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13.2. EVOLUCIÓN ECONÓMICA Y SOCIAL DEL FRANQUISMO.

(Breve introducción del tema. Ver 13.0)

La victoria de Franco en la Guerra Civil tuvo unas repercusiones económicas muy negativas. A
corto plazo, sumió en el hambre y la miseria a muchos españoles. A largo plazo, consolidó una economía
poco competitiva que dificultó en gran medida la reconstrucción y el crecimiento económico de la
posguerra.

EVOLUCIÓN ECONÓMICA

 Autarquía y racionamiento (19369-1959).

Uno de los principales objetivos de la primera etapa del franquismo fue conseguir la autarquía,
es decir, la autosuficiencia económica, limitando las importaciones e interviniendo el Estado en la
economía. Sus consecuencias fueron el bloqueo del crecimiento económico, la reducción de la
competitividad y el desaprovechamiento de la coyuntura económica favorable que Europa conoció
después de la II Guerra Mundial. Por tanto, no va a ser hasta la década de 1950 cuando España se
incorpore a la fase de crecimiento y cambio tecnológico.

Los principales ejes de actuación de la autarquía fueron la reglamentación de las importaciones


y exportaciones y el fomento de la industria.
Si se pretendía conseguir la autosuficiencia económica, era necesario limitar los intercambios
con el exterior, principalmente las importaciones, a lo que debía unirse el impulso al desarrollo
económico. En el caso de los intercambios con el exterior, el Estado pasó a controlar tanto importaciones
como exportaciones, siendo necesaria una autorización administrativa para realizarlas. El resultado de
estas restricciones fue un encarecimiento de los productos que el Estado debía importar (por ejemplo, el
petróleo) y una gran escasez de bienes de consumo. El desabastecimiento afectó también a las materias
primas y al suministro eléctrico, lo cual provocó un notable descenso de la producción industrial.
El segundo ámbito de actuación fue el fomento de la industria. Se centraron en la industria de
bienes de equipo para, en un marco de aislamiento internacional, obtener la independencia militar y
política; recibiendo una importante ayuda por parte del Estado, que dio lugar a un gran gasto público que
tuvo importantes efectos inflacionistas. En 1941 se racionalizó la red de ferrocarriles con la creación de
RENFE y ese mismo año se fundaba el INI (Instituto Nacional de Industria), a través del cual se crearon
empresas públicas, cuyo objetivo era producir bienes que el sector privado no producía por falta de
rentabilidad o porque requerían mucha inversión. También en estos años se crearon importantes
empresas como Endesa, Iberia, Seat… Pero lo cierto es que las empresas arrojaban fuertes pérdidas, a
pesar de ser necesarias para la recuperación económica del país.

El resultado fue el desabastecimiento generalizado de alimentos y el racionamiento de los


productos considerados de primera necesidad, que se distribuían mediante una cartilla de racionamiento,
vigente entre los años 1939-1952. El Estado controlaba el mercado directamente: los productores
estaban obligados a vender toda su producción al Estado a un precio fijado con anterioridad, siendo
entonces la Administración la única que podía vender los productos a un precio también fijado. El
problema residía en que la tasación realizada por el Estado era inferior a su valor y ello, en la situación de
posguerra, obligaba a que los productores escondiesen parte de la producción para venderla después en
el mercado negro y a un precio superior, con el objetivo de obtener mayores beneficios. Eran los llamados
estraperlistas los que negociaban estos productos en el mercado negro: se encontraban entre ellos
productores agrícolas, pero también miembros del régimen que a cambio de importantes comisiones
facilitaban estos intercambios ilegales. La escasez de productos llevó a que en el mercado negro los
precios de los productos básicos se duplicasen y triplicasen y que algunos, como aceite y trigo, su mayor
parte fue comercializada por este camino. La escasez también llevó al racionamiento pero no sólo de
alimentos sino también de productos energéticos, siendo frecuentes, por ejemplo, las restricciones de luz.
Toda esta política autárquica, el mercado negro y la escasez perjudicaron a las clases más
humildes: la insuficiencia de alimentos y su elevado precio, unido a sueldos muy bajos llevó al hambre.
Además, no había sindicatos al margen del oficial que exigiesen medidas para una mejora de las
condiciones de vida como un aumento salarial. Por lo que a la vez también perjudicó a la industria,
especialmente de bienes de consumo: la población no podía atender sus necesidades básicas, por lo que
disminuyó la demanda de bienes de consumo como la industria textil; esa contracción de la demanda
ocasionó pérdida de beneficios y por tanto, un excedente de mano de obra, que se saldó con el aumento
de despidos, de manera que zonas como Cataluña, donde sobresalía la industria textil, fue una de las
zonas más afectadas, especialmente porque en esta zona tampoco el INI desarrolló una importante
actividad. Esto condujo a la aparición de las primeras movilizaciones obreras y ciudadanas, iniciándose
un primer estallido de conflictividad social entre 1945-1957 en Cataluña, Asturias y País Vasco,
destacando el movimiento de protesta que surge en 1951 en Barcelona y que tiene su origen en la subida
de precio del billete de tranvía pero que inevitablemente derivó hacia los salarios y la falta de libertad.
Estas movilizaciones evidenciaron el descontento de la población pero también el fracaso de la
autarquía: las malas cosechas y la política de precios habían llevado desde prácticamente el principio a
aumentar las importaciones de alimentos. Pero al mismo tiempo, esa política de autosuficiencia unida al
aislamiento exterior provocó la escasez de divisas, de manera que las pocas que había se utilizaban para
la compra de alimentos, impidiendo las importaciones de materias primas y productos fabricados
necesarios para el desarrollo industrial. Como única solución, se imponía la devaluación de la peseta,
medida a la que el régimen se mostraba reticente aunque a pesar de ello, su valor descendió ante la falta
de competitividad de sus productos. Como resultado, se hacía urgente obtener divisas para pagar las
importaciones, medida que se verá favorecida por el inicio del fin del aislamiento.
 El viraje de la economía española: el desarrollismo.

Entre 1959 y 1973, la economía española creció a un rimo sin precedentes en la historia del siglo
XX. A mediados de la década de 1950 era evidente que España necesitaba un cambio de rumbo que
abriese la economía española al mundo occidental. El gobierno formado por Franco en 1957 y los que le
sucedieron en la década de 1960 supusieron un profundo giro en la política. La corrección de la política
económica vino de manos de las ayudas económicas estadounidenses y los gobiernos de la tecnocracia
y sus ministros del Opus Dei, con el Plan de Estabilización de 1959, que se centró en el control de la
inflación y el equilibrio de la balanza de pagos. Su objetivo era poner fin al fuerte intervencionismo estatal
y apostar por la liberalización comercial y financiera. Para ello pusieron en marcha medidas como:

1-El control de la inflación. Con este propósito se restringió el crédito (subida de los tipos de interés) y se
congelaron los salarios.
2-La desregulación interior. Se eliminaron muchos organismos de control de la economía (comerciales e
industriales), así como el sistema de precios fijos para determinados productos.
3-La apertura exterior. En general, se produjo una gran apertura de la economía española hacia el
exterior. Hay que resaltar la devaluación de la peseta con el fin de aumentar las exportaciones así
como la eliminación de barreras respecto al comercio y la inversión extranjera.
El sector industrial y los servicios se consolidaron como las actividades fundamentales de la
economía española, desplazando a la agricultura. Además, las innovaciones técnicas traídas del
extranjero permitieron aumentar la productividad y los salarios, lo que se tradujo en un aumento de la
demanda de bienes de consumo y el nivel de vida de la sociedad española en general.
Asimismo España dejó de ser un país rural y comenzó un proceso intenso de urbanización.
Por otro lado hay que indicar la aplicación de los “Planes de Desarrollo”, con el objetivo de
disminuir los desequilibrios regionales. Se basaban en un impulso público al desarrollo económico a
través de las inversiones en infraestructuras, en subvenciones a las empresas y en favorecer “Polos de
Desarrollo” (buscar el desarrollo económico en determinadas zonas poco industrializadas (Ejemplo;
Huelva con la industria petroquímica).
A pesar de la propaganda del momento sobre el “milagro económico español”, lo cierto es que el
crecimiento sólo fue posible en el marco de una extraordinaria coyuntura internacional. Las innovaciones
tecnológicas limitaron la creación de empleo, dando lugar a una intensa emigración a Europa (Francia,
Alemania, Suiza Bélgica), sin la cual el desempleo habría crecido a niveles catastróficos. Por otra parte, el
bienestar europeo generalizado provocó un boom turístico que, junto con las remesas enviadas por los
emigrantes, resultaron fundamentales en el equilibrio de la balanza de pagos.

No obstante, el desarrollismo trajo un desarrollo económico desigual tanto en sectores (industria


y servicios, frente al primario) como por áreas o regiones (concentración del desarrollo económico en
Madrid, Cataluña y País Vasco, frente a las regiones rurales) y produjo fenómenos como el comienzo del
vaciamiento demográfico de muchas zonas del interior del país, así como un urbanismo sin control
ambiental y ecológico (urbanización y destrucción de muchos espacios naturales).

 Crisis
La crisis mundial de 1973 coincidió con la crisis política del franquismo, lo que impidió la puesta
en práctica de las medidas económicas apropiadas. Esta crisis de carácter mundial afectó negativamente
a España, provocando las siguientes consecuencias: la detención de las inversiones extranjeras y del
flujo de divisas aportado por los emigrantes y el turismo así como la estanflación, situación de
estancamiento económico, paro e inflación.

TRANSFORMACIONES SOCIALES
El franquismo supuso cambios muy profundos en la sociedad española.
La represión se extendió mucho más allá del final de la guerra con la Ley de Responsabilidades
Políticas, orientada a la depuración de todos aquellos que hubiesen colaborado con la República,
paradójicamente acusados de sublevación. A pesar de ello, hasta 1948 existió una oposición armada en
forma de guerrilla, el maquis, que protagonizó numerosos enfrentamientos con la Guardia Civil.
Las libertades de época republicana dejaron paso al control social e ideológico de la población a
través de FET de las JONS, con el Frente de Juventudes o la Sección Femenina dirigida por Pilar Primo
de Rivera.
En la enseñanza, monopolizada por la Iglesia, se introdujo la “Formación del Espíritu Nacional”,
asignatura en la que se adoctrinaba a los jóvenes en los principios básicos del Movimiento;
convirtiéndose, por ende, en un importante medio de adoctrinamiento político y religioso.
En consecuencia, se impusieron unas formas de comportamiento basadas en la más estricta
moral cristiana, el puritanismo y el modelo patriarcal, que consagraba la inferioridad jurídica de la mujer.
Desde el punto de vista demográfico, durante los años sesenta también se dio un gran
incremento de la población debido al descenso de la mortalidad (mejora de la alimentación y de las
condiciones sanitarias) y a un mantenimiento de las tasas de natalidad (“baby boom”).
Con la expansión económica y el turismo se produjo la modernización social (sociedad de
consumo, familia nuclear, nuevo movimiento feminista, renovación de la Iglesia, cambios en la forma de
vestir...) que chocaba con el inmovilismo del régimen. Así, se puede decir que el gran éxito económico del
franquismo fue al mismo tiempo uno de los elementos que más lo debilitó en el plano ideológico y cultural.
CONCLUSIÓN
El cambio económico determinó una transformación profunda de la sociedad española e impulsó
la difusión de nuevas actitudes y pautas de comportamiento. Sin embargo, esta nueva evolución
económica y social no estuvo acompañada de reformas políticas profundas, y el franquismo se mantuvo
como una dictadura, enquistada en el inmovilismo político e incapaz de democratizarse.
La falta de libertades democráticas y las nuevas condiciones sociales en España estimularon el
desarrollo de movimientos de oposición al régimen, que tuvieron en las protestas obreras, estudiantiles y
vecinales sus mayores exponentes. Cuando el régimen entró en crisis ante la proximidad de la
desaparición de Franco, quedó claro que una buena parte de la sociedad española no necesitaba la
continuidad del franquismo.

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