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PAREMIA 0010

PACIENCIA .- PREGUNTAS IMPORTANTES

El hombre debe ser siempre paciente como Hillel, y no irritable como


Sammay. En cierta ocasión dos amigos se apostaron lo siguiente: «El que
consiga impacientar a Hillel recibirá del otro cuatrocientos denarios.» Uno
dijo: «Yo lo conseguiré.»
Era aquel día víspera de sábado y Rabí Hillel se estaba lavando la cabe-
za cuando el hombre de la apuesta se detuvo a la puerta de su casa y empezó
a gritar: «¿Dónde está Hillel? ¿Dónde está Hillel?»
Rabí Hillel se envolvió en un manto y salió a su encuentro, diciendo:
«Hijo mío, ¿qué deseas?» «Tengo que preguntarte una cosa - respondió el
otro, y tengo prisa por que me respondas.» «Pregunta, hijo mío, pregunta.»
«¿Por qué los habitantes de Babilonía no tienen la cabeza redonda?» Hillel le
respondió: «Hijo mío, has hecho una pregunta muy importante: es porque no
tienen comadronas hábiles.»
Pasó un rato y volvió aquel hombre, gritando: «¿Dónde está Hillel?
¿Dónde está Hillel?» Rabí Hillel se puso el manto y salió a su encuentro,
diciendo:
«Hijo mío, ¿qué deseas?» El hombre respondió: «Tengo que
preguntarte una cosa, y tengo prisa por que me respondas.» «Pregunta, hijo
mío, pregunta.»
«¿Por qué los habitantes de Palmira tienen los ojos legañosos?» Hillel
le respondió: «Hijo mío, has hecho una pregunta muy importante: es porque
viven en lugares arenosos.»
Al cabo de un rato volvió aquel hombre, gritando: «¿Dónde está Hillel?
¿Dónde está Hillel?»
Rabí Hillel se puso el manto y salió a su encuentro, diciendo: «Hijo
mío, ¿qué deseas?» El otro le dijo: «Tengo que preguntarte una cosa, y tengo
prisa por que me respondas».
«Pregunta, hijo mío, pregunta».«¿Por qué los africanos tienen los pies
anchos?» Hillel le respondió: «Hijo mío, has hecho una pregunta muy
importante: es porque viven en lugares pantanosos.»
Entonces el hombre dijo: «¿Eres tú Hillel?» «Sí», respondió el rabino.
«Pues, ¡ojalá no haya muchos como tú en Israel!» Hillel preguntó: «¿Por qué
dices eso?»
«¡Porque me has hecho perder cuatrocientos denarios en una
apuesta!»
Híllel le dijo: «Cuidado con lo que dices, hijo mío. Mejor es que ha yas
perdido cuatrocientos denarios por culpa de Hillel, que el que Hillel se
hubiera enfadado.»

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