Procesal Laboral Esta Reforma Procesal Laboral (RPL) nos sigue dando sorpresas; no gratas, por cierto. Cada vez me convenzo más de que el resultado de la negociación entre los sectores sociales: cámaras empresariales, organizaciones sindicales, y el gobierno, no fue el mejor; es más, no fue ni siquiera el mal menor el que terminó aprobándose como la gran reforma al Código de Trabajo. Tal vez hubiera sido mejor no aprobarla. Tocar el Código de Trabajo para reformarlo siempre ha sido muy difícil, sucede cada dos décadas más o menos, y por lo visto se desaprovechó la oportunidad para modernizar nuestro Derecho del Trabajo, al menos por un buen rato. Pero en fin, es lo que hay y tenemos que lidiar con eso. Resulta que fui invitado a participar en un encuentro de jóvenes árbitros de derecho, en el “Arbitration Day” de la Asociación sin fines de lucro Costa Rican Young Arbitrators a celebrarse en el Colegio de Abogados y se me solicitó hacer una ponencia sobre las implicaciones de la Reforma Procesal Laboral en materia de arbitraje. Yo nunca digo que no a una invitación para compartir conocimientos, porque siempre he considerado estas como oportunidades para aprender. De manera que naturalmente consentí y ahí estuve. La preparación de mi presentación me llevó hasta esta columna. Recordemos aquí que uno de los principales objetivos de la RPL fue la de hacer los cambios necesarios en la legislación para que los trabajadores y empresarios obtuvieran justicia, más pronta y más cumplida, que lo que estaban recibiendo del aparato judicial; es decir, de los Tribunales de Trabajo. De ahí que uno de los pilares de la reforma al Código de Trabajo fue el fortalecimiento de los medios alternativos de solución de los conflictos, que fueron también, en su momento, robustecidos con la promulgación de la Ley No.7727 denominada Resolución Alterna de Conflictos y Promoción de la Paz Social de 1997. El punto central de todo esto, fue que los Tribunales de Justicia se descongestionaran de casos nuevos; la cantidad de juicios por Juez es tan grande que sinceramente no tengo idea cómo hacen. Ahora bien, además de la conciliación que siempre se ha realizado en todos los procesos laborales, se quería impulsar también la alternativa del arbitraje para asuntos laborales. Arbitraje laboral significa que las partes en conflicto por derechos laborales individuales o colectivos, deciden que no quieren ir ante un Juez, sino que delegan la resolución o sentencia en un árbitro neutral o en un tribunal conformado por árbitros. Declinan su derecho a acudir a la justicia ordinaria, la de la Corte Suprema de Justicia, y delegan esa labor a terceros, que se supone tienen las mismas cualidades y conocimientos que un Juez laboral. Eso sí, al hacer esta decisión, cierran las puertas de la jurisdicción ordinaria, la que nos provee el Estado a los ciudadanos, a través de los Tribunales de Justicia. Lo que decida el árbitro debe ser aceptado por las partes en conflicto, y no pueden arrepentirse, acudiendo después ante un juez de trabajo. Pues bien, en resumen, el arbitraje laboral tiene 3 escenarios que merecían la pena ser reformados: 1) los arbitrajes en conflictos colectivos, que se beneficiaron de la reforma en que ya no sólo pueden hacerse ante el Juez de Trabajo sino que también pueden plantearse en el Ministerio de Trabajo en el Departamento de Relaciones Laborales, o bien, en un centro privado de Resolución Alterna de Conflictos; 2) los arbitrajes en el sector público, que también fueron beneficiados con su autorización expresa, aun para los que no pueden acudir a la huelga; y 3) en tercer lugar, los arbitrajes en asuntos individuales, que son la mayoría de los conflictos que se dirimen ante los Tribunales de Trabajo. Eran estos casos los que urgentemente requerían de nuevas alternativas para resolverlos fuera de la arena del Poder Judicial; pero no fue así. Se establece en la RPL el saludo a la bandera de que todos los ciudadanos podemos resolver nuestros conflictos mediante la conciliación, la mediación y el arbitraje, pero se incorpora al Código de Trabajo la regla jurisprudencial de la Sala Segunda que sanciona con nulidad cualquier cláusula de arbitraje que se incorpore al contrato de trabajo, o en un convenio posterior, porque se presume que se trata de una cláusula de adhesión, en la que el trabajador no tiene ni voz ni voto. Es decir, si no la firma, no obtiene el trabajo; o en el caso de adiciones al contrato original, no lo conserva. Para ir al arbitraje se necesita el acuerdo de las dos partes en conflicto. La manera práctica cómo se instrumentalizaba el arbitraje en laboral, era precisamente incorporar una cláusula que obligaba a patrono y trabajador a resolver sus diferencias no ante el Poder Judicial, sino ante un árbitro. Pero esta cláusula fue declarada nula por la jurisprudencia, aduciendo que los derechos laborales son irrenunciables, y que estos son del exclusivo conocimiento de los jueces laborales. La RPL resuelve el asunto diciendo que el trabajador y el empleador no pueden establecer un acuerdo sobre ir al arbitraje, sino está ya declarado el conflicto. Esto es, no se puede establecer a priori que cualquier conflicto que surja entre trabajador y patrono se va a decidir en un Tribunal de Arbitraje. Eso sí, se puede decidir hacerlo, cuando ya están las partes en enfrentamiento, pero sobre derechos que sean irrenunciables Podrán comprender los lectores que después de 15 meses de vigencia de la RPL no se ha presentado ni un solo caso de arbitraje de conflictos individuales; esos de todos los días. Es claro que si las partes están en conflicto, difícilmente se podrán poner de acuerdo para suscribir un acuerdo de compromiso arbitral; y al establecerse en la RPL que este compromiso no es válido antes del conflicto, las probabilidades de dar chance al arbitraje en la resolución de conflictos individuales son nulas. Está bien, si acogemos la tesis de la jurisprudencia, en cuanto a que el trabajador que suscribe un compromiso arbitral en el contrato de trabajo, está siendo víctima de la desigualdad de posiciones con el empleador, que se presume más poderoso; y si aceptamos que tampoco pueden someterse a arbitraje derechos irrenunciables según el Código de Trabajo ¿podríamos aceptar la cláusula arbitral en el contrato de trabajo, si al final de cuentas lo que se va a llevar a arbitraje son derechos litigiosos, que por definición, no se consideran irrenunciables? Esto significa, que está bien que no se acepte la cláusula arbitral en el contrato de trabajo, en cuanto se refiere a derechos irrenunciables; pero no hay razón para que dicha cláusula sea nula, para los derechos que con inciertos, por definición, controvertibles, litigiosos. Parece que sí se puede pensar así, lo que significa que hay que matizar la jurisprudencia. En todo caso, la solución a este dilema que contiene la RPL puede ser también que en el momento en que se entrega la liquidación de derechos a un trabajador, se suscriba el convenio de arbitraje inmediatamente. Es decir, que el trabajador pueda aceptar su liquidación, pero igualmente dejar de manifiesto su inconformidad con los montos o rubros de la liquidación, y que sea en ese mismo momento en que pueda libremente aceptar el arbitraje, en vez de someterse a la jurisdicción laboral ordinaria. De esta manera se cumple con el requisito de que el compromiso arbitral se suscriba una vez que se ha declarado el conflicto por parte del trabajador, e igualmente, que se trate de derechos sobre los que hay controversia. No es casualidad que no se hayan presentado solicitudes de arbitraje en conflictos individuales en ninguno de los centros RAC autorizados. Las reglas de la RPL son contradictorias, una vez más. Alfonso Carro S. Asesor Laboral Corporativo