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Interrogantes éticos de la economía


RAFAEL LARRAÑETA

Está subyacente en estas páginas la distinción entre economía


como asunto humano, que por sí mismo atañe a la ética, y la eco-
nomía como saber científico. Pese a la singular relevancia de este
último aspecto para la vida actual y para la autocomprensión del
hombre, no nos es posible referirnos a él.
La lectura irá evidenciando una reflexión sintética sobre al-
gunas vertientes fundantes de lo ético, dejando para otra ocasión
la discusión sobre aplicaciones concretas', pese a derivarse de
forma inmediata de lo expuesto.
En todo caso, advertimos de forma expresa que situamos
nuestra breve consideración en los fundamentos de lo ético, en
cuyo campo cualquier tema ha de abordarse con esmero para no
inferir conclusiones inapropiadas.
Distribuimos la reflexión en varios puntos:

1. La disyunción aristotélica: felicidad y crematística.


2. El giro moderno: libertad y propiedad.

Aplicaciones que conciernen a cuestiones éticas, pero también a asuntos


políticos, sistemas económicos, concepciones políticas e incluso praxis religiosas.
234 RAFAEL LABRAR- ETA INTERROGANTES ÉTICOS DE LA ECONOMÍA 235

3. El triunfo de la economía• producción y trabajo. ellos (en ambos terrenos) no han sido capaces o no han querido
4. Aplicaciones actuales. Justicia y bienestar: volver la mirada atrás, preguntándose de dónde procede ese corte
epistemológico y vital entre lo ético y lo económico.
a) Ética de los sistemas económicos. Quizás los tratadistas encuentren fuentes anteriores3, pero la
b) Ética de la producción. consideración explícita recae en Aristóteles, deudor, eso sí, de sus
c) Ética de la competencia. propios maestros. Como enseguida diremos, esa línea divisoria
tl) Ética de las clases sociales. entre lo ético y lo económico perdurará hasta bien entrada la mo-
e) Ética de la solidaridad económica. dernidad.
Los griegos dieron por válida la división entre el mero hacer
No podemos silenciar que en todo el discurso se incluyen re- externo (poiéin) y ese otro hacer en que se ve comprometido el
ferencias básicas: individuo como tal (procein). Al primero se le asignó el universo
• al dinero como medio de diálogo, del «ejercicio técnico» (techné), pero también un conjunto de ac-
tividades que escapan, al menos de inmediato, a la consideración
• al intercambio de bienes como signo de alianza,
ética. El Filósofo incluye entre ellas la crematística, juzgándola
• al sistema económico como encarnación del político,
como algo menos natural e impropio del alto «quehacer» que
• a la distribución como manifestación de la justicia,
imaginamos para el sabio-justo. Tenemos configurada una pri-
• al reparto como muestra de equidad,
mera dualidad en que la economía aparece situada en el mundo
y que, siendo imposible detenernos con detalle en todas ellas, ha- «material», mientras la ética queda inscrita en el reino de la
brá que suponerlas como implícitamente presentes. «forma». Pese al dualismo, resuena con claridad la vieja concep-
ción platónica, en la que la bondad y la belleza son propias del
mundo ideal, único y verdadero4. Aunque cada uno a su manera,
LA DISYUNCIÓN ARISTOTÉLICA: FELICIDAD Y CREMATÍSTICA los helenos transmiten a Occidente la convicción de que lo bueno
(balón) se encarna en la perfección de lo bello y de lo agradable
Los actuales economistas protestan2 de la osadía de los éticos (agazón) y que todo ello constituye una meta difícil para la que
para pronunciarse, con escaso o nulo bagaje científico, acerca de hace falta un singular esfuerzo: la excelencia humana o virtud.
los vaivenes monetarios o bursátiles, la planificación global o lo- No se le escapa a Aristóteles la importancia de lo económico:
cal de la economía, la distribución de bienes como medio de su- la riqueza puede llegar a convenirse en meta de la vida ética, con-
pervivencia del sistema y como manifestación mínima de la jus- fundiéndose incluso con la felicidad verdaderas. Aunque opuesto
ticia. Con esa queja no hacen sino recordar la especificidad propia a esa identificación, tan frecuente en todos los seres humanos, no
de la ciencia económica, olvidando una vez más que el ámbito de deja de hacerse eco de la tradición primitiva de los pueblos que
la ética interviene ineludiblemente en todos los dominios de la
vida humana.
Pese a esta resistencia de los economistas (como de todos los 3 Weber estudió, como se sabe, las relaciones entre economía y religión,
«científicos») para dejarse concernir por los éticos, muchos de remitiendo sus análisis a las antiguas sociedades orientales. Cfr. M. Weber, En-
sayos sobre sociología de la religión, Taurus, 1987.
4 Eso no implica una «regresión« a Platón, de quien critica su concepción
del Bien. Cfr. Aristóteles, Ética nicomáquea, 1096a-1097a, Madrid, Gredos,
2 Cfr. F. J. Martínez Real, «Entre la virtud y la eficiencia. Teoría econó- 1998, 137-141.
mica y ética», Estudios Filosóficos, 47, 1998, págs. 510-518. 5 Ibíd., 1100a-1100b, págs. 150-152.
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hubieron de acrecentar sus esfuerzos en la tarea elemental de sub- bre, pues lo engendrado es de la misma naturaleza que sus ge-
venir a las necesidades nutritivas y vitales6. Ello le sirve para si- neradores, y el interés es dinero de dinero; de modo que de
tuar en el lugar que considera adecuado el tema de las riquezas y todos los negocios éste es el más antinatural9.
de la crematística.
El planteamiento es curioso y podría agradar a los entusiastas Ya tenemos relegado de la esfera ética el universo del cambio
actuales del naturalismo ecologista. Tomando casi como excusa la y del comercio, es decir, lo más específico de esa vertiente hu-
cuestión (siempre candente) de la propiedad, el Estagirita distin- mana y de esa profesión. Por si fuera poco, eso no supone la ben-
gue entre crematística y economía. La primera centra su interés dición moral del enriquecimiento «natural». En la realidad el afán
en la adquisición de bienes, y la segunda en su utilización7. No se de riquezas no tiene nunca límitem y, como se ha insinuado, ello
entenderá bien esta distinción sin aludir a la diferencia entre dos le lleva a convertirse en fin por excelencia de la vida humana. La
funciones de las cosas materiales: el uso y el cambio, siendo el pri- acumulación incesante de bienes se transforma en el afán pri-
mero natural y el segundo, no natura18. Lo que llama economía y mordial de la vida, olvidando que el auténtico norte de la exis-
que ceñirá luego al ámbito doméstico se centra en la producción tencia ha de ser vivir bien, bien en su pleno significado, pero de
natural de bienes: es el caso de los pastores y de los agricultores. manera preponderante en sentido éticon,
En la crematística nos hallamos ante un ejercicio lejano a la na- Por supuesto, este planteamiento no equivale a una condena
turaleza, ya que se obtiene riqueza del dinero. En cualquiera de moral absoluta de la riqueza, como si estuviéramos ante un jui-
sus tres versiones, el comercio, el trabajo asalariado y la usura, aun- cio maniqueo. Dos argumentos lo avalan. Aristóteles está in-
que sobre todo en la última, se percibe con facilidad la ausencia merso, dado el talante de la obra mencionada, en la reflexión so-
de contenidos morales y la lejanía de la naturaleza. Escuchemos cial Al comenzar a discursar sobre el noble ejercicio del gobierno
sus palabras, para no desfigurar el tono de las mismas: de la comunidad, afirma de modo casi paralelo a lo dicho más
arriba que la política no produce hombres, sino que los recibe de
Por eso la crematística a partir de los frutos de la tierra y la naturaleza'2. Por otro lado, elogia el uso de las riquezas, aun-
de los animales es siempre conforme a la naturaleza. Ahora que lo hace fuera del contexto ético fundamental, esto es, en el
bien, este arte, como hemos dicho, tiene dos formas: una la ámbito de eso que llamamos «virtudes». Eso no obsta para que
del comercio de compra y venta, y otra, la de la administra-
la economía en su moderno significado (lo que en griego se de-
ción económica. Ésta es necesaria y alabada; la otra, la del
cambio, justamente censurada (pues no es conforme a la na- signa como crematística) sea signada para la posteridad con un
turaleza, sino a expensas de otros). Y muy razonablemente es enjuiciamiento radicalmente negativo que, como veremos, afectó
aborrecida la usura, porque, en ello, la ganancia procede del a todo Occidente. Ni siquiera la exaltación luterana de las pro-
mismo dinero, y no de aquello para lo que éste se inventó. fesiones laicas pudo vencer del todo el peso de esa singular he-
Pues se hizo para el cambio; y el interés, por el contrario, por renciam.
sí solo produce más dinero. De ahí que haya recibido ese nom-

9 Aristóteles, Política, 1258a-1258b, pág. 74.


6 Ibíd. 1098a, pág. 144.
7 Cfr. Aristóteles, Política, 1256a, Madrid, Gredos, 1994, pág. 65. '° Ibíd., 12566, pág. 67.
8 Ibíd., 1257a, págs. 68-69. Tomándolo de A. Smith, Marx lo divulga y
II Ibíd., 1258a, págs. 72-73.
12 Ibíd., 1258a, pág. 73.
consagra esa bipolaridad de significados, hablando en sus escritos de valor de
13 Ésa es la razón por la que Weber hubo de entregarse con ahínco a «de-
uso y valor de cambio de las mercancías. Cfr. K. Marx, El Capital. Crítica de
la Economía Política, Madrid, EDAF, 1967, págs. 39-86. mostrar>, la bondad interna del enriquecimiento capitalista. Cfr. M. Weber, La
ética protestante y el espíritu del capitalismo, Barcelona, Península, 1989.
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Repetimos: la economía y el intercambio comercial quedan mercial se genera a través de la equidad. Pero, buen conocedor
un tanto al margen de los fundamentos éticos, pero no son ex- de los humanos, Aristóteles teme el ansia voraz de bienes, aun
cluidos de la consideración moral. Un largo capítulo se ocupa de cuando sean ajenos, y la propensión a la argucia y al engaño de
ello, acuñando el término de liberalidad para tratar de la virtud los mercaderes, quienes encuentran buena excusa en saber que
referida al uso de las riquezas" y que, en el grado supremo, ayu- ellos también han sido alguna o muchas veces defraudados. El
darán a la aparición de la magnificencia, que —como sugiere el egoísmo humano es ciego ante la injusticia, ante el pequeño
término— supera a aquélla en grandeza15. robo o el fraude habitual y no sólo no repara en la inferioridad
Los asuntos referentes a la economía reaparecen en otra de las de su «contrincante», sino que se aprovecha de la ignorancia o
cuestiones centrales de la ética aristotélica: la justicia. El Estagi- la desigual situación de los demás para extraer de ellos un lucro
rita plantea la justicia como un capítulo aparte dentro del ejerci- que, sin ser llamativo, se convierte a la larga en fuente casi in-
cio de la bondad, de tal manera que podemos hablar de un tipo agotable de riquezas.
de justicia que consista «en el ejercicio de la virtud total para con No es sólo la ética teórica quien deja al margen el universo
el prójimo»16. El lucro aparece en el texto como ejemplo de di- económico, sino también la cruda realidad de los humanos, quie-
versas motivaciones del actuar humano, pero no se le escapa al nes, en lugar de luchar por la reciprocidad equitativa, se valen de
sabio heleno la enorme relevancia de lo económico para el trato los otros para triunfar sobre ellos. Así no se construirá una polis
con los demás que es, en definitiva, el contenido primordial de pacífica y en armonía, «pues es por una acción recíprocamente
la justicia. Si hemos de encontrar, por tanto, parámetros prácti- proporcionada por lo que la ciudad se mantiene unida»'°.
cos para las relaciones con los demás, también tendremos que ¿Por qué este planteamiento —en el que los asuntos econó-
ocuparnos de hallar un referente para la relación económica con micos están situados al margen de los cuestionamientos éticos—
nuestros semejantes. tuvo un impacto tan enorme como para persistir hasta la época
Y surge así una larga consideración en que aquel erudito moderna? A causa, sin duda, del éxito de algunas tesis estoicas y
e infatigable investigador de la Antigüedad busca determinar del triunfo del cristianismo, uno de cuyos principios básicos con-
una medida equitativa para el intercambio comercial. En un pri- sistía en el menosprecio de los bienes terrenales y en la peligrosi-
mer momento parece conformarse con la moneda: «Así pues, la dad de las riquezas, ya que pueden apartar al creyente de su único
moneda, como una medida, iguala las cosas haciéndolas con- objetivo: el Dios del espíritu.
mensurables: no habría asociación, si no hubiese cambio, ni Contando con la herencia agustiniana, Tomás de Aquino le
cambio, si no hubiera igualdad, ni igualdad, si no hubiera con- dotará de renovada vigencia, reproduciendo casi literalmente los
mensurabilidad»12, pero luego acaba reconociendo que hubo de principios aristotélicos. La riqueza tiene carácter instrumenta120
existir una medida previa (la necesidad), más «justa» y univer- y, si nos excedemos en «el debido amor a ellas», se transmuta en
sal, para los intercambios comerciales, aunque no se decidirá por algo perverso. Preguntando si Aristóteles convierte la riqueza
nada en concreto18 . La bondad en el universo crematístico y co- en meta del orden ético, Tomás de Aquino responde negativa-

14 Dedica un capítulo entero al tema. Cfr. Aristóteles, Ética nicomáquea, vestigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones, Barcelona,
11196-1122a, págs. 211 y sigs. Oikos-Tau, 1998, I, pág. 115.
15 Ibíd., 1122a, pág. 217. 19 Ibíd., 11326, pág. 250.
16 Ibíd., 11306, pág. 243. 20 Cfr. Tomás de Aquino, Suma de teología, 2-2, c. 50, a. 3, Madrid, BAC,
17 Ibíd., 1133a, pág. 253. 1955, t. VIII, pág. 84. Esto mismo se aplica a todos los bienes temporales,
18 Smith propondrá como medida unitaria el trabajo. Cfr. A. Smith, In- c. 126, a. 1; ibíd., t. IX, págs. 748-749.
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mente, arguyendo que aquél hablaba de la -riqueza como «fin de Sin renegar del maestro, Francisco de Vitoria no tendrá más
la ciencia económica»21. remedio que reconocer la consistencia propia de la actividad mer-
La finalidad de los bienes y de la prudencia económica es la cantil para sentar nada menos que los principios de la ciudada-
plenitud ética, totum bene vivere22. En este sentido, tanto la ri- nía en América, del establecimiento de colonias en tierras ex-
queza (¡como la pobreza!) se vuelven malas, se apartan del 'ver- tranjeras y del derecho de gentes27.
dadero fin. Ello no implica caer en un rigorismo sectario, como
si todo lo material fuera perverso. En lugar de pronunciamientos
enfáticos, el discípulo de Aristóteles acude a los resortes espontá- EL GIRO MODERNO: LIBERTAD Y PROPIEDAD
neos de la existencia: «Es innato y natural a cada uno amar su
propia vida y las cosas que a ella se ordenan, pero de un modo Con la irrupción de la modernidad van poco a poco clarifi-
debido: no amándolas como si en ellas consistiera el fin, sino en cándose los nuevos rumbos que asume el tratamiento ético de la
cuanto hay que usar de ellas para el último fin»23. Y ya sabemos economía.
que éste consiste en la felicidad contemplativa de esta tierra y la Para entenderlo, conviene no obviar los acontecimientos his-
visión de Dios en el cielo. tóricos, en especial la Revolución Francesa y la Declaración de in-
El tratamiento ético de la economía vuelve al capítulo de las dependencia americana, dos hitos conclusivos de un proceso que
virtudes y, como sucediera en Aristóteles, a los contenidos acerca tardó varios siglos en decantarse. De ellos germinará un ordena-
de la liberalidad. Pero se añade un nuevo estigma para el inter- miento diferente del mundo político-económico, ya que dará lu-
cambio pecuniario: el de la condena moral. Aunque se admite la gar a un considerable auge de las relaciones mercantiles con ul-
posibilidad de aplicaciones legítimas y se tolera su práctica en el tramar (pensemos en Escocia o en Holanda como centros de febril
caso de los judíos «para evitar mayores males»24, la usura es en sí actividad industrial y bancaria), pero también a una concepción
misma injusta25 y va contra la ley natural, ya que prestar a los más «hierre» del significado de libertad, ya que ésta pasa de ser un
otros debiera ser una manera de socorrer a los necesitados y no mero atributo y, si se quiere, una legítima reivindicación personal,
un medio para sacar de ellos lucro o beneficio26. para transformarse en lema de las naciones emergentes.
Los discípulos tomistas se conformaron durante mucho Es evidente, de todos modos, que con la llegada de la mo-
tiempo con reiterar la vigencia de tales axiomas, pero la creación dernidad la libertad deja de ser puro atributo de la voluntad o
de un orden económico más extenso y heterogéneo, así como el del individuo actuante y adquiere «valor» propio. La libertad se
descubrimiento de América, les indujeron a buscar otros funda- convierte en condición de vida, vida humana, vida éticamente
mentos para esas nuevas realidades. buena, vida políticamente satisfactoria, vida feliz. Por eso Rou-
sseau se empeña en proclamar la necesidad de retornar al «estado
21 Cfr. Aristóteles, Ética nicomáquea, 1094a, pág. 132.
natural», a la condición de hombre primitivo, ya que éste carece
22 Tomás de Aquino, Suma de teología, 2-2, c. 50, a. 3, ad 3, t. VIII, pág. 85. de restricciones para sus instintos y deseos. La educación es vista
23 Ibíd., c. 126, a. I, t. IX, págs. 748-749. como un obstáculo o como una desgracia para el individuo28.
24 Se refiere a las prácticas usureras con otros judíos. Ibíd., c. 78, 1, ad 2,
t. VIII, pág. 693.
25 Ibíd., pág. 690.
27 Sin obviar nunca el principio de que las cosas son comunes y no deben
26 Por eso cita las palabras del Éxodo: «Si dieras prestado dinero a alguien repartirse desproporcionadamente entre ricos y pobres. Cfr. F. de Vitoria, Re-
de mi pueblo, al pobre que mora contigo, no le apremiarás como un recauda- lecciones teológicas, Madrid, BAC, 1960, págs. 664 y sigs.
dor ni le oprimirás con intereses.» Éx 22 25 ¡Buena máxima para solventar 28
Es la tesis primordial de J. J. Rousseau, Emilio, o de la educación, Ma-
el tema de las ayudas actuales al tercer mundo! drid, Alianza, 1992.
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Otro tanto sucede con la propiedad. Lejos de ser algo codiciable, ¿No resulta absurdo y paradójico? ¿No damos campo libre a la
los bienes se convierten en una atadura, de tal manera que con ambición sin medida de los pudientes y al abuso de los poderosos?
el acto fundacional de la sociedad civil, no sólo vallamos un te- Esto es lo que le atormentaba al bueno de Locke:
rreno, sino que —parece decir Rousseau— ponemos un cerco a
nuestra propia existencia. Si el hombre es tan libre, como hemos explicado, en el es-
Con ello tenemos delimitados los parámetros de la discusión tado de naturaleza, si es señor absoluto de su propia persona y
moderna sobre las relaciones entre ética y economía: la hege- de sus bienes, igual al hombre más alto y libre toda sujeción,
¿por qué razón va a renunciar a esa libertad, a ese poder supremo
monía de la libertad personal, su aplicación a los bienes econó-
para someterse al gobierno y a la autoridad de otro poder?32
micos, la necesidad de un contrato para vivir felizmente en co-
mún y las prerrogativas o los límites del poder político sobre Su respuesta no se anda con tapujos. A diferencia de Hobbes,
todo ello. Locke concibe el Estado como un poder limitado, en el que los
El asunto del contrato dio muchos quebraderos de cabeza a ciudadanos aceptan la obediencia en libertad, sin que jamás pier-
los filósofos de la época. En el fondo se discutía acerca del ori- dan la primigenia voluntad libre. Ése es el dominio de la autori-
gen del poder político, es decir, por qué los seres libres se some- dad legítima33.
ten de grado o por fuerza a alguien —sea persona o institución— Falta un aspecto sustancial: la propiedad. Locke no concibe
que les manda, les domina y les gobierna. Dadas las represalias la persona, el grupo primitivo y el Estado como una asociación
de la época (Rousseau fue amenazado con la hoguera), muchos sin contenidos ni objetivos, sino como una comunidad de bienes.
juzgaron que era prematuro plantear la cuestión de manera tan El derecho a disponer y gozar de las propias cosas le parece evi-
cruda y le dieron esta forma argumental, algo más suave que la dente. El principal argumento proviene de la observación empí-
clara rebelión contra la sacralización de los poderes establecidos29. rica, ya que todos los hombres y todos los pueblos lo practican.
Para lo que nos concierne, la respuesta no cambia sustancial- Consciente de las diferencias de grado, el autor distingue dos eta-
mente, tanto si atribuimos el origen del pacto a un tácito acuerdo pas. En la primera, se comparte casi todo y reina la solidaridad.
con el soberano, garante último de la supervivencia de la socie- Con la segunda, cuando se universaliza el uso del dinero y pro-
dad30, como si lo hacemos consistir en un contrato común me- liferan los intercambios mercantiles, estallan por doquier los
diante un acatamiento de la «voluntad general»31. En ambas hi- atentados a la propiedad ajena. De por sí, el derecho a la pro-
pótesis entregamos nuestra libertad de acción y nuestra capacidad piedad es parejo al de la libertad, pero la nuda realidad impone
de usar libremente los bienes materiales a una fuerza exterior a que éste siga vigente para las mayorías, mientras crece sin cesar
nosotros y que tiene carácter coactivo sobre la propia persona. la desigualdad económica34. Y no debiera ser suficiente con in-

29 F. de Vitoria la había resuelto abiertamente: el poder viene de la socie-


32 J. Locke, Ensayo sobre el gobierno civil, Madrid, Aguilar, pág. 1969,
dad («de la república»), que es libre desde el principio. § 123, pág. 93.
3° «... una multitud así unida en una persona es lo que llamamos Estado,
33 Para garantizarlo, establece las condiciones del sufragio, la partición de
en latín Civitas (. ..) que podríamos definir así: una persona de cuyos actos, por poderes y el derecho a rebelarse contra la tiranía. Lo hemos comentado en
mutuo acuerdo entre la multitud, cada componente de ésta se hace responsa- R. Larrañeta, Tras la justicia. Introducción a una filosofía política, Salamanca,
ble, a fin de que dicha persona pueda utilizar los medios y la fuerza particular San Esteban, 1999, pág. 57.
de cada uno como mejor le parezca, para lograr la paz y la seguridad de todos». 34 Cfr. J. Locke, Ensayo sobre el gobierno civil caps. II-V. Ello supone una
Th. Hobbes, Leviatán. La materia, forma y poder de un Estado eclesiástico y ci- duda larvada sobre «la pureza» del consenso tácito, ya que si la mayoría explicitara
vil, Madrid, Alianza, 1996, pág. 145. sus intenciones, probablemente pondrían en peligro las propiedades de muchos.
3 Cfr. J. J. Rousseau, Du contra: social, París, Seuil, 1994, págs. 182-185.
Cfr. A. MacIntyre, Historia de la ética, Barcelona, Paidós, 1994, págs. 157-158.
244 RAFAEL LARRAÑETA INTERROGANTES ÉTICOS DE LA ECONOMÍA 245

vocar una voluntariosa generosidad hacia el prójimo, sino que se- Entre ellas ocupa lugar preferente la felicidad, por causa de la secu-
ría preciso una mirada más profunda hacia los sistemas políticos lar raigambre de las tesis aristotélicas39. Por si ello no bastara,
de distribución justa35. Kant extiende ese juicio negativo a todo lo material:
Hume corona estos planteamientos ilustrados. Establece de
entrada una división en el tratamiento de lo ético y da por sen- Por consiguiente, no debe incluirse nunca en la ley prác-
tada la división entre el universo de la felicidad y el de la justi- tica un precepto práctico que encierre una condición material
cia. Aquella responde a las «leyes» de la naturaleza y ésta a lo (y por lo tanto empírica), puesto que la ley de la voluntad
pura, que es libre, la pone en una esfera totalmente diferente
creado «artficialmente» por el hombre. En aquella reinan los ins- de la empírica...4°
tintos y en ésta, la simpatía. Separada la virtud de la felicidad, su
lugar propio es el ámbito de la razón, del sentimiento de acuerdo Para ahondar y detallar mejor sus principios, un poco más
(o de repugnancia), y también de la sociedad como comunidad adelante aplica esta negativa al bienestar propio y al de los de-
de bienes. La cumbre de lo ético es la justicia, fundada en la sim- más, sin que pueda servir de excusa o de justificación (corno su-
patía por el interés público36. cedía en el caso de los anglosajones) el sentimiento de simpatía:
La derivación inmediata no nos choca. La justicia tiene por meta
principal la protección de los bienes. Como ésta tiene carácter recí- Así, fa felicidad de los seres ajenos puede ser el el objeto
proco, se transforma en derecho de propiedad. La propiedad de una de la voluntad de un ser racional; pero si fuera el motivo de-
persona alcanza a algún objeto relacionado con ella, pero esta rela- terminante de la máxima, sería preciso suponer que no sólo
encontramos un placer natural en el bienestar de otros, sino
ción no es natural, sino «moral» y se basa en la justicia: «Llamamos
también una necesidad, como lo implica el sentimiento de
propiedad a aquellos bienes cuya constante posesión ha sido esta- simpatía entre los hombres".
blecida por las leyes de la sociedad, esto es, por las leyes de la justi-
cia»37. La justicia y la propiedad se erigen en auténticos bastiones No es difícil colegir de aquí argumentos elocuentes y clarifi-
de la concordia ciudadana, remitiendo a una mezcla de egoísmo y cadores de por qué la filosofía clásica continental se preocupó tan
de limitada generosidad de los seres humanos. poco de las cuestiones económicas, incluso de aquellas que con-
La propuesta moderna para reconciliar el mundo de la ética cernían abierta y escandalosamente a cuestiones morales.
y el universo de la economía tendría que haber culminado en la Temiendo algunas de estas críticas, Kant extiende el ámbito
obra de dos grandes filósofos, Kant y Hegel. Así fue, mas no de de la libertad a la propiedad, aunque termina en una sorpren-
la manera que muchos habían supuesto. dente conclusión: «El derecho a una cosa es el derecho al uso pri-
El pensamiento kantiano eleva al supremo grado el respeto a vado de una cosa, de la que estoy en posesión común (originaria
la persona y a su libertad38. En la búsqueda de un fundamento o instituida) con todos los demás»42 Quizá no quiso o no tuvo
universal y racional excluye todo género de motivaciones espurias. valor ni tiempo para ampliar este principio que hubiera abierto
perspectivas diferentes en los movimientos reivindicativos de ca-
33 Es un óptimo precedente de lo que todavía hoy andamos exigiendo para rácter social del siguiente siglo.
la humanidad.
36 Cfr. D. Hume, Tratado de la naturaleza humana, Madrid, Tecnos, 39 Cfr. mis comentarios en R. Larrafieta, La preocupación ética, Salamanca,
1992, pág. 671. San Esteban, 1986, págs. 15-39.
37 Ibíd., pág. 660. 4° Cfr. I. Kant, Crítica de la razón práctica, Buenos Aires, Losada, 1977,
38 He repetido en distintos lugares que esta valoración kantiana de persona pág. 40.
y libertad no ha sido aún superada, de modo especial en lo referente a su fun- 41 Ibíd.
damentación práctico-racional. 42 L Kant, Metafisica de las costumbres, Madrid, Tecnos, 1994, pág. 76.
246 RAFAEL LARRANETA INTERROGANTES ÉTICOS DE LA ECONOMÍA 247

Sí deja claro, en cambio, su empeño en alejarse de las tesis del Hasta aquí estaríamos en la órbita kantiana. Pero la causa de
utilitarismo y de las propuestas paternalistas. De ahí que no tenga los mencionados reproches se encuentra precisamente en las apli-
inconveniente en reiterar su corte epistemológico y práctico res- caciones a la propiedad. Una afirmación encabeza el razonamiento:
pecto de la dicha y de la prosperidad económica. Ningún Estado
puede perseguir un fin concreto, incluido el bienestar o la felici- Distinguiéndose por sí misma, la persona se relaciona con
dad de la mayoría de los ciudadanos. Nadie puede obligarme a otra persona, y ambas tienen existencia para la otra como pro-
ser feliz de ese modo. Cada uno tiene derecho a labrarse la feli- pietarias. En el contrato su identidad en sí adquiere existencia
a través de la transferencia de la propiedad de uno a otro con
cidad como a él le apetezca, con tal de que no sea lesivo para la
voluntad común y con el mantenimiento de su derecho".
libertad ajena43. No debe extrañar semejante contundencia, por-
que tan amante era Kant de la autonomía personal que ni si- Salen a la luz dos aspectos importantes: el valor de la propie-
quiera admitió la existencia de un Estado justo, si el precio era dad y la relevancia del contrato en la vida social.
adherirse a él por encima de la libre voluntad. Ya en sus años jóvenes Hegel encomiaba la importancia so-
Los planteamientos de Hegel difieren y dieron lugar a críti-
cial del tema: «En los Estados de la época moderna la seguridad de
cas muy acerbas. El filósofo germano parte también de la consi-
la propiedad es el quicio alrededor del cual se mueve toda la le-
deración del «sujeto como persona»44, aunque con un dominio gislación, al cual se refiere la mayor parte de los derechos de los
de aplicación diferente: el derecho, cuyas raíces se hallan en la vo-
ciudadanos»49. Ahora aborda la cuestión con más solidez. La pro-
luntad libre. Referido a la libertad, «el derecho consiste en una piedad privada se transforma en manifestación de la libertad. Esta
existencia que es existencia de la voluntad libre; con lo que, en ge-
libertad de compraventa sirve también de base a las relaciones en-
neral, el derecho es la libertad en cuanto Idea»45. Y ésta es la prin-
tre patronos y obreros. Pero el principio de persona-propiedad no
cipal norma jurídica resultante: «sé persona y respeta a los otros
elimina las contradicciones en el seno de la «sociedad racional»,
como personas»46. tales como la pobreza y la miseria, de la que no debe culparse a
Pero, a continuación, Hegel afirma que la primera manifes-
los propietarios5°.
tación de la personalidad se encuentra en la propiedad, aun sa- En cuanto al contrato, Hegel le concede un significado dife-
biendo que se trata de la mediación más pobre y superficial, ya rente al de Rousseau, ya que no tiene fe en una supuesta igual-
que «lo inmediatamente diferente del Espíritu libre es, por sí y dad original. Ningún pueblo se reunió nunca para firmar «un
en sí, lo exterior en general, —una cosa, algo no libre, no perso- contrato» entre los ciudadanos o con un soberano portador de la
nal y no jurídico»47. Esa actitud del individuo que ve al otro voluntad general. Nada de eso resulta verosímil, puesto que
como una cosa más, conduce a la lucha por el reconocimiento de la dialéctica de la historia tiende a encarnar el espíritu objetivo
sí mismo como autoconciencia, reconocimiento que el otro tam-
en el gobiernom.
bién desea.
4812., § 40, pág. 53.
49G. W. F. Hegel, «Fragmentos históricos y políticos» (17965), Escritos de
43 Cfr. I. Kant, De la relación entre teoría y práctica en el derecho político, juventud, México, FCE, 1978, pág. 175.
Madrid, Tecnos, 1993, pág. 27. 5° Hegel confía la solución de tan acuciante problema a los impuestos y a
44 G. W. F. Hegel, Grundlinien der Philosophie des Rechts, Hamburgo, los medios de las instituciones benéficas, aunque denuncia que «la sociedad ci-
Meinen, 1955, & 35, pág. 67. vil no es suficientemente rica en medio del exceso de riqueza» Ibíd., § 245, pá-
45 Ibíd., § 29, pág. 45. gina 201.
46 ibfd., § 36, pág. 68. 51 Cfr. otros aspectos en R. Larrañeta, Tras la justicia. Introducción a una
47 Ibíd., § 41, pág. 55. filosofia política, págs. 87-96.
248 RAFAEL LARRAÑETA INTERROGANTES ÉTICOS DE LA ECONOMÍA 249

No es extraño que Marx reuniera todos estos argumentos y nacieran en su seno ideales y movimientos sociales de sesgo di-
formulara un aluvión de propuestas antihegelianas de amplia re- verso al establecido.
sonancia ideológica y social Aunque ambos están concernidos El litigio entre el orden ético y la realidad económica venía de
por el giro ilustrado, las derivaciones del principio soberano de algo más lejos. Aludimos a un célebre autor dublinés, J. Swift53,
la libertad son diametralmente opuestas. quien se hizo antipático en la época por sus sátiras contra el au-
xilio proporcionado por el Estado y la Iglesia a los pobres, a los
huérfanos y a los vagabundos. En tono irónico propuso como so-
EL TRIUNFO DE LA ECONOMÍA: PRODUCCIÓN Y TRABAJO lución, para satisfacer necesidades perentorias y saciar el hambre
de los necesitados, devorar a los propios hijos, mostrando así el
Habiéndose enseñoreado la ética durante tanto tiempo de la contraste de la sociedad de su tiempo con el ideal de comunida-
esfera práctica, pocos podían imaginar que la inquietud por des donde reina el equilibrio económico y la libre colaboración.
la economía alcanzara tales niveles que le llevaran a convertirse Este tipo de reflexión es continuado por otro autor de origen
en objetivo máximo de la sociedad y; bajo determinadas circuns- holandés: B. Mandeville54, quien habla de una organización en
tancias, en el interrogante máximo y casi único de moralistas y que el egoísmo de los comerciantes y de otros agentes sociales ge-
políticos. Durante el siglo XIX estos dos terrenos, el político y el nera el aceleramiento de la productividad, mientras que la auste-
económico, sustituyeron de hecho a cualquier otra inquietud so- ridad y la sobriedad provocan la aparición de la miseria. Ello da
cial y humana. lugar al nacimiento de «virtudes malas», como la benevolencia o
Como resulta imposible dar plena cuenta de esa centuria tan la caridad, y de «vicios buenos», como el orgullo o la avaricia, ya
agitada, intentaremos mostrar en ceñida síntesis la tendencia as- que las primeras atentan contra la circulación de bienes y la pros-
cendente de la economía a través de una línea de pensamiento peridad material, mientras los segundos se convierten en fuente
que va de A. Smith y los utilitaristas a Marx y al anarquismo, de beneficio público. La pregunta subsiguiente es clara. ¿qué es-
abocando finalmente en los dos grandes sistemas político-econó- quema social es mejor? ¿Conviene insistir en el fomento de las
micos que han litigado durante el presente siglo: el socialismo y cualidades éticas o resulta más beneficioso, incluso para el orden
el capitalismo. No se trata de trazar otra nueva imagen de los moral, ahondar en el perfeccionamiento de las relaciones econó-
acontecimientos y causas más significativas de este proceso, sino micas?
de descubrir la entraña íntima y oculta de las relaciones dialécti- Pero la inquietud por la situación económica de la sociedad
cas existentes entre ética y economía 52. alcanza su cúspide con los utilitaristas. J. Bentham retrotrae el
Hasta un observador superficial comprende a la perfección asunto a los griegos: el criterio placer-dolor como quicio de la
por qué el cambio de signo en las relaciones entre lo ético y lo vida virtuosa. Sus raíces empiristas le hacen dar como evidente
económico se originó en Inglaterra y en Centroeuropa. Desde el esta medida real y sensible.
siglo xvi esas áreas geográficas fueron protagonistas de una in- Cree incluso que cada uno es el mejor juez de sus propios in-
tensa efervescencia, en primer lugar, mercantil y, luego, comer- tereses, el mejor abogado de sí mismo y que está en su pleno de-
cial que las convirtió en centro neurálgico de la producción y re-
parto de riqueza dentro y fuera de sus fronteras. Era lógico que
53 De él son Los viajes de Samuel Gulliver (1726). Interpretada como
cuento infantil, no cabe soslayar su aspecto crítico.
34 Su obra La Fábula de las abejas: o vicios privados, beneficios públicos (1705 s.)
52 Remito de nuevo a las explicaciones dadas en R. Larrafieta, reproduce la disyuntiva entre el esquema clásico de bondad y el afán produc-
Tras la jus-
ticia. Introducción a una filosofa política, págs. 121-222. tivo de los modernos.
250 RAFAEL LARRAÑETA INTERROGANTES ÉTICOS DE LA ECONOMIA 251

recho al perseguir la mayor satisfacción posible. Las aplicaciones el principio de la autonomía personal. Es lo que proclama en el
de esta tesis adquieren enorme relevancia, si concebimos el bien escrito Sobre la libertad: «el individuo es soberano sobre sí mismo,
de la comunidad como una suma de intereses individuales. La ar- sobre su propio cuerpo y sobre su propia mente»56. No niega el
monización entre ellos está en función de medidas políticas y le- lema de la mayor felicidad para el mayor número, pero establece
gislativas. Desde el punto de vista moral nos hallamos ante una la exigencia de restricciones para quienes impidan el despliegue
opción: conseguir la mayor felicidad para el mayor número de de la libertad y el desarrollo personal.
personas, lo cual se torna indemostrable en cuanto principio La otra gran preocupación del autor es la economía. Mill liga
ético. No resta sino acogernos al criterio de la eficacia: bueno es la estabilidad social al mantenimiento de la seguridad de las per-
aquello que logra alcanzar efectivamente el cumplimiento de esas sonas y de sus propiedades, con lo cual afianzamos uno de los
metas. Tenemos abierto el camino a otro tipo de ética: el conse- principales cimientos de la producción? . Tan perspicaz fue en este
cuencialismo. dominio que se adelantó a Marx en algunas reflexiones. En
Bentham confiaba tanto en el concepto de utilidad, que hizo efecto, así como en el respeto a la propiedad puso de relieve el
depender de él su ideal de libertad. El gobierno debe lograr que espíritu liberal, en la petición de mejoras salariales y del sistema
la legislación favorezca el disfrute máximo de la libertad, con lo educativo parecía afectado por el impacto de las tesis saint-simo-
cual los sujetos podrán alcanzar altas cotas de felicidad. Pero la nianas y hasta mirar con simpatía algunas tesis del socialismo.
aplicación al tema del dinero como medida de los placeres se Con toda intención hemos dejado de lado a un gran ético y
vuelve problemática. Si todos los placeres son mensurables con economista: A. Smith. Después de pasar parte de su vida ense-
criterio económico, puede llegarse al error de equiparar la ayuda ñando moral, cambió el rumbo y se entregó de lleno al análisis
al menesteroso con el consumo de un producto. Por otro lado, pormenorizado de las estructuras productivas de riquezas y de los
la noción de 'utilidad marginal decreciente' trastoca ese paráme- mecanismos del mercado.
tro, ya que una pequeña cantidad de dinero añadida a los cuan- Continuando en cierta manera el hilo argumentativo de Aris-
tiosos bienes de un rico, le proporcionan menor satisfacción que tóteles, Smith señala tres factores de producción y de ingreso mo-
esa misma cuantía monetaria en manos de quien nada posee. netario: la renta, el salario y el beneficio, pero se deslinda de
El eco público de la doctrina benthamiana fue escaso, pero aquellas viejas nociones de precio 'natural' de las cosas para rela-
dejó honda huella en J. Stuart Mill. Éste ironiza acerca de la apli- cionar el precio real con la oferta y la demanda. También se aleja
cación mecánica de los criterios de placer-dolor como medida de de la visión negativa acerca del préstamo con interés y acepta que
lo bueno-malo. Tal discernimiento no es aceptable como camino la búsqueda del beneficio contribuye al funcionamiento del sis-
único de felicidad; falta concretar las mediaciones de la realidad. tema, ya que cada uno tiene perfecto derecho a sacar el máximo
La dicha humana no es equiparable a la de las bestias, ya que para rendimiento y provecho de sus bienes. Como tantas veces se ha
los hombres el sentimiento de dignidad constituye una parte repetido, el moralista Smith hace gala de una gran dosis de rea-
esencial de la felicidad55. Aunque acepta la idea epicúrea de que lismo y por ello está firmemente persuadido de que «no obtene-
el placer es siempre bueno, cree que han de añadírsele más crite- mos los alimentos de la benevolencia del carnicero, del cervecero
rios éticos diferenciadores. o del panadero, sino de su preocupación por su propio interés» 58.
En cambio, comparte la convicción de que el dominio de la
mayoría ha de estar sometido a límites correctores, guiados por
56J. 5. Mili, Sobre la libertaa Madrid, Espasa Calpe, 1991, pág. 75.
57Ibid., pág. 17.
58A. Smith, Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las
55 Cfr. J. S. Mill, El utilitarismo, Madrid, Alianza, 1997, págs. 44-51. naciones, pág. 96.
252 RAFAEL LARRANETA INTERROGANTES ÉTICOS DE LA ECONOMÍA 253

¿Cómo establecer, entonces, la justicia e igualdad en el disfrute la segunda, al joven discípulo de Hegel le llamó la atención todo
de las riquezas? A través de un oculto poder, rector del mercado lo referido a la pérdida del sujeto. De ahí los estudios y discu-
y de la vida social: la «mano invisible», capaz de lograr que el in- siones con el maestro de Berlín y con Feuerbach. Uno de los ras-
dividuo, persiguiendo sus propios fines, contribuya al bienestar gos precursores del cambio de signo de aquellas primeras inquie-
público59. tudes lo hallamos en el retorno a la cuestión de la alienación: una
Surge la tentación de identificar esa fuerza misteriosa con el sociedad donde la mayoría no es feliz no puede estar bien es-
Estado. Nada sería más peligroso y potencialmente dañino. La tructurada.
intervención estatal en las relaciones comerciales es casi siempre Pero el mejor indicio de ese giro lo tenemos en la medida de
nociva, porque distorsiona los mecanismos generadores de ri- la alienación: el trabajo. A través del proceso de producción, el
queza y porque atenta contra el principio intocable de la liber- sujeto activo (el obrero, el proletario) va siendo desposeído de su
tad. La función de los gobiernos es asegurar la libertad del indi- propia entraña, aliena, enajena, vende su mismo ser, su esencia
viduo. El resto viene dado por sí solo. Ni siquiera en los períodos humana. Después de descentralizar la medida de lo bueno-
cíclicos de depauperación, provocada por las sequías y por las pla- humano y después de reconciliar las dos esferas griegas del actuar
gas, han de recurrir los gobernantes a una solidaridad coactiva, práctico (techné-praxis), Man descubre con cierto espanto que el
ya que eso favorece a la larga la tiranía de los políticos sobre los trabajo se ha convertido en instrumento preferente de la aliena-
bienes ajenos. ción, cuando podría y debiera transformarse en medio por exce-
Smith mantiene hasta el final la firme convicción de que las lencia de la realización y de la liberación humana. A ello irán en-
estructuras políticas no se asientan sobre algo etéreo, como caminados todos sus esfuerzos. Eso explicaría, al menos en parte,
las buenas intenciones, sino sobre la riqueza y los bienes exter- el cambio de tono en sus investigaciones e inquietudes, es decir,
nos. En este áspero terreno se ejercita la virtud y la convivencia el paso a los temas económicos de la mano de los autores anglo-
cotidiana. Según su pionera mirada, éste es el modo de estable- sajones que tanto habían avanzado en esos análisis.
cer la síntesis entre lo económico y lo ético. Man hace de la economía el eje y el móvil supremo de la so-
Con Man llega el triunfo de la economía sobre la inquietud ciedad, de la política y de la ética. Dicho así, sonaría a pretensión
ética, aunque en el fondo las quejas revolucionarias y los análisis presuntuosa, casi a capricho o ideal infantil, pero los recorridos
de la circulación de mercancías tienen un indudable componente minuciosos que hallamos en El Capital avalan sobradamente esa
de aspiración a la felicidad y de protesta por el mal establecido afirmación. Este es también el motivo último de su insistencia
en la sociedad. Como en el caso del anarquismo bondadoso, se casi obsesiva en lo social, en lo colectivo, y dentro de ello en la
percibe por doquier la nostalgia del paraíso perdido: el de la co- infraestructura económica (Unterbau), que se erige en clave her-
munidad idílica de los humanos viviendo en armonía con la na- menéutica de las restantes alienaciones, también de las jurídicas
turaleza, en paz consigo mismo y en amable convivencia con el y religiosas, pudiendo desenmascarar desde ella cualquier pro-
resto de los congéneres. Eso no priva de energía, coraje y hasta puesta, por muy liberadora o utópica que resulte.
violencia a sus proclamas sociales, tal como los hechos posterio- Desde esta óptica y muy a su manera, Man recupera el tema
res se encargaron de demostrar. aristotélico del beneficio, mas no bajo la forma de simple interés
Man se preocupa de dos vertientes de la vida: la individual y por un préstamo monetario, sino como mecanismo y talismán de
la colectiva. Aunque los críticos se han fijado preferentemente en todo el sistema de enriquecimiento capitalista. Sin ganancia o be-
neficio no hay movimiento de capital. Y aunque tampoco habría
explotación capitalista, Marx no se muestra en absoluto proclive
59 !bid., págs. 503-504. a una vuelta atrás, ya que el desarrollo industrial se ha hecho im-
254 RAFAEL LARRASTETA INTERROGANTES ÉTICOS DE LA ECONOMÍA 255

parable, generador de riqueza y, en el fondo, algo más aceptable


que el estancamiento mortecino de los viejos aristócratas. APLICACIONES ACTUALES: JUSTICIA Y BIENESTAR
Marx no calla sus virulentas denuncias contra el sistema de
propiedad y de beneficio, auspiciados en parte por el liberalismo Desde distintos ángulos se ha venido insistiendo en muchos
de los economistas clásicos. «Allí sólo reinan la Libertad, la Igual- de los aspectos apuntados. Sobra, por obvia, la alusión detenida
dad, la Propiedad y Bentharn»6°, pero eso no implica destruir el a todo el entramado que se ha ido creando en torno a los conte-
sistema de producción, sino «devolver» la propiedad del capital y nidos que forman el paradigma ético-social y político-económico
de los beneficios resultantes a sus propietarios legítimos: a los del presente siglo62. No podemos olvidar el trabajo de la Escuela
obreros y, en última instancia, al pueblo. Tenemos con ello una austriaca de economía, con Hayek de cabeza visible, ni, desde el
doble propuesta: la primera, de carácter político; reclamando el otro lado del Atlántico, las aportaciones a la renovación del lla-
cambio radical, la revolución, la toma del poder por los proleta- mado capitalismo liberal. Por la vertiente contraria, tampoco sos-
rios; la segunda, de tono ético, justificando estas medidas como layamos el papel denunciador de la Escuela de Fráncfort. Queda
resultado de un análisis más adecuado, más «ajustado» a la reali- como entremedias, y desde el prisma ético, la aportación de
dad y, a la vez, como restitución debida de los bienes estructura- Rawls a un debate que, no por oído, está carente de halagüeñas
les a sus legítimos dueños (¿de nuevo, la res publica?) perspectivas63.
Las disidencias entre anarquistas y marxistas, por la insisten- Una especie de binomio salta a la vista. La disyuntiva socia-
cia de unos en la libertad omnímoda del individuo frente a la pri- lismo o capitalismo no es tan excluyente como la «política real»
macía de lo comunitario en los otros, no privó de fuerza a aquel nos ha hecho ver. Tras esas simplificaciones sistemáticas se es-
ideal unitario que acusaba al sistema de expropiación forzosa de conde la doble actividad a que aludían los griegos: producir y dis-
los bienes de la mayoría61 y que suspiraba por el reparto iguali- tribuir.
tario de las riquezas y de las mercancías. El capitalismo defiende la necesidad imperiosa de crear ri-
Otra cosa fue la evolución real de los hechos, tan frustrante queza. En esto se muestra tajante: «el capital» ha sido el mayor ge-
en ambos campos y tan desastrosa en resultados. A partir de ellos nerador de bienes de la historia (P. Berger). A ello vincula un
y de la paralela evolución de estas dos maneras de concebir la eco- «ideal pragmático», por denominarlo de alguna forma. La liber-
nomía, la política y la ética, es decir, el socialismo y el capita- tad es una palabra hueca si no concierne de modo directo al in-
lismo, hemos de comprender la tesitura actual. Nunca podremos dividuo y a sus bienes personales. Esta exigencia es tan radical que
obviar que cada una encierra una buena porción de verdad: 1) la obliga a los Estados y alcanza a las estructuras internas del mer-
necesidad de estimular el progreso material de la humanidad y 2)
la urgencia de contribuir a un mejor reparto de bienes impres-
cindibles para la sobrevivencia de los individuos y de la especie 62 Por nuestra parte hemos dedicado algunas páginas a estas cuestiones.
humana. De eso hablamos enseguida. Cfr. R. Larraneta, «Crítica de la razón científica. A propósito de la Escuela de
Frankfurt», Cuadernos de realidades sociales, 49-50, 1997, págs. 97-114; R. La-
rrañeta, «El capitalismo actual y la ética del beneficio», Revista de Filoso/la, VI,
1993, págs. 173-188.
63 Queremos decir que el asunto de las relaciones entre ética y economía
está poco construido y madurado. Todos los que lo abordan muestran cierta
incapacidad para resolver una temática tan compleja, pero se sienten animados,
60 «Y Bentham, pues cada uno va a lo suyo», añade como comentario. Cfr. a la vez, a abrir nuevos caminos. Cfr., la reciente, sagaz y viva obra de J. A.
C. Marx, El Capital, págs. 182-183. Chaves, De la utopía a la política económica. Para una ética de las políticas eco-
61 «La propiedad es el robo», afirma tajantemente Proudhon. nómicas, Salamanca, San Esteban, 1999.
256 RAFAEL LARRAN
- ETA INTERROGANTES ÉTICOS DE LA ECONOMÍA 257

cado. Por consiguiente, sin bienestar material, sin autonomía per- mundo, etc., a fin de lograr un mayor entendimiento común y
sonal, sin competencia abierta de las empresas, sin circulación de una acción más eficaz y justa.
dinero, se hace inútil pensar en una sociedad justa y equilibrada.
Faltan los requisitos elementales, ya que en un estado de pobreza
o de esclavitud estallarán rá si de inmediato la envidia y las pro- Ética ele los sistemas económicos
testas o, por la cara opuesta, el desinterés y la desidia laboral.
El socialismo tiene como trasfondo último el sueño utópico Es el debate fundamental a que hemos asistido en el último
de la igualdad, algo muy consonante con el ideal con que arran- siglo. Sin menospreciar las terceras vías, pese a que no haya cua-
caba la República de Platón y que Aristóteles tradujo, junto con jado ninguna de ellas, la polémica ha estado bipolarizada entre el
sus medievales discípulos, en la virtud de la «justa distribución», capitalismo y el comunismo, no sólo en cuanto entramados de
pese a no hacer ascos a la presencia de la esclavitud, del servilismo relaciones mercantiles y laborales, sino como organizaciones po-
y de la «natural» desigualdad de los humanos. Con terca reitera- líticas de signo contrapuesto.
ción esa aspiración a un reparto proporcionado de bienes entre Como en todos los asuntos candentes, la defensa fanática de
los miembros de una misma comunidad se ha mantenido vigente una posición ha ido acompañada de la condena sin paliativos
hasta la actualidad. Pero el ansia de imponerlo por la fuerza, la de la contraria. El comunismo ha sido visto como obra del mis-
poca habilidad para ingeniar un orden económico acorde con ese mísimo Satán y el capitalismo ha sido pintado con los rasgos de
esquema y, de modo especial, la pujanza de los intereses creados un monstruo asesino. Nada de eso es cierto ni del todo exacto.
ha dado al traste con todos los intentos de llevar a la praxis la dis- Como antes hemos señalado, cada uno acentúa un ingrediente
tribución solidaria. El capitalismo tilda de irreal y de fantasía básico del proceso económico humano. Si nos apuraran, diría-
igualitario. un Estado tan «social», pero reconoce que eso no le mos que nunca hallaremos un sistema social puro que cumpla los
priva de fuerza. Hasta los capitalistas más cerrados confiesan el requisitos de la economía real y de las exigencias morales. ¿Su-
atractivo ¡ético! de esta propuesta, pese a que rechacen su me- pone eso renunciar a una mejor alternativa para la cruda y pre-
nosprecio por las libertades y su probada impotencia para gene- sente realidad? De ninguna manera. Hemos de continuar bata-
rar un mercado abastecido. llando por un ordenamiento cada vez más justo de las relaciones
Restan, por lo tanto, muchos interrogantes e inquietudes que humanas, también de las económicas.
habremos de resolver en los próximos decenios. Las pistas que a Eso sí, hemos verificado que la planificación estatal, aunque
continuación indicamos son una especie de guía que, por una provenga de un poder inicialmente proletario, no alcanza la
parte, debiera servir de modelo de investigación interdisciplinar igualdad deseada. Y no a causa de los enemigos externos, sino por
entre el universo ético y los parámetros económicos y, por otra, razón de las lacras internas y de las dificultades propias del in-
un programa práctico que podría ir ensayándose en la vida real tento. Otro tanto hemos de afirmar del mercado «libre». Si por
por las gentes e instituciones interesadas. el momento parece insoslayable la presencia activa y espontánea
Por todo ello y sobrepasando el universo de las disciplinas, in- de los «mercaderes» en el proceso generador de riquezas y repar-
troducimos algunos contenidos éticos en sus complejas relacio- tidor de bienes, eso no implica la distribución equitativa de po-
nes con la economía real y nos atrevemos a proponer un elenco sibilidades o la aparición inmediata de una sociedad «abierta» y
de temas que deben abordar éticos, economistas, representantes «libre». Ni el capitalismo, ni su mentado libre-mercado, evitan
de las instituciones estatales y jurídicas, legisladores de las nacio- por sí solos los abismos de la desigualdad y de la explotación, es
nes y de los entes supranacionales, individuos particulares, pro- decir y a la postre, la privación de libertad efectiva y la lacerante
motores de campañas ecologistas, organismos de ayuda al tercer miseria de muchos.
258 RAFAEL LARRAÑETA
INTERROGANTES ÉTICOS DE LA ECONOMÍA 259

Dando por inevitable la existencia del mercado libre, incluso industrial, conviene recordarla cercanía a la naturaleza inherente a
por parte de los socialismos, se busca un sistema que ponga ba- todo proceso productivo y de la que también hablaba el Filósofo.
rreras a la insaciable voracidad de las entidades y de los agentes Tenemos, por tanto, un tema sustancial. ¿Qué decir de él?
capitalistas. Muchos concuerdan en que ya tiene un nombre: la Desde la óptica económica la producción de bienes es el primer
democracia. Comprobamos, sin embargo, que el modelo demo- paso para que los mecanismos del mercado se pongan en movi-
crático en cuanto tal admite multitud de variantes, algunas de las miento65. Así lo reconocía Marx. La ética no hace sino aceptar la
cuales llevan a la corrupción del mismo. En todo caso, parece que «bondad» de este primer movimiento y declara que el dominio de
la democracia, según la célebre frase de aquel político inglés, es la naturaleza es un don concedido al ser humano. As una vieja con-
el menos malo de los posibles regímenes sociales". Si le añadi- vicción. Pero pronto emergen los límites. Al comienzo, en forma de
mos la presencia mitigada de la libertad de mercado, tendríamos justicia distributiva, ya que no parece legítimo adueñarse de todo el
diseñado en fácil bosquejo los requisitos elementales para una agua del manantial, si con ello se priva al vecino de tan precioso lí-
conciliación entre ética y economía en el tiempo presente. quido. Más adelante, por la evidencia de los resultados, como su-
¿Resulta creíble y sostenible esta afirmación, teniendo delante cedió en Castilla con la deforestación de sus llanuras y como está
el espectáculo de tantos millones de seres humanos viviendo en acaeciendo ahora con la explotación de los bosques tropicales, que
la más absoluta carencia y excluidos de por vida del club de unos destruye los tradicionales recursos y priva a los nativos de sus me-
pocos selectos que no saben en qué invertir sus ganancias? La res- dios de vida. La creación de riqueza tiene un parámetro ético, aun-
puesta es obvia. Y ello confirma que ni siquiera con la instaura- que sea «mínimo»: no pueden explotarse las materias primas de
ción interna de la democracia logramos validar éticamente nues- modo ilimitado. Hoy la linde se ha vuelto mensurable y, por ello,
tro sistema político-económico, ya que ni las puertas de nuestro ha de establecerse un freno en el mismísimo punto previo.
mercado se cierran en el alféizar de mi casa, ni mi sentido de res- Unida a esta primera consideración, tenemos la cuestión de
ponsabilidad tolera cerrar las ventanas del alma a tanta pobreza la manera en que se obtienen los recursos. Nos referimos a as-
y desvalimiento. pectos casi siempre técnicos y que los fabricantes consideran de
su incumbencia exclusiva, excepto cuando ya no hay remedio o
cuando las consecuencias de un método indeseable se vuelven ca-
Ética de la producción tastróficas, como en el caso de la energía nuclear, los tratamien-
tos químicos, el transporte de petróleo, etc. La ética señaló desde
Si aceptamos la reunificación de los dos «quehaceres» aristotéli- siempre barreras para la actividad humana y, junto a los efectos
cos (techné:praxis) e incorporamos la técnica al listado de las reali- malos, estigmatizó también la falta de previsión. El argumento de
zaciones humanas, aun cuando la pasemos por el riguroso tamiz de la ignorancia, cuando ésta es remediable, no libra al sujeto de la
la crítica frankfurtiana, concluiremos que el asunto de la generación severa condena moral, ya que un agente inseguro o dubitante en
de riqueza se convierte en una cuestión ética. Sin desconocer el ale- el razonamiento ético anterior a la libre elección no debe dar el
jamiento de los materiales naturales originado por la tecnificación paso a esa acción. Si la obtención de oro envenena los ríos por
el material (mercurio) utilizado, hemos de cesar en esa práctica,
ya que ello acarrea daños irreparables a otros seres vivos.

64 Ya he explicado que, desde el prisma ético, la democracia es mejor que


cualquier autoritarismo, por muy bondadoso que éste sea. Cfr. R. Larrañeta,
«¿Superioridad ética de la democracia?», Cuadernos de realidades sociales, 47, 65 Aunque, como me hacía observar un colega del área, el mercado juega
1996, págs. 147-163. ahora (¡y juega millones de dólares!) con «valores» carentes de realidad física.
260 RAFAEL LARRAÑETA INTERROGANTES ÉTICOS DE LA ECONOMÍA 261

El problema es quién pone el tope al mercado productivo, si del término, poniéndolo de manifiesto en las peleas tribales, en
hay demanda. Aunque un agente económico, incluida una mul- los duelos amistosos de los caballeros, en los juegos griegos y,
tinacional en manos de un benefactor de la humanidad, detenga cómo no, en las competiciones de destreza (cortes de leña, pun-
la producción de un determinado elemento de consumo que ha tería en la caza, habilidades de pastor, etc.).
sido declarado perjudicial para la salud de muchos o para el equi- El mundo industrial no se conforma con dejar a su libre al-
librio ecológico de una zona, ese objeto envenenado siempre re- bedrío esa capacidad de competir, sino que se sirve de tal resorte
aparece como tentación para gentes sin escrúpulos que buscan a para disponer y apoderarse de los mejores artesanos y técnicos,
toda costa el propio enriquecimiento. Lo vemos a diario, y no del especialista óptimo. El reino de la competencia se ha am-
sólo en el tráfico de sustancias tan perseguidas como los estupe- pliado a la empresa: no me contento con que «mis» peones sean
facientes, sino en alimentos tan ordinarios y comunes como la los mejores, sino que han de serlo mis productos, mis máquinas
carne, el pescado o los vegetales. ¿Son suficientes las barreras y y mi mercado. Es aquí donde se ponen de relieve los desajustes
los controles establecidos por la ley? del sistema competitivo, ya que su precio suele ser superior a los
beneficios otorgados: empresas hundidas, familias desamparadas,
hombres frustrados.
Ética de la competencia Estamos en un planteamiento similar al de la usura. Los clásicos
no eran fanáticos debeladores de un progreso casi inexistente. Eran
Antes de responder a esa pregunta, conviene delimitar aún mentes abiertas, palpando a diario el resultado en miseria, hambre y
más los mecanismos productivos, donde según el capitalismo se muerte de un préstamo injusto. Por eso formularon un juicio taxa-
genera la riqueza y en donde según las tesis marxistas florece la tivo: negociar con la escasez de los menos pudientes es un atentado
explotación del hombre por el hombre. contra la ley de la naturaleza que nos hizo nacer a todos iguales
Para algunos tratadistas, la negativa a la competencia empre- Otro tanto habría que proclamar ahora, sin hacer ascos al
sarial ha sido uno de los determinantes del rotundo descalabro del grito de escándalo cuando el asunto lo exija. La ética estigmatiza
sistema comunista. A ello hay que añadir el fracaso del estímulo la competencia que convierte a los individuos en irreconciliables
laboral, provocado quizás por el automatismo del reparto salarial, enemigos; la ética no aprueba los vaivenes artificiales de mercado
por la carencia de metas visibles (la amenaza de una invasión ar- que originan el engrandecimiento de unos pocos al precio de la
mada del exterior perdió en un momento dado verosimilitud y ruina de muchos; la ética no prescinde del modo en que se ha
credibilidad) o por la experiencia negativa en cuanto a resultados utilizado el capital humano para la obtención de beneficios, ya
financieros (los productos «comunales» no eran mejores que los que ese «capital» posee un valor inconmensurable en relación con
«privados»). Se hizo irremediable la vuelta al trabajo retribuido y los bienes fungibles, por muy «valiosos» que éstos sean. Y lo
premiado conforme a las pautas del orden capitalista. mismo cabe decir de otros muchos aspectos que no es preciso se-
En su origen competir no tiene carácter negativo. Basta con ñalar, porque los tenemos ante nuestros ojos.
acudir a la etimología para descubrir el sentido positivo y ge- La ética puede, en cambio, alabar el espíritu competitivo, si
nuino del vocablo: competere es caminar y correr juntos hacia una se usa en pro del perfeccionamiento humano, si se aplica a un
meta66. La historia recuerda, por su parte, el signo estimulante mejor conocimiento del universo que nos rodea, si se dirige al
hallazgo de nuevos recursos para la supervivencia de las especies,
incluida la humana. Si lo ponemos en práctica, lograremos recu-
66 Cfr. J. Espeja, J. A. Chaves y A. Robles, Transformación cultural y evan- perar el significado primigenio del competir, devolviendo al ágora
gelio, Salamanca, San Esteban, 1999, págs. 120-122. su papel primordial como lugar de encuentro festivo.
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INTERROGANTES ÉTICOS DE LA ECONOMÍA 263

Personajes de la alta sociedad se ven obligados a comerciar con


Ética de las clases sociales gentes salidas de la nada. Obreros o técnicos cualificados y
con poco bagaje intelectual se entremezclan con los aristócratas, con
Aunque parezca extemporáneo, una ética económica conce-
los jurisconsultos o con los poderosos en los teatros de ópera, en
bida en estos términos pone en cuestión el concepto de clase so- los museos de arte, en las exposiciones literarias. Y es que el pu-
cial. Como es bien sabido, los sociólogos las juzgan fruto de la
diente dinerario ya no coincide con el culto ni con el de gustos
Revolución Industrial y las definen como «un agregado de indi-
refinados, como antes sucedía.
viduos con poder, ingresos, propiedad y ocupación semejantes o Si alguien sintetiza el proceso, aunque sólo sea en la órbita de
de algún modo equivalentes dentro del sistema de desigualdad ge- los países ricos, hablará de una manifiesta tendencia a la desapari-
neral de una sociedad»67. Prescindiendo de matizaciones teóricas, ción de clases y a la instauración de una abultada e inmensa clase
existe un consenso general en el gran papel que desempeñaron media Esa tendencia no la han suscitado las convicciones huma-
como estratificación novedosa que dio al traste con los caducos nas y morales de los ciudadanos del siglo n, sino el desarrollo eco-
estamentos feudales, donde el vasallaje y la sumisión callada eran nómico en cuanto tal, que ha propiciado el reparto generalizado
las cualidades predominantes. La conciencia de clase estimulada de beneficios por la tarea productiva, confirmando en muchos sen-
por los revolucionarios marxistas cambió su signo y el calificativo tidos lo que decía A. Smith acerca del panadero y del cervecero.
«opción de clase» quedó reservado para los proletarios y para los
Como contraste, hemos de aludir a una observación avalada
comprometidos con la liberación económica del obrero. por la experiencia cotidiana. En el ritmo interclasista a que em-
En ambos procesos latía un claro inconformismo con el sis- puja y obliga la gran ciudad no percibimos alegría y contento por
tema establecido, un sistema anclado en la desigualdad, tal como este re-equilibrio social de los que fueron irreconciliables esta-
apunta Giner. En efecto, en la escala de estratos originados por mentos económicos. Los señores del pasado se quejan con cierto
el orden burgués era posible, en principio, romper el esquema amargor de la hosquedad y malos modales de los neopudientes,
inicial y pasar con trabajo, suerte u otras artes, a un agrupamiento mientras los descendientes del campesinado y del mundo obrero
económico-social superior, es decir, subir de la clase baja a la me- muestran repugnancia hacia las exquisiteces de aquéllos y se re-
dia o alta. En otras palabras, se daba por sentado que la separa- sisten al trato cordial con quienes ostentan los rasgos distintivos
ción de clases no era «natural», sino fruto de un desequilibrio ar- del antaño alto segmento social.
tificial, unas veces casi espontáneo (el esfuerzo continuado o los La línea de desarrollo no se mudará con facilidad. Poco a poco
vaivenes del azar) y, otras, mantenido a base de coacción y abuso, irá expandiéndose por el planeta una uniformidad cada vez más
como sucedía en los tiempos del colonialismo y del capitalismo amplia, basada en la similar disponibilidad de medios económi-
salvaje.
cos. Pero, aunque hemos dicho que las convicciones éticas no han
En el momento presente nos encontramos con varios fenó- sido la causa fundamental de esta equidad de bienes sociales, tam-
menos. Por un lado, el discurso actual no consiente hablar «bien»
poco podemos negar que, unidas a la entrega apasionada de mu-
de la parcelación clasista. Deja un tufillo a conservadurismo fa- chos por el ideal de libertad, han servido de puntal para hacer
nático y evoca enseguida el recuerdo de atrocidades y genocidios creíble y para aplicar en la candente realidad el deseo de justicia,
no tan lejanos. Por otro lado, la dinámica de las economías con- justicia legal y también justicia económica. En este sendero y si
temporáneas provoca la desfiguración de los prototipos de clase. triunfan las aspiraciones de los mejores, economía y ética pueden
ir tranquilamente de la mano.
Frente a este panorama un tanto monocromático en cuanto
67 S. Giner, Sociología, Barcelona, Península, 1987, págs. 124-125. a niveles económicos, y recordando las agrias disputas en torno
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a la prohibición de mercados plurales en los países socialistas, po- No hemos mencionado de modo explícito el tema y el pro-
blema de la globalización. Se trata de una realidad impuesta por
dría resurgir la tentación de considerar la estructura de clases
los hechos y en la que salen perdiendo los menesterosos del pla-
como un componente esencial de la sociedad humana. La au-
tenticidad social estaría indisolublemente ligada a la variedad en neta, cosa nada extraña, porque siempre acontece así. No hemos
aludido y por idéntico motivo a una «ética del dinero»68, y es que
la escala del estatus, con lo cual sería imprescindible luchar por
ambas cuestiones están estrechamente vinculadas a lo que se co-
el ser mismo de este modelo de estratificación y dar por sentado
noce como economía de mercado° Desde este prisma cerramos
que el cultivo de la diferencia supone una manifestación positiva
del rico bagaje de la humanidad. el discurso.
La pregunta que teníamos pendiente está ligada a otros inte-
A pocos se les escapa la falacia de estos argumentos. Es obvio
rrogantes fundamentales, referidos precisamente a la entraña del
que no se pretende la uniformidad individual a través de los te-
asunto. Son cuestiones dirigidas al mercado económico en su re-
sones económicos, aunque sólo sea porque los detentadores del
lación con la ética y con la política.
poder dinerario se encargan por sí solos de reducirnos a un mo-
Después de las experiencias vividas, está claro que ningún
delo estandarizado de hombre, muy cómodo para algunas metas
mandamiento político puede pretender anular la libertad del
mercantiles, pero plagado de inconvenientes y de lacras. Nadie
mercado. Si no lo acepta de buen grado, tendrá que tolerarlo, ya
desea incurrir en tal confusión de planos. La diferenciación de
que el orden económico globalizado se ha vuelto tan poderoso
clases no es fruto de la heterogeneidad social, sino de un sistema
que no consiente ser abolido ni controlado de modo férreo por
económico desajustado. Otra cosa muy distinta es la pluralidad
ninguna instancia ajena. Cuando eso sucede, pone en juego la
de opciones de vida dentro de similares posibilidades económi-
propia estabilidad y, con ella, el futuro del país. De momento los
cas. Con los mismos medios cada individuo y cada grupo pro-
políticos han de conformarse con regular la dinámica del mer-
yecta un estilo de vida propio y singular, cuya idiosincrasia ha de
cado para impedir la explotación descarada, poner un poco de
respetarse desde el común entramado ético y político.
mesura a las ambiciones de los ricos y distribuir los beneficios
de la forma más racional y extensa que puedan imaginar.
Esta especie de resignación fáctica a la contundencia de la rea-
Ética de la solidaridad económica
lidad establecida (¡desde la economía!) no puede callar un peli-
gro subyacente. Frente a la ética clásica y reciente, que pugnaba
A través de estas páginas han aparecido varios conceptos fun-
por establecer metas ideales de convivencia, de bienestar y de fe-
damentales que han pretendido servir de guía en diversos mo-
licidad comunitaria, la última ética se muestra decidida a jugar
mentos de la historia para encajar la actividad económica en los
el papel de mínimos que, en este caso, se traduce por una «ética
parámetros de la ética, sin que ninguna de ambas dimensiones
de lo posible». El mundo de la economía mercantil genera el uni-
perdiera su propia entidad u originalidad. Hemos descubierto, en
verso en que «es posible» sobrevivir y la ética señala los paráme-
ese largo trecho, valores tan esenciales como la bondad y la pre-
ocupación por las mayorías, la libertad y el valor de la propiedad
apetecida o adquirida, la equidad y la justicia. Pese a tanto dis-
curso y reflexión, no es tarea sencilla ni relajada conjugar esos 68 CE. R. Larrafieta, «Ética del dinero», en C. Paredes y cols., Temas ac-
preciados contenidos con la realidad material. De hecho, la so- tuales de ética. Sentido y legitimación del poder, Salamanca, Sociedad C. L. de
ciedad contemporánea aún no ha logrado concordar unánime- Filosofía, 1994, págs. 91-106.
mente un modelo económico que dé cumplimiento eficaz a es- 69 Eso mismo justifica que no hayamos reservado un apartado para la ética
de los recursos naturales o ética ecológica.
tas aspiraciones tan compartidas por millones de seres.
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INTERROGANTES ÉTICOS DE LA ECONOMÍA

tros del buen vivir dentro de ese orden consolidado. Frente al in- ponen redactar un código ético interno que regule la actividad
terrogante de quién determina lo posible, se responde tácita- de la empresa y que, ¡cómo no!, evite el descrédito comercial ahu-
mente: la economía. La economía diseña lo posible. Detrás viene yentador de clientes.
la ética y, por supuesto, la política, proclamando indicaciones La propuesta es aceptable y en algún aspecto encomiable,
aceptables, sugerentes y hasta valiosas. pero resulta a todas luces insuficiente desde el universo ético. Ha-
El peligro de dictadura o determinismo económico es evi- bría que ahondar en ella, invitando a los consumidores a poner
dente. Pese a estar condenado hace decenios como amenaza, cada en ejercicio sus convicciones morales con la compra o renuncia
día podemos comprobar con creciente realismo la cercanía de tal de aquellos artículos ofensivos para la persona. Algo es algo en
fenómeno. Los economistas se defienden con la argucia de que este mundo de tantas carencias normativas. Pero la ética no puede
su «ciencia» es autónoma respecto de los contenidos éticos. Nada limitarse a ello y transformarse en un mero código deontológico
más incierto. La economía está regida por valores, valores prefe- del consumidor. La ética ha de recuperar su primitiva ambición:
rentes, valores postergados y valores excluidos. Más aún; la eco- servir de norte a la actividad y a la vida humana.
nomía crea valores, valores que sirven de pauta para la conducta Volvemos así, y concluimos, con la llamada urgente a la soli-
de millones de personas. Podemos comprobarlo en la aceptación daridad económica de carácter práctico (praxein). Los seres hu-
de la renta per capita como baremo de las condiciones mínimas manos, de los que hoy sí tenemos noticia diaria, hambrean y
de dignidad o en tantas disposiciones elementales (salud, higiene, mueren por la escasez de unos recursos que pueden generarse y
escolarización, etc.), sin las cuales se juzga como superflua la en- distribuirse. Abandonemos, si se quiere, la apuesta antimilitarista
señanza de una buena conducta moral. y radicalmente igualitaria, pero luchemos con afán en la produc-
Pero la propuesta de una ética de solidaridad no puede limi- ción de bienes que sirvan para remediar de inmediato tamañas
tarse a constatar esta dualidad casi irreconciliable. Recojamos la calamidades. Si no lo hacemos, la humanidad tendrá que guar-
pregunta anterior: ¿basta la ley (política) para asegurar un orden dar decenios de silencio sobre la ética y la dignidad.
económico justo y una distribución equitativa de beneficios? Las
distintas soluciones se jactan de contar con apasionados defenso-
res y, por contra, con denostados detractores. En este terreno la
ética tiene también mucho que decir, aunque ya lo hace a través
de organizaciones de marcado carácter humanista, como los or-
ganismos nacionales e internacionales de ayuda al desarrollo, las
ONG, las campañas de ayuda en situaciones catastróficas, etc.
Entre los propios economistas comienza a asomar una nueva
inquietud, inquietud a la que no pueden hacer oídos sordos, por-
que afecta a su éxito comercial. El triunfo rápido de un producto
se convierte en arma arrojadiza contra la empresa que lo fabrica
y comercializa, si se propala el rumor de su nocividad: que se em-
plean en su fabricación métodos inhumanos o que provoca agre-
siones medioambientales. Nos referimos al exterminio de espe-
cies vegetales o animales, al trabajo de los niños en la confección
de calzados y de ropas, al uso de conservantes alimentarios po-
tencialmente dañinos, etc. Para resolverlo, los economistas pro-
268 RAFAEL LARRAÑETA

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