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Resumen
Tal vez más que en cualquier otra generación, nuestros jóvenes rompen esquemas en torno
a la sexualidad. El avance de las telecomunicaciones y la masificación de internet han
provocado que lo invisible sea visible y las acciones humanas consideradas del ámbito
privado se vuelvan públicas. En este contexto, la sexualidad de los jóvenes es más visible y
prematura, pero no por ello más madura y sana. Las familias son cada vez más diversas y
no están cumpliendo a cabalidad su rol de formadoras y de agentes de socialización
primaria. A las escuelas, por su parte, se le exige complementar y suplir la ausencia
familiar, pero los agentes del proceso educativo no cuentan con los conocimientos,
herramientas y actitudes para afrontarlo. Por ende, no existen políticas públicas adecuadas y
el Estado elude la temática. En dicho escenario se hace imprescindible una educación en
sexualidad con perspectiva de género en las escuelas, que incorpore como premisa básica el
reconocimiento de subjetividades del ser hombre y ser mujer como experiencias socio
culturales particulares que conforman sus identidades.
Abstract
Perhaps more than in any other generation, our youth people break schemes about
sexuality. The advance in telecommunications, and the massification of the Internet have
produced that the invisible become visible and the considered human actions of the private
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El artículo está basado en el Seminario “Género y Educación: Perspectiva de Género en las Políticas
Públicas y el Marco Curricular en la Enseñanza Media en Chile (1990-2005)” de los autores Héctor Gómez
Cuevas, Loreto Lillo Godoy y Pamela Vicuña Córdova.
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become public. In this context, sexuality in youth people is more visible and premature, but
not for this more healthy and mature. The families are more and more diverse and they are
not fulfilling its roll of training and of primary socialization agents. On the other hand the
schools have the accomplishment to complement and replace the familiar absence, but the
agents of the educative process have not the knowledge, tools and attitudes to face it.
Because of this, the State eludes the topic and there isn’t an adequate public policy. In this
scene a gender perspective in sexual education at schools becomes essential. This
perspective should incorporate the recognition of subjectivities of to be man or a woman
as particular socio-cultural experiences that shape their identities.
Key words: gender, school, State, family, adolescence, sexuality, education public policy.
Una joven de 14 años y con uniforme escolar practica sexo oral a un compañero en una
plaza pública, es grabada con un celular y la grabación se publica en uno de los portales de
internet más populares del momento. Suficiente para que todo Chile hable, comente y se
burle del tema.
Nuevamente se presenta lo paradójico de lo que para muchos es una cuestión
recluida al ámbito privado, pero que suele colarse en lo público, haciendo aparecer
opiniones de diferentes sectores acerca de lo moral e inmoral, permitido-no permitido,
bueno-malo, correcto e incorrecto. En definitiva, el famoso “wena Naty” se convirtió no
sólo en chiste nacional, sino que además planteó “otra vez” los desafíos pendientes de las
familias, el sistema educativo y las políticas públicas, en cuanto a la pertinencia de una
educación en sexualidad aquí y ahora.
El siguiente ensayo reflexiona acerca de la necesidad de una educación en
sexualidad con perspectiva de género en la escuela, y de las acciones u omisiones de las
políticas públicas frente al tema.2
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Entendidas éstas como la serie de acciones llevadas a cabo por el Estado chileno, tales como los Mensajes
Presidenciales en el periodo 1990-2005, el Programa de Reforma Educativa, las Políticas de Educación en
Sexualidad para el Mejoramiento en la Calidad de la Educación (1992-1993), la Reforma Curricular (1996-
1998), la Política de Participación de Padres, Madres y Apoderados en el Sistema Educativo, las leyes de
Protección de la Adolescente Embarazada, 12 años de Escolaridad, y Política de Retención Escolar (1999-
2005) y finalmente, el Informe de la Comisión de Evaluación y Recomendaciones sobre Educación Sexual
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Sin lugar a dudas, el espacio escolar es uno de los espacios más relevantes en la vida
de las personas, ya sea por el tiempo que allí se convive, la multiplicidad de relaciones que
se generan entre las personas, o por la primacía que ha ido adquiriendo como institución
social que complementa la acción, de las cada vez más diversas y ausentes familias.
Claramente, las escuelas no son la totalidad, pero sí son parte del proceso formativo
y de socialización de las personas, más aun en la etapa de adolescencia, donde se inicia el
proceso identitario y construye la personalidad, una oportunidad de esclarecer, cambiar,
fomentar y/o reproducir pautas de acción social predeterminadas (SERNAM, 2003: 9-10).
La necesidad de una educación en sexualidad, tomando en cuenta la perspectiva de
género, es decir, considerar las diferencias de carácter biológico y cómo se configuran éstas
en la cultura, radica en que la escuela es un lugar de interacción social donde se transmiten
y legitiman valores, creencias, estereotipos sociales, convirtiéndola en un verdadero
“microcosmos” de la sociedad en que se inserta.
En este contexto, la sociedad chilena identifica, a través de su cultura, formas de
“ser hombre” y de “ser mujer” instituidos como roles y conceptos esencializados, siendo los
hombres los que se identifican con el grupo dominante y actores legítimos del espacio
público, y las mujeres con que se encuentran dominadas y circunscritas a lo privado (aun
cuando estos aspectos han ido cambiando paulatinamente a través de los años). La
perspectiva de género intenta revertir lo anterior, involucrando el reconocimiento de
diferentes formas de ser hombre o ser mujer a través de la identidad y el reconocimiento de
sí mismos; pero que al no reconocerse dentro de las consideraciones culturales imperantes,
de consenso y sentido común, terminan por discriminar en base a la diferencia, a otro
distinto que no se reconoce, no se respeta y por tanto, se discrimina (Montecinos, 2003:
23).
Al encontrarnos en una sociedad con estas características y considerando a la
escuela como un “microcosmos” social, donde se reproducen modelos culturales, a través
de las relaciones sociales allí establecidas, se transforma en un lugar base donde se puede
intervenir en función de mejorar relaciones sociales, que son en esencia relaciones de poder
y de diferencias de identidad.
(2005) y el Marco Curricular constituido por los Programas de Estudio de los diferentes subsectores de
aprendizaje.
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Dicha política es interesante porque refleja la función de la escuela dentro del proceso de socialización
humano, más allá de lo general, e involucra al Estado, definiendo su rol, en conjunto con el de las familias y
la escuela.
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dio luces de lo que debería implementarse en las escuelas, declarando la necesidad de una
educación en sexualidad con perspectiva de género. Sin embargo, las políticas no han
llegado a convertirse en leyes, ni menos han llegado a donde realmente son necesarias: a las
escuelas, a las aulas y alumn@s.
Quienes nos desempeñamos en el ámbito educativo sabemos que es un tema que no
se toca, en el que no hay claridad, ni menos las herramientas necesarias para
implementarlo, donde existen miedos e intereses contrapuestos frente al tema. La educación
en sexualidad aparece como necesaria; sin embargo, la forma, el enfoque y los límites han
sido tan discutidos u obviados que no ha existido la voluntad de establecer consensos.
Por otra parte, las políticas públicas existentes no han sido capaces de enfrentar la
variable de género en toda su amplitud, porque cuando se ha propuesto hacerlo, el discurso
ha sobrepasado a la realidad; es decir, como lo señalaba Kathia Araujo (Araujo, 2005), el
discurso técnico-político del sector público no ha realizado un óptimo análisis de la realidad
para configurar su política y, por tanto, no ha diagnosticado respecto de la lentitud del
cambio de las instituciones en las que quiere introducir la variable, ni menos de las
personas que la administran. Más amplio aun, no ha considerado el hecho de que el género
es una construcción cultural que se desarrolla a partir de relaciones humanas, que en sí
mismas conllevan relaciones de poder y que a partir de esas relaciones se generan las
identidades de género. Por tanto, el problema pasa porque el discurso no alcanza a cubrir la
realidad, no se acopla ni genera una fluida comunicación entre ellos; es decir, que en el
ámbito de la escuela persisten prácticas docentes sexistas y una ausencia de políticas
públicas que las erradiquen.
El desafío es imperioso y la necesidad de herramientas con prontitud no debe
confundirse con el uso de medidas irresponsables y equívocas. El rol del Estado es
necesario, pero debe emanar también de un cambio en la estructura del mismo. Un Estado
conservador y anticuado no puede fijar políticas, ni menos intentar imponer conductas a las
personas. No obstante, debe fijar políticas públicas de acuerdo a las necesidades actuales,
que promuevan la proliferación de subjetividades y la formación de identidades en un
ambiente de libertad, respeto y tolerancia.
Seguramente Naty no es la única chica de 14 años que ha iniciado su sexualidad, y
entendiendo que lo problemático del asunto no es la sexualidad en sí misma, la tarea que la
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sociedad en general esta llamada a cumplir es que l@s jóvenes conozcan y sean
conscientes de sus actos, que asuman con madurez y vivan en plenitud sus procesos de
desarrollo. Las familias, en su diversidad, no podrán establecer los consensos necesarios. El
mundo actual ha reconfigurado las relaciones familiares y la familia ha dejado de tener el
tiempo y la definición que antes poseía. Por su parte, la escuela tiene el deber de asumir la
tarea, pero para ello también se debe contar con docentes comprometidos, capacitados y
capaces de complementar la acción de las familias; de ahí la necesidad de políticas públicas
sobre el tema. El Estado debe dejar de establecer medidas y acciones sin un previo debate
público que defina, por ejemplo, el rol que ha de tener la educación, l@s profesor@s y una
serie de valores mínimos que comparta la sociedad. Eludir la discusión ya no puede ser una
práctica permanente, ni menos sólo influir para que no sean expulsados alumnos que a los
ojos de las instituciones educativas traspasan las reglas “moralmente aceptables”.
En las escuelas sigue primando el criterio de la autonomía curricular,
correspondiéndole a cada comunidad fijar sus principios y acciones y al Estado velar por
todos. Las sutilezas y particularidades se ausentan, y en el caso del género no se reconoce
que el “ser hombre” y el “ser mujer” son experiencias socio-culturales y, por ende, el
“todo” (universal-igualitario) del Estado más parece ser un “nadie”.
Bibliografía.
Araujo, K. (2005). “Sexualidades públicas: sexualidad, sujeto y sociedad en el discurso
estatal”. En III Seminario de Sexualidades Contemporáneas – Intimidades Ciudadanas /
Sexualidades Públicas, noviembre de 2005, Universidad Academia de Humanismo
Cristiano.
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Montecino, S. (2003). “Hacia una Antropología del Género en Chile”. En Montecinos, S.;
Castro, R.; De La Parra, M. Mujeres, Espejos y Fragmentos. Santiago de Chile: Editorial
Aconcagua.