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EL EMPIRISMO DE DAVID HUME IES PÉREZ DE AYALA

EL EMPIRISMO DE DAVID HUME

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EL EMPIRISMO DE DAVID HUME IES PÉREZ DE AYALA

1. CONTEXTO

Para comprender el sistema filosófico de D. Hume no


debemos limitarnos solo a cuestiones internas de la propia
historia de la filosofía, puesto que el modo de pensar de cada
filósofo es inseparable de su contexto social.

D. Hume pertenece a una corriente filosófica denominada


empirismo, la cual converge con el racionalismo
contraponiéndose a él, ya que los empiristas afirmarán que la
única fuente de conocimiento es la experiencia, rechazando el conocimiento innato, por
la sola luz de la razón.

Durante el siglo XVII se habían producido una serie de crisis económicas y sociales
que fueron abriendo paso a nuevas formas de organización política, al surgimiento de los
estados absolutistas. Así mismo, una vez producida la revolución científica, fueron
afianzándose los estudios científicos en los diversos campos del saber y creándose
diversas Academias como las del Licei, Cimento, Royal Society, &. c. que impulsaron y
promovieron el avance en el conocimiento de dichos campos. Como anécdota basta citar
el lema de la Academia del Cimento: probando y volviendo a probar, el cual refleja el
cambio de mentalidad de la época frente a la concepción del saber sostenida anteriormente
[proposiciones o enunciados derivados de principios].

Las ciudades italianas y holandesas habían asistido a un cambio en la forma de conocer y


tratar la realidad física; ahora conocer ya no será conocer las causas, sino que tendrá que
ver con saber cómo medir los datos de la experiencia. De esta forma, la física de los
fenómenos quedaba reducida al estudio de sus elementos mensurables o medibles. Para
lograr dicho objetivo se necesitaron instrumentos matemáticos y técnicos precisos.
Ejemplos de ellos los encontramos en las coordenadas cartesianas, las tablas logarítmicas
de Nepe, el anteojo de Galileo, el péndulo, el termómetro, el plano inclinado para medir
la inercia, los nuevos instrumentos de navegación…

Un grupo social clave en esta época fue el de los llamados ilustrados, los cuales no fueron
realmente nuevos creadores de ideas, sino que su función consistió más bien en una
función pedagógica; recibieron la luz del saber del siglo anterior, en el ámbito político de
Locke y el ámbito científico de Newton, e intentaron convertir a sus respectivos países en
una gigantesca aula de enseñanza. Dicha función de estos ilustrados hubiera estado
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incompleta sino hubiera sido acompañada también de una revisión crítica, por parte de
los filósofos, de los principios, origen y límites de ese saber. Tal es el caso de la función
del filósofo que aquí nos ocupa; David Hume.

La filosofía moderna nace en este contexto (XVII) y se interesa especialmente por las
cuestiones relacionadas con el conocimiento. Inspirados y maravillados por los éxitos de
la nueva ciencia, los filósofos aspiran a crear una filosofía que goce de logros semejantes.
Esta orientación, que es común al continente y a las islas británicas, adquiere una nueva
perspectiva en estas últimas. Por este motivo, hablamos de dos corrientes: el
racionalismo, en el continente europeo, y el empirismo, en las islas británicas. Esta última
corriente, iniciada con Locke, y teniendo a Hume como su mayor representante, defendió
las siguientes tesis frente al racionalismo:

1) El conocimiento se origina por la experiencia y esta es su límite.


2) Negación de las ideas innatas, puesto que conocer es experimentar.
3) El conocimiento procede de la sensación.
4) El método científico es el modelo de la ciencia natural (experimental) y el método
deductivo solo es aceptable en lógica y matemáticas.

2. Biografía

Hume fue Hijo de un terrateniente inglés presbiteriano1, nació en Edimburgo, Escocia,


en 1711, un año antes que el ilustrado Rousseau y pocos antes que Kant. Estudió leyes
para ser abogado, pero sus intereses apuntaban más al estudio de los pensadores clásicos,
los escritos filosóficos de Cicerón. Cursó estudios en la Universidad de Edimburgo, pero
en 1734 se marchó a Francia, donde se instaló en La Flèche, en el mismo colegio en que
había estudiado Descartes. Durante estos años escribió uno de sus libros más importantes:
Tratado sobre la naturaleza humana, el cual recibió poca atención por parte de los
intelectuales de la época y fue sintetizado en otra obra posterior titulada Investigación
sobre el entendimiento humano.

Mayor reconocimiento en su época obtuvo su monumental trabajo sobre Historia de


Inglaterra, publicado en seis volúmenes, entre los años 1754 y 1762. En 1763 se trasladó

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es una parte de la tradición reformada dentro del protestantismo. La teología
presbiteriana generalmente enfatiza la soberanía de Dios, la autoridad de las Escrituras y
la necesidad de la gracia mediante la fe en Cristo.
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a París y ejerció como secretario del embajador, el conde Hertford. Allí se relacionó con
los filósofos ilustrados (Voltaire, Diderot, D’Alembert…) y trabó amistad con Rousseau.
Cuando este sufrió diversas persecuciones, Hume le ofreció su apoyo. En su casa de
Edimburgo se refugió durante algún tiempo, pero fue una amistad breve, seguramente por
las diferencias de carácter entre los dos filósofos. Hume murió en Edimburgo en 1776 (65
años), sin haber conseguido una cátedra en la universidad de su país. Nunca se reconoció
académicamente la talla intelectual de su obra.

En Hume se encuentra una nueva forma de hacer filosofía, la propia de la Ilustración,


porque es ya un filósofo perteneciente a esta época. De hecho, Hume vivió en el corazón
de la Ilustración (es el representante británico más característico de ese periodo). Así pues,
aunque haya que enmarcarlo dentro de la corriente empirista (culminó las tesis
establecidas por Locke), pertenece con todo derecho a la Ilustración. Y es que, además de
coincidir temporalmente con este movimiento, adoptó algunos de sus principios básicos,
como, por ejemplo, el afán de depurar el conocimiento de todo prejuicio y superstición.
El interés de los ilustrados se centró fundamentalmente en:

1) La razón es el único instrumento de análisis frente a la autoridad y la tradición.


Para Hume, esta razón crítica no se debe detener ni siquiera ante la religión. Sin
embargo, la razón conoce sus propios límites, que encuentra en su naturaleza y en
su funcionamiento. La razón según Hume no teoriza, sino que adquiere y descubre
conocimientos.
2) La naturaleza. Se estaba desarrollando una cultura científica frente a la anterior
cultura religiosa. El mundo y el ser humano eran analizados desde la ciencia, que
los ilustrados se esforzaron por divulgar y extender para que pudiese llegar al
mayor número de personas. La naturaleza era el último recurso al que apelar,
porque en ella se encuentran los hechos y a ellos hay que atenerse siempre.

3. Teoría del conocimiento: asociacionismo

3.1 panorámica general

Hume quiso ser el Newton de las ciencias humanas. Newton había muerto no hacía
mucho y en su obra Principios de la filosofía natural había consumado el proyecto de
toda la revolución científica iniciado por Copérnico dos siglos antes. Su teoría de la
gravitación universal explicaba las órbitas y los movimientos de los planetas, el flujo de
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las mareas, la caída de los cuerpos, etc. Y ello gracias al método empírico empleado. De
ahí que Hume quisiera aplicar el mismo método a las ciencias humanas y morales. El
título completo de su primer libro nos informa ya de cuál es su objeto de estudio, su
método y finalidad: Tratado sobre la naturaleza humana. Intento de introducción del
método experimental de razonamiento en los asuntos morales.

Hume creía que el conocimiento de la naturaleza no puede estar completo porque falta
precisamente el conocimiento del sujeto que conoce: el ser humano. El estudio de la
naturaleza humana es más importante que el de la física y las demás ciencias porque
“todas ellas dependen en cierto modo de la naturaleza del hombre”. Por ello, se propuso
estudiar al ser humano elaborando una a teoría de la mente (asociacionismo), con la que
pretendió explicar el conocimiento de la misma manera que Newton había explicado los
fenómenos físicos con su teoría de la gravitación. Las ideas serían como los átomos de la
mente y estarían gobernadas por el principio de asociación, formando un sistema de
mecánica mental auténticamente newtoniano.

La preocupación de Hume por el ser humano, sin embargo, fue eminentemente práctica,
pues su objetivo fue ante todo descubrir los principios que regulan nuestros juicios
morales.

Para estudiar, por tanto, la moral, hay que examinar primero el entendimiento y las
pasiones, los dos componentes básicos de la naturaleza humana. Y, así como los filósofos
anteriores, especialmente los racionalistas, habían destacado el predominio del
entendimiento, veremos que en Hume será al revés, la pasión será el elemento básico y
originario.

La razón es, y es menester que sea, únicamente la esclava de las pasiones,


sin que jamás pueda aspirar a ninguna otra función que a servirlas y
obedecerlas.
David Hume, de la naturaleza humana

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3.1.1 Antecedentes de la epistemología de Hume: epistemología de


Locke.

El punto de partida de la epistemología de Locke es una crítica radical al innatismo


cartesiano, ya que para Locke todos nuestros conocimientos son adquiridos a través de la
experiencia. Según nuestro autor, si existieran las Ideas innatas, todos los hombres las
conocerían de modo universal, y esto no es cierto; muchos de los principios especulativos,
lógicos y morales son desconocidos por muchos, como los niños, los ignorantes, los
idiotas [locos del siglo XVII] y por los pueblos de otras civilizaciones. Si estos tuvieran
un conocimiento de dichas Ideas, las conocerían puesto que no pueden existir
conocimientos desconocidos. Por tanto, no existen las Ideas innatas, no hay contenidos
mentales previos a la experiencia. Cuando nacemos, nuestra mente es como un papel en
blanco, una habitación oscura, una tabula rasa, en la que la experiencia va imprimiendo
sus signos. Dicha experiencia puede tener dos fuentes; interna o externa. Estas fuentes
son, en palabras de Locke “las únicas dos ventanas por las que la luz se introduce en la
habitación oscura”. Dentro de las Ideas que podemos recibir, Locke diferenciará dos
tipos:

1. Simples: ante las cuales nuestra mente es pasiva.


2. Complejas: ante las cuales nuestra mente es activa, las elabora a partir de las Ideas
simples. Mientas que las Ideas simples están conectadas directamente con la
experiencia, las Ideas complejas se alejan de esta, pero siguen conectadas por la
concatenación de las Ideas simples en ellas.

Respecto de las Ideas simples, Locke hará una nueva división:

1. Ideas de sensación: procedente por experiencia externa.


2. Ideas de reflexión: procedentes de la experiencia interna y tienen que ver con
hechos psicológicos como el querer, pensar…
3. Ideas de sensación-reflexión: simbiosis de las anteriores, como la Idea de
existencia.

En cuanto a las Ideas complejas Locke diferenciará 4 tipos:

1. Sustancia: sustrato que aglutina una cantidad N de Ideas simples relacionadas. Por
ejemplo, la Idea de Naranja: la naranja como naranja no la podemos conocer, no
conocemos su esencia. Solo conocemos la asociación de determinadas Ideas
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simples (color, olor, sabor, forma…) que al aparecer aglutinadas forjan en


nosotros la Idea de una sustancia (naranja) que las aglutina.
2. Modos: afecciones de la sustancia (accidentes aristotélicos)
3. Relaciones: la relación de causalidad e identidad. Como por ejemplo la relación
padre-hijo.
4. Ideas generales: surgidas por la separación de Ideas simples semejantes,
elaborando un concepto general que las relaciona a todas. Por ejemplo: la Idea de
Hombre estaría elaborada a partir de la relación entre los distintos individuos
semejantes.

Todo aquello que la mente percibe en sí misma, o todo aquello que es el


objeto inmediato de percepción, de pensamiento o de entendimiento, a eso
llamo idea.
John Locke, Ensayo sobre el entendimiento humano

3.2 Impresiones e ideas en Hume: reformulación de la teoría de


Locke.

Hume no estaba satisfecho en absoluto con la manera en que Locke utilizaba el


término “idea” para referirse a todo aquello que conocemos (el color que vemos, el
dolor que sentimos, eran denominados ideas por Locke). En consecuencia, reservó la
palabra “idea” para designar solamente ciertos contenidos del conocimiento.

Como buen empirista, considera que todo nuestro conocimiento procede de la


experiencia a través de los sentidos, y define a la mente como el receptáculo de las
percepciones que experimentan los hombres (género humano): el color de estas
paredes, el murmullo que hay en clase o en el pasillo, el dolor de muelas que apenas
aguanto, el recuerdo del mar en que me bañé el verano pasado, la imagen de la Capilla
Sixtina que vi el curso pasado durante el viaje de estudios, etc., son puras percepciones
de mi mente (hechos de conciencia, no cosas exteriores).

Por otro lado, siguiendo a Berkeley, no quiere dar por hecho que nuestras
percepciones (sensaciones, pensamientos y emociones) sean representaciones del
mundo. Y es que no todas las percepciones son iguales. Unas son más intensas que
otras, más vivaces, en ellas percibimos más detalles y, además, se nos imponen sin

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que podamos evitarlo. Mira la mesa en la que te apoyas y a continuación cierra los
ojos tratando de imaginarla. O abandona la habitación en la que te encuentras y
recuerda la mesa. En ambos casos estarás percibiendo (o conociendo) la mesa, si bien
entre ambos casos existe una notable diferencia: la percepción de la mesa es más viva
cuando la vemos que cuando la imaginamos o cuando la recordamos. Por este motivo
Hume clasifica las percepciones, según el grado de vivacidad, en dos tipos:
impresiones e ideas. La diferencia entre ambas se establece en su grado de fuerza y
carácter de inmediatez. Las impresiones son más intensan que las Ideas pues
constituyen todo lo que vemos, oímos, amamos… mientras que las Ideas son copias
débiles o recuerdos de las impresiones que usamos para razonar. Por tanto, las Ideas
presentan una menor intensidad e inmediatez. En consecuencia, el conocimiento se
origina en las impresiones. Estas se pueden dividir en impresiones de sensación e
impresiones de reflexión. Las primeras surgen de causas desconocidas, la oscurísima
sustancia de Locke. Las segundas (reflexión) se forman en el entendimiento a partir
de percepciones de sensación o a partir de ideas. Las pasiones o sentimientos, como
el aburrimiento que nos produce la clase de Filosofía o la satisfacción que nos
proporciona saber que ya queda poco, son percepciones de reflexión.

Todo el mundo admitirá sin miramientos que hay una considerable


diferencia entre las percepciones de la mente, cuando un hombre siente las
molestias de un calor excesivo o el bienestar de una temperatura
moderada, y cuando después vuelve a recordar esta sensación o la anticipa
por medio de su imaginación. Estas facultades pueden imitar o copiar las
percepciones de los sentidos, pero nunca pueden llegar a alcanzar
totalmente la fuerza y la viveza de la experiencia o sentimiento original. Lo
máximo que podemos decir de ellas, incluso cuando operan con el mayor
vigor, es que representan su objeto de una manera tan viva que
prácticamente podríamos decir que lo sentimos o lo vemos; lo cierto es
que, dejando a un lado que la enfermedad o la locura trastornen la mente,
nunca pueden alcanzar un grado tal de viveza que vuelvan estas
percepciones completamente indistinguibles. Todos los colores de la
poesía, por muy espléndidos que sean, en ningún caso pueden pintar
objetos naturales de tal modo que provoquen que la descripción sea

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tomada por un paisaje real. Incluso el pensamiento más vivo es inferior a


la sensación más desmayada.

David Hume, Investigación sobre el entendimiento humano

Nuestras percepciones, además de clasificarse en impresiones e ideas, pueden


organizarse siguiendo otros criterios. Según su composición, las percepciones se
clasifican en simples y complejas:

1. Percepción simple: no admiten separación, son atómicas. Por ejemplo, el dulce


aroma de un perfume, el tacto de terciopelo o su recuerdo.
2. Percepción compleja: admiten separación como el color, olor y sabor de una
naranja.

Percepciones

Intensidad Composición

Impresiones Simples

Ideas Complejas

¿De dónde provienen las ideas simples? Todas las ideas simples provienen de sus
correspondientes impresiones simples. Las representaciones mentales con que
argumentamos o razonamos son copias de nuestras impresiones o percepciones más
vivas. Este principio se convertirá en el criterio de validez que deberá cumplir toda idea
con pretensión de conocimiento. Las ideas complejas, sin embargo, pueden seguirse de
impresiones complejas (la idea de una manzana concreta proviene de la impresión
compleja de una manzana concreta) o de combinaciones de ideas (la idea genérica de una
manzana cualquiera). La combinación de ideas es fruto de la imaginación, que puede
agrupar ideas de dos formas:

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1. De modo arbitrario y fantasioso: sin ningún orden establecido: como la idea de


centauro, de unicornio o de sapo que habla.
2. De modo natural, siguiendo ciertas leyes y regularidades: determinadas ideas
parecen conducir de modo natural a otras, como empujadas por una suave fuerza
que las atrae y que Hume compara con la atracción de los cuerpos descubierta por
Newton: “se da aquí una especie de atracción, la cual se descubrirá que tiene en
el mundo mental efectos tan extraordinarios como en el mundo natural, en
muchas y variadas formas”. Por ejemplo, el humo nos hace pensar en el fuego, o
el retrato de una persona, en la persona misma. Estas tendencias son lo que Hume
llamó leyes de asociación de ideas.
I. Semejanza. Hay algo en nuestra mente que la impulsa a asociar ideas con
algún grado de similitud. Por ejemplo, ver una fotografía fácilmente nos
hace pensar en su modelo o contemplar un cuadro de la plaza de mi pueblo
me trae a la mente el recuerdo del lugar donde me crie.
II. Contigüidad espacio - temporal. Una idea nos conduce naturalmente a otra
cuando entre ellas existe una relación de proximidad, ya sea espacial o
temporal. De este modo, si vemos el arco de un violín, casi
irremediablemente nos preguntamos dónde está el violín, una barca nos
hace pensar en el mar o una pantalla, en el ordenador.
III. Relación causa - efecto. Ante los fenómenos que acostumbran a sucederse
temporalmente, nuestro entendimiento crea una expectativa de futuro:
espera que ciertos hechos sigan a otros al igual que ha sucedido en el
pasado. Por ejemplo, el humo sigue al fuego o la tormenta a las nubes
oscuras [esta ley será el epicentro de la crítica a la metafísica tradicional].

Una pintura conduce naturalmente todos nuestros pensamientos al original


(semejanza); la mención de un piso de un edificio introduce naturalmente
una pregunta o una conversación sobre los demás pisos (contigüidad), y, si
pensamos en una herida, difícilmente podemos evitar pensar en el dolor que
provoca (causa y efecto).
David Hume, Investigación sobre el entendimiento humano

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Hume indicó que el descubrimiento de los principios automáticos de asociación


era su gran aportación a la teoría del conocimiento. Las leyes del pensamiento quedaban
así identificadas con las leyes de la psicología, por lo que este modo de abordar el
problema del conocimiento se ha denominado, como en Locke, psicologismo2.

3.3Tipos de conocimiento en Hume: relaciones entre ideas y


cuestiones de hecho.

Para Hume, nuestros contenidos mentales se reducen a impresiones o ideas. Estos son los
elementos del conocimiento. Ahora bien, con estos pensamos o razonamos, es decir,
construimos juicios y afirmaciones, y establecemos relaciones entre nuestras percepciones
formando conocimientos. Todos estos juicios que conforman el edificio del conocimiento
pueden clasificarse en dos tipos:

1. Relaciones entre ideas: se basan en las relaciones entre las Ideas de un terminado
campo, por ejemplo, las relaciones entre las Ideas matemáticas. Este tipo de
conocimiento no necesita ser demostrado empíricamente, ya que la negación de tales
afirmaciones no es falsa sino contradictoria. Tomemos la siguiente proposición: “el todo
es mayor que la parte”. Este conocimiento nada tiene que ver con los hechos, con lo que
pase o suceda en el mundo, es independiente de que haya todos y haya partes: los haya
o no los haya, sean cuales sean los hechos, esta proposición es verdadera. Este
conocimiento no se refiere, pues, a hechos, sino que se refiere a la relación existente
entre las ideas de todo y de parte. Aun cuando estas ideas (como todas) procedan, en
último término, de la experiencia, su relación es, en cuanto tal, independiente de los
hechos. A este tipo de conocimiento pertenecen la lógica y las matemáticas (ciencias
formales). Las relaciones entre ideas se formulan en proposiciones analíticas y
necesarias.
2. Cuestiones de hecho: dichas afirmaciones pertenecen al campo de la experiencia y
constituyen razonamientos probables en los que su negación es falsa pero no
contradictoria, y se rigen por el principio de causalidad. Una cuestión de hecho podría
ser la siguiente: Napoleón pudo ganar la batalla de Waterloo, aunque de hecho no la
ganó.

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Psicologismo: doctrina según la cual las leyes de la lógica y del pensamiento se reducen
a leyes psicológicas. Desde esta perspectiva, la verdad de los conocimientos depende de
su origen y su génesis: todo conocimiento se fundamenta exclusivamente en procesos
psicológicos de la mente; niega, por lo tanto, el carácter lógico y ontológico de la verdad.
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Todos los objetos de la razón e investigación humana pueden dividirse


naturalmente en dos grupos: relaciones de ideas y cuestiones de hecho. A la
primera clase pertenecen las ciencias de la geometría, álgebra, aritmética y
en resumen todas aquellas cuyas afirmaciones son ciertas de modo intuitivo
o demostrativo. Que el cuadrado de la hipotenusa es igual al cuadrado de
los dos lados es una proposición que expresa la relación entre estas partes
del triángulo. Que tres veces cinco es igual a la mitad de treinta expresa una
relación entre estos números. Uno descubre proposiciones de esta clase por
la mera operación del pensamiento, sin dependencia de lo que existe en el
universo. Aunque no hubiera ningún círculo o triángulo en la naturaleza, las
verdades demostradas por Euclides conservarían para siempre su certeza y
su evidencia. Las cuestiones de hecho, segundo objeto de la razón humana,
no son averiguadas de la misma manera; ni la evidencia de su verdad, por
muy grande que sea, es de la misma naturaleza que la precedente (la relativa
a las relaciones de ideas). Lo contrario de cualquier cuestión de hecho es
siempre posible, ya que jamás implica contradicción y puede ser concebido
por la mente con la misma facilidad que si fuera totalmente ajustado a la
realidad. Que “el sol no saldrá mañana” no es una proposición menos
inteligible que su contraria, ni tampoco implica contradicción alguna. En
vano, pues, intentaríamos mostrar su falsedad. Si fuera demostrativamente
falsa, implicaría contradicción y jamás podría ser concebida directamente
por la mente.
David Hume, Investigación sobre el entendimiento humano

4. Crítica a la Idea de causalidad: el problema de la inducción.

4.1 Panorámica general

La crítica al principio de causalidad será el epicentro de la filosofía de Hume. Los


racionalistas habían usado dicho principio para establecer el principio por el cual la razón
conoce de forma evidente. Así mismo, el propio Locke lo uso para deducir de él la
existencia de un mundo externo y la existencia de Dios. Para Hume, la Idea de causalidad
representa la conexión entre el presente y lo que se deduce de él, pero dicha Idea no puede
ser a priori, no podemos saber lo que pasará por la experiencia. Experimentar una

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secuencia un número x de veces no nos revela nada nuevo que no observásemos la


primera ocasión. Lo único que nos crea es la costumbre de pensar que si ocurre x pasará
y, o que si ocurre y debe haber ocurrido x. Es lo que en la lógica simbólica contemporánea
denominamos la falacia de la afirmación del consecuente. Dicha crítica afecta a los
fundamentos del conocimiento científico, basados en el principio de causalidad
estableciendo que dichos conocimientos serán siempre contingentes.

4.2 El problema de la inducción

Las ciencias de la naturaleza, según Hume, se asientan en la inducción por lo que


tratan de obtener juicios o leyes universales acerca del mundo físico a partir de la
experiencia de un determinado número de casos. Sin embargo, para Hume el
razonamiento inductivo es problemático. Si todo conocimiento se fundamenta y legitima
en la experiencia, en concreto en alguna de nuestras impresiones, el conocimiento
humano no puede ir más allá de las afirmaciones particulares. La inducción, en cambio,
lo que hace es extraer principios generales de la repetición de casos particulares. Efectúa,
por lo tanto, un salto que, según Hume, no está en absoluto justificado. Un conocimiento
basado solo en la experiencia no permite predecir el futuro con certeza, es decir, formular
leyes enteramente universales.

Con un ejemplo quedará más claro: el enunciado “el calor dilata los cuerpos” sería un
ejemplo de ley científica sustentada en el razonamiento inductivo. Así, si calentamos
repetidamente diversos objetos y estos se dilatan, podemos razonar que este hecho
sucederá siempre. Sin embargo, según Hume, se precisaría la observación de los hechos
futuros para que esta ley fuera indiscutiblemente universal. Como esto es imposible, solo
queda fundamentarla en una relación necesaria y real entre la causa (calor) y el efecto
(dilatación).

4.3 Crítica a la Idea de causalidad

La conexión causa-efecto, además de una ley de asociación de ideas, es una


relación que atribuimos a los acontecimientos que suceden en el mundo. La validez de
esta relación ha sido aceptada acríticamente durante mucho tiempo. Es una idea que
cuenta con una larga tradición filosófica y es de especial aplicación en la metafísica. Para
los filósofos clásicos y racionalistas, la relación causa-efecto era una relación necesaria.
La proposición “todo lo que empieza tiene una causa” era una proposición necesaria y

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evidente, a la que se daba el nombre de principio de causalidad. Los metafísicos y


filósofos racionalistas, apoyándose en esta idea, habían establecido el principio de
causalidad y le habían atribuido un valor absoluto y universal, de modo que, con su ayuda,
se podía ir más allá de las puras impresiones actuales. Locke mismo había afirmado la
existencia de un mundo externo como causa de nuestras impresiones, y la misma
existencia de Dios como causa del mundo y del ser humano. Hume, que desconfía siempre
de las posiciones dogmáticas, quiere examinar la legitimidad de esta idea. Es
incuestionable que en nuestra vida contamos constantemente con que en el futuro se
producirán ciertos hechos: vemos caer la lluvia a través de la ventana y tomamos
precauciones, colocamos un recipiente de agua sobre el fuego, contando con que se
calentará. Sin embargo, solamente tenemos la impresión de la lluvia cayendo y solamente
tenemos la impresión del agua fría sobre la llama. ¿Cómo podemos estar seguros de que
posteriormente tendremos las impresiones de los objetos mojados y del agua caliente?
Hume observó que en todos estos casos (es decir, tratándose de hechos), nuestra certeza
acerca de lo que acontecerá en el futuro se basa en una inferencia causal (x implica y):
estamos seguros de que las cosas bajo la lluvia se mojarán (en vez de ponerse azules, por
ejemplo) y de que el agua se calentará (en vez de enfriarse más, por ejemplo). la lluvia es
causa, el fuego es causa y sus efectos respectivos son el mojarse y el calentarse. La idea
de causa es, pues, la base de todas nuestras inferencias acerca de hechos de que no
tenemos una impresión actual. Pero ¿cómo entendemos la relación causa-efecto? Hume
observa que esta relación se concibe normalmente como una conexión necesaria (es decir,
que no puede no darse). Puesto que tal conexión es necesaria, podríamos conocer con
certeza que el efecto se producirá necesariamente pero no seamos, sin embargo, tan
precipitadamente optimistas: ¿tenemos impresión que corresponda a esta idea de
conexión necesaria entre dos fenómenos? Hemos observado a menudo el fuego y hemos
observado que a continuación aumentaba la temperatura de los objetos situados junto a
él, pero nunca hemos observado que entre ambos hechos exista una conexión necesaria.
Hume no encuentra ninguna impresión de necesidad entre el fenómeno A, que
consideramos causa, y el fenómeno B, que llamamos efecto. Ni siquiera de conexión. Lo
único que hemos observado, lo único observable es que entre ambos hechos se ha dado
una sucesión constante en el pasado y una relación de contigüidad espacial.

Hume pone un ejemplo que es muy famoso: el choque de dos bolas de billar. Vemos
cómo la primera se mueve hacia la segunda y, al llegar a ella, se detiene y la segunda se

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pone en movimiento. Consideramos entonces que el movimiento de la primera es causa


del movimiento de la segunda. Pero ¿qué nos da realmente la experiencia? Únicamente
que la primera bola se mueve y al llegar a la segunda la primera se para y empieza a
moverse la segunda. No tenemos nada más, ninguna impresión de conexión necesaria.

Que además de esta sucesión constante y contigüidad exista una conexión necesaria entre
ambos hechos es una suposición incomprobable. Y como nuestro conocimiento acerca de
los hechos futuros solo tendría justificación si entre lo que llamamos causa y lo que
llamamos efecto existe una conexión necesaria, resulta que propiamente hablando no
sabemos que el agua vaya a calentarse, simplemente creemos que el agua se calentará.
Esta certeza proviene, según Hume, del hábito psicológico, de la costumbre de haber
observado en el pasado que siempre que sucedió lo primero, sucedió también lo segundo;
de esta manera quedan asociados en nuestra mente. La memoria recuerda las veces que
sucedió así y la imaginación crea la conexión por pura costumbre o hábito. Todo lo que
sabemos por la experiencia es que suele ocurrir que causas semejantes produzcan efectos
semejantes, pero esto no está justificado, puesto que es imposible demostrar por la
experiencia que el futuro será semejante al pasado.

Hume concluye que la idea de conexión necesaria es fruto de la imaginación. Al observar


en innumerables casos cómo un fenómeno va seguido de otro, tendemos a considerar,
llevados por la costumbre o el hábito, que sucederá siempre así. Cuando dos cosas van
habitualmente unidas nos acostumbramos a esperar que cuando ocurre la primera ocurrirá
a continuación la segunda. La costumbre nos hace esperar que mañana saldrá el sol o que
el fuego nos quemará si nos acercamos mucho. Esta proyección del pasado hacia el futuro
resulta muy útil para vivir, ya que, sin ella, el mundo se volvería caótico e imprevisible.
Ahora bien, a pesar de la utilidad que Hume le reconoce, constata que una costumbre solo
puede proporcionar creencias, pero nunca conocimiento universal y necesario. El
principio de causalidad tiene un valor subjetivo o psicológico, pero no ontológico: está
en nuestro entendimiento, pero no en las cosas.

4.4 Crítica a las ciencias naturales

La duda sobre la validez de la relación de causalidad supone un cuestionamiento


de la ciencia, puesto que muchas de las explicaciones y descripciones que realizan las
ciencias se basan en la relación de causalidad. Si la relación de causalidad no es una ley
universal, sino más bien una costumbre de nuestro entendimiento, que tiende
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habitualmente a relacionar ideas de una determinada manera, toda disciplina que se base
en esta costumbre no supera el estatus de creencia, en ningún caso es certeza.

Según Hume, los enunciados científicos no pueden identificarse con leyes universales,
válidas en cualquier momento y en cualquier circunstancia. En realidad, estas supuestas
leyes son simplemente creencias apoyadas en la costumbre y en la tradición, y estas
creencias no son ni universales ni necesarias; como mucho, son probables. En definitiva,
según Hume, la ciencia solo formula leyes que anticipan el futuro con mayor o menor
probabilidad.

5. Crítica a las tres Ideas de la metafísica tradicional: Mundo, Dios


y yo/alma

El principio empirista, según el cual toda idea que pretenda ser válida ha de provenir
de una impresión, problematiza la validez de la ciencia y supone un rechazo de la
metafísica. La metafísica no versa sobre afirmaciones intuitivas ni sobre cuestiones de
hecho (únicos tipos de conocimiento posible), y, por lo tanto, no es propiamente
conocimiento, sino opiniones sin consistencia ni fundamento.

La inferencia causal solamente es aceptable entre impresiones. Podemos pasar de una


impresión a otra, pero no de una impresión a algo de lo cual nunca ha habido impresión.
La metafísica, sobre todo desde Descartes, se ocupa básicamente de la idea de sustancia,
ya sea la sustancia extensa (mundo), la sustancia infinita (Dios) o la sustancia pensante
(alma). Hume vuelve a aplicar su criterio de validez para criticar a estas Ideas de la
metafísica tradicional:

1. Idea de Mundo: constantemente recibimos del mundo externo impresiones, pero


impresiones dispares y diferentes entre sí. Nuestra imaginación, mediante las
leyes de asociación de ideas, establece la creencia en un mundo externo inmutable.
Pero dicha Idea no es más que un fruto de la creencia. Del Mundo o sustancia
extensa no tenemos impresión.
2. Idea de Yo: Hume niega la Idea de un yo permanente en el tiempo distinto de
nuestras percepciones diarias, ya que presuponemos que somos la persona que
fuimos ayer usando la memoria. Así establecemos una Idea de un yo continuo en
el tiempo, pero no hay rastro de dicha impresión que origina la Idea de esa
sustancia pensante.

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EL EMPIRISMO DE DAVID HUME IES PÉREZ DE AYALA

3. Idea de Dios: Al igual que no tenemos una impresión del Yo y del Mundo,
tampoco tenemos Impresión de Dios, e incluso la afirmación Dios es la causa del
mundo sería triplemente inválida:
- No tenemos impresión de Dios por lo tanto no sabemos nada de él.
- No tenemos una impresión de causa-efecto y por tanto no podemos establecer
la correlación entre Dios y el Mundo.
- No hay impresión de un mundo externo.

La actitud de Hume con relación al conocimiento le conduce a un fenomenismo


radical: la realidad se reduce a puro fenómeno. La consecuencia de esto es la inseguridad
en el conocimiento ya que, exceptuando el conocimiento matemático (afirmaciones
intuitivas), todo conocimiento es provisional y, por tanto, dicho fenomenismo le conduce
a un escepticismo. Dicho escepticismo no tiene que ver con el escepticismo gnóstico o el
pirronismo, sino que es un escepticismo moderado por el sentido común: tenemos que
pensar que el sol saldrá mañana. Lo único que nos exige el escepticismo moderado es
limitar nuestros estudios a aquellos temas que se adaptan a nuestras capacidades mentales;
en la vida práctica, sin embargo, debemos comportarnos como el resto de la gente y
aceptar que la motivación de nuestras acciones no proviene tanto de la razón como de la
costumbre. Con todo este análisis, Hume nos viene a demostrar que, más que animales
“racionales”, somos animales “de costumbres” y estas, más que en la razón, se
fundamentan en las creencias y las emociones. Así, deja sin fundamento el proyecto
racionalista de someter las pasiones a la razón, lo que comporta como consecuencia una
nueva visión de la moral

6. Teoría moral: el emotivismo

En la época de Hume estaba muy extendida una aproximación racionalista a la moral,


que consistía en afirmar que el conductor de la acción era y debía ser la razón, ya que en
ella se fundamentaban las distinciones morales. Hume no está de acuerdo con esta tesis
puesto que, para él, la razón no puede alcanzar un juicio sobre el bien y el mal. Si
recordamos la actividad de la razón se limitaba a dos ámbitos; el conocimiento de los
hechos y el conocimiento de las relaciones entre ideas. Como la actividad de la razón se
agotaría en dichos ámbitos, no sería capaz de orientar y dirigir las acciones humanas.
Como solución nos propone Hume que lo que nos mueve a actuar son las pasiones y no
la razón. No es el hecho de que exista una naranja lo que me lleva a comerla sino la

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EL EMPIRISMO DE DAVID HUME IES PÉREZ DE AYALA

atracción que siento hacia ella, la pasión que me provoca y la espera de un placer
gustativo. Por ello, aunque es común afirmar que las pasiones deben de estar sujetas a la
razón (Platón), la realidad es que la razón está sujeta a las pasiones. La razón solo es un
instrumento para orientarnos en la elección de que camino escoger para satisfacer nuestro
deseo, nuestra pasión. De esta forma, un medio será bueno cuando nos ayuda a satisfacer
nuestra pasión, y malo cuando no nos ayuda. En cuanto a la moralidad de la acción, Hume
nos dice que en el conocimiento de los hechos no podemos hallar lo justo o lo injusto y,
por tanto, el fundamento de la acción moral será el sentimiento de aprobación o rechazo
de determinadas acciones: la razón solo nos dice como son las cosas, nos da frases
descriptivas (esto es…), pero no nos puede decir cómo deben ser, no nos puede
proporcionar frases normativas. El salto del ser al debe ser fue denominado por Hume
como falacia naturalista. En los argumentos basados en la falacia naturalista, la
conclusión no se sigue necesariamente de las premisas y esto es debido al salto ilegítimo
del ser al debe ser. Un ejemplo de esto sería el siguiente argumento:

• Premisa: si no riegas la planta se muere.


• Conclusión: debes regarla.

Con el objetivo de intentar eliminar el relativismo ético que conllevaba su teoría, Hume
reconoce en el hombre la capacidad de simpatía y finaliza afirmando que todo lo que
contribuya a la felicidad de la sociedad merece nuestro sentimiento de aprobación o buena
voluntad.

Nadie puede dudar de que muchas virtudes naturales tengan también esta
tendencia a contribuir al bienestar de la sociedad.
David Hume, Tratado de la naturaleza humana

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EL EMPIRISMO DE DAVID HUME IES PÉREZ DE AYALA

Modelo para realizar un comentario

En el siguiente fragmento podemos observar un extracto de la obra


______________ del filósofo/a __________, perteneciente a la filosofía
(antigua / medieval / moderna / contemporánea).

El fragmento aborda el tema ___________ de dicho/a autor/a, en el cual


sostiene la tesis de________. Antes de abordar este contenido tenemos que
encuadrar el pensamiento de nuestro/a autor/a.

____________________________________________________________
____________________________________________________________
_______________________contexto y biografía_____________________

Una vez encuadrado nuestro/a autor/a, estamos en condiciones de poder


comentar el tema abordado en este fragmento.

____________________________________________________________
____________________________________________________________
__________________exponer el epígrafe del temario que se relaciona con
el fragmento propuesto para el comentario___________________________

Esto que acabamos de exponer guarda relación con las siguientes frases /
preposiciones del fragmento a comentar: ________________poner un par de
frases del texto________________________________________________

Para terminar, podemos decir que la teoría____ de _____ tuvo una gran
repercusión en la Historia de la Filosofía occidental. Si bien dicha teoría tenía
sus bases en _____(antecedentes) abrió el camino para las investigaciones
de los pensadores de los siguientes siglos (si sabéis la influencia que tuvo
dicha teoría, contarlo aquí).

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