Está en la página 1de 5

EXCLUSIONES

-Graciela Montaldo-
1. LA TRADICIÓN
• Montaldo comienza el apartado citando al crítico Edward Said. Señala que actualmente hay una disminución
de la capacidad crítica de los intelectuales. Como consecuencia de esto Said plantea su objeto de reflexión:
¿qué función cumplen los críticos en la actual cultura globalizada y mediática? Plantea una cuestión, que las
teorías actuales de la cultura eliminaron de la agenda (gran diferencia con los intelectuales de fines del siglo
pasado que la consideraban como una cuestión fundamental).
• En relación al objeto que plantea Said, menciona que los críticos adoptaron la postura de no-interferencia de
la historia en la producción textual. Pero también menciona que los textos son “hechos” que pertenecen al
mundo: producen sentidos, crean subjetividades, conductas, modelos, imágenes del mundo.
• Said plantea la necesidad de reinsertar los textos en la realidad, ya que solo allí se produce la verdadera
práctica crítica. Así pues, la función de los críticos radica en situarse entre la cultura dominante y las formas
totalizantes de los sistemas críticos. Se entiende a la crítica como mediadora para entender las configuraciones
culturales que los textos encierran y también para ver cómo funcionan y circulan dentro de una cultura.
• A raíz de esto, el crítico describe a la cultura como un sistema de valores que supone siempre jerarquías. Uno
de los fundadores de esta concepción es el crítico inglés Matthew Arnold, para quien la cultura coincide con el
poder.
• Define a la cultura como un sistema de valores basado en la diferenciación y exclusión que se regula desde
arriba, es decir, por el Estado. Este sistema, a la vez establece una hegemonía sobre la sociedad y el estado. De
esta dominación surgen rasgos como: anarquía, desorden, irracionalidad, inferioridad, entre otros.
• Said analiza los procesos por los que la cultura se “naturaliza”, es decir, se convierte en un proceso que se
impone naturalmente, pero no debemos olvidar que sus reglas de formación son históricas. Aquí resulta de
gran importancia la intervención de la crítica para establecer el carácter histórico de las formaciones culturales
y para desnaturalizar los contenidos de identificación y exclusión.
• El crítico observa cómo el sistema europeo (pensado como el único modelo) comienza a quebrarse con la
aparición de las voces excluidas que reclaman y exigen un reconocimiento en la sociedad. Es importante dotar
nuevamente de realidad a los textos que son resultados de las relaciones sociales y políticas conflictivas. Said
denomina esto como “conciencia crítica secular” que debe oponerse a la crítica contemporánea ya que se
trata de una institución destinada a la confirmación de los valores de la cultura dominante europea.
• En el libro Orientalismo (1978), Said realiza una suerte de tratado describiendo las formas en que se organizó
y consolidó la cultura occidental europea. Esta se erige como la cultura hegemónica que desplazó a todas las
“otras” culturas que no se ajustaban al modelo impuesto. Sin embargo, creó el modelo de “lo que la cultura
es” como modelo natural y universal frente al cual todos aquellos que no se adecuaran eran portadores de
una carencia (barbarie). Para cubrir esa carencia, necesariamente se debía imitar al modelo.

1
• La cultura como dispositivo de identificación y exclusión nunca está desvinculada del poder.
• Oriente (espacio de la barbarie) es una construcción hecha por Occidente para visualizar y dominar a los
otros.
• Said cuestiona el lugar y la función de la cultura, pero a la vez hace visible la perspectiva de los “otros”. Estos
sujetos otros de la cultura occidental conocidos como “subalternos” son aquellos que no cumplen con el
modelo de sujeto impuesto: maculino, blanco, occidental, letrado y heterosexual.
2. LOS OTROS
• Montaldo da comienzo al apartado trayendo como ejemplo el libro titulado Orientalismo (de Said), ya que
este sirvió para pensar la cultura de otras maneras, poniendo en el centro de la escena la necesidad de ver
cómo “los otros” del modelo hegemónico han pensado su experiencia, han producido respuestas alternativas
a ese modelo y han ido armando sus propias identidades.
• De aquí que el problema de la identidad se haya convertido en un tema central de las preguntas teóricas de
casi todas las disciplinas humanísticas y sociales pues, caída la noción de sujeto fuerte con la modernidad, lo
que ahora existe son formas de identidades variables que hay que definir como posiciones.
• Este problema fue trabajado por numerosos críticos, pero quizás hayan sido Deleuze (filósofo) y Guattari
(psicoanalista y filósofo) quienes le han dado una forma productiva para pensar su relación con la literatura. En
uno de sus textos, Capitalismo y esquizofrenia, piensan la cultura según tres esquemas: el árbol, la raicilla y el
rizoma.
- En el primero, la cultura es un sistema centrado y jerárquico, con raíz, plantado en la tierra. Es sedentario y
fijo, se establece como el árbol en un lugar, de una vez y para siempre.
- El segundo esquema, el de la raicilla, piensa a la cultura como una pluralidad pero todavía asentada en la
tierra. Sus jerarquías pueden estar dispersas pero existen. Sus sentidos están previstos por el esquema mismo
y sustentan un tipo de cultura semejante a la del modelo del árbol, ya que no rompe verdaderamente con el
dualismo, con la complementariedad de sujeto y objeto. La unidad no cesa de ser combatida y obstaculizada
en el objeto, mientras que un nuevo tipo de unidad triunfa en el sujeto.
- La ruptura con estos modelos (que son la cultura occidental) es el rizoma. La cultura se piensa menos como
posesión que como una exterioridad. El rizoma no se asienta, no jerarquiza sino que prolifera. No se detiene,
no busca un sentido ni tampoco tiende a enraizar: tiende a dispersar. Y no es fijo, se desplaza. El rizoma
procede por variación, expansión, conquista, captura, inyección. Este modelo no tiene como posibilidad ser de
sentido fijo, sino de articularse como mecanismo que funciona cada vez que se lo activa.
• Deleuze y Guattari además enuncian principios sobre los cuales las articulaciones funcionan. El primero y
segundo son los principios de conexión y de heterogeneidad, según los cuales cualquier punto del rizoma
puede ser conectado con cualquier otro. El tercero es el de multiplicidad, que tiene que ver con que no hay
unidad. Una multiplicidad no tiene ni sujeto ni objeto, sino determinaciones, tamaños. El cuarto principio es el
de ruptura significante: un rizoma puede ser roto, interrumpido en cualquier parte, pero siempre se
2
recomienza según ésta o aquella de sus líneas. Los principios quinto y sexto son los de cartografía y de
calcomanía, y explican que un rizoma no responde a ningún modelo estructural o generativo. Es ajeno a toda
idea de eje genético.
• Con esta metáfora más que esquema, se cuestiona la idea de naturaleza de las cosas. Ambos filósofos
proponen los conceptos de “territorialización” y “desterritorialización”para pensar los procesos de
constitución de las naturalezas de los objetos y las identidades de los sujetos.
• Estos procesos se dan siempre en contacto con lo otro, con lo diferente. De ahí la negación de la identidad y
también la impugnación del verbo ser para definirse, porque no hay definición posible. Hay devenires,
procesos por los cuales nos constituimos momentáneamente en algo o en alguien, pero esa identidad no es
sino una negociación con lo otro.
• De aquí que el modelo de intervención cultural deba ser el del nómada, el del guerrero contra el Estado y no
el del sedentario que acumula la producción cultural en la letra, las bibliotecas, las instituciones. La cultura
también deviene, negocia su identidad y siempre está del lado del poder. De ahí la necesidad de la mirada
crítica, que desertifique el sistema centrado para no permitirle enraizarse.
• Tal como ha sido pensada, la cultura es la ley, el Estado, el eje centrado del poder. Por más que hayamos
visto la cultura y la historia como el espacio “estriado” (lleno de marcas, propiedades, normas, leyes,
prohibiciones y discursos), el espacio “liso” de las máquinas de guerra siempre opera, como margen, como
frontera de donde está lo otro, sin constituirse, desbordado y siempre dispuesto a atacar, no para tomar el
poder sino para inscribir su presencia cada vez, para ocupar un territorio.
• Es aquí donde aparecen los migrantes, los nómadas, como las figuras de una historia que debe reescribirse
continuamente. La operación de una crítica posible es la transversalidad, la posición oblicua (nunca centrada)
sobre la cultura. Su campo de intervención es aquel que le permita visualizar los mecanismos del afuera, estas
exterioridades sin las cuales, pero a través de las cuales, se constituyeron los grandes relatos culturales y
políticos de Occidente. LOS MÁRGENES, pero los márgenes de una cultura que siempre debe pensarse como
margen y que tiene que resistirse a constituirse como hegemonía, pues si así lo hace, echa raíz.
3. FEMINISMO
• Entre las formas teóricas y críticas contemporáneas comenzaron a aparecer las perspectivas de las
“minorías”, aquellos grupos humanos que no están insertos en el conjunto de valores, creencias, costumbres
hegemónicas.
• Se produce una reconfiguración del mapa cultural, según la cual, ante la falta de hegemonías y paradigmas
de totalidad, nos encontramos frente a un conglomerado fragmentado de las diferencias. Diferencias
rizomáticas que no dejan de proliferar desde que se deconstruye el paradigma del
hombre-blanco-occidental-letrado-heterosexual.
• Todas las prácticas culturales se ven hoy muy afectadas por esta nueva experiencia de subjetividad. Un
sujeto ya no puede decir hoy “lo que es” sino “lo que está siendo” o “lo que elige ser”.
3
• Hoy en día, ser mujer, ser negro o proceder de un país del Tercer Mundo, ser “subalterno” en cualquiera de
sus formas es tener un lugar de visibilidad privilegiado desde un punto de vista cultural, aunque en términos
reales no se hayan modificado las condiciones de vida de esos grupos. Montaldo hace una importante crítica
en este punto, ya que dice que hay una gran euforia por parte de los críticos por esta apertura del campo hacia
los “otros” pero que se queda en un reconocimiento teórico que no tiene su correlato en lo político: “Muchos
de los intelectuales autodenominados “subalternos” encuentran en ese lugar distinto de enunciación un reconocimiento
de su trabajo y logran una posición hegemónica” (Montaldo, p.100)
• En este proceso de visibilización de las diferencias es que se abrió paso al feminismo que desde el s. XIX ha
abierto un campo de lucha política, institucional y cultural. El reclamo de las mujeres por iguales derechos
políticos y laborales que los hombres responde a la necesidad de crear el marco institucional para definir la
subjetividad pública de la mujer.
• Este larguísimo proceso se fue radicalizando a lo largo del siglo XX y estimuló la lucha de otros movimientos
subalternos como la lucha de los pueblos colonizados, las de gente de color, las de minorías sexuales o étnicas.
El feminismo deviene metáfora de cómo constituye un sujeto subalterno, su visibilidad y reconocimiento
públicos.
• Nelly Richard, crítica chilena, reflexiona que en la actualidad ser sujeto femenino puede tener un poder de
cuestionamiento, puede ser políticamente activo como lugar de resistencia siempre y cuando se mantenga
como espacio de diferencia y no se asimile a los mecanismos que institucionalizan el poder. En este sentido,
para ella no es privativo que un sujeto sea biológicamente hombre o mujer para colocarse en ese lugar
“anómalo”, de diferencia, ya que lo femenino es un lugar de alteridad y la crítica cultural debe estar atenta a
ese espacio.
• En lo que se refiere al arte y la literatura, lo femenino, según esta autora, será productivo en tanto resguarde
la posibilidad de hablar desde la otredad del poder, la otredad del canon: “Parece necesario nombrar lo femenino
como aquello que desde los bordes del poder central busque producir una modificación en el tramado monolítico del
quehacer literario, más allá que sus cultores sean hombres o mujeres generando creativamente sentidos
transformadores del universo simbólico establecido”.
4. CONFLICTOS Y POLÉMICAS
La apertura hacia las diferencias generó que el campo de conocimiento y sus objetos de estudio sean más
confusos. Así, los críticos han tomado diversas posturas al respecto:
1- Ian Chambers sostiene que en los nuevos movimientos sociales y en las nuevas posibilidades de
interpretación de las ciencias de la cultura permiten visualizar fenómenos y sujetos nuevos. Él,
específicamente, estudia la figura del migrante. De este modo, aborda la decadencia de la noción de
especificidad: ante tantas identidades, en un mundo globalizado, dicha noción decae. Presenta una paradoja
esta situación: cada sujeto intenta preservar su condición. En este panorama de disciplinas mezcladas,
Chambers ve la posibilidad de nuevas formas de pensar la cultura.

4
2- Dentro de los estudios post-coloniales podemos encontrar al Grupo de Estudios Subalternos. Una de las
características fundamentales de este grupo es el no reducir los fenómenos a la “determinación” de un solo
factor (raza, economía, clase, etc) sino que tratan de re-politizar los estudios de la cultura. Spivak y Suleri, por
ejemplo, aclaran que el intelectual post-colonial no habla en representación de otro subalterno sino
inscribiendo siempre la distancia respecto del Otro: la cultura letrada no puede captar al otro ni enunciar
desde su lugar, en todo caso simplemente pueden señalar lo irreductible de la experiencia del subalterno
(quien no existe “puro” sino que está permeado por la cultura de su tradición y sus mezclas con la cultura
hegemónica).
3- Homi Bhabha sostiene que las culturas nunca son unitarias (en sí mismas) ni duales (en sí mismas y el Otro)
sino que se estructuran mediante constantes negociaciones de poder. Desarrolla el concepto de “in between”:
característica propia de la cultura contemporánea ya que las identidades y las comunidades híbridas viven en
relaciones problemáticas, en un “entre”, en un espacio de mediación.
4- “Sexo” y “raza” son categorías fundamentales para los intelectuales a la hora de comprender la nueva
construcción de identidades y los roles problemáticos que juegan entre sí los actores sociales
contemporáneos.
5- Cornel West resalta la aparición de un nuevo “trabajador cultural” asociado a una nueva política de la
diferencia pues ya no existe lo monolítico y homogéneo ni lo abstracto, lo general y lo universal. El desafío es
político.
6- Fredric Jameson, en su mirada más escéptica, sostiene que los estudios de la subalternidad son una
creación del capitalismo tardío que necesita de su circulación en los grandes centros de poder para seguir
legitimando la subordinación del Otro: el capitalismo tardío necesita acercarse hacia sus Otros.

También podría gustarte