, no
tranquila, sino que sus potencias obran ya como una realidad o irrealidad, sino
sin tregua y luchan amorosamente, se como el objeto - “sativo del deseo o
mueven y combaten, como sucede con en general del j. ;io de valoración.
dos criaturas que juegan amándose una Esta concepción es admitida por todos
a otra y se abrazan y se estrechan; a los que defienden la llamada teoría
veces una es vencida, a veces la otra, subjetivista del bien. Hobbes, Spinoza,
pero el vencedor se detiene en seguida Locke, comparten esta teoría (para los
y deja que la otra vuelva a su juego” pertinentes textos véase el art. b i e n ),
(Aurora oder die Morgenrote im Auf- a la cual Kant dio su forma más gene­
gang ["Aurora o arrebol matutino en ral. Kant dice: “Los únicos objetos de
Oriente”], 1634, cap. XI, § 49). En otros una razón práctica son el bien y el mal.
términos, el dualismo del bien y del Con el primero se entiende un objeto
M. está en Dios mismo y en Él libran necesario de la facultad de desear, con
los dos principios una lucha "amoro­ el segundo un objeto necesario de la
sa" en la que ninguno queda definitiva­ facultad de aborrecer, pero ambos con­
mente derrotado. La corriente menor forme con el principio de la razón”
del pensamiento filosófico que se de­ (Crít. R. Práct., cap. 2). Kant insistió
nomina teosofía (véase) se ha hecho sobre todo en sustraer las determina­
siempre propia esta solución del pro­ ciones de bien y M. (en alemán Gut y
blema del mal. Tal solución retornó Bose) a la esfera de la “facultad vo­
en el periodo romántico con las Inves­ litiva inferior" a la cual pertenecen lo
tigaciones acerca de la esencia de la placentero y lo doloroso (en alemán
libertad humana (1809) de Schelling, en Wohl y Übel). "Lo que nosotros de­
las cuales éste sostenía, igual que Boeh­ bemos llamar bien —decía— debe ser
me, que en Dios existe no sólo el ser, un objeto de la facultad volitiva, a jui­
sino que como fundamento de este ser cio de todo hombre racional; el M.
hay un sustrato o naturaleza que le debe ser un objeto de aversión a los
es diferente y es un oscuro deseo, un ojos de cada uno, por lo que para tales
7»*7
r

M al ra d ic a l
M a n e ra
juicios es necesario, además del sen­ los medios para evitar el desequilibrio
tido, también la razón" (Ibid.). No entre la una y los otros. Malthus tenía
obstante, Kant estaba de acuerdo con presente el desarrollo de la Norteaméri­
la teoría subjetivista y consideraba que ca inglesa y observa que allí la pobla­
el bien y el M. no pueden ser deter­ ción tendía a crecer según una pro­
minados independientemente de la fa­ gresión geométrica, duplicándose cada
cultad volitiva del hombre, lo que quie­ veinticinco años, en tanto que los me­
re decir que no son reales o irreales dios de subsistencia tendían a crecer
por sí mismos. La filosofía moderna según una progresión aritmética. Según
y contemporánea comparte esta direc­ Malthus, el desequilibrio que de ello re­
ción. Para ella el M. es, simplemente, sulta hace intervenir los medios repre­
un disvalor, esto es, el objeto de un sivos (la miseria, el vicio y otros flage­
juicio negativo de valor y, por lo tanto, los sociales) que siegan la población y
implica la referencia a la regla o nor­ no existe otra manera de evitar la ac­
ma en la cual se funda el juicio de ción de tales medios que sustituirlos
valor (véase valor). Así , por ejemplo, por medios preventivos, es decir, el con­
un terremoto es un M. si destruye vidas trol de los nacimientos. Malthus veía,
humanas o fuentes de subsistencia o de por lo tanto, como único remedio a los
bienestar para el hombre, pero no lo males sociales, la abstención del matri­
es si no lo hace, ya que en tal caso monio de todas aquellas personas que
no entra en conflicto con el deseo o con no se hallen en situación de proveer al
la exigencia humana de la superviven­ mantenimiento de los hijos, recomen­
cia y del bienestar. De cualquier modo dando al mismo tiempo "una conducta
que se quiera considerar tal exigencia, estrictamente moral durante el periodo
se expresa en reglas o normas, con las de esta abstención”. Esta doctrina ha
cuales pueden entrar en conflicto tan­ planteado un problema que sigue vivo
to los acontecimientos naturales como en la sociedad contemporánea, tenien­
los comportamientos humanos. Tales do en cuenta la enorme proporción de
a c o n te c im ie n to s o comportamientos aumento de la población mundial.
se denominan males, no porque ten­ 2) En general, se refiere a la teoría
gan un especial status metafísico, sino y la práctica del control voluntario de
fundándonos en tal '•"'aflicto. la natalidad.
Precisamente as:' .uterpretó Kant al
mismo "M. radical” de la naturaleza Manera (ingl. manner; franc. maniere;
humana como una máxima en que se alem. Manier; ital. maniera). A partir
funda el comportamiento de todos los del siglo x v i i i se aplicó esta palabra a
seres racionales finitos, esto es, como una forma particular, de menor valor,
la máxima de alejarse, ocasionalmente, de la expresión artística, más precisa­
de la ley moral (Religión, I, 3). Tal mente a la que es producto de una bús­
máxima no expresa más que la posibi­ queda exenta de originalidad. Dice
lidad de contravenir las normas mo­ Kant: "La M. es una especie de adulte­
rales propias del hombre y, por lo tan­ ración, que consiste en la imitación de
to, define el M. radical como la po­ la originalidad y, por lo tanto, en ale­
sibilidad general del disvalor en la jarse en lo posible de los imitadores,
conducta del hombre. pero sin poseer el talento para ser por
sí mismo ejemplar... Lo precioso, lo
M al r a d ic a l, véase supra MAL.
buscado, lo afectado que quieren dis­
M a ltu s ia n is m o (ingl. m a lth u sia n ism ; tinguirse de lo común, pero que per­
franc. malthusianisme; alem. Malthu- manecen sin alma, semejan los modos
sianismus; ital. inalthusianesimo). 1) del que se escucha a sí mismo o se
La doctrina económica de Thomas Ro- mueve como si estuviera en escena”
bert Malthus (1766-1834) expuesta en (Crít. del Juicio, §4). En el mismo sen­
el Essay on population ( 1798; trad. esp.: tido, Hegel definió la M. como la forma
Ensayo sobre el principio de la pobla­ de arte en la cual el artista, en vez de
ción, México, 1951, F.C.E.), que reco­ conservarle su "objetividad" intenta ab­
noce en principio la diferente propor­ sorberla en su individualidad "particu­
ción de aumento entre la población lar y accidental”, oponiéndola, por lo
y los medios de subsistencia y considera tanto, a la originalidad, que es la "ver­
768
M a n ife s ta c ió n
M a q u ia v e lis m o
dadera objetividad" de la obra de arte —dice Cicerón— afirman que sólo el
(Vorlestmgen über die Aesthetik, ed. sabio puede ser divino. Crisipo define
Glockner, I, pp. 391 ss.; trad. esp.: Es­ la M. con estas palabras: la facultad
tética, Madrid, 1908). de conocer, de ver y explicar los sig­
nos mediante los cuales manifiestan
(ingl. m a n i f e s t a t i o n ;
M a n ife s ta c ió n los dioses su voluntad a los hombres"
franc. manifestation-, alem. Manifesta­ (De Divin., II, 63, 130).
tion-, ital. manifestazione). Lo mismo
que expresión, revelación o fenómeno Maquiavelismo (ingl. machurveliamsm;
(véase), en el sentido positivo de este franc. machiavélisme; alem. Machia-
último término. velismus; ital. machiavetlismo). La doc­
trina política de Maquiavelo o el prin­
(ingl. manicheism; franc.
M a n iq u e ís m o cipio en el cual está convencionalmente
m anichéism e-, alem . Manichaismus; resumida.
ital. manicheismo). La doctrina del sa­ La finalidad explícita de la doctrina
cerdote persa Mani (lat. Manichaeus), política de Maquiavelo es indicar la
que vivió en el siglo iii y que se pro­ vía por la cual las comunidades polí­
clamó el Paracleto, esto es, el que debía ticas en general (y en particular la ita­
llevar la doctrina cristiana a su per­ liana) pueden renovarse conservándose
fección. o conservarse renovándose. Tal camino
El maniqueísmo es una mezcla fantás­ es el retomo a los principios, conforme
tica de elementos gnósticos, cristianos con la concepción que el Renacimiento
y orientales, basada en el dualismo de (véase) tenía acerca de la renovación
la religión de Zaratustra. Admite, en del hombre en todos los campos. El
efecto, dos principios, uno del bien o retorno a los principios de una comu­
principio de la luz, el otro del mal nidad política presupone dos condicio­
o principio de las tinieblas. Estos prin­ nes, a saber: 1) que los orígenes histó­
cipios están representados en el hom­ ricos de una comunidad sean clara­
bre por dos almas, una corpórea que mente reconocidos, lo que sólo puede
es la del mal, la otra luminosa- que es lograrse mediante una investigación
la del bien. El predominio del alma histórica objetiva; 2) que se reconozcan
luminosa se puede lograr por medio de en su verdad e, *iva las condiciones
una ascética particular que consiste a partir de las eludes o a través de
en un triple secreto: abstenerse del las cuales debe realizarse el retomo.
alimento animal y de los discursos im­ La objetividad historiográfica y el rea­
puros (signaculum oris); abstenerse de lismo político constituyen así los dos
la propiedad y del trabajo (signaculum fundamentos del maquiavelismo origi­
manus); abstenerse del matrimonio y nario. El segundo de ellos hace de Ma­
del concubinato (signaculum sinus). El quiavelo el fundador de la ciencia em­
M. se difundió ampliamente por Orien­ pírica de la política, esto es, de una
te y Occidente y perduró hasta el si­ disciplina empírica que estudia las re­
glo xvn. Su gran adversario fue San glas del arte de gobierno sin otra pre­
Agustín que dedicó numerosas obras ocupación que la eficacia de tales re­
a refutarlo. Cf. H. C. Puech, Le mani­ glas. De la doctrina política de Maquia­
chéisme; Son fondateur, Sa doctrine, velo forman parte integrante el con­
París, 1949. cepto de la fortuna, o sea del azar que
(gr. uavxixij tiIxvti; ingl. man­
M á n tic a con su imprevisibilidad constituye siem­
de; franc. mantique; alem. Mantik). pre una condición de la actividad po­
La visión anticipada o la ciencia de las lítica, y el concepto relacionado con
cosas futuras. Así definió la M. Cicerón éste del empeño político, por el cual
(De Divin., I, 1), quien menciona y los hombres “no se deben nunca aban­
discute sobre todo la forma en que donar”, en el sentido de que no deben
entendían tal ciencia los estoicos. Para desesperar ni renunciar a la acción,
ellos la M. se funda en el orden nece­ sino insertarse activamente en los acon­
sario del mundo, o sea en el destino, tecimientos cuyo éxito, dada la presen­
ya que interpretando tal orden se pue­ cia del azar, nunca está predetermina­
den anticipar los acontecimientos que do (acerca de la doctrina de Maquiavelo
el mismo determina. "Los estoicos y sus interpretaciones, cf. G. Sasso, N.
769
r

M a ra v illa
M a te m á tic a
Machiavelto, Storia del suo pensiero tivo” (Fil. del der., §140, d; cf. acerca
político, Nápoles, 1958). de M., F. Meinecke, Die Idee der Staats-
Por maquiavelismo se entiende tam­ rason in der neueren Geschichte ["La
bién el principio en el que, convencio­ idea de la razón de estado en la histo­
nalmente y a partir del siglo xvn, se ria contemporánea”], 1925; trad. ingl.,
resume la doctrina de Maquiavelo, esto Machiavellism, 1957).
es, que "el fin justifica los medios”.
Tal máxima, no obstante, no fue formu­ M a ra v illa , véase A D M IR A C IÓ N .
lada por Maquiavelo, que no considera
al Estado como fin absoluto y ni tam­ M a rx ism o , véase C O M U N IS M O ; M A T E R IA ­
poco dotado de una existencia supe­ L IS M O d ia l é c t ic o ; m a t e r ia l is m o H IS T Ó ­
rior a la del individuo (en el sentido RICO.
en que lo haría, por ejemplo, Hegel,
Fil. del der., §337). Maquiavelo, por (alem. Mehr-
M ás-v id a, m á s - q u e - v id a
lo demás, dirigió todas sus simpatías Leben, Mehr~ats-Leben). E x p resio n es
hacia la honestidad y la lealtad en la acuñadas por G. Simmel para indicar
vida civil y política y, por lo tanto, el proceso de la vida y las formas a
admiraba los estados que se regían o que da lugar, respectivamente. Como
se habían regido por estas virtudes, por “M.-vida”, la vida es el proceso que
ejemplo, los romanos y los suizos. Sin supera continuamente los límites que se
embargo, su finalidad era, según se ha opone a sí misma. Como “M.-que-vida”
dicho, formular, basándose en la expe­ la vida es el conjunto de las formas
riencia política antigua y nueva, reglas finitas que emergen del proceso vital
de gobierno eficaces, y consideró que y se le oponen (Lebensanschauung [In­
tal eficacia es independiente del ca­ tuición de la vidal, 1918, pp. 22-23).
rácter moral o inmoral de las reglas
mismas. Por otro lado, se dio cuenta M asa, véase m a t e r ia , 6.
de que la moral y la religión pueden (gr. MaBriuatmj; lat. mathe-
M a te m á tic a
ser, y a veces son, fuerzas políticas que matica; ingl. mathematics; franc. ma
condicionan, como todas las otras fuer­ thématique-, alem. Mathernatik; ital.
zas, la actividad política y su logro, matemática). Las definiciones filosó­
aunque a veces no s- jde así y la ac­ ficas de la M. expresan, por un lado,
ción política se h . _e eficaz también orientaciones diferentes a la investiga­
ejerciéndose en sentido contrario a las ción matemática, por otro lado, mo­
leyes de la moral. Ya que este caso dos diferentes de justificar la validez
era el más frecuente en la sociedad y la función de las M. en el conjunto
(en especial en la italiana y la fran­ de las otras ciencias. Pueden distin­
cesa) de su tiempo, a la cual llamó, guirse cuatro definiciones fundamenta­
pues, "corrompida”, y ya que la fina­ les: 1) la M. como ciencia de la can­
lidad de Maquiavelo era sobre todo la tidad; 2) la M. como parte de la ló­
aplicación de sus reglas políticas a gica; 3) la M. como ciencia de lo posi­
la sociedad italiana para la constitu­ ble ; 4) la M. como ciencia de las cons­
ción de un Estado unificado, se explica trucciones posibles.
su insistencia acerca de ciertas máxi­ 1) "Ciencia de la cantidad” fue la
mas inmorales de conducta política, primera definición filosófica de la M.
insistencia mal expresada o generali­ Implícita en las consideraciones de Pla­
zada en la máxima que enuncia que el tón sobre aritmética y geometría —con­
fin justifica los medios. Esta máxima sideraciones que tendían sobre todo a
fue en realidad propia de la moral sacar a luz la diferencia entre las mag­
jesuítica. Hegel la cita en la forma nitudes percibidas por los sentidos y
que tomó gracias al padre jesuíta Bu- las magnitudes ideales que son el ob­
sembaum (1602-68): "Cuando el fin es jeto de la M. (Rep., VII, 525-27)—, esta
lícito, también los medios son lícitos” definición fue claramente formulada
(Medidla theologiae moralis, IV, 3, 2); por Aristóteles. "El matemático —de­
y la justifica ya sea formalmente, como cía Aristóteles— construye su teoría por
expresión tautológica, ya sea sustancial­ medio de la abstracción, prescinde de
mente, como "conciencia indetermina­ todas las cualidades sensibles, tales
da de la dialéctica del elemento posi­ como el peso y la liviandad, la dureza
770
M atem ática

y su contrario, el calor y el frío y las tesis a priori que es la numeración de


otras cualidades opuestas y se limita los objetos singulares” (Lógica, 1920,
a considerar sólo la cantidad y la con­ p. 238).
tinuidad, a veces en una sola dimen­ 2) La segunda concepción fundamen­
sión, otras en dos, otras veces en tres, tal de la M. es la que la considera
como también los caracteres de estas como ciencia de las relaciones y, por
ent:dades en cuanto cuantitativas y lo tanto, estrechamente ligada a la ló­
continuas, dejando de lado todo otro gica o como parte de ella. El ante­
aspecto de ellas. Por consiguiente, es­ cedente de esta concepción se puede
tudia las posiciones pertinentes y lo que encontrar en Descartes, que afirmó:
a ellas es inherente, la conmensura­ “Aun cuando las ciencias que se deno­
bilidad o inconmensurabilidad y las minan comúnmente matemáticas ten­
proposiciones" (Met., XI, 3, 1601 a 28; gan diferentes objetos, concuerdan en
cf. Fís., II, 2, 193b 25). Este concepto cuanto no consideran otra cosa que las
de las matemáticas se mantuvo por diferentes relaciones o proporciones que
mucho tiempo y sólo en el siglo pasa­ en ellas se encuentran" (Discours, II).
do empezó a resultar insuficiente para El concepto leibniziano del arte com­
expresar todos los aspectos de la inves­ binatoria (véase) o M. universal se pue­
tigación matemática. Kant mismo lo de considerar, cierto es, como comien
utilizó traduciéndolo al lenguaje de su zo del concepto de la M. como lógica,
filosofía. Formuló la distinción entre M. pero ello no impidió al propio Leibniz
y filosofía, basándose en que, mientras adherirse todavía al concepto tradicio­
que la filosofía procede mediante con­ nal de la M. como arte de la cantidad
ceptos, la M. procede mediante la cons­ (De Arte combinatoria, 1666, Proemium,
trucción de c o n c e p t o s , pero esta 7, en Op., ed. Erdmann, p. 8). Obvia­
construcción sólo es posible en M. por mente, la estrecha relación de la M.
el fundamento de la intuición a priori con la lógica comenzó a aparecer de
del espacio, que, por lo demás, es la modo evidente como rasgo caracterís­
forma de la cantidad en general. "Los tico de las M. cuando la lógica misma
que han creído distinguir la filosofía adquirió la forma de un cálculo mate­
de la M. —dice Kant— afirmando que mático. Boole afirmaba que, ya que
ésta tiene por objeto sólo la cantidad, "las últimas L -“s de la lógica son
han tomado el efecto por la causa. La matemáticas en . forma", la presen­
forma del conocimiento M. es la causa tación de la lógica en la forma de un
por la cual puede referirse únicamente cálculo no es arbitraria, sino algo que
a cantidad. En efecto, sólo el concepto depende de las leyes mismas del pensa­
de cantidad puede construirse, esto es, miento (Laws of Thought, 1854, cap. I,
exponer a priori en la intuición del § 10). Las investigaciones de Dedekind
espacio” (Crít. R. Pura, Doctr. del mé­ acerca de los fundamentos de la arit­
todo, cap. I, sec. 1). El concepto de la mética (Was sind und sollen die Zah-
M. como construcción y, por lo tanto len? [“¿Qué son y deben ser los nú­
y como quiera que sea, intuición, re­ meros”?], 1887) se mueven en el mismo
tomó en la M. contemporánea (véase orden de pensamientos. Pero sobre to­
infra, 4). Pero el concepto de M. como do la obra de Frege y su polémica
ciencia de la cantidad ha sido repetido contra el psicologismo contribuyeron
innumerables veces por los filósofos. a adjudicar la M. al dominio de la
Las largas y fantásticas disquisiciones lógica. En su ensayo de 1884, Frege
de Hegel acerca de los conceptos fun­ demostró la importancia del concepto
damentales de la M., en la gran Lógica, de relación para la definición del nú­
se fundan en dicho concepto ( Wissen- mero natural y afirmó: "El concepto
schaft der Logik [Doctrina de la lógi­ de relación pertenece —en proporción
ca'], I, I, sec. II). Y también más tar­ no menor que el simple concepto— al
de, Croce se refería impertérrito al campo de la lógica pura. Aquí no inte­
mismo concepto. "Las M. suministran resa el contenido especial de la rela­
conceptos abstractos que hacen posible ción, sin exclusivamente su forma ló­
el juicio numeral; construyen los ins­ gica. Si algo puede ser afirmado de
trumentos para contar y calcular y para ella, la verdad de este algo resulta
cumplir esa especie de artificiosa sín­ analítica y es reconocida a priori”
771
Matemática

(Eine logisch-mathematische Untersu- dada en la noción de la lógica como


chtmg über den Begriff der Zahl ["Una una ciencia categórica y normativa
investigación lógico-matemática sobre (Ibid., 4.240), noción que no ha tenido
el concepto de número" en "Los fun­ éxito en la lógica contemporánea, en
damentos de la aritmética"], 1884, §70; la cual se ha acentuado cada vez más el
trad. ital., en Aritmética e lógica, pá­ carácter convencional (véase c o n v e n ­
gina 139). c i o n a l i s m o ; l ó g ic a ). Por lo tanto, la
A partir de este momento, la estrecha mejor definición de la M., desde este
relación de la M. con la lógica por punto de vista, es la dada por Wittgen-
medio de la teoría de las relaciones, stein: "La M. es un método lógico. Las
podía considerarse conquistada y fue proposiciones de la M. son ecuaciones,
constantemente usada para la defini­ por lo tanto seudoproposiciones. La pro­
ción de la M. No obstante, también posición matemática no expresa pensa­
las definiciones que tienen en común miento alguno. Y, en efecto, nunca es
este fundamento se han formulado de la proposición matemática de la que te­
modo diferente. La formulación más nemos necesidad en la vida, sino que
evidente de una definición de este tipo la adoptamos sólo para formular, a tra­
es la que considera la M. como "una vés de proposiciones que no pertenecen
teoría de las relaciones”. Poincaré ex­ a la M., otras proposiciones que tam­
puso esta definición en la forma gene­ poco le pertenecen” (Tractatus, 1922,
ral, asegurando: “La ciencia es un sis­ 6.2; 6.21; 6.211). Las ecuaciones de la
tema de relaciones. Solamente en las M. corresponden a las tautologías de la
relaciones se busca la objetividad y lógica {Ibid., 6.22) y, como éstas, nada
sería vano buscarla en los seres consi­ dicen. Un punto de vista análogo a éste
derados como aislados unos de otros" fue formulado por Camap: "Los cálcu­
{La vateur de la S cien ce , 1905, p. 266). los constituyen un género particular de
Este concepto es compartido por Rus- cálculos lógicos, distinguiéndose sola­
sell, que ve la coincidencia entre M. mente por su mayor complejidad. Los
y lógica precisamente en el ámbito de cálculos geométricos son un género
la teoría de las relaciones y conside­ particular de cálculos físicos” (Founda-
ra que el tema común de sus ciencias tixms of Logic and Mathematics, 1939,
es la forma de los en1 Jados, definida §13).
como “lo que penn..„iece sin variacio­ Ésta es la mejor formulación de la
nes cuando cada componente del enun­ tesis del logicismo (véase). Desde este
ciado es sustituido por otro”, o sea, punto de vista, se trata en primer lugar
cuando el enunciado es llevado a la de construir una lógica exacta y des­
pura relación (Intr. to Mathematical pués de derivar de ella la M., en la
Philosophy, 1918, cap. XVIII). forma siguiente: 1) definiendo todos
Por otro lado Peirce, aun admitiendo los conceptos de las M., o sea de la
la relación entre M. y lógica, había aritmética, del álgebra y del análisis,
intentado distinguir la M. de la lógica, en los términos de los conceptos de la
afirmando que en tanto que la M. es lógica; 2) deduciendo de estas defini­
la ciencia que deriva conclusiones ne­ ciones y por medio de los principios
cesarias, la lógica es la ciencia del de la lógica misma (incluyendo los axio­
modo por el cual resultan conclusiones mas de infinitud y de elección) todos
necesarias. “El lógico no se cuida par­ los teoremas de la M. (cf. C. G. Hem-
ticularmente acerca de esta o de aque­ pel, "On the Nature of Mathematical
lla otra hipótesis o acerca de sus con­ Truth”, 1925, en Readings in the Philo­
secuencias, excepto en cuanto éstas pue­ sophy of Science, 1953, p. 59).
dan arrojar luz sobre la naturaleza del 3) La tercera concepción fundamen­
razonamiento. El matemático está muy tal de la M. es la de la corriente forma­
interesado en los métodos eficientes lista y se puede expresar diciendo que
de razonar, mirando, en su posible ex­ para ella la M. es la "ciencia de lo po­
tensión, a nuevos problemas, pero, en sible”, entendiéndose por posible lo
cuanto matemático, no se preocupa por que no implica contradicción (véase po ­
analizar esas partes de su método cuya s i b l e , 1). Desde este punto de vista, la
corrección considera obvia” {Coll Pap., M. no es parte de la lógica y no la pre­
4.239). Pero esta distinción estaba fun­ supone. Tal como ha sido concebida
772
Matemática

por Hilbert y Bemays (Grundlagen der matik und Physik, 1931, pp. 173-98). Es­
Mathematik [“Fundamentos de la ma­ te teorema de Godel ha tenido gran
temática”], I, 1934; II, 1939), la M. pue­ resonancia en la M. moderna. Ha sido
de construirse como un simple cálculo, posible, hasta ahora, formular la de­
sin exigir interpretación alguna. Resul­ mostración de la no contradictoriedad
ta, entonces, un sistema axiomático de algunas partes de la M., por ejem­
( véase a x io m á t ic a ) en el cual: 1) todos plo, de la aritmética (formulada por
los conceptos de base y todas las rela­ Gentzen en 1936), pero las cosas no
ciones de base estén completamente han ido más allá por este camino y,
enumerados y se remita a ellos, me­ de tal modo, la "ciencia de lo posible”
diante una definición, todo concepto se encuentra actualmente con que su
ulterior; 2) se enumeren completamen­ tarea más difícil es la de demostrar
te los axiomas y de ellos se deduzcan la "posibilidad” de sus partes. En cuan­
todos los demás enunciados, conforme to a la posibilidad de toda la M. como
a las relaciones de base. En un sistema sistema único y total, está, obviamen­
semejante, la demostración matemáti­ te, excluida por la formulación misma
ca es un procedimiento puramente me­ del teorema de Godel. Éste ha demos­
cánico de derivación de fórmulas, pero trado, asimismo, el límite de la axio­
al mismo tiempo se agrega a la M. for­ mática, al demostrar que ningún sis­
mal una metamatemática que está cons­ tema axiomático tiene “todos” los axio­
tituida por razonamientos no formales mas posibles y que, por lo tanto, pueden
en tomo a la M. "De tal modo —ha ser descubiertos continuamente nuevos
dicho Hilbert— se realiza, mediante principios de prueba. Otra consecuencia
cambios continuos, el desarrollo de la del teorema de Godel es una limita­
totalidad de la ciencia M., de dos ma­ ción de las capacidades de las máqui­
neras: derivando de los axiomas nue­ nas calculadoras, cuya construcción se
vas fórmulas demostrables, mediante ha facilitado mucho por el concepto
deducciones formales; por otra parte, formalista de la matemática. Se pvede,
agregando nuevos axiomas y la prueba en efecto, construir una máquina para
de no contradicción, por medio de razo­ resolver un problema definido, pero no
namientos que tienen un contenido." una máquina que sea capaz de resolver
Las M. constituyen, entonces, un sis­ todo problema ( ' E. Nagel-G. R. New-
tema perfectamente autónomo, esto es, man, Godel's Proo,, 1958, pp. 98 ss.).
que no presupone un límite o guía fue­ 4) La cuarta concepción fundamen­
ra de sí y que se desarrolla en todas tal de la M. es la que la considera como
las direcciones posibles, entendiéndose la ciencia que tiene por objeto la posi­
por direcciones posibles las que no lle­ bilidad de la construcción. Se trata,
van a contradicciones. como es evidente, de la noción kantia­
Por lo tanto, es esencial a este con­ na de la M. como "construcción de con­
cepto de la M. la posibilidad de deter­ ceptos"; por lo tanto, esta dirección es
minar la posibilidad (o sea la no-con- llamada comúnmente intuicionismo, pe­
tradictoriedad) de los sistemas axiomá­ ro sus precedentes se pueden entrever
ticos. Pero precisamente esta posibili­ en la polémica antiformalista de Poin-
dad fue puesta en duda por un teorema caré, en la obra de Kronecker ( Über
descubierto por Godel en 1931, según den Zahtbegriff [“Acerca del concepto
el cual no es posible demostrar la no de número”], 1887), en la tendencia er.i-
contradictoriedad de un sistema S con pirista de algunos matemáticos fran­
los medios (axiomas, definiciones, re­ ceses (Borel, Lebegue, Bayre), en el
glas de deducción, etc.) que pertenecen filósofo vienés F. Kaufmar.n, etc. Se­
al mismo sistema S ; sino que para rea­ gún Brouwer, que es uno de los princi­
lizar tal demostración es necesario re­ pales representantes del intuicionismo,
currir a un sistema Sv más rico que S la M. se identifica con la parte exacta
en medios lógicos ("Uber formal un- del pensamiento humano; por lo tanto,
entscheidbare Sátze der Principia Ma- no presupone ciencia alguna, ni siquie­
therruztica und verwandter Systeme” ra la lógica, sino que exige más bien
["Sentencias formales indecidibles de una intuición que permite apresar la
los Principia Mathematica y sistemas evidencia de los conceptos y de las con­
afines”], en Monatschrifte für Mathe­ clusiones. Las conclusiones, por lo tan-
773
Materia

to, no deben ser derivadas en virtud de tre la tercera y la cuarta concepción


reglas fijas contenidas en un sistema de la M.) no es tan radical como pu­
formalizado, sino que toda conclusión diera parecer. En primer lugar, la cons­
debe estar directamente controlada por trucción por la cual los intuicionistas
su propia evidencia. Desde este punto ven el objeto propio del procedimiento
de vista, la finalidad del procedimien­ matemático es un objeto formal, cuya
to de demostración matemática no es la posibilidad está determinada por reglas
construcción lógica sino la construc­ formales. Por otro lado, los límites
ción de un sistema matemático. Brou- del formalismo, sacados a luz por el
wer insiste en el hecho de que también teorema de Godel, valorizan algunas
en el caso de una demostración de exigencias afrontadas por el concepto
imposibilidad, obtenida a la vista de una intuicionista de las M. Y ya que es di­
contradicción, el uso del principio de fícil desconocer el valor del aspecto
no contradicción es sólo aparente; en lingüístico de las M., que es el valor
realidad, se trata de la afirmación sobre el cual se funda especialmente
de que una construcción matemática, el logicismo, domina el pensamiento M.
que debiera satisfacer ciertas condicio­ contemporáneo cierto eclecticismo (cf.,
nes, no es realizable (cf. A. Heyting, por ejemplo, E. W. Beth, Les fonde-
M athem atische Grundtagenforschung. ments logiques des mathématiques,
Intuitionismus und Beweistheorie ["In­ 2' ed., 1955). Sin embargo, desde el
vestigación de los fundamentos mate­ punto de vista filosófico, o sea de los
máticos. Intuicionismo y teoría de la conceptos fundamentales y de las orien­
prueba”], 1934 [trad. franc., 1955], I, taciones generales de investigación, la
5, 1). Heyting a su vez ha demostrado, diferencia entre las definiciones enun­
siguiendo las huellas del mismo Brou- ciadas en el presente artículo sigue
wer, que en tanto que el principio de siendo importante.
no contradicción puede ser utilizado, no
sucede lo mismo con el principio del M a te ria . En sentido gnoseológico, véa­
tercero excluido (véase) ("Die formalen se fo rm a , 2.
Regeln der intuitionistischen Logik” M a te ria(gr. C>.ii; lat. materia; ingl. mat-
["Las reglas formales de la lógica in- ter; franc. matiére; alem. Materie; ital.
tuicionista”], en I Preusz■ Akad. materia). Uno de los principios que
Wiss., 1930). constituyen la realidad natural, o sea
El intuicionismo, al definir la M. co­ los cuerpos. Las definiciones principales
mo la ciencia de las construcciones que se han dado de la M. son las si­
posibles, no apela (como lo hacía Kant), guientes : 1) la M. como sujeto; 2) la M .
a una intuición a priori del espacio, ni a como potencia; 3) la M. como exten­
forma alguna de i n tui ció n empírica sión; 4) la M. como fuerza; 5) la M,
o mística. La construcción de la que como ley; 6) la M. como masa; 7) la
habla el intuicionismo es una construc­ M. como densidad de campo. Las pri­
ción conceptual, que no hace referencia meras cuatro son definiciones filosó­
a hechos empíricos. Así Heyting ha ficas, las dos últimas, científicas.
resumido el punto de vista de Brou- 1) La definición de la M. como suje­
w er: 1) la M. pura es una creación libre to alterna, en Platón y Aristóteles, con
del espíritu y no tiene en sí relación la de la M. como potencia. Según este
alguna con los hechos de experiencia; concepto, la M. es receptividad o pasi­
2) la simple comprobación de un he­ vidad y Platón, en este sentido, la deno­
cho de experiencia contiene siempre la mina madre de las cosas naturales ya
identificación de un sistema matemá­ que ella "acoge en sí todas las cosas
tico; 3) el método de la ciencia de la pero no toma nunca forma alguna que
naturaleza consiste en reunir los sis­ semeje a las cosas en cuanto es como
temas matemáticos contenidos en las la cera que recibe la impronta” (Tim.,
experiencias aisladas en un sistema pu­ 50 b-d). En este sentido, la M. es el
ramente matemático construido con es­ material ordinario, amorfo, pasivo y
ta finalidad (cf. Heyting, Op. cit., IV, 3). receptor del que se componen las cosas
Si se tienen presentes estas conclu­ naturales. Aristóteles denomina a este
siones, se ve que la separación entre material sujeto ( vjcoxeíusvov). "Denomi­
formalismo e intuicionismo (o sea en­ no M. —dice— al sujeto primero de
Materia

una cosa, o sea del sujeto del cual se ge­ la M. sea "potencia operadora” (S. 77»,
nera la cosa no accidentalmente” (Fís., I, q. 44, ad. 3o) e insiste acerca de su
I, 9, 192 a 31). Como sujeto, ka M. "es imperfección o incumplimiento con re­
lo que permanece a través de los cam­ lación a la forma (Ibid., I, q. 4, a. 1),
bios opuestos, como por ejemplo, en el La escolástica agustiniana, aun recono­
movimiento lo móvil permanece igual ciendo cierta realidad actual a la M. y
aun encontrándose aquí o allá, a inter­ negando, por lo tanto, que fuera una
valos, y en el cambio cuantitativo per­ "casi nada” o una pura "posibilidad
manece igual lo que resulta más pe­ de ser”, no innova el concepto. Duns
queño o más grande, y en el cambio Scoto, por ejemplo, a pesar de recono­
cualitativo permanece igual lo que a cer a la M. cierta realidad (entitas) la
veces está en buena salud y a veces considera, sin embargo, como "recep­
no” (Met., VIII, 1, 1042 a 27). En su tora de todas las formas sustanciales
aspecto de sujeto, la M. carece de for­ y accidentales”, según el concepto aris­
ma, es indeterminada, por lo tanto, de totélico (Op. Ox., II, d. 12, q. 1, n. 11) y
suyo incognoscible (Ibid., VII, 11, le niega potencia activa, negando tam­
1037 a 27; VII, 10, 1036 a 8), caracteres bién la presencia en ella de las razones
poseídos de modo eminente por la "M. seminales (Ibid., d. 18, q. 1, n. 3). Desde
prima", o sea por la M. que no cons­ este punto de vista, la pasividad o re­
tituye el material (el bronce o la made­ ceptividad sigue siendo la característi­
ra, por ejemplo) de que está hecha la ca fundamental de la M. A esta carac­
cosa, sino el sujeto común e incog­ terística recurrieron también algunos
noscible de todos los materiales (Ibid., naturalistas del Renacimiento como,
IX, 7, 1049 a 18 ss.). El concepto de la por ejemplo, Paracelso (Meteor., 72) y
M. como concepto pasivo fue adoptado Telesio, para quien la M. es la "masa
por los estoicos que caracterizaron jus­ corpórea” destinada a sufrir la acción
to así a la M. (Dióg. L., VII, 134). Por de las dos "naturalezas operantes”, el
este carácter de pasividad, que la dis­ calor y el frío (De rer. nat., I, 4). Esta
pone a recibir la acción creadora de la concepción fue compartida por Locke
Razón divina (el principio activo), ios que concibió la M. como “una masa
estoicos denominaron “sustancia prime­ muerta e inactiva” (Essay, IV, 10, 10)
ra” a la M. (Dióg. L„ VII, 150; cf. Sé­ y aún hoy rt "arece con frecuencia
neca, Ep., 65, 2). Plotino no hizo más en la filosofía y >. el pensamiento co­
que llevar al límite esta concepción de mún. Vuelve, por ejemplo, en Berg-
la M. afirmando que "no es alma, ni son, para quien la M. es la detención
intelecto, ni vida, ni forma, ni razón, potencial del movimiento de la vida y
ni límite (ya que es ausencia de lí­ la considera definida por su "inercia"
mite), ni potencia (¿qué es lo que po­ que la opone a lo "viviente” (Évot.
dría crear?). Privada, como está, de Créatr., 8< ed, 1911, pp. 216ss.).
todos los caracteres, no puede ni siquie­ 2) El concepto de la M. como poten­
ra serle atribuido el ser en el sentido, cia se entrecruza, en Platón y Aristó­
por ejemplo, en que se dice que existe teles, con el de la M. como sujeto. Pla­
un movimiento o quietud; es, en ver­ tón dice que la M. "no pierde nunca
dad, el no ser, una imagen ilusoria la propia potencia” (Tim., 50b). Aris­
de la masa corpórea y una aspira­ tóteles identifica la M. con la poten­
ción a la existencia” (Enn., III, 6, 7). cia. "Todas las cosas producidas ya sea
Este concepto de la M. fue constante­ por la naturaleza o por el arte tienen
mente usado con fines teológicos. En M, ya que la posibilidad que cada una
la patrística lo repiten Orígenes (Con­ tiene de ser o de no ser es, para ca­
tra Cets., III, 41; De Princ., II, 1) y San da una de ellas, su M.” (Met., VII, 7,
Agustín. Este último la considera, con­ 1032 a 20). Pero la potencia no es, según
forme al concepto clásico, como "ab­ Aristóteles, sólo esta pura posibilidad
solutamente informe y exenta de cua­ de ser o de no ser; es una potencia
lidad” y "próxima a la nada”, pero, sin operativa y activa; "Una casa existe
embargo, como existente en cuanto do­ potencialmente si no hay nada, en su
tada de la capacidad de poder ser for­ material, que le impida resultar una
mada (Conf.. XII, 8; De nature boni, casa y si no hay algo que deba ser agre­
18). Santo Tomás a su vez niega que gado, eliminado o cambiado... Y las
Materia

cosas que en sí mismas tienen el prin­ bilidad —decía Nicolás de Cusa— debe
cipio de su génesis existirán por sí estar contraída y no debe ser absoluta,
cuando nada externo se los impida” ya que si la tierra, el sol y las otras
( Met., 9, 7, 1049 a 9 ss.). Esta autosufi­ cosas no estuvieran escondidas en la M.
ciencia de la potencia para producir como posibilidades contraídas, no ha­
la cosa, por la cual la M. no es sólo el bría razón para que llegaran al acto
tosco material, sino una capacidad efec­ en vez de no llegar” (De docta ignor.,
tiva de producción, expresa un concepto II, 8). En otros términos, sólo por la
que ya no, es el de la M. como pasi­ presencia, en estado contraído, de posi­
vidad o receptividad. Como potencia bilidades determinadas en la M., lle­
operadora, la M. no es un principio ne­ gan estas posibilidades con la creación.
cesariamente corpóreo. Plotino que, se­ Es un concepto sobre el cual Giordano
gún se ha visto, reduce la M. por un Bruno habría de fundar el de la M.
lado al no ser, por otro la identifica, como principio activo y creador de la
como potencia, con el infinito (En., II, naturaleza: "Esa M. para ser actual­
4, 15). Y admite (al lado de la M. sen­ mente todo lo que puede ser, tiene to­
sible, una M. inteligible que permanece das las medidas, tiene todas las espe­
siempre idéntica a sí misma y posee cies de figuras y de dimensiones y ya
todas las formas y de tal manera le que todas no tienen ninguna, porque
falta la razón de transformarse (Ibid., lo que es tantas cosas diferentes, es
II, 4, 3). De esta doctrina surge la necesario que no sea cosa alguna en par­
tradición que insiste acerca de la acti­ ticular.” En este sentido la M. coincide
vidad de la M., tradición que pasa a con la forma (De la causa, IV).
través de Scoto Erigena (De Divis. nat., 3) El concepto de la M. como exten­
III, 14) y que muestra una nueva fase sión fue defendido por Descartes. "La
en la doctrina de Avicebrón acerca de naturaleza de la M. o la de los cuerpos
la composición hilomórfica universal. en general —decía— no consiste en ser
Según Avicebrón, también las cosas es­ una cosa dura, pesada, coloreada o que
pirituales están compuestas de M. y de algún otro modo toca nuestros sen­
forma y la M. se identifica con la pri­ tidos, sino solamente en ser una sus­
mera de las categorías aristotélicas, la tancia extensa, en ancho, largo y pro­
sustancia en cuanto "•'ostiene' a las fundidad” (Princ. phit., II, 4). Este con­
otras nueve categor j (Fons vitae, II, cepto fue muy aceptado en el siglo xvm.
6). Sobre el fundamento del carácter Hobbes, por ejemplo, identifica la M.
activo o creador de la M., David de primera de los aristotélicos con el cuer­
Dinant pudo identificar a Dios con la po en general, esto es, con el "cuerpo
M. (San Alberto Magno, S. Th., I, 4, considerado prescindiendo de cualquier
q. 20; Santo Tomás, S. Th., I, q. 4, a. 8). forma y de cualquier accidente, excep­
Pero la M. conserva su carácter de ac­ tuando sólo el tamaño o extensión y
tividad también en la escolástica agus- la actitud para recibir forma y acciden­
tiniana, que al mismo tiempo insistía tes” (De Corp., VIII, 24). Este mismo
en reconocer una realidad positiva a la concepto del cuerpo en general como
M. y su presencia de ella aun en los materia es aceptado por Spinoza, que
seres espirituales, conforme con el con­ también lo identifica con la extensión
cepto de Avicebrón. San Buenaventura, (Eth., II, def. 1).
por ejemplo, dice: "La razón seminal Hay motivos para creer que esta
es la potencia a c tm ínsita en la M., y definición de la M. sea la implícita en
esta potencia activa es la esencia de la hipótesis atomista. El término "M.”
la forma, ya que de ella se genera la se encuentra, según es evidente, por
forma mediante el procedimiento de primera vez en Aristóteles en su signi­
la naturaleza que no produce nada de la ficado filosófico, pero el propio Aristó­
nada” (In Sent., II, d. 18, a. 1, q. 3). Este teles habla, con referencia a Demócri-
concepto de la M. se trasmitió al Rena­ to, del "cuerpo común de todas las
cimiento a través de Nicolás de Cusa, cosas” y afirma que, según Demócrito,
que considera a la M. como la "posi­ tal cuerpo difiere, en sus partes, en
bilidad indeterminada” en la cual exis­ magnitud y figura (Fís., III, 4, 203 a
ten, en forma contraída todas las cosas 33-203 b 1). Ahora bien, "magnitud y fi­
del universo. "La disposición de la posi­ gura” no son más que extensión. Por
Materia

lo demás, Aristóteles enumera tres dife­ de la M. resultó uno de los temas co­
rencias entre los átomos, o sea la figu­ munes de la Ilustración y de la polé­
ra, el orden y la posición (Met., I, 4, mica de los iluministas contra Descar­
985 b 15), pero figura, orden y posición tes. Decía Diderot: “No sé en qué sen­
no son más que extensión. Extensión es tido los filósofos han supuesto que la
también la figura, a la cual, según Epi- M. sea indiferente al movimiento y
curo, se reducen todas las cualidades al reposo. Es cierto, en cambio, que
del átomo (Dióg. L., X, 54). Por lo tan­ todos los cuerpos gravitan unos sobre
to, la hipótesis atomista implica el con­ los otros, que todas las partículas de los
cepto de la M. como extensión. Acerca cuerpos gravitan unas sobre las otras,
de tal concepto, por lo demás, insistió que en este universo todo está en tras­
Guillermo de Occam en el siglo xiv: lación o in nisu o en traslación e in nisu
"Es imposible que haya M. sin exten­ al mismo tiempo” ("Principes phil.
sión, ya que no es posible que haya M. sur la Matiére et le Mouvement”, en
que no tenga las partes distantes una CEuvr. phil., ed. Vemiére, p. 393). Ésta
de la otra, de donde, si bien las par­ fue también la concepción aceptada por
tes de la M. pueden unirse como se Kant. "La M. —decía— llena un espacio
unen las del agua y las del aire, no no por su pura existencia, sino me­
pueden hallarse, sin embargo, en el mis­ diante una particular fuerza motora":
mo lugar” ( Summulae physicorum, I, una fuerza repulsiva de todas sus par­
19; Quodl., IV, q. 23).- tes (Metaphysische Anfangsgründe der
4) El concepto de la M. como fuerza Naturwissenschaft, II, Lehrsatz, 2, 3;
o energía es defendido, por vez prime­ trad. esp.: Principios metafísicos de las
ra, por los platónicos de Cambridge ciencias naturales, Madrid, 1921). El
del siglo xvn y más tarde aceptado por concepto romántico de la M. como fuer­
Leibniz y m uchos filósofos del si­ za o actividad, como se encuentra ex­
glo xviil. Según Cudworth, la M. es una presado en Schelling, por ejemplo, no
naturaleza plástica, o sea una fuerza es más que la amplificación de esta
viviente que es directa emanación de doctrina. Las tres dimensiones de la M.
Dios (The True Intellectual System of están determinadas, según Schelling,
the Universe, I, 1, 3). H. More a su vez por las tres fuerzas que la constituyen,
reduce, con Descartes, la M. a exten­ o sea, por la . rza expansiva, por la
sión, pero identifica la extensión mis­ fuerza de atracci. i y por una terce­
ma con el espíritu, disolviéndola en ra fuerza sintética, que en la natura­
partículas indivisibles que den omin a leza corresponden al magnetismo, a la
mónadas físicas y que nada tienen de electricidad y al quimismo, respectiva­
material (Etichiridion metaphysicum, I, mente (System der transzendentálen
8, 8; I, 9, 3). Estas consideraciones me­ Idealismos [Sistema del idealismo tras­
tafísicas tomaron un significado más cendental], III, cap. II, Deducción de
preciso por obra de Newton y Leibniz. la materia; traducción italiana, pági­
Newton consideró imposible admitir nas 109 ss.). Más genéricamente Scho-
que "la M. esté vacía de toda tenaci­ penhauer identificó a la M. con la
dad, roce de partes y comunicación de actividad (Die Welt, I, §4; trad. esp.:
movimiento” y la consideró, por lo El mundo como voluntad y como re­
tanto, en muy estrecha relación con las presentación, Madrid, 1928). En el do­
"fuerzas” o "principios” que se mani­ minio científico este punto de vista
fiestan en la experiencia (Opticks, 1704, se ha realizado como energismo (véase
III, 1, q. 31). Leibniz considera que la e n e r g é t ic a ). G. Ostwald sostuvo, a fines
M. está constituida, además de la ex­ del siglo pasado, la inutilidad perfecta,
tensión, por una fuerza pasiva de resis­ para la ciencia de la naturaleza, del
tencia que es la impenetrabilidad o concepto de M. y su sustitución por
antitipia (véase) (Op., ed. Erdmann, el concepto de energía (Die Überwind-
pp. 157, 463, 466, 691). La misma doctri­ ung des wissenschaftlichen Materialis­
na fue aceptada por Wolff, que definió mos ["La superación del materialismo
la M. como "un ente extenso provisto de científico"], 1895).
fuerza de inercia" y consideró que po­ 5) Mientras que la reducción reali­
seía por sí misma una fuerza activa zada por Berkeley de la M. a percep­
(Cosmol., §§ 141-42). Esta interpretación ciones o ideas no se puede denominar
777
Materialismo

un concepto de la M., por ser su simple las cuales el campo es extremadamen­


negación, se puede considerar, en cam­ te fuerte" (Einstein-Infeld, The Evolu-
bio, como definición de la M. la dada tion of Physics, cap. III; trad. esp.:
por Mach, como la de una "determi­ La física, aventura del pensamiento,
nada relación de los elementos sensi­ Buenos Aires, 1943, Losada). Esta di­
bles en conformidad con una ley" (Arta- rección de la física contemporánea no
tyse der Empfindungen, XIV, 14; trad. se puede confundir, sin embargo, con
esp.: Análisis de las sensaciones, Ma­ el energismo porque no implica la re­
drid, 1925). Esta definición, en efecto, ducción de la M. a energía, sino más
no tiende a negar la materia ni a redu­ bien la reducción de los dos concep­
cirla a elementos subjetivos y psíqui­ tos de M. y de energía al de campo
cos, sino a sustituir por la estabilidad (véase).
relativa de una ley la rigidez e inercia
tradicionalmente atribuidas a la M. El (ingl. materialism; franc.
M a te ria lis m o
concepto fundamental es, en esta defi­ matérialisme; a 1e m . Materialismos;
nición, el de ley, que se entiende como ital. materialismo). Este término fue
la expresión de una relación constante. usado por primera vez por Robert Boy-
La M. sería precisamente la relación le en el escrito de 1674 intitulado The
constante en la cual se presentan re­ Excellence and Grounds of the Mecha-
agrupados los elementos últimos de las nical Philosophy (cf. Eucken, Geistige
cosas, esto es, las sensaciones. Stromungen der Gegenwart, 5‘ ed., 1916,
6) Los usos precedentes del término p. 168; trad. esp.: Las grandes corrien­
son todos ellos de naturaleza filosófi­ tes del pensamiento contemporáneo,
ca, aunque a veces hayan sido pro­ Madrid, 1914). En general, el término
puestos o sostenidos por científicos. En designa toda doctrina que atribuye la
el dominio de la ciencia, y más precisa­ causalidad solamente a la materia. En
mente en el de la mecánica, la noción todas sus formas, históricamente indi-
de M. se identifica con la de masa vidualizables y fuera del uso polémico
(definida por el segundo principio de del término, el M. consiste, en efecto,
la dinámica como relación entre la fuer­ en afirmar que la única causa de las
za y la aceleración impresa). La masa cosas es la materia. La vieja defini­
puede ser entendida aio masa inerte ción de Wolff, según la cual son mate­
o como peso. El puncipio de la "con­ rialistas "los filósofos que admiten sólo
servación de la M." que la ciencia del la existencia de los entes materiales,
siglo xix consideraba como uno de sus o sea de los cuerpos” (Psychol. ratio-
pilares, junto al de la "conservación de nalis, §33), no es suficiente para indi­
la energía”, se refiere a la M. enten­ vidualizar las formas históricas del M.
dida como peso, ya que su significado porque llevaría a incluir en esta co­
específico le fue dado por las célebres m ente a doctrinas que lo repudian
experiencias por las cuales Lavoisier (véase infra). Se pueden, sobre esta
demostró (1772) que en las reacciones base, distinguir: 1) el M. metafísico
químicas (comprendida la combustión) o cosmológico, que se identifica con
el peso de los compuestos es la suma el atomismo filosófico; 2) el M. metodo­
de los pesos de los componentes. lógico, según el cual la única explica­
7) En la ciencia contemporánea el ción posible de los fenómenos es la que
concepto de M. tiende a reducirse al de recurre a los cuerpos y a sus movi­
densidad de campo. "Una vez recono­ mientos; 3) el M. práctico, que es el
cida la equivalencia entre masa y ener­ que reconoce en el placer la única guía
gía, la división entre M. y campo apa­ de la vida; 4) el M. psicofísico, que es
rece como artificiosa y no claramente el que admite la estrecha dependen­
definida. ¿No podremos, entonces, re­ cia causal entre los fenómenos psíqui­
nunciar al concepto de M. y edificar cos y los fisiológicos. Éstas son las
una física del campo puro? Lo que im­ formas, reconoc ibles históricamente,
presiona nuestros sentidos como M. es, que adopta el M., además de las cono­
en realidad, una gran concentración de cidas bajo los nombres de M. dialéctico
energía en un espacio relativamente y M. histórico, que se consideran apar­
limitado. Parece, por lo tanto, lícito te. No se puede, en cambio, considerar
asimilar la M. a regiones espaciales en como históricamente legítimo el signi­
778
Materialismo

ficado que Berkeley atribuye al tér­ 2) El M. metódico fue defendido por


mino, entendiendo por materialistas a vez primera por Hobbes y su tesis fun­
todos los que de alguna manera reco­ damental consiste en considerar que
nocen la existencia de la materia (Prin­ la noción de materia, o sea de cuerpo
cipies of Human Knowtedge, §74), ya y de movimiento, es el único instru­
que en este sentido serían materia­ mento disponible para la explicación
listas también Aristóteles y los aristoté­ de los fenómenos. Hobbes, en efecto,
licos. Tampoco se puede denominar ma­ afirmó que el conocimiénto de una
terialistas a los estoicos, aun cuando cosa es siempre conocimiento de su
consideraran que todo lo que está en génesis y que la génesis es movimiento.
la naturaleza es cuerpo (Dióg. L., VII, Por lo tanto, todo conocimiento es co­
1, 56; Plut., De Com. Not.), ya que ad­ nocimiento del movimiento y el movi­
mitían un principio racional divino co­ miento implica cuerpo. Por ello, deno­
mo causa del mundo, y tampoco Ter­ minó De Corpore (1655) a su tratado
tuliano puede ser considerado como de filosofía primera. Desde este pun­
materialista, por análogos motivos; to de vista la explicación materia­
aunque asimismo afirma que “todo lo lista es la única posible también por
que existe es cuerpo” (De An., 7; De lo que respecta al espíritu y a las co­
carne Christi, 11). sas espirituales. Así Hobbes objetaba
1) El M. cosmológico se caracteriza a Descartes: "¿Qué diremos si el razo­
por las siguientes tesis-: a) el carácter namiento no es más que un conjunto
originario o inderivable de la materia, y una relación de nombres por medio
que precede a todo otro ser y es su de la palabra ‘es’?” Resulta de esta
causa. Por lo tanto, no es un M. la tesis que mediante la razón no pode­
doctrina de Gassendi, según la cual los mos concluir nada que se refiera a la
átomos que constituyen el universo han naturaleza de las cosas, sino solamente
sido creados por Dios, b) La estruc­ con referencia a sus apelativos o sea
tura atómica de la materia, c) La pre­ que, con ella, nosotros veremos sola­
sencia en la materia, por lo tanto en mente si los nombres de las cosas se
los átomos, de una fuerza capaz de ha­ reagrupan bien o mal, según las con­
cerlos mover y combinarse en modo venciones que hayamos establecido a
tal que dan origen a las cosas. Demó- nuestro arbitru -'ara sus significados.
crito admitía que los átomos se mue­ Si es así, como _ien puede suceder,
ven por su cuenta desde la eternidad el razonamiento dependerá de los nom­
(Arist., Fís., VIII, 1, 252 a 32) y este bres, los nombres de la imaginación
supuesto se ha mantenido en todas las y la imaginación quizá (esto según mi
formas del atomismo. La última forma opinión) del movimiento de los órga­
histórica que el M. ha adquirido, la que nos corporales y así el espíritu no será
tuvo máxima difusión en los últimos más que un movimiento de determi­
decenios del pasado siglo, por obra del nadas partes del cuerpo orgánico” (III,
biólogo alemán Emst Haeckel, admi­ Objections, 4). El cuerpo es, por lo
tía, por lo demás, que los átomos están tanto, según Hobbes, el único objeto
dotados, aparte de movimiento, tam­ posible del saber humano y la filoso­
bién de vida y de sensibilidad (Die fía se divide en dos partes, la filosofía
Weltratsel, 1899; trad. esp.: Los enig­ natural y la filosofía civil, según estu­
mas del Universo, Valencia, s. a.), d) La die el cuerpo natural, o sea la natura­
negación del finalismo del Universo y, leza, o el cuerpo artificial, o sea la
en general, de todo orden que no con­ sociedad (De Corp., I, 9).
sista en la simple distribución de las Un M. metodológico ha sido sostenido
partes materiales en el espacio, e) La en época reciente por los filósofos del
reducción de los poderes espirituales círculo de Viena y especialmente por
humanos a la sensibilidad, o sea al sen- Camap, pero, sin embargo, en un sen­
sismo. En esta forma, se presentó el tido diferente al enunciado por Hob­
M. en la Antigüedad en las doctrinas de bes y refiriéndose al lenguaje; tal M.
Demócrito y de Epicuro y en la edad es la exigencia de traducir, a términos
moderna en las doctrinas de algunos del lenguaje físico, los datos protoco­
iluministas y en las de muchos positi­ lares, para construir con ellos un len­
vistas del siglo xix. guaje intersubjetivo. Este M. se iden­
779
Materialismo

tifica, por lo tanto, con el fisicalismo suya (1748), pero el concepto se en­
(véase) y no implica ninguna afirma­ cuentra asimismo expresado en la obra
ción acerca de la existencia de la ma­ de David Hartley, Observations of Man
teria (cf. Erkenntnis [Conocimiento], (1749) y en la de Joseph Priestley, Dis-
1931, p. 447). Tal M. no implica ni si­ quisitions Retating to Matter and Spirit
quiera la deducibilidad de las leyes (1777). El Systéme de la nature de
biológicas y psicológicas a través de Holbach es quizá la mejor expresión
las leyes físicas. La unificación de las de este punto de vista, según el cual
leyes de la ciencia es, sin duda y desde todas las facultades humanas son mo­
este punto de vista, una meta de la dos de ser y de obrar que resultan del
ciencia misma, pero no se puede ex­ organismo físico del hombre, a su vez
cluir ni prever que esta meta sea logra­ determinado por la máquina del Uni­
da (Camap, Logical Foundations of the verso. Una forma más restringida y es­
Unity of Science, 1938, p. 61). pecífica de este M. es la que adquiere
3) En su significado práctico o mo­ en la obra del médico francés Pierre
ral, el M. es un término que pertenece Cabanis, Rapports du physique et du
al lenguaje común más que al filosó­ moral de l'homme (1802) que insiste
fico. Se habla, en efecto, de "época en la dependencia de las actividades
materialista”, de "tendencias materia­ psíquicas respecto del sistema nervioso.
listas” o del "materialismo" de grupos Hacia mediados del siglo xix, esta de­
o círculos de personas para indicar la pendencia causal de los poderes espi­
tendencia al bienestar o, más exacta­ rituales humanos del sistema nervioso
mente, de una ética que considera al pareció a muchos filósofos científicos
placer como única guía de la conducta. un hecho establecido. El M. de esta
El término filosófico apropiado a esto época se basa precisamente en este
es hedonismo (véase). El hedonismo hecho. El zoólogo Karl Vogt en un es­
acompaña a menudo al M., pero no crito de 1854, La fe del carbonero y la
necesariamente. La ética de Epicuro y ciencia (Kohlerglaube und Wissen-
de los materialistas del siglo xix es schaft, 1854) afirmó que "el pensamien­
hedonista, pero no lo es la étjca de to tiene con el cerebro la misma re­
Demócrito. Por lo demás, el hedonismo lación que la bilis con el hígado o
puede ser inherente p '"¡osofías no ma­ la orina con los riñones”, afirmación
terialistas y así, po ejemplo, fue acep­ que coincidía con la del historiador y
tado por los cirenaicos y por los empi- literato francés Hipolite Taine: "El vi­
ristas del siglo x v i i i . En su forma extre­ cio y la virtud son producidos como
ma, sin embargo, el hedonismo consti­ el vitriolo o el azúcar, y todo dato
tuyó una manifestación característica complejo nace del encuentro de otros
del M. psicofísico del siglo x v i i i que, datos más simples de los cuales de­
en este punto, fue una continuación pende" (Histoire de la litíérature an-
del libertinismo (véase). La obra de glaise, 1863, Introd.). Otra forma más
Helvetius, De l'esprií (1758) es particu­ atenuada o, si se quiere, más distin­
larmente significativa a este respecto, guida de la misma doctrina es aquella
porque co ntiene una indiscriminada según la cual la conciencia es el epi­
exaltación del placer, como asimismo fenómeno de los procesos nerviosos,
otra obra, anterior algunos años, de en el sentido de que aunque es pro­
La Mettrie, L art de jouir ou l’école ducida por ellos no obra sobre ellos,
de la volupté (1751). lo mismo que la sombra no obra so­
4) El M. psicofísico consiste en afir­ bre el objeto que la produce (Huxley,
mar la estrecha dependencia causal Clifford, Ribot). La Hi storia del M.
de la actividad espiritual humana de la (Geschichte des Materialismos, 1866)
materia, esto es, del organismo, res­ de Friedrich Albert Lange basa su ex­
pecto del sistema nervioso o del cere­ posición precisamente en el M. psico­
bro. Esta tesis se presentó en diferen­ físico, en el cual ve un saludable me­
tes formas d u r a n t e los siglos x v i i i mento contra la pretensión de extender
y xix. Una de estas formas es la con­ el saber humano más allá de ciertos
cepción del hombre máquina. La expre­ límites. El M„ según Lange, renace
sión fue usada por el francés La Met­ siempre que el hombre olvida estos lí­
trie como título de una obra famosa mites y pretende dar valor objetivo a
780
Materialismo dialéctico

construcciones m e t a fí s ic a s que sola­ tos; 3) la ley de la negación de la nega­


mente tienen valor imaginativo. ción. La primera significa que en la
Tanto el M. metafísico como el M. naturaleza las variaciones cualitativas
psicofísico de la mitad del siglo xix sólo pueden obtenerse agregando o sa­
tienen un carácter romántico. No quie­ cando materia o movimiento, o sea me­
ren, por lo tanto, limitarse a ser tesis diante va ria ci o n e s cuantitativas. La
filosóficas dotadas de mayores o me­ segunda ley garantiza la unidad y la con­
nores posibilidades de confirmación, tinuidad del cambio incesante de la na­
que pretenden ser doctrinas de vida, turaleza. La tercera significa que toda
destinadas a derrotar la religión y sus­ síntesis es a su vez la tesis de una nue­
tituirla. Esta pretensión da a tales doc­ va antítesis, que quedará a la cabeza de
trinas un tono violentamente polémico una nueva síntesis (Engels, Dialektik
y profético, por el cual la "Ciencia" der Natur ["Dialéctica de la naturale­
resulta la nueva tabla de la verdad za”], passim). El conjunto de estas le­
absoluta. Esta actitud se denominó yes determina, según Engels, la evolu­
cientismo (véase) y constituye la van­ ción necesaria, y necesariamente pro­
guardia romántica de la ciencia del gresiva, del mundo natural. La evolu­
siglo xix. El M. constituyó el credo ción histórica sigue a la natural, con
de tal cientismo, un credo que la cien­ las mismas leyes. El sentido del pro­
cia misma contribuyó en buena parte ceso total es optimista. La organización
a desmantelar, con la crisis en que de la producción según un plan, tal
entró, en los últimos decenios del siglo, como se hará en la sociedad comunis­
su concepción mecanicista. ta, está destinada a elevar a los hom­
bres por encima del mundo animal
(ingl. dialectical
M a te ria lis m o d ia lé c tic o desde el punto de vista social, como
materialism; franc. matérialisme dia- el uso de los instrumentos de la pro­
lectique-, alem. dialektischer Materia- ducción lo ha hecho desde el punto
tismus; ital. materialismo dialettico). de vista de la especie. Según se ve,
Con esta expresión se señala la filosofía el M. dialéctico de Engels no es más
oficial del comunismo, en cuanto teo­ que la teoría de la evolución (que, en
ría dialéctica de la realidad (natural sus tiempos, c e ' - b r a b a sus primeros
e histórica). Más que de un materia­ triunfos) interpre. 'a según los tér­
lismo (véase supra) se trata en realidad minos de las fórmulas dialécticas hege-
de una dialéctica n a t u r a l i s t a cuyos üanas, y conducida a su resultado más
principios fueron expuestos por Marx optimista.
(véase d ia l é c t ic a ), y desarrollados por Se consideran actualmente como par­
Engels, en una forma que más tarde tes integrantes del M. dialéctico, el M.
ha sido más o menos servilmente se­ histórico y el M. metafísico. (Sobre el
guida por los filósofos del mundo comu­ primero, véase irtfra.) Acerca del se­
nista, que son los únicos discípulos de gundo han insistido, más que Marx y
tal filosofía. Según Engels, Hegel reco­ Engels, Lenin y los comunistas rusos.
noció perfectamente las leyes de la Lenin recapituló así la tesis del mate­
dialéctica, pero las consideró como "pu­ rialismo: "/) Hay cosas que existen
ras leyes del pensamiento" y de tal independientemente de nuestra concien­
manera no fueron sacadas de la natu­ cia, independientemente de n u e s tr a s
raleza y de la historia, sino "otorgadas sensaciones, fuera de nosotros. 2) No
a ellas desde lo alto como leyes del existe y no puede existir ninguna dife­
pensamiento”. Pero "si damos vuelta rencia de principio entre el fenómeno
a la cosa, todo resulta simple: las le­ y la cosa en sí. La única diferencia
yes de la dialéctica que en la filo­ efectiva es entre lo conocido y lo que
sofía idealista aparecen como extrema­ aún no lo es. 3) Acerca de la teoría
damente misteriosas, resultan en segui­ del conocimiento, como en todos los
da simples y claras como el sol" (Anti- otros campos de la ciencia, se debe
DiXhrirtg, pref.; trad. esp., Madrid, 1932, razonar dialécticamente, es decir, no
Cénit). Tales leyes son, según Engels, suponer nunca nuestro conocimiento,
tres: 1) La ley de la conversión de la como invariable y ya hecho, sino ana­
cantidad en cualidad y viceversa; 2) la lizar el proceso por el cual el conoci­
ley de la compenetración de los opues­ miento nace de la ignorancia o gracias
Materialismo histórico

al cual el conocimiento vago o incom­ social, política y espiritual” (Zur Kritik


pleto resulta conocimiento más ade­ der politischen Okonomie, 1859, Pref.;
cuado y preciso” (Materialismus und trad. esp.: Para la crítica de la econo­
Empiriokritizismus [Materialismo y em­ mía política). Marx elaboró esta teoría
piriocriticismo'], 1909). Como se ve, invirtiendo el punto de vista de Hegel,
tampoco estas tesis expresan una con­ ya que para Hegel es la conciencia la
cepción materialista, sino que constitu­ que determina el ser social del hombre,
yen una reivindicación del r eal ism o en tanto que para Marx es el ser social
gnoseológico. del hombre el que determina su con­
ciencia.
h is tó ric o (ingl. historical
M a te ria lis m o No debe creerse, sin embargo, que
materialism; franc. matérialisme histo- Marx haya querido convertirse en sos­
rique; alem. hi sto ris ch er Materialis­ tenedor de un fatalismo económico por
mus ; ital. materialismo storico). Engels el cual las condiciones económicas lle­
aplicó este nombre al canon de inter­ varían al hombre necesariamente a de­
pretación histórica propuesto por Marx, terminadas formas de vida social.
que consiste en reconocer a los facto­ En las mismas r ela cio ne s económi­
res económicos (técnicas de trabajo cas, en cuanto dependen de las rela­
y de producción, relaciones de traba­ ciones de trabajo, de producción, de
jo y de producción) un peso prepon­ cambio, etc., el hombre entra como ele­
derante en la determinación de los mento activo y condicionante y, por lo
acontecimientos históricos. El supuesto tanto, la condicionalidad que la estruc­
de este canon es el punto de vista antro­ tura económica ejerce sobre las super­
pológico defendido por Marx, según el estructuras sociales, por lo menos en
cual la personalidad humana está cons­ parte, una autocondicionalidad del hom­
tituida intrínsecamente (o sea en su bre en relación consigo mismo (Deut­
misma naturaleza) por las relaciones sche Ideologie ["Ideología alemana"],
de trabajo y de producción que el hom­ I, C). Engels habla a continuación de
bre adquiere para hacer frente a sus una "“inversión de la praxis histórica”,
necesidades. Por estas relaciones, la o sea de una reacción de la conciencia
"conciencia” del hombre (o sea sus humana a las condiciones naturales,
creencias religiosa0 .iorales, políticas, opuesta a la acción de éstas sobre aqué­
etcétera) es más bien un resultado que lla. Pero desde el punto de vista de
un supuesto. Este punto de vista fue Marx, no hay necesidad de tal inver­
defendido por Marx sobre todo en el sión, ya que no es la superestructura
escrito Ideología alemana (Deutsche la que obra sobre la estructura, sino el
Ideologie, 1845-46). De este modo, la hombre que, interviniendo en sus téc­
tesis del M. histórico es que las formas nicas para cambiar o mejorar la estruc­
que la sociedad adquiere históricamen­ tura económica, se autocondiciona a
te dependen de las relaciones económi­ través de ella.
cas que prevalecen en una fase deter­ El M. histórico ha propuesto a la
minada de ella. Dice Marx: “En la atención de los historiadores un canon
producción social de su vida, los hom­ de interpretación al cual es indispen­
bres entran en determinadas relaciones sable recurrir en muchos casos para la
necesarias e independientes de sus vo­ explicación de acontecimientos y de ins­
luntades, relaciones de producción que tituciones histórico-sociales. A este ca­
corresponden a una determinada fase non, en efecto, recurren en mayor o
de desarrollo de sus fuerzas producti­ menor medida, historiadores de todos
vas materiales. El conjunto de estas los dominios de la actividad humana,
relaciones de producción constituye la en cuanto el mismo abre a la explica­
estructura económica de la sociedad, ción histórica un camino que, a veces,
que tiene una base real sobre la cual es el único posible. Actualmente se
se edifica una superestructura jurídi­ tiende a interpretar el M. histórico no
ca y política y a la cual corresponden como un principio dogmático (como
determinadas formas sociales de con­ Engels, sobre todo, lo había propues­
ciencia. .. El modo de producción de to), sino como una posibilidad explica­
la vida material, condiciona, por lo tiva a la cual se debe recurrir en de­
tanto, en general, el proceso de la vida terminadas circunstancias. En otros tér-
TR2
M a te s io lo g ía
M á x im a
minos, afirmar que en todos los casos cada cosa, y sobre esto pueden sentar­
los acontecimientos o situaciones his- se verdades justo infinitamente múlti­
tórico-sociales deban ser explicadas por ples que se distribuyen por las muchas
el determinismo de los factores econó­ disciplinas de la mathesis. Pero todas
micos es tesis tan dogmática como la juntas remiten a un pequeño grupo de
que quisiera excluir, en absoluto y en verdades inmediatas o ‘fundamentales’
todos los casos, el determinismo de ta­ que funcionan en las disciplinas pura­
les factores. El historiador se encuen­ mente lógicas como axiomas" (Ideen,
tra, en cierta situación, en posibilidad I, § 10; Logische Untersuchungen, I,
de determinar el peso relativo de los cap. último; trad. esp.: Investigaciones
factores determinantes y se trata de lógicas, Madrid, 1929).
establecerlo en cada caso, frente a las
situaciones particulares, sin que ello d e la s (ingl. matrix
M a tric e s , m é to d o
pueda ser decidido por anticipado y method). El método mediante el cual
de una vez por todas. Sustraído a su se construyen las tablas de verdad, o
planteamiento dogmático, el M. histó­ sea las tablas que dan el cuadro de
rico ha ofrecido a la técnica de la todas las posibilidades de verdad; fue­
explicación historiográfica una de sus ron propuestas por vez primera por
posibilidades más fecundas y un nuevo Wittgenstein (Tractatus, 4.31). Indican­
grado de libertad a la elección historio- do con V "verdadero", con F “falso”
gráfica. Véase h is t o r i o g r a f í a . y con p, q, r... proposiciones elementa­
les, se tienen, por ejemplo, las siguien­
(franc. m a th é s io lo g ie ) . Tér­
M a te s io lo g ía tes tablas:
mino adoptado por Ampére para indi­
car la ciencia que debiera tener por <7 p r P 9 P
objeto, "por una parte, las leyes que se
deben seguir en el estudio o en la V V I V V v V
enseñanza de los conocimientos huma­ F V I V F V F
nos y por otra, la clasificación natural V F I V v F
de estos conocimientos” ( E s sa i su r la V V | F F F
p h ilo so p h ie d e s S cie n c es , 1834, p. 31).
F V | F
Mathema (gr. uáfiriua). Todo lo que es V F I F
objeto de adquisición de conocimiento. F F I F
Así, Platón denomina a la idea del bien
"el más grande M.” (Rep., VI, 505 a). Estas tablas muestran todas las com­
Sexto Empírico consideraba que el M. binaciones posibles de verdadero y falso
implica, además de la cosa aprendida, para tres, para dos y para una proposi­
al que la aprende y al modo de apren­ ciones. Se pueden, pues, efectuar tablas
derla (Adv. Math., I, 9), y aplicaba el para proposiciones compuestas, como
nombre de "matemáticos" a todos los “p o q" o bien "p implica q", etc. (Cf. A.
cultores de ciencias, además de los Church, Introduction to Mathematical
filósofos. Kant restringió la palabra a Logic, I, § 15).
las proposiciones de la matemática, que
son las obtenidas mediante "la cons­ Máxima (lat. maxima propositio; ingl.
trucción de conceptos” (Crít. R. Pura, maxim; franc. máxime; alem. Máxime;
II, cap. 1, sec. 1). La palabra más cer­ ital. massima). Este término tiene dos
cana al uso clásico del término es significados diferentes: 1) proposición
disciplina (véase): una ciencia en cuan­ evidente; 2) regla de conducta.
to se aprende o enseña. I) El significado de proposición evi­
dente es el más antiguo y fue estable­
Mathesis universalis. Así denominó Leib- cido con referencia a la teoría de los
niz (Op., ed. Erdmann, p. 8) al arte lugares lógicos. Boecio denominó "pro­
combinatoria o característica universal posición máxima” a la proposición in­
(véase). Husserl ha adoptado el térmi­ demostrable pero evidente (In top.
no para indicar la lógica formal o pura Cicer., I; De diff. topicis, II; en P. L.,
como "ciencia eidética del objeto en 64?, col. 1151, 1185) y este significado
general”, que caracteriza así: “Objeto perduró en la lógica medieval. "La pro­
es, en el sentido de ella, toda cosa y posición máxima —dice Pedro Hispa-
783
M a y é u tic a
M e c a n ic ism o
no— es la proposición de la cual no cista se entiende la que se sirve exclu­
hay otra más conocida o más primi­ sivamente del movimiento de los cuer­
tiva, como por ejemplo, 'Cada todo es pos, entendido en el sentido restringido
mayor que su parte"’ (Summ. Log., de movimiento espacial. En este sen­
5.07). Más tarde se acentuó a veces el tido, una teoría mecanicista de la natu­
carácter de probabilidad de la máxi­ raleza es la que no admite más explica­
ma; por ella Jungius entiende, en efec­ ción posible de los hechos naturales,
to, "un enunciado universal máxima­ sea cual fuere el dominio al que perte­
mente probable" (Log. Hamburgertsis, nezcan, que la que los considera como
1638, V, 3, 5). En este significado, por movimientos o combinaciones de movi­
el que es sinónimo de axioma, usaron la mientos de cuerpos en el espacio. El M.
palabra tanto Locke (Essay, IV, 12, 1) puede ser considerado; 1) como una
como Leibniz (Nouv. Ess., IV, 12, 6). Es­ concepción filosófica del mundo; 2) co­
te significado es actualmente obsoleto, mo un método o un principio rector
y en su lugar se usa siempre el término de la investigación científica.
axioma. 1) Como concepción filosófica del
2) Fueron los moralistas franceses mundo, el M. se ha presentado, desde
de la segunda mitad del siglo xvu los la Antigüedad, como atomismo (véa­
primeros en aplicar el término a una se)I. La concepción del mundo como un
regla moral. La Rochefoucauld intituló sistema de cuerpos en movimiento, esto
Reflexions ou Sentences et Máximes es, como una gran máquina, es propia
Morales a la colección de sus pensa­ del atomismo antiguo. El materialis­
mientos (1665) y Kant acogió este uso, mo de los siglos x v i i i y x i x adoptó esta
entendiendo por M. una regla de con­ concepción, que se distingue por las
ducta en general. Distinguía la M. co­ siguientes características: a) la nega­
mo "principio subjetivo de la voluntad” ción de todo orden finalista. La polé­
y la ley, que es el principio objetivo, o mica entre M. y finalismo comenzó, a
sea universal, de la conducta. El indi­ partir del siglo xvu, en cuanto el M.
viduo puede tomar como su M. tanto se afirmó con el surgimiento de la
la ley como otra regla cualquiera y ciencia moderna. También actualmen­
hasta la de alejarse •' la ley misma te, a menudo, se entiende por M. la
(Grundlegung zur ’ taphysik der Sit­ mera negación del finalismo (véase);
ien [ Fundamentación de la metafísica b) el determinismo riguroso, es decir,
de tas costumbres], I, 1, nota; Crít. R. el concepto de una causalidad nece­
Práct., §1, Def.; Religión, I, Obs.). Este saria que inviste todos los fenómenos
segundo significado del término es el de la naturaleza. Actualmente se con­
único que perdura. sidera como no mecanicista toda con­
cepción del mundo que niega el deter­
M a y éutica (gr. ixaiEUTixri téxvti; ingl. minismo riguroso.
maieutics; franc. maieutique; alem. Los dos rasgos precedentes son expre­
Maeutik; ital. maieutica). El arte de sados en forma característica por la
la p a rt e ra , al cual Sócrates, en el filosofía de Hobbes, que constituye una
Teeteto platónico, compara su ense­ de las mejores expresiones del M. filo­
ñanza, ya que consiste en sacar a luz sófico (véase m a t e r i a l i s m o ). Por otro
los conocimientos que se forman en lado, la teoría más sagaz que las filoso­
la mente de sus discípulos. “Yo tengo fías antimecanicistas del siglo xix asu­
en común con las parteras, el ser esté­ mieron frente al M. fue la sostenida
ril en sabiduría; y lo que desde hace por Lotze en el Microcosmos (1856), que
muchos años me reprochan, justamen­ afirma que “la tarea que aguarda al M.
te, es que interrogo a los demás pero en el ordenamiento del universo es uni­
nunca respondo de mí, por no tener versal sin excepciones en cuanto a su
pensamiento sabio alguno que exponer" extensión, pero, en el tiempo mismo,
(Teet. 150 c.). de efecto secundario en cuanto a su
importancia” (Mikrokosmus, I, Introd.;
M e c a n ic ism o (ingl. mechanism; franc. trad. ital., p. 10) o, en otros términos,
mécanisme; alem. Mecanismos). Toda que el M. no es más que el instrumen­
doctrina que recurre a la explicación to del que se ha valido el Principio
mecanicista. Por explicación mecani- racional o divino del universo para
78-1
Mecanicismo

lograr sus finalidades. Este punto de su reducción a innumerables acciones a


vista se ha entrecruzado, en la filosofía distancia entre los átomos de la ma­
espiritualista contemporánea, con la crí­ teria. La segunda fase se inspira en la
tica áb extrínseco de los principios cien­ importancia que el principio de conser­
tíficos del mecanicismo. En el ínterin, vación de la energía (enunciado por
sin embargo, o sea a partir de los úl­ Helmholtz en 1847) adquirió en la cien­
timos decenios del siglo pasado, el M. cia y por la expresión, en términos de
como concepción filosófica general no energía cinética y potencial, de las le­
encontró sostenedores, por los motivos yes fundamentales de la mecánica. Una
que se aclararán seguidamente. tercera fase se inició hacia fines de
2) El M. científico puede ser conside­ siglo por Hertz, que intentó reducir
rado: a) en la física; b) en las otras la dinámica a la cinemática, admitien­
ciencias. do como ley fundamental el principio
a) En la física, el M. es la tesis de del mínimo esfuerzo: todo sistema li­
que todos los fenómenos de la natu­ bre persiste en su estado de reposo y
raleza deben ser explicados mediante de movimiento uniforme a lo largo del
las simples leyes de la mecánica y que, camino más breve.
por lo tanto, la mecánica misma posee De estas vicisitudes de la mecánica
un status privilegiado entre las otras es relativamente independiente el M.
ciencias, en cuanto suministra a to­ de la risica. Como se ha dicho, la ca­
das los principios de explicación. Aho­ racterística de las teorías mecanicistas
ra bien, la mecánica como ciencia es en física es la de utilizar exclusiva­
creación relativamente reciente. Arquí- mente las magnitudes propias de la
medes conocía los elementos de la es­ mecánica (la fuerza, la masa, la ener­
tática, o sea de la parte que trata del gía, etc.). Se pueden distinguir: la teo­
equilibrio de las fuerzas, pero la diná­ ría mecanicista de la discontinuidad
mica, o sea el estudio de los movi­ y la teoría mecanicista de lo continuo.
mientos de los cuerpos bajo la acción La teoría mecanicista de lo disconti­
de las fuerzas, era desconocida para nuo es la teoría atómica, invocada para
los antiguos y fue fundada por Galileo explicar, además de la luz (teoría cor­
Galilei y por Newton. El principio de puscular), varios fenómenos físicos ta­
D’Alembert unificó, pues, la estática y les como la adl '^encia, la cohesión, la
la dinámica, demostrando que un pro­ capilaridad y que ». dado lugar a la teo­
blema de dinámica puede ser transfor­ ría cinética de los gases y a las pri­
mado en un problema de equilibrio de meras teorías de los fenómenos eléc­
fuerzas y, por lo tanto, de estática, to­ tricos. Las teorías mecanicistas funda­
mando en consideración fuerzas ficti­ das en la continuidad fueron posibles
cias denominadas "fuerzas de inercia" solamente gracias al descubrimiento de
y así, por ejemplo, la órbita de un complicados instrumentos de cálculo
planeta en tomo al sol puede ser con­ diferencial y encuentran su ejemplo
siderada como el equilibrio entre la en la hipótesis de Fresnel acerca del
fuerza de gravitación y una fuerza cen­ éter elástico como medio de propaga­
trífuga igual y opuesta. Con esta con­ ción de las ondas luminosas. Ambas
cepción la mecánica quedó, en cierto teorías han sido eliminadas en la fí­
modo, concluida en cuanto a sus teo­ sica por la teoría del campo (véase),
remas fundamentales. Desde entonces por la cual los conceptos de la mecá­
ha sufrido solamente transformaciones nica han dejado de ser válidos como
conceptuales y lingüísticas que han ten­ principios explicativos generales de la
dido a hacerla más coherente y sim­ física. Al mismo tiempo, la otra carac­
ple. Desde este punto de vista, puede terística fundamental del M., o sea
considerarse como segunda fase del el determinismo riguroso o necesario
desarrollo de la mecánica la que su­ se eliminó por la confirmación de la
frió hacia mediados del siglo xix, por teoría cuántica (véase c a u s a l id a d ). "Las
obra sobre todo de Hamilton, con la leyes de la física cuántica —dice a este
sustitución de la idea de fuerza por respecto Einstein e Infeld— no gobier­
la de energía. La primera fase de la nan las vicisitudes de objetos en sin­
mecánica se caracterizó por la tentativa gular en el tiempo, sino que gobiernan
de explicar los fenómenos naturales por las variaciones de la probabilidad en
785
Mediación

el tiempo” (The Evolution of Physics, forma cualquiera de vitalismo (véase


IV ; trad. esp.: La física, aventura del e v o l u c ió n ; v i t a l i s m o ). Se puede decir,
pensamiento, Buenos Aires, 1943, Losa­ por lo tanto, que el M. ha sido aban­
da). Con esta transformación la física donado, pero es necesario agregar que
ha salido de su fase mecanicista cons­ con él también se han abandonado las
tituyéndose como ciencia de la previ­ direcciones conceptuales a las cuales
sión probable. Véase f í s i c a . se oponía el M. y cuya corrección re­
b) El M. no ha sido solamente un presentaba.
principio rector de la física; a partir
de la mitad del siglo xvra ha sido tam­ Mediación (ingl. mediation; franc. mé-
bién el principio rector de todas las diation; alem. V e r m i t t e l u n g; ital.
otras ciencias naturales, incluidas la mediazione). La función que pone en
biología, la psicología y la sociología. relación dos términos o dos objetos
Obviamente, fuera de la física, el M. ha en general. Tal función ha sido reco­
tenido un carácter mucho menos rigu­ nocida como propia: 1) del término
roso: nunca ha logrado, ni en la expli­ medio en el silogismo; 2) de las prue­
cación de los más simples fenómenos bas en la demostración; 3) de la re­
biológicos, psicológicos o sociológicos, flexión; 4) de los demonios en la reli­
la exactitud cuantitativa de los mo­ gión.
delos mecánicos empleados para expli­ 1) Según Aristóteles el silogismo está
car, por ejemplo, el fenómeno de la determinado por la función mediadora
capilaridad o el de la interferencia de del término medio que contiene en sí
la luz. Fuera de la física, por lo tan­ un término y está contenido por el otro
to, el M. ha sido más una aspiración término (An. Pr., I, 4, 25 b 35). Véase
genérica, una tesis filosófica o, en la SILOGISMO.
mejor de las hipótesis, una exigencia 2) Según la Lógica de Port Roy al,
genérica de método, que un efectivo la M. es indispensable en cualquier ra­
instrumento de explicación. Polémica­ zonamiento. “Cuando la sola conside­
mente ha hecho valer la instancia de ración de dos ideas no basta para juz­
la necesidad causal contra el finalismo gar si se debe afirmar o negar una de
y ha afirmado positivamente en todos la otra, se necesita recurrir a una ter­
los campos la exige1- .a del análisis cera idea, simple o compleja, y esta
cuantitativo. Adem . de esto, las tesis tercera idea se denomina medio” (Ar-
del M. en los diferentes campos de la nauld, Log., III, 1). A su vez Locke
ciencia, son tesis de reducción: el M. decía: "Las i d e a s intervinientes que
de la biología consiste en reducir las sirven para mostrar el acuerdo entre
leyes biológicas a leyes fisicoquímicas; dos ideas se llaman pruebas y cuando,
el M. de la psicología consiste en redu­ por medio de esas pruebas, se percibe
cir las leyes psicológicas a leyes bio­ llana y claramente el acuerdo o el des­
lógicas y así el M. en la sociología acuerdo, a eso se llama demostración"
consiste en reducir las leyes sociológi­ (Essay, IV, 2, 3). En el mismo senti­
cas a leyes biológicas y psicológicas. do, D’AIembert afirmaba: “Toda la ló­
Estas tendencias reduccionistas han te­ gica se reduce a una regla muy simple:
nido su utilidad para desalojar de ar­ para confrontar dos o más objetos ale­
mazones conceptuales anticuadas y de jados mutuamente, se utilizan varios
supuestos metafísicos o teológicos al objetos intermediarios. Lo mismo su­
campo de las respectivas ciencias, ar­ cede cuando se quieren confrontar dos
mazones que dificultaban la búsqueda o más ideas; el arte del razonamiento
o, incluso, la detenían. La ciencia del no es más que el desarrollo de este
siglo xx, a partir sobre todo de su ter­ principio y de las consecuencias que
cer decenio, ha abandonado, sin embar­ de él resultan” (CEuvres, ed. Condorcet,
go, el planteamiento reduccionista y, 1853, p. 224).
por lo tanto, el M., sin volver a las 3) Según Hegel, la M. es la reflexión
posiciones a las cuales ‘e oponía éste. en general (Werke ["Obras”], ed. Glock-
La biología, por ejemplo, ha abando­ ner, II, p. 25; IV, p. 553, etc.). "Un
nado el supuesto de que los fenómenos contenido puede ser conocido como la
vitales se rigen sólo por leyes fisico­ verdad —dice Hegel—■ sólo en cuanto
químicas sin admitir, no obstante, una no media con otro, no es finito, media
786
Mediador plástico
Medida
por lo tanto consigo mismo y es así, nan lo que está bien, en tanto que la
al mismo tiempo, M. y relación inme­ M. lo salva), si, en consecuencia, los
diata consigo mismo”. En otros térmi­ buenos artistas trabajan tendiendo a
nos, la reflexión excluye no solamente este medio, la virtud que, como la na­
la inmediatez, que es el intuir abstrac­ turaleza, es más cuidada y mejor que
to o sea el saber inmediato, sino tam­ todo arte, deberá tender precisamente
bién la "relación abstracta” o sea la al justo medio” (É t. Nic., II, 6, 6, 1106 b
M. de un concepto con un concepto di­ 8). La M. es, no obstante, sólo la defini­
ferente (las pruebas de Locke) que He- ción de la virtud ética (véase) o moral,
gel considera propio (y con razón) del porque únicamente ésta concierne a
siglo de la Ilustración (Ene., § 74). pasiones o acciones susceptibles de ex­
4) La función mediadora entre los ceso o defecto (cf. asimismo Santo
dioses y los hombres les fue reservada, Tomás, S. Th., I, II, q. 59, a. 1). Véase
en la Antigüedad, a los demonios. El VIRTUD.
Demiurgo platónico encarga a las di­
vinidades inferiores o demonios la crea­ Medida (gr. i i é t q o v ; lat. mensura; ingl.
ción de las generaciones mortales y el measure; franc. mesure; alem. Mass;
completar la obra de la creación ( Tim., ital. misura). Ya Platón había dividido
41 a-c). Plotino dice que los demonios el arte de la M. en dos partes, situan­
son eternos, en relación con nosotros, do en la primera las artes "que miden
e "intermediarios entre los dioses y el número, el largo, la altura, el ancho
nuestra especie” (Enn., III, 5, 6). Mi­ y la velocidad en relación a sus con­
tra era concebido como mediador, esto trarios”, y en la segunda “las artes que
es, como mediador entre la divinidad miden la relación al justó medio, a lo
inalcanzable de las esferas etéreas y conveniente, a lo oportuno, a lo obli­
el género humano (Cumont, The Mys- gado y, en suma, a las determinaciones
teries af Mithra, pp. 127 ss.). En fin, que están en el medio entre dos ex­
según la doctrina cristiana, "sólo a tremos” (Polít., 284 e).
Cristo compete ser mediador de modo Por consiguiente, se puede entender
simple y perfecto”, en tanto que los por medida:
ángeles y sacerdotes son más bien ins­ 1) La relación entre una magnitud y
trumentos de M. (Santo Tomás, S. Th., la unidad. A e„ ' Dropósito Aristóteles
III, q. 26, a. 1). observó que la unidad puede ser enten­
dida de dos m aneras: como unidad con­
M e d ia d o r p lá s tic o (franc. m é d i a t e u r
vencional o aparente o como unidad
plastique). Así llamaron algunos filóso­ absolutamente indivisible (Met., X, 1,
fos del siglo xix la "naturaleza plástica” 1053 a 22). El propio Aristóteles reco­
de la cual hablaba Cudworth como noció la condición de toda M. en este
Ectipo (véase), o sea el intermediario sentido en la homogeneidad entre lo
entre Dios y el mundo {The Tme Intel- que se mide y aquello con lo que se
lectual System of the üniverse, I, 1, 3). mide (Ibid., X, 1, 1053 a 22);
La expresión se halla en Laronsiguiére 2) el criterio o canon de lo verdade­
(Lepons de phil., 1815-18, II, 9) y en ro o bueno. En este sentido Cleóbulo,
Galluppi (Lezioni di lógica e metafísica, uno de los Siete Sabios, decía: "Es óp­
1832-1836, II, p. 273). tima la M." (Dióg. L., I, 93). Platón
vio en la justa M. el orden y la armo­
Medianía (gr. ptcróxii;; lat. medietas; nía de las cosas (FU., 24 c-d) y Aristó­
ingl. mean; franc. milieu; alem. Mittel;
ital. medietá). Lo medio o justo me­ teles hacía del justo medio o medianía
dio entre los extremos, que, según Aris­ (véase supra) el canon de la virtud
tóteles, puede ser definido en relación ética.
[ Protágoras usó la palabra en este
a las cosas o en relación a nosotros. "Sí mismo sentido, en su famoso principio
toda ciencia —dice Aristóteles— cum- [que enuncia que el hombre es M. de
pie bien su finalidad, mirando al justo las cosas y Aristóteles también, al afir­
medio y dirigiendo sus obras hacia di- mar1 que el hombre virtuoso es "el ca­
cho justo medio (de donde, por lo non ' y la M. de las cosas” (Ét. Nic., III,
común, decimos de las buenas obras 4, ‘ 1113 a 33). En este sentido la M. es
que en ellas no hay nada que sacar, uno i de los conceptos fundamentales de
por cuanto el exceso o el defecto arrui- la
1 cultura clásica griega.
787
M e d io
M e m o ria
M e d io(ingl. m e a n s ; franc. mayen; (ingl. m e l i o r i s m ; franc.
M e lio ris m o
alem. M ittel; ital. mezzo). 1) Todo lo méliorisme; alem. Meliorismus; ital.
que hace posible la obtención de un megliorismo). Palabra reciente, usada
fin, la ejecución de un propósito o la sobre todo por escritores anglosajones,
realización de un proyecto. Por lo que para indicar una a c t i t u d frente al
respecta a la relación entre M. y fin, mundo, que no es ni pesimista ni op­
véase valor . timista, sino que está orientada hacia
2) Ambiente y especialmente ambien­ la esperanza de lo m ejor y la voluntad
te biológico. En este sentido la palabra de realizarlo.
corresponde al francés milieu que ha
comenzado a usarse con este signifi­ (gr. (j,vriuri; lat. memoria; ingl.
M e m o ria
cado hacia mediados del pasado siglo. m e m o r y ; franc. mémoire; alem. Ge-
Véase a m b i e n t e . düchtnis; ital. memoria). La posibili­
dad de disponer de los conocimientos
M e d ita c ió n , véase M ISTICISMO. pasados. Por conocimientos pasados de­
ben entenderse los que de un modo
M e g a ris m o (ingl. megarism; franc. mé- cualquiera quedan disponibles y no sim­
garisme; alem. Megarismus; ital. mega­ plemente como conocimientos del pa­
rismo). La escuela socrática de Mega- sado. El conocimiento del pasado pue­
ra, fundada en el siglo v a. c. por Eu- de también ser de nueva formación y
clides (que no debe confundirse con así, por ejemplo, actualmente dispone­
el m atemático Euclides que vivió y en­ mos de informaciones sobre el pasado
señó en Alejandría más o menos un de nuestro planeta o de nuestro uni­
siglo después). Otros representantes de verso que, en efecto, no son recuerdos.
la escuela son Eubúlides de Mileto, Dio- Un conocimiento pasado no es ni si­
doro de Cronos y Estilpón de Megara, quiera simplemente una impronta, una
que enseñó en Atenas hacia 320 a. C. huella cualquiera, ya que una impronta
La característica de la escuela es la de o huella es algo presente y no pasado.
unir la enseñanza de Sócrates con la La tristeza o la imperfección física de­
doctrina eleática. Euclides considera­ jadas por un accidente del cual hemos
ba que el bien es uno sólo y es la Uni­ sido víctimas, no son la M . de este in­
dad, a la que aplir- «arios nombres: cidente, aun cuando sean sus huellas,
Sabiduría, Dios, Entendimiento, etc. en tanto que un recuerdo puede hallar­
Por lo tanto, lo mismo que los eléatas, se disponible y pronto sin la ayuda de
los megáricos atacaban la realidad del huella alguna, como es el caso de una
movimiento, del cambio y de la mul­ fórmula para el m atemático y en gene­
tiplicidad. Para refutar esta realidad ral el de los recuerdos que se confían
se valían de varios argumentos, de na­ a formaciones o hábitos profesionales.
turaleza sofista, que habían adoptado, La M. parece estar constituida por
tales como el argumento del sorites dos condiciones o elementos diferen­
(véase) o del calvo, como también de tes: 1) la conservación o persistencia,
la negación de la posibilidad formulada en una determinada forma, de los co­
por Diodoro de Cronos (para esto úl­ nocimientos pasados que, por ser pa­
timo, véase p o s i b i l id a d ). Algunos de sados, deben quedar sustraídos de la
estos argumentos fueron readoptados vista: este momento es la retentiva; 2)
por los estoicos, en los razonamientos la posibilidad de reclamar, al necesi­
"ambigüos" o "convertibles" que luego tarlo, el conocimiento pasado y de ha­
se denominaron dilemas (véase) y que cerlo actual o presente, lo que es, pre­
hoy se denominan paradojas o antino­ cisamente, el r e c u e r d o . Estos dos
mias (véase). momentos ya fueron distinguidos por
Platón, que los denominó "conservación
M e la n c o lía (gr. fjiXa; xoXrj; ingl. melan- de sensación” y "reminiscencia” respec­
cholia; franc. mélancolie; alem. Me- tivamente (FU., 34 a-c) y por Aristóte­
lancholie; ital. melanconia). De acuer­ les, que se sirvió de los mismos térm i­
do con su etimología, humor negro nos. Aristóteles formula también con
(véase t e m p e r a m e n t o ). En el lenguaje claridad el problema que resulta de
común, tristeza sin motivo. Véase a b u ­ la conservación de la representación
r r im ie n t o . como huella (impresión) de un cono-
788
Memoria

cimiento p a s a d o . "Si permanece en pretación de la M., en el aspecto según


nosotros —dice— algo parecido a una el cual es retentiva o conservación o
impronta o a una pintura: ¿cómo pue­ en el aspecto según el cual es recuerdo.
de la percepción de esta impronta ser A) La psicología antigua ha insistido
M. de alguna otra cosa y no solamente en el aspecto según el cual la M. es
de sí? En efecto, el que efectivamente conservación, persistencia de conoci­
recuerda no ve más que esta impronta mientos adquiridos. La consideración
y solamente mediante ella tiene sensa­ mística de Plotino, además de negar la
ción: ¿cómo puede, entonces, recordar base física de la M. y de ver en el
lo que no está presente?” (De Mem., 1, cuerpo un obstáculo más que una ayu­
450 b 17). La respuesta de Aristóteles da para ella {Enrt., IV, 3, 26), correla­
a esta dificultad es que la impronta en ciona la M. con la fuerza y la persis­
el alma es como un cuadro que puede tencia de la conservación: "Si la ima­
ser considerado por sí o por el objeto gen persiste en ausencia del objeto, ya
que representa. "Como —dice— un ani­ hay M. aun en el caso de persistir du­
mal pintado en un cuadro es tanto un rante poco tiempo; si persiste por poco
animal como una imagen y es, al mis­ tiempo, la M. es corta y si dura más
mo tiempo, las dos cosas, si bien su la M. aumenta, porque la fuerza de la
ser no sea el mismo, y de tal manera imaginación es mayor y si difícilmen­
puede ser considerado tanto como ani­ te llega a menos, la M. es indestructi­
mal como imagen, y así también la ble" (Ibid., IV, 3, 29). De modo análo­
imagen mnémica que hay en nosotros go, el catálogo que San Agustín hace
debe ser considerada como un objeto de los "milagros” de la M. se apoya en
por sí misma y, al mismo tiempo, como el mismo concepto de ella como recep­
representación de cualquier otra cosa" táculo de los conocimientos o, según
{Ibid., 450 b 21). La explicación del su expresión, "vientre del alma” (Conf.,
proceso total de la M., ya sea como X, 14). Éste es, asimismo, el concepto
retención o como recuerdo, es más tar­ que de la M. tuvieron los filósofos me­
de, según Aristóteles, totalmente física: dievales. Santo Tomás la denomina "el
la retención y la producción de la im­ tesoro y el lugar de conservación de
pronta están confiadas a un movimien­ las especies" (S. Th., I, q. 29, a. 7), re­
to y lo que produce el recuerdo es un pitiendo un lufe ~ común de la filosofía
movimiento. Pero el recuerdo, a dife­ medieval. Lo qui. equivale a insistir
rencia de la retentiva, es una especie acerca de la M. como retentiva.
de deducción (silogismo) ya que "el Pero sobre la M. como conservación
que recuerda deduce que ya ha escu­ insisten también concepciones moder­
chado o, de todas maneras, percibido nas y contemporáneas que, volviendo a
lo que recuerda y es ésta una especie la concepción agustiniana del tiempo
de búsqueda" (Ibid^ 453 a 11). El re­ como distensio animi o duración de con­
cuerdo es, por lo tanto, privativo de los ciencia, ven en la M. la conservación in­
hombres. Con ello Aristóteles sacó a tegral del espíritu por parte de sí mis­
luz otro carácter fundamental de la M. mo, esto es, la persistencia de todas sus
como recuerdo: su carácter activo de acciones y afecciones, de todas sus ma­
deliberación o de elección. El análisis nifestaciones o modos de ser. Esta con­
platónico-aristotélico de la M. mostró cepción fue ya expuesta por Leibniz
los siguientes puntos: a) la distinción para quien la M. es la conservación in­
entre retentiva y recuerdo; b) el reco­ tegral bajo forma de virtualidad o "pe­
nocimiento del carácter activo o vo­ queñas percepciones" de las ideas que
luntario del recuerdo frente al carácter no tienen ya la forma de pensamientos
natural o pasivo de la retentiva; c) la o de "apercepciones", por lo que obser­
base física del recuerdo como conser­ vaba, en contra de Locke: "Si las ideas
vación de movimiento o movimiento no fueran más que formas o modos de
conservado. Estos puntos puede de­ los pensamientos, cesarían con ellos,
cirse que permanecen como constantes pero vos mismo, Señor, habéis recono­
en la historia sucesiva del concepto. cido que son los objetos internos de los
No obstante, las doctrinas que van pre­ pensamientos y que, como tales, pue­
sentándose pueden subdividirse en dos den subsistir. Y yo me asombro de que
grupos, según se basen, para la inter­ podáis dejar de lado estas potencias
789
Memoria

o facultades puras que abandonáis, se­ tiene confirmación alguna de hecho,


gún parece, a los filósofos de la escue­ aunque encuentra su precedente histó­
la” (Nouv. Ess., II, 10, 2). Bajo forma rico en la teoría de Plotino. A partir
de virtualidad o facultad puede y debe de Descartes (Princ. Phil., IV, 196), no
conservarse integralmente todo acto o se niega la base fisiológica de la M. La
manifestación del espíritu, ya que éste misma conservación integral del espí­
es precisamente esta autoconservación. ritu por parte del espíritu es la "co­
Tal es la concepción de la M. inhe­ rriente de la conciencia" de la que ha­
rente a toda filosofía espiritualista o bla Husserl, que también recurre al con­
conciencialista. Del modo mejor y más cepto adoptado por Leibniz y Bergson,
detallado expuso tal concepción Berg- de virtualidad o potencialidad para dis­
son en Materia y M. (1896), que la tinguir la memoria. “De las cosas tene­
opone a la concepción de la M. funda­ mos conciencia, lo mismo que en la
da en el recuerdo. “La M. —dice— no percepción —dice Husserl— también en
consiste en la regresión desde el pre­ los recuerdos y en las representaciones
sente al pasado, sino, por el contrario, análogas a los recuerdos... Reconoce­
en el progreso del pasado al presente. mos, además, que a la esencia de todas
Es en el pasado en donde nos situamos estas vivencias es inherente esa nota­
de golpe. Partimos de un estado virtual, ble modificación que hace pasar la con­
que conducimos poco a poco, mediante ciencia en el modo de estar vuelto hacia
una serie de planos de conciencia di­ algo a conciencia en el modo de la in­
versos, hasta el término en el cual se actualidad, y viceversa. Una vez es la
materializa en una apercepción actual, vivencia conciencia explícita, por decir­
esto es, hasta el punto en el cual resulta lo así, de su objeto; la otra vez, implí­
un estado presente y agente o sea, en cita, meramente potencial” (Ideen, I,
fin, hasta ese plano extremo de nuestra §35). El supuesto es siempre el de la
conciencia sobre el que se diseña nues­ total conservación de todo el conte­
tro cuerpo. En este estado virtual con­ nido de la conciencia: el fenómeno del
siste el recuerdo puro” (Matiére et mé- recuerdo está ligado al paso del con­
moire, 7* ed., p. 245). La M. pura (o tenido del estado actual al potencial
recuerdo puro) es la corriente de con­ y viceversa.
ciencia en la cual trv" se conserva en B) Un segundo grupo de teorías de
el estado virtual. L^ limitación del re­ la M. son las que se basan, antes que
cuerdo efectivo no pertenece a la M. nada, en el fenómeno del recuerdo.
sino al recuerdo actual que Bergson Hobbes, por ejemplo, definió la M. co­
identifica con la percepción y que es mo “el sentir de haber ya sentido” (De
una elección hecha en la M. pura por corp., 25, 1), lo que significa definirla
las exigencias de la acción. Por lo tan­ con relación al acto con el que se reco­
to, las lesiones cerebrales no afectan noce, en lo que se percibe, lo que se
a la M. verdadera y propia, sino sólo a ha percibido otra vez. Desde este pun­
la reminiscencia de los recuerdos en la to de vista, Wolff definió la M. como
percepción, o sea al mecanismo a tra­ “la facultad de reconocer las ideas re­
vés del cual la M. es inherente en el producidas y las cosas por ellas repre­
cuerpo y resulta acción. Esta teoría, sentadas" (Psychol. rationalis, §278),
que Bergson apoyaba en un análisis concepto que se encuentra también en
de las perturbaciones de las funciones Baumgarten (Met., §579). Desde este
mnémicas, se caracteriza por dos pun­ punto de vista, se tiende a veces a re­
tos fundamentales: 1) la distinción en­ conocer el carácter activo de la M.,
tre la M. pura y el recuerdo, enten­ o sea la función de la voluntad o de
diéndose por M. pura la conservación la elección deliberada en el reclamo
integral, independiente de toda circuns­ de los recuerdos. Decía Locke: “...en
tancia, del espíritu por parte del espí­ este ver de nuevo las ideas que están
ritu. Ahora bien, es evidente que tal M. alojadas en la M., la mente a menudo
no tiene nada que ver con la M. obser­ no es puramente pasiva, ya que la apa­
vable; 2) la negación de toda base fisio­ rición de esas imágenes latentes de­
lógica de la M. pura y la restricción pende a veces de la voluntad" (Essay,
de la base fisiológica al fenómeno de II, 10, 7). Kant sacó igualmente a luz
la percepción. Tampoco esta negación este carácter activo: "La M. —decía—
790
M e n c ió n
M e n ta lis m o
difiere de la simple imaginación repro­ o ideas del espíritu y que en su apa­
ductora por el hecho de que, pudiendo recer a la M. o a la imaginación se
reproducir voluntariamente la represen­ presentan uno después del otro con un
tación precedente, el alma no está al determinado grado de método y de re­
arbitrio de ésta" (Antr., I, §34). En este gularidad” (Inq. Conc. Underst., I I I ) .
mismo grupo de doctrinas figuran: Según se sabe, Hume enunció tres le­
a) las que interpretan la M. como inte­ yes de asociación: la semejanza, la con­
ligencia; b) las que interpretan la M. tigüidad y la causalidad, pero sólo las
como mecanismo asociativo. dos primeras fueron adoptadas por la
a) Como inteligencia o pensamiento, psicología asociacionista para la expli­
fue interpretada la M. (siempre en su cación de los fenómenos psíquicos. Véa­
aspecto de recuerdo) por Hegel, quien se ASOCIACIONISMO.
ve en la M. "al modo extrínseco, al La psicología moderna se basó en
momento unilateral de la existencia buena medida en la hipótesis asocia­
del pensamiento". Y anota que el idio­ cionista para el estudio de los fenóme­
ma alemán da a la M. "la alta situa­ nos de la M., hasta que el psicoanáli­
ción de su parentesco inmediato con sis por un lado y la teoría de la forma
el pensamiento” (Ene., §464). La M. es, por el otro, demostraron la importancia
según Hegel, pensamiento exteriorizado, de los intereses y de las actitudes voli­
pensamiento que cree hallar algo ex­ tivas en el recuerdo y la de toda la
terno, es decir, la cosa es recordada personalidad en el reconocimiento de
o evocada, pero que en realidad no se lo ya visto. El estudio experimental
halla más que a sí mismo, porque tam­ de la M. confirma lo dicho por Nietz-
bién la cosa recordada o evocada es sche: “Yo he hecho esto —me dice la
pensamiento. Por ello Hegel dice que M. No puedo haberlo hecho —sostiene
el espíritu “resulta en sí mismo y co­ mi orgullo que es inexorable. Al final
mo M. algo exterior y de tal manera cede la M.” (Jenseit von Gut und Bóse,
aquello que es suyo aparece como algo 1886, § 68; trad. esp.: Más allá del bien
hallado” (Ibid., §463). Aquí se teoriza y del mal, Madrid, 1932). El estableci­
ante todo sobre la M. como recuerdo miento de los análisis psicológicos mo­
y es evidente el parentesco de esta doc­ dernos se sigue basando en el hecho
trina con las doctrinas espiritualistas del recuerdo ás que en el de la re­
o conciencialistas, ya que en ambas la tentiva, que, en imbio, sigue siendo
identificación de la M. con el pensa­ preferido por las teorías filosóficas de
miento tiene el mismo sentido de uni­ la memoria.
ficación de la M. con la conciencia o
con su duración. M e n c ió n , véase USO.
b) El concepto de la M. como meca­
nismo asociativo fue expresado por vez M e n d e lism o , véase GENÉTICA.
primera por Spinoza, de la manera si­ (ingl. mentality; franc. men-
M e n ta lid a d
guiente : “La M. no es... nada más que talité; alem. Mentalitat; ital. mentali-
cierto encadenamiento de las ideas tá). 1) Término adoptado por los so­
que implican la naturaleza de las co­ ciólogos para indicar las actitudes, ¡as
sas que se hallan fuera del cuerpo disposiciones y los comportamientos
humano, encadenamiento que se pro­ institucionalizados en un grupo y aptos
duce en el alma según el orden y el para caracterizar al grupo mismo, por
encadenamiento de las afecciones del ejemplo, “la M. de los primitivos”, "la
cuerpo humano.” Spinoza distingue el M . burguesa”, etcétera.
encadenamiento propio de la M. y el de 2) Spaventa denominó "M. pura” al
las ideas, "que se produce según el or­ pensamiento reflexivo o consciente, que
den del entendimiento... que es el mis­ según él debe acompañar también a
mo en todos los hombres" (Eth., §11, las primeras categorías de la lógica (las
18, scol.). Por lo tanto, no hay duda del ser y de la esencia) (Scritti filo-
de que Spinoza aludía a un mecanismo sofici, 1901, passim).
asociativo, del tipo de los que más
tarde fueran teorizados por Hume. “Es (ingl. mentalism). Vocablo
M e n ta lis m o
evidente que existe un principio de rela­ usado sobre todo por autores filosófi­
ción entre los diferentes pensamientos cos anglosajones, que lo aplican a cosas
791
M e n te
M e ta c rític a
en verdad muy diferentes, a saber: co­ consiste en afirmar que se miente y
mo sinónimo de "subjetivismo” e "idea­ así, si se dice la verdad se miente
lismo subjetivo” (del tipo berkeleyano) y si se miente, se dice la verdad. La
0 como sinónimo de psicologismo (véa­ conclusión es imposible. Atribuido a
se), es decir, la tendencia, vivamente Eubúlides de Megara (Dióg. L., II, 108)
combatida por la lógica actual, pero el argumento aparece en muchos escri­
tenazmente persistente, que considera tores antiguos (Arist. El. Sof., 25, 180 b
a las formas, figuras y estructuras de 2; Cicer., Acad., II, 95; trad. esp.: Cues­
la lógica como formaciones, represen­ tiones académicas México, 1944, F. C. E .;
taciones y operaciones mentales (psico­ De Div., II, 4; Gelio, Nocí. Att., 18; 2).
lógicas) y a las reglas de la lógica co­ Surgió de nuevo en el último periodo
mo "leyes del pensamiento”. En los de la escolástica y se discute aún en
escritos de los discípulos de la metodo­ lógica como una de las antinomias ló­
logía operativa y de los pragmatistas gicas. Véase a n t i n o m i a s .
(por ejemplo, Dewey), "M.” es usado
con una acepción levemente diferente, Mérito (lat. meritum; ingl. merit; franc.
a saber, para designar la tendencia em- mérite; alem. Verdienst; ital. mérito).
pirista a resolver la experiencia y los Título para obtener aprobación, recom­
conceptos empíricos en meros "estados pensa o premio. Se dice no solamente de
mentales”, olvidando los aspectos ob­ personas, sino también de obras, por
jetivos (fisiológicos, operativo-manua- ejemplo: “el M. de este libro e s ...”
les, lingüísticos, históricos, etc.). El M. es diferente de la virtud y del
valor moral, pero constituye lo que
(lat. merts). 1) Lo mismo que
M e n te de la virtud misma o del valor moral
entendimiento (véase). puede ser valorado a los fines de una
2) Lo mismo que espíritu, esto es, el recompensa cualquiera, aunque sea la
conjunto de las funciones superiores de la aprobación.
del alma, entendimiento y voluntad.
Véase e s p í r i t u . M e so lo g ía , véase ECOLOGÍA.
3) Lo mismo que doctrina. En este
sentido se dice (o mejor, se decía, por­ (gr. gEiáflaoig elg SXko yévoq).
M e tá b a sis
que este significado e1- anticuado) “la El paso, legítimo o no, a otro tema
M. de Aristóteles” p a designar la doc­ del discurso o a otro campo. Dice Aris­
trina de Aristóteles acerca de un tema tóteles: "Nosotros no podemos pasar,
cualquiera. más allá del cuerpo, a otro género, co­
mo pasamos del largo a la superficie
M e n tira (gr. <p e 0 8 o s ; lat. mendacium; y de la superficie al cuerpo” (De Cael.,
ingl. lie; franc. mensonge; alem. Lüge; I, 1, 268 b 1). Quintiliano considera este
1 tal. menzogna). Aristóteles distingue paso como una figura retórica (Inst.
dos especies fundamentales de M., la Or., IX, 3, 25).
jactancia, que consiste en exagerar
la verdad, y la ironía (véase), que con­ (ingl. metabiology; franc.
M e ta b io lo g ía
siste en disminuirla. Estas son las M. métabiologie; alem. Metabiologie; ital.
que no se refieren, sin embargo, a las metabiología). Las especulaciones meta­
relaciones de negocios ni a la justicia: físicas que toman como punto de par­
en estos casos, en efecto, no se trata de tida los fenómenos biológicos. O bien,
simples M. sino de vicios más graves el análisis de la estructura lingüístico-
(estafas, traición, etc.) (Ét. Nic., IV, conceptual de la biología.
7, 1127 a 13). Santo Tomás ha dado una
minuciosa clasificación de la M. desde (alem. Metakritik). Este tér­
M e ta c rític a
el punto de vista de la moral teológica mino aparece como título de dos obras
(S. Th., II, 2, q. 110). alemanas dedicadas a la crítica del kan­
tismo: la obra de Hamann, Metacrítica
(gr. q p e ú S ó i i E v o ; ; lat. men-
M e n tiro s o del purismo de la razón (1788) y la obra
tiens; ingl. lier; franc. menteur; alem. de Herder, Verstand u. Erfáhrung, eine
Lügner; ital. mentitore). Uno de los Metakritik der reinen Vernunft (“M. de
argumentos que los antiguos llamaron la crítica de la razón pura”) (1799). El
ambiguos o convertibles, y los moder­ término quiere significar "crítica de la
nos antinomias o paradojas, y es el que crítica”.
792
Metaempírico
Metafísica
(ingl. metempirical; franc.
M e ta e m p íric o (997 a 15) o incluso las sustancias y
métémpirique; a 1e m . Metempirisch; sus atributos (997 a 25) y las sustan­
ital. metempirico). Lo que está más allá cias no sensibles (997 a 34); y sobre
de los límites de la experiencia posible otros problemas (como el de las partes
(Lewis, Problems of Life and Mind, constitutivas de todas las cosas, el de
1874, I, p. 17). la posible diversidad de naturaleza en­
tre los principios, el de la unidad del
(gr. xa
M e ta fís ic a xá qpuoixá; lat. ser, etc.), que sitúa en la zona de inter­
metaphysica; ingl. metaphysics; franc. sección y de encuentro de las discipli­
Métaphysique; alem. Metaphysik; ital. nas científicas en particular y que son
metafísica). La ciencia primera, esto es, de interés común para ellas. Por lo tan­
la ciencia que tiene como objeto pro­ to, la M., tal como la entendió y pro­
pio el objeto común de todas las demás yectó Aristóteles, es la ciencia primera
y como principio propio un principio en el sentido de que suministra a to­
que condiciona la validez de todos los das las demás el fundamento común, es
demás. Por tal pretensión de prioridad decir, el objeto al que se refieren y los
(que la define), la M. presupone una principios de los que todas dependen.
situación cultural determinada, esto es, La M. implica, por lo tanto, una enciclo­
la situación en la cual el saber ya se ha pedia de las ciencias, esto es, un pros­
organizado y dividido en diferentes pecto completo y exhaustivo de todas
ciencias, relativamente _ independientes las ciencias en sus relaciones de coor­
unas de otras, y en tal forma que exijan dinación y de subordinación, y en sus
la determinación de sus relaciones cam­ tareas y en los límites asignados a cada
biantes y su integración sobre un funda­ una, de una vez por todas (véase e n c i ­
mento común. Ésta era precisamente la c l o p e d ia ). A lo largo de su historia, la
situación que se dio en Atenas hacia M. se ha presentado bajo tres formas
mediados del siglo iv, por obra de Pla­ fundamentales d i f e r e n t e s , a saber:
tón y de sus discípulos, que tanto con­ 1) como t e o l o g í a ; 2) como ontolo-
tribuyeron al desarrollo de la mate­ gía; 3) como gnoseología. La caracte­
mática, de la física, de la ética y de rización que prevalece actualmente de
la política. El nombre mismo de esta la M., como “ciencia de aquello que
ciencia, que por lo común se atribuye está más allá la experiencia", se
al puesto que los escritos aristotélicos puede referir solamente a la primera
pertinentes ocuparon en la clasificación de estas formas históricas, o sea a la M.
de Andrónico de Rodas (siglo I a. C .), teológica y se trata, también, de una
pero que Jaeger atribuye a un peripa­ caracterización imperfecta en cuanto
tético anterior a Andrónico (Aristóte­ escoge un rasgo subordinado, por lo
les; trad. esp.: Aristóteles, México, 1946, tanto, no constante, de esta M.
F. C. E.; cf. Paideia, trad. esp.: Paideia, /) El concepto de la M. como teología
México, 1962, F. C. E.) expresa bien su consiste en reconocer como objeto de
naturaleza, en cuanto va más allá de la M. al ser más alto y perfecto, del
la física, que es la primera de las cien­ cual dependen todos los otros seres y
cias particulares, para lograr el funda­ cosas del mundo. El privilegio de prio­
mento común en el que se basan todas ridad atribuido a la M. depende, en
y determinar el puesto que correspon­ este caso, del carácter privilegiado del
de a cada una en la jerarquía del sa­ ser que es su objeto: el ser superior
ber, y esto explica si no el origen, por a todos y del que todos los otros de­
lo menos el éxito que el nombre ha penden.
tenido. Y, en efecto, los trece problemas En la obra de Aristóteles este con­
que Aristóteles enuncia en el III (B) li­ cepto se entrelaza con el otro, el de
bro de la M. como proyecto de la inda­ la M. como ontología, o sea como cien­
gación total, versan todos, directa o cia del ser en cuanto ser. Así lo ex­
indirectamente, acerca de las relaciones presa Aristóteles: “Si hay algo eterno,
entre las ciencias y sus objetos o prin­ inmóvil y separado, la conciencia de
cipios relativos, la posibilidad de una ello debe pertenecer a una ciencia teó­
ciencia que estudie todas las causas rica, pero no por cierto a la física (que
(996 a 18) o todos los primeros princi­ se ocupa de las cosas en movimiento)
pios (996 a 26), todas las sustancias ni a la matemática, sino más bien a
793
Metafísica

una ciencia que es primera con refe­ ontología, aunque sin renegar o aban
rencia a am bas... Sólo la ciencia pri­ donar el primero.
mera tiene por objeto las cosas sepa­ La M. teológica surge aún siempre
radas e inmóviles. Si bien todas las que se la hace corresponder a un ser
causas primeras son eternas, estas co­ primero y perfecto, como una ciencia
sas son eternas de modo especial, por­ igualmente primera y perfecta. M. teo­
que son las causas de lo que, de lo lógica es, por lo tanto, la de Plotino,
divino, nos es accesible. Por consiguien­ que opone las ciencias que tienen por
te, existen tres ciencias teóricas: la objeto lo inteligible o sea la realidad
matemática, la física y la teología, ya suprema, a las ciencias que tienen por
que si lo divino está en todas partes, objeto lo sensible. “Entre las ciencias
está especialmente en la naturaleza más que están en el alma racional —dice—
alta y la ciencia más alta debe tener algunas tienen por objeto las cosas sen­
por objeto al ser más a lto ... Si no sibles y si bien se pueden denominar
existieran otras sustancias aparte de las ciencias, aunque les convendría mejor
físicas, la física sería la ciencia pri­ el nombre de opiniones, resultan de
mera; pero si hay una sustancia inmó­ las cosas y son sus imágenes. Las
vil, ésta será la sustancia primera y otras, las verdaderas ciencias, tienen
la filosofía la ciencia primera y, como por objeto lo inteligible, llegan al alma
primera, también la más universal, por­ a través del intelecto divino y nada
que será la teoría del ser en cuanto ser tienen de sensible” (Emú. V, 9, 7). Esta
y de lo que el ser en cuanto ser es o división de la realidad en dos dominios,
implica” (Met., VI, 1, 1026 a 10). La uno de los cuales es superior y privile­
última frase nos hace ver cómo Aris­ giado y el otro inferior y derivado, es
tóteles entrecruza el concepto de la M. el supuesto característico de la M. teo­
como ontología con el concepto de la lógica, que pretende tener como objeto
M. como teología. Este último, sin em­ propio la realidad primaria y privile­
bargo, es completamente diferente del giada. M. teológica es, por lo tanto, la
otro. Basándose en él, el objeto de la doctrina de Spinoza, por cuanto tiene
M. es precisamente lo divino y la prio­ como objeto el orden necesario del
ridad de la M. se fund" en la priori­ mundo, o sea Dios mismo (Eth., II,
dad que el ser divir^ iiene sobre toda 4647). Y M. teológica es la filosofía de
otra forma o modo de ser. Las cien­ Hegel que considera tener como propio
cias se gradúan, desde este punto de objeto a Dios mismo: "La filosofía tie­
vista, por la excelencia o la perfección ne su objeto en común con la religión,
de sus respectivos objetos y la excelen­ porque objeto de ambas es la Verdad,
cia o la perfección de tales objetos se y en el sentido más alto de la palabra
miden por la confrontación entre ellos por cuando es Dios, y sólo Dios es la
y el ser divino. Éste es el criterio que Verdad” {Ene., § 1). Por lo tanto, frente
Platón siguió en el ordenamiento de a la filosofía todas las otras ciencias
las ciencias, dando preponderancia a la quedan en condición de inferioridad:
ciencia que tiene por objeto "lo óptimo su objeto es lo finito, o sea lo irreal,
y excelente", o sea la perfección misma en tanto el objeto de la filosofía, o sea
(Fed., 97 d), y graduando por referencia Dios, es lo infinito. Dice Hegel: “Por
a ésta todas las demás (Rep., VII, lo que se refiere a las ciencias especia­
525 a ss.). Esta concepción confinaba, les, tienen por elemento el conocer y
sin embargo, a todas las ciencias que el pensar, que son también el elemento
diferían de la M. a un nivel de irre­ propio de la filosofía; pero los objetos
mediable inferioridad y lograba no ya sobre que versan estas ciencias son, an­
justificar las otras ciencias, o sea fun­ te todo, los objetos finitos y los fenó­
dar su validez y ennoblecer sus in­ menos. Una colección de conocimientos
vestigaciones, sino más bien devaluar­ sobre este contenido quedará, de suyo,
las en la confrontación con la cien­ eliminada del campo de la filosofía; a
cia primera y con el carácter sublime ésta no le interesan ni este contenido
de su objeto. Éste fue, probablemente, ni la forma que reviste” (Geschichte
el motivo por el cual Aristóteles co­ der Philosophie, Einleitung, B, 2, a;
menzó en cierto momento a insistir trad. esp.: Historia de la filosofía, I,
sobre el otro concepto de la M. como México, 1955, F. C. E., pp. 57 ss.). Y es
O 794
Metafísica

evidente que no obstante las explícitas c i a ) ; b) una determinada teoría del sei
protestas antimetafísicas, es también predicativo y precisamente la de la in­
una M. teológica la filosofía del espíri­ herencia ( véase s e r , 1 ) ; c) una deter­
tu de Croce, cuyo objeto es la Historia minada teoría del ser existencial y, pre­
eterna del Espíritu universal: una rea­ cisamente, la de la necesidad (véase
lidad sublime, frente a la cual caen ser, 2 ).
al rango de apariencias particulares o Las proposiciones precedentes expre­
de accidentalidades empíricas los ob­ san la forma más madura que la M.
jetos de todas las otras ciencias (Teoría adquirió en la obra de Aristóteles y,
e storia della storiografia, 1917; La sto- más precisamente, en los libros Vil,
ria como pensiero e come azione, 1938; VIII, IX de la Metafísica. Expresan,
trad. esp.: La historia como hazaña de por lo tanto, la M. como teoría de la
la libertad, México, 1960, F. C. E.). En sustancia, entendiéndose por sustancia
fin, M. teológica es la filosofía de Berg- “lo que un ser no puede no ser”, o sea
son, que pretende "dejar a un lado los la esencia necesaria o la necesidad de
símbolos” y entrar en contacto directa­ ser (véase s u s t a n c i a ). El principio de la
mente con una realidad privilegiada, M. en este sentido es el principio de no
de naturaleza divina, que es la corrien­ contradicción. Solamente este principio,
te de la conciencia (“Introduction á la en efecto, permite delimitar y reconocer
métaphysique”, en La pensée et le mou- el ser sustancial. "Aquellos —dice Aris­
vant, 3* ed., 1934, pp. 206 ss.) y que, co­ tóteles— que niegan este principio des­
mo tal, se opone a la ciencia, deno­ truyen completamente la sustancia y
minada simplemente “auxiliar de la ac­ la esencia necesaria, ya que son com-
ción" (Ibid., p. 158). Toda forma de pelidos a decir que todo es accidental
espiritualismo o conciencialismo tien­ y que no existe cosa alguna como el
de, más o menos claramente, a una ser hombre o el ser animal. Si en efec­
M. teológica de esta naturaleza. to existe algo como el ser hombre, esto
2) La segunda concepción fundamen­ no será el ser no hombre o el no ser
tal es la de M. como ontología o doc­ hombre, sino que éstas serán negacio­
trina que estudia los caracteres funda­ nes de aquélla. Uno solo es, efectiva­
mentales del ser, los caracteres que mente, el significado de ser y éste es
todo ser tiene y no puede dejar de su sustancia, i. Hicar la sustancia de
tener. Las proposiciones principales una cosa no es mas que indicar el ser
de la M. ontológica son las siguientes: propio de ella” (Met., IV, 4, 1007 a 21).
1) Existen determinaciones necesarias Desde este punto de vista, la sustancia
del ser, esto es, determinaciones que es objeto de la M. en cuanto constituye
ninguna forma o modo de ser puede el principio de explicación de todas las
dejar de tener. 2) Tales determinacio­ cosas existentes. Dice Aristóteles: "La
nes se hallan en todas las formas y sustancia de cada cosa es la causa pri­
en todos los modos de ser particulares. mera del ser de esta cosa. Algunas co­
3) Existen ciencias que tienen por ob­ sas no son sustancias, pero aquellas
jeto un modo de ser particular, aislado que son tales son naturales y están pues­
en virtud de principios adecuados. tas por la naturaleza, y de tal manera
4) Debe existir una ciencia que tenga es claro que la sustancia es la natura­
por objeto las determinaciones necesa­ leza misma y que no es elemento sino
rias del ser, también reconocibles en principio” {Ibid., VII, 17, 1041 b 27). La
virtud de un principio adecuado. 5) Es­ sustancia en este sentido no es una
ta ciencia precede a todas las demás realidad privilegiada o sublime que con­
y es, por lo tanto, ciencia primera en fiere a la ciencia de que es objeto,
cuanto que su objeto está implícito una dignidad superior. En cuanto sus­
en los objetos de todas las otras cien­ tancias, Dios y el entendimiento (como
cias y en cuanto que, por consiguiente, dice Aristóteles, Ét. Nic., I, 6, 1096 a 24)
su principio condiciona la validez de o también Dios y una brizna de hierba
todo otro principio. La M. que se ex­ (como se podría decir) tienen el mismo
presa en estas proposiciones implica, valor y las ciencias que los toman como
regularmente: a) una determinada teo­ objetos, la misma dignidad. En un frag­
ría de la esencia y más precisamente mento famoso de las Partes de los ani­
la de la esencia necesaria (véase e s e n ­ males, Aristóteles reconoció explícita­
7VS
Metafísica

mente la igual dignidad de todas las Dios del ser de las criaturas en las cua­
ciencias en cuanto tienen por objeto les, en cambio, la esencia y la existencia
la sustancia. "Las sustancias inferiores son separables (Ibid., I, q. 3, a. 4). La
—dice Aristóteles— al ser más numero­ determinación de los caracteres sus­
sas y más accesibles al conocimiento, tanciales del ser en general no concier­
tienen la primacía en el campo cientí­ ne por lo tanto a Dios, sino a las cosas
fico, y como están cercanas a nosotros creadas o finitas. Con ello la M. pierde
y más conformes a nuestra naturale­ su prioridad, que pasa a la teología,
za, su ciencia termina por ser equiva­ considerada como una ciencia en sí,
lente a la filosofía que tiene por objeto originaria, que deriva sus principios di­
las cosas divinas... En efecto, también rectamente de Dios. Y así la teología
para el caso de las menos favorecidas "no obstante que tome algo de las otras
desde el punto de vista de la aparien­ ciencias, no las considera como supe­
cia sensible, la naturaleza que las ha riores, sino que las utiliza como inferio­
producido otorga alegrías indecibles a res y sirvientes, cosa que también
los que saben comprender sus causas hacen las ciencias arquitectónicas, que
y que por su naturaleza son filósofos” emplean las auxiliares, y así la ciencia
{De Parí. Art., I, 5, 645 a 1). Es obvio civil utiliza la militar” {Ibid., I, q. 1,
que, desde este punto de vista, la prio­ a. 5, ad. 2?). Con la negación del carác­
ridad de la M. no consiste en la exce­ ter analógico del ser, obra de Duns
lencia de su objeto (como es el caso Scoto,. se vuelve a reconocer la prio­
de la M. teológica), sino sólo en el ridad de la M. Duns Scoto, en efecto,
hecho de que la M., al tener como ob­ define la M. como "la ciencia primera
jeto específico la sustancia, permite en­ de la sabiduría primera", o sea del ser
tender los objetos de todas las ciencias, (/?? Met., VII, q. 4, n. 3). El ser que es
ya sea en sus caracteres comunes y objeto de la M. es, según Duns Scoto,
fundamentales, ya sea en sus caracte­ el ser común, común a todas las criatu­
res específicos; sin la sustancia, en ras y a Dios, por cuanto no se trata
efecto, y sin el ser y la unidad que le de un género que tendría todavía una
pertenecen, por ejemplo, "toda cosa extensión muy restringida. La comuni­
quedaría destruida, ya que toda cosa es dad del ser comprende el total dominio
y es una” {Met., XI. 1095 b 31). En de lo inteligible y la ciencia del ser;
otros términos, toan ciencia es, como la M. es, por lo tanto, la ciencia pri­
tal, estudio de la sustancia en alguna mera y más extensa {Op. Ox., I, d. 3,
de sus determinaciones, por ejemplo: la q. 3, a. 2, n. 14). La característica de
sustancia en movimiento para la físi­ este punto de vista de Scoto es que
ca, la sustancia como cantidad para la distingue con toda claridad entre la
matemática. La M. es la teoría de prioridad de valor que pertenece a
la sustancia en cuanto tal. la teología y la prioridad lógica que,
La prioridad de la M. sobre las otras en cambio, pertenece a la metafísica.
ciencias es, desde este punto de vista, Esta distinción es mantenida en el
una prioridad lógica y no de valor. Y curso ulterior de la historia de la M.
se trata de una prioridad lógica fun­ ontológica. En el siglo x v i i , empezó a
dada en la prioridad ontológica de su darse a tal M. el nombre que le es pro­
objeto específico. Consiste en el hecho pio de ontología. Este nombre se en­
de que todas las otras ciencias supo­ cuentra en el Schediasma Historicum
nen la M. del mismo modo que todas (1655) de Jakob Thomasius (padre de
las determinaciones de la sustancia pre­ Christian) y es justificado por Clauberg
suponen a la sustancia; ahora bien, la del modo siguiente: "Así como se deno­
reforma de Santo Tomás a la M. aris­ mina teosofía o teología la ciencia que
totélica en el siglo xm tiende a restrin­ se ocupa de Dios, de igual modo la
gir la superioridad lógica de la M. Se­ que versa no en tomo a este o aquel
gún Santo Tomás, la M. como teoría ente denominado con un nombre espe­
de la sustancia no incluye a Dios entre cial o distinguido de los demás por una
sus objetos posibles, en cuanto Dios no determinada propiedad, sino en tomo
es sustancia (S. 77?., I, q. 1, a. 5, ad 1?). al ente en general, parece que pueda
La identidad de esencia y existencia denominársela ontosofía u ontología”
en Dios distingue nítidamente al ser de {Op. Phil., 1691, I, p. 281). Una onto-
796
Metafísica

logia así entendida, y distinguida clara­ cosas naturales, respectivamente (Ibid.,


mente de la teología, no implica ningún §§ 55-59).
antagonismo, abierto o escondido, a los La ontología wolffiana hacía posible
datos de la experiencia. Más bien, se una interpretación empírica de esta
la consideró como la exposición orde­ ciencia, por lo cual fue defendida a
nada y sistemática de los caracteres veces por los propios enciclopedistas.
fundamentales del ser que la experien­ Así, por ejemplo, decía D’Alembert:
cia revela de modo repetido o cons­ "Ya que tanto los seres espirituales co­
tante. Tal es el concepto que de la M. mo los materiales tienen propiedades
como ontología tuvo Wolff, quien dio generales en común, tales como la exis­
a esta disciplina la fuerza sistemática tencia, la posibilidad, la duración, es
que garantizó su éxito por algún tiem­ justo que esta rama de la filosofía, de
po. Según Wolff, el pensamiento común la cual todas las otras ramas toman
posee ya en forma confusa las nociones en parte sus principios, se denomine
que la ontología expone en forma dis­ ontología, o sea ciencia del ser o M. ge­
tinta y sistemática. Existe, por lo tan­ neral” (Discours prélintinaire, §7, en
to, una "ontología natural” constituida CEuvres, ed. Condorcet, p. 115). En este
por las "confusas nociones ontológicas sentido, D’Alembert fue el sostenedor
vulgares”. Puede definirse como “el de una nueva M., esto es, de "una M.
conjunto de las nociones confusas que creada más por nosotros y que se con­
responden a los términos abstractos sidere más cercana y más adherida a
mediante los cuales expresamos los jui­ la tierra, es decir, una M. cuyas aplica­
cios generales en tomo al ser y que ciones se extiendan a las ciencias natu­
adquirimos con el uso común de las rales y a las diferentes ramas de la
facultades de la mente” (Ont., §21). matemática. No existe, en efecto, en
Esta ontología natural, que los escolás­ sentido estricto ciencia alguna que
ticos completaron sin sacarla de la con­ no tenga su M., si con ello se entienden
fusión, se distingue de la ontología arti­ los principios generales sobre los cuales
ficial o científica en la misma forma en se construye una determinada doctrina
que la lógica se distingue de los proce­ y que son, por decirlo así, las simien­
dimientos naturales del entendimiento tes de todas las verdades particulares”
(Ibid., §23; Log., § 11). No es un simple (Éclaircisseme,.' §16). En un sentido
diccionario filosófico, sino una ciencia muy cercano a és.j, entendió la onto­
demostrativa, cuyo objeto son las de­ logía Crusius (Entwurf der notwendi-
terminaciones que pertenecen a todos gen Vernunftwahrheiten [“Bosquejo de
los entes, ya sea absolutamente, ya sea las verdades necesarias de razón”], 1745,
bajo determinadas condiciones (Ont., §1) y por Lambert (Architektonik,
§25). De tal modo y por obra de Wolff, 1771, §43). Con una renuncia más radi­
hizo su ingreso en el organismo tradi­ cal al carácter sistemático de la cien­
cional de la M. ontológica una exigencia cia, una ontología descriptiva o "deno­
descriptiva y empirista que tendía a tativa", que aunque se limite "a obser­
eliminar el contraste entre el aprioris- var y registrar los rasgos de la exis­
mo deductivo de la M. y la experiencia. tencia” tome también en consideración
Fundándose en la misma exigencia, al instrumento de esta observación, o
Wolff distinguió entre una psicología sea la reflexión humana y las condi­
empírica "en la cual se establecen, a ciones que la requieren, es actualmente
partir de la experiencia, los principios defendida por algunos autores (Dewey,
que pueden dar razón de lo que puede Experience and Nature, 1926, cap. 2;
suceder en el alma” (Log., Disc. Prel., trad. esp.: La experiencia y la natura­
§111) y una psicología racional, que es leza, México, 1948, F. C. E .; S. H. Ran-
la "ciencia de todas las cosas posibles dall, Nature and Historical Experience,
en el alma humana" (Ibid., §58). Por 1958, cap. 5).
otro lado, Wolff distinguió entre la 3) El tercer concepto de la M. como
ontología y las tres disciplinas M. espe­ gnoseología es el expresado por Kant.
ciales, o sea la teología, la psicología En verdad, el origen de este concepto
y la física (de la cual forma parte la debe verse en la noción de fitosofía
cosmología), dirigidas al conocimiento primera de Bacon: “una ciencia uni­
de Dios, del alma humana y de las versal, que sea madre de todas las otras
797
Metafísica

y que constituya en el progreso de las sión tripartita de Wolff: teología, psi­


doctrinas la parte del camino común, cología y cosmología. Pero ni en la dia­
antes de que los caminos se separen léctica trascendental ni en otra parte
y se desunan". Tal ciencia debería ser, ha sometido Kant a crítica la primera
según Bacon, "el receptáculo de los parte fundamental de la M. wolffiana,
axiomas que no son inherentes a o sea la ontología. En realidad, el con­
las ciencias particulares, sino que co­ cepto fundamental de la ontología se­
rresponden en común a varias de ellas” guía siendo válido para Kant con la
(De Augm. scient., III, 1). Este con­ corrección de su carácter crítico o
cepto de filosofía primera tiene una gnoseológico, o sea con el paso del sig­
historia propia que es la del concepto nificado realista al significado subje-
positivista de la filosofía, pero el con­ tivista de la disciplina en cuestión. Se­
cepto kantiano de la M. tiene en gene­ gún Kant forman parte de la M. crítica
ral el acento puesto sobre los princi­ u ontológica, una M. de la naturale­
pios de la ciencia, más que sobre el za y una M. de las costumbres. La M.
objeto. Según Kant, la M. es el estudio de la naturaleza comprende "todos los
de las formas o principios cognosciti­ principios racionales puros que derivan
vos que, para resultar constitutivos de de simples conceptos (por lo tanto, con
la razón humana, así como de toda exclusión de la matemática) de la cien­
razón finita en general, condicionan to­ cia teórica de todas las cosas”. La M.
do saber y toda ciencia y de cuyo de las costumbres comprende "los prin­
examen, por lo tanto, pueden obtenerse cipios que determinan a priori y hacen
los principios generales de cada cien­ necesario el hacer o el no hacer” y
cia. Kant expuso este concepto de la es, por lo tanto, la "moral pura” (Crít.
M. en las últimas páginas de la Crítica R. Pura, Doctr. del Método, cap. 3).
de la razón pura y precisamente en el El carácter propio de la M. kantiana
capítulo acerca de la arquitectura. La es su pretensión de ser "una ciencia
M. puede entenderse —dice Kant— co­ de los conceptos puros”, o sea una cien­
mo segunda parte de la "filosofía de cia que abraza los conocimientos que
la razón pura", o sea como "el sistema es posible obtener independientemente
de la razón pura (ciencia), como el de la experiencia, sobre el fundamen­
total conocimiento file jfico (sea ver­ to de las estructuras racionales de la
dadero o aparente' que resulta de la mente humana. Desde este punto de
razón pura en relación sistemática" y, vista, su continuación histórica en la
en este sentido, excluye de sí la parte filosofía contemporánea es la ontología
preliminar o propedéutica de la filo­ fenomenológica de Husserl. A diferen­
sofía de la razón pura, es decir, la cia de Kant, Husserl dirige su aten­
crítica. O bien puede entenderse como ción no ya a los principios muy gene­
la total filosofía de la razón pura, com­ rales que se consideran como consti­
prendida la crítica. En este segundo tutivos de la razón en general, sino a
sentido, Kant denominó ontología a la los principios que constituyen el funda­
M. en el escrito de 1793 en respuesta mento de determinados campos del sa­
al tema propuesto por la Academia de ber, o sea de una ciencia o de un gru­
Berlín: "¿Cuáles son los progresos rea­ po de ciencias y que, por lo tanto, de­
les que la M. ha hecho desde los tiem­ nomina materiales. "Toda objetividad
pos de Leibniz y Wolff?” Ontología, empírica concreta —dice— se subordi­
M. y crítica coinciden desde este punto na con su esencia material a un género
de vista: "La crítica y sólo la crítica material sumo, a una región de objetos
—dice Kant en los Prolegómenos— con­ empíricos. A la esencia regional pura
tiene el diseño perfectamente verifica­ corresponde entonces una ciencia re­
do y ensayado de una M. científica, gional eidética o, como también pode­
como también el material necesario pa­ mos decir, una ontología regional." Por
ra realizarlo. Ella es imposible por cual­ lo tanto, “toda ciencia de hechos (cien­
quier otro camino o medio” (Prol., A, cia empírica) tiene esenciales funda­
190). La M. kantiana se oponía así, mentos teóricos en ontologías eidéti-
como M. "científica” o "crítica”, a la cas... En esta forma corresponde, por
M. dogmática tradicional que Kant so­ ejemplo, a todas las ciencias de la
mete a crítica de acuerdo con la divi­ naturaleza la ciencia eidética de la na­
798
Metafísica

turaleza física en general (la ontología giado de la ontología. “La pregunta


de la naturaleza) en cuanto que a la que interroga por el ser apunta, por en­
naturaleza fáctica le corresponde un de, no sólo a una condición apriorística
eidos captable en su pureza, la 'esencia' de posibilidad de las ciencias que escu­
naturaleza en general, con una infinita driñan los entes en cuanto tales o cua­
copia de relaciones esenciales” (Ideen, les entes, moviéndose en cada caso ya
I, § 9). La afirmación del carácter “ma­ en cierta comprensión del ser, sino a la
terial”, o sea determinado o específico, condición de posibilidad de las onto-
de los principios ontológicos, que se logías mismas que son anteriores a las
refieren siempre a un determinado gé­ ciencias ónticas y las fundan” (Sein
nero de ciencias o campo del saber, und Ziet, §3; trad. esp.: El ser y el
lleva así a Husserl a establecer el ca­ tiempo, México, 1962, F. C. E.).
rácter “regional” de la ontología. Des­ Todas las doctrinas a las que se ha
de su punto de vista, la ontología gene­ hecho referencia hasta ahora (excepto
ral o formal no es más que la lógica las de Dewey y Randall) admiten el
pura, que es “la esencia formal objeto supuesto en el que se ha basado tra­
en general” (Ibid., § 1 0 ) (véase m a t h e - dicionalmente la M. y caen, por lo tanto,
s i s u n i v e r s a l i s ). A una ontología ge­ dentro de los límites de su concepto.
neral, en cambio, ha vuelto N. Hart- Tal supuesto es el carácter necesario y
mann, quien comparte con Husserl el primario de la M., necesario en cuanto
supuesto fenomenológico. El objeto de tiene por objeto al objeto necesario
la ontología es, según Hartmann, el de todas las demás ciencias y primario
ente y no el ser, ya que el ser es única­ porque, como tal, es fundamento de
mente "lo que hay de común en todo todas las ciencias. Lo que de la M. sub­
ente”. El ser y el ente se distinguen siste en la filosofía contemporánea —y
como la verdad y lo verdadero, la rea­ subsiste no como mera supervivencia,
lidad y lo real y así sucesivamente: sino como parte viva de la investiga­
hay muchas cosas verdaderas, pero el ción— ya no posee estos caracteres tra­
ser de la verdad es uno solo. De aná­ dicionales. La M. está, en efecto, pre­
loga manera el ser del ente es uno sente y en obra en la filosofía con­
solo, "por múltiple que sea este último temporánea e" la forma de dos pro­
y todas las ulteriores diferenciaciones blemas conexos. /) el problema del sig­
del ser son tan sólo especificaciones nificado o de los significados de exis­
de la manera de se r... No es, pues, la tencia en el lenguaje de las diferentes
cuestión fundamental de la ontología ciencias; II) el problema de las rela­
la del ente, sino la del ser de éste. Pero ciones entre las diferentes ciencias y
no debe admirar a nadie que justamente de las investigaciones acerca de obje­
por ello haya de comenzar tal cuestión tos que caen en los puntos de inter­
por el ente” (Grundlegung der Ontologie, sección o de encuentro entre ellas.
1935, p. 42; trad. esp.: Fundamentos, I ) Con referencia al primer proble­
Ontología, I, México, 1955, F. C. E.). El ma, se habla actualmente y en forma
planteamiento francamente realista de explícita de ontología, en el sentido de
la ontología de Hartmann parece acer­ una tentativa a usar en un determinado
carla a la tradicional, en especial a la sentido el verbo ser y sus sinónimos.
de Wolff, pero en realidad lo que cons­ Dice, por ejemplo, Quine: "Nuestra
tituye el objeto de la ontología es, según aceptación de una ontología es similar,
Hartmann, el darse del ser, o sea el en principio, a nuestra aceptación de
modo en el que es dado el ser (Ibid., una teoría científica o sea de un sis­
p. 48) a la experiencia fenomenológica tema de física: adoptamos, por lo me­
y, de tal manera, su ontología es parte nos en cuanto seres racionales, el es­
integrante de la corriente fenomeno­ quema conceptual más simple, en el
lógica. A la misma corriente pertenece cual los fragmentos desordenados de
la ontología de Heidegger entendida la experiencia bruta pueden ser adap­
como la determinación del sentido del tados y distribuidos. Nuestra ontolo­
ser a partir del ser, del ente que plan­ gía queda determinada una vez que
tea las preguntas y formula las res­ hemos fijado el esquema conceptual
puestas, esto es, del hombre. Heidegger total para adaptarlo a la ciencia en su
reafirma el carácter primario o privile­ sentido más vasto; y las consideracio-
799
M e tá fo ra
M e ta le n g u a je
nes que determinan la construcción ra­ la especie al género, de especie a es­
cional de una parte cualquiera de ese pecie o sobre la base de una analo­
esquema conceptual, la biológica o fí­ gía” (Poética, 21, 1457 b 7). La no­
sica, por ejemplo, no son diferentes, en ción de M . ha sido adoptada a veces
especie, de las consideraciones que de­ para determinar la naturaleza del len­
terminan la construcción racional del guaje en general (véase le n g u a je ). Co­
esquema total.” (From a Logical Point mo instrumento lingüístico particular
of View, pp. 16-17). Camap ha con­ su definición no es diferente, hoy, de la
firmado sustancialmente el punto de dada por Aristóteles. Con referencia a
vista de Quine (Meaning and Necessity, la M . mítica de los pueblos primitivos
§ 10), aunque objeta el uso de la pala­ (que es sustancialmente la identifica­
bra "ontología”, por cuanto parece ha­ ción de la expresión metafórica con el
cer referencia a convicciones metafí­ objeto), cf. Cassirer, Language and
sicas, en tanto que en realidad se trata Myth, 1946.
de una decisión práctica "como la elec­
ción de un instrumento”. En este sen­ ( i n g l . metageometry;
M e ta g e o m e tría
tido se habla con frecuencia de onto­ franc. métagéométrie; alem. Metageo-
logía en la lógica y en la metodología metrie). La geometría no euclidiana,
contemporáneas. esto es, toda geometría que parte de
II) Con referencia al segundo proble­ axiomas diferentes a los enunciados
ma, la heredera de la M. tradicional es p o r Euclides. Véase geometría .
la metodología, en la cual se debaten
habitualmente los problemas concer­ Se indican con este tér­
M e ta h is tó ric o .
nientes a las relaciones entre las cien­ mino los valores eternos que la historia
cias en particular y las cuestiones que tiende a realizar y que, por lo tanto,
surgen de las interferencias margina­ se consideran como constituyentes de
les entre las ciencias mismas. Cierto su estructura o del plano providencial
es que la metodología no ha heredado que la rige. Véase h ist o r ia .
la pretensión de establecer una enciclo­ (ingl. metalanguage; franc.
M e ta le n g u a je
pedia de las ciencias que defina, de métaíangage; i t a l . metalinguaggio).
una vez por todas, la® tareas y los Cuando D. Hilbert introdujo la concep­
límites de cada una 3, por lo tanto, ción de las matemáticas como siste­
no reivindica la Dignidad de árbitro mas meramente sintáctico-deductivos
o reina de las ciencias. Trata más (sistemas arbitrarios de símbolos en
bien de ordenar paulatinamente el uni­ los cuales, dados ciertos axiomas fun­
verso conceptual del modo más sim­ damentales y ciertas reglas operativas,
ple y cómodo, esto es, del modo que, en se procede por vía meramente simbó­
tanto favorezca la comunicación conti­ lica, esto es, operando sobre las fórmu­
nua entre una y otra ciencia, no aten­ las que constituyen los axiomas, se­
te a la indispensable autonomía de ca­ gún las reglas operativas dadas, para
da ciencia. Se trata, a este respecto, de extraer las “consecuencias”, sin tener
problematizar en cada fase de la inves­ en cuenta los posibles o eventuales sig­
tigación científica, las relaciones en­ nificados extrasimbólicos, intuitivos o
tre las diferentes disciplinas o las di­ de otra índole, de esos mismos sím­
ferentes direcciones de investigación, ya bolos) se planteó el problema de con­
sea con ventaja del desarrollo de las trolar la no-contradictoriedad de los
disciplinas particulares, ya sea con ven­ sistemas de axiomas de las disciplinas
taja del uso que de ellas puede o debe matemáticas así formalizadas, como
hacer el hombre, esto es, de la filoso­ también el de controlar la exactitud
fía. de las singulares derivaciones (deduc­
ciones). Como, según un conocido teo­
M e tá f o r a (gr. pETatpooá; ingl. metaphor; rema (el de Godel), no se puede probar
franc. métaphore; alem. Metaphora; la no-contradictoriedad de un sistema
ital. metáfora). Transferencia de signi­ matemático formalizado dentro del sis­
ficado. Dice Aristóteles: "La M. con­ tema mismo, D. Hilbert y su escuela
siste en dar a una cosa un nombre que recurrieron a la creación de sistemas
pertenece a o tra: transferencia que pue­ particulares para el control de los sis­
de efectuarse del género a la especie, de temas simbólicos (o sea de las disci-
800
M e ta ló g ic o
M e tó d ic a
plinas matemáticas en particular: álge­ M e ta m o ra l (ingl. metamorál; franc mé-
bra, geometría, etc.). Tales sistemas tamorale; ital. metamorale). El estudio
de control fueron denominados meta- de los fundamentos de la moral. O bien:
matemáticos. Por analogía, o mejor di­ el estudio de las estructuras lógico-
cho por extensión del término, los ló­ lingüísticas de la moral.
gicos polacos y Camap denominaron M.
a todo sistema lingüístico (por ejem­ M e ta p s íq tiic a , véase PARAPSICOLOGÍA.
plo, el lenguaje de la lógica, de la gra­
mática, etc.) que no lleva a sus deno­ M e te m p sic o sis ( i n g l . metempsychosis;
taciones extralingüísticas, sino que se­ franc. métémpsychose; alem. Metem-
mánticamente lleva a símbolos y he­ sychose; ital. metempsicosi). La creen­
chos lingüísticos; y metalingüística a cia en la transmigración del alma de
toda expresión que habla no de cosas un cuerpo a otro. La creencia es anti­
(reales o ideales), sino de palabras o quísima y de origen oriental, pero el
discursos (porejemplo: "'Mario' es un término aparece solamente en los es­
nombre propio de persona masculino y critores de los primeros tiempos del
singular” ; " ‘aceleración’ es un término cristianismo. Plotino usa a veces el de
de la física”). La distinción entre len­ metensomatosis (Enn., II, 9, 6, 13), que
guaje y M. adquiere mucha importancia sería más exacto. La creencia, difun­
en el análisis filosófico neopositivista, dida por las sectas de los órficos y
por ser uno de los fundamentos de la de los pitagóricos, fue aceptada por
crítica a la metafísica especulativa, en Empédocles (Fr., 115, 117, 119), por Pla­
la cual expresiones metalingüísticas se tón ( Tim., 49ss.; Rep., X, 614ss.), por
cambian sistemáticamente por expresio­ Plotino y los neoplatónicos y por el
nes lingüísticas. Véase len gu aje -objeto . gnóstico Basílides (Buonaiuti, Fram-
menti gnostici, pp. 63 ss.). Cf. E. Rohde,
M e ta ló g ic o (ingl. metalogical; franc. Psyche, 1890-94; trad. esp.: Psique, Mé­
métalogique; alem. metalogisch-, ital. xico, 1948, F. C. E.
metalógico). 1) A partir de Carnap
(Logischa Syntax der Sprache, 1934; M e te x is (gr. ^e0E^ie). Participación. La
trad. ingl., 1937; §2) este término tie­ palabra fue usada por Platón para in­
ne el mismo significado que "sintác­ dicar uno de . ~ modos posibles de la
tico”, es decir, caracteriza el estudio relación entre las isas sensibles y las
sistemático de las reglas formales de ideas (Parm , 132 d). Los otros modos
un lenguaje. Véase sin t a x is . en los que Platón concibió la misma
2) Schopenhauer denominó "verdad relación fueron los de la mimesis o
metalógica” a la propia de los cuatro imitación {Rep., 597a; Tim., 50c) y
principios del pensamiento, o sea a la de la presencia de la idea en las co­
de los principios de Identidad, de No sas (Fed., 100 d). Gioberti usó el tér­
contradicción, de Tercero excluido y mino en la Protoíogia para designar
de Razón suficiente ( Über die vierfache el ciclo de retomo del mundo a Dios,
Wurzel des Satzen vom zureichendeti que culmina en una renovación final
Grande, 1813, §33; trad. esp.: La cuá­ o palingenesis {Prot., II, p. 107); lo usa
druple raíz del principio de la razón su­ también (como el de mimesis, con el
ficiente, Madrid, 1911). cual indica el alejamiento del mundo
3) Metalogicus es el título de una respecto a Dios) para referirse a varias
obra de Juan de Salisbury (siglo x i i ), parejas de cosas o entes del mundo:
que es un intento de "defensa de la por ejemplo, el cuerpo es la mimesis,
lógica”. el alma es la M ., la mujer es la mime­
sis, el hombre es la M ., etc. {Ibid.,
M e ta m a te m á tic o (ingl. metamathematic; p. 319).
franc. métamathématique; alem. meta-
mathematisch). Lo mismo que sintác­ M e tó d ic a . A veces se ha dado este nom­
tico o metalógico. En el sentido de bre a la doctrina del método pedagó­
Hilbert, la teoría de la prueba, o sea gico, por ejemplo: Reyneri, Primi prin-
la formalización de la prueba matemá­ cipi di metódica (1850); Rosmini, Del
tica mediante un sistema logístico. Véa­ P r i n c i p i o supremo delta metódica
se PRUEBA. (1857), etcétera.
801
M é to d o
M e to d o lo g ía
Método (lat. methodus; ingl. method; thodenlehre; ital. metodología). Con es­
franc. méthode; alem. Methode; i tal. te término se pueden entender cuatro
método). El término tiene dos signi­ cosas diferentes: 1) la lógica o la parte
ficados fundamentales: 1) toda inves­ de la lógica que estudia los métodos;
tigación u orientación de la investiga­ 2) la lógica trascendental aplicada; 3) el
ción; 2) una particular técnica de in­ conjunto de los procedimientos metódi­
vestigación. El primer significado no cos de una ciencia o de varias ciencias;
se distingue del de "investigación” o 4) el análisis filosófico de tales proce­
"doctrina". El segundo significado es dimientos.
más restringido e indica un procedi­ 1) La lógica ha sido entendida como
miento de investigación ordenado, re- M. en la edad poscartesiana. Dice la
petible y autocorregible, que garantiza Lógica de Fort Royal: "La lógica es
la obtención de resultados válidos. Al el arte de conducir bien a la propia
primer significado se refieren expre­ razón en el conocimiento de las cosas,
siones tales como "el M. hegeliano”, tanto para instruimos a nosotros mis­
"el M. dialéctico”, etc., o también "el M. mos como para instruir a los demás.”
geométrico”, "el M. experimental”, etc. En el mismo sentido Wolff definió a
Al segundo significado se refieren ex­ la lógica como “la ciencia de dirigir la
presiones tales como "el M. silogísti­ facultad cognoscitiva hacia el conoci­
co”, "el M. de los residuos" y en gene­ miento de la verdad” (Log., §1). Este
ral las que designan procedimientos de concepto de la lógica aparece también
investigación o de control particulares. en la definición que Stuart Mili da de
Tanto Platón (Sof., 218 d; Fedr., 270 c) ella como “la ciencia de las operacio­
como Aristóteles (Pot., 1289 a 26; Ét. nes del entendimiento que sirven para
Nic., 1129 a 6) adoptaron el término con la valoración de la prueba" (Logic,
ambos significados. En el uso moderno Intr., §7). Por otro lado, la M. ha sido
y contemporáneo prevalece el segundo considerada también como una parte
significado. Pero es necesario observar de la lógica. Pierre de la Ramée distin­
que no hay doctrina o teoría, ya sea guía cuatro partes de la lógica, a sa­
científica o filosófica, que no pueda ser ber: doctrina del concepto, del juicio,
considerada según el aspecto de su or­ del razonamiento y del método (Dia-
den de procedimiento , por lo tanto, lecticae Institutiones, 1543) y esta di­
denominada M. Ari por ejemplo, Des­ visión, aceptada por la Lógica de Port
cartes expone el mismo contenido del Royal, se hizo tradicional y fue seguida
Discurso del M. en la forma de las Me<- por toda la lógica filosófica del si­
ditaciones metafísicas y de los Princi­ glo xix (véase, para todo ello, Benno
pios de filosofía: lo que por un lado Erdmann, Logik, 1892, I, §7). A partir
era M. por el otro era doctrina. Y en de Wolff (Logik, §§505ss.) la doctrina
general no hay doctrina que no pueda del método se denominó a menudo ló­
ser considerada y denominada M. si gica práctica.
se la considera como orden o procedi­ 2) La M. fue entendida por Kant
miento de investigación. Por lo tanto, como lógica trascendental aplicada o
la clasificación de los M. filosóficos y "práctica”. Constituye la segunda parte
científicos sería sin más una clasifica­ principal de la Crítica de la razón pura,
ción de las doctrinas respectivas. Con cuya finalidad es "la determinación de
referencia a las doctrinas que con ma­ las condicionales formales de un sis­
yor frecuencia o razón se denominan tema completo de la razón pura” y com­
M.. véanse los artículos respectivos: prende una disciplina, un canon, una
ANÁLISIS; AXIOMÁTICA; CONCOMITANCIA ; arquitectónica y, por último, una his­
concordancia ; deducción ; dialéctica ; di ­ toria de la razón pura. Kant mismo con­
ferencia ; DEMOSTRACIÓN ; I N D U C C I Ó N ; fronta esta parte de su obra con la
pr u eb a ; r e sid u o s ; s il o g ism o ; s ín t e s is , lógica formal aplicada o práctica: "Des­
y además los artículos dedicados a las de el punto de vista trascendental —di­
disciplinas en particular: filo so fía ; f í ­ ce— haremos lo que en las escuelas se
s ic a ; geom etría ; lógica ; m a tem á tica ; ha intentado hacer bajo el nombre de
c ie n c ia , etcétera. lógica práctica, con respecto al uso
M e to d o lo g ía (ingl. methodology; franc. del entendimiento en general, pero que
méthodologie; alem. Methodologie, Me- se ha hecho mal porque, no limitán-
802
Microcosmos

dose a un modo especial de conoci­ 'ino o más campos de la investigación


miento intelectual (por ejemplo, al pu­ científica. La M., en este sentido, se
ro) y ni siquiera a determinados obje­ llama también "crítica de las ciencias".
tos, la lógica general no puede hacer Aun cuando el trabajo que ha hecho en
otra cosa que proponer títulos de méto­ esta dirección y que inició en los pri­
dos posibles y de expresiones técnicas” meros decenios del siglo, sea ya ingen­
(Crít. R. Pura, Doctrina Trasc. del Mé­ te, falta hasta ahora una determinación
todo, Intr.). precisa de la tarea y de las orientacio­
3) Con el nombre de M. se indica nes de esta disciplina. Cf., para mayor
a menudo actualmente el conjunto de abundamiento, Varios, Fondamertti lo-
los procedimientos de comprobación o gici detía scienza, Turín, 1947; Id., Sag-
de control en posesión de una determi­ gi di critica delle scienze, Turín, 1950,
nada disciplina o grupo de disciplinas. ambos bajo los auspicios del Centro
En este sentido se habla, por ejemplo, de Estudios Metodológicos de Turín.
de la "M. de las ciencias naturales" o de
la "M. historiográfica”. En este sen­ (gr. gixpóc xócrpo;; lat. mi­
M ic ro c o s m o s
tido la M. es elaborada en el interior crocosmos ; i n g 1. microcosm; franc.
de una disciplina científica o de un microcosme; alem. Mikrokosmos; ital.
grupo de disciplinas y no tiene otra m i c r o c o s m o ) . La relación entre el
finalidad que la de garantizar a las dis­ macrocosmos, o sea el mundo y el M.
ciplinas en cuestión el uso, cada vez o sea el animal y, a veces, el hombre,
más eficaz, de las técnicas de procedi­ es un antiguo tema filosófico nacido
miento de que disponen. de la tendencia a interpretar todo el
4) Por otro lado y en estrecha rela­ universo a base de ese universo menor
ción con la M. en el sentido preceden­ que es el hombre mismo. Aristóteles
te, la M. se ha ido constituyendo como exponía este principio de interpreta­
disciplina filosófica relativamente au­ ción, a propósito de la posibilidad del
tónoma y destinada al análisis de las movimiento autónomo, de la siguiente
técnicas de investigación adoptadas en manera: "Si esto es posible en el ani­
una ciencia o en pluralidad de ciencias. mal : ¿qué es lo que impide que ocurra
El objeto de la M. en este sentido no también en el mundo? Si ocurre en el
son los "métodos” de las ciencias, es M., puede suctJer también en el macro­
decir, las clasificaciones amplias y apro- cosmos y si es as. puede suceder tam­
ximativas (análisis, síntesis, induc­ bién en el infinito, ya que es posible
ción, deducción, experimento, etc.) en que éste se mueva o esté en quietud
que caen las técnicas de la investiga­ en su totalidad" (Fís., VIII, 2, 252 b 25).
ción científica, sino precisamente sólo Ahora bien, ésta es una objeción que
estas técnicas, consideradas en sus es­ Aristóteles se dirige a sí mismo y
tructuras específicas y en las condicio­ que refuta negando la posibilidad del
nes que hacen posible su uso. Tales movimiento autónomo del universo y
técnicas comprenden, obviamente, todo admitiendo, por lo tanto, el primer mo­
procedimiento lingüístico u operativo; tor. La relación entre M. y macrocos­
todo concepto, como también todo ins­ mos no es, por lo tanto, un principio
trumento, de los cuales una o más dis­ en que se apoye Aristóteles. Pero ya en
ciplinas se valen para la adquisición tiempos de Aristóteles era un viejo prin­
y el control de sus resultados. En este cipio, fundamento de la cosmogonía de
sentido, la M. es la heredera: a) de la los órficos y, más precisamente, de la
metafísica, porque a ella competen los doctrina que enuncia que el mundo ha
problemas concernientes a las relacio­ nacido de un huevo y, en efecto, ha na­
nes entre las ciencias y las zonas de cido de un huevo porque es un animal
interferencia (y a veces de contraste) (cf. A. Olivieri, Civiltá greca nell'Italia
entre ciencias diferentes; b) de la gno- meridionale, Nápoles, 1931, pp. 23 ss.).
seología, en cuanto sustituye la consi­ Platón mismo denominó al mundo “un
deración del "conocimiento" entendido gran animal" ( Tim., 30 b) poseedor, por
como forma global de la actividad hu­ lo tanto, de alma y de inteligencia, y
mana o del Espíritu en general, por consideró como realidad literal una re­
la consideración de los procedimientos lación metodológica; lo mismo la con­
cognoscitivos en uso, en particular, en sideraron, después de él, estoicos, neo-
803
M ie d o
M ila g ro
platónicos y, en general, todos aquellos II, 234; Odisea, III, 173; XII, 394, etc.)
que insisten sobre el carácter animado y en la Edad Media y que Santo To­
del universo. más expresa así: "En el M. se pueden
La relación entre M. y macrocosmos entrever dos cosas: una es lo que suce­
fue uno de los temas preferidos por la de y es cierto, algo que exceda la fa­
literatura mágica. La magia, en efecto, cultad de la naturaleza y, en este sen­
pretende dominar al mundo natural en­ tido, los M. se denominan potencias
cantándolo o domesticándolo como se (virtutes). La segunda es aquello por
hace con un animal, y su supuesto es lo cual los M. suceden, esto es, la mani­
precisamente éste, o sea que el mundo festación de algo sobrenatural y, en
es un animal y que todos sus aspectos este sentido, los M. se denominan co­
pueden controlarse mediante procedi­ múnmente signos, si bien se llaman por­
mientos que se dirigen a ellos como tentos por su excelencia y prodigios
actividades vivientes. La relación M.- por cuanto muestran algo desde lejos”
macrocosmos fue, por lo tanto, uno de (S. Th„ II, 2, q. 178, a. 1, ad. 3?).
los temas obligados de la magia rena­ Al comenzarse a insistir sobre el or­
centista. Comelio Agripa afirmó que el den necesario de la naturaleza (como
hombre recoge en sí todo lo disemina­ sucedió con el averroísmo medieval,
do en las cosas y que esto le permite con el aristotelismo renacentista y, en
conocer la fuerza que tiene atado al especial, con la primera afirmación de
mundo y servirse de ella para realizar la ciencia moderna), el M. empezó a
acciones milagrosas (De Occulta philo- ser considerado como una "excepción”
sophia, I, 33). Observaciones análogas a este orden y, por lo tanto, negado
se repiten en todos los escritores del como tal o reducido a hecho insólito,
Renacimiento que admiten la magia pero conforme al orden natural. En el
(por ejemplo, Campanella, De Sertsu libro Sobre los encantamientos, por
rerum, I, 10). Teofrasto Paracelso basó ejemplo, Pomponazzi negó que los M.
precisamente en la relación entre ma­ fueran hechos contrarios a la natura­
crocosmos y M. toda la ciencia médica leza y extraños al orden del mundo
y, por lo tanto, exigió que ésta se fun­ y los admitía sólo como hechos insó­
dara en todas las ciencias que estu­ litos y muy raros, que no suceden según
dian la naturaleza del universo y, por la marcha habitual de la naturaleza,
lo tanto, en la teokgía, la filosofía, la sino a largos intervalos, hechos que, sin
astronomía y la alquimia (De Philoso- embargo, entran en el orden natural
phia occulta, II, p. 289). que, por lo contrario, los determina
Con el abandono, por parte de la cien­ (De Incantationibus, 12). Spinoza, a su
cia, del principio antropomórfico en la vez, afirmó que "el M., ya sea en con­
interpretación de la naturaleza, la re­ tra de la naturaleza, ya sea sobre la
lación entre M. y macrocosmos ha de­ naturaleza es un mero absurdo y que
jado de ser una guía útil de la inves­ por M., en la Sagrada Escritura, no es
tigación y parece ser, más bien, un posible entender más que una obra de
prejuicio. El mismo Lotze, que dio el la naturaleza que supera la inteligen­
título de Ai. a su obra fundamental, cia de los hombres o se cree que la su­
no admite tal correspondencia sino en pere” (Tractatus teologico-politicus, ca­
forma de condicionamiento que el mun­ pítulo 6). Spinoza considera que Dios
do ejerce sobre el hombre e intenta se conoce mejor a través del orden y
restringir el alcance a límites muy es­ de la necesidad de la naturaleza que no
trechos (Mikrokosmus, VI, K, 1; trad. por pretendidos M. Pero también Hume,
ital., II, pp. 312 ss.). que parte de una concepción muy dife­
M ie d o , véase em o c ió n .
rente, niega la posibilidad del M. "Un
M. —dice— es una violación de las le­
(gr. xéqa;; lat. tniraculum; ingl.
M ila g ro yes de la naturaleza y como una expe­
miracle; franc. miracle; alem. Wunder-, riencia fija e inalterable ha establecido
ital. miracolo). Un hecho excepcional o estas leyes, la prueba en contra del M.
inexplicable, tomado como signo o ma­ surge de la misma naturaleza del hecho
nifestación de una voluntad divina. Tal y es tan completa como se pueda ima­
fue la noción que del M. se tuvo en la ginar que lo sea un argumento sacado
Antigüedad clásica (por ejemplo, Ilíada, de la experiencia” (Inq. Conc. Underst.,
M ile n a ris m o
M istic ism o
X, 1). Todas las limitaciones que el mismo modo que la misantropía". Así
concepto de ley natural ha sufrido a como la misantropía nace del hecho
partir de Hume, no han simplificado de haber tenido fe sin discernimiento
la noción de M. desde el punto de vista en alguien, de la misma manera la M.
de la ciencia y de la filosofía. nace del hecho de haber creído, sin
Pero quizá se trata de una noción poseer el arte del razonamiento, en la
que, desde el punto de vista de la reli­ verdad de razonamientos que luego se
gión, no debe ser considerada tan ligera­ nos muestran como falsos (Fcd., 89 d-
mente. Dice Kierkegaard: "En el fondo 90 b). Según Kant, la M. nace cuando
es tan absurdo (y lo hace aun Lessing se confía a la razón la tarea de obtener
al publicar los Fragmentos de Wolfen- "el gozo de la vida y de la felicidad”,
büttet) agudizar el propio ingenio para tarea para la cual no es' adecuada en
probar lo absurdo, la inverosimilitud, realidad, ya que su destino, como fa­
el M., y luego, por el hecho de ser in­ cultad práctica, es el de conducir hacia
verosímil, llegar a la conclusión: ergo, la moralidad (Grundtegung der Meta-
esto no es M. (pero ¿sería pues un M. physik der Sitien [Fundamentación de
en caso de ser verosímil?), como es­ la metafísica de las costumbres], I).
forzarse en comprender y hacer com­ Según Hegel, una forma de M. es el
prensible al M. (y ésta es la sabiduría saber inmediato (Ene., §11).
de la especulación) concluyendo final­
M iste rio (gr. goatriQiov; lat. mysterium;
mente: ergo, es un milagro. Un M. ingl. mystery; franc. mystére; alem.
comprensible ya no es un milagro. No, Mysterium-, ital. mistero). En el senti­
que el M. siga siendo lo que es: objeto
de fe” (Diario, X \ A, 373). Desde este do en que la palabra fue usada por
punto de vista caen, obviamente, las los escritores herméticos de la Anti­
objeciones en contra del M., pero por güedad (por ejemplo, en el Corpus Her-
otro lado el M. deja de ser, bajo cual­ meticum, I, 16) significa una verdad
quier título, objeto de la investigación revelada por Dios que es mantenida en
científica y filosófica. secreto. La palabra pasó luego, con el
uso cristiano, a indicar algo incom­
M ile n a ris m o , véase QUILIASMO. prensible o de significado oscuro o es­
condido. Jacob Bóhme llamó en este
Mimamsa. Uno de los grandes sistemas sentido Mysterium „tagnum (que es el
filosóficos de la India antigua cuya título de una obra suya de 1623) a Dios.
fundación se atribuye a Jaimini. Es, Los modernos usan la palabra:
en esencia, una interpretación de la 1) en el sentido de verdad de fe in­
doctrina de los Vedantas (véase) y quie­ demostrable, por lo tanto, incompren­
re ser una técnica de liberación. Se sible en un sentido determinado, por
opone al concepto de un Dios creador ejemplo, “los M. de la Trinidad y de
y admite la realidad de la materia y la Encamación";
de las almas (cf. G. Tucci, Storia delia 2) en el sentido de un problema que
filosofía indiana, 1957, pp. 127 ss.). se considera insoluble y cuya solu­
ción se atribuye al dominio religioso
M im esis, véase m e t e x is . o místico, por ejemplo, "el M. del ser".
Actualmente no faltan filósofos que,
Mínimum. Así denominó Lucrecio al como ya lo hizo Spencer (First Princ.,
átomo (De nat. rer., I, 620). Nicolás de § 14), consideren que el M. es propio
Cusa insistió acerca de la coincidencia del dominio de la religión;
de lo máximo y de lo mínimo en Dios 3) en el sentido de un problema cual­
(De docta ignor., I, 4) y Giordano Bru­ quiera de difícil o no inmediata solu­
no usó la palabra en este mismo sentido ción y, en este sentido, también un pro­
(De mínimo triplici et mensura, I, 7). blema policiaco es un misterio.
Véase Atomo .
M istic ism o (ingl. mysticism-, franc. mys-
M iso lo g ía (gr. fxiooXoyía; ingl. misology; ticisme; alem. Mysticismus; ital. misti­
franc. misologie; aiem. Misologie; ital. cismo). Toda doctrina que admite una
misologia). Término creado por Pla­ comunicación directa entre el hombre
tón para indicar el odio a los razona­ y Dios. La palabra mística comenzó a
mientos. Según Platón, "la M. nace del ser usada en este sentido en los es-
805
r

Misticismo

critos de Dionisio el Areopagita (se­ co, Juana de Arco, etc. (cf. H. Dela-
gunda mitad del siglo v), que se inspi­ croix, Études d’histoire et de psycho-
ran en el neoplatónico Proclo. En tales logie du mysticisme, París, 1908; J. H.
escritos se acentúa el carácter místico Leuba, The Psychotogy of Religious
del neoplatonismo original, o sea de la Mysticism, 1925).
doctrina de Plotino. Para ello, se in­ La indagación mística consiste esen­
siste por un lado en la imposibilidad cialmente en definir los grados progre­
de llegar a Dios o de alcanzar una co­ sivos de la ascensión del hombre hacia
municación cualquiera con Él mediante Dios, en ilustrar con metáforas el es­
los procedimientos ordinarios del saber tado de éxtasis y en intentar promover
humano; desde este punto de vista no tal ascenso mediante discursos edifi­
se puede hacer más que definir a Dios cantes apropiados. Los grados de la as­
negativamente (teología negativa). Por censión mística son habitualmente tre s:
otro lado, se insiste en una relación ori­ el pensamiento (cogitatio) que tiene
ginaria, íntima y privada, entre el hom­ por objeto las imágenes provenientes
bre y Dios, relación en virtud de la del exterior y está dirigido a consi­
cual el hombre puede volver a Dios y derar la huella de Dios en las cosas;
unirse por fin con Él en un acto supre­ la meditación ( meditado) que es el
mo. Este acto es el éxtasis, que Dioni­ recogerse del alma en sí misma y que
sio considera como la deificación del tiene por objeto a la imagen misma
hombre. de Dios y la contemplación (contempla-
El esquema de toda doctrina mís­ tio) que se dirige a Dios mismo. Estos
tica es el expuesto, que el seudo Dio­ grados son ilustrados y subdivididos
nisio tomó de ios escritos neoplatóni- en forma diferente por los místicos,
cos y que contiene también muchas hue­ que por lo común dividen cada uno
llas de las creencias orientales a las de estos grados en otros dos, enume­
cuales dichos escritos debían una parte rando así con el éxtasis siete grados de
de su inspiración. El M. medieval se ascensión. Por ejemplo, según San Bue­
presenta a veces como una alternativa naventura, el pensamiento puede consi­
que excluye el camino de la investiga­ derar las cosas en su orden objetivo
ción racional, como lo f1 ' en San Ber­ (ler. grado) o en la aprehensión que de
nardo de Claraval (siglo xn), en quien ellas hace el alma humana (2o grado).
la defensa de la vía mística va acom­ La meditación puede contemplar la ima­
pañada por la polémica en contra de la gen de Dios en los poderes naturales
filosofía y del uso de la razón en gene­ del alma: memoria, entendimiento y
ral. Otras veces, en cambio, se admite voluntad (3er. grado), o bien en los
y reconoce tanto el camino místico co­ poderes que el alma adquiere gracias
mo el de la especulación escolástica, a las tres virtudes teologales (4? grado).
como lo hicieran los Victorinos (Hugo, La contemplación puede considerar a
Ricardo) en el mismo siglo xii. Y los Dios en su primer atributo, o sea en
mismos caracteres conserva el M. en su ser (5? grado) o bien en su máxi­
San Buenaventura, que cultiva por ma potencia, que es el bien (6° grado)
igual la especulación filosófica y la (Itinerarium mentís in Deum, 1259).
mística. Por otra parte, la gran corrien­ Más allá de estos grados está, para
te del M. especulativo alemán del si­ todos los místicos, el éxtasis (véase) o
glo xiv (Maestro Eckhart, Tauler, Hein- excessus mentís, definido a veces como
rich Suso, etc.) está de nuevo en posi­ “docta ignorancia’’ (véase), considera­
ción polémica contra toda tentativa de do en todo caso como el "deificarse
adoptar la razón en el campo religio­ del hombre”, o sea la unión del hom­
so, pero su característica es la de ser bre con Dios.
una especulación acerca de la fe, con­ Desde un punto de vista filosófico-
siderada como el trámite de la comu­ religioso es importante la apreciación
nicación directa entre el hombre y que del M. hiciera Kierkegaard. El
Dios. Están así por completo fuera místico es, según Kierkegaard, “el que
del dominio de la filosofía, pero no del se elige a sí mismo en un aislamiento
de la mística, los místicos prácticos completo”, esto es, en su aislamiento
del cristianismo como Santa Teresa, del mundo y de las relaciones huma­
Santa Catalina de Siena, San Francis­ nas (Aut Aut ["O lo uno o lo otro”],
806
M istific a c ió n
Mito
en Werke ["Obras"], II, p. 215), pero análogo, se dice que se tiene un con­
al hacerlo así comete cierta indiscre­ cepto mistificado de la libertad cuando
ción con referencia a Dios. Ya que, en se hace coincidir la libertad con la ne­
primer lugar, desdeña la existencia, cesidad y así se la niega implícitamen­
la realidad en la cual Dios lo ha pues­ te, etcétera.
to y en segundo lugar, degrada a Dios
y a sí mismo. "Se degrada a sí mismo Mito (gr. uú6os; lat. mytus; ingl. myth;
porque siempre es una degradación ser franc. mythe; alem. Mythos; ital. mito).
esencialmente diferente a los otros de­ Aparte de la acepción general de "re­
bido a una simple accidentalidad, y lato", tal como se usa la palabra en
degrada a Dios porque hace de Él un 'a Poética (I, 1451b 24) de Aristóteles,
ídolo y de sí mismo un favorito en su por ejemplo, se pueden distinguir, des­
corte" (Ibid., Werke ["Obras”], II, pá­ de el punto de vista histórico, tres
gina 219). significados del término, a saber: i ) el
En la filosofía contemporánea, el M. del M. como forma atenuada de inte­
ha sido defendido por Bergson, quien lectualidad; 2) el del M. como forma
ve en el M. la "religión dinámica", o autónoma de pensamiento o de vida,-
sea la religión que continúa el empuje 3) el del M. como instrumento de con­
creador de la vida y que tiende a crear trol social.
formas de vida más perfectas para el 1) En la Antigüedad clásica el M.
hombre. "El amor místico —dice Berg­ fue considerado como un producto in­
son— se identifica con el amor de Dios ferior o deformado de la actividad inte­
por su obra, amor que ha creado to­ lectual. Al M. se le atribuyó, a lo sumo,
das las cosas y está en situación de la "verosimilitud” frente a la "verdad”,
revelar, al que sepa interrogarlo, el mis­ propia de los productos genuinos del
terio de la creación. Está compuesto entendimiento. Éste fue el punto de
de una esencia más metafísica que mo­ vista de Platón y de Aristóteles. Pla­
ral. Quisiera, con la ayuda de Dios, per­ tón opone el M. a la verdad o al relato
feccionar la creación de la especie hu­ verdadero (Georg., 523 a), pero al mis­
mana y hacer de la humanidad lo que mo tiempo le reconoce cierta verosimi­
podría haber sido en seguida, si se hu­ litud que, en i rtos campos, es la única
biera podido constituir definitivamente validez a la que p lede aspirar el dis­
sin la ayuda del hombre." En otros tér­ curso humano (Tim., 29 d) y que, en
minos, el restablecimiento de la "fun­ otros campos, expresa aquello de lo
ción esencial del universo, que es una cual no se puede encontrar nada mejor
máquina destinada a crear divinida­ ni más verdadero (Gorg., 527 a). El M.
des” (Deux Sources; trad. ital., pp. 256, constituye también para Platón la "vía
349) puede deberse al salto místico. humana y más breve" de la persuasión
Esta interpretación del M. dada por y en conjunto su dominio está repre­
Bergson en nada se diferencia del pan­ sentado por la zona que se halla fuera
teísmo (véase) común. del estrecho círculo del pensamiento
racional y en la cual no es lícito aven­
Mistificación (ingl. mystification; franc. turarse sino con suposiciones verosí­
mystification; alem. Mystification; ital. miles. Sustancialmente Aristóteles tie­
mistificazione). La interpretación de un ne la misma actitud frente al M. El M.
concepto en modo oscuro, falaz o ten­ se opone a veces a la verdad (Hist. An.,
dencioso. Por ejemplo, decía Marx: "La VIII, 12, 597 a 7), pero a veces es tam­
M. en que yace la dialéctica en manos bién la forma aproximada e imperfecta
de Hegel, no excluye de modo alguno que la verdad adquiere cuando se da
que él haya sido el primero en exponer la razón de una cosa "en forma de M.”,
amplia y conscientemente las formas por ejemplo (Ibid., VI, 35, 580a 18).
generales del movimiento de la dia­ A este concepto del M. como verdad
léctica misma" (Correspondencia Marx- imperfecta o disminuida se conjuga, a
Engels; trad. ital., V, p. 28). Según menudo, su atribución de una validez
Marx, la dialéctica de Hegel estaba moral o religiosa. Se supone que lo
"mistificada" porque había sido inter­ que el M. dice no es demostrable ni
pretada en forma idealista en vez de claramente concebible, pero su signifi­
serlo en forma materialista. De modo cado moral o religioso, es decir, lo que
807
I

M ito

enseña con respecto a la conducta del entendimiento. Vico expresó por vez
hombre, con respecto a los otros hom­ primera este concepto de M.: "Que las
bres o a la divinidad, resulta claro. fábulas en su origen fueron narracio­
Así Platón dice en el Gorgias, con re­ nes verdaderas y rigurosas (por lo que
ferencia a los M. morales que allí se la fábula fue definida como vera narra-
exponen: "Quizá estas cosas os parezcan tio), las cuales nacieron inconvenien­
M. de mujeres viejas y las consideréis tes en la mayoría de los casos y, por
con desprecio. Y no estaría fuera de ello, luego se hicieron impropias, por lo
lugar el despreciarlas si con la inves­ tanto, alteradas, seguidamente invero­
tigación pudiéramos encontrar otras co­ símiles, más adelante oscuras, luego
sas mejores y más verdaderas. Pero escandalosas y al final increíbles, lo
tampoco vosotros tres, tú, Polo y Gor­ que constituye siete fuentes de la difi­
gias, que sois los más sagaces griegos cultad de las fábulas” (Se. N., II, Prue­
de hoy lográis demostrar que convenga bas filosóficas para el descubrimiento
vivir otra vida distinta a ésta” (Gorg., del verdadero Homero, IV; trad. esp.
527 a-b). Análogamente, se atribuye un [de la 1* ed.]: Ciencia nueva, México,
significado religioso al M. cuando con 1941, F. C. E.). La verdad del M. no
este nombre se designan creencias de­ es, por lo tanto, una verdad intelectual
terminadas como, por ejemplo, cuando corrompida o degenerada, sino una ver­
se dice "M. cosmogónico”, "M. soterio- dad auténtica, si bien diferente a la
lógico” o "M. escatológico", etc. En el intelectual, es decir, de forma fantás­
lenguaje común prevalece esta acepción tica o poética: "Los caracteres poéti­
del significado llevada a su forma ex­ cos en los cuales consiste la esencia
trema, esto es, como creencia dotada de las fábulas, nacieron por una nece­
de validez mínima y de escasa vero­ sidad de la naturaleza, incapaz de abs­
similitud; en este sentido se denomina traer las formas y las propiedades de
mítico lo que no es obtenible o es ‘sujetos’ y, en consecuencia, debió ser
contrario al criterio del sentido común, la manera de pensar de pueblos ente­
por ejemplo, "una perfección mítica”. ros, los que fueron puestos en tal ne­
Al ámbito de esta interpretación del cesidad de naturaleza, que está en los
M. pertenecen las denominadas teorías tiempos de su mayor barbarie” (Ibid.,
naturalistas que domina* on en Alema­ VI). Desde este punto de vista, "los
nia durante el siglo pasado. Según es­ poetas debieron ser los primeros histo­
tas teorías, el M. es un producto de la riadores de las naciones" (Ibid., X) y
misma actitud teórica o contemplativa los caracteres poéticos tienen signifi­
que luego dará lugar a la ciencia, y que cados históricos que fueron, en los pri­
consiste en considerar un determinado meros tiempos, trasmitidos de memoria
fenómeno natural como clave para la por los pueblos (Ibid., IX).
explicación de todos los otros fenóme­ El romanticismo se apropió de este
nos. Los fenómenos astronómicos, los concepto del M. y lo amplificó en una
meteorológicos y otros han sido aduci­ metafísica teológica. La Filosofía de la
dos de vez en cuando con esta finali­ mitología de Schelling vio en el M.,
dad. Más recientemente otra escuela considerado como la religión natural
sociológica ha visto en el M. sobre todo del género humano, una fase de la auto-
el recuerdo de los acontecimientos pa­ rrevelación de lo Absoluto. El M. forma
sados. En uno y en otro caso estas "ex­ parte integrante del proceso de la teo-
plicaciones naturalistas” del M. no ha­ fanía y no tiene nada que ver con la
cen más que reducirlo a una forma naturaleza o, mejor dicho, tiene que
imperfecta de actividad intelectual. ver con ella sólo indirectamente, en
2) La segunda concepción del M. es cuanto la naturaleza misma es la reve­
aquella según la cual es una forma lación de Dios. El M. es una fase de
autónoma de pensamiento y de vida. la teogonia que está fuera y por en­
En este sentido, el M. no tiene una cima de la naturaleza, porque es la
validez o una función secundaria y manifestación de Dios como concien­
subordinada con referencia a la con­ cia de la naturaleza o relación de ella
ciencia racional, sino función y validez con el yo (Werke ["Obras”], II, I, pá­
originarias y se coloca en un plano ginas 216 ss.). Fuera de estas especu­
diferente, pero de igual dignidad, al del laciones pertenecientes precisamente al
808
M ito

idealismo romántico, la doctrina del pensamiento prelógico, en el sentido de


M. como forma autónoma de expresión que prescindiría totalmente del orden
y de vida ha encontrado amplia aco­ necesario que para el pensamiento ló­
gida en la filosofía y en la sociología gico constituye la naturaleza, y vería
contemporáneas. En la filosofía, la me­ a Ja naturaleza misma como "una red
jor expresión de esta interpretación de participaciones y de exclusiones mís­
del M. es el segundo volumen de la ticas en la cual no valen las leyes de
Filosofía de las formas simbólicas contradicción y las otras leyes del pen­
(1925) de Ernst Cassirer, en el cual samiento lógico” (La mentalité primi-
la característica del pensamiento míti­ tive, 1922; L'ame primitive, 1928).
co es entrevista en la olvidada o im­ 3) La tercera concepción del M. es
perfecta distinción entre el símbolo y su moderna teoría sociológica, que se
el objeto del símbolo, es decir, en el puede remontar principalmente a Frazer
olvidado o imperfecto conocimiento del (Golden Bough, 1911-14; trad. esp. [de
símbolo como tal. "El M. —dice Cassi­ la ed. abreviada]: La rama dorada, Mé­
rer— surge espiritualmente por enci­ xico, 1951, F.C.E.) y a Malinowski. Este
ma del mundo de las cosas, pero en las último ve en el M. la justificación re­
figuras y en las imágenes con las cuales trospectiva de los elementos fundamen­
sustituye este mundo, no ve más que tales de la cultura de un grupo. "El M.
otra forma de materialidad y de nexo no es una simple narración ni una for­
con las cosas” (Philosophieder symboli- ma de ciencia, ni una rama del arte
schert Formen, II, 1925 [trad. esp. en o de la historia ni una narración explí­
preparación, F. C. E.]; trad. ingl., 1955, cita. Cumple una función sui generis
p. 24). estrechamente conectada con la natu­
Más tarde, en la Antropología filo­ raleza de la tradición y la continuidad
sófica, Cassirer ha observado el carác­ de la cultura, con la relación entre ma­
ter distintivo del M. en su fundamento durez y juventud y con la actitud hu­
emotivo. "El sustrato real del M. no mana hacia el pasado. La función del
es de pensamiento, sino de sentimiento. M. es, en síntesis, la de reforzar la
El M. y la religión primitiva no' son, en tradición y de darle mayor valor y pres­
modo alguno, enteramente incoheren­ tigio relación idola con una realidad
tes, no se hallan desprovistos de ‘sen­ más alta, mejor y sobrenatural que la de
tido’ o de razón. Pero su coherencia los acontecimientos iniciales." En este
depende en mucho mayor grado de la sentido, el M. no está limitado al mun­
unidad del sentimiento que de las re­ do o a la mentalidad de los primitivos.
glas lógicas. Esta unidad representa Es más bien indispensable a toda cul­
uno de los impulsos más fuertes y pro­ tura. "Todo cambio histórico crea su
fundos del pensamiento primitivo” (Es- mitología, que es, no obstante, sólo in­
say on Man, cap. 7; trad. esp.: Antro­ directamente relativa al hecho histó­
pología filosófica, México, 1945, F. C. E., rico. El M. es un constante compañero
p. 156). También esta concepción cae de la fe viva que tiene necesidad de
en el ámbito de la interpretación del M. milagros, del status sociológico que re­
como forma espiritual autónoma fren­ quiere precedentes, de la norma moral
te al entendimiento. que exige sanciones” ("Myth in Primi­
Y al ámbito de esta misma interpre­ tive Psychology”, 1926, en Magic, Scien­
tación pertenece la interpretación so­ ce and religión, 1955, p. 146).
ciológica, que hace del M. el producto Desde este punto de vista, el M. no
de una mentalidad prelógica. Ésta ha es definido en relación a una deter­
sido la tesis de los sociólogos franceses minada forma del espíritu, por ejem­
Durkheim y Lévy-Bruhl. El primero plo, del entendimiento o del sentimien­
afirmó que el verdadero modelo del M. to, como sucede en las dos interpreta­
no es la naturaleza sino la sociedad ciones precedentes, sino con referencia
y que en todo caso es la proyección de a la función que cumple en las socie­
la vida social del hombre, una proyec­ dades humanas, función que puede ser
ción que le refleja las características aclarada y descrita a partir de hechos
fundamentales (Les formes élémentai- observables. La devaluación del M., pro­
res de ta vie religieuse, 1912). El segun­ pia de la primera concepción, y su
do definió al pensamiento mítico como sobrevaloración, propia de la segunda,
809
M ito d e la c a v e rn a
M oda
están desde este tercer punto de vista, moteehnik-, ital. mnemónica). El arte
igualmente fuera de lugar. Esto es, por de cultivar la memoria. Se trata de un
cierto, una ventaja desde el punto de arte muy antiguo, que Cicerón atri­
vista en cuestión. Otra ventaja es que buía a Simónides de Ceo (De Or., II,
explica la función que el M. ejerce en 86, 351). Este arte fue cultivado por los
las sociedades adelantadas y los carac­ sofistas e Hipias se jactaba de ser maes­
teres dispares que puede adquirir en tro en él (Hipias Menor, 368 d ; Hipias
tales sociedades. En ellos pueden cons­ Mayor, 286 a). El gusto por este arte
tituir M. no solamente los relatos fa­ resurgió en el Renacimiento y fue espe­
bulosos, históricos o seudohistóricos, si­ cialmente cultivado por Giordano Bru­
no también las figuras humanas (el no, que le dedicó varios escritos (De
héroe, el caudillo, el jefe), conceptos umbris idearum, 1582; Ars memoriae,
o nociones abstractas (la nación, la li­ 1582; Cantus circaeus, 1582; Triginta
bertad, la patria, el proletariado) o, fi­ sigitlorum explicatio, 1583, etc.; véase
nalmente, proyectos de acción que no c l a v is u n i v e r s a l i s ). La psicología con­
se realizan nunca (la "huelga general" temporánea, por medios experimenta­
de que hablaba Sorel como M. propio les, ha vuelto a ocuparse de este arte.
del proletariado; cf. Réfléxions sur la
vialence, 1906). Lo dispar del conteni­ M oda (ingl. fashion-, franc. mode-, alem.
do del M. denuncia la imposibilidad de Mode; ital. moda). Kant interpretó
referirlo a una u otra forma espiritual, la M. como una forma de imitación,
a base de su contenido, y la oportu­ fundada en la vanidad, en cuanto "na­
nidad de estudiarlo, en cambio, con die quiere parecer menos que los otros
referencia a la función que cumple en incluso en lo que no tiene utilidad al­
la sociedad humana. La consolidación guna”. Desde esre punto de vista, "es­
de la tradición o la rápida formación de tar a la M. es cuestión de gusto y a
una tradición capaz de controlar la quien está fuera de M. y se adhiere
conducta de los individuos, parece ser a un uso pasado, se le llama anticua­
la función dominante del M. do y quien no da ningún valor al he­
cho de estar fuera de M. es un excén­
M ito d e la cav ern a, véase CAVERNA. trico". Kant dice que "es mejor estar
demente conforme a la M. que fuera
(alem. mythologisch). Ru-
M ito ló g ic o de ella", y que la M. es verdaderamente
dolf Bultmann dio a este término un demente sólo cuando sacrifica a la vani­
significado especial, significado impor­ dad lo útil o hasta el deber (Antr., I,§ 71).
tante en la interpretación del cristia­ En realidad este análisis kantiano re­
nismo dada por este pensador: “M. —di­ sulta hoy insuficiente porque es notorio
ce— es la forma de representación en que la M. abarca todos los fenómenos
la que lo que no es terrenal, o sea lo culturales y también los filosóficos. En
divino, es figurado como terrenal, hu­ la edad moderna han sido M. el carte­
mano, tanto más allá como más acá, sianismo, la Ilustración, el newtonis-
como, por ejemplo, se piensa la tras­ mo, el darwinismo, el positivismo, el
cendencia de Dios como distancia espa­ idealismo, el neoidealismo, el pragma­
cial, representación cuya consecuencia tismo, etc., doctrinas todas ellas que
es que el culto sea entendido como han tenido decisiva importancia en la
una acción en la cual, por obra de historia de la cultura. Por otra parte,
medios materiales, se comunican fuer­ también han sido M. movimientos cul­
zas no materiales.” En este sentido, es turales que han dejado poca o ninguna
obvio que la palabra mito no tiene el huella. Se puede decir que la función
sentido moderno "según el cual no sig­ de la M. es la de insertar en las acti­
nifica más que ideología" (Kerygma tudes institucionales de un grupo o,
und Mythos, I, 1951, p. 22, n. 2). Cf. más en particular, en sus creencias, por
Miegge, L’Evangelio e il mito, Milán, medio de una rápida comunicación y
1956. asimilación, actitudes o creencias nue­
vas que sin la M. tendrían que com­
m n e m o té c n ic a (lat. ars
M n e m o te c n ia , batir largamente para sobrevivir y ha­
memoriae-, ingl. mnemonics; franc. cerse valer. Esta función específica por
mnémonique; alem. Mnemonik, Mne- la cual la M. obra como un control que
8 )0
Modal
Modalidad
limita o debilita los controles de la proposición asertórica y "enunciación
tradición hace inútil toda exaltación y modificada o modal” a la proposición
todo desdén con referencia a ella. necesaria o posible. Ei mismo procedi­
miento fue seguido por la Lógica de
M odal (ingl. modal - , franc. module-, Port Royal (I, 8) y por Wolff (Logik,
alem. modal-, ital. modale). Se aplica § 69). Por lo tanto, se puede decir que
este adjetivo a la proposición en la cual Kant no hizo más que volver a esta
la cópula recibe una determinación larga tradición, al afirmar: "La M. de
complementaria cualquiera. Acerca de los juicios es una función particulai,
las proposiciones M., véase modalidad. que tiene este carácter distintivo; no
contribuye para nada al contenido del
(alem. modales Grundgesetz).
M o d a l, le y juicio (ya que, además de la cantidad,
Así denominó Nicolai Hartmann la re­ la cualidad y la relación, no hay otra
ducción de todas las modalidades del cosa que forme el contenido del juicio),
ser (o sea de la posibilidad y de la pero se refiere sólo al valor moral de
necesidad) a la efectividad, es decir, la cópula con referencia al pensamien­
al ser de hecho (Móglichkeit tmd Wirk- to en general. Juicios problemáticos son
tichkeit, 1938, p. 71; trad. esp.: Posi­ aquellos en los cuales el afirmar o el
bilidad y efectividad, Ontología, II, Mé­ negar se admite como simplemente po­
xico, 1956, F. C. E.). Véase necesidad . sible (arbitrario), asertóricos aquellos
en los cuales se considera como real
(lat. modatitas; ingl. moda-
M o d a lid a d (verdadero), apodícticos aquellos en
lity; franc. modalité; alem. Modulitat; que se considera como necesario” (Crtí.
ital. modatita). Las diferencias de la R. Pura, §9.4).
predicación, esto es, las diferencias a En la lógica contemporánea el estu­
las que puede dar lugar la referencia dio de la M. no ha sido llevado a un
de un predicado al sujeto en la propo­ grado suficiente de claridad concep­
sición. Aristóteles fue el primero en re­ tual y de elaboración analítica. Esto
conocer tales diferencias, a partir de se debe al hecho de que la lógica con­
su propio concepto del ser predicativo temporánea sigue el modelo de las ma­
(véase ser , 1) que es la inherencia. En temáticas qui. ignoran prácticamente,
efecto, dice que "una cosa es ser inhe­ o pueden hacerlo, "l uso de las moda­
rente, otra ser inherente necesariamen­ lidades. No debe llamamos la atención
te y poder ser inherente, ya que muchas el que, por lo tanto, se haya propues­
cosas son inherentes pero no necesaria­ to la tesis de la extensionalidad (véase)
mente, otras no son inherentes ni ne­ que equivale a la eliminación de la M.
cesaria ni simplemente, pero pueden en todo enunciado. Esta tesis no ha
serlo” (An. Pr., I, 8, 29 b 29). De tal impedido, sin embargo, a los mismos
modo Aristóteles distingue: 1) la in­ que la proponen intentar una interpre­
herencia pura y simple del predicado tación de las M. Russell ha afirmado
al sujeto; 2) la inherencia necesaria; que las M. son propiedades no de las
3) la inherencia posible. Más tarde, los proposiciones, sino de las funciones pre­
comentaristas de Aristóteles dieron el posicionales (véase) y, de tal manera,
nombre de modos a la segunda y la ter­ sería necesaria la función preposicio­
cera formas de la predicación, y llama­ nal : "Si x es un hombre, x es mortal”,
ron "proposiciones modales” a las pro­ que siempre es verdadera; posible la
posiciones necesarias y posibles (Am- función “x es un hombre”, que algunas
monio. De interpr., f. 171 b ; Boecio, De veces es verdadera, e imposible la fun­
interpr., II, V, P.L. 64°, col. 582). En ción “x es un unicornio” que nunca
forma similar, en la Edad Media se es verdadera ("The Philosophy of Logi-
denominó proposición de inesse o de pu­ cal Atomism”, 1918, cap. V ; en Logic
ro inesse a la que hoy denominamos and Knowledge, pp. 230 ss.). Pero esta
proposición asertórica y se denomina­ interpretación de Russell equivale sim­
ron modales las proposiciones necesa­ plemente a una paradójica inversión
rias o posibles (Abelardo, Dialect., II, de las M. por cuanto al sentido mo­
p. 100; Pedro Hispano, Summ. Log., dal de la expresión "Si x es un hom­
1.31). En la Lógica (1638) de Jungius bre, x es mortal” no es la necesidad
se denomina "enunciación pura” a la sino la posibilidad y ella significa, en
811
Modalidad

efecto, "x puede ser mortal". Otra su­ titativos; 2) la tentativa de reducir la
gestión de Russell (Ibid., p. 231) es la M. a un valor de verdad de la propo­
identificación de lo necesario con sición; 3) la tentativa de predicar las
lo analítico, esto es, con afirmaciones M., una de la otra.
del tipo "x es x". Carnap, a su vez, ha /) La primera tentativa consiste en
usado precisamente esta interpretación hacer corresponder enunciados univer­
al intentar una construcción de la M. sales a las proposiciones necesarias y
a base del concepto de necesidad ló­ enunciados particulares a las proposi­
gica, o sea de la analiticidad y definir ciones posibles. Así “todos los hombres
la posibilidad como la negación de tal deben morir” y "algunos hombres son
necesidad (Meaning and Necessity, artistas”, sería el equivalente de “los
§39). Apenas es necesario anotar que hombres pueden ser artistas". Estas
esta interpretación equivale a la nega­ transcripciones son sin duda insuficien­
ción pura y simple de las M. mismas tes, porque ni la proposición necesaria
y no puede valer como una lógica de ni la posible expresan hechos como las
ellas. Por lo demás, Quine ha demos­ correspondientes proposiciones univer­
trado las dificultades inherentes a to­ sales y particulares (cf. A. Pap, Semctn-
dos los estudios de las M. fundados, tics and Necessary Truth, 1958, p. 368),
como el de Carnap, en la cuantifica- ya que la proposición posible tiene un
ción (From a Logical Point of View, significado distributivo ("todo hombre
VIII, 4). puede ser artista") que quedaría exclui­
Acerca de la distinción de las M. o, do de la correspondiente proposición
como actualmente se dice, de los va­ particular. Así, es evidente que ningu­
lores modales de las proposiciones, la na transcripción de esa naturaleza es
más antigua y acreditada tabla de ta­ posible respecto a proposiciones moda­
les valores es la formulada por Aristó­ les singulares del tipo "x puede ser”,
teles en el De Interpretatione, que com­ proposiciones que todavía se encuen­
prende seis: verdadero, falso; posible, tran en todas las ramas de la ciencia,
imposible; necesario, contingente (De cada vez que se trata de hipótesis, pre­
interpr., 12, 21b). Esta lógica dé seis dicciones, probabilidades, anticipacio­
valores permaneció inrm able durante nes, etcétera.
la Edad Media (cf. por ejemplo, Pe­ 2) La segunda confusión es aquella
dro Hispano, Summ. Logic., 1.30) y ha por la cual la M. se alinea entre los
sido desarrollada y defendida también valores de verdad de las proposiciones:
por lógicos contemporáneos, Lewis, por ésta es una confusión de la cual han
ejemplo (A Survey of Symbolic Logik, dado ejemplo aun las llamadas lógicas
1918). A veces los valores modales han de las M. Ahora bien, los valores de
sido reducidos a cinco, al identificarse verdad de las proposiciones (verdade­
la posibilidad y la contingencia (por ro, falso, probable, indeterminado, etc.)
ejemplo, O. Becker, “Zur Logik der pertenecen a un nivel diferente a la M.
Modalitaten” [“Acerca de la lógica de que es una determinación de la pre­
las modalidades”], en Jahrb. fiir Phil. dicación, esto es, de la relación entre
und Phanom. Forschung, 1930, pp. 496- sujeto y predicado de la proposición.
548). Lukasiewickz y Tarski, a su vez, Los valores de verdad pertenecen a la
han construido una lógica con tres M.: esfera de la referencia semántica de
verdadero, falso y posible (cf. los ar­ las proposiciones; las M. pertenecen a
tículos en Comptes Rendus des Séances la estructura relacional de las propo­
de la Société des Sciences et Lettres de siciones mismas. Por lo tanto, indican
Varsovie, 1930, pp. 30, 50, 176). Carnap si tal estructura puede ser o no dife­
ha aceptado las seis M. de la tradición rente de lo que es, o sea, indican si el
aristotélica (Meaning and Necessity, contenido de un enunciado (su signi­
§39). ficado) puede ser o no diferente a co­
El concepto mismo de M. es muy mo el enunciado lo expresa. Las M. fun­
poco claro en estas doctrinas de la ló­ damentales son, por lo tanto, dos y so­
gica contemporánea. Aquí se pueden lamente dos: posibilidad y necesidad,
indicar sólo las confusiones más fre­ con sus opuestos no-posibilidad e impo­
cuentes; i) la tentativa de reducir los sibilidad. Modifican los valores de ver­
enunciados modales a enunciados cuan­ dad de las proposiciones en el sentido
J 812
M o d e lis m o
M o d e rn is m o
de limitarlos o extenderlos, pero no se tángulo”. Y puede haber una necesidad
confunden con tales valores, ya que la verdadera y una necesidad falsa, que
predicación recíproca supone, así, la di­ es el absurdo. Estas anotaciones exigi­
versidad de los niveles y se puede decir rían desarrollos analíticos adecuados.
"necesariamente verdadero” o "posible­ Para ulteriores observaciones, véase n e ­
mente verdadero”, precisamente porque cesario ; posible .
posibilidad y verdad, verdad y necesi­
dad, pertenecen a dos esferas diferentes M o d e lis m o (ingl. modalism; franc. mo-
y no se excluyen entre sí. dalisme; alem. Modalismus). Así se de­
3) La tercera confusión es la inheren­nomina la interpretación de la Trini­
te a la tentativa de predicar las M. dad cristiana, que consiste en ver en
una de la otra. Esta tentativa es con­ las tres personas divinas tres modos o
tradictoria, como la de predicar uno manifestaciones de la única sustancia
de otro los valores de cantidad o de divina. Esta interpretación ha sido
verdad de las proposiciones. El teorema siempre condenada como herética por
fundamental a este respecto es el que la Iglesia cristiana, que insiste en la
reconoce el carácter alternativo de las igualdad y la distinción de las perso­
modalidades. Pero este teorema ha sido nas divinas. En el siglo m , el M. fue
por lo común desconocido o ignora­ sostenido por Sabello. Pero también
do por los lógicos de la M. a partir de se ha visto una especie de M. en la
Aristóteles. Éste, en efecto, se preocu­ doctrina de Scoto Erígena y de Abe­
pó de predicar las M. una de la otra, lardo, a quien combatió San Bernardo
afirmando, por ejemplo, que aquello (De Erroribus Abelardi, 3, 8). Otro
que es necesario debe también ser po­ nombre para designar la misma here­
sible desde el momento que no se pue­ jía es monarquismo.
de decir que es imposible que sea
(De Int., 13, 22 b 11). Pero esta afirma­ M o d e lo (ingl. model; franc. modéle-,
ción lleva a considerar lo necesario alem. Modell; ital. modello). I) Una
mismo como posible, o sea corrto no de las especies fundamentales de los
necesario o también lleva a dividir en conceptos científicos (véase concepto ),
dos el concepto de posible (que es el más precisan; -nte el que consiste en
camino seguido por Aristóteles) por la especificación de una teoría cientí­
el reconocimiento de una especie de fica tal que consienta la descripción
posible que se identifica con lo nece­ de una zona restringida y específica
sario (véase po sib le ). Por otro lado, del campo cubierto por la teoría mis­
la afirmación recíproca (que Aristóte­ ma. El M. no es necesariamente de na­
les ilustró con el famoso ejemplo de turaleza mecánica (aun cuando los M.
la batalla naval) de que lo posible es mecánicos parecieron indispensables a
necesario en el sentido de que hay la ciencia del siglo xix) y tampoco
necesariamente un posible (por ejem­ debe tener por necesidad el carácter
plo, mañana necesariamente habrá o de la "visualización”, que a veces se ha
no habrá una batalla naval) equivale exigido. La ciencia moderna ha genera­
a hacer necesaria la indetermina­ lizado la noción de M. precisamente
ción y a negar lo posible como tal. para sustraerla a estas limitaciones y
En efecto, “Es necesario que x sea po­ hacerla servir para finalidades mayo­
sible” significa que x debe mantenerse res (cf. Munitz, Space, Time and Crea-
indeterminado sin realizarse nunca, pe­ tion, IV, 3; trad. ital., p. 57).
ro en tal caso x no es un posible. Estas 2) Lo mismo que arquetipo (véase).
antinomias o paradojas surgen por el
desconocimiento del carácter exclusivo M o d e rn is m o (ingl. modernism; franc.
de las diferencias modales que, en vir­ modernisme; alem. Modernismos). Una
tud de este carácter, constituyen alter­ tentativa de reforma católica que tuvo
nativas inconciliables. Por otro lado, cierta difusión en Italia y en Francia
los valores de verdad pueden ser pre­ durante el último decenio del siglo xix
dicados de las M. y así hay un verdade­ y el primero de nuestro siglo, y que
ro posible, por ejemplo, cuando se dice fue condenada por el Papa Pío X en la
"el hombre puede ser blanco” y un falso encíclica Pascendi del 8 de septiembre
posible como "el hombre puede ser rec­ de 1907. Esta tentativa se inspiraba en
813
M o d e rn o
M o d ific a c ió n r e p ro d u c tiv a
las exigencias de la filosofía de la ac­ investigación de que dispone la búsque­
ción (véase) que consiste en tomar de da filológica, lo que quiere decir que
esta filosofía el significado que debe se la considera y estudia como un do­
darse a los conceptos fundamentales de cumento histórico de la humanidad, así
la religión: Dios, revelación, dogma, sea de carácter excepcional y funda­
gracia, etc. El M. se inspira sobre todo mental. Ésta fue la convicción, tanto
en las ideas de Ollé Laprune y de Blon- de Loisy como de los que en Italia
del, aunque éstos fueron ajenos al mo­ aceptaron este punto de vista del M.
vimiento, y cuenta con los nombres y especialmente Buonaiuti.
de Lucien Laberthonniére, Alfred Loisy 5) El cristianismo no puede condu­
y Edouard Le Roy. En Italia especial­ cir, en el campo de la política, a la
mente adquirió la forma de crítica bí­ defensa de los privilegios del clero
blica ( Salvatore Minocchi, Ernesto Buo- o de otros grupos sociales, sino sólo
naiuti) y de crítica política (Romolo al progreso o al ascenso del pueblo,
Murri), en tanto que la polémica filo­ cuya vida en la historia es la mani­
sófica se limitó a reproducir con escasa festación misma de la vida divina. Ta­
originalidad las ideas del M. francés. les fueron sobre todo las ideas políti­
Los fundamentos pueden ser expuestos cas defendidas por Romolo Murri. Cf.
así: E. Buonaiuti, Le modernisme cathoti-
1) Dios se revela inmediatamente que, 1927; J. Riviére, Le modernisme
(sin intermediarios) a la conciencia del dans l’eglise, 1929; Garin, Crortache di
hombre. "Si —dice, por ejemplo, Laber­ filosofía italiana, 1943-1955, 1956.
thonniére— el hombre desea poseer a
Dios y ser Dios, Dios ya se ha dado (lat. modernas; ingl. m odem ;
M o d e rn o
a él. He aquí cómo en la misma natu­ franc. modem; alem. modem). Este
raleza pueden encontrarse y se encuen­ adjetivo, aceptado por el latín posclá­
tran las exigencias de lo sobrenatural” sico y que significa precisamente "ac­
(Essais de philosophie retigieuse, 1903, tual" (de modo = actualmente), fue
p. 171). Este principio disminuía o anu­ usado en la escolástica, a partir del
laba la distancia entre el dominio de siglo xm , para indicar la nueva lógica
la naturaleza y el de 1? gracia y tam­ terminista designada como via moderna
bién entre el hombre y Dios, haciendo frente a la via antiqua de la lógica aris­
de Dios el principio metafísico de la totélica. Designó también al nominalis­
conciencia humana. Tal es el funda­ mo, estrechamente conectado con la
mento del denominado "método de la lógica terminista. Dice, por ejemplo,
inmanencia”, o sea del método que quie­ Walter Burleigh: “Si bien lo universa]
re encontrar a Dios y a lo sobrenatural no tiene existencia fuera del alma, co­
en la conciencia del hombre. mo dicen los modernos, sin embargo,
2) Dios es, sobre todo, un principio etcétera” (Expositio super artem vete-
de acción y la experiencia religiosa rem, Venetiis, 1485, f. 59 r; Prantl, Ge-
es, ante todo, una experiencia práctica. schichte der Logik ["Historia de la
Este punto, que se toma también de la lógica"], III, pp. 255, 299, etc.).
Acción (1893) de Blondel, equivale a En el sentido histórico, en el cual
hacer coincidir la religión con la mo­ la palabra es usada actualmente por lo
ral, que es una de las tesis fundamen­ común y por el cual se habla en este
tales de Loisy (La religión, 1917, p. 69). diccionario de “filosofía moderna", indi­
3) Los dogmas no son más que la ca el periodo de la historia occidental
expresión simbólica e imperfecta, por­ que comienza después del Renacimien­
que guarda relación con las condicio­ to, o sea a partir del siglo xvn. Dentro
nes históricas del tiempo en que se del periodo M. se distingue a menudo
establecen, de la verdadera revelación, el "contemporáneo", que comprende los
que es la que Dios hace de sí mismo últimos decenios.
a la conciencia del hombre. Tal fue el
punto de vista que Loisy defendió en M o d e rn o s , véase ANTIGUOS Y MODERNOS.
el más famoso escrito del M., L'évangile
et l’égtise (1902). (alem. repro
M o d ific a c ió n r e p ro d u c tiv a
4) Deben aplicarse a la Biblia, sin li­ duktive Modifikation). Así ha llamado
mitación alguna, los instrumentos de Husserl a las representaciones de las
814
M odo
M o m e n to
cosas " . .por medio de exhibiciones en mo "lo que es en otra cosa y cuyo
que los matices o escorzos mismos, las concepto se forma del concepto de la
apercepciones e igual los fenómenos otra cosa en la que es" {Eth., I, 8,
enteros de un cabo a otro, están modi­ scol. 2). Sin embargo, el M. resulta por
ficados reproductivamente" {Ideen. I, necesidad, según Spinoza, de la natura­
§44). leza divina y, por lo tanto, se distingue
del atributo no por su ausencia de ne­
M odo (gr. -tQ(wto;; lat. modas-, ingl. cesidad sino por su particularidad: M.
mood; franc. mode; alem. Modas). Con o afecciones son las cosas particula­
este término se han entendido: res y los pensamientos en particular
1) Las diferentes formas del ser pre­ que expresan los atributos de Dios, el
dicativo. Véase m o d a l id a d . pensamiento y la extensión {Ibid., I,
2) Las determinaciones no necesarias 25, scol.; II, 1).
(o no incluidas en la definición de una 3) Las formas, las especies, los as­
cosa). En tal sentido entendía ya el pectos, las determinaciones particula­
M. la lógica medieval (cf., por ejemplo, res de un objeto cualquiera. Este sig­
Pedro Hispano, Summ. Logic., 1.28). nificado es el más general y común y
Reaparece en Descartes que lo aplicó el menos preciso.
a las cualidades secundarias cambian­ 4) La especificación de las figuras
tes de las sustancias y las opuso a los del silogismo conforme a la cualidad
atributos que, en cambio, constituyen y a la cantidad de las premisas. Véase
las cualidades permanentes o necesa­ f i g u r a ; s i l o g is m o .
rias. "Ya que —dice— no debo concebir
en Dios variedad alguna o cambio, yo Así se de­
M odus p o n e n s, m o d u s tollens.
digo que en él no existen M. o cua­ nominaron, en la lógica del siglo x v i i ,
lidades, sino más bien atributos, y tam­ los dos modos del silogismo hipotético,
bién lo que en las cosas creadas es siem­ en cuanto el primero, puesto el ante­
pre constante, como la existencia y la cedente, pone el consecuente (si A es,
duración de la cosa que existe y dura, es B ; pero A es, por lo tanto, es B) y
lo llamo atributo y no M. o cualidad" el segundo, sacado el consecuente, sa­
{Princ. Phil., I, 56). Este concepto fue ca también el antecedente (si A es, es
repetido por Spinoza (Eth., I, def. 5) y B ; pero A no es, por lo tanto, no es B)
por Wolff, quien dice: "Lo que no re­ (Jungius,- Lógica, 1638, III, 17, 10-11;
pugna a las determinaciones esenciales, Wolff, Lógica, 409-10).
pero no está determinado por ellas se
denomina M.” {Ont., §148). Por otro (ingl. molecular
M o le c u la r, p ro p o s ic ió n
lado, la Lógica de Port Royal definió proposition; franc. proposition rnolécu-
el M. sin distinguirlo del atributo o laire-, alem. molekutar Satz; ital. pro-
de la cualidad como "lo que. siendo posizione molecolare). Término que en­
concebido en la cosa v como tal no tra en uso con el Tractatus de Wittgen-
pudiendo subsistir sin ella, la determi­ stein y que corresponde a la propositio
na a ser de una cierta manera y a hypothetica de la lógica boecio-escolás-
hacerla nombrar análogamente” (1,2). tica. Es una proposición formada por
De esta definición Locke aceptó la anota­ dos o más atómicos {véase) ligados
ción según la cual el M. no puede sub­ por determinadas constantes lógicas,
sistir independientemente de la sustan­ como "no”, "y", "o”, “implica” ("si...,
cia y, por lo tanto, definió los M. como . . . ”) (negación, conjunción, disyunción,
"esas ideas complejas que, por com­ implicación), y otras. En la lógica rus-
puestas que sean, no contengan en sí selliana corresponden a las proposicio­
el supuesto de que subsisten por sí mis­ nes moleculares las proposiciones fun­
mas, sino que se les considera como cionales. G. P.
dependencias o afecciones de las sus­
tancias. Tales son las ideas expresadas M o lin is m o , véase GRACIA.
por las palabras 'triángulo', 'gratitud',
‘asesinato’, etc." {Essay, II, 12, 4). (ingl. moment; franc. mo­
M o m e n to
Al ámbito del mismo concepto co­ ment; alem. Moment; ital. momento).
rresponde el significado que Spinoza 1) Concepto mecánico: la acción ins­
atribuye al término, entendiéndolo co­ tantánea de una fuerza sobre un cuer-
815
M ónada
M o n a rc ó m a c o o m o n a rc o m a q u is ta
po; así lo define Kant (Metaphysische te iguales (véase id e n t id a d de l o s i n ­
Anfangsgründe der Naturwissenschaft Toda M. constituye un
d i s c e r n i b l e s ).
[Principios metafísicos de las ciencias punto de vista acerca del mundo y es,
naturales], Nota sobre la mecánica; por lo tanto, todo el mundo desde
Crít. R. Pura, Analítica de los Princi­ un determinado punto de vista (Mona-
pios, B, in fine). dotogie, 1714, §57). Las actividades fun­
2) Concepto temporal: "esta porción damentales de la M. son la percepción
de duración en que no advertimos nin­ y el apetito, pero las M. tienen infi­
guna sucesión es la que podemos lla­ nitos grados de claridad y distinción y
mar un instante" (cf. Locke, Essay, II, así las que tienen memoria constituyen
14, 10). Véase i n s t a n t e . las almas de los animales y las que tie­
3) Concepto dialéctico: una fase o nen razón constituyen los espíritus hu­
determinación del devenir dialéctico; manos. Pero también la materia está
así, por ejemplo, posibilidad y acciden­ constituida por M., por lo menos la ma­
talidad son "los M. de la realidad” teria segunda, ya que la materia pri­
(Hegel, Ene., §145); la condición, la mera es la simple potencia pasiva o
cosa y la actividad son "los tres M. de fuerza de inercia (Op., ed. Gerhardt,
la necesidad" (Hegel, Ibid., §148); el III, pp. 260-61). La totalidad de las M.
ser y la nada son “los M. del devenir” es el universo. Dios es “la unidad pri­
(Hegel, Wissenschaft der Logik [La mitiva o la sustancia simple originaria
ciencia de la lógica], I, I, sec. I, cap. I,
de la cual son producto todas las M.
C, nota 2; trad. ital., vol. I, pp. 87 ss.),
creadas o derivadas, que nacen, por
etcétera. Este concepto del M. como decirlo así, de la fulguración continua
fase dialéctica es el más común en la de la divinidad en cada momento"
filosofía contemporánea. (Man., §47).
4) Concepto lógico: fase o estadio de Los rasgos de esta doctrina de Leib­
una demostración o de un razonamien­ niz aparecen siempre que los filósofos
to cualquiera. recurren al concepto de M. Y se en­
cuentran también, sustancialmente, en
M ó n a d a (lat. m o n a s ; ingl. monad; las doctrinas metafísicas del esplritua­
franc. monade; alem. ’fonade). En lismo contemporáneo. Considérese el
cuanto tiene un significado distinto sabor leibniziano del siguiente fragmen­
al de unidad (véa¿e), el término se to de Husserl: "La constitución del
aplica a una unidad real e inextensa, mundo objetivo implica esencialmente
por lo tanto, espiritual. Giordano Bru­ una armonía de M. y, con mayor pre­
no adoptó por vez primera el término en cisión, una constitución armoniosa par­
este sentido, concibiendo la M. como ticular en cada M., en consecuencia, una
el mínimum, o sea como la unidad in­ génesis que se realiza armoniosamente
divisible, que constituye el elemento en las M. particulares” (Méd. Cari.,
de todas las cosas (De Mínimo, 1591; 1931, §49). Véase e s p i r i t u a l i s m o .
De Monade, 1591). El término fue adop­
tado con el mismo sentido por los neo- M o n a d o lo g ía (ingl. monadology; franc.
platónicos ingleses y por H. More en monadologie; alem. Monadologie; ital.
especial, quien elaboró el concepto de monadología). Título dado por Leibniz
las “M. físicas”, inextensas, por lo tan­ a la breve exposición de su sistema
to, espirituales, como componentes de que compuso a pedido del Príncipe Eu­
la naturaleza (Enchiridion Metaphysi- genio de Saboya en 1714. El término
cum, 1679, I, 9, 3). A partir de 1696, designa aun la doctrina de las móna­
Leibniz lo utilizó para designar la sus­ das. Kant intituló M. Physica a un
tancia espiritual como componente sim­ escrito de 1756. Y desde entonces el
ple del universo. Según Leibniz, la M. término aparece con frecuencia (cf.,
es un átomo espiritual, una sustancia por ejemplo, Renouvier y Prat, Nou-
privada de partes y de extensión y, por velle Monadologie, 1899).
lo tanto, indivisible. Como tal no se
puede disgregar y es eterna y sólo Dios M o n a rc ó m a c o o m o n a r c o m a q u is ta (ingl.
puede crearla o anularla. Toda M. es monarchomachist; franc. monarchoma-
diferente de otra, ya que en la natura­ chiste; alem. Monarchomache; ital. mo-
leza no existen dos seres perfectamen­ narcomacho). Nombre dado en el si-
816
Monarquía
Monotelismo
glo x v i i a los partidarios del derecho bién en el título de una de las más
natural, ya que combatían el absolutis­ antiguas revistas filosóficas america­
mo monárquico. El nombre aparece por nas, The Monist, fundada en 1890 por
vez primera en el título de la obra Paul Carus.
del católico escocés William Barklay,
De regno et regáli potestate adversus ( i n g l . monophylelism;
M o n o file tis m o
Buchananum, Brutum, Boucherium, et franc. monophylétisme; alem. Monophy-
reliquos monarcomachos, París, 1600. letismus). La doctrina según la cual to­
das las especies vivientes surgen de un
M o n a rq u ía , véase GOBIERNO, FORMAS DE. único tronco originario. La doctrina
contraria se denomina polifiletismo.
M o n a rq u is m o , véase MODALISMO.
M o n o f¡s is m o (ingl. monophysism; franc.
M o n á stic o . Vico denominó así, filóso­ monophysisme-, alem. Monophysismus).
fos M. o solitarios, a los estoicos y a los Interpretación herética del dogma cris­
epicúreos, por cuanto "quieren el ador­ tiano de la Encarnación: el Verbo o
mecimiento de los sentidos” y "niegan Cristo tiene una sola naturaleza, la
a la providencia, aquéllos dejándose divina. Tal interpretación fue sostenida
arrastrar por el hado, abandonándose en el siglo v por Eutiquio, quien se
al azar y los segundos opinando que las oponía al nestorianismo (véase) que
almas humanas mueren con los cuer­ afirmaba la herejía contraria; el M . fue
pos”. Vico opone a los filósofos M. los condenado por el Concilio de Calcedo­
filósofos políticos y en especial los pla­ nia en 451.
tónicos, que coinciden con los legisla­
dores en la admisión de la providencia M o n o g e n is m o (ingl. monogenism; franc.
y de la inmortalidad, como también en monogénisme; a l e m . Mcmogenismus).
la moderación de las pasiones (Scienza La doctrina según la cual todas las
Nuova, 1744, Degnita, V; trad. esp. [de razas humanas vivientes descienden de
la 1* ed.]: Ciencia nueva, México, 1941, un único tronco. La doctrina contraria
F. C. E.). se denomina poligenismo.
M o n e rg is m o , véase SINERGISMO.
M o n o p s iq u is n . _ ( i n g l . monopsychism;
M o n ism o (ingl. monism; franc. monis- franc. monopsych: m e; a l e m . Mono-
me; alem. Monismos). Christian Wolff psychismus; ital. monopsichismo). La
llamó "monistas” a los filósofos "que doctrina averroísta de la unidad del
admiten un único género de sustancia” alma intelectiva en todos los hombres.
(Psychol. rationalis, §32), comprendien­ Véase e n t e n d i m i e n t o a c t iv o .
do en ellos tanto a los materialistas
como a los idealistas. Pero aunque a M o n o s ilo g ism o ( i n g l . monosyllogism;
veces la palabra se haya usado para franc. motiosyllogisme; a l e m . Mono-
designar también a estos últimos o, por syilogismus; ital. monosillogismo). Ra­
lo menos, algún aspecto de sus doctri­ zonamiento constituido por un solo si­
nas, el término ha sido monopolizado logismo y denominado así por oposición
por los materialistas y cuando se usa a polisilogismo (véase).
sin adjetivo que lo califique designa
precisamente al materialismo. Esto se M o n o te ís m o (ingl. monotheism; franc.
debe probablemente al hecho de haber monothéisme; a l e m . Monotheismus).
sido adoptado por uno de los más popu­ La doctrina de la unicidad de Dios.
lares autores de escritos materialistas, Véase d io s , 3, b).
es decir, por el biólogo Emst Haeckel
(Der Monismus ais Bend zwischen Reli­ M o n o te lis m o (ingl. m o n o t h e l e t i s m;
gión und Wissenschaft, 1893; trad. esp.: franc. monothélétisme; alem. Monothe-
Et monismo como nexo entre la reli­ letismus). Interpretación herética del
gión y la ciencia, Madrid, 1893). En este dogma de la Encamación, según la cual
sentido, se usó el término en el nombre existe en Cristo una sola voluntad, la
de la Asociación Monista Alemana divina, que constituye el lazo de unión
(Deutsche Monistenbund), fundada en de las dos naturalezas que hay en él,
1906 por Haeckel y Ostwald, como tam­ la divina y la humana. Tal herejía fue
817
M o n ta ñ is m o
M o rp h é in te n c io n a l
sostenida por Sergio, Patriarca de Cons- morales. Kant opuso la M. a la legali­
tantinopla, en el siglo vi y condenada dad. Esta última es el simple acuerdo
por el VI Concilio Ecuménico de 680. o desacuerdo de una acción con la ley
moral sin referencia al móvil de la ac­
(ingl. montanism; franc.
M o n ta ñ is m o ción misma. La M. consiste, en cambio,
montanisme; alem. Montanismus). Sec­ en considerar como móvil de acción a
ta cristiana del siglo II, llamada así por la idea misma del deber (Metaphysik
su fundador, Montano, ex sacerdote de der Sitien, I, Intr., §3; Crít. R. Práct.,
Cibeles, quien pretendió introducir en I, 1, 3).
el cristianismo el culto entusiasta de su En el sentido hegeliano, la M. se dis­
secta de origen: los montañistas vivían tingue de la eticidad (véase) por ser la
en continua agitación en espera del in­ “voluntad subjetiva”, esto es, individual
minente retorno de Cristo. Tertuliano y privada del bien, en tanto que la eti­
perteneció algún tiempo a esta secta. cidad es la realización del bien en ins­
tituciones históricas que lo garanticen
M o n u m e n ta l, h is to r ia , véase ARQUEOLÓGI­ (Ene., §503; Fil. del derecho, 108). M.
CA, HISTORIA. y eticidad se relacionan entre sí como
lo finito y lo infinito, lo que quiere
(lat. moratia; ingl. moráis; franc.
M o ra l decir que la eticidad es la "verdad"
morale; alem. Moral; ital. morale). de la M., del mismo modo que lo infi­
1) Ijo mismo que ética (véase). nito lo es de lo finito.
2) El objeto de la ética, la conducta
dirigida o disciplinada por normas, el (ingl. moralism; franc. mo-
M o ra lis m o
conjunto de los mores. Con este signi­ ralisme; alem. Moralismus). 1) La doc­
ficado se usa la palabra en las siguien­ trina que hace de la actividad moral la
tes expresiones: "la moral de los pri­ clave para la interpretación de toda
mitivos”, "la moral contemporánea”, la realidad. El término fue adoptado
etcétera. en este sentido por Fichte en la expo­
M o ra l(gr. ; lat. moralis; ingl. sición de la Wissenschaftslehre de 1801
moral; franc. moral; alem. moral; (§26; en Werke ["Obras”], II, p. 64) y
fue aceptado y difundido por autores
ital. morale). Este adjetivo tiene en franceses de fines del siglo pasado.
primer lugar los dos significados que 2) En el lenguaje común, y con fre­
corresponden a los 'si sustantivo mo­ cuencia cada vez mayor en el filosó­
ral, a saber: 1) pertinente a la doctrina fico, el término designa la actitud del
ética; 2) pertinente a la conducta y, que se complace en moralizar acerca
por lo tanto, susceptible de valoración de todas las cosas, sin esforzarse por
M. y, en especial, de valoración M. po­ comprender las situaciones a las cuales
sitiva. Así no sólo se habla de actitud M. se refiere el juicio moral. En este sen­
o de persona M., para indicar una acti­ tido, el M. es un formalismo o confor­
tud o persona moralmente valiosa, sino mismo moral, que tiene poca sustancia
que se entienden con las mismas ex­ humana. Cf. A. Banfi, "M. e moralitá",
presiones cosas positivamente favora­ L'uomo copernicano, 1950, pp. 279 ss.
bles, es decir, buenas.
Más tarde se ha dado al adjetivo, (alem. intentwnale
M o rp h é in te n c io n a l
en inglés, francés e italiano, el signi­ Morphé). Así llama Husserl el carácter
ficado genérico de "espiritual”, que aún intencional de los datos hyléticos (véa­
conserva en ciertas expresiones. Hegel se) de las experiencias vividas, o sea
llama la atención sobre este significado los datos constituidos por contenidos
con referencia al francés (Ene., §503). sensibles o por actos emotivos o voli­
Y tal significado perdura todavía, por tivos. En este caso "los datos sensibles
ejemplo, en la expresión "ciencias mo­ se dan como materia para conforma­
rales”, que son las "ciencias del espí­
ritu”. ciones intencionales u operaciones de
dar sentido en diversos grados" y así,
(lat. moralitas; ingl. morali-
M o ra lid a d por ejemplo, una valoración, una voli­
ty; franc. moralité; alem. Moralitát; ción, un acto de agradecimiento tiene
ital. moralitá). El carácter propio de claros significados intencionales, apar­
todo lo que se conforma a las normas te de ser datos hyléticos (Ideen, I, § 85).
818
M o tiv a c ió n
M o v ie n te
(ingl. motivation; franc. mo­ conocido por aquel sobre el cual obra,
M o tiv a c ió n
tivation; alem. Motivation-, i tal. moti- y se llama a veces móvil (franc. mobil)
vazione). 1) La causalidad del motivo. al M. que no tiene carácter "racional”,
Schopenhauer fue el primero en distin­ esto es, que no puede ser considerado
guir precisamente esta forma de la cau­ como "razón” de la elección.
salidad de la razón y la causalidad de Ya Aristóteles había dicho: "Ya que
la razón del ser ( Über die vierfache hay tres cosas: primero, el motor; se­
Wurzel des Satzes vom zureichenden gundo, aquello que lo mueve y tercero,
Grunde, 1813, §§20, 29, 36; trad. esp.: lo que es movido, resulta que el mo­
La cuádruple raíz del principio de la tor inmóvil es el bien práctico, el motor
razón suficiente, Madrid, 1911). Dice que es también movido es la facultad
Schopenhauer: "La eficacia del motivo apetitiva y lo que es movido es el
viene a ser conocida por nosotros no animal” (De An., III, 10, 433 b 14). El
sólo desde fuera como la de todas las M. es entendido aquí como un motor
otras causas y, por lo tanto, sólo me­ único e inmutable que es el bien, fin
diatamente, sino también desde lo in­ al que tiende la vida del animal. Pero
terno, de modo inmediato... De aquí en el mundo moderno ya no se habla
resulta la importante proposición: la M. de motor en este sentido, se habla, en
es la causalidad vista desde lo inter­ cambio, de M. Wolff entendía con este
n o ... Es necesario, por lo tanto, pro­ término "la razón suficiente de la vo­
poner la M. como una fuerza especial lición o de la nolición" (Psychol. em­
del principio de la razón suficiente en pírica, § 887); definición que, se puede
el obrar, esto es, como la ley de la M.” decir, no ha sufrido cambios, salvo en
(Ibid., §43). Aun sin el carácter privi­ el diferente grado de determinación
legiado que Schopenhauer le reconocía atribuido al M. El problema, de estos
como revelación inmediata del modo diferentes grados de determinación es
de obrar intrínseco de la causalidad, el problema de la libertad (véase). Por
la M. indica la acción determinante otro lado, la importancia del concepto
del motivo, sean cuales fueren los lí­ de M. para la explicación de la con­
mites que se pongan a tal determina­ ducta humana ha sido a veces puesta
ción. Los problemas de la M. son, por en duda er 'a filosofía contemporánea.
un lado, de naturaleza psicológica y Dewey, por ejemplo, ha afirmado que
conciernen al modo de obrar de los “todo el concepta de M. es en verdad
motivos en cuanto se presta a ser ob­ extrapsicológico”. Ninguna persona de
servado por los instrumentos de que buen sentido atribuye los actos de un
dispone la psicología; por otro lado, animal o de un idiota a un M. y es ab­
son de naturaleza filosófica en cuanto surdo preguntar por lo que induce a
conciernen a los límites o modalidades un hombre a la actividad. “Pero cuan­
de la determinación y, por lo tanto, la do tenemos necesidad de conducirlo a
libertad y el determinismo (véase). obrar de un modo específico más bien
2) Husserl ha denominado M. a las que de otro, cuando queremos dirigir
conexiones de la experiencia que con­ su actividad hacia una dirección espe­
dicionan la posibilidad de la experi­ cífica, entonces la cuestión del M. es
mentación ulterior. "La posibilidad de pertinente. El M. es, entonces, el ele­
la experimentación [de la cosa] —dice— mento del conjunto total de la activi­
no quiere decir nunca una vacía posi- dad humana que, al ser suficientemen­
sibilidad lógica, sino una posibilidad te estimulado, dará lugar a un acto con
motivada en el orden de la experiencia. consecuencias específicas". En ot ros
Este mismo es de un cabo a otro un términos, el M. es más que un factor
orden de M. que acoge M. siempre nue­ de explicación de la conducta humana,
vas y transforma las ya formadas” un instrumento para orientarla y guiar­
(Ideen., I, § 47). la (Human Nature and Conduct, pp.
199-20).
M o tiv o (ingl. motive; franc. m o t i f ;
alem. Motiv; ital. motivo). La causa M o to r, véase d io s , p r u e b a s de s u e x i s t e n ­
o la condición de una elección, o sea c i a ; MOVIMIENTO.
de una volición o de un acto. El M.
puede ser más o menos claramente re­ M o v ie n te , véase MOTIVO.
«19
M ó v il, p r i m e r
M o v im ie n to
M óv il, p r i m e r (gr. jtpftxov xmitóv; lat. fundamental es la del motor, por cuyo
primum m o b i l e ; ingl. first mobile; contacto se g e n e r a el movi mi ent o.
franc. premier mobi l e; alem. primar "Cualquiera que sea el motor —dice
Bewegliches; ital. primo mobile). Así Aristóteles— siempre aportará una for­
denominó Aristóteles al primer cielo, ma —sustancia particular, cualidad o
cuyo movimiento le es comunicado di­ cantidad— que será principio y causa
rectamente por el primer motor o mo­ del M. cuando el motor mueva, así
tor inmóvil y que, por lo tanto, es como la entelequia en el hombre hace
tan simple, ingenerado e incorruptible del hombre en potencia un hombre”
como el primer motor {De cael., II, 6, {Ibid., III, 2, 202 a 8). La física aris­
288 a 14 ss.). El propio Aristóteles com­ totélica es, de principio a fin, una
para con el primer M. la facultad ape­ teoría del M. en este sentido (véase
titiva del alma, como comparó el bien f í s i c a ). S u teorema fundamental, "todo
con el motor inmóvil {De An., III, 10, lo que se mueve es movido por algo"
433 b 14). El primer M. es el cielo que (Ibid., VII, 1, 256 a 14) lleva a la teoría
Dante denomina "cristalino”, o sea diá­ del primer motor inmóvil del universo.
fano o transparente y más allá del cual Véase d io s , p r u e b a s d e s u e x i s t e n c i a .
admite el cielo empíreo o sede de los 2) En sentido específico, el M. local
beatos (Conv., II, 4; Par., 30, 107). o traslación. Aristóteles afirma la prio­
ridad de este M. sobre los otros tres.
(franc. mobilisme). Palabra
M o v ilism o En efecto, los otros M, pueden ser re­
moderna (cf. Chide, Le mobilisme mo- ducidos a este último que, por otra
derne, 1908) y poco usada, pero se parte, es el único que puede pertenecer
presta para expresar la actitud filosó­ a las cosas eternas, o sea a los astros
fica de los que Platón llamó los "fluen- (Fís., VIII, 7, 260 b). Las especies del
tes” {Teet., 181 a), es decir, los que ad­ M. local caracterizan, según Aristóteles,
mitían que todo cambia y que nada los elementos del universo, comprendi­
permanece, o sea, en la Antigüedad, los do el constitutivo de las sustancias ce­
discípulos de Heráclito y, en la filoso­ lestes o sea el éter, que se mueve con
fía moderna, los filósofos del devenir M. circular (véase f í s i c a ). Esta doc­
{véase). trina del M. permaneció invariable du­
rante mucho tiempo, dado que la filo­
(gr. xívricn?, lat. motus; ingl.
M o v im ie n to sofía antigua y medieval la repitieron
motion; franc. m o u v e m e n t ; alem. sin modificaciones sust anci al es . Una
Bewegung; ital. movimenío). 1) En ge­ teoría del M. que tuvo fortuna en el
neral, un cambio o proceso de cual­ último periodo de la escolástica fue la
quier especie. Este significado corres­ elaborada por Duns Scoto, sobre la for­
ponde al del término griego. Platón ma fluente. Según Duns Scoto, un cuer­
distinguió dos especies de M., la alte­ po que se mueve adquiere algo en todo
ración y la traslación {Teet., 181 d), instante, pero no adquiere el lugar, que
Aristóteles distinguió cuatro, esto es, no es un atributo suyo, sino que reside
además de las dos precedentes, el M. en los cuepos que lo rodean, más bien
sustancial (generación y corrupción) y una especie de determinación cualita­
el M. cuantitativo (aumento y dismi­ tiva, análoga al calor que es adquirido
nución) (Fís., III, 1, 201 a 10). Para por el cuerpo que se calienta. Esta de­
las especies particulares del M., véanse terminación es el donde (ubi). El M.
los artículos correspondientes. es, por lo tanto, la pérdida o la adqui­
El M. en general fue definido por sición continua del donde y, en este
Aristóteles como "la entelequia de lo sentido, es una "forma fluente" (Quodl.,
que está en potencia" {Fís., III, 1, 20 a q. 11, a. 1). La doctrina fue criticada
10), definición célebre a través de los por la escolástica de fines del siglo xm
siglos. Con ello se quiere decir que el y del xiv. Occam la sometió a una crí­
M. es la realización de lo que está en tica radical, considerando al M. como
potencia y así, por ejemplo, la cons­ el cambio de la relación de un cuerpo
trucción, el aprendizaje, la curación, el con los cuerpos circundantes (Quodl.,
crecimiento, el envejecimiento, son rea­ VII, q. 6). Éste es el concepto que pre­
lizaciones de p o t e n c i a s {Ibid., 201 a valeció en la edad moderna por obra
16). En el M. así entendido, la parte de la ciencia. Descartes lo expresó del
820
M uerte

modo siguiente: "El M. es el trans­ curo: "Cuando e x i s t i m o s , la M. no


porte de una parte de la materia o de existe y cuando está la M. no existi­
un cuerpo desde las cercanías de los mos” (Dióg. L., X, 125). En el mismo
cuerpos que lo tocan inmediatamente sentido, Wi t t ge ns t e i n ha dicho: "La
y que consideramos en reposo, a la cer­ muerte no es un evento de la vida: no
canía de otros cuerpos” ( Princ. Phil., se vive la muerte” ( Tractatus, 6.4311).
II, 25). Acerca del concepto del M. en Y Sartre ha insistido acerca de la in­
la ciencia contemporánea, v é a s e r e ­ significancia de la muerte: “La M. es
l a t iv id a d . un puro hecho, como el nacimiento;
viene hacia nosotros desde el exterior
Muerte (gr. Oávatos; lat. m o r s ; ingl. y nos transforma en exterioridad. En
d e a th ; franc. m o rí; alem. T od; ital. el fondo no se distingue de manera al­
m o rte ). La M. se puede considerar: 1) guna del nacimiento y denominamos
como deceso, o sea como un hecho que facticidad a la identidad del nacimien­
tiene lugar en el orden de las cosas to y de la M.” (L'étre et le néant, 1955,
naturales; 2) en su relación específica p. 630). Así entendida, la M. no concier­
con la existencia humana. ne propiamente a la existencia humana.
1) Como deceso, la M. es un hechoEl contraste entre la M. así entendida
natural como todos los otros y no tie­ y la M. como amenaza que incumbe a
ne, para el hombre, un significado es­ la existencia en particular ha sido muy
pecífico. Existen procedimientos obje­ bien expresado por León Tolstoi en el
tivos para la com p ro b ació n de este relato La muerte de Iván Ilich, en
hecho. Un médico, por ejemplo, es lla­ el cual el protagonista, que reconoce
mado a comprobar el deceso de una justa y válida la idea genérica de la M.
persona y en este caso tal deceso es como deceso, se rebela ante la amena­
un hecho comprobable, de naturaleza za que la M. hace pesar sobre él.
biológica, que puede tener consecuen­ 2) En su relación específica con la
cias determinadas, pero indirectas, en existencia humana, la M. puede ser
relación a otras personas. Cada vez que entendida: a) como iniciación de un
se habla de la M. en este sentido, como ciclo de vida; b) como fin de un ciclo
de un hecho natural comprobable por de vida; c 1 como p o s i b i l i d a d exis­
medio de procedimientos apropiados, se tencia!.
entiende la M. como deceso. Lo mismo a) Como iniciación de un ciclo de
sucede cuando se considera la muerte vida, es entendida la M. por muchas
como una condición de la economía doctrinas que admiten la inmortalidad
general de la naturaleza viva o de la del alma. Para tales doctrinas la M.
circulación de la vida o de la materia, es lo que decía Platón: "La separación
etc. Marco Aurelio hablaba, en este del alma del cuerpo" (Fed.. 64 c). Con
sentido, de la igualdad de los hombres esta separación se inicia, en efecto, el
frente a la M.: "Alejandro de Macedo- nuevo ciclo de vida del alma, ya se
nia y su caballerizo, muertos, se redu­ entienda este ciclo como el reencar­
cen a la misma situación: reabsorbidos narse del alma en un nuevo cuerpo o
ambos en las regiones seminales del como una vida incorpórea. Plotino ex­
mundo o dispersados ambos entre los presó esta concepción diciendo: "Si la
átomos” ( Soliloquios , VI, 24). Y Sha­ vida y el alma existen después de la
kespeare decía en el mismo sentido: M., la M. es un bien para el alma por­
"Alejandro murió, Alejandro fue sepul­ que ejerce mejor su actividad sin el
tado, Alejandro hízose polvo; el polvo cuerpo. Y si con la M. el alma entra
es tierra; y de la tierra se hace barro, a formar parte del Alma universal:
y ¿por qué con ese barro en que se con­ t qué mal puede haber para ella?" (Enn.,
virtió no podría taparse un barril de I, 7, 3). Idéntico concepto de la M.
cerveza?” ( H a m le t , a. V, escena I). se encuentra siempre que se considera
En todos estos casos se entiende por la vida del hombre sobre la tierra como
M. el deceso del ser vivo, cualquiera preparación o acercamiento a una vida
que sea y no se hace referencia espe­ diferente. Y aparece también cuando
cífica al ser humano. Frente a la M. se afirma la inmortalidad impersonal
así entendida, la única actitud filosó­ de la vida, tal como lo hace Schopen-
fica posible es la expresada por Epi- hauer, quien compara la M. con el
M uerte

ocaso del sol que es, al mismo tiempo, defecto corpóreo" (S. Th., II, 2, q. 164,
el orto del sol en otro lugar (Die Wett, a. 1). Pero este segundo aspecto, que
I, § 65). es propio de la teología cristiana, per­
b) El concepto de la M. como fin del tenece precisamente al concepto de la
ciclo de vida ha sido expresado de di­ M. como posibilidad existencial.
ferentes maneras por los filósofos. Mar­ c) El concepto de la M. como posi­
co Aurelio lo entendía como reposo o bilidad existencial implica que la M.
cesación de los cuidados de la vida, no es un acontecimiento particular, que
concepto que aparece con frecuencia se ubica en la iniciación o en el tér­
en las consideraciones de la sabiduría mino de un ciclo de vida propio del
popular en tomo a la muerte. "En la hombre, sino una posibilidad siempre
M. —decía Marco Aurelio— está el re­ presente a la vida humana y de tal
poso de los contragolpes de los senti­ naturaleza que determina sus caracte­
dos, de los movimientos impulsivos que rísticas fundamentales. A la considera­
nos arrojan aquí y allá como mario­ ción de la M. en este sentido ha lle­
netas, de las divagaciones de nuestros vado, en la filosofía moderna, la deno­
razonamientos, de los cuidados que de­ minada filosofía de la vida y Dilthey
bemos tener para el cuerpo" (Solilo­ en especial. "La relación que determi­
quios, VI, 28). Leibniz concibió el fin na de un modo más profundo y general
del ciclo vital como disminución o de­ el sentimiento de nuestra existencia
cadencia de la vida. "No se puede —ha dicho— es la relación entre la vida
—decía— hablar de generación total o y la M., pues la limitación de nuestra
de muerte perfecta, entendida riguro­ existencia por la M. es siempre decisiva
samente como separación del alma. Lo para nuestro modo de comprender y
que denominamos generación es des­ de valorar la vida” (Das Ertebnis und
arrollo y aumento y lo que llamamos die Dichtung, 5? ed., 1905, p. 230; trad.
muerte es decadencia y disminución” esp.: Vida y poesía, México, 1953, F.C.E.,
(Mon., § 73). En otros términos, con pp. 161-162). La idea importante que
la M. la vida disminuye y desciende a Dilthey aquí expresa es la de que la M.
un nivel inferior al de la apercepción constituye "una limitación de la exis­
o conciencia, en una espe ’e de “atur­ tencia” no ya en cuanto constituye el
dimiento”, pero no cesa (Principes de término, sino en cuanto constituye una
la nature et de la gráce, 1714, § 4). A condición que acompaña todos sus mo­
su vez, Hegel considera la muerte como mentos. Esta concepción que reprodu­
el fin del ciclo de la existencia indivi­ ce de alguna manera, en el plano filo­
dual o finita por su imposibilidad de sófico, la concepción de la M. de la
adecuarse a lo universal. “La inade­ teología cristiana, ha sido expresada
cuación del animal a la universalidad por Jaspers mediante el concepto de
—dice— es su enfermedad original y la situación-límite, esto es, de una "si­
es el germen innato de la muerte. La tuación decisiva, esencial, ligada a la
negación de esta inadecuación es, pre­ naturaleza humana en cuanto tal e ine­
cisamente, el cumplimiento de su des­ vitablemente dada con el ser fi ito”
tino” (Ene., § 375). Por último, el (Psyehologie der W elta n sc h a u u n g e n
concepto bíblico de la M. como castigo ["Psicología de las concepciones del
del pecado original (Génesis, II, 17; Ro­ mundo”], 1925, III, 2; trad. ital., p.
manos, V, 12) es, al mismo tiempo, su 266; cf. Phit., II, pp. 220 ss.). Basán­
concepto como conclusión del ciclo de dose en estos precedentes, Heidegger
la vida humana perfecta en Adán y el ha considerado la M. como la posibili­
concepto de una limitación fundamen­ dad de la imposibilidad existenciaria.
tal que la vida humana ha sufrido a "La cadente cotidianidad del 'ser ahí’
partir del pecado de Adán. Dice Santo conoce la certidumbre de la M. y sin
Tomás a este respecto: "La M., la en­ embargo esquiva el ‘ser cierto’. Pero
fermedad y cualquier defecto corporal este esquivarse atestigua... que la M.
dependen de un defecto en la sujeción tiene que concebirse como posibilidad
del cuerpo al alma. Y como la rebe­ más peculiar, irreferente, irrebasable y
lión del apetito carnal al espíritu es la cierta”. (Sein und Zeit, § 52; trad.
pena del pecado de los primeros pa­ esp.: El ser y el tiempo, México, 1962,
dres, tal es también la M. y todo otro F.C.E.). Desde este punto de vista, o
822
M u ltip lic a c ió n ló g ic a
M undo
sea como posibilidad, "la M. no da al nigfaltigkeit; ital. motteplicitá). Lo que
'ser ahí’ nada que realizar ni nada que es múltiple es variado: los "muchos”
como real pudiera ser él mismo. La M. en oposición al “uno", sobre los cuales
es la posibilidad de la imposibilidad de versaban de preferencia las discusio­
todo conducirse a . .. de todo existir... nes dialécticas del siglo iv a. c., si nos
En el ‘precursar’ la M. indeterminada­ atenemos a los testimonios de Platón
mente cierta se expone la existencia a (Fil., 14 d). Platón mismo estableció
una amenaza constantemente surgente el concepto de lo múltiple, que no es el
de su ‘ahí’ mismo... Mas el encon­ de la dispersión ilimitada, sino el del
trarse capaz de mantener la amenaza número, el cual, como decía Platón, es
constante y absoluta que para el ser más al mismo tiempo uno y muchos, por­
peculiar y singularizado del 'ser ahí’ que es el orden de una M. determi­
asciende de este mismo es la angustia. nada (Fil., 18 a-b) (véase n ú m e r o ) . El
En ésta se encuentra el ‘ser ahí’ ante sentido de esta palabra ha vuelto a
la nada de la posible imposibilidad de ser el de una dispersión desordenada
su existencia." (Ibid., § 53). La expre- en algunos usos modernos, por ejem­
sión usada por Heidegger al definir la plo, cuando Kant lo usa para designar
M. como "la posible imposibilidad de la “materia" del conocimiento, es de­
la existencia” puede, con derecho, pa­ cir, del contenido sensible, en su esta­
recer contradictoria. Ha sido sugerida do desordenado o tosco, independien­
a Heidegger por su doctrina de la im­ te del orden y de la unidad que recibe
posibilidad radical de la existencia: la por obra de las formas a priori de la
M. es la amenaza que tal imposibilidad sensibilidad y del entendimiento (Crít.
hace pesar sobre la existencia misma. R. Pura, § 1).
Si se quiere prescindir de esta inter­
pretación de la existencia en términos M undano (gr. xoogixóc; ingl. wortdly,
de necesidad negativa, se puede decir mundane; franc. mondain; alem. welt-
que la M. es "la nulidad posible de las lich; ital. mondano). Este adjetivo se
posibilidades del hombre y de la total utiliza casi exclusivamente en relación
forma del hombre” (Abbagnano, Strut- con el significado e de la palabra mun­
tura d e l l ’e s i s t e n z a , 1939, § 98; cf. do (véase i¡.,'ra), es decir, designa lo
Possibilitá e liberta, 1956, pp. 14 ss.). que pertenece al nm po de actividades,
Ya que toda posibilidad puede, como de intereses o de comportamientos aje­
posibilidad, no ser, la M. es la nulidad nos a la vida religiosa y a veces en
posible de cada una y de todas las po­ antagonismo con ella. En tal sentido,
sibilidades existenciarias y constituye se dice “sabiduría M." o "ciencia M.”
la limitación fundamental de la exis­ para designar conocimientos o actitu­
tencia humana como tal. des que nada tienen que ver con las
preocupaciones religiosas. A este signi­
(ingl. logical mul-
M u ltip lic a c ió n ló g ic a ficado general se refiere el significado
tiptication; franc. multiplication logi- más restringido del término, según el
que; alem. logische Multiplikation; ital. cual es "M.” lo que pertenece a la vida
moltiplicazione lógica). En el álgebra brillante o a las costumbres del "gran
de la lógica (véase) se denomina así a mundo”, o sea de las clases privilegia­
la operación "a-b”, que goza de propie­ das. El sustantivo mundanidad tiene
dades formales análogas a las de la también los dos significados expuestos.
M. aritmética (aunque es muy impor­
tante la excepción "a-a = a”). Inter­ M undo (gr. xóago?; lat. mundus; ingl.
pretada como operación entre clases, world; franc. monde; alem. Welt; ital.
"a-b” llega a formar la clase que con­ mondo). Con este término se puede
tiene todos y los únicos elementos entender: a) la totalidad de las cosas
comunes a las clases a y b. Interpre­ existentes [cualquiera que sea el signi­
tada como operación entre proposicio­ ficado de existencia (véase)) y en este
nes, "a-b” indica la afirmación conjun­ sentido la palabra se usa sin adjeti­
tiva, simultánea (“a y b"). G.P. vos; b) la totalidad de un campo o la
pluralidad de campos de investigación,
M u ltip lic id a d (gr. xa jtoiJ.á; ingl. multi- de actividades o de relaciones, como
pticity; franc. multiplicité; alem. Afán- cuando se dice "M. físico”, "M. históri-
823
Mundo

co”, "M. artístico”, “M. de los nego­ dad del cuerpo, que es un continuo,
cios” o también "M. sensible”, es decir, está ora en este orden o en esta dispo­
aprehensible por medio de los órganos sición y ora en otra, y si la constitu­
sensoriales o "M. intelectual”, o sea ción de la totalidad es un M. o un
aprehensible por medio de los instru­ cielo, entonces no será el M. el que se
mentos intelectuales. En este sentido genere y se destruya, sino solamente
se habla también de "M. ambiente” sus disposiciones" (De Cael., I, 10, 280 a
para indicar el conjunto de las relacio­ 19). Aristóteles quiere decir en este
nes de un ser viviente con las cosas fragmento que el M. es la constitución
circundantes o la situación en que se (o estructura) de la totalidad (su or­
encuentra, pero la palabra no tiene sig­ den), y que tal constitución o estruc­
nificado diferente al de ambiente (véa­ tura permanece invariable aunque sus
se); c) la totalidad de una cultura, partes singulares se dispongan en forma
como cuando se dice "M. antiguo”, "M. diferente. Ello equivale a definir el
moderno”, "M. primitivo” o "M. civil”; M. como el orden inmutable del uni­
d) una t o t a l i d a d geográfica, como verso. De manera análoga, los estoicos
cuando se dice "Nuevo M.” para desig­ distinguieron el universo (xo jtáv) como
nar a América o "Viejo M.” para de­ la totalidad de todas las cosas existen­
signar a Europa; e) la totalidad de lo tes, comprendido el vacío, del M., con­
extraño a la religión. Con este sentido siderado como "el sistema del cielo y
aparece la palabra constantemente en de la tierra y de los seres que están
el Nuevo Testamento (Mateo IV, 8; en ellos” ; en este sentido el M. es Dios
XVI, 26; Juan I, 10; VII, 7; XII, 31; mismo (Estobeo, Ecl., I, 421, 42 ss.).
etc.); y la "sabiduría del M.” es opues­ Esta interpretación del M. prevaleció
ta, como estulticia, a la sabiduría de en la Antigüedad y fue adoptada por la
Dios (Corintios I, 20). La noción de filosofía cristiana, la cual hallaba en
M. en este sentido es común en todos ella un punto de partida oportuno para
los autores cristianos y a ella se hace las demostraciones de la existencia de
también referencia cuando se deno­ Dios (cf., por ejemplo, San Agustín,
mina "sabios del M.” a los que "se va­ De Ordine, I, 2). Solamente entró en
len de la razón natural”, orno lo hace crisis cuando la noción de orden pasó
Occam (Summa togicae, III, 1). a incorporarse a la de naturaleza, más
De estos significados, los más espe­ que a la de M., y entonces se dio pri­
cíficamente filosóficos son los dos pri­ macía al concepto de totalidad.
meros, que se reflejan en todos los 2) Los primeros en exponer el con­
demás. El significado d) es puramente cepto del M. como totalidad que abraza
amplificativo o retórico y el significa­ todas las cosas fueron los epicúreos.
do e) es puramente religioso. Por lo "El M. —decía Epicuro— es la circun­
tanto, se pueden distinguir tres con­ ferencia del cielo que abraza todos los
ceptos fundamentales de M.: 1) el M. astros, la tierra y todos los fenómenos”
como orden total; 2) el M. como tota­ (Dióg. L., X, 88). Pero sólo en la filo­
lidad absoluta; 3) el M. como totali­ sofía moderna prevaleció este concep­
dad de campo. Los significados 1 y 2 to, tomando el lugar del concepto más
son articulaciones del significado a) antiguo de M. como orden. Dice Leib-
el significado 3 es el significado b). niz: "Denomino M. a toda la serie y a
1) Se dice que Pitágoras fue el pri­ toda la colección de todas las cosas
mero en denominar cosmos al M. para existentes, para que no se diga que un
señalar su orden (Estobeo, Ecl., 21, mayor número de M. pueden existir
450; Fr. 21, Diels), pero lo cierto es que en diferentes tiempos y lugares. Sería
ésta es la interpretación del concepto necesario, en efecto, contarlos a todos
que prevalece en la filosofía griega. en su conjunto como un solo M. o, si
Platón la acepta (Gorg., 508 a). Y Aris­ se prefiere, para un solo universo”
tóteles, que distingue entre el todo (xó (Théod., I, § 8). Desde este punto de
;iáv), en el cual puede cambiar la dis­ vista el M. es "el conjunto total de las
posición de las partes y la totalidad cosas contingentes” (Ibid., I, § 7) y la
(xó o/.ov) en la cual las partes tienen elaboración sucesiva del concepto ha
posiciones fijas (Met., V, 26, 1024 a l ) , insistido en especial, en este concepto
dice con referencia al M.: "Si la totali­ de totalidad absoluta. Por lo tanto, las
824
Mundo

dos nociones de universo y de M. que finitud del M., su comienzo o no co­


los antiguos tendían a distinguir una mienzo en el tiempo, la existencia o no
de o t r a , se consideran coincidentes. existencia de partes simples en él, la
Dice Wolff: "La serie de los entes fi­ presencia o a u s e n c i a de la libertad
nitos relacionados entre sí, ya sea si­ (véase a n t in o m ia s k a n t ia n a s ). La so­
multáneos o sucesivos, se denomina M. lución de tales antinomias solamente
o también universo” (Cosmol., § 48). se logra, según Kant, renunciando a la
A su vez, Baumgarten aclara mejor el noción misma de M. o considerando
sentido de la totalidad absoluta, afir­ tal noción como una simple regla del
mando que no puede ser parte de otra conocimiento empírico y, más precisa­
totalidad. "El M. —dice— es la serie mente, como la regla que “exige el re­
(la multitud, la totalidad) de los fini­ troceso en la serie de las condiciones
tos reales, la cual no es parte de otra de los datos fenoménicos, una regre­
serie” (Met., § 354). Esta determina­ sión en la cual nunca fuera posible de­
ción fue repetida por Crusius: "El M. tenerse en algo absolutamente incon­
es una real concatenación de cosas fi­ dicionado” {Ibid., sec. 8). Desde este
nitas, hasta el punto de no ser a su vez punto de vista el M. no es una reali­
parte de otro, al cual pertenezca en dad, sino "un principio regulador de la
virtud de una real concatenación” (Ent- razón”.
wurf der nothxvendigen Vernunft-Wahr- Esta crítica de Kant ha permaneci­
heiten [“Bosquejo de las verdades de do, se puede decir, como decisiva. Es
razón necesarias”], 1745, § 350). Éste bien cierto que intentan olvidarla no
es el concepto que critica Kant en la sólo las doctrinas que constituyen su­
dialéctica trascendental. pervivencias de la metafísica teológica,
Kant observó que la palabra M. “en sino también doctrinas cosmológicas
el sentido trascendental de totalidad modernas, supuestamente “científicas”
absoluta del conjunto de las cosas exis­ que especulan acerca del M. y de la
tentes” indica una tonalidad incondi­ creación (véase c o sm o lo g ía ). Pero es
cionada, ya que debe incluir todas las también cierto que estas doctrinas tro­
condiciones de la serie (Crít. R. Pura, piezan en seguida con antinomias in­
Antinomia de la Razón Pura, Sec. 1). solubles, que “producen las kantianas,
Esto supone que la vuelta de lo condi­ en cuanto apelan al concepto de M.
cionado a la condición, que puede ser como totalidad absoluta. En realidad
proseguida hasta el infinito, se agote aquello acerca de lo cual puede hablar
y se complete hasta comprender todas la ciencia es sólo el M. observable, en­
las condiciones y ya que la totalidad tendido como "el mayor número de
de las condiciones es lo incondicionado, objetos astronómicos que p u e d a ser
el cumplimiento del retroceso equival­ identificado con la ayuda de los instru­
dría a la comprensión de lo incondi­ mentos disponibles en un determinado
cionado. Pero aquí está precisamente, tiempo” (M. K. Munitz, Space, Time
según Kant, el error dialéctico incluido and Creation, 1957, p. 93). Pero en este
en el concepto de M., ya que se consi­ sentido el M. es una totalidad de cam­
dera lo condicionado en dos sentidos, po y no una totalidad absoluta.
a saber: en el sentido de un concepto 3) La tercera interpretación del con­
intelectual aplicado a simples fenóme­ cepto de M., que está de acuerdo con
nos y en el sentido trascendental de la crítica kantiana, se identifica con lo
una categoría pura. En otros términos, que hemos enunciado como significado
del requerimiento de una condición b) y según ella el M. es la totalidad de
siempre renovada (empírica) en la se­ un campo o de una pluralidad de cam­
rie de los fenómenos, se pasa al reque­ pos de actividades, de investigación o
rimiento de la totalidad de las condi­ de relaciones. Desde este punto de vis­
ciones, que es lo incondicionado o M. y ta, la palabra —sin adjetivos— no de­
que ya nada tiene de empírico (Ibid., signa una totalidad absoluta, sino sólo
sec. 7). Por lo tanto, no nos debe asom­ el conjunto de un campo específico,
brar que la noción de M., fundada como que es el del astrónomo o el del cos­
está en un procedimiento sofista, dé mólogo. En este sentido, la palabra es
lugar a antinomias insolubles, antino­ por completo análoga a lo que la "ma­
mias que conciernen a la finitud o in­ teria” es para el físico o la "vida” para
825
M u n d o e x te r n o
M ú sic a
el biólogo, es decir, la indicación de un a todas las leyes morales”, una idea
campo genérico determinado por la que sólo tiene significado práctico, co­
convergencia o la superposición de un mo guía de la acción humana (Crít.
determinado grupo de técnicas de in­ R. Pura, Doctrina del método, cap. 2,
vestigación (M. K. Munitz, Op. cit., p. sec. 2).
69). En general, desde este punto de
vista, puede decirse que la noción desig­ Música (gr. nouaixr) téxvti; lat. música',
na "un conjunto de campos definidos ingl. music; franc. musique; alem. Mu-
por técnicas relativamente compatibles sik; ital. música). Dos son las defini­
y en alguna medida convergentes. Po­ ciones filosóficas fundamentales que se
dríamos así hablar del 'M. natural’ han dado de la M. La primera es la
como del conjunto de los campos cu­ que la considera como r e v e l a c i ó n
biertos por las ciencias naturales en la al hombre de una realidad privilegiada
medida en que sus técnicas sean rela­ y divina, revelación que puede adqui­
tivamente compatibles y convergentes, rir la forma del conocimiento o la del
o de ‘M. histórico’ como del conjunto sentimiento. La segunda es la que la
de los campos en los cuales puedan considera como una técnica o un con­
adaptarse las técnicas de la investiga­ junto de técnicas expresivas, que con­
ción historiográfica, etc.” (Abbagnano, ciernen a la sintaxis de los sonidos.
Possibilitá e libertó., 1956, pp. 154-155). 1) La primera concepción, que pasa
A esta misma noción se liga la formu­ por Ser la única "filosófica”, pero que
lada por Heidegger y aceptada por la en verdad es metafísica o teológica, con­
filosofía existencialista, que enuncia el siste en considerar que la M. es una
M. como el campo constituido por las ciencia o un arte privilegiado en cuan­
relaciones del hombre con las cosas y to tiene por objeto la realidad suprema
con los otros hombres. "Es igualmente o divina o una característica fundamen­
erróneo —dice Heidegger— considerar tal suya. De esta concepción se pueden
la expresión M. tanto para designar la distinguir dos fases: a) la primera ve
totalidad de las cosas naturales (con­ el objeto de la M. en la armonía co­
cepto del M. naturalista) como para mo característica divina del universo
indicar la comunidad los hombres y considera, por lo tanto, a la M. como
(concepto personal'Tta). Lo que de me- una de las ciencias supremas; b) para
tafísicamente esencial contiene tal con­ la segunda, el objeto de la M. es el
cepto tiende a la interpretación del ‘ser mismo principio cósmico (Dios, Razón
ahí’ humano en su relacionarse al ente consciente de sí o la Voluntad infinita,
en su totalidad" (Vom Wesen des Grun- etcétera) y la M. es la autorrevelación
des ["Sobre la esencia del fundamen­ de este principio en la forma del senti­
to”], 1929, I; trad. ital., p. 53). Es evi­ miento. Ambas concepciones tienen un
dente que, desde este punto de vista, rasgo fundamental en común: la sepa­
la palabra M. forma parte integrante ración de la M. como arte "puro”, de
de la expresión "ser en el M.” que de­ las técnicas mediante las cuales se rea­
signa el modo de ser que es propio del liza. Platón critica a los músicos que
hombre en cuanto "situado en el medio buscan nuevos acordes en los instru­
del ente como relacionándose con él”, mentos (Rep., VII, 531b), como lo ha­
esto es, está en una relación esencial cen también Plotino, Schopenhauer y
con las cosas y con los otros hombres. Hegel, y habla de la "esencia" de la
En tal caso M. significa el conjunto de M., de su naturaleza universal y eter­
las relaciones entre el hombre y los na, en cuanto separable de los medios
otros seres, o sea la totalidad de un expresivos por los cuales toma cuerpo
campo de relaciones. Véase t o d o ; u n i ­ como fenómeno artístico.
v erso .
a) La doctrina de la M. como ciencia
de la armonía y de la armonía como
Mundo e x te rn o , véase REALIDAD. orden divino del cosmos nació con los
pitagóricos. "Los pitagóricos, que Pla­
Mundo moral (alem. moralische Welt). tón sigue a menudo, dicen que la M.
Expresión aplicada por Kant a la "sim­ es armonía de contrarios y unificación
ple idea” (que como tal está privada de los muchos y acuerdo entre los dis­
de realidad) de "un mundo conforme cordantes” (Filolao, Fr., 10, Diels). La
826
Música

función y los caracteres de la armonía descubriéndolos como divinos y eter­


musical son los mismos que la fun­ nos, porque con su ayuda habían sido
ción y los caracteres de la armonía cós­ ordenadas todas las cosas supremas”
mica y la M. es, por lo tanto, el medio (De Ordine, II, 14). En las Bodas de
directo para elevarse en el conocimien­ Mercurio y la fitología, Marciano, hacia
to de esta armonía. Platón incluía, por mediados del siglo v, incluyó a la M.
lo tanto, a la M. entre las ciencias pro­ entre las artes liberales, (reducidas a
pedéuticas y le daba el cuarto lugar siete) y con ello la estableció como uno
(después de la aritmética, la geome­ de los pilares de la educación medie­
tría plana y del espacio y la astrono­ val. Algunos días después, Dante com­
mía) y, por lo tanto, la consideraba paró a la M. con el planeta Marte, ya
como más cercana a la dialéctica y la que éste es "la más bella relación”
más filosófica (Fed., 61 a). Como cien­ porque está al centro de los otros pla­
cia auténtica, sin embargo, la M. no netas y es el más cálido porque su
consiste, según Platón, en buscar con calor es parecido al del fuego, así es
el oído nuevos acordes en los instru­ la M.: "la cual es totalmente relativa
mentos, ya que de este modo se ante­ según se ve en las palabras armoniza­
pondría el oído a la inteligencia (Rep., das y en los cantos, de los cuales re­
VII, 531 a). Los que lo hacen así "se sulta tanto más dulce la armonía cuan­
regulan como los astrónomos, porque to más bella es la relación” y la cual
buscan los números en los acordes ac­ "atrae hacia sí a los espíritus humanos
cesibles al oído, pero no consideran los que son casi principalmente vapores
problemas, no indagan cuáles números del corazón de manera que casi cesan
son armónicos y cuáles no y de dónde en toda operación" (Conv., II, 14). Lo
surge su diferencia” (Ibid., VII, 531 b- que aquí Dante denomina’ "relación”
c). Por esta posibilidad de pasar de los es la armonía de la que hablaban los
ritmos sensibles a la armonía inteligi­ antiguos y el carácter cósmico de la
ble, la M. es considerada por Plotino M. se expresa en su comparación con
como uno de los caminos para ascen­ uno de los astros mayores del uni­
der a Dios. "Después de las sonorida­ verso.
des, los ritmos y las figuras percepti­ b) La doctrir-' de la M. como auto-
bles por los sentidos —dice— el músico rrevelación del Principio cósmico tien­
debe prescindir de la materia en la de a considerar la i»x. por encima de
cual se realizan los acordes y las pro­ todas las otras artes o ciencias y a
porciones y aprehender la belleza de hacer de ella la más directa guía de
ellos en sí mismos. Debe aprender que acceso a lo Absoluto. Éstas son las ca­
las cosas que lo exaltan son entidades racterísticas propias de la concepción
inteligibles; tal es, en efecto, la ar­ romántica de la M., características que
monía: la belleza que está en ella es se encuentran bien destacadas en la
la belleza absoluta, no la particular. teoría de Schopenhauer. Según Scho-
Por esto, debe servirse de razonamien­ penhauer, en tanto que el arte en gene­
tos filosóficos que lo conduzcan a creer ral es la objetivación de la Voluntad
en cosas que tenía en sí sin saberlo” de vivir (que es el Principio cósmico
(Enn., I, 3, 1). infinito) en tipos o formas universales
Éstas fueron las consideraciones que (las Ideas platónicas) que cada arte re­
llevaron a incluir la M. en el número produce a su manera, la M. es revela­
de las "artes liberales” y que fueron ción inmediata o directa de la misma
fundamentales durante toda la Edad Voluntad de vivir. "La M. —dice— es
Media. San Agustín expone el paso de objetivación de la entera Voluntad e
la M. de la fase de la sensibilidad, en la imagen tan directa como el mundo o,
cual se ocupa de los sonidos, a la fase más bien, como resultan las Ideas, cuyo
de la razón, en que resulta contem­ fenómeno multiplicado constituye el
plación de la armonía divina. "La razón mundo de los objetos singulares. La M.
—dice— comprendió que en este grado, no es, por lo tanto, como las demás
tanto en el ritmo como en la armonía, artes, la imagen de las ideas, es más
reinan los números y conducen todo bien la imagen de la Voluntad misma,
a la perfección y observó entonces, con de la cual son objetividades también
la máxima diligencia, su naturaleza, las ideas. Por lo tanto, el efecto de
827
Música

la M. es más potente e insinuante ciones teóricas. Fue tomada como una


que el de las demás artes, ya que éstas definición objetiva científica de la M.
nos dan solamente el reflejo, en tan­ (cf. Hanslich, Vom Musikalisch-Schónen
to que aquélla nos da la esencia" (Die [“De lo bello musical”], 1854, la nota
Welt, 1819,1, § 52). La doctrina de Hegel final del cap. 1). Ésta fue la definición
coincide con esta exaltación de la M., de la M. en la que se inspiró la obra de
agregándole aún la importante deter­ Wagner que, en efecto, compartía la filo­
minación de la M. como expresión de sofía de Schopenhauer acerca de la mú­
lo absoluto en la forma del sentimiento sica. Friedrich Nietzsche a su vez fue,
(Gemüt). "La M. —dice Hegel— cons­ en su juventud, un discípulo de esta
tituye el punto central de la represen­ concepción, de la cual se separó a par­
tación que exprese lo subjetivo como tir de 1878 (con Humano, demasiado
tal, ya sea respecto al contenido, como humano) al entrever en la obra de Wag­
con referencia a la forma, ya que par­ ner, orientada nostálgicamente hacia
ticipa de la interioridad y sigue siendo el cristianismo, un abandono de los va­
subjetiva incluso en su objetividad.” lores vitales propios de la Antigüedad
En otros términos, no deja, como lo clásica y un espíritu de renuncia y de
hacen las artes figurativas, que la ex- resignación. Pero Nietzsche nunca se
teriorización quede libre de desarro­ separó del todo del concepto románti­
llarse por sí misma y de llegar a una co de la M. El ideal por él soñado, de
existencia por sí misma "sino que su­ una M. “meridional” (del tipo de la
pera la objetivación externa y no se de Bizet) conserva todavía la caracte­
inmoviliza en ella hasta hacer algo rística romántica de ser la expresión
externo que tenga existencia indepen­ del sentimiento, aunque lo fuera de un
diente de nosotros" (Vorlesungen über sentimiento situado “más allá del bien
die Aesthetik ["Lecciones sobre la es­ y del mal”. En efecto, escribió: “Mi
tética”], ed. Glockner, III, p. 127). Esto ideal sería una M. cuya mayor fascina­
quiere decir que en la M., a diferencia ción consistiera en la ignorancia del
de las otras artes, la forma sensible bien y del mal, una M. trémula a lo
por la que se manifiesta o expresa la más por alguna nostalgia de marinero,
Idea está totalmente superada como por alguna sombra dorada, por alguna
tal y disuelta en pura interioridad, en tierna remembranza; un arte que ab­
puro sentimiento. sorbiera en sí mismo, desde una gran
Desde este punto de vista, Hegel dice distancia, todos los colores de un mundo
que el sentimiento es la forma propia moral que va al ocaso, un rpundo que re­
de la M.: "La tarea fundamental de la sulta casi incomprensible, y la cual fue­
M. consiste en hacer resonar, no ya ra tan hospitalaria y profunda como pa­
la misma objetividad sino, por lo con­ ra acoger en sí a los prófugos tardíos”
trario, las formas y los modos por los (Jenseits von Gut und Bose, §255; trad.
cuales la subjetividad más interna del esp.: Más allá del bien y del mal, Ma­
yo y el alma ideal se mueve en sí mis­ drid, 1932). También actualmente se
ma” (Ibid., p. 129). Con el reconoci­ apela con frecuencia a la definición de
miento del sentimiento como forma la M. como expresión del sentimiento
propia de la M. y como justificación o, por lo menos, se la presupone como
de su superioridad, la teoría románti­ cosa segura y obvia (cf., por ejemplo,
ca de la M. había encontrado su de­ Dewey, Art as Experience, cap. 10;
finitiva expresión. La teoría de Kierke- trad. esp.: El arte como experiencia,
gaard que enuncia que la M. "encuen­ México, 1949, F. C. E.). En Italia ha con­
tra su objeto absoluto en la genialidad tribuido a reforzarla la doctrina cro-
erótico-sensual” (Aut Aut ["O lo uno ciana del arte como expresión del sen­
o lo otro”], Las etapas eróticas, etc.; timiento pero, como es evidente, esta
trad. franc., Prior y Guignot, p. 54) es doctrina no es más que la generaliza­
sólo una exageración de esta expre­ ción de la definición romántica de la
sión. La definición de la M. como arte música a todo el dominio del arte. Esta
de expresar "los sentimientos" o “las definición ha encontrado y encuentra
pasiones” mediante los sonidos, fue re­ aún frecuentes encamaciones en la fi­
petida infinitas veces y hasta se per­ gura del músico, sacerdote o profeta,
dió con ello el sentido de sus implica­ que sabe escuchar la voz de lo Absoluto
828
I

Música

y traducirla al lenguaje sonoro del sen­ cas musicales, un carácter que hace
timiento. Aún hoy se renuncia difícil­ de la M. un arte en el sentido moderno
mente al anhelo de esta configuración del término (véase e s t é t i c a ) . El con­
romántica de la M., la cual permite, cepto de técnica expresiva es expresa­
a los que la entienden, sentirse arre­ do por Kant mediante la noción de
batados por un horizonte místico en el "bello juego de sensaciones”, del que
cual los acordes musicales son palabras se vale para definir tanto la M. como
de una divinidad escondida. la técnica de los colores. Kant observa
2) La característica de la segundaque "no se puede saber con certeza
concepción fundamental de la M. es la si un color y un sonido son simples
identidad entre la M. y sus técnicas. sensaciones placenteras o si en sí mis­
Tal identidad fue expresamente aclara­ mos son un bello juego de sensaciones
da por Aristóteles, con el reconocimien­ que contengan en cuanto juego, por lo
to de la multiplicidad de las técnicas tanto, un placer que depende de su for­
musicales. "La M. —decía— no se prac­ ma en el juicio estético”. Algunos he­
tica con miras a un único tipo de bene­ chos, y especialmente la falta de sensi­
ficio que de ella puede resultar, sino bilidad artística en algunos hombres y
para múltiples usos, porque puede ser­ la excelencia de tal sensibilidad en
vir para la educación, para procurarse otros, llevan a considerar las sensacio­
la catarsis y, en tercer lugar, para el nes de los dos sentidos, vista y oído, no
reposo, alivio del alma y la suspensión como simples impresiones sensibles,
de las fatigas. De ello resulta que es sino como “el efecto de un juicio for­
necesario hacer uso de todas las armo­ mal en el juego de muchas sensacio­
nías, pero no de todas del mismo modo, nes”. En todo caso, "según se adopte
empleando para la educación las que una u otra opinión para juzgar el prin­
tienen un mayor contenido moral, para cipio de la M. será diferente la defini­
escuchar luego la M. que resulta de ción y se definirá, como lo hemos hecho
otras que incitan a la acción o inspi­ nosotros, como un bello juego de sensa­
ran a la emoción” (Pal., VIII, 7, 1341b ciones (del oído) o como un juego de
30 ss.). Estas consideraciones que, en sensaciones placenteras. Según la pri­
su aparente simplicidad, parecen ex­ mera definición la M. es considerada
cluir una interpretación filosófica de sin más como arte bello, la segunda en
la M., expresan en realidad el concepto cambio es considerada, por lo menos
de que la M. es un conjunto de téc­ en parte, como arte placentera" (Crít.
nicas expresivas, que tienen finalida­ del juicio, §51). El concepto de “bello
des o usos diferentes y que pueden ser juego de sensaciones” tiende ya a ex­
indefinida y oportunamente variados. presar una noción sintáctica de la M.
Y este concepto es, en realidad, el único y, en general, una noción por la cual
que ha ayudado y sostenido el des­ la investigación sintáctica puede ser di­
arrollo del arte musical. Reapareció en rigida libremente hacia todas las direc­
el Renacimiento y fue expresado por ciones (lo que está implícito en la pala­
Vincenzo Galilei: “Los hombres intro­ bra "juego”).
dujeron el uso de la M. por el respeto Hacia mediados del siglo xix esta no­
y la finalidad en que todos los eru­ ción se formuló más rigurosa y clara­
ditos están de acuerdo; y que no nace mente en el escrito de Eduard Hans-
más que de la voluntad de expresar lick, Lo bello musical (1854) que es
con la mayor eficacia los conceptos de hasta ahora una de las más importan­
su alma, en la alabanza a los dioses, tes obras de estética musical. Hanslick
a los genios y a los héroes —como toma posición en contra del concepto
sucede con el canto llano eclesiástico, romántico de la M. como "representa­
origen del canto a más voces—, para ción del sentimiento”. El objeto propio
imprimirlos con igual fuerza en la men­ de la M. es más bien lo bello musical,
te de los mortales, para su comodidad entendiéndose con ello "una belleza
y utilidad” (Dialogo delta M. antica e que, sin depender y sin tener necesidad
delta moderna, 1581; ed. Fano, 1947, de contenido exterior alguno, consiste
pp. 95-86). En estas palabras de Galilei únicamente en los sonidos y en sus
aparece asimismo claramente reconoci­ conexiones artísticas. Las ingeniosas
do el carácter expresivo de las técni­ combinaciones de los sonidos bellos, sus
829
Música

concordancias y oposiciones, sus huidas bres modos de tal creación. El último


y uniones, su crecer y morir, esto es es el intento más radical de liberación
lo que en libres formas se presenta a la de la lengua musical de la sintaxis tra­
intuición de nuestro espíritu y lo que dicional y se trata de la denominada
nos place como bello. El elemento pri­ M. atonal. Ésta no es más que la afir­
mordial de la música es la eufonía, su mación programática de la libertad del
esencia el ritmo" ( Vom Musikalische- lenguaje musical para elegir su propia
Schonen, III; trad. ital., 1945, p. 82). disciplina, la cual, en algún caso par­
Así entendida, la M. se identifica con ticular, puede ser también la tonal.
la técnica de realización. Dice Hanslick Dice a este propósito Schónberg: “La
a este respecto: "Si no se sabe reco­ emancipación de la disonancia, esto es,
nocer toda la belleza que vive en el ele­ su equiparación con los sonidos conso­
mento puramente musical mucha cul­ nantes (que en mi Harmonielehre
pa debe atribuirse al desprecio hacia lo [‘Teoría de la armonía’] explico por
sensible que en los antiguos estetas el hecho de que la diferencia entre con­
encontramos a favor de la moral y del sonancia y disonancia no es una dife­
sentimiento y en Hegel a favor de la rencia antitética sino gradual, y que,
idea. Todo arte parte de lo sensible por lo tanto, las consonancias son los
y se mueve en ello. La teoría del senti­ sonidos más cercanos al sonido funda­
miento desconoce este hecho, deja por mental y las disonancias los más le­
completo de lado el oír y toma en janos y que, por consiguiente, su com­
consideración inmediatamente el sen­ prensibilidad está graduada, siendo los
tir. Se piensa que la M. está hecha sonidos más cercanos más fácilmente
para el corazón y que el oído es una aprehendibles que los lejanos) resulta
cosa trivial” (Ibid., III, pp. 85-86). Por inconscientemente del supuesto de que
otro lado, Hanslick ha expresado tam­ su comprensibilidad puede estar garan­
bién con claridad el carácter que dife­ tizada al ser favorecida por determina­
rencia al lenguaje musical del lengua­ das circunstancias. Al no bastar el oído
je común. “La diferencia —dice— con­ por sf solo para reconocer y compren­
siste en esto: que en el lenguaje el der las relaciones y las funciones, tales
sonido es sólo un signo o sea un medio circunstancias se encontraron en el
para expresar algo completamente ex­ campo de la expresión y en el campo,
traño a este med.o, en tanto que en la hasta ahora poco considerado, de la
M. el sonido tiene importancia por sí sonoridad" ("Gesinnung oder Erkennt-
mismo, es decir, es finalidad por sí mis­ nis?”, 1926, en L. Rognoni, Espressionis-
mo. La belleza autónoma de las belle­ mo e dodecafonia, 1954, p. 249).
zas sonoras aquí, y el absoluto predomi­ Desde este punto de vista, se define
nio del pensamiento sobre el sonido la tonalidad de modo muy general co­
come sobre un puro y simple medio mo "todo lo que resulta de una serie
de expresión allá, se oponen de manera de notas, coordinada ya sea mediante
tan definitiva que una mezcla de los la referencia directa a una única nota
dos principios es una imposibilidad ló­ fundamental, ya sea mediante conexio­
gica" (Ibid., IV, p. 113). Sin embargo, nes más complicadas” (Harmonielehre,
este carácter no es propio solamente 1922, 3! ed., III, p. 488; en Rognoni,
del lenguaje musical, sino de todo len­ op. cit., p. 243). Alban Berg observó
guaje artístico, frente al lenguaje co­ que "la renuncia a la tonalidad 'ma­
mún. Véase e s t é t i c a . yor', ‘menor’ no implica en absoluto
Aun cuando la noción de M. a la que la anarquía armónica", porque "si bien
en forma explícita recurren y han re­ por la pérdida del ‘mayor’ y del ‘me­
currido músicos, críticos y estudiosos nor’ han llegado a faltar algunas posi­
de estética musical, sea todavía y siem­ bilidades armónicas, han quedado, em­
pre la de "representación del senti­ pero, todos los otros elementos esen­
miento", la noción de la M. como téc­ ciales de la M. verdadera y auténtica”
nica de una sintaxis de los sonidos ("Was ist Atonal” ["Qué es atonal"],
cuyas reglas pueden ser indefinidamen­ 1930, en Rognoni, op. cit., p. 290). Cual­
te variadas, es la que ha prevalecido quiera que sea el juicio de gusto que
en la práctica de la creación musical se quiera dar acerca de las obras mu­
y en la búsqueda de nuevos y más li­ sicales inspiradas en este programa, no
830
M u ta c ió n o m u d a n z a
M u ta c io n is m o
hay duda que el programa mismo no es la que presidió, hacia fines de la Edad
más que la liberalización de la lengua Media y en el Renacimiento, la géne­
musical y de sus técnicas de las tra­ sis de la M. moderna por cuanto se
bas de la sintaxis tradicional y el ca­ presentó desde el comienzo como bús­
mino hacia la búsqueda de nuevas for­ queda de técnicas expresivas, se puede
mas sintácticas que pueden también, entrever en ella la condición que ga­
a veces, coincidir con las tradicionales. rantiza a la M ., también ahora, su
La M. atonal es, por lo tanto, la rea­ capacidad de desarrollo.
lización en el campo de la M. de la
misma exigencia de liberación que en M u ta c ió n o m u d a n z a (ingl. change;
el campo de la pintura representa el franc. changement; alem. Veranderung;
abstraccionismo y, como este último, ital. mutamento). 1) Lo mismo que mo­
pretende prescindir de las formas esta­ vimiento, 1 (véase).
blecidas o reconocidas de la represen­ 2) Lo mismo que alteración (véase).
tación o de la percepción y de tal ma­ M u ta c io n is m o (ingl. mutationism; franc.
nera la M. pretende prescindir de las mutationisme; a l e m. mutationismus;
formas establecidas y reconocidas de ital. mutazionismo). 1) Lo mismo que
la armonía musical. Una y otra van evolucionismo (véase).
en busca de nuevas disciplinas, de nue­ 2) La doctrina que explica la trans­
vas formas sintácticas para el logro formación de las especies vivientes,
de sus técnicas expresivas. Y una y una en otra, con la irrupción de peque­
otra presuponen (aun sin tener siem­ ñas mutaciones bruscas y hereditarias
pre un concepto claro) la noción del que se producirían por azar en el curso
arte como "técnica de la expresión”, de una o más generaciones.
entendiéndose por expresión las for­ Esta doctrina fue presentada por De
mas libres y finales de la sintaxis lin­ Vries en la obra La teoría de las muta­
güística. Ya que fue esa noción de M. ciones (1901).

831
I

N
N. La lógica de Lukasiewicz usa la le­ en hábitos imposibles de desarraigar,
tra N para indicar la negación, que por que lo hacen morir de aburrimiento en
lo común se simboliza mediante ~ , otros pueblos, a pesar de hallarse en me­
de tal manera Np significa ~ p (cf. A. dio de placeres de los que estaba pri­
Church, Introduction to Mathematical vado en su país" (Considér. sur le gou-
Logic, n. 91). vernement de Pologne, III). Pero fue
sobre todo en la época de la restaura­
N a c io n a lis m o (ingl. nationalism; franc. ción posnapoleónica cuando el concep­
nationalisme; a 1e m . Nationalismus; to de nación comenzó a tomar impor­
ital. nazionalismo). El concepto de na­ tancia dominante como uno de los pro­
ción comenzó a formarse a partir del ductos o el producto fundamental de
de pueblo, que dominó en la filosofía esa "tradición", a la que, en ese pe­
política del siglo xvm, cuando se acen­ riodo, se atribuía el origen y la con­
tuó, con este concepto, la importancia servación de todos los valores funda­
de los factores naturales y tradiciona­ mentales del hombre. Los Discursos a
les en perjuicio de los voluntarios. El la nación alemana (Reden au die deut-
pueblo (véase) está constituido esen­ sche Nalion, 1908) de Fichte, que son
cialmente por la voluntad común, que el primer documento del nacionalismo
es la base del pacto originario; la na­ alemán, ven en el pueblo alemán “al
ción está constituida esencialmente por pueblo que tiene derecho de llamarse
nexos independientes de la voluntad de el pueblo sin más, a diferencia de las
los individuos; la raza, la religión, la ramas que de él se separaron, como
lengua y todos los demás elementos lo indica, por lo demás, la palabra
que pueden comprenderse bajo el nom­ alemán, por sí misma" (Reden, VII),
bre de “tradición". A diferencia del y consideran asegurado, mediante la
"pueblo", que no existe sino por la deli­ misma providencia de la historia, el por­
berada voluntad de sus miembros y venir de este pueblo superior. Mediante
como efecto de esta v luntad, la na­ la noción de "espíritu de un pueblo”,
ción nada tiene que ver con la voluntad Hegel llegó a la total elaboración del
de los individuos: es un destino que concepto de nación. "El espíritu de un
grava sobre ellos y al cual no pueden pueblo —decía Hegel— es un todo con­
sustraerse sin traición. En estos tér­ creto: debe ser reconocido en su deter­
minos, la nación comenzó a ser con­ minación... Se desarrolla en todas las
cebida claramente sólo a principios del acciones y en todas las direcciones de
siglo xix y el nacimiento del concepto un pueblo y se realiza hasta lograr go­
coincide con el nacimiento de esa fe zar de sí mismo y comprenderse a sí
en los genios nacionales y en los desti­ mismo. Sus manifestaciones son reli­
nos de una nación en particular, que gión, ciencia, arte, destinos, hechos.
se denomina nacionalismo. Todo esto, y no el modo por el cual
El concepto de pueblo permaneció li­ un pueblo está determinado por natu­
gado a los ideales cosmopolitas del si­ raleza (como podría sugerir la deriva­
glo xvm. Pero ya en Rousseau se en­ ción de natío de nasci) suministra al
cuentra la condena de estos ideales y pueblo su carácter" (Phil. der Geschich-
la sujeción de Rousseau al concepto de te [Filosofía de la historia], ed. Lasson,
ciudad-estado, tal como se realizó en la p. 42). En el espíritu de un pueblo se
Grecia antigua, lo llevó a condenar encarna cada cierto tiempo el Espíritu
el idealismo del siglo xvm. Al mismo del mundo, la Razón universal que pre­
tiempo, esta adhesión anacrónica, lo side los destinos del mundo y determi­
condujo a exaltar el valor del estado na la victoria del pueblo, que es la
nacional. "Son las instituciones nacio­ mejor encamación de sí misma. En
nales —afirmó— las que forman el ge­ este concepto del espíritu del pueblo
nio, el carácter, los gustos y las cos­ como encarnación o manifestación de
tumbres de un pueblo, las que lo hacen Dios en el mundo y, por lo tanto, del
ser él y no otro, las que le inspiran carácter fatal y providencial de la vida
ese ardiente amor de patria fundado histórica de la nación, están ya com­
«32
I

Nada

prendidos todos los elementos del N. ideales universalistas de la Ilustración,


europeo del siglo xix y de cualquier N. pero tiende, sin embargo, a afirmarse
En Italia, Mazzini intentó conciliar en otras regiones del globo terrestre,
los ideales universalistas de la Ilus­ a las cuales sólo se les puede desear
tración con el N. y vio en la "misión” que recojan el tesoro de la experien­
propia de una nación el modo por el cia cultural e histórica de la vieja Eu­
cual puede servir al fin general de ropa.
la humanidad. Ésta es una síntesis más
bien incoherente, pero evitó esa exalta­ Nada (gr. gT)8év, xó gr) óv; lat. nihil;
ción de la fuerza que tan a menudo ingl. nothing; franc. néant; alem.
habría de encontrarse más tarde en el Nichts; ital. nutta). En la historia de
N. europeo. Gian Domenico Romagnosi la filosofía se han intercalado dos con­
fue el primero en suministrar una teo­ cepciones de la N .: 1) la N. como no-
ría jurídica del estado nacional en este ser; 2) la N. como alteridad o nega­
sentido (Detla costituzione de una mo- ción. Estas dos concepciones tienen sus
narchia nazionale rappreserttativa, 1815), más notables representantes en Parmé-
teoría que P. S. Mancini tomó más nides y Platón, respectivamente. Par-
tarde como fundamento del derecho ménides afirmó que "la N. no es” (Fr.,
internacional (Detla nazione come fan­ 6, 2) y que "no se puede ni conocer
damento del diritto delle genti, 1851). ni expresar” (Ibid., 4). Platón, decidién­
En Francia, la afirmación del N. se liga dose por una especie de "parricidio”
sobre todo a la obra del historiador respecto a Parménides (So/., 242d), ad­
Michelet que cen el libro Le Peuple mitió el ser del no-ser y definió la N.
(1843) ofreció uno de los principales como alteridad. "Resulta —escribió—
documentos del N. profetizante. En Ale­ que hay un ser del no-ser, tanto para
mania, otro historiador, Treitschke, em­ el movimiento como para todos los gé­
prendió la ilustración y la defensa del neros, ya que en todos los géneros la
N. alemán, que estuvo ligado desde su alteridad, que hace a cada uno de ellos
origen a la política de fuerza de Bis- diferente de sí mismo, hace un no-ser
mark y luego a la de Guillermo II. En del ser de cada uno y de tal manera
Rusia, por último, Dostoievski se hizo diremos corr ñámente que todas las
profeta del N. ruso (cf. Hans Kohn, cosas no son y al mismo tiempo son y
Prophets and Peoples, 1946; trad. ital., participan del ser” {Ibid., 256 d). Así,
1949; The Idea of Nationalism, New en tanto que para Parménides la N.
York, 1944; trad. esp.: Historia del na­ es un no-ser absoluto, y por lo tanto no
cionalismo, México, 1949, F. C. E.). Tan­ pensable ni expresable en modo algu­
to la primera como la segunda Guerra no, para Platón la N. es la alteridad
Mundial se han librado bajo la insig­ del ser, esto es, la negación de un
nia del N. La segunda, bajo la insignia ser determinado (del movimiento, por
de un N. que había perdido todo con­ ejemplo) y la indefinida referencia a
tacto con el universalismo del siglo x v i i i otro género del ser (a lo que no es
y reconocía en la fuerza el único signo movimiento).
decisivo acordado por la Providencia 1) Gorgias apoyó la tesis de Parmé­
histórica a la nación por ella favoreci­ nides al afirmar que “la N. no es,
da. Esta idea, que el fascismo italiano porque si existiera sería al mismo tiem­
y el nacional-socialismo alemán se ha­ po no-ser y ser; no-ser en cuanto pen­
bían hecho propia, no era una idea saba como tal y ser en cuanto seria
nueva, era la vieja idea hegeliana y no-ser” (Fr., 3, 26). La N. definida por
romántica que enunciaba el privilegio estas proposiciones, es la N. absoluta,
que el Espíritu del mundo acuerda a esa "cierta idea negativa de la nada,
la nación en la que de preferencia se o sea de lo que es infinitamente lejano
encama, ya que el único signo de este de toda suerte de perfección” de que
privilegio es, precisamente, la fuerza hablara Descartes, oponiéndola a Dios,
victoriosa que tal nación puede ejercer qúe incluye todas las perfecciones
sobre las demás. Este N. profético no {Méd., IV), o ese "concepto vacío sin
se encuentra ya en los pueblos europeos objeto” que es la negación del "más
que, debido a la lección de las dos gue­ alto concepto en el cual se suele fun­
rras, han vuelto de nuevo hacia los dar una filosofía trascendental”, o sea
833
Nada

del objeto de que hablaba Kant (Crít. mismo sentido caracteriza la materia
R. Pura, Anal, de los Princ., Nota a la San Agustín: "Si se pudiera decir que
Anfibolia de los conceptos de la re- la N. es y no es algo, diría que ésta
flexión). De la N. así entendida se ha es la materia" (Conf., XII, 6, 2).
hecho un uso teológico y metafísico El tercer uso es propio de la filosofía
sobre todo: por un lado, ha servido moderna y está dirigido a resolver el
para definir a Dios, cuando se ha que­ ser en el devenir o la posibilidad en
rido insistir acerca de su heterogenei­ imposibilidad. A la primera finalidad
dad con relación al mundo o para de­ se dirige la concepción de la N. soste­
finir la materia, cuando se ha querido nida por Hegel, quien observa correc­
insistir acerca de su heterogeneidad tamente que el viejo dicho, Ex nihiío
con relación a las cosas, y por otro nihil fit, no expresa más que la nega­
lado, ha servido para introducir en el ción del devenir y afirma contra esta
ser una condición o un elemento que negación la indisolubilidad y la con­
explicara determinados caracteres su­ vertibilidad recíproca del ser y de la
yos. nada. “Del ser y de la N. —escribe—
El primer uso se encuentra con fre­ debe decirse que en ningún lugar, ni
cuencia en la teología negativa. Ya en el cielo ni en la tierra hay algo
Scoto Erígena identificó a Dios con la que no contenga en sí tanto al ser como
N. porque Dios es Superessentía (o a la nada. Sin duda, en cuanto se ha­
sea, está por sobre la sustancia) y por­ bla de una determinada cosa y de algu­
que la N. es, por otra parte, “la nega­ na cosa real, esas determinaciones no
ción y la ausencia de toda esencia o se encuentran ya en su verdad com­
sustancia, y, por lo tanto, de todas las pleta, en la que están como ser y como
cosas creadas en la naturaleza” (De N., sino que se encuentran en una de­
divis. nat., III, 19-21). Esta doctrina fue terminación ulterior y entendidas co­
muy repetida durante la Edad Media; mo positivo y negativo, por ejemplo...
y N., "N. de la N." o "quintaesencia Pero lo positivo y lo negativo contie­
de la N." se llama a Dios en el Zohar, nen, el primero el ser y el segundo
uno de los libros de la cábala (cf. Sé- la N. como base abstracta de ellos. Así
rouja, La Kabbate, París., 1957, p. 322). hasta en Dios la cualidad, o sea la
Dios fue denominado "una N. super- actividad, la creación, la potencia, etc.,
presente” por el Maestro Eckhart (Op., contiene esencialmente la determina­
ed. Pfeiffer, p. 139) y, "una N. eterna” ción de lo negativo; estas cualidades
por Boehme (Mysterium Magnum, I, consisten en la producción de otro"
2). En todas estas declaraciones, la N. (Wissenschaft der Logik [“La ciencia
expresa la negación total de las for­ de la lógica”].. I, sec. I, cap. I, C, nota I;
mas de ser conocidas, que se consi­ cf. Ene., §87). La característica de una
deran inadecuadas a la naturaleza de doctrina semejante es el teorema que
Dios. enuncia que la N. es el fundamento
Al segundo uso del concepto de N. de la negación y no ya la negación de la
recurrieron los neoplatónicos, para acen­ N. Este teorema es expresado por He­
tuar la diferencia entre la materia y gel en el fragmento citado, cuando dice
las cosas, esto es, entre el carácter que lo positivo y lo negativo contienen
informe de la una y las determinacio­ la N. como base abstracta. En la filo­
nes de las otras. Así para Plotino la sofía contemporánea el mismo teorema
materia es el no-ser, porque está pri­ es explícitamente expuesto por Heideg-
vada de corporeidad, de alma, de inte­ ger. “Es la N. —dice— el origen de la
ligencia, de vida, de forma, de razón, negación y no lo contrario” (Was ist
de límite, de potencia, o sea de todos Metaphysik”, 1949, 5? ed., p. 33; trad.
los caracteres que el ser posee. "Es ne­ esp.: “¿Qué es metafísica”, en Cruz y
cesario decir —afirma Plotino— que Raya, Madrid, sept. 1933). Desde este
es no-ser, pero no en el sentido del punto de vista, la N. es “la negación
movimiento que no es la quietud o a radical de la totalidad de lo existente”
la inversa, sino que es verdaderamen­ (Ibid., p. 27), o sea, es N. absoluta.
te el no-ser, una imagen o fantasma Pero al mismo tiempo constituye el
de la masa corpórea y una aspiración fundamento del ser y del ser del hom­
a la existencia” (Enn., III, 6, 7). En el bre precisamente, en cuanto este ser
834
Nada

es cadente (hinfalting). El estado de su totalidad. Es evidente lo que estas


caída del ser del hombre es vivido en la especulaciones acerca de la N. preten­
situación emotiva de la angustia. "Lo den sugerir: el ser propio del hombre,
existente no es, en efecto, destruido en cuanto constituido por posibilida­
por la angustia como para que quede, des, que como tales pueden no reali­
así, la N. ¿Cómo podría suceder en otra zarse y que en todo caso excluyen al
forma, dado que la angustia se encuen­ ser completo o total y que se mani­
tra en la mayor impotencia frente a fiestan, por lo tanto, de modo eminen­
lo existente en su totalidad? En rea­ te en la duda, en el problema, en la
lidad la N. se revela justo con lo exis­ proyección, etc., es la N. de la totali­
tente y en ello, en cuanto éste se nos dad del ser. Se trata, por lo tanto, de
escurre y se diluye en su totalidad” especulaciones que quieren definir lo
(Ibid., p. 31). Esto significa que la N. finito (la limitación propia de la exis­
es vivida por el hombre en cuanto el tencia humana) sirviéndose de dos infi­
ser del hombre (la existencia) no es y nitos: el todo y la N.
no puede ser todo el ser: el ser del 2) La segunda concepción fundamen­
hombre consiste en no ser el ser en su tal de la N., cuyo principal represen­
totalidad, o sea en la N. del ser. Por tante es Platón, considera la N. como
lo tanto, Heidegger dice que la N. es la alteridad o negación. Para esta con­
misma anulación ("Es precisamente cepción no existe una “N. absoluta”, es
la N. misma la que anula"; Ibid., p. 31) decir, una N. que sea, en la termino­
y que esto es “la condición que hace logía kantiana, la negación de todo
posible la revelación de lo existente objeto. Para esta terminología, la N.
como tal en nuestro ser ahí’’ {Ibid., es sólo privación de algo, como la som­
p. 32). bra o el frío {nihil privativum) o un
El problema y la búsqueda del ser ente imaginario (ens imaginarium) o
nacen del hecho de que el hombre no el objeto de un concepto que se contra­
es todo el ser, o sea que su ser es dice a sí mismo {nihil negativum)
la N. de la totalidad del ser. Sartre (Crít. R. Pura, Anal, de los Principios.
sustituye la noción de existencia por Nota a las anfibolias de los conceptos
la de conciencia, pero sigue entendien­ de la reflexio*,). Desde este punto de
do con ella al ser del hombre que es la vista, la N. es un -'bjeto (en el senti­
N. del ser y termina así repitiendo los do más general de la palabra) y hay
conceptos de Heidegger. "La N. no es una noción de la N., a diferencia de
—dice— la N. ha sido; la N. no se anu­ lo que pensaba Wolff al definirla como
la, la N. ha sido anulada. Queda, por lo "aquello a lo que no corresponde noción
tanto, el hecho de que debe existir un alguna" (Ont., §57). En este sentido te­
ser —que no podría ser lo en sí— que nía razón el viejo Fredegiso de Tours (si­
tiene por propiedad la de anular a la glo ix) al afirmar que la N. es algo,
N., de regirla con su ser, de sostenerla ya que, según decía, “si alguno dice
perpetuamente con su misma existen­ que le parece que la N. no existe, esta
cia: un ser por el cual la N. llega a misma negación lo llevará a reconocer
las cosas” (L’&tre et le néant, p. 58). que la N. es algo desde el momento
Este ser es la conciencia que, estando en que dice: ‘Me parece que la N. es N.’
constituida por posibilidades, está siem­ es equivalente a decir ‘Me parece que es
pre abierta hacia la N. "Una posibili­ algo” ’ {De Nihito et Tenebris, en P.L.,
dad queda siempre abierta para que se 105, col. 751). Esto significa que, desde
revele como una N. Pero del hecho mis­ el momento que se habla de la N. aun­
mo de que se plantee que algo existen­ que sea para decir que es N., la N.
te puede siempre disolverse en N., es algo de lo que se habla, o sea, un ob­
toda cuestión presupone que se realice jeto en general. Consideraciones de esta
un retroceso anulador, en relación al naturaleza pueden parecer puramente
dato, y resulta una simple presentación dialécticas, pero conservan su valor
que oscila entre el ser y la N." {Ibid., también en la lógica contemporánea
p. 59). De este modo, el hombre tiene la (cf. Geymonat, Saggi di filosofía neo-
posibilidad de circunscribir "una N. que razionalistica, Turín, 1953, pp. 101 ss.).
lo aísle”, o sea de ponerse fuera del Este concepto de la N. no ha tenido,
ser, para interrogarlo y sustraerse a sin embargo, mucho éxito entre los
835
Narciaümo
Natural
filósofos y es comprensible que así (ingl. narcissism; franc. nar-
N a rc isis m o
sea, ya que no se presta a un uso teo­ cissisme; alem. N a r z iss is m u s ; ital.
lógico o metafísico. Su mejor ilustra­ narcisismo). 1) Según Plotino, el mito
ción en la filosofía contemporánea es de Narciso significa la situación del
la dada por Bergson: "La idea de abo­ hombre que, no sabiendo llevar la be­
lición o de N. parcial se forma en el lleza dentro de sí, la busca en las cosas
curso de la sustitución de una cosa por externas e inútilmente intenta abrazar­
otra desde el momento en que tal sus­ la en ellas (Enn., I, 6, 8; V, 8, 2). Esta
titución es pensada por un espíritu que interpretación adquiere relieve por la
preferiría mantener la cosa antigua en preocupación fundamental de Plotino,
el puesto de la nueva, o que por lo me­ que es la de la búsqueda interior o de
nos concibiera esta’ preferencia como la interioridad de conciencia (véase).
posible. Desde el punto de vista sub­ A veces, en autores modernos, se ha
jetivo implica una preferencia, desde invertido el significado del mito: el nar­
el punto de vista objetivo una susti­ cisismo representaría no ya la inutili­
tución y no es más que una combina­ dad de la tentativa de buscar en lo
ción o más bien una interferencia en­ externo lo interno, sino el auténtico
tre el sentimiento de preferencia y esta destino del hombre que es el de pro­
idea de sustitución” (Év. créatr., 8? ed., yectar fuera de sí y de amar como tal
1911, pp. 305-306). Esto significa que lo que está en su interior (cf. Lavelle,
se dice que "no hay N.” cuando no L’erreur de Narcisse, 1939).
existe la cosa que esperábamos encon­ 2) Una fase o un modo de la sexuali­
trar o que podría existir y que la idea dad, según el psicoanálisis. En este sen­
de la N. absoluta es una "seudo-idea", tido, véase s e x o .
tan absurda como la idea de un círculo
cuadrado (Ibid., p. 307). Se puede in­ N a tiv ism o , véase innatismo.
sistir un poco menos acerca del as­
pecto subjetivo de este concepto de (gr. qwmcó?; lat. n a t u r a l i s ;
N a tu r a l
la N. y más en el aspecto objetivo y ingl. n a t u r a t ; franc. naturel; alem.
así se puede decir, por ejemplo, que naíiirlich; ital. naturale). Los usos de
la N. expresa la negaciór o la ausencia este adjetivo corresponden a los signi­
de una posibilidad determinada o de ficados fundamentales del término na­
un grupo de posibilidades, sin recurrir turaleza.
a la noción de preferencia o de susti­ 1) En correspondencia con el primer
tución, pero el análisis de Bergson si­ significado, N. es lo producido por el
gue siendo sustancialmente correcto, principio del movimiento, o bien lo que
tanto en su tesis positiva como en la se produce por sí o espontáneamente.
negativa. Por lo demás, está conforme En este sentido se ha hablado de "de­
con el concepto que de la negación recho N.” que es el derecho que con­
tienen los lógicos contemporáneos, por siste en conformarse al orden espontá­
ejemplo, con el que Camap expuso con neo de la naturaleza, o de "religión
motivo de una famosa crítica al concep­ N.” que es la religión que la naturaleza
to de la N. formulado por Heidegger, misma revela a la razón o al corazón
concepto en el cual veía resumirse to­ del hombre.
dos los defectos de la metafísica. Car- 2) En relación al segundo significa­
nap afirmó e n t o n c e s que la única do de naturaleza, se llama N. a lo que
noción de N. lógicamente correcta es reingresa al orden necesario de la na­
la negación de una posibilidad deter­ turaleza, en cuanto se distingue del
minada; que decir “No hay N. fuera” orden sobrenatural, querido o estable­
significa "No hay cosa alguna que esté cido directamente por Dios.
fuera” "~ ( 3 jc) x está fuera" (Uber- En el ámbito de ambas significacio­
windung der Metaphysik" ["Superación nes N. se opone también a artificial, en
de la metafísica"], en Erkermtnis [Co­ cuanto es lo que es producto de la cau­
nocimiento], II, 1932, pp. 229 ss.). Ya salidad de la naturaleza, fuera del ar­
que la negación de que algo esté fuera bitrio humano.
implica que algo podía estar fuera, la 3) En correspondencia con el tercer
negación es, en este sentido, la exclu­ significado de naturaleza se habla, por
sión de una determinada posibilidad. ejemplo, de "cosas N.” para decir "co­
8 3 6
1

Naturaleza

sas extemas” y de "causalidad N.” nición pueden ser reducidos todos los
para decir “causalidad extema”. significados del término (Met., V, 4,
4) Las ciencias N. se denominan ac­ 1015 a 13). En este sentido la N. es no
tualmente así en relación sobre todo sólo causa, sino causa final (Fís., II, 8,
con el significado 4 de la palabra na­ 199 b 32). La tesis del finalismo de la
turaleza. N. se encuentra por lo común ligada
a este concepto.
N a tu ra le z a (gr. <pi5ais; lat. natura; ingl. Tal concepto, que es, en suma, la
n a tu re ; franc. n a tu re ; alem. Natur; síntesis de los dos conceptos fundamen­
i tal. natura). Para definir este término tales de la metafísica aristotélica, los
se ha usado un conjunto de conceptos, de sustancia y de causa, dominó por
emparentados de diferente manera en­ mucho tiempo en la especulación occi­
tre sí, Los principales son los siguien­ dental y nunca ha sido abandonado del
tes: 1) el principio del movimiento o todo a favor de conceptos diferentes y
la sustancia; 2) el orden necesario o la concurrentes. Por su causalidad, la N.
relación causal; 3) la exterioridad, en es el poder creador mismo de Dios: es
cuanto se opone a la interioridad de N. creadora. Pero dado que tal causa­
la conciencia; 4) el campo de encuen­ lidad es inherente a las cosas que pro­
tro o de unificación de determinadas duce, la N. es la totalidad misma de
técnicas de investigación. estas cosas, es N. creada. Esta distin­
1) La interpretación de la N. como ción que se encuentra en Scoto Erí-
principio de vida y de movimiento de gena, aunque sin sus términos pertinen­
todas las cosas existentes es la más tes (De Divis. nat., III, 1), fue introdu­
antigua y venerable, y ha informado el cida en la escolástica latina por Ave-
uso corriente del término. "Dejar ha­ rroes (De Cael., I, 1) y ampliamente
cer a la N.”. “abandonarse a la N." aceptada (cf. Santo Tomás, S. Th., II,
"seguir a la N.”, etc., son expresiones 1, q. 85, a. 6). Spinoza no hizo más que
sugeridas por el concepto de que la N. exponerla nuevamente casi en los mis­
es un principio de vida que atiende a mos términos (Eth., I, 29, scol.). En
los seres en los que se manifiesta. En esta distinción, el concepto de N. crea­
este sentido, la N. fue definida explí­ da se relaciona precisamente con el
citamente por A r i s t ó t e l e s . “La N. otro significado sube "dinado, que es el
—dice— es el principio y la causa del de la N. como el universo o el con­
movimiento y la calma de la cosa a la junto de las cosas naturales, concepto
cual es inherente al principio y por sí, que coexiste (porque es su resultado)
no accidentalmente” (Fís., II, 1, 192 b con el de la N. como principio de mo­
20). La exclusión de la accidentalidad vimiento y coexiste también, según se
sirve, como lo explica el propio Aristó­ verá, con el de la N. como orden, por­
teles, para distinguir la obra de la N. que designa en este segundo caso a la
de la obra del hombre. La N. puede N. “material” (materialiter spectata).
ser también la materia, si se admite, La exaltación especulativa que de la
como lo hacían los presocráticos, que N. hizo el naturalismo del Renacimien­
la materia tiene en sí misma un prin­ to apeló al concepto de la N. creadora
cipio de movimiento y de cambio, pero o universal. Nicolás de Cusa decía:
en verdad es este principio, por lo tan­ "Es el Espíritu difuso y contraído por
to, la forma o la sustancia de la cosa, todo el universo y por todas sus partes
en virtud de la cual la sustancia mis­ en particular, lo que se denomina N.
ma se desarrolla y resulta lo que es La N. es, por lo tanto y de cualquier
(Fís., II, 1, 193 a 28 ss.). Éste es el mo­ modo, la complicación de todas las co­
tivo por el cual la N. adquiere el sig­ sas que se generan a través del movi­
nificado de forma o sustancia o esencia miento” (De docta ignor., II, 10). Y
necesaria: una cosa posee su N. al lo­ Giordano Bruno afirmaba: “La N. es
grar su forma, cuando es perfecta en Dios mismo o es la virtud divina que
su sustancia. En conclusión, la mejor se manifiesta en las cosas” (Summa
definición de la N. es, según Aristóte­ Termirvorum, en Op. latine, IV, 101). En
les, la siguiente: "La sustancia de las el mismo sentido Spinoza identificó a
cosas que tienen el principio del movi­ la N. con Dios (Eth., I, 29, scol.). Este
miento en sí mismas” y a esta defi­ concepto de la N. se mantuvo durante
837
Naturaleza

el siglo xviii y fue r e a f i r m a d o por y Galileo, es el de un orden necesario,


Wolff (Cosm., § 503-506) y por Baum- de carácter matemático, que la cien­
garten (Met., § 430). Cuando en el mis­ cia debe buscar y describir. "La nece­
mo siglo se comenzó a oponer la N. al sidad —decía Leonardo— es tema e
hombre y se propugnó por el "retomo inventora de la N. y freno y regla
a la N.”, la N. a la que se apelaba eterna” (Works, ed. Richter, n. 1135).
era aún la del viejo concepto aristoté­ Galileo a su vez consideraba que la N.
lico, o sea, un principio rector ínsito es el orden del universo, un orden
en el hombre en la forma de instinto. que es único y que nunca ha sido ni
Tal fue el concepto que de la N. tuvo será diferente (Op., VII, p. 700). La in­
Rousseau (De Vinégalité parmi les hom- sistencia acerca de la N. como orden
mes, I). Este concepto ha pasado a y necesidad va acompañada de la ne­
ser patrimonio común de nuestro mun­ gación del finalismo de la N. misma
do y, por lo tanto, asoma a menudo, que es, en cambio, la característica de
sin hacerse notar, en las más elabora­ la primera concepción (véase finalis-
das concepciones filosóficas. mo ). Este concepto de la N. fue fun­
Como se ha visto, comprende tres damento de la ciencia moderna en todo
conceptos coordinados o equipolentes: su periodo clásico. "La N. es totalmen­
a) la N. como causa (eficiente y fi­ te consonante y conforme consigo mis­
nal); b) la N. como sustancia o esencia ma”, decía Newton ( O p t i c k s , 1704,
necesaria; c) la N. como totalidad de III, 1, q. 31), pero fue Boyle quien tuvo
las cosas. las ideas más claras acerca de este
2) La segunda concepción fundamen­punto, al afirmar explícitamente: "La
tal de la N. es la que la entiende como N. no debe ser considerada como un
orden y necesidad. El origen de esta agente distinto y separado, sino como
concepción se encuentra en los estoi­ una regla o más bien como un sistema
cos, quienes decían que "la N. es la de reglas, según las cuales los agentes
disposición para moverse por sí según naturales y los cuerpos sobre los cua­
las razones seminales, disposición que les obran, están determinados por el
lleva a cumplimiento y mantiene uni­ Gran Autor de las cosas para obrar y
das a todas las que de ella nacen en partir". Ésta fue la concepción de la
tiempos determinr los y coincide con N. aceptada por Kant. "Con la expre­
las cosas mismas de las cuales se dis­ sión ‘N7 (en sentido empírico) enten­
tingue” (Dióg. L., VII, 1, 148). En esta demos la relación de los fenómenos,
definición se acentúa la regularidad por su existencia según reglas necesa­
y el orden del devenir que la N. pre­ rias o leyes. Hay, por lo tanto, ciertas
side. Con este concepto de N. se rela­ leyes, y leyes a priori que hacen po­
ciona la noción de ley natural, que sible ante todo una N.; las leyes em­
tuvo tanta importancia desde la Anti­ píricas pueden estar y ser descubiertas
güedad hasta el siglo xix en la moral sólo mediante la experiencia y, por lo
y en el derecho (véase). En efecto, la tanto, tras las leyes originarias por las
ley de N. es la regla de comportamien­ cuales comienza a ser posible la expe­
to que el orden del mundo exige sea riencia misma” (Crít. R. Pura, Anal, de
respetada por los seres vivientes, regla los Principios, cap. II, sec. 3, Tercera
cuya realización estaba confiada, se­ analogía). Kant, en otro orden de co­
gún los estoicos, ya sea al instinto (en sas, distingue entre la N. materialiter
los animales) o a la razón (en el hom­ spectata y la N. formaliter spectata: la
bre) (Dióg. L., VII, 1, 85). El aristo- primera sería "el conjunto de todos los
telismo del Renacimiento retoma el fenómenos” ; la segunda sería "la re­
concepto de la N. como orden. En el De gularidad de los fenómenos en el espa­
Fato, Pietro Pomponazzi defendió ex­ cio y en el tiempo” (Ibid., § 26). Pero
plícitamente, en el siglo xvi, el lato la primera no es más que el material
estoico, o sea la necesidad absoluta del al cual se aplica la segunda y el con­
orden cósmico establecido por Dios. Y cepto de la N. sigue siendo, por lo tan­
el pensamiento que se encuentra como to. el de una regularidad debida a
la base de las primeras manifestacio­ leyes (Prol., § 14). Esta doctrina se ha
nes de la ciencia moderna, o sea en las repetido numerosas veces en la filoso­
obras de Leonardo, Copémico, Kepler fía moderna y contemporánea. Entre
B38
Naturaleza

sus últimos sostenedores se puede men­ que de su concepto falta de suyo toda
cionar a Whitehead, que entiende por forma”. Hegel reconoce que la N. está
N. "un conjunto de entes en relación”, sujeta a “leyes eternas”, pero esto no
con lo que destaca la relación y atri­ la salva: la N. es peor que el mal.
buye a la filosofía natural la tarea de "Cuando la accidentalidad espiritual, el
"estudiar cómo se conectan los dife­ arbitrio, llega hasta el mal, el mal es
rentes elementos de la N." (The Con- algo infinitamente más alto que los mo­
cept of Nature, 1920, cap. I-II; trad. vimientos regulares de los astros y la
i tal., pp. 13, 28). inocencia de las plantas, porque aquel
3) La tercera concepción de la N. es que de tal manera yerra es siempre es­
la que la entiende como la manifesta­ píritu” (Ibid., § 248;. Es cierto que no
ción del espíritu o como un espíritu toda la filosofía romántica comparte
disminuido o imperfecto, hecho “exter­ la condena que Hegel formula a la na­
no", "accidental” o "mecánico", esto turaleza. Schelling es llevado más bien
es, degradado en sus verdaderos carac­ a exaltar la N. misma, a considerarla
teres. Esta concepción se encuentra como parte o elemento de la vida di­
claramente expresada en Plotino. "La vina. En un escrito de 1806, reprochó
sabiduría —dice— es el primer térmi­ a Fichte el considerar a la N. con el
no, la N. es el último. La N. es la ima­ sentimiento del más grosero y demen­
gen de la sabiduría y es la última parte te asceta, o sea como una pura nada,
del alma y como tal no tiene en sí más o desde un punto de vista puramente
que los últimos reflejos de la razón... mecánico y utilitario, es decir, como un
La inteligencia tiene en sí toda cosa, instrumento del que el Yo absoluto se
el alma del universo recibe las cosas sirve para realizarse a sí mismo (Werke
eternamente y ella es la vida y la eter­ ["Obras”], I, VII, pp. 94, 103). Y en
na manifestación del intelecto, pero la realidad al considerar a la N. como
N. es el reflejo del alma en la mate­ manifestación de lo Absoluto, Schel­
ria. En ella, o también antes de ella, ling no insistió tanto acerca de la in­
la realidad termina ya que ella es el ferioridad de la manifestación con re­
término del mundo inteligible y, apar­ ferencia al Principio que se manifiesta,
te de ella, no hay más que imitaciones” sino más bi i acerca de la estrecha
(Enn., IV, 4, 13). Que la N. sea la ma­ relación entre los dos. Ésta es la otra
nifestación, en el sentido de “exterio- alternativa que ofrece la concepción de
rización”, con lo que de disminuido o la N. de la que aquí tratamos. En
degradado tiene la exterioridad frente efecto, se puede insistir por un lado
a la interioridad de la conciencia, re­ acerca de los aspectos por los cuales la
sulta ser el concepto de la N. que es N. se distingue del espíritu y de algu­
compartido (como lo fuera en el pasa­ na manera se opone a él, o sea acerca
do) por todas las metafísicas espiri­ de la exterioridad, la accidentalidad, el
tualistas. Tal concepto reaparece en la mecanismo. Pero, por otro lado, tam­
teosofía renacentista y se expresa, por bién se puede insistir sobre el aspecto
ejemplo, en Jacob Boehme (De Signa­ por el cual la N., como manifestación
tura rerum, IX). Pero fue el romanti­ del espíritu, presenta sus mismos ca­
cismo sobre todo el que lo amplificó racteres esenciales. Así lo ha hecho
y difundió. Decía Novalis: "¿Qué es la Schelling. Pero con mayor frecuencia
N. sino el índice enciclopédico sistemá­ prevalece la primera alternativa. El es-
tico o el plano de nuestro espíritu?” piritualismo francés del siglo pasado
(Fragmente, n. 1384). Y Hegel expresó ha compartido casi unánimemente la
del modo más riguroso y completo tesis que Ravaisson expresa al final
este mismo concepto. “La N. —decía— del Rapport sur la philosophie en Fran-
es la idea en la forma del ser otro", ce au xixe siécle (1868), o sea que la
esto es, de la “exterioridad" {Ene., N. es el degradarse de un Principio
§ 247). Como tal, no muestra libertad espiritual, que es espontaneidad y li­
alguna en su existencia, sino sólo nece­ bertad, en mecanismo y necesidad. Esta
sidad y accidentalidad. Por lo tanto concepción ha prevalecido también en
"en la N., no sólo el juego de las for­ el espiritualismo de nuestro siglo, a tra­
mas está dominado por una acciden­ vés de Bergson. La N. como exteriori­
talidad sin reglas y desenfrenada, sino dad o espacialidad, es una degrada-
839
N a tu ra le z a , c ie n c ia s d e la
N a tu ra le z a , e s ta d o d e
ción del espíritu. Así expone Bergson técnicas de la observación. Actualmen­
el proyecto d e . una teoría del conoci­ te se puede entender por “N.” el cam­
miento de la N.: "Sería necesario, me­ po objetivo al cual hacen referencia
diante un esfuerzo sui generis del es­ tanto los diferentes modos de percep­
píritu, seguir la progresión o más bien ción común como los diferentes modos
la regresión de lo extraespacial degra­ de la observación científica (tal como
dándose en espacialidad. Situándonos es entendida y practicada en las dife­
al comienzo en el punto más alto de rentes ramas de la ciencia natural). En
nuestra propia conciencia para dejar­ este sentido la N. no se identifica con
nos caer poco a poco más tarde, tene­ un principio o con una apariencia me­
mos el sentimiento de que nuestro yo tafísica ni con un determinado siste­
se extiende en recuerdos inertes, exte­ ma de relaciones necesarias, sino que
riorizados unos respecto a los otros, en puede ser determinada, en cualquier
lugar de tenderse en un querer indivi­ fase del desarrollo cultural de la hu­
sible y agente. Pero esto es sólo la manidad, como la esfera de los objetos
iniciación, etc.” (Évol. Créatr., 1P ed., posibles de referencia de las técnicas
1911, p. 226). El mismo sentido de de­ de observación que la humanidad po­
gradación tiene la N. en la filosofía see. Se trata, como es obvio, de una
de Gentile, para quien es el "pasado concepción funcional y no dogmática,
del espíritu” y es, por lo tanto, un lími­ que hasta ahora no ha sido objeto de
te abstracto que el espíritu vuelve a indagaciones metodológicas suficientes
comprender en sí y del que "se enseño­ para su clarificación, pero que parece,
rea” ( T e o r i a generóle dello spirito, sin embargo, ser requerida por la fase
XVI, 18). actual de la metodología científica.
4) La cuarta concepción de la N. es
la que se puede entrever como presu­ N a tu ra le z a , c ie n c ia s d e la , véase CIEN­
puesta o implícita en las operaciones CIAS, CLASIFICACIÓN DE LAS.
efectivas de la investigación científica
y en algunos análisis de la metodología N a tu ra le z a , e s ta d o d e (ingl. State of
científica contemporánea. Así, la N. es nature; franc. état de natura; alem.
definida en términos de ' impo (véase) Naturzustand; ital. stato di natura). La
y, más precisamente, es el campo al condición del hombre antes de la cons­
cual hacen referencia y en el cual se titución de la sociedad civil, según la
encuentran (o a veces chocan) las téc­ doctrina del contractualismo (véase).
nicas perceptivas y de observación de Ya en Platón, en el III Libro de las
que dispone el hombre, de las cuales Leyes, existe la noción de la condición
las primeras no son menos complejas en la que se encontraron los hombres
que las segundas, no obstante aparecer después de que inmensas catástrofes
como "naturales” o sea tales que es destruyeran las ciudades: "Ésta —dice
posible ponerlas en obra sin el concur­ Platón— es la condición de los hom­
so de proyectos deliberados. El arte bres después de la catástrofe: una infi­
que da siempre algo que "ver” o "sen­ nita, pavorosa soledad, la tierra inmen­
tir”, incluso cuando pretende ser "abs­ sa y abandonada, muertos casi todos
tracto” y, por lo tanto, prescindir de los animales y los bovinos, sólo queda­
las formas que son ofrecidas por lo ge­ ron, a los pastores, como mísero resto
neral por la percepción común, hace para recomenzar la vida, algún grupo
constantes referencias a las técnicas de cabras” (Leyes, III, 677 e). Ésta no
perceptivas. La ciencia natural que, a es la descripción de una condición idí­
pesar de iniciar su trabajo a través de lica como no lo fuera tampoco la con­
la percepción, se a l e j a rápidamente dición que Hobbes considera propia del
de ella ya sea por sus instrumentos de estado de N.: la de la guerra de todos
observación, ya sea por los objetos contra todos. ". . . durante el tiempo
que logra individualizar (por ejemplo, en que los hombres viven sin un poder
"masa”, "energía”, "electrones”, "foto­ común que los a t e m o r i c e a todos
nes”, etc.), algunos de los cuales se —decía Hobbes— se hallan en la con­
comportan en forma muy diferente a dición o estado que se denomina gue­
las "cosas” objeto de la percepción co­ rra; una guerra tal es la de todos con­
mún, también hace referencia a las tra todos” (Leviath., I, 13). Esto sucede
840
Naturaleza, filosofía de la

porque los hombres, siendo iguales por dió ya por estado de N. "aquel en el
N., tienen también los mismos deseos cual no hay justicia distributiva algu­
y "si dos hombres d e s e a n la misma na” (Met. der Sitien, I, § 41 [Metafísica
cosa... tratan de aniquilarse o sojuz­ de las costumbres]). Y Hegel demos­
garse uno a otro”. (Ibid.). La funda­ tró el equívoco por el cual se inventó
ción del Estado, o sea de un poder so­ el estado de N. como una condición de
berano, es el único medio para salir de hecho en la cual fuera válido el dere­
la condición de guerra inherente al es­ cho natural, equívoco debido al hecho
tado de naturaleza. de interpretar la expresión "derecho na­
Por otro lado, ya Séneca, en la An­ tural” en el sentido de derecho exis­
tigüedad, exaltó el estado de N. como tente en N., más que como derecho
una condición perfecta del género hu­ determinado por la N. de la cosa" (Ene.,
mano. En la nonagésima Epístola a § 502). A partir de Hegel, la noción de
Lucilio, Séneca describe la edad de estado de N. dejó de interesar a los
oro en la cual los hombres eran inocen­ filósofos. Ha seguido siendo, sin em­
tes y felices y vivían sencillamente, sin bargo, una noción a la cual apela vo­
lujos superfluos. Por lo demás no te­ luntariamente el hombre común y que
nían necesidad de gobierno y de leyes es utilizada por las doctrinas políticas
p o r q u e voluntariamente obedecían a utopistas, que a menudo proyectan el
los más sabios. Pero en un determinado estado de N. como una perfección del
momento, el progresó mismo de las ar­ porvenir; como lo hacen también, a
tes llevó a la avidez y la corrupción, veces, las imaginaciones novelescas de
contra las cuales se hizo necesaria la la fantasía científica (science-fiction).
institución del Estado. La exaltación
del estado de N. es un tema dominan­ (ingl. philoso-
N a tu ra le z a , filo s o f ía d e la
te de la filosofía del siglo xvm y halla phy of nature; franc. philosophie de la
su máxima expresión en la obra de nature; alem. Naturphilosophie; ital.
Rousseau. Locke ya había considerado, filosofía delta natura). Esta expresión,
en polémica con Hobbes, al estado de diferente de la tradicional, "filosofía
N. como un estado de perfección. Ese natural”, que designa a la física o a
estado —dijo— "no es otro que el de las ciencias naturales en general, fue
perfecta libertad para ordenar sus ac­ utilizada por vez primera por Kant para
ciones, y disponer de sus personas y designar una disc.plina netamente di­
bienes como lo tuvieren a bien, dentro ferente de la ciencia misma. Por filo­
de los límites de la ley natural, sin sofía de la N. o metafísica de la N.
pedir permiso o depender de la volun­ entendió Kant, en efecto, la disciplina
tad de otro hombre alguno” (Second que "abraza todos los principios racio­
Treatise On Government, II, 4; trad. nales p u r o s que resultan de simples
esp.: Ensayo sobre el gobierno civil, conceptos (por lo tanto con exclusión
México, 1941, F.C.E.). Pero fue sobre de la metafísica) del conocimiento teó­
todo Rousseau quien exaltó la perfec­ rico de todas las cosas” (Crít. R. Pura,
ción del estado de N. sobre el funda­ Doctr. trasc. del método, cap. III). Así
mento de que en tal condición el hom­ entendida, la filosofía de la N. es una
bre obedece solamente al instinto, que de las dos partes fundamentales de la
es infalible (De l’inégalité parmi les filosofía, siendo la otra la filosofía mo­
hommes, I). "Todo lo que sale de las ral ; y comprende sólo los principios a
manos del Creador es perfecto, todo se priori sobre los cuales se Linda el co­
pervierte en las manos del hombre”, nocimiento de la N., o sea los funda­
así comenzó Rousseau su Emilio. En mentos de la física y de las otras cien­
Rousseau mismo, por lo demás, esta cias teóricas de la N., pero ya no las
exaltación del estado de N. contrasta leyes, que es tarea de la física hallar
con el valor reconocido al Estado civil en la N. misma (Ibid.; cf. Crít. del
fundado en el contrato social y, en Juicio. Intr. I).
realidad, la noción del estado de N. A partir de Kant, la expresión filoso­
constituye para Rousseau el criterio o fía de la N. designa una disciplina que
la norma para juzgar a la sociedad tiene por objeto a la N., pero que no
presente y delinear un ideal de progre­ es la ciencia. De esta manera fue en­
so. Después de Rousseau, Kant enten­ tendida por Schelling, quien dedicó a
841
Naturalismo

esta disciplina la mayor parte de su tratos de la cantidad son aquello de


actividad. Schelling consideraba que la que dependen los problemas de fondo
ciencia fundada en la investigación ex­ metafísico en la filosofía de la N.”
perimental nunca es verdadera ciencia. (Philosophie der N a t u r , p. 22; trad.
La naturaleza, en efecto, es a priori, en esp.: Ontología, IV. Filosofía de la na­
el sentido de que sus manifestaciones turaleza, México, 1960, F.C.E., p. 24).
particulares están determinadas de an­ Se puede decir que el último y más
temano por su totalidad, o sea por la restringido concepto de filosofía de la
idea de una N. en g e n e r a l (Werke N. es el presentado por los componen­
["Obras”], I, III, p. 279). Sustancial­ tes del Círculo de Viena, en los albo­
mente, la tarea de la filosofía de la N. res del empirismo lógico. M. Schlick
es la de mostrar la forma en que la consideraba la filosofía de la N. como
N. se disuelve en el espíritu (System el análisis del significado de las pro­
des Transzendentalen Idealismos [Sis­ posiciones propias de las ciencias na­
tema del idealismo trascendental], § 1). turales. Decía, desde este punto de
Tal tarea ha sido básica para ella a vista, que "la filosofía de la N. no es
través de todas sus manifestaciones du­ por sí misma ciencia, pero sí es una
rante el siglo xix, manifestaciones que, actividad dirigida a la consideración
en buena parte, se inspiraron en Hegel. del significado de las leyes de N.” (Phi-
Hegel consideró la filosofía de la N. losophy of Nature [trad. ingl.], 1949, p.
como una de las tres grandes divisio­ 3). En este concepto quedan todavía
nes de la filosofía, que estaría cons­ algunas huellas de la filosofía como "vi­
tituida, además, por la lógica y por la sión del mundo” o síntesis de los re­
filosofía del espíritu. La lógica sería sultados más generales de las ciencias
el sistema de las puras determinacio­ particulares. En cambio la metodolo­
nes del p e n sam ien to . La filosofía gía contemporánea ha subrayado cada
de la N. y la filosofía del espíritu vez con mayor precisión la ilegitimidad
serían, ambas, una lógica aplicada y, de abstraer las proposiciones de la cien­
en particular, la f i l o s o f í a de la N. cia de sus contextos y de encontrar en
tendría la tarea "de llevar las verda­ ellos significados que van más allá de
deras formas del concep+o, inmanen­ lo que los contextos mismos autori­
tes en las cosas naturales, a la con­ zan. La tarea de una filosofía de la N.,
ciencia" (System de. Phil. [Sistema de debido a esta limitación metodológica,
la filosofía], ed. Glocker, I, pp. 87-88). es tronchada en su misma base. Y
Así entendida, la filosofía de la N. no todo lo que (aparte de la pretensión
es más que la manipulación arbitraria de elaborar una metafísica de la N. o
de conceptos científicos, separados de una metafísica fundada en las ciencias
sus contextos, con la finalidad de re­ naturales) legítimamente comprendía,
ducirlos a determinaciones racionales o sea los problemas concernientes al
o seudorracionales. Y ha permanecido lenguaje científico en general y a los
así incluso cuando se la ha querido lenguajes de las ciencias particulares,
sustraer al planteamiento idealista y las relaciones entre las ciencias, el es­
cuando se la ha tratado desde un pun­ tudio comparativo de sus métodos, etc.,
to de vista realista, como lo hizo Ni- encuentra actualmente su puesto den­
colai Hartmann. La Filosofía de la na­ tro de la metodología de las ciencias.
turaleza (1950) de este último conser­
va, en efecto, la pretensión de entrever Naturalismo (ingl. n a tu ra lism ; franc.
o reconocer el valor "metafísico" u naturalisme; alem. Naturalismus; ital.
"ontológico” de los resultados de la naturalismo). El término tiene tres
ciencia. Tarea de la filosofía de la N. significados diferentes. Por lo tanto,
debería ser el análisis categorial de indica:
los conceptos científicos. Que sea pro­ 7) La doctrina que considera que los
piamente la extensión o la duración, poderes naturales de la razón son más
o la fuerza, o la masa, no es capaz de eficaces que los poderes producidos o
decirlo el pensar matemático —afirma promovidos por la filosofía en el hom­
Hartmann—. Ahora bien, en este pun­ bre. En este sentido decía K ant: "El
to entra en escena justamente el aná­ naturalista de la razón pura toma como
lisis categorial. Los sustentáculos o sus­ principio el hecho de que por medio
842
N a tu ris m o
N e c e sa rio
de la razón común sin ciencia (que N á u se a (ingl. nausea; franc. nausee;
denomina 'sana razón’) se puede al­ alem. Eket; ital. nausea). La experien­
canzar más, con referencia a las cues­ cia emotiva de lo gratuito de la exis­
tiones supremas que constituyen la ta­ tencia, o sea, de la perfecta equivalencia
rea de la metafísica, que por medio de las posibilidades existenciales. La
de la especulación. Afirma, por lo tan­ noción ha sido introducida en la filo­
to, que se puede determinar con mayor sofía por Sartre e ilustrada por él sobre
seguridad el tamaño y la distancia de todo en la novela intitulada La náusea.
la luna a simple vista que por medio
de la matemática” (Crít. R. Pura, Doc­ N a v a ja d e O c c a m , véase ECONOMÍA.
trina del método, cap. IV).
2) La doctrina que enuncia que nada (gr. avaYxoüo;; lat. neces-
N e c e sa rio
existe fuera de la naturaleza, y que Dios sarius; ingl. necessary; franc. nécessai-
mismo es sólo el principio de movimien­ re; alem. Notwendig; ital. necessario).
to de las cosas naturales. En este sen­ Lo que no puede no ser, o que no
tido, que es el más difundido en la puede ser. Ésta es la definición nomi­
terminología contemporánea, se habla nal tradicional que constituye también
del "N. del Renacimiento”, del "N. an­ una de las nociones más uniformes y
tiguo" o del "N. materialista”, etcétera. sólidamente establecidas en la tradi­
3) La negación de Joda distinción ción filosófica. En tal definición “lo
entre naturaleza y siipranaturaleza y que no puede ser” es lo imposible, que
la tesis de que el hombre puede y debe es el contrario opuesto a lo N. y es,
ser comprendido, en todas sus mani­ por lo tanto, también N., como el ne­
festaciones, incluso en las considera­ gro, que es el color opuesto al blanco
das más altas (derecho, moral, reli­ y que también es color. Lo contrario a
gión, etc.), sólo en relación con las co­ lo N., o sea el no-N. es, en cambio, la
sas y los seres del mundo natural y por otra modalidad fundamental, o sea
medio de los mismos conceptos utili­ posible (véase). Las discusiones lógi­
zados por las ciencias para su explica­ cas contemporáneas acerca de lo N.,
ción. En este sentido el N. se contra­ cuando no equivalen a la negación de
pone sobre todo a un corolario impor­ esta noción, en forma expresa o implí­
tante de la doctrina que establece la cita, no son ,,or lo común más que una
distinción entre naturaleza y supranatu- nueva expresión de esta definición en
raleza, o sea contra la tesis que enuncia términos de convencionalismo moderno.
que la naturaleza está “corrompida” El primero en hacer un análisis ex­
y que tiene necesidad, para ser reinte­ haustivo de "N.” fue Aristóteles, quien
grada, de la intervención sobrenatural. distinguió: a) lo N. como condición o
Dewey utiliza la palabra en este sentido concausa, por lo cual se dice, por ejem­
(cf. Experience and Nature, cap. III plo, que el alimento es necesario a la
passim; trad. esp.: La experiencia y vida o la medicina a la salud, o tam­
la naturaleza, México, 1948, F. C. E.). bién ir a un determinado lugar para
percibir una suma determinada; b) lo
(ingl. naturism; franc. na-
N a tu ris m o N. como fuerza o constricción, por lo
turisme; alem. Naturismus; ital. natu­ cual se dice que es N. lo que impide
rismo). 1) La doctrina o la creencia u obstaculiza la acción de un instinto o
de que la naturaleza es la guía infali­ una selección; c) lo N. como lo que no
ble para la salud física y mental del puede ser de otra manera, que es el
hombre y que, por lo tanto, a ella debe sentido fundamental del concepto. A
"retomar” el hombre en sus usos y cos­ este sentido, en efecto, se pueden redu­
tumbres, alejándose de las creaciones cir, según Aristóteles, los otros. "A lo
artificiales de la sociedad. Esta doc­ que estamos constreñidos se dice que
trina es la base de muchas prácticas es N. cuando una fuerza cualquiera
o creencias populares del mundo con­ nos constriñe a hacer o a sufrir algo
temporáneo, después de haber sido doc­ que va contra el instinto y, de tal ma­
trina filosófica en el siglo xvm. Véase nera, la necesidad consiste en este caso
NATURALEZA, ESTADO DE. en no poder hacer o sufrir de otra ma­
2) Menos propiamente: culto religio­ nera. Lo mismo es válido respecto a las
so de la naturaleza. condiciones de la vida y del bien, ya
843
Necesario

que cuando el bien, la vida o el ser viaje; d) la necesidad eficiente, o ne­


no pueden existir sin algunas condicio­ cesidad de Olfacción, según la cual se
nes, éstas se denominan necesarias y está constreñido por una causa eficien­
se dice que la causa es la necesidad te de modo tal que no se puede obrar
misma” (Met., V, 5, 1014b 35). En el de otra manera. En todos los casos,
sentido fundamental, las demostraciones lo N. sigue siendo para Santo Tomás
son necesarias porque no pueden con­ "lo que no puede no ser” (S. Th., I.
cluir de otra manera y no pueden q. 82, a. 1; De Ver., q. 22, a. 5). Es
llegar a conclusiones distintas porque evidente de inmediato que esta distin­
las premisas no pueden ser diferentes ción reproduce la distinción aristoté­
de lo que son (Ibid, 1015 b 7). El sig­ lica. La necesidad material y la nece­
nificado a) de N. es el que Aristóteles sidad final son la que Aristóteles llama
llama en otra parte "necesidad hipo­ hipotética, y la de coacción lleva en
tética” : es la necesidad que se encuen­ Aristóteles el mismo nombre. La nece­
tra en las cosas naturales y precisa­ sidad "natural y absoluta" es, para
mente en su materia, en cuanto cons­ Santo Tomás lo mismo que para Aris­
tituye la condición de ellas (Fís., II, tóteles, el significado fundamental de
9, 200 a 30; De Sommo, 455 b 26; De la necesidad. Estas distinciones, a ve­
parí, an., 639 b 24, 642 a 9). Ya Platón ces indicadas con otros nombres, se
había admitido esta especie de nece­ mantuvieron iguales durante mucho
sidad, considerándola como uno de los tiempo en la historia de la filosofía.
constituyentes del mundo (junto con Los escolásticos las repiten sin cam­
la inteligencia) e identificándola con la biarlas, como repiten, aun cuando no lo
materia (Tim. 47dss.). Aristóteles dis­ crean del todo así, el significado funda­
tingue, por último, lo N. en virtud de mental de N. como lo que no puede
una causa externa y lo que es por ser de otra manera (cf., por ejemplo,
sí mismo la causa de su propia nece­ Juan de Salisbury, Metalogicus, II, 13).
sidad. Las cosas simples son necesarias Avicena, a quien debemos el dominio
en este segundo sentido y, por lo tanto, del concepto de necesidad en metafí­
lo son de modo primario y eminente sica y en teología, tanto en la escolás­
(Ibid., 1015b 10). Pero ést^ siempre es tica árabe como en la cristiana, par­
el concepto de la necesidad. tió de la distinción aristotélica (Met.,
Estas notas se ha i mantenido más V, 5, 1015 b 10, ya cit.) entre lo N. para
o menos invariables en toda la historia sí y lo N. para otro (Met., II, 1, 2),
de la filosofía. Los estoicos definieron distinción que sirve de base a la doc­
la necesidad teniendo presente los enun­ trina de Spinoza (Eth., I, 33, scol. 1)
ciados verbales más que las condicio­ y ha sido repetida desde entonces in­
nes de hecho, y denominaron por lo numerables veces.
tanto N. "a lo que es verdadero y no Las primeras novedades conceptua­
puede revelarse como falso” (Dióg. L., les, en esta historia uniforme, son la
VII, 1, 75), donde el "no poder revelarse definición de la necesidad lógica y
como falso” significa, para lo verda­ la introducción del concepto de necesi­
dero, el no poder ser otra cosa. Tam­ dad moral por parte de Leibniz. Leibniz
poco cambian el concepto de lo N. las distinguió: a) la necesidad geométrica,
distinciones establecidas por Santo To­ que es la que pertenece a las verdades
más, conforme a la división aristotélica eternas "cuyo opuesto implica contra­
de las cuatro causas. En efecto, Santo dicción” ; b) la necesidad física, que
Tomás enumera: a) la necesidad ma­ constituye "el orden de la naturaleza y
terial (o ex principio intrínseco), en el consiste en las reglas del movimiento
sentido en que se dice que "toda cosa y en alguna otra ley general que plu­
compuesta por contrarios es N. que se go a Dios dar a las cosas, al crearlas” ;
corrompa” ; b) la necesidad formal, que c) la necesidad moral que es "la elec­
es la natural y absoluta, según la cual ción del sabio, en cuanto es digna de
se dice que "es N. que un triángulo su sabiduría”, o sea la elección del
tenga los tres ángulos iguales a dos rec­ "mejor” (Théod., Disc., §2). La necesi­
tos”; c) la necesidad final o utilidad dad física se funda en la necesidad
según la cual se dice que el alimento moral y ambas necesidades, la física
es N. a la vida o un caballo para el y la moral, son denominadas hipoté­
844
Necesario

ticas por Leibniz. Debemos subrayar puesta por Leibniz. Wolff reelaboró, en
que, según este concepto, ha sido Dios efecto, esta distinción y a su vez distin­
quien ha elegido las leyes de la natu­ guió: a) lo absolutamente N., que es
raleza que constituyen la necesidad físi­ “aquello cuyo opuesto es imposible o
ca, y su elección ha sido dictada por el i mpl i ca contradicción” (Ont., §279;
hecho de que eran las mejores posibles; b) lo hipotéticamente N. que es “aque­
y la necesidad hipotética, según Leib­ llo cuyo opuesto implica contradicción
niz afirma, nada tiene que ver con la o es imposible sólo en una hipótesis
necesidad absoluta, que es la imposi­ dada o bajo una condición determi­
bilidad de lo contrario (Nouv. Ess., II, nada” (Ont., §302); c) lo moralmente
21, 13). Leibniz se vale de esta distin­ N. que es "aquello cuyo opuesto es
ción para defender la libertad de Dios moralmente imposible” (Phil. pratica,
y la del hombre y, al mismo tiempo, I, § 115). La diferencia entre lo absolu­
para salvar la infalibilidad de la pre­ tamente N. y lo hipotéticamente N.
visión divina: "La verdad que expresa consiste en que el primero excluye la
que yo escribiré mañana, no es, en contingencia y el segundo no la ex­
efecto, necesaria. Pero supongamos que cluye (Ibid., §§317-18). A diferencia de
Dios la prevea, entonces es N. que se Leibniz, Wolff no reduce, sin embargo,
verifique, esto es, es necesaria la con­ la necesidad hipotética a la necesidad
secuencia de que se realice, desde el mo­ moral, o sea a la libertad, sino que la
mento en que ha sido prevista, por ser identifica con la regida por el princi­
Dios infalible y esto es lo que se deno­ pio de razón suficiente, o sea con la
mina una necesidad hipotética" ( Théod., causalidad (Ibid., §§320ss.). Wolff mis­
I, § 37; cf. Discours de Mét., 13). La mo afirma que esta doctrina suya de
diferencia entre esta doctrina de Leib­ la necesidad es idéntica a la tradicio­
niz y la tradicional consiste en que esta nal y en particular a la de Santo To­
última reconocía como una especie de más (Ibid., §327), o sea a la definición
necesidad, que se podía retrotraer al de lo N. como lo que no puede ser de
significado fundamental del término, otra manera y ciertamente lo es, salvo
la que Leibniz considera como libertad en lo que ataña al reconocimiento de la
y elección o sea la necesidad hipoté­ necesidad n.^ral. Esta doctrina fue
tica. En otros términos, Leibniz res­ simplemente reproducida por Kant, que
tringió el significado de la necesidad también distinguió "la necesidad mate­
a lo que Aristóteles y la tradición aris­ rial en la existencia” que consiste en
totélica consideraban como la necesi­ la conexión causal, de la necesidad
dad "primaria”, "absoluta” o "natural”, "formal y lógica en la conexión de los
y que Leibniz denominó "geométrica” o conceptos” (Crit. R. Pura, Anal., II,
"metafísica”. La definición leiLniziana cap. II, sec. 3, Postulados del pensa­
de esta necesidad como "aquello cuyo miento empírico), y de estas dos espe­
opuesto es imposible" o "aquello cu­ cies de necesidad distingue aun la "ne­
yo opuesto es contradictorio”, sirve jus­ cesidad moral” como constricción u
to para limitar su extensión sólo a las obligación, que es el deber (Crít. R.
verdades matemáticas y a un restrin­ Práctica, I, Libro I, cap. III). La nece­
gido número de verdades metafísicas. sidad material es la necesidad real
Éste es el resultado importante y dura­ o hipotética. Dice Kant: "Todo lo que
dero de la introducción del concepto sucede es hipotéticamente necesario:
de necesidad moral por parte de Leib­ he aquí un principio que subordina el
niz. En cuanto a este concepto, desde cambio en el mundo a una ley, o sea
el momento en que excluye la necesi­ a una regla de la existencia necesaria
dad y es la definición misma de la sin la cual no existiría la naturaleza”
libre determinación, lo único que se (Crit. R. Pura; t. c.). Y en realidad la
le puede objetar es la impropiedad del relación causal sigue siendo para Kant
nombre, ya que no es, en absoluto, "hipotética", porque la considera abier­
"necesidad”. ta por los dos lados y no le parece
No obstante, precisamente como tipo legítimo considerarla cerrada formando
o especie de necesidad, entró en la filo­ una totalidad o serie absoluta. Obvia­
sofía del siglo xvni, junto con la dis­ mente, si ello ocurriese, la necesidad
tinción de las formas de lo N. pro­ hipotética resultaría necesidad absoluta
845
Necesario

o geométrica. A su vez Schopenhauer tir de Wolff, lo que dio lugar a que


consideraba que la necesidad no tenía no se haya hecho innovación alguna al
otro sentido, excepto el de la "inevita- concepto mismo de N.:
bilidad del efecto cuando ha sido co­ 1) lo moralmente N., o sea, lo obliga­
locada la causa" y, para él, era hasta torio o lo que se debe, aun cuando a
contradictorio hablar de un ser “absolu­ veces se le siga llamando así, no puede
tamente N.”, o sea, necesario sin con­ ser incluido en las formas de lo N;
diciones ( Über die vierfache Wurzel 2) lo hipotéticamente N., que se iden­
des Satzes vom zureichenden Grunde, tifica con lo causal (véase causalidad)
§49; trad. esp.: La cuádruple raíz del o lo condicional (véase), comparte la
principia de la razón suficiente, Ma­ suerte de estos conceptos;
drid, 1911). Pero precisamente la nece­ 3) lo absolutamente N., lo N. “geomé­
sidad absoluta resultó ser la protago­ trico” o "lógico” es aquello a lo que
nista de la filosofía del idealismo ro­ se puede hacer mayor referencia en el
mántico. Fichte afirma: "Toda cosa dominio del saber filosófico y cientí­
existe realmente, existe por absoluta fico. "Hay solamente una necesidad ló­
necesidad y existe necesariamente en gica —d i c e Wittgenstein— y así hay
la forma precisa en la que existe. Es so la m e n te una imposibilidad lógica”
imposible que no exista o que exista (Tract. Logico-Philosophicus, 6.375).
de otra manera de como es” (Grund- Casi todos los lógicos contemporá­
züge des gegenwartigen Zeitalters, 9; neos suscriben o admiten implícitamen­
trad. esp.: Los caracteres de la edad te esta tesis de Wittgenstein. No obs­
contemporánea, Madrid, 1935). También tante, no hay acuerdo entre ellos acerca
quería ser absoluto el significado de la de la definición de la necesidad lógica.
necesidad que Hegel definió como “uni­ Las principales doctrinas a este respec­
dad de posibilidad y realidad”, defini­ to son: a) la doctrina de la analitici-
ción que expresa la presencia de la dad; b) la doctrina de la regla; c) la
totalidad de las condiciones en todo doctrina de la inmunidad; d) la doc­
momento de lo real y, por lo tanto, de trina de la cuatidad.
la plena y absoluta necesidad de lo a) La primera doctrina es heredera
real mismo. "Cuando se tienen todas de la definición leibniziana de la nece­
las condiciones —d'ze Hegel— la cosa sidad lógica como "imposibilidad de
debe resultar real" (Ene., § 147). "Lo lo contrario". Peirce decía que lo lógica
N. es mediato por medio de un círculo o esencialmente N. es lo que una per­
de circunstancias y, porque las circuns­ sona que no conoce los hechos, pero
tancias son así y al mismo tiempo es que está perfectamente al día acerca
también inmediato, y es así porque es” de las reglas del razonamiento y de las
(Ibid., §149). De tal modo la necesidad palabras implícitas en el razonamien­
resulta el alma de la realidad, la dia­ to mismo, sabe que es verdadero. Una
léctica (véase) propia de la Razón real persona así no sabe, por ejemplo, si
o de la Realidad racional. Esta exten­ existe o no un animal denominado ba­
sión de la necesidad al infinito no in­ silisco o si existen cosas tales como
nova, como es obvio, las característi­ serpientes, gallinas y huevos, pero sabe
cas del concepto, que sigue siendo el que todo basilisco ha nacido de un hue­
definido por Aristóteles, como tampoco vo de gallina incubado por una serpien­
innova tales características el uso que te. "Esto es esencialmente N. porque
del concepto hace el filósofo contem­ es lo que la palabra basilisco significa"
poráneo que más ha insistido acerca (Coll. Pop., 4.68). Lewis a su vez ha
de la necesidad de lo real en sus nue­ dicho que "una aserción es lógicamen­
vos grados y formas: Nicolai Hartmann te N. si, y sólo si, su contradictorio es
(cf. especialmente M ó g lic h k e it und incompatible consigo mismo” (Analysis
Wirklichkeit, 1938; trad. esp.: Ontolo- of Knowledge and Valuation, 1946, p.
gía II, Posibilidad y efectividad, Méxi­ 89), lo que no es otra cosa que una
co, 1956, F. C. E.). Véase posible. nueva formulación de la definición de
Podemos ahora pasar revista a la Leibniz. En el mismo sentido Straw-
suerte que les ha tocado, en la filo­ son ha dicho que "una aserción es N.
sofía contemporánea, a las tres formas c u a n d o es la contradictoria de una
de lo N. comúnmente admitidas a par­ aserción inconsecuente” (Intr. to Logi-
846
Necesario

cal Theory, 1952, p. 22). Camap, al ob­ ratura contemporánea (cf. por ejemplo,
servar que el concepto de necesidad K. Britton, en P r o e e e d in g s of the
lógica es entendido comúnmente en el Aristotelian Society, 21?, 1947). Como
sentido que se aplica a una proposi­ también retoma en ella la doctrina
ción p "si y sólo si la verdad de p está que enuncia que las proposiciones ana­
fundada en razones puramente lógicas líticas (o tautologías) que constituyen
y no dependientes de la contingencia las "verdades necesarias” de la lógica
de los hechos o, en otras palabras, si no son más que reglas lingüísticas o,
la consideración de no-p conduciría a con mayor precisión, reglas semánti­
una contradicción lógica, independien­ cas. En efecto, el enunciado "todos los
temente de los hechos", ha identifica­ solteros son no casados” puede ser in­
do a la necesidad lógica con la verdad terpretado como una regla para el uso
lógica y ha definido la verdad lógica, de la palabra "soltero" y una regla sa­
siguiendo las huellas de Leibniz, como cada a su vez del uso. La objeción que
la verdad válida en todos los mundos a veces se formula a estas doctrinas
posibles o, en su terminología, es váli­ en el sentido de que quitarían el rango
da en cualquier descripción de estado de "proposición” a la verdad N., por­
de un sistema. Su definición de la des­ que una proposición es siempre verda­
cripción de estado aclara este concep­ dera o falsa en tanto que una regla no
to: "Una clase de enunciados en Slf que lo es, sino que es más bien útil, con­
contiene para cada enunciado atómico veniente, correcta, etc. (cf., por ejem­
este enunciado o su negación, pero no plo, Pap, Op. cit., pp. 179 ss.) no es muy
ambas cosas, y ningún otro enunciado, concluyente porque sólo demuestra la
es denominado una descripción de es­ incompatibilidad entre esta interpreta­
tado en S1( porque obviamente da la ción de la verdad N. y el concepto tra­
completa descripción de un posible es­ dicional de proposición.
tado del universo de los individuos c) La tercera interpretación de la ne­
con respecto a todas las propiedades y cesidad lógica es la dada por Quine,
relaciones expresadas por los predica­ según la cual sería la inmunidad acor­
dos del sistema. Así, las descripciones dada a ciertas proposiciones en la ma­
de estado representan los mundos po­ temática y e,, la lógica, en cuanto, por
sibles de Leibniz o los posibles estados el carácter centra1 que ocupan en el
de cosas de Wittgenstein” (Meaning sistema, su revisión perturbaría enor­
and Necesity, 2; § 39). Ésta es la ex­ memente al sistema mismo que, en
presión más rigurosa que la tesis de la cambio, tendemos a conservar en lo po­
reducción de la necesidad a analitici- sible en los rasgos fundamentales. Des­
dad haya recibido. Pero, sin embargo, de este punto de vista, N. significaría
no ha estado exenta de críticas (cf., no "lo que no puede ser de otra ma­
por ejemplo, Quine, From a Logicat nera”, sino más bien "aquello que no
Point of View, II; A. Pap, Semantics se puede hacer a menos que”, no por­
and Necessary Truth, pp. 150 ss.). que sea imposible dejarlo de lado, sino
b) La segunda interpretación de la porque resulta preferible. Esta inter­
necesidad lógica es aquella que reduce pretación está fundada en el rechazo
los enunciados a los cuales se aplica de la distinción entre verdades analí­
tal necesidad, a simples regías, reglas ticas (o de razón) y verdades sintéti­
de transformación o, más simplemente, cas (o de hecho) sobre la cual se fun­
r e g l a s lingüísticas. La doctrina que dan, en cambio, las interpretaciones a
enuncia que las "verdades necesarias” que hacemos referencia en a) (Quine,
de la matemática no son más que re­ Methods of Logic, p. xm ; From a Lo-
glas de transformación, esto es, reglas gical Point of View, II y VIII). Esta
que p e r m i t e n la inferencia de una interpretación equivale obviamente a la
fórmula en otra y permite, por lo tan­ eliminación del concepto mismo de ne­
to, la s us t i t uc i ón recíproca de las cesidad.
fórmulas (por ejemplo, la famosa pro­ d) La cuarta interpretación es la que
posición de que hablaba Kant: "7 + lo considera como una propiedad in­
+ 5 = 12"), fue ya expuesta por el Círcu­ trínseca de las proposiciones, conside­
lo de Viena, en especial por Schlick, radas como objetos, en el sentido de
y reaparece con frecuencia en la lite­ Camap y, precisamente, una propiedad
847
Necesarismo

que las proposiciones poseen con an­ el hombre es animal racional” o "Todo
telación a la formulación de las con­ hombre p u e d e ser animal racional”
venciones lingüísticas. Desde este pun­ (Quodt., V, q. 15). Ya que solamente
to de vista, "explicar la necesidad de convenciones lingüísticas de otra natu­
los principios tradicionales de la infe­ raleza pueden limitar oportunamente
rencia deductiva en términos de con­ el rango de posibilidades a las que hace
venciones lingüísticas significaría poner referencia una proposición, es bastante
el carro delante de los bueyes”. Ésta claro que este concepto de necesidad
es la tesis de A. Pap (Semantics and es totalmente reducible a convención.
Necessary Truth, en especial cap. 7; cf.,
también "Necessary Propositions and N e c e sa rism o ( i n g 1 . necessitarianism ;
Linguistic Rules”, en Archivio di Filo­ franc. nécessitarisme). Este término,
sofía, 1955, pp. 63-105). En esta doc­ muy poco usado en español o italia­
trina la necesidad lógica no se distin­ no, pero que en inglés tiene una larga
gue de una qualitas occulta. tradición, es muy útil para indicar el
De estas cuatro interpretaciones la conjunto de las doctrinas que, como
única que no equivale a la negación de quiera que sea, dan un puesto eminente
la necesidad misma es la primera, que al concepto de lo necesario y se valen
identifica a la necesidad con la anali- sistemáticamente de él. Pueden ser enu­
ticidad o tautología. Se trata de una meradas por lo menos tres doctrinas
interpretación estrechamente ligada al fundamentales de esta naturaleza:
concepto que de la tautología expone 1) La doctrina que admite el destino,
Wittgenstein: "Entre los posibles gru­ o sea el orden finalista o providencial
pos de condiciones de verdad se dan del mundo, esto es, un orden que de­
dos casos extremos. En uno, la propo­ termina necesariamente todas las cosas
sición es verdadera para todas las po­ y garantiza a cada cosa el mejor lo­
sibilidades de verdad de las proposicio­ gro. Esta doctrina puede llamarse pro-
nes elementales y, en este caso, deci­ videncialismo o fatalismo, pero este
mos que las condiciones de verdad son último nombre es usado sólo por los
tautológicas. En el otro caso la propo­ que la combaten o, por lo menos, por
sición es falsa para toda tas posibili­ los que combaten algunos de sus aspec­
dades de verdad: las condiciones de tos ( véase d e s t in o ; fatalidad; providen ­
verdad son contradictorias” (Tractatus, cia ). El significado de necesario al cual
4.46). Por consiguiente “la tautología tal doctrina hace referencia es el a) de
no tiene condiciones de verdad porque Aristóteles y el c) de Santo Tomás.
es incondicionalmente verdadera y la 2) La doctrina según la cual el orden
contradicción en ninguna condición es del mundo consiste en la conexión cau­
verdadera” (Ibid., § 4.461). Esto equi­ sal universal, doctrina que hace refe­
vale a decir que una afirmación incon­ rencia a lo necesario en el significa­
dicionalmente verdadera (o sea una do a) de Aristóteles, d) de Santo To­
tautología, una proposición N. o como más, b) de Leibniz, Wolff y Kant. Esta
se la quiera llamar) es la que agota el doctrina es el determinismo riguroso o
rango de las posibilidades. Éste es clásico, que más bien se debería deno­
también el significado de la doctrina minar causalismo. Véase causalidad;
de Camap acerca de la verdad lógica DETERMINISMO.
como "descripción de estado", es decir, 3) La doctrina que enuncia que la
como verdad válida para todos los mun­ necesidad constituye el significado pri­
dos posibles y para todos los posibles mario y fundamental del ser y lo utiliza
estados de cosas. Desde este punto de como criterio para la valoración y el
vista, hay necesidad siempre que es análisis de todas las cosas existentes.
posible enumerar todas las posibilida­ Este significado de N. es, por cierto, el
des y necesidad equivale, prácticamen­ más importante y fundamental y a
te, a omniposibilidad. Por lo demás, él debería referirse el término de pre­
ésta no es doctrina reciente. Occam, ferencia. Lo necesario es, para tales
en el siglo xiv consideraba N. sólo las doctrinas, la categoría fundamental, el
proposiciones condicionales o equiva­ horizonte general que abraza todos los
lentes o aquellas en tomo a lo posible, instrumentos de investigación y de ex­
por ejemplo: “Si e x i s t e el hombre. plicación de los que es posible servirse.
848
Necesidad

Muy a menudo tales doctrinas no ad­ respecto al modo de ser propio del hom­
miten la necesidad en el sentido de las bre, de la posibilidad que ofrece para
doctrinas 1) y 2): Aristóteles y Santo comprender y describir su existencia.
Tomás, por ejemplo, que pueden ser El problema de la disciplina de las N.,
considerados como representantes muy es decir, el de la limitación cualitativa
importantes de esta doctrina, aun ad­ o cuantitativa de ellas, es el problema
mitiendo la necesidad del destino no mismo de la virtud, particularmente
admiten la necesidad causal absoluta; de la virtud ética y su desarrollo his­
sin embargo son necesarias en el sen­ tórico debe ser expuesto precisamente
tido de que para ellos el significado en el artículo virtud (véase). El pro­
fundamental del ser es la necesidad y blema, puede ser, en cambio, conside­
tal significado está presente en la cons­ rado aquí. Parece que Platón, en la
trucción de todos los conceptos funda­ Antigüedad, tendió al reconocimiento
mentales de su filosofía. En el mismo del valor de la N. Tal parece ser el
sentido es necesarista la doctrina de significado de la importancia que re­
Hegel y todas las doctrinas que se ins­ conoce al amor, que entendió en el Ban­
piran en el idealismo romántico. Pero quete (204-205), en su más amplio sig­
el andamiaje conceptual del N. se di­ nificado, como carencia o búsqueda de
funde mucho más allá de esta o de lo que falta. Por lo demás, Platón
aquella doctrina, ya que conceptos ta­ atribuyó a la N. el origen del Estado,
les como los de causa o de sustancia, en la República (II, 369 b ss.): "Cuan­
con todas sus derivaciones que, por lo do un hombre toma consigo a otro
demás, son numerosísimas, dominan hombre en vista de una N., y otro hom­
todavía vastas zonas del discurso co­ bre a otro, en vista de otra N., y la
mún, científico y filosófico y se sirven multiplicidad de N. reúne en la misma
de su sentido de necesarismo en el residencia a muchos hombres que se
análisis de la ciencia y de la filo­ asocian para ayudarse, damos a tal so­
sofía. ciedad el nombre de Estado". Menos
explícita es la función que la noción
(gr.
N e c e sid a d Í
x o e «
ol o ; lat. ne-
v ú y x t i de N. tiene en la filosofía de Aristó­
cessitas; ingl. n e e d ; franc. b e s o i n ; teles, que no ignora, por cierto, el peso
alem. Bedürfniss; ital. b i s o g n o ) . En que tiene en ia vida particular y aso­
general, la dependencia del ser vivien­ ciada del hombre ( orno lo demuestra
te, en cuanto a su vida o sus intereses, particularmente en su Política), pero
cualesquiera que sean, de otras cosas no le atribuye una función específica;
o seres. Se habla en este sentido de el origen mismo del Estado se halla
"N. materiales” o "corpóreas” y de "N. para él en la exigencia de la realización
espirituales”; de "N. de disciplina” o de una vida feliz, que significa sobre
de "reglas" y de "N. de libertad”, de todo una vida virtuosa (Pol., VII, 2,
"N. de afecto” y de "felicidad”, de "ayu­ 1324 a 5, ss.). La filosofía posaristoté­
da", de "comunicación” y así sucesiva­ lica se desinteresa de las N., aunque
mente. Todo tipo o forma posible de Epicuro prescribe su satisfacción (Max.
relación entre el hombre y las cosas o capit., 26; Fr. 200, Usener), ya que está
entre el hombre y los otros hombres, muy ocupada en delinear el ideal del
puede ser considerada bajo el aspecto sabio, entregado a la vida puramente
de la N., la que implica la dependencia contemplativa. Y para interpretar la
del ser humano de tales relaciones. En realidad humana no se valen de la N.
la historia de la filosofía la noción ni la filosofía medieval ni la moderna,
de la N. ha sido tratada desde dos que prefieren dar importancia a los
ángulos visuales: 1) con m a y o r fre­ elementos o caracteres que hacen re­
cuencia desde el punto de vista moral, saltar la independencia del hombre con
esto es, desde el punto de vista del referencia al mundo, en vez de apun­
problema de la actitud que debe tomar­ tar hacia la dependencia del hombre
se frente a las N., limitarlas o alentar­ respecto al mundo. Hegel, aunque ha­
las o de qué manera y en qué grado ble de un “sistema de N.” prefiere in­
limitarlas; 2) menos frecuentemente, sistir acerca del aspecto según el cual
desde el punto de vista de la importan­ la N. es dominada por el hombre, en
cia y del significado que la N. tiene vez de dominarlo: “El animal tiene un
N e g a c ió n
N e g a tiv o
ámbito limitado de medios y de modos Zeit §§39ss., cf. §20; trad. esp.: El ser
para apagar sus N., que son, al mismo y el tiempo, México, 1962, F. C. E.). La
tiempo, limitadas. El hombre, a pesar noción de necesidad que surge de estas
de esta dependencia, demuestra, al mis­ notas no es la de un estado provisio­
mo tiempo, su superación de la misma nal de falta o de deficiencia (se tiene
y su universalidad, sobre todo median­ necesidad del aire, aunque no exista
te la multiplicidad de las N. y de los eñ abundancia), sino más bien de una
medios y después mediante la descom­ existenciaridad determinada esencial­
posición y la distinción de la N. con­ mente por la facticidad, que caracte­
creta” (Fil. del Der., § 190). La primera riza de manera específica al hombre y,
afirmación clamorosa de la importan­ en general, al ser finito en el mundo.
cia de las N. para la interpretación de
lo que el hombre es o puede ser, se N e g a c ió n (gr. óuióqpaai;; lat. negatio;
puede vislumbrar en la filosofía de ingl. negation-, franc. négation; alem.
Schopenhauer, que, en consecuencia, Vemeigung, Negation-, ital. negazio-
interpretó la N. como carencia y por lo ne). Término que puede aplicarse
tanto como dolor, como la voluntad de tanto al acto de negar como al con­
vida que constituye la esencia noumé- tenido negado, o sea la proposición ne­
nica del mundo. "La base de toda vo­ gativa, denominada en griego ájiócpaai?
luntad es N., carencia, o sea dolor, al (lat. negatio: Boecio) y definida co­
que el hombre está vinculado desde su mo "enunciado que separa algo de al­
origen, por naturaleza" (Die Welt, 1819, go” (De Interpr., 17 a 26), en cuanto
I, §57). Fuera de la metafísica, en el que, según la misma doctrina aristo­
terreno de la antropología, L. Feuer- télica, separa o aleja dos conceptos.
bach insistió en la estrecha relación Sustancialmente, la tradición lógica ha
de la N. con la naturaleza humana conservado esta doctrina y, por lo tan­
(Grundsatze der Philosophie der Zu- to, este significado del término N. So­
kunft [“Principios de la filosofía del lamente los partidarios de la teoría
futuro"], 1844). Marx, en sus escritos del juicio como asentimiento (Rosmini,
juveniles (Economía y filosofía, 1844; Fr. Brentano, Husserl) consideran la N.
Ideología alemana, 1845 .846) acentuó como acto de denegación (rechazo, re­
la importancia de las N. y, por lo tan­ pudio, Vemeinung) de una representa­
to, del trabajo dirigido a satisfacer­ ción o idea. En la lógica simbólica con­
las, hasta hacer de ello el tema funda­ temporánea la N. está representada por
mental de su antropología (véase per­ un símbolo especial (el símbolo " ~ ”)
sona). En la filosofía contemporánea, que, antepuesto al símbolo de una pro­
aparte del marxismo, la importancia posición "p", transforma a ésta en la
de la noción de N. para la interpreta­ afirmación de que "p" es falsa (Russell)
ción de la realidad humana, es subra­ o en una nueva proposición (molecu­
yada por el naturalismo, por un lado, lar), función de verdad de "p" y pre­
y por el existencialismo por el otro. De- cisamente (en la lógica de dos valores)
wey, por ejemplo, al insistir en la “ma­ en la proposición que es falsa cuando
triz biológica" de toda actividad hu­ "p” es verdadera y verdadera cuan­
mana y, por lo tanto, también de la do "p" es falsa (Wittgenstein, Camap).
lógica, ve en la N. el estado de per­ G.P.
turbación del delicado equilibrio orgá­ N e g a tiv o (gr. o u c o q i a T i x ó i ; ; lat. negativus;
nico y su cambio en la búsqueda ten­ ingl. negative; franc. négatif; alem.
diente a restablecerlo (Logic, cap. II; negativ; ital. negativo). Lo que efectúa
trad. esp.: Lógica, p. 41, México, 1950, o implica una negación, esto es, una
F. C. E.). Por otro lado, Heidegger al exclusión de posibilidades. Una enti­
definir al "ser-en-el-mundo", estructu­ dad N., por ejemplo, una proposición,
ra existenciaria del hombre como cura no implica que subsista la entidad posi­
(véase), insiste en la dependencia del tiva correspondiente a la que luego se
mundo, que el hombre tiene, como el agregue la negación, sino que es sim­
"ser en el mundo, abierto-cayendo, pro- plemente la exclusión de una posibili­
yectante-yecto, al que en su ser cabe el dad y, en la mayoría de las veces, de
mundo y en el ser con otros le va el más una posibilidad formulada sólo con el
peculiar poder ser mismo” (Sein und fin de excluirla.
850
N e o c ritic ism o
N e o p ita g o ris m o

Los múltiples usos del término se Neokanti-.mo (ingl. neo-criticism; franc.


pueden reducir a este significado fun­ néocriticisme; alem. Néukantianismus;
damental "Resultado N.” de un expe­ ital. neocriticismo). El movimiento del
rimento significa la exclusión de una "retomo a Kant" que se inició en Ale­
determinada posibilidad de interpreta­ mania hacia la mitad del siglo pasado
ción o de explicación. "Efecto N.” de y que ha dado origen a algunas entre
una determinada operación significa la las más importantes manifestaciones
exclusión de lo que se esperaba como de la filosofía contemporánea. Los ras­
posible de la operación misma. "Acti­ gos comunes de todas las corrientes
tud N." en relación a una doctrina o a del N. son los siguientes: 1) la nega­
una cosa cualquiera es la actitud que ción de la metafísica y la reducción
excluye la posibilidad de que la doctrina de la filosofía a reflexión acerca de la
sea verdadera o que la cosa tenga un ciencia, o sea a teoría del conocimien­
valor cualquiera, etcétera. to; 2) la distinción entre el aspecto
psicológico y el aspecto lógico-objetivo
N e o c ritic is m o , véase NEOKANTISMO. del conocimiento, distinción en virtud
de la cual la validez de un conocimien­
( i n g l . neo-Hegelian-
N e o h e g e lia n is m o to es por completo independiente del
istn; franc. néo-hégélianisme; alem. modo en que es adquirida o conservada
Neuhegelianismus; ital. neohegelismo). psicológicamente; 3) la tentativa de re­
El retomo al idealismo romántico, rea­ montarse de las estructuras de la cien­
lizado en Inglaterra, Italia y Norteamé­ cia, tanto de la de la naturaleza como
rica en los últimos decenios del siglo de la del espíritu, a las estructuras
pasado y en los primeros de éste. El N., del sujeto que la harían posible.
así como el idealismo romántico del En Alemania constituyeron la corrien­
cual es filiación directa, tiene como te N.: 1) la Escuela de Marburgo (Mar-
tesis fundamental la identidad de lo burger Schule) a la cual han pertene­
finito y de lo infinito, o sea la reduc­ cido F. A. Lange, H. Cohén, P. Natorp,
ción del hombre y del mundo de la E. Cassirer y con la cual se relacione
experiencia humana a lo Absoluto. El en parte Nicolai Hartmann; 2) la Es
neoidealismo angloamericano y el neo- cuela de Bajen (Badische Schule), fun
idealismo italiano se distinguen entre dada por W. Win ’elband y H. Rickert;
sí por el modo en que realizan esta 3) el historicismo alemán con G. í>im-
reducción. El idealismo angloamerica­ mel, W. Dilthey, E. Troeltsch, etc.
no lo hace por vía negativa, demostran­ Esta última dirección formuló el pro­
do que lo finito, por su intrínseca irra­ blema de la historia en forma análoga
cionalidad, no es real o es real sólo en al modo como las otras escuelas kan­
la medida en que el infinito se revela y tianas formularan el problema de la
se manifiesta. El idealismo italiano lo ciencia natural (véase h is t o r ic is m o ).
realiza por vía positiva, mostrando en Fuera de Alemania se relacionaron con
la estructura misma de lo finito, en su la dirección neokantiana C. Renouvier
intrínseca y necesaria racionalidad, la y L. Brunschvig en Francia, S. H. Hodg-
presencia y la realidad de lo infinito. son y R. Adamson en Inglaterra y Ban-
Éste ha sido también el camino reco­ fi en Italia.
rrido por Hegel y por todo el idealismo
romántico. A la corriente inglesa perte­ N e o p ita g o ris m o (ingl. ne' pythagorean-
necen G. H. Stirling, T. H. Green, B. ism; franc. néopythagorisme; alem.
Bosanquet, J. E. McTaggart y, en espe­ Neupythagoreismus; ital. neopitagoris­
cial, F. H. Bradley, que es su mayor mo). La vuelta a la filosofía pitagórica
representante. En Estados Unidos la que se realizó en el siglo i a. c., sea por
figura más importante del N. ha sido 'a aparición de falsos escritos pita­
J. Royce. Los mayores representantes góricos (Dichos Áweos, Símbolos, Car­
del idealismo italimo fueron G. Gen- tas, atribuidos a Pitágoras) y de otros
tile y B. Croce. Sobre todos ellos, véa­ escritos atril uidos al lucano Ocello y
se IDEALISMO. a Hermes Trismegisto, sea por el flo­
recer de filósofos que declararon ins­
N e o id e a lism o , véase supra NEOHEGELIA- pirarse en las doctrinas del pitagorismo
NISMO. antiguo. Entre ellos: Nigidius Figulus,
851
ll

N e o p la to n is m o
N e o rre a lis m o
Apolonio de Tiana, Nicómaco de Ge- Debe anotarse que el "platonismo"
rasa y sobre todo, Numenio de Apamea del Renacimiento es, en realidad, un
(siglo I d. C.)• Las doctrinas de estos N. que repite, con algunas variaciones,
autores no tienen originalidad, pero las tesis arriba expuestas. Las varia­
presentan rasgos que resultaron propios ciones que caracterizan al N. renacen­
del neoplatonismo (véase infra). tista (el de Nicolás de Cusa, Pico della
Mirándola y Marsilio Ficino) se refie­
(ingl. n eo -platonism ;
N e o p la to n is m o ren a la mayor importancia atribuida
franc. néo-platonisme; alem. Neuplato- al hombre y a su función en el mundo,
nismus). La escuela filosófica fundada conforme al espíritu general del Rena­
en Alejandría por Ammonio Saccas en cimiento (véase).
el siglo ii d. c. y cuyos mayores repre­
sentantes son Plotino, Jámblico y Pro- N e o p o sitiv ism o (ingl. n eo-positivism ;
clo. El N. es una escolástica y, por lo franc. néo-positivisme; alem. Neuposi-
tanto, utiliza la filosofía platónica (fil­ tivismus; ital. neopositivismo). 1) Lo
trada a través del neopitagorismo, del mismo que empirismo lógico (véase).
platonismo medio y de Filón) para la 2) A veces se ha denominado así al
defensa de verdades religiosas, o sea de bergsonismo (Le Roy, Un positivisme
verdades que se consideraban revela­ nouveau, 1901).
das al hombre ab antiquo y por él re-
descubiertas en la intimidad de la con­ N e o rre a lis m o (ingl. new realism; franc.
ciencia. Los rasgos fundamentales del néo-realisme; alem. Neureatismus; ital.
N. son los siguientes: neorealismo). Con este término se de­
1) el carácter revelado de la verdad signan las corrientes del pensamiento
que, por lo tanto, es de naturaleza reli­ contemporáneo que toman como ban­
giosa y se manifiesta en las institucio­ dera la negación del idealismo gnoseo-
nes religiosas existentes y en la re­ lógico (véase), o sea la negación de
flexión del hombre sobre sí mismo; la reducción del objeto del conocimien­
2) el carácter absoluto de la trascen­ to a un modo de ser del sujeto. El
dencia divina, por la cual Dios, consi­ idealismo gnoseológico fue el elemen­
derado como el Bien, está í^era de toda to dominante de la filosofía del si­
determinación cognr-cible y es consi­ glo xix, ya que era compartido no sólo
derado inefable; por el idealismo romántico sino tam­
i) la teoría de la emanación, es de­ bién por el esplritualismo, el neokan-
cir, de la derivación necesaria de to­ tismo y, en general, por todas las filo­
das las cosas existentes, a partir de sofías conciencialistas. De esta tenden­
Dios, que resultan cada vez menos per­ cia general fueron excepciones, al prin­
fectas a medida que se alejan de Él, cipio, la filosofía de la inmanencia de
y la consiguiente distinción entre el G. Schuppe y la obra de Ostvald Külpe
mundo inteligible (Dios, Intelecto y (Einleitung in die Philosophie [Intro­
Alma del mundo) y el mundo sensible ducción a la filosofía], 1895). Pero una
(o material) que es una imagen o apa­ nueva historia del realismo comenzó
riencia del otro; a partir del ensayo de G. E. Moore, "La
4) el retomo del mundo a Dios a refutación del idealismo", publicado en
través del hombre y su interiorización el Mind de 1903. De inmediato defen­
progresiva, hasta llegar al éxtasis, o sea dieron el realismo en Inglaterra, B.
la unión con Dios. Russell y S. Alexander, en tanto que en
En el N. se suelen distinguir: la Es­ Norteamérica, un volumen colectivo
cuela Siria fundada por Jámblico, la publicado en 1912 e intitulado precisa­
escuela de Pérgamo a la que pertene­ mente El nuevo realismo, afirmó la te­
cen, entre otros, el emperador Juliano, sis de un realismo actualizado, tesis
llamado el Apóstata, y la escuela de que en otra forma se volvió a propo­
Atenas, cuyo mayor representante fue ner algunos años más tarde en los
Proclo. Pero las doctrir is fundamen­ Ensayos de realismo crítico (1920), pu­
tales del N. ejercieron, y siguen ejer­ blicados por otro grupo de filósofos
ciendo, una profunda influencia en mu­ norteamericanos. En el primer grupo,
chas direcciones del pensamiento filo­ la figura más conocida fue la de W. P.
sófico. Montague, en el segundo la de G. San-
852
N e o to m ism o
N ew to n ig m o

tayana. Más tarde el N. ha encontrado adquirido los estudios de filosofía me­


sostenedores en A. N. Whitehead y en dieval, esto es, de la escolástica clá­
N. Hartmann. sica.
El N. se divide en tantas direcciones
doctrinarias como filósofos lo profesan, N e o v ita lis m o , véase VITALISMO.
pero, con todo, se funda en una tesis (ingl. nestorianism; franc.
N e s to ria n is m o
fundamental común que constituye su nestorianisme; alem. Nestorianismus;
novedad y su punto de separación del ital. nestorianismo). La doctrina de
realismo tradicional, como también su Nestorio, patriarca de Constantinopla
línea de defensa contra el idealismo. (428-431) según la cual, al existir dos
Esta tesis es la siguiente: la relación naturalezas en Cristo, existen también
cognoscitiva (o sea la relación en la dos personas, una de las cuales habita
que entra el objeto del conocimiento en la otra como en un templo. Nesto­
con el sujeto, esto es, con la mente que rio negaba también que María fuera
lo aprehende) no modifica la natura­ madre de Dios y consideraba como fá­
leza del objeto mismo. Esta tesis se bula pagana la idea de un Dios en­
inspira en la noción matemática de la vuelto en pañales y crucificado. Esta
"relación externa”, o sea de la relación interpretación de la Encamación ya ha­
que no modifica los términos relativos. bía sido sostenida por Deodoro de Tar­
Así, como es obvio, elimina totalmente so (fallecido hasta 394) y por su discí­
la dependencia existencial o cualita­ pulo Teodoro de Mopuestia (muerto ha­
tiva del objeto del conocimiento y del cia 428). Fue condenada por el concilio
sujeto y hace que el idealismo carez­ de Éfeso de 431, pero se mantuvo por
ca de sentido. No obstante estar ale­ largo tiempo y aún sobrevive entre gru­
jados entre sí, en todos los demás as­ pos de la Turquía asiática y de Persia.
pectos, Moore, Montague, Santayana,
Alexander y Hartmann, participan de (ingl. neutralism). Térmi­
N e u tra lis m o
esta tesis. no adoptado por Peirce como sinónimo
de monismo (Chance, Love and Logic,
(ingl. neo-thomism; franc.
N e o to m is m o II, 1). Véase m o n i s m o .
néo-thomisme; a l e m . Neuthomismus;
ital. neotomismo). Se aplica este tér­ (alem. neutratisierung).
N e u tra liz a c ió n
mino o el menos apropiado de “neo- Husserl indicó c^n este término la sus­
escolástica” al movimiento de retomo pensión de la creencia, por la cual "el
a las doctrinas de Santo Tomás, en el ser pura y simplemente, el ser posible,
seno de la cultura católica, iniciado probable, cuestionable, igualmente el no-
por la encíclica Aeterni Patris de ser y todo el resto de lo negado y
León XIII (4 de agosto de 1879). Este afirmado, está para la conciencia ahí,
movimiento consiste en la defensa po­ pero no en el modo ‘real’, sino como
lémica de las tesis filosóficas tomis­ ‘meramente pensado’, como ‘mero pen­
tas en contra de las diferentes direc- samiento’" {Ideen, I, §109). Véase e p o -
iones de la filosofía contemporánea ché.
e, indirectamente, en la reelaboración
y en la modernización de tales tesis. monismo (ingl. neutral monism).
N e u tro ,
Una de las primeras figuras del N. fue Con esta expresión se indica a veces en
la del cardenal belga Désiré Mercier Norteamérica la tesis del neorrealis­
(fallecido en 1925), en tanto que una mo, según la cual las entidades que
de las figuras más conocidas del mun­ entran en la composición del espíritu
do contemporáneo dentro de esta co­ y de la materia no son ni mentales ni
materiales, sino que adquieren tales
rriente es la del francés Jacques Mari- calificaciones en virtud de las relacio­
tain. El tomismo acepta, en general, nes que establecen. En realidad este
la problemática de la filosofía contem­ punto de vista fue sostenido por vez
poránea, pero intenta reconducir tal primera por el empiriocriticismo (véa­
problemática a la sistemática tomista. se) de Avei arius y por Mach.
Uno de los efectos más importantes del
florecimiento neotomista es la reno­ ingl. newtonianism; franc.
N e w to n ism o
vada importancia que a partir de los newtonianisr, e ; a l e m . Newtonianis-
últimos decenios del siglo pasado han mus). Con este término se indica, an-
853
N exo
N o c ió n
tes que nada, la doctrina de Newton n a t u r a l e z a s profundas” (Wille zur
acerca de la gravitación universal. Es­ Machí, ed. Kroner, XV, §24; trad. esp.:
to significa la generalización de las La voluntad de dominio, Madrid, 1932).
leyes de la gravitación a todo el uni­
verso y la formulación de estas leyes Nirvana. La extinción de las pasiones
mediante la fórmula única que enuncia y del deseo de vivir, por lo tanto, de
que los cuerpos se atraen en propor­ la cadena de los nacimientos, según la
ción directa al producto de las masas doctrina budista. “Esta isla incompa­
y en razón inversa al cuadrado de las rable en la cual toda cosa desaparece
distancias. Esta ley fue enunciada por y todo apego cesa, la llamo N., destruc­
Newton por vez primera en las Proposi- ción de la vejez y de la muerte” (Sut-
tiones de motu de 1684 y más tarde tanipáta, V, 11). Dentro de la filosofía
en los Principios matemáticos de filo­ occidental, Schopenhauer se apropió es­
sofía natural, de 1687. ta noción, viendo en ella la negación
de la voluntad de vivir, actitud que
N e x o (lat. nexus; ingl. bond; franc. resulta del conocimiento de la natura­
conexión; alem. Zusammenhang; ital. leza dolorosa y trágica de la vida (Die
nesso). La relación de las cosas entre Welt, I, §71; II, cap. 41).
sí, en el orden causal o en el orden
final. Kant denomina al primero nexus No (alem. Nicht). Según Heidegger, el
effectivus y al segundo nexus finatis N. expresa la limitación fundamental
(Crít . del Juicio, §87). Whitehead ha de la existencia ya que “[el ser ahí]
aplicado este término (nexus) a las co­ ‘pudiendo ser’, está en cada caso en
nexiones reales entre las cosas, a las una u otra posibilidad, constantemen­
que considera como elementos últimos te N. es la otra y ha prescindido de
de la realidad, junto a las cosas mis­ ella en la proyección existencial” (Sein
mas o a las percepciones (Process and und Zeit, § 58; trad. esp.: El ser y el
Reality. 1929). tiempo, México, 1962, F. C. E.). El N.
expresa así la exclusión de las posibi­
(ingl. nihilism; franc. nihilis-
N ih ilis m o lidades que está siempre implícita en
me- alem. Nihilismus-, ital. nichilis- la elección de las que el "ser ahí” (o
mo). Término a menudo usado con sea el hombre) hace entrar en su pro­
intención polémica, y aplicado a doc­ yecto. En este sentido, Heidegger habla
trinas que rehúsan reconocer realida­ de N. como de la deuda fundamental de
des o valores cuya admisión se consi­ la existencia: "[Definimos] la idea exis-
dera importante. Así Hamilton usó el tenciaria del ‘deudor’ así: ser el funda­
término para calificar la doctrina de mento de un ser determinado por un
Hume que niega la realidad sustancial ‘N.’, es decir, ‘ser el fundamento' de un
(Lectures on Metaphysics, I, pp. 293-94) ‘no ser’" (Ibid.).
y en este caso la palabra no significa
más que fenomenismo. En otros casos No yo (ingl. non ego; franc. non moi;
se aplica a las actitudes de los que nie­ alem. Nichi Ich; ital. non io). Térmi­
gan determinados valores morales o po­ no aplicado por Fichte al mundo de
líticos. Sólo Nietzsche usó en forma la naturaleza y en general al mundo
no polémica el término, sirviéndose de objetivo, en cuanto es puesto por el Yo,
él para calificar su oposición radical pero es opuesto al Yo mismo. “No hay
a los valores morales tradicionales y a nada puesto originariamente, excepto
las creencias metafísicas tradicionales. el Yo y sólo éste es puesto en absoluto.
"El N. —dice— no es solamente un Por lo tanto, una oposición absoluta no
conjunto de consideraciones acerca del puede tenerse sino poniendo algo en
oposición al Yo. Pero lo opuesto al Yo
tema: ‘Todo es vano’, no es sólo la es = No-Yo” (Wissenschaftslehre [Doc­
creencia en que todo merezca perecer, trina de la ciencia], 1794, § 2, 9).
sino que consiste en poner las manos
en la masa, en destruir... Es el estado Noción (gr. ívvoia, ; lat. notio;
de los espíritus fuertes y .e las volun­ ingl. notion; franc. notion; alem. No­
tades fuertes, a las cual s no les es rton ; ital. nozione). Este término tiene
posible atenerse a un jui ;io negativo: dos significados fundamentales: uno
la negación activa responde mejor a sus muy general, según el cual N. es cual­
854
Nociones comunes
Noética
quier acto de operación cognoscitiva, paciones (véase) de los estoicos, a las
y otro específico, de acuerdo con el cuales se ha hecho a menudo referen­
cual es una clase especial de actos u cia en la historia de la filosofía (cf.,
operaciones cognoscitivas. por ejemplo Spinoza, Eth., II, 38, Cor;
Cicerón, que introdujo el término, lo Leibniz, Nouv. Ess., Avant-propos; etc.).
hace corresponder tanto a £woia, que
tiene un significado muy general, como N o d a l, lín e a (alem. Knotenlinie). Así
a jiq<Uthí>is, que es la anticipación, o denominó Hegel al paso de la cantidad
sea una especie particular y privilegia­ a la cualidad que sucede por cambio
da de conocimiento (Top., 7, 31). Juan de la cantidad misma (por ejemplo:
de Salisbury, en la Edad Media, adop­ cuando el cambio de la cantidad de
tó el término en el sentido general, re­ calor en el agua produce el paso del
firiéndolo precisamente al griego üwoia agua misma del estado sólido al líqui­
{Metal., II, 20); en sentido general lo do o al gaseoso) (Wissenschaft der Lo-
adoptó también Jungius, que entendió gik [La ciencia de la lógica], I, sec. III,
por N. "la primera operación de nues­ cap. II, B). Este concepto ha tenido
tro entendimiento, o sea la imagina­ más éxito fuera del hegelianismo que
ción con la cual expresamos una cosa en él. Kierkegaard tomó de ahí su con­
con una imagen” (Log. Hamburgensis, cepto del salto (véase), y Engels hizo
1638, Prol., 3). Locke, en cambio, pensó del paso de la cantidad a la cualidad
restringir el término a las ideas com­ una de las leyes fundamentales de la
plejas que parece "como si tuvieran dialéctica (Dialektik der Natur ["Dia­
su origen y su existencia constante más léctica de la naturaleza”]; trad. i tal.,
bien en los pensamientos de los hom­ p. 57). Véase d ia l é c t ic a ; salto .
bres, que no en la realidad de las cosas”
{Essay, II, 22, 2), en tanto que Leibniz Nóema (alem. Noema). En la termino­
observó que "muchos aplican la palabra logía de Husserl, el aspecto objetivo
N. a toda suerte de ideas o de con­ de la vivencia, o sea el objeto, consi­
cepciones, ya sean originales o deriva­ derado por la reflexión en sus dife­
das” (Nouv. Ess., II, 22, 2). Berkeley rentes modos de ser dado (por ejem­
a su vez restringió el término para in­ plo, lo perci! ’do, lo recordado, lo ima­
dicar el conocimiento que el espíritu ginado). El N. es distinto del objeto
tiene de sí mismo y de la relación en­ mismo, que es la cosa; por ejemplo, el
tre las ideas, conocimiento que a su objeto de la percepción del árbol es
vez no es una idea {Prirtc. of Human el árbol, pero el N. de esta percepción
Knowledge, I, §27, 89, 140, etc.; cf. la es “ ‘lo percibido en cuanto tal’... hay
nota al § 27 de la edición de los Prin­ que tomar el correlato noemático...
cipies, en Works, ed. T. E. Jessop, II, ‘exactamente’ a sí... como, ‘si pregunta­
p. 53). También Kant dio un significado mos puramente a esta vivencia mis­
restringido al término, entendiéndolo ma’, nos es ofrecido por ella" (por ejem­
como "el concepto puro en cuanto tie­ plo, el árbol verde, iluminado, no ilu­
ne su origen únicamente en el enten­ minado, p e rc ib id o , recordado, etc.)
dimiento” y reservando el término "re­ (Ideen, I, §§ 8 8 ss.). El adjetivo corres­
presentación” para el significado gene­ pondiente es noemático.
ral de N. (Crít. R. Pura, Dial, trasc.,
I, sec. 1). Wolff, en cambio, había afir­ Nóesis (alem. Noesis). En la termino­
mado: "la representación de las cosas logía de Husserl, el aspecto subjetivo
en la mente es la N., que otros llaman de la vivencia, constituido por todos
idea" (Log., §34). los actos de comprensión que tienden
Todos los significados específicos pro­ a aprehender el objeto, como el perci­
puestos para el término no han tenido bir, el recordar, el imaginar, etc. (Ideen,
éxito; actualmente le ha quedado casi I, §§8 8 ss.). El adjetivo correspondiente
exclusivamente el significado genérico es noético.
de operación, acto o elemento cognos­
citivo en general. Noética (ingl. 'oetic; franc. noétique;
alem. No'étik; tal. noética). Así deno­
N o c io n es c o m u n e s ( gr. xoLvai £woiai; lat. minó Hamilton a la parte de la lógica
notianes communes). Son las antici­ que estudia "la ; leyes fundamentales
85S
N o lició n o n o lu n ta d
N o m b re
del pensamiento", esto es, los cuatro nita “no hombre” no es un N., los lógi­
principios de Identidad, No Contradic­ cos posteriores agregaron a la defini­
ción, Tercero Excluido y Razón Sufi­ ción aristotélica del N. la caracteri­
ciente (Lectures on Logic, V, I, p. 72). zación “finita”, como también la de
Muy pocos autores han seguido este uso. “recta”, para excluir los casos oblicuos
del N. que interesan al gramático, pero
(lat. noluntas', ingl.
N o lic ió n o n o l u n ta d no al lógico (Pedro Hispano, Summul.
nolition; franc. notonté; alem. Nolitio; Log., 1.04). El propio Aristóteles adver­
ital. nolontá). El no querer o rehuir. tía (De Int., 2, 16 a 23) que el N. no
El término es muy raro en todas las siempre es simple y en este sentido
lenguas. Según Santo Tomás, “el ape­ su definición fue modificada por Jun­
tito actual del bien se llama ‘voluntad’ gáis en el siglo xvn: “Por N. se entien­
en el sentido de acto de volición... la de un símbolo o señal, instituida para
huida del mal no es tal voluntad [que una cosa determinada y para la noción
pertenece al bien], sino más bien ‘no­ que representa la cosa, ya se trate de
luntad’ [pues se refiere al mal]” (S. Th., un N. gramaticalmente único, ya se
II, 1, q. 8 , a. 1). En el mismo sentido trate de un N. compuesto por plura­
se utiliza el término en Wolff (Phil. lidad de vocablos (Log. Hamburgensis,
practica, I, §38). Es claro que, en este 1638, IV, 2, 10).
sentido, la N. es voluntad positiva, tan­ En la lógica contemporánea, la fun­
to como la denominada voluntad. Otros ción del N. ha sido analizada sobre
autores, en cambio, la han entendido en todo con referencia a lo que Camap
el sentido de voluntad inhibida o au­ ha denominado “la antinomia de la re-
sencia de voluntad (Renouvier y Prat, lación-N.”. Esta antinomia había sido
Monadologie, p. 231). Este segundo sen­ vislumbrada por Frege (“über Sinn
tido es totalmente impropio. und Bedeutung” [‘‘Sobre el sentido y
el significado”], 1892, en Aritmética
N o m b re (gr. óvoga; lat. nomerr, ingl. e lógica, ed. Geymonat, pp. 215-52), pe­
ñam e; franc. nom ; alem. Ñ am e; ro fue formulada como antinomia por
ital. nome). La palabra o el símbolo que Russell (“On Denoting”, 1905, ahora
denota un objeto cualquiera. Los pro­ en Logic and Knowledge, pp. 41-56).
blemas que el N. hace surgir como La antinomia resulta del hecho de que
palabra o símbolo, el de su origen o los nombres sinónimos (que tienen por
de su validez, por ejemplo, se han dis­ lo tanto el mismo significado) deben
cutido en el artículo lenguaje (véase). poder sustituirse uno a otro sin que
Aquí sólo es necesario remontarse a las cambie el significado y el valor de
determinaciones específicas que del con­ verdad del contexto. Ahora bien, “Sir
cepto de N. han dado los lógicos. Cuan­ Walter Scott” y “el autor de Waverley"
do Platón define el N. como ‘‘el instru­ son nombres sinónimos y, por lo tanto,
mento adecuado para enseñar y para sustituibles. Sin embargo, si en la fra­
hacernos discernir la esencia, de la mis­ se “Jorge IV preguntó en una ocasión
ma manera en que la lanzadera es ade­ si Walter Scott era el autor de Waver­
cuada para tejer la tela” (Crat., 388 b), ley", se sustituye “autor de Waverley"
su definición se adapta a cualquier tér­ por el sinónimo "Walter Scott”, la frase
mino o expresión lingüística. Aristóte­ resulta falsa porque queda así: “Jor­
les, en cambio, ha dado el primer aná­ ge IV preguntó en una ocasión si Scott
lisis específico del nombre. “El N. —ha era Scott”.
dicho— es un sonido de voz significa­ La lógica contemporánea ha dado
tivo por convención, que prescinde del dos soluciones principales a esta anti­
tiempo y cuyas partes no son significa­ nomia, la primera de ellas consiste esen­
tivas sino al ser tomadas por separado” cialmente en reducir la denotación a
(De Int., 2, 16 a 19). En cuanto ‘‘pres­ una descripción en términos directa o
cinde del tiempo”, el 'I. se distingue indirectamente reducibles a experien­
del verbo que tiene sie ipre una deter­ cias elementales. Esta solución ha sido
minación temporal. En cuanto no tiene propuesta por Russell (que la expuso
partes por sí significa ivas, el nombre en el ensayo citado y más tarde en el
se distingue del discuri 3. Y ya que Aris­ primer volumen de los Principia Mathe-
tóteles observa que l1/ expresión infi­ matica, 1910). Según Russell, la frase
856
N o m in a l, d e f in ic ió n
N o m in a lis m o
"Jorge IV, eta.” puede significar: exigir supuestos particulares acerca de
a) “Jorge IV deseaba saber si un hom­ la naturaleza del lenguaje.
bre, y sólo si un hombre, había escrito
IVavertey y si Scott fue ese hombre”, N o m in a l, d e f i n i c i ó n , véase DEFINICIÓN.
o bien puede significar: b) “Un hom­
bre y sólo un hombre escribió Waver- N o m in a lis m o (ingl. nominalism; franc.
ley y Jorge IV deseaba saber si Scott nominalisme; alem. N o m in a lism u s;
era tal hombre.” En este segundo caso ital. nominalismo). La doctrina de los
"el autor de \Vaveriey obra —dice Rus- filósofos nominales o nominalistas que
sell— de modo primario (primary ocur- constituyeron una de las grandes co­
rence) porque supone que Jorge IV tie­ rrientes de la escolástica. Los términos
ne algún conocimiento directo de Scott. nominalista (nominalis) o terminista
En la primera, en cambio, la frase (terminista) fueron usados solamente
acude de modo secundario en el sen­ a principios del siglo xv (véase t e r m i -
tido de que no supone un conocimien­ n i s m o ). Pero ya Otón de Frisinga en su

to directo de Scott” (“On Denoting”, crónica Acerca de las gestas de Fede­


op. cit., p. 72). Esta teoría, aparte de rico (I, 47), afirmaba que Roscelino
presuponer la diferencia entre conoci­ “fue el primero en nuestros tiempos
miento directo y conocimiento indirec­ en proponer la doctrina de las pala­
to, equivale a reducir los N. propios a bras en la lógica (sententiam vocum)”.
N. comunes y los N. comunes a N. pro­ A principios del siglo x i i , el N. fue
pios, esto es, que denotan elementos defendido por Abelardo (véase u n i v e r ­
tomados de la experiencia directa. Teo­ s a l ), pero su triunfo en la escolás­
rías similares a ésta han sido formu­ tica se debió a la obra de Guillermo
ladas por Quine (Methods of Logic, de Occam (1280-1349), que no en balde
1950, §33; From a Logical Point of fuera llamado Princeps Nominalium.
View, 1953, cap. 1) y por otros. Occam expresa su convicción acerca
La segunda solución de la antinomia de este tema de la siguiente manera:
de la relación-N. es la propuesta por "Ninguna cosa fuera del alma ni por sí
Frege. Consiste en distinguir entre el ni por algo que se le agregue, real o
significado (Bedeutung, meaning) co­ irracional y de cualquier manera que
mo denotación y el sentido (Sinn, sen- se considere y se entienda, e s univer­
se). La denotación es la referencia del sal, ya que tan imposible es que una
N. al objeto: “Sir Walter Scott” y “el cosa fuera del alma sea universal de
autor de Waverley" tienen la misma algún modo (a menos que no resulte
denotación porque se refieren al mismo por convicción, como cuando se consi­
objeto. El sentido es, en cambio, como dera universal la palabra 'hombre' que
decía Frege, “algo que es de inmediato es singular), como imposible es que el
aprehendido por el que conoce sufi­ hombre, por cualquier consideración
cientemente la lengua (o en general el o según cualquier ser, sea asno” (In
conjunto de signos) a la cual pertene­ Sent., I, d. II, q. 7 S-T). Desde el punto
ce el N.” ( Uber Sinn und Bedeutung de vista positivo, el N. admite que lo
["Sobre el sentido y el significado”], universal o concepto es un signo que
§ 1; trad. ital., p. 219), por lo que dos N. puede ser predicado de pluralidad de
pueden tener diferentes sentidos, aun cosas. En este sentido el concepto ha­
refiriéndose al mismo objeto. Éste es bía sido ya definido por Abelardo (véa­
precisamente el caso de las dos expre­ se u n iv e r s a l e s , d is p u t a d e l o s ).
siones citadas y ya que es posible com­ Al delinear una breve historia del N.,
prender el sentido de un N. sin conocer Leibniz decía, con referencia a Nizo-
su denotación, las preguntas del tipo lio, que "son nominalistas los que creen
de la atribuida a Jorge IV significan que, aparte de las sustancias singula­
una búsqueda de información concer­ res, no existen más que puros nombres
niente a la identidad de sus denota­ y que, por le tanto, eliminan la reali­
ciones. Esta solución ha sido repetida dad de las c isas abstractas y univer­
con variantes por Camap (Meaning and sales”; Leibn r. remontaba pues el N.
Necessity, §§31-32) y por Church (Intr. así entendido i Roscelino e incluía en­
to Mathematical Logic, 1958, §01). Y tre los nomin; listas, aparte del propio
parece la solución preferible por no Nizolio, tambie i a Thomas Hobbes (De
857
N o m in a liz a c ió n
N o o lo g ía
stilo philosophico Nizolii, 1670, Op., ed. ricas, denominadas ideográficas (Pra-
Erdmann, p. 69). Estas notas e inclu­ ludien ["Preludios”], 5? ed., II, 145).
siones leibnizianas han sido aceptadas Véase ciencias, clasificación de las.
por los historiadores de la filosofía.
En época más reciente, el término N o n causa p ro causa (gr TÓ gf) aíxiov
se ha ido usando para designar la (o; aíxiov). Uno de los sofismas enun­
interpretación convencionalista de la fí­ ciados por Aristóteles (El. Sof., 5, 167 b
sica y así, por ejemplo, Poincaré lo 2 1 ) que consiste en considerar como
aplicó en relación a Le Roy (La Science causa (o sea como pr emi s a ) lo que
et l'hypothése, p. 3). no lo es, de donde surge una conse­
Algunas veces, los lógicos modernos cuencia imposible y la aparente refu­
usan el término para indicar la doc­ tación del adversario. Es una falacia
trina que enuncia que el lenguaje de que se verifica especialmente en la re­
las ciencias contiene sólo variables in­ ducción al absurdo. El ejemplo sumi­
dividuales, cuyos valores son objetos nistrado por Aristóteles es el siguiente.
concretos y no ya clases, propiedades Se quiere reducir al absurdo la afir­
y similares (Quine, From a Logical mación de que el alma y la vida son
Point of View, VI, 4ss.; Camap, Mean- la misma cosa. Se procede así: la
ing and Necessity, § 10). muerte y la. vida son contrarias; la ge­
neración y la corrupción son contra­
N o m in a liz a c ió n (alem. Nominalisierung). rias; pero la muerte es corrupción, por
Husserl llamó “ley de N.” a la ley se­ lo tanto, la vida es generación. Pero
gún la cual "a toda proposición y a esto es imposible, porque lo que vive
toda fórmula parcial aislable en la pro­ no genera sino que es generado y, por
posición corresponde un nominal: a la lo tanto, el alma y la vida no son la
proposición misma, digamos 'S es P\ misma cosa. La falacia consiste aquí
la proposición asertórica nominal; por en la eliminación de la premisa: "Alma
ejemplo, en las proposiciones que vie­ y vida son la misma cosa” y en la sus­
nen a ser sujeto de otras anteriores, titución con la otra "Muerte y vida son
al 'es P' ‘el ser P’; a la forma de rela­ cosas contrarias”. (Cf. Pedro Hispano,
ción ‘semejante’ la semeja za, a la for­ Summulae Log., 7.56-57; Amauld, Log.,
ma plural la pluralidad, etc.”. III, 19, 3; Jungius, Log., VI, 12, 11; et­
cétera).
(ingl. nomology; franc. no-
N o m o lo g ía
mologie; alem. Nomologie). Término Así denominó W. Ha-
N o n -en s lo g icu m .
raramente usado en la filosofía del si­ milton al acto del pensamiento negati­
glo xix para indicar la ciencia de la vo, o sea el no pensar en nada de pre­
legislación. Husserl llamó "N. aritmé­ ciso, lo que equivale a no pensai (Lee-
tica” a la matemática universal (Lo- tures on Logic, I, 2* ed., 1867, p. 76).
gische Untersuchungen, I, § 64; trad.
esp.: Investigaciones lógicas, Madrid, (alem. Noogonie). Kant lla­
N o o g o n ía
1929). mó "sistema de N.” a la doctrina de
Locke, en cuanto describe la génesis
(alem. Nomothetisch). Kant
N o m o té tic o de los conceptos a partir de la expe­
denomina N., o sea dador de leyes, al riencia (Crít. R. Pura, Anal, de los Prin­
juicio reflexivo (véase) en cuanto su­ cipios. Nota a las anfibolias de los con­
ministra máximas para la unificación ceptos de la reflexión).
de las leyes naturales y excluye la posi­
bilidad de que el juicio trascendental N o o lo g ía (lat. noología; franc. noologie;
sea nomotético, ya “que contiene las alem. Noologie). Término inventado por
condiciones para el ordenamiento en Calov en sus Scripta phitosophica (1650)
categorías” y no hace mas que "indi­ para indicar una de las dos ciencias
car las condiciones de la intuición sen­ auxiliares de la metafísica [la otra es
sible bajo las cuales purde darse rea­ la gnosiología (véase)), y más precisa­
lidad (aplicación) a un concepto de­ mente la que tiene por objeto las fun­
terminado” (Crít. del Juicio, §69). ciones cognoscitivas. El término re­
Windelband denominó íomotéticas a apareció en el siglo siguiente en Cru-
las ciencias naturales en oposición a las sius y otros, en el mismo sentido o
ciencias del espíritu o ciencias histó­ en sentidos análogos. Kant denominó
858
N o o s fe ra
N o rm a
noologistas a los que, como Platón, con­ dece igualmente en el justo y en el in­
sideran que los conocimientos puros justo. Pero la necesidad que adverti­
resultan de la razón, en oposición a mos en la validez de las determina­
los empiristas que los consideran re­ ciones lógicas, éticas y estéticas, es
sultado de la experiencia ( Crít. R. Pura, una necesidad ideal, que no es la del
Doctr. Trasc. del Método, cap. IV). Miissen [tener que ser] y la de no-
Ampére propuso denominar noológicas poder-ser-de otra manera, sino la del
todas las ciencias del espíritu ( Essai Sollen [deber ser] y del poder-ser-de
sur la phitosophie des Sciences, 1834). otra manera” (PrUludien ["Preludios”],
Ninguno de estos usos ha tenido éxito. 4‘ ed., 1911, II, pp. 69 ss.). También Kel-
sen entendió la N. en este sentido y
(franc. noosphére). Término
N o o s fe ra tomó este concepto como base de su
adoptado por Le Roy para indicar el teoría del derecho. "La N. —ha dicho—
dominio de la evolución propiamente es la expresión de la idea de que algo
humana, opuesto, por lo tanto, al domi­ debe acaecer y, especialmente, de que
nio de la evolución biológica (biosfera) un individuo debe comportarse en una
en forma tal que se cumple sólo con la determinada manera. Nada se dice en
ayuda de medios espirituales: la in­ la N. sobre el comportamiento efec­
dustria, la sociedad, el lenguaje, la in­ tivo del individuo en cuestión” (Ge­
teligencia, etc. (L’exigence idéaliste et neral Theory of Law and State, 1945,
le fait de l’évolution, 1927, pp. 195-96). I, C, a, 5). En este sentido se ha habla­
do y se habla de una "trascenden­
N o rm a(lat. norma; ingl. rtorm; franc. cia” de la N. en relación con las situa­
norme; alem. Norm; ital. norma). Una ciones que regula, y con tal trascen­
regla o criterio de juicio. La N. puede dencia se ha insistido (a veces oportu­
estar también constituida por un caso namente) acerca de la independencia
concreto, un modelo o un ejemplo, pero del valor de la N. y de su aplicación
el caso concreto, el modelo o el ejem­ efectiva. Así, por ejemplo, no hay duda
plo valen como N. sólo en caso de de que las normas dirigidas a la fina­
poder ser ut i l i z a dos como c r i t e r i o lidad de obtener un buen producto
de juicio de los otros casos o de las agrícola o ind strial, tal como son de­
cosas a las que el ejemplo o el modelo terminadas por las disciplinas cientí­
hacen referencia. La N. se distingue ficas o técnicas apropiadas, siguen sien­
de la máxima (véase) por no ser, co­ do válidas independientemente de que
mo la máxima (en el significado 2 ) sean pasadas por alto u olvidadas en
sólo una regla de conducta, sino que la mayor parte de los casos. Esta inde­
puede ser regla o criterio de cualquier pendencia, sin embargo, no significa
operación o actividad. Y se distingue que las normas tengan un origen mis­
de la ley (véase) porque puede faltarle terioso o inaccesible o que estén de­
el carácter constrictivo de la ley mis­ positadas en alguna región del ser que
ma, así, por ejemplo, una N. de la cos­ tenga solamente una referencia indi­
tumbre resulta ley cuando se hace co­ recta y lejana con los campos de la
activa mediante una sanción pública. experiencia humana que las mismas
La N. es concepto reciente, nacido tienden a regular. Por lo común, las
en el ámbito del neokantismo alemán. normas expresan la disciplina más
Es un concepto que se ha formado por oportuna para determinadas activida­
la distinción y la oposición entre el do­ des, con la mira de otorgar a tales ac­
minio empírico del hecho (o sea de la tividades la mayor eficiencia y preci­
necesidad natural) y el dominio racio­ sión posibles. Si, por lo tanto, no son
nal del deber ser (o sea de la necesidad siempre generalizaciones de lo que ya
ideal) La validez de la N. no resulta está en acto o de lo que se hace, ya que
del hecho de ser o no ser seguida o pueden también inspirarse en un or­
aplicada, sino solamente del deber ser denamiento t o t a l m e n t e diferente, no
que expresa. Los filósofos de la escue­ son tampoco e trañas a los campos
la de Badén (Windelband y Rickert) de la actividad humana que tienden
han insistido acerca de este carácter a regular. En e te sentido decía De-
de la norma. Dice Windelband: "El wey: "La distinc ón establecida a me­
sol de la necesidad natural resplan­ nudo entre la o servación y descrip-
859
N o rm a l
N o ta c ió n
ción de los modos en que los hombres principales, que corresponden a los dos
suelen pensar y la prescripción de los sentidos que se atribuyen a la palabra
modos en los que deberán pensar... norma, esto es: 1) es N. lo que pres­
denota una diferencia parecida a la que cribe la regla infalible para alcanzar
existe entre un cultivo bueno o malo la verdad, la belleza, el bien, etc., o
y entre una práctica médica buena o sea un bien absoluto; 2) es N. una
mala. Los hombres piensan en una for­ fórmula técnica que garantice el des­
ma que no debieran cuando se acogen arrollo eficaz de una determinada acti­
a métodos de investigación que la ex­ vidad. En la segunda mitad del si­
periencia de investigaciones pasadas nos glo xix se han denominado N. en tal
muestra que no son adecuados para al­ sentido 1) las ciencias filosóficas espe­
canzar el fin propuesto en las investi­ ciales, o sea la lógica, la ética y la es­
gaciones en cuestión" (Logic, cap. VI; tética, a las que se atribuyó la tarea
trad. esp.: Lógica, México, 1950, F.C.E., de prescribir las normas a las cuales
p. 121). Desde este punto de vista, una el pensamiento, la voluntad y el senti­
N. es simplemente una fórmula téc­ miento deberían acogerse para lograr
nica para el desarrollo eficaz de una la verdad, el bien y la belleza (Windel-
actividad determinada. band, Rickert, Wundt, Simmel, Hus-
Por lo tanto, se pueden distinguir serl, etc.). En este sentido, la califica­
dos conceptos de N.: 1) la N. como ción de N. ha sido rechazada por las
criterio infalible para el reconocimien­ disciplinas nombradas (véanse los ar­
to o para la realización de valores ab­ tículos respectivos). No se puede ne­
solutos. Éste es el concepto que ha gar, sin embargo, que existen discipli­
sido elaborado por la filosofía de los nas N. en el sentido 2), o sea en el
valores (véase) y que es aceptado aun sentido de formular, hipotéticamente,
por las doctrinas absolutistas; 2) la N. técnicas adecuadas para garantizar el
como procedimiento que garantiza el desarrollo eficaz de determinadas acti­
desarrollo eficaz de una actividad de­ vidades.
terminada.
Nota (lat. nota; ingl. nota; franc. note;
N o rm a l(ingl. normal; ranc. normal-, alem. Merkmal; ital. nota). Signo o
alem. normal-, ital nórmale). 1) Lo con­ característica de un objeto. Acerca del
forme a la norma. principio: “la N. de una N. es una N.
2) Lo conforme a un hábito, a una de la cosa misma” con el que Kant qui­
costumbre o a una medida aproxima- so sustituir al dictum de omni et millo
tiva o matemática y, también, al equi­ como fundamento del silogismo, véa­
librio físico o psíquico. En este sentido se SILOGISMO.
se dice, por ejemplo, ‘‘llevar una vi­
da N." para decir una vida conforme (ingl. notation; franc. nota-
N o ta c ió n
a las costumbres de un determinado tion; alem. Notation; ital. notazione).
grupo social o también: “tiene un pe­ Se aplica este término a los símbolos
so N.“ o “una altura N." para decir que primitivos de la lógica. La clasifica­
tiene el peso o la altura correspondien­ ción más común de tales símbolos es
te a la media de los individuos de la la que los divide en cuatro clases, a
misma edad, raza, etc.; o "una men­ saber, constantes, variables, conectivos
te N.” o "un organismo N.” para indicar y operativos. Estos dos últimos se de­
la buena salud mental o física. Este nominan a veces operadores y abstrac­
uso del término no es totalmente im­ tores, respectivamente. Véase en par­
propio porque si bien las normas a ticular: c o n e c t i v o s ; c o n s t a n t e ; o p e ­
que hace referencia se obtienen por rador .
generalizaciones empíricas, son adopta­
das, sin embargo, como criterio de jui­ Notación (gr. éxuuo/.ovía; lat. n o ta tio ;
cio y establecen, por Ir tanto, una "nor­ ingl. notation; franc. notation; alem.
malidad”. Notation; ital. notazione). En lógica, el
argumento (locus) que resulta de la
N o rm a tiv o (ingl. norn itive; franc. nor- etimología del nombre, como cuando
matif; alem. norma v; ital. normati­ Platón hace derivar la voz soma (cuer­
vo). Este adjetivo ene dos sentidos po) de sema (tumba) con el argumen-
860
N oúm eno
N ú m e ro
to de que el cuerpo es la tumba del N ú m e ro(gr. ¿piUgó:;; lat. n u m e r u s ;
alma (Crat., 400 c). Este tipo de argu­ ingl. n u m b e r ; franc. nombre; alem.
mento es aclarado por Cicerón ( Top., Zahl; ital. numero). En la historia de
8 , 35) y reaparece en los lógicos del este concepto se pueden distinguir cua­
siglo xvn (Jungius, Log., V, 25). tro fases conceptuales diferentes, que
han dado lugar a cuatro diferentes de­
N oúm eno (gr. voovj(ievov; ingl. noume- finiciones, a saber: 1) la fase realis­
non; franc. nouméne; alem. Noumenon; ta; 2) la fase subjetivista; 3) la fase
ital. noúmeno). Este término fue intro­ objetivista; 4) la fase convencionalista.
ducido por Kant para indicar el objeto 1) La fase realista se caracteriza por
del conocimiento intelectual puro que, la tesis que enuncia que el N. es un
por lo demás, es la cosa en sí (véase). elemento constitutivo de la realidad, de
En la disertación de 1870 dice Kant: la realidad en cuanto es accesible, no
"El objeto de la sensibilidad es lo sen­ a los sentidos, sino a la razón. Ésta
sible; lo que no contiene nada que no fue la tesis característica de los pita­
pueda ser conocido por la inteligencia góricos, quienes creían, según testimo­
es lo inteligible. El primero era deno­ nio de Aristóteles, que “las cosas son,
minado fenómeno por las antiguas es­ por sí mismas, números", o sea, que
cuelas, el segundo N.” (De mundi sen- están "compuestas de números, como
sibilis, etc., § 3). En realidad, la pala­ de sus elementos” (Met., XIV, 3, 1090
bra N. es usada a veces por los filó­ a 21). A esta creencia se relaciona la
sofos griegos, pero no en oposición a definición del N. como “un sistema de
fenómeno, aunque sí a veces en oposi­ unidades”, que fuera propia de los pi­
ción a sensible como se puede ver en tagóricos (Estobeo, Ecl., I, 18), defini­
Platón: "Si intelección y opinión ver­ ción sobre la cual se modelara la propia
dadera son dos cosas diferentes, enton­ definición de Euclides ("multitud de
ces existirán sin duda entes que no unidades”. El., VII, 2) y que ha perdu­
sean sensibles para nosotros, sino sola­ rado, por mucho tiempo, como funda­
mente pensados" (Tim., 51 d) y a ve­ mento de las matemáticas. A su vez
ces también en oposición al objeto di­ Platón consideró que el N. se encuen­
rectamente aprehensible, como en los tra siempre oue existe un orden, o sea
estoicos: "La comprensión se produce, un límite de lo limitado. Entre la mul­
según los estoicos, con la sensación y tiplicidad ilimitada 'la de los sonidos
entonces es comprensión de cosas blan­ vocales, por ejemplo) y la unidad ab­
cas o negras, rugosas o lisas, o con el soluta, el N. se inserta como un límite
razonamiento y entonces es compren­ (por ejemplo: la distinción y enumera­
sión de nexos d e mo s t r a t i v o s como ción de las letras del alfabeto) y, por
cuando se demuestra que los dioses lo tanto, se encuentra siempre que hay
existen y que ejercen la providencia. orden e inteligencia (Fil., 18 a ss.). Por
En cambio, con referencia a las cosas otra parte, en este sentido el N. no
pensadas, algunas son pensadas según está ligado a algo visible o tangible;
la ocasión, otras según la semejanza, es por lo tanto diferente del N. del que
otras según la composición y otras se­ se vale el hombre en sus tareas prác­
gún lo opuesto” (Dióg., L., VII, 52). ticas (Rep., 525 d). Con esta tesis (que
En los antiguos, sobre todo en Platón, no es la de los platónicos pitagorizan-
Aristóteles y los neoplatónicos, es más tes que consideraban las ideas como
frecuente el uso del término inteligi­ N.; cf. Arist., Met., XIV, 3) está sus­
ble (voriTÓg) aunque es opuesto a sen­ tancialmente de acuerdo Aristóteles.
sible y no a fenómeno (cf. por ejem­ "Las entidades matemáticas —d i c e—
plo, Aristóteles, Ét. Nic., X, 4, 1174 no son más sustancias que los cuerpos;
b 34). preceden lógicamente, pero no en la
existencia, a las cosas sensibles y no
(ingl. nullibists; alem. Nulli-
N u lib is ta s pueden existir separadamente. Pero des­
bisten). Así denominó Henri Moore a de el momentc en que tampoco pueden
los que creen que el alma no ocupa es­ residir en las isas sensibles no deben
pacio y que no tiene, por lo tanto, una ser del todo o leben ser en un modo
sede determinada en el cuerpo (En- especial, que n> es la existencia abso­
chiridion Metaphysicum, 1671, I, 27, 1). luta” (Met., XI !, 3, 1077 b 12). Este
861
Número

modo de existencia especial propio de una cualidad a una cantidad del mis­
las entidades matemáticas es definido mo género que se considera como uni­
por las mismas proposiciones matemá­ dad” (Arithmetica Universalis, cap. 2).
ticas : "Es estrictamente cierto —dice Una definición análoga a ésta es dada
Aristóteles— que existen entidades ma­ por Wolff, según la cual "el N. en ge­
temáticas y que son tales como las neral tiene con la unidad la misma
matemáticas d i c e n que son” (Ibid., relación que una recta cualquiera pue­
XIII, 3, 1077 b 31). Aristóteles quiere de tener con una recta dada” (Ont.,
decir que las entidades matemáticas § 406). Esta definición, lo mismo que
tienen una existencia análoga a las en­ la de Newton, hace del N. la operación
tidades de la física, ai movimiento, mediante la cual se establece una rela­
por ejemplo, que son abstraídas de las ción de medida.
causas sensibles, pero no son separa­ Kant no hizo más que expresar el
bles de ellas. Desde este punto de vis­ mismo concepto general afirmando que
ta, el número es "una pluralidad me­ el N. es un esquema (véase), y más
dida o una pluralidad de medida” y la precisamente, que es "la representa­
unidad no es un N., sino que es me­ ción que comprende la sucesiva adi­
dida del N. (Met., XIV, 1, 1088 a 5), ción de uno a uno (homogéneos)” (Crít.
definición que repite la platónica y R. Pura. Anal, de los Principios, cap.
que anticipa la euclidiana ya mencio­ I). La novedad del concepto kantiano
nada. es que el N. no es una operación em­
2) La segunda fase conceptual de la pírica, o sea realizada sobre el material
noción de N. se puede remontar a Des­ sensible, sino una operación puramen­
cartes. “El N. que consideramos en te intelectual que obra sobre lo múlti­
general —dice— sin reflejarse sobre ple dado a la intuición pura (del tiem­
algo creado, no existe fuera de nues­ po), el cual es absolutamente homo­
tro pensamiento, como no existen to­ géneo. E s t o h a c e al N. un tanto
das las demás ideas generales que los independiente de la experiencia y do­
escolásticos comprenden bajo el nom­ tado de un género de validez que no
bre de universales” (Princ. PhiL, I, 58). es la validez empírica, pero el N. siem­
En otros términos, el í ' es una idea, pre es, sin embargo, una operación del
un acto o una manifestación del pen­ sujeto. En tanto que esta concepción
samiento. La definición que de aquí kantiana reaparece en numerosas oca­
resulta es la de operación: el N. es siones en la filosofía del siglo xix,
una operación de abstracción realizada Stuart Mili volvió al concepto del N.
sobre las cosas sensibles. Este concep­ como operación empírica de abstrac­
to del número se encuentra repetida­ ción. "Todos los N. —decía— deben
mente en la filosofía moderna. Hobbes ser N. de algo, ya que no hay N. en
colocó al N. entre las cosas "no exis­ abstracto." Por lo tanto, los N. son
tentes" que son sólo "ideas o imágenes” producidos por una "inducción real, por
(De Corp., VII, § 1). Locke ve en el una inferencia real de hechos a he­
N. la idea más simple y más universal chos” y tal inducción queda oculta
...los modos del número se produ­ solamente por su naturaleza compren­
cen... "repitiendo [esta idea] de la siva y por la consecuente generalidad
unidad en nuestra mente, y adicionan­ del lenguaje utilizado (Logic, II, 6 , 2).
do las repeticiones... tenemos [sus] Las posiciones de Kant y de Stuart
ideas complejas” (Essay, II, 16, 2) y en Mili perduran, en cierta forma, como
el mismo sentido Leibniz dice que el típicas en esta fase subjetiva del con­
N. es una idea adecuada o cumplida, cepto de N. Para Kant, el N. es una
esto es, J‘una idea tan distinta que to­ pura operación intelectual y una gene­
dos sus i ngr e di e nt e s son distintos” ralización empírica para Stuart Mili:
(Nouv. Ess., II, 31, 1). Berkeley afirma en todo caso pertenece a la esfera de
que el N. “es enteramente la criatura la subjetividad. Las doctrinas de Can­
del espíritu" (Princ. o Human Kncnv- tor y de Dedekind pertenecen al ám­
ledge, I, 12). Newton afirma que por bito de esta concepción del N. Para
N. es necesario enten er "no tanto la Cantor el N. está fundado en la facul­
multitud de las unida es como la rela­ tad del pensamiento de agrupar los
ción entre la cantil id abstracta de objetos y de abstraer por su naturaleza
862
Número

y su orden, dando lugar así al N. car­ “Cuando se tiene una relación de tér­
dinal, o también sólo por su natura- mino a término entre todos los térmi­
' leza, dando así lugar al N. ordinal. A nos de una colección y todos los tér­
su vez, Dedekind fundó el concepto minos de otra, decimos que las dos
de N. en la operación de aparear o colecciones son similares. Entonces po­
unir las cosas en su conjunto. Aun demos ver que dos colecciones simila­
cuando resulten fecundas, desde el pun­ res tienen el mismo N. de términos y
to de vista matemático, estas nociones definir el N. de una colección dada
mantienen el concepto de N. en el ám­ como la clase de todas las colecciones
bito de la subjetividad. similares a ella. De aquí resulta la
3) La tercera fase conceptual de la siguiente definición formal: ‘el N. de
noción de N., la fase según la cual los términos de una clase dada se de­
el N. es objetivo pero no real, se inició fine como la clase de todas las clases
con el escrito de Frege acerca de los similares a la clase dada’” (Our Know-
Fundamentos de la aritmética (1884). tedge of the Extemal World, 3- ed. 1926,
Frege reconoció el carácter conceptual cap. 7; trad. franc., p. 163). La defini­
del N., pero con tal carácter le reco­ ción de Russell, formulada a partir
noció la objetividad. Ello excluye, en tanto de los Principies of Mathematics
primer lugar, que el N. sea una opera­ (1905) como de los Principia Mathe-
ción o una realidad psicológica, una matica, que publicó en 1910 en colabo­
idea en el significado que el término ración con Whitehead (las dos obras
tenía en el siglo xvm. “El N. no cons­ fundamentales de la lógica matemática
tituye un objeto de la psicología, ni contemporánea), ha tenido vasta aco­
puede considerarse como un resultado gida en la filosofía y en la matemática
de procesos psíquicos, en forma análo­ contemporáneas. No obstante a veces
ga a como no se considera como tal parece ser muy restringida para las po­
al Mar del Norte —dice—. Formulo una sibilidades de desarrollo de la matemá­
precisa distinción entre lo objetivo y tica actual, que no quiere permanecer
lo palpable, real y que ocupa un espa­ ligada a un concepto de N. que de cual­
cio. Por ejemplo, el eje terrestre y el quier manera r e s u l t e preconstituido
centro de gravedad del sistema solar por ella.
son objetivos y, no obstante, no se diría 4) La cuarta fase es la realizada en
que son reales como lo es la tierra” estrecha relación con la axiomática mo­
(Die Grundtagen der Arithmetik [“Los derna y se puede relacionar con los
fundamentos de la aritmética”], § 26; nombres de Peano, Hilbert, Zermelo,
trad. ital., pp. 70-71). La matemática Dingler. Para ella, el N. es un signo
había establecido ya la insuficiencia de definido por un adecuado sistema de
la de f i ni ci ón de N. como colección axiomas. Dice, por ejemplo, Dingler:
de unidades: esta definición, en efecto, “Nosotros nos construimos una serie
llevaría a excluir que 0 y 1 sean N. de signos (signos gráficos) siempre re­
(Aristóteles lo reconocía en lo que se prodúceles y que debe poseer las si­
refiere al 1; Met., XIV, 1, 1088 a 5). guientes propiedades: a) la serie tiene
Frege considera la extensión (véase) un primer término; b) la serie posee
del concepto como base de la definición una regla de construcción enunciable
de N. y admite que "el concepto F es de modo finito, tal que a) está siempre
igualmente numeroso que el concepto determinado unívocamente cual térmi­
G toda vez que exista la posibilidad de no de la serie y está inmediatamente a
poner en relación biunívoca a los ob­ la derecha de un término ya señala­
jetos que caen bajo G y a los que caen do; P) cada término de la serie es di­
bajo F". Así formulado, el problema ferente de todos los términos que lo
da la definición de N. siguiente: “El preceden a la izquierda” (Die Methode
N. natural que corresponde al concep­ der Physik [“Los métodos de la fí­
to F no es más que la extensión del sica”], 1937, cap. II. 3, § 2; trad. ital.,
concepto ‘igualmente numeroso' a F” pp. 137-38). ! ste punto de vista puede
(Ibid., § 6 8 ; p. 134). Esta definición de ser resumido de la siguiente manera:
Frege ha sido expresada nuevamente a) no existí un único objeto o enti­
por Russell en términos más bien de dad denomim la "N." de la cual sean
clases que de conceptos. Dice Russell: especificacioni los números definidos
863
N u m in o so
N yaya
en los diferentes sistemas numéricos; terrible que inspira temor y venera­
b) La validez de los diferentes siste­ ción, conciencia que sería la base de la
mas numéricos depende solamente de experiencia religiosa de la humanidad
la consistencia intrínseca de cada sis­ (Das Heilige, 1917; trad. esp.: Lo san­
tema, tal como es definida por los axio­ to, Madrid, 1925).
mas fundamentales;
c) el concepto de N., tal como resulta Uno de los grandes sistemas fi­
N y a y a.
en el ámbito de un sistema numérico, losóficos de la India antigua, caracte­
no está ligado a una interpretación rizado por la importancia que en él
determinada, sino que es susceptible adquiere la doctrina del conocimiento
de i n t e r p r e t a c i o n e s indefinidamente y de sus objetos. El N. enumera cua­
variables. El N. en otros términos, tro medios de conocimiento: percep­
no está privado en efecto de interpre­ ción, inferencia, analogía o testimonio;
tación (como un signo que no signifi­ define el conocimiento verdadero como
que nada) y no se halla ligado a una el que no está sujeto a contradicciones
única interpretación privilegiada, sino o dudas y que reproduce al objeto tal
que se caracteriza por la posibilidad como es y se detiene a determinar
de diferentes interpretaciones. el elenco de los objetos cognoscibles y
Esta noción del N. es la habitual­ de sus rasgos característicos. Entre
mente presupuesta por los más recien­ éstos incluye tanto al mundo físico con
tes d e s a r r o l l o s de la matemática sus elementos, como al hombre en su
(véase). cuerpo y en sus actividades espiritua­
les, como asimismo al espacio y al
(ingl. numinous; alem. Nu-
N u m in o so tiempo, Dios y, en general, a las con­
minose). Así denominó Rudolf Otto diciones de existencia de las cosas fí­
a la conciencia de un mysterium tre- sicas o espirituales (cf. G. Tucci, Storia
mendum, o sea, de algo misterioso y delta filosofía indiana, 1957, pp. 112 ss.).

864
o
O. La lógica formal "aristotélica” usa cosas naturales, que serían "la O. de
esta letra como símbolo de la proposi­ la voluntad” en el sentido de ser "la
ción particular negativa (véase A). voluntad objetiva o sea, que resulta re­
G.P. presentación” (Die Wett. I, § 18, 25,
etc.).
O b e d ie n c ia (lat. oboedientia; ingl. obe-
dience; franc. óbéissance; alem. Gehor- Objetividad (ingl. o b je c tiv ity ; franc.
sam; ital. obbedienza). Es, según Spi- o b je c tiv ité ; alem. Objektivitdt; ital.
noza, el significado específico de la fe. oggettr’itá). 1) En sentido objetivo:
Ésta, en efecto, consiste "en tener, en carácter de lo que es objeto. En este
tomo a Dios, aquellos sentimientos, sin sentido Husserl habló de una "O. prís­
los cuales viene a menos la O. a Dios tina que tendría el privilegio de re­
y que, en cambio, son puestos nece­ presentar la cosa misma, frente a las
sariamente c u a n d o se pone la O.” propiedades, relaciones, etc. de la cosa”
(Tract. theologicus-politicus, cap. 14). (Ideen, I, § 10). Véase o b je t o .
Esta reducción de la fe a la O. es una 2) En sentido subjetivo: carácter de
expresión de la dirección doctrinal que la consideración que intenta ver el ob­
reduce la fe a acto práctico. Véase f e . jeto tal como es, prescindiendo de las
preferencias y de los intereses del que
O b je c ió n , (ingl. objection; franc. óbjec- los considera y basándose solamente
tiott; alem. Einwurf; ital. óbbiezione). en procedimientos intersubjetivos de
Un argumento cuya conclusión contra­ comprobación y de control. En este sig­
dice una tesis determinada. Ya Leib- nificado, la O. es el ideal de la inves­
niz observó que la verdad no puede tigación científica, ideal al que se acer­
sufrir por obra de "O. invencibles”. "Es ca en la medida en que dispone de pro­
necesario —decía— ceder siempre a las cedimientos adecuados.
demostraciones, sea las que se propon­
gan para afirmar, sea las que se ade­ Objetivismo 'ingl. objectivism; franc.
lanten en forma de objeciones. Y es o b je c tiv is m e ; alem. Objektivismus;
injusto e inútil querer debilitar las prue­ ital. oggettivismo). Cualquier doctrina
bas de los adversarios con el pretexto que admita la existencia de objetos (sig­
de que son sólo O., ya que el adver­ nificados, conceptos, verdades, valores,
sario tiene el mismo derecho y puede normas, etc.) v á l i d o s independiente­
invertir los nombres, honrando sus ar­ mente de las creencias y de las opinio­
gumentos con el nombre de pruebas y nes de los diferentes sujetos.
rebajando los nuestros con el nombre Objetivo (ingl. objective; franc. objec-
despreciativo de O." (Théod., Discours, tif; alem. Objetktiv; ital. obbiettivo).
§ 25). 1) Lo mismo que objeto, cuando la pa­
O b je ta c ió n (alem. Objektation). Según
labra se adopta en el sentido de fin o
Nicolai Hartmann, el término significa finalidad (véase o b j e t o ).
"resultar objeto para un sujeto” y de­ por 2) En el sentido específico propuesto
fine la naturaleza del conocimiento. La cuanto Meinong, es el objeto del juicio, en
resulta diferente al objeto de
O. es lo contrario de la objetivación; la representación. Así, por ejemplo, se
aquélla es la transformación de alguna dice: "Es cierto que existen las antí­
cosa subjetiva en objetiva, en tanto que podas”, el O. está constituido por "que
la objetivación expresa el proceso por existen las antípodas”. El O. no es
el cual un objeto independiente del existente necesariamente. Si A no es,
sujeto resulta objeto de conocimiento el no-ser de A es un O. con el mismo
(Systematische Philoscrphie [Filosofía título que el °er de A (Ueber Annah-
sistemática], 1931, § 11). men ["Sobre 1 s asunciones”], 1902, pp.
142 ss.).
Objetidad (franc. óbjectité; alem. Ob-
jektitát). Término usado por Schopen- Objetivo (ingl. tbjective; franc. objec-
hauer para definir al cuerpo y a las tif; alem. objei iv; ital. oggettivo). Lo
865
Objetivo

que existe como objeto, lo que tiene sos, lo O. no designa lo real ni lo


un objeto o pertenece a un objeto. Este irreal, sino simplemente el objeto del
adjetivo, a primera vista, tiene más sig­ entendimiento y que puede, en una se­
nificados que el sustantivo correspon­ gunda consideración, revelarse ya sea
diente, ya que, además de los significa­ como real o como irreal.
dos relacionados con este último, ha 2) Correlativamente a la limitación
sido aplicado a : lo válido para todos, lo que el objeto de conocimiento recibió
externo con referencia a la conciencia en Kant como objeto "real", existe el
o al pensamiento, lo independiente del segundo significado de O. como lo que
sujeto, lo conforme a ciertos métodos tiene por objeto una realidad empíri­
o reglas, etc. A tales significados ha camente dada. En este sentido Kant
dado lugar, sobre todo, la determina­ afirma que el conocimiento es "obje­
ción kantiana del objeto de conoci­ tivo” u "objetivamente válido”. Ya en
miento como objeto real o empírica­ sus distinciones terminológicas Kant
mente dado. Se pueden ennumerar tres incluye este significado: "Una percep­
significados fundamentales del térmi­ ción que se refiera únicamente al su­
no: 1) lo que existe como objeto; 2) lo jeto, como modificación de su estado,
que tiene un objeto; 3) lo que es válido es sensación; una percepción O. es co­
para todos. Los dos últimos se hallan nocimiento. Ésta es una intuición o
estrechamente relacionados uno con el un concepto. Aquélla se refiere inme­
otro y con los otros significados expre­ diatamente al objeto y es singular; éste
sados. se refiere mediatamente, por medio de
1) El primer significado es el que una nota, que puede ser común, a plu­
corresponde al significado fundamen­ ralidad de cosas” (Crít. R. Pura, Dia­
tal de objeto: O. es lo que existe como léctica, libro I, sección I). Desde este
término o límite de una operación ac­ punto de vista, "validez O.” y "reali­
tiva o pasiva. A tal definición responde dad” coinciden. Kant dice, en efecto:
en primer lugar el uso del término du­ "Nuestras consideraciones enseñan la
rante el último periodo de la escolás­ realidad, o sea la validez O. del espacio
tica, a partir de Duns Scoto. En efec­ con referencia a todo lo que puede
to, se entendió por O. ' j que existe presentársenos en el mundo externo
como o b j e t o del entendimiento, en como objeto” (Ibid., § 3) y análogamen­
cuanto es pensado o imaginado, sin que te dice del tiempo: "Nuestras conside­
implique que exista también fuera del raciones demuestran la realidad em­
entendimiento mismo o en la realidad. pírica del tiempo, esto es, su validez
En este sentido, usaron el término Duns O. con referencia a todos los objetos
Scoto (De An., 17, 14), Antonio Andrea que puedan estar ligados a nuestros
(Super artem veterem, 1517, f. 87 r.), sentidos" (Ibid., § 6 ). En tal sentido,
Francesco Majrone (In Sent., I, d. 47, O. es lo que es empíricamente real y
q. 4), Durando de Saint Pourgain (In lo empíricamente real es, para Kant,
Sent., I, d. 19, q. 5, 7). Dice Walter el producto de una síntesis que, por
Burleigh: "Si bien lo universal no tie­ efectuarse en la conciencia común o
ne existencia fuera del alma, como di­ genérica, vale para todos los sujetos
cen los m o d e r n o s , sin embargo, no pensantes y no para uno solo de ellos
existe duda de que, según el común (Proleg., § 22). Kant dice: “Los juicios
consenso, lo universal tiene existencia son subjetivos, cuando las representa­
O. en el entendimiento, ya que éste ciones se refieren sólo a una concien­
puede entender al león en general sin cia en un sujeto y se identifican en él,
entender a este león” (Super artem o son O. cuando están ligados en una
veterem, 1485, f. 59 r.). "Existir obje­ conciencia en forma genérica, esto es,
tivamente” significa, en este caso, exis­ necesariamente” (Ibid., § 22). Estas
tir bajo forma de representación o de consideraciones sirven como paso a la
idea, esto es, como obieto del pensa­ definición de O. que en el dominio
miento o de la percep ón, un signifi­ práctico y sentimental diera Kant, de­
cado que aparece en fe n a idéntica en nominando O. a las leyes prácticas “que
Descartes (Médit., III, 11), en Spinoza pueden ser reconocidas como válidas
(Eth., I, 30; II, 8 cor. etc.) y en Ber- por la voluntad de todo ser racional”
keley (Siris, § 292). E ¡ todos estos ca- (Crít. R. Práct., § 1) y "principio O.”
i *

866
Objetivo, idealismo
Objeto
al acuerdo universal en el juicio de tos al plano del lenguaje conciencia-
gusto (Crít. del Juicio, 22). lista en el cual el uso de las palabras
3) Estas consideraciones kantianas"externo" e "interno” encuentra alguna
permiten el paso hacia el tercer signi­ justificación. Véase exterioridad; rea­
ficado fundamental de O., o sea de ser lidad.
“válido para todos”. Este significado,
muy difundido en las escuelas kantia­ Objetivo, idealismo (alem. objektiver
nas e idealistas contemporáneas, fue Idealismos). Uno de los tres tipos fun­
bien expresado por Poincaré: "Una rea­ damentales de filosofía, esto es, de in­
lidad completamente independiente del tuición del mundo, según Dilthey y,
espíritu que la concibe, la ve o la sien­ precisamente, la que se funda en el
te, es una imposibilidad. Un mundo sentimiento y está dominada por la ca­
externo en este sentido, aunque exis­ tegoría del valor. En este tipo de filo­
tiera, nos sería inaccesible. Pero lo que sofía comprendía Dilthey a Heráclito,
denominamos realidad O. es, en últi­ los estoicos, Spinoza, Leibniz, Shafts-
mo análisis, lo que es común a plurali­ bury, Goethe, Schelling, Schleierma-
dad de seres pensantes y podría ser cher, Hegel, y consideraba el panteísmo
común a todos" (La valeur de la Scien­ como propio de ella (Das Wesen der
ce, 1905, p. 9). Poincaré refirió esta Philosophie ["La esencia de la filoso­
consideración a las matemáticas, pero fía”], 1907, III, 2; trad. ital., en Critica
casi al mismo tiempo el concepto mis­ delta Ragiane Storica, p. 469). Véase
mo de objetividad se hizo valer en la IDEALISMO DE LA LIBERTAD; NATURALISMO.
metodología de las ciencias sociales
por Max Weber, quien observó que “la Objeto (lat. obiectum; ingl. o b j e c t ;
verdad científica es la que es válida franc. objet; alem. O b j e k t ; Gegens-
para todos los que buscan la verdad” tand; ital. oggetto). El término de una
y que también en las ciencias sociales operación cualquiera, activa o pasiva,
hay resultados que no son subjetivos práctica, cognoscitiva o lingüística. El
en el sentido de ser válidos para una significado de la palabra es muy gene­
sola persona y no para las otras (“La ral y corresponde al significado de
objetividad en las ciencias sociales y cosa (véase) O. es el fin al que se tien­
en la práctica social”, 1904, en The Me- de, la cosa que se desea, la cualidad
thodology of the Social Sciences, 1949, o la realidad perc'bida, la imagen de
p. 84). Este tipo de objetividad se de­ la fantasía, el significado expreso o el
nomina actualmente intersubjetividad concepto pensado. La persona es O. de
y su condición fundamental es recono­ amor o de odio, de estima, de conside­
cida por la posesión y uso de técnicas ración o de estudio y, en este sentido,
especiales de procedimiento que, en un el yo mismo es o puede ser O. Toda
determinado campo, garanticen la prue­ actividad o pasividad tiene como tér­
ba y el control de los resultados de mino o límite un O., calificado en re­
una investigación. “Válido para todos” lación al carácter específico de la acti­
significa, por lo tanto, también "inter­ vidad o de la pasividad. Junto a este
subjetivamente válido” o "conforme a significado muy general y fundamen­
un método calificado”. Y al mismo tal, según el cual el término es insus­
concepto de O. se relacionan los signi­ tituible, a veces se encuentra en el len­
ficados de "independiente del sujeto” guaje filosófico y en el común, un sig­
y de "exterior a la conciencia”. Lo O. nificado más restringido o específico,
en el sentido de ser válido para todos según el cual el O. es tal sólo en caso
es, en efecto, independiente de este o de hallarse provisto de una validez
de aquel sujeto, esto es, de sus particu­ particular, por ejemplo, si es “real” o
lares preferencias o valoraciones y, por "externo” o "independiente”, etc. (véa­
otro lado, el único medio que un suje­ se objetivo ). Sin embargo, este segundo
to particular tiene para disciplinar o significado no elimina, sino que presu­
para frenar sus preferencias y valora­ pone el prim o.
ciones es el de recurrir a procedimien­ La palabra fue introducida en la
tos de método c a l i f i c a d o s . En fin, filosofía por is escolásticos del si­
la equivalencia entre O. y externo es la glo xm. Fue aramente definida por
transcripción de estos mismos concep- Santo Tomás, i lien dice que "el O. de
867
Objeto

una potencia o un hábito es aquello por con la idea. Así yo digo: "el concepto
lo cual (sub cuius ratione) las cosas de una inteligencia suprema es una
dicen relación a tal potencia o hábito, simple idea, esto es, su realidad obje­
como el hombre y la piedra dicen re­ tiva no debe consistir en que se refiera
lación a la vista por el color, y de aquí directamente a un O. (ya que su valor
que lo coloreado sea el O. propio de objetivo no puede ser justificado de
la vista” (S. Th„ I, q. 1 , a. 7). Esta este modo), sino que es sólo un esque­
noción de O. fue adoptada sustancial­ ma, ordenado según las condiciones de
mente por Duns Scoto, quien definió la máxima racionalidad del concepto
el O. de un saber como la materia de una cosa en general" (Crít. R. Pura,
(subiectwn) del saber mismo en cuan­ Dialéctica, Apéndice). Estas considera­
to aprehendida o conocida. Una ma­ ciones de Kant reafirman que la idea
teria cognoscible resulta, según Duns, de la razón pura, hablando con preci­
un O. conocido mediante un hábito in­ sión, no tiene O. porque el O. es sólo
telectual relativo a este objeto (Op. el empírico (la cosa natural) y la idea
Ox., Prol., q. 3, a. 2, n. 4). Jungius no se refiere sólo indirectamente a un
hizo más que expresar la misma noción grupo de tales objetos. Con todo, este
de modo simple al afirmar: "Se dice significado específico del O. no elimi­
O. a aquello en tomo de lo cual se na, ni siquiera para Kant, el significado
vierten las facultades, los hábitos, y general y fundamental. Kant, en efec­
sus actos" (Lógica, 1638, I, 9, 37). Wolff to, no considera únicamente el con­
a su vez decía: "O. es el ente que ter­ cepto de O. como el concepto "más
mina la acción del agente o en el cual alto" en filosofía ( véase el final de este
terminan las acciones del agente, por artículo), sino que también habla de
lo que es casi un límite de la acción" una "distinción de todos los objetos en
(Ont., § 949). general en fenómenos y nóumenos", y
Este significado sigue siendo funda­ considera al nóumeno mismo como "el
mental en el uso que del término se O. de una intuición no sensible” admiti­
ha hecho en la filosofía moderna y da hipotéticamente, en cuanto pudiera
contemporánea. La cuestión del carác­ ser propia de un entendimiento divino
ter real o ideal del O. en general o de (Crít. R. Pura, Anal, de los Princ., cap.
una clase específica de O. (de los 0 . III). Por lo demás, para Kant, aparte
físicos o cosas, por jjemplo) no ha in­ del O. del conocimiento, existe "el O.
fluido en él. Asi el O. del conocimien­ de la razón práctica” que es "la repre­
to puede ser considerado como una sentación de un O. como un efecto po­
idea (según quería Berkeley) o una re­ sible mediante la libertad” (Crít. R.
presentación (de acuerdo con Schopen- Pr&ct., I, Libro I, cap. 2), lo que quie­
hauer), como una cosa material (se­ re decir que el O. es, en este caso, el
gún quería la escuela escocesa del término o el resultado de una acción
sentido común) o un fenómeno (como libre. Lo que en todo caso constituye
quería Kant), pero siempre es, como el O. es su función de límite o término
O., el término o límite de la operación de una actividad o de una operación
cognoscitiva. Sin embargo, precisamen­ cualquiera. Tal noción no falta tam­
te Kant inicia el uso restringido del poco en las formas más radicales del
término, de acuerdo con el cual el O., idealismo y para el mismo Fichte el
o más exactamente el O. del conoci­ O. es, en efecto, el límite de la activi­
miento, es de preferencia el O. "real" o dad del Yo. "El Yo se pone a sí mis­
“empírico". En efecto, dice K ant: "Hay mo como limitado por el no-yo”, dice
una gran diferencia entre ser algo dado (Wissenschaftslehre, 1794, § 4, A) y el
a mi razón como O. absolutamente o no-yo no es más que el O. (Ibid ., § 4,
sólo como O. en la idea. En el primer E, III). De manera análoga, toda otra
caso, mis conceptos determinan al O., determinación que los filósofos puedan
en el segundo no hay realmente más dar acerca de la naturaleza del O., ad­
que un esquema, al cua’ no se le atri­ quiere como punto de partida su defi­
buye directamente algúr 0 ., ni siquiera nición general. Por ejemplo, el 0. pue­
hipotéticamente, sino ue sirve sólo de ser considerado como ua dato (tal
para representar otros ' . en su unidad como lo hacen habitualmente los em-
sistemática, por medie de su relación piristas) o como un problema (como lo
868
Objeto

hacen los kantianos, por ejemplo, Na- indicamos con ella” (Über Sinn und
torp, Platos Ideenlehre, p. 367; trad. Bedeutung ["Sobre el sentido y el sig­
esp.: Platón, en "Los grandes pensado­ nificado"], 1892, § 3) y con ello quería
res”, Madrid, 1925), pero puede ser decir que el O. es el término o el lí­
una u otra cosa únicamente en caso de mite de la operación lingüística, esto
ser considerado como el límite o el es, del uso del signo. A su vez Wittgen-
término de la actividad cognoscitiva. stein dijo: “El nombre variable 'x' es
En la filosofía contemporánea, el re­ el signo propio del seudoconcepto ob­
currir a la noción de intencionalidad jeto. Cada vez que el término O. (‘cosa’,
(véase) ha permitido reconocer en for­ ‘entidad’, etc.) se usa correctamente,
ma clara el carácter general de la no­ se expresa en el simbolismo lógico por
ción de objeto. Brentano, que por vez el nombre variable" (Tract. logico-phi-
primera ha vuelto a usar tal noción, los., 4.1272). No muy diferente de ésta
dice que "todo fenómeno psíquico in­ es la noción de 0. expuesta por Dewey,
cluye en sí algo como O., si bien no para el cual el O. es el resultado de
siempre del mismo modo. En la repre­ una operación de investigación. "Ha­
sentación hay algo representado, en el blaremos de 'O.' (object) —dice— para
juicio a l g o reconocido o negado, en designar cuanto ha sido producido y
el amor algo amado, en el odio algo ordenado en forma estable por medio
odiado, etc.” (Psyckotogie vom empiri- de la investigación; prolépticamente los
schen Standpunkt, 1874, I, p. 115; trad. ‘objetos’ son los objetivos de la inves­
esp.: Psicología, Madrid, 1935). Y Hus- tigación. La aparente ambigüedad que
serl ha generalizado el concepto, dis­ supone el empleo de la expresión ‘O.’
tinguiendo el O. del "O. aprehendido". a estos fines (ya que la palabra se apli­
"Es de o b s e r v a r —ha dicho— que ca regularmente a cosas observadas y
O. intencional de un acto de conciencia pensadas) no es más que aparente. Por­
(tomado tal como es en cuanto pleno que las c o s a s existen para nosotros
correlato de éste) no quiere decir en como O. cuando han sido previamente
modo alguno lo mismo que O. aprehen­ determinadas como resultado de la in­
dido (erfasstes). Solemos introducir sin vestigación” (Logic., cap. 6 ; trad. esp.:
más el estar aprehendido en el concep­ Lógica, México, 1950, F.C.E., p. 138).
to de O. (de O. en general), porque, Es fácil ver que la diferencia entre es­
tan pronto como pensamos en él o de­ tas definiciones de O. es sólo la dife­
cimos algo de él, hacemos de él un rencia entre las actividades o las ope­
O. en el sentido del 0 . aprehendido. raciones que se consideran; el O. es el
A una cosa no podemos, sin duda, es­ término del significado, si se considera
tar vueltos de otro modo que en el de el lenguaje y, en general, el uso de los
la aprehensión, e i g u a l a todas las signos; es el término de una operación
objetividades simplemente representa­ de investigación, si se considera la in­
bles. .. Pero en el acto del valorar es­ vestigación científica y así sucesiva­
tamos vueltos al valor, en el acto de mente, pero en todo caso es (como
la alegría a lo que alegra, en el acto ya lo consideraban los escolásticos) el
del amor a lo amado, en el obrar a la término o el límite de una operación
obra, sin aprehender nada de esto” determinada. La palabra O. es, por lo
(Ideen, I, § 37). Paralela y análogamen­ tanto, el término más general de que
te Meinong defendió el significado muy dispone el lenguaje filosófico. A este
general de la noción de 0. (Gegens- respecto, Kant tuvo razón al afirmar
tand) dividiéndola en las dos clases que si "el más alto concepto del cual
de los O. de la representación u objetos se suele partir en una filosofía trascen­
(Objekte) y de los O. del juicio u ob­ dental es la división de posible e im­
jetivos (Objektive) (Über Annahmen posible”, ya que toda división presu­
["Sobre las asunciones”], 1902, pp. 142 pone un concepto a separar, "debe ser
ss.). Casi al mismo tiempo, en el domi­ aducido un co'cepto aún más alto y
nio de la lógica matemática, Frege de­ éste es el conc pto de un O. en gene­
fendió una n o c i ó n sustancialmente ral, tomado pr blemáticamente y sin
idéntica del O., identificándolo con el decidir si tal c jeto es algo o no es
significado. “El significado de una pa­ nada" (Crít. R. ¿ ira, Anal, de los Prin­
labra —dijo— es el O. que nosotros cipios, Nota a la anfibolias de los con-
869
Objetos, teoría de los
Observación
ceptos de la reflexión). Es obvio que el empeño por el cual el interlocutor
el concepto de O. no coincide entera­ admite en la discusión algo que antes
mente con ninguna de sus especifica­ no admitía. Ésta es la definición dada
ciones posibles. Las cosas, los cuerpos por Occam ( S u m m a Log., III, 38).
físicos, las entidades lógicas y mate­ Occam admite seis especies de obliga­
máticas, los valores, los estados psí­ ciones : la institución, la petición, la po­
quicos, etc., son todos O. especificados sición, la deposición, la duda y el sit
o especificables por medio de modos verum.
de ser particulares o por particulares La institución (institutio) consiste en
procedimientos de comprobación, pero dar al vocablo un nuevo significado du­
ninguna de estas clases de O. posee rante el término de la disputa y no en
una objetividad privilegiada y ninguna otro (Summa Log., III, III, 38). La
se presta para expresar, en su ámbito, petición (petitio) consiste en obligar al
la característica del O. en general. interlocutor a este o aquel acto que
concierne a su función, por ejemplo, a
Objetos, teoría de los (alem. Gegens- conceder una proposición (Ibid., III,
tandstheorie). Así denominó A. Mei- III, 39). La deposición (depositio) es la
nong a la ciencia que considera los obligación de sostener una proposición
objetos en cuanto objetos, esto es, pres­ como falsa (Ibid., III, III, 42). La
cindiendo de sus especificaciones (rea­ duda (dubitatio) es la obligación de
lidad o irrealidad, etc.). Esta ciencia sostener algo como dudoso (Ibid., III,
no es la metafísica en el sentido tra­ III, 43). Para la posición y el sit verum
dicional porque considera la totalidad véanse los artículos respectivos.
de los O. existentes, que solamente
constituyen una pequeña parte de los Observación (ingl. observation; franc.
objetos posibles (cf. Ü b e r Annahmen observation; alem. Beobachtung; ital.
[“Sobre las asunciones”] 1902; Gegens- osservazione). La comprobación o la
tandstheorie [ " T e o r í a del objeto”],verificación de un hecho, ya sea que
1904; Zur Grundlegung der allgemeinen se trate de una comprobación espontá­
Werttheorie ["Fundamentación de la nea u ocasional, ya sea que se trate de
teoría de los valores”], 1923). Véase una comprobación metódica o proyec­
objetivo ; objeto . tada. La O. se ha restringido a veces
al primer significado, en cuyo caso se
Obligación (lat. obligatio; ingl. obliga- opone la experiencia o el experimento
tion; franc. obligatian; alem. Verpflich- como comprobación deliberada o metó­
tung; ital. obbligazione). 1) El carác­ dica (cf. C. Bemard, Introduction á
ter constrictivo dado por una ley jurí­ t’étude de la médecine expérimentale,
dica o por una norma moral a una 1865, I, cap. 1). Y a veces ha sido res-:
relación interpersonal. Este carácter es tringida al segundo significado, en cuyo
diferente a la necesidad (véase) por la caso se opone la experiencia ingenua,
cual es imposible que la cosa sea u primitiva, común u ocasional (en tal
ocurra de otra manera; la O. no im­ sentido se adopta a menudo el término
pide, en líneas generales, que la rela­ en el lenguaje científico contemporá­
ción que regula sea de otra manera, neo). De esta manera, se pueden com­
pero implica en este caso, la interven­ prender en el término ambos signifi­
ción de una s a n c i ó n . A veces el cados y distinguir: 1) la O. natural,
carácter obligatorio de la sanción se que es aquella en la cual las condicio­
expresa mediante la noción de necesi­ nes de la O. no se proyectan ni son
dad moral o ideal (véase necesidad ) proyectables; y 2) la O. experimental
sin que con ello se pretenda reducirla (o experimento) que es la O. proyec­
a la necesidad verdadera y propia. So­ tada, caracterizada por el control de
lamente Bergson ha intentado reducir las variables. En e s t e segundo tipo
sustancialmente la O. a la necesidad de de O. se puede obrar sobre la variable
hecho, entendiendo por 3. las costum­ independiente y se puede estudiar el
bres sociales y por O. en general "el correspondiente comportamiento de la
hábito de contraer hábi js ” (Detix Sour­ variable dependiente, o sea, de la fun­
ces, cap. I). ción de enlace.
2) En la lógica ten inista medieval, Toda O., ya sea natural o experimen-
870
Obstáculo
Ocasionalismo
tal, presenta la división entre sistema Obstáculo (ingl. o b sta cle; hindrance;
observante y sistema observado. La va­ franc. obstacle; alem. Hindemiss; ital.
lidez de esta división ha sido puesta ostacolo). El límite de una actividad.
a prueba (y confirmada) por la física Así definió Fichte al O.: “¿Qué signi­
cuántica, con referencia a las relaciones fica una actividad determinada y cómo
de indeterminación (véase), o sea de la resulta así?: simplemente por el hecho
acción que el sistema observante ejer­ de que se le opone un O.” (Sittenlehre
ce sobre el observado. Bohr y Heisen- [Doctrina de la moran, 1798, Intr., §
berg han demostrado que, en tanto VI; Werke ["Obras"], IV, p. 7). Cf. R.
que el límite entre sistema observante Le Senne, Obstacle et Valewr, 1934.
y sistema observado no es rígido, en
el sentido de que son posibles descrip­ Obversión (ingl. obversion; franc. ob-
ciones diferentes de un mismo fenó­ version; alem. Obversion; ital. obver-
meno, en las cuales tal límite está si­ sione). Este término, de reciente ori­
tuado en f o r m a diversa (cf. Bohr, gen (y debido probablemente a Jevons,
"Wirkungsquantum und Naturbeschrei- Elementary Lessons in Logic, p. 85)
bung” ["El cuanto de acción y la des­ designa la transformación de una pro­
cripción de la naturaleza”] en Natur- posición en una proposición equipolen­
wissenschaften, 1929 [26] pp. 484-85), no te mediante la doble negación; por
puede venir a menos sin que venga ejemplo, la transformación de la pro­
a menos el carácter físico del sistema. posición "todos los hombres son mor­
Se puede, en efecto, evitar calcular tales” en " n i n g ú n h o m b r e es no
la acción perturbadora del sistema ob­ mortal”.
servante incluyendo, en el cálculo, a Ocasión (ingl. oCcasion; franc. occa-
este mismo sistema. Pero ya que tam­ sion; alem. Gelegenheit; ital. occasio-
bién así la indeterminación subsiste ne). La situación que provoca o facilita
a causa de la O. de este último, sería la intervención de una acción libre.
necesario incluir t a m b i é n nuestros Causas ocasionales: las causas conside­
ojos en el sistema observado. En este radas como ocasiones para la acción
caso, anota Heisenberg, “se podría tra­ directa de Dios (véase infra ocasiona­
tar cuantitativamente la cadena de cau­ l is m o .
sas y efectos sólo cuando se considera­ Kierkegaard ha destacado el valor de
ra la t o t a l i d a d del universo como la O. como "categoría de lo finito”,
sistema observado; pero entonces la que puede ser "ya sea pretexto, ya sea
física desaparecería y quedaría sólo un causa”. En este sentido, la O. es "la
esquema matemático. La subdivisión última categoría, la verdadera catego­
del mundo en sistema observante y sis­ ría de transición de la esfera de la idea
tema observado impide, así, la precisa a la de la realidad” (“Los primeros
formulación de la ley causal” (Die amores”, Aut Aut, trad. franc., Prior y
Physikalischen Prinzipien der Quanten- Guignot, pp. 186 ss.).
theorie ["Los principios físicos de la
teoría de los cuantos”], 1930, IV, 1). Ocasionalismo (ingl. o c c a s io n a lis m ;
Como el mismo Heisenberg, anota, por franc. occasionatisme; alem. Occasio-
"sistema observante” no se debe en­ nalismus; ital. occasionalismo). La doc­
tender necesariamente al observador trina que enuncia que la causa de to­
humano, sino que p u e d e entenderse das las cosas es sólo Dios y que las
también una placa fotográfica o un apa­ denominadas causas (segundas o fini­
rato cualquiera. Por lo tanto, la divi­ tas) son sólo ocasiones de las cuales
sión entre sistema observante y siste­ se vale Dios para hacer efectivos sus
ma observado, que la física considera decretos. Esta doctrina fue defendida
indispensable para dar significado físi­ por vez primera por la secta filosófica
co (o sea no puramente matemático) árabe de los mutazilitas (cf. Maimó-
a sus enunciados, no equivale a la tra­ nides. Guía de los descarriados (inde­
dicional distinción filosófica entre ob­ cisos) [More ' ’ebüchim), I, 73) y reapa­
jeto y sujeto, con la cual, por lo de­ reció más tar e en la época cartesiana
más, contrasta t a m b i é n la afirmada dentro del g, 'po de pensadores que
movilidad del límite de demarcación quisieron utili ir la doctrina de Des­
entre los dos sistemas. cartes para de mder las creencias re-
871 /
Occamismo
Óntico
ligiosas tradicionales, entre los que se fía, etc. Véanse los artículos correspon­
cuentan Louis de La Forge, Gerard de dientes.
Cordemoy, Johann Clauberg y Amold
Geulincx, que vivieron en el siglo xvn. Oculto (ingl. occutt; franc. occutte;
Geulincx fue el mejor expositor de la alem. Okkult; ital. occulto). Lo que se
doctrina, que tiende a negar sustancial­ esconde a la vista y que, por lo tanto,
mente al hombre todo poder efectivo puede ser descubierto sólo por quien
en el mundo, y atribuir tal poder a tenga una segunda vista, en el sentido
Dios. Contra el O. se alinearon, en cam­ de estar iniciado en una forma supe­
bio, Spinoza y Leibniz, en tanto que en rior del saber. Ciencia oculta en este
su defensa escribió Nicolás Malebran- sentido es, en primer lugar, la magia.
che, quien llegó a la conclusión de que Comelius Agrippa en el De occulta phi-
el conocimiento humano, al no poder losophia (1510) incluía en la magia to­
ser producido por las cosas (que no son das las ciencias posibles. Pero ciencias
causas), es una visión de las cosas en ocultas se denominan actualmente tam­
Dios (Recherche de la vérité, 1674-75). bién la teosofía, la parapsicología, etc.,
ya sea porque tienen relación con fenó­
Occamismo (ingl o c k h a m ism ; franc menos que se consideran manifestacio­
occamisme; alem. Ockhamismus; ital. nes de fuerzas O., ya sea porque se
occamismo). Desde el siglo xv se ha considera que el estudio de tales fenó­
aplicado este término a la dirección menos debe ser reservado a los inicia­
que Occam hizo prevalecer en el últi­ dos en un orden superior de conoci­
mo periodo de la escolástica medieval, mientos esotéricos. Cualidades O. se
dirección caracterizada por los siguien­ comenzaron a denominar, a partir del
tes rasgos fundamentales: 1) el empi­ siglo x v ii , las causas formales y finales
rismo, o sea el privilegio acordado a la del aristotelismo y de la escolástica,
experiencia (o "conocimiento intuiti­ pretendiéndose subrayar con esta ex­
vo”) para la prueba y el control de la presión que el hecho de apelar a tales
verdad; 2) el nominalismo, o sea la ne­ causas equivalía a apelar a factores
gación de la realidad de los universales desconocidos de los fenómenos mismos
y su reducción a signos m u ra le s; 3) y, por lo tanto, incapaces de explicar­
el terminismo, es decir, la lógica de la los. "Los aristotélicos —decía Newton—
suposición (véase), p^ra la cual los con­ dieron el nombre de cualidades O. no
ceptos son términos que están en lugar a las cualidades manifiestas, sino a
de las cosas reales; 4) el escepticismo las cualidades que suponían se halla­
teológico, según el cual se considera ban en los cuerpos como causas des­
imposible demostrar o racionalizar las conocidas de efectos manifiestos” (Op-
verdades de la fe y se atribuye un va­ ticks, 1704, III, 1, q. 31).
lor sólo probable a las pruebas mismas Ofelimidad ( i n g l . ophelimity; franc.
de la existencia de Dios. Lutero, con ophélimité; alem. Ophelimitat; ital. ofe-
referencia a este último punto, se lla­ limitá). Término creado por Vilfredo
mó occamista y fue considerado como Pareto (Cours d’économie politique,
tal. Los demás puntos fueron defen­ Lausanne, 1896), para designar la cua­
didos e ilustrados por la escolástica de lidad fundamental de los objetos eco­
la segunda mitad del siglo xiv y de los nómicos, esto es, el valor de uso, que
primeros decenios del siglo xv. no siempre coincide con la utilidad;
por ejemplo, un estupefaciente tiene O.,
Ocultas, cualidades, véase OCULTO. pero no utilidad.
Ocultismo (ingl. occultism; franc. oc- Oligarquía, véase GOBIERNO, FORMAS DE.
cultisme; a l e m . Okkultismus; ital.
occultismo). La creencia en fenómenos Omnipotencia, omnisciencia, véase TEO­
que se consideran produc’dos por fuer­ DICEA.
zas ocultas, o en la valid : de las cien­ Onirología. La interpretación de los sue­
cias ocultas. Por 0., po lo tanto, se ños. Véase sueño .
puede entender tambié el conjunto
de tales ciencias, esto f , la magia, la óntico (ingl. onde; franc. ontique;
astrología, la parapsicc )gía, la teoso­ alem. ontisch; ital. ondeo). Existente;
872
Ontogénesis
Ontologismo
este adjetivo tiene un significado dife­ a g u s t in is m o ; ocasionalism o ). El O. re­
rente del de ontológico, que se refiere aparece, sin embargo, en el cuadro del
al ser categorial, esto es, a la esencia retomo romántico a la tradición que
o a la naturaleza de lo existente. Así, domina la filosofía europea, en la pri­
por ejemplo, la propiedad empírica de mera mitad del siglo xix, y brota de
un objeto es una propiedad Ó., la posi­ dos conceptos estrechamente relaciona­
bilidad o la necesidad es una propiedad dos, el de revelación y el de tradición;
ontológica. La distinción ha sido sub­ en efecto, la intuición del énte es enten­
rayada por Heidegger: " ‘Ontológico’ dida como la revelación que el ente
en el sentido que la vulgarización filo­ hace de sí mismo al hombre.
sófica ha dado a la palabra (y que se El O. de Rosmini limita esta reve­
abre paso en la confusión radical) sig­ lación a la noción general del ser o
nifica lo que, en cambio, debería ser "ser posible”, entendido como forma
denominado Ó., esto es, una actitud elemental y originaria de la mente hu­
hacia el ente, tal como para dejarlo ser mana y como condición de todo cono­
en sí mismo, en lo que es y como es. cimiento, que sería síntesis entre la
Pero con todo ello aún no se ha plan­ idea del ser y un dato sensible (Nuovo
teado el problema del ser, ni tampoco saggio sull'origine delle idee, 1830,
se ha logrado lo que debe constituir §§492, 537). El acto del conocimiento
el fundamento para la posibilidad de así entendido es la percepción intelec­
una ‘ontología’ ” (Vom Wesen des Grurt- tiva (véase). Gioberti, en cambio, con­
des ["De la esencia del fundamento"], sidera que Dios se revela al hombre
I, n. 14; trad. ital., p. 23). (a lo intuido) en su misma actividad
creadora y ve lo intuido mismo expre­
Ontogénesis, véase BIOGENÉTICA, LEY. sado plenamente en la fórmula "el Ente
crea lo existente”, que relaciona tres
Ontología, véase METAFÍSICA. realidades: la Causa primera, las sus­
Ontológica, prueba, véase DIOS, PRUEBAS
tancias creadas y la acción creadora
DE SU EXISTENCIA.
(Intr. alio studio delta fil., 1840, II,
p. 183). Tanto Rosmini como Gioberti
Ontologismo (ingl. ontologism; franc. se contrapon n a la filosofía moderna,
ontologisme; alem. Ontologismus; ital. a la que acusan de subjetivismo, de
ontologismo). La doctrina según la psicologismo y de anulación, pero en
cual "el trabajo filosófico no comienza realidad, según se ha dicho, su doc­
en el hombre sino en Dios, no sale trina es de cuño resueltamente román­
del espíritu al Ente, sino que descien­ tico y encuentra sus antecedentes en
de del Ente al espíritu” (Gioberti, la filosofía del segundo periodo de
Intr. alio studio dalla fil., 1840, II, Schelling, en la de Schleiermacher y
p. 175). El O. se opone al psicologismo, otros epígonos románticos. La filoso­
que sigue el camino opuesto y que se fía de P. Carabellese puede ser consi­
considera propio de la filosofía moder­ derada como continuación del O. en
na, a partir de Descartes. La tesis fun­ la filosofía contemporánea, ya que ha
damental del O. es que el hombre po­ intentado conciliar a Rosmini con
see una visión o intuición inmediata Kant. Carabellese considera a la con­
o directa del ente, del ente genérica­ ciencia, que es el punto de partida y
mente entendido como noción general el único fundamento de la filosofía,
del ser, como lo considera Rosmini, como el conocimiento que el sujeto
o del ente entendido como el propio tiene del ser, pero a diferencia de Ros­
Ente supremo, o sea Dios, como con­ mini y de Gioberti, considera al ser
sidera Gioberti. Esta tesis fundamental como absolutamente inmanente a la
llega a los mitologistas a través del conciencia misma. Sin embargo, tam­
agustinismo escolástico —que había in­ bién Carabellese denomina Dios a tal
sistido siempre en la iluminación di­ ser y considera a Dios como el funda­
recta del entendimiento humano por mento de la ( ijetividad de todas las
parte de Dios— y, más inmediatamen­ cosas particul. 'es que la conciencia
te, de los ocasionalistas y de Malebran- puede apreheni :r (Critica del concre­
che, que redujeron toda especie de co­ to, 1921; II pr blema teológico come
nocimiento a la visión en Dios (véase filosofía, 1931).
i
873
Ontoteología
Operador o cuantificador
Ontoteología, véase TEOLOGÍA, 2. el concepto es sinónimo al correspon­
diente conjunto de operaciones. Si el
Operación (lat. operatio; ingl. opera­ concepto es físico, como la longitud,
tion ; franc. opération; alem. Operation; las operaciones son operaciones físicas
ital. operazione). 1) Actividad en gene­ reales, como por ejemplo, las operacio­
ral. Éste es el significado que el tér­ nes mediante las cuales se mide la lon­
mino tuvo en la Edad Media, cuando gitud; si el concepto es mental, como
se lo usó como traducción del griego por ejemplo la continuidad matemáti­
¿vépveia que vale como actualidad o ca, las operaciones son operaciones
actividad. En este sentido empleó San­ mentales, es decir, aquellas mediante
to Tomás la palabra (por ejemplo: las cuales determinamos si un agre­
S. Th., II, 1, q. 3, a. 2) y que da validez gado dado de magnitudes es conti­
al principio que enuncia que "el modo nuo” (The Logic of Modern Physics,
de operar de cada cosa sigue su 1927, p. 5). Según se ve, las operacio­
modo de ser" (Ibid., I, q. 89, a. 1). nes a las que Bridgman hacía referen­
2) Función en el significado 1, esto cia son las expuestas en los significa­
es, la actividad caracterizada por una dos 4 y 1, pero su doctrina ha sido
cierta finalidad y propia de un deter­ extendida con referencia a cualquier
minado ser. En tal sentido se dice, pqr especie de operación y ha sido utili­
ejemplo, que "la O. de la física es la zada, sobre todo, por los psicólogos,
de calcular resultados que pueden ser fuera de la física (cf. S. S. Stevens,
confrontados con el experimento” o que “Psychology and the Science of Scien­
"la O. de la ciencia es demostrar”, et­ ce”, en Readings iri Phitosophy of
cétera. Science, 1953, pp. 158-84). A partir de
3) Función en el significado 2: re­ esta extensión de la doctrina del O. y,
lación o correlación. En este sentido por consiguiente, del concepto de ope­
se habla de O. matemáticas o lógicas. ración, los únicos caracteres reconoci­
4) Técnica manual, o sea procedi­ bles al tipo de operación que puede
miento manipulador que ha de efec­ valer como significado de los concep­
tuarse según reglas determinadas: por tos científicos son los de la publicidad
ejemplo, O. de medida, C de produc­ y repetibilidad: el primero concluye el
ción, etcétera. carácter privado de determinadas acti­
vidades puramente mentales, el segun­
Operacionalismo ( i n g l . operationism; do prescribe la intersubjetividad de las
franc. opérationisme; alem. Operation- operaciones mismas. Sin embargo, ac­
ismus; ital. operazionismo). La doc­ tualmente se pone en duda que el cri­
trina según la cual el significado de un terio operacionalista pueda ser válido
concepto científico consiste únicamen­ para todos los conceptos científicos
te en un determinado conjunto de ope­ (cf., por ejemplo, G. Bergmann, Philo-
raciones. P. W. Bridgman ha propues­ sophy of Science, 1957, pp. 56 ss.).
to por vez primera esta doctrina, que
ilustró con un ejemplo que sigue sien­ Operador, o cuantificador (ingl. opera-
do clásico: "Sabemos lo que entende­ tor; franc. opérateur; alem. Operator;
mos por longitud, en caso de poder ital. operatore). En lógica: un símbolo
decir cuál es la longitud de cualquier impropio [o sincategoremático (véase)],
objeto, y el físico no requiere nada que puede ser usado, junto con una
más. Para encontrar la longitud de o más variables y con una o más cons­
un objeto debemos realizar determina­ tantes o formas, para producir una nue­
das operaciones físicas. El concepto de va constante o forma. Ésta es la defi­
longitud queda, por lo tanto, fijado nición dada por A. Church (Intr. to
cuando las operaciones mediante las Mathematical Logic, 1956, §06), y es
cuales se mide la longitud son fijadas; la definición más genérica, pues per­
esto es, el concepto de longitud impli­ mite comprender en el ámbito del tér­
ca nada más y nada me os que el con­ mino, además de los cuantificadores,
junto de las operaciones por las cuales también: el operador de abstracción o
se determina la longit d. En general, abstractor (que es indicado con una
por un concepto no ei endemos nada variable precedida por la letra X), y al
más que un conjunto ■ ; operaciones y cual según algunos lógicos se reducen
874
Opinión

todos los demas, y el O. de descripción significados se vuelven a encontrar


o descriptor ( ?) que, en caso de ser igualmente en Aristóteles, que por un
la variable del O. como en ()x), se lado afirma, con Platón, que las O.,
lee: “el x tal que”. Los O. cuantifica- a diferencia de la demostración y de
dores o cuantificadores son: el cuanti- la definición, están sujetas a cambio
ficador universal, para el cual se usa y, por lo tanto, no constituyen ciencia
la notación "(*)", puesta antes del (Met., VII, 15, 1039b 31); por otro lado
operando, y que se lee "para todos los x declara: "Por principio entiendo las
es cierto que” ; el cuantificador existen­ O. comunes, sobre las cuales todos
cia!, para el cual se usa habitualmente los hombres fundan sus demostracio­
la notación ( 3 ) que, en caso de que x nes, por ejemplo, el que una aserción
sea la variable del cuantificador, tal debe ser afirmativa o negativa, que
como en ( 3 *), se lee "existe una x nada puede ser y no ser simultánea­
tal que”. La aplicación de uno o más mente, etc.” (Ibid., III, 2, 996 b 27).
cuantificadores a un operando se deno­ En la tradición posterior se ha per­
mina cuantificación. Las anotaciones dido el significado genérico y ha perdu­
citadas son las más comúnmente acep­ rado sólo el otro. Los estoicos defi­
tadas en la lógica contemporánea, pero nieron la O. como "un asentamiento
no son las únicas. Para mayores deta­ débil y falaz” (Sexto Empírico, Adv.
lles, confrontar la citada Introduction math., VII, 151; cf. Cicer., Tuse., IV,
de Church. 7, 15) y en el mismo sentido Epicuro
denominó a la O. "un término que tan­
Opinión (gr. 8 ó|a; lat. opinio; ingl. opi­ to puede llegar a ser verdadero cuanto
nión; franc. opinión; alem. Meinung; falso” (Dióg. L., X, 33). En otras pala­
ital. opinione). El término tiene dos bras, Santo Tomás expresó lo mismo
significados: en el primero, más co­ diciendo: "La O. es el acto del enten­
mún y restringido, designa todo cono­ dimiento que se realiza sobre una par­
cimiento (o creencia) que no incluya te de la contradicción con el temor
garantía alguna de la propia validez, de la otra” (S. Th., I, q. 79, a. 9). Wolff
y por el segundo designa genéricamen­ denominó O. a "la proposición insufi­
te cualquier aserción o declaración, co­ cientemente probada” (Log., 602) y Spi-
nocimiento o creencia, incluya o no noza identificó la O. con el conocimien­
una garantía de la propia validez. Este to del piimer género, que es el más
segundo significado es el más usado, bajo e incierto y que procede por signos
sin ser definido explícitamente. En el (Eth., II, 40, scol. II). Kant dice tam­
primer significado, la O. se opone a bién: "La O. es una creencia insufi­
la ciencia (véase). ciente, tanto subjetiva como objetiva­
El primer significado se encuentra mente, acompañada por el conocimien­
ya en Parménides, que opone "las opi­ to." El conocimiento consiste en el
niones de los mortales” a la verdad hecho de que "no se puede presumir
(Fr., 1, 29-30). Pero ambos significados opinar sin saber algo, por lo menos, por
se encuentran en Platón. Éste consi­ medio de lo cual el juicio problemático
dera, por un lado, a la O. como algo tenga determinada relación con la ver­
que está entre el conocimiento y la dad”, ya que de otra manera "todo es
ignorancia (Rep., 478 c) y que compren­ sólo un juego de la imaginación sin la
de la esfera del conocimiento sensible mínima relación con la verdad” (Crít.
(conjetura y creencia) (Ibid., VI, 510 a), R. Pura, Doctr. del Método, cap. 2,
y desde este punto de vista afirma que sec. 3). Kant afirmó también (loc.cit.)
ni siquiera la O. verdadera está es­ que "en los juicios que resultan de
tablecida en el alma "mientras no que­ la razón pura no está permitido opi­
de ligada a un razonamiento causal” nar" y que, por lo tanto, no se puede
y de tal manera resulte ciencia (Men., opinar ni en el dominio de la matemá­
98 a; cf. FiL, 59a). Por otro lado, con­ tica ni en el dominio moral. Pero
sidera como O. al discurso que el alma Hegel negó 1 lúe existieran opiniones
hace consigo misma y en el que con­ también en e dominio de la filosofía.
siste el pensamiento (Teet., 190 a-c); en “Una O. —de ía— es una representa­
tal sentido la ciencia misma no es más ción subjetiva | un pensamiento cual­
que una especie de opinión. Los dos quiera, una fig ración que en mí puede
875
Oposición
Optimismo
ser así y en otro puede ser otra o de bién hoy las características que se re­
otro modo: una 0 . es un pensamiento conocen como propias de la O. El cam­
mío, no un pensamiento general, que es po de la O. se ha extendido mucho
en y para sí. Pues bien, la filosofía no más de lo que los antiguos pensaran
contiene nunca opiniones; no existen o consideraran los filósofos absolutis­
opiniones filosóficas" (Geschichíe der tas y, sobre todo, se ha debilitado la
Philosophie, en Werke, ed. Glockner, nitidez de los límites entre ciencia y
XVII, p. 40; trad. esp.: Historia de la O., ya que no hay puesto o región de
filosofía, vol. I, México, 1955, F.C.E., la ciencia en la cual no se intercalen
p. 18). Este punto de vista ha sido y entre sí O. y verdad.
es compartido por todas las filosofías
absolutistas y es, en realidad, el pun­ Oposición (gr. xá ávxtxBÍgeva; lat. op-
to de vista de la metafísica tradicio­ positio; ingl. opposition; franc. opposi-
nal. El punto de vista expresado por tion; alem. Gegensatz, Opposition; ital.
Kant, acerca de la imposibilidad de opposizione). La relación de exclusión
las O. en el campo científico, ha sido entre términos u objetos en general.
compartido por la ciencia positivista Aristóteles distinguió cuatro formas de
del siglo xix. Pero la falibilidad que oposición: 1) la O. correlativa como,
prevalece hoy tanto en la ciencia como por ejemplo, la que se encuentra entre
en la filosofía, nos hace menos desde­ el doble y la mitad; 2) la O. contraria,
ñosos y menos despreciativos con refe­ como la que hay entre el bien y el
rencia a la O. Por un lado, no se con­ mal, el blanco y el negro, etc.; 3) la O.
sidera que la O. sea tan privada o in­ entre posesión y privación, como la que
comunicable como lo afirmara Hegel. hay entre la vista y la ceguera; 4) la O.
Una O. científica o filosófica puede ser contradictoria que es la contradicción
compartida por muchos, precisamente (Caí. 10, 11b 15 ss.). Acerca de cada
como O., esto es, sin el ilusorio o su­ una de estas formas, véase en particu­
brepticio disfraz, porque representa en lar: contradicción ; contrariedad; corre­
verdad una determinada fase de la in­ la c ió n ; p o s e s ió n ; y además cuadrado
vestigación, la hipótesis más racional DE LOS OPUESTOS.
o la teoría mejor apoyada en los he­
chos. Dice Dewey: “Cuando se trata Optimismo (ingl. optimism; franc. op-
de la resolución de problemas de me­ timisme; alem. Optimismos; ital. ot-
nos importancia que los casos legales, timismo). Este término se comenzó a
solemos denominarlas [a las estimacio­ difundir en la cultura europea durante
nes, apreciaciones, evaluaciones] O., pa­ las discusiones filosóficas acerca del
ra distinguirlas de un juicio o aser­ orden y de la bondad del mundo a que
ción garantizados. Pero si la O. que se diera lugar el terremoto de Lisboa de
mantiene se halla fundada, es el pro­ 1775. En un Poema sobre el desastre
ducto de la investigación y, en tal de Lisboa (1755), Voltaire combatió la
medida, un juicio" {Logic, 1939, VII; máxima “todo es bueno”, considerándo­
trad. esp.: Lógica, México, 1950, F.C.E., la como un insulto a los dolores de la
p. 141). Por otro lado, las mismas hi­ vida; algunos años después, en la no­
pótesis o teorías mejor establecidas pre­ vela Cándido o el O. (1759), hizo una
sentan cierta amplitud de interpreta­ sátira feroz de esta máxima y de toda
ciones posibles que deja vasto campo la total actitud basada en ella. Pero el
a una diversidad de O. Por fin, la re­ O. encontró otros defensores, entre
pugnancia compartida (y con buenas ellos Kant, quien, en el mismo año
razones) por científicos y filósofos a (1759), publicó un breve escrito intitu­
considerar la verdad científica o filo­ lado “Consideraciones sobre el O.”
sófica como absoluta y necesaria, dis­ (Versuch einiger Betrachtungen über
minuye la diferencia entre la verdad den Optimismos, que más tarde repu­
misma y la O., entre la O y la ciencia. dió), en el cual defendió la bondad
El concepto de O. no ha ambiado ac­ del mundo, a partir de la tesis leib-
tualmente con relación m la defini­ niziana que enuncia que "cuando Dios
ción de los antiguos: un smpeño débil realiza una elección, elige siempre lo
y sujeto a revisión, la au encía de toda mejor”. Como decía Voltaire, el O. no
garantía de validez, cc stituyen tam­ es otra cosa que la teoría del finalismo
876
Orden

universal. Así, en su novela hace hablar que es la más general, fue expresada
al Doctor Pangloss, maestro de “meta- por Leibniz en un fragmento del Dis­
físico-teólogo-cosmolonigología": "Está curso de metafísica (1668) por vez pri­
demostrado que las cosas no pueden ser mera, en la siguiente forma: "Lo que
de otra manera, ya que estando todo pasa por extraordinario lo es sólo con
hecho para un fin, todo está necesaria­ referencia a algún O. particular esta­
mente dirigido hacia el mejor fin. No­ blecido entre las criaturas ya que, en
tad bien que la nariz ha sido hecha cuanto al O. universal, todo es perfec­
para llevar anteojos y así tenemos an­ tamente armonioso. Ello es tan verda­
teojos, etc.”. Leibniz había dicho que dero que no sólo no sucede en el mun­
"Dios ha elegido el mundo más perfecto, do nada que se halle absolutamente
esto es, el que al mismo tiempo es el fuera de la regla, sino que no se podría
más simple en hipótesis y el más rico ni siquiera imaginar algo que sea tal.
en fenómenos” (Disc. de mét., § 6 ), y Supongamos, en efecto, que alguien se­
que “si en el mundo no hubiera el mí­ ñale una cantidad de puntos en el papel
nimo mal, ya no se trataría del mundo, de una manera cualquiera: yo digo que
que, considerado en su totalidad y es posible encontrar una línea geomé­
sumado, fue considerado como el me­ trica cuya noción sea constante y uni­
jor por el creador que lo eligió" (Théod., forme conforme a una determinada re­
I, 9). Esto puede ser expresado en la gla, de tal manera que pase por todos
frase con la cual Cándido concluye sus estos puntos precisamente en el O. con
desafortunadas peripecias: "Vivimos en el cual la mano los ha trazado. Y si
el mejor de los mundos posibles”, frase alguno traza una línea continua, ya sea
que sigue siendo la expresión popular recta, curva o de otra naturaleza, es
del optimismo. posible encontrar una noción o regla
El O. es siempre inherente a todas o también una ecuación común a to­
las doctrinas que admiten el finalismo dos los puntos de esta línea, en virtud
universal y, en especial: 1) a las doc­ de la cual los cambios mismos de la
trinas espiritualistas de trasfondo teo­ línea se explican. Así, por ejemplo, no
lógico, como son la metafísica aristo­ hay rostro alguno cuyo contorno no for­
télica y la escolástica, el leibnizianis- me parte de ma línea geométrica y que
mo y las formas modernas y contem­ no pueda ser trazado de un solo trazo
poráneas del conocimiento espiritualis­ por medio de un determinado movi­
ta; 2) a las doctrinas (en el sentido miento regulado. Pero cuando una re­
romántico del término) que comparten gla es muy compleja lo que le pertene­
el principio de la coincidencia entre ce pasa por irregular. Así, se puede
realidad y racionalidad (principio que decir que de cualquier modo que Dios
significa lo que Voltaire expresó al de­ hubiera creado al mundo, el mundo ha­
cir que "las cosas no pueden ser de otra bría sido siempre regular y con un O.
manera"), de las cuales es típica la general” (Discours de mét., § 6 ). En
doctrina de Hegel. Lo opuesto al O. no este sentido el O. consiste simplemente
es el pesimismo que, tal como fue en la posibilidad de expresar por una
formulado por Schopenhauer, si bien regla, o sea de un modo general y cons­
afirma que "la vida es dolor”, consi­ tante, una relación cualquiera que inter­
dera al mundo, en su totalidad, de mo­ cede entre dos o más objetos cuales­
do finalista, como organizado con mi­ quiera. En este sentido la noción de O.,
ras al orden mejor (Die Welt, I, §28), por lo tanto, no se distingue de la no­
sino la negación del finalismo median­ ción de relación constante. Pero éste
te el reconocimiento del carácter im­ es solamente el significado muy gene­
perfecto, accidental y problemático de ral de la noción misma. En su ám­
los órdenes que se encuentran en el bito se pueden distinguir tres nociones
universo. específicas: /) el O. serial; 2) e1 0 . to­
tal; 3) el grado o nivel.
Orden (gr. xá|ig; lat. ordo; ingl. otder; 1) El O. ser 1 es el propio de la rela­
franc. ordre; alem. Ordnung; ital. or- ción de ante: y después. Aristóteles
dine). Una relación cualquiera entre observó que es i relación se encuentra
dos o más objetos, que pueda expre­ donde hay un rincipio, porque en tal
sarse mediante una regla. Esta noción, caso las cosas rneden hallarse más o
877
Orden

menos cercanas al principio. Un antes to Tomás retomó la definición de Aris­


o un después puede ser determinado tóteles : "El O. se entiende siempre
con referencia al espacio y al tiempo, —decía— por comparación con algún
al movimiento, a la potencia o a la principio. Si, pues, los principios son
disposición. También en el conocimien­ múltiples, por ejemplo, el de sitio con
to una cosa viene antes que otra, por relación al punto; y el del conocimien­
definición o en el sentido de que la to, refiriéndonos al principio de demos­
sensación llega antes que el concepto. tración y el de cada una de las causas,
En general, de dos cosas llega primero múltiple será también el O.” (S. Th.,
la que puede estar sin la otra y tal es, I, q. 42, a. 3). En este fragmento, el O.
según Aristóteles, la expresión más ge­ causal es sólo un ejemplo del O. gene­
neral de esta forma de orden (Met., V, ral. Del mismo modo Wolff definió
11, 1018 b 9). Aristóteles parece dar de el O. como "la obvia similitud por la
tal manera preponderancia como O. se­ cual las cosas se colocan una con res­
rial al O. causal que es, justo, el orden pecto a otra o se siguen una a la otra",
en el cual la causa puede estar sin el de donde la obvia similitud es la cons­
efecto, pero el efecto no puede estar tancia de la relación {Ont., §472). El
sin la causa, por lo que resulta des­ mismo Kant expresó claramente el con­
pués de ella, interpretación ésta que cepto de O. serial, al identificar el O.
retoma con frecuencia en la interpre­ con la regularidad, como lo hizo a pro­
tación filosófica. Así, por ejemplo, de­ pósito del concepto formal de natura­
cía San Agustín: "O demostráis que al­ leza (Crít. R. Pura, §26). C. I. Lewis
go puede suceder sin causa o creéis observa que el O. aritmético, que es
conmigo que nada sucede sin un cierto impuesto a los objetos naturales, per­
O. de causas", identificando de tal ma­ mite “someter una infinita multipli­
nera la noción misma de O. con la de cidad a una simplicidad finita de re­
causalidad {De Ord., I, 4,11). Y Spinoza glas” {Mind and the Wortd-Order, 1929;
hizo coincidir el O. de las cosas con ed. 1956, p. 363). Los matemáticos y
su relación causal y consideró como si­ los lógicos, desde Cantor en adelante,
nónimas las dos expresiones “el' O. de consideran como O. una relación deli­
la naturaleza entera" y la conexión mitada por determinadas reglas. Así,
de las causas" { Et b, II, 7, scol.). Kant por ejemplo, si se considera la rela­
no sólo efectuó la misma identifica­ ción precede bastan las reglas siguien­
ción sino que, por lo demás, consideró tes para obtener un O. simple: 1) nin­
al O. causal como condición del O. tem­ gún término se precede a sí mismo;
poral. "Una cosa —decía— puede adqui­ 2) si a precede a b y b precede a c,
rir su determinado puesto en el tiempo entonces a precede a c ; 3) si a y b son
sólo a condición de presuponer, en el dos términos diferentes cualesquiera,
estado precedente, otra cosa a la cual entonces o a precede a b o b precede
deba seguir siempre, esto es, conforme a a. Se puede, por fin, tener lo que
a una regla, de donde resulta, en pri­ Cantor denominó un "conjunto bien or­
mer lugar, que no puedo invertir la denado” admitiendo una cuarta regla
serie y hacer que el consecuente sea que enuncia que en toda clase no vacía
anterior al precedente y, en segundo de términos hay un primer término,
lugar, que cuando el estado precedente esto es, un término que precede a to­
es puesto, un determinado aconteci­ dos los otros de la clase (cf. A. Church,
miento debe puntual y necesariamente Intr. to Mathematical Logic, §55).
ocurrir” {Crít. R. Pura, Anal, de los 2) La segunda especie de O. es la
Princ., cap. II, sec. 3, Analogías de la que consiste en la disposición recípro­
experiencia). De manera análoga, para ca de las partes de un todo y, como lo
Bergson el O. natural es el “físico”, anotara Aristóteles, esta especie de O.
"geométrico” o “automático", fuera del concierne al lugar, a la potencia o a la
cual no hay más que M O. "vital” o forma {Met., V, 19, 1022b 1). Éste es
"deseado”, o sea el O. d los fines {Év. el O. que los estoicos definían, según
créatr., ed., 1911, pp 251-52). testimonio de Cicerón {Tuse., I, 40,
Sin embargo, este pri ilegio acordado 142), como "la disposición de los obje­
al O. causal no sierr re oscurece el tos en sus lugares adecuados y apro­
concepto formal del r den serial. San­ piados" ; definición que, como es ob-
878
Orfismo
Organismo
vio, presupone que se disponga el lugar este siglo, en la determinación de los
adecuado y apropiado para cada objeto, caracteres de la filosofía griega, no es
con vistas a la finalidad propia del ob­ ya reconocida por nadie. Cf. O. Kem,
jeto; la definición, por lo tanto, está Orphicorum Fragmenta, Berlín, 1923;
fundada en el concepto de finalidad. I. M. Linforth, The Arts of Orpheus,
Si el O. serial es, esencialmente, un O. 1941.
causal el O. total es, esencialmente, un
O. final. Éste es el O. que Aristóteles Organicismo (ingl. organicism; franc.
comparó al de un ejército o al de una o r g a n i c i s me ; alem. Organizismus;
casa, y del cual dijera: "Todas las co­ ital. organicismo). Toda doctrina que
sas están ordenadas en su totalidad interprete el mundo, la naturaleza o la
en tomo a una única cosa, como en sociedad por analogía con el organis­
una casa en la cual los hombres libres mo. El O. es, por lo tanto, muy antiguo
han regulado toda o la mayor parte y difundido, ya que el nombre com­
de su actividad, en tanto los esclavos prende las antiguas especulaciones fí­
contribuyen bien poco al bien común” sicas del mundo como "gran animal",
(Met., 12, 10, 1075 a 18). Éste es el O. tanto como las especulaciones políti­
que Santo Tomás denominó "O. de los cas del Estado concebido por analogía
fines" o "de los agentes” (S. Th., I, II, con el hombre. Pero en realidad, el tér­
q. 109, a. 6 ), que Kant llamó O. moral mino (que es reciente y resulta de la
o reino de los fines (véase) y Bergson biología) habitualmente se refiere sólo
"O. vital” (Év. créatr., 8' ed., 1911, a doctrinas recientes y, en particular, a
p. 251). Es obvio que cuando se atri­ la de Whitehead, el cual ha designado
buye este O. al mundo, se considera su propio punto de vista con este tér­
el mundo mismo, o por lo menos su O., mino o con el de "filosofía del orga­
como el producto de un agente libre. nismo”. La doctrina de Whitehead se
3) Por último, el tercer concepto de apropia el concepto clásico de organis­
O. es el de grado o nivel. Ya Santo mo como totalidad cuyas partes no
Tomás formuló la distinción entre el O. preceden al todo y considera al uni­
como jerarquía y el O. como grado verso en su totalidad como un orga­
singular de la jerarquía misma: "En nismo en i te sentido (Process and
el primer sentido —decía— el orden Reality, 1929). Es también un O. porque
comprende en sí diferentes grados; en atribuye la sensibilidad a todo el mun­
el segundo se trata de un grado solo do real (Ibid., p. 249). Fuera de la filo­
y de tal manera se habla de plurali­ sofía, el término ha sido adoptado a
dad de órdenes de una única jerar­ veces para designar las teorías socio­
quía" (S. Th., I, q. 108, a. 2). En este lógicas que interpretan a la sociedad
segundo sentido el O. es simplemente humana como un organismo, por ejem­
el grado, el plano o el nivel de un O. plo, la doctrina de Spencer (Principies
total. of Sociotogy, 1876).
Orfismo (lat. orphismus; ingl. orphism: Orgánico (ingl. organic; franc. organi-
franc. orphisme; a 1e m . Orphismus; que; alem. organisch; ital. orgánico).
ital. orfismo). Secta filosófico-religiosa Lo que es un organismo o que perte­
muy difundida en Grecia a partir del nece al organismo. Aparte de los signi­
siglo vi a. c. y que se considera fundada ficados relativos a este término, el ad­
jetivo ha sido y es a veces usado para
por Orfeo. La creencia fundamental de indicar la subordinación de las partes
la secta era la de que la vida terrenal al todo, que se considera propia del
constituye una simple preparación para organismo. Así Saint-Simon y Comte
una vida más alta, que puede alcan­ adoptaron el adjetivo O. para indicar
zarse por medio de ceremonias y ritos las épocas en las cuales todas las mani­
purificadores, que constituían la estruc­ festaciones de la vida están subordina­
tura secreta de la secta. Esta creencia das a un únir i principio, por ejemplo,
pasó a diferentes escuelas filosóficas la Edad Medi. en relación al principio
de la antigua Grecia (pitagóricos, Em- teológico. Véa ; c r is is .
pédocles, Platón); pero la importancia
atribuida al O. por algunos filólogos y Organismo (gr. iQvravixóv 0 tó|xa; lat. cor-
filósofos en los primeros decenios de pus organicum ingl. organism; franc.
879
Organismo

organisme; alem. Organismus; ital. or­ ran este cuerpo como una máquina
ganismo). El cuerpo vivo respecto a lo que, salida de las manos de Dios, está
que específicamente lo distingue del incomparablemente mejor ordenada y
no-vivo. El concepto de O. fue formu­ tiene en sí movimientos más admira­
lado por vez primera por Aristóteles bles que los de las que pueden ser
del modo siguiente: “Si el hacha debe inventadas por los hombres” (Dísc., V).
cortar el leño, debe necesariamente ser En efecto, un reloj o una máquina no
dura, y si debe ser dura, debe por ne­ existen sin finalidad y, equiparando
cesidad ser de bronce o de hierro. Aho­ el O. a una máquina, Descartes no se
ra bien, exactamente del mismo modo, proponía negar su finalidad sino sim­
el cuerpo, que es un instrumento co­ plemente presentar la tesis de que la
mo el hacha —ya que, sea en sus partes estructura finalista del O. depende, no
en particular o entendido en su tota­ ya de una fuerza exterior al O. mis­
lidad, cada una tiene una finalidad— mo o sea del alma, sino de la variedad
debe por necesidad ser hecho de deter­ y de la coordinación de las partes, o
minada manera para cumplir su fun­ sea de la organización misma. Por otra
ción” (De Parí. An., I, 1, 642 a 10). En parte, también Leibniz, que insistió
esta noción, el rasgo fundamental es acerca del ordenamiento finalista del
que toda la estructura del O. está su­ universo, considera al O. como una má­
bordinada a su función, esto es, sobre­ quina. "Todo cuerpo orgánico —dice—
vivir como O. y de este rasgo resulta es una especie de máquina divina o de
el otro, que enuncia la subordinación autómata natural que sobrepasa infi­
de las partes al todo. Por ello Aristó­ nitamente a todos los autómatas artifi­
teles dice, con referencia a la com­ ciales" {Mon., § 64). Kant fue el pri­
posición de los animales, que una casa mero en distinguir la finalidad de un
no existe con vistas a los ladrillos autómata o de una máquina de la del
y a las piedras, sino que ladrillos y O. "En un reloj —observa Kant— una
piedras existen con vistas a la casa parte, es el instrumento que sirve al
(Ibid., II, 1, 646 a 27), y que "la cien­ movimiento de las otras, pero no es
cia de la naturaleza se ocupa de la la causa eficiente de la producción de
composición y de la totalidad de la sus­ las otras: si bien una parte existe con
tancia y no de las partes, que no pue­ vistas a las otras, no existe por inter­
den existir separadamente de la sus­ medio de ellas. Por lo tanto la causa
tancia misma” {Ibid., I, 5, 645 a 33). productora del reloj y de su form a...
La subordinación de las partes al todo, está fuera de él, en un ser que puede
que es por sí la sustancia, ha perma­ obrar según las ideas de un todo posi­
necido como la característica funda­ ble mediante su causalidad". En cam­
mental del O. Pero esta característica bio, en el O. "toda parte es concebida
está obviamente determinada por la como existente sólo por intermedio de
estructura finalista del O. Justo por­ las otras y para las otras y el todo, es
que éste debe adaptarse en su totalidad decir, como un instrumento (órgano)”,
a su fin y subordinarse a él, las par­ como "un instrumento que produce las
tes del O. deben estar subordinadas a otras partes y es recíprocamente pro­
la totalidad del O. mismo. A partir de ducido por ellas”. En otros términos,
Aristóteles, por lo tanto, el concepto las partes de un O. son, al mismo tiem­
de finalidad ha seguido siendo el fun­ po, causa y efecto la una con respecto
damento de la noción de O. y conti­ a la otra y todas con respecto a la
núa como tal también cuando, con Des­ totalidad del organismo. En tal senti­
cartes, se comenzó a considerar el O. do, el O. no posee la simple fuerza mo­
como una máquina. "Los que saben triz, como la máquina, sino que tiene
—decía Descartes— la cantidad de au­ también "una fuerza formadora tal que
tómatas o máquinas móviles que el se comunica a las materias que no la
ingenio humano puede construir sin tienen y a las que, por lo tanto, puede
utilizar más que unas :uantas piezas organizar; una fuerza formadora que
en comparación con la i .ultiplicidad de se propaga y que no puede ser explicada
huesos, músculos, nerv >s, arterias, ve­ con la facultad del movimiento sola­
nas, etc., que se encuei ran en el cuer­ mente" {Crít. del Juicio, § 65).
po de cada uno de n sotros, conside­ Estas notas kantianas, que aclaran
880
Organismo

muy bien el finalismo intrínseco del O., tear; es una negación más que una rea­
hacen de algún modo inútil el finalis­ lidad positiva” (Év. créatr., 8? ed., 1911,
mo total de la naturaleza y lo hacen p. 102). La realidad positiva es sólo el
pasar a segundo plano. La organización empuje vital, o sea la conciencia.
finalista del O. puede ser, en efecto, La disputa metafísica entre finalismo
comprendida y admitida independien­ y mecanicismo o entre materialismo y
temente del finalismo universal de la vitalismo no influye en el concepto de
naturaleza. Sin embargo, las especula­ organismo. Lo que a partir de Kant
ciones de la filosofía romántica acerca se ha convenido en denominar "finali­
del organismo, aun partiendo de los dad interna" del O. no ha sido puesto
conceptos kantianos, tienden precisa­ en duda ni siquiera (como se ha visto)
mente a resolver la finalidad intrínseca por los que concebían al O. como má­
del O. en la finalidad universal o, me­ quina. Por otra parte, la disolución de
jor dicho, a extender la primera a la la finalidad intrínseca del O. en el
totalidad del universo. Así, por ejem­ finalismo cósmico, grata a todas las
plo, dice Schelling: "En el producto na­ formas del vitalismo y, en general, a
tural todavía está unido el producto todas las interpretaciones metafísicas
que, en el obrar libremente, se ha se­ del O., no ayuda en nada a aclarar el
parado en beneficio del fenómeno. Toda concepto de O., porque no hace más
planta es enteramente lo que debe ser; que dar, al apelar a una tesis genérica,
lo libre es en ella necesario y lo nece­ una solución aparente al problema de
sario libre... Solamente la naturaleza entender las formas específicas de ac­
orgánica da la completa imagen de la ción de la finalidad orgánica. Los bió­
libertad y 'de la necesidad reunidas en logos contemporáneos, por lo tanto, tien­
el mundo exterior” (System des Trans- den a p o n e r s e fuera de la antítesis
zendentaten Idealismus [“Sistema del entre mecanismo y finalismo. Goldstein
idealismo trascendental"], V ; trad. ital., considera inútil apelar a la entelequia
p. 289). Aún más arbitrariamente, He- como al finalismo cósmico, pero con­
gel considera como primer O. a la tie­ sidera indispensable insistir acerca de
rra por ser "un sistema universal de la acción del O. como totalidad. Esto
cuerpos individuales” (Ene., § 338), y conduce a a 'mitir el finalismo interno
afirma que, aunque la vitalidad natural del O. mismo: "La hipótesis de una
se fragmente en la multiplicidad de los determinada tarea —dice— es super-
animales vivientes, éstos, "en la idea, flua para la comprensión del O., pero
son una sola vida, un único sistema la hipótesis de una finalidad determi­
orgánico de vida” (Ibid., § 337). Aquí nada (la realización de la esencia del
el O. no se considera en sus rasgos es­ O.) es muy fecunda para nuestra com­
pecíficos, sino simplemente como di­ prensión del O.” (Der Aufbau des Or-
suelto en el finalismo cósmico. Y a ganismus ["La estructura del organis­
este mismo resultado llega la doctrina mo”], 1934, p. 264). Más recientemente,
de Bergson, que ve en el O. el resul­ Simpson ha dicho: “Sabemos que el
tado de un empuje vital (o corriente fuego no es un elemento o principio
de conciencia) que penetra y sujeta a separado, sino que es un proceso y una
la materia bruta. Lo que desde el pun­ organización de la materia, por el cual
to de vista de la ciencia es una “má­ la conducta de la materia es diferente
quina”, desde el punto de vista de la fi­ de la que está en el no-fuego. Del mis­
losofía es el equilibrio logrado por el mo modo, la visión materialista no se
empuje vital en su esfuerzo formador. abandona cuando la vida se considera
"Para nosotros —dice— el conjunto de como un proceso y una organización en
una máquina organizada, si bien repre­ la cual la conducta de la materia es
senta el conjunto del trabajo organiza­ diferente de la que se halla en los esta­
dor (aunque tampoco esto sea verdade­ dos no vivientes” (The M e a n i n g of
ro más que en forma aproximada), las Evolution, 1952, p. 125). Por otro lado,
partes de la máquina no corresponden la capacidad el O. para explotar las
a las partes del trabajo, ya que la ma­ posibilidades i oportunidades que su
terialidad de la máquina no representa estructura, sus >ropias variaciones o el
más un conjunto de medios adecuados ambiente m is i o le ofrecen, lo que
sino un conjunto de obstáculos a sor­ Simpson denon na el oportunismo de
881
Ó rg a n o
O rig e n
la vida, no es más que la misma "fina­ de Aristóteles, a saber: el libro de las
lidad intrínseca" de la que hablan los Categorías, el libro de la Interpreta­
otros biólogos. Ésta había sido también ción, los dos libros de los Primeros ana¡-
reconocida por uno de los fundadores líticos. los dos libros de los Analíticos
del Círculo de Viena, Moritz Schlick. posteriores, los ocho libros de los Tó­
"Un grupo de procesos o de órganos picos y el libro de los Elencos sofísti­
—dijo— es denominado f i n a l i s t a con cos. En otras dos ocasiones aparece la
referencia a un efecto definido, si este palabra Ó. como título de libro: en el
efecto es el efecto normal en la coope­ Novum Organum (1620) de Francis Ba-
ración de los procesos o de los órganos. con, que explícitamente opuso su lógica
El acento se pone aquí en la coopera­ a la aristotélica, y en el Neues O. (1764)
ción ; en un caso e s p e c í f i c o , estos de J. H. Lambert, filósofo iluminista
procesos, dependientes de las circuns­ alemán con quien Kant mantuvo una
tancias, pueden suceder de varios mo­ importante correspondencia. El uso de
dos, pero son dependientes uno del otro tal término no tiene, sin embargo, una
y ligados en su conjunto, de modo que relación precisa con la tarea atribuida
producen siempre aproximadamente la a la lógica (véase).
misma suerte de efectos” ("Naturphi-
losophie”, en Die Phitosophie in ihren O rie n ta c ió n (ingl. o r i e nt at i on; franc.
Einzelgebieten, Berlín, 1925; trad. ingl., orientation; alem. Orientierung; ital.
en Readings in the Philosophy af Scien­ orientamento). Este término fue intro­
ce, 1953, p. 529). Este concepto de fina- ducido en filosofía por Kant, que lo
lismo no tiene, por cierto, nada que aplicó al problema del mundo en el cual
ver con la tesis del finalismo universal la razón debe conducirse fuera de los
y se trata de un finalismo limitado, límites, asaz restringidos, del saber em­
específico, que actúa mediante tenta­ pírico, esto es, del conocimiento efec­
tivas y se logra solamente en determi­ tivo: "Orientarse en el pensamiento en
nados casos y no por el infalible plan general —dice Kant— significa: dada
universal en el cual todos los seres la insuficiencia de los principios obje­
encuentran su salvaguardia. Pero la de­ tivos de la razón, determinarse en el
finición misma de O. re 'alta un fina­ dominio de lo verosímil, según un prin­
lismo así limitado, tanto ahora como cipio s u b j e t i v o de la razón misma”
en tiempos de Aristóteles. (Was Heisst: sich im Denken Orientie-
ren? ["Qué significa orientarse en el
O r g a n o (gr. ÓQyavov; lat. organum; ingl. pensamiento?"], 1786, A, 310). Kant ex­
organ; franc. o r g a n e ; alem. Organ; cluyó el hecho de que el hombre pueda
ital. organo). En el sentido específico orientarse a partir de la fe o de un
de la biología, de la que el término ha supuesto saber intuitivo. El término ha
pasado a la filosofía, el O. fue definido sido adoptado por Jaspers, que intituló
por Aristóteles a partir de la función "O. filosófica en el mundo”, al primer
que cumple y por analogía con el ins­ volumen de su Filosofía (Phitosophie,
trumento inorgánico: "Todo instrumen­ 1932). La O . en el mundo, se tiene, se­
to —dice— y toda parte del cuerpo tie­ gún Jaspers, cuando el hombre se con­
ne un fin p r o p i o , o sea una acción sidera a sí mismo como un elemento
específica propia... Como la hoz ha o cosa del mundo, entre innumerables
sido hecha para segar (pero no la siega elementos o cosas e intenta hallar, de
para la hoz), de manera que el segar es tal manera, su camino. Pero la O. en­
su función específica, de igual modo el fila sólo a la ruptura del mundo en
cuerpo está hecho para el alma y las una multiplicidad de perspectivas cós­
partes del cuerpo tienen, cada una y micas (Phil., I, pp. 69 ss.). Fuera de
por naturaleza, su función propia” (De estos significados específicos, el térmi­
Parí. An., I, 5, 645 b 12). Este concepto no es ampliamente usado, con signifi­
se ha mantenido tanto en la biología, cado muy poco preciso, en el lenguaje
como en la filosofía y / -i todos los de­ común y filosófico contemporáneos.
más campos en que : lera adoptado. O rig e n (lat. origo; ingl. origin; franc.
ó r g a n o n (gr. óovavov; at. organum). origine; alem. Ursprung; ital. origine).
Título aplicado, por li ¡ comentaristas El término tiene dos significados, que
griegos, al conjunto de las obras lógicas a menudo se confunden: 1) comienzo,
882
O rto g é n e s is
O tro
acto o fase inicial; 2) fundamento o gicas debería estar proscrito en filoso­
principio. El "retomo a los O.”, que fue­ fía, si bien es legítimo en las ciencias
ra el rasgo característico del Renaci­ experimentales (Crít. R. Pura, Doctri­
miento (véase) es una noción fundada na trasc. del método, cap. 1, sec. 4).
en el intercambio de los dos significa­
dos. Y en el mismo intercambio se O tro (gr. 0r)TTipov; ingl. o { h e r; franc.
fundó la importancia de los denomina­ autre; alem. Artdere; ital. altro). Uno
dos problemas de origen, tal como se de los cinco géneros máximos del ser,
debatieran en los siglos x v i i i y xix: el enunciados por Platón en el Sofista y
O. de las ideas, de la vida, del lengua­ que son: el ser, la quietud, el movi­
je, de las especies vivientes, etc., ya miento, lo idéntico, lo O. El motivo
que en los problemas así formulados el para admitir a lo O. como un género
O. no significaba sólo el nacimiento en por sí mismo es el siguiente: la quie­
el tiempo sino también el principio o el tud y el movimiento, ambos son y, por
fundamento del objeto cuyo O. se bus­ lo tanto, bajo el aspecto del ser, son
caba. El mismo significado equívoco idénticos; pero son también diferentes
tuvo la palabra en el antiguo problema uno del otro y esta diferencia es exac­
del O. del m al: Si Dios existe, ¿de dón­ tamente como es su identidad (debido
de viene el mal? Y si no existe, ¿de al hecho que ambos son). Lo O. (lo
dónde viene el bien? (cf. San Agustín, diverso) es, por lo tanto, un género
Can}., V I I , 5). "Juicio de O.” denomi­ igualmente originario e irreducible de
nó H. Cohén al juicio en el cual algo los otros cuatro (Sof., 254 ss.). El reco­
es dado, no como material bmto, sino nocimiento de lo O. como un género
como lo que el pensamiento mismo sumo es muy importante, porque per­
puede encontrar, como el signo x de la mite a Platón resolver la antinomia,
matemática que significa, no lo inde­ propia de la sofística y de la erística
terminado sino la determinabilidad (Lo­ (véase), según la cual es imposible de­
gic, 1902, p. 83). cir lo falso porque lo falso es lo que
no es, y decir lo que no es, significa
(ingl. orthogenesis). La doc­
O rto g é n e s is decir nada, o no decir. Desde este pun­
trina que enuncia que la evolución de to de vista, -1 error debería ser decla­
la vida sigue una línea recta o tiende rado inexistente y no habría siquiera
a seguirla. Las interpretaciones dadas diferencia posible entre el filósofo, que
por los biólogos a este concepto son dis­ se preocupa por establecer la distinción
pares; sustancialmente la O. es la te­ entre verdad y error, y el sofista que
sis defendida por los que admiten el no se preocupa de ello en absoluto. Ad­
finalismo de la vida. A veces, pero más mitido en cambio lo O. como género
rara vez, el punto de vista opuesto a sumo, el no ser podrá ser interpretado,
la O. se denomina poligénesis, que es no ya como la nada sino como lo O.
el reconocimiento de líneas de evolu­ del ser y precisamente del ser del que
ción diferentes y dispares en los fenó­ se habla; por ejemplo, decir que algo
menos de la vida (cf. G. G. Simpson, es no grande o no bello significa sim­
The Meaning of Evolution, 1952, p. 132). plemente decir que es algo O., diferen­
O s te n siv o (gr. S eixtixó ; ; lat. ostensivas; te de lo grande y de lo bello, pero no
ingl. ostensive; franc. ostensif; alem. por eso que es lo opuesto del ser, o sea
ostensiv; ital. ostensivo). Así se califi­ la nada (Ibid., 257 b ss.). Esta afirma­
can las pruebas directas, o sea las que ción de la realidad del no-ser, en cuan­
verifican positivamente la verdad de to a lo O., o diferente, es presentada
una tesis, para distinguirlas de las prue­ por el extranjero de Elea, que es el
bas indirectas, que tienden a probar una principal protagonista del Sofista, como
tesis negativamente, con la demostra­ una especie de "parricidio” respecto a
ción de la falsedad de su contrario. Las Parménides, que había afirmado que
pruebas indirectas se denominan apa- únicamente e1 ser es y el no ser no es
gógicas (véase a b d u c c i ó n ; r e d u c c i ó n ). (Ibid., 242 d) Estas notas platónicas,
La distinción a p a r e c e en Aristóteles en especial la categoría de "O.”, han
(An. Pr., I, 23, 40 b 27) y se reproduce sido con frec encia adoptadas poste­
en Leibniz (Nouv. Ess., IV , 8 , 2). Se­ riormente para esclarecer la noción de
gún Kant, el uso de las pruebas apagó- nada (véase).
883
Otro, problema del

O tro , p r o b le m a d e l (ingl. p r o b l e m of modo inmediato a sí mismo y a sus es­


others; franc. p r o b l é m e de t’autre; tados interiores, o sea desde el punto
alem. Problem des Andem; ital. proble­ de un acceso privilegiado hacia el co­
ma detValtro). Con esta expresión se nocimiento interior del yo (véase c o n ­
indica en la filosofía moderna y con­ c i e n c i a ) , nace el problema de estable­
temporánea, el problema concerniente cer cómo una parte de la experiencia
a la existencia de otros yos (espíritus o del yo puede referirse a otros yos y el
personas) independientes de aquel que problema, aún más grave, de ver qué
se formula el problema mismo. Este garantía ofrece esta referencia a favor
problema nace de dos puntos de vista de la existencia efectiva del otro yo.
diferentes y sin embargo, conectados Para responder a estos problemas se
entre sí por algunos supuestos comu­ han propuesto dos teorías: 1) la teoría
nes. El primero es el del idealismo ro­ según la cual la existencia de los otros
mántico (véase) según el cual, por ser se inferiría mediante un "juicio de ana­
la realidad un Principio absoluto y uni­ logía" partiendo de las percepciones
versal (por ejemplo, el Yo absoluto de que nos revelan movimientos análogos
Fichte) se trata de ver de qué manera a aquellos mediante los cuales nosotros
se quiebra o se multiplica en la diver­ expresamos nuestro propio yo. Pero esta
sidad de los yos singulares. El segundo teoría, propia de la psicología asocia-
es el punto de vista genéricamente idea­ cionista, tiene en su contra el hecho de
lista y espiritualista, según el cual lo que la creencia en la existencia de
que a cada uno de nosotros nos es dado otros seres animados se puede encon­
originariamente es sólo el propio yo y trar también en los animales y en los
sus experiencias psíquicas, de las cua­ niños, que son incapaces de juicios
les algunas (solamente en parte) se re­ analógicos. 2) La segunda teoría es la
ferirían a otros individuos. que postula un órgano específico para
Fichte respondió al primer problema el conocimiento de la existencia de los
en su Doctrina de la moral (1798), afir­ demás; por ejemplo, una especie de
mando el carácter originario de la idea intuición afectiva (Einfühlung) que se
del deber, y haciendo derivar de ella el pondría en relación con aquello que
reconocimiento de los otro., yos. La idea se encuentra fuera de las manifesta­
del deber es la autodeterminación ori­ ciones corpóreas de los otros, o sea con
ginaria del yo, pero no podría realizar­ el alma de los otros (cf., por ejemplo,
se si no existieran otros yos, otros su­ Th. Lipps, Aesthetik, I, [1903]; 2? ed.,
jetos en cuya confrontación la idea del 1914, pp. 106 ss.). Pero recurrir a ór­
deber puede encontrar su determina­ ganos de esta naturaleza no es otra
ción y, por lo tanto, su posibilidad de cosa que reducir la existencia de otros
realización. La realidad de los otros yos espíritus a objeto de una creencia in­
es para Fichte, por lo tanto, un postu­ justificable y, por lo tanto, irracional.
lado moral: la existencia de los otros En la filosofía contemporánea, a par­
yos debe ser admitida y reconocida, para tir de la obra de Scheler, Wesen und
que el yo pueda realizar concretamen­ Formen der Sympathie (1923; trad. esp.:
te su moralidad ( Sittenlehre [Doctrina Esencia y formas de la simpatía, Bue­
de la moral), § 18). Esta concepción, nos Aires, 1942, Losada), el presupuesto
con algunas variantes, ha sido adoptada subjetivista del problema parece cada
por otros filósofos; por ejemplo, por vez más débil y ha sido asimismo ata­
Riehl en su libro acerca del Criticismo cado, a partir de observaciones expe­
(1786-87) y por Cohén en su Ethic des rimentales de la psicología contempo­
reinen Willens ("Ética de la voluntad ránea. Scheler observó que no existe
pura” ; 1904). Este último deduce la privilegio ontológico o metafísico al­
existencia de las personas en general guno en favor de los pensamientos y
del carácter jurídico y de las funciones de los sentimientos que el yo llama
públicas del hombre, de suerte que la "míos”. Mi pensamiento me es dado
multiplicidad de los yos i ) existiría sino como "mío” con el mismo título me­
como multiplicidad de personas jurí­ diante el cual el pensamiento de otro
dicas”. me es dado como pensamiento "ajeno”
Por otro lado, y desdi el enfoque que y éste constituye el caso muy común y
considera que el yo s»' o c o n o c e en normal por el que nosotros comprende-
884
Otro, problema del

mos una comunicación cualquiera que nificado sólo cuando se han constituido
nos sea hecha. Entre lo mío y lo otro en el campo de lo no psíquico (opuesto
existe siempre una conexión muy es­ a lo psíquico) y del ‘tú’ ” (Der Logische
trecha y ellos se determinan y se con­ Atcfbmt der Welt [“La estructura lógica
dicionan uno a otro, sin que las esferas del mundo"], § 65). Estas anotaciones
respectivas se dejen fijar, sin embargo, nos demuestran que un punto de vista
nunca en forma rígida, como se prueba solipsista (véase s o l i p s i s m o ) que pre­
por el hecho de que a menudo no sabe­ tenda fundarse sobre datos o certidum­
mos decir si determinada experiencia bres inmediatas, o sea cayendo en el
psíquica nos viene de nosotros mismos ámbito mismo de la conciencia perso­
o de otros (Ibid., III, cap. III). Esto nal, es cada vez más difícil de sostener
equivale a negar el carácter privado y en la filosofía contemporánea. Y tam­
rígidamente subjetivo del Yo (véase) bién una filosofía como la de Sartre,
y a reconocer que se mueve, desde su según la cual la otra existencia es tal
constitución y en todas sus manifes­ en cuanto no es la mía y de tal manera
taciones, dentro de una red de relacio­ la relación interpersonal es una rela­
nes intersubjetivas que lo constituyen ción de negación recíproca y sólo la ne­
de verdad y dentro de la cual se recor­ gación es "la estructura constitutiva
tan las esferas correlativas de lo "mío” del ser otros” (L'étre et le néant, p.
y de lo "tuyo”. Este punto de vista se 285), se presenta como un abandono ra­
encuentra con frecuencia, y asimismo dical del solipsismo o sea como un tras­
dentro de diferentes escuelas, en la fi­ cender del cogito. "Lo que nosotros
losofía contemporánea. Mead afirma llamamos, a falta de un término mejor,
que "el hombre resulta un yo en su ex­ el cogito de la existencia de los otros,
periencia sólo cuando su postura recla­ se confunde con mi propio cogito. Es
ma una actitud correspondiente en sus necesario que el cogito me eche fuera
relaciones sociales". La autoconciencia de él sobre el O., como me ha echado
misma o el yo no es otra cosa, en este fuera de él hacia el en-sí sin revelarme
caso, que la actitud generalizada de los una estructura a priori que apuntaría
otros a nuestro respecto. "Tomamos el hacia el otro igualmente a priori, pero
papel de aquello que puede ser deno­ descubriendo en mí la presencia con­
minado lo otro generalizado y al hacer creta e indudable de éste o el otro
esto, aparecemos como objetos socia­ concreto como ya se me ha revelado
les, como yo” (Phil. of the Present, en mí, mi existencia incontrastable,
p. 185). contingente y, no obstante, necesaria y
Por otra parte, Camap ha expresa­ concreta” (Ibid., pp. 308-09). La obje­
do un punto de vista muy semejan­ ción que puede formularse a esta pre­
te a éste, insistiendo acerca del carác­ sentación es que si todo acaece en mí,
ter secundario y derivado de la dis­ como dice Sartre, la existencia de los
tinción entre el yo y el tú. "La misma otros como otros es todavía inaprehen-
caracterización de los elementos funda­ sible. Pero esta consideración demues­
mentales de nuestro sistema constitu­ tra la dificultad en romper el cerco
tivo, psíquicamente propios, o sea como mágico de la conciencia una vez admi­
'psíquicos' y como ‘míos’ adquiere sig­ tido como válido.

885
p
P , p . En la lógica contemporánea, se ficar la P.-significado, que es la misma
indica con P un determinado cálculo de aunque se repita muchas veces y en
las proposiciones y con p (y las letras tal sentido podemos decir, del mismo
que siguen en orden alfabético, q, r, libro, que está compuesto de cinco mil
etc.) una proposición singular. palabras. En el p r i m e r sentido, por
ejemplo, la P. está, si se repite diez
P a id e ia , véase CULTURA. veces en una página, significa diez pa­
labras y en el segundo sentido es una
P a id o lo g ía (ingl. paidology; franc. pé- sola palabra. Peirce propuso denominar
dology; alem. Paidologie; ital. pedolo­ a la palabra en el primer significado
gía). La ciencia exacta de la educación, token (signo o ficha) y en el segundo
en oposición a la pedagogía que sería s i gni f i c a do t y p e (tipo) (Coll. Pop.,
el arte empírico de la educación. Éste 4.537). Otros hablan, al mismo respec­
fue, al menos, ei significado dado al to, de signo y símbolo, respectivamente
término por aquellos que lo introduje­ (cf. M. Black, Language and Phitosophy,
ron: el alemán O. Chrisman (Paidolo­ VI, 2).
gie, 1894) y el francés E. Blum (cf. sus
artículos en Revue Philosophique, mayo P a l i n g e n e s i a (gr. xaXiyyeyeaía; ingl.
1897, noviembre 1898). La P. debería patingenesis; franc. palingénesie; alem.
tener como supuesto la psicología ex­ Palingenesie; ital. palingenesi). Según
perimental y deducir de ella los instru­ los estoicos, el renacimiento del mundo
mentos de la educación, con relación a después del fin de un ciclo de vida
las diferentes edades del hombre. Este (Nemes, De nat. Hom., 38; cf. Marco
concepto no ha caído en desuso y es Aurelio, Soliloquios, XI, 1: "el periódi­
más bien el fundamento de buena par­ co renacer del mundo"). La palabra ha
te de la psicología contemporánea, sido usada a menudo en este o en aná­
pero el término P., luego de breve boga, logo sentido (por ejemplo, por C. Bon-
ha sido abandonado. net, Palingértésie philosophique, 1769, y
por Gioberti, Protologia, 1857) y a ve­
P a la b r a (lat. verbum; ingl. word; franc. ces también en sentidos restringidos o
parole; alem. Wort; ital. parola). 1) particulares, para designar el renacer
Según la distinción que Saussure hizo del alma o, en sentido retórico, para
prevalecer, entre P., lengua (véase) y indicar cualquier renovación radical
lenguaje (véase), la P. sería la manifes­ (véase a p o c a t á s t a s is ).
tación lingüística del individuo. A di­
ferencia de la lengua, que es una fun­ P a n a n im is m o . Lo mismo que animis­
ción social, registrada pasivamente por mo (véase).
el individuo, la P. es "el acto indivi­
dual de voluntad y de inteligencia en (ingl. pancalism; franc. pan-
P a n c a lis m o
el cual conviene distinguir: 1) las com­ calisme). Término aplicado por J. M.
binaciones en que el sujeto parlante Baldwin a su propia doctrina, según la
utiliza el código de la lengua para ex­ cual la belleza, como objeto de la ac­
presar su pensamiento personal; 2) el tividad estética, realiza la conciliación
mecanismo psicológico que le permite entre la actividad cognoscitiva y la ac­
e x te rio riz a r e s t a s combinaciones” tividad práctica, unificando el mundo
(Cours de Linguistique Générale, 1916, de la experiencia (cf. Genetic Theory
p. 31). of Reality, being the Outcome of Ge­
2) El término P. tiene una ambigüe­ netic Logic, as Issuing in the Aesthetic
dad que los lógicos han puesto en cla­ Theory of Reality calted Pancalism,
ro. En efecto, la P. puede ser por un 1915).
lado un hecho singular, que es nuevo
cada vez que se repite y en tal sentido (ingl. pancosmism; franc.
P a n c o s m is m o
decimos, por ejemplo, qi e un libro está pancosmisme). Lo mismo que mate­
compuesto de cincuent . mil palabras. rialismo. El término fue usado por
Por otro lado, el térm ío puede signi­ Grote para designar la doctrina de los
886
P a n e n te ís m o
P a n p s iq u is m o

presocráticos hilozoístas (Plato and the En este sentido, el nacimiento del P.


Other Companions of Sócrates, I, 1, 18). se puede reconocer en los platónicos
El término no ha tenido aceptación. ingleses del siglo xvii (Escuela de Cam­
bridge). Cudworth, partiendo del prin­
P a n e n te ís m o (ingl. panentheism; franc. cipio de que "ningún efecto puede so­
panenthéisme; alem. Panentheismus). brepasar la fuerza de la propia causa”
Término c r e a d o por Karl Christian negó que la vida y el ser, y mucho me­
Krause (1781-1832) para designar una nos la razón y el entendimiento, pudie­
síntesis entre teísmo y panteísmo, que ran resultar de una materia sin vida.
consistiría en a d m i t i r que todo lo Y concluía diciendo que "el espíritu es
que es, está en Dios y existe como re­ el ser primogénito, el señor natural de
velación o realización de Dios (Vorle- todo lo que es” (The Trtte Intellectual
sungen über das System der Philosophie System of the Universe, I, 1, 4). Pero
["Lecciones sobre el sistema de la filo­ ya que las cosas no pueden ser produ­
sofía”], 1828, pp. 254 ss.). En realidad, cidas por el mecanismo de la materia
este punto de vista es precisamente el y ya que Dios no produce inmediata y
del panteísmo clásico y, por lo tanto, milagrosamente todas las cosas, es ne­
no se ve la utilidad del término que, cesario admitir una naturaleza plástica
por lo demás, no ha tenido aceptación. que sea un instrumento inferior y su­
Véase Dios. bordinado a la parte de la providencia
que consiste en el movimiento regular
P a n lo g is m o (ingl. panlo g ism ; franc. y ordenado de la materia (Ibid., I, 1,
panlogisme; alem. Panlogismus). Tér­ 3). A su vez Moore elaboró el concepto
mino adoptado por J. E. Erdman para de la mónada física, es decir, el de una
designar la d o c t r i n a de Hegel (Ge- partícula tan pequeña que no podía ser
schichte der neueren Philosophie ["His­ ya dividida. La mónada física no tiene
toria de la moderna filosofía”], 1853, magnitud física propiamente dicha, pe­
III, 2, p. 853) y que todavía se emplea ro es aún extensa y la extensión es una
(si bien no muy frecuentemente) para cualidad espiritual, incorpórea, un atri­
designar tal doctrina o doctrinas aná­ buto de Dios (Enchiridion Metaphysi-
logas que, en efecto, admitan la iden­ cum, I, 9, 3 I, 8, 15). De este modo
tidad de lo racional y de lo real. Cudworth y Moore redujeron la mate­
ria y el mecanismo, en sus atributos
(alem. Panpneumatis-
P a n p n e u m B tis m o fundamentales —extensión y movimien­
mus). Término adoptado por Eduard to— a una manifestación de elementos
von Hartmann con el mismo sentido o fuerzas espirituales.
que panpsiquismo (cf. Philosophischen Es probable que precisamente en es­
Fragmente [“Fragmentos filosóficos”], tos autores se haya inspirado Leibniz,
p. 68). quien dio al P. su forma clásica. Según
Leibniz, la materia misma está consti­
(ingl. panpsychism; franc.
P a n p s iq u is m o tuida por mónadas en el sentido de ser
panpsychisme; alem. Panpsychísmus; un agregado de sustancias espirituales,
ital. panpsichismo). El término, que a como un rebaño de ovejas o como un
menudo se confunde con hilozoísmo montón de gusanos. Por lo tanto, los
(véase), designa en realidad una teoría elementos de la materia no tienen na­
simétrica y opuesta al hilozoísmo. Éste da de corpóreo: son átomos de sustan­
consiste en atribuir a la materia (o a cia o puntos metafísicos, como se po­
sus partes) poderes o actividades psí­ drían denominar las mónadas (Op,,
quicas y es, por lo tanto, materialismo; ed. Gerhardt, IV, p. 483). El P. de Leib­
el P. consiste en reducir la materia niz fue reproducido por Lotze en el
misma a alma, o sea a propiedades o Microcosmos (I), que identificó los áto­
atributos psíquicos y es esplritualismo. mos de que habla la teoría mecani-
Con ello no se niega la materia, como cista con centros de fuerza espiritual,
lo hace el inmaterialismo (véase), sino o sea como me íadas en el sentido leib-
que sus atributos fundamentales: la ex­ niziano. El P. t ; la característica meta­
tensión, el movimiento, etc., por ejem­ física del espiri ualismo contemporáneo
plo, quedan reducidos a la acción de (véase e s p í r i t u , l i s m o ), tanto del fran­
fuerzas o atributos espirituales. cés (Ravaisson, .achelier, Hamelin) co-
887
P a n s a ta n is m o
P a r a d o ja
mo del inglés (Ward) e italiano (Mar- los atletas para una competencia. De
tinetti, Varisco). esta manera ilustra Aristóteles la no­
ción (Ret., II, 19, 1393 b 4). Un sentido
P a n s a ta n is m o ( a l e m . Pansatanismus). análogo tiene la palabra en los Evan­
Término adoptado polémicamente por gelios (cf. San Marcos XII, 1).
O. Liebmann para designar la doctrina
de Schopenhauer, en oposición carica­ P a r a d ig m a (gr. jiaoáfiEiYpa; ingl. para-
turesca a panteísmo (Zur Analysis der digm ; franc. paradigme; alem. Paradig­
Wirklichkeit [‘‘Para el análisis de la ma; ital. paradigma). Modelo o ejem­
realidad”], 2* ed., 1880, p. 230). plo. Platón empleó la palabra en el pri­
mer sentido (cf. Tim., 29b, 48 e; etc.)
P a n s o f ía (lat. pansophia). Término adop­ en cuanto considera como P. al mundo
tado por Comenius para designar el de los seres eternos, del cual es imagen
principio: "enseñar todo a todos” (Pan- el mundo sensible. Aristóteles en la ló­
sophiae Prodromus, 1639; Schola Panso- gica usa el término en el segundo sig­
phiae, 1670). Kant denomina P. al con­ nificado (An. Pr., II, 24, 68b 38), sobre
junto de la polihistoria, que es el saber el cual véase e j e m p l o .
histórico y de la polimatía, que es el
saber racional (Logik, Intr., §VI). P a r a d o ja (gr. jiaQáSoíjo; á.óy0 5 ; ingl. P a ­
radox; franc. paradox; alem. Paradox;
P a n s p e r m ia ( a l e m . Panspermie). La ital. paradosso). Lo contrario a la "opi­
doctrina sostenida por S. Arrhenius, nión de los más”, o sea al sistema de
que enuncia que la vida en la tierra creencias comunes al que se hace refe­
proviene de semillas orgánicas difun­ rencia, o bien, lo contrario a principios
didas en todo el universo (Werden der que se consideran bien establecidos o
Welten ["Devenir de los mundos”], a proposiciones científicas. La reduc­
1907). ción de un discurso a una opinión pa­
radójica es considerada por Aristóte­
P a n te ís m o (ingl. pantheism; franc. pan- les en los Elencos sofísticos (cap. 12)
théisme; alem. Pantheismus). La doc­ como el segundo de los fines que se
trina de Dios como naturaleza del propone la sofística (siendo el primero
mundo (véase d i o s ). El término pan- la refutación, o sea el probar como fal­
teísta fue usado pe vez primera por sa la aserción del adversario). Bem-
J. Toland (Socinianism Truly Stated, hard Bolzano intituló Paradoxien des
1705) y el de P. por su adversario Fay Unendlichen (“Paradojas del infinito”,
(1709). 1851) al libro en que presentó por vez
primera el concepto de lo infinito, no
P a n te lis m o (alem. Panthelismus). Lo
ya como límite de una serie, sino como
mismo que voluntarismo (véase). El un tipo especial de magnitud, dotado
término fue usado por E. von Hartmann de características propias, concepto que
(Philosophischen F ra g m en te ["Frag­ debería quedar definitivamente estable­
mentos filosóficos”], p. 68). cido en la matemática por obra de Can­
P a r - i m p a r (gr. áQuojiéQiTTov; ingl. even-
tor y Dedekind (véase i n f i n i t o ). Y, si­
odd; franc. pair-impair; alem. Gerade- guiendo este ejemplo, a veces se han
Ungerad; ital. parimpari). Así definie­ denominado P. las contradicciones que
ron los pitagóricos antiguos la unidad, nacen del uso del procedimiento re­
como principio del número y de las flexivo y que por lo común se denomi­
cosas, en cuanto estaría limitada como nan antinomias (véase).
lo impar o sería ilimitada como lo par En sentido religioso, se ha denomi­
(Arist., Met., I, 5, 986 a 15). nado P. a la afirmación de los dere­
chos de la fe y de la verdad de su
P a r á b o la (gr. jtapafSoXri; lat. parabola; contenido, en contraste con las exigen­
ingl. parable; franc. parabole; alem. cias de la razón. P. es, por ejemplo, la
Parabel; ital. parabola). ¡ rgumento que trascendencia absoluta y la inefabilidad
consiste en aducir una :omparación o de Dios, afirmada por la teología ne­
un paralelo, como cuand . Sócrates afir­ gativa (véase); P. es el "credo quia ab-
ma que no se deben eleg r al azar los go­ surdum" (véase) de Tertuliano; P. es
bernantes, así como no 3 eligen al azar la totalidad de la fe según Kierkegaard,
888
P a r a le lis m o p s ic o fís ic o
P a ra lo g is m o
porque todas las categorías del pensa­ someter los hechos mentales a la cau­
miento religioso son impensables y no salidad de los hechos físicos, y por
obstante la fe cree todo y asume todos otro lado, al espiritualismo (véase) que
los riesgos (cf. Die Krankheit zum consiste en la tentativa simétrica y
Tode ["La enfermedad mortal”], 1849). opuesta. Por lo tanto, ha sido muy acep­
Ki e r k e g a a r d vio en la P. la rela­ tada como hipótesis de trabajo de una
ción misma entre el hombre y Dios: indagación que no quería basar su vali­
"La P. no es una concesión, sino una dez en una determinada metafísica.
categoría, una determinación ontológica En el periodo en el cual la doctrina
que expresa la relación entre un espí­ del P. constituyó el supuesto de la psi­
ritu existente y cognoscente y la verdad cología experimental, que fue tema de
eterna" (Diario, VIII, A 11). numerosas discusiones entre psicólogos
y filósofos, se intentó relacionar con al­
P a r a le lis m o p s ic o fís ic o (ingl. psichophy- gún ilustre precedente histórico y el
sical parallelism; f r a nc . parállélisme más obvio de tales antecedentes fue,
p sych o p h ysiq u e; alem. psycho-physi- sin duda, la metafísica de Spinoza. Spi-
scher Parallelismus; ital. parallelismo noza, en efecto, había dicho que “el mo­
psicofísico). La expresión fue acuñada do de la extensión y la idea de este
por Theodor Fechner (Zend avesta, II, modo es una sola y misma cosa, pero
p. 141), para designar la doctrina que expresada de dos modos” (Eth., II, VII,
enuncia que los hechos psíquicos y los scol.) y negó la interferencia de la
físicos constituyen dos series parale­ causalidad de la extensión y de la cau­
las de hechos, que no obran los unos salidad del pensamiento, afirmando que
sobre los otros, sino que están causal­ la causa de un pensamiento es siem­
mente determinados sólo por los he­ pre un pensamiento y que la causa de
chos homogéneos: los hechos mentales un cuerpo es siempre un cuerpo (Jbid.,
por los hechos mentales y los hechos III, 2), en tanto que el orden y la con­
físicos por los hechos físicos. Esta doc­ catenación de las cosas son siempre
trina fue sugerida por la exigencia (o las mismas (Ibid., III, 2, scol.). Estas
por el deseo) de no someter los hechos afirmaciones podían ser interpretadas
mentales a la causalidad de los he­ como expresión de la doctrina del P.,
chos físicos y por la imposibilidad de aun cuando el intento de Spinoza no se
considerar estos últimos como depen­ dirigiera a garantizar la independencia
dientes de los primeros. Ha servido du­ causal recíproca de los hechos físicos
rante varios decenios como hipótesis y de los hechos mentales y sí más bien
de trabajo de la psicología experimen­ a garantizar la común subordinación a
tal, al organizarse por primera vez co­ la directa causalidad de Dios. La doc­
mo ciencia autónoma o relativamente trina de Spinoza no es verdaderamente
autónoma (véase p s ic o l o g ía ). Por lo un P. sino un monismo panteísta. Por
tanto, fue admitida y seguida por los lo demás, la doctrina del P. debe sus
que contribuyeron a los primeros pasos éxitos, no a su validez metafísica sino
de esta ciencia y, en particular, por a lo opuesto, a la limitación de la ta­
Wundt. Éste entendió como “principio rea metafísica que implica puesto que
del P. psicofísico" el principio que enun­ puede ser aceptada como hipótesis de
cia que "todos los contenidos empíri­ trabajo independientemente de la creen­
cos que pertenecen a la vez a la esfera cia monista o de la espiritualista sin ex­
de consideración mediata o científica cluir ni la una ni la otra. Al abandonar
y a la inmediata o psicológica, están la psicología la doctrina en examen,
en relación recíproca, por cuanto todo ésta cayó por su propio peso y dejó
hecho elemental del campo psíquico de ser un tema vivo de discusión. Véa­
expresa un hecho correspondiente en se PSICOLOGÍA.
el campo físico” (System der Philoso-
phie, 2* ed., 1897, p. 602; trad. esp.: P a r a lo g is m o (pr. .-taoaXoYiopió?; ingl. pct-
Metafísica. Sistema de fitosofía cien­ ratogism; frai c. p a ra to g ism e ; alem.
tífica, 1913). Esta doctrina se opuso, Paralogismos; tal. paralogismo). A par­
por un lado, al monismo (véase) que tir de Aristót les (El. Sof., passim),
tiende a reducir los eventos mentales este término st ha usado para indicar
a los hechos físicos o, al menos, a un silogismo o, m todo caso, un argu-
889
I

P a ra p s ic o lo g ía
P a r le
mentó falso en la forma (véase también determinado nombre, modificando el
En Kant, "P. de la razón pura"
f a l a c ia ). caso, como gramático, que deriva de
designa la falsa argumentación de la gramática y valeroso, de valor (Cat.,
psicología racional, que se ilusiona cre­ I, l a 11). Los P. tienen en común
yendo poder deducir del simple "yo entre sí la esencia expresada por la
pienso” determinaciones materiales, pe­ definición (cf. Boecio, In Cat., I, P.L.
ro a priori del concepto (idea) de 64, col. 167; Pedro Hispano, Summ.
"alma”. Log., 3.01; Jungius, Lógica Hamburgen-
sis, I, 2, 16). En este sentido, son si­
P a ra p s ic o lo g ía (ingl. psychical research ; milares a los sinónimos o unívocos.
franc. métapsychique; alem. Parapsy- Aristóteles considera los P. como una
choíogie, Metccpsychik; ital. metapsichi- determinada especie de objetos desig-
ca). El examen sin prejuicios y con cri­ nables, junto a los anónimos o equí­
terio científico, de las facultades hu­ vocos y a los sinónimos o unívocos.
manas, reales o imaginarias, que resul­ Véase u n ív o c o y e q u ív o c o .
tan inexplicables a partir de las hipó­
tesis generalmente reconocidas. Ésta es P a r s im o n ia , le y d e la , véase ECONOMÍA.
por lo menos la definición que de esta
ciencia dan sus cultivadores más serios. Parsismo (ingl. parsism; franc. parsis-
Los fenómenos que investiga abarcan me; alem. Parsismus; ital. parsismo).
dos categorías fundamentales, la de La religión dualista de los antiguos per­
los denominados fenómenos mentales, sas. Véase m a l Ib); z o r o a s t r is m o .
que consisten en informaciones adqui­
ridas mediante medios ultranormales o (gr. uipoc; lat. pars; ingl. part;
P a rte
fenómenos de percepción extrasensorial franc. part; alem. Teil; ital. parte).
y los fenómenos físicos o prodigios, por Aristóteles distinguió tres significados
ejemplo, objetos que flotan en el aire, principales del térm ino: 1) lo que inicia
golpes, rumores, etc. La P. intenta es­ la división de una cantidad y, en este
tablecer la realidad de tales fenómenos sentido, dos es P. de tres, a menos
y presentar hipótesis adecuadas para que se restrinja el significado de parte
explicarlos. Cf. D. J. Wes,, Psychical a la unidad de medida, en cuyo caso
Research Today, Lordon, 1954. sólo uno (y no dos) es P. de tres; 2) lo
que inicia la división de un género que
P a r e n é tic a (gr. jtaQai/vexixr] téxvt] ; lat. no sea una cantidad y en tal sentido
praeceptiva; ingl. parenetic; franc. pa- son partes las especies de un género;
rénétique; ital. parenetica). Según los 3) lo que inicia el análisis de una pro­
estoicos, la parte de la moral que con­ posición que vale como definición y,
siste en suministrar preceptos prácti­ en este sentido, el género es P. de la
cos para la conducta en las diferentes especie (porque es la especie la que
circunstancias: lo mismo que precep­ es definida) (Met., V, 25, 1023 b 12).
tiva (cf. Séneca, Ep., 95). Parenético: Santo Tomás a su vez denominó P.
exhortatorio. cuantitativas a las P. conforme al sig­
nificado 1 de Aristóteles; P. esenciales
P a ré n te s is (ingl. parentheses; franc. pa- a las de los significados 2 y 3 (S .T h .,
renthéses; alem. P a ren th ese; ital. I, q. 76, a. 8; III, q. 90, a. 2). Y a ellas
parentesi). En lógica y en matemática, agrega: la P. subjetiva “en la cual está
los P. son un signo de asociación. Así, presente, simultánea e igualmente, la
en la expresión [n — (x — y)] los P. total virtud del todo como la total vir­
internos sirven sólo para mostrar la aso­ tud del animal, en cuanto se conserva
ciación de las partes x — y de la expre­ como tal en cualquier especie animal”
sión. En la terminología de la fenome­ y la P. potencial “en la cual está pre­
nología contemporánea "poner entre P." sente el todo según su esencia total,
significa realizar la suspensión o epoché como la total esencia del alma está
fenomenológica. Véase e i i c h é . presente en cada una de sus potencias”
(S. Th., III, q. 90, a. 3). Pero es bastante
P a r ó n im o (gr. jtagcóvujiog lat. denomina- obvio que estas dos últimas especies de
tivus). Así denominó A istóteles a los P. han sido escogidas con fines teoló­
objetos, cuya designacir i resulta de un gicos. Otras distinciones se han intro-
890
P a rtic ió n
P a r t ic u l a r
ducido para otros fines, como la distin­ cosa que la de ser imágenes de ellas”
ción entre la P. próxima y la P. remota, (Parm., 132 d). Platón mismo no dio
según que entre la P. y el todo caiga una determinación más precisa acerca
o no caiga otra P. (cf. Jungius, Log., I, de este importante concepto de su filo­
9, 11-12), y entre la P. alícuota y la sofía. Al mismo, sin embargo, recurrió
P. alicuante, según que la repetición la metafísica medieval, cuando se tra­
de la P. llegue exactamente a dar el tó de distinguir "el ser por esencia”
todo o resulte menor o mayor que él en que pertenece solamente a Dios y el
un punto determinado (cf. Wolff, Ont., "ser por P.” que pertenece a las cria­
§360). turas, distinción que garantizaba la su­
La mayor parte de estas distinciones bordinación del ser de las cosas al ser
ha caído actualmente en desuso y el de Dios. "Así como lo que tiene fuego
mismo concepto de P. al venir a menos y no es el fuego, está encendido (igni-
el viejo axioma que enunciaba que "la tum) por P. —dice Santo Tomás—, así
P. es menor que el todo” (véase i n f i ­ también lo que tiene existencia y no
n i t o ), ha dejado de ser definido par­ es la existencia es el ser o cosa por P.”
tiendo del todo y actualmente se lo (S. Th., I, q. 3, a. 4). Pero el amplio uso
define mediante un determinado tipo que de este concepto se hizo en la meta­
de relación. Así Peirce dice: “Una P. de física tradicional, no ha contribuido
una colección, d e n o mi n a d a el todo mucho a aclararlo y ha quedado inde­
de ella, es una colección tal que toda co­ finido y oscuro, como lo era en Platón.
sa que sea u de la P. es u del todo, pero 2) L. Lévy-Bruhl ha hecho un uso
algo que es u del todo es u de la P." extenso del concepto de P. para ilus­
(Coll. Pop., 4.173). trar la mentalidad de los primitivos.
En el ámbito de esta mentalidad, la P.
P a r tic ió n (gr. nEquinóg; lat. partitio; sería anterior a la distinción entre las
ingl. partition-, franc. partition-, alem. cosas que se participan. "La P. no se
Partition; ital. partizione). Los estoicos establece entre un muerto y un cadá­
entendieron con este término "el orde­ ver más o menos claramente represen­
namiento de un género en sus lugares” tados (en cuyo caso tendría la natura­
(Dióg. L., VII, 1, 62) o sea, la enumera­ leza de unt relación y debería ser po­
ción de las partes que componen el sible aclararla mediante el entendimien­
todo, como cuando se enumeran los to); no resulta, pues, de las representa­
miembros del cuerpo humano y distin­ ciones, no las presupone, sino que es
guiéndola, por lo tanto, de la división, anterior a ellas o, por lo menos, simul­
que es la enumeración de las especies tánea. Lo dado al principio es la parti­
pertenecientes a un género (Cicer., cipación” (Les carnets, I).
Top., 5-7, 28, 30). Véase d iv is ió n .
(gr. v.axá. néoog; lat. particu-
P a r t ic u l a r
(gr.
P a r tic ip a c ió n ; lat. parteci- laris; ingl. particular-, franc. par-
patio; ingl. participation; franc. parti- ticülier; ital. particolare). Que es una
cipation; alem. Teilnahme, Partizipa- parte o pertenece a una parte. La pro­
tion-, ital. partecipazione). 1) Uno de posición P. fue definida por Aristóte­
los dos conceptos usados por Platón les del modo siguiente: “Denomino P.
para definir la relación entre las cosas a la proposición que expresa la inhe­
sensibles y las ideas; el otro es el de rencia a algo o la no inherencia a
presencia o parusía (jtapoucúa). "Nada todo” (An. Pr., I, 1, 24a 13). Lo contra­
hace bella una cosa —dice— sino la rio de la proposición P. es la universal
presencia o la P. de lo bello en sí, sean (véase). La lógica medieval indicó con
cuales fueren los caminos o el modo la letra / la proposición P. afirmativa
en que presencia o P. tengan lugar” y con la letra O la proposición P. nega­
(Fed., 100 d). Más tarde Platón enten­ tiva. Una proposición P. de la forma
dió la P. como imitación: "A mí me "algunos F son G” se puede leer de di­
parece que las ideas se hallan como ferentes modi s : “algún F es G”, "algo
ejemplares en la naturaleza y que los es al mismo tiempo F y G", "algo
demás objetos se semejan a ellas y que es un F es un G”, "hay un FG”,
son sus copias, y que esta P. de las "existen FG", "FG existe”, etc. (cf. W.
cosas en las ideas no consiste en otra v. O. Quine, M'thods of Logic, §12).
891
P a r u s ía
P a s ió n
P a r u s ía , véase PARTICIPACIÓN. campo moral lo que el movimiento es
en el campo físico” (De Vesprit, III,
P asad o , véase T IE M P O . 4), y Condillac definió la P. como "un
P a s ió n (ingl. passion; franc. passion; deseo que no permite tener otros o que,
alem. Leidenschaft; i tal. passione). Es­ por lo menos, es el dominante” (Traite
te término puede significar: 1) lo mis­ des sensations, I, 3, 3). Kant nos ha
mo que afección, o sea modificación dado a este propósito las determina­
pasiva en el sentido general del griego ciones más precisas. La P. es la incli­
irado; y del latín passio (para este sig­ nación que impide a la razón compa­
nificado, véase a f e c c ió n ) ; 2) lo mismo rarla con las otras inclinaciones y de
que emoción (véase) y en tal significa­ tal manera realizar una selección entre
do ha sido usado casi universalmente ellas (Antr., §80). Por lo tanto, la P.
hasta el siglo xviii, en que se determi­ excluye el dominio de sí, esto es, im­
nó el significado específico que actual­ pide o hace imposible que la voluntad
mente posee, o sea 3) la acción de se determine a base de principios (Crít.
control y de dirección ejercida por una del Juicio, §29). Kant insiste, con
emoción determinada sobre la persona­ anotaciones felices, acerca de la capa­
lidad total de un individuo humano. cidad de la P. para dominar toda la
En este sentido, que es el único pro­ conducta del hombre, de adueñarse de
pio y específico, es empleada actual­ su personalidad. A diferencia de la emo­
mente la palabra. Así, la expresión fran­ ción, que es precipitada e irreflexiva,
cesa, que ha resultado internacional, la P. toma tiempo, y reflexiona, para
amour-passion, indica una forma de lograr su finalidad, aunque pueda ser
emoción amorosa que domina la per­ violenta. La emoción es como una ola
sonalidad y arrolla los obstáculos mo­ que destroza el dique, la P. es como una
rales y sociales (cf. también Crime de corriente que excava cada vez con ma­
passion o “Delito pasional”). En las yor profundidad su propio lecho. La
frases “P. del juego”, "P. de las muje­ emoción es como una ebriedad que se
res”, "P. del dinero”, el significado de satisface, si bien le sigue el dolor de ca­
una dirección dominante y global im­ beza; la P., en cambio, es como una
preso a la personalidad total es igual­ enfermedad por intoxicación o por de­
mente claro, como ; claro en las ex­ formación, que tiene necesidad de un
presiones "P. política”, "P. religiosa”, médico interno o externo del alma, el
etcétera. El concepto nace con el aná­ cual, sin embargo, no sabe prescribir
lisis de los moralistas de los siglos xvii por lo demás una cura radical sino
y x v i i i , que han puesto en evidencia solamente paliativos (Antr., §74). Por
la tendencia de las emociones a pe­ el peligro que la P. representa para la
netrar en la personalidad y dominarla. elección racional y la libertad moral
Pascal decía: "Cuando se conoce la P. del hombre, Kant rechaza toda exalta­
dominante de alguien, se está seguro ción de las P. Y cita la frase: "Nada
de agradarle” (Pensées, 106). En dicha grande se ha hecho en el mundo sin P.
expresión, el adjetivo "dominante” ex­ violentas”, para comentarla de esta ma­
presa bien el carácter de la pasión. Las nera: "Esto se puede admitir respecto
Máximas de La Rochefoucauld insis­ a diferentes inclinaciones, esto es, para
ten, con cierto cinismo, sobre este ca­ aquellas que la naturaleza viva (y tam­
rácter dominante de las pasiones ("Si bién la del hombre) no puede hacer
resistimos nuestras pasiones es más por de menos, como de una necesidad natu­
debilidad que por nuestra fuerza”, 122), ral y física. Pero que ellas puedan y
y Vauvenargues en el Discours sur la aun deban resultar P., no ha sido que­
liberté (1737) dijo: “Para resistir a rido por la Providencia. Explicarlas
la P. sería necesario por lo menos desde este punto de vista puede ser
querer resistir. Pero: ¿hará nacer la P. concedido a un poeta, per ejemplo a
el deseo de combatir a la P., en au­ Pope, quien escribió: ‘Si la razón es
sencia de la razón vencida y dispersa?” una brújula, las P. son los vientos’,
Y agregaba: "Las P. han aproximado la pero el filósofo no puede admitir este
razón a los hombres" (Réftexions et principio ni siquiera para valorar las P.
máximes, 154). En el mismo espíritu como un artificio provisional de la Pro­
declaró Helvetius: "La P. son en el videncia, la cual las habría colocado
l ‘ 892
P a siv o
P a té tic o
en la naturaleza humana antes que los Geschichte, ed. Lasson, pp. 63 ss.; trad.
hombres hubieran llegado a un grado esp.: Fitosofía de la historia universal,
c onv e n i e n t e de civilización” (Antr., Madrid, 1928). Desde un punto de vista
§80). diferente, Nietzsche exaltó también la
El romanticismo acepta y hace suyo P., pues veía como síntoma de debi­
el concepto de la P. que Kant y los lidad al "miedo a los sentidos, a los
moralistas franceses elaboraran, con­ deseos y a las P., cuando éste llega a
cepto según el cual no es una emoción desaconsejarlos” y veía en la P. domi­
o un estado afectivo particular, sino nante "la forma suprema de la salud",
más bien el dominio total y profundo porque en ella "la coordinación de los
que un estado afectivo ejerce sobre sistemas internos y su trabajo al servi­
toda la personalidad (o “subjetividad”) cio de un mismo fin son realizados de
del individuo. Pero por otro lado, el mejor manera, lo que es, más o menos,
romanticismo invierte la valoración ne­ la definición de la salud” (Wille zur
gativa que Kant había dado de la P. Macht, ed. Kroncr, § 778; trad. esp.: La
Y es significativo que quien expresara voluntad de dominio, Madrid, 1932).
con mayor rigor el punto de vista ro­ Un punto de vista equidistante entre
mántico a este respecto, o sea Hegel, la condena y la exaltación de la P. pa­
no haya hecho más que invertir las va­ rece prevalecer en la cultura contem­
loraciones kantianas. Hegel define la P. poránea. Así, por ejemplo, se expresa
como "la totalidad del espíritu prác­ Dewey: “La fase emocional apasionada
tico en cuanto se coloca singularmente de la acción no puede ni debe ser eli­
en una de las muchas determinaciones minada con ventaja de una razón exan­
limitadas que c o n t r a s t a n entre sí” güe. Más pasiones, no menos, es la res­
(Ene., §473). Y agrega: "La P. con­ puesta. .. La racionalidad no es la fuer­
tiene en su determinación el estar con­ za que debe evocarse contra impulsos
finada a una particularidad de la de­ y hábitos, sino más bien el logro de
terminación del querer, en la cual se una armonía que obra entre diferentes
sumerge la total subjetividad del in­ deseos” (Human Nature and Conduet,
dividuo, sea luego cualquiera el conte­ pp. 195-96).
nido de esta determinación. Pero por
este carácter formal, la P. no es ni (gr. rodhyuxó;; lat. passivus; Ingl.
P a s iv o
buena ni mala: su forma expresa sólo passive-, franc. p~ssif; alem. passiv;
que un sujeto ha puesto en un conte­ ital. passivo). Que sufre una acción, que
nido único todo el interés vivo de su es afectado por algo. Es el adjetivo
espíritu, del ingenio, del carácter, del correspondiente a afección (véase) y
gozo. Nada grande ha sido realizado, contrario a activo. Véase a c c ió n .
ni puede serlo, sin P. Sólo una mora­
lidad muerta y muy a menudo hipó­ P a s to r a l, filo s o f ía (lat. pastoralis philo-
crita, ataca la forma de la P. en cuanto sophia). Así denominó Bacon a la filo­
tal” (Ene., §474). Aquí, en tanto que sofía "que contempla plácidamente al
se insiste acerca del carácter total de mundo, y casi por ocio”, reproche que
la P. que limita a un único contenido formuló también a la filosofía de Tele-
o determinación, "la total subjetividad sio (Phil. Works, III, §45).
del individuo”, esto es, "el interés vivo
de su espíritu, etc.”, se vuelve a la Patético (ingl. pathetic; franc. pathéti-
frase criticada por Kant y se declara que-, alem. pathetisch; ital. patético).
expresión de una moralidad muerta o F. Schiller dio este nombre a una de
hipócrita a la condena kantiana. Y lo las especies de lo sublime (véase) prác­
curioso es que Kant había criticado por tico y, precisamente, a la que resulta
anticipado otro rasgo característico de de un objeto en sí mismo amenazador
la filosofía de Hegel: la justificación para la naturaleza física del hombre
de las pasiones como instrumentos de la y, por lo tanto, doloroso. Lo sublime
providencia económica, como "astucias” práctico contemplativo, en cambio, es
de la Razón infinita para realizar sus aquello en el cual lo temible y, por lo
finalidades, tesis que resulta una de las tanto, la sublimidad, no está en el ob­
más características de la filosofía de jeto y es su contemplación la que ins­
la historia de Hegel (Philosophie der tituye el temo- (Vom Erhabenen, zur
893
Patológico
Pecado
weiteren Ausführung einiger Kantischen y gnósticos (Justino Mártir, Taciano,
Ideen [Sobre lo sublime], 1793; Uber Atenágoras, Teófilo, Ireneo, Tertuliano,
das Pathetische ["Sobre lo patético”], Minucio, Cipriano, Lactancio). El se­
1793). gundo periodo, que va del siglo I I I has­
ta aproximadamente el año 450, se ca­
Patológico (ingl. pathological; franc. pa- racteriza por la formulación doctrinaria
thologique; alem. pathologisch; ital. de las creencias cristianas. Es el pe­
patología?). Lo que es una enfermedad riodo de los primeros grandes sistemas
o la manifestación de una enferme­ de filosofía cristiana (Clemente de Ale­
dad. El uso específicamente filosófico jandría, Orígenes, Basilio, Gregorio Na-
de este término es el que Kant hizo al cianceno, Gregorio Niseno, Agustín). El
designar con él todo lo que concierne tercer periodo, que va de la mitad del
o constituye “la facultad inferior de siglo v hasta fines del siglo viii, se
desear”, esto es, el conjunto de las in­ caracteriza por la reelaboración y sis­
clinaciones humanas naturales. Desde tematización de las doctrinas ya formu­
el punto de vista kantiano, no P. es ladas y por la falta de formulaciones
sólo la denominada “facultad superior originales (Nemesio, Seudo Dionisio,
de desear”, o sea la razón práctica en Máximo Confesor, Juan de Damasco,
cuanto independiente de todas las incli­ Marciano Capella, Boecio, Isidoro de
naciones sensibles (Crít. R. Práctica, Sevilla, Beda el Venerable). La heren­
§3, scol. I). J. Bentham denominó pa­ cia de la P. fue recogida, a comienzos
tología a la consideración y clasifica­ del renacimiento carolingio, por la esco­
ción de los móviles sensibles de la lástica {véase).
conducta, indicando con tal término
"la teoría de la sensibilidad pasiva”, Paz (ingl. peace; franc. paix; alem.
en tanto que denominó dinámico al Friede; ital. pace). La definición más
"uso posible, por parte del moralista famosa de la P. es la dada por Cice­
y del legislador, de los mismos móvi­ rón en las Filípicas: “Pax est tranquilla
les para determinar la conducta hu­ libertas” {Phil., 2,44, 113), definición
mana en vista de la máxima felicidad repetida en numerosas ocasiones. En
posible” (Springs crf Actioi, 1817). un orden más general, la P. ha sido
definida por Hobbes como cesación del
Patrística (ingl. paL.stic; franc. patris- estado de guerra, o sea como la cesa­
tique■ alem. Patristik; ital. patrística). ción del conflicto universal entre los
Se da este nombre a la filosofía cris­ hombres. Por lo tanto, "esforzarse por
tiana de los primeros siglos. Consiste la P." es, según Hobbes, la ley funda­
en la elaboración doctrinal de las creen­ mental de naturaleza {Leviath., I, 14).
cias religiosas del cristianismo y en Como Hobbes, Kant consideró que el
su defensa contra los ataques de los estado de P. entre los hombres no es,
paganos y contra las herejías. La P. en efecto, un estado de naturaleza y
se caracteriza por no distinguir entre que, por lo tanto, debe ser instituid?
religión y filosofía. La religión cris­ porque "la falta de hostilidad no sig­
tiana es, para los Padres de la Iglesia, nifica aún seguridad y si ésta no está
la expresión cumplida y definitiva de la garantizada por un vecino a otro (lo
verdad que la filosofía griega había lo­ que sólo puede suceder en un estado
grado sólo imperfecta y parcialmente. legal), éste puede tratar como enemigo
En efecto, la Razón {lagos) que se hizo al que haya requerido en vano tal ga­
carne en Cristo y que se tiene en la rantía” {Zum ewigen Frieden, 1796,
palabra por Él revelada plenamente §2; trad. esp.: La paz perpetua, Madrid,
a los hombres, es la misma en la cual 1933).
se inspiraron los filósofos paganos e
intentaron traducir en sus especula­ Pecado (lat. peccatum; ingl. sin; franc.
ciones. péché; alem. Sünde; ital. peccato). La
La P. se suele dividir, por lo común, trasgresión intencional de un manda­
en tres periodos. El primero, que llega miento divino. El término tiene una
hasta el siglo m aproximadamente, es­ connotación preferentemente religiosa.
tá dedicado a la defensa del cristia­ P. no es la trasgresión de una norma
nismo contra sus advr sarios paganos moral o jurídica, sino la trasgresión
894
Pecado original

de una norma que se considera impues­ más riguroso —dice— está bien lejos
ta o establecida por la divinidad. El de ser un mérito. Pero, por otra parte:
reconocimiento del carácter divino de ¿cómo se puede encontrar una concien­
una norma y la intención de violarla, cia esencial del P. (que por lo demás
son los dos elementos de este concep­ es indispensable para el cristianismo)
to, elementos sin los cuales el concepto en una vida totalmente inmersa en la
mismo se confunde con los de culpa, trivialidad, tan reducida al burdo re­
delito, error, etc., que expresan la tras- medo de los demás, que es casi impo­
gresión de una norma moral o jurí­ sible darle un nombre, que está de­
dica. masiado desprovista de espíritu como
El concepto de P. fue elaborado en para poderla denominar P.?” (Ibid., II,
estos términos por la teología cristiana: B, Agr. A; trad. ital., p. 328).
San Agustín definió el P. como "lo di­
cho, hecho o deseado contra la ley (lat. peccatum origína­
P e c a d o o r ig in a l
eterna”, entendiendo por ley eterna la le; ingl. original sin; franc. péché ori­
voluntad divina, dirigida a conservar gine!; alem,. Erbsünd; ital. pecoato
el orden del mundo y hacer que el origínale). Las discusiones filosófico-
hombre desee más el bien mayor y teológicas en tomo al P. original han
menos el bien menor (Contra Faustum, tenido regularmente por objeto el mo­
XXII, 27). Y Santo Tomás no hizo más do por el cual tal P . fue trasmitido
que aceptar esta definición anotan­ por Adán a los demás hombres. San­
do que la ley eterna es doble para el to Tomás enumeraba dos hipótesis
hombre: "Una próxima y homogénea, principales aducidas para la solución
la razón, y otra lejana y primera, es de este problema, a saber: la hipó­
decir, la ley eterna, que es como la ra­ tesis del traducianismo (véase), se­
zón del mismo Dios” (S. Th., II, 1, gún la cual "el alma racional se tras­
q. 71, a. 6). Santo Tomás insiste por mite con el semen y de tal manera
un lado en el consentimiento, por el de un alma manchada proceden tam­
cual se podría definir el P. mediante bién almas manchadas” ; la hipótesis
la sola voluntad, si no fuera porque tam­ de la herencia, según la cual "la culpa
bién los actos externos pertenecen al P. del padre 2 comunica a sus descen­
mismo y, por lo tanto, deben ser men­ dientes, sin que el alma del padre pase
cionados en su definición (Ibid., ad 2°). a los hijos, mediante la comunicación
Por otro lado, insiste acerca del pun­ de los defectos corporales”. Ambas hi­
to de que todo P. es, como tal, un P. pótesis parecieron insostenibles a San­
contra Dios, aun cuando los P. contra to Tomás, quien enunció la suya, dicien­
Dios constituyan, desde otro punto de do que "todos los hombres nacidos de
vista, una categoría especial de P. (S. Adán pueden ser considerados como
Th., II, 1, q. 72, a. 4, ad 1?). un solo hombre, en cuanto poseen la
Se puede decir que este concepto de misma naturaleza participada de aquél,
P. ha permanecido invariable a tra­ lo mismo que todos los miembros de
vés de los tiempos. Kant lo repite, defi­ una comunidad civil son considerados
niendo el P. como "la trasgresión de como un solo cuerpo y la comunidad co­
la ley moral en cuanto mandamiento mo un solo hombre” (II, 1, q. 81, a. 1).
divino” (Religión, sec. IV; II, sec. 1, c) Algunos siglos después, en su Teodicea
y lo repite Kierkegaard, afirmando que (1710), Leibniz enumeraba las mismas
el P. está delante de Dios y que con­ hipótesis (Théod., I, §86), que han se­
siste "en querer ser desesperadamente guido siendo las hipótesis entre las
uno mismo o en no querer desesperada­ cuales oscila el pensamiento teológico.
mente ser uno mismo”, lo que significa Por lo demás, sólo Kant y Kierke­
que consiste en la desesperación de no gaard dieron una interpretación filo­
tener fe (Die Krankheit zum Tode ["La sófica (y no teológica) del P. original.
enfermedad mortal”], II, cap. I; trad. Kant observó que no es necesario con­
ital., Fabro, p. 300). Lo que Kierkegaard fundir el problema del origen temporal
agrega es el carácter excepcional del P., de una cosa con el de su origen racio­
que corresponde al carácter excepcio­ nal; al problema del origen temporal
nal de la fe. El P. no es de todos los intenta responder la doctrina bíblica
días. "Ser un pecador en el sentido del P. original pero al problema del
895
Pedagogía

origen racional del mal responde la car la infracción a la norma moral o


d o c t r i n a del "mal radical”, según a la prohibición divina.
la cual la disposición innata del hom­
bre hacia el mal resulta de la natu­ P e d a g o g ía (ingl. pedagogy; franc. péda-
raleza de sus máximas. "La proposi­ gogie; alem. Padagogik; ital. pedago­
ción: el hombre es malo —dice Kant— gía). Este término, que en su origen
no significa sino que el hombre es co­ significó la práctica o la profesión del
nocedor de la ley moral y que, sin educador, pasó luego a significar cual­
embargo, ha acogido en su máxima el quier teoría de la educación, enten­
alejarse ocasional de tal ley. Decir que diéndose por teoría no sólo una elabo­
es malo por naturaleza significa que ello ración ordenada y generalizada de las
vale para toda la especie humana, no modalidades y de las posibilidades de
ya en el sentido de que tal cualidad la educación, sino también una refle­
se pueda deducir del concepto de la xión ocasional o un supuesto cualquie­
especie humana (del concepto de hom­ ra de la práctica educativa. En este
bre en general), ya que entonces sería sentido, la pedagogía no tuvo en la
necesaria; sino en el sentido de que Antigüedad clásica la dignidad de una
el hombre, tal como se lo conoce por ciencia autónoma, sino que era consi­
experiencia, no puede ser juzgado de derada como parte de la ética o de la
otra manera, o en el sentido de que se política y, por lo tanto, elaborada única­
puede presuponer la tendencia al mal mente con referencia al fin que la ética
en todos los hombres, aun en el más o la política proponían al hombre; en
excelente, como objetivamente necesa­ tanto que, por otro lado, los expedien­
ria” (Religión, I, 3). Sustancialmente tes o los medios pedagógicos eran con­
idéntica a ésta es la interpretación que siderados sólo en relación con la pri­
del pecado ha hecho Kierkegaard, en­ mera educación, esto es, en relación
treviendo su condición y su realidad a la educación de la edad infantil y,
psicológica en la angustia. "La prohi­ por. lo tanto, de las adquisiciones más
bición de Dios —dice— angustia a Adán elementales (leer, escribir, hacer cuen­
porque despierta en él la posibilidad tas). La reflexión pedagógica aparece
de la libertad. Lo que en a inocencia así, hasta cierto punto, dividida en dos
era la nada de la angustia entra ahora ramas que actúan cada una por su
en la inocencia misma y he aquí de cuenta: la primera, de naturaleza es­
nuevo una nada, esto es, la posibilidad trictamente filosófica y elaborada con
angustiosa de poder. Acerca de qué es vistas a la finalidad que la ética pro­
lo que pueda hacer, no tiene idea al­ pone para el hombre y la segunda, de
guna, de otra manera se presupondría, naturaleza empírica o práctica, elabo­
como resulta por lo común, lo que si­ rada con vistas al primero y más ele­
gue, o sea la diferencia entre el bien mental aprendizaje del niño en la vida.
y el mal. No existe en Adán más que Se puede decir que estas dos ramas
la posibilidad, como forma superior de llegan, por vez primera, a fundirse en
ignorancia, como expresión superior el siglo xvn por obra de Comenius, que
de angustia, porque en un más alto tuvo la pretensión de llevar al dominio
sentido esta posibilidad es y no es y de la pedagogía la organización metó­
Adán la ama y la rehuye" (Der Begriff dica que Francis Bacon había preten­
Angst [El concepto de la angustia], I, dido llevar al dominio de las otras cien­
5). También aquí, según se ve, no se cias, y elaboró por lo tanto un com­
trata del origen temporal, sino del ori­ plejo sistema pedagógico, fundado en
gen racional del P. original y también el principio de la pansafía (véase), que
aquí este origen es visto en una posi­ partía de la consideración del fin edu­
bilidad, en la posibilidad indeterminada cativo para llegar a la consideración
o "indefinida”, como la denomina Kier­ de los medios y de los instrumentos
kegaard, que es también la posibilidad didácticos. A partir de Comenius, la
de obrar en contra de la prohibición experiencia pedagógica de Occidente se
divina. Según Kierkegaard, como tam­ ha enriquecido y profundizado median­
bién según Kant, por lo tanto, el P. ori­ te las tentativas de hallar nuevos mé­
ginal consistiría en el plantearse una todos educativos. La obra de Locke,
posibilidad que, como 'al, puede impli­ Rousseau, Pestalozzi, Fróbel, es muy
896
P e d o té c n ic a
P e la g ia n is m o
importante desde este punto de vista la formación mental de los hombres
y también por haber intentado concor­ del mismo modo que se pueden dirigir,
dar los métodos de educación con las utilizando las leyes naturales, las fuer­
nuevas concepciones filosóficas que iban zas de la naturaleza.
surgiendo. Así se puede decir que Locke La P. contemporánea, en su forma
representa la P. del empirismo, Rous­ más madura, se puede hacer comenzar
seau la P. de la Ilustración, Pestalozzi precisamente al abandonarse esta do­
la P. del kantismo y Frobel la del ble y opuesta tentativa de reducción
romanticismo. No obstante, la organi­ del hombre a espíritu absoluto o a me­
zación científica de la P. debe mucho canismo, y el hombre comienza a ser
a Herbart, quien por vez primera dis­ entendido y considerado como natura­
tinguió y unió los dos troncos de la leza sin degradarlo a mecanismo. La
tradición pedagógica en un sistema co­ noción de condicionamiento (véase c o n ­
herente. Herbart, en efecto, distinguió d i c i ó n ) es la que hoy prevalece en la
la consideración de los fines de la edu­ P. y la que ha expulsado de ella tanto
cación, que la P. debe tomar de la ética, al indeterminismo idealista como al
y la consideración de los medios educa­ determinismo mecanicista. Por lo de­
tivos que la P., en cambio, debe obtener más, la experiencia pedagógica se ha
de la psicología e intentó elaborar dis­ enriquecido actualmente gracias a la
tinta y correlativamente estas dos par­ consideración del hecho educativo en
tes integrantes (Allgemeine Pádagogik, las sociedades primitivas, consideración
1806; trad. esp.: Pedagogía general, Ma­ que ha hecho posible, por un lado, una
drid, 1935; Umris pádagogischer Vor- generalización del concepto mismo de
lesungen, 1835; trad. esp.: Bosquejo pa­ educación (véase) y por el otro, con­
ra un curso de pedagogía, Madri d, frontaciones y paralelos eficaces en el
1923). terreno de los medios educativos. Ade­
Desde ese momento la psicología se más de la psicología, la antropología
convirtió en la ciencia auxiliar funda­ y la sociología concurren actualmente
mental de la P. La única y no feliz a suministrar a la P. su armazón de
excepción a esta relación ha sido la medios educativos, siempre que el pro­
representada por esa forma del idea­ blema de lo- fines permanece abierto
lismo romántico que prevaleciera en y los fines mismos tienden a ser pre­
Italia en los primeros decenios de nues­ sentados, desde el punto de vista pe­
tro siglo. Esta forma de idealismo negó dagógico, en forma hipotética más que
la diversidad de personas, considerán­ en la forma absoluta y dogmática con
dolas unidas en el Espíritu universal que eran considerados por la P. tradi­
e identificando, por lo tanto, el desarro­ cional. Véase c u l t u r a ; e d u c a c ió n .
llo personal del hombre con el des­
arrollo universal del Espíritu. Estas P e d o té c n ic a (franc. pédotechnie). Una
tesis fueron presentadas como una di­ "Sociedad de P.” fue fundada en 1906
solución de la P. en la filosofía. Decía en Bruselas por Decroly: el término te­
Gentile: "Cuando por espíritu no se nía el mismo significado que paidología.
entiende sino justo el desarrollo, la for­
mación, la educación, en s u m a , del (gr. ;i8ipaaTua] xé/vri). Según
P e irá s tic a
Espíritu, la filosofía misma (toda la fi­ Aristóteles, el arte de poner a prueba
losofía, puesto que la realidad es con­ una tesis, deduciendo sus consecuen­
cebida absolutamente como Espíritu) cias. Es una parte de la dialéctica y
resulta P., y la forma científica de los se distingue de la sofística en cuanto
problemas pedagógicos particulares es que se dirige al adversario ignorante,
la filosofía" (Sommario di pedagogía, mientras que la sofística tiende a poner
II, 1912, p. 15). AI mismo tiempo, sin en jaque también a quien tiene conoci­
embargo, se hizo la tentativa simétrica mientos (El. Sof., 8, 169 b 25; 171 b 4).
y opuesta, con objeto de reducir la P.
a ciencia mecánica, según el modelo P e la g ia n is m o (ingl. pelagianism; franc.
de la física, cambiándole el nombre por pélagianisme; alem. Pelagianismus). La
el de paidología (véase), sobre el fun­ doctrina del monje inglés Pelagio, que
damento de que con el dominio del a principios del siglo v predicó en Roma
mecanismo psicológico se puede dirigir y Cartago, en polémica con San Agus-
897
Pena

tín, la doctrina de que el pecado de P. ya sea con nuestra misma desvia­


Adán no debilitó la capacidad humana ción, ya sea con la suerte desgraciada
para el bien, y que sólo el mal ejem­ que nos espera más tarde” (Enn., II,
plo hace más difícil y gravosa la tarea 3, 8). Las mismas palabras se encuen­
del hombre. A partir de 412, San Agus­ tran en San Agustín {De Civ. Dei, V,
tín combatió con muchos escritos esta 22). Y Santo Tomás dice: "Ya que el
tesis sosteniendo la opuesta, que afir­ pecado es un acto desordenado, y quien
ma que con Adán y en Adán pecó toda peca obra contra un orden, luego debe
la humanidad y que, por lo tanto, el ser abatido. Ese abatimiento o castigo
género humano es una sola “masa con­ es la P.” (S. Th., I, 2, q. 87, a. 1). Con
denada”, y que ningún miembro de el m i s m o espíritu Kant afirmó, de
ella puede ser sustraído al castigo sino modo sólo aparentemente paradójico:
merced a la misericordia y por la no "Aun cuando la sociedad civil se disol­
obligada gracia de Dios (cf. De Civ. viera con el consentimiento de todos
Dei, XIII, 14). Véase gracia. sus miembros (por ejemplo, si un pue­
blo que habita una isla se decidiera a
P e n a (gr. 8íxr); lat. poena; ingl. penaíty; separarse y a dispersarse por todo el
franc. peine; alem. Strafe; ital. pena). mundo), el último asesino que se en­
Privación o aflicción prevista por una contrara en prisión debería antes ser
ley positiva para el culpable de una in­ juzgado, a fin de que cada uno lleve la
fracción a ella. El concepto de la pena pena de su conducta y la sangre derra­
varía según las justificaciones que se mada no recaiga sobre el pueblo que no
le han dado y tales justificaciones va­ ha reclamado tal punición” {Met. der
rían según qué se tenga presente como Sitien, I, II, sec. 1, E). Desde el mismo
finalidad de la pena: 1) el orden de la punto de vista Hegel consideró la P.
justicia; 2) la salvación del reo; 3) como "la verdadera conciliación del de­
la defensa de los ciudadanos. recho consigo mismo”, como "respeto
1) El concepto más antiguo de la objetivo y conciliación de la ley que se
pena es el que le atribuye el oficio de restaura a sí misma mediante la anu­
restablecer el orden propio de la jus­ lación del delito y se realiza, por lo
ticia. Ésta es la tarea qu le atribuye tanto, como válida” {FU. del Der., §
Aristóteles, quien niega que la justicia 220). Las citadas son las opiniones prin­
consista en la pena. del talión y con­ cipales que pueden recogerse entre los
sidera que el fin de la P. consiste en filósofos a favor de la teoría de la P.
restablecer la proporción que da co­ como restablecimiento del orden de
herencia a la justicia: “Cuando uno justicia. Pero estas opiniones han ins­
haya recibido golpes y otro los haya pirado e inspiran aún numerosas doc­
inferido, o bien cuando uno haya ma­ trinas jurídicas, como también institu­
tado y el otro haya muerto, el daño y ciones y leyes fundadas en ellas.
el derecho no tienen entre sí una re­ 2) El concepto de la P. como salva­
lación de igualdad, pero el juez inten­ ción o enmienda del reo está unido a
ta remediar esta desigualdad con la menudo con el precedente. Su más cé­
P. que inflige, reduciendo la ventaja ob­ lebre defensa es quizás el Gorgias pla­
tenida” {Ét. Nic., V, 4, 1132 a 5; cf. 8, tónico, cuya tesis enuncia que es me­
1132 b 21). Este concepto había sido jor sufrir la injusticia que cometerla y
extendido desde el hombre al mundo que, para el que ha cometido injusticia,
por Anaximandro, quien afirmó: “To­ lo mejor es sufrir la pena. "Si se co­
dos los seres deben, según el orden del mete una culpa —dice Platón— es nece­
tiempo, pagar unos a los otros la pena sario llegarse lo más rápidamente po­
de su injusticia” {Fr. 1, Diels). La P. sible donde se pueda pagar la P., o sea
sirve aquí para restablecer el orden ante el juez, como si fuera un médico,
cósmico. Ésta es también la función para que la enfermedad de la injusti­
que se le atribuye desde un punto de cia no resulte crónica y no haga que
vista religioso. Plotino dice: "Nosotros el alma se gaste y se vuelva incurable”
cumplimos la función que por natura­ (Gorg., 480 a). En efecto, "el que paga
leza es propia del alma mientras no nos la P. padece un bien”, en el sentido
desviemos en la multiplicidad del uni­ que "si es penado justamente resulta
verso, y si nos desviamos pagamos la mejor” y "se libera del mal” {Ibid., 477
898
Pena

a); de tal manera la P. es una purifi­ que lo comete” (De Cive, 1642, XIV, §
cación o liberación que debe ser que­ 7). La filosofía jurídica de la Ilustra­
rida por el mismo culpable. Este oficio ción se apropió este concepto. Aparece
purificador es reconocido a menudo de nuevo en Samuel Pufendorf, quien
por los que ven en la P. la restitución asigna a la P. la tarea principal "de
de la justicia. Si Kant afirmaba que alejar, con su severidad, a los hombres
"la P. no puede ser nunca decretada de los pecados" (De iure naturae, 1672,
como un medio para lograr un bien, ya VIII, 3, 4), sin excluir sin embargo, la
sea en provecho del criminal mismo, enmienda del reo (Ibid., VIII, 3, 9).
ya sea en provecho de la sociedad ci­ Pero fue en especial Cesare Beccaria
vil, sino que debe serle aplicada sólo quien h i z o prevalecer este concepto,
porque ha cometido un delito” (Met. formulado como base de la obra Dei
der Sitien, I, II, sec. 1, E; p. 142), ne­ diritti e delle pene (De los derechos y
gando así toda conexión entre las dos de las penas, 1764). Según Beccaria,
concepciones de la P., Santo Tomás la P. no es más que el motivo sensible
mismo reconocía, en cambio, tal con­ para reforzar y garantizar la acción de
cepción. "Las P. de la vida presente las leyes y de tal manera “las penas
—decía— son medicinales y así cuando que sobrepasan la necesidad de conser­
una P. no basta para contener al hom­ var el depósito de la salud pública son
bre, se agrega otra, como hacen los injustas por su naturaleza” (Dei diritti
médicos que adoptan diferentes medi­ e delle pene, § 2). Desde el mismo pun­
cinas cuando una sola no es eficaz” (S. to de vista, Bentham consideró la P.
Th., II, 2, q. 39, a. 4, ad 3o). De manera como una de las varias especies de san­
análoga Hegel afirmaba que la P. no ciones (véase) que tienen la función
es sólo la conciliación de la ley con­ de ser "estimuladoras de la conducta
sigo misma, sino también la concilia­ humana" en cuanto “trasfieren la con­
ción del delincuente con su ley, esto ducta y sus consecuencias a la esfera
es, con la ley “conocida y válida para de las esperanzas y de los temores: de
él y en su protección", conciliación en las esperanzas de un excedente de pla­
la cual el delincuente encuentra “la ceres, de los temores que prevén an-
satisfacción de la justicia y su hecho ticipadamei-.e un exceso de dolor”
propio” (Fil. del Der., § 220). (Deontology, 1834, I, 7). La denomina­
3] La tercera concepción de la P. da "Escuela posiuva italiana” (Lom-
es la que le atribuye el oficio de la de­ broso, Ferri, etc.) ha dado validez a
fensa social. Desde este punto de vista los mismos conceptos fundamentales,
la P. es a) un móvil o estímulo para la defendiéndolos con cierto éxito en las
conducta del ciudadano; b) una con­ disputas filosófico-jurídicas en tomo al
dición física que pone al delincuente derecho penal.
en la imposibilidad de dañar. Los filó­ No hay duda de que la mayor parte
sofos han acentuado sobre todo el pri­ de los juristas, de los filósofos del de­
mer carácter. Ya Aristóteles anotaba recho y también de los códigos y los
que todos los que no tienen por natu­ derechos positivos vigentes en las di­
raleza una índole liberal, y son los ferentes naciones del mundo, se inspi­
más, se abstienen de actos vergonzosos ran en una concepción mixta o ecléc­
sólo por el miedo a las personas. "Los tica de la P. considerándola, la mayoría
más —dice— o b e d e c e n a la necesi­ de las veces, desde los tres ángulos
dad más que a la razón y a las P. más visuales aquí presentados. Este sincre­
que al honor” (É t. Nic., X, 9, 1180 a tismo no presenta dificultades desde
4; cf. 1179 b 11). Pero lo que Aristóte­ el punto de vista teórico, aun en el caso
les consideraba un móvil para las almas de que los tres puntos de vista no ten­
serviles es tomado, por la concepción gan en (re sí el mismo grado de homo­
de la P. en examen, como el móvil úni­ geneidad. Los dos primeros se ligan
co y fundamental. Hobbes afirma que bastante bien entre sí y se encuentran
“es ineficaz la prohibición que no vaya de hecho también frecuentemente uni­
acompañada por el temor a las P. y es, dos, en tanto que el tercero pertenece
por lo tanto, ineficaz una ley que no a un orden diferente de pensamiento;
contenga ambas partes, la que prohíbe los dos primeros se inspiran en una
cometer un crimen y la que castiga al ética del fin, M otro en una ética del
899
Pensamiento

móvil (véase ética). Pero las dificul­ decir "esa clase de operación de la
tades comienzan en el terreno práctico, mente acerca de sus ideas” (o sea P.
cuando se trata de establecer la me­ discursivo en el cual la mente es ac­
dida de la P. En efecto, en este cam­ tiva) y prefiriendo por lo tanto la pala­
po las t r e s diferentes concepciones bra "percepción” (Essay, II, 9, 1). El
manifiestan su heterogeneidad. Desde mismo significado fue aceptado por
el primer punto de vista, todas las in­ Leibniz que definió al P. como "una
fracciones al orden de la justicia son percepción unida a la razón, percepción
equivalentes: un insignificante hurto que los animales, en cuanto podemos
rompe este orden tanto como un delito ver, no poseen" (Op., ed. Erdmann, p.
perpretado con engaño o violencia. Des­ 464) y observó que se podía tomar el
de el segundo punto de vista, se nos término P. también en el significado
lleva a creer que la P. como la purga, más g e n e r a l de percepción, en cuyo
es tanto más eficaz cuanto más fuer­ caso el P. pertenecería a todas las en-
te sea. Y sólo desde el tercer punto telequias (por lo tanto, también a los
de vista, como ya lo notara Hegel, o animales) (Nouv. Ess., II, 21, 72). La
sea desde el punto de vista del daño tradición de este significado se inte­
a la sociedad civil, se dejan graduar rrumpe con Kant y ya no reaparece
las P. con una medida oportuna (cf. en la filosofía moderna.
Hegel, Fil. del Der., § 218). Por lo tan­ 2) El segundo significado es aquel
to, en este terreno la confusión o la por el cual el término designa la acti­
mezcla de los diferentes conceptos de vidad del entendimiento en general,
P. no es inocua y es el motivo princi­ en cuanto es distinta de la sensibilidad,
pal del desorden y de las desigualda­ por un lado, y de la actividad práctica,
des existentes en los sistemas penales por otro. En este sentido, Platón adop­
vigentes. ta a veces la palabra vóriai;, por ejem­
plo, cuando designa con ella el total
P e n s a m i e n t o (gr. vÓ T)m ;, fiiávoux; lat. conocimiento intelectivo, que compren­
cogitado; ingl. tkought; franc. pensée; de ya sea el P. discursivo (fiióvoia), ya
alem. Denkert; ital. pensiero). Se pue­ sea el entendimiento intuitivo (voü;)
den distinguir los siguienl_s significa­ (Rep., VII, 534 a) y a veces la palabra
dos del término: 1) cualquier actividad Suívoux, como lo hace al definir al P.
mental o espiritual; 2) la actividad del en general como el diálogo del alma a
entendimiento o de la razón en cuanto través del camino de preguntas y res­
es diferente de la de los sentidos y de puestas, afirmaciones y negaciones y
la voluntad; 3) la actividad discursi­ cuando, temprano, tarde o súbitamente,
va; 4) la actividad intuitiva. se determina y afirma y ya no duda
1) El significado más amplio del más, entonces decimos que ha llegado
término, por el cual se entiende con a una opinión” (Teet., 190 e, 191 a; cf.
él cualquier actividad espiritual o el Sof., 264 e). En el mismo sentido ge­
conjunto de tales actividades, fue in­ neral, Aristóteles a d o p t a la palabra
troducido por Descartes. "Con la pala­ Siávoia como cuando dice: "Pensable
bra ‘pensar’ —decía— entiendo todo significa aquello de lo cual hay un P.”
lo que sucede en nosotros de tal modo (Met., V, 15, 1021 a 31).
que lo percibimos inmediatamente por Este significado, que es el más ex­
nosotros mismos: por lo tanto, no sólo tenso (después del precedente), se ha
entender, querer, imaginar, sino tam­ conservado en la tradición y es compar­
bién sentir es lo mismo que pensar” tido por todos aquellos que admiten
(Princ. Phil., I, 9; cf. Méd., II). Este la noción del entendimiento como fa­
significado es conservado por los car­ cultad de pensar en general: en reali­
tesianos (cf. por ejemplo, Malebranche, dad las dos nociones coinciden. San
Recherche de la vérité, I, 3, 2) y acep­ Agustín (De Trin., XIV, 7) y Santo To­
tado por Spinoza, que incluye entre más (S. Th., II, 2, q. 2, a. 1) admiten
los modos del P. "el amor, el deseo este significado genérico junto al es­
v toda otra afección del alma” (Eth., pecífico de P. discursivo (véase infra).
II, axioma III). Locke se refirió a este El P., en este sentido, constituye la
significado aun anotando que en inglés actividad propia de una determinada
la palabra pensar prop amente quiere facultad del espíritu humano en cuan­
900
Pensamiento

to diferente de otras facultades y, pre­ 1). El empirismo se refirió a la mis­


cisamente, la facultad de la que es ma noción de P. al afirmar con Hume,
propia la actividad cognoscitiva supe­ por ejemplo, que todo lo que el P. pue­
rior (no sensible). La definición de de hacer consiste “en el poder de com­
Wolff tiene este sentido: “Decimos que poner, trasportar, aumentar o disminuir
pensamos cuando conocemos lo que ocu­ los materiales suministrados por los
rre en nosotros y que representa las sentidos y por la experiencia” (Inq.
cosas que e s t á n fuera de nosotros" Conc. Underst., II). Y éste es, en fin,
(Psychol. empírica, § 23). Este signifi­ el concepto que del P. tuvo Kant. "Pen­
cado constituye aun actualmente el uso sar —dice— es unir representaciones
más común del término en el lenguaje en una conciencia” (Prol., § 22). Lo que
ordinario. significa que "pensar es el conocimien­
3) El tercer significado de P. es el to por conceptos”, que "los conceptos
que lo especifica como P. discursivo. se refieren como predicados de juicios
Éste es el P. que Platón denominaba posibles a alguna representación de un
diánoia y consideraba como el órgano objeto todavía indeterminado” y que,
propio de las ciencias propedéuticas, o por lo tanto, cuando este objeto no es
sea de la aritmética, de la geometría, dado a la intuición sensible, si bien
de la astronomía y de la música, P. se tiene un "P. formal”, no se tiene un
que Platón consideraba como acerca­ conocimiento verdadero y propio, que
miento y preparación al pensamiento consiste en la unidad del concepto y
intuitivo del entendimiento (Rep., VI, de la intuición (Crít. R. Pura, Anal, de
511 d). San Agustín negó que el Verbo los conceptos, sec. 1, § 22). Hamilton
de Dios pudiera denominarse P. en este se refirió al P. en este sentido, consi­
sentido (De Trin., XV, 16) y Santo To­ derándolo como “el acto o el producto
más lo negó, porque pensar es, en este de la facultad discursiva o facultad de
sentido, “una consideración del enten­ las relaciones” (Lectures on Logic, V,
dimiento acompañada de la indagación, 10; I, p. 73). Desde el punto de vista de
anterior, por lo tanto, a la perfección esta noción, la actividad del P. es defi­
que el entendimiento toma en la cer­ nida en términos de síntesis, unidca-
teza de la visión” (S. Th., II, 2, q. 2, a. ción, confr ntación, coordinación, se­
1; cf. I, q. 34, a. 1). Éste es, según lección, transformación, etc., de los
San Agustín, el significado “más pre­ datos ofrecidos al P., pero no produci­
ciso” de la palabra “P.”. Y este signi­ dos por él mismo. Por lo tanto, la ca­
ficado puede ser llevado al otro, que racterística del P. como actividad dis­
distingue como tercer significado (sien­ cursiva es, en ú l t i m o análisis, una
do el primero el genérico al cual se característica negativa: el P. discursivo
hizo referencia en el n° 2) del P. como nunca se identifica con su objeto, sino
“acto de la facultad cogitativa (virtus que versa en tomo a este objeto, esto
cogitativa) o razón particular (ratio es, lo caracteriza o lo expresa. En este
particutaris)"; que es el P. que corres­ sentido Frege denomina P. al conte­
ponde a la capacidad valorativa de los nido de una proposición o sea a su
animales y que consiste en reunir y sentido (véase) (Über Sinn und Bedeu-
comparar las intenciones particulares, tung ["Sobre el sentido y el significa­
como la razón intelectiva o P. discur­ do”], § 5; trad. ital., en Aritmética e
sivo consiste en reunir y comparar las lógica, p. 225). En este mismo sentido
intenciones universales (Ibid., I, q. 78, Wittgenstein decía: "El P. es la pro­
a. 4). Vico no hizo más que expresar posición significante”, e identificaba P.
los mismos conceptos al afirmar, en el y lenguaje, con el fundamento de que
De antiquissima I t a l o r u m sapientia "la totalidad de las proposiciones es el
(1710) que a Dios pertenece el entender lenguaje” (Tractatus logico-philosophi-
(intelligere) que es el conocimiento cus, 3.5; 4; 4.001).
perfecto, que resulta de todos los ele­ 4) La característica propia del con­
mentos que constituyen el objeto, y al cepto del P. como intuición es su iden­
hombre sólo el pensar (cogitare) que tidad con el objeto. El P. es, en este
es casi el andar recogiendo algunos de sentido, la actividad propia del enten­
los elementos constitutivos del objeto dimiento intuitivo, esto es, de ese en­
(De antiquissima Italorum sapientia, I, tendimiento que es visión directa de
901
P e n s a n te , p e n s a m ie n to
P e rc e p c ió n
lo inteligible, según Platón (Rep., VI, § 20). En otros términos, el P. es al
511 c) o que, según Aristóteles, se iden­ mismo tiempo la actividad productiva
tifica con lo inteligible mismo en su y su producto (lo universal o concep­
actividad (Met., XII, 2, 1072 b 18 ss.). to); es, por lo tanto, la esencia o la
Para el P. así entendido los antiguos verdad de toda cosa (Ibid., § 21). A
usaron constantemente la palabra en­ partir de Hegel, esta noción intuitiva
tendimiento (véase) y ya se ha visto del P. ha sido calificada a veces por
cómo San A g u s t í n y Santo Tomás sus sostenedores como el concepto "es­
rehusaron extender a dicho término peculativo” del P. mismo y tomado
el significado de "P.”. Pero en el idea­ como el único concepto adecuado del
lismo romántico, en tanto que el en­ P. entendido en su infinitud, en su
tendimiento era degradado a facultad fuerza creadora. Pero en realidad siem­
de lo inmóvil, el P. fue promovido al pre se ha tratado de la vieja noción
puesto que tenía como entendimiento de entendimiento intuitivo, extendida
intuitivo e identificado con él. Así lo también al hombre, sin tener ya más
hizo por primera vez Fichte, identifi­ en cuenta los límites y las condiciones
cando al P. mismo con el Yo o Auto- que los antiguos formulaban a esta ex­
conciencia infinita CWissenschaftslehre, tensión.
1794, § 1) y así lo hicieron Schelling y
Hegel. S c h e l l i n g afirmaba: “Mi yo P e n sa n te , p e n s a m ie n to , véase ACTUA­
contiene un ser que precede a todo LISIMO.
pensar y representar. Ello es en cuan­
to es pensado y es pensado porque es... P er accidens (gr. xatá <Tuy.f3£(3r|xó;). Lo
Se produce con mi P., a través de una que es o sucede sin relación necesaria
causalidad absoluta" (Vom Ich ais Prin- con el sujeto del suceso, como cuando
zip der Philosophie ["Del yo como sucede que un músico construya; en
principio de la filosofía”], 1795, § 3). efecto, entre el ser músico y el ser
Hegel a su vez expresó en la forma más constructor no hay relación alguna (cf.
clara la identificación del P. con la Aristóteles, Met., V, 7, 1017 a 10).
autoconciencia creadora, esto es, como
actividad coincidente con su propia Peratología. Término con el cual indi­
producción. Definiendo la lógica como có Ardigó la parte general de la filoso­
"ciencia del P.” afirmaba que contiene fía, o sea la parte que tiene por objeto
al P. en cuanto que es al mismo tiem­ lo que está fuera de los campos par­
po también la cosa en sí misma o con­ ticulares de las ciencias filosóficas es­
tiene la cosa en sí misma en cuanto peciales, o sea de la psicología y de la
que es al mismo tiempo también el sociología (Opere filosofiche, II, 1884,
puro P.” (Wissenschaft der Logik ["La passim).
ciencia de la lógica”], Intr., Concepto
general). Y partiendo del concepto dis­ (gr. civuWplug; lat. percep-
P e rc e p c ió n
cursivo del P., Hegel llega al concepto tio; ingl. perception; franc. perception;
intuitivo de esta manera: "El P. en alem. Wahmehmung, Perception; i tal.
su aspecto más próximo aparece ante percezione). Se pueden distinguir tres
todo en su ordinario significado sub­ significados principales de este térmi­
jetivo, como una de las actividades o no: 1) un significado muy general por
facultades espirituales junto a otras, la el cual designa cualquier actividad
sensibilidad, la intuición, la fantasía, cognoscitiva en general; 2) un signifi­
la apetencia, el querer, etc. El produc­ cado más restringido por el cual desig­
to de esta actividad, el carácter o for­ na el acto o la función cognoscitiva a
ma del P. es lo universal, lo obstracto la que está presente un objeto real;
en general. El P. como actividad es, 3) un significado específico o técnico
por lo tanto, lo universal activo, es pre­ por el cual designa una operación de­
cisamente aquello que se hace a sí mis­ terminada del hombre en sus relacio­
mo, ya que el hecho, el producto, es nes con el ambiente. En el primer sig­
precisamente lo universal. El P., re­ nificado, la P. no se distingue del
presentado como sujeto, es lo pensante pensamiento. En el segundo significa­
y la simple expresión del sujeto exis­ do, es el conocimiento empírico o sea
tente como pensante '-s el yo” (Ene., inmediato, cierto y exhaustivo, del ob-
902
Percepción

jeto real. En el tercer significado es y en conocimiento, si es objetivo (Crít.


la interpretación de los estímulos. Sólo R. Pura, Dialéctica, Libro I, sec. 1). Es
en el ámbito de este último significado bastante evidente que P. en este sen­
se puede entender lo que la psicología tido significa lo mismo que pensamien­
discute actualmente como "problema to en general y el mismo Locke anotó
de la percepción". esta idendidad de significado, aun pre­
1) En su significado más general el firiendo por su cuenta la palabra P.,
término fue adoptado por Telesio, quien porque pensamiento en inglés indica
dice que “la sensación es la P. de las "esa clase de operación de la mente
acciones de las cosas, de los impulsos acerca de sus ideas”, mientras en la
del aire y de las propias pasiones y P. la mente, en términos generales, es
cambios, sobre todo de éstos” (Z)e rer. sólo pasiva (Essay, II, 9, 1).
nat., VII, 3). Esta doctrina fue pre­ 2) El segundo significado del térmi­
sentada en oposición polémica con la no es más restringido y expresa el acto
tesis que enuncia que la sensación con­ cognoscitivo objetivo, que es el que
siste simplemente en la acción de las aprehende o manifiesta un objeto real
cosas o en la modificación del espíritu. determinado (físico o mental). Éste
Telesio insiste en que consiste, en cam­ es el significado originario del térmi­
bio, en la P. de una o de la otra. La no, tal como fue usado por los estoi­
misma doctrina fue defendida por Ba- cos, y equivale a comprensión (xará/ui-
con que se basaba explícitamente en -ipig): "Los estoicos definieron de este
la distinción de T e l e s i o (De Augm. modo la sensación: la sensación es P.
Scient., IV, 3). Y Descartes a su vez mediante lo sensorial o también com­
adoptó la palabra para indicar todos prensión” (Aecio, Plac., IV, 8, 1; cf.
los actos cognoscitivos en cuanto son Epicuro, Fr., 250; Plotino, Enn., VI, 7,
pasivos con referencia al objeto y en 3, 29; etc.). Cicerón tradujo con el
relación a los actos de la voluntad que término perceptio la palabra griega, te­
son activos (Passions de l’&me, I, 17). niendo sobre todo como mira el sentido
Descartes dividió las P. en P. que se de representación cataléptica (Acad.,
relacionan con los objetos externos, P. II, 6, 17; trad. esp.; Cuestiones aca­
que se relacionan con el c u e r p o y démicas, México, 1944, F. C. E.; De
P. que se relacionan con el alma (Ibid., finibus, III, 5, 17) y en sentido análogo
I, 23-25). En este sentido muy general, fue usado el término por San Agustín
usó también la palabra Locke: “La P. (De Trin., IV, 20) y por Santo Tomás,
es la primera idea simple producida quien entendía con él "un determinado
por vía de reflexión. Así, como la P. conocimiento experimental” (S. Th., I,
en cuanto se ocupa de nuestras ideas, q. 63, a. 5, ad. 2o). La palabra fue nue­
es la primera facultad de la mente, vamente introducida en el uso filosó­
así también es la primera y más sim­ fico por Telesio y Bacon (según se ha
ple idea que tenemos por vía de la re­ dicho) y en ellos su significado co­
flexión... Porque en la mera y muda menzó a ser diferente al significado de
P. la mente es, en términos generales, sensación. Pero sólo Descartes estable­
sólo pasiva y cuanto percibe no pue­ ció el nuevo y más complejo signifi­
de menos de percibirlo” (Essay, II, 9, cado. Hablando de las percepciones ex­
1). Del mismo modo Leibniz entiende ternas afirmó que, aun cuando fueran
la P. como lo que el alma del hombre producidas por movimientos provenien­
y el alma del animal tienen en común, tes de las cosas externas, "nosotros las
esto es, como "la expresión de muchas referimos a las cosas que suponemos
cosas en una" y la distingue de la aper­ sean sus causas, de modo tal que cree­
cepción o pensamiento por el hecho de mos ver la antorcha y oír la campana,
que esta última va acompañada por la cuando en cambio sentimos sólo los
reflexión (Nouv. Ess., II, 9, 1; cf. Op., movimientos que r e s u l t a n de ellas”
ed. Erdmann, pp. 438, 464, etc.). El (Passions de L'áme, I, 23). A partir
sentido general que Kant atribuyó a la de este momento, la distinción entre
palabra no es diferente, pues denominó sensación y P. resulta un teorema fun­
P. a una "representación con concien­ damental de la teoría de la percepción.
cia” y la distinguió en sensación, en Esta distinción fue expresada por C.
caso de referirse solamente al sujeto, Bonnet (Essai analytique sur les facul-
903
Percepción

tés de Varrie, 1759, XIV, 195-96) y por tinguió la P. de los otros actos inten
la escuela escocesa del sentido común, cionales de la conciencia por el rasgo
especialmente por Reid (Inquiry into que permite "aprehender" el objeto
the Human Mind, 1764, VI, 20). En vir­ (Ideen, I, §37). La cosa misma está
tud de ella la sensación se redujo a la presente en su ser en la percepción,
idea simple de Locke: a una unidad como está presente en la cosa el sujeto
elemental producida directamente en que percibe (cf. G. Brand, Welt, Ich
el objeto por la acción causal del ob­ und Zeit [‘‘El mundo, yo y el tiempo”],
jeto. La P., por otro lado, resulta un 1955, 3). Sólo diferente en apariencia
acto complejo que incluye una multi­ es la noción bergsoniana de la “P. pu­
plicidad de sensaciones, presentes y pa­ ra”. Dice Bergson: “La P. no es más
sadas, como también su referencia al que una selección. No crea nada y su
objeto, o sea un acto judicativo. Ya tarea es eliminar del conjunto de las
Kant, identificando la P. con la intui­ imágenes todas aquellas que yo no hu­
ción empírica (Prol., § 10), dice que es biera captado suficientemente y lue­
el conocimiento objetivo o sea el re­ go, de las imágenes consideradas igua­
sultado de la actividad judicativa ejer­ les, todo lo que no interesa a las nece­
cida sobre lo múltiple sensible, había sidades de la imagen particular que
considerado que el acto judicativo es­ denomino cuerpo” (Matiére et mémoire,
taba incluido en la P. La presencia de p. 235). De este modo, la P. delinearía,
un juicio en la P. resulta un lugar en el vasto campo de las imágenes con­
común en la filosofía del siglo xix. He servadas en la conciencia, el objeto
gel no hizo más que llevar al límite determinado para servir a las necesi­
esta tesis, al considerar la P. y la cosa dades de la acción, y que delimita la
que es su objeto, como un producto de acción posible de mi cuerpo. Pero tam­
lo Universal, o sea de la Conciencia bién así la tarea de la percepción si­
o del Pensamiento. “Para nosotros o gue siendo la de aprehender o deli­
en sí —decía— lo Universal como prin­ near un objeto.
cipio es la esencia de la P. y, en con­ El concepto de P. al que estas doc­
tra de esta abstracción, el percipiente trinas hacen referencia, es bastante uni­
y lo percibido, ambos dist'atos, son lo forme : la P. es el acto mediante el cual
inesencial” (Phanomen. des Geistes, I, la conciencia “aprehende” o "coloca”
Conciencia, II). Pero fuera de esta te­ un objeto y este acto utiliza un deter­
sis extremista (que ha sido repetida minado número de datos elementales,
hasta hace poco tiempo por las escue­ o sea de sensaciones. Tal concepto su­
las idealistas), la distinción entre sen­ pone, por lo tanto: 1) la noción de con­
sación y P. y el reconocimiento del ciencia como actividad introspectiva o
carácter activo o judicativo de la P. autorreflexiva; 2) la noción del objeto
ha tenido como base su referencia al percibido como una entidad singular
objeto externo. Así lo hizo Hamilton, perfectamente aislable y determinada;
que se inspiró en la doctrina de la es­ 3) la noción de unidades elementales
cuela escocesa (Lectures on Metaphy- sensibles. El abandono de estos tres
sics, 5’ ed., 1870, II, PP- 129ss.), y así supuestos caracteriza la nueva fase del
lo hizo Spencer que mucho contribuyó problema de la P. propia de la psico­
a la difusión de este punto de vista logía y de la filosofía contemporáneas.
(Principies of Psychology, 1855, §353). 3) Para el tercer concepto, la P. no
Bolzano (Wissenschaftslehre [Doctrina es más que la interpretación de los
de la ciencia], 1837, I, p. 161), Brentano estímulos, esto es, el reencuentro o la
( Psychologie vom empirischen Stand- construcción de sus significados. Esta
punkte, 1874, I, 3, § 1; trad. esp. [par­ definición es una fórmula simplifica­
cial]: Psicología., Madrid, 1935), Helm- da y genérica para expresar los rasgos
holtz (Die Tatsachen in der Wahrneh- más evidentes que reconocen a la P.
mung ["Los hechos de la percepción”], las teorías psicológicas contemporáneas.
1879, p. 36) subrayaron la acción del F. H. Allport ha enumerado (y anali­
pensamiento o del entendimiento en zado críticamente) trece teorías de tal
la P. y Brentano identificó la P. misma naturaleza (Theories of Perception and
con el juicio o la creencia (loe. cit.). the Concept of Structure, 1955). Es ne­
En sentido no diferenfe, Husserl dis­ cesario, sin embargo, observar que pro­
904
Percepción

puestas, como lo son casi todas, por separado, no presentan sus mismos ca­
psicólogos investigadores que las han racteres, que son los de la máxima sim­
formulado como generalizaciones expe­ plicidad y claridad posible y de la máxi­
rimentales, rara vez representan alter­ ma simetría y regularidad posible. A
nativas que se excluyan mutuamente, veces tales caracteres han llevado a
en tanto que la mayoría de los casos no los gestaltistas a admitir la denomi­
hacen más que poner en evidencia o nada teoría del "todo determinante”,
considerar como fundamentales facto­ esto es, la teoría que enuncia que el
res o condiciones que un determinado todo trasciende sus partes y determina
orden de investigaciones ha sacado a dinámicamente las partes mismas se­
luz. Se pueden, no obstante, distinguir gún sus propias leyes. El todo se ase­
dos grupos de teorías: a) las que in­ meja así a la "cosa” de que habla
sisten acerca de la importancia de los Husserl, en relación a la P. trascenden­
factores o de las condiciones objetivas ; tal, en cuanto la esencia de la cosa
b) las que insisten acerca de la impor­ integra en sí, y al mismo tiempo tras­
tancia de los factores o de las condi­ ciende, la totalidad de sus apariciones.
ciones subjetivas. Ésta es la teoría de la P. sustancial­
a) Al primer grupo de doctrinas per­ mente aceptada en la Phénoménologie
tenece en primer lugar la psicología de la perception (1945; trad. esp.: Fe­
de la forma (Gestalttheorie) que es nomenología de la percepción, México,
sustancialmente una 'teoría de la P. 1957, F.C.E.) de M. Merleau-Ponty. Una
La psicología de la forma se inicia importante variante de ella es la teoría
con el trabajo de Max Wertheimer del campo topológico de Lewin, según
acerca de la P. del movimiento (1912) la cual el individuo, reducido a un
y tiene como representantes principa­ punto privado de dimensiones, es so­
les a Wolfgang Kóhler (Gestalt Psycho- metido a la acción de las fuerzas que
logv ["Psicología de la forma”], 1929) obran en el campo, y que siente como
y Kurt Koffka (Beitrage zur Psycho- extrañas a su cuerpo. En esta condi­
logie der Gestalt ["Contribución a la ción, el individuo se considera en "lo­
psicología de la forma”], 1919). El ob­ comoción”, es decir, como moviéndose
jetivo polémico de la psicología de la hacia una i eta positiva o como aleján­
forma se ha dado en los supuestos 2 dose de una meta negativa. El espacio
y 3 de la concepción tradicional de la P. en el que adviene este movimiento es
Ha demostrado, en primer lugar, que el denominado “espacio de vida”, o
no existen (salvo como abstracciones ar­ sea la región en la que el individuo tie­
tificiales) sensaciones elementales que ne experiencia de su acción, un espacio
entren a componer la P. de un objeto que no tiene propiedades métricas o
y, en segundo lugar, que no existe un direcciones determinadas y que, por
objeto de P. como entidad aislada o lo tanto, es topológico, en el sentido
aislable. Lo que se percibe es una tota­ de que puede tener en todo momento
lidad que forma parte de una totalidad. cualquier dimensión o forma geomé­
La psicología de la forma se ha dedi­ trica, aunque conserve las propiedades
cado a determinar las "leyes” por las que hacen posible el movimiento (Le­
que se constituyen tales totalidades, win, Principies of Topological Psycho-
esto es, las "leyes de organización”. logy, 1936). Pueden considerarse como
Éstas son las de proximidad, semejan­ variantes de esta teoría: la teoría de
za, dirección, buena figura, destino co­ Hebb, que hace corresponder al campo
mún, clausura, etc., leyes que pueden perceptivo un campo fisiológico, o sea
ser vistas de hecho también en expe­ un “mecanismo de acción neutral se­
riencias muy simples, por ejemplo, las lectiva”, que tomaría su puesto, para
que revelan la tendencia a reagrupar toda P. particular, en algún punto del
al mismo tiempo, en una percepción sistema nervioso central (The Organ-
única, signos similares o suficientemen­ ization of Behavior, Nueva York, 1949),
te cercanos o que constituyen una fi­ y la teoría del "campo tónico-senso­
gura regular. La afirmación fundamen­ rial”, según la cual "las propiedades
tal de la teoría de la forma es que la perceptivas de un objeto están en fun­
P. concierne siempre a una totalidad ción del modo con el cual los estímulos
cuyas partes, al ser consideradas por provenientes del objeto modifican al
903
Percepción

existente estado tónico-sensorial del or­ tril, Perception: A Transactionál Ap-


ganismo" (Wemer y Wapner, "Toward proach, 1954). Desde este punto de vis­
a General Theory of Perception”, en ta, puede ser fácilmente aclarado el
Psychological Review, 1952, pp. 324-38). carácter activo y selectivo de la P.,
Todas las teorías aquí apuntadas, que el hecho de que se vale de indicios
giran sobre conceptos de "totalidad” a partir de los cuales reconstruye el
o de "campo”, dan de alguna manera significado del objeto y, por fin, el otro
primacía al aspecto objetivo de la per­ rasgo fundamental, o sea, que está cons­
cepción. tituida por probabilidades y no por cer­
b) Un segundo grupo de teorías, en tezas. Estos rasgos son puestos en pri­
cambio, mira de preferencia al aspecto mer plano por el llamado funcionalis­
subjetivo de la P. misma. Tales teorías mo, que ha sido denominado el New
rechazan también el supuesto 1 de la Look de la teoría de la P., y han llevado
concepción 2“ de la P., o sea el de la a la teoría de la motivación y a la de
conciencia. Estas doctrinas, en efecto, las hipótesis. La primera teoría, deno­
no recurren a la noción de conciencia minada también teoría del "estado di­
y a la consideración introspectiva. Una rectivo”, se funda en el reconocimiento
mole imponente de observaciones expe­ de la influencia que las necesidades
rimentales ha sacado a luz la importan­ corporales, las expectativas del indivi­
cia, para la P., del estado de prepara­ duo (por ejemplo, un castigo o un
ción o predisposición del sujeto, es premio) y su personalidad tienen so­
decir, de lo que se denomina, por lo bre el objeto percibido y sobre la rapi­
común, la preparación (set) perceptiva. dez e intensidad de la P. (Bruner y
El hecho fundamental es que el estar Krech, Perception and Personality: a
preparados para un estímulo determi­ Symposium, Durham, 1950). En la se­
nado o para una determinada reacción gunda teoría confluyen todos los datos
a un estímulo, facilita el acto de per­ experimentales en los que se han basa­
cibir o lo hace cumplir con mayor rapi­ do las teorías del presente grupo y
dez, energía o intensidad. La prepara­ buena parte de los datos experimenta­
ción es, en otros términos, un proceso les sobre los cuales se fundaran las teo­
selectivo que determina ^referencias, rías del primer grupo. La idea funda­
prioridades, diferencias cualitativas o mental de la teoría de la hipótesis es
cuantitativas en lo que se percibe. La que las percepciones (como por lo de­
preparación no es algo diferente al pro­ más también el recuerdo o el pensa­
ceso perceptivo mismo ni es un meca­ miento) constituyen hipótesis que el
nismo innato o prefijado, sino un es­ organismo adelanta en determinadas si­
quema variable que es aprendido o tuaciones y que son confirmadas, aban­
construido, aun cuando no siempre vo­ donadas o modificadas conforme a la
luntariamente (cf. el cap. 9 de la obra situación misma. La preparación (set)
citada de Allport). Las más recientes de que hablaba una de las precedentes
teorías de la P. tienen muy en cuenta teorías es, precisamente, el empuje ha­
estos hechos. La teoría transacciorud, cia una hipótesis de esta naturaleza. La
por ejemplo, considera, por ello, a la preparación constituye, en efecto, la es-
P. como una transacción, esto es, como pectativa perceptiva, fundada en la
un suceso que tiene lugar entre el orga­ experiencia precedente y que anticipa
nismo y el ambiente y que, por lo la experiencia futura. En la P., por lo
tanto, no puede ser reducido ni a la ac­ común, la preparación ha sido estable­
ción del objeto o del sujeto, ni a la cida desde largo tiempo atrás, a tra­
acción recíproca de los dos. Como trans­ vés de la precedente actividad percep­
acción la naturaleza de la P. resulta tiva y puede hallarse lista a entrar en
de la situación total en que tiene lugar acción en cuanto el organismo llegue
y tiene sus raíces tanto en la experien­ a una determinada situación. Por tales
cia pasada del individuo como en sus medios, el organismo elige, organiza y
expectativas futuras (Dewey y Bentley, transforma las "informaciones” que le
Knowing and the Known, 1949; Cantril, llegan del ambiente. Estas informacio­
Ames, Hastorf, Ittelson, "Psychology nes son indicios o señales que sirven
and Scientific Research”, en Science, ya sea para "evocar” la hipótesis, ya
1949, pp. 461, 491, 517; Ittelson y Can­ sea para confirmarla o desmentirla.
906
P e rc e p c ió n in te le c tiv a
P e r f e c c ió n
Los principales correlatos funcionales P e rc e p c io n is m o (i n g 1. perceptionism;
entre las variables que la teoría com­ franc. perceptionisme •, alem. Percep-
porta son los siguientes: I ) Cuanto más tionismus; ital. percezionismo). La doc­
fuerte es la hipótesis, mayor es la pro­ trina que admite la realidad de los
babilidad de su evocación y menor la objetos de la percepción. Lo mismo
suma de datos requerida para confir­ que realismo ingenuo. Véase r e a l i s m o .
marla. De ello resulta que cuando la
hipótesis es débil, se requiere para su (ingl. percept). En el lenguaje
P e r c e p to
confirmación una gran cantidad de in­ de la psicología contemporánea, el P.
formaciones apropiadas. II) Cuanto es la experiencia privada de un objeto,
más fuerte es la hipótesis, mayor es o sea el modo en el que el objeto apa­
la suma de datos requerida para des­ rece a un sujeto particular. El nombre
mentirla y cuanto más débil es la hi­ ha sido acuñado por analogía con
pótesis, menor es la cantidad de datos "concepto”.
contrarios requeridos para desmentirla
(cf. el art. de L. Postman, en Social P e re z a d e la ra z ó n , véase RAZÓN PERE­
Psychotogy at the Crossroads, al cui­ ZOSA.
dado de Rohrer y Sherif, Nueva York,
1951; y Allport, op. cit., cap. 15). Esta P e r f e c c ió n (ingl. perfection; franc. per-
teoría no hace más que volver a con­ fectiort; alem. Vollkommenheit; ital.
siderar, en forma menos dogmática, perfezione). Esta palabra ha sido usada
tanto los datos experimentales reuni­ por los filósofos sólo en relación a los
dos por un imponente número de obser­ significados 1) y 3) del correspondiente
vadores como los rasgos esenciales que adjetivo y no se considera como P.
le habían reconocido a la P. las doc­ la P. relativa, es decir, el estado de una
trinas contemporáneas de la psicología cosa que sobresale entre las de su espe­
a partir de la Gestalttheorie. cie. Dice Santo Tomás: "La P. de las
Tales rasgos pueden ser recapitula­ cosas es doble. La primera es la P. de
dos de la manera siguiente: 1) la P. su sustancia, o sea la forma del todo,
no es el conocimiento exhaustivo y que resulta de la integridad de sus
total del objeto, como lo consideraban partes. Es 1" segunda la P. del fin, pero
las doctrinas a que se ha referido el es la operación, como el fin del cita­
número 2, sino una interpretación pro­ rista es tocar la cítara; o algo que
visional e incompleta, hecha a partir se logra mediante la operación, como
de datos o señales. 2) La percepción no el fin del arquitecto es la casa que edi­
implica garantía alguna de su validez, fica. La primera [P.l es causa de la
esto es, certeza alguna. Se mantiene segunda, porque la forma es el prin­
en la esfera de lo probable. 3) Como cipio de la operación” (S. Th., I, q. 73,
todo conocimiento probable, la validez a. 1). Exactamente el mismo concepto
de la P. resulta del hecho de ser puesta fue expresado por Kant. "La P. indica
a prueba y de llegar a ser confirmada o a veces un concepto que pertenece a
rechazada mediante la prueba. 4) La P. la filosofía trascendental y este con­
no es conocimiento perfecto e inmodi- cepto es el de la totalidad de los ele­
ficable, sino que posee la caracterís­ mentos diferentes que reunidos consti­
tica de la corregibilidad. tuyen una cosa, pero puede entenderse
también como perteneciente a la te­
in te le c tiv a . Así denominó
P e rc e p c ió n leología. y entonces significa el acuerdo
Rosmini al acto fundamental de cono­ de las propiedades de una cosa con un
cimiento, en cuanto es una síntesis fin” (Met. der Sitien, Intr., V, A; cf.
entre la idea del ser en general y la Crít. del Juicio, §15). Estas determi­
idea empírica que resulta de la sensa­ naciones reducen la P. a : 1) la integri­
ción (de las cosas extemas) o del sen­ dad del Todo; 2) la realización del fin.
timiento (que el yo tiene de sí) (Nuovo Pero tienden en realidad a dar prima­
saggio sulVorigine detle idee, 1830, cía al primer concepto que, aplicado
§§492, 537, etc.). a la totalidad del ser, ha llevado en la
tradición filosófica a la identificación
P e rc e p c io n e s pequeñas, véase INCONS­ de P. y realidad.
CIENTE. El mismo Santo Tomás, en efecto,
907
P e rfe c c io n is m o
P e r f e c to
ha descrito la P. de Dios y de la cria­ significados tradicionales, como sucede,
tura como consistente en la posesión por ejemplo, en Bergson, que identi­
del ser: "Dios, que es su propio ser, fica la P. con lo absoluto y a ambos
posee el ser con toda su virtualidad... con la totalidad del ser ("Introduction
no faltándole ningún género de noble­ á la Métaphysique”, en La pensée et te
z a ... Así como toda bondad y P. ad­ mouvant, 3' ed., 1934, p. 204).
viene a una cosa en cuanto es, así
también toda la imperfección le advie­ P e rfe c c io n is m o (i n g 1. perfectionism;
ne en cuanto que, de alguna manera, no franc. perfectionnisme; alem. Perfek-
es” (Contra Gent., I, 28). Desde este tionismus, Perfektibilismus; ital. per-
punto de vista una cosa es tanto más fezionismo). La palabra se usa (rara­
perfecta cuanto más ser tiene y, ya que mente) en dos significados: 1) para
Dios tiene la totalidad del ser, es total­ indicar el ideal moral que consiste en
mente perfecto. Estas ecuaciones cons­ perseguir la perfección moral propia
tituyeron lugares comunes de la esco­ o ajena, o sea la capacidad de obrar
lástica medieval. También Duns Scoto de conformidad con el deber, capacidad
las repite, afirmando que la forma que implica también el cultivo de las
en las criaturas implica cierta imper­ facultades físicas y mentales del hom­
fección, porque es forma participada bre. En este sentido es P. el ideal mo­
y parcial, en tanto que la forma en ral expresado por Kant en la intro­
Dios no tiene imperfección, porque ducción al segundo volumen de la
no es ni participación ni parte (Op. Ox., Metafísica de las costumbres; 2) para
I, d. 8, q. 4, a. 3, n. 22). A este con­ indicar la creencia en el progreso
cepto de P. recurrió Descartes al afir­ acompañada del empeño de contribuir
mar que las ideas "que representan al progreso mismo. En este sentido se
sustancias son sin duda algo más y usa la palabra algunas veces en la filo­
contienen en sí una mayor realidad sofía anglosajona contemporánea.
objetiva, esto es, participan por repre­
sentación de pluralidad de grados del Así tradujo E. Bárbaro
P erfec tih a b ia .
ser o de P. que las que representan so­ al latín el término griego "entelequia”
lamente modos o accide .tes” (Méd (cf. Leibniz, Manad., §48).
III). De modo explícito Spinoza iden­
tificó realidad y P. (Eth., II, def. 6) y P e r f e c to (gr. te/.eio; ; lat. perfectus; ingl.
Leibniz declaró entender por P. "la perfect; franc. parfait; alem. vollkom-
magnitud de la realidad positiva toma­ men; ital. perfetto). Aristóteles distin­
da precisamente y dejando de lado los guió tres significaciones del término:
límites o los confines de las cosas que 1) lo que no carece de alguna de sus
la poseen” (Moriad., §41). En este sen­ partes o que fuera de él no puede en­
tido Kant habló de una P. trascendental contrarse parte alguna que le perte­
que es “la integridad de toda cosa en nezca; 2) lo que posee, en su especie,
su género” y de una P. metafísica que es una excelencia que no puede ser sobre­
"la integridad de una cosa simplemen­ pasada, y de tal manera pueden ser P.
te considerada como cosa en general”, un flautista o un ladrón, si no hay otro
distinguiendo de ellas a la P. como mejor; 3) lo que ha logrado su fin,
actitud o conveniencia de una cosa tratándose de un fin bueno (Met., V,
para varios fines (Crít. R. Práct., I, 16, 1021b 12ss.). En el primer sentido,
I, cap. I, scol. II). es P. lo completo, o sea lo que no
En el curso ulterior de la filosofía, carece de ninguna de sus partes inte­
el concepto de P. se fijó por estas de­ grantes. En el segundo sentido, es P. lo
terminaciones, es decir, como integri­ excelente con referencia a las otras
dad del todo y concordancia con el cosas de la misma especie; en el ter­
fin y, en el primer significado, ha sido cer sentido, es P. lo real o actual por
constantemente identificado con el con­ haber logrado su finalidad. Estos sig­
cepto de ser. Fuera de sus superviven­ nificados son los propios del término
cias metafísicas y teológicas, la noción a lo largo de la historia de la filosofía.
de P. fue escasamente utilizada en la Es claro que en tanto que el término 2
filosofía contemporánea. Al ser utili­ es relativo y, por lo tanto, no metafí-
zada, es evidente la referencia a los sico, porque expresa sólo la excelencia
908
P e rie k o n
Persona
relativa de una cosa en un determi­ popular para indicar los papeles repre­
nado orden de cosas, los otros dos son sentados en la vida por el hombre.
absolutos e inherentes a la tradición Dice Epicteto: "Recuerda que tú no
metafísica. eres otra cosa que actor de un drama,
el cual será breve o largo según la
P erieko n , véase H O RIZONTE. voluntad del poeta. Y si a éste le pla­
ce que representes la P. de un mendigo,
P e r ip a te tis m o , véase ARISTOTELISMO. trata de representarla en forma ade­
cuada. De igual modo, si te es asig­
P e rip e c ia (gr. irEOotéxEia; ingl. peripety; nada la P. de un cojo, de un magis­
franc. péripétie; alem. Peripetie; ital. trado, de un hombre común. Puesto
peripezia). Según Aristóteles, uno de los que a ti sólo te corresponde el repre­
elementos fundamentales de la trage­ sentar bien a la P. que se te destina,
dia y, más precisamente, de la trama cualquiera que sea: corresponde a otro
trágica. Consiste en un cambio impre­ el elegirla” (Manuale, 17, trad. Leopar-
visto de condiciones o de fortuna que di; cf. Dissertazioni, I, 29, etc.). El con­
debe producirse de modo verosímil y cepto de tarea, en este sentido, se puede
necesario (Poét., 11, 1452 a 22). reducir al de relación: una tarea no es
otra cosa que un conjunto de rela­
P e r m a n e n c ia (ingl. permanence; franc. ciones que atan al hombre a una deter­
permanence; alem. Beharríichkeit; ital. minada situación y lo definen a su
permanenza). Según Kant, “la P. ex­ respecto. La noción de P., por lo tanto,
presa en general al tiempo como co­ resultó útil cuando se trató de expre­
rrelato constante de todo ser de la sar las relaciones entre Dios y el Cristo
apariencia, de todo cambio y de toda (considerado como él Logos o Verbo)
concomitancia”. La P. es, en otros tér­ y entre ellos y el Espíritu, pero al mis­
minos, el tiempo como duración (Crít. mo tiempo resultó fuente de malos en­
R. Pura, Anal, de los principios, cap. II, tendidos y de herejías. En efecto, por
sec. 3, Primera analogía). Véase e x p e ­ un lado, la relación parecía algo agre­
r i e n c i a , 2 , b).
gado —y agregado por accidente— a
P e r p e tu id a d , véase ETERNIDAD.
la sustancia de la cosa, tal, por lo me­
nos, era su conce to en la filosofía
P e rs e id a d (lat. perseiías; ingl. perseiíy;
tradicional y particularmente en la aris­
franc. perséité; ital. perseila). Término totélica (véase r e l a c i ó n ). Por otro lado,
adoptado en la escolástica (aunque ra­ el nombre mismo de P., al evocar la
ra vez) para indicar el estado y la con­ máscara de teatro, parecía implicar
dición de lo que es por sí (véase). el carácter aparente o no sustancial
de la persona. De aquí nacieron las
P e r s o n a (gr. j i q Ócjcojtov , ímóoxaai;; lat. largas disputas trinitarias que carac­
persona; ingl. person; franc. personne; terizan la historia de los primeros siglos
alem. Person; ital. persona). En el sen­ del cristianismo y que llevaron a las
tido más común del término, el hom­ decisiones del Concilio de Nicea (325).
bre en sus relaciones con el mundo y Para evitar la referencia de la noción
consigo mismo. En el sentido más ge­ de P. a la máscara, los escritores grie­
neral (en cuanto la palabra ha sido gos adoptaron, en vez de prosopon, la
aplicada a Dios y no sólo al hombre), palabra hypostasis, que por su signifi­
un sujeto de relaciones. Se pueden dis­ cado de “soporte” revela bien las pre­
tinguir las siguientes fases del concep­ ocupaciones que llevaron a su elección.
to: 1) tarea y relación-sustancia; 2) au- Pero acerca del carácter accidental que
torrelación (relación consigo mismo); la relación parece tener por naturale­
3) heterorrelación (relación con el za, muchos Padres de la Iglesia no
mundo). encontraron nada mejor que negar que
1) El término P. significa máscara la P. fuera relación, e insistir acerca
(en el sentido de personaje: ingl. de su sustancialidad. Así, por ejemplo,
character; franc. personnage; alem. lo hizo San Agustín, quien afirma que
Rolle-, ital. maschera) y precisamente P. significa simplemente "sustancia” y
en este sentido fue introducido en el que, por lo tanto, el Padre es P. con
lenguaje filosófico por el estoicismo respecto a sí (ai' se) y no con respecto
909
Persona

al Hijo, etc. (De Trin., VII, 6). Boecio 2) A partir de Descartes, mientras
dio, en tomo a este argumento, la defi­ se debilita o viene a menos el recono­
nición de P. que fue la clásica durante cimiento del carácter sustancial de la
toda la Edad Media: "P. es la sustancia P., se acentúa su naturaleza de rela­
individual de naturaleza racional” (De ción y especiamente de autorrelación
duabus naturis et una persona Christi, o relación del hombre consigo mis­
3, P.L., 64, col. 1345). Pero como anota­ mo. El concepto de P. en este sentido
ra Santo Tomás (S. Th., I, q. 29, a. 4, se identifica con el de Yo como con­
contra) el mismo Boecio admitió que ciencia y se analiza de preferencia a
"todo perteneciente a las P. significa propósito de lo que se llama la identi­
relación” y, por lo demás, no había otro dad personal, o sea la unidad y la
modo para aclarar el significado de las continuidad de la vida consciente del
P. divinas, como no fuera aclarar las yo. Locke afirma que la P. “es un ser
relaciones entre ellas, como también pensante inteligente dotado de razón
sus relaciones con el mundo y con los y de reflexión y que puede conside­
hombres. Por lo tanto, Santo Tomás, rarse a sí mismo como el mismo, como
en uno de sus textos más notables por una misma cosa pensante en diferentes
su claridad y fuerza filosófica (pres­ tiempos y lugares; lo que tan sólo hace
cindiendo del significado teológico-reli- en virtud de su tener conciencia, que es
gioso), en su dilucidación del dogma algo inseparable del pensamiento y que,
trinitario, restablece el significado del me parece, le es esencial ya que es im­
concepto de P. como relación, afirman­ posible que alguien perciba sin percibir
do al mismo tiempo la sustanciali- que percibe” (Essay, II, 27, 9). La P. es
dad de la relación in divinis. "Pero en identificada aquí con la identidad per­
Dios no puede haber más distinción sonal, o sea con la relación que el hom­
que la que proviene de las relaciones bre tiene consigo mismo y ésta con
de origen. Además la relación en Dios la conciencia. Leibniz está de acuerdo
no es como un accidente adherido con Locke acerca de este punto, pero
a un sujeto, sino que es la misma esen­ insiste también en la identidad física
cia divina, por lo cual es subsistente, o real como otro componente de la P.,
ya que la esencia divina subsiste. Lue­ aparte de la identidad moral o de la
go, por lo mismo que la deidad es conciencia (Nouv. Ess., II, 27, 9). La
Dios, la paternidad divina es el Dios relación consciente del hombre consigo
Padre, que es una P. divina. Por con­ mismo resulta de aquí en adelante la
siguiente, la P. divina significa la rela­ característica fundamental de la P.
ción ‘en cuanto subsistente'. Esto es, Dice Wolff: "La P. es el ente que con­
significar la relación por modo de sus­ serva la memoria de sí, esto es, que
tancia, que es una hipóstasis subsisten­ recuerda ser lo mismo que fue prece­
te en la naturaleza divina; aunque lo dentemente en este o aquel estado”
que subsiste en la naturaleza divina (Psychol. rationalis, §741). Y Kant afir­
no sea cosa distinta de la divina natu­ ma análogamente: “El hecho de que
raleza” (S. Th., I, q. 29, a. 4). De tal mo­ el hombre pueda representarse su pro­
do, junto al carácter sustancial o hipos- pio yo lo eleva infinitamente sobre
tático de la P., se subrayó enérgicamen­ todos los seres vivientes de la tierra.
te su significado de relación. Esto por lo Por esto es una P., y conforme a la uni­
que se refiere a las P. divinas. Por lo que dad de conciencia persistente a través
se refiere a la P. en general, Sto. Tomás de todas las alteraciones que puedan
afirma que, a diferencia del individuo tocarlo, es una sola y misma P.” (Antr.,
que en sí es indistinto, “P., cualquie­ § 1). Estas anotaciones se repiten in­
ra que sea su naturaleza, significa lo numerables veces en el curso del si­
que es distinto en aquella naturaleza, glo xix y en los primeros decenios del
y así, en la naturaleza humana signifi­ xx. Lotze afirm a: “La esencia de la
ca esta carne, estos huesos y esta alma, P. no se reclama a una pasada o pre­
que son los principios que individúan sente oposición del yo en sus relacio­
al hombre” (Ibid., I, q. 29, a. 4). Por lo nes con el no yo, sino que consiste en
tanto, también en su sentido común un inmediato ser por sí” (Mikrokos-
la P. es, según Santo Tomás, distin­ mus, I, 1856, p. 575). Y Renouvier: "La
ción v relación. conciencia toma el nombre de P. cuan­
910
Persona

do es llevada al mismo tiempo a ese vida intencional activa y pasiva y de


grado superior de distinción y de exten­ todos los hábitos que ella crea" (Méd.
sión por el cual toma el conocimiento Cari., § 44) acentuó tal relación a otra
de sí y de lo universal y el poder de cosa, aparte de lo que la intenciona­
formar conceptos y aplicar esas leyes lidad significa. Pero es sobre todo en
fundamentales del espíritu que son las Scheler donde la P. es definida explí­
categorías" ( N o u v e l l e monadologie, citamente como "relación con el mun­
1899, p. 111). Ya que la P. es en este do”. La P. es, según Scheler, definida
sentido simplemente la relación del esencialmente por tal relación, como
hombre consigo mismo, que es la defi­ el yo es definido por la relación con el
nición de la conciencia, se identifica mundo exterior, el individuo por la re­
con ésta, y tal identificación es el único lación con la sociedad, el cuerpo por
dato conceptual que se puede hallar en la relación con el ambiente. Según
esta exaltación retórica de la P. que Scheler “el mundo no es otra cosa que
caracteriza a algunas formas contempo­ la correlación objetiva de la P., y por
ráneas del personalismo (véase). lo tanto a toda P. individual correspon­
3) En contra de la interpretación pre­ de un mundo individual” (Der Forma-
cedente se encuentran, obviamente, las lismus in der Ethik, 1913, p. 408.). Las
posiciones filosóficas que rechazan re­ esferas objetivas que se pueden distin­
ducir el ser del hombre a la conciencia guir en el mundo (objetos internos, ob­
y que polemizan contra la forma más jetos externos, objetos corpóreos, etc.)
radical de esta interpretación, que es llegan a ser concretas sólo como partes
el hegelianismo. En este sentido la an­ de un mundo que es la correlación de
tropología de la izquierda hegeliana y una P., o sea como dominio de las
del marxismo, aun cuando no se haya posibilidades de acción de la P. misma.
preocupado de ilustrar el concepto de La P., en este sentido, no debe confun­
P. en forma declarada, señala el enca­ dirse con el alma, el yo o la concien­
minamiento hacia una renovación de cia: un esclavo, por ejemplo, es todas
tal concepto o el sacar a luz un aspecto estas cosas pero no es P. porque no tie­
sobre el cual la tradición filosófica ha­ ne la posibilidad de obrar sobre su pro­
bía enmudecido, esto es, el aspecto por pio cuerpo y se le escapa así un ele­
el cual la P. humana está constituida mento de su m u n d o (Ibid., p. 499). “La
o condicionada esencialmente por “re­ P. —sigue diciendo Scheler— se da sólo
laciones de producción y de trabajo”, donde se da un poder hacer por medio
o sea por las relaciones en las que el del cuerpo y precisamente un poder ha­
hombre entra con la naturaleza y con cer que no se funda sólo en el recuer­
los demás hombres para satisfacer sus do de las sensaciones ocasionadas por
necesidades (cf. Marx, Deutsche Ideo- los movimientos externos y de las ex­
logie [“Ideología alemana”], I). Por periencias activas, sino que precede al
otro lado, la doctrina moral kantiana obrar efectivo” (Ibid., p. 499). No obs­
ya había caracterizado el concepto de tante los numerosos y no siempre co­
P. en términos de heterorrelación, o sea herentes vaivenes metafísicos que Sche­
de relación con los demás. AI decir ler ha hecho sufrir a su doctrina, su
Kant que “los seres racionales son de­ concepto de la P. como una "relación
nominados P. porque su naturaleza los con el mundo” ha sido fecundo tam­
indica ya como fines en sí mismos, bién por el hecho de que fue tomado
es decir, como algo que no puede ser como punto de partida por el análisis
adoptado ú n i c a me n t e como medio” existenciario de Heidegger (Sein und
(Grundlegung zur Metaphysik der Sit­ Zeit, § 10; trad. esp.: El ser y el tiem­
ien [Fundamentación de la metafísica po, México, 1962, F.C.E.), que se basa
de las costumbres], II), consideraba la precisamente en el concepto de la P.
naturaleza de la P., desde el punto de humana, o sea del ser ahí, como rela­
vista moral, como la relación inter­ ción con el mundo.
subjetiva. Sin embargo, sólo con la fe­ Este concepto de P. que, según se ha
nomenología hace el concepto de P. visto, no coincide con el concepto de
como heterorrelación su ingreso explí­ yo, ha sido formulado en términos aná­
cito en filosofía. Ya Husserl, al consi­ logos y es habitualmente adoptado en
derar al yo como el “polo de toda la las ciencias socales. La definición que
911
Persona civil
Personalismo
por lo común se halla en tales ciencias, tos de trasmisión” (Wille zur Machí,
como la de "individuo provisto de sta­ ed. 1901, § 394; trad. esp.: La voluntad
tus social" hace referencia precisamen­ de dominio, Madrid, 1932). A estos con­
te a la red de las relaciones sociales ceptos de Nietzsche se acercan los de
que constituyen el status de la persona. la psicología contemporánea. Dice H.
La consideración de la P. como unidad J. Eysenck: “La P. es la más o menos
individual a la cual se hace referencia estable y duradera organización del
en el dominio considerado por esas carácter, del temperamento, de la men­
ciencias, corresponde a la misma deter­ te y del físico de una persona, organi­
minación conceptual del término con­ zación que determina su adaptación
cebido como un agente moral, un su­ total al ambiente. El carácter denota
jeto de derechos civiles y políticos o, el más o menos estable y duradero sis­
por lo general, un miembro de un grupo tema de comportamiento volitivo (vo­
social. El hombre es P. en cuanto, en luntad) de la persona; el temperamen­
tales tareas, queda esencialmente de­ to su más o menos estable y duradero
finido por sus relaciones con los demás. sistema de comportamiento afectivo
(emoción); la mente su más o menos
P e rs o n a c iv il (lat. persona civilis; ingl. estable y duradero sistema de compor­
juristic person; franc. personne juridi- tamiento cognoscitivo (inteligencia); el
que; alem. ju r is tis c h e Person; ital. físico su más o menos estable y dura­
persona civile). Según Hobbes la P. en dero sistema de configuración corpó­
este sentido es "aquella a la cual se rea y de dotación neuroendocrina” (The
atribuyen palabras y acciones humanas, Structure of Human Personality, 1953,
propias o de otros” : si a la P. se atri­ 2). En esta definición, en la cual en­
buyen acciones propias, se trata de tran elementos ya comprobados por
una P. natural y si se le atribuyen Roback, Allport, McKinnon, el elemen­
acciones de otro se trata de P. artifi­ to dominante es el concepto de orga­
cial (De Homine, 15, § 1). Esta defini­ nización, estructura o sistema, es de­
ción de Hobbes es la más general y, cir, el elemento que permite la previ­
al mismo tiempo, la más precisa de la sión probable del comportamiento de
P. civil y jurídica que haya sido dada una persona. No muy diferente de la
por un filósofo. He^el mismo no hace precedente es, por lo tanto, la otra de­
más que definir a la P. en este sen­ finición, puramente funcional, con la
tido como "capacidad jurídica” genéri­ finalidad de hacer posible las investi­
ca (Fil. del derecho, § 36). gaciones correspondientes: "P. es lo que
permite la previsión de lo que una
P e r s o n a lid a d (ingl. personality; franc. persona podrá hacer en una determina­
personnalité; alem. Persontichkeit; ital. da situación” (R. B. Cattel, Personality,
personalita). 1) La condición o el modo 1950, p. 2). En este sentido, el yo se
de ser de la persona. En este sentido distingue de la P. como parte de la P.
el término ya fue usado por Santo misma que es conocida o abierta a
Tomás (S. Th., I, q. 39, a. 3, ad 4°) y la persona y a la cual la persona hace
es de uso común entre los filósofos referencia con tal pronombre, parte
(que lo adoptan a menudo como sinó­ que puede no coincidir, y habitualmen­
nimo de persona). te no coincide, con la totalidad de la
2) En el significado técnico de la psi­ P. Véase y o .
cología contemporánea, la P. es la or­
ganización que la persona imprime a P e rs o n a lis m o (ingl. personatism; franc.
la multiplicidad de las relaciones que la personalisme; alem. Personalismus). El
constituyen. En este sentido Nietzsche término ha sido y es usado para desig­
hablaba de persona y observaba que nar tres doctrinas diferentes pero re­
"algunos hombres se componen de más lacionadas, a saber:
personas y la mayor parte no son per­ 1) Una doctrina teológica, o sea la
sonas en absoluto. Por doquier predo­ que a f i r m a la personalidad de Dios,
minan las cualidades medias que im­ como causa creadora del mundo, en
portan a fin de que un tipo se perpetúe, contraposición al panteísmo que identi­
ser una persona sería un lujo... se fica a Dios con el mundo. Este es el
trata de representantes o de instrumen­ sentido originario del término tal como
912
\

P e rs p e c tiv a
P e r s u a s ió n
fue usado por primera vez por Schleier- el m i s m o concepto que posibilidad
macher (Reden ["Discursos”], 1799) y (véase), pero desde un punto de vista
más tarde por G o e t h e , Feuerbach, más genérico y menos comprometido,
Teichmüller, etc. ya que pueden parecer perspectivas co­
2) Una doctrina metafísica, o sea la sas que no tienen bastante herencia
teoría según la cual el mundo está como para ser posibilidades auténticas.
constituido por una totalidad de espí­ En la filosofía contemporánea el tér­
ritus finitos que en su conjunto cons­ mino ha sido usado en especial por
tituyen un orden ideal en el cual cada Ortega y Gasset, Blondel y Mannheim,
uno de ellos conserva su autonomía. aunque sin una clara formulación con­
Esta concepción fue presentada por vez ceptual. Por perspectivismo (alem. Pers-
primera con el nombre de P. por G. H. pektivismus) entendió Nietzsche la con­
Howison, en polémica con Royce y en dición por la cual "todo centro de
general con el idealismo absoluto (en fuerza —y no solamente el hombre—
la discusión publicada bajo el título construye todo el resto del universo
The Conceptkm of God, 1897). Después partiendo de sí mismo o sea prestando
Renouvier (Le Personnaíisme, 1903), W. dimensiones al universo, forma y mo­
E. Hocking y otros escritores en los delo medidas por la propia fuerza”
Estados Unidos, donde se creó una re­ (Werke [“Obras”], ed. Kroner, XVI,
vista destinada a defenderla (The Per- § 636). El término se ha usado a veces
sonalist, 1919) usaron el término para para designar la filosofía de Ortega y
designar la misma concepción funda­ Gasset.
mental. En este sentido, el P. no es
más que un espiritualismo monadoló- (gr. ávyívoia; lat. perspica-
P e rs p ic a c ia
gico de índole leibniziano-lotziana y el citas; ingl. perspicacity; franc. perspi-
término P. se aplica en Norteamérica, cacité; alem. Scharfsinn; ital. perspica­
en efecto, a la doctrina que en Europa cia). Rapidez de mente, según Platón
se denomina espiritualismo (véase). (Carm., 160 a); justeza de mira, según
3) Una doctrina ético-política, que in­ Aristóteles (Ét. Nic., VI, 9, 1142 b 6).
siste acerca del valor absoluto de la La primera definición recoje la rapidez
persona y de sus relaciones de solida­ del proceso .ntelectivo, la otra su buen
ridad con las otras personas, en con­ éxito y parecen ser definiciones com­
traposición al colectivismo por un lado, plementarias. En cambio Kant definió
que tiende a ver en la persona nada la P. como "la capacidad de notar las
más que una unidad numérica, y con­ más pequeñas semejanzas y deseme­
tra el individualismo, por otro lado, janzas”, capacidad que da lugar a ob­
que tiende a delimitar las relaciones servaciones que se llaman sutilezas o
de solidaridad entre las personas. En también bizantinismos, cuando son inú­
este sentido, el término ha sido adop­ tiles (Antr., I, § 44). Véase sagacidad.
tado por E u g e n Dühring en su Ge-
schichte der National-Okonomie ["His­ P e r s p ic u id a d (lat. p e rsp ic u ita s; ingl.
toria de la economía nacional”] de 1899 perspicuity; franc. perspicuité; alem.
y adoptado d e s p u é s de la segunda Perspicuitat; ital. perspicuitá). Término
Guerra Mundial, por E. Mounier (Le latino que traduce el término griego
personnaíisme, 1950) y, siguiéndole, por ÉváoyEia (cf. Cicer., A ca d ., II, 6, 17;
numerosos p e ns a dor e s católicos que trad. esp.: Cuestiones académicas, Mé­
sostienen el P. metafísico. En la orato­ xico, 1944, F.C.E.). Véase evidencia.
ria más bien confusa, que es la carac­
terística dominante de esta dirección, P e r s u a s ió n (ingl. persuasión; franc. per­
el rasgo conceptual que se logra entre­ suasión; alem. Überredung; ital. persua-
ver es el concepto de la persona como sione). 1) Una creencia cuya certeza
autorrelación o conciencia. se apoya sobre todo en bases subjeti­
vas, o sea privadas e incomunicables.
Perspectiva (ingl. prospect; franc. pers- La distinción entre P. y enseñanza ra­
pective; alem. Perspektive; ital. pros- cional fue ya establecida por Platón.
pettiva). Una anticipación cualquiera "El pensamiento —decía Platón— se ge­
del porvenir: proyecto, esperanza, ideal, nera en nosotros por el camino de la
ilusión, utopía, etc. El término expresa enseñanza y la opinión por el camino
913
P e rs u a s iv o
P e s im is m o
de la P. El primero siempre se funda considerada como la forma superior de
en un razonamiento verdadero, la otra la certeza, por estar relacionada con la
carece de esta base. El uno perma­ verdad objetiva misma. Así lo ha he­
nece íntegro frente a la P., la otra se cho Heidegger, que la ha entendido
deja modificar" ( Tim., 51, e). Kant como "un modo de certidumbre” y pre­
expuso claramente este mismo concep­ cisamente el que se funda en el mismo
to: "Si la creencia tiene su funda­ ‘ente descubierto’ o sea como un 'man­
mento en la naturaleza particular del tenerse en la verdad’" (Sein und Zeit,
sujeto, se denomina P. La P. es una § 52; trad. esp.: El ser y el tiempo,
simple apariencia porque el fundamen­ México, 1962, F. C. E.). Análogamente
to del juicio, que está únicamente en Jaspers ha colocado la P. por encima
el sujeto, es considerado como objeti­ de la "confirmación pragmática” y de
vo. Por lo tanto, un juicio de tal natu­ la "evidencia constrictiva" como el ter­
raleza tiene sólo una validez privada cero y último grado de la verdad ob­
y la creencia no se puede comunicar” jetiva (Vermmft und Existenz ["Razón
(Crít. R. Pura, Doctrina del método, y existencia"], 1935, III, § 3). Por otro
cap. II, sec. 3). Sobre esta base, el lado se ha insistido acerca del carácter
punto de comparación que permite dis­ "emotivo” de la P. en el sentido de que
tinguir entre P. y convicción (véase) apelaría a motivos "no racionales” (C.
es "la posibilidad de comunicar la L. Stevenson, E t h i c s and Language,
creencia y volverla a encontrar válida 1944, cap. 6). El resultado de estas in­
para la razón de cada hombre" (Ibid.); dicaciones es el carácter privado y en
la convicción es comunicable, la P. no cierta medida incomunicable de la P.
lo es. La distinción kantiana ha sido o, para decirlo mejor, de los motivos
aceptada y simplificada por C. Perel- que fundamentan la creencia en que
mann y L. Olbrechts-Tytecha: “Nos pro­ consiste.
ponemos denominar persuasiva una ar­ 2) El acto o el procedimiento de per­
gumentación que pretende ser válida suadir, o sea el inducir a la persuasión.
sólo para un auditorio particular y de­
nominar convincente a la que se cree (gr. raB avóv; lat. persuasibile;
P e rs u a s iv o
pueda obtener la adhesión de todo ser ingl. persuasiva, franc. persuasif; alem.
racional" (Traité de l’argumentation, iiberzeugend; ital. persuasivo). El cri­
1958, § 6). A veces s ' ha distinguido la terio de la verdad defendido por los
P. de la convicción cuando se ha con­ escépticos de la Nueva Academia y en
siderado que incluye el sentimiento primer lugar por Caméades. Persuasiva
además de la razón y que, por lo tanto, es la representación que parece verda­
ella sola pueda comprometer lo que dera, que puede también ser falsa, pero
Pascal denominara “el autómata", esto es en la mayoría de los casos verda­
es, los comportamientos afectivos y dera. Decía Caméades: "Ya que rara
habituales del hombre. Decía Pascal: vez nos encontramos con el caso de
"Nosotros somos autómatas tanto como una representación verdadera, no debe­
somos espíritu y de ello resulta que el mos rehusar la creencia en la repre­
instrumento por medio del cual se sentación que dice la verdad en la
realiza la P. no es la sola demostra­ mayoría de los casos: en efecto, juicios
ción" (Pensées, 252). D’Alembert ex­ y acciones se regulan sobre lo más ge­
presó muy bien este punto de vista: neral” (Sexto Emp., Adv. Math., VII,
“La convicción importa más al espíri­ 175). La representación persuasiva, se­
tu, la P. al corazón; se dice que el gún los discípulos de Caméades, debe
orador debe no sólo convencer o sea ser también coherente y ponderada, si
probar lo que enuncia, sino también bien estos caracteres no agregan nada
persuadir, o sea tocar y conmover. La a su persuasividad (Ibid., VII, 184).
convicción siempre supone alguna prue­
ba y la P. no siempre la supone... Se (ingl. pessimism; franc. pes-
P e s im is m o
nos persuade fácilmente con lo que simisme; alem. P e ssim ism u s; ital.
causa placer; a veces nos dolemos por pessimismo). En general, la creencia
estar convencidos de lo que no que­ en que el estado de las cosas, en al­
ríamos creer" (CEuvres posthumes, 1799, guna parte del mundo o en su tota­
II, p. 89). Otras veces, la P. ha sido lidad, es el peor posible El término
914
P e titio p rin c ip ii
Pirronismo
comenzó a ser usado en Inglaterra, a esencia del optimismo (véase) se en­
principios del siglo xix, como antítesis cuentra justo en el finalismo, y el P.
de optimismo. La tesis del P. podría, pretende ser la antítesis del optimismo.
por lo tanto, ser expresada como la
inversión de la del optimismo, con P etitio p rin c ip ii. Es la muy conocida
la afirmación de que nuestro mundo fatocia (véase), ya analizada por Aris­
es el peor de los mundos posibles. Pero tóteles (Top„ VIII, 13, 162b; El. Sof.,
expresado en esta forma, el P. es toda 5, 167 b; An. pr., II, 16, 64 b), que con­
una metafísica y sólo se podría hablar siste en presuponer para la demostra­
de P. con respecto a la filosofía de ción un equivalente o sinónimo de lo
Schopenhauer y de sus discípulos. Pero que se quiere demostrar (cf. Pedro
por lo común, se habla de P. también Hispano, Summ. Log., 7.53). G. P.
en un sentido más limitado y parcial,
cuando se presenta, cuando menos, una P ie d a d , véase COMPASIÓN.
de las siguientes tesis:
1) En la vida humana los dolores P ie tis m o (ingl. pietism\ franc. piétisme;
superan los placeres y la felicidad es alem. Pietismus; ital. pietismo). Una
inalcanzable. En esta forma defendió reacción en contra de la ortodoxia pro­
el P. el cirenaico Hegesias, denomi­ testante que surgió en Europa septen­
nado "el abogado de la muerte" (Dióg. trional, en especial en Alemania, en la
L., II, 8, 94). segunda mitad del siglo x v i i . El jefe
2) En la vida humana los males su­ de este movimiento fue Philipp Jacob
peran a los bienes, de tal modo que Spener (1635-1705) y una de sus figu­
es un conjunto de sucesos malos, inno­ ras más eminentes fue el pedagogo
bles o repugnantes. En esta forma, August Franke (1663-1727). El P. que­
fue defendido el pesimismo por el pa­ ría volver a las tesis originarias de la
dre apologista Amobio a principios del Reforma protestante: libre interpreta­
siglo xvi; la existencia misma del hom­ ción de la Biblia y negación de la teo­
bre le parece a Amobio inútil para la logía, culto interior o moral de Dios
economía del mundo, que permanecería y negación del culto externo, de los
inmutable aun en el caso de que el hom­ ritos y de toda organización eclesiás­
bre no existiera (Adv. naciones, II, 37). tica, empeño en la vida civil y negación
3) Toda vida es, en general, mal o del valor de las ienominadas "obras”
dolor. Ésta es la tesis del P. metafí- de naturaleza religiosa. De esta última
sico, tal como lo sostienen el budismo característica resulta el que las institu­
antiguo y Schopenhauer (Die Welt, I, ciones educativas del P. hayan acogido
§§ 57 ss.). muchas enseñanzas de carácter prácti­
4) El mundo en su totalidad es la co y utilitario (cf. A. Ritschl, Geschich-
manifestación de una fuerza irracional ; te des Pietismus ["Historia del pietis­
según Schopenhauer, de una "voluntad mo”], 3 vols., 1880-86).
de vida” que se desgarra y se tortura
a sí misma (Ibid., I, §61); según E. P ir r o n is m o (ingl. p y rrh o n ism \ franc.
Hartmann, de un principio inconscien­ pyrrhonisme; alem. Pyrrhonismus). La
te que progresivamente, al resultar forma extrema del escepticismo griego,
consciente, destruye las ilusiones que tal como fue defendida por Pirrón de
reinan en él (Philosophie des Unbewus- Elis, que vivió en tiempos de Alejan­
sten ["Filosofía del inconsciente"], dro Magno (a quien siguió en su expe­
1869). dición a Oriente) y que falleció en el
Todas las formas del P. niegan la año 270 a. c. Conocemos sus doctrinas
posibilidad del progreso y, en general, a través de los Silloi (versos gracio­
de toda mejora en el campo específico sos) de Timón de Flío y de las expo­
en el que se hacen valer. Lo que no siciones de Diógenes Laercio y de Sex­
niegan es, en cambio, el carácter fina­ to Empírico. La tesis fundamental del
lista del mundo, que es admitido y P. es la necesidad de suspender el asen­
defendido tanto por Schopenhauer (Die timiento. Ya que las cosas son inasi­
Welt, I, §28) como por Hartmann (Op. bles para el hombre, la única actitud
cit.; trad. franc., II, p. 65). La cosa es legítima es la de no juzgar ni la verdad
tanto más extraña por cuanto que la ni la falsedad, ni la belleza ni la feal-
915
Pistia sophia
P la c e r
dad, ni la bondad ni la maldad, etc. (hestia) del cual el Sol sería un reflejo.
El no juzgar significa también el no Esta doctrina es la primera alusión a
preferir o el no rechazar y de tal ma­ lo que habría de ser, en la edad mo­
nera la suspensión del juicio es, por derna, el sistema copemicano.
sí misma, ataraxia, o sea ausencia de Cf. I Pitagorici, Testimoniante e fram-
perturbación. Diógenes Laercio cuenta menti, al cuidado de María Timpanaro
que Pirrón caminaba sin mirar y sin Cardini, Florencia, 1958 y la bibliogra­
esquivar nada, afrontando carros, pre­ fía en el mismo contenida.
cipicios, perros, etc. (Dióg. L., IX, 62).
Se volvió al P. más tarde, entre fines Placer (gr. r|8ovfi; lat. voluptas; ingl.
del último siglo a. c. y fines del siglo II pleasure-, franc. plaisir; alem. Lust;
d. c. por obra de Enesidemo de Cnosos, ital. piacere). P. y dolor constituyen
que enseñó en Alejandría, de Agripa las tonalidades fundamentales de cual­
y del médico Sexto Empírico. Este úl­ quier tipo o forma de "emoción”. La
timo, que desarrolló su actividad entre determinación de sus características
los años 180 y 210 d. c., nos ha dejado depende de la función que se atribuya
tres escritos: Hipotiposis pirroniana, a las emociones y está, por lo tanto,
Contra los dogmáticos, Contra los mate­ relacionada con la teoría general de
máticos, que constituyen la summa de las emociones mismas. Aquí hay que
todo el escepticismo antiguo. La tesis observar que en la tradición filosófica
pirroniana de la suspensión del asenti­ la palabra conserva un significado di­
miento es mantenida rigurosamente, ferente del de felicidad, aun cuando se
pero se toman como guía para la con­ relacione con ésta; el P. es, en efecto,
ducta de la vida la apariencia sensible el índice de un estado, condición par­
y las normas de la vida común (Hip. ticular o temporal de satisfacción, en
Pirr., I, 21) (cf. Mario dal Pra, Lo scet- tanto la felicidad es un estado cons­
ticismo greco, 1950). tante y duradero de satisfacción total
o casi total. Véase felicidad.
Pistia sophia. Según la cosmogonía de La más famosa definición del P. fue
los gnósticos, es el último de los eones la dada por Aristóteles que utilizó,
(véase), o sea de las emar ciones, el por lo demás, conceptos platónicos
eón caído, que da origen a la materia (Rep., IX, 583ss.; Fil., 53c): "El P. es
(Hipólito, Phitosophu.nena, VI, 30ss.). el acto de un hábito conforme a la
Véase gnosticismo . naturaleza" (Ét. Nic., VII, 12, 1153 a
14), definición en la que debe recor­
(ingl. p y th a g o re a n ism ;
P ita g o r is m o darse que hábito significa "disposición
franc. pythagorisme; alem. Pythagoreis- constante”. Esta definición sirvió a Aris­
mus; ital. pitagorismo). La doctrina de tóteles para separar al P. de su relación
la antigua escuela pitagórica, doctrina con la sensibilidad, ya que un hábito
que poco o nada debe a su fundador puede ser tanto sensible como no sen­
Pitágoras, del cual se sabe poco y que sible. A partir del Renacimiento, la
probablemente no escribió nada. Las función biológica del P. fue la función
tesis características del P . son las si­ en la que se fundaron sus definiciones.
guientes : Telesio lo considera como lo que favo­
1) la doctrina de la metempsicosis rece a la conservación del organismo
(véase), en la cual se fundaban las (De rer. nat., IX, 2). Descartes definió
creencias místicas y los ritos de la la alegría, considerada como una de
secta; las seis emociones fundamentales, como
2) la doctrina de que los números "la emoción placentera del alma en la
constituyen los principios o los elemen­ que consiste el goce del bien que las
tos constitutivos de las cosas, doctri­ impresiones del cerebro le representan
na que a través del platonismo ha pre­ como suyo” (Passions de t'áme, §91).
sidido también los comienzos de la Spinoza afirmó: "Por alegría entiendo
ciencia moderna; la pasión por la cual... pasa el alma
3) la doctrina de que los cuerpos a una mayor perfección" (Eth., III, 11),
celestes (que los pitagóricos considera­ que es una paráfrasis de la definición
ban diez por razones de simetría) giran aristotélica. En tanto que Hobbes vol­
todos en tomo a un fuego central vió a una definición biológica, viendo
916
P la n o
P lu r a lis m o
en el P. el signo de un movimiento útil f i n a l e s l a r e a l i z a c i ó n d e l a j u s t i c i a
al cuerpo, trasmitido por los órganos e n l a s r e l a c i o n e s e n t r e l o s h o m b r e s
sensibles al corazón (De Corp., 25, 12). y , p o r l o t a n t o , e n t o d o h o m b r e e n
Nietzsche afirmaba: "El P.: sensación p a r t i c u l a r . Véase sa b e r .
de un aumento de potencia” (Wilte zur 3) La doctrina de la dialéctica como
Machí, ed. Króner, §660; trad. esp.: procedimiento científico por excelencia,
La voluntad de dominio, Madrid, 1932). esto es, como método por el cual la
Frente a estas teorías del P. que pue­ indagación asociada llega a reconocer,
den denominarse positivas, se encuen­ en primer lugar, una única idea y, en
tra la teoría negativa de Schopenhauer, segundo lugar, pasa a dividir a la única
según la cual el P. es la mera cesación idea en sus articulaciones específicas.
del dolor, y de tal manera es conocido Véase d ia l é c t ic a .
o sentido sólo mediatamente, por el Éstos son también los tres puntos en
recuerdo del sufrimiento o de la priva­ los que Aristóteles se enfrenta a Platón
ción pasados (Die Welt, I, §58). y que no sólo señalan la distancia en­
La psicología moderna ha conserva­ tre P. y aristotelismo, sino que han
do los rasgos tradicionalmente recono­ sido, a través de los siglos, los caracte­
cidos al P. Por lo tanto, ha reconfir­ rísticos del P. mismo. Como es obvio,
mado su función biológica, pero al mis­ no agotan la doctrina original de Pla­
mo tiempo ha confirmado, por observa­ tón que, por lo tanto, ño coincide con
ción, el carácter activo que Aristóteles el "P.”.
reconocía al P. (cf. J. C. Flugel, Studies Debe hacerse notar que las tesis arri­
in Feeling and Desire, 1955, pp. 118 ss.). ba expuestas no caracterizan al deno­
minado P. del Renacimiento. Pero en
P la n o , véase e s t r a t o . realidad, este P. es un neoplatonismo,
que se funda en las tesis fundamenta­
P lá s tic a , n a tu r a le z a (ingl. plástic nature; les del neoplatonismo antiguo (véase).
franc. nature plastique; alem. plastische
Natur; ital. natura plástica). La fuerza Pleroma (gr. jtWiQWfia). Según el gnós­
P. o formadora, dirigida y emanada de tico Valentín (siglo n), la totalidad
Dios, pero diferente a Él, y a la que de la vidi divina en cuanto plena o
se confía la tarea de ordenar a la ma­ perfecta ( San Ireneo, Adv. haer., I,
teria. Es el concepto de la naturaleza 11, 1 ) .
ectipo admitido por los platónicos de
Cambridge. Véase e c t ip o . P lu r a lis m o (ingl. pluralism; franc. plu-
ratisme; alem. Pluralismus; ital. plura­
P la to n is m o (ingl. platonism; franc. pla- lismo). 1) A partir de Wolff, este tér­
tonisme-, alem. Platonismos; ital. plato­ mino se ha opuesto a egoísmo (véase)
nismo). Los elementos de la doctrina como “el modo de pensar por el cual
platónica que han sido tomados, a par­ no se abraza a todo el mundo en el
tir de Aristóteles, como característicos propio yo, sino que nos consideramos y
de tal doctrina, pueden ser recapitu­ comportamos sólo como ciudadanos del
lados del modo siguiente: mundo” (Kant, Antr., I, §2). Pero mien­
1) La doctrina de las ideas, según tras que el término "egoísmo” designa
la cual objeto del conocimiento cientí­ una actitud moral, ya que para la doc­
fico son entidades o valores que tienen trina metafísica correspondiente pre­
un status diferente al de las cosas natu­ valece el de solipsismo (véase), el tér­
rales y se caracteriza por la unidad mino P., por el uso que de él se hizo
y por la inmutabilidad (véase id e a ). A más tarde, adquirió un significado meta-
partir de esta doctrina, el conocimiento físico, pasando a designar la doctrina
sensible, que tiene por objeto las cosas que admite una pluralidad de sustan­
en su multiplicidad y cambio, no tiene cias en el mundo. La expresión típica
el más mínimo valor de verdad y sola­ de tal doctrina es la monadología de
mente puede obstaculizar la adquisi­ Leibniz y, en este sentido, el término
ción del conocimiento auténtico. reaparece en algunos espiritualistas
2) La doctrina de la superioridad de modernos (J. Ward, The Realm of
la sabiduría sobre el saber, o sea del Ends or Pluralism and Theism, 1912;
fin político de la filosofía, cuya mira W. James, A Pluratistic Universe, 1909).
917
P lu s v a lía
Pneum a
James ha insistido sobre todo en la el trabajo asalariado y del cual se apro­
exigencia que el P. presenta: la de con­ pia el capitalista (cf. Kapital, I, sec. 3;
siderar al universo, más que como una trad. esp.: El capital, México, 1946-47,
masa compacta en que todo está deter­ F.C.E.).
minado en el bien o en el mal y no hay
lugar para la libertad, como una espe­ P n e u m a (gr. j r v E ü u a ; lat. spiritus; ingl.
cie de república federal en la que los pneuma; franc. pneuma; alem. Pneu­
individuos, si bien son solidarios entre ma; ital. pneuma). El término recibió
sí, conservan su autonomía y libertad. un significado técnico a través de los
El universo pluralista es, según James, estoicos que lo entendieron como espí­
un pluriverso o multiverso: su unidad ritu o soplo animador por el cual Dios
no es la implicación universal o la obra sobre las cosas, ordenándolas, vivi­
integración absoluta, sino continuidad, ficándolas y dirigiéndolas. "A los estoi­
contigüidad y concatenación, es una cos les parece —dice Diógenes Laer-
unidad de tipo sinequista, en el sentido cio— que la naturaleza es un fuego,
dado a esta palabra por Peirce (A Plu- artífice dirigido a la generación, o sea
ralistic Urtiverse, p. 325). Un universo un P. de la especie del fuego y de la
así hecho se diferencia del universo actividad formadora" (VII, 156; Plut.,
monadológico de Leibniz precisamente De Stoic. repugn., 43, 1054). Virgilio
por el carácter no absoluto ni necesario aludió a esta concepción con los ver­
de la unidad que lo constituye. Dios sos famosos: "Spiritus intus alit To-
mismo es finito en el universo plura­ tamque infusa per artus, Mens agitat
lista. molem et toto se corpore miscet" {En.,
2) En la terminología contemporánea VI, 726), versos a los que recurrió Gior-
se da a menudo este nombre al reco­ dano Bruno para ilustrar su concepción
nocimiento de la posibilidad de solu­ del Intelecto artífice o "herrero del
ciones diferentes de un mismo proble­ mundo” {De la causa, principio e uno,
ma o de interpretaciones diferentes de II). Los magos del Renacimiento ha­
una misma realidad o concepto, de una blaban de igual modo del espíritu por
diversificación de factores, de situacio­ el cual el alma del mundo obra en to­
nes o de desarrollos en el _iismo cam­ das las partes del universo visible (Agri­
po. Así se habla de "P. estético” cuando pa, De Occulta philasophia, I, 14). En
se admite que una oora de arte pueda sentido estoico, había sido entendido
ser hallada “bella” por motivos dife­ el P. en el libro de la Sabiduría (I,
rentes, que no tienen nada en común 5-7, etc.). Y en sentido análogo, habló
uno con el otro. Y se habla de P. socio­ San Pablo del "cuerpo espiritual [pneu­
lógico cuando se admite o se reconoce mático] que oponía al animal, como lo
la acción de una pluralidad de grupos vivo, vivificador y que resucitará in­
sociales relativamente independientes corrupto luego de la muerte” (/ Cor.,
entre sí. 44 ss.). En la tradición cristiana, P. no
es más que el Espíritu Santo, del cual
P l u s v a l í a (ingl. surplus-vaíue; franc. Santo Tomás decía: "En los seres cor­
plus-value; alem. Mehrwert; ital. plus- póreos, el nombre de ‘espíritu’ parece
valore). Uno de los conceptos funda­ que significa un como impulso o mo­
mentales de la economía de Marx. Ya ción, pues llamamos espíritu al aire
que el valor se genera por el trabajo espirado y al viento, y precisamente lo
y no es más que trabajo materiali­ propio del amor es mover e impulsar
zado, si el empresario otorgase al asa­ la voluntad del amante hacia lo ama­
lariado el valor total producido por su do. .. Por consiguiente, como una per­
trabajo, no se tendría el fenómeno, sona divina procede por vía del amor,
netamente capitalista, del dinero que con el cual Dios es amado, es conve­
genera dinero. Pero como el empresa­ niente que sea llamado Espíritu San­
rio da al asalariado, no el valor pro­ to” (S. Th., I, q. 36, a. 1). En fin, de la
ducido por éste, sino sólo el costo de su misma doctrina del espíritu vivificante
fuerza-trabajo (es decir, lo que basta resulta la de los espíritus "psíquicos”,
para producirla, el mínimo vital) se "animales" o "corpóreos” que fueron
tiene el fenómeno de la P. que no es más admitidos por la medicina antigua
que la parte del valor producido por {véase infra p n e u m á t i c o s ) y por la me-
918
P n e u m á tic a
P o e sía
dieval, y a los cuales los filósofos hacen cado por Wolff al conjunto de la psi­
referencia a menudo. Santo Tomás (Irt cología y de la teología natural (Log.,
Sent., IV, 49, 3; cf. S. 77?., I, q. 76, a. 7, 1728, Disc. Prel., §79). Crusius adoptó
ad. 2°) y más tarde Telesio (De rer. nat., el término para indicar "la ciencia
V, 5), Bacon (Nouv. Org., II, 7; De de la esencia necesaria de un espíritu
Augm. Sciettí., IV, 2), Hobbes (De Corp., y de las distinciones y cualidades que
25, 10) y en especial Descartes (que pueden ser dadas a priori” (Entwurf
volvió a exponer por su cuenta la doc­ der notwendigen Vermmftwahrheiten
trina en las Passions de l’áme, I, 10) ["Bosquejo de las verdades necesarias
mencionaron los espíritus animales. de razón”], §424). Rosmini excluyó de
En el sentido común de aire o há­ la P. la consideración de Dios y la
lito, la palabra fue usada, en cambio, restringió al estudio de los "espíritus
por algunos filósofos que consideraron creados”, esto es, del alma humana y
al alma como aire, por ejemplo, Anaxí- de los ángeles (Psicol., 1850, §27).
menes, para el cual la doctrina no es D'Alembert restringió el término para
más que un corolario del principio significar “la primera parte de la cien­
de que todo es aire (Fr. 2, Diels) y por cia del hombre”, o sea "el conocimiento
Epicuro (Ad. Herod., 63). especulativo del alma humana”, que
indicó también con el nombre de meta­
P n e u m á tic a , véase PNEUMATOLOGÍA. física particular. El conocimiento de
las operaciones del alma, en cambio,
(gr. jTVEvgáxDíoi; lat. spiri-
P n e u m á tic o s constituía, para D'Alembert, el objeto
tates; ingl. pneutnatics; franc. pneuma- de la lógica y de la moral (Discours
tiques; alem. Ptteumatiker; ital. pneu- préliminaire de l’Encyclopédie, en (Eu-
matici). Con este término se han indi­ vres, ed. Condorcet, 1853, p. 116). Kant
cado: 1) los partidarios de la escuela observó, a este propósito, que la psi­
médica de Galeno, el cual, inspirándose cología racional nunca podrá llegar a
en los estoicos, identificó el pneuma ser P., es decir, verdadera y propia
(véase supra) como el principio de la ciencia, del mismo modo que la teo­
vida, distinguiendo el pneuma psíquico, logía no puede llegar a ser teosofía
que tiene su sede en el cerebro, el pneu­ (Crit. del Juicio, §89). El término, en
ma zoótico o animal, que tiene su sede la actualidad, ha caído completamente
en el corazón y el penuma físico o en desuso.
natural, que tiene su sede en el hígado,
y atribuyendo a cada uno de ellos fun P o d e re s d e l E s ta d o , véase ESTADO.
ciones especiales en el organismo; 2) a
algunos Padres de la Iglesia y algunos Poesía (gr. noÍTitn;; lat. poesía; ingl.
gnósticos, que insistieron en la distin­ poetry; franc. poésie; alem. Dichtung;
ción, que se encuentra en el Nuevo ital. poesía). Una forma final de la
Testamento entre cuerpo animal y cuer­ expresión lingüística, de la cual el rit­
po P. y sobre la superioridad de este mo o la música es condición esencial.
último; 3) a algunos químicos de los Se pueden distinguir tres concepcio­
siglos xvii y xvm (Boyle, Black, Caven- nes fundamentales, que son: 1) la P.
dish, etc.) que iniciaron las investiga­ como estímulo o participación emoti­
ciones acerca de los gases y descubrie­ va; 2) la P. como verdad; 3) la P.
ron elementos y compuestos gaseosos. como modo privilegiado de expresión
lingüística.
P n e u m a to lo g ía , o p n e u m á tic a (ingl. pneu- 1) La concepción de la P. como es­
m atology, fra n c . pn eu m a to lo g ie, tímulo emotivo fue expuesta, por vez
pneumatique; a l e m . Pneumatologie, primera, por Platón: "La parte del al­
Pneumatik; ital. pneumatología o pneu­ ma que en nuestras desgracias particu­
mática). Leibniz introdujo el término lares nos esforzamos por frenar, que
"pneumática” para indicar "el conoci­ tiene sed de lágrimas y quisiera suspi­
miento de Dios, de las almas y de las rar y lamentarse a su gusto, siendo
sustancias simples en general” (Nouv. ésta su naturaleza, es precisamente
Ess., Avant-propos, Op., ed. Erdmann, aquella a la cual los poetas dan satis­
p. 199). El término quería significar facción y complacencia... Con referen­
"ciencia de los espíritus” y fue apli­ cia al amor, a la cólera y a todos los
919
Poesía

movimientos dolorosos o placenteros proyección de las emociones del sujeto


del alma, que son inseparables de toda en el objeto estético. La empatia es,
acción nuestra, se puede decir que la según Theodor Lipps, su principal sos­
imitación poética produce los mismos tenedor, un acto original, esencialmente
efectos, ya que si bien se deberían se­ independiente de la asociación de las
car, ella los riega y nutre y, de tal ideas y profundamente enraizado en la
manera, convierte en dueño nuestro estructura misma del espíritu humano
aquellas facultades que deberían, en (Aesthetick, I, 1903, pp. 112ss.); de tal
cambio, obedecemos a fin de llegar manera es postulada como una facul­
nosotros a ser más felices y mejores” tad en sí misma, a la que se confía la
(Rep., X, 606 a-d). Platón observa a tarea —con la función de animar la ma­
este propósito que la parte emotiva terialidad bruta del mundo exterior—
del arte no es menor por el hecho de de hacer al mundo familiar y placen­
que en él se trata de emociones aje­ tero al hombre. Por fin, el último here­
nas, ya que "necesariamente las emo­ dero de este concepto de la P. es el
ciones ajenas se hacen nuestras” (Ibid., neoempirismo contemporáneo. Sobre
606 b). No hay duda, por lo tanto, que la base de la distinción entre el uso
la característica fundamental de la P. simbólico del lenguaje, y su uso emo­
imitativa (como también la razón para tivo, se ha reconocido en la P. "la
su condena) sea para Platón la parti­ suprema forma del lenguaje emotivo”,
cipación emotiva en la que está fun­ esto es, de ese lenguaje cuya única
dada y el refuerzo de las emociones finalidad es estimular “emociones y
que sigue a tal participación. Giambat- actitudes” (I. A. Richards, Principies
tista Vico extendió, por un lado, la of Literary Criticism, 1924; 14- ed., 1955,
participación emotiva, reconocida co­ p. 273). La función simbólica (o cien­
mo inherente a la P., a la totalidad tífica) del lenguaje consiste en sim­
del universo y por otro lado le quitó bolizar la referencia al objeto y en
el carácter de condena que Platón le comunicar tal referencia al oyente, es­
había atribuido. "El sublime trabajo to es, encauzar en el oyente la referen­
de la P. —escribió— es dar a las cosas cia al mismo objeto. En cambio, la
insensatas sentido y pasión y es propio función emotiva consiste en expresar
de los niños tomar las cosas inanima­ emociones, actitudes, etc., en evocarías
das entre las manos y, recreándose, ha­ en el oyente, funciones que pueden
blarles como si fueran personas vivas. ser comprendidas en la de la "evoca­
Esta dignidad filológico-filosófica aprue­ ción”, esto es, en la del estímulo de la
ba que los hombres del mundo joven emoción (C. K. Ogden, I. A. Richards,
fueran sublimes poetas por naturaleza” The Meaning of Meaning, 1923, ÍO ed.,
(Scienza Nuova, 1744, Degn. 37; trad. 1952, p. 149). Obviamente, este punto
esp. [de la 1* ed.]: Ciencia nueva, Mé­ de vista no es más que la repetición
xico, 1941, F.C.E.). Por lo tanto, según casi literal del punto de vista plató­
Vico, la P. está ligada a los "sentidos nico. Y un significado no diferente tie­
robustos” y a las "muy vigorosas fan­ ne la definición dada por C. Morris
tasías” de los hombres primitivos o acerca del discurso poético, como "dis­
animaloides y su triple finalidad es la curso principalmente valorativo-aprecia-
de "volver a encontrar fábulas subli­ tivo", o sea, dirigido a "recordar y sos­
mes de acuerdo con la intención popu­ tener valoraciones ya logradas” o a "ex­
lar”, de "perpetuar hasta el exceso" y plorar nuevas valoraciones" (Signs,
de "enseñar al vulgo a obrar virtuosa­ Language and Behavior, 1946, V, 7).
mente” (Ibid., II; cf. Lettera a Gherar- 2) La concepción de la P. como ver­
do degli Angioli). Desde este punto de dad se remonta a Aristóteles, quien
vista, la P. y la filosofía se encuentran identificó la P. con la tendencia a la
en los antípodas y "la fantasía es tanto imitación, que considera innata en to­
más robusta cuanto más débil es el dos los hombres, como manifestación
raciocinio" (Ibid., Degn. 36). El mismo de la tendencia al conocimiento (Poét.,
concepto de la P. como estímulo o 6, 1448 b 5-14). Según Aristóteles, la imi­
participación emotiva se encuentra en tación poética tiene una validez cog­
la teoría de la empatia (véase), que noscitiva superior a la imitación histo-
considera la actividad estética como la riográfica, porque la P. no representa
920
Poesía

las cosas realmente acaecidas, sino "las las expresan) tienden al conocimiento
cosas posibles según verosimilitud y de las representaciones sensibles (Me-
necesidad" (Ibid., 1451a 38). Por lo ditationes phitosophicae de twmnullis ad
tanto, "es más filosófica y más elevada poema pertinentibus, 1735, §§ 1-9). La
que la historia porque expresa lo uni­ determinación "sensible” aclara el ca­
versal, en tanto que la historia expresa rácter de la P., por el cual tiene por
lo particular. Se tiene lo universal, en objeto representaciones claras, sí, pero
efecto, cuando a un individuo de una confusas: en tanto que las representa­
determinada índole se le ocurre decir ciones claras y distintas, esto es, com­
o hacer determinadas cosas a partir pletas y adecuadas, no son sensibles
de la verosimilitud y la necesidad y a y por lo tanto ni siquiera poéticas, has­
esto es a lo que tiende la P., que da ta el punto de que filosofía y P. no se
nombre al personaje precisamente a par­ encuentran al mismo tiempo, requirien­
tir de tal criterio. En cambio se tiene do la primera esa distinción de concep­
lo particular cuando se dice, por ejem­ tos que la segunda rechaza fuera de su
plo, lo que hizo Alcibíades y lo que le dominio (Medit., cit., §14). De análoga
ocurrió” {Ibid., 9, 1451 b 1, 10). Estas manera afirmó Vico: “La sabiduría
famosas determinaciones aristotélicas poética, que fue la primera sabiduría de
equivalen a poner a la P. en la esfera las gentes, debió comenzar con una
de la verdad filosófica, ya que ésta reco- metafísica, no razonada y abstracta co­
je la esencia necesaria-de las cosas, y la mo actualmente se da en los adoctri­
esencia, en el dominio de las vicisitu­ nados, sino sentida e imaginada como
des humanas, está constituida por las debería ser en tales hombres primeros,
relaciones de verosimilitud y necesidad puesto que no tenían razonamiento al­
que son objeto de la P. Por lo tanto, guno y todos tenían robustos sentimien­
no tiene un grado de verdad inferior tos y muy vigorosas fantasías” (Se. Nno-
a la filosofía sino que posee la misma va, 1744, II, De la sabiduría poética;
verdad que la filosofía en el dominio trad. esp. cit.). Pero fue Hegel el que
que le es propio y que es el de los dio su mejor expresión a esta tesis.
hechos humanos. Esta concepción de "La P. —escribió— es más antigua que
la P. ha dominado en la tradición filo­ el lenguaje m prosa artísticamente for­
sófica, en la cual pueden distinguirse mado. Es la representación originaria
dos interpretaciones fundamentales: A ) de lo verdadero, es el saber en el cual lo
se puede entrever en la P. una verdad universal todavía no ha sido separado
por grado o por naturaleza, diferente de su existencia viva en lo particular,
de la intelectual o filosófica; B) se en el cual la ley y el fenómeno, la
puede entrever en la P. la verdad filo­ finalidad y el medio todavía no se han
sófica absoluta. opuesto uno al otro, para luego ser co­
A) La primera posición es la posición nectados de nuevo con el razonamien­
de la cual ha nacido la estética mo­ to, sino que se comprenden uno en el
derna. Baumgarten afirmó que el ob­ otro y a través del otro. Por lo tanto,
jeto estético, la belleza, es "la perfec­ la P. no se limita a expresar un con­
ción del conocimiento sensible en cuan­ tenido ya conocido por sí en su uni­
to tal” y que, por lo tanto, no coincide versalidad, a través de la imagen, sino,
con el objeto del entendimiento, o al contrario, conforme a su concepto
sea, con el conocimiento distinto (Aes- inmediato, permanece en la unidad sus­
thetica ["Estética”], 1750-58, § 14). Co­ tancial en la cual todavía no se ha he­
mo perfección del conocimiento sensi­ cho una separación semejante o esta­
ble, la belleza es universal, pero de blecido una relación de tal naturaleza”
una universalidad diferente a la del (Vorlesungen über die Aesthetik ["Lec­
conocimiento, porque abstrae del orden ciones sobre estética”], ed. Glockner,
y de los signos y realiza una forma III, p. 239). Con ello la P. (como el
de unificación puramente fenoménica total dominio del arte) sigue siempre
(Ibid., §18). En particular, la P. es, para Hegel fuera o por debajo de la
según Baumgarten, "un discurso sen­ filosofía, sólo en la cual se revela u
sible perfecto" y de tal forma que sus obra la Idea en su naturaleza verda­
diferentes elementos (las representacio­ dera, que es universalidad o razón, no
nes, sus nexos, las voces o signos que inmediatez o imagen; sin embargo, la
921
Poesía

P. pertenece aún —junto con la filo­ búsqueda nostálgicamente, configurán­


sofía y la religión, a la cual también dola como ideal. En el primer caso, el
está subordinada— a la esfera de la poeta es ingenuo, como lo era en la an­
Verdad absoluta. En el idealismo de tigua Grecia, y en el segundo caso es
derivación romántica el concepto de P. sentimental, tal como sucede en la edad
siguió siendo sustancialmente el hege- moderna. Pero en ambos casos la P.
liano. Croce, después de insistir acerca es lo absoluto. En efecto, la P. inge­
de la prioridad del arte con respecto nua es representación absoluta, es de­
al conocimiento intelectual verdadero cir, representación concluida, total y
y propio y, por lo tanto, acerca de su definitiva y la P. sentimental es repre­
relativa autonomía frente a la filoso­ sentación de to absoluto, o sea repre­
fía (con la cual, no obstante, nunca sentación de un ideal cumplido, aun­
negó que el arte compartiera el status que sea lejano, de perfección (Werke,
de conocimiento), terminó por insistir [“Obras”], ed. Karpeles, XII, pp. 122 ss.).
cada vez más en los caracteres de tota­ Schiller estaba decidido a mantener
lidad y de universalidad de la expresión la superioridad de la P. sobre la filo­
artística, caracteres que acercan tal ex­ sofía en este punto y no dudó en afir­
presión a la verdad filosófica. “La expre­ mar que, “el único hombre verdadero es
sión poética —escribe— es, al contrario el poeta y comparado con él el mejor
del sentimiento, una teoresis, un cono­ filósofo es sólo una caricatura" (Epis­
cer y, por lo mismo, allí donde el tolario Goethe-Schiller, 7-1-1795). Esta
sentimiento se adhiere a lo particular, tesis representa indudablemente un fi­
por alto y noble que sea en su fuente, lón importante y bien determinado de
se mueve necesariamente en la unila- la concepción romántica de la poesía.
teralidad de la pasión, en la antinomia Schelling decía: “‘La facultad poética
del bien y del mal, en el ansia del es lo que en la primera potencia es
placer y del sufrir, la P. vuelve a unir la intuición originaria y, viceversa, la
lo particular a lo universal, recibe de única intuición productiva que se repi­
igual modo y superándolos, al dolor y te en la más alta potencia es lo que
al placer y por encima del choque de nosotros denominamos facultad poéti­
las partes contra las parteó, levanta la ca" (System der transzendentalen Idea­
visión de las parte* en el todo, sobre lismos [“Sistema del idealismo trascen­
el contraste la armonía, sobre la an­ dental”], 1800, IV, §3). La facultad
gustia de lo finito Li distensión de lo poética realiza en acto la unidad de
infinito. Esta impronta de universali­ la actividad consciente y de la incons­
dad y de totalidad constituye su ca­ ciente, que constituye la naturaleza del
rácter" {La poesía, 1936, pp. 8-9). Con Yo absoluto. “Lo que denominamos
ello se ponía el valor de la P. precisa­ naturaleza es un poema, encerrado en
mente en su parte teórica, o sea en caracteres misteriosos y admirables.
su validez cognoscitiva, y la P. llegaba Pero si el enigma se pudiera develar,
a ser lo que ya Hegel había querido conoceríamos la odisea del Espíritu, el
que fuera: una verdad filosófica que cual, por admirable ilusión, buscándo­
se manifiesta en la inmediatez de la se a sí mismo, huye de sí mismo”
imagen más que en la universalidad {Ibid.). En la filosofía contemporánea
del concepto. este punto de vista ha sido reasumido
B) Al lado de esta concepción se en­por Heidegger: “La P., el nombrar que
cuentra la otra que, si bien estrecha­ instaura el ser y la esencia de las co­
mente emparentada con ella, ve en la sas, no es un decir caprichoso, sino
P. a la verdad absoluta misma y no aquel por el que se hace público todo
a la aproximación a la verdad absoluta. cuanto después hablamos y tratamos
Ya Schiller se expresó a ese respecto, en el lenguaje cotidiano. Por lo tanto,
con referencia a la poesía, y en estos la P. no toma el lenguaje como un
términos. En el escrito Sobre la poesía material ya existente, sino que la P.
ingenua y sentimental (1795-96) afirmó misma hace posible el lenguaje. La
que el poeta es por sí mismo natura­ P. es el lenguaje primitivo de un pue­
leza, esto es, siente naturalmente y blo histórico... entonces es preciso en­
por lo tanto imita a la naturaleza o se tender la esencia del lenguaje por la
siente ajeno a la naturaleza y va en su esencia de la P.” (Hólderlin taid das
922
Poesía

Vfesen der Dichtung, 1936, § 5; trad. Dewey ha insistido acerca de los mis­
esp.: Arte y poesía, México, 1958, F.C.E., mos caracteres de la expresión poética.
pp. 108-109). Como lenguaje originario, "Mientras no haya diferencia —dice—
la P. es la verdad misma, es decir, la que pueda definirse exactamente entre
manifestación o desvelación del Ser prosa y P., hay una laguna entre lo
(Hotzwege ["Los caminos del bosque"], prosaico y poético como límites extre­
1950, pp. 252 ss.). mos de tendencias en la experiencia.
3) La tercera concepción fundamen­ Uno de ellos realiza el poder de las
tal es, a primera vista, menos filosó­ palabras para expresar lo que está en
fica que las otras, porque no consiste los cielos y en la tierra y bajo los ma­
en reconocer a la P. una tarea deter­ res mediante la extensión; el otro por
minada en una metafísica particular la intensión. Lo prosaico es una cues­
ni en relacionarla con una determi­ tión de descripción y narración de
nada facultad o categoría del espíritu detalles acumulados. Lo poético invier­
o en reservarle un puesto en la enci­ te el proceso. Condensa y abrevia, dan­
clopedia del saber humano, sino sola­ do así a las palabras una energía de
mente en poner a la luz determinados expansión casi explosiva." Por lo tanto,
rasgos que la P. posee en sus más "cada palabra en la P. es imaginativa,
logradas realizaciones históricas, y en como lo era en la prosa, hasta que
resumirlos en una definición genera- las palabras se gastaron por el uso,
lizadora. Todavía éste es el único pro­ para convertirse en meros signos” y
cedimiento que puede dar lugar a una “la fuerza imaginativa de la literatura
definición funcional de la P., es decir, es una intensificación del oficio idea­
a una definición que se preste para lizador desempeñado por las palabras
expresar y para orientar el efectivo tra­ en el habla ordinaria” (Art as Expe-
bajo de los poetas. Por lo tanto, a tal rience, 1934, cap. 10; trad. esp.: El arte
definición han contribuido los poetas como experiencia, México, 1949, F.C.E.,
mismos, más que los filósofos, aun p. 214). La intensión, de que habla De­
cuando también éstos a veces hayan wey, no es una intensidad emotiva,
sabido recoger aspectos importantes de sino una intensidad expresiva, esto es,
ella. Obviamente, desde este punto una carga nayor del significado de
de vista, la P., por lo menos a pri­ las palabras no desgastadas por el uso.
mera vista, no es más que un deter­ Ahora bien, de un siglo a esta parte,
minado modo privilegiado de expre­ muchos poetas, reflexionando sobre su
sión lingüística, privilegiado en virtud propio trabajo, han dicho que a la P.
de una especial función que se le reco­ se le debe confiar la función que tiende
noce. Tal privilegio del modo poético a conservar y restablecer la carga de
de la expresión es frecuentemente lla­ significado en el lenguaje, pulirlo y
mado "libertad”. Kant, después de ha­ mantenerlo eficaz, renovarlo y perfec­
ber dicho que "las artes de la palabra” cionarlo. Las tesis fundamentales de la
son la elocuencia y la P., afirma: "La concepción de la P. elaborada o presu­
elocuencia es el arte de tratar una puesta por los poetas modernos, pueden
tarea del entendimiento como si fuera ser recapituladas del siguiente modo:
un libre juego de la imaginación; I) La independencia de la P. de toda
la P. es el arte de dar a un libre finalidad interesada o utilitaria. Este
juego de la imaginación el carácter carácter fue expresado mediante la
de una tarea del entendimiento” (Crít. fórmula del arte por el arte, a la cual
del Juicio, § 51). Aquí la noción de "jue­ se adhirieron en el siglo pasado artis­
go” sirve para subrayar el carácter libre tas como Flaubert, Gautier, Baudelaire,
de la actividad poética con relación a Walter Pater, Oscar Wilde y Alian Poe.
cualquier fin utilitario, y la noción de El objetivo en contra del cual se di­
"tarea del entendimiento" significa la rige esta fórmula es la subordinación
disciplina que la P. se impone aun en de la P. a la emoción, a la verdad o al
la libertad de su juego. Desde este deber; su significado positivo es la li­
punto de vista, la función de la expre­ bertad de la P. en el sentido en que
sión poética es la liberación del len­ lo afirmara, por ejemplo, Kant. "Com­
guaje de sus usos utilitarios y su ela­ poner simplemente versos, escribir una
boración en una disciplina autónoma. novela, esculpir el mármol son cosas
923
Poesía

que estaban bien antes (dice Flaubert), III) El carácter objetivo de la be­
cuando no existía la misión social del lleza, por el cual se encuentra fuera de
poeta. Ahora bien, toda obra debe tener la emoción vivida. Decía Flaubert:
su significado moral, una enseñanza "Cuanto menos se siente una cosa, tan­
bien adosada; es necesario que un so­ to más aptos somos para expresarla
neto tenga un alcance filosófico, que tal como es (tal como es siempre, en
un drama pisotee los dedos a los mo­ sí, en su universalidad, liberada de to­
narcas y que una acuarela mejore las das sus contingencias efímeras). Pero
costumbres. La manía de abogar se es necesario poseer la facultad de ha­
insinúa en todas partes al mismo tiem­ cerla sentir a nosotros mismos, facul­
po que la de discutir, perorar y aren­ tad que no es otra cosa que el genio”
gar” (Lettre á Louise Colet, 18 de sep­ (Lettre a Louise Colet, 6 de julio de
tiembre de 1846). Y Gautier proclamaba 1852). Y T. S. Eliot ha recalcado: "La
en el editorial introductorio del pe­ P. no es un libre movimiento de la emo­
riódico L’artiste (14 de diciembre de ción, es una fuga de la emoción; no
1856): "Creemos en la autonomía del es la expresión de la personalidad, sino
arte; para nosotros el arte no es un la fuga de la personalidad. Pero natu­
medio para una finalidad; un artista ralmente sólo aquellos que poseen per­
que persigue un objetivo diferente a sonalidad y emoción saben lo que se
la belleza no es, para nosotros, un quiere decir cuando se apunta a la
artista.” La fórmula del arte por el necesidad de la fuga de estas cosas...
arte es, por lo tanto, en sustancia, La emoción del arte es impersonal. Y
la defensa de la P. contra toda tenta­ el poeta no puede lograr esta imperso­
tiva de hacer de ella un instrumento nalidad sin rendirse por entero a la
de propaganda para una finalidad cual­ obra que debe hacerse” (The Sacred
quiera. Wood, 1920). En el mismo sentido,
II) El reconocimiento de la belleza Ungaretti ha dicho: "Toda mi activi­
como único fin de la poesía. Ya que dad poética, desde 1919, se ha desarro­
el arte no puede estar subordinado al llado en tal sentido; un sentido más
bien, a lo verdadero o a cosas que objetivo... o sea una proyección y una
pretendan tener tales ca acteres, per­ contemplación de los sentimientos en
manece la belleza como su finalidad los objetos, un intento de elevar a ideas
única y, precisamente, la belleza for­ y mitos la propia experiencia biográ­
mal, esto es, independiente de los con­ fica” {La térra promessa. Nota de Leo-
tenidos que le son ofrecidos por la ne Piccioni).
emoción y por el entendimiento. Dice IV) El carácter constructivo de la
Flaubert: "¡Poeta de la forma! He aquí P. y construido de la belleza. Acerca
la gran palabra injuriosa que los utili­ de ello han insistido Poe, Baudelaire
tarios arrojan al rostro de los verda­ y Valéry. El primero ha descrito la
deros artistas... No existen bellos pen­ construcción de una P. como una es­
samientos sin bellas formas y vice­ pecie de trabajo artesano ("The Philo-
versa... Se reprocha al que escribe sophy of Composition” en Works, ed.
con buen estilo el dejar de lado la Harrison, XIV, p. 196). Por su parte,
idea, el fin moral, como si la tarea Baudelaire insistió acerca del concep­
del médico no fuera la de curar, la del to del arte como composición: "Todo
pintor la de pintar, la del ruiseñor el universo visible —ha dicho— no es
cantar y la finalidad del arte no fuera, más que un almacén de imágenes y
ante todo, lo bello” (Lettre á Colet, de signos a los cuales la imaginación da
18 de septiembre de 1846). Y Poe afir­ un puesto y un valor relativo; es una
maba: "La P. como arte de la palabra especie de forraje que la imaginación
es la creación rítmica de la belleza. debe digerir y transformar” (“Salón
Su único árbitro es el gusto y con el de 1859”, (Euvres, ed. Le Dantec, II,
entendimiento o con la conciencia sólo p. 232).
tiene relaciones colaterales. A menos En nuestros días es, sobre todo, Va­
que sea por azar, no se ocupa en ab­ léry el que ha insistido acerca del
soluto ni del deber ni de la verdad” carácter del arte como construcción:
("The Poetic Principie”, Works, ed. Har- “Las creaciones del hombre —ha di­
rison, XIV, p. 275). cho— son hechas en vista del propio
924
Poesía

cuerpo —principio que denomina utili­ encarnación” ("Pierre Dupont”, OEuvres,


dad— o en vista de la propia alma ed. Le Dantec, II, p. 404).
y esto lo busca bajo el nombre de VI) La búsqueda de la perfección for­
belleza. Pero por otro lado, el que cons­ mal, esto es, de la exactitud o de la
truye o el que crea, comprometido co­ precisión expresiva. Flaubert quería que
mo está con el resto del mundo y con la P. fuera "precisa como la geometría"
el movimiento de la naturaleza que (Lettre á Louise Colet, 14 de agosto
perpetuamente tienden a disolver, co­ de 1853) y afirmaba: "Cuanto más be­
rromper o arruinar lo que hace, debe lla es una idea, más armoniosa es la
advertir un tercer principio que inten­ frase. La precisión del pensamiento ha­
ta comunicar a las propias obras y que ce (más bien es) la precisión de la pala­
expresa la resistencia que éstas deben bra” (Lettre á Mlle Leroyer de Chante-
oponer al propio destino perecedero. pie, 12 de diciembre de 1857). Mallarmé
Crea, en suma, la solidez y la duración. ha insistido en este aspecto de la P.:
He aquí las grandes características de "El arte supremo —decía— consiste en
una obra en su totalidad. Solamente dejar ver, con la impecable posesión
la arquitectura las exige y las lleva al de todas las facultades, que se está en
punto más alto. La considero el arte éxtasis, sin haber demostrado cómo nos
más completo” (Eupalirtos). El carác­ elevábamos hacia las cimas” (Lettre a
ter arquitectónico del arte queda de Henri Cazalis, 27 de noviembre de 1863).
tal manera condicionado por la resis­ Valéry ha escrito con el mismo pro­
tencia que encuentra en las fuerzas na­ pósito: "He buscado la exactitud de
turales y por la victoria sobre esta los pensamientos, para que, claramen­
resistencia. Por otro lado, un corolario te generados por la observación de las
del carácter constructivo o arquitec­ cosas, se cambien, como por proceso
tónico de la actividad poética es el espontáneo, en los actos de mi arte.
control sobre la inspiración, control He distribuido mis atenciones; he re­
acerca del cual ya había insistido Bau- hecho el orden de los problemas; co­
delaire: “Una nutrición sustanciosa y mienzo donde antes terminaba para
regular —escribió— es la única cosa llegar un poco más adelante... Avaro
necesaria a los escritores fecundos. La de fantasías, concibo como si persi­
inspiración es, decididamente, la her­ guiera” (Eupatinos) Y Ugaretti ha di­
mana del trabajo diario. Estos dos con­ cho: "Soñaba una P. donde el secreto
trarios no se excluyen más de cuanto del alma, no traicionada ni falseada
se excluyan los contrarios que consti­ en los impulsos, se conciliara con una
tuyen la naturaleza. La inspiración obe­ extrema sabiduría del discurso” (Qua-
dece, como el hambre, como la diges­ ranta sonetti di Shakespeare, Nota
tión, como el sueño" (“Conseils aux intr.). Mallarmé extendió la preocupa­
jeunes littérateurs”, 6 , CEuvres, ed. Le ción de la exactitud al mismo signo
Dantec, II, p. 388). escrito. "La armazón intelectual del
V) La insistencia acerca del carácter poema —ha dicho— se disimula y sos­
comunicativo de la poesía. Decía Flau- tiene (tiene lugar) en el espacio que
bert: “El poeta debe simpatizar con to­ aisla las estrofas y entre la blancura
do y con todos para comprenderlos del papel, silencio significativo que no
y describirlos” (Lettre a Mlle Leroyer es menos bello para componer que los
de Chantepie, 12 de diciembre de 1857). mismos versos” (Lettre non datée á
Y Baudelaire: "Prefiero al poeta que se Charles Morice; cf. Propos sur la poé-
pone en comunicación permanente con sie, ed. Mondor, p. 164).
los hombres de su tiempo e intercam­ VII) En fin y como recapitulación
bia con ellos pensamientos y sentimien­ de todos los aspectos de la P. antes
tos traducidos en un noble lenguaje enumerados: la tarea que se le atribu­
suficientemente correcto. El poeta, si­ ye de mantener en eficiencia el len­
tuado en uno de los puntos de la cir­ guaje. Esta tarea ha sido ilustrada con
cunferencia de la humanidad, vuelve toda la energía y la claridad deseables
a enviar sobre la misma línea, en vi­ por Ezra Pound. La función de la lite­
braciones más melodiosas, el pensa­ ratura —ha escrito— "no es la coer­
miento humano que le fuera trasmiti­ ción o la persuasión por vía emotiva”,
do. Todo verdadero poeta debe ser una ni el forzar a la «ente a una determi-
925
Poética
P o lig o n ía
nada opinión. "Se refiere a la claridad cepto de P. se ha generalizado a un
y al vigor de cualquier pensamiento y principio verdadero y propio. Así lo ha
opinión, se refiere a la preservación hecho, en la filosofía contemporánea,
y a la limpieza misma de los instru­ Morris R. Cohén, quien lo ha entendido
mentos, a la salud de la sustancia mis­ como “el principio no de identidad sino
ma del pensamiento. Salvo en los ca­ de la presencia simultánea y necesaria,
sos raros y limitados de invención en y de la dependencia recíproca entre las
las artes plásticas o en la matemática, determinaciones opuestas”. En la físi­
el individuo no puede pensar y comu­ ca, este principio estaría representado
nicar su pensamiento, el regidor y el por la ley de acción y de reacción y por
legislador no pueden obrar eficazmente la ley que enuncia que allí donde se
y regir sus leyes, sin las palabras, y ejerza una fuerza se producirá una re­
la solidez y validez de estas palabras sistencia. En biología, estaría expresa­
se confían al cuidado de los malditos do por el aforismo de Huxley que enun­
y despreciados literatos" (Litterary Es- cia que el protoplasma procura la vida
says). Desde este punto de vista, "man­ solamente a condición de que muera
tener la eficacia del lenguaje es tan continuamente. En la ética se expresa­
importante a los fines del pensamiento ría por la dependencia recíproca entre
como en cirugía alejar de los vendajes los conceptos de autosacrificio y de
los bacilos del tétano”, y esta tarea es autorrealización {Introducition to Lo­
propia de la P. que "es simplemente gic, IV, 2; trad. esp.: Introducción a la
lenguaje cargado de significado al máxi­ lógica, México, 1952, F.C.E.).
mo grado posible” (Ibid.). Existe un
triple modo por el cual la P. cumple (ingl. polemic; franc. polémi-
P o lé m ic o
esta tarea y, por lo tanto, existen tres que; alem. polemisch; ital. polémico).
géneros de P .: la melopea, por la cual Kant entendió por “uso P. de la razón”
“las palabras se cargan, fuera de su la defensa de sus enunciados contra
significado común, de alguna cualidad las negaciones dogmáticas. Las nega­
musical que condiciona el alcance y ciones dogmáticas de los enunciados
la dirección de tal significado” ; la racionales son las negaciones escépti­
fanopea, que es “un proyectar las imá­ cas, consideradas por Kant como las
genes sobre la fantasía vidente", y la posiciones de un dogmatismo negati­
logopea, por la cual las palabras se vo, simplemente preparatorio con res­
usan no sólo en su significado directo pecto a una crítica de la razón, esto
sino también en vista de las costum­ es, a un examen de los límites y de
bres de uso, del contexto, de las con­ los confines precisos de la razón mis­
comitancias habituales, de las acepcio­ ma (Crít. R. Pura, Doctrina trascen­
nes conocidas y del juego irónico dental del método, cap. 1 , sec. 2 ).
{Ibid..). No hay duda de que estas notas
de Pound constituyen el punto culmi­ (ingl. polyadic). En la lógica
P o liá d ic c
nante de la estética contemporánea de contemporánea se califican con este
la P. término los enunciados (o relaciones)
constituidos por tres o más términos:
P o é tic a , véase e s t é t ic a . por ejemplo, el enunciado "Fulano de­
be a Mengano mil pesos” donde apare­
(ingl. polarity; franc. polari-
P o la r id a d cen tres términos, Fulano, Mengano y
té ; alem. Potaritat; ital. polaritá). La mil pesos (cf., por ejemplo, Dewey,
relación necesaria de dos principios Logic, XVI; trad. esp.: Lógica. Teoría de
opuestos entre sí. En este sentido fue la investigación, México, 1950, F.C.E.).
usado el concepto por Schelling en el
escrito Sobre el alma del mundo (1798). P o lig é n e s is , véase ORTOGÉNESIS.
El alma del mundo, según Schelling,
obra en la naturaleza mediante las dos Gioberti habló de una " P . del
P o lig o n ía .
fuerzas opuestas de la atracción y de catolicismo”, o sea del desmenuzarse
la repulsión, cuyo conflicto constitu­ de la palabra revelada en la individua­
ye el dualismo y cuya unificación cons­ lidad de los hombres, aun mantenién­
tituye la P. de la naturaleza (Werke dose una, como uno es el polígono aun­
[“Obras”], I, II, p. 381). A veces, el con­ que tenga infinitos lados (Riforma cat-
926
Polilema
Política
tolica, ed. BalsamoCrivelli, pp. 14748). sófica. Por estar presente en la distin­
Lo mismo que multilateralidad. ción entre la divinidad y Dios, son en
realidad politeístas muchas filosofías
(ingl. potilemma; franc. poli-
P o lile m a tomadas a veces como típicamente mo­
lemme; alem. Potilemma-, ital. politem- noteístas, la de Aristóteles, por ejem­
ma). Término moderno para indicar plo. El P. a veces ha sido explícita­
un dilema {véase) de tres o más alter­ mente defendido por los filósofos mo­
nativas (Troxler, Logik ["Lógica"], II, dernos. Ya Hume observó en la Historia
1829, p. 102; B. Erdmann, Logik, 1892, natural de la religión (1757; trad. esp.
§75). [parcial]: Diálogos sobre religión natu­
ral, México, 1942, F.C.E.), que el paso
(gr. jioXupaOía). El saber mu­
P o lim a tía s
del P. al monoteísmo no es resultado
chas cosas. Dice Heráclito: “La mucha de la reflexión filosófica, sino de la
ciencia no instruye la mente; de otra necesidad humana de adular a la divi­
manera habría instruido a Hesiodo nidad para congraciarse con ella y que
y a Pitágoras, como a Jenófanes y a el monoteísmo se acompaña a menudo
Hecateo” {Fr. 40, Diels). Kant denomi­ de la intolerancia y la persecución, ya
nó P. a la posesión de los conocimien­ que el reconocimiento de un único ob­
tos racionales, en tanto que polihistoria jeto de devoción conduce a considerar
sería el saber histórico o de los hechos como absurdo e impío el culto de otras
y pansofía el conjunto de los dos (Logik divinidades {Essays, II, pp. 335 ss.). En
{Lógica), Intr., §VI). la edad moderna, Renouvier {Psycho-
P o lis e m ia (ingl. polysemy; franc. poly- logie ratiomtelle, 1859, cap. 25) y James
sémie; alem. Polysemie-, ital. polise­ {A Pturatistic Universe, 1909), han in­
mia). La diversidad de referencias se­ sistido acerca de la superioridad del P.,
mánticas (de los "significados”) po­ pero politeístas son muchas otras doc­
seídas por una misma palabra (cf. trinas, entre ellas, la de Bergson. Max
Bréal, Essai de sémantique, cap. 14; Weber ha considerado el P. como la
S. Ullmann, The Principies of Seman- lucha entre los diferentes valores o
tics, 2? ed., 1957, pp. 63, 114, 174). las diferentes esferas de valores, en­
tre las cual s el hombre debe tomar
(ingl. polysyllogism; franc.
P o lis ilo g is m o posición y que nunca se concluye con
potysyltogisme; alem. Polysyllogismus; la victoria de un „ j 1o valor. En este
ital. polisillogismo). Término del si­ sentido el mundo de la experiencia
glo x v i i i para indicar un silogismo múl­ nunca llega al monoteísmo, sino que
tiple o compuesto, o sea una cadena se detiene en el P. {Zwischen zwei
de silogismos. Tal cadena puede estar Gesetze [“Entre dos leyes”], 1916,
ordenada de tal modo que cada silo­ en Gesammette Politische Schriften
gismo sea el fundamento del que si­ ["Escritos políticos reunidos"], pági­
gue y la consecuencia del que precede. nas 60 ss.).
El silogismo de la serie que contie­
ne la razón de la premisa de otro silo­ (gr. .’tokxixri; lat. política; ingl.
P o lític a
gismo es denominado prosilogismo; el politics; franc. politique; alem. Poti-
que contiene la consecuencia de otro tik; ital. política). Bajo este nombre
silogismo es denominado episitogismo se han entendido varias cosas y pre­
{véase). Por lo tanto, toda cadena de cisamente : 1) la doctrina del derecho
razonamientos está constituida de pro­ y de la moral; 2) la teoría del Esta­
silogismos y de episilogismos (Wolff, do; 3) el arte o la ciencia de gober­
Log., §§492-94; Kant, Logik, § 8 6 ; Ha- nar; 4) el estudio de los comporta­
milton, Lectures on Logic, § 6 8 ; B. Erd- mientos intersubjetivos.
man, Logik, §85). 1) El primer concepto es expuesto en
la Ética de Aristóteles. La investiga­
P o lite ís m o (ingl. polytheism; franc. poly- ción en torno a lo que debe ser el bien
théisme; alem. Polytheismus; ital. po­ y el bien supremo parece pertenecer,
liteísmo). Acerca de la noción de P., dice Aristóteles, a la ciencia más im­
véase dios, 3, a). El P. está bien lejos portante y más arquitectónica. “Y ésta
de ser una creencia primitiva y gro­ parece ser la política. Ésta, en efecto,
sera, inconciliable con la reflexión filo­ determina las ciencias necesarias en
927
Política

las ciudades y las que, y hasta qué teoría del Estado, quiso tener, al mis­
punto, cada ciudadano debe aprender” mo tiempo, carácter descriptivo y nor­
(Ét. Nic., I, 2, 1094 a 26). Este concepto mativo. Así Treitschke subrayó su ta­
de la P. se mantuvo por mucho tiempo rea en este sentido: "La tarea de la P.
en la tradición filosófica. Hobbes, por es triple: en primer lugar debe inves­
ejemplo, decía: "La P. y la ética, o sea tigar, por observación del mundo real
la ciencia de lo justo y de lo injusto, de los estados, cuál es el concepto fun­
de lo equo y de lo iniquo, se puede de­ damental del Estado; en segundo lu­
mostrar a priori en cuanto los princi­ gar, indagar históricamente lo que han
pios con los cuales se puede juzgar lo querido los pueblos en la vida polí­
justo y lo equitativo o sus contrarios, tica, lo que han producido y conseguido
o sea las causas de la justicia, las le­ y el porqué lo han conseguido; y en
yes o las convenciones, han sido hechos tercer lugar, haciéndolo así, lograr des­
por nosotros mismos" (De Hom., X, cubrir algunas leyes históricas y esta­
§5). En este sentido, Althusius intituló blecer los imperativos morales” (Poti-
su tratado de derecho natural Política tik, 1897, Intr.). Como ya lo era en la
methodice digesta (1603), y como tra­ obra de Treitschke, la P. como teoría
tados de P. fueron considerados todos del Estado ha sido a menudo una teo­
los escritos acerca del derecho natural. ría del Estado como fuerza y, en efec­
Véase d e r e c h o . to, tal es el significado de toda divi­
2) El segundo significado del térmi­ nización del Estado (véase).
no es el expuesto en la Política de Aris­ 3) La P. como arte o ciencia de go­
tóteles. "Es evidente —dice Aristóte­ bierno es el concepto que expresara y
les— que existe una ciencia a la que defendiera Platón en el Potítico con el
corresponde indagar cuál es la mejor nombre de "ciencia regia" (Pol., 259 a-
constitución, cuál, más que otra, es ade­ b) y que Aristóteles tomó como tercera
cuada para satisfacer nuestros ideales, tarea de la ciencia política. "Una ter­
cuando no existen impedimentos exter­ cera rama de la investigación es la que
nos, y cuál se adapta a las diferentes considera el modo en que ha surgido
condiciones para ser puesta en práctica. un gobierno y el modo en que, una vez
Ya que es casi imposible que muchos surgido, puede ser conservado el mayor
puedan realizar la mejor forma de go­ tiempo posible" (Ibid., IV, 1, 1288 b27).
bierno, el buen legislador y el buen Éste fue el concepto de la P. cuyo cru­
hombre político deben saber cuál es la do realismo acentuó Maquiavelo con
mejor forma de gobierno en sentido las famosas palabras: "Y muchos se
absoluto y cuál la mejor forma de go­ han imaginado repúblicas y principa­
bierno dentro de determinadas condi­ dos que nunca se han visto ni cono­
ciones” (Pol., IV, 1, 1288 b 21). En este cido en verdad. Porque es tan discu­
sentido la P., según Aristóteles, tiene tible, a partir de cómo se vive el cómo
dos tareas: 1) la de describir la forma se debería vivir, que el que deja lo
de un Estado ideal; 2) la de deter­ que se hace por lo que se debería hacer,
minar la forma del mejor Estado posi­ aprende más bien su ruina que su pre­
ble en relación con determinadas cir­ servación, porque un hombre que en
cunstancias. Y, efectivamente, la P. co­ todas partes desee hacer profesión de
mo teoría del Estado ha seguido el bueno, conviene que arruine a muchos
camino utópico de la descripción del que no son buenos. De donde a un
Estado perfecto, según el ejemplo de príncipe le es necesario, queriéndose
la República de Platón o el más realista mantener, aprender a poder no ser bue­
de los modos o vías para mejorar la no y usarlo y no usarlo según la nece­
forma del Estado, que es el que el mis­ sidad” (Princ., XV). En este sentido
mo Aristóteles siguió en una parte de Wolff definió la P. como “la ciencia
su tratado. Las dos partes, sin embar­ de dirigir las acciones libres en la so­
go, no pueden distinguirse siempre. ciedad civil o en el Estado” (Log., Disc.,
Cuando, a partir de Hegel, el Estado §65). Y ésta es la ciencia o el arte
comenzó a ser considerado como "el político a que se hace frecuente refe­
Dios real” (véase e s t a d o ) y el carácter rencia en el discurso común. Refirién­
de la divinidad del Estado fue aceptado dose precisamente a este concepto,
por la escuela histórica, la P., como Kant decía: "Aun cuando la máxima:
928
P o litic is m o
Poner
La honestidad es la mejor política im­ a la ciencia de la sociedad humana
plique una teoría que la práctica des­ en este sentido. De esta manera justi­
graciadamente desmiente, sin embargo, ficaba el término: "Denominamos cien­
la máxima igualmente teórica la hones­ cia política al estudio de las tenden­
tidad es mejor que toda P., está sobre cias expresadas [o sea de las ‘leyes o
toda objeción y es, también, la condi­ tendencias psicológicas constantes, a las
ción indispensable de la P.” (Zum ewi- cuales obedecen los fenómenos socia­
gen Frieden, Apéndice, 1; trad. esp.: les’]. Y hemos elegido esta denomina­
La paz perpetua, Madrid, 1933). Hegel, ción por ser la primera que se usara
por otra parte, decía: "En un tiempo en la historia de la sabiduría humana,
se discutió mucho acerca de la antí­ porque todavía no ha caído en desuso
tesis entre moral y P. y de la exigencia y también porque el nombre nuevo de
de que la segunda sea conforme a la sociología que, después de Comte, adop­
primera. En este punto conviene sólo taron muchos escritores, aún no tiene
anotar en general que el bien de un una significación bien determinada y
Estado tiene un derecho muy diferente precisa y, en el uso común, comprende
al del bien del individuo y que la sus­ todas las ciencias sociales” (Elementi
tancia ética, el Estado, tiene su exis­ di scienza política, 1922, I, I, §11). Pero
tencia, esto es, su derecho, inmediata­ en este sentido el término resulta ac­
mente en una existencia no abstracta, tualmente impropio.
sino concreta y que sólo esta existencia
concreta, considerada por preceptos mo­ P o litic is m o (franc. potitismo; alem. Po­
rales (y no una de las muchas propo­ li tismus). La primacía o la importan­
siciones generales) puede ser principio cia excesiva que las exigencias políti­
de su obrar y de su comportamiento. cas adquieren a veces, en la vida mo­
Antes bien, la vista de la presunta derna, con respecto a las otras exigen­
culpa que la P. debe tener siempre, en cias, o sea a las exigencias científicas,
esta presunta antítesis, se funda toda­ artísticas, morales, religiosas, etcétera.
vía en la superficialidad de las con­
cepciones de la moralidad, de la natu­ P o litiz a c ió n . Lo mismo que politicismo
raleza del Estado y de sus relaciones (véase supr, ). Se usa corrientemente
desde el punto de vista moral” (F/7. en algunos países americanos, la Ar­
del Derecho, §337). Estas palabras de gentina, por ejempio.
Hegel son la confirmación del princi­
pio del maquiavelismo. Lo que Hegel P o lito m ía (franc. potytomie; alem. Pciy-
denomina la existencia del Estado no tomie). La división no dicotómica. Kant
es más que la realidad efectiva de Ma- observa que la P. exige la intuición o
quiavelo que la P. debería siempre tener la intuición a priori, como sucede en
presente. Aun cuando Hegel declarara matemática, o la intuición empírica,
superada la antítesis entre P. y moral, como en las ciencias de la naturaleza.
el contraste entre las dos exigencias En otros términos, la P. es siempre
está todavía vivo en la práctica polí­ empírica, en tanto que la dicotomía,
tica y en la conciencia común y las fundada como está en el principio de
formas de equilibrio, por ellas logra­ no contradicción, es a priori (Logik
das, aún son provisionales e inestables. [Lógica!, §115).
4) Por último, el cuarto significado P o liz é te s is , véase INTERROGACIÓN MÚLTI­
de P. es el que comenzó a tener a par­ PLE.
tir de Comte y que se identifica con
el de sociología. Comte denominó Sis­ P o n e r (gr. xi.0r|vai ; lat. ponere; ingl.
tema de P. positiva (1851-54; cf. Prime­ posit; franc. poser; alem. Setzen; ital.
ros ensayos; trad. esp., México, 1942, porre). Este verbo ha sido usado en el
F. C.E.) a su mayor tratado de sociolo­ lenguaje filosófico con dos significa­
gía, en cuanto considera que los fenó­ dos diferentes: 1) aseverar o admitir
menos políticos están sujetos, tanto en como hipótesis; 2) poner en ser, pro­
su coexistencia como en su sucesión, ducir.
a leyes invariables, cuyo uso puede per­ 1) El primer significado es el que ya
mitir influir en los fenómenos mismos. Platón y Aristóteles usaron: el primero
G. Mosca entiende por P. precisamente en el sentido de establecer una hipó-
929
P o r im p o s ib le
P o r sí, o p a r a sí
tesis (Teet., 191c), el segundo en el 18, 1022 a 24 ss.) enumeró cinco signi­
de establecer una premisa (An. Pr., I, ficados del término:
I, 24 b 19) o admitir una tesis (Top., 1) se dice que una cosa es por sí en
II, 7, 113 a 28). Correspondientemente, lo que ella es en virtud de su esencia
la palabra posición significa general­ necesaria o sustancia. Así, por ejem­
mente aserción y Kant afirma que la plo, Calías es por sí lo que es sustan­
existencia puede ser puesta, es decir, cialmente, o sea, un hombre;
aseverada o reconocida, no deducida 2) se dice que una cosa es por sí en
(Der einzig mógliche Beweisgrund zu lo que ella es en virtud de una parte
einer Demonstraticm des Baseins Goí- de su esencia necesaria, o sea en vir­
tes ["El único fundamento posible para tud de una parte de su definición (ya
una demostración de la existencia de que la definición expresa la esencia
Dios’’], I, §2). El verbo se usa por lo necesaria). En tal sentido, se dice que
común actualmente, de modo especial, Calías es por sí animal porque “ani­
en el sentido de considerar como hipó­ mal” es parte de la definición de Ca­
tesis o como axioma (véase). lías ;
2) En el sentido de P. en ser, pro­ 3) en tercer lugar, se dice que una
ducir o crear, fue usado el verbo por cosa es por sí en lo que ella es en vir­
Fichte: “El ser cuya esencia consiste tud de una de sus cualidades o deter­
simplemente en que se pone a sí mis­ minaciones primarias. En tal sentido, se
mo como existente, es el Yo, como dice que el hombre es por sí vivo, en
sujeto absoluto. En cuanto se pone es; cuanto la vida es una de sus determi­
y en cuanto es, se pone; el Yo, por lo naciones primarias (siendo parte del
tanto, es absoluta y necesariamente pa­ alma, que es sustancia deí hombre);
ra el Yo” (Wissenschaftslehre [Doc­ 4) se dice por sí a lo que no tiene,
trina de la ciencia], 1794, § 1). Este uso o de lo que no se considera, una causa
se conserva en toda la tradición del externa. En este sentido el hombre es
idealismo romántico y, en general, en por sí en cuanto hombre, o sea en
toda filosofía que identifique razón y cuanto su causa es su misma sustancia
realidad y, así, al acto lógico del P. y no en cuanto es animal o bípedo,
con el acto real del producir. etcétera;
5) se dice que es por sí la cosa en
P o r im p o s ib le , véase ABSURDO. lo que le pertenece propiamente o le
pertenece solamente a ella. En tal sen­
P o r lo c o m ú n (gr. ¿ni xó nota; ingl. tido, se puede decir que el alma piensa
m ostly; alem. zumeist; ital. per lo por sí.
piü). Es la expresión que Aristóteles Estos cinco significados, en realidad,
adopta para caracterizar lo accidental, pueden reducirse al primero, esto es,
que es lo que sucede "por lo común", al significado por el cual se dice que
mientras lo necesario sucede "siempre” es la cosa por sí, lo que es en virtud de
( Met., VI, 2, 1026 b 30). Heidegger adop­ su sustancia. En efecto, el significa­
ta la expresión para indicar el con­ do 2 se refiere a las partes de la sus­
junto de los modos de ser cotidianos tancia, el significado 3 a las cualida­
o banales que constituyen el "término des o determinaciones que resultan de
medio" (véase) (Sein und Zeit, §9; la sustancia, el significado 4 y el 5
trad. esp.: El ser y el tiempo, México, a la causalidad propia de la sustancia.
1962, F.C.E.). El significado fundamental o genérico,
según el cual es por sí lo que es en
P o r sí, o p a r a sí (gr. xaft’aúxó; lat. per virtud de su sustancia, ha seguido sien­
se; ingl. by itself; franc. par soi; alem. do el significado al cual se ha hecho
für sich; ital. per sé). Lo que es en referencia con mayor frecuencia en la
virtud de su sustancia y no por otra historia de la filosofía. Éste es, por
cosa, o lo que está en la conciencia y ejemplo, el significado que atribuyen
para la conciencia. Éstos son los dos a la expresión tanto Santo Tomás co­
significados fundamentales del térmi­ mo Duns Scoto. Santo Tomás afirma
no, que se hallan en Aristóteles y He- que "Dios es el ser por sí subsistente”
gel, respectivamente. (S. Th., I, q. 44, a. 1), en cuanto el ser
A) Por su parte, Aristóteles (Met., V, pertenece a la esencia o sustancia de
930
P o rís tic o
P o s ib le
Dios (Ibid., I, q. 3, a. 4), y que el alma 1) Cualquier garantía respecto a la
no puede corromperse porque es "for­ posibilidad de disposición y de uso
ma por sí subsistente” (Ibid., I, q. 75, de una cosa. Éste es el concepto de
a. 6 ). Duns Scoto reserva el ser por Kant: "Lo que es jurídicamente mío
*51 a la forma total y perfecta en la cual (meum juris) es aquello con lo que es­
entran todas las partes, pero que a su toy ligado de tal manera que el uso
vez no es parte (Quodl., q. 9, n. 17). que otro pudiera hacer sin mi consen­
Ambos filósofos designan, por lo tan­ timiento me dañaría. La P. es la con­
to, como por sí al ser sustancial, si dición subjetiva de la posibilidad del
bien Duns Scoto restringe su signifi­ uso en general” (Met. der Sitten, I,
cado, aún más que Santo Tomás. §1). La noción de P. se refiere, por lo
B) El segundo significado fundamen­tanto, a la relación entre el hombre
tal del término es el que Hegel le ha y las cosas y expresa una determinada
atribuido como ser actual o efectivo garantía (que puede tener significados
[en oposición a en sí (véase), ser posi­ y límites muy diversos) de la posibi­
ble] y, por lo tanto, como ser que se lidad de uso que un individuo deter­
ha desarrollado por la reflexión y la minado tiene en relación a una cosa
conciencia. Dice Hegel: "Decimos que determinada. Sólo impropiamente pue­
alguna cosa es para sí en cuanto quita de referirse la noción de P. a las rela­
el ser otro, su relación y su comunión ciones entre las personas.
con otro, esto es, en cuanto ha recha­ 2) En el significado más general, el
zado y ha hecho abstracción de él... término designa cualquier relación pre­
La conciencia contiene ya en sí y como dicativa y existencial; se dice, por ejem­
tal la determinación del ser para sí en plo, "La cosa x posee la cualidad a"
cuanto se representa un objeto que o "El objeto x posee la existencia”. En
siente, intuye, etc., y en cuanto, por este sentido, el uso del término corres­
lo tanto, tiene en sí el contenido del ponde al que Aristóteles hiciera opo­
objeto mismo. Pero la conciencia de niéndolo a privación (cf. Met., X, 4,
sí es el ser para sí realizado y situado, 1055 a 33). Véase p r iv a c ió n .
ya que en ella el aspecto del referirse
a otro, a un objeto externo, está supe­ P o s ib ilid a d véase POSIBLE.
rado” (Wissenschaft der Logik, I, I, 3,
A [Doctrina de la lógica)). En este sen­ Posible (gr. t ó 6 -vaxóv; lat. possibilis;
tido, la conciencia es para sí porque ingl. possible-, franc. possible; alem.
ha anulado o quitado del medio a otra Móglich; ital. possibile). Lo que puede
cosa (el objeto externo) y la ha resuel­ ser o no ser. Esta definición nominal
to en su propio contenido interno. En la está habitualmente presupuesta en las
filosofía contemporánea Sartre ha reto­ definiciones conceptuales que se han
mado este concepto, denominando "ser dado del término, pero sólo estas últi­
para sí” o sin más “para sí” a la con­ mas permiten el estudio de los pro­
ciencia en cuanto es la anulación o blemas propios de la noción. Las de­
"la nada” del objeto, o sea del en sí finiciones conceptuales de P. pueden
(L’étre et le néant, pp. 115 ss.). El mis­ ser: A) definiciones negativas, de na­
mo significado se atribuye a la expre­ turaleza lógica; B ) definiciones positi­
sión de Merleau-Ponty (Phénoménolo- vas. A su vez estas últimas pueden
gie de la perception, 1945; trad. esp.: ser: 1) definiciones de la posibilidad
Fenomenología de la percepción, Méxi­ real; 2) definiciones de la posibili­
co, 1957, F.C.E., pp. 405 ss.). dad objetiva. Las tres clases de defini­
ciones que así resultan corresponden
P o rís tic o (ingl. poristic; franc. poristi- casi perfectamente a las tres especies
que; alem. poristik). De porisma = co­ de P. que Aristóteles distinguiera en
rolario. El término designa lo que es la metafísica: "Lo P. significa: 1) lo
un corolario o concierne a un coro­ que es necesariamente falso; 2 ) lo que
lario. es verdadero; 3) lo que puede ser ver­
P o rv e n ir, véase ADVENIR. dadero” (Met., V, 12, 1019 b 30).
1) Las definiciones negativas de lo P.
P o s e s ió n (ingl. possession; franc. pos- son de naturaleza lógica y lo definen
session; alem. Besitz; ital. possesso). como lo que es necesariamente falso
931
Posible

o lo que no incluye contradicciones. En 28 ss.). La identificación de P. con no-


el primer sentido, lo P. fue definido imposible ya es evidente en este razona­
por Aristóteles en el fragmento citado. miento, pero de todos modos Aristóte­
Este concepto se ha mantenido en la les la hace explícita, pues observa que
tradición filosófica bajo la denomina­ ya sea en el caso de posibilidades
ción de "P. lógico", distinto del "P. que pertenecen a entes inmutables o
real". Santo Tomás lo denomina "P. ab­ en el caso de posibilidades que perte­
soluto” y dice que resulta ex habitudine necen a entes variables, siempre es
terminorum, esto es, de la no repugnan­ verdadera la proposición: "no es impo­
cia del predicado con el sujeto (S. Th., sible que sea" {De Int., 13, 23 a 13).
I, q. 25, a. 3); Duns Scoto lo denomina La misma doctrina fue repetida por
P. lógico y lo considera propio de la Santo Tomás con la explícita limita­
"composición del entendimiento” en ción a lo P. lógico {Contra Geni., III,
cuanto sus términos no incluyen con­ 86). Y los mismos teoremas se encuen­
tradicción (Op. Ox., I, d. 2, q. 6, a. 2, tran en las doctrinas contemporáneas
n. 10). Occam considera que lo P. en es­ acerca de lo P. Peirce dice: “Es esencial
te sentido no es más que lo no-imposible o lógicamente P. lo que una persona
(Summa Log., II, 25). Fue éste el con­ que no conoce hechos, pero que está
cepto en el que insistió Leibniz: “Cuan­ al día con el razonamiento y familia­
do digo que existe una infinidad de rizada con las palabras que comprende,
mundos P., entiendo que ellos no im­ es incapaz de declarar falsamente"
plican contradicciones, de la misma {Cotí. Pop., 4, 67). Aquí la noción de
manera que se pueden escribir nove­ falso ha sustituido a la de contradic­
las que no se realizarán nunca y que torio, pero lo P. siempre es reducido
son, no obstante, P. Para ser P. basta a lo que no es falso. Camap, a su
que una cosa sea inteligible” (Carta a vez, define lo P. como lo “no-imposible”
Bourguet, 1712, en Op., ed. Gerhardt, {Meaning and Necessity, §§39-3). Y tal
III, p. 558). En este sentido, Leibniz definición es la más frecuentemente
distinguió entre P. y composible (véa­ seguida en la lógica contemporánea.
se) que es la posibilidad objetiva. La Es obvio, por lo tanto, que la noción
noción de P. en este sentido fue fijada de lo P. en este sentido implica un
por la escuela wolffiana (Wolff, On- concepto bien definido de la imposi­
totog., §85; Crusius, Vemunftwahrhei- bilidad, esto es, de la contradicción
íen [“Bosquejo de las verdades nece­ o falsedad lógica. Pero este concepto
sarias de razón"], §56; Lambert, Dia- no parece estar a disposición de los ló­
noiologie, §39), y en contra de ella, a gicos, que están en desacuerdo acerca
la que no obstante reconoció como de la noción contraria y complemen­
válida en sus límites, Kant afirmó la taria a la de imposibilidad, o sea la
noción de posibilidad objetiva (Der noción de necesidad (véase).
einzig mógtiche Beweisgrund zu einer 2) La definición de lo P. como posibi­
Demonstration des Daseins Gottes ["El lidad real es la que identifica lo P. mis­
único fundamento posible para una de­ mo con lo potencial (véase potencia) y
mostración de la existencia de Dios"], que ve en lo potencial a lo destinado
1763, II, 1). infaliblemente a realizarse. De acuerdo
Los dos teoremas fundamentales pro­ con esta interpretación. Diódoro de Cro-
pios de esta noción de lo P. son los nos, el famoso filósofo de Megara, afir­
siguientes: I) la reducción de lo P. a mó, mediante el argumento victorioso
lo no-imposible; II) la inferencia de lo (véase), que todo lo P. se realiza y que
P. a través de lo necesario, en el sen­ lo que no se realiza no es P. (Arist.,
tido de que lo que es necesario debe Afe/., 9, 3, 1046 b 29 ss.; Epicteto, Diss.,
ser P. Son dos teoremas estrechamente II, 19, 1; Cicerón, De Fato, 6 ss.). Dió­
relacionados entre sí. Aristóteles los doro de Cronos derivó de este princi­
expresó por vez primera en el famoso pio la tesis de la necesidad de todo lo
tratado de lo P. que se encuentra en que es: nada de lo que ha sido, es o
el De interpretatione. Lo necesario debe será, ha podido, puede o podrá ser
ser P. —razonó Aristóteles— porque, diferente de como ha sido, es o será.
si no fuese P., sería imposible, lo que es Pero el propio Aristóteles, que comba­
contradictorio (De Interpr., 13, 22b tiera la tesis de Diódoro de Cronos dan­
932
Posible

do preferencia a otros significados de representación subjetiva, y la posibili­


P., admitió a veces el teorema funda­ dad real, que se tiene cuando se dan
mental propio de esta concepción de todas las condiciones de una cosa de
la posibilidad: "No puede ser cierto manera que ésta debe resultar real,
que algo es P. pero no será, ya que en posibilidad real que, como es obvio,
tal caso no existirían imposibilidades” no se distingue de la necesidad (Ene.,
(Met.. IX, 4, 1047 b 3). La escolástica § 147). En este sentido, la noción de
árabe, a partir de Avicena, se apropió la posibilidad real es adoptada a me­
de esta concepción de lo P. La divi­ nudo por los discípulos de Hegel, tanto
sión de Avicena entre el ser necesario por los idealistas como por los mar-
y el ser P. es, en efecto, la división xistas. Con frecuencia se ha usado esta
entre lo que recibe su ser de sí mismo noción para designar la predetermina­
(Dios) y lo que recibe su ser de otro ción de los acontecimientos históricos
(y éstas son las cosas creadas). Lo que en sus condiciones y, por lo tanto, para
es P., desde este punto de vista, es tal fundar la posibilidad de una previsión
hasta en tanto no sea nada; cuando infalible de los futuros desarrollos de
comienza a ser, esto es signo de que la historia. G. Lukács ha usado el con­
están presentes todas las condiciones o cepto en el mismo sentido (Geschichte
las causas de su ser, y ello ha resul­ und Ktassenbewusstsein [“H is to ria y
tado necesario, se entiende, necesario conciencia de clase”], 1923; trad. fran­
para otro (Met., II, 1-2; Algazel, Met., cesa, 1960, pp. 104 ss.). Con el mismo
I, 8; etc.). Este "necesario para otro” significado de potencialidad es conside­
constituyó lo contingente (véase). rado el concepto en un libro de S.
Esta doctrina se ha repetido muchas Buchanan, en el cual la posibilidad es
veces en la historia de la filosofía. Una definida como "la idea reguladora para
de sus mejores expresiones fue dada el análisis del todo en sus partes” y
por Hobbes: “Es imposible el acto para las partes son definidas como "las po­
cuya producción no exista nunca una tencialidades del todo" (P o ssib ility,
potencia plena. Ya que la potencia ple­ 1927, pp. 81 ss.).
na es aquella en la cual concurren to­ Por último, la ilustración de este
das las condiciones que se requieren concepto es la denominada "ley mo­
para producir el acto, si nunca existie­ dal fundamental” de N. Hartmann, que
ra la potencia plena, faltaría siempre comprende las seis tesis siguientes: "1)
alguna de las condiciones sin las cua­ lo que es realmente P. es también real­
les el acto no se podría producir y, de mente efectivo; 2) lo que es realmente
tal manera, este acto no podrá nunca efectivo es también necesario; 3) lo que
producirse, o sea, será un acto imposi­ es realmente P. es también realmente
ble. El acto que no es imposible, es necesario y a la inversa; 4) aquello
posible. Por lo tanto, todo acto P. debe cuyo no ser es realmente P., es tam­
verificarse cada tanto y si no se verifi­ bién realmente inefectivo; 5) lo que es
cara nunca, nunca concurrirían todas realmente inefectivo es también real­
las condiciones que se requieren para mente imposible; 6) aquello cuyo no
su producción y, por lo tanto, sería por ser es realmente posible, es también
definición un acto imposible, lo que realmente imposible" (Móglichkeit und
está en c o n t r a de la hipótesis” (De Wirklichkeit, 1938, p. 126; trad. esp.:
Corp., 10, § 4). Esta elaboración del Ontología II, Posibilidad y efectividad,
concepto de P. no es más que la repe­ p. 146, México, 1956, F.C.E.). Estas te­
tición del argumento victorioso de Dió- sis no son más que la reducción explí­
doro de Cronos, argumento que reapa­ cita del concepto de posibilidad real
rece siempre que se reduce lo P. a una al concepto de necesidad, reducción
potencialidad en la cual deban estar contra la cual en verdad no se sabría
presentes todas las condiciones de rea­ encontrar objeción alguna.
lización y que, por lo tanto, esté des­ De esta noción de lo P. forma parte
tinada infaliblemente a realizarse. Éste la reducción del concepto de P. a la
es el concepto que Hegel tenía de lo ignorancia o a una fantasmagoría post-
P. Hegel distinguió entre la mera posi­ factum. El primer camino fue seguido
bilidad, que es "la vacía abstracción por Spinoza: “Llamo P. a estas mis­
de la reflexión en sí” o sea una simple mas cosas singulares —dice— en cuan­
933
Posible

to, si atendemos a las causas por las es contradictorio —observaba Kant—


cuales deben ser producidas, no sabe­ ya que si nada existe, ni siquiera es
mos si tales causas están determina­ dado nada que sea pensable, y nos con­
das a producirlas” (Eth., IV, def. 4; tradecimos si todavía quisiéramos que
Cogit. Met., I, 3). El segundo camino exista algo P.” (Der einzig mogtiche
es el seguido por Bergson: “Lo P. es Beweisgrund zu einer Demonstration
el espejismo del presente en el pasado des Daseins Gottes ["El único funda­
y ya que sabemos que el porvenir ter­ mento posible para una demostración
minará por hacerse presente y el efec­ de la existencia de Dios”], I, 2, 2). O,
to del espejismo continúa producién­ en otros términos, "con el quitar el ma­
dose, decimos que en nuestro presente terial y los datos a todo P., también
actual, que será el pasado de mañana, se niega toda posibilidad” (Ibid., I, 2,
la imagen del mañana está ya conte­ 3). Kant parece aquí negar hasta la le­
nida, si bien no llegamos a aprehender­ gitimidad de la noción de P. lógico. En
la. Aquí está precisamente la ilusión” otra parte admite también esta posibi­
(Le possible et le réel, 1930, en La pen- lidad: "El concepto es P. siempre que
sée et le mouvant, 3" edición, 1934, no se contradice. Éste es el carácter
p. 128). lógico de la posibilidad y con ello su
3) El tercero concepto de lo P. es el objeto es distinto del nihit negativum.
de la posibilidad objetiva que nos lle­ Pero ello no puede ser un concepto va­
ga desde P l a t ó n . La posibilidad de cío. .. Ésta es una admonición para no
obrar o de sufrir una acción fue con­ llegar sin más de la posibilidad (lógi­
siderada por Platón como la definición ca) de los conceptos a la posibilidad
misma del ser en general (véase s e r ), (real) de las cosas” (Crít. R. Pura, Dia­
en contra de los materialistas, por una léctica, II, cap. 3, sec. 4, nota [A 597,
parte, y de los idealistas, por otra. "Digo B625]). La posibilidad objetiva o real,
que existe todo lo que por naturaleza por lo tanto, está fundada en datos de
tiene la posibilidad de hacer una cosa la experiencia y es una posibilidad
cualquiera o de sufrir una acción (aun­ que la experiencia sola, y no ya el sim­
que sea todo ello en medida muy pe­ ple concepto, autoriza a admitir. No se
queña, por una sola vez j respecto a trata aún de una posibilidad real en el
la cosa más insigr’ficante). Y por lo sentido expresado en el punto 2), esto
tanto formulo esta definición: los en­ es, el de una potencialidad destinada
tes no son más que posibilidades” (Sof., infaliblemente a realizarse: "Las propo­
247 e). Aristóteles definió la posibili­ siciones que enuncian que las cosas
dad en este sentido como “lo que pue­ pueden ser P. sin ser reales y que, por
de ser verdadero” (Met., V, 12, 1019 b lo tanto, no se puede deducir la reali­
32). Y Santo Tomás defendió esta po­ dad de la posibilidad, valen justamen­
sibilidad en c o n t r a del necesarismo te para la razón humana” (Crít. del
árabe: "Lo P. o contingente, que se opo­ Juicio, § 76). Kant denomina real o
ne a lo necesario, tiene en su concepto trascendental a la posibilidad que se
el hecho de que no debe realizarse por funda sobre los datos de la experiencia,
necesidad cuando no es, ya que ello pero no la identifica con la necesidad:
resulta necesariamente de su causa” significa solamente que al concepto
(Contra Geni., III, 86). Occam incluyó puede corresponderle un objeto (Críti­
el mismo concepto entre los significa­ ca R. Pura, Analítica de los Principios,
dos del término P. como "lo que no es cap. III [A 244. B303L
en acto y todavía puede ser” o que "no Así como Kant insistiera en la rela­
es ni necesario ni imposible” (Summa ción de lo P. objetivo con la experien­
Log., II, 25). El concepto leibniziano cia, Kierkegaard insistió, en oposición
de lo composible (véase) no es más que a Hegel, acerca de la indeterminación
otra expresión de esta misma noción de lo P. mismo. Respondiendo negati­
de la posibilidad, defendida por Kant vamente a la pregunta de si el pasado
desde el periodo precrítico, cuando de­ era más necesario que el porvenir,
mostró, en oposición a la escuela wolf- Kierkegaard afirma que lo P. no re­
fiana, la insuficiencia del concepto de sulta necesario por el hecho de reali­
posibilidad lógica. "Que exista una po­ zarse, sino que sigue siendo P.: "El pa­
sibilidad y que aún no haya nada real sado no es necesario en el momento en
934
Posible

que adviene; no ha resultado necesa­ dad lógica de la posibilidad física y de


rio al advenir (lo que sería una con­ la posibilidad técnica; la primera sig­
tradicción) y lo adviene aún menos a nifica algo que no contradice las leyes
través del entendimiento de la perso­ empíricas y la segunda algo que está
na”. En este caso, en efecto, el pasado dentro del reino de los métodos prác­
ganaría lo que el entendimiento per­ ticos conocidos ("Verifiability Theory
dería, esto es, no sería entendido por of M e a n i n g”, en Proceedings of the
lo que es, sino por otra cosa (Philoso- American Academy of Arts and Scien­
phische Brocken [“Fragmentos filosó­ ces, 1951 [80?], p. 53). Y por lo demás,
ficos”], IV, Intermezzo, § 4; trad. franc. ha formulado la posibilidad física como
pp. 162 ss.). Toda especulación de Kier- fundamento de la probabilidad (Theory
kegaard se funda en esta noción de la of Próbability, § 74).
posibilidad objetiva e indeterminada, En el campo de la metodología his-
mediante la cual ilustra las nociones toriográfica, la noción de posibilidad
de angustia (véase) y de desesperación objetiva f u e declarada indispensable
(véase). A veces, sin embargo, el mis­ por Max Weber (Kritische Studien auf
mo Kierkegaard usa expresiones que no den G e b i e t der kulturwissenschaftli-
son rigurosamente compatibles con la chen Logik ["Estudios críticos en el
indeterminación objetiva de las posibi­ campo de la lógica de las ciencias de
lidades, como, por ejemplo, "Toda cosa la cultura”], 1906; cf. especialmente la
es P.” o "todas las posibilidades". Con­ segunda p a r t e ; trad. inglesa en The
siderando las posibilidades como infi­ Methodology of Social Sciences, pp.
nitas se excluye su indeterminación y 164 ss.; trad. italiana en II método delle
limitación; en efecto, lo que falta a una scienze storico-sociali, pp. 207 ss.) y fue
de ellas para realizarse infaliblemente, adoptada asimismo en los estudios más
puede ser sustituido por las demás, en recientes (por ejemplo, W. Dray, Laws
caso de ser infinitas y las posibilidades and Explanation in History, 1957, VI,
se transforman, entonces, en potencia­ 3; véase h i s t o r i a ; h i s t o r i o g r a f í a ). En
lidades necesarias. el campo de las ciencias biológicas la
En la filosofía contemporánea, no obs­ noción ha sido utilizada por Goldstein
tante, el concepto de posibilidad obje­ (Der Aufbou des Organismus [“La es­
tiva es entendido en su sentido empí­ tructura del organismo”], 1934; trad.
ricamente determinado y finito. Peir- franc., 1951) y tie rle a ser utilizada en
ce habla de "posibilidades sustanciales" el dominio psiquiátrico (cf. por ejem­
(en oposición a las posibilidades lógi­ plo, M. Torre, "La categoría del pos-
cas) como de las que están fundadas sibile in psicopatologia”, en Note e Ri-
en informaciones que conciernen a los viste di psichiatria, 1957). Por lo de­
hechos y a sus leyes, y considera que más, tanto la genética como la teoría
tales posibilidades coincidirían con la de la evolución hacen continuo uso de
necesidad solamente en la hipótesis de este concepto, designándolo a veces con
una información o mn i s c i e n t e (Coll. otro nombre (como, por ejemplo, con el
Pop., 4.67). Dewey entiende la posibi­ nombre de oportunidad; cf. G. Simpson,
lidad, en el ámbito de la matemática The Meaning of Evotuticm, cap. XII,
y en general en el de la investigación "The Opportunism of Evolution”). En
científica, como posibilidad de opera­ la sociología, los conceptos que implí­
ciones o de transformaciones (Logic, cita o también explícitamente recurren
XV y XX, 3; trad. esp.: Lógica, Méxi­ a la noción de lo P. son los más nu­
co, 1950, F.C.E.). Wittgenstein afirma merosos. Lévy-Bruhl ha hablado del
que la posibilidad es lo que se expresa "límite de lo P.", como constitutivo
en una proposición sensata, en cuanto de la experiencia racional y, por lo tan­
ésta es distinta de la tautología, de la to, deficiente o ausente en la mentali­
proposición de la lógica o de la mate­ dad primitiva (Les carnets, 1949). La
mática, que "no dice nada”, y de la con­ total teoría de la probabilidad, de cual­
tradicción (Tractus, 4.525). En otros tér­ quier manera que sea interpretada, ad­
minos, la proposición sensata no es, para quiere como fundamento esta misma
Wittgenstein, más que la expresión de noción de lo P. (cf., por ejemplo,
la posibilidad de un hecho. A su vez, Reichenbach, T h e o r y of Próbability,
Reichenbach ha distinguido la posibili­ § 74 y Popper, que habla de la proba­
9 3 5
Posición
Positivismo
bilidad como de un "vector en el espa­ de la realidad o la existencia del ob­
cio de las posibilidades”; véase proba ­ jeto intencional de la conciencia. Y ha
b i l i d a d ). En fin, resulta casi superfluo distinguido entre la P. actual, que se
recordar la importancia que la noción tiene cuando el objeto intencional está
de posibilidad objetiva tiene para la presente, y la P. potencial, que se tie­
filosofía existencial, que en ella en­ ne cuando no lo está. Por otro lado,
cuentra su principal instrumento de la neutralidad es la c o n c i e n c i a no
análisis. Véase e x i s t e n c i a l i s m o . empeñada en afirmar la realidad del ob­
jeto intencional {Ideen, I, § 113). Hus­
P o s ic ió n (gr. 0é<ri;; lat. positio; ingl. serl usa también el término posiciona-
positing; franc. position; alem. Set- lidad (alem. Positionalitat) para indi­
zung, P o s i t i o n ; i tal. posizione). 1) car en general el carácter, común a
Aceptación no demostrada: a) por la todas las vivencias, de poner el objeto
premisa de un razonamiento; b) por intencional (como existente, como de­
la existencia de una cosa cualquiera. seado, como querido, etc.).
a) En el primer sentido el término 2) En la lógica terminista medieval,
fue constantemente usado por Aristó­ una obligación (véase), más precisa­
teles (cf. An. Post., I, 2, 72a 15) y en mente la que consiste en la obligación
toda la tradición l ó g i c a , aun en la de sostener una proposición como ver­
reciente, en la cual se vuelve a de­ dadera (Occam, S u m m a Log., III,
finir explícitamente a veces (cf. H. III, 40).
Reichenbach, The R i s e of Scientific
P h i l o s o p h y , 1951, p. 240; trad. esp.: P o s itiv is m o (ingl. positivism; franc. po-
La filosofía científica, M é x i c o , 1953, sitivisme; alem. Po s i t i v i s mu s ; ital.
F.C.E.). positivismo). El término fue adoptado
b) Kant distinguió por vez primera por vez primera por Saint-Simon para
entre P. relativa, que es el reconoci­ designar el método exacto de las cien­
miento del ser predicativo, o sea del cias y su extensión a la filosofía (De
ser expresado por la cópula que pone la religión Saint-Simonienne, 1830, p.
en relación dos determinaciones de 3). Auguste Comte tituló así su filoso­
una cosa, y la P. absoluta, nue es el re­ fía y por obra suya pasó a designar
conocimiento de la existencia de la una gran dirección filosófica que, en
cosa misma. "En u- existente —decía la segunda mitad del siglo xix, tuvo
Kant— no se pone más que lo que ya muy numerosas y variadas manifesta­
está en la pura posibilidad (ya que, ciones en todos los países del mundo
en efecto, se trata de sus predicados); occidental. La característica del P. es
pero a través de un existente es puesto la romantización de la ciencia, su exal­
algo más que un puro posible porque tación como única guía de la vida par­
se trata de la P. absoluta de la cosa ticular y asociada del hombre, esto es,
misma” (Der einzig mógliche Beweis- como único conocimiento, única moral
grund zu einer Demonstration des Da- y única religión posible. Como roman­
seins Gottes ["El único fundamento po­ ticismo de la c i e n c i a , el P. acom­
sible p a r a u n a demostración de la paña y estimula el nacimiento y la
existencia de Dios”], 1763, § 3). Para afirmación de la organización técnico-
Kant, la P. es el reconocimiento (em­ industrial de la sociedad moderna y ex­
pírico) de una existencia; en el idea­ presa la exaltación optimista que ha
lismo romántico, a partir de Fichte, la acompañado al origen del industrialis­
P. fue entendida como creación. Dice mo. Se pueden distinguir dos formas
Fichte: "Aquello cuyo ser (o esencia) históricas fundamentales del P.: el P.
consiste solamente en que se pone a social de Saint-Simon, Comte y Stuart
sí mismo como existente, es el Yo como Mili, nacido de la exigencia a hacer
sujeto absoluto. En cuanto se pone de la ciencia el fundamento de un nue­
es y en cuanto es, se pone” (Wisseti- vo orden social y religioso unitario, y
schaftslehre, 1794, § 1). En este sentido, el P. evolucionista de Spencer, que ex­
el concepto de P. no se distingue del tiende a todo el universo el concepto
de creación. En cambio vuelve a dis­ de progreso e intenta hacerlo valer en
tinguirse el uso que ha hecho Husserl, todas las ramas de la ciencia (para el
que ha visto en la P. la afirmación positivismo evolucionista, véase e v o l u ­
936
Positivismo jurídico
Positivo
Las tesis fundamentales del
c i o n i s m o ). guen de las verdades de razón, porque
P. son las siguientes: constituyen “leyes que Dios se ha com­
1) La ciencia es el único conocimien­ placido en dar a la naturaleza” (Théod
to posible y el método de la ciencia es Discours, § 2). En el mismo sentido se
el único válido; por lo tanto recurrir habla de religión P., como de la reli­
a causas o principios no accesibles al gión establecida de hecho y que rige
método de la ciencia, no originará co­ como conjunto de instituciones histó­
nocimientos y la metafísica que preci­ ricas, a diferencia de la religión natu­
samente recurre a tal método carecerá ral que puede no valer de hecho, y de
de todo valor. derecho P., como derecho vigente en
2) El método de la ciencia es pura­ un estado determinado, en oposición al
mente descriptivo, en el sentido de que derecho natural, que puede no tener
describe los hechos y muestra las re­ validez de hecho. Las expresiones “he­
laciones constantes entre los hechos, cho P." y “realidad P.” tienen análogo
que se expresan mediante las leyes valor porque designan el hecho o la
y permiten la previsión de los hechos realidad reconocida o reconocible como
mismos (Comte) o en el sentido que tal en virtud de un método objetivo.
muestra la génesis evolutiva de los he­ Por lo tanto, el significado fundamen­
chos más complejos partiendo de los tal del término es, en esta acepción:
más simples (Spencer). lo que rige de hecho o tiene realidad
3) El método de la ciencia, en cuan­ efectiva.
to es el único válido, se extiende a Auguste Comte no hizo más que ex­
todos los campos de la indagación y de presar este significado al afirmar:
la actividad humana y la vida humana "Considerada en su acepción más an­
en su conjunto, ya sea particular o aso­ tigua y más común, la palabra P. de­
ciada, debe ser guiada por dicho mé­ signa lo real por oposición a lo quimé­
todo. rico" (Discours sur l’esprit positif, § 31).
El P. ha presidido la primera parti­ El positivismo denominó P. al método
cipación de la ciencia moderna en la de la ciencia en cuanto se dirige al re­
organización social y constituye toda­ conocimiento puro y simple de los he­
vía un concepto de la filosofía que es chos y de 'us relaciones (véase p o s i t i ­
una de las alternativas fundamentales v i s m o ). En sentido semejante, Schel-
de tal disciplina y a pesar de haberse ling denominó P. al conocimiento que
abandonado ya toda ilusión totalitaria considera el acto mediante el cual se
del P. romántico, o sea su pretensión pone la realidad. Distingue las condi­
de absorber en la ciencia todas las ma­ ciones negativas del conocimiento, que
nifestaciones del hombre. son aquellas sin las cuales el conoci­
miento es imposible, de las condicio­
P o s íiív is m o ju r íd ic o (ingl. juridical po- nes P. que son aquellas por las cuales
sitivism; franc. positivisme juridique). el conocimiento resulta efectivo. Las
Nombre dado por Hans Kelsen a su primeras son las formas racionales del
doctrina formalista del derecho y del ser y dicen lo que el ser puede o debe
estado (General Theory of Law and ser, las segundas expresan la existencia
State, 1945; cf. especialmente, el apén­ misma y consisten sustancialmente en
dice "La doctrina del derecho natural la voluntad de Dios para manifestarse
y el P. jurídico”). Véase d e r e c h o ; e s ­ (Werke [“Obras], II, III, pp. 57 ss.).
tad o .
2) Lo mismo que afirmativo. En este
sentido el término aparece en locucio­
P o s itiv is m o ló g ic o (ingl. logical po- nes tales como "declaraciones P.” o "no­
sitivism; franc. positivisme logique; ticias P.” o también para designar doc­
alem. Neupositivismus; ital. positivismo trinas que caracterizan sus objetos con
logico). Véase e m p i r i s m o l ó g ic o . afirmaciones más que con negaciones;
por ejemplo, “teología P.” en contras­
P o s itiv o (ingl. positive; franc. positif; te con teología negativa; “existencialis-
alem. positiv). 1) Lo puesto, estableci­ mo P.” ; etc.
do o reconocido como un hecho. Leib- 3) Lo mismo que positivista, en este
niz denominó "verdades P.” a las ve-- sentido, a partir de Comte, se habla de
dades de hecho, en cuanto se distin­ "filósofos positivos”.
937
P o s p re d ic a m e n to s
P o te n c ia
(gr. pexá xág xaxriYO-
P o s p re d ic a m e n to s des, los P. expresan lo que se requiere
qíag; lat. postpredicamenta; ingl. post- admitir y conciernen a la existencia de
predicaments; franc. post-prédicaments; determinados elementos geométricos. El
alem. Postpradikamente; ital. postpre- famoso quinto P., que desde la Antigüe­
dicamenti). Los comentadores de Aris­ dad resulta muy dudoso y cuyas tentati­
tóteles (por ejemplo, Filipón, siglo vi, vas de demostración desarrollarán más
In Cat., 39? 33) comenzaron a aplicar tarde las geometrías no euclidianas,
este término a aquellos conceptos que establece la existencia del punto de
Aristóteles anunciara después de las intersección de dos rectas, enunciando
categorías en el libro así intitulado, esto que "dos rectas se encuentran si la suma
es, los de oposición (o p p o s i t i o ), de de los ángulos internos que forman con
prioridad (p r i u s ), de simultaneidad una tercera recta es menor que dos
(simul), de movimiento (motus) y de ángulos rectos”.
tener (habere) (Cat., 10-15). Para tales La distinción entre axioma y P. se
conceptos véanse los artículos corres­ mantuvo mientras mantuvo el concep­
pondientes y C A T E G O R ÍA . to tradicional de axioma como verdad
evidente por sus propios términos (véa­
P ost hoc ergo p ro p te r hoc. Célebre fala­ se a x i o m a ) , pero con el formalismo ma­
cia (véase), que constituye un caso par­ temático y lógico contemporáneo y con
ticular de la falacia non causa pro cau­ el nacimiento de la axiomática, la dis­
sa (cf. Aristóteles, EL Sof., 5, 167 b), tinción entre axioma y P. ha caído en
que consiste en establecer una cone­ desuso. Actualmente las dos palabras
xión causal, por lo tanto, necesaria, a se adoptan indistintamente para desig­
partir de una conexión meramente ac­ nar las proposiciones primitivas de un
cidental o secundaria. En el caso del sistema formalizado, proposiciones que
post hoc ergo propter hoc, el sofisma no se consideran ni verdaderas ni fal­
consiste en establecer, por el simple sas, pero que, sin embargo, deben ser
hecho de que B sigue a A, una relación escogidas de manera oportuna. Véase
de causa y efecto entre A y B. G. P. A X IO M Á T IC A .
P o s tu la d o (gr. díxTina; lat. postulatum; Potencia (gr. 8óvauig; lat. potentia; ingl.
ingl. postúlate-, franc. postutat; alem. power; franc. puissance; alem. Vermó-
Postulat; ital. postr’ato). En general, gen; ital. potenza), i) En general, el
una proposición que se admite, o se principio o la posibilidad de un cambio
requiere sea admitida, a fin de hacer cualquiera. Ésta es la definición aris­
posible una demostración o un proce­ totélica del término. Aristóteles mismo
dimiento cualquiera. El término nació distinguió este significado fundamen­
en las matemáticas y fue ilustrado por tal en varios significados específicos,
Aristóteles en correlación al de axioma más precisamente: a) la capacidad de
(véase). Mientras que los axiomas son efectuar una mutación en otro o en sí
por sí mismos evidentes y deben admi­ mismo, que es la P. activa-, b) la capa­
tirse necesariamente aun sin ser de­ cidad de sufrir una mutación, a través
mostrables, el P ., no obstante ser de otro o de sí mismo, que es la P. pa­
demostrable, es aceptado y utilizado sin siva; c) la capacidad de cambiar o ser
demostración. El P. es, además, una cambiado para bien antes que para
proposición que no es ya admitida o mal; d) la capacidad de resistir cual­
creída por aquel al cual se dirige (de quier cambio (Met., V, 12, 1019a 15;
otro modo sería inútil requerirle su IX, 1, 1046 a 4). Estas distinciones han
aceptación); en esto difiere de la hipó­ permanecido casi sin cambios en la
tesis (véase) que es también una pro­ tradición filosófica (véase a c t o ) . Toda
posición demostrable, no demostrada, la tradición medieval los repitió sin
pero que considera verdadera aquel a variaciones y aún en el siglo xvm Wolff
quien se dirige el discurso (An. Post., las repitió en fórmulas epigráficas que
10, 76 b 24 ss.). Euclides hizo propia para nada cambian los viejos concep­
la distinción entre axiomas y P. en sus tos (Ontología, 1729, §716). Locke mis­
Elementos- en tanto que los axiomas mo, en su famoso análisis de la no­
expresan verdades evidentes y son deno­ ción, no alteró el concepto (Essay, II,
minados nociones comunes por Eucli­ 21, 1) .
938
Potenciación, lógica de la
Práctico
El concepto implica, no obstante, una bólica contemporánea (cf. P. Mosso,
ambigüedad fundamental, ya que pue­ Principi di lógica del potenziamento,
de ser entendido: A) como posibilidad; Turín, 1924; A. Pastore, La lógica del
B ) como preformación y, por lo tanto, potenziamento, Nápoles, 1936).
predeterminación o preexistencia de lo
actual. En Aristóteles y en todos los P r á c tic o (gr. jtQttxtiKÓ;; lat. practicas;
que se basan en la metafísica aristo­ ingl. practical; franc. pratique; alem.
télica están presentes los dos significa­ praktisch; ital. pratico). En general,
dos y a menudo se confunden. Así, lo que es acción o concierne a la ac­
cuando Aristóteles defiende el concepto ción. Existen tres significados diferen­
de la potencia en contra de la nega­ tes : 1) lo que dirige la acción; 2) lo
ción de Diódoro de Cronos (véase p o s i ­ que es traducible en acción; 3) lo que
b il id a d ), entiende la P. en el sentido es racional en la acción.
expuesto en el punto A), en tanto que 1) El primer significado es el filo­
cuando afirma "que no puede ser ver­ sófico tradicional. Ya Platón distinguía
dadero decir que algo es posible, pero la ciencia práctica (por ejemplo, la
que no lo será” (Met., IX, 4, 1047b 3), edilicia) que es la "inherente a las ac­
o cuando afirma la superioridad del acto ciones, por su naturaleza” y la cognos­
sobre la P. a partir del principio de citiva (como la aritmética) que carece
que sin el acto la P. no existiría (no exis­ de referencia a la acción (Pol., 258 d-e).
tiría el huevo sin la gallina), entiende Aristóteles, a su vez, decía que "en las
la P. como preformación y predeter­ ciencias P. el origen del movimiento
minación y la considera como un modo está en alguna decisión del que obra,
de ser disminuido o preparatorio del porque 'P.' y ‘elegido’ son la misma
acto (Ibid., IX, 8, 1049b 4). Una con­ cosa” (Met., VI, I, 1025 b 22). Para Aris­
fusión análoga se encuentra en el en­ tóteles las ciencias P. eran la política,
sayo de Bergson, "Lo posible y lo real” la economía, la retórica y la ciencia
(1930), ya que en él Bergson rechaza militar, siendo ia ética parte funda­
el concepto de posible como "no im­ mental de la política (Ét. Nic., I, 2,
posible”, esto es, como "no impedido 1094 b). Este significado se mantuvo en
para ser”, y lo identifica, en cambio, la tradición filosófica. Así, por ejem­
con el de potencial, para considerar lo plo, el significado usado por Santo To­
potencial como "el espejismo del pre­ más al decir que ’a teología es parcial­
sente en el pasado” (La pensée et le mente ciencia práctica (S. Th., I, q. 1,
mouvant, 3* ed., 1934, pp. 128-30). Ya que a. 4) y el usado por Duns Scoto al expre­
el concepto de potencial hace constante sar que es totalmente ciencia P. (Op.
referencia a la actualidad o realidad, Ox., Pról., q. 4, n. 31), se refieren al sig­
en tanto el de posible no tiene necesa­ nificado tradicional, siendo P. lo que
riamente esta referencia, las nociones dirige la acción. De manera similar de­
de preformación, preexistencia y pre­ finió Wolff la filosofía P. como la cien­
determinación pueden ser consideradas cia que "dirige las acciones libres me­
como estrechamente relacionadas con diante reglas muy generales” (Philos.
la noción de potencia. practica, §3), y la dividió, como Aris­
2) Facultad o poder del alma. Véase tóteles, en ética, economía y política.
FACULTADES. Este significado prevalece en el uso
3) Dominio o predominio, como en filosófico del término.
la expresión "voluntad de P.”. 2) Según el segundo significado, que
pertenece al lenguaje común más que al
P o te n c ia c ió n , ló g ic a d e la. Una tentativa filosófico, P. es lo que es fácil o inme­
de la lógica simbólica que consiste en diatamente traducible en acción, en el
la eliminación de las leyes de tauto­ sentido de que puede tener éxito o pro­
logía y de absorción y en la introduc­ curar ventaja, por ejemplo. En este sen­
ción de los símbolos de potencia y tido, se dice que una idea es "P.” por­
coeficiente. Este tipo de lógica habría que puede realizarse y conducir al éxi­
de fundarse en el principio de que toda to. Un hombre P. es el hombre que
relación modifica a los entes relativos, tiene ideas P., o sea, ideas fácilmente
principio que es contrario al que por lo realizables o realizables con probabili­
común es admitido por la lógica sim­ dades de ventaja o de éxito. Esta signi­
939
Pragmática
Pragmatismo
ficación no aparece por lo común en el les, cuyo carácter meritorio se quería
lenguaje filosófico. subrayar y que, por lo tanto, eran deno­
3) El tercer significado es el más res­minadas "sanciones P .’\ Kant decía:
tringido y fue adoptado por Kant, quien, "Se llama P . a las sanciones que no
en efecto, entiende por P.: "Todo lo derivan precisamente de los derechos
posible por medio de la libertad.” Pero de los estados considerados como leyes
la libertad no tiene nada en común necesarias, sino del celo por el bien­
con el albedrío animal; así, "lo inde­ estar general. Una historia está prag­
pendiente de estímulos sensibles puede máticamente compuesta cuando nos ha­
hallarse, por lo tanto, determinado por ce prudentes, es decir, cuando enseña
motivos que no representan sino a la a la sociedad de hoy cómo puede ob­
razón y se dice libre albedrío y todo tener su propia ventaja mejor o al
lo que se le relaciona, ya sea como menos igual que la sociedad de ayer”
principio o como consecuencia, se deno­ (Grundlegung zur Metaphysik der Sit­
mina P." (Crít. R. Pura, Doctrina del ien [Fundamentación de la metafísica
Método, cap. II, sec. 1). Este uso res­ de las costumbres], II, Nota). A su vez,
tringido del término, característico de Kant denomina P. a los imperativos
Kant, no ha tenido seguidores. hipotéticos de la prudencia, que tienen
como mira el bienestar (Ibid., II, No­
P ra g m á tic a (ingl. pragmatics; franc. ta). Denomina P. a la fe fundada en un
p r a g m a t iq ue; alem. Pr agmat i k; juicio subjetivo de la situación, por
ital. pragmática). Una de las partes de ejemplo, la de un médico que no co­
la semiótica (véase), más precisamen­ noce bien la enfermedad que debe curar
te la que comprende el conjunto de las (Crít. R. Pura, Doctrina del método,
investigaciones que tienen por objeto cap. 2, sec. 3). Y denomina P. a su
la relación de los signos con los intér­ antropología, en cuanto considera lo
pretes, o sea, la situación en que se que el hombre hace de sí mismo y no
usa el signo. Acerca de este aspecto lo que el hombre es por naturaleza
de la semiótica ya habían insistido C. (Antr., Pref.).
S. Peirce, Ogden y Richards, pero fue En el lenguaje contemporáneo la pa­
sobre todo Morris quien consideró la P. labra ha vuelto a su sentido originario.
como parte integrante de la semiótica, Cuando no se refiere a pragmatismo,
y el punto de vista de Morris es am­ designa simplemente lo que es acción
pliamente aceptado en la lógica con­ o lo que pertenece a la acción.
temporánea (cf. C. Morris, Foundations
of the Theory of Sigrts, 1938, cap. V; P ra g m a tis m o (ingl. pragmatismo prag-
Camap, Foundations of Logic and Ma- maticism; franc. pragmatisme; alem.
thematics, 1939, §2). Las otras partes Pragmatismos) ital. pragmatismo). El
de la semiótica son la semántica y la término fue introducido en filosofía en
sintaxis (véanse). 1898 por una relación que W. James
hiciera a la California Union, en la que
Pragmático (gr. jtQaYiicmxó;; ingl. prag- James se refirió a la doctrina expuesta
matic; franc. p r a g m a t i q u e ; alem. por Peirce en un ensayo de 1878 inti­
pragmatisch; ital. pragmático). El ad­ tulado “Cómo hacer claras nuestras
jetivo fue usado por vez primera por ideas”. Algunos años más tarde Peirce
Polibio que distinguió netamente la declaró haber inventado el nombre P.
historia "P.”, que se ocupa de hechos, para la teoría que enuncia que "una
de la historia que se ocupa de leyen­ concepción, o sea el significado racio­
das, como hace la que habla de la nal de una palabra o de otra expresión,
genealogía de las familias y de la fun­ consiste exclusivamente en su alcance
dación de las ciudades (IX, 1, 4). Poli­ concebible sobre la conducta de la vida”
bio agrega asimismo que la historia P. y haber preferido este nombre al de
es la más útil para enseñar al hombre practicismo o practicalismo, porque es­
a qué debe atenerse en la vida aso­ tos últimos, para el que conozca el sen­
ciada. El adjetivo ha sido usado, más tido que la filosofía kantiana atribuye
tarde, con frecuencia en la historia po­ a "práctico", hacen referencia al mun­
lítica, especialmente en la alemana, con do moral donde no tiene lugar la expe­
referencia a decisiones constituciona­ riencia, en tanto que la doctrina pro­
940
Pragmatismo

puesta es, precisamente, una doctrina los medios para asegurar los bienes
experimental. Sin embargo, en el mis­ —excelencias de todo género— en la
mo artículo Peirce declaró que frente existencia experimentada" (The Quest
a la extensión de significado que el P. of Certainty, 1929, p. 37; trad. esp.:
había recibido por obra de W. James La busca de la certeza, México, 1952,
y de F. C. S. Schiller, prefería el tér­ F.C.E., p. 33, nota). Desde este punto
mino pragmaticismo para indicar su de vista, Dewey compartía el experi-
propia concepción, estrictamente meto­ mentalismo de Peirce porque conside­
dológica, del P. ("What Pragmatism raba que "la experimentación entra en
Is", The Monist, 1905; Cotí. Pap. 5, 411- la determinación de toda proposición
437). El mismo Peirce distinguió así garantizada" (Logic, 1939, p. 461; trad.
dos versiones fundamentales del P., esp.: Lógica, México, 1950, F.C.E.) y
que pueden caracterizarse de la mane­ aclaraba el carácter operativo-instru-
ra siguiente: 1) un P. metodológico, mental de generalizaciones, considera­
que es sustancialmente una teoría del das como medios para pasar de una
significado; 2) un P. metafísico que situación indeterminada a una situación
es una teoría de la verdad y de la determinada, que convierte los elemen­
realidad. tos de la situación original en un todo
1) El P. metodológico no pretendeunificado (Logic, cap. VI). Por lo tan­
definir la verdad o la realidad, sino to, son bastante obvios los estrechos
sólo ser un procedimiento para deter­ parentescos de este tipo de P. con la
minar el significado de los términos metodología científica contemporánea y
o, mejor aún, de las proposiciones. De­ en particular con el operacionismo (véa­
cía Peirce en el artículo de 1878 (que se), por un lado, y por el otro, con los
por lo común se considera como la fe­ planteamientos fundamentales de la ló­
cha del nacimiento del P.): “Es impo­ gica simbólica. Acerca de este último
sible tener en la mente una idea que aspecto insistieron los pragmatistas ita­
se refiera a otra cosa que no sean los lianos Giovanni Vailati y Mario Calde-
efectos sensibles de las cosas. Nuestra roni. El primero observó a este respec­
idea de un objeto es la idea de sus efec­ to que el punto de contacto fundamen­
tos sensibles... De modo que la regla tal entre lógica y P. "está en la común
para lograr el último grado de claridad tendencia a considerar el valor, y el
en la aprehensión de las ideas es la significado mismo, de una aserción co­
siguiente: Considerar cuáles son los mo algo íntimamente relacionado con
efectos, que se puedan concebir con el empleo que de ella se pueda o desee
un alcance práctico, que pensamos tenga hacer para la deducción y la construc­
el objeto de nuestra concepción. La con­ ción de determinadas consecuencias o
cepción de estos efectos es la total grupos de consecuencias” (“Pragmatis­
concepción nuestra del objeto” (Chance, mo e lógica matemática”, 1906, en II
Love and Logic, I, 2, § 1). El principio método delta filosofía, p. 198). Estas
del cual se saca esta regla metódica palabras definen bien el carácter fun­
es que “la total función del pensamien­ cional del P. de inspiración metodo­
to es la de producir hábitos de acción”, lógica.
esto es, creencias. La regla propuesta 2) La concepción del P. metafísico
por Peirce, por lo tanto, le fue sugeri­ es la de W. James y de F. C. S. Schiller
da por la exigencia de hallar un proce­ y sus tesis fundamentales consisten en
dimiento experimental o científico pa­ reducir la verdad a utilidad y la rea­
ra fijar las creencias, entendiendo por lidad a espíritu. La segunda de estas
procedimiento científico o experimental tesis fue compartida por el P. meta-
el que no recurre al método de la auto­ físico con buena parte de la filosofía
ridad o al método a priori (Ibid., I, 1, contemporánea y James mismo reco­
§2, pp. 9 55.). Al mismo tipo de P. se noció y puso de relieve el acuerdo sus­
puede decir que pertenece el de Dewey, tancial de su filosofía con la de los
que para evitar todo equívoco prefirió espiritualistas franceses y especialmen­
el término de instrumentalismo (véase). te con Bergson. La primera tesis es la
“La esencia del instrumentalismo prag­ característica de esta forma de prag­
mático —escribió— consiste en concebir matismo. Su supuesto es el principio
a ambos, conocimiento y práctica, como que tiene en común con el P. metodo­
941
Praxis

lógico: la instrumentalidad del conocer. Por lo demás, en tanto que el P. meto­


Pero este supuesto es entendido y rea­ dológico ha encontrado su continuación
lizado por ella en forma totalmente en los estudios de lógica y de metodo­
diferente. En primer lugar, intenta acla­ logía y en algunas corrientes del neo-
rar la dependencia de todos los aspec­ empirismo, el P. gnoseológico ha con­
tos del conocimiento (o del pensamien­ fluido en las corrientes espiritualistas
to) de las exigencias de la acción y, (cf. H. W. Schneider, A History of
por lo tanto, de las emociones en las American Philosophy, 2‘ ed., 1957).
cuales tales exigencias se concretan. Con este P. metafísico se relacionan
También la “racionalidad” es, según las otras manifestaciones que el P. ha
James, una especie de sentimiento ("El tenido fuera del mundo anglosajón. En
sentimiento de la racionalidad" en The primer lugar se relaciona con él la filo­
Will to Believe, 1897). Desde este punto sofía de Hans Vaihinger expuesta en
de vista, las acciones y los deseos hu­ la obra Filosofía del como si (Philo-
manos condicionan la verdad e incluso sophie des Ais Ob, 1911), en la cual
todo tipo de verdad, esto es, también afirma el carácter ficticio de todo co­
la verdad científica. Por lo tanto, no nocimiento y el carácter biológico de
es legítimo, desde este punto de vista, la preferencia acordada a un conoci­
rehusar creer en doctrinas que pueden miento más que a otro. Se le relaciona
ejercer una acción benéfica sobre la también el P. pluralista de A. Aliotta
vida del individuo, por el hecho de que (La guerra eterna e il dramtna dell'
estas doctrinas no se apoyen en prue­ esistenza, 1917), que tiene el mismo
bas racionales suficientes. En casos co­ acento espiritualista que el P. de James
mo éstos es necesario correr el ries­ (cf. Aliotta, II sacrificio come significa­
go de creer, según lo afirmaba James. to del mondo, 1947). Y por fin se le
Y F. C. S. Schiller llevó a su extremo relaciona el fideísmo pragmatista de
esta doctrina, resumiendo el dicho de Miguel de Unamuno tal como se expre­
Protágoras "el hombre es la medida sa en la Vida de Don Quijote y Sancho
de todas las cosas” y afirmando la rela­ (1905) y en Del sentimiento trágico de
tividad del conocimiento con respecto la vida (1913) y de José Ortega y Gas-
a la utilidad personal o social (Human- set (El tema de nuestro tiempo, 1923;
ism, 1903). En tanto que Schiller se En tomo a Galilea, 1933; Historia como
detuvo en este relativismo, James rea­ sistema, 1935, etc.), aunque, sobre todo
lizó el paso, a través de dicha doctrina, en los últimos escritos, revela la in­
hacia el teísmo y las formas espiritua­ fluencia del existencialismo de Hei-
listas tradicionales, con el fundamento degger.
de que son útiles a la acción y benefi­
ciosas para la vida humana. Y aun Con este término (que es la
P r a x is .
cuando intentara delimitar el dogma­ transcripción de la palabra griega que
tismo de estas doctrinas, insistiendo significa acción) se designa, sobre todo
acerca del carácter pluralista del uni­ en la expresión "filosofía de la P .” , al
verso (véase p l u r a l i s m o ) y acerca del mundo de la historia tal como es inter­
carácter finito de la divinidad (véase pretado por el materialismo dialéctico
d i o s ), el P. fue, para él, esencialmente (véase), o sea, por la filosofía del co­
un camino de acceso a la metafísica munismo (véase c o m u n i s m o ; m a t e r ia ­
tradicional. Uno de los motivos que l is m o d ia l é c t i c o ; m a t e r ia l is m o h is t ó ­
James aducía para justificar el ejerci­ Por “inversión de la P ." , Engels
r i c o ).
cio de la voluntad de creer es que la entendió la reacción del hombre a las
creencia puede producir su propia jus­ condiciones materiales de la existencia,
tificación y así sucede a veces en las su capacidad para insertarse en las re­
relaciones humanas, cuando el creer laciones de producción y de trabajo y
que una persona es amiga, nos hace transformarlas activamente; esta posi­
comportarnos amistosamente hacia ella bilidad es la inversión de la relación
y nos procura su amistad. Difícilmente fundamental entre estructura y super­
se puede hacer un uso teológico o meta- estructura, por la cual es sólo la prime­
físico de esta proposición; sin embargo, ra (o sea la totalidad de las relaciones
ha resultado ser un teorema impor­ de producción y de trabajo) la que de­
tante para la sociología contemporánea. termina a la segunda, esto es, al con-
942
Preambula fidei
P r e d ic a d o
junto de las actividades espirituales nes voluntarias, en cuanto resultan ad­
humanas (cf. Engels, Anti-Dühring, 1878; venimientos de hecho, tienen sus razo­
trad. esp.: Madrid, 1913). nes suficientes en el tiempo anterior,
el cual, junto con lo que contiene, no
Preámbulo fidei. Así denominó Santo se encuentra ya en nuestro poder” (Re­
Tomás al conjunto de verdades cuya ligión, I, cap. IV, Observación general).
demostración es necesaria a la fe mis­ Véase d e t e r m i n i s m o .
ma y entre las cuales se encuentra, en
primer lugar, la existencia de Dios (gr. xa-rr)yopoúnEva; lat. prae-
P re d ic a b le s
(In Boet. de Trinit., a . 3). Véase d io s , dicabitia; ingl. predicables; franc. prédi-
PRUEBAS DE SU EXISTENCIA; TOMISMO. cables; alem. Prttdicabilien; ital. pre-
dicabili). Los universales, en cuanto
P re a n im is m o , véase ANIMISMO. resultan adecuados por naturaleza para
ser predicados de pluralidad de cosas.
Precisión (ingl. precisión; franc. pre­ Porfirio enumeró por primera vez los
cisión; alem. Prücision; ital. precisio­ cinco universales simples o primitivos,
ne). El procedimiento por el cual se a saber: el género, la especie, la dife­
considera la parte singular de un todo, rencia, lo propio y el accidente (Isag.,í).
prescindiendo del todo y de las otras Aristóteles enumeró como elementos
partes, con el fin de lograr determi­ de toda proposición o problema cuatro
narla en sus caracteres propios. Así elementos, o sea la definición, lo pro­
definió la P. la Lógica de Arnauld pio, el género y el accidente (Top., I,
(I, 5) que, por lo tanto, la consideraba 4, 101 b 24), pero esta enumeración, que
como una forma particular de la abs­ incluye la definición (compuesta de
tracción (véase). El resultado de este género y de especie), no toma en con­
procedimiento es, obviamente, la exac­ sideración la simplicidad de los ele­
ta caracterización de las partes de un mentos. La enumeración de Porfirio se
todo y, por lo tanto, en el lenguaje convirtió en clásica y entró a formar
corriente, "P." ha resultado sinónimo parte integrante de la lógica tradicional.
de exactitud y “preciso”, de exacto. En cambio no ha tenido seguidores
Peirce habló, en sentido propio, de abs­ la propuesta kantiana de denominar P.
tracción precisiva. Véase a b s t r a c c ió n . a los conceptos de' entendimiento que
P re d e s tin a c ió n (lat. praedestinatio; ingl.
resultan de las categorías, como serían,
predestination; f r anc. prédestinaticm; para Kant, los conceptos de fuerza, ac­
alem. Prádestination; ital. predestina- ción, pasión, que resultan de la catego­
zione). En la teología cristiana, es la ría de la causalidad; de presencia y
elección hecha por Dios de los que se resistencia, que resultan de la categoría
salvarán: elección que, según San Agus­ de la reciprocidad; del surgir, del pe­
tín, ha sido realizada antes de la crea­ recer, del cambiar, que resultan de las
ción del mundo (De Praedestinatione, categorías de la modalidad, etc. (Crít.
10). Para los problemas relativos, véase R. Pura, §10).
g r a c ia . La P. es siempre P. a la salva­ La noción ha desaparecido en la lógi­
ción, pero a veces se ha sostenido tam­ ca contemporánea (véanse los artículos
bién (y la Iglesia lo ha condenado) la pertinentes).
P. doble, es decir, a la salvación y a P r e d ic a d o (ingl. predícate; franc. prédi-
la condena. Tal doctrina fue sostenida, cat; alem. Pradikat; ital. predicato).
por ejemplo, por el monje Godescalco En la lógica aristotélica, la proposición
de Corbie y fue combatida por Hincmar
(siglo ix). En la edad moderna la sus­ consiste en afirmar (o negar) algo de
tentaron los calvinistas. Véase p r e te ­ algo; por lo tanto, se escinde en dos
r ic ió n .
términos esenciales, el sujeto, o sea
de lo que se afirma (o niega) algo y
P r t d e te r m in i s m o (ingl. predeterminism; el P. (xaxTjYopoúnEvov), que es precisa­
franc. prédéterminisme; alem. Pradeter- mente lo que se afirma (o niega) del
minismus; ital. predeterminismo). Tér­ sujeto, así en "Sócrates es blanco”, 'Só­
mino adoptado por Kant para designar crates’ es el sujeto, ‘blanco’ el predi­
el determinismo riguroso, esto es, el cado. Dicho P. puede ser esencial, pro­
determinismo según el cual “las accio- pio, o también «implemente accidental.
943
P re d ic a m e n to
P re ló g ic o
Esta doctrina pasó a la lógica medieval glo xvm se designó con el nombre de
a través de Boecio (cf. Pedro Hispa­ teoría de la P. (o preformismo) la teo­
no, 1.07: “Subiectum est de quo áliquid ría acerca de la formación de los
dicitur-, 'praedicatum' est quod de alte­ organismos, según la cual los órganos
ro dicitur") y a través de ésta a toda la están ya preformados en el óvulo. Ya
lógica occidental. En la lógica contem­ Malpighi en 1637 había adelantado esta
poránea, al entrar en crisis la concep­ teoría, reconociendo que los órganos
ción predicativa de la proposición (o se encuentran preformados en el óvu­
sea la concepción que hace consistir lo, no bajo la forma que tendrán en el
esta última, precisamente, en la atri­ embrión o en el adulto, sino bajo la for­
bución de un P. a un sujeto), el tér­ ma de filamentos o esfumina, cada uno
mino “P.” tiene un uso un tanto osci­ de los cuales es la potencia de un ór­
lante. Russell (Princ. Math., I2, pági­ gano particular {La formazione del pollo
nas 51 ss.) da el nombre de "P." a las nell'uovo, 1637). Esta teoría fue acep­
funciones preposicionales de primer or­ tada en el siglo x v i i i por muchos bió­
den, esto es, a las que contienen sólo logos, tales como Haller, Spallanzani y
variables individuales (es decir, varia­ Bonnet, que se denominaban "ovistas”,
bles sustituibles sólo con nombres pro­ para distinguirse de los "animaculis-
pios, que denotan individuos). Hilbert tas” que hacia fines del siglo xvii ha­
y Ackermann (Grudzüge der theoreti- bían considerado que el espermatozoide
schen Logik ["Fundamentos de la ló­ era un pequeño homúnculo provisto de
gica teórica”], 2* ed., 1938), volviendo todas las partes del feto humano. La
en cierto modo al uso clásico, entien­ doctrina de la P. fue aceptada por Leib-
den precisamente con "P.” al functor niz, para quien "Dios ha preformado
de una proposición funcional cualquie­ las cosas de modo que los nuevos orga­
ra con una o más variantes. De aná­ nismos no son más que la consecuencia
loga manera, pero con mayor preci­ mecánica de un organismo precedente”
sión, Camap (cf., por ejemplo, Ein- {Théód., pref.). Kant consideraba que
führung in die symbolische Logik ["In­ una vez admitido el principio ideoló­
troducción a la lógica simbólica”], 1954, gico para la producción de los seres
pp. 4ss.) usa "P." para indicar el sím­ organizados, quedan sólo dos hipótesis
bolo de propiedades o relaciones atri­ para explicar la causa de su forma fi­
buidas a individuos. G. P. nal : el ocasionalismo, según el cual
Dios interviene directamente en toda
P r e d ic a m e n to , véase CATEGORÍA. nueva formación orgánica, o el presta-
bilismo, según el cual un ser orgánico
P re d ic a tiv o ( i n g l . predicative ; f r a n c . produce otro similar a él. A su vez,
prédicatif; a l e m . Prádikativ; it a l. predi­ esta teoría puede ser teoría de la P.,
cativo). 1) Se d e n o m i n a P. a l u s o d e l en caso de que la generación se consi­
v e r b o se r c o m o c ó p u la d e u n a p r o p o ­ dere como simple desarrollo de una
s ic ió n , e s t o es, e n su s ig n ific a d o n o forma preexistente, o de la epigénesis
e x i s t e n c i a l . Véase s e r . si la generación se considera como pro­
2) Se denomina P. a una definición ducción. Kant no ocultaba su simpa­
que no es impredicativa en el senti­ tía por la teoría de la epigénesis en
do que Poincaré dio a este término cuanto le parecía que reducía mucho,
(véase i m p r e d ic a t iv a , d e f i n i c i ó n ) y, por con respecto a la otra, la acción de
lo tanto, se denomina P. también a la las causas sobrenaturales y se prestaba
teoría que por principio excluye las a una prueba empírica (Crít. del Juicio,
definiciones impredicativas o el cálculo §81). La moderna teoría de la evolu­
proposicional fundado en tal exclusión ción ha eliminado el fundamento mis­
(cf., por ejemplo, Church, Intr. to Ma- mo del contraste entre teoría de la P.
thematical Logic, §58). Véase a n t i ­ y teoría de la epigénesis. Véase e p ig é ­
n o m ia . n e s is ; e v o l u c ió n .

P re e x is te n c ia , véase METEMPSICOSIS. P r e f o r m a c io n is m o o p r e fo r m is m o , véase


PREFORMACIÓN.
P r e f o r m a c ió n (ingl. p r e f o r m a t i on;
franc. préfornmtion; alem. Prdforma- (franc. prélogique). Adjetivo
P re ló g ic o
tion; ital. preformazione). En el si­ introducido por L. Lévy-Bruhl para ca-
944
Premisa
Presencia
racterizar la mentalidad de los pueblos que la atención intelectual ejerce sobre
primitivos, en cuanto se la considera la percepción sensible (cf., por ejemplo.
indiferente al principio de no contra­ James, Princ. of Psychol. I, pp. 438-45).
dicción y fundada en la participación
(véase) (Les foncticms mentales dans P re s c ie n c ia , véase TEODICEA.
les sociétés inférieures, 1910, pp. 78 ss.).
Más tarde, Lévy-Bruhl abandonó este (ingl. prescission). La abs­
P re s c is ió n
concepto. "No hay una mentalidad pri­ tracción "prescisiva” que Peirce distin­
mitiva que se distinga de la otra por gue de la abstracción hipostática, como
dos caracteres que le son propios (mís­ la operación de elección implícita en el
tico y P.). Hay una mentalidad mística más simple hecho de percepción, en
más acentuada y más fácilmente ob­ cuanto, por ejemplo, percibir un color
servable entre los individuos que no significa prescindir de la forma y, en
pertenecen a nuestras sociedades, pero cada caso, aislar esta determinación
que está presente en todo el espíritu "color” de las otras con las que el co­
humano” (Les carnets, 1949, VI). lor se presenta unido (Coll.Pap., 1.549n;
2.428 ; 4.235). Véase a b s t r a c c ió n .
P r e m is a (gr. KQÓxaaa;; lat. praemissa;
ingl. premise; franc. prémisse; alem. P re s e n c ia (ingl. presence; franc. présen-
Prámisse; ital. premessa). Toda pro­ ce; alem. Anwesenheit; ital. presenta).
posición de la cual se infiere otra propo­ El término tiene dos significados prin­
sición. cipales: 1) la existencia de un objeto
en un determinado lugar, por lo cual
P re m o c ió n (lat. praemotio; ingl. pre- se dice, por ejemplo, “x estaba pre­
motion; franc. prémotion; ital. premo- sente en la reunión de anoche” ; 2) la
zione). Término adoptado por los teó­ existencia del objeto en una relación
logos del siglo xvn, para indicar la cognoscitiva inmediata, de tal manera
determinación física de la voluntad hu­ se dice que está presente un objeto
mana, por parte de Dios, determina­ que es visto o que es dado a una forma
ción física que no eliminaría la liber­ cualquiera de intuición o de conoci­
tad del hombre. Malebranche discutió miento inmediato.
esta noción en sus Réflexions sur la P. En el ámbito del primer significado
physique (1705). los escolásticos distinguían, con fina­
lidad teológica (o sea para describir la
P r e n o c ió n (ingl. prenotion; franc. pré- presencia de Dios o de los ángeles en
notion; alem. Vorbegriff; ital. preño- las cosas o la del cuerpo de Cristo
zione). Término introducido por Durk- en el pan en el sacramento del altar),
heim para indicar los conceptos pre­ dos formas de P., la denominada cir-
científicos fundados en una generaliza­ cunscriptiva, por la cual una cosa es
ción imperfecta o apresurada, que F. todo en la totalidad del espacio que
Bacon denominaba anticipaciones o ído­ ocupa y parte en cada parte del espa­
los (Regles de la méthode sociologique, cio, y la definitiva, por la cual una cosa
p. 23). Véase a n t i c i p a c i ó n . es todo en la totalidad de su espacio
P r e n s ió n (ingl. prehensión). Término
y también en cada parte de esta tota­
que Whitehead, en Process and Reality lidad. La primera P. es un modo de
(1929), aplica a la percepción en cuanto ser cuantitativo, la segunda excluye to­
por ella el sujeto aprehende o apresa da cantidad (cf., por ejemplo, Santo
una "entidad real”, o sea una cosa o Tomás, S. Th., I, q. 52, a. 2; Occam,
un evento. En realidad el término mis­ Quodl., VII, q. 19).
mo de percepción ya tiene esta conno­ Heidegger ha denominado "ser ante
tación. Véase p e r c e p c ió n . los ojos” (Vorhandenheit) a "una forma
de ser que por esencia no conviene al
P re o c u p a c ió n , véase CURA. ente del carácter del ‘ser ahí’ ” (exis­
tencia) (Sein und Zeit, §9; trad. esp.:
P r c p e rc e p c ió n (ingl. p r e p e r c eption; El ser y el tiempo, México, 1962, F.C.E.).
franc préperception; alem. Praperzep- En cambio, Sartre ha hablado de la
tion; ital. prepercezione). Así se ha de­ "P. al ser del Para-sí”, o sea de la con­
nominado a veces la función selectiva ciencia, en el sentido de que tal P.
945
P re s e n ta c ió n
P r im a r io
implicaría que "el Para-si es el testi­ se ha valido para atenuar la doctrina
monio de sí en P. del ser como no exis­ de la doble predestinación: los répro-
tiendo el ser", lo que significaría que bos son tales porque Dios los ha "des­
la P. es al ser "P. del Para-sí en cuanto cuidado” en su elección (cf. Calvino,
no es” (L’étre et le néant, pp. 166-67). Institutions de la religión chrétiemte,
III, cap. 24).
P r e s e n ta c ió n (ingl. presentation; franc.
présentation-, alem. Prasentation-, ital. P rim a c ía ( o p r i m a d o ) (ingl. primacy',
presentazione). Conocimiento inmedia­ franc. primauté; alem. Primat; ital.
to o directo: percepción o intuición. primato). La importancia primaria o
El término fue introducido por Spen- condicionante de una cosa con respec­
cer, que distinguió el conocimiento pre- to a las otras. Dice Kant: "Por P. en­
sentativo que se tiene cuando "el con­ tre dos o más cosas ligadas mediante
tenido de una proposición es la rela­ la razón, entiendo la superioridad de
ción entre dos términos, ambos directa­ una de ellas en cuanto es el primer
mente presentes, como cuando me las­ motivo determinante del nexo con to­
timo el dedo y al mismo tiempo tengo das las demás." Con mayor precisión
conciencia del dolor y del lugar en "P. de la razón práctica” significa la
que está", y el conocimiento represen­ preponderancia del interés práctico so­
tativo, que es el recuerdo o la imagina­ bre el interés teórico en el sentido
ción del otro (Princ. of Psychology, de que la razón admite, en cuanto es
§423). El término fue aceptado por práctica, proposiciones que no podría
muchos psicólogos del siglo xix, pero admitir en su uso teórico y que no
actualmente ha caído en desuso. constituyen una extensión cognoscitiva
inherente a ella: los postulados de la
P r e s e n ta c io n is m o (ingl. presentationism; razón práctica (Crít. R. Práct., II, ca­
franc. présentationisme). Así denominó pítulo 2, sec. 3). La palabra P. ha sido
Hamilton a su "realismo natural”, esto usada en el campo político para indicar
es, la doctrina según la cual la percep­ la función predominante que un deter­
ción es una relación inmediata con el minado elemento (pueblo, nación, cla­
objeto existente (Dissertauons on Reid, se, grupo social, etc.) tiene o debe te­
p. 825). ner en la totalidad a que pertenece.
P r e s e n te , véa se INSTANTE; AHORA; TIEM­
Gioberti ha hablado en este sentido del
PO.
P. morale e civile degti itatiani (1843).
En esta extensión el término adquiere
P re s ta b ilis m o , véase PREFORMACIÓN. significados más vagos y arbitrarios
que en el primero.
P r e s u n c ió n (lat. praesumptio; ingl. pre-
sumption; franc. présomption; alem. (lat. primatitas; alem. Pri-
P r im a lid a d
Prdsumtion) ital. presunzione). 1) Un malitüt). El principio constitutivo del
juicio anticipado o provisional, que se ser, según Campanella. Existen tres P.:
considera como válido hasta prueba el poder (potentia), el saber (sapientia)
contraria. Por ejemplo, "P. de culpa” y el amor (amor), que en Dios son
es urr juicio de culpabilidad que se infinitas y que, en cambio, en las co­
mantiene hasta en tanto no sea adu­ sas están limitadas por sus contrarios,
cida una prueba contraria, y análoga la impotencia, la insapiencia (o igno­
significación tienen expresiones tales rancia) y el odio, que constituyen el
como "P. de verdad", "P. pro” o "P. con­ no ser (Metaphysica, 1638, VI, Proem.).
tra" de una proposición cualquiera. El término significa lo mismo que prin­
2) Confianza excesiva en las propias cipio (véase).
posibilidades y en este sentido se deno­
mina presuntuoso al que nutre tal con­ P r im a r ia s y s e c u n d a ria s , c u a lid a d e s , véa­
fianza. se CUALIDAD.

P r e s u p u e s to , véase SUPUESTO. (lat. primarius; ingl. primary;


P rim a rio
franc. primaire; alem. primar-, ital. pri­
(ingl. preterition; franc. pré-
P r e te r ic ió n mario). 1) Lo primero o más impor­
térition-, ital. preterizione). Concepto tante en un campo cualquiera o lo
mediante el cual la ‘eología calvinista primero en el sentido que condiciona
946
P r i m e r m o to r
P r im o r d ia l
lo que viene después, sin estar condi­ determinado por ellas y en este sentido
cionado por ello. Éste era uno de los se dice "proposición P.", "función P.”,
dos sentidos, y el sentido fundamental, y se denominan "símbolos P." los in­
que Aristóteles atribuyó a la palabra troducidos directamente, esto es, sin
"prima” (Met., V, 11, 1019 a 2), y es el la ayuda de otros símbolos.
que con mayor frecuencia se relaciona 2) Lo simple en el sentido de que
al uso del término. "Cualidades P.’’, constituye la forma más elemental
por ejemplo, son las cualidades que no que un determinado objeto puede ad­
pueden faltar en los cuerpos y que con­ quirir y en este sentido se habla de
dicionan las "cualidades secundarias”. "hombres P." o simplemente de "los
"Escuela P.” es la que todos deben fre­ P.". Durkheim ha utilizado, para definir
cuentar y que prepara para los otros a los P., este significado como también
tipos de escuela. "Atención P.” ha sido del que precisamos en a) (Les formes
denominada por algunos psicólogos la élémentaires de la vie religieuse, 1937,
atención primitiva u originaria, etc. p. 1). Pero Lévy-Bruhl escribió: “Con
Se dice también "importancia P.” para este término impropio, pero de uso casi
expresar importancia fundamental o indispensable, queremos designar sim­
condicionante. plemente a los miembros de las socie­
2) Lo mismo que primitivo (véase). dades más simples que conocemos”
(Les fonctions mentales dans les socié-
P r i m e r m o to r, véase DIOS, PRUEBAS DE SU tés inférieures, 1910, p. 2). En el mismo
EXISTENCIA. sentido se adopta hoy la palabra pri­
mario (véase).
P r i m e r m ó v il, véase MÓVIL, PRIMER. En cuanto concierne a las interpre­
taciones del mundo P., pueden reagru­
P rim itiv is m o (ingl. primitivism; franc. parse en dos clases: a) la clase de in­
primitivisme). 1) La actitud o la men­ terpretaciones que consideran al mun­
talidad de los pueblos primitivos espe­ do P. como prelógico, preempírico y
cialmente en el aspecto por el cual el mítico, completamente diferente, por lo
individuo se conforma en dichos pue­ tanto, en manto a su constitución, del
blos, a las valoraciones del ambiente. mundo de la sociedad civilizada. Ésta
En este sentido el término es usado, es la interpretación que defendiera es­
por ejemplo, por Scheler (Sympathie, pecialmente Lévy-Bruhl (cf., además
cap. III). del escrito citado: La mentalité primi­
2) La creencia en que la forma más tive, 1922; L'áme primitive, 1927; L’ex-
perfecta de la vida humana es la que périence mystique et les symboles chez
tuviera en el primer periodo de la hu­ les primitifs, 1938), pero que fue corregi­
manidad (mito de la edad del oro) o da, por el mismo Bruhl, en el sentido de
la que reviste en los pueblos primiti­ atenuar la diferencia entre la mentali­
vos, considerados como más jóvenes dad P. y la no P., considerándola como
(mito del "buen salvaje"). Para esta
significación de P., ver Lovejoy y Boas, una diferencia de grado más que de
Primitivism and Related Ideas in Anti- cualidad (Les carnets, 1949; b) la clase
quity, 1935; Boas, Essays on Primitivism de interpretaciones que admiten que
and Related Ideas in the Middle Ages, también las comunidades P. poseen un
1948). considerable patrimonio de conocimien­
tos fundados en la experiencia y en la
P r im itiv o (ingl. primitive; franc. primi- razón y que el hombre P. tiende a re­
tif; alem. primitiv; ital. primitivo). currir a la magia o al misticismo sólo
1) Lo mismo que originario (véase o r i ­ cuando los conocimientos que posee
g e n ) en el doble sentido de este término, ya no le ayudan. Ésta es la interpreta­
a saber: a) como lo que pertenece a la ción sostenida especialmente por Bro-
fase inicial de un desarrollo o de una his­ nislaw Malinowski (Magic, Science, and
toria y en este sentido se dice "la nebu­ Religión, 1925) y que actualmente si­
losidad P.", "la humanidad P.” o tam­ guen casi todos los sociólogos.
bién las "P. poblaciones itálicas” ; b) a
lo que funciona como condición, prin­ P r im o r d ia l (ingl. primordial; franc. pri­
cipio o premisa y, por lo tanto, deter­ mordial). Lo mismo que originario
mina otras cosas, en tanto que no está (véase o r ig e n )
947
Principio

P r in c ip io (gr. ÜQXri; lat. principium; resultan ingenerables e incorruptibles


ingl. principie-, franc. principe; alem. (Dióg. L., VII, 1, 134).
Prinzip, Grundsatz; ital. principio). El En el siglo xvm, Christian Wolff, al
punto de partida y el fundamento de definir el P. como "lo que contiene
un proceso cualquiera. Los dos signi­ en sí la razón de alguna otra cosa”
ficados de "punto de partida” y de "fun­ {Ont., §866), observa que este signifi­
damento” o "causa” están estrechamen­ cado se conformaba a la noción aristo­
te relacionados en la noción de este télica y que los escolásticos no se ha­
término, que fue introducido en filo­ bían alejado de esta noción {Ont.,
sofía por Anaximandro (Simplicio, Fís., §879). Baumgarten, a quien tanto debe
24, 13) y al cual hacía frecuente refe­ la terminología filosófica moderna, re­
rencia Platón, tomándolo en el sentido pitió la definición de Wolff {Met.,
de causa del movimiento (Fedr., 245 c) §307). Kant restringió el uso del tér­
o de fundamento de la demostración mino al campo del conocimiento, por
( Teet., 155 d) y cuyos significados enu­ un lado, entendiendo por P. "toda pro­
meró Aristóteles por primera vez. Tales posición general, aun inferida por in­
significados son los siguientes: 1) pun­ ducción de la experiencia, que pueda
to de partida de un movimiento, por servir como premisa mayor en un silo­
ejemplo, de una línea o de una calle; gismo”, pero, por otro lado, introdujo la
2) punto de partida mejor, por ejemplo, noción de "P. absoluto” o "P. en sí”,
el que hace más fácil aprender una esto es, de conocimientos sintéticos ori­
cosa; 3) punto de partida efectivo de ginarios y puramente racionales, cono­
una producción, por ejemplo, la quilla cimientos que consideraba no subsis­
de una nave o los cimientos de una tentes, pero a los cuales, según él, la
casa; 4) causa externa de un proceso razón recurre en su uso dialéctico {Crít.
o de un movimiento, por ejemplo, un R. Pura, Dialéctica, II, A).
insulto que provoca una riña; 5) lo que, En la filosofía moderna y contemporá­
con su decisión, determina movimien­ nea, la noción de P. tiende a perder su
tos o cambios, por ejemplo, el gobierno importancia. En efecto, incluye la no­
o las magistraturas de u ra ciudad; ción de un punto de partida privilegiado
6) aquello de lo cual parte un proceso y no relativamente privilegiado, es de­
de conocimiento, po* ejemplo, las pre­ cir, con referencia a determinadas fina­
misas de una demostración. Aristóte­ lidades, sino absolutamente y en sí. Es
les agregó a esta enumeración: “Tam­ difícil que un punto de partida de esta
bién ‘causa’ tiene los mismos signifi­ naturaleza pudiera ser actualmente ad­
cados, ya que todas las causas son mitido en el dominio de las ciencias.
principios. Lo que todos los significados A justo título observó Poincaré que un
tienen en común es que, en todos, P. es P. no es más que una ley empírica,
lo que es punto de partida del ser, del sustraída al control de la experiencia
devenir o del conocer” (Met., V, 1, mediante oportunas convenciones y por
1012 b 32-1013 a 19). razones de comodidad. Por lo tanto, un
Estas notas de Aristóteles contienen P. no es ni verdadero ni falso, sino sola­
ya aproximadamente todo cuanto la mente cómodo {La vateur de la science,
tradición filosófica posterior dijera en 1905, p. 239). En el dominio matemático
tomo a los P. Tal vez se deba distin­ y lógico, en el cual no se presentan
guir sólo otro significado: como punto oportunidades de esta naturaleza, el
de partida y causa, el P. es considerado término ha caído en desuso para indi­
a veces como el elemento constitutivo car las premisas de un discurso y ha
de las cosas o de los conocimientos. sido sustituido por el de axioma o pos­
Probablemente éste era uno de los sen­ tulado. En estos campos, se denomina
tidos dados a la palabra por los pre­ con frecuencia P. a teoremas particula­
socráticos, un sentido que Aristóteles res en los que se quiere subrayar la
mismo adopta a veces {Met., I, 3, 983 b importancia de un sistema simbólico
11; III, 3, 998b 30, etc.). En este sen­ para su desarrollo ulterior. Peirce ha
tido, Lucrecio denominó P. a los áto­ denominado P. guía {leading princi­
mos {De rer. nat., II, 292, 573, etc.) y pie) al P. que "debe suponerse como
los estoicos distinguieron entre elemen­ verdadero para sostener la validez lógi­
tos y P., sólo por el h e ^ o de que los P. ca de un argumento cualquiera” {Cotí.
948
P rin c ip io a c tiv o
P ro b a b ilid a d
Pap., 3.168; cf. Dewey, Logic, I; trad. tructura tradicional (cf., por ejemplo,
esp.: Lógica, México, 1950, F. C. E., Sigwart, Logik, 1889, I, §22).
p. 37).
P ro b a b ilid a d (gr. xó elxó;; lat. proba-
P r in c ip io a c tiv o (gr. xó jioioüv). Así deno­ bilitas-, ingl. probability; franc. próbabi-
minaron los estoicos a la Razón, a la lité; alem. Warhscheinlichkeit-, ital.
Causa o Dios, en cuanto informa la ma­ probabilitá). El grado o la medida de
teria (que es el P. pasivo) produciendo la posibilidad de un acontecimiento
en ella los seres particulares (Dióg. L., o de una clase de acontecimientos. La P .
VII, 134), principio que identificaron en este sentido supone siempre una al­
con el Fuego, entendido como calor o ternativa y es la elección o preferencia
espíritu animador (Ibid., VII, 156; Ci- otorgada a una de las alternativas po­
cer., De nat. deor., II, 24). sibles. Si se dice, por ejemplo, "proba­
blemente mañana lloverá” se excluye
P r i n c ip i o d e a c c ió n m ín im a ; d e c a u s a ­ como menos probable la alternativa
l id a d ; d e n o c o n tr a d ic c ió n ; d e i d e n tid a d ; “mañana no lloverá” ; si se dice “la P .
d e lo s i n d is c e r n i b le s ; d e i n d iv id u a ­ de que una moneda caiga de cara es
c ió n ; d e ra z ó n s u f ic ie n te ; d e l te rc e ro del cincuenta por ciento”, esta deter­
e x c lu id o ; etc. véanse los términos per­ minación deduce su significado de la
tinentes. confrontación con la otra alternativa
P r io r id a d (ingl. priority, franc. priori-
posible, o sea que la moneda caiga de
té ; alem. PrioritUt; ital. prioritá). cruz. Se puede expresar este carácter
de la P . diciendo que es siempre la
1) Precedencia en el tiempo. función de dos argumentos. Otro carác­
2) Carácter de lo primario (véase ter general de la P . (de cualquier ma­
supra). nera que se la entienda) es que, desde
Privación (gr. axéorims; lat. privatio; el punto de vista cuantitativo, se ex­
ingl. privation; franc. privation-, alem. presa con un número real cuyos valo­
Privation; ital. privazione). La falta de res van desde 0 a 1.
lo que, bajo cualquier título, podría El problema al que da lugar la no­
o debería existir. Éste es el sentido de ción de P es el del significado, esto
la definición de Wolff: "El defecto de es, el del concepto mismo de P . En
una realidad que podría ser o a la cual cuanto al cálculi de P ., éste no da
el ser por sí no repugna’’ (Ont., §273;. lugar a problemas, hasta no ser inter­
Aristóteles incluyó entre los significa­ pretado; los matemáticos están de
dos del término (todos reducibles al acuerdo acerca de todo lo que puede
ahora enunciado) también la falta de expresarse en símbolos matemáticos,
un atributo que no pertenece natural­ en tanto que el desacuerdo comienza,
mente a la cosa, como cuando se dice también entre ellos, en cuanto se trata
que una planta está privada de ojos de interpretar tales símbolos. Camap
(Met., V, 22, 1022 b 22). Pero esta gene­ (The Two Concepts of Probability,
ralización excesiva hace el concepto 1945, actualmente en Readings in the
poco menos que inútil. Wolff mismo Philosophy of Science, 1953, pp. 441 ss.)
distinguió entre entidades privativas, y Russell (Human Knowledge, 1948, V,
que consisten en una falta (como ce­ 2) han insistido acerca de la existen­
guera, muerte, tinieblas, etc.) y sus cia de dos conceptos diferentes e irre­
respectivas denominaciones, y las enti­ ducibles de P ., que el primero ha deno­
dades positivas y sus nombres (Ont., minado P . inductiva (o grado de con­
§§273-74), distinción que fue reprodu­ firmación) y P . estadística (o frecuen­
cida por Stuart Mili, quien observó a cia relativa) y el segundo grado de
este respecto: "Los nombres llamados credibilidad y P. matemática, respecti­
primitivos connotan dos cosas: la au­ vamente. Otros nombres se han pro­
sencia de determinados atributos y la puesto para estos dos tipos de proba­
presencia de otros, a partir de los cua­ bilidad. Kneale ha denominado acep­
les la presencia de los primeros po­ tabilidad al primer tipo y azar o acaso
dría esperarse naturalmente” (Logic, (chance) al segundo (Probability and
I, 2, §6). Estas distinciones se conser­ Induction, 1949, p. 22). Braithwaite ha
varon en la lógica del siglo xix de es­ denominado al primero razonabilidad
949
Probabilidad

y al segundo P. (Scientific Explana- (1812). En la introducción de esta obra,


tion, 1953, p. 120). Laplace afirmó que "la P. de los acon­
Los dos conceptos se han enfrenta­ tecimientos sirve para determinar el
do en los últimos cuarenta años, inten­ temor o la esperanza de las personas
tando cada uno eliminar al otro y se interesadas en su existencia” (Essai phi-
expresan típicamente en las posiciones losophique sur tes probabilités, I, 4) y
de Von Mises y de Jeffreys. El primero en toda su obra no se ocupa de esta­
rechaza como subjetivista el concepto dística, sino de métodos para estable­
de P. inductiva y considera que el uso cer la aceptabilidad de las hipótesis.
del término P. carece de sentido fue­ Desde este punto de vista, se definió
ra de su concepto estadístico (Probabi- la P. como "la relación de los números
liíy, Statistics and Truth, 1928, ed. 1939, de los casos favorables al de todos los
lect. I, III). En cambio el segundo con­ casos posibles”. Y el principio funda­
sidera que la definición de la P., deno­ mental para valorar las P. fue el deno­
minada objetiva, no es utilizable y que minado principio de indiferencia o de
ni siquiera los estadísticos la usan por­ equiprobabilidad, según el cual, a falta
que "todos usan la noción de grado de de toda otra información, se considera
creencia razonable, y por lo común que los diferentes casos son igualmen­
sin siquiera notar que la usan” (Theory te posibles y así, por ejemplo, cuando
of Probability, 1939, p. 300). Ya que las se echa a rodar un dado se considera
observaciones de Camap y Russell ami­ que cada una de sus caras tiene iguales
noran el significado de esta polémica, P. de aparecer, y de tal manera cada
pero al mismo tiempo confirman la cara tiene la misma P. de un sexto
existencia de dos conceptos diferentes (op. cit., I, 3).
de P., se pueden considerar tales con­ Aun cuando esta teoría ha sido some­
ceptos en la constitución de un pros­ tida a encarnizadas críticas, reapare­
pecto de las respectivas doctrinas. Y ció en el economista inglés John May-
para evitar calificaciones polémicas (e nard Keynes en su Tratado sobre la P.
inexactas) como las de “subjetivo” y y más tarde expuesta nuevamente por
"objetivo”, etc., se puede considerar F. P. Ramsey (The Foundations of Ma-
simplemente como rasgo distintivo de thematics, 1931) y por H. Jeffreys (Theo­
los dos conceptos de P. la función que ry of Probability, 1939). Todos estos au­
cada uno de ellos cumple y, en conse­ tores definieron la P. como un "grado
cuencia, hablar de: 1) P. singular; de creencia racional" y admitieron la
2) P. colectiva. validez del principio de indiferencia
1) El primer concepto de P., en efec­pero, como lo anota el mismo Camap,
to, puede caracterizarse diciendo que el carácter subjetivista de tal defini­
mira al grado de posibilidad de un acon­ ción es sólo aparente, ya que lo que han
tecimiento singular y, por lo tanto, sus intentado determinar son los grados de
argumentos son precisamente aconteci­ confirmación que pueden ser estableci­
mientos, hechos o estados de cosas o dos en favor de una hipótesis determi­
circunstancias y se expresa mediante nada y, en efecto, los grados de creencia
proposiciones del tipo “Mañana lloverá podrían ser establecidos solamente me­
probablemente". El antecedente histó­ diante métodos psicológicos mientras
rico remoto de esta noción es el con­ que, en realidad, los métodos propues­
cepto neoacadémico de representación tos por dichos autores no tienen nada
persuasiva, cuyos grados, determinados de psicológicos, sino que son lógicos
por pruebas o indicios negativos o po­ y se refieren a la disponibilidad y a la
sitivos enumeró Caméades. Véase p e r ­ naturaleza de las pruebas que pueden
s u a s iv o . confirmar una hipótesis. Fundándose en
Los fundadores del cálculo de P. tu­ este concepto objetivo de la P. singu­
vieron a la vista, precisamente, este lar, Camap ha construido un sistema
concepto de P. Bemouilli intituló su de lógica cuantitativa inductiva, con el
tratado, que fue el primer escrito im­ fundamento del concepto de confirma­
portante al respecto, Ars conjectandi ción considerado en sus tres formas:
(1713). En el mismo concepto se ins­ positiva, comparativa y cuantitativa
piró la gran obra de Laplace intitula­ (Logical Foundations of Probability,
da Théorie analytique des probabilités 1950). El concepto positivo de confir-
Probabilidad

moción es la relación entre dos enun­ pos es un índice de P. negativa: los


ciados i (hipótesis) y p (prueba) que números "buenos" para él son aquellos
puede ser expresada por enunciados de que, en un periodo de tiempo bastante
esta forma: "i está confirmado por p”; largo han sido los menos frecuentes.
"i está apoyado por p” ; "p es una prue­ 2) El segundo concepto fundamental
ba (positiva) para i”; "p es una prueba de la P. es el de la P. colectiva o esta­
que sustancia (o corrobora) la consi­ dística, cuyos objetos nunca son acon­
deración de i". El concepto comparativo tecimientos o hechos individuales, sino
(topológico) de confirmación se expre­ clases, especie o cualidad de aconteci­
sa usualmente en enunciados que tie­ mientos y que, por lo tanto, pueden
nen la forma "i está más fuertemente expresarse sólo mediante funciones pro
confirmado (apoyado, sustanciado o co­ posicionates ( v é a s e ) y no mediante
rroborado, etc.) por p que i' por p '" proposiciones. El antecedente histórico
En fin, el concepto cuantitativo (o mé­ más lejano de esta noción es el concep­
trico) de confirmación, esto es, el con­ to aristotélico de lo verosímil (véase):
cepto de grado de confirmación puede "Probable es aquello que todos saben
estar determinado, en los diferentes que ocurrirá o no ocurrirá, como será
campos, por procedimientos análogos a o no será en la mayoría de las ocasio­
aquellos por los que se ha introducido nes” (An. Pr., II, 27, 70 a 3; Ret., I,
el concepto de temperatura para expli­ II, 1357 a 34). Pero la formulación ri­
car los conceptos de "más caliente” o gurosa del concepto ha sido dada sólo
"menos caliente”, o el concepto de co­ recientemente por Fischer (en Philoso
ciente intelectual para determinar los phical Transactions of the Royal S o
grados comparativos de inteligencia. ciety, serie A, 1922), Von Mises (Proba­
Camap también ha defendido, enten­ bility, S t a t i s t i c s and Truth, 1928),
diéndolo, sin embargo, en forma limi­ Popper (Logik der Forschung, 1934) y
tada, el principio de indiferencia, apli­ Reichenbach ( Wahrscheinlichkeitslehre,
cándolo a las distribuciones estadísti­ 1935; Theory of Probability, 1948).
cas más bien que a las distribuciones A fin de ilustrar esta noción de P.
singulares. La teoría de Camap ha sido, se puede elegir la elaboración que Von
en ese respecto, muy discutida y acep­ Mises dio "n 1929 de ella, mediante
tada. Se han propuesto otras determi­ el concepto de la frecuencia-límite. Si
naciones del concepto de grado de con­ en n observaciones A hecho examinado
firmación (cf., por ejemplo, Helmer y tiene lugar m veces, el cociente m/n,
Oppenheim, "A Syntactical Definition es la frecuencia relativa de la clase de
of Probability and Degree of Confirma- hechos en cuestión y por relativa se
tion” en Journal of Symbolic Logic, entiende el número n de observaciones.
1945, pp. 25-60). Pero si se quiere hablar simplemente
Sólo al concepto de P. singular, o de frecuencia, sin limitar la extensión de
sea, de grado de confirmación, se hace las observaciones, se puede suponer que
referencia por lo común en las cues­ la función m/n, cuando el numerador
tiones de la vida y es considerado, y el denominador resultan cada vez
explícita o implícitamente, como guía más grandes, tiende a un valor límite
de los comportamientos individuales. y se puede considerar este valor-límite
Hay que observar que entre los indi­ como medida de la frecuencia, esto
cios o pruebas que pueden ser tomados es, como medida de la P. en el sentido
en cuenta para confirmar una hipótesis propuesto. Así, por ejemplo, si arro­
cualquiera, esto es, como fundamento jando una moneda 1.000 veces se tiene
de un juicio de P., nada prohíbe que una frecuencia de 550 para su cara,
vuelva a entrar la consideración de las arrojándola 2.000 veces, se tiene, siem­
frecuencias estadísticas a las cuales re­ pre para su cara, una frecuencia por
duce la P. misma el segundo concepto mil de 490; arrojándola 3.000 veces una
de P. Pero a veces, la P. estadística frecuencia de 505; arrojándola 4.000
entra en la determinación de la P. sin­ una frecuencia de 497; arrojándola
gular con signo invertido y así, por 10.000 veces una frecuencia de 503 y así
ejemplo, para un jugador dé lotería la sucesivamente; ya que el valor límite
frecuencia con la que un determinado de estas series es 0.5, se considerará
número ha salido en los últimos tiem­ este valor límite como valor de la P.
Probabilismo

del suceso en cuestión. Pero tal suceso secuencia, esto es, considera las fre­
nunca es un acontecimiento singular cuencias mismas como dependientes de
y, por lo tanto, la P. calculada de esta las condiciones experimentales y, por
manera no servirá para prever el re­ lo tanto, como constituyendo una cua­
sultado de la próxima tirada de la mo­ lidad disposicional del ordenamiento
neda y para permitir elegir su apuesta experimental. Dice Popper: "Todo or­
a un jugador, por ejemplo la P. de denamiento experimental es adecuado
esta naturaleza es válida para clases para producir, en caso de repetirse la
de acontecimientos y no para aconteci­ experiencia varias veces, una secuen­
mientos particulares. No se puede, por cia con frecuencias que dependen de
ejemplo, hablar de la P. que un indi­ este ordenamiento particular. Estas fre­
viduo cualquiera tiene de morir dentro cuencias virtuales pueden llamarse pro­
del año, aun cuando se conozca el lí­ babilidades. Pero ya que las P. depen­
mite de frecuencia de la mortalidad den del ordenamiento experimental,
en el grupo al cual pertenece (cf. tam­ pueden ser consideradas propiedades de
bién de Von Mises, Kleines Lehrbuch este ordenamiento. Caracterizan la dis­
des Positivismus ["Pequeño tratado del posición o propensión del ordenamien­
positivismo”], § 14). Reichenbach ha to experimental para dar origen a cier­
afirmado a este propósito: “La aserción tas frecuencias características, cuando
concerniente a la P. de un caso par­ el experimento se repite varias veces”
ticular t i e n e un significado ficticio, ("The Propensity Interpretaron of the
construido mediante la transferencia de Calculus of Probability, and the Quan­
significado del caso general al caso tum Theory”, en Observation and In-
particular. La adopción de los signifi­ terpretation. A Symposium of Philoso-
cados ficticios se justifica no por mo­ phers and Physicists, ed. Kórner, 1957,
tivos cognoscitivos sino porque sirve a p. 67). La ventaja de esta interpreta­
las finalidades de la acción, consideran­ ción sería la de c o n s i d e r a r como
do tales aserciones como provistas de fundamental “la P. del resultado de un
significado” ( Theory of Probability, p. experimento en particudar con referen­
377). La otra característica fundamen­ cia a sus condiciones, más bien que a
tal de la teoría es la elir inación del la frecuencia de los resultados en una
principio de indiferencia, esto es, de serie de experimentos” (Ibid., p. 68).
la P. a priori. La teoría estadística de la Popper acerca este concepto al de cam­
P., en efecto, no puede decir nada con po (véase) y observa que en este caso
referencia a la P. de una clase de he­ una P. puede ser considerada como
chos sin haber determinado previamen­ "un vector en el espacio de las posibi­
te las frecuencias del hecho mismo y, lidades" (Ibid.). Obviamente, esta in­
por lo tanto, un grado de P. cualquiera terpretación tiende a disminuir la dis­
puede ser determinado solamente a tancia entre los dos conceptos funda­
posteriori, después de haber realizado mentales de probabilidad.
la determinación de las frecuencias
(Reichenbach, op. cit., § 70, pp. 359 ss.). (ingl. probabilism; franc.
P ro b a b ilis m o
La teoría colectiva o estadística de probabilisme; alem. Probabilismus; ital.
la P. ha sido ampliamente aceptada probabilismo). 1) El escepticismo de la
en la filosofía contemporánea (cf., ade­ Nueva Academia, el cual, aun negando
más de los escritos citados, los de J. lo existencia de un criterio de verdad,
O. Wisdon, Foundations of Inference in reconoció un criterio suficiente para
Natural Science, 1952, y el de Braith- dirigir la conducta de la vida, en lo
waite, Scientific Explanation, 1953). que Arcesilao denominó lo plausible
Una determinación ulterior de esta doc­ (Sexto E., Adv. Math., VII, 158) y Car-
trina fue formulada por Popper, con néades lo probable (Ibid., VII, 166; Hip.
miras principalmente a su utilización Pirr., I, 33, 226).
en la teoría de los cuantos. Como se 2) La doctrina, a la cual hizo fre­
ha dicho, la P. estadística no concier­ cuente referencia la casuística de los
ne a hechos particulares sino a clases jesuítas del siglo xvn, que consideraba
o secuencias de hechos. Popper pro­ que no era suficiente para no pecar,
pone considerar como decisivas las en casos en los que la aplicación de la
condiciones en las que se produce la regla moral es dudosa, atenerse a una
952
P r o b a b le
P r o b le m a
opinión probable, entendiéndose por opi­ bién la duda sea, en cierto sentido, un
nión probable la sostenida por algún problema. Es más bien el carácter
teólogo. A este respecto observó Leib- propio de una situación que no tiene
niz: “El defecto de los moralistas rela­ un único significado o que incluye, de
jados, ha sido en b u e n a medida el cualquier manera, alternativas de cual­
haber tenido una noción demasiado li­ quier especie. Un P. es la declaración
mitada y muy insuficiente de lo pro­ de una situación de este género.
bable, que han identificado con lo opi­ Tal es el sentido de la- definición
nable de Aristóteles", en tanto que lo aristotélica: "P. es un procedimiento
probable es, según Leibniz, un concep­ dialéctico que tiende a la elección o al
to mucho más extenso (Nouv. Ess., IV, rechazo, o también a la verdad y al
2, 14). El P. tuvo, especialmente en el conocimiento" ( Top., I, 11, 104 b). En
siglo xvir, innumerables variantes, en­ esta definición las palabras "elección”
tre las cuales se pueden recordar: el o "rechazo" indican las alternativas que
probabiliorismo, según el cual, en los se presentan a los problemas de orden
casos en que la aplicación de una re­ práctico, mientras que "verdad" y "co­
gla moral es incierta, resulta necesario nocimiento” d e s i g n a las alternativas
seguir la opinión más probable y no teóricas. Aristóteles ejemplifica su de­
una opinión probable cualquiera, y el finición diciendo que un P. del primer
tuciorismo según el cual es necesario género es si el placer es o no un bien,
atenerse a la opinión que se conforma y un P. del segundo género es si el
a la ley. Se trata de doctrinas y dispu­ mundo es o no eterno (Ibid., 104 b 8).
tas que no tienen significación fuera Ya que, donde hay P., hay también si­
de la casuística jesuita del siglo xvn logismos contrarios, los P. pueden na­
(cf. A. Schmitt, Zur Geschichte des cer, según Aristóteles, sólo donde falta
Probabilismus ["Acerca de la historia un discurso concluyente: en otras pa­
del probabilismo”] ; 1904). labras, el P. pertenece al dominio de
3) La dirección de la ciencia con­ la dialéctica, o sea de los discursos pro­
temporánea que reconoce el carácter de bables, no al de la ciencia. De todos
probabilidad a un n ú m e r o extenso modos, el P. conserva, para Aristóteles,
de conocimientos o a todos. Véase c a u ­ el carácte. de indeterminación que le
s a l id a d ; c o n d i c i ó n ; d e t e r m i n i s m o . es conferido por la alternativa. En
el uso matemático del término, este
P r o b a b le (ingl. probable; franc. proba­ carácter ha ido atenuándose. La lógica
ble; alem. wahrscheinlich; ital. pro- medieval descuidó el análisis y la defi­
babile). 1) Un acontecimiento o una nición de esta noción y cuando la mis­
proposición con un suficiente grado ma comenzó a atraer de nuevo la aten­
comparativo de confirmación o de ve­ ción de los lógicos (siglo xvn), el signi­
rosimilitud (véase pr o b a b il id a d , 1). ficado que le atribuyeron está deducido
2) Una clase o secuencia de aconte­ de las matemáticas. Así Jungius dice
cimientos con determinado grado de que "el P. o la proposición problemá­
frecuencia r e l a t i v a (véase p r o b a b il i ­ tica es una proposición principal que
dad , 2 ) . enuncia que algo puede ser hecho, de­
3) Lo considerado verdadero por la mostrado o encontrado" (Lógica Ham-
mayoría o por los más competentes. burgensis, 1638, IV, 11, 7). Leibniz ano­
Este es el concepto de endoxon que taba que “por P. los matemáticos en­
Aristóteles puso como fundamento de tienden las cuestiones que dejan en
la dialéctica (véase), y que nada o poco blanco una parte de la proposición"
tiene que ver con las dos nociones pre­ (Nouv. Ess., IV, II, 7). Y precisamente
cedentes. apelando al uso matemático, Wolff de­
finió el P. como “una proposición prác­
P r o b le m a (gr. nQÓfS/.r)u.u; lat. problema.; tica demostrativa", entendiendo por
ingl. problem; franc. probléme; alem. "proposición práctica” la proposición
Problem; ital. problema). En general, "por la cual se afirma que algo puede
toda situación que incluya la posibili- o debe ser hecho" y excluyendo explí­
da de una alternativa. El P. no tiene citamente el significado aristotélico del
necesariamente carácter subjetivo; no término (Log., § 276, 266). No muy
es reducible a la duda, aun cuando tam­ diferente de ésta es la definición de
953
1

P ro b le m á tic a
P ro b le m a tic is m o
Kant: "P. son proposiciones demostra­ titutivas. Un análisis análogo a éste
bles que necesitan pruebas o son tales en su estructura fundamental es el
como para expresar una acción cuyo formulado por G. Boas, que defíne el P.
modo de realización no es inmediata­ como "la conciencia de una desviación
mente cierto" (Logik, § 38). de la norma” (The Inquiring Mind,
También en el pensamiento moderno 1959, p. 56). Al análisis de Dewey se
la noción de P. ha sido y es una de le agrega, sin embargo, una determina­
las más olvidadas. Los filósofos, aun ción fundamental, o sea el reconoci­
hablando continuamente de P. y con­ miento del hecho de que un P. no es
siderando como su tarea la resolución eliminado o destruido por su solución.
de un determinado número de P. y, es­ Un “P. resuelto" no es un P. que no
pecialmente, de los que ellos mismos habrá de presentarse más como tal, sino
definen como "máximos”, no se han que es un P. que continuará presentán­
cuidado demasiado de analizar la co­ dose con probabilidades de solución. El
rrespondiente noción. La mayoría de descubrimiento de una medicina que
las veces el P. ha sido considerado cura una enfermedad es la solución de
como una condición o situación sub­ un P.; pero con ella el P. no se elimina,
jetiva y confundido con la duda. El ya que la enfermedad continuará pre­
mismo Mach lo definió en este sentido, sentándose y lo que la solución permi­
como "el desacuerdo entre los pensa­ te es, por lo tanto, la posibilidad, den­
mientos y los hechos o el desacuerdo tro de determinados límites garantiza­
de los pensamientos entre sí” (Erkennt- dos, de resolver el P. todas las veces
niss und I r r t u m [Conocimiento y que se presente. Precisamente a partir
error], cap. XV; trad. franc., pp. 252- de este carácter del P. se habla de la
253). Sólo recientemente se ha recono­ problematicidad de los campos en los
cido en la Lógica (1939) de Dewey, el que el P. se presenta. Y en este sentido,
carácter de indeterminación objetiva el P. no sólo es diferente a la duda
que define al P.; Dewey vio en el P. la que, una vez resulta eliminada y sus­
"propiedad lógica primaria". El P. es tituida por la creencia, sino también
la situación que constituye el punto de al interrogante el cual, una vez encon­
partida de cualquier investigación, es trada su respuesta, pierde su signifi­
decir, la situación indeterminada. “La cado.
situación no resuelta o indeterminada
podría llamarse situación problemática P ro b le m á tic a (alem. problematik). Una
se hace problemática en el proceso serie ordenada o sistemática de pro­
mismo de ser sometida a investigación. blemas.
La situación indeterminada viene a P ro b le m a tic id a d . Carácter de un cam­
existir por causas existenciales, lo mis­ po de investigaciones en el cual la so­
mo que ocurre, por ejemplo, en el des­ lución de los problemas no elimina
equilibrio orgánico del hambre. Nada los problemas mismos. Por ejemplo,
hay de intelectual o cognoscitivo en la “P. de la experiencia" es el carácter por
existencia de tales situaciones, aunque el cual, en la experiencia, los problemas
ellas son la condición necesaria de las que se consideran resueltos no son
operaciones cognoscitivas o investiga­ más que posibilidades de soluciones pro­
ción... El resultado primero de la in­ yectadas anticipadamente, con alguna
tervención de la investigación es que garantía de éxito, de los problemas que
se estima que la situación es problemá­ van surgiendo. El término es adoptado
tica” (Logic, cap. V I; trad. esp.: Lógica, con frecuencia en la filosofía contem­
México, 1950, F.C.E., pp. 125 ss.). La poránea, aunque sin aclaraciones ex­
enunciación del P. permite la anticipa­ plícitas.
ción de una solución posible que es
la idea y la idea exige el desarrollo de Término difundido en
P ro b le m a tic is m o .
las relaciones inherentes a su signifi­ Italia por Hugo Spirito para designar
cado, lo que constituye el razonamiento. la doctrina de "vida como búsqueda” :
En fin, la solución efectiva es la deter­ una vida condenada a buscar la ver­
minación de la situación inicial, esto dad sin encontrarla y, por lo tanto, a
es, el logro de una situación unificada oscilar entre el dogmatismo y el escep­
en sus relaciones y distinciones cons­ ticismo (La vita come ricerca, 1937).
954
P ro b le m á tic o
P ro fu n d o
P r o b le m á tic o (ingl. problematic; franc. por ejemplo, Santo Tomás, S. Th., III,
problématique; alem. problematisch). q. 14, a. 5); “P, al infinito” para indi­
1) Lo que es un problema o concierne car el ascenso de una causa a otra sin
a un problema. detenerse (Ibid., I, q. 46, a. 2).
2) Lo que no implica contradicción, 2) Devenir o desarrollo, por ejemplo,
pero tampoco garantía de su verdad y, "el P. de la historia". En este sentido
de tal manera, puede ser arbitraria­ es usado el término por Whitehead
mente afirmado o negado. Éste es el para i n d i c a r el devenir del mundo
significado que Kant atribuyó al tér­ (Process and Reality, 1929).
mino: “La proposición P. es la que ex­ 3) Una concatenación cualquiera de
presa sólo una posibilidad lógica (no hechos, por ejemplo, el "P. de la diges­
objetiva) o sea una libre elección para tión" o "el P. químico”.
considerar tal proposición como váli­
da" (Crít. R. Pura, § 9). "Denomino P. P r o d u c c ió n (gr. jto Í E c n g ; lat. productio;
a un concepto que no contiene contra­ ingl. production; f r a n c . production;
dicciones y que, como limitación de alem. Production; ital. produzione). Lle­
conceptos dados, se relaciona con otros var al ser a cualquier cosa que podría
conocimientos, pero cuya verdad obje­ no ser. Platón definió como arte pro­
tiva no puede ser conocida de manera ductivo "toda posibilidad que resulte
alguna” (Ibid., Analítica de los Princi­ causa de generación de cosas que an­
pios, cap. III). tes no eran" (So/., 265 b), y Aristóteles
vio en la P. la tarea propia del arte,
P ro c e s ió n (gr. nqóo6o?; lat. processio; distinguiéndola de la acción y del sa­
ingl. procession; alem. Procession; ital. ber: "Todo arte concierne a la genera­
processione). Según los neoplatónicos, ción y busca los instrumentos técni­
la derivación de las cosas a partir de cos y teóricos para producir una cosa
Dios, en cuanto tal derivación da lugar que podría ser o no ser y cuyo prin­
a realidades de categoría inferior, que cipio reside en el que la produce y no
semejan a aquéllas de las cuales pro­ en el objeto producido" (Étic. Nic.,
vienen. "Toda P. se cumple por vía de VI, 4, 1140 a 10). Desde este punto de
semejanza de las cosas segundas con vista, la P. se distingue de la acción,
referencia a las primeras” dice Proclo que es la operación que tiene su fina­
(Ist. Theol., 29; cf. Plotino, Enn., IV, lidad en sí misma, ’ na diferencia acer­
2, 1, 44; V, 2, 2; Scoto Erígena, De di­ ca de la cual insistiera Santo Tomás
vis. nat., III, 17, 19, 25). La teología (véase a c c i ó n ). El platonismo disminu­
cristiana adoptó la misma noción para yó sin embargo, esta diferencia. Pío-
determinar la relación entre las per­ tino afirmó que para la naturaleza "ser
sonas divinas. A este respecto Santo lo que es significa producir. Es con­
Tomás distinguió entre una processio templación y objeto de contemplación
ad extra, en la cual la acción tiende ha­ porque es razón y ya que es contempla­
cia algo exterior, y la processio ad in- ción y objeto de contemplación y de
tra, por la cual la acción tiende a algo razón, produce. La P. no es más que
interior, como sucede en la P. que va contemplación" (Enn., III, 8, 3). Estas
desde el entendimiento hacia el obje­ menudo consideraciones han sido repetidas a
to del entender, que permanece dentro lista, lo desde un punto de vista idea­
del entendimiento mismo. En este sen­ definiciónque no quita que la mejor
tido debe entenderse, según Santo To­ ga siendo ladeldefinición término en cuestión si­
aristotélica.
más, la P. de las personas divinas de
Dios Padre (S. Th., I, q. 27, a. 1). P r o d u c to ló g ic o . Es la figura (a - b) re­
P ro c e s o (lat. processus; ingl. process;
sultante de una multiplicación lógica
franc. processus; alem. Process; ital. (véase). G .P .
processo). 1) Procedimiento, modo de Proeresis, véase ELECCIÓN.
accionar o de obrar. Por ejemplo, "el
P. de composición y de resolución” para P r o f u n d o (ingl. profound; franc. pro
indicar el método que consiste en des­ fond; alem. tief; ital. profondo). Lo
cender de las causas al efecto o en que tiene un significado escondido o
ascender del efecto a las causas (cf. inexpresable. El término ha adquirido
955
Progreso

un significado técnico en la filosofía habla, por ejemplo, del "P. de la quí­


y en la psicología contemporáneas para mica” o del "P. de la técnica” ; en el
indicar lo que, en el ámbito de los segundo sentido se dice simplemente
problemas, queda fuera de la explícita “el P.” En este segundo sentido la
formulación de los problemas mismos, palabra designa no solamente un ba­
constituyendo, no obstante, una esfera lance de la historia pasada sino tam­
que puede de algún modo ser "senti­ bién una profecía para el porvenir.
da” o "intuida” y, por lo tanto, inter­ El primer sentido restringido del tér­
pretada o expresada metafóricamente, mino no plantea problemas y aparece
o lo que, en el ámbito de un campo de en todas partes. También los antiguos
investigación, se sustrae al alcance lo poseyeron y los estoicos en espe­
de los procedimientos propios del cam­ cial lo adoptaron para indicar el pro­
po mismo, pero hace sentir su presen­ greso del hombre en el camino de la
cia de manera oscura, según se ha sabiduría o de la filosofía (Estobeo,
dicho. Ya Husserl polemizó en contra Ecl., II, 6, 146: el término es jtQoxonri).
de la noción de P. en filosofía. “La El segundo sentido del término fue
ciencia verdadera y propia —decía— desconocido en la Antigüedad clásica
no conoce, por más que se extienda su y en la Edad Media. La concepción
doctrina auténtica, ningún sentido pro­ general que los antiguos tuvieron de
fundo. Cada momento de una ciencia la historia fue la de la decadencia a
perfecta es un todo de elementos de partir de una perfección primitiva (edad
pensamiento, cada uno de los cuales del oro) o la de un ciclo de aconteci­
es inmediatamente entendido y, por lo mientos que se repite en forma idén­
tanto, no posee ningún sentido P.” (Phil. tica y sin límites (véase h i s t o r i a ). Por
ais strenge Wissenschaft, 1910, in fine-, lo común se atribuye a Francis Ba-
trad. esp.: La filosofía como ciencia con la primera enunciación de la noción
estricta, 1951). La noción de P. preva­ de P. y éste la expuso en un famoso
lece actualmente sobre todo en el do­ fragmento del Novum Organum (1620):
minio de ciertas direcciones psicológi­ "Por antigüedad debería entenderse la
cas y antropológicas tales como el psi­ vejez del mundo que se atribuye a nues­
coanálisis, el intuicionism , el existen- tros tiempos y no a la juventud del
cialismo, y no obstante la riqueza de mundo tal como lo fuera entre los anti­
los análisis a los que ha dado lugar, guos. Y como de un hombre anciano
hoy comienza a suscitar una saludable podemos esperar un conocimiento asaz
reacción crítica. “Las psicologías pro­ mayor de las cosas humanas y un juicio
fundas —ha escrito Y. Belaval— y las más maduro que el de un joven, debido
filosofías que en ellas se inspiran no a la experiencia y al gran número de
han hecho nacer nuevos fenómenos: han cosas que ha visto, oído y pensado,
supuesto procesos, e intenciones escon­ de igual manera de nuestra edad (si
didas, han adelantado nuevas ideas tuviera conciencia de sus fuerzas y qui­
acerca del hombre, pero a estas hipóte­ siera experimentar y comprender) se­
sis e ideas les falta siempre el ser ría justo esperar muchas más cosas que
formuladas en la lengua de los cono­ de los tiempos antiguos, siendo para
cimientos progresivos en que cada pa­ el mundo la nuestra la edad mayor, en­
labra designa unívocamente un fenó­ riquecida por innumerables experiencias
meno determinado y cada regla de sin­ y observaciones” (Nov. Org., I, 84).
taxis una operación técnica precisa” Bacon concluye haciendo suyo el dicho
(Les conduites d'échec, 1953, p. 274). de Aulo Gelio (o mejor el que éste
atribuía a un viejo poeta): veritas filia
P ro g re s o (ingl. progress; franc. pro­ temporis (Noct. Att., XII, 11). Pero al­
gres; alem. Fortschritt; ital. progres- gunos decenios antes, conceptos pa­
so). El término designa dos cosas: recidos a éstos habían sido expuestos
1) una serie cualquiera de hechos que por Giordano Bruno en la Cena delle
se desarrollan en sentido deseable; Ceneri (1584). En el siglo x v i i la no­
2) la creencia de que los hechos en la ción de progreso da sus primeros pa­
historia se desarrollan en el sentido sos, sobre todo a través de la disputa
más deseable, realizando una perfec­ acerca de los antiguos y los modernos
ción creciente. En el primer sentido se (véase a n t i g u o s ), mientras que en el
956
Prójimo

siglo xviii, con Voltaire, Turgot y Con- lineal; 2) todo término de esta serie
dorcet prevaleció en la concepción de es necesario en el sentido que no puede
la historia. Pero solamente el siglo xix ser diferente de lo que es; 3) todo
vio la afirmación total del concepto, término de la serie realiza un incre­
que en los primeros decenios fue el mento de valor sobre el precedente;
estandarte del romanticismo y adquirió 4) toda regresión es aparente o cons­
el carácter de la necesidad. El concep­ tituye la condición de un P. mayor. A
to de la necesidad del plan progresivo veces, como sucede en la filosofía de
de la historia fue expuesto por Fichte de Hegel, se limitan las condiciones de va­
manera enérgica: “Cualquier cosa que lidez de la proposición 3 porque se admi­
existe realmente —dice— existe por ab­ te que la historia constituye un círculo
soluta necesidad y existe necesaria­ en el cual las fases más altas, ya rea­
mente en la precisa forma en que exis­ lizadas, constituyen las condiciones de
te.” Esta necesidad es racionalidad pu­ las más bajas, de manera que éstas po­
ra: "Nada es como es porque Dios lo seen la misma racionalidad o perfec­
quiera arbitrariamente así, sino porque ción que el todo (cf. Hegel, Wissen-
Dios no puede manifestarse de otra schaft der Logik ILa ciencia de la ló­
manera... Comprender con clara inte­ gica], I, I, I, cap. II, nota I, "El pro­
ligencia lo universal, lo absoluto, lo greso infinito"; Croce, La storia come
eterno e inmutable, en cuanto guía de pensiero e come azione, 1938, p. 25;
la especie humana, es tarea de los filó­ trad. esp.: La historia como hazaña
sofos. Fijar de hecho la esfera siempre de la libertad, México, 1960, F.C.E.).
cambiante y mutable de los fenómenos Pero ninguna de estas cuatro tesis pue­
por los cuales procede la segura mar­ de encontrar un apoyo en las reglas de
cha de la especie humana es tarea del la metodología historiográfica que per­
historiador, cuyos descubrimientos son miten delimitar, actualmente, el campo
sólo causalmente recordados por el fi­ denominado "historia”, y ninguna de
lósofo (Grundzüge des gegenwartigen ellas es compatible con tales reglas.
Zeitalters, 1806, 9; trad. esp.: Los ca­ La idea del P. cae, por lo tanto, fuera
racteres de la edad contemporánea, Ma­ del dominio de la historiografía cien­
drid, 1935). Idéntica concepción fue de­ tífica y, por otra parte, la creencia en
finida por el positivismo, que con Au- el P. se ha debilitado mucho en la
guste Comte exalta al P. como la idea cultura contemporánea por la experien­
rectora de la ciencia y de la sociología, cia de las dos guerras y por el cambio
considerándolo como “el desarrollo del que éstas han producido en el dominio
orden” y extendiéndolo también a la de la filosofía, desmantelando la direc­
vida inorgánica y animal (Politique ción romántica cuyo fundamento era.
positive, 1851, I, pp. 64 ss.). On the Ori- Por lo tanto, y en el estado actual de
gin of Species (1859) de Darwin, dio los estudios, esta idea puede ser con­
una base positiva o científica al mito siderada válida sólo como una espe­
del P., aduciendo pruebas en favor de ranza o un empeño moral para el por­
un transformismo biológico interpreta­ venir, no como un principio rector de
do en sentido optimista y progresivo. la interpretación historiográfica. Acer­
Y la obra de Spencer, First Principies ca del periodo áureo de la creencia en
(1862), utilizó la noción de P. para una el P. cf. J. B. Bury, The Idea of Pro-
interpretación metafísica, que preten­ gress, 1932. Véase h i s t o r i a .
día ser positiva o científica, de la total
realidad. P r ó jim o (gr. t o v n / , r | a i o v ; lat. proximus;
Éstas son sólo las etapas principales ingl. neighbour; franc. prochain-, alem.
de la afirmación de un concepto que ha Nachste-, ital. prossimo). En la inter­
dominado todas las manifestaciones de pretación que el Evangelio de San Lu­
la cultura occidental del siglo xix y cas (X, 29-37) da de la máxima bíblica
que todavía permanece como trasfondo “Amarás a tu P. como a ti mismo” (Le-
de muchas concepciones filosóficas y vitico XIX, 18), P. es el otro en gene­
científicas. Las principales implicacio­ ral, independientemente de todo nexo
nes de la noción son las siguientes: de raza, de amistad y de parentesco, en
1) el curso de los hechos (naturales cuanto tiene misericordia para con nos­
e históricos) constituye una serie uni- otros y nosotros la tenemos para con
9 5 7
P ro le g ó m e n o s
P r o p io
él. Lo que quiere decir que se debe proprio). 1) Una determinación que per­
tener la misericordia para cualquier tenece a toaa una clase de objetos y
hombre en cuanto tal, de cualquier ma­ pertenece siempre y solamente a esta
nera que se encuentre con nosotros y clase, no formando parte, sin embargo,
no queda restringida a un círculo pre­ de su definición. Éste es el sentido fun­
determinado de personas. damental del término, tal como fue
aclarado por Aristóteles ( Top., I, 5,
P ro le g ó m e n o s (ingl. prolegomena; franc. 102 a 18) y que entró a formar parte
prolégoménes; alem. Prolegomena; ital. de la tradición lógica (cf. Amauld,
prolegomeni). Estudio preliminar, in­ Log., I, 7; Jungius, Lógica Hamburgen-
troductivo y simplificado. El término se sis, I, 1, 33). En este sentido lo P.,
encuentra en el título de algunas obras aunque no constituya parte de la esen­
de filosofía como la de Kant (Prolego­ cia sustancial de una cosa, está estre­
mena zu einer jeden künftigen Meta- chamente relacionado con tal esencia
physic, 1783; trad. esp.: P. a toda me­ o de algún modo resulta de ella. El
tafísica del porvenir que haya de poder ejemplo adoptado por Aristóteles es
presentarse como una ciencia, Madrid, el poder aprender la gramática: esta
1912). determinación es P. del hombre en el
P ro le p s is , véase ANTICIPACIÓN. sentido de que quien es capaz de apren­
der la gramática es hombre y es hom­
P r o p e d é u tic a (gr. jtpoitaiSsía; ingl. pro- bre el que es capaz de aprender la
paedeutics; franc. propédeutique; alem. gramática: las dos determinaciones
Propadeutik; ital. propedéutica). Ense­ "hombre” y "capaz de aprender la gra­
ñanza preparatoria. Así denominó Pla­ mática” son recíprocas. En este sentido
tón a la enseñanza de las ciencias espe­ lo P. es una determinación privilegiada
ciales (aritmética, geometría, astrono­ que se halla entre la esencia y las de­
mía y música) con referencia a la dia­ terminaciones accidentales.
léctica (Rep., VII, 536 d). Y así se deno­ 2) El mismo Aristóteles, sin embar­
mina también actualmente la parte in­ go, denomina propias también las de­
troductoria de una ciencia o un curso terminaciones accidentales, al distin­
de estudios preparatorios. guir entre lo P. por sí "que es estable­
P r o p e n s ió n (lat. p-opensio; ingl. pro-
cido con referencia a todos los objetos
pensity; franc. propensión; alem. Neig- ylossepara al objeto en cuestión de todos
ung; ital. propensione). Tendencia, en del otros, como en el caso en que lo P.
el significado más general. Hume usó el que hombre puede
sea el ser un animal mortal
recoger el saber”, y lo P. res­
término para definir la costumbre:
"Siempre que la repetición de un acto o pecto a otro "que es lo que distingue
al objeto no de todo otro objeto sino
de una operación particular produce solamente de algún objeto dado" (Top.,
una P. hacia la renovación del acto V, 1, 128b 34). Lo "P. por sí” es lo P.
o la operación sin la constricción de en el sentido restringido, o sea la de­
un razonamiento o de un proceso inte­ terminación que pertenece siempre a
lectual, decimos que esta P. es el efec­ todo objeto dado y solamente a él, en
to del hábito” (Inq. Conc. Underst., tanto que lo P. "respecto a otro” fue
V, 1). distinguido por Porfirio (a partir de
P r o p ie d a d (ingl. property; franc. pro- las mismas consideraciones aristotéli­
priété; alem. Eigenschaft; ital. proprie- cas) en tres distintas determinaciones,
tá). 1) La determinación o caracterís­ a saber: a) lo que pertenece a una
tica propia de un objeto en uno de los sola especie, pero no a todos los indi­
sentidos del término propio (véase). viduos de la especie y en este sentido
2) Cualquier cualidad, atributo o de­ el ser filósofo es P. del hombre; b) lo
terminación que sirva para señalar un que pertenece a todos los individuos
objeto o distinguirlo de los demás. de una especie, pero no a una especie
P r o p ie d a d c o n m u ta tiv a , d is tr ib u tiv a , véa­
solamente y en este sentido el ser bípe­
se CONMUTATIVO; DISTRIBUTIVO. do es P. del hombre; c) lo que perte­
nece a todos los individuos de una sola
P r o p io (gr. íSiov; lat. proprium; ingl. especie, pero no siempre; y en este
proper; franc. propre; alem. eigen; ital. sentido el encanecer es P. del hombre.
058
Proporción
Proposición
Porfirio enumeró como cuarto signi­ los Analytica Priora llega a designar,
ficado al más restringido (Isag., 12, ya sea en las premisas del silogismo
12 ss.). Los cuatro significados de Por­ o la P. en el sentido de cbtócpavaig, sien­
firio fueron habitualmente reproduci­ do definida como "Xóyog que afirma o
dos por la lógica medieval (cf., por niega algo de alguna cosa". Y a esta
ejemplo, Pedro Hispano, Summ. Logí­ definición seguía una clasificación de
celes, 2.13), pero a partir de la Lógica las jtpoxaaeig que, si bien no idéntica,
de Arnauld (1,7), aun haciéndose refe­ es similar a la de las áixóqpavoEig en el
rencia a las cuatro distinciones de Por­ De Interpretatione (allá: afirmativas,
firio, se prefirió limitar el concepto de negativas, en torno a universales pre­
P. al más restringido. Y en realidad, dicados universalmente, en tomo a uni­
en su significado amplio, el concepto versales predicados no universalmente,
de P. puede incluir cualquier determi­ en tomo a individuos; aquí: afirmati­
nación, atribuida a un objeto bajo cual­ vas, negativas, universales, particula­
quier título y, por lo tanto, pierde toda res, indefinidas). Es, por lo tanto, evi­
característica o utilidad específica. De dente que jtoóxamg ha sustituido a
cualquier modo, la noción está estre­ ójtótpavoig. Este último término, tanto
chamente ligada a la institución de la como el término estoico que es su si­
lógica aristotélica y a la estrecha rela­ nónimo, a¡=ícoga (Crisipo, en Diógenes
ción de ésta con la teoría de la sus­ Laercio, VII, 66, lo define como "lo
tancia, por lo que ha decaído en la negado o afirmado por sí mismo, tal
lógica contemporánea. como sucede en ‘es de día’ y ‘Dione
pasea’ ”), cede frente a jtpóxaaig, y así
Proporción, véase ANALOGÍA. en el latín de los lógicos medievales
el término propositio se impone frente
Proposición (ingl. proposition; franc. a la menos afortunada expresión enun-
proposition; alem. Satz; ital. proposizio- tiatio, y se lo define (Pedro Hispano,
ne). Aristóteles aplica a la P. dos tér­ Summ. Logic., 1.07) como "oratio verum
minos diferentes: Xóyog «.-totpavxixóg o vel fálsum significaos indicando, ut
simplemente ánóqpavaig (De Interpreta- ‘homo currit'", donde oratio traduce el
tione, 16 b 26 ss.) y jtpóxacrig (Analytica aristotélica Xóyog, y se introduce la fun­
Priora, 24 a 16ss.). En el primer texto ción indicativa para diferenciar la pro­
se define el Xóyog como una voz signi­ positio de otros tipos de oratio perfec­
ficante por convención, pero divisible ta, tales como la imperativa, la deside-
en partes a su vez significantes (deno­ rativa, la condicional, etc.
minadas ‘términos’: el nombre y el En la Edad Moderna, la fuerza de
verbo) que unen (o dividen) tales par­ la tradición medieval conserva durante
tes, atribuyendo una a la otra o negan­ mucho tiempo el término propositio
do tal atribución, pero se observa que (también el alternativo enuntiatio que,
no todos los Xóyoi son de tal naturaleza por ejemplo, se encuentra a menudo
que competa a ella el ser verdaderos en las Regutae cartesianas), que pre­
o falsos (por ejemplo, las plegarias son fieren constantemente los matemáticos
Xóyoi, pero no compete a ellas el ser y los lógicos de la matemática (como
verdaderas o falsas), y que los que lo Pascal, en Art de persuader, y Leibniz);
son, resultan tales en función del modo pero el gradual prevalecer de concep­
mediante el cual dividen o unen los ciones y puntos de vista intelectuales,
términos. El Xóyog que puede ser ver­ que concentran el interés, más que en
dadero o falso es, por lo tanto, el la forma de los enunciados, en los ac­
X. dbto<pavxocóg, o simplemente ájióqjavcig tas mentales, hace que en la literatura
(de donde el latín enuntiatio), que se lógica llegue a difundirse triunfalmen­
define de esta m anera: "el a . es una te el término juicio (véase) en tanto
voz significante que afirma según los que se conserva el vocablo P. como
tiempos del verbo". El otro término sinónimo del precedente, o bien (ya
(jtpóxaaig) del cual resulta el latín pro- en la Logique de Port Royal y luego
positio, aparece ya en los De Interpreta- constantemente en la lógica francesa,
íione y en los Tópica, para designar uno alemana e italiana de los siglos xvn
de los ángulos del problema (elección y xviii) se lo define técnicamente como
entre dos P. contradictorias). Sólo en la expresión verbal del juicio, “juicio
OSO
P ro p o s ic ió n a tr ib u tiv a , e tc.
P ro te n c ió n
expresado con palabras” (así, por ejem­ notar un símbolo verbal compuesto que
plo, Amauld, Log., II, 3; Wolff, Log., obedece a determinadas reglas morfo-
§42; Genovesi, Ars togico-critica, II, lógico-sintácticas; " P . ”, en cambio, de­
14; Hamilton, Lectures ott Logic, I, nota el contenido significativo común
pp. 226 ss.; etc.). En este sentido, el a un conjunto de enunciados declara­
término P . fue conservado por los tivos (denominados statements en in­
gramáticos para indicar la oratio per­ glés) en la misma o también en dife­
fecta en general, o sea la frase com­ rentes lenguas, que resultan sinónimos,
pleta y con significado cumplido (que o sea que tienen el mismo significado,
expresa, por lo tanto, un "pensamiento” significan la misma cosa. G. P .
o "juicio”). En cambio, en el sentido
lógico original, el término P . (alem. P ro p o s ic ió n a tr i b u t iv a ; a tó m ic a ; c o m p a ­
Satz; ingl. proposition) se conserva vi­ r a tiv a ; d is c e r n id o r a ; s e c u n d a r ia ; véanse
vo en la tradición matemática (no en los adjetivos pertinentes.
Italia, sin embargo, donde se prefirió
en general el vocablo teorema) y de P r o p o s ic ió n fu n c io n a l (ingl. functionat
ésta volvió a la lógica formal pura proposition; franc. proposition fonctio-
(matemática) contemporánea, aunque nelle; alem. Funktionellsatz; ital. pro-
definido en forma diferente. posizione funzionale). Con este término
La dirección antipsicologista y anti­ se designan las P . moleculares (o sea
verbalista adoptada por los reforma­ P . complejas, compuestas de P . sim­
dores de la lógica formal pura contem­ ples mediante los simples conectivos
poránea (Bolzano, y más tarde sobre lógicos ‘no’, 'o', ‘e’, ‘implica’) cuya ver­
todo Husserl, Frege y Russell) ha he­ dad (o falsedad) sea función de la
cho que el término “ P . en sí” (Satz an verdad o falsedad de los componentes
sich) quedara aislado, o también sim­ únicamente. El problema de si exis­
plemente " P .” en sentido lógico-puro, ten P . moleculares no funcionales ha
para indicar el contenido lógico de un sido muy discutido en la lógica con­
juicio prescindiendo de los actos psi­ temporánea : contra la tesis extensional,
cológicos del juzgar y de la variedad sostenida principalmente por Wittgen-
de formas lingüísticas me liante las stein —según el cual todas las P . mo­
cuales tal pensamiento (pensado) pue­ leculares son funciones-verdades de los
de ser expresado. Es.a nueva acepción componentes— Russell y otros han sos­
del término se ha mantenido también tenido la posibilidad de P . compuestas
en la elaboración de la lógica formal que no son funciones, como, por ejem­
realizada por autores, tales como, en plo, "A cree p” (donde ‘A’ es un nom­
primera línea R. Camap, A. Church y bre de persona y 'p' una P .) . G. P .
toda la pléyade de los nuevos lógicos
contemporáneos, poco dependientes (o P ro p o s ic io n a l, c á lc u lo , f u n c ió n , véase
cálculo ; f u n c ió n p r o p o s ic io n a l .
solamente en origen dependientes, pero
luego emancipados) de la dirección de P r o p r in c ip ia . Término adoptado por
pensamiento encabezada por Husserl y Campanella para indicar los dos prin­
Frege. Así, pues, el hecho de encon­ cipios que constituyen las cosas finitas,
trarse el interés de los nuevos lógicos o sea el Ser y el No-ser (Met., II, 2, 2).
en el lenguaje y en el análisis del len­ Véase p r im a l id a d .
guaje ha tenido como resultado la ten­
dencia a distinguir (olvidando toda P ro s ilo g is m o , véase POLISILOGISMO.
referencia mentalista) entre el enuncia­
P ró ta s is , véase PROPOSICIÓN.
do (alem. Aussage; ingl. sentence) y la
proposición. En tanto que en los co­ (ingl. protensity; alem. Pro-
P r o te n c ió n
mienzos de este movimiento (Russell) tention; ital. protensione). Duración
se volvió a la definición tradicional de de conciencia. Término introducido por
" P .” como "lo que puede ser verdade­ Kant, el cual observó: “La felicidad
ro o falso” (acepción todavía frecuen­ es la satisfacción de todas nuestras
temente usada por neopositivistas y protenciones, tanto extensivas en su
pragmatistas), la escuela que derivó de multiplicidad, como intensivas, esto es,
Carnap (cf. Intr. to Semantics [1942], con referencia al grado y también pro­
1959, p. 235) usa "enunciado” para de­ tensivas con respecto a la duración”
P ro to c o lo
P ro v id e n c ia
(Crít. R. Pura, Doctrina del Método, adoptado sobre todo por los sociólogos,
cap. II, sec. II). Husserl ha denomi­ para indicar la filosofía de los pueblos
nado inmediata P. "lo exactamente ho­ primitivos, esto es, la filosofía que se
mólogo de la inmediata retención y P. expresa en la forma del mito (véase).
la expectativa reproductiva en su sen­
tido más propio, que es lo homólogo P ro to lo g ía (ingl. protology; franc. proto-
del recuerdo" (Ideen, I, §77). logie; alem. Protologie; ital. protolo-
gia). Término adoptado por algunos es­
P ro to c o lo (ingl. protocot; franc. proto­ critores italianos de principios del si­
cola alem. Protokolt; ital. protocollo). glo xix, especialmente por Ermenegildo
Término introducido por el Círculo de Pini (P., 3 vol., 1803), para indicar lo
Viena para indicar el registro del dato que Fichte denominaba doctrina de la
inmediato o experiencia directa (sen­ ciencia o ciencia de las ciencias. El tér­
sación, percepción, emoción, pensamien­ mino fue empleado por Vincenzo Gio­
to, etc.). Las "proposiciones protocola­ berti para su última obra, de publica­
res" son las que contienen únicamente ción postuma (P., 1857). Gioberti de­
P. y, por lo tanto, hacen directa refe­ finió la P. como "la ciencia del ente
rencia a los datos inmediatos. Las pro­ inteligible intuida por el camino del
posiciones protocolares, por cuanto son pensamiento inmanente”, ciencia que
el instrumento de toda verificación está en la base de toda otra ciencia
empírica, no tienen a su vez necesidad y también es anterior a la ontología.
de verificación porque su verdad está El uso de este término se detuvo en
garantizada por el P. que contienen y Gioberti.
que las hace relacionar inmediatamen­
te con el date? empírico (cf. R. Carnap, Proton pseudos (gr. jiq ü it o v i |)e 6 8 ó s ) . La
en Erkenntnis ["Conocimiento”], II, falsedad de la premisa mayor en cuan­
1931, pp. 437 ss.). La noción de P. perma­ to determina la falsedad del silogismo
nece ligada a la fase del neopositivismo (Aristóteles, An. Pr., II, 18, 66 a 16).
que exigía, para declarar significante a
una proposición, la verificación directa P ro to te s is (ingl. protothesis; franc. pro-
de la proposición mediante P. Pero tothése; alem. Protothese; ital. proto-
Carnap mismo, a partir del escrito Tes- tesi). Térn ino adoptado por W. Ost-
tability and Meaning (1936) limitó esta wald para indicar las hipótesis suscep­
exigencia, afirmando que los enuncia­ tibles de verificación experimental en
dos, para ser significativos, deben ser el estado actual de la ciencia y que,
confirmables, esto es, contener sólo "pre­ por lo t a n t o , se distinguen de las
dicados-cosa observables”. Estos predi­ que no lo son (Die Energie und ihre
cados-cosa ya no son P., esto es, datos Wandlungen ["La energía y sus trans­
de la experiencia inmediata, sino más formaciones”], 1888, § 68). En realidad,
bien nombres de cualidades elementa­ ninguna hipótesis es, como tal, directa­
les (por ejemplo, "rojo”). Para una mente verificable. V é a s e h i p ó t e s i s ;
crítica del concepto de P. en el mismo t e o r ía .
ámbito del positivismo lógico, cf. K.
Popper, Logik der Forschung ["Lógica P r o to tip o (gr. j i q (d tótut :o v ; lat. prototy-
de la investigación”], 1934; trad. ingl., pus; ingl. prototype; franc. prototype;
1959, § 26. Véase e x p e r ie n c ia . alem. Prototyp). Modelo originario. Lo
mismo que arquetipo (véase).
P r o to d o x a , c re e n c ia (alem. Urglaube).
Husserl ha introducido este término, P r o tr c p tic o (gr. jtpoTgEjraxós). Exhorta­
que significa creencia primitiva, para ción a la filosofía (cf. Plat., Eutid., 278
designar la certeza de la creencia, que c; Crisipo, Stoicorum Fragmenta, III,
"es creencia pura y simplemente en 189). La palabra fue usada como título
su pleno sentido”, o sea, la referencia de un libro por Aristóteles, Epicuro,
cierta de la creencia a un objeto exis­ Oleantes y otros.
tente (Ideen, I, § 104). Véase c r e e n c ia .
P ro v id e n c ia (gr. ngóvoia; lat. providen-
P r o t o f i l o s o f ía (ingl. protophilosophy; tia; ingl. providence; franc. providence;
franc. protophilosophie; alem. Protophi- alem. Versehung; ital. provvidenza). El
losophie; ital. protofilosofia). Término gobierno divino del mundo, que habi-
961
P r o v id e n c ia lis m o
Proyecto
tualmente se diferencia del destino, en Proyecto (ingl. plan; franc. p r o j e t ;
cuanto es considerado como existente alem. Projekt, Entwurf; ital. progetto).
en Dios mismo mientras que el destino En general, la anticipación de las po­
es dicho gobierno visto a través de las sibilidades, o sea cualquier previsión,
cosas del mundo (véase d e s t i n o ). La predicción, predisposición, plan, orde­
noción de P. forma parte integrante el namiento, predeterminación, etc., como
concepto de Dios como creador del también el modo de ser o de obrar del
orden del mundo o como este orden que recurre a las posibilidades. En
mismo (véase d i o s ). Para los problemas este sentido, en la filosofía existencia-
relacionados con el concepto de P., véa­ lista el P. es el modo de ser constitu­
se m a l ; t e o d ic e a . tivo del hombre o, como dice Heideg-
ger (que fue el primero en introducir
Providencialismo (ingl. providentialism). la noción) su "constitución ontológico-
1) La confianza en la acción de la pro­ existencial" (Sein und Zeit, § 31; trad.
videncia. esp.: El ser y el tiempo, México, 1962,
2) La doctrina que ve en la historia F.C.E.). Heidegger ha insistido asimis­
un orden o un plan providencial. Véase mo en la tesis de que "en la proyec­
HISTORIA.
ción se p r o y e c t a la posibilidad en
Proyección (ingl. projection; franc. pro- cuanto posibilidad, permitiéndole ser
jection; alem. Projektion; i tal. proie- en cuanto tal... Y sólo porque el ser del
zione). Término aplicado con frecuen­ 'ahí' debe su constitución al compren­
cia, en la psicología del siglo xix, a la der con su carácter de proyección, sólo
referencia de la sensación al objeto, re­ porque es lo que llega a ser o no llega
ferencia mediante la cual se localiza a ser, puede decirse... ¡Llega a ser
el objeto en el espacio circundante, lo que eres! (Ibid.). En otra parte,
en c u a n t o la sensación se verifica Heidegger ha dicho que el P. del mun­
sólo en el órgano del sentido. A la di­ do, en que consiste precisamente la
fusión del término contribuyó sobre existencia humana, está anticipadamen­
todo Helmholtz (Physiotogische Optik te dominado por el mismo estado de
["Manual de óptica fisiológica”], 1867, hecho que intenta trascender y por lo
p. 602). Actualmente el tér lino ha caí­ tanto t e r m i n a por reducirse y ade­
do en desuso, ya que el problema mismo cuarse a este estado de hecho (Vom
se plantea en otros términos, debido al Wesen des Grvmdes ["De la esencia del
nuevo concepto de percepción (.véase). fundamento”], 1929, 3; trad. ital., pp.
Técnicas proyectantes se denominan 67 ss.). Sartre ha repetido sustancial­
hoy las técnicas de comprobación psi­ mente estos conceptos de Heidegger,
cológica que consisten en presentar al insistiendo, sin embargo, acerca de la
sujeto un material (especialmente figu­ gratuidad perfecta de los "P. de mun­
ras) de significado ambiguo, que el do" en los que consiste la existencia.
sujeto puede interpretar según sus ten­ Ha denominado "P. fundamental” o
dencias, necesidades o represiones y "inicial" al constitutivo de la existen­
cuya interpretación puede revelar, por cia humana en el mundo y lo considera
lo tanto, el estado del sujeto. El más continuamente modificable a voluntad.
conocido de estos artificios proyectan­ "La angustia que, al ser develada, ma­
tes es el introducido en 1921 por el sui­ nifiesta a nuestra conciencia nuestra
zo Rorschach (cf. H. H. Anderson, y libertad, testimonia la modificabilidad
G. L. A n d e r s o n , An Introduction to perpetua de nuestro P. inicial” (L’étre
Projective Techmques, 1951). et le néant, 1943, p. 542).
En el psicoanálisis se usa el concepto Aun cuando sea característica de la
de P. para describir el proceso median­ filosofía existencial, la noción de P. ha
te el cual un sujeto atribuye a otro llegado a formar parte de la termino­
sujeto las actitudes o sentimientos de logía filosófica y científica contempo­
que se avergüenza o que, de todos mo­ ránea, aun independientemente de sus
dos, le resulta difícil o penoso reco­ relaciones con dicha filosofía. Ha de­
nocerse a si mismo (cf. J. R. Smithies, mostrado ser útil para expresar aspec­
"Analysis of Projection”, en British tos importantes de las situaciones hu­
Journal of Philosophy of Science, 1954, manas, ya sea de las más generales
p. 120). analizadas por la filosofía, ya sea de
962
Prudencia
Prueba
las específicas que constituyen el obje­ entre dos ideas se llaman P., y cuan­
to de las ciencias antropológicas; psi­ do, por medio de esas pruebas, se per­
cología, sociología, etc. cibe llana y claramente el acuerdo o
el desacuerdo, a eso se llama demos­
Prudencia prudentia; in g l. pruden-
(la t. tración, puesto que dicho acuerdo o
ce; prudence; a le m . Klugheií;
fra n c . desacuerdo le ha sido mostrado al en­
ita l. prudenza), véase s a b id u r ía . tendimiento y a la mente se le hace
ver que así es y no de otro modo”
Prueba (gr. tExprigiov; lat. p r o b a t i o ; (Essay, IV, 2, 3). Pero la doctrina de
ingl. proaf; franc. preuve; alem. Be- Locke señala un giro importante en la
weis; ital. prava). Un procedimiento historia del concepto de P. porque ad­
adecuado para establecer un saber, esto mite, por vez primera, la posibilidad de
es, un conocimiento válido. Constituye P. p r o b a b l e s . La probabilidad —dijo
P. todo procedimiento semejante, cual­ Locke— no es sino la apariencia de
quiera que sea su naturaleza: mostrar un tal acuerdo o desacuerdo [entre
ad oculos una cosa o un hecho, exhi­ ideas], por la intervención de P. cuya
bir un documento, aportar un testimo­ conexión no es constante e inmutable,
nio, efectuar una inducción son P., o, por lo menos, se percibe que lo sea,
como lo son las demostraciones de la pero que es o parece serlo así por lo re­
matemática y de la lógica. El término gular, y basta para inducir a la mente
es, por lo tanto, más amplio que el de a juzgar que la proposición es verda­
demostración (véase): las demostracio­ dera o falsa, más bien que lo contrario"
nes son P., pero no todas las P. son (Ibid., IV, 15, 1). Por su parte Wolff, si
demostraciones. El concepto fue cla­ bien identifica la P. con el silogismo,
ramente establecido por Aristóteles: la d i s t i n g u e de la demostración en
"Dicen que la P. es lo que produce el cuanto sería un silogismo "que se vale
saber”, escribió, y por lo tanto, distin­ sólo de premisas que son deficiones,
guió entre P. e indicio o signo, que da experiencias indubitables y axiomas”
solamente un conocimiento probable (Lógica, § 498). Pero fueron sobre todo
(An. Pr., II, 27, 70 b 2). Y en la Retó­ Hume y Kant los que establecieron las
rica agregó: "Cuando se piensa que distinciones f u n d a me n t a l e s en este
lo que se ha dicho no puede ser refu­ campo. Hume propuso distinguir to­
tado, se piensa que se ha aportado una dos los argumenl >s en demostraciones,
P., en cuanto una P. es siempre de­ P. y probabilidades, entendiendo por P.
mostrada y perfecta”, y el silogismo "aquellos argumentos extraídos de la
mismo es una P. necesaria en este sen­ experiencia que no sufren duda y obje­
tido (Ret., I, 2, 1357b 5). El mismo ciones” (Irtq. Conc. Underst., VI, nota):
concepto de procedimiento que estable­ en esta distinción las demostraciones
ce o descubre un conocimiento fue estarían limitadas al dominio de las
expresado por los estoicos en la defini­ puras conexiones de ideas. A su vez
ción del signo indicativo como de "un Kant distinguió cuatro especies de P.:
enunciado que procediendo en sana co­ 1) la P. lógica rigurosa, que va de lo
nexión descubre cuanto sigue” (Sexto general a lo particular y es la demos­
E., Hip. Pirr., II, 104), o en la defini­ tración verdadera y propia; 2) el razo­
ción del r a z o n a m i e n t o demostrativo namiento por analogía; 3) la opinión
como del que, "por medio de premisas verosímil; 4) la hipótesis, esto es, el
convenidas, descubre, a través de la retomo a un principio explicativo sim­
deducción, una conclusión no manifies­ plemente p o s i b l e (Crít. del Juicio,
ta” ( Ibid ., II, 135). Los procedimien­ § 90). Afirmó que las P. demostrativas
tos a que se hace alusión en estas o apodícticas se encuentran sólo en el
definiciones son P. en cuanto son "des­ dominio de las matemáticas, ya que
cubridores”, es decir, en cuanto produ­ éstas proceden mediante la construc­
cen (y justifican) conocimientos. En ción de los conceptos y que los princi­
el siglo xvii, Locke reprodujo a su ma­ pios. empíricos de P. no pueden dar
nera, sobre el supuesto cartesiano de ninguna P. apodíctica (Crít. R. Pura,
la superioridad de la intuición, este con­ Doctrina del Método, cap. I, sec. II).
cepto de P.: "Esas ideas intervinientes Ésta es sustancialmente una aceptación
que sirven para mostrar el acuerdo del punto de vista de Hume. Dewey
963
Psicoanálisis

también ha aceptado este punto de vis­ medio de una de las reglas de inferen­
ta, observando que hay “por una parte cia" {Intr. to Mathematical Logic, 1956,
lo que se llama demostración racio­ § 07). Wittgenstein ya había dicho a
nal, que es asunto de consecuencia rigu­ este propósito: "La P. en lógica es sólo
rosa en el discurso. Por otra, existe la un expediente mecánico para recono­
demostración ostensiva {mostración)." cer con mayor facilidad la tautología
( Logic, cap. X II; trad. esp.: Lógica, cuando está complicada” {Tractatus lo-
México, 1950, F.C.E., p. 270). La dis­ gico-philosophicus, 6.1262).
tinción entre demostración o "P. lógi­ La teoría matemática de la P. es en
ca", "deductiva” o "necesaria” y la P. sustancia la reducción de la P. a la P.
en general se encuentra con frecuen­ de la no contradicción. Ahora bien,
cia en muchos autores (cf., por ejem­ un teorema establecido por K. Gódel
plo, W. Hamilton, Lectures on Logic, en 1931 afirma que se puede solamente
1866, II, p. 38; G. Bergman, Phitosophy probar, mediante la ayuda de una par­
of Science, 1957, p. 4). Pero mientras te de las matemáticas, la no contradic­
que el análisis de los procedimientos ción de una parte más restringida de
de P. usados por las ciencias en par­ las matemáticas mismas, pero no se
ticular (por lo tanto de la noción de P. puede probar la no contradicción del
en general) ha recibido poca atención conjunto de las matemáticas o de una
por parte de los filósofos metodológi­ parte más extensa que ellas. Así, por
cos y no ha hecho progresos, la noción ejemplo, se puede demostrar la no
de P. lógica ha sido elaborada repeti­ contradicción de la teoría de los nú­
damente por matemáticos y lógicos. Los meros enteros partiendo de la teo­
principios de la "teoría de la P." fue­ ría de los números reales, pero no
ron establecidos por D. H i 1b e r t del recíprocamente (cf. Carnap, Logical
modo siguiente: "Una P. es una figura Syntax of Language, 1937, § 35-36; Qui­
que como tal debe estar delante de ne, Mathematical Logic, 1940, cap. 7).
nosotros y consta de consecuencias de­ El teorema de Gódel lleva, como obser­
rivadas s e g ú n el esquema siguiente va Quine, una nueva rama de la teoría
S matemática a su madurez y esta rama
S-» T es la conocida como metamatemáti-
ca o "teoría de la P." cuyo objeto es
~ T ~ la misma teoría matemática (Methods
en el cual cada una de las premisas, of Logic, § 41). Este teorema establece,
esto es, las fórmulas S y S -» T es un sin embargo, que una P. de la cohe­
axioma, esto es, está puesto directa­ rencia es siempre relativa, porque su
mente como tal o c o i n c i d e con la resultado vale sólo mientras se admite
fórmula final T de un razonamiento lle­ la coherencia del sistema a partir del
gado antes a la P., es decir, consiste cual se realiza (cf. Quine, From a Lo­
en la consideración de tal fórmula fi­ gical Point of View, pp. 99 ss.). Cf.
nal. Se denomina susceptible de P. a igualmente E. Nagel y J. R. Newmann,
una fórmula cuando es un axioma, o Gódel's Proof, 1958. Véase matemática.
sea cuando se la toma como un axioma
mediante un acto de posición o tam­ Psicoanálisis (ingl. psychoanatysis; franc.
bién si es la fórmula final de otra P.” psychoanalyse; alem . Psychoanalyse;
("Die logischen Grundlagen der Ma- ital. psicanalisi). Con la palabra P. se
thematik”, en Mathematische Annalen, entiende: 1) un método de curación
1923, p. 152). En otros términos, una para determinadas enfermedades men­
P. lógica es un procedimiento que con­ tales; 2) una doctrina psicológica; 3)
siste en una manipulación de fórmu­ una doctrina metafísica; en fin, y más
las, manipulación que a su vez es un a menudo, cierta mezcla desordenada
conjunto de fórmulas. Dice Church: de esas tres cosas. Los fundamentos
"Una secuencia finita de una o más del P. fueron dados por su fundador
fórmulas bien formadas es una P. si mismo, Sigmund Freud, y resumidos
cada una de las fórmulas bien forma­ así en la introducción de una de sus
das de la secuencia es un axioma o es obras más importantes: “1) los proce­
inmediatamente inferida de las pre­ sos psíquicos son en sí mismo incons­
cedentes fórmulas de la secuencia por cientes y los procesos conscientes no
961
Psicoanálisis

son sino actos aislados o fracciones de nos característicos de la terapéutica


la vida anímica total; 2) que deter­ psicoanalítica es el llamado transferí,
minados impulsos instintivos, que úni­ esto es, la transferencia de los senti­
camente pueden ser calificados de se­ mientos del enfermo (positivos o nega­
xuales, tanto en el amplio sentido de tivos, es decir, de amor o de hostilidad)
esta palabra como en su sentido estric­ a la persona del médico (Einführung
to, desempeñan un papel... en la cau­ cit., cap. 27; trad. esp., pp. 287 ss.); d)
sación de las enfermedades nerviosas la sublimación o sea la transferencia
v psíquicas y, además, coadyuvan... a del impulso s e x u a l a otros objetos,
la génesis de las más altas creacio­ transferencia que daría lugar a los fe­
nes ... del espíritu humano." Este úl­ nómenos d e nomi na dos espirituales:
timo principio es la característica fun­ arte, religión, etc.; e) los denominados
damental del P., el cual es esencial­ complejos o sea sistemas o mecanis­
mente una tentativa de explicar toda mos asociativos, relativamente constan­
la vida del hombre, no sólo la privada tes en todos los hombres y a los cua­
o individual sino también la pública o les se atribuyen las mayores perturba­
social, recurriendo a una única fuerza; ciones mentales. La noción y el término
el instinto sexual o libido (véase) en el de "complejo" fueron introducidos por
sentido técnico de este término (Ein- un discípulo de Freud, C. G. Jung
führung in die Psychoanalyse, 1917, (Wandlungen und Symbole der Libido
Intr.; trad esp.: Introducción al Psico­ ["Transformaciones y símbolos de la
análisis, Obras completas, II, Madrid, libido”], 1912). Pero ya Freud en la In­
1948). Del contraste entre los impulsos terpretación de tos sueños había sim­
sexuales de lo inconsciente y las su­ bolizado todos los hechos fundamenta­
perestructuras morales y sociales cons­ les del denominado “complejo de Edi-
tituidas por prohibiciones y censuras po”, que es aquel por el cual el niño
acumuladas y consolidadas desde la in­ incluye en el amor por la madre cier­
fancia, nacen los siguientes fenóme­ tos celos o aversión hacia el padre.
nos : a) los sueños, que serían expre­ En 1923 en el escrito Das Ich und
siones deformadas y simbólicas de los das Es trad. esp.: El "Yo" y el "Ello",
deseos reprimidos (cf. Die Traumdeu- Obras completas, I, M a d r i d , 1948,
tung, 1900; trad. esp.: La interpretación Freud dio una teoría psicológica que
de los sueños, Obras completas, I, ha sido ampliamente aceptada por la
Madrid. 1948); b) los actos fatlidos, o psicología contemporánea. Dividió al es­
sea los lapsus, las equivocaciones, que píritu en tres partes: el Yo que es orga­
falsamente se atribuyen al azar y, por nización y conocimiento y, por lo tan­
fin, los chistes y el humorismo (cf. Zur to, está en contacto con la realidad e
Psychopatologie des Alltagslebens, 1901; intenta hacerla servir a sus fines; el
trad. esp.: Psicopatología de la vida Super Yo, que es lo que comúnmente
cotidiana, Obras co m pletas, I, Ma­ se denomina conciencia moral, o sea el
drid, 1948; Der Witz und seine Bedeu- conjunto de las prohibiciones que han
tung zum Unbewussten, 1905; trad. esp.: sido inculcadas al hombre en los pri­
El chiste y su relación con lo incons­ meros años de vida y que luego lo
ciente, Obras co m p leta s, I, Madrid, acompañan siempre, también en forma
1948); c) las enfermedades mentales inconsciente; y el Ello constituido por
que, por lo tanto, pueden ser curadas los impulsos múltiples de la libido,
llevando al paciente, a través de la con­ dirigida constantemente hacia el placer.
fesión y de la conversación, a recono­ Esta doctrina sobre la cual el mismo
cer los conflictos de los cuales surgen. Freud v o l v i ó más tarde (cf. Hem­
A este respecto, el sintoma de una mung, Symptom und Angst [Inhibición,
enfermedad debe ser considerado como síntoma y angustia], 1926) ha resultado
"un signo y un sustitutivo de una inlo­ muy útil para la descripción e inter­
grada satisfacción de un instinto, un pretación de las enfermedades menta­
resultado del proceso de la represión” les en la teoría de la personalidad.
(Hemmung, Symptom und Angst, 1926, Freud y sus discípulos han presenta­
cap. 2; trad. esp.: Inhibición, síntoma do y presentan sus conceptos no como
y angustia., Obras completas, I, Ma­ hipótesis o instrumentos de explica­
drid, 1949, p. 1237). Uno de los fenóme­ ción sino como realidades absolutas, de
965
Psicoanálisis existencial
Psicología
naturaleza metafísica. Freud en uno tencial en cuanto trata de determinar
de sus últimos escritos Das Unbehagen la "elección originaria” que sirve de
in der Kuttur (1930, trad. esp. [del base a todo "proyecto de vida" humano.
franc.: Malestar en ta civilización, San­ El principio de este psicoanálisis enun­
tiago de Chile, Ed. Extra 1936), ha for­ cia que "el hombre es una totalidad
mulado una verdadera y propia meta­ y no una colección", y su finalidad es
física, más bien una mitología, en la la de "descifrar los comportamientos
cual ha considerado toda la historia de empíricos del h o m b r e". Además su
la humanidad como la lucha entre punto de partida es la experiencia y
dos instintos, el instinto de la vida o su método es el comparativo (L'étre et
Eros y el instinto de la muerte. "Esta le néant, 1943, p. 656). El P. existencial
lucha —ha escrito— es, en resumidas se diferencia del de Freud, al que Sar­
cuentas, el contenido esencial de la tre denomina "empírico”, porque in­
vida. Ésta es la razón por la cual se tenta determinar la elección originaria
hace preciso definir esta evolución por y no los "complejos" (Ibid., p. 657).
esta breve fórmula: el combate de la
especie humana por la vida. Y es esta Psicofísica, véase psicología , 6 ).
lucha de gigantes la que pretenden
aplacar nuestras nodrizas clamando: Psicogénesis (ingl. psychogenesis; franc.
¡Eiapopeia del cielo!...” (Ibid., trad. psychogénése; alem. Psychogenese; ital.
esp., p. 100). Esta doctrina no es más psycogenesi). El desarrollo de los pro­
que una expresión, no muy al día, del cesos mentales o la consideración de
dualismo maniqueo. tal desarrollo.
La importancia del P. consiste, en
primer lugar, en haber subrayado la Psícognosís (ingl. psychognosy). Térmi­
función del factor sexual en todas las no adoptado por Peirce para indicar
manifestaciones de la vida humana. el conjunto de las ciencias psíquicas
Este factor, ha cesado de ser con el P., (Coll. Pop., 1.242).
por primera vez, una zona de ignoran­ Psicografía (ingl. psychography; franc.
cia obligada para la ciencia y para la psychographie; a l e m . Psychographie;
filosofía y ha podido ser estudiado en ital. psicografía). Descripción de los
sus modos efectivos le acción. En se­ procesos o de los caracteres psíquicos
gundo lugar, el P. ha suministrado un de un individuo.
conjunto de conceptos que, aun cuando
no sean muy compatibles entre sí, se Psícoides (ingl. psychoid; franc. psy-
prestan para ser utilizados por varias choid; alem. Psychóide; ital. psicoide).
ramas de la psicología contemporánea, Nombre dado, por el biólogo vitalista
sobre todo si se sustraen al dogmatis­ H. Driesch, a la fuerza psíquica que
mo con el cual algunos discípulos de preside la formación y el desarrollo
Freud los han tratado. Este segundo de los organismos. Véase vita lism o .
aspecto positivo tiene, no obstante, una
contrapartida negativa: el P. suminis­ Psicología (ingl. psychotogy-, franc. psy-
tra a muchos aficionados la manera de chologie; alem. Psychologie; ital. psico­
preparar explicaciones aparentemente logía). La disciplina que tiene por ob­
plausibles y gratuitas de los fenómenos jeto el alma, la conciencia o los hechos
humanos más disparatados, tomando característicos de la vida animal y hu­
también, a veces, estas explicaciones mana, sea cual fuere la manera en que
por una justificación moral o metafí­ tales hechos se caractericen más tar­
sica. En tercer lugar, el P. ha tenido de con la finalidad de determinar su
el mérito de proveer un instrumento naturaleza específica. En efecto, a veces
curativo que continúa mostrando su tales hechos se consideran como pura­
eficacia, aun cuando se hayan perdido mente "mentales”, o sea como "hechos
muchas de las ilusiones optimistas que de conciencia", otras veces como he­
suscitara en sus comienzos. chos objetivos u objetivamente obser­
vables, esto es, como movimiento, com­
Psicoanálisis existencial (franc. psychana- portamiento, etc., pero en todo caso
lyse existentielle). Sartre ha dado la exigencia a la que estas definicio­
este nombre al análisis filosófico-exis- nes responden es la de delimitar el
966

Psicología

dominio de la indagación psicológica prescrito para ella el procedimiento in­


al círculo restringido de los fenómenos ductivo o experimental propio de todas
característicos de los organismos ani­ las ciencias empíricas y Maine de Bi-
males y, especialmente, del hombre. ran, a principios del siglo xix, le se­
Desde el punto de vista del plantea­ ñaló su campo de acción: la conciencia
miento conceptual (que es el que inte­ (Essai sur tes fondements de la psy-
resa a la filosofía) se pueden distin­ chotogie, 1812). Con ello no existían
guir las seis direcciones fundamenta­ todavía, sin embargo, todas las condi­
les siguientes: a) P. racional; b) P. psi- ciones para la fase metafísica de la
cofísica; c) P. gestaltista; d) P. del psicología. Faltaban dos) estrechamen­
comportamiento; e) P. de lo profun­ te relacionadas entre sí; en primer lu­
do; f) P. funcional. gar, el reconocimiento de la estrecha
a) La P. racional o filosófica es la relación entre los hechos psíquicos y
fundada por Aristóteles, quien fue los hechos físicos por medio de la ac­
el primero en recoger (en su libro ción del sistema nervioso; en segundo
De Anima) las opiniones de sus pre­ lugar la introducción de algún proce­
decesores en tomo a este tema. Esta P. dimiento de medida. La realización de
tiene por objeto "la naturaleza, la sus­ estas dos condiciones llevó a la P. a
tancia y las determinaciones acciden­ constituirse como psicofísica. Fue obra
tales del alma", entendiéndose por alma de Helmholtz, Weber y Fechner, el pri­
"el principio de los seres vivientes” mero de los cuales logró medir en 1850
(De An., I, 1, 402 a 6). El supuesto fun­ la velocidad del impulso nervioso,
damental de esta P. está explícito en mientras que el segundo enunció la de­
estas notas: presupone, en los hechos nominada "ley" concerniente a la rela­
que toma como motivo de estudio, un ción entre el estímulo y la sensación
principio único y simple, una sustancia (según la cual el aumento del estímulo
necesaria, de la que se dejan deducir necesario para ser percibido como tal
las determinaciones que tales hechos es proporcional a la intensidad del es­
poseen constantemente o en la mayo­ tímulo originario), y el último estable­
ría de los casos. En este sentido, la P. ció la "ley psicofísica fundamental” que
es una ciencia deductiva del alma, cien­ consiste en la fórmula matemática
cia en la cual los fenómenos particula­ que expresa la ley de Weber. En 1860
res entran sólo como confirmaciones Fechner publicó los Elementos de psi­
ocasionales de los problemas singula­ cofísica que definieron la psicofísica
res que la constituyen. Con toda razón, como "la ciencia exacta de las relacio­
en el siglo xvm, Wolff dio a esta P. nes funcionales o relaciones de depen­
el título de "racional”, en cuanto por dencia entre el espíritu y el cuerpo”.
ella se trata de "deducir a priori del Éste fue (y siguió siendo) el programa
único concepto del alma humana todas de la P. científica en esta primera fa­
las cosas que a posteriori se observan se de su organización, programa en el
como inherentes a ella” (Log., Disc. cual encontraron lugar con facilidad
prel., §112). Pero fue mérito de Wolff los resultados de los análisis del empi­
agregar a tal P. una P. "empírica” de­ rismo inglés de Locke a Spencer. Este
finida como “la ciencia que establece último, en los Principios de P. (1855)
a través de la experiencia los principios había definido también como psicofí­
con los cuales se puede dar razón de sica la tarea de la P. aseverando que
lo que acaece en el alma humana” "la P. se distingue de las ciencias so­
(Ibid., §111; Psychotogia e m p í r i c a , bre las cuales se apoya (de la anatomía
1732, § 1). En este sentido, la P. racional y de la fisiología) porque cada una de
sigue siendo una dirección propia de sus proposiciones toma en considera­
las filosofías que se inspiran en la me­ ción tanto el fenómeno interno conexo
tafísica tradicional, pero ha dejado de como el fenómeno externo conexo y al
tener eficacia en el desarrollo cientí­ cual se refiere (Principies of Psycho-
fico de la psicología. logy, 3* ed., 1881, p. 132). Del empirismo
b) La P. psicofísica o más simplemen­ inglés, dedujo la P. dos rasgos funda­
te la psicofísica ha constituido la pri­ mentales que la acompañaron en esta
mera dirección empírica, experimental primera fase de su constitución, a sa­
o científica de la P. Wolff había ya ber: el atomismo (véase) y el asocia-
967
Psicología

cionismo {véase) y de tal manera sus de la percepción, con referencia a la


estructuras teóricas fundamentales pue­ cual ha acumulado una masa enorme
den ser recapituladas así: de trabajo experimental. Véase percep­
1) La P. tiene por objeto los "fenó­ c ió n , 3, a).
menos internos’’ o "hechos de concien­ d) La P. objetiva o behaviorismo abre
cia’’ y su principal instrumento de in­ la brecha en el fundamento 1 de la P.
vestigación es la introspección o re­ psicofísica, negando que el instrumen­
flexión. Debido a este aspecto la direc­ to fundamental de la P. sea la intros­
ción fue a menudo denominada P. sub­ pección o reflexión y que los hechos
jetiva o reflexiva o, con menor frecuen­ de conciencia o fenómenos internos
cia, ‘crítica’. sean el objeto de esta ciencia. Asevera
2) Los hechos de conciencia o fenó­ que constituyen, en cambio, objeto de
menos internos son estudiados por la P. la P. las reacciones de los organismos
en su relación funcional con los fenó­ a los estímulos, entendiéndose por reac­
menos externos, esto es, fisiológicos o ciones, movimientos o fenómenos obje­
físicos. Debido a este aspecto, que es tivamente observables, que se producen
el más característico de la fase en exa­ en relación con los hechos del ambien­
men, tal P. fue denominada psicofísica te que funcionan como estímulos. En
o también (por Wundt) P. fisiológica. 1907, el fisiólogo ruso Bechterev publi­
Con este aspecto se relaciona la hipó­ có una P. objetiva (luego traducida al
tesis que ha sostenido el trabajo expe­ inglés y al francés) que sostuvo preci­
rimental de la P. en esta fase: el para­ samente esta tesis, más tarde difundida
lelismo psicofísico (véase). y defendida por los estudios de Pavlov
3) La tendencia a resolver el hecho acerca de los reflejos condicionados
de conciencia en elementos últimos (véase acción re fleja ). Desde esa fecha,
(sensaciones, emociones elementales, por lo tanto, se puede hacer comenzar
reflejos o instintos elementales) y a el behaviorismo, nombre que vuelve a %
explicar los fenómenos más complejos usar años más tarde J. B. Watson, au­
como la combinación de tales elemen­ tor estadounidense, en un artículo del
tos (atomismo, asociacionismo). año 1913 y después en un libro intitu­
4) El carácter científico ue la P. está lado Comportamiento, introducción a
constituido por el recuerdo a los pro­ la P. comparativa (Behavior. An Intro-
cedimientos de la inducción, de la expe­ duction to Comparative Psychology,
riencia y del cálculo matemático; el 1914). En esta primera fase, el behavio­
recurso a tales procedimientos estable­ rismo tomó el carácter de rigurosa ne­
ce el carácter descriptivo que la P. rei­ cesidad ; la reacción del animal era
vindica para sí, de análoga manera a considerada como el efecto causal ne­
las otras disciplinas empíricas. cesario del estímulo y, por lo tanto,
c) La P. de la forma, gestaltismo como infaliblemente previsible a partir
o configuracionismo abre la brecha en del mismo. El abandono de esta nece­
el fundamento 3 de la P. psicofísica, o sidad y el reconocimiento del carácter
sea en el atomismo y el asociacionis­ simplemente estadístico o probable de
mo. Consiste en considerar como punto las constantes que se encuentran en las
de partida el principio simétrico y reacciones de respuesta de los organis­
opuesto al de la P. asociativa: el he­ mos a los estímulos constituye la fase
cho fundamental de la conciencia no más moderna del propio behaviorismo.
es ya el elemento sino la forma total, Véase behav iorism o .
ya que esta forma nunca es reducible e ) Las denominadas P. abisales o P.
a una suma o combinación de elemen­ profundas abren la brecha en el funda­
tos. Wertheimer, Kóhler y Koffka fue­ mento 4 de la P. científica clásica, con­
ron los fundadores de la P. de la forma, siderando la P. como ciencia de inter­
que, aun manteniendo sustancialmente pretación y no de descripción. Para el
sin cambio el fundamento 2 de la psico­ psicoanálisis que, en efecto, es la mayor
física, dejó de hablar de hechos o fe­ y más coherente expresión de las P.
nómenos de conciencia para considerar profundas, la interpretación parte no
formas, configuraciones o campos, to­ ya de los hechos, como lo hace la des­
mados en su estructura total. La P. de cripción, sino de los síntomas y la no­
la forma se ha ocupado, sobre todo, ción de síntoma es, efectivamente, uno
968
Psicológico
Psicologismo
de los conceptos fundamentales del psi­ trospectivo sino más bien el objetivo
y behaviorista y las funciones deben
coanálisis (véase su bco n sc ien te ). En la
interpretación de los síntomas el psico­ ser estudiadas mediante procedimien­
análisis sigue una sola regla fundamen­ tos de observación objetiva. En fin, el
tal, la de reducir el síntoma mismo a funcionalismo tiene en común con la
símbolo o expresión deformada de un P. de la forma el abandono del funda­
deseo o de un conflicto de naturaleza mento 3. Pero el carácter del funciona­
vagamente sexual perteneciente, por lo lismo que constituye su mayor novedad
en relación con las otras direcciones
tanto, a la tibido (véase l ib id o ; psico ­
de la P. es su probabilismo, que con­
a n á l is is ; sexo ). Variantes del psico­
análisis son la denominada P. indi­ siste en negar el carácter de la certeza
vidual de Alfred Adler, que insiste infalible no sólo a los procedimientos
sobre todo acerca del carácter finalista de la ciencia sino también a todas las
de los procedimientos psíquicos (Praxis funciones cognoscitivas humanas (com­
und Theorie der Individualpsychologie prendida la percepción inmediata) y en
["Práctica y teoría de la psicología in­ reconocer a todas estas funciones la
dividual”], 1924), y la P. analítica de posibilidad de obtener sólo una validez
C. G. Jung, que en realidad es muy probable. Debido a este probabilismo el
poco analítica (en el sentido propio funcionalismo constituye la inserción
del término) porque no hace más que de la P. en el círculo de las ideas fun­
reconocer el carácter simbólico de mu­ damentales de la ciencia contemporá­
chos síntomas que el mismo Freud nea (cf. Brunswik, Psychotogy in Terms
consideraba con significado directo of Objects, 1936; Cantril, Ames, Hastorf,
(Collected Papers on Analytical Psycho- Ittelson, "Psychology and Scientific Re­
logy, 1916). Véase su b c o n sc ie n te ; pro­
search”, en Science, vol. 110, 1949; Can­
fundo . tril, The ‘Why’ of Man’s Experience,
f) La P. funcional o funcionalismo 1950; trad. ital., Le motivazioni detl’es-
es la dirección que considera que el perienza, 1958; cf. también las obras ci­
objeto de la P. está constituido por las tadas en este último libro).
funciones u operaciones del oTganismo
viviente, consideradas como unidades Psicológica, (ingl. psychological; franc.
mínimas indivisibles. Se considera que psychologique; a 1e m . psychologisch;
el funcionalismo se inicia en un escrito ital. psicológico). 1) Lo que concierne
de Dewey del año 1896 acerca del Con­ a la psicología; en esta acepción el tér­
cepto del arco reflejo en P., en el cual mino tiene tantos significados como
sostenía que el arco reflejo no se puede significados tienen las diferentes direc­
dividir en estímulo y respuesta, sino ciones conceptuales de la psicología
que debe ser visto como una unidad misma.
de la que sólo el estímulo y la res­ 2) Lo que concierne a la conciencia
puesta tienen significado. Para indicar del individuo, esto es, las actitudes o
la unidad de la función, el mismo De­ valoraciones individuales. En tal senti­
wey adoptó más tarde la palabra trans­ do se dice, por ejemplo, que "se tra­
acción (véase), que sirvió para sub­ ta de una cuestión puramente P.”
rayar la imposibilidad de considerar cuando se trata de una cuestión que no
como entidades por sí mismas e inde­ se puede basar en los hechos o en el
pendientes de la relación en que en­ ámbito de un determinado campo de
tran, a los elementos de una función discurso (por ejemplo, científico, lógi­
cualquiera (cf. Knowing andthe Kncnvn, co, etcétera).
1949, en colaboración con A. F. Bentley).
La dirección formalista abandona los Psicologismo (ingl. psychologism; franc.
supuestos f, 2 y 3 de la P. tradicional. psychologisme; alem. Psychologismus;
Abandona el supuesto 1 porque el ob­ ital. psicologismo). 1) Término que se
jeto que estudia no es un hecho de con­ origina en el siglo xix y que, en primer
ciencia sino una función, esto es, una lugar, designa cualquier filosofía que
operación mediante la cual el organis­ considere como fundamento los datos
mo entra en relación con el ambiente. de la conciencia, es decir, de la re
Abandona el fundamento 2 porque el flexión del hombre sobre sí mismo.
método del cual se vale no es el in­ En este sentido, fue entendido el P. por
969
Psicologismo

J. F. Fríes (1773-1844) y por F. E. Bencke que han combatido constantemente al


(1798-1854), en contraposición al idea­ psicologismo en la filosofía de los úl­
lismo hegeliano, y ambos autores con­ timos decenios del siglo pasado y de
sideraron explícitamente como método los primeros del nuestro. Hermán Lot-
y tarea de la filosofía la autoobserva- ze, en la Lógica (1874), hizo valer sis­
ción o conciencia. Desde este punto temáticamente el punto de vista anti-
de vista, la psicología, como descrip­ psicologista, distinguiendo entre el acto
ción de la experiencia interna, resulta psíquico del pensar que existe sólo co­
la única filosofía posible (cf. Fríes, mo un determinado hecho temporal
Neue oder anthropotogische Kritik der y el contenido del pensamiento que
Vernunft [“Nueva crítica o antropolo­ tiene otro modo de ser, que es el de la
gía de la razón”], 1828; Beneke, Die validez. G. Frege había hecho valer
Philosophie in ihrem Verháltnis zur el mismo punto de vista en el dominio
Erfahrung, zur Speculation und zutn de la lógica matemática. "No se tome
Leben ["La filosofía en su relación con como definición matemática —decía—
la experiencia, la especulación y la la simple descripción del modo por el
vida"], 1833). Más genérica y polémica­ cual se forma en nosotros una deter­
mente, V. Gioberti entendió por P. el minada imagen ni como demostración
procedimiento filosófico que va del de un teorema la recopilación de las
hombre a Dios, en cuanto se opone al condiciones físicas o psíquicas que de­
que va de Dios al hombre. Este último ben ser satisfechas en nosotros para
es el ontologismo (véase). El P. es con­ que podamos comprender el enuncia­
siderado por Gioberti como la carac­ do. No se confunda la verdad de una
terística de toda la filosofía moderna proposición con su ser pensada. Es ne­
a partir de Descartes (In.tr. alto studio cesario recordar bien esto: que una pro­
delta, filosofía, 1840, II, p. 175). posición no cesa de ser verdadera en
2) En su uso polémico, el término cuanto yo no la pienso más, como el
se aplica constantemente a la confu­ sol no cesa de existir cuando yo cierro
sión entre la génesis psicológica del los ojos" (Die Grundlagen der Arith-
conocimiento y su validez o la tenden­ metik ["Los fundamentos de la aritmé­
cia a considerar justificada la validez tica”], 1884, Intr.; trad. ital., en Arit­
de un conocimiento cuando se ha ex­ mética e lógica, p. 23). Estas conside­
plicado en cambio sólo su acontecer raciones fueron repetidas casi al pie de
en la conciencia. En este sentido, ha la letra por Husserl (Logische Untersu-
sido Kant el que ha aclarado por pri­ chungen, 1900, I, §§ 17 ss.; trad. esp.:
mera vez el concepto de P. (aun cuan­ Investigaciones lógicas, Madrid, 1929),
do no haya adoptado el nombre) ini­ el cual recalcaba más tarde que "lla­
ciando la polémica en su contra. Kant marlo [a un número] producto psíqui­
distinguía, con referencia a los con­ co es, pues, un contrasentido, es pecar
ceptos a priori, entre la quaestio facti contra el sentido del lenguaje aritmé­
y su "derivación fisiológica", esto es, tico, que es perfectamente claro, de
de su presentarse en la mente o en la validez susceptible de ser vista con
conciencia del hombre y la quaestio evidencia intelectual en todo momen­
juris que consiste en preguntarse acer­ to, o anterior a todas las teorías"
ca del fundamento de su validez y que (Ideen, I, 1913, § 22), y ponía en guardia
como respuesta exige la deducción (véa­ contra la tendencia a "psicologizar lo
se deducción trascendental ) (Crít. R. eidético”, esto es, a identificar las esen­
Pura, § 12). Esta distinción, siempre cias de aquello que sólo se da a cono­
presente en la obra de Kant, significa cer con las esencias de formas de la con­
el descubrimiento de la dimensión tó- ciencia misma (Ibid., §61). En este
gico-objetiva del conocimiento, una di­ sentido, la dirección antipsicologista es
mensión cuya irreducibilidad a la con­ básica actualmente en filosofías apa­
ciencia o a las condiciones subjetivas rentemente dispares, por ejemplo, en
del conocimiento ha sido sostenida por el existencialismo en la forma que ha
muchas escuelas kantianas, por la es­ adquirido a través de la obra de Hei-
cuela de Badén (Windelband, Rickert), degger, en cuanto es análisis de las
por la de Marburgo (Cohén, Na- situaciones humanas en su esencia y
torp), por la fenomenología (Husserl), no en su acaecer psíquico (cf. Sein
970
Psicometria
Publicidad
und Zeit, §7; trad. esp.: El ser y el ital. psicotecnica). La aplicación de la
tiempo, México, 1962, F.C.E.), como psicología a los problemas del trabajo
también en el empirismo lógico, cuyo y de la producción: la ingeniería psico­
principal representante, R. Camap, lo lógica.
ha atacado constantemente (cf. Der Lo-
gische Attfbau der Welt ["La estruc­ Psicoterapia (ingl. psychotherapy; franc.
tura lógica del mundo”], 1928, §§ 151 ss.; psychothérapie; alem. Psychotherapie;
"Empiricism, Semantics and Ontology", ital. psicoterapia). La solución de los
1950, en Readings in Phil. of Scien­ conflictos ya sea individuales o de gru­
ce, 1953, p. 514). Por lo demás, la polé­ po, o la curación de estados mentales
mica contra el P. es frecuente en el patológicos mediante consejos, aclara­
empirismo lógico (cf., por ejemplo, A. ciones o sugerencias verbales, sin recu­
Pap, Elements of Analytic Philosophy, rrir a medios materiales. El psicoaná­
1949, p. 406). lisis es la forma más conocida y di­
fundida de psicoterapia. Una forma más
Psicometria (ingl. psychometry; franc. actual es la denominada “P. no direc­
psychométrie; a l e m . Psychometrie; tiva" según la cual el procedimiento
ital. psicometria). La medida de la fre­ de curación consiste en tratar de en­
cuencia, de la intensidad o de la dura­ contrar, mediante una conversación
ción de los hechos psíquicos. El tér­ amigable con el paciente, la imagen
mino (psycheometria)r como asimismo que él se forma de sí mismo y de sus
la exigencia de la aplicación de la me­ finalidades en la vida, ayudándolo a
dida a hechos psíquicos, fueron pro­ liberarse de los conflictos (cf. C. R.
puestos por Wolff (Psychol. empírica, Rogers, Counseling and Psychotherapie,
1732, §§522, 616). El término fue muy 1937). Véase psic o a n á lisis .
empleado por la psicofísica que algunas
veces se identificó con la psicometria. Psique (ingl. psyche-, franc. psyché;
Actualmente ha caído en desuso. alem. Psyche; ital. psiche). Alma o con­
ciencia (véanse estos dos términos).
Psicopatía (ingl. psychopathy; franc.
psychopathie; alem. Psychopathie; ital. Psitaquismo (ingl. psittacism; franc.
psicopatía). Cualquier desorden o en­ psittacisme; alem. P s i t t a z i s m u s ;
fermedad mental, o las formas menos ital. psittacismo). 1. El uso de las pala­
graves de tales enfermedades. En este bras sin su relación con los objetos,
último sentido, la P. es diferente de como hacen los papagayos. Decía Leib-
la psicosis (véase infra). niz: "A menudo se razona con las pa­
labras sin casi tener el objeto en el
Psicosis (ingl. psychosis; franc. psycho- espíritu...”, y en este caso, "nuestros
se; alem. Psychose; ital. psicosi). En pensamientos y nuestros razonamientos,
el significado actualmente en uso: en­ contrarios al sentimiento, son una espe­
fermedad mental grave que implica cie de P.” (Nouv. Ess., II, 21, 35). Acer­
pérdida o desorden de procesos men­ ca del lenguaje oratorio considerado
tales. Psiconeurosis o simplemente neu­ como una especie de P., cf. C. K. Og-
rosis'. enfermedad o trastorno mental den-I. A. Richards, The Meaning of Mean-
menos grave. ing, 10* ed, 1952, p. 218.
2) Método de enseñanza basado exclu­
Psicosomático (ingl. p sy c h o so m a tic , sivamente en el ejercicio de la me­
franc. psychosomatique; alem. psycho- moria.
somatik; ital. psicosomático). Que con­
cierne a la influencia de las actitudes Publicidad (ingl. publicity; franc. publi-
mentales (o sea del modo de pensar cité; alem. Offentlichkeit; ital. pubblici-
y de sentir de una persona) sobre los tá). Según Kant, el criterio para reco­
procesos orgánicos. Se denomina psico- nocer de inmediato la legitimidad de
somática a la rama de la medicina que una pretensión jurídica. Kant denomina
estudia tales influencias (cf. F. Alexan- fórmula trascendental del derecho pú-
der, Psychosomatic Medicine, 1949). btico al siguiente principio: “Todas las
acciones relativas al derecho de otros
Psicotecnia (ingl. psychotechnic; franc. hombres, cuya máxima no es suscepti­
psychotechnique; alem. Psychotechnik; ble de P., son injustas" (Zum ewigen
971
r

Público
Purismo
Frieden [La paz perpetua], apéndi­ concepto de P. se confundió a menudo
ce II). con el de nación en el nacionalismo
del siglo xix. Véase n a c io n a lism o ; es ­
Público (ingl. public; franc. publique; p ír it u NACIONAL.
alem. óffentlich; ital. pubblico). El ad­
jetivo es usado en sentido filosófico Puente de los asnos (lat. pons asinorum;
(especialmente por los autores anglo­ ingl. asses' bridge; franc. poní aux ánes;
sajones) para designar los conocimien­ alem. Eselsbrücke; ital. ponte degli asi-
tos, o los datos o elementos de cono­ ni). Así fue denominado, debido a su
cimiento, disponibles para cualquiera aparente dificultad, un diagrama cons­
en condiciones adecuadas y que no truido por el lógico Pedro Tartareto
pertenecen a la esfera privada e incon­ (cuya actividad literaria se extiende
trolable de la conciencia. En este sen­ entre 1480 y 1490) que tenía la finalidad
tido, P. es lo que Kant denominaba de ayudar al estudiante a encontrar el
objetivo (véase), o sea lo que puede término medio en las diferentes figu­
ser compartido igualmente por todos ras del silogismo. El diagrama ha sido
y, por lo tanto, también expresado o nuevamente expuesto por Prantl, Ge-
comunicado mediante el lenguaje (cf. schichte der Logik ["Historia de la
B. Russell, Human Knowledge, II, 1; lógica”], IV, p. 206. El término se am­
trad. ital., p. 81). plía a veces para indicar un punto difí­
cil de cualquier enseñanza o doctrina.
Pueblo (lat. populus; ingl. people; franc.
peuple; alem. Volk; ital. popolo). Una Punición, véase PENA.
comunidad humana caracterizada por Punto (lat. punctum; ingl. point; franc.
la voluntad de los individuos que la point; alem. Punkt; ital. punto). Leib-
componen para vivir bajo el mismo or­ niz admitió, junto al P. matemático
den jurídico. El elemento geográfico y al P. físico, el P. metafísico, que es
no es suficiente para caracterizar el la sustancia espiritual, como elemento
concepto de P., como ya decía Cice­ constitutivo del mundo. De esta mane­
rón : “P. no es cualquier conglomerado ra distinguió las tres especies de P.:
de hombres reunidos d cualquier "Los P. físicos son indivisibles sólo
modo, sino un conglomerado de gente en apariencia, los P. matemáticos son
asociada por el consentimiento a un exactos, pero sólo son modos: única­
mismo derecho y por una comunión mente los P. metafísicos o de sustan­
de intereses” (Rep., I, 25, 39). Al P. se cia, constituidos por las formas o al­
opone, por lo tanto, la plebe, que es el mas, son al mismo tiempo exactos y
conjunto de personas que viviendo con reales y sin ellos no habría nada real
el P. no participan en el mismo orden porque en las verdaderas unidades no
jurídico. Por otro lado, el concepto existiría multiplicidad” (Systéme nou-
de P. se distingue del concepto de na­ veau de la nature, 1695, §11). Los P.
ción porque ésta contiene un conjun­ metafísicos no son más que las móna­
to de elementos necesarios que en la das (véase).
nación se consideran como formado- Purificación, véase CATARSIS.
res de la noción de un común des­
tino, al cual los individuos no pue­ Purismo (ingl. purism; franc. purisme;
den sustraerse legítimamente. El con­ alem. Purismus; ital. purismo). 1) En
cepto de nación comenzó a formarse sentido moral: "especie de pedantería
del concepto de P., a partir de Mon- referente a la observación del deber
tesquieu, cuando se aclararon las cau­ considerado en el sentido más amplio”
sas naturales y tradicionales (clima, (Kant, Met. der Sitien, Doctrina de la
religión, tradiciones, usos y costum­ virtud, I, §7).
bres, etc.) que contribuyeron a formar 2) En sentido lingüístico: especie de
lo que Montesquieu denominara "es­ pedantería referente a la pretensión
píritu general” o "espíritu de la na­ de conservar a una lengua su forma
ción” (Esprit des lois, XIX, 4-5). La clásica u originaria.
diferencia entre P., nación y plebe fue 3) En sentido metafísico: forma de
claramente establecida por Kant (Antr., pedantería referente a la muy rigurosa
II, El carácter del pueblo), pero el separación entre las facultades huma-
972
Puro
P y k n a to m e n
ñas. En este sentido la palabra fue usa­ yo empíricamente condicionado y en
da por G. C. Hamann como título de cuanto su actividad prescinde por com­
su escrito Metacrítica del P. de la ra­ pleto de la experiencia (Wissenschafts-
zón (1788, postumo) en el cual repro­ tehre, 1794, III, §5, II). Este uso es
chaba a Kant esta forma de pedantería. constante en el idealismo de inspira­
ción romántica. Gentile denominó ac­
Puro (ingl. puré-, franc. pur; alem. to P. al pensamiento pensante, por
rein; ital. puro). 1) Lo que no está cuanto es independiente de toda con­
mezclado con cosas de otra natura­ dición o contenido empírico (Teoría
leza, o, más exactamente, lo que está generale dellospirito come atto P., 1920).
constituido de manera rigurosa con­ 3) En el lenguaje común se dice P.
forme a su propia definición. Esta una ciencia o una disciplina tratada
segunda definición explica el muy am­ teóricamente, esto es, sin referencia a
plio uso que los filósofos hacen de este sus aplicaciones posibles y de esta ma­
adjetivo, en cuanto, al definir un obje­ nera P. resulta lo contrario de apli­
to, deben a menudo distinguir entre cado. Ya Hamilton anotaba la impro­
las condiciones en que el objeto apa­ piedad de este uso (Lectures on Logic,
rece rigurosamente conforme a su pro­ I, 1866, p. 62).
pia definición y las condiciones en que,
en cambio, se aleja de ella en alguna P u rp ú re a , ilíace, a m a b im u s, é d e n tu li.
medida: en las primeras condiciones, Términos mnemotécnicos de la lógica
el objeto es denominado puro. Anaxá- tradicional para expresar la equivalen­
goras denominó P. al entendimiento cia de las cuatro proposiciones mo­
porque "él solo, entre todos los entes, dales representadas cada una por una
es simple y no mezclado” (Arist., De sílaba en el orden siguiente: posible,
an., 405 a 16). Platón habla de un pla­ contingente, imposible, necesario. La vo­
cer "P.", es decir, no mezclado con el cal que se encuentra en cada sílaba,
dolor (FiL, 51a, 52c), Descartes de o sea A, E, I o V indica si el modo
la matemática "P.” (Med., VI), Leibniz debe ser afirmado o negado y si la
de la "P." razón (Op., ed. Erdmann, proposición debe ser afirmada o ne­
pp. 229-230, etc.), como también Wolff gada. A sigr;fica la afirmación del mo­
(Psychot. empírica, §495). "Acto P.” se do y la afirmación de la proposición;
ha llamado al primer motor de Aristó­ E la afirmación d(' modo y la nega­
teles en cuanto es actividad perfecta, ción de la proposición; 7 la negación
privada de potencia; pero la expresión del modo y la afirmación de la propo­
no es aristotélica (cf. Met., XII, 6, sición; U la negación del modo y la
1071b 22; 8, 1074 a 36). negación de la proposición. De tal ma­
2) Kant denominó P. o "absoluta­ nera, las cuatro proposiciones indica­
mente P.” a un conocimiento "en el das con la misma palabra son equipo­
cual, por lo general, no se encuentra lentes, y de tal forma si una es verda­
mezclada experiencia o sensación algu­ dera las otras también son verdaderas
na y que, por lo tanto, es posible com­ (Arnauld, Log., II, 8). Por ejemplo, si p
pletamente a priori” (Críí. R. Pura, es una proposición cualquiera, en la
Intr., §VII). En este sentido, la ra­ palabra Purpúrea se tiene:
zón P. “es la que contiene los princi­ Posible = U = No es posible que no p.
pios para conocer alguna cosa absolu­ Contingente = U = No es contingente
tamente a priori”. Una ciencia de la que no p.
Imposible = E = Es imposible que
razón P. no es una doctrina, sino una no p.
crítica, por cuanto no puede dar un Necesario = A = Es necesario que p.
sistema completo de la razón P. y sólo Análogamente en las otras palabras.
puede tener función negativa, "sirvien­
do para depurar, no para alargar, nues­ Así denominó E. Haeckel
P y k n a to m e n .
tra razón y para librarla de los erro­ a los átomos, dotados de movimiento
res" (Ibid.). En este sentido lo opuesto y de sensibilidad, a los que conside­
de P. es empírico. El adjetivo fue raba elementos constitutivos de toda
usado en el mismo sentido por Fichte, forma de ser en cuanto son producidos
que denominó P. al Yo absoluto (o por el condensarse (picnosis) de la ma­
su actividad), en cuanto es diferente al teria primitiva ( Weltratsel, 1899).
973
Q
Q u a d riviu m , véase CULTURA; ARTE. falacia lógica, es decir, la duplicidad
de significado de uno de los términos
Q uaestio. El método de estudio propio empleados en el razonamiento, como
de la escolástica medieval a partir del en el ejemplo tomado de Séneca: "Mus
siglo xn. El primer ejemplo del mé­ (el ratón) es una sílaba; el ratón
todo es el Sic et non de Abelardo: una (mus) roe el queso; por lo tanto, la
colección de opiniones (sententiae) de sílaba roe el queso" (Ep„ 48). Véase
Padres de la Iglesia, dispuestas por pro­ EQUIVOCACIÓN.
blemas, de manera que las diferentes
sentencias aparezcan como respuestas Quididad (lat. quidditas; ingl. quiddity;
positivas o negativas al problema pro­ franc. quiddité; ital. quidditá). Término
puesto (de ahí el título, que se traduce introducido por las traducciones lati­
sí y no). En su forma madura, la Q. nas (del árabe) de las obras de Aristó­
está constituida por las siguientes par­ teles, hechas en el siglo xn, como co­
tes: 1) el enunciado (ejemplo: “Utrum rrespondiente a la expresión aristotélica
deum esse sit per se notum"); 2) el tó t i fjv eIw c u ( quod quid erat esse).
elenco de razones a favor de la tesis El término significa esencia necesaria
que será rechazada por el autor (Ad (sustancial) o sustancia. Véase e s e n c ia ;
primum sic proceditur, Videtur quod su sta n cia .
deum esse sit per se notum ); 3) el elen­
co de razones que militan a favor de Quietismo (ingl. quietism; franc. quié-
la tesis opuesta (Sed contra; . . . ); tisme; alem. Quietismos; ital. quietis­
4) la enunciación de la solución ele­ mo). La creencia en que el estado de
gida por el autor (Conclusio); 5) la gracia o de unión con Dios se puede
ilustración de tal solución; 6) la refu­ obtener mediante el abandono total de
tación de las tesis aducidas a favor la propia voluntad a la voluntad de Dios,
de la solución rechazada, en el orden fuera de todo rito o práctica religiosa.
en que han sido aducidas [Ad primum El Q. es propio de muchas direcciones
ergo dicendum ... Ad secundum...). religiosas, pero el término fue acuñado
El orden medianil, el que se trataban con referencia a la forma que adquirie­
las cuestiones era suministrado por al­ ra en el seno del catolicismo, por obra
gún texto al cual toda colección servía de Miguel de Molinos (1627-1696) cuyas
de comentario: algún libro de la Bi­ tesis fueron condenadas por el papa
blia, alguna obra de Boecio o de Aris­ Inocencio XI en 1687.
tóteles o, más frecuentemente, las Sen­
tencias de Pedro Lombardo. Quaestio- Quietivo (ingl. quietive; franc. quiétif;
nes quod tibetates o, más simplemente, alem. Quietiv). Así denominó Schopen-
Quodlibeta eran las colecciones de las hauer, por analogía y antítesis de moti­
cuestiones que los aspirantes a gra­ vo, al conocimiento filosófico en cuanto
duarse en teología debían discutir dos lleva a la negación de la Voluntad de
veces al año (antes de Navidad y antes vivir, o sea al ascetismo; tal negación,
de Pascua) acerca de cualquier tema, de en efecto, "penetra luego que todo el
quolibet. Las quaestiones disputatae conocimiento del propio ser ha resul­
eran, en cambio, el resultado de las tado Q. de todo querer” (Die Welt,
disputationes ordinariae que los profe­ I, §68). Un Q. en este sentido resulta
sores de teología tenían durante sus también el arte, como contemplación
cursos acerca de los más importantes desinteresada de las ideas platónicas
problemas filosóficos y teológicos (cf., (Ib id ., I, §70).
acerca de estos argumentos, Martin
Grabmann, Die Geschichte der scho- Quiliasmo (ingl. chiliasm; franc. chi-
lastiscken Methode [“Historia de los tiasme; alem. Chialismus; ital. chiíias-
métodos escolásticos"], 1911, nueva ed., mo). Q. o milenarismo se denomina a
1956). toda creencia en el advenimiento de
una renovación radical del género hu­
Q u a tern io te r m in o ru m . Expresión usa­ mano y en la instalación de un estado
da para indicar el tipo más común de de perfección definitivo. El Apocalip­
974
Quinque voces
Quodlibeta
sis de San Juan es el mayor docu­ do a través de la versión y comenta­
mento de una creencia semejante, rios boecianos a esta obra.
creencia que fuera muy frecuente en
los primeros tiempos del cristianismo Q u in ta e s e n c ia (lat. q ui nta essentia\
y que a menudo volvió a presentarse ingl. quintessence-, franc. quintessen­
en la Edad Media. Joaquín de Fiore ce; alem. Quintessenz; ital. quinta es-
(siglo x n ) preconizó el inminente adve­ senza). 1) El éter, esto es, la sustancia
nimiento de una tercera época de la que, según Aristóteles, compone los
historia humana, la del Espíritu Santo cielos, en cuanto es diferente a los cua­
(Concordia Novi et Veteris Testamenti, tro elementos que componen los cuer­
IV, 35). Kant habló de un Q. filosófico pos sublunares. Véase éter.
"que espera un estado de paz perpe­ 2) El extracto corpóreo de una cosa
tua, fundada en una liga de las nacio­ obtenido mediante el análisis alquimis­
nes como república mundial” (Retigión, ta de la cosa misma con la separación
I, 3). Véase historia . del elemento dominante de los otros
elementos, que están mezclados en ella.
Quinqué voces. Son los cinco conceptos Según Paracelso, en la Q. están ocultos
generales o cinco tipos de predicado los arcanos, o sea las fuerzas operantes
universal (por lo tanto, denominados de un mineral, de una piedra precio­
también "predícales”) de la lógica clá­ sa, de una planta, y de ellas se sirve,
sica: género, especie, diferencia, propio por lo tanto, la medicina para producir
y accidente. Su distinción y problemá­ las curaciones (De Mysteriis naturáli-
tica tienen su núcleo en los Tópicos bus, I, 4). También actualmente se adop­
de Aristóteles, pero su estudio formal ta el término en este sentido para in­
y explícito como categorías fundamen­ dicar el principio activo de *una cosa
tales de toda la ciencia de la lógica o su parte más pura.
se encuentra en la Isagoge de Porfirio.
Pasaron a la lógica medieval sobre to- Quodlibeta, véase OUAESTIO.

975
R
R a c io c in io , véase RAZONAMIENTO. dió “al R. del juicio, el cual no to­
ma de la naturaleza sensible sino lo
(gr. Xoyotós; lat. rationalis, ra-
R a c io n a l que también la razón pura por sí puede
tionalibis; ingl. rational; franc. ration- pensar, o sea la conformidad a la ley”
nel; alem. vernünftig; ital. razionaíe). y que, por lo tanto, se opone al misti­
1) Lo que constituye la razón o con­ cismo y al empirismo de la razón prác­
cierne a la razón, en cualquiera de los tica, en igual forma (Crít. R. Práctica,
significados de este término. I, cap. II, De la típica del juicio puro
2) Lo mismo que razonable, por ejem­ práctico). De manera análoga, habló en
plo, “animal R.". "comportamiento R.". el campo estético de un “R. del princi­
3) Que tiene por objeto la razón, es pio del gusto” (Crítica del juicio, §58).
decir, su forma o su procedimiento. Y, por fin, caracterizó como R. su pun­
En este sentido, Séneca (Ep., 89, 17) to de vista en materia religiosa. "El
y Quintiliano (Inst., XII, 2, 10) dero- racionalista —decía—, en virtud de su
minaron "filosofía R." a la lógica, co­ mismo titulo, debe mantenerse dentro
mo lo hicieran más adelante también de los límites de la capacidad humana.
Wolff (Philosophia rationalis sive lógi­ Por lo tanto, nunca tomará el tono
ca, 1728) y otros. resuelto del naturalista y no preten­
derá ni la posibilidad ni la necesidad
(ingl. rationalism; franc.
R a c io n a lis m o de una revelación... ya que acerca de
rationalisme; a l e m . Rationalismus; estos puntos ningún hombre puede
ital. razionatismo). En general, la acti­ decidir cosa alguna mediante su razón”
tud de quien se confía a los procedi­ (Religión, IV, sec. I).
mientos de la razón para la determi­ Por otra parte, Hegel fue el primero
nación de creencias o técnicas en un en caracterizar como R. a la direc­
campo determinado. El término fue ción que va de Descartes a Spinoza
usado desde el siglo xvn para designar y Leibniz, oponiéndolo al empirismo
tal actitud en el campo relipioso: "Hay de la dirección encabezada por Locke.
una nueva secta difundida entre ellos Entendió por R. la "metafísica del en­
I presbiterianos e i n ’ependientes] y es tendimiento", o sea la tendencia hacia
la de los racionalistas: lo que les dic­ la sustancia, por la cual se afirma una
ta la razón lo tienen por bueno en el única unidad en contra del dualismo
Estado y en la Iglesia, mientras no y también un solo pensamiento, del mis­
encuentren algo mejor” (Clarendon, mo modo en que los antiguos afirma­
State Papers, II, p. XL, en fecha 14-X- ban el ser (Geschichte der Phüosophie,
1646). En este sentido, Baumgarten de­ ed. Glockner, III, pp. 329 ss.; trad. esp.:
cía: “El R. es el error del que elimina Historia de la filosofía, México, 1955,
en la religión todas las cosas que están F.C.E.). La oposición entre racionalis­
sobre la propia razón” (Ethica philo- mo y empirismo se fijó más tarde en
sophica, 1765, §52). los esquemas tradicionales de la histo­
Kant fue el primero en considerar ria de la filosofía, aun cuando el pro­
el término como insignia de la propia pio Hegel advirtiera su carácter aproxi-
doctrina y extenderlo desde el campo mativo. En cuanto al R. religioso, Hegel
religioso a los otros campos de inda­ afirmó que es "lo opuesto a la filosofía
gación. Denominó R. a su propia filo­ por el contenido y por la forma, pues
sofía trascendental (en el escrito de vacía el contenido, despuebla el cielo
1804 acerca de los “Progresos de la me­ y lo degrada todo a relaciones fini­
tafísica”, Werke ["Obras”], V, 3, p. 101), tas; y su forma es un razonar no libre,
en tanto que llamó noologistas o dog­ no un comprender” (Ibid., I, p. 113;
máticos a los filósofos que la historio­ trad. esp., p. 78). A partir de estas notas
grafía alemana del siglo xix denomi­ históricas se puede decir que el tér­
nara más tarde racionalistas, o sea, por mino en cuestión puede ser entendido
un lado, Platón y, por el otro, los vvolf- en los siguientes significados:
fianos (Crít. R. Pura, Doctr. del Méto­ 1) como R. religioso designa algu­
do, cap. IV). En el campo moral, defen­ nas direcciones protestantes o un pun-
976

z'
R a c io n a liz a c ió n
R a c ism o
to de vista acerca de la religión simi­ minismo racial y de la raza superior
lar al enunciado por Kant; encontró allí fácil difusión, resolvién­
2) como R. filosófico, el término de­ dose en el apoyo al prejuicio antisemi­
signa precisamente la doctrina de Kant ta y en la creencia de que existe una
(que lo hiciera suyo) o bien la direc­ conjura judía para la conquista del do­
ción metafísica de la filosofía moderna minio mundial V que, por lo tanto, el
de Descartes a Kant; capitalismo, el marxismo y, en general,
3) en su significado genérico, puede las manifestaciones culturales o políti­
ser adoptado para designar cualquier cas que debilitan el orden nacional son
dirección filosófica que apele a la ra­ fenómenos judíos. Después de la pri­
zón, pero en esta acepción tan vasta el mera Guerra Mundial, el R. fue para
término puede indicar las filosofías los alemanes el mito de consuelo, la
más dispares y carece de toda capaci­ evasión de la depresión de la derrota
dad individualizante. y Hitler hizo de él el fundamento de su
política. La doctrina fue elaborada por
R a c io n a liz a c ió n ( i n g l . rationalizatiorr, Alfred Rosenberg en el Mito dei si­
franc. rationalisation; alem. Rationali- glo xx (1930). Rosenberg afirmó un
sierung; ital. razionalizzazione). 1) Así riguroso determinismo racial. Toda
se ha denominado a veces el proceso manifestación cultural de un pueblo de­
por el cual las ciencias de la natura­ pende de su raza. La ciencia, la moral,
leza tienden a constituirse como dis­ la religión y les valores que ellas des­
ciplinas teóricas adoptando los proce­ cubren y defienden dependen de la ra­
dimientos de la matemática, proceso za y son las expresiones de la fuerza
que se supone perfectamente realizado vital de ella. Por lo tanto, también la
en la mecánica racional (cf. Husserl, verdad es siempre tal, sólo para una
Ideen, I, §9). El ideal de la R. ha sido raza determinada. La raza superior es
sustituido actualmente por el de la axio- la aria, que desde el norte se difundió
matización. Véase a x i o m á t i c a . en la Antigüedad por Egipto, India,
2) Término del cual se valen a me­ Persia, Grecia y Roma y produjo las
nudo los psicólogos y los sociólogos pa­ antiguas civilizaciones, civilizaciones
ra indicar la tendencia a buscar argu­ que decayeron porque los arios se mez­
mentos y justificaciones a creencias claron con razas inferiores. Todas las
que toman su fuerza de emociones, in­ ciencias, las artes, las instituciones fun­
tereses, instintos, prejuicios, costum­ damentales de la vida humana han si­
bres, etc., y no de dichos argumentos. do creadas ñor esta raza. Frente a ella
R a c ism o (ingl. racialism; franc. racis- está la antirraza parásita judía, que
me; alem. Rassismus; ital. razzismo). ha creado los venenos de la raza: la
La doctrina según la cual todas las democracia, el marxismo, el capitalis­
manifestaciones históricoi-sociaks del mo, el intelectualismo artístico y tam­
bién los ideales de amor, de humildad,
hombre y sus valores (o disvalores) de­ de igualdad difundidos por el cristia­
penden de la raza, y que enuncia la nismo, que representa una corrupción
existencia de una raza superior (“aria” romano-judaica de la enseñanza del
o "nórdica”) destinada a ser guía del ario Jesús. El conjunto de esta doc­
género humano. El fundador de esta trina fue explícitamente presentado co­
doctrina fue el francés Gobineau en su mo un mito por el marxismo, mito
Essai sur l’inégalité des races humaines difundido y mantenido por la misma
(1853-1855), dirigido a defender a la aris­ fuerza vital de la raza. Esto no quiere
tocracia frente a la democracia. Hacia decir que no se haya intentado racio­
principios del siglo xx un inglés ger- nalizarla, dando una base científica al
manófilo, Houston Stewart Chamber- concepto de raza que era su fundamen­
lain, difundió el mito del arianismo en to. Pero en realidad justo el uso que
Alemania (Die Grundlagen des XIX el R. hace de la noción de raza re­
J a h r h u n d e r t s [“Las bases del si­ vela la inconsecuencia de la doctrina
glo xix"J, 1899), identificando la raza desde el punto de vista científico y
superior con la germana. El antisemi­ filosófico.
tismo databa de antiguo en Alemania El concepto de raza es hoy unánime­
y, por lo tanto, la doctrina del deter- mente considerado por los antropólogos
¥77
R a d ic a lis m o
Raíz
como un expediente clasificatorio apto por cinco expertos de genética y por
para suministrar el esquema zoológico seis antropólogos pertenecientes a seis
dentro del cual pueden ser situados los naciones diferentes. Consiste en la ex­
diferentes grupos del género humano. posición de los fundamentos de que he­
Por lo tanto, la palabra debe quedar mos hablado (y sobre los cuales cf.
reservada sólo a los grupos humanos se­ Ruth Benedict, Race, Science and Po-
ñalados por diferentes características litics, 1940; y Ralph Linton, The Scien­
físicas que pueden ser trasmitidas por ce of Man in the World Crisis, 7* ed.,
herencia. Tales características son prin­ 1952). Pero en realidad el R., en cual­
cipalmente: el color de la piel, la esta­ quier lugar que se encuentre y de
tura, la forma de la cabeza y del ros­ cualquier manera que se trate de jus­
tro, el color y la calidad de los cabe­ tificar, pertenece a la categoría de lo
llos, el color y la forma de los ojos, la que Weblen denominara psiquiatría apli­
forma de la nariz y la estructura del cada, o sea el arte de explotar para
cuerpo. Tradicional y convencional­ fines particulares un determinado pre­
mente se distinguen tres grandes ra­ juicio existente. En este caso se trata
zas, que son la blanca, la amarilla y de un prejuicio extremadamente perni­
la negra, o sea la caucásica, la mon­ cioso, porque contradice y obstaculiza
gólica y la negroide. Por lo tanto, los la tendencia moral de la humanidad ha­
grupos nacionales, religiosos, geográfi­ cia la integración universalista y por­
cos, lingüísticos y culturales no pueden que convierte los valores humanos, co­
ser denominados "razas” bajo ningún menzando por la verdad, en hechos
concepto y no constituyen raza ni los arbitrarios que expresan la fuerza vital
italianos, ni los alemanes, ni los ingle­ de la raza y así no tienen sustancia
ses, ni lo fueron los romanos o los propia y pueden ser manipulados arbi­
griegos, etc. No existe ninguna raza trariamente con los fines más violen­
"aria" o "nórdica”. No existe prueba tos o abyectos.
alguna de que la raza o las diferencias
raciales influyan de un modo cualquie­ (ingl. radicalism; franc. ra-
R a d ic a lis m o
ra en las manifestaciones culturales dicatisme; alem. Radikatismus; ital.
o en las posibilidades de de'trrollo de radicalismo). 1) El positivismo social
la cultura en general. Tampoco existe que se desarrolló en Inglaterra entre
prueba de que los gru pos, en los cuales fines del siglo xviu y la primera mitad
se puede distinguir el género humano, del siglo xix, y que contó entre sus
difieran en su capacidad innata de des­ representantes filosóficos a Jeremy
arrollo intelectual y emocional. Por el Bentham (1748-1832), James Mili (1773-
contrario, los estudios históricos y so­ 1836) y John Stuart Mili (1806-1873).
ciológicos tienden a reforzar el punto Esta dirección utilizó el positivismo
de vista que sostiene que las diferencias filosófico, el utilitarismo moral y las
genéticas son factores insignificantes doctrinas económicas de Malthus y Ri­
en la determinación de las diferencias cardo, para sostener reformas "radi­
sociales y culturales entre diferentes cales” en el orden del estado y en el
grupos de hombres. Se han verificado sistema de distribución de las riquezas.
grandes cambios sociales sin que, de Fea.se liberalismo.
ninguna manera, estén relacionados con 2) En forma más genérica, el tér­
cambios de tipo racial. Tampoco exis­ mino es usado actualmente para de­
te prueba alguna de que las mezclas de signar cualquier tendencia filosófica o
razas produzcan resultados desventajo­ política que proponga una renovación
sos desde un punto de vista biológico. radical de los sistemas vigentes, o sea
Es muy probable que no existan y que un cambio en los principios sobre los
nunca hayan existido, a través del tiem­ que se apoyan los sistemas de las creen­
po, razas "puras". Los resultados so­ cias o de las instituciones tradicionales.
ciales de las mezclas de razas tanto R a íz (gr. pí^copa; ingl. root; franc. rá­
buenos como malos, pueden ser atri­ eme-, alem. Wurzet; ital. radice). Tér­
buidos a factores sociales. mino que se aplica frecuentemente, en
Una declaración acerca de la raza el lenguaje filosófico, a un primer prin­
fue emitida en 1951 en París por la cipio o un elemento último. Empédo-
unesco por una comisión compuesta cles denominó R. a los cuati o elemen-
978
R a m if ic a d a , te o r ía d e lo s tip o s
R azón
tos (agua, aire, tierra y fuego) que 2) Fundamento o R. de ser. A veces
componen las cosas (Fr., 6, Diels) y se considera como "R.” a la sustancia
desde entonces los filósofos se han ser­ misma o a su definición, ya que la R.
vido a menudo del mismo término para de ser de una cosa es su esencia nece­
indicar elementos o principios. Schopen- saria o sustancia, expresada en la de­
hauer, por ejemplo, intituló a una de finición. Éste es un significado frecuen­
sus disertaciones La cuádruple R. del te en la filosofía aristotélica o de ins­
principio de razón suficiente (1813). De piración aristotélica. Para ello véanse
aquí el adjetivo radical que desde en­ los artículos esencia ; fundamento ; for­
tonces indica lo que concierne a un ma; SUSTANCIA.
principio o lo que constituye un princi­ 3) Argumento o prueba. En este sen­
pio. “Mal radical” denominó Kant a tido, se dice que alguien "ha presenta­
la tendencia del hombre hacia el mal, do sus R.” o que "es necesario escu­
tendencia que es inherente a su mis­ char las R. del adversario”. A este signi­
ma estructura moral (cf. Religión, ca­ ficado se refiere también la expresión
pítulo I). Y radical se denomina actual­ "tener R.", que significa tener argu­
mente un análisis que se remonta a mentos o pruebas suficientes y, por lo
los principios o a los primeros oríge­ tanto, estar en lo verdadero. Respecto
nes. Así Husserl, por ejemplo, insistió a este significado, véase argumento;
en la radicalidad de la filosofía en cuan­ prueba.
to ciencia de los verdaderos principios 4) Relación en sentido matemático.
y de los primeros orígenes. “La ciencia En este sentido se habla también ac­
de lo radical, debe ser radical también tualmente de "R. directa” o "R. inver­
en su método y bajo todo aspecto” sa" (en español, italiano y francés), en
(Phil. ais strenge Wissenschaft, 1911; tanto que el término latino ratio es em­
trad. esp.: La filosofía como ciencia pleado en este sentido en inglés. Res­
estricta, 1951). pecto a este significado, véase relación.
En el significado de guía de la con­
R a m if ic a d a , te o r ía d e lo s tip o s , véase AN­ ducta humana en el mundo, la R. puede
TINOMIAS. tener dos significados subordinados, es­
to es: A) como facultad general de
R a n g o (ingl. range; franc. rang; alem. guía; B ) como procedimiento especí­
Rang; i tal. rango). Término empleado fico de conocimiento.
a veces por los lógicos para indicar el A) Éste es el sentido fundamental,
conjunto de las entidades, cuyos nom­ que da a la palabra un poder significa­
bres pueden ser sustituidos por las va­ tivo que hace siglos que la ha hecho
riables de una fórmula. El R. de una emblema de la investigación libre. La
proposición es el conjunto de los esta­ R. es la fuerza que libera de prejuicios,
dos de cosas con respecto a las cuales del mito, de las opiniones arraigadas
la proposición es verdadera. El R. de\ pero falsas, de las apariencias y que
significado de un predicado P es el con­ permite establecer un criterio universal
junto de los valores de x para los cua­ o común para la conducta del hombre
les “Px" es verdadero o falso (cf., es­ en todos los campos. Por otro lado, co­
pecialmente para este uso, A. Pap, Se- mo guía propiamente humana, la R.
mantics and Necessary Truth, 1958, es la fuerza que permite al hombre li­
passim). berarse de los apetitos que comparte
con lós animales, sometiéndolos a con­
R a z a , véase RACISMO. trol y manteniéndolos en la justa medi­
R a z ó n (gr. Xóyo;; lat. ratio; ingl. rea- da. Ésta es la doble función atribuida
son', franc. raison \ alem. Vernunft; ital. a la R. desde los pródromos de la
ragione). El término tiene los siguien­ filosofía occidental. La polémica de He-
tes significados fundamentales: ráclito y Parménides contra las opinio­
1) Guía autónoma del hombre en to­nes de la mayoría, es decir, en contra de
dos los campos en los que es posible las creencias establecidas, falaces y dis­
una indagación o una investigación. En cordantes entre sí, es conducida a nom­
este sentido, se dice que la R. es una bre de una R. como único criterio de
“facultad" propia del hombre y que dis­ guía para todos los hombres. Dice He-
tingue al hombre de los otros animales. ráclito: “Es necesario seguir lo univer­
979
Razón

sal, o sea lo común a todos, y siendo estoica de la R. según la cual es, como
la R. común, vive la mayoría como si dice el mismo Séneca (Ibid.), "una
cada uno tuviese un pensamiento pro­ parte del espíritu divino infundida en
pio” (Fr., 2, Diels). Y Parménides: el cuerpo del hombre”, no le quita su
"Aleja tu pensamiento de este camino autonomía y, por el contrario, la exalta
de búsqueda y no te lleve hacia ella y confirma. En estos conceptos se ins­
la costumbre de dejarte guiar por ojos piró sin duda San Agustín en el elogio
que no ven, y por oídos y lengua zum­ de la razón que es materia de los últi­
bantes, antes juzga con la R.” (Fr., 1, mos capítulos del De Ordine: “La R.
33-37, Diels). Por otro lado, Platón y —dice— es el movimiento de la mente
Aristóteles oponen la R. a la sensibili­ que puede distinguir y relacionar todo
dad, como fuente de las creencias co­ lo que se aprende” (De Ord., II, 11,
munes (Platón, Fed., 73 a; Aristóteles, 30). Es la fuerza creadora del mundo
Met., I, 1, 980 b 26), tanto como a los humano: ha inventado el lenguaje, la
apetitos que el hombre tiene en co­ escritura, el cálculo, las artes, las cien­
mún con los animales (Platón, Tim., cias, es todo lo que de inmortal existe
70a; Aristóteles, Ét. Nic., I, 13, 1102b en el hombre (Ibid., II, 19, 50). El entu­
15). Tanto en uno como en otro caso, siasmo de San Agustín por la R. se
la R. tiene a la vez una función nega­ explica fácilmente, ya que para él la
tiva y otra positiva: negativa en rela­ vida es búsqueda y la R. es el princi­
ción con las creencias infundadas y pio que instituye y dirige la búsqueda
con los apetitos animales, positiva en y la hace fecunda.
el sentido de dirigir las actividades hu­ El neoplatonismo había subordinado,
manas de manera uniforme y constan­ sin embargo, la R. al intelecto, consi­
te. Pero fueron sobre todo los estoicos derado superior a ella por estar dotado
los que hicieron prevalecer la doctrina de un carácter intuitivo o inmediato
que enuncia que la R. es la única guía que lo transforma en directa visión de
de los hombres. Establecieron, en efec­ la verdad. Según Plotino, la R. ema­
to, una especie de división simétrica na del intelecto “en cuanto éste se
entre los animales y los hombres; a halla presente en todos las cosas que
los animales les es dado como guía el existen” (Enn., III, 2, 2). En otros tér­
instinto, que los lleva a conservarse minos, la R. es la función formadora
y a intentar lo ventajoso para ellos; a y plasmadora del intelecto y para dis­
los hombres les es dada la R. como poner todas las cosas del mundo, ya
la más perfecta guía y, por lo tanto, sean buenas o malas, en su propio or­
para ellos vivir conforme a la natura­ den, debe adaptarse a la materia (Ibid.,
leza significa vivir conforme a la R. III, 2, 11-12). En este sentido, la R. es
(Dióg. L., VII, 1, 85-86). Estos concep­ la técnica de la creación y del gobierno
tos constituyeron uno de los puntos del mundo, ya que ella hace que los
cardinales de la cultura clásica. Cice­ seres creados no se destruyan recípro­
rón decía: “La R., mediante la cual camente y que concuerden y se combi­
nos diferenciamos de los brutos, por nen entre sí de la mejor manera. "La R.
medio de la cual podemos conjeturar, —dice Plotino— hace que cada ser obre
argumentar, rebatir, discutir, conducir o padezca según necesidad y no por
a término y formular conclusiones, es, azar o en forma desordenada” (Ibid.,
por cierto, común a todos, diferente II, 3, 16). Este concepto de la supe­
por preparación, pero igual en cuanto rioridad del intelecto o entendimiento
facultad de aprender” (De Legibus, I, fue heredado por la escolástica medie­
10, 30). Y Séneca exaltó la R. por su val que llega a identificar al entendi­
inmutabilidad y universalidad. “La R. miento con la R. en el sentido general
—decía— es inmutable y firme en su de guía (cf., por ejemplo, Santo To­
juicio porque es señora de los sentidos más, S. Th., I, q. 29, a. 3, ad. 4o; q. 79,
v no esclava de ellos. La R. es igual a a. 8). Pero la R. queda más tarde su­
la R. como lo justo es igual a lo justo; bordinada al entendimiento debido a
por lo tanto, también la virtud es igual su carácter discursivo, que parece in­
a la virtud porque la virtud no es más ferior al carácter intuitivo que posee
que la recta R.” (Ep., 66). Desde este del entendimiento (véase infra). Más
punto de vista, también la metafísica tarde, el mismo Bacon consideró a la R.
*»8ñ
Razón

como una actividad particular del en­ una disertación que estime merecedo­
tendimiento (junto con la memoria y ra de su asentimiento” (Essay, IV, 17,
la fantasía) y más precisamente co­ 2). Mediante esta determinación, la R.
mo la actividad cuya tarea consiste en quedó calificada para la función que
dividir y componer las nociones abs­ le encomendó la Ilustración del si­
tractas “según la ley de la naturaleza glo xvin, o sea la de valer como prin­
y la evidencia de las cosas mismas” cipio de crítica radical de la tradición
(De Augm. Scient., II, 1). De tal mane­ y de una renovación igualmente radi­
ra sólo con Descartes vuelve la R. a cal del mundo humano. Kant intentó
ser guía fundamental del hombre. realizar plenamente el ideal iluminis-
Identificando a la R. con el buen ta de la R. Por un lado, identificó la R.
sentido, Descartes restablece el concep­ con la misma libertad de crítica ("So­
to clásico de la R. y sobre tal concepto bre la libertad de crítica reposa la exis­
plantea el nuevo problema del método. tencia de la R. que no tiene autoridad
“La capacidad de juzgar bien y de dis­ dictatorial, pero cuya existencia es siem­
tinguir lo verdadero de lo falso, que pre nada menos que el acuerdo de ciu­
es justo lo que se denomina el buen dadanos libres, cada uno de los cuales
sentido o la R., es naturalmente igual debe poder formular sus dudas y hasta
en todos los hombres; por lo tanto, la su veto sin impedimento”). Por otro
disparidad de nuestras opiniones no re­ lado pretendió llevar a la R. misma
sulta del hecho de que las unas son frente a su propio tribunal e instituir
más razonables que las otras, sino sólo aquella "crítica de ia R. pura” que "no
del hecho de que conducimos nuestros se mezcla en las controversias que se
pensamientos por diferentes caminos y refieren inmediatamente a los objetos
no consideramos las mismas cosas. No sino que es instituida para determinar
es suficiente tener el espíritu sano, sino V juzgar los derechos de la R. en gene­
que lo principal es aplicarlo bien” (Dis- ral” (Crít. R. Pura, Doctrina trasc. del
ccnirs, I). Estas famosas palabras han método, cap. I, sec. II). La definición
reintroducido en el mundo moderno el de Whitehead concuerda con el con­
concepto antiguo (y especialmente es­ cepto iluminista de la R.: “la función
toico) de la R. como guía común del de la R. -s promover el arte de la
género humano. De tal modo, Spinoza vida”, en el sentido de que la R. ten­
podía asombrarse de que se quisiera a dría la tarea de ol -ar sobre el ambien­
veces “someter la R., don máximo de te para promover formas de vida más
Dios y luz verdaderamente divina, a las satisfactorias y perfectas (The Func-
palabras” y de que no se considerase íiou of Reason, 1929, cap. I). Lo que,
un delito "el hablar indignadamente de a primera vista, parece ser la máxima
la R., que es el verdadero testimonio garantía ofrecida para la eficacia de
del Verbo de Dios, y declararla co­ la R., o sea el creer que tiene su sede
rrompida, ciega e impura” (Tract. íheo- en la realidad y la domine de manera
logico-poliíicus, cap. 15). A su vez, Leib- que no haya realidad que no sea racio­
niz insistió en la vieja tesis de que la R. nal ni racionalidad que no sea real,
pertenece al hombre y sólo a él (Nouv. constituye más bien el abandono de la
Ess., IV, 17, 3). Y Locke reconoció a función rectora de la R. Hegel, que
la R. una determinación fundamental afirmó de modo más riguroso este pun­
que constituye la única innovación au­ to de vista, negó también la función
téntica que su concepto moderno pre­ rectora de la R.: “Lo que está entre
senta en relación con el concepto clá­ la R. como espíritu autoconsciente y la
sico : el ser, por lo tanto, instrumento R. como realidad presente, lo que dife­
del conocimiento probable más que del rencia esa R. de ésta y no deja encon­
conocimiento cierto. “Porque, así como trar la satisfacción en ésta, es el obs­
la R. —decía Locke— percibe la nece­ táculo de alguna abstracción que no
saria e indubitable conexión que existe se ha liberado y no se ha hecho con­
entre todas las ideas o pruebas en cada cepto. Reconocer a la R. en el presen­
paso de una demostración que produz­ te, y por lo tanto gozar de él: tal re­
ca el conocimiento, así, también, per­ conocimiento racional es la reconcilia­
cibe la conexión probable entre todas ción con la realidad que la filosofía
las ideas o pruebas en cada paso de permite a los que ha advertido la exi­
981
Razón

gencia interna de comprender” (Fil. del I, q. 79, a. 8). A comienzos de la


Derecho, Pref.). Esto significa que la R. Edad Moderna, Descartes tomó co­
no dirige sino que llega post factum mo modelo el mismo procedimiento
a comprender la realidad, o sea a jus­ para determinar sus reglas del méto­
tificarla. do: “Esas largas cadenas de razones,
B) El reconocimiento de la R. como todas simples y fáciles, de las cuales
guía constante, uniforme y (a veces) tienen los geómetras la costumbre de
infalible de todos los hombres, en to­ servirse para llegar a sus más difíciles
dos los campos de su actividad, va demostraciones, me dieron ocasión de
acompañado en la mayoría de los ca­ imaginar que todas las cosas que pue­
sos por la determinación de un proce­ den ser conocidas por los hombres se
dimiento específico en el cual se reco­ relacionan del mismo modo” (Discours,
noce la operación propia de la R. Las II). La Lógica de Fort Royal expresó
determinaciones dadas o que aún se en forma diferente los mismos concep­
dan de la técnica específica de la R., tos (Amauld, Log., III, i), que tam­
se pueden reducir a los siguientes con­ bién Locke colocó como base de su
ceptos fundamentales: a) el discurso; doctrina de la razón: "podemos con­
b) la autoconciencia; c) la autorreve- siderar en la R. estos cuatro grados:
lación; d) la tautología. el primero y más elevado consiste en el
a) El procedimiento discursivo es la descubrimiento y hallazgo de pruebas;
técnica que con más frecuencia ha sido el segundo en la disposición regular
considerada como propia de la R. Pla­ y metódica de las mismas, y en su
tón apela al procedimiento discursivo arreglo en un orden claro y adecuado,
para señalar la diferencia entre la opi­ que permita percibir fácil y llanamen­
nión verdadera y la ciencia: las opi­ te su conexión y su fuerza; el tercero
niones verdaderas pueden dirigir la ac­ consiste en la percepción de sus co­
ción tan bien como la ciencia, pero nexiones, y el cuarto en sacar la con­
tienden a huir en todas direcciones co­ clusión justa” (Essay, IV, 17, 3). La
mo las estatuas de Dédalo, mientras distinción que Spinoza estableció entre
"no sean atadas con un razonamiento el segundo género de conocimiento,
causal” (Men., 98 a). Esta atadura o que denominó precisamente R., y el
conexión es la técnica discursiva. Téc­ tercer género, que denominó ciencia
nica discursiva es t 'do el procedimien­ intuitiva, es la distinción tradicional en­
to silogístico de Aristóteles, excepto la tre el procedimiento discursivo y el
determinación de los principios que son entendimiento intuitivo (Eth., II, 40,
intuidos por el entendimiento; discur­ scol. 2). Y Leibniz no hizo más que
siva es tanto la silogística necesaria encontrar la expresión más simple para
como la silogística dialéctica (An.Post., el mismo concepto de la R., aseveran­
I, 33, 89b 7; Ét.Nic., VI, 11, 1143b 1). do que la R. es "la concatenación de
En el mismo sentido, los estoicos defi­ las verdades” (Op., ed. Erdmann, pá­
nieron la R. como "un sistema de pre­ ginas 479, 393). Wolff denominó "jui­
misas y de conclusiones” (Dióg. L., cio discursivo" a la operación de la R.
VII, 1, 45). La función, atribuida con en cuanto consiste en la conexión de
frecuencia a la razón, de distinguir, re­ las proposiciones {Log., §§50-51).
lacionar, comparar, etc. [cf. los pasajes El concepto de la R. como discurso
de Cicerón y San Agustín citados en entra en crisis con Kant. Kant dis­
A)] no es más que la expresión del tingue precisamente la R. del entendi­
mismo procedimiento. Decía Santo To­ miento, a pesar de su común carácter
más: “Los hombres llegan a conocer distintivo, en tanto que reconoce el ca­
la verdad inteligible pasando de una rácter discursivo a toda la actividad
cosa a otra y, por lo tanto, se denomi­ cognoscitiva humana, considerando que
nan racionales. Es evidente que el ra­ sólo Dios posee el conocimiento intui­
zonar está en la misma relación con tivo (véase d is c u r s iv o ). La R. es la
el e n te n d e r com o lo e s tá el mo­ facultad "que produce por sí los con­
ver con el estar quieto o el adquirir ceptos" y, por lo tanto, se puede deno­
con el tener, cosas de las cuales la minar facultad de los principios. Pero
primera es propia de lo im p e rfe c to los conceptos que la R. produce no
y la segunda de lo perfecto” (S .T h ., están basados en la experiencia y, por
982
Razón

lo tanto, son simplemente ficticios. mo discurso, la R. es deducción y como


“Si el entendimiento puede ser una fa­ deducción tiene un principio único que
cultad de la unidad de los fenómenos es el Yo. Del Yo resulta, con necesidad
mediante las reglas, la R. es la facul­ infalible, el total sistema del saber que
tad de la unidad de las reglas del en­ es al mismo tiempo el sistema de la
tendimiento mediante los principios. realidad. "Fuente de toda realidad es
Por lo tanto, nunca se dirige inmediata­ el Yo. Sólo por y con el Yo se da el
mente a la experiencia o a un objeto concepto de la realidad. Pero el Yo es
cualquiera, sino al entendimiento, para porque se pone y se pone porque es.
imprimir a sus múltiples experiencias Por lo tanto, ponerse y ser son una sola
una unidad a priori por medio de con­ y misma cosa” (Wissenschaftstehre,
ceptos, unidad que puede denominarse 1794, §4, C). Las ecuaciones sobre las
racional y es de otra especie que la que se funda esta doctrina son las si­
que puede ser producida por el enten­ guientes: R. = saber deductivo; saber
dimiento” (Crít. R. Pura, Dialéctica deductivo = realidad; realidad + sa­
trascendental, Intr. II, a). La R. pro­ ber = autoconciencia. Schelling no ha­
cede, igual que el entendimiento, en cía más que expresar estas ecuaciones
forma discursiva, pero considera los al afirm ar: "La naturaleza toma su más
procedimientos discursivos del entendi­ alta finalidad, que es la de llegar a ser
miento como cumplidos en ideas de enteramente objeto a sí misma, con la
totalidad y de unidad (el alma, el mun­ última y más alta reflexión que no es
do, Dios) que son perfectas, pero no otra cosa sino el hombre o, en forma
comparables con la experiencia, por lo más general, lo que nosotros denomi­
tanto, puramente ficticias y sólo fuen­ namos razón. De tal manera se tiene
tes de razonamientos dialécticos, esto por primera vez el completo retomo
es, sofísticos (véase id e a ; a n t i n o m i a s ). de la naturaleza a sí misma y aparece
El resultado de esta distinción kan­ evidente que la naturaleza es origina­
tiana es que el procedimiento discur­ riamente idéntica a lo que se revela en
sivo válido es sólo el del entendimien­ nosotros como principio inteligente y
to, cuyo concepto deriva inmediata­ consciente” (System des transzertdenta-
mente de la experiencia y que el proce­ len Ideal'smus ["Sistema del idealis­
dimiento discursivo racional, con sus mo trascendental”], 1800, Intr., § 1 ). Y
pretensiones totalitarias, no da lugar Hegel expresó el mismo concepto de la
más que a nociones ficticias. Por lo siguiente manera: "La autoconciencia,
tanto, después de Kant, resulta difícil esto es, la certeza de que sus deter­
mantener la definición de la razón co­ minaciones son tan objetivas —determi­
mo técnica discursiva. nación de la esencia de las cosas— co­
El concepto de la R. como discurso mo sus propios pensamientos, es la R.,
permite la consideración formal del la cual, siendo tal identidad, es no
procedimiento racional, esto es, hace sólo la sustancia absoluta sino la ver­
posible una lógica, que, en efecto, es dad como saber” (Ene., §439). En otros
la lógica tradicional tal como fue ela­ términos, la R. es, para Hegel, la iden­
borada por los filósofos, de Aristóteles tidad de la autoconciencia como pen­
a fines del siglo xix. La lógica enten­ samiento con sus manifestaciones o de­
dida en este sentido es, al mismo tiem­ terminaciones que son las cosas o los
po, descriptiva y normativa: descripti­ acontecimientos; es la identidad de
va de los procedimientos propios de la pensamiento y realidad. Este concepto
R., normativa en el sentido de que esta fue expresado por Hegel en forma epi­
misma descripción vale como regla pa­ gráfica de la manera siguiente: "La R.
ra el recto uso de la misma razón. En es la certeza de la conciencia de ser
este sentido la lógica tradicional fue toda realidad: así el idealismo expresa
definida exactamente como "arte de el concepto de la R.” (Phdnomen. des
razonar”. Geistes, I, V, 1). Obviamente, desde
b) El concepto de la R. como auto- este punto de vista, la R. no es discur­
conciencia se remonta a Fichte. Tal con­ siva en el sentido de concatenar entre
cepto está caracterizado por la identi­ sí expresiones lingüísticas y realizar la
ficación de R. y realidad y presupone derivación de una de otra mediante
el concepto de la R. como discurso. Co­ reglas determinadas o determinables.
983
R azón

sino que es más bien la pretendida de­ diferencia esencialmente, en su carác­


rivación de todas las determinaciones ter racional, de un ver ‘apodíctico’ del
del pensamiento y de la realidad, una ver con evidencia una esencia o una
de la otra, a través de un único pro­ relación esencial” (Ideen, I, § 137). El
ceso del cual se afirma la perfecta "ne­ término más comprensivo, o sea el con­
cesidad”. Este punto de vista hace im­ cepto que comprende tanto la visión
posible la consideración formal de los asertórica, que es dada de hecho pero
procedimientos racionales que, en cam­ puede ser diferente, como la visión apo-
bio, está relacionada con la concep­ díctica que es necesaria, es la concien­
ción a) de la razón. Como autocon- cia racional que Husserl denomina tam­
ciencia, la R. nunca es formal y siem­ bién, en general, evidencia (Ibid., § 137).
pre es idéntica a la realidad: "El en­ Desde este punto de vista, el carácter
tendimiento —dice Hegel— determina fundamental de la racionalidad es la
y mantiene firmes las determinaciones. validez del acto de posición: si el ob­
La R. es negativa y dialéctica porque jeto es puesto verdaderamente, el acto
resuelve en la nada las determinacio­ es legítimo y la posición tiene carácter
nes del entendimiento. Es positiva por­ racional (Ibid., §139). Pero lo que des­
que genera lo universal y lo universal de el punto de vista del acto noemá-
comprende a lo particular" (Wissen- tico es la posición del objeto, desde el
schaft der Logik [“La ciencia de la ló­ punto de vista objetivo es el manifes­
gica”], Pref. a la 1* ed.). "Comprender tarse evidente del objeto mismo, su
lo particular” significa que comprende darse o su revelarse (Ibid., § 139). Y ya
las cosas o determinaciones reales que, que en toda esfera del ser el modo
en último análisis, no son más que sus de autorrevelarse de los objetos es dife­
manifestaciones particulares. La nega­ rente, todo tipo de realidad lleva con­
ción de la lógica formal es parte inte­ sigo “una nueva teoría concreta de la
grante de este punto de vista y, por R.” (Ibid., § 152). Este concepto de la R.
lo tanto, reaparece cada vez que el mis­ como autorrevelación o autoevidencia
mo se presenta. Basta recordar aquí es, sin más, aceptado por Heidegger:
sólo la repulsa de Croce a la lógica "Y sólo porque la función del logos con­
formal, fundada en el mismo supuesto siste en el simple permitir ver algo, en
hegeliano de la identidad de R. y rea­ el permitir percibir los entes, puede
lidad y expresado en la forma de la logos significar también 'percepción ra­
identidad de filosofía e historia: "La cional’ y R.” (Sein und Zeit, §1,B)
riqueza de la realidad, de los hechos, trad. esp.: El ser y el tiempo, México,
de la experiencia que parecería sustraer­ 1962, F.C.E.). El mismo concepto es
se al concepto puro y, por lo tanto, a la presentado por Jaspers en forma más
filosofía a causa de la declarada sepa­ mítica: "La R. no es, de ninguna ma­
ración de las ciencias empíricas, en nera, una verdadera y propia fuente
cambio le es devuelta y reconocida y originaria sino que, siendo la relación
no ya en forma disminuida e impropia de todo, es similar a una fuente origi­
que es la del empirismo, sino más bien naria en la cual salen a la luz todas
de manera total o integral. Lo que se las fuentes” (Vernunft und Existenz
realiza merced a la conjunción (que ["Razón y existencia”], 1935, II, 5). La
es unidad) de filosofía e historia" (Ló­ dirección en la cual se mueve la R. es
gica, 1920, p. 392). una claridad infinita y lo que en ella
c) El concepto de la R. como autorre- intenta aclararse es la existencia: "la
velación o evidencia fue establecido por existencia logra la claridad sólo a tra­
Husserl. Según Husserl la R. es la mis­ vés de la R. y la R. tiene un contenido
ma manifestación fenomenológica de sólo en virtud de la existencia” (Ibid.,
los objetos (que pueden ser cosas o II, 6; p. 53). Es obvio que también
esencias), ya sea que tal manifestación desde este punto de vista una conside­
esté dotada del carácter necesario o ración formal del procedimiento racio­
apodíctico, o siendo dicho carácter sólo nal es imposible. La R. no es nunca
asertorio. Dice Husserl: “Ver asertóri- formal porque siempre está colmada
camente, por decirlo así, algo indivi­ del contenido que en ella se manifiesta
dual, por ejemplo, el ‘percatarse’ de una como evidente o que en ella se aclara.
cosa o de una relación individual, se d) El concepto de la R. como tauto-
9X1
Razón

logia encuentra su origen en Hume, que sólo más tarde, en el ámbito del Círcu­
por primera vez distinguió precisamen­ lo de Viena, con la obra de Wittgen-
te entre las "relaciones de ideas” y las stein (1922). El fundamento de esta
"cosas de hecho”. "A la primera clase obra es la reducción de la R. al len­
pertenecen las ciencias, tales como la guaje. Wittgenstein aseveraba que "las
geometría, el álgebra y la aritmética proposiciones de la lógica son tautolo­
y, dentro de poco tiempo, toda propo­ gías” ( Tractatus logico-philosophicus,
sición cierta intuitiva [en el sentido 1.6), que “las proposiciones de la lógica
lockiano] o demostrativamente... Las no dicen nada” (se trata de las pro­
proposiciones de esta clase se pueden posiciones analíticas) (Ibid., 6.111). Y
descubrir mediante una pura operación agregaba: "La característica especial de
del pensamiento y no dependen de co­ las proposiciones lógicas es el hecho
sas que existen en algún lugar del uni­ de que del solo símbolo se puede reco­
verso” (Inq. Conc. Underst., IV, 1). En nocer que son verdaderas y este hecho
verdad Hume no afirmó explícitamen­ encierra en sí toda la filosofía de la
te el carácter tautológico o (como se lógica. De igual manera uno de los
dice en términos kantianos) analítico hechos más importantes es que la ver­
de las proposiciones que expresan sim­ dad o falsedad de las proposiciones no
ples relaciones de las ideas entre sí, lógicas no se puede reconocer sólo
pero sí lo presupone de algún modo por la proposición” (Tract., 6.113). De
insistiendo en el hecho de que las pro­ tal modo el procedimiento racional
posiciones que expresan -cosas de hecho considerado como propio de tales dis­
no son lógicamente deducibles una de ciplinas y que según Hume tenía por
la otra. Aún más, para formar la con­ objeto relaciones de ideas solamente (o
cepción de la R. en examen, ha inter­ sea, ideas de la lógica y de la matemá­
venido también otro componente con­ tica), ha sido reducido a la tautología.
ceptual, expuesto por vez primera por Según Wittgenstein, las proposiciones
Hcbbes y que es la reducción de la R. de la lógica, lo mismo que las de la
a cálculo de las proposiciones verbales. matemática (Ibid., 6.21) nada dicen.
"Porque R. —dice Hobbes— no es sino Ello no quiere decir, sin embargo, que
cómputo (es decir, suma y sustrac­ sean inútiLs, ya que revelan la iden­
ción) de las consecuencias de los nom­ tidad de significado que" existe bajo
bres generales convenidos para la ca­ formas preposicionales diferentes y, por
racterización y significación de nues­ lo tanto, pueden ser usadas para la
tros pensamientos: empleo el término transformación de una proposición en
caracterización cuando el cómputo se otra que tenga el mismo significado,
refiere a nosotros mismos y significa­ pero diferente forma. No obstante, nin­
ción cuando demostramos o aproba­ guna de las proposiciones de la lógica
mos nuestros cómputos con respecto y de la matemática suministra infor­
a otros hombres” ( Leviathan, I, 5). Es­ mación alguna sobre el mundo. La re­
ta idea de Hobbes llegó a su realiza­ ducción de la R. a procedimiento tauto­
ción sólo a partir de mediados del si­ lógico tiene, por lo tanto, los resulta­
glo xix con la fundación de la lógica dos siguientes: I) son racionales, en
matemática per G. Boole (Laws of el sentido propio del término, sólo los
Thought, 1854), quien por vez primera procedimientos formales de la lógica
demostró la imposibilidad de reducir y de la matemática (como parte o to­
el razonamiento matemático a las for­ do de la lógica) y por lo tanto coinci­
mas de razonamiento descritas por den racionalidad y logicidad; 2) racio­
Aristóteles, y comenzó a construir una nalidad y logicidad nada tienen en co­
lógica en estrecha relación con los pro­ mún con la realidad. Por lo tanto, este
cedimientos del cálculo. Los éxitos concepto de la R. constituye la inver­
que esta lógica, registrara más tarde, sión simétrica del concepto b) que ha
por obra sobre todo de Frege y Rus- identificado en cambio racionalidad y
sell (véase l ó g ic a ) , constituyen un in­ realidad y ha opuesto ambas concep­
dispensable antecedente histórico para ciones a la pura formalidad lógica, la
el concepto de la razón en examen. El que se declara privada del valor (acer­
hecho de que tal procedimiento tuvie­ ca de la concepción en examen, cf. R.
ra carácter tautológico pareció claro von Mises. Kleines Lehrbuch des Posi-
98Ó
R a z ó n d e E s ta d o
R a z o n a b le
tivismus ["Pequeño tratado del positi­ ampliar un Estado", o sea "un dominio
vismo’’], 1939, §10; J. R. Weinberg, firme sobre los pueblos”. Pero, en rea­
An Examination of Logical Positivism, lidad, la expresión ha pasado a indicar
1950, cap. II). el principio del maquiavelismo vulgar,
Las cuatro alternativas típicas que lo que fue obra de Botero mismo que, a
ha seguido hasta ahora la teoría de la pesar de su oposición a Maquiavelo,
R. son claramente insuficientes frente hizo suyo el principio del fin que jus­
a la tarea que la R. se asigna como tifica los medios en materia política.
guía autónoma del hombre en todos Véase m a q u i a v e l is m o .
los campos. La primera de ellas se ha R a z ó n p e re z o s a (gr. ÚQvóg Xóyoc; lat.
agotado históricamente y el abandono ignava ratio; alem. faule Vernunft). El
de la lógica en que se expresaba no es
más que un signo de este agotamiento. razonamiento o el argumento que lleva
La b y c hacen imposible la determi­ a la inercia. Ya Platón denominó pe­
nación de procedimientos rigurosos y rezoso al argumento sofístico de que
la b pone en peligro a la función rec­ es inútil investigar, ya que no se puede
tora misma de la razón. La d hace buscar ni aquello que se sabe (ya que
posible el desarrollo de una disciplina se sabe) ni aquello que no se conoce,
autónoma que es la moderna lógica ya que no se sabe qué buscar (Men.,
matemática, pero es muy restringida 86 b). Pero bajo el nombre de R. pere­
para expresar las tareas de la R. en to­ zosa nos ha sido trasmitido especial­
dos los campos; pero es posible, en mente un argumento de probable ori­
todos los campos, servirse de las téc­ gen megárico, expuesto por el estoico
nicas lógico-matemáticas construidas Crisipo (Plutarco, Moralia, II, p. 574e;
sobre el fundamento de la R. como cf. Stoicorum Fragmenta, II, p. 227) y
tautología, aunque no todos los proce­ que Cicerón ha referido así: "Si tu
dimientos que puedan definirse como destino es curarte de esta enfermedad,
racionales pueden reducirse a tales téc­ curarás lo mismo si recurres a un mé­
nicas. Un procedimiento racional es, en dico que no recurriendo a él. Igual­
general, el que permite al hombre do­ mente, si tu destino es no curar de
minar la situación, afront r sus cam­ esta enfermedad, no curarás, lo mismo
bios y corregir los errores eventuales si recurres a un médico, que si no re­
del procedimiento .nismo. Por lo tan­ curres. Ahora bien, tu destino es una
to, la racionalidad de un procedimiento u otra de estas cosas, por lo tanto, de
se puede determinar sólo en relación nada sirve recurrir al médico” (De Fato,
con la situación específica que tal pro­ 12, 28). Leibniz se refirió a veces a
cedimiento permite afrontar. Y la con­ este viejo argumento megárico o es­
sideración de la R. lleva en seguida toico (Théod., I, 55). Kant, en forma
(como quería Husserl) a la considera­ más genérica, denomina R. perezosa a
ción de las esferas o de los campos "todo principio que lleve a considerar
específicos, respecto a los cuales sólo como absolutamente cumplida la pro­
pia búsqueda de manera que la R. se
se puede decidir la racionalidad de un tranquilice, como si hubiese terminado
procedimiento. Desde este punto de del todo su tarea” (Crít. R. Pura, Dia­
vista, la teoría de la R. puede ser sumi­ léctica, Apéndice a la dialéctica tras­
nistrada hoy en día, no por una meta­ cendental: De la mira final, etc.). En
física de la R., sino por las investiga­ este sentido más general, la expresión
ciones metodológicas y críticas que, a se emplea con frecuencia aun actual­
través del examen de los procedimien­ mente.
tos autónomos de que dispone el hom­
bre en los campos particulares de in­ R a z ó n p u r a , véase PURO.
vestigación, lleguen a las condiciones R a z ó n s u f ic ie n te , véase FUNDAMENTO.
generales de su proyectabilidad.
R a z o n a b le (lat. rationabilis o rationalis-,
Giovanni Botero, que
R a z ó n d e E s ta d o . ingl. reasonable; franc. raisormable;
introdujo la expresión como título de alem. vernimftig; ital. ragionevole).
un libro suyo (Delta R. di Stato, 1589), 1) El que tiene la posibilidad de uso de
la consideraba como "la noticia de los la razón y en este sentido se dice que el
medios aptos para fundar, conservar y hombre es un animal razonable. San
986
)

R a z o n a m ie n to
R a z o n e s s e m in a le s
Agustín afirma que los doctos "deno­ de alguna otra cosa, significa razonar
minaron R. (rationabilis) al que usa en el sentido más extenso del término”
o puede hacer uso de la razón, racional (Logic, II, I, 1). Stuart Mili excluía
( rationalis) a lo que es hecho o dicho del ámbito del R. sólo "los casos en los
por la razón" y, por lo tanto, considera cuales la progresión de una verdad
que es necesario denominar raciona­ hacia otra es sólo aparente porque el
les, por ejemplo, a los discursos o a los consecuente es una mera repetición
sermones y R. al que los hace (De Or- del antecedente” (Ibid., II, 1, 3) e iden­
dine, XI, 31). Pero esta distinción no tificaba razonamiento e inferencia. Pe­
rige mucho, ya que los antiguos deno­ ro esta descripción ha caído en desuso
minaron racional también al hombre corriente, pues actualmente el R. com­
(cf., por ejemplo, Quintiliano, Inst., V, prende también las inferencias tauto­
10, 56). Y por lo demás también deno­ lógicas que se consideran propias de la
minamos actualmente R. a lo que es matemática y de la lógica (cf. P. F.
conforme con la razón. Strawson, Intr. to Logical Theory, 1952,
2) Lo que es conforme a la razón y pp. 12 ss.). Por lo tanto, la ilustración
a las reglas que prescribe en un deter­ de los significados del término se puede
minado campo de indagación o en ge­ encontrar en los artículos que consti­
neral. En este sentido, Locke habló de tuyen la extensión del término en cues­
lo "razonable del cristianismo”. Y se tión y especialmente en los siguientes:
habla de una “R. certeza” para desig­ DEDUCCIÓN, INDUCCIÓN, PRUEBA, DEMOSTRA­
nar que se puede deducir de las reglas CIÓN, INFERENCIA, SILOGISMO, ARGUMENTO,
del campo al cual se hace referencia, ANALOGÍA.
pero que no es absoluta. Dewey dice: Sin embargo, la clasificación funda­
"La ‘racionalidad’ es cuestión de rela­ mental de los R. es la que los divide
ción entre medios y consecuencias... en R. deductivos y R. inductivos. Esta
Resulta razonable buscar y escoger distinción, ya establecida por Aristóte­
aquellos medios que, con el máximo les (An. Pr., II, 23, 68 b 13) se conserva
de probabilidad acarrearán las conse­ por lo común hasta ahora, y a veces
cuencias que tenemos en vista” (Logic, con nombres apenas cambiados. Así, por
I; trad. esp.: Lógica, México, 1950, ejemplo, * airee hablaba de R. explica­
F.C.E., pp. 22-23). tivos analíticos o deductivos, por un
En ambos significados, el término R. lado, y por otro de R. amplificativos,
(como el correlativo de racionalidad) sintéticos o inductivos (Chance, Lave
implica una connotación limitativa, and Logic, I, 4, 3) que son justo los
que excluye en primer lugar la infa­ nombres a los cuales se recurre con
libilidad de la razón y, en segundo lu­
gar, incluye la consideración de los lí­ mayor frecuencia para indicar las dos
mites y de las circunstancias por las especies fundamentales del R.
cuales la razón misma debe obrar. Por R a z o n a m ie n to a p a g ó g ic o , véase APAGÓ-
lo tanto, "ser R.” significa, en el len­ GICO.
guaje común, darse cuenta de las cir­
cunstancias y de las limitaciones que R a z o n a m ie n to p o r a n a lo g ía , véase ANA­
éstas implican, con la renuncia a una LOGÍA.
actitud, teórica o práctica, de absolu­
tismo. R a z o n e s s e m in a le s (gr. Xóyoi cotequoi-u x o í ;
lat. ratkmes seminales). Aquellas par­
R a z o n a m ie n to (gr. Xoyiogói;; lat. ratio- tes de la R. divina de las que surgen
cinatio; ingl. reasoning; franc. raison- las cosas. Según los estoicos, así como
nement; alem. Vernunft-schluss; ital. todo ser viviente es producido por una
ragionamento). Cualquier procedimien­ semilla, también toda cosa es produci­
to de inferencia o de prueba, por lo da por una partícula de la R. divina,
tanto, cualquier argumento, conclusión, que, por lo tanto, es una semilla racio­
inferencia, inducción, deducción, ana­ nal. La noción subraya la predetermi­
logía, etc. Dijo Stuart Mili: "Inferir nación de lo que se genera (Aecio,
una proposición de una o más proposi­ Plac., I, 7, 33; cf. Estobeo, Ecl., I, 17,
ciones precedentes, creer, o pretender 3). Los neoplatónicos (cf. Plotino, Enn.,
que se cree, en ella como conclusión II, 3, 16) y San Agustín (De diversis
9 8 7
Reacción
Realidad
quaestionibus 83, q. 46) se hicieron pro­ ferencia, por Duns mismo o por sus dis­
pia esta cuestión. cípulos, haecceitas. El término debía
luego pasar a significar el esse in re
(ingl. reaction; franc. réac-
R e a c c ió n de la escolástica en el sentido en que
tiorr, alem. Reaktiorr, ital. reazione). San Anselmo, por ejemplo, entendía
1) Una acción igual y de sentido con­ pasar, mediante la prueba ontológica,
trario a una acción determinada. En del esse in intellectü del "Ente del cual
este sentido, se usa el término en la no se puede pensar nada más grande”
física newtoniana. a su esse in re (Prosl. 2), o bien en
2) En psicología: cualquier respues­ el sentido en que los escolásticos ha­
ta a un estímulo. Tiempo de reacción: blaban del universal in re, o sea incor­
el intervalo de tiempo entre el estímulo porado en las cosas. Lo opuesto de R.
y la respuesta. es, por lo tanto, idealidad, que indica
3) En política: el movimiento que el modo de ser de lo que está en la
tiende a anular o neutralizar los efec­ mente y no es o no puede ser, o no está
tos de una revolución o de un cambio todavía incorporado o puesto en ac­
cualquiera o, asimismo, a hacer pre­ ción en las cosas. La referencia a las
ventivamente imposible todo cambio. cosas es evidente también en expresio­
nes tales como "definición real” para
Real (lat. realis; ingl. real) franc. réel; indicar la definición de la cosa y no del
alem. real; ital. reate). 1) Que se re­ nombre y “derechos reales” para indi­
fiere a la cosa. Por ejemplo, "defini­ car derechos que conciernen a las co­
ción R.” es la definición de la cosa sas y no a las personas.
y no de su nombre. El problema que la noción de R. ha
2) Lo que existe de hecho. En este planteado directamente es el de la exis­
sentido, lo R. se opone a lo ficticio. tencia de las cosas o del "mundo ex­
3) Herbart denominó reales a los terno”. Este problema nació con Des­
entes efectivamente existentes, "cuya cartes, o más bien con el principio car­
naturaleza simple y propia nos es des­ tesiano que enuncia que el objeto del
conocida, pero acerca de cuyas condi­ conocimiento humano es sólo la idea.
ciones internas y externas pedemos ad­ Desde este punto de vista, resulta inme­
quirir una cantidad de conocimientos diatamente dudosa la existencia de la
que puede aumenta; al infinito”. Tales R. cuya idea parece apuntar, pero no
entes no se relacionan entre sí, de ma­ es prueba, como no es prueba un cua­
nera que toda relación entre ellos debe dro de la R. de la cosa representada.
ser considerada como accidental (zn- Para justificar la R. de las cosas, Des­
fallige Ansicht) que no califica y no cartes recurrió a la veracidad de Dios:
modifica su naturaleza (Einleitung in en su perfección, Dios no puede enga­
die Philosophie ["Introducción a la fi­ ñarnos y no puede permitir que en nos­
losofía"], 1813, pp. 152ss.). otros haya ideas que no representen
R e a le s , c ie n c ia s, véase CIENCIAS, CLASIFI­
nada (Méd IV). Pero Descartes había
llegado a la existencia de Dios, aparte
CACIÓN DE LAS.
de la reelaboración de la prueba onto­
R e a lid a d (ingl. reality; franc. réalité; lógica, también por admisión del prin­
alem. Realitat, Wirktichkeit; ital. reali- cipio de que "debe existir en la causa
ta). 1) En su significado propio y espe­ eficiente y total por lo menos tanta R.
cífico, el término designa el modo de como existe en el efecto”, un princi­
ser de las cosas, en cuanto existen fuera pio a partir del cual la idea de Dios,
de la mente humana o independiente­ que es la idea de la perfección máxi­
mente de ella. La palabra realitas fue ma, debe tener como causa un ser
acuñada en la escolástica tardía y pre­ que tenga tanta “R.” como la que tiene
cisamente por Duns Scoto, quien la la idea que representa, o sea Dios mis­
usó para definir la individualidad, que mo (Ibid., III). El desarrollo ulterior
consistiría en la "última R. del ente”, del problema llevó a la negación de la
que determina y contrae la naturaleza realidad. El empirismo inglés, con Ber-
común ad esse hanc rem, a la cosa en keley y Hume volvió a llevar la reali­
particular (Op. Ox., II, d. 3, q. 5, n. 1). dad de las cosas a su ser percibidas y,
Esta realitas fue denominada de pre­ por lo tanto, la negó como modo de
Realidad

ser autónomo. Por otro lado, el racio­ en el segundo que en el primero de e»


nalismo disolvió, con Leibniz, las co­ tos dos problemas. Según Fichte, la R.
sas en elementos o átomos (mónadas) consiste en general en la actividad del
de naturaleza espiritual y con ello igual­ Yo que "pone el objeto limitándose” y
mente negó el carácter específico de su transporta una parte de su actividad
R. Véase i n m a t e r i a l i s m o . al objeto. "Fuente de toda R. (Reali-
La R. de las cosas fue, de alguna ma­ tat) es el Yo —dice Fichte—, sólo por
nera, reafirmada por Kant. Kant con­ el Yo y con el Yo es dado el con­
serva al término R. (Realitát) su signi­ cepto de la R. Pero el Yo es porque
ficado específico de R. de las cosas o, se pone y se pone porque es. Por lo
como también dice, cosalidad (Sach- tanto, ponerse y ser son una sola y
heit) (Crít. R. Pura, Analítica, II, ca­ misma cosa. Por lo tanto, toda R. es
pítulo I), al cual opone la "idealidad" activa y toda cosa activa es R.” (Wis-
del espacio y del tiempo, que son for­ senschaftslehre, §4, C). Esta idea de la
mas de la intuición y no de las cosas R. como actividad entró a formar parte
(Ibid., §3). Pero el problema, para él, del equipo del romanticismo e influyó
concierne a la existencia (Dasein) de en el curso ulterior del problema. "La
las cosas mismas. Éste es el problema actividad es la verdadera y propia R.”,
que examina en la "Refutación al idea­ dijo Novalis (Fragmente, 190). Scho-
lismo”. La solución que da aquí es penhauer afirmó decididamente "que la
que "la conciencia de mi propia exis­ esencia de los objetos intuibles es su
tencia es, al mismo tiempo, conciencia acción, que precisamente la R. del ob­
inmediata de la existencia de otras jeto consiste en la acción y la preten­
cosas fuera de mí”. La prueba de esta sión de una existencia del objeto fuera
aseveración es que la conciencia del de la representación del sujeto y tam­
tiempo, o sea del cambio, no sería po­ bién de una esencia de la cosa real
sible sin la conciencia de algo perma­ diferente de su acción, no tiene sentido
nente y este algo permanente, al no alguno y más bien es una contradic­
poder ser dado por la misma concien­ ción” (Die Welt, I, §5). Según se ve,
cia del tiempo, sólo puede ser dado la reducción de la R. a actividad tiene
por la cosa externa a la conciencia. Sea en su orifc;n un sentido idealista. Ha
o no válida esta demostración, es claro servido, sin embargo, para aportar una
que Kant consideraba, por un lado, vá­ nueva alternativa en la solución del
lida la primacía de la conciencia, esta­ problema, la que ve en la R. misma
blecida por Descartes, para el cual, pre­ un modo de ser que se revela mejor
cisamente, la R. de las cosas resulta a otras formas de experiencia y no un
un problema y exige una demostración; simple objeto de conocimiento. La no­
por otro lado, tendió a destruir este ción de actividad, grata al romanticis­
planteamiento, oponiendo la conciencia mo, suministra el primer modelo de
de la propia existencia a la concien­ esta solución. Por otro lado, el sensua­
cia de las cosas (véase c o n c i e n c i a ). lismo de Condillac había demostrado
Pero no se propuso, sin embargo, tam­ la derivación de la idea de R. a través
poco el problema del modo de ser espe­ del sentido del tacto, pero el sentido
cífico de las cosas, o sea el tipo de había sido entendido en general por
existencia que les es propio. Sin embar­ Condillac de manera activa y dinámica
go, este problema está estrechamente como guiado y sujeto por la necesidad
relacionado con el de la "existencia” y por los deseos (Traité des sensations,
de las cosas y sólo alguna respuesta al 1754, I, 3, 1; I, 7, 3; II, 5, 5). Más tarde
mismo puede dar significado a la solu­ Destut de Tracy puso en relación la
ción positiva del último, ya que si las idea de R. con la experiencia de la re­
cosas existen nace en seguida la pre­ sistencia que las cosas oponen al movi­
gunta : ¿cuál es el sentido de su exis­ miento (Idéologie, 1801, cap. 8). En la
tencia? El problema de la R., por lo filosofía contemporánea, una idea aná­
tanto, se debe considerar compuesto loga reaparece en Dilthey (Beiírage zur
por estos dos problemas, inseparables Losung der Frage vom Ursprung unse-
uno del otro: el de la existencia y el res Glaubens an die Realitat der Aus-
del modo de ser específico de las cosas. senwelt ["Contribución a la solución
El idealismo poskantiano se detuvo más del problema del origen de nuestra
989
Realidad

creencia en la realidad del mundo ex­ samente un "ser ahí” (indicando el ahí
temo”], en Gesammelte Schriften ["Es­ su relación ccn el mundo), el problema
critos reunidos’’], 1890, V, 1). La resis­ de la R. resulla el problema del mundo
tencia definiría el modo de ser de la en el cual las cosas del mundo se pre­
R., o sea el de las cosas y la experiencia sentan al hombre o están en relación
de esta R. sería, de acuerdo a ello, vo­ con él. Según Heidegger, este modo de
litiva y práctica más que cognoscitiva. ser es la "simple presencia”, ya que
Scheler aceptó esta interpretación de la existencia es el modo de ser reser­
la R. (Die Wissensformen und die Ge- vado al ‘ser ahí’, esto es, al hombre.
setlschaft, 1926, pp. 455 ss.; trad. esp.: "Si el término R. mienta el ser de los
Sociología del saber, 1935). Una tesis entes ‘ante los ojos’ dentro del mun
sustancialmente análoga fúe presenta­ do —(res) y no se comprende con él
da por Santayana en el libro Escepticis­ ninguna otra cosa— ello significa para
mo y fe animal (1923) en el cual de­ el análisis de este modo de ser lo
mostró que la creencia en la R. se debe siguiente: sólo será posible traducir
a experiencias puramente animales (el en conceptos ontológicos el ser de los
hambre, la lucha, etc.) y se justifica entes intramundanos, una vez aclarado
sólo por tales experiencias. El mismo el fenómeno de la ‘intramundanidad’.
Santayana presentó esta misma noción Mas éste se funda en el fenómeno del
de la R. en los Essays in Critical Rea- mundo, que por su parte es inherente,
lism (1920), publicados por siete filó­ como elemento estructural del 'ser en
sofos estadounidenses. Véase r e a l i s m o . el mundo’, a la estructura fundamental
En la filosofía más reciente el pro­ del ‘ser ahí’. El ‘ser en el mundo’ está a
blema de la R. casi ha dejado de ser su vez ontológicamente inserto en la to­
el problema de la "existencia” de las talidad estructural del ser del 'ser ahí’,
cosas, para resultar, siempre con ma­ que se caracterizó como cura” (Ibid.,
yor exclusividad, el problema del modo § 43, b). Precisamente porque el ser
de ser específico de las cosas mismas. del ‘ser ahí’ o sea la existencia humana
Las elaboraciones de este problema si­ es cura, los entes diferentes entre sí
guen la alternativa abierta por las doc­ de los que esta existencia se cura, esto
trinas que reconocen el ci-ríicter no es, las cosas (cuyo modo de ser es la
simplemente cognoscitivo de la expe­ R.) se caracterizan por la utilizabilidad.
riencia de la realidad. Heidegger ha "La forma de ser de estos entes es el
negado explícitamente el predominio de 'ser a la mano'. Mas no debe compren­
la conciencia del cual nace el problema derse en el sentido de un mero ‘ca­
de la existencia de las cosas. “Creer rácter de percepción’. .. El ‘ser a la
en la R. del ‘mundo exterior’, con de­ mano’ es la determinación ontológico-
recho o sin derecho, probar esta 'rea­ categorial de unos entes tales como son
lidad’, satisfactoria o insatisfactoria­ ‘en sí” ' (Ibid., § 15). De tal manera
mente, presuponerla, expresamente o Heidegger ha aclarado el carácter ins­
no, semejantes intentos, que no son trumental de las cosas, carácter por el
dueños de su propio terreno ‘viendo a cual pueden valer como medios para
través’ de él plenamente, presuponen el hombre. Pero Heidegger considera
un sujeto que empieza por carecer de que este carácter no pertenece a las
mundo o no estar seguro del suyo y cosas con referencia a sus relaciones
que, por tanto, necesita en el fondo con el hombre sino que constituye su
asegurarse primero de uno”. (Sein und ser "en sí”, su esencia. Prescindiendo
Zeit, § 43, a; trad. esp.: El ser y el de esta pretensión, el análisis de Hei­
tiempo, 1962, F.C.E.). El problema de degger puede ser considerado como una
la e x is te n c ia del mundo externo o caracterización del modo de ser de las
de las cosas se elimina por sí mismo, cosas o de la "R.”, entendida en su
por lo tanto, al ser eliminado el su­ significado propio y específico. Por otro
puesto falaz del "sujeto sin mundo” o lado, este mismo análisis ha demostra­
sea el supuesto de que el hombre no sea do el carácter arbitrario del "problema
siempre y ante todo un ser en el mun­ de la R.” como fuera entendido a par­
do. Reactualizado esto, que es el ca­ tir de Descartes, como problema de una
rácter fundamental del modo de ser R. "exterior” a la conciencia. En efec­
del hombre, que es por lo tanto preci­ to, ha demostrado que tal problema
990
Realidad

surge del supuesto de una tesis filosó­ el ser en uno cualquiera de sus signifi­
fica infundada, esto es, de la tesis de cados existenciales. Así en la obra de
un “sujeto sin mundo” o en otras pala­ Bradley, Appearance and Reality (1893)
bras, de una existencia del hombre que el contraste anunciado en el título
no c o n s i s t e en la relación con el es el contraste entre el aparecer y el
mundo. ser, ya que no está limitado a la R.
Es significativo anotar que casi al en su sentido específico, o sea al modo
mismo tiempo que estos análisis de Hei- de ser de las cosas. En el mismo sen­
degger, el mismo problema de la R. tido, pero con acentuación crítica ha
externa fue d e c la ra d o un "seudopro- entendido el término Dewey: "En la
blema” desde un punto de vista total­ más breve de las fórmulas 'R.' resulta
mente diferente, o sea por el del Círcu­ lo que deseamos que sea la existencia
lo de Viena. Camap (Scheinsprobleme después de analizar sus defectos y de­
irt der Philosophie; das Fremdpsychi- cidir qué es lo que los suprimiría; ‘R.’
sche und der Realismus-streit ["Proble­ es lo que sería la existencia si nues­
mas aparentes en la filosofía; lo psí­ tras preferencias racionalmente justifi­
quico ajeno y la discusión en torno al cadas estuviesen tan cabalmente arrai­
realismo”], 1928) y Schlick (Positivis­ gadas en la naturaleza que agotaran y
mos und Realismus ["Positivismo y rea­ definieran el ser íntegro de ésta, vol­
lismo”], recog. en Gesammette Aufsatze, viendo innecesaria la busca y la lucha.
1938) rechazaron tanto la tesis de la El resto (y como siguen existiendo
irrealidad del m u n d o externo como empíricamente la perturbación, la lu­
la de su R., considerándolas seudo-afir- cha, el conflicto y el error, existe un
maciones, en cuanto ni una ni otra se resto) al quedar excluido por defimción
prestan a una verificación experimen­ de la plena R., se describe a un grado
tal. Pero el Círculo de Viena no pre­ u orden del ser que se afirma que es
sentó ninguna solución nueva del se­ metafísicamente inferior; a un orden
gundo aspecto del problema de la R., diversamente llamado apariencia, ilu­
aspecto que es el más legítimo, o sea sión, espíritu mortal o lo simplemente
el del problema del modo de ser de las empírico, en oposición a lo que es real
cosas. Acerca de este punto se limitó, y verdadera_nente" (E x p e rie n c e and
y sus continuadores se limitan aún, a Naiure, cap. II, p. 54; trad. esp.: La
volver a proponer la añeja tesis de experiencia y la naturaleza, México,
Mách { A n a l y s e der Empfindungen, 1948, F.C.E., pp. 49-50).
1900; trad. esp.: Análisis de las sensa­ 3) En contraste con posibilidad, po­
ciones, Madrid, 1925) que enuncia que tencialidad y, a veces, también con
las cosas están compuestas por los mis­ necesidad, la palabra significa actuali­
mos elementos últimos, las sensacio­ dad o efectividad o lo que se ha ac­
nes, que componen al yo y que éstos tuado o efectuado y posee la existencia
elementos últimos son en sí neutrales, de hecho. El término alemán Wirktich-
o sea ni objetivos ni subjetivos. Obvia­ keit [traducido por efectividad], como
mente esta tesis no tiene en cuenta distinción de Realitat, tiene este sentido
el carácter específico de la R. de las específico, aún cuando no siempre los
cosas y no tiene en cuenta el porqué filósofos se atengan estrictamente a
un conjunto de tales elementos neu­ esta distinción. En este sentido la pala­
tros adquiere, en cada caso, las carac­ bra designa una de las categorías de la
terísticas de una "cosa” o de un “yo”. lógica de Hegel. “La R. es la unidad
Aparte del significado hasta aquí se­ inmediata, que se ha producido, de la
guido en sus diferentes interpretacio­ esencia y de la existencia o de lo in­
nes, la palabra R. es también usada por terno y de lo externo” {Ene., § 142),
lo común en los otros significados que con lo que Hegel entiende decir que
se considerarán a continuación, pero la R. es la esencia que se ha realizado
que deben ser considerados secundarios como existencia o lo interno que se
por ser designados con otros términos ha manifestado efectivamente en lo ex­
del diccionario filosófico con más pro­ terno. Acerca de la distinción entre
piedad. Wirklichkeit y Realitat insistió Lotze en
2) En contraste con apariencia, ilu­ su Mikrokosmus (III, p. 535). N. Hart-
sión y similares, R. significa a veces man a su vez ha utilizado la distin-
991
R e a lid a d p r e s u n tiv a
R e a lism o
ción, e n tre v ie n d o en la efectividad a ellas opuesta y de la cual dependan
( Wirklichkeit) el sentido primario del en su existencia e m p í r i c a ” (Wíssen-
ser (Móglichkeit und Wirklichkeit, 1938 ; schaftslehre, 1794, § V, II). Schelling
trad. esp.: Posibilidad y efectividad, en habló a su vez de un idealismo realista
Ontología, II, México, 1956, F.C.E.). Véa­ (Real-Idealismos) o de un R. idealista
se SER. (Ideal-Realismos) (Werke ["Obras”], I,
X, p. 107) en el mismo sentido que
(alem. prasumptive
R e a lid a d p r e s u n tiv a Fichte. A partir de entonces, el R. ha
Wirklichkeit). Así ha denominado Hus- sido calificado y definido en las formas
serl a la R. de las cosas en relación más diferentes y casi siempre las doc­
con la “R. absoluta” o sea necesaria, trinas que lo han tomado como insig­
de la conciencia (Ideen, I, § 46). nia también han calificado como rea­
listas a las doctrinas del pasado que
R e a lis m o (lat. realismus; ingl. realism; estaban de acuerdo con sus puntos de
franc. réalisme; alem. Realismus; ital. vista. Así, por ejemplo, Platón ha sido
realismo). El término comenzó a usar­ clasificado como realista porque ad­
se hacia fines del siglo xv para indi­ mite la realidad de las ideas (sea lo
car la dirección más antigua de la que fuere lo que esto signifique), pero
escolástica, en oposición a la dirección ha sido también definido como idea­
denominada “moderna” de los nomina­ lista en cuanto se trata, justo, de ideas.
listas o terministas. El primero en Similares notas (y las disputas que
adoptarlo fue, probablemente, Silvestre hacen surgir) no son más que pérdidas
Mazolino de Prieria en el Compendium de tiempo. Menos inútil es quizá acla­
dialecticae de 1496 (cf. Prantl, Geschich- rar el significado de las más conoci­
te der Logik ["Historia de la lógica”], das formas que el R. ha adquirido en
IV, p. 292). El R. afirmaba la realidad la filosofía moderna. En tal caso, ade­
de los universales (géneros y especie) más de las ya recordadas, se pueden
entendiendo, no obstante, de diferentes considerar las siguientes:
maneras esta realidad misma. Véase a) El R. empírico de Kant ha tomado
UNIVERSAL. varios nombres, permaneciendo sustan­
En el sentido más general y moder­ cialmente el mismo o sea como el re­
no, el término usado por Kant en la conocimiento de la existencia de las
primera edición de ' a Crítica de la Ra­ cosas independientes del acto de co­
zón Pura, para indicar, por un lado, la nocer. W. Hamilton denominó a este
doctrina opuesta a la que él defiende punto de vista R. natural o presenta-
y que considera al espacio y al tiempo cionismo y lo consideró propio de la
independientes de nuestra sensibilidad, escuela escocesa de la cual derivaba su
lo que constituye el R. trascendental filosofía (véase p r e s e n t a c i o n i s m o ). El
y, por otro lado, su propia doctrina, que famoso artículo de G. E. Moore publi­
admite la realidad externa de las cosas cado en el Mind de 1903 e intitulado
y que es el R. empírico. “El idealista “La refutación del idealismo” se inspi­
trascendental —decía Kant— es un rea­ ra en idéntico punto de vista: defiende
lista empírico y reconoce a la materia, la independencia entre el objeto cono­
como fenómeno, una realidad que no cido y el acto psíquico por el cual se
tiene necesidad de ser deducida sino conoce tal objeto. Esta independencia
que es inmediatamente percibida” (Crí­ fue reconocida como tesis del R. inge­
tica R. Pura, 1- ed., Dialéctica trascen­ nuo (alem. naiven Realismos) por G.
dental, Crítica del cuarto paralogismo Schuppe (G ru n d riss der Erkenntnis-
de la psicología trascendental). El tér­ theorie und Logik [“Bosquejo de teoría
mino entró en el uso filosófico con del conocimiento y lógica”], 1910, pp.
Kant para designar doctrinas de inte­ 1-2). O. Külpe denominó al mismo pun­
rés actual y no simplemente histórico. to de vista R. científico (Die Realisie-
Fichte afirmó que "la doctrina de la rung ["La realización”], II, 1920, p. 149).
ciencia es realista” porque “demuestra En tanto que J. Maritain, que ha defen­
que es absolutamente imposible expli­ dido la misma forma de R. como la
car la conciencia de las naturalezas que mejor responde a la tradición to­
finitas si no se admite la existencia mista, la ha denominado R. crítico
de una fuerza independiente de ellas, (Distinguer pour unir, 1932, p. 149). Por
R e c e p tiv id a d
R e c ip ro c a c ió n
fin, el mismo tipo de R. es denomi­ ser, que no resulta modificado o cali­
nado materialismo por los filósofos sos­ ficado por ella; 2) el ser está constitui­
tenedores del materialismo dialéctico do no sólo por cosas, sino también por
y así lo hace Lenin, por ejemplo (Ma­ objetos ideales o abstractos o por va­
terialismo y empiriocriticismo, 1909). lores.
Esta misma forma de R., sin adjetivos d) El R. crítico defendido en un vo­
o con diferentes adjetivos, se encuen­ lumen colectivo por un grupo de pen­
tra con frecuencia en la filosofía con­ sadores norteamericanos (D. Drake, A.
temporánea y se puede reconocer fá­ O. Lovejoy, J. B. Pratt, A. K. Rogers,
cilmente en el existencialismo, en el G. S a n tay a n a , R. W. Sellars, C. A.
instrurnentalismo, en el empirismo ló­ Strong, E s s a y s in Critical Realism,
gico y en todas las corrientes filosófi­ 1920) s o s tie n e fundamentalmente el
cas que consideran el pensamiento cien­ punto de vista defendido por Santaya­
tífico como punto de partida. na, según el cual el objeto inmediato
b) El R. transfigurado (transfigured del conocimiento es una esencia (véa­
Realism) de H. Spencer: “El R. en el se), en tanto la existencia nunca es
cual nos empeñamos es el que simple­ inmediatamente aprehendida o intuida,
mente asevera que la existencia obje­ sino que es simplemente afirmada,
tiva está separada y es independiente puesta o reconocida por exigencias emo­
de la existencia subjetiva. Pero no afir­ cionales y prácticas que Santayana de­
ma que cada uno de los modos de la nominó fe animal (Scepticism and
existencia objetiva sea en realidad lo Animal Faith, 1923; trad. esp.: Escepti­
que parece ni que las relaciones entre cismo y fe animal, 1952).
los modos sean objetivamente lo que
parecen. Por lo tanto, este R. se dis­ (ingl. r e c e p tiv ity ; franc.
R e c e p tiv id a d
tingue netamente del R. crudo y para réceptivité; alem. Receptivitat. ital. ri-
señalar la distinción se puede denomi­ cettivita). La posibilidad de las afec­
narlo con propiedad R. transfigurado” ciones (véase) o sea la de acoger o
(Principies of Psychotogy, § 472). sufrir acciones. En este sentido, Kant
c) El nuevo R., defendido en ,un vo­ considera la sensibilidad como “la R.
lumen colectivo por un grupo de pen­ de nuestro -4nimo para recibir represen­
sadores estadounidenses (E. B. Holt, taciones, esto es, para sufrir afecciones
W. T. Marwin, W. P. Montague, R. B. de un modo cualqi "era” (Crít. R. Pura,
Perry, W. B. Pitkin, E. G. Spaulding, Lóg. trasc., Intr., I). Lo mismo que
The New Realism; 1912). Esta forma pasividad. Es lo contrario de espontar
de R. se basa en el principio que enun­ neidad (véase) o actividad (véase).
cia que la relación cognoscitiva no mo­
difica a los entes entre los cuales se R e c e p to r (ingl. receptor). Término de la
establece y que, por lo tonto, el hecho psicolojgía contemporánea que indica
de que los entes conocidos se nos apa­ cualquier órgano o estructura por el
rezcan sólo en relación con nosotros, cual recibe el organismo los estímulos.
no implica que su ser se agote en esta Son R. tanto los órganos de los sen­
relación. Según el nuevo R., entes ob­ tidos (por ejemplo, el ojo, el oído, etc.)
jetivos son también los conceptos abs­ como las estructuras nerviosas que re­
tractos de los que se vale la ciencia y ciben estím u lo s por la piel, por los
el error mismo es un hecho objetivo músculos, por las articulaciones, etc.
debido a una distorsión fisiológica. Un Los primeros se denominan exterocep-
punto de vista análogo a éste y como tores, los segundos propioceptores. A
éste inspirado por las corrientes de la veces se habla de enteroceptores para
fenomenología y del logicismo ha sido indicar los R. situados en las visceras.
defendido por Nicolai Hartmann en una (lat. reciprocatio; ingl.
R e c ip ro c a c ió n
serie de obras a partir de los Grundzüge recip ro ca tio n ). En la lógica del si­
einer Metaphysik der Erkenntnis (1921; glo xvn, un modo de refutación que
trad. esp.: Rasgos fundamentales de consiste en usar contra el adversario el
una metafísica del conocimiento, Bue­ mismo argumento que éste ha usado,
nos Aires, 1950). Constituyen el R. de demostrando así que el argumento mis­
Hartmann las dos tesis siguientes: 1) mo es vicioso (cf. Jungius, Lógica Ham-
la relación cognoscitiva es extrínseca al burgensis, 1638, VI, 16, 20).
993
R e c ip ro c id a d d e a c c ió n
R e c titu d
Reciprocidad de acción (ingl. reciprocity ; p. 482) de Lotze: "La acción recíproca
franc. reciprocité; alem. Wechsetwir- de las sustancias finitas en el mundo
kung; ital. reciprocitá d'azione). Es el se puede entender sólo en el caso de
principio de la relación universal de las que sean partes de una sustancia infi­
cosas en el mundo, principio por el cual nita que las abraza a todas en sí mis­
constituyen una comunidad, un todo ma.” Esta noción se encuentra con fre­
organizado. La acción recíproca, por lo cuencia en las concepciones espiritua­
tanto, no tiene nada en común con el listas del mundo y no es más que la
principio de acción y de reacción enun­ transcripción, en términos moderniza­
ciado por Newton. Kant hace de la dos, de la simpatía universal (véase
acción recíproca un principio puro del s i m p a t í a ) que las concepciones mágicas
entendimiento y ve en ella la tercera (véase m a g i a ) admitían entre las cosas
analogía de la experiencia (véase), que del mundo. No nos debe asombrar, por
se expresa diciendo "todas las sustan­ lo tanto, que Schopenhauer afirmara
cias, en cuanto pueden ser percibidas que "la acción recíproca no existe",
en el espacio simultáneamente, están ya que "presupondría que el efecto fue­
entre sí en una acción recíproca uni­ ra a su vez la causa de su causa y que
versal”. Así como la sucesión temporal lo que sigue sea al mismo tiempo lo
encuentra su fundamento en la rela­ que precede” (Über die vierfache Wur-
ción causal, de igual manera la simulta­ zet des Satzes vom zureichenden Grun-
neidad temporal encuentra su funda­ de, 1813, § 20; trad. esp.: La cuádruple
mento en la R. de acción entre las sus­ raíz del principio de la razón suficiente,
tancias. Kant dice: "Sin comunidad 1911).
toda percepción (de los fenómenos en
el espacio), se separaría de las otras y R e c íp ro c o (ingl. reciprocal; converse;
la cadena de representaciones empíri­ franc. réciproque; alem. reciprok; ital.
cas, o sea la experiencia, debería co­ reciproco). En lógica se denomina re­
menzar desde el principio en cada nue­ cíproca a la proposición obtenida me­
vo objeto, sin que la precedente pudiera diante la conversión de la proposición
coaligarse o encontrarse con ella, en lo dada, o sea mediante el cambio del su­
más mínimo, en relación temporal” jeto con el predicado. El término la­
(Crít. R. Pura, Analítica de los princi­ tino tradicional para tal proposición es
pios, III, 3). El sentido de la relación el de conversa, que fue adoptado por
recíproca es más adelante así aclarado Boecio (De syltogismo categórico, P.
por Kant (loe. cit.): "La palabra Ge- L., 64, col. 804; cf. Hamilton, Lectures
meinschaft [= comunidad] tiene un on Logic, II, p. 259). En cambio por
doble significado, es decir, puede signi­ "inversa” se entiende comúnmente la
ficar tanto communio, como commer- n e g a tiv a de una proposición. Véase
cium. Aquí nos servimos de tal palabra CONVERSIÓN.
en el segundo sentido, como comuni­ R e c o n c ilia c ió n , véase SÍNTESIS.
dad dinámica, sin la cual, incluso la
espacial (communio spatii) nunca po­ (ingl. recognition, <u>
R e c o n o c im ie n to
dría ser conocida empíricamente”. No knowledgment; franc. reconnaissance;
nos debe causar asombro que la filoso­ alem. Anerkennung; ital. riconoscimen-
fía de la naturaleza del romanticismo to). 1) En general, conocer algo como
haya dado preferencia a esta noción, de lo que es. En este sentido se dice, por
carácter nítidamente metafísico y espi­ ejemplo: "Lo he reconocido por un
ritualista. Schelling a f i r ma (System ladrón.” O bien "Reconozco lo justo de
der transzendentalen Idealismos ["Sis­ esta observación.”
tema del idealismo trascendental”], p. 2) Uno de los aspectos constitutivos
288) que "La relación de causalidad no de la memoria en cuanto le son dados
es construible sin la acción recíproca” los objetos como ya antes conocidos.
y Hegel (Ene., § 154 ss.) ve en el paso Véase m e m o r i a .
de la causalidad a la acción recíproca
el paso de la necesidad a la revelación (gr. ÓO0ÓTT15, «axóoBtooi?; lat.
R e c titu d
de la necesidad, o sea a la libertad. rectitudo; ingl. rectitude; franc. recti-
Lo que esto significa se expresa con tude; alem. Rechtlichkeit; ital. rettitu-
toda claridad en el Microcosmos (III2, dine). El criterio o la medida racional
994
R e c u e rd o
R e d u c ib ilid a d , a x io m a d e
de las cosas, esto es, el principio para sos, retomo que se verifica cuando los
juzgarlas. Platón dice, por ejemplo, remedios que la Providencia dispone
que “La R. del nombre es la que nos contra la corrupción de los estados fal­
muestra la cosa tal como es” (Crat., tan o no obran eficazmente. El R. con­
428 e), entendiendo que éste es el cri­ siste en la vuelta de los hombres al sal­
terio para juzgar acerca de la correc­ vajismo, en su retomo a la dureza de
ción del nombre. Aristóteles usa en el la vida primitiva que los dispersa y
mismo sentido la expresión recta ra­ los reduce, hasta que el escaso número
zón ( 6 q 0 o ; \óyo<;) e identifica a la recta de hombres que quedan y la abundan­
razón con la sabiduría (Ét. Nic., VI, cia de las cosas necesarias a la vida
13, 1144 b 23). Pero fueron sobre todo hacen posible el renacimiento de un
los estoicos los que dieron un significa­ orden civil, nuevamente fundado en la
do técnico al término, entendiéndolo religión y en la justicia (Scienza Nue­
como "la conveniencia o el bien mismo, va, 1744, Conclusión; trad. esp. [de la
que consiste en lograr el acuerdo con 1* ed.]: Ciencia nueva, México, 1941,
la naturaleza” (Cicer., De Fin., III, 14, F.C.E.).
45). Ya que el acuerdo con la natura­
leza es el criterio de toda valoración, R e d u c c ió n (ingl. reduction\ franc. ré-
la R. no es más que este criterio. En duction; alem. Reduktion; ital. riduzio-
sentido análogo, Duns Scoto denominó ne). 1) La transformación de un enun­
rectitudines a las proposiciones teoló­ ciado en otro equivalente más simple
gicas, en cuanto suministran el conoci­ o más preciso o tal que logre revelar
miento del recto comportamiento del la verdad o la falsedad del enunciado
hombre frente a Dios (Op. Ox., Pról., originario. En este sentido se habla de
q. 4, n. 31). “R. al absurdo” o de "R. a los pun­
En nuestros días, Heidegger ha opues­ tos esenciales”, etc. Véase a b d u c c ió n .
to la R. a la verdad entendida como 2) La explicación que consiste en con­
revelación del ser. Según Heidegger, fue siderar determinados órdenes de fenó­
Platón el que hizo prevalecer por vez menos como sujetos a las leyes, mejor
primera el concepto de la verdad como establecidas o más precisas, de otro
R., es decir, como criterio del juicio orden de fenómenos; por ejemplo, la
humano y, por lo tanto, fue Platón el que consiste en considerar los fenóme­
que preparó el terreno para el naci­ nos orgánicos coi o sujetos a las leyes
miento del subjetivismo moderno” ("Die de los fenómenos físicos y estos últi­
Zeit des Weltbildes”, 1938, en Holzwege mos como sujetos a las leyes de los
["Los caminos del bosque”], 1950, pági­ fenómenos mecánicos. Acerca de este
na 84). tipo de explicación, cf. E. Nagel, "The
Meaning of Reduction in the Natural
R e c u e rd o , véase MEMORIA. Sciences”, en Science and Civilisation,
ed. R. T. Staufer, 1949, pp. 99-138).
R e c u r r e n c ia (ingl. recurrence; franc. ré- 3) Por R. fenomenológica entendió
currence; alem. Recurrenz', ital. rico- Husserl a la propia epoché fenomeno­
rrenza). 1) Lo que vuelve a acaecer o lógica, o sea la neutralización de la
se repite a intervalos, regulares o irre­ actitud natural o la puesta entre parén­
gulares. En este sentido se denomina tesis del mundo (Ideen, I, §§56ss.). A
recurrente un acontecimiento que se veces, más particularmente, entendió
repite, más o menos del mismo modo, por R. al momento positivo de la epo­
a intervalos dados.
2) Se aplica también este término al ché, esto es, el de la reflexión interna
razonamiento reflexivo o que se refiere sobre el acto, que busca aprehender al
a sí mismo y que da lugar a las anti­ acto mismo en su intencionalidad (cf.
nomias lógicas. Véase a n t i n o m i a s . especialmente Die Krisis der europai-
3) En matemática, se entiende por schen Wissenschaften [“La crisis de las
“razonamiento por R.” al principio de ciencias europeas”], 1954, p. 247).
la inducción matemática. Véase i n d u c ­ 4) Para R. a los principios, véase re ­
c ió n MATEMATICA. to r n o , 2.

R e c u rs o . Vico aplica este término al R e d u c ib ilid a d , a x io m a d e , véase ANTINO­


retomo de la historia sobre sus pa­ MIAS.

995
Reduplicación
Reflexión
(gr. ¿jtocvafitjiXcoffi;; lat. re-
R e d u p lic a c ió n el entendimiento tiene de sí; 2) como
duplicatio; ingl. reduptication; franc. conciencia; 3) como abstracción.
réduplication; i tal. reduplicazione). Con 1) Aunque sin usar el término R.,
este término que significa predicación Aristóteles admite el hecho obvio de
repetida se indicaban en lógica algunas que el entendimiento “puede pensarse
palabras usadas para relacionar el pre­ a sí mismo” (De An., III, 429 b 9). Los
dicado con el sujeto, por ejemplo: co­ escolásticos expresaron esta posibilidad
mo, en cuanto, en la calidad de, etc. con el término “R.”. Santo Tomás dice:
Ejemplo: "el hombre como animal es "Ya que el entendimiento reflexiona so­
mortal”. Las proposiciones en que recu­ bre sí mismo, según esta R. entiende
rre la R. se denominan reduplicativas tanto su entender como la especie me­
(Aristóteles, An. Pr., I, 38, 49 a 26; diante la cual entiende” (S. Th., I, q. 85,
Duns Scoto, In An. Pr., I, 35, en Opera, a. 2). Y también atribuye a la R. una
I, p. 32,7 a ; Jungius, Lógica Hamburgen- función específica, ya que el entendi­
sis, II, 11, 22). miento, que tiene por propio objeto lo
universal, no puede entender lo particu­
(ingl. reference; alem. réjé-
R e fe re n c ia lar sino reflexionando sobre sí mismo
rence; alem. Bericht• i tal. rifenmen­ y considerándolo, para abstraer lo uni­
ia). 1) En general, el acto de poner un versal (Ibid., I, q. 86, a. 1). Pero, sin
objeto cualquiera en una relación cual­ embargo, la R. no es considerada aún
quiera con otro objeto. En este sentido por los escolásticos como fuente autó­
el término tiene un significado muy noma de conocimiento. Esto ocurre por
extenso: un mismo objeto, por ejem­ vez primera con Locke.
plo, un comportamiento, puede ser re­ 2) Con Locke se inicia el concepto
ferido a su autor, a sus efectos, a su de la R. como conciencia. Según Locke,
fin, a sus intenciones, a sus condicio­ la segunda de las fuentes principales (la
nes, etc. El sentido específico de la R., primera es la sensación) de las que
o sea de la relación que ella establece, el entendimiento extrae sus ideas es la
es aclarado o sugerido por el contexto R., entendida como "la percepción de
en cada caso. las operaciones interiores de nuestra
2) Más particularmente se denomina propia m ente..., cuando el alma refle­
R. al acto que establece la relación en­ xiona sobre ellas y las considera, pro­
tre el símbolo y su objeto, o sea el veen al entendimiento de otra serie de
acto de la interpretación (véase). So­ ideas que no podrían haberse derivado
bre todo Ogden y Richards han sido de cosas externas: tales las ideas de per­
los que difundieron en este sentido el cepción, de pensar, de dudar, de creer,
uso del término, e identificaron sin más de razonar, de conocer, de querer, etc.”
la R. con el pensamiento y ambos con lo (Essay, II, §4). Locke denomina asimis­
que ellos denominaron el significado mo sentido interior a la R., la cual, en
cognoscitivo (The Meaning of Meaning, este sentido, no es más que la concien­
10? ed., 1952, pp. 9 ss.). En el ámbito cia, nombre que le fue aplicado a me­
de este significado, los autores mis­ nudo por los filósofos ingleses poste­
mos han denominado referendo (refe- riores. La definición de Vauvenargue»:
rendi) al vehículo o al instrumento de "La R. es el poder de replegarse sobre
un acto de R. y referente (referent) las ideas, de examinarlas, de modifi­
al objeto hacia el cual el acto de R. carlas o de combinarlas de modos dife­
se dirige. rentes; es gran principio del razona­
miento, del juicio, etc.” (Intr. á la con-
R e fe re n te , véase R EFE R EN C IA .
naissance de t'esprit humain, 1746, I, 2)
R e fle ja , a c c ió n , véase A C CIÓ N R E F L E JA .
y la de Leibniz: “La R. no es más que
la atención a lo que está en nosotros,
Reflexión (ingl. reftection; franc. ré- en tanto que los sentidos no nos dan, en
flexion; alem. Reflexión; ital. riflessio- efecto, lo que nosotros llevamos ya con
ne). En general el acto o el procedi­ nosotros” (Nouv. Ess., Avant-propos),
miento con el cual el hombre toma en tienen el mismo significado, o sea: la
consideración sus mismas operaciones. R. es conciencia. Con este término, pre­
Este concepto ha sido determinado de cisamente, fue definida por Kant. "La
tres modos: 1) como conocimiento que R. (reflexio) —dijo— no mira a los
996
a
Reflexión

objetos mismos para adquirir directa­ valoración reflexiva, de una aprobación


mente los conceptos, sino que es ese o desaprobación, etc.” {Ideen, I, §38).
estado del espíritu en que comenza­ En este sentido, la R. es lo que Husserl
mos a disponemos para descubrir las denomina la percepción inmanente, es­
condiciones subjetivas que nos hacen to es, la percepción que constituye una
pasible llegar a los conceptos. Es la unidad inmediata con lo percibido y
conciencia de la relación entre las re­ es la conciencia misma {Ibid., §78).
presentaciones dadas y las diferentes Husserl distinguió asimismo entre la
fuentes de conocimiento" {Crít. R. Pura, R. natural, que se realiza en la vida
Analítica de los Principios, Anfibolia de común, y la R. femómenológica o tras­
los conceptos de la reflexión). Kant cendental, que se realiza practicando
distingue, por lo demás, entre R. lógica, la epoché {véase) universal, en cuanto
que es la simple confrontación de las a la existencia o a la no-existencia del
representaciones entre sí, y la R. tras­ mundo {Médit. Cart., § 15).
cendental, que se dirige a los objetos 3) El tercer concepto es el que la con­
mismos y contiene "la razón de la posi­ sidera como abstracción y, justo, como
bilidad de comparación objetiva de las abstracción falsificadora. Este concep­
representaciones entre sí. La R. tras­ to de la R. fue propio del idealismo
cendental, por lo tanto, tiene por obje­ romántico. Comenzó con Fichte, que
to los conceptos de identidad-diversi­ vio en la R. el acto por el cual el yo
dad, de concordancia-posición, de inter­ se considera a sí mismo como limitado
no-externo, de materia-forma que preci­ por el objeto: "El Yo no tiene en sí la
samente suministran el fundamento de ley de reflexionar sobre sí mismo como
toda posible confrontación entre las re­ llenando el infinito. Pero no puede re­
presentaciones” (Ibid.). El carácter ac­ flexionar sobre sí mismo y, en general,
tivo y creador de la R-, que saca a luz sobre nada, si aquello sobre lo que
la verdadera naturaleza de aquello que reflexiona no está limitado. El cumpli­
indaga y, que por lo tanto, produce tal miento de esta ley, por lo tanto, está
naturaleza, fue uno de los puntos fun­ condicionado y depende del objeto"
damentales de la filosofía de Hegel: {Wissensch'iftslehre, 1794, §8). Como
"Ya que en la R. se obtiene la verda­ lo aclarara Schelling, la R. en este sen­
dera naturaleza y este pensamiento es tido es una abstrr -ción porque lleva a
mi actividad, igualmente tal verdadera separar el objeto del Yo del Yo mismo,
naturaleza es al mismo tiempo el pro­ en tanto que, en realidad, el objeto no
ducto de mi espíritu, esto es, de mi es más que un producto del Yo. “Esa
espíritu como Sujeto pensante, de mí, separación entre el acto y el producto
en mi simple universalidad, como Yo se denomina abstracción en el uso ordi­
que es, sin más, de uno mismo, o sea nario del lenguaje. Como primera con­
de mi libertad” {Ene., §23). También dición de la R. aparece, por lo tanto,
Maine de Biran atribuyó una función la abstracción” {System des transzen-
metafísica a la R.: “Denomino R. —di­ dentalen Idealismus [“Sistema del idea­
ce— la facultad por la cual el espíritu lismo trascendental”], III, época III,
percibe en un grupo de sensaciones I). Hegel a su vez, si bien exaltó (se­
o en una combinación de fenómenos gún se ha visto) la R. como actividad
las relaciones comunes de todos los ele­ que no sólo saca a luz sino que produ­
mentos con una unidad fundamental, ce la naturaleza racional de las cosas
por ejemplo: de pluralidad de modos que investiga, consideraba como falsi­
o cualidades con la unidad de resisten­ ficador al entendimiento reflexionante.
cia, de pluralidad de efectos diferentes “Por entendimiento reflexionante o re­
con una misma causa, de modificacio­ flexivo debe entenderse, en general, al
nes variables con el mismo yo o suje­ entendimiento que abstrae, o que se­
to, etc.” {Fondaments de la psycholo- para, que persiste en sus separaciones.
gie, ed. Naville, II, p. 225). No muy dife­ Dirigido contra la razón, este entendi­
rente a este significado es el atribuido miento se comporta como el enten­
al término por Husserl, cuando afir­ dimiento humano ordinario o sentido
ma: "Toda cogitatio puede convertirse común, y hace valer su punto de vista,
en objeto de la llamada percepción in­ en el sentido de que la verdad repose
terna y ulteriormente en objeto de una sobre la realidad sensible y que la ra-
997
R e fle x iv a , p sic o lo g ía
R e fo rm a
zón, en cuanto permanece en y para dinarlo a una unidad o ley, que, no
sí, no produce más que sueños” (Wis- obstante, es simplemente subjetiva, co­
senschaft der Logik [Lógica.], Intr.). mo lo hace, por un lado, el juicio de
En otros términos, la R. se caracteriza gusto, que juzga a los objetos según el
por la separación entre concepto y rea­ criterio de lo bello y, por otro lado,
lidad, separación que es una falsa abs­ el juicio teleológico, que juzga a los
tracción, en tanto que la razón se ca­ objetos conforme al criterio de la fina­
racteriza por la identidad de concepto lidad.
y realidad. De tal modo, para Hegel,
la filosofía de la R. es la del sentido Reforma (ingl. reformation; franc. ré-
común, que culmina en la filosofía formation-, alem. Reformation). La re­
de Kant, la cual afirma la incognos- novación de la vida religiosa, llevada
cibilidad de la cosa en sí. a cabo en la Europa del siglo xvi, me­
En la filosofía contemporánea el tér­ diante el retomo a los orígenes del
mino es usado sobre todo en su segun­ cristianismo. Preparada por el huma­
do significado y tiene como sinónimos, nista Erasmo de Rotterdam (1466-
por lo tanto, los términos "conocimien­ 1536), la R. se inició por obra del mon­
to”, "conciencia”, "introspección”, "sen­ je agustino Martín Lutero (1483-1546),
tido interior”, "observación interior”. quien en 1517 fijó a las puertas de la
Catedral de Wittenberg 95 tesis en con­
R e fle x iv a , p sic o lo g ía , véase PSICOLOGÍA, B. tra de la venta de las indulgencias. La
dirección total de la R. protestante si­
(ingl. reflectivity; franc.
R e fle x iv id a d gue uno de los caminos del retorno
réflectivité; alem. Reflectivitat; ital. ri- a tos principios que fue el emblema del
flessivita). El carácter de una relación Renacimiento (véase). En el dominio
no aliorrelativa, es decir, de una rela­ religioso, la vuelta a los principios lle­
ción tal que un término puede tenerla vó a negar el valor de la tradición y,
consigo mismo. Por ejemplo: la rela­ por lo tanto, de la Iglesia considerada
ción no más grande que es reflexiva. como su depositaría e intérprete. En el
Véase r el a ció n . escrito Contra Enrique VIII de Ingla­
R e fle x iv o y d e te r m i n a n te (ingl. reflect- terra (1522), Lutero opuso a la tradi­
ing and determinan.; franc. réfléchis- ción eclesiástica, a todos los ritos y
sent et déterminant; alem. reflectierend glosas que se habían acumulado a tra­
urul bestimmend; ital. riflettente e de­ vés de los siglos, el retomo directo
terminante). Según Kant, juicio deter­ a la palabra de Cristo, o sea al Evan­
minante y juicio R. son los dos modos gelio. La enseñanza fundamental del
de acción de la facultad del juicio (véa­ Evangelio es, según Lutero, la justifi­
se ju d ic a t iv a , facu lta d ). En general, se­ cación por medio de la fe, lo que im­
gún Kant, el juicio es "la facultad de plica dos corolarios fundamentales:
pensar lo particular como contenido i) la negación del valor de las obras,
en lo general”. Si lo general es dado esto es, de las prácticas religiosas (ri­
(la regla, el principio, la ley), el juicio tos, sacrificios, ceremonias) y la reduc­
que obra la subsunción de lo particu­ ción de los sacramentos a los que men­
lar es determinante. Si, en cambio, es ciona la Biblia, o sea bautismo, peni­
dado lo particular y el juicio encuentra tencia y eucaristía, aunque también
lo general, es simplemente R. (Crít. del éstos se sustraen a toda jurisdicción
Juicio, Intr. §IV). "Juicio determinan­ sacerdotal y se consideran como ex­
te” significa juicio que determina o presión de la relación directa del hom­
constituye el objeto, como, según Kant, bre con Dios. A la liturgia, Lutero
lo hace el juicio intelectual (conside­ opuso el ejercicio de los deberes civi­
rado en la Crítica de la razón pura), el les como único "servicio divino" que
cual, precisamente, forma el objeto em­ tiene valor religioso; 2) la negación de
pírico unificando el material de la expe­ la libertad humana y el reconocimiento
riencia según las categorías. "Juicio de la predestinación por parte de Dios.
R.” significa juicio que ya encuentra La fe es el signo seguro de esta pre­
constituido el objeto y, por lo tanto, destinación y, por lo tanto, el indicio
debe limitarse a referir (o reflejarse) de la salvación (De Libértate Chris-
sobre sí, para hallar e1 modo de subor­ tiana, 1520). Acerca de este punto na­
998
Refutación
Regresión
ció la polémica entre Erasmo y Lu- (alem. Región). 1) Término
R e g ió n
tero, y a las Diatribas de libre arbitrio adoptado por Husserl para indicar "la
(1524) de Erasmo, Lutero respondió con superior y completa unidad de género
el De servo arbitrio (1525), en el cual a la cual pertenece un concreto", o
recalcó el carácter inescrutable de la sea: "la unidad total de sumos géneros
elección divina. Véase predestinación. inherentes a un concreto” (Ideen, I,
De las otras dos principales figuras §16). Por ejemplo, “toda objetividad em­
de la R. protestante, Ulrich Zwinglio pírica concreta se subordina, con su
(1484-1531) y Calvino (1509-1564), el pri­ esencia material, a un género material
mero fue más allá que Lutero en la ne­ sumo, a una R. de objetos empíricos”
gación de las formas religiosas tradi­ (Ibid., §9). Una región en este sentido
cionales, atribuyendo al mismo sacra­ es la naturaleza física (Ibid., § 10). De
mento de la eucaristía un valor pura­ la misma manera, Husserl habla de "on-
mente simbólico y negando la obedien­ tología regional", o sea ontología que
cia pasiva a la autoridad política; el concierne a las estructuras de una de­
segundo reafirmó el retomo a los prin­ terminada región.
cipios y especialmente el retomo a la 2) En diferente sentido, y relaciona­
religiosidad del Viejo Testamento. En do con la correspondiente noción topo-
su Institución de la religión cristiana lógica (véase topología), el concepto
(publicada en latín en 1536 y en fran­ ha sido empleado por la psicología de
cés en 1541, siendo esta última traduc­ la forma. K. Lewin entiende por R.:
ción el primer texto literario de la pro­ a) toda cosa en la cual un objeto del
sa francesa), Calvino se propuso mos­ espacio de vida, por ejemplo, una per­
trar efectivamente la unidad del Viejo sona, tiene su lugar o en la cual se
y del Nuevo Testamento y, en espe­ mueve; b) toda cosa en que puedan
cial, tomó de éste el principio que enun­ distinguirse diferentes posiciones o par­
cia que el buen éxito de la vida es una tes al mismo tiempo, o que es parte
pmeba evidente del favor de Dios y de una totalidad más vasta. A par­
un signo de su predilección. Fue espe­ tir de esta definición la persona misma
cialmente este principio el que hizo es una R. en el espacio de vida y tam­
de la ética calvinista la inspiradora de bién el espacio de vida, como un todo,
la naciente burguesía capitalista, de su es una R. (Principies of Topological
espíritu activo y agresivo, que despre­ Psychology, 1936, p. 93).
cia todo sentimiento y dirige al buen
éxito de los negocios. Regla (lat. regula; ingl. rule; franc. ré­
gle; alem. Regel; ital. regola). Se deno­
R e f u ta c ió n (gr. iítyy.ot; ; lat. confutado; mina R. a cualquier proposición pres-
ingl. confutadon; f r a n c . réfutation; criptiva. El término es muy general y
alem. Widerlegung; ital. ccmfutazione). comprende las nociones más restringi­
Aristóteles define la R. como “la de­ das de norma, máxima y ley. En este
mostración de lo contradictorio” (El. sentido, Wolff definió la regla como
Sof., I, 165 a 2): o sea como el silo­ "una proposición que enuncia una de­
gismo que tiene como conclusión la pro­ terminación conforme a la razón”
posición que niega otra conclusión (la (Ontol., §475). Y Kant análogamente
cual, de tal manera, es "refutada”). Las afirmó: "la representación de una con­
R. (elencos) sofísticas no son verdade­ dición general a la cual puede some­
ras R., según Aristóteles; y las dos cla­ terse un múltiplo determinado se deno­
ses de R. (las que utilizan el modo mina R. y, cuando debe serle sometido,
de expresarse y las que prescinden de ley" (Crít. R. Pura, 1* ed.. Deducción
él) son artificios o trucos verbales que de los conceptos puros del entendimien­
tienen la finalidad de reducir al silen­ to, 4). Este significado muy general si­
cio al adversario o tomar ventaja so­ gue caracterizando a la R. Véase ley;
bre él y, por lo tanto, ya no son demos­ máxima; norma.
traciones negativas.
Regresión (ingl. regression; franc. ré-
R é g im e n (lat. regimen). En general, gression; alem. Regression; ital. regres-
guía o dirección; o en particular la guía sione). En general, movimiento inverso
y la dirección del Estado, el gobierno. o retomo: A menudo, tiene el signi-
999
Regula fidei
Reino
ficado peyorativo de regreso, o sea de R e g u la tiv o (ingl. regulative; franc. ré-
un movimiento opuesto al progreso. A gulatif; alem. regulativ, ital. regolati-
veces el método analítico ha sido deno­ vo). Kant denominó R. al uso de las
minado regresivo y el sintético progre­ ideas de la razón pura que las hace
sivo (cf. Hamilton, Lectures on Lo­ valer como simples reglas del trabajo
gic, II, p. 7). Véase anílisis . intelectual, en oposición a su uso cons­
titutivo, que las considera como consti­
Regula fidei. 1) En teología se designa tutivas del objeto mismo de la activi­
con esta expresión la regla que deter­ dad intelectual. "Afirmo que las ideas
mina el objeto de la fe, o sea el con­ trascendentales nunca son de uso cons­
tenido auténtico de la revelación. En titutivo de tal manera que por inter­
la filosofía patrística y escolástica, el medio de ellas se puedan dar los con­
"Símbolo de los apóstoles” ["Credo”] ceptos de ciertos objetos, y que si se
fue considerado como tal regla (Symbo- entienden de este modo, son meros
lum Apostotorum), que comprendía, conceptos sofísticos (dialécticos). Tie­
además del contenido de la Biblia, el nen, en cambio, un uso R. excelente
conjunto de la tradición eclesiástica e indispensable, que es el de dirigir el
(decisiones conciliares y papales, las entendimiento hacia una determinada
opiniones de los escritores aprobadas finalidad en vista de la cual las líneas
por la Iglesia, etc.) (cf. M. Grabmann, directrices de todas sus reglas conver­
Die Geschichte der schotastichen Me- jan como si fuera en un punto, en el
thode ["Historia de los métodos esco­ cual, si bien no es más que una idea
lásticos”], I, pp. 76 ss.). Esta regla sigue (foctis imaginarius), o sea un punto
siendo válida en el cristianismo cató­ desde el cual en realidad los conceptos
lico, en tanto que en el cristianismo del entendimiento no importan mucho,
protestante ha sido restringida al con­ porque está fuera de los límites de la
tenido de la Biblia. La diferencia entre experiencia posible, sirve, no obstante,
catolicismo y protestantismo gira, pre­ para conferir a tales conceptos la ma­
cisamente, acerca de la diferencia de yor unidad con la mayor extensión po­
la regula fidei. Véase reforma. sible" (Crií. R. Pura, Apéndice a la
2) A veces se designa con la misma dialéctica, Del uso regulativo, etc.).
expresión el principio que hace de la Véase ideas.
fe la regla de la verdad. Santo Tomás
expresó así este principio: "Porque R e in o (Iat. regnum; ingl. reatm; franc.
asentada como está la fe en la verdad royanme; alem. Reich; ital. regno).
infalible y siendo imposible demostrar Término introducido por Bacon en fi­
lo que es opuesto a la verdad, es evi­ losofía, para indicar el dominio del
dente que las pruebas aducidas contra hombre sobre la naturaleza (cf. el títu­
lo que es de fe no son demostraciones, lo de la primera paite del Novum Or-
sino argumentos que tienen solución” gaman: "Aforismos acerca de la inter­
(S. Th„ I, q. 1, a. 8). pretación de la naturaleza y acerca del'
R. del hombre”). Leibniz adoptó el tér­
Regularidad (ingl. regularity; franc. ré- mino en un sentido diferente, como
gularité; alem. Regelmassigkeit; ital. dominio o campo de validez de un prin­
regolaritá). En general, conformidad cipio y habló de un "R. físico de la
con la regla. Kant vio en la R. la con­ naturaleza" y de un "R. moral de la gra­
dición del pensamiento y de la reali­ cia” (Mon., §87). En el mismo sentido
dad al mismo tiempo: "La R. que con­ Kant habló de un R. de los fines (véa­
duce al concepto de un objeto es la se fines ), de un R. de la libertad (cf.
condición indispensable (conditio sine Religión, II, sec. II), de un R. de la
qua non) para percibir el objeto en una gracia y de un R. de la naturaleza
representación única y determinar lo (Crií. R. Pura, Doctrina trasc. del mé­
múltiple en su forma" (Crií. del Jui­ todo, cap. II, sec. II). Más recientemen­
cio, §22, nota). Kant considera a la te G. Santayana adoptó el término con
misma naturaleza en general como la misma significación (Realms of
"R. de los fenómenos en el espacio y Being, 4 vols.: The Realm of Escence,
en el tiempo” (Crít. R. Pura, 26). Véa­ The Realm of Matter, The Realm
se NATURALEZA. of Truth, The Reatm of Spirit, 1927-
1000
R e in o d e lo s f in e s
R e la c ió n

1940; trad. esp.: Los reinos del ser, tencia o realidad. Acerca de este pun­
México, 1959, F.C.E.). to, la doctrina de Aristóteles es igual­
mente confusa. Aristóteles distinguió
R e in o d e los fin e s , véase F IN E S . tres especies de R.: 1) las R. cuanti­
tativas, como las expresadas por doble,
R e ite ra c ió n , véase R E P E T IC IÓ N . mitad, etc.; 2) las R. potenciales que
R e la c ió n (gr. xó jiqó; ti; lat, ad aliquid,
consisten en una potencia activa o pa­
relatio; ingl. relation; franc. relation', siva, como el ser causa o causado, cor­
alem. Retalian; ital. retazione). El mo­ tar o ser cortado, etc.; 3) las R. que
do de ser o de comportarse de los tienen su término en un objeto real,
objetos entre sí. Esta definición no es como la medida con referencia a lo
más que una simple aclaración verbal mensurable, el conocer con respecto a
del término, que en general no puede lo cognoscible, la sensación con refe­
ser definido de otra manera, es decir, rencia a lo sensible (Met., V, 15, 1020 b
25). Esta distinción parece implicar ya
definido fuera de las interpretaciones la existencia de R. reales, las de las
específicas que los filósofos le han da­ especies segunda y tercera y, en efecto,
do. Ésta es, por lo demás, la definición el mismo Aristóteles dice: "algunas R.
rectificada que Aristóteles diera de la se encuentran necesariamente dentro
R., como aquello “cuyo ser consiste en o en tomo de las cosas a las que se
comportarse de una determinada ma­ refieren” y "que tal es el caso de la
nera hacia algo cualquiera" (Caí., 7, disposición, de la posesión y de la si­
8 a 33), que coincide “sustancialmente metría” {Top., IV, 4, 125a 33). Sin em­
con la de Peirce: “La R. es un hecho bargo, buena parte del capítulo de las
acerca de un determinado número de Categorías dedicado a las R. debate el
cosas” (Coll. Pap., 3.416). problema de si entre las R. hay sustan­
Los dos problemas fundamentales cias, y la conclusión, si bien no categóri­
que ha planteado el concepto de R. y ca, es negativa: por cierto no existen,
de cuyas soluciones dependen las deter­ entre las R., sustancias primeras y tam­
minaciones del concepto mismo, son bién las sustancias segundas difícilmen­
los siguientes: 1) En el concepto de te se puede decir que sean R. (Cal.,
relación ¿deben considerarse incluidas 7, 8b 15). Por 1 demás, uno de los
las determinaciones sustanciales (esen­ argumentos aducidos por Aristóteles en
ciales y cualitativas) o tales determi­ contra de la doctrina de las Ideas es
naciones deben ser excluidas del con­ que llevaría a admitir la realidad de
cepto mismo? 2) ¿Constituyen las R. en­ las R. y allí donde "la R. es menos que
tidades reates o son sólo entidades todas las cosas, naturalezas o sustan­
mentales? Es obvio que los problemas cias, resulta después la cualidad y can­
resultan interdependientes y acerca del tidad y es, más bien, una determina­
fundamento de las respuestas que han ción de la cantidad, según se ha dicho,
recibido en el curso de la historia se pero no materia” {Met., XIV, 1, 1088 a
pueden distinguir tres doctrinas funda­ 21). Es obvio que, en este caso, Aris­
mentales: A) la doctrina que admite tóteles sólo considera las R. de la pri­
la objetividad y la realidad de las R.; mera especie, pero su afirmación no
B) la que niega la realidad y la obje­
tividad de las R.; C) la que admite la está condicionada por limitación algu­
objetividad de las R., pero no su rea­ na. Por lo tanto, no es de extrañar que
lidad. a Aristóteles hayan apelado luego tanto
A) Platón admitió ciertamente la ob­ los que negaban como los que afirma­
jetividad de las R., pero es dudoso que ban la realidad de las R. Plotino re­
admitiera su realidad. “Quiero que ad­ produjo la doctrina aristotélica con las
mitas —dice— que de algunos entes mismas confusiones (Enn., VI, 1, 6).
se deba decir que son únicamente per La escolástica cristiana la estilizó en la
sí y otros, en cambio, que se hallan distinción entre R. de razón, R. poten­
siempre en R. con otros” (Sof., 255 c-d). cial y R. real, distinciones que corres­
Pero los entes en R., como lo diferente ponden exactamente a las especies dis­
y lo idéntico, no son el ser (Ibid., tinguidas por Aristóteles. Pero la esco­
255 c-d), lo que también podría querer lástica cristiana tenía intereses teoló­
decir que no tienen, como tales, exis­ gicos, y hubo, ñor lo tanto, de utilizar
1001
Relación

el concepto de R. para la aclaración del teamiento análogo al de Scoto, demos­


dogma de la Trinidad y admitir la trando que las R. no pueden ser enten­
realidad de las R.; tal fue la tesis defen­ didas sino como atributos de lo rela­
dida por Santo Tomás en contra "de tivo y, por lo tanto, consisten en una
los que afirmaron aue la R. no es algo cualidad o modificación de los térmi­
real, sino sólo conceptual o de razón”, nos relativos. Pero de uno u otro modo
tesis que el santo declaró falsa, ya que la relación es incomprensible porque
“es suficiente observar el orden y rela­ no hace más que predicar lo idéntico de
ción natural que las cosas guardan en­ lo diferente o lo diferente de lo idén­
tre sí” (S. Th., I, q. 13, a. 7). Con esta tico (Appearance and Reality, 1902,
base Santo Tomás volvió a exponer las 2? ed., pp. 21 ss.). Esta doctrina, deno­
distinciones aristotélicas, defendiendo minada de las "R. internas" ha sido
el carácter real de las R. en que con­ combatida especialmente por los lógi­
sisten el conocimiento y la sensación, cos matemáticos.
en cuanto tales R. "están ordenadas a B) La segunda doctrina fundamen­
sentir y conocer las cosas” (Ibid.). Las tal de la R. es la que niega su realidad
R. de razón son sólo aquellas en las cua­ y su objetividad y la considera acci­
les ambos términos son entes de razón, dental o subjetiva. Tal doctrina fue
o sea, las que se tienen "siempre que presentada por vez primera por Avi-
entre varias cosas no puede haber otras cena, que reprodujo un punto de vista
R. que las concebidas por el entendi­ defendido por la secta mahometana de
miento, como ocurre, por ejemplo, al los mutazilitas y se valió de las co­
decir: ‘una cosa es esa cosa misma' ” rrespondientes tesis aristotélicas. Dijo
(Ibid.). Avicena: "Si se considera que existe
Pero afirmar la realidad de las R. una R., es necesario decir en seguida
significa dar privilegio a cierto tipo que es un accidente, ya que no hay
de R., o sea, modelar todas las R. so­ duda que no se puede entender por sí,
bre las relaciones de las especies aristo­ sino siempre de algo con referencia a
télicas segunda y tercera o, con mayor alguna cosa” (Met., III, 10). Afirmar el
precisión, significa considerar todo tipo carácter accidental de la R. equivalía,
de R. como una potencialidad, disposi­ para Avicena, a negar su realidad, ya
ción, condición o un astado de los tér­ que, como accidentes, las R. no son
minos pertinentes. Acerca de esta na­ sustancias. Cuando en el siglo xrv los
turaleza de la R. insistió Duns Scoto filósofos nominalistas y terministas to­
a fines del siglo xm, al presentar la maron esta doctrina, adquirió la forma
doctrina de la R. como respectas, tér­ de una reducción de la R. a pura "en­
mino que pretende traducir la palabra tidad de razón” privada de realidad o
griega ay.fms (usada, por ejemplo, por fundamento fuera del alma humana.
Simplicio, Ad Cat., 61 B) y que signifi­ Tal es la doctrina sostenida por Enri­
ca disposición. El argumento principal que de Gante (Quodl., IX, q. 3; V, q. 6),
aducido por Duns Scoto a favor de su Herveus Natalis (Quodl., I, q. 9) y Pe­
teoría es que, si no se admite tal res­ dro Auriol. Este último afirmó: "La R.
pectas, no se logra comprender la com­ no tiene existencia en las cosas, pres­
posición de los entes, ya que si la cindiendo de toda aprehensión intelec-
unión de a y b no es más que los mis­ tivo-sensible, sino que existe objetiva­
mos a y b absolutos, el compuesto de a mente sólo en el alma, porque en las
y b no difiere para nada de a y b se­ cosas no existen sino fundamentos y
parados, por lo tanto, no es un com­ términos: el hábito y la relación de las
puesto (Op.Ox., II, d. 1, q. 4, n. 5). La cosas resulta del alma cognoscitiva”
doctrina fue seguida por todos los es­ (ln Sent., I, d. 30, q. 1). Éste fue tam­
critores escotistas, pero combatida por bién el punto de vista defendido por
Occam y por los nominalistas y termi- Occam, quien instituyó una minuciosa
nistas del siglo xiv (véase infra). En el crítica de la teoría del respectas. Se­
siglo xvxi Jungius apeló a tal doctrina, gún Occam, esta teoría multiplicaría al
considerando la R. como habitado o infinito las entidades: "Con el movi­
respectas (Lógica Hamburgensis, I, 8, miento de mi dedo llenaría de nuevos
4). En la época moderna F. H. Bradley accidentes todo el universo, el cielo y
ha dado al problema da la R. un plan­ la tierra, ya que, cambiando la posición
1002
Relación

del dedo con referencia a las otras par­ C) La tercera concepción fundamen­
tes del cielo existirían otros tantos nue­ tal de las R. es la que las considera
vos respectus en estas partes, que son como objetivas, aunque no reales. Oc­
infinitas y, por lo tanto, infinitos nue­ cam, que fue el crítico más decidido
vos accidentes” (Quodl., VI, q. 8; In de la realidad de las R., había afir­
Sent., II, q. 2, Y). Por motivos análo­ mado asimismo, y a su manera, el ca­
gos, todo cuerpo contendría infinitas rácter objetivo. "No es el entendimien­
realidades, ya que todo cuerpo puede to —decía— el que hace a Sócrates si­
ser considerado doble con respecto a milar a otro hombre, como no es el
su mitad y esta mitad doble de su mi­ entendimiento el que lo hace blanco”
tad y así sucesivamente (Quodl., VI, (In Sent., I, d. 30, q. 1 P), lo que quiere
q. 10; Summa Log., I, 50). Sin embar­ decir que la R. como intención o con­
go, Occam no afirmó el carácter pura­ cepto del alma, se refiere a más cosas
mente mental de las R., como lo había aisladas o es pluralidad de cosas aisla­
hecho Avicena (véase supra). Esta doc­ das "como el pueblo es pluralidad de
trina se rehizo en el ámbito del carte­ hombres y ningún hombre es pueblo"
sianismo. Fue defendida por Locke, que (Ibid.). Sin embargo, en estas afirma­
consideró las R. como ideas complejas, ciones, como en las de Locke y otros
consistentes "en la consideración y com­ que insistieron acerca de la referencia
paración de una idea con otra” (Essay, objetiva de la R. (como concepto o
II, 12, 7) y reconoció explícitamente su idea) tal referencia es entendida como
carácter subjetivo, aun no excluyendo referencia a la realidad.
su referencia a las cosas. " .. .no tenien­ La característica de la doctrina mo­
do los modos mixtos y las R. otra reali­ derna al respecto es que la objetividad
dad que la que tienen en la mente de de la R. no implica su realidad, esto
los hombres, nada se requiere de esa es, que el reconocimiento de la obje­
clase de ideas para que sean reales, sino tividad de la R. no significa que inter­
que estén formadas de tal manera que venga en todo caso entre cosas o enti­
haya una posibilidad de existencia con­ dades reales. Este sentido de la R. está
forme a ellas” (Ibid., II, 30, 4). Leib- estrechamente relacionado con el sig­
niz, a su vez, afirmó que la realidad nificado que el ser predicativo ha ad­
de las R. es mental o fenoménica (Nouv. quirido en la lógica contemporánea
Ess., II, 12, 7) y que, por lo tanto, "tie­ (véase ser). Desde este punto de vista,
nen una realidad dependiente del espí­ la totalidad de la matemática y la to­
ritu, como las verdades, pero no del talidad de la lógica han sido definidas
espíritu de los hombres, porque hay como "ciencias de la R.” (véase lógi­
una inteligencia suprema que las deter­ ca; matemática). En particular y por
mina a todas en todos los tiempos" lo que se refiere a la lógica, tanto el
(Ibid., II, 30, 4). De conformidad con cálculo proposicional como el de las
este mismo concepto, Wolff definió la clases pueden ser considerados como
R. como "lo que no conviene a la cosa versando exclusivamente en R., desde
absolutamente, pero que se entiende el momento que R. son los conectivos:
sólo cuando es referida a otra cosa” e, o, no, s i... entonces, de los que se
(Lógica, §856) y añadió que la R. "no ocupa el cálculo proposicional y R. son
agrega realidad alguna al ente” (Ibid., las entidades de las cuales se ocupa el
§857). La subjetividad de las R. es, álgebra de las clases. No obstante,
más tarde, el principio fundamental del el cálculo de las R. constituye también
kantismo ("Si suprimiéramos nuestro una rama específica de la lógica con­
sujeto o incluso sólo la naturaleza sub­ temporánea, rama que ha adelantado
jetiva de los sentidos en general, toda especialmente gracias a E. Schróder
la naturaleza, todas las R. entre los (Algebra der Logik, 1895) y a Peirce
objetos en el espacio y en el tiempo, ("The Logic of Relatives”, 1897, Coll.
e incluso el espacio mismo y el tiempo Pap., 3.456-526). En este sentido restrin­
desaparecerían”; Crít. R. Pura, §8) y gido, se entienden por R. las funciones
en el mismo principio (la mayoría de proposicionales, diádicas o poliádicas,
las veces considerado implícitamente) o sea con dos o más variables, que se
está fundada buena parte de la filoso­ escriben en la forma f ( x, y) o, con
fía contemporánea. mayor frecuencia, en la forma xRy.
1003
R e la c ió n d e c o sas
R e la tiv id a d , te o r ía d e la
Las características más generales de Mathematical Phitosophy, 1918. Para
la R. en este sentido son las siguien­ los aspectos matemáticos, cf. W. v. O.
tes : Quine, Methods of Logic, 1952, especial­
1) Si i? es tal que intercede no sola­ mente §40.
mente entre x e y, sino también en­
tre y y x, la R. se denomina simétrica. R e la c ió n de c o sa s, véase ESTADO DE COSAS.
Simétrica es, por ejemplo, la R. entre
dos hermanos. En el caso contrario (ingl. relational; alem. rela-
R e la c io n a l
la R. se denomina asimétrica. Las R. tional; ital. relazionate). Lo que es una
"primera”, “después”, “a izquierda de” relación o concierne a una relación. El
son asimétricas. adjetivo excluye el significado relati­
2) Si R es tal que cuando x tiene vista que el término relativo (véase)
la R. R a y e y tiene la R. R a z, tam­ puede tener. Por lo tanto, es usado so­
bién x tiene la R. R a z, se dice tran­ bre todo por los filósofos que, aun in­
sitiva. Son transitivas las R. “menor”, sistiendo acerca de la importancia de
"precede”, “a izquierda” ; es intransitiva la relación, no pretenden llegar a con­
la R. de paternidad. clusiones relativistas. N. Hartmann ha
3) Si R es tal que ningún término distinguido, a este respecto, entre rela-
está en la R. R consigo mismo, la R. cionatidad y relatividad y así, por ejem­
se denomina aliorrelativa. Son aliorre- plo, los valores están en relación con
lativas las R. "hermano”, "marido”, el hombre y con su mundo sin perder
“padre’, etcétera. su absoluta irrelatividad (Ethik, 1949,
4) Si R es tal que, dados dos térmi­ p. 140). El término relacionismo se usa
nos diferentes del campo, x e y, puede en Italia para indicar-una filosofía que
interceder entre x e y o entre y y x. considera la relación como el hecho
la R. se denomina coherente. Es cohe­ esencial del universo y del hombre,
rente la R. "mayor o menor", no es pero sin implicaciones relativist. cf.
coherente la R. “antepasado”. E. Paci, Dell’esistenzialismo al re. »■
5) El término x que tiene la R. R. nismo, 1957, pp. 45 passim).
a uno o más términos (y, 7 ..) se de­ R e la tiv id a d , te o r ía d e la (ingl. theory O,
nomina dominante, en tanto se llaman relativity; franc. théorie de la relati-
dominantes inversar los términos con vité; alem. Relativitátstheorie; ital.
los cuales el término x tiene la R. R, teoría delta relativita). Con este tér­
o sea los términos y, z, etc. En la R. de mino se entienden dos cuerpos de doc­
"paternidad", padre es la dominante, trina formulados por Einstein, el pri­
hijos son las dominantes inversas. mero en 1905 con el nombre de R. es­
6) El campo de una R. consiste en pecial y el segundo en 1913 con el nom­
el conjunto de la dominante y de las bre de R. general. La R. especial gira
dominantes inversas. En el caso de la en tomo al reconocimiento que la elec-
R. de paternidad, el campo es el con­ pión de un sistema de referencia, indis­
junto padre-hijos. pensable para realizar medidas, puede
7) Se dice que una R. implica otra, influir en los resultados de estas me­
si ésta es válida cada vez que la pri­ didas y que no habiendo un sistema de
mera es válida. referencia privilegiado (o "absoluto”)
Estas nociones elementales definen como lo había creído la física clásica,
la naturaleza objetiva, pero no real, de es indispensable, por un lado, especifi­
las R. tal como son constantemente car el sistema respecto al cual se rea­
usadas por la lógica y por la matemáti­ liza la medida y, por el otro, hallar
ca contemporáneas. Se trata de carac­ fórmulas de transformación que hagan
terísticas que generalizan al máximo la válidas tales medidas también para
noción de R., permitiendo incluir en otros sistemas. La R. general es, sus­
ella, y aclarar con ella, los conceptos tancialmente, la extensión del principio
más dispares (cf. Whitehead y Russell, de R. a todos los sistemas, aparte de
Principia mathematica, vol. I, 1925). los inerciates, para los cuales vale la R.
Para una exposición sumaria de la no­ especial y es, por lo tanto, y en sustan­
ción de las R. en relación a los con­ cia, una teoría de la gravitación que
ceptos fundamentales de la matemática reduce la gravitación misma a una de­
cf., del mismo Russell, Introduction to formación del continuo cuatridimensio-
1004
Relativismo

nal del espacio-tiempo (cf. A. Einstein- relativismo). La doctrina que afirma


L. Infeld, The Evolution of Physics, la relatividad del conocimiento, en el
1938; trad. esp.: La física, aventura del sentido que a esta expresión se le die­
pensamiento, Buenos Aires, 1943, Losa­ ra en el siglo xix, es decir: 1) como
da y, para la bibliografía, el volumen acción condicionante del sujeto sobre
dedicado a Einstein en la colección sus objetos de conocimiento; 2) co­
Living Philosophers de Schilpp, 1949). mo acción condicionante recíproca de
La teoría de la R. ha tenido numero­ los objetos de conocimiento. Este doble
sas interpretaciones filosóficas. Una de condicionamiento de todo objeto de
ellas es la relativista, que la ha enten­ conocimiento fue por vez primera con­
dido como una confirmación del relati­ siderado como fundamento del R. por
vismo filosófico (cf., por ejemplo, A. W. Hamilton, quien insistió, por un lado,
Aliotta, II relativismo, Videalismo e en el hecho de que todos los objetos
la teoría di Einstein, 1948). Y otra es la existentes pueden ser conocidos sólo
idealista o espiritualista, defendida es­ en relación con las facultades humanas
pecialmente por A. Eddington (The No- y bajo condiciones determinadas por
ture of the Physical World, 1928; The estas mismas facultades (Lectures on
Philosophy of Physical Science, 1939). Metaphysics, I, 1870, 5* ed., p. 148), por
Pero en realidad, la teoría de la R. se otro lado, acerca de la condicionalidad
presta a interpretaciones filosóficas mu­ que los objetos de conocimiento ejer­
cho menos que las teorías clásicas. La cen uno sobre otro (Discussion on Phi­
R. de que habla no tiene nada en común losophy, 1852, p. 13). Sobre el funda­
con la R. del relativismo: una medida mento de estos dos puntos (que no
es más bien relativa, pero no con refe­ tenían nada original, porque pueden
rencia al hombre o al sujeto cognos- reconocerse con facilidad como las te­
cente, sino al sistema de referencia y sis más genéricas del empirismo y del
puede también ser expresada por medio criticismo) Hamilton afirmó, al mismo
de otros sistemas. La teoría de la R. no tiempo, la incognoscibilidad de lo Ab­
resulta más subjetiva o idealista que soluto y su existencia, ya que también
la física clásica. La más impQríante se puede creer en lo que no se conoce
lección que la filosofía puede deducir (Lectures, ’it., II, pp. 530-531). Estas
de ella, es una lección de método y tesis fueron utilizadas para una apolo­
puede ser deducida a través de las si­ gética religiosa por E. L. Mansel (Philo­
guientes palabras de Einstein: "Para el sophy of the Conditioned, 1866). Pero
físico, un concepto sólo tiene valor fue sobre todo el positivismo el que
cuando es posible discernir, en el caso las difundió aceptando, con Spencer, el
concreto, si conviene o no. Por lo tan­ punto de vista de Hamilton que admite
to, debe existir una definición de la la relatividad del conocimiento huma­
contemporaneidad, la cual suministre no, la incognoscibilidad de lo Absoluto
el método para reconocer mediante ex­ y su existencia (First Principies, 1862,
periencias si dos resplandores han si­ §§ 23 ss.).
do o no contemporáneos, dados al mis­ Fuera del positivismo, el R. ha sido
mo tiempo. Hasta tanto no se cumpla aceptado por algunas corrientes del neo-
esta condición, yo, como físico (y tam­ criticismo y del pragmatismo. En el
bién como no físico) me confío a una ámbito del primero, C. Renouvier, en
ilusión si creo poder anexarle un sig­ los Essais de critique genérale (1854-
nificado a la expresión de contempora­ 1864), insistió acerca de la relatividad
neidad” (Über die spezielle und die del fenómeno, que no subsiste sino en
a llg e m e in e Relativitátstheorie, 1917, relación con otros fenómenos y en rela­
§8; trad. esp.: Teoría de la relatividad ción con el sujeto cognoscente (Essais,
general y especial, 1928). Estas pala­ I, pp. 50 ss.) y G. Simmel afirmó que
bras expresan la exigencia general de "el R. se puede formular así, con refe­
que una proposición cualquiera para ser rencia a los principios del conocimien­
válida debe poderse testificar o probar to: los principios constitutivos fundar
mediante un método adecuado. Véase mentales, al expresar una vez por todas
SIGNIFICADO. la esencia de las cosas, resultan princi­
(ingl. relativismo franc. re-
R e la tiv is m o pios reguladores, los cuales son solamen­
tativisme; alem. R e la tiv is m u s ; ital. te puntos de vista para el progreso del
1005
R e la tiv o
R e lig ió n
conocer” (Philosophie des Geldes ["Filo­ cos, el R. no es más que absolutismo,
sofía del dinero”], 1900, p. 68). En el una de las manifestaciones del absolu­
ámbito del pragmatismo, el R. fue de­ tismo del siglo xix (cf. P. Rossi, Lo
fendido por F. C. S. Schiller y resultó, storicismo tedesco contemporáneo, 1956,
desde este punto de vista, la negación passim).
de toda verdad "absoluta" o “racional”
y el reconocimiento de que la verdad R e la tiv o (lat. relativus; ingl. relative;
está siempre en relación con el hombre, franc. relatif; alem. relativ). 1) Lo que
o sea, es válida por serle útil, por lo entra en una relación u obra como tér­
que Schiller vio en el dicho de Pro- mino de una relación. En este sentido
tágoras: "el hombre es medida de to­ se dice "el fenómeno x corresponde
das las cosas”, el mayor descubrimiento (o es R.) a y como causa suya".
de la filosofía (Studies in Humanism, 2) Un término que no tiene significa­
1902, pp. xss.). La antigua sofística, el do, o que no tiene significado exacto,
escepticismo y (en parte) el empirismo sino con referencia a otro término. En
y el criticismo resultaron, desde este este sentido "mayor”, “menor”, “do­
punto de vista, manifestaciones de un ble", etc., son R. porque se enuncian
R. que iba en busca de sus precedentes siempre con referencia a alguna otra
e intentaba crearse una tradición. Pero cosa.
en realidad, el R. ha sido fenómeno 3) Lo que vale sólo en determinadas
moderno, ligado a la cultura del si­ circunstancias o condiciones y no vale
glo xix y ha constituido una especie de fuera de ellas. En este sentido se dice
giro de la filosofía dogmática de este que el conocimiento es R. o que son R.
siglo, giro que tiene sus mismos su­ los valores y que lo opuesto de R. es
puestos. Esto se observa muy bien en lo “absoluto" o lo "incondicionado".
la manifestación extrema (la única au­ 4) Lo que es una relación o concier­
téntica) del R., o sea en la doctrina ne a una relación. En este sentido, por
expuesta por O. Spengler en su libro ejemplo, se dice que "el conocimiento
La decadencia de Occidente (1918-1922), es R.”, entendiendo que consiste en
en el cual se afirma la relatividad, no establecer relaciones entre datos. Pero
solamente del conocimientc. sino de to­ el adjetivo relacional (véase) es más
dos los valores fundamentales de la adecuado en este caso.
vida humana en la., épocas de la his­ 5) Como sustantivo, el término ha
toria, consideradas como entidades or­ sido usado por Schroder (Algebra der
gánicas, cada una de las cuales crece, Logik, 1895) y por Peirce (Coll. Pap.,
se desarrolla y muere sin relación con 3.456-526; "The Logic of Relatives”,
la otra. Desde este punto de vista, la 1897). En este sentido, el término es
relatividad ataca, no sólo a la verdad sinónimo de relación.
religiosa y filosófica, sino también a la R e le v a n te (ingl. relevant; franc. rele­
moral y científica: "Toda cultura —di­ van t ; alem. bedeutend; ital. rilevante).
jo Spengler— tiene su propio criterio, Se denomina R. a un enunciado signi­
en el cual comienza y termina su va­ ficante, en especial si tiene importancia
lidez. No existe moral universal de para el significado total del contexto
ninguna naturaleza” (Der Untergang en que se halla. A veces se denomi­
des Abendlanges, I, cap. I, p. 55; trad. nan R. también a los elementos impor­
esp.: La decadencia de Occidente, Ma­ tantes de hecho para el juicio de una
drid, 1934). situación determinada.
De esta manera, que es la única rigu­
rosamente coherente, el R. afirma la (lat. religio-, ingl. religión-,
R e lig ió n
relatividad de los valores sólo por con­ franc. religión; alem. Religión; ital.
siderar necesaria la relación entre los religione). La creencia en una garantía
valores mismos y la época histórica a sobrenatural ofrecida al hombre para
la que pertenecen, negando la posibili­ su propia salvación y las prácticas di­
dad de que puedan relativizarse a rigidas a obtener o conservar esta ga­
otros hombres, épocas y circunstancias, rantía. La garantía a que apela la reli­
logrando de tal manera obtener una gión es sobrenatural, en el sentido de
autonomía parcial que desmentiría el R. que va más allá de los límites a los que
Por lo tanto, en sus supuestos filosófi­ pueden llegar los poderes reconocidos
1006
Religión

como propios del hombre, de que obra El concepto de R. comprende, sin


o puede obrar también allí donde tales embargo, ambos aspectos. Etimológica­
poderes se reconocen como impotentes mente, la palabra significa, con cierta
y de que el modo de acción es miste­ probabilidad, “obligación", pero Cice­
rioso o inexcrutable. El origen sobre­ rón la derivaba de relegere: “Los que
natural de la garantía no implica ne­ cumplían con sagacidad todos los ac­
cesariamente que sea ofrecida por una tos del culto divino y, por así decirlo,
divinidad y que, por lo tanto, la rela­ lo releían atentamente, fueron denomi­
ción con la divinidad sea necesaria a nados religiosos, de relegere, como dili­
la R.: en realidad existen R. ateas y gentes de diligere e inteligentes de in-
tal fue el budismo primitivo, adoptado teltigere; en efecto, en todas estas pa­
o defendido con tal carácter por escue­ labras se nota el mismo valor de legere,
las posteriores (cf. G. Tucci, Storia delta que existe en R.” (De nat. deor., II,
fitoscrfia indiana, pp. 71 ss., 312ss.). Por 28, 72). En cambio Lactancio (Inst.Div.,
lo demás, la determinación de la rela­ IV, 28) y San Agustín (Retract., I, 13),
ción del hombre con la divinidad, y hacen derivar la palabra de religare y
por lo tanto la tarea de demostrar su Lactancio cita a este propósito la expre­
existencia y aclarar sus caracteres y sión de Lucrecio "desligar el ánimo de
sus funciones en relación al hombre los nudos de las R." (De rer. nat., I,
y al mundo se ha considerado siempre 930).
propia de la filosofía más que de la R., Hay que anotar además que el grie­
y el cumplimiento de tal tarea puede go no posee un exacto equivalente de
tener un carácter antirreligioso, como la palabra latina y moderna. Aax(j8Ía
ocurrió en el epicureismo, que al mis­ significa servicio divino y se refiere,
mo tiempo pretendió establecer la exis­ por lo tanto, sólo al segundo de los
tencia de la divinidad y su indiferencia elementos de la religión. San Agustín
hacia el mundo o hacia los hombres, (De Civ. Dei, X, 1) estableció la rela­
regulando, sobre esta base, sus relacio­ ción entre religio y ©QTicmEÍa, pero tam­
nes con el hombre (Epicuro, Carta a bién esta palabra se refiere exclusiva­
Meneceo, 123-24; Filomeno, De pietate, mente a las prácticas de la R.
p. 122; fr. 38, Usener). Por otro lado, Las dif rentes definiciones que se
la salvación cuya garantía pretende han dado de la R. pueden clasificarse
ser la R., no es necesariamente la sal­ conforme a los o ,s problemas básicos
vación de este o de ese otro mal o de a que responden, a saber: I) el proble­
los males del mundo, puede ser tam­ ma del origen de la R. que es, pues, en
bién una salvación del mundo conside­ realidad, el problema del tipo de vali­
rado como un mal en su totalidad, tal dez propia de la R.; II) el problema de
como resulta de hecho en el propio la función reconocida como propia
budismo. Por lo demás, en la defini­ de la R., o sea del carácter específi­
ción propuesta es necesario subrayar co de la garantía que ofrece para la
la diferencia entre la creencia en la salvación del hombre.
garantía sobrenatural y las prácticas I) Como ocurre también en otros ca­
dirigidas a obtener o conservar tal ga­ sos, el problema del origen es, en rea­
rantía. Por prácticas se entienden to­ lidad, el problema del tipo de validez
dos los actos o usos del culto: plega­ que se pretende reconocer a la R. mis­
ria, sacrificio, rito, ceremonia, servicio ma. Se pueden distinguir tres solucio­
divino. La creencia en la garantía so­ nes de este problema, a saber: 1) la
brenatural y la actitud religiosa funda­ doctrina del origen divino de la R.;
mental, que puede también ser sim­ 2) la doctrina del origen político de
plemente interior o privada, constituye la R.; 3) la doctrina del origen humano
la religiosidad individual; las prácticas de la R.
dirigidas a obtener y conservar tal ga­ 1) La doctrina del origen divino de
rantía, constituyen en cambio, el lado la R. expresa el reconocimiento del va­
objetivo y público de la R., su aspecto lor absoluto (o infinito) de la R. mis­
institucional. Una R. natural está cons­ ma. Obviamente la pretensión de un
tituida simplemente por tal actitud y origen sobrenatural o divino es intrín­
una R. positiva está constituida esen­ seca a toda R., ya que toda R. se basa
cialmente por estas prácticas. en una revelación originaria que garan­
1007
Religión

tiza la verdad o bien considera como ce a cero su valor intrínseco. Esta doc
continuamente confirmadas las creen­ trina fue sostenida por vez primera pea
cias por testimonios sobrenaturales, lo Critias, uno de los Treinta Tiranos de
mismo que las instituciones con las Atenas. Según Critias, "los antiguos
cuales se identifica, lo que vale igual­ legisladores fingieron la divinidad co­
mente. Por lo tanto, desde el punto de mo una especie de inspector de las
vista de la filosofía, el reconocimiento acciones humanas, tanto buenas como
del origen divino o del valor absoluto malas, para que ninguno hiciera objeto
de la R. se realiza mediante la tesis de de injuria o traición a su prójimo, por
que la R. es revelación. Esta tesis es, temor a una venganza de los dioses”.
se puede decir, nada más que la expre­ Esta estratagema fue considerada ne­
sión filosófica del valor absoluto que cesaria por el hecho de que "las leyes,
la R. se reconoce a sí misma. Este si bien desvían a los hombres del cum­
punto de vista ha sido expresado con plimiento de abiertas violencias, no im­
toda claridad por Hegel: “En el concep­ piden que las cometan a escondidas"
to de la verdadera R. —dijo—, o sea y de tal manera "cualquier hombre in­
de la R. cuyo contenido es el Espíritu genioso y experto inventó para los hom­
absoluto, está implícito esencialmente bres el temor hacia los dioses para que
que sea revelada, es decir, revelada por esto constituyera un espantajo para los
Dios” (Ene., §564). Y Hegel agrega que, malvados, aun para las cosas que a es­
“si a Dios se le negara la revelación, condidas hicieran, dijeran o pensaran"
no quedaría otro contenido que atri­ (Sexto Emp., Adv. Math., IX, 54). Con­
buirle que la envidia. Pero si la pala­ cepciones análogas se encuentran a me­
bra espíritu debe tener un sentido, tal nudo en la historia de la filosofía y
sentido significa la revelación de sí” se pueden reconocer en el libértinismo
(Ibid., §564). El concepto que de la R. y en algunas corrientes de la Ilustra­
diera Schleiermacher no es diferente: ción y del marxismo.
"El universo es una actividad ininte­ 3) La doctrina del origen humano de
rrumpida y se nos revela en todo mo­ la R. es la que la considera como una
mento. Toda forma que produce, todo formación humana, que tiene sus raí­
ser al que da, por la plenitud dé vida, ces en la situación del hombre en el
una existencia particular, todo aconte­ mundo. Esta doctrina no se empeña
cimiento que pare d su seno siempre en atribuir una validez determinada a
rico y fecundo, es una acción que ejer­ la R. y está empeñada en compren­
ce sobre nosotros y así, aceptar cada derla como un fenómeno humano y a
cosa en particular como una parte del expresarla en un concepto lo bastante
Todo, toda cosa finita como una ex­ amplio para comprender sus dispares
presión de lo Infinito, en ello consiste manifestaciones. La consideración de
la R.” (Reden über die Religión ["Char­ la R. desde este punto de vista se ha
las sobre la religión”], 1799, II). La mis­ orientado hacia dos tipos de explica­
ma doctrina se puede expresar diciendo ción. El primero ha considerado la R.
que la R. es la experiencia de lo divino como una forma de satisfacción de la
y que, como toda experiencia, revela la necesidad teórica, o sea de la nece­
realidad de su objeto. Este es el con­ sidad de conocimiento. El segundo ha
cepto que Bergson diera de la R. autén­ considerado la religión como sugerida
tica, o sea del misticismo: "Si las al hombre por la situación en que se
semejanzas exteriores entre los místi­ halla en el mundo y, por lo tanto, sus­
cos cristianos pueden depender de una tancialmente por sus necesidades prác­
comunión de tradiciones y de enseñan­ ticas. Una solución del primer tipo
zas, su acuerdo profundo es señal de fue la dada por Epicuro, que vio el ori­
una identidad de intuición que se pue­ gen de la R. en las imágenes de los
de explicar más simplemente por la sueños y en la necesidad que el hom­
existencia real del ser con el cual se bre tiene de explicar la regularidad de
creen en comunicación” (Deux sources, los movimientos celestes (Lucrecio, De
III). rer. nat., V, 1167ss.). La R. sería más
2) La doctrina del origen político contemplativa que práctica. Hobbes fue
de la R. reduce la R. misma a una es­ el primero en reconocer su origen prác­
tratagema política, y por lo tanto redu­ tico. Haciendo suyo el dicho de Esta-
1008
Religión

ció "Primus in orbe déos fecit timar" conciencia que el hombre tiene de la in­
( Theb.. III, 661) Hobbes reconoció la finitud de su ser y no de la limita­
causa principal del surgimiento de ción" (Wesen der Christenthum [“La
la R. en el temor que produce en el esencia del cristianismo”], 1841, § 1).
hombre la incertidumbre del futuro, De análoga manera Max Müller veía
"...cuando se está seguro de que exis­ la existencia de la R. en la capacidad
ten causas por todas las cosas que han potencial humana para “aferrar lo in­
sucedido o van a suceder, es imposible finito” ( Vorlesungen über den Vrsprung
para un hombre que continuamente se und die Entwicklung der Retigion
propone asegurarse a sí mismo contra [“Origen y evolución de la religión”],
el mal que teme y procurarse el bien 1880, p. 28). Aun cuando con estas ex­
que desea, no estar en perpetuo anhelo presiones se pretendiera subrayar el
del tiempo por venir. Así que cada hom­ origen humano de la R., todavía se ha­
bre, y en especial los más previsores, cía uso de conceptos que servían mejor
se hallan en situación semejante a la para expresar el origen divino y el va­
de Prometeo.” La R. nace, según Hob­ lor absoluto de la R. misma. Por otro
bes (Leviath., I, 12) de este estado de lado, también en el campo de la inves­
temor, como asimismo de la esperanza tigación sociológica, que comenzaba a
de ver asegurados los bienes de que se examinar las formas que la R. adquie­
tiene necesidad y del deseo de lograr re entre los pueblos primitivos, se ma­
un completo conocimiento del mundo. nifestó la tendencia a considerar la R.
Una doctrina análoga, aunque en for­ desde el punto de vista de la contem­
ma más articulada, fue expuesta por plación, interpretándola como una con­
Hume en la Historia natural de la re­ cepción del mundo (o filosofía) vulgar,
ligión (1757). La R. no surge de la con­ si bien no privada de determinada co­
templación, sino del interés del hom­ herencia. E. B. Tylor vio la esencia
bre por los hechos de la vida, y por lo de la R. primitiva en el animismo (véa­
tanto, de las esperanzas y de los ince­ se)i, o sea en la creencia en seres espiri­
santes temores que le agitan. Suspen­ tuales que se consideran presentes en
dido entre la vida y la muerte, entre todas las cosas y como causa de todos
la salud y la enfermedad, entre la los acontecimientos (Primitive Culture,
abundancia y la privación, el hombre 1871). La R. sería, así, una metafísica
atribuye a causas secretas y descono­ de la naturaleza. En cambio, según
cidas los bienes de que goza y los ma­ Durkheim, sería una metafísica de la
les que de continuo lo amenazan ("Na­ sociedad; para Durkheim “es el mito
tural History of Religión”, II, en Es- que la sociedad hace de sí misma”, en
says, II, p. 316). Voltaire expuso el el sentido de que “la sociedad es la
mismo concepto así: "Es natural que realidad que las mitologías se han re­
un país, asustado del trueno, afligido presentado bajo formas muy diferen­
por la pérdida de sus mieses, maltra­ tes, pero que es la causa objetiva uni­
tado por el país vecino, sintiendo todos versal y eterna de esas sensaciones sui
los días su debilidad, sintiendo en to­ generis de que está hecha la experien­
do momento un poder invisible, haya cia religiosa” (Formes étémentaires de
dicho finalmente: ‘Existe fuera de nos­ ta vie retigieuse, 1937, p. 597). Esto quie­
otros un ser que nos provoca el bien re decir que la R. primitiva consiste en
y el mal’ ” (Dictionnaire philosophique, atribuir a una supuesta realidad los
1764, art. "Religión”, II). mismos caracteres de la sociedad pri­
Esta doctrina sufrió un eclipse hasta mitiva, o sea los caracteres que la so­
los primeros decenios del siglo xx. Por ciedad primitiva considera esenciales
un lado, en efecto, el concepto román­ para sí misma. Estas tesis de Durkheim
tico de la R. como revelación o senti­ se fundan, sobre todo, en una inter­
miento de lo infinito fue compartido pretación del totemismo. El tótem es,
también por los filósofos que negaban según Durkheim, el símbolo de la fuer­
la validez de la R. Así, por ejemplo, za que sostiene al individuo, fuerza que
Feuerbach, transformando la teología es la sociedad misma, y en verdad la
en antropología, afirmó: "La R. es la sociedad primitiva toma de ésta todas
conciencia de lo infinito, por lo tanto sus categorías para la interpretación
no es ni puede ser otra cosa que la del mundo. De tal modo, la R. con­
1009
Religión

serva, para D urkheim , un carácter los filósofos. A. Loisy sostuvo un pun­


contemplativo, carácter que le es reco­ to de vista muy cercano al de Frazer
nocido por otro gran sociólogo fran­ (Essai historique sur le sacrifice, 1920)
cés, Lucien Lévy-Bruhl, que expresa es­ y B. Malinowski llevó nuevas pruebas a
ta tesis al identificar con el misticismo la misma tesis. Según Malinowski, la
no sólo la R., sino toda la vida de los R. y la magia surgen y funcionan en
pueblos primitivos (L’expérience masti­ situación de tensión emocional: crisis
que et les symbcAes chez les primitifs, de la vida, resultados infelices, muerte
1938). En todas estas direcciones filosó­ e iniciación en los misterios de la tri­
ficas y sociológicas, la R. es, por su bu, amores infelices y odios insatisfe­
origen, un hecho cognoscitivo, es una chos. Tanto la R. como la magia con-
tentativa para explicar el mundo o for­ cuerdan asimismo en ofrecer un cami­
mar una idea a partir de un determi­ no de salida para tales situaciones, me­
nado número de las experiencias que diante creencias y prácticas que se
con mayor frecuencia se encuentran en refieren al dominio de lo sobrenatural.
la vida de los hombres. Sin embargo, se distinguen entre sí,
El retomo a la concepción de la R. en cuanto que la magia tiene una téc­
corriente en el siglo x v i i i , o sea a la nica limitada y simple y la R. com­
que ve su raíz en la situación del hom­ prende un conjunto de técnicas; la ma­
bre en el mundo, se efectúa sólo en las gia está limitada a una clase de perso­
direcciones más modernas y críticas de nas que hace de ella su profesión; la R.,
la sociología. W. Robertson Smith co­ en cambio, es asunto de todos y cada
menzó a insistir acerca de la importan­ individuo tiene en ella parte activa. Y,
cia que el segundo de los elementos (o por fin, las funciones de una y otra
sea las técnicas) tiene en la R. "En son diferentes: la función de la magia
los tiempos primitivos, la R. no rué un es la de suplir, con instrumentos sobre­
sistema de creencias con aplicaciones naturales, la falta o la imperfección de
prácticas, fue un cuerpo de prácticas los i n s t r u m e n t o s naturales, en tanto
fijadas por la tradición, con las cuales que la función de la R. es la de re*
cada miembro de la sociedad se con­ forzar determinadas actitudes especia­
formaba naturalmente. Le hombres les, como el valor y la fe en la lucha
formulan reglas generales de conducta contra la dificultad (Magic, Science and
antes de comenzar . expresar en pala­ Religión, 1925). No muy diferente, aun­
bras los principios generales; las insti­ que expresada en términos teológicos
tuciones políticas son más antiguas que y místicos, fue la tesis defendida por
las teorías políticas y de parecida ma­ Rudolf Otto en su libro intitulado Das
nera las instituciones religiosas son Heilige (1917; trad. esp.: Lo santo,
más antiguas que las teorías religiosas" 1925). Según Otto, el sentimiento de
(Lectures on the Religión of the Sentir hallamos ante un poder superior resul­
tes, 1907, p. 16). Más tarde, la obra de ta del miedo, que se cristaliza en lo
J. G. Frazer (The Gólden Bough, 1911- que denomina lo tremendum o la moles­
1914; trad. esp. de la ed. abrev.: La tas-, el sentimiento de la criatura, des­
rama dorada, México, 1951, F.C.E.) nos crito en el Antiguo Testamento, resul­
demostró la estrecha relación entre R. ta del sentimiento de desesperación, de
y magia, partiendo de la consideración impotencia y de insignificancia, por fin,
de que el hombre está dominado en de las fantasías compensadoras nace el
primer lugar por la preocupación de concepto de lo otro en absoluto, que
controlar los hechos naturales con la se mezcla con los acontecimientos más
finalidad de plegarlos a las exigencias familiares sin dejar de aparecer como
de la vida. La diferencia entre la ma­ nuevo y extraño. Los ingredientes cons­
gia y la R. consiste, según Frazer, en titutivos de lo sobrenatural fueron re­
lo siguiente: la primera tiende al con­ ducidos así, también por Otto, a la
trol directo de los hechos naturales, situación del hombre en el mundo, que
en tanto que la segunda busca los ca­ sigue siendo el punto de partida de
minos para propiciar a las potencias las más modernas teorías de la reli­
superiores que presiden la naturaleza. gión. Según Freud, la R. "les explica
Esta doctrina es la que ha tenido la [a los hombres] el origen y la géne­
mejor acogida entre los sociólogos y sis del universo, les asegura protección
1010
Religión

y dicha final en las vicisitudes de la entendido desde el punto de vista de


vida y orienta sus opiniones y sus actos la función que la R. ejerce en la so­
con prescripciones que apoya con toda ciedad o en la economía general de la
su autoridad" (A New Series of Intro- vida humana.
ductory Lectures on Psycho-Analysis, 1) La garantía que la R. pretende
1933, p. 200; trad. esp.: “Nuevas apor­ ofrecer al hombre puede ser, ante todo,
taciones al psicoanálisis", en Obras la de la liberación del mundo, conside­
completas, II, Madrid, 1948, p. 863). So­ rado en su totalidad como un mal. Ésta
bre esta base, Freud piensa que la R. es la doctrina propia del budismo: "Lo
consiste en la creencia en un padre nacido no es para gozar, se ha forma­
sobrenatural que guarda a los hombres do y constituido de lo inestable, de­
de los peligros y los compensa o cas­ pende de la vejez y de la muerte, nido
tiga según los casos. La relación entre de enfermedades, frágil, surgido para
el hombre y la divinidad se modelaría el tránsito de alimento. Huir de este
así según la relación entre hijo y pa­ estado significa encontrar otro esta­
dre (Ibid., trad. esp., pp. 866 ss.). Pres­ do tranquilo, fuera del dominio del pen­
cindiendo del trasfondo psicoanalítico samiento, estable, no nacido, no forma­
de esta concepción, sus caracteres no do, sin dolor, sin pasión, alegría que
son diferentes de los otros a que se ha pone fin a toda condición de miseria
hecho referencia. La R. es entendida y destruye para siempre todo elemento
así como una corrección, una defensa de existencia” (I tiv u tta k a , 43; trad.
o una protesta en relación con la situa­ ital. Pavolini). Este estado en el cual
ción de incertidumbre y de peligro en la existencia misma queda destruida
que el hombre está en el mundo. Tal es el nirvana. Pero según el propio bu­
es también el concepto de Bergson res­ dismo, el nirvana es también el estado
pecto a la R. estática, al cual opuso de beatitud del que ya en esta vida
la R. dinámica, esto es, el misticis­ ha eliminado de sí el deseo y, por lo
mo. La R. estática, en efecto, sería “la tanto, el germen de la existencia futu­
reacción defensiva de la naturaleza con­ ra. En este aspecto, para el mismo bu­
tra el poder disgregador de la inteligen­ dismo, la salvación es concebida no
cia”, en el sentido de que la inteligencia sólo como liberación del mundo sino
hace ver claramente al hombre la in­ también como liberación de los males
certidumbre y los peligros de la vida del mundo. Estos dos aspectos están
y la inevitabilidad de la muerte, en tan­ presentes en realidad en muchas R.,
to que la R. constituiría el conjunto de excepto en la R. de Israel que ignora
las reacciones defensivas contra las re­ el primero: la promesa de una beatitud
presentaciones intelectuales de la con­ que está fuera del mundo o que se lo­
dición humana en el mundo (Deux sour­ grará sólo después de la muerte se
ces, 1932, cap. II). Una tesis análoga, agrega habitualmente a la promesa de
aunque limitada a la R. primitiva, ha una felicidad, de una paz o de un bien­
sido defendida, a partir de un vasto estar en la misma existencia mundana.
material documentarlo, por P. Radin Cuando la felicidad o la paz se puede
en su libro acerca de la R. de los pri­ lograr en esta existencia, sobrepasando
mitivos (Primitive Religión, its Nature la condición humana y deificándose, o
and Origin, 1937). sea uniéndose con Dios o con el prin­
II) El segundo problema, al que las cipio cósmico, se tiene el misticismo
definiciones de la R. propuestas preten­ (véase). Bergson ha visto en el misti­
den dar respuesta, es el de la función cismo la R. dinámica, la continuación
específica de la R. Este problema puede supraorgánica del élan vital, el impulso
ser entendido en dos sentidos. En pri­ hacia la creación de una sociedad nueva
mer lugar, como problema de la garan­ fundada en el amor universal (Deux
tía que la R. pretende ofrecer para la sources, 1932, cap. III). En realidad el
salvación del hombre y de este proble­ misticismo no es más que una deter­
ma se pueden aducir tres soluciones minada solución propia de una religio­
principales: 1) la R. como liberación sidad primitiva, contemplativa y solita­
del mundo; 2) la R. como verdad; ria, en la cual toda actividad y relacio­
3) la R. como moralidad. En segundo nes mismas entre los hombres resultan
lugar, 4) el problema mismo puede ser extrañas e insignificantes.
1011
Religión

2) Pretensión implícita en toda R. jeto en el objeto y por la cual el ser


como tal es la de contener la garantía de Dios es el no ser en el sujeto {Dis-
infalible de la propia verdad y de toda corsi di retigiane, 1920, p. 78). La R.
verdad que a ella pueda relacionarse. encuentra su verdad sólo en la filosofía
Desde el punto de vista filosófico, esta que resuelve a Dios en el acto del pen­
misma tesis se presenta en la forma samiento. "¿Cómo este Dios puede ser
de la identidad entre R. y filosofía y voluntad de reconocer, rogar y supli­
en la diferencia puramente formal en­ car y al cual subordinarse, si Dios está
tre ellas. Ésta fue, por ejemplo, la doc­ dentro del hombre, en su yo y es pre­
trina sostenida por Hegel: "La filosofía cisamente su yo en su re a liz a rse ? "
tiene sus objetos en común con la R., {Sistema di lógica, II, 1922, IV, 8, 4).
porque el objeto de ambas es la verdad De modo más claro y expeditivo, Croce
y en el más alto sentido de la palabra, ha dicho que la R. es una forma pro­
es decir, en cuanto Dios y sólo Dios es visional e imperfecta de la filosofía, por
la verdad” {Ene., § 1). Sin embargo, la lo cual el filósofo debería ver en el
R. se distingue de la filosofía en cuan­ hombre religioso “a su hermano menor,
to expresa la verdad en la forma de a su yo mismo de un tiempo antes”
la representación y del sentimiento y {Fil. delta pratica, 1909, p. 314).
no en la forma del concepto. "La R. 3) Es creencia muy antigua el que
—dice Hegel— es la relación con lo ab­ la R. ofrece una garantía a los valo­
soluto en la forma del sentimiento, de res morales del hombre, entendiéndose
la representación, de la fe y en su por valores morales los que presiden el
centro omnicomprensivo todo está sólo orden de la vida asociada. Ésta es la
como cosa accidental y evanescente” tarea fundamental que Platón atribuía
(Fil. del Derecho, § 270). Lo que quiere a la R.: “La divinidad que, según la
decir que lo que la R. intuye de modo tradición, rige el principio, el fin y el
accidental, aproximado y confuso, la curso de todos los seres, procede según
filosofía lo demuestra con necesidad su naturaleza en su marcha circular y
(Ene., § 573). Es claro, sin embargo, siempre tiene en ella la justicia puni­
que la doctrina de la identidad entre tiva para los que han abandonado la
R. y filosofía también pueae afirmarse ley divina” {Leyes, 715 e, 716 a).
desde el punto de -’ista de la superio­ En el mundo moderno este punto
ridad de la R. como forma o revelación de vista fue tomado y defendido por
de la verdad y así lo hace la filosofía de Kant. "La R. —ha dicho—, considerada
la fe de Haman, Herder y Jacobi, en desde el punto de vista subjetivo, es
contra de la cual polemiza el mismo He­ el conocimiento de todos nuestros de­
gel {véase fe , filosofía de la). N o obs­ beres como mandatos divinos. La R.
tante, es evidente que en tal caso no revelada (o que exige una revelación)
es a la R. a la que se confía la garantía es aquella por la cual debo saber antes
de la verdad, sino a un órgano, la fe, que algo es un mandamiento divino,
del que dependen, en cuanto a su vali­ para reconocerlo más tarde como de­
dez, tanto la filosofía como la R. y ber; en cambio, el saber que algo es un
todo otro saber. Por lo tanto, atribuir deber antes de poderlo reconocer como
a la R. como objeto específico la ver­ un mandato divino, es la R. natural”.
dad, significa desde el punto de vista {Religión, IV, sec. I). Kant observa que
filosófico, en la mayoría de las ocasio­ esta definición de la R. previene con­
nes, atribuirle la función de manifes­ tra varias interpretaciones falsas de su
tar la verdad en una forma que, si bien concepto. En primer lugar, en efecto,
es infalible y cierta, resulta inferior a excluye que la R. requiera una ciencia
la que la verdad misma puede adquirir de Dios e incluye el que para ella bas­
en la filosofía. Así, según Gentile, la ta con poseer la simple idea de Dios.
R. es "la exaltación del objeto sustraí­ En segundo lugar, tal definición previe­
do a los vínculos del espíritu, en lo que ne contra “la falsa idea de que la R.
consiste la idealidad, la cognoscibilidad sea un conjunto de deberes especiales
y la racionalidad del objeto mismo” que se refieren inmediatamente a Dios”,
{Teoría gen. delta spirito, 1913, XIV, 7). y por lo tanto impide admitir, aparte
Por lo tanto, la esencia de la R. es el de los deberes humanos ético-sociales,
misticismo, que es la anulación del su­ "los servicios de cortesanos con los cua-
1012
Religión

les podremos intentar la compensación fuentes de angustia, de manera que el


de nuestras faltas a los deberes de la efecto psicológico del rito parece ser
primera especie" (Ibid., IV, sec. I, el crear en el hombre un sentido de
Nota). En esta interpretación, sin em­ inseguridad y de peligro (cf. A. R. Rad-
bargo, lo que garantizaría la R. es lo cliffe-Brown, Structure and Fimction in
absoluto del mandato moral y, en cam­ Primitive Society, 1952, pp. 48-49). Pero
bio, no garantizaría (por volver a en­ también en este caso se puede recono­
trar en la esfera de la libertad humana) cer la función social de la R. y, por lo
el cumplimiento del mandato moral, tanto, el refuerzo de los vínculos so­
o sea la verdadera y propia realización ciales, sobre todo en la sociedad pri­
de los valores morales en el mundo. mitiva, que a ella se debe (Ibid., pp. 157
No obstante, la mayoría de las veces ss.). A. Loisy decía: "Abandonado a
se pide o se atribuye a la R. esta se­ merced de los elementos, de las esta­
gunda especie de garantía, esto es, la ciones, de lo que la tierra le da o le
garantía de que los valores morales y, quita, de las buenas o malas posibilida­
en general, los que interesan al hombre des de caza o pesca, de las vicisitudes
y a su vida espiritual, no queden úni­ de sus luchas con sus similares, el
camente confiados a la buena voluntad hombre cree encontrar el medio para
de los hombres, sino que encuentren en regularizar con simulacros de acción
la providencia divina su salvaguardia sus posibilidades más o menos incier­
infalible que garantice el triunfo final. tas. Lo que hace no le sirve para nada
En este sentido, H. Hoffding ha afir­ con respecto a la finalidad que se pro­
mado que la R. es “la creencia en la pone, pero adquiere confianza en sí
conservación de los valores" (Religions- mismo a través de sus empresas, se
phitosophie ["Filosofía de la religión"], atreve y al atreverse obtiene realmen­
1902, p. 13) en el sentido de que la fe te más o menos lo que quiere. Confian­
religiosa sería la convicción "de la so­ za rudimentaria y a través de una hu­
lidez, certidumbre e ininterrumpida co­ milde calleja, pero es el comienzo del
nexión de la relación fundamental de valor moral” (Essai historique sur le
los valores con la realidad” (Ibid., 1902, sacrifice, 1920, p. 533). Este punto de
p. 105). Éste es precisamente ese opti­ vista fue más tarde desarrollado por
mismo providencialista que muchas di­ Malinowski (Magic Science and Reli­
recciones filosóficas, idealistas y espi­ gión, ed. Anchor Books, 1925, p. 89).
rituales, deducen o creen deducir de la Y como se ha visto, es más o menos el
R. y en nombre del cual instituyen apo­ punto de vista de Bergson. Es un pun­
logéticas religiosas más o menos inte­ to de vista que los sociólogos han com­
resantes.
4) Considerando la función de la R., probado sobre todo en relación a las
no ya en relación con la garantía sobre­ sociedades primitivas, pero es conocido
natural que pretende ofrecer, sino con (véase p r i m i t i v o s ) que la sociología con­
referencia a las relaciones interhuma­ temporánea tiende a eliminar el abis­
nas, entre las cuales se inserta como mo, que algunas interpretaciones del
sistema de creencias y de instituciones, mundo primitivo habían abierto, entre
se puede sacar fácilmente a luz la uti­ la mentalidad primitiva y la mentalidad
lidad biológica y social de la R. misma. secundaria o culta. Fuera de los lími­
No es que sea unánime en este punto tes dentro de los cuales las técnicas
el acuerdo de los filósofos. Sosteniendo racionales le permiten el control de los
la no ingerencia de la divinidad en las hechos que le interesan, límites bien
cuestiones humanas, los epicúreos te­ restringidos, a pesar de todo, el hombre
nían com o m e ta la eliminación del reivindica de hecho su libertad de fe y
temor a los dioses y, por lo tanto, se confía a creencias liberadoras o con­
consideraban a la R. como fuente de soladoras y a prácticas que le prome­
preocupaciones y miedo y no como ayu­ ten una salvación segura. Que pueda
da (cf. Epicuro, Ep. a Meneceo, 123; Ep. o no obtener de estas prácticas lo que
a Herodoto, 77; Mass. Cap., 1). Tam­ prometen, su función es bien clara :
bién algún sociólogo contemporáneo ob­ proporcionarle esperanza y valor y con­
serva que a menudo los ritos religiosos solidarlo en su relación con los otros
y las creencias a ellos asociadas son hombres y con el mundo.
1013
R e m in isc e n c ia
R e p e tic ió n o r e ite r a c ió n
R e m in isc e n c ia , véase ANAMNESIS. dach (Vom Mittelalter zu Reformation,
Renaissance, H u m a n ism u s ["De la
(ingl. re m o rse ; franc.
R e m o rd im ie n to Edad Media a la Reforma, Renacimien­
remords; alem. Rene; ital. rirnorso), to, Humanismo”], 19262) y ha sido lle­
véase p e n a . vada a su forma extrema por G. Tof-
fanin (S to ria deU’Umanesimo, 1933).
R e n a c im ie n to (ingl. Renaissance; franc. Los caracteres fundamentales del R.
Renaissance; alem. Renaissattce; ital. pueden ser brevemente recapitulados
Rinascimento). Se aplica este término del modo siguiente:
al movimiento literario, artístico y fi­ /) El humanismo, o sea el reconoci­
losófico que se extiende de fines del si­ miento del valor del hombre y la creen­
glo xiv hasta el final del siglo xvi y que cia de que la humanidad alcanzó su
se difundió desde Italia a los otros paí­ forma perfecta en la Antigüedad clásica
ses de Europa. La palabra y el concep­ (sobre este punto, véase h u m a n i s m o ).
to de R. tienen origen religioso, como lo 2) La renovación religiosa, realizada
han comprobado los estudios de Hilde- por medio de la tentativa de volver a
brand, Walser y Burdach: renacimien­ una revelación originaria en la que se
to es el segundo nacimiento, el naci­ habrían inspirado los propios filósofos
miento del hombre nuevo o espiritual clásicos, tal como lo hace el platonismo
de que hablan el Evangelio de San Juan (Nicolás de Cusa, Pico, Ficino), o tam­
y las Epístolas de San Pablo. Concep­ bién mediante la tentativa de regresar
to y palabra se conservan durante la a las fuentes del cristianismo, descar­
Edad Media para indicar el retomo del tando por completo la tradición medie­
hombre a Dios, su restitución a la vida val, como lo hace la Reforma protes­
que ha perdido con la caída de Adán. tante. Véase r e f o r m a .
A partir del siglo xv, la palabra se apli­ 3) La renovación de las concepciones
ca en cambio para indicar una renova­ políticas, efectuada mediante el recono­
ción moral, intelectual y política, obte­ cimiento del origen humano o natural
nida a través de la vuelta hacia los de las sociedades o de los estados (Ma-
valores de la cultura en la que se con­ quiavelo) o por medio de la tentativa
sidera que el hombre encon' ó su mejor de r e to r n a r a las formas históricas
realización, esto es. la cultura greco­ originarias o a la naturaleza de las
rromana. Por lo tai. .o, el R. fue llevado instituciones so c ia le s liusnaturalismo
a subrayar polémicamente su propia di­ (véase)].
ferencia de orientación con respecto 4) El naturalismo, o sea el resurgi­
a la Edad Media, en su tentativa a li­ miento del interés por la indagación
garse a la edad clásica y a obtener di­ directa de la naturaleza, que se mani­
rectamente de ella la inspiración de fiesta tanto en el aristotelismo, en las
sus propias actividades. Pero, por otra direcciones mágicas, como en la meta­
parte, no faltan los elementos de con­ física de la naturaleza (Campanella y
tinuidad entre el R. y la Edad Media Bruno) y en la primera afirmación de
y muchos de los problemas preferidos la ciencia moderna.
por humanistas y filósofos del R. son Acerca del R., cf. la Bibliografía de
los mismos que se debatieran en la H. Barón "Renaissance in Italien", en
Edad Media, como también las solucio­ Archiv für Kulturgeschichte, 1927, 1931.
nes son las mismas. Por lo tanto, se Cf. en especial E. Cassirer, Individuo
explica por qué la interpretación del R. y cosmos en la filosofía del R„ y los
oscila entre los dos extremos de una escritos de E. Garin (en particular:
oposición radical entre Edad Media y Edad Media y R., 1954).
R. o de una intrínseca continuidad. La
primera posición fue tomada por Jacob R e p e tic ió n o r e ite r a c ió n (ingl. repetition;
Burckhardt (Die Kultur der Renaissan­ franc. répétition; alem. Wiederholung;
ce in Italien, 1860; trad. esp.: La cul­ ital. rip e tizio n e ). 1) Término de la
tura del Renacimiento en Italia, Bue­ terminología existencialista de Kierke-
nos Aires, 1944, Losada) y repetida y gaard, quien, para aclarar su significa­
ampliada por Gentile y por sus discí­ do, lo acercó al de la expresión aris­
pulos. La segunda concepción se ins­ totélica quod quid erat esse (véase
pira sobre todo en la obra de K. Bur­ e s e n c i a ; s u s t a n c i a ) . Tal expresión, que

1014
Representación

literalmente significa lo que el ser era, R e p re s e n ta c ió n (lat. rep ra esen ta tio ;


expresa efectivamente la necesidad e ingl. representation; franc. représenta-
inmutabilidad del ser, su repetirse. tion; alem. Vorstellung; ital. rappresen-
Kierkegaard se ha servido del concepto tazione). Término de origen medieval
para describir la naturaleza de la vida para indicar la imagen (véase) o la idea
ética, que —a diferencia de la vida es­ ((véase'] en el sentido 2), o ambas co­
tética, que intenta evitar la R. y quiere sas. El uso del término fue sugerido
en todo instante la novedad (simboli­ a los escolásticos por el concepto de co­
zada por ello por Don Juan)— se funda nocimiento como una "similitud” del
en la continuidad, en la elección repe­ objeto. “Representar algo —dice Santo
tida que el individuo hace de sí mismo Tomás— significa contener la simili­
y de su propia tarea, y por lo tanto tud de la cosa” (De Verit., q. 7, a. 5).
está simbolizada por el matrimonio Pero fue, sobre todo, la escolástica tar­
(Die Wiederholung [“La repetición”], día la que puso en boga el término,
1843; cf. Diario, IV, A, 156). Heidegger para indicar a veces el significado de
a su vez ha utilizado el concepto ( rei­ las palabras (cf., por ejemplo, Graziadio
teración) para caracterizar la existencia di Ascoli, Perihermenias, 2). Occam
propia, tal como se realiza en la angus­ distinguió tres significados fundamen­
tia. La angustia, en cuanto libra al hom­ tales. "Representar —dijo— tiene mu­
bre "de las posibilidades encintas de chos sentidos. En primer lugar, se en­
'no ser’ y permite quedar libre para las tiende con este término aquello me­
propias” consiste en retomar, para el diante lo cual se conoce algo y, en este
porvenir, las posibilidades que ya han sentido, el conocimiento es representa­
existido en el pasado, lo que, precisa­ tivo y representar significa ser aquello
mente es la R. (Sein und Zeit, § 68 b; con que se conoce algo. En segundo
trad. esp.: El ser y el tiempo, México, lugar, se entiende por representar el
1962, F.C.E.). Desde este punto de vis­ conocer algo, conocido lo cual se cono­
ta, R. es la decisión auténtica. “La ce otra cosa; en este sentido la imagen
reiteración es la ‘tradición’ expresa, es representa aquello de que es la ima­
decir, el retroceso a posibilidades del gen, en el acto del recuerdo. En tercer
‘ser ahí’ 'sido ahí’. La R. propia de una sentido, se entiende por representar el
‘posibilidad de existencia’ ‘sida’ —el causar el conocimi nto del mismo modo
elegirse el ‘ser ahí’ su héroe— se funda como el objeto causa el conocimiento”
existenciariamente en el 'precursor es­ (Quodl., IV, a. 3). En la primera acep­
tado de resuelto’; pues únicamente en ción, la R. es la idea en el sentido más
éste se hace la elección que deja en li­ general, en la segunda es la imagen y
bertad para pugnar por seguir y ser fiel en la tercera es el objeto mismo. És­
a lo reiterable” (Ibid., § 74). Ello quie­ tos son en realidad todos los posibles
re decir que la decisión propia en que significados del término, el cual tuvo
consiste la historicidad de la existencia nueva significación a través de la no­
humana es una representación o por lo ción cartesiana de la idea como "cua­
menos (como Heidegger dice en el mis­ dro” o “imagen” de la cosa (Méd., III);
mo lugar) una réplica de posibilidades y fue difundido sobre todo por Leibniz,
pasadas. que consideró toda mónada como una
2) La filosofía de la ciencia utiliza R. del universo (Mon., § 60). Precisa­
el concepto de R. para expresar el fun­ mente por sugestión de esta doctrina,
damento de toda proposición inducti­ Wolff introdujo el término Vorstellung,
va, la cual, según la doctrina de Hume para indicar la idea cartesiana en el
sería la expresión de una R. de casos uso filosófico de la lengua alemana
(cf. Hume, Inq. Conc. Underst., V, 1). (Vemünftige Gedanken von Gott, der
Desde este punto de vista, la R. se ha Welt und der Seele des M enschen
considerado a menudo como la justifi­ ["Pensamientos sobre Dios, el mundo
cación de las proposiciones universales. y el alma del hombre”], 1719, I, §§ 220,
K. Popper ha hecho la crítica de esta 232, etc.). A Wolff se le debe la difu­
doctrina que denomina “doctrina del sión del uso del término en las otras
primado de la R.” (The Logic of Scien- lenguas europeas. Kant fijó el signifi­
tifie Discovery, 1959, pp. 420 ss.). Véase cado muy general de dicho término, al
i n d u c c i ó n ; t e o r ía . que consideraba como el género de to-
1015
R e p re s e n ta tiv o
R eserv a
dos los actos o manifestaciones cognos­ s ió n p u e d e s e r p r e d ic a d a p o r p lu r a lid a d
citivas independientemente de su natu­ d e c o s a s . Véase u n i v e r s a l .
raleza de cuadro o de similitud (Crít.
R. Pura, Dialéctica, libro I, sec. I). Con (ingl. resentment; franc.
R e s e n tim ie n to
tal significado muy general se ha usa­ ressentiment; alem. Ressentiment; ital.
do luego el término constantemente en risentimento). El odio impotente con­
el lenguaje filosófico. Hamilton defen­ tra lo que no puede ser o no se puede
dió el uso de la palabra, también en tener. La noción fue introducida por
inglés (Lectures on Logic, 2* ed., 1866, Nietzsche en la Genealogía de la moral
I, p. 126). (1887): "La rebelión de los esclavos
Pero, en este sentido, los problemas en la moral c o n te m p o rá n e a —dice
inherentes a la R. son los inherentes Nietzsche— comienza cuando el R. mis­
al conocimiento en general (véase co ­ mo resulta creador y genera valores; el
n o c i m i e n t o ) o a la realidad que cons­ R. de esos seres a los cuales la verda­
tituye el término objetivo del conoci­ dera reacción, la de la acción, les es
miento (véase r e a l id a d ) ; en otra direc­ negada y que, por lo tanto, no encuen­
ción, los relativos a la relación entre tran compensación más que en una
las palabras y los objetos significados. venganza imaginaria” (Genealogie der
Véase s i g n o ; s i g n i f i c a d o . Moral, I, § 10; trad. esp.: Genealogía de
la moral, Madrid, 1932). La moral cris­
R e p re s e n ta tiv o (ingl. r e p re s e n ta tiv e ; tiana es, según Nietzsche, fruto del R.
franc. représentatif; alem. vorstellend; en este sentido y es una manifestación
ital. rappresentativo). i) El sentido de del odio contra los valores propios de
este adjetivo es más restringido que el la casta superior aristocrática, inacce­
del correspondiente sustantivo, ya que sibles a los individuos inferiores. Se­
contiene siempre la referencia al carác­ gún Nietzsche, otra manifestación del
ter de "similitud” o de "cuadro”, que R. es el odio secreto de los filósofos
queda excluido por algunos significados contra la vida, por lo cual la filosofía
del sustantivo. Así "idea R.” es la idea ha sido hasta ahora "la escuela de la
que se concibe como imagen o repro­ calumnia”, se entiende la calumnia con­
ducción de su objeto. Y se uice que el tra el mundo real o sensible, que los
conocimiento tiene ^ aturaleza R., si se filósofos han intentado sustituir por el
considera que constituye la imagen o mundo ideal de la metafísica y de la
la copia del objeto. moral (Wilte zur Machí, ed. 1901, §§ 259,
2) Emerson denominó hombres R. a 287; trad. esp.: La voluntad de domi­
los que Hegel denominaba "individuos nio, Madrid, 1932). A su vez, Scheler
de la historia universal” y otros román­ insistió acerca de la acción del R. en el
ticos denominaban "héroes”, esto es, campo moral, a pesar de negar que
los hombres que son los símbolos y al pudiera aplicarse a la concepción cris­
mismo tiempo los instrumentos de rea­ tiana a la que se refería Nietzsche.
lización de las aspiraciones de todos Según Scheler, no es el amor cristiano,
los hombres (Representative Men, 1850). sino el h u m a n i s m o y el altruismo
3) En el sentido político: sistema R., modernos, los que son producto del re­
es el sistema que se funda en el prin­ sentimiento. El concepto de igualdad
cipio de la delegación de determinados entre los hombres, la afirmación del
poderes políticos específicos, por parte subjetivismo de los valores y la subor­
de los ciudadanos a un grupo restrin­ dinación de todos los valores a los de
gido de personas. utilidad son, según Scheler, otros tres
productos del R. en la vida moderna
Lo mismo que incompa­
R e p u g n a n c ia . (tlber Ressentiment, 1912; trad. esp.:
tibilidad. Véase c o m p a t ib i l i d a d . El resentimiento en la moral, Madrid,
1927; cf. R. K. Merton, Social Theory
Res de re non praedicatur. La máxima and Social Structure, 2* ed., 1957, pp.
de Abelardo (referida por Juan de Sa- 155 ss.).
lisbury, Metalogicus, II, 17), según la
cual lo universal no puede ser ni una R e s e rv a (lat. reservaíio; ingl. reserva-
cosa ni una voz, sino solamente una ex­ tion; franc. r e s tr ic tio n ; alem. Reser-
presión (sermo), ya que sólo la expre­ vation; ital. riserva). Uno de los pun­
1016
R e s id u o fe n o m e n o ló g ic o
R e s p o n s a b ilid a d

tos típicos de la casuística católica del mero en hacer del R. el principio de


siglo xvn y también del probabilismo la ética: “No debes tener R. por los
o laxismo: la tesis que enuncia que una

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