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Amén
Que se sientan felices de haber recorrido parte del camino,
sostenidos siempre por tu Mano que fue Misericordia y
Providencia en su destino
¡Quién como ellos para hablar de Amor desinteresado que es sostén y es abrigo!
Hoy Señor, te pido por sus corazones, su salud y todos sus caminos
Restablece sus cuerpos enfermos,
dales salud y largos años entre sus hijos;
fortalece sus almas y dales tu gracia
y bendición para que disfruten
de sus años en familia.
Somos deudores agradecidos de estas dos almas. Somos deudores porque Dios
les regaló a san Joaquín y santa Ana la gracia de ser los padres de la Madre de
Dios, la elegida para ser santa entre las santas.
En el plan de Dios los abuelos tienen una transcendencia fundamental pues son
un pilar en el crecimiento de las familias. Ellos, en su sabiduría, forman en muchas
ocasiones la conciencia del ser humano, unifican familias, ellos suscitan la alegría
de vivir, son un tesoro que dan testimonio de fe, por nosotros se han entregado,
sacrificado e incluso inmolado. Si es así, en el plan de Dios san Joaquin y santa
Ana ejercieron un papel esencial en el crecimiento espiritual y humano de María y
también de Jesús. Esta fiesta nos permite recordar que ambos asentaron también
las bases para que se cumpliera la promesa de la salvación. Ellos pusieron la
semilla para el nacimiento de María. Hoy es un día para pedir por el beneficio de
su intercesión en favor de las familias del mundo, por los abuelos y por los
ancianos de nuestras sociedades para que su presencia viva en la familia, en la
Iglesia y en la sociedad no se apague en este mundo tan individualista, para que
no se permita a los abuelos quedar arrinconados de las familias y sigan siendo
testigos vivos de unidad, de defensa de los valores de la fe, de la esperanza y del
amor. Ellos todavía conservan talentos valiosos para hijos y nietos. De mis
abuelos he aprendido mucho, los amo, los respeto y doy gracias a Dios por
haberlos puesto en mi camino.
Lo curioso es que nada ha quedado escrito sobre san Joaquin y santa Ana en los
Evangelios. El Espíritu Santo, en su infinita sabiduría, por alguna sabia razón no lo
quiso revelar para no desvelar los pensamientos de Dios tan alejados de nuestra
concepción humana. Tal vez este silencio sobre su figura nos quiera mostrar algo
excepcional del que mucho tenemos que aprender: la trascedencia del trabajo
callado y silencioso de las personas que se desviven por los demás, tan bien
aplicable a la figura de los abuelos. Y hoy que veneramos a los abuelos de Jesús
tengamos un recuerdo especial para los que, con su experiencia y entrega, han
dado lo mejor de si mismos para los que viven a su alrededor.
Cada año, en este día, rezo esta hermosa oración escrita por Benedicto XVI en honor de
los abuelos. Leedla despacio y con el corazón abierto, es un canto de amor a los que han
dado su vida por la familia:
Señor Jesús: Tú naciste de la Virgen María, hija de San Joaquín y Santa Ana.
Mira con amor a los abuelos de todo el mundo. ¡Protégelos! Son una fuente de
enriquecimiento para las familias, para la Iglesia y para toda la sociedad.
Sosténlos! Que cuando envejezcan sigan siendo para sus familias pilares fuertes
de la fe evangélica, custodios de los nobles ideales hogareños, tesoros vivos de
sólidas tradiciones religiosas.
Haz que sean maestros de sabiduría y valentía, que transmitan a las generaciones
futuras los frutos de su madura experiencia humana y espiritual.
Ayúdales a vivir serenamente y a sentirse acogidos durante todos los años de vida
que les concedas.
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Pascua es tiempo de alegría, de esperanza, de luz. Coincide con dos aniversarios
que me llenan de alegría. Doy gracias a Dios porque ha puesto en mi vida dos
ejemplos extraordinarios de fidelidad al Evangelio, de amor al hombre, de servicio
al prójimo. No hay nada más hermoso que aprender de personas como ellas. Hoy
quiero elevar al Señor un himno de agradecimiento y de alabanza por la grandeza
de la figura de los abuelos y la de tantas mujeres que han dedicado su existencia
a la vida consagrada. Quiero aprender de ellas a darme al prójimo porque abuelos
y consagrados sienten, con mucha frecuencia, el peso de los cansancios de la
vida sin recibir muchas veces la gratificación que merecen pero que para ellos es
innecesario porque lo hacen por amor a Dios y a los que aman. ¡Felicidades
abuela, felicidades hermana Rafael, que el Dios de la misericordia os llene
muchos años más con la abundancia de su gracia en vuestra vida!
¡Te doy gracias, Padre, por mi abuela Pilar y por todos los abuelos del mundo que
son riqueza para las familias, para la Iglesia y para el mundo! ¡Consérvala muchos
años para que siga siendo para nosotros testimonio de tu Evangelio! ¡Te doy
gracias porque ha sido para mi testimonio de amor a la familia, de firmeza en la fe,
de apoyo incondicional, testimonio transmisor de valores humanos y cristianos, de
sabiduría y de esperanza! ¡Te pido por todos los abuelos del mundo, Padre, para
que ninguno de ellos sea excluido, abandonado u olvidado, para que siempre
encuentren en todos los miembros de su familia amor, respeto y alegría! ¡Por
todos los abuelos, especialmente los que en estos tiempos de pandemia sufren en
los hospitales, en las residencias o confinados en sus casas, para que estén
protegidos por el manto protector de tu Madre! ¡Te doy gracias, Padre, por la
hermana Rafael testimonio de amor a Ti, a Tu Hijo y a tu Iglesia Santa! ¡Gracias
por ella y por todas las consagradas, especialmente a las Cooperadores
Parroquiales de Cristo Rey, por testimoniar el amor a Cristo con todo el corazón,
con toda el alma y con toda sus fuerzas! ¡Gracias, por que ellas te enseñan que
nada se antepone al amor de Dios! ¡Gracias, por su fidelidad al Evangelio que te
invita a seguir a Cristo con sus gestos y su vida! ¡Gracias por sus carismas, que te
llevan a ser fiel a tu fe y tu compromiso cristiano! ¡Gracias por su vida sobria y
consagrada que es una invitación a vivir de la riqueza de Dios y de las cosas
materiales! ¡Gracias por su vida de oración y de contemplación que te invitan a
vivir en tu vida al Cristo vivo y te recuerdan la vocación a la santidad personal!
¡Gracias, por su plenitud cristiana, que te invitan a servir a los demás como lo
hacen ellas! ¡Gracias por su libertad de espíritu, que te ayudan a descubrir la
fuerza viva de la libertad humana! ¡Bendice, Señor, a la Hermana Rafael y cúbrela
hoy y siempre de la gracia de tu misericordia! ¡Padre, gracias, por el don de la vida
y de la vejez; todo es creación tuya!
Me encanta la fiesta que celebramos hoy dedicada a san Joaquin y santa Ana,
padres de la Virgen María y abuelos de Jesús. Me une humana y espiritualmente
a mis abuelos, algunos ya en el cielo y otra todavía entre nosotros.
San Joaquín y santa Ana tuvieron el honor de engendrar a María, la Madre de
Dios, que fue preservada del pecado original por Dios para dar la bienvenida y
traer la semilla de Su Palabra a la humanidad entera.
Pero para que esta tierra buena diera frutos ambos dispusieron con su amor y su
entrega a María para recibir la Palabra de vida de modo que brotara en ella y diera
frutos de gracia.
Con su ejemplo de amor, de entrega, de generosidad, de pureza, de caridad, de
servicio fortalecieron el carácter de María, que sería virgen de espíritu, de alma y
de cuerpo antes de su nacimiento.
Al nacer de María, Jesús se unió a la línea de Ana y de Joaquin. En ellos,
contemplamos la belleza y la importancia de la presencia de los abuelos en el
corazón de una familia.
Jesús, siendo niño, pudo encontrar en ellos la seguridad de los cimientos de la
tierra en la que se hundieron las raíces de su humanidad.
No hay duda de que la relación de María con sus padres dejó una profunda huella
en el desarrollo de la humanidad de Jesús en Nazaret. Cristo vivió en un horizonte
sin nubes, un lugar pacífico y sereno, con grandes vivencias interiores que fue
formando su conciencia humana. Así, la calidad y santidad de la relación entre
María y sus padres permitió el surgimiento gradual de la conciencia humana más
sana en Jesús.
Con la figura de san Joaquín y santa Ana comprendemos que para realización del
plan de la salvación de Dios es necesaria la santidad en la vida cotidiana. Si la
gracia es lo primero, el hecho es que para actuar en la existencia de un hombre y
una mujer, la gracia necesita de su colaboración. Sin gracia, no hay frutos.
Hoy es un día para dar gracias a Dios por la figura de santa Ana y san Joaquín
que ayudaron a crear condiciones favorables para el cumplimiento de la promesa
de la salvación. Ellos fueron los cultivadores de esta pequeña porción de tierra
maravillosa de la humanidad en la cual la semilla de la vida eterna pudo brotar
para llevar los frutos de salvación y sanación. Y un día para dar gracias a Dios por
la figura de los abuelos que, en mi caso, han sido unificadores de la familia,
formadores del espíritu y grandes maestros de la vida. A todos ellos los llevo en el
corazón.
¡Gracias, san Joaquín y santa Ana por convertiros en transmisores de los más
bellos valores familiares y una inspiración de como actuar en la vida cotidiana,
espiritual, familiar y social! ¡Señor, nacido de la Virgen María, que tantos amaste a
tus abuelos San Joaquín y Santa Ana, protege y mira con amor misericordioso a
todos los abuelos de todo el mundo que son fuente de riqueza humana y familiar!
¡Sostenlos siempre en la adversidad, la dificultad y el envejecimiento para que
sigan siendo para la familia auténticas columnas de la tradición, custodios de los
valores auténticos que se deben transmitir a la sociedad y maestros de la verdad,
la autenticidad y la sabiduría! ¡Señor, cuida a todos los abuelos del mundo para
que siembren en la sociedad las semillas del amor! ¡No permitas, Señor, que los
abuelos sean despreciados, olvidados, ignorados o marginados; que reciban
siempre el amor de hijos y de nietos, que sean respetados y amados!
¡Concédeles, Señor, el gozo de la salud para que puedan vivir una vida sosegada
y tranquila! ¡Y a Tí, María, que tanto amaste a tus santos padres, san Joaquín y
santa Ana, extiende sobre todos los abuelos del mundo tu manto protector!
¡Gracias, Señor, por los abuelos que me has regalado de los que tanto he recibido
y aprendido, que tanto amor me han dado y tantas enseñanzas me han
transmitido! ¡Espíritu Santo, desciende sobre todos nosotros, e infunde en nuestro
mundo un clima humano donde primer el respeto por los abuelos y los ancianos!
¡Haznos, Espíritu Santo, custodios del gran tesoro que es la familia, ayúdanos a
que no haya divisiones ni enfrentamientos sino paz y amor!
San Joaquín y santa Ana eran los padres de María, la madre de Jesús. A los ojos
de Dios, dos personas que debían destacar por su generosidad, su sencillez, su
fe, su constancia, su humildad, su amor y su vida de oración. De ahí su elección
Hoy, en la fiesta de estos dos santos, deseo profundizar serenamente en las
raíces humanas de Jesús y el valor que tienen para mí como cristiano. Es por
medio de Cristo como Dios se emparenta con el género humano. El
acompañamiento que san Joaquín y santa Ana dieron a María y, probablemente
también a Jesús durante su infancia, pone en solfa el valor que tiene el vínculo
entre las generaciones. Es un motivo para tener gratitud a la memoria viva de los
antepasados de la familia y, especialmente, a los abuelos. De los míos guardo un
entrañable recuerdo por su entrega, su cariño, su legado de amor, su
generosidad, su transmisión de valores, por mantener viva la esencia de donde
venimos, por su integridad, por sus historias siempre fascinantes y aleccionadoras
y por ser los guardianes de la tradición familiar.
San Joaquín y santa Ana gozaron del privilegio de cuidar al Niño Jesús, de tenerle
en su regazo, de orientarle… y esa reserva de sabiduría que son los abuelos les
permitió acercar a Jesús a la historia de la familia cuya estirpe procedía de la
Casa de David. Ellos hicieron de su hogar un lugar donde era sencillo encontrarse
a Dios.
San Joaquín y santa Ana permanecieron siempre al lado de María y del Niño
Jesús. Son también firmes ejemplos de santos a los que puedo encomendar mis
necesidades y, en concreto, aquellas que más relación tienen con la santidad que
anhelo para mi hogar.
Hoy es un día indicado para encomendar a estos dos santos escogidos por Dios
mis necesidades espirituales, materiales y, sobre todo, familiares, para que mi
hogar sea un templo de oración y un lugar donde Cristo, junto a María, se sientan
como en su casa de Nazaret. Y un lugar donde se quiera, se venere y se respete
a los abuelos, verdaderos transmisores de la sabiduría familiar.
¡Gracias, san Joaquín y santa Ana por convertiros en transmisores de los más
bellos valores familiares y una inspiración de como actuar en la vida cotidiana,
espiritual, familiar y social! ¡Señor, nacido de la Virgen María, que tantos amaste a
tus abuelos San Joaquín y Santa Ana, protege y mira con amor misericordioso a
todos los abuelos de todo el mundo que son fuente de riqueza humana y familiar!
¡Sostenlos siempre en la adversidad, la dificultad y el envejecimiento para que
sigan siendo para la familia auténticas columnas de la tradición, custodios de los
valores auténticos que se deben transmitir a la sociedad y maestros de la verdad,
la autenticidad y la sabiduría! ¡Señor, cuida a todos los abuelos del mundo para
que siembren en la sociedad las semillas del amor! ¡No permitas, Señor, que los
abuelos sean despreciados, olvidados, ignorados o marginados; que reciban
siempre el amor de hijos y de nietos, que sean respetados y amados!
¡Concédeles, Señor, el gozo de la salud para que puedan vivir una vida sosegada
y tranquila! ¡Y a Tí, María, que tanto amaste a tus santos padres, san Joaquín y
santa Ana, extiende sobre todos los abuelos del mundo tu manto protector!
¡Espíritu Santo, desciende sobre todos nosotros, e infunde en nuestro mundo un
clima humano donde primer el respeto por los abuelos y los ancianos! ¡Haznos,
Espíritu Santo, custodios del gran tesoro que es la familia, ayúdanos a que no
haya divisiones ni enfrentamientos sino paz y amor!
Para ilustrar esta meditación nos deleitamos con la Canción del abuelo, una
hermosa pieza para guitarra de Atahualpa Yupanqui.
Escúchame Padre Mio.
Ampara mi protección y salud siempre cada día.
Me sincero para ti para pedir no para mí, sino por alguien en especial.
Es una persona plena, feliz y divertida,
siendo un símbolo de amor incondicional.
Tú que lo conoces mejor que yo, porque fuiste su creador.
Te pido con benevolencia que mi abuelo sea bienaventurado
“Llegar a viejo es una honra; las canas son la corona que s gana por ser honrado”
Prov. 16: 31
Señor Jesús, que al funcionario real que te decía: "Venid, Señor, antes que mi hijo
muera", le respondisteis: "Vete, tu hijo vive", te pido con todo mi ser: Señor cura con
tu poder a (nombre del enfermo) Señor Jesús compasivo, que al ciego de Jericó que
sentado junto al camino te decía en alta voz: "Jesús, Hijo de David, ten piedad de
mí", le respondiste: "Recupera tu vista, tu fe te ha salvado" y al momento pudo ver, te
pido con toda mi fe: Señor, devuelve la salud a (nombre del enfermo).
Señor Jesús, que librasteis al mudo poseído del demonio y luego, el que antes era
mudo habló elocuente a las turbas, te suplico extiendas tu milagrosa Mano y sanes
a (nombre del enfermo). Señor Jesús, que sanaste al enfermo que llevaba treinta y
ocho años de su enfermedad, junto a la piscina de las ovejas, diciéndole: "Levántate,
toma tu camilla y anda" y anduvo, te ruego: cúralo, Señor mío.
Señor Jesús, todo bondad y misericordia que delante del hijo muerto de la viuda de
Naím, enternecido, dijiste a la madre: "No llores"; y tocando el féretro,
añadiste: "Joven, a ti te digo, levántate" entregándolo luego vivo a su madre, Señor te
suplico, haz un milagro y restituye la salud a (nombre del enfermo).
Señor Jesús, que dijisteis: "En verdad, en verdad te digo que todo cuanto pidieras al
Padre, en mi Nombre, os lo dará", apiádate de tu siervo-a (nombre del enfermo) y
cura su cuerpo llénalo-a de bendiciones y no lo-a abandones, recurro a Ti con toda
humildad y lleno de confianza para que lo-a ayudes a vencer su enfermedad apartes
todo sufrimiento y dolor de su cuerpo y le devuelvas la salud perdida que tanto
necesita.