0 calificaciones0% encontró este documento útil (0 votos)
5 vistas1 página
Este documento describe tres interacciones entre Rabí Hillel y un hombre que intentaba hacerlo enojar para ganar una apuesta. En cada interacción, el hombre hace una pregunta extraña a Hillel y él responde de manera paciente y sabia. Aunque el hombre no logra enojar a Hillel, pierde la apuesta. Hillel luego aconseja al hombre que es mejor haber perdido dinero que haber enfadado a Hillel.
Este documento describe tres interacciones entre Rabí Hillel y un hombre que intentaba hacerlo enojar para ganar una apuesta. En cada interacción, el hombre hace una pregunta extraña a Hillel y él responde de manera paciente y sabia. Aunque el hombre no logra enojar a Hillel, pierde la apuesta. Hillel luego aconseja al hombre que es mejor haber perdido dinero que haber enfadado a Hillel.
Este documento describe tres interacciones entre Rabí Hillel y un hombre que intentaba hacerlo enojar para ganar una apuesta. En cada interacción, el hombre hace una pregunta extraña a Hillel y él responde de manera paciente y sabia. Aunque el hombre no logra enojar a Hillel, pierde la apuesta. Hillel luego aconseja al hombre que es mejor haber perdido dinero que haber enfadado a Hillel.
El hombre debe ser siempre paciente como Hillel, y no irritable como
Sammay. En cierta ocasión dos amigos se apostaron lo siguiente: «El que consiga impacientar a Hillel recibirá del otro cuatrocientos denarios.» Uno dijo: «Yo lo conseguiré.» Era aquel día víspera de sábado y Rabí Hillel se estaba lavando la cabe- za cuando el hombre de la apuesta se detuvo a la puerta de su casa y empezó a gritar: «¿Dónde está Hillel? ¿Dónde está Hillel?» Rabí Hillel se envolvió en un manto y salió a su encuentro, diciendo: «Hijo mío, ¿qué deseas?» «Tengo que preguntarte una cosa - respondió el otro, y tengo prisa por que me respondas.» «Pregunta, hijo mío, pregunta.» «¿Por qué los habitantes de Babilonía no tienen la cabeza redonda?» Hillel le respondió: «Hijo mío, has hecho una pregunta muy importante: es porque no tienen comadronas hábiles.» Pasó un rato y volvió aquel hombre, gritando: «¿Dónde está Hillel? ¿Dónde está Hillel?» Rabí Hillel se puso el manto y salió a su encuentro, diciendo: «Hijo mío, ¿qué deseas?» El hombre respondió: «Tengo que preguntarte una cosa, y tengo prisa por que me respondas.» «Pregunta, hijo mío, pregunta.» «¿Por qué los habitantes de Palmira tienen los ojos legañosos?» Hillel le respondió: «Hijo mío, has hecho una pregunta muy importante: es porque viven en lugares arenosos.» Al cabo de un rato volvió aquel hombre, gritando: «¿Dónde está Hillel? ¿Dónde está Hillel?» Rabí Hillel se puso el manto y salió a su encuentro, diciendo: «Hijo mío, ¿qué deseas?» El otro le dijo: «Tengo que preguntarte una cosa, y tengo prisa por que me respondas». «Pregunta, hijo mío, pregunta».«¿Por qué los africanos tienen los pies anchos?» Hillel le respondió: «Hijo mío, has hecho una pregunta muy importante: es porque viven en lugares pantanosos.» Entonces el hombre dijo: «¿Eres tú Hillel?» «Sí», respondió el rabino. «Pues, ¡ojalá no haya muchos como tú en Israel!» Hillel preguntó: «¿Por qué dices eso?» «¡Porque me has hecho perder cuatrocientos denarios en una apuesta!» Híllel le dijo: «Cuidado con lo que dices, hijo mío. Mejor es que ha yas perdido cuatrocientos denarios por culpa de Hillel, que el que Hillel se hubiera enfadado.»