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UNIDAD I
A fin de brindar un informe general sobre las RRII de América Latina es necesario ver los
componentes y procedimientos de los sistemas políticos internacionales.
Una orientación sistemática brinda claras ventajas para analizar el tema tratado:
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Análisis de la política exterior (o teoría de la acción): trata sobre la naturaleza y acciones del
Estado-nación tal como funciona en el sistema político internacional.
En el análisis de política exterior, la investigación se concentra sobre los atributos de los Estados
y la manera en que éstos, a través de sus entidades decisorias, reaccionan frente a motivaciones
y aspiraciones, formulan intereses, analizan situaciones, eligen objetivos y deciden y llevan a
cabo cursos de acción. La política exterior se convierta en política internacional cuando se toma
una acción y otros Estado o entidades no-estatales responden a ella dando comienzo a la
interacción.
Por otra parte, hay otros actores no estatales en posiciones no importantes, lo que contribuye
aún más a descentralizar el sistema.
Sin embargo, esquemas regulares de actividad internacional son lo bastante comunes como
para justificar la aseveración de que existe un sistema político internacional y que la teoría de
sistemas puede ser aplicada provechosamente a un análisis de políticas internacionales.
Estados-nación
El Estado-nación es y seguirá siendo en el futuro previsible el actor más importante, sin embargo,
nunca fue, ni es, la única unidad en el sistema político.
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El Estado moderno está dotado de dos características únicas:
- Soberanía: autoridad suprema, absoluta e indivisible del Estado sobre sus ciudadanos,
convirtiéndose en el árbitro final de sus vidas. ¿Puede actuar una abstracción no humana
o, en cambio, debería uno mirar a personas individuales como los reales actores en el
sistema? La personificación del Estado es al mismo tiempo una manera legal y conveniente
de aludir al comportamiento de una serie identificable de seres humanos.
- La relación entre nacionalismo y Estado: un punto primordial del desarrollo del sistema ha
sido la búsqueda de una identidad nacional única por parte de Estados multiculturales, y de
un Estado, por parte de naciones homogéneas. Estos procesos implicaron la combinación
de diversas entidades no necesariamente confinantes: el Estado (una entidad político-legal
definida en términos de territorio, población y gobierno efectivamente autónomo) y la
nación (una entidad socio-cultural definida en términos de pueblos que comparten un
sentimiento de igualdad y singularidad).
- Con la Revolución Norteamericana (1776) y la Francesa (1789) y el subsiguiente desarrollo
del republicanismo, se llegó a identificar el nacionalismo con “el pueblo”. Desde ese
momento, los grupos nacionales buscaron crear Estados que conformaran las fronteras
nacionales, y nació la idea de “autodeterminación nacional”. Surgió así la doctrina de la
soberanía popular en la cual la voz del pueblo (vox populi) reemplazó a la voz de Dios (vox
Dei) como base de autoridad suprema.
Acción de Estado
El análisis de la acción del Estado comienza con la observación de conductas en política exterior.
La conducta depende de varias dimensiones de la orientación de un Estado.
Orientación: evaluación que hace un Estado del lugar que ocupa en el sistema internacional y
su elección de métodos para enfrentar el mundo exterior.
- Análisis fines-medios
- Tendencias a la alineación
- Papeles nacionales
- Compromiso de un Estado ya sea con el statu quo o con el revisionismo
Primera dimensión: el análisis fines-medios es útil cuando se examinan decisiones sobre planes
de acción específicos. Los objetivos supremos del Estado son aquellos generalmente
identificados con el concepto de interés nacional, a menudo llamado intereses vitales de una
nación. La mayoría de los Estados deducen que sus intereses vitales son la autopreservación, la
seguridad y el bienestar social y económico. Estos intereses pueden transformarse en más
específicos si se los traduce a objetivos próximos de “distancia” variable: largo, medio o corto
plazo.
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La elección que hace un Estado de instrumentos y tácticas puede involucrar distintos grados de
planes de acción multilaterales o unilaterales, activos o pasivos.
Segunda dimensión: la constituyen las tendencias a la alineación. ¿Elige un Estado alianza militar
y una coalición económico o política con otro Estados? ¿O prefiere alguna forma de neutralidad
o no alineación? Hay tres clases de neutralidad:
- Condición legal elegida por un Estado durante hostilidades armadas; semejante elección
acarrea derechos y responsabilidades definidos que diferencia a neutrales de beligerantes.
- (también reconocido por la legislación internacional) Estado que ha sido neutralizado
mediante la acción de otros normalmente a través de un arreglo entre los grandes poderes
para imponer y garantizar la neutralidad.
- No alineación, rechazo voluntario de alianzas, negación a alinearse con los grandes poderes
de sus bloques; no tiene referencia a una condición legal. También puede servir como
medio práctico para obtener concesiones económicas de los bloques en pugna.
Cuarta dimensión: compromiso de un Estado ya sea con el statu quo o con el revisionismo.
Un amplio espectro de “factores coyunturales” origina o ayuda a definir los planes de acción a
seguir. Estos factores –el marco o las condiciones del mundo real- tanto limitan la libertad del
Estado como le ofrecen oportunidades. Estas influencias sobre los diseñadores de planes de
acción pueden provenir:
Quienes planifican estas políticas deben determinar los potenciales y las acciones presentes o
previstas de otros Estados, la ubicación geográfica de un Estado, la situación social de otros
Estados.
- Nacionalismo
- Ideología
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- Religión
- El estado de la economía
- La naturaleza de la estabilidad social
Dentro del sistema político, los grupos de interés, los partidos políticos y las élites pueden
interactuar con los poderes decisorios y la opinión pública; las actividades de relaciones públicas,
los medios de comunicación y las elecciones también influyen.
Los poderes decisorios deben considerar su propio potencial nacional para implementar
políticas y tener expectativas realistas en cuanto a la concreción de sus objetivos. También
deben comparar su potencial relativo con el de otros Estados con los que están interactuando.
El concepto de potencial el parcialmente sinónimo del de poder: el poder del Estado para influir
sobre el comportamiento de otros actores o para convencerlos de que acepten su propia
postura. El análisis de potencial es un inventario de fuerzas y debilidades, los potenciales de un
Estado influyen sus orientaciones fines-medios.
Toma de decisión
Modelo racional o modelo ideal de toma de decisiones - los individuos racionales, cuando se
enfrenten a un problema que requiere solución, siguen, idealmente, un proceso determinado:
definen la situación, obtienen toda la información posible, determinan el o los objetivos a ser
alcanzados, establecen prioridades, buscan medios alternativos para lograr los objetivos;
seleccionan la mejor alternativa a seguir, la implementan y evalúan las consecuencias para
aprender de la experiencia.
Otras teorías de toma de decisión se concentran en los hombres que toman las decisiones. Se
basan en el presupuesto de que las características psicológicas de los planificadores de políticas
pueden alejarse de los procesos del modelo racional. Estas teorías pueden agruparse en dos
categorías generales: el modelo perceptivo y el modelo burocrático.
Modelo perceptivo. Se concentra en las percepciones del mundo y de sí mismos que tienen los
líderes de un Estado. Sus perspectivas integran la base para políticas y acciones. Los teóricos
distinguen entre el ambiente objetivo (realidad) de quien toma decisiones y el ambiente
psicológico (la percepción o imagen de la realidad) y la dificultad de reconciliar ambos.
Modelo burocrático. Se aplica a las decisiones de política exterior tomadas por grupos y
organizaciones. Los teóricos arguyen que los grupos tienen su propia dinámica, la cual trasciende
la aplicación colectiva de una planificación racional de políticas y se suma a las percepciones
colectivas. Este modelo incluye dos ideas: políticas burocráticas y procedimientos organizativos.
Las inclinaciones burocráticas pueden moldear la definición del problema y su solución. La
dinámica grupal puede trascender el proceso racional.
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Actores que no son Estados ni naciones
Las teorías de equilibrio del poder implican equilibrio y estabilidad dentro de un sistema
compuesto de varias fuerzas políticas mayormente autónomas. Tanto el concepto de equilibrio
en la teoría de sistemas como la perspectiva tradicional de equilibrio de poder presuponen que
cuando la estabilidad o equilibrio son afectados el sistema mismo muestra una tendencia ya sea
a restablecer el equilibrio original o a adoptar uno nuevo.
Mientras el equilibrio de poder sea definido como “distribución de poder” reo que la teoría
describe correctamente esquemas de relaciones entre estados
Los tipos básicos de equilibrio que han existido en el sistema Estados-nación son el equilibrio
múltiple y el equilibrio simple.
Instituciones internacionales
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Los Estados más débiles, por una parte, aceptan la necesidad de un freno legal para los poderes
más fuertes, pero por la otra reconocen que esa legislación tiende a reflejar los intereses de
dichos poderes.
Las OGI son creaciones de los mismos Estados-nación, desarrolladas por los dirigentes como
respuesta a las necesidades prácticas de la vida internacional y como intentos para que la
política internacional funcione más armoniosamente. Las OGI son el resultado de acuerdos
estatales tendientes a comprometerse a realizar consultas regularmente, respetar reglas de
conducta mutuamente acordadas y establecer un sistema administrativo para implementar
decisiones conjuntas.
Las organizaciones internacionales generales son producto del siglo XX y fueron fundamental
la respuesta al problema de la guerra. Las organizaciones que dieron origen al concepto de
seguridad colectiva lo consideraron como la integración del poder en oposición al equilibrio de
poder. En cierto sentido, la seguridad colectiva era un “nuevo” equilibrio de poder o una variante
del equilibrio múltiple. En tanto que el nuevo equilibrio y la seguridad colectiva representaban
el status quo nadie se oponía. Una situación de status quo presumiblemente significaría
equilibrio de poder basado en seguridad colectiva. De esta manera, la seguridad colectiva en
realidad funciona de acuerdo con los principios de equilibrio de poder. Aquella ha sido un amplio
fracaso.
Interacciones internacionales
- Diplomáticos
- Políticos
- Psicológicos
- Culturales
- Económicos
- Recursos militares
Las interacciones dentro del sistema son mayormente idénticas con los instrumentos de
políticas.
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Cooperación y conflicto
Diplomacia y violencia
Diplomacia refiere a:
Otros definen la negociación como inducir o persuadir sin recurrir a coerción física directa. Otra
escuela extiende el significado de diplomacia al empleo significativo de la fuerza.
Regímenes internacionales
Los regímenes a menudos están asociados a las OGI. Están orientados a resolver conflictos y
promover la cooperación.
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Subsistemas internacionales
Clases de subsistemas
Se puede considerar a las regiones como subsistemas componentes del sistema internacional
mundial. La mayoría de los elementos de un sistema son igualmente aplicables a los
subsistemas. Un subsistema está caracterizado por diferenciación e integración.
No todos los subsistemas son regiones geográficas. La interacción regularizada de dos Estados
puede ser considerada un subsistema. Las OI, independientes de la geografía, también pueden
ser consideradas subsistemas. O las agrupaciones ideológicas o de intereses comunes.
- Sus unidades interactúan significativamente con otras unidades y subsistemas más allá de
sus fronteras.
- Los actores exteriores son pertinentes al subsistema.
- Los actores regionales también pueden formar parte de otros subsistemas.
- Las agrupaciones del subsistema se mantienen funcionalmente inseparables del sistema
global.
Subsistemas regionales
Todas estas aproximaciones están unidas por la idea común de que la proximidad geográfica
constituye uno de los límites de la investigación. La diferencia fundamental reside en que tanto
las aproximaciones para mantener la paz, como las funcionales y las de integración, incluyen
doctrinas establecidas y manifestaciones normativas de prioridades, mientras que la teoría de
sistemas está diseñada para ordenar el estudio objetivo de la realidad. Además. La visión de una
región determinada como subsistema es localmente más inclusiva que en otras aproximaciones
regionales, pues trata la totalidad de las políticas regionales y las relaciones entre actores.
Criterios relevantes
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Subsistemas regionales – (William Thompson, 1973) qué criterios deberían ser aplicados al
determinar la validez de considerar las regiones geográficas como subsistemas internacionales:
Fronteras y actores
Primer aspecto del análisis del subsistema. Se debe identificar la frontera que delimita la región.
La identificación de una tipología de actores importantes para el subsistema ayuda a esa
delimitación. Para distinguir un subsistema de otros componentes del sistema deben
identificarse las unidades diferenciadas.
Percepciones
Segundo aspecto del análisis del subsistema. El grado de la autopercepción regional y la visión
que los actores exteriores tienen de la región. En términos sistémicos, los rasgos socioculturales,
económicos y políticos comunes no son requisitos definitorios. La consideración clave en el
análisis del subsistema es el grado de identidad mutua entre los actores.
Interacciones
Tercer aspecto del análisis del subsistema. La región también se define por la regularidad de las
relaciones entre las unidades, incluyendo los esquemas e intensidad de las diversas formas de
interacción llevadas a cabo por los actores regionales o exteriores, tanto cuando Estados como
cuando no lo son, así como las instituciones y procesos reguladores relacionados con el
subsistema.
América Latina puede efectivamente ser vista como una unidad significativa en el manejo de
asuntos internacionales. La clave para un análisis detallado de las RRII en América Latina es
reconocer varios niveles dentro del subsistema. La estructura y los procesos de las relaciones
internacionales deberían ser definidos en una serie jerárquica:
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El nivel regional latinoamericano
La frontera regional
América Latina es definida como la región que incluye el territorio del hemisferio occidental al
sur de Estados Unidos.
Estados exteriores
Estados exteriores a la frontera que tienen relaciones significativas con los actores regionales.
Las colonias políticas dentro del límite regional, representan una continua intrusión territorial
de Estados externos controladores (RU, Francia, Holanda, EEUU). Los Estados exteriores
importantes son aquellos que poseen territorio regional y aquellos que participan en otras
formas de política internacional.
- La Santa Sede
- Corporaciones multinacionales (CMN)
- Movimientos obreros internacionales
- Grupos insurgentes subnacionales
- Partidos políticos transnacionales
Percepciones
Autoconciencia regional
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“contrafase” actuando sobre las relaciones latinoamericanas, una situación ambivalente de
rechazo y atracción mutuas. La identidad mutua es revelada más aún por la susceptibilidad de
grupos políticos de un Estado con respecto a progresos de otros Estados. Los debates regionales
buscan soluciones latinoamericanas para los problemas de cambio.
Los Estados exteriores han contribuido a aumentar la cohesión subsistémica en América Latina
con su sola presencia. La mayoría ha tendido a unirse a otros para hacer frente a las amenazas
del mundo exterior.
Regularidad de interacción
Otros subsistemas
México
México integra un subsistema norteamericano separado del resto de América Latina: Canadá y
EEUU. Muchos de los temas son “norteamericanos” en cuanto al contenido y están
estrechamente vinculados con los asuntos internos en cada país; la relación ha sido determinada
especialmente por la proximidad territorial y estructuras económicas y sociales cada vez más
integradas.
Se considera a Venezuela una nación caribe, Colombia es vista cada vez más como perteneciente
a la región caribe, pero también se la clasifica como nación del Pacífico. Los dos países se vieron
incluidos en América del Sur. La idea de “cuenca del Caribe” es vista por los europeos como un
invento norteamericano, pero en el siglo XIX RU parecía sostener la misma idea, así como lo
hacen Venezuela y México hoy en día.
Los Estados caribeños han sido pequeños, débiles y relativamente no institucionalizados, con la
excepción de Colombia, Venezuela y Costa Rica. Por consiguiente, la región ha sido objeto de
rivalidades, presión, intervención y dominación por parte de potencias. EEUU ha sido el policía
internacional de la zona; la mayor parte del área integra un sistema de comercio bilateral con
EEUU. Esta hegemonía no ha sido total, constante o simple y ha soportado numerosos retos. Las
posesiones territoriales de RU, Francia y Holanda constituyeron una constante desviación de la
supremacía norteamericana.
El Círculo del Caribe se puede seguir subdividiendo. América Central muestra características
sistémicas. La Comunidad de Países del Caribe también conforma un subsistema.
El cono sur
- Argentina
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- Brasil
- Chile Uruguay
- Paraguay
- Bolivia
- Perú
A veces:
- Ecuador
- Colombia
- Venezuela
- Guyana
- Surinam
Los Estados del Cono Sur tienen una amplia serie de relaciones externas que se suman a su
habilidad para equilibrar influencias exteriores. La subregión es un área de comercio
multilateral; a diferencia de México y la mayor parte del Caribe, que están restringidos a un
intercambio económico bilateral con Estados Unidos, los Estados del Cono Sur y Brasil tienen
antiguos vínculos, tanto culturales como económicos, con Europa.
EEUU ha tenido un interés mínimo por el Cono Sur, a excepción de Brasil, y su influencia en este
país ha disminuido significativamente desde mediados de los ’60.
Las relaciones intrarregionales se caracterizaron por equilibrios de poder más bien firmes y
persistentes en los cuales los Estados más pequeños funcionaron como “amortiguadores” de las
rivalidades entre Estados más grandes. La adopción de perspectivas geopolíticas distingue más
aún el subsistema del Cono Sur de las zonas más norteñas de América Latina. Las cuestiones
nucleares fueron introducidas por la rivalidad Argentina - Brasil. Finalmente, algunos Estados del
Cono Sur tienen más vínculos con la región del Atlántico Sur e intereses en la Antártida.
- Los países del Plata: Argentina, Bolivia, Brasil, Paraguay y Uruguay. (Acuerdo de la Cuenca
del Plata en 1969, orientado al desarrollo de la infraestructura regional)
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- Los países amazónicos: Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Guyana, Perú y Surinam. (Pacto
Amazónico de 1978)
- Subsistema andino: Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela; se consideraron a
sí mismos una unidad internacional. (En 1966 se forma el Grupo Andino, exceptuando
Venezuela, también forman parte del sistema comercial de la Cuenca del Pacífico) Algunos
tienen intereses que se extienden hasta el Océano Pacífico.
Brasil
Brasil está geográficamente separado del Cono Sur, pero es un actor clave de este subsistema.
Sus relaciones bilaterales deben ser consideradas subsistemas separados. Brasil se ha
mantenido apartado del resto de América Latina por mucho tiempo debido a su herencia
cultural portuguesa, tamaño y ambición y potencial para ser un Estado influyente en la política
mundial.
Brasil ha aumentado su autoconfianza frente a EEUU y su capacidad general para seguir políticas
exteriores independientes. Prefiere acercarse a otras naciones del mundo desde el punto de
vista de relaciones bilaterales antes que en conjunto con el resto de América Latina.
Las políticas exteriores de los Estados de América Latina comparten ciertos elementos básicos.
Preguntas generales:
Potencial
Factores geográficos
Las posiciones geográficas de diferentes partes de América Latina, combinadas con otros
factores de potencial, han moldeado fundamentalmente las percepciones y orientaciones hacia
el mundo exterior y afectaron las relaciones con Estados exteriores La parte norte de la región
–México y el Círculo del Caribe- siempre estuvo sujeta a intensas presiones extranjeras: posición
de México en la frontera con EEUU; el área del Caribe escenario de la rivalidad europea inicial,
de la rivalidad entre EEUU y RU en el siglo XIX, y después bajo la influencia de EEUU, hasta que
fue desafiado por la URSS en Cuba y Nicaragua.
Los Estados del subsistema del Cono Sur tienen una situación geográfica que los coloca a grandes
distancias tanto de Europa como de EEUU fuera de la corriente política mundial de las potencias
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y más allá de la esfera de influencia inmediata de EEUU. La distancia otorgó márgenes de
maniobra.
En cuanto a política internacional dentro de la región, las grandes potencias locales (Brasil y
Argentina) se comportan como potencias hacia sus vecinos.
Brasil, Argentina y Chile son los únicos países de América Latina que han desarrollado
importantes escuelas de pensamiento estratégico geopolítico y estos conceptos han sido
motores fundamentales de sus políticas exteriores.
La geografía también influyó de otras maneras sobre la política regional interna. Brasil limita con
todos los Estados sudamericanos salvo Chile y Ecuador; México influyó sobre las políticas
subregionales en los Estados centroamericanos; Venezuela expandió su influencia al resto del
área del Caribe en los ’70.
El rasgo típico predominante en gran parte de América Latina son las montañas. Fueron una
barrera de seguridad entre Chile y Argentina, Chile y Bolivia, y Bolivia y Perú. El desierto de
Atacama entre Chile y Perú cumple la misma función. La cuenca de la selva amazónica
tradicionalmente formó una barrera entre Brasil y la mayoría de sus vecinos. Pocas autopistas
unen a las naciones latinoamericanas, aunque varios grandes sistemas fluviales vinculan algunos
países de América del Sur: Amazonas, Magdalena-Cauca (Colombia); Orinoco (Venezuela);
Uruguay-Paraguay-Paraná-Pilcomayo-Del Plata.
En América del Sur, las barreras físicas han provisto protección militar a todos los Estados. al
mismo tiempo, han impedido el comercio internacional y otras formas de intercambio pacífico.
Factores de población
Factores sociales
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Como regla general el color de la piel está relacionado con la clase social: las personas más
blancas están en las clases altas y, por lo tanto, las más oscuras están relegadas a las clases
sociales bajas. Una fuerte conciencia de clase ha creado tensiones sociales, alienando grandes
sectores de la sociedad y debilitando la unidad nacional. El sistema de clases está rígidamente
estructurado. En términos generales hay mayor movilidad social en las ciudades que en las áreas
rurales.
Factores políticos
Los Estados políticamente inestables están menos unidos con respecto a temas internacionales
y son menos capaces de manejar su propio desarrollo nacional. Los Estados con las políticas
exteriores más efectivas son también los políticamente más estables.
Factores militares
Las fuerzas armadas de América Latina siguen siendo inferiores a las de las grandes potencias
mundiales. La actuación de las naciones en política extraregional no se apoyó en el potencial
militar.
En términos regionales un potencial militar relativo ha sido de continua importancia desde las
guerras de la independencia las unidades militares se movilizaron en guerras interamericanas.
Ninguna nación latinoamericana posee armas nucleares, pero algunos tienen el potencial para
fabricarlas: Argentina, Brasil y México.
Factores económicos
Los problemas económicos acosan a la mayoría de los Estados de América Latina, aunque
también son evidentes los ejemplos de fortaleza económica. Muchos Estados regionales se
caracterizan por la monocultura económica.
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AL poseer desventajas naturales que disminuyen su potencial industrial: reservas escasas de
carbón y de baja calidad, fuentes de energía deficientes, escases de minerales, 10 países de
América Latina producen petróleo, pero tienen importancia como exportación sólo para 4:
Venezuela, México, Ecuador y Colombia.
El problema económico internacional más serio a lo largo de los ’80 ha sido lo altos niveles de la
deuda externa. La deuda externa está estrechamente relacionada no sólo con los balances
comerciales, sino también con las relaciones internacionales más generales y con cuestiones de
estabilidad interna. Este tema tiene profundas implicancias a largo plazo para otras áreas de
política internacional.
Nacionalismo
El problema analítico
Las raíces del nacionalismo latinoamericano se encuentran en la era colonial, cuando algunas
élites nativas desarrollaron un sentimiento de identidad separada de Estaña y Portugal. Esta
aversión hacia los extranjeros ha sido llamada nacionalismo criollo.
Una gran parte del nacionalismo de América Latina del siglo XIX, reducido mayormente a
pequeñas élites de poder, a menudo era una imitación superficial de tendencias europeas o
norteamericanas.
Modernización y nacionalismo
Las formas actuales de nacionalismo latinoamericano están arraigadas en los valores y tensiones
asociados con el proceso de modernización política, social y económica. Las formas más
importantes del nacionalismo, estimuladas por la modernización, se identifican como:
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- Modernismo
- Nacionalismo
- Sentimiento antiyanqui
- Nacionalismo económico
- Socialismo militar
- Nacionalismo revolucionario.
Modernismo
Sentimiento antiyanqui
Durante el primer tercio del siglo el sentimiento antiyanqui estaba relacionado con el
nacionalismo. La expansión de los intereses norteamericanos estimuló el nacionalismo. A su vez,
las políticas de EEUU generaron sentimientos anti-EEUU por derecho propio; al mismo tiempo,
los gobiernos latinoamericanos soportaron presiones provenientes de trastornos económicos y
cambios sociales, y EEUU es un objeto tangible para su resentimiento.
Nacionalismo económico
la nueva clase media alta, industriales y empresarios, fue la primera en abrazar el nacionalismo
económico. Más tarde fue adoptado por los representantes de otros sectores de clase media,
obreros sindicalizados y el movimiento estudiantil.
El nacionalismo económico se intensificó después de la IIGM y a fines de los ’60, teniendo a las
políticas económicas de EEUU como su mayor estímulo. El surgimiento de la CEPAL y la UNCTAD
impulsó aún más este nacionalismo. Algunas escuelas radicales de nacionalismo económico
defendían la expropiación y nacionalización de empresas extranjeras existentes y la exclusión
de inversiones extranjeras posteriores; otras, a su vez, toleraban la inversión, pero sólo bajo
condiciones cuidadosamente vigiladas.
Socialismo militar
El socialismo militar es una variante del nacionalismo económico que se combina con demandas
de justifica social y que se distingue por el énfasis puesto en el papel dominante de las fuerzas
armadas. Involucra a regímenes militares con orientación reformadora que afirman haber
abandonado su papel tradicional como defensores del status quo, y que están dispuestos a
nacionalizar las empresas extranjeras. Este fenómeno ha sido llamado “nasserismo”.
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Nacionalismo revolucionario
La izquierda radical ha intentado usar el nacionalismo popular para apoyar su causa. En los años
30 y 40 los movimientos marxistas con orientación soviética trataron de ganar el nacionalismo
para el proletariado. El nacionalismo revolucionario ha sido demostrado muy vívidamente por
la revolución cubana.
Estados nuevos: 12 antiguas colonias británicas en la Cuenca del Caribe, independientes a partir
de 1962, y Surinam (ex Guyana holandesa), independiente en 1975.
En el caso de América Latina, la política exterior tiende a ser una proyección de la política
interior. La política exterior puede ser una manera de ampliar los objetivos de política interior.
Para analizar la formulación de políticas exteriores de América Latina, ha sido un problema la
hipótesis o impresión de que esos procesos son preponderantemente dominados por
influencias extranjeras, en especial de EEUU. Este concepto de dominio exterior ignora tanto la
complejidad política y relativa autonomía de políticos exteriores de los más grandes Estados
regionales, como el aislado ambiente internacional de los más pequeños. Los factores externos
no son ubicuos ni imnipotentes y son parte de un proceso político más complejo.
Entre los factores de política exterior son cruciales los puntos de vista de grupos con intereses
poderosos. Sin embargo, los grupos de interés organizados fuera del área económica rara vez se
preocupan por influir especialmente sobre políticas exteriores.
El desarrollo económico creó nuevas clases, las que exigieron América Latina sector elitista de
clase alta compartir los beneficios sociales y económicos. A medida que América Latina
progresaba económicamente la clase media se expandía en forma notable. Hoy en día su
tamaño varía; poseen, generalmente, posturas más independientes en política internacional.
Las organizaciones de trabajo urbano y minero tenían una perspectiva dominante de políticas
exteriores anticapitalista y antinorteamericana. Los sindicatos de trabajadores ejercieron
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variada influencia sobre las políticas de la región. Cuando fueron nacionalizadas importantes
corporaciones extranjeras, la clase obrera fue a atraída a la palestra de las políticas exteriores.
Los campesinos, tradicionalmente inactivos, están exigiendo en algunos Estados, mejoras a sus
condiciones socioeconómicas. Han tenido importancia en la política exterior en países donde
hubo actividad guerrillera rural, o donde el tráfico de drogas dependió de su producción de coca.
Es difícil evaluar cuánto influye la opinión pública sobre la política exterior. Las naciones con
altos niveles de alfabetización, buenos sistemas educativos y periódicos distinguidos y otras
formas de comunicación que disfrutan de una relativa libertad de expresión, generalmente
también demuestran un alto nivel de concientización popular sobre temas de políticas
exteriores. Los Estados que cumplen estos criterios en 1988 incluirían a: Argentina, Uruguay,
Costa Rica, México, Venezuela, Colombia y Chile. Sin embargo, en estos Estados rara vez se
llevan a cabo debates públicos sistemáticos sobre políticas exteriores y las elecciones poco
frecuentemente abarcan temas de políticas exteriores salvo los económicos.
A veces la Iglesia Católica Romana ha influido sobre la toma de decisiones en política exterior.
Tradicionalmente se ha asociado a los intereses de la Iglesia con las pequeñas oligarquías y su
política de status quo. En realidad, existen profundas divisiones dentro de la Iglesia. Su poder ha
ido disminuyendo a lo largo de los años.
Mientras que la cultura política es el origen más importante del Poder Ejecutivo latinoamericano
para asuntos exteriores, las disposiciones constitucionales también representan tanto
importantes fuentes de poder como restricciones a la libertad ejecutiva. Las constituciones
latinoamericanas otorgan al primer mandatario la mayor responsabilidad y autoridad en asuntos
exteriores.
El ministro de Asuntos Exteriores en general decide planes de acción día a día y se desempeña
como vocero del primer mandatario. América Latina ha producido una cantidad de cancilleres
hábiles e internacionalmente renombrados. Reciben el apoyo permanente de servicios
diplomáticos de carrera, que se han ido, progresivamente, profesionalizando.
Los países más grandes tienen cuerpos diplomáticos altamente profesionalizados que ponen
énfasis en el protocolo formal de sus relaciones con los gobiernos ante los cuales están
acreditados. Otros prefieren establecer redes de contactos personales y operar como grupos de
presión. La mayoría de los ejemplos provienen del abanico de pequeños Estados que tienen
mucho que ganar y perder en sus relaciones extranjeras, especialmente con respecto a EEUU.
Éstos y otros se acostumbraron a operar dentro de los círculos gubernamentales
norteamericanos de manera informal y recurriendo a la opinión pública de ese país.
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Con frecuencia cada vez mayor los ministerios de Relaciones Exteriores se vieron desafiados por
otras burocracias en la administración de políticas exteriores. Los ministerios de fuerzas armadas
han tenido intereses inherentes a políticas exteriores.
Hay otras entidades que también fueron atraídas a la elaboración de políticas exteriores:
Ministerio del Interior, de Finanzas, de Economía, el Banco Central, y otras entidades
económicas o de desarrollo autónomas o semiautónomas. Las entidades responsables de temas
económicos operan con sus propias dotaciones internacionales de tecnócratas, generalmente
economistas jóvenes, liberales, nacionalistas, bien entrenados en economía desarrollista.
Fines y medios
Objetivos y tácticas
Las limitaciones del potencial latinoamericano tienen un gran peso sobre la elección de medio y
fines de los planes de acción. Deben depender de un poder diferente al físico, ya sea militar o
económico. Los Estados regionales tienden los mismos elegidos por la mayoría de los países
pequeños del mundo, a través de tácticas como:
La política intrarregional es un microcosmos del sistema mundial con una amplia gama de
posiciones relativas de poder y, consecuentemente, de fines y medios adoptados por Estados
regionales entre sí. Las grandes potencias latinoamericanas han hecho el juego de política de
poder dentro de las regiones. Los otros Estados se ven reducidos a usar tácticas de Estados
pequeños en relación con Estados latinoamericanos más grandes y con potencias mundiales.
Independencia y dependencia
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muchos actores regionales tienen una relación de dependencia con respecto a actores externo,
otros han alcanzado una módica medida de autonomía, y la independencia es una aspiración
seria para prácticamente todos ellos.
En la escena interamericana los Estados pequeños trataron de explotar las rivalidades de las
grandes potencias locales.
Aspiraciones de liderazgo
Las aspiraciones de los Estados latinoamericanos para ocupar importantes posiciones de poder
han sido modestas. Ninguno, hasta ahora, logró esto por un período prolongado, aunque
algunos de ellos tienen la capacidad para hacerlo.
Como un bloque, los Estados de América Latina a veces han sido importantes.
Políticas económicas
Las políticas económicas internacionales representan el nexo más claro entre las políticas
exteriores e interiores de América Latina.
Alineación
Aislacionismo y neutralidad
La mayoría de los Estados hispanoamericanos y Brasil fueron los primeros “nuevos Estados” que
comprendieron el imperialismo y se opusieron a él intentando poner en práctica el aislacionismo
y la neutralidad. Con todo, los latinoamericanos buscaron el apoyo de Estados europeos para su
desarrollo nacional y se adaptaron finalmente a EEUU como principal garantía de soberanía y
seguridad. Durante la IGM, América Latina no reaccionó a la solicitud de solidaridad hemisférica
lanzada por EEUU. Sin embargo, durante la IIGM sólo Argentina y Chile permanecieron
neutrales.
Después de la IIGM los Estados de América Latina buscaron permanecer alejados de la guerra
fría. Las posturas aislacionistas con respecto a las rivalidades mundiales fueron tomadas en un
sentido político y militar, pero los latinoamericanos siguieron activos en las relaciones
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económicas mundiales. Sólo una pequeña minoría de Estados de América Latina adoptó
posturas neutrales en política internacional.
Una de las primeras y más importantes posturas neutralistas fue el justicialismo en Argentina,
una “tercera posición” tomada bajo la presidencia de Juan Perón (1946-1955), que aseguraba
reconciliar el capitalismo y el comunismo.
En general, las fuerzas armadas aspiraron a relaciones estrechas con EEUU, y las clases medias
y altas internacionalistas reconocieron la importancia de las relaciones comerciales tradicionales
y los peligros de un cambio radical en sus posiciones económicas y sociales. Desde los años ’60,
un gran número de Estados de América Latina demostró su deseo de independizarse de EEUU
adoptando posturas no alineadas y uniéndose al Movimiento de No Alineados.
Estrategia y geopolítica
Las escuelas de pensamiento geopolítico arraigadas en escritos del siglo XIX son especialmente
notables en Brasil, Argentina y Chile, y particularmente fuertes entre los hombres de armas y
sus aliados civiles. Incluyen teorías generales de relaciones internacionales, explicaciones sobre
política internacional del Cono Sur e indicaciones específicas para la acción del Estado. Estas
teorías guiaron tanto las políticas exteriores como internas de los regímenes militares del Cono
Sur. Las bases geopolíticas han decaído luego de producido el retorno de los gobiernos civiles
democráticos.
El pensamiento del Cono Sur está basado en la teoría orgánica del Estado, una aproximación
desacreditada en Europa y Estados Unidos desde que fue adoptada por teóricos fascistas en los
años 30. Estos escritos abrevan muy especialmente en las tradiciones de geopolitik-realpolitik
alemanas, versiones extremas de políticas de poder que consideran las RRII como un proceso
darwiniano en el cual sobreviven los Estados más fuertes e inescrupulosos y dominan a los más
débiles.
Un tema importante de la geopolítica del Cono Sur es la rivalidad “ABC”. Brasil también relaciona
la geopolítica con su deseo de convertirse en una potencia mundial. Las consideraciones
nucleares también ingresaron en los cálculos argentinos y brasileños.
23
Busso, Anabella – “Las relaciones internacionales latinoamericanas en la
segunda década del siglo XXI: cambios, incertidumbre y desafíos”
(2018)
A lo largo de las dos primeras décadas del siglo XXI Latinoamérica en general, y Sudamérica en
particular, han transitado por etapas donde los gobiernos regionales privilegiaron orientaciones
políticas distintas. Así, en la primera década primó un perfil progresista metafóricamente
llamado “giro a la izquierda” o “marea rosa”, mientras que en la actualidad se impone un regreso
a las visiones neoliberales que caracterizan a los “gobiernos de derecha”.
Si bien las coyunturas no son siempre fundantes del cambio, la aceleración que los nuevos
gobiernos de derecha –especialmente los de Argentina y Brasil– le imprimen a sus políticas,
sumado al objetivo de implementar un cambio cultural que consolide este proceso y anule todo
atisbo de progresismo e iniciativas de los movimientos populares, más la creciente
judicialización de la política, ameritan el debate y las reflexiones sobre las incertidumbres y
desafíos del escenario actual.
Para el presente trabajo conceptualmente se parte del modelo interactivo (Putnam, 1988) que
plantea que las relaciones internacionales de los Estados y sus respectivas políticas exteriores
son intermésticas. Esta interacción entre las condiciones domésticas e internacionales se refleja
claramente en los cambios político/ideológicos que cruzan a Latinoamérica.
Desde un inicio este escenario no fue homogéneo. En el mismo se distinguieron dos perfiles
diferentes que, en términos de Moreira y otros (2008), identificamos como: “los nuevos
gobiernos de izquierda” –representados por casos como los de Lula en Brasil; Tabaré en
Uruguay; Kirchner en Argentina; Lagos y Bachelet en Chile; Lugo en Paraguay– y “los gobiernos
populistas” encarnados en el eje bolivariano con Chávez en Venezuela; Morales en Bolivia y
Correa en Ecuador a lo que podemos añadir a Ortega en Nicaragua. A estos grupos debemos
sumar otro conjunto de países que mantuvo las lógicas político-económicas imperantes en los
años 90. En este escenario se inscriben los casos de México, Colombia, Perú, Chile durante la
gestión de Piñera y Paraguay en las gestiones anteriores y posteriores al mandato de Lugo.
A pesar de las diferencias existentes, desde una perspectiva general, se puede afirmar que los
dos grupos que participaron del “giro a la izquierda” lograron en esos años imponer su impronta
en las relaciones internacionales latinoamericanas. Esto se reflejó tanto a nivel de las políticas
domésticas como de las políticas exteriores. En ese contexto se planteó la búsqueda de “una
identidad latinoamericana” basada en la noción de patria grande.
La articulación de estas ideas con el diseño y la ejecución de las políticas exteriores le permitió
a Latinoamérica abordar la compleja herencia de la hegemonía neoliberal de los noventa y
posicionar a la región ante el resto del mundo como una “periferia desafiante” que obtenía
resultados exitosos logrando acciones “reparadoras” para aquellos sectores sociales excluidos
24
como consecuencia de los efectos negativos de la globalización mientras que, simultáneamente,
se abordaban los problemas macroeconómicos.
Este escenario se concretó porque a pesar de las diferencias existentes entre los gobiernos del
“giro a la izquierda” se dieron un conjunto de coincidencias centrales: privilegiar el mercado
interno; otorgar un rol activo al Estado en el ámbito de las políticas económica y social con
objetivos distributivos; diseñar políticas exteriores autonómicas basadas en la diversificación de
las relaciones, en la apuesta a los vínculos vecinales y el activismo en torno a la concertación e
integración regional que se canalizaron en la UNASUR y la CELAC. Todo esto en el marco de una
postura crítica al orden internacional liberal. Esta postura fue acompañada por la expectativa de
que los BRICS pudiesen liderar un proceso de cambio hacia un orden internacional no
hegemónico donde reinaran las estrategias del Sur Global.
En sus orígenes, la implementación de estas políticas fue posible por causas diversas entre las
que se destacaron la presencia simultánea de fuertes liderazgos presidenciales (Lula, Chávez,
Kirchner) con apoyo popular y electoral; el alto precio de los commodities; la desatención
transitoria de Estados Unidos sobre los destinos de la región debido a que se encontraba primero
concentrado en su lucha contra el terrorismo y, posteriormente, en la salida de la crisis
económica iniciada en 2008; y la creciente presencia de China en la región que inicialmente vía
el comercio y luego con inversión y finanzas consolidó la diversificación de vínculos.
A nivel regional la muestra empírica más destacada del cambio de escenario se produjo en 2011
con la creación de la Alianza del Pacífico entre México, Colombia, Perú y Chile.
25
alababan a México, Chile, Colombia y Perú mientras critican constantemente las condiciones
democráticas y económicas de Argentina, Bolivia, Ecuador y Venezuela.
Por lo expuesto hasta aquí, entre 2013 y 2015 gran parte de los análisis académicos y políticos
vinculados al devenir de las relaciones internacionales latinoamericanas ahondaron una lectura
negativa tanto sobre la proyección de la región a nivel global y sus procesos de integración, como
así también sobre la profundización y densidad de los vínculos entre los países de la región. En
este contexto, y a pesar de que los resultados electorales les dieron nuevamente el triunfo a los
gobiernos de centro-izquierda, los escenarios internos se deterioraron. Se produjo una
desaceleración del crecimiento económico, se evidenciaron las debilidades del neoextractivismo
y se incrementaron las denuncias de corrupción.
Es sensato reconocer que las características, complejidades e intensidades de los casos varían
entre los países sudamericanos, pero esto no debe opacar las similitudes que subyacen. Estas
últimas son, en definitiva, las que enmarcan el cambio de dirección entre la primera y segunda
década del siglo.
De acuerdo a Vommaro (2016) “las nuevas derechas” se presentaron liderando una agenda
anticorrupción y dispuestas a aceptar el piso de los logros sociales alcanzados en la década
26
anterior. Si bien tener que asentir discursivamente la importancia de los bienes colectivos
heredados del giro a la izquierda significó reconocer cierto grado de derrota de sus ideas
originarias, simultáneamente fueron capaces de armar una crítica institucional que les permitió
construir mayorías.
La agenda institucional de las nuevas derechas fue planteada en varias direcciones. Una de ellas
se basa en el anuncio de la refundación de “la República” en su versión liberal. Así, avanzaron
en un relato crítico hacia los gobiernos del giro a la izquierda que destacaba la concentración de
poder en el Ejecutivo y las propuestas de modificación tanto del Poder Judicial como de los
medios de comunicación. Finalmente, la lucha contra la corrupción fue el principal pilar de crítica
a los gobiernos anteriores y su concentración de poder. Las nuevas derechas argumentan que la
corrupción es la consecuencia de una construcción basada en el poder estatal en contra de la
sociedad: “lo público depreda lo privado”.
Desde una mirada más estructural, las nuevas derechas también buscan un cambio cultural. Este
cambio se vincula con las características particulares de cada país. A modo de referencia, el PRO
plantea que, luego de la “anomalía populista” en Argentina el cambio cultural consiste en
acercar al país y su sociedad al modo en que se hacen las cosas en el mundo, modificar su
actividad económica y el vínculo de la ciudadanía con el Estado (Vommaro, 2017). Desde nuestra
perspectiva, el objetivo central no apunta sólo a cancelar cualquier posibilidad de recomposición
de la experiencia kirchnerista, sino especialmente a debilitar la larga tradición de los partidos y
movimientos populares en el país entre los que se destaca el peronismo.
Cabe preguntarse si el giro a la derecha acontecido en la región es tan exitoso como para
consolidarse y evitar cualquier retorno de gobiernos populares y progresistas. Desde nuestra
perspectiva la posibilidad que esto acontezca es relativa en tanto existen razones que favorecen
este proceso y otras que lo limitan.
Entre las primeras, debemos destacar que la globalización y la consolidación del capitalismo
financiero en los noventa trajeron consigo un nuevo bloque de poder hegemónico que aglutinó
al sector financiero internacional, los grandes grupos exportadores y los medios de
comunicación. Todos ellos participaron de la idea del Mercado como un gran repartidor de
bienes y agente modernizador (Sader, 2009).
En segundo lugar, los gobiernos del giro a la izquierda deben asumir su propia autocrítica. En el
ámbito político las mayores deficiencias refieren a la concentración de poder en el Ejecutivo y la
disminución de la calidad institucional (Mainwaring y Pérez- Liñan, 2016). Por otra parte, desde
una perspectiva económica, la academia de izquierda / progresista argumenta que las
transformaciones regionales en la primera década del siglo tienen varias dimensiones que, en
ocasiones, se contraponen. Consecuentemente, asistimos a transformaciones anti-elitistas, a
perspectivas inclusivas, pero también al mantenimiento y profundización de la dependencia de
los recursos naturales –lo que consolidó el neoextractivismo–, a la ausencia de las reformas
impositivas necesarias y a la persistencia en numerosos países de variadas formas de
precariedad laboral (Burchardt, 2017).
27
Finalmente, otro soporte central que tienen varios de los nuevos gobiernos de derecha son los
medios de comunicación. Como ya adelantamos, estos son parte de un bloque hegemónico que
entiende que la lógica de Mercado les permite una defensa adecuada de sus intereses y actúan
como corporaciones que, en numerosas ocasiones, terminan desempeñándose más como
defensores de las gestiones de gobierno que como trasmisores de información.
Por otra parte, existen otro conjunto de características que pueden debilitar en el mediano plazo
el actual giro a la derecha.
Desde nuestra perspectiva una particularidad que se articula con estas derechas es la
consolidación en la región de una tendencia novedosa: la multiplicidad de empresarios deseosos
de conocer otras dimensiones del poder convirtiéndose en presidentes. Macri en Argentina;
Piñera en Chile; Pedro Pablo Kuczynski en Perú; Cartes en Paraguay; Temer en Brasil; a lo que
podríamos sumarle ejemplos anteriores como Vicente Fox en México, otros que se frustraron
en el camino como Guillermo Lasso en Ecuador y ejemplos actuales en el mundo desarrollado,
como Donald Trump.
En consonancia con la visión de estos presidentes la gestión del Estado es entendida en términos
de management empresarial. Tal visión ha fomentado la conformación de gabinetes integrados
por exgerentes de empresas y funcionarios provenientes del sector privado. Conceptualmente,
la entrada y salida de empresarios de la gestión de gobierno se ha identificado como “puerta
giratoria”.
Para Latinoamérica los riesgos que trae consigo el perfil empresarial de los gabinetes son
significativos y afectan al conjunto de las políticas públicas. En este marco los ministerios de
economía, energía, ciencia y tecnología, defensa y relaciones exteriores (todos importantes al
momento de diseñar una estrategia de inserción internacional articulada con un modelo de
desarrollo y centrales para definir la postura de la región frente a los efectos negativos de la
globalización) se ven imbuidos por intereses privados nacionales o por aquellos provenientes de
actores no gubernamentales trasnacionales, que nada tienen que ver con las necesidades de
gran parte de las sociedades latinoamericanas.
Como adelantamos, las derechas en el poder hicieron de la lucha contra la corrupción uno de
sus ejes fundamentales. Esto no sólo fomentó la investigación de casos de corrupción de los
gobiernos anteriores, sino que también incrementó la judicialización de la política incentivando
el proceso mundialmente conocido con Lawfare, el cual consiste en la utilización del aparato
judicial como arma para destruir a la política y a los líderes de oposición. Si bien los gobiernos
de Temer y Macri son la expresión más evidente de dicho proceso no son los únicos. Desde
nuestra perspectiva existieron otros casos en los que la supuesta lucha contra la corrupción fue
sostenida por los partidos de derecha en la oposición, tratando de limitar a los procesos de
reformas que habían sido anunciados –como el caso de Bachelet en Chile– o afectaron las
futuras candidaturas de partidos progresistas como las investigaciones que llevaron a la
renuncia del vicepresidente uruguayo, Raúl Sendic.
Sin embargo, desde una etapa previa a Lawfare el poder judicial de la región no ha actuado de
manera independiente y, en la mayoría de las ocasiones, ha tratado de tener buenos vínculos
28
con el poder político de turno. En ese marco, no es arriesgado suponer que las investigaciones
anticorrupción no sólo afecten a las gestiones anteriores, sino que en la medida que se deteriore
el poder de los actuales mandatarios y se incrementen los casos de conflicto de interés entre los
presidentes, sus CEOs y los empresarios por una parte y la gestión del Estado por el otro,
también podrán verse afectados por futuras investigaciones.
Otro dato significativo es que los escenarios electorales que deben concretarse entre finales de
2017 y 2018 muestran disputas muy cerradas. En breve, si bien Piñera ganó la elección en
segunda vuelta –lo que aparece como un nuevo aval a las derechas regionales– los resultados
obtenidos en la primera vuelta fueron ajustados y mostraron un crecimiento del Frente Amplio
como tercera fuerza. Aunque por una diferencia menor en México Lopez Obrador y su partido
Morena lideran las encuestas para las elecciones de 2018; lo mismo acontece en Brasil con
respecto a la candidatura de Lula, mientras que la disputa electoral en Honduras fue muy
cerrada (la oposición insiste en pedir la anulación de las elecciones debido a denuncias de
fraude) entre el actual presidente de derecha Juan Orlando Hernández y el opositor Salvador
Nasralla, líder de la izquierdista Alianza Opositora contra la Dictadura. Por otra parte, el
chavismo acaba de ganar las elecciones municipales de 2017.
Siguiendo el criterio de Belem Lopes (2017) los gobiernos del eje bolivariano –habitualmente
criticados por su baja institucionalidad– han utilizado ampliamente técnicas y procedimientos
democráticos como consultas populares, referéndums, plebiscitos, a la hora de intentar
modificar las reglas de juego. Incluso, cuando la búsqueda del cambio no cumplió plenamente
con las normas constitucionales, no pasaron por alto las instituciones políticas. En
contraposición, los partidos de centro-derecha en varios casos como los de Honduras (2009),
Paraguay (2012) y Brasil (2016) mostraron que fue la interpretación constitucional y no el
desempeño electoral el factor central que explica los cambios recientes. Asimismo, un gobierno
democráticamente electo como el de Mauricio Macri, ha intentado nombrar jueces de la Corte
Suprema por decreto y utilizó la vía del decreto reglamentario para modificar artículos centrales
de la ley de Reparación Histórica (N°27260) que le permitió blanquear dinero a sus familiares.
29
En este sentido, como sostiene Belem Lopes (2017), el problema en cuestión no es monopolio
de la izquierda o de la derecha. Los planteos en términos de blanco o negro deben ser matizados
con grises. En los dos últimos años varios ejemplos volvieron a poner este tema sobre la mesa:
los intentos del Ejecutivo paraguayo –junto a la oposición– para establecer la reelección a través
de una enmienda al texto constitucional; Evo Morales consiguiendo que el Tribunal
Constitucional le otorgue la autorización para la reelección indefinida sin respetar lo que había
resuelto la sociedad vía referéndum; etc.
Es posible que esta tendencia se agudice a medida que avance la gestión de Donald Trump,
quien continúa fortaleciendo el proteccionismo estadounidense y planteando una política
exterior errática que, finalmente, le otorgará a Xi Jinping la posibilidad de presentarse como un
defensor del libre comercio y un garante de la estabilidad global.
En sus vínculos con China los gobiernos del giro a la izquierda abordaron una agenda económica
y política. Esta tendencia se basó en necesidades económicas, pero también en la idea de
diversificar vínculos, fomentar relaciones con los poderes emergentes y favorecer el
multilateralismo.
Sin embargo, la llegada de Trump a la Casa Blanca modifica este escenario. En el presente, el
conjunto de gobierno de centro-derecha mantiene una relación económica más compleja con
Beijing que incluye comercio, inversión y finanzas.
En estrecha relación con este tema, tal como afirman Actis y Creus (2017), la relación entre China
y Estados Unidos puede adquirir características de mayor tensión o devenir en una relación más
cordial y distendida como la que han llevado hasta el presente. Esto habilitaría dos escenarios:
un bipolarismo rígido o un bipolarismo distendido8. Ante ello, América Latina en general, y
Argentina en particular, se verían más favorecidas en caso de que predomine un bipolarismo
30
distendido, en tanto este no obligaría al alineamiento con uno u otro polo. Estos escenarios no
están siendo analizados de manera conjunta por los gobiernos regionales.
Los gobiernos de centro-derecha de la región tienen una visión positiva y optimista de dicho
proceso. Por lo tanto, el tema sigue siendo debatido a nivel regional en términos de Estados y al
interior de los mismos.
La situación de nuestra región, con estados débiles, es muy compleja debido a que nos enfrenta
con dos opciones altamente debatibles: o revertimos hacia formas más autoritarias de gobierno,
cuestión que fue en muchas ocasiones motivo de crítica hacia al eje bolivariano, o se consolidan
los gobiernos de centro-derecha cuyas élites en el poder habilitan aún más la presencia de
actores transnacionales fomentando la existencia de un estado mínimo.
Desde nuestra perspectiva la alternativa más adecuada, quizás la única, debería apuntar a una
lectura certera e integral por parte de los actuales gobiernos sobre los efectos de la globalización
en Latinoamérica y una acción conjunta de los estados para atender los efectos negativos.
31
en igualdad con el FMI, y los que denunciaron tempranamente en el ese foro el escándalo de los
paraísos fiscales que hoy sacude al mundo e involucra a gobernantes y funcionarios de América
Latina. Otro aporte fue llevar el tema de sustentabilidad de la deuda y de un marco legal para
limitar las prácticas de los llamados “fondos buitres” (Nahón, 2017).
Un tercer tema se vincula con el rol asignado a la integración. Tal como presentamos al inicio de
este trabajo, el modelo de integración concéntrico basado en un esquema estado-céntrico que
prioriza los mercados regionales y parte de la necesidad de negociar conjuntamente para
defender los intereses latinoamericanos frente a actores extraregionales se ha desvanecido.
Ahora la integración es pensada no sólo desde el regionalismo abierto, considerado apto para
sumarse a una economía transnacionalizada, sino como un espacio que debe ofrecer la mayor
cantidad de concesiones económicas y políticas posibles para atraer inversiones.
Así, en diciembre de 2017 el MERCOSUR intentó acelerar las negociaciones del acuerdo de libre
comercio con la UE.
Esta aceleración y predisposición a ceder por parte de los actuales gobiernos del MERCOSUR se
sustenta en el supuesto –varias veces invocado por el presidente Macri– que la sola firma de un
acuerdo con la UE atraerá inversiones, postura que parecen compartir los presidentes Temer y
Cartes, aunque el equipo brasileño reservó en las negociaciones una cuota del proteccionismo
que ha caracterizado a su economía durante décadas. En contraposición, desde una mirada
crítica, Kicillof y Bianco (2017) sostienen que, de mantenerse estos criterios, las posibles
consecuencias del acuerdo sobre Argentina –que en parte podrían ser extensibles a los otros
países miembros– terminarían destruyendo al sector industrial nacional y debilitarían la
capacidad del Estado para recurrir a instrumentos económicos destinados al desarrollo.
Desde una perspectiva política los gobiernos de derecha han des-jeraquizado la importancia de
la agenda regional. Un repaso de los principales periódicos de Argentina y Brasil muestra una
disminución de la cantidad de información que aparece sobre las cuestiones regionales. A pesar
de ello, existe un caso que ocupó centralidad en las agendas de política exterior regionales y
enfrentó a una oposición sólida de los gobiernos de derecha: Venezuela. Este país ha sido
suspendido del MERCOSUR con la única resistencia transitoria de Uruguay; su situación fue
analizada en múltiples ocasiones en la OEA y es tema de agenda durante los encuentros
bilaterales entre los presidentes sudamericanos y Donald Trump. Asimismo, en relación tanto
con la pérdida de la dinámica multilateral como de la disminución de la centralidad de América
Latina en las agendas externas, como afirma Karg (2017) un párrafo aparte merece la dubitativa
actuación de las instancias regionales latinoamericanas y sudamericanas, frente a la situación
en Honduras. “No han actuado y no parecen dispuestas a hacerlo. La doble vara de algunos es
32
evidente: el autodenominado Grupo de Lima, que una y otra vez expresó preocupación por la
situación en Venezuela meses atrás, no puede emitir palabra porque precisamente Honduras,
el Estado de Juan Orlando Hernández, es uno de sus integrantes. Así, el presidente hondureño
y la derecha regional parecen dispuestos a todo para no perder un país estratégico de
Centroamérica.”
Finalmente, una breve mención a la dimensión de los DDHH y su relación con la seguridad
pública. El empeoramiento de las condiciones socioeconómicas y los procesos de reforma
laboral y previsional, especialmente en los países de reciente giro hacia la derecha como
Argentina y Brasil, genera un incremento de las demandas de movimientos sociales de diversa
índole.
Conclusiones
En primer lugar, hasta el presente los anuncios realizados por las “nuevas derechas” sobre la
refundación de la República, la articulación entre políticas sociales y propuestas neoliberales y
una lucha transparente contra la corrupción no se han cumplido de manera integral. Por el
contrario, la toma de decisiones vía decretos, la aplicación de políticas de ajuste, las fuertes
vinculaciones de los partidos en el gobierno con el poder judicial y los grandes medios de
comunicación han generado la aparición del fenómeno del Lawfare y una relativización de varios
conceptos del derecho penal –especialmente la prisión preventiva– que afectan la calidad del
Estados de Derecho. En este maco la nueva derecha no ha logrado establecer diferencias con la
derecha tradicional.
En tercer lugar, los gobiernos actuales muestran en ocasiones lecturas parciales o erradas de los
principales procesos globales. Así acontece en la manera en que encaran los vínculos con
Estados Unidos y China y en la forma en que proponen convivir con los escenarios negativos de
la globalización. Este último punto se entrelaza con la idea de presidentes empresarios en tanto
las convicciones políticas y económicas que subyacen en el pensamiento de esos funcionarios
son las de un Estado pequeño que debe favorecer los intereses de los grandes actores de la
globalización, para que las empresas garanticen inversiones.
En cuanto lugar, existe una fuerte desaceleración del multilateralismo regional en todas sus
formas y una renuncia a plantear la agenda regional en otros espacios multilaterales globales.
Esto afecta a los procesos de integración y concertación regional y limita cualquier proyección
global de Latinoamérica.
33
En conclusión, el futuro de la región es incierto. Sin desconocer que los gobiernos del giro a la
izquierda debían corregir varias de sus políticas y la calidad de sus gestiones, queda claro que
estamos en una etapa de repliegue con respecto a derechos y avances adquiridos en la primera
década del siglo.
34
Costa, Sergio & Badia i Dalmases, Francesc – “Desigualdad persistente: el
controvertido legado de la “marea rosa” en América Latina” (2018)
Es cierto que las desigualdades y la pobreza han disminuido más en los países que en los últimos
años han sido o continúan siendo gobernados por fuerzas de izquierda, especialmente en
Argentina, Brasil, Bolivia, Chile, Ecuador, El Salvador, Nicaragua, Paraguay, Uruguay y Venezuela,
que en los países de Latinoamérica en que no ha habido gobiernos de izquierda. Sin embargo,
es innegable que los avances en la lucha contra la desigualdad durante el ciclo de la Marea Rosa
han sido mucho más modestos de lo que se esperaba, considerando que los gobiernos de
izquierda fueron elegidos prometiendo precisamente revertir las desigualdades acumuladas
desde el período colonial.
Las explicaciones que se dan de estos modestos resultados suele combinar factores externos e
internos. En cuanto a factores externos, se alega que el ciclo de crecimiento económico que
ayudó a financiar el gasto en políticas sociales de los gobiernos de izquierda se basó en las
exportaciones de materias primas y productos agrícolas, cuyos precios volátiles han disminuido
en gran medida en los mercados internacionales en los últimos tiempos.
En cuanto a factores internos, se critica el hecho de que las transferencias en efectivo a los
sectores más pobres de la población haya sido el elemento central de las políticas sociales que
han seguido prácticamente todos los gobiernos de izquierda, ya que es bien sabido que su
impacto redistributivo, a diferencia del de las políticas dirigidas a crear estructuras duraderas
propias de un estado del bienestar (educación de calidad y asistencia sanitaria proporcionada
por el estado, inversiones públicas en formación profesional, etc.), es muy limitado. El tema
fiscal también ha sido muy discutido. A fin de cuentas, excepto en casos aislados, los gobiernos
de izquierda no han logrado crear una estructura de tipos impositivos progresivos capaz de
redistribuir los ingresos de la cúspide a la base de la pirámide social.
Son, todas ellas, explicaciones sólidas y pertinentes que merecen ser tomadas en consideración.
Sin embargo, revelan tan sólo la superficie del fenómeno y no dilucidan las razones últimas por
las que los gobiernos de izquierda no han ido mucho más allá de distribuir efectivo a los pobres.
Para comprender estas razones profundas, es necesario articular el análisis de las desigualdades
sociales con el examen, en cada caso, de las relaciones de poder. Seis factores a considerar:
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esfera pública en un espacio de lucha, en el que los insultos y las noticias falsas tienen más
peso que los buenos argumentos.
3. Una base parlamentaria volátil. La mayoría de los gobiernos de izquierda solo pudieron
establecerse a costa de alianzas con fuerzas conservadoras. Estas alianzas aportaron la
mayoría legislativa necesaria para gobernar, pero muy a menudo impidieron proyectos de
reforma fiscal o planes redistributivos más audaces.
4. La aparición de las llamadas nuevas clases medias, más comprometidas con la movilidad
ascendente individual y la ampliación de sus oportunidades de consumo que con promover
la justicia social.
6. La apropiación del Estado y de la política por parte de las elites económicas. En los últimos
años, los grupos más ricos de América Latina han logrado ampliar y consolidar su control
sobre los estados de la región, incluidos los gobernados por la izquierda.
36
GIORDANO, V. – “Hacia una agenda de investigación en torno a las
derechas de América Latina en el siglo XXI” (2019)
La mayoría de los procesos reformistas que se desplegaron en la región a partir del inicio del
siglo XXI hoy están acabadas, en crisis o en evidente reversión. Se han reactualizado las
preguntas acerca de la caracterización de las derechas latinoamericanas. El mapa del giro a la
derecha en la región es elocuente para repensar el concepto de “derecha”.
Las derechas accedieron al control del Estado por la vía de golpes de nuevo tipo en tres países:
Honduras (2009); Paraguay (2012); Brasil (2015). La práctica golpista, aunque sin derribar
gobiernos, también accedió Venezuela (2002), Bolivia (2008) y a Ecuador (2010). En Honduras,
tras el golpe que destituyó al presidente Zelaya, en 2010 Porfirio Lobo resultó electo.
Actualmente, preside el país en su segundo mandato Hernández, del mismo partido que Porfirio.
En Paraguay, tras la destitución del presidente Lugo, siguió un proceso político sinuoso que
desembocó en el triunfo de Cartes en 2013. En 2018, Cartes fue sucedido por Abdo, reafirmando
el bipartidismo paraguayo.
Si en estos dos casos el giro a la derecha se imbrica en la matriz bipartidista histórica, en Brasil
dicho giro también reforzó una pauta de larga duración de su cultura política: la resolución del
conflicto por la vía de la ruptura y la recomposición de las alianzas para la construcción del orden.
De modo similar a Honduras y Paraguay, en Brasil también hubo regreso a las formas políticas
tradicionales talladas en el siglo XIX a través de una recomposición del sistema de alianzas
históricas. Tras el golpe que desplazó a Dila Rousseff, en 2016, asumió Temer. En las elecciones
de octubre de 2018 el proceso político brasileño viró aún más a la derecha con un resultado
electoral favorable a Bolsonaro, caracterizado como ultraderechista, al grado de haberse
reflotado el concepto neofascismo para referirse al fenómeno.
En otros países, el giro a la derecha se expresó por la vía electoral a partir de formaciones
partidarias nuevas. En Argentina, en 2015, Macri llegó a la presidencia por una escasa diferencia
de votos, que le alcanzó para asumir el control del Estado y poner fin al ciclo de 12 años de
gobiernos progresistas kirchneristas, que a su vez había sido expresión de una fuerza nueva, el
Frente para la Victoria. Si bien el PRO es un partido reciente, su acceso a la presidencia se logró
por la vía de una alianza estratégica con el partido liberal/conservador la UCR.
En Chile hubo una precisa alternancia partidaria. Al primer mandato de Bachelet (2006-2010),
por la Concertación de Partidos por la Democracia de orientación de centro-izquierda, le sucedió
el candidato Piñera, del partido de derecha Renovación Nacional. En 2013 Bachelet volvió a
ganar las elecciones con una amplia mayoría, pero en la contienda de 2017 se impuso de nuevo
Piñera.
Actualmente, las derechas en el poder, en estos tres países, han accedido también por la vía
electoral. Sin embargo, a diferencia de los dos casos revisados más arriba, se trata de
reconfiguraciones dentro del mismo campo derechista y no de procesos que vienen a poner fin
a un ciclo reformista.
37
En 2015, en Guatemala, Morales ganó las elecciones con el Frente de Convergencia Nacional
creado unos años antes y con una pobre performance electoral a nivel nacional. Morales se
diferenciaba así de su predecesor Molina, una figura vinculada al militarismo y al terrorismo de
Estado de los años setenta y ochenta.
En Perú, tras la errática presidencia de Humala, asumió Kuczynski, quien venció en segunda
vuelta a Fujimori perteneciente a la derecha política. El proceso peruano ha generado mucha
incertidumbre desde que en marzo de 2018 el presidente electo se viera obligado a renunciar
en medio de presiones por parte del Congreso a iniciar un proceso de destitución, fundado en
un escándalo en el que se acusaba al presidente de compra de votos a cambio de otras públicas.
Asumió en su lugar Vizcarra, su vice.
Los casos de Guatemala y Argentina, justo con el reciente caso de la derecha venezolana
referenciada hoy en el empresario Mendoza, han puesto sobre el tapete la cuestión de los
liderazgos de derecha en América Latina. En particular, han colocado interrogantes acerca del
carácter de outsider de estos líderes políticos, abriendo una vez más incursiones interpretativas
en el campo de los estudios sobre los populismos y así proliferado los análisis en términos de
populismos de derecha, populismos o nuevos populismos. Macri no estaba afuera de la política
en el momento de su triunfo electoral, antes bien había gobernado la Ciudad de BS AS, desde
2017. Morales había sido candidato a presidente en 2011, lo que significa que ya contaba con
cierta gimnasia electoral. En el caso de Mendoza, es cierto que estamos frente a la típica figura
del empresario que llega a la política desde afuera. Sin embargo, es prematuro hacer cualquier
afirmación acerca de su candidatura. La situación parece responder más a la urgencia de los
sectores opositores al chavismo de erigir un candidato o crearlo de la nada.
De los países que se inscribieron en el “giro a la izquierda” de comienzos del siglo XXI, se
mantienen Venezuela, con una severa crisis pese a los resultados de la elección; Bolivia, con
incertidumbre acerca de la eventual sucesión de Morales en la próxima contienda electoral;
Ecuador, con sus evidentes señales de tensión entre el ex presidente Correa y su sucesor
Moreno; y Uruguay, donde el progresismo del Frente Amplio triunfo con Vázquez más
moderado.
Más recientemente, México ha suscitado cierto interés en el campo de la izquierda, aunque son
más los interrogantes que las certezas acerca de la orientación ideológica que adoptará los seis
años de gobierno recientemente electo López Obrador. Recordemos que México es un país en
el cual la fuerza predominante históricamente ha sido el PRI, en un sistema político de matriz de
partido único con un claro sesgo de derecha. En 2018 hubo nuevas elecciones que le dieron la
38
victoria a López Obrador como sucesor del derechista Peña Nieto. Por primera vez el
desplazamiento del PRI ocurrió por izquierda, aunque hay que decir que López Obrador no se
inscribe precisamente en la izquierda tradicional. Cierta orientación ético moral de su campaña
política y las dudas respecto de hasta dónde avanzará con una agenda progresista cuando asuma
el mando colocan un manto de incertidumbre sobre una refundación del Estado que contemple
los factores económicos y sociales que la crisis mexicana requiere para su estabilización.
Los análisis sobre el embate de las derechas son cada vez más frecuentes, pero todavía llama la
atención la relativa ausencia de análisis que relacionen la situación del presente con la
experiencia del ascenso de las derechas en el contexto de afirmación del neoliberalismo en los
años 80 y 90 del siglo pasado.
En América Latina, el término nueva derecha comenzó a usarse hacia los años 80. Pronto el
concepto enlazó con los procesos de transición a la democracia en la región y sirvió para
diferenciar a la derecha tradicional, que acompañó la instauración e institucionalización de las
dictaduras de los años sesenta y setenta, de aquella otra que, crisis de la deuda mediante,
redefinió su estrategia de poder. Identificando al Estado ocupado por la alianza tecno-
burocrática-militar como el otro político que obturan la representación de sus intereses, la
nueva derecha hizo una opción pragmática por la democracia y acompañó a su modo y con
fuertes condicionamientos los procesos de transición que se abrieron entre 1983 y 1990 en toda
la región.
Se trata de una derecha que defendía a ultranza los valores del capitalismo más voraz contra
aquello que consideraba sus agentes de erosión: el comunismo, el burocratismo, el
intervencionismo del Estado y, en general, cualquier política regulatoria del mercado que
afectara los intereses de clase de unas burguesías consolidados en los años setenta en el marco
39
de los Estados terroristas fundados en la Doctrina de Seguridad Nacional. La nota distinta en el
contexto de la transición era que esta nueva derecha estaba dispuesta a promover un cambio
en el formato político, toda vez que consideraba que el tipo de Estado implementado durante
las estrías ya no representaba adecuadamente sus intereses.
Entonces, una vez más, ¿qué hay de nuevo en las “nuevas” derechas? ¿Qué sabemos de ese
capital cultural acumulado?
La clave para calibrar la novedad de las derechas actuales y ofrecer una respuesta más compleja
está en el enfoque e instrumental metodológico que se utilice para estudiarlas, en este caso, la
sociología histórica.
En este sentido, el año 1989 es fundamental en nuestro estudio. En este sentido, el periodista y
politólogo José Natanson hacía referencia en el año 2013 a "la nueva derecha latinoamericana"
en la cual precisamente se señala el año 1989, con la caída del Socialismo Real, como un hito. El
autor decía que Macri es la expresión de una nueva derecha latinoamericana cuyo origen es el
mismo que la nueva izquierda: la caída del Muro de Berlín, el fin de la amenaza comunista y la
distracción relativa de Washington respecto de América Latina. En este nuevo entorno
geopolítico, el clásico partido militar desapareció como vía de acceso al gobierno, y el poder
económico, mediático, corporativo comenzó a buscar la forma de construir alternativas propias.
Además, en 1989, ocurrieron acontecimientos que forman parte de un proceso de cambio social
de más amplio calibre. En Europa, ese año fue la caída del muro de Berlín. El eslogan de M.
Tatcher: There Is No Alternative (TINA), parecía concretarse en la pretensión de un mundo
unipolar que se asumía definitivamente alcanzado con el fin del Socialismo Real. Las
celebraciones del bicentenario de la Revolución Francesa contribuyeron a este clima de época.
George H. W. Bush asumió la presidencia, poniendo en marcha el Plan Brady de reestructuración
de la deuda por el cual los países de América Latina se comprometieron a seguir los lineamientos
del Consenso de Washington.
40
fortalecidos la Concertación de Partidos por la Democracia y el Partido Colorado,
respectivamente. A su vez, en Perú, el derechista Mario Vargas Llosa renunció a la candidatura
presidencial reasumiendo luego, pero sin lograr vencer en la segunda vuelta al recién llegado
Alberto Fujimori. Ese mismo año en México, en las elecciones subnacionales por primera vez en
la historia del país, fue vencida la hegemonía del partido único del PRI Democrática de
orientación de izquierda. En Nicaragua 1990 la Unión Nacional Opositora (UNO) derrotó al FSLN
(Frente Sandinista de Liberación Nacional) con Violeta Barrios de Chamorro a la cabeza.
Como es evidente, hay líneas que llegan hasta nuestro presente como el recurso del
impeachment en Brasil, pero esta vez contra un gobierno progresista. Por otra parte, en
Uruguay, la capacidad del FA para irrumpir en el histórico bipartidismo blanco-colorado. En Chile
y en Paraguay, la fortaleza de los dos partidos que gobernaron la transición; en Perú, el poder
concentrado en la familia Fujimori; en México, otra vez un escenario electoral de tensión con el
PRI y su poderosa estructura.
Otra línea de continuidad, posible de establecer en la coyuntura que se abrió en 1989, es la que
refleje a la violencia política como factor de poder en el marco de gobiernos que se inscriben en
la democracia. Ese año, en El Salvador fueron asesinados en manos de las Fuerzas Armadas seis
sacerdotes jesuitas. En Colombia, ese mismo año hubo sangrientos enfrentamientos entre las
Fuerzas Armadas, el paramilitarismo y los carteles narcos, en particular el cartel de Medellín. En
Venezuela, 1989 fue el año del Caracazo, levantamiento popular que tuvo un saldo de cientos
de muertes que puso en evidencia la crisis económica e institucional en el país (crisis que buscó
resolverse por la vía de un intento de golpe de estado en 1992, por el cual el militar Hugo Chávez
fue primero condenado y luego sobreseído, hecho que se relaciona directamente con la
construcción de su candidatura en 1998). La situación de estos tres países en relación con la
violencia política no está resuelta. Y si bien entre los tres casos existen diferencias, lo cierto es
que el fenómeno está presente y es un factor político de gran peso. El paramilitarismo contra
las maras en El Salvador, la continuidad de asesinatos a líderes rurales pese a las negociaciones
de Paz en Colombia, y la reciente declaración de intento de magnicidio por parte de Nicolás
Maduro en Venezuela son elementos que hablan de la problemática relación entre violencia y
democracia hoy en los tres casos.
El historiador argentino José Luis Romero en 1970, reflexionó sobre el pensamiento político de
la derecha latinoamericana, donde subraya lo peligroso de estudiar a la derecha en términos
exclusivamente teóricos, evitando la puntualización de las correlaciones entre las doctrinas, los
grupos sociales y sorteando el análisis de las relaciones entre el pensamiento de la derecha y el
de las demás corrientes políticas; ya que ningún movimiento ideológico o político puede
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entenderse sino dentro del juego de situaciones reales y controversias en que surge y se
desarrolla.
Entonces, sin duda la novedad de las nuevas derechas es la invocación a la democracia como
formato representativo, aunque estas derechas entiendan a la democracia en términos
meramente instrumentales y muchas veces sin ocultar su vocación autoritaria. Es una nueva
derecha porque, a diferencia de las antiguas derechas, no es literal con su propio legado sino
que puede recubrirse, mimética, con las consignas de la movilización social
Otro rasgo novedoso de las derechas en el siglo XXI es la alianza entre la nueva derecha, los
medios de comunicación hegemónicos y el sentido común que atraviesa a vastos estratos de las
capas medias urbanas y rurales.
Las experiencias transformadoras de las primeras décadas del siglo XXI, que formaron parte del
denominado "ciclo progresista" o "giro a la izquierda", han mantenido posiciones
antineoliberales. Sin embargo, han fallado en la construcción duradera de una hegemonía
alternativa a la neoliberal.
Para estudiar la construcción de hegemonía promovida por las derechas actuales, es pertinente
saber que según A. Grimson, una condición básica de cualquier proyecto hegemónico consiste
en instituir los lenguajes de la disputa social, definir el campo de sentidos donde se desarrolla el
conflicto social, estipular con eficacia cuáles son las acciones, reclamos y repertorios
potencialmente eficaces en una etapa determinada.
La definición del campo de sentidos donde el conflicto social se desarrolla es la "batalla cultural",
que produce transformaciones en el sentido común. Así, según Mouffe, la nueva derecha ha
decidido luchar por obtener el poder intelectual, para lo cual ha emprendido una batalla cultural
cuyo lema es “contra el totalitarismo, contra el igualitarismo, contra el racismo, por una nueva
cultura”. El propósito de este ataque ideológico es transformar el sentido común, que se
conforma en torno a valores socialdemócratas, y reducir así las expectativas de la gente, destruir
su sentido de solidaridad y responsabilidad hacia los desposeídos y prepararla para aceptar la
sociedad de corte más autoritario que se está Implantando en muchos lugares.
Una de las líneas de combate de la denominada batalla cultural que han librado las derechas en
América Latina es contra el igualitarismo. Así, el neoliberalismo que falló en lo económico, no lo
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hizo socialmente donde, por el contrario, ha logrado muchos de sus objetivos, creando
sociedades marcadamente más desiguales, aunque no tan des- estatizadas como se lo había
propuesto.
En 2014 las cifras indicaban que América Latina era la región más desigual del mundo. Según la
CEPAL, el 10% más rico de la población de América Latina había amasado el 71% de la riqueza
de la región. Gran parte de esta riqueza se mantiene en el ex- tranjero, en paraísos fiscales. En
2017, el tema de los paraísos fiscales salió a la luz en Argentina cuando se dio a conocer el
involucramiento del propio presidente Mauricio Macri y varios de sus funcionarios en los
Panamá Papers.
Observamos cinco tópicos en los cuales es posible observar el despliegue de dicha construcción:
los usos del pasado y el pensamiento crítico; la moralización de la política; la "racialización" de
la diferencia; la reposición del binarismo de género; el lenguaje de los Derechos Humanos
(DDHH) en la coyuntura actual.
Introducción al dossier
La situación de la derecha en cada uno de los países es diversa, e incluso dentro de un mismo
espacio hay matices entre las fuerzas que se agrupan en esa formación ideológica
(distinguiéndose por ejemplo las vertientes populista, tecnocrática y autoritaria)
Estos vínculos les han permitido dar una batalla cultural por el sentido, construyendo hegemonía
en torno a determinados valores, tales como la moralización de la política, la reposición del
binarismo de género, la apropiación del lenguaje de los derechos humanos, y la racialización de
la diferencia.
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GONZÁLEZ, Guadalupe; HIRST, Mónica; LUJÁN, Carlos; ROMERO, Carlos;
TOKATLIÁN, Juan Gabriel – “Coyuntura crítica, transición de poder y
vaciamiento latinoamericano”. (2021)
El escalamiento de la rivalidad entre Estados Unidos y China tras la pandemia, con sus
consecuencias geopolíticas, ha generado crecientes presiones sobre el erosionado andamiaje
multilateral global. El acelerado ascenso de China como nueva gran potencia, el resurgimiento
de una Rusia asertiva y perturbadora.
Una transición de poder en el plano sistémico en tanto que hay una disputa, entre una potencia
en declive y otra en ascenso, por la distribución relativa de capacidades materiales, influencia y
prestigio, con un componente inherente de conflicto.
Toda coyuntura crítica obliga a la acción y toda transición de poder es, por definición, conflictiva.
Se avecina así un nuevo bipolarismo de naturaleza muy distinta de la bipolaridad de la Guerra
Fría en, al menos, cuatro aspectos fundamentales: el alto nivel de interdependencia e
interconexión global; la baja polaridad sin la estructuración de bloques rígidos (hasta ahora); las
lógicas laxas y/o difusas de los liderazgos dominantes; y, por último, la presencia de diversos
tipos de regionalismo y grados de regionalización.
La gran recesión económica irrumpió en 2008 sin que, a pesar de las promesas del g-20, se
hubiera acordado una eficaz regulación del capital financiero. Se fue enraizando una
globalización asimétrica portadora de desigualdad y sensación de precariedad por el
desmantelamiento del Estado de Bienestar. Estamos en presencia de una persistente retracción
de la democracia liberal.
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De regiones y regionalismos: configuraciones económicas y tejidos políticos comunes
El siglo XX cerró con una ola expansiva de regionalismo, con proyección mundial, que se
mantuvo activa en los siguientes tres lustros.
Las tendencias, no han sido homogéneas, lineales ni igualmente resistentes a los cambios
producidos por las coyunturas internacionales. También es importante subrayar la diversidad en
materia de alineamientos y grados de exposición o vulnerabilidad frente a las grandes
tendencias globales, particularmente la tensión EEUU-China. saltan a la vista los contrastes
Norte-Sur de los regionalismos contemporáneos. Por un lado, el proceso europeo pertenece a
otra índole de construcción colectiva cuando se comparan los niveles de autonomía
geoestratégica y los escalones ascendidos en la sustentabilidad de la ecuación paz y
seguridad/integración económica. Por otro, están las regiones que integran el Sur global.
Realidades producidas por fragmentaciones y polarizaciones políticas intrarregionales pueden
tanto profundizar la intranscendencia estratégica como llevar a que se obtenga una parcial
relevancia.
La primera década del siglo XXI mostró lo que algunos denominaron una «nueva» América
Latina, con mayor crecimiento, estabilidad democrática y autonomía internacional. El dato más
trascendental fue el significativo aumento de los precios de los productos primarios agrícolas,
mineros y energéticos que exporta la región, que permitió altas tasas de crecimiento y la
posibilidad de incrementar las arcas de los gobiernos, que se encontraban disminuidas por las
medidas promercado de los lustros previos. También fue posible, en particular en América del
Sur, recuperar una histórica aspiración de construir su propia voz política anclada en una agenda
de coordinación intrarregional que buscaba una expresión colectiva ante asuntos claves –como
infraestructura, energía y políticas de defensa– y promovía la diversificación de las relaciones
exteriores y las alianzas extrarregionales. En un primer momento (2005-2015), la combinación
generada entre el ascenso económico de China y la menor atención política de EEUU como
consecuencia de sus prioridades estratégicas representó externalidades favorables para que
estos cambios se produjesen.
Se redujo la pobreza por medio de políticas inclusivas, pero no la fragilidad de los sectores
populares obligados a convivir con persistentes niveles de desigualdad de derechos y
condiciones de vida. Se recuperó el rol del Estado, pero no necesariamente sus capacidades de
proveer bienes públicos de forma sostenible. Las democracias electorales siguieron funcionando
sin que hubiera mayores avances institucionales en los sistemas de representación política,
Estado de derecho y libertades civiles. Entre varios entorpecimientos, se destacan el proceso de
judicialización de la política y el agravamiento de las condiciones de seguridad pública.
La respuesta política se dio en los años 2014-2019, cuando en diversos países de la región
asumieron gobiernos que buscaron descartar las orientaciones previas y defendieron la
aplicación de recetas económicas liberales acompañadas por políticas exteriores que
45
explicitaban afinidades ideológicas con EEUU. Una fatiga política semejante afectó a los
gobiernos de derecha y centroderecha que habían sostenido opciones de regionalismo abierto,
como la Alianza del Pacífico (AP). Esas tendencias se reflejaron en un proceso de desgaste
generalizado de organizaciones que habían generado una expectativa de rejuvenecimiento del
regionalismo, crecientemente lesionadas por la interiorización de polarizaciones que
estimulaban un divisionismo intralatinoamericano: Mercosur, CAN, Celac, OEA, Unasur y, a su
vez en marzo de 2019, se creó el Foro para el Progreso de América del Sur (Prosur), con la
participación de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Paraguay, Perú y Guyana, una
iniciativa por el momento con resultados efímeros e inconsecuentes.
Sin lugar a dudas, la situación en Venezuela ha sido el epicentro de la crisis del regionalismo
latinoamericano. Desde el punto de vista interno, se viene observando un continuo movimiento
de cierre político del gobierno de Nicolás Maduro, con fuerte impacto económico y social. En el
último bienio, la crisis económica y la agravada crisis humanitaria en Venezuela. Al mismo
tiempo, se observa una creciente internacionalización de la crisis venezolana. la conformación
de alianzas del régimen de Maduro con un número importante de potencias y países
intermedios como China, Rusia, Turquía e Irán.
46
Este es el escenario regional en que arriba el covid-19. La pandemia se inserta en un contexto
de desilusión generada por la desaceleración económica, la convulsión política, el descontento
social y la disgregación diplomática, acompañada por polarizaciones políticas intrarregionales.
El poder de erosión del impasse venezolano, el impacto del aislacionismo de Brasil con el
corolario de la desaparición de Unasur y, por último, el repliegue de México, con la consecuente
retracción de los mecanismos centroamericanos y de la AP; en el plano extrarregional, la
rivalidad EEUU-China y la reducida y/o ambivalente presencia europea.
Durante estos últimos cuatro años, la Secretaría General de la OEA ha interpretado la tarea de
defensa de la democracia como la de promocionar un cambio de régimen en Venezuela. La salida
de Venezuela de la OEA ocurrió en 2019, al mismo tiempo que la organización reconocía a Juan
Guaidó como «presidente encargado» de este país.
Luego, la OEA actuó como catalizador del proceso de disrupción institucional en Bolivia en 2019,
legitimado por la interpretación de los resultados electorales de su equipo auditor.
47
Con respecto al TIAR, su invocación en septiembre de 2019, a partir de la solicitud de Colombia,
para lidiar con la situación en Venezuela, ubicó a la región en la «alta política mundial» como no
lo había estado desde la crisis de los misiles en Cuba en 1962; identificando una suerte de peligro
para la seguridad internacional en América del Sur en el doble marco de la «guerra contra el
terrorismo» y la «guerra contra las drogas», lideradas por EEUU. El uso de ese recurso reforzaba
la sinergia generada entre la OEA y el Comando Sur en sus compartidos esfuerzos por identificar
a Venezuela como una amenaza regional. Tal securitización se ha profundizado a partir de la
activa agenda de colaboración militar entre Colombia y Brasil con el Comando Sur.
EEUU rehusó asistir a las audiencias de la CIDH sobre inmigración a principios de 2017, se retiró
del Consejo de Derechos Humanos de la ONU en 2018 y redujo año tras año las partidas
presupuestarias para promoción de la democracia y los derechos humanos. En 2019, disminuyó
su contribución a la CIDH acusándola, desatinada e injustificadamente, de promover la
legalización del aborto y, en 2020, impuso sanciones contra la fiscal jefe de la Corte Penal
Internacional, Fatou Bensouda. Los cuestionamientos a la CIDH vendrían también de gobiernos
y sectores de izquierda latinoamericanos molestos por las resoluciones de la Comisión contra
políticas de «mano dura» por parte de gobiernos tan disímiles como los de Venezuela,
Nicaragua, Chile y Ecuador frente a las movilizaciones y protestas sociales en 2019 y 2020.
Por último, cabe mencionar la crisis generada en el BID a partir del proceso de elección de un
nuevo presidente en octubre de 2020. Aquí confluyeron dos hechos. Uno: el gobierno de Trump
decidió asumir el control del banco, que EEUU ayudó a crear y financiar, con el propósito de
condicionar la provisión de créditos y limitar la expansión de China en América Latina, en
especial en el terreno de los proyectos de infraestructura, energía y tecnología. Dos: América
Latina mostró una vez más su disfuncional fractura, que refleja divisiones políticas acumuladas,
al carecer de una candidatura de consenso y de peso.
Reflexiones finales
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que habrá prioridades, como ya se indicó con el anuncio de la Alianza para la Prosperidad, un
programa de cuatro años y 4.000 millones de dólares para atender las causas de la migración
desde Centroamérica.
Destacamos como conclusión seis rutas de escape que deberían orientar este esfuerzo: a)
coordinación intergubernamental regional para lidiar con la pandemia de covid-19 y sus
dramáticos impactos económico-sociales; b) diálogo político de carácter regional con el
gobierno de Venezuela, c) apoyo al proceso de paz en Colombia, cuyo freno y erosión conllevan
el riesgo de que el Acuerdo de 2016 se transforme en letra muerta; d) atención de la gravísima
situación humanitaria que afecta a los flujos de migrantes, refugiados y desplazados tanto en
Mesoamérica como en Sudamérica, hoy más urgente por la pandemia; e) esfuerzos para que las
instituciones interamericanas recobren representatividad, legitimidad y funcionalidad, y f)
énfasis en la necesidad de que América Latina y el Caribe reaccionen al aislamiento y la
irrelevancia en el plano internacional.
49
Moreira, Carlos; Raus, Diego & Gómez Leyton, Juan Carlos – “La nueva
política en América Latina: Rupturas y Continuidades” (2008)
América Latina está transitando una etapa política caracterizada por la progresiva instalación de
gobiernos de nuevo signo: Chávez 1998, Lula da Silva 2002, Kirchner 2003, Tabaré Vázquez 2005,
Evo Morales, Daniel Ortega (Nicaragua), Correa, Lagos y Bachelet 2000-2006.
Se da un cambio de políticas en América Latina que intentan desandar las fracturas e incertezas
generadas en la hegemonía neoliberal de los ‘90.
Denominadores e hitos analíticos de los nuevos gobiernos en América Latina (en adelante NG):
El equilibrio entre la decisión política de éstos y las restricciones externas es una característica
crucial de los NG en América Latina.
Comenzando por las restricciones a la acción política de los NG, tenemos que registrar el
contexto económico mundial, que se puede definir como un espacio global dinamizado por la
50
circulación financiera a la vez que refleja la agenda de problemas de los países centrales y
plantea límites importantes a los programas de políticas públicas centrales y plantea límites
importantes a los programas de políticas públicas alternativas a las orientaciones pro-mercado.
- Los vaivenes de la economía financiera tienen un impacto directo en las deudas externas, y
éstas implican determinaciones muy fuertes a los intentos de políticas económicas más
autónomas.
- La globalización financiera implica que la inversión más dinámica, dado que la inversión
externa es una necesidad imperiosa para los países latinoamericanos, proviene de fondos
básicamente orientados desde una lógica financiera. Se articula casi de manera “contra-
natura” la necesidad de inversión de capitales para sostener las economías productivas en
América Latina, con la llegada de capitales cuya lógica absoluta es la realización de un
diferencial financiero. Esta contradicción implica que los gobiernos deban mantener una
política macroeconómica que tiende a la ortodoxia monetaria, con un discurso y una
política económica que tiende a un desarrollo estructural con cierta dosis de autonomía
interna y búsqueda de mercados externos.
No hay que desdeñar el fuerte apoyo interno que las políticas pro-mercado adquirieron en
sectores sociales luego de las reformas y que operan como límites internos muy fuertes al diseño
de políticas económicas demasiado heterodoxas. Los NG tienen un escaso margen de
legitimidad social interna para pendular entre la ortodoxia y la heterodoxia económica.
Cambios sociales
Esta nueva cuestión social se traduce políticamente en una fragmentación de las identidades
sociales clásicas de la etapa populista-desarrollista y en la emergencia de múltiples identidades
definidas, y por un lado, socioculturalmente a partir de ser portadoras de valores y demandas
extraeconómicas, y, por otro lado, identidades sociales definidas desde lo socioeconómico. Las
identidades sociales más dinámicas se constituyen desde la exclusión más que desde la
articulación América Latina mercado de trabajo formal.
51
Los obstáculos o límites a la gestión de los NG provienen de un contexto donde los ciudadanos
esperan cambios radicales para sus vidas, y, al tiempo, demandan un manejo equilibrado de la
autoridad gubernamental. Y en la práctica, ambos principios se muestran difícilmente
conciliables.
2. ¿Es posible considerar que la “ola” de gobiernos que atraviesa América Latina contiene
elementos y características que permiten hablar de una categoría homogénea?
Existe un campo común entre los NG que se caracterizaría por enfrentar un contexto de
restricciones, y el hecho de compartir un conjunto de ideas y políticas caracterizadas por la
oposición América Latina modelo neoliberal, América Latina regreso de un Estado activo, la
asociación entre la iniciativa pública y privada y la búsqueda de nuevos equilibrios
internacionales, principalmente a nivel regional.
- Oposición explícita a las reformas pro-mercado implementadas en la última década del siglo
pasado.
- Recuperación discursiva y práctica (política) del Estado en términos de intervención en la
vida del país, ya sea en ciertas áreas económicas, sociales y políticas. Reposiciona la política
pública, y en ella, la planificación como el instrumento más concreto de la acción estatal y
la intervención autónoma en áreas de la vida social.
- Una actitud diferencial respecto al mercado, en el sentido de generar alternativas a este
respecto América Latina papel que le habían dado los gobiernos reformistas. El discurso
programático de los NG es que los mercados perfectos no existen, que ellos tienen fallas y
que el papel del Estado es insustituible para regularlos dentro del esquema capitalista
dominante.
- Plantean una nueva relación de fuerzas entre los NG y los poderes más concentrados del
orden global. Esta nueva posición internacional implica posicionar políticas externas con un
grado mayor de autonomía relativa que los gobiernos reformistas.
Políticas genéricas:
52
Conciencia respecto a los efectos de la fractura social
Un tercer aspecto muestra a los NG como portadores de una conciencia clara respecto a la
fragilidad social y a la conflictividad potencial que implica la fractura social producto directo de
las reformas estructurales de los ’90. Los NG sostuvieron en sus propuestas electorales
programas sociales que en su mayoría consisten en una asignación monetaria a cambio de
contraprestaciones, que, si bien significan una continuidad con las políticas focalizadas de la fase
tardía del neoliberalismo, ampliaron el número de beneficiarios y de las partidas
presupuestarias destinadas a mejorar la situación de los sectores pobres.
La crisis de legitimidad política es asumida en toda su dimensión por los NG como un aspecto
que tiende a generar ingobernabilidad y a potenciar conflictos sociales por fuera del sistema
institucional. La deslegitimación política es considerada también como un factor coadyuvante a
la perdurabilidad de situaciones de injusticia tanto en sentido social como político y ético. Los
gobiernos reformistas de los ’90 habían apostado e inducido a la desmovilización política como
política funcional a la expansión de las mismas reformas que, dado su carácter desagregativo y
concentrador, podían generar fuertes oposiciones. La política de restaurar participación y
legitimidad política es un aspecto consensual a estos gobiernos.
El Estado vuelve a tener una representación y una participación de primer orden en las políticas.
Prevalece la idea de un Estado que rearticula su relación con lo social desde una dinámica más
flexible tanto en lo que hace a su constitución institucional como en lo que atañe a la
temporalidad en que se establecen esos vínculos.
En esta clasificación Argentina sería un caso híbrido o intermedio, y Nicaragua una incógnita a
develar.
Variables comparativas:
- Respeto a las instituciones y reglas de juego estructurales de las reformas de los ’90.
- Política discursiva y de movilización social
- Fragmentación o concentración del sistema de partidos
- Decisionismo político y relaciones institucionales con la oposición
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- Integración regional y relación con EEUU
Es necesario considerar cada NG de acuerdo al respeto que tienen frente a los límites
estructurales de la economía de mercado. En este aspecto se puede considerar que existe un
mayor cuidado de no violentar las instituciones y las reglas de juego estructurales que las
reformas de los ’90 dejaron por parte de los NGI que de los NGP.
Respecto a los NGP es claro un mayor desapego a la ortodoxia dominante en función de razones
internas. El delicado equilibrio en esta diferencia es si la mayor ortodoxia de los NGI le permitirá
sustentar el crecimiento económico sin grandes sobresaltos, y en algún momento, mejorar la
distribución social de la riqueza, o si la mayor heterodoxia de los NGP es una política posible en
este nuevo escenario en América Latina que permite mejoras sociales a un costo no demasiado
elevadas en tanto es más discursivo que práctico.
Los NGI, sobre todo en Chile y Uruguay, interpelan a un sujeto cuyo contorno más preciso es la
figura del ciudadano. Los NGI poseen una mayor tradición de institucionalidad política. En los
NGP la interpelación principal vuelve al concepto tradicional del pueblo y, una vez más,
encarnado éste en los más pobres o los que más sufrieron las consecuencias estructurales de las
reformas. Esta diferencia es clara si se contrasta un discurso político en el que se privilegia al
individuo dotado de derechos, sobre todo civiles y políticos, con otro que no pasa inadvertido
en tanto se dirige a los más humildes, a los pobres, y que por su misma definición implica
características mucho más emocionales, urgentes y que se posicionan sobre la idea de una
justicia que se debe recuperar.
Desde el punto de vista ideológico, en los NGI se han fortalecido estructuras partidarias que
pivotean entre una derecha liberal y/o conservadora mucho más moderna que antaño, con una
izquierda que en sus representaciones mayoritarias invierten la ecuación, pero no apuntan a
modificarla, respecto a la cuestión social y respeto a otros derechos posmateriales con
aceptación del statu quo económico. Esta mayor aproximación en el arco ideológico permite
generar clientelas electorales más sólidas en términos de identidad y más seguras en términos
de una atenuación del conflicto ideológico y político. El resultado neto es una mayor estabilidad
institucional a partir de la negociación interpartidaria.
En los NGP, por el contrario, las ideas políticas registran un arco de variación y polarización
fuerte, que se combina con la tendencia a partidos o movimientos hegemónicos, y en definitiva,
54
a formas de negociación política que tienden a la imposición, la desacreditación de la oposición,
y a una estabilidad política muy precaria.
Entendiendo el concepto como una tentación superior a generar actos de gobierno a partir de
centralizar las decisiones y los mecanismos que llevan a tomarlas, sería visible una mayor
concentración de autoridad en el proceso de toma de decisiones de los NGP respecto a los NGI.
Los NGI evidencian una tendencia a participar en un escenario político más institucionalizado e
términos del sistema de partidos y, por ende, necesariamente están más condicionados a la
búsqueda del consenso para tomar decisiones políticas significativas. Esta dinámica implica una
lentitud mayor en la toma de decisiones significativas, pero a cambio ofrece un escenario más
estable y una potencial perdurabilidad de las políticas/acuerdos implementados.
Los NGP se caracterizan por una tendencia muy marcada a concentrar las decisiones más
significativas, y, por ende, a aislarse respecto a las oposiciones políticas, pero también de los
desacuerdos que puedan surgir de la sociedad civil. La dinámica decisionista esconde en su
supuesta mayor eficiencia un estilo político que progresivamente lleva a una mayor
confrontación con una multiplicidad de actores, y como consecuencia, a un escenario político
signado por el conflicto y la tendencia América Latina autoritarismo.
Pareciera haber una mayor vocación en fortalecer procesos de integración regional en los NGP
respecto a los NGI. Esto supone también un mayor enfrentamiento, básicamente discursivo, con
EEUU por parte de los NGP con relación a los NGI. En este aspecto relacional se puede pensar
en la incidencia de dos factores. La mayor tendencia institucional y de negociación con la
oposición y los factores de poder por parte de los NGI le achica ciertos márgenes de movimiento
para oponerse a algunas políticas más regionalistas. Los NGP por su mayor confrontación con
EEUU necesitan fortalecerse internamente, pero sobre todo en el plano internacional a partir de
solidificar acuerdos regionales, ampliarlos o desarrollar proyectos de nuevas integraciones.
4. Existen dos maneras de abordar los NG, los análisis comparativos y los estudios de caso.
Hemos ordenado este libro siguiendo esta lógica, desde lo general a lo particular.
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Rouquié, Alain - “La encrucijada latinoamericana y los actores globales”
(2020)
A principios del siglo XXI, América Latina conoció un período de auge excepcional. Según el BID
este fue el “decenio de América Latina”, impulsado por el “superciclo de las materias primas”.
Esta prosperidad pertenece ya al pasado. El crecimiento económico ha sido sustituido por la
incertidumbre y las recesiones. Además, se han verificado, recientemente, amplios y, a veces,
violentos movimientos de protesta en varios países del continente contra gobiernos de
orientaciones diversas y hasta opuestas. A Venezuela y Nicaragua se han sumado, en 2019,
Bolivia, Colombia, Ecuador, Chile y Haití. Los resultados de las elecciones en la temporada 2017-
2019, anticiparon un cuadro general de descontento y de aspiraciones de cambio, verificándose
alternancias políticas en Chile, Colombia, Brasil, México, El Salvador y Argentina. Sólo persistió
la continuidad política en Paraguay y en Costa Rica. Venezuela y Bolivia constituyeron casos
aparte con la pseudo reelección del jefe de Estado en el primero y la renuncia del presidente en
el segundo, después de una reelección ilegal y sospechosa.
Para completar el panorama del malestar político y social, debemos señalar algunas sorpresas,
más allá del voto castigo y de las movilizaciones populares de estos años. Una de ellas, fue la
elección de un presidente de extrema derecha en Brasil, comprometido a borrar la herencia de
los gobiernos de centroderecha o izquierda que habían dirigido el mayor país de la región
(séptima economía mundial), desde la restauración de la democracia en 1985. La otra, fue la
amplitud y la duración de los estallidos sociales que han sacudido el país latinoamericano más
exitoso: Chile, miembro de la OCDE desde 2001 y cuyo PIB per cápita supera el de varios Estados
de la Unión Europea. Estos “cisnes negros” políticos expresan de forma contundente la
profundidad de la crisis por la que hoy atraviesa América Latina.
Fragmentación y eclipse:
56
Unasur y la CELAC se encuentran en receso o en peligro existencial. El gobierno brasileño ha
declarado, desde su formación en enero de 2019, que el Mercosur ya no es una prioridad
nacional. Posteriormente, sus integrantes manifestaron una hostilidad ruidosa y sin rodeos al
nuevo presidente argentino desde el día de su elección en octubre de 2019. En estas
condiciones, el Mercosur tiene pocas posibilidades de progresar y solo la dinámica económica
le permite sobrevivir.
La UNASUR, creada en 2008, se encuentra acéfala y en estado vegetativo. Esta unión subregional
tiene, además de una competencia en materia de seguridad (la comunidad de defensa), un
cometido crucial en el sector de infraestructura terrestre en particular (IIRSA), con el objetivo
de unir los dos océanos y facilitar, de esta manera, el comercio regional y el acceso de todos los
países a los pujantes mercados asiáticos.
La Comunidad de los Estados de América Latina (CELAC), fundada en 2010, reúne a los treinta y
tres Estados de la región, incluyendo a Cuba (y sin los Estados Unidos). Esta es, sin duda, la razón
por la cual Brasil acaba de anunciar que dejará de ser miembro de este organismo, estancado
antes de haber encontrado su destino. Tal es así que ha sido imposible reunir la Cumbre de la
Unión Europea con América Latina y el Caribe que debía llevarse a cabo en 2017, conforme el
mecanismo de consulta que existe desde 1999.
Al comienzo de este segundo decenio del siglo ya no hay ningún país líder. Ningún Estado de la
región parece abrigar ambiciones internacionales. Brasil, gran potencia por su envergadura de
“país-continente” y que actuaba como un actor global, ha renunciado, de repente, a su papel de
líder regional. Su prioridad hasta el momento (2020) es la de seguir la política exterior de los
Estados Unidos de Trump, así sea, a veces, en contra del interés nacional. Esta política ideológica
de autodestrucción tiene evidentemente consecuencias negativas para el conjunto de la región.
América Latina no tiene ningún vocero para manifestar su presencia internacional y defender
sus intereses comunes en los foros exteriores. Este fue el papel que tuvo México durante los ‘70
y ‘80 pero hoy, bajo la presidencia de AMLO, se ha dado por objetivo una “regeneración
nacional” que no se extiende a la política exterior. Por el contrario, México ha vuelto de
momento a su tradición histórica de aislamiento y de neutralidad. En cuanto a Venezuela, la
catástrofe económica y social en la que se está hundiendo le impide cualquier veleidad de
iniciativa internacional.
Frente a las dificultades del presente, en vez de buscar soluciones novedosas, se ha vuelto
muchas veces hacia el pasado, que se podría llamar retrospectiva.
57
El espejismo del pasado:
Esta opción regresiva se expresa en forma amenazante en el Brasil del presidente Bolsonaro y
más discretamente en México, donde no es una referencia histórica asumida.
En Brasil, el gobierno actual ha tomado como objetivo erradicar de la sociedad “el marxismo
cultural”, concepto amplio que cubre todo tipo de liberalismo político y social. Es cierto que, en
un Brasil violento, que sale dificultosamente de una larga recesión. El recuerdo de la seguridad
y de los años de fuerte crecimiento de la dictadura (1964-1985) ha contribuido a la elección de
un presidente reaccionario.
La política del retrovisor no es tan obvia en México. Pero frente a los desafíos de la pobreza y de
la delincuencia violenta muchos mexicanos añoran la época pre-democrática del Estado fuerte
y de la presidencia imperial del PRI que gobernaba en un país próspero, seguro y respetado.
López Obrador no piensa en resucitar el régimen “priista”, sino en otorgar más autoridad al
gobierno central para combatir a las bandas de delincuentes y romper con la política económica
“neoliberal” de sus predecesores. Es decir, volver a un modelo más inclusivo y estatista.
Sin embargo, las políticas retrospectivas no se han limitado en América Latina a las narrativas
que prometen el regreso a una fantaseada “edad de oro”. La favorable coyuntura de principio
de siglo y el superciclo de materias primas han contribuido al resurgimiento o a la consolidación,
de un modelo económico que se creía superado. En este decenio de bonanza se ha dado
prioridad absoluta en cada país al producto líder de la demanda exterior, ante todo asiática, a
expensas de los sectores más modernos y complejos. Se ha vuelto casi a la forma de
especialización productiva y hasta mono-productiva de tiempos pasados, en el período de
crecimiento “hacia afuera” que precedió al modelo ISI. Así es como Argentina aparece en la
actualidad como la República de la soja y México es, ante todo, exportador de autopartes y de
vehículos automotores para las empresas norteamericanas.
Descubridores y ciudadanos:
Una región dividida, de países que se dan la espalda, aislados por el nacionalismo y la
polarización ideológica, tal es el panorama que ofrece América Latina. Su apagón diplomático
58
tiene pocos precedentes. Sobre todo, cuando se trata de un Estado que había conseguido en los
últimos decenios una promoción internacional tan destacada como Brasil.
Por otra parte, el repliegue antiglobalista de los Estados Unidos y su declive en el continente han
creado un vacío que, en vez de ser aprovechado por los Estados latinoamericanos, ha abierto un
espacio inesperado para los nuevos “descubridores”. El interés de Washington por la región se
limita a intentar reducir las importaciones latinoamericanas y a parar la inmigración mexicana y
centroamericana. Ya ni siquiera el eje tradicional de la política estadounidense, como fue la
defensa de la democracia, tiene vigencia para un presidente amigo de dictadores y férreamente
opuesto a toda alianza y a toda instancia multilateral.
China, que aspira a ser la primera potencia mundial, está ya fuertemente implantada en América
Latina. Primer o segundo socio comercial de once países, entre los cuales se encuentran Brasil,
Argentina y Chile, gran inversionista en infraestructura, transporte y minería, ha firmado
tratados de libre comercio y acuerdos de asociación con más de seis países. Ha otorgado
asistencia financiera a varias naciones petroleras. Venezuela es hoy el mayor país que recibe
préstamos chinos.
En este contexto, la Rusia de Putin tiene como prioridad retomar el control sobre “el extranjero
cercano” y su vecindario eurasiático. Pero se ha impuesto como árbitro en los conflictos del
Medio Oriente y de África. En América Latina, además de proveedor de armas y de cooperación
en el sector petrolero, Moscú ha reactivado sus lazos con los aliados de la URSS en la Guerra Fría
(Cuba y Nicaragua) en conformidad con su proyecto antiliberal de alternativa al orden
internacional vigente. De ese modo, se ha vuelto un socio relevante de Venezuela, ofreciendo al
régimen chavista ayuda financiera y presencia militar.
En esta reconfiguración de las relaciones exteriores de América Latina, los países europeos
parecen estar paralizados. La Unión Europea ha perdido influencia en la región como
consecuencia de la erosión de los procesos de integración y de unión regional. La crisis del
regionalismo afecta también a la Unión Europea y al orden global. De hecho, América Latina es
para la Unión Europea un socio verdaderamente estratégico porque es la única región que
defiende las reglas y las instancias reguladoras del orden multilateral. A la hora de la
59
competencia entre continentes, solo el fortalecimiento regional alrededor de un proyecto
coherente y solidario puede permitir una rectificación indispensable. Para eso América Latina
no carece de medios. Más allá de sus enormes recursos naturales y humanos, tiene un capital
político consecuente y conocido. Se trata de la paz, de la ausencia de guerra y de conflictos
interétnicos o religiosos. Se trata, también, de su larga tradición democrática, de su apego al
derecho internacional que ha sabido enriquecer y manifestar en sus más recientes compromisos
diplomáticos.
El voto castigo, las alternancias electorales y los movimientos de protesta popular han
expresado la fortaleza y la capacidad de movilización, en este sentido, de las sociedades
latinoamericanas. También han sido factores de cambio y han impulsado reformas que preparan
un futuro más en sintonía con las aspiraciones de la mayoría de los ciudadanos.
En este sentido, la lucha contra la corrupción que procede de la presión popular es un fenómeno
ejemplar. Ni los jefes de Estado pueden escapar a la justicia y al castigo. Ni la oposición de las
élites y de las clases políticas han podido impedir este evidente progreso democrático que
contribuye a reducir la desigualdad social. Lo que demuestra que existen en la región
posibilidades de profundas y radicales rectificaciones de orientación política.
En un futuro no muy lejano, el despertar del continente podrá evitar nuevas dependencias y la
creación de zonas de influencia impuestas por los “descubridores” o por las nuevas y las antiguas
metrópolis. No cabe duda, que un conjunto de seiscientos millones de ciudadanos de renta
intermedia tendrá un peso innegable frente a los billonarios Estados asiáticos. El apetito por la
región de nuevos actores puede ser una oportunidad valiosa para que los Estados
latinoamericanos diversifiquen sus relaciones exteriores y su comercio. De este modo, la
reciprocidad en los intercambios ayudará a reducir las nefastas asimetrías.
Para contrarrestar a los partidarios de la ley de la selva, detener a los protagonistas del caos y
del desorden planetario y reconstruir un sistema internacional cooperativo con obligaciones
universales, el mundo necesita más que nunca a América Latina.
60
Russell, Roberto & Tokatlian, Juan Gabriel - “Resistencia y cooperación:
opciones estratégicas de América Latina frente a Estados Unidos”
(2008)
Introducción
El fin de la Guerra Fría dio lugar en EEUU a un vasto debate académico y político sobre la “gran
estrategia” que el país debería seguir para preservar sus intereses nacionales y su posición de
superioridad en el mundo.
Barry Posen y Andrew Ross (1996) analizaron cuatro posiciones estratégicas que dominaros el
debate académico en EEUU en la primera mitad de los ’90:
- Neo-aislacionismo
- Compromiso selectivo
- Seguridad cooperativa
- Primacía
Los autores se han referido fundamentalmente a los países de mayor poder relativo y a los que
perciben como fuentes de mayor amenaza a la seguridad estadounidense. Así, América Latina
ha merecido una atención muy menor, ningún país de América Latina cuenta con suficientes
atributos de poder para convertirse en el futuro previsible en una gran potencia, ni la región
presenta un nivel de amenaza comparable al de otras áreas del mundo.
El fin de la bipolaridad pareció sepultar muchas de las opciones estratégicas a las que había
apelado América Latina durante la Guerra Fría (protección extra-hemisférica, unidad colectiva,
revolución socialista y tercermundismo) y con más o menos, todos los países latinoamericanos
se acercaron a EEUU.
La década del ’90 fue la del acomodamiento en bloque, y en distintos grados, a EEUU. El
enlargement de la democracia y el mercado tuvo amplia aceptación en América Latina bajo la
forma de la extensión de los acuerdos de libre comercio y de la democracia liberal. Recién a fines
de los ’90 Chávez resucitó una estrategia de oposición a EEUU. Otros países ampliaron sus
espacios de resistencia a las preferencias estadounidenses, combinando distintas formas de
acomodamiento y de oposición que han puesto en evidencia una diversidad regional.
61
Supuestos básicos y principales tendencias
Nuestro análisis de las relaciones de los países de América Latina con EEUU y, en particular de
las opciones estratégicas de la región, se ordena a partir de un conjunto de
tendencias/supuestos.
2. Que la estrategia de primacía adoptada por EEUU persistirá como piedra angular de sus
políticas exteriores y de defensa.
George W. Bush reafirmó el aspecto central que define a la primacía –evitar el surgimiento de
un competidor global América Latina predominio estadounidense-.
La hegemonía de EEUU sobre América Latina continuará durante los próximos 10 años, dado
que no habrá ningún actor extraregional en condiciones de disputar ese espacio a EEUU.
5. Que América Latina no es ni será una prioridad para la política exterior de EEUU.
6. Que América Latina es una región que ha perdido gravitación e influencia en el sistema
internacional.
- Durante los ’70, América Latina vivió una década perdida en términos políticos: la extensión
de gobiernos autoritarios en el área significó un enorme debilitamiento institucional.
- Durante los ’80, fue una década perdida en materia económica: las notas prevalecientes
fueron el bajo crecimiento, el alto endeudamiento, mucha volatilidad financiera, mayor
informalidad laboral, pobre capacidad tecnológica y desplome de la calidad de vida.
- A lo largo de los ’90, América Latina transitó una década perdida en el frente social: se
ahondó la desigualdad, se incrementó la pugna entre clases y etnias, se mantuvieron altos
índices de miseria e indigencia, creció la violencia ciudadana, se multiplicó el desempleo,
se desatendió la educación y se deterioró la salud.
Hoy el peso específico de América Latina en la mayoría de los asuntos mundiales es menor que
América Latina término de la IIGM.
7. Que América Latina es una región diversa y, más aún, cruzada por diferencias y conflictos que
apartan a los países y subregiones que la integran. Dos líneas de fractura parecen prevalecer:
62
- La que separa a la América Latina del Norte de la del Sur (incluiría Colombia e incluso
Venezuela).
- La que divide a los países que tienen o desean tener acuerdos de libre comercio con EEUU
y lo que se oponen a ello.
Las divisiones también se observan en los mecanismos creados para promover la unidad política,
económica y diplomática de la región.
Desde fines de la GF, América Latina ha experimentado con cinco modelos de vinculación a
EEUU. Todos ellos implican:
Se trata de modelos que reflejan políticas de gobierno. Los cinco modelos tienen en cuenta un
conjunto de factores permanentes, durables y contingentes, que condicionan la definición de
los vínculos de los países de la región con EEUU.
63
Factores durables: poder relativo, la producción de un determinado bien o posesión de un
recurso natural, la identidad internacional del país, el grado de concentración/diversificación de
las relaciones exteriores y la densidad de los vínculos con EEUU.
Factores contingentes: incluyen aspectos tales como la significación estrategia de un país para
EEUU, o la orientación de la política exterior.
- Acoplamiento
- Acomodamiento
- Oposición limitada
- Desafío
- Aislamiento
Acoplamiento
Acomodamiento
Oposición limitada
Propugna una política mixta hacia EEUU en la que se combinan desacuerdo y colaboración,
concertación y obstrucción, deferencia y resistencia. La integración regional es considerada
esencial para el incremento del poder negociador conjunto del área frente a EEUU. Propugna un
64
modelo de desarrollo heterodoxo, neo-desarrollista, sensible a la cuestión social. Asigna un
papel clave al Estado. Procura cambios más profundos en la estructura económica y financiera
internacional, desestimula la negociación inmediata de un área de libre comercio hemisférica.
Propicia la reforma del orden global al que considera inequitativo, percibe a EEUU como un
poder dual (una combinación de amenaza y oportunidad) y asigna una gran importancia
estratégica a los vínculos con la región. Caso emblemático: Brasil. Casos aproximados: Argentina,
Venezuela, Bolivia y Ecuador.
Desafío
El primer factor irrita a Washington pero no influye directamente en su seguridad nacional. Por
el contrario, el segundo factor afecta directamente intereses considerados vitales por EEUU de
alcance global.
Aislamiento
Se caracteriza por secundar a EEUU, pero con el suficiente sigilo como para no llamar la atención
de propios y ajenos. La integración regional se define en términos oportunistas. No pretende
alterar las reglas de juego del sistema hemisférico, sino obtener de Washington aquellas
concesiones que permitan preservar el statu quo interno. Practica un muy bajo perfil para
alcanzar metas limitadas. No pretende ninguna transformación del orden global, se vincula a
EEUU en condición de cliente y asigna una importancia marginal a la región. Caso emblemático:
Paraguay.
El desequilibrio de poder entre EEUU y el resto de los países será la nota predominante del orden
político internacional durante los próximos años. Esta condición objetiva será acompañada por
65
una estrategia de primacía atenuada y por una combinación desbalanceada de unilateralismo y
multilateralismo a favor del primero por parte de EEUU.
En este contexto, América Latina tiene una ventana de oportunidad para desplegar opciones
estratégicas. La opción del equilibrio aparece como irrealizable en el corto y mediano plazo.
Los países de América Latina pueden defender y promover sus intereses nacionales en
cooperación o competencia con EEUU haciendo uso de:
- Multilateralismo vinculante
- Contención acotada
- Colaboración selectiva
Las tres opciones se fundan en la existencia de intereses y valores comunes de alcance regional
o más limitado. La posibilidad de realización de las dos primeras es independientes de la gran
estrategia que EEUU ponga en práctica y de la configuración del poder mundial. La primacía y la
unipolaridad las hacen más necesarias. La ejecución de la estrategia de colaboración selectiva
se torna más difícil si Washington persiste en la primacía.
Multilateralismo vinculante
Implica desafíos para la propia América Latina en materia de credibilidad internacional. Sería
incongruente procurar el fortalecimiento de la ONU sin hacer lo mismo en el plano hemisférico
y sub-regional. El unilateralismo periférico –entendido como el comportamiento internacional
66
que se basa en la búsqueda de ventajas propias sin contemplar o ignorando los intereses de los
vecinos, o que viola el derecho internacional- resta o priva de credibilidad a la opción del
multilateralismo vinculante.
Contención acotada
Colaboración selectiva
Involucra la construcción de lazos cooperativos con EEUU para incidir en la forma en que ejerce
su poder e influencia, reducir incertidumbres, evitar fallas mutuas de percepción y hacer frente,
en forma conjunta, a problemas comunes. Se realiza en un nivel tanto bilateral y regional como
hemisférico y se concentra en temas de alta sensibilidad mutua. La posibilidad de realización de
esta opción estratégica depende de dos factores esenciales: la disposición de EEUU a enfrentar
junto a estados de América Latina estas cuestiones; y la decisión y capacidad de los segundos
para interactuar en forma cooperativa, tanto entre sí como con el poder predominante.
Primer asunto. La cooperación tripartita entre Argentina, Brasil y Paraguay en la Triple Frontera,
así como la colaboración entre estos tres países y EEUU.
Tercer asunto. La denominada “guerra contra las drogas”, desplegada en 1971 por Nixon, es un
rotundo fracaso para todos.
67
Conclusiones
En los próximos 1’ años, EEUU mantendrá una estrategia de primacía con ajustes selectivos, por
temas o áreas geográficas, que la atenuarán. Esta atenuación resultará de la combinación de
factores domésticos y externos.
Las tendencias presentes en América Latina hacia una mayor heterogeneidad y fragmentación
se profundizarán. La principal línea de fractura será la que separa a América Latina del Norte de
la del Sur. Colombia y Venezuela serán los principales casos testigos de esta heterogeneidad y
fragmentación.
EEUU definirá sus principales políticas de seguridad hacia América Latina partiendo de esta línea
de fractura básica. En cambio, las políticas estadounidenses hacia América Latina en materia
económica tienen fronteras más lábiles y crecientes. Aquí, el objetivo de máxima es incluir a
toda América del Sur en un área de libre comercio hemisférica.
Desde el fin de la GF América Latina se ha vinculado con EEUU de distintos modos poniendo en
práctica cinco modelos. A pesar de ello, la continuación de una estrategia de primacía por EEUU
hace que la mayoría de los países de la región compartan un interés común: la restricción del
poder de EEUU. La atenuación de esta estrategia puede abrir espacios para contener a EEUU en
particular en América del Sur y México, como así también para identificar nuevas oportunidades
de cooperación en diferentes temas entre EEUU y la mayoría de los países de la región.
Creemos que varios países de América Latina podrían conducir sus relaciones con EEUU
empleando de modo complementario el multilateralismo vinculante, la contención acotada y la
colaboración selectiva. Ellas ofrecen una base firme para orientar las políticas exteriores hacia
EEUU al tiempo que retoman nuestras mejores tradiciones diplomáticas, así como experiencias
de estos años de democracia en los que se han fortalecido aspectos positivos de las relaciones
AL-EEUU.
El hecho de que EEUU tenga focalizados sus intereses de seguridad en otras regiones del mundo
más convulsionadas que la nuestra, que América Latina no sea una fuente de amenazas letales
para EEUU y que la democracia haya contribuido a generar una mayor confianza mutua entre la
mayoría de nuestros países nos are un espacio para poner en práctica la contención acotada.
68
Dithurbide, Guadalupe – “Traducción y reflexiones sobre la obra de:
James Rosenau, The Study of World Politics” (2020)
Introducción
Esta ficha de cátedra tiene como objetivo brindar un aporte teórico – metodológico para el
análisis de la política internacional latinoamericana respondiendo a la pregunta “¿Cómo explicar
las decisiones de política exterior?”. Se trata, en definitiva, de ahondar en el debate sobre la
primacía entre la estructura externa o la acción/agencia interna en materia de política exterior.
En 1991 el Dr. Roberto Russell presentó una ponencia en donde señalaba que en América Latina
persistía una tendencia a ignorar que la conducta externa de un Estado surge de una
combinación variable de factores internos y externos cuyo impacto depende de cada
circunstancia, lo que lleva a insistir en explicaciones deterministas monocausales y en poner un
acento exagerado en las variables sistémicas, subestimado la importancia de los factores
internos en la formulación y ejecución de la política exterior (RUSSELL, 1991).
Van Klaveren sostiene que cualquier análisis que eleva los factores internos o externos a la
categoría de determinantes primarios o exclusivos de la política exterior está destinado al
fracaso, ya que las dos categorías no están en competencia sino que se complementan. El
reconocimiento de esta compleja interrelación ha permitido que en la bibliografía especializada
se hable de “asuntos intermésticos”.
Dos deficiencias básicas, una filosófica y la otra conceptual, parecen frenar el desarrollo de la
teoría de la política exterior. Veamos primero la deficiencia filosófica. Para el crecimiento del
desarrollo teórico de un campo de estudio, deben estar disponibles materiales empíricos que
hayan sido operacionalizados de manera similar.
Tenga en cuenta que el diseño y la función de la estructura no están determinados por el hecho
de que los materiales que la componen se hayan procesado de manera similar. Los mismos
ladrillos y madera pueden usarse para construir casas o fábricas, estructuras grandes o
pequeñas, edificios modernos o tradicionales. Lo mismo ocurre con la construcción y el uso de
las teorías sociales. Debe haber, por así decirlo, una pre-teoría que haga que las materias primas
sean comparables y estén listas para la teorización. Los materiales pueden servir como base para
todo tipo de teorías: abstractas o empíricas, de un solo país o de varios países, puras o aplicadas,
69
pero hasta que se hayan procesado de manera similar, no es probable que ocurra la teorización
o, si lo hace, es probable que los resultados no sean muy útiles.
Se debe enfatizar que el procesamiento preliminar de los materiales de política exterior implica
mucho más que un orden metodológico. No nos referimos aquí a las técnicas de recopilación y
manejo de datos, ni a la conveniencia de orientar la investigación de política exterior hacia el
uso de materiales cuantificados y conceptos operacionalizados. Más bien, el procesamiento
preliminar al que deben someterse los materiales de política exterior es de un orden mucho más
básico: Implica la necesidad de desarrollar una concepción explícita de dónde se ubica la
causalidad en los asuntos internacionales. ¿Deberían los investigadores de política exterior
asumir que los seres humanos son los agentes causales? ¿O deberían tratar los roles políticos,
las estructuras gubernamentales, los procesos sociales o los sistemas internacionales como la
fuente del comportamiento externo? Y si presumen que la causalidad está ubicada en todas
estas fuentes, ¿en qué medida y bajo qué circunstancias es cada fuente más o menos causal que
las otras? Pocos investigadores en el campo procesan sus materiales en términos de algún tipo
de respuesta explícita a estas preguntas (…).
Sin duda, los investigadores de política exterior no son tan poco sofisticados como para no
reconocer que la causalidad puede atribuirse a una variedad de actores y entidades. Durante
años, ha sido un lugar común evitar las explicaciones deterministas de una sola causa y afirmar
la legitimidad de explicar el mismo evento de varias maneras. Sin embargo, en lugar de servir
para disciplinar la investigación, esta mayor sofisticación ha provisto de alguna manera una
licencia para indagaciones indisciplinadas.
Quizás la mejor manera de indicar exactamente lo que implica una pre-teoría de la política
exterior es esbozar los ingredientes principales de cualquier pre-teoría y luego indicar cómo el
autor ha integrado estos ingredientes en su propia teoría particular. Parece razonable afirmar
que todas las pre-teorías de la política exterior consisten en cinco conjuntos de variables o son
traducibles en cinco conjuntos. Enlistados en orden creciente de distancia temporal y espacial
de los comportamientos externos, para los cuales sirven como fuentes, los cinco conjuntos son
lo que llamaremos variables individuales, de rol, gubernamentales, sociales y sistémicas.
El primer conjunto abarca las características únicas de los tomadores de decisiones que
determinan e implementan las políticas exteriores de una nación. Las variables individuales
incluyen todos aquellos aspectos de un tomador de decisiones, sus valores, talentos y
experiencias anteriores, que distinguen sus elecciones o comportamientos de política exterior
de los de cualquier otro tomador de decisiones. Los valores religiosos de John Foster Dulles, la
visión de De Gaulle de una Francia gloriosa y las habilidades políticas de Kruschev son ejemplos
frecuentemente mencionados de variables individuales.
70
El segundo conjunto de variables se refiere al comportamiento externo de los funcionarios que
se genera por los roles que ocupan y que probablemente ocurra independientemente de las
características individuales de los ocupantes del rol. Independientemente de quién sea, por
ejemplo, es probable que el embajador de Estados Unidos ante las Naciones Unidas defienda las
posiciones estadounidenses.
En cuanto a las variables sistémicas, éstas incluyen cualquier aspecto no humano del entorno
externo de una sociedad o cualquier acción que ocurra en el extranjero que condicione o de
alguna manera influya en las decisiones tomadas por sus funcionarios. Las "realidades"
geográficas y los desafíos ideológicos de los agresores potenciales son ejemplos obvios de
variables sistémicas que pueden moldear las decisiones y acciones de los funcionarios de política
exterior.
Pero estos son solo los ingredientes de una pre-teoría de la política exterior. Para formular la
pre - teoría en sí, uno tiene que evaluar sus potencias relativas. Es decir, uno tiene que decidir
qué conjunto de variables contribuye más al comportamiento externo, qué rango ocupa el
próximo, y así sucesivamente en todos los conjuntos.
Tenga en cuenta que construir una pre-teoría de la política exterior no es una cuestión de elegir
emplear solo un conjunto de variables. No estamos hablando de niveles de análisis, sino de
filosofías de análisis con respecto a un nivel particular, el de las sociedades nacionales.
Suponemos que en este nivel el comportamiento está determinado por factores individuales,
de rol, gubernamentales, sociales y sistémicos, y que la tarea consiste, por lo tanto, en elegir
cómo tratar cada conjunto de variables en relación con los demás. Muchas opciones son
posibles. Cientos de pre-teorías pueden construirse a partir de las posibles formas en que se
pueden clasificar los cinco conjuntos de variables. Algunos analistas pueden preferir usar uno u
otro de los rankings para analizar el comportamiento externo de todas las sociedades en todo
momento. Otros pueden desarrollar pre-teorías más complejas en las que se aplican varias
clasificaciones a diferentes sociedades en diferentes circunstancias. Sin embargo, sea cual sea
el grado de complejidad, el analista emplea una pre-teoría de la política exterior cuando asigna
potencias relativas a las principales causas del comportamiento externo.
71
condiciones. Una forma de superar esta tendencia y obligarse a diferenciar las variables es a
través del ejercicio de la manipulación mental de las variables en situaciones reales. Considere,
por ejemplo, la invasión impulsada por Estados Unidos de la Bahía de Cochinos de Cuba en abril
de 1961. ¿Hasta qué punto fue esa conducta externa una función de las características
individuales de John F. Kennedy (para citar, para fines de simplicidad, solo uno de los actores
que tomó la decisión de la invasión)? ¿Su juventud, sus compromisos de acción, su afiliación con
el Partido Demócrata, su confianza en sí mismo, su cercana victoria electoral -y así
sucesivamente a través de una lista interminable - fueron relevantes para el lanzamiento de la
invasión y, en caso afirmativo, en qué medida? ¿Se habría comprometido cualquier Presidente
a derrocar al régimen de Castro al asumir el cargo en 1961? Si es así, ¿cuánta potencia debe
atribuirse a tales variables derivadas del rol?
Supongamos que todo lo demás sobre las circunstancias de abril de 1961 permaneciera sin
cambios, excepto que Warren Harding o Richard Nixon ocuparon la Casa Blanca; ¿Habría
ocurrido la invasión? O mantengamos todo constante excepto la forma de gobierno. Estire la
imaginación y conciba que los Estados Unidos tienen un sistema de gobierno de gabinete con
Kennedy como primer ministro, ¿Habría sido diferente la acción hacia Cuba? ¿La presión
legislativa derivada de un sistema descentralizado de formulación de políticas generó un
impulso para "hacer algo" con respecto a Castro? y, de ser así, ¿en qué medida estas variables
gubernamentales contribuyeron al comportamiento externo? De manera similar, para pre-
teorizar sobre la potencia de las variables sociales, asumamos nuevamente una forma de
gobierno presidencial, coloquemos a Kennedy en el cargo unos meses después de una estrecha
victoria electoral, e imaginemos que la situación cubana surgió en 1921, 1931, o 1951; ¿La
América de los años veinte, de la depresión o la era de McCarthy habrían "permitido",
"alentado" o se involucrarían de alguna otra manera en una invasión montada por refugiados?
Si los Estados Unidos fueran una sociedad cerrada y autoritaria en lugar de una sociedad abierta
y democrática, ¿en qué medida la acción hacia Cuba habría sido diferente? Por último, mantenga
constantes las variables individuales, de rol, gubernamentales y sociales en la imaginación y
posicione a Cuba a 9,000 en lugar de 90 millas de la costa de Florida; ¿De igual modo se habría
lanzado la invasión? Si se estima que no se habría hecho ningún esfuerzo para abarcar esa
distancia, ¿significa esto que las variables sistémicas deben tratarse siempre como una
prioridad, o su potencia disminuye en ciertas condiciones?
La formulación de una pre-teoría de la política exterior puede estimularse aún más expandiendo
este ejercicio mental para incluir otros países y otras situaciones.
Explicar la concepción del orden que subyace en el comportamiento externo de las sociedades
puede ser un proceso insoportable. Al igual que en el psicoanálisis, el hecho de enfocar
supuestos implícitos y no examinados hasta ahora puede obligar a uno a enfrentar
consideraciones que uno ha intentado ignorar durante mucho tiempo. Algunas de las
suposiciones pueden parecer absolutamente ridículas cuando se las expone a una lectura
explícita y cuidadosa. Otros pueden parecer inviables a la luz de nuevos conocimientos. Otros
pueden incluir premisas mutuamente excluyentes, de modo que reconocerlas sería socavar el
trabajo anterior y oscurecer la línea de investigación actual.
72
E incluso cuando uno llega a vivir con los resultados de la explicación, sigue existiendo la ardua
tarea intelectual de identificar las variables que se consideran fuentes importantes de
comportamiento externo y luego llegar a alguna conclusión acerca de sus potencias relativas en
diferentes circunstancias. Por grandes que sean los obstáculos para la explicación, sin embargo,
no son insuperables. La paciencia y la introspección continua eventualmente pueden sacar a la
luz premisas implícitas y no examinadas.
La dinámica de la globalización
Una perspectiva sobre los fundamentos de los procesos de globalización actualmente en curso
en el mundo es, obviamente, un pre requisito para analizar cómo un enfoque pre-teórico de la
política exterior puede ser útil en el presente período. Dicho de manera sucinta, ocho dinámicas
que impulsan la globalización sirven para resumir las transformaciones que están sucediendo en
cada área temática en cada nivel de la comunidad. Las ocho dinámicas están interrelacionadas
y son interactivas, están tan inextricablemente vinculadas entre sí, que ninguna puede ser
tratada como primaria. Todas ellas tienen una potencia causal considerable y, por lo tanto, la
breve discusión de ellas que sigue no debe interpretarse como una clasificación implícita de su
relevancia.
Una implica una "revolución de habilidades": la noción de que en todas partes, tanto en el
mundo desarrollado como en el mundo en desarrollo, las habilidades de los individuos han
cambiado de tal manera que su capacidad para comprender de manera analítica, emocional e
imaginativa los eventos distantes se ha ampliado. Esta transformación a nivel micro de la vida
73
social y política tiene consecuencias significativas en la medida en que subyace al
empoderamiento de las personas y, por lo tanto, a la potencia de ambas variables tanto las
individuales como las sociales.
Una segunda dinámica consiste en una "explosión organizativa": los procesos mediante los
cuales las nuevas asociaciones se están formando y proliferando rápidamente, tal vez incluso de
manera exponencial. En parte impulsada por la creciente preocupación por los problemas
ambientales y de derechos humanos, en parte como consecuencia de la revolución de las
habilidades, en parte estimulada por las complejidades de un mundo cada vez más globalizado,
y facilitada en gran medida por Internet y otras tecnologías recientes, la gente en todas partes
se está acercando entre sí con el fin de concertar sus intereses y servir a sus objetivos. Y lo están
haciendo horizontalmente a través de redes, así como también en estructuras jerárquicas.
Una cuarta dinámica tiene que ver con lo que yo llamo una “convulsión de la movilidad”: los
procesos mediante los cuales las personas se mueven de todas partes del mundo a muchas otras
partes del mundo. Algunos se mueven permanentemente, otros lo hacen solo temporalmente,
pero en conjunto representan un flujo interminable e inmenso, desde el turista al terrorista,
desde el migrante hasta los hombres y mujeres de negocios. Es un flujo que se suma a los niveles
de habilidad, que facilita la proliferación y la coherencia de la organización, y que contribuye a
las crisis de autoridad.
Una quinta dinámica se centra en las numerosas innovaciones tecnológicas que han
evolucionado tan rápidamente y tan recientemente en muchos campos.
Una sexta dinámica involucra los procesos de resignificación de los estados, el territorio y la
soberanía, los que, en efecto, han disminuido las capacidades de los estados, han alterado el
significado de territorialidad y disminuido el alcance de la soberanía. Los estados siguen siendo
actores clave en el escenario global, pero la revolución de las habilidades, la explosión
organizativa, el trastorno de la movilidad, las innovaciones tecnológicas y las crisis de autoridad
los han hecho cada vez menos capaces de controlar el flujo de bienes, dinero, personas, ideas,
drogas, contaminación y delincuencia dentro y fuera de sus jurisdicciones.
Séptimo, las estructuras globales han sufrido una bifurcación. Un mundo multicéntrico ahora
funciona (a veces de manera cooperativa, a veces de manera conflictiva y en todo momento de
manera interactiva) junto con el mundo tradicional y de larga data centrado en el estado. El
mundo multicéntrico está compuesto por diversos actores no gubernamentales.
Por último, pero no por ello menos importante, la globalización de las economías nacionales es
una poderosa dinámica de cambio, ya que las corporaciones buscan aumentar sus cuotas de
74
mercado trasladando sus instalaciones de producción a sitios donde los costos laborales son más
baratos y ajustando las estrategias de mercadeo a las culturas y prácticas locales.
Las ocho dinámicas anteriores han tenido consecuencias sustanciales para la potencia relativa
de las variables que conforman el contenido de la política exterior. Más precisamente, han
servido para restringir la libertad de decisión y acción que marcó la conducta extranjera de los
países antes de la aceleración de la globalización.
Un examen de cómo cada una de las ocho dinámicas globalizadoras ha impactado en los cinco
grupos variables de la pre-teoría aclara esta conclusión general.
Variables individuales
Mientras que la aplicación de la pre-teoría en la década de 1960 otorgó poca potencia a este
grupo en sociedades grandes, desarrolladas y abiertas, parece claro que esta potencia se ha
ampliado considerablemente en respuesta a la dinámica de la globalización. Los individuos y los
públicos no solo son más hábiles para reconocer y articular sus intereses, sino que también
tienen una mayor capacidad para saber cuándo, dónde y cómo participar en la acción colectiva.
Podría decirse que la Batalla de Seattle [en 1999] y las posteriores protestas contra la
globalización marcaron, para bien o para mal, la maduración de las variables individuales en una
fuerza importante en el escenario mundial.
Variables de rol
Este grupo se concibió para referirse a las expectativas que los hacedores de políticas exteriores
sufren mientras conducen y concluyen sus deliberaciones: expectativas de sus superiores,
burocracias, públicos nacionales y adversarios y aliados extranjeros. Dadas las complejidades y
las corrientes cruzadas que sustentan los procesos de globalización, es razonable suponer que
las variables en este grupo no son tan poderosas como fue el caso en los días más "simples" de
la Guerra Fría. En ese momento, las expectativas eran comparativamente claras, o al menos
comparativamente fáciles de calcular, porque las demandas tanto en el país como en el
extranjero se expresaban principalmente en los términos de ellos-nosotros.
Variables gubernamentales
75
Variables sociales
En el caso de este grupo, por otro lado, parece evidente que su potencia ha aumentado
sustancialmente. Con individuos más hábiles, con organizaciones más coherentes, abundantes
y activas, con canales de comunicación más abiertos y numerosos, así como con un flujo cada
vez mayor de mensajes, la relevancia de las sociedades (sus temores, tensiones y aspiraciones)
aparece mucho más grande que nunca en el pasado.
Variables sistémicas
Este es quizás el grupo que ha sufrido la mayor transformación. La bifurcación de las estructuras
globales, la creciente densidad de actores en el escenario global, la transnacionalización de los
grupos de interés, el debilitamiento de los estados y la facilidad con que los flujos de ideas,
dinero, personas, bienes, contaminación, drogas y crimen pueden cruzar las fronteras y las
repercusiones de las crisis financieras mundiales son solo algunas de las dinámicas que han
aumentado sustancialmente la potencia de las variables sistémicas y, por lo tanto, han
aumentado las limitaciones con las que deben enfrentarse los funcionarios de política exterior.
Alberto Van Klaveren (2014) afirma que en América Latina se ha prestado más atención a los
contenidos de la política exterior que al proceso de adopción de las decisiones. Para el análisis
de la política exterior se debe estudiar la estructura o el contexto en que se adoptan las
decisiones, y el proceso mediante el cual se adoptan. El contexto se refiere tanto al ámbito
externo (sistema) como interno, y el proceso incluye a los actores que intervienen (las
instituciones, los grupos, las personas) y las interacciones que se generan entre ellos.
El medio externo de cada Estado comprende al sistema global compuesto por el resto de los
Estados individualmente u organizados en regímenes internacionales, y actores no estatales
como organizaciones intergubernamentales u ONGs, los cuales pueden transferir influencias
desde el medio externo a cualquier sistema de política exterior (Van Klaveren, 2014). La
globalización ha complejizado de tal modo el sistema internacional post-westfaliano, centrando
en los Estados - Nación, que un análisis de las políticas exteriores en la actualidad debe incluir
esta variedad de actores y los diferentes modos en que ejercen el poder.
76
Nuestra región no está exenta de las dinámicas globalizadoras que menciona Rosenau, y en los
últimos años vemos cómo las sociedades latinoamericanas (variable social) han mostrado su
creciente capacidad de organización y movilización. Estas sociedades convulsionadas han
aprovechado las oportunidades de canales de comunicación descentralizados, como las redes
sociales e Internet en general, y han adquirido protagonismo en la política regional.
Aunque las dinámicas de la globalización que identifica Rosenau agregan complejidad al análisis
de las políticas exteriores, el valor de los cinco conjuntos de variables como aporte teórico –
metodológico se mantiene vigente y proponen un ejercicio reflexivo fundamental para analizar
la política internacional latinoamericana.
77
Sader, Emir – “El nuevo topo. Los caminos de la izquierda
latinoamericana” (2009)
Al vivió períodos históricos claramente diferenciados en las últimas décadas, y sus transiciones
provocaron procesos de profunda y constante inestabilidad social y política.
El modelo desarrollista
Se pueden identificar tres grupos de países según el modo en que hayan reaccionado a la Gran
Depresión del ’29:
- Los que lograron implantar proyectos de ISI y de ese modo transformaron su estructura
productiva (Argentina, México y Brasil).
- Los que dieron pasos en esa dirección (Perú, Chile, Uruguay y Colombia).
- Los que no consiguieron salir de la estructura primario-exportadora.
Terminaba una etapa hegemonizada por un bloque de clases que había adquirido cierto grado
de estabilidad. Ese dominio se fundaba en un proyecto de acumulación de capital que
incorporaba intereses comunes en torno a:
78
- La defensa del mercado interno
La hegemonía neoliberal
Un nuevo bloque en el poder se instalaba, hegemonizado por el capital financiero, ahora aliado
de los grandes grupos exportadores y otorgaba un nuevo protagonismo a los agronegocios. El
punto más frágil de las alianzas era su poca capacidad de creación y reproducción de bases
populares de apoyo. El nuevo bloque consiguió incorporar sectores de la clase media alta.
El nuevo modelo tuvo un comienzo estridente: contó con el apoyo internacional y el respaldo
prácticamente unánime de los medios de comunicación del ámbito privado; fue aclamado como:
La crítica al papel regulador del Estado incluía la tesis de la libre circulación, siguiendo una
creencia real en que el mercado es el mejor asignador de recursos. En la práctica eso implicó
una transferencia masiva de capital del sector productivo al especulativo. La reproducción del
capital ficticio no distribuye el ingreso, agudiza un fuerte proceso de concentración.
79
la inmensa masa de la población. La promoción del trabajo precario fue la principal responsable
de esa heterogeneidad en las relaciones de trabajo.
Ese espacio vacío –promovido por las ideologías de la globalización- es llenado por la ideología
del consumo, del mercado, de la competencia, que alimenta el espíritu e incentiva la demanda.
El neoliberalismo obtuvo otros logros: introdujo el tema de la lucha contra la inflación como una
cuestión que debía ser consensuada.
La crisis hegemónica
Otra barrera para la construcción de alternativas es el hecho de que esos gobiernos están
comprometidos en una estrategia de disputa hegemónica continua al convivir con el poder
privado de la gran burguesía.
En el contexto político, el argumento que había sido usado para la generalización de los Estados
de bienestar social –la necesidad de mejorar el nivel de vida de los pueblos de Europa occidental
ante la competencia y la eventual amenaza de los países socialistas-, desapareció.
Desde el punto de vista social, los sindicatos se debilitaban pasando del pleno empleo a niveles
muy altos de desempleo. Cuando los inmigrantes empezaron a ocupar funciones no calificadas
en el mercado laboral, la derecha usó a los trabajadores desempleados para obtener grandes
porcentajes de votos y terminó echando a los extranjeros. La política de inmigración continuó
siendo la línea divisoria entre la derecha y la izquierda.
80
sólo consiguen sobrevivir si son aplicados de forma mitigada. Ello ocurre en un marco en el que
la construcción de un modelo superador y un nuevo bloque de fuerzas encuentra muchas
dificultades para imponerse. Lo que llamamos posneoliberalismo es una categoría descriptiva
que designa diferentes grados de negación del modelo, pero todavía no un nuevo modelo; es, a
la vez, un conjunto híbrido de fuerzas que componen alianzas sobre las cuales se basan lo nuevos
proyectos.
- Surgimiento
- Consolidación
- Crisis
Surgimiento
Consolidación
Correspondió a los gobiernos de la llamada “tercera vía”, personificada por Bill Clinton y Tony
Blair. Éstos aplicaron una versión supuestamente más light del neoliberalismo; pero el trabajo
pesado ya había sido hecho. En esa etapa la hegemonía neoliberal reveló la amplitud de su poder
en los capitalismos centrales, con la adhesión de los gobiernos socialdemócratas. Francois
Miterrand y Felipe González fueron sus paladines más representativos. La adhesión de estos
últimos abrió la temporada de adscripciones en América Latina: después del socialismo chileno,
siguieron los gobiernos de Fernando Henrique Cardoso en Brasil y de Carlos Andrés Pérez en
Venezuela, y también los de Alberto Fujimori y Alejandro Toledo en Perú.
Aquella coyuntura fue más que propicia para la proliferación de los gobiernos neoliberales, en
la medida en que combinaba un ciclo (corto) expansivo de la economía de EUA con la llamada
“nueva economía” y los gobiernos que pretendían ser una “segunda fórmula”.
Crisis
81
modernización y el crecimiento exponencial de la economía china. China contribuyó
decisivamente a disminuir el peso del intercambio con Estados Unidos.
El panorama general muestra indicios de cambio. Por un lado, la recesión de EUA hace sentir sus
efectos sobre el panorama económico internacional, hasta ahora muy favorable a la exportación
de los productos primarios de la región. Esa recesión, asociada con el alza del precio de los
productos agrícolas y del petróleo, promueve presiones inflacionarias y disminuye la demanda
de productos de varias economías del continente. Por otro lado, la elección de Obama
desencadena una nueva combinación de factores económicos y políticos en el plano
internacional.
A la inversa de lo que ocurrió en los ’90, los demócratas no se moverán en una economía
eufóricamente en expansión; y, al contrario de la década siguiente, Washington deberá cambiar
su discurso donde siempre tuvo un dominio privilegiado y que hoy representa un elemento de
debilidad como nunca antes enfrentó.
- O Estados Unidos. apoyado en sus tradicionales aliados –Colombia, México y Perú- retoman
su capacidad de cooptación e intentan atraer a los países más moderados del bloque de
integración regional –Brasil, Argentina y Uruguay-, al tiempo que tratan de aislar a
Venezuela, Bolivia, Ecuador y Cuba;
- O los proyectos de integración en curso –Mercosur, ALBA, UNASUL, Banco del Sur,
gasoducto continental y otros- avanzan, a medida que la recesión estadounidense acelera
la diversificación del comercio regional con países como China y fortalece las condiciones
de consolidación de esos gobiernos y de sus proyectos de integración.
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Svampa, Maristella – “La pandemia desde América Latina. Nueve tesis
para un balance provisorio” (2021)
1. La pandemia colocó en el centro aquello que estaba en la periferia: visibilizó el vínculo entre
desigualdades sociales y dueñidad, así como la relación entre zoonosis, pandemia y crisis
socioecológica.
En segundo lugar, la pandemia visibilizó el vínculo estrecho entre crisis socioecológica, modelos
de maldesarrollo y salud humana. Hasta marzo de 2020, el término «zoonosis» no formaba parte
de nuestro lenguaje y quizá para algunos todavía sea un concepto algo técnico o lejano, pero es
la clave para entender el detrás de escena de la pandemia. Detrás del covid-19 se halla la
problemática de la deforestación, esto es, la destrucción de ecosistemas que expulsa a animales
silvestres de sus entornos naturales y libera virus zoonóticos que estuvieron aislados durante
milenios, poniéndolos en contacto con otros animales y humanos en entornos urbanizados y
posibilitando así el salto interespecie. Y aunque el virus se manifestó primero en China, esto
podría haber sucedido en cualquier otra región del planeta, porque lo que está en su base es un
modelo productivo global enfocado en la alta productividad y en la maximización del beneficio
económico, construido por las grandes firmas corporativas, que se acompaña con una
degradación de todos los ecosistemas.
Así, el elemento revelador es que el avance del capitalismo sobre los territorios tiene la
capacidad de liberar una gran cantidad de virus zoonóticos, altamente contagiosos, que mutan
con rapidez y para los cuales no tenemos cura. En suma, la pandemia mostró hasta qué punto
hablar de «Antropoceno» o «Capitaloceno» no es solo una cuestión de cambio climático y
calentamiento global, sino también de globalización y modelos de maldesarrollo.
83
2. Las metáforas y conceptos que fuimos utilizando para tratar de captar y analizar la pandemia
deben ser entendidos en un sentido dinámico. Hemos pasado de la metáfora del «portal» a la
del «colapso», conservando en el centro del lenguaje político la metáfora bélica.
La activación del freno de emergencia como producto de la crítica situación sanitaria generó una
crisis extraordinaria, de enormes consecuencias sociales, económicas y políticas. Desde el
comienzo, la metáfora bélica, esto es, la alusión a la guerra contra el virus, recorrió el lenguaje
político hegemónico. Desde mi perspectiva, su uso tiende a concentrarse en el síntoma y a
desdibujar y ocultar las causas estructurales, más allá de que apunta a lograr la cohesión social
frente al daño, de cara a un enemigo «invisible» y «desconocido».
En realidad, me interesa volver sobre otras dos metáforas utilizadas: la del portal y la del colapso.
Efectivamente, la crisis extraordinaria producida por el covid-19 abrió a demandas ambivalentes
y contradictorias entre sí. Por un lado, demandas de transformación, de solidaridad y de cambio;
por otro, demandas de orden y de retorno a la «normalidad». Así, la crisis extraordinaria nos
instaló en un «portal», entendido como un umbral de pasaje, que produjo la desnaturalización
de aquello que teníamos naturalizado. Pero la metáfora del portal también aludía a una
encrucijada: o bien la crisis abría a la posibilidad de abordar todos aquellos debates civilizatorios
que hasta ayer estaban en la periferia, tales como la dueñidad y la crisis socioecológica; o bien
la humanidad consolidaba la ruta del capitalismo del caos, acelerando el colapso sistémico, con
más autoritarismo, más xenofobia, más desigualdades, más devastación ecológica.
En suma, la metáfora del portal no tenía nada que ver con la posibilidad de un mundo reseteado,
tarea imposible y descabellada. Más bien conllevaba una doble dimensión, pues si bien en un
primer momento abría a un proceso de liberación cognitiva, que impulsaba la necesidad de
concebir transformaciones mayores (la crisis como una oportunidad), también nos advertía
sobre el peligro de clausura cognitiva, a través del repliegue insolidario y el afianzamiento de las
desigualdades.
A nueve meses de declarada la pandemia, la sugestiva y potente metáfora del portal cayó en
desuso y lo que se vislumbra bajo el nombre de «nueva normalidad» se parece más a un
empeoramiento y exacerbación de las condiciones existentes –sociales y ecológicas–, algo que
la figura del «colapso» sintetiza de un modo a la vez unívoco y pluridimensional. El colapso no
es solo ecológico, como vienen anunciando tantos estudios científicos sobre la emergencia
climática, sino también sistémico y global. Su tránsito involucraría diferentes niveles (ecológico,
económico, social, político), así como distintos grados (no tiene por qué ser total) y diferencias
geopolíticas, regionales, sociales y étnicas (no todos sufrirán el colapso de la misma manera).
3. La pandemia puso en cuestión el multilateralismo y los liderazgos mundiales por la vía del
repliegue a las agendas nacionales, frente a la escasez de estrategias cooperativas e
internacionalistas.
Desde marzo de 2020, suele afirmarse que asistimos a un retorno o relegitimación de un Estado
fuerte. Sin embargo, el retorno de los Estados es también expresión de un repliegue hacia las
agendas nacionales. A escala nacional, el repliegue ilustró una conjunción paradójica, que
combina el decisionismo hipermoderno (la concentración de las decisiones en el Poder Ejecutivo
84
y la ampliación del control sobre la ciudadanía de la mano de las tecnologías digitales) con un
fuerte proceso de fragmentación local (el cierre de las ciudades, provincias y Estados, a la
manera del modelo de las aldeas medievales).
No hubo respuestas globales ante la emergencia de la pandemia sino una mayor fragmentación
y escasa cooperación a escala internacional, algo que afectó incluso a la Unión Europea,
acentuando –al decir de muchos– la pérdida de confianza en la integración. De la mano de
Donald Trump, Estados Unidos renunció al rol de líder mundial sin que esto significara una mejor
gestión de la pandemia en el ámbito nacional. Hacia afuera, esto se expresó en un incremento
de la tensión geopolítica con China, así como con organismos multilaterales como la
Organización Mundial de la Salud (OMS); hacia adentro, en el enfrentamiento de Trump con los
gobernadores de los diferentes estados. Por su parte, al inicio de la pandemia, China realizó una
serie de vuelos para asistir sanitariamente a diferentes países (entre ellos, varios
latinoamericanos). Hacia adentro, casi todos los países del globo sufrieron procesos de
militarización que repercutieron muy especialmente sobre las poblaciones más vulnerables, en
particular en América Latina (donde los controles son menos de orden digital y mucho más de
orden físico y territorial); esto tuvo su agravante en algunos países emergentes (como la India),
e incluso en EEUU se expresó, puertas adentro, en la centralidad que cobró el racismo como
estructura de dominación de larga duración.
4. En América Latina, los Estados apostaron a intervenir a través de políticas públicas sanitarias,
económicas y sociales, pero el devenir de la pandemia puso al desnudo las limitaciones
estructurales y coyunturales.
La pandemia y los horizontes que abre plantean numerosos interrogantes. A escala global,
parece haber llegado la hora de repensar la globalización desde otros modelos y de sentar las
bases de un Estado fuerte, eficaz y democrático, con vocación para reconstruir lo común,
articulando la agenda social con la ambiental. Sin embargo, en los niveles regional y nacional,
frente a los impactos económicos, la pregunta salta a la vista: ¿hasta dónde los Estados
periféricos tienen las espaldas anchas para avanzar en políticas de recuperación social?
Así, en América Latina, el virus acentuó aún más las desigualdades sociales y territoriales
existentes y exacerbó las fallas estructurales (el hacinamiento y falta de acceso a la salud, la
insuficiencia de la estructura sanitaria, la informalidad, la brecha de género), lo que dio lugar a
un cóctel potencialmente explosivo.
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Casi todos los países de la región adoptaron medidas económicas y sanitarias destinadas a
contener la crisis social y sanitaria. Pero, como afirma el economista Rubén Lo Vuolo, «quienes
más sufren la pandemia son las actividades declaradas como ‘no esenciales’, las pequeñas y
medianas unidades productivas y la fuerza de trabajo informal y precarizada; que, además,
coincide con los grupos que registran mayores déficits habitacionales y menor acceso a servicios
públicos básicos, incluyendo los sanitarios». Si sumamos los cambios ocurridos en el mundo del
trabajo, en relación con la expansión del teletrabajo así como las llamadas economías de
plataformas, el panorama indicaría que la precarización ha ido en aumento.
Por otro lado, en un contexto de fragmentación, no hubo instituciones regionales que estuvieran
a la altura del desafío. En términos políticos, la crisis del covid-19 encontró a América Latina
fragmentada, sin hegemonías neoliberales ni tampoco progresistas, muy distante del
crecimiento económico experimentado durante el boom de los commodities. Ni la experiencia
de Andrés Manuel López Obrador en México (muy desconectada del ciclo progresista anterior),
ni la vuelta del peronismo en Argentina (como una suerte de progresismo de baja intensidad),
ni la reciente recuperación institucional en Bolivia, con el nuevo triunfo del Movimiento al
Socialismo (mas), pueden ser interpretadas sin más como el advenimiento tout court de una
segunda ola progresista. A esto hay que agregar la emergencia de una extrema derecha en Brasil,
lo cual dispara la reflexión sobre la existencia de corrientes sociales y políticas fuertemente
autoritarias y antiderechos, que recorren otros países de la región.
En suma, lo novedoso en América Latina es que, a la fragilidad del escenario político emergente,
se agrega una triple crisis: sanitaria, económica y social. En ese marco, es posible que estemos
ingresando en un «tiempo extraordinario», en el cual la liberación cognitiva de las multitudes
mueva las placas tectónicas de la transición, pero a ciencia cierta, en un contexto post-covid 19
caracterizado por el incremento de las desigualdades y la aceleración del neoextractivismo, no
sabemos hacia qué transición nos estamos dirigiendo. No solo los tiempos políticos se han
acelerado, sino que, además, en su vertiginosidad, el hartazgo de las sociedades amenaza con
mutaciones bruscas y violentas del escenario político, a imagen y semejanza de la crisis climática
actual.
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La política neoextractivista continúa desbordando cualquier grieta ideológica. Así, el «lobby del
fuego» desató su furia más que nunca. Por ejemplo, el Pantanal brasileño, el humedal
continental más grande del planeta, registró 16.000 incendios en 2020. Durante 2020, Argentina
ocupó el segundo lugar a escala global por la cantidad de focos de incendios que afectaron a
humedales y bosques nativos, detrás de los cuales se encuentran los lobbies sojero, minero y de
los grandes agentes inmobiliarios (urbanizaciones privadas). Asimismo, pese a la caída de la
demanda de combustibles fósiles (que hizo que en algún momento su precio fuera negativo), en
países como Argentina continuaron los subsidios a las empresas petroleras. El colmo fue la
aprobación del impuesto a las grandes fortunas –una medida que costó instalar frente a la
oposición cerril de la derecha–, que se suponía iría a paliar exclusivamente los males de la
pandemia. Sin embargo, el proyecto aprobado destina nada menos que 25% del monto
recaudado a financiar el gas del fracking que se extrae en el megayacimiento de Vaca Muerta.
En México, en septiembre de 2020, Víctor Toledo, uno de los grandes referentes continentales
de la ecología política, tuvo que dimitir de su cargo en la Secretaría de Medio Ambiente y
Recursos Naturales (Semarnat). Toledo es un defensor de la agroecología y de la transición
ecosocial, y bajo su mandato impulsó la prohibición del glifosato y criticó el proyecto del Tren
Maya, uno de los emblemas del «desarrollo» del gobierno de López Obrador, que atropella los
derechos de las comunidades ancestrales. Su renuncia dejó al descubierto, una vez más, los
límites del progresismo selectivo latinoamericano.
Por último, mientras en Colombia continúa la lucha contra la práctica del fracking, tanto en
Ecuador como en Argentina se profundizó el embate de la minería, pese a que esta no cuenta
con licencia social y que la ciudadanía movilizada busca activar dispositivos institucionales
disponibles, los cuales son negados y/o retaceados por las autoridades. Así, el avance de la
minería, en alianza con los gobiernos provinciales y nacionales, en nombre de la reactivación
económica, muestra la consolidación de la nefasta ecuación: «a más extractivismo, menos
democracia».
No hay que olvidar que, en las últimas décadas, los gobiernos latinoamericanos buscaron oponer
lo social y lo económico a lo ambiental. Por ejemplo, los progresismos justificaron el
neoextractivismo y la depredación ambiental en nombre del desarrollo y de la reducción de las
desigualdades, lo cual generó una situación paradójica, a partir de la instalación de una agenda
selectiva de derechos, que negaba o desestimaba las demandas socioambientales y gran parte
de los reclamos indígenas por tierra y territorio. Hoy sabemos que una porción importante del
crecimiento económico experimentado en América Latina durante el boom de los commodities
fue capturado por los sectores más ricos de la sociedad.
Todavía hoy se sigue oponiendo lo social a lo ambiental, como si hubiera una contradicción entre
ambos aspectos, desestimando el hecho de que quienes más sufren los daños ambientales en
nuestras latitudes son los sectores más vulnerables, porque habitan en zonas expuestas a
fuentes de contaminación y carecen de los medios económicos y humanos para afrontar las
consecuencias, resistir los embates del extractivismo y sobrellevar los impactos del cambio
climático (inundaciones, sequías, tormentas).
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En suma, resulta increíble que en plena emergencia climática y atravesando una pandemia de
raíz zoonótica, las elites políticas y económicas latinoamericanas continúen negando la
importancia de la crisis socioambiental y el indudable lazo que existe entre la salud del planeta
y la salud humana. En realidad, prevalecen la ceguera epistémica y el analfabetismo ambiental,
ligados a una determinada visión del desarrollo, del crecimiento económico indefinido y del
progreso, responsable de la actual situación de catástrofe ecológica. La conclusión es que, pese
a que los hechos ponen en tela de juicio la mirada desarrollista, para la mayoría de los gobiernos
latinoamericanos el extractivismo continúa siendo visto como una tabla de salvación en medio
de la crisis.
En la medida en que el covid-19 puso en el centro aquello que estaba en la periferia, habilitó
también los debates sobre la urgencia de la transición ecosocial. Científicos e intelectuales de
todo el mundo promovieron manifiestos y propuestas que incluían desde una agenda verde y
un ingreso básico hasta la condonación de la deuda de los países más pobres.
No es mi interés tampoco presentar una cartografía de ellas, por lo cual solo me concentraré en
algunas. La primera, por su proyección, es aquella del Green New Deal (Nuevo Pacto Verde)
promovido por el ala izquierda del Partido Demócrata de eeuu, que tiene como referentes a
Bernie Sanders y a Alexandria Ocasio-Cortez y es sostenida por intelectuales como Naomi Klein.
Esta propuesta apunta a la descarbonización de la economía y a la creación de empleos verdes,
para lo cual propone un Estado planificador y democrático. Durante 2020, la propuesta se
tradujo en un «Plan Estímulo Verde» cuyo objetivo es recuperar la economía utilizando recursos
públicos para la transición energética.
Sin embargo, más allá del llamado global contra el avance de las extremas derechas y las
apelaciones al poscapitalismo, la Internacional Progresista reúne a un conglomerado muy
heterogéneo de figuras intelectuales y políticas: desde connotados ecologistas que promueven
la transición ecosocial hasta la flor y nata del progresismo extractivista latinoamericano (Rafael
Correa, Álvaro García Linera, entre otros), reconocidos por la persecución a sectores
ambientalistas de su país. En razón de ello, no queda claro cuál sería el rol de la transición social-
ecológica o cuál su visión sobre la articulación entre justicia social y justicia ambiental.
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7. En América Latina, desde la sociedad civil y, excepcionalmente, desde algunos partidos
políticos, surgieron propuestas de llamados a la transición ecosocial, no todas ellas vinculadas a
referentes ambientales.
Son varias las propuestas de transición ecosocial elaboradas desde América Latina. Entre ellas,
quisiera destacar el Pacto Ecosocial e Intercultural del Sur, que me involucra de modo personal
y colectivo. Se trata de una propuesta promovida por diferentes activistas, intelectuales y
organizaciones sociales de países como Argentina, Brasil, Bolivia, Ecuador, Colombia, Perú,
Venezuela y Chile, vinculados a las luchas ecoterritoriales del continente. El Pacto Ecosocial fue
lanzado en junio de 2020 y tuvo diferentes inflexiones y agendas, según los países y
articulaciones sociales logradas. Sus ejes son el paradigma de los cuidados, la articulación entre
justicia social y justicia ecológica (ingreso básico, reforma tributaria integral y suspensión de la
deuda externa); la transición socioecológica integral (energética, alimentaria y productiva) y la
defensa de la democracia y la autonomía (en clave de justicia étnica y de género).
El pacto ecosocial dialoga con otras propuestas en danza, como el Nuevo Pacto Verde, el
decrecimiento o los manifiestos de relocalización ecológica y solidaria. Pero se trata de una
apuesta ecosocial, económica, intercultural, pergeñada desde el Sur, que rechaza que este
continúe siendo hablado y pensado solo desde el Norte. Desde el Pacto Ecosocial se afirma
problemas de América Latina son diferentes de los del Norte, que existen fuertes asimetrías
históricas y geopolíticas; que al calor de la crisis socioecológica y del aumento del metabolismo
social, la deuda ecológica del Norte aumentó de modo exponencial en relación con el Sur.
Hubo también otras propuestas, entre ellas «Nuestra América Verde», un movimiento que se
une al Nuevo Pacto Verde bajo la consigna «realismo científico, cooperación internacional y
justicia social». El plan postula 100% de energías limpias para 2050, junto con el compromiso de
la eficiencia energética y cambios tributarios. Y aunque incluye a legisladores de partidos
progresistas de Brasil, Argentina y Chile y algunos de sus firmantes están lejos de ser referentes
en temas ambientales, revela la importancia que tiene en el contexto actual la generación de
programas integrales ligados a la transición ecosocial.
Vale la pena agregar también que una de las pocas instituciones regionales que estuvo presente
en el debate fue la Cepal, para la cual no es posible desarrollar una política de austeridad. Según
este organismo, la crisis dejó en claro que la política fiscal vuelve a ser la herramienta para
enfrentar choques sociales y macroeconómicos. Para ello es necesario aumentar la recaudación
tributaria, mediante la eliminación de espacios de evasión y elusión tributaria que alcanzan 6,1%
del pib. Asimismo, hay que consolidar el impuesto a la renta a personas físicas y corporaciones,
y extender el alcance de los impuestos sobre el patrimonio y la propiedad, a la economía digital,
así como correctivos, como impuestos ambientales y relacionados con la salud pública.
En suma, en América Latina no son los gobiernos, sino las organizaciones, activistas e
intelectuales quienes, desde la sociedad civil, habilitaron la discusión sobre programas de
transición ecosocial. Para los diferentes gobiernos de la región, lo ambiental continúa siendo un
saludo a la bandera, algo meramente decorativo, un adjetivo («desarrollo sustentable»), una
columna más en el balance contable de las empresas, algo que se cree poder resolver con un
par de soluciones tecnológicas (la razón arrogante), que no apunta por supuesto a las causas de
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la crisis, y que permite continuar con la fuga hacia adelante, sin cuestionar la visión hegemónica
del desarrollo.
8. La pandemia puso en la agenda el paradigma de los cuidados y develó que esta es la clave de
bóveda para la construcción de una sociedad resiliente y democrática.
La pandemia visibilizó la importancia de los cuidados en sus múltiples dimensiones. Por un lado,
lo hizo en la dirección más general del cuidado de los territorios, de los ciclos de la vida, de los
ecosistemas. Por otro lado, la pandemia puso en evidencia la insostenibilidad de su actual
organización, que recae sobre las mujeres, especialmente sobre las mujeres pobres. Hoy esto
está más presente que nunca. La necesidad de pensar políticas públicas activas, mediante
sistemas integrales de cuidados, que conciban el cuidado como un derecho y reduzcan la brecha
de género, resulta clave para pensar en la recuperación pospandemia.
Por último, el paradigma de los cuidados, como base de una transición ecosocial, apunta a ser
concebido desde una perspectiva multidimensional. En suma, lejos de ser una moda, el
paradigma de los cuidados como clave de bóveda de la transición ecosocial revela la potencia
de los diferentes feminismos hoy movilizados en la escena social y política, en su
cuestionamiento radical al patriarcado, en su denuncia del capitalismo como una máquina de
guerra contra la vida y en su apuesta por la sostenibilidad de la vida digna.
Pese a que los gobiernos latinoamericanos han profundizado su ceguera epistémica, los cambios
generados en la sociedad civil, en términos de conciencia colectiva, son significativos. Por
ejemplo, el avance de la destrucción y los incendios de la selva amazónica, que incluye varios
países latinoamericanos, generó que, desde los diferentes pueblos de la región, se realizara la
primera Asamblea Mundial por la Amazonía.
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Como afirman las agrupaciones juveniles, muy presentes en estas luchas, la crisis nos enfrenta
a otros «mandatos de deconstrucción», no solo en las relaciones de género sino también en lo
ecológico. El tema no es menor, pues una parte importante de las ciencias sociales y humanas,
sea por indiferencia, por comodidad o por pura negación, ha venido dándoles la espalda a las
problemáticas socioambientales, las cuales aparecen confinadas a ciertos «nichos» (ecología
política, economía ambiental, sociología de los movimientos sociales, geografía crítica, entre
otros). Sucede que como la problemática ambiental incómoda y cuestiona los credos
desarrollistas preexistentes y supone levantar el velo sobre los modelos de apropiación, de
producción, de consumo y de desechos que todos reproducimos, no son pocos quienes
prefieren no abandonar la zona de confort.
El balance aún provisorio de lo ocurrido en América Latina en tiempos de covid-19 deja un gusto
amargo y una sensación ambivalente. Por un lado, los impactos económicos, sanitarios y sociales
son tan extensos que todavía resulta difícil avizorar un horizonte de recuperación. Pero es claro
que los gobiernos no se proponen avanzar en la transformación de la matriz productiva y
apuestan, una vez más, a reactivar la economía de la mano de las falsas soluciones,
profundizando el extractivismo. Tampoco se avanzó en reformas tributarias significativas que
apunten a financiar políticas públicas de recuperación económica. Por otro lado, son cada vez
más las personas que se suman a diferentes movimientos y colectivos de la sociedad civil en pos
de un llamado a la transición ecosocial, desmontando con ello la falsa oposición entre lo
económico y lo ecológico.
Nadie dice que la deconstrucción en clave ecológica y la transición ecosocial sean algo simple o
lineal, mucho menos en un contexto de potenciación de la dueñidad, de destrucción de los
ecosistemas y de peligrosa expansión de las extremas derechas. Pero no nos queda otra
alternativa que navegar estas aguas turbulentas, pues es muy probable que en 2021 los tiempos
no sean mejores. Los gobiernos latinoamericanos deben abrir cuanto antes la discusión sobre
todos estos temas, pues el riesgo es que, en un contexto de aceleración del colapso, y en lo
referido a la hoja de ruta de la transición ecosocial, sigamos siendo hablados por y desde los
gobiernos del Norte, por y desde una transición corporativa, en detrimento de nuestras
poblaciones y territorios.
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Van Klaveren, Alberto - “El análisis de la política exterior, una visión
desde América Latina” (2014)
La política exterior es una política pública, pero es más que eso. Por medio de la política exterior,
los estados se relacionan con el sistema internacional y se adaptan a éste. De esta manera, la
política exterior se vincula a la disciplina de las Relaciones Internacionales (RI) representando un
área específica en ese ámbito.
¿Cómo explicar las decisiones de política exterior? Los factores que influyen en su elaboración
suelen ser múltiples y resulta muy difícil jerarquizarlos o establecer relaciones de causalidad
entre ellos. Hay cierta disociación entre la teoría de las RI y los análisis de política exterior,
especialmente en América Latina.
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En el ámbito político, la mayoría de los especialistas en el área de la política exterior
latinoamericana se han centrado en variables sistémicas tales como la evolución de la
bipolaridad al momento unipolar y luego a la multipolaridad, los cambios en la distribución de
los recursos en el sistema global y, por cierto, el debate sobre el papel de Estados Unidos en el
nuevo sistema internacional
Pero el contexto interno también influye poderosamente. Para algunos, la política exterior debe
ser entendida como el producto de la dinámica interna de un país. Una autora señala que “es la
continuación de la política interna con otros medios." Los recursos de que dispone un país para
llevar a cabo su política exterior sin duda importan, y mucho. También son relevantes la calidad
de la diplomacia, el prestigio de un país o su imagen nacional. Pero los recursos no bastan por sí
solos. Importa también la capacidad y voluntad de aprovecharlos. Esto explica que países con
relativamente pocos recursos pueden tener políticas exteriores activas y viceversa. El tamaño
de los países puede ser importante, pero no es necesariamente decisivo.
El segundo elemento del contexto doméstico que parece relevante tiene que ver con las
políticas económicas de los países. Considerando que todas las naciones latinoamericanas
forman parte del mundo en desarrollo, este elemento se hace equivalente a las estrategias
específicas de desarrollo que han seguido. En América Latina, los países con estrategias
económicas más liberales y políticas comerciales más aperturistas tienden a bajar el tono de la
antigua confrontación entre el Norte y el Sur o entre el Primer y el Tercer Mundo. Hoy México y
Chile son miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OECD) y
algunos otros países de la región aspiran a seguir sus pasos. La nueva Alianza del Pacífico,
integrada por Chile, Colombia, México y Perú, proyecta las políticas económicas de sus
miembros y un compromiso mayor con el libre comercio que los países del ALBA o incluso que
MERCOSUR. Las naciones del ALBA, por lo general críticas del libre comercio, del neoliberalismo
y de la globalización, siguen militando de forma activa en los foros de los países en desarrollo
Los países desarrollan culturas de política exterior que equivalen a conjuntos de creencias,
imágenes y símbolos que mantienen las elites y las opiniones públicas de los países respecto de
sus relaciones con el resto del mundo, la política exterior y la seguridad nacional.
El carisma, los grados de interés y atención presidenciales en los temas internacionales y los
rasgos personales han dejado una huella clara en muchos esquemas de política exterior, más
todavía en una época de contactos directos, cumbres periódicas y disminución o cambio de los
clivajes internacionales tradicionales.
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determinado por factores institucionales. Las cancillerías consisten por lo general en burocracias
sumamente institucionalizadas, que suelen asumir la representación de las culturas de política
exterior y se presentan como garantes de los intereses diplomáticos permanentes de los países.
Mientras más profesionalizadas estén, mayor legitimidad pueden tener. Sin embargo, también
suelen ser susceptibles a los cambios de régimen.
Asimismo, los grupos de interés pueden ejercer considerable influencia en las decisiones de la
política exterior. El peso de los lobbies en determinadas áreas de la política exterior
estadounidense es evidente. Organizaciones no gubernamentales como Amnistía Internacional,
Greenpeace o Human Rights Watch, que asumen un carácter transnacional, superan, en sus
áreas de acción, la capacidad de influencia internacional de muchos países. También las
organizaciones empresariales pueden asumir papeles centrales en los procesos de toma de
decisión que afectan sus intereses, como se ha observado en las principales negociaciones
comerciales que han emprendido recientemente los países de América Latina, sea con Estados
Unidos, la Unión Europea o países asiáticos.
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