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ASPECTOS GENERALES DE LA FILOSOFÍA DE DAVID HUME

Por:

Vida y obra de Hume

David Hume nace el 26 de abril de 1711 en Edimburgo, Escocia, bajo el seno de


una familia históricamente emparentada con la aristocracia, aunque de modesta
fortuna. Se interesó tempranamente por la literatura, siendo ésta para él su “mayor
fuente de alegrías” (Hume, 2004, p. 26). El entusiasmo y disposición por el estudio,
hizo que su familia tomara la decisión y convendrían en que debía estudiar derecho.

Aunque Hume lo hizo por un tiempo en la Universidad de Edimburgo, en el fondo


él solo sentía la necesidad de leer filósofos antiguos, y pereció ante la idea, lo cual le
conllevó al abandono de esa carrera, buscando así la forma de poder subsistir. Luego
de haber considerado iniciar en el comercio, optó por dedicarse a estudiar.

En 1734 se marchó a Francia, donde pasó alrededor de tres años, dedicando su


tiempo a la redacción de su primera obra Tratado de la naturaleza humana, la cual
terminó al regresar a Londres, publicándose, finalmente hacia el año 1739. Hume
menciona el poco auge que generó el tratado, y decidió retirarse a su casa familiar de
Ninewells. Posteriormente se aventuró a escribir lo que sería su segundo escrito
titulado Ensayos morales y políticos en 1742, cuya publicación tuvo mayor y mejor
acogida que la primera.

Empezó a laborar como preceptor del marqués de Annandale entre 1745 y 1746,
para posteriormente tomar el cargo de secretario del general St. Clair, entre 1746 y
1748, del que se destaca por su acompañamiento en la misión diplomática a Viena y
Turín. Asimismo, fue normado como bibliotecario en el Colegio de Abogados de
Edimburgo, donde emprendió la redacción sobre una historia de Inglaterra, la cual
publicó entre los años 1754 y 1672 en varias entregas.

Hacia el año 1763 consideró y aceptó la invitación de lord Hertford para hacer
parte de la embajada de París. En esta ciudad tuvo la fortuna de residir hasta el año
1766, donde se relacionó con Jacques Rousseau. En 1769, hizo un giro definitivo en su
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vida: se habría regresado totalmente a Edimburgo con el fin de disfrutar de los bienes
que le habían dejado sus previos cargos, así como sus obras.

Actualmente, se ha considerado a Hume como un gran pensador y de los más


destacados representantes del empirismo inglés. Esta consideración es tomada del
análisis crítico del conocimiento, el cual hace sobre el filósofo de Königsberg, Kant. En
una reconocida y determinada influencia, insistió sobre la significativa labor de
investigar el origen de las ideas, las cuales comprendía como copias de las
impresiones (sensaciones).

El pensamiento filosófico de Hume destaca la concepción sobre el razonamiento


como actividad de hallazgos en relación a las ideas, las cuales, son categorizadas en
dos tipos: las que existen entre hechos (fundamentado en la experiencia) y las
relacionadas entre ideas (objeto del razonamiento demostrativo). La filosofía de Hume
(y la filosofía en general), pasa de ser una percepción de carácter individual, escrita por
un sujeto, para convertirse en un punto central de referencia intelectual.

Contexto histórico

A raíz del ideario que caracteriza a un pensador, se gestan interpretaciones,


algunas tan cercanas que guardan tributo a las intenciones del autor, y otras no tan
cercanas, pero que, de igual forma, arriban en consideraciones sobre ciertos puntos de
la filosofía en general de determinado autor. Sin embargo, existen precedentes que
conllevan al pensamiento a tomar el sentido que consideran respecto a un enunciado,
idea o situación.

Es decir, cada interpretación está atada a un contexto, bien sea histórico,


cultural, personal o situacional. Pero, “¿qué pasa cuando los pasos de los años han
cambiado los intereses y, a veces, hasta el sentido de las palabras?” (Ordieres, 2018,
p. 234). Las ideas preconcebidas, algunas veces no posibilitan al espectador abrir su
pensamiento a la comprensión de la totalidad del autor, sino que más bien va
seleccionando los términos que considera o son de su interés para así entrar a generar
conflictos internos con el escritor.
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Por ello, se requiere de precisión en la interpretación, la cual se logra estudiando


el horizonte cultural donde cada filósofo se situó para poder desarrollar sus teorías y,
del mismo modo nos familiariza sobre qué problemas presentaba el entorno para así
intentar dar una solución. Mediante ello, se entienden las primeras críticas e
interpretaciones que le hacen.

La filosofía humeana, por tanto, no está exenta de interpretaciones focalizadas,


por lo que el intento de comprender sus posturas de forma genérica, serán tratadas a
continuación. Dado que Hume sentía gran pasión desde joven por la literatura, su
producción escrita fue temprana, amplia y descuidada en sus propios términos, siendo
alguna de ellas contradictorias entre sí.

Por tal razón, Ordieres (2018), considera que el autor puede ser comprendido, al
tiempo, como escéptico, utilitarista, sentimentalista, cognitivista, entre otras. Sin
embargo, si se precisa en la época en que vive y desarrolla su pensamiento podemos
encontrar que:

[…] Se establece una lucha en tres campos: primero, rechaza el


escepticismo como imposible en sus mismas premisas y como
negación de la moralidad misma. Después, niega la visión racionalista
que hace del valor moral un evento sujeto a relaciones de ideas. Por
último, objeta el sentimentalismo contemporáneo que se deshace de la
razón de manera absoluta para caer en el relativismo (p. 240).

La primera dilucidación respecta al escepticismo. Aquí el error se halla por falta


de interpretación y descontextualización: integrándola a categorías propias dadas
posteriormente a la época de Hume. La reflexión que hace Ordieres (2018) sobre el
escepticismo surge a partir de la filosofía kantiana, considerando esa corriente en
Hume como imposible, pues no le permite el uso instrumental de la razón, ya que el
“escepticismo” subjetivo de Hume enfrenta un dilema. Existen dos tipos de
escepticismo: de contenido y motivacional.

En este caso, colocaremos como primera medida, al escepticismo motivacional


de Hume con la razón instrumental. El primero resulta, de facto, incompatible con la
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segunda, pues la razón instrumental no conecta con una neutralidad valorativa


(haciendo referencia al escepticismo motivacional –de Hume-, cuyo alcance toma a la
razón como motivo y no como cosa en sí), pues es enteramente dependiente de su
escepticismo de contenido (cuyo énfasis radica sobre lo que la razón tiene que decir
sobre un acto).

En ese mismo sentido, se establece la interpretación sobre la cual Hume


pretende erradicar el racionalismo y generar una alternativa ligada al naturalismo (como
se citó en Ordieres, 2018). Este acto implicaría, por una parte, negar la intervención de
la razón en el proceso intelectual del autor, dejando como único eje rector las pasiones
o sentimientos. Acto que inmediatamente considera a Hume como irracional, pero
también le colocaría sobre la imposibilidad de explicar una creencia más allá del
sentimiento, porque posteriormente se le arribaría en escéptico.

Esta conjetura supone una lectura determinada de la razón como razón


meramente deductiva y, por tanto, escapa al análisis de los hechos. En ese caso,
Hume no es un escéptico. Él intenta superar el racionalismo moral de occidente (y de
su época), en donde se proclamaba lo absoluto de la razón. La segunda justificación
tiene que ver con la negación de Hume hacia racionalismo moral. Éste supone al
universo moral construido por relaciones morales análogas a las relaciones del
universo físico.

Hume en un principio está de acuerdo con esta teoría, sobre todo en la evidencia
de la existencia, sin embargo, lo que realmente cuestiona son derivadas o aprendidas
tales distinciones, considerando si ellas se dan de la razón pura o de un sentimiento
moral. Hume opta por la segunda, justificándolo de la siguiente manera:

En efecto, los juicios morales se refieren a sentimientos morales


pero esos mismos juicios morales son uniformes precisamente porque
son juicios causales objetivos acerca de cómo las diferentes
circunstancias y reflexiones pueden afectar estas emociones bajo
ciertas condiciones (Cohon, 1997, p. 835).
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La tercera dilucidación radica en la justificación del sentimentalismo moral como


parte de la razón. Es decir, Hume intenta mostrar que la moral (o sentimiento moral), no
es producto propiamente producto del razonamiento puro y analítico, pero para poder
existir precisa de la participación como representación de un objeto que causa el
sentimiento. En ese sentido, la razón propugna tal actividad mediante sus preceptos.

Del mismo modo Hume lo justifica como se sigue: Los sentimientos morales no
parecer ser una fuerza ciega de la naturaleza, de otra manera, no sería reprobable ni el
vicio ni la virtud, ya que serían el resultado de una respuesta no voluntaria, tan natural
e imprevisible como la de los animales. ¿Acaso estarías enojado con el chimpancé por
su mailicia o con el tigre por su ferocidad? (Hume, 1964).

Para Hume el sentimiento moral emerge de las pasiones. Éstas no son dadas
espontáneamente, sino que obedecen a una forma de ser de la naturaleza humana,
propio de ella. Por ejemplo, los sentimientos son dados a todos los animales, tanto los
humanos como los no humanos, pero los animales contienen en sí un sentimiento
ligado al “instinto natural”, el cual no está mediado por actos de conciencia que regulen
el comportamiento, cosa que sucede con el sentimiento moral, el cual es dado a los
humanos.

Así pues, el sentimiento moral no puede surgir del instinto natural, él contiene
especialidad y trascendencia. Pues, de otra manera, los animales (que son capaces de
tener sentimientos), podrían tener sentimientos morales. No obstante, Hume considera
a los seres humanos como los únicos que pueden tener éstos sentimiento, que,
además, hace parte de su esencia misma.

Ante ello, la diferencia de este tipo de sentimientos (el moral), ante otros
sentimientos (el instintivo), y la forma en cómo surgen, el autor las resumen como se
sigue: Si la virtud y el vicio vienen determinados por el placer y el dolor, entonces esas
cualidades tendrán que surgir en todos los casos de las sensaciones, de modo que
cualquier objeto –animado o inanimado, racional o irracional– podría llegar a ser
moralmente bueno o malo por el solo hecho de poder producir satisfacción o malestar
(Hume, 2011).
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Con los argumentos dados sobre ciertas teorías de suposiciones acerca del
pensamiento filosófico de Hume, es menester establecer la importancia de conocer el
contexto histórico del autor para así, evitar caer en anacronismos y tergiversaciones
que siguen hoy día recorriendo los pensamientos de muchos intérpretes. La filosofía de
Hume se encuentra sustentada, de forma genérica, en la crítica hacia el racionalismo y
la existencia de ideas innatas. A partir de este postulado, se concibe que el
conocimiento humano emerge únicamente de la experiencia, colocando al
razonamiento inductivo1 y la creencia en la causalidad, por fuera de la razón.

Es decir, Hume considera la no justificación racionalmente de estos idearios. Por


el contrario, la forma de dar cuenta de ello vendría a ser el resultado de la costumbre y
el hábito mental. En ese orden de ideas, el empirismo de Hume se hace evidente. Sin
embargo, tendríamos que preguntarnos: ¿cómo surge la crítica hacia el racionalismo?
Para responder, es menester examinar el origen de las ideas en la comprensión
general del conocimiento.

Sobre las ideas y la teoría del conocimiento humeana

En el Tratado de la naturaleza humana (1992), examinaremos dos partes. La


primera consiste en la reflexión sobre el surgimiento de las ideas. La segunda, refiere a
la crítica al término sustancia y las ideas abstractas. Respecto al análisis sobre el
origen de las ideas, David Hume sostiene una posición de la naturaleza del
conocimiento dada por la comprensión de la percepción, o lo que es lo mismo,
referente al origen de las impresiones (sensaciones) e ideas.

Es necesario manifestar la necesidad de Hume por hacer una exhaustiva


revisión del conocimiento mediante la experiencia, para así dar cuenta del
comportamiento humano, el pensamiento y los sentimientos. El conocimiento en Hume

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Este tipo de razonamiento concibe que la verdad de las premisas apoya la conclusión,
pero no la garantiza. Aquí se coloca la razón por un lado y por otro, la experiencia. Es
decir, el razonamiento que se hace surge de la experiencia. El problema radica en sus
conclusiones, pues no abarca la totalidad de los hechos, solo considera una parte para
establecer resultados. Un clásico ejemplo de razonamiento inductivo sería: Todos los
cuervos observados hasta el momento han sido negros. Por tanto, todos los cuervos
son negros.
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es dado por la relación entre impresiones e ideas. Es decir, nuestro entendimiento hace
una configuración a partir de impresiones (recibidas o dadas por la experiencia), que
abarcan pasiones, sensaciones y emociones, concebidas y caracterizadas por su
fuerza y vivacidad. En este ámbito, Hume sostiene que desde las impresiones surgen
otras imágenes más tenues denominada ideas, “copias de las impresiones” (Hume,
1992, p. 160).

Por tanto, las ideas que nuestro entendimiento hace, son causa de las
impresiones recibidas. En palabras de Hume (1992):

Todas las percepciones de la mente son de dos clases: impresiones e


ideas, y difieren entre sí solamente por sus distintos grados de fuerza y
vivacidad. Nuestras ideas son copias de nuestras impresiones, y las
representan en todas sus partes. Si deseáis variar de algún modo la
idea de un objeto particular, lo más que podéis hacer es incrementar o
disminuir su fuerza y vivacidad. Si hacéis otro cambio cualquiera en
ella, entonces representaría ya un diferente objeto o impresión. Lo
mismo sucede con los colores. Un matiz determinado de color puede
adquirir un nuevo grado de viveza o brillo, sin ninguna otra alteración.
Pero si producís otra alteración cualquiera, ya no es más el mismo
matiz o color. Así, como la creencia no hace variar sino el modo en que
concebimos un objeto, solamente puede proporcionar a nuestras ideas
fuerza y vivacidad adicional. Por tanto, una opinión o creencia puede
definirse con mayor exactitud como id e a vivaz relacionada o asociada
con una impresión presente (pp. 160-161).

Tal como lo expone el autor, la fuerza con que el entendimiento recibe las
impresiones se convierten en ideas. Éstas son de dos tipos: simples y complejas, y son
dadas sus categorías por la fuerza y vivacidad con que se perciben. Al respecto, las
ideas simples son unidades que no tienen división, cosa que no sucede con las
complejas, pues ellas son la representación de las que ideas que son analizadas.
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Un ejemplo de éstas últimas consiste en que las sensaciones de colores,


sabores y olores, se relacionan “con una determinada idea compleja, como la idea de
una manzana” (Hume, 1992, p, 44). Aunque el color, sabor y olor sean cualidades
características, todas están referenciadas hacia esa manzana, es sencillo percibir que
no todas las manzanas son iguales entre sí, sino que cada una es distinguible de las
otras. Las ideas simples son de actividad sencilla para discernir.

Caso contrario sucede con las ideas complejas. Hume le otorga a la imaginación
la capacidad de formular ideas complejas, ya sea combinando ideas simples o
asociando. Las asociaciones están determinadas por el principio de atracción 2 (o
asociación), desde el cual Hume lo sustenta bajo tres leyes fundamentales: 1. Criterio
de semejanza, 2. Contigüidad espacio y tiempo, y 3. Causa y efecto.

El primero, opera cuando se intenta recordar, por ejemplo, una pintura vista.
Aquí, la mente se intenta remontar directamente al cuadro que pensamos cada vez que
lo recordamos. La segunda, se entiende en dos aspectos. Por un lado, se refiere a una
contigüidad espacial. Por ejemplo, cuando una persona nos cuenta una situación dada
en su casa, la mente intenta representar todo el escenario tal y como lo percibe. Por
otro lado esa ley se concibe en la temporalidad: cuando alguien referencia un acto del
pasado, puesto que en nuestra mente no se imagina de forma aislada, sino que, una
vez presente, empiezan a mostrarse, mentalmente, sucesos dados para el mismo
tiempo. La tercera, se utiliza cuando sucede un accidente. La mente inmediatamente
busca un origen o causa que haya llevado a ese efecto.

Con esto, el autor trata el principio de asociación para explicar la atracción de


ideas dadas por la imaginación, una atracción que da origen a muchas combinaciones
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Este principio se da mediante la relación de unas ideas con otras y su unión para la
formación de conjuntos que determinen el curso del pensamiento. “He señalado
igualmente que cuando dos objetos se encuentran conectados por una de estas
relaciones, basta con que uno de ellos este directamente presente a la memoria o a los
sentidos para que la mente no solo sea llevada al objeto correlativo mediante el
principio de asociación, sino para que lo conciba también con fuerza y vigor
adicionales, gracias a la acción conjunta de ese principio y de la impresión presente”
(Hume, 1992, p. 176).
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y conexiones mentales establecidas por las experiencias del sujeto. Así pues, es
manifiesto la incidencia e importancia que Hume le hace al empirismo, pues les otorga
a las impresiones un rol fundamental en el conocimiento humano, el cual lo rige,
principalmente por sensaciones que se conjuran en la mente, creando así diferentes
estados frente a una idea: la cual, muy continuamente depende del ritmo particular de
la experiencia.

Hume no solo contrarresta la corriente racionalista y su ideario de pensamientos


innatos, sino que propone una forma de comprender la realidad mediante los sentidos.
Nuestro conocimiento se concibe, a partir de Hume, como un sistema en el que se
articulan fuerzas y se interconecten con nuestras ideas e impresiones, mecanismos
mediante los cuales los recuerdos retenidos de las percepciones en la memoria,
elaboran la imaginación posibilitando una lectura dinámica de diferentes eventos que
percibe un sujeto.

Así pues, hemos abordado la filosofía de forma general de Hume. La teoría del
conocimiento, que es su legado más importante dentro de sus preceptos y del
empirismo, abarcando y sosteniendo su visión de la filosofía. Lo que nos queda en
adelante será, tratar sobre sus concepciones con la ciencia y la moral. Las cuales, en la
mayoría de su fundamentación se basa precisamente en la teoría del conocimiento, la
visión respecto a la filosofía y el contexto.

Sobre la ciencia y la teoría moral o emotivismo moral

La teoría moral de Hume, o lo que es lo mismo, la teoría del emotivismo moral,


hace parte de la fundamentación científica, humana y moral, sobre la base del
empirismo. Ésta premisa, rescata el sentido que otras ciencias, como la física, la
matemática y la química habían hecho para basar los resultados de sus estudios. Esto
mismo hace Hume, mediante la observación de hechos y fenómenos, se centra en el
ser humano, para dar cuenta de que la moral es un asunto de emotividad.

Por ello, concede su estudio científico sobre la base humana. Contrario a la


filosofía moral de Hume, las demás ciencias colocaban como objeto de estudio a la
naturaleza, mientras que el autor se centra en el ser humano, puesto que, dentro de su
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concepción filosófica, el ser humano es el centro y fundamente del resto de ciencias.


Por esto, resalta la necesidad de establecer una ciencia humana que enfoque su
estudio en la conducta de los sujetos.

El ser humano entonces, desde la perspectiva de Hume, coexisten dos


dimensiones. La primera es una dimensión teórica, que abarca el conocimiento, y la
segunda es práctica, la cual tiene que ver con la actuación. En ese sentido, el ser
humano, teóricamente necesita saber qué es aquello que puede conocer, pero en lo
práctico, precisa de la formulación sobre la creación de criterios morales con los que
actúa en la vida.

En este punto, se evidencia el componente axiológico de su filosofía, pues


mediante ello, el ser humano se encarga de señalar aquellas cosas que están bien y
las que están mal. La parte teórica que aquí se ha mencionado, comprende de una
explicación anterior relacionada a las impresiones e ideas. De lo que aquí nos
encargaremos, es de profundizar en la parte práctica del ser humano, es decir, en lo
moral. Para ello, centraremos nuestras bases sobre el texto Investigación sobre los
principios de la moral (2014).

Al inicio de esta obra, se crítica al racionalismo moral para luego poder plantear
lo que sería la doctrina del emotivismo moral, propia de Hume. En ese sentido, ¿qué
plantea la moral? Ésta se considera, dentro de la filosofía, como el conjunto de criterios
que determinan la valoración de lo que es correcto y de lo que es incorrecto. Mediante
esos juicios, se hace un intento por incidir tanto en nuestra conducta, como en la de los
demás. La moralidad, bajo esta lógica, pretende dirigir las actuaciones de los seres
humanos en general, y sentenciarlos depende de ciertos criterios.

La moral tiene la finalidad de facilitar el criterio que permite distinguir, las cosas
que se deben hacer (virtud), y lo que se debe evitar (vicios), para conseguir tanto el
bien personal como el común y la felicidad. Ante ello, Hume piensa en la
fundamentación que conlleva a concebir las actuaciones de esa manera. ¿De dónde
vienen y bajo qué sustento se fundamenta la moral? ¿por qué como humano apruebo
ciertos fenómenos y rechazo otros? Dentro de las investigaciones filosóficas del autor,
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halla el origen de tales acciones en el racionalismo moral, y de ahí basa su crítica hacia
esta doctrina.

Es la controversia acerca de si estos fundamentos se derivan de la


Razón o del Sentimiento; de si llegamos a conocerlos siguiendo una
cadena de argumentos e inducciones, o más bien por un sentimiento
inmediato y un sentido interno más sutil; de si, como sucede con todo
recto juicio acerca de la verdad y la falsedad, deben ser los mismos en
todos los seres racionales inteligentes, o deben estar fundados, […] en
la particular manera de ser y constitución de la naturaleza humana.
(Hume, 2014, pp. 38-39).

Hume, conduce sus reflexiones hacia la razón como fundamento moral. El


racionalismo plantea que los seres humanos, en su totalidad, nacen con un orden de la
naturaleza en el que, desde antes del acceso a conocimientos y experiencias, se
obtienen principios éticos que establecen las acciones correctas y las incorrectas.
Entonces la razón es el mecanismo por el que se puede alcanzar “la orden natural”, y
en concordancia con la razón, se establecería a ésta como la dadora de los principios
morales del ser humano.

No obstante, Hume no valida a la moral dentro del punto de vista racionalista.


Pues la conducta moral, desde el empirismo, no está determinada por la razón, pues
ésta es incapaz de mover al ser humano. La razón, como facultad humana tiene y
cumple con la función de conocer. Esto quiere decir que ella es relativa al
conocimiento, pero no al actuar o a la acción.

La razón puede conocer el deber moral, pero no establecerlo. Hume, en vista de


ello, se encontró con la necesidad de hallar otra facultad humana que cumpla con la
función de actuación. Es decir, de mover al ser humano a la valoración de lo que está
bien y de lo que está mal. Hume, para dar cuenta de esa facultad, parte de su campo
filosófico, esto es, del empirismo.
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Así pues, la experiencia es el principio del que emergen todas las ideas
concebidas en nuestra mente, por tanto, las ideas morales (al igual que las demás
ideas), tienen su fundamento en la experiencia. Es decir, cuando se emite un juicio
axiológico, no se hace por ideas innatas o preconcebidas con las que el ser humano ya
viene preparado para hacer uso de sus juicios. Por el contrario, la visión que arroja la
filosofía moral de Hume indica que primero se debe experimentar un evento para saber
y por ende decidir sobre su valor moral.

Se debe sentir para saber si algo es bueno o malo y, asimismo, ese sentir nos
mueve e impulsa a hacer cosas. Lo que nos impulsa a actuar, son las pasiones y
emociones con la que se llega al sentir, a los sentimientos. Así, las cosas para la
filosofía moral cambian. El sentimiento placentero, será la virtud, mientras que lo que,
respecto al vicio, son experiencias de nuestros sentimientos hacia algo que sea
desagradable. Hume manifiesta lo anterior como se sigue:

La meta de toda especulación moral es enseñarnos nuestro deber, y


mediante representaciones adecuadas de la fealdad del vicio y de la
belleza de la virtud, engendrar en nosotros los hábitos
correspondientes que nos lleven a rechazar el uno y abrazar la otra
(Hume, 2014).

El sentimiento moral no es dado de forma igual a todos los individuos. Un


ejemplo que puede considerarse respecto a esto sería, si una persona ayuda a otra a
estudiar artes, no es una conducta apropiada. ¿por qué? Pues si la otra persona no
desea precisamente estudiar dicha área, puede surgir un sentimiento de
desaprobación. Es curioso el hecho de que la palabra ayudar o ayuda, se relacione
directamente con una acción positiva o buena.

El racionalismo rápidamente aprueba que una persona ayude a la otra, sea


consecuencia directa de una buena acción. Pero en el emotivismo moral sucede, en
ocasiones, lo opuesto. Razón de ello es que la persona que es ayudada o motivada a
estudiar artes, ya haya tenido una experiencia con el área y no le haya parecido, dentro
de su experiencia algo adecuado a ella.
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En evidencia queda tanto la dualidad de un mismo término en dos doctrinas


distintas, pero también dos sentimientos morales totalmente diferentes. En ese sentido,
los sentimientos son subjetivos y variables, pues no todos experimentan del mismo
modo un evento. Del mismo modo, los juicios morales que dependen de ellos son, a su
vez, particulares y cambiantes, por lo tanto, se puede notar .la no universalidad en sus
criterios. En otras palabras, la moral no es universal ni dada de igual forma a todos los
individuos.

Ante los postulados dados por Hume sobre las emociones y los juicios de
aprobación o desaprobación que emite cada individuo a partir de su experiencia, es
probable que se considere esa teoría como relativista y egoísta, pues si el acto o
movimiento que se hace con base en los sentimientos individuales, para hacer una
acción solo basta con el propio juicio. No obstante, Hume observó la probabilidad de
que su teoría fuese interpretada de esa manera y consideró una cualidad humana para
evitar caer en relativismo.

Esa cualidad es la simpatía. Ésta antepone los sentimientos de los demás ante
los sentimientos propios. La simpatía impulsa al individuo a compartir y entender las
ideas de los demás, sin importar cuan símiles o distante sean. Esta cualidad mueve
internamente pasiones respecto a eventos que pasen exteriormente. Por ejemplo, se le
concede una beca a un amigo íntimo para estudiar en el exterior, se aprueba una ley
que protege a los discapacitados o se le otorgó un permio a un primo por mejor
actuación.

Estas premisas, si bien no compete a una primera persona sino a una tercera, se
relaciona con la vida personal de uno, y la simpatía hace alegrías por los logros de
otros. Ahora bien, ante la calificación particular del sentimiento moral que se había
otorgado por las pasiones y emociones individuales, con la cualidad de la simpatía, ese
calificativo cambia.

Si la simpatía perdura entre las emociones y sentimientos de los seres humanos


y se sigue considerando positivamente los logros de otros o incluso la ayuda propia
para alcanzar metas de otros, el resultado seguirá siendo invariable. Es decir, ante la
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constancia del mismo sentimiento (simpatía), se hace del comportamiento una


conducta invariable. Es decir, sigue siendo la misma.

Entonces, para establecer parámetros que ubiquen el sentimiento moral en


Hume, podemos anotar que 1) el sentimiento moral no es universal, 2) pero tampoco se
trata de un asunto particular, sino que, pese a todo 3) es una cuestión general e
inalterable. Ahora bien, como última estocada referente al emotivismo moral, se puede
considerar la causa que conlleva a la consideración de aprobación o desaprobación de
una experiencia.

Para Hume, lo que se aprueba se relaciona con la utilidad, y lo desaprobado con


lo inútil. Esta consideración hace de Hume, una consideración de su filosofía hacia el
utilitarismo, pues si el mayor bien de cosas hechas o experimentadas es bueno para la
mayoría como para sí mismo, es válido el sentimiento. Aquí nuevamente se coloca la
simpatía como cualidad intrínseca al hombre, y es por ello, que la teoría moral de
Hume, no cae en relativismo, pero se considera, en últimas, tendida hacia el
utilitarismo, prueba de ello radica en que:

Esta circunstancia de la utilidad pública se tiene a la vista de manera


principal; y siempre que surgen disputas -ya sea en la filosofía o en la
vida ordinaria- acerca de las obligaciones impuestas por el deber, no
hay modo de resolver la cuestión con mayor certeza que asegurarse
de qué lado están los verdaderos intereses del género humano
(Hume,2014, p.52).

En síntesis, la teoría del conocimiento de Hume se basa en las percepciones, de


las cuales ellas se clasifican en dos categorías. La primera tiene que ver según la
fuerza que contenga y son impresiones e ideas. Para Hume, las impresiones son
fuertes, mientras que las ideas son el recuerdo de esas impresiones. Éstas se dividen
en impresiones de sensación (ligada a los sentidos: tocar, oler, sentir, etc.) e
impresiones de reflexión, la cual está ligada a una idea. Esto es, por ejemplo, cuando
sentimos apatía por la idea de calor.
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La segunda categoría, las ideas, se encuentran divididas en: la memoria (cuando


ellas son el recuerdo de una impresión pasada), o de la imaginación (cuando ésta
mezcla referencias datos de las impresiones y de la memoria). En ese sentido, las
ideas proceden de las impresiones. Las ideas siempre provienen de la experiencia, lo
cual conlleva a la consideración de que no existen las ideas innatas. Con esto, Hume
crítica al racionalismo que defiende la creencia de que las ideas vienen dadas desde
siempre en el pensar humano.

Respecto a la teoría moral o emotivismo moral, Hume establece, mediante la


experiencia, limites que la razón no tenía previsto con respecto al origen de la
moralidad. Al igual que la teoría de las ideas, los juicios de bueno, malo, virtuoso, vicio,
útil o inútil, no hallan su sustento teórico en la razón (como vimos), sino en la
experiencia. La experiencia hace generar sensaciones y a la vez, el sentir genera
emociones respecto a una situación dada.

La moral entonces no es posible mediante la razón, sino en la experiencia.


Hume, dentro de su lógica, concibe que cada sujeto es y hace parte de sus
experiencias: las cuales hacen que los juicios de uno no sean o parezcan a los de
otros. Es decir, las valoraciones de la moral son dadas de forma personal, pues ellas se
conciben mediante fenómenos del mundo, y no de la razón.

Consideraciones finales

Finalmente se considera que las acciones personales están motivadas, como


última medid, en los sentimientos de atracción y aversión que producen de forma
singular algunos comportamientos. Es por tanto que se busca muchísimo más aquellas
circunstancias, momentos o eventos que causen placer y se rechaza de manera tajante
lo que produzca dolor.

Los sentimientos de placer y dolor se encuentran, entre tanto, dentro de las


bases de los juicios morales. Lo que resulta placentero hace bien a quien lo padece y lo
que ocasiona dolor o disgusto se evita. Pero tal sentimiento de disfrute no se
comprende de manera egoísta sino sumado a la cualidad humana, la simpatía. Ésta
pretende que el ser humano no pase por alto las condiciones y bienes de los demás, es
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decir, ese sentimiento antepone muchas veces la felicidad y el placer que se le genera
a un tercero sobre el propio.

En ese sentido, la filosofía empirista de Hume, es una reflexión crítica al


racionalismo y a la vez una propuesta lógica (basada en la experiencia), que invita a los
individuos a repensar sobre ciertas verdades dadas universalmente. Pues, Hume,
siempre desde sus consideraciones, emitió juicios respecto a una doctrina que
esbozaba y atribuía ciertos elementos y características que no hacían parte de su
dependencia.

Es decir, la razón, encargada de la comprensión y el entendimiento, no puede


indagar sobre las percepciones personales y las cosas que de forma directa o indirecta
le hagan bien a cada individuo. Incluso dentro del mismo campo, es decir, desde el
entendimiento, la razón no tiene atribuciones sobre el carácter innato de las ideas.
Pues, éstas se dan cuando la vida del ser humano empieza a desarrollarse y comienza
a experimentar, por sí mismo aquellas cosas del mundo que le hacen bien o le hacen
mal.
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REFERENCIAS

Hume, D. (1988). Investigación sobre el conocimiento humano. Alianza Editorial.

Hume, D. (1992). Tratado de la naturaleza humana. (2nd ed.). EDITORIAL TECNOS,


S.A.

Hume, D. (2004). De mi propia vida. (2nd ed.). PUBLICACIÓN Y FOMENTO


EDITORIAL.

Hume, D. (2014). Investigación sobre los principios de la moral. (3ra ed.). Alianza
Editorial.

Ordieres, A. (2018). La importancia del contexto histórico en la filosofía: El caso de la


filosofía moral de David Hume. Alpha: revista de artes, letras y filosofía, 46 (1),
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