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Este documento celebra a todos los santos anónimos que han vivido vidas piadosas y de fe sin reconocimiento público. Menciona a los buenos vecinos, compañeros de trabajo, amigos confiables y abuelas cariñosas que han ayudado a otros con compasión. También honra a aquellos que luchan en silencio por una sociedad más justa. Gracias a la humilde dedicación de personas como estas, Jesús continúa siendo la luz del mundo.
Este documento celebra a todos los santos anónimos que han vivido vidas piadosas y de fe sin reconocimiento público. Menciona a los buenos vecinos, compañeros de trabajo, amigos confiables y abuelas cariñosas que han ayudado a otros con compasión. También honra a aquellos que luchan en silencio por una sociedad más justa. Gracias a la humilde dedicación de personas como estas, Jesús continúa siendo la luz del mundo.
Este documento celebra a todos los santos anónimos que han vivido vidas piadosas y de fe sin reconocimiento público. Menciona a los buenos vecinos, compañeros de trabajo, amigos confiables y abuelas cariñosas que han ayudado a otros con compasión. También honra a aquellos que luchan en silencio por una sociedad más justa. Gracias a la humilde dedicación de personas como estas, Jesús continúa siendo la luz del mundo.
Celebramos hoy a todos los santos sin altar, a la buena gente de a
pie sin otro honor y otra gloria que haber sido honrados y leales en la vida cotidiana. Los buenos vecinos, los buenos compañeros de trabajo, los paños de lágrimas, los amigos de confianza. Tantos buenos creyentes de fe sencilla y recia. Aquellas viejecitas que han sabido dar calor de madres y después fueron las abuelas de todos. Aquellos que sintieron piedad y se les conmovieron las entrañas por unos y por otros. Y ese oscuro militante que detrás de una sigla lucha por un mundo más justo. El cristiano anónimo, para los hombres, que no para Dios. Tantos y tantos hombres escondidos y eficaces que son como el fuego bajo las cenizas... nadie se pregunta quién es el que da calor, pero él no se cansa de ser ascua encendida. Gracias a gente como ésta, a su débil e imprescindible cerilla de palo, Jesús sigue siendo la Luz del mundo. Y nosotros apreciamos sus luces en la noche.