Está en la página 1de 66

Un Sucio Hábito

FokinBastard
Perdona

Entonces tuve ganas de ti,


pero estabas demasiado lejos.
sé que tu no entiendes de distancias.
A ver si me explico:
había un hueco en uno de mis costados,
me dolían tus besos,
mi sombra estaba doblada en una esquina,
algo estaba roto dentro de mi pecho.
A la mañana siguiente
desperté solo
vestido,
en una cama que no era la mía… ni la tuya.
Tuve que bajar (tembloroso) aquellas escaleras,
me sujeté del pasamanos
porque no te tuve como apoyo.
Busqué solitario hasta encontrar mis botas
(BOTAS, no bolas)
aburridas, grotescas, bajo un sillón.
Me enfrenté al espejo temiendo encontrar un payaso
o un travesti trasnochado.
Afortunadamente sólo era yo,
con las marcas de los excesos en la cara;
ojeras, abotagado,
ligeramente tembloroso y pálido.
Y no estabas tú por ninguna parte,
no en el baño, tampoco bajo la cama.
No en la sala, ni en la calle.
No estabas en ningún lado.
La memoria podrá engañarme,
pero tu ausencia calaba fuerte,
fríamente hondo aquella mañana.
No era cuestión de espacio
o de distancia.
Era más bien esa clase de ausencia etérea
fantasmal,
oscura como un secreto muy bien guardado,
húmeda como (imagino sería) un beso de la muerte.
Era esa clase de ausencia que te remueve todo
que te rompe todo,
que te roba todo,
que te arrasa todo,
que te enciende todo.
No sé si me explico:
pude haber marcado tu número
caminar hasta tu casa,
golpear la puerta,
romper un vidrio.
Sacarte de tu cama,
correr a quien durmiera contigo.
Sacar mi corazón,
ponerlo en tus manos,
verme (perderme)
de nuevo en tus ojos negros.
Pude enredar mi alma
Sobre tu pelo
arrancarme la piel
las uñas,
dejar sólo los huesos.
Mostrarme ante ti
como soy
sin poses
ni disfraces
sin miedos.
Reducirme a lo último.
Al ultimo átomo
la última partícula
al más ínfimo gramo de materia que hay en mí.
Y creo (más bien estoy completamente seguro)
que ni así podrías entender
de qué manera te echaba de menos,
con que rabia,
con que ganas.
Tanto
que volvieron a sangrar
viejas heridas que ya habían cicatrizado
a revivir viejos fantasmas enterrados en el polvo.
Quizá si te digo que te amé de nuevo
y que estuve a punto de perdonarte,
puedas entenderlo
(aunque lo dudo).
Metáfora del amor y el deseo

Previamente,
Juntamos los labios
y dejamos que la emoción
llene y estremezca
el aire en la habitación.
Nuestro futuro juntos
se reduce a este minuto
ya no volveremos a ser,
dos desconocidos.

Después,
la ropa sobre el piso.
Arrojada ahí,
sin ningún significado
arrastrados por la premura
del deseo sin conciencia,
dejamos que nuestras manos
vayan descubriendo
su propio lenguaje.

Entonces,
empujo mis obsesiones
en el corazón de lo trivial,
con el sudor
escurriendo por la frente,
siento el vértigo
de ser,
la mitad
de la totalidad de algo.
Durante,
esos instantes
en los que el amor
se va inventando,
o renace
escurriendo desde la fe
(y el deseo)
tan solo importa
lo que aquí
está ocurriendo.

Luego,
un silencio entrecortado.
Por la ventana suben los ruidos
de un día que
empieza a morir.
Mientras la ropa permanece arrugada,
a un costado
ignorando el caos
que toman las formas
para llenar el vacío.

Posteriormente,
acaricio tu espalda,
recortada sobre el horizonte del televisor
en la tenue oscuridad,
de una noche
que derrama con indiferencia
su sombra,
sobre nuestros cuerpos.
Amor de todas mis vidas

El lugar común
habla del amor a primera vista
como el acto absurdo
de soltar las campanas al vuelo.
Acto efímero
por el cual
nos ganamos la eternidad
como condena,
y toda esa ristra
de cursilería telenovelescas.
La verdad es que,
a pesar de los años transcurridos
no encuentro otra mejor manera
de describir lo que me pasó contigo,
cuando te vi
por vez primera.
Eras tan pequeñita
y peluda
como un ratón de cuento
y frágil
como una ramita de cerezo
y, aun así,
tan hermosa
como el brillo de mil galaxias juntas
y todos los atardeceres que recuerdo.
Me sorprendió
la repentina
y perfecta tranquilidad
de tus primeros sueños.
Y me encontré,
yo (mudo testigo)
viejo infantil
sin palabras,
maravillado
pasmado
desarmado
enfrentado
contra tu belleza salvaje.
Entonces supe
por vez primera
que era capaz de volar
enderezar mi vida
o cambiar el mundo.
Olvidándome de todo
salvo el silencio
entre cada latido de tu corazón,
y la inesperada bondad
de tu pequeña sonrisa.
Gravedad

Ella me dedicó gravedad


—La canta un tal John Mayer— dijo.
Yo le di play
y cuando iniciaron los primeros acordes
comencé a caer.
Y fui cayendo sin oponer resistencia
sin miedo
sin protección
sin vértigo
sin gravedad.
Ella tiene una historia parecida a la mía
algunos fantasmas que compartimos
concordamos en algunas otras cosas
los dos creemos que al final de todo vivir apesta
y seguimos manteniendo la broma.
Me hace bien saber que ella existe
que anda por ahí,
de ciudad en ciudad
esparciendo su influjo de mujer genial
su humor de doble sentido
su seguridad de mujer fatal.
Sus dotes de hipnotista
su lengua de cuentista
su rotunda manera de ser,
lo que siempre ha sido.
Ella es un secreto que yo guardo bajo la almohada
comparte mi cama sin saberlo.
Entra en mis sueños para mejorarlos
espanta mis pesadillas.
No le importa cuán gastada esté mi memoria
cuantos fracasos llevo acumulados
o de qué manera mis renglones están torcidos.
Eso es pasado, es prehistoria.
Ella aparece cada mañana para saludarme
me da los buenos días
y me obsequia una sonrisa
más grande que cualquiera que haya obtenido antes.
Pronuncio su nombre y la boca me sabe fresca
me sabe a lluvia
me sabe a Rocío.
John Mayer calla,
cantaba algo acerca de tirar todo por la borda
de cuanto amor puede soportar.
Cantaba acerca de luchar contra la gravedad.
La música termina.
Yo no lucho.
Uso la gravedad para llegar a ella
me dejo arrastrar
y simplemente sigo
c
a
y
e
n
d
o
.
.
.
Dormir a tu lado

Despertar a mitad de la noche


y sentir al otro lado de tu cama
el cuerpo tibio de tu mujer
es una experiencia importante.

Quiere decir,
entre otras cosas,
que la tensión del día,
los problemas cotidianos
la fatiga de la larga jornada,
el tener que ordenar la casa,
lavar los platos,
hacerse cargo de los críos.
Toda la pólvora quemada en infiernillos
y demás discusiones pueriles
han sido debidamente superadas.

Es una particular relación de intimidad.


Porque, aunque no hemos firmado nada,
ni nos juramos amor bajo un altar,
pensamos que esto,
es para toda la vida
y la eternidad se va
construyendo día con día.

Durante lo que resta


de la noche
nuestros cuerpos y sueños
quedan amarrados,
y así seguimos.
(hasta que el nuevo día nos encuentra)
desnudos,
con las sabanas regadas por el piso,
el cabello revuelto,
baba en las comisuras,
y el borde de mi mano derecha
metido en la raja de sus nalgas.
Esta mujer

Esta mujer que duerme aquí a mi lado


con su respiración tranquila
tan solo minutos después de haber desatado el caos
es la viva imagen de la calma después de la tormenta.
Su cuerpo delgado y tibio descansa apacible bajo las sabanas.
y yo me cuido de hacer algún ruido que pueda despertarla.
Mientras, me quedo con el revoltijo dentro de mi cabeza
conteniendo las ganas de querer estrangularla.
¿Qué hacer luego con el cadáver?
¿Con los platos sucios sobre el fregadero?
¿Qué haría en las noches interminables cuando mi alma atribulada necesite resguardo?
Así que no hago nada
más allá de idear cien formas de matarla
mil maneras de hacerle daño.
Y me pudre no poder dormir
mientras ella ronca los sueños que me ha robado.
Recuerdo ocasiones como estas
en que todo se solucionaba con besos atascados
y un poco de sexo.
A veces pienso que debería saltar,
romper con todo
estrellar los platos contra la pared
y salir por la puerta como si no hubiese nada atrás.
Pero me quedo quieto,
muy callado, mantengo la calma.
Temeroso de despertarla.
Ya que ella puede ser un verdadero dolor de huevos
cuando se lo propone.
Domingo sin resaca

Aquí viene de nuevo,


hecha una furia
afila su lengua
y una avalancha de reclamos me van reduciendo.
Me contraigo ante su enojo.
Afuera un sol amarillo se derrama en las calles,
testigos de jehová buscan almas en casas vacías
y en TV un juego de fútbol
aburre con su 0 a 0 al medio tiempo.
Todo mi pasado obra en mi contra
Ella posee memoria selectiva,
es obstinada y terca
y debo pensar en una excusa que me libre de algo que hice,
dije o pensé
hace cinco años.
Pero ya he acabado con todas,
suenan tan desgastadas
que ni yo las creo.
Mientras ella redunda sus frustraciones
trato de escapar
voy del sillón a la cama
sigue mis pasos tras la escalera.
Yo desearía que la casa fuera más grande.
Y solo algunas veces,
que, al pisar el último escalón,
resbalara.
Son tres metros de caída.
En verdad lo pienso.
Debo atravesar así
las pequeñas muertes cotidianas
que la rutina nos obsequia.
Y es triste saber que no hay más puertas en esta casa,
ni alcohol,
y el (poco) amor que nos queda
apenas alcanza para un poco de sexo
que nos permitirá comenzar de nuevo,
el día de mañana...

o el tiempo que le tome leer esto.


Mujer que ronca

—¿Por qué siempre tienes que poner que ronco?


Pregunta ella mientras se amodorra entre las cobijas.
—Porque roncas.
Le contesto, con ojeras negras de desvelo.
—Tú también roncas.
Revira intentando señalarme de algo que yo nunca he escuchado.
—Pero tú no escribes.
Le digo y gano el duelo.
Más tarde esa noche,
después del sexo
y los primeros sueños.
A punto de alcanzar a Scarlett,
un sonido a refrigerador descompuesto,
me despierta.
Me lleva dos segundos
entender la situación;
de nuevo está roncando.
En la penumbra,
puedo adivinar
su sueño,
reparador y tranquilo.
En tanto yo,
Con los ojos como platos,
Intento volver a Scarlett.
antes de que el ayuwoky
aparezca en las sombras.
Doy vuelta
y con mi codo golpeo su espalda,
eso la despierta.
Un poco sobresaltada
Se mueve,
levanta su cabeza,
se limpia la baba.
y se acomoda de nuevo.
Con los ojos cerrados
Finjo dormir,
y espero lograrlo
antes de que comience,
su novena sinfonía.
Algo tan simple

Preparo el desayuno,
bato huevos y salchichas
y los vierto sobre la sartén caliente,
lo dejó todo ahí unos minutos
mientras la observo por la ventana.
Sudorosa, con la cara desencajada de rabia,
afanosa, da escobazos
y grita a los perros que se alejen,
luego toma una pala
junta la porquería en una bolsa.
Y vuelve a tomar la escoba para cumplir
lo que pareciera ser la misión más importante de su vida.

Toda ella es movimiento,


un torbellino de energía acumulada.
Hay algo bélico y
hostil en su esfuerzo,
La dejo hacer lo suyo
No pienso provocar otro de sus (ocasionales)
estallidos de ira.

Sirvo los platos y le llamo.


Tarda un par de minutos y entra a la cocina
Me agarra con medio bocadillo en la boca.
He comenzado sin ella,
pero parece no importarle.

Las tortillas calientes,


las tazas humeantes de café,
el mantel sucio,
los platos acumulados sobre el fregadero
susurran el silencio incomodo en el que,
sentados a la mesa,
(mientras pensamos en otro lugar,
en otro tiempo)
comemos.

Envueltos en la agitada calma,


cosas importantes se están
desencadenando aquí esta mañana
es otro tipo de intimidad,
a la hora del desayuno.
Se levanta sin mirarme
coge los platos
refunfuña, murmura
y tira los restos a la basura.

junto con muchas otras cosas también.


Punto de partida

Mentalmente haces un repaso


de los hechos,
después un inventario
de las ruinas que te quedan:
tienes un techo
de donde cuelgan telarañas,
y paredes que sostienen
los últimos brochazos
de una pintura descascarada.
Hay una cama
para mecer tu soledad,
y una televisión
para distraerla.
Un par de sillones
y una mesa de centro
donde descansar los pies
después de la jornada.
Una puerta
que no te lleva a ningún lado,
cortinas raídas
que te resguardan
de las miradas indiscretas
de tus vecinas chismosas.
Un escusado para filosofar a gusto
las cuestiones que han intrigado a la humanidad
desde siempre.
Hay también
un lavabo a punto de caerse
una ducha sin agua caliente
dos perros
tres gatos
y 7 millones de cucarachas
que habitan dentro
de una nevera que no funciona.
4 cajas con libros
un closet del cual aún no escapaste
una antena parabólica
que capta las voces
de dioses muertos hace siglos.
Una almohada para babear
mientras sueñas
con futuros promisorios,
tales como heredar millones
de un tío rico que no existe
o ganar la lotería
sin comprar boleto.
Frente al único espejo que no has quebrado,
te ves desde ese lugar secreto
donde hablas contigo mismo
para decirte,
que no te estás volviendo loco.
Observas,
eres el dueño de todo.
He ahí,
tu pequeño imperio.
―Podría ser peor— Te dices.
Luego te sampas dos tabletas de tramadol
esperando acabar
con la angustia
provocada por el padecimiento continuo.
Preso de los viejos hábitos que nunca cambian,
te rascas las bolas
hueles tus dedos,
inmediatamente después
das un trago a tu cerveza,
le lanzas un guiño a tu reflejo
congratulándote
por tu maldita buenamala suerte.
Hombre de acción

Duermo 12 horas por noche


y aun así me levanto
cansado y con sueño.
Lo que sobrevive de mi
consigue llegar hasta la ducha
y abrir la llave.
Hoy no voy a bañarme
el boiler,
al parecer no funciona.
Solo me pondré
un par de calcetines limpios
y me cambiaré los calzoncillos.
Cera para acomodar el cabello
agua para quitar las legañas,
tragos de Astringosol
para el mal aliento.
Un poco de desodorante
Para cubrir el mal olor.
Y estoy listo,
para salir ahí afuera
a reclamar mi lugar
en el mundo.
Ayer me tomé un par de cervezas.
Ahora,
Con desesperación
necesito un par de aspirinas
y vomitar
para tener mi estómago vacío
antes de enfrentarme
al espejo.
Aun así
presiento que será un buen día
hay esa extraña luminosidad eléctrica
en el aire,
una brisa fresca matinal
entra por la ventana
y termina por despabilarme.
Me he puesto mi camisa de la suerte
un pantalón que me va perfecto,
también limpié mis zapatos.
Antes de partir,
bajo el cierre de mi pantalón
tomo mi pene flácido
con una mano,
con la otra acomodo mi cabello.
Me gusta el reflejo,
le sonrío.
Siempre he sido
un hombre de pasiones simples,
que no necesita de mucho
para ser feliz,
disfruto orinar en los lavabos.
Todos los días

Cuando escribo,
la tarde se llena de polvo
la ciudad entera,
de a poco,
anochece.
cadáveres ambulantes vuelven a sus casas
después de la faena.
Ha sido un largo día duro
hay cierta melancolía en el aire espeso,
mientras yo intento ligar tres frases.
Automovilistas furibundos rebasan por la derecha.
Amantes furtivos hacen el amor
y no la guerra
porque saben que el tiempo se escapa
y a veces, algunas veces
la vida no es como la escribe Coelho.
En la mesa,
un desorden de platos sucios
disimula un café que se enfría.
Sobre la cama revuelta,
una mujer desnuda sueña (y ronca)
las palabras necesarias
para escribir un poema.
Los bares se llenan de bebedores de cerveza
la policía cuece a plomo a un desconocido
que no llegará a tiempo
para ver su muerte
en el noticiero nocturno.
Un cuchillo abre un tajo
la sangre se derrama.
Banqueros y agentes de bolsa
hacen montones de dinero.
Las sirenas ululan,
los perros ladran enfurecidos
a un cielo lleno de gatos
que envuelve un mundo en guerra.
Y a mí lo único que me importa,
como a un yonky,
es poner (bien formadita),
la siguiente maldita línea.
Pienso en mi padre

Pienso en mi padre
en lo mucho que me atemorizaba cuando yo era niño
me parecía un gigante,
cuando gritaba (y gritaba siempre)
las paredes de la casa se cimbraban
no me atrevía a mirarlo fijamente
su cara era un mascara de piel curtida
con un bigote espeso, negro y descuidado.
Cuando se sonaba la nariz siempre le quedaban rastros colgando de su bigote
sus labios eran grotescos
sus dedos estaban amarillos de tanto que fumaba,
cuando bebía era peor.
Entonces discutía por todo
y en muchas ocasiones le pegaba a mi madre
y entonces yo debía defenderla.
pero mis golpes no le hacían daño
y él se libraba fácilmente de mí.
En ocasiones me encerraba en un cuarto
y le ponía una cadena por fuera
ahí me dejaba bastante tiempo.
Me decía que yo era un animal, un perro.
Yo me quedaba ahí, quieto, muerto de miedo.
Atemorizado por un gigante.

Pienso en mi padre
tengo ocho años
una tarde por jugar con lodo
ensucié mi pantalón y los zapatos,
y eso lo hace enfurecer
me toma del cuello, aprieta fuerte
comienzo a llorar.
Me lleva hacia la puerta y me lanza a la calle,
dice que, si quiero tener casa, debo trabajar por ella,
que si quiero gastar agua y luz
debo pagar por ella,
que si quiero ropa y zapatos debo ganármelos.
Es de noche, cierra la puerta y me deja ahí, llorando y pegándole puñetazos a la puerta.
Desde adentro me grita que deje de golpear y que me vaya.
Le grito a mi madre y ella permanece indiferente.
La noche me aterra, la calle parece amenazante, no sé a dónde ir.
Tengo ocho años.
Agotado de llorar y de rogar porque me dejen entrar,
duermo sobre la banqueta.

Pienso en mi padre.
Soy adolescente, tengo 16 o 17 años,
me cobra 250 pesos por la comida de la semana
100 por el agua que gasto,
100 por la luz
y todas las mañanas cuando cree que aun duermo
entra a mi cuarto y roba las monedas que me sobran.
Las escondo en los zapatos,
en la guitarra sin cuerdas colgada de la pared
entre los libros,
siempre las encuentra.
Debo pagar por todo lo que me he comido, todo lo que ha tenido que invertir en mí.
Así le llama, él ha hecho una inversión y quiere sus dividendos.
Soy adolescente, casi un hombre.
Voy a la escuela y debo trabajar para pagarle.
Pienso en mi padre.
Ahora soy un hombre
hace tiempo que dejó de asustarme
dejó de ser un gigante
y ahora mi tamaño lo sobrepasa
ya no es nada, incluso ahora fumo y bebo más que él
sólo conserva sus gritos y su estúpido bigote.
Hace años que no le hablo
ya no vivo bajo su techo
pero ocasionalmente voy a dejarle algo de dinero a mi madre.
Esa tarde llego y lo encuentro borracho, riñendo y peleando con mi madre y con mi
hermana
lo veo y lo escucho gritar
y sé que grita porque tienen miedo
se sabe viejo y odiado,
tiene miedo de nosotros, tiene miedo de mí.
No se supone que deba hacerlo, pero me suelto a llorar.
Confusión, estoy lleno de confusión.
Se acerca a mí,
me toma del cuello y comienza a apretar
dice que soy un perro
y que va a matarme, veo en sus ojos que no miente
No está loco, sólo me odia.
Su odio es completamente racional y puro.
Gotas de su saliva caen en mi rostro,
aprieta más fuerte, mi hermana trata de detenerlo.
Él me suelta y la empuja.
Entonces sucede,
la fuerza de veinte años de rencor en mi puño cerrado.
Lo golpeo justo debajo del ojo izquierdo,
lo derribo con ese golpe.
Fue un momento hermoso, cae tendido.
Hay sangre en su rostro y miedo,
un miedo profundo en sus ojos.
Quiero ir por él y acabarlo
mi hermana me detiene,
me pide que me vaya.
Me acerco a él, continua de espaldas
ni siquiera ha intentado levantarse
le digo que voy a matarlo.
Soy un hombre,
sabe que no estoy mintiendo.

Pienso en mi padre.
Llevo cinco años sin hablar con él
y tres sin verlo.
Ahora yo también soy padre
tengo un hijo pequeño, de siete meses
Se llama Ángel y juré protegerlo siempre.
Salgo de trabajar y voy a casa, mi mujer y mi hijo me esperan.
Al llegar veo a mi padre sentado en la sala
con mi hijo en brazos.
Me pongo furioso, mi cuerpo se tensa
me quedo quieto, sin decir nada
lo veo levantarse y venir hacía mí.
Hay lágrimas en su cara.
Me rodea con sus brazos
me aprieta fuerte en un abrazo.
Yo no quiero que me toque, intento alejarlo
me pide que lo perdone.
No siento nada, sólo el vacío por tanto amor desperdiciado.
A hipidos me pide que por favor lo perdone.
Le digo que me suelte.
Veo a mi mujer, a mi madre y a mi hermana, expectantes.
Tomo a mi hijo en brazos y lo beso.
Luego lo miro a él,
por primera vez en mi vida siento algo por él,
siento lastima.
Y le digo que no hay nada que perdonar
que, al contrario, le agradezco todo lo que hizo conmigo.
El gigante termina por derrumbarse
y llora como un niño asustado
abrazado a mí,
con su cara escondida en mi hombro
De cuando adopté (y le dije adiós) a un camello

Recuerdo el día que se fue,


estaba nublado
y hacia frio.
Frio en la calle.
Frio en la casa.
En su corazón.
Y en el mío.
Se detuvo ahí,
a punto de traspasar la puerta
cargando en sus maletas,
mis ilusiones
y mi plan de fin de año roto.
Aun no se iba
y ya la casa entera
reclamaba su ausencia.
Aquello era absurdo y ridículo.
Como ridículo era
que dos hombres
(heterosexuales)
se dividieran las tareas del hogar
que compartían
―Gordo, tú cocinas y yo lavo los platos.
O
―Gordo, te voy a sacar la basura… y tú ponme a remojar… la ropa pa´ lavarla.
Tan absurdo
como esos dos,
reclamándose
porque alguno faltaba
a la hora de la cena.
―Hice mi platillo especial y no llegaste, me tuve que chingar yo solo todo el pulpo y los
pimientos.
O
―Te tenía preparada una salchicha y un gran pedazo de carne y no llegaste.
Problemas maritales
en una relación de amigos
que nunca se dieron un abrazo
o durmieron juntos
besaron sus bocas
o chuparon sus pitos.
Recuerdo cuando llegó
el verano anterior
exiliado de las ruinas
de un matrimonio a la deriva.
Naufrago desarrapado
con su shortcito blanco
y unos tenis Jordan
que le iban demasiado grandes.
Le presté mi ropa,
le brindé mi hogar
y mi sillón para que durmiera.
Después se consiguió una cama,
una novia
y mejores cosas por hacer
que lavar la ropa
quemar un toque
o destapar cervezas conmigo.
A las pocas semanas ya no paraba por casa
casi ni nos veíamos
siempre estaba de fiesta
o dormido.
Ahora cocinábamos solo para uno,
los platos de acumularon
y los días comenzaron a sentirse raros.
Por eso cuando se fue
no hubo despedida
ni drama
ni reclamos
ni un adiós que nos envolviera
con enfermiza nostalgia.
Cargó sus cosas
y yo me quedé ahí
ocupándome de mis asuntos
como siempre,
bebiendo solo,
sopesando
sí aquella separación
la sentía más dolorosa
que cualquiera de mis fracasos amorosos.
Yordan (con ¨Y¨ griega)

Supe,
gracias a su esposa
que estaba en el hospital,
convaleciente
(quizá)
al borde de la muerte
canalizado,
entubado
con el culo retacado con supositorios de morfina,
atisbando con lo último que le quedaba,
por debajo del uniforme,
las piernas de las enfermeras.

Lo había atrapado
algún tipo de mal crónico
producto de los excesos.
Tenía la barriga dura
las arterias taponeadas
arritmias,
peritonitis
retenía líquidos
y de sobrevivir
no podría volver a
beber una sola gota de alcohol
en su vida.
Bajo esa perspectiva
la muerte (me) parecía un mejor futuro.

Luego pensé
¿Qué haría sin mi amigo?
(ya se me había ido antes el Darwin)
sin volver a escuchar su risa estentórea
o compartir anécdotas
aderezadas con su humor negro
y mi sarcasmo.
Nos quedaban pendientes,
festejar juntos varios cumpleaños
realizar un viaje de opio,
vernos triunfar
(o fracasar)
al final de un camino
lleno de ruinas.

Lo imaginé en la sala del hospital


desparramado
moribundo
sobre una camilla
llena de fantasmas.
Con su batita verde
Que no alcanza a cubrirle
por completo las nalgas
Le habían quitado la barba
lucía otra vez
como un mafioso bonachón
o un rechoncho abogado de los años 30 ´s.

Me llené de nostalgia
se me hizo un nudo en la garganta
y tan solo pude decirle
(sin que él me escuchara)
Sostente de Diego, tu hijo
es lo que te mantendrá en pie,
plantándole cara a la enfermedad
hasta recuperarte.

Después,
ya habrá días mejores
en los que el sol brillará de nuevo
a través de una botella de cerveza.
Hablando de…

La sonrisa de Camila.
La imaginación de Ángel.
Los ronquidos de estrella.
Los ladridos de piano.
60 metros de terreno.
Las paredes.
Unos pocos muebles.
La cama destendida.
La curva de su cintura
(y su par de nalgas).
Los libros.
Unos cuantos amigos.
Muy pocas amigas.
Los días calurosos de marzo,
y los fríos de noviembre.
beber cerveza oscura,
y vodka tamarindo
sin sufrir resaca.
Escribir de vez en cuando.
Zappear una buena peli.
Acumular recuerdos
(de los que no se guardan en el celular).
Y esas personas,
que puedo considerar familia.
A todo eso,
Yo le llamo Vida.
Todo lo demás,
tan solo son historias.
Mejor jueves que domingo

Si he de morir
mejor jueves que domingo.
Que mi cuerpo quede fiambre,
un jueves caluroso como a las 2 de la tarde.
De un sincope, una cirrosis
infarto fulminante, atropello
envenenamiento masivo,
obesidad mórbida, sífilis, gangrena
cáncer de piel, sobredosis de plomo,
las causas en realidad importan poco.
Que les avisen a todos mis amigos.
También a todas mis ex novias
(excepto a las gordas)
para que pasen lista de presentes
a dar sus condolencias,
con mis padres y hermanos.
Que se seguirán preguntando,
más confundidos que tristes,
por qué dejé de hablarles tantos años.
Espero que no acudan mis hijos.
Que ese día encuentren algo mejor que hacer
como ver una película,
o dar una larga caminata por el parque.
Ángel, Camila,
No os preocupéis.
Pueden hacerlo,
suficientes tardes les habré arruinado ya.
Dedíquense a sonreír
a ser felices.
Y por favor,
si no es mucho pedir
no se olviden de enumerar mis múltiples virtudes.
Que alguien mencione lo bueno que era
lo guapo,
buen mozo,
bien parecido.
Que se cuente que fui
un padre ejemplar,
buen hijo,
excelentísimo amante
y mejor amigo.
Olvídense de mis errores
de mis terribles desaciertos
y lo estúpido que fui a cada momento.
Que lloriqueen las viudas
con lágrimas fingidas y gemidos trémulos
por un amor que nunca fue tan grande, ni tan limpio, ni tan puro,
ni tan orgásmico, ni tan bueno.
Que mis tías le recen a un dios en el que no creo
por la salvación aburrida y eterna de un alma,
que ya no es mía,
pues la perdí hace un tiempo dentro de un par de ojos,
hermosos, como el par de nalgas que los complementaban.
No se vayan a olvidar de llevar alcohol,
unas cuantas cervezas y una botella,
(o dos)
del vodka más barato que encuentren.
Reúnanse para matar un Oso
brinden con enfermiza nostalgia
por esos momentos que compartimos.
Por las buenas anécdotas
y también por los malos ratos
Por los malos tragos.
Espero que no encuentren mi perdida
tan grave, ni tan insoportable
que les dé pesar y se pongan solemnes.
Como dijo alguien por ahí
“Ahora sé algo que ustedes desconocen”.
Después de todo siempre hice lo que pude
y a veces fue suficiente
el saldo me es favorable.
Así que solo le pido a la vida
que me conceda morir
mejor jueves que domingo
Por la sencilla razón
que quiero arruinarles
sus planes de fin de semana
a todos ustedes,
grandísimos hijos de puta.
En el tercer piso

(A mis 30´s)
No he sabido envejecer (crecer nunca pude)
con estilo.
Me hice un corte moderno
para quitarme un par de años,
pelos parados y flequillo
para disimular una calvicie (ya no tan) prematura.
Una dieta rigurosa
a base de atún y verduras
para entrar en una camisa que usaba hace cinco años,
y la cual, ya no me cierra.
Un par de tenis blancos
para estar a la moda.
Yo que siempre calcé mis (rigurosos) Converse negros.
Ahora prolongo todas las fiestas
me quedo a ver morir todas las madrugadas,
como un adolescente subnormal
retacado de alcohol y mariguana.
Compré unas gafas enormes de mosca
para disimular las ojeras y la resaca,
unas botas negras de motociclista
chamarra de cuero,
la membrecía de un gimnasio
al cual no pienso visitar ni amarrado.
Hablo usando gran cantidad de modismos
neologismos y pendejadas.
Me volví adicto a las redes sociales.
Les mando solicitud a chicas jóvenes (de grandes caderas)
miro paginas “chistosas”
y series de comedia.
Río escandalosamente de chistes que no entiendo,
me hice amigo de una turba de oligofrénicos veinteañeros.
He llegado a negar a The Doors y a Los Rolling’s
por decir que me gusta el hip hop y la música electrónica.
También,
empiezo a mirar (lascivamente)
a chicas de diecisiete años
(plenamente, tercamente, firmemente)
convencido de aquello que decía Sabines;
(que a mi edad)
la juventud sólo se obtiene por contagio.
Salvajes 30´s

La idea no representaba mayor riesgo:


era mi cumpleaños
El Pelón, Marcos y El Yordan
propusieron juntarnos después del trabajo
a beber unas cervezas
platicar un poco,
quizá,
fumar un porro,
tomar un par de pastas,
y con algo de buena suerte,
rematar la noche
teniendo un poco de sexo
(pero no entre nosotros).
Y ya,
es todo lo que recuerdo.
Lo siguiente que supe
es que morí por dos días
y resucité al tercero
(como un Cristo delirante y roto)
en una habitación extraña
demasiado iluminada
bajo un pegoste
de vomito,
sudor rancio
sangre coagulada
y heridas sin cicatrizar.
Intenté salir de ahí
abrí una puerta
bajé (con paso inseguro)
por una escalera
hasta donde encontré un baño
ante el cual me arrodillé.
Me sostuve
con todas mis fuerzas
ante ese piadoso santo
y su porcelanizada blancura.
Pedí perdón y clemencia
a dios
a Buk
a Dos
a Baco
a Satán
y a la memoria.
Escupí el alcohol
junto con partes del estómago
la última cena,
y la sangre que me quedaba,
bañado todo por un líquido nauseabundo
y amarillento.
Antes de salir de ahí
lavé mi boca
(y parte de mis pecados)
sobre el lavabo.
Me vi,
con ojos llorosos en el espejo
y le juré a mi reflejo
(demacrado y ojeroso)
no volver a hacerlo
Al menos,
hasta la siguiente noche.
36 marzos seguidos
(que la edad, a fin de cuentas, es solo un número)

Primero llegaron las náuseas


luego siguió el resto,
una explosión
de pequeños puntos de luz danzando en el aire,
el intenso dolor en la nuca
un zumbido de abejas en los oídos
la dificultad para respirar,
pesadez general y somnolencia.
Cerré los ojos durante un minuto
y sobrevino la nada.

Me hubiera gustado tener otras noticias que darle.


dijo el tipo con la bata blanca.
Sufre usted de hipertensión
y padecerá de arritmias constantes
si no cambia sus hábitos.
El riesgo de un infarto al miocardio
o derrame cerebral es alto.
Después escribió una receta
me pidió que me vistiera
y me pasó la cuenta.

Podría haberme quedado por ahí sentado


viendo mi tripa velluda
subir y bajar
acompasada con mi respiración.
Descansando sin mas
que escuchar crecer mi corazón
y gotear la pena.
Durante un par de minutos pensé
que había llegado la hora
de comenzar a privarme de
algunos pequeños placeres,
tuve recuerdos emotivos
y pensamientos varios
sobre la vida, la muerte y
el largo camino recorrido.

Nací en la primavera del 84


muchas cosas han acontecido desde entonces
y heme aquí,
dando batalla.
He sobrevivido a momentos difíciles:
devaluaciones,
adicciones,
dos matrimonios,
depresiones,
intentos de suicidio,
decepciones,
enfermedades venéreas.
He plantado cara
ante la adversidad
la incertidumbre,
el hambre,
la necesidad,
y al desamparo.

Entré a una farmacia,


había gente vieja y enferma
y otros tantos hipocondríacos
con cara de preocupación
y olor a muerte,
resignados a padecer
infinitamente.
Me marché de ahí,
sin comprar nada.
Seguro de que aún
no es momento
para que,
un corazón que ha comenzado a forzar la marcha
se detenga a la mitad,
de lo que ha sido,
sin duda,
un hermoso,
e intenso viaje.
Hank, querido:

Hank todo está preparado.


He puesto algo de música, música de verdad,
la sinfonía 40 de Mozart.
Compré dos botellas de Oporto
y unas cuantas cervezas.
Hank, invité algunas putas;
ellas caminarán por la habitación
con la falda levantada enseñando las piernas,
piernas envueltas en medias de red
sostenidas en altos tacones.
Y mientras tú y yo tendremos una pelea,
probaré tu gancho de izquierda
y tú mi derecha.
Hank, golpeo fuerte, debes saberlo.
Sobre todo, cuando mi oponente es también mi amigo.
Tal vez me tumbes un diente o me dejes un ojo morado,
pero no podrás dejarme tirado.
Soy duro, soy un tipo realmente duro.
Después encenderemos un cigarrillo
lo dejaremos consumir y no diremos nada,
destaparemos las botellas y acabaremos con ellas,
también con las cervezas.
Hank dejaremos que las putas mastiquen nuestra alma
que tomen nuestro corazón
y lo ahoguen en un frasco con formol.
Fumaremos un porro en honor a Mozart.
Le patearemos el culo a la vida.
La guiñaremos el ojo a doña Muerte,
quizá le echemos un polvo.
Hank tú eres rudo,
pero yo también soy un tipo rudo,
ambos lo somos.
Y además tenemos clase,
clase para disfrutar nuestra propia miseria,
clase para no tener que inclinarnos ante nadie,
clase para cerrar las cortinas
hervir un par de huevos
echarnos a la cama y olvidarnos del mundo.
Hank, tú y yo compartimos la misma enfermedad y la misma locura;
Tú le dabas a la máquina de escribir como nadie
tecleabas con furia,
escribías con rabia y sangre,
a tu manera eras un genio.
Yo también lo soy a mi manera.
Ambos lo somos.
Hank, ya lo ves,
todo está listo, te estoy esperando.
Y mientras, destaparé esta cerveza,
espero que no tardes.
Phanein

Me propuse escribir un poema


con una palabra
que escuché
sin contexto,
y como no entendí la referencia
tuve que investigar su significado
,pero ya he olvidado cual era.
Solo recuerdo
que hacía mención
sobre la cualidad de la luz
al pasar
a través de los objetos.
Tantas horas dándole vueltas
y ahora no puedo adjetivar
el sustantivo que la define.
Dejo de teclear por un momento
y observo el amanecer,
entrando por la ventana rota.
Me sorprendo al ser testigo
de la forma en que el día explota
impregnándolo todo
con su claridad diáfana.
YOSOY

Mi pequeño dios personal


no es ningún misógino barbado
nacido en medio oriente
que lo mismo le da tirarse
a una cabra
que, a una niña de 12 años,
al que le encanta verte explotar

Tampoco es un judío circuncidado


Proto hippie de la antigüedad,
bebedor de vino en odres
pescador de hombres,
(homosexual en el armario)
que no sabe hacer freestyle.

Tiene poco que ver


con un ídolo granítico
y pinta de retrasado,
esculpido en una selva
por algún aborigen en taparrabo
que no entiende,
ni media palabra de español.

Mi dios personal
es un poco más terrenal
y mundano,
carga con un negro
sentido del humor.
Nunca pone la otra mejilla
conserva todas sus costillas
y no te vende la salvación,
a las 3 am por televisión.

Es parecido a ti
huraño, peleón
y un tanto alocado.
También se tira pedos
mientras se rasca las bolas
por la eterna búsqueda
del simple placer.

Mi pequeño dios personal


se hace cargo de todos sus pecados
sin necesidad de cargar ninguna cruz.
canta cuando está borracho
y no sabe bailar.
Él muere por las noches
y resucita cada día
tan solo para obrar
el milagro bilógico,
de ponerme en pie.
El odio es

(a R. Wolfe)

Toda mi vida he sido un odiador profesional


de ahí viene un poco mi amargura
y también mi necedad.

El odio son los recuerdos de la infancia


de los que no se puede escapar.

El odio son esas miles de horas desperdiciadas


dentro de un autobús.

El odio son todos los semáforos en rojo


y el tráfico de la ciudad.

El odio son todos los lunes que tuve que madrugar con resaca
para enfrentarme a un reloj checador.

El odio son los políticos con sus caras estúpidas


mintiendo por televisión.

El odio son las marcas invitándote a gastar


el dinero que no tienes (ni tendrás).

El odio son todas las citas que no funcionaron


y también las que sí.

El odio son las cosas que te gustaría escupirle a tu familia


y te las callas por convivir.
El odio son las filas en los cajeros automáticos
y esa señora mayor que no entiende su función.

El odio son todas esas fiestas a las que no acudiste


por avergonzarte de tu reflejo.

El odio son todos los jefes y demás figuras de autoridad


haciendo gala de su estupidez.

El odio son las distancias que alargan las noches de insomnio


y la falta de autocontrol.

El odio es una cuenta en ceros, la billetera vacía


y todas las deudas por pagar.

El odio es engordar y envejecer


sin darte cuenta de cómo ocurrió.

El odio es tu padre enfermo junto a tu madre menopaúsica


estirando una relación que ya fracasó.

El odio es sentarte frente a la computadora a escribir esta lista que no se puede borrar
simplemente por la falta de valor.

El odio es no saber terminar este puto poema


o disparar la pistola, que ponga el punto final.
Este Poema

Este poema
recién parido
sangra desde su inicio
nació desnudo
y sucio.
Con garras,
pelos
y cuchillos en su corazón.

Este poema se precipita


desde lo alto
como un pájaro
en picada
que en pleno vuelo
rasga la realidad.

Este poema es una bestia


que escupe fuego.
Se ha alimentado con rabia
y latido a latido
ha aprendido a combatir
su propia verticalidad.

Este poema tiene grietas


y heridas
de donde
efímeras, le florecen
serpientes de 20 letras
y líneas sin comas
ni punto final.

Este poema no tiene amigos


que lo inviten a beber
ni el estómago revuelto,
por un mal sexo de reconciliación
ni mujeres ardientes
que desfallezcan de amor.

Este poema no tiene futuro


ni brújula,
tampoco es una declaración
ni tiene la intención
de ser transgresor
solo es una larga perorata
que va tomando impulso
y ahora,
por decisión propia
acaba de morir.
Taller

El Wilfred nos da los poemas


¿Se le puede llamar poemas a eso?
Los ha escrito una adolescente demasiado tardía
y nos pide que los corrijamos.
La sociedad de escritores de Juárez,
a la que, por supuesto no pertenezco,
va a publicarlos.
Yo los leo y pienso que no hay nada que corregir,
deberíamos olvidarnos de ellos
no hay nada rescatable.
Deberíamos incendiarlos.
Claro, después de leerlos nuevamente
y reír hasta desternillarnos.
La tarde avanza lenta.
No hay café.
No hay poesía.
Y hablamos de cosas que no entendemos
mientras afuera el mundo rueda.
Estallan algunas bombas en un lugar impronunciable.
Las ballenas jorobadas dan un paso a la extinción.
El smog ahoga a los chinos.
Los políticos siguen robando
Don cocodrilo sigue sirviendo tortas.
Tratamos de arreglar el mundo,
por lo menos la rebanada que nos toca.
Y no olvidamos los poemas,
que llenos de tachaduras y recomendaciones
(Aquí se tiene la idea de que escribir en presente es lo mejor para un texto)
también esperan su arreglo.
He irremediablemente fallamos en cada intento.
Pero aquí estaremos el próximo sábado
buscando un lugar,
buscando un igual
para sentirnos parte de algo.
Mientras todas las mujeres de esta ciudad
ignoran que existimos
y pasan sin voltear a vernos.
Queridos

Queridos y muy estimados míos,


me comunico por medio de la presente,
para informarles
que no quiero seguir recibiendo invitaciones
para acudir a sus talleres literarios.
Suficiente tengo ya,
Con toda la mierda
que debo tragar a diario.
Y no me lo tomen a mal
no es nada personal contra ustedes.
Es solo que me cruzo ya
con demasiada gente estúpida
en todos lados.
Simplemente,
no quiero tener que enfrentarme
a la vacía expresión
en vuestras caras.
De sus textos,
ni digamos.
Leerlos, probablemente
me deje estúpido,
ciego
o ambas cosas.
Esto es la vida.
Para soñar está la almohada
Para cagar,
el escusado.
Para taller
el del mecánico.
Todas sus grandes expectativas
pueden arrojarlas por la ventana,
aquí no sirven para nada.
Sigan siendo gregarios
yo no seré parte de su manada.
Persigan sus jodidos like´s
y publiquen en sus muros,
hasta ser descubiertos
por algún editor
con la suficiente visión
y hambre de mercado.
Sigan en lo suyo,
hasta que se les termine el cuento
(o el tiempo).
Que, del trabajo sucio,
(y de la poesía),
yo me encargo.
Un triste anacronismo

Hoy anunciaron al ganador


de un concurso de cuentos
en el que me había inscrito,
el premio eran 300 dólares
y la posibilidad
de aparecer en una antología.
Lo estuve pensando
por un par de días.
Participar, para mi
y las ideas que adquirí
leyendo a viejos fracasados
apestosos a alcohol y sobaco,
significaría vender mi culo
y mis letras.
Ganar representaba tener un precio
ser parte de la industria,
otro blandengue más
en la búsqueda de ser aceptado
y poder entrar a un mundillo de amiguetes
likes y sonrisas.

Así que, tras 48 horas,


usando el hambre
como bandera,
y una billetera vacía
como principal motivo,
elegí mi mejor obra.
Le corregí los errores,
reescribí un par de líneas.
y lo leí de nuevo,
de un tirón.
La historia se mantenía,
poseía buen ritmo.
La trama era grotesca
y violenta
pero salpicaba realidad.
Estaba llena de sangre
bombeaba vida
y gasolina.
Te sacudía,
te helaba el estómago
se te contraían los huevos
con el punto final.
pero te dejaba un buen gusto,
por cómo estaba narrada
por el uso del lenguaje
por su (casi) perfecta estructura.

Así que puse mi nombre en el formulario


mis datos generales
y el número de cuenta
donde deberían depositar mi premio.
Luego me gasté
mentalmente y por adelantado
mis 300 dólares.
Liquidé los pagos pendientes
me compré zapatos nuevos
incluso alcanzó para unas cuantas cervezas
y un corte de cabello.
Al llegarme la notificación
la abrí confiado de ver mi nombre.
Y con mis sueños masticados
me escupieron en el rostro
lo siguiente:

¨Sr. Núñez,
Lamentamos informarle que su relato nos pareció demasiado crudo, no va con la temática,
ni con la finalidad de este concurso. Por lo tanto, nos vemos en la necesidad de rechazar su
postulación para ser parte la antología que esta editorial sacará con los cuentos participantes
que no fueron elegidos ganadores¨.
Después de pasar el trago amargo
y ver caer mi castillo de ilusiones
me puse a escribir
¿Qué otra cosa habría de hacer para sacar la rabia?
¿ir al yoga?
¿buscarme un árbol y abrazarlo?
¿hablar con las paredes y las voces en mi cabeza?
¿masturbarme compulsivamente?
Me puse a aporrear el teclado
convencido de que la literatura
no debería tener costo
y que el valor de escribir
no tendría que basarse en un tabulador
ni realizarse a destajo.

Mientras alguien mas


en algún lugar cálido y soleado
se gasta mi dinero
y se promociona en redes
como un futuro ganador del Nobel.
Yo puedo presumir que
conservo mi culo intacto,
y mantengo la convicción
de que Yo si soy un escritor real
y autentico.
lamentablemente
con subterfugios no se pagan
las deudas,
y los falsos consuelos
no tapan
los rotos de mis zapatos.
Un sucio habito

―Quiero aprender poesía ¿Qué me recomiendas?

―Vivir, beber, follar, zapatear las calles, llenarse de polvo las suelas, acumular recuerdos,
amaneceres, resacas; enamorarse mil veces, decir adiós diez mil veces; mojarse bajo la
lluvia, ver el mar cuando menos una vez en la vida; rascar tus heridas, abrir de nuevo tus
cicatrices, remover la suciedad en la que te encuentras. La poesía vendrá después o quizá
no, pero entonces ya no importará demasiado.

―Me refiero a un libro.

―No hay libros para eso.

https://www.facebook.com/FokinBastard/
saulnunez1984@gmail.com

También podría gustarte