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Abbxaeaa
Dulce*
Brn
Jay
Mizuki1987
Cami.Pineda
Dark Lady
Clo
MerySnz
Traducido en AngelBooks Laurie Faria Stolarz
L
os estudiantes de instituto Camelia y Ben han descubierto
un lazo poderoso: ambos poseen el poder de la
psicometría, la habilidad de ver el futuro a través del tacto.
Para Ben, este don es una carga que le asusta. Cuando siente una
amenaza o una traición, se arriesga a perder el control. El don de
Camelia es más misterioso. Cuando trabaja con arcilla, sus manos
esculpen mensajes que su mente aún no comprende.
Antes de que ninguno de los dos tenga oportunidad de controlar
por completo sus habilidades, aparece un nuevo peligro, pero esta vez
Camelia no es el objetivo. Adam, una cara conocida del pasado de Ben
se ve envuelto en un puzzle que no puede resolver… y su vida est{ en
juego. A medida que las pistas se acumulan, Camelia debe decidir
entre ayudarle y arriesgarse a perder a Ben o no hacer nada y sufrir las
consecuencias. Pero en estos juegos, ¿en quién puedes confiar?
C
uando cierro mis ojos puedo imaginar su boca. La forma en que su
labio superior es ligeramente más lleno que el inferior. La piel
agrietada en su labio inferior, Y las comisuras de la boca a su vez
hacia arriba, incluso cuando está tratando de verse serio.
Mis dedos están completamente saturados con la arcilla, sigo esculpiendo la
imagen, recordando esa noche delante de mi casa, cuando yo sólo sabía que quería
bésame.
Fue una de nuestras últimas citas, y estábamos en su automóvil durante ese
momento incómodo, cuando no estás exactamente segura de lo que ocurrirá a
continuación. Alcanza mi mano, Adam se inclinó, mi sangre se agita, y mi corazón
empezó a palpitar.
Pero no lo besé.
Aparté la vista, y su beso apenas rozó mi mejilla. ¿Es posible que
inconscientemente esté lamentando ese momento?
Abro los ojos un par de minutos más tarde. Mi escultura se ve muy real.
Toco la superficie blanquecina de los labios, casi capaz de sentir su aliento entre
mis dedos.
—Diez minutos más —La Señora Mazur, alertándonos del final de la clase
de cerámica.
Me aclaro la garganta y me acomodo en mi taburete, preguntándome si el
calor que siento es visible en la cara. Miro alrededor a los otros estudiantes que
trabajan lejos sobre sus esculturas y de repente me siento incomoda. Porque todo
lo que he esculpido en este bloque entero de noventa minutos es la boca de Adam.
Adam, que sólo pasa a ser el mayor enemigo de mi novio Ben.
Adam, en el que ya no estoy siquiera interesada.
Adam, que a pesar de las más de 300 confusas razones, por las qué no debo
darle un segundo pensamiento, he estado pensando todo el día.
Cierro los ojos otra vez. La imagen de la boca de Adam todavía está vivo en
mi mente, la forma en que sus labios se separaron ligeramente esa noche, y la
pequeña cicatriz que atraviesa el labio inferior, tal vez desde que se cayó cuando
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era niño. Trato de imaginar lo que diría si supiera lo que estaba haciendo.
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¿Sospecharía que yo estaba interesada en él? ¿Pensaría que era extraño que
me acordara de tantos detalles acerca de ese momento? ¿Le diría a Ben lo que
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estaba haciendo? Tomé una respiración profunda e hice mi mejor esfuerzo para
concentrarse en las respuestas. Pero las únicas palabras que destellan a través de
mi mente, que parece no las puedo eliminar, no responde a las preguntas en
absoluto.
—Merece morir —susurro, de repente me doy cuenta que he dicho las
palabras en voz alta.
— ¿Perdón?—Mi amiga Kimmie pregunta. Ella está sentada a mi lado.
—Nada. —Trato de no prestarle atención, le adiciono un hoyuelo al mentón
de Adam.
— ¿No es nada? Acabas de decirme que merezco ser alimento de gusano.
—No comida de gusano, precisamente.
— ¡Muerte!—Chilla. Ensanchando sus pálidos ojos azules, delineados con
una gruesa línea de color negro de su lápiz de ojos, se amplían con incredulidad.
—Olvídalo —le digo, mirando a la Sra. Mazur, sentada en su escritorio en la
parte delantera de la habitación—. Yo no sé por qué dije eso. Sólo soñaba despierta,
supongo.
— ¿Sueñas despierta con mi muerte?
—Olvídalo —repito.
— ¿Segura que no estás loca por no permitirte tomar prestadas mis
sandalias de rejilla de época?
—Más bien yo no quería pedirlas prestadas, —digo, tomando nota de su
atuendo du jour: un vestido de los años veinte con flecos, y un par de collares
extra largos con cuentas que cuelgan sobre la mesa.
—Incluso aunque ellos hubieran mirado totalmente calientes con este
vestido emparejado con ese suéter que te hice comprar. Sin embargo, no es razón
para decir que merezco la muerte.
—Lo siento—le digo, poco dispuesta a entrar en ello. Sobre todo porque las
palabras siguen presionado detrás de mis ojos, como relámpagos color neón que
me provoca dolor de cabeza.
—PS —Kimmie continúa, señalando a mi escultura de los labios de Adam—
.Era la tarea de esculpir algo exótico, no erótico. ¿Segura que no estabas tan
ocupada en desear mi muerte que solamente no oíste bien? Además, si es el
erotismo lo que iba a favor, ¿cómo es que no hay moviendo la lengua en su boca?
— ¿Y qué es lo exótico en tu pieza?
—Seriamente, no hay nada más exótico que el leopardo, el leopardo en
particular es una forma de gatito de lujo... pero pensé empezar desde abajo.
—Bien—digo, mirando a su pelota de arcilla con lo que parece ser cuatro
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patas, una cabeza del tamaño de una pelota de golf, y una delgada y larga cola.
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a campana suena al tiempo que me mojo la cara con agua, tratando
de contenerme. Me digo que esculpir la boca de Adam no es la gran
cosa y no tengo razones para alarmarme. Pero entonces, ¿por qué no
puedo quitarme el sentimiento de que algo está desesperadamente mal?
Me apresuro a salir del baño, bajar por el pasillo y entrar en el gimnasio.
Nadie está en la cancha aún, la mayoría de los estudiantes están
probablemente en los vestidores, cambiándose en sus pants y tenis. Pero no Ben. Él
tiene permiso del director Snell para saltarse la parte ‚física‛ de la clase de
educación física. En lugar de eso se le ha asignado la humillante tarea de registrar
los puntajes desde las trincheras.
Snell al igual que la mayoría de los maestros en la escuela, cree que Ben
sufre de miedo a las multitudes, un miedo que hace cosas como los deportes de
contacto y el cambio de clases con los demás, sean un reto para él. Y también se le
ha sido otorgado una licencia para la tardanza, un pase que le permite llegar a
todas sus clases unos minutos después que los dem{s, para evitar ‚chocar‛ con las
demás personas en el pasillo.
La verdadera razón por la que Ben evita las multitudes es porque tiene
habilidades psicométricas; habilidades que le permiten resentir cosas a través del
tacto. Uno pensaría que teniendo un poder como ése le haría querer tocar a las
personas todo el tiempo, para descubrir todos sus pequeños y sucios secretos.
Pero nada puede estar más lejos de la verdad. Hace casi 3 años, durante una
caminata a través del bosque. Ben tocó la mano de su novia Julie y ‚percibió‛ que
ella le estaba poniendo los cuernos. Incapaz de controlar la necesidad de sentir
más, la apretó más fuerte. Julie trató de soltarse y a pesar de que Ben trató de
atraparla ella terminó cayendo por un acantilado, muriendo instantáneamente.
Después de eso, Ben trato de evitar definitivamente de tocar. Dejo la escuela
pública para ser educado en casa por tutores, se cerró a los que conocía, y rara vez
salía de su casa. Pero entonces, un par de años después, pensó en tratar de alguna
forma llevar una vida normal otra vez, y se mudó con su tía, a dos horas de
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nosotros. Miro sobre el hombro de Ben. Todos los chicos están en la cancha
jugando basquetbol ahora. John Kenneally y Davis Miller, ambos reconocidos por
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hacerle la vida imposible a Ben por su historia con Julie, pasándose la pelota el
uno al otro.
Hago lo mejor que puedo para ignorarlos, para ignorar el eco de sus voces
gritonas y el golpe de el balón al golpear contra el tablero.
Pero entonces Ben aprieta mi mano fuertemente, hasta que casi tengo que
soltarla. Solo que antes de que yo pueda, él lo hace. Toma un par de pasos hacia
atrás, dejando mi mano.
— ¿Pasa algo malo? —pregunta.
— ¿Por qué no me dices? se aleja cada vez más, como si no pudiera soportar
estar cerca de mí, ahora.
—No pasa nada—digo sin pensar—. Todo está bien —Respiro hondo, mi
mente en confusión. Me esfuerzo para pensar en algo que decir, justo cuando un
grupo de chicos, en vías de anotar una canasta, chocan directamente con Ben.
Cae, aterrizando sobre su espalda con un quejido que me hace parpadear.
—Ben —me apresuro hasta su lado, justo cuando el señor Muse al fin llega,
ordenándoles a todos que se aparten del camino. De todas formas me quede a su
lado, tratando de tomar su mano otra vez pero él la retira.
Mientras tanto una oleada de risitas se oye detrás de mí, de la manada de
chicos que chocaron con él.
—Solo vete —Ben dice, evitando mi mirada.
—No voy a ir a ningún lado, no hasta que sepa que todo va a estar bien.
—Vete— él insiste.
El señor Muse demanda que me vaya, amenazándome con un viaje a la
oficina del director Snell.
— ¿Dónde se supone que deberías estar, de todas formas?—me pregunta. Él
ayuda a Ben a sentarse en una silla. Mientras tanto yo indecisa me dirijo a la
enfermería, esta vez en serio, porque siento que me voy a enfermar.
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e paso el resto del bloque en la enfermería antes de dirigirme a la
cafetería para el almuerzo, donde Kimmie, Wes, y yo nos
sentamos en nuestro lugar habitual, junto a la salida.
—Entonces, déjame ver si lo entiendo, —dice Kimmie—. ¿Tú y Ben están
peleando porque estabas fantaseando con coquetear con tu ex?
—Salvo, Adam no es exactamente mi ex, —le recuerdo—. Sólo salimos un
par de veces.
—Pero todavía quieres su lengua en tu boca, —dice Wes, señalándome con
una salchicha. Él ha apuñalado el centro con un tenedor de plástico.
Wes ha sido nuestro amigo desde el primer año. De día es un chico bastante poco
complicado, la mayor parte de su drama se presenta en la noche. Su padre, un ex
tipo de los esteroides, se volvió un gilipollas, odia el hecho de que Wes no es ‚m{s
capullo, menos moderno‛ él en realidad dice eso. También lo llama Wuss en lugar
de Wes.
—Estás enfermo, —le digo.
—Pero sabroso. —Toma un bocado de salchicha.
—Al principio pensé que el poder de tacto de Ben era un extra, —dice
Kimmie—. Pero si puede leer tu mente en el momento justo—conocer acerca de
todas tus sucias fantasías—entonces tal vez es más un inconveniente.
—En primer lugar, no tengo ninguna fantasía sucia, —les digo.
—Tal vez ese es tu problema, —afirma Wes.
—No, —digo, corrigiéndolo—. Mi problema es que estoy pensando en
Adam, y no quiero hacerlo.
—No sólo estás pensando en él. —Kimmie levanta hacia mí su ceja
tachonada con rubí. —Pensé que esos labios que esculpiste en la clase de cerámica
parecían un poco demasiado exuberantes para ser los de Ben.
Wes se inclina hacia adelante y reajusta sus gafas de montura metálica. —
¿Qué me estoy perdiendo?—pregunta, ansioso por lo sucio.
—Tres palabras, —dice Kimmie—. Más. Azar. Partes del cuerpo.
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E
n química, me vuelvo un par de veces para echarle una mirada a Ben,
esperando a que me mire. Por último, se encuentra con mis ojos, pero
sólo por un segundo.
Nuestro profesor, el Sr. Swenson, también conocido como el hombre sudor,
por razones obvias, nos tiene bastante preocupados hoy haciendo copos de nieve,
usando bórax y limpia pipas.
—Éstos tendrán que reposar durante la noche, —explica el hombre sudor—.
Y después podemos colgarlos en las ventanas.
— ¿No tiene suficientes copos propios?—Tate, mi compañero de laboratorio,
señala con la cabeza hacia los pedacitos de caspa rociada sobre los hombros del
hombre sudor.
Pero estoy demasiado tensa para reír. Tan pronto como Ben se levanta para
ajustar su tarro de copos de nieve en uno de los estantes en la parte posterior de la
sala, sigo su ejemplo, cruzándome en su camino a propósito.
—Tenemos que hablar, —le digo.
Él asiente como si supiera que es verdad.
Doy un paso más cerca, capaz de sentir la pura electricidad entre nosotros.
— ¿Cómo está tu espalda, anda bien?
—Al parecer, mucho más dura que el suelo del gimnasio. —Él sonríe
levemente.
—Por lo tanto, ¿todo está bien? —preguntó, completamente consciente de
que el asunto está totalmente cargado.
—No lo sé. —Sus ojos oscuros se ablandan—. ¿Lo está?
Me meto un mechón perdido de cabello detrás de la oreja, a sabiendas de
que su pregunta también está cargada. Pero en lugar de descargar cualquiera de
nuestras preguntas, hacemos un plan para ir a Press & Grind después de la
escuela.
Ben me recoge en su moto, y me subo justo detrás de él, sosteniéndolo cerca,
abrazando su cintura y deseando que el paseo pudiera continuar para siempre.
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mismo, y luego nos sentamos en dos cómodas sillas que miran hacia la parte
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posterior—irónicamente, el mismo lugar donde nos sentamos Adam y yo en una
de nuestras citas.
Ben revuelve su café, a pesar de que no hay nada en él, como si, tal vez,
estuviera igual de nervioso que yo. —Entonces, ¿hay algo de lo que querías
hablarme?
—Estoy segura que ya lo sabes. Fuiste capaz de sentirlo, ¿no?
—Sólo dímelo, —insiste, todavía enfocado en revólver.
Pasan unos buenos tres minutos antes de finalmente poder reunir el valor
de decírselo. —He estado pensando mucho en Adam, —digo, con mi voz apenas
por encima de un susurro.
— ¿Qué pasa con él? —Él se ve imperturbable.
—No quieres oírlo. Sólo confía en mí cuando digo que eres tú con quien
quiero estar.
—Yo si lo quiero escuchar. —Finalmente levanta la mirada, haciéndome
más difícil, incluso, decirle la verdad. Me aflojo el abrigo, pero mi cara todavía está
caliente.
—Creo que sobre todo he estado pensando acerca de la manera en que se ve,
—me atrevo.
— ¿Y acerca de besarlo?, —pregunta, habiendo obviamente sentido el
detalle.
Aparto la mirada, tratando de evitar la pregunta, recordando un beso que Adam y
yo compartimos alguna vez. Fue pequeño y rápido y pasó en cierto modo
inesperadamente después de una pizza y una jarra de cerveza de raíz.
— ¿Camelia? —dice Ben.
—Creo que él podría estar en problemas, —digo, sintiendo una sensación de
túnel dentro de mi corazón. Procedo a hablarle acerca de mis esculturas, y sobre
cómo las palabras mereces morir siguen repitiéndose en mi mente.
—Creo que en realidad nunca hemos hablado mucho acerca de tu poder, —
dice.
—Es diferente al tuyo. Es como si mi mente bloqueara una idea, y
simplemente comienzo a esculpirla. Ni siquiera hay mucha creatividad incluida. Es
como si no tuviera más remedio que sacarla—la imagen fija en mi cabeza—me
guste o no.
— ¿Y siempre escuchas voces cuando eso sucede?
—No siempre, pero definitivamente a veces, y no soy la única a quien le
ocurre esto, —Le hablo acerca de un blog que encontré hace un par de semanas. Se
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de que hacía tiempo que había fallecido—. También hay personas que son capaces
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de oler aromas o experimentar ciertos sabores—todo pertinente a lo que están
tocando, —continúo.
—Suena complicado.
—Lo es, —digo, deseando que las cosas pudieran ser más simples. Extiendo
la mano para tomar la suya, pero él se aleja—. ¿Qué ocurre?
Él sacude la cabeza.
—Ahora es tu turno para ser honesto.
Toma una respiración profunda y la deja salir lentamente. —Sentí que tú y
Adam estaban juntos de nuevo.
—Pero no lo estamos.
—Pero tal vez lo estarán.
—Nunca, —susurro, estirando de nuevo mi mano para tocar la suya.
Esta vez me lo permite. Sus dedos se cierran alrededor de mi palma.
—Este asunto de la escultura con Adam, —continuo—. Sólo ocurrió un par
de veces. Y tal vez estamos sobre—analizando las cosas. Estuve pensando que mis
esculturas, incluso podrían ser el resultado de una respuesta tardía—
premoniciones que llegaron demasiado tarde... Quiero decir, fue hace sólo algunas
semanas que Adam y yo estuvimos juntos.
— ¿Y qué pasa con la voz que oíste? ¿El mensaje de mereces morir? Si ése es
el resultado de la psicometría—de algo en tu futuro—no puedes simplemente
dejarlo ir.
—Sí, pero podría ser el mismo tipo de cosas. Tal vez estaba recogiendo algo
del pasado, algo que estaba pensando Debbie Marcus. Este asunto del ‘toque’ es
nuevo para mí. Todavía estoy tratando de entender todo esto.
—No podía soportar perderte. —Sus ojos grises lucían heridos.
—Nunca me perderás, —digo, uniéndome a él en su silla. Apoyo la cabeza
contra su pecho y siento el latido de su corazón—. Estamos destinados a estar
juntos, ¿Te acuerdas?— me muevo para besarlo, pero sus labios están fríos, aun,
meditando. Y él no trata de devolverme el beso.
—Quiero decir, ¿Cuáles son las probabilidades de que siquiera nos
conociéramos? —continúo—. ¿De que dos personas con poderes psicométricos se
encontraran alguna vez?
Ben no dice nada. Y no hablamos acerca de Adam por el resto de nuestro
tiempo juntos. En realidad no hablamos mucho en absoluto. Hay un tenso silencio
entre nosotros.
Un silencio que aparentemente no podemos llenar ni siquiera con pequeñas
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después.
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e siento en la cama y enciendo mi lámpara de mesilla de noche.
La calle frente a mi ventana es estéril y oscura. Me gustaría que
Ben estuviera aquí, que viniera y se sentara a mi lado en la cama,
y que pudiéramos hablar las cosas un poco más. Porque siento que dejamos mucho
sin decir.
Quiero creer las excusas que le dije antes, todas las razones lógicas por las
que he estado tan obsesionada con Adam. Pero no puedo dejar de pensar que tal
vez Wes y Kimmie tenían razón. Tal vez debería llamar a Adam, por ninguna otra
razón que salvaguardarme a mí misma de la culpa. No sería capaz de perdonarme
si algo malo le sucede porque yo no hice nada para tratar de detenerlo.
Miro el reloj. Es un poco más de las once; Adam probablemente todavía está
despierto. Alcanzo mi celular y busco su número. Con el dedo colocado sobre el
botón para llamar, me miro a mí misma en el espejo del tocador.
Miro lo mismo de siempre: el mismo cabello rubio descabellado, los mismos
ojos verdes, los mismos pómulos angulares. Pero hay algo en mí que se siente
diferente ahora. Cambiado. Y no estoy tan segura de que alguna vez podré
revertirlo.
Cierro los ojos, todavía capaz de ver la palabra perra garabateada en el
espejo, a través de mi imagen, desde que Matt irrumpió en mi habitación. Casi no
puedo recordar un momento en que las cosas no eran tan complicadas, cuando una
parte de mí no tenía miedo de dormirse. O cuando me sentía completamente
segura sobre en quién podría confiar.
Finalmente, presione el botón para llamar, dispuesta a acabar con esto.
Suena el teléfono de inmediato. Al principio creo que sonará su contestador. Pero
entonces oigo una respuesta. — ¿Camelia? —dice—. ¿Eres realmente tú?
— ¿Cómo estás? —Le preguntó, tratando de sonar a gusto—. Yo solo quería
llamar y chequear... cómo está todo.
—Estoy mejor ahora —dice.
—Por lo tanto, ¿nada malo? ¿No hay relaciones no saludables? ¿No hay
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drama en la escuela?
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—No. Definitivamente no. Y casi nunca. ¿Por qué? —Baja la voz—. ¿Hay
algo que no me estás diciendo? ¿Alguna ex novia mía está diciendo a todos en el
pueblo lo sexy que soy?
— ¿En serio?
—Supongo que no —dice, aparentemente decepcionado—. Pero no voy a
dejarte ir tan fácilmente. ¿Has oído algo que yo deba saber?
—No —digo, de repente sintiéndome más cohibida de lo que alguna vez
pensé posible.
—Así, pues, ¿se trata simplemente de una excusa que has ideado para
llamarme? Porque, créeme cuando digo que no necesitas excusas. Me encanta
escucharte.
–Apenas una excusa– le digo, incapaz de detener la sonrisa en mi cara. –Solo
quería comprobar que todo estaba bien.
—Mejor que bien. Desde mi temporal, aunque todavía dolorosamente
vergonzoso ataque de venganza y estupidez, soy un hombre reformado. ¿Y qué tal
tú? ¿Es seguro asumir que la vida sin mí significa que ya no tienes un año difícil?
—Ya te lo dije: es más como una vida dura.
—Bueno, te he echado de menos... y tu vida dura.
Me muerdo los labios, sin saber cómo responder, sintiendo el peso de una
pausa de diez libras entre nosotros.
Pero entonces, —Estoy muy contento de que me hayas llamado —dice—.
Tenía miedo de no volver a saber de ti otra vez. Quiero decir, no te culparía si ese
fuera el caso. Es justo.
—No vamos a repetir el pasado.
—Nop. No lo repetiremos aquí.
—Estoy muy contenta de saber que las cosas van bien.
—Espera, no estás por colgarme, ¿verdad? —pregunta—. Solo hemos estado
hablando durante un par de minutos.
—Bueno, yo realmente no tengo mucho más que decir.
– ¿Estás bromeando? Las posibilidades son infinitas. Para empezar, podrías
decirme que me volverás a llamar. O, mejor aún, podrías invitarme a salir a por un
café o una pizza. Por supuesto, hacerme saber que puedo llamarte cuando quiera
siempre es una buena posibilidad. O, si te sientes realmente generosa, puedes
decirme que me extrañas, también. Quiero decir, ni siquiera importa si fuese una
mentira.
—Realmente debería ir yéndome —digo, atajándome para no soltar una
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DOCTOR: ¿Es la negación? ¿O es que realmente creen esas cosas sobre ti?
PACIENTE: Un día le dije que me sentía tan solo que ni siquiera me importa
quitarme la vida, porque nadie se daría cuenta.
engaño a mí mismo creyendo que soy otra persona, que mi vida no apesta, y
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DOCTOR: Bueno, ¿Qué tal esto? Puedes tener lo que quieres deshaciéndote
de ese alter ego tuyo... para dejar que la gente conozca el verdadero tú.
PACIENTE: A nadie le gustaría mi verdadero yo. Si alguna vez quieres estar
realmente cerca de alguien, tendrá que ser por la fuerza.
D
espués de colgar con Adam, me doy cuenta de mi madre
permanecía en la puerta de mi dormitorio. Tiene el pelo recogido
hacia arriba. Sus tirabuzones castaños son apilados encima de su
cabeza, agregando por lo menos cuatro pulgadas a su pequeña estructura.
—Siento no haber estado en la cena dice. —Tuve que reemplazar a Ivy en el
estudio.
—¿La clase de yoga de luna llena?
Asiente con la cabeza. —Muchos aullidos. Mi garganta todavía está ronca.
¿Tú y papá comieron los ravioles que dejé en la nevera?
—Más o menos. Quiero decir, hemos considerado comerlos. Hicieron su
camino a la mesa. Pero terminamos comiendo el resto de la rawking raw-sagna11.
No tengo corazón para decirle que papá tiró las dos cenas y ordenó una pizza.
Mi madre hace una mueca. Ella es lo que llamarías una fanático de la salud
cien veces, desde la cocina cruda nos hace comer con sus toallas sanitarias hechas a
mano (no es broma: la mujer en realidad utiliza esponjas de cocina), y así, pizza de
pepperoni y queso cargado para ella está a la altura de lo abrigos de piel para
PETA.
—¿Con quién estabas hablando? —Pregunta.
—Adam.
—¿A esta hora?
—Solo llamé para ver cómo le va.
—Ya veo. —Su boca se mueve con irritación—. Creí que ustedes dos no
hablaban más.
—No fue gran cosa.
—Este no va a ser otro semestre de mantener secretos, ¿verdad Camelia?
Sacudo la cabeza, pensando en la mentira de la lasaña. —No hay secretos —le
digo, cruzando los dedos detrás de mi espalda, agradecida de que, al menos, no
tengo que mentir más acerca de Ben.
Al principio, mi madre no estaba tan de acuerdo con la idea de que salga
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con alguien que alguna vez fue a juicio por el asesinato de su novia. Pero, teniendo
en cuenta que fue absuelto, por no mencionar el hecho de que me salvó la vida, no
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Rawking rawking sagna: lasaña hecha con rodajas de calabaza crudas, tomates y pasta de cajú.
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una, sino tres veces, ninguno de mis padres puede negar que tenga un
verdadero interés en mi corazón.
—A partir de ahora, te lo digo todo —continúo. O por lo menos tanto como
yo creo que ella puede manejar.
Mamá asiente con la cabeza, aparentemente aliviada, y luego dice que está
planeando un viaje a Detroit para ver a su media hermana. —Solo estaré un par de
días fuera. Tu padre estará en casa.
Mi tía Alexia, marcada por sus médicos como —una mujer perturbada con
tendencias suicidas, ataques de paranoia, y que dice oír voces— ha estado
cambiando de instituciones mentales durante el tiempo que he conocido.
—¿Está todavía en el hospital? —pregunto.
—Es el lugar donde pertenece. —Mamá cierra los ojos y hace una pausa
para respirar, lo cual es extraño dado a propósito de las palabras bordadadas en la
camiseta: TÓMATE TU TIEMPO. . . Y TOMA RESPIRACIONES CONCIENTES
KUNDALINI.
—Será bueno verla —dice mamá—. Sus médicos dicen que ella está
haciendo progresos reales y continuando con su arte. Incluso si ella no está
completamente
expresiva con sus palabras, los médicos pueden mirar sus pinturas y tratar de
seguir sus progresos.
—¿Cuándo vas a ir?
—La semana que viene. El viernes.
Me acuesto de nuevo en mi cama, preguntándome cómo sería hablar con la
tía Alexia, hablar con alguien que pueda entender por lo que estoy pasando
realmente. Echo un vistazo al diario en mi mesilla de noche, esperando que mi
mamá no lo note. Es de mi tía, de cuando tenía mi edad. Lo encontré en el desván,
mientras guardaba las decoraciones navideñas y lo he estado leyendo desde
entonces. El diario de los documentos de la lucha de mi tía con su enfermedad.
Aunque estaría dispuesta a apostar que es más de una lucha contra la psicometría.
—De todos modos, te lo haré saber cuando haga los arreglos. —sigue mamá.
—Suena bien.
Tan pronto como mamá dice buenas noches y sale de mi habitación, llamo a
Kimmie para darle la primicia acerca de Adam.
—¿Ves?, te lo dije —dice—. ¿No te sientes mejor ahora? Ahora sabes que él
está bien.
—Supongo.
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—Y así, tal vez ahora que ustedes dos han hablado, va a dejar de ocupar tus
pensamientos, y dejarás de esculpir y corear cosas espeluznantes.
Página
—Ojalá.
—Y ojalá que mi papá vuelva en sus sentidos y vuelva a casa.
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—Es solo una separación —le recuerdo—. Temporal.
–Dile eso. Debes ver su apartamento en la ciudad: las lámparas de lava,
cortinas de cuentas, las luces de color púrpura... y ni siquiera he empezado con su
nueva m{quina de karaoke. Él me hizo escuchar cantar ‚A hard Days Night‟ de
los Beatles más veces de lo que me gustaría recordar. Todavía me siento un poco
traumatizada.
—Hablando de trauma, ¿Cómo está tu mamá?
—Como zombi, en su mayor parte. Pero sus buenos amigos Jack y Daniel
han estado ayudando.
—¿En serio?
—No del todo, pero está allí. Ellos festejaron anoche en la cena.
—Define 'fiesta'.
—Ella bebió un vaso antes de que la Easy Mac siquiera estuviera en el plato.
—Un vaso no es exactamente hacer una fiesta.
—A menos que el vidrio sea más como un gigante vaso de Bob Esponja con
una pajilla muy larga. Ella simplemente sigue diciendo que mi padre era el amor
de su vida, que ellos dos bailaban bajo el mar en su fiesta de graduación de
secundaria, y que ella no puede imaginar una vida sin él en la misma, bla, bla, bla.
Realmente lo odio para hacerle daño de esta manera.
—Lo siento —le digo, a falta de mejores palabras.
—Ya lo sé. Es un asco. Pero la vida sigue, ¿no?
—Bueno, sabes que puedes llamar o venir cuando quieras.
—Y lo haré —dice ella, animándose un poco—. Tú eres mi única amiga con
TiVo2.
—Y no lo olvides —le digo, agradecida de que, aunque no pueda llevarla a
casa a su papá, puedo —espero— animarla.
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Tecnología que permite grabar el contenido de la televisión
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U
na semana completa pasó sin otro pensamiento sobre Adam. Hasta
hoy.
Es después del instituto, y estoy en Knead, el taller de cerámica
donde trabajo, mostrando a Svetlana, la nueva empleada de mi jefe Spencer, cómo
hacer una maceta. El objetivo es que sea capaz de ayudar en algunas de las clases
de los niños, ya que no ha tenido precisamente éxito en cualquiera de las otras
responsabilidades en el estudio, como lo demuestran todas las piezas rotas, la
escasez constante de la caja registradora, y el cuarto trasero sucio.
Pero su aspecto lo compensa o, sino Spencer insistiría, lo que sospecho que
es el por qué la contrató en primer lugar. Mide por lo menos 1,80 metros de altura,
Svetlana tiene el pelo de oro-marrón largo y fluido, ojos de color violeta y senos del
tamaño de bolas de petanca.
—¿Bien? —pregunta, sosteniendo una triste bola de arcilla, una forma que
me recuerda a un malvavisco tostado.
Hay una sonrisa de orgullo en sus labios, naturalmente como haciendo
pucheros.
—Genial —miento, incapaz de estallar su burbuja proverbial.
—¿Puedo hacer otra? —pide, su acento ruso tan lindo como ella.
—Si quieres —le digo, sintiendo mi propia maceta comenzar a doblarse en
mis manos. Lo aprieto en una bola y luego la acuño hacia fuera en mi tablero de
trabajo para sacar todas los bolsas de aire hacia fuera—. La práctica hace la
perfección, ¿no?
Svetlana asiente y vuelve a su sujetador de macetas.
Mientras tanto, cierro los ojos, tratando de alejar mis pensamientos acerca
de Adam. Pero siguen llegando.
Ruedo mi bola de arcilla, capaz de imaginar su sonrisa tímida, las arrugas
alrededor de sus ojos, y la forma en que siempre se utiliza los pulgares para
conectar en sus presillas. Recordé la primera vez que lo vi, cuando accidentalmente
me sorprendió aquí en Knead. Semanas más tarde, me dijo lo mucho que se
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taburete, cuando se apretó contra mí, y luego me besó la nuca. Cerré los ojos, casi
capaz de sentir sus dedos deslizándose arriba y abajo de la longitud de mis brazos.
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—¿Qué estás haciendo? —me pregunta Svetlana, sacándome de mi
ensoñación.
Abro los ojos y me encojo de hombros, mi cara se siente completamente
vacía. —No estoy muy segura todavía. A veces es mejor seguir tus impulsos…
para ver donde te lleva la inspiración. Es bueno recordárselo a los estudiantes, así
no siempre se sienten presionados para producir algo en concreto.
Svetlana asiente con la cabeza, pero no estoy segura de que lo entendiera. En
cambio, copia la forma que tengo en marcha. —Como las serpientes, ¿no?
—Sí —digo, rodando mi serpiente arriba en un caracol y dando dos largas
antenas que se extienden, como si el caracol estuviera detectando algo, también.
—¡Qué lindo! —delira, haciendo lo mismo—. Bueno para los niños.
Asiento con la cabeza, feliz de que ella esté feliz, sabiendo que
probablemente no he esculpido un caracol desde que era niña. Pero por alguna
razón, esto es lo que mi montón de arcilla quiere ser. Así que, ¿quién soy yo para
discutir?
Después del trabajo, Ben me está esperando en su motocicleta, estacionado
en las afueras del estudio. Llevando gafas de sol oscuras y una sonrisa a sabiendas,
parece una estrella de cine.
Y besa como uno, también.
Enciende el motor, y nos dirigimos calle abajo, alrededor de la esquina, y
pasamos la playa Salt Marsh. El aire del mar pinta mi piel y me hace sentir más
viva que nunca.
Sin embargo, me encantaría saber qué está sintiendo Ben. Se empuja hacia
delante un par de veces en su asiento, como si la intensidad entre nosotros fuera
demasiado difícil de soportar. Tal vez esté teniendo dificultad para concentrarse en
la carretera.
O tal vez él siente algo más.
Una vez que llegamos a mi casa, nos encontramos con mis padres en la sala
de estar. Mamá está torturando a papá con una sesión de enredo de miembros de
yoga de pareja, aunque parece que él también lo disfruta. Está tumbado boca
arriba con las piernas extendidas hacia arriba, y mamá está haciendo un tipo de
flexión, mientras que mantiene el equilibrio sobre las puntas de los pies.
Ben y yo intercambiamos bromas con ellos, rechazando la oferta de mamá
menos que tentadora de parfait, y luego nos dirigimos a mi habitación. Ben se
quita la chaqueta y se sienta en mi cama. Es todo lo que puedo hacer para unirme a
él, pero parte de mí está asustada de lo que pueda sentir.
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pensamientos sobre Adam en el estudio. Pero antes de que pueda, su mano cae en
el diario de mi tía, que sale de debajo de mi almohada.
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—¿Qué es esto? —él pasa sus dedos sobre la tapa de color rojo
descolorido.
—Es de mi tía Alexia —le digo—, de cuando tenía nuestra edad.
Él agarra el libro más fuerte, como si fuera capaz de predecir algo de lo que
hay dentro.
—Mi tía y yo tenemos mucho en común, creo... me refiero al arte y la
psicometría —me dedico a contarle algunas de las cosas que se detallan en el
diario.
—¿Dónde está ella ahora? —pregunta.
—En un hospital para enfermos mentales, en Detroit. Mi mamá va a visitarla
este viernes. Solo será el fin de semana, pero yo estaba pensando en preguntarle si
podía ir también. Tal vez podría conseguir un vuelo de última hora.
—No lo sé. ¿Dos días sin verte? —Toma mis manos y me acerca. Su beso
sabe a sal y miel.
Me deslizo sobre su regazo y recorro con mis manos su pecho, pero después
de solo un par de segundos él se aleja. Su respiración es pesada y rápida.
—¿Estás bien? —pregunto, levantándome de la cama.
Ben rebota después de un momento, pero su actitud cambió por completo.
—Estabas pensando en Adam de nuevo hoy, ¿no?
Asiento reaciamente, preguntándome si debía hablarle de la llamada
telefónica. —Pero no esculpí nada de él en esta ocasión, así que estoy pensando
que era solo un golpe de suerte.
—¿Estás segura de que no se debe a que lo echas de menos?
—¿Es eso lo que sentiste?
Ben duda, mirándome a los ojos como si tratara de leer algo. —Confío en ti
—dice finalmente.
—Bien, porque tú eres al único que echo de menos.
—Pero yo estoy justo aquí.
Me muevo a su regazo de nuevo, mis piernas cruzadas en su espalda. Cierro
los ojos y nos imagino en su motocicleta, cabalgando por la franja de la playa
soleada, el asiento presionando contra la parte trasera de los muslos e instándome
a estar más cerca de él.
Nos besamos durante varios minutos, hasta que lo siento alejarme una vez
más. —Creo que probablemente debería irme —dice.
—¿Por qué? —pregunto, dándole un poco de espacio. Me muevo fuera de
su regazo y me levanto de la cama—. ¿Qué pasa?
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Ben mira hacia otro lado, claramente decepcionado, como si supiera que
estoy guardando secretos. —Pensándolo bien, ¿por qué no vas a Michigan con tu
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madre? Algún tiempo fuera puede ser bueno para ti. Puede que sea bueno para
los dos.
D
espués del incidente con Ben, voy con Kimmie a llorar en su
hombro. Estamos sentadas en su dormitorio, en medio de rollos de
tafeta rosa y spandex estampado de leopardo, ya que trabaja en
uno de sus últimos diseños. El objetivo de Kimmie en la vida es tener su propia
línea de ropa un día. Ella está tomando incluso algunos fines de semana talleres en
el Instituto de Moda en un esfuerzo por desarrollar su moda interior.
—Yo llamo a este vestido La Bailarina Encuentra a su Chica Mala—dice ella,
rompiendo el dobladillo de una falda para darle un borde andrajoso—. Tu opinión
sincera: ¿crees que un látigo es demasiado como accesorio? Porque un látigo se
vería totalmente lindo si tuviera un mango rosa.
—Tal vez solo un poco —digo, dejándome caer de nuevo en su cama,
aterrizando accidentalmente en una bolsa de plumas.
—Estás muy disgustada, ¿verdad? —Ella deja sus tijeras dentadas.
—¿Cómo no lo voy a estar?
—Cierto —dice, dándome un pañuelo de papel—. Pero yo recuerdo
vagamente mencionar algo acerca de cómo la honestidad es tu única opción real
cuando se trata de Ben.
—Tal vez ahora no es el mejor momento para estar diciendo: ‚te lo dije‛.
Además, no es como si le mintiera intencionadamente. Quiero decir, sí, Ben es mi
novio, pero yo soy aún mi propia persona. ¿No se me permite guardar nada para
mí?
—No cuando estás fantaseando con tu ex, mientras estés saliendo con un
lector de mentes.
—No es exactamente un lector de mentes —le digo, corrigiéndola—. Y yo no
estoy fantaseo exactamente.
—Bien, entonces, teniendo pensamientos pervertidos —ella rueda los ojos,
como molesta porque estoy quisquillosa con las palabras—. Trata de pensar en el
don de Ben como un pequeño sacrificio. O sea, seamos sinceras, el chico se ve muy
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desacuerdo.
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—Necesitas ver las cosas desde su perspectiva —continúa—, porque esto
debe ser muy duro para él. Solo hay algunas cosas que no quieres saber sobre tu
chico. Como, una vez salí con ese chico que dijo que a veces le gustaba usar hilo
dental y examinar los resultados bajo un microscopio. Ahora, dime, ¿en serio
necesito saberlo?
—¿En serio yo necesitaba saberlo? —pregunto, con arcadas sobre la
imagen—. Pero no creo que el poder de Ben sea todo al azar. Quiero decir, algo de
lo que siente pueden ser un poco como impredecible.
—No hay juego de palabras —bromea.
—Pero en su mayor parte, est{n las cosas intensas… las cosas al frente de la
mente de la gente.
—Las cosas que nos gusta esconder —dice Kimmie.
Asiento, agradecida por su amistad, y por el hecho de que nunca me siento
como si tuviera que ocultar nada con ella. Ella y yo hemos pasado por todo: desde
las rupturas de Barbie y Ken y los difíciles aparatos de ortodoncia hasta el tiempo
en el que Billy Horton, mi enamoramiento por mucho tiempo y mi primer beso, le
dijo a la clase entera de primer año que mi beso sabía a calcetines sudados.
—¿Crees que es posible estar atraída por alguien y ni siquiera conocerlo? —
me aventuro.
—¿Significa que eres Adam-curiosa?
—No —Niego con la cabeza, en lo ridículo que suena la idea fuera de mi
cabeza.
—¿Puede haber restos de chispa entre vosotros dos? —Ella me lanza una
sonrisa maligna.
—De eso se trata; nunca hubo chispas. Adam es un buen tipo, pero nunca
sentí realmente eso por él.
—Así que, entonces, ¿por qué sigues pensando en él ahora?
—La pregunta del millón de dólares —digo, agarrando una almohada
peluda de su cama y abrazándola hacia mi centro—. Yo simplemente no quiero
poner en peligro las cosas con Ben.
—Tómate un descanso, Camaleón —me pasa una bolsa medio comida de
palomitas dulces de maíz, mantenida convenientemente en su mesita de noche—.
No puedes evitar tus pensamientos. Quiero decir, en serio, si alguien pudiera leer
mis pensamientos, yo probablemente estaría encerrada.
Hago estallar un par de palomitas dulces en la boca, de alguna manera
sintiéndome ya una pizca mejor.
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hacerlo.
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—¿Te das cuenta de que eso es probablemente lo más sabio que me has
dicho?
—¿Incluso más sabio que mi analogía del hilo dental? —ella sonríe, su
recién adquirido piercing en el labio tintineó contra su incisivo—. En pocas
palabras: apuesto a que toda esta cosa con Ben se calmará, sobre todo desde que no
pensaste en Adam durante una semana completa. Quiero decir, unos pocos
pensamientos al azar mientras estabas en el trabajo…
—Además, yo no esculpí nada sobre él.
—Exactamente —dice—. Sin mencionar que no oíste voces en esta ocasión,
ni cantaste nada psicótico.
—Pero entonces, si mis pensamientos sobre Adam eran tan completamente
al azar y sin sentido, ¿por qué Ben los siente de inmediato?
—Porque te sientes culpable. Ben está detectando esa culpa, que es la razón
exacta que necesitas para ser honesta con él. Cuanto más sincera seas, menos
sospechosa te sentirás.
—Wow —digo, más tranquila—. Eres como una experta en todas estas
cosas.
—Yo soy una experta en muchas cosas —dice con un recorte de spandex.
—Así que, entonces, ¿qué pasaría si estas cosas con Ben no se calman?
—¿Buscar otro novio?
—Lo digo en serio —le digo—. No quiero perderlo.
—Entonces tal vez deberías desaparecer por un rato. Después de todo, la
ausencia hace que el corazón crezca caliente, ¿no?
—Eso no es exactamente como dice el dicho.
—Pero debería, porque sabes que es verdad. Si te vas por un par de días,
Ben no sabrá qué hacer consigo mismo.
—Tal vez tienes razón —le digo, echando más maíz dulce en mi boca
(terapia en una bolsa).
—Maldita sea, la tengo. Ahora, la pregunta más importante: ¿puedo caber
en tu maleta? Porque realmente no tengo ganas de quedarme aquí sola.
—Pero no estás sola. Tienes a Nate, ¿recuerdas?
—Molestos hermanos pequeños no cuentan.
—Pero ese hermano pequeño molesto realmente te necesita ahora mismo.
—Porque mi mamá es bastante inútil. ¿Te lo dije? La mujer se fue a buscar
un trabajo hoy; por eso no está en casa. Quiero decir, honestamente, ¿ofrecen
puestos de trabajo a las personas cuyos últimos dieciséis años de experiencia
35
incluyen hacer panqueques, doblar la ropa, y llevar en taxi a niños todo el día?
—Sí, los llaman niñeras.
Página
Ben?
—¿Soy tan transparente?
Página
A
l día siguiente después de la escuela, Kimmie y Wes vinieron a
ayudarme a empacar. Estamos sentados en mi dormitorio, tirando
mi guardarropa entero, en la búsqueda de lo que Kimmie considera
‚viaje-listo‛.
Wes olfatea la manga de uno de mis suéteres de cachemira y luego presiona
la tela contra su mejilla.
—¿Cuál es el pronóstico del tiempo en Detroit estos días?
—¿A quién le importa el tiempo?—Kimmie hace una mueca a un viejo par
de pantalones de gaucho, en la parte posterior de mi armario.
—Asegúrate de no decir nada estúpido. No canto, no amenazas de muerte,
y definitivamente, no referencias a escuchar voces de ningún tipo.
—O bien podrías acabar como paciente en Happy Acres, en lugar de un
visitante—dijo Wes.
—No es divertido—le digo—. Y, para tu información, la instalación se llama
Ledgewood House.
—¿Ben ha llamado para despedirse?—pregunta.
—No lo menciones—dice Kimmie—. Sin duda, un tema delicado.
—Está bien. —Suspiro—. Ben y yo estamos teniendo problemas. Sucede. La
vida continúa. ¿No es tu lema?
—Lo es—dice ella, metiendo la hombrera de cebra-print que me compró la
pasada Navidad en mi bolsa—. Y como yo, estás llena de basura.
—Bueno, con suerte, un par de días fuera me hará menos llena de mierda y
más llena de respuestas.
Cuando vi a Ben en la escuela antes, le conté el hecho de que mis padres me
habían dado permiso de ir a Detroit. Yo le dije que lo extrañaría, y que pensaba
que él diría lo mismo.
Pero no lo hizo.
Él simplemente me deseó buena suerte y me dijo que me vería cuando
vuelva.
38
DOCTOR: ¿El sufrimiento que tu padre te hizo padecer, llln ayudó a ver lo
que realmente querías?
40
DOCTOR: ¿Y ahora?
PACIENTE: Ahora yo no veo a mi padre. Y mi madre, básicamente, me
ignora.
U
na vez que aterrizamos en Detroit, en lugar de registrarnos en
nuestro B y B(7) en primer lugar, conseguimos un coche de alquiler
y fuimos directo a la instalación donde está la tía Alexia. Son más
de las 9:00 P.M., así que estoy pensando que las visitas son solo en horas del día,
pero mamá insiste en que debido a que somos familia, tenemos todo el derecho a
verla por la distancia.
La instalación no es nada como lo que me imaginaba, irónicamente, se
parece más a una funeraria, un lugar para traer a los muertos,
que un lugar para mantener a los suicidas lejos de la muerte. Nos detenemos frente
a un pasillo de ladrillo que conduce hasta una casa blanca gigante. Proyectores, y
un poste de luz iluminan la zona, pero no hay señales delante, y todas las
persianas de las ventanas están abajo. Mamá pone el coche en el parque, y nos
dirigimos a la entrada principal.
Una mujer mayor nos recibe, se presenta a sí misma como la Sra. Connolly,
la enfermera jefe. Ella nos invita a entrar, y el ambiente de funeraria persiste,
madera de caoba, estantes llenos de libros viejos y polvorientos, y mobiliario de
aspecto antiguo.
—Es extraño—dice la Sra. Connolly, dándome un vistazo—. Te pareces a tu
tía. Si no la conociera, diría que casi podrían ser hermanas.
—¿Podemos ver a Alexia?—pregunta mamá, queriendo evitar las
conversaciones triviales. Sus manos están temblando, y ella no puede dejar
de quejarse de su bufanda. Y de repente me pongo nerviosa, demasiado.
—Lo siento—dice la señora Connolly—. Pero Alexia tuvo un día difícil hoy
y se le hizo acostar después de cenar.
—¿Qué significa eso?—pregunta mamá.
—Se le dio algo para ayudarla a dormir—explica la Sra. Connolly.
—Pero yo no lo entiendo. Ella sabía que íbamos a venir.
La mujer asiente con la cabeza. Sus ojos negros, pequeños y brillantes se
estrechan, y se chupa los labios, haciendo la verdad muy aparente, que nuestra
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crecer, la tía Alexia era odiada por su madre, mi abuela. De acuerdo al diario de la
tía Alexia, y confirmado por algunos detalles de mamá, mi abuela culpó a el
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nacimiento de la tía Alexia, como la razón por la que su marido las dejó.
Mientras tanto, mi mamá era muy querida y consentida, a menudo como una
manera de poner celosa a tía Alexia.
—Ella realmente quiere verte—dice mamá.
Tomo un bocado de bollo, recordando la última vez que vi a la tía Alexia,
probablemente cuando tenía alrededor de siete u ocho años. Ella vino a visitarnos
durante las vacaciones, pero se fue la tarde de la víspera de Navidad.
Me acuerdo de lo nerviosa que estaba, siempre mirando por encima del
hombro, siempre mirando por la ventana y quejándose de sus cabellos. Y recuerdo
todos los suministros de arte que trajo consigo. Quería que me enseñara lo que
sabía, quería ser capaz de hacer pinceladas al igual que ella, pero la tía Alexia no
me dejaba participar, insistiendo en que el arte era para las chicas malas, y que era
mejor que yo jugara con mis muñecas.
Se fue poco después, a pesar de que mamá le rogó que se quedara. Ella solo
decía que tenía que llegar a casa para una entrevista que había olvidado.
Finalmente, mamá cedió y la llevaron a la estación de tren.
Recibimos una llamada del hospital local pocas horas después. Tía Alexia
nunca se subió al tren. En cambio, terminó en el motel en la ciudad de al lado,
donde trató de suicidarse, utilizando un poco de cuerda de teléfono para ahorcarse
en la ducha. Otro de los huéspedes en el motel había oído unos ruidos extraños
procedentes de su habitación y le pidió al gerente que viera lo que pasaba. Fue
entonces cuando se encontraron con la tía Alexia, afortunadamente a tiempo para
salvarla.
—Solo piénsalo —me dice mamá—. Sin presión.
—Quiero verla. Es por eso que estoy aquí.
Mamá me alcanza a través de la mesa y aprieta mi mano. —Cuando dije tu
nombre, dijo que recordaba lo mucho que te gustaba verla pintar. Le dije que eras
una artista también, y ella preguntó si te gustaría ver a alguno de sus trabajos.
—¿Ella no estaba molesta?
—¿Por qué iba a estarlo?
Me encojo de hombros, todavía preguntándome qué significaba cuando tía
Alexia me dijo hace años, que el arte era para las chicas malas. ¿Fue un intento
lamentable para tratar de hacerme interesar en otras cosas? ¿Tenía miedo de que
yo pudiera terminar como ella?
—¿Cuando puedo verla?—pregunto
—¿Qué tal después de la comida? Nos vamos mañana, así que tenemos que
44
D
e vuelta dentro del centro, mamá explica que se trata de un lugar
alternativo, que dan a los pacientes una gran cantidad de libertades
que los centros más grandes no hacen.
—¿Por ejemplo?—Le pregunto, cerrando la puerta detrás de nosotras.
Antes de que ella pueda responder, la Sra. Connolly aparece. Nos introduce
a través del vestíbulo a un estudio de arte, como si las cosas hubieran sido
dispuestas.
—Este es la sala de terapia de arte, —dice la Sra. Connolly, abriendo la
puerta de par en par.
El techo es alto. El olor de la trementina es grueso en el aire. Y la sala está
llena con caballetes, trapos, y el tazón de frutas de cera necesaria como una pieza
central de la pintura (solo que a diferencia del arreglo de cera de frutas de la
escuela, ésta tiene un mordisco en una de las manzanas).
Sigo mirando a mí alrededor, dándome cuenta de que no estamos solos, que
alguien está trabajando en la esquina, parcialmente cubierta por un lienzo.
Es la tía Alexia. La reconocería en cualquier lugar. Ella tiene el pelo largo, rubio y
pálido ondulado y ojos muy verdes que miran en nuestra dirección.
— ¿Quieres venir y decir hola?—La Sra. Connolly le pregunta.
Alexia se acerca un par de pasos hacia nosotros. Ella es mucho más pequeña
de lo que recordaba. Es solo unos pocos años más joven que mi madre, y sin
embargo casi se ve como una niña pequeña. Su atuendo —un vestido de algodón
con mangas onduladas— cubre su cuerpo, casi como una lona sí mismo.
— ¿Te acuerdas de mí?—pregunta. Los ángulos de sus mejillas son agudos,
y su boca se parece a un pequeño caracol rosado.
Asiento con la cabeza, y ella se acerca.
—Eres una artista, me contó tu madre.
—Bueno, no estoy muy segura de llamarme así.
—Eres una artista, —repite, casi cortándome. Su voz es como el tintineo
campanas al viento.
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produciendo una mancha de color rojo brillante que hace parecer como si estuviera
sangrando por el pecho. Me extiende su mano para estrecharla. Yo trato de dejarla
Traducido en AngelBooks Laurie Faria Stolarz
ir después de un par de segundos, pero en lugar de eso me lleva a través de la
habitación hacia el lienzo, ansiosa para mostrarme su trabajo.
—He estado esperando para obtener tu opinión sobre éste. — dice,
recogiendo un lienzo del piso. Le da la vuelta para que yo pueda ver.
Es la pintura de un chico, con un innegable parecido a Adam, el mismo cabello
ondulado castaño, misma piel de oliva. Ojos marrones oscuros, hoyuelo en la
barbilla, cicatriz en el labio inferior.
—Interesante, ¿no?—Dice, comprobando mi reacción.
Trago saliva, sin saber muy bien cómo responder.
—Lo pinté ayer—continúa—. Cuando supe que ibas a venir, me fui a mi
álbum de fotos y saqué una foto tuya, una que tu madre había enviado
recientemente.
Toqué la foto, y la imagen de este chico me vino a la cabeza. Ella apunta con
la cabeza hacia la pintura.
— ¿Alguna vez te ha pasado?
En lugar de contestar, miro a mi madre. Se seca las lágrimas con un pañuelo
de papel, tal vez se conmovió al ver que la tía Alexia y yo tenemos algo en
común. Si tan solo ella supiera cuánto.
—Tenía la esperanza de que lo pudieras haber visto anoche. —Explica la tía
Alexia—. Cuando llegaste. Pero, desafortunadamente, las cosas se desvían cuando
más estoy en mi trabajo.
—Oh. —digo, preguntándome qué significa desviar exactamente, y si esa es
la razón por la que se acostó.
—¿Recuerdas la última vez que fui a visitarte?—Pregunta, entrecerrando los
ojos, como si tratara de leer mi mente—. Nunca llegamos a pintar juntas, ¿verdad?
—No—le susurro, y miro hacia otro lado.
—Así que, ¿te gustaría que pintemos juntas ahora?—mira a mi madre
buscando su aprobación.
—Todo depende de Camelia, —dice mamá.
—No soy de las que pintan—le digo, a falta de una excusa mejor.
—Es fácil cuando utilizas tus manos. —Ella me muestra las palmas de sus
manos manchadas de pintura—. Utilizas tus manos con la escultura, también,
¿verdad?
—Supongo.
—Bueno, hay que admitirlo, no hay nada como hundir los dedos en tu
trabajo, volviéndote uno con tu creación... con lo que tocas.
46
M
ientras que mamá y la Sra. Connolly miran desde la puerta, me
deslizo en una bata de pintura salpicada, sintiendo sonar mi
interior.
—Relájate —dice la tía Alexia, obviamente detectando mis dudas. Ella me
da una paleta de colores, cubiertos y luego coloca un lienzo en blanco en su
caballete.
—Así que, ¿qué pintamos? —preguntó, ansiosa por saber cómo va a
funcionar.
—¿Por qué no acabamos de ver donde nos lleva nuestra pintura? —Dice—.
No tiene sentido obligar una imagen que no quiere ser, ¿verdad?
Asiento con la cabeza, sorprendida por lo parecida que piensa a mí.
Sumerge el dedo en la pintura negra y yo hago lo mismo. Juntas, creamos
una espiral en el lienzo. La tía Alexia usa su dedo del medio para aplicar la pintura
marrón, añadiendo la tonalidad de los anillos individuales. Es increíble ver su
trabajo, ver la cantidad de detalles que se pueden transmitir simplemente usando
la punta de los dedos.
Después de varios minutos, la Sra. Connolly se disculpa a sí misma, pero mi
madre se queda. Mamá estira un taburete y mira una revista.
—Eres muy talentosa —me dice la tía Alexia—. Una natural.
Siento mi cara ruborizarse, preguntándome si ella está siendo patroneada
por mis remolinos y las manchas, pero su expresión parece sincera. Con nuestros
dedos completamente cubiertos de acrílico, la tía Alexia y yo pintamos una gigante
forma de diamante. Dentro de ella pintamos un caracol, del cual su caparazón es
casi iridiscente, en tonos plata y azul.
—Y ahora el toque final. —Tía Alexia sumerge el dedo de nuevo en el
negro, y las pinturas de dos largas antenas que se extienden hacia afuera. Ella me
mira hacia atrás con una sonrisa amenazadora, como si supiera algo que yo no.
Estoy a punto de preguntarle qué es, pero luego lo entiendo: es como el
caracol que esculpí en Knead, cuando le estaba mostrando a Svetlana cómo hacer
47
para ver la respuesta tía de Alexia, ahora sentada en un taburete, meciéndose hacia
Traducido en AngelBooks Laurie Faria Stolarz
adelante y hacia atrás y tapándose los oídos con las manos. Ella susurra algo que
no acabo de entender.
— ¿Tía Alexia? —preguntó.
—Mereces morir —susurra.
Sacudo la cabeza, esperando haber oído mal. — ¿Camelia? —dice mamá,
levantándose de su taburete.
—¡Mereces morir!—grita Tía Alexia, mirando hacia mí. Sus ojos son salvajes,
y sus dientes están apretados.
Me muevo hacia mi madre, que ya pidió ayuda.
—¡No! —grita Tía Alexia, sacudiendo la cabeza. Manchas de pintura negras
en sus mejillas y el cuello.
Un segundo más tarde, dos enfermeras se apresuran a retenerla. Tía Alexia
pelea, pateando, gritando y tratando de morder para tener libre el camino. El
caballete se cae con un accidente.
—¿Qué pasó? —Mamá pregunta, cubriendo sus oídos también—. ¿Por qué
iba a decir eso?
Pero sé que mi tía en realidad no quiere verme muerta. Sé que debe estar
escuchando voces —probable es la misma voz que se reproduce en mi cabeza—
cuando esculpí la boca de Adam en la clase de cerámica.
Alexia codea a una de las enfermeras en el ojo. En conjunto, las enfermeras
finalmente la tiran al suelo, sujetando sus brazos a la espalda y sentándose en sus
piernas para que ya no pueda patear. La enfermera que recibió un codazo toma
una aguja de su bolsillo y golpea el brazo de Alexia. La pone hacia abajo.
Sus ojos en blanco. Su cuerpo se vuelve flácido. Y es arrastrada. Mientras
tanto, mamá envuelve sus brazos alrededor de mí, me dice una y otra vez cómo lo
siente.
La Sra. Connolly viene a pedir disculpas, también.
—Esto no sucede a menudo con Alexia– dice ella, para tranquilizarnos. —
Pero de vez en cuando.... Fue así la noche de su llegada. Esto en realidad nos
sorprende demasiado. Las visitas familiares son maravillosas, y son una parte
esencial del proceso de tratamiento, pero a veces son abrumadoras para el
paciente. Espero que no lo tome como algo personal, Camelia.
—En absoluto —le digo, sabiendo que es mucho más que personal.
Es francamente genética
48
Página
Traducido en AngelBooks Laurie Faria Stolarz
D
espués del incidente en la instalación, mamá y yo nos dirigimos de
nuevo a nuestro B y B, donde nos sentamos en el comedor jugando
con la comida en nuestros platos.
—Lo siento —dice mamá otra vez, después de lo que se siente como una
eternidad de silencio.
Durante todo el viaje en coche aquí, ella seguía diciendo cómo nunca estuvo
de acuerdo con dejarme pasar tiempo con la tía Alexia –incluso de venir a este
viaje– si hubiese sabido lo inestable que mi tía era en realidad.
—La Sra. Connolly sugirió que la explosión podría ser el resultado de
escuchar más voces —dice mamá, fingiendo comer un brócoli—. Y todo este
tiempo... pensaba que estaba supuestamente mejor.
—Ella está mejorando —insisto, a sabiendas de lo ridículo del argumento de
los sonidos.
Mamá sacude la cabeza. Y coloca su tenedor contra el plato con un ruido
metálico. Mientras tanto, mi corazón comienza a golpear, porque sinceramente no
sé cómo decirle, que a veces oigo voces también.
—Tal vez no pertenece a las instalaciones —me atrevo.
—Por supuesto que sí, —Suspira mamá—. Veo que ahora más que nunca.
—No, quiero decir, tal vez deberíamos buscar algún otro tipo de terapia,
algo con un poco más de visión al futuro o progresiva.
—Ledgewood es con visión al futuro. Los médicos utilizan todos los tipos
de terapia en su práctica, cosas como polaridad, el yoga, la meditación.... Además,
hay que admitir que no tiene exactamente la sensación de un hospital psiquiátrico
regular. El mobiliario, la decoración, las amplias ventanas que dejan entrar mucha
luz natural... Todo ha sido elegido mirando hacia la salud.
—Bueno, no está funcionando —digo, poniendo mi tenedor en el plato
también, —. Porque permanecer allí me hace enfermar. —Aparto la mirada,
todavía capaz de imaginar la insignia de caracol, y demasiado tímida para decirle
la verdad, que a lo mejor hay una explicación alternativa de por qué tía Alexia
49
escucha voces.
Una explicación que nadie siquiera consideraría.
Página
Abro la boca, pero las palabras no salen. Mientras tanto, un enfermero viene
a asegurarse de que está todo bien. Mamá intercambia unas cuantas palabras con
Página
él, pero todo es en voz baja, así que realmente no puedo oír.
Traducido en AngelBooks Laurie Faria Stolarz
Tía Alexia comprueba que mi madre todavía está preocupada y luego
saca una pintura del medio de la pila. —¿Te parece familiar, también? —pregunta.
Es una foto de un cuchillo manchado de sangre. El mango del cuchillo es de
color rojo y se curva hacia abajo, tal vez para un mejor agarre.
Ahogo un grito de asombro, cubriéndome la boca y dándome cuenta de
cómo la punta del cuchillo es irregular, y cómo las gotas de sangre gotean hacia
abajo, hacia la parte inferior del lienzo.
—¿Lo reconoces? —Pregunta.
Sacudo la cabeza. —Nunca he visto un cuchillo así antes.
—Todavía no —susurra. Su voz es tan de cortante como el cuchillo.
—¿Disculpa?
—No pude sacar esta imagen de mi mente la de la otra noche —continúa—.
Lo hice justo después de la pintura del chico. —Ella señala la imagen de Adam—.
Y entonces empecé a escuchar voces.
—¿Qué clase de voces?
—Gritos —dice—. Como si alguien estuviese a punto de morir. Y, entonces,
comencé a gritar, también. Fue entonces cuando llegaron las enfermeras.
Asiento con la cabeza, tratando de conseguir un agarre, casi tentada de
mirar hacia otro lado, para excusarme por tan solo cinco minutos en solitario.
Pero entonces: —No lo pierdas de vista —dice entre dientes. Ella agarra mi
muñeca.
Sus nudillos están tensos y blancos.
—¿Perdón? —preguntó de nuevo.
—El chico con la insignia de caracol —explica—. No lo pierdas de vista... o
de lo contrario morirá.
Un segundo después, siento que mi madre me agarra por detrás. El
enfermero viene a limitar mi tía, fijando sus brazos contra su pecho. Pero esta vez,
la tía Alexia no se defiende.
—Estoy bien —insisto—. Ella no hizo nada malo.
Pero la enfermera no escucha, y clava una aguja en el muslo de Alexia.
—¡Mamá, detenlo! —Gritó.
La enfermera timbra a la Sra. Connolly, y luego nos dice para salir de
inmediato.
—No estás loca —le digo a Alexia. Las lágrimas me llenan los ojos.
Pero yo ni siquiera estoy segura de que me escucha. El cuerpo tía de Alexia cae
inerte frente a su cama, su mirada ya no de fuego, todo el espíritu dentro de ella
51
muere.
Página
Traducido en AngelBooks Laurie Faria Stolarz
alguien más?
Página
E
n el vuelo de vuelta a Boston, reviso los mensajes en mi teléfono
celular, me sorprendí al ver que tengo siete: cuatro de Kimmie y dos
de Wes, ambos me regañan por no haberles dado detalles
actualizados al minuto de mi viaje.
El último mensaje es de Ben. Realmente no dice mucho, solo que espera que
las cosas vayan bien y que me verá cuando llegue a casa.
Dejo mi teléfono cerrado y miro a mi madre. Su mirada perdida se dirige
hacia abajo a su revista, en un anuncio de crema para hemorroides.
No ha volteado una página en más de una hora. Quiero hablar con ella
acerca de lo que podría estar pasando con la tía Alexia y sus poderes, pero casi
tengo miedo de que piense que en realidad me estoy volviendo loca también.
Una vez que aterrizamos y recuperamos nuestro equipaje, me dirijo a la
rampa de salida, preocupada por la idea de volver a mi vida. Quiero decir, como si
no fuese suficientemente abrumador tener el destino de Adam en mis hombros,
también siento que tengo que arreglar las cosas con mi tía.
No es que me estoy quejando. Es solo que me siento más responsable de lo
que jamás creí posible, y no estoy tan segura de que pueda manejarlo.
—¿Camelia? —pregunta mamá—. ¿Te sientes bien?
Es lo más largo que dijo desde que salimos de Detroit, lo que obviamente
significa que tengo verme bastante asustada.
—Estoy bien —miento, caminando hacia la zona de llegadas.
Para mi sorpresa total y absoluta, Ben está ahí, esperándome. Con un ramo
de lilas en su mano.
Sin pensarlo dos veces, dejo caer mi bolso y me precipito en sus brazos.
—Supongo que esto quiere decir que no me extrañaste en absoluto—
bromea.
Entierro mi cara en la chaqueta, casi deseando que pueda tragarme entera.
Ben pasa los dedos a lo largo de mi espalda y me susurra al oído: –Dos días
sin ti es definitivamente demasiado.
54
quería explicar las cosas en un mensaje. Tenía muchas ganas de hablar contigo. Me
siento mal por la forma en que dejé las cosas.
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—Tenemos mucho de qué hablar —le digo.
—Ya lo sé, —La expresión de su cara es tan grave como la mía ahora.
—¿Camelia? —Mamá llama desde detrás de mí.
Sutilmente intento limpiar la acumulación de la emoción en mis ojos.
—Mira quién vino a saludarnos —le digo.
Mamá le da un rápido hola. Un segundo después, papá sale de la puerta
doble y le da un abrazo sorpresa a mamá. Ella no puede evitar una sonrisa, pero
puedo decir que todavía está distraída, incluso cuando papá revela lo que tiene en
el bolsillo, un bizcocho de chocolate sin leche de Rawbert, uno de los lugares para
comer favoritos de mamá.
—Me imaginé que estarías pasando por una abstinencia por ahora –bromea,
refiriéndose a su falta de cocina vegetariana durante el fin de semana.
Mamá le da un pequeño beso en la mejilla antes de voltearse hacia mí.
—Considero que Ben te llevará a casa.
—¿Está bien? —le pregunto.
—Está bien –dice papá, respondiendo por ella—. Pero será mejor correr.
Estoy estacionado en doble fila.
Mientras que Ben y papá cargan el coche, mamá se mete en el asiento
delantero, al parecer, deseosa de escapar.
—¿Va a estar bien? —Ben pregunta, una vez que papá se va.
—Honestamente, no lo sé. Las cosas se pusieron muy feas con mi tía. Te voy
a contar todos los detalles inquietantes más tarde.
—¿Y nosotros? —continúa—. ¿Vamos a estar bien?
—Tenemos que estarlo. —Limpio mis ojos de nuevo—. Porque no estoy tan
segura de que pueda hacer todo esto sin ti.
—Así que me necesitas, ¿Es eso? —dice sonriendo.
Me muerdo los labios, con ganas de tener el coraje de decirle cómo me
siento.
Que esto está mucho más allá que una necesidad para mí.
Que esto está más allá de cualquier otra cosa que haya experimentado antes.
55
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E
n mi habitación, le cuento a Ben lo que pasó con mi tía. Y todo el
tiempo, su expresión sigue siendo en su mayoría imperturbable,
como si tal vez él hubiera conocido la verdad desde hace algún
tiempo.
—Creo que Adam realmente podría estar en problemas —insisto—. ¿Cómo
más explicas el retrato? Mi tía ni siquiera lo conoce. Ella nunca jamás ha visto a
Adam antes.
—En la medida que sabes, ella no lo conoce.
—¿En serio? —levantó una ceja.
—Es posible —dice, sentándose en mi escritorio—. Quiero decir, tú lo
conociste. Él te buscó, desarraigó su vida para entrar en la tuya. Cosas más
extrañas han pasado.
—Ella habría mencionado si lo conociera.
—Tal vez el de la pintura ni siquiera era Adam. Tal vez es solo alguien que
se parece a él.
—Y tal vez mi escultura caballo fuera una coincidencia, también.
Ben toma mi mano y me tira más cerca. —Solo estoy tratando de ser útil.
—Era él —digo—. Tía Alexia también lo sabía. Ella sabía que el retrato tenía
sentido para mí. Quiero decir, hablaba de cosas extrañas pasando. No fue hace
tanto tiempo cuando el mayor drama en mi vida era de qué color pintar mi olla de
barro.
—Y ahora me tienes en tu vida, y todo es completamente…
—Mejor.
—Sí, claro.
Aprieto su mano, esperando que él pueda sentir que estoy diciendo la
verdad. —Mucho mejor.
—Menos los secuestros, los dones psicóticos, y todas las otras cosas
acosadoras.
—Te quiero en mi vida —le digo.
56
—No lo sé —él agarra mi mano más fuerte—. Tal vez si me voy, esto
desaparezca también.
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—No funcionó así la última vez que te fuiste. Y no funcionó de esa forma
para la tía Alexia. No hubo un niño mágico que vino un día y encendió su poder.
Según su diario, no fue hasta que tuvo más o menos mi edad en que su poder
realmente comenzó a desarrollarse.
—Y ahora ella está en un hospital psiquiátrico a causa de ello.
—Porque no sabía qué hacer con él. No sabía lo qué era, o por qué estaba
escuchando voces. Sus doctores tampoco. Todavía no. Pero no será así conmigo.
—¿Estás segura? —pregunta, quizás sintiéndose de alguna manera
responsable.
—Lo que está pasando con mi poder del tacto no tiene nada que ver contigo.
No me hiciste esto —saco mi mano de entre la suya y paso mis dedos a lo largo de
sus brazos, sobre su cicatriz y después a través de su pecho.
Ben me atrae más cerca. Mis rodillas rozan el interior de sus muslos.
—Por lo tanto, vamos a decir por el bien del argumento que Adam
realmente está en problemas —dice—. ¿Qué tiene que ver la pintura de caracol con
todo?
—¿Crees que lo sé?
—¿Por qué no? —sonríe. Sus dedos permanecen en la parte baja de mi
espalda, bajo el dobladillo de mi suéter, enviando un hormigueo por toda mi
piel—. Parece que tienes todas las otras respuestas.
Sonrío también, halagada de que me vea de esa manera, porque yo no podía
sentirme más confusa.
El teléfono suena un segundo después, cancelando lo que de otra forma
sería el comienzo de una perfecta escena romántica. Espero que mis padres
contesten, pero no lo hacen.
Mamá y papá se han encerrado en su habitación, sin duda también para
discutir los detalles del viaje.
—¿Hola? —digo, finalmente contestando el teléfono en el sexto ring.
—Oye —dice Adam—. ¿Cómo estás?
En lugar de responder, cierro los ojos con Ben. Mientras tanto, Adam
parlotea sobre la escuela y su apartamento, acerca de cómo su desagradable
compañero de habitación finalmente se mudó y cómo le encantaría que nos
viéramos algún día.
—Suena bien —le digo, sabiendo que necesitamos encontrarnos pronto.
Ben se queda mirándome, claramente sospecha que es Adam al teléfono.
Después de algunos momentos se levanta para ponerse su abrigo.
57
S
on las tres a.m. He estado intentando conciliar el sueño durante las
últimas cuatro horas, pero es obvio que no está funcionando.
Finalmente, me doy por vencida y bajo a mi estudio en el sótano. Yo
extiendo un bloque de arcilla y la apreté contra mi mesa de trabajo,
concentrándome en la textura pegajosa y la forma en que su familiaridad me
tranquiliza. Mis ojos cerrados, una serie de imágenes corren a través de mi mente.
Dejo escapar un suspiro, tratando de ver qué imagen en realidad se pega. Y
entonces empiezo a esculpir.
Usando un rodillo de amasar, alisó la arcilla hasta que queda
completamente plana. Entonces agarro un cúter y corto un montón de baldosas
cuadradas, de una pulgada de longitud en todos los lados. Ordeno las baldosas en
mi mesa de trabajo, todavía centrada en la imagen dentro de mi cabeza.
Presionado detrás de mis ojos hay cuadrados tanto vertical como
horizontalmente, cruzándose entre sí para crear un mapa de las clases. Después de
una buena hora más o menos, tengo todo un montón de ellos. Los pongo en mi
tablero de una manera que me parece lógica.
Al final, tengo algo que se parece a un crucigrama, menos las letras. Me
siento de vuelta en mi taburete y estudio su forma, en la parte superior derecha los
cuadros forman una T mayúscula; en la parte inferior izquierda, hacen la forma de
una L mayúscula. Hay numerosos azulejos situados en el centro… una sección
donde casi parecen escaleras… pero no estoy muy segura de que lo he colocado
todo bien.
Lo cubro todo con una lona y luego regreso a mi cuarto, mi mente más
relajada a pesar de la oleada de nuevas preguntas. Sin embargo, tengo la esperanza
de quedarme dormida.
Antes de clase en la escuela al día siguiente, Ben se detiene junto a mí en el
estacionamiento en su motocicleta. Apaga el motor y se quita el casco.—¿Todavía
vas a ver a Adam hoy? —pregunta.
—Definitivamente —le digo—. Y definitivamente me gustaría tu ayuda.
59
est{ siendo intencionadamente críptico… pero ya son las 8:11, y es salvado por la
campana. Al menos por ahora.
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D
espués de la escuela, Kimmie, Wes y yo estamos sentados en el
coche de Wes fuera de la tienda de sándwiches, donde Adam
insistió que nos encontráramos. —Pensé que dijo café— dice
Kimmie, asomándose en el logotipo de la tienda de una rata comiendo una
albóndiga.
—Eso hizo, pero al parecer este lugar tiene comida realmente buena.
—O al menos eso piensan las ratas— dice ella, sacándose sus gafas de sol de
ojos de gato, para tener una mejor visión del lugar.
Wes arroja dos chorros de refrescador de aliento a su lengua, el olor de la
hierbabuena me recuerda a la bolsa de una anciana. —¿Planeas contarle sobre tus
cosas raras de toque?—pregunta, seguido por un par de exhalaciones
desagradables.
Sacudo la cabeza y la inclino hacia atrás para evitar los vapores de menta.
—Tampoco voy a decirle que mi tía pintó su retrato.
—No estás lista para salir del armario del toque y contarlo, ¿eh?— Apunta a
la calcomanía en forma de corazón en su tablero, en el cual se lee: EL AMOR ES LA
RESPUESTA. DA UNA OPORTUNIDAD A LA DIVERSIDAD.
—No es como si creyera en todo esto del toque de todos modos. —dice
Kimmie.
—¿Y quién lo haría? ¿Adam siquiera sabe acerca de los poderes de Ben?
—No—le recuerdo—. Nadie realmente sabe acerca de eso, excepto nosotros.
Y vamos a mantenerlo así.
—Así que, entonces, ¿cómo vas a convencerle de que su culo es hierba, que
su tío ha muerto, y que su corteza es polvo?—pregunta Wes.
—Solo voy a pescar—les digo—. Voy a tomar notas mentales, hacer muchas
preguntas, y ver si algo parece raro.
—Suena como estelar para mí—dice burlonamente—. Estoy segura de que
Adam se emociona.
—No será estelar—le digo—. Se trata de asegurarse de que está bien, que
61
Los ignoro y abro la puerta del coche. Wes espera hasta que entro en la
tienda para alejarse de la acera. Adam ya está dentro.
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—Hey—dice, de pie frente a una de las mesas negras.
Él se ve bien, incluso mejor de lo que recordaba. Su cabello castaño
ondulado es un poco más tosco que la última vez que lo vi, y sus hombros parecen
más amplios, también. Camino hacia él, notando lo pequeño que es el lugar en el
interior, crea una especie de estilo bistró*, con manteles a cuadros y carteles de
paisajes urbanos sobre las paredes. Una pizarra gigante con el menú cuelga detrás
del mostrador, y los cocineros preparan la comida a la vista de los clientes.
—¿Tienes hambre?—Adam pregunta, haciendo un gesto para que me
sentara.
En el mismo momento, uno de los cocineros hace sonar una campana, que resulta
ser la orden de Adam: un recipiente lleno de papas fritas con salsa tártara en un
lado. —Me tomé la libertad de ordenar algunos entremeses—bromea—. Pero te
invito a pedir cualquier cosa que quieras.
—Esto parece perfecto—digo, quitándome el abrigo.
Adam me da un plato y servilletas, y luego empieza a charlar sobre cómo él
y sus compañeros de estudio vienen aquí por lo menos una noche de por medio.
—Por lo tanto, ¿has hecho muchos amigos en la escuela?—pregunto,
deseosa de llevar la conversación hacia un terreno más personal.
Terminamos hablando de cómo está pasando su semestre, cómo está
tomando una clase de Introducción a la Redacción, y cómo está encantado de tener
un apartamento propio.
—Al principio pensé que no sería capaz de pagar—dice—. Pero tengo un
muy buen trabajo en una tienda de suplementos de arte calle abajo. Tengo un
descuento en herramientas de dibujos, y me pagan medio tiempo los fines de
semana y días festivos.
—Eso es genial— le digo.
—En realidad es mejor que genial, porque ya he conocido a una pareja de
arquitectos en el área. Con un poco de cotorreo pasado de moda, estoy esperando
ser capaz de trabajar en una de las empresas, tal vez como interno—Asiento con la
cabeza, realmente feliz por él, porque sé que esto es lo que realmente quiere, y he
visto lo verdaderamente talentoso que es. Hace aproximadamente un mes, me echó
una mano en un modelo de la Casa de Barro de Camelia, la tienda de cerámica que
podría poseer un día, incluso añadió pequeñas mesas de madera y estantes llenos
de crudo.
—¿Y cómo está Ben?— dice—. ¿Siguen saliendo juntos?
—¿Estás seguro de que quieres hablar de esto?—le pregunto, por el bien de
62
sus sentimientos.
Hace una pausa para mascar. Sus ojos de color marrón oscuro crujen en
Página
confusión. —¿Por qué no? A menos que esté tocando un punto delicado.
—No hay puntos delicados. Las cosas entre Ben y yo están bien.
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—Entonces, ¿Cómo es que no suenas tan segura? —Dice sonriendo.
—Estoy segura—le digo, pero yo no creo que él me escuche. Hay una chica
de pie en nuestra mesa ahora. Ella es bonita, con pelo corto oscuro y ojos brillantes
de un azul claros como el mar.
—¿Quién es tu amiga?—pregunta a Adam, antes de que cualquiera de
nosotros tenga la oportunidad de decir hola.
—Camelia, este es mi amiga Piper—dice Adam, a modo de introducción.
Un par de chicas están un poco detrás de ella. —Y ellas son Melissa y
Janet—continúa.
—Hazlo, la Chica de la selva Janet— dice Piper—. Quien acaba de ganar su
cuarto concurso de talento en el trapecio.
—Piper es como mi mayor fan—Janet se sonroja.
—Bueno, felicidades— le digo.
—Gracias. —Sonríe, tirando nerviosamente de su trenza—. ¿Vas a Hayden,
también?
—En realidad, todavía estoy en la escuela secundaria—lo confieso.
—Mis pésames—dice Piper—. Moriría si tuviera que volver a levantar la
mano solo para levantarme de mi asiento, o responder a una campana de la
escuela.
—Por no hablar de chicos inmaduros, la humillación a lo que ellos llaman
clase de gimnasia, y un montón de tareas sin sentido. —Melissa trae un mechón de
su pelo rubio rojizo hasta la boca para masticarlo.
—Bueno, a pesar de la clase de gimnasia, la universidad en realidad no es
tan no parecida a la escuela secundaria—bromea Piper—. Por lo tanto, ¿todavía
estamos para esta noche?— pregunta a Adam, tomando un sorbo de su cerveza de
raíz.
—¿O vas a pasar el resto de tu día saliendo con chicas de secundaria?—
Melissa toma una papa frita de nuestro plato. La sumerge en la salsa tártara y
luego se la mete entre los labios pecosos.
Adam ignora su comentario, procediendo a decirme que él y Piper están
trabajando juntos en un proyecto para la escuela.
—No cualquier proyecto— insiste—. Hemos sido asignados para ser marido
y mujer en la clase de contabilidad. Tenemos que elaborar todas nuestras facturas
sobre su salario de entrenador de fútbol. Soy un ama de casa con cuatro niños, tres
perros y un perico. Es súper lindo, ¿verdad?
—Más como súper escuela secundaria—dice Melissa antes de que pueda
63
Hay caras frunciendo el ceño pintadas en sus uñas de color rosa caramelo.
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—Necesito una A, y el Profesor Williams me odia, lo que significa que
tengo que ser dos veces más económico con mis débitos y tres veces más tacaña
con todos mis créditos. Por lo tanto, ¿te veo a las ocho?—pregunta a Adam.
—Suena bien—dice.
Mientras Piper y sus amigas se acercan a la salida, Adam se apoya cerca y se
disculpa por Melissa. —Ella puede ser un poco espinosa a veces.
—Bueno, Piper parece agradable.
—Un poco demasiado bueno, en realidad. Ella es una de esas chicas que
caminan en un terreno.
—Pero no por ti. Quiero decir, ustedes son solo amigos, ¿verdad?
—Así es—Sonríe, tal vez malinterpretando mi interés—. Amigos. Al igual
que tú y yo.
Me aclaro la garganta, de repente dándome cuenta de lo poco que he
logrado durante la conversación. —Por lo tanto, ¿Todo contigo es tan genial?—
Digo en un último intento de obtener alguna primicia—. ¿No hay problemas? ¿No
hay demonios en tu armario? ¿Nada raro pasa?
—¿Aparte de esta conversación? ¿Qué pasa contigo?—Pregunta, haciendo
doble inmersión de una fritura—. Fuiste así en el teléfono el otro día también.
—Solo converso.
—Conversación psicópata, tal vez.
—Hablando de psicópatas. —medio bromeo—. ¿Alguno en tu vida que
deba saber?
—Solo uno —dice, señalándome con la mirada.
—Muy gracioso—le digo, preguntándome si tal vez estoy siendo psicópata,
si tal vez toda esta escena fue más bien una idea realmente mala.
Nos sentamos en un incómodo silencio durante varios segundos,
recogiendo en el montículo cada vez menor de papas fritas y tomando nuestras
bebidas hasta el hielo. Pero entonces Adam desliza su anorak, quejándose de un
escalofrío.
Y es cuando lo veo.
La pequeña insignia en su chaqueta, justo por el cuello. Es un logotipo en
forma de diamante con un caracol en el interior.
Exactamente igual al que la tía Alexia y yo pintamos.
—Quiero decir, en serio—dice Adam—. ¿Es realmente tan difícil creer que
por primera vez en mucho tiempo estoy tan contento con la forma en que mi vida
se está yendo?— El sigue farfullando, pero no estoy realmente prestando atención.
64
DOCTOR: Porque creo que te gustan los enigmas. Tengo la sensación de que
disfrutas cuando no sé todas las respuestas.
PACIENTE: Si no puedes entender las cosas, entonces tal vez no deberías ser
terapeuta.
D
espués de nuestra reunión en la tienda de sándwiches, Adam se
ofrece a llevarme a casa, y yo sé que probablemente debería
aceptar. Sé que probablemente me va a dar más de una
oportunidad para profundizar en su vida.
Pero realmente tengo que escapar.
Y así salgo a la calle, en la dirección opuesta de donde se ha dirigido, y entro
a una librería. Saco mi celular y llamo al número de Kimmie.
—¿Dónde estás?—Pregunta—. Wes y yo vamos a recogerte.
Le doy la dirección, y están aquí en menos tiempo del que me lleva leer el
primer capítulo de Spy Girl.
—¿Y bien?— pregunta Kimmie, uniéndose a mí en el asiento trasero.
Le digo toda la verdad, y ella se pone justo a mi lado: —No puedo creer que
dejaste ir a Adam tan fácilmente.
—Ya lo sé—Suspiro—. Me siento como una fracasada.
—O tal vez estás paranoica—dice Wes—. Quiero decir, ¿has considerado
que tal vez estás equivocada con respecto a él?
—No estoy dispuesta a correr ese riesgo. Muchas cosas han sucedido. Hay
demasiadas banderas rojas como para decir que lo que está pasando es una
coincidencia.
—¿Mi voto? Apestas a sutileza—dice Kimmie, refiriéndose obviamente a
mis habilidades indiscretas—. Pero, por suerte para ti, no apesto.
—Sutilmente, esto sí—Sonríe Wes. Kimmie rasca la nariz con el dedo del
medio hacia él.
—¿Dónde vive Adam? Iremos en tu lugar, y voy a ayudarle a obtener
algunas respuestas.
—No lo sé—Me encojo de hombros.
— ¿En serio?—Ella me mira mal—. Saliste con el tipo.
—No salíamos exactamente. —Lo que todavía no es excusa. Llama al
muchacho. Obtén su dirección. Y yo me encargaré de todo el dialogo.
68
C
omo Kimmie previó, Adam no pone en duda la excusa. Ni siquiera
estoy segura de que la escuchase. Porque, apenas puedo murmurar
las palabras— ¿Crees que podríamos parar? —Me da indicaciones,
marcas y rutas alternativas.
Nos detenemos frente al edificio de su apartamento. Es alto, de ladrillo, y de
aspecto sórdido, entre un hospital de felinos y un lugar llamado Bar Busty.
Entramos en un pasillo húmedo, y nos enfrentamos a un conjunto de ascensores.
Una gigante señal de FUERA DE SERVICIO está clavada a través de las puertas.
—Encantador, —dice Wes, señalando un charco en el suelo. Se han
establecido cubetas en un lamentable intento de atrapar el agua que gotea desde el
techo de tejas rotas durante las tormentas.
—Huele a queso derretido enmohecido, —dice Kimmie, arrugando la nariz.
Busco a mí alrededor un timbre de seguridad, pensando que Adam tendrá
que llamarnos, pero parece que no hay seguridad alguna.
—¿Estás seguro de que tienes la dirección correcta?—Pregunta Kimmie—.
No dejaría aquí ni siquiera a la nueva novia de mi padre. ¿Mencioné que está
saliendo con una niña?
—Ahora, ahora, —dice Wes, dándole palmaditas en el hombro—.
Diecinueve años de edad es apenas una niña. Tiene la edad suficiente para firmar
un contrato, comprar pornografía y cigarrillos, y cruzar las fronteras del estado con
tu padre si quiere.
—Desafortunadamente, creo que acabas de resumir la noche del sábado, —
dice ella.
—Definitivamente, necesitamos hablar de esto más adelante —insisto,
dándole un abrazo.
Subimos dos pisos por las escaleras de emergencia al departamento de
Adam. La puerta ya está abierta.
—¡Hey!—Dice Adam, asomándose al pasillo, evidentemente, habiéndose
anticipado a nuestra llegada.
70
sala de estar por solo un par de vigas de apoyo, por lo que las dos salas se sienten
como una.
Traducido en AngelBooks Laurie Faria Stolarz
Las chicas de la tienda de sándwiches están ahí, así como Tray, amigo de
la escuela de Adam.
—¡Hey!—Dice Tray, señalando con la cabeza en mi dirección. Su cabello es
largo, oscuro y liso, recogido en una coleta baja, exactamente igual que la Jungle
Girl Janet. Ambos están sentados juntos, viendo una competición de gimnasia en la
gran pantalla de televisión de Adam.
Mientras tanto, Melissa y Piper nos ignoran por completo, están demasiado
ocupadas en lo que parece ser un anuario en la isla de la cocina. Piper suelta una
carcajada, y Melissa se ríe con ella.
—En serio, —Piper le dice a Adam—. ¿En qué estabas pensando cuando
usaste calzoncillos hawaianos y botas de trabajo en la fiesta?
—¿A quién le importa?—Dice Melissa—. Todavía se ve ardiente. Quiero
decir, echa un vistazo a esas piernas sexy.
—Más bien piernas de paloma, —dice Tray.
Las chicas ignoran el comentario y continúan en su foto. Y, honestamente, si
no lo conociera, diría que Adam tenía su propio club de fans.
—Adam nos dijo que estáis pensando en venir a Hayden, —dice Melissa,
finalmente reconociendo nuestra llegada—. ¿Es eso cierto?
—Es cierto para mí, —dice Kimmie.
Melissa mira la falda de encaje y de látex de Kimmie. —Bueno, para que lo
sepas, entrar aquí es mucho más difícil de lo que uno podría pensar. No solo se
acepta cualquiera.
—Creo que puedo manejarlo, —dice Kimmie, completamente en su malicia.
—He sido capaz de firmar mi nombre y escribir un cheque desde el tercer grado.
—¿Todos viven en el edificio?—Pregunto, en un esfuerzo por cambiar de
tema.
—Todo el mundo menos yo. —Piper frunce el ceño. Se va a la sala de estar y
se deja caer en el regazo de Tray—. Yo todavía vivo en casa con mis
sobreprotectores padres, pero daría cualquier cosa por tener mi propia casa.
—Bueno, debo admitir que estoy muy impresionada, —dice Kimmie,
mirando una grieta en la pared—. Quiero decir, no hay aparcamiento, no hay
portero en el frente...
—No hay cámaras de seguridad, —añade Wes, señalando hacia el pasillo.
—Bueno, ya sabes, esto no es una vivienda real de estudiantes—dice Adam.
—Así es, —Melissa suelta risitas. —Dudo que la escuela fuera capaz de
pagar un seguro de responsabilidad por un agujero como éste.
71
—Es curioso —dice Melissa cruzando los brazos sobre el pecho—. Adam no
mencionó que eras una prostituta. ¿Es así como pagas la escuela?
Traducido en AngelBooks Laurie Faria Stolarz
—¿Por qué? ¿Buscas trabajo extra?—Pregunta Kimmie.
—No te preocupes por Melissa, —dice Piper—. Acaba de fallar una prueba
de historia, y consiguió que su madre la puteara por eso.
—Además, probablemente deberíamos irnos —dice Janet.
—Finalmente, —Tray prácticamente empuja a Piper de él. Se levanta y hace
una línea recta hacia la puerta.
Piper recuerda a Adam una vez más lo de su sesión de estudio más adelante
y, a continuación, alrededor de sesenta segundos, todos se han ido.
—Bueno, eso fue más agradable que tener el culo con cera, — afirma Wes.
—Lamento lo de Melissa, —dice Adam—. Tuvimos una cita la semana
pasada, y las cosas han sido incómodas desde entonces.
—¿Incómodas en el sentido en que tuviste una aventura y quedaste
atrapado?—Pregunta Wes—. O en el sentido de que fue fraternal, y, en
consecuencia, todavía estás tratando de sacudirlo a él o a ella.
—Me quedo con la última, —dice Kimmie—. Porque ella todavía está
obviamente demasiado enganchada, y el odio sin restricciones puede resultar de la
opción número uno.
—No está mal, —dice Adam, aparentemente impresionado—. Pero no del
todo exacto tampoco. Justo después de nuestra cita, me enteré de que Tray tenía
algo con ella también. Y, entonces, Melissa empezó a darme la espalda. No es la
forma más madura de romper las cosas, pero ¿Qué puedo decir?
—Eres un hombre, —suspira Kimmie—. No digas nada más.
—Así que, ¿Puedo considerar que Melissa no tiene nada con Tray?—
Pregunto.
—No, pero Janet sí. Por supuesto, él no está interesado en ella. —Adam
sacude la cabeza—. Todo es tan falso y complicado. Crees que terminaste con el
teatro en la escuela secundaria, pero es igual de malo en la universidad.
—Y, hablando de la universidad, —Kimmie da un tirón del brazo de Adam,
—preocúpate de llevarme a esa gira. ¿Cómo si no voy a saber que aplicar o no?
Mientras Kimmie continúa desplegando sus habilidades indiscretas, Adam
le lleva por un pasillo corto y en el que asumo son las habitaciones, y Wes se va a la
sala de estar como un rifle a través de la pila de correo de Adam en la mesa de
café.
—Déjalo, —le digo, regañándolo.
Wes me ignora, sacando lo que parece ser un crucigrama. —¿Qué es esto?—
Pregunta.
72
mayúscula en la parte inferior izquierda. Hay un mar de azulejos entre las dos
formas de las letras.
Traducido en AngelBooks Laurie Faria Stolarz
Exactamente como lo que esculpí la noche anterior.
—¿Qué tiene de malo?—Pregunta Wes, notando mi alarma.
Antes de que pueda responder, Adam vuelve a la cocina, después de haber
terminado de jugar al guía turístico. Afortunadamente, sin embargo, gracias a
Kimmie, aún están en la isla de la cocina, de espaldas hacia nosotros.
—Así que, ¿Dirías que la mayoría de todo en el edificio es bastante
normal?—pregunta Kimmie, todavía en la pesca de información—. ¿No hay nadie
de quien preocuparse? Porque mis padres son muy anales de ese tipo de cosas—
miente—. Te lo juro, si fuera por ellos, probablemente estaría viviendo en su casa
el resto de mi vida.
Adam trata de abordar sus preocupaciones lo mejor que puede. Mientras
tanto, tomo un lápiz y me pongo a trabajar en el rompecabezas, dándome cuenta
de que solo hay tres preguntas, a pesar de que el puzzle es grande, con cuadros
suficientes para más de veinte respuestas diferentes. Aún así, resuelvo los enigmas
con bastante rapidez, ya que las respuestas son bastante obvias.
—Simplemente no lo entiendo, —le susurro, a sabiendas de que debe haber
algún significado aquí—. Quiero decir, ¿qué tipo de crucigrama te da solo algunas
de las preguntas y deja el resto del rompecabezas sin resolver? Y, ¿desde cuándo
son esas preguntas tan fáciles? ¿Tan a prueba de tontos?
—¿Qué tiene de malo?—Dice Wes de nuevo—. ¿Necesitas ser medicada?
Porque solo traje a mi Pez conmigo hoy. —Él me muestra su dispensador de Bob
Esponja.
—Ten cuidado, —le susurro, leyendo las respuestas del crucigrama en voz
alta.
—Bueno, está bien, —chasquea Wes, tomando su ofrenda Pez—. Pero un
simple ‚no gracias‛ habría sido suficiente.
—No lo entiendes, —digo, sosteniendo el crucigrama hacia él—. VIGILA TU
ESPALDA.
Wes inclina la cabeza, tratando de dar sentido a lo que quiero decir. —Lo
veo, si realmente lo lees, pero también podría ser VUELVE A VIGILARTE o BAJA
LA GUARDIA. Por no hablar de que hay un trozo enorme del puzzle sin resolver.
Sacudo la cabeza y le digo que Ben había escrito el mismo mensaje en la
portada de su cuaderno, que había sentido la frase y no podía sacarla de su
cabeza.
—¿Qué estáis mirando?—Pregunta Adam, de pie justo detrás de nosotros.
Él mira en la dirección de su pila de correo, de los cuales casi la mitad están
73
saqueadas. Pero antes de que pueda revolver sobre este, sostengo el crucigrama
hacia él.
Página
E
l crucigrama está todavía apretado en el agarre de Kimmie, lo
recupero, con la esperanza de que Ben pudiera ser capaz de sentir
algo en él.
—¿Puede alguien decirme por favor qué está pasando?—Pregunta Adam,
finalmente cerrando el teléfono.
Sostengo el rompecabezas hacia él de nuevo. — ¿No crees que esto se ve
raro?
—Realmente no, —dice, apenas dando un segundo vistazo.
—Alguien piensa que debes vigilar tu espalda.
—No, —dice—. Alguien piensa que tengo tiempo que perder en
crucigramas.
—Hay más que eso, —insisto.
—¿Por qué revisas mi correo?—Pregunta a Wes.
—No lo revisaba, —miento—. Vi el rompecabezas y lo completé.
—¿Y ahora piensas que alguien va detrás de mí?
—Creo que es raro, —digo, a falta de una explicación mejor.
—Esta escena es extraña. —Mira a Kimmie y luego a mí.
Una parte de mí quiere hablarle de mis esculturas. Otra parte no está lista
para exponer lo que sé ni cómo lo sé.
—No has recibido ningún otro rompecabezas como éste, ¿verdad?—
Preguntó, pensando en la serie de fotos acosadoras que recibí el año pasado.
—En realidad...—Adam agarra el cubo de basura de su escritorio y empieza
a recoger la basura. Saca una bola de papel arrugada y me lo arroja.
Lo aliso contra mi estómago.
Es otro crucigrama, con la misma forma exacta del que acabo de rellenar,
solo hay pistas diferentes en la parte inferior.
—Este es de ayer, —dice.
—¿Y el otro de hoy?—Preguntó.
Él asiente con la cabeza. —Creo que las actividades de los estudiantes deben
75
tener algún tipo de juego en marcha. Siempre están enviando cosas como esta. En
otoño, se trataba de la caza de un tesoro, para que la gente se acostumbrara al
Página
E
n viaje de vuelta a casa, agarro una pluma y reanudo el
rompecabezas que Adam sacó de la basura. No me toma mucho
tiempo terminarlo. Una vez más, las pistas son bastante simples de
resolver. Escribo las respuestas en una línea recta y trabajo para descifrar el
mensaje.
—¿Cuál es el veredicto? —pregunta Kimmie, echándome una mirada.
Bajo la vista hacia la mezcla de palabras. —No puedo decirlo todavía.
—Danos una pista —dice Wes—. Me encantan los rompecabezas.
—Eso es porque eres uno —bromea Kimmie.
Les leo la lista de palabras: ESTÁS, SOLO, TÚ, NUNCA, OJO, MIRANDO,
SIEMPRE, ESTOY.
Ni cinco segundos más tarde, Wes tiene todo resuelto: —¡TÚ NUNCA
ESTÁS SOLO, YO SIEMPRE ESTOY OBSERVANDO3! —dice, haciendo su voz
profunda y gutural.
—Espera, ¿en serio? —pregunto, totalmente desconcertada por la idea de
que fue capaz de descifrar el mensaje con tanta rapidez. Miro las palabras
individualmente, asegurándome de que están todas incluidas, y que no añade
ninguna extra.
—¿Qué puedo decir? Soy bueno con los rompecabezas.
—¿También eres bueno haciéndolos? —pregunta Kimmie—. Porque da un
poco de miedo cómo fuiste capaz de descifrarlo tan rápido.
—¿Creen que es importante que el ‘ojo’ en el rompecabezas sea sustantivo y
no pronombre? —les pregunto.
—¿Desde cuándo ser bueno en Inglés es un requisito para los psicópatas? —
pregunta Wes.
—Solo tú lo sabrías —Kimmie se lo queda mirando.
—Además, es un rompecabezas —dice él, ignorando su comentario—.
Tienes que esperar algunas rarezas.
—No sé —digo, aún mirando las palabras—. Tal vez haya algún otro
77
3
En inglés tanto ‘ojo’ (eye) como ‘yo’ (I) se pronuncian igual ‘ai’. Por eso cuando arman la frase
ponen ojo como si fuera yo.
Traducido en AngelBooks Laurie Faria Stolarz
—Tal como: YO NUNCA ESTOY SOLO. TÚ SIEMPRE ESTÁS
OBSERVANDO —sugiere—. O tal vez el siempre favorito TÚ NUNCA ESTÁS
OBSERVANDO. YO SIEMPRE ESTOY SOLO.
Kimmie se aleja rápidamente de él en su asiento. —Bueno, realmente están
empezando a asustarme.
—Estoy bastante segura de que estabas en lo correcto la primera vez —digo,
dando vuelta el rompecabezas de CUÍDATE LAS ESPALDAS y pensando en cómo
Ben había predicho las palabras.
Me tomo un momento para estudiar el papel en donde están hechos los
crucigramas. Son de color blanco brillante y con un peso suficiente, dejando en
claro que no son fotocopias. Los llevo a mi nariz, curiosa de ver si puedo detectar
cualquier olor.
—Um, ¿qué estás haciendo? —pregunta Wes, mirándome a través de su
espejo retrovisor.
—Huelen como a dulces —le digo.
—Bueno, estaban en la basura —señala él—. Por lo menos, uno de ellos, y
podría haber jurado que vi un envoltorio de Mr. Goodbar4 allí.
—¿Por qué crees que esta persona solo nos da algunas de las pistas del
rompecabezas? —pregunto.
—Porque, obviamente, quiere engañarnos —dice Wes—. Nos alimenta con
mensajes cada vez que se le da la gana... nos mantiene jugando a este juego
estúpido.
—Tienes que hablar con Adam —dice Kimmie—. Tienes que decirle que se
tome esto en serio.
—Estoy de acuerdo —digo, metiendo los rompecabezas de nuevo en mi
bolsillo.
Pero primero tengo que hablar con Ben.
Tan pronto como Wes me deja en casa, me dirijo a mi habitación para llamar
a Ben. Él contesta de inmediato, y le informo sobre lo que pasó. —Por lo tanto,
¿puedes venir? —le pregunto, cayendo en la cama—. Realmente me gustaría que
trataras de sentir algo en los rompecabezas.
—Sabes que mis sensaciones no son siempre fiables con los objetos —dice—.
Además, los crucigramas han estado en tu bolsillo durante todo este tiempo.
Probablemente solo te sentiré a ti.
—Aún así podrías intentarlo —le digo, sorprendida por su vacilación.
Se calla durante varios segundos, como si estuviera tratando de decidir. —
78
¿Te puedo llamar más tarde? —pregunta—. Mi tía quiere que eche un vistazo al
motor de su coche.
Página
4
Marca de Chocolate
Traducido en AngelBooks Laurie Faria Stolarz
—Pensé que me ibas a ayudar —le digo—. Pensé que éramos un equipo.
—Lo voy a hacer. Lo somos.
—Entonces, ¿por qué este desdén?
—No es un desdén. Solo me tengo que ir. ¿Te puedo llamar más tarde? —
pregunta de nuevo.
—No te preocupes —le digo. Mi corazón de pronto se siente pesado. Le digo
que me voy a la cama, y luego le deseo una buena noche antes de colgar. Aprieto el
teléfono firmemente contra mi pecho, suena pocos minutos después de colgar.
—¿Reconsiderándolo? —le digo.
—¿Cómo sabías? —pregunta Adam.
—Oh, lo siento —cierro los ojos con fuerza—. Creo que de alguna manera
estaba esperando a alguien más.
—¿Alguien como Ben?
—Me alegra que llamaras —le digo, ignorando la pregunta.
—Sí —dice—. Yo también. Me dejaste pensativo, alias paranoico, por lo que
rebusqué en algunos de los montones de papeles y cosas en mi escritorio. Sabía
que había recibido más de esos rompecabezas en el correo electrónico.
—¿Y?
—Estaba en lo cierto. He encontrado dos más.
—¿Trataste de resolverlos?
—Eso es algo sobre lo que quería hablarte, pero creo que debemos discutirlo
en persona. Podría ir y recogerte. Podríamos ir a tomar un café o algo así.
—No —le exijo—. Dime ahora.
—Bueno, el primer rompecabezas que completé en realidad no me molestó
demasiado —dice—. Simplemente dice: ‘ME MENTISTE'.
—¿Y el segundo? —le pregunto, poniéndome de pie, de alguna manera ya
sospechando la respuesta.
—Dice que merezco morir.
79
Página
Traducido en AngelBooks Laurie Faria Stolarz
L
e digo a mis padres que Adam va a recogerme y que vamos a ir a la
biblioteca de Hayden College para estudiar juntos. Papá no podía
estar más feliz con la noticia. Una vez delantero estrella de sus
equipos de futbol en su escuela secundaria y universidad, papá ha adorado a
Adam… o por lo menos al estrellato de fútbol de la ex escuela de Adam… desde
que lo conocí.
Agarro mis libros y me dirijo a la puerta justo cuando el Ford Bronco de los
años 70 de Adam estaciona en la calzada, activando el sensor de luces superiores.
Desde lo que sucedió el otoño pasado, mi padre ha hecho un intento, aunque débil
pero serio, de salvaguardar nuestra casa. Ha puesto pegatinas en todas las
ventanas y asomó letreros en el césped, los cuales afirman que tenemos un sistema
de seguridad (que no tenemos). También instaló luces de detección de movimiento
que se encienden y se apagan casi siempre con propia voluntad.
—Gracias por venir —dice Adam antes de abrirme la puerta del pasajero.
Me subo en el interior. El interior huele a palo de menta. —¿Y tu reunión de
esta noche con Piper? —le pregunto, recordando de pronto su asignación de
matrimonio.
—Creo que esto es más importante.
Asiento con la cabeza, dándome cuenta de lo bien que se ve con oscuros
jeans lavados y un suéter que le abraza el pecho.
Es exactamente el tipo de cosas sobre las que Kimmie me advirtió: —Él va a
hacerse una idea totalmente equivocada —dijo ella de nuestra improvisada
reunión nocturna. La había llamado tan pronto como colgué el teléfono, tan pronto
como había aceptado que me recoja—. Sabes que va a utilizar esto como una
oportunidad para tratar de ganarte de nuevo.
—Solo estoy tratando de ayudarlo —le dije—. No tengo ninguna intención
turbia.
—Sí, pero las cosas suceden, Sra. Camaleón. La gente es débil. Además,
¿cómo es que nunca mencionaste lo sexy que es Adam? Quiero decir,
80
—Así que, ¿dónde quieres ir? —pregunta Adam, volviéndose hacia mí. Sus
oscuros ojos marrones combinan con el color de su jersey.
—A la biblioteca —digo, suponiendo que me voy a sentir un poco menos
culpable si realmente hago lo que les dije a mis padres.
Adam no cuestiona la elección. Él simplemente pone su coche en marcha y
llegamos cerca de quince minutos después.
La biblioteca está sorprendentemente llena. Adam nos guía a través de las
pilas, mencionando que hay salas de estudio en la parte posterior donde podemos
hablar en privado. Él señala con la cabeza hacia una puerta abierta, pero incluso
antes de llegar allí, alguien lo llama por su nombre.
Nos volvemos a mirar. Es Piper. Ella, Melissa, Janet, y Tray están sentados
alrededor de una mesa, haciendo su tarea. Janet saluda, mientras que Melissa nos
da una sucia mirada y Tray se mantiene centrado en sus libros, ignorando nuestra
existencia.
—Atrapado —dice Piper, una vez que llegamos a su mesa. Tiene los brazos
cruzados, y está claramente enojada—. Pensé que habías dicho que estabas
demasiado ocupado para trabajar en nuestro proyecto.
—Lo estoy. Lo estaba —dice él, nervioso—. Es en cierto modo una larga
81
historia.
—Una que, obviamente, implica a menores —Melissa suelta risitas—. ¿No
Página
C
ompletamente sacudida por dentro, le digo a Adam que me lleve a
casa. En el viaje, me pregunta una y otra vez si estoy bien, y se
disculpa por tratar de involucrarme. Una parte de mí quiere que le
diga la verdad acerca de lo que mi tía y yo hemos sentido. Otra parte quiere que le
golpee en la cabeza por no estar más preocupado por sí mismo que por mí.
—Realmente necesitas tomar esto en serio —le digo, mirando por la ventana
mientras gira a la calle Colón—. No seas como yo, como yo era.
Me pide que me explique, pero realmente no tengo ganas de sacar a relucir
los detalles de lo sucedido con Matt, recordando cómo fue estar cautiva en la parte
trasera de un remolque con la sensación inquietante de estar constantemente
vigilada.
—Estoy seguro de que hay alguna explicación estúpida—dice, finalmente
girando en mi calle.
—¿Cómo cuál? —le pregunto—.Alguien te quiere muerto.
—No hay necesidad de saltar a conclusiones.
—¿No viste el mismo mensaje que yo? dice que mereces morir.
—Solo estoy tratando de ser racional aquí, de poner las cosas en perspectiva
—Adam se detiene enfrente de mi casa y estaciona el coche.
—Entonces, ¿qué pasa con los crucigramas? Tú, evidentemente, pensabas
que eran lo suficientemente importantes como para cancelar tus planes con Piper
—Sacudo la cabeza, pensando en cómo Kimmie me había advertido acerca de la
sinceridad de Adam. ¿Cree seriamente que podría estar en peligro, o la escena esta
noche fue solo una excusa para verme?
—¿Qué quieres que diga? —pregunta.
—Que no vas a volver a casa solo.
—¿Buscas un poco de compañía? guiña un ojo.
—Sabes lo que quiero decir.
—Desafortunadamente, sí —Suspira.
—¿Puedes llamar Tray? O, mejor aún, ¿a la policía del campus? Pídeles que
86
—¿Lo prometes?
Traducido en AngelBooks Laurie Faria Stolarz
Él asiente y mira mi boca. —Me dará una excusa para hablarte.
—Entonces me llamas después, ¿de acuerdo?
Adam está de acuerdo, y yo bajo de su coche, y vislumbro la motocicleta de
Ben estacionada en la calle. Estoy viendo como Adam se aleja, y luego busco a mí
alrededor a Ben, preguntándome si él ya está dentro de la casa. Pero entonces
descubro una sombra que se mueve hacia mí desde el final de la calle.
—¿Ben? —llamó.
Un escalofrío de aire cortante entra a través de mi núcleo, y aprieto el cuello
de mi abrigo. Por último, reconozco la postura y el caminar de Ben. El usa ropa
oscura, se mueve debajo de una de las farolas, y veo su cara.
—¿Qué estás haciendo aquí? —le pregunto.
—Esperándote —dice él, de pie justo en frente de mí ahora. Tiene los ojos
llorosos por el frío.
—Podrías haber llamado.
—Te llamé. Tu mamá me dijo que estabas fuera, y así que traté a tu celular,
pero lo tienes apagado.
Saco mi celular de mi bolsillo para comprobar. —No sé cómo ocurrió —le
digo, al hacer clic de nuevo.
—Tal vez lo apagaste debido a que estabas molesta conmigo.
—Tal vez —digo, dándole una mirada afilada.
—Para que conste, tenía que ayudar a mi tía, pero…
—Olvídalo —le digo, interrumpiéndolo. Me presiona contra su pecho y
serpenteo las manos debajo de su abrigo.
—Pero lo primero —susurra, terminando su pensamiento y estrechándome
cerca. Tomo su mano y lo llevo dentro de la casa, donde mis padres me están
esperando.
—Ben —dice papá, y me da una mirada confusa. Después de todo, no es que
todos los días salgo con un chico y termino volviendo a casa con otro. Ben saluda a
mis padres, pero los ojos de papá permanecen fijos en los míos—. Está todo...
—Está bien—le digo, terminando su pensamiento, con la esperanza de
aliviar su preocupación paternal.
Ben y yo vamos por el pasillo a mi habitación y cierro la puerta detrás de
nosotros. Le muestro los crucigramas y luego le digo sobre el par de horas pasadas
con Adam.
—Es como lo que pasó con Matt de nuevo —Miro mi espejo del tocador,
recordando las letras de color rojo brillante que se habían garabateado en él—.
87
Realmente pensé que podría manejar esto. Pensé que estaba preparada. Quiero
decir, no era como que no tenía ninguna advertencia.
Página
puerta, les doy a mis padres las buenas noches, y me voy a la cama.
Traducido en AngelBooks Laurie Faria Stolarz
E
n mi habitación, me pongo una camiseta larga y pantalones de
franela y suelto mi pelo para que quede más allá de mis hombros. Un
segundo después, suena mi teléfono celular. Compruebo el ID para
ver quién es.
—¿Adam? —respondo.
—Sí, hola, soy yo.
—¿Has llamado a la policía del campus?
—Llamé a Tray. No tengo la fuerza para hacer frente esta noche a la policía
del campus. Después del último semestre, no son exactamente fans míos
—¿Está Tray allí contigo ahora?
—Sí, y todo está bien
—¿Estás seguro? —le pregunto, apretando mis manos por el teléfono—.
¿Crees que le molestaría estar contigo por un rato?
—Camelia, estoy bien —insiste—. El que hizo esto, obviamente, no tiene
llave de mi apartamento.
—¿Por qué es tan obvio?
—Tal vez porque la escritura se hizo fuera de mi puerta, y no salpica a
través de la pared de mi dormitorio como en las películas.
—¿Me llamas mañana a primera hora?
—Debo decir que, si supiera que todas estas cosas espeluznantes iban a
suscitar tanta atención de ti, me habría mandado acosar hace unas semanas.
—Adam, lo digo en serio.
—Te llamaré mañana.
Colgamos, y unos cinco minutos más tarde, Ben aparece en mi ventana. La
abro de par en par para dejarlo entrar, huele como la noche: a hojas quemadas y la
promesa de nieve.
—Lo siento, tomó un poco de tiempo —dice—. Moví mi motocicleta un par
de cuadras.
89
—Inteligente.
—¿Estás segura de que quieres hacer esto? —pregunta—. Porque me siento
Página
por debajo de ellas. Son al menos un par de horas antes de ser capaz de conciliar el
sueño, antes de poder sofocar esta sed insaciable dentro de mí.
Página
A
l día siguiente en la escuela, me parece que no puedo concentrarme
en ninguna de las clases. Con todo lo que está ocurriendo con
Adam, y la experiencia de anoche con Ben, me siento completa y
emocionalmente gastada. Trato de capturar a Kimmie y Wes en el almuerzo,
contándoles sobre las palabras salpicadas en la puerta de Adam y todo el drama
con sus amigos, pero Kimmie está menos que interesada. Y En su lugar pregunta
sobre lo que pasó con Ben:
— Así que en realidad estaba esperándote cuando llegaste a casa?—
pregunta, pelando la tapa de su yogur.
—¿Estaba molesto porque estabas fuera jugando a Nancy Drew con
Adam?—pregunta Wes.
—Muy por el contrario—digo, sintiendo mi cara sonrojarse.
—¿En serio?—Kimmie pregunta, animándose. Ella le da a la tapa de yogur
una lamida.
—Los detalles, por favor.
—O, mejor aún, las instantáneas—dice Wes.
—Ben es un caballero—les aseguro.
—Bueno, esta cosa, el respeto que tiene por ti se está volviendo viejo—
dice—.Por supuesto, sabes que estoy celosa. Qué no daría por tener un tipo tan
caliente como él que me respete.
—Hablando de chicos calientes y celos—le digo—. ¿Crees que Tray está
bastante celoso de Adam como para pensar que merece morir?
—Así que, ¿admites que Adam es caliente?—dice Kimmie, levantándome su
ceja perforada.
—No caliente, simplemente...
—Súper caliente—se burla—. Quiero decir, seamos realistas, el chico es un
fuego normal de cinco alarmas.
—Pero no tiene sentido—dice Wes—. Adam y Melissa solo salieron una vez,
y fue incluso antes de que Adam supiera que Tray estaba interesado en ella.
91
A
dam espera mientas le digo a Kimmie y Wes que me tengo que ir.
—No es gran cosa—afirma Wes—. Vamos a romperla con mi luz
UV en otra ocasión. Miro hacia atrás en Ben, sabiendo que para él
es un gran problema. La última vez que a Ben le importó alguien, Adam le
arrebató su atención. Y aquí está sucediendo otra vez.
Les doy a Kimmie y Wes un abrazo de despedida, y luego me uno a Ben de
nuevo. —Adam realmente me necesita en este momento—le digo.
—Sí, me lo imaginé—Él mira a su casco, tal vez para que no pueda ver su
decepción.
—Lo siento—le susurro, deseando que pudiera ser de otra manera.
Ben asiente y se saca el casco. Enciende el motor y se aleja. Mientras tanto, el
escarabajo Volkswagen de Lily Randall va cerca detrás de él, creando un
sentimiento de inquietud en la boca de mi estómago.
Le digo a Adam para irnos a su apartamento. En realidad no hablo mucho
en el viaje, sobre todo porque estoy demasiado tensa para hablar.
Adam puede sentir la tensión también.
—Siento alejarte de tus amigos.
—Olvídalo—le digo, sabiendo que, por difícil que fue dejar a Ben, me
hubiera arrepentido si no hubiera hecho.
Finalmente llegamos al edificio de Adam y subimos las escaleras hasta su
apartamento. Para mi sorpresa total y absoluta, la escritura en su puerta se ha ido.
Esfumada.
—¿Qué pasó?—pregunto.
Le toma un segundo antes de darse cuenta de lo que estoy preguntando.
—Lo he lavado—explica.
—¿Qué? —Yo no iba a hacerlo, pero no quería que el superior me diera un
mal rato. Además, pensé que podría asustar a alguno de mis vecinos. Tienes que
admitir, las amenazas de muerte en las puertas pueden ser muy ofensivas, en
términos generales. Por no mencionar el simple hecho de que me hacía parecer un
95
—No estoy seguro. Estaba pensándolo también, pero entonces... ¿qué pasa si
no lo vi anoche cuando llegué a casa?
Traducido en AngelBooks Laurie Faria Stolarz
—¿Seguro que no dejaste tu correo aquí, tal vez ni siquiera por un
segundo, y luego saliste de esta pieza?
—¿Qué diferencia hace?
—Hace una gran diferencia. —Mi voz se hace más fuerte—. La diferencia
entre si alguien entró o no. — Me asomo por la cocina y el salón, tratando de ver si
algo parece raro.
—No lo sé. — Se acerca a una caja de cereal—. Quiero decir, estoy bastante
seguro de que me habría dado cuenta si hubiese recibido otro puzzle en el correo,
sobre todo porque hemos estado hablando mucho sobre estas cosas.
—¿Quién tiene la llave de tu apartamento?
—Nadie que yo sepa.
—¿Ninguno de tus amigos? ¿Dejaste un repuesto bajo el felpudo, tal vez?
— No, y no.
—Entonces, ¿qué?—pregunto, completamente frustrada.
—Mira—dice, pasándose los dedos por el pelo marrón—. No tengo todas las
respuestas. Es por eso que se trata de un rompecabezas.
—Esto no es gracioso—le digo—. Alguien te está enviando notas
amenazantes, escribe mensajes torcidos en tu puerta, y posiblemente, entró a tu
apartamento. La preocupación no es una opción. Es una orden.
—Entonces, ¿qué quieres que haga?
—Llama a la policía.
—¿Y decirles qué? ¿Que alguien me envía crucigramas? ¿Que tengo un
mensaje de enojo en mi puerta, pero ni siquiera siento la necesidad de guardarlo?
Ellos me hacen una prueba de aliento y me preguntan qué he estado bebiendo.
—Por lo menos van a tenerlo todo grabado.
Adam asiente con la cabeza. Pero aun así, no se mueve.
—¿Qué pasa?—le pregunto.
Él duda, arrastrando los pies mientras saca aperitivos de la caja de cereal.
Pasan cinco segundos completos antes de que finalmente me mire a los ojos otra
vez. —Realmente no me siento cómodo tocando el tema contigo.
—Sin secretos, ¿recuerdas?
—Está bien—dice, dejando escapar un suspiro gigante—. ¿Crees que Ben
podría ser el que hace esto? Tal vez él está tratando vengarse por todo.
—¿En serio?—Le pregunto.
—Quiero decir, casi no lo culpo. Fue totalmente malo de mi parte tratar de
robarte de él... hasta buscarlo, en primer lugar, y llegar de nuevo a su vida. Todo es
97
Tal vez fue Tray. Tú mismo has dicho que está celoso de ti.
Traducido en AngelBooks Laurie Faria Stolarz
—Tray es mi amigo. Fuimos buenos amigos antes de toda esta mierda
pasó con Melissa.
—Tú y Ben fueron buenos amigos una vez también—le recuerdo.
Adam hace un guiño sutil.
—Pero eso fue hace mucho tiempo.
—Conozco a Ben, y sé que no haría esto. —Le doy la versión corta de lo que
ocurrió entre Matt y yo—. Ben vio lo que me hizo, lo asustada que estaba y cómo
no sabía en quién confiar.
—Razón de más —dice—. Ben vio lo efectivo que fue el acoso.
—También vio cómo las dos personas fueron atrapadas. Y esta persona
también lo será.
—Tal vez—dice, sin dejar de merendar.
—¿Y qué hay de Melissa?—le pregunto—. Ella está enfadada porque
terminaron las cosas con ella. Tal vez esta es su manera de enseñar una lección.
—Una posibilidad total. Definitivamente soy lo suficiente dulce y semental
para volver a una chica, literalmente, loca, ¿no te parece?—Se flexiona los bíceps
para ser gracioso.
— ¿Podemos por favor tratar de ser serios aquí?
—Si debemos—dice entre bocado y bocado—. Pero si se trata de Ben, Tray,
o incluso de Melissa, realmente no tengo ganas de meter en problemas a alguno de
mis amigos del pasado y/o presente.
—¿Incluso si uno de ellos quiere verte sangrar?—Señalo con la cabeza hacia
el crucigrama y sentándome en el mostrador.
Adam lo mira y luego a mí, evidentemente, todavía tratando de decidir.
98
Página
Traducido en AngelBooks Laurie Faria Stolarz
D
espués de que Adam me dejara en casa, me siento en mi habitación
intentando desesperadamente terminar las últimas páginas de La
Letra Escarlata. Pero por alguna razón, no puedo sacar de mi mente
el diario de la tía Alexia. Prácticamente me mira fijamente desde mi mesita de
noche, como desafiándome a tocarlo.
Finalmente, cedo y lo agarro. Empiezo a hojear algunas de las páginas, pero
el teléfono suena, interrumpiéndome. Lo cojo, pero nadie responde cuando digo
hola. —¿Quién está ahí? —pregunto, incorporándome en la cama.
Pero de alguna manera ya sé la respuesta.
Puedo oír a alguien respirar en el otro extremo. Es un sonido rítmico, lejano
que hace que mi piel pique.
—¿Tía Alexia? —pregunto, mi corazón se aprieta.
Unos momentos más tarde, el teléfono hace clic como si alguien hubiera
colgado, y luego al final se va a un tono de marcado. Yo marco asterisco, seis y
nueve y garabateo el número de teléfono que me da en el borde de un cuaderno.
Definitivamente es de fuera de la ciudad; no reconozco el código del área o la
central telefónica.
Con dedos temblorosos, hago clic de nuevo en el receptor y marco el
número. El buzón de voz se enciende de inmediato: —Hola, soy Haven. Déjeme un
mensaje, y te llamaré de vuelta.
Cuelgo, más que decepcionada, totalmente confundida, y tal vez incluso un
poco sorprendida. Porque no tengo ni idea de quién es Haven (¿alguien con un
número equivocado, o que le gusta hacer bromas telefónicas al azar?). Y porque mi
instinto me dijo realmente que la llamada era de la tía Alexia.
Mi adrenalina sube, agarro el crucigrama más reciente y me atrevo a bajar a
mi estudio, con la esperanza de relajarme para tener mi mente libre de otras cosas
para esculpir algo significativo. Pero realmente no me puedo concentrar. Paso mis
dedos sobre el papel del crucigrama, con la esperanza de un poco de inspiración.
101
—En realidad, Kimmie acaba de llamar —le digo rompiéndole sus planes—.
Wes está teniendo un poco de drama con su padre y me pidieron que fuera.
Traducido en AngelBooks Laurie Faria Stolarz
Los dos me estudiaron durante un par de segundos, como si trataran de
decidir si me dejan ir o no, pero luego mamá hace un gesto hacia sus llaves. —
Puedes coger mi coche. Solo promete que estarás en casa a las nueve. Hay escuela
mañana.
—Gracias —digo, notando el colgante de monograma de mamá. Su nombre,
‚Jilly‛, est{ escrito en letra cursiva en oro. Tía Alexia se lo envió para Navidad, y
mamá lo lleva puesto desde entonces. —¿Has hablado con la tía Alexia o sus
médicos desde nuestra visita? —le pregunto.
Mamá asiente con la cabeza y continúa con su puré.
—¿Y? —le pregunto, cuando ella no entra en detalles.
—Y es una larga historia que podemos discutir en otro momento.
Miro a papá para ver si él podría tener algunas respuestas, pero él niega
ligeramente con la cabeza, lo que implica que el tema es definitivamente tabú.
—¿Qué está mal? —persisto.
—Ve a lo de Kimmie —dice mamá—. Podemos hablar de ello más tarde. —
ella me da la espalda, traga una gigante cucharada de mantequilla de almendra, su
vicio comestible, y luego sigue con una pastilla verde brillante, algo que su
terapeuta dice que la calmará, a pesar de que nunca lo hace.
Me quedo unos segundos más, pero mamá no se da la vuelta.
—No me he olvidado de la tarea de Cálculo sobre la que me preguntaste —
miente papá—. ¿Y si después de volver te doy una mano con eso?
Más código. Esta vez lo que él sugiere es que tengamos una de nuestras
charlas de corazón a corazón esta noche, en la que él me da una pista en cuanto a
lo que le pasa a mi mamá.
—Suena bien —le digo, y cojo las llaves de mamá, molesta de que siga
teniendo secretos para mí, mientras que yo estoy esperando contarle todo.
103
Página
Traducido en AngelBooks Laurie Faria Stolarz
C
erca de cinco minutos después, llego a casa de Kimmie, donde ella y
Wes están acampados en el suelo de su habitación en medio de
restos de mezclilla y piel artificial.
—No te rías de mi atuendo —dice ella, refiriéndose a sus pantalones chinos
perfectamente planchados, su suéter de cuello redondo azul, y sus mocasines de
cuero marrón. El pelo de Kimmie, así, está mucho más suave que de costumbre,
por un lado se sujeta con un pasador azul a juego. —Es una especie de larga
historia, y realmente no tengo ganas de entrar en ella.
—¿Y cómo estás? —le pregunto a Wes, señalando su camisa rosa a rayas y
zuecos de cuero, sin duda, la munición que puso su padre loco.
—De alguna manera casi me siento mal por mi papá —se encoge de
hombros—. Soy su peor pesadilla hecha realidad.
—Eres difícilmente una pesadilla —me opongo—. Tu papá es un imbécil
por no ver la persona maravillosa que eres.
—Bueno, entonces, soy una persona increíble con un amigo que está en
camino del suicidio —él baja sus gafas para mirarme por el borde.
—¿De qué estás hablando? —le pregunto.
—Wes y yo hablamos sobre todo esto de Adam —Kimmie explica por él—.
Y tal vez participar en ello no es tan buena idea. Quiero decir, ¿no pasaste ya por
suficiente?
—¿Y si Ben hubiera compartido la misma filosofía? —les pregunto—. ¿Qué
si el pasado septiembre él hubiera decidido simplemente mirar hacia otro lado
cuando todo esto estaba pasando con Matt? Yo no sería capaz de perdonarme si
algo malo le sucediera a Adam porque no hice nada para tratar de detenerlo.
—Sí, pero aun no sabes si Adam está diciendo la verdad —dice.
—¿Qué dice Ben sobre todo esto? —Wes pregunta.
—Porque sabes que es solo cuestión de tiempo antes de que él trate de
convencerte que dejes de ayudar a Adam —dice Kimmie, antes de que pueda
104
Instituto de la Moda.
Traducido en AngelBooks Laurie Faria Stolarz
—Muy bien, así que obviamente no es de fiar —confiesa, arrancándome la
cinta de las manos—. Pero mis padres totalmente lo creen, y como recompensa les
he dicho que quiero salir a cenar solo con ellos dos el sábado por la noche.
—Kimmie hará los arreglos para reunirse con ellos en el restaurante —
explica Wes—. Pero luego ella no se molestará a aparecer, dejando a mamá y a
papá cenar por su propia cuenta.
—¿No crees que eso es solo un poco cursi? —le pregunto.
—Por no hablar de desesperado y previsible —Wes añade—. Qué es
exactamente lo que le dije.
—Bueno, yo realmente no veo cuál es mi alternativa —ella sopla—. Ya he
intentado vestirme aburrida... como tú —hace un gesto hacia mis jeans y
camiseta— y eso no llamó su atención. Y sabes que fui a por toda la ruta de
artilugios hace unas semanas, y que fue un fracaso total....
—No es serio pensar que su separación es tan superficial como una falta de
vestuario, ¿verdad? —le pregunto.
—Ustedes no entienden —se queja—. Todo es diferente ahora que se han
separado. Mi madre consiguió un trabajo en una ferretería en el centro.
—El horror de todo esto —bromea Wes.
—¿Sigue tu madre bebiendo mucho? —le pregunto.
—Parece que sustituyó la bebida con el trabajo.
—Bueno, eso es mejor, por lo menos.
—No, para Nate no lo es. Él tiene que ir a la Y ahora todos los días después
de la escuela. Mientras tanto, papá está viviendo una vida de soltero mientras está
saliendo con alguien de edad apenas suficiente para votar.
—Pero tal vez ellos son felices —dice Wes—. Quiero decir, por una vez tu
casa está en silencio. No puedo recordar la última vez que estuve aquí y no sonaba
como un filmación de La matanza de Texas.
—Ellos solo piensan que son felices —dice Kimmie, de mal humor—. Las
cosas estaban mucho mejor cuando estaban tratando de romperse las cabezas unos
a otros.
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espués de que Kimmie se ponga algo un poco más como ella (una
falda de tafetán larga emparejada con una camiseta y botas), nos
subimos al coche de Wes, y nos conduce hacia el apartamento de
Adam. —¿Crees que debería llamar y decirle que estamos aquí?—Pregunto,
mirando a su edificio.
—De ninguna manera, —dice Kimmie—. Tendrás más forma de realizarlo
con una visita no anunciada, que es precisamente lo que pienso hacer este fin de
semana. Imagínate esto: yo, cayendo por la casa de mi padre alrededor de las once
de la noche del viernes, probablemente solo después de que él y la niña vuelvan de
la cena. ¿Alguna apuesta en cuanto a lo que estarán haciendo?
—¿Por qué estás tratando de castigarte?—Pregunta Wes.
—Es a él a quien estoy tratando de castigar. ¿Te imaginas lo molesto que
estará cuando le diga que quiero pasar la noche?
—Vamos,—dice Wes, saca un destornillador, un trapo y un poco de alambre
de su guantera.
—¿Qué, sin taladro eléctrico?—Pregunta Kimmie.
—¿Estás bromeando?—Le guiña un ojo—. Mi taladro eléctrico viene
conmigo dondequiera que vaya. —Se pone unos guantes de cuero negro, y nos
dirigimos hasta el piso de Adam.
Sacudo la cabeza al ver su puerta, todavía aturdida de que Adam haya
lavado el mensaje en mi ausencia.
Wes intenta recoger todos los residuos persistentes como la tinta con su
trapo, pero está bastante limpio. —Debí haber traído mi luz UV.
—Porque es super importante para nosotros saber si el psicópata en
cuestión orinó, babeó, o sangró en su puerta, —dice Kimmie.
—Creo que puedo entender por qué lo lavó,—sigue Wes—. No me gustaría
que el mundo sepa que merezco morir tampoco.
—Sí, pero mostrárselo a la policía lo hace mucho más difícil,—digo.
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Wes toca un par de veces, pero Adam no contesta. —Premio mayor, —dice,
arrodillándose para examinar la cerradura. Él toma el haz de cables de su bolsillo y
procede a hacer una clase de llave.
Página
D
espués de nuestra visita improvisada al apartamento de Adam,
Wes me lleva de vuelta a la casa de Kimmie para que pueda recoger
el coche de mi madre y regresar a casa. —Parece que vas justo a
tiempo para el toque de queda, —dice, mirando el reloj.
Kimmie respira una nube en forma de corazón por la ventana del pasajero.
—Ni siquiera puedo recordar la última vez que un toque de queda significa algo
en mi casa.
—Tengo toque de queda, —Wes emite un sonido—, pero mi papá me
respeta más cuando lo golpeo.
—Es por eso que vas a ayudarme con mi tarea de Cálculo esta noche, —dice
Kimmie, dirigiéndose a él.
—Tristemente, esa tiene que ser la oferta más sexy que he recibido en mucho
tiempo.
—¿Incluso más sexy que Helga, la señora de la limpieza?—Bromeo.
—Por supuesto, tú estás tan lleno de hongos.—Kimmie le dice—. Se
rumorea que Tiffany Bunkin tiene importantes pantalones calientes para ti.
—Bueno, supongo que es mejor que los pantalones de la abuelita,—dice—.
Pero pareces estar olvidando que Tiffany Bunkin huele a tierra y se ve como un
diente de león.
—Ese es su encanto, —canta Kimmie—. Ella es una de las niñas que abrazan
árboles.
—Una niña abraza árboles que tiñe su pelo de amarillo y los levanta hasta
que parezcan pétalos,—añade.
—Tiffany es totalmente linda,—digo.
—Y totalmente deberías invitarla a salir,—dice Kimmie.
—Ella ya me invitó a salir,—dice.
—¿No estamos nosotras para los secretos? Entonces, ¿qué le has dicho?—
Pregunto.
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manos sobre el montículo de barro y cierro los ojos. Mientras tanto el pecho de Ben
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me roza los hombros, y el movimiento de sus dedos en la arcilla empapan la
longitud de los brazos.
—Lo estás haciendo muy bien, —susurra en mi oído.
Seguimos esculpiendo una hora, trabajando el montículo hacia abajo en una
superficie plana hasta que tenemos un total de cuatro baldosas.
Y hasta que ya no me puedo contener.
Me doy la vuelta para mirarlo.
—¿Camelia?—Él mira un poco de reojo.
Me muerdo el labio, deseando que pudiera leer mi mente, y que me bese
hasta que me duelan los labios. —¿Qué estás pensando?—Pregunto, deslizando la
mano en el interior de la cintura de sus vaqueros y tirando de él más de cerca.
Su boca tiembla, pero no contesta, y así me dirijo de nuevo a nuestro trabajo.
Una mezcla de emoción nada dentro de mí, necesidad, desilusión, vergüenza,
frustración y de repente los ojos me pican. Aún así, mis dedos se deslizan sobre la
superficie de los cuadros, confidente en la palabra que se ajusta dentro. Juega
dentro de mi mente. Lo puedo ver en mi mente. Es como una señal de neón que
hace palpitar mi cabeza.
—Pronto, —susurro, escribo las letras con la punta de mi dedo. Miro mi
réplica del crucigrama de arcilla, de alguna manera confiando en que la palabra se
ajusta. Me quito los seis cuadros de abajo a la izquierda, los colocados
horizontalmente que contribuyen a la forma de L mayúscula y los reemplazo con
estos azulejos.
Entonces me dirijo de nuevo a Ben, ansiosa por su respuesta.
—Mantente alejada de esto,—dice.
—¿Perdón?
—Mantente alejada de lo que está pasando con Adam. Quiero decir, no es
seguro.
—¿Cómo puedes decir eso?—Pregunto—. Quiero decir, tú, de todas las
personas, debes entender lo que estoy sintiendo.
—Y lo entiendo.
—Así que, entonces, ¿de dónde viene todo esto? ¿Por qué la palabra pronto
de repente cambia las cosas? Esta persona todavía quiere ver a Adam sangrar;
todavía piensa que Adam merece morir....
—Ya lo sé.
—Entonces, ¿qué? —Pregunto, mi voz se hace más fuerte—. Porque siento
que no me estás diciendo todo.—Miro hacia la puerta que conduce a la cocina, con
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cuenta de lo rojos que están mis ojos, lo ruborizada que está mi cara. —Solo confía
en mí en esto,—dice.
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—¿En qué?—Complemento, manteniendo mi voz baja.
—En el hecho de que estoy tratando de protegerte. Que estoy tratando de
protegernos a nosotros y a nuestra relación.
—No puedes hacer esto—insisto—. No puedes seguir dejándome fuera. Esta
es mi relación también.
—Es nuestra relación.
—Así que ¿cómo es que últimamente me siento como si fueras el único que
llama a todos los tiros, jugando con mi cabeza? Creo que de todas las veces que has
aparecido por casualidad en mi casa, en la ventana de mi dormitorio, en el
estacionamiento de la escuela, y cuando estaba volviendo desde Detroit, solo para
alejarte, y dejarme confundida.
—Lo siento, —dice, casi ahogándose en las palabras—. Pero créeme cuando
digo que yo nunca quise hacerte daño. Eso es lo que he estado tratando de evitar
todo el tiempo. —Él toma mi mano, pero es demasiado poco y demasiado tarde
ahora.
Y así, por una vez, soy yo quien se aleja.
—Realmente creo que deberías irte —digo. Tengo una sensación de
desmoronamiento dentro de mi corazón.
Los ojos de Ben están rojos también, ahora, pero no discute. En lugar de eso
me da un mísero beso en la mejilla, y luego se dirige hacia la puerta.
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D
espués de que Ben se va, me dirijo al piso de arriba a mi cuarto, solo
para encontrar a padre en la cocina. Él está de espaldas hacia mí,
escondiendo una bolsa de Bugles de una de las canastas por encima
de los armarios.
—Te atrape —digo, encendiendo la luz, lo que le hace saltar.
—¿No deberías estar en la cama?—Pregunta, manteniendo su voz baja.
—¿Y tú no?—Le apunto con la vista.
—Probablemente, pero tu madre se quedó dormida esta noche,
probablemente la primera noche en toda la semana. Mientras tanto, tengo
demasiada hambre para dormir.
—Entonces, ¿dónde nos deja eso?—Le pregunto, mirando su bolsa de
Bugles.
—¿Puedo confiar en ti?
—Eso depende. ¿Estás dispuesto a compartir? —Sonrío—. Buen escondite,
por cierto. Nadie utiliza esas canastas.
—Eso es lo que piensas. —Él mira por el pasillo para asegurarse de que la
costa está limpia y luego agarra una bolsa de Hershey's Kisses de uno de las otras
cuatro cestas de arriba.
Aparcamos en la isla de la cocina y rasgamos las bolsas abiertas. Cinco
minutos completos devorando lujuriosamente antes de que cualquiera de nosotros
hable.
—Quería hablar contigo acerca de lo de antes —dice—. Acerca de la tía
Alexia. Al parecer, su tratamiento no está funcionando tan bien.
Hago estallar un beso de Bugle en la boca. —Ese centro no es el lugar
adecuado para ella. Se lo he dicho a mamá.
Papá deja de mascar y estudia mi cara, curioso, tal vez, de por qué estoy tan
convencida. —Tía Alexia se metió en problemas esta noche —me dice—. Poco
después de que saliste por lo de Wes, mamá recibió una llamada del director de la
118
instalación. Alexia robó el teléfono móvil de una enfermera y trató de hacer una
llamada.
Cierro los ojos, pensando en la llamada telefónica que recibí antes. —¿Sabes
Página
el nombre de la enfermera?
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Papá vuelve a comer mientras lo piensa un momento. —Haven —dice,
entre masticadas.
—Haven —repito, de pie en el taburete. Mi cara se pone caliente, y mi mente
comienza a trepar. Reproduzco la grabación del buzón de voz en mi cabeza, segura
ahora de que fue Alexia quien me llamó hace un rato.
—¿Qué pasa?—Pregunta Papá, llegando a tocar mi brazo.
Sacudo la cabeza y me vuelvo a sentar.
—Según tu madre —continúa Papá—. Alexia se siente diferente de alguna
manera mal entendida y al mismo tiempo, más intuitiva que cualquier otra
persona a su alrededor.
—¿Intuitiva? —Él asiente con la cabeza y me sigue estudiando—. Dice que
es capaz de sentir cosas sobre el futuro. ¿Te imaginas lo que debe ser eso?
Mis ojos me traicionan llenándose de lágrimas. Aparto la mirada, hacia
abajo en mis manos, de repente sintiendo que soy yo la que se está volviendo loca.
Papá le da a mi antebrazo un apretón y me pregunta de nuevo qué pasa.
Pero sinceramente no tengo palabras.
Las lágrimas caen por los lados de mi cara, y sin embargo no tengo ni idea
de por qué estoy llorando más, si es por tía Alexia, o mi relación con Ben, si es por
todo lo que Kimmie y Wes están pasando con sus padres ... Tal vez sea solo por mí.
Papá me permite acurrucarme en sus brazos. Él me mantiene durante varios
minutos antes de escoltarme a mi dormitorio y meterme en la cama. —¿Hay algo
sobre lo que quieras hablar? —Pregunta.
—Estoy cansada —le susurro, alejándome para que así no pueda ver mi
rostro.
—Te sentirás mejor después de descansar un poco —dice él, besándome en
la sien—. Y no te preocupes por tu tía. Todo saldrá bien al final. Siempre lo hace —
Mueve su diario de mi almohada, colocándola en mi mesita de noche, sin ni
siquiera preguntar de dónde viene. Sin siquiera un toque de sorpresa de que aún
existe.
119
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M
e acuesto en la cama, mi cabeza llena de preguntas, la palabra
pronto se ilumina por detrás de mis ojos, haciendo que mi cabeza
duela. Echo un vistazo al diario de tía Alexia, observando cómo
las páginas están amarillas, cómo la cubierta se ha roto, remendado, y roto de
nuevo, y como el nombre de Alexia está estampado en la parte frontal en negro y
espeso marcador.
¿Es posible que papá no se diera cuenta de lo que era?
Incapaz de conciliar el sueño, agarro mi móvil para contar a Kimmie las
cosas, incluyendo mi estallido reciente con Ben, pero antes de que pueda llamar,
suena.
—Oye —dice Adam que cuando contesto—. Siento llamar tan tarde.
Compruebo el reloj. Es un poco antes de medianoche. —¿Está todo bien?—
Mirando mi reflejo en el espejo del tocador, noto de inmediato lo cansada que me
veo. La piel debajo de mis ojos es gris azulado, y mi cabello se ve enredado y sin
brillo.
—Tengo otra —dice.
—¿Dónde?—Pregunto. Me palpita la cabeza.
—En mi parabrisas. Estuve en la biblioteca un par de horas. Cuando volví a
mi coche, estaba allí, doblada en un sobre.
—¿Y qué dice?—Le pregunto, casi esperando oír que me diga ‚Pronto‛.
—Revisa la cama.—Su voz se quiebra al decir las palabras.
—¿Perdón?
—Eso es lo que dice.
—¿Y qué se supone que significa eso?
—Llámame loco, pero creo que podría significar que debería revisar mi
cama.
—No es divertido.
—¿Quién se está riendo? Estoy paranoico acerca de ir a casa ahora. Tengo
120
M
e arrastro fuera de la ventana de mi dormitorio y encuentro a
Adam al final de la calle.
—Espero que no te metas en problemas—dice, una vez que estoy
dentro de su automóvil.
—¿Es ese el rompecabezas?—Le pregunto, haciendo caso omiso de su
comentario, deseosa de ponerme a trabajar. Cojo el sobre del tablero de
instrumentos y desdoblo el papel en su interior.
Adam llenó los bloques, las palabras REVISA LA CAMA me gritan en letras
mayúsculas de color negro.
Adam se vuelve hacia mí. Sus ojos anchos, y su rostro se ve un poco
sudoroso. —Entonces, ¿qué te parece?
—Creo que será mejor que vayas a ver a tu cama.
Traga duro, aparentemente sorprendido. —¿En serio?
Asiento con la cabeza, y él de mala gana pone el coche en marcha, se separa
de la acera, y se dirige hacia su apartamento.
—¿Le dijiste a alguien que saldrías conmigo?—pregunta.
—Por supuesto—miento, sintiéndome como una idiota por no decírselo a
una sola alma, sobre todo porque me ha engañado en el pasado.
—Llamé a Kimmie y Ben.
—¿Y qué dicen?
—Que me dan una hora, máximo, antes de que vengan a buscarme y/o
llamen a la policía.
—Esa es una pandilla bastante protectora la que tienes.
—Lo es.—Estoy de acuerdo, mirando hacia la calle. Descanso mi mano en el
teléfono celular en el bolsillo, aliviada al saber que está ahí.
Unos quince minutos después, Adam se detiene en el estacionamiento en la
parte posterior del edificio de su apartamento. Pero en vez de ir por el frente, que
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nos lleva por un callejón estrecho, insiste en que usemos la entrada lateral.
—Es más rápido—dice, abriendo la puerta para mí.
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Traducido en AngelBooks Laurie Faria Stolarz
La entrada está casi totalmente apagada a excepción de una bombilla de
baja potencia que cuelga desde el centro del techo, iluminando un húmedo y
pequeño espacio.
—¿Estás seguro de que este es el camino?—pregunto, sorprendida por lo
oscuro que es.
—Vivo aquí, ¿recuerdas?—sonríe y abre la puerta de la escalera, casi
pegándose a mi lado.
Subimos con destino a su piso y luego de pie frente a su apartamento. Adam
se ve más nervioso de lo que jamás he visto antes. Él tantea por la llave correcta.
—¿Qué pasa?—Le pregunto, consciente de que está estancado. Miro mi
reloj. Es bien pasada la medianoche ahora.
—No sé lo que estoy haciendo—dice.
—¿Por qué? ¿Qué quieres decir?
Se encoge de hombros. Su mandíbula está visiblemente apretada. Y parece
casi tan frágil como lo hizo hace unos meses. —No debí haberte traído aquí—
susurra.
En el mismo momento, hay un crujido, como si alguien estuviera caminando
cerca de la planta. Me asomo por el pasillo, pero yo no veo a nadie.
—Quiero decir, ¿qué diablos estoy haciendo al traer a alguien que realmente
me importa a una situación tan jodida como esta?—continúa.
—Me preocupo por ti también—digo, llegando a tocar su mano—. Por eso
estoy aquí.
Adam cierra mis dedos, pero no acaba de mirarme a los ojos. —Me ha
llamado Tray. Es solo que... no sé. Es como si no supiera en quién puedo confiar.
Asiento con la cabeza, sabiendo exactamente cómo se siente.
—Puedes confiar en mí—le digo, casi puedo oír la voz cínica de Kimmie que
hay dentro de mi cabeza, diciéndome que se trata de una estrategia de Adam, que
está actuando vulnerable solo para ganar mi confianza y simpatía, y que sería
mejor alejarse.
Pero en cambio aprieto su mano y le recuerdo que la policía es solo una
llamada telefónica. —Ellos podrían acompañarnos al interior. Podríamos dejarles
todo a ellos aquí. Ahora mismo.
—Todavía no.
—Entonces, ¿cuándo?
Adam se encoge de hombros de nuevo. —No sé. No tengo todas las
respuestas.
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arrepentido como aquella noche hace un mes, cuando me dijo lo mucho que le
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importaba. Cuando se dio cuenta del gran error que había cometido al buscarme
como una manera de vengarse de Ben.
—Debería llevarte a casa—dice.
—No—digo, tirando de él cerca de la puerta. Trato con la perilla, aliviada
cuando no funciona.
Adam abre la puerta, hace un sonido profundo que corta a través de mis
entrañas. Un momento después, oigo más crujidos abajo en el pasillo. Me vuelvo a
mirar a Adam a la vez que me acompaña al interior del apartamento y cierra la
puerta detrás de nosotros.
—¿Cuándo fue la última vez que estuviste aquí?—le pregunto.
—Cerca de la cena. Fui a la biblioteca después de eso.
—¿Has visto Piper?
—Solo por un segundo—dice, mirando hacia su habitación—. Ah, por
cierto, ella mencionó que pasaste por aquí.
En vez de preguntarme qué quería, él se mueve en la dirección de la puerta
de su habitación abierta. —Yo podría terminar con esto, ¿verdad?—pregunta—.
¿Al igual que arrancando una curita?
Yo sigo detrás de él, con mi teléfono móvil cerrado en la mano. Desde el
interior de la puerta, su habitación se ve completamente normal. Me voy al pie de
la cama.
—¿Y ahora qué?—Adam pregunta antes de aventurarse hacia la almohada
de su cama. Con manos temblorosas, comprueba debajo de ellos—. Nada—dice
con una sonrisa de alivio.
Yo sonrío también.
Adam toma una respiración profunda y coge una colcha por la esquina. Él
sale con un movimiento rápido. La palabra PRONTO está pintada en su sábana en
letras de color rojo sangre.
124
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E
n el almuerzo al día siguiente, les conté a Kimmie y Wes todo lo que
pasó la noche anterior con Adam.
—¿Y nadie llamó a la policía todavía?—pregunta Kimmie.
—¿Por qué te sorprende?—Wes revisa sus patillas de Elvis recién peinadas
en el espejo pegado a su caja de almuerzo—. No es como que Camaleón llamó a la
policía cuando pasó todo eso del acosador.
—No me sorprende, simplemente me molesta —me dispara una mala
mirada—. Así que tal vez tú y Adam están perfectos juntos, después de todo.
—No perfecto. Paranoico.
—Al parecer no lo suficientemente paranoico—dice ella, sumergiendo una
esquina de su bollo en un recipiente de jalea—. Quiero decir, ¿qué se requiere antes
de que finalmente hagas la llamada?
—¿Derramamiento de sangre en la cama?—Wes sugiere—. ¿Un cuchillo
apretado contra el estómago?
—¿O veneno para ratas en tu jugo de fruta, tal vez?—Kimmie pregunta.
—Adam me recoge después de la escuela de nuevo hoy—les digo.
—¿Para echar una mirada más cercana a sus sábanas?—guiña Wes.
—Más bien para discutir todas las pistas en todo este rompecabezas
complicado—le digo, haciendo caso omiso de su intento de humor.
—PS—sigue Kimmie, comprobando su labial—. Hay que reconocerlo: es
romántico que tú y Ben fueron capaces de unir fuerzas y he hicieron la escultura de
ese azulejo juntos.
—Romántico en una forma acosadora-aporreando-sábanas de paso—Wes
aclara.
—Y me imagino que Ben se puso extraño y protector contigo, después de la
escultura—continúa—. Porque sintió algo significativo.
—Él sintió algo—digo, asintiendo con la cabeza—. Simplemente no me dijo
que era ese algo. Dijo que, al no decírmelo, me estaba protegiendo a mí y a nuestra
125
relación.
—Que es en realidad en griego ‚te estoy guardando secretos‛—dice
Kimmie.
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—Yo ni siquiera le dije que fui a casa de Adam la última noche, que la
palabra PRONTO estaba escrita en sus sábanas con una especie de jarabe de
brebaje.
—El jarabe de maíz mezclado con colorante rojo y cacao en polvo.—Wes se
frota las palmas de las manos con entusiasmo—. Una de mis favoritas de todos los
tiempos, la receta de sangre falsa.
—Y dime, ¿qué hicieron con la evidencia pegajosa?—Kimmie me pregunta.
Miro hacia abajo en mi plato de pasta, incapaz de sacar la imagen de
imitación de la sangre de mi cabeza. —Pusimos las sábanas en su armario.
—Bueno, mejor le dices a Ben sobre todo esto—dice—. De lo contrario, es
capaz de acusarte por no darle la primicia.
—Es curioso cómo él puede guardar secretos, mientras que tú estás
prácticamente a la espera de las actualizaciones a cada hora en el flujo, frecuencia,
y el color de la orina—dice Wes.
—Y hablando de secretos y líquidos desagradables...—apunta Kimmie hacia
la máquina de refrescos.
Ben está ahí.
Y no está solo.
Hay una multitud de chicas de pie a su alrededor, incluyendo a Alejandra
Chávez, clasificada con el número uno el año pasado en la lista de Las Personas
Más Lindas de la Escuela Secundaria Freetown.
Ben me mira, y saluda, como si quisiera hablar.
—Tanto para llevar su hora de almuerzo a la biblioteca—dice Kimmie—.
Esto debe ser muy importante.
Asiento con la cabeza, sabiendo que probablemente tiene algo que ver con
nuestro argumento de anoche. Le hago señales, pero ahora parece que está
demasiado ocupado hablando con Alejandra.
Ella hace girar un mechón de su pelo negro como la tinta en el dedo y se ríe
de algo que él dice, tan fuerte que podemos escucharla a diez mesas de distancia.
Ben se asoma hacia mí otra vez, entre la conversación, pero aún no se mueve.
—Torpe—Kimmie canta. Se aclara la garganta de panecillo. —Aunque, con
el riesgo de sonar como un disco rayado, creo que te lo dije. O sea, seamos sinceras,
se ve súper bien, una reputación de superhéroe, abdominales de acero, y un pecho
que podría hacer llorar a una chica.
—El salvar tu vida un montón de veces es una especie de triunfo sobre
cualquiera de las cosas malas de su pasado—dice Wes, terminando su
126
C
uando salgo de la escuela, Adam ya me está esperando en el
estacionamiento. Ben está esperando también. Está sentado en su
motocicleta, mirando en mi dirección. Estoy a punto de ir a hablar
con él cuando la Persona Más linda de La Secundaria Freetown intercepta mi
camino. Alejandra le muestra algo dentro de su abrigo y, a continuación da vuelta
y empieza a reírse.
Ben se ríe también, pero puedo decir que es más una risa nerviosa, porque
se baja de su moto y da un paso atrás.
—¿Necesitas un paseo, niña?— Wes pregunta a escondidas y robando mi
atención—. Tengo algunas Jujyfruits rancias dentro de mi coche.
Tiffany Bunkin está con él. Irónicamente, la parte delantera de su camiseta
está decorada con grandes flores amarillas.
Wes sigue mi mirada. —¿Quieres que sabotee algo?—Él se sube las mangas
para ser gracioso, como en modo de lucha.
—Realmente creo que debemos comenzar a marcharnos.—le dice Tiffany
antes de que yo pueda contestar.
Wes comprueba el tiempo en su reloj espía con cámara digital. —De
acuerdo. Hice reservas para las 03 P.M. en punto en el Brain Freeze. ¿Qué dices,
Camaleón? ¿Te importaría unirte a nosotros por un poco de nata azucarada? La
primera lamida para mí. —Él guiña un ojo.
—Una oferta tentadora, pero tengo trabajo que hacer.
Wes mira hacia el auto de Adam y luego a Ben y Alejandra, que todavía
están comprometidos en la conversación. —Llámame más tarde— dice—. Te lo
ruego.
Observo marcharse a él y a Tiffany, lo que me lleva finalmente a interrumpir
las cosas entre Ben y Alejandra.
—¿Tienes un minuto?—Le pregunto a él.
Alejandra me da una mirada sucia. —En realidad estamos un poco
128
ocupados aquí.—Ella me mira de arriba a abajo con sus ojos grandes de color
ámbar, deteniéndose un momento para hacer una mueca por mis zapatos (para el
registro, un par de feos, alias prácticos, zapatos con suela de goma, dignos del
Página
armario de Wes).
Traducido en AngelBooks Laurie Faria Stolarz
—Camelia y yo tenemos mucho de qué hablar—le dice Ben—. ¿Pero te
veré mañana?
—Mejor aún, puedes llamarme esta noche. —Ella arranca un trozo de papel
de su cuaderno, garabatea lo que supongo es su número de teléfono, se lo entrega
y se va, los tacones de sus botas de cuero altas hacen ruido contra el suelo a cada
paso.
—Lamento la interrupción—le digo, una vez que Alejandra está fuera del
alcance de escucharnos.
—No lo haces.—Él sonríe.
—Tienes razón. —Yo sonrío de vuelta—. No lo hago.
Ben da un paso adelante y me mira a los ojos, casi haciéndome olvidar cada
pedacito de nuestro drama.
Casi.
—¿Todavía estás molesta conmigo?—me pregunta.
—Eso depende.... ¿Qué pasa contigo y la MLF (más linda de Freetown)?
—¿Perdón?—pregunta. Su rostro se arruga con la confusión.
Cruzo los brazos, esperando a que entienda las iniciales.
—Ah, ¿te refieres a Alejandra?—se encoge de hombros como si no fuera
gran cosa, como si no hubiera pasado toda la hora del almuerzo hablando con ella
hoy—. No mucho. Ella escribe para el periódico de la escuela y quiere hacer una
historia sobre mí.
—¿Qué clase de historia?
Se inclina hacia mí sobre el asiento de su moto. Su mejilla toca el lado de mi
cara mientras me susurra al oído: —Para que sepas, algunas personas en realidad
me encuentran de interés periodístico.
—Muy gracioso, pero eso no es lo que quise decir.
—¿Celosa?— pregunta, divertido por la posibilidad.
—Difícilmente— digo, haciendo estallar su burbuja con una mentira.
Ben aleja su rostro, haciendo una pausa por un momento para echar un
vistazo a mis labios. —Bueno, eso es bueno, porque no estoy realmente interesado
en revelar secretos. Soy una persona reservada, ¿recuerdas? Yo solo permito entrar
a muy pocos selectos.
—Pero, por desgracia esos pocos elegidos no me incluyen.— le recuerdo.
Ben mira hacia otro lado, pero no lo niega. —Esto es simplemente muy
difícil para mí.
—No es precisamente fácil para mí tampoco. Estoy tratando de entender lo
129
que no me dirás.
—Me moriría si algo malo te sucediera.—Él mira hacia el auto de Adam.
Página
H
ay silencio entre Adam y yo en el coche, que es mayormente culpa
mía. Mientras él trata de hacerme sentir cómoda atacándome con
chistes malos y preguntando si hay algo de lo que quiero hablar,
permanezco muda.
Una serie de vueltas más tarde, me doy cuenta de que ya no estamos en
movimiento. Miro a Adam, preguntándome lo que está pasando, solo para darme
cuenta de que estamos estacionados frente a su edificio de apartamentos.
Hemos estado sentados frente a él por sólo Dios sabe cuánto tiempo.
Mientras tanto, he estado atrapada en una niebla llena de Ben.
Subimos las escaleras hasta su piso y entramos en su apartamento. Adam
pone una olla de café recién hecho, alardeando la forma en que alguna vez solía
trabajar como barista y por lo tanto conoce la importancia de la rutina, la
temperatura del agua, y la consistencia de la espuma.
Me siento en la mesa de la cocina, saco un crucigrama de mi bolsillo, y trato
de colocarlos en algún tipo de orden, agradecida por la distracción, porque mi
interior estoy absolutamente temblando.
—Realmente aprecio que me estés ayudando con esto—dice.
—No tienes que seguir agradeciéndome.
—Ya lo sé. —Él pone dos tazas de café sobre la mesa—. Es que significa
mucho para mí, especialmente después de todo.
Asiento con la cabeza, muy segura de que se está refiriendo a su trayectoria
sombría conmigo.
—De todos modos, no estoy tan seguro de que haría lo mismo si estuviera
en tus zapatos—continúa.
—Bueno, no dejarías que salga lastimada—le digo, confiada de que es
verdad.
—No—dice, sentándose a mi lado y sosteniendo mi mirada por demasiado
tiempo—. Definitivamente no lo haría.
131
crucigrama:
Traducido en AngelBooks Laurie Faria Stolarz
CUIDATE LAS ESPALAS
ME MENTISTE
NUNCA ESTÁS SOLO. SIEMPRE ESTOY OBSERVANDO
QUIERO VERTE SANGRAR
MERECES MORIR
REVISA LA CAMA
PRONTO
Leo la lista una y otra vez, con la esperanza de encontrarle sentido. —¿Le
has mentido a alguien recientemente?—Le pregunto, notando cómo uno de los
cuadros horizontales menciona la mentira también.
—Estaba tratando de pensar en eso—dice—. Pero aparte de no ser
totalmente honesto contigo el mes pasado... a nadie.
—Bueno, obviamente, esta persona no está de acuerdo— digo, recordando
que él también me mintió acerca de ponerse en contacto con Tray en la noche que
alguien escribió en su puerta. ¿Y qué pasa con el mensaje de CUIDATE LAS
ESPALDAS? Es como si alguien te advirtiese de no confiar en alguien. ¿Tienes
alguna idea de quién podría ser ese alguien?
Adam niega con la cabeza, evidentemente perdido.
—Piensa bien —digo—. Porque son nuestras mejores pistas. Los otros
mensajes son del tipo estándar de cosas acosadoras.
—No sabía que había un estándar para los acosadores.
—Es cierto —Suspiro, señalando con la cabeza hacia la lista—. Básicamente,
esta persona te está observando y quiere que lo sepas, un montón de enigmas
horizontales y verticales confirman eso también. Esta persona te está haciendo
saber quién tiene el control al estar a cargo e irrumpir en tu hogar. Además de que
está loco como el infierno, como también se deduce por pistas como: eres
despreciable; a veces realmente te odio; si te corto, sangrarás...
—Wow—dice, aparentemente sorprendido. Su rostro se vuelve
completamente solemne—. Suena mucho peor cuando lo pones todo junto de esa
manera.
—Esta persona se siente muy sola—continúo, en referencia a varias pistas de
los otros crucigramas—. Y definitivamente hay un componente de venganza y un
problema de tiempo.
—¿Quieres decir que hice algo malo?
—Es todo una cuestión de perspectiva—le aseguro—. Y la perspectiva de
esta persona está obviamente sesgada. Quiero decir, la gente en su sano juicio no
132
suele enviar notas acosadoras, especialmente de las que hay que descifrar.
—No importa.—Sacude la cabeza, luciendo mucho más serio de lo que lo
Página
haya visto alguna vez—. Porque, como dijiste, es solo cuestión de tiempo antes de
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que él o ella cumpla todas estas amenazas y mensajes. —da golpecitos con el
dedo contra la pista Lo contrario a la vida.
—Vamos a salir de esto.—Pongo mi mano sobre su hombro, notando que su
cuello está manchado de urticaria.
—Gracias— dice, encontrando mis ojos—. Estoy muy contento de que hayas
sido capaz de perdonarme por todo lo que pasó entre nosotros.
—No es una cosa muy importante.
—Para mí lo es.
Aparto la mirada para inspeccionar la lista de mensajes de nuevo, haciendo
mi mejor esfuerzo para mantener las cosas centradas en lo que tengo en la mano,
pero al parecer Adam quiere que sea personal.
—¿Te puedo preguntar algo?—Dice.
Me atrevo a mirarle de nuevo a la cara, en contra de mi buen juicio.
—Los vi a ti y a Ben en el estacionamiento antes—dice cuando no contesto.
—Incluso antes de eso... Vi la manera en que lo mirabas cuando estaba hablando
con la otra chica.
—¿Y?—Le pregunto, pensando en el punto.
—Y me pregunto si él nos mira así.
Siento mis labios separarse, casi sorprendida por su percepción.
—Simplemente no quiero intervenir entre ustedes dos—continúa.
—Nadie interviene entre Ben y yo—le digo, probablemente un poco
demasiado rápido.
—Bueno, eso es bueno —fuerza una pequeña sonrisa—. Porque sé que te
estoy robando la atención de él.
—Es simplemente difícil—admito, dándome cuenta de que mis palmas
están sudando. Hay una raya de sudor sobre la mesa—. Ben y yo realmente no
hemos tenido la oportunidad de ser normal juntos. Siempre han estado todas estas
cosas en el camino.
—Pero es justo eso. No quiero ser todas esas cosas.
Me muerdo el labio, pensando en cómo, tan horrible como suena, y tanto
que me preocupo por Ben, sería mucho más fácil tener un novio como Adam.
—¿Camelia?—pregunta, preguntándose tal vez qué estoy pensando.
Miro su boca, recordando la escultura que hice en clase de cerámica—. Tal
vez deberíamos ver si hay alguna otra forma de juntar estos mensajes —digo.
Empiezo a reordenar el rompecabezas, una vez más.
Pero Adam me detiene poniendo su mano sobre la mía. Y haciendo latir mi
133
corazón.
—Realmente creo que deberías irte—dice.
Página
DOCTOR: No dándome por vencida, solo tratando de tomar decisiones que están
en tu mejor interés.
PACIENTE: En otras palabras, apestas como terapeuta.
DOCTOR: Simplemente creo que es posible que tengas más suerte con otra
persona, o tal vez en un grupo
PACIENTE: En otras palabras, apestas
DOCTOR: Veo que estás molesta, pero con el tiempo verás que estoy haciendo esto
por ti.
PACIENTE: ¿Dónde he oído eso antes?
A
dam me deja frente a la casa de Ben, pero lamentablemente no está
en casa, y su tía no sabe dónde está. Trato de llamarlo, pero no
contesta.
—¿Quieres esperarlo dentro?
Pregunta a su tía, quien claramente acaba de llegar del trabajo. Todavía
vestida con su delantal de la floristería, y sus pantalones vaqueros teñidos con
tierra. Acepto ya que afuera está congelado, por no mencionar que comenzó a
nevar. Llamo a mi madre para que me recoja, y luego me siento a la mesa de la
cocina con una taza de sidra de manzana caliente.
—Tú y Ben están teniendo problemas, ¿no?—Pregunta, resbalando una
placa de galletas de azúcar casera contra mí.
—¿Te dijo acerca de ello?
Ella niega con la cabeza y se sienta frente a mí.
—Pero una tía sabe esas cosas.—dice ella, guiñando un ojo.
—Tenemos un agudo sentido de la intuición.
—¿En serio?—Le pregunto, sorprendida por sus palabras, porque mi tía
tiene un agudo sentido de la intuición también.
—Ha pasado por mucho, como sabes.—Ella aparta un mechón de su pelo
rizado oscuro detrás de la oreja.
—Se hizo un poco reservado. Le toma un tiempo permitir que la gente se
acerque demasiado.
—No lo sé. —tomo un bocado de galletas.
—Pero ha habido un cambio en él en los últimos dos meses—continúa—. Y
creo que el cambio se debe a ti. Aparte de este pequeño problema en el camino,
nunca lo he visto más feliz. —Ella toca mi mano. Hay un poco de emoción en sus
ojos.
Un segundo después, mi mamá toca la bocina en frente. Doy a la tía de Ben
un abrazo, agradecida de tener su punto de vista sobre las cosas, con la esperanza
de que tenga razón.
136
vuelta y nos lleva a Raw, afirma tener un anhelo de humus envuelto y batido de
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plátano. Aunque tengo la sensación de que hay algo más. Tomamos nuestra
comida y nos sentamos.
—¿Cómo está la tía Alexia?—Le pregunto, preguntándome si mamá por fin
se ha dispuesto a hablar sobre el tema.
—Ella le preguntó por ti también —dice mamá—. Estaba preocupada de que
puede ser que tengas miedo de ella después de la visita. Se siente muy mal por su
comportamiento.
—No tengo miedo de ella. Quiero volver a verla.
—Esa es la parte difícil. Su terapeuta no sabe si puede ayudarla más. Han
como chocado contra un muro en sus sesiones juntos, y a la tía Alexia se le referirá
otra persona.
—No entiendo. Ella fue a Detroit solo para trabajar con este terapeuta.
Apenas ha pasado un mes.
—Ya lo sé —dice mamá, barriendo un grupo de rizos de delante de sus ojos.
—Pero hay alguien más que quiere trabajar con ella. Todo es muy reciente,
por lo que he estado tan distraída. De todos modos, lo siento.
—No te disculpes. Solo sé honesta conmigo. Dime lo que está pasando.
—En pocas palabras. —comienza, tragando el resto de su batido como si se
tratara de un trago de tequila—. Lo que este médico está proponiendo suena como
controvertido, y no estoy segura de estar de acuerdo con ella.
—¿Qué está proponiendo?
—Se llama terapia Electro convulsiva.
—Electro... ¿cómo el electroshock?
Mamá asiente de nuevo y bebe mi batido.
—De ninguna manera. —prácticamente grito—. No se puede permitir.
—Yo no he aceptado nada.
—Bueno, no, porque es bárbaro. No hay nada malo con ella.
—Hay algo mal, y este método de tratamiento no es tan bárbaro como se
podría pensar. Algunos médicos de vanguardia realmente todavía lo utilizan. Este
médico particular, piensa que es una candidita perfecta.
—Ella no está loca—insisto, empujando mi plato—. Todo el mundo lo tiene
todo mal de ella.
—¿Hay algo que no me estás diciendo?—Mamá pregunta—. ¿La tía Alexia
te dijo algo?
—Solo prométeme que no vas a permitir esto— le digo, sorprendida incluso
por haber considerado tal idea. Estudio su expresión de preocupación y las líneas
137
Pero entonces ella asiente con la cabeza, como si ella supiera que la terapia
no es la respuesta.
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—Yo simplemente no quiero fallar—dice ella, mirando su plato.
—No lo harás.—deslizo mi mano sobre la mesa y toco su antebrazo.
Mamá sonríe por el gesto. —Me sentí mal por mantenerte fuera. Sé que
tienes un interés genuino por tu tía, y estoy orgullosa de ti por ello.
Tomo una respiración profunda, tratando de aliviar los golpes de mi
corazón, el sentimiento enfermizo en mis entrañas.
—Y antes de que me olvide—continúa, secándose los ojos llorosos—. Tía
Alexia quería que te dijera algo. No estoy segura de a qué se refería a exactamente,
pero ella quería que te dijera PRONTO.
—¿PRONTO?—Le pregunto, siento los pelos erizarse en la parte trasera de
mi cuello.
—Lo sé, no lo entendí. Al principio pensé que ella podría haber tenido la
esperanza de verte de nuevo pronto, porque incluso me pidió que la llevara a casa
con nosotros. Pero entonces ella empezó a hablar de un chico en sus pinturas, y la
forma en que tenía que llamar a la policía para tratar de encontrarlo. Era cada vez
más y más incoherente mientras la conversación avanzaba, pero yo pensé en
preguntarte de todas formas. ¿Tienes alguna idea sobre lo que podría haber estado
hablando?
—No. —miento, sabiendo a ciencia cierta cómo ahora estamos vinculadas
tía Alexia y yo, y confío plenamente en que ella no tiene cabida en un hospital
psiquiátrico.
138
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A
ndaba con un perfil bajo en la escuela al día siguiente, dirigiéndome
directamente a la clase de cerámica en lugar de ir a almorzar, y
dirigiéndome a la puertas de salida tan pronto como suena la
campana de salida. No veo a Ben en absoluto. La clase de química se corta porque
alguien tuvo la idea de tirar de la alarma de incendios, y yo fui una de las primeras
personas en el aula esta mañana, para evitar persistir en los pasillos. Es innecesario
decir que estoy bastante decepcionada de que él no me llamó ayer por la noche,
especialmente después de nuestra discusión en el estacionamiento, especialmente
después de que haya pasado por su casa, cortando mi tiempo con Adam.
Es justo después de la cena, y estoy en mi habitación, tentada de escribir una
carta a la tía Alexia. Agarro su diario de debajo de mi almohada, me pregunto si
debería mostrar algunos extractos a mamá, si la lectura sobre las etapas iniciales de
los poderes de toque de la tía Alexia podrían ayudar a mamá a entenderla mejor.
Pero me temo que en realidad podría empeorar las cosas. Mamá, sin duda, querría
leer el diario entero, descubriendo cuán miserable tía Alexia había crecido
verdaderamente, lo aislada que se había sentido, y cómo constantemente tenía
fantasías de matarse a sí misma. Mamá solo terminaría culpándose a sí misma aún
más.
Un momento después, alguien llama a mi puerta. Deslizo el diario en mis
sábanas.
—Oye—dice papá, echando un vistazo dentro. Él viene y se sienta en el
borde de mi cama. Huele a Taco Bell.
—Creo que es posible que desees hablar. Parecías muy molesta por la tía
Alexia anoche.
—Yo estaba molesta. Todavía lo estoy.
—¿Algo de lo que quieras hablar?
—Puedo preguntar lo mismo—digo, pensando en el diario de tía Alexia, y
cómo ni siquiera se inmutó ante la vista de él.
139
—Tu mamá me dijo que te contó del posible traslado de tía Alexia. Supongo
que no necesito decirte lo triste que está, me refiero a mamá. Ella no ha estado
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durmiendo bien por las noches. Mayormente ha estado mirando por la ventana
de nuestro dormitorio, dragando hasta el pasado y todavía se culpa. La falta de
sueño te hará eso.
—¿Qué dice su terapeuta?
—Habla acerca de que la terapia no funciona. Creo que mamá tiene que
empezar a ver a alguien nuevo.
—¿Qué puedo hacer?—pregunto.
—Ten paciencia con ella, ¿de acuerdo? Ayúdala al salir. Hazle saber a dónde
vas. Come su cocina saludable sin demasiados graznidos. —Sonríe.
—Y no hacer nada estúpido.
—En otras palabras, sin estrés.
—No hay estrés.—Él guiña—. Simplemente no creo que ella sea capaz de
manejarlo ahora.
—¿Cómo lo estás manejando?—Le pregunto, pensando en todos los
problemas que se desarrollaron entre ellos después del intento de suicidio de tía
Alexia el otoño pasado.
—Muy bien—dice, mirando a otro lado, como si tal vez también tuviera
secretos.
—¿Estás seguro?
Él asiente con la cabeza y toma mi mano, capaz de escuchar la preocupación
en mi voz.
—Amo a tu madre más que a nada—dice, y luego me besa en la frente. Él se
ofrece a hablar un poco más, pero sus ojos se vuelven más pesados por el
momento, sin duda por haberse quedado despierto por las noches con mamá.
Le digo que necesito terminar mi tarea y a continuación, una vez que se va,
agarro el teléfono para llamar a Ben.
—Hey—dice, contestando en el primer ring.
—Mi tía dijo que estuviste por aquí anoche.
—Sí. —le digo—: ¿Dónde estabas?
—En ninguna parte importante. Solo manejaba por ahí.
Miro por la ventana en las ramas cubiertas de nieve.
—¿A pesar de que afuera estaba a 20º y nevando?
—¿Dónde estabas?—Pregunta, haciendo caso omiso de la pregunta.
—Sabes dónde. Me viste en el coche con Adam.
Hay silencio entre nosotros durante varios segundos, excepto por el sonido
del aliento de cada uno.
140
esté siendo tan cerrado, no me pregunta cómo estoy, o sobre lo que Adam y yo
hablamos, o incluso lo que he estado haciendo durante todo el día.
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—Ya lo sé— dice, finalmente.
—Debí haberlo hecho.
—Así que, ¿por qué no lo hiciste?
Más silencio, solo que esta vez es aún más fuerte. Y el dolor en mi pecho
excava más profundo.
—¿Es porque estaba con Adam?—le pregunto.
—Yo no soy celoso, si eso es lo que estás pensando.
Me muerdo el labio, pensando en lo lejano que suena, como si toda esta
conversación fuera solo una gran pérdida de tiempo para él.
—¿Por qué no?—le pregunto, las palabras salen disparadas de mi boca antes
de que mi cerebro tenga tiempo para detenerlas.
—No lo sé. ¿Por qué debería? —Sacudo la cabeza, decepcionada por su
respuesta, porque tal vez de alguna manera y egoísta quiero que esté celoso.
Quiero que sea super inquisitivo en cuanto a lo que Adam y yo hemos estado
haciendo, que compruebe todo en mi día y que sea la última persona con quien
hablo en la noche.
—¿Camelia?
—¿Vas a decirme lo que has estado sintiendo?—Le pregunto, dándole una
última oportunidad para dejarme entrar.
—Realmente no lo creo
—Olvídalo—le digo, interrumpiéndolo. Le digo que tengo que irme y
cuelgo antes de que tenga la oportunidad de decir adiós.
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M
e siento encaramada en mi cama, confundida acerca de lo que
acaba de suceder. Miro por la ventana otra vez, viendo mi reflejo
en el cristal. Mi imagen es una bruma borrosa, embarrada por las
lágrimas que caen por los lados de mi cara. Aún así, me digo que, tan mal como me
siento, y tanto como pica, estoy haciendo lo correcto al ayudar a Adam.
Deseo que Ben piense igual.
Un momento después, suena mi teléfono celular. Me contengo de contestar
inmediatamente, preguntándome si es él, si él está llamando para decir que
cometió un error gigante. Reviso el identificador de llamadas solo para descubrir
que no es Ben en absoluto. Es Kimmie.
—¿Hola?—Pregunta, cuando contesto y no digo nada—. Camelia, ¿estás
ahí?
—Estoy aquí—murmuro.
—¿Qué está pasando? Apenas dijiste dos palabras en clase de escultura, y
luego ni siquiera apareciste en el almuerzo...
—Realmente no puedo hablar ahora.
—¿Será porque no te llamé anoche? Iba a hacerlo, pero estoy tan envuelta en
el estúpido proyecto de ciencias de Nate. Por cierto, ¿sabías que los Twinkies5 no
solo doblan su tamaño cuando se sumergen en agua, sino que también se vuelven
marrón después de veinticuatro horas?
—Realmente no puedo hablar ahora—repito. Mi voz está tan rota como me
siento.
—¿Qué pasa?—Pregunta—. Me estás asustando.
—Tengo que irme. ¿Te llamo más tarde?—sin esperar su respuesta, arrojo el
teléfono cerrado y lo apago por completo. Así como también el teléfono de mi casa.
Recostada en la cama, tiro las cubiertas sobre mí, siendo capaz de oler a Ben
en mis sábanas.
Unos veinte minutos más tarde, mamá llama a la puerta de mi dormitorio.
142
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Pastelitos rellenos de crema.
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—Yo sigo desde aquí—dice Kimmie a mi madre, abriendo la puerta—.
Camelia, estoy tan contenta de que estés en casa. Estoy teniendo graves problemas
con mis padres que solo tú entenderías.
Me siento en la cama, observando que se ve como la chica de cacao Swiss
Miss, con su corsé en la parte superior y la falda del delantal. Cierra la puerta
detrás de ella, y luego se une a mí en la cama, permitiéndome colapsarme en sus
brazos. Me acaricia el pelo, me ofrece pañuelos, y me recuerda que todo va a estar
bien.
—Sea lo que sea, conseguirás superarlo—me dice.
Asiento con la cabeza, sabiendo que tiene razón, porque confío en Kimmie.
Confío en ella con mi vida. Es evidente que Ben no puede decir lo mismo de mí.
143
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P
asa todavía un poco de tiempo antes de que sea capaz de hablar con
Kimmie acerca de las cosas. Le hablo de lo que sucedió después de la
escuela con Adam ayer, así como acerca de mi conversación
telefónica más reciente con Ben.
—Entonces, ¿dónde los deja eso a ti y Ben?—Pregunta.
—No sé—digo, las palabras arden en mi garganta. Cojo una almohada y la
abrazo contra mi estómago. Mientras tanto, Kimmie continúa tratando de
calmarme pasando sus dedos por mi pelo y acariciando mi espalda.
—Bueno, tienes que admitir que fue dulce que Adam te haya dejado en casa
de Ben, sobre todo si est fingiendo sobre lo que sucede con las notas y esas cosas.
—Ya lo sé—digo, recordando que debería llamarle esta noche.
—Por lo tanto, ¿ninguna teoría en cuanto a lo que Ben podría estar
sintiendo?
—En realidad no, pero es todo en lo que he estado pensando.
—Bueno, si se supone que debe proteger su relación, entonces tiene que ser
algo relacionado con ustedes dos.
—Supongo—le digo, todavía no teniendo en claro por qué eso significa que
debo dejar de ayudar a Adam.
—Entonces, ¿qué vas a hacer?—Pregunta, señalándome con la mirada,
literalmente. Hay un piercing en la ceja en forma de flecha.
— ¿Qué más? Voy a seguir tratando de ayudar a Adam.
—Buena respuesta.
—Pensé que me dijiste que debía retirarme.
—Sí, pero no serías tú, que es precisamente la razón por la que te permito
ser mi mejor amiga.
—Así, pues, déjame ser una mejor amiga—le digo—. Háblame de tu reciente
ataque de problemas con tus padres.
144
— ¿Uh?—Ella hace una mueca. Sus pestañas postizas negras rizadas hacia el
techo—. Ah, ¿te refieres a las cosas que dije de camino a aquí? Solo fue algo que
dije hasta pasar por el portero de una madre.
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—Eres mi mejor amiga también—digo, dándole un abrazo, sabiendo que
ella, sin duda, podría hablar durante horas y horas acerca de los problemas que
tiene con su padres, pero que quiere estar aquí para mí en su lugar.
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D
espués de que Kimmie se va, enciendo mi teléfono de nuevo y
llamo a Adam.
—He estado pensando en ti todo el día —dice—. Fui a llamarte
anoche, pero estuve ocupado en el trabajo. De todos modos, me siento mal por
causar problemas entre tú y Ben.
—Excepto que tú no eres el que los causa.
—¿Estás segura? Porque, solo di la palabra y yo me extingo —dice—. Voy a
ser un recuerdo pálido y distante en tu, de otra manera, vida colorida.
—Probablemente no deberíamos estar hablando de tu extinción a corto
plazo.
—Entonces, ¿de qué deberíamos estar hablando? —pregunta.
—¿Qué hay de encontrarnos esta noche? Podemos continuar donde lo
dejamos ayer por la tarde.
—¿Puede esperar hasta mañana?
—¿Estás ocupado? —le pregunto, ávida por la distracción.
—Es solo que Piper está aquí. Estamos haciendo algunos bocadillos de
medianoche.
—Tres horas antes —oigo su grito en el fondo, luego suelta una carcajada
poco risueña.
—Lo siento —digo, sintiéndome de pronto consciente de mi misma—. Te
llamaré mañana.
—No, espera —dice, antes de que pulse el botón de silencio, así que no
puedo oírlo. Vuelve a la línea unos pocos segundos después, diciendo que vendrá
a recogerme.
—Adam… no. No quiero arruinar tus planes.
—No es gran cosa. Piper en realidad acaba de irse.
—¿Está seguro? —le pregunto, sintiéndome peor por minutos, sobre todo
desde que Piper sonó tan alegre hace apenas unos momentos, como si irse fuera la
última cosa en su mente.
146
—No te preocupes, ella no se fue con las manos vacías. Tomó un cuenco
entero de galletas de canela. Por lo tanto, ¿voy a traerte?
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A regañadientes acepto y agarro mi abrigo, me pongo los zapatos, y salí
por la ventana. Adam me encuentra en la esquina de mi calle, y conduce por ahí
por lo menos una media hora discutiendo los detalles de los mensajes y los
crucigramas.
—¿Cómo han ido las cosas con Tray? —le pregunto.
Adam se encoge de hombros y sube el calor para sofocar el frío. —Él me
recordó que su apartamento fue forzado a principios de este año. Las puertas
llaveadas en nuestro edificio son una especie de broma. Y así es todo el drama.
Pero al menos él y yo estamos hablando de nuevo.
—¿Qué tal tu viejo compañero de cuarto? ¿Todavía tiene una llave?
—No. Me dio su juego cuando se mudó.
—Por lo tanto, ¿no has cambiado la cerradura?
—¿Para qué?
—¿Crees que tiene una copia en alguna parte? ¿Terminaron las cosas en
buenos términos?
—Si llamas a añadir colorante verde comida a mi champú, polvo picante a
mi crema aftershave, y tierra Ex-Lax a mi café molido ‚buenos términos‛...
entonces, sí.
Muevo la cabeza, notando el ambientador con olor a beicon que cuelga de
su espejo retrovisor. —Más drama, a mi entender.
—Pero no suficiente drama como para desear mi muerte. Fueron cosas
estúpidas de novia —explica—. Al igual que con Tray. Básicamente, yo no podía
soportar que su novia prácticamente viviera en nuestro apartamento sin pagar el
alquiler.
—Simplemente no entiendo a Tray —le digo—. Quiero decir, ni siquiera
sabías que estaba interesado en Melissa cuando la invitaste a salir.
—Me gustaría decir que no, pero ¿quién sabe? Tal vez parte de mí lo hizo.
Tal vez a una parte de mí le gusta la idea de engancharse con gente que ya interesa
a otro.
—¿Como lo que pasó con Julie? —le pregunto, tomando el anzuelo.
—Y contigo —dice—. Quiero decir, tal vez si tú y Ben no estuviesen juntos,
no sería la mitad de atractivo para mí.
—¿En serio? —le pregunto, sorprendida por su honestidad.
—No realmente —dice, su cara está completamente seria.
Él se detiene en el aparcamiento de un restaurante que abre toda la noche,
pone el coche en el aparcamiento, y luego se vuelve hacia mí, estudiando mi cara,
147
E
n el viaje de vuelta a casa, Adam me mira en varias ocasiones, es
evidente que quiere hablar sobre lo que ha pasado.
Pero apenas puedo mirar hacia arriba del pestillo de la puerta.
Exactamente seis minutos más tarde llenos de dolor, se detiene en la esquina
de mi calle y estaciona el coche. —¿Me odias? —pregunta.
—Más bien me odio a mí misma.
—Sí —suspira—. Besarme suele tener ese efecto en las mujeres.
—Eso no es lo que quise decir.
—No te preocupes por eso —dice, todavía intentando dar luz a la
situación—. Fue mi culpa. No sucederá otra vez.
—Yo dejé que pasara.
—Sí, pero solo porque no pudiste ayudarte a ti misma. Debo admitir, soy
demasiado irresistible para mi propio bien.
—Yo no iría tan lejos —no puedo dejar de sonreír.
—No te preocupes por eso —dice otra vez—. Sé que no quisiste decir eso.
Me las arreglo para mirarlo finalmente, notando que sus ojos están cansados
y rojos. —¿Quisiste decir eso?
En lugar de responder, Adam empuja un mechón de pelo de delante de mi
cara, provocando que mi corazón se agite. —Nadie más que nosotros tiene que
saber acerca de esta noche, ¿de acuerdo?
Asiento con la cabeza, casi deseando que no estuviera comprendiendo tanto
las cosas. —Creo que solo me estoy sintiendo muy vulnerable esta noche —digo,
como si una explicación hiciera todo esto mejor… proporcionando una excusa
racional por la que sentirme tan instintiva—. Tuve una discusión con Ben, y tú
estabas siendo tan abierto y honesto conmigo acerca de todo. Me sentí muy cerca
de ti.
—Bueno, me siento halagado —dice, moviéndose detrás del volante—. Y
150
A
rreglo una cita con Kimmie y Wes antes de clase al día siguiente. La
cafetería sirve el desayuno para los madrugadores, en forma de pan
duro, harina de avena, y zumo de naranja diluido.
—Mejor que esto valga la pena, —afirma Wes—. Según mis cálculos, diría
que nos estás negando por lo menos treinta minutos de sueño.
—Por no hablar del valioso tiempo para arreglarme. —Kimmie señala a su
atuendo: una falda de cuero caniche negro emparejado con un brillante color rosa
que dice DEMONIO EN FORMACIÓN—. ¿Te gusta? También tengo una horquilla
que combina, pero con todo este desorden se me olvidó en casa.
—Junto con tu sentido del estilo, —bromea Wes, apoyando la mejilla contra
su hombro.
—Por lo tanto, ¿vamos a suponer que esta reunión improvisada tiene algo
que ver con Ben?—Pregunta.
Asiento con la cabeza y les cuento lo del beso.
—Muy bien, así que definitivamente valen la pena los círculos oscuros bajo
los ojos, —dice Kimmie—. Los detalles, por favor. ¿Cómo fue?
—No hay detalles. Solo pasó. El beso fue... bueno.
Kimmie me mira, su boca está abierta como si estuviera loca. —¿‛Bueno‛?
Tuviste la lengua en su boca. Exijo una descripción.
—¿Fue descuidado, demasiado seco, o con la cantidad justa de saliva?—
Pregunta Wes.
—¿Tus dientes evitaron rechinar? ¿Vuestras lenguas formaron un remolino
en sintonía? ¿Tenía un aliento con olor fresco? —Añade Kimmie.
—Fue bueno, —les digo, ansiosa de seguir adelante. Mi cara se calienta
cuando reproduzco el momento del beso en mi mente.
Kimmie suspira por mi falta de detalles. —Bueno, debo decir, no estoy tan
sorprendida por qué sucedió, sobre todo teniendo en cuenta todo el drama de Ben.
La última vez que hablé contigo ni siquiera sabía si seguíais juntos.
—Correcto, se llama rebote, —dice Wes, como si necesitara explicación—- Y
152
E
n Química no le digo a Ben lo que sucedió con Adam. Tampoco se lo
digo después de la escuela, cuando lo encuentro en el aparcamiento.
Pero en la mañana del sábado, cuando llama y me dice que quiere
hablar, estoy decidida a confesar.
Abro la puerta de entrada para dejarlo entrar. —Oye —le digo, notando de
inmediato lo increíble que se ve. Hay un rastro de barba en su rostro, como si
acabara de salir de la cama, y su pelo está arrugado por el casco.
—Traigo algunos panes. —Levanta la bolsa.
—Gracias, —digo, tomando su abrigo y llevándolo a la cocina. Pongo un par
de platos en la isla. —Espero que el té de hierbas esté bien. Mi madre tiene esta
cosa rara con la cafeína.
—Claro que sí —Sonríe—. Un té sería genial.
Caliento la tetera, vierto para nosotros un par de tazas, y luego me siento en
un taburete frente a él. Me fuerzo por morder un panecillo, a pesar de que no tengo
apetito. En mi mente intento formular la manera más suave para contárselo.
—Siento mucho todo lo que está ocurriendo entre nosotros, —dice Ben antes
de que pueda comenzar—. En realidad no he sido justo.
Me muerdo los labios para detener el temblor, la sensación horrible de pedir
perdón a alguien. —Parece como si siguieras empujándome lejos. Estamos tan
cerca, pero entonces no me dejas entrar.
—Quiero dejarte entrar ahora. Quiero contarte todo. —Ben me mira, al
parecer deseoso por una respuesta.
—¿Qué pasa con el gran cambio?—Pregunto, mirando hacia mi plato.
—Tienes que entender cómo ha sido esto para mí. He pasado demasiado
tiempo conmigo mismo en estos últimos años. Pensé que tal vez podría hacerlo de
nuevo, que tal vez todas estas cosas que he sentido, me refiero a esta ansiedad, no
he sido digno de él. Pero vale la pena. —Él se inclina más, obligándome a mirarlo
de nuevo.
—Porque yo honestamente no puedo vivir sin ti.
154
P
or la tarde, todavía estoy dándole vueltas. Ni siquiera tengo el
descaro de llamar a Kimmie. No es que crea que me dará un sermón.
Es solo que no estoy particularmente orgullosa de mí ahora mismo, y
no estoy dispuesta a compartir eso.
Alrededor de las seis de la tarde, suena mi teléfono. Lo abro, asumiendo que
es Ben, preparándome para decirle que tenemos mucho más de que hablar.
Pero es Adam. —Hey, —dice—. ¿Estás ocupada?
—¿Por qué? — Pregunto, detecto un toque de alarma en su voz.
—Tenemos que hablar. En realidad estoy solo a una cuadra de tu casa. ¿Me
puedo apropiar de ti un poco?
—Claro,—digo, preguntándome por qué Ben no ha llamado como dijo que
haría, y con la esperanza de que esto no tome mucho tiempo.
Colgamos, y digo a mis padres que no debería ser por más de una hora. Un
par de minutos más tarde, Adam me recoge y salimos de inmediato.
—¿A dónde vamos?— Le pregunto, notando lo inusualmente tranquilo que
está siendo, y cómo él parece tener una misión clara en mente.
—Tengo que mostrarte algo —dice, pisa el acelerador y cambia el engranaje.
Corremos por un montón de calles, pero al final parece que nos dirigimos a
su apartamento. Adam se detiene en una plaza de aparcamiento en el solar de
vuelta y apaga el motor.
—¿Qué está pasando?—Exijo.
—Cerré mi puerta —susurra—. Estoy casi seguro de que lo hice.
—¿De qué estás hablando?
—Traté de llamar a otras personas, —dice, mirando a su volante—. Pero
Tray y Janet tomaron un autobús a una de sus competiciones, y no tengo ni idea de
dónde están Melissa y Piper.
—Adam,—le digo, tocándole el brazo, tratando de llamar su atención. —No
tiene ningún sentido.
—Tengo algo que enseñarte,—dice otra vez. Él me mira finalmente. Sus ojos
157
fuera. Un escalofrío en el aire muerde mi cuello. Mientras tanto, dos de las luces de
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los principales lotes de estacionamiento se han roto. El vidrio se encuentra
estrellado contra el pavimento.
Hago clic en mi linterna llavero (un regalo que papá me compró) y nos llevo
a través de la entrada lateral, tratando de imaginar la urgencia. ¿Adam encontró
otro crucigrama? ¿Podría el mensaje ser posiblemente aún más preocupante de lo
que ya hemos visto? ¿Está siendo genuino?
Justo antes de abrir la puerta que da a su piso, agarro mi móvil y busco una
señal. Se enciende de inmediato, pero luego se agota, como si la batería se acabara.
—¿Estás pensando en llamar a alguien?—Pregunta.
—No —cierro el teléfono con la esperanza de que no vea que no funciona.
Empiezo por el pasillo que lleva a su apartamento, recordando una vez más el
mensaje escrito a través de su puerta de MERECES MORIR, y de cómo Adam
escogió borrarlo antes de que alguien pudiera verlo.
—Ahí está, —dice Adam, señalando con la cabeza hacia la puerta. Tardo un
segundo en encontrarlo: el pañuelo azul marino atado a la perilla.
—¿Eso es tuyo?—Le pregunto, muy positiva de haberlo visto por él.
—Sí —dice—. Pero estaba en mi armario, dentro de mi apartamento. Sé que
lo estaba.
—Significado: ¿alguien entró en tu apartamento, lo tomó de tu armario, y lo
ató a la perilla, sin razón aparente?
—Ya lo sé —dice, de pie incómodamente cerca de mí ahora—. Parece una
locura.
—No es una locura, solo que no está totalmente pensado. Tal vez alguien te
lo pidió prestado sin decírtelo antes, y ahora te lo está devolviendo.
—Nadie me lo pidió prestado.
—Que tú sepas, —contradigo, pensando que no sería tanto, teniendo en
cuenta cómo la gente parece tomar prestado su apartamento cada vez que se
sienten como en casa—. O, tal vez llevabas el pañuelo y, accidentalmente, lo
dejaste fuera en algún lugar. Tal vez alguien reconoció que era tuyo y lo dejó a tu
disposición.
—No lo sé, —dice—. Quiero decir, no lo creo.
—¿Está echada la llave de la puerta ahora?—Le pregunto, dándome cuenta
de lo silencioso que está el piso.
—No. Esa es la parte extraña. Podría haber jurado que estaba echada la
llave.
Tomo una respiración profunda, recordando que él ha mencionado lo fácil
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que era entrar en estos apartamentos. —Así que, ¿te has ido para revisar las cosas?
—Probablemente debería haberlo hecho, pero quería a alguien aquí
Página
mis amigos toman ventaja de ello? ¿Que alguien potencialmente tomó prestada mi
bufanda sin decírmelo?
Página
U
na vez de vuelta dentro del coche de Adam, enciende el motor y
una canción de rap suena fuera tan fuerte que tengo que cubrir mis
oídos.
—¿Cuál es…?—Dice, hurgando en el dial para bajar el volumen—. ¿Has
cambiado mi estación de radio?
En el mismo instante, un reloj de alarma se activa en algún lugar del coche.
Es monótono el sonido que atraviesa mi corazón. Adam enciende la luz del techo,
y ambos nos volvemos para ver de dónde viene el ruido.
Hay algo en el asiento trasero. Un manto oscuro cubre un montón de algo.
—¿Qué es eso? —Le pregunto.
Adam niega con la cabeza y llega a la manta. En un movimiento rápido, lo
arroja a distancia.
Un muñeco se encuentra debajo de él, vestido con un traje blanco con
volantes. Es un muñeco de payaso, feliz con labios rojos, pelo de color naranja
brillante, y una cara blanca cruda. Cadenas de marionetas cuelgan de sus brazos,
piernas y boca, y dos lágrimas de color rojo sangre salen de sus ojos. El muñeco
sostiene una manila grande que dice MÍRAME. En su otra mano hay un cuchillo de
plástico con manchas de sangre falsa en el mango y la hoja. Una nota en el vientre
del payaso dice: REPRODÚCEME.
Mientras tanto, la alarma sigue parpadeando y sonando, señalando que son
las cinco, aunque son bien pasadas las seis.
Adam agarra el reloj y lo apaga. —¿Qué diablos es esto?
Me inclino más a tirar de la nota adhesiva, a continuación, levanto la camisa
del payaso, preguntándome si hay un botón en alguna parte que hace hablar al
payaso. ¿Por qué más diría la nota reprodúceme?
—¿Qué estás haciendo?—Pregunta Adam.
—Siguiendo las instrucciones,—digo, por fin encuentro el botón. Lo
presiono y una voz risueña y aguda chilla—: ¿Ves mis cadenas? Bueno, yo estiro
de las tuyas. Te sigo. Abro tus puertas. Te estoy viendo, y no es mentira, y muy
161
L
e digo a Adam que vaya a la policía, y luego me bajo de su Bronco y
corro por la calle. Trata de detenerme, gritando mi nombre y hace un
esfuerzo por seguirme en su coche. Pero atravieso un campo de
césped, en realidad no dándole muchas oportunidades.
Realmente necesito ver a Ben en este momento.
Llego a una parada de autobús tres minutos más tarde. —Hice copias —
susurro, ansiosa por saber si Ben ya ha visto la foto. Tal vez por eso no ha llamado.
Tomo el autobús número 6 para llegar a la calle de Ben. Su moto está
estacionada en la calzada. Mi corazón late cuando subo los escalones.
Ben abre tan pronto como toco el timbre.
—Ey—dice—. He estado tratando de llamarte, pero tu teléfono no está
funcionando.
—Ah, cierto. —le digo, recordando mi celular sin carga.
— ¿Estás bien?—trata de mirarme a la cara. Pero apenas puedo mirar sobre
la alfombra.
—¿Qué pasa?—pregunta.
—Solo abrázame—le digo, colapsando en su pecho, con la esperanza de que
pueda sentir la verdad por su cuenta, que no tenga que decir las palabras. Ben me
acaricia el pelo y me tiene cerca. Huele como a tierra y rosas, como el interior de la
floristería de su tía. Respiro y miro sobre su hombro.
Entonces lo veo. Un sobre de papel manila, al igual que el del coche de
Adam. Está en la mesa de café, junto con otras cartas. El nombre de Ben está
garabateado en la parte delantera resaltado con negro.
Doy un paso hacia atrás, rompiendo nuestro abrazo.
—¿Qué pasa?—Pregunta de nuevo, siguiendo mi mirada.
Trato de distraerlo diciendo que necesito un poco de agua, que tengo frío,
que me gustaría que me dé un suéter de su habitación.
—¿No te sientes bien?—Pregunta, aparentemente imperturbable por el
sobre.
163
P
ermanezco en los escalones de Ben, pensando que va a volver, que
dado que está en su moto, estará ansioso de buscar refugio, cambiarse
la ropa mojada, salir de las calles resbaladizas.
Pero él no viene a casa.
Después de aproximadamente una hora de espera, voy a la cabina telefónica
al final de la calle, lista para llamar a Kimmie. Pero entonces recuerdo sus planes
para esta noche, el plan para juntar a sus padres en el restaurante. Wes también
está ocupado—fuera, en una cita con Tiffany.
Sin saber a donde más ir y sin poder enfrentar las miradas inquisidoras de
mis padres, les doy una llamada rápida, diciéndoles que estoy con Wes. Y luego
me dirijo a Knead, donde sé que puedo estar sola. Es sábado por la noche, y
Spencer suele marcharse después de la clase de torno a las cuatro en punto.
Meto la llave en la cerradura y enciendo las luces del estudio.
Pero Spencer está aquí, después de todo. Él está al fondo, afuera de su
oficina. —¿Qué pasó?—pregunta.
Mis ojos arden por la lluvia torrencial y la sal de mis lágrimas. —Está
lloviendo—le digo, como si no fuese completamente obvio.
—¿Y entonces decidiste tumbarte afuera en ella?
—No exactamente—susurro, sofocando una tos. El agua gotea por los lados
de mi cara.
—¿Qué pasó?—pregunta, quitándose la camiseta. Él viene y la envuelve a
mi alrededor, y luego me mira a la cara.
—¿Qué estás haciendo aquí?— le pregunto, tratando de distraerlo de lo
quebrada que debo verme—. Podría preguntarte lo mismo.
Gotas de lluvia caen de los extremos de mi pelo, aterrizando en la parte
delantera de su camiseta. Me traslado a una de las mesas de trabajo, tratando de
ser fuerte, de actuar como si solo estuviera aquí para esculpir.
—Estás empapada—dice Spencer—. Déjame conseguirte un poco de ropa
seca. Creo que tengo un viejo par de pantalones vaqueros en mi oficina.
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Trago duro, sorprendida por la pregunta, porque hasta ahora he estado tan
preocupada por todo lo demás—acerca de lo que Ben podría estar sintiendo, acerca
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de lo que Ben no me está diciendo, cuáles son las intenciones de Adam, y si
estoy o no haciéndolo las cosas bien— que en realidad no me he preguntado lo que
yo estoy sintiendo.
Spencer pone su mano sobre la mía en un esfuerzo por calmarme. Sus
brazos están cortados por todo el trabajo con varios metales, todo el cincelado y
tallado que hace. —Lo resolverás. Eres una artista, después de todo. Necesitas
experimentar la vida con todas sus maravillas y angustias si quieres producir algo
significativo. El sufrimiento te hace más fuerte, ¿verdad?
—Supongo— le digo, forzando una leve sonrisa.
—Y ahora tienes que ir a esculpir algo realmente genial.
Dejo escapar un suspiro, a sabiendas de que tiene razón.
Mientras que Spencer reúne sus cosas para irse, me las arreglo para
conseguir desatar la bolsa de arcilla y desconectar un buen pedazo. Aprieto mi
arcilla a pesar de mi venda, ansiosa por tratar de evitar los pensamientos sobre Ben
con pistas sobre crucigramas y mensajes. Cierro los ojos y la imagen del cuchillo de
la pintura de mi tía me viene a la cabeza. Y entonces lo esculpo, agregando, sin
pensar, las iniciales de Ben —B.C. — a la superficie de la hoja del cuchillo.
Abro los ojos, de repente dándome cuenta de lo que he hecho, sabiendo que
tengo que sacarlo de mi cabeza si quiero seguir concentrada y entender las cosas
de una vez por todas. Me seco las manos con el delantal y agarro el teléfono del
estudio para llamar a Adam.
—Hey—dice, contestando de inmediato—. Estaba preocupado por ti.
—¿Has llamado a la policía?
—En realidad estoy en camino a la estación en un rato. Pensé que sería más
fácil mostrarles todo.
—Llámame tan pronto como regreses. Estaré en Knead durante un tiempo.
—Lo haré— dice—. Y lo siento de nuevo. Sobre todo.
—No es culpa tuya—le digo, decidiendo no contarle lo que pasó con Ben.
Colgamos, aunque puedo decir que él quería hablar un poco más. Cierro los ojos
otra vez, tratando de tomarme a pecho el consejo de Spencer y Wes, para recordar
que soy humana, que de seguro cometeré errores, y que lo importante es que
aprenda de ellos.
Solo espero que Ben sienta lo mismo.
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P
ASO OTRA HORA en Knead, acuñando mi arcilla, haciendo formas,
y luego aplastándolo contra mi tablero de trabajo. Es casi terapéutico.
Es así, hasta que oigo el sonido metálico dentro de mi cabeza, el de la
alarma en el coche de Adam.
Y así, esculpo el reloj, esperando que pueda ayudar a dar sentido de por qué
en primer lugar estoy escuchando el ruido. Pero esculpirlo solo hace la alarma más
fuerte, casi ensordecedora, obligándome a limpiarme y regresar a casa.
Es tarde, así que mis padres no me dicen demasiado o notan lo desaliñada
que me veo. Mamá solo murmura algo acerca de cómo ella y yo necesitamos hablar
mañana, y papá se queja de su dolor de espalda por el yoga.
Me escapo a mi habitación, preguntándome por qué Adam no me ha
llamado todavía. Conecto mi móvil en el cargador y hago una nota mental para
llamarlo a primera hora de la mañana.
Mientras tanto, siento que mi cuerpo está en shock. Busco mi edredón para
disminuir el frío. Tomo un sorbo de agua para aliviar la sequedad en la boca.
ChapStick para mis labios agrietados. Música para ahogar mis
pensamientos. La ventana abierta para permitir a la brisa soplar a través de mí,
para hacerme sentir despierta, cuando cada parte de mí se siente cansada, muerta,
entumecida.
Pero nada parece aliviar este dolor. Y solo me siento más fría, más confusa,
más aislada que en toda mi vida. Aún así, me digo que necesito conseguir algo de
sueño. Y entonces me tumbo en mi cama, esperando que el agotamiento me lleve.
Mi despertador suena, me asusta. Presiono el botón de repetición, pero
sigue sonando, un chirrido agudo que hace latir mi cabeza. Me siento en la cama y
tiro del enchufe.
Todavía suena. Y de repente me doy cuenta, no es mi despertador para
nada. El ruido está sonando en mi cabeza.
—Cuando la alarma del reloj toque —susurro, recordando el torcido tintineo
169
—¿Por qué no? —pregunta—. ¿Porque tú estás aquí para salvarlo? Tal vez
eso solo hará las cosas más interesantes.
Página
Entonces, demuéstralo.
—Ven aquí —le dice él.
Página
M
e precipito al lado de Ben y me cierno sobre su boca, pero no
siento su aliento. Respiro en su vía respiratoria, tratando de
recordar todo lo que aprendí en la clase de salud acerca de la
resucitación. Adam me ayuda, ordenándome a mantener la calma, levantando el
cuello de Ben y aplicando presión en la herida.
Sacudo la cabeza, preguntándome qué más puedo hacer, y escucho un
sonido de timbre. Al principio creo que el despertador sigue sonando en mis oídos,
pero luego me doy cuenta que mi teléfono. Suelto a Adam y miro hacia Piper. Está
desmayada en la esquina de la habitación.
Finalmente, contesto el teléfono. Es el operador del 9-1-1, haciéndome todas
las preguntas acerca de lo sucedido.
— Ha sido apuñalado. —digo abruptamente—. No está respirando.
—¿Quién ha sido apuñalado?—El operador pregunta—. ¿Dónde está la
herida?
—En el estómago —Me tapo la boca al verlo, la forma en que no responde,
la forma en que la sangre se ha acumulado a su alrededor en el suelo.
Un momento después, oigo las sirenas. Al poco tiempo, tres agentes de
policía y un par de paramédicos irrumpen en la habitación. Los médicos van
directamente hacia Ben, me ordenan salir del camino. Le ponen una máscara de
ventilación en la cara para tratar de conseguir que respire de nuevo.
—Por favor—susurro, sintiendo todo mi cuerpo tenso.
Los médicos evalúan la herida del arma blanca de Ben, colocan un vendaje
sobre la misma, y aplican presión.
—Ha perdido mucha sangre—dice uno de ellos, empezando una vía
intravenosa.
—¿Va a estar bien?—Le pregunto.
Nadie contesta. Mientras tanto, un segundo grupo de médicos viene a
evaluar a Piper. La ponen en una camilla, parece que está recuperado la conciencia.
Ella me mira.
175
E
L VIAJE AL HOSPITAL es borroso, sirenas sonando, luces
intermitentes. Un corazón que casi se detiene (el mío).
Pero afortunadamente, el de Ben sigue latiendo.
Una vez que llegamos, un par de enfermeras me detienen, insistiendo en
que necesito ser revisada para detectar cualquier lesión adicional.
—Estoy bien —les digo, literalmente arrastrando los pies por el suelo de
linóleo—. Solo quiero estar con Ben.
Su rostro está pálido. Sus ojos están cerrados con toda tranquilidad.
Sin embargo, Ben y yo estamos separados. Mientras que a él lo trasladan a
otra {rea, yo soy conducida a una concurrida zona de espera… al menos cincuenta
personas est{n allí… donde la recepcionista me dice que rellene algunos
formularios.
—No lo entiende —explico. Más lágrimas caen por mi cara—. Mi novio fue
apuñalado. Necesito estar con él.
Pero es como si ella no me oyese. Desliza un portapapeles lleno de
formularios hacia mí. De mala gana los tomo y empiezo a completar mi nombre,
pero cuando ella no está mirando, me escondo y me dirijo a la dirección donde
llevaron a Ben.
Empiezo por un largo pasillo, miro a escondidas en las habitaciones de la
izquierda y la derecha, finalmente detecto al médico que atendía mi herida. —
¿Dónde está Ben? —le pregunto, mi garganta está dolorida y tosca.
Duda, pero luego me lleva alrededor de una esquina y a través de un
conjunto de puertas dobles. Señala con un gesto a una habitación en el final y me
sugiere que tome asiento en el banco fuera de ella.
—No —le digo—. Quiero entrar. Quiero estar con él.
—No puedes entrar. Está en estado crítico.
—¿Qué significa eso? —le pregunto, desesperada por un poco de claridad,
por alguien que sea honesto conmigo.
—¿Tiene información de contacto de sus padres? ¿Hay alguien que debe
177
M
e despierto y veo a mis padres primero. Están sentados a mi lado.
Mamá me limpia la frente con una toalla húmeda, y papá
pregunta si quiero un vaso de agua. Capas de blancura me
rodean: las paredes, el techo, las mantas que me cubren. —¿Dónde estoy?—
Susurro.
—Relájate—dice mamá, arropándome. —Estás en el hospital. Te desmayaste
y estás descansando.
—Adam nos llamó —explica Papá, antes de que pueda preguntar—. Nos
contó lo que pasó.
Me incorporo, notando que todavía tengo la misma ropa. Hay vendas
alrededor de mi brazo y en el cuello, y hay luz fuera de la ventana. —¿Dónde está
Ben?
—Relájate —insiste Mamá, apoyada en mi almohada.
—Fue culpa mía —les digo—. Yo lo esculpí. Debí haberlo sabido.
—¿Esculpiste qué?— Pregunta. Su cara es un signo de interrogación gigante.
Sacudo la cabeza. Es demasiado para explicar.
—¿Cuánto tiempo he estado durmiendo?
—Un poco más de una hora,—dice papá.
—¿Y cómo está Ben? ¿Puedo verle?
Mamá evita la pregunta reorganizando algunas cosas en mi bandeja.
—Dime —insisto, sentándome aún más. Cada centímetro de mí se siente
golpeada—. ¿Cómo está?
—Ha perdido mucha sangre —dice papá—. Todavía está en estado crítico.
—¿Lo que significa que no está consciente?
—Todavía no —dice, apretando mi mano.
Miro a mi mamá, pero ella se levanta y se aleja de la cama así que no puedo
verle la cara.
—Tengo que verle —alego.
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—Por favor —susurra, con los ojos casi completamente abiertos ahora—. No
te vayas.
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—No lo haré —prometo, agarrando su mano aún más fuerte.
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N
o fue mucho antes de que Ben se trasladara a recuperación. La
policía entró a hablar con él, me ordenaron salir de la habitación,
aún cuando rogué que me dejaran quedarme.
Finalmente, se me ordenó salir del hospital por completo. Las enfermeras de
Ben me dijeron que tenía que ir a casa y descansar un poco, para que se curen mis
heridas.
Para mi sorpresa, Ben estuvo de acuerdo.
—¿Estás seguro?—Le pregunté.
Él asintió con la cabeza y desvió la mirada, como si mientras más fuerte y
más consciente estaba, más era capaz de recordar.
Ha pasado una semana desde que ocurrió. Ben está en casa ahora. Pero no
ha devuelto mis llamadas.
He estado tratando de no pensar en ello, darle el espacio que necesita, y
tomarme un muy merecido descanso. Pero ahora me siento preparada para atar
algunos cabos sueltos.
Lo primero en mi agenda: redactar una carta a mi tía, diciéndole que sé que
no está loca, que tengo la sensación de que sé exactamente por lo que está pasando,
y que de alguna manera voy a ver cómo sacarla de ese hospital y ponerla en manos
de gente que realmente pueda ayudarla, gente que sabe de poderes
extrasensoriales.
Como el que obviamente tengo.
Sello el sobre, con el deseo de haber sido capaz de descifrar la escultura del
cuchillo que hice, de haberme detenido y cuestionarme el hecho de que había
tallado las iniciales de Ben en la hoja. Tal vez entonces podría haberle advertido.
Tal vez entonces podría haber evitado ponerle en peligro.
Aunque sé que en el fondo no le habría importado, que hubiera venido a
salvarme de todos modos. Que es una de las cosas que más me gusta él.
Pongo la carta en el buzón de correo al final de mi calle, sintiendo una
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mañana. Ella todavía en pijama, hay pequeñas figuras de Buda modelada a través
de la tela de la franela.
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—Tenemos que hablar —le digo, antes de que ella pueda incluso lanzar
un ‚Buenos días‛.
—Me alegro de saber que estás lista. —Se sienta en la isla de la cocina—. Tu
padre y yo queríamos darte algo de tiempo para procesar todo.
—Bueno, gracias—digo, tomando asiento frente a ella.
—Por lo tanto, creo que deberíamos hablar con confianza —comienza—.
Quiero que sientas que puedes confiar en tu padre y yo, no importa qué. Incluso si
no piensas que vamos a estar de acuerdo contigo. Hablo en nombre de los dos
cuando digo que estamos orgullosos de ti por querer ayudar a un amigo, pero hay
que admitir, que estabas yendo por tu cabeza.
—Lo admito —digo, asintiendo con la cabeza mientras pienso que debería
haberle dicho lo que estaba pasando, que fue un error por mi parte no ir a la
policía, y que hay profesionales formados en la escuela de Adam, cuyo trabajo es
hacer frente a este tipo de cosas.
—Estamos en el mismo equipo —me recuerda.
—Ya lo sé. Y confío en ti y papá.
—¿De verdad?—Sus ojos se estrechan—. Porque siento que hemos pasado
por esto antes.
—Ya lo sé —repito—. Pensé que podría manejar todo. —Tan estúpido como
pueda sonar.
—Mira, no quiero darte un sermón —continúa—. Solo quiero que sientas
que puedes contarme las cosas.
—Y tú necesitas hacer lo mismo.
Mamá se levanta para llenar la tetera con agua para el té. —Estás hablando,
obviamente, de la tía Alexia.
—Creo que debería venir y quedarse con nosotros durante un tiempo. —
Levanto mi voz por el grifo abierto—. No es que no tengamos una habitación libre.
Ella da vuelta a la llave del agua y me dispara una mirada curiosa. —Has
estado, obviamente, hablando con papá acerca de esto.
—¿Papá?—Le pregunto.
—Es solo que él sugirió lo mismo. —Alcanza su botella de píldoras, pero no
la abre.
—¿En serio?—Le pregunto, totalmente desconcertada, sobre todo porque el
drama de tía Alexia fue la raíz de algunos de sus problemas.
En lugar de seguir la conversación, mamá empieza a parlotear sobre las
ventajas del té verde contra el rojo y blanco, y luego confiesa que no quiere tomar
184
—Lo sé, lo sé. —Ella suspira, antes de que incluso pueda decir cualquier
cosa—. Me pude haber ido un poco por la borda, pero ¿qué puedo decir? Soy un
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Dibujo animado, el cual es un conejo.
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Dorkus extremus. Por lo tanto, mi atuendo del día. —Lleva un uniforme de
colegiala católica, un par de gafas negras de torpe (con la cantidad indispensable
de cinta en el puente), y un gorro de burro en forma de cono.
—Sí, pero eres es un Dorkus extremus con un buen conjunto de las begonias
—se burla Wes.
Kimmie se encoge de hombros y se sienta a mi lado en la cama,
descansando su cabeza en mi hombro. La punta de sus orejas de burro se extiende
detrás de mi cuello. —De todas formas, tuvieron una enorme conversación
conmigo anoche, diciéndome que los dos están realmente más felices por su
cuenta, y que tengo que empezar a acostumbrarme a esa idea.
—Y entonces, ¿qué te parece?—Le pregunto, contenta de que finalmente
pueda corresponder a su amistad.
—No lo sé. Quiero decir, ¿qué tiene que ver de alguna manera con la
felicidad? Estamos hablando de su responsabilidad como padres de familia aquí.
—¿Y honestamente sientes como si fueran mejores padres antes de todo
esto?
Kimmie levanta la cabeza, como si una bombilla se encendiera en algún
lugar dentro de ella, como si estuviera malditamente clara cuál es la respuesta
correcta.
—¿Y acerca de tu drama de citas?—Ella golpea la rodilla de Wes con la
punta de su zapato de montar, obviamente lanzando mi pregunta—. ¿Sois tú y
Tiffany Bunkin historia?
—Antigua, —dice—. Quiero decir, ella es linda y dulce y atenta y todo eso....
Creo que es realmente difícil de explicar.
—¿Y cuál es la historia con Ben?—Me pregunta Kimmie—. ¿O es ese aún un
tema tabú?
—No es un tabú, solo misterioso.
—¿Como todo el tema de las claves?—Pregunta Wes—. ¿Qué pasa con eso?
¿Cómo fue capaz Piper de entrar al apartamento de Adam todo el tiempo?
—La policía tenía la misma pregunta.
—¿Y?
—Y ella tenía su propia llave. Estaba alrededor del lugar con tanta
frecuencia que robó a Adam el repuesto del conjunto antiguamente utilizado por
su ex-compañero de cuarto. Hizo una copia para sí misma y luego devolvió la llave
antes de que Adam supiera que se habían ido.
—Bueno, lo bueno es que Ben te ha salvado —dice—. Quiero decir, es obvio
186
P
aso los próximos días pasando por las propuestas de resolución en la
escuela, pero, al igual que Ben, evito la escena social a toda costa. Está
de vuelta en la escuela también, pero en realidad no ha estado
hablando mucho, solo da uno que otro saludo cortés al pasar.
He estado pasando la mayor parte de mi tiempo libre en Knead,
profundizando en mi cerámica y finalmente pidiendo la opinión de Spencer sobre
el uso de mi emoción como un trampolín para un gran trabajo.
—Piensa en tu sufrimiento como un don —me recuerda.
—Lo que yo no daría por tener una novia infiel con una ex-mejor amiga,
solo para terminar como una casi víctima de un suicidio en masa. Una inspiración
como esa no viene por ahí como dulces.
—No es divertido —le digo, sabiendo que no es insensible, sino que solo
está tratando de hacerme reír.
Meto mi esponja en un cubo de agua, pensando en cómo Adam ha estado
tratando de levantarme el ánimo también. Al igual que Kimmie, me ha estado
llamando de forma regular contando sus habituales y cursis chistes. Incluso me
hizo un crucigrama que dice: VA A SER UN DÍA SOLEADO Y BRILLANTE con
una versión de dibujo animado de Johnny Nash en el sobre.
Casi suelto una risilla. Casi.
La otra noche, se detuvo cerca de mi casa a traerme una taza de café moca y
un bollo de vainilla de frijol de la Press & Grind. Se puso de pie frente a mi puerta
y me dijo que cuando lo necesitara -y cada vez que sea necesario- estaría allí para
mí. —Y no como recuperación por la inversión— explicó, —sino porque realmente
me preocupo por ti. Nunca lo olvides. —Se quedó mirándome a los ojos por
demasiado tiempo, tal vez esperando que diga lo mismo.
Pero en lugar de eso, simplemente le dije que no lo olvidaría. Para mi
sorpresa y decepción (porque quería poder haber devuelto el sentimiento), él se
fue poco después.
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quería que sepas que lo hice de vuelta a casa, antes de haber llegado a Freetown.
Antes de conocerte.
Página
—Toca el borde de mi escultura, me hace sentir aún más expuesta, como si pudiera
sentir cómo de repente me siento hinchada, o sentir el dolor profundo dentro de
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mí.
—A lo mejor puede ser así de nuevo algún día— le digo.
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Ben asiente con la cabeza y da un paso atrás, como si lo que siente es
demasiado. Sus ojos están tan rotos como los míos ahora.
—Pero primero tienes que perdonarme —continúo.
Él viene en torno de la mesa a mi lado, toma mis manos y presiona sus
labios contra mi frente. —Y tú tienes que perdonarme también.
Mi corazón late y la sangre corre a mis oídos, me hace sentir un poco
mareada, estoy muy tentada a pedirle que se quede, pero también sé lo que es
mejor para mí. Y ahora mismo, es tomar un tiempo para mí misma.
Me alejo, rompiendo su enlace con mis manos, ya no estoy dispuesta a
compartir mis pensamientos con él. En su lugar, le digo que él siempre será parte
de mi vida, y luego lo dejo ir.
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