KAPLAN, C. y GARCIA, S. La inclusión como posibilidad.
Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología de la Nación. Buenos Aires, 2006.
El texto de Carina Kaplan “La inclusión como posibilidad” presenta
como tema principal la desigualdad a nivel educativo, aporta reflexiones, conceptualizaciones y claves para entender la relación entre pobreza y educación, desigualdad social y educativa, vínculos escuela/comunidad, aprendizaje y enseñanza en situaciones críticas. Permite pensar el tema de la desigualdad social y educativa abordando la mirada existente entre pobreza y violencia estructural que condicionan fuertemente a los niños que habitan las instituciones educativas. Forma parte de una serie de materiales elaborados al interior del proyecto Hemisférico “Elaboración de políticas para la prevención del fracaso escolar”, subregión MERCOSUR. Tiene como propósito aportar reflexiones, conceptualizaciones y claves para entender los problemas centrales que atraviesan la región: la relación entre pobreza y educación, desigualdad social y educativa, vinculación escuela y comunidad, aprendizaje y enseñanza en situaciones críticas. Señala que en la actualidad no se implementan correctamente las políticas de igualdad ya que generalmente se aplican subjetivamente y que desde hace muchos años ha sido de esa manera. Hace especial énfasis en la distinción presentada ante el estrato social del alumno y en el estandarizado parámetro que dicta si un alumno es inteligente o no. En el inicio, los autores abordan el tema de la desigualdad social y educativa abordando la mirada existente sobre la pobreza y la violencia estructural que condiciona fuertemente a los niños, adolescentes, jóvenes y adultos que habitan las instituciones educativas o bien a aquellos que están en sus márgenes. Piensa en qué medida la escuela actúa como espacio de resistencia o, funciona en su interior mecanismos de relegación de los estudiantes atravesados por la exclusión. Explica que en el pasaje por las diversas instituciones sociales y en las relaciones que allí se configuran, van adquiriendo una forma de experiencia social, internalizando, las imágenes que los otros los devuelven hasta configurar una auto-imagen. En ese tránsito por las instituciones fabrican una imagen acerca de cuánto valen; en líneas generales ello está en estrecha relación con cómo perciben y reconocen las cosas. Estas valoraciones y autovaloraciones difieren entre los diversos individuos y grupos.” Las próximas páginas explican que de las dos dimensiones constitutivas de la experiencia social, las esperanzas subjetivas y las posibilidades objetivas, no son idénticas para todos los estudiantes, aunque también es real que las instituciones y los docentes las ponen en tensión en las prácticas concretas en instituciones concretas, logrando en muchos casos atenuar las marcas iniciales de la desigualdad durante el proceso de escolarización.” Habla también de que la escuela deja “marcas de desigualdad”, sobre todo en un contexto de mayor exclusión donde los sujetos se encuentran en desigualdad de condiciones tanto materiales como simbólicas para apropiarse de lo que la escuela ofrece. Se tiende a reproducir el círculo vicioso entre pobreza y vulnerabilidad. También hace referencia al contexto institucional del nivel secundario que no fue pensado para la inclusión de todos los sectores sociales. Trae algunas Interrogantes que se plantea sobre el sistema educativo y fundamenta la necesidad de problematizar el par inclusión-exclusión que se torna vigente a partir de los 90, tanto porque se lo naturaliza, como por sus implicancias ético y políticas en las prácticas cotidianas al interior de las instituciones educativas, analizando y criticando la impronta del discurso neoliberal en la constitución de la subjetividad. Explicaciones centradas en los sujetos, discurso meritocrático. “La exaltación conservadora de la responsabilidad individual lleva, por ejemplo, a atribuir la desocupación o el fracaso económico, y por ende el fracaso educativo, a los mismos individuos y no al orden social injusto y desigual (Bourdieu, 2002)”. Ahí se recupera los análisis de Bourdieu y Sennet sobre los supuestos y las transformaciones estructurales de categorías centrales organizadoras del orden económico y simbólico, como lo es la categoría de trabajo, y las consecuencias personales del programa neoliberal en la configuración de la identidad. Los sujetos están atravesados por constricciones estructurales que los determinan y constituyen desde fuera; pero que a la vez ellos ayudan a construir en la interacción su realidad social y educativa. Ellos reproducen las condiciones sociales de la exclusión que atraviesan sus vidas y, a la par, liberan estrategias más o menos conscientes de superación de esas cadenas de determinación. (Pág. 20) A partir de los discursos propuestos, se entiende que el sujeto, concebido como individuo des-socializado, es el mayor y casi exclusivo responsable por su buena fortuna o infortunio. Desde esta perspectiva, la gente fracasa o tiene éxito en la sociedad o en los estudios debido a sus méritos individuales o a la carencia de ellos. Otro punto importante que toca es el papel del docente en todo esto, ya que en sus manos esta ser el principal ejecutor de las conductas de inclusión, además de que este es el que debe difundirlas también entre alumnos, padres y colegas. Finalmente concluye expresando el gran éxito que tendría el sistema educativo si obviáramos las etiquetas y la lastima para dar paso a una verdadera pedagogía empática. La educación inclusiva puede entenderse como un concepto de enseñanza contemporánea que tiene como objetivo garantizar el derecho de todos a la educación. Presupone la igualdad de oportunidades y la valorización de las diferencias humanas, contemplando así la diversidad étnica, social, cultural, intelectual, física, sensorial y de género de los seres humanos. Implica la transformación de la cultura, las prácticas y las políticas vigentes en las escuelas y los sistemas educativos, para garantizar el acceso, la participación y el aprendizaje para todos, sin excepción. La obra de Kaplan expone que en estos contextos de sociedades excluyentes, se observa que la juventud sufre especialmente ante un futuro sin porvenir, sea por falta de escolarización, sea por realizar estudios no deseados, sea por no poder completar sus expectativas educativas y sociales. La escuela, en ocasiones, se plantea como uno de los últimos refugios de la igualdad de oportunidades, haciéndose cargo de una función socio-asistencial, sin estar preparados profesionalmente sus actores para afrontarla y los docentes asumen los desafíos y las contradicciones de intentar paliar parte de la miseria social que atraviesa a la condición de los estudiantes. Las instituciones escolares juegan un papel central en las mediaciones entre la estructura social y las trayectorias y expectativas que estructuran los niños, adolescentes y jóvenes. ¿Cómo saber si una práctica pedagógica es, de hecho, inclusiva? ¿O si una escuela que dice ser inclusiva realmente garantiza el derecho de todos a la educación? Además de ser una herramienta importante en el análisis del discurso y las prácticas, los principios también representan una referencia fundamental para quienes comienzan. Además, volver a visitarlos con frecuencia también puede ayudar a los educadores con experiencia y comprometidos con la inclusión a no "perder el rumbo". Los cinco principios de la educación inclusiva son: 1. Toda persona tiene derecho a acceder a la educación. 2. Todos aprenden 3. El proceso de aprendizaje de cada persona es único. 4. Vivir en el ambiente escolar común beneficia a todos 5. La educación inclusiva concierne a todos. A pesar del enfoque en las personas con discapacidad, en vista de la historia de privación de la participación de este público en las redes educativas, el texto de Kaplan adopta un concepto amplio de diversidad humana para pensar en la educación inclusiva, cuyo público objetivo son todos los niños. Todo sin excepción. Así, el quinto principio guía a los demás y orienta las relaciones humanas hacia la construcción de una sociedad más justa y participativa. Otro punto que aborda el texto es la idea de Norbert Elias (2000) que se interroga precisamente “sobre el tiempo”, como un símbolo social de carácter instrumental, como un símbolo humano de orientación y comunicación, demuestra que el ingreso a la institución escolar en cada uno de los peldaños de la pirámide escolar es, entonces, un momento de inflexión en las trayectorias educativas porque anticipa límites objetivos y moviliza esperanzas subjetivas. Complementariamente, el no ingreso, el quedar afuera, también instituye un pronóstico, algo que la sociedad debería cambiar y analizar bien. En otro momento del texto se explica que, junto a la familia, la escuela es el lugar por excelencia que hace posible la reproducción y la producción cultural. En este sentido, de igual manera en que los bienes económicos se distribuyen en forma desigual en nuestras sociedades y los individuos no tienen las mismas oportunidades de acceder y apropiarse de ellos, el mercado escolar termina atribuyendo un cierto valor a cada individuo y grupo: algunos valen más; otros valen menos, cada sujeto termina apropiándose de una auto percepción de su valía social y escolar y atribuyendo a sí mismo su éxito o fracaso. Ahí se explica la ideología de los dones naturales, que sostiene algo como que cada uno de nosotros venimos al mundo, desde el nacimiento, con una suerte de órgano para aprender mientras que otros nacen sin ese don para los estudios. Estos planteos no cuestionan el orden social ni escolar. En todo caso, lo que hacen es “culpar” al individuo de su fracaso y desde la perspectiva crítica de Bourdieu, son las desiguales condiciones sociales y simbólicas de acceso, las que intervienen en los procesos diferenciados de escolarización. En este sentido, en la escuela, las condiciones socio-culturales de los estudiantes constituyen el punto de partida y el marco de toda evaluación posterior de las condiciones individuales para el aprendizaje escolar. El éxito y fracaso educativo es una construcción cultural que reafirma o rechaza el parámetro con el que los estudiantes ya entran clasificados a la escuela. Para Bourdieu, el éxito o fracaso escolar se debe a la distribución de los bienes culturales y educativos desigual en nuestras sociedades. El fracaso de ciertos individuos y grupos se comprende en tanto que no poseen las mismas oportunidades de acceso ni de permanencia ni de apropiación frente al mercado escolar y uno de los caminos es bucear en los procesos que tienen lugar en la interacción maestro alumno, más particularmente en los lentes con los que la escuela mira a los alumnos, sus límites y posibilidades. La escuela, por sí sola, no puede transformar las determinaciones estructurales y materiales de vida que condicionan a las trayectorias de los estudiantes, pero sí está en condiciones de instrumentar subjetivamente a los mismos en lo que se refiere a su propia valía social y escolar. La función del sistema educativo es servir como instrumento para legitimar las desigualdades sociales. Lejos de ser liberadora, la escuela es conservadora y mantiene el dominio del dominante sobre las clases populares, siendo representada como un instrumento para reforzar las desigualdades y como un reproductor cultural, ya que existe un acceso desigual a la cultura según el origen de la clase. También desmantela los mecanismos a través de los cuales el sistema educativo transforma las diferencias iniciales, el resultado de la transmisión familiar del patrimonio cultural, en desigualdades del destino escolar. Explora la relación con el conocimiento, en detrimento del conocimiento mismo, mostrando cómo los estudiantes de familias que carecen de capital cultural presentarán una relación con las obras de cultura transmitidas por la escuela que tiende a ser interesada, trabajadora, tensa, esforzada, mientras para los estudiantes de entornos culturalmente privilegiados, esta relación está marcada por el diletantismo, el ingenio, la elegancia, la facilidad verbal "natural". Al evaluar el desempeño de los estudiantes, la escuela toma en cuenta, consciente o no, esta forma de adquirir y utilizar el conocimiento. Según Bourdieu, “para que los más favorecidos estén en desventaja, es necesario y suficiente que la escuela ignore, dentro del alcance del contenido de enseñanza que transmite, los métodos y técnicas de transmisión y los criterios de evaluación, las desigualdades culturales entre los niños de clases sociales. Al tratar a todos los estudiantes, por desiguales que sean, como iguales en derechos y deberes, el sistema escolar lleva a sancionar las desigualdades iniciales frente a la cultura”. Se considera que la institución escolar desempeña un papel importante en la producción de diferencias cognitivas, ya que ayuda a producir esquemas de apreciación, percepción y acción en el mundo social a través de la internalización de los sistemas de clasificación dominantes en el mundo social global. Las análisis de la educación, entonces, llegan a pertenecer al campo de la sociología del conocimiento y la sociología del poder, porque como Bourdieu dice, lejos de ser una ciencia aplicada y adecuada solo para pedagogos, se basa en una antropología general de poder y legitimidad, ya que se centra en "los mecanismos responsables de la reproducción de las estructuras sociales y la reproducción de las estructuras mentales”. Cuanto más se reconocen los puntos de partida desiguales con los que los alumnos transitan su escolarización, mejor se está en condiciones de operar sobre ellos intentando superarlos o, por lo menos, reducir sus efectos negativos. La escuela es lugar de encuentro, ofrece oportunidades todos los días, puertas adentro y en sus fronteras con la sociedad. Uno de los desafíos principales consiste en contribuir a fortalecer a la escuela como un espacio singular de integración social y de filiación, que permita a quienes transitan por ella desafiar los destinos que se presentan como inevitables. Dubet y Martuccelli (1998) sostienen que tres procesos básicos son los que sacuden la capacidad socializadora de la escuela. En primer lugar señalan “la instalación de un vínculo estratégico con los estudios en una escuela que funciona como un mercado”. El segundo elemento consiste en el “desajuste creciente entre las expectativas de los alumnos y de los profesores; desajuste ligado a la masificación y a la autonomización de la vida juvenil”. Por último, señalan “la relativa incertidumbre del modelo cultural de la escuela misma, que llama a figuras del individuo ampliamente contradictorias” Es el individuo quien articula de un modo singular estas lógicas por lo que, más allá de las fuertes determinaciones sociales sobre la experiencia escolar, hay un trabajo por el cual cada alumno se socializa y constituye como sujeto, dotando de sentido y coherencia a su paso por la escuela. Brevemente, la escuela como institución social tiene la tarea de transmitir y transmitir conocimientos y prácticas a todos (calidad social). A través de las relaciones de diálogo y la creación de vínculos y teniendo en cuenta la diversidad, trabaja para romper con la lógica de exclusión y homogeneización. En otras palabras, su función principal es capacitar a los niños para la tarea de renovar un mundo que todavía está lleno de situaciones de exclusión. En esta perspectiva, se supone que el proceso de aprendizaje de cada niño es único, que cada niño aprende y que todos son importantes para el proceso de construcción de conocimiento en el entorno escolar. La educación inclusiva concierne a todos y a todos. Los avances en los marcos legales son innegables y apuntan a la necesidad de cambiar la escuela más allá de los modelos "normativos" que generan exclusión. Numerosas investigaciones, enmarcadas muchas de ellas en la disciplina de la sociología de la educación, ponen en evidencia las implicancias simbólicas de las políticas focalizadas para la población destinataria. Nos interesa destacar especialmente uno de los efectos posibles de estas políticas: el riesgo de estigmatización y ghettización de los beneficiarios y el consecuente impacto mediatizado en la subjetividad de estos. En varios discursos se asocia la pobreza con la falta de inteligencia del alumno para justificar ciertos fracasos escolares. Históricamente, la inteligencia ha sido uno de los instrumentos con el que las sociedades han legitimado la desigualdad social, se presenta a los sujetos pedagógicos como justificación de su éxito o su fracaso escolar, transformándose en límite inalterable que predice sus destinos. La escuela democrática reconocerá las diversas condiciones de partida de los alumnos, no como deficiencias o como puntos de llegada, sino como dimensiones que la institución deberá conocer y sobre las cuales deberá trabajar con el objeto de generar estrategias que posibiliten una disminución de los diferenciales de poder entre los sujetos pertenecientes a los distintos grupos y clases. Existen características biológicas universales, como la capacidad humana de hablar (Cagliari, 1997), pero las formas de expresión de estas capacidades lingüísticas están determinadas por el grupo lingüístico que pertenece al individuo, debido a la naturaleza de las interacciones sociales y la cultura. Hay estilos de lenguaje, hay diferentes usos de los códigos lingüísticos debido a diferentes contextos y hay un estatus social atribuido a ciertos usos del lenguaje, evaluado erróneamente como habilidad superior (Bourdieu, 1983) y identificado por las pruebas como un signo de alto coeficiente intelectual. Entonces, lo que evoluciona en las formas de expresión del lenguaje y la inteligencia, mediado por los valores culturales, es el conocimiento disponible y los significados que la cultura atribuye al individuo. Los intentos de evaluar a la inteligencia humana son resumidos a las condiciones para el desarrollo de las habilidades investigada como conocimiento escolar y trabajo escolar para organizar esquemas mentales para la asimilación de contenido, verificados a través del conjunto de preguntas y problemas propuestos por las pruebas pero la mayoría de los niños con desnutrición viven en condiciones de miseria y no tienen acceso a bienes culturales ni a los beneficios de la sociedad. De esta manera, ya no es posible separar los efectos de la desnutrición en el cuerpo de los niños de los efectos negativos producidos por la precariedad de la vida en la que están inmersos en la educación. Sin embargo, es importante saber hasta qué punto la condición de miseria material, la falta de acceso al conocimiento escolar y la desigualdad social comprometen la capacidad cognitiva de estas familias y sus hijos, su capacidad de hablar, pensar, discutir, luchar por sus propias vidas, construir una vida digna, educar a sus hijos y alimentarlos. Terminando el texto, se habla del lugar del docente y su margen de acción dentro de los condicionantes sociales y la carga sobre sus espaldas la responsabilidad social de paliar el sufrimiento social de los alumnos. La convicción teórica de los autores lleva a afirmar que no hay nada de naturaleza en los fracasos sociales y educativos, sino que los mismos son causados fundamentalmente por la desigual distribución y apropiación de recursos materiales y simbólicos en nuestras sociedades y escuelas. La escuela debe establecer en su Proyecto Pedagógico Político la relación entre maestros y estudiantes como una relación dialógica más igualitaria, en la cual el maestro no se coloca como el que posee todo el conocimiento, sino el que guía las rutas de investigación y descubrimiento del conocimiento. El profesor debe asumir su responsabilidad, pero reconocer el conocimiento de los alumnos. Esta relación debe establecerse con base en la legitimidad de estos roles, construida en el diálogo entre los involucrados. La relación debe ser no jerárquica y respetuosa. El profesor debe garantizar al alumno su derecho a expresar una opinión sobre el plan de estudios y la gestión de la escuela. Por lo tanto, la escuela debe alentar a los estudiantes y maestros a compartir sueños y deseos.
Clase 1.pdf Acerca de la alteridad, la normalidad, la anormalidad, la diferencia, la diversidad, la discapacidad y la pronunciación de lo educativo. Gestos mínimos para una pedagogía de las diferencias.