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Apuntes de Hume

By Filofer

DAVID HUME
Vida de Hume.

“Nació en 1711. Murió en 1776. Deja a la humanidad que añada


el resto”. Así reza el epitafio que el propio David Hume escribió para su tumba.
David Hume nació en Edimburgo (Escocia) en 1711. Aunque de familia acomodada, no lo era lo suficiente
como para permitir a Hume el poder dedicarse exclusivamente a la filosofía, por lo que su padre lo orientó
hacia la carrera de abogado, a la que llegó a dedicarse durante unos meses en Bristol. No obstante, ya
desde muy joven Hume manifestaba, según sus palabras, "una aversión insuperable hacia todo lo que no
fuera la investigación filosófica y el saber en general", por lo que abandonó su trabajo y viajó a Francia,
(estuvo en La Fleche, el colegio de jesuitas de Descartes) donde permaneció entre los años 1734-1737,
dispuesto a dedicarse exclusivamente a la filosofía. En 1744 intentó, sin éxito conseguir una cátedra de
Ética en la Universidad de Edimburgo. Poco después, volvió a viajar como secretario de un general al
continente. Unos años, más tarde fue nombrado bibliotecario en la Universidad de Edimburgo. En 1762,
viajó de nuevo a Francia. Los años en París le permitieron entrar en contacto con los intelectuales franceses
del momento y fue bien acogido entre los filósofos ilustrados autores de la Enciclopedia. De vuelta a
Inglaterra, hospedó a Rousseau en su casa, aunque Rousseau rompió bruscamente la relación. Para
entonces Hume gozaba de una buena posición económica y una sólida reputación, a pesar de que la Iglesia
Católica había incluido sus obras en el índice de libros prohibidos. A partir de entonces, y hasta su muerte
en 1776, llevará una vida retirada en Edimburgo. Sólo después de su muerte se publicaron sus Diálogos
sobre la religión natural, escritos mucho antes, en 1752.
El episodio de Rousseau es curioso. No para que lo estudies, aunque seguro que se te queda lo
primero, sino para poner un rostro humano entre tanta idea. Conoces a Rousseau, ¿verdad? Pues fue muy
famoso en Francia. Tanto que sus libros habían sido quemados y había orden de detención contra él. -Lo
acogió en su casa a pesar de la fama de inestable y lunático de Rousseau, que acabó por acusarlo de urdir
un complot contra él. Temiendo por la reputación de hombre afable que tenía Hume en Francia, éste quiso
defenderse de la acusación, y en la polémica se involucraron conocidos intelectuales de la época. Se llegó a
decir que una declaración de guerra entre Francia y Gran Bretaña no habría hecho más ruido. Parece que,
irónicamente, Rousseau era un “buen (o no) salvaje”.
Obras de Hume:

Tratado sobre la naturaleza humana, publicada en tres volúmenes entre1739-1740.


Ensayos sobre moral y política, 1741-1742.
Investigación sobre el entendimiento humano, 1748.
Investigación sobre los principios de la moral, 1751.
Diálogos sobre la religión natural, escritos antes de 1752, publicados en 1779

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Contexto histórico de Hume.

Aunque el próximo tema, con Kant, veremos de manera más detallada este contexto del siglo XVIII que,
como sabes, es la Ilustración, aquí presentamos ciertas características típicas de la Ilustración inglesa. Estas
son las siguientes:
 El desarrollo de las teorías políticas liberales, iniciadas por Locke, que exaltan los derechos del
individuo frente al poder del Estado.
 Una manera racional de entender el fenómeno religioso, el deísmo, una especie de religión
natural, desprovista de ritos y dogmas que planteaba la existencia de un Dios creador, pero que no
interviene en el curso de la naturaleza, de manera que el mundo se rige por las leyes naturales.
 El desarrollo de la filosofía moral, con defensores del sentimiento altruista como base de la moral y
que llega hasta el propio Hume. Lo llamaremos emotivismo y deberíais conocerlo ya, de la misma manera
que estoy intentando que mis alumnos de 4º lo conozcan, con éxito desigual.

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APUNTES

1. LOS PRINCIPIOS DE SU PENSAMIENTO

Hume llevó los principios empiristas a sus últimas consecuencias. Los principios sobre los que se
asienta el pensamiento de Hume son los siguientes:

1. Principio empirista:
“Todos los materiales de nuestro pensamiento se derivan de nuestra percepción interna o externa. La
experiencia es el origen y el límite de nuestro conocimiento”, afirma Hume en la Investigación sobre el
conocimiento humano. Por lo tanto, “la razón no puede nunca engendrar por sí sola una idea original”.

2. Principio de inmanencia:
“Nada puede estar presente a la mente, sino una imagen o percepción. Los sentidos sólo son
conductos por los que se transmiten estas imágenes sin que sean capaces de producir un contacto
inmediato entre la mente y el objeto” (Investigación).
Es decir, sólo conocemos directamente nuestras imágenes, representaciones mentales (que son algo
inmanente a la mente), no las cosas.

3. Principio de copia o correspondencia:


“Todas nuestras ideas no son sino copias de nuestras impresiones, es decir, que nos es imposible
pensar algo que no hemos sentido previamente con nuestros sentidos internos o externos”
(Investigación).
Así pues, no existen ideas innatas. Y de este principio Hume extrae un criterio que le permite enfrentarse a
ideas ambiguas o a términos filosóficos sospechosos de no corresponder a ninguna idea. Consiste en
preguntarse “¿De qué impresión deriva esta idea?”.
En caso de no encontrar la impresión correspondiente, considera el término carente de significado. De este
criterio partirá la crítica que realiza de las ideas de sustancia y de esencia.

4. Principio de asociación de ideas:


Cuando Hume investiga las leyes de asociación de ideas alude a Newton diciendo que los movimientos de
las ideas deben poder reducirse a una “ley de mecánica”: “…hay una especie de atracción que tiene en el
mundo mental efectos tan extraordinarios como en el físico”.
Y descubre las leyes que rigen dicha atracción: semejanza, contigüidad (en el espacio y/o en el tiempo) y
causa-efecto.
Como veremos, la relación causa-efecto quedará reducida a la conexión regular de dos acontecimientos en
el espacio y en el tiempo, por lo que las leyes de asociación serán fundamentalmente dos: la semejanza,
decisiva para comparar ideas en sus relaciones formales, como ocurre en matemáticas. Y la contigüidad,
fundamental en el campo de las ciencias de hecho. La imaginación es la facultad que produce ideas simples
o complejas.

5. Principio de negación de las ideas generales:


“… todas las ideas generales no son, en realidad, sino ideas particulares vinculadas a un término general, el
cual recuerda en determinados momentos otras ideas particulares que se asemejan en ciertos detalles a la
idea presente en la mente”. Las ideas generales no representan nada de la realidad, son sólo nombres que
relacionamos con ideas particulares, las cuales sí representan cosas.

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2. ELEMENTOS DEL CONOCIMIENTO.


Basándose en los principios que acabamos de ver, Hume considera que los elementos del conocimiento
son las percepciones y las relaciones entre ideas.
A) Las percepciones son los contenidos de la mente desde los que es elaborado todo nuestro
conocimiento. Se dividen en impresiones e ideas.
A.1.Las impresiones son, actos inmediatos de la experiencia interna o externa: todas nuestras sensaciones,
pasiones y emociones que hacen su primera aparición en la mente. Son el origen de las ideas, las preceden.
Hay dos tipos de impresiones: de sensación, las cuales nos dan a conocer los objetos del mundo y nuestras
sensaciones, por ejemplo, de frío o dolor. Una vez desaparecen, dejan una huella en la mente, una idea. Y
de reflexión, las cuales se derivan de las ideas, no de la experiencia; mediante ellas conocemos nuestros
estados internos de conciencia.
A.2.Las ideas son “las imágenes de las impresiones al pensar y razonar”. Son copias o huellas en el
pensamiento, derivadas de las impresiones cuando éstas han desaparecido, por lo que no aportan ningún
contenido de conocimiento nuevo. Se diferencian de las impresiones porque son más débiles que éstas y
porque pueden aparecer en un orden temporal distinto gracias a la imaginación.
B) Relaciones entre ideas. Cuando la mente ha recibido impresiones éstas pueden reaparecer gracias a la
memoria o gracias a la imaginación. Cuando actúa la memoria las ideas presentan mayor viveza y
conservan su orden y posición. En cambio, la imaginación puede combinar arbitrariamente ideas simples,
descomponer ideas complejas y reagruparlas de nuevo… Pero Hume advierte que en la imaginación hay un
“principio unitario de las ideas, una cualidad asociativa en virtud de la que una idea introduce otra de modo
natural”. Y la causa de esta cualidad asociativa o tendencia a encadenarse de las ideas es la propia
naturaleza humana. Semejanza, contigüidad y relación causal son las relaciones naturales entre ideas.
Pero también existen relaciones filosóficas. En ellas la mente no está impelida por una fuerza natural de
asociación, sino que compara objetos porque ha elegido establecer una comparación. Y es posible hacerlo
siempre que haya alguna cualidad similar entre dichos objetos. Es decir, la semejanza es una relación sin la
que no puede existir ninguna relación filosófica. Hume enumera siete tipos de relaciones filosóficas:
semejanza, identidad, relaciones de tiempo y espacio, proporción cuantitativa o número, grados en
determinada cualidad, contraste y causación.

Para Hume las percepciones sensibles establecen el valor de todo razonamiento y de todo
concepto. Con su pregunta acerca de la impresión de la que procede una idea que esté bajo sospecha,
distingue entre meros términos, palabras sin valor cognoscitivo alguno, e ideas.

3. TIPOS DE CONOCIMIENTO
Leibniz había distinguido entre “verdades de razón” y “verdades de hecho”. Hume, desde sus principios
empiristas modifica esta distinción y afirma:
“Todos los objetos de la razón e investigación humana pueden dividirse naturalmente en dos grupos:
relaciones de ideas y cuestiones de hecho”.
Son conocimiento de relaciones de ideas todas las proposiciones matemáticas. Son intuitiva o
demostrativamente ciertas, pues las proposiciones contrarias implican contradicción. Su verdad es
independiente de lo que suceda en el mundo, pues sólo expresan relaciones entre ideas como triángulo,
ángulo, etc. Son, por tanto, ideas a priori, analíticas, universales y necesarias, porque el predicado está
contenido en la noción de sujeto y su contrario es imposible. Un ejemplo: “el todo es mayor que las
partes”. Es el ámbito de las ciencias formales.

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El conocimiento de las cuestiones de hecho, en cambio, no es evidente. Y este es el ámbito propio


de las ciencias empíricas, como las ciencias de la naturaleza.
En efecto, Hume sostiene que lo contrario de cualquier cuestión de hecho no implica contradicción
y, por lo tanto, es posible. Es por eso que la mente puede concebirlo con igual facilidad que lo aquello que
se ajusta a la realidad. Hume pone como ejemplo la proposición “el sol no saldrá mañana” y señala que ésta
no es una proposición menos inteligible ni implica mayor contradicción que “el sol saldrá mañana”. Si fuera
demostrativamente falsa implicaría contradicción y no podría ser concebida por la mente. De esto se sigue
que las cuestiones de hecho sólo pueden ser establecidas a partir de la experiencia y, por lo tanto, las
conclusiones a las que lleguemos en relación a ellas serán sólo probables. En otras palabras, y para
preparar a Kant, son a posteriori, sintéticas, particulares y contingentes.
Pero, hay más y aquí empieza lo bueno. Hume afirma que todos los razonamientos acerca de
cuestiones de hecho se basan en la relación de causa efecto. Así pues, analicemos esta relación pues de
ella depende el carácter científico que damos a las llamadas ciencias empíricas.

4. CRÍTICA AL PRINCIPIO DE CAUSALIDAD.


Primero digamos lo que, de hecho, hacemos diariamente. Nuestro conocimiento de hechos está
limitado a nuestras impresiones. Pero éstas están limitadas a impresiones actuales o recuerdos de las del
pasado. No puede haber conocimiento de hechos futuros, puesto que no poseemos impresiones de lo que
a uno sucedido. Sin embargo, en nuestra vida cotidiana contamos con que determinados hechos
sucederán; por ejemplo, que si ponemos la tetera con agua en el fuego ésta hervirá. Esta certeza, dice
Hume, se basa en la experiencia y no en una deducción racional. No obstante, sigue diciendo, no hay nada
en la experiencia que nos garantice que los hechos pasados se repitan en el futuro. Sólo se da por
supuesta esta conexión. Pero ¿qué es lo que damos por supuesto? Suponemos que dos fenómenos que
siempre se han producido, hasta ahora, de manera contigua tienen entre sí una relación de causa efecto:
suponemos que el fuego causa necesariamente un efecto de calor. Es decir, nos basamos en una inferencia
causal y concebimos la relación causa-efecto como una conexión necesaria, según la cual el efecto se
producirá forzosamente. Hasta aquí, lo que, de hecho, hacemos.
Ahora Hume va más allá y aplica el criterio de verdad a la idea de “conexión necesaria”. Es decir, si
el criterio de verdad dice que una idea es verdadera cuando podemos encontrar la impresión a la que
corresponde, Hume se pregunta si podemos señalar la impresión que corresponde a la idea de “conexión
necesaria”. Y concluye que, evidentemente, no podemos. Únicamente podemos percibir dos hechos
contiguos y la experiencia del pasado es que esos dos hechos siempre se han producido uno tras otro. Esta
experiencia no justifica, no obstante, que haya una conexión entre ellos puesto que no la podemos
demostrar.
Según esto, el fundamento de la ciencia como algo universal y necesario se resquebraja. Pero
entonces, si no hay percepción de conexión necesaria ¿por qué la suponemos? Muy fácil. La costumbre
genera en nosotros una creencia en la existencia de esa conexión. Hume define la creencia como toda idea
acompañada por un fuerte sentimiento de la verdad de dicha idea. Esta creencia basta para vivir. Así pues,
la creencia producida por el hábito es una guía práctica imprescindible para la vida cotidiana, pero no es,
en rigor conocimiento científico. La relación causa efecto no es, pues, más que una ficción de la mente al
que la afición muy útil para la vida.
Una pequeña observación final. Esta inferencia causal que
utilizamos, es aceptable únicamente entre dos impresiones, pero no
entre una impresión y algo de lo que no hemos tenido experiencia

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alguna. Esto prepara, como has visto ya, la crítica de la metafísica tradicional que enseguida vemos. Pero,
antes, leamos un poquito a Hume:

“Estamos determinados a suponer que el futuro se asemeja al pasado únicamente por la costumbre.
Cuando veo una bola de billar que se mueve hacia otra, mi mente será llevada inmediatamente por el
hábito hacia su efecto habitual, y se anticipa a la vista concibiendo el movimiento de la segunda bola. No
hay nada en esos objetos, considerados abstracta mente de forma independiente de la experiencia, que me
conduzca extraer una conclusión como ésa; e incluso después de haber tenido experiencia de muchos
efectos repetidos de esta clase, no hay ningún argumento que me determine a suponer que el efecto será
conforme a la experiencia pasada”.
Resumen del Tratado de la naturaleza humana

5. CRÍTICA A LA METAFÍSICA TRADICIONAL.

5.1. Crítica a la idea de sustancia.


Si has entendido lo anterior, lo que voy a decir ahora te parecerá lógico. Si el entendimiento está limitado
por las impresiones, no nos es posible abordar cuestiones abstractas como el concepto de sustancia . El
concepto de sustancia designa un conjunto de percepciones particulares que nos hemos acostumbrado
encontrar juntas, pero es un concepto al que no le corresponde ninguna impresión. La consecuencia es que
la sustancia, el concepto fundamental de la metafísica (recuerda a Descartes), se desmorona. Por tanto, la
metafísica general se convierte en una ilusión.

5.2. Crítica a la realidad material (el mundo).


No podemos saber con certeza si existen objetos fuera de nosotros, puesto que sólo conocemos nuestras
propias impresiones y no una realidad distinta de ellas. Podríamos suponer que la realidad existe porque es
la causa de nuestras impresiones. Para Hume, esta inferencia causal no puede aceptarse, ya que relaciona
una impresión con algo que está más allá de nuestras impresiones. Y eso iba en contra del criterio de
certeza el enunciado por Hume. La realidad es, por tanto, una suposición que no se puede comprobar
pero que es imprescindible para la vida. Es una tendencia natural del ser humano buscar referencias
estables como estrategia para hacer más fácil la vida cotidiana. Pero nada más.

5.3. Crítica a la sustancia infinita (Dios).

Algo semejante hace al analizar los argumentos para demostrar la existencia de Dios. El argumento
ontológico queda invalidado porque la existencia es una cuestión de hecho y, por tanto, su contrario no
implica contradicción. Es decir, (y estate muy atento/a) no es necesario que Dios exista, porque la no
existencia del objeto correspondiente a una idea no es algo contradictorio con dicha idea). El resto de los
argumentos, los argumentos a posteriori, se basaban en alguna inferencia causal. Si la inferencia causal es
aceptable únicamente entre dos impresiones, no es válida en esos casos, puesto que de Dios no tenemos
impresión alguna. Dios es, para Hume, una hipótesis inútil, ya que no podemos probar su existencia. Y un
pequeño texto que llama a la rebelión:
“si procediéramos a revisar las bibliotecas convencidos de estos principios, ¡qué estragos no haríamos! Si
cogemos cualquier volumen de teología o metafísica escolástica, por ejemplo, preguntémonos: ¿contiene
algún razonamiento abstracto sobre cantidad y el número? No. ¿Contiene algún razonamiento
experimental acerca de las cuestiones de hecho o existencia? No. Tírese entonces a las llamas, pues no
contiene más que sofistería e ilusión”.
Investigación sobre el entendimiento humano
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5.4. Crítica a la sustancia pensante (yo).
Hume no puede aplicar a la existencia del yo el mismo esquema basado en la inferencia causal,
porque los filósofos anteriores lo explicaron como una intuición inmediata. Pero también va a recibir lo
suyo. En este caso, Hume argumenta que sólo tenemos intuiciones de nuestras impresiones, y ninguna de
ellas es permanente, sino que se suceden a lo largo de la vida. Para que la idea del yo fuese verdadera,
tendríamos que poder señalar la impresión a la que corresponde. Si el yo fuera una impresión, tendría que
ser una impresión permanente, y no tenemos ninguna impresión de esa clase. El yo sería, dice Hume,
como una especie de teatro en el que entran y salen las percepciones, con la diferencia de que el teatro no
existe. Pero entonces, se plantea la cuestión de cómo es posible que tengamos conciencia de nuestra
identidad personal. La respuesta de Hume es que nuestra identidad se basa la memoria, que hace posible
que reconozcamos la conexión entre las impresiones que se sucede. Nuestro error consiste, por tanto, en
confundir sucesión con identidad. Chicos, chicas, sabedlo de una vez: no tenéis identidad.

Conclusión de la crítica a la metafísica.


Ninguna de las tres sustancias ha resistido el análisis empirista de Hume. Su intención, no obstante, no
es tanto negar la existencia de esas sustancias como su justificación racional. No es lo mismo negar que
Dios exista que negar que podamos demostrar que existe. En todo caso, sus conclusiones desembocan en
un fenomenismo y en un escepticismo total.
- Fenomenismo: no conocemos la realidad exterior sino únicamente nuestras percepciones que son
fenómenos aislados.
- Escepticismo: no es posible un conocimiento cierto a través de la experiencia. No es un
escepticismo metodológico, como en Descartes, sino un escepticismo consecuente. Tampoco es un
escepticismo absoluto, como el helenístico, sino moderado, porque acepta la creencia como vía
para la vida y tiene utilidad práctica. Se trata por tanto de un escepticismo únicamente filosófico
pues la vida se impone a las conclusiones escépticas de la razón. En este sentido, Hume es el
filósofo escocés de sentido común. Como ejemplo, lee estas palabras: “entrégate a tu pasión por la
ciencia, pero haz que tu ciencia sea humana y que tenga una referencia directa a la acción de la
sociedad. Se filósofo, pero en medio de toda tu filosofía, continúa siendo un hombre”. (Investigación
sobre el conocimiento humano)

6. LA MORAL.
Con el mismo criterio empleado para el análisis del entendimiento, basado en la observación y la
experiencia, Hume analiza la ética y la política, tratando de liberarlas de todo planteamiento metafísico.
La filosofía tradicional había respondido a la pregunta sobre el origen de la moral recurriendo a la razón, a
la que se había supuesto capaz de determinar qué conductas están de acuerdo con el orden natural.
Recuerda, sobre todo, Aristóteles y Santo Tomás de Aquino.
Hume critica este racionalismo moral partiendo de la siguiente argumentación: los juicios morales
nos impulsan a comportarnos en un sentido o en otro, nos mueven a la acción, mientras que los juicios de
la razón no nos llevan a preferir una acción a otra. -En este punto nos recuerda que el análisis racional sólo
puede referirse a las relaciones entre ideas (y las matemáticas no nos mueven a obrar para nada) o a
cuestiones de hecho (y la moral no se reduce a hechos). Por tanto, los juicios morales no tienen
fundamento en la razón. Entonces ¿en qué se fundamentan los juicios morales?
Hume habla de un sentimiento desinteresado que permite la comprensión del otro. Es lo que se
llama simpatía y hoy conocemos como empatía, es decir, la capacidad de dejar de lado nuestro propio
interés para situarnos en la perspectiva de la otra persona. Para Hume, esta simpatía es un sentimiento
natural y desinteresado y es lo que fundamenta la vida moral.
La moral de Hume puede, por tanto, considerarse como:
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- Emotivista. Las proposiciones éticas no son verdaderas ni falsas: se limitan a expresar un
sentimiento. La elección moral se sitúa fuera de la esfera de la razón, en el terreno de las
emociones. La razón puede intervenir como árbitro en las cuestiones que surgen en la vida moral
pero ese sentimiento es el que decide nuestras motivaciones. Y mira lo que dice, que creo que te va
gustar: “la razón es esclava de las pasiones y no puede pretender otra tarea que servirlas y
obedecerlas”. La consecuencia con respecto libertad es clara: la libertad no es más que una ilusión,
puesto que el comportamiento del hombre está determinado por las pasiones.
- Utilitarista. La inclinación de la naturaleza humana hacia el bien proviene de la utilidad para la
vida social. Así se explica la justicia, que no tendría sentido en una sociedad de bienes ilimitados o
en caso de que el individuo viviera aislado. Esta inclinación se refuerza con el ámbito de la
educación que forjan en el individuo la conciencia moral. Hume considera, por otra parte, que los
filósofos que pretenden construir una ética racional caen en la falacia naturalista que consiste en
derivar de los hechos un deber moral. Por ejemplo, el naturalismo aristotélico o tomista. Esta
falacia naturalista será muy estudiada en el siglo XX y se esquematiza diciendo que el deber ser no
proviene del ser. Es decir, que no porque el hombre sea naturalmente de cierta manera, lo que
coincide con esa naturaleza será un bien moral.

7. LA RELIGIÓN.
El análisis que Hume hace de la religión será decisivo para el pensamiento religioso de la ilustración
en toda Europa. A partir de su refutación de las pruebas de la existencia de Dios, Hume concluye que no es
posible una justificación racional de la religión y, por tanto, finalmente no puede aceptar el deísmo.
Sin embargo, se muestra interesado en el fenómeno religioso y cree que sus orígenes pueden
encontrarse en la naturaleza humana. Es novedoso el análisis psicológico y sociológico que Hume plantea.
Este análisis le lleva a afirmar que las ideas religiosas nacen de las esperanzas y los temores del ser humano,
de la incertidumbre, que le hacen un principio atribuir los bienes y las amenazas a distintas causas por
encima de él mismo. La evolución hacia el monoteísmo es un avance con respecto al politeísmo, pero
encierra el grave peligro de la intolerancia y da lugar a persecuciones y condenas. En definitiva, Hume adopta
también en este terreno una actitud escéptica y agnóstica:
“el todo es una adivinanza, un enigma, un misterio inexplicable. (…) No indaguemos más y, oponiendo una
especie de superstición otra, abandonémoslas todas a sus discusiones. Nosotros, mientras dura su furia y su
disputa, refugiémonos felizmente en las tranquilas, aunque oscuras, regiones de la filosofía”.
Tratado de la naturaleza humana.

8. La sociedad y la política.
La política estudia a los seres humanos unidos en sociedad, relacionados y dependientes unos de otros.
Hume la considera una ciencia en la que se pueden establecer máximas generales, hipótesis y
predicciones, aunque nunca llega a conseguir la certeza de las matemáticas, pues en estas tratamos con
ideas y en la política con hechos.

Un aspecto característico de la teoría política de Hume es, pues, la atención que presta a los datos
empíricos y su negativa a aceptar hipótesis filosóficas que no estén confirmadas por los hechos. Por eso no
admitió la idea medieval de que el poder de los gobernantes procediera por derecho divino, ya que esto
supondría admitir ideas metafísicas a las que no concedía ningún valor.

A. La utilidad en el surgimiento de la
sociedad

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El auténtico origen de la sociedad es la simpatía, que mueve a los seres humanos a unirse para
lograr su utilidad y el bien común. Por tanto, la sociedad nació porque era útil a los seres humanos. Al vivir
juntos aumentaban:

• La fuerza para cazar y conseguir alimentos.


• La habilidad para la distribución de las ocupaciones.
• La seguridad ante los posibles ataques de otros seres humanos o animales.

El núcleo inicial de la sociedad fue la familia. Desde niño el ser humano descubre las ventajas de
vivir en sociedad, pues en ella unos seres humanos ayudan y protegen a otros. La necesidad de conseguir y
asegurar bienes externos favoreció más adelante la transición a una sociedad más amplia.

La utilidad es, por tanto, el móvil que hace surgir la sociedad. De todas maneras, no hay que
imaginarse al ser humano primitivo consciente de estas ventajas. Hume no tiene muy clara la idea de un
primitivo estado de naturaleza en el que los seres humanos vivieran solitarios, sea enfrentados y en guerra
continua, como pretendía Hobbes, sea pacíficos y poseídos de buenos sentimientos, como quería
Rousseau. Considera esa idea como una mera ficción, quizás útil para explicar cómo se organiza la
sociedad. Más que la reflexión teórica fue la necesidad que los seres humanos sentían lo que los llevó a
vivir juntos.

Tampoco cree en un posible contrato social. Los contratos y las promesas no tienen ningún poder
vinculante fuera de la sociedad y, por ello, valen de poco antes de que la sociedad exista. Admite, de todas
maneras, que puede haber un contrato implícito “como ocurre cuando dos hombres reman juntos,
aunque no haya mediado entre ellos acuerdo alguno, lo hacen en virtud de un cierto pacto”. Lo que
conduce a la constitución de la sociedad es, por ello, algo más sentido que pensado.

B. El origen y la legitimidad del poder político: ambición, fuerza y


utilidad

En un momento posterior la sociedad necesita organizarse políticamente. La justicia natural no es


suficiente para mantener el orden y reprimir los enfrentamientos y crímenes. Las naciones se formaron
por la ambición y la fuerza. Aparecen, por ello, los gobiernos, que, si al principio tienen como objetivo
principal mantener la justicia, más adelante elaboran y llevan a la práctica diversos proyectos necesarios
para el bienestar de la sociedad. Hume considera, de todos modos, que pueden existir sociedades sin
gobierno y cree que, de hecho, primitivamente fue así. Todavía hoy, afirma Hume, se puede comprobar la
existencia de sociedades sin gobierno entre las tribus indias de América.

La necesidad de un gobierno surgió del aumento de las riquezas y de las guerras y


enfrentamientos con otros pueblos. Los jefes surgidos de estas campañas conservaban algo de su
autoridad, que al principio solo les permitía intervenir en casos aislados, pero, posteriormente, se fue
haciendo permanente. Esta autoridad se aceptaba por lo útil que resultaba para la sociedad, por lo que
Hume considera que, en alguna medida, se puede hablar de un contrato implícito.

La razón, por tanto, por la que hay que obedecer las leyes no es otra que el interés y la utilidad. La
sociedad nos da una seguridad y protección de la que no se gozaría si fuésemos completamente
independientes. En esto coinciden, por tanto, la política y la moral. Lo único que justifica y legitima el
poder de un gobernante es el bien común que procura a su pueblo y la defensa de los bienes
indispensables para la vida de una sociedad: propiedad, fidelidad a los contratos y otros semejantes.

Si la utilidad es la razón de la obediencia, cuando un gobierno deja de ser útil y tiraniza al pueblo
desaparece también la razón para obedecer. En ese caso es lícita la sublevación, si bien son tales los
peligros de esta que solo se puede emprender en casos de verdadera tiranía y opresión.
Así pues, la doctrina política humeana se apoyó principalmente en la utilidad, ya que consideró
que las leyes sociales son válidas mientras protejan los intereses y el disfrute de los individuos. Repasa a
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Adam Smith y a Jeremy Bentham, amigos suyos. El primero creador de la expresión “mano invisible” y
Bentham del concepto de panóptico y momificado en una vitrina de un college de Londres, tan ricamente.

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