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Un padre rico repartió su último diamante como premio al hijo que realizara la acción más noble. El primer hijo devolvió intacta una hacienda que le fue confiada, pero el padre dijo que solo cumplió con su deber. El segundo salvó a un niño que se ahogaba, ganando alabanza, pero el padre dijo que había algo más valioso. El tercer hijo despertó a su mayor enemigo que dormía al borde de un precipicio, salvándole la vida cuando podría haberle empujado, por lo que el padre le
Descripción original:
Título original
Paremia 0088 Perdonar ( El padre repartió un diamante)
Un padre rico repartió su último diamante como premio al hijo que realizara la acción más noble. El primer hijo devolvió intacta una hacienda que le fue confiada, pero el padre dijo que solo cumplió con su deber. El segundo salvó a un niño que se ahogaba, ganando alabanza, pero el padre dijo que había algo más valioso. El tercer hijo despertó a su mayor enemigo que dormía al borde de un precipicio, salvándole la vida cuando podría haberle empujado, por lo que el padre le
Un padre rico repartió su último diamante como premio al hijo que realizara la acción más noble. El primer hijo devolvió intacta una hacienda que le fue confiada, pero el padre dijo que solo cumplió con su deber. El segundo salvó a un niño que se ahogaba, ganando alabanza, pero el padre dijo que había algo más valioso. El tercer hijo despertó a su mayor enemigo que dormía al borde de un precipicio, salvándole la vida cuando podría haberle empujado, por lo que el padre le
Un padre rico repartió le quedaba un magnífico diamante, y quiso
darlo como premio a aquel de los tres que ejecutase la acción más noble. Partieron los hijos cada uno por distinto camino, y al cabo de tres meses se presenta el primero diciendo: - Un hombre desconocido me confió su hacienda, y yo se la he devuelto Intacta con gran fidelidad. Le contestó el padre: - Has cumplido con tu deber, pero no has hecho más. Poco después se presentaba el segundo diciendo: - Yo salvé a un niño con peligro de mi vida cuando se iba a ahogar, - Por ello - dijo el padre - mereces alabanza, pero hay algo de más valor. Al fin llega el tercero, y dice: - Caminando una tarde encontré a mi mayor enemigo durmiendo al borde de una profunda sima y a punto de caer en ella. Con sólo empujarle le hubiera precipitado en ella para siempre. Pero le desperté, y seguramente con ello le salvé la vida. Y el padre le dijo: - ¡Tuyo es el diamante!