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POLÍTICA INTERNACIONAL LATINOAMERICANA

UNIDAD I

Elementos teóricos para el análisis del subsistema regional y las políticas


exteriores de América Latina

Atkins, Pope – “América Latina en el Sistema Político Internacional”


(1991)

CAPÍTULO I: EL SISTEMA POLÍTICO INTERNACIONAL

La utilización de esquemas organizativos, destinados a contribuir a la comprensión de datos


políticos en tanto que ordenan hechos y acontecimientos en un esquema coherente susceptible
de análisis, tienen tres propósitos:

- Brinda un método para determinar sistemáticamente qué hechos son pertinentes.


- Permite un despliegue metódico de datos elegidos de manera coherente y lógica.
- Facilita la comparación de conjuntos relacionados de fenómenos.

Aquí se trabajará la teoría de sistemas internacionales.

Una perspectiva de sistemas

La orientación utilizada para este estudio

A fin de brindar un informe general sobre las RRII de América Latina es necesario ver los
componentes y procedimientos de los sistemas políticos internacionales.

Teoría de los sistemas como esquema analítico

La teoría de los sistemas destaca estructuras y procedimientos en el estudio de la política. Un


“sistema” consiste en la interacción entre dos o más unidades distintas y en las consecuencias
de esa interacción. Un sistema se caracteriza por diferenciación (la presencia y el accionar de
unidades separadas) y por integración (la estructura total del sistema y la interacción de sus
unidades a fin de realizar las funciones del sistema). Integración significa regularidad de
relaciones, dependencia mutua y algún grado de coordinación entre las unidades.

Una orientación sistemática brinda claras ventajas para analizar el tema tratado:

- Provee una amplia perspectiva de políticas y facilita el análisis de un extenso espectro de


relaciones en el proceso político
- Ayuda a integrar el conocimiento político, podemos aplicar sus conceptos a cualquier nivel
de actividad política, incluyendo sistemas subnacionales, políticas nacionales, diversas
agrupaciones de Estados-nación y la totalidad del sistema político internacional.

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Análisis de la política exterior (o teoría de la acción): trata sobre la naturaleza y acciones del
Estado-nación tal como funciona en el sistema político internacional.

Análisis de las políticas internacionales (o teoría de la interacción): se ocupa del sistema


internacional y de las relaciones de Estados en la medida que interactúan entre sí.

En el análisis de política exterior, la investigación se concentra sobre los atributos de los Estados
y la manera en que éstos, a través de sus entidades decisorias, reaccionan frente a motivaciones
y aspiraciones, formulan intereses, analizan situaciones, eligen objetivos y deciden y llevan a
cabo cursos de acción. La política exterior se convierta en política internacional cuando se toma
una acción y otros Estado o entidades no-estatales responden a ella dando comienzo a la
interacción.

Las relaciones internacionales regionales pueden ser estudiadas como subsistemas


internacionales, definidos como agrupaciones de algunas de las unidades que interactúan
regularmente en forma diferente del proceso total pero que no son autónomas del sistema
mundial. Una perspectiva regional reconoce que poderes menores cubren un importante papel
en las RRII.

Naturaleza del sistema internacional

Cuando se aplica la teoría de sistemas a la política internacional, algunos críticos argumentan


que no existe un sistema internacional. Presuponen que las políticas internacionales son
anárquicas pues no hay una autoridad decisoria internacional y centralizada y un sistema exige,
por definición, orden.

El problema esencial de la orientación sistémica es el de la regulación: el campo internacional, a


diferencia del campo nacional, carece de entidades decisorias superiores capaces de crear e
imponer leyes y de reconciliar a grupos en conflicto. Además, no existe virtualmente ningún
sentimiento de lealtad o legitimidad por encima del nivel del Estado-nación.

Por otra parte, hay otros actores no estatales en posiciones no importantes, lo que contribuye
aún más a descentralizar el sistema.

Sin embargo, esquemas regulares de actividad internacional son lo bastante comunes como
para justificar la aseveración de que existe un sistema político internacional y que la teoría de
sistemas puede ser aplicada provechosamente a un análisis de políticas internacionales.

Las unidades (actores) en la política internacional

Estados-nación

El Estado-nación es y seguirá siendo en el futuro previsible el actor más importante, sin embargo,
nunca fue, ni es, la única unidad en el sistema político.

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El Estado moderno está dotado de dos características únicas:

- Soberanía: autoridad suprema, absoluta e indivisible del Estado sobre sus ciudadanos,
convirtiéndose en el árbitro final de sus vidas. ¿Puede actuar una abstracción no humana
o, en cambio, debería uno mirar a personas individuales como los reales actores en el
sistema? La personificación del Estado es al mismo tiempo una manera legal y conveniente
de aludir al comportamiento de una serie identificable de seres humanos.
- La relación entre nacionalismo y Estado: un punto primordial del desarrollo del sistema ha
sido la búsqueda de una identidad nacional única por parte de Estados multiculturales, y de
un Estado, por parte de naciones homogéneas. Estos procesos implicaron la combinación
de diversas entidades no necesariamente confinantes: el Estado (una entidad político-legal
definida en términos de territorio, población y gobierno efectivamente autónomo) y la
nación (una entidad socio-cultural definida en términos de pueblos que comparten un
sentimiento de igualdad y singularidad).
- Con la Revolución Norteamericana (1776) y la Francesa (1789) y el subsiguiente desarrollo
del republicanismo, se llegó a identificar el nacionalismo con “el pueblo”. Desde ese
momento, los grupos nacionales buscaron crear Estados que conformaran las fronteras
nacionales, y nació la idea de “autodeterminación nacional”. Surgió así la doctrina de la
soberanía popular en la cual la voz del pueblo (vox populi) reemplazó a la voz de Dios (vox
Dei) como base de autoridad suprema.

Acción de Estado

Orientaciones de la política exterior

El análisis de la acción del Estado comienza con la observación de conductas en política exterior.
La conducta depende de varias dimensiones de la orientación de un Estado.

Conducta: la sustancia real del curso de acción política.

Orientación: evaluación que hace un Estado del lugar que ocupa en el sistema internacional y
su elección de métodos para enfrentar el mundo exterior.

Hay cuatro dimensiones de orientación:

- Análisis fines-medios
- Tendencias a la alineación
- Papeles nacionales
- Compromiso de un Estado ya sea con el statu quo o con el revisionismo

Primera dimensión: el análisis fines-medios es útil cuando se examinan decisiones sobre planes
de acción específicos. Los objetivos supremos del Estado son aquellos generalmente
identificados con el concepto de interés nacional, a menudo llamado intereses vitales de una
nación. La mayoría de los Estados deducen que sus intereses vitales son la autopreservación, la
seguridad y el bienestar social y económico. Estos intereses pueden transformarse en más
específicos si se los traduce a objetivos próximos de “distancia” variable: largo, medio o corto
plazo.

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La elección que hace un Estado de instrumentos y tácticas puede involucrar distintos grados de
planes de acción multilaterales o unilaterales, activos o pasivos.

Segunda dimensión: la constituyen las tendencias a la alineación. ¿Elige un Estado alianza militar
y una coalición económico o política con otro Estados? ¿O prefiere alguna forma de neutralidad
o no alineación? Hay tres clases de neutralidad:

- Condición legal elegida por un Estado durante hostilidades armadas; semejante elección
acarrea derechos y responsabilidades definidos que diferencia a neutrales de beligerantes.
- (también reconocido por la legislación internacional) Estado que ha sido neutralizado
mediante la acción de otros normalmente a través de un arreglo entre los grandes poderes
para imponer y garantizar la neutralidad.
- No alineación, rechazo voluntario de alianzas, negación a alinearse con los grandes poderes
de sus bloques; no tiene referencia a una condición legal. También puede servir como
medio práctico para obtener concesiones económicas de los bloques en pugna.

Tercera dimensión: “papeles nacionales”, este término responde a la perspectiva de quienes


planifican los cursos de acción del Estado-nación con respecto al mundo basándose en su
percepción tanto del mundo exterior como de las propias sociedades. Las concepciones de los
papeles definen las clases de acción adecuadas a los valores nacionales. Están asociados sólo
con Estados activamente involucrados en asuntos mundiales o regionales. Ej.: La concepción
norteamericana de sus funciones en la cuenca del Caribe: el papel de “defensor/líder/policía
regional” que protege a otros Estados, de “mediador”, y de “protector de la fe”, incitando al
anticomunismo y al desarrollo democrático.

Cuarta dimensión: compromiso de un Estado ya sea con el statu quo o con el revisionismo.

Análisis del potencial

Un amplio espectro de “factores coyunturales” origina o ayuda a definir los planes de acción a
seguir. Estos factores –el marco o las condiciones del mundo real- tanto limitan la libertad del
Estado como le ofrecen oportunidades. Estas influencias sobre los diseñadores de planes de
acción pueden provenir:

- Del ambiente social interno del Estado.


- De factores internacionales.
- Del sistema político como tal.
- De las entidades decisorias propiamente dichas.

Quienes planifican estas políticas deben determinar los potenciales y las acciones presentes o
previstas de otros Estados, la ubicación geográfica de un Estado, la situación social de otros
Estados.

Las influencias socio-culturales y económicas incluyen influencias tales como:

- Nacionalismo
- Ideología

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- Religión
- El estado de la economía
- La naturaleza de la estabilidad social

Dentro del sistema político, los grupos de interés, los partidos políticos y las élites pueden
interactuar con los poderes decisorios y la opinión pública; las actividades de relaciones públicas,
los medios de comunicación y las elecciones también influyen.

Los poderes decisorios deben considerar su propio potencial nacional para implementar
políticas y tener expectativas realistas en cuanto a la concreción de sus objetivos. También
deben comparar su potencial relativo con el de otros Estados con los que están interactuando.

El concepto de potencial el parcialmente sinónimo del de poder: el poder del Estado para influir
sobre el comportamiento de otros actores o para convencerlos de que acepten su propia
postura. El análisis de potencial es un inventario de fuerzas y debilidades, los potenciales de un
Estado influyen sus orientaciones fines-medios.

Toma de decisión

Identificación de los factores intelectuales, psicológicos e institucionales que afectan los


procesos racionales mediante los cuales los líderes toman decisiones. Se puede lograr un
“análisis de intención” con tres modelos básicos de toma de decisiones.

Modelo racional o modelo ideal de toma de decisiones - los individuos racionales, cuando se
enfrenten a un problema que requiere solución, siguen, idealmente, un proceso determinado:
definen la situación, obtienen toda la información posible, determinan el o los objetivos a ser
alcanzados, establecen prioridades, buscan medios alternativos para lograr los objetivos;
seleccionan la mejor alternativa a seguir, la implementan y evalúan las consecuencias para
aprender de la experiencia.

Otras teorías de toma de decisión se concentran en los hombres que toman las decisiones. Se
basan en el presupuesto de que las características psicológicas de los planificadores de políticas
pueden alejarse de los procesos del modelo racional. Estas teorías pueden agruparse en dos
categorías generales: el modelo perceptivo y el modelo burocrático.

Modelo perceptivo. Se concentra en las percepciones del mundo y de sí mismos que tienen los
líderes de un Estado. Sus perspectivas integran la base para políticas y acciones. Los teóricos
distinguen entre el ambiente objetivo (realidad) de quien toma decisiones y el ambiente
psicológico (la percepción o imagen de la realidad) y la dificultad de reconciliar ambos.

Modelo burocrático. Se aplica a las decisiones de política exterior tomadas por grupos y
organizaciones. Los teóricos arguyen que los grupos tienen su propia dinámica, la cual trasciende
la aplicación colectiva de una planificación racional de políticas y se suma a las percepciones
colectivas. Este modelo incluye dos ideas: políticas burocráticas y procedimientos organizativos.
Las inclinaciones burocráticas pueden moldear la definición del problema y su solución. La
dinámica grupal puede trascender el proceso racional.

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Actores que no son Estados ni naciones

Cualquier análisis que se concentre exclusivamente sobre las políticas de Estados-nación


desecha el fuerte impacto de otras clases de actores internacionales.

El sistema internacional integrado

El sistema político internacional ha sido integrado por medios informales de distribución de


poder y por instituciones internacionales formales. Mientras que el equilibrio de poder provee
un mecanismo informal para regular conflictos internacionales, la legislación internacional y las
OGI representan intentos formales de controlar políticas de poder y hasta de ofrecer
alternativas al equilibrio de poder.

Distribución de poder e influencia

Las teorías de equilibrio del poder implican equilibrio y estabilidad dentro de un sistema
compuesto de varias fuerzas políticas mayormente autónomas. Tanto el concepto de equilibrio
en la teoría de sistemas como la perspectiva tradicional de equilibrio de poder presuponen que
cuando la estabilidad o equilibrio son afectados el sistema mismo muestra una tendencia ya sea
a restablecer el equilibrio original o a adoptar uno nuevo.

Mientras el equilibrio de poder sea definido como “distribución de poder” reo que la teoría
describe correctamente esquemas de relaciones entre estados

Los tipos básicos de equilibrio que han existido en el sistema Estados-nación son el equilibrio
múltiple y el equilibrio simple.

- Equilibrio múltiple: varias naciones se compensan mutuamente a escala global; desde el


nacimiento de los Estados-nación hasta la 2GM. Puede incluir un Estado equilibrador.
- Equilibrio simple: implica la concentración de poder alrededor de dos polos de fuerza
aproximadamente iguales; después de la 2GM.

Un aspecto de la teoría de equilibrio de poder especialmente pertinente a este estudio es el


principio fundamental según el cual las áreas geográficas próximas están vinculadas con los
intereses vitales esenciales de un Estado.

Instituciones internacionales

Una cantidad de instituciones internacionales funciona como agente regulador en el sistema


internacional. La legislación internacional es un cuerpo de normas reguladoras formales. El
concepto de soberanía plantea un problema: si el Estado es la autoridad suprema dentro de los
límites territoriales, ¿hay leyes internacionales a las cuales está sometido el Estado? Esta
dificultad ha hecho que la legislación internacional dependiera del consentimiento. Dicho
sistema legal descentralizado en la esfera internacional era efectivo cuando los grandes poderes
estaban generalmente de acuerdo en mantener ciertas líneas de conducta. Fue el caso hasta el
estallido de la IGM.

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Los Estados más débiles, por una parte, aceptan la necesidad de un freno legal para los poderes
más fuertes, pero por la otra reconocen que esa legislación tiende a reflejar los intereses de
dichos poderes.

Las OGI son creaciones de los mismos Estados-nación, desarrolladas por los dirigentes como
respuesta a las necesidades prácticas de la vida internacional y como intentos para que la
política internacional funcione más armoniosamente. Las OGI son el resultado de acuerdos
estatales tendientes a comprometerse a realizar consultas regularmente, respetar reglas de
conducta mutuamente acordadas y establecer un sistema administrativo para implementar
decisiones conjuntas.

Las organizaciones regionales regulan la política internacional dentro de áreas geográficas


definidas.

Las organizaciones internacionales generales son producto del siglo XX y fueron fundamental
la respuesta al problema de la guerra. Las organizaciones que dieron origen al concepto de
seguridad colectiva lo consideraron como la integración del poder en oposición al equilibrio de
poder. En cierto sentido, la seguridad colectiva era un “nuevo” equilibrio de poder o una variante
del equilibrio múltiple. En tanto que el nuevo equilibrio y la seguridad colectiva representaban
el status quo nadie se oponía. Una situación de status quo presumiblemente significaría
equilibrio de poder basado en seguridad colectiva. De esta manera, la seguridad colectiva en
realidad funciona de acuerdo con los principios de equilibrio de poder. Aquella ha sido un amplio
fracaso.

Interacciones internacionales

Instrumentos de políticas y formas de interacción

En cuanto un actor ha elegido determinada estrategia, moviliza sus recursos o “instrumentos de


política”. Un Estado puede decidir no hacer nada. Más allá de la inacción, los instrumentos
pueden ser clasificados en categorías:

- Diplomáticos
- Políticos
- Psicológicos
- Culturales
- Económicos
- Recursos militares

Las interacciones dentro del sistema son mayormente idénticas con los instrumentos de
políticas.

El análisis de potencial es también esencial para la comprensión de las interacciones


internacionales. El potencial es relativo con respecto a otros Estados y puede variar de un área
a otra. El potencial también depende del problema o de la situación en los cuales se lo ejerce.

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Cooperación y conflicto

Los instrumentos e interacciones pueden ser clasificados como cooperativos o conflictivos.

Cooperación (o colaboración) significa trabajar con otros voluntariamente y en relación


armoniosa a favor de un propósito común. Implica una simetría tal en las relaciones que sea
aceptable para todos los involucrados.

Conflicto se refiere a instrumentos de planes de acción y a esquemas políticos que comprenden


coerción, contienda, hostilidad, tensión, lucha, disensión y desacuerdo de acción; en general,
una discrepancia de principios e intereses y una asimetría de relaciones.

Los objetivos internacionales nacen de objetivos incompatibles entre Estados.

Diplomacia y violencia

La dicotomía cooperación/conflicto no es exacta. Los procesos de interacción probablemente


sean mejor comprendidos desde el punto de vista de la diplomacia (negociación) y la violencia
(amenaza o empleo de fuerza).

Diplomacia refiere a:

- Sentido estricto: conducta de las negociaciones y otras relaciones entre Estados-nación, y


las prácticas y procedimientos mediante los cuales los Estados intercambian
representantes oficiales y se comunican entre sí.
- Sentido amplio: es sinónimo de negociación → proceso general, formal o informal, por el
cual las partes llegan a un acuerdo. Negociar moldea la política de influencia.

Otros definen la negociación como inducir o persuadir sin recurrir a coerción física directa. Otra
escuela extiende el significado de diplomacia al empleo significativo de la fuerza.

Regímenes internacionales

Los regímenes internacionales son intentos de gobierno y regulación de sistemas


internacionales. Ej. Control de armas, legislación marítima. Éstos se concentran sobre el cúmulo
de fuerzas que actúa en determinadas áreas de discusión y tratan de resolver las históricas
tensiones entre orden y desorden.

Los regímenes internacionales son las reglas y procedimientos aceptados mutuamente


(“arreglos de gobierno”) que permiten a los actores internacionales tratar problemas de interés
mutuo en ausencia de una autoridad superior. La constitución de estos regímenes puede
realizarse a nivel bilateral, regional, global o de algún otro tipo, o por combinación de ellos (ej.:
control armamentista).

Los regímenes a menudos están asociados a las OGI. Están orientados a resolver conflictos y
promover la cooperación.

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Subsistemas internacionales

Clases de subsistemas

Se puede considerar a las regiones como subsistemas componentes del sistema internacional
mundial. La mayoría de los elementos de un sistema son igualmente aplicables a los
subsistemas. Un subsistema está caracterizado por diferenciación e integración.

No todos los subsistemas son regiones geográficas. La interacción regularizada de dos Estados
puede ser considerada un subsistema. Las OI, independientes de la geografía, también pueden
ser consideradas subsistemas. O las agrupaciones ideológicas o de intereses comunes.

Los subsistemas internacionales no se consideran sistemas independientes del sistema


internacional. Las agrupaciones regionales y otras asociaciones se toman como un subsistema
aun cuando están caracterizadas por todos los elementos de un sistema debido a varias razones:

- Sus unidades interactúan significativamente con otras unidades y subsistemas más allá de
sus fronteras.
- Los actores exteriores son pertinentes al subsistema.
- Los actores regionales también pueden formar parte de otros subsistemas.
- Las agrupaciones del subsistema se mantienen funcionalmente inseparables del sistema
global.

Subsistemas regionales

El interés académico en temas regionales es un proyecto posterior a la IIGM. Los primeros


escritos debatían con los universalistas preocupados por los mejores arreglos para crear un
orden mundial. A mediados de los ’50, el interés se comenzó a centrar en la integración política
y económica. Finalmente, con el impacto de la teoría de sistemas sobre el estudio de la política
y las RRII, los asuntos regionales se integraron a la teoría de sistemas.

Todas estas aproximaciones están unidas por la idea común de que la proximidad geográfica
constituye uno de los límites de la investigación. La diferencia fundamental reside en que tanto
las aproximaciones para mantener la paz, como las funcionales y las de integración, incluyen
doctrinas establecidas y manifestaciones normativas de prioridades, mientras que la teoría de
sistemas está diseñada para ordenar el estudio objetivo de la realidad. Además. La visión de una
región determinada como subsistema es localmente más inclusiva que en otras aproximaciones
regionales, pues trata la totalidad de las políticas regionales y las relaciones entre actores.

CAPÍTULO II: EL SUBSISTEMA REGIONAL LATINOAMERICANO

El factor primario de la estructura y cambio del sistema es la distribución internacional de poder


e influencia.

Identificando subsistemas regionales

Criterios relevantes

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Subsistemas regionales – (William Thompson, 1973) qué criterios deberían ser aplicados al
determinar la validez de considerar las regiones geográficas como subsistemas internacionales:

- Fronteras y actores: que los actores regionales estuvieran geográficamente próximos.


- Percepciones: que se reconozca a la región como un área distintiva.
- Interacciones: que la interacción entre los actores y sus esquemas de relaciones muestre
un grado de regularidad e intensidad.

Un subsistema regional consiste en un conjunto de Estados geográficamente próximos que


interactúan regularmente y comparten hasta cierto punto un sentido de identidad regional, y es
reconocido por actores exteriores. Estos mismos criterios identifican otros subsistemas dentro
de la región.

Fronteras y actores

Primer aspecto del análisis del subsistema. Se debe identificar la frontera que delimita la región.
La identificación de una tipología de actores importantes para el subsistema ayuda a esa
delimitación. Para distinguir un subsistema de otros componentes del sistema deben
identificarse las unidades diferenciadas.

Percepciones

Segundo aspecto del análisis del subsistema. El grado de la autopercepción regional y la visión
que los actores exteriores tienen de la región. En términos sistémicos, los rasgos socioculturales,
económicos y políticos comunes no son requisitos definitorios. La consideración clave en el
análisis del subsistema es el grado de identidad mutua entre los actores.

Interacciones

Tercer aspecto del análisis del subsistema. La región también se define por la regularidad de las
relaciones entre las unidades, incluyendo los esquemas e intensidad de las diversas formas de
interacción llevadas a cabo por los actores regionales o exteriores, tanto cuando Estados como
cuando no lo son, así como las instituciones y procesos reguladores relacionados con el
subsistema.

Identificando el subsistema latinoamericano

América Latina puede efectivamente ser vista como una unidad significativa en el manejo de
asuntos internacionales. La clave para un análisis detallado de las RRII en América Latina es
reconocer varios niveles dentro del subsistema. La estructura y los procesos de las relaciones
internacionales deberían ser definidos en una serie jerárquica:

- Toda la región como un subsistema del sistema internacional mundial.


- Subregiones dentro de la región latinoamericana.
- Conjuntos de relaciones bilaterales por parte de Estados individuales de América Latina.

Subsistemas subregionales: México, el Círculo del Caribe, América del Sur.

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El nivel regional latinoamericano

Demarcación geográfica y tipología de actores

La frontera regional

América Latina es definida como la región que incluye el territorio del hemisferio occidental al
sur de Estados Unidos.

Los Estados regionales

Forman el punto central de la política internacional del subsistema. Están subdivididos en


agrupaciones que reflejan su cultura política y “edad” como Estados-nación independientes:

- Iberoamérica: 19 naciones de origen español y portugués. Son Estados “viejos” o


“tradicionales”. 18 de ellos forman Hispanoamérica. Lusoamérica o América portuguesa se
refiere a Brasil.
- Haití: Estado tradicional, ha mantenido su cultura afro-occidental hasta el presente.
- Resto de los actores regionales: son 13 “nuevos” Estados, 12 de los cuales son antiguas
colonias británicas que obtuvieron su independencia entre 1962 y 1984 y son conocidas
colectivamente como la Comunidad de países del Caribe. Surinam, representa la América
holandesa.

Estados exteriores

Estados exteriores a la frontera que tienen relaciones significativas con los actores regionales.
Las colonias políticas dentro del límite regional, representan una continua intrusión territorial
de Estados externos controladores (RU, Francia, Holanda, EEUU). Los Estados exteriores
importantes son aquellos que poseen territorio regional y aquellos que participan en otras
formas de política internacional.

Actores que no son Estados

Muchos actores no-Estatales funcionan como actores importantes en el subsistema


latinoamericano:

- La Santa Sede
- Corporaciones multinacionales (CMN)
- Movimientos obreros internacionales
- Grupos insurgentes subnacionales
- Partidos políticos transnacionales

Percepciones

Autoconciencia regional

Los Estados latinoamericanos tienen mucho en común, y en ciertos aspectos importantes


prevalece una identificación mutua. La conciencia regional aparece como una fuerza en

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“contrafase” actuando sobre las relaciones latinoamericanas, una situación ambivalente de
rechazo y atracción mutuas. La identidad mutua es revelada más aún por la susceptibilidad de
grupos políticos de un Estado con respecto a progresos de otros Estados. Los debates regionales
buscan soluciones latinoamericanas para los problemas de cambio.

Los Estados exteriores han contribuido a aumentar la cohesión subsistémica en América Latina
con su sola presencia. La mayoría ha tendido a unirse a otros para hacer frente a las amenazas
del mundo exterior.

Regularidad de interacción

Si existe la regularidad de relación en estas áreas se refuerza el concepto de un subsistema de


América Latina.

Otros subsistemas

México

México integra un subsistema norteamericano separado del resto de América Latina: Canadá y
EEUU. Muchos de los temas son “norteamericanos” en cuanto al contenido y están
estrechamente vinculados con los asuntos internos en cada país; la relación ha sido determinada
especialmente por la proximidad territorial y estructuras económicas y sociales cada vez más
integradas.

El círculo del Caribe

Se considera a Venezuela una nación caribe, Colombia es vista cada vez más como perteneciente
a la región caribe, pero también se la clasifica como nación del Pacífico. Los dos países se vieron
incluidos en América del Sur. La idea de “cuenca del Caribe” es vista por los europeos como un
invento norteamericano, pero en el siglo XIX RU parecía sostener la misma idea, así como lo
hacen Venezuela y México hoy en día.

Los Estados caribeños han sido pequeños, débiles y relativamente no institucionalizados, con la
excepción de Colombia, Venezuela y Costa Rica. Por consiguiente, la región ha sido objeto de
rivalidades, presión, intervención y dominación por parte de potencias. EEUU ha sido el policía
internacional de la zona; la mayor parte del área integra un sistema de comercio bilateral con
EEUU. Esta hegemonía no ha sido total, constante o simple y ha soportado numerosos retos. Las
posesiones territoriales de RU, Francia y Holanda constituyeron una constante desviación de la
supremacía norteamericana.

El Círculo del Caribe se puede seguir subdividiendo. América Central muestra características
sistémicas. La Comunidad de Países del Caribe también conforma un subsistema.

El cono sur

Los actores en las RRII del Cono Sur de Sudamérica son:

- Argentina

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- Brasil
- Chile Uruguay
- Paraguay
- Bolivia
- Perú

A veces:

- Ecuador

Se excluye la hilera de Estados norteños:

- Colombia
- Venezuela
- Guyana
- Surinam

Una de las principales características ha sido el relativo aislamiento, en parte debido a su


singular situación geográfica. Además, los Estados líderes del Cono Sur están, en un sentido
relativo, internamente institucionalizados y actúan independientemente en cuanto a política
internacional. La región no formó parte de un sistema mundial de equilibrio de poder.

Los Estados del Cono Sur tienen una amplia serie de relaciones externas que se suman a su
habilidad para equilibrar influencias exteriores. La subregión es un área de comercio
multilateral; a diferencia de México y la mayor parte del Caribe, que están restringidos a un
intercambio económico bilateral con Estados Unidos, los Estados del Cono Sur y Brasil tienen
antiguos vínculos, tanto culturales como económicos, con Europa.

EEUU ha tenido un interés mínimo por el Cono Sur, a excepción de Brasil, y su influencia en este
país ha disminuido significativamente desde mediados de los ’60.

Un relativo aislamiento de la política de poder mundial ha permitido a la mayoría de los Estados


del Cono Sur constituir esquemas independientes de interacción con respecto a su propio
conjunto de temas subregionales.

Las relaciones intrarregionales se caracterizaron por equilibrios de poder más bien firmes y
persistentes en los cuales los Estados más pequeños funcionaron como “amortiguadores” de las
rivalidades entre Estados más grandes. La adopción de perspectivas geopolíticas distingue más
aún el subsistema del Cono Sur de las zonas más norteñas de América Latina. Las cuestiones
nucleares fueron introducidas por la rivalidad Argentina - Brasil. Finalmente, algunos Estados del
Cono Sur tienen más vínculos con la región del Atlántico Sur e intereses en la Antártida.

El subsistema del Cono Sur puede ser subdividido en tres subagrupaciones:

- Los países del Plata: Argentina, Bolivia, Brasil, Paraguay y Uruguay. (Acuerdo de la Cuenca
del Plata en 1969, orientado al desarrollo de la infraestructura regional)

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- Los países amazónicos: Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Guyana, Perú y Surinam. (Pacto
Amazónico de 1978)
- Subsistema andino: Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela; se consideraron a
sí mismos una unidad internacional. (En 1966 se forma el Grupo Andino, exceptuando
Venezuela, también forman parte del sistema comercial de la Cuenca del Pacífico) Algunos
tienen intereses que se extienden hasta el Océano Pacífico.

Brasil

Brasil está geográficamente separado del Cono Sur, pero es un actor clave de este subsistema.
Sus relaciones bilaterales deben ser consideradas subsistemas separados. Brasil se ha
mantenido apartado del resto de América Latina por mucho tiempo debido a su herencia
cultural portuguesa, tamaño y ambición y potencial para ser un Estado influyente en la política
mundial.

Brasil ha aumentado su autoconfianza frente a EEUU y su capacidad general para seguir políticas
exteriores independientes. Prefiere acercarse a otras naciones del mundo desde el punto de
vista de relaciones bilaterales antes que en conjunto con el resto de América Latina.

CAPÍTULO III: LOS ESTADOS LATINOAMERICANOS

Las políticas exteriores de los Estados de América Latina comparten ciertos elementos básicos.

Preguntas generales:

- ¿Qué factores ambientales importantes moldean las políticas exteriores latinoamericanas?


- ¿Cómo se formulan las políticas?
- ¿Qué orientaciones fueron adoptadas hacia el mundo exterior?

En general, las realidades de los potenciales latinoamericanos y la naturaleza del nacionalismo


combinado con la primacía de los procesos políticos internos, conforman las influencias más
importantes sobre la elección de las orientaciones de política exterior.

Potencial

Factores geográficos

Las posiciones geográficas de diferentes partes de América Latina, combinadas con otros
factores de potencial, han moldeado fundamentalmente las percepciones y orientaciones hacia
el mundo exterior y afectaron las relaciones con Estados exteriores La parte norte de la región
–México y el Círculo del Caribe- siempre estuvo sujeta a intensas presiones extranjeras: posición
de México en la frontera con EEUU; el área del Caribe escenario de la rivalidad europea inicial,
de la rivalidad entre EEUU y RU en el siglo XIX, y después bajo la influencia de EEUU, hasta que
fue desafiado por la URSS en Cuba y Nicaragua.

Los Estados del subsistema del Cono Sur tienen una situación geográfica que los coloca a grandes
distancias tanto de Europa como de EEUU fuera de la corriente política mundial de las potencias

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y más allá de la esfera de influencia inmediata de EEUU. La distancia otorgó márgenes de
maniobra.

En cuanto a política internacional dentro de la región, las grandes potencias locales (Brasil y
Argentina) se comportan como potencias hacia sus vecinos.

Brasil, Argentina y Chile son los únicos países de América Latina que han desarrollado
importantes escuelas de pensamiento estratégico geopolítico y estos conceptos han sido
motores fundamentales de sus políticas exteriores.

La geografía también influyó de otras maneras sobre la política regional interna. Brasil limita con
todos los Estados sudamericanos salvo Chile y Ecuador; México influyó sobre las políticas
subregionales en los Estados centroamericanos; Venezuela expandió su influencia al resto del
área del Caribe en los ’70.

El rasgo típico predominante en gran parte de América Latina son las montañas. Fueron una
barrera de seguridad entre Chile y Argentina, Chile y Bolivia, y Bolivia y Perú. El desierto de
Atacama entre Chile y Perú cumple la misma función. La cuenca de la selva amazónica
tradicionalmente formó una barrera entre Brasil y la mayoría de sus vecinos. Pocas autopistas
unen a las naciones latinoamericanas, aunque varios grandes sistemas fluviales vinculan algunos
países de América del Sur: Amazonas, Magdalena-Cauca (Colombia); Orinoco (Venezuela);
Uruguay-Paraguay-Paraná-Pilcomayo-Del Plata.

En América del Sur, las barreras físicas han provisto protección militar a todos los Estados. al
mismo tiempo, han impedido el comercio internacional y otras formas de intercambio pacífico.

El tamaño entre los Estados varía mucho.

Factores de población

La mayor preocupación de la región después de la independencia nacional fue una población


escasa. Los niveles de población y densidad varían ampliamente entre los diversos Estados. La
mayor parte de América Latina está urbanizada, y la urbanización avanza rápidamente. Las tasas
de crecimiento económico no son suficientes para disminuir significativamente los niveles de
pobreza. Los niveles de educación varían entre naciones. Las tasas de alfabetización más altas,
no son una ventaja pura: pueden resultar en mayores expectativas que, si se ven frustradas,
tendrían un impacto social desestabilizador.

Factores sociales

Las tensiones sociales y la falta de homogeneidad disminuyen la fortaleza de algunos Estados


más que la de otros. Inmigrantes de prácticamente todas partes del globo se trasladaron
América Latina Nuevo Mundo. Como resultado de esta mezcla racial y étnica los Estados de
América Latina son culturalmente complejos y diferentes en muchos aspectos combinando
herencias culturales indígenas, íbero-coloniales e importadas.

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Como regla general el color de la piel está relacionado con la clase social: las personas más
blancas están en las clases altas y, por lo tanto, las más oscuras están relegadas a las clases
sociales bajas. Una fuerte conciencia de clase ha creado tensiones sociales, alienando grandes
sectores de la sociedad y debilitando la unidad nacional. El sistema de clases está rígidamente
estructurado. En términos generales hay mayor movilidad social en las ciudades que en las áreas
rurales.

Factores políticos

Los Estados políticamente inestables están menos unidos con respecto a temas internacionales
y son menos capaces de manejar su propio desarrollo nacional. Los Estados con las políticas
exteriores más efectivas son también los políticamente más estables.

La efectividad internacional de los Estados más importantes dependió en gran medida de su


estabilidad interna. Ésta fue también importante para las políticas exteriores de los Estados
pequeños.

Factores militares

Aunque el potencial militar de los Estados latinoamericanos generalmente no es significativo en


política mundial ha tenido un impacto importante en las relaciones interamericanas.

Las fuerzas armadas de América Latina siguen siendo inferiores a las de las grandes potencias
mundiales. La actuación de las naciones en política extraregional no se apoyó en el potencial
militar.

En términos regionales un potencial militar relativo ha sido de continua importancia desde las
guerras de la independencia las unidades militares se movilizaron en guerras interamericanas.

En la mayoría de los Estados de América Latina el potencial militar es importante, en especial en


términos de problemas internos: como árbitro político y a veces como una defensa contra la
insurgencia.

Ninguna nación latinoamericana posee armas nucleares, pero algunos tienen el potencial para
fabricarlas: Argentina, Brasil y México.

Factores económicos

Los problemas económicos acosan a la mayoría de los Estados de América Latina, aunque
también son evidentes los ejemplos de fortaleza económica. Muchos Estados regionales se
caracterizan por la monocultura económica.

El desarrollo industrial no es uniforme:

- Naciones industrialmente equilibradas: Brasil, México, Argentina y Chile.


- Desarrollo industrial moderado: Colombia, Cuba, Perú, Trinidad-Tobago y Venezuela.
- Industrialización naciente o ninguna: Haití o Granada.

16
AL poseer desventajas naturales que disminuyen su potencial industrial: reservas escasas de
carbón y de baja calidad, fuentes de energía deficientes, escases de minerales, 10 países de
América Latina producen petróleo, pero tienen importancia como exportación sólo para 4:
Venezuela, México, Ecuador y Colombia.

El problema económico internacional más serio a lo largo de los ’80 ha sido lo altos niveles de la
deuda externa. La deuda externa está estrechamente relacionada no sólo con los balances
comerciales, sino también con las relaciones internacionales más generales y con cuestiones de
estabilidad interna. Este tema tiene profundas implicancias a largo plazo para otras áreas de
política internacional.

Nacionalismo

El problema analítico

El nacionalismo es una fuerza fundamental en la política exterior de América Latina. La variedad


de nacionalismos en América Latina es muy compleja. El nacionalismo latinoamericano proviene
de fuentes internas y externas. Los efectos del nacionalismo han sido cambiantes. La diversidad
del nacionalismo ha desembocado en tensiones políticas internas y terminó en una variedad de
políticas exteriores.

Primeros sentimientos nacionalistas

Las raíces del nacionalismo latinoamericano se encuentran en la era colonial, cuando algunas
élites nativas desarrollaron un sentimiento de identidad separada de Estaña y Portugal. Esta
aversión hacia los extranjeros ha sido llamada nacionalismo criollo.

El resultado nacionalista en Brasil fue diferente. Había sentimientos antiportugueses entre


muchos brasileños, pero fue modificado por la amplia aceptación de un miembro de la vieja
familia real (el príncipe Pedro) como soberano de la nueva nación hasta 1889.

Un fuerte sentimiento de americanismo y solidaridad hispanoamericana existía entre algunos


líderes de los nuevos Estados de América Latina: a veces llamados nacionalistas continentales.

Una gran parte del nacionalismo de América Latina del siglo XIX, reducido mayormente a
pequeñas élites de poder, a menudo era una imitación superficial de tendencias europeas o
norteamericanas.

En América hispana, los grupos rivales se organizaron en partido políticos conservadores o


liberales, cada uno con una perspectiva nacionalista diferente: conservadores, deseaba
perpetuar el sistema colonial; liberales, rechazaban el pasado colonial.

Modernización y nacionalismo

Las formas actuales de nacionalismo latinoamericano están arraigadas en los valores y tensiones
asociados con el proceso de modernización política, social y económica. Las formas más
importantes del nacionalismo, estimuladas por la modernización, se identifican como:

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- Modernismo
- Nacionalismo
- Sentimiento antiyanqui
- Nacionalismo económico
- Socialismo militar
- Nacionalismo revolucionario.

Modernismo

Prosecución de la unificación y el desarrollo nacionales por parte de élites progresistas,


generalmente con ayuda extranjera. El impulso de crecimiento del siglo XIX fue en sí mismo, una
urgencia nacionalista, un proceso de construcción de una nación con la mirada puesta en Europa
y EEUU como fuentes de inspiración e identificado con liberalismo político y económico y
cosmopolitismo cultural.

Sentimiento antiyanqui

Durante el primer tercio del siglo el sentimiento antiyanqui estaba relacionado con el
nacionalismo. La expansión de los intereses norteamericanos estimuló el nacionalismo. A su vez,
las políticas de EEUU generaron sentimientos anti-EEUU por derecho propio; al mismo tiempo,
los gobiernos latinoamericanos soportaron presiones provenientes de trastornos económicos y
cambios sociales, y EEUU es un objeto tangible para su resentimiento.

Nacionalismo económico

la nueva clase media alta, industriales y empresarios, fue la primera en abrazar el nacionalismo
económico. Más tarde fue adoptado por los representantes de otros sectores de clase media,
obreros sindicalizados y el movimiento estudiantil.

El nacionalismo económico se intensificó después de la IIGM y a fines de los ’60, teniendo a las
políticas económicas de EEUU como su mayor estímulo. El surgimiento de la CEPAL y la UNCTAD
impulsó aún más este nacionalismo. Algunas escuelas radicales de nacionalismo económico
defendían la expropiación y nacionalización de empresas extranjeras existentes y la exclusión
de inversiones extranjeras posteriores; otras, a su vez, toleraban la inversión, pero sólo bajo
condiciones cuidadosamente vigiladas.

Socialismo militar

El socialismo militar es una variante del nacionalismo económico que se combina con demandas
de justifica social y que se distingue por el énfasis puesto en el papel dominante de las fuerzas
armadas. Involucra a regímenes militares con orientación reformadora que afirman haber
abandonado su papel tradicional como defensores del status quo, y que están dispuestos a
nacionalizar las empresas extranjeras. Este fenómeno ha sido llamado “nasserismo”.

El vínculo entre reforma social implementada por militares, nacionalismo económico y


sentimiento anti-EEUU fue importante a fines de los ’60 y comienzos de los ’70.

18
Nacionalismo revolucionario

La izquierda radical ha intentado usar el nacionalismo popular para apoyar su causa. En los años
30 y 40 los movimientos marxistas con orientación soviética trataron de ganar el nacionalismo
para el proletariado. El nacionalismo revolucionario ha sido demostrado muy vívidamente por
la revolución cubana.

Los Estados nuevos

Estados nuevos: 12 antiguas colonias británicas en la Cuenca del Caribe, independientes a partir
de 1962, y Surinam (ex Guyana holandesa), independiente en 1975.

Los nuevos Estados y colonias comenzaron a establecer vínculos pancaribes mediante


organizaciones de integración económica, basados en su común herencia colonial británica. El
nacionalismo antibritánico es mínimo. Los movimientos del “poder negro” surgieron en varios
de los nuevos Estado, como una forma especializada de nacionalismo revolucionario caribeño,
basado en una combinación de nacionalismo económico y orgullo racial. “Rico” no se definió
necesariamente en términos raciales, pero los pobres eran casi exclusivamente negros. El
movimiento del poder negro careció de liderazgo y declinó en los ’70.

Tomando decisiones de política exterior

La primacía de la política interior

En el caso de América Latina, la política exterior tiende a ser una proyección de la política
interior. La política exterior puede ser una manera de ampliar los objetivos de política interior.
Para analizar la formulación de políticas exteriores de América Latina, ha sido un problema la
hipótesis o impresión de que esos procesos son preponderantemente dominados por
influencias extranjeras, en especial de EEUU. Este concepto de dominio exterior ignora tanto la
complejidad política y relativa autonomía de políticos exteriores de los más grandes Estados
regionales, como el aislado ambiente internacional de los más pequeños. Los factores externos
no son ubicuos ni imnipotentes y son parte de un proceso político más complejo.

Aportes de factores internos

Entre los factores de política exterior son cruciales los puntos de vista de grupos con intereses
poderosos. Sin embargo, los grupos de interés organizados fuera del área económica rara vez se
preocupan por influir especialmente sobre políticas exteriores.

El desarrollo económico creó nuevas clases, las que exigieron América Latina sector elitista de
clase alta compartir los beneficios sociales y económicos. A medida que América Latina
progresaba económicamente la clase media se expandía en forma notable. Hoy en día su
tamaño varía; poseen, generalmente, posturas más independientes en política internacional.

Las organizaciones de trabajo urbano y minero tenían una perspectiva dominante de políticas
exteriores anticapitalista y antinorteamericana. Los sindicatos de trabajadores ejercieron

19
variada influencia sobre las políticas de la región. Cuando fueron nacionalizadas importantes
corporaciones extranjeras, la clase obrera fue a atraída a la palestra de las políticas exteriores.

Los campesinos, tradicionalmente inactivos, están exigiendo en algunos Estados, mejoras a sus
condiciones socioeconómicas. Han tenido importancia en la política exterior en países donde
hubo actividad guerrillera rural, o donde el tráfico de drogas dependió de su producción de coca.

Es difícil evaluar cuánto influye la opinión pública sobre la política exterior. Las naciones con
altos niveles de alfabetización, buenos sistemas educativos y periódicos distinguidos y otras
formas de comunicación que disfrutan de una relativa libertad de expresión, generalmente
también demuestran un alto nivel de concientización popular sobre temas de políticas
exteriores. Los Estados que cumplen estos criterios en 1988 incluirían a: Argentina, Uruguay,
Costa Rica, México, Venezuela, Colombia y Chile. Sin embargo, en estos Estados rara vez se
llevan a cabo debates públicos sistemáticos sobre políticas exteriores y las elecciones poco
frecuentemente abarcan temas de políticas exteriores salvo los económicos.

A veces la Iglesia Católica Romana ha influido sobre la toma de decisiones en política exterior.
Tradicionalmente se ha asociado a los intereses de la Iglesia con las pequeñas oligarquías y su
política de status quo. En realidad, existen profundas divisiones dentro de la Iglesia. Su poder ha
ido disminuyendo a lo largo de los años.

Agentes en la toma de decisiones

La principal característica de los procedimientos latinoamericanos autorizados de toma de


decisiones es el papel preponderante del primer mandatario y, viceversa, la relativa debilidad
de las áreas legislativas y judiciales en la formulación de políticas.

Mientras que la cultura política es el origen más importante del Poder Ejecutivo latinoamericano
para asuntos exteriores, las disposiciones constitucionales también representan tanto
importantes fuentes de poder como restricciones a la libertad ejecutiva. Las constituciones
latinoamericanas otorgan al primer mandatario la mayor responsabilidad y autoridad en asuntos
exteriores.

Frecuentemente el conflicto entre presidentes-congresos ha sido tenso en América Latina.

El ministro de Asuntos Exteriores en general decide planes de acción día a día y se desempeña
como vocero del primer mandatario. América Latina ha producido una cantidad de cancilleres
hábiles e internacionalmente renombrados. Reciben el apoyo permanente de servicios
diplomáticos de carrera, que se han ido, progresivamente, profesionalizando.

Los países más grandes tienen cuerpos diplomáticos altamente profesionalizados que ponen
énfasis en el protocolo formal de sus relaciones con los gobiernos ante los cuales están
acreditados. Otros prefieren establecer redes de contactos personales y operar como grupos de
presión. La mayoría de los ejemplos provienen del abanico de pequeños Estados que tienen
mucho que ganar y perder en sus relaciones extranjeras, especialmente con respecto a EEUU.
Éstos y otros se acostumbraron a operar dentro de los círculos gubernamentales
norteamericanos de manera informal y recurriendo a la opinión pública de ese país.

20
Con frecuencia cada vez mayor los ministerios de Relaciones Exteriores se vieron desafiados por
otras burocracias en la administración de políticas exteriores. Los ministerios de fuerzas armadas
han tenido intereses inherentes a políticas exteriores.

Hay otras entidades que también fueron atraídas a la elaboración de políticas exteriores:
Ministerio del Interior, de Finanzas, de Economía, el Banco Central, y otras entidades
económicas o de desarrollo autónomas o semiautónomas. Las entidades responsables de temas
económicos operan con sus propias dotaciones internacionales de tecnócratas, generalmente
economistas jóvenes, liberales, nacionalistas, bien entrenados en economía desarrollista.

Orientaciones de políticas exteriores

Fines y medios

Objetivos y tácticas

Los intereses primarios de los países de América Latina han sido:

- Mantener la soberanía e independencia de todas las potencias externas


- Fortalecer la economía
- Obtener prestigio nacional o, por lo menos, el respeto de otras naciones
- Algunos Estados buscan afianzar su liderazgo en asuntos interamericanos y, a veces,
mundiales

Las limitaciones del potencial latinoamericano tienen un gran peso sobre la elección de medio y
fines de los planes de acción. Deben depender de un poder diferente al físico, ya sea militar o
económico. Los Estados regionales tienden los mismos elegidos por la mayoría de los países
pequeños del mundo, a través de tácticas como:

- Ejercer papeles activos en organizaciones internacionales


- Promover legislación internacional y apoyar principios y procedimientos como la no
intervención y la conciliación pacífica de disputas
- Apelas a sentimientos humanitarios y principios morales
- Explotar las rivalidades de grandes potencias mientras ellos mismos se mantienen tan
evasivos como sea posible
- Negociar con naciones que provean mercados para sus recursos naturales

La política intrarregional es un microcosmos del sistema mundial con una amplia gama de
posiciones relativas de poder y, consecuentemente, de fines y medios adoptados por Estados
regionales entre sí. Las grandes potencias latinoamericanas han hecho el juego de política de
poder dentro de las regiones. Los otros Estados se ven reducidos a usar tácticas de Estados
pequeños en relación con Estados latinoamericanos más grandes y con potencias mundiales.

Independencia y dependencia

Un objetivo fue reducir la dependencia política, militar y especialmente económica de actores


externos. El concepto de independencia soberana es una ficción. Sin embargo, mientras que

21
muchos actores regionales tienen una relación de dependencia con respecto a actores externo,
otros han alcanzado una módica medida de autonomía, y la independencia es una aspiración
seria para prácticamente todos ellos.

La dependencia de inversiones públicas y privadas y préstamos ha limitado su dependencia en


diversos grados. Además, debido a que los mercados de exportación son cruciales para su
bienestar, la mayoría de los Estados latinoamericanos procuran mantener relaciones amistosas
con sus mejores clientes.

A menudo los latinoamericanos trataron de mantener la independencia de actores externos


oponiéndolos unos a otros. La explotación de rivalidades entre grandes potencias siempre ha
sido una técnica preferida.

En la escena interamericana los Estados pequeños trataron de explotar las rivalidades de las
grandes potencias locales.

Aspiraciones de liderazgo

Las aspiraciones de los Estados latinoamericanos para ocupar importantes posiciones de poder
han sido modestas. Ninguno, hasta ahora, logró esto por un período prolongado, aunque
algunos de ellos tienen la capacidad para hacerlo.

Como un bloque, los Estados de América Latina a veces han sido importantes.

Políticas económicas

Las políticas económicas internacionales representan el nexo más claro entre las políticas
exteriores e interiores de América Latina.

Las políticas exteriores latinoamericanas generalmente apuntan a maximizar las oportunidades


de exportación. Los diplomáticos latinoamericanos utilizan gran parte de su tiempo ayudando a
los exportadores a proteger y desarrollar mercados extranjeros.

Alineación

Aislacionismo y neutralidad

La mayoría de los Estados hispanoamericanos y Brasil fueron los primeros “nuevos Estados” que
comprendieron el imperialismo y se opusieron a él intentando poner en práctica el aislacionismo
y la neutralidad. Con todo, los latinoamericanos buscaron el apoyo de Estados europeos para su
desarrollo nacional y se adaptaron finalmente a EEUU como principal garantía de soberanía y
seguridad. Durante la IGM, América Latina no reaccionó a la solicitud de solidaridad hemisférica
lanzada por EEUU. Sin embargo, durante la IIGM sólo Argentina y Chile permanecieron
neutrales.

Después de la IIGM los Estados de América Latina buscaron permanecer alejados de la guerra
fría. Las posturas aislacionistas con respecto a las rivalidades mundiales fueron tomadas en un
sentido político y militar, pero los latinoamericanos siguieron activos en las relaciones

22
económicas mundiales. Sólo una pequeña minoría de Estados de América Latina adoptó
posturas neutrales en política internacional.

Una de las primeras y más importantes posturas neutralistas fue el justicialismo en Argentina,
una “tercera posición” tomada bajo la presidencia de Juan Perón (1946-1955), que aseguraba
reconciliar el capitalismo y el comunismo.

En general, las fuerzas armadas aspiraron a relaciones estrechas con EEUU, y las clases medias
y altas internacionalistas reconocieron la importancia de las relaciones comerciales tradicionales
y los peligros de un cambio radical en sus posiciones económicas y sociales. Desde los años ’60,
un gran número de Estados de América Latina demostró su deseo de independizarse de EEUU
adoptando posturas no alineadas y uniéndose al Movimiento de No Alineados.

América Latina y el Movimiento de No Alineados

La no alineación latinoamericana ha sido un objetivo multifacético interpretado de diversas


maneras por los gobiernos de América Latina. Algunos se unieron al MNA pues reconocieron
que sus intereses eran más congruentes con los de Asia y África. La no alineación también ha
sido parte de la estrategia latinoamericana general dirigida a reducir la dependencia de EEUU
mediante el desarrollo de diversificadas relaciones externas bilaterales y relaciones con
organizaciones como alternativas al status quo del equilibrio de poder.

Estrategia y geopolítica

Las escuelas de pensamiento geopolítico arraigadas en escritos del siglo XIX son especialmente
notables en Brasil, Argentina y Chile, y particularmente fuertes entre los hombres de armas y
sus aliados civiles. Incluyen teorías generales de relaciones internacionales, explicaciones sobre
política internacional del Cono Sur e indicaciones específicas para la acción del Estado. Estas
teorías guiaron tanto las políticas exteriores como internas de los regímenes militares del Cono
Sur. Las bases geopolíticas han decaído luego de producido el retorno de los gobiernos civiles
democráticos.

El pensamiento del Cono Sur está basado en la teoría orgánica del Estado, una aproximación
desacreditada en Europa y Estados Unidos desde que fue adoptada por teóricos fascistas en los
años 30. Estos escritos abrevan muy especialmente en las tradiciones de geopolitik-realpolitik
alemanas, versiones extremas de políticas de poder que consideran las RRII como un proceso
darwiniano en el cual sobreviven los Estados más fuertes e inescrupulosos y dominan a los más
débiles.

Un tema importante de la geopolítica del Cono Sur es la rivalidad “ABC”. Brasil también relaciona
la geopolítica con su deseo de convertirse en una potencia mundial. Las consideraciones
nucleares también ingresaron en los cálculos argentinos y brasileños.

23
Busso, Anabella – “Las relaciones internacionales latinoamericanas en la
segunda década del siglo XXI: cambios, incertidumbre y desafíos”
(2018)

A lo largo de las dos primeras décadas del siglo XXI Latinoamérica en general, y Sudamérica en
particular, han transitado por etapas donde los gobiernos regionales privilegiaron orientaciones
políticas distintas. Así, en la primera década primó un perfil progresista metafóricamente
llamado “giro a la izquierda” o “marea rosa”, mientras que en la actualidad se impone un regreso
a las visiones neoliberales que caracterizan a los “gobiernos de derecha”.

Si bien las coyunturas no son siempre fundantes del cambio, la aceleración que los nuevos
gobiernos de derecha –especialmente los de Argentina y Brasil– le imprimen a sus políticas,
sumado al objetivo de implementar un cambio cultural que consolide este proceso y anule todo
atisbo de progresismo e iniciativas de los movimientos populares, más la creciente
judicialización de la política, ameritan el debate y las reflexiones sobre las incertidumbres y
desafíos del escenario actual.

Para el presente trabajo conceptualmente se parte del modelo interactivo (Putnam, 1988) que
plantea que las relaciones internacionales de los Estados y sus respectivas políticas exteriores
son intermésticas. Esta interacción entre las condiciones domésticas e internacionales se refleja
claramente en los cambios político/ideológicos que cruzan a Latinoamérica.

Desde la experiencia progresista a la situación actual: cambios entre la primera y la segunda


década del siglo XXI

Desde un inicio este escenario no fue homogéneo. En el mismo se distinguieron dos perfiles
diferentes que, en términos de Moreira y otros (2008), identificamos como: “los nuevos
gobiernos de izquierda” –representados por casos como los de Lula en Brasil; Tabaré en
Uruguay; Kirchner en Argentina; Lagos y Bachelet en Chile; Lugo en Paraguay– y “los gobiernos
populistas” encarnados en el eje bolivariano con Chávez en Venezuela; Morales en Bolivia y
Correa en Ecuador a lo que podemos añadir a Ortega en Nicaragua. A estos grupos debemos
sumar otro conjunto de países que mantuvo las lógicas político-económicas imperantes en los
años 90. En este escenario se inscriben los casos de México, Colombia, Perú, Chile durante la
gestión de Piñera y Paraguay en las gestiones anteriores y posteriores al mandato de Lugo.

A pesar de las diferencias existentes, desde una perspectiva general, se puede afirmar que los
dos grupos que participaron del “giro a la izquierda” lograron en esos años imponer su impronta
en las relaciones internacionales latinoamericanas. Esto se reflejó tanto a nivel de las políticas
domésticas como de las políticas exteriores. En ese contexto se planteó la búsqueda de “una
identidad latinoamericana” basada en la noción de patria grande.

La articulación de estas ideas con el diseño y la ejecución de las políticas exteriores le permitió
a Latinoamérica abordar la compleja herencia de la hegemonía neoliberal de los noventa y
posicionar a la región ante el resto del mundo como una “periferia desafiante” que obtenía
resultados exitosos logrando acciones “reparadoras” para aquellos sectores sociales excluidos

24
como consecuencia de los efectos negativos de la globalización mientras que, simultáneamente,
se abordaban los problemas macroeconómicos.

Este escenario se concretó porque a pesar de las diferencias existentes entre los gobiernos del
“giro a la izquierda” se dieron un conjunto de coincidencias centrales: privilegiar el mercado
interno; otorgar un rol activo al Estado en el ámbito de las políticas económica y social con
objetivos distributivos; diseñar políticas exteriores autonómicas basadas en la diversificación de
las relaciones, en la apuesta a los vínculos vecinales y el activismo en torno a la concertación e
integración regional que se canalizaron en la UNASUR y la CELAC. Todo esto en el marco de una
postura crítica al orden internacional liberal. Esta postura fue acompañada por la expectativa de
que los BRICS pudiesen liderar un proceso de cambio hacia un orden internacional no
hegemónico donde reinaran las estrategias del Sur Global.

En sus orígenes, la implementación de estas políticas fue posible por causas diversas entre las
que se destacaron la presencia simultánea de fuertes liderazgos presidenciales (Lula, Chávez,
Kirchner) con apoyo popular y electoral; el alto precio de los commodities; la desatención
transitoria de Estados Unidos sobre los destinos de la región debido a que se encontraba primero
concentrado en su lucha contra el terrorismo y, posteriormente, en la salida de la crisis
económica iniciada en 2008; y la creciente presencia de China en la región que inicialmente vía
el comercio y luego con inversión y finanzas consolidó la diversificación de vínculos.

Las modificaciones acontecidas, tanto de las condiciones internacionales como domésticas,


desde 2011 en adelante sentaron las bases del cambio de dirección hacia lo que hoy
denominamos “el giro a la derecha”. A nivel global en el período 2011/12 se inicia un proceso
de retracción creciente de los precios de los commodities que afecta los superávits fiscal y
comercial que los modelos neodesarrollistas habían logrado en sus primeros años de gestión y,
consecuentemente, se constriñe la continuidad de las políticas sociales. Además, en noviembre
de 2012 Obama es reelecto y en su segundo mandato avanzó en las negociaciones para la firma
del TPP prestó más atención a la región aplicando políticas con resultados diversos que van
desde la redefinición de los vínculos con Cuba, pasando por el privilegio del libre comercio sobre
otras modalidades de integración, hasta cambiar su postura de sostén a la Argentina en la
negociación con los fondos buitres a favorecer a estos últimos negando el apoyo político de
Washington y desaprobando la decisión del FMI de presentarse como amicus curiae de
Argentina ante la justicia estadounidense.

A nivel regional la muestra empírica más destacada del cambio de escenario se produjo en 2011
con la creación de la Alianza del Pacífico entre México, Colombia, Perú y Chile.

Los cambios internacionales arriba mencionados contribuyeron a reorientar el proceso lo que


se vio agudizado por la finalización de mandatos o fallecimiento de líderes regionales. Con el
lanzamiento de la Alianza del Pacífico se reivindicó el concepto de “regionalismo abierto” de lo
´90. Simultáneamente, gran parte de los medios de comunicación regionales comenzaron a
subrayar indicadores de crecimiento económico de los países de la Alianza como los únicos
“assets” a tener en cuenta. Así, sustentados en datos reales, infieren una interpretación política
que pone fin a los éxitos logrados en el marco del giro a la izquierda e inauguran una nueva
etapa en la región basada en la recuperación de criterios seguidos en los 90. En sus análisis

25
alababan a México, Chile, Colombia y Perú mientras critican constantemente las condiciones
democráticas y económicas de Argentina, Bolivia, Ecuador y Venezuela.

En este marco, el modelo de inserción/integración poligámico adquirió un rol protagónico e,


incluso, partió aguas dentro del MERCOSUR donde Paraguay y Uruguay reclamaron por la
flexibilización de las normas y respectivamente en 2013 y 2012 se sumaron como países
observadores de la Alianza. Con el triunfo electoral de Macri en (2015) y la llegada de Temer
(2016) la idea de modificar y abrir el MERCOSUR y asociarlo a la Alianza homogenizó las posturas
entre los socios.

Por lo expuesto hasta aquí, entre 2013 y 2015 gran parte de los análisis académicos y políticos
vinculados al devenir de las relaciones internacionales latinoamericanas ahondaron una lectura
negativa tanto sobre la proyección de la región a nivel global y sus procesos de integración, como
así también sobre la profundización y densidad de los vínculos entre los países de la región. En
este contexto, y a pesar de que los resultados electorales les dieron nuevamente el triunfo a los
gobiernos de centro-izquierda, los escenarios internos se deterioraron. Se produjo una
desaceleración del crecimiento económico, se evidenciaron las debilidades del neoextractivismo
y se incrementaron las denuncias de corrupción.

Estas condiciones generaron cuadros de situación y reacciones de distinta índole. En 2012 se


produce la destitución de Fernando Lugo en Paraguay en un juicio político que duró 24 horas;
durante 2013 asume Maduro y Venezuela aceleró un sendero económico complejo enmarcado
en una fractura social con dos grupos permanentemente enfrentados; en 2015 el segundo
mandato de Dilma Rousseff en Brasil enfrentó una oposición parlamentaria y manifestaciones
sociales que la condujeron a proponer un programa económico ortodoxo que deterioró sus
vínculos con el Partido de los Trabajadores (PT) y no le permitió salvar su gestión que terminó
con un muy discutible impeachment en 2016; en Chile durante 2014 Bachelet asumió por
segunda vez la presidencia para avanzar en algunas reformas estructurales pendientes
(constitucional, educativa, electoral, entre otras) pero las acusaciones de corrupción sobre su
hijo debilitaron los niveles de popularidad de la presidenta desde el inicio de su gestión. Por otra
parte, la vuelta al poder de Tabaré Vásquez marcó diferencias en cuanto a su antecesor, José
Mujica, en referencia al modelo de integración y los vínculos regionales mostrando una mayor
inclinación hacia los criterios de regionalismo abierto al igual que el presidente paraguayo
Horacio Cartes. En Argentina en 2015 el frente Cambiemos ganó las elecciones presidenciales
aprovechando las dificultades y errores del segundo gobierno de Cristina Kirchner; en 2016 Evo
morales pierde el referéndum para modificar la constitución y plantear la reelección indefinida.

Es sensato reconocer que las características, complejidades e intensidades de los casos varían
entre los países sudamericanos, pero esto no debe opacar las similitudes que subyacen. Estas
últimas son, en definitiva, las que enmarcan el cambio de dirección entre la primera y segunda
década del siglo.

Nuevas y viejas derechas y el debate sobre el fin de era progresista

De acuerdo a Vommaro (2016) “las nuevas derechas” se presentaron liderando una agenda
anticorrupción y dispuestas a aceptar el piso de los logros sociales alcanzados en la década

26
anterior. Si bien tener que asentir discursivamente la importancia de los bienes colectivos
heredados del giro a la izquierda significó reconocer cierto grado de derrota de sus ideas
originarias, simultáneamente fueron capaces de armar una crítica institucional que les permitió
construir mayorías.

La agenda institucional de las nuevas derechas fue planteada en varias direcciones. Una de ellas
se basa en el anuncio de la refundación de “la República” en su versión liberal. Así, avanzaron
en un relato crítico hacia los gobiernos del giro a la izquierda que destacaba la concentración de
poder en el Ejecutivo y las propuestas de modificación tanto del Poder Judicial como de los
medios de comunicación. Finalmente, la lucha contra la corrupción fue el principal pilar de crítica
a los gobiernos anteriores y su concentración de poder. Las nuevas derechas argumentan que la
corrupción es la consecuencia de una construcción basada en el poder estatal en contra de la
sociedad: “lo público depreda lo privado”.

Desde una mirada más estructural, las nuevas derechas también buscan un cambio cultural. Este
cambio se vincula con las características particulares de cada país. A modo de referencia, el PRO
plantea que, luego de la “anomalía populista” en Argentina el cambio cultural consiste en
acercar al país y su sociedad al modo en que se hacen las cosas en el mundo, modificar su
actividad económica y el vínculo de la ciudadanía con el Estado (Vommaro, 2017). Desde nuestra
perspectiva, el objetivo central no apunta sólo a cancelar cualquier posibilidad de recomposición
de la experiencia kirchnerista, sino especialmente a debilitar la larga tradición de los partidos y
movimientos populares en el país entre los que se destaca el peronismo.

Cabe preguntarse si el giro a la derecha acontecido en la región es tan exitoso como para
consolidarse y evitar cualquier retorno de gobiernos populares y progresistas. Desde nuestra
perspectiva la posibilidad que esto acontezca es relativa en tanto existen razones que favorecen
este proceso y otras que lo limitan.

Entre las primeras, debemos destacar que la globalización y la consolidación del capitalismo
financiero en los noventa trajeron consigo un nuevo bloque de poder hegemónico que aglutinó
al sector financiero internacional, los grandes grupos exportadores y los medios de
comunicación. Todos ellos participaron de la idea del Mercado como un gran repartidor de
bienes y agente modernizador (Sader, 2009).

En segundo lugar, los gobiernos del giro a la izquierda deben asumir su propia autocrítica. En el
ámbito político las mayores deficiencias refieren a la concentración de poder en el Ejecutivo y la
disminución de la calidad institucional (Mainwaring y Pérez- Liñan, 2016). Por otra parte, desde
una perspectiva económica, la academia de izquierda / progresista argumenta que las
transformaciones regionales en la primera década del siglo tienen varias dimensiones que, en
ocasiones, se contraponen. Consecuentemente, asistimos a transformaciones anti-elitistas, a
perspectivas inclusivas, pero también al mantenimiento y profundización de la dependencia de
los recursos naturales –lo que consolidó el neoextractivismo–, a la ausencia de las reformas
impositivas necesarias y a la persistencia en numerosos países de variadas formas de
precariedad laboral (Burchardt, 2017).

27
Finalmente, otro soporte central que tienen varios de los nuevos gobiernos de derecha son los
medios de comunicación. Como ya adelantamos, estos son parte de un bloque hegemónico que
entiende que la lógica de Mercado les permite una defensa adecuada de sus intereses y actúan
como corporaciones que, en numerosas ocasiones, terminan desempeñándose más como
defensores de las gestiones de gobierno que como trasmisores de información.

Por otra parte, existen otro conjunto de características que pueden debilitar en el mediano plazo
el actual giro a la derecha.

Desde nuestra perspectiva una particularidad que se articula con estas derechas es la
consolidación en la región de una tendencia novedosa: la multiplicidad de empresarios deseosos
de conocer otras dimensiones del poder convirtiéndose en presidentes. Macri en Argentina;
Piñera en Chile; Pedro Pablo Kuczynski en Perú; Cartes en Paraguay; Temer en Brasil; a lo que
podríamos sumarle ejemplos anteriores como Vicente Fox en México, otros que se frustraron
en el camino como Guillermo Lasso en Ecuador y ejemplos actuales en el mundo desarrollado,
como Donald Trump.

En consonancia con la visión de estos presidentes la gestión del Estado es entendida en términos
de management empresarial. Tal visión ha fomentado la conformación de gabinetes integrados
por exgerentes de empresas y funcionarios provenientes del sector privado. Conceptualmente,
la entrada y salida de empresarios de la gestión de gobierno se ha identificado como “puerta
giratoria”.

Para Latinoamérica los riesgos que trae consigo el perfil empresarial de los gabinetes son
significativos y afectan al conjunto de las políticas públicas. En este marco los ministerios de
economía, energía, ciencia y tecnología, defensa y relaciones exteriores (todos importantes al
momento de diseñar una estrategia de inserción internacional articulada con un modelo de
desarrollo y centrales para definir la postura de la región frente a los efectos negativos de la
globalización) se ven imbuidos por intereses privados nacionales o por aquellos provenientes de
actores no gubernamentales trasnacionales, que nada tienen que ver con las necesidades de
gran parte de las sociedades latinoamericanas.

Como adelantamos, las derechas en el poder hicieron de la lucha contra la corrupción uno de
sus ejes fundamentales. Esto no sólo fomentó la investigación de casos de corrupción de los
gobiernos anteriores, sino que también incrementó la judicialización de la política incentivando
el proceso mundialmente conocido con Lawfare, el cual consiste en la utilización del aparato
judicial como arma para destruir a la política y a los líderes de oposición. Si bien los gobiernos
de Temer y Macri son la expresión más evidente de dicho proceso no son los únicos. Desde
nuestra perspectiva existieron otros casos en los que la supuesta lucha contra la corrupción fue
sostenida por los partidos de derecha en la oposición, tratando de limitar a los procesos de
reformas que habían sido anunciados –como el caso de Bachelet en Chile– o afectaron las
futuras candidaturas de partidos progresistas como las investigaciones que llevaron a la
renuncia del vicepresidente uruguayo, Raúl Sendic.

Sin embargo, desde una etapa previa a Lawfare el poder judicial de la región no ha actuado de
manera independiente y, en la mayoría de las ocasiones, ha tratado de tener buenos vínculos

28
con el poder político de turno. En ese marco, no es arriesgado suponer que las investigaciones
anticorrupción no sólo afecten a las gestiones anteriores, sino que en la medida que se deteriore
el poder de los actuales mandatarios y se incrementen los casos de conflicto de interés entre los
presidentes, sus CEOs y los empresarios por una parte y la gestión del Estado por el otro,
también podrán verse afectados por futuras investigaciones.

Conjuntamente, la posibilidad de éxito de estas nuevas derechas depende de que puedan


concretar su promesa de lograr una convivencia entre las políticas sociales y los bienes públicos
adquiridos con sus propuestas neoliberales. Hasta el presente, tomando con referencia el caso
argentino, estas afirmaciones se mantuvieron parcialmente hasta que Cambiemos obtuvo
primero el triunfo en la elección presidencial y luego el de la parlamentaria de mitad de
mandato. De ahí en más las iniciativas del gobierno estuvieron dirigidas al ajuste y al
desmantelamiento de derechos adquiridos. En este sentido, parecería como afirma Sader (2015)
que la convivencia democrática entre neoliberalismo y políticas sociales es poco probable.

Otro dato significativo es que los escenarios electorales que deben concretarse entre finales de
2017 y 2018 muestran disputas muy cerradas. En breve, si bien Piñera ganó la elección en
segunda vuelta –lo que aparece como un nuevo aval a las derechas regionales– los resultados
obtenidos en la primera vuelta fueron ajustados y mostraron un crecimiento del Frente Amplio
como tercera fuerza. Aunque por una diferencia menor en México Lopez Obrador y su partido
Morena lideran las encuestas para las elecciones de 2018; lo mismo acontece en Brasil con
respecto a la candidatura de Lula, mientras que la disputa electoral en Honduras fue muy
cerrada (la oposición insiste en pedir la anulación de las elecciones debido a denuncias de
fraude) entre el actual presidente de derecha Juan Orlando Hernández y el opositor Salvador
Nasralla, líder de la izquierdista Alianza Opositora contra la Dictadura. Por otra parte, el
chavismo acaba de ganar las elecciones municipales de 2017.

Como ya mencionamos, las nuevas derechas y la centro-derecha tradicional se presentan como


refundadoras de la República destacando en su discurso el respeto a las instituciones, la
legalidad, la transparencia. Sin embargo, un análisis sobre cómo algunos presidentes llegaron al
poder y cómo actuaron una vez en el poder, nos permite cuestionar o, al menos, relativizar dicha
afirmación.

Siguiendo el criterio de Belem Lopes (2017) los gobiernos del eje bolivariano –habitualmente
criticados por su baja institucionalidad– han utilizado ampliamente técnicas y procedimientos
democráticos como consultas populares, referéndums, plebiscitos, a la hora de intentar
modificar las reglas de juego. Incluso, cuando la búsqueda del cambio no cumplió plenamente
con las normas constitucionales, no pasaron por alto las instituciones políticas. En
contraposición, los partidos de centro-derecha en varios casos como los de Honduras (2009),
Paraguay (2012) y Brasil (2016) mostraron que fue la interpretación constitucional y no el
desempeño electoral el factor central que explica los cambios recientes. Asimismo, un gobierno
democráticamente electo como el de Mauricio Macri, ha intentado nombrar jueces de la Corte
Suprema por decreto y utilizó la vía del decreto reglamentario para modificar artículos centrales
de la ley de Reparación Histórica (N°27260) que le permitió blanquear dinero a sus familiares.

29
En este sentido, como sostiene Belem Lopes (2017), el problema en cuestión no es monopolio
de la izquierda o de la derecha. Los planteos en términos de blanco o negro deben ser matizados
con grises. En los dos últimos años varios ejemplos volvieron a poner este tema sobre la mesa:
los intentos del Ejecutivo paraguayo –junto a la oposición– para establecer la reelección a través
de una enmienda al texto constitucional; Evo Morales consiguiendo que el Tribunal
Constitucional le otorgue la autorización para la reelección indefinida sin respetar lo que había
resuelto la sociedad vía referéndum; etc.

Impactos de los cambios políticos en Latinoamérica sobre la conformación de la agenda


internacional

En este apartado mencionamos brevemente un conjunto de temas y tendencias que se han


instalado en la agenda externa de la región a partir del cambio en la orientación política de varios
gobiernos. Si bien no es una lista exhaustiva, es suficiente para llamar la atención sobre el nivel
de retroceso del multilateralismo regional y un aumento de los escenarios de violencia.

Opciones ante la conformación del orden internacional: EEUU o China

Es posible que esta tendencia se agudice a medida que avance la gestión de Donald Trump,
quien continúa fortaleciendo el proteccionismo estadounidense y planteando una política
exterior errática que, finalmente, le otorgará a Xi Jinping la posibilidad de presentarse como un
defensor del libre comercio y un garante de la estabilidad global.

En sus vínculos con China los gobiernos del giro a la izquierda abordaron una agenda económica
y política. Esta tendencia se basó en necesidades económicas, pero también en la idea de
diversificar vínculos, fomentar relaciones con los poderes emergentes y favorecer el
multilateralismo.

Desde otra perspectiva, la reacción de las derechas latinoamericanas frente a China ha


transitado desde las preferencias ideológicas hacia una mirada pragmática. En este sentido, con
anterioridad al triunfo de Trump las políticas exteriores de países como Colombia, México, Perú,
Paraguay, privilegiaban la alianza política con Washington mientras que los primeros tres países
concentraron el vínculo con China especialmente en la dimensión comercial y Paraguay siguió
manteniendo relaciones diplomáticas con Taiwán. Con la llegada al poder de Macri y Temer, se
tendieron lazos con la administración Obama y se hicieron declaraciones que destacaban la
inserción prooccidental de estos países.

Sin embargo, la llegada de Trump a la Casa Blanca modifica este escenario. En el presente, el
conjunto de gobierno de centro-derecha mantiene una relación económica más compleja con
Beijing que incluye comercio, inversión y finanzas.

En estrecha relación con este tema, tal como afirman Actis y Creus (2017), la relación entre China
y Estados Unidos puede adquirir características de mayor tensión o devenir en una relación más
cordial y distendida como la que han llevado hasta el presente. Esto habilitaría dos escenarios:
un bipolarismo rígido o un bipolarismo distendido8. Ante ello, América Latina en general, y
Argentina en particular, se verían más favorecidas en caso de que predomine un bipolarismo

30
distendido, en tanto este no obligaría al alineamiento con uno u otro polo. Estos escenarios no
están siendo analizados de manera conjunta por los gobiernos regionales.

Posturas frente a la globalización

Los gobiernos de centro-derecha de la región tienen una visión positiva y optimista de dicho
proceso. Por lo tanto, el tema sigue siendo debatido a nivel regional en términos de Estados y al
interior de los mismos.

Coincidimos con Grabendorff (2017) que la principal consecuencia de la globalización para


América Latina consiste en que los actores transnacionales son los verdaderos dueños del
proceso de globalización.

La situación de nuestra región, con estados débiles, es muy compleja debido a que nos enfrenta
con dos opciones altamente debatibles: o revertimos hacia formas más autoritarias de gobierno,
cuestión que fue en muchas ocasiones motivo de crítica hacia al eje bolivariano, o se consolidan
los gobiernos de centro-derecha cuyas élites en el poder habilitan aún más la presencia de
actores transnacionales fomentando la existencia de un estado mínimo.

Desde nuestra perspectiva la alternativa más adecuada, quizás la única, debería apuntar a una
lectura certera e integral por parte de los actuales gobiernos sobre los efectos de la globalización
en Latinoamérica y una acción conjunta de los estados para atender los efectos negativos.

Parálisis del multilateralismo regional, cambios en el rol de la integración y des-jerarquización


de la agenda regional

En ese contexto la UNASUR fue un espacio destacado por implementar mecanismos de


convivencia positivos entre todos los países sudamericanos y por abordar, en ocasiones con
éxito y en otras no, distintas instancias de crisis regional que pudieron solucionarse sin
intromisión de países extraregionales. Sin embargo, en el presente esa institución está
paralizada o, dicho en términos más dramáticos, se la está dejando morir por el sólo hecho de
identificarla como una creación de los gobiernos populistas. Una nota distintiva de este proceso
es que desde el 31 de enero de 2017 cuando finalizó el mandato de Ernesto Samper, la
organización no tiene un Secretario General. En esta dirección, la información de prensa
sostiene que el presidente Macri le ha solicitado a la Cancillería que analice el retiro de Argentina
de esa dicha organización (Dinatale, 2017).

En segundo lugar, también se ha deteriorado la representación conjunta de Latinoamérica en


otros espacios multilaterales globales. Tal como afirma Nahón (2017) “durante muchos años, la
voz de los líderes de América Latina, especialmente Sudamérica, llevó al G20 una visión
diferente, basada en la experiencia como región y favorable a los intereses de la mayoría. Esto
se ha perdido hoy, en que se replican agendas de otras latitudes y no se cuenta con una agenda
latinoamericana propia.”

A modo de ejemplo, Lula y Cristina lograron en la Cumbre de Londres de 2009 que no se


aprobara la flexibilización laboral como pretendida resolución de la crisis desatada el año
anterior. También fueron Argentina y Brasil quienes impulsaron la incorporación de la OIT al G20

31
en igualdad con el FMI, y los que denunciaron tempranamente en el ese foro el escándalo de los
paraísos fiscales que hoy sacude al mundo e involucra a gobernantes y funcionarios de América
Latina. Otro aporte fue llevar el tema de sustentabilidad de la deuda y de un marco legal para
limitar las prácticas de los llamados “fondos buitres” (Nahón, 2017).

Un tercer tema se vincula con el rol asignado a la integración. Tal como presentamos al inicio de
este trabajo, el modelo de integración concéntrico basado en un esquema estado-céntrico que
prioriza los mercados regionales y parte de la necesidad de negociar conjuntamente para
defender los intereses latinoamericanos frente a actores extraregionales se ha desvanecido.
Ahora la integración es pensada no sólo desde el regionalismo abierto, considerado apto para
sumarse a una economía transnacionalizada, sino como un espacio que debe ofrecer la mayor
cantidad de concesiones económicas y políticas posibles para atraer inversiones.

En un mundo donde la protección de las economías nacionales ha vuelto a instalarse, las


propuestas gubernamentales para la integración comercial sudamericana siguen diseñándose
como si Obama estuviese aún en la Casa Blanca. Desde una mirada benévola esta postura puede
interpretarse como una lectura optimista –aunque errada– de las tendencias actuales del
comercio internacional. Empero, desde un punto de vista menos indulgente, queda claro que
los gobiernos de derecha adhieren a una concepción de integración que no tiene ligazón con la
búsqueda de un modelo de desarrollo que favorezca la industrialización nacional y regional.

Así, en diciembre de 2017 el MERCOSUR intentó acelerar las negociaciones del acuerdo de libre
comercio con la UE.

Esta aceleración y predisposición a ceder por parte de los actuales gobiernos del MERCOSUR se
sustenta en el supuesto –varias veces invocado por el presidente Macri– que la sola firma de un
acuerdo con la UE atraerá inversiones, postura que parecen compartir los presidentes Temer y
Cartes, aunque el equipo brasileño reservó en las negociaciones una cuota del proteccionismo
que ha caracterizado a su economía durante décadas. En contraposición, desde una mirada
crítica, Kicillof y Bianco (2017) sostienen que, de mantenerse estos criterios, las posibles
consecuencias del acuerdo sobre Argentina –que en parte podrían ser extensibles a los otros
países miembros– terminarían destruyendo al sector industrial nacional y debilitarían la
capacidad del Estado para recurrir a instrumentos económicos destinados al desarrollo.

Desde una perspectiva política los gobiernos de derecha han des-jeraquizado la importancia de
la agenda regional. Un repaso de los principales periódicos de Argentina y Brasil muestra una
disminución de la cantidad de información que aparece sobre las cuestiones regionales. A pesar
de ello, existe un caso que ocupó centralidad en las agendas de política exterior regionales y
enfrentó a una oposición sólida de los gobiernos de derecha: Venezuela. Este país ha sido
suspendido del MERCOSUR con la única resistencia transitoria de Uruguay; su situación fue
analizada en múltiples ocasiones en la OEA y es tema de agenda durante los encuentros
bilaterales entre los presidentes sudamericanos y Donald Trump. Asimismo, en relación tanto
con la pérdida de la dinámica multilateral como de la disminución de la centralidad de América
Latina en las agendas externas, como afirma Karg (2017) un párrafo aparte merece la dubitativa
actuación de las instancias regionales latinoamericanas y sudamericanas, frente a la situación
en Honduras. “No han actuado y no parecen dispuestas a hacerlo. La doble vara de algunos es

32
evidente: el autodenominado Grupo de Lima, que una y otra vez expresó preocupación por la
situación en Venezuela meses atrás, no puede emitir palabra porque precisamente Honduras,
el Estado de Juan Orlando Hernández, es uno de sus integrantes. Así, el presidente hondureño
y la derecha regional parecen dispuestos a todo para no perder un país estratégico de
Centroamérica.”

Finalmente, una breve mención a la dimensión de los DDHH y su relación con la seguridad
pública. El empeoramiento de las condiciones socioeconómicas y los procesos de reforma
laboral y previsional, especialmente en los países de reciente giro hacia la derecha como
Argentina y Brasil, genera un incremento de las demandas de movimientos sociales de diversa
índole.

Conclusiones

En primer lugar, hasta el presente los anuncios realizados por las “nuevas derechas” sobre la
refundación de la República, la articulación entre políticas sociales y propuestas neoliberales y
una lucha transparente contra la corrupción no se han cumplido de manera integral. Por el
contrario, la toma de decisiones vía decretos, la aplicación de políticas de ajuste, las fuertes
vinculaciones de los partidos en el gobierno con el poder judicial y los grandes medios de
comunicación han generado la aparición del fenómeno del Lawfare y una relativización de varios
conceptos del derecho penal –especialmente la prisión preventiva– que afectan la calidad del
Estados de Derecho. En este maco la nueva derecha no ha logrado establecer diferencias con la
derecha tradicional.

En segundo lugar, la consolidación de una tendencia de presidentes empresarios ha disminuido


fuertemente el perfil de lo público, acentuando la idea de que la administración pública y el
diseño de políticas públicas tienen que ver con el managment.

En tercer lugar, los gobiernos actuales muestran en ocasiones lecturas parciales o erradas de los
principales procesos globales. Así acontece en la manera en que encaran los vínculos con
Estados Unidos y China y en la forma en que proponen convivir con los escenarios negativos de
la globalización. Este último punto se entrelaza con la idea de presidentes empresarios en tanto
las convicciones políticas y económicas que subyacen en el pensamiento de esos funcionarios
son las de un Estado pequeño que debe favorecer los intereses de los grandes actores de la
globalización, para que las empresas garanticen inversiones.

En cuanto lugar, existe una fuerte desaceleración del multilateralismo regional en todas sus
formas y una renuncia a plantear la agenda regional en otros espacios multilaterales globales.
Esto afecta a los procesos de integración y concertación regional y limita cualquier proyección
global de Latinoamérica.

En quinto lugar, se ha incrementado la tendencia a penalizar y judicializar la protesta social. En


los países donde la capacidad de movilización social persiste está siendo abordada con
instrumentos coercitivos y un creciente empoderamiento de las fuerzas de seguridad.
Paralelamente, los gobiernos de derecha utilizan instrumentos de comunicación política
novedosos destinados a que los ciudadanos incorporen culturalmente los conceptos políticos y
sociales que ellos les proponen.

33
En conclusión, el futuro de la región es incierto. Sin desconocer que los gobiernos del giro a la
izquierda debían corregir varias de sus políticas y la calidad de sus gestiones, queda claro que
estamos en una etapa de repliegue con respecto a derechos y avances adquiridos en la primera
década del siglo.

34
Costa, Sergio & Badia i Dalmases, Francesc – “Desigualdad persistente: el
controvertido legado de la “marea rosa” en América Latina” (2018)

Es cierto que las desigualdades y la pobreza han disminuido más en los países que en los últimos
años han sido o continúan siendo gobernados por fuerzas de izquierda, especialmente en
Argentina, Brasil, Bolivia, Chile, Ecuador, El Salvador, Nicaragua, Paraguay, Uruguay y Venezuela,
que en los países de Latinoamérica en que no ha habido gobiernos de izquierda. Sin embargo,
es innegable que los avances en la lucha contra la desigualdad durante el ciclo de la Marea Rosa
han sido mucho más modestos de lo que se esperaba, considerando que los gobiernos de
izquierda fueron elegidos prometiendo precisamente revertir las desigualdades acumuladas
desde el período colonial.

Las explicaciones que se dan de estos modestos resultados suele combinar factores externos e
internos. En cuanto a factores externos, se alega que el ciclo de crecimiento económico que
ayudó a financiar el gasto en políticas sociales de los gobiernos de izquierda se basó en las
exportaciones de materias primas y productos agrícolas, cuyos precios volátiles han disminuido
en gran medida en los mercados internacionales en los últimos tiempos.

En cuanto a factores internos, se critica el hecho de que las transferencias en efectivo a los
sectores más pobres de la población haya sido el elemento central de las políticas sociales que
han seguido prácticamente todos los gobiernos de izquierda, ya que es bien sabido que su
impacto redistributivo, a diferencia del de las políticas dirigidas a crear estructuras duraderas
propias de un estado del bienestar (educación de calidad y asistencia sanitaria proporcionada
por el estado, inversiones públicas en formación profesional, etc.), es muy limitado. El tema
fiscal también ha sido muy discutido. A fin de cuentas, excepto en casos aislados, los gobiernos
de izquierda no han logrado crear una estructura de tipos impositivos progresivos capaz de
redistribuir los ingresos de la cúspide a la base de la pirámide social.

Son, todas ellas, explicaciones sólidas y pertinentes que merecen ser tomadas en consideración.
Sin embargo, revelan tan sólo la superficie del fenómeno y no dilucidan las razones últimas por
las que los gobiernos de izquierda no han ido mucho más allá de distribuir efectivo a los pobres.

Para comprender estas razones profundas, es necesario articular el análisis de las desigualdades
sociales con el examen, en cada caso, de las relaciones de poder. Seis factores a considerar:

1. El agotamiento de las grandes narrativas nacionales que, en otros momentos de la historia


reciente de América Latina, permitieron unir a naciones en torno a objetivos comunes.

2. La erosión de las esferas públicas nacionales. En el contexto del proceso de


democratización, en los distintos países se crearon espacios públicos que demostraron ser
capaces de promover el intercambio efectivo de ideas, interpretaciones y argumentos entre
grupos sociales diversos. En los últimos años, la intensificación de la concentración de los
medios de comunicación y el aumento del partidismo de dichos medios, junto con la
aparición de múltiples foros y blogs que no se comunican entre sí, han transformado la

35
esfera pública en un espacio de lucha, en el que los insultos y las noticias falsas tienen más
peso que los buenos argumentos.

3. Una base parlamentaria volátil. La mayoría de los gobiernos de izquierda solo pudieron
establecerse a costa de alianzas con fuerzas conservadoras. Estas alianzas aportaron la
mayoría legislativa necesaria para gobernar, pero muy a menudo impidieron proyectos de
reforma fiscal o planes redistributivos más audaces.

4. La aparición de las llamadas nuevas clases medias, más comprometidas con la movilidad
ascendente individual y la ampliación de sus oportunidades de consumo que con promover
la justicia social.

5. La resistencia de las clases medias establecidas. En muchos países, la creciente capacidad


de consumo de las nuevas clases medias se percibió, por parte de las clases medias
establecidas, como una amenaza para su reproducción como clase.

6. La apropiación del Estado y de la política por parte de las elites económicas. En los últimos
años, los grupos más ricos de América Latina han logrado ampliar y consolidar su control
sobre los estados de la región, incluidos los gobernados por la izquierda.

36
GIORDANO, V. – “Hacia una agenda de investigación en torno a las
derechas de América Latina en el siglo XXI” (2019)

El mapa de las derechas actuales en la región

La mayoría de los procesos reformistas que se desplegaron en la región a partir del inicio del
siglo XXI hoy están acabadas, en crisis o en evidente reversión. Se han reactualizado las
preguntas acerca de la caracterización de las derechas latinoamericanas. El mapa del giro a la
derecha en la región es elocuente para repensar el concepto de “derecha”.

Las derechas accedieron al control del Estado por la vía de golpes de nuevo tipo en tres países:
Honduras (2009); Paraguay (2012); Brasil (2015). La práctica golpista, aunque sin derribar
gobiernos, también accedió Venezuela (2002), Bolivia (2008) y a Ecuador (2010). En Honduras,
tras el golpe que destituyó al presidente Zelaya, en 2010 Porfirio Lobo resultó electo.
Actualmente, preside el país en su segundo mandato Hernández, del mismo partido que Porfirio.
En Paraguay, tras la destitución del presidente Lugo, siguió un proceso político sinuoso que
desembocó en el triunfo de Cartes en 2013. En 2018, Cartes fue sucedido por Abdo, reafirmando
el bipartidismo paraguayo.

Si en estos dos casos el giro a la derecha se imbrica en la matriz bipartidista histórica, en Brasil
dicho giro también reforzó una pauta de larga duración de su cultura política: la resolución del
conflicto por la vía de la ruptura y la recomposición de las alianzas para la construcción del orden.
De modo similar a Honduras y Paraguay, en Brasil también hubo regreso a las formas políticas
tradicionales talladas en el siglo XIX a través de una recomposición del sistema de alianzas
históricas. Tras el golpe que desplazó a Dila Rousseff, en 2016, asumió Temer. En las elecciones
de octubre de 2018 el proceso político brasileño viró aún más a la derecha con un resultado
electoral favorable a Bolsonaro, caracterizado como ultraderechista, al grado de haberse
reflotado el concepto neofascismo para referirse al fenómeno.

En otros países, el giro a la derecha se expresó por la vía electoral a partir de formaciones
partidarias nuevas. En Argentina, en 2015, Macri llegó a la presidencia por una escasa diferencia
de votos, que le alcanzó para asumir el control del Estado y poner fin al ciclo de 12 años de
gobiernos progresistas kirchneristas, que a su vez había sido expresión de una fuerza nueva, el
Frente para la Victoria. Si bien el PRO es un partido reciente, su acceso a la presidencia se logró
por la vía de una alianza estratégica con el partido liberal/conservador la UCR.

En Chile hubo una precisa alternancia partidaria. Al primer mandato de Bachelet (2006-2010),
por la Concertación de Partidos por la Democracia de orientación de centro-izquierda, le sucedió
el candidato Piñera, del partido de derecha Renovación Nacional. En 2013 Bachelet volvió a
ganar las elecciones con una amplia mayoría, pero en la contienda de 2017 se impuso de nuevo
Piñera.

Actualmente, las derechas en el poder, en estos tres países, han accedido también por la vía
electoral. Sin embargo, a diferencia de los dos casos revisados más arriba, se trata de
reconfiguraciones dentro del mismo campo derechista y no de procesos que vienen a poner fin
a un ciclo reformista.

37
En 2015, en Guatemala, Morales ganó las elecciones con el Frente de Convergencia Nacional
creado unos años antes y con una pobre performance electoral a nivel nacional. Morales se
diferenciaba así de su predecesor Molina, una figura vinculada al militarismo y al terrorismo de
Estado de los años setenta y ochenta.

En Perú, tras la errática presidencia de Humala, asumió Kuczynski, quien venció en segunda
vuelta a Fujimori perteneciente a la derecha política. El proceso peruano ha generado mucha
incertidumbre desde que en marzo de 2018 el presidente electo se viera obligado a renunciar
en medio de presiones por parte del Congreso a iniciar un proceso de destitución, fundado en
un escándalo en el que se acusaba al presidente de compra de votos a cambio de otras públicas.
Asumió en su lugar Vizcarra, su vice.

Los casos de Guatemala y Argentina, justo con el reciente caso de la derecha venezolana
referenciada hoy en el empresario Mendoza, han puesto sobre el tapete la cuestión de los
liderazgos de derecha en América Latina. En particular, han colocado interrogantes acerca del
carácter de outsider de estos líderes políticos, abriendo una vez más incursiones interpretativas
en el campo de los estudios sobre los populismos y así proliferado los análisis en términos de
populismos de derecha, populismos o nuevos populismos. Macri no estaba afuera de la política
en el momento de su triunfo electoral, antes bien había gobernado la Ciudad de BS AS, desde
2017. Morales había sido candidato a presidente en 2011, lo que significa que ya contaba con
cierta gimnasia electoral. En el caso de Mendoza, es cierto que estamos frente a la típica figura
del empresario que llega a la política desde afuera. Sin embargo, es prematuro hacer cualquier
afirmación acerca de su candidatura. La situación parece responder más a la urgencia de los
sectores opositores al chavismo de erigir un candidato o crearlo de la nada.

En Colombia, el gobierno de Vélez iniciado en 2002 supuso el ascenso de la facción más


conservadora de la derecha al control del Estado, control que en 2010 fue disputado y ganado
por Santos. Uribe y Santos han consolidado las diferencias que los habían separado cada vez
más en la última década, ocasionando una polarización política que fue una histórica ventana
de oportunidad para la participación de terceras fuerzas en la competencia electoral. Así,
despuntó la candidatura presidencial de Petro, quien logró llegar a la segunda vuelta contra el
candidato uribista, Duque, en 2018. Aunque Petro no ganó la contienda, fue el primer candidato
de izquierda en concitar un porcentaje abultado del voto popular en las elecciones nacionales.

De los países que se inscribieron en el “giro a la izquierda” de comienzos del siglo XXI, se
mantienen Venezuela, con una severa crisis pese a los resultados de la elección; Bolivia, con
incertidumbre acerca de la eventual sucesión de Morales en la próxima contienda electoral;
Ecuador, con sus evidentes señales de tensión entre el ex presidente Correa y su sucesor
Moreno; y Uruguay, donde el progresismo del Frente Amplio triunfo con Vázquez más
moderado.

Más recientemente, México ha suscitado cierto interés en el campo de la izquierda, aunque son
más los interrogantes que las certezas acerca de la orientación ideológica que adoptará los seis
años de gobierno recientemente electo López Obrador. Recordemos que México es un país en
el cual la fuerza predominante históricamente ha sido el PRI, en un sistema político de matriz de
partido único con un claro sesgo de derecha. En 2018 hubo nuevas elecciones que le dieron la

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victoria a López Obrador como sucesor del derechista Peña Nieto. Por primera vez el
desplazamiento del PRI ocurrió por izquierda, aunque hay que decir que López Obrador no se
inscribe precisamente en la izquierda tradicional. Cierta orientación ético moral de su campaña
política y las dudas respecto de hasta dónde avanzará con una agenda progresista cuando asuma
el mando colocan un manto de incertidumbre sobre una refundación del Estado que contemple
los factores económicos y sociales que la crisis mexicana requiere para su estabilización.

Junto con México, Ecuador es un caso de morigeración de entusiasmo de cierta recomposición


de las fuerzas progresistas en América Latina. En la segunda vuelta electoral, realizada en 2017,
el binomio presidencial Moreno-Glas, que había llevado a Correa a la presidencia, se impuso por
apenas un pequeño margen frente al binomio encabezado por Lasso, respaldado por las elites
empresariales, la derecha política, los medios de comunicación anticorreistas, etc. En el breve
plazo de un año, se produjo una ruptura total con el gobierno del expresidente, en la que se
descolló uno de los signos más cultivados por las derechas latinoamericanas, la lucha contra la
corrupción, además de la judicialización de la política y la reorientación de las FFAA. A esto debe
añadirse el llamado diálogo nacional, un rasgo típico de la democracia instrumental neoliberal,
que apela de manera pragmática al consenso como horizonte legitimador, pero negándose
sistemáticamente en la práctica política.

Una sociología historia de la formación y conceptos: la nueva derecha

Los análisis sobre el embate de las derechas son cada vez más frecuentes, pero todavía llama la
atención la relativa ausencia de análisis que relacionen la situación del presente con la
experiencia del ascenso de las derechas en el contexto de afirmación del neoliberalismo en los
años 80 y 90 del siglo pasado.

Desde una perspectiva que M. Somers denomina “sociología historia de la formación de


conceptos” se estudia el fenómeno de la cultura política. tomando esta respuesta como
inspiradora para pesar el fenómeno y el concepto de nueva derecha en AL. Somers sostiene que
todos los conceptos de las ciencias sociales carecen de naturaleza o esencias; por el contrario,
poseen historias, redes y narrativas.

En América Latina, el término nueva derecha comenzó a usarse hacia los años 80. Pronto el
concepto enlazó con los procesos de transición a la democracia en la región y sirvió para
diferenciar a la derecha tradicional, que acompañó la instauración e institucionalización de las
dictaduras de los años sesenta y setenta, de aquella otra que, crisis de la deuda mediante,
redefinió su estrategia de poder. Identificando al Estado ocupado por la alianza tecno-
burocrática-militar como el otro político que obturan la representación de sus intereses, la
nueva derecha hizo una opción pragmática por la democracia y acompañó a su modo y con
fuertes condicionamientos los procesos de transición que se abrieron entre 1983 y 1990 en toda
la región.

Se trata de una derecha que defendía a ultranza los valores del capitalismo más voraz contra
aquello que consideraba sus agentes de erosión: el comunismo, el burocratismo, el
intervencionismo del Estado y, en general, cualquier política regulatoria del mercado que
afectara los intereses de clase de unas burguesías consolidados en los años setenta en el marco

39
de los Estados terroristas fundados en la Doctrina de Seguridad Nacional. La nota distinta en el
contexto de la transición era que esta nueva derecha estaba dispuesta a promover un cambio
en el formato político, toda vez que consideraba que el tipo de Estado implementado durante
las estrías ya no representaba adecuadamente sus intereses.

A partir de la crisis financiera de 2008 y el golpe en Honduras en 2009, el concepto de derecha


recobró peso en los análisis políticos y politológicos de América Latina. En 2008, Página 12
publicó un documento que reflexionaba sobre lo que consideraban un nuevo actor político que
se mostraba poderoso durante esa conflictiva coyuntura, pero que paradójicamente se pensaba
fuera de la política: la nueva derecha. Utilizaron este término para nombrar una serie de
posiciones que se caracterizan por pensarse contra la política y contra sus derechos de ser otra
cosa que gestión y administración de los poderes existentes.

Entonces, una vez más, ¿qué hay de nuevo en las “nuevas” derechas? ¿Qué sabemos de ese
capital cultural acumulado?

La clave para calibrar la novedad de las derechas actuales y ofrecer una respuesta más compleja
está en el enfoque e instrumental metodológico que se utilice para estudiarlas, en este caso, la
sociología histórica.

En este sentido, el año 1989 es fundamental en nuestro estudio. En este sentido, el periodista y
politólogo José Natanson hacía referencia en el año 2013 a "la nueva derecha latinoamericana"
en la cual precisamente se señala el año 1989, con la caída del Socialismo Real, como un hito. El
autor decía que Macri es la expresión de una nueva derecha latinoamericana cuyo origen es el
mismo que la nueva izquierda: la caída del Muro de Berlín, el fin de la amenaza comunista y la
distracción relativa de Washington respecto de América Latina. En este nuevo entorno
geopolítico, el clásico partido militar desapareció como vía de acceso al gobierno, y el poder
económico, mediático, corporativo comenzó a buscar la forma de construir alternativas propias.

Además, en 1989, ocurrieron acontecimientos que forman parte de un proceso de cambio social
de más amplio calibre. En Europa, ese año fue la caída del muro de Berlín. El eslogan de M.
Tatcher: There Is No Alternative (TINA), parecía concretarse en la pretensión de un mundo
unipolar que se asumía definitivamente alcanzado con el fin del Socialismo Real. Las
celebraciones del bicentenario de la Revolución Francesa contribuyeron a este clima de época.
George H. W. Bush asumió la presidencia, poniendo en marcha el Plan Brady de reestructuración
de la deuda por el cual los países de América Latina se comprometieron a seguir los lineamientos
del Consenso de Washington.

Las reformas neoliberales de desregulación del mercado interno, privatización de empresas


públicas y apertura externa se aplicaron con distintos grados de shock en todos los países de
América Latina. En el escenario electoral de 1989 triunfaron fuerzas que acompañaron este
proceso, como en Bolivia, que asumió Jaime Paz Zamora. En Argentina, llegó Carlos Menem.
También, Fernando Collor de Mello asumió en Brasil, quien renunciaría en medio de un proceso
de impeachment. En Uruguay, fue el turno de Luis Alberto Lacalle, aunque aquí la nota
primordial sea más bien el triunfo de Tabaré Vázquez. En Chile y en Paraguay, donde se
realizaron las primeras elecciones libres de la transición (pactada) a la democracia, salieron

40
fortalecidos la Concertación de Partidos por la Democracia y el Partido Colorado,
respectivamente. A su vez, en Perú, el derechista Mario Vargas Llosa renunció a la candidatura
presidencial reasumiendo luego, pero sin lograr vencer en la segunda vuelta al recién llegado
Alberto Fujimori. Ese mismo año en México, en las elecciones subnacionales por primera vez en
la historia del país, fue vencida la hegemonía del partido único del PRI Democrática de
orientación de izquierda. En Nicaragua 1990 la Unión Nacional Opositora (UNO) derrotó al FSLN
(Frente Sandinista de Liberación Nacional) con Violeta Barrios de Chamorro a la cabeza.

Como es evidente, hay líneas que llegan hasta nuestro presente como el recurso del
impeachment en Brasil, pero esta vez contra un gobierno progresista. Por otra parte, en
Uruguay, la capacidad del FA para irrumpir en el histórico bipartidismo blanco-colorado. En Chile
y en Paraguay, la fortaleza de los dos partidos que gobernaron la transición; en Perú, el poder
concentrado en la familia Fujimori; en México, otra vez un escenario electoral de tensión con el
PRI y su poderosa estructura.

Otra línea de continuidad, posible de establecer en la coyuntura que se abrió en 1989, es la que
refleje a la violencia política como factor de poder en el marco de gobiernos que se inscriben en
la democracia. Ese año, en El Salvador fueron asesinados en manos de las Fuerzas Armadas seis
sacerdotes jesuitas. En Colombia, ese mismo año hubo sangrientos enfrentamientos entre las
Fuerzas Armadas, el paramilitarismo y los carteles narcos, en particular el cartel de Medellín. En
Venezuela, 1989 fue el año del Caracazo, levantamiento popular que tuvo un saldo de cientos
de muertes que puso en evidencia la crisis económica e institucional en el país (crisis que buscó
resolverse por la vía de un intento de golpe de estado en 1992, por el cual el militar Hugo Chávez
fue primero condenado y luego sobreseído, hecho que se relaciona directamente con la
construcción de su candidatura en 1998). La situación de estos tres países en relación con la
violencia política no está resuelta. Y si bien entre los tres casos existen diferencias, lo cierto es
que el fenómeno está presente y es un factor político de gran peso. El paramilitarismo contra
las maras en El Salvador, la continuidad de asesinatos a líderes rurales pese a las negociaciones
de Paz en Colombia, y la reciente declaración de intento de magnicidio por parte de Nicolás
Maduro en Venezuela son elementos que hablan de la problemática relación entre violencia y
democracia hoy en los tres casos.

A este recuento, se suma un hecho de enormes consecuencias con relación al fenómeno de la


comunicación política: la creación de la World Wide Web (www). Sin duda, cabe detenerse aquí
en las implicaciones políticas, de las cuales se destacan la inmediatez en la comunicación y la
capacidad de influenciar en la opinión. No en vano el llamado gurú de las encuestas Jaime Durán
Barba incluyó este ítem entre las claves de la "nueva" política en 2006.

Por su parte, los acontecimientos europeos de 1989 alentaron a la conceptualización del


fenómeno de la derecha.

El historiador argentino José Luis Romero en 1970, reflexionó sobre el pensamiento político de
la derecha latinoamericana, donde subraya lo peligroso de estudiar a la derecha en términos
exclusivamente teóricos, evitando la puntualización de las correlaciones entre las doctrinas, los
grupos sociales y sorteando el análisis de las relaciones entre el pensamiento de la derecha y el
de las demás corrientes políticas; ya que ningún movimiento ideológico o político puede

41
entenderse sino dentro del juego de situaciones reales y controversias en que surge y se
desarrolla.

Entonces, sin duda la novedad de las nuevas derechas es la invocación a la democracia como
formato representativo, aunque estas derechas entiendan a la democracia en términos
meramente instrumentales y muchas veces sin ocultar su vocación autoritaria. Es una nueva
derecha porque, a diferencia de las antiguas derechas, no es literal con su propio legado sino
que puede recubrirse, mimética, con las consignas de la movilización social

No obstante, esta característica de movilización social corresponde a la instancia de "derechas


en la oposición", y desaparece por completo y notablemente cuando ellas están en el gobierno.
En Argentina, con las derechas en el gobierno, la pauta de movilización social efectivamente se
ha diluido respecto del inicial aliento que esta había tenido en la instancia de despliegue de
estrategias del PRO para acceder al poder del Estado nacional. En Brasil, las derechas acaban de
consagrarse en el Estado con la elección de Bolsonaro y por lo tanto es prematuro analizar. En
Bolivia, el rasgo de movilización social promovido por las derechas en el contraste "en la
oposición" "en el gobierno", en todo caso, será un fenómeno a tener en cuenta ante una
eventual derrota de Evo Morales y su estrategia electoral en el escenario 2019.

Otro rasgo novedoso de las derechas en el siglo XXI es la alianza entre la nueva derecha, los
medios de comunicación hegemónicos y el sentido común que atraviesa a vastos estratos de las
capas medias urbanas y rurales.

Hegemonía y sentido común: las derechas en la batalla cultural

Las experiencias transformadoras de las primeras décadas del siglo XXI, que formaron parte del
denominado "ciclo progresista" o "giro a la izquierda", han mantenido posiciones
antineoliberales. Sin embargo, han fallado en la construcción duradera de una hegemonía
alternativa a la neoliberal.

Para estudiar la construcción de hegemonía promovida por las derechas actuales, es pertinente
saber que según A. Grimson, una condición básica de cualquier proyecto hegemónico consiste
en instituir los lenguajes de la disputa social, definir el campo de sentidos donde se desarrolla el
conflicto social, estipular con eficacia cuáles son las acciones, reclamos y repertorios
potencialmente eficaces en una etapa determinada.

La definición del campo de sentidos donde el conflicto social se desarrolla es la "batalla cultural",
que produce transformaciones en el sentido común. Así, según Mouffe, la nueva derecha ha
decidido luchar por obtener el poder intelectual, para lo cual ha emprendido una batalla cultural
cuyo lema es “contra el totalitarismo, contra el igualitarismo, contra el racismo, por una nueva
cultura”. El propósito de este ataque ideológico es transformar el sentido común, que se
conforma en torno a valores socialdemócratas, y reducir así las expectativas de la gente, destruir
su sentido de solidaridad y responsabilidad hacia los desposeídos y prepararla para aceptar la
sociedad de corte más autoritario que se está Implantando en muchos lugares.

Una de las líneas de combate de la denominada batalla cultural que han librado las derechas en
América Latina es contra el igualitarismo. Así, el neoliberalismo que falló en lo económico, no lo

42
hizo socialmente donde, por el contrario, ha logrado muchos de sus objetivos, creando
sociedades marcadamente más desiguales, aunque no tan des- estatizadas como se lo había
propuesto.

En 2014 las cifras indicaban que América Latina era la región más desigual del mundo. Según la
CEPAL, el 10% más rico de la población de América Latina había amasado el 71% de la riqueza
de la región. Gran parte de esta riqueza se mantiene en el ex- tranjero, en paraísos fiscales. En
2017, el tema de los paraísos fiscales salió a la luz en Argentina cuando se dio a conocer el
involucramiento del propio presidente Mauricio Macri y varios de sus funcionarios en los
Panamá Papers.

La batalla contra el igualitarismo, que se expresa en el notable aumento de la pobreza y la


desigualdad, se libra a través de estrategias no electorales en el nivel de la sociedad civil (medios
de comunicación, organizaciones y fundaciones. que trabajan sobre un issue específico y acción
directa, etc.).

Observamos cinco tópicos en los cuales es posible observar el despliegue de dicha construcción:
los usos del pasado y el pensamiento crítico; la moralización de la política; la "racialización" de
la diferencia; la reposición del binarismo de género; el lenguaje de los Derechos Humanos
(DDHH) en la coyuntura actual.

Introducción al dossier

La situación de la derecha en cada uno de los países es diversa, e incluso dentro de un mismo
espacio hay matices entre las fuerzas que se agrupan en esa formación ideológica
(distinguiéndose por ejemplo las vertientes populista, tecnocrática y autoritaria)

Se identifican algunas dimensiones de análisis como el origen electoral (Argentina, Perú,


Guatemala) o golpista (Honduras, Paraguay, Brasil), el ascenso al poder a partir de un cambio
(Argentina, Chile) o de una continuidad (Colombia, Guatemala). Hemos identificado también a
las "derechas en la oposición", en los casos de Bolivia, Venezuela y Ecuador.

Asimismo, la construcción de hegemonía o proyectos hegemónicos que estas derechas encarnan


y, también, sobre los diferentes tipos de vehículos para llegar al poder que utilizan: estrategias
electorales y no electorales. Entre las estrategias no electorales cuentan en especial los vínculos
con los medios de comunicación de masas, las empresas editoriales y los think tanks.

Estos vínculos les han permitido dar una batalla cultural por el sentido, construyendo hegemonía
en torno a determinados valores, tales como la moralización de la política, la reposición del
binarismo de género, la apropiación del lenguaje de los derechos humanos, y la racialización de
la diferencia.

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GONZÁLEZ, Guadalupe; HIRST, Mónica; LUJÁN, Carlos; ROMERO, Carlos;
TOKATLIÁN, Juan Gabriel – “Coyuntura crítica, transición de poder y
vaciamiento latinoamericano”. (2021)

El escalamiento de la rivalidad entre Estados Unidos y China tras la pandemia, con sus
consecuencias geopolíticas, ha generado crecientes presiones sobre el erosionado andamiaje
multilateral global. El acelerado ascenso de China como nueva gran potencia, el resurgimiento
de una Rusia asertiva y perturbadora.

Una transición de poder en el plano sistémico en tanto que hay una disputa, entre una potencia
en declive y otra en ascenso, por la distribución relativa de capacidades materiales, influencia y
prestigio, con un componente inherente de conflicto.

Toda coyuntura crítica obliga a la acción y toda transición de poder es, por definición, conflictiva.
Se avecina así un nuevo bipolarismo de naturaleza muy distinta de la bipolaridad de la Guerra
Fría en, al menos, cuatro aspectos fundamentales: el alto nivel de interdependencia e
interconexión global; la baja polaridad sin la estructuración de bloques rígidos (hasta ahora); las
lógicas laxas y/o difusas de los liderazgos dominantes; y, por último, la presencia de diversos
tipos de regionalismo y grados de regionalización.

La gran recesión económica irrumpió en 2008 sin que, a pesar de las promesas del g-20, se
hubiera acordado una eficaz regulación del capital financiero. Se fue enraizando una
globalización asimétrica portadora de desigualdad y sensación de precariedad por el
desmantelamiento del Estado de Bienestar. Estamos en presencia de una persistente retracción
de la democracia liberal.

Este contexto descrito, es el contexto en que estalló el covid-19.

La particularidad del presente latinoamericano es que la región en su conjunto enfrenta mal


parada esta marea de transformaciones sistémicas, tras un proceso largo y gradual de pérdida
de gravitación internacional, dividida y fragmentada, sin una voz común y sin mecanismos
funcionales de articulación ni liderazgos para encabezar la acción colectiva. Esto no fue así en
contextos históricos anteriores como la crisis de 1929, la posguerra de 1945 o la caída del Muro
en 1989. el «vaciamiento latinoamericano», para referirnos a la situación de ausencia deliberada
de acción colectiva de la región que, de no revertirse, podría conducir a la pérdida de su
condición de actor en el sistema global y a su mera expresión geográfica.

El argumento central es que las causantes del proceso de vaciamiento latinoamericano


responden, sobre todo, a dinámicas que operan dentro de la región, agravadas hoy día por la
pandemia. Tal línea interpretativa no pretende descartar la incidencia de factores externos, en
particular, los daños infringidos por las simbiosis y efectos visibles de la preeminencia de EEUU,
agravados durante el gobierno de Donald Trump.

44
De regiones y regionalismos: configuraciones económicas y tejidos políticos comunes

El siglo XX cerró con una ola expansiva de regionalismo, con proyección mundial, que se
mantuvo activa en los siguientes tres lustros.

Las tendencias, no han sido homogéneas, lineales ni igualmente resistentes a los cambios
producidos por las coyunturas internacionales. También es importante subrayar la diversidad en
materia de alineamientos y grados de exposición o vulnerabilidad frente a las grandes
tendencias globales, particularmente la tensión EEUU-China. saltan a la vista los contrastes
Norte-Sur de los regionalismos contemporáneos. Por un lado, el proceso europeo pertenece a
otra índole de construcción colectiva cuando se comparan los niveles de autonomía
geoestratégica y los escalones ascendidos en la sustentabilidad de la ecuación paz y
seguridad/integración económica. Por otro, están las regiones que integran el Sur global.
Realidades producidas por fragmentaciones y polarizaciones políticas intrarregionales pueden
tanto profundizar la intranscendencia estratégica como llevar a que se obtenga una parcial
relevancia.

Las respuestas regionales e interregionales a la pandemia de covid-19 también han puesto en


evidencia las particularidades de los distintos regionalismos.

América Latina y el Caribe, de ayer a hoy

La primera década del siglo XXI mostró lo que algunos denominaron una «nueva» América
Latina, con mayor crecimiento, estabilidad democrática y autonomía internacional. El dato más
trascendental fue el significativo aumento de los precios de los productos primarios agrícolas,
mineros y energéticos que exporta la región, que permitió altas tasas de crecimiento y la
posibilidad de incrementar las arcas de los gobiernos, que se encontraban disminuidas por las
medidas promercado de los lustros previos. También fue posible, en particular en América del
Sur, recuperar una histórica aspiración de construir su propia voz política anclada en una agenda
de coordinación intrarregional que buscaba una expresión colectiva ante asuntos claves –como
infraestructura, energía y políticas de defensa– y promovía la diversificación de las relaciones
exteriores y las alianzas extrarregionales. En un primer momento (2005-2015), la combinación
generada entre el ascenso económico de China y la menor atención política de EEUU como
consecuencia de sus prioridades estratégicas representó externalidades favorables para que
estos cambios se produjesen.

Se redujo la pobreza por medio de políticas inclusivas, pero no la fragilidad de los sectores
populares obligados a convivir con persistentes niveles de desigualdad de derechos y
condiciones de vida. Se recuperó el rol del Estado, pero no necesariamente sus capacidades de
proveer bienes públicos de forma sostenible. Las democracias electorales siguieron funcionando
sin que hubiera mayores avances institucionales en los sistemas de representación política,
Estado de derecho y libertades civiles. Entre varios entorpecimientos, se destacan el proceso de
judicialización de la política y el agravamiento de las condiciones de seguridad pública.

La respuesta política se dio en los años 2014-2019, cuando en diversos países de la región
asumieron gobiernos que buscaron descartar las orientaciones previas y defendieron la
aplicación de recetas económicas liberales acompañadas por políticas exteriores que

45
explicitaban afinidades ideológicas con EEUU. Una fatiga política semejante afectó a los
gobiernos de derecha y centroderecha que habían sostenido opciones de regionalismo abierto,
como la Alianza del Pacífico (AP). Esas tendencias se reflejaron en un proceso de desgaste
generalizado de organizaciones que habían generado una expectativa de rejuvenecimiento del
regionalismo, crecientemente lesionadas por la interiorización de polarizaciones que
estimulaban un divisionismo intralatinoamericano: Mercosur, CAN, Celac, OEA, Unasur y, a su
vez en marzo de 2019, se creó el Foro para el Progreso de América del Sur (Prosur), con la
participación de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Paraguay, Perú y Guyana, una
iniciativa por el momento con resultados efímeros e inconsecuentes.

Un factor clave adicional al proceso de vaciamiento regional, expuesto muy resumidamente, ha


sido la ausencia de liderazgos regionales fuertes y propositivos con proyección de largo plazo y
capacidad persuasiva.

Sin lugar a dudas, la situación en Venezuela ha sido el epicentro de la crisis del regionalismo
latinoamericano. Desde el punto de vista interno, se viene observando un continuo movimiento
de cierre político del gobierno de Nicolás Maduro, con fuerte impacto económico y social. En el
último bienio, la crisis económica y la agravada crisis humanitaria en Venezuela. Al mismo
tiempo, se observa una creciente internacionalización de la crisis venezolana. la conformación
de alianzas del régimen de Maduro con un número importante de potencias y países
intermedios como China, Rusia, Turquía e Irán.

En vecindad y estrecha conexión con la crisis venezolana, se observa la continua deshidratación


del posconflicto en Colombia frente a las dificultades del pleno cumplimiento del Acuerdo de
Paz de 2016. Tanto Venezuela como Colombia destacan hoy en Sudamérica como países donde
se generan constantes flujos de migración forzada.

Un flagelo humanitario comparable ocurre a lo largo y ancho del espacio meso y


norteamericano, aunque lamentablemente no suscite la misma atención y preocupación
internacional o regional, e incluso subregional. La situación se ha agravado a raíz del cierre de
las fronteras mexicanas y centroamericanas impuesto unilateralmente por la administración
Trump, en el ánimo de contener las caravanas de migrantes que transitan hacia EEUU.

Lo que se observa en América Latina y el Caribe es el estrechamiento de la vinculación entre


fragmentación intrarregional y debilidad internacional. La pérdida de gravitación internacional
ya era visible con anterioridad por indicadores de todo tipo. Se advierte el declive de América
Latina en contraste con otras regiones. El debilitamiento y la fragmentación han derivado en
una mayor dependencia externa, tanto de un poder declinante como EEUU como de un poder
ascendente como China. En México y América Central, incluso gobiernos de izquierda y de
centro han optado por alinearse con EEUU como una respuesta pragmática de apaciguamiento
o acomodamiento frente al unilateralismo y el «divide y vencerás» del gobierno de Trump. El
corolario estratégico es el deslizamiento hacia modos de aquiescencia en lugar de opciones
autonómicas, lo que afecta, con distintas modalidades e intensidades, los diversos ejes de
articulación subregional de América Latina.

46
Este es el escenario regional en que arriba el covid-19. La pandemia se inserta en un contexto
de desilusión generada por la desaceleración económica, la convulsión política, el descontento
social y la disgregación diplomática, acompañada por polarizaciones políticas intrarregionales.

El poder de erosión del impasse venezolano, el impacto del aislacionismo de Brasil con el
corolario de la desaparición de Unasur y, por último, el repliegue de México, con la consecuente
retracción de los mecanismos centroamericanos y de la AP; en el plano extrarregional, la
rivalidad EEUU-China y la reducida y/o ambivalente presencia europea.

La acelerada degradación del sistema interamericano

El sistema interamericano, entendido como el conjunto de instrumentos e instituciones que han


configurado las relaciones entre EEUU y América Latina por más de siete décadas, se encuentra
en estado crítico tras una larga historia de altas y bajas. Durante la Guerra Fría, su
funcionamiento se subordinó a las lógicas asimétricas de seguridad, que reflejaron la preemi-
nencia estadounidense en la región impidiendo un multilateralismo. Luego, la Posguerra Fría
abrió nuevos horizontes al permitir la ampliación de la agenda a temas de comercio, defensa de
la democracia, protección de los derechos humanos. Pero se vieron interrumpidos por los
efectos del ataque terrorista del 11 de septiembre de 2001 y el retorno de la agenda de
Washington a temas de seguridad y terrorismo.

A partir de entonces y de la creciente divergencia entre visiones distintas de regionalismo en


América Latina el sistema interamericano, y particularmente la OEA, iniciaron un periodo de
irrelevancia institucional y zigzagueo político frente al desinterés de la Casa Blanca y los avances
de un multilateralismo latinoamericano disociado de la injerencia estadounidense, pero con
escasa densidad institucional y menor cobertura regional.

El último intento de reconfiguración de las relaciones entre Washington y América Latina


provino de los EEUU de Trump. De acuerdo con la lógica de EEUU primero y con los intereses de
algunas diásporas latinoamericanas en ese país, en particular, la cubana, la colombiana y la
venezolana, mayormente ancladas en el estado de Florida. Los resultados alcanzados en esa
dirección fueron favorecidos por la singular sinergia establecida entre la Casa Blanca y el
secretario general de la OEA, Luis Almagro, con el acompañamiento y liderazgo activo de algunos
de los países coaligados en torno del Grupo de Lima desde 2017. Notamos degradación de las
instituciones interamericanas en cuatro ámbitos claves: la defensa de la democracia, desde la
oea; la provisión de seguridad colectiva, desde el Tratado Interamericano de Asistencia Re-
cíproca (TIAR); la protección de los derechos humanos, desde la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos (CIDH); y la asistencia financiera, desde el Banco Interamericano de
Desarrollo (BID).

Durante estos últimos cuatro años, la Secretaría General de la OEA ha interpretado la tarea de
defensa de la democracia como la de promocionar un cambio de régimen en Venezuela. La salida
de Venezuela de la OEA ocurrió en 2019, al mismo tiempo que la organización reconocía a Juan
Guaidó como «presidente encargado» de este país.

Luego, la OEA actuó como catalizador del proceso de disrupción institucional en Bolivia en 2019,
legitimado por la interpretación de los resultados electorales de su equipo auditor.

47
Con respecto al TIAR, su invocación en septiembre de 2019, a partir de la solicitud de Colombia,
para lidiar con la situación en Venezuela, ubicó a la región en la «alta política mundial» como no
lo había estado desde la crisis de los misiles en Cuba en 1962; identificando una suerte de peligro
para la seguridad internacional en América del Sur en el doble marco de la «guerra contra el
terrorismo» y la «guerra contra las drogas», lideradas por EEUU. El uso de ese recurso reforzaba
la sinergia generada entre la OEA y el Comando Sur en sus compartidos esfuerzos por identificar
a Venezuela como una amenaza regional. Tal securitización se ha profundizado a partir de la
activa agenda de colaboración militar entre Colombia y Brasil con el Comando Sur.

EEUU rehusó asistir a las audiencias de la CIDH sobre inmigración a principios de 2017, se retiró
del Consejo de Derechos Humanos de la ONU en 2018 y redujo año tras año las partidas
presupuestarias para promoción de la democracia y los derechos humanos. En 2019, disminuyó
su contribución a la CIDH acusándola, desatinada e injustificadamente, de promover la
legalización del aborto y, en 2020, impuso sanciones contra la fiscal jefe de la Corte Penal
Internacional, Fatou Bensouda. Los cuestionamientos a la CIDH vendrían también de gobiernos
y sectores de izquierda latinoamericanos molestos por las resoluciones de la Comisión contra
políticas de «mano dura» por parte de gobiernos tan disímiles como los de Venezuela,
Nicaragua, Chile y Ecuador frente a las movilizaciones y protestas sociales en 2019 y 2020.

Por último, cabe mencionar la crisis generada en el BID a partir del proceso de elección de un
nuevo presidente en octubre de 2020. Aquí confluyeron dos hechos. Uno: el gobierno de Trump
decidió asumir el control del banco, que EEUU ayudó a crear y financiar, con el propósito de
condicionar la provisión de créditos y limitar la expansión de China en América Latina, en
especial en el terreno de los proyectos de infraestructura, energía y tecnología. Dos: América
Latina mostró una vez más su disfuncional fractura, que refleja divisiones políticas acumuladas,
al carecer de una candidatura de consenso y de peso.

Reflexiones finales

Además de la fragmentación ya señalada, nos encontramos en una situación de cooperación


reducida, dada la extinción o inoperancia en la práctica de diversos esquemas de integración
económica y concertación política.

El calendario electoral de 2021 indica contiendas presidenciales en Ecuador, Perú, Honduras,


Nicaragua, Chile y Costa Rica, y elecciones de medio término en Argentina y México. En 2022, lo
mismo ocurrirá en Colombia y Brasil. Paralelamente, en diferentes países como Chile, Bolivia y
Cuba surgen procesos novedosos de representación, organización política y agenda de
derechos.

En el ámbito internacional, serán diferenciados los puntos de equilibrio y los márgenes de


autonomía frente a las presiones/oportunidades que provienen de la doble dependencia
respecto de China y EEUU. Se hace previsible una presencia ampliada de China en los esfuerzos
de recuperación económica en América Latina y el Caribe, ya sea vía canales bilaterales o vía
nuevos compromisos en los ámbitos multilaterales regionales como Celac o Cepal. También se
hace previsible un escenario de incentivos para fortalecer los compromisos de la región con el
universo normativo liberal liderado por Washington, con el probable endoso de la UE. Está claro

48
que habrá prioridades, como ya se indicó con el anuncio de la Alianza para la Prosperidad, un
programa de cuatro años y 4.000 millones de dólares para atender las causas de la migración
desde Centroamérica.

Destacamos como conclusión seis rutas de escape que deberían orientar este esfuerzo: a)
coordinación intergubernamental regional para lidiar con la pandemia de covid-19 y sus
dramáticos impactos económico-sociales; b) diálogo político de carácter regional con el
gobierno de Venezuela, c) apoyo al proceso de paz en Colombia, cuyo freno y erosión conllevan
el riesgo de que el Acuerdo de 2016 se transforme en letra muerta; d) atención de la gravísima
situación humanitaria que afecta a los flujos de migrantes, refugiados y desplazados tanto en
Mesoamérica como en Sudamérica, hoy más urgente por la pandemia; e) esfuerzos para que las
instituciones interamericanas recobren representatividad, legitimidad y funcionalidad, y f)
énfasis en la necesidad de que América Latina y el Caribe reaccionen al aislamiento y la
irrelevancia en el plano internacional.

49
Moreira, Carlos; Raus, Diego & Gómez Leyton, Juan Carlos – “La nueva
política en América Latina: Rupturas y Continuidades” (2008)

América Latina está transitando una etapa política caracterizada por la progresiva instalación de
gobiernos de nuevo signo: Chávez 1998, Lula da Silva 2002, Kirchner 2003, Tabaré Vázquez 2005,
Evo Morales, Daniel Ortega (Nicaragua), Correa, Lagos y Bachelet 2000-2006.

Nuevo refiere a un denominador común político en la región caracterizado por:

- Una relativamente alta oposición al consenso político reformista de los noventa.


- La adscripción a ideas y programas políticos tendientes a recomponer algunos de los más
agudos efectos sociales, políticos e institucionales generados por aquellas políticas.
- Un giro ideológico más heterogéneo e impreciso que el que aparece en los medios de
comunicación.

Se da un cambio de políticas en América Latina que intentan desandar las fracturas e incertezas
generadas en la hegemonía neoliberal de los ‘90.

Denominadores e hitos analíticos de los nuevos gobiernos en América Latina (en adelante NG):

1. La emergencia de los NG implicó asumir un juego con reglas completamente diferentes al


pasado. Debían responder a los desafíos de profundizar la democracia y alcanzar la justicia
social. Los NG se despliegan en un contexto de restricciones, cabe señalar dos cuestiones:

- Las restricciones no implican ni prohibiciones ni imposibilidades, ya que los NG tienen


margen de maniobra.
- Un contexto de restricciones también implica que más allá de las voluntades,
representaciones y decisiones políticas, el contexto es objetivo, se materializa en política
instituciones y relaciones de poder externas que plantean un permanente juego de fuerzas
a las políticas de los NG.

Tres tipos de restricciones:

- Contexto económico mundial


- Profundos cambios sociales
- Restricciones internas de carácter político

El equilibrio entre la decisión política de éstos y las restricciones externas es una característica
crucial de los NG en América Latina.

Contexto económico mundial

Comenzando por las restricciones a la acción política de los NG, tenemos que registrar el
contexto económico mundial, que se puede definir como un espacio global dinamizado por la

50
circulación financiera a la vez que refleja la agenda de problemas de los países centrales y
plantea límites importantes a los programas de políticas públicas centrales y plantea límites
importantes a los programas de políticas públicas alternativas a las orientaciones pro-mercado.

El nuevo orden económico mundial tiene en el sector financiero su principalísimo sostén. En


este nuevo contexto económico, América Latina juega un papel subordinado en dos sentidos:

- Los vaivenes de la economía financiera tienen un impacto directo en las deudas externas, y
éstas implican determinaciones muy fuertes a los intentos de políticas económicas más
autónomas.
- La globalización financiera implica que la inversión más dinámica, dado que la inversión
externa es una necesidad imperiosa para los países latinoamericanos, proviene de fondos
básicamente orientados desde una lógica financiera. Se articula casi de manera “contra-
natura” la necesidad de inversión de capitales para sostener las economías productivas en
América Latina, con la llegada de capitales cuya lógica absoluta es la realización de un
diferencial financiero. Esta contradicción implica que los gobiernos deban mantener una
política macroeconómica que tiende a la ortodoxia monetaria, con un discurso y una
política económica que tiende a un desarrollo estructural con cierta dosis de autonomía
interna y búsqueda de mercados externos.

No hay que desdeñar el fuerte apoyo interno que las políticas pro-mercado adquirieron en
sectores sociales luego de las reformas y que operan como límites internos muy fuertes al diseño
de políticas económicas demasiado heterodoxas. Los NG tienen un escaso margen de
legitimidad social interna para pendular entre la ortodoxia y la heterodoxia económica.

Cambios sociales

Entendemos esos cambios sociales como una transformación estructural e institucional de la


sociedad, como la emergencia de una nueva cuestión social, como la constitución de nuevas
identidades sociales, es decir, el “otro” político de los NG.

Esta nueva cuestión social se traduce políticamente en una fragmentación de las identidades
sociales clásicas de la etapa populista-desarrollista y en la emergencia de múltiples identidades
definidas, y por un lado, socioculturalmente a partir de ser portadoras de valores y demandas
extraeconómicas, y, por otro lado, identidades sociales definidas desde lo socioeconómico. Las
identidades sociales más dinámicas se constituyen desde la exclusión más que desde la
articulación América Latina mercado de trabajo formal.

La nueva cuestión social y la deconstrucción del sujeto político implican necesariamente un


desafío de gobernabilidad.

Restricciones internas de carácter político

Emergen a partir de la pérdida de legitimidad de la política como idea e instrumento de mejora


de la vida social.

51
Los obstáculos o límites a la gestión de los NG provienen de un contexto donde los ciudadanos
esperan cambios radicales para sus vidas, y, al tiempo, demandan un manejo equilibrado de la
autoridad gubernamental. Y en la práctica, ambos principios se muestran difícilmente
conciliables.

2. ¿Es posible considerar que la “ola” de gobiernos que atraviesa América Latina contiene
elementos y características que permiten hablar de una categoría homogénea?

Cinco dimensiones hacen pensar en una respuesta afirmativa:

- Elementos programáticos comunes


- Políticas genéricas
- Conciencia respecto a los efectos de la fractura social
- Constatación acerca de la deslegitimación de la política en América Latina
- Tendencia América Latina diseño e implementación de políticas con un Estado activo

Existe un campo común entre los NG que se caracterizaría por enfrentar un contexto de
restricciones, y el hecho de compartir un conjunto de ideas y políticas caracterizadas por la
oposición América Latina modelo neoliberal, América Latina regreso de un Estado activo, la
asociación entre la iniciativa pública y privada y la búsqueda de nuevos equilibrios
internacionales, principalmente a nivel regional.

Elementos programáticos comunes:

- Oposición explícita a las reformas pro-mercado implementadas en la última década del siglo
pasado.
- Recuperación discursiva y práctica (política) del Estado en términos de intervención en la
vida del país, ya sea en ciertas áreas económicas, sociales y políticas. Reposiciona la política
pública, y en ella, la planificación como el instrumento más concreto de la acción estatal y
la intervención autónoma en áreas de la vida social.
- Una actitud diferencial respecto al mercado, en el sentido de generar alternativas a este
respecto América Latina papel que le habían dado los gobiernos reformistas. El discurso
programático de los NG es que los mercados perfectos no existen, que ellos tienen fallas y
que el papel del Estado es insustituible para regularlos dentro del esquema capitalista
dominante.
- Plantean una nueva relación de fuerzas entre los NG y los poderes más concentrados del
orden global. Esta nueva posición internacional implica posicionar políticas externas con un
grado mayor de autonomía relativa que los gobiernos reformistas.

Políticas genéricas:

- Los NG toman como un piso ineludible y aceptado la estabilidad macroeconómica,


especialmente el control del gasto público, la inflación y la estabilidad del tipo de cambio
como condición monetaria para acceder a la economía global.
- En los NG tiende a primar un respeto al orden jurídico emanado de las nuevas estructuras
económicas, básicamente a partir de las privatizaciones y concesiones de servicios públicos.

52
Conciencia respecto a los efectos de la fractura social

Un tercer aspecto muestra a los NG como portadores de una conciencia clara respecto a la
fragilidad social y a la conflictividad potencial que implica la fractura social producto directo de
las reformas estructurales de los ’90. Los NG sostuvieron en sus propuestas electorales
programas sociales que en su mayoría consisten en una asignación monetaria a cambio de
contraprestaciones, que, si bien significan una continuidad con las políticas focalizadas de la fase
tardía del neoliberalismo, ampliaron el número de beneficiarios y de las partidas
presupuestarias destinadas a mejorar la situación de los sectores pobres.

Constatación acerca de la deslegitimación de la política en AL

La crisis de legitimidad política es asumida en toda su dimensión por los NG como un aspecto
que tiende a generar ingobernabilidad y a potenciar conflictos sociales por fuera del sistema
institucional. La deslegitimación política es considerada también como un factor coadyuvante a
la perdurabilidad de situaciones de injusticia tanto en sentido social como político y ético. Los
gobiernos reformistas de los ’90 habían apostado e inducido a la desmovilización política como
política funcional a la expansión de las mismas reformas que, dado su carácter desagregativo y
concentrador, podían generar fuertes oposiciones. La política de restaurar participación y
legitimidad política es un aspecto consensual a estos gobiernos.

Tendencia América Latina diseño e implementación de políticas con un Estado activo

El Estado vuelve a tener una representación y una participación de primer orden en las políticas.
Prevalece la idea de un Estado que rearticula su relación con lo social desde una dinámica más
flexible tanto en lo que hace a su constitución institucional como en lo que atañe a la
temporalidad en que se establecen esos vínculos.

3. Aspectos diferenciales que caracterizan a los NG.

En América Latina encontramos dos categorías o modelos:

- Aquellos nuevos gobiernos que representan la imagen de una izquierda racional y


gradualista: Brasil, Chile y Uruguay (en adelante NGI).
- Los que representan tendencias más populistas y rupturistas: Bolivia, Ecuador y Venezuela
(en adelante NGP).

En esta clasificación Argentina sería un caso híbrido o intermedio, y Nicaragua una incógnita a
develar.

Variables comparativas:

- Respeto a las instituciones y reglas de juego estructurales de las reformas de los ’90.
- Política discursiva y de movilización social
- Fragmentación o concentración del sistema de partidos
- Decisionismo político y relaciones institucionales con la oposición

53
- Integración regional y relación con EEUU

Respeto a las instituciones y reglas de juego

Es necesario considerar cada NG de acuerdo al respeto que tienen frente a los límites
estructurales de la economía de mercado. En este aspecto se puede considerar que existe un
mayor cuidado de no violentar las instituciones y las reglas de juego estructurales que las
reformas de los ’90 dejaron por parte de los NGI que de los NGP.

Respecto a los NGP es claro un mayor desapego a la ortodoxia dominante en función de razones
internas. El delicado equilibrio en esta diferencia es si la mayor ortodoxia de los NGI le permitirá
sustentar el crecimiento económico sin grandes sobresaltos, y en algún momento, mejorar la
distribución social de la riqueza, o si la mayor heterodoxia de los NGP es una política posible en
este nuevo escenario en América Latina que permite mejoras sociales a un costo no demasiado
elevadas en tanto es más discursivo que práctico.

Política discursiva y de movilización social

Los NGI, sobre todo en Chile y Uruguay, interpelan a un sujeto cuyo contorno más preciso es la
figura del ciudadano. Los NGI poseen una mayor tradición de institucionalidad política. En los
NGP la interpelación principal vuelve al concepto tradicional del pueblo y, una vez más,
encarnado éste en los más pobres o los que más sufrieron las consecuencias estructurales de las
reformas. Esta diferencia es clara si se contrasta un discurso político en el que se privilegia al
individuo dotado de derechos, sobre todo civiles y políticos, con otro que no pasa inadvertido
en tanto se dirige a los más humildes, a los pobres, y que por su misma definición implica
características mucho más emocionales, urgentes y que se posicionan sobre la idea de una
justicia que se debe recuperar.

Fragmentación o concentración del sistema de partidos

Los NGI se despliegan sobre un sistema de partidos concentrados e institucionalizados, mientras


que los NGP lo hacen sobre un escenario de fragmentación e inestabilidad de los partidos
políticos. Los NGI tienden a ser más electoralistas y defensores del sistema de partidos
establecidos en la construcción de la representación política, mientras que los NGP tienden más
a la movilización callejera y a la idea de superar el sistema de partidos.

Desde el punto de vista ideológico, en los NGI se han fortalecido estructuras partidarias que
pivotean entre una derecha liberal y/o conservadora mucho más moderna que antaño, con una
izquierda que en sus representaciones mayoritarias invierten la ecuación, pero no apuntan a
modificarla, respecto a la cuestión social y respeto a otros derechos posmateriales con
aceptación del statu quo económico. Esta mayor aproximación en el arco ideológico permite
generar clientelas electorales más sólidas en términos de identidad y más seguras en términos
de una atenuación del conflicto ideológico y político. El resultado neto es una mayor estabilidad
institucional a partir de la negociación interpartidaria.

En los NGP, por el contrario, las ideas políticas registran un arco de variación y polarización
fuerte, que se combina con la tendencia a partidos o movimientos hegemónicos, y en definitiva,

54
a formas de negociación política que tienden a la imposición, la desacreditación de la oposición,
y a una estabilidad política muy precaria.

Decisionismo político y relaciones institucionales con la oposición

Entendiendo el concepto como una tentación superior a generar actos de gobierno a partir de
centralizar las decisiones y los mecanismos que llevan a tomarlas, sería visible una mayor
concentración de autoridad en el proceso de toma de decisiones de los NGP respecto a los NGI.

Los NGI evidencian una tendencia a participar en un escenario político más institucionalizado e
términos del sistema de partidos y, por ende, necesariamente están más condicionados a la
búsqueda del consenso para tomar decisiones políticas significativas. Esta dinámica implica una
lentitud mayor en la toma de decisiones significativas, pero a cambio ofrece un escenario más
estable y una potencial perdurabilidad de las políticas/acuerdos implementados.

Los NGP se caracterizan por una tendencia muy marcada a concentrar las decisiones más
significativas, y, por ende, a aislarse respecto a las oposiciones políticas, pero también de los
desacuerdos que puedan surgir de la sociedad civil. La dinámica decisionista esconde en su
supuesta mayor eficiencia un estilo político que progresivamente lleva a una mayor
confrontación con una multiplicidad de actores, y como consecuencia, a un escenario político
signado por el conflicto y la tendencia América Latina autoritarismo.

Si se visualiza la estabilidad democrática como la construcción de acuerdos sustanciales para


resolver cuestiones significativas, la dinámica de negociación de los NGI sería más eficiente en
ese plano. Ahora, si se evalúa la democracia en el sentido que le da la Encuesta Latinobarómetro
cuando reitera que muchos encuestados preferirían un régimen autoritario si éste les resolviera
su situación socioeconómica, podría implicar que la dinámica más agresiva de los NGP para
implementar decisiones de gobierno sería más efectiva.

Integración regional y relación con EEUU

Pareciera haber una mayor vocación en fortalecer procesos de integración regional en los NGP
respecto a los NGI. Esto supone también un mayor enfrentamiento, básicamente discursivo, con
EEUU por parte de los NGP con relación a los NGI. En este aspecto relacional se puede pensar
en la incidencia de dos factores. La mayor tendencia institucional y de negociación con la
oposición y los factores de poder por parte de los NGI le achica ciertos márgenes de movimiento
para oponerse a algunas políticas más regionalistas. Los NGP por su mayor confrontación con
EEUU necesitan fortalecerse internamente, pero sobre todo en el plano internacional a partir de
solidificar acuerdos regionales, ampliarlos o desarrollar proyectos de nuevas integraciones.

4. Existen dos maneras de abordar los NG, los análisis comparativos y los estudios de caso.
Hemos ordenado este libro siguiendo esta lógica, desde lo general a lo particular.

55
Rouquié, Alain - “La encrucijada latinoamericana y los actores globales”
(2020)

A principios del siglo XXI, América Latina conoció un período de auge excepcional. Según el BID
este fue el “decenio de América Latina”, impulsado por el “superciclo de las materias primas”.
Esta prosperidad pertenece ya al pasado. El crecimiento económico ha sido sustituido por la
incertidumbre y las recesiones. Además, se han verificado, recientemente, amplios y, a veces,
violentos movimientos de protesta en varios países del continente contra gobiernos de
orientaciones diversas y hasta opuestas. A Venezuela y Nicaragua se han sumado, en 2019,
Bolivia, Colombia, Ecuador, Chile y Haití. Los resultados de las elecciones en la temporada 2017-
2019, anticiparon un cuadro general de descontento y de aspiraciones de cambio, verificándose
alternancias políticas en Chile, Colombia, Brasil, México, El Salvador y Argentina. Sólo persistió
la continuidad política en Paraguay y en Costa Rica. Venezuela y Bolivia constituyeron casos
aparte con la pseudo reelección del jefe de Estado en el primero y la renuncia del presidente en
el segundo, después de una reelección ilegal y sospechosa.

Para completar el panorama del malestar político y social, debemos señalar algunas sorpresas,
más allá del voto castigo y de las movilizaciones populares de estos años. Una de ellas, fue la
elección de un presidente de extrema derecha en Brasil, comprometido a borrar la herencia de
los gobiernos de centroderecha o izquierda que habían dirigido el mayor país de la región
(séptima economía mundial), desde la restauración de la democracia en 1985. La otra, fue la
amplitud y la duración de los estallidos sociales que han sacudido el país latinoamericano más
exitoso: Chile, miembro de la OCDE desde 2001 y cuyo PIB per cápita supera el de varios Estados
de la Unión Europea. Estos “cisnes negros” políticos expresan de forma contundente la
profundidad de la crisis por la que hoy atraviesa América Latina.

Esta serie de acontecimientos políticos no son solo reacciones coyunturales a situaciones de


ajuste económico y de malestar social. De hecho, configuran un nuevo paisaje continental y
responden a los cambios acontecidos en el sistema internacional que modifican la situación
geopolítica de la región.

Fragmentación y eclipse:

América Latina no es un conjunto homogéneo de Estados. La dimensión geográfica de los


Estados no es menos crítica que las disparidades de nivel de renta entre países vecinos. En la
actualidad los resultados económicos y el ritmo de crecimiento diferencian aún más a los países
de la región. Sin embargo, las naciones del continente enfrentan desafíos y riesgos similares en
un mundo peligroso para las naciones periféricas. Esto parecería abogar, pese a su diversidad,
en favor de cierta solidaridad de propuestas y de una unidad de respuestas frente a los retos del
momento. Pero, no es lo que está pasando. La característica más visible es, sin lugar a duda, la
fragmentación y la desintegración regional.

El repliegue nacionalista y la polarización ideológica han paralizado los procesos de integración


económica, lo mismo que las organizaciones regionales de concertación política. El Mercosur, la

56
Unasur y la CELAC se encuentran en receso o en peligro existencial. El gobierno brasileño ha
declarado, desde su formación en enero de 2019, que el Mercosur ya no es una prioridad
nacional. Posteriormente, sus integrantes manifestaron una hostilidad ruidosa y sin rodeos al
nuevo presidente argentino desde el día de su elección en octubre de 2019. En estas
condiciones, el Mercosur tiene pocas posibilidades de progresar y solo la dinámica económica
le permite sobrevivir.

La UNASUR, creada en 2008, se encuentra acéfala y en estado vegetativo. Esta unión subregional
tiene, además de una competencia en materia de seguridad (la comunidad de defensa), un
cometido crucial en el sector de infraestructura terrestre en particular (IIRSA), con el objetivo
de unir los dos océanos y facilitar, de esta manera, el comercio regional y el acceso de todos los
países a los pujantes mercados asiáticos.

La Comunidad de los Estados de América Latina (CELAC), fundada en 2010, reúne a los treinta y
tres Estados de la región, incluyendo a Cuba (y sin los Estados Unidos). Esta es, sin duda, la razón
por la cual Brasil acaba de anunciar que dejará de ser miembro de este organismo, estancado
antes de haber encontrado su destino. Tal es así que ha sido imposible reunir la Cumbre de la
Unión Europea con América Latina y el Caribe que debía llevarse a cabo en 2017, conforme el
mecanismo de consulta que existe desde 1999.

América Latina experimenta una grave división ideológica esencialmente alrededor de la


situación venezolana. El grupo de Lima de los Estados democráticos conservadores se opone
terminantemente a los Estados bolivarianos (de los que solo quedan además de Venezuela, Cuba
y Nicaragua). Por consiguiente, se ha creado frente a la Unasur, un Prosur, organismo regional
depurado que no ha sido muy exitoso.

Al comienzo de este segundo decenio del siglo ya no hay ningún país líder. Ningún Estado de la
región parece abrigar ambiciones internacionales. Brasil, gran potencia por su envergadura de
“país-continente” y que actuaba como un actor global, ha renunciado, de repente, a su papel de
líder regional. Su prioridad hasta el momento (2020) es la de seguir la política exterior de los
Estados Unidos de Trump, así sea, a veces, en contra del interés nacional. Esta política ideológica
de autodestrucción tiene evidentemente consecuencias negativas para el conjunto de la región.

América Latina no tiene ningún vocero para manifestar su presencia internacional y defender
sus intereses comunes en los foros exteriores. Este fue el papel que tuvo México durante los ‘70
y ‘80 pero hoy, bajo la presidencia de AMLO, se ha dado por objetivo una “regeneración
nacional” que no se extiende a la política exterior. Por el contrario, México ha vuelto de
momento a su tradición histórica de aislamiento y de neutralidad. En cuanto a Venezuela, la
catástrofe económica y social en la que se está hundiendo le impide cualquier veleidad de
iniciativa internacional.

Frente a las dificultades del presente, en vez de buscar soluciones novedosas, se ha vuelto
muchas veces hacia el pasado, que se podría llamar retrospectiva.

57
El espejismo del pasado:

Esta opción regresiva se expresa en forma amenazante en el Brasil del presidente Bolsonaro y
más discretamente en México, donde no es una referencia histórica asumida.

En Brasil, el gobierno actual ha tomado como objetivo erradicar de la sociedad “el marxismo
cultural”, concepto amplio que cubre todo tipo de liberalismo político y social. Es cierto que, en
un Brasil violento, que sale dificultosamente de una larga recesión. El recuerdo de la seguridad
y de los años de fuerte crecimiento de la dictadura (1964-1985) ha contribuido a la elección de
un presidente reaccionario.

La política del retrovisor no es tan obvia en México. Pero frente a los desafíos de la pobreza y de
la delincuencia violenta muchos mexicanos añoran la época pre-democrática del Estado fuerte
y de la presidencia imperial del PRI que gobernaba en un país próspero, seguro y respetado.
López Obrador no piensa en resucitar el régimen “priista”, sino en otorgar más autoridad al
gobierno central para combatir a las bandas de delincuentes y romper con la política económica
“neoliberal” de sus predecesores. Es decir, volver a un modelo más inclusivo y estatista.

En el caso de Argentina, la victoria presidencial, en octubre de 2019, del “quinto peronismo”


¿será un intento de vuelta a un pasado lejano o próximo o simplemente un caso de alternancia
electoral en un sistema casi bipartidista en el que se suceden en el poder dos coaliciones
históricas, la conservadora y la justicialista?

De cualquier forma, la voluntad o el deseo de volver a un pasado supuestamente mejor es, al


parecer, un mecanismo de defensa de la sociedad o de algunos sectores que no es propio de
América Latina.

Sin embargo, las políticas retrospectivas no se han limitado en América Latina a las narrativas
que prometen el regreso a una fantaseada “edad de oro”. La favorable coyuntura de principio
de siglo y el superciclo de materias primas han contribuido al resurgimiento o a la consolidación,
de un modelo económico que se creía superado. En este decenio de bonanza se ha dado
prioridad absoluta en cada país al producto líder de la demanda exterior, ante todo asiática, a
expensas de los sectores más modernos y complejos. Se ha vuelto casi a la forma de
especialización productiva y hasta mono-productiva de tiempos pasados, en el período de
crecimiento “hacia afuera” que precedió al modelo ISI. Así es como Argentina aparece en la
actualidad como la República de la soja y México es, ante todo, exportador de autopartes y de
vehículos automotores para las empresas norteamericanas.

La fragmentación y el repliegue nacional sobre los problemas internos no han facilitado la


adaptación de los países de la región al nuevo contexto internacional. Pero esta situación ha
despertado el interés de nuevos actores extracontinentales.

Descubridores y ciudadanos:

Una región dividida, de países que se dan la espalda, aislados por el nacionalismo y la
polarización ideológica, tal es el panorama que ofrece América Latina. Su apagón diplomático

58
tiene pocos precedentes. Sobre todo, cuando se trata de un Estado que había conseguido en los
últimos decenios una promoción internacional tan destacada como Brasil.

América Latina desunida, se encuentra debilitada y vulnerable frente a un sistema internacional


que se resquebraja. Como se sabe, el orden establecido después de la Segunda Guerra Mundial
está siendo cuestionado por la emergencia de nuevas potencias y amenazado por algunas de las
que lo edificaron. En un mundo multicéntrico, fluido y poco previsible, han surgido nuevas
ambiciones que no han obviado a América Latina. La región atrae los candidatos a elevarse en
la jerarquía internacional o a recrear los imperios de ayer. Ningún país que quiera ascender al
rango de actor global puede ignorar al continente latino que sigue siendo capital de variedad y
abundancia de recursos naturales. Es, además, un mercado de más de quinientos mil millones
de consumidores. Y los aspirantes a la influencia global conocen el peso de los treinta y tres
votos de los latinoamericanos, unidos o no, en los foros internacionales. Pero las naciones
ascendentes ven el valor estratégico de su presencia en el patio trasero de la “hiperpotencia”
americana. De momento, esta multiplicidad de pretendientes interesados contribuye, por su
enfoque bilateral, a consolidar aún más la competencia entre Estados y la dispersión regional.

Por otra parte, el repliegue antiglobalista de los Estados Unidos y su declive en el continente han
creado un vacío que, en vez de ser aprovechado por los Estados latinoamericanos, ha abierto un
espacio inesperado para los nuevos “descubridores”. El interés de Washington por la región se
limita a intentar reducir las importaciones latinoamericanas y a parar la inmigración mexicana y
centroamericana. Ya ni siquiera el eje tradicional de la política estadounidense, como fue la
defensa de la democracia, tiene vigencia para un presidente amigo de dictadores y férreamente
opuesto a toda alianza y a toda instancia multilateral.

China, que aspira a ser la primera potencia mundial, está ya fuertemente implantada en América
Latina. Primer o segundo socio comercial de once países, entre los cuales se encuentran Brasil,
Argentina y Chile, gran inversionista en infraestructura, transporte y minería, ha firmado
tratados de libre comercio y acuerdos de asociación con más de seis países. Ha otorgado
asistencia financiera a varias naciones petroleras. Venezuela es hoy el mayor país que recibe
préstamos chinos.

En este contexto, la Rusia de Putin tiene como prioridad retomar el control sobre “el extranjero
cercano” y su vecindario eurasiático. Pero se ha impuesto como árbitro en los conflictos del
Medio Oriente y de África. En América Latina, además de proveedor de armas y de cooperación
en el sector petrolero, Moscú ha reactivado sus lazos con los aliados de la URSS en la Guerra Fría
(Cuba y Nicaragua) en conformidad con su proyecto antiliberal de alternativa al orden
internacional vigente. De ese modo, se ha vuelto un socio relevante de Venezuela, ofreciendo al
régimen chavista ayuda financiera y presencia militar.

En esta reconfiguración de las relaciones exteriores de América Latina, los países europeos
parecen estar paralizados. La Unión Europea ha perdido influencia en la región como
consecuencia de la erosión de los procesos de integración y de unión regional. La crisis del
regionalismo afecta también a la Unión Europea y al orden global. De hecho, América Latina es
para la Unión Europea un socio verdaderamente estratégico porque es la única región que
defiende las reglas y las instancias reguladoras del orden multilateral. A la hora de la

59
competencia entre continentes, solo el fortalecimiento regional alrededor de un proyecto
coherente y solidario puede permitir una rectificación indispensable. Para eso América Latina
no carece de medios. Más allá de sus enormes recursos naturales y humanos, tiene un capital
político consecuente y conocido. Se trata de la paz, de la ausencia de guerra y de conflictos
interétnicos o religiosos. Se trata, también, de su larga tradición democrática, de su apego al
derecho internacional que ha sabido enriquecer y manifestar en sus más recientes compromisos
diplomáticos.

El voto castigo, las alternancias electorales y los movimientos de protesta popular han
expresado la fortaleza y la capacidad de movilización, en este sentido, de las sociedades
latinoamericanas. También han sido factores de cambio y han impulsado reformas que preparan
un futuro más en sintonía con las aspiraciones de la mayoría de los ciudadanos.

Desde ya podemos percibir algunos avances democráticos conseguidos o en vías de ser


alcanzados, tanto a nivel institucional como en la opinión pública. Así es como el enojo cívico
contra la situación catastrófica de los Estados autoritarios de la región arruinados por la
incompetencia y la corrupción ha quitado mucho atractivo a las soluciones milagrosas
prometidas por el caudillismo populista. De la misma manera la exigencia de reformas
institucionales para salir del modelo ultraliberal de una “sociedad de mercado” que agrava las
desigualdades, constituye un paso adelante.

En este sentido, la lucha contra la corrupción que procede de la presión popular es un fenómeno
ejemplar. Ni los jefes de Estado pueden escapar a la justicia y al castigo. Ni la oposición de las
élites y de las clases políticas han podido impedir este evidente progreso democrático que
contribuye a reducir la desigualdad social. Lo que demuestra que existen en la región
posibilidades de profundas y radicales rectificaciones de orientación política.

En un futuro no muy lejano, el despertar del continente podrá evitar nuevas dependencias y la
creación de zonas de influencia impuestas por los “descubridores” o por las nuevas y las antiguas
metrópolis. No cabe duda, que un conjunto de seiscientos millones de ciudadanos de renta
intermedia tendrá un peso innegable frente a los billonarios Estados asiáticos. El apetito por la
región de nuevos actores puede ser una oportunidad valiosa para que los Estados
latinoamericanos diversifiquen sus relaciones exteriores y su comercio. De este modo, la
reciprocidad en los intercambios ayudará a reducir las nefastas asimetrías.

Para contrarrestar a los partidarios de la ley de la selva, detener a los protagonistas del caos y
del desorden planetario y reconstruir un sistema internacional cooperativo con obligaciones
universales, el mundo necesita más que nunca a América Latina.

60
Russell, Roberto & Tokatlian, Juan Gabriel - “Resistencia y cooperación:
opciones estratégicas de América Latina frente a Estados Unidos”
(2008)

Introducción

El fin de la Guerra Fría dio lugar en EEUU a un vasto debate académico y político sobre la “gran
estrategia” que el país debería seguir para preservar sus intereses nacionales y su posición de
superioridad en el mundo.

Barry Posen y Andrew Ross (1996) analizaron cuatro posiciones estratégicas que dominaros el
debate académico en EEUU en la primera mitad de los ’90:

- Neo-aislacionismo
- Compromiso selectivo
- Seguridad cooperativa
- Primacía

La literatura producida ha incluido con frecuenta otros tres temas:

- El sentido de la noción de unipolaridad y su duración probable


- El papel de los OI en materia de paz y seguridad internacionales
- Las distintas opciones estratégicas a disposición del resto de los países frente a EEUU

Los autores se han referido fundamentalmente a los países de mayor poder relativo y a los que
perciben como fuentes de mayor amenaza a la seguridad estadounidense. Así, América Latina
ha merecido una atención muy menor, ningún país de América Latina cuenta con suficientes
atributos de poder para convertirse en el futuro previsible en una gran potencia, ni la región
presenta un nivel de amenaza comparable al de otras áreas del mundo.

El fin de la bipolaridad pareció sepultar muchas de las opciones estratégicas a las que había
apelado América Latina durante la Guerra Fría (protección extra-hemisférica, unidad colectiva,
revolución socialista y tercermundismo) y con más o menos, todos los países latinoamericanos
se acercaron a EEUU.

La década del ’90 fue la del acomodamiento en bloque, y en distintos grados, a EEUU. El
enlargement de la democracia y el mercado tuvo amplia aceptación en América Latina bajo la
forma de la extensión de los acuerdos de libre comercio y de la democracia liberal. Recién a fines
de los ’90 Chávez resucitó una estrategia de oposición a EEUU. Otros países ampliaron sus
espacios de resistencia a las preferencias estadounidenses, combinando distintas formas de
acomodamiento y de oposición que han puesto en evidencia una diversidad regional.

61
Supuestos básicos y principales tendencias

Nuestro análisis de las relaciones de los países de América Latina con EEUU y, en particular de
las opciones estratégicas de la región, se ordena a partir de un conjunto de
tendencias/supuestos.

1. Que en el horizonte de los próximos 10 años la condición de unipolaridad habrá de


preservarse.

2. Que la estrategia de primacía adoptada por EEUU persistirá como piedra angular de sus
políticas exteriores y de defensa.

George W. Bush reafirmó el aspecto central que define a la primacía –evitar el surgimiento de
un competidor global América Latina predominio estadounidense-.

3. Que la crisis, y aún parálisis, de los organismos internacionales y de la práctica multilateral


habrá de prolongarse. EEUU, en parte responsable por esta situación, continuará privilegiando
el unilateralismo en cuestiones de seguridad internacional y combinará unilateralismo y
distintas formas de multilateralismo en otros temas de su agenda internacional.

4. Que la unipolaridad es un rasgo de la Posguerra Fría, pero se trata de un factor estructural n


las relaciones interamericanas. América Latina es la única región donde EEUU es efectivamente
una potencia regional sin ningún rival de peso.

La hegemonía de EEUU sobre América Latina continuará durante los próximos 10 años, dado
que no habrá ningún actor extraregional en condiciones de disputar ese espacio a EEUU.

5. Que América Latina no es ni será una prioridad para la política exterior de EEUU.

6. Que América Latina es una región que ha perdido gravitación e influencia en el sistema
internacional.

- Durante los ’70, América Latina vivió una década perdida en términos políticos: la extensión
de gobiernos autoritarios en el área significó un enorme debilitamiento institucional.
- Durante los ’80, fue una década perdida en materia económica: las notas prevalecientes
fueron el bajo crecimiento, el alto endeudamiento, mucha volatilidad financiera, mayor
informalidad laboral, pobre capacidad tecnológica y desplome de la calidad de vida.
- A lo largo de los ’90, América Latina transitó una década perdida en el frente social: se
ahondó la desigualdad, se incrementó la pugna entre clases y etnias, se mantuvieron altos
índices de miseria e indigencia, creció la violencia ciudadana, se multiplicó el desempleo,
se desatendió la educación y se deterioró la salud.

Hoy el peso específico de América Latina en la mayoría de los asuntos mundiales es menor que
América Latina término de la IIGM.

7. Que América Latina es una región diversa y, más aún, cruzada por diferencias y conflictos que
apartan a los países y subregiones que la integran. Dos líneas de fractura parecen prevalecer:

62
- La que separa a la América Latina del Norte de la del Sur (incluiría Colombia e incluso
Venezuela).
- La que divide a los países que tienen o desean tener acuerdos de libre comercio con EEUU
y lo que se oponen a ello.

Las divisiones también se observan en los mecanismos creados para promover la unidad política,
económica y diplomática de la región.

En este marco decimos:

- Que el abordaje de las opciones estratégicas a disposición de los países latinoamericanos


debe superar las dicotomías tradicionales en lo que hace a los vínculos con EEUU:
alineamiento versus confrontación o plegamiento versus equilibrio.
- Que, a pesar de la diversidad regional y de los distintos modelos de política exterior que se
han seguido hacia EEUU a partir de la década de 1990, existen tres opciones estratégicas:
el multilateralismo vinculante, la contención acotada y la colaboración selectiva.
- Que EEUU encuentra más restricciones al uso de sus instrumentos de poder en América
Latina que durante la GF, en especial los recursos de poder militar. Por factores endógenos
ligados América Latina proceso de democratización, pero también en parte por las políticas
promovidas por Washington en la región para extender y defender la democracia. Hay
menos tolerancia a las intervenciones militares. Asimismo, hay más actores sociales
estadounidenses movilizados con fuertes lazos políticos, económicos y culturales en la
región capaces de limitar o influir en las políticas de EEUU hacia América Latina. Por último,
EEUU encuentra mayores dificultades para imponer su agenda económica y de seguridad.
- Que existe un conjunto de factores que posibilitan o reclaman la realización de las opciones
estratégicas que proponemos para América Latina. Factores: a) avances en América Latina
en materia de democratización; b) el activo regional en materia de paz y seguridad
internacionales; c) las tradiciones diplomáticas latinoamericanas para establecer límites
América Latina poder; d) la ausencia en la región de amenazas de primer orden a la
seguridad de EEUU; y e) diversos y crecientes problemas nacionales y transnacionales que
ponen a toda América Latina en una situación de interdependencia estratégica.

Cinco modelos de política exterior

Desde fines de la GF, América Latina ha experimentado con cinco modelos de vinculación a
EEUU. Todos ellos implican:

- Una determinada perspectiva del sistema internacional


- Un modo específico de relación con Washington
- La asignación de un lugar diferenciado a la propia región en las respectivas políticas
exteriores

Se trata de modelos que reflejan políticas de gobierno. Los cinco modelos tienen en cuenta un
conjunto de factores permanentes, durables y contingentes, que condicionan la definición de
los vínculos de los países de la región con EEUU.

Factores permanentes: tamaño del país y su situación geográfica

63
Factores durables: poder relativo, la producción de un determinado bien o posesión de un
recurso natural, la identidad internacional del país, el grado de concentración/diversificación de
las relaciones exteriores y la densidad de los vínculos con EEUU.

Factores contingentes: incluyen aspectos tales como la significación estrategia de un país para
EEUU, o la orientación de la política exterior.

Los modelos son:

- Acoplamiento
- Acomodamiento
- Oposición limitada
- Desafío
- Aislamiento

Acoplamiento

Plegamiento a los intereses estratégicos vitales de EEUU. Apoya la integración económica


regional siempre y cuando no produzca una disrupción al proceso de constitución de un área de
libre comercio hemisférica. El “norte” de la política exterior es Washington. El modelo
económico es ortodoxo. Defiende el statu quo del orden global, concibe a EEUU en términos de
aliado y mantiene una marcada indiferencia frente a la región. Ej.: Gobierno de Salinas (México),
Menem y Uribe (Colombia).

Acomodamiento

Se caracteriza por el acompañamiento selectivo y puntual a EEUU. Promueve un papel activo en


la configuración de regímenes internacionales, preferentemente en armonía con EEUU. Concibe
la integración económica regional de acuerdo a parámetros que favorecen los intereses propios
sin un compromiso firme a favor de mecanismos colectivos. La diplomacia económica resulta
fundamental. Asigna un lugar destacado a la relación con los vecinos. La defensa de principios
básicos en el campo internacional e interamericano conduce a desasociarse de Washington en
numerosos temas de la agenta internacional y regional. Balance entre mercado y Estado. Busca
una revisión moderada de las instituciones y reglas internacionales en el campo comercial y
financiero. Procura la introducción de ajustes parciales al orden global, define a EEUU como
amigo y mantiene una posición de relativa indiferencia hacia la región. Casos emblemáticos:
Chile y Costa Rica.

Los casos aproximados al modelo de acomodamiento también apelaron al derecho de


distanciarse de EEUU. Algunos gobiernos encontraron formas de equilibrio con EEUU entre
cuestiones de naturaleza política y económica.

Oposición limitada

Propugna una política mixta hacia EEUU en la que se combinan desacuerdo y colaboración,
concertación y obstrucción, deferencia y resistencia. La integración regional es considerada
esencial para el incremento del poder negociador conjunto del área frente a EEUU. Propugna un

64
modelo de desarrollo heterodoxo, neo-desarrollista, sensible a la cuestión social. Asigna un
papel clave al Estado. Procura cambios más profundos en la estructura económica y financiera
internacional, desestimula la negociación inmediata de un área de libre comercio hemisférica.
Propicia la reforma del orden global al que considera inequitativo, percibe a EEUU como un
poder dual (una combinación de amenaza y oportunidad) y asigna una gran importancia
estratégica a los vínculos con la región. Caso emblemático: Brasil. Casos aproximados: Argentina,
Venezuela, Bolivia y Ecuador.

Desafío

Impulsa políticas de distanciamiento y rechazo a EEUU para contrabalancear su poder. Se funda


en la creencia de que la seguridad nacional está en peligro y que, por lo tanto, la supervivencia
es el principal interés nacional en juego. Enfatiza la integración holista en el nivel regional:
dimensiones económicas, políticas, diplomáticas, culturales y militares, este tipo de integración
sería un antídoto a la “integración desde arriba” impulsada por EEUU. En el mediano plazo,
aspira a forjar un modelo de desarrollo alternativo al existente, mientras que en el corto plazo
adopta decisiones que fortalecen el papel regulador e intervencionista del Estado. Cuestiona
severamente al establishment económico y financiero transnacional, al tiempo que intenta
impedir la implantación de un área de libre comercio continental en los términos promovidos
por EEUU. Propicia un revisionismo completo del orden global, ve a EEUU como enemigo y
asigna a la región un papel fundamental para la realización de los objetivos del modelo. Casos
emblemáticos: Cuba y Venezuela (Gobierno de Chávez pos-2002).

Dos elementos fundamentales también caracterizan a este modelo:

- La influencia de los desafiantes en la región a través de la propagación de su proyecto


revolucionario mediante la utilización de importantes recursos simbólicos y materiales.
- La formación de alianzas extra-regionales con actores que rivalizan con EEUU.

El primer factor irrita a Washington pero no influye directamente en su seguridad nacional. Por
el contrario, el segundo factor afecta directamente intereses considerados vitales por EEUU de
alcance global.

Aislamiento

Se caracteriza por secundar a EEUU, pero con el suficiente sigilo como para no llamar la atención
de propios y ajenos. La integración regional se define en términos oportunistas. No pretende
alterar las reglas de juego del sistema hemisférico, sino obtener de Washington aquellas
concesiones que permitan preservar el statu quo interno. Practica un muy bajo perfil para
alcanzar metas limitadas. No pretende ninguna transformación del orden global, se vincula a
EEUU en condición de cliente y asigna una importancia marginal a la región. Caso emblemático:
Paraguay.

Tres opciones estratégicas

El desequilibrio de poder entre EEUU y el resto de los países será la nota predominante del orden
político internacional durante los próximos años. Esta condición objetiva será acompañada por

65
una estrategia de primacía atenuada y por una combinación desbalanceada de unilateralismo y
multilateralismo a favor del primero por parte de EEUU.

En este contexto, América Latina tiene una ventana de oportunidad para desplegar opciones
estratégicas. La opción del equilibrio aparece como irrealizable en el corto y mediano plazo.

Las opciones a favor del plegamiento/alineamiento y la confrontación vienen cargadas de


riesgos e incertidumbres. El plegamiento/alineamiento involucra el problema del alcance, dado
que EEUU puede elevar continuamente sus estándares de adhesión y, por otro lado, siempre
habrá algún Estado más dispuesto a jurarle y prestarle fidelidad. Además, obliga a acompañar a
los gobiernos estadounidenses en las aventuras externas que elija.

La confrontación resulta sumamente peligrosa. La unipolaridad dota a EEUU de una mayor


discrecionalidad para usar su poder e imponer castigos y aumenta el costo del desafío.
Asimismo, la confrontación tiende a producir temor en los países vecinos abonando el terreno
para el plegamiento de algunos o para que EEUU promueva y construya una contra-alianza
opuesta a los desafiantes.

Los países de América Latina pueden defender y promover sus intereses nacionales en
cooperación o competencia con EEUU haciendo uso de:

- Multilateralismo vinculante
- Contención acotada
- Colaboración selectiva

Las tres opciones se fundan en la existencia de intereses y valores comunes de alcance regional
o más limitado. La posibilidad de realización de las dos primeras es independientes de la gran
estrategia que EEUU ponga en práctica y de la configuración del poder mundial. La primacía y la
unipolaridad las hacen más necesarias. La ejecución de la estrategia de colaboración selectiva
se torna más difícil si Washington persiste en la primacía.

Multilateralismo vinculante

Consiste en la utilización diligente de las instituciones mundiales para restringir el poder de


EEUU. La condición de posibilidad del multilateralismo vinculante es la existencia de un orden
internacional que cuenta con un alto nivel de institucionalización. Estas instituciones EEUU no
puede ignorarlas sistemáticamente sin pagar costos crecientes en términos de pérdida de apoyo
a sus políticas y deseos.

Esta opción estratégica se inscribe en arraigadas tradiciones y prácticas diplomáticas de América


Latina, que se fundan en razones tanto morales como de conveniencia. Actualmente, estas
tradiciones y prácticas se manifiestan en el alto índice de ratificación de tratados que muestra
América Latina.

Implica desafíos para la propia América Latina en materia de credibilidad internacional. Sería
incongruente procurar el fortalecimiento de la ONU sin hacer lo mismo en el plano hemisférico
y sub-regional. El unilateralismo periférico –entendido como el comportamiento internacional

66
que se basa en la búsqueda de ventajas propias sin contemplar o ignorando los intereses de los
vecinos, o que viola el derecho internacional- resta o priva de credibilidad a la opción del
multilateralismo vinculante.

Contención acotada

Implica la creación progresiva de espacios e instrumentos regionales de acción propios que


reduzcan, excluyan o prevengan la influencia o ingerencia de EEUU en una determinada área
geográfica de la región, América Latina tiempo que favorezca la capacidad colectiva de
interacción con EEUU. El énfasis aquí está puesto en las cuestiones de seguridad. A diferencia
del equilibrio clásico de poder, la contención acotada posibilita a los estados incrementar poder
y autonomía de decisión sin confrontar o rivalizar con EEUU. Su construcción puede ser incluso
funcional a los intereses de seguridad de EEUU en esa área. La condición de posibilidad de esta
estrategia es la existencia de estrechos vínculos de cooperación entre los estados principales
que la integran.

También se inscribe en otra arraigada tradición y práctica diplomática latinoamericana: la acción


colectiva para solucionar conflictos inter e intraestatales.

Colaboración selectiva

Involucra la construcción de lazos cooperativos con EEUU para incidir en la forma en que ejerce
su poder e influencia, reducir incertidumbres, evitar fallas mutuas de percepción y hacer frente,
en forma conjunta, a problemas comunes. Se realiza en un nivel tanto bilateral y regional como
hemisférico y se concentra en temas de alta sensibilidad mutua. La posibilidad de realización de
esta opción estratégica depende de dos factores esenciales: la disposición de EEUU a enfrentar
junto a estados de América Latina estas cuestiones; y la decisión y capacidad de los segundos
para interactuar en forma cooperativa, tanto entre sí como con el poder predominante.

Tres asuntos preocupan especialmente a EEUU en la región:

- El potencial despliegue del terrorismo transnacional de alcance global


- La debilidad, colapso o ausencia del Estado
- El nexo entre drogas ilícitas y crimen organizado

Primer asunto. La cooperación tripartita entre Argentina, Brasil y Paraguay en la Triple Frontera,
así como la colaboración entre estos tres países y EEUU.

Segundo asunto. Bolivia es un caso ejemplar de situaciones que requieren colaboración


selectiva.

Tercer asunto. La denominada “guerra contra las drogas”, desplegada en 1971 por Nixon, es un
rotundo fracaso para todos.

67
Conclusiones

En los próximos 1’ años, EEUU mantendrá una estrategia de primacía con ajustes selectivos, por
temas o áreas geográficas, que la atenuarán. Esta atenuación resultará de la combinación de
factores domésticos y externos.

Las tendencias presentes en América Latina hacia una mayor heterogeneidad y fragmentación
se profundizarán. La principal línea de fractura será la que separa a América Latina del Norte de
la del Sur. Colombia y Venezuela serán los principales casos testigos de esta heterogeneidad y
fragmentación.

EEUU definirá sus principales políticas de seguridad hacia América Latina partiendo de esta línea
de fractura básica. En cambio, las políticas estadounidenses hacia América Latina en materia
económica tienen fronteras más lábiles y crecientes. Aquí, el objetivo de máxima es incluir a
toda América del Sur en un área de libre comercio hemisférica.

Desde el fin de la GF América Latina se ha vinculado con EEUU de distintos modos poniendo en
práctica cinco modelos. A pesar de ello, la continuación de una estrategia de primacía por EEUU
hace que la mayoría de los países de la región compartan un interés común: la restricción del
poder de EEUU. La atenuación de esta estrategia puede abrir espacios para contener a EEUU en
particular en América del Sur y México, como así también para identificar nuevas oportunidades
de cooperación en diferentes temas entre EEUU y la mayoría de los países de la región.

Creemos que varios países de América Latina podrían conducir sus relaciones con EEUU
empleando de modo complementario el multilateralismo vinculante, la contención acotada y la
colaboración selectiva. Ellas ofrecen una base firme para orientar las políticas exteriores hacia
EEUU al tiempo que retoman nuestras mejores tradiciones diplomáticas, así como experiencias
de estos años de democracia en los que se han fortalecido aspectos positivos de las relaciones
AL-EEUU.

El multilateralismo vinculante posibilita el empleo de las instituciones internacionales para


oponerse a propuestas o acciones de EEUU que violan la legalidad internacional, para inducirlo
a que se sume a acuerdos y regímenes internacionales que requieren su participación para ser
efectivos y para concertar con otros estados a fin de ampliar la capacidad de acción colectiva
frente a EEUU.

El hecho de que EEUU tenga focalizados sus intereses de seguridad en otras regiones del mundo
más convulsionadas que la nuestra, que América Latina no sea una fuente de amenazas letales
para EEUU y que la democracia haya contribuido a generar una mayor confianza mutua entre la
mayoría de nuestros países nos are un espacio para poner en práctica la contención acotada.

Finalmente, la colaboración selectiva implica “atraer” a EEUU a la resolución política y en común


de problemas compartidos. La falta de respuesta colectivo solo empeorará la inseguridad de
todos. Los países de América Latina deberían tener como eje ordenador de esta última opción
estratégica la búsqueda permanente de un mayor compromiso político de EEUU.

68
Dithurbide, Guadalupe – “Traducción y reflexiones sobre la obra de:
James Rosenau, The Study of World Politics” (2020)

Introducción

Esta ficha de cátedra tiene como objetivo brindar un aporte teórico – metodológico para el
análisis de la política internacional latinoamericana respondiendo a la pregunta “¿Cómo explicar
las decisiones de política exterior?”. Se trata, en definitiva, de ahondar en el debate sobre la
primacía entre la estructura externa o la acción/agencia interna en materia de política exterior.

En 1991 el Dr. Roberto Russell presentó una ponencia en donde señalaba que en América Latina
persistía una tendencia a ignorar que la conducta externa de un Estado surge de una
combinación variable de factores internos y externos cuyo impacto depende de cada
circunstancia, lo que lleva a insistir en explicaciones deterministas monocausales y en poner un
acento exagerado en las variables sistémicas, subestimado la importancia de los factores
internos en la formulación y ejecución de la política exterior (RUSSELL, 1991).

Las perspectivas que enfatizan el peso de lo sistémico, como el realismo y el estructuralismo,


presentan dificultades para explicar las singularidades, ya que suelen exagerar el impacto del
sistema sobre los actores (Estados) y atribuir un alto grado de uniformidad a los códigos de
conducta de éstos (Van Klaveren, 2014).

Van Klaveren sostiene que cualquier análisis que eleva los factores internos o externos a la
categoría de determinantes primarios o exclusivos de la política exterior está destinado al
fracaso, ya que las dos categorías no están en competencia sino que se complementan. El
reconocimiento de esta compleja interrelación ha permitido que en la bibliografía especializada
se hable de “asuntos intermésticos”.

La búsqueda de una causalidad en los asuntos internacionales y de salir de las explicaciones


deterministas de una sola causa llevó en los años sesenta a James Rosenau a afirmar que es
posible y legítimo explicar el mismo evento de varias maneras.

Pre – teorías y teorías de la política exterior

Dos deficiencias básicas, una filosófica y la otra conceptual, parecen frenar el desarrollo de la
teoría de la política exterior. Veamos primero la deficiencia filosófica. Para el crecimiento del
desarrollo teórico de un campo de estudio, deben estar disponibles materiales empíricos que
hayan sido operacionalizados de manera similar.

Tenga en cuenta que el diseño y la función de la estructura no están determinados por el hecho
de que los materiales que la componen se hayan procesado de manera similar. Los mismos
ladrillos y madera pueden usarse para construir casas o fábricas, estructuras grandes o
pequeñas, edificios modernos o tradicionales. Lo mismo ocurre con la construcción y el uso de
las teorías sociales. Debe haber, por así decirlo, una pre-teoría que haga que las materias primas
sean comparables y estén listas para la teorización. Los materiales pueden servir como base para
todo tipo de teorías: abstractas o empíricas, de un solo país o de varios países, puras o aplicadas,

69
pero hasta que se hayan procesado de manera similar, no es probable que ocurra la teorización
o, si lo hace, es probable que los resultados no sean muy útiles.

A diferencia de la economía, la sociología y otras áreas de la ciencia política, el campo de la


investigación en política exterior no ha sometido sus materiales a este procesamiento
preliminar. En cambio, cada país y cada situación internacional en la que participa se trata
normalmente como algo único y no recurrente.

Se debe enfatizar que el procesamiento preliminar de los materiales de política exterior implica
mucho más que un orden metodológico. No nos referimos aquí a las técnicas de recopilación y
manejo de datos, ni a la conveniencia de orientar la investigación de política exterior hacia el
uso de materiales cuantificados y conceptos operacionalizados. Más bien, el procesamiento
preliminar al que deben someterse los materiales de política exterior es de un orden mucho más
básico: Implica la necesidad de desarrollar una concepción explícita de dónde se ubica la
causalidad en los asuntos internacionales. ¿Deberían los investigadores de política exterior
asumir que los seres humanos son los agentes causales? ¿O deberían tratar los roles políticos,
las estructuras gubernamentales, los procesos sociales o los sistemas internacionales como la
fuente del comportamiento externo? Y si presumen que la causalidad está ubicada en todas
estas fuentes, ¿en qué medida y bajo qué circunstancias es cada fuente más o menos causal que
las otras? Pocos investigadores en el campo procesan sus materiales en términos de algún tipo
de respuesta explícita a estas preguntas (…).

Sin duda, los investigadores de política exterior no son tan poco sofisticados como para no
reconocer que la causalidad puede atribuirse a una variedad de actores y entidades. Durante
años, ha sido un lugar común evitar las explicaciones deterministas de una sola causa y afirmar
la legitimidad de explicar el mismo evento de varias maneras. Sin embargo, en lugar de servir
para disciplinar la investigación, esta mayor sofisticación ha provisto de alguna manera una
licencia para indagaciones indisciplinadas.

Quizás la mejor manera de indicar exactamente lo que implica una pre-teoría de la política
exterior es esbozar los ingredientes principales de cualquier pre-teoría y luego indicar cómo el
autor ha integrado estos ingredientes en su propia teoría particular. Parece razonable afirmar
que todas las pre-teorías de la política exterior consisten en cinco conjuntos de variables o son
traducibles en cinco conjuntos. Enlistados en orden creciente de distancia temporal y espacial
de los comportamientos externos, para los cuales sirven como fuentes, los cinco conjuntos son
lo que llamaremos variables individuales, de rol, gubernamentales, sociales y sistémicas.

El primer conjunto abarca las características únicas de los tomadores de decisiones que
determinan e implementan las políticas exteriores de una nación. Las variables individuales
incluyen todos aquellos aspectos de un tomador de decisiones, sus valores, talentos y
experiencias anteriores, que distinguen sus elecciones o comportamientos de política exterior
de los de cualquier otro tomador de decisiones. Los valores religiosos de John Foster Dulles, la
visión de De Gaulle de una Francia gloriosa y las habilidades políticas de Kruschev son ejemplos
frecuentemente mencionados de variables individuales.

70
El segundo conjunto de variables se refiere al comportamiento externo de los funcionarios que
se genera por los roles que ocupan y que probablemente ocurra independientemente de las
características individuales de los ocupantes del rol. Independientemente de quién sea, por
ejemplo, es probable que el embajador de Estados Unidos ante las Naciones Unidas defienda las
posiciones estadounidenses.

Las variables gubernamentales se refieren a aquellos aspectos de la estructura de un gobierno


que limitan o mejoran las opciones de política exterior que toman los responsables de la toma
de decisiones. El impacto de las relaciones ejecutivo-legislativas en la política exterior
estadounidense es un ejemplo del funcionamiento de las variables gubernamentales.

El cuarto grupo de variables consiste en aquellos aspectos no gubernamentales de una sociedad


que influyen en su comportamiento externo. Los principales valores que orientan una sociedad,
su grado de unidad nacional y el grado de su industrialización son solo algunas de las variables
sociales que pueden contribuir al contenido de las aspiraciones y políticas externas de una
nación.

En cuanto a las variables sistémicas, éstas incluyen cualquier aspecto no humano del entorno
externo de una sociedad o cualquier acción que ocurra en el extranjero que condicione o de
alguna manera influya en las decisiones tomadas por sus funcionarios. Las "realidades"
geográficas y los desafíos ideológicos de los agresores potenciales son ejemplos obvios de
variables sistémicas que pueden moldear las decisiones y acciones de los funcionarios de política
exterior.

Pero estos son solo los ingredientes de una pre-teoría de la política exterior. Para formular la
pre - teoría en sí, uno tiene que evaluar sus potencias relativas. Es decir, uno tiene que decidir
qué conjunto de variables contribuye más al comportamiento externo, qué rango ocupa el
próximo, y así sucesivamente en todos los conjuntos.

Tenga en cuenta que construir una pre-teoría de la política exterior no es una cuestión de elegir
emplear solo un conjunto de variables. No estamos hablando de niveles de análisis, sino de
filosofías de análisis con respecto a un nivel particular, el de las sociedades nacionales.
Suponemos que en este nivel el comportamiento está determinado por factores individuales,
de rol, gubernamentales, sociales y sistémicos, y que la tarea consiste, por lo tanto, en elegir
cómo tratar cada conjunto de variables en relación con los demás. Muchas opciones son
posibles. Cientos de pre-teorías pueden construirse a partir de las posibles formas en que se
pueden clasificar los cinco conjuntos de variables. Algunos analistas pueden preferir usar uno u
otro de los rankings para analizar el comportamiento externo de todas las sociedades en todo
momento. Otros pueden desarrollar pre-teorías más complejas en las que se aplican varias
clasificaciones a diferentes sociedades en diferentes circunstancias. Sin embargo, sea cual sea
el grado de complejidad, el analista emplea una pre-teoría de la política exterior cuando asigna
potencias relativas a las principales causas del comportamiento externo.

Asignar prioridades causales a los diversos conjuntos de variables es extremadamente difícil. La


mayoría de nosotros preferiríamos tratar la causalidad como idiográfica que elaborar una pre -
teoría consistente para explicar la fuerza relativa de cada variable en diferentes tipos de

71
condiciones. Una forma de superar esta tendencia y obligarse a diferenciar las variables es a
través del ejercicio de la manipulación mental de las variables en situaciones reales. Considere,
por ejemplo, la invasión impulsada por Estados Unidos de la Bahía de Cochinos de Cuba en abril
de 1961. ¿Hasta qué punto fue esa conducta externa una función de las características
individuales de John F. Kennedy (para citar, para fines de simplicidad, solo uno de los actores
que tomó la decisión de la invasión)? ¿Su juventud, sus compromisos de acción, su afiliación con
el Partido Demócrata, su confianza en sí mismo, su cercana victoria electoral -y así
sucesivamente a través de una lista interminable - fueron relevantes para el lanzamiento de la
invasión y, en caso afirmativo, en qué medida? ¿Se habría comprometido cualquier Presidente
a derrocar al régimen de Castro al asumir el cargo en 1961? Si es así, ¿cuánta potencia debe
atribuirse a tales variables derivadas del rol?

Supongamos que todo lo demás sobre las circunstancias de abril de 1961 permaneciera sin
cambios, excepto que Warren Harding o Richard Nixon ocuparon la Casa Blanca; ¿Habría
ocurrido la invasión? O mantengamos todo constante excepto la forma de gobierno. Estire la
imaginación y conciba que los Estados Unidos tienen un sistema de gobierno de gabinete con
Kennedy como primer ministro, ¿Habría sido diferente la acción hacia Cuba? ¿La presión
legislativa derivada de un sistema descentralizado de formulación de políticas generó un
impulso para "hacer algo" con respecto a Castro? y, de ser así, ¿en qué medida estas variables
gubernamentales contribuyeron al comportamiento externo? De manera similar, para pre-
teorizar sobre la potencia de las variables sociales, asumamos nuevamente una forma de
gobierno presidencial, coloquemos a Kennedy en el cargo unos meses después de una estrecha
victoria electoral, e imaginemos que la situación cubana surgió en 1921, 1931, o 1951; ¿La
América de los años veinte, de la depresión o la era de McCarthy habrían "permitido",
"alentado" o se involucrarían de alguna otra manera en una invasión montada por refugiados?
Si los Estados Unidos fueran una sociedad cerrada y autoritaria en lugar de una sociedad abierta
y democrática, ¿en qué medida la acción hacia Cuba habría sido diferente? Por último, mantenga
constantes las variables individuales, de rol, gubernamentales y sociales en la imaginación y
posicione a Cuba a 9,000 en lugar de 90 millas de la costa de Florida; ¿De igual modo se habría
lanzado la invasión? Si se estima que no se habría hecho ningún esfuerzo para abarcar esa
distancia, ¿significa esto que las variables sistémicas deben tratarse siempre como una
prioridad, o su potencia disminuye en ciertas condiciones?

La formulación de una pre-teoría de la política exterior puede estimularse aún más expandiendo
este ejercicio mental para incluir otros países y otras situaciones.

Explicar la concepción del orden que subyace en el comportamiento externo de las sociedades
puede ser un proceso insoportable. Al igual que en el psicoanálisis, el hecho de enfocar
supuestos implícitos y no examinados hasta ahora puede obligar a uno a enfrentar
consideraciones que uno ha intentado ignorar durante mucho tiempo. Algunas de las
suposiciones pueden parecer absolutamente ridículas cuando se las expone a una lectura
explícita y cuidadosa. Otros pueden parecer inviables a la luz de nuevos conocimientos. Otros
pueden incluir premisas mutuamente excluyentes, de modo que reconocerlas sería socavar el
trabajo anterior y oscurecer la línea de investigación actual.

72
E incluso cuando uno llega a vivir con los resultados de la explicación, sigue existiendo la ardua
tarea intelectual de identificar las variables que se consideran fuentes importantes de
comportamiento externo y luego llegar a alguna conclusión acerca de sus potencias relativas en
diferentes circunstancias. Por grandes que sean los obstáculos para la explicación, sin embargo,
no son insuperables. La paciencia y la introspección continua eventualmente pueden sacar a la
luz premisas implícitas y no examinadas.

Pero, se puede preguntar, si el propósito de toda esta búsqueda es facilitar el desarrollo de la


teoría general, ¿cómo permitirá el empleo consciente de pre-teorías de política exterior que el
campo se mueva más allá de su posición actual? Como se indicó anteriormente, la respuesta se
basa en el supuesto de que el uso generalizado de las pre-teorías explícitas dará lugar a la
acumulación de materiales que se procesan lo suficiente como para proporcionar una base para
comparar el comportamiento externo de las sociedades. Incluso si un analista atribuye la mayor
potencia a las variables individuales, mientras que otro los considera que tienen relativamente
poca potencia y otro más los considera impotentes, todos habrán proporcionado datos que
justifican sus supuestos respectivos, y al hacerlo, habrán dado a los teóricos los materiales que
necesitan para diseñar las proposiciones if-then y pasar a niveles cada vez más altos de
generalización.

Pre – teorizando sobre Política Exterior en un mundo globalizado

Los cambios en la política mundial están arraigados en la aceleración de los procesos de


globalización que comenzaron a fines del siglo XX, cambios que fueron fundamentales para que
me alejara del análisis de la política exterior y hacia un enfoque más holístico del curso de los
acontecimientos. Sin embargo, todavía me parece convincente la formulación de la pre-teoría.
De hecho, ahora parece más relevante que nunca y, felizmente, se adapta fácilmente a las
transformaciones que han alterado la potencia relativa de cada grupo de variables. Las páginas
siguientes explorarán estos cambios y cómo han afectado la conducción de la política exterior
en el presente período.

La dinámica de la globalización

Una perspectiva sobre los fundamentos de los procesos de globalización actualmente en curso
en el mundo es, obviamente, un pre requisito para analizar cómo un enfoque pre-teórico de la
política exterior puede ser útil en el presente período. Dicho de manera sucinta, ocho dinámicas
que impulsan la globalización sirven para resumir las transformaciones que están sucediendo en
cada área temática en cada nivel de la comunidad. Las ocho dinámicas están interrelacionadas
y son interactivas, están tan inextricablemente vinculadas entre sí, que ninguna puede ser
tratada como primaria. Todas ellas tienen una potencia causal considerable y, por lo tanto, la
breve discusión de ellas que sigue no debe interpretarse como una clasificación implícita de su
relevancia.

Una implica una "revolución de habilidades": la noción de que en todas partes, tanto en el
mundo desarrollado como en el mundo en desarrollo, las habilidades de los individuos han
cambiado de tal manera que su capacidad para comprender de manera analítica, emocional e
imaginativa los eventos distantes se ha ampliado. Esta transformación a nivel micro de la vida

73
social y política tiene consecuencias significativas en la medida en que subyace al
empoderamiento de las personas y, por lo tanto, a la potencia de ambas variables tanto las
individuales como las sociales.

Una segunda dinámica consiste en una "explosión organizativa": los procesos mediante los
cuales las nuevas asociaciones se están formando y proliferando rápidamente, tal vez incluso de
manera exponencial. En parte impulsada por la creciente preocupación por los problemas
ambientales y de derechos humanos, en parte como consecuencia de la revolución de las
habilidades, en parte estimulada por las complejidades de un mundo cada vez más globalizado,
y facilitada en gran medida por Internet y otras tecnologías recientes, la gente en todas partes
se está acercando entre sí con el fin de concertar sus intereses y servir a sus objetivos. Y lo están
haciendo horizontalmente a través de redes, así como también en estructuras jerárquicas.

Una tercera dinámica implica una proliferación de “crisis de autoridad” en innumerables


comunidades y países de todo el mundo. En algunos casos notorios, tales crisis toman la forma
de violencia prolongada, pero aún más generalizadas son las crisis de autoridad no marcadas
por la violencia, sino porque las comunidades, sociedades, estados e instituciones
internacionales están tan paralizadas y atrincheradas en un punto muerto que no pueden
enmarcar y moverse hacia sus objetivos.

Una cuarta dinámica tiene que ver con lo que yo llamo una “convulsión de la movilidad”: los
procesos mediante los cuales las personas se mueven de todas partes del mundo a muchas otras
partes del mundo. Algunos se mueven permanentemente, otros lo hacen solo temporalmente,
pero en conjunto representan un flujo interminable e inmenso, desde el turista al terrorista,
desde el migrante hasta los hombres y mujeres de negocios. Es un flujo que se suma a los niveles
de habilidad, que facilita la proliferación y la coherencia de la organización, y que contribuye a
las crisis de autoridad.

Una quinta dinámica se centra en las numerosas innovaciones tecnológicas que han
evolucionado tan rápidamente y tan recientemente en muchos campos.

Una sexta dinámica involucra los procesos de resignificación de los estados, el territorio y la
soberanía, los que, en efecto, han disminuido las capacidades de los estados, han alterado el
significado de territorialidad y disminuido el alcance de la soberanía. Los estados siguen siendo
actores clave en el escenario global, pero la revolución de las habilidades, la explosión
organizativa, el trastorno de la movilidad, las innovaciones tecnológicas y las crisis de autoridad
los han hecho cada vez menos capaces de controlar el flujo de bienes, dinero, personas, ideas,
drogas, contaminación y delincuencia dentro y fuera de sus jurisdicciones.

Séptimo, las estructuras globales han sufrido una bifurcación. Un mundo multicéntrico ahora
funciona (a veces de manera cooperativa, a veces de manera conflictiva y en todo momento de
manera interactiva) junto con el mundo tradicional y de larga data centrado en el estado. El
mundo multicéntrico está compuesto por diversos actores no gubernamentales.

Por último, pero no por ello menos importante, la globalización de las economías nacionales es
una poderosa dinámica de cambio, ya que las corporaciones buscan aumentar sus cuotas de

74
mercado trasladando sus instalaciones de producción a sitios donde los costos laborales son más
baratos y ajustando las estrategias de mercadeo a las culturas y prácticas locales.

La política exterior en un mundo globalizado

Las ocho dinámicas anteriores han tenido consecuencias sustanciales para la potencia relativa
de las variables que conforman el contenido de la política exterior. Más precisamente, han
servido para restringir la libertad de decisión y acción que marcó la conducta extranjera de los
países antes de la aceleración de la globalización.

Un examen de cómo cada una de las ocho dinámicas globalizadoras ha impactado en los cinco
grupos variables de la pre-teoría aclara esta conclusión general.

Variables individuales

Mientras que la aplicación de la pre-teoría en la década de 1960 otorgó poca potencia a este
grupo en sociedades grandes, desarrolladas y abiertas, parece claro que esta potencia se ha
ampliado considerablemente en respuesta a la dinámica de la globalización. Los individuos y los
públicos no solo son más hábiles para reconocer y articular sus intereses, sino que también
tienen una mayor capacidad para saber cuándo, dónde y cómo participar en la acción colectiva.
Podría decirse que la Batalla de Seattle [en 1999] y las posteriores protestas contra la
globalización marcaron, para bien o para mal, la maduración de las variables individuales en una
fuerza importante en el escenario mundial.

Variables de rol

Este grupo se concibió para referirse a las expectativas que los hacedores de políticas exteriores
sufren mientras conducen y concluyen sus deliberaciones: expectativas de sus superiores,
burocracias, públicos nacionales y adversarios y aliados extranjeros. Dadas las complejidades y
las corrientes cruzadas que sustentan los procesos de globalización, es razonable suponer que
las variables en este grupo no son tan poderosas como fue el caso en los días más "simples" de
la Guerra Fría. En ese momento, las expectativas eran comparativamente claras, o al menos
comparativamente fáciles de calcular, porque las demandas tanto en el país como en el
extranjero se expresaban principalmente en los términos de ellos-nosotros.

Variables gubernamentales

Dada la relevancia decreciente de los Estados, el territorio y la soberanía en una era de


globalización, se deduce que la potencia de las variables gubernamentales también ha
disminuido. La mayor potencia de las variables individuales, sociales y sistémicas ha limitado, en
algunos casos, lo que los gobiernos pueden lograr en el escenario mundial. En un sentido de
importancia, por lo tanto, los gobiernos se han convertido en seguidores más que en líderes del
curso de los acontecimientos.

75
Variables sociales

En el caso de este grupo, por otro lado, parece evidente que su potencia ha aumentado
sustancialmente. Con individuos más hábiles, con organizaciones más coherentes, abundantes
y activas, con canales de comunicación más abiertos y numerosos, así como con un flujo cada
vez mayor de mensajes, la relevancia de las sociedades (sus temores, tensiones y aspiraciones)
aparece mucho más grande que nunca en el pasado.

Variables sistémicas

Este es quizás el grupo que ha sufrido la mayor transformación. La bifurcación de las estructuras
globales, la creciente densidad de actores en el escenario global, la transnacionalización de los
grupos de interés, el debilitamiento de los estados y la facilidad con que los flujos de ideas,
dinero, personas, bienes, contaminación, drogas y crimen pueden cruzar las fronteras y las
repercusiones de las crisis financieras mundiales son solo algunas de las dinámicas que han
aumentado sustancialmente la potencia de las variables sistémicas y, por lo tanto, han
aumentado las limitaciones con las que deben enfrentarse los funcionarios de política exterior.

El estudio de las políticas exteriores desde América Latina

Alberto Van Klaveren (2014) afirma que en América Latina se ha prestado más atención a los
contenidos de la política exterior que al proceso de adopción de las decisiones. Para el análisis
de la política exterior se debe estudiar la estructura o el contexto en que se adoptan las
decisiones, y el proceso mediante el cual se adoptan. El contexto se refiere tanto al ámbito
externo (sistema) como interno, y el proceso incluye a los actores que intervienen (las
instituciones, los grupos, las personas) y las interacciones que se generan entre ellos.

El peso del sistema internacional para América Latina

El medio externo de cada Estado comprende al sistema global compuesto por el resto de los
Estados individualmente u organizados en regímenes internacionales, y actores no estatales
como organizaciones intergubernamentales u ONGs, los cuales pueden transferir influencias
desde el medio externo a cualquier sistema de política exterior (Van Klaveren, 2014). La
globalización ha complejizado de tal modo el sistema internacional post-westfaliano, centrando
en los Estados - Nación, que un análisis de las políticas exteriores en la actualidad debe incluir
esta variedad de actores y los diferentes modos en que ejercen el poder.

La estructura del sistema internacional ha representado siempre un referente básico para el


análisis de la política exterior de los países en América Latina. La particular configuración del
poder (unipolar, bipolar, multipolar) entre los Estados resulta fundamental para evaluar el
margen de maniobra de que dispone una política exterior. Debido a la condición históricamente
periférica de la región, una larga tradición de estudios de relaciones internacionales
latinoamericanos se ha concentrado en las perspectivas sistémicas. El supuesto del que estos
estudios partían es que América Latina era extremadamente sensible a su medio externo y que
su comportamiento hacia otros países tendía a ser una reacción (de acatamiento o rechazo) a
estímulos que se originaban más allá de sus fronteras (Van Klaveren, 2014).

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Nuestra región no está exenta de las dinámicas globalizadoras que menciona Rosenau, y en los
últimos años vemos cómo las sociedades latinoamericanas (variable social) han mostrado su
creciente capacidad de organización y movilización. Estas sociedades convulsionadas han
aprovechado las oportunidades de canales de comunicación descentralizados, como las redes
sociales e Internet en general, y han adquirido protagonismo en la política regional.

Del mismo modo, en sintonía con la ampliación de la capacidad explicativa de la variable


individual y la reducción de la variable de rol que menciona Rosenau, en el nuevo siglo hemos
sido testigos de la emergencia de líderes políticos que dejaron su impronta en la proyección
externa de sus países. En sistemas de gobierno con una fuerte impronta presidencialista,
gobernantes como Hugo Chávez, Lula da Silva, Álvaro Uribe o Evo Morales se posicionaron al
frente de las acciones externas de sus países, relegando a las burocracias de las cancillerías a un
segundo plano. Este fenómeno no es exclusivo de Latinoamérica, y el florecimiento de estudios
sobre los populismos en los países desarrollados a partir de la llegada de Donald Trump a la
presidencia de los Estados Unidos o Boris Johnson como Primer Ministro del Reino Unido, son
prueba de que se trata de un fenómeno que responde a una dinámica global y no limitada
geográficamente a nuestra región.

Aunque las dinámicas de la globalización que identifica Rosenau agregan complejidad al análisis
de las políticas exteriores, el valor de los cinco conjuntos de variables como aporte teórico –
metodológico se mantiene vigente y proponen un ejercicio reflexivo fundamental para analizar
la política internacional latinoamericana.

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Sader, Emir – “El nuevo topo. Los caminos de la izquierda
latinoamericana” (2009)

CAPITULO II: LA CRISIS HEGEMÓNICA EN AMÉRICA LATINA

Al vivió períodos históricos claramente diferenciados en las últimas décadas, y sus transiciones
provocaron procesos de profunda y constante inestabilidad social y política.

El modelo desarrollista

Como reacción a la crisis del ’29 se promovieron el desarrollo industrial, el fortalecimiento de


los mercados internos y la construcción de proyectos nacionales Ese período se inició en 1930 y
se prolongó con la segunda posguerra.

Se pueden identificar tres grupos de países según el modo en que hayan reaccionado a la Gran
Depresión del ’29:

- Los que lograron implantar proyectos de ISI y de ese modo transformaron su estructura
productiva (Argentina, México y Brasil).
- Los que dieron pasos en esa dirección (Perú, Chile, Uruguay y Colombia).
- Los que no consiguieron salir de la estructura primario-exportadora.

Modalidades dependientes de industrialización periférica: acumulación dirigida a la exportación


y a las altas esferas del consumo, sustentada en procesos de superexplotación del trabajo, y las
consecuencias sociales que se inscribieron profundamente en las estructuras de nuestros países.

AL transformó su fisonomía: desarrollo de las fuerzas productivas, constitución de las clases


sociales fundamentales, elaboración de proyectos nacionales. Los procesos de movilidad social
tenían carácter ascendente. A pesar de la profunda desigualdad social, se constituyó un gran
proletariado urbano, se expandieron los sindicatos, se fortalecieron los partidos de carácter
popular y se desarrolló una cultura ciudadana, de derechos y de democracia política y social.

Al concluir el largo ciclo expansivo latinoamericano desembocó en grandes revueltas sociales y


políticas, dictaduras militares, movimientos guerrilleros y triunfos revolucionarios. Terminaba el
ciclo desarrollista, de capacidad reguladora del Estado, de expansión del mercado interno de
consumo de masas, de movimientos nacionalistas y alianzas entre sectores de la burguesía
industrial y fuerzas representativas de los trabajadores y el campo de la izquierda.

Terminaba una etapa hegemonizada por un bloque de clases que había adquirido cierto grado
de estabilidad. Ese dominio se fundaba en un proyecto de acumulación de capital que
incorporaba intereses comunes en torno a:

- La expansión del consumo interno


- La integración del creciente contingente de trabajadores a la economía formal
- El fortalecimiento del papel del Estado
- La promoción del desarrollo económico

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- La defensa del mercado interno

La hegemonía neoliberal

Agotado ese proyecto y concluido el período, se instaló un modelo neoliberal. La desregulación


no propició un nuevo ciclo expansivo, sino una brutal y masiva transferencia de capitales del
sector productivo al especulativo.

Simultáneamente, hubo un debilitamiento de la capacidad reguladora de los Estados y una


retracción de las políticas sociales y se concretaron los procesos de privatización del patrimonio
público y la apertura e internacionalización de las economías.

Un nuevo bloque en el poder se instalaba, hegemonizado por el capital financiero, ahora aliado
de los grandes grupos exportadores y otorgaba un nuevo protagonismo a los agronegocios. El
punto más frágil de las alianzas era su poca capacidad de creación y reproducción de bases
populares de apoyo. El nuevo bloque consiguió incorporar sectores de la clase media alta.

El nuevo modelo tuvo un comienzo estridente: contó con el apoyo internacional y el respaldo
prácticamente unánime de los medios de comunicación del ámbito privado; fue aclamado como:

- Gran instrumento de la estabilidad financiera.


- Saneamiento de las finanzas públicas.
- Promoción de un nuevo ciclo de modernización y expansión de la economía.

El control inflacionario se implementó a costa del aumento exponencial de la deuda pública y


de las altas tasas de interés, y tuvo como trasfondo la sustitución del objetivo del desarrollo
económico por el de la estabilidad financiera.

Después de un breve período en el que el control de la inflación imprimió aires de victoria al


neoliberalismo, comenzaron a sucederse las crisis que evidenciaron la capacidad limitada de
reproducción de las condiciones de existencia del nuevo modelo: México 1994, Brasil 1999 y
Argentina 2001 y 2002. La apertura de las economías, aliada a la dependencia estructural del
capital especulativo, produjo fragilidades.

La crítica al papel regulador del Estado incluía la tesis de la libre circulación, siguiendo una
creencia real en que el mercado es el mejor asignador de recursos. En la práctica eso implicó
una transferencia masiva de capital del sector productivo al especulativo. La reproducción del
capital ficticio no distribuye el ingreso, agudiza un fuerte proceso de concentración.

Las relaciones de poder fueron transformadas y comenzaron a concentrarse en los monopolios


relacionados con la tierra (exportaciones del agronegocio), los bancos, los medios de
comunicación y las grandes corporaciones industriales y comerciales.

La victoria ideológica más importante de la nueva derecha neoliberal se produjo gracias a la


influencia mediática, articulada con las campañas publicitarias de las grandes marcas y el estilo
de consumo de los shopping centers. Lo que más contribuyó a la hegemonía neoliberal fue la
inconmensurable fragmentación social y cultural que el nuevo modelo produjo y reprodujo en

79
la inmensa masa de la población. La promoción del trabajo precario fue la principal responsable
de esa heterogeneidad en las relaciones de trabajo.

Esa fragmentación dificulta la capacidad de manifestación, negociación, recurso a la Justicia,


construcción de fuerza política, como asimismo debilita la identificación con el mundo del
trabajo y su cultura. Dado que las identidades no permiten el vacío, acaban siendo ocupadas por
otras –nacionales, étnicas, de género, religiosas, deportivas-.

Otro componente de la hegemonía neoliberal es la alienación: las personas producen el mundo,


pero no deciden sus rumbos ni tienen conciencia de que lo están produciendo; al contrario, lo
perciben como un mundo ancho y ajeno.

Ese espacio vacío –promovido por las ideologías de la globalización- es llenado por la ideología
del consumo, del mercado, de la competencia, que alimenta el espíritu e incentiva la demanda.

El neoliberalismo obtuvo otros logros: introdujo el tema de la lucha contra la inflación como una
cuestión que debía ser consensuada.

A partir de la década de 1970, el continente transitó hacia un período histórico


sobredeterminado por el pasaje del mundo de la bipolaridad a la hegemonía unipolar
imperialista y del modelo regulador al neoliberal.

La crisis hegemónica

AL fue el laboratorio de las experiencias neoliberales. El período al que asistimos se caracteriza


por la pérdida de legitimidad de los gobiernos y de los modelos neoliberales, pero también por
las dificultades para construir proyectos alternativos.

Otra barrera para la construcción de alternativas es el hecho de que esos gobiernos están
comprometidos en una estrategia de disputa hegemónica continua al convivir con el poder
privado de la gran burguesía.

En el contexto político, el argumento que había sido usado para la generalización de los Estados
de bienestar social –la necesidad de mejorar el nivel de vida de los pueblos de Europa occidental
ante la competencia y la eventual amenaza de los países socialistas-, desapareció.

Desde el punto de vista social, los sindicatos se debilitaban pasando del pleno empleo a niveles
muy altos de desempleo. Cuando los inmigrantes empezaron a ocupar funciones no calificadas
en el mercado laboral, la derecha usó a los trabajadores desempleados para obtener grandes
porcentajes de votos y terminó echando a los extranjeros. La política de inmigración continuó
siendo la línea divisoria entre la derecha y la izquierda.

Nunca el sur del mundo estuvo tan aislado del norte.

Los nuevos caminos de AL

La configuración histórica de AL en este momento es la de una crisis hegemónica, en la que el


modelo neoliberal y el bloque de fuerzas que son sus protagonistas se desgastan, se debilitan, y

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sólo consiguen sobrevivir si son aplicados de forma mitigada. Ello ocurre en un marco en el que
la construcción de un modelo superador y un nuevo bloque de fuerzas encuentra muchas
dificultades para imponerse. Lo que llamamos posneoliberalismo es una categoría descriptiva
que designa diferentes grados de negación del modelo, pero todavía no un nuevo modelo; es, a
la vez, un conjunto híbrido de fuerzas que componen alianzas sobre las cuales se basan lo nuevos
proyectos.

La hegemonía neoliberal pasó por tres etapas diferentes en el plano internacional:

- Surgimiento
- Consolidación
- Crisis

Surgimiento

Marcado por el tándem Thatcher-Reagan; en el continente el gobierno de Pinochet fue su


ejemplo más genuino, y las ideas de Jeffrey Sachs en la economía minera boliviana.

Consolidación

Correspondió a los gobiernos de la llamada “tercera vía”, personificada por Bill Clinton y Tony
Blair. Éstos aplicaron una versión supuestamente más light del neoliberalismo; pero el trabajo
pesado ya había sido hecho. En esa etapa la hegemonía neoliberal reveló la amplitud de su poder
en los capitalismos centrales, con la adhesión de los gobiernos socialdemócratas. Francois
Miterrand y Felipe González fueron sus paladines más representativos. La adhesión de estos
últimos abrió la temporada de adscripciones en América Latina: después del socialismo chileno,
siguieron los gobiernos de Fernando Henrique Cardoso en Brasil y de Carlos Andrés Pérez en
Venezuela, y también los de Alberto Fujimori y Alejandro Toledo en Perú.

Aquella coyuntura fue más que propicia para la proliferación de los gobiernos neoliberales, en
la medida en que combinaba un ciclo (corto) expansivo de la economía de EUA con la llamada
“nueva economía” y los gobiernos que pretendían ser una “segunda fórmula”.

Esa dispersión de gobiernos neoliberales confirmaba el Consenso de Washington y el


pensamiento único, que asociaba a un mismo modelo corrientes históricamente muy distintas.
El justificativo de la tercera vía valía como coartada para que los gobiernos, hasta entonces
identificados como modelos de gobiernos de bienestar social, pudiera adherir a modelos rígidos
de neoliberalismo.

Crisis

Ya hacia fines de la década de 1990, corresponde al desvanecimiento de la ilusión de que una


“nueva economía” haría posible un crecimiento continuo y sin sobresaltos. La crisis del
capitalismo globalizado, el fin del ciclo expansivo y la ascensión al poder de George W. Bush,
además del clima generado por los atentados del 11-S, produjeron una reacción conservadora.
Washington adoptó políticas agresivas y la economía se estancó. A eso hay que sumar la

81
modernización y el crecimiento exponencial de la economía china. China contribuyó
decisivamente a disminuir el peso del intercambio con Estados Unidos.

En este contexto, los gobiernos favorables a los procesos de integración regional se


multiplicaron. Estos gobiernos se valieron de las nuevas condiciones para obstaculizarle el
camino al ALCA y poner en práctica políticas alternativas.

El panorama general muestra indicios de cambio. Por un lado, la recesión de EUA hace sentir sus
efectos sobre el panorama económico internacional, hasta ahora muy favorable a la exportación
de los productos primarios de la región. Esa recesión, asociada con el alza del precio de los
productos agrícolas y del petróleo, promueve presiones inflacionarias y disminuye la demanda
de productos de varias economías del continente. Por otro lado, la elección de Obama
desencadena una nueva combinación de factores económicos y políticos en el plano
internacional.

A la inversa de lo que ocurrió en los ’90, los demócratas no se moverán en una economía
eufóricamente en expansión; y, al contrario de la década siguiente, Washington deberá cambiar
su discurso donde siempre tuvo un dominio privilegiado y que hoy representa un elemento de
debilidad como nunca antes enfrentó.

De esa nueva coyuntura pueden surgir los escenarios diferentes:

- O Estados Unidos. apoyado en sus tradicionales aliados –Colombia, México y Perú- retoman
su capacidad de cooptación e intentan atraer a los países más moderados del bloque de
integración regional –Brasil, Argentina y Uruguay-, al tiempo que tratan de aislar a
Venezuela, Bolivia, Ecuador y Cuba;
- O los proyectos de integración en curso –Mercosur, ALBA, UNASUL, Banco del Sur,
gasoducto continental y otros- avanzan, a medida que la recesión estadounidense acelera
la diversificación del comercio regional con países como China y fortalece las condiciones
de consolidación de esos gobiernos y de sus proyectos de integración.

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Svampa, Maristella – “La pandemia desde América Latina. Nueve tesis
para un balance provisorio” (2021)

El balance, aún provisorio, de lo ocurrido en América Latina en tiempos de covid-19 deja un


gusto amargo y una sensación ambivalente. La pandemia colocó en el centro cuestiones antes
periféricas, pero las reacciones son todavía débiles para enfrentar la necesidad de cambios
profundos derivada de la crisis socioecológica.

1. La pandemia colocó en el centro aquello que estaba en la periferia: visibilizó el vínculo entre
desigualdades sociales y dueñidad, así como la relación entre zoonosis, pandemia y crisis
socioecológica.

La pandemia de covid-19 colocó en el centro de la escena problemáticas que antes estaban en


la periferia, minimizadas o invisibilizadas. Por un lado, puso al desnudo las desigualdades
sociales, económicas, étnicas y regionales y los altos niveles de concentración de la riqueza,
haciéndolos más insoportables que nunca. Tras varias décadas de neoliberalismo, evidenció el
retroceso de los servicios básicos, en relación no solo con la salud sino también con la educación
(la brecha digital), en el acceso a la vivienda y la degradación del hábitat. La crisis desatada por
la pandemia exacerbó las desigualdades extremas en todos los niveles. A escala latinoamericana,
según un informe de Oxfam, las élites económicas y los superricos ampliaron su patrimonio en
48.200 millones de dólares, 17% más que antes de la aparición del covid- 19, mientras que la
recesión económica provocaría que 52 millones de personas caigan en la pobreza y más de 40
millones pierdan sus empleos, impulsando un retroceso de 15 años para la región.

En segundo lugar, la pandemia visibilizó el vínculo estrecho entre crisis socioecológica, modelos
de maldesarrollo y salud humana. Hasta marzo de 2020, el término «zoonosis» no formaba parte
de nuestro lenguaje y quizá para algunos todavía sea un concepto algo técnico o lejano, pero es
la clave para entender el detrás de escena de la pandemia. Detrás del covid-19 se halla la
problemática de la deforestación, esto es, la destrucción de ecosistemas que expulsa a animales
silvestres de sus entornos naturales y libera virus zoonóticos que estuvieron aislados durante
milenios, poniéndolos en contacto con otros animales y humanos en entornos urbanizados y
posibilitando así el salto interespecie. Y aunque el virus se manifestó primero en China, esto
podría haber sucedido en cualquier otra región del planeta, porque lo que está en su base es un
modelo productivo global enfocado en la alta productividad y en la maximización del beneficio
económico, construido por las grandes firmas corporativas, que se acompaña con una
degradación de todos los ecosistemas.

Así, el elemento revelador es que el avance del capitalismo sobre los territorios tiene la
capacidad de liberar una gran cantidad de virus zoonóticos, altamente contagiosos, que mutan
con rapidez y para los cuales no tenemos cura. En suma, la pandemia mostró hasta qué punto
hablar de «Antropoceno» o «Capitaloceno» no es solo una cuestión de cambio climático y
calentamiento global, sino también de globalización y modelos de maldesarrollo.

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2. Las metáforas y conceptos que fuimos utilizando para tratar de captar y analizar la pandemia
deben ser entendidos en un sentido dinámico. Hemos pasado de la metáfora del «portal» a la
del «colapso», conservando en el centro del lenguaje político la metáfora bélica.

La activación del freno de emergencia como producto de la crítica situación sanitaria generó una
crisis extraordinaria, de enormes consecuencias sociales, económicas y políticas. Desde el
comienzo, la metáfora bélica, esto es, la alusión a la guerra contra el virus, recorrió el lenguaje
político hegemónico. Desde mi perspectiva, su uso tiende a concentrarse en el síntoma y a
desdibujar y ocultar las causas estructurales, más allá de que apunta a lograr la cohesión social
frente al daño, de cara a un enemigo «invisible» y «desconocido».

En realidad, me interesa volver sobre otras dos metáforas utilizadas: la del portal y la del colapso.
Efectivamente, la crisis extraordinaria producida por el covid-19 abrió a demandas ambivalentes
y contradictorias entre sí. Por un lado, demandas de transformación, de solidaridad y de cambio;
por otro, demandas de orden y de retorno a la «normalidad». Así, la crisis extraordinaria nos
instaló en un «portal», entendido como un umbral de pasaje, que produjo la desnaturalización
de aquello que teníamos naturalizado. Pero la metáfora del portal también aludía a una
encrucijada: o bien la crisis abría a la posibilidad de abordar todos aquellos debates civilizatorios
que hasta ayer estaban en la periferia, tales como la dueñidad y la crisis socioecológica; o bien
la humanidad consolidaba la ruta del capitalismo del caos, acelerando el colapso sistémico, con
más autoritarismo, más xenofobia, más desigualdades, más devastación ecológica.

En suma, la metáfora del portal no tenía nada que ver con la posibilidad de un mundo reseteado,
tarea imposible y descabellada. Más bien conllevaba una doble dimensión, pues si bien en un
primer momento abría a un proceso de liberación cognitiva, que impulsaba la necesidad de
concebir transformaciones mayores (la crisis como una oportunidad), también nos advertía
sobre el peligro de clausura cognitiva, a través del repliegue insolidario y el afianzamiento de las
desigualdades.

A nueve meses de declarada la pandemia, la sugestiva y potente metáfora del portal cayó en
desuso y lo que se vislumbra bajo el nombre de «nueva normalidad» se parece más a un
empeoramiento y exacerbación de las condiciones existentes –sociales y ecológicas–, algo que
la figura del «colapso» sintetiza de un modo a la vez unívoco y pluridimensional. El colapso no
es solo ecológico, como vienen anunciando tantos estudios científicos sobre la emergencia
climática, sino también sistémico y global. Su tránsito involucraría diferentes niveles (ecológico,
económico, social, político), así como distintos grados (no tiene por qué ser total) y diferencias
geopolíticas, regionales, sociales y étnicas (no todos sufrirán el colapso de la misma manera).

3. La pandemia puso en cuestión el multilateralismo y los liderazgos mundiales por la vía del
repliegue a las agendas nacionales, frente a la escasez de estrategias cooperativas e
internacionalistas.

Desde marzo de 2020, suele afirmarse que asistimos a un retorno o relegitimación de un Estado
fuerte. Sin embargo, el retorno de los Estados es también expresión de un repliegue hacia las
agendas nacionales. A escala nacional, el repliegue ilustró una conjunción paradójica, que
combina el decisionismo hipermoderno (la concentración de las decisiones en el Poder Ejecutivo

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y la ampliación del control sobre la ciudadanía de la mano de las tecnologías digitales) con un
fuerte proceso de fragmentación local (el cierre de las ciudades, provincias y Estados, a la
manera del modelo de las aldeas medievales).

No hubo respuestas globales ante la emergencia de la pandemia sino una mayor fragmentación
y escasa cooperación a escala internacional, algo que afectó incluso a la Unión Europea,
acentuando –al decir de muchos– la pérdida de confianza en la integración. De la mano de
Donald Trump, Estados Unidos renunció al rol de líder mundial sin que esto significara una mejor
gestión de la pandemia en el ámbito nacional. Hacia afuera, esto se expresó en un incremento
de la tensión geopolítica con China, así como con organismos multilaterales como la
Organización Mundial de la Salud (OMS); hacia adentro, en el enfrentamiento de Trump con los
gobernadores de los diferentes estados. Por su parte, al inicio de la pandemia, China realizó una
serie de vuelos para asistir sanitariamente a diferentes países (entre ellos, varios
latinoamericanos). Hacia adentro, casi todos los países del globo sufrieron procesos de
militarización que repercutieron muy especialmente sobre las poblaciones más vulnerables, en
particular en América Latina (donde los controles son menos de orden digital y mucho más de
orden físico y territorial); esto tuvo su agravante en algunos países emergentes (como la India),
e incluso en EEUU se expresó, puertas adentro, en la centralidad que cobró el racismo como
estructura de dominación de larga duración.

La pandemia acentuó la competencia nacionalista en el marco del desorden global. Un reflejo


de ello es la carrera por lograr una vacuna eficaz, pero también la carrera por agenciarse esas
mismas vacunas. Esta política de acaparamiento hace que entre 40% y 50% del suministro
mundial ya esté en manos de los países más ricos, lo cual deja con menos chances a los países
más pobres. Uno de los ejemplos más escandalosos es Canadá, donde el primer ministro
progresista Justin Trudeau, lejos de cualquier estrategia cooperativa, firmó contratos con siete
farmacéuticas para obtener 414 millones de dosis, cinco veces más de las que se utilizarán en el
país. Mientras tanto, en diferentes países del Sur (sobre todo en América Latina), los gobiernos
se desesperan por agenciarse alguna de las vacunas, frente al temido segundo brote del virus.

4. En América Latina, los Estados apostaron a intervenir a través de políticas públicas sanitarias,
económicas y sociales, pero el devenir de la pandemia puso al desnudo las limitaciones
estructurales y coyunturales.

La pandemia y los horizontes que abre plantean numerosos interrogantes. A escala global,
parece haber llegado la hora de repensar la globalización desde otros modelos y de sentar las
bases de un Estado fuerte, eficaz y democrático, con vocación para reconstruir lo común,
articulando la agenda social con la ambiental. Sin embargo, en los niveles regional y nacional,
frente a los impactos económicos, la pregunta salta a la vista: ¿hasta dónde los Estados
periféricos tienen las espaldas anchas para avanzar en políticas de recuperación social?

Así, en América Latina, el virus acentuó aún más las desigualdades sociales y territoriales
existentes y exacerbó las fallas estructurales (el hacinamiento y falta de acceso a la salud, la
insuficiencia de la estructura sanitaria, la informalidad, la brecha de género), lo que dio lugar a
un cóctel potencialmente explosivo.

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Casi todos los países de la región adoptaron medidas económicas y sanitarias destinadas a
contener la crisis social y sanitaria. Pero, como afirma el economista Rubén Lo Vuolo, «quienes
más sufren la pandemia son las actividades declaradas como ‘no esenciales’, las pequeñas y
medianas unidades productivas y la fuerza de trabajo informal y precarizada; que, además,
coincide con los grupos que registran mayores déficits habitacionales y menor acceso a servicios
públicos básicos, incluyendo los sanitarios». Si sumamos los cambios ocurridos en el mundo del
trabajo, en relación con la expansión del teletrabajo así como las llamadas economías de
plataformas, el panorama indicaría que la precarización ha ido en aumento.

Por otro lado, en un contexto de fragmentación, no hubo instituciones regionales que estuvieran
a la altura del desafío. En términos políticos, la crisis del covid-19 encontró a América Latina
fragmentada, sin hegemonías neoliberales ni tampoco progresistas, muy distante del
crecimiento económico experimentado durante el boom de los commodities. Ni la experiencia
de Andrés Manuel López Obrador en México (muy desconectada del ciclo progresista anterior),
ni la vuelta del peronismo en Argentina (como una suerte de progresismo de baja intensidad),
ni la reciente recuperación institucional en Bolivia, con el nuevo triunfo del Movimiento al
Socialismo (mas), pueden ser interpretadas sin más como el advenimiento tout court de una
segunda ola progresista. A esto hay que agregar la emergencia de una extrema derecha en Brasil,
lo cual dispara la reflexión sobre la existencia de corrientes sociales y políticas fuertemente
autoritarias y antiderechos, que recorren otros países de la región.

En suma, lo novedoso en América Latina es que, a la fragilidad del escenario político emergente,
se agrega una triple crisis: sanitaria, económica y social. En ese marco, es posible que estemos
ingresando en un «tiempo extraordinario», en el cual la liberación cognitiva de las multitudes
mueva las placas tectónicas de la transición, pero a ciencia cierta, en un contexto post-covid 19
caracterizado por el incremento de las desigualdades y la aceleración del neoextractivismo, no
sabemos hacia qué transición nos estamos dirigiendo. No solo los tiempos políticos se han
acelerado, sino que, además, en su vertiginosidad, el hartazgo de las sociedades amenaza con
mutaciones bruscas y violentas del escenario político, a imagen y semejanza de la crisis climática
actual.

5. Aunque el covid-19 hizo que se activara el freno de emergencia, el neoextractivismo no cesó.


Más aún, para los países latinoamericanos, la aceleración del extractivismo forma parte esencial
de la apuesta por la reactivación económica y la llamada «nueva normalidad».

Durante 2020, no pocos celebraron que la paralización de diferentes actividades económicas se


tradujera en una reducción de 7% de la emisión de gases de efecto invernadero. Sabemos que
el fenómeno, por no buscado, es sencillamente pasajero; apenas un efecto colateral de corto
alcance. Por otra parte, el freno de emergencia activado fue relativo. Así, por ejemplo, el
extractivismo no se detuvo; todo lo contrario. En América Latina, pese a la importancia cada vez
mayor de los conflictos socioambientales y la amplitud de las problemáticas que estos incluyen,
las políticas públicas de los diferentes gobiernos no apuntaron a fortalecer las demandas
ambientales. Durante la pandemia continuaron los asesinatos de activistas ambientales,
reafirmando con ello que América Latina –particularmente países como Colombia, Brasil y
México– sigue siendo la zona más peligrosa del mundo para los defensores del ambiente.

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La política neoextractivista continúa desbordando cualquier grieta ideológica. Así, el «lobby del
fuego» desató su furia más que nunca. Por ejemplo, el Pantanal brasileño, el humedal
continental más grande del planeta, registró 16.000 incendios en 2020. Durante 2020, Argentina
ocupó el segundo lugar a escala global por la cantidad de focos de incendios que afectaron a
humedales y bosques nativos, detrás de los cuales se encuentran los lobbies sojero, minero y de
los grandes agentes inmobiliarios (urbanizaciones privadas). Asimismo, pese a la caída de la
demanda de combustibles fósiles (que hizo que en algún momento su precio fuera negativo), en
países como Argentina continuaron los subsidios a las empresas petroleras. El colmo fue la
aprobación del impuesto a las grandes fortunas –una medida que costó instalar frente a la
oposición cerril de la derecha–, que se suponía iría a paliar exclusivamente los males de la
pandemia. Sin embargo, el proyecto aprobado destina nada menos que 25% del monto
recaudado a financiar el gas del fracking que se extrae en el megayacimiento de Vaca Muerta.

En México, en septiembre de 2020, Víctor Toledo, uno de los grandes referentes continentales
de la ecología política, tuvo que dimitir de su cargo en la Secretaría de Medio Ambiente y
Recursos Naturales (Semarnat). Toledo es un defensor de la agroecología y de la transición
ecosocial, y bajo su mandato impulsó la prohibición del glifosato y criticó el proyecto del Tren
Maya, uno de los emblemas del «desarrollo» del gobierno de López Obrador, que atropella los
derechos de las comunidades ancestrales. Su renuncia dejó al descubierto, una vez más, los
límites del progresismo selectivo latinoamericano.

Por último, mientras en Colombia continúa la lucha contra la práctica del fracking, tanto en
Ecuador como en Argentina se profundizó el embate de la minería, pese a que esta no cuenta
con licencia social y que la ciudadanía movilizada busca activar dispositivos institucionales
disponibles, los cuales son negados y/o retaceados por las autoridades. Así, el avance de la
minería, en alianza con los gobiernos provinciales y nacionales, en nombre de la reactivación
económica, muestra la consolidación de la nefasta ecuación: «a más extractivismo, menos
democracia».

No hay que olvidar que, en las últimas décadas, los gobiernos latinoamericanos buscaron oponer
lo social y lo económico a lo ambiental. Por ejemplo, los progresismos justificaron el
neoextractivismo y la depredación ambiental en nombre del desarrollo y de la reducción de las
desigualdades, lo cual generó una situación paradójica, a partir de la instalación de una agenda
selectiva de derechos, que negaba o desestimaba las demandas socioambientales y gran parte
de los reclamos indígenas por tierra y territorio. Hoy sabemos que una porción importante del
crecimiento económico experimentado en América Latina durante el boom de los commodities
fue capturado por los sectores más ricos de la sociedad.

Todavía hoy se sigue oponiendo lo social a lo ambiental, como si hubiera una contradicción entre
ambos aspectos, desestimando el hecho de que quienes más sufren los daños ambientales en
nuestras latitudes son los sectores más vulnerables, porque habitan en zonas expuestas a
fuentes de contaminación y carecen de los medios económicos y humanos para afrontar las
consecuencias, resistir los embates del extractivismo y sobrellevar los impactos del cambio
climático (inundaciones, sequías, tormentas).

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En suma, resulta increíble que en plena emergencia climática y atravesando una pandemia de
raíz zoonótica, las elites políticas y económicas latinoamericanas continúen negando la
importancia de la crisis socioambiental y el indudable lazo que existe entre la salud del planeta
y la salud humana. En realidad, prevalecen la ceguera epistémica y el analfabetismo ambiental,
ligados a una determinada visión del desarrollo, del crecimiento económico indefinido y del
progreso, responsable de la actual situación de catástrofe ecológica. La conclusión es que, pese
a que los hechos ponen en tela de juicio la mirada desarrollista, para la mayoría de los gobiernos
latinoamericanos el extractivismo continúa siendo visto como una tabla de salvación en medio
de la crisis.

6. La pandemia habilitó discusiones sobre la transición ecosocial, la reforma tributaria y


diferentes formulaciones sobre el ingreso básico universal.

En la medida en que el covid-19 puso en el centro aquello que estaba en la periferia, habilitó
también los debates sobre la urgencia de la transición ecosocial. Científicos e intelectuales de
todo el mundo promovieron manifiestos y propuestas que incluían desde una agenda verde y
un ingreso básico hasta la condonación de la deuda de los países más pobres.

No es mi interés tampoco presentar una cartografía de ellas, por lo cual solo me concentraré en
algunas. La primera, por su proyección, es aquella del Green New Deal (Nuevo Pacto Verde)
promovido por el ala izquierda del Partido Demócrata de eeuu, que tiene como referentes a
Bernie Sanders y a Alexandria Ocasio-Cortez y es sostenida por intelectuales como Naomi Klein.
Esta propuesta apunta a la descarbonización de la economía y a la creación de empleos verdes,
para lo cual propone un Estado planificador y democrático. Durante 2020, la propuesta se
tradujo en un «Plan Estímulo Verde» cuyo objetivo es recuperar la economía utilizando recursos
públicos para la transición energética.

En el plano internacional, se constituyó la Internacional Progresista, bajo el lema entre el 18 y el


20 de septiembre pasado, ocasión en la cual el ex-ministro de Economía griego Yanis Varoufakis
sostuvo que «ya estamos entrando en una etapa poscapitalista», y el dilema es si su economía
«será autoritaria y oligárquica o democrática y social». Ante el desastre ambiental, planteó un
«acuerdo ecológico internacional» que, con un presupuesto de ocho billones de dólares anuales,
podría llevar a cabo la transición de las energías fósiles hacia las energías renovables, disminuir
el consumo de carne y apostar a los alimentos orgánicos.

Sin embargo, más allá del llamado global contra el avance de las extremas derechas y las
apelaciones al poscapitalismo, la Internacional Progresista reúne a un conglomerado muy
heterogéneo de figuras intelectuales y políticas: desde connotados ecologistas que promueven
la transición ecosocial hasta la flor y nata del progresismo extractivista latinoamericano (Rafael
Correa, Álvaro García Linera, entre otros), reconocidos por la persecución a sectores
ambientalistas de su país. En razón de ello, no queda claro cuál sería el rol de la transición social-
ecológica o cuál su visión sobre la articulación entre justicia social y justicia ambiental.

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7. En América Latina, desde la sociedad civil y, excepcionalmente, desde algunos partidos
políticos, surgieron propuestas de llamados a la transición ecosocial, no todas ellas vinculadas a
referentes ambientales.

Son varias las propuestas de transición ecosocial elaboradas desde América Latina. Entre ellas,
quisiera destacar el Pacto Ecosocial e Intercultural del Sur, que me involucra de modo personal
y colectivo. Se trata de una propuesta promovida por diferentes activistas, intelectuales y
organizaciones sociales de países como Argentina, Brasil, Bolivia, Ecuador, Colombia, Perú,
Venezuela y Chile, vinculados a las luchas ecoterritoriales del continente. El Pacto Ecosocial fue
lanzado en junio de 2020 y tuvo diferentes inflexiones y agendas, según los países y
articulaciones sociales logradas. Sus ejes son el paradigma de los cuidados, la articulación entre
justicia social y justicia ecológica (ingreso básico, reforma tributaria integral y suspensión de la
deuda externa); la transición socioecológica integral (energética, alimentaria y productiva) y la
defensa de la democracia y la autonomía (en clave de justicia étnica y de género).

El pacto ecosocial dialoga con otras propuestas en danza, como el Nuevo Pacto Verde, el
decrecimiento o los manifiestos de relocalización ecológica y solidaria. Pero se trata de una
apuesta ecosocial, económica, intercultural, pergeñada desde el Sur, que rechaza que este
continúe siendo hablado y pensado solo desde el Norte. Desde el Pacto Ecosocial se afirma
problemas de América Latina son diferentes de los del Norte, que existen fuertes asimetrías
históricas y geopolíticas; que al calor de la crisis socioecológica y del aumento del metabolismo
social, la deuda ecológica del Norte aumentó de modo exponencial en relación con el Sur.

Hubo también otras propuestas, entre ellas «Nuestra América Verde», un movimiento que se
une al Nuevo Pacto Verde bajo la consigna «realismo científico, cooperación internacional y
justicia social». El plan postula 100% de energías limpias para 2050, junto con el compromiso de
la eficiencia energética y cambios tributarios. Y aunque incluye a legisladores de partidos
progresistas de Brasil, Argentina y Chile y algunos de sus firmantes están lejos de ser referentes
en temas ambientales, revela la importancia que tiene en el contexto actual la generación de
programas integrales ligados a la transición ecosocial.

Vale la pena agregar también que una de las pocas instituciones regionales que estuvo presente
en el debate fue la Cepal, para la cual no es posible desarrollar una política de austeridad. Según
este organismo, la crisis dejó en claro que la política fiscal vuelve a ser la herramienta para
enfrentar choques sociales y macroeconómicos. Para ello es necesario aumentar la recaudación
tributaria, mediante la eliminación de espacios de evasión y elusión tributaria que alcanzan 6,1%
del pib. Asimismo, hay que consolidar el impuesto a la renta a personas físicas y corporaciones,
y extender el alcance de los impuestos sobre el patrimonio y la propiedad, a la economía digital,
así como correctivos, como impuestos ambientales y relacionados con la salud pública.

En suma, en América Latina no son los gobiernos, sino las organizaciones, activistas e
intelectuales quienes, desde la sociedad civil, habilitaron la discusión sobre programas de
transición ecosocial. Para los diferentes gobiernos de la región, lo ambiental continúa siendo un
saludo a la bandera, algo meramente decorativo, un adjetivo («desarrollo sustentable»), una
columna más en el balance contable de las empresas, algo que se cree poder resolver con un
par de soluciones tecnológicas (la razón arrogante), que no apunta por supuesto a las causas de

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la crisis, y que permite continuar con la fuga hacia adelante, sin cuestionar la visión hegemónica
del desarrollo.

8. La pandemia puso en la agenda el paradigma de los cuidados y develó que esta es la clave de
bóveda para la construcción de una sociedad resiliente y democrática.

La pandemia mostró la necesidad de transformar la relación entre sociedad y naturaleza, de


superar el paradigma dualista y antropocéntrico que concibe a la humanidad como
independiente y externa a la naturaleza, concepción y vínculo que está en el origen de los
modelos de maldesarrollo que hoy padecemos, e incluso de una visión instrumental y objetivista
de la ciencia. No es casual, por ello, que nuestra mirada preste cada vez más atención a otros
paradigmas o narrativas relacionales, que colocan en el centro la interdependencia, el cuidado,
la complementariedad y la reciprocidad. En esa línea, una de las grandes contribuciones de los
ecofeminismos, de los feminismos populares del Sur y de la economía feminista, junto con los
pueblos originarios, es el reconocimiento de otros lenguajes de valoración, otros vínculos
posibles entre sociedad y naturaleza, que colocan el cuidado y el sostenimiento de la vida en el
centro.

La pandemia visibilizó la importancia de los cuidados en sus múltiples dimensiones. Por un lado,
lo hizo en la dirección más general del cuidado de los territorios, de los ciclos de la vida, de los
ecosistemas. Por otro lado, la pandemia puso en evidencia la insostenibilidad de su actual
organización, que recae sobre las mujeres, especialmente sobre las mujeres pobres. Hoy esto
está más presente que nunca. La necesidad de pensar políticas públicas activas, mediante
sistemas integrales de cuidados, que conciban el cuidado como un derecho y reduzcan la brecha
de género, resulta clave para pensar en la recuperación pospandemia.

Por último, el paradigma de los cuidados, como base de una transición ecosocial, apunta a ser
concebido desde una perspectiva multidimensional. En suma, lejos de ser una moda, el
paradigma de los cuidados como clave de bóveda de la transición ecosocial revela la potencia
de los diferentes feminismos hoy movilizados en la escena social y política, en su
cuestionamiento radical al patriarcado, en su denuncia del capitalismo como una máquina de
guerra contra la vida y en su apuesta por la sostenibilidad de la vida digna.

9. La pandemia generó cambios importantes en la conciencia colectiva en América Latina y la


expansión de un ambientalismo popular en varios países de la región.

Pese a que los gobiernos latinoamericanos han profundizado su ceguera epistémica, los cambios
generados en la sociedad civil, en términos de conciencia colectiva, son significativos. Por
ejemplo, el avance de la destrucción y los incendios de la selva amazónica, que incluye varios
países latinoamericanos, generó que, desde los diferentes pueblos de la región, se realizara la
primera Asamblea Mundial por la Amazonía.

En Argentina, la cuestión ambiental volvió a irrumpir en la agenda pública, revelando la conexión


entre crisis sanitaria, neoextractivismo y emergencia climática.

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Como afirman las agrupaciones juveniles, muy presentes en estas luchas, la crisis nos enfrenta
a otros «mandatos de deconstrucción», no solo en las relaciones de género sino también en lo
ecológico. El tema no es menor, pues una parte importante de las ciencias sociales y humanas,
sea por indiferencia, por comodidad o por pura negación, ha venido dándoles la espalda a las
problemáticas socioambientales, las cuales aparecen confinadas a ciertos «nichos» (ecología
política, economía ambiental, sociología de los movimientos sociales, geografía crítica, entre
otros). Sucede que como la problemática ambiental incómoda y cuestiona los credos
desarrollistas preexistentes y supone levantar el velo sobre los modelos de apropiación, de
producción, de consumo y de desechos que todos reproducimos, no son pocos quienes
prefieren no abandonar la zona de confort.

El balance aún provisorio de lo ocurrido en América Latina en tiempos de covid-19 deja un gusto
amargo y una sensación ambivalente. Por un lado, los impactos económicos, sanitarios y sociales
son tan extensos que todavía resulta difícil avizorar un horizonte de recuperación. Pero es claro
que los gobiernos no se proponen avanzar en la transformación de la matriz productiva y
apuestan, una vez más, a reactivar la economía de la mano de las falsas soluciones,
profundizando el extractivismo. Tampoco se avanzó en reformas tributarias significativas que
apunten a financiar políticas públicas de recuperación económica. Por otro lado, son cada vez
más las personas que se suman a diferentes movimientos y colectivos de la sociedad civil en pos
de un llamado a la transición ecosocial, desmontando con ello la falsa oposición entre lo
económico y lo ecológico.

Nadie dice que la deconstrucción en clave ecológica y la transición ecosocial sean algo simple o
lineal, mucho menos en un contexto de potenciación de la dueñidad, de destrucción de los
ecosistemas y de peligrosa expansión de las extremas derechas. Pero no nos queda otra
alternativa que navegar estas aguas turbulentas, pues es muy probable que en 2021 los tiempos
no sean mejores. Los gobiernos latinoamericanos deben abrir cuanto antes la discusión sobre
todos estos temas, pues el riesgo es que, en un contexto de aceleración del colapso, y en lo
referido a la hoja de ruta de la transición ecosocial, sigamos siendo hablados por y desde los
gobiernos del Norte, por y desde una transición corporativa, en detrimento de nuestras
poblaciones y territorios.

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Van Klaveren, Alberto - “El análisis de la política exterior, una visión
desde América Latina” (2014)

La política exterior es una política pública, pero es más que eso. Por medio de la política exterior,
los estados se relacionan con el sistema internacional y se adaptan a éste. De esta manera, la
política exterior se vincula a la disciplina de las Relaciones Internacionales (RI) representando un
área específica en ese ámbito.

¿Cómo explicar las decisiones de política exterior? Los factores que influyen en su elaboración
suelen ser múltiples y resulta muy difícil jerarquizarlos o establecer relaciones de causalidad
entre ellos. Hay cierta disociación entre la teoría de las RI y los análisis de política exterior,
especialmente en América Latina.

En el campo de la política exterior comparada, una perspectiva teórica es una orientación


general que "postula la importancia de algún conjunto especificado e interrelacionado de
variables para explicar comportamientos de política exterior y que provee una lógica explicativa
que relaciona ese conjunto de variables con los comportamientos de política exterior".

El análisis de la política exterior requiere un estudio de la estructura o contexto en que se


adoptan las decisiones, así como del proceso mediante el cual se adoptan. La estructura se
refiere tanto al ámbito externo como al interno. El proceso se refiere a los actores que
intervienen, instituciones, grupos, personas y las interacciones que se generan entre ellos. La
relación entre actores y estructuras sociales es compleja y no ha sido explicada
satisfactoriamente por los análisis de política exterior.

Debido a la condición históricamente periférica de la región, una ya larga tradición de estudios


de RI latinoamericanos se ha concentrado en las perspectivas sistémicas. El supuesto del que
estos estudios partían es que América Latina era extremadamente sensible a su medio externo
y que su comportamiento hacia otros países tendía a ser una reacción, de acatamiento o de
rechazo, a estímulos que se originaban más allá de sus fronteras. En la esfera económica, estos
efectos adversos fueron analizados a partir de la década de 1950 con un enfoque estructuralista.
Inicialmente, este enfoque puso énfasis en el deterioro de los términos del intercambio que
afectaban a los principales productos de exportación de América Latina, tendencia a la que se
imputaron en gran medida los crónicos problemas de balanza de pagos que experimentaba la
región y sus bajas tasas de crecimiento.

Posteriormente, el enfoque se extendió a la evaluación de los efectos de otras variables externas


sobre la periferia capitalista, tales como la inversión extranjera directa, la dependencia
financiera y la brecha científico-tecnológica. De acuerdo con los estructuralistas, estas
tendencias sistémicas podían superarse mediante una estrategia de industrialización basada en
la sustitución de importaciones, la integración regional, la promoción de las exportaciones de
manufacturas y de otras exportaciones no tradicionales y la reforma del orden económico
internacional. Como se puede observar, todas estas estrategias e instrumentos repercuten
directamente en el campo de la política exterior.

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En el ámbito político, la mayoría de los especialistas en el área de la política exterior
latinoamericana se han centrado en variables sistémicas tales como la evolución de la
bipolaridad al momento unipolar y luego a la multipolaridad, los cambios en la distribución de
los recursos en el sistema global y, por cierto, el debate sobre el papel de Estados Unidos en el
nuevo sistema internacional

Pero el contexto interno también influye poderosamente. Para algunos, la política exterior debe
ser entendida como el producto de la dinámica interna de un país. Una autora señala que “es la
continuación de la política interna con otros medios." Los recursos de que dispone un país para
llevar a cabo su política exterior sin duda importan, y mucho. También son relevantes la calidad
de la diplomacia, el prestigio de un país o su imagen nacional. Pero los recursos no bastan por sí
solos. Importa también la capacidad y voluntad de aprovecharlos. Esto explica que países con
relativamente pocos recursos pueden tener políticas exteriores activas y viceversa. El tamaño
de los países puede ser importante, pero no es necesariamente decisivo.

El segundo elemento del contexto doméstico que parece relevante tiene que ver con las
políticas económicas de los países. Considerando que todas las naciones latinoamericanas
forman parte del mundo en desarrollo, este elemento se hace equivalente a las estrategias
específicas de desarrollo que han seguido. En América Latina, los países con estrategias
económicas más liberales y políticas comerciales más aperturistas tienden a bajar el tono de la
antigua confrontación entre el Norte y el Sur o entre el Primer y el Tercer Mundo. Hoy México y
Chile son miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OECD) y
algunos otros países de la región aspiran a seguir sus pasos. La nueva Alianza del Pacífico,
integrada por Chile, Colombia, México y Perú, proyecta las políticas económicas de sus
miembros y un compromiso mayor con el libre comercio que los países del ALBA o incluso que
MERCOSUR. Las naciones del ALBA, por lo general críticas del libre comercio, del neoliberalismo
y de la globalización, siguen militando de forma activa en los foros de los países en desarrollo

Los países desarrollan culturas de política exterior que equivalen a conjuntos de creencias,
imágenes y símbolos que mantienen las elites y las opiniones públicas de los países respecto de
sus relaciones con el resto del mundo, la política exterior y la seguridad nacional.

Múltiples actores intervienen en las decisiones de política exterior y lo hacen dentro de


determinados contextos organizacionales y de decisión, los cuales se condicionan por sus
propias preferencias y características. El estudio de esos actores y de los procesos mediante los
cuales adoptan las decisiones y definen sus objetivos es fundamental en los análisis de política
exterior.

El carisma, los grados de interés y atención presidenciales en los temas internacionales y los
rasgos personales han dejado una huella clara en muchos esquemas de política exterior, más
todavía en una época de contactos directos, cumbres periódicas y disminución o cambio de los
clivajes internacionales tradicionales.

Los ministros o secretarios de relaciones exteriores desempeñan un papel crucial en la ejecución


de la política exterior. En América Latina, ciertos ministros han sido especialmente relevantes
en las posiciones internacionales de sus países. Pero el papel de los ministros está también

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determinado por factores institucionales. Las cancillerías consisten por lo general en burocracias
sumamente institucionalizadas, que suelen asumir la representación de las culturas de política
exterior y se presentan como garantes de los intereses diplomáticos permanentes de los países.
Mientras más profesionalizadas estén, mayor legitimidad pueden tener. Sin embargo, también
suelen ser susceptibles a los cambios de régimen.

Asimismo, los grupos de interés pueden ejercer considerable influencia en las decisiones de la
política exterior. El peso de los lobbies en determinadas áreas de la política exterior
estadounidense es evidente. Organizaciones no gubernamentales como Amnistía Internacional,
Greenpeace o Human Rights Watch, que asumen un carácter transnacional, superan, en sus
áreas de acción, la capacidad de influencia internacional de muchos países. También las
organizaciones empresariales pueden asumir papeles centrales en los procesos de toma de
decisión que afectan sus intereses, como se ha observado en las principales negociaciones
comerciales que han emprendido recientemente los países de América Latina, sea con Estados
Unidos, la Unión Europea o países asiáticos.

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