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Según Gozaíni (…) la nulidad procesal está reglada por el principio de protección, que
significa que toda alegación de nulidad tiende al amparo de un interés lesionado” (como
se cito en, Gaceta Jurídica, 2015)
Gozaíni considera que el principio de protección “(...) toma cuerpo en las vías de
impugnación (...); en particular, pretende otorgar razonabilidad a las nulidades que se
deduzcan, requiriendo tres condiciones específicas:
a) que la anulación pretendida, justifique el accionar de la justicia ante la evidencia del
perjuicio que generan los efectos del acto viciado;
b) que la nulidad provenga de actos propios de la jurisdicción, o de la parte contraria
c) que quien promueve la impugnación no haya dado lugar con sus actos, al vicio que
denuncia. (GOZAINI, 1992, Tomo I, Volumen 2: 855-856, como se citó en, Gaceta
Jurídica, 2015)
El jurista argentino agrega que “el principio demuestra una extensión del precepto nemo
auditur propiam turpitudine allegans (nadie puede alegar su propia torpeza), que en la
octrina procesal se expresa como doctrina o teoría de los propios actos, según el cual, no
es lícito admitir que las partes ejerciten actos contrarios a los que la otra parte, de buena
fe acepta, por observarlos continuos y destinados a una determinada conducta futura...
(GOZAINI, 1992, Tomo I, Volumen 2: 856, como se citó en Gaceta Jurídica, 2015).
En opinión de Couture, las consecuencias del principio de protección son las que a
continuación se indican:
a) No existe impugnación de nulidad, en ninguna de sus formas, si no existe un interés
lesionado que reclame protección. La anulación por la anulación no vale. Esta
consecuencia lo es también del principio general ya expuesto de que no hay
nulidad sin perjuicio al recurrente.
b) Sólo pueden invocar las nulidades constituidas en protección de los incapaces, éstos
mismos o sus representa legales. La nulidad no pueden aducirla quienes han gozado
de capacidad durante la consumación de los actos.
c) Pero la consecuencia más importante derivada de este criterio general, es que no
puede ampararse en la nulidad el que ha celebrado el acto nulo sabiendo o debiendo
saber el vicio que lo invalidaba
En ese sentido, el litigante que realiza el acto nulo no puede tener la disyuntiva de optar
por sus efectos: aceptarlos si le son favorables o rechazarlos si le son adversos. Una
antigua corriente de doctrina ve en esta actitud un atentado contra los principios de
lealtad y de buena fe que deben reinar en el proceso.
Principio de conservación:
El principio de conservación permite, no obstante las irregularidades o imperfecciones
de los actos procesales, mantener la eficacia del acto
“Este principio es una formulación más acotada del que rige en todo el derecho,
especialmente en los de contenido patrimonial. Tiende a dar funcionalidad y efectos a
los actos jurídicos sin importar el vicio que expongan, siempre y cuando, claro ésta, esa
nulidad no sea de la tal importancia que inficione la calidad misma del acto” [CITATION
Goz88 \l 3082 ]
Por otro lado, Satta manifiesta, si el vicio impide un determinado efecto, el acto puede,
sin embargo producir los efectos para los que sea idóneo’. Este principio tiene puntos de
contacto con el otro, propio del derecho sustancial, de la conversión de los negocios
jurídicos, pero se distingue de él porque mientras la conversión apoya sobre la
interpretación de la voluntad de las partes (...), la conservación del acto procesal es
totalmente independiente de la voluntad, y tiene su raíz únicamente en la función del
acto. Es decir, puede darse que por un vicio formal el acto no puede cumplir su íntegra
función (...) pero sin embargo puede cumplir una función menor, comprendida en la
primera...” (SATTA, 1971, Volumen I: 241, como se citó en, Gaceta Jurídica, 2015).
Sobre lo expresado anteriormente, el articulo 172 el Código Procesal Civil (cuarto,
quinto y sexto párrafo) establece lo siguiente:
- No hay nulidad si la subsanación del vicio no ha de influir en el sentido de la
resolución o en las consecuencias del acto procesal
- El Juez puede integrar una resolución antes de su notificación. Después de la
notificación, pero dentro del plazo que las partes dispongan para apelarla, de
oficio o a pedido de parte, el Juez puede integrarla cuando haya omitido
pronunciamiento sobre algún punto principal o accesorio. El plazo para recurrir
la resolución integrada se computa desde la notificación de la resolución que la
integra.
- El Juez superior puede integrar la resolución recurrida cuando concurran los
supuestos del párrafo anterior
Principio de convalidación:
Maurino, acerca de la terminología referida al principio de convalidación, nos enseña
que: “(...) Para denominar el presupuesto de marras, el vocablo más aceptado y preciso
es el de convalidación, equivalente a confirmación. El término ‘subsanación’ tiene con
el citado la relación del género con la especie. En efecto, ‘subsanar’ (o sanear) es
reparar un error o vicio, es decir, sanear el acto quitándole su irregularidad.
‘Convalidación o confirmación’ es la renuncia de la parte a pedir la nulidad del acto,
que de esta manera se subsana. [ CITATION Gac151 \l 3082 ]
Resulta, pues, que la subsanación como actividad puede provenir de las partes
(convalidación propiamente dicha) o del juez. Algunos autores consideran que la
terminología apropiada sería ‘renuncia a la reclamación’ o ‘renuncia a la nulidad’. Se
emplean también las palabras ‘consentimiento’, o ‘aquiescencia’.
Para Luis Rodríguez, “toda nulidad que directa o indirectamente se refiere a un acto
procesal o a una serie de actos procesales es susceptible de convalidación por defecto de
invalidación...”
Maurino apunta sobre la materia que dos son las clases de convalidación:
a) Convalidación expresa. Cuando la parte perjudicada se presenta ratificando el acto
viciado (...).
b) Convalidación tácita o presunta. Cuando la parte legitimada para pedir la nulidad,
en conocimiento del acto defectuoso, no lo impugna por los medios idóneos
(incidente, recurso, etc.) dentro del plazo legal...”
Los principios que conciernen a la nulidad de los actos procesales, son los criterios que
subyacen para la determinación del juez respecto a la valides o no de lo promovido por
las partes procesales. Por cuanto a las partes, les son útiles para efectos de cumplir con
sus pretensiones y hacer cumplir las formalidades que amerita un acto procesal, lo cual
se desarrolla en el principio medular del debido proceso.
Referencias Bibliográficas
Gaceta Jurídica. (2015). Manual del Proceso Civil. Lima: El Buho E.I.R.L.
Gozaíni, A. O. (1988). Introducción al Nuevo Derecho Procesal. Buenos Aires: Ediar S.A.
Gozaíni, A. O. (2004). Elementos de Derecho Procesal Civil. Buenos Aires: Uba E.I.R.L.