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Había una vez un barco que navegaba por los mares del mundo.

Era un navío majestuoso,


de velas blancas y casco de madera pulida, y llevaba a bordo a un variado grupo de
pasajeros y tripulantes. Uno de ellos era un escritor llamado Oscar Wilde, famoso por su
ingenio y su pluma afilada.

Oscar se había embarcado en el barco en busca de inspiración para su obra literaria. Pero
no tardó en darse cuenta de que había muchos otros a bordo que también buscaban algo:
aventura, amor, fortuna, o simplemente un cambio de rumbo en sus vidas.

Una noche, durante una cena en el comedor del barco, Oscar conoció a una mujer
misteriosa que vestía de negro y llevaba un sombrero de ala ancha. Ella le hizo muchas
preguntas sobre su obra y su vida, y lo desafió con sus propias ideas y opiniones. Oscar
quedó fascinado y pensó que había encontrado a su musa.

Pero esa misma noche, el barco sufrió una terrible tormenta que puso en riesgo la vida de
todos a bordo. Las olas golpeaban el casco con fuerza, las velas se rompían, y el viento
soplaba con una furia desenfrenada. Con gran valentía, la tripulación luchó para mantener
el barco a flote y llegar a un puerto seguro.

Cuando la tormenta amainó, Oscar fue a buscar a la mujer de negro para agradecerle por
haberlo inspirado. Pero para su sorpresa, ella había desaparecido sin dejar rastro. Oscar
comprendió entonces que ella no era una mujer común, sino una fuerza de la naturaleza
que lo había llevado a través de la tormenta hacia un nuevo horizonte.

Y así, el barco y su tripulación siguieron su camino en el mar, con la esperanza de encontrar


nuevas aventuras y descubrimientos. Oscar Wilde, por su parte, se sintió revitalizado por la
tempestad y se dedicó a escribir una obra que reflejara el espíritu de aquellos que habían
sobrevivido a la fuerza de la naturaleza y la vida.

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