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By Filofer
DAVID HUME
Vida de Hume.
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Apuntes de Hume
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Aunque el próximo tema, con Kant, veremos de manera más detallada este contexto del siglo XVIII que,
como sabes, es la Ilustración, aquí presentamos ciertas características típicas de la Ilustración inglesa. Estas
son las siguientes:
El desarrollo de las teorías políticas liberales, iniciadas por Locke, que exaltan los derechos del
individuo frente al poder del Estado.
Una manera racional de entender el fenómeno religioso, el deísmo, una especie de religión
natural, desprovista de ritos y dogmas que planteaba la existencia de un Dios creador, pero que no
interviene en el curso de la naturaleza, de manera que el mundo se rige por las leyes naturales.
El desarrollo de la filosofía moral, con defensores del sentimiento altruista como base de la moral y
que llega hasta el propio Hume. Lo llamaremos emotivismo y deberíais conocerlo ya, de la misma manera
que estoy intentando que mis alumnos de 4º lo conozcan, con éxito desigual.
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Apuntes de Hume
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APUNTES
Hume llevó los principios empiristas a sus últimas consecuencias. Los principios sobre los que se
asienta el pensamiento de Hume son los siguientes:
1. Principio empirista:
“Todos los materiales de nuestro pensamiento se derivan de nuestra percepción interna o externa. La
experiencia es el origen y el límite de nuestro conocimiento”, afirma Hume en la Investigación sobre el
conocimiento humano. Por lo tanto, “la razón no puede nunca engendrar por sí sola una idea original”.
2. Principio de inmanencia:
“Nada puede estar presente a la mente, sino una imagen o percepción. Los sentidos sólo son
conductos por los que se transmiten estas imágenes sin que sean capaces de producir un contacto
inmediato entre la mente y el objeto” (Investigación).
Es decir, sólo conocemos directamente nuestras imágenes, representaciones mentales (que son algo
inmanente a la mente), no las cosas.
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Para Hume las percepciones sensibles establecen el valor de todo razonamiento y de todo
concepto. Con su pregunta acerca de la impresión de la que procede una idea que esté bajo sospecha,
distingue entre meros términos, palabras sin valor cognoscitivo alguno, e ideas.
3. TIPOS DE CONOCIMIENTO
Leibniz había distinguido entre “verdades de razón” y “verdades de hecho”. Hume, desde sus principios
empiristas modifica esta distinción y afirma:
“Todos los objetos de la razón e investigación humana pueden dividirse naturalmente en dos grupos:
relaciones de ideas y cuestiones de hecho”.
Son conocimiento de relaciones de ideas todas las proposiciones matemáticas. Son intuitiva o
demostrativamente ciertas, pues las proposiciones contrarias implican contradicción. Su verdad es
independiente de lo que suceda en el mundo, pues sólo expresan relaciones entre ideas como triángulo,
ángulo, etc. Son, por tanto, ideas a priori, analíticas, universales y necesarias, porque el predicado está
contenido en la noción de sujeto y su contrario es imposible. Un ejemplo: “el todo es mayor que las
partes”. Es el ámbito de las ciencias formales.
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alguna. Esto prepara, como has visto ya, la crítica de la metafísica tradicional que enseguida vemos. Pero,
antes, leamos un poquito a Hume:
“Estamos determinados a suponer que el futuro se asemeja al pasado únicamente por la costumbre.
Cuando veo una bola de billar que se mueve hacia otra, mi mente será llevada inmediatamente por el
hábito hacia su efecto habitual, y se anticipa a la vista concibiendo el movimiento de la segunda bola. No
hay nada en esos objetos, considerados abstracta mente de forma independiente de la experiencia, que me
conduzca extraer una conclusión como ésa; e incluso después de haber tenido experiencia de muchos
efectos repetidos de esta clase, no hay ningún argumento que me determine a suponer que el efecto será
conforme a la experiencia pasada”.
Resumen del Tratado de la naturaleza humana
Algo semejante hace al analizar los argumentos para demostrar la existencia de Dios. El argumento
ontológico queda invalidado porque la existencia es una cuestión de hecho y, por tanto, su contrario no
implica contradicción. Es decir, (y estate muy atento/a) no es necesario que Dios exista, porque la no
existencia del objeto correspondiente a una idea no es algo contradictorio con dicha idea). El resto de los
argumentos, los argumentos a posteriori, se basaban en alguna inferencia causal. Si la inferencia causal es
aceptable únicamente entre dos impresiones, no es válida en esos casos, puesto que de Dios no tenemos
impresión alguna. Dios es, para Hume, una hipótesis inútil, ya que no podemos probar su existencia. Y un
pequeño texto que llama a la rebelión:
“si procediéramos a revisar las bibliotecas convencidos de estos principios, ¡qué estragos no haríamos! Si
cogemos cualquier volumen de teología o metafísica escolástica, por ejemplo, preguntémonos: ¿contiene
algún razonamiento abstracto sobre cantidad y el número? No. ¿Contiene algún razonamiento
experimental acerca de las cuestiones de hecho o existencia? No. Tírese entonces a las llamas, pues no
contiene más que sofistería e ilusión”.
Investigación sobre el entendimiento humano
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5.4. Crítica a la sustancia pensante (yo).
Hume no puede aplicar a la existencia del yo el mismo esquema basado en la inferencia causal,
porque los filósofos anteriores lo explicaron como una intuición inmediata. Pero también va a recibir lo
suyo. En este caso, Hume argumenta que sólo tenemos intuiciones de nuestras impresiones, y ninguna de
ellas es permanente, sino que se suceden a lo largo de la vida. Para que la idea del yo fuese verdadera,
tendríamos que poder señalar la impresión a la que corresponde. Si el yo fuera una impresión, tendría que
ser una impresión permanente, y no tenemos ninguna impresión de esa clase. El yo sería, dice Hume,
como una especie de teatro en el que entran y salen las percepciones, con la diferencia de que el teatro no
existe. Pero entonces, se plantea la cuestión de cómo es posible que tengamos conciencia de nuestra
identidad personal. La respuesta de Hume es que nuestra identidad se basa la memoria, que hace posible
que reconozcamos la conexión entre las impresiones que se sucede. Nuestro error consiste, por tanto, en
confundir sucesión con identidad. Chicos, chicas, sabedlo de una vez: no tenéis identidad.
6. LA MORAL.
Con el mismo criterio empleado para el análisis del entendimiento, basado en la observación y la
experiencia, Hume analiza la ética y la política, tratando de liberarlas de todo planteamiento metafísico.
La filosofía tradicional había respondido a la pregunta sobre el origen de la moral recurriendo a la razón, a
la que se había supuesto capaz de determinar qué conductas están de acuerdo con el orden natural.
Recuerda, sobre todo, Aristóteles y Santo Tomás de Aquino.
Hume critica este racionalismo moral partiendo de la siguiente argumentación: los juicios morales
nos impulsan a comportarnos en un sentido o en otro, nos mueven a la acción, mientras que los juicios de
la razón no nos llevan a preferir una acción a otra. -En este punto nos recuerda que el análisis racional sólo
puede referirse a las relaciones entre ideas (y las matemáticas no nos mueven a obrar para nada) o a
cuestiones de hecho (y la moral no se reduce a hechos). Por tanto, los juicios morales no tienen
fundamento en la razón. Entonces ¿en qué se fundamentan los juicios morales?
Hume habla de un sentimiento desinteresado que permite la comprensión del otro. Es lo que se
llama simpatía y hoy conocemos como empatía, es decir, la capacidad de dejar de lado nuestro propio
interés para situarnos en la perspectiva de la otra persona. Para Hume, esta simpatía es un sentimiento
natural y desinteresado y es lo que fundamenta la vida moral.
La moral de Hume puede, por tanto, considerarse como:
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- Emotivista. Las proposiciones éticas no son verdaderas ni falsas: se limitan a expresar un
sentimiento. La elección moral se sitúa fuera de la esfera de la razón, en el terreno de las
emociones. La razón puede intervenir como árbitro en las cuestiones que surgen en la vida moral
pero ese sentimiento es el que decide nuestras motivaciones. Y mira lo que dice, que creo que te va
gustar: “la razón es esclava de las pasiones y no puede pretender otra tarea que servirlas y
obedecerlas”. La consecuencia con respecto libertad es clara: la libertad no es más que una ilusión,
puesto que el comportamiento del hombre está determinado por las pasiones.
- Utilitarista. La inclinación de la naturaleza humana hacia el bien proviene de la utilidad para la
vida social. Así se explica la justicia, que no tendría sentido en una sociedad de bienes ilimitados o
en caso de que el individuo viviera aislado. Esta inclinación se refuerza con el ámbito de la
educación que forjan en el individuo la conciencia moral. Hume considera, por otra parte, que los
filósofos que pretenden construir una ética racional caen en la falacia naturalista que consiste en
derivar de los hechos un deber moral. Por ejemplo, el naturalismo aristotélico o tomista. Esta
falacia naturalista será muy estudiada en el siglo XX y se esquematiza diciendo que el deber ser no
proviene del ser. Es decir, que no porque el hombre sea naturalmente de cierta manera, lo que
coincide con esa naturaleza será un bien moral.
7. LA RELIGIÓN.
El análisis que Hume hace de la religión será decisivo para el pensamiento religioso de la ilustración
en toda Europa. A partir de su refutación de las pruebas de la existencia de Dios, Hume concluye que no es
posible una justificación racional de la religión y, por tanto, finalmente no puede aceptar el deísmo.
Sin embargo, se muestra interesado en el fenómeno religioso y cree que sus orígenes pueden
encontrarse en la naturaleza humana. Es novedoso el análisis psicológico y sociológico que Hume plantea.
Este análisis le lleva a afirmar que las ideas religiosas nacen de las esperanzas y los temores del ser humano,
de la incertidumbre, que le hacen un principio atribuir los bienes y las amenazas a distintas causas por
encima de él mismo. La evolución hacia el monoteísmo es un avance con respecto al politeísmo, pero
encierra el grave peligro de la intolerancia y da lugar a persecuciones y condenas. En definitiva, Hume adopta
también en este terreno una actitud escéptica y agnóstica:
“el todo es una adivinanza, un enigma, un misterio inexplicable. (…) No indaguemos más y, oponiendo una
especie de superstición otra, abandonémoslas todas a sus discusiones. Nosotros, mientras dura su furia y su
disputa, refugiémonos felizmente en las tranquilas, aunque oscuras, regiones de la filosofía”.
Tratado de la naturaleza humana.
8. La sociedad y la política.
La política estudia a los seres humanos unidos en sociedad, relacionados y dependientes unos de otros.
Hume la considera una ciencia en la que se pueden establecer máximas generales, hipótesis y
predicciones, aunque nunca llega a conseguir la certeza de las matemáticas, pues en estas tratamos con
ideas y en la política con hechos.
Un aspecto característico de la teoría política de Hume es, pues, la atención que presta a los datos
empíricos y su negativa a aceptar hipótesis filosóficas que no estén confirmadas por los hechos. Por eso no
admitió la idea medieval de que el poder de los gobernantes procediera por derecho divino, ya que esto
supondría admitir ideas metafísicas a las que no concedía ningún valor.
A. La utilidad en el surgimiento de la
sociedad
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El auténtico origen de la sociedad es la simpatía, que mueve a los seres humanos a unirse para
lograr su utilidad y el bien común. Por tanto, la sociedad nació porque era útil a los seres humanos. Al vivir
juntos aumentaban:
El núcleo inicial de la sociedad fue la familia. Desde niño el ser humano descubre las ventajas de
vivir en sociedad, pues en ella unos seres humanos ayudan y protegen a otros. La necesidad de conseguir y
asegurar bienes externos favoreció más adelante la transición a una sociedad más amplia.
La utilidad es, por tanto, el móvil que hace surgir la sociedad. De todas maneras, no hay que
imaginarse al ser humano primitivo consciente de estas ventajas. Hume no tiene muy clara la idea de un
primitivo estado de naturaleza en el que los seres humanos vivieran solitarios, sea enfrentados y en guerra
continua, como pretendía Hobbes, sea pacíficos y poseídos de buenos sentimientos, como quería
Rousseau. Considera esa idea como una mera ficción, quizás útil para explicar cómo se organiza la
sociedad. Más que la reflexión teórica fue la necesidad que los seres humanos sentían lo que los llevó a
vivir juntos.
Tampoco cree en un posible contrato social. Los contratos y las promesas no tienen ningún poder
vinculante fuera de la sociedad y, por ello, valen de poco antes de que la sociedad exista. Admite, de todas
maneras, que puede haber un contrato implícito “como ocurre cuando dos hombres reman juntos,
aunque no haya mediado entre ellos acuerdo alguno, lo hacen en virtud de un cierto pacto”. Lo que
conduce a la constitución de la sociedad es, por ello, algo más sentido que pensado.
La razón, por tanto, por la que hay que obedecer las leyes no es otra que el interés y la utilidad. La
sociedad nos da una seguridad y protección de la que no se gozaría si fuésemos completamente
independientes. En esto coinciden, por tanto, la política y la moral. Lo único que justifica y legitima el
poder de un gobernante es el bien común que procura a su pueblo y la defensa de los bienes
indispensables para la vida de una sociedad: propiedad, fidelidad a los contratos y otros semejantes.
Si la utilidad es la razón de la obediencia, cuando un gobierno deja de ser útil y tiraniza al pueblo
desaparece también la razón para obedecer. En ese caso es lícita la sublevación, si bien son tales los
peligros de esta que solo se puede emprender en casos de verdadera tiranía y opresión.
Así pues, la doctrina política humeana se apoyó principalmente en la utilidad, ya que consideró
que las leyes sociales son válidas mientras protejan los intereses y el disfrute de los individuos. Repasa a
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Adam Smith y a Jeremy Bentham, amigos suyos. El primero creador de la expresión “mano invisible” y
Bentham del concepto de panóptico y momificado en una vitrina de un college de Londres, tan ricamente.
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