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La fuerte caída de la actividad económica, sufrida en estados Unidos con el llamado lunes negro de
octubre de 1929, afectó a todo el sistema capitalista mundial cuando se “derrumbaron” los mercados
norteamericanos en la bolsa de Wall Street, cuyo resultado fue la caída de los precios mundiales de las
materias primas y de los alimentos. Empresas, bancos y entidades financieras quebraron o atravesaron
serios problemas económicos. Esta situación se extendió por el mundo y afectó a los países europeos: el
pánico se apoderó de la población, muchas personas perdieron su empleo y su vivienda, y esto generó
un escenario de luchas y desamparos.
Los problemas económicos y financieros que los países centrales debieron afrontar derivaron en un
nuevo escenario comercial. Para enfrentar la crisis, se estimuló el mercado interno y se redujeron los
intercambios comerciales, o sea, al contraerse el mercado internacional, disminuyeron las importaciones y
las exportaciones entre los países centrales y la periferia capitalista, lo que se conoce como economía
cerrada.
Entre los años 1930 y 1976, la sociedad argentina protagonizó una serie de profundas transformaciones
en el proceso de organización espacial del propio territorio. La crisis de 1930 interrumpió las
exportaciones de bienes primarios (cereales, carnes, cueros) que, durante el modelo agroexportador,
habían colocado a la Argentina en el gran escenario comercial mundial, lo cual dificultó la compra de
bienes manufacturados o industrializados en el exterior. Además, condujo a la creciente intervención del
estado nacional en la promoción de políticas de desarrollo económico y social que derivaron en profundas
transformaciones territoriales y sociales.
A partir de 1930 y hasta principios de los años 1970, se produjo una creciente industrialización de la
economía nacional, que marca el agotamiento del modelo económico agroexportador. Los grandes
propietarios de tierras, ante la caída de las exportaciones agrícolas, orientaron sus inversiones hacia la
industria local.
El período de la ISI se extendió por más de una década e hizo que la producción industrial superara a la
producción agropecuaria, lo que generó grandes transformaciones territoriales, económicas y sociales. El
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Estado nacional fue el actor principal en esta etapa, encargado de diseñar políticas y medidas
económicas tendientes a superar la crisis internacional. Estableció cupos o valores máximos para la
producción agrícola y redujo la superficie de siembra. Fijó precios sostén (llamados así a los precios
mínimos) para la compra de productos primarios que abastecían las incipientes economías regionales. De
esta forma, evitaba la caída de los precios garantizando los ingresos de los productores de dichas
regiones. El Estado, además, elevó los impuestos a los productos importados y limitó las compras de
bienes industriales no tradicionales. Todas estas medidas se tomaron para nivelar la balanza de pagos,
es decir, para que las exportaciones fuesen iguales a las importaciones.
Las medidas tomadas por el Estado beneficiaron a los grandes productores pampeanos, dueños de las
tierras, y perjudicaron a pequeños y medianos productores rurales del resto del país. El incipiente
desarrollo industrial del área pampeana, que requería poca inversión en infraestructura y tecnologías,
como las industrias textiles, alimenticias, del calzado, de la bebida, absorbió esa mano de obra
desocupada. Otras industrias que se destacaron fueron: la mecánica (ensamblaje de la industria
automotriz), químicas (pinturas, perfumería), fabricación de heladeras, caucho para neumáticos, industria
del cemento, etc. Las industrias demandaban no sólo mano de obra, sino también transporte y energía.
Buenos Aires, Córdoba y Rosario presentaban esas condiciones derivadas de la caída del modelo
agroexportador, lo que provocó el aumento de la población y la concentración de fábricas.
La Segunda Guerra Mundial afectó la provisión de bienes y combustibles que la Argentina importaba y
marcó el primer quiebre de la Industrialización por Sustitución de Importaciones. En esa misma época,
nuestro país abandonaba ciertos desencuentros políticos, fraudes y sucesivos gobiernos conservadores,
período conocido como la Década Infame, que habían aumentado la tensión social interna, con el
fortalecimiento de las ideas anarquistas traídas por los inmigrantes europeos.
En 1943, un grupo de militares a cargo de los generales Pedro Ramírez y Edelmiro Farell, por medio de
un golpe de Estado, asumieron el gobierno. Estos dieron impulso a las industrias de base, como el acero,
el petróleo y el carbón, que buscaron reducir la dependencia del exterior.
Las ideas nacionalistas estaban en auge en esos años, y una de las figuras más representativas de este
pensamiento era la del general Juan Domingo Perón, quien consolidó en su primera y segunda
presidencia, un modelo industrial que marcó las primeras grandes desigualdades socioterritoriales.
La constitución de un Estado cada vez más benefactor hizo que las economías del interior dependieran
en mayor medida de la región pampeana. El modelo de producción agroexportador no cesó. Buenos
Aires y sus alrededores continuaron concentrando la mano de obra que demandaban las industrias ya
instaladas en ese período anterior. El Estado administraba la renta agropecuaria y la reinvertía en
préstamos industriales y en planes sociales que garantizaron la vivienda, la salud y la educación, la
creación de hospitales y escuelas, y la promoción del turismo social, en áreas de la costa bonaerense y
de las sierras de Córdoba, que demuestran la elevación de los ingresos de la población y el aumento del
consumo interno de productos primarios, secundarios y de servicios.
En esta etapa comenzaron a destacarse industrias más complejas, como la industria militar o la
siderúrgica. Así, en 1941, se crea la Dirección General de Fabricaciones Militares y se construye la planta
siderúrgica de Altos Hornos Zapla en Jujuy. Aún así, la mayor parte de las industrias en el país eran de
capitales extranjeros.
En la década de 1930 se radicaron en nuestro país: Firestone, Kolynos, Quaker y Adams, Eveready,
entre otras de capital norteamericano; y Suchard, philips, Olivetti; entre las empresas de capitales
europeos.
Al igual que en las etapas anteriores, en este período de industrialización, diversos factores internos y
externos delinearon las desigualdades socio-territoriales propias del modelo. La vida política del país se
caracterizó por la alternancia entre gobiernos civiles y militares, que adoptaron medidas económicas no
siempre exitosas para el afianzamiento del modelo industrial.
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En la década de 1950, el Estado alentó la llegada de empresas extranjeras, que paulatinamente fueron
generando una dependencia científico-tecnológica importante ya que, por sus características técnicas y
su tamaño, el sistema industrial del país dependía de sus decisiones. En lo energético, se firmaron
contratos con empresas petroleras norteamericanas con el propósito de lograr el autoabastecimiento de
hidrocarburos (petróleo, fundamentalmente, motor central del proceso industrial).
En 1958, el Congreso sancionó la Ley de Inversión Extranjera Directa (IED), que establecía que los
capitales extranjeros gozarían de los mismos derechos que los capitales nacionales, con la particularidad
de que las ganancias obtenidas por ellos se podían trasladar a sus países de origen. El destino de estas
inversiones estuvo orientado a los sectores mineros, petroquímicos, metalúrgicos, electrónicos y
automotrices. El Estado garantizaba a los capitales extranjeros toda la infraestructura necesaria para su
instalación (caminos, puertos, centrales eléctricas, tendido de oleoductos y gasoductos), otorgaba
préstamos y los eximía del pago de impuestos. Este esquema generó una nueva forma de dependencia
económica, ya que las políticas tomadas en cada gestión de gobierno fueron aumentando
considerablemente la deuda pública, es decir, el endeudamiento externo.
Durante el gobierno peronista (1946-1955) el Estado tendrá una fuerte intervención en lo económico y en
lo social. En lo económico, comenzó con políticas de nacionalización de empresas, por ejemplo, el
servicio de gas en la provincia de Buenos Aires y en Capital Federal; pero también compró los
ferrocarriles, las empresas de transporte, de electricidad y de agua corriente. También nacionalizó los
puertos como el de San Nicolás, San Isidro, Ingeniero White y Puerto Madryn, entre otros.
Además fue el período de creación de industrias mixtas (de capitales nacionales y extranjeros), como
Sociedad Mixta Siderurgia Argentina (SOMISA) y la química Atanor.
En lo social, introdujo medidas tendientes a mejorar la situación de los trabajadores, incluyendo
beneficios sociales e incorporando a la clase trabajadora al consumo del producto para incentivar la
demanda interna.