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EL CRUCIFIJO

POR EL

P. Remigio Vilariño
DE LA

COMPAÑÍA DE JESÚS

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BILBAO
IMPRENTA DEL CORAZÓN DE JESÚS
Muelle de Marzana, núm. 7.

1903
¡Infelices! ¡qué lejos estaban de sospechar lo
que hoy está pasando! Hoy sus nietos darían
cualquier cosa por desterrar de la tierra aquella
cruz que entonces sus abuelos levantaron. Y ¡no
pueden! y se la encuentran en todas partes, en
todos los pueblos ,en todas las calles, en todos
penas hay en la historia ejemplo de
los templos, en las coronas, en los edificios, en los
una rabia má s tenaz y de un empeñ o má s caminos, en las escuelas, en los tribunales, en los
rencoroso que el de los judíos por levantar la cruz corazones de infinita muchedumbre.
de Jesucristo y verle clavado en ella. Y cuando
satisfechos ya de su venganza le Con la misma rabia con que sus padres
contemplaron crucificado, insultá ndole levantaron la Cruz el día de Viernes Santo se
con escarnio le decían: “¡Vamos a ver! ¡a que no empeñ an ellos en el siglo actual en quitarla de
bajas de esa cruz! Eso que eres, segú n tú dices, todas partes. ¡ Y no pueden lograrlo! ¡y eso que
Mesías e Hijo de Dios, y tienes poder del cielo ahora tampoco les faltan ni Herodes ni Pilatos en
para salvar a otros. Si bajas, creeremos todo los gobiernos del mundo que los ayuden en su
cuanto aseguras”. empresa! ¡eso que cuentan con el apoyo de la
masonería y con la influencia del oro!
Ni es posible que lo logren. ¡Maravillosa Maestro en la cruz todos sus discípulos perderían
historia! La piedra que aquellos decidas la esperanza que tenían en él, y el mundo
desecharon es hoy la piedra angular del mundo. religioso no encuentra otra esperanza segura de
Todo ese cristianismo abominable a los judíos salvació n sino en el que murió en la cruz.
vive inmortal en aquel Cristo que ellos
Pensaban que nadie adoraría ni amaría á un
sacrificaron. Aquel á rbol sobre el cual tan
ajusticiado en la cruz, y todo el orbe cató lico está
furiosos hachazos descargaron florece sin cesar
postrado al pie de la cruz. ¡Qué desengañ o para
preciosísimo sobre su flor que es Cristo riquísimo
los judíos! ¡Qué rabia! ¡Qué desesperació n! ¡No
en sus hojas que son sus Gracias y fecundísimos
poder, aun capitaneando á toda la masonería del
frutos que son sus santos y puede muy bien decir
mundo, suprimir al Crucificado y encontrá rselo
la Iglesia todos los añ os:
todavía al cabo de veinte siglos como el signo de
Arbor una nobilis, contradicció n, signum cui contradicetur, como lo
había profetizado su anciano Simeó n!
Nulla silva talem proferi
Pero para los cristianos ¡qué seguridad, qué
Fronde, flore, germine.
consuelo, qué esperanza, ver que nunca se abate
nuestro lá baro de victoria, que nunca baja Cristo
de la cruz!
«Árbol noble entre todos: ninguna selva produce
otro que se le iguale ni en hojas, ni en flor, ni en La devoció n á Jesucristo crucificado es la
fruto». primera de las devociones de la Iglesia, y como la
fuente de vida de los cristianos. Porque, en efecto,
Creían los que crucificaron a Cristo que con la vida sobrenatural cristiana no es otra cosa que
crucificarle estaba todo concluido, y ha sucedido fe, esperanza y caridad. Ahora bien; nada má s
lo contrario. Ellos pensaban que si moría apto para excitar estas virtudes que la devoció n á
Jesucristo en la cruz nadie podría creer que era el Jesucristo crucificado, en el cual se encuentra la
Mesías, y el mundo cree que es el Mesías porque clave de la fe cató lica, la fuerza de la esperanza
murió en la cruz. Pensaban que si moría el cristiana y la plenitud de la caridad divina.
Por lo cual hoy que en el mundo se combate Acerca del hombre nos hace ver lo que vale la
tanto á nuestra fe, á nuestra confianza y á nuestra salvació n de un alma, la gracia santificante y la
caridad para con Dios, es preciso que fijemos má s gloria del cielo, pues por ellas se dignó morir en la
y má s nuestra atenció n en ese crucifijo cruz. En ese cuerpo llagado, deshecho,
adorá ndolo como á nuestra ú nica esperanza: O desfigurado, leemos como en ninguna parte cuá n
crux ave spes unica. grande mal es el pecado, pues tanto sufrió Dios por
destruirlo. En esos horribles do-lores sufridos por
I
el Nazareno vemos lo que aguarda en el infierno al
La devoció n á Jesú s crucificado es la má s á que quiere morir en pecado; porque, como él dijo,
propó sito para confirmamos en la fe, porque el si en el leñ o verde, en el florido y hermosísimo
misterio de la cruz má s que ningú n otro misterio Nazareno se hizo tal destrozo, ¿qué se hará en los
derrama torrentes de claridad sobre toda la leñ os secos é
doctrina de la Iglesia. Teniendo delante un infructuosos de los pecadorés? La vanidad
crucifijo se comprenden sin dificultad muchas del mundo ¿quién no la está viendo en el desprecio
verdades, de otra manera muy oscuras. que hace de él este Crucificado que muere
completamente despojado de todo, desnudo, sin
Acerca de Dios nos prueba su grandeza infinita,
honra y hasta separado y levantado de la misma
pues exige por su ofensa una satisfacció n infinita;
tierra?
su infinita justicia, pues hizo sufrir á Jesucristo
tantos dolores; su infinita misericordia, pues por Pero sobre todo quien aparece claro, iluminado
redimir á nosotros, pobres esclavos, entregó á la con toda su luz, colmado de toda su perfecció n es
muerte á su Hijo amado; su infinita santidad, pues el mismo Jesucristo Nuestro Señ or. Es hombre y
só lo porque cargó con la responsabilidad de hermano nuestro, pues puede satisfacer; y es
nuestras culpas no perdonó ni á su propio Hijo; su Dios, pues puede satisfacer por una ofensa
infinita sabiduría y providencia en hallar tan infinita Es sacerdote sumo y es víctima
estupenda manera de redimirnos conciliando preciosísima y la ú nica que puede satisfacer por
todos sus atributos. nuestros pecados. Se parece á nosotros en sentir
los dolores como nosotros, en entristecerse su
alma como nosotros, en ser afligido, perseguido, En efecto, si examinamos los vaticinios del
calumniado, oprimido como nosotros y má s que Antiguo Testamento y los reunimos, hallaremos
nosotros. En lo que se diferencia infinitamente de que el Mesías profetizado tenía que ser un
nosotros es en sus virtudes: en ser má s caritativo, personaje inverosímil, antitético, casi imposible y
y generoso, y paciente, y humilde, y aun á primera vista contradictorio. Cristo tenía
misericordioso y constante que nosotros. que ser segú n las profecías:
Sacerdote sumo y víctima por el pecado.
Sanador de todas las enfermedades y varó n de
dolores.
Leó n de Judá y cordero que, llevando sobre sí
nuestras culpas, sería degollado.
Ademá s el crucifijo nos ofrece una prueba Piedrecilla arrastrada por la tierra y monte que
pasmosa de nuestra fe y un motivo estupendo de ocuparía todo el mundo.
la credibilidad de nuestros artículos Sillar desechado y piedra angular y clave del
edificio religioso.
Regnavit a ligno Deus
Perfecció n y corona y cumplimiento de la Ley
Reinó desde una cruz Dios. Antigua y abrogació n de ella.
He aquí un verso que canta continuamente la Brazo de Dios, fortaleza de Dios que burlase
Iglesia, el cual, en su brevísima sencillez encierra todos los planes de las gentes y de los pueblos, de
profundísima teología. Si es verdad ese verso, si los reyes y los príncipes coligados contra él, y al
hay alguno que á pesar de ser crucificado reina en mismo tiempo un perseguido que había de
el mundo, no lo dudéis, ese es el Mesías de que sucumbir á una trama violenta de esos mismos
hablaron los Profetas, ese es el Redentor, ese es el poderes.
Dios fuerte qué nos estaba prometido. Y no se
Padre del siglo eterno, de una generació n
necesita má s prueba que ésta para nuestra fe.
perpetua y al mismo tiempo muerto en la flor de
su edad, á los tres añ os de su aparició n al mundo,
en su vida pú blica, en la mitad de la semana ¿Hay cosas má s contradictorias? ¿No parece
setenta de Daniel. cosa imposible la realizació n de conceptos tan
opuestos entre sí? Lo que hay es que Dios,
En una palabra, Rey: Ego autem constitutus sum
sabiduría infinita, para que nadie ni remotamente
Rex ab eo. Y Rey de los judíos: Super Sion montem
juzgase casualidad el cumplimiento de las
sanctum ejus (Ps. 2, 6). Y de todo el orbe: Et
profecías, puso en ellas caracteres de tan difícil
adurabunt eum omnes reges terrae, onmes gentes combinació n que á la humana razó n le parece
servient ei (Ps. 71, 11). Y Rey espléndido, imposible. Y como los buenos grabadores ponen
triunfador, invencible, eterno: ¿quién no en los sellos o documentos de mucha importancia
recuerda, si ha leído los salmos y profetas, rasgos tan encontrados y contraseñ as tan
aquellos rasgos brillantes con que le describen? Y complicadas, que por lo dificil de imitarlas hacen
al propio tiempo había de ser un siervo de lo má s imposible toda falsificació n, así el sabio de los
rebajado de la tierra, formado con el destino de sabios, Dios, para que nadie pudiese falsificar (si
ser humillado, abatido, arrastrado, «desechado es lícito hablar así) ningú n Mesías, puso en los
dice Isaías lo último de los hombres... tal que hará vaticinios antiguos esa constante y
apartar de sí los semblantes; no se le tendrá complicadísirna combinació n de caracteres
estima, se le mirará como á leproso, herido de Dios, opuestos y entre sí casi irreconciliables.
humillado...: será hostigado y el sumiso no abrirá la
Ahora bien; todos esos rasgos se cumplen en
boca, como cordero llevado al matadero, como
Jesucristo crucificado. É l es el nudo que une todas
oveja callada ante el que la trasquila... y será
las profecías, él es la clave que traba toda la
muerto por opresión y tribunal» (Is. 53).
bó veda de los vaticinios, así de los arcos que suben
¿Qué má s? El Mesías tenía que ser Dios: Et hasta lo sumo de la gloria como de los que
vocabitur nomen ejus Emmanuel, Deus (Is. 7, 14; 9, descienden á lo ínfimo de la humillació n.
6), y al mismo tiempo había de ser he-rido y
Porque Jesucristo en la cruz es sacerdote y
abandonado de Dios: Percussus a Deo (Is. 53, 4).
víctima; cordero degollado y leó n que va á
Deus, Deus meus, quare me dereliquiste? (Ps. 21,
triunfar; piedra desechada y piedra angular;
2).
coronamiento y perfecció n del Antiguo eso es un Crucificado que reina en el mundo sin
Testamento y abrogador de él para fundar el má s armas que su cruz: Regnavit a ligno Deus,
Nuevo; juguete é irrisió n de la plebe y brazo de sujetando y domando al orbe, como dice San
Dios, muerto violentamente en la flor de su edad y Agustín, con la cruz y sin armas: Non ferro sed
padre de una Iglesia eterna; siervo llagado y ligno.
deshecho y Rey del orbe; abandonado de Dios é
Maravillosa es la sentencia que dijo Jesucristo á
Hijo de Dios en quien confía aun en su abandono. Y
los fariseos al fin de una de sus controversias con
siendo todo esto, encierra en sí una prueba
ellos: «Cuando levantéis en una cruz al Hijo del
portentosa de la credibilidad de nuestra fe en
hombre, conoceréis que yo soy el Mesías» (Joann. 8,
Jesucristo, la cual consiste en la realizació n cabal
28). Había hecho un sin fin de milagros, había
en ese Crucificado de un cú mulo innumerable de
derramado torrentes de sabiduría divina, había
profecías imposibles de unirse en otro que no sea
deshecho todas las objeciones, los había
el Mesías enviado por Dios.
dejado sin palabra, obligando á la gente á
exclamar «nunca hemos oído hablar así á ningún
hombre»; y, sin embargo, no logró per-suadir á los
judíos que él era el Mesías. Y como quien apela á
la ú ltima prueba, á la demostració n sin réplica,
añ ade confiado: «¡Cuando me crucifiquéis, veréis
Pero hay má s. Cristo crucificado es una prueba que yo soy el Mesías!» Y, coincidencia pasmosa,
de nuestra fe no só lo por ser el vínculo y apenas es crucificado Jesú s, aparece por orden
consumació n ú nica de las profecías mesiá nicas, del Presidente sobre la cabeza del ajusticiado,
sino ademá s por ser el má s estupendo de los escrito en las tres lenguas má s conocidas, un
milagros que se han visto sobre la tierra. título claro, evidente, que dice: «Este es Jesús
Nazareno, el Rey de los judíos», es decir, el famoso
Gran milagro es un enfermo que sana, un ciego
Rey y Mesías prometido á los judíos como
que ve, un cojo que anda, un sordo que oye y un
dominador de todo el mundo. Y por má s que se lo
mudo que habla. Pero mayor milagro que todo
rogaron, no quiso mudar el título, y con
resolució n impropia de su cobardía dijo: Quod su regia frente, levanta al cielo sus divinos ojos,
scripsi, scripsi. esfuerza su real pecho, da una gran voz y se
apresta á reinar; y en el mismo momento en que
Pero ¿quién va á creer á esa inscripció n? ¿Có mo
la muerte va á echarse sobre él, matando á la
puede ser el ley de los judíos ese Galileo que está
muerte, má s aú n, sacando de la muerte vida y
en la cruz acabando su vida y dando su sangre,
vida universal y triunfadora de todos los
abandonado de todos menos de su Madre y del
hombres, empieza su reinado donde otros acaban
má s niñ o de sus discípulos y de unas pobres
el suyo, y encomendá ndose confiado á su Padre
mujeres? No tenían razó n los fariseos cuando
exclama: «Padre, en tus manos encomiendo mi
decían: «¡Bah! ¡Si fuese el Hijo de Dios bajaría de la
espíritu».
cruz! ¡Si es el elegido de Dios, si es el Rey de Israel,
como dice ese letrero, que baje de la cruz y Y murió . Pero á los pocos añ os todo el mundo
creeremos en él!» se postraba á los pies de ese Crucificado, y hoy,
después de diecinueve siglos, sigue reinando en
¿Quién al oírle exclamar en su agonía «pos mío,
todo el orbe, y es adorado por todos los pueblos, y
Dios mío, por qué me has abandonado?» no
venerado en innumerables altares, y saludado en
diría: «Por fin ha caído en la cuenta de su engañ o:
todos los caminos: corona los edificios, adorna las
pensaba que Dios le iba á librar y ha visto que no
coronas, brilla en los cetros, cubre los corazones y
es así». Y cuando en seguida exclamó :
marca las frentes, labios y pechos de millones de
«Todo se ha consumado», quién no le hubiera
sú bditos suyos.
tenido lá stima y no hubiera dicho: ¡Pobrecillo!
¡qué tarde se ha desengañ ado!» Por incrédulo que seais ¿qué milagro queréis
má s estupendo que el reinar desde la cruz Je-
Y, sin embargo, contra toda humana previsió n y
sucristo:
posibilidad, contra todo lo que allí se veía y oía,
cuando menos podía esperarse nada de gloria, ni Regnavit a lipzo. y no de una manera cualquiera
de triunfo, aquel siervo humillado, desamparado sino como Dios: Regnavit a ligno Deus?
de Dios, crucificado, que es lo má s que se puede
decir, cuando todos le tenían ya por muerto, alza
Porque verdaderamente arguye muy bien San aparece animá ndonos á caminar Jesucristo
Agustín. Una de dos: ó ese Crucificado ha obtenido clavado en la cruz despidiendo los fulgores de una
un reino tan universal y duradero con milagros ó consoladora esperanza, sin desesperació n, sin
sin ellos; si con milagros, es evidente que se le presunció n y sin desconsuelo.
debe creer; si sin milagros, tenéis que confesar que
Sin desesperació n; porque si es verdad que
ha obrado el má s estupendo milagro que se puede
nosotros somos muy malos, Jesucristo es muy
imaginar, que es lograr sin otros milagros ser
misericordioso; si la ofensa hecha por el pecado
tenido por Rey y por Dios un crucificado.
es incalculable, la reparació n dada por la pasió n
No fué, pues, prudencia de Pilatos sino pro- es infinita: abundaron, es verdad, los pecados,
viden.cia sapientísima de Dios haber puesto á la pero sobreabundó la gracia. «Todas nuestras
cabeza de la cruz ese título de: «El Rey de los culpas llevó Cristo consigo á la cruz en su cuerpo»,
judíos» que nadie pudo desclavar. Ni los judíos segú n la hermosa expresió n de San Pedro (I Pet.
cuando decían: Si eres el Rey de los judíos baja de 2, 24), para extinguirlas allí en el holocausto de su
la cruz, sabían lo que se decían; pues en la carne. Y segú n otra expresió n parecida de San
providencia de Dios la cruz era el lazo de unió n de Pablo (Coloss. 2, 15): «Borró el decreto de
toda la realeza y majestad de nuestro Rey Mesías condenación que estaba escrito contra nosotros y
con toda la humillació n del Siervo leproso y lo destruyó clavándolo en la cruz consigo al mismo
maldito por los pecados ajenos, á fin de ser de esta tiempo que su cuerpo». Gracias, pues, á esa víctima
manera el má s pasmoso cumplimiento de las sacrificada en la cruz nadie debe desesperar,
profecías, y el má s estupendo milagro de Dios, y porque ya sin má s trabajo que arrepentirnos y
por lo uno y por lo otro una prueba irrefragable de confesarnos se nos perdonan los pecados.
nuestra fe, escrita en todos los crucifijos del
¡Cuá ntas veces nos ponemos á pensar sin
mundo.
provecho ninguno sobre el pavoroso problema de
II la predestinació n, y aun queremos excusar
nuestra propia maldad echando casi la culpa á
Si es verdad que la vida es una calle de
Dios de que no nos salva á la fuerza! Lo que los
amargura; también lo es que al cabo de ella
cris-tianos hemos de hacer es mirar á un crucifijo otras: «y á pesar de todo ¡no habéis querido entrar
y exclamar: No sé los secretos de Dios sobre la por ellas!»
predestinació n, lo que sé es que quien se deja
crucificar por mi, sin duda ninguna quiere
salvarme. Ahora bien, como decía San Pablo: «Si
Dios está en nuestro favor, ¿quién puede contra
nosotros? Si no perdonó á su propio Hijo, sino
que por salvamos lo entregó á la muerte, ¿có mo
Y he aquí insinuada otra nueva enseñ anza del
puedo pensar que juntamente con él no nos dió
crucifijo que nos advierte que nuestra esperanza
todas las cosas? ¿Quién acusará á los elegidos de
no debe ser presuntuosa, ni debemos pretender
Dios? Dios es el que los justifica; pues ¿quién será
salvarnos sin padecer. El que se salve ha de entrar
el que los condene? Jesucristo es el que ha muerto
por las heridas de Cristo Nuestro Señ or y
por nosotros y luego ha resucitado y está á la
participar de su pasió n. Y por esos decía San
diestra de Dios é intercede por nosotros: pues
Pablo: «Que Dios á los suyos los pre-destinó á ser
¿quién nos separará del amor que Cristo nos
conformes á la imagen de su Hijo, de modo que
tiene?». En verdad, si nosotros no queremos,
éste sea como un primogénito entre muchos
nadie. «En todos los trances venceremos por medio
hermanos» (Rom. 8, 29), al cual imitemos los
del que nos amó» (Ad Rom. 8). Por eso esta
demá s en la herencia de la gloria y en los trabajos
devoció n á Jesú s crucificado es la má s acomodada
de la vida.
á nosotros, pobres pecadores, á quienes
continuamente está diciéndonos Cristo Nuestro Si vemos á nuestro hermano primogénito que
Señ or aquellas hermosísimas pa-labras que le está crucificado., ¿có mo los hermanos menores
atribuye San Agustín: «Estáis viendo las heridas vamos á pedir que se nos libre de penas?
que vosotros abristeis; el costado que vosotros «Convenía, dijo á sus discípulos de Emaú s, que
alanceaisteis: por vosotros y para vosotros han Cristo padeciese y así entrase en su gloria» (Luc.
sido abiertos». Ojalá nunca pueda añ adir aquellas 24, 26). Pues si el primogénito para ir á la gloria
tuvo que padecer tanto ;no hemos de padecer
nada los demá s hermanos: Dios exaltó á siquiera lo que exige el cumplimiento de los
Jesucristo, segú n dice San Pablo (Philip. 2, 13), deberes. Pero los hijos humildes hallan el
«porque se humilló á sí mismo haciéndose consuelo para todos sus sufrimientos en la cruz
obediente hasta la muerte y muerte de cruz». Pues de Cristo; y si bien es verdad que tienen que ser
si el primogénito hubo de humillarse , tanto y clavados en la cruz, pero es al lado de Cristo,
obedecer hasta tal punto, nosotros los hermanos viendo á Cristo y oyendo á Cristo.
menores y tan menores ¿queremos ir á la gloria
Todos los hombres en el calvario de sus
con tanta soberbia, rebeldía, independencia y
tribulaciones encuentran á Jesucristo crucificado.
libertad? Y si al Hijo que era ejemplar de virtudes
Por desgracia, unos al verle blasfeman de él, y aun
le hizo su Padre ejemplar de dolores, si al Hijo
clavados en la cruz insultan como el mal ladró n á
que no conocía pecado le hizo por nosotros
Cristo y su providencia. Su voz es esta: ¿Por qué
víctima de pecado (II Con 5, 21), si al Hijo que era
me hace á mí Dios tan desgraciado? «Si tú eres el
á rbol florido de obras santísimas le hizo Dios
Mesías, Sálvate á ti y sálva-nos á nosotros» (Luc.
sufrir tanta aflicció n, ¡ay de nosotros! ¡có mo
23, 39). Pero los humildes imitando al buen
podemos presumir los hermanos menores, que
Ladró n dicen: «Nosotros padecemos lo merecido,
lejos de ser ejemplos de virtudes somos leñ os
y éste padece sin tener ninguna culpa» (Luc. 23,
secos y llenos de carcoma! Y má s, que el que está
41), y sin rehusar el dolor, buscan el lenitivo y
en la cruz es Hijo de Dios por naturaleza y
consuelo de la dulce esperanza en la cruz de
nosotros só lo lo somos por adopció n.
Cristo, y postrá ndose reverentes aplican sus
labios á las llagas de los pies y de las manos y del
costado, y beben en ellas el gozo y el consuelo de
que hablaba Isaías en aquella dulcísima promesa:
Haurietis aquam in gaudio de fontibus Salvatoris:
(Is. 12, 3). «Beberéis agua de consuelo de las
fuentes del Salvador».
Duro y sin consuelo es esto sin, duda á los hijos
rebeldes que presumen ir al cielo sin sufrir ni
¡Cuá ntos afligidos han desfilado por delante de vamos quejosos y diciendo: ¡no hay dolor como el
un crucifijo! ¡cuá ntos besos se han dado á sus mío! ¡nadie sufre como yo! Pero al postrarnos á las
llagas divinas! ¡cuá ntos consuelos han manado de plantas de Jesucristo oírnos que nos dice: «Todos
sus dulces heridas! los que pasáis por este camino observad á ver si
hay una tribulación tan grande como la mía»
Muchas penas y dolores hay que, se resisten á
(Thren. 1, 12), y viendo que efectivamente no la
todo consuelo: pero al consuelo que da un
hay, y que Cristo es el ú nico que puede decir estas
crucifijo no puede resistir ninguna pena. La
palabras, apagamos nuestras quejas, y repetimos
pobreza y la miseria, la enfermedad y el dolor, la
por lo bajo aquello del buen Ladró n:
humillació n que sigue á la gloria, la ingratitud con
«Nosotros padecemos lo merecido, al paso
que nos pagan los favores, el desamparo de los
que éste no tiene culpa» (Luc. 23, 41), y de seguro
conocidos, la traició n del amigo del alma, la
nos contentaremos con decir como él: «Señor,
angustia de la madre del corazó n, los apuros de
acuérdate de mí cuando estuvieres en tu reino», y
los hijos queridos, y, en fin, la amargura interior
con que se nos responda: «Ya estarás conmigo en
cuando nos parece que Dios nos ha hecho
el paraíso». Porque en este mundo, aunque no sea
desgraciados en el mundo, que, no nos atiende,
má s que por decoro, no debemos decir sino lo que
que somos los má s desgraciados de la tierra, todo
decía San Pablo: «Lejos de mi gloriarme en otra
eso y má s, no siempre se remedia (porque ni
cosa que en la cruz de Cristo». O aquellos versos
conviene) pero se dulcifica besando las llagas de
que canta la Iglesia: «Dulce es la cruz, dulces los
un crucifijo.
clavos, como es dulce el peso que sostienen». Dulce
¿Por qué? Porque no hay género de dolor que lignum, dulces clavos Dulce pondus sustinet.
no padezca ese Crucificado, que por padecerlos
Dichosos los que en todas sus aflicciones van á
todos él solo, es llamado Varó n de dolores. No hay
besar los pies de un crucifijo. Allí mana siempre
pena que no esté en ese Señ or de quien dijo Isaías
fresca la dulce esperanza libre de presunció n, pero
y San Mateo que recibió sobre sí nuestras
llena de consuelo.
miserias y se tomó nuestras enfermedades
(Matth. S, i7). Antes de llegar á esa cruz todos
III Jesucristo está en la cruz en sumo grado, y que
todo lo que hay en la cruz es sumamente amable.
¡Caridad! ¿Es posible no sentirla á los pies de un
crucifijo? ¿Qué ama quien no ama á Jesú s
crucificado?
Porque siendo Cristo resplandor del Padre é
imagen perfectísima suya que se nos muestra en
este mundo en el Verbo encarnado, todo cuanto de
Todo lo amable de Jesucristo está encerrado en
Dios hemos de conocer y amar en esta vida todo
que él es nuestro Jesú s, nuestro Salvador. Ahora
está en Jesucristo Nuestro Señ or. Ahora bien;
bien; Dios por especial ordenació n y providencia
Jesucristo, aunque en sí siempre fué infinitamente
suya exigía que si había de ser Jesú s había de
amable desde que encarnó , en cuanto á nosotros y
humillarse hasta la muerte. «Si da la vida por los
á nuestro modo de ver fue cada día creciendo en
pecados, verá una generación duradera», así había
virtud, en gracia y en amabilidad; porque aunque
dicho de él Isaías (53, m). Y San Pablo dice «que el
siempre nos amó lo mismo, las muestras de amor
nombre de Jesús se le dió porque se humilló
que nos dió fueron creciendo cuanto má s creció su
obediente hasta la muerte de cruz» (Philip. 2, 8). Y
vida. El colmo, pues, de su amor y de su amabilidad
la santa Iglesia dice: Hoc opus, nostrae salutis ardo
está al fin de su vida, en la obra de la cruz, que es la
depoposcerat: el orden de nuestra salvació n exigía
mayor obra del amor de Dios; por lo cual San
esta obra de la crucifixió n». Por donde si bien
Pablo, para presentarnos el amor de Cristo, nos lo
desde el principio empezó á ser nuestro Jesú s,
representa crucificado. «Nos amó y se entregó por
pero todos sus méritos, aunque en sí de valor
nosotros como oblación á Dios y víctima de suave
infinito, estaban como en suspenso por la
olor.» (Eph. 5, 2).
ordenació n de Dios, hasta que se consumó la
Y en efecto, en el Crucificado se halla pasió n. Y por esta razó n Cristo no es verdadera y
concentrado todo el amor de Cristo de tal manera, plenamente nuestro Jesú s, hasta que, cargado de
que podemos decir que todo lo amable de todos los méritos de su vida, se presenta por
nosotros víctima de propiciació n crucificado en el Está también en la cruz todo para nosotros;
ara de la cruz. porque para la gran obra de nuestra redenció n
fué necesario que pusiese á nuestro favor todo su
Ademá s, todo cuanto de amable se encierra en el
ser. La humanidad, porque si no no podía ser
nombre de Jesú s, todo tiene su plenitud en
víctima, y la divinidad, porque si no no podía ser
Jesucristo crucificado. El Jesú s debía ser sacerdote,
víctima suficiente, ni sacerdote digno para
y Cristo en la cruz fué el sacerdote sumo y
aplacar á Dios. Y en la humanidad tuvo que afligir
perpetuo de la religió n nueva, que después de
todo su cuerpo con innumerables y variadísimos
derramar su propia sangre entró en el Sancta
tormentos, y dar toda su sangre hasta las ú ltimas
Sanctorum del cielo y está ofreciendo perpetua-
gotas que le sacó la lanza de Longinos, y sufrir en
mente en los altares el sacrificio que ofreció en la
toda su alma aquella amar- gura indefinible que le
cruz por nuestros pecados, sentado á la diestra de
obligó por fin á quejarse amorosamente á su
Dios Padre, ante cuya presencia aparece
Padre diciéndole: «¡Dios mío!
continuamente intercediendo por nosotros. El
¡Dios mío! ¿por qué me has desamparado y me
Jesú s ademá s había de ser víctima por nosotros:
tratas como á un gusanillo y á un despreciable de
este era su destino, por decirlo así, en el mundo:
la plebe?» Y en la divinidad tuvo; por decirlo así,
no era posible que los pecados se quitasen con
que anonadarse y padecer no como si fuera Dios,
sangre de toros y de cabras, era necesario un
sino como el má s simple mortal de los má s
Cordero divino que tomase sobre sí todos nuestros
desgraciados.
pecados y con ellos fuese sacrificado en holocausto
porque nosotros quedá semos libres de culpas, y En la cruz formó la Iglesia y con ella nos legó
esto lo hizo en la cruz. El Jesú s había de ser pastor todos nuestros bienes sobrenaturales. En la cruz
que da la vida por sus ovejas, y padre que nos abrió la fuente de los siete sacramentos. Allí
diese nuevo ser sobrenatural, y abogado que obtuvo de su Eterno Padre para nosotros el que la
obtuviese la anulació n de la escritura de nuestra Iglesia fuese perpetua, á pesar de que nosotros
condenació n borrá ndola con su sangre, y príncipe habíamos de merecer tantas veces que nos la
de nuestra paz con Dios; y todo esto donde quitase Nuestro Señ or; y que fuese cató lica y tan
plenamente lo fué es en la cruz. extendida y visible por todas partes; y que se
mantuviese siempre unida y siempre sin error, millones de pecados á millones de pecadores.
siempre santa y llena de medios para nuestra Porque como conocía todo lo que había de suceder
salvació n y santificació n, como pontífices y en todo tiempo, en aquellas tres horas y mientras
prelados, sacerdotes, religiosos de muchísimas los estú pidos, fariseos con cruel escarnio le
reglas, doctores, predicadores, confesores...: en invitaban á bajar de la cruz, él estaba presente á
una palabra, todo ese inefable conjunto de toda la historia de los pecados futuros: y en
beneficios que encierra la Iglesia, que son aquellas tres horas de sublime y apenas
innumerables, todo tiene su manantial y origen interrumpido silencio, fué despachando todos los
en Jesú s crucificado. perdones de todos nuestros pecados, rubricando
(si es lícito hablar así) con su sangre, que es la
Si á esto añ adimos que no hay virtud de que
ú nica rú brica que reconoce el Padre, cédulas de
Jesú s crucificado no nos dé ejemplo, que no hay
perdó n, por si, como él les incitaba, venían á
bienaventuranza ninguna de que no nos dé
pedírselas, para todos los hombres, no só lo para el
enseñ anza prá ctica, que por consiguiente Cristo en
buen Ladró n, ni só lo para los pecadores entonces
la cruz es ejemplar y modelo de todos nosotros,
existentes, sino para todos los pecadores futuros,
bieji se ve que podernos asegurar que todo lo
así para los que habían de aprovecharse de ellas,
amable de Jesú s, todo lo de Jesú s que pueda excitar
como para los demá s, si querían pedirle perdó n:
la caridad, está en la cruz.
aun para Neró n y Diocleciano, aun para Arrio y
Pero, por otro lado, en la cruz no hay nada de Lutero, aun para Calvino y Enrique VIII, para
Jesú s que no sea amable. Porque Cristo en la cruz Voltaire y Robespierre y los mayores criminales.
no es el juez, sino el abogado de los pecadores: no
Y el perdó n de algunos ¡cuá ntas veces tuvo que
es el vengador justiciero, sino el perdonador
volverlo á rubricar, pues tantas veces en las
misericordioso que está orando por todos los
mismas faltas caemos! Mas en la cruz no se enojó
criminales y pecadores que han de existir: Et pro
ni una vez contra nosotros, y perseveró en esta
transgresoribus rogavit (Is. 33, 12).
faena tan horrible y costosa de perdonar todas las
En la cruz no hizo sino sufrir, callar, orar por atrocidades sin miento del género .humano, hasta
nosotros y perdonar una y mil y millones de veces, que la acabó toda y pudo decir Consummatum es!.
Todo cuanto tenía que hacer por los hombres está por un justo» (Rom. 5, 7). Pues en cambio, añ ade él:
hecho. «¿Qué más debí hacer por mi viña y no lo «Cristo ha muerto por los impíos». Y amando
hice?» (Is. 5, 4). nosotros á quien no ha muerto por nosotros, y tal
vez á quien nos está matando á nosotros, á
Por eso en la cruz Jesucristo está excitando á
Jesucristo que murió por nosotros ¿no le hemos de
amor y á amor sin medida, ni término ni modo,
amar? IV
pues tan sin modo, sin término y sin medida
nos aló Jesú s crucificado. Me amó hasta dejar por Escribo estas pá ginas, segú n costumbre,
mí el gozo á que tenía derecho; «en vez del gozo teniendo junto al papel y delante de todos mis
que se le ponía delante sufrió la cruz, sin libros un crucifijo, el de mi profesió n religiosa. Soy
arredrarse por la deshonra» (Hebr. 12, 4). Me amó cristiano. Cristo crucificado es, segú n hemos visto,
antes que yo le amase: «porque nos amó él la luz de mi fe, el aliento de mi esperanza y el foco
primero» (I Joann. 4, 19). Me amó siendo yo de mi caridad; decidme ¿qué puedo hacer sino
pecador: «mucho recomienda su caridad el que tener un crucifijo donde lo vea sin cesar, donde lo
murió por nosotros cuando aún éramos pecadores» pueda coger continuamente, donde pueda á cada
(Rom. 5, 8). Me amó tantas veces cuantas he rato besar sus cansados pies, sus bienhechoras
pecado, me amó con todo su ser y toda su manos, su amantísimo costado?
persona. Pues ¿có mo es posible no exclamar
Como el que quiere ver, quiere luz en todos los
arrebatado con San Agustín: «Señor, ¡me has
sitios, como el que está débil lleva el bá culo á
amado á mí más que á ti, pues quisiste morir por
todas partes, como el que quiere vivir y amar
mí!» Y có mo es posible no exclamar con San
lleva siempre su corazó n en el pecho, así á ser
Pablo: «El que no ame á Nuestro Señor Jesucristo
posible, quisiera yo, como cristiano, tener sin
¡sea condenado!» Si quis non amat Dominum
cesar en todas partes el crucifijo.
Nostrum Jesum Christum sit anathema! (I Cor, 16,
22). En mi habitació n quiero tenerlo á mano de
modo que cuando escriba esté sobre mis papeles;
¿Hay alguno que se haya dejado crucificar por
cuando lea, junto á mi libro; cuando ore, en mi
mí? «Apenas hay nadie, dice San Pablo, que muera
reclinatorio; cuando duerma, bajo mi almohada;
cuando estudie, ante mis ojos; cuando rece, entre Hagamos todo lo posible porque al crucifijo se
mis manos; cuando padezca, sobre mi pecho, y le tribute honor en todas partes. Y el que no pueda
cuando lo ame, en mis labios. má s grá belo en lo profundo de su corazó n y diga
muchas veces aquella hermosísima oració n de San
¿Quién mejor para confidente de mis secretos
Agustín:
que ese á quien tantos han confiado los suyos?
¿Quién mejor para escuchar mis oraciones que «Escribid, Señor, vuestras heridas en mi corazón
ese á quien toda la Iglesia pone en todos los de manera que en ellas lea vuestro amor y vuestro
altares para escucharlas? ¿Quién mejor para dolor; á fin de que viendo vuestro amor, desprecie
perdonarme que ese que tan acostumbrado está á por vos cualquier amor; y viendo vuestro dolor,
perdonar? ¿Quién mejor pá ra recibir mis besos sufra por vos cualquier dolor». Bien escritas las
que esas llagas que han besado todos los san-tos y debía tener San Francisco Javier cuando decía: No
todos los pecadores arrepentidos? ¿Quién mejor me mueve, ini Dios, para quererte, El cielo que me
para asistirme en mi muerte que ese que á tantos tienes prometido, Ni me mueve el infierno tan
ha asistido á bien morir? temido Para dejar por eso de ofenderte. Tú me
Si estuviera en mi mano lo pondría en el puesto mueves, Señor, muéveme el verte Clavado en una
principal de todos los salones: en todos los cruz y escarnecido; Muéveme el ver tu cuerpo tan
tribunales, ayuntamientos, diputaciones, escuelas, herido, Muévenme tus afrentas y tu muerte.
academias y salas particulares; en nichos bien Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera Que
construidos en todas las calles, en humilladeros de aunque no hubiera cielo yo te amara, Y aunque no
trecho en trecho en los caminos, en el macizo má s hubiera infierno, te temiera. No me tienes que dar
acomodado del jardín, y en cruces monumentales porque te quiera, Pues aunque lo que espero no
en las cimas má s visibles de los montes. esperara, Lo mismo que te quiero te quisiera.
A. M. D. G.

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